España 1936, Franco y la República masacran al

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España 1936, Franco y la República masacran al
España 1936,
Franco y la República
masacran al proletariado
Introducción: ¿Qué interés tiene para los
trabajadores de hoy los acontecimientos de
1936?
1 – Las falsas y las verdaderas lecciones sobre
los acontecimientos de 1936
El objeto de esta tercera edición de nuestro folleto sobre la Guerra Civil Española de 1.936 es, en
primer lugar, reponer las existencias ya agotadas de la segunda edición. Esto es indicador del interés
que este problema histórico despierta no solo en España sino en otros países como Gran Bretaña,
Bélgica, Holanda, Alemania, Rusia, Brasil etc.
Pero este interés no es solo producto del esfuerzo de elementos proletarios que quieren conocer y
sacar lecciones de esta trágica experiencia del proletariado. También, es resultado de una campaña
de los medios burgueses que airean los acontecimientos de 1936 y dan cancha a grupos radicales
(trotskistas, anarquistas etc.), directores de cine (en los últimos años se han producido dos películas
famosas sobre el tema: Tierra y Libertad y Libertarias), académicos etc., cuyo “balance de 1936”
parece “diferente” e incluso “opuesto” al que predomina en la versión oficial pero que en realidad
constituye el vehículo de mistificaciones más refinadas y por tanto más eficaces para crear
confusión en la conciencia de la clase obrera.
Para combatir estas mistificaciones y contribuir a una reflexión sólida y lo más amplia posible, el
grueso de este libro está dedicado a textos publicados en la época, es decir, en los años 30, por
organizaciones proletarias de entonces. La mayor parte son de BILAN (Fracción Italiana de la
Izquierda Comunista en el exilio), organización que presentamos en el siguiente texto y que, a
nuestro juicio, fue la única capaz de denunciar la guerra del 36 como una guerra imperialista en
cuya orgía de sangre murieron más de un millón de personas. También fue la más clara en llamar al
derrotismo revolucionario como ya habían hecho los revolucionarios en 1.914 frente al matadero
que constituyó la Primera Guerra Mundial.
La guerra del 36 fue el preludio de la Segunda Guerra Mundial. Las grandes potencias de la época
se implicaron directamente en el conflicto perfilándose en él los dos bandos imperialistas que se
enfrentarán de 1.939 a 1.945: el bando franquista es apoyado por Alemania e Italia y el bando del
Frente Popular por la Rusia de Stalin y las democracias (Gran Bretaña y Francia).
Ante la matanza que durante 3 años inundó de sangre las tierras españolas las organizaciones que
decían reclamarse de la clase obrera, empezando por los “socialistas”, siguiendo con los
“comunistas” y acabando con los trotskistas y los anarquistas, proponían a los obreros y los
campesinos españoles comprometerse de lleno en la guerra, eligiendo el campo republicano frente
al bando fascista y uniéndose a la burguesía “democrática” y a las potencias mundiales “garantes de
la libertad”. Solo una pequeña minoría, con BILAN a la cabeza, tuvo el coraje de continuar la
posición de los revolucionarios de 1914: la lucha contra los dos bandos burgueses, el llamamiento a
los obreros y campesinos de los dos frentes a desertar de la guerra militar y volver a sus casas para,
uniéndose con los obreros de la retaguardia, llevar la lucha contra todo el Estado Capitalista, tanto
en su rama franquista como en su rama republicana. Era retomar y llevar más lejos el impulso
inicial de los obreros españoles que luchando en su terreno de clase en los días posteriores al 18 de
julio del 36 fueron capaces de parar la intentona golpista de Franco (que dicho sea de paso el
gobierno del Frente Popular dejó preparar impunemente con premeditación y alevosía a los
generales facciosos) y del cual hubo una nueva manifestación, esta vez en condiciones muy
diferentes, en mayo de 1.937 cuando los obreros de Barcelona tras una valiente lucha son
masacrados por las fuerzas de asalto gubernamentales y traicionados por el POUM y los anarquistas
que además forman parte descaradamente de los gobiernos de la Generalitat y de la República.
Nosotros nos reivindicamos del trabajo político de BILAN que en esa época difícil para el
proletariado – de derrota y contrarrevolución, los tiempos de Hitler y los procesos de Moscú- se
mantuvo fiel a su combate histórico y fue capaz de enriquecerlo con toda una serie de aportaciones
sacando lección de los intensos acontecimientos que de forma rápida y concentrada se suceden entre
1914 y 1939: la guerra imperialista de 1914, el intento de revolución proletaria de 1915-23, la
contrarrevolución en Rusia y a escala mundial, la tremenda depresión de 1929 y la barbarie a una
escala todavía más salvaje de la 2ª Guerra Mundial.
Ahora bien, reivindicarnos de BILAN no significa despreciar la contribución de otros grupos
proletarios de la época. Por eso publicamos textos del Comunismo de los Consejos y de grupos de
México y Bélgica que desde el trotskysmo se orientaron hacia las posiciones de BILAN. Del mismo
modo, analizamos el esfuerzo de grupos que, aunque cayeron en la trampa de apoyar la guerra en
nombre del antifascismo y la “revolución social”, trataron de defender una posición proletaria: es el
caso de la Sección Bolchevique Leninista, cuyo militante más destacado fue Munis, y de los
Amigos de Durruti que, desde el terreno del anarquismo, trataron de defender una posición de clase
y se rebelaron contra la colaboración descarada de la CNT con las fuerzas de la burguesía.
No pretendemos elevar BILAN a los altares. Todo lo contrario, BILAN reconocía con humildad que
iba a tientas y que no tenía una solución acabada para los múltiples problemas que se le presentaban
al proletariado y al conjunto de la humanidad. Dentro de BILAN había un debate vivo y una
minoría se dejó llevar por los cantos de sirena de la “revolución en marcha en España”. Publicamos
textos de esta discusión con los puntos de vista de la mayoría y la minoría. Este debate, como
corresponde a la tradición histórica del movimiento obrero, no se llevó a puerta cerrada sino que se
expresó públicamente en la revista.
De la guerra española se han escrito miles de libros. Unos ofrecen la visión maniquea del
franquismo que la presenta como una “cruzada” contra la masonería y el “comunismo rojo”. En las
postrimerías del régimen franquista y sobre todo desde 1975, cuando el Estado burgués español se
da el barniz de la “democracia”, los libros que aparecen son más “neutrales”: reparten culpas entre
ambos bandos y presentan la contienda como una tragedia que sólo podría superarse mediante la
“democracia” la cual sería la gran solución al reconciliar las dos Españas.
Frente a estos dos enfoques, se desarrolla otro más crítico y radical que reclama el “protagonismo”
de la clase obrera y rechaza la visión franquista y la democrática porque coinciden ambas en la
defensa del orden burgués. Se trata de la posición del anarquismo y del trotskysmo.
Ahora bien, pese a su aparente oposición a las dos versiones anteriores en realidad defienden el
mismo terreno: glorifica la guerra antifascista, es decir, la matanza de unos obreros contra otros en
nombre de una causa al servicio del capitalismo; defiende al Estado burgués en su forma
“democrática” y “republicana” haciendo elegir este disfraz de la dictadura capitalista frente a la otra
forma menos presentable por su violencia descarnada, la franquista.
Esta visión pretende dar la palabra al proletariado y lo presenta como actor de una “revolución
social” desarrollando con ello la peor de las mistificaciones: en vez de llamar al pan pan y al vino
vino, es decir, a la guerra imperialista guerra imperialista la transforma por arte de birlibirloque en
una “revolución social”. La guerra imperialista, la quintaesencia de la barbarie, el sufrimiento y la
degradación es disfrazada de lo que es diametralmente opuesto: la Revolución social, la expresión
más avanzada de liberación, conciencia y emancipación colectiva. ¡La mejor forma de atacar el
comunismo y apuntalar el capitalismo es travestizar sus expresiones más espantosas como
revoluciones !.
Los trotskistas y los anarquistas, estos “defensores de la clase obrera”, vuelven a repetir la misma
maniobra de 1936 que la burguesía desarrolló ante la reacción espontánea de los obreros contra el
golpe de Franco: enrolarlos en la guerra en nombre de la “revolución social”, de “ganar al fascismo
para a continuación construir el socialismo”.
En esta mistificación tomaron la delantera los más “radicales”: el POUM y la CNT. Los textos de
BILAN y los de otras corrientes proletarias que publicamos denuncian con claridad la traición
cometida por el POUM y la CNT-FAI como último banderín de enganche que utiliza la burguesía
republicana para desviar a la clase obrera de su terreno de clase y llevarla al matadero.
¿Por qué hoy, cuando nos dicen que todo eso de la “revolución” es cosa del pasado, los grandes
medios de comunicación dejan un hueco a los grupos y personalidades que nos presentan España
1936 como teatro de una “gran transformación social”, como una “verdadera revolución mucho más
profunda que la Revolución rusa de 1917”?.
En los años noventa hemos asistido junto a la campaña anticomunista posterior a la caída del Muro
de Berlín donde se denigra al comunismo equiparándolo al estalinismo (cuando la realidad histórica
nos muestra que éste fue el enterrador de la Revolución de Octubre del 17), a una promoción del
anarquismo como verdadero movimiento revolucionario frente a los Bolcheviques y Lenin que
serían unos meros conspiradores que instauran su dictadura mediante un golpe de estado.
Presentar al anarquismo como “vanguardia” del impulso revolucionario y a España 1936 como
“modelo” de revolución social, no supone ninguna contradicción con la campaña anticomunista. En
realidad es su continuación y reforzamiento. Por mucho que los medios más entusiastas de la
burguesía proclamen el triunfo del capitalismo y un “Alicia en el país de las maravillas” con los
ensueños de INTERNET y la “nueva economía”, el capitalismo es muy consciente de que
semejantes músicas celestiales necesitan el contrapunto crítico de ideologías y modelos
aparentemente muy radicales pero que en el fondo defienden el orden capitalista por otros medios.
La llamada “revolución” española de 1.936 y el endiosamiento del anarquismo suponen una
tergiversación de la historia que persigue fundamentalmente atraer a todos los elementos que
expresan un esfuerzo de conciencia en las filas del proletariado hacia el pantano de confusión que
constituyen las posiciones anarquistas.
El anarquismo se presenta como una ideología “anti-sistema”, ante las diferentes facetas de la vida
social parece situarse en las posturas más radicales y extremas. Del mismo modo, toda una serie de
fenómenos de 1936 (las colectividades, las milicias antifascistas, la CNT) son rodeados de una vaga
aureola de “liberación” y “acción revolucionaria”. Contra semejantes imposturas, el libro que
presentamos trata de mostrar, haciendo hablar a los hechos, adonde conduce el anarquismo y cual
fue la realidad de su “modelo revolucionario” experimentado en España.
La historia del siglo XX es la de la decadencia del modo de producción capitalista. Todas las
guerras son producto de esa decadencia histórica. En 1.914 los revolucionarios denunciaron la
matanza imperialista y llamaron al proletariado a la revolución. La oleada revolucionaria de 1.917 a
1.923 (cuyas culminaciones son las revoluciones en Rusia y en Alemania) supuso el mayor intento
del proletariado por derribar el capitalismo y construir una sociedad comunista. La burguesía para
derrotar la revolución utilizará todas las armas en sus manos: acelera el fin de la guerra, coloca en
los gobiernos a la izquierda del capital y un largo etcétera. La guerra civil española de 1.936-39
forma parte de la segunda carnicería mundial donde la burguesía utilizará la alternativa tramposa
fascismo-antifascismo como un pinza criminal para llevar al matadero a los obreros.
En la actualidad la burguesía agita el peligro fascista de los Haider, Le Pen, Pinochet... A diferencia
de 1.936 no nos encontramos en un período de contrarrevolución que ponga a la orden del día los
regímenes fascistas como puntilla de la derrota del proletariado. El curso histórico está abierto,
dependiendo el futuro de toda la humanidad del desarrollo de la lucha de clases: el triunfo del
proletariado nos llevará a la construcción de la sociedad comunista, el triunfo de la burguesía a la
barbarie más atroz con el peligro de la extinción incluso de la vida en el planeta bien por medio de
una Tercera Guerra Mundial o a través de una agonía lenta del modo de producción capitalista como
vemos en la actualidad: crisis económica, hambrunas en la mayor parte del mundo, proliferación de
las interminables guerras locales que incluso ya han llegado a suelo europeo, contaminación y
envenenamiento de la naturaleza y los alimentos... La única solución para el porvenir de la
humanidad es la revolución comunista.
En esas condiciones lo esencial para la burguesía es enfrentar a un proletariado que no está
derrotado. En ese objetivo agitar el espantajo fascista sirve de aval a los regímenes “democráticos”,
les permite aparecer como más humanos, más justos, más protectores y con el chantaje de “¡que
viene el ogro fascista!” hacer tragar medidas económicas, sociales y represivas que sí intentaran ser
instauradas por los Gil y Gil, Haider y Cía. suscitarían fuertes movilizaciones. La experiencia
española de 1936 es muy aleccionadora al respecto y aporta claves para desmontar el engaño
antifascista de la burguesía
El libro que exponemos a la consideración de los lectores ha supuesto un esfuerzo considerable para
nuestras limitadas fuerzas militantes. Hemos recibido una valiosa colaboración de lectores y
simpatizantes.
Uno de ellos, que se reclama del comunismo de los consejos, ha traducido textos de grupos de esta
corriente directamente del holandés, dos de los cuales aparecen en esta edición y otros que nos ha
aportado recientemente los integraremos en futuras ediciones. Le agradecemos calurosamente esta
contribución.
Otros compañeros han realizado la ingrata tarea de transcribir al ordenador diferentes textos. Les
agradecemos igualmente esta aportación imprescindible. Al saludar estos esfuerzos hacemos un
llamamiento para que cunda el ejemplo. La ayuda para publicar libros necesarios para el armamento
teórico y político del movimiento obrero es vital y abarca desde traducciones, trascripción al
ordenador hasta aportaciones económicas y suscripciones.
El libro que publicamos no es por supuesto completo. En primer lugar, sería interesante incorporar
más textos representativos de las diferentes posiciones adoptadas por el Comunismo de los
Consejos. A este respecto las nuevas traducciones aportadas por el lector antes mencionado son de
gran valor.
Pensamos que será necesario hacer un estudio más sistemático del anarquismo y de la historia y
evolución de la CNT. También deben ser abordadas algunas corrientes críticas frente a la
orientación dominante en la CNT: Bernieri, el libro de Vernon Richards. Del mismo modo hay que
evaluar la posición lamentable que adoptó Trotsky y que fue seguido por las diferentes corrientes
trotskistas. Respecto al POUM, que no era específicamente trotskista, habrá que analizar el mito del
“valor revolucionario” de una corriente “crítica” que surgió en su seno y que desorientó en su
momento a la minoría de BILAN.
Por último, estamos interesados en publicar tomas de posiciones, debates y correspondencia que se
produzcan actualmente en los elementos y grupos proletarios. Las críticas, las polémicas de los
lectores, serán bienvenidas.
ACCION PROLETARIA 29-3-2000
2 – La voz revolucionaria de BILAN ante la
guerra de España
Por fin podemos ver realizada la idea que teníamos de publicar un folleto en español con una
compilación de textos de BILAN sobre la guerra en España de 1.936[1].
BILAN (Balance), publicación de la Fracción Italiana de la Izquierda Comunista, vivió durante el
período más siniestro de la historia del movimiento obrero, el que va desde el triunfo de Hitler en
Alemania hasta la IIª. Guerra Mundial. Como ya veremos luego esta compilación dedicada a textos
sobre la guerra de 1.936 no la hacemos por gusto por la erudición histórica. Si hemos escogido este
tema es ante todo por el valor político que tienen para los revolucionarios las posiciones y
discusiones de BILAN en aquel entonces, ante la actual situación en España.
Tras casi 50 años de triunfo de la contrarrevolución, la difícil reanudación de la lucha de la clase
obrera que empieza a notarse desde mediados de los años sesenta ha venido tropezando en su
camino ascendente con todas las ideologías segregadas en las aguas cenagosas de la
contrarrevolución, puestas al gusto del día por la cada vez más profunda descomposición de la
pequeña burguesía: fueron por los años sesenta la fiebre contestataria marcusiana[2], sobre todo con
los llamados movimientos estudiantiles en donde se había decretado la “completa integración de la
clase obrera en el sistema”, en extraño mejunje con idolatrías a Castros y Guevaras, apoyo a
“liberadoras” guerras como la del Vietnam y el tercermundismo más lloricón... luego vino a
añadirse a la salsa lo de la “revolución cultural” y el estalinismo “new look” maoísta y todo tipo de
“frentes de liberación” de esto y aquello, todo mezclado con una verborrea modernista, acabando a
fin de cuentas en la nada más completa o en un estúpido terrorismo o ocupando un respetable sillón
entre la extrema izquierda del capital.
Hoy, en un contexto bien diferente al de los años 30, tanto por la agudización de la crisis como por
la cada vez más clara aparición de la clase obrera en sus luchas como clase[3], volver a publicar
BILAN no es un “acto de fe marxista” sino reafirmar una serie de bases proletarias en la lucha que
los revolucionarios de entonces supieron mantener en pie contra el avance irresistible de la barbarie
contrarrevolucionaria.
La revista BILAN son 46 números publicados (1.478 páginas) desde noviembre de 1.933 a enero de
1.938. Empezó como “Boletín teórico de la Fracción de Izquierda del Partido Comunista de Italia”.
En febrero de 1.938, OCTUBRE sustituye a BILAN con el subtítulo de “órgano mensual de la
Izquierda Comunista”[4]. Aparecieron 5 números de OCTUBRE, el último en agosto de 1.939, un
mes más tarde empezaba la IIª. Guerra Mundial.
La fracción italiana había sido excluida del PCI y de la IC en el Congreso de Lyon de 1.926. La
Fracción, en el difícil exilio francés perseguida tanto por el fascismo como por el estalinismo,
vuelve a constituirse en 1.929 y publica la revista PROMETEO en lengua italiana y un boletín de
información en francés que acabará siendo una publicación teórica.
Comprometida a fondo en el movimiento comunista internacional, la Fracción en la emigración
tomará parte muy activa en dicho movimiento sobre todo en Francia y en Bélgica, participando con
todas sus fuerzas en la lucha contra la degeneración de la IIIª. Internacional y de sus partidos,
definitivamente dominados por el estalinismo. Por eso mantendrá contactos estrechos con todas las
corrientes y grupos de izquierda expulsados uno tras otro de lo que había sido la Internacional
Comunista, manteniendo la lucha en medio de una terrible desolación y una inmensa confusión
debidas a la amplitud de la derrota de la primera gran oleada revolucionaria mundial y a la
consiguiente desmoralización.
El intento de acercamiento a la Oposición de Izquierda de Trotski no daría ningún resultado, lo que
pondría en evidencia el carácter fundamentalmente divergente de las orientaciones de ambas
corrientes. Si el trotskismo concebía la Oposición como grupos que simplemente luchaban por el
“enderezamiento” de los PC y que estaban dispuestos en todo momento a reintegrarse a ellos
renunciando a existir como órganos autónomos, la Izquierda Italiana partía de las diferencias
programáticas cruciales que sólo podrían resolverse con la constitución de organismos comunistas
independientes, las Fracciones, que estaban luchando por la destrucción de la corriente
contrarrevolucionaria estalinista.
La discusión sobre el análisis de la situación en Alemania 1933, acabaron por hacer definitivamente
incompatible todo trabajo en común. Frente a la amenaza hitleriana, Trotski preconizaba una amplio
“Frente Único Obrero” entre el PC estalinista y la socialdemocracia. Era en ese frente único entre
los contrarrevolucionarios de 1.914 y los de entonces en donde Trotski veía la fuerza capaz de
cerrar el paso al fascismo, evitando así el problema esencial de la naturaleza de clase de las fuerzas
en presencia y el hecho de que la lucha contra el fascismo no tiene ningún sentido para la clase
obrera si se la separa de la lucha general contra la burguesía y el sistema capitalista.
Trotski, haciendo juegos con imágenes brillantes, decía que el Frente Único podría hacerse “con el
diablo y su abuela” con lo cual demostraba no menos brillantemente que estaba perdiendo la noción
misma del terreno de clase del proletariado. En plena vena verbal, Trotski, bajo el seudónimo de
Gurov, llegó a afirmar que la revolución comunista podría triunfar “bajo la dirección de
Thaelman[5]”. Desde entonces resultaría evidente que el camino tomado por Trotski acabaría por
llevarle a abandonar una tras otra las posiciones comunistas hasta la participación en la IIª. Guerra
Imperialista, en nombre, claro está, de la “defensa de la URSS”.
Diametralmente opuesto fue el camino tomado por la Fracción Italiana de la Izquierda Comunista.
El desastre que representaba para el proletariado el triunfo del fascismo, triunfo que hicieron
posible e inevitable las catastróficas y sucesivas derrotas que le infligieron la socialdemocracia
primero y el estalinismo después, dejaba plenamente abierta la “solución” capitalista a la crisis
histórica de su sistema: una nueva guerra imperialista mundial. Los revolucionarios sólo podían
frenar esta perspectiva si se esforzaban en agrupar al proletariado sobre un terreno de clase,
manteniéndose firmes en los principios programáticos del comunismo y para ello, lo más urgente
era someter a un examen crítico toda la experiencia del periodo transcurrido desde la gran oleada
revolucionaria que puso freno a la Iª. Guerra Imperialista, abriendo un horizonte de esperanzas a la
clase obrera hacia su emancipación definitiva. Comprender las razones de su derrota posterior,
hacer balance de lo adquirido y de los errores, sacar lecciones y, con estas bases, elaborar las nuevas
posiciones políticas, todo esto era indispensable para que la clase pudiera volver, mejor armada y
por tanto más capaz, a encarar su tarea histórica de la revolución comunista. Y fue esta
impresionante tarea la que se propuso emprender BILAN (Balance, nombre apropiado), y para
llevarla a cabo BILAN invitó a todas las fuerzas comunistas que habían sobrevivido al desastre de
la contrarrevolución. Pocos grupos respondieron a la llamada, pero también es verdad que pocos
grupos pudieron resistir a la terrible apisonadora de aquel periodo de reacción y de preparación para
la IIª. Carnicería Mundial. Cada año que pasaba eran menos los grupos, sin embargo, BILAN, que
aguantó gracias a la entrega de algunas decenas de miembros y simpatizantes, mantuvo siempre las
puertas abiertas para que se expresaran, dentro del marco estricto de las fronteras de clase, otros
pensamientos divergentes a los suyos. Nada le fue más extraño que el espíritu de secta o la
búsqueda de un éxito de capilla inmediato. Por eso encontramos en BILAN artículos de discusión y
reflexión que provienen de compañeros de la Izquierda Alemana, Holandesa o de la Liga de
Comunistas Internacionalista de Bélgica.
BILAN no tenía la estúpida pretensión de aportar respuestas definitivas a todos los problemas de la
revolución. Tenía conciencia de que a menudo andaba a tientas, pues sabía que las respuestas
definitivas sólo podían ser resultado de la experiencia viva de la lucha de clases, de la confrontación
y la discusión al interior mismo del movimiento. Sobre muchos problemas la respuesta de BILAN
fue insuficiente, pero nadie puede poner en duda la seriedad, la sinceridad, la profundidad del
esfuerzo y, por encima de todo, la validez de su visión, la justeza de su orientación y la firmeza de
sus principios revolucionarios.
No se trata únicamente de rendir homenaje a este pequeño grupo que supo mantener firme la
enseñanza de la revolución en medio de una tempestad contrarrevolucionaria, sino también y sobre
todo, se trata de asimilar lo que nos han legado y proseguir el esfuerzo con una continuidad que no
es estancamiento sino superación.
No es, como ya hemos dicho, por gusto de erudito por lo que hemos escogido, para esta primera
recopilación de textos de BILAN, una serie de artículos que se refieren a los acontecimientos de
España entre 1.934 y 37. El análisis de los acontecimientos tenía un alcance global que superaba el
marco español y daba la base para entender la evolución de la situación mundial, de las fuerzas de
la clase obrera, de sus formaciones políticas, y, por encima de todo, ofrecían una imagen cruda de la
inmensa tragedia en la que se hundía el proletariado internacional y el español en primer lugar.
España se encuentra, hoy, de nuevo, en una situación clave, si bien es verdad que hay que dejar bien
clara la diferencia entre los acontecimientos de la España de los años 30 (que tenían lugar tras una
larga y aplastante serie de derrotas del proletariado que lo arrastraban inexorablemente al
alistamiento para la guerra imperialista) y el periodo actual de reanudación de la lucha y de la
combatividad obrera en todo el mundo. Situación clave la de hoy como la de entonces, porque tras
15 años de luchas obreras incesantes y de cada vez mayor alcance a pesar de la salvaje represión, la
clase obrera de España se encuentra con una acumulación de experiencias que tendrá que potenciar
en los próximos combates contra el empeoramiento de la situación para ir más lejos en su
conciencia, organización autónoma y extensión de la lucha[6]. Y es ahora cuando el capitalismo
mundial y en particular el europeo va a apoyar a la burguesía española en su esfuerzo de lastrar los
próximos combates de clase. Después de haber desechado y haber desmantelado un régimen senil
incapaz ya de mantener el "orden laboral”, la burguesía intentará por todos los medios
“democráticos” poner freno al avance proletario. Y dentro de esa estrategia general el capitalismo
pondrá por delante a su ala izquierda (PCE, PSOE, y demás izquierdistas) para, en nombre del
“antifascismo”, o del “mal menor” o de “programas mínimos”, intentar romper esa combatividad.
Para la burguesía no está hoy al orden del día la ciega represión franquista, aunque tampoco en este
aspecto los “demócratas” nada tienen que envidiar a los “fascistas”[7].
Con lo que va a encontrarse el proletariado en los meses que vienen, es con las mismas fuerzas que
en 1.936 consiguieron sacarlo de su camino para después cargárselo a fondo. Y esas fuerzas
volverán a utilizar el mismo tipo de argumentos, perfeccionados con el tiempo. Una de sus mayores
mentiras consiste en predicar a los obreros que “olviden el pasado” en nombre de la “reconciliación
nacional”. Es decir, que olviden las lecciones de su sangrienta experiencia, cogidos como lo fueron
entre los dos dientes, el “democrático” y el “fascista”, de la tenaza. En los años 30 el proletariado en
España que se había mostrado extremadamente combativo resultaba muy peligroso para los planes
de guerra imperialista que preparaba el capital mundial. Había que masacrarlo primero, último
bastión de resistencia obrera en Europa, para facilitar su alistamiento, y después el de toda la clase
obrera a nivel mundial
Frente a la formidable respuesta obrera contra el alzamiento derechista de 1.936, esas mismas
fuerzas de izquierda, etapa por etapa, fueron anegando, destruyendo y quitando fulminante a los
focos de resistencia obrera que intentaban mantenerse en un terreno de clase. Esa labor de zapa por
parte de la República y de la izquierda ya desde 1.931, se vio consumada en la represión directa y el
aplastamiento de los obreros (los “incontrolados”), durante las trágicas jornadas de Mayo del 37 en
Barcelona.
«PROLETARIOS:
El 19 de julio de 1.936 los proletarios de Barcelona, con puño desarmado, aplastaron batallones de
Franco ARMADOS HASTA LOS DIENTES. El 4 de Mayo de 1.937, estos mismo proletarios,
ARMADOS, dejan en la calle muchas más víctimas que en Julio cuando tuvieron que repeler a
Franco, y es el gobierno antifascista –incluidos la CNT-FAI y del que el POUM es indirectamente
solidario- quien da suelta a la gentuza de las fuerzas represivas contras los obreros» (BILAN: mayo
1937).
Entre Julio del 36 y Mayo del 37 se suceden una serie de gobiernos cada vez más a la “izquierda”
contra la cada vez mayor radicalización obrera. La burguesía antifascista no puede consentir
cualquier esbozo de “doble poder”, con comités y milicias paralelas al gobierno “legal”. En función
de una eficacia militar y “respetabilidad” perfectamente capitalista, el gobierno impone mano dura,
a la vez que se “izquierdiza” cada vez más. Para ello no basta con la tendencia “revolucionaria” de
los UGT-PSOE de Largo Caballero. Es entonces cuando el PCE empieza a desplegar su mayor
fuerza y poder contrarrevolucionario. Este partido, producto perfecto de la degeneración de la IC,
impone su mano de hierro en los centros claves de la vida social y del ejército. Además su presencia
es necesaria para obtener la ayuda del tirano que ha consumado la derrota de la Revolución Rusa:
Stalin. Pero con éstos no basta. Citemos a BILAN, 1.937, en su saludo a Camilo Berneri: «Su
inmolación por el ideal anarquista es una denuncia más de una corriente política que se ha ido
hundiendo a lo largo de los sucesos de España: ha sido bajo el mando de un gobierno con
participación anarquista que la policía ha vuelto a realizar sobre el cuerpo de Berneri la hazaña de
Mussolini sobre el de Matteoti»[8]
Una corriente política, el anarco-sindicalismo, que se fue hundiendo cada vez más en las aguas
putrefactas de la contrarrevolución, a pesar de su “horror” a la dictadura, a todo estado y a todo
gobierno. La irresponsabilidad, la incoherencia histórica del anarco-sindicalismo quedó patente en
este juego trágico de balanceo en la permanente duplicidad de las “autoridades”, de la
“antiautoritaria” CNT, manifestando una falta criminal de visión histórica y de clara teoría
revolucionaria que pagarían con sus vidas muchos de sus militantes entregados a la causa de su
clase. En Febrero del 36, la CNT, que despreciaba el electoralismo, hizo todo lo que pudo para que
los trabajadores fueran a votar. En Julio del 36 la CNT-FAI avala los Comités Revolucionarios y las
milicias procurando que no se desmanden y dejando hacer al Gobierno republicano. En octubre, la
CNT ya tiene representantes en el Gobierno de Largo Caballero, cuyo objetivo declarado es liquidar
toda resistencia obrera y obtener el respeto de las “democracias” europeas. En septiembre quedan
disueltos los comités, se militarizan por la fuerza las milicias y la CNT... entra en la Generalitat.
Justifican su presencia porque así “quedan garantizadas las conquistas revolucionarias”. Lo que
garantizan es la puesta en orden, apoyando de hecho e incluso en mítines comunes a sus “mortales
enemigos” estalinistas. Dan argumentos del tipo “el Gobierno ha dejado de ser una fuerza de
opresión de la clase obrera”... “porque en él está la CNT” (Abad de Santillán). O cuando para
justificar la integración en la Generalitat del Comité de Milicias y la entrada de Aragón en el “orden
republicano”, García Oliver afirma que “querer llevar a cabo el comunismo libertario es imponer
una dictadura anarquista”. Sorprendente lógica, criminal simplismo.
Estas explicaciones nada tienen que envidiar a los sofistas del estalinismo o la social democracia.
La CNT-FAI, por su ideología apolítica y su incomprensión de la naturaleza de clase del estado que
le impide ejercer todo tipo de influencia para destruirlo, fue la última defensa del capitalismo contra
la clase obrera.
Así, lo que habían sido órganos de resistencia de la clase obrera contra su integración capitalista
para la guerra imperialista (los Comités y las Milicias) se transformaron en órganos de
encuadramiento del estado burgués en nombre del “antifascismo”. La República, con el fiel auxilio
de la CNT-FAI, destrozó paso a paso la lucha del proletariado, la salvaje represión franquista remató
la faena.
«La lucha de los obreros es proletaria a condición de dirigirse contra el capitalismo y su estado,
sirve los intereses del enemigo si no va dirigida contra él, en todo instante, en todos los dominios,
en todos los órganos proletarios que las diversas situaciones hacen surgir» (BILAN, 1.937).
La historia de la clase obrera está jalonada de derrotas. Esas derrotas han sido la dolorosa escuela
por la que el proletariado ha tenido que pasar. En cierto sentido y hasta cierto punto, hoy son la
condición para la victoria final. A través de ellas, la clase toma conciencia de sí misma, de su meta y
del camino que lleva hacia ésta. El proletariado aprende así a corregir sus errores, a reconocer a los
demagogos, a evitar los callejones sin salida, a organizarse mejor y a mejor medir la relación de
fuerzas en un momento determinado. Al ser una clase sin ningún poder en la sociedad, sólo su
conciencia de clase, alimentada y reforzada por su experiencia, es la mejor baza de su poder y esta
experiencia se ha formado en gran parte, gracias a la asimilación de las lecciones de sus derrotas.
BILAN pudo comprobar con amargura el estado de aislamiento al que se veía reducido cada día
más, aislamiento que consideraba, con razón, como la manifestación más trágica de la derrota del
proletariado en un momento en el que la histeria militarista gangrenaba cada vez más el cuerpo y el
cerebro de los obreros. Como cada gran acontecimiento decisivo, la guerra de España no dejaba
lugar para ambigüedades. La alternativa estaba clara: o con el capitalismo y la guerra o con el
proletariado contra la guerra. El aislamiento al que estaba condenado BILAN fue entonces el precio
inevitable de su fidelidad a los principios del comunismo; pero también fue su mérito y su honor
cuando tantos grupos comunistas de izquierda (e incluso la minoría del mismo BILAN) se dejaron
coger en el criminal engranaje del enemigo de clase.
Al contrario de lo que ocurrió con BILAN, tenemos hoy la firme convicción de que, al recoger las
misma posiciones de clase, no iremos “contra corriente” sino que nos encontraremos en medio de la
nueva y gran oleada de la revolución comunista y que podremos contribuir a su empuje.
