Capítulo I

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Capítulo I
Energía al Límite
Créditos
Los personajes son de autoría de Stephenie Meyer y su editorial.
Espacio Temporal
Ambientado en el año 2000.
Nota del Autor
Energía es una historia alternativa, completamente, a las originales
de Stephenie Meyer.
Sinopsis
Bella es un adolescente que está en el colegio y dedica sus fines de
semanas, y parte de sus días escolares a la entretención, sin
preocuparse de sus deberes. Abusa constantemente del alcohol y
las drogas, volviendo polvo su voluntad.
El baile, la belleza y el carrete es lo único que ronda su cabeza, sin
embargo, esa conducta rebelde y ególatra tiene directa relación con
la comunicación que mantiene con su madre y la carga de un padre
ausente.
Con el corazón vacío y confuso, conoce a Edward, un joven
universitario, de buena familia, millonario, guapo, de alma noble y
buenos sentimientos. Él intentará enamorarla, a través de mimos
para la muchacha y amor febril para la mujer que se engendra en el
interior de la joven. No obstante, resultará más complicado de lo
que él creía.
El destino se encargará de presentarles terribles obstáculos,
dolorosos y descarnado… que el amor triunfe, sólo depende de ellos
y
del
encaprichado
azar.
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Energía al Límite
Agradecimientos
A cada personita que vibró y leyó este fic, situado en un historia
ficticia, sin embargo, con plena conciencia de que la ―realidad
supera la ficción‖ y muchas de estas situaciones se replican en la
vida real y la superan.
Nuevamente, agradezco a Liz por su portada y la paciencia de
escuchar mis posibles conclusiones del final.
A todas mil gracias por seguir mis historias. Espero que ella, las
pueda también hacer reflexionar, aunque sea un poquito.
Besos,
Karen
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Energía al Límite
S
us ojos me increpaban, me hacían sentir incómoda, me
intimidaban tanto, tanto, que tenías ganas de arrancar y besarlo, al
mismo tiempo. Tenía una sonrisa de victoria en esos deliciosos labios
frambuesa y mi corazón, latía con fuerza. En respuesta, me aferré al vaso y
la cerveza que llevaba en la mano, como si fueran un escudo y éstos, me
protegieran de las vicisitudes del amor involuntario.
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Energía al Límite
Índice
Capítulo
Página
I
Una noche más………………………………………….
7
II
Secuelas……………………………………………………
10
III
Juegos………………………………………………………
17
IV
Acierto de Cupido……………………………………….
22
V
La primera vez………………………………………….
28
VI
Borrón y vida normal………………………………….
34
VII
Destello de pasión………………………………………
39
VIII
La magia del amor……………………………………..
43
IX
Bola de cristal…………………………………………….
50
X
Ira…………………………………………………………….
55
XI
¿Arrepentida?...............................................
61
XII
Trato cerrado…………………………………………….
65
XIII
Mi versión de los hechos……………………………..
70
XIV
Sorpresas ingratas………………………………………
76
XV
Hombre de ensueño…………………………………..
82
XVI
Mis dulces 17……………………………………………..
89
XVII
¿No te gustó?...............................................
96
XVIII
Bella Vs. Edward…………………………………………
105
XIX
Inevitable………………………………………………….
114
XX
Traición……………………………………………………..
120
XXI
La triste verdad………………………………………….
126
5
Energía al Límite
XXII
Tras la tormenta…………………………………………
132
XXIII
Vidas separadas…………………………………………
139
XXIV
Una vida para olvidarte……………………………….
148
XXV
Post amor………………………………………………….
159
XXVI
Estupideces……………………………………………….
166
XXVII
Aclaraciones………………………………………………
173
XXVIII
Amore della mia vita…………………………………..
179
XXIX
Danza oriental……………………………………………
186
XXX
Fiesta de graduación…………………………………..
194
XXXI
Nueva aventura juntos, Parte I……………………
199
Nueva aventura juntos, Parte II…………………..
208
XXXII
Del cielo al infierno…………………………………….
212
XXXIII
Giro en 360º………………………………………………
217
XXXIV
Miles de días sin ti………………………………………
225
Epílogo………………………………………………………
237
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Energía al Límite
Capítulo I
Una noche más…
entíamos fuertemente nuestros corazones vibrar por la
noche que estaba en su clímax. Las luces eran fuertes e
intermitentes y la música hacía vibrar el piso y las ventanas.
Nuestros cuerpos sudaban al compás de la música y nos invadía los
sentidos, haciéndonos estremecer y despertar cada uno de ellos.
S
Mientras más cerca estábamos y las pieles se rozaban unas con
otras, nos sentíamos mejor, la idea era compartir. Yo sabía que
Erick, Rob y James morían por mí. En todas las fiestas querían bailar
conmigo, me miraban, y se peleaban por estar junto a mí, a pesar
de que eran amigos, eso era lo más excitante… ¡Yo era su trofeo!,
lo sabía, ellos me querían, me deseaban, porque yo era la mejor, la
más linda y la más atractiva de todas mis amigas, incluso de todas
las mujeres que había esa noche y en el colegio.
Andrew, el chico a cargo de la barra, era mi amigo -sabía que
también le gustaba, era evidente- y siempre me regalaba todos los
rones que quería, no importaba, él era mi amigo y hacía lo que
fuera por estar conmigo. Cuando Andrew tenía algo de tiempo, yo
bailaba con él, y bueno, si alguien más se quería sumar ¡Bienvenido!
Yo bailaba y sabía que todos me miraban, sobre todo con esa mini
de jeans, que me llegaba un poco más abajo del trasero –la había
comprado la semana pasada–, era algo insinuante, pero ¡Qué
importaba!, si todos me deseaban de igual modo. Además, llevaba
un sensual strapless negro, que acentuaba aún más mis pechos y
definían mi cintura. Aún recuerdo un comentario de Erick, ―esa
mujer tiene algo que me revoluciona las hormonas, secreta
feromonas‖. Por supuesto, lo ignoré y seguí bailando, la noche era
joven, recién empezaba.
Cogía mi pelo al ritmo de la música y sentía que los cuerpos de mis
amigos se peleaban por acercarse al mío. Podía bailar toda la
noche, además, me sentía perfecto, antes de venir acá, tomé un par
de pisco sours con mis padres –mamá biológica y padre adoptivo–.
Después, me recogió Joyce.
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Energía al Límite
Camino a ―La Cueva del Ratón‖, centro nocturno de perdición que
nos acogía cada fin de semana, nos fumamos un pitito, como de
costumbre, total, era inofensivo. Luego, llegamos directo al bar y
comenzamos a bailar solas al son de la música, hasta que llegaron
―Los Jotes‖, unos de los grupos con minos más ricos de todo el
vecindario, y a éste, pertenecían Rob, James, Erick, Patrick, Italo y
otros.
A penas nos encontramos, Rob y Erick se acercaron a nosotras para
bailar. A esa altura estaba en el tercer ron, pero estaba sobria. La
noche se estaba tornando acalorada y demasiado entretenida.
Como siempre, no faltaban los buitres —literalmente hablando—
que intentaban besarme. Era típico que se aprovecharan y nos
dieran unos agarroncitos bajo la falda o bien, en una pechuga, pero
a esas alturas daba lo mismo, total eran sólo juegos.
Erick se puso más aguja y aprovechó el momento, en que fui a
buscar otro ron donde Andrew, y me arrastró al baño de hombres,
más bien al pasillo, que era lo suficientemente oscuro para su
objetivo. Me cogió de un brazo y unió su boca, bruscamente a la
mía. Me dio un beso fuerte e intenso. Rápidamente toco uno de
mis senos, primero por encima y luego, metió la mano por debajo y
acarició uno de mis pechos, intentando besarlo, pero lo detuve,
porque sabía que yo estaba media arriba de la pelota, pero él
insistió, hasta que accedí.
Su cuerpo estaba cada vez más encima del mío, podía sentir cada
una de sus partes, sobre todo, como acercaba su cosa entre medio
de mis piernas. Intenté alejarlo.
—¿Vamos al auto, Bella? —susurró en mi oído, mientras me
aprisionaba hacia él.
Asentí ¿Por qué no? Después de todo ya estábamos ahí. Me tomó
una mano y me llevó a los estacionamientos. Entramos al auto, en
la parte de atrás, y él me hizo sentar encima de sus piernas,
colocando las mías a cada lado de sus caderas, quedando frente a
él.
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Energía al Límite
Erick, agitaba su voz que, poco a poco se ponía más intensa y sus
caricias, más firmes. Levantó mi polera y dejó al descubierto mis
pechos, que no paró de besarlos y acariciarlos. Luego, introdujo su
lengua con furia en mi boca y me aprisionó más a él, en tanto sus
manos pasaban por debajo de mi falda e intentaban bajar mis
pantaletas. Fue cuando lo detuve en seco.
—No —le dije mientras continuaba.
—¿Qué tiene? —me decía con la voz distorsionada mientras insistía
con sus manos.
—¡Nooo! —le dije con furia.
Me miró con los ojos desorbitados.
—¡Pendeja estúpida!
Me hizo hacia un lado y se subió el cierre del pantalón —que no sé
en qué minuto bajó— y salió del auto. Obviamente, también tuve
que bajar del coche.
Quedé sola y opté por volver a entrar, tenía que encontrar a Joyce.
Antes de llegar a la puerta de ―La Cueva‖, casi al lado de unos de
esos guardias gorilones, me tropecé en la vereda, pero no me dolió.
Como pude me levanté y entré, pero cuando llegué a la puerta, me
tuve que devolver, porque tenía ganas de vomitar. Devolví toooodo.
El mundo me daba vueltas, estaba mareada. A duras penas me
tumbé en un árbol a esperar que saliera mi amiga.
Miré hacia arriba y un bello chico, pálido y hermoso, extendió su
mano para ponerme de pie.
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Energía al Límite
Capítulo II
Secuelas
abía ¡Siempre me pasaba! Después de vomitar, todo se
volvía una pesadilla, por eso evitaba en lo posible, llegar a
ese extremo, sin embargo, no pude más, sentía que el
mundo daba vueltas y me costaba fijar la vista, por mucho que lo
intentara ¡Era imposible!
S
Respiré hondo, me entregué en brazos de ese desconocido que me
tomó con fuerza por el brazo y ayudó a desaguar. Tenía una
sensación de desrealidad, como estar viviendo un sueño, y oí que
este chico, hablaba con el guardia gorilote de la puerta.
—Ella no puede entrar —dijo ese hombre de negro apostado en la
puerta.
—Viene conmigo… —insistió él.
—Está absolutamente borracha y además es menor de edad. Esta
niñita tiene todos los fines de semana el mismo problema, yo no sé
cómo en la casa no le ponen un freno —comentó el guardia
molesto.
—Anda ¡Déjame pasar! —insistió mi acompañante de voz dulce.
—Edward —siguió el hombre— ella es un cachito… —le advirtió.
—Está bien, pero no la voy a dejar acá afuera para que la violen —
dijo seguro.
—Bueno, no sé si le afectará en algo, es bastante osada… es más,
no salió sola. Seguramente la dejaron botada por escandalosa —
soltó una carcajada.
—Josh, mírala, es una niña ¿No te da pena? —mi acompañante
intentaba persuadir al guardia.
—La verdad no, pero ya que insistes tanto ¡Pasa con ella! ¡Entra,
antes que se den cuenta que la dejé pasar!
El gorilote se hizo a un lado y nos dejó libre el camino.
—Ey, ¿Cómo te llamas? —me habló con dulzura mientras afirmaba
mi rostro.
—Be… —no pude continuar porque una arcada gigante se apoderó
de mi estómago y lo vomité en sus zapatos.
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Energía al Límite
—¡Oh, por Dios! —dijo algo irritado.
Me instaló en un sillón negro, tipo cuerina, y me eché hacia atrás a
descansar. Ahora la luz me molestaba sobre manera, me daban
más náuseas. En seguida, llegó con toalla de papel y limpió mi
rostro y parte de mi falda.
—Ey, nenita no te puedo dejar aquí sola ¿Con quién viniste? —
insistía.
—Con una amiga… —con mucho esfuerzo alcancé a articular
algunas palabras.
—¿Cómo se llama? —acercó su hermoso rostro ¡Parecía un ángel!
—¿Eres un ángel? —toqué su nariz con la punta de mi dedo índice.
Me costaba fijar la vista, lo veía doble.
Noté que él curvó esos carnosos y exquisitos labios rubí en una
sonrisa y corrió un mechón de mi cabello por detrás de la oreja.
—No, pero en este momento soy una especie de guardián —volvió a
sonreír.
—Oye, oye —quise llamar su atención— ¿Te puedo besar? —sus
labios se notaban suaves y quería devorarlos.
—No creo que sea el mejor momento —rió.
—¿Por qué no? —insistí, quería abalanzarme sobre él, pero no tenía
fuerzas y me costaba trabajo manejar mis brazos.
—Mmmm, estoy resfriado —sonrió, creo que para tranquilizarme.
—¡Aaaah! Pero, cuando te mejores ¿Puedo besarte? —toqué sus
labios con la punta de mi dedo índice e intenté introducirlo en su
boca, pero él me dio un dulce beso en la punta del dedo.
—Por supuesto, cuántas veces quieras…
—¡Qué bueno! —le regalé una sonrisa, que al menos intenté que
fuera seductora.
—Y ¿Cómo se llama tu amiga? —insistió.
—¡Uy! Ahora no quiero verla, me quiero quedar contigo ¿Puedo? —
lo miré para convencerlo.
—Ella te debe andar buscando, otro día ¿Está bien?
—Joyce, así se llama… –respondía a su pregunta.
—Joyce —replicó en un murmullo. Miró hacia los lados y atrás, al
parecer buscándola. Luego, fijó la vista nuevamente en mí— ¿Cómo
es ella físicamente?
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Energía al Límite
—¡Ooooh! Te quieres quedar con ella, yo no te intereso —dije
frustrada.
Él sonrió y acarició mi rostro.
—No, me quiero quedar contigo, pero… necesito encontrarla —me
susurró al oído.
—¡Ah! ¿Verdad? —seguí.
—Te lo prometo —besó sus dedos que formaban una cruz.
—Es flaca, como de mi estatura, crespa, rubia, de ojos verdes.
—Gracias. Espérame un minuto, pero no te muevas porque te
vendré a buscar —amenazó.
—Ok —me eché en el respaldo del sillón.
Cerré los ojos y todo daba vueltas y vueltas sin parar. Cuando volví
a abrirlos, vi la cara de Joyce.
—¡Apareciste! —la increpé.
—Bella ¿Dónde te habías metido? —dijo molesta.
—Salí, salí, salí a dar una vuelta —sonreí.
Mi acompañante incógnito miró a Joyce y alcancé a notar que le
guiñó un ojo. Joyce me tomó por el brazo, pero me fui de espaldas,
él me cogió a tiempo, y yo pasé mi brazo por su espalda.
—Creo que las dejaré en la puerta —agregó, visiblemente
preocupado y continuó— ¿Cómo se irán?
—Con Rob, él es mi novio y nos pasará a dejar a las dos.
—¿Seguro?
—Sí —respondió mi amiga con certeza.
Alcancé a escuchar unos gritos eufóricos, eran ellos. Sin darme casi
cuenta, me tomaron en andas entre dos personas y me subieron al
auto. Sentía que estaba algo apretada, pero no importaba, así que
me recosté sobre un hombro desconocido, mientras el auto se iba a
toda velocidad.
Entre sueños sentí una mano grande y tibia que subía por debajo de
mi falda. Con las pocas fuerzas que me quedaban le pegué para
sacarla, pero insistió con más ansias, intentando meter la mano por
debajo de mis nalgas. Abrí los ojos y una silueta que no alcancé a
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Energía al Límite
distinguir con claridad, acercó su rostro al mío. Cerré mis párpados
y sentí una efusiva lengua que se introducía en mi boca y yo,
respondí como pude. Las manos seguían tocándome por todo el
cuerpo, por debajo de mi falda, para después subir hasta mis
pechos, ejerciendo presión sobre ellos. En pocos instantes el auto
se detuvo.
—Joyce, dile a tu amiguita que se baje —dijo una voz brusca,
seguida de risotadas.
Se abrió la puerta del auto y alguien me jaló con potencia,
dejándome en la entrada de mi casa. Había césped, así que me
acosté sobre éste y cerré los ojos, porque la luz de los focos de la
calle me molestaba tanto, tanto, que nuevamente iba a vomitar.
Por fin me relajé, quedándome media dormida.
Con brusquedad sentí que alguien me pegaba en la cara y hablaba
con urgencia.
—Isabella, Isabella ¡Bella! ¡Despierta! —era la voz de mi madre.
—¡Déjame aquí! Yo mañana me levantó y converso con mi papá —
respondí.
—Nada… ¡Qué mañana! ¡Levántate!
Escuchaba sus instrucciones, pero no podía ni quería ponerme de
pie.
—¡Déjame tranquila! —le grité.
Ahora la oía histérica.
—¡Párate y entra! —me jalaba por el brazo y la espalda, intentando
sentarme, pero mi cuerpo no respondía.
La dejé de escuchar unos minutos, pero luego apareció Phil, mi
padre postizo, que en realidad era como el verdadero.
—¡Bella!
—Te digo que esta niñita no responde… ¡Otra vez llega así de ebria!
—lloriqueaba Reneé, mientras Phil me tomaba en brazos y me
arrastraba a la habitación.
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Energía al Límite
—¡Apaguen la luz! —les gritaba.
Alguien abrió mi cama y me acosté. Mientras oía la discusión.
—Está niña tiene sólo 16 años y mira como anda de borracha
parece una cualquiera —increpaba Phil.
—Lo sé, lo sé —lloraba mi madre, desesperada.
—Tendrás que mandarla con Charlie —su tono fue imperatorio.
—Pero, tú sabes que él tiene su familia Phil. Charlie nunca la ha
querido realmente.
—Tú verás qué harás con tu hija, pero esto no puede seguir ¡Es una
vergüenza!
La discusión continuó por varios minutos más, pero yo me dormí
con el mundo dando vueltas a mi alrededor. Bajé un pie para
anclarme, pero no daba resultado. No sé cuánto tiempo después
desperté con ganas de vomitar, pero cuando me iba a poner de pie,
me di cuenta que no podía levantar ni siquiera la cabeza, así que
desagüé ahí mismo y luego seguí durmiendo, no fui capaz de
levantarme.
El sol empezó a pegar fuerte por la ventana, obligándome a abrir los
ojos de par en par. Osé mover la cabeza y ¡Oh, no! Me sentía
morir: se me partiría en dos y las náuseas me revolvían el
estómago. Me afirmé del borde la cama y me arrastré a la orilla,
reptando por la cama, hasta que pude bajar los pies. Mi mamá
apareció de improviso en la puerta, con los ojos desorbitados de
furia.
—¿Dónde te metiste ayer? —me dijo indignada.
—No sé, con Joyce…
—¿Cómo no sabes? —me cogió de un brazo con fuerza.
Yo la miraba, mi estómago estaba a punto de estallar nuevamente.
—Y ¡Mírate! Estás toda vomitada, pareces una pordiosera
¡Levántate! —me jaló con fuerza a la ducha. La encendió, estaba
helada, sin mayores preámbulos me empujó bajo la regadera—
¡Cuándo salgas hablaremos! —amenazó.
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Energía al Límite
Desperté con la ducha, casi congelada, porque recién estaba
llegando la primavera y las cañerías estaban frías como el hielo.
Sentía como si me clavaran agujas por todo el cuerpo. Me sequé,
pero antes de salir, tuve que levantar la tapa del wc y volver a
vomitar.
Llegué a mi habitación y ella me esperaba, parada, al borde de la
cama.
—¡Tú vas a limpiar todo esto! ¡Estás castigada por un mes! —me
amenazó con fiereza.
No la tomé en cuenta y me empecé a vestir. Como tuve que
deshacer mi cama completa, cambiar sábanas, echarlas a la
lavadora y luego, me volví a recostar en esta, a pasar el resto de
caña que me quedaba.
Durante todo el día nadie me habló, pero mejor, así nadie me
molestaba. Al otro día sonó el bendito despertador a las 6.30 horas
¡Uy! ¡Qué asco, ahora al colegio! Me levanté con pereza y me metí a
la ducha. Salí con el pelo empapado, me vestí y salí.
—¡Sécate el pelo Bella! —me gritó mi madre.
La ignoré, tomé mi mochila y me fui. Camino al cole, me encontré
con Christian —él también era de ―Los Jotes‖—. Se acercó a mí con
una gran sonrisa.
—¿Dónde vas Bella? –cruzó uno de sus brazos por mi cintura y me
beso casi en la comisura de los labios.
—¿Dónde crees? —le dije apestada.
—Vamos donde Duncan, está solo… —me guiñó un ojo.
—Mmmm, puede ser…
—¡Vamos! Para que te vas a ir a aburrir al colegio.
—Ya, está bien –no fue difícil convencerme.
Nos fuimos caminando a la casa de Duncan. Cuando llegué estaba
Rob —el infaltable—, James, Erick y mi querida amiga ¡Joyce!
—Y tú ¿Qué haces aquí? —me dijo con una sonrisa que no supe
interpretar.
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Energía al Límite
—Me invitaron ¿Algún problema o sólo tú puedes venir? —respondí
con ironía al igual que ella.
Eran pasado las nueve de la mañana cuando abrieron unas
cervezas, mientras escuchaban música y reían. De repente, sonó el
timbre, eran otras amigas de ―Los Jotes‖, cuatro más. Yo estaba
sentada entre Christian y Duncan, cuando este último tuvo la
brillante idea de jugar a la botellita. Nos pusimos todos alrededor
de la mesa de centro y la botella comenzó a girar. Primero, le tocó
a Rob con una de sus amigas, una colorina, pecosa, de ojos verdes.
Se dieron un besote y luego, volvieron a sus puestos.
—¡Ah, pero qué fome! —exclamó Duncan— la que viene no es aquí.
—¡Hay varias piezas disponibles! —rió Christian.
En medio de gritos y posiciones no acertadas de la botella, Erick
encendió un pito, que pasó por la misma ronda que esperaba
impaciente el veredicto de la botella.
Mientras, abrían más
cervezas. Este era mi tercer copón. La botella, de vidrio café opaco
siguió dando vueltas y le tocó a Rob nuevamente. Duncan la volvió
a girar y la punta de ésta me señaló a mí. A Rob se le dibujó una
gran sonrisa en el rostro y sus cabellos con rizos dorados,
parecieron alborotarse ante la noticia. Se paró como resorte y me
tendió la mano, yo le di la mía y me arrastro hacia la habitación
contigua.
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Energía al Límite
Capítulo III
Juegos
ob era estupendo, de contextura media y atlética, media
un poco menos de un metro noventa y tenía la piel siempre
bronceada, a pesar de ser de cabellos rizados y casi
albinos; su sonrisa era perfecta –todas morían por él, incluyendo a
mi amiga Joyce–, pero él no tomaba a nadie en serio. Nunca
habíamos incursionado, ni siquiera con un beso, pero Rob, varias
veces se había insinuado, aunque nunca se concretó nada, porque
siempre había medio andado con Joyce ¡A ella le fascinaba!
Continuamente lo estaba joteando, y él, obvio, ni tonto, accedía, sin
embargo, era evidente que no sentía nada por ella, porque en
cuanto tenía otra opción, la ocupaba, y esta vez, era yo.
R
Cuando la botella me apuntó, miré de inmediato a Joyce, sus
almendrados y perfectos ojos verdes, quedaron redondos como
platos, pero qué importaba, total, ella también estaba jugando y
pronto sería su turno. De todos modos, el peso de la mirada
inquisidora de Joyce, cuando Rob me tendió la mano para que me
parara del sofá y llevarme por el pasillo hacia la pieza, fue evidente.
Entramos a una habitación que, al parecer, era de alguno de los
hermanos chicos de Christian, porque estaba pintada de azul
completamente y la cama era un autito de carrera rojo. Además,
había un taca-taca y varios avioncitos de colección. En cuanto
cerramos la puerta, él se apoyó contra ésta, doblando una pierna y
apoyándola sobre ella. Sonreía muy sexy. Acto seguido, me tomó las
manos y me acercó hacia él, inclinó el rostro y se agachó –bastante,
considerando mi poco más de un metro sesenta– para besarme.
Con suavidad me tomó por la cintura y me aprisionó a su cuerpo,
sin embargo, el beso era lento y tibio, nuestras lenguas se batían en
una danza pausada y húmeda. Él no parecía ansioso, y por
supuesto, sabía y controlaba lo que hacía, y posiblemente también,
mi respuesta.
Su lengua sabía a cerveza, pero me gustaba, tenía un dejo fresco y
amargo a la vez. Abrí los ojos y lo miré, realmente era lindo, con
razón mi amiga estaba vuelta loca por él. Rob parecía muy
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Energía al Límite
concentrado, sus mejillas estaban más rosadas y algo extraño sentí
en mi estómago cuando nos imaginé besándonos. Su pelo se
notaba sedoso y alborotado, y me tenté, acaricié esos cabellos de
querubín de Botero –como esos angelitos gorditos y tiernuchos de
tarjetas navideñas–. Cuando, al parecer, sintió que tocaba su pelo,
aceleró el beso, y luego, sonrió, y volvió a besarme con más ímpetu.
Lo rocé y saqué mi lengua de inmediato, mordisqueando su labio
inferior. Sus ojos pardos se iluminaron al instante. Con picardía,
volví a introducir mi lengua en su boca, evitando que ellas se
unieran de inmediato, quité la mía y sonreí.
Rob bajó su cabeza y humedeció mi cuello con su boca y lengua,
subiendo y bajando, hasta llegar al lóbulo de mi oreja, entonces se
detuvo un momento y luego me mordió sutilmente, mientras su
lengua seguía a sus perfectos dientes de niño adonis. Lo seguí en
su juego e hice lo mismo, acerqué mis labios a su cuello y lo mojé.
Él sacó mi corbata con urgencia y comenzó a desabrochar los
botones de mi blusa, mientras pasaba su lengua por mis hombros,
hasta que se encontró con mis pechos. Me cogió en brazos y llevó
hacia la pequeña cama, pero en ningún momento dejó de tocar mis
nalgas, por arriba de las panties grises y elasticadas, típicas del
colegio.
Me depositó sobre la superficie plana y blanda, y yo, quedé con la
cabeza apoyada en un pokemón de peluche. Como ya quedaba un
solo botón por desabrochar, arqueé un poco mi espalda y el sacó la
blusa, quedando solo en corpiño. Me miró y sus ojos parecían
destellar lujuria y deseo, y yo, sentía una sensación exquisita en mi
entrepierna, él lo notó y bajó una de sus manos, tocando mis
pantaletas, para luego, sonreír con picardía. Rápidamente puso sus
manos entremedio de mis pechos y desabrochó el sostén,
liberándolos. Sus ojos se clavaron en los míos y bajó su rostro,
introduciendo uno de mis senos en su boca, humedeciéndolo con su
saliva tibia, provocando que mi piel se erizara completamente y que
las aureolas de mis pechos se tensaran. Con la otra mano,
aprisionaba mi seno libre, turnándose así, un buen rato.
Luego, se puso de pie para acomodarse y se recostó sobre mí,
ejerciendo una presión muy tenue entre mis piernas para
separarlas. Cuando estuvo entre ellas, levantó mi falda y con
urgencia apretó mis nalgas, aprisionándolas contra su masculinidad.
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Energía al Límite
Yo tomé su polera y la saqué de un tirón, mientras besaba su pecho
fibroso y atlético. Rob me besó con demasiadas ansias y luego,
llevó las manos a su cinturón, mientras rozaba su pelvis contra la
mía y yo, poco a poco, sentía como si mis piernas se anestesiaban.
Mi cuerpo hervía y su piel parecía una caldera, subió la vista y me
preguntó.
—¿Tomas pastillas? —dijo algo complicado.
Ahí llegó mi cable a tierra.
—¿Pastillas? No yo no…
—¿No qué? —me miró con cara de impresión.
—Bueno, está sería mi primera vez… —le dije algo avergonzada.
—¿En serio? —una sonrisa incrédula se dibujo en sus labios.
—Sí —asumí sin preámbulos.
—Ni yo creo que lo que voy a decir —se puso colorado y me miró
con risa.
—¿Qué? —pregunté insegura.
—Creo que quedaremos hasta aquí no más —besó mis labios con
ternura, respiró hondo e hizo un esfuerzo por levantarse.
Quedé muda, no sabía qué decirle. Rob, caminó al baño del
dormitorio y noté que tenía un bulto en su entrepierna. Parecía
medio desconcertado y antes de entrar al baño, me miró
nuevamente, medio sonrió y me dijo.
—Es que no lo puedo creer, ¿Tú Isabella Swan! —soltó una
carcajada suave.
—¿Dónde vas? —le pregunté ansiosa, mientras tapaba mis pechos
con la blusa.
—Necesito algo de agua helada —me guiño un ojo y desapareció
tras la puerta del baño.
Oí el agua correr desde el lavamanos y opté por vestirme. Abroché
mi corpiño y abotoné mi blusa. Me miré en el reflejo del televisor,
tenía el pelo alborotado como un nido de pájaros, así que tomé el
cabello entre mis manos y me hice una cola. Sentía mi cara
hirviendo y ahora, no me atrevía a salir, hasta que por fin salió Rob
del baño.
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Energía al Límite
—¿Qué pasó? —sonrió y me tomó por la cintura para besar la
comisura de mis labios.
—Nada —dije con algo de retraimiento.
—Salgamos juntos —tomó mi mano y me arrastró por el pasillo
devuelta hacia el living.
Se oían gritos eufóricos y unos cuantos ya habían desaparecidos, lo
más probable es que estuvieran en lo mismo o más, de lo que
habíamos estado nosotros. Al llegar, Duncan sonrió, ya estaba
medio arriba de la pelota.
—Y ¿Cómo estuvo? —soltó una gran carcajada.
—Bien, no podía ser de otro modo —se largó a reír y me guiñó un
ojo.
—Oye perro, afuera está Italo y Christian, se consiguieron unos Blue
Berry, cien por ciento naturales ¡Son buenísimos!
—¿En serio? Y ¿De dónde los sacaron? —se paró de inmediato.
—Creo que Italo está plantando en un macetero de su casa, bien
fondeado para que no se lo encuentren los viejos —rompió a reír en
una gran carcajada.
—¡Qué buena! —dijo mientras caminaba hacia el patio de la casa.
Rápidamente, Rob desapareció por la cocina y Duncan, sonrió.
—Y ¿Es realmente bueno como dicen? —soltó una carcajada, pero la
intriga se lo comía, lo podía confirmar en sus ojos chispeantes.
—Sí, obvio —sonreí burlesca, después de todo había sido re buena
onda conmigo, tenía que cuidar su prestigio.
—¡Ah, qué bien! —me guiñó un ojo.
—¿Por qué, estás haciendo una encuesta? —rebatí sólo para
molestarlo.
—N… no —se puso nervioso.
Rompí a reír. Él miró para todos lados y luego se sentó en la orilla
del sofá.
—Creo que estamos solos —intentó acercase a mí.
—Mmmm parece, pero yo también quiero probar el Blue Berry —le
dije mientras me paraba del otro sillón.
20
Energía al Límite
Tomé una cerveza y rellené unos de los copones, para salir al patio.
Llegué afuera y ya estaban muertos de la risa, obviamente, ya les
había hecho efecto la novedosa adquisición. Rob me tomó por la
cintura y con la otra mano puso el pito en la boca, aspiré y retuve
por un momento y luego, pasó a la siguiente ronda. En pocos
momentos empecé a reírme sin mucha explicación, pero lo estaba
pasando de maravilla.
Entre bromas de lo que había pasado, supuestamente, entre Rob y
yo, llegó James al patio también, pero acompañado de un
muchacho desconocido para todos, alto, con el pelo desordenado y
de un color bronce muy particular, ojos miel y una preciosa sonrisa,
enmarcada en unos hermosos labios cereza. Lo miré bien y ¡Era él!
Mi ángel de la noche del sábado –no estaba tan segura, pero se
parecía–. Él me vio y sonrió. James lo presentó.
—Edward Cullen, un compañero de la universidad.
Él los saludó a todos y cuando tocó mi turno, acercó su boca y sentí
su hálito tibio, que me estremeció por completo, y me susurró al
oído.
—¿Cómo estás Bella? —su voz era de terciopelo y unas maripositas
danzaron en mi vientre. No pude dejar de mirarlo ni un segundo,
pero Rob, me retenía en todo momento con su brazo pasado por mi
cintura.
21
Energía al Límite
Capítulo IV
Acierto de Cupido
ras sentir su hálito tibio y testosterónico, que revolucionaba
mis hormonas, me miró directo a los ojos, dándome un
paso directo a las ventanas de su alma; sus ojos de miel
líquida, me hipnotizaron por completo y no pude quitar la vista de
ellos.
T
Los que no fumaban, tomaban cerveza, o las dos cosas, como yo.
Rob no me soltaba ni un segundo, mientras más volado estaba, más
me aprisionaba a él. Edward me miraba de reojo y yo no podía
evitar corresponderlo, era muy sexy y guapo. Ahora ya estábamos
todos en el patio. Yo seguí tomando cerveza –como si fuera
bebida– hasta que me sentí más alegre, necesitaba abordarlo,
aunque, con Rob a mi lado, era algo difícil, porque ese día le había
tocado yo y no me dejaría en paz hasta que me fuera. Finalmente,
Duncan, para variar, tuvo la misma genial idea de la mañana, creo
que estaba algo picado, porque para él, no había alcanzado, jajaja.
—¡Una segunda patita de la botella! —sus ojos se le iluminaron y
una sonrisa malévola se dibujo en su rostro lleno de pecas, típico de
los colorines.
—Mmmmm, parece que quedaste con la bala pasada —rió Rob a
todo pulmón y continuó— no sé, yo me quedo con la misma —me
guiñó un ojo. Edward nos observaba.
De reojo vi aparecer a Joyce, venía con una gran sonrisa en el
rostro y los ojos le brillaban. Obviamente, no tardó en pararse al
lado de Edward.
—Yo creo que deberíamos jugar una segunda vez —insistió ella y le
dirigió una mirada embaucadora a Edward.
—¿Qué dices Edward? —insistió Christian.
—¡Uf! No sé…
—¡Anda! No me digas que no has jugado nunca —James le pegó
una palmadita en la espalda y él sonrió.
—Bueno, sí —me miró sin titubear, pero Rob, a pesar de que estaba
medio volado y algo ebrio, lo notó y me aferró más a él.
22
Energía al Límite
Finalmente, llegamos al living y Duncan, como verdadero maestro
de ceremonias, giró la botella. Se oyeron unos grititos de algunos
participantes al comenzar el juego.
—La primera es suavecita —dijo la chica colorida.
—¡Está bien! ¡Está bien! Pero le vamos a hacer una variación al
juego —sonrió Duncan.
—¿Cuál? —pregunté desafiante.
—Si la botella señala a dos del mismo sexo, seguidos, a los dos, les
toca tomarse una roncola al seco —intentaba convencernos y por
supuesto, no le costó nada, porque la mayoría dijo que sí de
inmediato.
Empezó a girar la botellita de cerveza y los primeros en caer, fueron
dos amigas de ellos, que no conocía. Italo tomó el ron y llenó casi
hasta la mitad el vaso y le puso la nada de bebida. Una de ellas,
una niña de piel canela y bastante guapa se quejó.
—No ¡Eso es mucho! —dijo algo molesta.
—Yaaaaaaaa, ahora no se pueden echar para atrás —interrumpió
Christian.
El juego empezaba y obvio, todos empezaron, a coro, con el himno
que ameritaba.
Este farol no alumbra,
No alumbra este farol
Póngale parafina que alumbrará mejor
¡Póngale! ¡Póngale! ¡Póngale! ¡Póngale!
Todos se echaron a reír y una de ellas, la rubia, no aguantó y tuvo
que ir al baño, casi vomita.
—¡Gua! ¿Cómo cagó tan rápido? ¡Cero resistencia! —dijo Italo
incrédulo.
La otra amiga se paró tras ella, al parecer no se sentía bien.
23
Energía al Límite
El juego continuó y la botella famosa empezó a girar de nuevo.
Para mi sorpresa, el primero en salir fue Edward. Yo estaba
expectante, quería que me señalara a mí, así que crucé los dedos
sin que nadie se diera cuenta. El envase siguió girando y ¡Nooooo!
¡Joyce! Me miró con una gran sonrisa, burlesca, en los labios.
Edward se paró algo incómodo y medio ruborizado ¡Era hermoso!
Andaba con pantalones negros y un polerón azul eléctrico con
capuchón y unas tiritas blancas que venían del gorro. Entonces
alguien salvó el momento, era Rob.
—La primera era suavecita no más Joyce —dijo entre risas, pero me
dio la impresión de que estaba celoso.
Ella sonrió a Rob con una mueca y se puso de pie frente a Edward.
Él la miró, ella le llegaba al hombro. Él, la tomó entre el cuello y la
cara y la besó. Sentí que se me movía el piso, y no sabía si era a
raíz del Blue Berry o la cerveza, o de ese ¡Beso! Edward se veía muy
concentrado, cerró los ojos y su rostro se notaba plácido y el de
ella, ¡Uf! ¡Lo estaba disfrutando a concho! Su piel lucía tersa, y el
movimiento de sus quijadas lo decía todo ¡Cuánto me hubiese
gustado ser ella! Oportunamente, alguien carraspeó, se estaban
demorando más de lo esperado. Miré a Rob y estaba con los ojos
como platos, pero se hacía el tonto.
—¡Si quieren les presto una pieza! —gritó Christian muerto de la
risa.
Recién, después de ese lindo comentario, cortaron el beso. Duncan
tomó la botella y le dio impulso para que girara; primero le tocó a la
niña colorina, y después a mí. Italo, ya estaba preparando los
rones, cuando Christian gritó.
—Mmmm ¡Nueva regla! Y conste que es opcional, pueden cambiar
el ron por un beso de ustedes dos —sus ojos marrones destellaban
lujuria.
En verdad, nunca le había dado un beso a una mujer, pero que más
daba, además, tenía rabia de Edward y Joyce, prácticamente se
habían devorado delante de todos, entonces ¿Por qué no? Miré a mi
compañera y asentí.
24
Energía al Límite
—¡Está bien! —dije sin titubear.
—¡Guaaaaaaaaaa! ¡Eh! ¡Eh! ¡Eh! —empezaron a gritar los hombres,
demasiado entusiasmados.
Christian miró a Francesca, así se llamaba la colorina y ella aceptó.
Ahora si que todo fue una locura.
—¡Noooo! Esto hay que grabarlo —gritó alguien que no pude
identificar.
—¡Esto es memorable! —gritó, creo que Rob.
Rápidamente nos pusimos de pie, yo me sentía media arriba de la
pelota, pero no tanto como para atreverme a besarla. Observé su
rostro fino con pecas y grandes ojos verdes. No sé en qué
momento, sentí sus labios suaves y finos en mi boca, y tras ellos, su
lengua; su saliva parecía más líquida y delgada que la de los
hombres, no era desagradable, pero era raro. Respondí al beso sin
mucho convencimiento, pero no podía demostrarlo, así que asumí.
Cuando nos separamos, todos estaban con los ojos redondos, casi a
punto de salirse de su órbita. De inmediato, lo miré a él, sin que lo
notara ¡Estaba casi con la boca abierta! Y era justamente lo que
había querido lograr, resultado: el esperado. Sonreí y los gritos se
hicieron aún más efusivos. Nadie daba crédito a lo que acababa de
pasar.
—¡La cagaron! Nunca me imaginé que aceptarían en realidad —dijo
Christian extasiado.
Volvimos a nuestros puestos y ella estaba casi morada de
vergüenza. A mí, me dio lo mismo, todavía estaba muy picada con
Joyce. La botellita volvió a girar, ahora era el turno de Rob y luego,
le tocó a la misma niña colorina, que yo creo no quería más guerra.
Rob, titubeó al dejarme ahí, pero se paró y le dio la mano, tal como
lo había hecho conmigo. Joyce estaba furia.
Después fue el turno de la niña de piel canela, Roxana creo que se
llamaba, y le tocó con Duncan ¡Por fin! Estaba feliz el pobre. Luego,
el turno de Christian con ¿Joyce?, ellos se conocían tanto, que
ninguno aceptó y optaron por quedarse ahí sentados. Como ya
habían desaparecido varios, Italo salió a fumarse otro Blue Berry, y
25
Energía al Límite
lo acompañó Christian, junto a las otras dos invitadas. Joyce optó
por irse, moría de rabia.
Miré, por casualidad, no porque me preocupara la hora, al reloj de
madera que había en el living, uno de esos cucús típicos. Eran casi
las cuatro de la tarde. El día se había encapotado y quedaba escasa
luz que se colaba tenue por la ventana. Finalmente, quedamos él y
yo, frente a frente. Fui a buscar un ron, necesitaba seguir media
mareada, de lo contrario, me hubiese cortado frente a él.
Edward sonrió ¡Era bello, bello! Estaba medio reclinado hacia atrás y
nos quedamos mirando un buen rato, hasta que él rompió el hielo.
—¿Cómo llegaste esa noche? —sonrió y sus ojos ámbar se
cristalizaron.
—Bien, o sea, más o menos —sonreí culpable.
—Mmmm, se te habían pasado las copas parece —me dijo algo
consejero.
—Sí puede ser, y gracias por cuidarme…
—No te podía dejar a la deriva —sonrió y se sentó bien derecho en
el sillón blanco.
—Bueno, sí, es que ese día lo pasé re bien —dije sin pensarlo
mucho.
—¿En serio? Y al otro día ¿Te acuerdas de todo o se te apaga la
tele? —curvó esos exquisitos labios cereza, que quería devorar a
besos y que mi amiga se había adelantado a probarlos. No podía
concentrarme, sólo podía ver esos carnosos labios rojos que me
hablaban y me tenían hipnotizada.
Vacilé un momento y respondí.
—Sí, no, bueno, a veces —dije algo confundida, en realidad era por
su mirada penetrante, que me estaba quemando.
—Oye te puedo hacer una pregunta —parecía intrigado.
—Dime —cualquier cosa que quisiera de mí yo se la daría.
—¿Tú sueles besarte con mujeres? —vi la curiosidad en sus ojos.
—¿Por qué? ¿Te molesta? —le pregunté ansiosa.
Hizo un bello gesto con la cara, como arrugando la nariz, y luego se
acercó más a mi lado.
26
Energía al Límite
—No en absoluto, es sólo que pensé que quizás te gustaban sólo
ellas —dijo con picardía en los ojos.
—Eh, no, de hecho prefiero a los hombres mil veces —sonreí
coqueta.
Él se acercó a mí un poco más y me tomó con su mano tibia y suave
por el cuello y la quijada, tal como lo había hecho con Joyce, y posó
sus labios en los míos, dejando pasar su lengua húmeda y exquisita,
que sabía a miel, al igual que su deliciosa saliva. Sentía que mi
corazón explotaría ante el contacto con su piel tibia y perfecta.
Rápidamente me aferré más a él, acariciando sus cabellos de
plumillas, hasta que me instalé sobre sus piernas, quedando de
frente a él. Ahora tan sólo nos iluminaba la luna que se entraba por
el ventanal de la sala.
27
Energía al Límite
Capítulo V
La primera vez
l sábado siguiente, Edward me llamó para que nos
juntáramos, y cuando vi su nombre en el móvil, sentí que mi
corazón estallaba. Obviamente, le dije que sí y nos reunimos
a las diez en ―La Cueva del Ratón‖, donde íbamos a bailar siempre,
y donde el gorilote me ponía problemas para entrar. Cuando llegué,
él estaba en la fila y se le iluminaron los ojos cuando me vio.
É
—Hola —me besó en la mejilla y eso me desilusionó un poco.
—Hola —me obligué a sonreír, yo no era así, romanticona.
—¿Cómo estuvo el colegio? —preguntó suspicaz.
—Bien, gracias y ¿Tu universidad? —contrapregunté nerviosa.
—Muy bien —me miró y sonrió.
Él pagó su entrada y las mujeres teníamos free pass, así que el
gorilote me tuvo que dejar pasar no más. Antes de entrar y sin que
Edward se diera cuenta, le saqué la lengua al guardia, en venganza,
jajaja. Una vez dentro, fui donde Andrew y le pedí una roncola –por
cuenta de la casa– y Edward tomó lo mismo, pero se lo pagó él. La
música sonaba fuerte y conversamos, mientras yo bebía mi vaso y
él, el suyo, pero con más calma. No podía dejar de mirarlo, era
demasiado hermoso. Cuando se terminó mi primer ron, fui por el
segundo, pero él me detuvo y me arrastró a la pista de baile. Nos
divertimos muchísimo, yo sentía su cuerpo fuertemente pegado al
mío, hasta que lo tomé por el cuello y lo besé. Noté que él sonrió y
respondió sin problemas.
Mi estómago se contraía cada vez que nuestras lenguas se unían,
era una sensación fenomenal, única. Me costaba controlar la
respiración, sentía que perdería los estribos. Él olía de maravilla,
era una mezcla de frescura y masculinidad perfecta. Mientras lo
besaba inspiraba su aroma exquisito, que nunca se lo había sentido
a nadie. Seguí acariciando su cabello broncíneo con suavidad,
quería que su textura se impregnara en cada célula de mis manos
¡Era divino! No podía ni quería dejar de besarlo, quería devorármelo
a besos y él lo notó, porque de repente cortó el beso y me miró tan
28
Energía al Límite
exquisitamente, que me derretí ante él, sobre todo por su sonrisa
preciosa y sensual.
Ya era más de la una y por fin, pude tomar un segundo ron, sentía
que me observaba –eso era lo único malo que tenía–. Me tomó la
mano y preguntó.
—¿Quieres conocer mi departamento? —sonrió con picardía.
Ahora ya me sentía más alegre.
—Bueno —respondí de inmediato.
Fuimos a buscar nuestras cosas a la guardarropía y nos fuimos, en
su Volvo plateado, último modelo. Llegamos a su edificio y
estacionó su auto en el subterráneo. Era un barrio muy exclusivo y
el departamento era moderno, minimalista y exquisitamente
decorado. Colocó música y bailamos, mientras nos besamos un
buen rato.
Entramos al dormitorio oscuro, que sólo se iluminaba por la luz de la
luna que se colaba en la ventana. Edward me miró fijamente y
besó con pasión. Él me besaba, pero me observaba, quería ver mi
reacción. Cogió mi polera con sutileza y la sacó, con paciencia, pero
sin dejar de mirarme ni un solo segundo. Me tomó por las caderas
y me sentó sobre un escritorio de madera; mi piel se erizaba, sabía
lo que venía, era como si tuviese frío, pero en realidad, una
necesidad imperiosa nacía en mí, quería estar con él sobre todas las
cosas.
Yo no quise desilusionarlo y lo acaricié con ímpetu, le quité la polera
y luego, esa bella camisa azul, dejando su torso pálido al
descubierto, era perfecto, parecía una estatua esculpida, pero con la
diferencia que su piel era tibia y sabía deliciosa. Pasé mis manos
por su espalda y lo aferré más hacia mí, mientras, Edward
humedecía mi cuello con sus besos, que hacían que sintiera cosas
en mi parte más íntima y me invitaba a seguir besándolo. Tal como
alguna vez había leído en una revista de mi mamá, de esas para
mujeres grandes, bajé mi boca hacia su cuerpo y pasé mi lengua
tibia sobre su piel que se erizó por completo. Él se estaba excitando,
tan sólo de mirar su rostro lo percibí. Tomó mi cara desde la
29
Energía al Límite
quijada en sus manos de hombre hecho y derecho y me besó con
más fuerza, como queriendo sofocarse en mí.
Delicadamente, y con experiencia de hombre hábil, desabrochó mi
corpiño, bajando un tirante de éste cada vez, mordisqueando mis
hombros, creando una atmósfera de necesidad imperiosa el uno del
otro. Me miraba, a la vez que bajaba sus exquisitos labios cereza
hacia uno de mis pechos, lo acarició primero con su mano y luego,
hundió su boca húmeda en ellos, provocándome un corrientazo
eléctrico en todo el cuerpo. Pasó su lengua por encima de mis
pezones, provocando que estos se erizaran, al igual que toda mi
piel. Acaricié su pelo de príncipe. Él se deleitaba en mis pechos.
Se separó un segundo de mí, sus ojos ahora eran fogosos,
insinuantes y la temperatura de la piel se nos había elevado. Tomó
una de mis piernas y bajó el cierre de la bota, y luego hizo lo mismo
con la otra. Se acercó a mí, me volvió a besar y con sus manos de
ángel desabrochó mi pantalón, luego me tomó por las caderas y lo
bajó completamente, hasta dejarlo por debajo de mis glúteos. Yo lo
miré ensimismada, lo que venía era mejor, aunque nunca lo había
experimentado antes. Sacó mis pantalones definitivamente y los
lanzó al suelo. Se acercó nuevamente a mí, y subió su mano por el
borde interior de mis muslos, llegando a mi parte más íntima. Me
besó y luego me tocó, haciéndome estremecer y decidirme a ser de
él, esta noche.
Desabroché su cinturón y él me ayudó con su botón y con mis
piernas bajé su jeans, que él se terminó de sacar con las suyas. Me
tomó por las caderas, aferrándome hacia él, volviendo a besar mi
cuello con ansiedad. Finalmente, me tomó con fuerza por los
muslos y besándonos con apremio nos fuimos a la cama. A esas
alturas, era evidente nuestra urgencia por amarnos, aunque
fuéramos unos desconocidos, había algo más fuerte que nos atraía.
Me recostó sobre la cama y él se arrodilló a un costado de ésta,
jalándome lentamente la tanga, tocando mis pechos.
—¿Lo has hecho alguna vez? —preguntó por si acaso.
Dudé en decir la verdad.
—No.
30
Energía al Límite
Él pareció sonreír y bajó a mi parte más íntima para besarme, di un
saltito que me hizo arquear la espalda y sentí su lengua que
humedecía aún más mi entrepierna. Esto me complicaba un tanto,
no sabía qué hacer, sólo podía sentir sus labios en mí. Edward,
subió hacia mí y me besó, fue una sensación muy extraña, él estaba
empapado en mí y yo ahora sabía una parte de mi misma que
jamás imaginé. Me tomó por las caderas y me ayudó a acomodar la
cabeza sobre la almohada. Volvió a tocar mi parte más sensible, y
luego, se deshizo de sus boxer apretados que lo hacían ver tan
sexy, dejando al descubierto su masculinidad y despertando mi
curiosidad. Se acomodó sobre mí y con suavidad separó mis
piernas.
—¿Estás segura? —me preguntó serio,
excitado.
—Sí —respondí y mi estómago se contrajo.
pero
evidentemente
Sentí que se acercó aún más y bajo la mano a su masculinidad para
introducirse en mí. Primero lo sentí levemente, hasta que ejerció un
poco más de presión y sentí como él se iba dando paso en mi
interior, que se iba separando de a poco y con algo de obstáculo.
Dolía, pero no sabía si decirle que parara o no, era una sensación
dolorosa, pero placentera a la vez. Podía sentir como su parte más
íntima se unía con la mía perfectamente, eran como dos piezas que
habían esperado por encontrarse en ese momento. No pude evitar
dar un gritito de dolor en su oído.
—¿Estás bien? —me miró asustado, pero sentía su pecho agitado
contra el mío.
—Sí, sigue —le dije mientras enterraba mis uñas en su espalda.
Él continuó dentro de mí hasta que llegó al fondo, para volver a salir
lentamente y entrar de nuevo, esta vez con más confianza. Así
continuó, entrando y saliendo de mí, mientras me observaba a todo
minuto, nos mirábamos a los ojos, era una sensación demasiada
enérgica. Sus movimientos se acrecentaron, y su piel se iba
sonrojando cada vez más, hasta que sus quejidos se fueron
intensificando y sentí como pasaba algo de él en mí, una especie de
contracciones en su masculinidad, que depositó en mí.
31
Energía al Límite
Cuando terminó, vio mi rostro algo extraño y preguntó preocupado.
—¿Te duele mucho? —dijo un poco afligido.
—Un poco —sonreí.
Con suavidad se echó hacia tras, saliendo de mí y recostándose a mi
lado. Yo estaba muda.
—¿Qué pasó? —sonrió dulcemente— ¿Te arrepentiste? —dijo
afligido.
—No, no sé, no es eso.
Tomó mi rostro por la pera y me besó, volviéndome a estremecer,
algo había hecho un clic raro en mí. Me paré brusco y partí al baño,
me sentía extraña. Cerré la puerta, tomé un papel de baño y me di
cuenta que estaba sangrando, casi me desmayo ¡Qué horror! Por
eso me dolía tanto.
Abrí la puerta y él estaba ahí, bello y perfecto.
—¿Algún problema? —insistió.
—Nada —fui cortante.
Ante mi reacción, Edward me tomó por la cintura y me aferró hacia
él, besándome con más pasión que antes, con necesidad de
tenerme y yo, de tenerlo a él. Me arrastró a la cama nuevamente y
no pude evitar preguntarle.
—¿Habías estado con una virgen? —me sentí ridícula por mi
pregunta.
—No, nunca —sonrió.
—¿Tiene que haber sido aburrido, cierto?
—Al contrario, fue perfecto… —sonrió y me pasó un mechón del
cabello por detrás de la oreja.
Cogí mi ropa y me vestí. Él hizo lo mismo.
—Me voy —fui seca, aún no procesaba lo que acababa de vivir.
—Yo te voy a dejar —me dijo extrañado, pero muy dulce.
—No, no importa —me di media vuelta y me disponía a salir del
dormitorio, cuando me jaló del brazo y me miró directo a los ojos.
32
Energía al Límite
—No me digas que nunca más no veremos —dijo muy complicado.
—No lo sé —respondí culpable.
—Necesito verte otra vez —sus ojos se enternecieron a tal punto,
que sentí mariposas en mi estómago.
—Edward, sin compromisos —giré la puerta y me fui.
33
Energía al Límite
Capítulo VI
Borrón y vida normal
legué a la puerta del departamento y la abrí
apresuradamente, mientras bajaba las escaleras a toda
velocidad, pero cuando llegué al hall de entrada para salir
del edificio, él ya estaba ahí –obviamente el ascensor era más
rápido–. Estaba más pálido que de costumbre y vi en sus ojos el
desconcierto. Pasé por su lado y lo obvié, pero él me siguió.
L
—Ey, Bella, Bella ¿Qué pasa? —me frenó, tomando mi brazo.
—Nada, Edward, me tengo que ir, es tarde —no sabía qué decirle,
me sentía rara.
—¿Cómo nada? ¿Por qué te vas así? —insistió ansioso.
—¿Cómo así? Me voy, mira el cielo, ya está aclarando —di una
excusa estúpida.
—Te estás arrancando —me dijo desilusionado.
—No es cierto —rápidamente hice parar un taxi y me subí
desesperada.
El auto partió y de reojo vi que él se había quedado en la vereda,
parado, probablemente confundido, pero yo no me podía dar el lujo
de tener una relación, él me gustaba demasiado y eso era peligroso.
Pasó la semana sin penas ni glorias, intenté ponerme al día con el
colegio, porque iba francamente a pique.
En mi casa me
desconocían, jamás había estado tan callada y tranquila, pero en
realidad, no podía dejar de pensar en lo que había sucedido el
sábado anterior. Siempre había jugado, pero jamás, entregado de
ese modo, y fue extraño, sentía que una parte de mí se había ido y
no tenía vuelta atrás, incluso, tenía la sensación de estar sucia, y lo
peor, era algo que no podía contárselo a nadie. Lo mejor sería que
buscara otra –u otro– distracción, y me olvidara de lo que había
pasado esa noche, para siempre.
El viernes llegué a la casa después del colegio, tiré la mochila,
cerrada, ni siquiera miré ni ordené los cuadernos y luego, me fui a
ver televisión. No podía sacarme esa imagen de mi mente: al él
sobre mí, sus gestos, su aroma, la manera en que habíamos tenido
34
Energía al Límite
sexo y de cómo me había penetrado ¡Había sido muy doloroso! Yo
me imaginaba algo absolutamente distinto, algo más entretenido, en
cambio, quedé muda y me sentía sucia. Continuaba recostada
cuando oí mi móvil, que se movía y disparaba luces de colores,
como cada vez que me llamaban. Con pereza moví mi mano hacia
el velador y cuando miré ¡Edward! Mi corazón se comprimió y unas
mariposas ridículas bailaban en mi estómago, estuve a segundos de
contestarle, pero tenía que dejarlo, no podía ser. En menos de
cinco minutos, volvió a sonar el móvil, y no contesté y luego, llamó
nuevamente, pero lo omití. Sentí que me ahogaba de emoción ¡Esto
era absurdo!