CORRIENTE COMUNISTA INTERNACIONAL (Junio 1.977)
[1] La primera edición de este folleto apareció en 1977 y este texto es el prólogo a la misma.
[2] El adjetivo “marcusiana” se refiere a un filósofo, Marcuse, que tuvo un éxito efímero en medios
estudiantiles e intelectuales a principios de los años 60. Su principal “descubrimiento”, muy
interesante para la burguesía, pero de nulo valor científico, fue que la clase obrera “se había
aburguesado” y que el nuevo sujeto revolucionario estaría constituido por una coalición de mujeres
feministas, estudiantes radicales, intelectuales revolucionarios etc.
[3] Este prólogo se publicó en 1977 en un momento de gran proliferación de luchas obreras. Sin
embargo, actualmente aunque la lucha obrera tiene fuertes dificultades, el marco histórico no ha
variado, la perspectiva es hacia grandes enfrentamientos de clase, el proletariado mundial no está
derrotado.
[4] Para más detalles sobre la historia de la Izquierda Comunista Italiana ver nuestro libro
“Contribución a la historia del movimiento revolucionario: La Izquierda Comunista Italiana”
publicado en castellano, inglés, francés e italiano.
[5] Thaelman: dirigente del PC alemán completamente enfeudado al eestalinismo.
[6] Debemos recordar que este prólogo se escribió en 1977 cuando la gran oleada de luchas obreras
de 1974-76 estaba declinando afectada por los engaños y promesas tanto del “franquismo
renovado” de Suarez como de los “héroes” de la oposición “democrática” al franquismo: el PSOE y,
especialmente, el PCE. En ACCION PROLETARIA números 8 a 15 hay un análisis detallado de
esta época. Ver también nuestro folleto DEL FRANQUISMO A LA DEMOCRACIA: LA
EXPLOTACION CAMBIA DE DISFRAZ.
[7] Notemos que fue bajo un gobierno “en tránsito a la democracia” cuando la policía asesinó a 3
obreros en la represión de la huelga masiva de Vitoria el 3 de marzo de 1976. Ver ACCION
PROLETARIA nº 8.
[8] Camilo Bernieri fue un anarquista italiano que intentó en aquellos trágicos acontecimientos
mantenerse fiel al proletariado. Fue asesinado por las hordas estalinistas. BILAN le rindió homenaje
pese a las importantes diferencias políticas que había con él.
3 – 1936, curso a la guerra imperialista, hoy
curso hacia enfrentamientos de clase decisivos
Presentamos la 2ª Edición de los textos de BILAN sobre la guerra de España de 1936.
Incorporamos otros textos sobre el tema aparecidos en nuestra REVISTA INTERNACIONAL.
Con esta publicación queremos responder de forma militante a la preocupación y a la reflexión de
los elementos obreros sobre esta experiencia trágica del proletariado. Al mismo tiempo queremos
denunciar las falsificaciones con las que la burguesía va a conmemorar la efemérides.
Lo que ha cambiado entre entonces y ahora: la relación de fuerzas entre las clases
La primera cuestión que se plantea al tratar los acontecimientos de 1936 es comparar aquella época
(los años 30, previos a la 2ª Guerra Mundial) con nuestra época, los años 80.
Los años 30 estaban marcados, como en la actualidad, por la agravación de la crisis histórica del
capitalismo (depresión de 1929, escalada fulminante del paro, descomposición del aparato
económico en el caso de España, etc.) planeando sobre la sociedad la amenaza de una nueva guerra
imperialista mundial, al igual que actualmente[1].
Sin embargo, entonces la relación de fuerzas entre la burguesía y el proletariado se orientaba
indefectiblemente hacia el aplastamiento de los obreros y su alistamiento en la carnicería
imperialista de 1939-45.
Hoy, en cambio, pese a que el proletariado se mueve todavía en un terreno de luchas defensivas y
estamos aún lejos de una situación revolucionaria, que se caracterizaría por una ofensiva proletaria
internacional contra el poder burgués, los condiciones son completamente diferentes: la
combatividad de los obreros, su defensa intransigente de sus intereses de clase, su desconfianza
creciente frente a las mentiras de la burguesía, cierran la ruta de momento a la generalización de los
conflictos interimperialistas, sí bien no pueden detener su constante agravación[2].
Respecto a esta comparación entre las dos épocas, los años 30 y los años 80, la burguesía, como en
otras muchas cosas, nos presenta el mundo al revés. Sus medios de comunicación, sus partidos, sus
sindicatos, nos presentan 1936 como una “revolución social” mientras que, inversamente, la época
actual la pintan con las tintas negras de la “crisis del proletariado”, su “aburguesamiento”,
“sumisión” etc.
Este poner patas arriba la realidad, Marx decía que la ideología burguesa presenta los hechos
“caminando sobre la cabeza en vez de sobre los pies”, en el que insisten particularmente los
partidos de izquierda y los sindicatos, tiene un fin muy preciso: desmoralizar al proletariado,
empujar sus luchas al aislamiento, ahogarlo en una falta total de perspectivas.
Pero el martilleo de la burguesía sobre la “derrota y crisis del proletariado” no es sino la expresión
de su miedo profundo a la potencialidad y a la dinámica que encierran las luchas actuales de nuestra
clase. La comparación entre los años 30 y la época actual lo pone en evidencia.
ENTONCES, la combatividad del proletariado español, expresada en la multitud de huelgas que
jalonan la etapa que va desde 1931 a 1937, no tenía eco en el resto del proletariado internacional
que iba de derrota en derrota y se plegaba cada vez más al interés de cada capital nacional: aceptar
sacrificio tras sacrificio hasta la inmolación suprema, el matadero de la 2ª Guerra Mundial.
HOY, las luchas del proletariado en España, que se desarrollan desde las huelgas de Asturias en
1962, se inscriben dentro de un proceso general de ascenso de las luchas obreras en todos los países,
tanto en el Este como en el Oeste, tanto en las naciones industrializadas como en el llamado Tercer
Mundo. Actualmente, las batallas de AHM, sector naval, la huelga contra la “reforma” de la
Seguridad Social, Telefónica, Bazán etc., participan de una oleada internacional de resistencia cuya
simultaneidad es la más fuerte desde 1917-23, expresándose tanto en los países europeos como en el
resto del mundo: recordemos simplemente la huelga minera en Gran Bretaña, las huelgas masivas
en Dinamarca, Grecia y Escandinavia, las movilizaciones de parados en Francia y Alemania ...[3]
ENTONCES, en 1936, las mistificaciones del “antifascismo”, de la defensa de la “democracia”, el
elegir campo entre las fracciones opuestas de la burguesía (fascismo-antifascismo, derechaizquierda, Franco-República ...)polarizaban de forma creciente al proletariado, profundizando su
desmoralización y desmovilización e incrementando su adhesión a los planes guerreros del capital.
HOY, las mistificaciones del “antifascismo”, la “democracia”, el apoyo a Rusia, “patria del
socialismo”, convencen cada vez menos a los obreros que muestran un progresivo distanciamiento
de esas patrañas. Cierto es que tal alejamiento se traduce más en negativo (actitud escéptica y
expectante) que en positivo, pero, con el desarrollo de las luchas obreras y la intervención activa de
los revolucionarios, esa postura simplemente negativa puede acabar transformándose en una
posición activa, abierta a alternativa revolucionaria masiva[4].
ENTONCES, los Gobiernos de Izquierda, sus famosos Frentes Populares, suscitaron una amplia
adhesión en las filas obreras hasta el extremo de ser en muchos países (Francia, España, Bélgica ...)
los encargados de convencer a los trabajadores de que aceptaran todos los sacrificios imaginables en
aras del interés superior de la “lucha contra el fascismo”, vehículo para llevarlos al matadero
imperialista.
HOY, la clase obrera se opone, en defensa de sus necesidades como clase, a todo Gobierno, tanto de
Derechas como de Izquierdas. Hemos visto cómo en Francia, Suecia, España o Grecia, los obreros
hacen frente a los despidos o a los recortes en la Seguridad Social sin dejarse engañar por el
chantaje de que hacer huelga contra un gobierno de izquierdas sería “hacerle el juego a la
Derecha”[5].
ENTONCES, los partidos proletarios creados con la formación de la IIIª Internacional, los partidos
comunistas, culminaban un trágico proceso de degeneración oportunista integrándose
definitivamente en el campo del capital y utilizaban su indiscutible pasado obrero como aval para
hacer tragar a los obreros las ruedas de molino de los planes de armamento, de austeridad y de
guerra.
HOY, esos partidos (PC, PS y sus acólitos izquierdistas), así como sus agencias sindicales, suscitan
una sorda hostilidad y una creciente desconfianza entre los obreros. Una vez más, eso se traduce
más bien de una forma pasiva y negativa, lo que es aprovechado por el Capital para inducir la idea
reaccionaria y desmovilizadora de “todos son iguales” y “hay que pasar de la política”. Sin
embargo, esa situación encierra el potencial, con el desarrollo de las luchas y la intervención
decidida de grupos que como la CCI se sitúan en un terreno proletario, para que en las entrañas de
nuestra clase se vayan forjando las bases para la constitución de su Partido Mundial de Clase, la
nueva Internacional.
Lo que NO ha cambiado entre entonces y ahora: el papel antiobrero de Izquierda y Sindicatos
Sí la comparación entre las dos épocas nos muestra una clara diferencia (¿hacia donde va la
sociedad? ¿hacia la guerra generalizada o hacia enfrentamientos de clase?), también nos presenta
una clara coincidencia: la continuidad en la labor antiobrera de los partidos de izquierda y los
sindicatos, entonces y ahora. Sus tácticas no son necesariamente las mismas, porque son diferentes
las condiciones de la lucha de clases, el estado de la conciencia en los obreros, pero LO QUE NO
HA VARIADO EN ABSOLUTO es su función antiobrera, su papel clave en la estrategia política de
la burguesía para enfrentar a los obreros, tratar de derrotarlos y de arrastrarlos al lodazal sangriento
de la guerra.
En 1931, el PSOE, que ya había mostrado su integración en el Estado capitalista con su descarada
colaboración con la dictadura de Primo de Rivera (Largo Caballero era consejero de estado y la
UGT ejercía de chivato en las fábricas), se alió con los partidos republicanos en un gobierno (la
Conjunción Republicano-socialista) que hasta su dimisión en 1933, enfrentó las huelgas obreras y
las revueltas campesinas con un furiosa represión cuyo broche de oro fue la cruel matanza de Casas
Viejas donde el hoy ensalzado Azaña dictó su famoso telegrama a los guardias: “Disparen a la
barriga”.
Cuando en 1982, los sindicalistas, los izquierdistas, mostraron su “alegría” por el famoso “cambio”
de Felipe González, nosotros denunciamos firmemente esa algarabía y esto no lo hacíamos como
simples aguafiestas o basados en análisis inmediatos, nos apoyábamos en la experiencia histórica y
mundial de nuestra clase, tanto en España como en el mundo. Esta nos suministra un cúmulo de
experiencias y, sobre todo, un cuadro global de análisis, que nos permite confirmar al PSOE como
servidor incondicional del Capital, verdugo de los obreros, enemigo cínico e hipócrita de su lucha
precisamente porque su especialidad es disfrazarse con la piel de cordero “progresista” y “a favor
de los obreros”.
Esa experiencia histórica nos muestra que sí a partir de marzo de 1933 el PSOE dejó el gobierno y
se radicalizó a marchas forzadas seguido por la UGT, sí Largo Caballero (el mismo que en 1925 era
consejero de Primo de Rivera y que en 1931-33 fue ministro de trabajo) tuvo la desfachatez de
proclamarse el “Lenin español”, fue precisamente para continuar su hoja de servicios al capital pero
esta vez DESDE LA OPOSICION. En el Estado capitalista para mejor engañar a los obreros y
someter al conjunto de la población no solo necesita un Gobierno, necesita aún más una oposición
que se dedique a dividir, desviar y llevar a callejones sin salida, las luchas obreras. Es lo que hace
hoy aquí el PCE o lo que acaba de hacer el PS francés siguiendo el ejemplo de sus compinches del
PCF que dejaron el gobierno en 1984.
En efecto, estos servicios al capital desde la oposición, lo concretaron en 1933-36 la pareja formada
por el PSOE y la UGT empujando a los obreros a batallas insurreccionales perdidas de antemano
por su total aislamiento, que precisamente Largo Caballero y sus “revolucionarios” se encargaron
de provocar. Todo esto llevó a una terrible sangría en las filas obreras cuya culminación fue Asturias
1934: el PSOE prometió a los mineros que tendrían todo el apoyo del proletariado español, pero en
octubre, una vez desencadenada la insurrección en las cuencas mineras, el PSOE se opuso por todos
los medios a cualquier movilización en el resto del país, a lo sumo admitió alguna huelga
inofensiva. El resultado fue que las tropas de la República, mandadas por el general Franco,
organizaron una espantosa matanza en Asturias y una salvaje ola represiva se extendió por toda
España.
En 1936, los obreros fueron llevados en febrero a la farsa electoral con la “grandiosa” expectativa
del Frente Popular, donde se compincharon PSOE, PCE y los republicanos, con el apoyo “crítico”
de CNT y POUM, hasta entonces organismos obreros pero que con ese paso empezaban a ganarse
una poltrona en el campo enemigo.
El Frente Popular en España (como su contemporáneo en Francia) reemplazaba la lucha de clases
contra todas las fracciones de la burguesía por una lucha exclusivamente contra las de índole
fascista al servicio de las que se etiquetaban como “antifascistas”. Sustituía la lucha reivindicativa
de los obreros por un ilusorio programa de reformas que jamás se cumplió. Oponía, en fin, a la
única perspectiva eficaz para el proletariado y la humanidad – la Revolución Comunista Mundial- el
mito demagógico y reaccionario de la “revolución democrática”.
Tan criminal es el verdugo que levanta el hacha para cortar la cabeza que el gentil abogado defensor
que conduce a la víctima a la ejecución haciéndole creer que va a evitar o, incluso más, que va
acabar con el verdugo. Ese fue el primer crimen del Frente Popular (luego vinieron otros):
desmovilizar la proletariado, desviar su lucha de clase al terreno de la burguesía, desarmarlo
políticamente para que cayera, atado de pies y manos, bajo la represión que los militares
preparaban, en la más completa impunidad, desde el día siguiente del triunfo del Frente Popular y a
los ojos de todos.
Cuando, por fin, el 18 de julio, los militares con Franco a la cabeza se levantaron, el Frente Popular,
mostrando su verdadero rostro, trató de paralizar a los obreros, impidiendo que tomaran las armas
contra la sublevación y haciendo continuos llamamientos a la “calma”. Su divisa, sellada en una
famosa declaración el mismo 18 de julio, fue “EL GOBIERNO MANDA, EL FRENTE POPULAR
OBEDECE”. Esta marcial proclamación tenía como objetivo inmovilizar a los obreros dejando el
terreno libre para que los militares organizaran la masacre. De hecho, el Frente Popular, nombró
inmediatamente un gobierno, presidido por el republicano Martínez Barrio, con la expresa intención
de pactar con los militares sublevados. Allí donde los obreros se dejaron embaucar por la consigna
de “EL GOBIERNO MANDA, EL FRENTE POPULAR OBEDECE” los militares pudieron
campar a sus anchas fusilando o hacinando en las cárceles a todos los obreros y campesinos “rojos”.
Tal fue el caso de Sevilla –feudo del PCE- donde el general Queipo de Llano con unas fuerzas muy
pequeñas pudo imponer cómodamente una represión despiadada.
Sólo, como vamos a ver en los textos que siguen, el levantamiento de los obreros de Barcelona y
otros centros industriales importantes, uniendo la lucha reivindicativa con la lucha política,
comprometió los planes conjuntos de republicanos y nacionales haciendo fracasar el golpe militar.
Esta respuesta obrera, obligó al Frente Popular a un viraje de 180 grados. El 19 de julio, Martínez
Barrio fue licenciado y se formó otro gobierno, presidido por Giral, que se mostró mucho más
“intransigente” frente a los militares y se declaró “a favor de los obreros”. Este cambio táctico
constituyó una hábil maniobra para convencer a los obreros de que debían abandonar el terreno
clasista de la lucha contra la explotación, el cual contenía una oposición clara a la vez contra Franco
y contra la República, para sustituirlo por el terreno de la defensa de la República contra Franco.
La maniobra fue un éxito gracias al apoyo entusiasta de la CNT y del POUM que con ello se
integraban de forma inapelable en el campo del Capital. Estos traducían el lenguaje “moderado” del
Frente Popular y el gobierno republicano a un lenguaje “radical” que llegaba mejor a unos obreros
exasperados y que tenían armas arrebatadas en los cuarteles. Su “argumento” de impecable “sentido
común” es que había que ganar primero al fascismo para defender a la revolución “en marcha”. La
pinza entre los “moderados” del Frente Popular y los “radicales” de CNT-POUM permitió llevar a
los obreros al frente de batalla, a la masacre bajo uniformes burgueses –el uno “republicano”, el
otro “nacional”. Las armas que habían ganado los obreros se desviaban hacia la guerra entre
banderas burguesas – la roja, amarillo y roja por un lado, la tricolor morada por otro -. La defensa
de una pretendida “revolución social”, amenazada únicamente por el fascismo –por supuesto en un
primer momento, luego ya se vería ...-, era el banderín de enganche que la CNT-FAI y el POUM
empleaban para que los obreros aceptaran una explotación bestial en la retaguardia y el
derramamiento de sangre en el frente.
Dentro del bando republicano, el PCE se colocó a la vanguardia del esfuerzo de guerra. Una de las
piezas de ésta era poner orden en la retaguardia. Esto significó, sobre todo, una feroz represión de
los obreros combativos. El partido de José Díaz, Pasionaria y Carrillo se mostró sin tapujos como el
partido del orden atrayendo a su órbita a propietarios, policías y señoritos fascistas del territorio
republicano. En la misma proporción que el PCE vaciaba las cárceles de patronos y fascistas las iba
llenando de obreros combativos, de anarquistas sinceros. Enarbolando la divisa “No a las huelgas en
la España democrática” se opuso con las armas en la mano a toda manifestación de resistencia
contra los racionamientos, los sueldos de hambre, la inflación, la militarización de los centros de
trabajo. Los obreros en lucha recibían un doble ataque: por un lado, las balas y las porras, las
torturas en las checas, de la “policía del pueblo”; de otro lado, el oprobio de ser tildados de
“colaboradores del fascismo”. Esta feroz batalla culminó con los sucesos de Mayo 1937 en
Barcelona donde el PCE, a la cabeza de la represión republicana, desplazó tropas del frente de
Aragón y de Valencia para aplastar el movimiento de los obreros que había estallado contra una
situación insoportable en el territorio supuestamente “liberado” y “revolucionario”. Mostrando una
vez más que República y Franco, PCE y Falange, pertenecían al mismo campo, el mando fascista
detuvo momentáneamente las hostilidades en Aragón para dejar las manos libres a los verdugos
republicanos contra los obreros.
Aquella hoja de servicios al Capital de los PCE, PSOE, CNT etc., ha seguido llenándose por otros
medios en nuestra época.
Fueron ellos, junto con CCOO, UGT y todos los grupúsculos izquierdistas, los que desmovilizaron
las luchas obreras de los años 70 agitando la superchería de la “restauración de la democracia”.
Fueron ellos los que de forma entusiasta convencieron a sus compadres de la Derecha para acordar
el famoso Pacto de la Moncloa (1977), el cual sirvió de plataforma para constantes y continuados
ataques a las condiciones de vida obrera en los años siguientes. Fueron ellos los que firmaron,
vendiéndolos como “garantía contra los despidos”, los “acuerdos sobre la siderurgia y el sector
naval” en 1981, que sirvieron de base para las tremendas reconversiones del gobierno PSOE en
1983-84 en AHM, el sector naval etc. Fueron ellos los que firmaron y defendieron ante los obreros
como “instrumentos contra el paro”, los AMI, ANE, AES ... etc., que han traído más despidos y
peores condiciones de trabajo.
Y por si quedaba alguna duda, el Gobierno PSOE, reverdeciendo los laureles de Largo Caballero,
Negrín, Prieto y compañía, ha alcanzado las más altas cumbres en la agresión contra los
trabajadores: han destruido UN MILLON de puestos de trabajo con las reconversiones en la
siderurgia, el sector naval, la industria electrodoméstica y tantos otros sectores. Con la “reforma” de
la Seguridad Social le han pegado un serio hachazo a las pensiones y a los subsidios de paro,
invalidez etc. Con sus medidas de “reforma” del mercado de trabajo han instaurado la precariedad y
la inseguridad en el empleo y han puesto en marcha mecanismos que van a endurecer las
condiciones de trabajo.
En materia de represión contra las luchas obreras ahí está el asesinato de obreros en huelga en Gijón
y Bilbao durante las manifestaciones del sector naval. Ahí está igualmente la amenaza de penas de
cárcel contra 600 jornaleros andaluces.
¡Para qué hablar de su defensa incondicional de los planes imperialistas del jefe USA!. Fueron el
gobierno del “cambio” como se ha visto con el cambio de 180 grados en su postura sobre la OTAN:
antes de 1982 era “OTAN de entrada no”, ahora “OTAN, nada de salir”.
Pero hoy el papel de la izquierda no está en el gobierno sino esencialmente en la oposición como se
ve en muchos países de Europa. La razón es que los obreros se creen cada vez menos las mentiras
de “izquierdas” que embaucaron a sus antepasados llevándolos a sacrificarse en la guerra entre
capitalistas. Hoy los obreros tienden a agarrarse al terreno concreto de sus luchas, de la defensa de
sus intereses, un terreno lleno de promesas. Esto es lo que obliga a la burguesía a una estrategia
muy distinta de la de 1936.
Sí el PSOE está en el gobierno es por la debilidad e incapacidad de la Derecha española. Una
derecha demasiado provinciana y con demasiados reflejos franquistas como lo muestra el hecho de
que no pueda quitarse de encima ese fantasma del pasado que es Fraga. Esta situación obliga al
PSOE a asumir el papel de verdugo descarado de los obreros correspondiendo el papel más y cínico
y más dañino para estos a los PCE, UGT, CCOO: se declaran “amigos” de los obreros, se dicen “a
favor” de sus luchas, para de esta forma conservar su control y poder sabotearlas y aislarlas DESDE
DENTRO. Es el esquema típico de la estrategia de la burguesía: en el Gobierno, la Derecha (hoy el
PSOE) golpea y la Izquierda (PCE, CCOO y UGT) atan de pies y manos a los obreros para hacerles
encajar el golpe.
El PCE que en 1936-37 servía al Capital encarcelando y torturando obreros en la zona republicana,
gritando insolente “No a las huelgas en la España republicana”, hoy tiene como trabajo, junto a su
sucursal CCOO, gritar una oposición radical a las medidas de despidos y aumento de la explotación,
para mantener el control de las luchas obreras y encerrarlas en el aislamiento, es decir, hacerlas
INUTILES e INEFICACES contra los golpes del Capital. ¡Son dos papeles distintos para una
misma función anti-obrera!.
También el “socialista” Largo Caballero que en 1925 servía al capital como consejero de Estado
del dictador Primo de Rivera continuó ese servicio bajo el papel radicalmente diferente de “Lenin
Español” en 1934 para llevar a los obreros a la derrota segura. También el PSOE cuando entre 1976
y 1982 se desgañitaba contra el paro y la OTAN para hacer todo lo contrario desde el momento que
subió al poder[6].
Pero el justificado odio que inspiran estos enemigos encubiertos del proletariado que en el poder y
en la oposición siempre sirven al capital, compinchados, abierta o secretamente, con la Derecha, la
Patronal, el Ejército, la Iglesia etc., no nos debe conducir a una apoliticismo nefasto, al rechazo de
toda organización política en las filas del proletariado.
Si los partidos socialistas y comunistas fueron perdidos por el proletariado no por ello este ha
perdido la necesidad y la posibilidad de crear un partido político propio, una Internacional
revolucionaria que agrupe a sus elementos más conscientes y combativos.
Es verdad que los partidos que forja la clase obrera tienden a degenerar y ser atrapados por los
engranajes de la burguesía. Pero es verdad también y esto es lo más importante, que contra esa
degeneración se levantan siempre Fracciones de Izquierda que con su lucha crean la base para la
formación de nuevos partidos de la clase obrera. La Internacional Comunista surgió de las
fracciones de izquierda que pelearon contra la degeneración y paso al Capital de los partidos
socialistas. A su vez, las Fracciones de Izquierda Comunista llevaron una lucha frontal contra la
degeneración y paso al Capital de los antiguos partidos comunistas.
Entre las Fracciones de Izquierda Comunista, BILAN, cuyos textos, junto a los de otras
organizaciones de la Izquierda Comunista de la época, publicamos en el presente libro, supo resistir
las trampas de la burguesía y mantenerse fiel al proletariado. LA CONSIGNA DE LA HORA ES
NO TRAICIONAR. Ese fue el lema de BILAN y fiel a ese principio supo sacar las lecciones de
toda la atormentada época que va desde 1914 a 1939 viendo por qué y cómo habían degenerado los
partidos de la 3ª Internacional, por qué y cómo el combativo proletariado español iba a ser llevado a
una masacre sangrienta que prepararía la carnicería de la 2ª Guerra Mundial.
El legado de BILAN, junto al de otros fracciones de la Izquierda Comunista, es la base que tenemos
las organizaciones comunistas de hoy para intervenir activamente en las luchas obreras, orientarlas
hacia una perspectiva revolucionaria y contribuir al surgimiento del partido de clase, de la nueva
internacional, que necesita el proletariado.
ACCION PROLETARIA 05/06/1986
[1] Este texto fue escrito en 1986. El peligro de una IIIª Guerra Mundial, con el grave
enfrentamiento en Afganistán y la tremenda carrera de armamentos impuesta por Reagan con lo que
se llamó la “guerra de las estrellas” no se podía subestimar. Es verdad que, desde 1989 con la caída
del bloque del Este, la desaparición progresiva del bloque del Oeste y las dificultades para formar
nuevos bloques, hoy no existe un peligro inmediato de guerra mundial. Sin embargo, como hemos
mostrado en numerosos documentos, eso no significa en manera alguna que la humanidad se haya
liberado del zarpazo asesino de la guerra imperialista. Al contrario, las guerras del Golfo, Grandes
Lagos, Yugoslavia y ahora Chechenia, muestran que las tendencias destructivas del capitalismo se
han agravado considerablemente tomando una forma particularmente caótica. Ver en nuestra
REVISTA INTERNACIONAL nº 64 “La guerra en el periodo de la descomposición”.
[2] En la actualidad, año 2000, la tendencia sigue siendo hacia los enfrentamientos de clase
decisivos. Es verdad, como previmos claramente desde principios de los 90 (ver en REVISTA
INTERNACIONAL nº 60 “Dificultades crecientes para el proletariado”) que la caída del falso
“comunismo” de los países del Este y toda la campaña anticomunista que la burguesía organizó
causaron un importante retroceso en la conciencia y de forma parcial en la combatividad del
proletariado mundial. Del mismo modo, el desarrollo de la descomposición del capitalismo (ver
artículo en REVISTA INTERNACIONAL nº 62) plantean dificultades adicionales a la lucha y la
toma de conciencia de los obreros. Sin embargo, ni uno ni otro factor ponen en cuestión la
orientación dominante de nuestra época hacia enfrentamientos de clase decisivos de cuyo desenlace
dependerá la suerte de la humanidad.
[3] Es cierto, debido a lo analizado en la nota 2, que los años 90 han visto una sensible disminución
del número y la fuerza de las luchas obreras en el mundo. Sin embargo, las reservas de
combatividad del proletariado siguen intactas, éste no ha sufrido ninguna derrota decisiva y
venimos asistiendo a un lento y difícil proceso de recuperación de su combatividad que encierra el
potencial de recuperación progresiva de su conciencia. Por eso, pese al golpe sufrido y las
dificultades, la perspectiva histórica sigue siendo la misma que enunciamos en los años 80.
[4] También en este plano los años 90 han aportado cambios respecto a lo que escribíamos entonces.
Las mistificaciones capitalistas de la “democracia”, el sindicalismo, las “reformas sociales” de los
gobiernos de izquierda, han recobrado un nuevo impulso. Ello expresa el retroceso de la conciencia
en la clase. No obstante, su impacto es mucho menor que en los años 30 que constituyó la época
dorada de esas mistificaciones.
[5] Desde finales de los años 90, la burguesía ha puesto por toda Europa gobiernos de izquierda. Su
función no es, sin embargo, la misma que en los años 30. Entonces se planteaban la adhesión del
proletariado a los planes de austeridad y guerra y a ellos canalizaban ideológicamente las luchas
obrera como sucedió con las huelgas francesas de julio 1936. Hoy tienen como misión plantear los
ataques a los trabajadores de la forma políticamente más hábil con el fin de ganar tiempo y retrasar
todo lo posible el estallido de luchas masivas que provoca objetivamente la agravación constante de
la crisis histórica del capital. Ver nuestro texto de orientación sobre los gobiernos de izquierda en
REVISTA INTERNACIONAL nº 98.
[6] Las necesidades del servicio al capital nacional son las que inspiran los virajes en la política
tanto de IU (montaje del PCE) como del PSOE. IU para desalojar al PSOE del gobierno no dudó en
mantener una alianza apenas encubierta con el PP aunque después ha ido girando hacia posiciones
más de oposición. El PSOE, una vez abandonado el poder, se ha convertido en campeón de los más
desfavorecidos, en defensor de la democracia, las pensiones, los salarios etc. etc. ¡Todo lo que
pisoteaba y atacaba cuando el servicio al capital le exigía estar en el gobierno!.
Capítulo I: BILAN ante los acontecimientos de
España
Este Capítulo recoge los diferentes artículos publicados por BILAN sobre la situación española
entre 1934 y 1938. El artículo LA LECCIÓN DE LOS ACONTECIMIENTOS DE ESPAÑA es un
estudio histórico de la evolución del capitalismo español realizado no por placer académico sino
con la finalidad de dar un marco donde comprender las situaciones a las que hacía frente el
proletariado.
En los demás hay un seguimiento bastante pormenorizado de la evolución de la situación a partir de
julio de 1936. Un artículo importante por su claridad y su apasionada defensa de los obreros
masacrados por los esbirros del Frente Popular es el de PLOMO, METRALLA Y SANGRE, escrito
en respuesta a la masacre de los obreros de Barcelona en mayo 1937.
También merece destacarse el artículo EL AISLAMIENTO DE NUESTRA FRACCION que
expone la situación contrarrevolucionaria dominante y sus consecuencias en la vanguardia del
proletariado: reducida a la más mínima expresión. Este era el duro precio a pagar para defender las
posiciones de nuestra clase en una situación difícil y adversa.
1.La lección de los acontecimientos de España
La lucha de clases en el único motor de los acontecimientos actuales.
El problema que preocupa a los que se reclaman del marxismo revolucionario es el siguiente: la
tragedia española ¿arroja luz al desarrollo histórico actual?, ¿se puede considerar ya como el punto
central de un periodo en el cual el capitalismo mundial intenta evitar la catástrofe de una guerra
entre estados, para desatar en el interior de cada país un ataque contra el proletariado bajo las
formas de una lucha entre democracia y fascismo?. Para nosotros que defendemos la tesis de que el
motor de las guerras, así como de las revoluciones, se encuentra en la evolución de la lucha de
clases; que se trata de dos salidas que de las dos clases fundamentales de la sociedad capitalista
oponen a la contradicción irresoluble que arrojan las fuerzas productivas y las relaciones mezquinas
y condenadas del mecanismo económico de la sociedad actual; para nosotros que como marxistas
pretendemos examinas la evolución histórica, nos interesa más su sustancia real que las formas que
adopta.
Por medio de la guerra imperialista, la burguesía de todos los países pretende anonadar cualquier
forma de supervivencia de la única clase que puede acabar para siempre con todos los regímenes
basados en la explotación del hombre por el hombre. En 1.914 se da el caso de que la lucha de
clases no había alcanzado el momento culminante –momento que se dará después de la guerra- y es
únicamente a ello que el capitalismo debe la posibilidad de un sincronismo en la masacre de los
proletarios. También aquí se encuentra la explicación de la apariencia de una vasta competición
imperialista que revistió la guerra de 1.914 para numerosos marxistas.
La fase actual en que la burguesía ha llegado a destruir en sus fundamentos, por el empleo
sistemático de la violencia fascista y de la corrupción democrática el más gigantesco de los ataques
revolucionarios que el proletariado ha lanzado –el de la revolución rusa- y que, sin embargo, su
victoria es puesta en duda continuamente por el estallido de las contradicciones inherentes a la
sociedad capitalista, ¿por qué proclamar antimarxista la opinión que volverá a defender para la
burguesía la posibilidad de localizar los conflictos imperialistas, pasando seguidamente a la masacre
de los proletarios allí donde las contradicciones de clase exijan una solución inmediata?. La tragedia
española nos ofrece una imagen dolorosa que debe hacernos reflexionar acerca de estas cuestiones,
con una gran fuerza capaz de librarnos de los prejuicios y esquemas caducos para que el
proletariado, aún frente a semejante perspectiva, tenga la posibilidad de mantener sus posiciones de
clase y de continuar su lucha por la revolución comunista.
En España vivimos un momento de la guerra capitalista –la única que la historia ha puesto al
desnudo- en donde, bajo la bandera de Azaña por un lado y de Franco por otro, los proletarios son
arrojados a una carnicería que la burguesía necesita para los fundamentos de su régimen. El único
medio que el capitalismo ha encontrado para quemar con el hierro rojo de la guerra a los obreros y
campesinos pobres de la península Ibérica ha sido hacer del levantamiento obrero de Barcelona,
Madrid y tantas otras localidades, la señal de una guerra entre democracia y fascismo. Para ello
había que dar a los obreros la impresión de que el frente antifascista era también su frente de clase,
al igual que en 1.914 se tuvo que dar a los obreros franceses la impresión de que luchaban contra el
militarismo prusiano y a los obreros alemanes la de que luchaban contra el zarismo ruso.
Debemos aprender de los acontecimientos que se desarrollan ante nuestros ojos sin limitarnos al
verbalismo revolucionario, teniendo ante todo el coraje de mantener –a pesar y en contra de todos,
frente a la cortedad de los fanáticos, contra la corriente- las nociones fundamentales del marxismo,
verificadas y confirmadas por la sangre que tan generosamente vierten los proletarios españoles por
una causa que no es la suya. Si es cierto que ya vivimos la guerra capitalista, localizada en
diferentes zonas donde la tensión entre las clases y la explosión de las contradicciones de la
sociedad capitalista tienen más fuerza, no es menos cierto que el intervencionismo en España
equivale al intervencionismo de 1.914 y que el desarrollo de los acontecimientos en los otros países
no conocerá otra cosa.
En estas condiciones se comprenderá inmediatamente la importancia programática que puede
adquirir la determinación de las posiciones proletarias ante los acontecimientos de España. Pero
aunque el desarrollo histórico fuera repentinamente segado por la eclosión de una guerra
imperialista a nivel mundial, generalizada a todos los países, no sería menos cierto que los
acontecimientos de España, en lugar de haber representado un paso atrás en esta dirección, habrían
sido un elemento de aceleración.
Pero también esto habrá que explicarlo, no con palabras “revolucionarias”, sino por medio de un
análisis que no podrá disimular que la estabilización de la lucha en España entre dos frente militares
–el del antifascismo y el del fascismo- ha permitido no solo la masacre de los obreros españoles
sino la movilización de los proletarios de otros países hacia la consecución de una monstruosa
hecatombe.
Sin querer basar nuestro trabajo de investigación en simples hipótesis, reivindicamos no obstante el
derecho a interpretar los acontecimientos actuales según el método de análisis del marxismo. Y
cuando constatamos que la repercusión mundial de los sucesos en España conducen
fundamentalmente al mecanismo internacional de la lucha de clases antes que a una agravación de
las contradicciones interimperialistas, no hacemos sino confirmar un postulado esencial de la
doctrina marxista. Si en Francia, Bélgica y en menor medida Inglaterra, el frente del antifascismo se
ha solidificado en la sangre de los obreros españoles, tanto de un lado como de otro; y si para Italia
y Alemania, a pesar de la intensidad de la represión, la noción de Frente Popular se alimenta con el
martirio de los trabajadores españoles; esto significa que el capitalismo internacional arriesga en la
misma medida la eventual destrucción de las fuerzas de la producción y de la masa improductiva de
capitales mediante el choque sangriento entre derecha e izquierda burguesas, fascismo y
antifascismo, para impedir con ellos la mínima explosión proletaria ante las explosiones de los
contrastes mortales de la sociedad burguesa.
Contra la tentativa de las clases dominantes de encorsetar la lucha de clases en la camisa de fuerzas
del pseudo-dilema “antifascismo-fascismo”; contra su tentativa de hacer de cada estallido de las
contradicciones entre las clases la señal de una guerra capitalista; contra su tentativa de evitar el
abismo de una guerra imperialista mundial en donde zozobren simultáneamente todas sus fuerzas de
dominación y de donde surgiría la ola internacional del proletariado hacia la revolución comunista,
luchan hoy los núcleos marxistas que sienten en su propio seno las dificultades de la fase actual y
expresan el curso accidentado y sinuoso que sigue la lucha de clases. Estos núcleos oponen hoy a
los demagogos, a los renegados y a los traidores, las armas ideológicas antes de pasar mañana al
asalto por las armas, como habrá que hacer sin duda cuando el proletariado haya encontrado su
camino de clase, y nada nos hará retroceder en la defensa de posiciones contra las que se movilizan
con rabia histérica el antifascismo y sus aliados.
Aún al margen de cualquier perspectiva internacional, los sucesos de España representan para
nosotros un momento de la guerra capitalista que, en esencia, significa la destrucción de las fuerzas
vivas de la clase obrera, último recurso para evitar que los antagonismos de la sociedad capitalista
no encuentren su expresión en un programa de la revolución proletaria.
Nadie duda que vivimos una tragedia histórica en la Península Ibérica. Aún así, los gigantescos
esfuerzos de los obreros de Barcelona y Madrid el 19 de Julio, sus ilusiones cuando creían
entusiasmadamente que ofrecían su vida por la revolución proletaria, no pueden borrar ni por un
instante la monstruosa confusión entre las clases, la realización de una Unión Sagrada, la
transformación inmediata de la revuelta obrera en una batalla militar entre antifascismo y fascismo,
lo que en último análisis no es sino el mejor medio para ahogar los intereses de las masas
proletarias para pasar a su destrucción física.
Sin la aniquilación de los proletarios más avanzados, nunca hubiéramos vivido semejante tragedia.
Nunca hubieran llegado a localizar y ahogar la batalla de España para transformarla en una guerra
capitalista. Porque hay que decirlo abiertamente: en España no existían las condiciones para
transformar los embates de los proletarios españoles en la señal del despertar mundial del
proletariado, aún cuando existieran seguramente unos contrastes en las condiciones económicas,
sociales y políticas, más profundos y exacerbados que en otros países. Incluso sin mediar análisis
alguno –que realizaremos más adelante- la posibilidad que han tenido las fuerzas social-centristas
de todos los países para trasformar y desnaturalizar la significación de los acontecimientos en
España a un ritmo mil veces más rápido que el de las organizaciones obreras implantadas en
Cataluña, por ejemplo, prueba que el capitalismo mundial no se ha equivocado en su apreciación y
que ha comprendido inmediatamente que podría proceder a masacrar a los obreros de España.
No obstante de la fase actual se desprenden unas enseñanzas de inapreciable riqueza. Hay que armar
a los proletarios de todos los países para las batallas, que no siendo ya meras revueltas, debe para
poder triunfar tomar la vía de la revolución comunista. Ni los fusiles, ni las ametralladoras, ni los
sacrificios sublimes y sangrientos de los obreros pueden reemplazar una visión histórica y
programática de la situación, y dicha visión no se adquiere espontáneamente sino que es el resultado
del análisis de las bases y del mecanismo mismo de la lucha de clases.
Nuestra fracción ha intentado aportar su contribución a los hechos de España, contribución de
naturaleza política y dirigida hacia la defensa de las posiciones que puedan dar a los obreros
españoles conciencia de la naturaleza de su lucha y de las posiciones de clase que, a nuestro
entender –y en esto somos portadores de una horrible experiencia de guerra civil- hacen posible
encontrar el camino de la revolución proletaria. El lector encontrará aquí el producto de nuestra
intervención.
La sociedad española es capitalista.
En “BILAN” ha sido ya expuesta la idea de que la burguesía española pertenecía a las viejas
burguesías de Europa, y que era completamente erróneo hablar de revolución burguesa, incluso con
respecto a una estructura económica donde subsisten profundos anacronismos. Hemos defendido la
tesis de que la burguesía española, en vez de avanzar a base de un desarrollo industrial dirigiéndolo
en una lucha a muerte contra el feudalismo, se desarrolló por el contrario en base a la inversión de
capital en los inmensos territorios coloniales mientras se adaptaba a la estructura del feudalismo, al
que intentaba acomodar a sus necesidades. La pérdida de las colonias y la revolución industrial que
inauguraba la era de la revolución mundial del capitalismo, lanzaba a España a las convulsiones
sociales con las que el capitalismo se veía imposibilitado a encontrar una salida, al mismo tiempo
que una solución al desarrollo económico, necesitando para ello un cambio total en la configuración
de la economía.
Nos limitaremos aquí a poner en evidencia los elementos de la evolución histórica que confirman
plenamente nuestra apreciación, reservándonos para volver más tarde sobre el proceso de formación
y evolución económica del capitalismo en España.
Con el cambio social determinado por la revolución francesa, y gracias a la guerra de la
Independencia contra la dominación francesa, la burguesía intenta dotarse de una constitución
liberal. La Junta Central era quien debía conducir a la Constitución de Cádiz de 1.812, en la que el
elemento predominante desde el punto de vista ideológico era evidentemente la burguesía liberal. A
partir de este momento aparecerá un fenómeno que una y otra vez encontraremos a lo largo de la
evolución española, puesto que el desarrollo económico de la estructura de la sociedad española no
contiene los fundamentos que permiten asentar las bases del estado capitalista moderno (según el
modelo inglés o francés); es a través de la violencia, del ejército, como los liberales intentaron
instaurar el régimen “del pueblo”, al igual que por medio del ejército serán aplastados tanto el
propio liberalismo como los movimientos sociales que se desencadenaron en reacción a sus
tentativas.
De 1.812 a la República democrática actual, España ha conocido más de cien constituciones, sin
contar con la efímera República de Pí y Margall. A lo largo de este accidentado desarrolló histórico
encontraremos el mismo esquema, cada vez más acentuado por la creciente intervención del
proletariado. Cada paso de la burguesía para conformar su desarrollo al del capitalismo de los otros
países chocará con la imposibilidad de cambiar la estructura económica y, de una manera
sistemática, al liberalismo sucederá la reacción más negra, de modo que la formación y el
crecimiento del proletariado ibérico discurrirá en el seno de estos antagonismos insolubles.
Desde 1.840, la aparición del movimiento obrero en Cataluña, las huelgas de los obreros del textil
hicieron comprender a la burguesía la imposibilidad de una transformación pacífica de los sectores
anacrónicos de su economía y la necesidad de pasar previamente a la masacre de los obreros, única
condición para acceder a una transformación de su sistema sin estremecer sus propios fundamentos.
Por eso a las primeras huelgas en Cataluña les sigue la masacre del General Espartero y a las
diversas fases constitucionales la masacre de los obreros. España abordará la fase mundial del
imperialismo en un estado de convulsiones internas en que los movimientos sociales brotan por
doquier chocando con las tentativas del capitalismo por instaurar una estructura de democracia
burguesa sin disponer para ello de las bases económicas indispensables. La lamentable guerra con
América por el dominio de Cuba aporta por otra parte la demostración aplastante del carácter senil
del capitalismo español. A partir de esa época España debe a la intervención del capitalismo
mundial su propio desarrollo industrial. Inglaterra, Francia y Alemania son las que se encargan de
poner en explotación las ricas minas de mercurio, plomo, cobre y minerales de hierro en España, y
desde entonces se estabilizará una estructura económica que consagrará la instauración de la
monarquía de Alfonso XIII, en 1.902, y que no se modificará en lo fundamental en el curso de la
guerra y la posguerra.
Las zonas económicas industriales serán la textil en Cataluña, una industria mecánica que se
desarrollará sobre todo durante la guerra del 14, Vizcaya con los minerales de hierro, Asturias y el
Norte de León con las minas de carbón, Murcia y Jaén con las de plomo. Hecho característico: estas
empresas que estaban en gran parte bajo control de capital extranjero se limitan a extraer el mineral
que será transformado en Inglaterra, Francia y Alemania, no en España que permanecerá
esencialmente como zona de extracción.
Por el contrario, Aragón, Valencia, Extremadura, Castilla la Nueva y Castilla la Vieja, Andalucía y
Galicia quedarán como zonas principalmente agrícolas, donde junto a las tierras de baldío, no
cultivable o de pasto, se yuxtaponen formas de explotación del tipo más diverso y opuesto. En
Cataluña domina la pequeña y mediana propiedad. En Valencia hay empresas agrícolas dotadas de
medios de explotación modernos. En Extremadura y Andalucía dominan grandes latifundios con
medios de explotación ultra primitivos.
La guerra mundial ha sacudido en gran medida el edificio económico y social de España pero ha
respetado los caracteres esenciales y el flujo de capitales extranjeros que durante este periodo ha
determinado un alza en la industrialización, no en el sentido de la transformación de la economía,
sino desarrollando determinadas zonas. Las grandes huelgas de 1.917-18, los movimientos sociales
que han seguido a la guerra hasta 1.923, obligaron al capitalismo a recurrir a la dictadura de Primo
de Rivera que, bajo un feroz terror militar, debía impedir que el movimiento proletario consiguiera
el desmoronamiento del sistema económico burgués. Solamente a este precio la burguesía pudo
dirigir los beneficios realizados durante la guerra hacia el desarrollo de la red bancaria, de los
medios de comunicación y de la electrificación. Y nuevamente, el ejercito no tuvo otra función que
la de sustituir la violencia militar por las deficiencias de un aparato incapaz de, simultáneamente,
canalizar el movimiento proletario y permitir a la burguesía mantener y desarrollar sus beneficios de
clase dominante.
El desarrollo del proletariado español no podía dejar de resentirse a causa de las contradicciones
que acompañaban el desarrollo de la burguesía.
Pero si la burguesía llegaba, a través del ejército, a recomponer las partes desperdigadas de su
economía y a mantener una centralización de las regiones más opuestas desde el punto de vista de
su desarrollo, el proletariado por el contrario, bajo el impulso de las contradicciones de clase tendía
a localizarse en sectores en los que dichas contradicciones se expresaban violentamente. El
proletariado de Cataluña fue arrojado a la arena social, no en función de una modificación del
conjunto social de la economía española, sino en función del desarrollo de Cataluña. El mismo
fenómeno se verificó para las otras regiones comprendiendo a las regiones agrarias.
Aquí se encuentra, a nuestro entender, la explicación del triunfo de la ideología anarquista en todas
las regiones de la periferia ya que sólo ella correspondería a ese federalismo de la lucha de
clases[1], a la imposibilidad de armonizar los esfuerzos del proletariado para llegar así a la
constitución de un partido de clase. Sólo en Madrid fue donde el marxismo pudo instalarse, aunque
forzosamente de modo artificial ya que, en lugar de expresar un proceso económico en alza por la
concentración industrial y la aparición de un proletariado unido, expresaba la centralización
bastarda que la burguesía intentó efectuar alrededor de Madrid entre sectores opuestos de su
economía. La falta de un Partido Socialista poderoso antes de la guerra en España y la
imposibilidad de extender las bases de un partido comunista después de la revolución rusa, a pesar
de los grandes movimientos sociales de los obreros de la península Ibérica, afectaron en su raíz el
desarrollo de la lucha de clases en España, las condiciones de la formación del proletariado y las
condiciones históricas particulares en que se desarrolló la burguesía.
Puesto que los obreros reaccionaban siempre bajo el motor de los antagonismos de clase sin llegar
nunca a coordinar sus esfuerzos para llegar a una visión unitaria de su finalidad, no debe
asombrarnos que sea en las organizaciones sindicales, basadas en la ideología federativa de los
anarquistas, donde el movimiento obrero toma amplitud. No obstante esto prueba también que los
movimientos sociales en España no han tenido la fuerza suficiente para sobrepasar el estado de
revuelta y alcanzar el estado de la revolución y que, abandonado a su suerte, el proletariado español
no puede llegar a crear los cimientos que, no brotando del mecanismo de la lucha de clases, sean tan
violentos que puedan convertirse en erupciones sociales.
No son los fusiles de los proletarios los que permiten remontar los obstáculos reales para la
configuración de un partido de clase, de la misma forma que la burguesía no puede llegar nunca a
solucionar los antagonismos insolubles de su mecanismo económico y la imposibilidad de alcanzar
el centralismo armonioso de su economía, mediante la violencia y la centralización por la fuerza
militar. El proletariado español debe recibir ayuda de los proletarios más avanzados que, sin haber
vivido todas las explosiones sociales que aquel ha vivido a los largo de un siglo, han podido no
obstante tener unas condiciones más favorables de la lucha de clases y adquirir una visión
programática de los instrumentos y de las posiciones que pueden conducir al proletariado mundial
hacia su emancipación.
La victoria del Frente Popular y los acontecimientos de Julio.
El advenimiento de la República en 1.931 no modificó en nada la estructura de la sociedad
española, si no es porque obligó a la burguesía a adaptar la estructura política al desarrollo
económico verificado desde 1.923. La crisis económica mundial del capitalismo conducía a la
burguesía española a unas convulsiones que su nueva estructura “democrática” fue incapaz de
contener en su seno, debido al doble enfrentamiento de contradicciones inherentes a sus bases
caducas y de las contradicciones propias de un sistema nuevo, que desde el punto de vista mundial
estaba llegando al término de su papel histórico.
Es por esto que el advenimiento de la “República de los trabajadores” iba a abrir de hecho una
época gigantesca de masacres de obreros: única solución que el capitalismo pudo encontrar para
limar las contradicciones de su régimen. Las funciones del ejército y de la Guardia Civil no se
alteraron durante esa fase “democrática”, ya que el capitalismo no podía trastocar la estructura
económica, resultado de una evolución histórica particular, y no podía tampoco transformar los
instrumentos indispensables para ahogar los enfrentamientos sociales que brotaban de esta
situación. Por esta razón, de la misma forma que los proyectos agrarios quedaban en letra muerta, la
reforma del ejército no podía ser más que una comedia. Porque, tanto el problema de la tierra como
el del ejército, no se relacionaban con el carácter inacabado de la revolución burguesa, sino con la
incapacidad orgánica de la burguesía española de imitar los trazos de otras burguesías que habían
tomado el poder después de que el feudalismo hubiera sufrido una profunda transformación en el
plano económico y social.
En efecto, la burguesía española se encontró con la posibilidad de invertir capital en enormes
territorios coloniales sin efectuar un cambio industrial en su economía, y cuando perdió sus colonias
se encontró con la imposibilidad de modificar su estructura, ya que el problema de la tierra por
ejemplo, lejos de ser un problema de reparto, constituía un problema de roturación e
industrialización agrícola, lo que implicaba una inversión de grandes capitales poco rentables en
comparación con el beneficio que se obtenía de la explotación de las minas. Tan sólo el 50% de las
tierras estaban cultivadas y, aún así, hay que tener en cuenta que el porcentaje de tierras fértiles era
muy bajo ya que en todos los sitios existía el problema de la irrigación y el de los abonos.
El problema del ejército proviene de su intervención en el sistema económico para mantener a
cualquier precio la cohesión que el centralismo de Madrid, fuertemente burocratizado, no puede
asegurar. Los movimientos separatistas, lejos de ser instrumentos de l a revolución burguesa, son en
este caso expresiones de las contradicciones irresolubles e inherentes a la estructura de la sociedad
capitalista española, que realizó la industrialización en toda su periferia mientas que las mesetas
centrales quedaban en un estado de estancamiento económico. El separatismo catalán, como
cualquier otro, en lugar de tender a una independencia total, queda atrapado en la estructura de la
sociedad española, haciendo que las formas extremas en que se manifiesta vayan en función de las
necesidades de canalizar el movimiento proletario.
Esta claro que, en lo esencial, nada podía modificar la República de 1.931, que tenía ante todo como
fin permitir al capitalismo realizar la máxima resistencia frente al asalto de las fuerzas de la
producción y al estallido de sus contradicciones particulares.
Los rasgos fundamentales de esta época nos parece que son los siguientes: a través de la Izquierda
burguesa y con el apoyo de la UGT, la burguesía se opone a las huelgas y aplasta el asalto del
proletariado y de los campesinos conjugando la maniobra democrática con una represión sangrienta,
cuyo nuevo instrumento será la Guardia de Asalto constituida por la República. La victoria de las
Derechas en 1.933 coronará dicha práctica y, puesto que la perspectiva mundial del sistema
capitalista no suministrará ya ningún periodo de calma a la burguesía española, la práctica de la
represión en los enfrentamientos sociales irá creciendo a lo largo de 1.934, en que vemos a las
derechas con Lerroux y Gil Robles pasar a la ofensiva, mientras que las izquierdas intentan
paralizar a los trabajadores y velan para que el estallido de los antagonismo sociales, que surgen con
renovada fuerza en una o otra región, no pueda romper el marco de la dominación burguesa.
De la misma forma con que a la burguesía le fue posible amordazar al movimiento popular en 1.931
con la proclamación de la República, podrá nuevamente controlar la batalla de Asturias gracias a la
modificación del gabinete Lerroux, y las repercusiones de esta batalla con la exacerbación de los
enfrentamientos sociales por medio de las elecciones de Febrero de 1.936.
La violencia de estos acontecimientos no debe inducirnos a error en la valoración de su naturaleza.
Todos provienen de la lucha a muerte entablada por el proletariado contra la burguesía, pero
prueban también la imposibilidad de reemplazar solo por la violencia –que es un instrumento de
lucha y no un programa de lucha- una visión histórica que el mecanismo de la lucha de clases no
tiene capacidad para fecundar. Puesto que los movimientos sociales no tienen la fuerza de fecundar
una visión finalista de los objetivos proletarios, y puesto que no confluyen con una intervención
comunista orientada en esta dirección, aquel caerá finalmente dentro de la órbita del desarrollo
capitalista, arrastrando en su quiebra a las fuerzas sociales y políticas que hasta entonces
representaban de una manera clásica las escaramuzas de clase de los obreros: los anarquistas.
Cuando llega el momento de Febrero de 1.936, todas las fuerzas actuantes en el seno del
proletariado se encontraban en un solo frente: la necesidad de alcanzar la victoria del Frente Popular
para desembarazarse del dominio de las derechas y obtener la amnistía. Desde la Social-democracia
al Centrismo, hasta la CNT y el POUM, sin olvidar a todos los partidos de izquierda republicana, se
estaba de acuerdo en orientar el estallido de las contradicciones de clase hacia la arena
parlamentaria. Y aquí se encontraba inscrita con letras flamantes la incapacidad de los anarquistas y
del POUM, así como la función real de todas las fuerzas democráticas del capitalismo. El Gobierno
de Azaña, en primer lugar, y después el de Casares Quiroga se vieron llevados inmediatamente a
atacar a un proletariado que tanto en el campo como en las ciudades intentaba imponer sus
reivindicaciones de clase. Nos encontramos pues ante un periodo de confusión sin parangón. La
debilidad económica del capitalismo no le permite maniobrar ampliamente en lo que se refiere a dar
concesiones a los obreros. Por otra parte, a pesar de las reformas agrarias escritas sobre el papel, no
se puede cambiar tampoco su economía campesina. Se hace pues necesario pasar a la represión
violenta de los movimientos campesinos (Yestes), precipitar la contrarrevolución de los centristas,
inducir a la UGT a romper violentamente las huelgas, cercar a la CNT e inducirla a compromisos
vergonzosos. Objetivamente la burguesía pronto se da cuenta de la imposibilidad de alcanzar
verdaderos resultados sin un ataque frontal y violento contra los obreros, y el Frente popular velará
por desintegrar el movimiento de las masas, dejando prepararse al movimiento de militares que
cuidarán a su vez de unirse a la reacción social, fecundada por la represión del Frente Popular.
Desde Febrero de 1.936 a Julio, el desarrollo de las batallas entre las clases seguirá esta trayectoria.
En su Congreso de Zaragoza, en Mayo de 1.936, la CNT propondrá una alianza sindical con la
UGT, alianza que ésta rechazará para seguir con la línea de desintegración directa de los
movimientos huelguistas. A raíz de la huelga de pescadores en Málaga surgirán disputas violentas
entre la UGT y la CNT, que permitirán al Gobierno del Frente Popular lanzar su represión sobre
esta última. En Barcelona, serán los centristas los que intervendrán directamente para romper la
huelga de camareros. En Madrid, en Junio, se desencadenará la gran huelga de la construcción en
donde intervendrán la UGT y la CNT, que pedirán como reivindicaciones esenciales la semana de
36 horas y un salario de 16 pesetas. Aquí el hecho curioso será el referéndum de la UGT en plena
huelga para decidir la entrada al trabajo (referéndum del que la CNT se desinteresará) que concluyó
con la vuelta al trabajo de los miembros de la UGT. Esta huelga continuará hasta el 19 de Julio solo
con los miembros de CNT, que a pesar de la aceptación del estado de cosas por su organización,
ocupará violentamente las obras. También aquí surgieron violentos incidentes entre la UGT y la
CNT, lo que permitió a la policía cerrar los locales de la CNT y detener a varios de sus militantes
hasta el 19 de Julio.
Es en esta situación de efervescencia proletaria en las ciudades, cuando las fuerzas del Frente
Popular se empeñan en desintegrar las luchas obreras y reprimirlas violentamente, cuando la CNT
se esfuerza desesperadamente sin poder dar una dirección a las luchas reivindicativas, y cuando se
desencadenará el movimiento de Franco en Marruecos.
Los acontecimientos del 19 de julio.
Nos importa ante todo poner claramente a la luz algunos elementos del hecho en sí. Cuando el
movimiento del 19 de Julio en Marruecos fue conocido en Madrid y Barcelona, la primera
preocupación del capitalismo fue escuchar las reacciones del proletariado para orientarse en una u
otra dirección.
Ante todo, como ya apuntábamos en el penúltimo número de “BILAN”, el Gobierno de Casares
Quiroga fue sustituido por el de Martínez Barrio, con el fin de intentar completar la conversión
pacífica de la izquierda a la derecha.
Pero ante la amplitud del levantamiento obrero en Cataluña y Madrid, dicha tentativa fracasa
lamentablemente y Giral accede al poder mientras Martínez Barrio parte hacia Valencia donde
intentará, en nombre del Gobierno, legalizar la revuelta obrera.
El desarrollo de los acontecimientos a partir del 17 de Julio confirma nuestra apreciación: el 17 de
Julio el sindicato del Transportes Marítimos de Barcelona se había apoderado de las armas halladas
en los buques “Manuel Arnús”, “Argentina”, “Uruguay” y “Marques de Comillas” (150 fusiles y
municiones), y las había transportado a su local. El 18, vísperas del levantamiento militar, la policía
se lleva una parte de las armas.
Cuando después del 17, los jefes de los diversos partidos obreros fueron a pedir armas a Companys,
ya que era públicamente notorio que los militares saldrían a la calle el domingo al amanecer, el
presidente de la Generalitat les tranquilizó explicando que la Guardia Civil y la Guardia de Asalto
bastarían y que, en todo caso, si aquellos no retrocedieran los obreros no tendrían más que coger los
fusiles de los muertos para intervenir. Según Companys lo mejor que podían hacer los obreros el
sábado por la tarde y el domingo era quedarse en casa y esperar a que acabara la batalla.
Pero la efervescencia del proletariado se encontraba en pleno auge. El domingo por la mañana el
proletariado, dotado con toda suerte de medios y en su mayoría sin armas, está en las calles. A las 5
se desata la batalla. Rodeados por los obreros, la Guardia de Asalto y una parte de la Guardia Civil
deban marchar contra los militares. De inmediato, el coraje y el heroísmo de los obreros, de entre
los que particularmente se distinguen los militantes de la CNT y de la FAI, demuestran la razón de
los puntos de vista esenciales de la sublevación, ya que en todas partes los soldados fraternizan con
los proletarios, como ocurre en el cuartel de Tarragona. Esa misma tarde los militares son
derrotados y el General Goded capitula. A partir de ese momento el proletariado se va armando cada
vez más.
En cuanto a la Generalitat, se oculta miedosa ante el arrojo de los obreros pero, sin embargo, no
teme que aquellos que le habían pedido las armas, ahora que los obreros las han cogido por la
fuerza, las vuelvan contra ella.
El lunes día 20, la CNT y también la UGT, lanzaron la consigna de huelga general en toda España.
No obstante los obreros se encuentra ya en la calle por doquier. Cogen las armas y plantean, al
mismo tiempo, sus reivindicaciones de clase. El antiguo desacuerdo entre la CNT y la UGT, en
cuanto a la semana de 36 ó 40 horas; el problema de los salarios, todo esto va surgiendo en el
transcurso de la lucha ya que los obreros empiezan a ocupar numerosas empresas. El mismo día 20
aparecen y se constituyen las milicias que limpian Barcelona. El día 21 se publica un decreto de la
Generalitat afirmando: “Primero: se han creado milicias ciudadanas para la defensa de la
República y la lucha contra el fascismo y la reacción”.
El Comité Central de las milicias incluirá un delegado del Consejo de la Gobernación, un delegado
del Comisario General de Orden Público y la representación de todas las fuerzas obreras o políticas
que se encuentren luchando contra el fascismo.
Es así como la Generalitat intenta, desde el día 21, no solo imprimir su sello en las iniciativas de los
obreros armados, sino encorsetarlas en el cuadro de la legalidad burguesa.
El día 24 sigue la huelga general y el POUM (Partido de Unificación Marxista) propone continuarla
hasta que el fascismo sea completamente aplastado. Pero la CNT, que controla Barcelona lanza ese
mismo día la consigna de vuelta al trabajo en las industrias de alimentación y servicios públicos. El
POUM publica el aviso sin criticarlo. Sin embargo se continúa hablando de reivindicaciones de
clase. Los obreros expropian la Compañía de Tranvías, el Metro, y todos los medios de transporte
incluido el ferrocarril.
También aquí la Generalitat interviene y legaliza la situación tomando la expropiación por su
cuenta. Más tarde tomará la delantera en algunas empresas y las expropiará antes que los obreros.
El mismo día, el Front d’Esquerres, que agrupa a los partidos burgueses de izquierda, recibe una
carta del POUM en la que acepta la invitación de Comapnys a colaborar con todos los partidos
contra el fascismo pero rehusa, previa deliberación con su C.E, colaborar en un Gobierno de Frente
Popular.
Parece pues que a partir del día 24, bajo la presión de la Generalitat, la mayor parte de las
organizaciones obreras intentan frenar el movimiento reivindicativo. Los Socialistas de Barcelona
están en contra de la prolongación de la huelga, la CNT ha dado la orden de vuelta al trabajo, el
POUM se esfuerza por mantener su programa reivindicativo pero no dice nada sobre si aprueba o
no la vuelta al trabajo.
A partir del día 24 se organiza la partida de columnas de milicianos hacia Zaragoza. Es necesario
que los obreros partan con la sensación de haber obtenido alguna satisfacción en lo concerniente a
sus reivindicaciones. La Generalitat lanza un decreto: los días de huelga serán retribuidos. No
obstante, en la mayoría de las fábricas los obreros han obtenido ya, armas en mano, satisfacciones
particulares. Puesto que gracias a los partidos y organizaciones sindicales que se reclaman del
proletariado la burguesía ha conseguido parar la huelga general, y que en las empresas ocupadas por
los obreros la llamada jornada de 36 horas se ha sustituido ipso facto, el 26 de Julio la Generalitat
promulga un decreto instaurando la semana de 40 horas con un aumento de salarios del 15%.
Así mientras la Generalitat se esfuerza en controlar el estallido de las contradicciones sociales,
llegamos al 28 de Julio que marca ya un cambio importante en la situación. El POUM, que controla
a través de la POUS el “sindicato mercantil”[2] y algunas pequeñas empresas, lanza la orden de
continuación del trabajo a los obreros que no están en las milicias. Es necesario crear la mística de
la marcha sobre Zaragoza. ¡Tomemos Zaragoza!, se dirá a los obreros, después ya arreglaremos las
cuentas a la Generalitat y a Madrid.
El POUM expresará claramente con esta consigna de ingreso, el cambio de la situación y el acierto
de la maniobra burguesa encaminada a terminar con la huelga general, lanzando después decretos
para evitar las reacciones de los obreros y colocando por fin a los proletarios fuera de las ciudades,
encaminados hacía el cerco de Zaragoza.
Pero en Zaragoza continúa la huelga general con sus fases de retroceso y aceleración, y no será
hasta más tarde cuando los obreros cederán ante el ultimátum de Cabanellas de elegir entre volver al
trabajo o la masacre total.
A partir de entonces su temor no se centrará en un rebrote de las batallas huelguísticas sino en la
victoria de las fuerzas gubernamentales, y Cabanellas podrá organizar su feroz y sanguinaria
represión.
“La Batalla”, órgano del POUM, en su edición del 29 de Agosto destaca que los obreros de
Zaragoza hayan mantenido la huelga general durante 15 días. He aquí lo que dice este periódico:
“El domingo por la mañana, el 19 de Julio (cuando los militares salieron a la calle) los obreros
organizaron inmediatamente la resistencia y la lucha duró numerosos días. La huelga fue
absolutamente general hasta 15 días más tarde, y los tiros en las barricadas obreras duraron
mucho más tiempo”. Siempre había “algunos héroes irreductibles que preferían perder la vida que
aceptar la dominación fascista”.
A partir del 28 de Julio cambia el aspecto del movimiento en Cataluña. Se continúa expropiando a
las empresas, nombrando consejos obreros, pero ya todo este se hace de acuerdo con los delegados
de la Generalitat que, evidentemente, no manifiestan ninguna resistencia a los obreros armados pero
que saben que, por necesidades de la guerra en la que se enrola al grueso del proletariado, obtendrán
lo que quieren.
Se perfilan ya los contornos precisos del ataque del capitalismo español. En las regiones agrícolas
en las que no existe un proletariado fuerte, el problema agrario se resolverá por el aplastamiento
feroz y sanguinario de Franco, que en lo que a esto respecta no tendrá nada que envidiar a
Mussolini o Hitler. En los centros industriales, sobre todo en Cataluña, donde no existe el problema
agrario, se hace preciso enfrentar al proletariado de perfil, lanzarlo a un ghetto casi militar, debilitar
su frente interior, para así poco a poco llegar a aniquilarlo. En Madrid será el Frente Popular quien
se encargará de esto. En Cataluña, la Generalitat llegará en el terreno de la gestión económica y de
la dirección política, a cambio de concesiones formales y nos sustanciales, a enfeudarse a la CNT y
al POUM, partido oportunista del Buró de Londres en el que hoy uno de sus jefes, el extrotsquista
Nin es Ministro de Justicia.