Finalmente, cuando dejó de llamar, sonó nuevamente el teléfono,
era Joyce.
—Oye perna, tengo un carrete donde unos amigos de mi prima.
—¿Quiénes irán? —no quería encontrarme con Edward.
—Unos minos nuevos, no los cachaí, enfermos de ricos ¿te tinca? —
dijo efusivamente.
—Mmmm ¡Ya! —podía ser la manera de olvidarme de lo que había
pasado.
—Te pasó a buscar ¿Te pondrán atados tus viejos para salir?
—No para nada, esta semana he sido un angelito —solté una
carcajada.
A las nueve llegó Joyce a buscarme.
—Mamá voy a salir con Joyce —anuncié entusiasmada.
—¿Me pediste permiso? –dijo para no sentirse mala madre, pero en
realidad, su consentimiento daba lo mismo, si yo quería salir, iría.
—Chao.
—¡No vuelvas tarde! —gritó, por decir algo.
Cerré la puerta y me subí al auto. Joyce traía una botella con
roncola, para la previa, obvio. Además, andaba con unos vasos
plásticos. Nos estacionamos unas cuadras antes de llegar a la casa
de los minos y bebimos una par de vasos cada una. Ya me sentía
media mareada y se me estaba olvidando lo que había pasado la
semana pasada. Partimos al carrete y efectivamente, estaban
bastante potables ¡Muy ricos! Había un morenazo que me tincó de
entradita.
35
Energía al Límite
Nos sentamos en el living y nos dieron otras roncolas. Subieron la
música y el ambiente estaba que ardía, no había parado de mirarme
con el minazo de ojos marrones, con pinta de latin lover, así que me
paré a la cocina a buscar hielo y él me siguió. Todos estaban
medios ebrios –incluyéndome–, así que nadie notó mi desaparición.
Entré a la cocina, y él cerró la puerta detrás de mí, sonrió, me
agarró por la cintura y besó, pasando su lengua, fresca y húmeda, a
mi boca. Le respondí con demasiado énfasis, y prontamente, bajó
sus manos hacia mis glúteos. Yo –como andaba media prendida–
bajé mi mano a su masculinidad, notando que se excitaba. Sacó mi
chaqueta y bajó aún más el escote de mi polera, liberando uno de
mis pechos, que toqueteó y besó con ansiedad. Me subió al mesón
de la cocina y él se instaló entremedio de mis piernas y apegó a su
cuerpo, rozando su pelvis con mi intimidad. El asunto iba subiendo
de tono e intentó desabrochar mi pantalón, pero, se oyeron unos
golpecitos en la puerta.
—¡Abran la puerta! Necesito sacar las bebidas –era la voz de un
hombre.
Estaba muerta de la risa y me acomodé la polera, mientras él
intentaba pasar piola. Abrió la puerta y sonreímos como estúpidos.
—¡Uf! No me han visto —rió, sacó las bebidas y salió, pero antes
dijo— tenemos unos bien buenos que nos vamos a fumar ahora.
Alex, creo que así se llamaba, me miró y ya que se nos había bajado
la temperatura, me dio la mano y salimos al patio de la casa ¡Qué
era enorme! Todo estaba oscuro, pero se escuchaban las risas de la
gente y obviamente, ese aroma dulzón tan particular.
Nos pusimos en una orilla del círculo, Joyce había desaparecido, lo
más probable es que estuviese en una pieza con alguien, era normal
en ella, bueno y en mí también, pero sus encuentros eran más
power. Llegó a mi turno, y lo miré, era un pito más gordo de lo
normal y quedaba poco. Me pasaron una pinza, porque me
quemaba las yemas de los dedos, y di dos o tres pitiadas, cuando
empecé a sentir que todo se me daba vueltas. Alex me tomó y me
llevó a un lugar que estaba más oscuro, alcancé a sentir que
36
Energía al Límite
intentaba desabrochar el botón de mi pantalón, pero yo me sentía
mal. No pasó mucho tiempo cuando un mar de vómito compulsivo
se apoderó de mí y me tumbé de rodillas a devolver todo en el
pasto. Alex se corrió y noté que fue a buscar a alguien. Me
tomaron en andas y arrastraron el baño, mientras una mina, que no
conocía, me tomó el pelo en un moño, y yo, seguí vomitando.
Escuché unas risotadas a lo lejos
—¡Está con la pálida en mala! —dentro de mi estado de semiconciencia alcanzaba a notar que estaba más helada, pero no podía
mantenerme en pie.
Alguien, me tomó y llevó a una pieza, donde me dejaron a oscuras.
Cuando desperté estaba algo mejor, pero aún mareada y con un
dolor de cabeza asqueroso. Busqué a Joyce, pero no encontré a
nadie, así que tomé el móvil y la llamé. Noté que el sonido se
replicaba en la habitación contigua. Golpeé, pero no contestaron,
abrí y ¡Ahí estaba ella!, acostada, completamente desnuda, junto a
un mino que en mi vida había visto.
—Vamos —le dije media somnolienta.
Miró la hora y abrió los ojos como platos.
—Sí.
Se paró, sin ropa, era el ser menos pudoroso que había conocido,
agarró sus cosas, se vistió y salimos.
De nuevo estaba
amaneciendo ¡Uf! Tendría show con mi mamá, otra vez. Llegué a
mi casa y metí la llave muy sigilosamente, menos mal, no se dieron
cuenta, y me fui a acostar. A las diez mi mamá pasaba la
aspiradora, a propósito, claro. Me tuve que vestir, con ese ruido
infernal, era imposible dormir. Cuando miré el móvil, vi que tenía
cinco llamadas perdidas ¡Edward nuevamente! Inspiré hondo y me
fui a la ducha, lo mejor era ignorarlo, no me quería echar a perder
la vida con un mino.
Ese sábado fuimos a la casa de unos amigos de mis papás, pero fue
una fomedad y se hizo tan tarde, por lo que tampoco pude salir, así
que me quedé viendo películas ñoñas en la tele.
37
Energía al Límite
La semana que siguió, me porté súper, fui al colegio todos los días,
al menos, hasta el viernes, cuando me encontré con Rob.
—Hola rica —me besó muy cerca de la comisura de los labios, como
saludaban casi todos ―Los Jotes‖.
—Hola —sonreí, después de todo, Rob me caía bien.
—Oye, vamos donde Christian —levantó las cejas graciosamente y
sonrió.
—¡Uf! Y yo que iba a completar la semana yendo a clases —reí.
—Bueno, no eres una santa ¿o sí? —me guiñó un ojo.
—Casi —sonreí.
—¡Aaaah, verdad! –se acordó de nuestro encuentro y siguió– pero
eso lo podemos arreglar –me tomó por la cintura y caminamos
juntos hasta la casa de Christian, el sitio de reunión clandestina
permanente.
Llegamos y nos abrió Erick –él había quedado muy picado conmigo,
desde el incidente del auto–, y a penas nos pescó. Hoy, había otras
minas de turno. Obviamente, empezaron de nuevo con la famosa
botellita y Rob estaba ansioso por jugar. Joyce no había llegado, al
parecer no sabía, así que teníamos chipe libre con Rob, no había
nadie que lo celara.
El juego empezó y las primeras parejas desaparecieron, incluyendo
a Rob. Inusitadamente sonó el citófono y luego, la puerta.
Christian abrió, mientras yo iba por unas cervezas, para continuar,
quedábamos pocos. Volví al living y ¡era él! ¡tan mino! Bello como
el solo y enfermo de rico. Me miró y sonrió. No supe cómo
reaccionar, me puse muy nerviosa y lo primera que se vino a la
mente fue escabullirme en la cocina, como si eso me sirviera de
mucho. En tanto, se afinaban las últimas parejas, entre ebrios y
volados.
Cogí unas cervezas del refrigerador, intentando
tranquilizarme, pero cuando iba saliendo, él se puso frente a mí y
cerró la puerta tras él.
—Sabía que te podía encontrar aquí —sonrió y me derretí por
completo, pero fingí al máximo, para que él no lo notara.
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Energía al Límite
Capítulo VII
Destellos de pasión
us ojos me increpaban, me hacían sentir incómoda, me
intimidaban tanto, tanto, que tenías ganas de arrancar y
besarlo, al mismo tiempo. Tenía una sonrisa de victoria en
esos deliciosos labios frambuesa y mi corazón, latía con fuerza, y en
respuesta, me aferré al vaso y la cerveza que llevaba en la mano,
como si fueran un escudo y éstos, me protegieran de las vicisitudes
del amor involuntario.
S
—¿Puedo pasar? —dije nerviosa.
—Mmmm, depende…
—¿Depende de qué? —exclamé asustada.
—De tus respuestas —y continuó— tengo un par de dudas y me
encantaría que las aclararas.
Lo quedé mirando y mordí mi labio inferior de puros nervios.
—¿Qué? —le dije desafiante.
—¿Por qué te estás arrancando de mí? —acercó su hermoso rostro
al mío e inevitablemente sentí su hálito tibio y testosterónico que
me hacía enloquecer.
—Yo n… no te estoy evadiendo —titubeé ¡Qué rabia! Él tenía que
haberlo notado.
—Entonces ¿Por qué no contestas mis llamados? —sonrió con una
nota burlesca.
—No me di cuenta, no conozco tu número y no contesto números
que no ubico —mentí, había visto con bombos y platillos que era él
quien me llamaba.
—Yo te lo di, lo anotaste delante mío, la otra vez que estuvimos
aquí ¿Te acuerdas? —sonrió y una luminosidad especial se fue a sus
ojos.
—Entonces lo anoté mal —mentí.
—Veamos —sacó su móvil y marcó mi número, esperó y esperó. Se
podía oír el tuuut, tuuut, tuuut.
39
Energía al Límite
Yo estaba muy nerviosa, pero no tenía mi móvil a mano, lo había
dejado encima de una mesita lateral del living, así que no tendría
cómo verlo. Cuando de repente escuchó unos gritos eufóricos.
—¡Bella! ¡Bella! Está sonando tu móvil —dijo Christian, ya medio
ebrio.
—Ya, gracias —le respondí con la voz alzada.
—Pregúntales, si en tu celular, se ve el número que está llamando
—me desafió sarcástico
¡Oh, no! Ahora se daría cuenta que le estaba mintiendo
descaradamente. Lo quedé mirando inmóvil y me dijo.
—Estoy esperando… —torció sus labios en una sensual sonrisa.
—¡Christian! —grité, pero en realidad no quería que me escuchara.
—¿Qué? —respondió distraído.
—¿Se ve el número que me está llamando? —grité no muy fuerte
con la esperanza de que no me oyera.
—Espera… —¡Maldita sea! Me había oído.
Edward me miraba tranquilo, pero sus ojos denotaban ansiedad.
—¡Te llamó Edward! —contestó y sus palabras rebotaron en mis
oídos.
Él enarcó una ceja y esbozó una gran sonrisa, con esos exquisitos
labios de miel.
—Así que no reconocías el número —me dijo burlesco, pero con
cara de triunfador.
—Bueno, quizás no me fijé bien —insistí, tragando saliva.
—No me mientas —su mirada ocre se clavó en mis ojos.
Quedé muda y creo que me puse colorada como tomate, porque el
siguió riendo.
—Entonces ¿Por qué no quieres hablar conmigo ni tampoco, verme?
—ahora se puso serio.
—Es que… no sé ¡Déjame pasar por favor!
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Energía al Límite
Intenté evadirlo y escabullirme por el lado, entre él y el mesón de la
cocina, pero cuando iba saliendo, como tenía las manos ocupadas,
me tomó por la espalda y me dio vuelta, dejándome frente a él.
Acercó su rostro maravilloso de príncipe encantado y me habló con
su boca prácticamente pegada a mis labios, tomó mis brazos,
obligándome a dejar el vaso y la cerveza en el mesón y rozó sus
labios, suaves y tibios a los míos, logrando que mi estómago se
comprimiera al máximo. Bruscamente, hice mi rostro hacía el lado,
pero, continuó paciente, hasta que no tuve más opción que quedar
frente a él.
Volvió a tocar mis labios con los suyos muy levemente y luego,
tomó mi cuello con fuerza y me besó con pasión, entrega y
necesidad. Sentí su lengua jugar con la mía, él era espectacular,
causaba una sensación extraña en mí, no podía controlarme con
Edward. Cuando ya estuvo seguro de que le respondería el beso,
me aprisionó por la cintura, provocando un vaivén en mi estómago,
que me hizo estremecer de pies cabeza.
Cortamos el beso y él me miró embobado.
—¿Por qué no me quieres ver? —insistió con mi rostro entre sus
manos.
—Es complicado… —bajé mi rostro.
—Yo moría por verte… —esos bellos ojos ámbar destellaban deseo y
sus palabras hicieron que mi estómago de contrajera.
Me puse aún más nerviosa, no sabía cómo responder a esa manera
que tenía de mirarme, era perfecta y embriagadora. Lo observé y él
acercó sus labios de carne viva a los míos, bloqueando mis defensas
y haciéndome ceder sin tapujos. Me tomó por la cintura y me sentó
sobre el mesón de la cocina, trayendo fuertes recuerdos de lo que
había sucedido la última vez entre nosotros. Inclinó ese rostro de
dios griego, perfecto y pálido y posó su boca, húmeda y deliciosa,
sobre la mía y luego, susurró en mi oído.
—Te ves exquisita con uniforme — me miró torciendo sus labios en
una sonrisa sexy.
Me sentía avergonzada, me hervía la cara con lo que acaba de decir.
Era todo tan extraño, otras cosas más osadas no me causaban
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Energía al Límite
vergüenza, pero cada cumplido de él, me sacudía por completo.
Acercó su nariz a la mía, sentía su respiración que a la vez agitaba
la mía, y luego, rozó su mejilla contra la mía, tocando nuestras
pieles tersas y deseosas de tenerse en todo instante ¡Era imposible
no ceder a tremenda tentación! Así que esta vez, yo, busqué su
boca, desesperadamente. Él sonrió y nuestros labios se unieron,
traspasando e intensificando esa sensación de sofocación y
necesidad mutuas.
De repente se escuchó la puerta y Rob nos estaba mirando perplejo.
—No sabía que había onda entre ustedes —dijo riendo, pero con un
dejo de molestia.
Ninguno de los dos contestó, pero rápidamente me bajé del mesón,
salí al living, busqué mi mochila y me fui, pero antes, miré de reojo
a Edward y pareció entender mi señal.
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Energía al Límite
Capítulo VIII
La magia del amor
A
brí la puerta y me fui, pero con la esperanza de que él me
siguiera. Rob salió detrás de mí.
—¡Bella! ¡Bella! —di media vuelta cuando ya estaba en la puerta de
entrada.
—¿Por qué te vas tan luego? —me dijo sonriendo, pero extrañado.
—Mmmm, no quiero llegar tarde a mi casa, se supone que hoy
salgo a las doce y media del colegio —mentí.
—¿En serio? —dijo incrédulo.
—Sí, otro día nos vemos.
—¿O es por Edward? —enarcó una ceja, creo que se había dado
cuenta.
—¿Por él? ¿Qué tiene que ver él? —fui descarada.
—No, estás equivocado —le dije sorprendida.
—Porque si te está molestando, me avisas —exclamó desafiante.
—No, en absoluto, es re amoroso —sonreí.
—Mmmm ¡Amoroso! Buena manera de referirte a alguien que recién
conoces —me increpaba incrédulo.
—No seas perseguido Rob —salí definitivamente, pero él me volvió a
hablar.
—Bella ¿Qué harás este sábado? —su pregunta fue extraña,
generalmente no habían citas.
—No sé aún —dije aprensiva.
—¿Quieres que salgamos? —me miró serio.
—¿Salir? ¿Qué es esto? ¿Una cita? —exclamé divertida.
—Puede ser… —se sonrojó y eso era difícil en él.
—Mmmm, quizás nos veamos en ―La Cueva‖, pero no estoy
segura…
—Bueno, espero verte —sonrió y besó mi mejilla.
Salí de la casa algo reflexiva ¿Qué onda Rob? ¿Querría algo en serio
o quizás quería salir conmigo porque pensaba que yo aún era virgen
y quería ser el primero? Rompí a reír sola ante la idea, si supiera…
Este pensamiento me transportó de inmediato a la imagen de
Edward ¡Algo tenía ese hombre que me revolucionaba las
hormonas! Era bello y perfecto, su sonrisa me derretía y cada que lo
43
Energía al Límite
recordaba mi estómago se contraía. Imaginé sus besos húmedos
que me enloquecían, era algo tan fuerte… y tan distinto a lo que me
pasaba con el resto, bueno más que mal me había acostado con él,
eso ya marcaba una gran diferencia, aunque yo no lo quisiera y me
costaba asumirlo.
Caminé dos cuadras, luego empezaría a llover, porque unas gotas
locas caían y me estaban humedeciendo el pelo. Tomé el capuchón
del polerón y me lo puse en la cabeza, iba a cruzar la calle, cuando
se cruzó el Volvo plateado de Edward, pero lo ignoré –esto se había
convertido en un juego–, así que crucé la calle. Sentí que él se
estacionó –y eso me hizo esbozar una sonrisa involuntaria– y en
menos de dos pasos, él me tomó por el brazo y me arrastró hacia
él. Me miró y sonrió sexy.
—Creo que a veces prefieres no verme —me dijo suspirando fuerte
en mi rostro y casi rozando mis labios.
—Quizás… —sonreí, pero esta vez no me ruboricé.
—Pero nosotros habíamos quedado en algo —inclinó su rostro y yo
instintivamente cerré los ojos para sentir mejor lo que venía, hasta
que finalmente me dio un largo y plácido beso.
Lo quedé mirando embobada, yo lo sentía, él causaba estragos en
mí, era imposible abstraerse de sus miradas y caricias. Él sonrió
satisfecho.
—Vamos… —me dijo clavando sus ojos de miel en mí.
—¿Dónde? —dije asustada. Mi corazón palpitaba a mil por hora, tan
solo con pensar en que se repitiera lo de la vez pasada.
Él rompió a reír.
—A tomar un helado ¿Qué pensabas? —me miró riendo y no pude
impedir ruborizarme.
—En nada… —bajé la mirada y mordí mi labio inferior.
—¿No te gustan los helados? —me dijo travieso.
—Sí, obvio, pero…
—Pero ¿Qué? —cogió mi rostro por la pera y luego lo elevó, hasta
fijar su mirada en la mía.
—Se supone que estoy en clases —sonreí.
44
Energía al Límite
—¡Ah! Entiendo ¿Entonces no te pueden ver merodeando por ahí,
cierto? —sonrió y negó con la cabeza— eres un caso Bella.
—¡Ay! ¿Por qué dices eso? —le pegué despacito en el brazo,
sacando una risa de sus labios.
—Es cierto, pero no por eso eres menos especial y atractiva —se
acercó nuevamente y me besó tiernamente en los labios y luego,
agregó— ¿Qué hacemos entonces? —me miró esperando mi
respuesta.
—Compremos el helado, pero no me lo puedo tomar en lugar
público.
—Y ¿Dónde más podemos ir si tú no quieres ir a mi departamento?
—sonrió.
—¿Quién te dijo eso? —pregunté molesta.
—Tu cara de susto cuando te dije que fuéramos —rió y se vio aún
más exquisito.
—No es eso… —lo miré furiosa.
—Bueno, bueno, entonces ¿Qué haremos? —me abrazó y besó la
frente.
—Vamos por el helado y después a tu departamento —dije
desafiante.
—¿Segura? —enarcó una ceja color bronce, al igual que su cabello
fino.
Asentí. Cuando nos decidimos al final, me tomó la mano y entrelazó
sus dedos, tibios y suaves, en los míos, estremeciéndome por
completo, era algo tan simple, pero que no lo hacía con regularidad
¡Él estaba orgulloso de estar conmigo! Y eso hizo que diera un gran
suspiro interno. Edward abrió la puerta de copiloto y subí ¡No podía
dejar de mirarlo, parecía estúpida! Aunque trataba de que él no lo
notara.
Llegamos a una heladería y él se bajó a comprar. Una brisa tibia de
lluvia se colaba por la ventana del auto e inspiré profundamente.
Edward venía con un par de helados ¡Enormes! Con chocolate y
todo. Subió al auto y me entregó el mío.
—¿Te gusta el chocolate cierto? —preguntó tiernamente.
Asentí.
—Era lo que pensé —dijo esbozando una sonrisa.
45
Energía al Límite
—¿Por qué? —fui curiosa.
—Porque ha casi todas las mujeres les gusta el chocolate —no me
miró, se dio cuenta de inmediato que había metido la pata.
—No soy igual a todas las mujeres —dije molesta, se me había
acabado hasta el apetito.
Me miró y respondió.
—Lo sé… fue un comentario estúpido —sus ojos suplicaban una
disculpa.
—Está bien —contesté gruñona— no me gusta que generalicen —fui
pesada.
—Bueno, lo tendré en cuenta —sonrió aliviado.
Terminamos nuestros helados y él preguntó.
—¿Estaba rico?
—Sí, gracias —reí.
—¿Puedo probarlo? —sonrió.
—Pero si se acab…—fue todo lo que alcancé a responder
tontamente, porque él tapó mis palabras con un beso helado y
delicioso.
Nos separamos sin dejar de mirarnos, él sonrió e hizo andar el auto,
hasta que finalmente llegamos y entramos al estacionamiento
subterráneo del lindo edificio. Nos bajamos y subimos a su
departamento. Mi corazón parecía que se saldría de su lugar. Me
sentía muy nerviosa y Edward, tan lindo, lo notó, y antes de abrir la
puerta me dijo.
—No haré nada que tú no quieras —murmulló seguro.
No contesté y entré a su departamento sin titubear.
—¿Qué quieres hacer? —preguntó distraído— tengo algunas
películas…
—¿Cuáles?
—Australia, por ejemplo ¿Te gusta? —hizo un gesto inseguro.
—No la he visto, pero me tinca.
46
Energía al Límite
Nos acomodamos en su cama, él no me tocó ni un solo pelo y
tampoco se insinuó, hasta que se empezaron a cerrar los ojos, creo
que no había pasado ni media hora. Cuando desperté, estaba
tapada con un chal. Abrí los ojos y salí, eran pasado las dos de la
tarde. Él venía de la cocina, me vio y sus ojos se iluminaron.
—¿Cómo estuvo la siesta? —fue muy tierno.
—Bien, gracias… ¿Por qué no me despertaste?
—Mmmm te ves muy linda durmiendo —sonrió.
Le pedí un vaso de agua, así que lo acompañé a la cocina, mientras
él preparaba algo.
—¿Qué haces?
—Almuerzo para ti… —dijo muy amoroso y eso me consumió por
completo.
—Gracias, pero no me puedo quedar mucho más…
—No te vas a ir ahora ¡Si recién despertaste!
—Bueno, ahora ya, no, luego —dije acercándome hacia él.
Él notó mi proximidad y me tomó por la cintura, aferrándome a él
con un gran beso. Yo acaricié sus cabellos con ansiedad y Edward,
me besó, con pasión, pero con sus manos pegadas en la cintura, sin
subir ni bajarlas para ningún lado, creo que se había tomado muy
en serio eso de ―no hacer nada de lo que yo no quisiera‖, pero se
equivocaba, yo si lo quería. Tomé su mano y la acomodé en uno de
mis pechos. Él me miró extrañado.
Su boca era tibia y húmeda, y su lengua era deliciosa, tenía ganas
de devorármelo. Intentaba darle besos lentos y profundos, pero
sentía urgencia por comérmelo a besos. Mordí su labio inferior y él
sonrió y respondió humedeciendo sus labios e invitándome a
saborearlos. Nuevamente, sentía esa necesidad profunda de tenerlo
entre mis piernas. Él bajó sus manos a mi falda y apretó mis nalgas
con efusividad, mientras intensificaba sus besos. La temperatura de
nuestros cuerpos se estaba elevando y estalló, con sus besos en mi
cuello, que me hicieron estremecer de deseo y pasión, provocando
ansiedad e inhibiendo el pudor.
Lo tomé con fuerza por el cuello y él acarició mis pechos, mientras
yo bajaba mis manos a su masculinidad, desabrochando su cinturón
47
Energía al Límite
y el botón de sus jeans, en tanto sentía como su parte más íntima
se endurecía. Me tomó por las caderas y yo crucé mis piernas por
detrás de las suyas. Él me dejó en el sofá, y comenzó a bajar el
cierre de mi polerón. Sacó mi blusa y yo me deshice de su polera,
humedeciendo sus pezones y besando su cuello, hasta el lóbulo y el
costado de sus orejas. Acariciaba su pelo de plumillas, mientras
acomodaba sus manos por detrás de mi falda, obligándolo casi, a
bajar el cierre, pero él me miró, ya rosado por la excitación y me
preguntó.
—¿Estás segura? —sus ojos eran sinceros.
—Sí, de lo contrario, no estaría aquí —sonreí y él soltó mi cabello
que lo llevaba en un moño.
Cuando se encontró con mis pechos erguidos por la necesidad de
tenerlo, bajó su boca de cereza y los lamió con demasiada
necesidad. Lentamente, bajó sus manos hacia mis panties –nada
sexies– y las bajó despacio, mientras acariciaba mis muslos y los
besaba, hasta que las sacó definitivamente, quedando sólo en
tanga. Bajé mis manos a su masculinidad, mientras él se sacaba sus
pantalones y liberé su parte más íntima y puse mis labios en su
erección –nunca lo había hecho, pero por la expresión de su rostro,
supe que estaba bien–. Él miró sorprendido y esperó que yo me
parara para bajar mi tanga lentamente, mientras me besaba,
pasando su mano por mi intimidad, excitándome aún más, me
sentó, separó mis piernas y se metió en mi entrepierna para
besarme con lujuria ¡Esto era demasiado! Subió a hacia mí, mientras
mi piel se erizaba por completo, él se sentó e hizo que yo
acomodara mis piernas, una a cada lado de las suyas.
—Ahora lo harás tú —me dijo con la voz deformada y con una leve
sonrisa en su rostro.
Tomó mi mano y lo puso en su masculinidad para ayudarme a que
entrara en mí. Al principio fue algo complejo, pero luego se hundió
en mí con facilidad, mientras él afirmaba mis caderas con fuerza.
—Muévete a tu ritmo, lo que tú hagas será perfecto para mí —
sonrió, mientras no dejaba de mirarme, sobre todo cuando recién
estaba entrando.
48
Energía al Límite
Me miraba fijo, con su rostro distorsionado por el placer. Ahora lo
sentí mejor, más fuerte y más intenso ¡Era una sensación
maravillosa! Y no podía dejar de moverme sobre él. Edward me
ayudaba presionando mis glúteos hacia él. Cada vez quería sentirlo
más. Comencé a sentir como si el tiempo y el espacio no
importaran, era esa sensación exquisita que nos proporcionábamos
nosotros mismos y nada más. Ahora nada importaba ¡Esto era lo
mejor que había sentido en mi vida! Me acerqué a él y lo abracé
mientras culminaba esa sensación en mí, ahora mi cuerpo estaba
completamente contraído y no podía dejar de sentir placer.
Él me miró satisfecho y susurró en mi oído.
—¿Te molesta si me pongo encima de ti?
Lo miré hipnotizada y lo esperé. Él se acomodó sobre mí y empezó
a moverse a su ritmo, mientras yo lo abrazaba por la espalda y
apretaba sus nalgas contra las mías.
—¿Por qué no me querías ver? —susurró en mi oído.
—Tenía miedo de esto —respondí volviendo a encumbrarme en
éxtasis.
—No, nunca lo tengas ¡Te adoro! —dijo mientras intensificaba el
tono de su voz.
Me abrazó y llegamos al clímax juntos, yo por segunda vez. Él me
miró embobado, algo nervioso.
—¿Fue mejor? —hizo un bello gesto con su rostro.
—Perfecto —dije tragando saliva ¡Esto era lo mejor que me había
pasado en la vida!
Sonrió, me besó tiernamente y comenzamos otra vez.
49
Energía al Límite
Capítulo IX
Bola de cristal
S
uspiraba tan sólo con la idea de pensar en Edward,
realmente era maravilloso, me hacía estremecer por
completo.
La segunda vez que lo hicimos fue fenomenal, ahora recién entendía
cual era la verdadera sensación de acostarse con alguien ¡Era
espectacular! Me ponía los pelos de punta.
Nuestras visitas se intensificaban y hacer el amor con Edward, se
había convertido en una especie de pasatiempo favorito, casi un
vicio. Después del colegio, casi a diario, pasaba a su departamento
y teníamos relaciones toda la tarde y los fines de semana, llegaba
durante el atardecer y me quedaba con él hasta altas horas de la
madrugada. No había podido zafarme de él, tenía una atracción
magnética conmigo, no podía decirle que no ¡Jamás!
Los encuentros se fueron perfeccionando poco a poco y cambiando
de tenor, ahora innovábamos más: lo hacíamos en el baño, la
cocina, la terraza, en todos lados, donde nos dieran ganas. La
última vez, mmmmmm, había sido en el comedor.
Ese sábado llegué cerca de las nueve de la noche a su casa. Ahora
iba más preparada, me compré ropa interior nueva, sin que lo
notaran en mi casa, claro. Pasé a un sex shop y compré unas
pantaletas rojas, de encaje, y el corpiño en el mismo tono, pero con
aplicaciones negras ¡A él le encantaría! El dato lo busqué en unas
revistas que mi mamá que tenía medias escondidas, donde daban
datos sobre sexo, de qué hacer para enloquecerlos en la cama ¡Yo
estaba empecinada en que así fuera! A pesar de que era una
novata.
Ese día, entré al departamento, él abrió la puerta con una gran
sonrisa y yo me lancé a sus brazos sin más conciencia que el de
tenerlo dentro de mí una vez más. Él también me tenía una
sorpresa. Nos comenzamos a besar, nuestras lenguas se unieron en
un beso sensual y algo más calmado. Podía sentir su aroma
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Energía al Límite
testosterónico que expelía por los poros. Su boca húmeda me
estremecía, era sabrosísima, un manjar sagrado, tan solo para mí.
Saqué su poleron con capuchón, que lo hacía ver aún más exquisito,
mientras el se deshacía de mi chaqueta y polera. Me apresuré en
sacar la suya y dejarlo a torso desnudo, tan tentadormente blanco
¡Amaba su piel de porcelana! Cuando vio mi sostén nuevo, sus ojos
resplandecieron y pude ver la lujuria instalarse en esa bella mirada.
Bajó mi pantalón muy hábilmente, quedando sólo en ropa interior,
humedeció sus los labios y sonrió muy sexy.
–Te ves exquisita Bella –su piel parecía erizarse.
Me tomó por las caderas con fiereza y me tendió sobre la mesa del
comedor, que tenía rodeado de pétalos rojos, al parecer yo era su
cena, él siempre lo supo. Encendió unas velas alrededor de la mesa
y me recostó. Yo quería besarlo, pero él no me dejaba. Tomó unos
frasquitos aromáticos, con una esencia muy particular de aceite.
Los untó en sus manos y comenzó a esparcirlo por mi espalda, de
manera muy sensual, y el contacto de ese líquido con mi piel, me
hacía estremecer y excitaba aún más. Luego, continuó por mis
glúteos, los aprisionó con fuerza y me obligó a voltear para quedar
recostada mirando hacia arriba. Desabrochó mi corpiño y saboreó
mis pechos, sonriendo al ver que se endurecían al contacto con sus
labios y boca. Humedecía las aureolas de mis pezones y luego los
succionaba, provocando aún más su erección.
En seguida, pasó sus manos cubierta de ese tibio aceite por mis
pechos, para después bajar por mi estómago, hasta llegar a mis
pantaletas. Acarició todos los alrededores de mi entrepierna, el
ombligo, mis caderas, luego el borde interno de mis muslos.
Finalmente sonrió y bajó el calzón, ¡Con los dientes!, mientras, por
debajo, se ayudaba con las manos impregnadas en esa loción
mágica. Me incitó a sentarme en el borde la mesa, doblar mis
piernas y volver a recostarme hacia atrás. Suavemente separó mis
muslos y acarició mi intimidad con demasiada habilidad y por
supuesto, no tardó en bajar su boca hacia esa parte tan sensible,
lamiendo mi intimidad, provocándome tremendos escalofríos y una
sensación demasiado exquisita.
51
Energía al Límite
Ya no podía aguantar más, necesitaba tenerlo dentro de mí. Me
senté y luego, bajé de la mesa para besarlo con lujuria y
desesperación. Él sabía a mí y eso me encantaba. Como aún tenía
su pantalón puesto, lo besé por sus caderas, que eran
perfectamente definidas y lo hacían tremendamente sensual.
Desabroché el botón y pasé mi mano por debajo de su ropa, por
debajo de su masculinidad, que estaba completamente acordé con
la situación, pero con mis caricias aumentó aún más su tamaño.
Liberé su parte íntima y posé mi boca húmeda en su erección. Él
pareció enloquecer de emoción.
Me tomó por las caderas
nuevamente y me obligó a recostar en la orilla de la mesa. Se paró
frente a mí e introdujo su erección en mí, poco a poco al principio,
era una de las mejores partes y luego, separé aún más mis piernas
y las crucé por su caderas.
Sentía como mi interior se abría para él, era todo perfecto,
encajábamos ciento por ciento. Sus movimientos eran intensos y su
respiración y la mía se agitaban cada vez más. Yo me senté y lo
abracé con fuerza, presionándolo a que entrara más en mí. Se
acercó a mi oído, pasando su hálito tibio por mi oído y con la voz
errática, me habló.
–Jamás había sentido algo así por alguien –agudizó más sus
movimientos.
–¿De verdad? –dije con la excitación, pero el pecho comprimido.
–Nunca ¡Eres maravillosa Bella! –clavó su mirada media ida, por el
momento, en mí.
Apretó mis caderas hacia él y yo empecé a sentir que la conciencia
se me iba y me dejé llevar por la mejor sensación que había sentido
en mi existencia, mi cuerpo contraído lo aprisionó más, hasta que él
desembocó en mi interior, con un jadeo que ahogó en mi hombro.
Nos quedamos mirando y acariciando nuestros cuerpos sudorosos y
húmedos por el furtivo encuentro. Él salió de mí, me tomó en
brazos y me llevó a la cama, sin antes, pasarme una de sus poleras,
que olían de maravilla, para que no me enfriara. Abrió la cama y
me tapó, me dio un suave beso y partió a buscar un jugo de mango
exquisito que había preparado él, sólo para mí.
52
Energía al Límite
Edward volvió, con esos boxer apretados que daban ganas de
comérselo de inmediato, y su torso desnudo. Se sentó al borde de
la cama y me besó nuevamente, ahora tan solo me tuve que sacar
la polera, estaba lista para una nueva maratón de sexo o ¿Amor?
Esa noche me fue a dejar, pero el domingo no nos vimos, porque en
mi casa me exigieron quedarme con ellos ¡Una verdadera lata!
Considerando lo bien que lo podría estar pasando junto a Edward.
El lunes, no fui a clases, me desvié a su departamento. Llegué y se
escuchaba bulla desde afuera, me pareció extraño, así que toqué y
para mi sorpresa me abrió una hermosa mujer de pelo ondulado,
color miel y ojos verdes, era más grande que yo, debía ser
universitaria también.
–¿Sí? –me dijo asomando sólo el rostro por entremedio de la puerta.
Me dio demasiada rabia verla en el departamento de Edward.
–Hola –dije confundida– ¿Está Edward?
–Mmm, sí pasa –me miró extrañada.
Había mucha gente, pero como tenía rabia, no vi bien quienes eran,
sólo sé que tenían que tener su edad, veinte o más. Me quedé a un
costado de la puerta de entrada. La mina que me abrió, fue y le
golpeó la puerta de su pieza, gritando.
–¡Edward, necesitan hablar contigo!
En pocos segundos salió una mujer, morena y delgada, y tras ella
¡Edward! Quien salió distraído. Sentí que el piso se me movía de
pronto, a tal punto, que me faltaba el aire. Quise llorar, pero me
aguanté.
Cuando sus ojos se posaron en mí, casi se le salieron de la
impresión. Cerré los ojos, di media vuelta y di un tremendo portazo
en su departamento. Bajé las escaleras, pero esta vez cuando
llegué abajo, no estaba. Sentía que unas estúpidas lágrimas caían
de mis ojos y tenía un dolor intenso en el pecho ¡Sabía que no me
debía haber involucrado con nadie! ¡Qué imbécil fui! Caminé tan
rápido que casi corría, pero cuando llegué a la esquina, su auto se
53
Energía al Límite
cruzó a toda velocidad y se bajó corriendo.
quería que me vieran llorar.
Apuré el paso, no
–¡Bella! ¡Bella! ¡Escúchame! –suplicaba.
Continué caminando.
–Ey, mírame por favor –parecía angustiado– no te pases rollos, no
pasó nada…
–¡Ándate Edward! No te quiero volver a ver en mi vida –dije con
toda la ira que me nació de las entrañas.
54
Energía al Límite
Capítulo X
Ira
o odiaba ¡Maldita sea! Me odiaba a mí misma por haber
llegado tan lejos con Edward. Mi mamá tenía razón cuando
insistía en que los hombres sólo quieren acostarse con uno
y nada más ¡Qué rabia tenía! Había caído redondita en sus garras
¡Uyyyyyyyy! ¡Te odio Edward Cullen! ¡Te odio con toda mis fuerzas!
¡Por qué mierda me hiciste esto!
L
Ahora, creo que hubiese preferido haber tenido mi primer encuentro
sexual con Rob, en vez de este espécimen aparecido, al menos con
Rob teníamos una especie de amistad que no se hubiese roto con
una acostadita más o menos.
Durante la semana no pude dejar de acordarme de él, a pesar de
intentar bloquearlo al máximo. Ese día, que lo encontré con la mina
saliendo de su pieza, merodeé por varios lados, no podía llegar a la
casa tan luego, así que no pude obviar odiarlo, más y más…
Lloraba, pero lloraba de rabia, sentía el ego herido, él hizo lo que
quiso conmigo, pero estoy segura de que alguna vez se arrepentirá.
Mi móvil no dejó de sonar en todas la semana ¡Era Edward! ¡Qué
quería ese imbécil!
–Mamá ¿Puedo cambiar el celular? –dije con rabia.
–¿Para qué? No llevas ni cinco meses con ese aparato nuevo –
contestó irritada con cara de ―ya comenzarás con estupideces‖.
–Es que está muy viejo, además quiero cambiar el número –insistí.
–¿Para qué? No, Bella, lo siento –fue su respuesta definitiva y salió
de la cocina.
Era viernes en la tarde. Mi móvil sonó ¡Era Joyce!
–¡Hola Chuck! –dijo animosa.
–¿Por qué Chuck? –reclamé, últimamente andaba algo mal genio.
–¡Desaparecida en acción! –rompió a reír a todo pulmón.
–Mmmm, es verdad, pero eso ya pasó –dije con pica.
–Y ¿Dónde andabas? –se oía intrigada.
55
Energía al Límite
–Una larga historia… –dije sin muchas ganas.
–Pero y ¿Volvemos a la acción? –soltó una carcajada.
–Hoy mismo –reí picada.
–¡Bakán! Te paso a buscar como a las diez ¿te tinca?
–Obvio, voy a estar lista, muero de ganas por salir –lo recordé a él y
más ganas de carretear tuve.
–Entonces nos vemos…
¡Bien! Eso era lo que tenía que hacer: salir, carretear, pasarlo bien y
olvidarme de estupideces o estúpidos. Me metí a la ducha. Me
arreglé con énfasis, tomé mi pelo en una cola, levantado de
adelante, unos jeans pitillos, hiper ajustados y una polera strapless,
que hace tiempo no usaba. Maquillé negros mis ojos y la boca, rojo
furioso ¡Me veía bellísima! Cualquier hombre caería a mis pies, sin
pensarlo mucho.
Joyce me pasó a buscar a la hora. Nos fuimos directo a ―La Cueva
del Ratón‖. Corrí a la barra donde Andrew a pedirle una roncola –
como en los viejos tiempos–. Él se puso feliz de verme.
–Hola desaparecida –sus verdes ojos se iluminaron y esbozó una
gran sonrisa.
–Pero ¡Volví! Es lo que importa ¿no? –lo besé en la mejilla, muy
cerca de la comisura de sus labios ¡Quedó feliz! Y yo me sentía
satisfecha.
Me tomé el ron mientras bailaba junto Joyce. Las luces nos daban
un aspecto muy sensual, y lo confirmaba, porque había muchos ojos
mirándonos, hipnotizados. Fuimos por el segundo ron. Ahora estaba
como ―té‖, más de tres cuartos de ron y sólo un poco de bebida,
pero en fin, a mi me gustaba así.
Empecé a olvidarme de todos esos rollos con Edward. Algo
mareada, bailaba y me sentía feliz. Alguien me cogió por la cintura y
comenzó a bailar conmigo, muy sensualmente ¡Era Rob! Pasó sus
brazos por detrás de mi cintura y pegó su rostro de mino regio al
mío. Joyce se había desaparecido con ―alguien‖, así que daba lo
mismo, no se pondría celosa.
Nuestros cuerpos estaban completamente sudados por el baile, la
música y el calor ambiental. Rob fue a buscarme el tercer ron.
56
Energía al Límite
Volvió con el trago e hizo amago de entregármelo, pero cuando me
dispuse a cogerlo, hizo el brazo hacia atrás. Lo miré con risa en los
labios.
–¿Qué pasó? –dije media ebria.
–Es con peaje –y rompió a reír.
–Bueno –sonreí suspicaz, me acerqué y le di un piquito.
Se entusiasmó y me aferró por la cintura, introduciendo su lengua
tibia y fresca, a raíz del trago que bebía. Yo respondí sin pudor, él
también me gustaba. Seguimos bailando, nos tomamos el resto del
ron y ahora si que estaba bastante arriba de la pelota. Me tomó, y
al ritmo de la música me arrastró hacia uno de los lugares más
―privados‖. Sus manos tibias y ansiosas comenzaron a recorrer mi
cuerpo, especialmente mis pechos y mi entrepierna, pero por
encima. La temperatura se iba elevando y su voz estaba bastante
errática.
–Quizás podemos terminar lo que empezamos la vez pasada –
susurró en mi oído.
–Puede ser, no es mala idea –sonreí.
Todo se daba vueltas, pero lo podía controlar. Extendió su manaza y
nos fuimos por la orilla de la barra, pero antes de salir, fue por otro
ron y cuando volvió, me tomó por la cintura y apoyó mi espalda en
la barra, a vista y paciencia de todo el mundo. Me dio un largo beso
y luego, cariñosamente, me dio un agarroncito en el trasero. Yo
rompí a reír, él estaba frente a mí, pasándolo también como yo,
hasta que se me ocurrió mirar para el lado y ahí estaba él ¡Con los
ojos como platos! Y el rostro deformado.
–Voy a buscar mi chaqueta y nos vamos –partió Rob y Edward se
acercó a mí como un zombi, con la mandíbula tensa y la expresión
endurecida.
–¿Podemos hablar? –exigió irritado.
–No tengo nada que hablar contigo –articulé como pude las
palabras.
Enseguida, llegó Rob y saludó a Edward con una gran sonrisa en los
labios.
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Energía al Límite
–¿Vamos? –me dijo mirando de reojo a Edward.
–Vamos… –contesté y le di la mano.
Nos fuimos por el pasillo y sé que él no dejó de mirarme ni un
segundo.
Llegamos a un motel que quedaba cerca del lugar ¡Nunca había ido
a uno! Era sencillo, pero daba lo mismo. Rob cogió mi cuello con sus
manos ardientes y me dio un gran beso, húmedo y ansioso. Saqué
su polera y él la mía, liberando mis pechos de inmediato, con los
que jugó, presionando uno de ellos y luego, hundiendo su boca
tibia. Sacó mis zapatos y luego, desabroché su dificultoso cinturón,
para seguir con el botón del jeans y el cierre. Acariciando su
masculinidad con ímpetu. Él me tomó por la cintura y me arrastró a
la cama, desabrochando mis pantalones y bajándolos, hasta
quitarlos por completo. Nuestros cuerpos hervían.
Bajó sus manos a mis pantaletas y la sacó. Yo hice lo mismo con
sus boxer. Nuestras partes más íntimas estaban desnudas y se
rozaban a poco andar. Hasta que al parecer, a él le dieron sus cinco
minutos de conciencia y fue al pantalón, volviendo con un sobrecito
plateado, que abrió. Se puso un preservativo y, se acomodó entre
mis piernas, introduciéndose en mí, con fuerza y decisión.
Era distinto, no podía concebir lo mismo, y no sabía si era a raíz del
alcohol o del condón. Me costaba sentirlo, no como a Edward. Él
noto algo extraño en mí.
–¿Pasa algo Bella? –preguntó con la voz deformada por la emoción.
–Nada –intenté sonreír.
Rob continuó entrando y saliendo de mí, hasta que lo sentí llegar al
clímax, sin embargo, yo no pude, no podía sacarme a Edward de la
mente. Salió de mi interior y fue al baño a deshacerse del
preservativo. Yo me paré y vestí como pude, porque me costaba
trabajo mantenerme en pie, el ron se me había subido a la cabeza
hasta la última neurona. Salió con una gran sonrisa de victoria del
baño y me dijo.
–Creo que me mentiste –dijo con picardía.
58
Energía al Límite
–¿Por qué? –no procesé bien su pregunta, creo que el alcohol
entorpecía mi entendimiento.
–No eras virgen –esbozó una gran sonrisa.
–Bueno, a pasado un tiempo desde la última vez que estuvimos
juntos –fui honesta.
–Y ¿Me dirás que en ese lapsus pasó?
Asentí.
–Bueno, no te creo mucho, pero de todos modos estuvo bien –
sonrió nuevamente y con sus dos manos tomó mi rostro para
besarlo.
Nos fuimos y él me dejó en la casa. Me bajé, pero antes, tomó mi
mano.
–Lo pasé maravillosamente ¡Espero que tengamos una segunda! –
besó, sutilmente mis labios.
Abrí la puerta y me bajé. Por como estaba la calle noté que hacía
frío, pero yo no sentía nada, el alcohol me hacía inmune. Tomé las
llaves y cuando las iba a introducir en el portón, sentí una mano
tibia y fuerte que me cogió por el brazo.
–¡Bella! Necesito que hablemos –dijo ansioso. Era él, exquisitamente
hermoso.
Giré, como pude y respondí.
–¿Qué?
–¿Por qué estás haciendo esto? –sus ojos tostados se entristecieron.
–Tú lo hiciste primero –respondí con rabia.
–No hice nada… ¡Te lo juro! –dijo al borde la desesperación, lo
podía ver en esos ojos de miel.
–Pero yo sí, así que, da igual. Nada nos obliga a estar juntos –fui
perversa.
–¿Te acostaste con él? –me preguntó incrédulo.
–Sí, recién y también me gustó, no tienes la exclusividad –dije sólo
para herirlo. Su rostro se deformó ante lo que le acababa de decir.
–¿De verdad? –no daba crédito a lo que oía.
–Sí –ahora ya me estaba medio arrepintiendo.
59
Energía al Límite
–Y lo dices así como si nada… –masculló sorprendido y muy
molesto.
–Da igual, nosotros no tenemos nada –eso era lo que más me dolía.
–¡Bella! No sabes lo que dices…
–Sé que no quiero saber nada de ti, Edward, eso lo tengo clarísimo.
–¡Qué lástima! Yo pienso totalmente distinto –sus ojos de miel se
desbordaron de dulzura.
–Así y ¿Por qué? –fui desafiante.
–Tan sólo quería decirte que realmente ¡Te amo!
Quedé atónita antes sus declaraciones. Enmudecí. Él dio media
vuelta, tomó su Volvo último modelo y se fue. En mi interior, quedé
con el corazón hecho añicos, creo que a mí me pasaba lo mismo
que a él, aunque no quería reconocerlo.
60
Energía al Límite
Capítulo XI
¿Arrepentimiento?
sa noche entré a mi casa y quedé con las palabras de
Edward, girando en mi mente: ¡Te amo!, ¿Sería verdad?,
¿Era una posibilidad real? Y entonces, ¿Por qué había salido
con ella de la pieza? No creo que estuviesen jugando a las
bolitas, pero ¿Por qué se había dado la molestia de llamar y
buscarme? Quizás era cierto que me amaba y yo no lo quería
asumir.
E
Sentí que mi pecho se contrajo a tal punto que quise llamarlo en ese
instante y decirle que yo también sentía algo absolutamente
superior por él, que nunca me había imaginado sentir esa especie
de amor en mi corazón.
A pesar de que estaba bastante ebria y no podía cerrar los ojos,
cuando lograba hacerlo, se me venía él a la cabeza, ese perfecto
rostro de porcelana, su pelo broncíneo perfecto, sus ojos de miel
líquida y finalmente, esos deliciosos labios rubí. Tomé el móvil y
estaba decidida a marcar su número, pero enseguida me repetí a mi
misma: te arrepentirás mañana, te arrepentirás mañana ¡No lo
hagas! El sueño me venció, pero su imagen se mantuvo en mi
mente.
Desperté, miré la hora, eran las doce y algo. No había nadie en la
casa. Me levanté y fui por una bebida, para reponer la caña. Su
imagen continuaba estaba estática en mi cabeza, al igual que sus
palabras ¡Te amo! No quise llamarlo, no me atrevía, además, la
había cagado, le había contado que había tenido relaciones con Rob
¡Qué estúpida! Ahora sí, que no me querría ver nunca más en la
vida y con toda razón. Decidí ducharme y cambiarme de ropa, tomé
mi móvil y llamé a Joyce.
—Hola perna —dije como si nada, a pesar de lo que había pasado
anoche con Rob, después de todo su relación era algo libre, por
ponerle algún nombre.
—Hello —se notaba contenta.
—¿Te pasó algo que yo no sepa? —pregunté curiosa.
61
Energía al Límite
—Puede ser… —entreabrió la duda.
—¿Qué onda el mino que te fuiste anoche?
—¡Ah! Ethan, sí, es un amigo de mi prima —dijo feliz.
—Y ¿Qué onda?
—Mmmm, no te puedo contar detalles, pero resumo ¡Qué es
fabuloso!
—¡Qué buena! Así te olvidas de una vez por todas de Rob —dije por
si acaso.
—¿Por qué dices eso? —no le gustó mi comentario.
—No sé, últimamente las cosas entre ustedes no andan bien —tenía
que ponerme el parche ante la herida, por si Rob le contaba.
—Puede ser ¿Algún interés especial? —fue irónica.
—En absoluto —en realidad era cierto.
—Pero tú me llamabas por otra cosa ¿cierto?
—Eeee, sí ¿Vamos de shopping? Necesito comprarme un par de
cosas que me hacen falta.
—Bueno, te paso a buscar a las cinco.
—Ok, nos vemos y ahí copuchamos —en realidad ella me tendría
que contar, porque yo debía obviar lo de anoche.
Joyce, por lo general, era muy puntual, y llegó a la hora acordada.
Nos fuimos de compras y pasamos a tomarnos un exquisito helado
con crema y todo ¡Los amaba! Conversamos toda la tarde y me
contó su aventura con el famoso Ethan, que a decir verdad se veía
bastante mino y bueno, ella lo comprobó, por decirlo de alguna
manera, jajaja.
Me pasó a dejar cerca de las once a mi casa y cuando saqué el
móvil para acostarme —hoy no saldría, no me quería encontrar con
nadie y la verdad, no tenía ánimo—, vi siete llamadas perdidas,
pinché y era ¡Rob! Por supuesto, no devolví el llamado. Me acosté y
me puse a ver una película, a morir de romanticona, y no pude
evitar acordarme de él ¡Lo extrañaba demasiado! Moría por estar
con él, creo que me estaba enamorando y eso era muy, muy grave,
porque el amor no era para mí y menos a mi edad.
Alcancé a pestañear cuando sonó el móvil, era nuevamente Rob.
Dejé que sonara un largo rato, con la esperanza de que se
aburriera, pero como no lo hizo, finalmente, contesté.
—Hola —dijo algo ansioso.
62
Energía al Límite
—Hola Rob —contesté sin muchas ganas.
—¿Cómo estás? —su pregunta era extraña, tanto preámbulo.
—¿Qué pasa Rob? —fui seca.
—Quería saber si nos podíamos ver hoy… —dijo algo nervioso y eso
no era habitual en él.
—No puedo…
—¿Saldrás con alguien? —agregó decepcionado.
—No —rompí a reír somnolienta— me estaba quedando dormida.
—¿En serio? Y ¿Qué te pasó Bella Swan? —dijo entre risas— ¿Yo fui
el culpable de que estés así de agotada? —musitó, socarronamente.
—Mmm, obvio —solté una gran carcajada.
—¡Qué mala onda Bella! —dijo frustrado.
—Lo siento, para otra vez será —respondí sin mucha convicción.
—¡Qué lástima! Ya me había hecho la idea…
—¿Idea de qué? —reí irónica.
—Bueno, de la revancha —rió decepcionado.
—¡Ups! No hay primera sin segunda —reí burlesca, en realidad no
tenía ninguna intención de que fuese así.
—Claro, si tú lo quieres…
—Quién sabe…—dije bostezando— Rob te dejo, tengo sueño. Un
beso.
—Y el beso ¿Dónde? —preguntó suspicaz.
—Donde quieras… —seguí su juego.
—Está bien, que duermas bien Bella —cortó.
Realmente a Rob jamás lo podría ver como otra cosa que no fuera
un amigo, pero sé que a él no le pasaba lo mismo, de lo contrario,
jamás me hubiese llamado. Además, estaba Joyce, ella no me
perdonaría nunca que tuviese un affaire con su mino de la vida.
El domingo, fue tal como dicen fomingo. Estuve toda la tarde ahí,
acostada, echada en realidad, sin hacer nada más que acordarme
de Edward ¡Qué fastidio! Lo tenía impregnado hasta la última célula
de mi cuerpo y ¿Qué tendría que hacer ahora? ¿Pedirle disculpas?
¡Noooooooooo! Si él me había engañado, pero en realidad no
teníamos nada formal ¡¿Qué haría?! ¡Bendita sea!
En la noche no pude dormir lo suficiente, cada vez que lo recordaba,
las mariposas mágicas viajaban por mi estómago, impidiendo
descansar, sólo podía imaginarme con él. Desperté cerca de las
cinco de la madrugada y no pude pegar un ojo ¡Tenía que hacer
63
Energía al Límite
algo! Por lo general yo dormía mucho, pero esta angustia me estaba
matando, debía terminar con ella, tenía que ir a hablar con Edward.
Me levanté a esa hora, prendí la ducha y mientras pasaba la esponja
con jabón por mi cuerpo, lo recordé a él, tan maravilloso, cuánto
quisiera estar junto a él. Salí, me vestí de colegio —como lo hacía
siempre, aunque no fuera—, y cerca de las seis y media, decidí a ir
a su departamento. Aún estaba de noche, mi mamá ni siquiera
había notado que era de madrugada. Tomé una micro y me bajé a
tres cuadras de su edificio. Mientras caminaba, inspiraba profundo y
sentía que las maripositas se agitaban en mi estómago, no sabía
cuál sería su reacción.
Entré a su edificio. Él conserje ya me conocía.
—Buenos días —dije ansiosamente, pero intentando no parecerlo.
—Buenos días señorita —miró la hora extrañado.
Subí por el ascensor, pero cuando estuve frente a la puerta del
departamento, quise devolverme, podía estar con alguien… y si
fuera así, no podría soportarlo ¡No quería que pasara algo, como
con lo que mi tormentosa imaginación me torturaba! Volví a respirar
hondo y luego, me envalentoné y toqué el timbre. Miré el reloj, eran
cinco para las siete. No salió nadie, así que conté hasta tres,
mientras los nervios me comían viva. Di media vuelta para irme,
apreté el botón del ascensor para llamarlo, cuando oí mi nombre.