En Madrid después del 19 de Julio la huelga general no será sino la prolongación de la gran huelga
de la construcción, que duraba desde Junio, y no terminará hasta algunos días después de que
acabara en Cataluña.
Mientras que en Barcelona han sido aplastados ya los militares, en Madrid los obreros salen a la
calle únicamente el lunes. El Gobierno de Martínez Barrio ha durado algunas horas, y Giral que le
sucede promete todo lo que le piden excepto las armas que le reclaman las organizaciones obreras.
Sin armas los proletarios madrileños se dirigen el lunes hacia el Cuartel de la Montaña y lo asaltan.
A partir de entonces los cuarteles de Madrid se ponen de acuerdo y se lleva a cabo una breve lucha
en los alrededores de Madrid, desde donde los militares querían marchar sobre la ciudad. El martes
los obreros que están en huelga general buscan a sus enemigos y, puesto que todo el mundo desde la
CNT a los Socialistas han proclamado que el Gobierno del Frente Popular es un aliado, el brazo
vengador del proletariado armado, los trabajadores se dispersan en la provincia de Madrid y
encuentran a los militares en el Guadarrama y después de una lucha sangrienta y confusa de una y
otra parte, aquellos se retiran a sus posiciones mientras que el grueso de los obreros volverán a
Madrid en donde en ese momento será lanzada la consigna de acabar tanto con la huelga como con
la organización de las columnas.
Tanto en Barcelona como en el resto de España los obreros, que desde Febrero de 1.936 habían sido
inducidos a considerar al Frente Popular como un aliado seguro, cuando se lanzaron a la calle el 19
de Julio no pudieron dirigir sus armas en la dirección que les hubiera permitido acabar con el
Estado capitalista y eliminar a Franco. Dejaron a los Giral en Madrid y los Companys en Barcelona
a la cabeza del aparato del Estado, concentrándose en quemar iglesias, “limpiar” instituciones
capitalistas como la Dirección General de Seguridad, policía, Guardia Civil y Guardia de Asalto.
Los obreros expropiaron en Cataluña las armas fundamentales de la producción con el mismo
funcionamiento capitalista que antes.
De todos modos estos elementos serán examinados ulteriormente de forma minuciosa sobre una
base documentada.
Del 19 al 28 de Julio la situación hubiera permitido a los obreros armados, al menos en Barcelona,
tomar íntegramente el poder, aunque ciertamente de forma confusa pero que habría representado sin
embargo una experiencia histórica formidable. La marcha hacía Zaragoza salvó a la burguesía. “La
Batalla” órgano del autodeterminado partido “marxista” proclamaba que alrededor de Zaragoza se
encontraba la atención mundial revolucionaria. Pero ya a partir del 27 de Julio la burguesía bate el
terreno prudentemente. En Figueras, militantes de la CNT son desarmados por Guardias Civiles y
milicianos del Frente Popular después de vencer a los fascistas. La CNT publica entonces un
llamamiento a las masas en que recomienda emprenderla a tiros contra los que intentes desarmarlos.
La Generalitat está dividida pero se las arregla por otros medios.
El 2 de Agosto, la Generalitat, tras una nueva tentativa de legalizar organizadamente la situación,
decide hacer un llamamiento a unificar bajo un mando único las diversas clases de armas. Los
soldados no quieren ir a otro sitio que no sean las milicias. La CNT toma partido inmediatamente:
“Milicianos ¡Si!, Soldados ¡No!”. El POUM pide la disolución, no la eliminación, del ejército.
Por otra parte la composición del CC de las Milicias Antifascistas será el siguiente: 3 delegados de
la CNT, 3 delegados de la UGT, 1 delegado de Izquierda Republicana, 2 Socialistas Unificados, 1
de la Lliga dels Rabassaires (pequeños campesinos bajo la influencia de la izquierda catalana), 1
delegado de la coalición de partidos republicanos, 1 del POUM y 4 representantes de la Generalitat
(el Consejero de Defensa, Coronel Sandino, el Comisario General de Orden Publico, Gobernador de
Barcelona y dos delegados de la Generalitat sin cargo fijo).
Desde el punto de vista de la evolución política al proletariado de Madrid se le coloca rápidamente
sobre una plataforma abiertamente burguesa, mientras que en Barcelona serán necesarias algunas
semanas de guerra y maniobras para llegar a esto.
En Madrid La Pasionaria declara, desde el 30 de Julio, que se trata de defender la revolución
burguesa y acabar de completarla. El 1 de Agosto, la policía permanecerá activa en Madrid y
“Mundo Obrero”, ante la tentativa de Giral de extender la orden de arresto a las milicias, hablará de
la “confusión” que es preciso disipar convenciendo al Frente Popular de la ordenación de las
milicias.
El 3 de Agosto “Mundo Obrero” proclama que defiende la propiedad privada de los amigos de la
República, y añadirá: “¡No a las huelgas en la España democrática!, ¡Ningún obrero ocioso en la
retaguardia!”. Todo su programa se resume en: “primero acabar con el fascismo y después de
haber acabado con él, la izquierda republicana habrá aprendido la lección y la situación anterior
al 19 de Julio no volverá a repetirse”.
El 8 de Agosto, Jesús Hernández aplaudía en un discurso de gran resonancia la lucha de los obreros
por la República democrática burguesa y sólo por ella, y el 18 de Agosto los centristas podían decir
que la lucha en España se ha convertido en una guerra nacional, en una guerra por la independencia
de España. Para éstos será necesario crear un nuevo ejército del pueblo con los viejos oficiales y las
milicias, y a partir de aquí se convertirán en partidarios de una severa disciplina.
Desde la constitución del gabinete Giral, los Largo Caballero y los Prieto pedirán la constitución de
una comisión del Frente Popular adjunta al Ministerio de la Guerra, en donde ellos mismos
participarán. De este modo serán Ministros “oficiosos”.
Mientras tanto en Barcelona, una vez se entra en la nueva fase de guerra para tomar Zaragoza,
condición primordial para “resolver” (¿?) el problema social, la “Solidaridad Obrera” saludará
desde el 1 de Agosto la nueva era y el comienzo de la fase tendente hacia el comunismo libertario.
Cuando se produce la constitución del Gobierno de Casanovas (después de la salida del Gobierno
de los delegados del PSUC) la CNT, aunque afirmando que dicho Gobierno no concretaba en la
realidad que los obreros habían conquistado, le concede sin embargo su total apoyo.
Durante la primera semana de Agosto la CNT movilizará a las armas en torno a la partida hacia el
Frente de Aragón, insistiendo en que no se trata de un ejército regular sino de batallones de
milicianos voluntarios en donde cada oficial del antiguo ejército debía ser vigilado por un miliciano.
En resumidas cuentas, la CNT pone en evidencia una noción totalmente desconocida hasta entonces
por los anarquistas: la disciplina militar.
Pero la CNT está abocada de esta forma a la necesidad de controlar las iniciativas de los obreros en
el terreno económico con el fin de mantenerlos dentro de una línea que obtenga mayores
rendimientos para la guerra.
El 14 de Agosto la “Solidaridad Obrera” escribirá abiertamente que también en el terreno
económico existen relaciones de guerra.
Pero este aspecto del problema lo examinaremos separadamente cuando analicemos las relaciones
económicas de los nuevos órganos surgidos en el terreno social y político en Cataluña.
Nos falta todavía señalar la posición del POUM que, lejos de ser un partido evolucionado hacia
posiciones revolucionarias, representa una amalgama de tendencias oportunistas (socialista de
izquierda, comunistas de extrema derecha, trotskistas) que es un obstáculo más para la clarificación
revolucionaria.
El esquema según el cual intervino el POUM en los acontecimientos fue más o menos este: los
bolcheviques lucharon primeramente contra el zarismo, después contra la burguesía y sus agentes
mencheviques. Sin el ejército rojo no se hubiera podido vencer a los enemigos, tanto exteriores
como interiores, (“La Batalla”, 4 de Agosto)... Así pues, el POUM luchará primeramente contra el
fascismo y después contra la burguesía olvidando que Lenin, en contra de Stalin y Kamenev, llevó
en Abril de 1.917 un programa de lucha contra todas las formas de dominación de la burguesía.
¡Como si no fuera posible luchar contra el fascismo sin llevar a delante una lucha contra el conjunto
del sistema capitalista!.
Las nuevas instituciones y su significado.
Ante todo queríamos poner en evidencia el elemento central sobre el cual los acontecimientos
proyectan su luz. En el momento en que el ataque capitalista se desencadena con el levantamiento
de Franco, ni el POUM ni la CNT sueñan con llamar a los obreros a ocupar la calle, sino que
organizan delegaciones alrededor de Companys para obtener armas. El 19 de Julio, los obreros
salen espontáneamente a la calle, y cuando la CNT y la UGT lanzan la consigna de huelga general
no hacen más que consagrar una situación de hecho.
Puesto que los Companys y Giral son considerados de inmediato como aliados del proletariado,
como personas que debían facilitar las llaves para abrir las puertas de los depósitos de armas, es
natural que, cuando los obreros tomaron las armas después de haber aplastado a los militares, nadie
soñó ni por un instante en plantear el problema de la destrucción del Estado que, con Comanys a su
cabeza, quedó intacto. Se trató entonces de acreditar la utopía que afirma que es posible hacer la
revolución expropiando a las empresas y tomando las tierras sin mover el aparato del Estado
capitalista ni su sistema bancario.
La constitución de un Comité Central de las milicias debía dar la impresión del inicio de una fase de
poder proletario y la constitución del Consejo Central de Economía la ilusión de que se entraba en
una fase de gestión de una economía proletaria.
Sin embargo, lejos de ser organismo de dualidad de poder, se trataba de organismos con una
naturaleza y función capitalista ya que, en lugar de constituirse sobre la base del impulso del
proletariado buscando formas de unidad de la lucha para plantearse el problema del poder, fueron
desde su comienzo órganos de colaboración con el Estado capitalista.
El CC de las Milicias de Barcelona será por otra parte un conglomerado de partidos obreros y
burgueses, y de sindicatos, y no un organismo del tipo de los Soviets que surge de un planteamiento
de clase, espontáneamente y en donde se puede verificar la evolución de la conciencia de los
obreros. Este organismo se unirá a la Generalitat para luego desaparecer por simple decreto cuando
se constituya, en Octubre, el nuevo Gobierno de Cataluña.
El CC de Milicias representará el arma inspirada por el capitalismo para arrastrar a los proletarios,
por medio de la organización de las milicias, fuera de las ciudades y de sus lugares hacia los frentes
territoriales donde fueron despiadadamente masacrados. Representará también el órgano que
restablece el orden en Cataluña, no con los obreros que han sido dispersados en los frentes sino
contra ellos. Es cierto que el ejército regular fue prácticamente disuelto, pero será reconstituido
gradualmente con las columnas de milicianos donde el Estado Mayor se conserva netamente
burgués con los Sandino, los Villalba y consortes. Las columnas fueron voluntarias y pudieron
conservarse así hasta el momento en que desapareció la embriaguez y la ilusión de la revolución y
reapareció la realidad capitalista. Entonces se caminará a grandes pasos hacia el restablecimiento
oficial del ejército regular y el servicio obligatorio.
Lejos de ser un embrión del Ejército Rojo, las columnas se constituyeron en un territorio y una
dirección no pertenecientes al proletariado. Para que esto no hubiera sucedido hubiera hecho falta
tomar el poder destruyendo el estado capitalista, o por lo menos que los obreros volvieran sus armas
contra el Estado. Y las columnas de milicianos no se constituyeron en esa dirección, en cambio se
trataba de marchar sobre Zaragoza y Huesca por lo que respeta a Cataluña, y hacia Toledo y el
Guadarrama en cuanto a Madrid. Los obreros armados fueron arrojados al antifascismo y no ha una
lucha contra el conjunto de las formas del capitalismo. En estas condiciones todas las formas
democráticas que en un primer momento se manifestaron en el seno las columnas no tuvieron más
que una importancia insignificante. Lo que importaba era la dirección seguida por las milicias y esta
era, francamente, la del Frente Popular: la lucha antifascista respetando los órganos de dominación
capitalista, y aún reforzándolos, por medio del apoyo que le dieron los anarquistas y el POUM
participando en los ministerios.
En Madrid las milicias estarán prácticamente bajo el control del Departamento de Guerra de Largo
Caballero, que suministrará los grados a las diferentes organizaciones, pasando después a la
formación de las columnas.
En definitiva, así como el grueso del ejército regular pasó a Franco, el Frente Popular y sus aliados
intentó trasladar a los obreros, por medio de la organización de las milicias, del territorio social al
terreno de la formación de un nuevo ejército regular, esto explica porqué los obreros a pesar de su
valor fueron aplastados. En el terreno militar Franco obra con certeza, mientras que los Companys,
Largo Caballero y compañía desplegaron una estrategia más social que militar, consistiendo en
favorecer la masacre de los obreros que por su incorporación al nuevo ejército no tuvieron la fuerza
de reencontrar el camino mediante el cual vencieron a los militares en Barcelona y en Madrid el 19
de Julio.
Pasemos ahora al examen de los otros instrumentos de la dominación capitalista. La Guardia Civil
célebre por las masacres de obreros en la época de la Monarquía, fue transformada en Guardia
Nacional Republicana. Cierto que en Barcelona la CNT procedió a una limpieza de ésta ultima,
pero la institución quedó en pie embellecida por la entrada de militantes anarquistas en su seno.
En Madrid la Guardia Civil quedó intacta guardando celosamente las cajas fuertes del capitalismo:
los bancos. Solo en Valencia desapareció la Guardia Civil en donde los obreros de la Columna de
Hierro (CNT) ejerciendo el acuerdo tomado por su organización de pedir a la Guardia Civil la
devolución de sus fusiles, volvieron al frente para, con la amenaza de sus ametralladoras, desarmar
completamente a los guardias civiles e ir quemando los archivos de la policía.
Madrid comprendió por otra parte que en este punto valía más retirar a la Guardia Civil y a la
Guardia de Asalto y dejar que se constituyeran bajo la dirección del Comité Ejecutivo Popular (una
especie de Frente Popular) una G.P.A. (Guardia Popular Antifascista) que mantuviera firmemente el
orden en la retaguardia.
La Guardia de Asalto que los obreros soportaron bajo la República quedó intacta y ha sido
fuertemente armada en Barcelona actualmente.
Por lo que concierne a la Dirección General de Seguridad se procedió a una simple limpieza de la
institución que, por lo demás, quedó intacta. En Francia Blum renueva los funcionarios por decreto
y democratiza el Estado: en España se ha renovado a los funcionarios con fusiles para “proletarizar”
las instituciones capitalistas. Los anarquistas toman la Dirección general de Seguridad en
Barcelona, primeramente bajo la forma de la sección de investigación del C.C. de Milicias, hoy bajo
la forma de Departamento de seguridad en donde el militante de la CNT Fernández es Secretario
General.
En Madrid a principios de Octubre, después de la promulgación del decreto sobre la militarización,
todas las secciones de vigilancia de las organizaciones políticas o sindicales estuvieron sometidas al
Departamento de la Dirección General de Seguridad. Ni en Barcelona ni en Madrid se publicaron
las listas de los confidentes empleados por la policía política en las organizaciones obreras: estos
resulta significativo.
Los tribunales fueron restablecidos rápidamente en su funcionamiento con la ayuda de la antigua
magistratura y la participación de las “organizaciones antifascistas”. Los tribunales populares de
Cataluña, tanto la primera versión como la posteriormente la versión “extremistas” (decreto del
Ministro del POUM, Nin) parten siempre de la colaboración con los magistrados profesionales y los
representantes de todos los partidos, aunque Nin los ha innovado suprimiendo el jurado popular. En
Madrid el porcentaje de magistrados profesionales será más alto que en Barcelona pero, desde
Octubre, Largo Caballero dispondrá de decretos para simplificar el procedimiento durante el curso
de los juicios a fascistas, poniéndose de esta forma a la altura de Nin.
Sólo una institución será barrida seriamente en Cataluña: la iglesia y, puesto que no se trata de un
elemento esencial en la dominación capitalista, dará a las masas la impresión de un cambio general
mientras que es fácil reconstruir iglesias y poblarla de nuevos curas cuando el régimen capitalista
subsiste en sus fundamentos.
Por otra parte si se toma otro hecho, se comprenderá inmediatamente que la iglesia no es el nudo
del problema. Toda la Banca y el Banco de España quedaron intactos, y por doquier se tomaron
medidas de precaución para impedir (aun con la fuerza de las armas) que las masas se
inmiscuyeran. Con lo dicho acerca de la demolición de iglesias y la pasividad ante los bancos, se
encuentra el hilo de los acontecimientos en el curso de los cuales las masas se vieron impelidas a
demoler aquello que estuviera al margen del sistema capitalista pero no el propio sistema.
Examinemos ahora dos géneros de organismos que fueron constituidos en oposición los unos a los
otros. Los Consejos de fábrica y el Consejo de Economía de Cataluña. Cuando los obreros
reemprendieron el trabajo allí donde los patronos habían huido o fueron fusilados por las masas, se
constituyeron Consejos de Fábrica que fueron la expresión de la expropiación de dichas empresas
por los trabajadores. Aquí intervinieron rápidamente los sindicatos para establecer normas con el fin
de constituir una representación proporcional de los miembros de la CNT y de la UGT. En fin, al
tiempo que se efectúa la vuelta al trabajo con la petición de los obreros de la semana de 36 horas y
el aumento de salarios, los sindicatos intervienen para defender la necesidad de trabajar a pleno
rendimiento para la organización de la guerra sin respetar demasiado una reglamentación del trabajo
y del salario.
Ahogados de inmediato, los comités de fábrica y los comités de control de las empresas donde la
expropiación no se realizó (en consideración al capital extranjero o por otras razones) se
transformaron en órganos para activar la producción y, por eso mismo, fueron desdibujados en
cuanto a su significado de clase. No se trata ya de organismos creados en el curso de una huelga
insurreccional para derribar al Estado sino de organismos orientados hacia la organización de la
guerra, condición esencial para permitir la supervivencia reforzamiento de dicho Estado.
Controlados enseguida por los sindicatos y movilizados para la guerra antifascista desde el 11 de
Agosto, los comités de fábrica fueron adheridos al Consejo de Economía quien, después del decreto
oficial fue el organismo deliberador para establecer acuerdos en materia económica entre las
diversas organizaciones representadas (3 Estado Republicano Catalán, 3 CNT, 2 FAI, 1 POUM, 3
UGT, 1 Acción Catalana, 1 Unión Republicana) y el Gobierno de la Generalitat, que ejecutará los
acuerdos que resulten de sus deliberaciones.
En adelante, los obreros en el seno de las fábricas que habían creído conquistar sin destruir el estado
capitalista se convertirán en los prisioneros de éste último y pronto, en Octubre bajo el pretexto de
trabajar para una nueva era y ganar la guerra, se militarizará a los obreros de las fábricas. El
Consejo de Economía desde su constitución se pondrá a trabajar para el socialismo de acuerdo con
los partidos republicanos y la Generalitat. Ni más, ni menos. Quien realizará –sobre el papel- este
“primer paso del capitalismo al socialismo será el Sr. Nin que elaborará los 11 puntos del Consejo.
En Septiembre, el nuevo ministro “obrero” de la Generlitat será el encargado de realizar ese “primer
paso” pero para entonces el engaño y la mistificación serán muy evidentes.
El hecho más interesante en este terreno es el siguiente: a la expropiación de las empresas en
Cataluña, a su coordinación efectuada por el Consejo de Economía en Agosto, al decreto del
Gobierno en Octubre dando las normas para pasar a la “colectivización”, sucedieron cada vez
nuevas medidas para someter a los proletarios a una disciplina en las fábricas, disciplina que nunca
hubiera sido tolerada viniendo de los antiguos patronos.
En Octubre la CNT lanzará sus consignas sindicales por medio de las cuales prohibirá las luchas
reivindicativas de cualquier tipo y hará del aumento de la producción el deber más sagrado del
proletariado. Aparte del hecho que hemos rechazado ya frente al engaño que consiste en asesinar
físicamente a los proletarios en nombre de la “construcción de un socialismo” que nadie atisba aún,
¡declaramos abiertamente que, a nuestro entender, la lucha en las empresas no cese un momento
mientras subsista la dominación del Estado capitalista!. Es verdad que los obreros deberán hacer
sacrificios después de la revolución proletaria, pero un revolucionario nunca podrá predicar el fin de
la lucha reivindicativa para llegar al socialismo. De la misma forma no levantaremos ante los
obreros el arma de la huelga después de la revolución, pero cuando el proletariado no tiene el poder
–y este es el caso en España- la militarización de las fábricas equivale a la militarización de las
fábricas en no importa que Estado capitalista en guerra.
Para llegar a ser armas revolucionarias los Consejos de Fábrica hubieran debido permitir a los
obreros expandir su lucha contra el Estado, pero dado que sus organizaciones se alinearon con la
Generalitat esto era imposible so pena de dirigirse contra la CNT, UGT, etc. Es inútil pues hablar al
respecto de dualidad de poder frente al Estado en Cataluña. Es evidente que ni en Valencia ni, con
mayor razón aún, en Madrid encontramos estas formas de intervención obrera. Pero nos falta
espacio para examinar con más detenimiento las iniciativas obreras en estas dos ciudades.
Antes de reemprender el análisis de los acontecimientos queríamos decir algunas palabras sobre el
problema agrario. Es verdad que este terreno se produjeron numerosas innovaciones. En Cataluña
fue decretada la “sindicalización” obligatoria de diversas actividades agrícolas (venta de productos,
compra de material agrícola, seguros,…). Por otra parte es evidente que desde el 19 de Julio los
rabasaires (pequeños propietarios) se descargaron de una serie de rentas y servidumbre, al tiempo
que cuando las tierras pertenecían a propietarios sospechosos de simpatías hacia el fascismo se pasó
al reparto de las mismas bajo la égida de los comités antifascistas. Pero enseguida, primero el
Consejo de Economía y después el Consejo de la Generalitat de Octubre, se pusieron manos a la
obra para encuadrar estas iniciativas y dirigirlas hacia las necesidades de la economía de guerra que
se ponía en marcha.
El punto 11 del programa del Consejo de Economía decía ya en el mes de Agosto: “colectivización
de la gran propiedad agraria, que será explotada por los sindicatos campesinos con la ayuda de la
Generalitat…”. Enseguida, más concretamente en Septiembre y Octubre, la consigna de la CNT y
de otras organizaciones fue la siguiente: “Nosotros respetaremos la pequeña propiedad campesina.
¡Campesinos, poneos a trabajar!”. En fin, se estará en contra de la colectivización forzosa y el
Consejo de Agricultura velará para tranquilizar a los campesinos que simplemente se verán
afectados en las medidas generales concernientes a la venta de productos y a la compra de material,
mientras que se pondrá en evidencia que “la colectivización de la tierra debía limitarse a las
grandes propiedades agrícolas confiscadas”.
Por lo que concierne a la provincia de Valencia también aquí, con el reflujo de los acontecimientos,
se tenderá a construir comités de explotación de naranjas, arroz, cebollas, etc, mientras que las
tierras pertenecientes a propietarios fascistas serán confiscadas por los campesinos quienes
mantendrán un carácter colectivo en las explotaciones a causa de las propias necesidades del cultivo
(problemas de irrigación).
En Madrid, Uribe, Ministro comunista de Agricultura promulgará un decreto en el mes de Octubre
en donde se especificará “que se autoriza la expropiación sin indemnización a favor del Estado de
las propiedades agrícolas cualquiera que sea su extensión y tipo pertenecientes, el 18 de Julio de
1.936 a personas naturales o jurídicas que intervinieran de forma directa o indirecta en el
movimiento insurreccional contra la República”.
En el fondo no se trata más que de medidas de guerra que en cualquier Estado burgués se toman
“contra el enemigo”. La única diferencia es que los Uribe y consortes debieron tener en cuenta la
intervención de las masas campesinas que, después del 19 de Julio fueron mucho mas lejos que sus
decretos.
Pero, aún admitiendo que una “revolución agraria” se hubiera efectuado en España habría que
probar que aquella fuera el eje de la situación y no el reforzamiento del Estado capitalista en las
ciudades, que precisamente hace ilusorio toda cambio profundo y duradero en las relaciones
económicas y de las bases de la agricultura en el sentido revolucionario. No pensamos zanjar todos
estos problemas con la breve enunciación que debemos limitarnos a efectuar aquí.
En otro estudio profundizaremos con la documentación precisa.
La masacre de obreros.
Durante el mes de Agosto la precipitación hacia los frentes prosigue en medio del entusiasmo de los
proletarios. “Amenazamos Huesca, marchamos triunfalmente sobre Zaragoza, el cerco a Teruel se
lleva a cabo”. Tales serán las consignas que los obreros oirán durante meses repetidas por todas las
organizaciones. Pero paralelamente cada organización intervendrá para sustituir las iniciativas de
los obreros en la retaguardia por las iniciativas y decisiones tomadas en común.
El 19 de Agosto, el POUM intervendrá con un editorial en la que el sentido central es el siguiente:
“los órganos regulares creados por la revolución son los únicos órganos encargados de
administrar la justicia revolucionaria”.
Poco más o menos al mismo tiempo “La España antifascista”, edición de Barcelona, publicará una
entrevista a Companys en donde ésta pondrá en evidencia que la CNT y la FAI son hoy los
representantes del orden y que la burguesía catalana no es una burguesía capitalista (sic), sino
humanitaria y progresista[3].
El 22 bajo la consigna de “Hasta el final” se organizará la expedición a Mallorca donde serán
arrojados millares de obreros catalanes, de los cuales una gran parte deberán ser evacuados
enseguida a Barcelona ante el silencio más completo de todos los frentes antifascistas. Esta
experiencia, que probará claramente la voluntad de la burguesía “humanitaria” catalana de arrojar a
los proletarios a las masacres militares, tendrá su repercusión en un mayor ligamen entre el comité
de guerra del Comité Central de Milicias y el departamento de guerra de la Generalitat.
El 25, la agravación de la situación militar repercutirá en las relaciones entre las diversas
organizaciones. El POUM se hará eco pidiendo que la cordialidad de los milicianos en el frente se
manifieste también en la retaguardia. Respecto a la CNT, el POUM dirá que la convergencia entre
el esfuerzo revolucionario de aquella y el suyo se completa, y que la unidad de acción de las masas
se debe mantener a cualquier precio.
Pero, desde el 25, “Solidaridad Obrera” escribirá que en su ultimo pleno la CNT ha adoptado
acuerdos concluyentes respecto al desarme del 60% de los milicianos pertenecientes a los diferentes
partidos. Estos aplicarán por si mismos dichas medidas que en caso de no llevarse a cabo será la
CNT quien se encargue de hacerlas adoptar por sus propios medios. La consigna central del pleno
era: todas las armas al frente.
De este modo la CNT daba a entender que en lo que a ella concernía la lucha violenta en la
retaguardia –en las ciudades- se había terminado y que no quedaba más que un frente en el que los
obreros debían batirse: el frente militar.
Todos los partidos compartieron esta opinión y el 29 se publica un decreto del CC de Milicias: los
que poseen armas deben entregarlas inmediatamente o irse al frente. A partir de entonces Companys
pudo frotarse las manos con satisfacción.
Al mismo tiempo se precisará la comedia de la no-intervención. Todos los estados capitalistas y
Rusia se pondrán de acuerdo para facilitar el creciente envío de armas pesadas a Franco y la
expedición de columnas de obreros extranjeros a Companys y Largo Caballero. Todos los Estados
velarán por intervenir en España para activar la masacre de los proletarios según el acuerdo de “nointervención”. Italia y Alemania suministrarán armas a Franco. Blum facilitará la formación de
“legiones extranjeras proletarias” (según “Solidaridad Obrera”) vigilando al mismo tiempo el envío
de armas.
Desde entonces el POUM y la CNT concebirán la ayuda del proletariado internacional como una
presión sobre los respectivos Gobiernos para obtener “aviones para España”. Dichos aviones
vendrán de Rusia una vez la militarización haya sido aplicada y los obreros españoles se encuentren
ya en la imposibilidad de escapar a la masacre de Franco. Pero examinaremos esto más a delante.
El 1 de Septiembre el Sr. Nin, en un mitin del POUM, defenderá la tesis de que “nuestra revolución
es más profunda que la efectuada en Rusia en 1.917”. ¿Será esta la razón por la que en España se
incitará a las masas a hacer la revolución sin echar por tierra el Estado capitalista?. Para Nin la
originalidad de la revolución española consistirá en que la dictadura del proletariado será ejercida
por todos los partidos y organizaciones sindicales (incluidos los partidos de la izquierda burguesa
del Sr. Companys). Pero el 1 de Septiembre cuando se entraba en la fase de la caída de Irún, los
periódicos de Barcelona, y “La Batalla” en primer lugar, lanzaban el grito de júbilo –“la caída de
Huesca es inminente”, y al día siguiente se gritará “estamos en las primeras casas de Huesca”,
pero los días y las semanas pasarán sin resultados y finalmente se cuchicheará que el comandante en
jefe de las fuerzas gubernamentales es un traidor y que es por su culpa que... El día 2, el POUM
“profundizará” la revolución liquidando su organización sindical dentro de la UGT so pretexto de
inyectar a ésta una dosis revolucionaria. Pero la derrota de Irún llegará pronto y con ella la traición
de elementos del Frente Popular. En “La Batalla” y la “Soli” se desencadenará una campaña contra
los que, como Prieto, desearían realizar un compromiso con los fascistas.
¿Qué ha pasado en Badajoz?, ¿qué pasa en San Sebastián? Preguntará el POUM. Y él mismo se
contestará diciendo: hace falta un Gobierno obrero.
La CNT y los social centristas de Barcelona reaccionaron frente a la aventura de Mallorca y la
traición de Badajoz e Irún desencadenando una fuerte campaña por el mando único de las milicias y
la centralización de las mismas. Pero en ese momento la atención de las masas se volverá hacia
Huesca y por todas partes se dirá “se ha completado el último cerco a Huesca y su caída es
inminente”.
Entonces es cuando debuta el Gobierno de Largo Caballero que se presentará como un “programa
constitucional” y propondrá como tarea el mando único de la guerra. Badajoz e Irún serán pronto
olvidadas cuando los nacionalistas vascos entreguen San Sebastián a las tropas de Franco, se
constituirá un departamento vasco en el Gobierno de Largo Caballero que elaborará un estatuto
jurídico para el Estado libre del país vasco.
Largo Caballero, que ha intentado arrastrar a la CNT a su ministerio se contenta con el sostén
técnico de la misma y, pasará a la organización de la derrota de Toledo y de la caída de Madrid.
Antes de esto el POUM había saludado el Gobierno de Largo Caballero como un Gobierno
progresista en relación con Giral, pero había declarado que para ser verdaderamente obrero debía
incorporar a todos los partidos obreros y, en primer lugar, a la CNT y la FAI (y, del mismo modo,
también al POUM).
Por estas razones mantenía su consigna de una Gobierno obrero apoyado en una Asamblea
Constituyente de obreros y soldados. “Mundo Obrero”, el órgano de los centristas madrileños, con
varios ministros en el Gobierno lanzará la consigna de “todo para el Gobierno y por el Gobierno”.
El día 12 se está todavía “ante las primeras casas de Huesca”. Pero el 13, aun no se había tomado
Huesca, será necesario intentar normalizar la situación en Cataluña en previsión de una guerra larga.
La CNT se dirigirá a los campesinos para afirmar que no quería colectivizar más que las grandes
propiedades mientras que respetaba la pequeña propiedad: “¡al trabajo campesinos!” será su
consigna. El POUM expresará públicamente su acuerdo y continuará arrastrándose de forma
lamentable detrás de la CNT, a la que tirará flores regularmente pese a que ésta se dedica a
despreciarlas públicamente.
El día 20 partirá en Madrid una campaña a favor del restablecimiento de un ejército regular, siendo
los centristas quienes la empiecen. El POUM aceptará el principio de un ejército rojo. La CNT se
callará desdeñosamente y pasará a la organización del pleno nacional de sus regionales en Madrid.
Las decisiones de éste ultimo fueron las siguientes: comenzar la campaña para obtener la creación
de un Consejo Nacional de Defensa, apoyado por Consejos Regionales, cuya finalidad será la lucha
contra el fascismo y la construcción de unas nuevas bases económicas. La composición del Consejo
Nacional de Madrid deberá ser: 5 representantes de la UGT, 5 de la CNT y 4 de partidos
republicanos. La presidencia del Consejo será para Largo Caballero mientras que Azaña quedará a
la cabeza de la República. Su programa comportaba el mando único y la supresión de las milicias
voluntarias, etc.
En torno a estas posiciones se desencadenaron inmediatamente vivas polémicas. Pero había dos
hechos esenciales que se daban por supuestos: los anarquistas participarían en los ministerios a
condición de que estos cambiaran sus nombres, lo que no es muy difícil, dirá “Claridad” órgano de
Largo Caballero. En definitiva, los mismos que el día 2 de Agosto recomendaban a los obreros de
Barcelona que rehusaran hacerse soldados para ser milicianos del pueblo, aceptaban ahora el
principio de la militarización.
Entre tanto la situación militar se agrava. Toledo está a punto de claudicar y, en contrapartida, se
seguirá estando “en las primeras casas de Huesca”. Se precisa ya la amenaza sobre Madrid.
El 26 se abre la crisis del Gobierno de la Generalitat. Al día siguiente se constituye un nuevo
Gobierno en el que participan la CNT, el POUM y los social-centristas. El programa de este
“Gobierno obrero”, en el que los partidos de izquierda burguesa participan como expresión de la
pequeña burguesía, comporta el mando único, la disciplina, la supresión de los voluntarios, etc.
Algunos días después Largo Caballero estima que ha llegado el momento para promulgar el famoso
decreto sobre la militarización de las milicias y la aplicación del código militar en este nuevo
ejército regular. En Madrid el decreto será aplicado a partir del 10 de Octubre; en las regiones
periféricas, donde será necesario durante un tiempo maniobrar frente al proletariado, se aplicará a
partir del 20. La constitución del nuevo Consejo de la Generalitat y el decreto de Caballero, llegarán
a tiempo para impedir que el proletariado plantease estas dos cuestiones: ¿Qué ha pasado en
Toledo?, ¿Por qué estamos siempre “en las primeras casas de Huesca”?, ¿por qué Oviedo que había
sido tomada por los mineros pudo ser ganada tan fácilmente por las tropas fascistas?, ¿por qué y
para quien nos hacemos masacrar?. Los Largo Caballero, Sandino, Companys, Villalba, el gran
Estado Mayor, a los que se unían los Grossi, Durruti, Ascaso ¿no son los mismos que en 1.931,
1.932, 1.934 hicieron con los cadáveres de obreros una alfombra para la llegada de las derechas?,
¿podemos conocer otra cosa que no sean derrotas y masacres habiendo traidores en la dirección de
las operaciones militares?.
Los obreros no tienen tiempo para platearse estos problemas que significarían el abandono de los
frentes y el desencadenamiento de la lucha armada tanto contra Largo Caballero como contra
Franco. Los proletarios no tienen tiempo de entrever este camino, que sería el único donde podrían
encontrar una posibilidad de acabar con el fascismo habiendo acabado también con el capitalismo.
El nuevo Consejo de la Generalitat los detiene en Cataluña y el decreto sobre la militarización de
Madrid interviene en las demás regiones con la amenaza de graves sanciones.
Los acontecimientos se suceden ahora con rapidez. En Cataluña un simple decreto disuelve el
Comité Central de Milicias (que conservaba un aspecto revolucionario frente a las maniobras del
capitalismo) porque, dirá García Oliver, delegado de la CNT, “ya estamos representados en el
Consejo de la Generalitat”. Todos los comités antifascistas fueron disueltos y remplazados por los
Ayuntamientos. Ninguna institución del 19 de Julio sobrevivirá, y un segundo decreto precisará que
toda tentativa de reconstruir organismos al margen de los ayuntamientos constituye un acto
delictivo.
El 14 de Octubre aparecerán las consignas sindicales de la CNT: decreto de movilización y
militarización en Cataluña. Ese mismo día en que el buque soviético “Zanjarin” hará escala en el
puerto de Barcelona para remarcar pomposamente que la URSS había roto la política de “nointervención” y corría por fin en ayuda de los obreros españoles.
Las consignas de la CNT tendieron a prohibir absolutamente “mientras estemos en guerra” las
reivindicaciones sobre las nuevas bases de trabajo, sobre todo si venían a agravar la situación
económica. Dichas consignas afirmaban que en las producciones que tuvieran una relación directa o
indirecta con la lucha contra el fascismo no se podrá exigir que sean respetadas las bases del
trabajo, ni en salarios ni en jornada. En fin, los trabajadores no podían pedir remuneraciones por las
horas extra efectuadas en las producciones útiles para la guerra antifascista y debían aumentar la
producción respecto al periodo anterior al 19 de Julio.
Los sindicatos, los comités y delegados de taller y obra, serán los encargados de aplicar dichas
consignas con “la ayuda de los revolucionarios”.
La militarización de las milicias sustituirá la captación de proletarios y campesinos, para dejarlos en
el frente en nombre de la guerra por el “socialismo”, por el llamamiento a las clases y luego a toda
la población con el fin de oponer al fascismo la “nación armada” en “lucha por la libertad”.
El POUM y la CNT tendrán que maniobrar para cegar a las masas y disfrazar la militarización
como una “necesidad vital” que su “constante vigilancia de clase” (¿?) impedirá que se transforme
en un instrumento de estrangulamiento de los obreros. Pero el caso es que la militarización se
aplicará estrictamente. En el fondo mostrará como el capitalismo llega a crucificar al proletariado
en los frentes, en donde Largo Caballero y sus aliados “revolucionarios” prepararán
minuciosamente las catástrofes militares. En adelante la masacre de los obreros en España tomará la
forma de una guerra principalmente burguesa en la cual, con dos ejércitos regulares: el
“democrático” y el fascista, serán masacrados los obreros.
El mismo día en que el decreto se aplicó en Barcelona atracó el Zanjarin, buque ruso que remarcó
simbólicamente la vuelta de Rusia hacia España. La URSS intervendrá aportando armas y técnicos,
sólo después de que la constitución del ejército regular de Largo Caballero dijera abiertamente que
se trataba de una guerra burguesa. No olvidemos que al comienzo de los acontecimientos Rusia
asesinaba a Zinoviev-Kamenev y a tantos otros. Ahora podrá pasar directamente al asesinato de los
obreros españoles, para los cuales sus aviones y sus tanques serán un argumento de peso para su
aceptación o para la aceptación de su incorporación en un ejército burgués dirigido por personas
hábiles en la masacre de proletarios.
En Madrid hasta el momento de la constitución del nuevo Ministerio (o Consejo, como lo llamaban
los anarquistas) la CNT más bien se oponía a la militarización. Aún en el “Frente
Libertario” (órgano de las milicias confederadas de la CNT en Madrid) del 27 de Octubre
encontramos esta posición: “Milicias o Ejército nacional. ¡Para nosotros, milicias populares!”.
Pero también aquí de la posición de la CNT se desprende un vergonzoso oportunismo ya que, a
pesar de no tener actividad en el seno del Gobierno y de no poder controlar las operaciones
militares, mantendrá una posición huraña.
Como se ve Largo Caballero mata dos pájaros de un tiro reajustando su gabinete 8 días antes de su
huida a Valencia. Los anarquistas entran en el “Consejo” dando de esta forma, no solamente el visto
bueno a la militarización y a la creación de un ejército regular, sino también a toda la maniobra de
Largo Caballero quien después de la caída de Toledo ha permitido, si no facilitado, el camino de los
fascistas hacia Madrid. La burguesía dará por cada derramamiento de sangre proletaria un paso
hacia la extrema izquierda. De Giral a Largo Caballero en Madrid, de Casanovas a Fábregas-Nin en
Barcelona; hoy García Oliver es ministro y los representantes de las juventudes socialistas y
libertarias han entrado en la Junta de Defensa madrileña.
A este ritmo se sucederán los acontecimientos. En Cataluña bajo la bandera del Consejo
“revolucionario” de la Generalitat la alianza de los anarquistas con los social-centristas trata de
impedir que los obreros luchen por sus reivindicaciones de clase y de mantenerlos bajo la lluvia
mortífera de balas y bombas. En Madrid Largo Caballero parte hacia Valencia, pero hasta el último
de los proletarios se hará matar pagando así el precio de la trágica aberración que les hizo confiar su
suerte a los agentes del capitalismo y a los traidores. ¡Ah!, el General Mola tenía razón cuando
decía: “Tengo 5 columnas que van a tomar Madrid, 4 alrededor y una en la propia ciudad”. La
quinta columna, la de Largo Caballero y sus consortes ha acabado su obra, y se dispone a
continuarla unida fraternalmente con la CNT y el POUM en las regiones. Después de Madrid será el
proletariado de Barcelona y Valencia a los que el capitalismo atacará con furia.
Debemos concluir aquí nuestro análisis de los acontecimientos en España, aunque somos
conscientes de la insuficiencia del análisis del periodo calificado por nosotros de “masacre de
proletarios”. Volveremos sobre este periodo en el próximo número de “BILAN”. Ahora nos interesa
sobre todo acabar con una breve enunciación de las posiciones que nuestra Fracción opone a la
mistificación del antifascismo.
Nos dirigimos con vehemencia a los proletarios de todos los países para que no acrediten, con el
sacrificio de su vida, la masacre de los obreros en España. Para que se nieguen a ir a España en las
Columnas Internacionales, y en cambio comprometan su lucha de clase contra su propia burguesía.
El proletariado español no debe mantenerse en el frente por la presencia de obreros extranjeros que
le den la impresión de que luchan por una causa internacional.
En cuanto a los proletarios de la península ibérica no tienen ahora más que una salida, la misma que
el 19 de Julio: huelga en todas las empresas, sean de guerra o no, tanto del lado de Companys como
del lado de Franco; contra los jefes de sus organizaciones sindicales y del Frente Popular, y por la
destrucción del régimen capitalista.
Que los obreros no se espanten de que les digan que actuando de esa manera le hacen el juego al
fascismo. Sólo los charlatanes y los traidores podrán pretender que luchando contra el capitalismo,
que se encuentra tanto en Sevilla como en Barcelona, se hace el juego al fascismo. El proletariado
revolucionario debe permanecer fiel a su idea de clase, a sus armas de clase, y todo sacrificio que
hoy haga en esa dirección será fructífero para las batallas revolucionarias de mañana.
BILAN Nº 36 octubre-noviembre 1936
[1] Excepto Asturias y Vizcaya donde el desarrollo de la industria pesada y minera ha minado las
bases de la ideología anarquista.
[2] Sindicatos de empleados.
[3] Pregunta: El papel cotidiano preponderante de la CNT en Cataluña ¿No será nocivo para el
Gobierno democrático?
Respuesta de Companys: No la CNT ha tomado para si los deberes abandonados por la burguesía y
los fascistas que han huido: establece el orden y defiende la sociedad..., la CNT es ahora la fuerza,
la legalidad, el orden.
Pregunta: ¿No cree Ud. que una vez aplastado el fascismo el proletariado revolucionario examinará
a su vez a la burguesía.
Respuesta: No olvide que la burguesía catalana difiere de la burguesía de ciertos países
democráticos de Europa. El levantamiento fascista ha sido su suicidio. Nuestro Gobierno, aunque
burgués no defiende intereses financieros de ningún tipo, defiende a las clases medias. Hoy
caminamos hacia un orden proletario. Es posible que nuestros intereses se resientan algo pero
tenemos el deber de ser útiles aún en el proceso de transformación social. No queremos dar
privilegios exclusivos a las clases medias. Queremos crear un derecho democrático-individual sin
coacciones sociales o económicas.
2.La masacre de los trabajadores en España
La masacre de los trabajadores en España¬
¿Cuántos habrán muerto? Imposible conocer una cifra incluso aproximada del número de víctimas
caídas en una orgía de sangre, digna ceremonia de la apertura de las Cortes de la “República de los
Trabajadores de España”. La Derecha agraria y monárquica, la Derecha Republicana, la Izquierda
Radical, el partido socialista y la Izquierda Catalana, en un frente único admirable, manifiestan su
satisfacción por esta victoria del Orden. De Maciá –el “libertador de Cataluña- a Maura, de Lerroux
a Prieto, todos rinden el adecuado homenaje a la “sensatez de los obreros españoles” por haber
abandonado a los “malos pastores” que este caso resultarían ser los anarquistas de la Federación
Anarquista Ibérica. No se trataría, por supuesto, de un movimiento obrero ahogado a base de
ametralladoras y cañones, sino sencillamente - ¡y qué sencillamente!- de una especie de depuración
realizada por la burguesía en interés de los trabajadores. Una vez la úlcera extirpada, la sensatez, la
prudencia innata, volverían y los trabajadores se apresurarían a dar las gracias a sus verdugos por
haberlos liberado de los anarquistas.
Habría que establecer lo antes posible el balance de las víctimas que constan en el activo de la
República de los Azaña, Largo Caballero y demás, así como de estas nuevas Cortes, con lo que se
llegaría a establecer la verdadera significación de esta República y de la pretendida revolución
democrática de 1931 mucho mejor que a través de cualquier controversia teórica. Este balance no es
mejor que el de la monarquía y acabará demostrando al proletariado que no hay ninguna forma de
organización burguesa que pueda defender. Que tampoco hay para él un “mal menor” y que hasta
que no haya llegado la hora de presentar la batalla insurreccional no puede defender nada más que
las posiciones de clase que ha conquistado y que no ha de confundir con las formas de organización
y gobierno del enemigo, aunque sean las más democráticas. Los trabajadores españoles, así como el
proletariado, tanto de los países del “paraíso democrático” como los del fascismo, acaban de
realizar una vez más esta experiencia.
“Movimiento anarquista”. Así han calificado este levantamiento que han ahogado en sangre. Y,
cómo no, las formaciones de la izquierda burguesa, los socialistas y el liberal Maciá dirán que entre
los “agitadores” anarquistas estaban mezclados los inevitables “provocadores” de la monarquía. De
este modo su conciencia republicana recobrará serenidad y su alma seguirá sin mancha. Pero el
proletariado sabe reconocer a los suyos y sabe muy bien que no son “provocadores” los que la
Guardia Civil ha abatido sino los más valerosos de sus hijos que se habían levantado contra la
opresión del capitalismo republicano.
Estos movimientos sociales de tal amplitud no dependen, y no pueden depender, de un plan
establecido de antemano. La concepción propia del enemigo considera la lucha de masas contra la
opresión como el producto de un partido que se dedica a tramar complots. La revuelta proletaria
encuentra su causa real, no desde luego en no se sabe qué maquinación anarquista, sino en la
situación general de la clase obrera. Tampoco tiene nada que ver con las elecciones a Cortes. Estas,
en todo caso, han podido aportar una ocasión fortuita pero no son su elemento determinante de la
revuelta obrera de estos últimos días.
La falta de un partido revolucionario del proletariado, eso es lo que ha salvado a los defensores
del capitalismo español. La construcción de este partido se hace al precio de innumerables víctimas
proletarias. Las condiciones de su formación y de su desarrollo como guía de la clase obrera pueden
surgir de las experiencias de lucha sangrienta del proletariado contra el capitalismo.
Las víctimas obreras caídas en la lucha en España no pertenecen a ninguna escuela particular. Ellas
no pueden ser materia de una especulación favorable o contraria a los anarquistas. El proletariado
de todos los países honrará los muertos de España, ayudando al proletariado ibérico a forjarse el
instrumento indispensable para su victoria, su partido de clase, para el desencadenamiento de la
insurrección proletaria.
BILAN nº 2 diciembre 1933
¬ Este artículo se publicó como respuesta a la terrible masacre de obreros agrícolas en Casas Viejas
(Cádiz) perpetrada bajo la responsabilidad directa de Azaña que telegrafió a los guardias “disparad a
la barriga”.
3.Cuando falta el partido de clase
Después de la guerra, la socialdemocracia, favorecida por el auge económico que se manifestó en
todos los países, incluso en España que permaneció neutral, no dejó de apoyar abiertamente la
dictadura de Primo de Rivera (para terminar colaborando con ella más tarde[1]). Al caer éste último
en desgracia, como era el único grupo organizado a nivel nacional (las familias republicanas de
vieja o de nueva estirpe sólo existían localmente), la socialdemocracia ganó una influencia superior
a su potencia real: 114 diputados en las elecciones constituyentes. Estas circunstancias le
permitieron presentarse como el agente central necesario para salvaguardar el orden capitalista en
los momentos peligrosos y consolidar ulteriormente el orden a partir del cual se podía lanzar la
contraofensiva contra el proletariado.
Durante la dictadura de Primo de Rivera que se instaló en 1.923, y bajo el gobierno de transición de
Berenguer que le sucedió en enero de 1.930 se llevó a cabo una división de los partidos históricos
de la burguesía, instaurándose así la era de los partidos de las clases medias: había varias
agrupaciones republicanas cuyas fronteras eran bastante difusas, todas ellas bastante próximas al
partido radical de Lerroux y al partido radical socialista creado por la izquierda del partido radical.
Lo que caracteriza a este período es, entre otras cosas, el pacto de San Sebastián firmado en agosto
de 1.930 por los partidos catalanes y los partidos antimonárquicos (socialistas, radical-socialistas,
radicales, derecha republicana) que debía resolver el peliagudo problema de la autonomía de
Cataluña y las provincias vascongadas y la tentativa prematura que se realizó en 1.930 con el
levantamiento de la guarnición de Jaca y la proclamación de la República en Madrid.
El capitalismo posee una notable flexibilidad que le permite adaptarse a las situaciones más
difíciles; los burgueses españoles, monárquicos en un principio, comprendieron bien pronto que por
el momento era más útil abandonar el poder en las “manos amigas” de los socialistas y de los
republicanos que correr el riego de enfrentarse con una resistencia que podría poner en peligro sus
intereses de clase. Por otra parte todas las divergencias políticas que se habían manifestado en las
formaciones republicanas se esfumaron con vistas a la consolidación del poder. Así pues, de la
noche a la mañana, de monárquica se convirtió en republicana, y cuando las elecciones municipales
del 12 de abril de 1.931 dieron la mayoría a los partidos de oposición que en su mayoría eran
antimonárquicos –de 50 capitales de provincia ganaron en 46- se operó un cambio pacífico en la
decoración política y tuvo lugar la abdicación de Alfonso XIII. En su lugar se formó un gobierno
provisional constituido por los republicanos y socialistas signatarios del manifiesto de diciembre de
1.930.
En el primer gobierno de transición los socialistas ocuparon las carteras de trabajo, justicia y
hacienda, las dos últimas después de un intercambio con las de instrucción y obras públicas.
En treinta meses de coalición gubernamental, los socialistas avalaron y encubrieron todos los
crímenes y felonías de la burguesía “liberal”, la represión de los movimientos obreros y
campesinos, como las matanzas de Arnedo y Casas Viejas, la ley de Defensa de la República, la de
Orden Público, la ley reaccionaria sobre las asociaciones, la mistificación de la ley agraria.
La función histórica de la socialdemocracia consistió sobre todo en mantener las ilusiones
democráticas entre los obreros, impedir su radicalización y ahogar su ímpetu revolucionario.
Cuando la burguesía se sintió lo bastante fuerte como para arreglárselas sin la socialdemocracia los
envió a paseo y los socialistas que habían reforzado su demagogia verbal en proporción a su pérdida
de influencia en el seno del gobierno, parieron una izquierda que se esforzó por mantener la bandera
de la traición entre los proletarios. Largo Caballero, ministro cuando la matanza de Casas Viejas
amenazó a la burguesía con la dictadura proletaria y un régimen soviético.
Verdaderamente es una “ley de bronce” la que impulsa a la socialdemocracia a movilizar al
proletariado con eslóganes democráticos para pasar a continuación a la oposición izquierdista y
preparar por fin la traición futura mientras los partidos de la clase media se integran en la reacción
y pasan al ataque. Entonces los acontecimientos sobrevienen con una velocidad y una lógica
implacables.
Así, en España, al gobierno de coalición sucede un gobierno radical de transición para proceder a
nuevas elecciones. Este último delegó el poder en un gobierno radical orientado hacia la derecha y
dirigido personalmente por Lerroux después de la derrota de los socialistas en las elecciones de
noviembre de 1.933. Pero la burguesía no se sentía todavía en estado de pasar a una ofensiva
violenta y Lerroux es relevado por Samper. Entonces ya se podía decir que los partidarios abiertos
de la reacción tenían la sartén por el mango.
A partir de entonces los hechos son de sobra conocidos: en respuesta a la reconstitución del
gobierno Lerroux en el que las carteras más importantes quedaban en manos de los populistas
católicos (es decir, el partido más reaccionario de la Península Ibérica), los socialistas proclamaron
la huelga general para el 5 de octubre. Se trataba de una huelga “legal” destinada a provocar la
caída de Lerroux para ser sustituido por la antigua coalición republicano-socialista.
Como en 1.922 en Italia, donde la huelga decidida por la Alianza del Trabajo debía eliminar el
peligro fascista de Mussolini para ser sustituido por un “gobierno mejor”, el de Turati-Modigliani,
en España la socialdemocracia luchó contra el “peligro fascista” para reconstituir un gobierno de
coalición republicano-socialista. Pero esta segunda fase, a la que hay que vincular la comedia de la
proclamación del estado catalán, duró poco y estuvo determinada por la lucha del proletariado al
que las desviaciones separatistas no habían alcanzado, esta lucha se desarrolló sobre todo en la
cuenca minera de Asturias, donde se realizó la verdadera unidad obrera en torno a la lucha armada
para conquistar el poder.
El gobierno acabó concentrando un verdadero ejército de 30.000 hombres con medios de
destrucción ultramodernos contra las “Asturias rojas”: aviación de bombardeo, tanques de asalto,
etc.; para controlar la rebelión fueron empleadas las tropas más seguras: la legión, esa basura de la
sociedad y los tiradores marroquíes. Se sabe hoy que estas precauciones no eran inútiles: en
Alicante los marineros asaltaron el arsenal; en Oviedo 900 soldados, a pesar de estar sitiados, se
negaron a disparar contra los obreros que iban a asaltar el cuartel.
Por otra parte algunas guarniciones de la provincia de León, donde hubo encarnizados combates,
tuvieron que ser transportadas urgentemente a otras regiones más tranquilas. Pero al fin, aislados,
viendo que en España nadie se movía los héroes asturianos terminaron aplastados, que no vencidos,
ya que todavía hoy quedan grupos de rebeldes en las montañas que continúan la lucha.
El Partido Comunista Español fue concebido por Borodin de vuelta de uno de sus viajes a China y
fue conducido en su primera época por Graziadei, un oportunista italiano. Surgió de las Juventudes
Socialistas y de una pretendida “ala izquierda del socialismo”. Estos “izquierdistas”, una vez
cumplieron su misión de sabotear el impulso revolucionario de las masas, volvieron a sus orígenes.
Así, uno de los primeros jefes comunistas (García Cortés) acabó en las filas liberales y Pérez Solís
se hizo clerical.
El partido español –el peor de la IIIª Internacional, en palabras de Manuilsky[2]- ha tenido en
España una posición absurda y completamente opuesta las realidades inmediatas de la situación.
Durante la dictadura de Primo de Rivera proclamó que la única salida sería inevitablemente la
revolución social y que todo paréntesis democrático debía ser descartado a priori. Tras el 14 de
abril, el partido con 400 miembros en toda España lanzó la consigna de “toma del poder” y
“gobierno obrero y campesino”. En lugar de trabajar dentro de la CNT y de la UGT, practicó la
escisión sindical creando un “Comité de Reconstrucción” que posteriormente se transformó en una
fantasmal CGTU que lo aisló completamente de la masa obrera.
El partido, al seguir las deformaciones y traiciones de la línea centrista[3] abdicó de todo papel de
guía de la clase obrera a favor de comités, diferentes en el nombre pero idénticos en su impotencia.
La liquidación del equipo Bullejos-Trilla ha significado la imposición de una nueva dirección
igualmente nociva y aún más sumisa a las órdenes de Moscú.
El papel nefasto jugado por el centrismo en España ha permitido subsistir a la coalición socialista y
le ha dado carta blanca para preparar los crímenes del mañana. Además, los nuevos virajes de
centristas y trotskistas dan a los socialistas una nueva virginidad en las próximas situaciones.
Amplias capas obreras siguen bajo la influencia negativa del anarcosindicalismo. Por otra parte, los
hechos han probado que la CGTU representa como mucho una sinecura para algunos bonzos en las
Alianzas Obreras se realizó en el último momento como consecuencia de la negativa de los
socialista a formar un Frente Unico político. Esto no impide a Correspondencia Internacional[4]
escribir que “la CGTU(de la cual por prudencia no son dan las cifras de afiliación) goza de una
influencia que supera de lejos el ritmo de crecimiento de su organización”. ¡La revolución en
España fue naturalmente dirigida por los centristas!.
Si enfrentamos la actitud del anarcosindicalismo durante los acontecimientos de España no es desde
luego por sectarismo ni para provocar una polémica estéril. Pero nos encontramos con un país- sí se
exceptúa los de América Latina- donde la influencia de la ideología anarquista sobre las masas
obreras se plantea de manera aguda cuando, incluso en Rusia, ese problema fue muy restringido.
Este problema debe ser examinado porque a la luz de los hechos el anarcosindicalismo se está
revelando como una fuerza negativa para los intereses de la clase obrera. Una fuerza que se niega a
tener en cuenta un siglo de experiencia de clase y la significación de Octubre 1917.
En 1873 los bakuninistas españoles – para no citar más que un ejemplo- impidieron la eclosión de
un movimiento de masas en Barcelona a la vez que promovían golpes de mano en Alcoy o Sanlúcar
y terminaron, ellos que se dicen enemigos de todo poder, entrando dentro de mayorías pequeño
burguesas en las Juntas, órganos de gobierno de las ciudades sublevadas contra el poder central en
el movimiento llamado “cantonalista”.
En 1931, sus herederos directos, los dirigentes de la CNT, colaboraron con los Comités
Republicanos y proclamaron que la República, aunque fuera burguesa, era un progreso respecto a la
monarquía, como si los poderes de un presidente Roosevelt no fueran mucho mayores que los de un
rey constitucional, por ejemplo, el de Inglaterra.
Pero estos pecados del primer periodo de la República han sido puestos en la cuenta de un chivo
expiatorio: Pestaña y su entorno, antiguo dirigente de la CNT.
La CNT, en el pasado la más potente de las organizaciones obreras de España (notemos sin embargo
que el más de millón de adherentes que presume tener es difícil de verificar y se refiere al periodo
de la inmediata posguerra y no a la reconstitución que ha seguido tras su disolución voluntaria bajo
la dictadura de Primo de Rivera) ha sido y sigue siendo muy heterogénea en su composición.
Organiza a los obreros de todas las tendencias y en su mayoría indiferentes sino pasivos. El
anarcosindicalismo debe su éxito en gran medida al aspecto negativo de su organización:
descentralización a ultranza y muy bajas cotizaciones. Todo esto añadido al carácter primitivo e
impulsivo de los países meridionales explica su éxito en la Península Ibérica y en América Latina.
El anarcosindicalismo de la CNT ha desembocado en un sindicalismo reformista de una CGT
francesa, con Pestaña ejerciendo de Jouhaux ibérico. Pero esta caracterización no debe perdernos en
sutiles distinciones entre anarquistas puros, anarcosindicalistas etc., pues ello podría servir de
cobertura a su responsabilidad.
Consideremos ahora la acción de la Federación Anarquista Ibérica (FAI) que controla hoy la CNT.
Tras la caída de Azaña en 1933, la FAI reclamó una amnistía general que incluía también a los
generales responsables de los pronunciamientos militares, amigos del general Sanjurjo y
desautorizó a los obreros cenetistas de Sevilla que habían hecho fracasar las tentativas golpistas de
este último. En octubre de 1934 tomó la misma posición frente a la insurrección obrera de Asturias
so pretexto que se trataba de un enfrentamiento entre marxistas y fascistas diciendo que eso no
interesaba al proletariado, el cual debería esperar para intervenir cuando unos y otros se hubieran
liquidado entre ellos.
Su abstención, su actitud pasiva cuando las elecciones no hizo sino facilitar la victoria electoral de
las derechas. Señalamos lo de actitud pasiva para evitar especulaciones fáciles sobre el valor a
atribuir a la fuerza electoral del sufragio universal.
Para ser exactos los anarquistas declararon que su abstención no debía ser pasiva sino concretarse
en una acción ¡para ganar un 50% de electores para la abstención!. “Ello significaría nuestra
victoria y con ella en la mano haríamos la revolución” (palabras de un líder anarquista en un mitin
en la plaza de toros Monumental de Barcelona, 5-8-1933). ¿Qué diferencia hay entre el 50% más
uno de electores abstencionistas como garantía de la revolución y la propuesta de los socialistas de
conseguir un 50% más uno de los electores para instaurar el socialismo?.
Pero volvamos a la conducta de los anarquistas cuando los sucesos de Asturias 1934. En Andalucía,
Extremadura, Valencia, Aragón y Cataluña (las regiones donde la CNT concentra el grueso de sus
fuerzas) solo tuvieron lugar escaramuzas sin importancia. En Barcelona hubo sin embargo
conflictos violentos pero insuficientes para “permitir a la ciudad rebelde cumplir con su deber”. Lo
que pasó en Barcelona es rico en enseñanzas. Cataluña entera estaba en huelga y en algunas
ciudades se había proclamado la república; en otras la Alianza Obrera había proclamado la
República Obrera e incluso hubo lugares donde los anarcosindicalistas proclamaron la Comuna
Libertaria cuando Companys, jefe del gobierno de la Generalitat catalana, el 6 de octubre por la
noche creó la “República Catalana Independiente dentro de una España Federal”. El ejército de la
Generalitat no disponía de artillería pero contaba con bombas de mano y ametralladoras en
cantidad. Sin embargo Companys había contado con un general catalán, o al menos pro-catalanista,
que estaba al mando de la guarnición y con los soldados que en su mayoría eran catalanes. Pero ante
su rechazo creyó que no podía resistir. Dos horas después de la proclamación de independencia
Companys capitulaba ante una compañía de soldados tras escuchar el primer cañonazo contra el
edificio de la Generalitat.
El Estado de Sitio se abatía especialmente sobre los obreros. Ante esto la CNT no hizo más que
reconocer pasivamente lo que hacían en los pueblos sus militantes de base. Estos habían
proclamado la huelga general contra la cual la CNT se había pronunciado. Más aún: el 8 de octubre
cuando militantes cenetistas aislados y sindicalistas disidentes proseguían la lucha, la CNT lanzó la
consigna de acabar con una huelga general ¡que no había proclamado!.
Es verdad que la CNT no podía alinearse con los verdugos de ayer, hoy y mañana, en cuyas filas
estaba Companys. Pero también es verdad que en una situación de huelga generalizada en toda
España y con los obreros de Asturias lanzados a la insurrección, la CNT declinó toda acción contra
todas las fracciones de la burguesía.
Esta pasividad de la CNT facilitó el que la burguesía tras aplastar la sublevación obrera de Asturias
pasara abiertamente a la provocación con sus ejecuciones “legales” de dos combatientes mineros:
José Laredo Corrales en Gijón y Josué Guerra en León, perpetradas el 7 de noviembre.
La CNT que no había movido un dedo ante los miles de ejecutados “extralegales” en Asturias y en
otros lugares, armó el gran escándalo frente a estas 2 ejecuciones y posteriormente ante 23 nuevas
penas de los tribunales militares contra militantes revolucionarios. Lanzó un llamamiento a la
huelga general. Mientras los obreros estaban luchando en Asturias, la CNT no llamó a la huelga
general en un momento en que en toda España había condiciones y al hacerlo hubiera al menos
atenuado el aplastamiento de los mineros. Sin embargo, después, cuando los obreros habían sido
masacrados y las fuerzas flaqueaban, la CNT proclamó la huelga general que se saldó con un
lamentable fracaso.
La Unión Anarquista Francesa ha intentado en un manifiesto defender a los libertarios españoles
contra la acusación de haber desertado la batalla y favorecido así la victoria del gobierno Lerroux.
Según ellos “los anarquistas españoles no podía unirse a un movimiento de carácter político que
tenía como fin la caída del gobierno ... Sin embargo, los libertarios, sindicalistas o anarquistas,
han cumplido como siempre valientemente con su deber”.
En realidad, la FAI y en consecuencia la CNT, han estado contra la huelga general y cuando sus
militantes han participado por su propia iniciativa ha llamado a la detención de la huelga en
Barcelona y no ha hecho nada para ampliar el movimiento en aquellas regiones donde era la fuerza
preponderante. Tal es la pura verdad.
Gatto Mammone BILAN nº 14 diciembre 1934.
[1] Largo Caballero que en los años 30 se proclamó el “Lenin español” fue nombrado consejero de
Estado del dictador en 1925.
[2] Uno de los dirigentes de la IC en el periodo de los años 30 cuando había sido transformada en
una mera agencia del Estado ruso.
[3] Nombre dado por BILAN al estalinismo.
[4] Órgano de la IC en aquella época.
4.El aplastamiento del proletariado español
Existen dos criterios que permiten comprender los acontecimientos. Son dos plataformas opuestas
en torno a las cuales se concentra la clase obrera. Así y sólo así es como podremos analizar las
últimas hecatombes en las que miles de proletarios, de la Península Ibérica, han sucumbido
fusilados, ametrallados y bombardeados por la “República de los trabajadores españoles”.
Una de dos: o la República y las libertades democráticas no son mas que una mistificación que
utiliza el enemigo, cuando no puede emplear la violencia y el terror, para aplastar al proletariado; o
la República y las libertades democráticas representan un mal menor, incluso una condición
favorable para la marcha victoriosa del proletariado, en cuyo caso éste debería apoyarlas a fin de
favorecer su ataque ulterior para liberarse de las cadenas del capitalismo.