—¿Bella? —su voz era suave y dulce, como sólo nacía de sus
deliciosos labios.
64
Energía al Límite
Capítulo XII
Trato Cerrado
erré los ojos, inspiré y giré para mirarlo. Sus bellos ojos de
miel parecían iluminados y cuando clavé mi vista en la
suya, mi corazón comenzó a palpitar de tal modo, que se
me saldría por la boca en cualquier momento.
C
—Edward —dije con la mandíbula tensa.
—Hola —contestó tranquilo— ¿Quieres pasar? —su tono fue
cariñoso.
—¡Uf! Creo que a eso vine —respondí mordiendo mi labio inferior,
estaba muy inquieta.
—Pasa… —me indicó el camino con demasiada amabilidad, pero sin
ninguna sonrisa.
Di un par de pasos lentos y entré, quedándome apostada a un
costado del hall de entrada. Él cerró la puerta y no pude evitar
sentir ganas de lanzarme a sus brazos, pero no era lo más indicado.
—¿Estás solo? —pregunté insegura.
Asintió y respondió.
—La persona que me visitaba ya no viene… —esbozó una pequeña
sonrisa que no le llegó a los ojos.
—¿No? —sonreí y seguí su juego— a lo mejor le pasó algo…
—Sí, se pasó un rollo demás y no fui capaz de convencerla de que
estaba equivocada —frunció el ceño e hizo un gesto exquisito.
—¡Qué pena! —dije con una sonrisa tímida.
—Créeme que es una verdadera lástima —sus ojos miraron
decepcionados.
Un silencio aterrador se apoderó del ambiente. No sabía que decir,
hasta que unas palabras involuntarias, desde mis entrañas hablaron
por mí.
—¡Perdóname! —dije confundida.
65
Energía al Límite
Él quedó perplejo. Se acercó a mí lentamente, mientras no dejaba
de mirarme ni un segundo y con delicadeza tomó mi rostro con una
de sus manos, inclinó el suyo y me besó con demasiada intensidad,
tanta, que sentí como mi pecho se comprimía. No pude contenerme
y me abalancé sobre su cuello terso y blanco, enredando mis dedos
en sus cabellos de finas hebras de bronce. Sentía su respiración,
ansiosa, fogosa y tierna a la vez.
Boté mi mochila, me di algo de impulso y crucé las piernas por sus
caderas. Él me afirmó con fuerza por los muslos, mientras no dejaba
de besarme. Nuestras lenguas se unían nuevamente, y ahora se
necesitaban aún más, era un deseo intenso que nos consumía, a tal
punto, que no podíamos soltarnos ni un segundo. Entramos a su
habitación y me recostó sobre su cama, que aún estaba tibia. Con
besos cortos recorrió mi rostro y luego, posó sus labios en los míos
de nuevo. Entreabrió su deliciosa y húmeda boca, e impregnó mi
cuello con su saliva, que me quemaba, me hacía hervir, mis
instintos más bajos florecían y quería que él estuviera dentro de mí.
Subí la parte de arriba de su pijama y la saqué, dejando su torso
desnudo, lo acaricié con efusividad, con necesidad profunda de
tenerlo. Tragué saliva mientras él me tocaba y sacaba el polerón
escolar y la blusa, quedando sólo en corpiño.
Mi necesidad se hacía imperante y bajé su pantalón, que era fácil de
retirar porque era con elástico en la pretina. Me senté en la orilla de
la cama y liberé su masculinidad, erecta para mí y la besé,
lentamente, pero con demasiada ansiedad en mi interior. Edward,
acariciaba mi rostro y mi cabello con desesperación. Tenía su parte
más íntima en mi boca y puse mis manos hacia atrás para
desabrochar el corpiño. Logré liberar mis pechos y pasé esa parte
tan sensible de él, sobre mis senos, él se arrodilló y me volvió a
besar, ahora con urgencia. Sacó mis zapatos y yo misma, saqué la
falda. Puso sus manos en mis caderas y bajó mis panties y tanga de
una vez. Me instaló en la orilla de su cama y con cautela, separó
mis muslos, incorporándose en mi entrepierna. Podía sentir su
lengua, tibia, húmeda que recorría cada parte de mi intimidad y esa
bendita sensación, me hacía anhelarlo más y más.
—¡Edward! ¡Edward! —lo llamé con la voz entrecortada.
66
Energía al Límite
Él subió hacia mí e introdujo uno de mis pechos en su boca,
mojándolos y logrando que se erizaran por completo. Volvió para
besar mi cuello y mis hombros. Después, con muchísima habilidad,
me giró y besó mi espalda, mientras la acariciaba. Cada uno de mis
vellos imperceptibles, se erizaban ante el contacto de su piel. Llegó
a mis glúteos y los apretó con fuerza, bajando nuevamente a mi
entrepierna. Continuó con su besos por mis muslos, su borde
interno y luego, subió con su boca húmeda, tomó una de sus
almohadas y la acomodó bajó mis caderas, mientras yo seguía con
mi panza hacia la cama. Mi cuerpo lo pedía a gritos.
Doblé mis piernas levemente, en tanto elevaba mis glúteos y sentí
que separó mis piernas ligeramente, y de manera magnífica y
perfecta, se introdujo en mí. Estaba completamente húmeda y su
erección no tardó en tocar fondo una vez más. Acomodó sus manos
entre mi vientre y mis caderas, obligándome a subir y aferrarme a él
con fuerza. Su masculinidad resbalaba en mí ¡Era lo mejor del
mundo! Nuestros cuerpos hervían y sentía su piel ardiendo tocar la
mía. Su hálito tibio y fragante rozaba mi oreja y me excitaba aún
más.
Lo quise besar, entonces me di vuelta, quedando frente a él. Me
besó hipnotizado por el momento, lo podía ver en esos bellos ojos
cálidos y transparentes. Separé mis piernas nuevamente, invitándolo
a entrar en mi mundo. Él no tardó en llegar. Lo sentí entrar de
nuevo ¡Cada vez era mejor! Más intenso, más profundo, con más
roce. Yo intentaba mantener su ritmo. De repente sentí su boca
sensual y exquisita pegarse a la mía, sin besarme, pero me habló,
dejándome sentir su aliento tibio que estremecía mis entrañas.
—Te necesitaba tanto mi amor —dijo mientras se movía lentamente.
—Yo también —dije en estado de catarsis, pero era cierto.
—Nunca más me dejes así… —su respiración era agitada, le costaba
trabajo hablar.
—No jamás… —sentía una presión en mi pecho.
Su rostro se iba sonrojando cada vez más y sus quejidos eran
evidentes.
—¿Sentiste lo mismo con él? —su voz era errática.
67
Energía al Límite
—No mi amor, eres único —mis palabras eran verdaderas, más allá
de la emoción del momento.
—Quiero que seas sólo mía —dijo mientras acrecentaba sus
movimientos.
—Soy sólo tuya —respondí con dificultad, sus palabras me llegaban
al alma.
—Demuéstramelo entonces —sentía su pelvis apretarse contra la
mía.
—Yo también te amo Edward —mis palabras retumbaron en mi
pecho.
Oí un suspiro de alivio y luego contestó.
—Yo te adoro Bella…
Tomó mis manos y las entrelazó a las suyas y sentí que él era mi
todo. El tiempo y el espacio desaparecieron del mundo y éramos
sólo nosotros dos. Lo aprisioné más con las piernas y él, en mi
interior, dejó las huellas de nuestro encuentro.
Cuando terminamos, ahogó su respiración agitada en mí y aún
dentro, suplico en un susurró.
—Nunca más te vayas de mi lado mi vida… —dijo acariciando mi
rostro y acomodándome el cabello.
Sólo lo miré con el corazón comprimido y él sonrió. Besó mi frente y
salió de mí. Se paró rápidamente y fue a buscar una polera y me la
puso. Él se puso su pijama, fue a la cocina y volvió con una bandeja
con café, leche y unas tostadas deliciosas.
—Supongo, por la hora, que no has desayunado —sonrió y su
belleza integral, de alma y cuerpo, quedó en evidencia.
—Supusiste bien —sonreí y él me besó.
Nos acomodamos en su cama a desayunar. Edward no dejaba de
observarme, y en cuanto a mí, su contemplación me enloquecía.
—¿Obtuve alguna disculpa? —dije graciosamente, pero rogándole
con la mirada que fuera así.
—Bueno… más o menos.
68
Energía al Límite
—¿Cómo es eso? —casi me atraganté con el café.
—Hay cosas que no se pueden repetir —dijo como un padre da una
lección a su hijo— no necesito recordarte cuáles ¿cierto? —su
mirada lo expresaba todo.
—Lo sé…
—Entonces… para sellar nuestro trato —torció sus labios rubí en una
sonrisa y sus ojos se iluminaron— ¿Quieres ser mi novia?
Nunca pensé que me lo pediría, estás cosas ya no se usaban, pero
era tan lindo cómo lo había dicho que jamás, nunca, podría
negarme.
—¡Sí! Por supuesto —no controlé mi ansiedad y le di un gran beso.
Su rostro se iluminó por completo.
69
Energía al Límite
Capítulo XIII
Mi versión de los hechos
Edward
i departamento estaba lleno. Varios no teníamos clases
en la primera hora, por lo que mis compañeros
organizaron una junta en mi departamento, como lo
hacíamos siempre que teníamos tiempo libre y desde antes que
apareciera Bella en mi vida. Claro, que este último tiempo había
cambiado todo, ya no eran tan recurrentes estas reuniones, porque
la verdad, mi tiempo estaba casi en un ciento por ciento dispuesto a
ella y obviamente era, el mejor aprovechado.
M
Kristen me siguió hasta la cocina, aunque intentaba no estar a solas
con ella. Estaba seria, sabía lo que venía: un sinnúmero de
recriminaciones… y la verdad, nunca había tenido la intención de
herirla, pero, fue inevitable. Saqué hielo, y sentí su hálito tibio
susurrar en mi oído.
——Te espero en tu habitación, necesito que hablemos —la miré y
sus ojos parecían inquietos.
No tuve opción, ya no me podía seguir escapando de decirle la
verdad.
—Bueno… —dije no muy convencido.
Cuando entré a mi habitación, Kristen ya estaba ahí, sentada en el
borde de mi cama, como lo había estado una infinidad de veces. Me
quedé parado en la entrada de la pieza y me habló tan
seductoramente como siempre.
—No muerdo, puedes venir con confianza —guiñó un ojo.
—Lo sé —sonreí. Caminé hacia ella.
Me puse a su lado, de pie, y ella se instaló en frente de mí, me
llegaba un poco más arriba del hombro.
70
Energía al Límite
—De un tiempo a esta parte te he notado medio extraño —dijo con
picardía, mientras acercaba sus labios suaves a los míos.
—Puede ser… —no sabía cómo se lo iba a tomar.
—¡Qué lástima! Un hombre tan sexy y distante —posó sus labios y
entreabrió los míos con un beso suave.
Lo que venía era evidente, pero tenía que pararlo, pero ¡No era de
fierro! Sus manos se fueron directo a friccionar mi masculinidad y
empecé a sentir esa sensación incontrolable. Insistió con el beso y
pasó su lengua hasta encontrarse con la mía, pero yo sentía la
mandíbula tensa, esto no estaba bien. Inspiré hondo y le hablé de
una vez, muy frío, era el único modo.
—Estoy saliendo con alguien —dije sin preámbulos.
Sentí que su cuerpo se puso rígido por unos segundos, pero insistió
con más efusividad.
—Qué importa, ahora no está aquí ¿o sí? —sentí que puso mis
manos en el borde de sus jeans para que los bajara. Sus ojos
estaban expectantes a mi respuesta.
—Kristen, no… —dije con mucha dificultad, apreciaba las secuelas
de sus caricias.
Me miró fijo y habló.
—¿Esto es algo más importante que salir con alguien? —exclamó
con rabia contenida.
—Lo es…
—Yo nunca te importé cierto… era sólo sexo ¿O acaso me equivoco?
—su voz era tensa.
—No se trata de eso Kristen —intenté ser dulce— sólo que es
diferente.
Vi que sus ojos se pusieron cristalinos y algo roja de ira, contestó.
—Claro, ahora que te aburriste, la perra ya no sirve ¿cierto?
Me impresionó la agresividad de su conversación e intenté bajarle el
perfil a la situación.
71
Energía al Límite
—Nunca te vi así... —ahora ya estaba algo más distante de ella.
Se acercó y casi me dio vuelta la cara de una cachetada.
—Ey, ey, ey ¿Por qué hiciste eso? —exclamé molesto, con el rostro
ardiendo.
—Eres una mierda Edward —si las miradas fulminaran, hubiese
caído carbonizado en ese mismo instante.
Oí unos golpecitos en la puerta, era la voz de Eve.
—¡Edward! ¡Edward! Te buscan… —dijo con su voz dulce tan
particular.
Ella era una gran persona y creo que también, una gran amiga.
Tenía una vida llena de obstáculos y sacrificios, estudiaba becada y
trabaja en la noche, atendiendo mesas para poder mantenerse,
porque su familia estaba en la quiebra.
Fue mi oportunidad para escapar, pero Kristen se adelantó en salir.
Caminé algo desconcertado por la reacción que había tenido Kris.
Eve me hizo una seña y miré hacia la entrada. Ahí estaba mi Bella,
parecía un pollito en corral ajeno. Sus ojos marrones se abrieron de
par en par cuando me vieron, pero también, habían visto a Kris.
Salió disparada y pegó un tremendo portazo. Tomé las llaves de mi
auto, y pedí el ascensor, pero estaba en el piso menos tres, así que
se demoró en llegar. No tenía más opción que seguirla en el auto.
Mi corazón estaba muy acelerado ¿Cómo mierda le explicaría esto?
Ella era demasiado niña, jamás creería la verdad.
Me crucé en su camino a toda velocidad y Bella, como era de
imaginar, me ignoró por completo. Aposté el auto en el primer lugar
que encontré, daba lo mismo, tenía que conversar con ella urgente,
si hubiese pasado algún policía lo más seguro era que me multara, o
en fin, fácilmente hubiesen robado el auto, porque ni siquiera lo
cerré.
Corrí a su encuentro, Bella caminaba rápido y con la cabeza gacha.
72
Energía al Límite
—Ey, mírame por favor —dije desesperado— no te pases rollos, no
pasó nada…
—¡Ándate Edward! No te quiero volver a ver en mi vida —su furia
era evidente.
Quedé atónito… tendría que darle tiempo. Insistí toda la semana
llamando a su móvil, pero nada. Ahora me sentía inquieto ¡La
extrañaba demasiado! Su piel, sus besos, su rostro y hacer el amor
con ella. Esto se venía muy fuerte, jamás había sentido algo
parecido por nadie. Sabía que el viernes, las probabilidades de que
ella saliera eran de más de un ciento por ciento. Tomé las llaves del
auto y partí a ―La Cueva del Ratón‖, donde iba siempre Bella con
sus particulares amigos.
Entré al recinto, y la busqué, por todos lados, pero no la encontré
bailando. Fui al sector más privado y oscuro. A lo lejos la distinguí.
Su pelo marrón era inconfundible. Llevaba unos jeans ajustados y lo
peor, vi que estaba muy entusiasmada besándose con alguien y las
manos de él la tocaban por todos lados. Sentía que el pecho se me
saldría y la ira casi nubló mi mente. Pensé en ir a buscarla y agarrar
a combos a ese idiota, pero ¿Qué mierda era yo de ella? ¡Nada!
Bueno, para mí era mucho más importante que cualquier mujer que
hubiese pasado por mi vida o mi cama, era única, ella me había
enamorado por completo y esta escena me estaba matando.
La esperé en la barra y bebí tres rones al hilo, pero no hacían ni un
efecto. La esperé, hasta que apareció, el idiota la pegó en la barra y
le dio un agarrón el trasero. Nuevamente sentí la sangre hervir,
pero me calmé. Ahora lo reconocía, era Rob, su amigo jote que la
tenía aferrada a él como si fuera de su propiedad el día que James
me invitó a la casa de Christian. En cuanto dio media vuelta me
acerqué a ella.
—¿Podemos hablar? —dije inseguro.
—No tengo nada que hablar contigo —sus palabras fueron hirientes.
No tuve más tiempo… Rob llegó, me saludó con ironía y luego, se la
llevó de la mano. No podía seguirlos, no ahora. Esperé que se
fueran y me largué directo a su casa. Estacioné en la casa del lado y
esperé que llegara. Paso una hora, dos y la impotencia se apoderó
de mí ¡Era evidente que ahora se estaba revolcando con ese
73
Energía al Límite
pelotudo! ¡Qué rabia! Las escenas de ella siendo de otro me
descomponían el estómago. Él sentiría su aroma, su piel y su
interior ¡Qué yo estúpidamente pensé que eran míos! Estuve a
punto de desistir, cuando vi una camioneta blanca que se estacionó
frente a su casa. Por fin, era ella. Bajó del auto y zigzagueaba un
poco ¡Venía borracha! ¡Por Dios! ¿Cómo me había enamorado de
una niña caprichosa y tan desorientada? La camioneta se fue y ella
intentaba abrir el portón de su casa. Bajé del auto y la enfrenté.
—¡Bella! Necesito que hablemos… —murmullé intentando
controlarme.
—¿Qué? —le costaba articular las palabras. Estaba más ebria de lo
que había pensado.
—¿Por qué estás haciendo esto? —dije con rabia.
—Tú lo hiciste primero —fue brusca.
—No hice nada ¡Te lo juro! —exclamé al borde de la desesperación.
—Pero yo sí, así que, da igual. Nada nos obliga a estar juntos.
Sus palabras calaron hondo ¡Confirmaba mis terribles sospechas!
Quise pegarle al portón con furia, pero me contuve.
—¿Te acostaste con él?
—Sí, recién y también me gustó, no tienes la exclusividad —fue
hiriente.
No podía creer lo que oía ¡Sería posible! Como tan fría.
—¿De verdad? —insistí con furia.
—Sí —respondió dubitativa.
—Y lo dices así como si nada —estaba muy molesto.
—Da igual, nosotros no tenemos nada —eso era cierto ¡Qué mierda!
—¡Bella! No sabes lo que dices… —insistí.
—Sé que no quiero saber nada de ti Edward, eso lo tengo clarísimo
—dijo con los ojos inyectados de rabia, su mandíbula estaba tensa.
—¡Qué lástima! Yo pienso totalmente distinto… —dije con tristeza.
—Así y ¿Por qué? —fue desafiante.
—Yo quería decirte que realmente ¡Te amo!
Me fui, creo que perdía el tiempo frente esa niñita, era como
hablarle a una pared y ni siquiera estaba con sus cinco sentidos
lúcidos. Tomé el auto y me fui a todo lo que daba ¡Esto había
74
Energía al Límite
llegado hasta aquí! No sé en que minuto estuve pensando en que
esto podría resultar ¡Imposible! Y ella, ni un atisbo de
arrepentimiento, realmente yo le importaba un huevo.
La madrugada del lunes estaba durmiendo cuando oí el citófono. Me
paré medio saltón por la hora, cinco para las siete.
—Don Edward —era el conserje.
—¿Qué pasó? —pregunté extrañado.
—Va su amiga escolar para arriba…
—Gracias… —corté el citófono y miré por el ojo mágico.
No pude evitar que una sonrisa involuntaria saliera de mis labios,
pero ella no podía notarlo. Tocó y no abrí, mientras sonreía por el
otro lado. Ella estaba muy seria, de uniforme y mochila. Volvió a
insistir, pero no abrí, no aún. Hasta que me di cuenta que dio media
vuelta y pidió el ascensor, ya era el momento, abrí la puerta y la
llamé.
La reconciliación fue espectacular, habíamos estado más afiatados
que nunca haciendo el amor, pero, ahora, no se me escapaba, por
lo que decidí pedirle que fuese mi novia y si mal no recordaba, sería
la primera formal, porque a pesar de que había salido con muchas,
jamás le había pedido a nadie que lo fuera, pero si no lo hacía, esta
vez, corría el riesgo de que Bella volara por ahí sin rumbo, y yo,
quería que fuera sólo mía.
75
Energía al Límite
Capítulo XIV
Sorpresas Ingratas
asaron dos semanas desde que nos reconciliamos y ¡Ahora
sí que me sentía absolutamente enamorada! Me costaba
asumirlo, pero era cierto, el amor había golpeado a mi
corazón, y aunque me había resistido en un inicio, era difícil
abstraerse de alguien como Edward ¡Tan bello! ¡Tan infinitamente
rico! Sus manos tibias eran perfectas y provocaban que mi cuerpo
se pusiera en alerta de inmediato y mis hormonas ¡Uf! mezcladas
con las feromonas del amor, me agitaban por completo y caía
rendida a sus pies.
P
El incidente con la tal Kris había quedado aclarado, sin embargo, su
otra amiga Eve me caía muy bien, era simpática y lo mejor ¡Estaba
enamoradísima de un amigo de Edward! Por lo tanto, quedaba
descartada como competencia, sobre todo, esto significaba un
alivio, porque era muy linda y además, tenía una gran ventaja sobre
mí, era más grande y compañera de universidad de Edward.
El próximo fin de semana viajaría la hermana de Edward, dos años
mayor que él, se llamaba Alice. Acompañé a mi novio a buscarla al
aeropuerto. Era una mujer un poquito más bajita que yo, menuda,
de pelos erizados y ojos miel, igual que él. En cuanto se vieron se
lanzó a los brazos de su hermano, lo que, reconozco, me causó algo
de celos, se notaba que se querían tanto, tanto. A los dos le
brillaban los ojos y ella acariciaba su rostro como si fuese su novia.
Después de los respectivos cariños y abrazos, Edward me presentó.
—Alice, te presento a Bella, mi novia… —rió algo incómodo.
—Hola Bella —me dio un gran abrazo. Olía de maravilla— soy Alice,
la hermana regalona de Edward.
—La única que tengo —corrigió él con una sonrisa en los labios.
—Pensé que eran tres… —interrumpí.
—Sí, contestó Edward, pero el otro es hombre, se llama Emmett.
—¿Emmett? No me habías hablado de él —intenté recordar.
—No, bueno, en realidad me llevo mejor con Alice, somos más
compinches.
76
Energía al Límite
—Cierto, con mi hermanito somos como dos almas gemelas —
exclamó Alice muy entusiasmada.
—Se nota —dije algo picada, pero en verdad, Alice me agradaba.
Nos fuimos los tres a almorzar. Pedimos aperitivos, algo restringidos
por Edward, por mi condición de semi-alcohólica. Lo pasamos de mil
maravillas ¡Alice era muy simpática! Además de increíblemente
hermosa, todos los hombres se volteaban a mirarla y ella, muy
digna, conocedora de sus irresistibles encantos, ni siquiera les
dirigía una. Acabamos de almorzar y junto al café vino la lluvia de
preguntas.
—Bella y ¿tú que estudias? —sus ojos de miel brillaban de
entusiasmo.
—Bueno, yo… —miré a Edward algo complicada.
—Está en el colegio aún, en tercero medio —respondió Edward,
notando mi incomodidad.
—Sí —agregué tímida. Ella era perfecta y yo sólo una colegiala.
Quedó sorprendida por un momento, pero sin aspavientos logró
disimularlo y siguió la conversación normalmente.
—Y ¿Qué te gustaría estudiar? —insistió con el tema.
—Mmmm, la verdad, aún no lo tengo claro —en realidad ni siquiera
lo había pensado.
—Pero ¿Te gusta algún área más que otra? —Alice esperaba
expectante mi respuesta.
—No, la verdad, no sé —contesté sin más preámbulos.
—Aún le queda un año para pensarlo —agregó Edward sonriendo y
acariciando mi mano por debajo de la mesa.
Esa tarde me quedé con ellos y en la noche salimos los tres a un
pub. Así estuvimos, hasta que apareció Jasper, quien andaba con
tres minos más, que se fueron al notar que quedábamos
emparejados.
Jasper, era rubio y pálido, pero muy llamativo, claro que una
especie distinta, no de mi gusto. En cuanto se vieron, noté que a
Alice se le iluminó el rostro y no despegó una gran sonrisa en toda
la noche. Finalmente, terminamos los cuatro yendo a bailar y ellos,
no se despegaron ni un segundo en toda la noche.
77
Energía al Límite
—¿Qué onda tu hermana y Jasper? —le dije a Edward, mientras lo
tomaba por el cuello.
—No sé, parece que química pura —sonrió y les echó un vistazo.
—Parece que se conocieran de toda la vida, no se han despegado —
insistí.
—Así parece…
—Y Jasper ¿No sale con alguien? —pregunté curiosa.
—No, en realidad, no, bueno, Eve es su eterna enamorada —
exclamó algo triste.
—¿En serio?
—Sí, es complicado —hizo un gesto de incomodidad— por un lado
esta Eve, mi amiga querida, que todo le cuesta tanto, siempre, y…
bueno, Alice es mi hermana.
—Sí, estas entre la espada y la pared.
—Bueno, yo no, él —y continuó— yo te tengo solo a ti y con eso me
basta y me sobra—susurró en mi oído, provocándome un
escalofríos.
Mis sentidos se pusieron el alerta de inmediato.
—Edward —dije mientras mordisqueaba su oreja.
—¿Qué pasó? —sonrió algo pícaro.
—Ahora está tu hermana —hice un puchero— ella me cae bien, pero
no podremos hacer cositas ricas—reí mordiendo mi labio inferior.
—Mmmm, tienes razón —algo estaba tramando.
—Entonces no nos haremos cariñitos —puse cara de niña mimada.
—Eeeeh, ahí veremos, porque al menos yo, muero por estar contigo
—besó mi cuello con su boca húmeda y me estremecí de pies a
cabeza.
Nos besamos y bailamos toda la noche. Apenas me tomé un ron,
prefería estar con Edward que arriba de la pelota. Pasado las cinco
nos fuimos. Dejamos a Alice en el departamento y Edward le
advirtió.
—Voy a ir a dejar a Bella —le dio un beso en la mejilla.
—Ok ¡Pórtense bien! —nos guiñó un ojo, pero ya nos había sacado
el rollo completo.
—Bueno mamá —Edward le devolvió una sonrisa.
78
Energía al Límite
Salimos del departamento y entramos al ascensor, pero en vez, de
presionar el menos tres, donde estaba su estacionamiento, marcó el
veintidós, que era el último piso.
—¿Dónde vamos? —pregunté intrigada.
—Mmmm ya lo verás… —humedeció mi cuello con sus labios tibios.
Suponía a lo que íbamos, pero no dónde. Le devolví una sonrisa, lo
tomé por el cuello y lo comencé a besar desenfrenadamente. Su
cuerpo comenzó a reaccionar instintivamente.
Nos bajamos en el último piso, llegando a la azotea, pero antes,
había una caja escala muy discreta. Lo presioné con fuerza por la
espalda y él bajó sus manos a mis glúteos para acariciarlos con
fuerza. Nuestros cuerpos se iban entibiando cada vez más. Bajé mis
labios deseosos de su piel y besé su cuello con demasiadas ganas.
Subió mi polera y acarició mis pechos, mientras yo sentía urgencia
por tenerlo dentro de mí nuevamente.
Toqué su masculinidad y estaba completamente endurecida. Él
también me necesitaba. Desabroché el botón de mi pantalón, en
cuanto mi lengua jugaba con la suya, húmeda y tibia. Con mis
mismos pies ayudé a sacar mis zapatillas y luego, continué con mis
pantalones. Con rapidez desabroché el botón de su jeans y también
su cinturón. Bajé su cierre y con demasiada prisa, él se sentó sobre
uno de los escalones. No había tiempo que perder. El pantalón se lo
bajó levemente, al igual que sus sexies boker negros. Sentía esa
urgencia indescriptible por tenerlo dentro. Me senté sobre él,
acomodando mis piernas sobre las suyas, y lo hice con tanta
rapidez, que no me di cuenta que mi tanga aún estaba puesta, pero
ya era demasiada la ansiedad. Edward, tomó la parte de abajo de
mi ropa interior y sólo la hizo hacia un lado y por fin, lo pude sentir.
Su erección entró en mi cavidad sin mayor dificultad y ahora era mi
turno. Me empecé a mover más hacia él, lo sentía dentro de mí, y
eso era maravilloso. Nuestros quejidos eran inoportunos para el
lugar, así que Edward me calló con un beso, demasiado ardiente,
que me excitaba aún más. Tocaba su pelo broncíneo, mientras
nuestros cuerpos encontraban su compás lujurioso. Los
movimientos cada vez se intensificaron más y sentí como mi interior
se contraía por estar con él. Sus grititos eran cada vez más fuertes y
79
Energía al Límite
buscaba con ansiedad mi boca para ahogarlos, hasta que…
finalmente, acabó en mí y yo junto a él.
Volvimos a la realidad y ambos empezamos a reír ¿Cómo podía ser
tanto? Era tan magnífico estar unidos, era la sensación más
exquisita que había sentido en mi vida. Me levanté y me puse los
pantalones, mientras él me seguía besando con una gran sonrisa en
los labios. Su boca era tan fenomenal, sus labios suaves y rubíes me
invitaban a besarlo en cada instante, junto a él nada más era
necesario.
Bajamos aún medios acalorados y despeinados, y mutuamente nos
ayudamos a darnos mejor aspecto, frente al espejo del ascensor,
pero nuestra necesidad era tan grande que costaba controlarse.
Llegamos al subterráneo y partimos a toda velocidad, aún con el
frenesí irrigando por las venas.
Antes de bajar, le di un beso largo y desesperado, quería tenerlo
conmigo de nuevo, pero, era muy tarde y ya me había desaparecido
el día entero.
Abrí la puerta de entrada y estaba todo oscuro, al parecer habían
salido. Tomé una polera larga y me metí a mi cama, feliz, pensando
en Edward y creo que de repente me dormí. Sentí que alguien
tocaba uno de mis pechos, abrí los ojos y ¡Era Phil! El marido de mi
madre ¡Qué horror! Le grité angustiada.
–¿Qué mierda te pasa Phil? –dije algo aterrada y pude sentir su
hálito con alcohol.
–Ya eres una mujercita no… –intentó acostarse a mi lado, pero yo
me corrí en menos de un segundo.
–¿Qué te pasa idiota? –dije con el corazón acelerado.
–Que tiene… tu mamá no está, ella jamás lo sabrá –intentó
levantarse con dificultad.
Corrí al baño y me encerré, mientras sentía que mi cuerpo sudaba a
raíz de la angustia. Phil insistía golpeando el baño.
–Oye Bells, no te haré nada que no hayas hecho –se largó a reír.
80
Energía al Límite
Temblaba de pies a cabeza y ni siquiera había atinado a sacar el
móvil de mi habitación, para llamar a alguien. Unas lágrimas
comenzaron a brotar de mis ojos y sentí mucha pena. Nunca, jamás
me imaginé algo así… yo que lo quería como a un padre. Mi corazón
se comprimió, pero el susto me mantenía en alerta. Estuve horas
escondida en el baño, hasta que oí que mi mamá había llegado. Abrí
la puerta con terror y vi que Reneé se dirigió a su habitación.
Inspiré profundo y volví a mi cuarto, pero no pude pegar un ojo en
toda la noche. La felicidad se había acabado.
81
Energía al Límite
Capítulo XV
Hombre de ensueño
e levanté cerca de las seis de la mañana ¡Día domingo!
Impensado en mí, pero lo de anoche no me dejaba en
paz. Las imágenes de Phil tocándome me atormentaban
una y otra vez, sin pausa. Quería salir corriendo y escaparme, pero
¿Dónde iría? No me marcharía con Charlie, porque eso significaba
alejarme de Edward, y era lo último que querría en la vida, él era el
único que me comprendía, por eso lo amaba.
M
Salí de mi pieza y fui a la cocina, muy sigilosamente. Reneé estaba
ahí, preparándole desayuno a su marido. Las palabras no fluían con
facilidad, me hice de valor y le hablé.
–Mamá necesito conversar contigo… –dije algo incómoda.
–¿Ahora? No puede ser más tarde. Phil me está esperando en el
dormitorio –contestó ignorándome.
Me puse a su lado.
–Es importante… –insistí.
–¡Ay! Tanto Bella, que no puedes esperar un par de horas –exclamó
molesta.
–Sí, por favor –me sentía angustiada.
De mala gana se dio media vuelta hacia mí y sus ojos celestes como
el cielo me increparon.
–¿Qué pasó? –puso las manos en su cintura, desafiante.
–Mamá… eeee, bueno…
–¡Dime de una vez por todas!
–Es sobre Phil –agregué sin más titubeo.
–¿Qué le sucede a Phil? –exclamó alarmada.
–Bueno, a él nada… es a mí.
–¿Cómo Bella? ¡No te entiendo! Sé directa –tenía los ojos
desorbitados.
–Él anoche, bueno, intentó tocarme –mi voz estaba a punto de
quebrarse.
82
Energía al Límite
–¿Cómo es eso? ¡Explícate! –iba subiendo el tono de su voz.
–Entró a mi pieza e intentó aco
starse conmigo… –sentía que las
manos me transpiraban helado.
Quedó muda. Me observaba con rabia.
–¿Qué dices?
–Eso pasó… –dije a punto de llorar.
–Tiene que haber sido idea tuya Bella…
–¿Qué dices? ¿Cómo puede ser idea mía?
–Bueno tu vives llegando ebria y quizás te imaginaste todo –ahora
volvía a hacer las cosas de la casa normalmente.
–¿Qué? No mamá ¡Es cierto! –contesté furiosa.
–Lo siento Bella, no te creo. Tú eres demasiado conflictiva y estás
buscando cómo descomponer mi relación con Phil, pero no lo vas a
lograr ¡Te juro que no lo harás! –tenía los ojos inyectados de ira.
–Pero mamá, es cierto…
–Y ¡Qué mierda! Si no estás a gusto te vas con Charlie y se acabó el
problema –contestó indignada.
Tomó la bandeja y se fue al dormitorio. Sentí que un gran nudo en
la garganta se apoderó de mí y quise llorar. Fui a mi cuarto, tomé
mi móvil y salí. No tenía rumbo fijo, pero al menos, aquí, en la calle,
me sentía a salvo. Me senté en un banco de una plaza cercana y un
mar de lágrimas invadió mi rostro y mi corazón ¿Cómo podía pensar
Reneé que le inventaría algo así? ¿Tan mala persona era yo para
que creyera eso? ¡Oh, por Dios! Qué pena tenía. Sentía que mi
mundo se hundía sin parar, entonces, sonó mi móvil. Miré la hora,
eran casi las nueve.
–Hola mi vida –dijo con su voz dulce y perfecta.
–Hola –contesté con la voz tapada por el llanto.
–¿Qué te pasó Bella? –exclamó alarmado.
–Nada… –mentí, no quería que él se enterara de semejante
aberración.
–¿Cómo nada? Estás llorando mi amor –se notaba preocupado.
–Es sólo que tengo pena –contesté para desviar su atención.
–¿Por qué mi amor? –su voz de terciopelo me envolvía en vida.
–De verdad nada importante… sólo discutí con mi mamá.
–Te voy a buscar –preguntó impaciente.
–Yo voy a tu casa… –corté el móvil.
83
Energía al Límite
Cogí una micro y me fui hasta su departamento. Cuando llegué Alice
y Edward estaban desayunando, eran casi las diez de la mañana.
–¿Quieres algo? –me preguntó ella entusiasmada.
–No, gracias –no tenía apetito.
–De verdad mi amor, estoy seguro que no has tomado desayuno
aún –me miró intentando de descifrar mi rostro.
–No, en verdad no tengo hambre, gracias.
Ellos conversaron algunas trivialidades, comentaron unas noticias
del periódico y Alice se levantó de la mesa con sus cosas, lista para
llevarlas a la cocina.
–Yo me baño y después me dejan en el aeropuerto –guiñó un ojo.
En cuanto se paró Alice de la mesa, Edward se fue a mi lado, tomó
mis manos y después de buscar mi mirada, tomó mi mentón con
una de sus manos, obligándome a incrustarme en sus ojos de miel.
–¿Qué pasó mi vida? –preguntó con demasiada ternura.
–Nada… –rompí a llorar como una Magdalena.
Edward, se inquietó, sus ojos mi miraban angustiados e insistía en
su pregunta.
–Vamos Bella, me lo puedes contar…
–Es complicado –contesté, no quería que él me fuera a dejar por
eso, si él me abandonaba ahora, moría.
–Dímelo por favor –suplicaba con tensión.
Inspiré hondo y comencé a hablar.
–Anoche, después de que tú me dejaste en la casa me acosté…
–Y ¿Qué pasó? –me miraba con ternura.
–Phil se metió a mi cama…
–¿Qué? ¿Phil? ¿El marido de tu mamá? –casi se le cayó la mandíbula
por la impresión.
Asentí.
84
Energía al Límite
–¿Qué te hizo? –ahora estaba más descolocado– ¿Qué más hizo
aparte de tocarte?
–Nada, no alcanzó, porque yo me encerré en el baño y no salí hasta
que llegó Reneé.
–Y ¿Le contaste?
–Sí, pero no me creyó –las lágrimas no acababan de salir de mis
ojos.
–¡Maldito infeliz! ¿Cómo te pudo hacer algo así? –decía con
desesperación– ¿Alguna vez antes te hizo algo? –insistía demasiado
angustiado.
–No… que yo me acuerde al menos.
–Mi amor, mi vida linda ¿Por qué te pasan estas cosas? –apretó mi
cabeza en su hombro y acarició mis cabellos con ternura.
Luego, cogió mi rostro entre sus manos y me miró con los ojos
humedecidos.
–Te juro, por mi vida, que si te llega a tocar un pelo ¡Lo mato! –me
besó suavemente en los labios.
En poco rato salió Alice, lista para irnos. Edward ya estaba
levantado, así que tomó su maleta y partimos al aeropuerto a
dejarla. La despedida fue corta, mi amor había quedado extraño con
la noticia, estaba en otra. Antes de embarcar Alice me abrazó y dijo.
–Espero que nos veamos pronto Bella –besó mi mejilla.
Le devolví la sonrisa, pero sin mucho ánimo. Ella realmente me
agradaba, pero ahora, no era el mejor momento. Edward me tomó
de la mano, pero antes de subirnos al auto, me dio un largo beso,
apasionado y cálido. Yo lo abracé con fuerza, lo miré a los ojos y
dije mi verdad.
–¡Te amo!
Él me abrazó nuevamente y volvió a posar sus labios a los míos. Esa
tarde nos fuimos a pasear, sólo quería estar con él y con nadie más.
Fue espectacular, conversamos, nos reímos y compartimos muchas
cosas que nunca antes habíamos hablado. A las cinco y media
partimos a su departamento.
85
Energía al Límite
Llegamos y aún quedaban los residuos del desayuno en la mesa del
comedor. Lo tomé por el cuello y lo besé desenfrenadamente. Él
sonrió y me aferró a su cintura con pasión. Pasó una de sus tibias y
suaves manos por mi frente y me miró con sus ojos critalizados por
el amor.
–¡Te amo Isabella Swan! Y no dejaré que nadie te haga daño nunca
–besó mi frente.
–Y yo a ti Edward Cullen.
En ocasiones quería ser más grande, para tener más libertades y
estar con él todo el tiempo que quisiera, sin tener que llegar al
infierno de la casa donde vivía. Edward, cogió una de mis piernas y
acarició su borde interno. Mi corazón rápidamente se empezó a
acelerar y la sangre recorría mi cuerpo en un tiempo récord. Me
recostó sobre el sofá grande y sacó mis zapatillas. Luego mis
pantalones, y con demasiada sutileza, se dirigió a mi polera y
polerón y se deshizo de ellos, dejándome sólo en ropa interior. Con
paciencia me hizo doblar una de mis piernas y comenzó a besar el
borde interno de éstas.
–¡Eres exquisita! Déjame sentir tu aroma… –insistía mientras
recorría mi cuerpo.
Luego subió hacia mí y me besó con calma. Tomó mi sostén, que se
abría por delante y a la perfección lo abrió, liberando mis pechos, ya
erizados sólo por el contacto con su piel. Pasó sus manos por mis
pezones y luego hundió su boca en uno de ellos, lamiéndolo con
intensidad y provocando que se endurecieran aún más. Con
cuidado, bajó su mano a mi intimidad y la acarició, sonriendo
satisfecho al darse cuenta que estaba completamente húmeda.
Metió su mano por mi pantaleta e introdujo uno de sus dedos en mi
interior, haciéndome estremecer, pero rogando que se incorporara
pronto en mí.
–¡Ven! –le dije con voz suave, pero impaciente.
–No aún –posó sus labios sigilosamente en los míos.
Me dio su mano y ayudó a levantarme, haciéndome arrodillar en la
orilla del sofá, apoyando las manos sobre el respaldo. Él se puso
tras de mí y me susurró al oído.
86
Energía al Límite
–Cierra los ojos… sólo disfruta –su hálito testosterónico me
enloquecía.
Sus manos tibias bajaron mi pantaleta azul y él se acomodó entre
mis piernas para besar mi intimidad, haciéndome olvidar todo mal
rato que pudiese haber pasado. Su lengua, deliciosa, recorría cada
parte de mí y me hacía necesitarlo más y más cada vez. Oí como
deshizo de su cinturón y luego, escuché como se bajaba lo
pantalones, mientras yo me humedecía cada vez más. Me tomó por
las caderas y con delicadeza me habló al oído nuevamente.
–Agáchate un poquito más –bajó mi espalda un poco e
instantáneamente me hice hacia atrás.
Llegó uno de los momentos más exquisitos y lo sentí introducirse en
mí, con habilidad y maestría. Él entraba y salía de mí, mientras sus
manos estaban pegadas a mis caderas, que se movían con
rigurosidad para complacerlo. Oía sus quejidos cada vez más
intensos y poco a poco se inclinaba para besarme en una de mis
orejas y mi espalda ¡Cuánto amaba estar con él! Era lo mejor del
mundo.
Nos seguimos amando con ansias y yo seguí siendo suya por un par
de horas más, al menos, pero eso me hacía feliz ¡Era maravilloso
sentirlo dentro de mí! Lo amaba cada día más y cada vez que
hacíamos el amor, parecía que me llenaba de una sensación de
felicidad y saciedad que no sabía explicar.
Ese domingo nos quedamos hasta entrada la madrugada, yo no me
atrevía a llegar a la casa, tenía miedo de encontrarme con él. Pero
antes de bajar del Volvo, Edward tomó mi rostro entre sus manos y
me dijo.
–Tú eres mía, sólo mía y no dejaré que nadie te haga daño ¡Te lo
prometo!
Asentí.
87
Energía al Límite
–Si me necesitas, estaré en mi móvil, por favor, no dudes en
llamarme –posó sus labios en los míos y los entreabrió para dejar
pasar su lengua dulce y deliciosa.
Llegué a la casa y mi madre me ignoró por completo. No preguntó
nada, pero tan sólo con su mirada me hizo sentir sucia, mal ¿Por
qué estaba haciendo eso? Me encerré en mi dormitorio y quedé
absorta en mi mundo, con Edward en la mente, que era lo único
que me permitía vivir en paz.
88
Energía al Límite
Capítulo XVI
Mis dulces 17
ace cinco meses, más o menos, que conozco a Edward y
todo va de maravilla ¡Estoy muy enamorada! Amo cada
día con él y estar junto a mi novio es lo mejor,
realmente. Definitivamente estoy media alejada de las pistas, eso es
evidente, he tenido una que otra crítica al respecto, sobre todo
viniendo de mis amigos ―Los Jotes‖ y mi amiga Joyce. Ella dice que
parezco una estúpida con novio, que me he avejentado un montón,
incluso, según ella, uso ropa distinta, pero creo y quiero creer que
son tonteras suyas. Logré pasar tercero medio y ya estoy en cuarto,
y hoy, hoy es mi cumpleaños número diecisiete.
H
La relación con mi mamá empeoró aún más, después que le conté
lo que había hecho su marido conmigo. Menos mal, él nunca volvió
a insistir, pero jamás, me pidió disculpas. Al menos podíamos vivir
en paz bajo el mismo techo, sin embargo, recuerdo perfecto que
una noche, después que llegué, sobria, pero al parecer ello no lo
notaron, Phil le decía a mi mamá.
–Tú vas a tener que asumir las consecuencias si tu hija queda
embarazada, es una suelta (…) Qué crees, que no se revuelca por
ahí con cualquiera. De hecho la han visto… John ¡Sí! Él la vio por ahí
con unos tipos mayores que ella.
Mi mamá no dijo nada, eso me dolió mucho y al otro día,
curiosamente, me hizo la vida imposible, a pesar que este último
tiempo me he portado mejor que nunca: pasé de curso, con el
apoyo de Edward por supuesto, porque él me ayudaba a estudiar en
las tardes. A Reneé le molestaba cada cosa que yo hacía en la casa:
donde dejaba las toallas, si quedaba un mísero pelo en el baño, si
no guardaba mi ropa en el canasto de la ropa sucia o en el closet, si
llegaba tarde, si llegaba temprano, si no compartía con ellos –que
claramente no era de mi agrado, considerando la situación que pasé
con Phil–, si no comía, si comía algo que fuera de Phil, en fin, todo.
Creo que realmente me detestaba, yo era definitivamente su piedra
en el camino, eso lo tenía claro.
89
Energía al Límite
Alguna vez vio a Edward, por casualidad, y me dijo.
–Ese chico te quiere sólo para acostarse contigo, espero que no
seas tonta y le des en el gusto ¿Qué más podría querer un hombre
más grande que tú?
Me dolieron muchísimo sus comentarios, yo sabía que Edward me
quería como yo a él, y ella no lo conocía en absoluto y tampoco le
interesaba saber más de Edward. En el fondo sabía que yo estaba
más tranquila, gracias a él, pero… lo odiaba…, en realidad, creo que
me odiaba a mí. Sin embargo, a pesar de que sabía que él me
quería, Reneé me hacía dudar y aunque no lo quisiera, en
ocasiones, no creía en la bondad y las buenas intenciones de
Edward, incluso a pesar de que había dado muestras claras de que
yo era muy importante para él.
Pasaba gran parte del día con él, iba al cole en la mañana y después
me pasaba a verlo. Almorzábamos juntos, a veces él tenía clases en
la tarde y yo lo esperaba en su departamento. Cuando volvía, me
obligaba a estudiar –parecía un padre riguroso, jaja– y hacíamos el
amor, casi diario, esa era la mejor parte, obvio.
Ese día cumplía diecisiete, estaba ad portas de ser mayor de edad
¡Qué maravilla! Por fin quedaba sólo un año para que nadie me
fastidiara. Me levanté emocionada, me duché y salí al colegio. Mi
mamá, se hizo la dormida, me di cuenta, sólo para no saludarme.
Estuve atenta en clases, aunque había quedado algo triste, era
primer año que Reneé no me deseaba feliz cumpleaños, pero en fin,
había cosas más importantes. Ese día, faltó la profesora del último
bloque, así que nos dejaron salir antes. Di un par de vueltas sin
rumbo, porque Edward aún no estaba en el departamento, y de
repente, escuché mi nombre.
–Bella ¡Bella! –reconocí esa voz, así que aceleré el paso, haciendo
como que no oía. La excusa, iba enchufada al Ipod Nano, que me
había regalado Edward.
Bajé la vista para hacerme la desentendida, pero oí que la
camioneta se estacionó y me cogió del brazo.
90
Energía al Límite
–Mmmm ¡Bella! –sus rizos dorados me eran particularmente
conocidos.
–¡Rob! –me hice la sorprendida y le sonreí.
–¿Qué es de ti que andas tan desaparecida? –esbozó una gran
sonrisa pervertida.
–Me puesto perna y matea –respondí con evasivas.
–Ah ¿Sí? Mmmm, yo me enteré de otra cosa… –dijo mientras
cruzaba sus brazos atléticos.
–¿Qué? –abrí los ojos para ridiculizarlo.
–Bueno, que andas con el tal Cullen, amigo de James –enarcó una
ceja, sonriendo, pero en el fondo me estaba exigiendo algún tipo de
explicación.
–¿Quién te dijo eso? –¡Qué horror! No me atreví a reconocerlo.
–Todo se sabe linda… –me besó muy cerca de la comisura de los
labios.
–Eeeeh, mmmm, si parece que son ciertos los rumores… –sentí que
la voz me titubeó.
–Y ¿Por qué tan dudosa al contestar? ¿Acaso no estás segura? –vi
una luminosidad perversa en sus ojos.
Quedé muda. Él no tenía por qué interrogarme.
–No es asunto tuyo Rob –contesté algo pesada y comencé a
caminar rápido, pero él me volvió a coger por el brazo.
–¿Te tinca si damos una vuelta? –enarcó una ceja.
–¿Una vuelta? ¿Dónde? No Rob, gracias, me tengo que ir…
–¡Eres una mamona! ¡Te tiene comiendo de su mano! –sus palabras
rebotaron en mis oídos.
¡Era cierto! ¿En qué mierda me había convertido? Entré en cólera
¡Idiota! Por qué me decía eso, seguramente Joyce le había hecho
algún comentario. Di media vuelta furiosa, sentía que me hervía la
cara de rabia.
–¿Dónde quieres ir? –fui desafiante.
–Donde quieras –sonrió y me guiñó un ojo.
Subí a su camioneta blanca y ya me estaba arrepintiendo, pero no
podía quedar mal ante Rob, como una ñoña y mamona ¡Nunca! Miré
la hora para distraerlo e hizo la pregunta que yo quería.
91
Energía al Límite
–¿Te tienes que ir luego?
–Sí, bueno, en una hora tengo que estar en mi casa, mi mamá me
estará esperando –mentí.
–Bueno, entonces tenemos poco tiempo… –aparcó en una especie
de plaza, donde, a esa hora, no había nadie.
Miré por la ventana, atrasando la situación, sabía lo que intentaría,
era obvio. Se giró hacia mí y sus ojos lujuriosos me lo dijeron todo.
Con cuidado, tomó mi mentón y me besó ¡Cuánto meses que no
sentía otros labios que no fueran los de Edward! Entreabrió mi boca
con sus labios ganosos y luego, dejó pasar su lengua, ansiosa y
tibia. No sabía qué hacer, pero finalmente, cedí. Me cogió por la
cintura y me aferró hacia él, haciendo que me subiera en sus
piernas, poniendo cada una de ellas alrededor de sus caderas. No
tardó en descender sus manos hasta mis nalgas, para pronto subir y
acariciar mis pechos con fogosidad. Yo insistí con mis manos sólo en
su cuello, pero Rob tomó una de ellas y la acomodó en su
masculinidad con fiereza. Poco a poco iba sintiendo el roce de mi
intimidad con su entrepierna, aún encima de la ropa.
–Con confianza, ya nos conocemos lo suficiente –exclamó con la voz
entrecortada, mientras, sonreía y jugueteaba con mi lengua y sus
dientes.
Abrió el cierre del polerón y, continuó con el botón de la blusa,
bajando impaciente hacia mis pechos. Su boca bajó insistente hacia
uno de ellos, liberó a uno del corpiño y lo lamió con énfasis. Mis
caderas lo provocaban y se rozaban, cada vez más insistentemente,
con sus pelvis. Su boca ahora estaba en mi cuello. Sentí una especie
de orgasmo menor, mientras oía mi móvil. En ese momento no me
importó, pero en cuanto se fue la sensación, desperté de la catarsis
y volé a coger mi celular, con el corazón acelerado, sabía quién
era… ¡No podía contestar! Aún tenía la respiración entrecortada, a
pesar de que había estado en todo momento vestida.
Rápidamente me abroché la blusa y cerré mi polerón. Rob me
miraba desconcertado. Bajé de la camioneta con el móvil en la
mano y llamé de vuelta.
–¿Cómo está mi cumpleañera? –su voz de terciopelo era muy
entusiasta, a pesar de que ya me había saludado en la mañana.
92
Energía al Límite
–Bien, gracias –dije nerviosa.
–Pensé que te iba a encontrar aquí –exclamó triste.
–No, bueno, salí un poco antes y di una vuelta…
–Te voy a buscar –fue una afirmación no una pregunta.
–¡No! –dije efusiva.
–¿Por qué? –su voz sonaba recelosa.
–Estoy por llegar a tu casa –mentí.
–¡Qué bueno! Tengo una sorpresa que te va a encantar, además del
almuerzo, obvio.
–Para qué te molestaste –insistí muy, muy culpable.
–No es una molestia ¡Te amo! –exclamó enamorado.
–Y yo a ti… –en realidad lo amaba, todo esto era un tremendo error.
Corté el móvil con las manos transpirando y tiritando por mi traición,
aunque no había sido plena, pero Edward no se lo merecía ¡Ahora
me sentía tan mal! Me asomé a la camioneta y le exigí a Rob.
–Necesito que me dejes donde me encontraste –dije nerviosa.
–Y ¿Me vas a dejar así nada más? –parecía incrédulo.
–Lo siento, sí…
–Era tu noviecito ¿cierto? –afirmó negando con la cabeza.
–No, mi mamá –mentí.
–¿Me viste cara de estúpido? –sonrió irritado.
No contesté. Hizo andar la camioneta y partió furioso, tanto, que las
ruedas emitieron un ruido infernal. No me dirigió ni una sola
palabra. Me dejó donde nos encontramos y yo caminé hasta la
micro. Me demoré cerca de veinte minutos y luego, caminé dos
cuadras más. Llegué a su edificio, inspiré hondo para tomar fuerzas
y olvidarme de lo que acababa de hacer, llamé al ascensor y
finalmente, llegué a su departamento.
Cerré los ojos de puro nervios y toqué el timbre. Edward me abrió
de inmediato, con una gran sonrisa y una luminosidad especial en
sus ojos de miel.
–¡Feliz Cumpleaños mi amor! –me tomó en brazos y me dio un gran
beso, cálido, húmedo y fogoso.
¿Cómo había sido capaz de hacerle algo así? Él, lindo, esperándome,
y yo, la perra, a punto de revolcarme con otro…
93
Energía al Límite
–Gracias Edward –contesté algo tímida a tanta efusividad.
–¿Qué pasa mi vida? –acarició mi rostro con ternura.
–Nada… –contesté con tristeza, sentía más culpa que nunca.
–¡Te amo! –posó mis labios en su boca.
–Y yo te adoro Edward –lo abracé, sentía ganas de llorar.
Apretó sus brazos a mi alrededor con efusividad y ternura y me
sentó en ese sofá en que tantas veces habíamos hecho el amor.
Sacó una bolsita rosada, de un material como tul rosado y una flor
lila que la envolvía, y de adentró tomó una cadenita de oro, que
tenía una medallita con un santito dentro.
–Para que te proteja siempre –me besó en los ojos.
Lo miré hipnotizada, su bondad era infinita ¡Cuánto lo amaba! Mi
amor, mi vida, no pude evitar que un par de lágrimas idiotas
cayeran de mis ojos.
–Gracias mi amor –lo abracé y lo besé con demasiada efusividad.
Él también estaba emocionado, pero para evitarlo, sonrió con su
bello pelo broncíneo desordenado y se acercó a la mesa del
comedor y de atrás de ésta, sacó un inmenso ramo de flores,
tulipanes damasco con rosas blancas, envueltos en papel de arroz
del mismo color y una preciosa arpillera. Además, trajo un tremendo
chanchito rosado, muy gracioso y tiernucho.
–Esto es para la niña… –me besó en la mejilla.
–¡Cuántos regalos Edward! ¡Qué vergüenza! –creó que me ruboricé
en realidad.
–Te mereces todo el mundo, mi Bella –acarició mi pelo y lo enrolló
por un hombro– y ahora ¡Tu almuerzo preferido! –sus bellos ojos
ámbar destellaban ternura y entusiasmo.
–¿En serio? –tenía hambre.
–Obvio, en la cocina te espera una gran variedad de sushi ¡Sólo
para ti!
–Mi vida… –lo besé suavemente y me impregné de su aroma
testosterónico.
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Energía al Límite
Él pasó su lengua entre mis labios, levemente, y acarició la mía con
suavidad. Sentí su cuerpo más tenso, cuando me aferró a su cintura
y me cogió el cuello y la quijada, como me enloquecía. Respondí
con demasiado deseo y efusividad. Él, poco a poco me fue
arrastrando hacia su dormitorio y yo, yo flotaba con la fantasía de
su amor.