La terrible matanza de estos últimos días en España debería eliminar de los espíritus la artimaña
mental de la “dosificación”; según la cual, la República sería realmente una conquista obrera que
habría que defender, claro que, bajo “ciertas condiciones” y sobre todo “con tal que” no sea lo que
es. Defender “a condición” de que se convirtiera en lo que no puede convertirse; y en fin “si”, en
lugar de tener la significación y los objetivos que tiene, estuviera dispuesta a convertirse en el
órgano de dominio de la clase de los trabajadores. Este tipo de reflexión resulta igualmente muy
difícil de digerir en lo que se refiere a las situaciones que precedieron a la actual situación cuando el
capitalismo nos dio la prueba de su fuerza contra el proletariado. En efecto, desde su fundación en
abril de 1931 y hasta diciembre del mismo año ni la “marcha hacia la izquierda” de la República
española, ni la formación del gobierno Azaña - Largo Caballero – Lerroux, ni la amputación en
diciembre del treinta y uno del ala derecha representada por éste último indican en absoluto que
existiera un avance en las posiciones de clase del proletariado o que se hubieran formado
organismos capaces de dirigir la lucha revolucionaria. Y no se trata aquí, ni mucho menos, de
considerar lo que el Gobierno republicano hubiera podido hacer por la .... “revolución comunista”;
sino de indagar si es cierto o no que esta conversión del capitalismo a la izquierda o a la extrema
izquierda, que ese común acuerdo que aglutinaba desde los socialistas hasta los sindicalistas, para la
defensa de la República, condicionaron el desarrollo de las conquistas obreras y de la marcha
revolucionaria del proletariado; o por el contrario, si esta conversión a la izquierda no venía dictada
por la necesidad en que se encontraba el capitalismo de camelar a los obreros, inflamados estos por
un profundo ímpetu revolucionario, para que abandonasen su lucha. El rumbo que tomó la
burguesía en 1934 hubiera sido, en 1931, demasiado arriesgado. En aquel momento los obreros
habrían podido vencer al capitalismo, debido a las dificultades que éste tenía para reclutar un
ejército de represión.
Por otra parte el separatismo vasco y catalán (considerados como una brecha abierta en el aparato
de dominación del enemigo, brecha que había que ensanchar hasta sus últimas consecuencias, para
impulsar así la revolución proletaria) habían hecho una buena demostración de su fuerza erigiendo,
el segundo, una República catalana.... que duró pocas horas y que fue más tarde aplastada por el
mismo general Batet a quien con anterioridad Companys había llamado a defender la independencia
de Cataluña. En Asturias las fuerzas armadas, la policía y la aviación fueron lanzadas contra los
mineros y los obreros, privados de guía en su lucha heroica. El separatismo vasco, que no había
hecho mas que anunciar la tormenta que se preparaba en sus protestas de los últimos meses, dejó
que aplastaran las luchas de Asturias. Y , por si fuera poco, también los batallones del terror
gubernamentales fueron dirigidos por un separatista que volverá a prestar, sin dudarlo, un nuevo
juramento de fidelidad a la República y a las autonomías regionales.
Entre 1930 y 1934 una coherencia de hierro establece la lógica de los acontecimientos. En 1930 el
general Berenguer es llamado por el rey Alfonso XIII que espera poder repetir la maniobra de 1923,
cuando logró contener las consecuencias de los desastres marroquíes dentro del marco de la
legalidad monárquica. En 1923 Primo de Rivera releva a Berenguer, considerado responsable del
desate de Marruecos, y esta modificación del Gobierno permitió desviar el ataque de las masas que
evidentemente acabarían pagando los platos rotos de la operación gubernamental que concluyó en
siete años de dictadura clerical – agraria. Pero en 1930 la situación económica se hallaba muy
alterada por la aparición de la crisis y el recurso de echar mano a una simple maniobra
gubernamental, ya no bastaba. En Febrero de 1931 las condiciones eran ya favorables a un
movimiento proletario y los ferroviarios amenazaban con la huelga. Es entonces cuando, con un
sonado golpe de efecto, se ofrecen a las masas las cabezas de Berenguer y del rey. Tras la
intervención del monárquico Guerra y de acuerdo con el republicano Alcalá Zamora se organiza la
huida del rey antes de que los obreros saliesen de las fábricas. El movimiento de expansión hacia la
izquierda continúa hasta finales de 1931, dificultando así a las masas la tarea de forjar el organismo
de la victoria: su partido de clase. Como no se podían suprimir los conflictos de clase al capitalismo
le quedaba el recurso de encaminarlos hacia un callejón sin salida. Y para eso sirve la República. A
principios de 1932 el gobierno de izquierda hace un primer intento y se lanza a un violento ataque
contra la huelga general proclamada por los sindicatos. En aquel momento el capitalismo se
aglutinaba en torno a su ala izquierda y el reaccionario Maura hará que las Cortes republicanas
plebisciten el gobierno Azaña – Largo Caballero.
El ímpetu de las masas, después de haberse descarriado por los caminos de la República y la
Democracia, fue quebrado por la violencia reaccionaria del Gobierno radical – socialista. De todo
esto resultó una traslación de la burguesía al sentido opuesto, es decir, hacia el ala derecha: en
Agosto de 1932 tendremos la primera escaramuza del general Sanjurjo intentando concentrar todas
las fuerzas de derechas. Unos meses más tarde, en diciembre de 1933, llevan a cabo la matanza de
los obreros con motivo de la nueva huelga decidida por los sindicatos. Las elecciones proporcionan
la ocasión de desplazar hacia la derecha la República española. Por consiguiente, octubre de 1934
indica el principio de la batalla frontal destinada a aniquilar todas las fuerzas y organizaciones del
proletariado español. Como triste y cruel epílogo de las andadas sindicalistas veremos que la CNT
decide abstenerse ante tales crímenes pues considera que no debía mezclarse en movimientos
políticos.
Izquierda – Derecha, República – Monarquía, apoyo a la izquierda en contra de la derecha y la
Monarquía ; he aquí los dilemas y las posiciones que han defendido los diversos movimientos que
actuaban en el interior de la clase obrera. El verdadero dilema estaba en la oposición Capitalismo o
Proletariado; Dictadura de la burguesía para aplastar al proletariado o Dictadura del proletariado
para erigir un baluarte de la revolución mundial y suprimir el Estado y las clases.
Aunque económicamente hubiera podido sacar partido de las ventajas obtenidas por su posición
mundial en la Primera Guerra Mundial, la estructura del capitalismo español ofrecía una resistencia
muy débil a los reveses de la crisis económica. Es un sector industrial demasiado limitado frente a
una economía agraria demasiado extendida y dominada por fuerzas y formas de producción no
industrializadas. Estos fundamentos explican por qué las regiones industriales se convierten en el
teatro de movimientos separatistas que no desembocan en nada y que deben adquirir una
significación reaccionaria por el hecho de que la clase que detenta el poder es el capitalismo que
extiende por todo el territorio el dominio de los organismos bancarios en los que se concentran – en
torno a los grandes magnates - los productos de la plusvalía de los proletarios y del sobre-trabajo de
los campesinos. Tal base económica permite entrever que la perspectiva abierta ante la clase obrera
española, (colocada frente a unas condiciones similares a las que sufrieron los obreros rusos, es
decir, frente a una clase que no puede establecer su dominio si no es a sangre y fuego); que la única
salida es el triunfo de la insurrección.
La tragedia española, como la austriaca, se desarrollará en medio de la indiferencia del proletariado
mundial, inmovilizado por la acción contrarrevolucionaria de los centristas y los socialistas. Una
simple oferta por parte de la IC a la que se negará la Internacional Socialdemócrata poniendo el
pretexto de que ya había pasado el momento favorable. Como si después de la victoria de Hitler,
cuando el momento favorable había pasado también, la Internacional Socialdemócrata no hubiera
dirigido proposiciones de acción común a la IC. Pero la podredumbre y la corrupción de los
organismos que todavía se atreven a llamarse obreros son tan grandes que los cementerios están
llenos de proletarios. Hasta el día en que los obreros logren eliminar, a la vez que a la clase que los
oprime, a todas las fuerzas que los traicionan. La muerte de miles de obreros españoles no será
vana, pues de la sangre con que se ha manchado la República española florecerá la lucha por la
revolución comunista, suprimiendo todos los engaños y escaramuzas que el enemigo no dejará de
oponer a la marcha liberadora de la clase obrera.
BILAN nº 12 noviembre 1934
5.Llamamiento a la solidaridad obrera
internacional
Cabe señalar que para salvar a los obreros que iban a ser fusilados uno por uno por la República no
se oyeron las voces de ningún Gobierno “democrático”, ni partido de izquierda, ni de asociaciones
“pro-derechos humanos”, ni del Papa. Bien es cierto, que a los compañeros de BILAN no se les
pasó ni un momento por la cabeza apelar a los sentimientos “humanitarios” de dichos personajes.
Han dejado de oírse los cañonazos en España. Miles de proletarios han sido pasados por las armas
despiadadamente: este es el balance que la burguesía puede exhibir orgullosa al lado de las
matanzas de Febrero en Austria o de las decapitaciones en Alemania.
El proletariado mundial yace descuartizado y su sangre generosa es mancillada por las botas de los
tiranos de la burguesía que vienen a imponer su orden a cañonazos. De Este a Oeste reina el terror
bestial de las clases dominantes que hacen rodar cabezas por el suelo, que mandan obreros l
paredón a fin de estrangular la lucha revolucionaria. Nuestro homenaje se dirige en primer lugar a
los luchadores asturianos. Han combatido hasta la muerte, han sacrificado mujeres y niños por su
clase, por la revolución, pero sin guía, han sucumbido.
Qué bien comprenderán los mineros de Oviedo lo que significa construir pacíficamente el
socialismo en Rusia, ellos que han sido destrozados por las bombas y descuartizados por las
bayonetas de los legionarios moros. EL 17º aniversario de la URSS será para estos obreros un “de
profundis”; pues al llorar a sus muertos el proletariado español se dará cuenta también que sólo
puede contar con su lucha, la del proletariado mundial, del que Rusia se ha separado ya.
Después de la orgía de sangre en Asturias la burguesía ha querido que sus tribunales militares
mandaran asesinar a los obreros insurrectos para simbolizar el destino que espera a los que se
atrevan a tomar las armas de nuevo para emanciparse.
El 7 de Noviembre han sido fusilados José Laredo Corrales y Guerra Pardo para que cunda el
ejemplo, uno en Gijón y otro en León. Otros seguirán sí la solidaridad internacional no se
manifiesta vigorosamente.
BILAN 13 Diciembre de 1.934
6.Al frente imperialista hay que oponer el
frente de clase
La simple afirmación general de que actualmente, en España, se desarrolla una batalla sangrienta
entre la burguesía y el proletariado, lejos de permitir establecer las posiciones y las fuerzas políticas
que pueden permitir la defensa y la victoria del proletariado, puede conducir al peor desastre y a la
masacre de los trabajadores. Para llegar a conclusiones positivas hay que determinar primero si las
masas han ocupado su terreno específico de clase, si tienen posibilidades de evolucionar, de hacer
salir de su seno las fuerzas capaces de enfrentar el ataque enemigo.
Varias alternativas ocupan, en este momento, la escena política. Comencemos por la representada
por el Frente Popular y a la cual los centristas han dado una consagración “teórica”. Se trataría de
una lucha a muerte de los “facciosos, los rebeldes, los fascistas” contra el “gobierno legal,
defendiendo el pan y la libertad”; el deber del proletariado sería, por consiguiente, defender el
gobierno que sería en definitiva el de la burguesía progresista en lucha contra las fuerzas del
feudalismo. Los obreros al permitir la victoria contra los representantes del régimen feudal podrido,
pasarían después a la fase superior de la lucha por el socialismo. En nuestro número anterior
pusimos en evidencia que en España está claro que es la burguesía quien detenta el poder y el único
protagonista de la transformación del mecanismo económico y político es el proletariado.
El Frente Popular en España, como de otra parte en otros países, se revela ser, como demuestran los
hechos actuales, no una fuerza de la que los obreros puedan servirse, sino un arma poderosa del
enemigo que tiene por función su aplastamiento. Es suficiente reflexionar sobre el hecho de que está
claro que bajo su gobierno se ha podido organizar metódicamente toda la acción de la derecha,
donde las ayudas no consistían solamente en la conspiración (este aspecto muy teatral es el menos
importante), que han tenido facilidad para preparar; que, en el aspecto social, la acción del gobierno
del Frente Popular había determinado la desmoralización de las masas campesinas, la hostilidad
profunda de los obreros se encamina de muevo hacia la eclosión de grandes huelgas del tipo de las
de 1.931-32 y que fueron aplastadas por el terror dirigido justamente por el gobierno de izquierda
compuesto de un equipo análogo al del Frente Popular de hoy.
Al mismo tiempo del comienzo de los hechos actuales, la orientación bien marcada del Frente
Popular ha sido la de llegar a un compromiso con la derecha, así lo testimonia la tentativa de
constitución del gobierno Barrios. También Azaña pudo asombrarse del hecho que Franco, hizo
todo sin el menor riesgo, sin que nadie le parara desde el primer día. Es un gran desconocimiento
que planea sobre la situación y el capitalismo ha decidido un primer ataque frontal contra la clase
obrera de España y del mundo entero sobre el frente de la guerra imperialista.
En Barcelona la fachada oscurece la realidad. Parece que la burguesía se retira provisionalmente de
la escena política, parece que la burguesía no está a la cabeza de ciertas empresas, se ha llegado a
considerar que el poder burgués no existe. Pero si éste último es verdaderamente inexistente habría
de surgir otro: el del proletariado. Y aquí la respuesta trágica de los hechos es cruel: todas las
formaciones políticas, hasta la más extremista, la CNT, proclaman abiertamente que ponerse detrás
de la máquina del estado capitalista a la cabeza de la cual está Companys sería útil para la clase
obrera. Nuestro aviso sobre esta cuestión es absolutamente claro: dos principios se oponen, dos
clases, dos realidades: una, la de la colaboración y la traición; la otra de la lucha. A la tensión
extrema de la situación corresponden también las fuerzas extremas de la colaboración. Si de cara a
una conflagración social del tipo de la de Barcelona los obreros son encaminados no a atacar la
máquina estatal capitalista, sino a su salvaguarda, entonces es la colaboración y no la lucha de
clases lo que triunfa. La vía para la eclosión de la lucha de clases no se encuentra de ningún modo
en el aumento sucesivo de las conquistas materiales, dejando intacto desde el principio el
instrumento de dominación del enemigo, sino en la vía opuesta que conoce el desarrollo de los
movimientos proletarios. La socialización de una empresa dejando intacto el aparato estatal es un
eslabón de la cadena que bloquea al proletariado detrás de su enemigo tanto en el frente interior
como sobre el frente imperialista del antagonismo fascismo-antifascismo, al igual que el desarrollo
de una huelga por la misma reivindicación de clase dentro de una industria socializada es un
anuncio que puede conducir a la defensa y a la victoria del proletariado español e internacional.
Es también imposible de hacer una mezcla entre el proletariado y la burguesía como lo es entre los
frentes territoriales actuales, los ejércitos de la unión sagrada y las fronteras de clase, los ejércitos
de clase. Las diferencias se desarrollan sobre las cuestiones fundamentales y no sobre las de detalle.
Existe actualmente una oposición aparente entre el detalle y lo esencial, entre la composición, el
ardor, el sacrificio, el heroísmo de los proletarios encadenados por el Frente Popular y la fuerza
política, histórica que representa éste último. Como Lenin en abril de 1.917, nosotros debemos
trabajar sobre el nudo central del problema y es que solo la diferenciación política “real” puede
operar. Al ataque capitalista sólo se puede responder sobre una base proletaria. Dejando de lado este
problema central se pasa deliberadamente al otro lado de la barricada y las pretendidas realizaciones
sociales no son, en definitiva, más que una atadura de los obreros a la burguesía.
Nuestra concepción sobre la guerra, como estado de una manifestación de la lucha de clases, parece
encontrar una confirmación en los hechos actuales de España, que prueban que si las rivalidades
interimperialistas no estallan en una forma extrema a través de la guerra imperialista mundial, por el
contrario el antagonismo de clase se manifiesta en toda su amplitud y el capitalismo internacional,
Rusia y compañía, pueden pasar a la masacre del proletariado español exterminando en él al
proletariado internacional, ya que los obreros de los otros países son movilizados bajo las mismas
posiciones que permiten el exterminio de los trabajadores de España.
De la situación actual en la que el proletariado se ve atenazado entre dos fuerzas capitalistas, la
clase obrera no puede pasar a otra opuesta más que iniciando el camino que conduce a la
insurrección. No hay evolución posible en este sentido desde dentro de los ejércitos actuales que
combaten en Asturias, Cataluña o Madrid, lo que hace falta es una ruptura sin el menor equívoco.
La condición esencial para salvar a la clase obrera española reside en el establecimiento de las
fronteras de clase que se oponen a las fronteras territoriales actuales. En Cataluña sobre todo donde
las fuerzas proletarias son todavía potentes, las energías deben ser movilizadas sobre un plan de
clase. Hay que hacer fracasar el plan capitalista consistente en aplastar por el terror a las masas
campesinas y en codiciar, mediante la corrupción política, a las masas industriales para dirigirlas
hacia el mismo frente de la victoria del capitalismo español e internacional. No podemos admitir
ninguna Unión Sagrada en ningún escalón de la lucha, en ningún instante de la batalla. Este acto de
la guerra imperialista puede que no esté relacionado con la eclosión inmediata de la conflagración
mundial. En ese caso, las batallas actuales en España, salvo que haya una alteración total de la
situación, conducirán hacia la victoria de la Derecha, pues a esta última incumbe la función política
de aplastar por millares a los proletarios, instaurar el terror general, total, del mismo tipo que el que
ha conducido al exterminio del proletariado italiano o alemán. La izquierda, el Frente Popular, tiene
una función capitalista diferente consistente en hacer la cama a la reacción, una cama sangrienta
donde yacen millares de obreros españoles o de otros países.
La clase obrera no tiene más que su propia fortaleza de clase y no puede vencer desde el momento
en que es aprisionada en las fortalezas enemigas que son actualmente los frentes militares. Los
heroicos defensores de Irún estaban condenados desde el principio pues habían sido librados al
capitalismo por el Frente Popular que había conseguido extirparles su terreno de clase para hacerlos
presa de los ejércitos de Franco.
La lucha armada sobre el frente imperialista es la tumba del proletariado. Hay que oponerle la lucha
armada sobre el terreno social. A la competición por la conquista de ciudades y regiones hay que
oponer el ataque contra la máquina estatal y solamente de este ataque puede surgir la desagregación
de los regimientos de la derecha, solamente así el plan del capitalismo español e internacional puede
ser roto. De otra forma, con o sin aceptación del plan francés de neutralidad, con o sin aceptación
del Comité de Coordinación donde cohabitan centristas, demócratas y fascistas (todos los países
importantes participan en él), lo único que triunfará es la orgía capitalista y los mercaderes de
cañones de Francia, Inglaterra, Alemania, Italia o el Estado Soviético seguirán enviando armas a los
dos Estados Mayores, tanto el de Franco como el de Largo Caballero, para seguir masacrando
obreros y campesinos en España.
En todos los países hay que oponer a la consigna capitalista consistente en elegir entre la
neutralidad o la no neutralidad o escoger entre el envío de armas y municiones a Franco o a la
República, la de manifestaciones de clase y huelgas contra el transporte legal de armas de cualquier
imperialismo. Solo así se puede afirmar realmente la solidaridad con la causa del proletariado en
España.
BILAN número 34 agosto 1936
7.El matadero de los proletarios en España
La Señora Isabelle Blum, diputada socialista en el Parlamento belga, escribía en el diario “Le
Peuple” del 6 de Octubre, en un artículo consagrado a su reportaje sobre España cuando hablaba de
Toledo: «Volvimos al cuartel general. Era la hora de hacer el informe. El capitán al mando de la
columna estaba al teléfono; tras nosotros, el comandante de artillería, un oficial de carrera que
había servido tres años en Francia. Como yo no podía parar de hablar de su cañón “del 155”, me
dijo con filosofía: ´Puedo conseguir disciplina, camarada, enseñar a cuadrarse e instruir a mis
hombres. Pero lo que jamás podré hacer es alargar el cuello de mis cañones ` . Con un gesto suave,
pasó la mano por su frente. El también sabía que sus obuses no causaban un gran efecto.”
“ Al aparato, el capitán era breve y preciso. La jornada había sido dura, 50 heridos graves y 14
muertos. Las municiones disminuían. Sólo quedaban 53 granadas. Sentíamos como las ordenes
llegaban desde el otro lado del teléfono. Esa noche había que intentar un nuevo ataque...”
“ La respuesta seca: ¿Debemos intentar tocar la guitarra sin cuerdas? “
“ Sí “
“ Bien, lo haremos “
“ Esa noche, una vez más, se iba a intentar lo imposible y reemplazar a los hombres por
municiones ausentes...».
Para ilustrar adecuadamente a nuestros lectores, debemos decir que la Sra. Blum forma parte de la
“izquierda” del P.O.B (Partido Obrero Belga ¿???), tendencia que, una vez más, ha salvado la causa
del proletariado ruso y mundial poniéndose a la cabeza del movimiento que ha sofocado y
silenciado las protestas contra el veredicto dictado por Moscú. Para la señora Blum y compañía, ha
obrado bien al defenderse contra Zinoviev y Kamenev. De hecho, durante una reciente reunión de la
Federación de Bruselas, a iniciativa del Sr. Marteaux, se ha decidido enviar un telegrama a la Sra.
Blum y a Litvinof para que la cuestión de la neutralidad sea rápidamente reestudiada y que el
bloqueo contra la España republicana sea levantado. Estos dos recientes actos de la izquierda
“peobista” son, en última instancia, la expresión de una corriente bastante extendida que ha
envenenado a numerosos medios proletarios. Desde la derecha de Jouhaux, a la izquierda de
Ziromsky y la extrema izquierda de Thorez y Cachin, contando con el apoyo del Mayor Atlee, todos
los violines tocan la misma canción. En España el Gobierno no tiene armas; para conseguir la
victoria hay que levantar el bloqueo y ello, conforme a todas las recomendaciones de la civilización
que indica que un Gobierno legal no puede ser abandonado a su suerte ante el ataque de los
“rebeldes” que son, de hecho, abundantemente subvencionados y armados por los “fascistas”.
Los socialistas de izquierda y derecha están cumpliendo su misión, son plenamente coherentes con
su proceder en Agosto de 1.914 y, el hecho de que los centristas les sean plenamente solidarios no
debe sorprender a ningún proletario consciente que haya visto derrumbarse, con la victoria de los
fascistas en Alemania, en 1.933, a la Internacional Comunista, y que haya constatado, que
inmediatamente después, la Rusia soviética haya realizado su entrada triunfal en la Sociedad de
Naciones. En la reciente reunión de esta, se ha planteado el problema del terrorismo y hemos visto
frotarse las manos al Sr. Litvinof al señalar que por fin se ha aclarado la situación para poder
proceder a solicitar una demanda de extradición contra León Trotsky basándose en una convección
colectiva que ha sido rubricada por todos los Estados porque la “paz” solo consigue su verdadero
significado cuando es general e incluye a todos los países. Evidentemente, en este asunto, como
siempre, se trata de la “paz” de los explotadores contra los explotados. En cuanto a las naciones,
vemos como cada día compiten sin freno entre sí en una carrera de armamentos a la que no se le ve
fin.
Los fascistas atacan en España. Los traidores a la clase obrera ocupan, en todos los países, su lugar
reclamando a sus respectivos Gobiernos el envío de armas y municiones al “legítimo Gobierno de la
República”. Otra cosa, muy distinta, sería lanzar un llamamiento a la clase obrera de cada país con
objeto de que esta se movilizara en una lucha determinada contra sus respectivos capitalismos,
puesto que esa respuesta sería la de la lucha de clases, es decir, la única solidaridad que
verdaderamente se debería manifestar con los obreros españoles. Los traidores a nuestra clase, no
pueden siquiera concebir tal acción ya que conduciría, en efecto, al debilitamiento del capitalismo
en todos los países y, de rebote, limitaría las posibilidades de éxito del ataque fascista en España.
Verdaderamente esta orientación es únicamente defendida por los pequeños grupos de proletarios
que día a día van mermando ya que vemos como el partido de unificación marxista POUM, la CNT
y la FAI dicen rebelarse contra las mistificaciones del discurso de la Sra. Blum y compañía, no para
pedir a los obreros franceses que desarrollen la lucha de clases contra su propio imperialismo, sino
para pedir que apoyen la formación de un Gobierno del Frente Popular y, el levantamiento del
bloqueo para neutralizar la ayuda aportada por Hitler y Mussolini a los fascistas españoles.
El Sr. Cachin, retomando las críticas de Blum a Laval, dice que la oposición a la política de las
capitulaciones, ante los fascistas, en la situación española no significa en modo alguno la guerra, de
la misma forma que la oposición a la política de complacencia de Laval hacía Mussolini en la
cuestión etíope, no habría conducido al conflicto armado. Admitamos por un momento la hipótesis,
que fue la defendida por Blum cuando no estaba en el poder y que hoy retoma Cachin, de que la
política “fuerte” ante Mussolini y Hitler hubiera permitido a los Ejércitos republicanos defenderse
mejor contra las tropas de Franco, sin que por ello hubiera ocurrido una conflagración generalizada
posteriormente, pero, en realidad ¿qué habría cambiado?.
La Sra. Blum nos ha mostrado, más arriba, las condiciones en las que fueron abandonados a su
suerte los obreros en Toledo. La trágica farsa del Alcázar de Toledo llegaba a su conclusión. Los
cadetes veían llegar a los Ejércitos blancos. ¿No veían acaso los jefes del leal Ejército lo mismo?.
Evidentemente, sí. ¿Qué dice el Gobierno “antifascista” del Frente Popular?. ¿Desalojar, salvar
vidas proletarias, cuando es totalmente imposible defender la localidad?. ¡Ni mucho menos!, su
lema fue, recordémoslo, “...que los hombres hagan de municiones...”. Así las cosas, los generales
nada más llegar a la plaza han podido demostrar con creces su terrible crueldad sobre estas
“municiones humanas” y los obreros han sido masacrados por centenares.
La agencia Havas, en un comunicado fechado el 5 de Octubre comunicaba: «En el momento en que
estalló el movimiento, el gobernador civil de Jaén, que no estaba seguro de los guardias civiles,
llevó a 150 de ellos al seminario de Jaén, dejándoles todo el tiempo armados». El comunicado
añadía que, acto seguido, estos guardias se sublevaron y rechazados por los “gubernamentales” se
retiraron a un “fortín natural inexpugnable” donde recibían suministros por avión a la espera de la
llegada de los Ejércitos blancos que se encontraban en aquellos momentos a unos 50 kilómetros de
la ciudad.
Si reflexionamos sobre la patente oposición que existe entre la primera y la segunda fase de los
acontecimientos, podremos comprender en detalle la cruel lógica de las situaciones actuales. El 19
de Julio, el proletariado se subleva contra el ataque fascista y desencadena la huelga general. El
proletariado se manifiesta, es él mismo, es la clase capaz de detener la ofensiva fascista y lucha con
su arma específica: la huelga. Lucha armada, sí, pero al servicio de una reivindicación de clase. En
esos momentos no existe Gobierno alguno al lado de los obreros, ni republicanos, ni sediciosos. El
proletariado es terriblemente fuerte porque está terriblemente solo. Pero después la situación cambia
de arriba abajo. Alrededor de los obreros españoles está el Gobierno del Frente Popular y la
simpatía de los gobiernos “amigos” y potentes: francés, inglés, ruso, ..pero el proletariado no existe
porque, sacado de su base esencial de clase, ha sido encerrado en una base que no es la suya, es lo
opuesto a su esencia, es la de su enemigo de clase.
Y entonces, comienza la tragedia. Los fascistas se refuerzan en la medida en que los obreros se
adhieren – a través del Gobierno del Frente Popular – a su burguesía. En Barcelona la máquina
estatal capitalista no solamente se mantiene intacta, sino que además es santificada cuando se
empuja a los obreros a hacerla funcionar a su máximo rendimiento para acometer la guerra militar.
El reforzamiento de la máquina estatal en Barcelona, Madrid o Valencia tiene como corolario el
reforzamiento de ese mismo Estado en Sevilla y Burgos, determinando en su conjunto una situación
cada vez más favorable para el ataque fascista.
Los traidores en los diferentes países empujan a los obreros a solicitar la intervención de los
respectivos Gobiernos. ¿Cuál será el resultado?. La lección de 1.914-18 es trágicamente elocuente.
Suponiendo que no se desencadenara después un conflicto mundial, es decir considerando que las
mejores condiciones militares permitieran la victoria a los Ejércitos “leales” sobre los generales, los
obreros españoles que habrían luchado bajo la dirección, los objetivos y el control del Gobierno del
Frente Popular, se encontrarían poco después como estaban los obreros franceses o ingleses en
1.918, es decir, teniendo que pagar con el reforzamiento de su esclavitud el precio de no haberse
deshecho del engaño enemigo. La maniobra del capitalismo, consistente en lanzar a los trabajadores
los unos contra los otros, aún limitada a España, y sin haber alcanzado al mundo entero habría
tenido las mismas consecuencias, que el proletariado español pagara con su sangre el coste de tal
operación.
Pero esta previsión no era la que más parecía corresponderse a la evolución de los terribles
acontecimientos en España. Nuestra previsiones iniciales parecen confirmarse. El capitalismo se ha
visto obligado a proceder a una sangrienta conversión de su extrema-izquierda hacia la extremaderecha. El plan inicial no ha dado sus resultados: masacrar de un solo golpe las masas en toda
España. Para alcanzar el objetivo la burguesía necesita una fuerza complementaria al ataque frontal
de los generales. Esta fuerza esta representada por el Frente Popular.
Los obreros han sido arrancados de su frente de lucha de clases inicial, las batallas en las calles
contra la burguesía, gracias al éxito de la maniobra del Frente Popular que les ha llevado hacía el
frente opuesto de las fronteras territoriales. Y progresivamente , con cada derrota sobre el frente
territorial, la maniobra capitalista ha ganado nuevas fuerzas para actuar en el seno de las masas
obreras. La derrota de Irún se corresponde con la formación del Gobierno de extrema-izquierda de
Largo Caballero, la caída de Toledo con la entrada del POUM y de los anarquistas en la Generalitat
de Barcelona. Así ha sofocado el capitalismo español cualquier reacción de clase.
La Sra. Blum nos ha explicado como lleva el Frente Popular a los obreros al matadero. Los obreros
españoles y del mundo entero recordarán la dolorosa tragedia actual, y la añadirán a las de
Alemania, Italia, Rusia y otros países. El enemigo capitalista suma nuevas victorias contra el
proletariado, pero en el terreno histórico, está definitivamente condenado: para vengarse de su
incapacidad para contener la eclosión de las fuerzas de producción, amontona montañas de
cadáveres de obreros. De estas innumerables víctimas nace la fuerza invencible que construirá la
sociedad comunista. Los obreros en España luchan como leones, pero son vencidos porque están
dirigidos por los traidores en el recinto de la fortaleza enemiga al aceptar los Frentes territoriales.
De su derrota, brotará el dique de hierro de la lucha de clases contra la que nada podrá ningún
ejército porque los trabajadores sabrán servirse de esa experiencia contra sus enemigos de clase,
para conseguir la victoria de la revolución.
BILAN nº 35 septiembre-octubre 1936
8.La guerra imperialista en España y la
masacre de los obreros asturianos
Una nueva ola de Unión Sagrada recorre la España republicana. “Entente en la retaguardia”,
“concordia entre los sectores antifascistas”, todos quisieran hacer revivir las semanas que siguieron
a la constitución del primer Gobierno Caballero. Alrededor de los mineros asturianos se apilan
innobles campañas para borrar de la cabeza de los proletarios los crímenes del Gobierno Negrin y
sus cómplices social-centristas o anarquistas. En nuestros países el “Comité por Bilbao” se ha
cambiado de etiqueta y ahora se llama “Comité pro Asturias”.
¡Pobres proletarios! Tras más de una año de guerra imperialista, de asquerosa carnicería, de feroz
represión tanto de Franco como de los jefes republicanos, serán una vez más engañados por
traidores que utilizan la tragedia asturiana para mantener y consolidar la Unión Sagrada.
Como es posible no reflexionar, y quedarse fijado a estúpidas ilusiones, al examinar la evolución y
sobre todo el mecanismo capitalista que mueve los acontecimientos actuales en la Península Ibérica.
El proletariado es incapaz, por su propia función histórica, de hacer la guerra “antifascista” (nombre
con el que han bautizado la carnicería militar) y de luchar paralelamente por la revolución
proletaria. Hay que elegir entre el terreno de clase, donde los obreros ya probaron el 19 de Julio que
podían vencer, y el terreno capitalista donde la burguesía desde hace meses y meses muestra que
sabe que obtendrá su victoria.
¿Qué queda del espejo que ciega a tantos que se dicen comunistas de izquierda, Don Quijotes de
una revolución inexistente?. Palabras, declamaciones, mientras que la realidad capitalista se alza
imponente y lanza su bofetada, que ellos encajan protestando: “eso jamás lo dijimos”. Pobres
“revolucionarios” que no tienen la valentía de reconocer sus monstruosas aberraciones y que, a
pesar de todo, continúan navegando en las aguas del antifascismo.
Hoy, cuando vientos de “concordia” soplan en la zona republicana, cuando se tejen los hilos de un
nuevo acto de movilización nacionalista, puede que aún voceen que es el “triunfo” de las fuerzas
revolucionarias que “imponen” la Unión Sagrada, que “imponen” su presencia en el Gobierno de
Valencia, que “imponen” todas las medidas posibles de colaboración de clase en nombre de los
intereses futuros de la “revolución”.
Mientras que, para nosotros, la situación nunca ha sido más clara y ha presentado la necesidad de
mantener una posición de clase, basada en la teoría marxista, para sacar a los obreros de la terrible
situación en la que se encuentran.