Abrió la puerta de su cuarto y ¡Miles de globos de colores me
esperaban!, revoloteando a medida que caminábamos ¡Era como
una piscina de pelotas! Pero de globos ¡Era muchísimo mejor!
–Y ¿Esto? –le grité entusiasmada y me lancé encima de ellos.
–Pensé que te gustaría y creo que no me equivoqué –sonrió con
alegría y corrió a buscar su cámara digital para inmortalizar el
momento.
95
Energía al Límite
Capítulo XVII
¿No te gustó?
l día de mi cumpleaños había sido ¡Fantástico! Realmente
Edward era un hombre maravilloso y yo, yo estaba cada día
más enamorada de él. Era una sensación indescriptible, por
mí viviría las veinticuatro horas con él, sin descanso ¡Lo adoraba! En
cuanto despertaba, venía a mi mente y era él último en desaparecer
de mis pensamientos al dormir. También, durante el día, cada vez
que me acordaba de nosotros, una sonrisa involuntaria, junto con
un fuerte apretón de estómago me recordaba lo importante que era
para mí ¡Te amo Edward Cullen! Nunca pensé llegar a sentir algo así
por alguien.
E
El sábado siguiente a mi cumpleaños decidimos salir a celebrarlo y
como hace tiempo que nos íbamos a ―La Cueva del Ratón‖, fuimos a
bailar, por petición mía, en verdad, Edward era algo reacio a salir,
pero en fin como yo insistí tanto, accedió. Llegamos pasado las
once, y obvio, el humo invadía al lugar sin pausa, la música
rebotaba en las paredes y el piso, las luces embriagaban con fuerza
y yo, bueno, partí a bailar con mi amor. Lo miraba directo a los ojos
y no podía evitar sonreírle, pero era inevitable que cada cierto rato,
me abalanzara a su cuello y lo besara sin tapujos ni retraimientos.
La música se puso aburrida y arrastré a Edward a la orilla. Él estaba
feliz y yo más, amaba cada minuto junto a él. Nos acercamos a la
barra y Edward pidió unas roncolas, ese día no estaba Andrew, así
que el proceso de pago era engorroso, no había más opción que
hacer una tremenda fila. Ya era casi la una de la madrugada.
—Espérame aquí mi amor, para que te vas a ir a dar la lata a la fila
—insistió porque yo estaba sentada y, los bancos eran escasos.
Posó sus exquisitos labios en los míos y luego, desapareció entre la
muchedumbre.
Una sonrisa tonta estaba dibujada en mi rostro. Empecé a observar
a la gente, cada vez se llenaba más. Sentí que alguien me besó la
96
Energía al Límite
mejilla, seductoramente y me susurró al oído ¡Era Rob! No estaba
ebrio, quizás medio arriba de la pelota, pero nada más.
—Hola —contesté algo incómoda, pronto aparecería Edward y dudo
que la presencia de Rob le agradara.
—¡Te desapareciste nuevamente! ¿Cómo qué viniste? ¿Dejaste solo
a tu noviecito? —una sonrisa burlesca le embargó el rostro.
—No lo dejé, vino conmigo —le acaba de dar una información muy
errónea.
—¿Sí? —enarcó una ceja y sonrió más aún.
Lo miré fijo, con rabia y él lo notó.
—¿Tú crees que nos dejaría bailar un ratito? —vi la maldad en sus
ojos.
—No seas estúpido Rob ¡Déjame en paz! —dije furiosa.
Me tomó por el brazo y lo acarició. Se reclinó hacía mí y murmulló
con su hálito tibio.
—¿Sabe lo que pasó entre nosotros, el otro día? —dijo con pica.
—¿Qué crees tú? —puse cara de pocos amigos.
—Mmmm, por tu linda carita, deduzco que no… —sonrió aún más.
—¡Obvio!
—¡Qué bien! Bueno, le cuentas tú o se lo digo yo —me amenazó
con una gran sonrisa.
—¡¿Qué?! —exclamé alarmada.
—Bueno, le puedes contar tú, o bien, lo hago yo, pero conste, que
si yo se lo digo, no obviaré ningún, pero ningún detalle, es más le
contaré cada una de las cositas que hiciste conmigo…
—¿Qué mierda te pasa Rob? —dije desesperada.
—Ya sabes…, si de aquí a mañana no se lo cuentas, me las
arreglaré para tener una conversación de buenos amigos con él.
—Rob ¡No! —dije a punto de que un par de lágrimas me estallaran.
—Lo siento…
Dio media vuelta y se fue. Quedé exasperada ¿Cómo le explicaría a
Edward lo que había pasado con Rob? ¿Qué mierda tenía en la
cabeza cuando me metí con él? ¡Pendeja estúpida! Sentía que unas
lágrimas tontas estaban ad portas de salir sin piedad. Pensé y pensé
¡Ese imbécil! ¡Qué idiotez de mi parte meterme con él! En mi estado
97
Energía al Límite
de ensimismamiento, apareció mi bello príncipe moderno, con un
par de rones en las manos, una gran sonrisa y más lindo que
nunca…
—¿Qué pasa mi amor? —me besó la mejilla.
—Nada… —dije perpleja.
—¿Cómo nada? Estás extraña… —insistió.
—Me quiero ir… no me siento bien —dije con un nudo en la
garganta.
—¿Te duele algo?
—La cabeza —mentí.
Él asintió. Retiramos nuestras chaquetas en guardarropía y nos
subimos a su auto, plateado, perfecto, último modelo, igual que él.
Edward me miraba intrigado, realmente no se había tragado lo del
dolor de cabeza. Yo estuve muda todo el trayecto y sentí que él me
miraba de reojo. Llegamos a su departamento, alrededor de las dos.
Abrimos, entré al baño, tragué saliva y mis ojos estaban
cristalizados por unas lágrimas traicioneras que estaban a punto de
salir. Tomé aire y salí, él notaría mi extrañeza. En cuanto puse un
pie en el living, Edward, exquisito como siempre, me tomó por la
espalda, cruzando sus brazos por mis caderas y posó sus labios
deliciosos en mi cuello… Sentí la tibieza de su cuerpo y la humedad
de su boca ¡Quizás sería la última vez! Porque después del notición
que le daría… nunca más me querría ver.
Desesperadamente me volteé quedando frente a él y entreabrí sus
labios con los míos, dejando pasar mi lengua con fuerza, como si
fuese una despedida. Él respondió confundido, pero siguió. Toqué
su fuerte cuello y prácticamente lo devoré a besos. Edward se
estaba impacientando…
—¿Qué pasa mi amor? —cogió mi rostro entre sus manos.
Casi rompí a llorar, estaba muy nerviosa.
—Debo contarte algo…
—¿Qué? —su cuerpo se puso tenso, creo que sospechaba que algo
no muy bueno venía.
—No sé cómo decirlo… sólo puedo partir con que fue un error ¡Lo
siento!
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Energía al Límite
—¿Qué pasó Bella? —ahora el tono de su voz cambio por completo.
El ambiente se sentía tenso. Sus ojos de miel líquida, ahora estaban
solidificados en un tono caramelo oscuro. Me observaba atento.
—Me metí con Rob… —dije ya llorando.
—¿Es broma? —hizo un gesto de incredulidad, pero en el fondo
sabía que era verdad.
—No, lo siento tanto ¡Perdóname! —intenté acariciar su rostro, pero
él se echó hacia atrás.
Lo observaba, su mandíbula estaba tensa, su mirada de traición se
clavó en mí y rompió mi alma. Se giró hacia el comedor y pegó un
golpe, con la mano empuñada, en la pared. Yo quedé absorta, pero
lo entendía. No hablaba, no me decía nada de nada. Podía sentir su
rabia y lo peor, una gran desilusión. Me miró nuevamente, con ojos
de desconocido y luego, entró a su habitación. Cuando volvió, venía
con la chaqueta puesta y con la mía en la mano.
—Te voy a ir a dejar —fue seco y eso me hirió el corazón.
Me paré resignada, pero con una tremenda herida en el corazón, sin
embargo, sabía que no era el mejor momento para conversar con
él, quizás no lo sería nunca. Él estaba a un costado de la puerta,
tieso, firme, sin ningún sentimiento. Giré la manilla para abrir y
Edward sostuvo la puerta, mientras yo pasaba, pero sin mirarme.
Llamó al ascensor y esperó pausado, sin ira, sin amor, sin mí en su
corazón. Llegamos a su auto, abrió mi puerta, sin perder la
caballerosidad, pero me ignoró por completo. Sentía que el mundo
se me hacía añicos, lloraba y lloraba, no podía parar de llorar. Lo
miraba de reojo con demasiada pena, pero él no me miraba ni un
solo segundo. Sus latigazos de indiferencia me estaban matando…
Él detuvo su Volvo en la puerta de mi casa, pero no me miró, su
vista iba al frente todo el tiempo. Lo eché un vistazo suplicante,
pero fue energía perdida. Bajé del auto, hecha un mar de lágrimas y
oí que se fue a toda velocidad, tanto así, que cuando giré a mirar el
auto, ya no estaba.
99
Energía al Límite
Lloré toda la noche, tenía demasiada tristeza depositada en mi
corazón, necesitaba correr a los brazos de Edward y amarlo como lo
habíamos hecho todo este último tiempo.
Dejé pasar el domingo para no hostigarlo, no comí nada ¡Lo
extrañaba demasiado! El lunes fui al colegio y mi corazón se
comprimió cuando salí de clases, porque a esa hora él me llamaba y
luego, mi rutina era su departamento ¡Qué tonta! ¡Lo amaba! Y lo
había estropeado todo por una calentura y un desafío estúpido.
El miércoles no aguanté más, lo llamé, lo llamé y ¡Nada! El jueves,
insistí, pero en cuanto sonó el primer tuuut, se desvió nuevamente a
un buzón de voz ¡Cuánto odiaba a esa tonta grabadora que atendía
el teléfono! Estaba en mi cuarto y tiré lejos el móvil y me eché sobre
la cama a llorar y llorar, hasta dormir entre sollozos.
Llegó el viernes y mi móvil sonó, corrí a mi mochila esperanzada y
era ¡Rob! ¿Qué quería ese idiota? ¿Cómo se atrevía a llamarme?
¡Infeliz! ¡Desgraciado! Por su culpa ahora me ahogaba en la pena.
Insistió e insistió, pero por supuesto no le contesté. Vi una película,
encerrada en mi pieza, porque además con mi mamá y Phil no nos
hablábamos, y me dormí cerca de las diez, pensando en mi príncipe
azul, que no quería saber nada de mí.
Finalmente era sábado. Algo me decía que tenía que salir… quizás
me encontraba con él ¿Quién sabe? ¿Un encuentro casual? ¡Jamás
lo creería! No importa, igual iría. Me maquillé un montón, me hice
una cola, me instalé unos pantalones ajustados y una sexy polera
gótica ¡Me veía bellísima! Parecía una modelo ¡Así tendría más
posibilidades! Tomé mi chaqueta, un bolso pequeño y me largué a
―La Cueva del Ratón‖, ya eran casi las doce de la noche. Mi mamá ni
siquiera se despidió, nuestras relaciones iban de mal en peor. Así
que tomé un taxi y me fui. Entré al lugar y ya estaba atestado de
individuos de todos tipos, no faltaba el jote que intentaba alguna
conquista, pero yo los evadí, tenía un solo objetivo ¡Edward!
Me posé en la barra y saludé a Andrew.
—Hola —dije contenta, o al menos lo fingía.
—¡Tú cada día más linda! —fue muy amoroso.
100
Energía al Límite
—¡Gracias! —contesté feliz, mientras, parecía el exorcista mirando
para todos lados, haber si lo encontraba.
De repente fijé mi vista y lo vi ¡Hermoso, único, notable! Mi corazón
comenzó a palpitar con énfasis y locura, no sabía si ir y hablarle o
esperar que él se acercara a mí, porque albergaba la esperanza de
que lo hiciera. Quedé obnubilada mirándolo ¡Tan, tan hermoso! Era
mi ángel encantado… ahora él era mi vida y yo haría todo por
recuperarlo. Me tomé un ron casi al seco y le pedí un segundo a
Andrew, quien accedió sin complicaciones.
—¿Cómo has estado Bella? —preguntó Andrew con afán de
conversar.
—Bien, gracias… —sonreí hipnotizada con la imagen de Edward.
Miré mejor y me di cuenta que no estaba sólo. Una mina lo tomó
por la mano y lo arrastró a la pista de baile ¿Quién era esa mina?
¿Tan rápido se había olvidado de mí? Quizás su enojo había sido
una excusa para deshacerse de mí ¿A lo mejor era mentira que me
amaba? ¡Oh, no! Él con otra ¡No podía ser! Quise correr a
interrumpir su estúpido baile, pero estaba paralizada, quería saber
qué más haría. Al lado de ellos habían dos parejas, era James con
una mina rubia, y Jasper con ¿Eve? Miré bien, sentí pánico de que la
mina que bailaba con mi Edward fuera Kristen, pero fijé bien la vista
y no era, suspiré un segundo, aliviada, pero enseguida me puse en
alerta… la estúpida se acercaba muy sensualmente a él y Edward la
tenía por la cintura. Una especie de mareo se apoderó de mi cuerpo
¡No podía creer lo que veía! Tragué saliva, mi corazón se saldría de
su lugar.
Tomé lo que quedaba del ron. Ya estaba media arriba de la pelota.
Le pedí otro ron a Andrew y él me lo dio, pero noté que era más
suave.
—¿Bailemos? —insistí a Andrew media prendida.
—Obvio ¿En qué topamos? —me dio una gran sonrisa, él era una
linda persona.
Noté que habló con otro barman y salió de la barra. La música,
justamente, se puso muy sensual y yo me instalé en una especie de
tarima a bailar ¡Necesitaba que me viera! Aunque no le gustara lo
101
Energía al Límite
que veía. Los celestes ojos de Andrew me miraban animosos, como
lo hacían cada vez que bailábamos, aunque la música no lo
ameritaba, me pegué mucho a él para bailar y lo obligué,
prácticamente, a pegar sus manos en mi cintura, mientras yo
acercaba mi rostro al de él, que sonreía de buena gana. Di media
vuelta y pegué mi espalda y trasero más de lo conveniente en su
parte íntima. A esas alturas no me importaba nada más que sacarle
celos a Edward.
Nuestros cuerpos ya estaban sudorosos de tanto bailar. De puro
ebria le quité el cigarro a Andrew, porque yo no fumaba. Mis
caderas se movían muy sensualmente. Llevaba bailando mucho rato
y de cuando en cuando, miraba a Edward, a estas alturas ni siquiera
tenía claro si me había visto. Volví a echar un vistazo y ¡Ya no
estaba! ¿Dónde mierda se había ido? Salí disparada a buscarlo, y
me pasé las mejores películas pornos de él con esa mina ¡Qué rabia!
Casi corrí por todos lados, empujando a la gente, sin que nada me
importara. Tomé un vaso que encontré en la barra y al parecer no
era de nadie y me lo tomé al seco ¡Creo que era vodka naranja!
¡Gúacala! Igual me lo tragué, di vueltas por ahí para encontrarlo y
¡Nada! Me comencé a desesperar y mi estómago empezó a causar
estragos, sentí esas incontrolables ganas de vomitar. Afirmándome
de las paredes llegué al baño de mujeres. Entré a un cubículo y
devolví todo, todo, todo. El vómito de copete es demasiado
incontrolable y uno no puede parar de vomitar. Levanté la cabeza y
todo se me daba vueltas.
Como pude intenté llegar a una silla, que era de la persona que
repartía el papel higiénico, pero hoy no estaba, para su suerte,
porque dejé la cagá en el baño. No alcancé a llegar a la silla y me
senté en el piso a llorar desesperada ¡Mi Edward se había ido con
otra! Y ¡Yo lo amaba tanto!
Un líquido tibio corría por una de mis piernas, me toqué y vi la
sangre correr, no me había dado cuenta que estaba sentada sobre
un vaso roto y me había hecho tira el pantalón, pero en ese
momento me dio lo mismo… yo lo quería a él sobre todas las cosas
del mundo.
Seguí llorando desconsolada, hasta que sentí que unas manos
suaves, de mujer, me despejaron el rostro.
102
Energía al Límite
—¡Bella! ¡Bella! ¡Ey! ¡Bella! —insistía la dulce voz, mientras se
acuclillaba a mi lado.
Miré, dentro lo que lograba fijar la vista, creí reconocerla ¡Era Eve!
Le tomé las manos con fuerza.
—¿Él no me ama cierto? ¿Nunca lo hizo? Por eso se fue con otra
¿cierto? —sentía las lágrimas correr.
—Bella, él no se ha ido…
—Se fue… ya no me ama… —abracé mis piernas con pena, una
tristeza que emergía de las entrañas.
—Mi niña, no, él…
No recuerdo nada más ¡Se me apagó la tele! ¡Me fui a negro!
Abrí los ojos y en cuanto lo hice sentí literalmente un hacha
incrustada en medio de mi cabeza. Fijé bien la vista y registré el
lugar ¡El dormitorio de Edward! Mi corazón se comprimió de
inmediato. Me puse de pie como pude y fui al baño de su
dormitorio. Mojé mi cara ¡Tenía un aspecto horrendo! Mi pelo
estaba tomado en una cola, pero absolutamente enmarañado. Me
miré y andaba con la parte de arriba de un pijama de él, rojo, pero
él no estaba por ningún lado. Salí del baño y me vestí, ahí recién me
percaté del ¡Forado con sangre de mi jeans! No tenía opción, tuve
que ponérmelos de igual modo. Busqué mi polera gótica, intenté
ordenar la cama ¡Qué olía de maravilla! ¡Olía a él! Y salí en
tentadillas del cuarto, porque, aunque no sabía qué hora era, todo
estaba demasiado en silencio. Caminé y cuando iba llegando a la
puerta, él apareció por el umbral de la cocina ¡Bello, radiante y en
pijama!
—Buenos días —dijo sin esbozar ninguna sonrisa.
—Hola —contesté avergonzada y agregué de inmediato— no sé que
hago aquí, pero en verdad, perdona si te ocasioné algún problema
—giré la manilla de la entrada, sin mirarlo.
—Y ¿No pensabas avisarme qué te ibas? —exclamó algo irritado.
—No, en realidad, no quise molestarte —contesté tímida.
—Si quieres, me esperas un segundo, me baño y te voy a dejar —
fue caballero, no amoroso.
—No, gracias, me puedo ir sola, conozco el camino —sonreí.
103
Energía al Límite
—Bueno, lo digo por tu pantalón, además, tuviste un corte
importante en la pierna —señaló mi muslo con sus ojos.
—Mmmm, no me duele —en realidad me tiraba algo.
Cogí la manilla nuevamente para salir y entreabrí la puerta, pero
Edward, la cerró de sopetón y me cargó contra ella.
104
Energía al Límite
Capítulo XVIII
Bella Vs. Edward
Edward
i celular sonó incesantemente toda la semana ¡No podía
contestarle! ¿Por qué se había metido con ese pelotudo?
¡Cómo tan pendeja y calentona! ¡Ups! Qué rabia tenía
¡Qué desilusión! Yo la adoraba, pero esto, esto ¡Me superaba!
M
La fui a dejar de inmediato… no quería estar ni un minuto más con
ella, porque millones de palabras hirientes saldrían de mi boca y
después, yo mismo, no me perdonaría jamás haberla tratado tan
mal, pero ¿Qué haría con ella ahora? Toda esa cantidad de
sensaciones maravillosas que tenía con ella se habían esfumado de
un momento a otro, por culpa de una niñería más ¿Cómo no
entendía? ¡Arg! ¿Por qué no éramos capaces de mantener una
relación estable y normal? ¿Por qué había tenido que destruir todo
de una vez? Quise perdonarla, pero algo en mí, no me lo permitiría
tan fácilmente… ella revolcándose con otro ¡No, eso era demasiado!
Estaba furia y profundamente herido. Esa semana omití sus
insistentes llamados, a pesar, que por poco, contesto, sobre todo el
viernes. El sábado me llamó James. Eve ya le había contado que
habíamos terminado con Bella.
—Viejo y ¿Vuelves a las pistas ahora que eres soltero y codiciado,
nuevamente? —soltó una carcajada. Sé que él no tenía nada en
contra de Bella, pero le era más cómoda nuestra soltería, así
podríamos salir tranquilo de cazería.
—¿Qué tienes en mente? —sonreí ante su aseveración.
—Una salidita a bailar…
—¡Uf! ¿Dónde? —dije no muy entusiasmado.
—A ―La Cueva del Ratón‖ ¿Qué otro lugar podría ser? —insistió.
—Bueno, allá, mmm, no sé —Bella siempre iba para allá y no me
quería encontrar con ella media ebria, en brazos de otro, menos del
imbécil de Rob.
—Tú ex noviecita no creo que esté ¡Cómo tan mala raja! —soltó una
brusca carcajada.
105
Energía al Límite
—Ok —acepté.
—¡Aah! Pero tienes que pasar a buscar a alguien… —fue persuasivo.
—¿A quién? —exclamé lateado.
—A Tanya. La minita de ingeniería comercial que pregunta siempre
por ti —rió irónico.
—Mmmm, está bien, pero sin compromiso —exclamé no de muy
buena gana.
—¡Uyy! Pareces mina Edward… como tan rogado, perro —soltó una
carcajada.
—Voy a ir…
—Nos vemos a las diez y media en ―La Cueva‖ —cortó.
Me quedé viendo un partido de fútbol e inevitablemente pensaba en
ella. No podía dejar de pensar qué estaría haciendo ¡Moría por
verla! Realmente sentía algo indescriptiblemente fuerte por esa
niñita traviesa. La recordé y una sonrisa involuntaria se apoderó de
mí.
Me bañé y me puse la camisa azul, con unos jeans cualquiera. Fui a
buscar el auto y partí a buscar a mi encargo. Recordaba donde
vivía, porque un par de veces la había ido a dejar, antes de conocer
a Bella. Cuando estuve debajo de su edificio, la llamé, también tenía
su número de alguna fiesta universitaria. En pocos minutos se
estaba subiendo al auto ¡Era muy rica! Pero, no sé, no me
convencía. Andaba con jeans ajustados, unas botas hasta la rodilla,
una polera negra, también ajustada, que marcaban demasiado sus
curvas, incluyendo unos voluptuosos pechos, redonditos y
amasables. Desvié la vista de esa parte de su cuerpo, había sido
muy evidente y no me gustaban ese tipo de actitudes, pero ¡Ella lo
había provocado con esa ropa! Sin embargo, sonrió, no le disgustó
la idea de que la mirara más de la cuenta.
—Hola —me saludó con beso en la mejilla.
—Hola —fui cortés.
Nuestras miradas se cruzaron como en los viejos tiempos. Llegamos
a ―La Cueva del Ratón‖ y entramos. Bailando ya estaba James, con
una nueva adquisición, Eve y Jasper. Esto último, no me quedaba
tan claro, Jasper, después me tendría que explicar un par de cosas,
pero en fin, ahora no era el momento. Fui por unas roncolas, una
para Tanya y otra para mí. Ella me arrastró a la pista de baile con
106
Energía al Límite
énfasis. Bailamos y la tomé por la cintura, mientras ella me
coqueteaba con su hermosa cabellera rubio rojiza. De vez en
cuando, echaba una mirada a mi alrededor, creo que en el fondo,
albergaba la idea de verla.
Tanya era muy sensual. Sus caderas se movían incesantes y no era
difícil detectar que me estaba seduciendo, y en parte, lo estaba
logrando, hasta que la vi. Bella bailaba en la tarima, demasiado
sexy, con su amigo de la barra. Él la tomó por las caderas, que ella
movía más de lo recomendable, hasta que él, la aferró a su cuerpo
con fuerza y puso su mano en parte de sus glúteos, mientras, su
rostro estaban demasiado cerca ¡Qué mierda esta pendeja! ¿Cómo
podía ser tan marac..? Estaba furioso, además, la ira se aumentaba
con el par de rones que había bebido. Quise correr y sacarla de sus
brazos, pero ¡No podía! ¡Me sentía demasiado impotente! ¡Esto sí
que no se lo aguantaría!
Conteniendo la rabia, le tomé la mano a Tanya y la arrastré sin
darle mayor explicación. Retiramos nuestras cosas en guardarropía.
En cuanto llegamos afuera, tomé su rostro y la besé con rabia. Ella
respondió muy bien. Detrás de la discotheque había un lugar algo
íntimo, una parte del estacionamiento que no era muy concurrida.
Caminamos con urgencia hacia ese lugar. Con furia, y las imágenes
de Bella con Rob haciéndolo, puse mis manos en el botón de su
jeans. Tanya no se opuso, más bien, se dejó y comenzó a frotar mi
masculinidad, liberándola y luego, posando su boca en mi erección,
logrando excitarme. La agarré con fuerza y bajé sus pantalones,
dejándolos puestos sólo en una pierna. Andaba con colales, así que
fue fácil. La tomé por sus muslos y la apoyé contra la pared,
mientras ella abría sus piernas. Hice hacia un lado su diminuta ropa
interior y me introduje en ella ¡Maldita sea no podía dejar de ver y
añorar sentir a Bella! Los gemidos de mi acompañante fueron cada
vez más intensos, hasta que estuve a punto de desembocar en ella,
pero, en un momento de lucidez, me salí y eyaculé fuera.
Nuestros cuerpos estaban hirviendo, pero ahora no quería estar con
Tanya ¡Quería estar solo! Dejarla ahí. De repente comenzó a vibrar
mi móvil, cortaron y volvieron a insistir. Miré, era Eve.
—¡Edward! ¿Estás ocupado? —preguntó con su voz dulce.
107
Energía al Límite
—No —dije mientras ella me increpaba con su mirada.
—Sé que terminaste con Bella —esa palabra, terminar, me dolió—
pero… ella está aquí en el baño de mujeres, muy ebria y no deja de
preguntar por ti.
Enmudecí.
—¿Estás ahí? —Eve me sacó de la catarsis.
—Sí —contesté sin pensarlo.
—No tengo cómo llevármela ¿Puedes ir a dejarla tú? —mi amiga
estaba complicada, tenía buen corazón y de seguro si hubiese
tenido cómo llevársela, lo habría hecho sin siquiera contarme.
¿Cómo la iba a dejar abandonada? No podía, era un deber moral, y
para qué me engañaba, el amor me movilizaba, casi de forma
involuntaria.
—Voy —corté casi exasperado, necesitaba verla, tocarla.
¡Ups! Tanya estaba a mi lado.
—Tanya lo siento, no te podré llevar de vuelta a tu casa —fui frío.
Estaba molesta ¡Era lo menos no! Pero, debía ir a buscar a mi
pequeño amor.
—Está bien —asintió furiosa.
Me devolví al recinto y Josh, el guardia gorilote como dice mi Bella,
no puso ningún problema en que volviera a entrar. Pase entre la
gente y llegué a la puerta del baño de mujeres y llamé a Eve.
—¿Están ahí todavía? —pregunté ansioso.
—Sí —cortó y apareció en el umbral de la puerta —pasa Edward, yo
no me la puedo —exclamó preocupada.
Entré y ahí estaba ella, absolutamente borracha y llorando.
—¡Bella! ¡Bella! Mi amor ¿Me oyes? —le di unos golpecitos en el
rostro ¡Me daba una pena inmensa verla en ese estado!
—¿Edward? —logró articular algunas palabras.
108
Energía al Límite
—Sí, mi vida… —quise llorar, me sentía tan mal por lo que acaba de
hacer.
Eve nos acompañó al auto y la acomodó bien en el asiento del
copiloto. Parecía un títere, sus extremidades caían sin ningún
control. Creo que durmió durante el camino. Cuando llegamos a mi
departamento, la cargué en brazos, la comencé a desvestir poco a
poco, en tanto ella dormitaba y le puse la parte de arriba de uno de
mis pijamas. Oí que murmullaba algo, pero no tenía claridad de qué
decía, hasta que la recosté en mi cama y me arrodillé a su lado para
escucharla.
—Edward ¡Te amo! ¡Te amo! ¡Perdóname! —sentí que mi corazón
se aceleró a mil por hora ante sus palabras.
—Mi vida… —besé su frente tersa y tibia.
La arropé para que no se enfriara y me recosté a su lado, mientras
acariciaba su nariz respingada con mi dedo índice, hasta que
finalmente, entre sollozos, se durmió igual que un niño.
Bella
La puerta se cerró inmediatamente y yo lo miraba perpleja ¿Qué
pasaría por su mente? Tragué saliva y lo seguí mirando
hipnotizada…
–No es momento de que te vayas aún –habló con sus labios
pegados a los míos y me aferró por la cintura.
–Es que mi casa… –dije titubeante, pero en verdad, su aroma me
estaba enloqueciendo.
–Quedó todo listo ayer, por eso no tienes que preocuparte –cruzó
su brazo por detrás de mi cintura.
Mi respiración se iba agitando y él me torturaba, hablaba a
milímetros de mi boca y yo, moría por devorármelo a besos.
–Edward, perdona, no quise molestarte ayer… –contesté encima de
sus deliciosos labios cereza.
–¿Segura? –cerró sus ojos y paso su nariz por el costado de mi
rostro, mientras inspiraba.
109
Energía al Límite
No contesté ¡Él me estaba haciendo perder el juicio! No aguanté
más y busqué sus labios con mi boca, pero Edward se hizo hacia
atrás, en un juego perverso. Lo quedé mirando perpleja, deseosa de
tenerlo. Nuevamente se acercó a mí y ahora si cautivé su boca,
húmeda y deliciosa. Desesperada entreabrí sus labios y saboreé su
saliva, exquisita, soberbia, tibia y afrodisíaca. Eché mi cuello hacia
atrás y él lo humedeció lentamente. Mi respiración se agitaba al
igual que el pulso.
Me tomó con fuerza por las caderas y aprisionó mi cuerpo contra el
suyo. Nuestras lenguas retozaban, se reencontraban, lujuriosas y
necesitadas. Tomé la polera de su pijama azul y la saqué con
demencia, por fin tenía el privilegio de ver y tocar su torso desnudo
y suave. Acaricié ese pelo broncíneo que me hacía perder los
estribos y besé su cuello, en tanto le daba pequeños mordiscos en
él, que hacían que su respiración se entrecortara.
Caminamos hacia la cocina, mientras Edward bajaba mis pantalones
y finalmente, antes de sentarme sobre la mesa rectangular del
comedor de diario, ellos ya habían desaparecido por completo. Con
sus lánguidas y pálidas manos desabotonó mi polera gótica, tipo
corsé, hábilmente, quedando mis pechos erguidos hacia él, sin
mayor trámite. Nos acariciábamos con urgencia y de reojo vi como
el vaho del hervidor, templaba aún más la cocina. Necesitaba
sentirlo, así que metí mi mano en su masculinidad y la comencé a
frotar, preparándola para entrar en mí. Sus manos se fueron rápido
a mis caderas y bajaron mi tanga con soltura. Separé mis piernas,
levemente, y el bajó su mano a su erección para introducirse en mí.
Me tomó por debajo de las rodillas y me acercó a él, mientras me
piernas se acomodaban a la perfección alrededor de sus caderas. Lo
besé impaciente, mojé mis labios y luego, mordí los suyos, que se
veían más rojos y sabrosos que nunca.
Por fin, y con toda la tensión previa, se introdujo en mí, provocando
cada vez más humedad en mi interior. Su masculinidad se abría
paso en mí, una y otra vez, y su cuerpo, iba tomando cada vez un
rosado más intenso, sus mejillas estaban absolutamente acaloradas
y él no paraba de mirarme. Hasta que finalmente le hablé, mientras
lo hacíamos.
110
Energía al Límite
–¿Me extrañaste? –pregunté con el corazón apretado. Temía que
dijera que no.
Él no contestó, sentí pena y dejé de mover mis caderas con el
mismo énfasis. Por supuesto, Edward se dio cuenta de inmediato y
posó sus manos en mis caderas, aferrándome más hacia él. Su
respiración estaba errática. Como no me contestó, dejé de moverme
definitivamente. Si Edward no me amaba, todo esto perdía sentido.
Todavía dentro de mí y al sentir que no tenía ninguna respuesta de
mi parte, me abrazó con fuerza y demasiada energía, susurrando en
mi oído.
–Como no te voy a extrañar si yo te amo –mi estómago se contrajo
de inmediato al oír sus dulces palabras y tomé su rostro entre mis
manos.
Fijé mis ojos en los suyos y estaban enrojecidos, y creo que
también, algo húmedos.
–¡Perdóname mi vida! –le rogué desde el alma.
–Bella, mi amor, te amo, te amo –repetía con la voz entrecortada.
Salió de mí con resignación y yo lo miré impávida ¡Cuánto lo amaba!
Mi pecho explotaría de amor en cualquier instante y creo que el de
él, también. Bajé de la mesa de diario y me pasé a llevar la herida,
que de nuevo se abrió. Ardía un poco, pero Edward con sus reflejos
rápidos fue por una gasa nueva, creo que él anoche me había
curado. Fuimos a su baño y mi principesco amor, con paciencia y
excesiva ternura selló mi piel. Se paró en frente de mí e inclinó su
rostro para besarme, con calma y deseo.
Rozándonos, caminamos hacia su cama, me recostó en ella,
acariciando uno de mis pechos y en seguida, los saboreó, en cuanto
yo acariciaba su cabello de bronce y miel. Mis pezones se erizaron a
tal punto que Edward, torció sus exquisitos labios en una sonrisa
sensual y excitante. Me mantuve en la orilla de la cama y bajé mi
boca hasta su masculinidad, invitándolo a entrar en mí. Él estaba de
pie y acariciaba mi cabello alborotado. Me levanté y lo besé. Edward
me miraba absorto. Me senté nuevamente y tomé sus manos. Me
hice hacia atrás, acomodé mi cabeza en la almohada y él se metió
en mi entrepierna con deseo, tocando mis muslos insistentemente,
111
Energía al Límite
provocándome escalofríos y una grata sensación al tenerlo entre mis
piernas.
Edward volvió a mí con el deseo impregnado en sus ojos ámbar,
pero cuando se disponía a acercarse en medio de mí, lo frené e hice
que él se recostara. Estaba expectante, él apoyo la cabeza,
levemente, en la almohada y yo me senté sobre él, pero dándole la
espalda. Tomé su dureza y la introduje en mí, evocando un pequeño
quejido de satisfacción al tenerlo dentro. Me comencé a mover,
primero algo inclinada y después me hice hacia atrás, con mis
caderas moviéndose incesantes. Él pasó sus manos por ellas, y yo
giré la cabeza de medio lado para intentar verlo de reojo, estaba
desesperado y era justamente el resultado que había querido lograr
en este tiempo.
Cuando sus gruñidos fueron muy evidentes, di media vuelta y lo
enfrenté. Edward se sentó, apoyándose en el respaldo de la cama y
yo comencé a moverme fieramente, mientras sentía como nuestras
partes íntimas estaban perfectamente compenetradas.
Comencé a respirar con demasiado ímpetu, era tan potente el
placer, que la respiración me quedaba corta. Inspiré y expiré muy
agitadamente por la boca y la nariz al mismo tiempo, mientras el
mejor momento se acercaba, unos cosquilleos intensos comenzaron
a subir por mis pies, siguiendo por las piernas, hasta mi espalda, era
una sensación maravillosa ¡Nunca la había experimentado antes!
Mis oídos se apunaron y comencé a sentir contracciones en mi
interior. Él estaba disfrutando tanto como yo, y yo estaba feliz de
poder proporcionarle ese placer infinito. El aire se iba colando al
unísono por mis vías respiratorias y no podía dejar de pensar en
nada más que en lo que estábamos haciendo en ese momento.
Continué moviéndome, sintiéndolo de tal forma, que el oxígeno se
apoderó de mí y en el momento del clímax, un grito desgarrador e
incontrolable me salió de las entrañas, además de experimentar un
placer divino, sentí que me desvanecía de tanta emoción y caí como
un estropajo sobre él, quien acaba de vivir una práctica tan mística
como la mía.
Por unos minutos me desvanecí ¡Fue todo tan intenso! Que me
costaba explicarlo ¡Era indescriptible! ¡Magnífico! ¡Fabuloso!
112
Energía al Límite
Desperté de mi inconciencia y noté que Edward me increpaba con
esos dulces ojos de miel líquida, que ahora estaban iluminados, algo
desconcertado, pero con una sonrisa de satisfacción en esos
deliciosos labios cereza.
—¿Qué te pasó? —no podía evitar sonreír, sin embargo, tenía un
dejo de preocupación.
—¡No lo sé! —dije extrañada y también riendo— pero ¡Fue
magnífico! —rompí a reír.
—¡Guau! Y ¿Yo causé eso? —tenía torcido sus labios en una gran
sonrisa.
—Creo que sí —contesté algo avergonzada de lo que había ocurrido.
—¡No sabía que los desmayos eran parte del sexo! —exclamó
divertido.
—Parece que lo son… —mordí mi labio inferior extrañada.
Él posó sus dulces labios en mi boca y me besó lentamente,
alimentando mis ansias y entregándome esa sensación de placer
post-sexo ¡Increíble! Acaricié su rostro y él no dejaba de sonreír,
incluso cuando me besaba.
—¡Te amo! —le dije desde las entrañas.
—Tú te has convertido en mi vida… —sus ojos se iluminaron y
acarició mi rostro.
Ese día nos reconciliamos y por fin, por fin, me volvió el alma al
cuerpo nuevamente, sin él, creo que es mejor estar muerta, Edward
es mi vida.
113
Energía al Límite
Capítulo XIX
Inevitable
se frío jueves, me levanté con un mal presentimiento, a
pesar de que todo iba muy bien entre Edward y yo. Él había
perdonado mi infidelidad, y yo lo amaba más que nunca.
Llevábamos más de siete meses de relación con el amor de mi vida.
E
Yo era absolutamente de él, mi corazón estaba entregado por
completo a Edward. Èl era mi vida, mi amor, mi razón de existir,
aunque me había costado trabajo asumirlo.
Las interacciones con mi mamá, eran frías y distantes. Ella odiaba
que yo pololeara, decía que él sólo me tenía para acostarse
conmigo, y que en cuanto se aburriera, me dejaría. Y todo lo decía
sin base alguna, porque yo nunca, jamás, había reconocido a mi
madre que tenía relaciones sexuales con Edward, pero supongo que
ese sexto sentido de madre, la mantenía en alerta.
Cuando llegué en la tarde, me fui a mi dormitorio, como ya era
costumbre, sin cruzar palabras con Reneé. Hasta que de repente oí
que me gritó, para que fuera al baño. Ella venía del supermercado.
–¡Bella! ¡Bella! –decía casi al borde la histeria.
Me paré con pereza y fui donde mi madre. Ella estaba en cuclillas
guardando mis productos de perfumería y en cuanto llegué a su
lado, me increpó con sus ojos azules.
–¿Qué pasó? –dije con lata.
–¡Este es tercer mes que te compro toallas higiénicas y veo que no
las has ocupado! –parecía alarmada.
–Es que ese último tiempo se me ha desordenado en algo la regla –
contesté de improviso.
–¿Cómo es eso de que se han desordenado? –los ojos celestes casi
se salieron de su órbita.
–Sí, ya no soy tan regular…
–¿Tú eres tonta o me estás tomando el pelo Bella? –dijo furiosa, ya
de pie.
114
Energía al Límite
–¿Por qué? –me asustó.
–¿Desde cuándo te estás acostando con tu noviecito?
–Yo no… –respondí perpleja.
–¡Para de mentir Bella! –me apretó el brazo con fuerza.
–No es lo que piensas –me defendí.
–¡Más te vale! Supongo que no eres tan estúpida de no tomar
precauciones al menos –continuó furiosa.
–No –murmullé.
Ahora me sentía aterrada ¿Era posible? Yo pensé que sólo sería un
desorden hormonal ¡Nada más! Me metí a mi cuarto ¡Aterrada!
¿Podía ser posible? ¡Oh, no! Eso sería un desastre. Mi corazón
comenzó a latir con desenfreno y ¿Si era cierto? ¡Nooooo! Eso no
podía ser verdad, pero… no nos habíamos cuidado, aunque yo
contaba que en el día catorce de mi ciclo no tuviésemos relaciones,
sin embargo, quizás no era suficiente.
Acomodé la cabeza en los cojines y sentí que me faltaba el aire, veía
como si todo me daba vueltas y vueltas sin parar ¡Oh, por favor! Si
eso fuera cierto, Edward me dejaría y de aquí -en mi casa-, lo más
probable, es que echaran ¡No podía ser! ¡Oh, no!
En toda la noche no pude pegar un ojo. Las imágenes de la cantidad
de cosas malas que pasarían si eso fuese cierto ¡Eran innumerables!
Sentí pánico, tanto que quedé paralizada. Cerca de las doce me
llamó Edward y no fui capaz de contestarle ¿Qué le diría? ¡Uy!
Parece que serás padre ¡Nooo! Ni soñarlo, jamás.
Me levanté cerca de las seis. Entré a la ducha y luego, me vestí,
como siempre. Salí de mi casa cerca de las siete ¡Estaba perpleja!
¿Qué haría ahora? Fui al colegio y no oí nada en toda la mañana,
tampoco hablé con nadie, no era capaz de articular palabra.
Finalmente, sonó el timbre para salir. A diferencia de otras veces, no
salí disparada para ir donde Edward, más bien, un pie pedía permiso
al otro para avanzar, pero cuando salí, para mi sorpresa ¡Edward me
esperaba en la puerta! Con una gran sonrisa, su cabello broncíneo
desordenado y los ojos miel iluminados.
–Hola mi amor –me besó en los labios.
115
Energía al Límite
Tomó mi mano con cariño y entrelazó sus dedos lánguidos y tibios
con los míos, dándome seguridad y amor. Caminamos media cuadra
hacia el auto, él me abrió la puerta, sin dejar de posar su mirada en
mí.
Como pocas veces, había un dejo de sol entre las nubes, que
encendían aún más nuestra palidez. En todo el camino sólo miré por
la ventana, no fui capaz de entablar conversación. Edward me
miraba de reojo, algo extrañado, y tomó mi mano con cariño
mientras conducía. Llegamos a su edificio, estacionamos en el
menos tres y luego, subimos hacia el departamento ¿Se lo debía
contar? Y ¿Si se alejaba de mí? Sentía terror, pánico y rabia, por no
haber tomado precauciones. ¡Cuánto me odiaba en este minuto por
eso! A pesar de que no tenía ninguna certeza.
Edward, abrió la puerta de su departamento y la sostuvo para que
yo entrara. Me pidió la mochila y fue a su pieza a dejarla, como ya
se había hecho costumbre. Cuando volvió, me abrazó y después,
besó mi frente. Con este gesto, el sentir sus tibios labios en mi piel,
no aguanté más y el nudo en la garganta, produjo un mar de
lágrimas que rodaron por mis mejillas sin cesar.
–¿Qué pasa mi amor? –acarició mi rostro con ternura.
–Te cuento, pero júrame que no me dejarás… –rompí a llorar cómo
una Magdalena.
–¡Dime! –parecía algo tenso.
–Es que… –no podía hablar por las lágrimas.
–¿Qué pasó Bella? ¡Dímelo de una vez! –sus ojos caramelos se
habían endurecido.
–Parece que estoy embarazada –lo solté de una vez y lo miré fijo,
quería ver su reacción.
–¿Qué? –quedó paralizado.
–Pero ¿No tomabas pastillas? –estaba nervioso, sus ojos lo
delataban.
–¡No! ¡Nunca te dije eso! –respondí con furia.
Lo quedé mirando perpleja ¿Él me culpaba a mí? ¿Cómo me
contestaba de ese modo? ¡Imbécil!
116
Energía al Límite
–Sabía que no te podía contar –dije bajo una tela nublada de
lágrimas y giré la manilla para salir. Al parecer mi mamá tenía
razón.
Me tomó por el brazo con fuerza.
–¡Bella! Mi vida… ¡Perdona la reacción! Pero no esperaba esta
noticia –ahora sus ojos de miel volvieron a ser líquidos.
–Y ¿Qué pensaste que te diría? –exclamé furiosa.
–Pensé que me ibas a decir que te habías involucrado con alguien
más –sonrió suave.
–¡Idiota! –le dije con rabia.
Él me tomó con fuerza y me aferró a su pecho, mientras susurraba
en mi oído.
–Mi amor pase lo que pase, siempre estaré contigo –besó mis
labios, con los suyos cálidos y exquisitos.
Sentí que el alma me volvía al cuerpo y mi estómago se contrajo
con sus dulces palabras.
–¿De verdad? –pregunté insegura.
–Te doy mi palabra… si existe alguna cosita dentro de ti, lo hicimos
los dos y jamás, nunca te dejaría por eso, todo lo contrario ¿Aún no
entiendes que te amo? –tomó mi rostro entre sus manos.
–Tengo mucho miedo –sollozaba sin tregua.
–No lo tengas mi vida…
Sus abrazos eran lo más reconfortante que me podía pasar en este
minuto. Me cogió por la cintura y con su mirada clavada en la mía,
preguntó.
–¿Qué tan segura estás de estar embarazada?
–No ciento por ciento, pero hace dos meses que no llega mi regla –
respondí entre lloriqueos.
–¿Por qué no me lo habías dicho? –acarició mi cabello.
–Es que… pensé que era un desorden hormonal, pero nunca me
imaginé esto, hasta ayer en la tarde, cuando Reneé me increpó y se
dio cuenta que yo llevaba más de dos meses sin usar toallitas.
–¿Ella ya lo sabe? –estaba descolocado.
117
Energía al Límite
–No, pero lo sospecha.
–Entonces vamos a salir de dudas en seguida Bella –se paró como
un resorte del sofá.
–¿Qué harás? –dije angustiada.
–¿En las farmacias venden test de embarazo, cierto?
–Eso creo… –contesté insegura, y a pesar de que no era el
momento, me puse algo celosa, en realidad más que algo.
–¿Por qué sabes tú de eso? –pregunté molesta y agregué– acaso
¿Esto ya te ha pasado antes? –sólo imaginarme que podía ser
positiva su respuesta, me dio un escalofrío de rabia.
–No, pero es vox populi. Tengo compañeras ¿Te acuerdas? –curvó
sus labios dulcemente.
–Con ventaja –le recordé con furia.
–Pero, no es por eso mi amor –besó mi frente y luego mis labios y
agregó– aunque te molesten los detalles, antes siempre usaba
preservativo.
–¿Antes? ¿Tantas hay? –dije todavía iracunda.
–Bella, no viene al caso, en serio, pero para que te quedes
tranquila, no, nunca había estado en esta situación antes –ahora
estaba serio.
Desapareció por la puerta y yo me quedé en su living, aterrada,
preparándome para lo que venía. En menos de veinte minutos
estaba de vuelta. Abrió la puerta y estaba serio, hasta que se acercó
a mí.
–¿Sabes lo que me dijo la vendedora de la farmacia? –rió incrédulo.
–¿Qué? –pregunté ansiosa, quería terminar pronto con este calvario.
–―Felicitaciones joven‖, y me entregó el test pack ¿Lo puedes creer?
–soltó una risa nerviosa.
La verdad, lo ignoré un tanto. Tomé el test y comencé a leer las
instrucciones. Me metí al baño, pero no tenía ganas de hacer pipí,
así que tuve que salir, tomar como tres vasos de agua gigantes, que
casi me hacen vomitar, y volví al baño, media hora más tarde. Puse
esa cosa como termómetro e hice pis en ella. Ahora era la cuenta
regresiva… cinco interminables minutos.
–¿Estás bien Bella? –gritó mi dulce amor.
118
Energía al Límite
No respondí, estaba atónita mirando el test, hasta que una línea
rosada se marcó verticalmente y a poco andar ¡Una línea horizontal!
¡Oh, no! ¡No podía ser cierto! Desesperada tomé el aparatito y lo
puse a la luz y ahí estaba la cruz, perfectamente delineada. Inspiré
hondo, pensé que me desmayaba, tragué saliva, abrí la puerta y
Edward estaba ahí, expectante. Me lancé a sus brazos y comencé a
llorar sin parar, desconsolada, sentí pánico fluir por mis venas.
–¿Qué haré ahora? ¿Qué haré? –lloraba sin parar en medio de los
fuertes brazos de mi amado.
–Mi amor, yo estaré contigo siempre –juró con un gran suspiro.
Alcé mi vista y lo vi, unas lágrimas tímidas rodaban por su piel de
porcelana y sus ojos estaban enrojecidos y tan asustados como los
míos.
–Te prometo, que pase lo que pase, yo estaré junto a ti –me besó
con pasión.
Su cariño me desconcertaba, en realidad me amaba, tanto como yo
a él y esto, esto era la prueba más fuerte que nos podía poner la
vida, creo.
Un par de horas después, aún atónitos y sentados en la alfombra de
su living, y cuando ya estuvimos más calmados, Edward me dijo,
bajo la poca luz de afuera que nos iluminaba, porque no habíamos
sido capaces ni de encender una lámpara.
–Tenemos que contarle a tu mamá –enrolló mi cabello.
–No aún –le supliqué.
–Mientras antes mejor, tu vientre crecerá y será demasiado
evidente.
–Es que… no…
–Mi amor, confía en mí –me besó con convicción.
Su tranquilidad me atrapó y no tuve más opción que confiar en él
¿Qué más podía hacer bajo estas circunstancias?
119
Energía al Límite
Capítulo XX
Traición
E
se inolvidable sábado, Edward me fue a buscar, pero con
una doble intención, claro está. Sonó el timbre de la casa y
Reneé se asomó por la ventana.
–Es tu noviecito… –fue despectiva.
–Dile que pase por favor –contesté con la voz titubeante.
–¡Ah! Pensé que ibas a salir con él –su ironía era muy desagradable.
Me adelante a mi madre y le abrí el portón a Edward. Él estaba más
pálido de lo habitual y tremendamente ojeroso, creo que al igual
que yo, no había pegado un ojo la noche anterior. Sólo resaltaba de
su rostro, su inigualable cabello broncíneo y esos exquisitos labios
cerezas, que ahora venían alineados, al igual que su mandíbula
tensa. Entramos y lo hice sentarse en el living, mientras iba a buscar
a Reneé quien siempre que podía, se hacía la tonta, para no saludar
a Edward ¡No podía entender cómo lo podía odiar tanto si no lo
conocía! ¡Qué rabia me daba!
Reneé estaba en su dormitorio.
–Mamá, Edward necesita conversar contigo –fui calmada.
–¿De qué? –su tono era de alarma.
–¿Puedes venir por favor? –le supliqué.
–¡Está bien! –aceptó de mala gana.
Llegó al living y Edward estaba ordenadamente sentado en una
esquina del sofá grande. Cuando mi madre entró se puso de pie,
estaba tan nervioso como yo, lo notaba en sus manos que jugaban
constantemente una con la otra. Reneé lo saludó con un frío beso
en la mejilla y se sentó en un sitial frente a él.
–Y ¿Qué necesitaban conversar conmigo? –parecía molesta y no le
preocupaba disimularlo.
Edward me miró para coger fuerzas y calmadamente le habló.
120
Energía al Límite
–Miré la verdad es algo delicado… –fue sereno.
–¡Díganlo de una vez! –los celestes ojos de Reneé estaba como
platos.
–Mamá ¡Estoy embarazada! –grité casi histérica.
Nos miró con odio a los dos y balbuceó con furia.
–¡Lo sabía! –reclamó con ira.
–Mamá yo no… –comencé a llorar.
–y ¿Qué le diré a Phil ahora? ¡Contéstame! –me decía perturbada.
Edward estaba con los ojos como platos, anonadado con la reacción
de Reneé.
–Mamá ¡Lo siento! ¡Te juro que lo siento! –le supliqué.
Ella se paró con rabia y me dio una tremenda bofetada que me dio
vuelta la cara. Edward me arrastró con fuerza hacia él, respiraba
agitado e intentaba controlarse.
–Disculpe, pero no creo que usted deba pegarle, menos en la
condición en que está Bella –dijo con rabia contenida.
–¿Cuántas veces te dije Bella? ¡Dime! ¿Cuántas? –alzaba la voz con
furia.
Tan solo podía llorar y llorar. Edward me traspasaba su energía a
través del abrazo, pero no era suficiente, sentía que iba a vomitar,
era todo tan extraño ¡Por Dios! Mi madre estaba histérica y mi amor
intentaba conciliar la situación. Hasta que ella dictaminó.
–Te tendrás que ir con Charlie ¡Phil no permitirá un bebé en esta
casa! Ya me lo advirtió.
Creo que Edward ya no se contuvo más.
–Nadie le está pidiendo nada a su marido señora –dijo con la
mandíbula apretada.
–¡Ah no! ¿Acaso tú te harás cargo de ese niño? –fue despectiva.
–Claro que sí –contestó Edward abrumado.
–Seguro… –Reneé lo ridiculizó.
–Es verdad –insistió molesto.
121
Energía al Límite
–¿Qué sabes tú? Chiquillo estúpido. Eres mantenido por tus padres,
jamás le has trabajado un peso a nadie –mi madre se estaba
saliendo de sus casillas.
–Disculpe, pero no voy ha permitir insultos –la enfrentó Edward.
–Tú no estás en posición de decir nada ¿Te das cuenta el problemón
que acabas de causar? ¿Lo entiendes?
–Yo me haré cargo ¡Yo amo a Bella!
–Perdón ¡Amar! Dijiste ¿Amar?
Edward asintió valiente.
–A tu edad no tienen idea de qué es el amor, son las hormonas que
los confunden… –continuó furiosa Reneé.
–No es así, yo amo a su hija.
–Pero tu amor no sirve en este minuto ¡Lo siento! –mi madre, fue
hiriente.
–Usted no me podrá separar de Bella –amenazó Edward herido.
–Eso está por verse –Reneé fue mala.
–Le doy mi palabra que no lo hará…
–¡Ándate de aquí! Desaparece de mi vista. Siempre supe que tú sólo
acarrearías problemas en mi familia –ella le abrió la puerta para que
saliera.
Edward estaba perplejo, abrumado ¡No creía lo que sucedía! Lo vi
salir apesadumbrado, sus ojos me decían todo. Quise correr e irme
con él, pero Reneé me detuvo, afirmando mi brazo fuertemente.
—¿Dónde crees que vas? —exclamó llena de ira.
—Me quiero ir con él —dije llorando sin tregua.
—Tú estás loca ¿Qué te crees? ¿Qué te mandas sola?
—Pero mamá ¡Yo lo amo! —insistí entre sollozos ahogados.
—A tu edad el amor no existe —fue seca.
Me tomó con fuerza y me arrastró hacia mi habitación con furia, con
odio, a veces pensaba que ella no me quería nada, ni un poco. Me
dejó encerrada, con llave por fuera, pero antes de salir sacó mi
móvil.
—¡No mamá! —exclamé desesperada.
122
Energía al Límite
Ella no contestó y cerró la puerta sin piedad. Me largué a llorar sin
parar, pensaba en Edward, en nosotros, en Reneé ¿Por qué estaba
siendo tan cruel? ¿Tan mala persona era yo para que me tratara
así? El domingo estuve en mi habitación, aislada todo el día, peor
que una reclusa. Necesitaba conversar con Edward, él era mi amor y
yo lo amaba demasiado y su ausencia me estaba matando. Miré
televisión, pero no podía dejar de llorar. Sólo entró Reneé a
llevarme una bandeja de comida que ni siquiera probé.
El lunes a primera hora me desperté e intenté salir, pero aún
continuaba cerrado ¿Acaso ahora no iría al colegio? ¿Qué es todo
esto? A las diez apareció Reneé.
—Dúchate y luego vístete, te llevaré al médico —fue fría.
Le hice caso y nos fuimos a una consulta que estaba en el centro de
la ciudad. Una mujer nos abrió la puerta de esa mini clínica, y en
menos de quince minutos salió el médico. Un hombre con cotona
blanca, voz pausada, ojos castaños, y piel blanca. Pasé junto con mi
madre y detrás de un biombo, me examinó en esas incómodas
camillas de ginecólogo. Yo estaba muy confundida y extrañaba a
Edward, más que a nada en esta vida.
—Debes tener casi tres meses —dijo con certeza.
Miré a mi madre y ella estaba con la cabeza gacha, no me miraba a
los ojos.
—Bueno, mañana a las diez aquí mismo. Es ambulatorio —dijo él
con voz plana.
—¿Qué cosa mañana? —pregunté inquieta a Reneé.
—Te hará un examen —contestó ella no muy convencida, pero no
me miraba a los ojos.
—¿Para qué?
—Es necesario —aseguró él, sin escrúpulos.
Salimos de la clínica y un presentimiento agudo invadió mis
entrañas ¡Esto era extraño! ¿Cómo Reneé se había resignado de un
día para otro? Tuve ganas de llorar y un nudo en la garganta me
aprisionaba. Llegamos a la casa, y estaba más fría que de
costumbre.
123
Energía al Límite
—¿Puedo llamar a Edward? —pregunté esperanzada.
—¡No! —contestó ella sin más explicación.
Nuevamente cerró la puerta de mi pieza y entre sollozos me dormí,
está pena me estaba consumiendo ¡Lo necesitaba! ¡Lo amaba tanto!
Al otro día llegó Reneé a la misma hora que el día anterior. Sin casi
dirigirme palabras, subimos al auto y llegamos a la misma clínica.
Abrió otra señorita y nos dijo.
—El doctor viene enseguida —me sonrió y no supe interpretar su
mirada de culpa.
Me sentía inquieta. Salió el doctor y me llevó a una sala contigua.
—¿De qué es el examen? —pregunté ilusa.
—Tranquila —me sonrió.
Me cambié de ropa y la camilla incómoda, esperaba por mí,
nuevamente, pero esta vez, entró una enfermera primero. En su
mano llevaba una jeringa y ahí, me alarmé.
—¿Qué es esto? —exclamé desesperada.
—Parte del examen —sonrió la enfermera, con su dulce sonrisa para
tranquilizarme.
Sin darme cuenta, ella ya había introducido ese la aguja y ese
líquido frío comenzó a correr por mis venas. Sentía mi cuerpo
pesado ¡Ahí lo supe todo! Pero en menos de la cuenta de tres me
dormí profundamente, aunque no lo hubiese querido.
Desperté media desorientada. Abrí los ojos y Reneé estaba a mi
lado con los ojos llenos de lágrimas y acariciaba mi cabello.
—Hija me lo agradecerás algún día —insistía con la voz cortada.
Aún no podía reaccionar, pero una sensación de vacío inundó mi
alma y quise pedir auxilio, sin embargo, era demasiado tarde. Aún
con dificultad para levantarme, por efecto del sedante, mi madre me
condujo al automóvil. Tenía ganas de llorar, pero las lágrimas
124
Energía al Límite
estaban secas y tampoco podía hablar. Cuando pude articular
palabra, ya llegando a casa, insistí.
—¿Qué pasó mamá? ¿Está bien mi guaguita? —dije somnolienta.
Ella no respondió. Quedé en mi cama y de nuevo dormí. Al cabo de
unas seis horas, desperté. Algo me dolía dentro, era dolor físico y
espiritual. Me paré al baño y ahí supe la horrible verdad ¡Mi mamá
me había obligado a abortar!
125
Energía al Límite
Capítulo XXI
La triste verdad
Edward
staba absolutamente desesperado. La reacción de la madre
de Bella había sido exagerada ¡Jamás me imaginé que
fuera tan intransigente! ¡Pobre de mi amor! ¡Cuánto
calvario con esa mujer como madre! Cuando le pegó una bofetada,
realmente me tuve que contener de no decirle un par de verdades.
E
La manera en la miraba, era horrorosa, daba lo mismo como me
viera a mí, yo no era su hijo. En fin, mi familia era tan distinta, mis
padres jamás me hubiesen tratado de ese modo ni nada parecido…
ellos me amaban de verdad.
Mi pobre amor estaba aterrado, parecía un retoñito, con sus
hermosos ojos marrones derribados. Su mirada me traspasaba el
alma, necesitaba de mi ayuda y yo ¡Por Dios! No estaba siendo
capaz de protegerla contra su propia madre. Ella quiso seguirme y
yo feliz me la hubiese llevado conmigo, por último, lo hubiese
arreglado todo con mis padres, bajo la circunstancias en que nos
encontrábamos, ellos nos apoyarían, pero, había un detalle, Bella
era menor de edad y llevándola conmigo, empeoraría todo aún más.
Sentía impotencia, rabia, no sabía cómo ampararla y eso me estaba
enloqueciendo.
Llamé y llamé a mi amor, pero no contestaba. En un inicio pensé
que era provisorio, pero después, después me di cuenta de que no.
Ese domingo en la noche partí a su casa ¡Necesitaba verla!
¡Necesitaba saber si estaba bien! Estaba angustiado, no sabía de
qué modo enfrentar esto, lo único que tenía claro era que la amaba
y que tenía que protegerla, porque si no lo hacía yo, no lo haría
nadie más. Bella era mi vida y mi razón de existir, y sentía que se
me escurría como agua entre los dedos.
Estacioné en la casa de contigua y toqué el timbre, pero no salió
nadie, a pesar de que se veía luz en el interior ¡Algo iba mal muy
mal! Insistí un par de veces más, pero no contestaron. Me quedé
126
Energía al Límite
dentro del auto, haciendo una especie de guardia, por si alguien
entraba o salía, pero ¡Nada! Sentí que pestañeé un par de veces, y
los ojos se me cerraron unos segundos cada vez, pero debía estar
atento a cada movimiento ¡Tenía que saber de ella!
Miré el reloj, eran las tres de la madrugada, a esta hora ya nadie
saldría, obvio. Volví la mañana siguiente, a las seis y media en
punto estaba fuera de su casa, pero no apareció nadie. Esto me
calaba profundamente ¿Qué le estaría pasando a mi vida? ¡Oh, por
favor! Que no sea nada malo ¡Yo la amo y sin ella, moriría!
Esa mañana, a las diez, en vista que no había ningún movimiento,
me devolví a mi departamento, no fui a clases, no tenía mente para
estudiar. Tomé mi móvil y marqué con desesperación, llamé a mi
mejor amiga, mi confidente: Alice.
–¡Alice! –dije angustiado.
–¿Qué pasó pequeño? –notó enseguida mi tono y dulcificó aún más
su voz.
–Necesito tu ayuda –murmullé exasperado, al borde las lágrimas.
–Edward me estás asustando ¿Qué pasó?
–Es Bella… –sentía una fuerte presión en mi garganta.
–¿Qué pasa con ella? ¿Va todo bien entre ustedes?
–No –susurré ya con la voz quebrada.
–Mi pequeño ¡Cálmate! Cuéntame con detalles… –su voz me
tranquilizó.
–Ella, bueno, mi Bella está embarazada –ahora ni siquiera me
importaba la reacción de mi familia ante esta noticia.
–¿Embarazada? –parecía alarmada.
–Sí.
–Y ¿Qué van a hacer? –dijo confundida.
–No lo sé. Yo quiero hacerme cargo, ese bebé también es mío –dije
ahogado por la desesperación.
–Evidente –fue seca.
–Pero, su mamá, su mamá no me deja verla –dije casi enloquecido.
–¿Por qué? –exclamó alarmada.
–Vieras como la trató, Alice, hasta le pegó ¡Delante de mío!
Sabiendo que ella esta embarazada ¿Me entiendes ahora?
–Y ¿Le dijiste que tú te harías cargo? –dijo muy preocupada.
–Sí, pero no le importó ¡Esto me tiene desesperado Alice! Me tienes
que ayudar por favor.
127
Energía al Límite
–¿Qué quieres que haga? –preguntó alarmada.
–Ven por favor y trata de convencer a su madre de que la amo –
esto último nació desde lo más profundo de mi alma.
–Edward, mi pequeño hermanito, tranquilo… todo se va a
solucionar.
Su voz me calmó, en parte, pero la verdad, presentía que algo malo
pasaría. Ese lunes estuve todo el día inquieto. Alice llegaría el
martes en la tarde. Ese día antes de ir a buscarla al aeropuerto,
pasé donde Bella, cerca de la una, pero nuevamente, nadie contestó
¡Esta situación me estaba volviendo loco!
En cuanto Alice me vio, extendió sus brazos y me arrulló en ellos.
Ella entendía mi pena y mi desesperación.
–Tranquilo hermanito –acarició mi cabello y luego me besó la frente,
poniéndose en punta de pie.
–Alice, yo la amo, nunca me imaginé que iba a sentir algo así por
alguien, ni siquiera sospeché que un sentimiento tan fuerte existiera
–contesté al borde las lágrimas.
Su bello rostro de duende me comprendía con su mirada, ella era
como mi hada madrina, no sé, siempre nuestra relación había sido
muy especial, por eso acudí a ella.
Ese miércoles mi hermana fue a tocar el timbre de su casa. Alice
esperó y esperó, pero no salió nadie. Tras media hora se devolvió al
auto.
–No Edward ¿Estás seguro de que están aquí? –preguntó ansiosa,
con sus cabellos erizados.
–Sí ¿Dónde más podrían haberse ido? –dije golpeando el manubrio
del auto.
–No sé ¿No me dijiste que su papá vivía en otra ciudad?
–Sí, pero sólo él. Ellos están separados, no creo que se la haya
llevado tan rápido –murmullé desesperado.
–Edward… –acarició mi hombro con cariño.
Si yo no sabía nada de mi Bella ¡Moriría, moriría de una pena
profunda y amarga! Mi vida, mi amor ¡La necesitaba tanto! Una
herida abierta y latente estaba dispuesta en mi pecho. Tenía
128
Energía al Límite
impreso sus ojitos, castaños y redondos, asustados e inocentes en
mi mente. Su amor era mi energía, ella era mi vida y su ausencia
me estaba envenenando el alma.
Cerraba mis ojos y sólo podía imaginármela a ella, su piel, sus ojos,
sus besos, ese pelo enmarañado y la sonrisa más maravillosa que
había visto en la vida. En instantes, también recordaba cada uno de
nuestros momentos, los felices y los no tanto, pero finalmente, yo
era el hombre más dichoso del mundo junto a Bella y si no volvía a
saber de su paradero, no sé qué haría, a lo menos terminaría en un
manicomio.
Llegó el fin de semana y mi angustia se acrecentaba aún más. A
diario, en las noches y durante el día, daba vueltas alrededor de su
casa ¡Tenía que haber alguna señal! No era posible que se la
hubiese tragado la tierra.
Ya casi no dormía, ni tampoco iba a la universidad, porque mis
fuerzas estaban avocadas a encontrarla, a saber de ella ¿Qué le
estaría pasando a ella y nuestro pequeñito? ¡Qué desesperación! Por
poco no hice denuncia a la policía, pero, Alice me hizo entrar en
razón ¿Quién era yo para reclamarla? ¡Nadie! ¡Nadie! Y eso era aún
peor… mi amor, mi vida, mi razón de vivir ¡Por Dios! ¡Cuánto la
amaba! Nunca me imaginé que el amor doliera tanto, hasta las
entrañas y más allá, sin dar tregua ni respiro alguno.
Del miércoles para el jueves, esa noche, principalmente, no había
logrado pegar un ojo. Estaba encima de mi cama, con la luz
apagada, pero pensando en ella, añorándola, ansiando besarla y
protegerla entre mis brazos ¡Qué poco hombre era! ¿Cómo era
posible que permitiera este sufrimiento? ¡Qué rabia! Fui en busca de
una taza de leche tibia para intentar dormir, me acosté y creo que
este maravilloso líquido de la naturaleza estaba surtiendo efecto y
logré dormitar.
Entre sueños oí que sonaba el timbre, hasta que el ruido ahora se
aproximaba más. Desperté alarmado y me puse de pie enseguida.
Miré el reloj y eran las seis y media. Corrí a abrir la puerta y ¡Ahí
estaba ella! Más delgada y con el pelo suelto y algo enmarañado,
por poco hubiese pensado que venía de una terrible reclusión,
después me enteraría que venía desde el mismo infierno.
129
Energía al Límite
Me vio y se quedó parada en el umbral de la puerta. No entendí su
reacción y me abalancé a abrazarla. Ella volvió a tierra y me dio un
abrazo, profundo y ahogado, con esos delgados brazos de mujer.
No tardé en darme cuenta que ella lloraba, lloraba y lloraba, las
lágrimas no la dejaban hablar. La aferré con ímpetu a mi pecho y
ella repetía.
–¡Perdóname! ¡Perdóname mi vida!
Su tristeza provenía de las entrañas, quise tomarla, pero ella se
arrodilló en el suelo y continuó llorando a mares ¡Algo muy malo
tenía que haber pasado! Jamás la había visto tan mal.
–Mi amor, mi vida ¿Qué pasó? –intentaba elevarle el rostro con mis
manos, pero ella tenía el mentón hacia abajo y no quería mirarme.
Me acomodé en suelo para intentar ver su rostro, pero ella estaba
desesperada.
–Bella, mi amor ¡Mírame! Dime ¿Qué paso? Te lo ruego mi vida –
ahora sentía que mis ojos estaban nublados por las lágrimas.
Finalmente levantó sus hermosos ojitos de niña y entre sollozos.
–Ya no está Edward… –sentía el dolor en cada una de sus palabras.
–¿Quién no está? –dije consternado, aún no tomaba el peso a su
mensaje.
–Nuestro pequeño… –su voz se ahogó en un gran llanto.
–¿Qué? ¿Qué pasó? –pregunté exasperado.
–Ella lo mató… –creí que Bella estaba fuera de razón.
–¿Quién? –no podía creer lo que oía.
–Reneé… ella, ella me obligó a abortar y yo la estúpida no me di
cuenta ¡Soy una infeliz que no se merece vivir! –exclamó con ira y
sufrimiento.
–¿Por qué? ¿Cuándo? –no lo podía creer, sentía como si me
rasgasen el alma.
–Ella me dijo que era un examen para saber cómo estaba y me
inyectaron algo ¡Perdóname por ser tan estúpida Edward!
130
Energía al Límite
–¿Quién mierda se ha imaginado? ¿Por qué? –rompí a llorar como
un niño y no pude evitar dar un golpe en la pared, sin embargo, la
imagen de mi amor, derrumbada, destruida, me volvió a ella.
Me acerqué al amor de mi vida y la abracé con todo mi cariño. Si yo
no la apoyaba, ella enloquecería, porque el sufrimiento que llevaba
por dentro estaba haciendo estragos en su alma y eso, eso, no lo
podía permitir.
131
Energía al Límite
Capítulo XXII
Tras la tormenta
e sentía completamente abrumada, mi corazón estaba
vacío y no había más opción que seguir adelante, pero…
era todo demasiado difícil. A pesar de que amaba a
Edward más que a nada en este mundo, todo, se me había vuelto
un verdadero infierno.
M
Sus ojos de miel traspasaban mi alma, él era mi vida y su protección
era fundamental para mí. Desde que le conté lo que había pasado
con nuestro bebé, Edward reaccionó de un modo muy particular,
solidario y respetuoso, sin embargo, sentía que la interrupción de mi
embarazo podía ser mal interpretada por él. En verdad, jamás quise
perder a nuestro pequeño, es más, ya me había hecho la ilusión de
tenerlo entre mis brazos, porque aunque su paso por mi vientre fue
tan breve, lo amaba tanto como adoraba a Edward.
Esa madrugada, fatídica, en que le tuve que revelar todo,
absolutamente todo lo que había sucedido, sentí que él me dejaría
de amar, sin embargo, me acogió, y este último mes, prácticamente
había vivido en su casa ¡Cuánto lo amaba!
A diario, Edward se levantaba y me traía desayuno, a pesar de que
mi apetito estaba en cero, igual intentaba persuadirme con algo
novedoso para que comiera, porque según él, estaba cada vez más
delgada, pero yo no lo notaba, en realidad no sentía hambre, más
bien, con dormir me bastaba.
Reneé ya no me atormentaba con sus preguntas ni con sus
restricciones, lo único que me pidió esa madrugada que salí fue:
–Si te vas a ir a acostar con tu noviecito, procura cuidarte, ya sabes
que las consecuencias son tremendas –dijo tras la puerta del baño,
con un voz lúgubre, tanto como se había convertido ella para mí.
Mientras, me escapaba al departamento de Edward.
Corrí a través de la neblina y la fría noche; caminé más de una hora,
sin mucho rumbo, temía su reacción, hasta que finalmente, tomé
132
Energía al Límite
una micro para llegar donde mi amor. Sin embargo, mientras más
me acercaba, más recelo sentía de contarle lo que realmente había
sucedido. Toqué su timbre y esperé, pero no salió nadie, no
obstante, insistí y apreté ese interruptor, sin importarme la hora que
fuera. Por un minuto me perdí en el tiempo y el espacio, estaba
paralizada ante esa puerta de madera fina, pero cuando decidí alzar
mis ojos, él ya estaba ahí, atónito, inmóvil a primera vista, pero
luego, se abalanzó, arrullándome en sus brazos fibrosos y tibios. En
ese momento no pude acallar nada más y tuve que confesar mi
paso por el purgatorio y el calvario, que ahora, pesaba en mi alma.
Este último mes, casi vivía en su departamento, y la opinión de
Reneé me importaba un comino. No asistía al colegio y dormía
veintitrés horas al día, pero cada vez que despertaba, él estaba ahí,
radiante, perfecto, como si nada hubiese pasado.
Yo lo amaba, era un sentimiento que tenía muy arraigado en el
corazón, pero la cuarentena tras el aborto, se me había hecho corta
para volver a hacer el amor con él. El temor me invadía hasta las
entrañas y no podía amarlo en paz. Las imágenes de esa clínica y el
impacto que me llevé cuando vi mi ropa interior empapada en
sangre, tras ir al baño, somnolienta, después de esa horrible
intervención me habían marcado para siempre y no sería tan fácil
deshacerme de ellas, por el resto de mi vida.
Un mes y medio había pasado desde el aborto y las secuelas
estaban intactas en nuestras almas. Esa noche de miércoles, como
hace un mes, lo sentí recostarse a mi lado. Su piel era
traslúcidamente pálida y la tibieza que emanaba, alborotó mis
hormonas. La luz de la luna se colaba levemente tras la ventana y el
ruido de las olas del mar, invadían el ambiente. Mi interior ya no
dolía tanto, y bueno, para las pocas molestias que quedaban,
tomaba unos medicamentos, que creo eran los responsables de
hacerme dormir sin pausa, pero esta vez, mis sentidos estaban en
alerta, esperando sus caricias.
Miré el reloj, eran las cuatro de la madrugada y me sentía sucia,
había dormido dos días seguidos y no había aparecido, ni por si
acaso a darme una ducha, por lo que decidí tomar una, con la
regadera en toda su potencia. Saqué la camisa de dormir de ositos
que me había regalado Alice, y fui al baño de la pieza del lado, para
133
Energía al Límite
no despertarlo, porque sabía que él estaba exhausto, tanto o más
que yo.
Entré al cuarto de baño, encendí la ducha y entibié la habitación. Me
desvestí y al entré bajo la regadera. Comencé a sentir su ausencia.
Las gotas, suaves y nobles, invadían cada célula de mi cuerpo
adolescente y la necesidad por tenerlo se estaba acrecentando
tanto, como lo había sido desde que lo conocí. Mientras escurría el
agua por mi cuerpo, lo acariciaba, como si fueran sus manos las que
me estaban recorriendo. Toqué mis pechos y vi la hidalguía en ellos,
que eran capaces de dar vida y enloquecer un hombre a la vez.
Continué enjabonándome completamente, invadiendo mi piel de
espuma aromática y afrodisíaca, hasta llegar a mi lugar más íntimo.
Dejé caer el agua sobre mi entrepierna e intenté imaginarme que
sentiría él estando dentro de mí. Por supuesto su sensación sería
totalmente distinta a la mía ¡Quería saber cómo era estar ahí! Era
un misterio que jamás me sería revelado, porque para eso, tenía
que nacer de nuevo, obviamente, aunque tenía una noción.
Saqué todo el shampoo y apliqué al acondicionador, fue cuando oí
que abrieron la puerta del baño. El agua tibia había dilatado mis
vasos sanguíneos y mi cuerpo estaba absolutamente expuesto. Abrí
la cortina de baño y ahí estaba él, bello y en pijamas, de pantalón a
rallas azul con blanco y polera, de un solo tono. Me miró extasiado e
inquieto a la vez, creo que verme, así, desnuda, nuevamente, le
incomodaba en algo, no había que ser adivina para averiguarlo, su
mirada, lo decía todo, sin embargo, me deseaba, eso tampoco lo
podía esconder en la miel líquida que tintaba su mirada.
Al verme dispuesta a salir de la tina, se acercó y tomó la perilla de
la puerta con nerviosismo, listo para escapar.
–¡Perdona! Sólo quería saber si necesitabas algo… –dijo inseguro y
apretó su entrecejo, mirando al suelo.
Abrió la puerta con énfasis, y una corriente de aire fría se coló,
erizándome la piel por completo. Edward, se iría, pero lo detuve.
–Edward, no… no te vayas… –dije inquieta.
134
Energía al Límite
Él se quedó parado en el umbral de la puerta, no se atrevía ni
siquiera a mirarme fijamente.
–Me puedes pasar la toalla –solicité algo presumida, con una gran
sonrisa en mis labios, sonrisa que creo él no veía casi dos meses.
–Claro –contestó sin pensarlo.
Tomó la toalla de una repisa y me la pasó con mucho cuidado, pero
al dejarla en mi mano, la suya, rozó mis dedos, y ambos, sentimos
un golpe eléctrico que nos puso en alerta roja. Lo miré fijo, yo lo
deseaba.
Extendió su mano para que yo bajara y me envolvió en la gran
toalla blanca, peluda y tibia. Nos miramos hipnotizadamente y poco
a poco, nuestros rostros se fueron acercando, el de él se iba
inclinando como en cámara lenta y con algo de temor, y sus labios
rojos se prepararon para besarme. Esos suaves labios entreabrieron
los míos, despacio, pero yo urgí el beso con el movimiento de mi
lengua. Edward me tomó por las caderas y me aferró hacia él con
precisión. Mi pelvis quedó bajo la suya. Sentía mi pelo mojado
estilar gotas, pero no nos importó.
–¡Tócame! –susurré en su oído.
Mi hálito tibio lo puso en aviso y bajó hacia mi cuello,
humedeciéndolo con su lengua, tibia y sensual. Lo miré y
mordisqueé su mentón, y él automáticamente echó su blanquíceo
cuello hacia atrás. Posé mis labios sobre su piel de porcelana y él
bajó sus manos y las instaló por debajo de mis glúteos, elevándome
levemente hacia él. Ahora la temperatura de nuestros cuerpos se
estaba incrementando a fuego. Él cogió mi pelo y lo acomodó a un
costado de mi hombro, y éste, automáticamente arrojó unas gotas
sobre uno de mis pechos. Vi la luz en sus ojos y bajó hacía uno de
ellos, con la excusa de coger una gota de mi piel. Su mano derecha
subió hacia mi otro pecho y lo acarició con urgencia, pero no por
eso, sin dejar de aprovecharlo. Tomé su polera azul y la arrojé al
suelo, para luego, besar su torso desnudo, que respiraba
evidentemente agitado. Bajé hacia sus caderas, perfectamente
definidas y las besé, mientras, con mis manos, cogí la pretina del
pantalón del pijama y lo comencé a bajar, lento, aumentando la
tensión entre nosotros. Edward no aguantó más, y en un
135
Energía al Límite
movimiento, casi brusco, me cogió por las caderas y obligó a que
me sentara en el vanitorio. Acarició mis muslos, desde la rodilla,
hacia mi borde interno, subiendo hacia mi intimidad, pero cuando
estuvo ahí, y yo de manera instintiva, separé mis piernas para
recibirlo, él bajó hacia mi entrepierna y me besó, logrando que mi
espalda se arqueara, de una manera tan especial, como lo había
sido a primera vez que lo había hecho.
Pasé mis dedos por ese perfecto pelo de bronce, y lo obligué a
subir. Edward me miró indeciso.
–¿Estás segura? –se detuvo con pánico, lo vi en sus ojos.
–Claro que sí ¡Te necesito! –dije con la voz entrecortada.
–Espérame un segundo… –cerró los ojos, me besó, traspasándome
su lengua dulce y delgada.
Salió disparado, y creo que fue a su dormitorio. Lo oí abrir un par de
cajones de la cómoda y en menos de un minuto, estaba parado en
frente de mí, pero con un sobrecito plateado entre sus manos.
–Y ¿Eso? –pregunté sorprendida.
–Es necesario Bella, no quiero hacerte daño nuevamente –vi la
tristeza posarse en sus ojos ámbar.
Con maestría abrió el sobre y puso el preservativo en su intimidad,
con demasiado habilidad, que no me pareció, es más creo que me
molestó, porque esa destreza no la había adquirido conmigo, el
jamás había usado condón mientras estuvimos juntos. Sin embargo,
lo obvié, por el momento, claro.
Me besó nuevamente, pero esta vez, bajé del vanitorio y lo llevé a
que se sentara sobre la taza del wc. Él me entendió de inmediato y
sin chistar, se instaló, mientras yo acomodaba mis piernas por sobre
las suyas, quedando en frente de él. Lo besé, con fogosidad, y llevé
mi mano a su masculinidad para introducirla en mí.
Ese primer contacto fue fenomenal, a pesar de que estaba ese látex
de por medio. Mi interior estaba algo más estrecho, creo que a raíz
de la abstinencia, pero fue mejor, aunque en un principio con algo
de dolor. Comencé a mover mis caderas con ímpetu y Edward no
dejaba de mirarme, mientras lo hacíamos.
136
Energía al Límite
–Te necesitaba tanto –susurró en mi oído.
–Y yo a ti –contesté con la voz errática.
Sin embargo, cuando lo miré con detención, recién me di cuenta
que sus ojos estaban completamente humedecidos, y no era a raíz
de la excitación, sino que de la emoción. Su pena me llegó al
corazón y sentí que mi pecho se apretaba, pero continué amándolo,
y evité mirarlo, porque sabía que si fijaba mi concentración en esa
tristeza no podría continuar. Seguí y seguí, hasta llegar al clímax,
sintiendo contracciones en mi interior. Lo abracé con fuerza y él a
mí. Oí sus gruñidos, al llegar junto a mí, pero ahora, un par de
lágrimas traicioneras rodaban por mis mejillas. Cuando finalmente
acabamos de hacerlo, con él aún dentro de mí, me dijo algo, que
creo se había tenido guardado todo este tiempo.
–¡Perdóname mi amor por provocarte todo este sufrimiento! –lo
miré indecisa y acaricié su cabello de fibras de oro.
–No tengo de qué perdonarte Edward, por ti he vivido los momentos
más lindo de mi vida y he experimentado las emociones más al
límite, que jamás pensé que sentiría –respondí desde el alma.
Edward acarició mi rostro con ternura y opté por pararme, ya no
estábamos enfriando. Él corrió a buscarme otro pijama, terminó de
secarme con la toalla, como todo un ritual y finalmente, fue a
buscar el secador de pelo, que había comprado especialmente para
mí, porque él no usaba. Sequé mi pelo, mientras él me observaba
con ternura. Hasta que yo le planteé una duda, que se había
originado cuando se puso el preservativo.
–Edward ¿Por qué nunca usaste condón conmigo? –algo en eso me
molestaba.
–No sé, lo tuyo era diferente. Tu primera vez con preservativo, no
sé, me da la impresión de que no iba a funcionar –sonrió con culpa.
–Y ¿Después? –insistí.
–No sé, creo que es mucho más rico, así sin nada –volvió a sonreír,
pero su respuesta no me convencía, pero agregó– además, como
nunca me dijiste nada, pensé que tomabas pastillas.
–¿Pastillas? ¡Nunca te dije eso, ni cerca! –exclamé algo airada y
continué– lamentablemente no era como tus amigas preparadas
137
Energía al Límite
para el sexo -sonreí irónica- creo que tu seguridad me jugó una
mala pasada.
Corté el secador de pelo y salí del cuarto de baño, pero no le hablé
más, porque una inmensa rabia comenzó a surgir en mí.
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Energía al Límite
Capítulo XXIII
Vidas separadas
pesar de que nos amábamos, empecé a sentir rabia por
Edward. Si él se hubiese cuidado como lo hacía con las
otras jamás habríamos sufrido ese terrible episodio del
aborto, claro, como no era a él a quien le habían practicado una
intervención, era fácil olvidarse de todo…, pero yo, yo jamás
olvidaría lo que me había pasado y menos aún el alma de un
pequeño inocente que fue masacrado bajo las manos asesinas de su
propia abuela.
A
Cada día recordaba lo sucedido y no me podía perdonar haber sido
tan estúpida y no darme cuenta de lo que estaban haciendo…
Ya se habían cumplido tres meses desde lo ocurrido, yo había vuelto
al colegio, y Edward se había conseguido un certificado médico con
su padre, por tan larga ausencia. Como antes, después de clases
salía con destino al departamento de Edward.
Ese martes llegué y él no estaba, y lo extraño fue… que me sentí
aliviada de no verlo. Fui a su dormitorio y encendí el televisor, sin
mayores expectativas, hasta que me dormí. Alcancé a despertar un
poco, cuando sentí que los labios de Edward se posaron en mi
frente. Abrí los ojos y él estaba ahí, observándome, pero al
acercarme más a él me di cuenta de que su aliento olía a cerveza.
–Veo que no estuviste sólo en clases –enarqué una ceja media
irónica.
–Sí, es que Jasper y James, como teníamos unas horas libres, me
dijeron que fuéramos a tomar unas cervezas… –se deshizo en
explicaciones.
–No me interesa en verdad –dije molesta, en realidad, si me daba
rabia.
Fui a la cocina, saqué un vaso de agua y volví a buscar mi mochila.
–¿Dónde vas? –preguntó inquieto.
–Me voy –dije fría.
139
Energía al Límite
–¿Por qué tan luego? ¿Te molestó que fuera a tomarme una
cerveza? –preguntó incrédulo.
–No en verdad, me da lo mismo Edward –mentí.
Iba saliendo cuando él me tomó por la cintura y me giró
rápidamente para que lo mirara.
–Oye nenita no te enojes… –exclamó dulcemente.
–No me digas nenita ya no soy una niña –reclamé molesta.
–Bueno, Bella no te vayas –me suplicó con su mirada.
–Edward ¡Déjame pasar! –intenté escabullirme de sus brazos.
Edward sintió mi rechazo.
–¿Qué pasa Bella? –ahora se alejó algo de mí.
–Me quiero ir –dije ya con rabia.
–¿Alguna mala cara? –hizo un bello gesto con su boca y se acomodó
el cabello.
–Ninguna, quiero estar sola, eso es todo –fui brusca.
Giré la manilla y salí del departamento. Estuve dando vueltas en un
mall cercano a su casa y luego, me fui a la mía. En cuanto abrí,
apareció Phil, con esa cara de perro amargado que lo caracterizaba,
desde que lo corrí por degenerado.
–¡Ah! Te dignaste a volver –fue irónico.
No lo contesté. Después de ese episodio, en que intentó abusar de
mí, no le dirigí nunca más la palabra. Cerré la puerta con llave y me
acosté. Pero antes, las imágenes de Edward colocándose el
preservativo con tal habilidad, me irritaba cada vez más ¿Por qué
esperar a que me embarazara para cuidarse? ¡Idiota! Y se cree
maduro, porque tiene cinco años más que yo. Con esa ira
acumulada en mi interior, me dormí.
Desperté muy temprano la mañana siguiente e hice mi vida normal,
pero esta vez me vine directo a mi casa y obvié pasar donde
Edward. Esa noche me llamó, sin embargo, no le contesté, porque si
lo hacía, sería para decirle un par de tonteras que lo más probable
es que después me arrepintiera y con justa razón.
140
Energía al Límite
Transcurrió el jueves y el viernes. Su número, anunciaba sus
llamados todos los días, incluyendo el sábado y el domingo, que me
pasé en cama, lateada, viendo películas. Amaba a Edward, pero
todo se había tornado tan difícil después del aborto. Sé que él
intentaba hacer todo por agradarme y en lo posible, por aliviar mi
dolor, pero en este momento no era suficiente. Ya no sentía las
mismas ansías por hacer el amor con él y cuando lo hacíamos, no
podía dejar de pensar que una acostadita más o menos para él,
daba lo mismo, al parecer había tenido tantas, en cambio para mí,
él había sido todo, o casi, porque lo de Rob daba francamente lo
mismo en este momento.
El lunes fui a clases e intenté concentrarme en estudiar, pero era
complicado, todo lo que había vivido era demasiado fuerte y
bloqueaba mi capacidad de concentración. Ese día salía a las cuatro
de la tarde y hacía demasiado frío. Se abrieron las puertas, donde
todos salíamos como un gran rebaño, y caminé hacia la micro. Pero,
cuando llegué a la esquina, vi estacionado el auto de Edward, me
giré y ahí estaba él. Llevaba puesto unos pantalones negros, con
una chaqueta gris clara y creo que abajo andaba con una polera
blanca.
–¿Podemos conversar? –preguntó decidido.
–Edward… no… no quiero… no tengo ganas –respondí insegura.
–Por favor…
Subí a su auto y estacionamos a unas cuadras del colegio.
–Bella ¿Qué pasa? –sus ojos de miel estaban disminuido en
pequeños cristales.
Su mirada me increpó hasta los huesos. Tragué saliva y lo miré a los
ojos. Finalmente le dije lo que había estado pensando durante estos
días.
–Edward, creo que…
Él me miraba expectante.
–Debemos terminar –fui tajante.
–¿Por qué? ¡Yo te amo! –dijo algo desesperado.
141
Energía al Límite
–Sí, pero creo que yo no, ya no como antes, al menos.
Él quedó atónito en su asiento y miraba al vacío sin articular
palabras. Hasta que el silencio me quemó y tuve que salir del auto,
para irme, pero él me tomó del brazo con fuerza y me dijo.
–Es por lo del embarazo ¿cierto? –preguntó con los ojos tristes.
–En gran parte… –fue mi respuesta, corta y precisa.
Ahora liberó mi brazo y pude bajar del auto sin problemas. Estaba a
punto de llover y sentía un gran vacío en mí, todo, todo lo que tenía
hace tres meses había muerto de un minuto a otro ¡Eso era tan
injusto! La fuerte presión que sentía en mi garganta, aceleró la
salida de mis lágrimas ¡Ya lo extrañaba! Pero no era lo mismo, no
desde lo que había pasado.
Llegué cerca de las nueve de la noche a mi casa, completamente
mojada y me topé con Reneé en la cocina.
–Vienes toda mojada, te vas a resfriar Bella ¡Anda y cámbiate! –
exigió.
Tiré lejos el plato y la enfrenté.
–¿En serio te preocupa que me pueda enfermar? Después de que
me cagaste la vida con un aborto –dije iracunda, con la sangre
fluyendo casi a la velocidad de la luz.
–Fue por tu bien, para que tuvieras un futuro mejor…
–¿Mejor? ¡Me cagaste la vida! Métete bien eso en tu cabeza
malévola –respondí histérica.
–Bella ¡Hija! –me llamó con soltura.
–¡Hija' ¿Hija? Yo dejé de ser tu hija cuando mataste a mi hijo ¡Te
odio tanto, tanto! Que se me llega a descomponer el estómago
cuando te veo –sentía mi rostro hervir por la rabia.
Salí de la cocina, di un fuerte portazo y desde ese día, pasó
muchísimo tiempo antes que le volviera a dirigir la palabra. Pasé un
mes entre la casa y el colegio, y después de todo no había sido tan
malo, porque mejoré mis notas considerablemente. Extrañaba
mucho a Edward, pero algo más fuerte que mis sentimientos, me
142
Energía al Límite
impedían bajar la guardia e ir a verlo o llamarlo, creo que era una
mezcla entre pena, ira y dolor.
Al cabo de un mes y medio sin saber de él, mi corazón estaba
sanando poco a poco. Pero, había un cambio profundo en mí, eso
era indudable. Ese sábado, llamé a Joyce.
–Hola ridícula –le dije en tono de broma.
–Y ¡Este milagro! ¿A qué se debe? –parecía muy sorprendida.
–Mmmmm, en realidad, tienes razón, hace tiempo que no me
aparecía –sonreí.
–Y ¿Cómo has estado ingrata? –ahora hablaba un poco más en
serio.
–Bien, oye ¿Te tinca si salimos hoy en la noche?
–¿A ―La Cueva del Ratón‖? –preguntó ella.
–Mmmmm, no habrá otro lugar, es que… no sé… ahí, hay tanta
gente…–estaba dubitativa, no me quería encontrar con Edward,
aunque sabía que era inevitable.
–¿Lo dices por tu ex? –preguntó algo irónica.
–¿Cómo sabes que es mi ex? –la increpé.
–¡Uf! Creo que metí la pata –se retractó.
–¡Entonces! ¿Quién te dijo? –insistí.
–Lo supuse… –contestó insegura de lo que acababa de decir.
–¿En serio? ¿Por qué? –mi corazón comenzó a latir a mil, en verdad,
parece que no quería escuchar lo que sabía que me diría Joyce.
–La verdad, lo he visto un par de veces con distintas minas… –fue al
grano.
–¿Haciendo qué? –exigí furiosa.
–¡Agarrándoselas! –fue honesta– pero Bella ¡Olvídate! Ya es tu ex y
bueno, hay millones de minos ricos dando vueltas –intentó
tranquilizarme, pero yo sentía muchísima rabia.
–Bueno, si es así, vamos a ―La Cueva‖ no más –aseveré picada.
–Ok, te paso a buscar a las once. Besos –cortó el móvil.
Sentí que mi pulso se aceleraba a mil y mi corazón no dejaba de
latir impaciente y un leve dolor de estómago se apoderó de mí ¡Qué
rabia! ¡¿Así de fácil me había olvidado?! ¡Maldito Edward! Rompí a
llorar y tiré lejos uno de mis peluches felpudos. Me recosté sobre la
cama y las lágrimas no paraban de salir. Claro para él había sido
todo tan simple, en cambio, yo, yo había quedado divida en dos,
antes y después de nuestro noviazgo.
143
Energía al Límite
Un impulso, casi sobrenatural se apoderó de mí y en ese mismo
momento tomé la decisión de que yo volvería a ser la misma de
antes, sin importar lo que hubiese pasado con él ¡No podía interferir
en mi vida de esa manera! ¡Esto ya era lo último! Fui a la cocina y
me instalé dos bolsas de manzanilla para deshinchar mis ojos y
luego, tomé un exquisito baño de tina con aromas, que se
incorporaron a mi piel como adhesivos.
Saqué una polera con pabilos, bastante ajustada, que acentuaba
mis pechos y disminuía aún más mi cintura. Me puse unos pitillos,
con unos tacones que me hacían ver más adulta y cogí mi cabello
con un pinche al costado. Para finalizar puse un pañuelo morado
con brillos en mi cuello. Maquillé mis ojos, negros con plateado,
delineados perfectos y puse un gloss rojizo en mis labios. Tomé mi
chaqueta y salí a esperar a Joyce. A la hora fijada, ella estacionó su
auto en mi casa.
Subí al auto y ella comentó.
–¡Estás como más adulta! –miró sorprendida.
–Debe ser el maquillaje –respondí.
Me miró de reojo y nos fuimos directo a ―La Cueva‖. Mientras
conducía ella fumaba, así que le pedí uno.
–¿Desde cuándo fumas cigarros? –parecía divertida.
–Mmmm, desde hoy –me largué a reír como en los viejos tiempos.
–Bueno, un vicio más, que más da –soltó una gran carcajada.
Llegamos al antro nocturno y entramos free pass, como siempre.
Creo que al gorilote le extraño verme entrar sobria. Entré y le guiñé
un ojo con una gran sonrisa. Él me miró, negó con la cabeza, y
sonrió. Dentro estaba ya atestado de gente, el humo de cigarrillo y
otras hierbas daba una gran cachetada al entrar y me comenzaron a
arder los ojos, pero en fin, daba lo mismo. Corrimos a la barra y a
Andrew, se le iluminó el rostro cuando me vio. Me dio una roncola,
conversamos un rato y fuimos a bailar, pero, antes, dejó la segunda
provisión en mi mano. Di un gran sorbo y comenzamos a bailar.
Moví mis caderas sensualmente y recogía mi pelo para seducirlo,
quería saber cuánto poder tenía sobre los hombres. Acerqué mi
144
Energía al Límite
rostro al suyo y roce mi mejilla con la de él, provocando cierta
tensión en el baile. Andrew era bastante mino, y creo que recién le
estaba viendo su otra arista ya no sólo de amistad, claro. Sin
embargo, él siempre me había visto como algo más que una amiga,
o al menos, lo pretendía.
Terminé mi segundo ron y ya me sentía arriba de la pelota.
Nuestros cuerpos se rozaban, algo impacientes. Un chispazo de
incertidumbre me hizo mirar hacia alrededor, y entre la
muchedumbre lo distinguí, su pelo broncíneo era inconfundible.
Venía de la mano de una mina de pelo rubio rojizo, con ondas
perfectas ¡Cuánto lo odié! ¡Joyce tenía toda la razón! ¡Qué pica más
grande! Fue tanta la fuerza con que lo miré, que claramente la
energía lo hizo voltearse, pero menos mal, alcancé a sacar antes de
que me viera, pero, en cambió, me acerqué al rostro de Andrew y le
di un gran y fogoso beso, sólo para que él lo viera, para que él
supiera que haberme alejado de él no era mi fin, sino que todo lo
contrario. Nos seguimos besando, Andrew era increíblemente
atractivo, así que no era gran sacrificio, más bien, besaba de mil
maravillas. Entre bailes y juegos, estiré mi cuello y él posó sus labios
suaves, humedeciendo mi piel. Esto estaba cambiando de color.
La noche estaba densa, cargada de emociones y vibras, pero
continué bailando. Andrew me arrastró de la mano, él estaba muy
contento.
–¿Quieres un jugo? –me preguntó con ternura y una gran sonrisa.
–Mmmm ¿Jugo? ¡Qué fome Andrew! –hice un puchero.
–¡Está bien! –asintió no muy convencido.
Cogió mi mano nuevamente, él estaba muy orgulloso de estar
conmigo, al parecer un comentario que me había hecho Rob alguna
vez, tenía sentido, refiriéndose a Andrew.
–Si está baboso por ti –dijo entre risas, pero medio picado.
–¿En serio? No te creo… –le pegué una palmadita en el brazo,
cuando aún éramos amigos.
–Va, no te digo –levantó ambas cejas.
Sentía la mano tibia de Andrew y obvio, como era tan popular en
―La Cueva‖ un montón de minas se abalanzaban a saludarlo, pero a
145
Energía al Límite
mí me daba lo mismo, además que él casi las ignoró. En una de
esas paradas a saludar una mina algo más efusiva que lo habitual
me dio un empujoncito y yo inevitable, empujé a alguien más.
–¡Perdona! –dije cortésmente y miré de reojo.
Fue entonces cuando me crucé con su mirada, al principio, al igual
que yo, pensó que era una persona cualquiera, pero de inmediato,
se dio cuenta de que no. Sus ojos se dulcificaron sólo por unos
segundos, pero luego, se tornaron fríos y distantes.
–No hay problema –respondió y me volvió a dar la espalda.
Sentí que me hundiría en ese mismo instante. Mis piernas casi
flaquean, he incluso sentí una especie de mareo, hasta que Andrew,
se dio vuelta y alegremente, me besó en la comisura de los labios,
haciéndome volver a tierra. Sin embargo, noté, o yo quería creerlo,
que él miró de reojo, pero no hizo nada, no obstante, sentía esa
energía posarse sobre mis hombros.
Aún media ida, sentada en la barra, Andrew me trajo otro ron. Me lo
tomé casi al seco y no me hizo ni cosquillas. Mi nuevo compañero
me tomó por la cintura y me volvió a besar, mientras sujetaba mi
quijada. Hasta que llegó Joyce de la mano con una nueva
adquisición, miré detenidamente y era ¿James?
–Hola –saludó casi indiferente.
–Hola –contesté con algo de nervios.
Andrew me tenía aferrada a él y cada cosa que yo decía, él me
miraba con demasiada atención ¡Era muy linda persona! La música
se puso buena de nuevo y lo arrastré a la pista, sin dejar de pensar
en Edward ni un solo segundo. Miré a mi alrededor, y mis radares lo
detectaron de inmediato ¡Estaba besando a la mina de pelo
perfecto! Y ella lo tenía sus manos por encima de su cuello ¡Quería
que me tragara la tierra! Pero esto no me podía superar, él ya era
mi ex, como me había dicho Joyce, no valía la pena amargarme la
existencia por él.
Cuando ya era pasado las cuatro y media, Joyce se acercó a mí y
me susurró al oído.
146
Energía al Límite
–¡Vamos! Mañana tengo que salir con mis viejos temprano.
Asentí, y le avisé a Andrew que me iba. Él sonrió y enrolló mi pelo
en un hombro.
–Espero verte luego Bella –fue tiernucho.
–Yo también –acerqué mis labios a los suyos y él me besó,
lentamente, sin pensarlo.
–¡Ya Bella! Me tengo que ir –insistió Joyce.
Salimos y ella me interrogó.
–¿En verdad te gusta Andrew? –sonrió extrañada.
–Sí ¿Por qué no? Él es bastante más mino que varios.
–No sé, es raro verlos juntos, pero si te gusta ¡Está bien! –abrió las
puertas del auto y nos subimos.
Eché mi cabeza para apoyarla en el asiento y tuve la mala
ocurrencia de mirar hacia atrás, por el espejo retrovisor. Fue
entonces cuando vi a Edward, casi echado sobre la mina y sus
manos no estaban precisamente en la espalda. La ira me inundó el
alma y sentí un gran arrepentimiento por amarlo tanto...
147
Energía al Límite
Capítulo XXIV
Una vida para olvidarte…
Edward
unca entendí bien porqué me dejó. Intenté hacerlo todo
por sacar adelante nuestro noviazgo, pero creo, y con
justa razón, que Bella no había sido capaz de superar el
aborto. Fue horrible, yo tampoco lo podía olvidar, sin embargo, era
a ella a quien habían intervenido y sentía muchísima más culpa
porque no se dio cuenta de que la llevaban al matadero de su
propio hijo. Jamás se imaginó que a manos de su madre moriría
nuestro pequeño, fruto de este maravilloso amor…
N
En un principio, ella sólo dormía, creo que en parte eran las pastillas
y también, estaba con depresión por lo sucesos terribles. Yo la
amaba y hubiese seguido con ella el resto de mi vida. Creo que aún
la amo, demasiado, a pesar de que había pasado cinco meses desde
nuestro término. Lo que me daba más rabia es que Reneé logró su
objetivo y nos separó, ella me lo juró, y así había sido, cada uno por
su lado.
Me sentía tan solo cuando me dejó, no quería saber nada de nadie
tampoco, era contradictorio. Recuerdo que Alice llegó en una visita
intempestiva, creo que para ver cómo seguía todo, y llegó, justo en
el momento en que más la necesitaba. Se cumplía una semana
desde que habíamos terminado con Bella y eso me destrozó el alma.
Nunca imaginé siquiera, lo que significaba amar, era, creo, mi
primer amor y no la olvidaría jamás, pasaran meses o años. Ella
siempre ocuparía un sitial muy importante en mi corazón.
Alice llegó ese lunes en la noche. De repente oí el timbre y con
pocas ganas me levanté. Ella tenía llaves, pero era muy respetuosa,
porque probablemente pensó que estaba con Bella. En cuanto la vi,
me dio un fuerte abrazo y preguntó enseguida.
–¿Estás ocupado? –sonrió algo pícara, pero creo que mis ojos
apagados le dijeron todo.
148
Energía al Límite
Fui a buscar unas tazas de café y nos sentamos en la alfombra del
living, como lo hacíamos cuando vivíamos juntos. No sabía cómo
empezar, pero mi hermanita era la mejor terapeuta que uno puede
tener y hacía las preguntas precisas, sin parecer entrometida.
–¿Qué pasó? ¿Cómo está Bella? –fue lo primero que me preguntó
con dulzura.
–Terminó conmigo –no pude evitar que mis ojos se llenaran de
lágrimas, aunque intenté contenerme.
–¿Por qué? –no parecía impresionada.
–No sé –ella secó una de mis lágrimas con ternura.
–Edward… mira, he estado averiguando sobre casos de abortos y la
verdad es que la mayoría de las mujeres quedan muy afectadas. Es
muy, pero muy difícil de superar. Imagínate en el caso de Bella,
que tiene sólo diecisiete años, su mamá es su peor enemiga,
amigas, amigas, al parecer no tiene… debe estar muy
desorientada… –acarició mi rostro.
–Pero ¡Yo la amo! En verdad la amo, yo la cuidaría, te juro que si
tuviera un año más le pediría que se casara conmigo… no me
importa que nuestros padres se enojen. Trabajo y termino de
estudiar, no sé, haría cualquier cosa con tal de volver a estar con
ella –ahora hablaba entre sollozos y Alice me escuchaba con
paciencia, sin recriminaciones ni charlas de vida, tan sólo me oía e
intentaba comprenderme.
–Hermanito querido me da tanta pena verte así, pero el amor es así,
el verdadero al menos, se sufre si no somos correspondidos ¿Te
duele aquí cierto? –puso su pequeña mano en mi corazón y ejerció
presión.
–Sí –contesté igual que un niño y me acomodé en sus piernas,
mientras ella acariciaba mi cabello.
–Todo pasará Edward, de verdad, tranquilo mi pequeño –besó mi
frente y creo que me dormí por unos instantes, porque Alice me
despertó y tal como si fuera un infante de cinco años, me acompañó
hasta la cama y acarició mi cabello hasta que me dormí
nuevamente.
La visita y las palabras de Alice me reconfortaron bastante, al
menos, para seguir mi vida normal e ir a estudiar. El viernes de esa
semana se fue, por mí se hubiese quedado ¡Ella era una mezcla
entre amiga y madre! No podía tener mejor confidente.
149
Energía al Límite
Fui a mi dormitorio y saqué todas las cosas que me hacían
recordarla: sus pijamas, algunas cosas de perfumería, su escobilla
de dientes con forma de sirenita; tenía el corazón destrozado, ella
era mi vida. El amor es traicionero, hace que desde la vida que
crees plena, en segundos desees estar muerto. Y así es, aunque no
lo quisiera, porque cuando volví ese día en que ella me dejó, lloré y
sentí que moriría ¿Qué sería de mi vida sin ella? Nada, no lo podía
imaginar, porque Bella se había convertido en mi mundo…
Después de la tercera semana ya decidí que carretear sería lo mejor
que me podía pasar, era la única manera de olvidarme, en parte, de
lo que había pasado. Ese jueves, después de clases nos vinimos
todos a mi casa, como lo hacía antes de Bella. Estuvo bastante
entretenido, incluso apareció hasta Kristen y me pidió disculpas por
la cachetada que me dio la última vez que nos vimos, sin embargo,
yo no sentía nada, absolutamente nada por ella, pero estuvo bien,
aclarar las cosas siempre es bueno.
Eran casi las ocho, vi que James hizo un par de llamadas, invitando
a más gente, pero no tomé atención, uno o dos más, francamente
daba lo mismo. Sin embargo, para mi sorpresa la persona que llegó
era Joyce, la amiga de Bella, pero jamás me habló de ella, en
absoluto, conversamos un montón de banalidades, pero nadie
preguntó nada, probablemente James le había advertido.
Poco rato después, llegó Tanya, obvio, invitada también por James.
No parecía enojada por lo de la última vez, todo lo contrario. La
mayoría se fue, porque era tarde y yo me quedé conversando con
Tanya en el living. James no demoró en desaparecer con Joyce, y
se fueron a uno de los dormitorios, que procuré, por higiene, que no
fuera el mío.
La noche ya estaba encima y Tanya no dejaba de seducirme, y debo
confesarlo, estaba débil. Ella se levantó a la cocina y yo la seguí,
creo que lo hizo a propósito. Entré y cerró la puerta, me dio un
largo y lujurioso beso. Yo obvio, respondí. Llevaba el cabello en una
cola y ella misma lo desarmó. Bajé mis manos a sus pechos y los
acaricié con demasiada energía. Sus caderas eran redondas y bien
definidas, al igual que su trasero. Mis manos viajaron por todo su
cuerpo y ella jamás se opuso, todo lo contrario. La aferré con fuerza
por la cintura y la llevé a mi cuarto. Cerré con llave e
150
Energía al Límite
inmediatamente le quité la polera, y luego desabroché su corpiño,
dejando libre sus pechos de aureolas rosadas, y más grandes que
los de Bella –las comparaciones eran inevitables–, tomé sus senos
entre mis manos y los besé. Acto seguido, saqué sus jeans,
conjuntamente con sus pantaletas negras, muy sexies. No esperé a
que ella sacara mi polera y yo mismo la tiré al suelo. Sin embargo,
sus hábiles manos de mujer experta, desabrochó mi cinturón, casi
sin que yo me diera cuenta, al igual que bajó mis pantalones. Sola
se recostó sobre mi cama y me llamó, era tremendamente atractiva.
Estaba dispuesto a hacerla mía, cuando me acordé de un gran
detalle, que ya jamás pasaría por alto: el preservativo, obvio. Lo
acomodé bien y me introduje en ella para sentir su tibieza y
suavidad. Sus quejidos aumentaban en intensidad y frecuencia, al
igual que los míos, sin embargo, en el momento del clímax, sobre
todas las cosas del mundo deseé que fuera Bella la que estaba ahí,
y cuando bajé a tierra y vi a Tanya, me sentí algo desilusionado,
pero intenté que ella no lo notara.
Me vestí y fui por un par de vasos de jugos a la cocina. Giré mi
cabeza y ahí estaba Joyce, con una gran sonrisa y picardía en los
ojos.
–Y ¿James? –pregunté.
–Recuperándose, tal como lo estás haciendo tú –dijo con una gran
sonrisa burlesca y yo, casi me atraganto con el jugo ante sus
palabras.
–¡Qué bien! –intenté no parecer impresionado ante sus dichos.
–Y ¿Bella? ¿Qué pasó con mi amiga? –dijo entre risas.
–Terminamos –fui seco.
–¿Terminamos? Tú sabes que cuándo dicen terminamos es porque
te han pateado ¿cierto? Y es una lástima, un chico tan buen mozo,
mmmm, yo no lo dejaría suelto por ahí –susurró a mi oído.
Menos mal llegó James en ese instante y me quedó mirando medio
raro. Después supe que era por la conversación que habíamos
tenido con Joyce. Él sabía que ella era bastante peligrosa y no
controlaba sus hormonas, pero en realidad, su descaro le impactó,
lo malo era que ella realmente le gustaba, fuera como fuera.
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Energía al Límite
Volví al dormitorio y Tanya estaba vestida, sólo con una polerita
corta y calzones. Me sentí algo incómodo en un principio, pero ¿Qué
iba a hacer? Una descortesía más como la de la otra vez no me lo
perdonaría jamás. Le entregué su vaso de jugo y esta vez le
pregunté.
–¿Quieres que te vaya a dejar? –intenté ser cortés.
–Ahora me estas echando –enarcó una ceja.
–No, en absoluto, es sólo que es tarde –intenté excusarme.
–Pero yo no he terminado contigo Edward, aún no me saco la
espinita de la vez pasada –fue muy sensual y ya tenía puesta su
mano en mi masculinidad.
Finalmente ese día la fui a dejar en la madrugada. Con Tanya
continuamos saliendo, ella me gustaba, pero no se parecía, ni le
llegaba a los talones a mi relación con Bella. Esto era para intentar
sacar el otro clavo. Entremedio, incluso tuve algunos filtreos con
otras amigas de James, pero a estas alturas, todo daba lo mismo.
Una noche, un par de semanas después, decidimos ir a bailar el
mismo grupito de siempre, incluyendo a Tanya. Llegamos cerca de
la una, y ella no me dejaba casi respirar, me tenía en todo momento
a su lado. En cuanto llegamos a ―La Cueva‖ mi corazón se
comprimió, era inevitable pensar en Bella, o lo peor, me podía
encontrar con ella, pero debía enfrentarlo.
Entramos y caminamos hacia un lugar donde siempre nos
acomodábamos, pero cuando pasé por un costado de la pista de
baile, no pude, no sé por qué, obviar mirar hacia el lado, era como
si me hubiesen llamado. Observé con detención y ahí estaba ella,
besándose con su amigo de la barra. Sentí una gran desilusión, era
traición pura, me dejaba y ahora se iba con otro, si no quería nada
con nadie ¿Por qué estaba con él? Después, en toda la noche no fui
capaz de despegar mi vista de donde estaba ella, sin embargo, un
minuto que la perdí, por la intromisión de Tanya, sentí que me
empujaron y una suave voz me dijo.