¿Qué nos enseñan los sucesos de estos últimos meses?: El Gobierno Negrin, presentado como el
“gobierno de la victoria” alrededor de la resistencia de Madrid contra las tropas italianas y de la
ofensiva en el País Vasco, lo que hace en realidad es continuar la feroz represión que su colega
Largo Caballero había iniciado el 4 de Mayo en Barcelona, y que desde entonces hasta la caída de
Bilbao y Santander fue un ataque permanente contra los proletarios, una limpieza de comités
obreros, una masacre de militantes de POUM, de los Amigos de Durruti: el triunfo integro y
completo de la legalidad burguesa.
A penas se rinde Santander, en Madrid y Valencia bullen los complots fascistas en los cuales los
Cuerpos Armados de la República participan activamente. Mientras los “victoriosos” militares
permiten el desencadenamiento de la represión y las “traiciones” se preparan a plena luz del día, el
Gobierno Negrin y su canalla centrista paren la derrota de Vizcaya. Todo fue tan evidente en la
forma con que los republicanos entregaron Santander a Franco que no sorprende que los franquistas
forcejean sobre Madrid y Valencia casi con la certeza de gozar del beneplácito de Negrin y sus
aliados centristas.
De un golpe hemos asistido a un viraje en la situación. La derrota militar y los llamamientos
desesperados de los mineros asturianos han determinado una campaña para restablecer la Unión
Sagrada. Se matan dos pájaros de un tiro: como la situación se hace insostenible en Barcelona, en
Valencia, donde las masas sufren un racionamiento extremo mientras la vida se encarece y el pacto
UGT/CNT había tratado ya de canalizar el descontento de los obreros por el trabajo para la guerra,
los mineros asturianos serán el punto de convergencia de todos los sectores antifascistas que –CNT
incluida- darán su confianza a Negrin.
Así tanto la derrota militar como la victoria serán un medio para aplastar al proletariado. La clase
obrera debe oponer a la guerra capitalista su guerra de clase y no realizar la Unión Sagrada durante
la derrota “para batir al fascismo” porque sabe que la mínima victoria será su masacre.
Las condiciones que les piden a los proletarios para auxiliar a los mineros asturianos, para atacar en
Aragón, suponen el abandono de su espíritu de clase y su sumisión al Estado capitalista (en Aragón
la ofensiva sólo comenzó cuando los anarquistas fueron obligados a aceptar al general republicano
Pozas y las directrices militares de Valencia. Ciertamente es una evolución demasiado tortuosa la
que vemos actualmente en España. Se trata de dos hechos contradictorios que se sucede, se
entrecruzan, y nos dan la clave de la matanza capitalista. Mientras se suceden los llamamientos de
los centristas a acabar con los anarquistas, la CNT responde con una campaña para integrar todos
los sectores y organizaciones antifascistas en un Gobierno de guerra en el cual “deben figurar, en
primer lugar las dos centrales sindicales” (Solidaridad Obrera[1]). Por otra parte, las Cortes se
abrirán a la participación de Miguel Maura, jefe del partido conservador, y Portela Valladares, líder
influyente de la derecha republicana, que habían huido en Julio de 1.936.
En la “Dépéche” de Toulouse Portela Valladares ante de volver a Valencia hizo estas declaraciones
que merecen ser transcritas: “El Gobierno de la República española actúa como un Gobierno de
orden, autoridad y respeto. Se comporta de acuerdo con la Constitución. Los derechos de los
ciudadanos están asegurados. Los Comités de Control, más o menos arbitrarios, han sido
disueltos. Solo hay una autoridad, la ley que es la misma para todos los ciudadanos. Y aún hay
más. Se ha querido verificar el pasado y la situación de los delitos cometidos en una época en que
el poder no tenía autoridad” [2]
¿Cual es el significado que podemos darle a este doble movimiento: la tentativa de conciliar todas
las organizaciones para reforzar la Unión Sagrada y la posibilidad abierta a la derecha republicana
de reaparecer en la arena política con su lenguaje de autoridad tan característico?.
La necesidad de la campaña por un “Frente Popular Antifascista” (el adjetivo indica la integración
de las Centrales Sindicales en el Frente popular, y en particular la CNT) se desprende de la
maniobra que han tenido que efectuar para lograr el abatimiento completo de los mineros asturianos
y ahogar el descontento que la política de Negrin ha hecho surgir, quien al mismo tiempo que
masacraba a los obreros entregaba Vizcaya a Franco. Los centristas que son cómplices directos en
este asunto están sumamente interesados en publicar cartas abiertas en las que se considera como
“provocador o agente del fascismo” a todo aquel que trabaje contra la unidad y no quiera adoptar
una actitud cordial hacia la CNT. Apenas ayer los anarquistas estaban considerados como los
aliados de la “quinta columna” y los arrestos caían por cientos.
Los mineros asturianos no deben descartar las lecciones de la rendición de Santander y liquidar,
ante todo, la canalla contrarrevolucionaria que solo pretende arrojarlos al verdugo.
Los obreros de Barcelona y Valencia no deben alertarse y tender a rebelarse contra el Gobierno de
Valencia, aliado de Franco: su hartazgo de esta guerra deberá combatirse. Aquí la maniobra es clara:
El Estado capitalista ha de restablecer el orden y la autoridad a toda costa. ¡Bien! Llamaremos a los
mismos anarquistas que permitieron la masacre de Mayo para maniobrar mejor con los obreros.
Pero, esta vez, la CNT tendrá que maniobrar abiertamente en el terreno de la legalidad burguesa.
Ellos responden al llamamiento de la burguesía y declaran, en una de sus manifestaciones, que
Bakunin sin duda habría actuado como ellos de haber vivido en España. Su razonamiento es
simple: nos han echado del gobierno porque éramos peligrosos y podíamos impedir sus
“traiciones”. Devolviéndonos al Gobierno el proletariado marcará, a través de los ministros
anarquistas, un tanto.
Y Negrin con alusiones discretas echa un cable a esos nuevos traidores que en el Gobierno Largo
Caballero no han dudado en manchar sus manos con sangre obrera. El POUM luchaba también por
recuperar su lugar en el Gobierno capitalista de Companys lo que no le ha salvado de los fusiles de
los centristas. Los anarquistas dan prueba de su ligamen al régimen participando en la
manifestación patriótica del 11 de Septiembre para festejar, junto a los centristas, la revuelta de
Casanova frente a Felipe V, abstenerse de todo ataque a Rusia (conforme al decreto de Irujo),
descubrir un sentido particular a la defensa de la patria (discurso de García Oliver en Madrid,
publicado en el “Frente Libertario”). La burguesía los utiliza a placer: los pone en un altar para
utilizarlos en la maniobra de “ayuda” a los obreros asturianos y ellos acuden solícitos para avivar el
sueño de batir al fascismo con un “verdadero “frente antifascista”, olvidando sus muertos y sus
presos. Mañana, cuando ya no sean necesarios, la burguesía volverá a lanzarlos a los prisiones o a
los verdugos negros o rojos.
Pero, simultáneamente, se desarrollará un fenómeno curioso, respecto al cual no conocemos aún las
reacciones de la CNT. UGT verá la victoria de la tendencia reformista, proclive al centrismo, la de
González Peña, diputado por Asturias, bajo el doble efecto de la campaña centrista contra Largo
Caballero y la presión del Gobierno de Negrin. El “Lenin español” será defenestrado con una
facilidad inaudita y la personalidad de Peña indicará simbólicamente a las masas que esos cambios
van a permitir a la UGT participar mejor en la guerra antifascista, en particular en Asturias. Aquí no
les bastará a los anarquistas oponer la hegemonía de la CNT a la de las corrientes marxistas en la
UGT. Ayer se oponía a la campaña contra Largo Caballero, dirigente de la UGT, y hoy en nombre
de la “cordialidad” ¿van a saludar a Peña que acompaña el viraje de los comunistas oficiales
respecto a la CNT?.
Además está la vuelta de los políticos de oposición al Frente popular que hoy son calurosamente
acogidos en las Cortes. La máquina estatal de Negrin es sólida y todas la ilusiones sobre la
revolución están más que muertas. El deslizamiento hacia la derecha permite, finalmente, que los
políticos de derechas vuelvan en un ambiente tranquilo, y la Unión Sagrada que se aprestan a
consolidar los anarquistas es muy significativa: no solo la entente con Negrin sino también con
Maura y Valladares.
Con todas estas maniobras se pretende rematar la masacre de los obreros asturianos. Someterlos a la
Unión Sagrada, reprimirlos ferozmente y, después, como premio por su “fidelidad” a la República,
entregarlos a los fascistas para que perpetren sobre ellos un nuevo baño de sangre.
En un artículo del señor Chaves, antiguo director del periódico Ahora de Madrid, este se preguntaba
¿por qué no acaba de una vez la guerra en España?. Señala que los móviles que en un primer
empujaron a la rebelión militar han desaparecido: en la zona republicana ya no reina el “desorden”
y la “anarquía” sino la democracia burguesa y los políticos de derechas y monárquicos pueden
volver tranquilamente, incluso el gobierno Negrín hace guiños a los falangistas “honrados”. ¿Por
qué seguir con la carnicería cuando ya no hay lucha “por el comunismo” ni siquiera “contra el
fascismo”, sino clara y abiertamente por la defensa del sistema capitalista?.
Y, en efecto, la cuestión queda planteada: ¿por qué, y en torno a qué, continua la guerra de España?.
La Península Ibérica esta, económicamente, al límite de sus fuerzas y políticamente los obreros caen
por decenas de miles y la burguesía sale victoriosa en ambas zonas.
¿Qué pasa?. Una tendencia irracional a continuar la guerra se impone al cansancio que existe en los
dos campos e impide que tengan éxito los esfuerzos para llegar a un compromiso.
La guerra en España continúa porque se ha convertido en el eje de la situación mundial de la guerra
imperialista que vivimos en todos los países, particularmente desde el punto de vista de las
relaciones entre las clases. Son los países democráticos, fascistas, centristas –con la participación de
la burguesía española- los que mantienen y accionan el juego político y militar que permite la
ofensiva en Aragón mientras que Franco se ocupa de Santander, al tiempo que dejan a Francia
organizar la Conferencia de Nyon para “legalizar” la “piratería” en el Mediterráneo o, al menos,
permitir a Italia ser a la vez bandolero y policía. Conferencia que parece aportar una ayuda al
Gobierno de Valencia, con los envíos de armas de Rusia mientras Inglaterra ayuda a ambas partes y
Franco recibe envíos de tropas por parte de Italia y Alemania.
La Unión Sagrada de todos los países se mantiene sobre los cadáveres de los proletarios españoles,
mientras que en Alemania e Italia un formidable exutorio funciona plenamente. ¿Quién puede
acabar con la guerra de España (hoy verdadera guerra internacional)?. ¿El Gobierno de Valencia?:
¡Teme demasiado a los obreros y prefieren dejar que Franco continúe su avance hasta el último
momento!. Además ¿no tiene a sus espaldas a las potencias democráticas y centristas para
“localizar” pero no acabar con la carnicería?, ¿Franco?: Italia y Alemania no pueden parase sin
provocar un colapso en sus sistemas de dominación.
La guerra española se parece mucho a la 1ª Guerra Mundial hacia finales de 1916: un campo de
masacres sin salida posible, sin la “lógica”, sin los “ideales” iniciales de 1914. Y en ambas
situaciones históricas solo el proletariado despertándose como clase puede acabar con la carnicería.
Pero aquí la realidad aparece de forma terrible: como los obreros rusos son actualmente incapaces
de invertir la dominación centrista sin la ayuda del proletariado mundial, los trabajadores españoles
no pueden trasformar la guerra imperialista en guerra civil si fuera no explotan movimientos
revolucionarios contra el capitalismo y su guerra. A este nivel la situación en los otros países no es
brillante, sobre todo si examinamos el movimiento obreros y el aislamiento en el que luchan las
fracciones de la izquierda comunista. Pero el conflicto Chino-Japonés muestra que la ebullición de
los contrastes de la sociedad capitalista se ha convertido en el elemento dominante de la situación y,
estos mismos contrastes, obligan al capitalismo a arrojarse a la guerra, agitan permanentemente al
proletariado mundial, y se expresan en la obra progresiva de las fracciones de izquierda y, por tanto,
en fin, hacen saltar la bomba revolucionaria allí donde la materia sangrante del proletariado hace
surgir una vanguardia.
La guerra de España es decisiva para todos: para el capitalismo es el medio de ampliar las fuerzas
que actúan para la guerra, de incorporar a la unión antifascista a los trotskistas, a los llamados
comunistas de izquierda y ahogar al despertar obrero que se dibujaba en 1.936. Para las fracciones
de izquierda ha supuesto la prueba decisiva, la selección de los hombres y de las ideas, la necesidad
de confrontarse al problema de la guerra. Nosotros nos hemos mantenido y, contra la corriente,
seguimos en la brecha.
Los anarquistas y trotskistas nos han cubierto de injurias y calumnias. Nosotros osamos defender la
destrucción de los frentes territoriales capitalistas, la confraternización inmediata de todos los
explotados, por encima de las trincheras enemigas, contra todos los explotadores. A la guerra civil
de la burguesía contra el proletariado oponemos la guerra civil del proletariado contra la burguesía.
Los acontecimientos que se desarrollan desde hace un año confirman nuestra opinión, justifican
nuestras consignas, nada altera el ardor belicoso de los traidores antiguos o nuevos. Se nos acusa de
ser agentes de este o aquel, de Franco, de Hitler o de Musolini. Los proletarios comprenderán que
los verdaderos agentes del capitalismo, pagados como vulgares lacayos, son los verdugos centristas
de las jornadas de Mayo en Barcelona, los Ministros anarquistas, los verdugos de Rusia. Y si los
trotskistas quieren sumarse a este concierto para probar su “lealtad” republicana tendrán un buen
lugar para recibir la respuesta que se merecen.
Nuestra Fracción mantiene firme, frente a las provocaciones de la burguesía, la bandera de
transformación de la guerra imperialista de España en guerra civil, la destrucción de los frentes
militares, la confraternización de los proletarios. Estas son únicas bases para desencadenar, en la
zona republicana y en la fascista, la lucha por la destrucción del Estado capitalista.
Tras la experiencia vivida hay que saber elegir entre las posiciones de clase proletarias y las
posiciones del capitalismo disimuladas bajo diferentes versiones. Todos los partidos y grupos se han
ido a pique en España: el trotskysmo es un “cadáver apestoso” y ninguna declaración de Troski
podrá revivirlo. Los militantes comunistas han de sacar las lecciones de los últimos
acontecimientos: deben romper con las organizaciones traidoras y ponerse manos a la obra para
reconstruir un organismo de clase: una fracción de la izquierda comunista.
BILAN Nº 44 octubre-noviembre 1937
9.El Frente Popular contra los obreros de
Barcelona
Plomo, metralla, cárcel…: Esa es la respuesta del Frente Popular a los obreros de Barcelona que
han osado resistir el ataque capitalista.
¡PROLETARIOS!
El 19 de Julio los proletarios de Barcelona, con sólo sus puños desnudos, aplastaron el ataque de
los batallones de Franco, armados hasta los dientes. Ahora, en las jornadas de Mayo de 1937,
cuando sobre los adoquines han caído muchas más víctimas que cuando en Julio rechazaron a
Franco, ha sido el gobierno antifascista - incluyendo hasta los anarquistas y del que el POUM es
indirectamente solidario - quien ha desencadenado la chusma de las fuerzas represivas contra los
trabajadores.
El 19 de Julio, los proletarios de Barcelona son una fuerza invencible. Su lucha de clase, liberada de
las ataduras del Estado burgués, encuentra eco en los regimientos de Franco, los desagrega y
despierta el instinto de clase de los soldados: es la huelga la que encasquilla los fusiles y cañones de
Franco y rompe su ofensiva.
La historia sólo registra intervalos fugaces durante los cuales el proletariado puede adquirir su total
autonomía respecto al Estado capitalista. Pocos días después del 19 de Julio, el proletariado catalán
llega a la encrucijada: o se decide por entrar en la fase superior de su lucha con la finalidad de
destruir el Estado burgués, o permite que el capitalismo reconstituya las mallas de su aparato de
dominación. En ese preciso momento de la lucha, cuando el instinto de clase ya no es suficiente y
en el que la conciencia se transforma en factor decisivo, el proletariado no puede vencer sino a
condición de disponer del capital teórico, paciente y encarnizadamente acumulado por sus
fracciones de izquierda, transformadas en partidos por la fuerza de los acontecimientos. Si hoy en
día, el proletariado español vive sumergido en tal tragedia, la causa es su falta de madurez para
forjar su partido de clase: el único cerebro que le puede dar la fuerza de vivir.
En Cataluña, desde el 19 de Julio, los obreros crean de modo espontáneo, en su propio terreno de
clase, los órganos autónomos de su lucha, pero, inmediatamente, surge el angustioso dilema:
comprometerse a fondo en la batalla política para la destrucción del Estado capitalista y completar
de ese modo los éxitos económicos y militares, o dejar en pie la máquina opresora del enemigo y
permitirle, entonces, desnaturalizar y liquidar las conquistas obreras.
Las clases luchan con los medios que les vienen impuestos por las situaciones y el grado de tensión
social. Ante un incendio de clase, el capitalismo no puede ni siquiera pensar en recurrir a los
métodos clásicos de la legalidad. Lo que lo amenaza es la independencia de la lucha proletaria que
condiciona la otra etapa revolucionaria hacia la abolición de la dominación burguesa. Por
consiguiente, el capitalismo debe rehacer la malla de su control sobre los explotados. Los hilos de
esa malla que antes eran la magistratura, la policía, las prisiones, se transforman, en la situación
extrema de Barcelona, en los Comités de Milicias, las industrias socializadas, los sindicatos obreros
gerentes de los sectores esenciales de la economía, etc.
Así, en España, la Historia plantea nuevamente el problema que, en Italia y en Alemania, había sido
resuelto mediante el aplastamiento del proletariado: los obreros conservan para su clase los
instrumentos que se han creado en el ardor de la lucha, a condición que los orienten contra el Estado
burgués. Los obreros están armando a sus futuros verdugos si, faltándoles la fuerza para destruir al
enemigo, se dejan entrampar nuevamente en la red de su dominación.
La milicia obrera del 19 de Julio es un organismo proletario. La «milicia proletaria» de la semana
siguiente es un organismo capitalista adaptado a la situación del momento. Y para realizar su plan
contrarrevolucionario, la burguesía puede contar con los Centristas, los Socialistas, la CNT, la FAI,
el POUM, ya que todos hacen creer a los obreros que el Estado cambia de naturaleza cuando el
personal que lo dirige cambia de color. Disimulado en los pliegues de la bandera roja, el
capitalismo afila pacientemente la espada de la represión que, el 4 de Mayo, está ya preparada por
todas las fuerzas que, el 19 de Julio, habían roto el espinazo de clase del proletariado español.
El hijo de Noske y de la Constitución de Weimar es Hitler; Mussolini es el hijo de Giolitti y del
«control de la producción»; el hijo del frente antifascista español, de las «socializaciones», de las
«milicias proletarias», es la matanza de Barcelona del 4 de Mayo de 1937.
Y, solo, el proletariado ruso replicó a la caída del zarismo con el Octubre de 1917, porque solo,
logró construir su partido de clase a través del trabajo de las fracciones de izquierda.
¡PROLETARIOS!
Fue a la sombra de un gobierno del Frente Popular como Franco pudo preparar su ataque. Fue a
través del camino de la conciliación como Barrios intentó formar, el 19 de Julio, un ministerio que
pudiera realizar el programa conjunto del capitalismo español, bajo la dirección de Franco o bajo la
dirección mixta de la derecha y la izquierda fraternalmente unidas. Pero la revuelta obrera de
Barcelona, de Madrid, de Asturias, obligó al capitalismo a desdoblar su Ministerio, a distinguir
claramente las funciones unidas por la indisoluble solidaridad de clase, entre el agente republicano
y el agente militar.
Allí donde Franco no logró imponer su victoria inmediata, el capitalismo llama a los obreros para
que le sigan en «la lucha contra el fascismo». Sangrienta emboscada que los obreros han pagado
con millares de cadáveres al creer que, bajo la dirección del gobierno republicano, podrían aplastar
al hijo legítimo del capitalismo: el fascismo. Partieron hacia los collados de Aragón, las montañas
del Guadarrama y de Asturias, para luchar en favor de la victoria de la guerra antifascista.
Todavía una vez más, como en 1914, la hecatombe del proletariado es el camino por el que la
Historia subraya en caracteres sangrientos la oposición irreductible entre Burguesía y Proletariado.
¿Fueron los frentes militares una necesidad impuesta por las situaciones? ¡No! ¡Fueron una
necesidad para el capitalismo con la finalidad de sitiar y destruir a los obreros! El 4 de Mayo de
1937 es la prueba evidente de que, después del 19 de Julio, el proletariado tenía que combatir contra
Companys y Giral, al igual que contra Franco. Los frentes militares no podían sino cavar la tumba
de los trabajadores porque representan los frentes de la guerra del capitalismo contra el proletariado.
Contra esa guerra, los proletarios españoles, al igual que sus hermanos rusos que les dieron el
ejemplo de 1917, sólo podían replicar desarrollando el derrotismo revolucionario en los dos campos
de la burguesía; el republicano y el «fascista». Transformando la guerra imperialista en guerra civil
con la finalidad de lograr la destrucción total del Estado burgués.
La fracción italiana de izquierda ha estado apoyada únicamente, en su trágico aislamiento, por la
corriente solidaria de la Liga de los Comunistas Internacionalistas de Bélgica, que acaba de fundar
la fracción belga de la izquierda comunista internacional. Sólo esas dos corrientes han dado la
alarma mientras que se proclamaba, por todas partes, la necesidad de salvaguardar las conquistas de
la Revolución, de vencer a Franco para mejor derrotar a Largo Caballero en una segunda etapa.
Los últimos sucesos de Barcelona confirman trágicamente nuestra tesis inicial y demuestran la
crueldad, sólo igual a la de Franco, con la que el Frente Popular, flanqueado por los anarquistas y el
POUM, se ha abatido sobre los obreros insurrectos del 4 de Mayo.
Las vicisitudes de las batallas militares han sido otras tantas ocasiones por parte del Gobierno
republicano para reforzar su dominio sobre la clase oprimida. No habiendo una política proletaria
de derrotismo revolucionario, tanto los éxitos como las derrotas militares del ejército republicano,
han sido únicamente las etapas de la sangrienta derrota de clase de los obreros. En Badajoz, en Irún,
en San Sebastián,... la República del Frente Popular aporta su contribución a la matanza concertada
del proletariado, al mismo tiempo que aprieta las filas de la Unión Sagrada, ya que es necesario un
ejército disciplinado y centralizado para ganar la guerra antifascista. La resistencia de Madrid
facilita, por el contrario, la ofensiva del Frente Popular capaz ahora de deshacerse de su criado del
día anterior, el POUM, para mejor preparar el ataque del 4 de Mayo.
De manera paralela, en todos los países, la guerra de exterminio llevada a cabo por el capitalismo
español, alimenta la represión burguesa internacional, y los asesinatos fascistas y «antifascistas» de
España acompañan a los asesinatos de Moscú y de Clichy. También los traidores reúnen a los
obreros de Bruselas alrededor del capitalismo democrático, sobre el ara sangrienta del antifascismo,
en el momento de las elecciones del 11 de Abril de 1937.
«Armas para España»: ese ha sido el principal eslogan que ha resonado en los oídos de los
proletarios. Armas que han disparado contra sus hermanos de Barcelona. La Rusia Soviética, al
colaborar en el aprovisionamiento de armas para la guerra antifascista, también ha servido al
entramado capitalista para la reciente carnicería. A las órdenes de Stalin, el cual despliega su rabia
anticomunista el 3 de Marzo, el PSUC de Cataluña toma la iniciativa de la matanza.
Otra vez todavía, como en 1914, los obreros se sirven de las armas para matarse los unos a los otros,
en vez de utilizarlas para la destrucción del régimen de opresión capitalista.
¡PROLETARIOS!
Los obreros de Barcelona han tomado nuevamente, el 4 de Mayo de 1937, el camino que iniciaron
el 19 de Julio, y del que el capitalismo los había podido separar apoyándose en las múltiples fuerzas
del Frente Popular. Provocando la huelga por todos lados, incluso en los sectores presentados como
«conquistas de la revolución», se han enfrentado contra el bloque republicano-fascista del
capitalismo. Y el gobierno republicano ha respondido con el mismo salvajismo con el que actuó
Franco en Badajoz e Irún. Si el Gobierno de Salamanca no ha explotado esta conmoción del frente
de Aragón para impulsar un ataque es porque ha intuido que su cómplice de izquierda ejecutaba
admirablemente su papel de verdugo del proletariado.
Agotado por diez meses de guerra, de colaboración de clase, de la CNT, de la FAI, del POUM, el
proletariado catalán acaba de sufrir una terrible derrota. Pero esa derrota también es una etapa con
vistas a la victoria de mañana, un momento de su emancipación, porque significa el acta de
defunción de todas las ideologías que habían permitido al capitalismo la preservación de su
dominio, a pesar del sobresalto enorme del 19 de Julio.
¡No! Los proletarios caídos el 4 de Mayo no pueden ser reivindicados por ninguna de las corrientes
que, el 19 de Julio, los impulsaron fuera de su terreno de clase para precipitarlos en el abismo del
antifascismo.
Los proletarios caídos pertenecen al Proletariado y sólo al Proletariado. Representan las membranas
del cerebro de la clase obrera mundial, del partido de clase de la revolución comunista.
Los obreros del mundo entero se inclinan ante todos los muertos y reivindican sus cadáveres contra
todos los traidores, tanto los de ayer como los de hoy. El proletariado del mundo entero saluda a
Berneri como uno de los suyos y su inmolación en aras del ideal anarquista es asimismo una
protesta contra una escuela política que se ha derrumbado durante los acontecimientos de España:
¡porque es bajo la dirección de un gobierno con participación anarquista, cuando la policía ha
repetido en el cuerpo de Berneri, la hazaña que Mussolini logró en el cuerpo de Matteotti!
La carnicería de Barcelona es el signo precursor de represiones todavía más sanguinarias contra los
obreros de España y del mundo entero. Pero también es el signo precursor de las tempestades
sociales que, mañana, se desatarán contra el mundo capitalista.
El capitalismo, en sólo diez meses, ha tenido que agotar los recursos políticos con los que contaba
para dedicarse a demoler al proletariado, poniendo obstáculos al trabajo que éste cumplía para
fundar su partido de clase, arma para su propia emancipación y para la construcción de la sociedad
comunista. Centrismo[1] y Anarquismo, uniéndose a la Socialdemocracia, han alcanzado el término
de su evolución en España, del mismo modo en que la guerra redujo al estado de cadáver a la
Segunda Internacional, después de 1914.
En España, el capitalismo ha provocado una guerra de dimensiones internacionales: la guerra entre
fascismo y antisfascismo que, a través de la forma extrema de la lucha armada, anuncia una tensión
aguda de las relaciones de clases en la arena internacional.
Los muertos de Barcelona desbrozan el terreno para la construcción del partido de la clase obrera.
Todas las fuerzas políticas que han llamado a los obreros a la lucha en favor de la revolución
comprometiéndolos en una guerra capitalista, todas sin excepción han cambiado de trinchera y, ante
de los obreros del mundo entero se abre el horizonte luminoso en el que los obreros de Barcelona
han escrito, con su propia sangre, la lección de clase ya trazada por la sangre de los muertos de
1914-1918: La lucha de los obreros es proletaria sólo a condición de dirigirse contra el
capitalismo y su Estado; sirve los intereses del enemigo si no se dirige contra éste a cada
momento, en todos los campos, en todos los organismos proletarios que las situaciones hacen
nacer.
El proletariado mundial luchará contra el capitalismo incluso cuando éste pase a la etapa de
represión de sus criados de ayer. Porque es la clase obrera, y jamás su enemigo de clase, quien tiene
la responsabilidad de ajustar cuentas a los que han expresado un momento de su lucha para la
emancipación de la esclavitud capitalista.
La batalla infernal que el capitalismo español ha iniciado contra el proletariado abre un nuevo
capítulo internacional de la vida de las fracciones de todos los países. El proletariado mundial, que
debe continuar su lucha contra los «constructores» de Internacionales artificiales, sabe que sólo
puede fundar la Internacional proletaria a través de la conmoción mundial de la relación de clases
que abra el camino de la Revolución comunista, y únicamente de esta manera. Ante el frente de la
guerra de España, que anuncia la aparición de tormentas revolucionarias en otros países, el
proletariado mundial siente que ha llegado el momento de anudar los primeros lazos internacionales
de las fracciones de la izquierda comunista.
¡PROLETARIOS DE TODOS LOS PAISES!
¡Vuestra clase es invencible; significa el motor de la evolución histórica: la prueba la constituyen
los acontecimientos de España, ya que es vuestra clase, únicamente, la que representa el centro
neurálgico de una lucha que convulsiona el mundo entero!
¡No debe ser la derrota la que os descorazone: de esa derrota sacareis las enseñanzas para vuestra
victoria de mañana!
¡Apoyaos en vuestras bases de clase, reconstruid vuestra unidad de clase más allá de las fronteras,
contra todas las mistificaciones del enemigo capitalista!
¡En pie para la lucha revolucionaria en todos los países!
¡Vivan los proletarios de Barcelona que han girado una nueva página sangrienta en el libro de la
Revolución Mundial!
¡Adelante, para la construcción del Buró Internacional de las fracciones para la promoción de la
formación de fracciones de izquierda en todos los países!
¡Levantemos el estandarte de la Revolución Comunista, que los verdugos fascistas y antifascistas no
puedan impedir a los proletarios vencidos que los transmitan a sus herederos de clase!
¡Seamos dignos de nuestros compañeros caídos!
¡Viva la Revolución Comunista en el mundo entero!
La Fracción Belga e Italiana de la Izquierda Comunista Internacional. Mayo 1937
[1] BILAN llamaba “centristas” a los partidos comunistas ya degenerados y pasados al campo del
capital
10.Las victorias o derrotas militares causan
una única víctima: los obreros españoles
Rara vez se ve tal entusiasmo en la prensa social-centrista: «Teruel ha caído en manos de los
ejércitos republicanos. Por primera vez pasan a la ofensiva y, apoyados en un material
perfeccionado y organizados como un ejército verdaderamente moderno, avanzarán y acabarán
definitivamente con Franco»
Hemos leído los panegíricos sobre el Ejército del Frente Popular: cómo éste ha superado todos los
errores de los viejos ejércitos, acabado con la descentralización, ganado en disciplina y llevado
adelante la guerra como un verdadero ejército burgués. Los Zyromsky y consortes no han tardado
en poner en evidencia que la ofensiva de Teruel ha sido el resultado de la organización general
llevada a cabo primero por Caballero y ahora por Negrín. Lo que no añaden es que este mismo
ejército, moderno él, ha tenido primero que fortalecer el "Orden burgués", como se ha visto en las
jornadas de Mayo en Barcelona; reprimir sin miramientos (las cárceles republicanas ilustran
claramente su ferocidad) y establecer una censura de la cual las publicaciones periódicas
anarquistas pueden estar orgullosas.
Se vocea en todos los tonos que en Teruel se ha consagrado la obra de Negrín y de sus cómplices
centristas y que la ofensiva republicana eclipsaba incluso los crímenes de los verdugos. Todo esto
no podía durar mucho tiempo y rápidamente se restablecía el equilibrio: Franco retoma la ofensiva
y de Teruel no quedarán más que ruinas entre las que dos ejércitos capitalistas expondrán, puede
que durante semanas, a los proletarios a las balas y a la metralla.
Es necesario repetirlo: El vencido de las victorias o de las derrotas tanto de Franco como de Negrín
es el mismo: los proletarios que han sido alistados en las trincheras de ambos frentes. Cuando
Franco avanza pisa con su bota la nuca de los explotados y su victoria está enlosada de cadáveres;
cuando es Negrín el que avanza sus tropas, la represión antifascista se desata y los asesinatos se
suceden dejando miles de obreros abatidos en los campos de batalla. Son cadáveres que servirán de
pedestal a las macabras especulaciones de los traidores de todos los países. ¿No es Marty, el ex amotinado del Mar Negro y actual carnicero de la Guerra Española, quien, mientras vocifera contra
el POUM, escribe que la Francia republicana puede apoyarse en los cadáveres de los voluntarios
internacionales para establecer la amistad franco - española que permita "firmar un tratado
comercial cuya ejecución reanimaría la economía francesa" ?
Dejemos pues la Batalla de Teruel y todas las otras batallas a los estrategas de café y a los estados
mayores capitalistas. De todo ello - no son del mismo parecer los trotskistas y sus aliados- no puede
salir sino mercancía burguesa y derrotas obreras. Hace tiempo que mostramos que la dirección de la
guerra no va pareja con la preparación de la revolución sino que el proceso revolucionario es
antagónico a aquella: El proletariado lucha por la revolución, oponiéndose a la guerra imperialista
en todos sus aspectos y en todo momento, por medio del derrotismo revolucionario y la
confraternización, por encima de trincheras y frentes militares.
La batalla de Teruel nos demuestra una vez más que toda verborrea sobre ofensivas,
contraofensivas, retiradas "estratégicas", ... , no tiene sino una importancia relativa. Un examen
ajustado de los hechos nos pondrá de manifiesto que todos los aspectos de la guerra van
emparejados a una ofensiva más real: la que el capitalismo lleva a cabo en España y en todos los
países contra los obreros.