–¡Perdona! –miré de reojo y la reconocí, por unos segundos, quise
tomarla en mis brazos y capturarla, para poder amarla, pero
enseguida vi que iba de la mano de su amigo. Sentí que la odiaba.
152
Energía al Límite
–No hay problema –fue la única manera que se me ocurrió para
ignorarla, pero como si fuera poco, él la besó en los labios y se
notaba feliz de tenerla a su lado ¡Quién no! Yo moría por ser él, en
ese instante.
Una semana después, James me entregó un sobre cerrado, que se
lo había entregado Joyce ¡Eran las llaves de mi departamento! Y
sabía perfectamente quién las había enviado, no era necesario que
me lo dijeran. Miré bien, haber si tenía alguna nota, una pizca de
ella, pero nada, era el sobre frío y con las llaves dentro, pero nada
más. Con esto supe que nuestro amor estaba absolutamente
destrozado y no había modo de remediarlo, porque honestamente,
hasta ese día, albergaba la esperanza de volver a estar con mi vida.
Mi relación con Tanya continuó, pero nada formal, era más bien
clandestino, aunque ella se esforzaba por revertir la situación, a
toda costa quería ser mi novia, aunque yo le había dado reiteradas
señales de que no estaba interesado en un noviazgo, ni nada
parecido. No había pasado ni un solo día en que no la recordara, en
cuanto me levantaba, al volver de la universidad, en la noche antes
de dormir o al acostarme con Tanya. Ella seguía intacta en mi
mente, mi alma y mi corazón.
Un viernes cualquiera, llegaron todos mis compañeros y empezamos
el carrete como a la diez de la mañana y en medio de ese gentío
apareció Joyce, como ya era habitual, porque andaba de punto fijo
con James. Ese día, ya en la tarde, nos quedamos conversando.
Ella estaba bien y yo, me había tomado un par de cervezas de más.
Pero, ahora, como nunca en todo este tiempo, fue directo a la
herida.
–¿Has hablado con Bella? –preguntó seria.
–No, desde que terminamos nunca más –eso me dolía mucho, a
veces moría, sólo por oír su dulce voz.
–Ella está de novia –soltó una leve risa irónica. Inspiré hondo y por
fin pude articular algunas palabras.
–¿En serio? –sentía que el mundo se me venía al suelo.
–Sí, con Andrew. Él es un buen chico, está bien para ella: es tres
años mayor, estudia y trabaja –continuó pero no la seguí
escuchando ¡Qué rabia! ¡Qué comentario más estúpido!
–¡Qué bueno! –fui cínico.
153
Energía al Límite
–Además, la mamá de Bella lo adora ¿Lo puedes creer? Después de
que les hizo la vida imposible a ustedes dos –fue malévola.
–Sabes Joyce, no me interesa hablar de Bella ¿Podemos cambiar el
tema? –exigí molesto.
–¡Uf! Parece que ese corazoncito aún está herido –curvó sus labios
en una sonrisa.
–De verdad ¡Basta! –casi me pongo de pie, pero justo llegó James a
buscarla ¡Menos mal! Pero, antes de irse me susurró al oído.
–Ella aún te ama… –me guiñó un ojo y se fue.
Sus palabras me quedaron dando vueltas en la cabeza ¿Sería
verdad? Una ola de esperanza vana vino a mi mente ¡Oh, no! Lo
descarté de inmediato, sino, estaría conmigo. Agradecí en ese
momento que Tanya no estuviera, porque realmente añoraba a
Bella y no quería estar con nadie más en este minuto.
Me metí a la ducha y me preparé para salir. Miré el móvil y tenía
una llamada perdida de Tanya. No se la devolví, algo me decía que
hoy tenía que salir solo.
Tomé las llaves del auto y cerca de las doce me fui a ―La Cueva del
Ratón‖. Saludé a Josh y él me preguntó por Tanya.
–Y ¿Tu nueva adquisición? –soltó una carcajada.
–¿Tanya? –sonreí.
–Si la barbie colorina –hizo un gesto que, francamente estaba para
su cena. A lo menos le tenía ganas.
Solté una carcajada y luego, dudé en preguntarle si había visto a
Bella. Después lo pensé bien y desistí, porque ella andaba con el
chico de la barra, que trabajaba aquí. Jamás me diría la verdad…
Pasado de revoluciones, por el carrete del día, me senté en un lugar
medio oscuro, a mirar si la veía. En un principio observé la barra y
ahí estaba él, pero Bella, por ningún lado. Continué expectante por
si aparecía. Ya habían pasado más de dos horas y Tanya no había
dejado de insistir, pero no le contesté.
Me levanté al baño y cuando salí, la vi, estaba parada a un costado
de la guardarropía, creo que estaba esperando dejar sus cosas. Me
decidí a interceptarla. La tomé por la espalda y la arrastré hacia un
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Energía al Límite
pasillo a la nada, pero más sombrío. En un principio, parece que no
me reconoció, es más pensó que era su novio, pero en seguida se
dio vuelta y me miró inquieta, con los ojos desorbitados, pero yo la
tenía aprisionada contra una puerta, así que nadie la vería.
–Tengo que hablar contigo –puse mis labios muy cerca de los
suyos– te espero afuera.
–¿Qué te dice que iré? –se molestó, fue desafiante, pero sentía su
respiración agitada por la tensión.
–Mi instinto –sonreí y posé levemente mis labios en los suyos.
Salí rápidamente y la esperé a un costado de la discotheque. Miré el
reloj, ansioso, creo que si no hubiese estado medio prendido jamás
la habría abordado de ese modo, pero el trago más las palabras de
Joyce, hicieron que me decidiera a buscarla. No salía nunca y yo la
esperaba detrás de un auto. Pasaron diez, quince y veinte minutos,
hasta que de repente vi que ella miraba para todos lados, algo
indecisa. No podía perder tiempo, de lo contrario se arrepentiría.
Salí de la oscuridad, la tomé de la mano y la arrastré con decisión.
–¡Ven! –le dije entre murmullos, pero con voz firme.
Bella me miraba inquieta, sé que no estaba segura de lo que hacía.
La llevé a mi coche, abrí su puerta, luego la mía y cuando estuve en
frente de ella, continué.
–¿Podemos ir a un lugar dónde no nos tengamos que esconder? –
pregunté inseguro, temía que dijera que no y se fuera.
–¿Dónde Edward? –su dulce voz denotaba duda.
–A mi departamento…
–No sé…, no creo que sea lo mejor… –mordió su labio inferior, pero
eso fue la señal para decirme a hacerlo.
–¡Anda Bella! –intenté persuadirla, porque sabía que faltaba sólo un
poco.
Asintió con la cabeza. No perdí tiempo y puse a andar el motor de
mi Volvo, que en estos instantes agradecía que fuera tan veloz.
Estaba muy ansioso y creo que ella también, porque no había
hablado nada en todo el camino. Llegamos al subterráneo y una vez
en el ascensor, ella pareció arrepentirse.
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Energía al Límite
–Edward, no creo, esto no está bien –me suplicó con los ojos.
–Por favor, dame unos minutos, tan solo unos cuantos –le rogué
desde las entrañas.
Entramos y ella se quedó apostada en el umbral de la puerta.
Mientras yo encendía la lámpara.
–Vamos, no te quedes ahí, pasa –intenté ser cortés.
Sentí pánico de que estuviese tan cerca de la puerta, en cualquier
momento se arrancaría de mí y eso era lo último que quería.
–¿Quieres algo? –ofrecí nervioso.
–Agua –fue lo único que articuló.
Casi corrí a la cocina y saqué un vaso, le puse agua y un par de
hielos, pero me di cuenta que cuando lo llevaba, mi mano temblaba,
así que tragué saliva, inspiré profundo y salí.
–Toma –lo dejé en sus manos rápido, no quería que notara mi
ansiedad.
Le dio un gran sorbo al vaso y lo dejo en la mesa lateral. Sentía que
mi corazón iba a explotar al estar ahí con ella. Nos quedamos
mirando y sus dientes castañeaban levemente, pero no hacía una
gota de frío, por lo que deduje que yo no era el único nervioso. Alcé
mi mano y acaricié su rostro con suavidad ¡Amaba esa piel, esos
ojos y esa maravillosa boca! Ella no se opuso, más bien, se quedó
quieta y cerró los párpados cuando la toqué. Eso era un buen
indicio.
Mojé mis labios instintivamente y entreabrí los de ella. Mi corazón
estallaría de emoción. Sentía que latía tan fuerte que hasta me
causó algo de vergüenza.
Ella temblaba, al igual que yo. Nuestro beso fue pausado, pero
cargado de ansías de amarnos. Podía sentir su lengua fina y suave
y no podía dejar de besarla. Bella pasó sus manos por detrás de mi
cuello y yo la aprisioné a mi cuerpo, casi al punto de fundirme en
ella. Pasé mis manos por ese cabello que tanto amaba y bajé mis
labios hacia su cuello, delgado y frágil. Se dejó, eso era lo mejor.
156
Energía al Límite
Mis manos ahora bajaron hacia sus pechos, firmes y adorables, e
inmediatamente desabroché la blusa morada con que andaba. Besé
sus hombros e inspiré su exquisito aroma que me enloquecía.
Saqué su blusa y me contuve para no liberar sus pechos de
inmediato. Ella me miraba y dejaba que yo la amara con
desenfreno. Andaba con una pequeña mini, que no fue difícil de
quitar, pero sí lo fueron sus botas. Quedó en ropa interior, una
tanga azul y un sostén morado ¡Ella era así casual! ¡Por eso la
amaba!
Bella acarició mi cuello y luego quitó mi polera y yo mismo saqué
mis pantalones. La tomé por los muslos, como en los viejos
tiempos, y ella cruzó sus piernas por detrás de mis caderas.
Nuestras pelvis se rozaban, pero todavía no era tiempo, quería y
necesitaba disfrutarla a concho. La llevé a la pieza de Alice, porque
no quería que en la mía se encontrara con algo que le fuera a
desagradar. Con sus tibias y pequeñas manos bajó mis boxer,
frotando mi intimidad. Me miró con picardía y bajó sus labios a mi
masculinidad, haciéndome sentir una de las mejores sensaciones
que había experimentado en mi vida. Ahora ella era toda una
experta, eso estaba claro.
Liberé sus pechos y me los llevé a la boca, provocando que su piel
se erizara, al igual que esos pequeños y rosados pezones que tanto
amaba. Saqué su tanga y separé sus piernas para deleitarme con su
parte más íntima, que tanto había extrañado. Oí que ella emitió un
leve e insinuante quejido, que me excitó aún más. Quise
incorporarme entre sus piernas, pero ella se sentó y me llevó a
acomodarme, apoyando mi espalda en el respaldo de la cama.
¡Cuánto había añorado todo esto! Con su hermosa cabellera, suelta
y perfecta, separó sus piernas, acomodándolas una a cada lado de
mis caderas. Tomó mi masculinidad y la introdujo en ella. Su
interior se daba paso para recibirme y la podía sentir, húmeda, tibia
y suave ¡Esto era demasiado! Mi pecho se contraía ante tantas
emociones juntas.
Mi respiración estaba errática y la suya también. Busqué sus
deliciosos labios y mientras nuestros sexos se amaban, nuestras
lenguas se encontraban, inquietas y desesperadas. En un minuto
de lucidez le susurré al oído.
157
Energía al Límite
–Si quieres me pongo preservativo –dije contra mi voluntad, porque
lo único que quería era estar dentro de ella. No quería salirme ni un
segundo.
–No, ahora sí tomo pastillas –contestó, mientras intensificaba el
movimiento de sus caderas.
Ella iba a decir algo, pero se arrepintió, pero no importó, ahora yo
me arriesgué.
–¡Te amo Bella! –la aprisioné fuerte por las caderas.
–Y yo a ti Edward –exclamó entre quejidos y la voz entrecortada.
–Te siento tan mía –dije desde las entrañas.
–Yo soy tuya mi amor –buscó mi boca para posar sus labios fogosos
en los míos.
Sentí que me volvía el alma al cuerpo, aunque fuera por algunos
minutos. Yo era el hombre más feliz del mundo cuando estaba
dentro de su mundo, que sentía era mío y de nadie más. Su espalda
comenzó a sudar, al igual que su cuello. Pasé mi mano por él y
elevé un poco su cabello, para aliviarla del calor, aunque era la
sofocación más maravillosa que un ser humano podía imaginar. En
cualquier momento llegaría a la gloria, sin previo aviso y así fue… su
interior se comenzó a contraer y humedecer cada vez más, al igual
que sus quejidos pocos controlados, la miré y me dejé llevar por ese
momento divino. Desemboqué en su interior y no quería salir de ahí
por ningún motivo.
Ella pareció desesperarse un momento y se paró con rapidez a
coger su ropa interior. Me puse de pie y me propuse no dejarla ir
por ningún motivo, no esta noche. La capturé en la entrada.
–No te vayas, te lo imploró Bella –fui un gusano.
–Yo tampoco me quiero ir, pero esto no está bien…
–¿Por qué no? ¡Si nos amamos! –cogí su rostro y le hablé casi al
borde de la desesperación.
–Edward tu tienes tu vida y yo tengo la mía –dijo no convencida.
–Cuando tú me dejaste la mía se acabó. Tu eres mi vida, Bella –la
besé con todo el amor que había tenido contenido en estos
instantes.
–Mi amor –me abrazó con ímpetu y sentí que comenzó a sollozar.
158
Energía al Límite
Capítulo XXV
Post Amor
S
u amor me llenaba el alma de alegría, nadie más que
Edward era capaz de hacerme suspirar, amar y desear tanto
a una persona.
Estos cinco meses lejos de él habían sido difíciles, muy duros, lo
único que aliviaba el dolor era Andrew. Tan apacible, cariñoso y
atento, sin embargo, era imposible sentir por él lo que alguna vez
experimenté por Edward.
Cuando se cumplieron dos meses desde que terminamos con
Edward, y yo, ya tenía certeza de que esto no tenía ningún futuro,
opté por devolverle las llaves de su departamento ¡Qué gratos
recuerdos! ¿Cuántas veces no nos habíamos amado con demasiada
intensidad? Jamás podría olvidar nuestros momentos juntos. Pensé
en escribirle una nota, pero después me arrepentí ¿Qué le pondría?
¿Te amo? Aún no te puedo olvidar, aunque veo que tu sí —la
imagen de él con esa mina me torturaba—, no, eso era absurdo y
no quería hacer el loco. Saber que sin mí podía continuar, era en
extremo doloroso.
Cada vez que recordaba, al ahora, mi antiguo amor, sentía una
extraña presión en el pecho, era una mezcla de nostalgia e
impotencia de no poder retroceder el tiempo y volver con él. Ahora
disfrutaría cada instante: su cálida sonrisa, esa maravillosa mirada
que me traspasaba el alma, su inmenso amor y por qué no, tenerlo
en mí. Esta pasión se negaba a morir, lo sentía en el alma, no en
vano, una cosita hermosa se había formado en mí, fruto de nosotros
dos y del amor que nos teníamos, aunque hubiese sido arrebatado
de mis entrañas como mi amor por él.
El mismo día en que decidí devolverle las llaves, en señal del
rompimiento definitivo de nuestro vínculo, de ese hilo invisible, pero
más fuerte que el acero, para cerrar el capítulo de Edward, me junté
con Andrew en la tarde. Fuimos al departamento, que compartía
con una par de amigos, pero ese día estaba solo. Tomamos una
taza de café y vino, lo inevitable.
159
Energía al Límite
Andrew era bastante sexy, no en vano tenía a toda esa tropa de
mujeres locas por él. Resplandecían en su rostro unos bellos ojos
azules, como también, una sonrisa perfecta; pelo castaño claro, con
pequeñas ondas, a medio crecer, que le daban un toque medio
artístico. Trabaja por las noches y estudiaba publicidad y, creo, por
las adulaciones de sus compañeros, era bastante creativo. Incluso
me tenía media convencida a mí de estudiar lo mismo y no era
malo, ya que él iría unos cursos más arriba y podría ayudar con los
trabajos, jejeje, bueno, pero para eso faltaban meses aún. Esa tarde
me mostró un par de trabajos de la universidad y luego,
compartimos algunas anécdotas de nuestras vidas, fue en ese
minuto de confianza donde empezaron las preguntas más delicadas
y donde, hasta ese entonces, Andrew no se había atrevida a
hurguetear.
–Bella, mira si quieres me respondes, sino, no —sonrió muy
transparente— pero ¿Aún estás muy afectada por lo de tu ex novio?
—era complicado lo que realmente pasaba en mi interior, pero no
quería dar lástima. Además, que si no salía me ayudaba a mí misma
a salir de este pozo profundo, está claro, que nadie lo haría por mí.
–No –mentí– eso ya es cuento viejo –sonreí.
–¡Qué bueno! –exclamó él– porque tu me gustas mucho –sonrió y el
rostro se le iluminó por completo.
Posó sus labios juveniles en los míos y dejó pasar su lengua tibia y
agradable. Como mi recepción fue buena, él se acercó más a mí y
comenzó a acariciar mi cabello, alborotándolo poco a poco. Crucé
mis brazos por su cuello y me dejé llevar por el momento. Sus
manos comenzaron a bajar lentamente, primero por mis pechos
para continuar en mi parte más íntima. Mi reacción fue dejarlo,
intentar disfrutar y besar su cuello con soltura.
Él sacó mi polera con un movimiento veloz, mientras humedecía mi
sensible cuello con sus besos. El botón de mis jeans no tuvo
resistencia y el del suyo, menos. Me cogió por la cintura,
elevándome unos centímetros y me llevó a su cama, media
desordenada, a diferencia de cómo Edward siempre mantenía la
suya. Sacó un cojín de la cabecera y lo puso bajo mis caderas, para
continuar, bajando hábilmente mis pantaletas fucsia. Volvió a mí y
besó mis pechos, lamiéndolos y provocando que mi piel se erizara,
160
Energía al Límite
casi por completo. Su piel rosada, iba incrementando su tono y se
ponía más intensa. Separó mis piernas levemente y se dispuso a
acomodarse entre ellas, pero me acordé de un detalle fundamental:
preservativo.
–Andrew –dije ya excitada.
–¿Qué? –continuaba besando mis hombros y pechos.
–¿Tienes protección? –lo miré fijo.
–¡Uy! ¿En serio? –exclamó algo defraudado.
–Sí, o si no… –hice un gesto que lo dijo todo, porque él entendió de
inmediato y estiró su mano a una de las mesitas de noche y sacó
una caja roja con negro, y de adentro de ésta, cogió el mismo
sobrecito metálico que sacó Edward la otra vez y que me revolvía
las tripas, tan sólo de recordarlo.
Se puso de rodillas por unos instantes para ponerse el preservativo
y volvió a acomodarse entre mis piernas, pero antes, tocó mi
intimidad, introduciendo uno de sus dedos en mí para comprobar si
estaba lo suficientemente húmeda. Al posarse sobre mí, mis piernas
se separaron automáticamente y él introdujo su erección en mi
interior. Sus movimientos fueron más lentos en un principio y no
tardó en agitar su respiración. Su voz se fue deformando a medida
que yo me excitaba. Esa sensación exquisita se comenzó a apoderar
en mis entrañas y sentía que perdía el sentido del tiempo y el
espacio, por unos instantes, hasta que oí que el gruñía con
muchísima intensidad. Lo miré y sentí una gran desilusión de que no
fuera Edward quien estaba junto a mí ¡Era una lástima!
Tras ese día teníamos relaciones de manera regular, y por supuesto,
para evitar incidentes, decidí ir al doctor, para que me recomendara
pastillas anticonceptivas ¡Era lo más seguro! Sólo un par de veces,
de puro prendidos lo hicimos sin látex, porque en la mayoría de las
ocasiones, prefería asegurarme.
El sexo era bueno, pero nada comparable con lo que había sentido
con Edward, claro que esta comparación jamás la podría manifestar.
Reneé había bajado la guardia conmigo, y a pesar de que yo la
ignoraba por completo, ella intentaba conciliar nuestra relación,
aunque en el fondo, tenía muy claro que era imposible. Una tarde
en que Andrew me fue a buscar, ella se adelantó y lo invitó a entrar
161
Energía al Límite
y desde se día se hicieron inseparables, lo que me producía
sentimientos encontrados, porque era agradable no tener una lucha
a muerte cada vez que tenía que salir, pero me dolía mucho,
muchísimo, que jamás le hubiese dado una oportunidad a Edward, y
ella, lo sabía.
Todo marchaba bien con Andrew, hasta esa noche en que me
abordó Edward con su hálito a alcohol, estaba claro que se le habían
pasado las revoluciones, pero no me importó.
—Tengo que hablar contigo —pegó sus deliciosos labios cereza en
los míos. Mi corazón estallaría en cualquier instante— te espero
afuera —continuó.
—¿Qué te dice que iré? —no podía controlar la ansiedad de mi
respiración.
—Mi instinto —contestó él muy seguro y eso me molestó un poco.
Edward desapareció rápidamente, y yo quedé ahí, absorta ¿Debería
ir? Y ¿Qué le diría a Andrew? Yo venía llegando y ese día el
trabajaría hasta tarde, habíamos acordado que lo acompañaría y
luego nos marcharíamos, juntos, a su departamento.
Sentí pánico de que Edward se estuviese burlando de mí, quizás me
había visto bajar la guardia y cómo andaba medio prendido me
había abordado.
Sin embargo, necesitaba verlo, aunque fuese unos minutos, serían
suficientes para embriagarme en él y vivir un tiempo más, sin el
pesar de no tenerlo conmigo.
Llegué donde Andrew y él salió de la barra tan contento como
siempre. Posó sus labios sobre los míos y me dio un gran beso.
Estaba algo extraño, no sé, como más revolucionado, pero no ebrio.
Me puse muy nerviosa y no quería que mis ansias me jugaran una
mala pasada.
—Andrew me voy a devolver a la casa, porque no me siento del
todo bien —mentí.
—¿Qué te pasó? —definitivamente estaba con los sentidos muy,
muy alertas.
—La cabeza, me duele… —insistí.
162
Energía al Límite
—Pero y ¿No me puedes esperar? —sus ojos se entristecieron.
—Creo que no, lo siento.
—Y ¿Cómo te irás? —fue suspicaz.
—Con un amigo…
—¿Un amigo? —enarcó una ceja y sonrió incrédulo.
—Sí, y puedo saber cómo se llama…
—Mmmm, no lo conoces.
—No me gusta nada, pero que le voy a hacer —hizo un gesto de
desagrado.
—Andrew me tengo que ir, porque me están esperando —temía que
Edward se marchara por mi tardanza.
Él se acercó y me dio un fogoso beso.
—¡Pórtate bien! —me guiñó un ojo y volvió a la barra.
No respondí. Salí casi desesperada y comencé a mirar para todos
lados, pensé que se había ido ¡Qué desilusión! Por algo pasan las
cosas, me resigné con pena. De la nada sentí una mano tibia que
me cogió con fuerzas y reconocí su voz de inmediato.
—¡Ven! —sentí que mi cuerpo se estremecía.
Me propuso ir a su departamento, y yo tuve la magnífica idea de
aceptar. No hablamos en todo el camino, yo miraba por la ventana
sin dejar de morder mi labio inferior y él, creo, me miraba de reojo.
Al llegar a su departamento, miles de recuerdos se vinieron a mi
mente, sin pausa. Estaba muy ansiosa, pero no quería que él lo
notara, pero era tarde, mis dientes comenzaron a castañear
involuntariamente y no existía la excusa del frío. Al ver su mano
temblorosa, cuando me entregó el vaso de agua, me tranquilicé en
algo, él tenía tanto miedo como yo.
Nuestro encuentro fue inevitable, no podía negarme a él, era una
cosa magnética e inexplicable. Aún lo amaba demasiado…
Cuando terminamos de hacerlo sentí pánico, terror de estar ahí, que
esto fuera toda una artimaña, venganza, no sé, me pasé mil rollos
que hicieron ponerme casi histérica. A diferencia de lo que pensaba,
163
Energía al Límite
él me siguió y no dejó que saliera. Sus ojos eran sinceros y eso me
retorció el estómago y no pude evitar llorar.
Lo abracé con fuerza, quería fundirme en su cuerpo tibio y perfecto.
Edward tomó mi mentón con cariño y elevó mi vista a la suya.
—Bella ¡Te amo! ¡Te juro que te amo! —decía la borde las lágrimas.
—Edward… esto no… no funcionó… —mis entrañas se
estremecieron ante esta aseveración.
—Bella… no… no mi vida, no te vayas —me rogó.
Me hice de tripas corazón, abrí esa puerta de madera fina y bloqueé
mis sentimientos.
Caminé un par de horas, sin rumbo, hasta que me di cuenta que ya
había amanecido hace un rato. Tomé un taxi y llegué a mi infierno
personal. No podía dejar de pensar en él ¡Era tan maravilloso y
distinto en todo! ¡Cuánto lo adoraba! Me acosté, pero antes, el
sonido de aviso de mensaje en el móvil, me alertó ¡Andrew!
—Llámame cuándo llegues —fue todo.
Obvié el mensaje, ya eran casi las siete.
Desperté cerca de las once con unos golpecitos en mi puerta era
Reneé, con el rostro iluminado.
—Tienes visita —me remeció levemente, ahora último era en
extremo delicada conmigo.
—¿Quién? ¿A esta hora? —dije media somnolienta.
—Es Andrew, llegó cerca de las diez, lleva más de una hora
esperándote, pero es tan amoroso, que me pidió que no te
despertará de inmediato ¿Qué buen niño se ve?
La ignoré ¿Cómo lo hacía Andrew para no dormir nada? ¡Uf! Me
bañé y salí con el pelo casi estilando. Llegué al comedor y Reneé le
había dado desayuno y todo, eso me dio muchísima pica ¿Por qué
nunca lo había hecho con Edward? ¡Qué injusta era!
Saludé a Andrew y en cuanto salió Reneé, le pregunté.
164
Energía al Límite
—Y ¿Tú? ¿No duermes? —enarqué una ceja, impresionada.
—Por amor, hago lo que sea… —me besó con ansias— y ¿Cómo
llegaste anoche? —sonrió inocente.
—Bien, gracias —en realidad aún tenía sueño.
—Pero aún tienes sueñito parece —agregó y acarició mi rostro.
—Un poco —si supiera que casi no había dormido en toda la noche
¡Uy!
—¿Quieres que vayamos a mi departamento? —me susurró al oído,
demasiado cariñoso.
—En realidad, lo siento, pero no, estoy cansada y tengo tareas —
ambas cosas eran ciertas, el ¿Por qué? Era el tema. Bueno y lo de
los deberes, era cierto.
—¡Uf! ¡Ese ánimo Bella! Parece que te lateo —intentó persuadirme.
—No seas tontito, para nada —sonreí.
Andrew se quedó un par de horas más y yo, me encerré en mi
dormitorio como era costumbre. Vi un par de tareas por Internet y
luego, dormité un poco más, pero un llamado me despertó con
susto. Era mi vida.
No contesté, aún no estaba del todo segura de qué haría. Me acosté
temprano y el lunes fui a mi día normal de colegio. De vuelta, venía
con las imágenes de nosotros dos —Edward y yo— plasmada en las
neuronas, todavía lo amaba, eso era indiscutible, tan solo con
recordarlo las mariposas se agitaban en mi panza. Iba directo a la
micro, cuando, desvié mi camino. Mi cuerpo, casi involuntariamente,
me llevó donde Edward.
Me bajé a tres cuadras, como lo hacía habitualmente cuando
éramos novios y finalmente, tomé aire, intenté controlar mis nervios
y entré al edificio. Como el conserje aún me recordaba —eso era
muy bueno— pasé, sin previo aviso. Tomé el ascensor, con las
manos sudadas por la ansiedad, sequé una de mis manos en mi
pollera escolar y toqué el timbre. Nadie abrió enseguida, pensé que
no estaba, pero era raro, el conserje me hubiese dicho, él siempre
sabía todo. Me di media vuelta para irme, al parecer había sido mala
idea, cuando Edward apareció en la puerta de su departamento, con
su pelo desordenado, algo acalorado y ¿Pijama? Cuando me vio
aparecer sus ojos de miel se abrieron como platos y dijo.
—¡Bella! —creo que no me esperaba.
165
Energía al Límite
Capítulo XXVI
Estupideces…
S
u rostro acalorado no me dio el mejor de los aspectos, por
un minuto quise devolverme, pero él insistió en que pasara.
–Edward disculpa no quise interrumpirte –dije algo avergonzada,
pero muy intrigada por su agitación.
–No, pasa, en serio –una gran sonrisa se dibujo en su rostro de dios
griego.
–Mmmm, si te molesto –torcí la boca en gesto de inseguridad.
–Por favor –su mirada se dulcificó a tal punto que no me pude
negar.
Finalmente me decidí a entrar, y cuando puse un pie en el hall y me
asomé al living, me di cuenta de que estaba todo absolutamente
alborotado, algunos muebles semi-embalados, el comedor
desarmado y un montón de ropa tirada sobre el sofá mediterráneo.
–Y ¿Esto? –dije con el corazón en la mano.
–Me mudo –parecía feliz.
–¿Quieres algo? –ofreció muy contento– ¿Un café con leche
condensada? ¡A ti te encanta! Y hace mucho frío –me miraba
expectante.
–Bueno –articulé de memoria.
Edward partió a la cocina y yo me quedé parada a un costado del
sofá cubierto de ropa ¡Se iría! ¡No, por Dios! Moría si eso sucedía.
Observé la sala y las imágenes de todo lo que había ocurrido en
este departamento agolparon mi cabeza, al borde de la locura. Miré
cada rincón y el pecho se me contrajo, a tal punto, que quise llorar.
En seguida apareció él con una bandeja de madera y dos tazas de
café.
–Perdona el desorden ¿Te molesta si nos sentamos en la alfombra?
–esperaba mi respuesta con la bandeja en la mano.
–No –tragué saliva para no llorar.
166
Energía al Límite
Me senté automáticamente y crucé mis piernas en forma de indio y
él se puso al otro lado de la bandeja y me entregó el café en la
mano. Lo probé por cortesía, estaba perfectamente preparado, él
recordaba cómo me gustaba, eso era reconfortante.
–Te llamé ayer –sus ojazos de miel cristalizada me increpaban y no
paraba de sonreír.
–Sí es que… –ya no aguantaba la ansiedad de saber qué pasaba y
fui directa– ¿Dónde te vas Edward? –pregunté con desesperación.
–¿Importaría? –respondió con una pregunta.
–Como no…–bajé mi vista no quería que notara mis nervios.
Un silencio incómodo se torno en el lugar, pero si hablaba, unas
lágrimas, que no venían al caso, saldrían a todo galope y no quería
dar lástima.
–Al piso veinte –no pudo evitar reír.
Mi primer instinto fue levantar la vista.
–¡Te quedarás! –respiré aliviada y él lo notó.
–Obvio ¿Dónde me podría ir si, mi vida, está aquí? –no dejaba de
trasmitir toda su energía a través de esos ojos de ensueño.
–¿Tu vida? –tuve la esperanza de que fuese una indirecta.
–Sí, la universidad, mis amigos –soltó una carcajada y me continuó
observando para ver mi reacción.
–Claro –fue lo único que atiné a contestar y sonreí.
–Y lo más importante… –ahora se puso serio.
Acomodó su mano entre mi cuello y la quijada, inclinando su rostro
y acercándose lentamente al mío, haciendo que casi dejara de
respirar. Sus labios sexies entreabrieron los míos y dejaron pasar
esa lengua divina, húmeda y deliciosa. Me dejé llevar y cerré mis
ojos para sentir el momento al límite. Mis sentidos se agudizaban
del tal modo cuando estaba con él, era muy distinto a todos.
Cortamos el beso y él me miró inquieto.
–Bella ¿Te puedo hacer una pregunta? –parecía inquieto y continuó–
perdona, pero necesito saber…
–Dime –imaginaba lo que venía.
167
Energía al Límite
–¿Qué relación tienes tú con el barman de ―La Cueva‖? –hizo un
ruido con la boca como de arrepentimiento, pero esperó expectante
mi respuesta.
–Bueno, Andrew… es… mi ¿Novio? –contesté incómoda.
–¿Novio? ¡Guau! Era cierto entonces… –se acomodó hacia atrás,
como alejándose de mí.
–¿Cierto? ¿Quién te lo dijo? –insistí.
–No importa –intentó evadir la respuesta.
–Sí importa, dime por favor –lo miré fijamente.
–Joyce, tu amiga.
–Y ella ¿Cómo? ¿Por qué? –estaba sorprendida.
–Ella anda con James, hace algún tiempo y han venido varias veces
para acá –respondió serio.
–¿De verdad? No tenía idea que esa relación iba tan en serio –
enarqué una ceja sorprendida.
–Para qué veas… las dos ovejas infieles y descarriadas ahora se
aman –soltó una carcajada.
Oí que abrían la puerta del departamento. Lo encontré muy extraño
y miré a Edward desconcertada.
–¿Alice está aquí? –pregunté confusa.
Él no alcanzó a decir nada, estaba impávido y pálido, mucho más
que de costumbre. No fue necesario que me respondiera porque la
―muñequita‖ con pinta de modelo, se asomó en el living, la reconocí
de inmediato, no sabía cómo se llamaba, pero sabía perfectamente
que era la chica con quien lo había visto.
Mil rollos se vinieron a mi mente ¿Qué tipo de relación tendrían que
ella tenía las llaves de su departamento? Y ¿Cómo podía ser tan
cara de palo Edward de hacerme pasar si sabía que ella llegaría? La
mujer dirigió una mirada fulminante, pero luego, con una risa
hipócrita me saludó.
–Hola –se acercó a Edward y lo besó en la mejilla, muy cerca de la
comisura de los labios.
Creo que casi se me salieron los ojos. Él estaba tremendamente
incómodo, pero ¿Quién era yo para exigirle algo? ¡Nadie! Sin
embargo, me sentí tan estúpida de venir a verlo ¡Cómo si me fuese
168
Energía al Límite
a esperar! Me dije a mi misma, autorecriminándome. Quise pegarle
una gran cachetada ¿Cómo podía ser tan cara de raja? Lo miré y
creo que entendió de inmediato el mensaje, nos conocíamos más
que suficiente.
–Hola –respondí, intentando componer una sonrisa falsa en mi
rostro.
Me puse de pie de inmediato, no tenía nada más que hacer aquí,
eso era evidente.
–Disculpen por importunar –traté ser cortés.
–Bella, no, tú nunca… –vi el desasosiego en sus ojos.
–No, en verdad, ya me iba, no sabía que estarían ocupados –tomé
mi mochila y salí, siempre intentando controlar mis emociones,
porque creo que en otro momento de mi vida hubiese hecho un
escándalo de proporciones.
Cuando llegué al ascensor, sentí que me tomó por el brazo, volteé y
era él, obvio.
–Bella, no es lo que crees, de verdad que no –estaba temblando y
un leve color rojizo se había apoderado de su rostro.
–No necesito explicaciones Edward… está bien, es tu vida… –estaba
al borde las lágrimas.
–Pero no te vayas, es ella quien se tiene que ir –intentaba
persuadirme, pero estaba demasiado desesperado.
–¿Es tu novia? –pregunté insegura, temía su respuesta.
–No –fue seco.
–¿Entonces? No entiendo nada –traté de tragarme la rabia.
–Es un cuento largo –insistió.
–En verdad no quiero saberlo, yo ya salí de tu vida –intenté sonreír.
–Tú nunca saldrás de mi vida…
–Perdona por importunarte Edward –continué– es sólo que me
confundí con lo del sábado pasado, pero ya me quedó clarísimo que
fue un terrible error.
–¡No fue un error! Yo te fui a buscar porque necesitaba verte.
–Ya nos vimos, más de lo recomendable, creo –me acerqué y besé
su mejilla con demasiado cariño para ser sólo amigos.
–Bella te juro que esto no es ni una pizca de lo que te imaginas…
169
Energía al Límite
Toqué nuevamente el interruptor del ascensor y la puerta se abrió
sin demora. Puse un pie en él y me fui. Edward quedó paralizado,
realmente no podía entenderlo ¡Era imposible!
Todo el trayecto a mi casa lloré como una niña de cinco o menos
años. Saber que me había cambiado me destrozaba el corazón y
envenenaba el alma. Suspiré profundo y llegué a mi casa. Pasé
derecho a mi dormitorio, sin saludar a nadie y en cuanto, puse la
cabeza en mi almohada, me dormí, creo que sólo de agotamiento
emocional, porque aún no podía digerir todo lo que había sucedido.
Pasaron dos semanas y Edward no dejó de llamar ni un solo día,
pero no le contesté, eso era lógico. Con Andrew nos veíamos
regularmente y ese sábado, fui a ―La Cueva‖ para acompañarlo,
porque después nos iríamos a su departamento. La noche se había
tornado tediosa, Andrew bebía y bebía, pensé que era jugo o
bebida, porque parecía agua la cantidad de litros que ingería como
si nada. En algún minuto lo vi arriba de la pelota, pero él no podía
estar atendiendo en mala, así que le sugerí que se tomará un café,
él sonrió y me besó en la sien.
–No te preocupes Bella –su hálito a alcohol me estremeció, a pesar
de que yo me había tomado dos roncolas.
Estaba media parqueada, Andrew desapareció un rato y luego
volvió, ya no tenía nada de ebrio ¿Cómo se la había pasado tan
rápido la curadera? ¿El café milagroso? No, que raro. Lo comencé a
observar con detención y lo noté bastante inquieto, sus
movimientos era acelerados y algo imprudentes. Cada cierto rato se
acercaba a mí y me besaba ¡Era otro! La última vez que pasó por mi
lado, noté que su nariz estaba algo colorada e inspiraba como si
algo le molestara ¿Estaría drogado? ¿Andrew, el chico perfecto? No
creo, algo le debía haber pasado, quizás era alérgico.
Pasado las cinco y media de la madrugada, salimos todos juntos,
muchos se iba al ―after hours‖, pero la verdad, yo no tenía ninguna
intención. El barullo que emitían todos juntos, el idiota de Erick,
Christian, Italo y otros compañeros de Andrew, que lo
acompañaban, era tremendo. Los autos comenzaron a andar,
muchos de ellos participaban en carreras clandestinas, incluso
Andrew. Todos estaban alborotados.
170
Energía al Límite
De la nada y no sé de dónde, apareció James, Jasper y él, mi ángel
personal, pero ahora, platónico. Se saludaron, después de todo, casi
la mayoría se conocía porque estudiaban en el mismo barrio
universitario o bien, se conocían por los carretes.
Noté que Edward no me despegaba la vista ni un segundo y eso me
puso media incómoda, porque mi novio, sabía de mi ex y no creía
que fuera de su agrado vernos tan cerca. Yo trataba de evadir sus
miradas, pero era casi imposible, un magnetismo sobrenatural nos
unía, a mi pesar y al de él. Lo único bueno era que estaba solo
¿Habrían terminado? ¡Ojalá! Rogué para mi interior.
Los motores comenzaron a rugir como verdaderos leones y Andrew
me llamó.
–¡Bella! –llegó a mi lado, me besó con intencionalidad, porque luego
miró a Edward y me arrastró impaciente.
Ahora estaba más extraño que nunca, con movimientos frenéticos
intentaba subirse al auto y eso me asustó. Miré hacia el lado y vi
que Edward no me despegaba la vista para nada. Andrew, no podía
abrir la puerta de su lado y le pegó una tremenda patada y luego,
intentó quebrar el vidrio de su lado con el codo ¡Estaba aterrada!
¡Cuánta agresividad! Nunca lo había visto de ese modo. Estaba tan
aterrorizada que no me di cuenta cuando Edward ya estaba a mi
lado, y me tomó fuerte por el brazo.
–Bella no te vayas con él –fue una orden.
No alcancé a responder cuando Andrew se plantó frente a Edward,
desafiante y me tomó con fuerza por el brazo, mientras todos
miraban atónitos y obvio, algunos medios entretenidos. Yo sentía la
adrenalina fluir por mis venas y el pánico me abordó como nunca.
–Ella vino conmigo y se va conmigo –informó Andrew, con la
mandíbula tensa, y con furia en los ojos.
–No creo que sea buena idea –Edward contestó brusco.
–Edward… –le supliqué indecisa.
–¿No ves que está completamente drogado? –me gritó, perturbado.
171
Energía al Límite
¡Eran verdad mis sospechas! Miré a Andrew y él de buena gana, le
plantó un tremendo puñetazo a Edward.
–Anda a jotear a otra mina, Bella es mi mina, tu tiempo ya pasó
¡Confórmate imbécil!
En algún momento que no me percaté, Edward se paró, furioso,
como jamás lo había visto en mi vida, y le plantó un tremendo
combo de vuelta. Alguien me arrastró hacia un costado, creo que
era James.
–¡Paren! ¡Idiotas! –grité frenética.
Por un lado apareció James y Jasper y tomaron a Edward por la
espalda, y dos tipos más hicieron lo mismo con Andrew. Los dos se
miraban con ira y odio, pero Andrew, estaba completamente
descontrolado. Giré mi cara y me fijé que Edward estaba sangrando
por la nariz y parte de la boca, al igual que el otro contendor. Sin
embargo, la advertencia de mi amor había sido cierta. Di media
vuelta y no pude evitar irme con mi príncipe moderno de ensueño.
Oí que algo gritó Andrew, creo que un insulto para mí, pero Jasper
me miró con una advertencia.
–¡Ignóralo!
172
Energía al Límite
Capítulo XXVII
Aclaraciones
os fuimos, pero sólo Jasper se fue con nosotros, porque
ellos habían salido juntos esa noche. Me iba a subir atrás
pero Jasper me cedió el asiento del copiloto, aunque en
realidad hubiese preferido irme en el asiento trasero, porque
Edward tenía una cara ¡Uf! Qué nunca se la había visto. Serio, parco
y no habló nada, me sentí muy incómoda. Además, aún le quedaban
rezagos de sangre y la cara se le estaba poniendo colorada, no tenía
buen aspecto, para nada…
N
El amigo de Edward, iba atrás, algo serio también, pero no tanto
como él. Pasamos a dejarlo, se despidieron y luego, no fue con
dirección a su departamento como yo pensaba, sino que a mi casa.
Todo el rato con un rostro de tres metros y mirando sólo hacia
delante sin dirigirme ni media palabra.
Como era más que evidente que los ánimos nos estaban para
conversar, obviamente, opté por mirar por la ventana y nada más.
Estábamos próximos a mi casa, cuando vislumbré que fuera de ella,
estaba estacionado el auto de Andrew. Mordí mi labio inferior muy
nerviosa ¿Qué haría? Edward, bajó la velocidad y me miró, aún
molesto.
–Está tu noviecito esperándote ¿Quieres bajarte aquí? –me miró con
cara de no puedes ser tan tonta.
–No sé…–boté aire indecisa.
Por fin detuvo el auto.
–¿Qué onda Bella? Y ¿Lo dudas? No lo puedo creer –negó con la
cabeza.
–No es eso Edward, pero todo se puede complicar más si no me
bajo. Además, ya nos debe haber visto, tu auto no es muy discreto
que digamos –aporté, con las palabras atropelladas.
–Y ¿Ahora me dirás que le tienes miedo? –se le desfiguró el rostro.
–¡Es que reaccionó tan mal! –insistí.
173
Energía al Límite
–Esto es insólito Bella, en verdad no lo creo y ¿Qué harás? –fue
categórico.
Barajé las posibilidades de qué pasaría si me bajaba en ese instante
y no eran muy buenas. En las condiciones en que estaba Andrew,
era capaz hasta de pegarme y por supuesto, Edward no lo permitiría
y de nuevo ardería Troya.
–Me voy contigo… –susurré.
–Por un momento pensé que te habían bloqueado el raciocinio –fue
muy denso y me enojé.
–¿Me estás diciendo tonta? –le grité con furia.
–No he dicho eso… –contestó brusco.
Retrocedió y dio vuelta en u. El motor del auto rugió y partió a todo
lo que daba el motor. Debo reconocer que conducía bastante bien,
pero no era semi-dios para que no le pasara nada y podíamos
chocar.
–¿Puedes disminuir la velocidad? –grité media histérica– a veces
eres tan riesgoso como Andrew.
–¿En serio lo crees? –frenó bruscamente, creo que si no hubiese ido
con cinturón, quedaría estampada en el parabrisas.
–¡Idiota! –le grité.
Ahora anduvo más lento.
–¡Perdona! –dijo algo arrepentido, pero sin mirarme.
Camino a su departamento, sonó mi móvil, era Andrew. Miré
indecisa no sabía si contestar o no, hasta que finalmente lo hice. Por
el otro lado, oí una voz angustiada.
–¡Disculpa Bella! –aún estaba frenético.
–No es un buen momento para hablar Andrew…
–¿Por qué te vas con ese imbécil? –insistía agresivo y al borde de
los gritos.
–Hablaremos otro día –corté.
Miré a Edward y él enarcó una ceja.
174
Energía al Límite
–¡Hablaremos otro día! –me remedó burlesco.
–¡Estás insoportable Edward! Te desconozco… –dije desilusionada.
Llegamos por fin a su estacionamiento y antes de que bajara, me
tomó por la mano con ansias.
–Y ¿Qué esperabas? Pones en riesgo tu vida cada vez que puedes:
con exceso de alcohol, amigos que no son tal, competencias de
autos clandestinas y ahora un novio drogo ¡Lo que faltaba! –fue
honesto y duro.
–Bueno, sí soy tan desagradable y estúpida ¿Por qué insistes en
estar conmigo? –fui directa, realmente me dolían sus palabras.
Puso su mano tibia en mi rostro y acarició mi piel, mientras sus ojos
de miel se enternecían.
–Simple ¡Porque te amo! Y moriría si te pasara algo, prefiero no
tenerte conmigo, pero saber que estás bien –humedeció sus labios
involuntariamente.
Ante su señal y aunque no lo fuera, no pude contener las ganas de
besarlo y acerqué mis labios a los suyos, tibios, suaves y una boca
que me daba los besos más deliciosos que había probado en mi
vida. Fue dulce y sutil, pero no quería dejar de besarlo. Hasta que él
me miró con el rostro iluminado.
–¿Vamos? Ya está amaneciendo… –dio una excusa tonta.
Sonreí y asentí. Subimos a su departamento, ahora en el piso
veinte, y un silencio incómodo nos acompañó en el ascensor.
Llegamos, abrió la puerta y ¡Guau! Era cien mil veces más grande y
lindo.
–¡Uf! Qué buenos auspiciadores tienes Edward –exclamé
impresionada.
–Sí, es lindo –parecía no llamarle la atención, él parecía estar
acostumbrado a este tipo de lujos y más…
–Y ¿Por qué te cambiaste? –pregunté curiosa.
–Es que el otro departamento se hizo pequeño para recibir tantos
amigos –sonrió.
175
Energía al Límite
–¿De verdad? ¡Uf! ¡Yo lo encontraba buenísimo! Alucinaría tener
uno como el otro tan sólo para mí –fui sincera.
–Y ¿Cómo este? ¿Acaso este no te gusta? –se acercó a mí,
provocando que mi respiración se agitara.
–Sí, pero es mucho, quizás… –contesté, mientras Edward acercaba
más aún su rostro al mío.
–¡Qué lástima! –dijo desilusionado, pero con una gran sonrisa en los
labios.
–¿Por qué? –respondí inocente.
–Porque me encantaría compartirlo contigo –sus palabras hicieron
que mi pecho se contrajera.
No contesté, pensé que no había oído bien ¿Quería compartirlo
conmigo? ¿Qué significaba eso? ¡Uf! Me pasé mil y un rollos, pero
todos demasiado fantásticos para ser ciertos.
Lo miré inquieta…
–¿Qué pasó? –curvó sus labios y su ojos resplandecieron.
–¡Nada! –como le iba a decir que me había ilusionado con lo que
acaba de decir ¡Era absurdo!
Inspiró hondo, me miró como lo estuvieran torturando al verme y
luego, partió a la cocina a buscar un paño lleno de hielos. Cuando lo
vi, solito, poniéndose ese bulto frío en la cara para deshincharla, me
enterneció sobre manera, además, había sido mi culpa.
–¡Acuéstate! –le ordené tiernamente, mientras ponía un cojín en su
cabeza.
Se acomodó en la alfombra y yo me arrodillé a su lado para afirma
el hielo.
–¿Te duele mucho?
–Un poco, más que doler, siento afiebrado –sonrió.
–¡Qué idiota! ¿Cómo te fue a pegar? –dije incrédula entre suspiros.
–Bueno, tú te acabas de responder –respondió con una bella
sonrisa.
–¡Perdóname por meterte en problemas Edward! –fui honesta.
–Sin embargo, me llevé la mejor parte ¡Ahora estás conmigo! –dijo
con una morisqueta irónica y una mirada perversa.
176
Energía al Límite
–¿Siempre lo planificaste? –le di un golpecito en el brazo.
–¡No! Créeme que esta vez fue casual –me guiñó un ojo.
–Edward… –saqué el paño con los hielos y besé sus labios que
ahora estaban fríos.
Él me tomó por la cintura y poco a poco me fue acomodando a su
lado, aprisionándome por las caderas y finalmente, acomodándome
encima de él. Mientras me abrazaba frenético.
–Eres tan hermosa –corrió un mechón de mi cabello por detrás de
mi oreja.
–Tú eres el ser más lindo que he conocido en mi vida –lo besé por
debajo del mentón y cerró los ojos automáticamente.
Nuestros besos eran ansiosos, pero no por eso, dejábamos de
disfrutar. Él bajó sus manos a mis glúteos y yo acariciaba su cuello,
sin dejar de juguetear con su lengua y labios.
–Oye, me paró en seco…
–¿Qué? –exclamé entre besos ya más subidos de tono.
–Necesito que aclaremos algo –insistió.
Corté el beso de inmediato.
–Te escucho –me hice hacia un lado y él se paró, sentándose con la
espalda apoyada en el sofá.
–Es sobre Tanya… –ahora sí se puso serio.
–¿La mujer del otro día?
–Sí –inspiró tomando valentía y continuó– bueno, prefiero decirte yo
antes de que te vayan con cuentos –lo que venía era complicado, ya
lo presentía.
–¿Qué tipo de cuentos? –enarqué una ceja, esto no me estaba
gustando.
–Mira, es cierto, yo anduve con ella parte de este tiempo que
estuvimos distanciados –estaba complicado.
–¿Te acostaste con ella? –pregunté de inmediato.
–¿Qué crees tú? –sabía que le costaba responder.
–Que sí –advertí desilusionada.
–Es verdad…
De manera instintiva me corrí de su lado.
177
Energía al Límite
–¿Qué pasó? –dijo nervioso.
–Es que… ¡No! ¡Eso no me gusta! No puedo dejar de imaginarlos –
fui sincera.
–Bella ¡Escúchame! –capturó mi rostro entre sus manos– Jamás,
nunca, y grábatelo bien, nunca sentí por ella lo que he sentido por ti
–parecía sincero.
–¿De verdad? –pregunté algo tímida.
–¡Te lo juro! –posó sus labios sobre los míos levemente y luego, me
miró suspicaz– y debo pensar que tu también tuviste relaciones con
tu ¿Novio? –sus ojos ámbar se solidificaron y esperaron expectante
la respuesta.
–¿Qué crees tú? –evadí la pregunta.
–Con lo que me dijiste de que ahora tomabas pastillas, me quedó
clarísimo, aunque tenía la esperanza tonta de que no fuera así –
sonrió y miró hacia la alfombra.
–¿Cuándo te dije lo de las pastillas? –exclamé sorprendida, pero de
inmediato recordé y sonreí, pero él se me adelantó.
–¿No te acuerdas de las cosas que dices cuándo haces el amor? –
me estómago se contrajo tan sólo con la idea.
–Creo… –sonreí avergonzada.
–¡Uf! Eso es peligroso, quiere decir que lo que dices en ese
momento puede que no sea cierto –dijo algo serio, pero aún
sonreía.
–Eeeeh, no es eso… –sentía el rostro fucsia.
–¡Más vale que sea verdad! Porque todo lo que yo digo, sí me
acuerdo y es muy, muy cierto –se acercó a mí y entreabrió mis
labios con los suyos.
–Entonces ¿Aún me amas? –sentía que mi corazón explotaría.
–Mucho más que eso mi vida –su mirada se clarificó aún más,
mostrándome su alma.
178
Energía al Límite
Capítulo XXVIII
Amore della mia vita
u rostro perfecto, de dios heleno, me estremecía por
completo. Esos cabellos dorados y broncíneos enmarcaban
su preciosa y pálida piel, con labios carmesí, y que
finalmente, eran iluminados por un destello de luces color miel, que
daban vida a su alma. Ese era Edward Cullen, el hombre de quien
me había enamorado. No podía dejar de observarlo y regocijarme
con su hermosura.
S
Él cogió mi cara entre sus manos, lánguidas y esculpidas con cincel
de un genio y acercó sus labios suaves y sabrosos a los míos que lo
esperaban con ansiedad y deseo.
Levanté la vista y sus ojos me increpaban con dulzura y lujuria.
Acerqué mi boca a la suya y me deleite con esa lengua tibia,
húmeda y afrodisíaca. La agitación por tenerlo provocaba que mi
corazón se exaltara tan solo al oír su voz y oler su aroma de adonis
¡Era maravilloso!
Poco a poco, comenzó a amanecer, y el ruido de las olas se colaba
por la fabulosa y privilegiada vista que tenía el departamento
Edward, ahora en el piso veinte. Entre besos fogosos y sonrisas de
complicidad me lancé sobre él, mientras estaba tendido en la
alfombra frondosa. Curvó sus labios en una gran sonrisa al ver mi
reacción.
—¿Entonces es cierto que aún me amas? —pregunté sin vergüenza.
—No es sólo que ahora te amo, siempre te amaré… —posó sus
labios en mi nariz.
—Y yo a ti —no me pude contener y continué— ¡Te he extrañado
tanto! —dije desde las entrañas.
Edward sonrió con ternura y me aferró a él, dejándome ahora a mí
en el piso y su cuerpo encima del mío. Acariciaba mi cabello y yo
enredé mis dedos en sus fibras de metales preciosos, bronce y oro.
Cerró sus ojos y observé sus pestañas, eran del mismo tono del
179
Energía al Límite
pelo. Su semblante lucía plácido, tranquilo, a pesar de que había
recibido un feroz golpe en ese rostro perfecto.
Apreciaba su cuerpo tibio y firme acomodarse entre mis piernas, al
mismo tiempo que su pelvis se aprisionaba, voluntaria e
involuntariamente a la mía. Bajé mis besos por su cuello blanquíceo
y terso, hasta lograr que su voz se entrecortara. Cogí su camisa y
luego, esa polera roja y la saqué, dejando su piel traslúcida al
descubierto. En medio de ese pecho perfecto reflectaban unos vellos
dorados y suaves, al igual que toda su piel.
No había mejor postal que él encima mío con el rostro pálido, los
labios cereza, el pelo broncíneo, cuidadosamente desordenado y
esos ojos miel irradiando chispas de deseo. Edward tomó mi polera
y la retiro con cautela, dejando mis pechos cubiertos sólo por una
suave tela de satín negro, pero tan delgada y fina que dejaba en
evidencia unos pequeños bultitos en mis senos, producto de las
caricias enfáticas de mi amigo casual.
Mi príncipe encantado puso sus manos en el botón de mis jeans, lo
abrió, provocando un leve dolor de estómago por vaticinar lo que
venía, para luego, continuar, bajando el cierre de éste, y sacándolos
de escena ya de manera definitiva. Acto seguido, desapareció mi
pantaleta, al tiempo, que yo lo ayudaba a deshacerse de esos boxer
grises, ajustados, que le sentaban exquisitamente, y como arte de
magia, desapareció mi corpiño, sin mayores problemas, rozándose
nuestros cuerpos con pleitesía.
Nos continuamos amando e inaugurando esa linda alfombra blanca
que le había comprado Alice, pero ahora, innovamos, él se puso de
rodillas y yo alcé mis caderas a la altura de las suyas. Edward me
afirmó por los glúteos y yo subí mis piernas hasta sus hombros. No
dejábamos de movernos, podía sentir como mayor intensidad como
entraba y salía de mí, sin embargo, quería tenerlo en frente,
necesitaba besarlo, por lo que le pedí que se acomodara sobre mí,
para poder aprisionarlo contra mi cuerpo, excesivamente sudado y
caluroso a esas alturas. Crucé mis piernas por detrás de sus caderas
y elevé las mías para sentirlo más de cerca. Esa piel que tanto
adoraba, estaba hirviendo y sus quejidos eran cada vez más
intensos y ahogados. Besé su oreja, hasta que un ruido gutural e
180
Energía al Límite
involuntario se escapó de mis labios, provocando una sonrisa en su
rostro que inmediatamente se transformó en placer infinito.
Cuando terminamos de hacer el amor, Edward aún dentro de mí,
me miró con una ternura y me habló desde lo más adentro de su
corazón.
—Estoy demasiado enamorado de ti, Bella —dio un gran suspiro
entrecortado.
Lo besé con alegría y su rostro se iluminó por completo.
—No quiero que me vuelvas a dejar mi vida ¡Soy el ser más feliz del
mundo junto a ti! —gritó sin importar los vecinos ni nadie.
Yo me puse a reír, pero intenté hacerlo callar.
—¿Por qué? —me dijo con la mirada desbordante de vida.
—¡Los vecinos! ¡Qué vergüenza! —mordí mi labio inferior.
—¡Qué importa! Lo único que importa es que tú estás conmigo…
Se hizo a un lado y se recostó desnudo en la alfombra chantilly.
—¡Uf! Tu hermana moriría si supiera lo que pasó en su alfombra —
solté una carcajadita.
Se puso serio y respondió.
—No si sabe que yo soy feliz —posó delicadamente sus labios en los
míos.
—¿De verdad eres feliz conmigo, a pesar de nuestro pasado? —
recordé esos episodios tristes y sentí una oleada de desesperanza.
—Por tu pregunta creo que ni te imaginas cuánto, mi amor —me
tomó con fuerza y me aferró hacia él con urgencia.
Su lengua dulce se dio paso por mis labios hacia la mía y ambas se
unieron en una danza sublime y mística. Lentamente, Edward se
separó de mí y corrió a su dormitorio a buscar un polerón, con
capuchón incluido y me lo puso para que no me enfriara, creo,
porque él era sobre protector conmigo.
181
Energía al Límite
—Ven, tengo algo muy entretenido para que juguemos —guiñó un
ojo y me arrastró a una de las terrazas.
Abrió el ventanal y puso a andar el motor de un jacuzzi al aire libre,
rodeado de madera. Las burbujas comenzaron a emerger de pronto.
Él tocó el agua y luego, desabrochó el mismo polerón que él me
había puesto, dejándome desnuda. Una brisa fría se cruzó por mi
piel y erizó cada uno de mis poros. Edward no pudo evitar sonreír al
ver mi reacción y me dio un leve empujoncito al agua ¡Era fabuloso!
Cerré los ojos y agudicé mi sentido del olfato y el oído: el primero,
me hizo oler la brisa marina, fresca y energizante, y el segundo,
llevó el ruido de las olas que chocaban contra las rocas, de manera
natural y conmovedora. Desperté con sus labios en mi boca.
Este encuentro había sido muy deseado entre los dos. Nuestras
pieles se electrizaban al chocar, y lo que venía era evidente. Él se
sentó, apoyándose contra uno de los bordes y yo me senté frente a
él, alternando mis piernas, cada una al lado de sus caderas. Por
curiosidad, lo toqué y estaba listo para mí. Cerré los ojos y lo besé,
pero al mismo tiempo, introduje su masculinidad en mí, logrando
una deliciosa sonrisa en sus labios rubí y fuego eterno en nuestras
venas.
Nuestras lenguas danzaban sincronizadas y aguerridas. Ahora el
agua no causaba impacto en nuestras articulaciones, así que la
sensación era nada más que en nuestro lugar más íntimo. Mi pelo,
como estaba tan largo, se humedeció en las puntas y el casco, al
igual que el de Edward. Su rostro me hacía alucinar, quería sentirlo
cada vez más profundamente. Sus manos estaban apostadas entre
mis glúteos y caderas, a la vez que su húmeda boca, mojaba mi
cuello, hombros y pechos.
Yo buscaba ansiosa esos exquisitos labios cereza, deseaba sobre
todas las cosas saborearlos en cada momento. Hice que nuestras
lenguas se tocaran y no pararan de jugar. Su cuerpo se tensó y sus
manos se cargaron más en mis caderas para aprisionarme hacia él,
hasta que desembocó en mí. Por supuesto, lo seguí muy de cerca y
en el momento del clímax hice la cabeza hacia atrás de pura
emoción.
182
Energía al Límite
Una vez calmados nuestros instintos más salvajes, miré a Edward y
lo vi con el rostro desencajado y me dijo, urgido.
–No te des vuelta Bella –una leve sonrisa se escapó de sus labios
cereza.
–¿Qué pasó? –pregunté intrigada.
Él cerró los ojos y escondió su cabeza en mi hombro, a la vez que
una sonrisa idiota se le escapaba de la boca. Quedé absolutamente
paralizada.
–Edward ¡Anda! ¡Dime! –dije ya muy urgida.
–Es que están mis hermanos –soltó una hermosa carcajada.
–¿Qué? –dije alarmadísima y continué– ¿Dónde?
–Por el ventanal…
–Y ¿Están mirando? –no quería ni imaginar la vergüenza.
–Mmmm, a lo menos vieron el final, porque la cara de Alice era
memorable y Emmett, él muy idiota tenía una sonrisa que le llegaba
a las orejas.
–¡Oh, no! ¡Edward! ¡Qué vergüenza! –dije con la cara hirviendo,
pero no pude evitar reír.
–¿Sabías que venían? –insistí sin sentido.
–Sí, pero no hoy, a esta hora… –mordió su labio inferior y arrugó su
frente en un ceño.
–Y ¿Qué hacemos ahora? No me atrevo a mirarlos –dije sentada
aún en frente de él.
–Asumir –dijo nervioso y exquisito.
Él me tomó por la cintura y me hizo cuidadosamente hacia un lado,
pero yo no me atrevía a mirar, y Edward, bueno, él ni siquiera tenía
una toalla a mano para taparse. Así que tuvo que tomar el polerón y
ponérselo en su parte íntima para entrar. Yo quería que me tragara
la tierra.
Edward salió a los pocos minutos con una toalla gigante para mí,
pero antes se aseguró que no hubiese nadie mirando.
–¿Nos vieron? –consulté afligida.
–Sí –fue sincero.
–Edward ¡No! ¡Qué atroz! No quiero verlos, y a Emmett, ni siquiera
lo conozco… –mordía mi labio inferior nerviosa.
183
Energía al Límite
–Bueno, al menos Alice se alegró mucho de que fueras tú –me besó
la frente y arrulló en sus brazos, en tanto, entrábamos a la
habitación que daba a la terraza, que para peor, era la de Alice.
Quería desaparecer en ese instante ¿Qué les diría? Hola, sí yo
estaba haciendo el amor con su hermano en el jacuzzi ¡Noooo! ¡Qué
vergüenza! Edward fue por mi ropa al living –más encima Alice se
daría cuenta que lo habíamos hecho en su fina alfombra–. Volvió y
me besó con una gran sonrisa.
–No te preocupes mi amor, nadie va a decir nada… –su mirada me
inculcó seguridad.
A pasos lentos y detrás de Edward, llegué al comedor ya dispuesto
para el desayuno. En cuanto llegamos, Alice se paró seria, pero con
una gran sonrisa en los ojos y me abrazó.
–No sabes cuánto me alegra volver a verte, Bella –no pudo evitar
sonreír.
–Igualmente –contesté, seguro ya tenía la cara fucsia de plancha.
Luego, se paró Emmett, un hombre fornido, tipo atlético, muy buen
mozo, de pelo oscuro y ojos miel, al igual que el resto de sus
hermanos.
–Un gusto Bella –él ni siquiera intentó ocultar la risa. Edward le
dirigió una mirada cargada de furia.
Nos sentamos los cuatro a desayunar y yo no me atrevía a hablar,
además que notaba que Emmett me miraba de reojo, de seguro, me
observaba. Finalmente, acabó el tortuoso desayuno familiar y yo
corrí con mi amor a su dormitorio. Él cerró la puerta con llave y me
aprisionó contra ésta, inspirando fuerte y humedeciendo mi cuello,
mientras pegaba su pelvis a la mía.
–Edward, no creo que sea buena idea… tus hermanos… –me tapó la
boca con un beso fogoso y profundo.
Sus caricias comenzaron a surtir efecto y una sensación húmeda y
fenomenal se situó en mi entrepierna. Él hizo un ademán de
llevarme a la cama, pero lo paré en seco.
184
Energía al Límite
–No Edward, no me voy a acostar en la misma cama en donde
estuviste con ella –fui intransigente.
No respondió, pero me tomó por la espalda y aprisionó mis caderas
con una de sus fuertes manos, para que ellas se echaran hacia atrás
y mis glúteos quedaran en su parte íntima.
–Que no vayamos a la cama no significa que no lo haremos –
mordisqueó mi lóbulo de la oreja, haciéndome estremecer por
completo– ya no te escaparás de mí tan fácil –amenazó mientras su
voz se iba intensificando.
Me llevó cerca de uno de los muros y con movimientos certeros bajó
mis pantalones y la ropa interior. Sentía su miembro, ya endurecido
que se aproximaba a mi piel, logrando aún más de tensión, pero
ambicionando tenerlo dentro nuevamente. Me tomó por las caderas,
él tras de mí y me hizo separar levemente las piernas, en cuanto él,
no sé cómo, con maestría, logró introducirse en mí, a pesar de la
incomodidad inicial de la posición, sin embargo, una vez unido fue
maravilloso. El roce era tan potente que quería estar así con él, por
siempre. Sus manos viajaban por mis pechos, mientras sentía su
hálito tibio en mi oreja. Los movimientos se intensificaron y quise
gritar de emoción, pero él con una reacción rápida tapó mi boca con
una de sus manos, en cuanto el gruñía hundido en mi hombro ¡Qué
sensación más poderosa! ¿Qué cosa rara era esta? ¡Por favor!
Estaba enloqueciendo de placer con este hombre, creo que
finalmente ese era su plan.
Subí mi pantalón y él, el suyo. Aún embobada por tal torbellino de
emociones, me encontré con sus ojos de miel líquida. Ahora estaba
serio. Con un movimiento sutil, pero seductor, me pegó contra el
muro de nuevo y con una mirada hipnotizadora, habló.
–¡Cásate conmigo, por favor! –mi pecho se comprimió ante sus
palabras y no fui capaz de responderle.
185
Energía al Límite
Capítulo XIX
Danza Oriental
e quedaba sólo un mes de clases, y curiosamente y
contra todo pronóstico estaba egresando y con muy
buenas notas, claro que la de los años anteriores no
ayudaban mucho, pero en fin, en algo había repuntado. Ahora
faltaba el puntaje de la prueba para entrar a la universidad y
finalmente, debía decidir qué estudiar. Tenía dudas entre diseño
gráfico, publicidad o periodismo, pero diseño era lo que más me
tincaba, era más entretenido.
M
Edward insistía en que estudiara ingeniería al igual que él, aunque
era absurdo, jamás me daría el puntaje, además, de ser negada
para las matemáticas. Por supuesto, él, era un mateo de nacimiento
y yo una oveja negra, no había punto de comparación, en cambio,
él, había salido a los dieciséis años de colegio y ahora ya estaba
pasando a su último año de Ingeniería Civil Industrial, más
cabezona ¡Imposible! Desde ya, no sé si por la influencia de sus
padres o por su gran prestigio, ya tenía ofertas de trabajo ¡Quién
como él! Su vida ya estaba casi completamente hecha y decidida. La
última oferta había sido de New York, pero la rechazó, creo que por
mí.
Hace un par de meses cuando había insistido en que nos casáramos
le recordé que yo aún era menor de edad, y que jamás, nunca, pero
nunca, lo permitiría mi papá, por la nefasta influencia de Reneé y su
odio parido a Edward, que jamás comprendí.
Yo lo amaba, como a nadie en mi vida, él era mi vida, mi razón de
existir, era por quien amanecía, vivía, soñaba y dormía, realmente
era una sensación tan poderosa que me costaba explicar. Su amor
me envolvía en un mundo de fantasía y me hacía subsistir en esa
burbuja construida por él, sólo para nosotros dos ¡Era fenomenal!
Aunque mi madre me contradecía, invité a Edward a mi fiesta de
graduación, fue muy linda. Esa tarde, tibia de inicio de verano, me
acomodé al lado de mis compañeros de curso, estábamos divididos
en dos filas y nos sentamos frente a frente las dos columnas, dando
186
Energía al Límite
espacio para el paso al escenario. Hubo discursos, lágrimas de
emoción y una atmósfera cargada de nostalgia. Mi padre viajó,
desde Washington, como poca veces lo había hecho y me
acompañó ese día, menos mal, porque no quería subir con Reneé
cuando me tocara recibir el diploma, aún no le perdonaba su
traición, era una transición que llevaba por dentro.
El sol ya se había entrado y podía distinguir desde la esquina del
salón a mi príncipe encantado, bello, perfecto y bastante contento
con el término de esta etapa de mi vida. Cuando cada uno de los
alumnos volvimos a nuestros lugares en cada una de las filas, nos
entregaron una vela a cada uno y a medida que pasaban la lista por
última vez, en cuanto mencionaban nuestros nombres sonaba un
campanazo y luego, nosotros, debíamos apagar la vela ¡Eso fue muy
lindo! Incluso tuve ganas de llorar.
Finalmente, cuando acabó la ceremonia, todos lanzamos nuestros
gorros por el aire y nos abrazamos, con esa fraternidad única que
sólo lo pueden entregar los compañeros de colegio, porque después
uno se da cuenta que jamás harás amigos, como los que se
siembran en este etapa de la vida.
Mi padre estaba todo formal y me dio un gran abrazo y besote en la
mejilla.
–¡Felicidades hija! –correspondí su abrazo, a pesar de que nuestra
relación no era muy cercana.
Algo tímida se acercó Reneé e intentó hacer lo mismo que Charlie,
pero yo la paré con un frío beso en la mejilla. Sus ojos celestes se
entristecieron y eso me causó mucho dolor, me sentí culpable, sin
embargo, al posar mis ojos en los de él, mi corazón se estremeció y
corrí a sus brazos. Le di un gran abrazo y noté que un par de
lágrimas de emoción cayeron por mis mejillas.
Esa mirada de miel me calaba hasta los huesos y sólo quería
besarlo, así que, sin más demora, me lancé a su cuello y lo besé sin
que me importara nadie más que… nuestro mundo. Su boca fue
muy receptiva y me devolvió un cálido y dulce beso.
187
Energía al Límite
Cuando oí que ya todos se iban, volví del trance en el que me había
sumido con Edward y él cogió del suelo un inmenso ramo de
tulipanes damasco y rosas blancas, y me le dio con un gran abrazo.
–Estoy muy orgulloso de ti mi amor… –me dijo con los ojos
cargados de emoción.
–Gracias por acompañarme Edward –posé delicadamente mis labios
en los suyos de cereza fresca.
Finalmente, mi padre se acercó a nosotros, carraspeando y saludó a
Edward, bastante formal.
–Buenas tardes joven –le extendió la mano.
Edward, tuvo que zafar una mano desde mi cintura y extendérsela.
–Un gusto conocerlo –contestó nervioso.
Reneé por supuesto, no se acercó. Caminamos juntos hasta el auto
y yo me quise ir con Edward, pero mi padre se acercó y me dijo.
–Te llevaremos a cenar Bella –eso fue un ―Edward no está invitado‖.
Sentí una punzada en mi pecho, Edward, era casi mi ángel de la
guarda y ellos lo despreciaban, eso me dolía, yo lo amaba y quería
compartir cada minuto con él, así que respondí.
–Eeeh, yo me iba con Edward –fui seca.
Sin embargo, vi la mirada noble de Edward, quien me susurró al
oído.
–Bella, anda, mañana nos veremos nosotros –me guiñó un ojo, pero
noté que quedó triste, no obstante, a petición de él, accedí.
La cena fue una fomedad, Reneé y Charlie casi no se hablaban y yo,
escasamente le conversaba a mi padre. El silencio sepulcral entre
los tres se rompió cuando Charlie, dio por hecho de que yo me iba a
estudiar a la universidad –en tres meses más– a Washington, junto
a él y su familia.
188
Energía al Límite
–¡No, yo no he dicho nada de eso! –exclamé alarmada.
–Es lo mejor –agregó mi padre.
–¿Por qué? Para que no vea más a Edward ¿cierto? –estaba
desesperada y continué– papá, tú no lo conoces, deberías al menos
darle la oportunidad… él es una excelente persona –sentí que ya
estaba llorando.
–Me imagino que lo es –respondió Charlie intentando calmarme–
pero, las universidades aquí son demasiado caras. Si no te vas
conmigo, no podrás estudiar Bella ¿Es eso lo que quieres hija? –fue
testarudo.
–Yo no me quiero ir –unas lágrimas tibias caían por mis mejillas.
–Bella, no hay opción –agregó Reneé.
–¡No me iré! –grité indignada y me paré de la mesa.
Mi padre salió tras de mí y me detuvo en la esquina.
–Bella ¡Cálmate! Piénsalo bien ¿Ok? Descansa esta noche y me
contestas… –intentó ser dulce, pero se notaba a la legua, que en el
fondo, sólo quería persuadirme.
Reneé debía haberle hablado pestes de Edward, por eso Charlie
también me quería separar de él. Mi corazón estaba comprimido y
no podía ni siquiera imaginarme la idea de estar lejos de mi amor
¡Sería un tormento! ¡No lo podía permitir!
Charlie nos pasó a dejar a las dos. Me fui directo al dormitorio, pero
antes, miré a Reneé, cargada de odio.
–¿Por qué me haces esto? –la increpé con lágrimas en los ojos.
–Aún eres muy chica para enamorarte, Bella. Te queda tanto por
vivir… –sus ojos celestes se dulcificaron, pero yo sentía que me
traicionaba.
–No sabes lo que dices –cerré la puerta de mi dormitorio y la ignoré.
No podía dejar de pensar ¿Qué sería de nuestras vidas, separados?
Yo lo amaba, estaba perdidamente enamorada de Edward, él era mi
mundo. Cerré los ojos y caí en las manos de Morfeo sin previo
aviso, pero aún media somnolienta, tomé el móvil y escribí un
mensaje para Edward.
189
Energía al Límite
Te amo
Lo envié y pude dormir en paz.
Al otro día, Charlie me llevó a almorzar, sin embargo, no insistió en
el tema del día anterior, creo que esperaba que yo me pronunciara,
cosa que no haría por ningún motivo. Su vuelo era las ocho, así a
las seis y media me pasó a dejar.
Llegué a la casa, tomé una ducha. Lo único que quería era ir a ver
a mi amor ¡Ya lo extrañaba! Desde ayer, había quedado con ganas
verlo, pero no pudimos, por eso ahora tenía preparada una sorpresa
para él, que de seguro le encantaría.
Guardé todo en mi mochila y me fui a su encuentro, pero antes le
advertí a Reneé.
–Llegó mañana –fui dura y ella negó con la cabeza, pero no dijo
nada.
Ya estaba anocheciendo y mi corazón se exaltaba cada vez que lo
vería. Inspiraba hondo y las mariposas danzantes, revoloteaban en
mi estómago sin cesar. El camino a su departamento se me hizo
eterno, lo único que quería era estar junto a Edward y amarlo, para
eso y por eso, daría mi vida entera, no había nada, absolutamente
nada que valiera más la pena.
Subí al piso veinte y toqué el timbre, porque llaves no tenía, a pesar
de que Edward me las había ofrecido, es más, insistió, pero no
quería repetir lo de la vez anterior, capaz que me trajera mala
suerte.
En cuanto abrió me lancé a sus brazos y lo besé como si no lo
hubiese visto en años, y él respondió igual. Seguimos besándonos
hasta el comedor y noté que en la terraza, como era verano, tenía
puesta la mesa con un par de velas, copas, un pequeño arreglo de
flores blancas, servilletas rojas y platos blancos cuadrados, y a un
costado, una mesa con toda la variedad de sushi que uno se pueda
imaginar.
–¡Gracias! –lo miré con ternura.
190
Energía al Límite
–Te debía una cena por tu graduación ¿O no? –extendió sus labios
en un cálida sonrisa.
Como siempre, tan galante y perfecto, me hizo pasar, sirvió unas
copas de vino blanco, heladas y fragantes, las alzó y me miró con
dulzura.
–Por la alumna más bella que ha salido de cuarto medio –sonrió y
guiñó un ojo.
–Por el amor de mi vida –posé mis labios en los suyos y él
inmediatamente los entreabrió, dejando pasar su lengua suave y
húmeda.
Nuestras caricias comenzaron a ser más efusivas, hasta que Edward
me miró y preguntó.
–¿No vas a probar el sushi? –no sé si quería un sí o un no.
–Mmmmm, déjame pensar, que será más rico…. Tú o el
sushi…mmmm, creo que te prefiero a ti –contesté toda fogosa.
–Pero tenemos la noche entera –insistió.
–Es cierto, pero, muero por estar contigo –fui sincera.
–Yo también, pero sin logramos aguantar un ratito, puede ser aún
mejor –inspiró hondo, intentando calmarse y continuó– además,
dijiste que me tenías una sorpresa –una luz de picardía se le fue a
los ojos
–Es verdad…
Lo dejé en paz un segundo y nos sentamos a comer, pero cada uno
de los rolls se convirtió en una sensual cena. Nos bebimos la botella
completa y luego, partí en busca de mi particular obsequio.
Fui al dormitorio de Alice y como estaba media arriba de la pelota,
me desinhibí. Lo único que le pedí a Edward, fue que acomodara
unos cirios en los costados de la alfombra y apagara las luces.
Maquillé mis ojos oscuros y saqué el traje de velos rosados, liviano,
hasta los tobillos y en las caderas, puse un pañuelo de tono fucsia
con unas bulliciosas monedas doradas. La parte de arriba era un
corpiño también rosado, que tenía una especie de tela que caía
hasta las muñecas. El pelo lo decoré con unas tiritas de fantasía
191
Energía al Límite
doradas, que se incorporaban entre medio del cabello y le daban un
brillo especial.
Llegué al living –mi escenario– y puse la música oriental ah doc.
Comencé deslizando mis caderas levemente, y luego, a medida que
aumentaba la intensidad de la música, las movía con mayor
precisión y fuerza. Edward estaba atónito. Creo que las copas de
vino me habían hecho bien.
Continué bailando un par de melodías más, para no aguantar más y
lanzarme a sus brazos, mientras él sonreía de pura picardía.
–¿Dónde aprendiste eso? –parecía impresionado.
–¡Uf! En actividades extraprogramáticas, obligatorias del colegio –
reí– ¿Por qué? ¿No te gustó? –reí burlesca, por sus ojos sabía que le
había encantado.
–¡Qué dices! ¡Casi me infartas! –sonrió aún descolocado.
–Mmmm ¡Qué bueno! Era parte del plan –guiñé un ojo.
–¿Qué, infartarme? –soltó una carcajada.
–No precisamente, pero al menos impresionarte –sonreí y le di un
beso suave, pero lujurioso.
Me senté sobre sus piernas y separé las mías alrededor de las
suyas. Toqué, leve y minuciosamente sus labios con los míos, en
tanto su respiración se agitaba. Humedecí mis labios y saqué mi
lengua, sutilmente y la deslicé por sus labios. Sentí que se
estremeció ante ello. Besé su rostro y comencé a desabrochar su
camisa azul, mientras humedecía su torso desnudo y podía disfrutar
de su respiración entrecortada y era testigo de cómo se
intensificaban los latidos de su corazón.
Bajé hasta su ombligo y lamí su parte más baja, mientras Edward
me observaba nervioso. Me acomodé de rodillas en el suelo y
desabroché el botón de sus jeans. Él acariciaba mi cabello con
delicadeza. Continué con el cierre, hasta liberar su parte más íntima
y posé mis labios ahí. Su rostro estaba desvirtuado de tanto placer y
saber que era yo quien se lo otorgaba ¡Era magnífico!
Subí a su boca y lo besé, tranquila, intentando canalizar mi lujuria.
Él se levantó y me llevó a la alfombra, logrando con algo de
dificultad, sacar el corpiño, pero esa desesperación, causaba más
192
Energía al Límite
tensión al momento y eso me gustaba. Se puso encima de mí,
acomodando sus piernas a cada lado de la mía y apoyándose en sus
manos, tan sólo bajaba su rostro para saborear mis pechos y
provocar, esa sensación de exquisita impotencia en mí. Hasta que lo
capturé por el cuello y lo llevé encima de mí.
Ahora, cuando nuestras pulsaciones se acrecentaban y nuestras
pieles hervían, él sacó mi tanga por debajo de ese voluptuoso, pero
liviano faldón, pero este último, ni intentó sacarlo. Entendí su idea.
Me senté y lo acomodé contra la parte baja de uno de los sofás.
Acaricié su masculinidad y me instalé frente a él, con mis piernas a
su alrededor, pero antes de introducirse en mí, susurró en mi oído.
–¿Te moverás tal como lo hiciste en el baile? –su voz estaba
absolutamente errática, a pesar de que aún no teníamos contacto
pleno.
Cuando finalmente unimos nuestras partes íntimas, vi el placer
reflejado en su rostro bello y perfecto. Comencé a mover mis
caderas, tal como lo hice en la danza del vientre y las moneditas se
alborotaron graciosamente, pero no nos importó, es más, creo que
lo excitó.
–¿Cómo lo haces tan maravillosamente bien? –murmulló en mi oído.
–Eres tú –ahogue mi beso en su boca.
El tiempo y el espacio desaparecieron una vez más y nos fundimos
en la mística espectacular y extraterrenal del amor febril.
193
Energía al Límite
Capítulo XXX
Fiesta de Graduación
l sábado siguiente a la ceremonia de graduación, vino la
fiesta. Mi vestido ya estaba reservado hace un mes, era
hasta la rodilla, color rojo, con una pretina en la cintura,
negra con mostacillas, y amarrado en el cuello. Los zapatos tenían
un taco aguja impresionante, punta y talón solamente. Eran negros.
Mi cabello estaba completamente liso, pero con un par de ondas
encima. Maquillé negros mis ojos y los decoré con unos leves
brillitos en los costados de los párpados. Por último, en la boca puse
gloss rojo pasión, al igual que el color de mi vestido y las uñas.
E
Ese día, Edward me pasó a buscar a las ocho en punto. Venía bello,
con una chaqueta y pantalón negros, de corte moderno y corbata
gris, que lo hacía parecer casi novio, jejeje, pero se veía guapísimo.
Me esperó en la entrada de la casa, porque yo prefería que no
entrara y él, obvio, ni siquiera lo sugería. Abrió la puerta de su
coche, pero antes, me tomó por la cintura y esos ojos de ámbar
cristalizado se iluminaron.
–Te ves bellísima –posó sus labios cereza, levemente en los míos
para no sacarme el gloss.
–Gracias –respondí algo presumida.
Partimos a la fiesta, que se realizaría en una casona antigua,
remozada, en las afueras de la ciudad. Llegamos, y antorchas de
pie, estaban aportadas en la entrada del gigantesco jardín, con
árboles inmensos, que expelían un intenso aroma a eucaliptus. Una
brisa tibia acompañaba la noche estrellada y el alboroto de mis
compañeros no se hacía esperar.
El lugar, era una especie de inmenso salón con mesas cuadras de
ocho. Era una decoración moderna, pero finísima, de muy buen
gusto. En medio de éstas, había una especie de candelabro,
decorado con rosas blancas y todos los platos eran blancos,
cuadrados, también. Y el toque distinguido lo hacían unas servilletas
de organza, fucsia para las mujeres y verde manzana para los
hombres.
194
Energía al Límite
La cena estuvo maravillosa, pero el baile, mejor. El salón dispuesto
para pista de baile, era inmenso, con música a todo dar, decorado
con telas de organza de colores, que caían desde unos paneles
apostados por todos lados y por debajo, iluminados por focos,
dando vida al inmenso salón. Además, obvio, estaban las
chispeantes luces de colores y la infaltable bola de espejos. La
música fue fenomenal y la compañía mejor.
Ya en plena madrugada fuimos a conocer la espectacular terraza
con vista a la bahía completa. Edward me tomó por la cintura y
susurró en mi oído.
–¿Te gustó tu fiesta de graduación? –dijo mientras ambos
observábamos en horizonte infinito, perdido en la oscuridad.
–¡Es todo perfecto! –me di media vuelta hacia él y entreabrí sus
labios con los míos.
–¡Me encanta verte así de feliz mi vida! –dijo con sus labios pegados
a los míos, haciendo que su hálito tibio alborotara las hormonas.
–¿Sabes lo que hay abajo? –me guiñó un ojo.
–No –entendí la picardía en sus ojos.
–¡Ven! –tomó mi mano y entrelazó sus lánguidos dedos de modelo
en los míos.
Bajamos por una escalera caracol y descendimos a un jardincito, al
costado del patio principal. Miré bien a mi alrededor y pude
diferenciar la hierba fresca y el rocío del madrugada. Había un árbol
gigante y el lugar estaba algo apartado del resto. Las olas se
agolpaban contra las rocas y la brisa marina se hacía sentir. Estaba
amaneciendo.
Lo cogí por el cuello y entendí su invitación perfectamente. Subí mis
manos a ese cabello broncíneo y lo acaricié, disfrutando cada hebra
de él. Sus manos comenzaron a viajar efusivamente por todo mi
cuerpo y metió una de ellas entremedio de mi vestido para coger
uno de mis pechos, para continuar, bajando su rostro de dios
heleno hacia ellos y dentro de lo que podía, lamerlos. Mientras, yo
acariciaba su masculinidad y frotaba mi cuerpo ardiente contra el de
él.
195
Energía al Límite
Tomé su cinturón y lo desabroché, seguido del cierre de ese
pantalón que lo hacía ver como modelo de catálogo. El árbol se
difuminaba en dos y daba lugar a una especie de asiento, donde
cabía sólo yo. Me hice hacia atrás y me acomodé en él, en tanto,
Edward levantaba mi vestido y liberaba su masculinidad. Separé mis
piernas, y la ínfima prenda interior que llevaba abajo, hizo posible
que él me penetrara sin necesidad de sacarla por completo, más
bien, la hizo sólo hacia un lado.
Nuestros cuerpos se comenzaron a mover en un compás licencioso y
las pieles de los dos hervían, a pizcas de sacar llamas. Sus
movimientos se fueron intensificando y yo cada vez me humedecía
más y lo invitaba a quedarse dentro de mí para siempre, él lo sabía.
Su erección tocaba fondo y me sentía completa con él, era una
sensación magnífica que no me aburriría jamás de experimentar.
Busqué su boca, dulce y deliciosa y pasé mi lengua por el borde de
sus labios. Ahora su rostro estaba completamente sonrojado en las
mejillas y el cabello lo tenía más desordenado de lo habitual, sin
embargo, se veía fabuloso, ese rostro de placer quedaría grabado
para siempre en mi mente, sin duda alguna.
El clímax no tardó en llegar y sentí, a raíz de que su parte íntima se
contraía, que había desembocado en mí, por supuesto, lo seguí de
inmediato.
La luz ya estaba en todo su esplendor y aún acalorados por nuestro
encuentro express, Edward, me besó.
–Te amo mi vida… –me arrulló en sus brazos firmes.
–Y yo a ti Edward –le di un gran beso.
Mi vestido ya estaba abajo, pero Edward tenía que arreglar todavía
su pantalón y la camisa que había quedado estropeada por la
cercanía de nuestros cuerpos. Cuando estuvimos listos, nos
devolvimos por donde mismo, y una señora, al parecer, a cargo del
recinto, nos dirigió una mirada fulminante, que nos dejó en claro
que nos había visto, pero no era la primera vez, así que, rompimos
a reír a penas salimos.
196
Energía al Límite
–Vamos a terminar grabando una película porno –dijo él muy
divertido.
–¡Uf! Se queda chica al lado de nosotros –lo abracé y me crucé en
su camino para besarlo.
Ya no quedaba nadie y el sol comenzaba a salir. Nos sentamos en el
Volvo plateado, y nos fuimos al departamento de Edward.
Al llegar, como las ganas aún no se disipaban por completo,
entramos directo a su habitación, iluminada por el cielo brillante y
sin más preámbulo, nos deshicimos de su ropa y mi vestido, que
quedaron casi en el pasillo del departamento. Nos besamos con
necesidad, hasta que él me acomodó en la cama y separó mis
rodillas levemente, para hundirse en mi parte más íntima, besando y
humedeciendo cada parte de ella, sin obviar nada. Ahora él se puso
encima de mí y posó su masculinidad en mi boca para que yo lo
besara. Estábamos los dos otorgándonos demasiado placer.
Delicadamente introdujo uno de sus dedos en mi cavidad y luego,
se lo llevó a la boca, excitándome aún más. Finalmente, me tomó
por las caderas y él se puso por detrás de mí. Apoyé mis manos en
las almohadas y Edward se incorporó en mi interior, mientras
besaba mi espalda. Entraba y salía sin pausa, haciendo que cada
vez se tornara más infinita la sensación de gozo. Sus gruñidos eran
inevitables y mis quejidos, tampoco los podía controlar. La fricción
se hizo más potente y sentí su descarga en mi interior, que a estas
alturas era más suyo que mío.
Nos quedamos los dos desnuditos sobre la cama con manta de
plumas, mientras yo me aferraba a su pecho tibio y pálido. Él me
tomó por el mentón y me obligó a mirarlo.
–Aún espero tu respuesta… –me increpó con sus ojos de miel
líquida.
No supe qué decir, aún era menor de edad y en realidad, a veces
pensaba que su proposición era una reacción post–sexo, por eso no
dije nada.
Sonreí y me fui al baño. Cuando salí él me esperaba en pijamas y
tenía una polera para mí. Me quedó mirando un buen rato, creo que
197
Energía al Límite
esperando mi contestación, y luego, se tendió en la cama, sin decir
nada. Me acomodé a su lado y nos dormimos toda la mañana y
parte de la tarde, también.
198
Energía al Límite
Capítulo XXXI
Nueva aventura juntos
Parte I
o que había pasado del verano había sido espectacular,
junto a Edward en realidad, era imposible que fuese de otro
modo. A diario nos veíamos y como él también estaba de
vacaciones, nos dedicábamos a hacer millones de actividades
juntos.
L
Una semana y media, y a regañadientes por parte de mi madre, me
fui con Edward de vacaciones y fue ¡Uf! Realmente de ensueño…
Dos semanas antes, él había llegado con una propuesta ¡Súper!,
estábamos en su departamento, en la tarde, cuando el sol ya se
ponía. Fue al dormitorio algo despistado y volvió con un sobre
blanco, al que no le tomé mayor importancia. Sus ojos brillaban a
punto de estallar de alegría, expectantes a mi reacción.
–¿Qué pasó? –noté su ansiedad.
–Te tengo una propuesta indecente –rompió a reír.
–Mmmmm, si viene de ti ¡Me encantaría! –posé mis labios
delicadamente en los suyos.
–Creo que te gustará. Toma, ¡Ábrelo! –me pasó el sobre blanco.
Saqué muy rápido el contenido y me di cuenta que contenía un par
de voucher.
Destino: Buzios, Brasil.
Salida: Miércoles 12 de agosto de 2009, 21 hrs.
–¿Y esto? –exclamé emocionada.
–Para los dos, es tu regalo, atrasado, de graduación –tenía una
sonrisa nerviosa pegada en su rostro.
–¿En serio? Es, es, ¡Uf, grandioso! –me lancé a sus brazos y lo besé
bruscamente. Él sonreía.
–Pero, Bella, hay un pero –dijo algo frustrado.
–¿Cuál? Todo se puede arreglar –estaba demasiado emocionada.
199
Energía al Límite
–El permiso de tu padre –fue categórico.
Quedé atónita y toda felicidad se esfumó en un segundo.
–Verdad –tuve voz de ultratumba.
–Necesitas convencerlo –insistió.
–¿Cómo? –dije desilusionada.
–Mmmm, no sé, dile que si te da permiso te vas a estudiar a
Washington, el próximo semestre –sonrió perverso.
–¡Pero yo no quiero eso! –fui tajante.
–Y después cuando te tengas que ir… nos casamos y todo
solucionado –sus palabras fueron directo a mi corazón y me hizo
estremecer.
No pude evitar morder mi labio inferior, tan fuerte, que lo rompí, y
sentí como un leve líquido salado salía de mi piel, pero lo ignoré.
–¿Tú proposición de matrimonio es verdad Edward? –pregunté
sorprendida, jamás pensé que hablaba en serio.
–Por supuesto –parecía sorprendido– está es la tercera y última vez
que espero tu respuesta –sus bellos ojos de miel se dulcificaron a tal
punto, que derramarían gotas en cualquier instante.
–¡Uf! Pensé que bromeabas… –lo miré con preocupación.
Él me siguió con la vista y enarcó una ceja, mientras esbozaba una
maravillosa sonrisa en esos labios de azúcar. Esperaba mi
respuesta.
–¡Sí, claro que sí! –me lancé a sus brazos y nos dimos un largo y
apasionado beso, mientras el sol se escondía por el mar y dejaba
rastros de cielo azul en el horizonte.
–¿De verdad? –insistió él mientras acariciaba mi cabello y yo, oía
como su corazón latía desenfrenadamente.
–Sí, obvio ¡Te amo! Como te podría haber dicho que no…
–¡Te adoro ! –me tomó por la cintura, aferrándome hacia él,
elevándome de emoción.
–¡Uf! Pensé que jamás contestarías mi amor –vi el alivio en sus ojos.
–Es que creí que era una reacción post-sexo –dije entre risas.
–¿Cómo es eso? –reía divertido.
–Eso, que después de hacer el amor, sentías ganas de decirlo, pero
que en realidad no lo querías –mordí nuevamente mi labio inferior.
200
Energía al Límite
Rompió a reír y negó con la cabeza.
–Primera vez que escuchó eso de post-sexo –no paraba de sonreír.
–Para que veas.
–Tú y tus teorías raras Bella –me besó en la frente con ternura.
De manera instintiva elevé mi rostro y le pedí un beso y él con
calma, inclinó su rostro y entreabrió mis labios, dejando pasar su
sensual lengua a mi boca ¡Era lo mejor! Bueno, casi lo mejor, jajaja.
–¿Estás de acuerdo con mi plan? –rompió a reír.
–Sí, obvio, como sea convenzo a Charlie, no me pierdo ese viaje por
nada –dije divertida.
–Lo pasaremos maravillosamente bien, Brasil, es un país muy bello.
–¿Lo conoces?
–No, pero mis hermanos sí y me han dicho que es espectacular,
agua tibia, sol, rica comida, entretención ¡Todo!
–Esto será como una luna de miel anticipada –le susurré al oído.
–Así es –me volvió a besar.
Hablé con Reneé y por supuesto, su primera reacción fue una
negativa rotunda, pero luego, le dije que me iría a estudiar donde
Charlie y accedió, de tal modo, que ella misma habló con mi padre
para convencerlo de que me diera una autorización.
Llegó el gran día y nos fuimos al aeropuerto, nos fue a dejar Jasper.
Nos subimos y yo, no lo podía creer ¡Me iba de viaje con mi novio!
¡Qué más podía pedir! ¡Fabuloso! Mucho más de lo que soñé.
Cuando aterrizamos en Río de Janeiro, inmediatamente las ventanas
del avión se nublaron, al parecer por la condensación del ambiente,
recién había llovido. Subimos a unos de esos buses que acercan a la
entrada y al llegar, noté el aire denso, húmedo y tibio, que me dio
en primera instancia sensación de ahogo, creo que un asmático se
muere ahí, definitivamente.
Pasamos por la policía y luego, llegamos a la entrada. Ahí había
muchas personas con carteles y los nombres de los pasajeros.
Miramos bien, y en una esquina diminuta de uno de ellos, decía:
Edward Cullen. Nos acercamos y nos llevaron a una Van, bastante
201
Energía al Límite
confortable y menos mal, con aire acondicionado. Esperamos un par
de minutos y subió otra pareja joven, al parecer, eran recién
casados, porque se veían muy enamorados, pero no más que
nosotros, creo.
Partimos e intenté mirar por la ventana, pero no vi nada, estaba
oscuro, sólo una carretera y muchos autos. De repente me di cuenta
que por los dos lados estaba lleno de barcos, enormes, y nosotros
íbamos por un puente interminable, después me enteré que ese
puente tenía nada más ni nada menos que catorce kilómetros ¡Por
eso no se acababa nunca!
Miré a Edward, estaba sonriente y feliz de verme, claro, él estaba
acostumbrado a los viajes, pero yo no, y menos tan lejos y con una
cultura tan distinta. La oscuridad se apoderó del entorno y pasado
tres horas después llegamos a Buzios. No vi mucho, sólo distinguí el
mar, que parecía una piscina, las calles eran de adoquines y una
frondosa y bella vegetación decoraba el nocturno paisaje.
Llegamos a la posada y eran una casa enorme, en escalada, blanca,
con palmeras, luces y grandes paredes blancas, con tejas españolas
¡Eran lindísimo! Nos condujeron a la habitación y camino a éste,
miré la pared y vi una lagartija ¿Roja? Miré a Edward algo
desconcertada, a punto de entrar en pánico y me dijo.
–Son más inofensivas que tú –me guiñó un ojo y aferró por la
cintura.
Su cuerpo fuerte y esa tranquilidad tan particular de él, me
calmaron. Entramos en la habitación y una inmensa habitación, toda
de blanco, cama blanca, paredes blancas, piso rústico y madera,
daban una acogedora bienvenida. Corrí al ventanal y lo abrí. Había
una hermosa terraza con vista a la bahía, además estábamos en
altura y el paisaje era maravilloso, se veía la callecita de adoquines
iluminada y adornada con palmeras y unos especies de miradores
peatonales, con flores y asientos de madera ¡Era demasiado! Llamé
a Edward, y él llegó luego, me tomó por la cintura y feliz me
preguntó.
–¿Te gusta? –sus ojos brillaban de emoción y una leve brisa,
desordenaba su pelo y erizaba mi piel.
202
Energía al Límite
–Esto es ¡Uf! ¡Espectacular!
–Es muy lindo y junto a ti mi vida, es todo perfecto –tomó mi rostro
entre sus manos y me besó.
Contemplamos el horizonte infinito, abrazados, él arrullándome
entre sus brazos y haciéndome estremecer con su hálito tibio y
sensual. El mar era tan tranquilo en ese lugar que ni siquiera se oía,
era de una calma absoluta.
¡Me sentía tan feliz! ¡Qué mejor! Él y yo ¡Solos! Sin que nadie nos
molestara en miles de kilómetros de distancia ¡Guauuuuuuu! Era
maravillooooso. Me di vuelta a verlo y sus ojos estallarían de
emoción, esos ojos miel me traspasaban el alma y podía sentir su
energía limpia, entusiasta y embriagadora, el paraíso,
definitivamente, tenía que ser, junto a él, sin duda alguna.
Giré hacia él y me lancé a sus brazos a besarlo con lujuria, no podía
desperdiciar esta oportunidad ¡Amarnos aquí! ¡Uf! ¡Qué sueño! Aún
con la ventana abierta y la brisa nocturna colándose sobre nuestros
cuerpos, nos amamos con tal intensidad que ¡Madre mía! No
volvería a mi cable a tierra nunca más en la vida.
La mañana siguiente, oí que Edward se levantaba y cariñosamente
me dio un beso en la frente.
–Buenos días mi amor –sonrió, perfecto, vestido ya con ropa más
liviana y sensual.
–Hola –sonreí mientras pasaba mi brazo por la frente.
–Dormilona, vamos… tenemos muchísimo por visitar.
–Está bien –me levanté sin más preámbulo y cuando iba camino al
baño, él me preguntó.
–¿Quieres desayunar aquí o en el salón?
–Allá… no me quiero perder nada –le guiñé un ojo.
Cuando salí, me tenía un bolsito preparado con pareo, sombrero,
bloqueador y cuánta cosa menor pudiésemos necesitar ¡Era tan
adorablemente preocupado! Cuando íbamos saliendo, me tomó por
el brazo y dijo.
–No te puedes ir todavía, falta algo muy importante –me devolví
algo entusiasmada, pero lo que me esperaba eran sus manos
203
Energía al Límite
cubiertas de bloqueador, que pasó por mi rostro, tal como si fuera
una niña, y parte de mis brazos, luego, susurró en mi oído– no
quiero que te insoles, sino hasta aquí no más llegará el paseo –besó
mi frente.
Bajamos y una mesa redonda de varios pisos, nos esperaba a
nosotros y a otras mesas, cubierta de frutas, cereales, dulces, pan,
café, leche y cuánta cosa rica uno se pueda imaginar. Saqué la
mayor cantidad de fruta y café para desayunar, y nos quedamos
como cuarenta y cinco minutos deleitándonos de toda esa comida
sabrosa y fresca.
Salimos y el sol ya estaba en pleno, así que antes de salir, Edward
me colgó un enorme sombrero, y aunque me sentí ridícula, era la
única manera de que el sol no nos asara. Caminamos por esas calles
de adoquines, por la orilla de la playa y vimos el esplendor del agua
entre verde y celeste, pacífica, rodeada de naturaleza. Caminamos
hasta la primera de las playitas que encontramos, pequeña, pero
bella, que la anticipaban un pequeño jardincito con palmeras y
flores. En cuanto llegamos un vendedor se nos acercó, pero en
realidad no les entendíamos nada, así continuamos a la playa.
Prontamente se acercó un hombre del lugar y nos acomodó un par
de sillas, una mesa debajo del quitasol y nos sentamos a disfrutar
del mar. No resistí mucho y saqué mi vestido, tomé a Edward del
brazo y lo arrastré al mar. Era una deliciosa y tibia piscina, nos
sumergimos y era ¡Uf! ¡Exquisito! Edward tomó mi mano y me lancé
sobre él, cruzando las piernas por detrás de sus caderas.
–¡Te amo! –me dijo con el pelo más desordenado de lo habitual y
las mejillas ya coloraditas por el exceso de sol ¡Qué bello se veía!
–Y yo te adoro mi vida –acerqué mis labios a los suyos y lo besé
ante la inmensidad del cielo, encandilantemente celeste.
Nos volvimos a sumergir y cuando salimos, unas nubes tímidas se
asomaron y opacaron el sol por unos instantes, pero luego, cuando
salimos del mar, comenzaron a caer unas gotitas, que cuando
llegamos a la posada, ya eran unos inmensos goterones, que nos
obligó a cambiarnos de ropa, porque luego se transformó en el
diluvio más sensacional que hubiese visto, pero sin una pizca de
frío.
204
Energía al Límite
Con un paraguas improvisado fuimos a arrendar un Buggy, tan
típico del lugar. Eran unos autitos pequeños con motor de
escarabajo y cubierta de fibra de vidrio, que simulaban unos autitos
de juguetes. Habían de diversos colores y estilos. Edward prefirió
uno que simulaba un deportivo, color verde oscuro. Nos subimos en
él y fuimos al centro de la ciudad. Encontramos un restaurante de
comida típica brasilera y almorzamos. Durante la tarde húmeda, tras
la lluvia, paseamos por el centro de Buzios, hicimos algunas
compras y nos volvimos caminando por la costanera.
Llegamos a la posada y nos fuimos a la piscina, mientras caía la
noche y al salir, nos esperaban un par de caipiriñas, con mucho
limón y hielo. Aún mojados, subimos a nuestro cuarto y terminamos
ahí de tomarnos nuestros tragos. Me di una tibia ducha y tuve la
brillante idea de incorporarlo a mi baño.
–¡Edward! –lo llamé.
Él apareció de inmediato.
–¿Qué pasó? –dijo sonriendo por mi urgencia.
–¡Ven! –lo llamé con un dedo.
Se acercó ilusamente y lo besé invitándolo a entrar, él aún estaba
con su traje de baño y polera, que se empaparon de inmediato,
pero no le importó. Tomé una de sus manos y le puse sobre uno de
mis pechos. Cogí los cordones de su pantalón de baño y lo desaté,
ayudándolo a sacarlo. Mientras, yo me arrodillé en la tina y llevé su
masculinidad a mi boca, humedeciéndolo y provocando una
respuesta de su parte. Él estaba demasiado excitado, a tal punto,
que estallaría, y yo, obvio, no me quería perder la mejor parte, así
que me incorporé y él inmediatamente me apoyó contra uno de los
muros de azulejos, elevando una de mis rodillas que pasó por
encima de sus caderas, en tanto, el flectó sus piernas e introdujo su
erección en mí. Con fuerza me tomó por los glúteos y yo me aferré
a él con si fuese un imán.
La noche ya estaba en toda su extensión y nos cambiamos de ropa
para salir. Nos fuimos directo a una especie de pub, que era mitad
también, discotheque. Tomamos un par de caipiriñas más y luego,
205
Energía al Límite
comenzamos a bailar. No existía más mundo que él y yo ¡Cuánto
amor! Me colgaba a su cuello en cuanto podía y movía mis caderas
para él, que me miraba absorto, como si fuese la primera vez en su
vida que me viera bailar ¡Me encantaba su entusiasmo y esa
capacidad de asombro! La música era típica de la zona e
intentamos, dentro de lo que pudimos, bailar en son de la melodía,
pero a veces resultaba imposible, sin embargo, procuraba tenerlo
cerca mío, las miradas de muchas mujeres eran demasiado
evidentes cuando Edward pasaba.
Salimos de ese sudoroso lugar y paseamos por la orilla de una de
las playas más próximas y nos embobamos a besos y caricias ¡Qué
maravilloso sueño!
Al otro día, nuevamente, casi al alba, nos levantamos, hoy nos
pasaban a buscar para ir a un tur a Cabo Frío que incluía un paseo
en barco. Pasó la Van y nos fuimos cerca de las nueve de la
mañana. El recorrido al lugar fue de poco menos de una hora, pero
ahora pude distinguir el maravilloso paisaje, todo grande, libre,
verde y tranquilo. En las calles la gente conversaba, algunos
trabajadores, estaban haciendo arreglos en el camino.
Llegamos a un pueblito más humilde, pero igualmente pintoresco.
La gran mayoría de los edificios, que no eran muy altos, eran
recubiertos en una especie de azulejos, simulando mosaicos. Un
poco después, llegamos a una especie de fuerte donde al lado había
una playa ¡Preciosa y paradisíaca! De Agua celeste, calipso y arena
blanca con el polvo talco. Eran extensa y el mar apacible, por lo que
no tuvo que pasar mucho tiempo, para que corriera al agua con
Edward acompañándome. Flotamos, nadamos y nos sumergimos en
el mar infinito de esa tibia y agradable agua, que se incorporaba por
nuestros poros. Nuestra siguiente parada: el barco.
Tenía aspecto de galeón, con la proa y popa decorada en madera.
Una vez arriba, comenzaron a repartir el trago ya tan tradicional:
caipiriña.
El barco se detuvo en medio del mar, a paso de la playa y nos
lanzamos al agua, aquí ¡Uf! Era cristalino, bello. Edward se arrojó
primero y me llamó desde el mar. Me tiré y él, esperó hasta
cogerme con su mano.
206
Energía al Límite
Nadamos por el agua paradisíaca y no pude contenerme de darle un
fogoso beso. Su testosterona lo puso en alerta enseguida y no pude
evitar susurrarle al oído.
–¿Se darán cuenta si lo hacemos aquí? –mordí el lóbulo de su oreja.
Ne miró y vi el cielo reflejado en esos ojos de miel.
–Me encanta tu propuesta, pero yo creo que es demasiado
evidente… no estamos ni a treinta metros del resto –sonrió
apagando mi idea, pero vi el deseo en sus ojos.
Acerqué mi parte más íntima a la suya y acomodé mis piernas a su
lado. Vi esos exquisitos labios cereza y los besé, mordisqueándolos
y pasando mi lengua por el borde de ellos.
–Tú te lo pierdes –guiñé un ojo y me puse a nadar hacia el barco.
Él, por supuesto, no tardó en seguirme…
207
Energía al Límite
Parte II
Nos devolvimos al barco, Edward, evidentemente no tardó en
alcanzarme. Subí rápido y él me miraba con sus ojitos ocres llenos
de vida. Una vez arriba, pasaron más caipiriñas, y creo que Edward
se tomó ¡Tres! Cuando el jamás bebía tanto, pero en fin, eran tan
ricas y refrescantes que daba lo mismo.
Una pareja de argentinos nos comenzaron a conversar, y
curiosamente, el idioma no fue ningún impedimento, era increíble la
cantidad de gente que hablaba inglés sin mayor dificultad. Entre
risas, me di cuenta que Edward ya iba para la cuarta caipiriña, lo
miré extrañada, estaba con las mejillas, justo al borde de los ojos,
muy coloradas, creo, ahora, que no era sólo el sol, también había
influido el alcohol ¡Tan bello! No podía dejar de mirarlo y la
argentina, tampoco ¡Arg!
Subieron el volumen de la música, mientras navegábamos por esas
calmas aguas del Atlántico sur, y Edward comenzó a bailar, por
supuesto, muchísima gente lo miró, pero como todos andaban en
buena onda, no importó. Reconozco que inicialmente me dio
vergüenza, porque nadie más estaba bailando y él andaba medio
prendido, pero además ya no era el único, porque unas parejas por
ahí, intentaron bailar también ¡Había muy buena onda en el barco!
Me tomé otra caipiriña para ponerme a tono, y menos me importó.
El exquisito de Edward andaba con unos pantalones muy livianos y
una camisa blanca, creo que de lino, que lo hacía ver aún más
perfecto. Su cabello broncíneo brillaba bajo el sol como rayos de
oro. Extendió su brazo para llamarme y yo lo seguí, mi vestido era
una solera blanca, tejida y andaba con una pintoresca flor roja
encima de la oreja. Me aferró por la cintura hacia él ¡Ya éramos el
espectáculo del barco!
Acercó su rostro al mío y susurró en mi oído.
–¿Sabías que tú eres sólo mía? –sus ojos de miel cruzaron mi
corazón.
Asentí y él me besó sin que nadie más le importara, este momento
era sólo de nosotros dos. Luego, pegó su rostro a mi cabeza y se
208
Energía al Límite
mantuvo así, bailando conmigo lentamente, mientras sonreía
¡Cuánto amor!
Llegamos a puerto y todos descendimos del barco, algo mareados,
no sé si por el vaivén propio del mar, o producto de las famosas
caipiriñas.
El paseo en el barco incluía un almuerzo en una Churrasquería. Eran
unos restaurantes de tenedor libre, muy característicos de Brasil.
Llegamos y de inmediato fuimos al mesón de la comida ¡Era
demasiada! De diversas variedades y estilos, incluso había sushi. En
un enorme plato blanco, puse la cantidad de ensaladas que pude y
luego, le incorporé distintos quesos en trozos: gruyere, edam,
incluso algo de salame. El plato de Edward era desproporcionado
con todo tipo de carnes y muy pocas ensaladas ¡Tan típico de los
hombres! Comimos hasta decir basta y finalmente, terminé con el
postre. Saqué una exquisita torta que ya había probado en el
desayuno de la posada, era de biscochuelo, blando, algo húmedo y
perfectamente esponjoso, relleno con manjar, dulce y delicioso, y
por fuera con muchísimo merengue y coco rallado ¡Qué delicia! Con
todo lo que había comido y tomado en el viaje, volvería una bolita,
pero si era junto a Edward, daba igual.
Después de almorzar fuimos a la calle de los bikinis en Cabo Frío,
había muchísimos, de todas tallas, colores y a precios muy módicos.
Me compré tres ¡Eran lindísimos! Mientras me probaba el último y
Edward, los pagaba, porque en realidad todo había sido por cuenta
de él, susurró en mi oído.
–Me los tendrás que modelar –su hálito suave y tibio me estremeció
por completo.
Lo miré seductoramente y pegué mis labios en su oído.
–Es mejor sin nada… –mordí mi labio inferior, sin querer, pero al
mirar a Edward era inevitable.
Él sonrió inevitablemente y nos fuimos de la mano de la tienda,
mientras, noté, que las vendedoras se miraron y rieron ¡Para variar
se habían dado cuenta de nuestras cosas! ¿Seríamos muy
evidentes? Creo que sí, jajaja.
209
Energía al Límite
De regreso a la posada, tomamos un baño en la piscina. No había
nadie, porque ya estaba oscureciendo –en Brasil la noche llega muy
temprano–. Nos sumergimos en el agua tibia y deliciosa. Lo tomé
por el cuello y lo besé, mientras mis piernas se acomodaban entre
sus caderas de manera instintiva.
–¿Se darán cuenta? –murmullé en su oído.
Edward pareció ponerse en alerta, pero con su calma habitual me
arrastró a la orilla de la piscina.
–¡Ven! –vi el deseo en sus ojos que se derretían ante nuestros
encuentros.
No lo dudé y lo seguí, mientras el agua caía por todo mi cuerpo.
Edward me miró e hizo una seña. Al salir de la piscina había un
punto ciego para los otros y como ya estaba casi totalmente
oscuro… no habría problema.
En un costado de un bar en que no había nadie, Edward me besó
con desenfreno. Su boca húmeda y tibia, que se sentía más cálida
en mi piel, porque mi cuerpo se estaba enfriando a causa del agua
sin secar, recorrió mi cuello y sin problemas bajo hacia uno de mis
pechos, devorándoselo con ansiedad y provocando que mi piel, y
éstos, se erizaran por completo. Una de sus manos bajo hasta mi
parte más íntima y se introdujo por debajo de mi tanga, provocando
la excesiva fluidez de mi sangre y las interminables ganas de tenerlo
en mí.
Toqué su masculinidad y ya estaba completamente endurecida para
mí. Él me tomó por las caderas, bajó lo justo y preciso su traje de
baño, y se introdujo en mí. El calor en nuestra parte íntima era más
evidente, porque nuestros cuerpos, aparentemente, estaban más
fríos. El roce, aunque ya lo hubiésemos hecho miles de veces, era
siempre tan intenso y febril, que lo repetiría un millón de veces más
sin problemas y con mucho gusto.
Su pelvis intentaba estar lo más unida con la mía, y yo sentía las
contracciones en mi interior, al igual que el exceso de humedad. Sus
ojos estaban clavados en mí, pero en un placer divino. Unas casi
210
Energía al Límite
incontrolables ganas de gritar se apoderaron de mí y él, siempre
atento a todo, ahogó mis quejidos con su deliciosa boca de miel.
Esa noche fuimos a comer y luego a bailar, y después… obvio ¡Lo
mejor de todo! Él.
Los días transcurrieron de mil maravillas, todo perfecto, rico, lindo
¡Las mejores vacaciones de mi vida!
El último día antes de irnos, fuimos a buzear, era lo que nos
quedaba por hacer, porque habíamos recorrido todas las playas de
Buzios, y salimos cada noche, y las veces en que llovió, lo
aprovechamos en la habitación.
Llegó la Van a buscarnos y nos llevaron a buzear. En el lugar había
unas especies de cuevas gigantes y el mar era aún más
transparente en ese lugar, además de bello y calmo. Nos pusieron
trajes ajustados y nos sumergimos a descubrir las maravillas del
océano. Todo claro, tan distinto a la vida terrestre, pero precioso.
Edward me llevó a un lugar un poco más apartado, ya estaba
atardeciendo, el agua tibia chocaba con la poca piel que nos
quedaba en contacto con ésta.
–¡Te amo! –le dije con el corazón rebosante de alegría.
–Y yo a ti mi vida –sus ojos de miel estaban titilantes de emoción.
Me besó con la boca aún salada, pero esa sensación entre sal,
humedad y tibieza me haría perder los estribos en cualquier
momento. Tomó mi mano por debajo del agua suave y puso un
anillo en uno de mis dedos.
–¿Quieres ser mi señora? –ahora se puso serio.
–¡Claro que sí mi vida! –creo que sentí unas lágrimas caer por mis
mejillas.
–Entonces es un trato –me dijo con los ojos vidriosos, pero una gran
sonrisa.
Tomé su rostro entre mis manos y lo besé hasta perder la
conciencia y hundirme en la felicidad del amor verdadero.
211
Energía al Límite
Capítulo XXXII
Del cielo al infierno
se lunes veintitrés de agosto, aterrizamos a nuestra
realidad. Nuevamente nos estaba esperando Jasper, con
una gran sonrisa. Nos saludamos y yo sentía que me
pesaba la mano con tan maravilloso anillo.
E
Llegamos al lujoso departamento de Edward y en cuanto entramos
y dejamos las maletas, me aferró a él e hicimos el amor toda la
tarde ¡Aún no quería despertar de este sueño! No quería separarme
de él ni un segundo, estaba más enamorada que nunca de Edward.
Si nos alejábamos, aunque fuesen cinco minutos, lo extrañaba un
montón y quería estar con él. No sé cómo había aguantado cinco
meses sin él ¡Ahora moriría!
En la noche, lamentablemente, me tuvo que ir a dejar ¡Qué pena!
¡Yo no quería!. Llegué y salió Reneé a recibirme.
–¿Cómo estuvo el viaje? –algo había cambiado en ella.
–Muy bien –aún no era tiempo de contarle que me casaría con
Edward.
Entré a mi habitación y guardé todo en el closet, de manera
ordenada y metódica, tal como era Edward. Tomé una ducha y me
dormí con esas maravillosas imágenes del viaje de ensueño, de
repente, de tanto recordar, se me hizo un nudo en el estómago y
me dieron ganas de llorar ¡Quería volver a Brasil con Edward! Y
quedarme allí para siempre, él y yo, juntos por la eternidad.
Al otro día, llegó Reneé temprano a mi pieza, toda una seda, esto
era extraño. Puse atención, y efectivamente, venía por algo.
–Bella, como luego te vas con tu padre… quisiera que nos fuéramos
la próxima semana, unos días, sólo las dos, de vacaciones ¿Te
parece?
212
Energía al Límite
Su invitación me tomó por sorpresa y no contesté nada. Después
me quedé reflexionando y pensé que debía darle una oportunidad,
ella era mi madre lo quisiera o no. Decidí aceptar.
Partimos la semana siguiente, inicialmente cinco días y luego, los
disminuimos a cuatro, así que en vez de llegar el sábado, llegué el
viernes ¡Le daría una sorpresa a Edward!
Esos días nos sirvieron para conversar bastante, pero las heridas
aún no cicatrizaban por completo, así que no había más opción que
darle tiempo al tiempo. No me atreví a contarle lo del matrimonio
todavía, sin embargo, en mis minutos de reflexión, tuve la
oportunidad de pensar en mi hijo ¿Qué hubiese pasado si el
estuviese con nosotros? Quizás no era su momento, pero ese dolor
aún me calaba el alma. La tarde del jueves fui a hacerme un tatuaje
en honor a mi pequeño que no alcanzó a nacer, el lugar: la base del
cuello.
Mi alma nunca muere
Escribí con letras góticas y con una marca imborrable de mi propia
sangre.
En cuanto llegamos esa noche, me cambié de ropa y lo fui a buscar,
pero me llevé un gran desconcierto ¡No estaba! Mi corazón comenzó
a latir y algo me decía que esto no estaba bien. Lo llamé, pero no
contestó ¡Esto si era extraño! ¿Habría salido? La ansiedad se
apoderó de mí y miles de rollos, malos, dominaron mi mente ¿Le
habría pasado algo? ¿Me estaría engañando? ¿Se habría ido? ¿Qué
porquería pasaba? Entonces, tuve la brillante idea de llamar a
Jasper, él sí contestó.
–¿Aló? –dije afligida.
–¿Sí? –contestó desorientado– ¿Con quién hablo? –continuó.
–Con Bella…
–¿Bella? ¿Tú no llegabas mañana? –parecía sorprendido.
–Sí –me pareció extraña su reacción y continué– ¿Has visto a
Edward? –esperé su respuesta, pero no contestó, entonces seguí–
No me contesta el teléfono…
213
Energía al Límite
–No lo he visto –sé que mentía.
–Por favor, si lo ves, dile que lo ando buscando, gracias –corté
furiosa.
Por lo poco que alcancé a oír, noté que estaba en un lugar con
mucha bulla, por lo tanto, la posibilidad se disminuía a una: ―La
Cueva del Ratón‖.
Tomé un taxi, con la poca plata que me quedaba y fui directo al
antro, que tan bien conocía. Llegué a la puerta y pasé sin
problemas, Josh ya me conocía bien y sabía que había cambiado, no
armaría ningún espectáculo. En cuanto entré, una oleada de humo y
calor chocaron con mi piel y ojos, pero no me importó, yo quería
encontrar a Edward.
Me di una vuelta y no tardé mucho en encontrar a Jasper, estaba
con James y otros más que no conocía bien.
–Hola –dije seria.
–¡Bella! –parecía haber visto un ánima en pena.
–¿Dónde está Edward? –insistía ya con rabia.
–No sé –su voz titubeó.
–¡Dime por favor! –sentía mi corazón latir a diez mil por hora.
Noté que su mirada se desvió y la seguí y ahí estaba el perla
¡Bailando con una mina! ¡Imbécil! ¡Mentiroso e hipócrita! Corrí a la
pista de baile y lo encaré con furia y los ojos llenos de lágrimas.
–Hola –dije en su oído por detrás, él aún no me había visto.
–¡Bella! –tenía los ojos redondos parecía más que sorprendido.
–Veo que no pierdes el tiempo –sentía que mi mentón se retorcía en
pucheros, pero intenté controlarlos.
Di media vuelta y me fui. Llegué a la calle, me dolía el pecho, el
alma y el corazón ¡Infeliz! ¡Idiota! Y yo que lo adoraba con todo mi
ser. Me senté en una orilla de la vereda y él no tardó en salir. Se
puso frente a mí en cuclillas, pero yo me paré de inmediato.
–Edward ¿Por qué lo hiciste? ¡Yo te amaba tanto! –dije con el rostro
cubierto de lágrimas y con un inmenso nudo en la garganta ¡Esto no
podía ser real!
214
Energía al Límite
–¿Cómo que me amabas? –sus ojos estaban cubiertos de lágrimas.
–Así será siempre ¿cierto? Me engañarás la vida entera –mi cuerpo
desfallecería de dolor.
–¡No te estaba engañando! ¡Sólo bailaba, Bella! –estaba
desesperado.
–¿Por qué no me contestaste el celular? –dije con rabia.
–Se me quedó donde James ayer por la tarde –ahora unas lágrimas
de cocodrilo caían por su rostro.
–No te creo… ¡Te odio Edward Cullen! Mejor que esto acabé aquí –
tomé el anillo y lo lancé al suelo con rabia y muchísima pena.
Edward quedó
desfigurado.
perplejo,
su
rostro
estaba
absolutamente
–¡Bella no me hagas esto! ¡Por favor no! ¡Yo te amo mi vida! –ahora
lloraba con sollozos ahogados que entrecortaban su voz, pero no me
importó, aunque sentía como si me hubiesen sacado el corazón de
cuajo, su traición había sido mayor.
Lo dejé sólo en medio de la noche y caminé por la costanera. De
repente oí unos gritos.
–¡Bella! ¿Si no es ella? –era una voz de hombre familiar.
Lo ignoré, pero continuó, miré hacia el lado y era ¡Andrew y
compañía! Seguí caminando y él gritó.
–Vamos niñita mimada ¡Yo te llevo! –su voz era histriónica, pero en
realidad estaba tan furiosa y no tenía un veinte para irme, así que
acepté.
Me acomodé atrás y crucé el cinturón de seguridad, iban demasiado
ebrios. Miré para atrás y noté que venía el auto de Edward, muy de
cerca.
Incluso con lo ya prendidos que andaban, seguían bebiendo ron en
botella y cada vez la velocidad aumentaba más. Ellos iban realmente
eufóricos y me dio miedo, después terror y finalmente, pánico.
–¡Déjame aquí! –le grité a Andrew histérica.
–No, linda, ahora te vas conmigo –gritó de vuelta.
215
Energía al Límite
El viento frío se colaba por las ventanas y sentía la adrenalina fluir
por mis venas, hasta que ¡Noooooo! Andrew iba derecho a un poste
de electricidad.
Las imágenes de Edward, de nosotros, de todo lo nuestro, vino a mi
mente en centésimas de segundo, hasta que todo se oscureció y
apagó sin aviso alguno…
216
Energía al Límite
Capítulo XXXIII
Giro en 360º
Edward
l viaje había sido ¡Increíble! La amaba tanto, ella era mi
vida, mi razón de existir Su voz, su calor, la tibieza de su
piel, su sinnúmero de niñerías que me hacían reír ¡Ella era
perfecta! Jamás encontraría otra igual ¡Cuánto amaba a esa niña
que de un minuto a otro se había convertido en mi mujer!
E
Ella decidió ir con su madre unos días de vacaciones, y qué podía
hacer, era su madre al fin y al cabo, no había opción de nada, debía
oírla, después de todo ya no viviría más con ella. Sin embargo, al
recordar que había interrumpido el embarazo de Bella, el camino de
nuestro hijo, quería meterla tras las rejas por desgraciada, pero
también, tenía conciencia que no podía envenenar más la mente de
mi amor, porque ella sufrió bastante con todo lo del embarazado y
que siguiera haciéndolo, era lo último que quería.
El jueves, de la semana que ella no estuvo, fui a la casa de James,
con Jasper y un par de amigos más de la universidad. Les contaría
la buena nueva: me casaría.
Llegué al departamento de mi amigo y tras unas cervezas les dije,
porque me sentía feliz.
–¿Me estás gueviando? –dijo Jasper sorprendido.
–No, es cierto, se lo pedí ahora en el viaje –acoté tajante.
–¡Estás cagaó! –se entrometió James.
–¿Por qué? Yo estoy enamorado y quiero estar con ella ¿Algún
problema?
–¡Sorry! –exclamó Jasper– pero es una niña chica, Edward, porque
¿Me equivoco, o aún no ha cumplido dieciocho?
–Es verdad, pero ya salió del colegio ¿Cuál es el problema? –insistí
molesto.
–No sé Edward, yo que tú lo pensaría mejor, ya no estamos en el
siglo pasado y bueno casarse tan jóvenes, no sé, puede que no
resulte en el tiempo –continuó James.
217
Energía al Límite
–Bueno, les estoy informando… no quiero la opinión de ustedes –reí
irónico.
Ellos quedaron atónitos, pero en verdad me importaba un carajo, yo
había tomado una decisión y la iba cumplir, Bella era mi mundo y
junto a ella sería feliz.
Esa noche de vuelta a mi casa me di cuenta de que se me había
quedado el móvil, pero no fui capaz de devolverme, era muy tarde y
probablemente, James ya se había acostado. ―Mañana lo recupero‖,
pensé, total, Bella no estaba y ella era la única persona que me
podía llamar con urgencia, mi familia siempre lo hacía a la casa.
Bella al parecer estaba en un lugar con poca señal, porque no nos
habíamos podido comunicar ni un solo día, y las veces en que la
llamé no pude hablar con ella, se iba derecho al buzón de voz. La
última vez que alcancé a llamarla le dejé un mensaje.
Mi vida he intentado varias veces hablar contigo, pero al parecer no
tienes señal. Te amo y te extraño demasiado. Vuelve luego por
favor… Te adoro mi pequeña niña.
La tarde del viernes llamó Jasper para que saliéramos esa noche.
–¡Está bien! –contesté de inmediato, creo que no sería un pecado,
podría ser la última noche de soltero, aunque nunca tuve
intenciones de engañar a Bella, porque no había ninguna otra
mujer, sobre la faz de la tierra, que despertara lo mismo que ella en
mí.
Llegué a la famosa ―Cueva‖ y cuando estaba en la puerta, recordé
que el idiota, ex de Bella trabajaba ahí, pero era tarde, tenía la
entrada en la mano y no tenía cómo avisarle al resto que no
ingresaría, andaba sin móvil.
No me costó nada ubicarlos, siempre se ponían donde mismo, en
una orilla de la pista de baile, entre la barra y ésta, pero más hacia
el lado del segundo nivel. Los saludé y alguien me cogió por la
espalda alegremente.
–Hola guapo –una voz de mujer susurró en mi oído.
218
Energía al Límite
–¡Angela! –ella era una compañera de curso muy amorosa, que ya
no compartía todos los ramos con nosotros, porque se había
atrasado un poco en segundo año, pero que sin duda nos conocía
desde nuestros inicios de universidad.
–¡Se casa! ¿Lo puedes creer? –agregó James irónico.
–¡Nooooo! –agregó ella sorprendida–¿Quién es la afortunada? –
preguntó.
–La colegiala que lo tiene de un… –soltó un carcajada burlesca
James.
Lo miré y negué con la cabeza.
–¿Una niña que fue a tu departamento cuando estábamos todos en
la mañana? –preguntó.
–Sí, ella, pero ya salió del colegio –agregué alegre.
–¡Uf! Ahora es madura –siguió James.
–¡Ya! ¡Para! En serio –amenacé a James, ya se le estaba pasando la
mano.
–¡Sorry novio! –rompió a reír.
–¡Vamos a bailar! Pronto serás de propiedad privada –sonrió Ángela.
Fuimos a la pista a bailar. Me reí bastante, Ángela era muy
divertida. Todo iba bien, hasta que oí la voz de Bella y por su tono,
me di cuenta de inmediato que no estaba contenta.
–Hola –su voz era lúgubre.
–¡Bella! –tendría problemas, por su rostro ¡Uf!
Ángela se fue.
–Veo que no pierdes el tiempo –dijo con la mandíbula tensa y vi el
odio en sus ojos.
Se fue y obvio, la seguí. Cuando salí estaba llorando sentada en la
cuneta. Me senté frente a ella y mi corazón me decía que algo no
iba bien, y ¡Así fue! Ella se paró de inmediato y gritó, casi como
poseída.
–Edward ¿Por qué lo hiciste? ¡Yo te amaba tanto! –lloraba sin
control.
–¿Cómo que me amabas? –su frase en pasado quebró mi alma.
219
Energía al Límite
–Así será siempre ¿cierto? Me engañarás la vida entera –no sabía lo
que hablaba.
–¡No te estaba engañando! ¡Sólo bailaba Bella! –dije desesperado
¡No la quería perder!
–¿Por qué no me contestaste el celular? –me increpó con rabia.
–Se me quedó donde James, ayer por la tarde –sentí que unas
lágrimas de impotencia cayeron por mi rostro.
–No te creo… ¡Te odio Edward Cullen! Mejor que esto acabé aquí –
tomó el anillo y lo lanzó al suelo con ira ¡Me quise morir!
–¡Bella no me hagas esto! ¡Por favor no! ¡Yo te amo mi vida! –la
seguí mientras ella caminaba.
Se fue por la costanera y de inmediato busqué mi auto para
seguirla, sin embargo, cuando la iba a llamar, ya estaba subiendo al
auto de ese imbécil, alcohólico y drogadicto, sentí pavor de que le
pasara algo. Decidí seguirlos, aunque sabía que ella estaba furia
conmigo.
El manejaba zigzagueando de un lado a otro, no sabía cómo
pararlo, podía ser peor ¡Ella se tenía que bajar de ahí! De repente,
en menos de un abrir y cerrar de ojos, el auto se fue directo a un
poste de luz y sin pausa, se estrelló contra él.
–¡Noooooooooooo! –grité desesperado, detuve el auto y me bajé
corriendo, pero esos escasos metros se hicieron eternos– ¡Bella!
¡Bella!
No tenía cómo llamar a una ambulancia ¡Estaba desesperado! Pasó
un auto y me paré en medio para rogarles que se comunicaran con
una ambulancia. Volví donde Bella y la vi por la ventana, tenía
sangre en la cabeza y sus pulsaciones estaban muy bajas.
–Mi amor, mi vida ¿Me oyes? –acaricié su rostro tibio y sentí que me
moriría.
¡No podía moverla! ¡Qué haría!
–¡Bella! Mi amor ¡Te amo! No me dejes ¡Por favor! –sentí que me
corrieron hacia atrás con fuerza, eran los bomberos.
220
Energía al Límite
¡Estaba en shock! Mi amor estaba ahí aplastada por esos fierros y
yo no la podía ayudar. En minutos de lucidez miré la parte de
adelante del auto y me fijé que todo estaba retorcido…
–¡Déjeme verla! –le supliqué al paramédico. Mientras veía que
intentaban resucitar a los otros dos cuerpos.
Había gritos, luces de ambulancias, policías, gente mirando ¡Era
todo confusión! Nadie me contestó cuándo pregunté por ella, y
enseguida, alguien me tomó por la espalda, era Jasper.
–Tranquilo Edward ¡Estará bien! ¡Calma amigo!
Quería ir donde Bella, no podía dejarla ni un minuto sola. Jasper
tomó mi auto y me llevó al hospital. Bajé enloquecido y un médico
se acercó a nosotros.
–¿Qué es usted de la joven? –dijo serio.
–El novio –sentía que mi estómago se contraía.
–¿Cómo está? –dije desesperado, hecho un mar de lágrimas.
Él suspiró y me miró.
–Estable dentro de su gravedad –fue categórico.
–¿Qué pasó con los chicos? –preguntó Jasper.
–No pudimos hacer nada, a la chica, la salvó el cinturón de
seguridad –el doctor era impenetrable. Él preguntó– ¿Dónde se
puede ubicar a los padres de Isabella?
–¡Edward! ¿Cuál es el número de su casa? –preguntó Jasper algo
más calmado, intentando hacerme entrar en razón.
Se lo dije de memoria, mientras intentaba salir del estado catatónico
en que me encontraba ¡Si a ella le pasaba algo, moriría!
–¿Ella estará bien cierto Jasper? –le decía incoherente.
–Sí amigo, estará bien…
Un rato después vi llegar a Reneé, pero no lo hablé, ella se acercó
histérica.
–¿Dónde está mi hija? –dijo con los ojos llenos de lágrimas.
221
Energía al Límite
No contesté y Jasper la llevó con el doctor. Al rato la vi salir, hecha
un mar de lágrimas y eso me alarmó sobremanera.
–¿Cómo está Bella? ¿La pudo ver? –mi corazón se saldría del pecho.
–Mi niña está inconsciente… –dijo como ida.
–¿Cómo dice? –veía todo lejano como si fuese un mal sueño.
–Tienen que ver cómo evolucionará en las próximas cuarenta y ocho
horas –fue categórica.
Me senté en un rincón del hospital, mientras pasaban camillas de
urgencia, todo era atareado, pero para mí, se había detenido el
tiempo ¿Cómo se puede pasar del cielo al infierno en unos
momentos? Hace un par de semanas éramos los seres más felices
del mundo y ahora el amor de mi vida se estaba muriendo en una
sala de urgencias.
–¡Yo la amo! –dije llorando desesperado y Jasper me contenía en un
abrazo.
Los días continuaron y aún no la podía ver, estaba en la UTI, la
única que podía visitarla, tan solo unos segundos, era su madre.
Nos tocó estar días completos, ella –Reneé– y yo, mirándonos las
caras, pero sin decir una sola palabra. Los días se me hacían
eternos, hasta que finalmente un día, Reneé se acercó a mi lado y
me dijo: despertó.
Esos ojos celestes, que tanto detesté en otros minutos de mi vida,
ahora me daban esperanza.
–¿De verdad? ¡Gracias! ¡Gracias! –caían lágrimas de mis ojos.
Una semana después, recién la pude ver. En su rostro aún
quedaban rastros del accidente. La sala era solitaria y ella se veía
tan desprotegida ¡Cuánto amaba a esa mujercita de cabellos
alborotados y ojos marrones!
–Hola –le dije con los ojos humedecidos, pero intentando contener
las lágrimas.
222
Energía al Límite
Ella sonrió y sus ojitos de niña tímida se iluminaron a tal punto, que
pensé, por unos minutos, que era un ángel, mi milagro. Tomé su
mano con ternura y ella acarició, levemente, mi piel con sus
lánguidos y traslúcidos dedos de porcelana.
–¡Te amo! –besé su frente.
Dos semanas después le dieron el alta ¡Por fin se iría a su casa! Eso
habíamos acordado con Reneé, aunque por mí, se hubiese ido a la
mía. Ese fin de semana llegó su padre. Esa tarde oí que conversaba
con Reneé.
–Está todo listo para que se vaya conmigo.
–No creo que sea el momento Charlie –dijo ella dubitativa.
–¡Tú no tienes derecho a decir nada Reneé! Esto ya fue la gota que
rebalsó el vaso. Definitivamente nunca debió quedar a tu cargo –
dijo furioso, pero intentando contenerse.
–Charlie yo no lo entendía, pero ahora está con Edward ¡Él la adora!
No te la puedes llevar…
–Me importa un comino la relación que tenga con él. Ella se va
conmigo. Además, ahora necesitará rehabilitación y tranquilidad,
que tú no le puedes entregar –fue hiriente.
–¡Piénsalo bien! –dijo Reneé en defensa de Bella.
–Hablaré con ella en cuanto esté un poco mejor…
Yo albergaba la esperanza que Bella le contara de nuestros planes,
pero, después y con el dolor de mi alma, me di cuenta que no fue
así.
La semana siguiente me llamó Bella, quería que la pasara a buscar.
Su voz tenía un tono extraño, pero lo ignoré. Llegué a buscarla y la
ayudé a subir al auto, porque aún andaba con muletas. Fuimos a
una placita con vista al mar. Eran más de las seis de la tarde y el sol
se pondría luego. Bajamos del coche y nos sentamos en un banco,
frente al mar.
–Edward, necesitaba hablar contigo –sus ojos estaban tristes.
–¿Qué pasa? –tomé su mano, pero ella no respondió a mi caricia.
–Iré con mi padre… –vi caer un par de lágrimas de sus ojos.
–¿Qué dices? Y ¿Lo que habíamos acordado? –sentía que me habían
dado un balde de agua fría.
223
Energía al Límite
–No es el momento ¡Lo siento! ¡Créeme que sí! –no paraba de
llorar, sé que tenía tanta pena como yo.
–¿Por qué cambiaste de idea? –mi voz se comenzó a quebrar.
–Tantas cosas…, pero la más importante, es que te mereces alguien
mejor, alguien que no te arrastre tantos problemas.
–Yo te amo –sentía que mis palabras perdían fuerza ante su
decisión.
–Y yo te amo a ti mi vida –acercó sus hermosos y deliciosos labios
rojos y nos besamos.
Esa fue la última vez que sentí sus labios ¡Por Dios! ¡Cuánto la
extrañaba! Sentía el alma hecha añicos, no podía olvidarla ¡Jamás lo
haría! Cada noche al cerrar los ojos la veía: su risa, esa mirada de
niña indefensa y traviesa a la vez, la tibieza de su piel y su
compañía ¿Cómo podía doler tanto el amor? Esto era terrible, a
veces sólo quería morir.
Bella se fue. Tiempo después supe por Joyce, quien había vuelto
con James, que ella entró a estudiar diseño gráfico.
Terminé mi carrera el año siguiente, con todos los honores
correspondientes, y por lo mismo, me ofrecieron una beca a
Inglaterra por tres años… Lo dudé en un inicio, pero Alice me
convenció que era lo mejor, así que me fui.
No hubo día que no me acordara de ella, los primeros cuatro años
con mucho dolor, luego, con calma, y finalmente, con gran alegría
¡Había sido la época más maravillosa de mi vida! Y quedaría
grabada en mi alma por la eternidad.
224
Energía al Límite
Capítulo XXXIV
Miles de días sin ti…
iez años habían transcurrido desde la última vez que vi a
Edward, no he vuelto a saber de él, a pesar de mail,
twitter, facebook y todos los sistemas de redes de
comunicación que se puedan encontrar. Una vez lo busqué en
facebook y vi su foto, mi estómago se contrajo de inmediato y tuve
el impulso de escribirle, de saber qué era de su vida, pero lo podía
importunar, y me arrepentí de inmediato, y por último, quizás él no
querría saber nada de mí, esa también era una triste, pero una
posibilidad al fin y al cabo.
D
Mi vida en New York, había sido tranquila, finalmente, estudié lejos
de mis dos padres, que había sido un alivio. Mi carrera: diseño y no
publicidad como había pensado. Había egresado hace cuatro años y
ahora trabajaba para una prestigiosa compañía de bebidas de
fantasía. Todo era bastante tranquilo…
Durante mi penúltimo año de universidad conocí a Vittorio, un
italiano que vino a Estados Unidos a realizar un post grado en
psicología. Era un hombre bello, alto, piel perfectamente bronceada,
ojos violetas, cabello miel y dueño de una hermosa y cautivadora
sonrisa.
Vittorio, era dos años mayor que yo, era un ―Don Juan‖ por
naturaleza. Su lista de mujeres era inagotable. Cariñoso y
extremadamente fogoso en la cama, creo que la sangre
mediterránea era más febril, y ese acento ¡Oh, madre mía! Hacía
caer de rodillas a cualquier mujer, sin previo aviso.
Efectivamente era un dios en la cama, y creo, que debido a eso,
estuvimos casi cinco años juntos, sus habilidades era bastante
particulares y se hacía irresistible, pero como todo… las relaciones
se agotan. Debo confesar que me encantaba, pero en el fondo,
también tengo la certeza que nunca me sentí enamorada de él, era
sólo entusiasmo.
225
Energía al Límite
Todo colapsó cuando él tuvo la brillante idea de que nos casáramos
y nos fuéramos a vivir a su tierra natal, pero ahí me di cuenta, que
su cultura era bastante más machista de lo que yo estaba
acostumbrada y no estaba dispuesta a ser una especie de geisha
moderna, eso nunca había ido con mi personalidad y se lo hice
saber sin escrúpulos.
Una noche cualquiera en que todo marchaba mal, y su ego había
quedado herido por completo, tuve la idea de salir con unas
compañeras de oficina. Se inauguró un bar, con bastante
parafernalia y quisimos conocerlo. Era un lugar bastante grande,
tenía millones de recovecos y tres pistas de baile, con
ambientaciones distintas cada cual. Con mis amigas nos sentamos
en una de las barras y me pedí un Hpnotiq, seguí un segundo, otro
tercero y finalmente, el cuarto, hasta que no aguanté más las ganas
de ir al baño. En uno de los living oscuros, y alejados del mundanal
ruido, me encontré a Vittorio, con una mina rubia, tipo barbie.
Dentro de mi ebriedad, lo quedé mirando hasta que él se dio
cuenta.
El muy cara de raja, se disculpó con ella y se acercó a mí, con cara
de ¿Molesto? No podía ser tan, pero tan… ¡Arg!
–Hola –dijo como si lo hubiese interrumpido de una reunión muy
importante.
–Veo que te diviertes –enarqué una ceja.
–Y tú estás ebria para variar –resopló.
–¿Algún problema? –contesté irónica y continué– creo que esto es
un término definitivo –intenté fijar la vista, pero la verdad me
costaba articular frases.
–Si tú quieres… –fue indiferente.
–Bueno, es lo mejor, esto no venía funcionando desde hace un
tiempo –sonreí para herirlo.
–Porque tú lo quisiste así –estaba picado.
–Mmmm, en realidad ya no me pasaba nada contigo… la química se
acabó –le guiñé un ojo y me fui, pero sin embargo, me alcancé a
dar cuenta que su rostro se desfiguró ante mis palabras, jajaja.
Su ego sexual era taaaan grande que lo que lo acababa de decir era
lo peor que le podrían haber dicho en su vida. Entré al baño, mojé
mi pelo por debajo y por primera vez noté unos leves, pero muy
226
Energía al Límite
suaves surcos por debajo de mis ojos, que ahora, me daban un
aspecto más ¿Interesante? Me agradaron muchísimo. Me sentí muy
aliviada de haber terminado con esa relación que este último tiempo
se había tornado demasiado tormentosa.
Volví a la barra y pedí un vaso de agua antes de salir, para que se
me pasara en algo el mareo. Mis acompañantes habían
desaparecido con algún mino por ahí, así que, considerando las
circunstancias, tomé mi cartera y estaba dispuesta a marcharme,
cuando antes de salir, un hombre bastante guapo, de cabellos
rizados, dorados y piel rosada, tomó mi brazo y con esos grandes
ojazos me dijo.
–¡Bella! –su tibieza la conocía.
–¿Rob? –dije no muy convencida.
–¡Guau! ¡Qué bueno verte! –sus ojos se iluminaron.
–Digo lo mismo… –en realidad estaba más guapo de cuando era
adolescente.
–Y ¿Qué haces aquí? –preguntó entusiasmado.
–Estoy trabajando, en verdad, estudié aquí y luego, me quedé
viviendo.
–¿En serio? ¡Yo vivo hace un par de años aquí!
–Mira tú… el mundo es un pañuelo –rompí a reír.
Miré hacia un lado y Vittorio me estaba increpando con la mirada,
pero lo ignoré totalmente, y continué con la interesante
conversación.
–Y ¿Con quién andas? –fue suspicaz, aunque intentó que no se
notara.
–Mmmm, andaba con unas amigas, pero encontraron panoramas
individuales más interesantes que estar conmigo –rompí a reír.
–Y ¿A ti te gustaría cambiar el tuyo? –guiñó un ojo y fue como
retroceder diez años.
–¿Por qué no? –susurré en su oído.
Fuimos a su departamento de soltero, era bastante práctico, pero
no por eso menos cómodo. Entramos y no hubo tiempo para
discursos. Me tomó por la cintura con deseo y me arrastró hacia su
dormitorio. Con algo de apuro de adolescentes, que ya no éramos,
nos sacamos todas nuestras ropas y nos sumergimos en la cama,
227
Energía al Límite
blanda y confortable. Sus caricias eran furtivas y embaucadores y su
cuerpo, firme y tonificado, que lo hacía demasiado atractivo. Me
levantó de la cama y fuimos contra uno de los muros del dormitorio
y me apegó contra éste, yo elevé mis caderas y acomodé mis
piernas tras las suyas, hasta lograr una perfecta penetración
¡Realmente me había perdido algo bueno! Pero en verdad, siempre
había sido mejor Edward, por lo que no me podía arrepentir.
El viernes de la semana que seguía, decidí aceptar la invitación de
Reneé, que ahora vivía con otro hombre, porque se había separado
de Phil y fui a su casa. Al bajar en el aeropuerto una ola de
recuerdos, gratos y no tanto, se vinieron a mi mente. Al llegar ahí
estaba ella, más mayor, delgada con esos tremendos ojos celestes
que me miraban con dulzura.
–Hola hija –me dio un gran abrazo.
–Hola –dije ya no con tanto rencor.
Caminamos juntas hacia el auto y me quedé en su casa. Aclaramos
varios asuntos y me pidió perdón por varios de sus errores, entre
ellos, matar a mi hijo. Por supuesto, nunca comprendí su odio hacia
Edward y ella me explicó, que había visto lo enamorada que estaba
de él y le aterraba el poder que él tenía sobre mí, durante mi
adolescencia. Me aclaró que con el tiempo se había dado cuenta
que él me quería de verdad, pero que, sin embargo, éramos muy
jóvenes y nos quedaba vida por vivir, pero eso argumentos, jamás
los entendería en ese momento.
Ese domingo, decidí ir a dar una vuelta sola hacia el sur de la
ciudad, donde antiguamente estuvo en sus mejores momentos ―La
Cueva del Ratón‖. Estaba atardeciendo, una brisa fría corría por el
borde costero. Inspiré profundo ese aroma energizante y propio del
mar y me bajé a la heladería, que ahora estaba en lugar de ―La
Cueva‖. Ahora, era un ambiente muy familiar y tranquilo, pero los
recuerdos eran inevitables. Entré al lugar y finalmente, con el frío
que hacía, pedí un Mokkaccino, en vez de un helado.
Me senté en la orilla de la vereda que daba hacia la playa y vi como
el sol se ponía. Una fuerte presión en el pecho me obligó a inspirar
profundo y su pelo broncíneo, ese rostro perfecto, sus labios cereza
y esos inconfundibles ojos de miel se vinieron a mi mente con
228
Energía al Límite
fuerza y nostalgia ¿Qué sería de su vida? ¿Estaría soltero, casado,
de novio? A lo menos de novio… me respondí a mí misma, tan
condenadamente rico, imposible que se hubiese mantenido soltero,
me dije a mi misma con desilusión.
Cerré los ojos cuando el sol ya se había escondido y sentí unas
manos tibias y fuertes que los taparon aún más. Mi corazón se
agolpó a tal punto, que sentía que se desembocaría con furia de mi
pecho, aunque pasaran mil años reconocería esa piel que me
electrizaba de pies a cabeza.
–Hola Bella –susurró con su hálito tibio en mi oído ¡No lo podía
creer! Creo que me daría un infarto…
Tomé sus manos con las mías, disfrutando a concho su piel y me
giré hacia él.
Sus ojos de miel no habían cambiado nada, de nada y él tampoco,
era el hombre más bello que había visto en la tierra. Su pelo
broncíneo aún estaba desordenado, pero ya no tan largo, ahora más
cortito, pero igualmente hermoso. Mi instinto más profundo fue
abrazarlo como queriéndome fundir en él. Olí su aroma que me
estremecía y sentí ahora, que la emoción me llegaba a los ojos.
–Edward –dije casi en un suspiro.
–Mi hermosa niña… –acarició mi rostro con su tibia mano.
–Te llamé con mi mente… –dije al borde las lágrimas.
–¿En serio? –él también se notaba muy emocionado, porque sus
ojos se habían iluminado y titilaban al mirarme.
–Sí, no venía para acá hace diez años ¿Lo puedes creer? –sonreí.
–¡Uf! Tanto tiempo… –su mirada se entristeció, pero yo no lo dejé.
–¿Cuéntame de ti Edward? –dije emocionada.
–¡Cuánto tiempo! Guau… No sé por dónde empezar –botó aire en
un soplido.
De la nada apareció un niñito como de tres años, con sus mismos
ojos de miel ¡Me quise morir! Pero era lo más probable ¿O no?
–¿Te esperan? –dije con tristeza.
Él sonrió y le dijo al niño.
229
Energía al Límite
–Dile a tu mamá que yo me voy después –acarició su cabello
alborotado, broncíneo, al igual que el de él.
Inmediatamente pensé que quizás nuestro hijo hubiese sido igual y
una ola de dolor se apoderó de mí.
–No Edward, si te tienes que ir… anda… yo entiendo… –quise llorar.
–No, Alice puede esperar –sonrió.
–¿Alice? –dije descolocada.
–Sí, Alice, mi hermana –curvó sus labios en una sonrisa.
–Él es… –no pude continuar mi frase.
–Mi sobrino, el hijo de Alice y Jasper –sonrió con dulzura.
–¡Qué bueno! –no pude evitar mi comentario, salió desde las
entrañas.
–¿Pensaste que era mi hijo? –sonrió divertido.
Asentí.
–No, te lo hubiese dicho Bella –besó mi mejilla muy
insinuantemente y todos mis sentidos se alertaron.
–Entonces ¿No estás casado? –insistí frenética.
–No, la única vez que le he propuesto matrimonio a alguien… me
plantó casi en el altar –rió divertido.
Alguien le hizo un gesto a Edward, desde lejos, creo que era Alice,
pero no la distinguí bien.
–Espérame un segundo, no te muevas –amenazó con una sonrisa.
–Ok.
Fue donde su hermana, algo le dijo y luego, se devolvió con una
gran sonrisa.
–Parezco chaperón de esta familia –dijo divertido.
–¿Por qué tanto? –pregunté intrigada.
–Bueno, de partida somos vecinos y como vivo solo, mi hermana
insiste en incorporarme en cuanto paseo familiar hay –ahora ya
estaba sentado a mi lado con los pies en la arena.
–¿Se casó con Jasper?
230
Energía al Límite
–Sí, fue un tira y afloja más o menos, pero finalmente, hace cinco
años se casaron y Alice se vino a vivir aquí.
–¡Qué bien!
–Yo la adoro, pero debo reconocer que a veces se vuelve fastidiosa.
–¿Por qué? –pregunté entre risas.
–Bueno, anda de casamentera y lo único que quiere es que forme
mi familia, pero yo le digo, que si aún no aparece la indicada… –rió
y sus ojos dulces me quedaron mirando fijamente.
–¿De verdad?
–Sí, bueno aparte de ti, claro –miró el suelo y continuó– pero las
cosas no se dieron… con lo del accidente… –dijo con profundo
pesar.
–Ni me lo recuerdes Edward… me salvé por poco.
–Lo sé y no sabes cuánto lo agradezco, de lo contrario, hubiese
muerto de tristeza.
Un silencio incómodo se apoderó entre nosotros y unas gotitas
tímidas lo interrumpieron.
–Tengo tantas cosas que hablar contigo –exclamó del alma–
¿Vamos a mi departamento? –sus ojos brillaban expectantes.
–Vamos –contesté sin pensarlo.
–Me tendrás que llevar eso sí, porque mi hermana se fue –soltó una
carcajada.
–Bien, ahora manejo, ya soy mayor de edad –rompí a reír.
Nos fuimos a su departamento y ahora entramos en un hotel
adaptado a vivienda, pero con todo el estilo de Edward y Alice, muy
sobrio y minimalista. Me acomodé en un gran sofá blanco y él me
preguntó entretenido.
–¿Aún te gusta el café con leche condensada? –preguntó algo
nervioso.
–¡Síii! ¿Todavía te acuerdas? –dije sorprendida.
–No creerías la cantidad de cosas que recuerdo, creo que de todo
¡Todo! con lujo de detalles –alzó la voz desde la cocina.
Volvió y me entregó un tazón de café ¡Exquisito! Como él. Edward
se acomodó a un costado mío y nos quedamos mirando el mar bajo
la luz de la luna.
231
Energía al Límite
–Ni te imaginas cuánto te extrañé Bella –su voz era suave como el
terciopelo.
–Y yo a ti…
–¿Por qué nunca intentaste comunicarte conmigo? –su comentario
fue algo recriminatorio.
–Pensé que no me querrías ver… te había acarreado tantos
problemas… –sentí mucha culpa.
–Nunca fueron problemas lo que tenía que ver contigo…
–Difiero… –insistí, pero cambié el tema.
–¿Supe que te fuiste a Inglaterra tres años?
–Sí, fue una buena escuela –soltó una leve sonrisa.
–¡Qué bien!
–Y tú Bella ¿Tienes novio? –estaba ansioso, aunque trataba
disimularlo.
–Mmmm, tenía –reí.
–Y ¿Qué pasó? –parecía aliviado.
–Nunca estuve enamorada de él realmente.
–Y ¿Cómo te diste cuenta? –parecía impresionado.
–¡Simple! Nunca sentí, ni cerca, como lo que sentí por ti… –lo quedé
mirando fijo y con el corazón comprimido.
–¿En serio? –su rostro se iluminó a tal punto, que parecía que unas
chispas se escaparían de sus ojos.
–Totalmente… –posé mis labios delicadamente sobre los suyos.
Mi piel se erizó por completo al mantener contacto con la suya. Sus
exquisitos labios sabían de maravilla, era aún mejor de lo que
recordaba. Acaricié su cabello y luego su cuello blanco como la
nieve. Me miraba perplejo, era increíble como no había cambiado
nada en todo este tiempo.
Me tomó por la cintura y nos recostamos sobre el sofá más grande.
Sentía su lengua como se daba paso por mi cuello, humedeciéndolo
y luego volvía a encontrarse con la mía, sin pausa.
Sus manos viajaban por cada rincón de mi cuerpo, y la temperatura
de nuestras pieles se elevaba, casi hasta estallar en llamas. Él metió
su mano por debajo de mi polera y se fue derecho a mis senos,
luego, levantó mi polera y comenzó a besar mi vientre, con tal
dedicación y ternura ¡Cómo si el tiempo hubiese retrocedido y
estuviéramos diez años antes!
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Energía al Límite
Una hábil mano desabrochó mi pantalón sin problemas y continuó
con sus besos hasta más abajo del ombligo. Mi piel estaba
totalmente erizada. Volvió y yo frenéticamente saqué su camisa, con
tanto énfasis que los últimos dos botones, estallaron, pero Edward,
sólo rió y me besó de nuevo.
Ahora quería sentirlo, él estaba sobre mí y yo separé levemente mis
piernas para que, aún debajo de los pantalones, tuviésemos una
especie de cercanía. Su respiración se agitaba y podía oír los latidos
de su corazón, eran cada vez más evidentes, y por un momento,
tuve tantos nervios como si fuese mi primera vez con él.
Ese bello rostro, pálido, ahora estaba sonrojado por la emoción del
momento. Presurosamente, bajé las manos hacia su masculinidad y
la sentí, ya lista, pero aún no era el momento. Saqué su cinturón y
desabroché el botón de sus pantalones.
Observaba su torso desnudo, perfecto, deseable… Pasó una de sus
manos por detrás de mi cintura y nos sentamos, él me ayudó con
mis botas, para seguir con los pantalones. Bajó sus manos a mis
glúteos y de manera sutil, pasó sus dedos entremedio de mi tanga
hasta llegar a mi intimidad. Vi la sonrisa en su rostro al ver mi
reacción.
Sacó mi polera, y continuó con el corpiño. Liberó mis pechos y
hundió su boca en ellos, lamiéndoles y provocando un evidente
cambio en éstos. Bajé sus pantalones y seguí, con sus boxer,
ajustados, que lo hacían ver aún más exquisito.
Ahora sí que la necesidad de tenerlo entre mis piernas se
incrementó, y ya estábamos, casi completamente desnudos,
exceptuando por mi tanga. Por un minuto se detuvo y sentado
frente a mí, con un brillo especial en sus ojos de miel líquidas me
dijo.
–¿Esto es real? –lo sentí muy nervioso.
–Yo tampoco lo creo Edward –acaricié su rostro entre mis manos.
La luz de la luna se colaba por los inmensos ventanales del
departamento y al verlo ahí, frente a mí, mis tripas hicieron estragos
y comenzaron a sonar de puro nervio. Él sonrió e inspiró hondo.
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Energía al Límite
–Tengo tantos nervios como tú –acarició mi cabello.
No podía dejar de mirarlo ¿Cómo, en diez años no había cambiado
ni una pizca mi amor por él? ¿Qué especie de poder tenía sobre mí
que me hacía caer como una boba ante sus pies?
Entre besos reincorporados, me abalancé sobre él y como antaño,
me tomó por los muslos, mientras yo cruzaba mis piernas sobre sus
caderas. Fuimos a su dormitorio. Suavemente me dejó sobre la
cama, en tanto, delicadamente sacaba lo que quedaba de mi ropa
interior. Él continuó con sus besos hasta llegar a mi intimidad,
humedeciendo con su saliva esa parte tan sensible. Intenté
sentarme y él lo notó.
Pasó por entremedio de mis piernas y me besó con dulzura y
pasión. Mi cuerpo lo necesitaba, y no podía contener más el no
tenerlo dentro de mí. Separé levemente mis rodillas, dándole paso a
mi mundo. Él se acercó con un poco de temor, hasta que finalmente
se introdujo en mí.
En cuanto estuvo dentro, cerró los ojos y luego, me miró con tanta
fuerza, que sentí su amor llegar a mi alma. Su masculinidad estaba
en mí ¡Esto era maravilloso! ¿Cómo pude estar tanto tiempo sin él?
–No sabes cuántas veces soñé con estar contigo nuevamente –su
respiración estaba entrecortada.
–¡Esto es demasiado fuerte! –le dije entre quejidos y con la voz más
alzada de lo normal.
–Es… es… es todo lo que quiero en la vida –su voz estaba errática.
Edward entraba y salía de mí con vigor y sutileza a la vez. Nuestros
cuerpos encajaban perfectos, éramos dos piezas de un
rompecabezas, que estaban hechos para estar el uno con el otro.
Sentía que mi interior se humedecía para él, tenerlo dentro de mí
era lo mejor que me había pasado en diez años, sin duda alguna.
Crucé mis piernas por sus caderas y lo abracé con fuerzas.
Mis entrañas se contraían y la parte de él, dentro de mí, estaba a
punto de estallar, lo sabía por su rostro y la frecuencia de sus
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Energía al Límite
movimientos. Todo era exactamente igual que antes. Su cuerpo se
comenzó a tensar y él mío lo seguía detrás.
–¡Te amo! ¡Te amo! –dijo sin control.
–Y yo a ti mi vida…
Sentí como descargó toda su esencia en mí y fue lo más gratificante
que me pudo pasar.
Lo miré y sus ojos estaban húmedos, enrojecidos, a punto de llorar
y creo que yo, ya lo estaba haciendo.
–No te imaginas cuánto te extrañé Bella… no hubo un solo día que
no te recordara –su voz se estaba quebrando poco a poco.
Lo miré anonadada ¿Sería posible que aún me amara? Porque
definitivamente yo a él, sí.
–Te parecerá absurdo que te diga esto después de diez años, pero
es verdad. Creo que mi corazón siempre esperó por ti, aún no
teniendo certeza de volver a encontrarte –vi un par de lágrimas caer
desde sus ojos angelicales.
–Edward yo… –no sabía cómo empezar.
–No es necesario que me digas algo… –su voz de terciopelo me
hipnotizaba.
Él se sentó a un costado de la cama y la luna se reflejaba en ese
bello pelo broncíneo. Me miró con dulzura y fue a su closet.
–¡Toma! Como en los viejos tiempos –me pasó una de sus poleras.
–Gracias…
Él no dejaba de observarme ni un solo segundo y sonreía sin mayor
explicación, provocando risas en mí.
–¿Qué pasó? –pregunté algo incómoda.
–Es que no lo puedo creer, en verdad ¡Esto es lo mejor que me
puede haber pasado en la vida!
Tomó mi rostro entre sus manos y con sus labios casi pegados a los
míos, dejó traspasar su hálito tibio.
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Energía al Límite
–¿No será la última vez que nos veamos, cierto? –su mirada
denotaba esperanza.
–Vivo en Nueva York –agregué confundida.
–Me voy contigo –dijo con una sonrisa y lágrimas a la vez.
–¿De verdad harías eso por mí? –pregunté sorprendida.
–Y mucho más ¡No te quiero perder! Ahora sí que jamás, ahora que
te encontré no te dejaré ir por ningún motivo –hablaba en serio.
Salté a sus brazos y sentí como el hundió su rostro en mi hombro y
comenzó a sollozar como un niño. Por primera vez, me sentí algo
más adulta y lo cobijé en mis brazos desnudos.
–Te juro que nunca más me iré de tu lado mi amor... –le prometí
desde el alma.
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Energía al Límite
Epílogo
Edward
¡
Diez años sin saber de ella! ¡Uf! Era un tormento… era una
ilusión hecha añicos ¿Cómo podía ser posible que aún, después
de tanto tiempo mi corazón siguiera latiendo por ella? No lo
sabía…
Alice me llevaba a cuanto paseo familiar encontraba, me llevaba
―niñas‖ para presentarme, haber si me volvía a enamorar, pero la
verdad, nunca duraba más allá de seis meses y completamente
agotado. Llegué a pensar que el amor no era para mí.
Una tarde, algo fría, fuimos al ―Fiori di Gelatto‖, la heladería
preferida de mi sobrino y ahijado, Ralph, que en verdad, parecía
hijo mío, creo que sí lo hubiese sido de verdad, no sería tan
parecido a mí ¡Tenía mi mismo color de pelo! Y nadie más en la
familia lo tenía ¡Era increíble el parecido! Incluso mi madre estaba
muy impresionada.
Cuando subíamos al jeep, miré hacia la playa y me pareció verla. El
sol se estaba poniendo y mi corazón comenzó a latir
desenfrenadamente, sobre todo, cuando eché un segundo vistazo y
me di cuenta que efectivamente podía ser mi Bella.
Casi hipnotizado cerré la puerta del Jeep y Alice me gritó bajito.
–¿Qué te pasa Edward?
–Después te digo… –crucé la calle como atraído por un imán.
Sentía que las manos me transpiraban de tensión, así que me
acerqué sigilosamente. Ella parecía concentrada. No supe cómo
acercarme, así que lo único que se me ocurrió fue taparle los ojos, y
por supuesto, reconocí su textura de la piel de inmediato, como si
hubiese sido ayer la última vez que la había acariciado.
–Hola Bella –murmuré en su oído. Ella de inmediato cogió mis
manos y se giró hacia mí.
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Energía al Límite
–¡Edward! –exclamó emocionada.
–Mi hermosa niña… –pasé el dorso de mi mano por sus mejillas.
–Te llamé con mi mente… –fue enfática.
–¿En serio? –no podía creerlo.
–Sí, no venía para acá hace diez años ¿Lo puedes creer?
–¡Uf! Tanto tiempo… –el corazón se me contrajo.
–¿Cuéntame de ti Edward? –sus ojos de chocolate estaban
prendidos en los míos.
–¡Cuánto tiempo! Guau… No sé por dónde empezar –exhalé para
tranquilizarme.
Estaba tan increíblemente bella, realmente le hacía honor a su
nombre… Ahora sus facciones se habían afinado aún más, y su piel
estaba más tersa, pero su aroma ¡Era un manjar del cielo! Quise
fundirme en un abrazo con ella y no soltarla más.
El tiempo se pasó volando junto a ella. Fuimos a mi departamento e
hicimos el amor ¡Me sentía tan increíblemente bien con ella! Fue
fabuloso, pero desde entonces, me empeciné en no querer
separarme de ella ni un segundo.
Después de ese fin de semana que lo pasamos juntos, casi
completo, como antes, se fue a New York. Sin embargo, no pude
esperar y ese mismo jueves tomé un avión y fui a su encuentro. La
esperé a la salida de la oficina, cuando unas gotitas a penas
imperceptibles comenzaron a caer del cielo. Ella venía distraída, y
eso la hacía aún más linda. Me quedé en la vereda y en cuanto
salió, me vio.
–¡Edward! –sus ojos brillaron como estrellas.
–¡Bella! –la abracé con fuerza.
–¿Qué haces aquí? –dijo extrañada, pero con un par de lágrimas de
emoción en los ojos.
–Te dije que esta vez no te dejaría ir… –acaricié un mechón de su
cabello ondulado.
–No sé qué decirte, esto es… es ¡Grandioso! –me abrazó con
efusividad.
La acompañé a su departamento y la invité a cenar. Cuando ya
estuvimos en el postre, lo hice.
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Energía al Límite
–¿Quieres ser mi señora? –saqué el mismo anillo que le había
entregado hace diez años y que ella, en un arrebato de ira, lo había
lanzado al suelo.
Lo guardé, porque a lo menos era un recuerdo, aunque alberga la
remota esperanza de entregárselo nuevamente, algún día. Palideció
por completo y sus ojos me miraron con pánico.
–Sí no quieres… no importa… Yo me he apresurado ¡Perdona! –me
deshice en disculpas.
–Edward no… no me malentiendas –su mano contuvo la mía,
cuando iba a guardar el anillo, avergonzado.
–No entiendo… –dije nervioso.
–Obvio que sí –sus ojos se llenaron de lágrimas– es sólo que jamás
pensé que tendría una segunda oportunidad contigo –y concluyó–
¡Esto es un sueño!
Se acercó a mí y me besó con deseo. Esa noche celebramos nuestra
futura unión con ansías y enérgico amor.
Ella volvió conmigo y un par de meses después nos casamos, pero
lo mejor de ese día, fue que ella me dio la gran noticia ¡Estaba
embarazada! Sus hermosas manos temblaban al decírmelo.
Estábamos en la fiesta y ella me llamó hacia un lado y me lo dijo al
oído.
La abracé con fuerza ¡Era todo lo que quería en la vida!
–¿Cuánto tienes? –dije impaciente.
–Cinco semanas –pareció suspirar.
–¡Mi vida! ¡Cuánto te amo! –me fundí en sus brazos frágiles.
–¡Y yo a ti mi vida! Me has hecho la mujer más feliz del mundo –
posó sus labios en los míos.
Alice, nuestra pequeña, nació perfectamente, era bella como su
madre. La familia continuó creciendo, y más tarde, llegaron un par
de gemelos de pelo broncíneo y ojos chocolates.
Cinco años más tarde, éramos una familia numerosa y feliz. Ella era
mi vida, yo era su alma, y ambos nos fundíamos en un solo ser.
239
Energía al Límite
FIN
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