En nuestros países el avance sobre Teruel - asediada desde hace más de un año por las tropas
republicanas- es aprovechado para caldear el entusiasmo antifascista de las masas e incrementar las
acciones del gobierno republicano ante países como Inglaterra, que quiere cerrar negocios con
Salamanca o como Francia, que desde luego tampoco desdeña comerciar con Franco. Un ejemplo
será suficiente para ponerlo de manifiesto: "L`Humanité" que desea reanimar el comercio francés
con la carne de los obreros controlados por Negrín, anunciaba hace un mes que los obuses de las
fábricas francesas Lafitte eran utilizados por Franco para bombardear Madrid y últimamente nos ha
mostrado los cañones de Creusot abandonados por los nacionalistas en Teruel. Ciertamente este
comercio no conoce fronteras...
Con la ofensiva sobre Teruel Negrín muestra a la burguesía mundial que el ejército republicano aun
existe y que pueden invertir sus capitales sin temor. Pero lo esencial es la situación interior donde
esta ofensiva, similar a la desencadenada, sin provecho alguno, en el frente aragonés tras los
sucesos de Mayo, es utilizada como pantalla para encubrir el ataque contra los obreros. La censura
sigue haciendo estragos de una virulencia terrible. Los sindicatos, pese a su adhesión a la causa de
la guerra están inquietos porque en su interior el descontento obrero es tan grande que se ven
forzados a atajarlo. No es casual que la prensa de Barcelona no haya cesado de hablar de
revolución: "Ante todo ganar la guerra". Barrios - presidente de las Cortes - ha ido aun más lejos,
declarando sin aspaviento alguno que el proletariado tendrá por derecho un puesto hegemónico en
el Gobierno de España solamente cuando haya ganado la guerra. Hasta ese momento es preciso que
la burguesía y sus sirvientes social-centristas dominen totalmente la situación.
No hace falta ir muy lejos para descubrir que la ofensiva de Teruel coincide con toda clase de
dificultades: la carestía de la vida crece progresivamente y esto atiza el descontento en la
retaguardia. En los sindicatos también el descontento es grande por lo que las negociaciones para
rehacer la unidad en la UGT hay que verlas como medidas de seguridad indispensables, teniendo en
cuenta que la escisión de la UGT se utilizó para desviar el descontento que los obreros sienten
hacia Negrín y hacia los asesinos centristas.
Los anarquistas de "La Solidaridad" han caracterizado bien la situación al afirmar lloriqueando (éste
ha acabado siendo el lenguaje de nuestros feroces libertarios) que: «Cuando se exige de los
asalariados un mayor rendimiento en el trabajo, se están atacando constantemente sus conquistas
sociales» (04.12.37).
Es evidente que el descontento está presente en Barcelona en las industrias de guerra. Si no fuese
así, sería difícil explicar el decreto de Companys aumentando los salarios y disminuyendo las horas
de trabajo.
Los anarquistas, que han tomado rápidamente posición en contra del aumento de los salarios y
contra la disminución de la jornada de trabajo, explican con toda afectación que: «Los obreros están
dispuestos a realizar cualquier sacrificio para abatir el fascismo y para establecer unas buenas
relaciones entre el frente y la retaguardia, sin que ello suponga restablecer una burocracia en la
producción ni tampoco entender el sacrificio de los obreros como una abdicación de sus
aspiraciones sociales».
Así pues, la realidad de la situación no es la lucha de los obreros por sus “aspiraciones sociales”
sino la lucha del capitalismo por aniquilarlas y esta batalla continúa implacablemente como lo
deben constatar con desesperación los anarquistas quienes se dan cuenta del sordo descontento de
los proletarios reventados por la producción de guerra.
Nosotros dejaremos la batalla por Teruel y todas las demás peripecias de la guerra imperialista de
España para ocuparnos de un solo punto: ¿Podrán los proletarios dominados por el Frente Popular
darles la señal para la lucha contra la guerra a los proletarios dominados por Franco? ¿Podrán
anunciar el fin de la guerra por su confraternización con los explotados del otro frente? ¿Podrán
desencadenar la lucha contra el Estado capitalista que establece y mantiene el orden en ambos
bandos?.
BILAN nº 46 enero 1938
11.El aislamiento de nuestra fracción
Actualmente según las enseñanzas de los bolcheviques después de 1914, intentamos en vano
recuperar los escasos islotes marxistas que, ante el desencadenamiento de la guerra en España y la
ola mundial de traiciones y cambios bruscos, intentan, a pesar de la rabiosa jauría de traidores de
ayer y de hoy, proclamar su fidelidad a la acción independiente del proletariado para la realización
de su ideal de clase.
¿Cuántos son y dónde están? Los hechos se encargarán de responder con siniestro laconismo a estas
cuestiones. Parece que todo vaya a zozobrar y que vivamos una lamentable época de quiebra de
todo lo que subsistía como elementos revolucionarios.
Nuestro aislamiento no es fortuito: es la consecuencia de una profunda victoria del capitalismo
mundial que ha llegado a contagiar su gangrena hasta a los grupos de la izquierda comunista de los
que Trotsky ha sido hasta hoy su portavoz. No pretendemos afirmar que actualmente seamos el
único grupo cuyas posiciones hayan sido confirmadas en todos sus puntos por la marcha de los
acontecimientos, pero lo que sí afirmamos categóricamente es que para mejor o para peor nuestras
posiciones han significado una afirmación permanente de la necesidad de una acción independiente
y de clase del proletariado. Y en estos presupuestos es precisamente donde se ha verificado el
fracaso de los grupos Trotskistas o semi-Trotskistas.
A ningún precio y bajo ningún pretexto queremos dejar de partir de un criterio de principio para
señalar a los grupos con los que hay que buscar un lugar de trabajo en común y con los que es
preciso constituir un centro de enlace internacional con el fin de construir los fundamentos
programáticos de esta internacional realmente revolucionaria que fundaremos mañana. Este criterio
consiste en rechazar despiadadamente a quienes los mismos acontecimientos han liquidado o que
maniobran abiertamente en terreno enemigo, guardándonos bien de cualquier acuerdo con dicha
clase de oportunistas en el terreno en el que el proletariado debe ser de una intransigencia total: el
terreno de la formación de los partidos que puede comprometer seriamente el porvenir de la clase
obrera.
Ya cuando la subida de Hitler al poder, y ante la campaña de Trotsky para crear una IVª
Internacional, habíamos establecido en el número Uno de BILAN las bases programáticas de
ruptura con este último quien se orientaba hacia un compromiso con la izquierda de la social
democracia en el problema de la fundación de nuevos partidos. Los acontecimientos no ha hecho
más que ahondar esa separación que para Trotsky se ha concretado en el ingreso en los partidos
traidores de la IIª Internacional, la salida de ésta y la creación de una especie de IVª Internacional de
chillones y demagogos en donde se hace del nombre de Trotsky una mercancía política para vender
como camelo al proletariado revolucionario.
Entenderse con ésta gente en una situación en la que, a pesar del silencio forzoso de Trotsky,
participa en la mascarada sangrienta de España, no es posible. Más aun, sería un grave error. Es
preciso combatir a los polichinelas de la IVª Internacional, los Naville y Cía., en Francia; los LeSoil-Dauge en Bélgica. Cuando han unido sus gritos a los traidores pidiendo “armas para España”;
cuando se pusieron desde el principio a remolque de los oportunistas del POUM y han enviado a la
muerte a jóvenes militantes franceses, bajo pretexto de aportar su ayuda militar a aquél, se han
puesto detrás de la barricada donde el capitalismo ha colocado los batallones que iban a saludar al
proletariado con salvas de fuego y hierro. Ignoramos aun si Trotsky -–que a causa de su
internamiento debe callarse – seguirá a sus seguidores en su política de capitulación y traición.
Esperemos que no consagrará su política oportunista para desaprobar su glorioso pasado de 1917.
No cabe pues esperar nada por este lado, en donde el desastre es total. En adelante será a los
acontecimientos a los que consagraremos la crítica del Marxismo así como a barrer de en medio
esos organismos. Solamente así podrán ser liberados numerosos y valiosos militantes para la lucha
revolucionaria.
Actualmente la IVª Internacional tiene dos importantes secciones (¿), la de Francia y la de Bélgica.
En Estados Unidos los Trotskistas han entrado en el partido socialista oficial, después de haberse
fusionado con un partido socialista independiente, en donde aun se encuentran. Entre la emigración
italiana, sobre la base de la partida a España los Blasco y Cía. han ensanchado su terreno de acción
y hoy se habla pomposamente de un grupo italiano por la IVª Internacional. Se trata de una farsa
que se repite frecuentemente entre la emigración.
Ni en Francia ni en Bélgica los partidos Trotskistas son organismos representantes de la lucha del
proletariado. Aquí la base programática para el nuevo partido es reemplazada por la lucha entre el
clan Naville y el clan Molinier y en el momento en que en Francia se desencadena la ola de batallas
huelguísticas de Junio, el nuevo partido se crea sobre un compromiso y con posiciones en las que el
aventurerismo y la demagogia se convierten en postulados (armamento de los obreros, creación de
milicias armadas, etc.). Después de estos acontecimientos se produce la liquidación del clan
Molinier y cuando los sucesos de España -a pesar de la advertencia de Trotsky tratando a Nin de
traidor- se marchará a todo vapor detrás del POUM.
En Bélgica, donde el carácter obrero de los grupos Trotskistas es mucho más acentuado que en
Francia, bajo el impulso de Trotsky se produce el ingreso en el POB.A ello se resiste el grupo de
Bruselas, no por cuestiones de principio sino por consideraciones de “táctica” (argumenta que «en
Francia el ingreso estaría justificado pero no en Bélgica»). En el seno del POB se produce la
alianza de los Trotskistas ortodoxos con la ex-izquierda del ministro Spaak, depuesto de su cargo y
sustituido por Walter Dauge. Las circunstancias en las que se sitúa la exclusión de la Acción
Socialista Revolucionaria no son muy brillantes: se trata de una maniobra electoral mediante la cual
el POB decide poner a Dauge en la lista de candidatos, a menos que este último quiera aceptar las
condiciones que les habrían liquidado como izquierdistas. Después de algunos regateos tuvo lugar
la escisión y tras las elecciones se llevó a cabo la campaña para la creación de un Partido Socialista
Revolucionario que vendría a unirse con el grupo Espartacus de Bruselas. Respecto a España se
mantuvo la misma posición que en Francia: envío de armas, lucha contra la neutralidad, envío de
jóvenes obreros a los campos de batalla, etc. Es pues evidente que con los grupos Trotskistas el
distanciamiento se ha transformado, con los acontecimientos de España, en un abismo que en
realidad es el que existe entre los que luchan por la revolución comunista y los que se han
incorporado a las ideologías del capitalismo.
Ya en el pasado año, en el Congreso de nuestra Fracción, habíamos expresado nuestra inquietud
ante el aislamiento de la misma y habíamos pasado revista a quienes podrían ser llamados para un
trabajo en común. Rechazamos la proposición del grupo americano Class Struggle queriendo
convocar una Conferencia Internacional para elaborar el programa de una nueva Internacional, a la
que hemos opuesto la constitución de un centro de enlace con aquellos grupos que se reivindiquen
del 2º Congreso de la IC, que rompieron con Trotsky y han proclamado la necesidad de pasar por la
criba de la crítica todo el bagaje de la revolución rusa.
Nuestra proposición no tiene prisa y dejaremos como están nuestras relaciones con los demás
grupos. En Bélgica las relaciones con la Liga Comunista Internacionalista han quedado
impregnadas de un deseo mutuo de discusión y confrontación y es éste el único lugar donde nuestra
fracción ha encontrado un deseo abierto en una dirección progresiva. Hoy es únicamente en el seno
de la Liga donde se oyen voces internacionalistas que osan hacerse oír en la hecatombe española y
es para nosotros una alegría poder saludar públicamente a estos camaradas que se mantienen fieles
al marxismo.
La mayoría de los camaradas de la Liga[1] sostienen profundas diferencias con nuestra Fracción,
pero el acuerdo, comprendiendo un centro de enlace, permanece aun. Partiendo del hecho de que la
Liga, como nuestra Fracción, evoluciona dentro del terreno de clase del proletariado, en ese sentido
no se ha producido ningún tipo de ruptura en los documentos programáticos de la Liga.
En cuanto a Francia aun queda tiempo para hacer un somero balance de nuestras tentativas para
realizar un acuerdo con grupos de militantes revolucionarios.
Si se ha producido la quiebra en la Unión Comunista no ha sido por azar sino porque este grupo ha
rechazado, a pesar de nuestras múltiples invitaciones y advertencias, comprometerse en una vía real
e histórica en donde se formen los cuadros de quienes el proletariado tendrá necesidad para formar,
en la situación de mañana, su partido de clase. Conglomerado de tendencias opuestas, la Unión no
ha hecho nada en el camino de la delimitación ideológica y sus posiciones políticas no han sido mas
que el eterno compromiso entre el Trotskysmo ortodoxo y las tentativas confusas para
desembarazarse de las fórmulas de este último. Cuando los acontecimientos de Junio, la Unión se
hundió y una parte de sus miembros ingresa en el partido Trotskista. En aquel momento habíamos
propuesto la organización de reuniones de confrontación entre diferentes fracciones comunistas
(comprendida la Unión) insistiendo para que cada una de ellas se esforzara en aportar su
contribución política específica y en justificar su existencia como grupo político independiente, con
el propósito de permitir a los obreros orientarse dentro del marasmo que hoy es el movimiento
obrero en Francia.
También en este caso nuestras tentativas fueron contrariadas por la imposibilidad de realizar el
menor intento por parte de dichos grupos, y de su voluntad de expresar fielmente el curso de
degeneración del proletariado francés y reaccionar ante esto. También aquí los acontecimientos
españoles han servido para clarificar. Han mostrado cómo los restos de la Unión Comunista le
pisaban los talones al POUM y cómo defendían más o menos las posiciones de los grupos
Trotskistas. No dudamos que en el seno de la Unión subsisten militantes que quieren permanecer
fieles al marxismo internacionalista, pero si a la luz de las masacres en la Península Ibérica no son
capaces de desandar el camino ni de preparar su ruptura con el pasado y con las bases de su unión,
estarán perdidos para la causa proletaria.
Declaramos abiertamente que nos hemos equivocado en la eventualidad de un trabajo de
clarificación que hubiera podido llevarse a cabo con la Unión Comunista. Sus posiciones más o
menos declaradas sobre España nos han obligado a mantener, respecto a ellos, la misma actitud que
hacia otros grupos que hemos encontrado.
No será inútil pasar revista a lo que en España se presenta como fuerza de clase del proletariado. A
este respecto rehusamos admitir al POUM como otra cosa que no sea un obstáculo contrarevolucionario para la evolución de la conciencia de los trabajadores. Ante todo se sabe que los
Trotskistas españoles rehusaron entrar en el Partido Socialista como les ordenaba Trotsky, pero fue
para ingresar en el partido oportunista de Maurín: el Bloque Obrero i Campesino. También se ha de
reprochar al POUM (resultado de este maridaje político) su regionalismo catalán que él bautiza
como marxista: “ en nombre del derecho de los pueblos a su autodeterminación”. Esto le ha
permitido participar en un gobierno de Unión Sagrada en Cataluña sin preocuparse de Madrid
(como ha hecho, por otra parte, la CNT). Por último no hay que olvidar que el POUM es miembro
del Buró de Londres donde también se encuentra el Partido Laborista Independiente, que trabaja
juntamente con la Izquierda del Partido Socialista francés (Pivert, Collinet y Cía.) y que está en
estrecha relación con los maximalistas italianos de Balabanova y el grupo de Brandtler, el cual aun
defendiendo el restablecimiento de la IIIª Internacional y la URSS ha decidido dar toda su ayuda al
POUM.
El POUM no se ha desprendido nunca de los partidos de la Esquerra Catalana con los cuales en
nombre del Frente Único con la pequeña burguesía ha efectuado todos sus compromisos. Desde el
19 de Julio el POUM se ató a la Generalitat como otras organizaciones de Cataluña y ha pasado,
como si nada, de su confusa reivindicación de la Asamblea Constituyente apoyada por comités de
obreros y soldados y por un gobierno obrero, a la participación en el gobierno de la Generalitat que
no es precisamente “obrero”.
Todas las tendencias del POUM, la de Gorkin (continuador de la política de Maurín), Nin, Andrade,
gravitan alrededor del mismo eje político sin oponerse fundamentalmente en sus divergencias.
Todos han participado en el estrangulamiento de la batalla de clase de los proletarios españoles
organizándolos en columnas militares, y si Andrade se ha diferenciado en el órgano del POUM en
Madrid por su fraseología seudo-marxista ha sostenido en realidad, en sus grandes líneas, toda la
política de colaboración de clases de la dirección central del POUM. Los Trotskistas españoles han
querido concretar la noción “leninista” (¿) consistente en “ingresar en un partido oportunista para
conquistar posiciones revolucionarias”. El resultado ha sido la transformación de los dirigentes de la
antigua Izquierda Comunista en probados traidores a la causa del proletariado. No es por azar que el
Sr. Nin sea hoy ministro de Justicia en Cataluña, desde donde se aplica la justicia “de clase” bajo la
égida del Sr. Companys. Nin ha olvidado su parentesco “Trotskista” de cuando Rusia y ha vuelto a
ser el bonzo de la ISR que era antes. En cuanto a la izquierda de Andrade no es por azar si se asocia
a la campaña militar del POUM ni si nos señala, al mismo tiempo que lo hacen Nin y Gorkin, como
contrarrevolucionarios que osan denunciar el engaño monstruoso y criminal del que los obreros
españoles son las víctimas. El POUM es un terreno en el que obran las fuerzas del enemigo y
ninguna tendencia revolucionaria puede desarrollarse en su seno.
De igual forma que los proletarios que quieren encontrar su camino de clase deben orientarse hacia
un cambio radical de la situación en España y oponer a los frentes territoriales sus frentes de clase,
así también los obreros españoles que quieren trabajar para poner las bases de su partido
revolucionario deben ante todo luchar contra el POUM y oponer al campo capitalista en donde se
desenvuelve, el campo de la lucha específica del proletariado. Los Andrade y Cía representan a los
obreros más avanzados del POUM y por eso mismo es necesario no acreditarlos con apoyos
políticos, sino denunciarlos con fuerza.
De ninguna manera está en los presupuestos de nuestra Fracción realizar un acuerdo político con
quienquiera que sea del POUM (a este respecto proclamamos que la minoría de nuestra Fracción
mantiene posiciones distintas) o de considerar la necesidad de apoyar la susodicha izquierda del
POUM. El hecho es que el proletariado de la Península Ibérica tiene aun que echar los fundamentos
para crear las bases de un nuevo partido y este último no se constituirá en base a maniobras
“revolucionarias” con oportunistas, sino llamando a los obreros a trabajar sobre bases de clase,
independientes de cualquier influencia capitalista, fuera y contra los partidos que trabajan por
cuenta de la burguesía, tales como el POUM, la FAI, que han realizado la Unión Sagrada más
estrecha con la izquierda republicana y el Frente Popular.
De esta forma se constatará rápidamente que tanto en España como en otros países no se está
realizando un esfuerzo político en una dirección histórica análoga a la que los proletarios italianos
han trazado en el curso de numerosos años de guerra civil contra el fascismo y que nuestra fracción,
con sus escasas fuerzas quisiera expresar. Somos profundamente conscientes de la imposibilidad de
cambiar esta situación internacional que no es mas que el reflejo de la relación de fuerzas entre
clases desfavorable al proletariado a causa de las propuesta de creación de internacionales o por las
alianzas con oportunistas del tipo de los Trotskistas o de los poumistas. Si la defensa del Marxismo
revolucionario significa hoy el aislamiento completo, debemos aceptarlo y considerar en ese caso
que no haremos sino expresar el terrible aislamiento del proletariado traicionado por todos y dejado
en el anonadamiento por todos los partidos que reclaman su emancipación. No ocultamos los
peligros que se desprenden de esta situación para nuestra organización que sabe perfectamente que
no posee la totalidad del conocimiento marxista y que solamente los movimientos sociales de
mañana volviendo a poner a los proletarios sobre su terreno de clase, volverán a dar su verdadera
categoría al marxismo revolucionario y a los organismos que como nuestra fracción se reclaman de
él.
BILAN nº 36 octubre-noviembre 1936
[1] La corriente representada por el camarada Hennault combate enérgicamente nuestras posiciones,
pero sin convertirse en un intervencionismo de tipo Trotskistas
Capítulo II: Polémica en BILAN
En este capítulo publicamos el debate dentro de BILAN sobre la postura a adoptar frente a la guerra
de España. Esta polémica se llevó a cabo públicamente como corresponde a la tradición del
movimiento obrero.
Un minoría de compañeros pensaba que había una revolución en marcha y que la guerra no era
imperialista sino que tenía como misión defender “la revolución obrera”. Aunque denunciaban a la
República y la mistificación antifascista pensaban que había que empuñar las armas para defender
“la posibilidad de un poder obrero”. Así, estos compañeros se fueron a Barcelona y se integraron
dentro de una columna de voluntarios organizada por el POUM.
La reacción de la mayoría de BILAN fue ante todo favorecer la discusión dando a los compañeros
los medios para defender su posición aunque no la compartieran y opusieran todos los argumentos
necesarios contra ella. BILAN evitó las medidas administrativas contra las faltas organizacionales
repetidas de la minoría y con suma paciencia aguantó sus provocaciones inspirado por el objetivo
esencial de favorecer la claridad. Reconocía claramente que la posición adoptada por la minoría era
radicalmente incompatible con las posiciones proletarias de BILAN y que llevaba inevitablemente a
la separación si no era reconsiderada. Sin embargo quería que ante todo esta separación se hiciera
desde la máxima claridad y no en la confusión.
1.La tragedia española (Gatto Mammone
posición mayoritaria)
Como se sabe, el destronamiento de Isabel IIª - que huyó al extranjero, como hizo Alfonso XIII en
1931 – fue seguida de un periodo muy convulso que sucesivamente vio desarrollarse las siguientes
fases: para empezar, en Octubre de 1.868, el Gobierno Provisional de Serrano que, tras que las
Cortes Constituyentes de Febrero de 1.869, se pronunciaron por una monarquía democrática, cedió
la plaza al rey Amadeo de Saboya. Después, provocada por esta nominación, estalla la segunda
guerra “carlista” (1.872-1.876), fomentada por la rama proscrita de los Borbones.
A continuación, llega la abdicación de Amadeo en 1.873 y la instauración de la primera República
de los Pi i Margall, Salmerón y Castelar; que debe luchar contra los carlistas ( en Vizcaya y
Cataluña) y hacer frente a la revuelta “cantonalista” de Sevilla, Cádiz, Granada, Málaga, Cartagena
y Valencia.
Finalmente, Serrano vuelve al poder y prepara el golpe de estado militar que devuelve al trono a los
Borbones en Enero de 1.874.
El Consejo General de Londres (Iª Internacional) tenía pocas relaciones directas con España,
aunque el secretario elegido para las relaciones con este país, Paul Lafarge, había nacido por
casualidad en Cuba. El Manifiesto lanzado por el Consejo General en Octubre de 1.868 tras la caída
de Isabel IIª, invitando a los obreros españoles a formar parte de la Internacional, quedó sin
respuesta. Fueron, al contrario, los republicanos federados del núcleo de Pi i Margall los que
obtuvieron el apoyo de los obreros, organizados hasta la fecha en simples sociedades conspirativas.
La primera agitación directa realizada en España fue la que realizo la “Alianza” de Bakunin que a
finales de 1.868 envió a Fanellí para crear los primeros núcleos de la Federación Española de la
Internacional. Es esto lo que permite explicar porque esta fue siempre fiel a la concepción
colectivista anarquista, en oposición a la “comunista-autoritaria” de Marx y el Consejo General de
Londres. Incluso, cuando más tarde (en 1.876), la Federación Italiana de la Internacional, bajo el
impulso de Malatesta, Cafiero y Covelli, adoptó el “comunismo-anarquista”, es decir que no solo la
tierra y el utillaje, sino también el fruto del trabajo debía pertenecer a las comunidades, los
internacionalistas españoles continuaron fieles a su vieja concepción. Como veremos, más adelante,
cuando en 1.910 surge la CNT emplea la terminología anarco-sindicalista, ya que el término
“colectivista” desde entonces designa a los marxistas, a los partidos socialistas de la IIª
Internacional.
Tanto es así que el primer Congreso de la Federación Regional Española (regional significa para
España nacional) celebrado en Barcelona en 1.870 adoptó una posición apolítica. En el terreno
económico su posición fue muy poco favorable a los movimientos huelguísticos. Preferían, por el
contrario, mostrar el objetivo final, es decir, “la liquidación social y el porvenir libre”.
Para todos los internacionalistas anti-autoritarios – para las Federaciones de España e Italia, así
como para los del Jura en Suiza y para los obreros del Valle de la Vesdre (Verviers, Bélgica) – el
único objetivo de la asociación era provocar la insurrección que derrocara al Gobierno, aboliera la
propiedad privada, pusiera a disposición de los trabajadores la tierra y las herramientas y,
sustituyera la organización estatal de la burguesía por la libre federación de las comunidades y
grupos de productores libres y autónomos.
Cuando en 1.873, acto seguido de la proclamación de la República federalista (Pi i Margall) se
desarrolla el potente movimiento “cantonalista”, si bien la Internacional en su conjunto quedó al
margen de los acontecimientos que juzgó “políticos” , al mismo tiempo, la FRE autorizó a sus
miembros a participar en los gobiernos locales surgidos de este movimiento ya que consideraba que
la descentralización ( o “cantonalización” ) del Estado como algo propicio para el cambio social.
Pero Serrano disolvió la Internacional que si bien, declaraba con contar en esos momentos con
decenas de miles de miembros, se adaptó sin resistencia a la situación respondiendo únicamente a
la orden de disolución con ... un Manifiesto de protesta dirigido a los obreros españoles. Desde
entonces estuvieron en la sombra hasta 1.881, cuando los conservadores dejaron su lugar a un
Gobierno más liberal. Entonces los internacionalistas salieron de la ilegalidad y crearon una
Federación de los trabajadores de la región española, basado igualmente, en el colectivismo
anarquista, que consiguió, desde sus inicios un cierto desarrollo. Un ala terrorista, conocida como la
“Mano Negra” se desarrolló sobre todo en Andalucía y provocó las persecuciones de 1.884.
En 1.888, tuvo lugar un Congreso en Valencia, que disolvió definitivamente la Federación regional
y la substituyó por los grupos anarquistas libres. No es hasta Octubre de 1.910, en el curso de un
Congreso que se celebró en Barcelona, reuniendo a todas las organizaciones de Andalucía y
Cataluña, que se decidió la constitución de la Confederación Nacional del Trabajo, de carácter
sindicalista, antiparlamentario y partidaria de la acción directa.
Como hemos dicho anteriormente, la Federación de la Internacional, en España, aparte del episodio
Lafargue, fue siempre antiautoritaria, y contraria a Marx y al Consejo General del Londres.
Lafargue había conseguido ganar la mayoría del Consejo Federal pero, fue excluido, y no pudo
reagrupar más que a nueve miembros en la nueva Federación de Madrid que él representó en el
Congreso de la Haya ( 1.872 ). Entre estos nueve miembros figuraba el tipógrafo Pablo Iglesias, el
futuro fundador del Partido Obrero Socialista en España. Este partido, creado clandestinamente en
1.879, fue definitivamente fundado en el Congreso de Barcelona, en Agosto de 1.888, año en el que
los socialistas crearon también la central sindical, U.G.T. Esta estaba muy ligada al partido, tanto
que Iglesias era el presidente del partido y de la organización sindical al mismo tiempo.
El partido participó, desde su fundación, en la acción política, pero jamás consiguió un triunfo
electoral. Iglesias no llegó al parlamento hasta 1.910, tras la creación de la primera coalición entre
republicanos y socialistas contra el Gobierno reaccionario de Maura y la expedición marroquí.
El PSOE tenía un carácter “obrerista” y anti-intelectual; consideraba a los intelectuales como gentes
inútiles, buenos únicamente para introducir en su seno las discusiones teóricas, inútiles igualmente,
según ellos. Aparte de algunas breves y esporádicas apariciones de intelectuales, como Unamuno –
hoy ferviente partidario de Franco – el Doctor Vera fue durante largo tiempo el único fiel al
movimiento. Solo poco tiempo antes de la guerra se vio llegar un gran número de intelectuales al
partido socialista. Entre ellos, Besteiro, Ovejero y Luis Araquistain , todos ellos dirigentes hoy del
“Frente Popular”.
El partido socialista, en su conjunto, tuvo desde sus orígenes, un marcado color local que nos
disponemos a tildar de “pablismo” del nombre de Pablo Iglesias que murió en 1.925, a los 75 años,
después de ser durante cincuenta años el educador político de los cuadros del partido y la U.G.T.
Esta particularidad del partido obrero español, retomada más tarde por Andrade en su interesante
estudio sobre el reformismo, ha revestido el carácter de una organización de tipo filantrópico
poniendo el acento sobre el carácter moral y produciendo un tipo de obrero que el general Primo de
Rivera se complacía en definir como “prestador de buenos y leales servicios” a sus amos.
Este “obrerismo” rudimentario del pablismo, era el reflejo, en el terreno económico, de la situación
de atraso de España, en la que dominaba el artesanado (no solamente Pablo Iglesias era como
hemos visto un obrero tipógrafo, sino que durante largo tiempo todo el Comité Central del partido,
estaba compuesto, íntegramente, por tipógrafos). Y, en el terreno político, reflejaba una noción muy
elemental de la lucha de clases que ninguna discusión teórica llegó a enriquecer.
Este reformismo acentuado fue una de las principales causas del desarrollo del anarquismo, bajo
diferentes nombres y del hecho de que los obreros más avanzados y las masas más combativas se
decidieran por la C.N.T, puesto que el anarco-sindicalismo parecía representar una forma más
revolucionaria, cuando en realidad su misma existencia era la prueba del atrasado estado, desde el
punto de vista clasista, del proletariado español.
Para comprender adecuadamente la situación actual, es importante analizar el periodo que siguió a
la caída de Primo de Rivera – en Enero de 1.930 – , es decir, el año que duró su sucesor, el general
Bérenguer, y el corto Gobierno de concertación monárquica del Almirante Aznar, de Febrero de
1.931 hasta las elecciones municipales del mismo año que llevaron a la segunda caída de los
Borbones.
Es, en efecto, en el curso de este período cuando, en el seno del partido socialista cristaliza una
crisis interna que llevará a la creación de dos fracciones. Como se sabe, tras la instauración, en
1.923, de la dictadura de Primo de Rivera, el partido socialista y la U.G.T. practicaron una política
de adaptación al nuevo régimen. A cambio de esta “neutralidad benévola” Primo de Rivera dejó a
los socialistas una cierta libertad de propaganda y les permitió entrar en los órganos consultivos del
régimen y en las comisiones paritarias, todos ellos puestos bien retribuidos y bien aceptados, ya que
hasta la fecha la debilidad del movimiento obrero, en España, había sido un obstáculo para la
formación de una burocracia remunerada como era el caso en los países en los que el movimiento
obrero estaba más desarrollado.
El colaboracionismo llego a tolerar incluso que Largo Caballero, el mismísimo secretario general de
la U.G.T., fuera nombrado consejero de Estado. Los ofrecimientos llegaban en el ámbito de la
Asamblea nacional corporativa, que el Gobierno se aprestaba a crear, contando con la unanimidad
de los presentes en el debate de aceptación de su candidatura. Solo el temor de una reacción
negativa de las masas obreras hizo que su integración hubiera de ser rechazada por un voto en la
votación definitiva.
Asistimos en esa época a un verdadero idilio social-dictatorial. En Madrid, donde en el seno de la
U.G.T existía una oposición de comunistas aún no degenerados, los dirigentes de esta oposición
eran convocados por la Seguridad del estado y, cuando les era negada la entrada en el partido
socialista eran explícitamente obligados a abandonar esa oposición bajo amenaza de arresto.
En ciertas localidades de las regiones mineras de Vizcaya, las Casas del Pueblo, que estaban en
manos de los comunistas, eran cerradas por la Dictadura y entregadas posteriormente a los
socialistas.
Una corriente “izquierdista” conducida por Prieto, se manifestó contra la política de colaboración
íntima con la Dictadura, practicada por los Caballero, Saborit y la dirección del partido. Pero la
crisis no se manifestó abiertamente más que en el período siguiente: el de la dictadura que continuó
Berénguer.
De un lado Besteiro y Saborit que se apoyaban sobre la burocracia sindical, seguían fieles a la
política tradicional del “quietismo” bajo el pretexto de no hacer correr aventuras al movimiento
obrero. En realidad, trataban esencialmente de mantener las prebendas que la dictadura les había
concedido. Tanto es así que llegaron hasta el punto de sabotear la preparación de la huelga general
que debía desarrollarse en Diciembre de 1.930.
De otro lado, estaban los “izquierdistas” - Prieto y De los Rios, a los que más tarde se sumaría
Caballero que abandonó la capilla “pablista” – que acentuaron su táctica de acercamiento a los
republicanos. Participaron en la preparación de la revuelta militar que debía estallar en Diciembre
de 1.930, con el apoyo de la huelga general. Hoy sabemos que el levantamiento prematuro de la
guarnición de Jaca hizo fracasar sus proyectos.
Ya entonces, Prieto, Caballero y De los Ríos formaban parte del Gobierno Provisional que habría
sido constituido en caso de coronar con éxito sus planes. Ellos mismos fueron los que formaron
parte del Gobierno de Alcalá Zamora en Abril de 1.931.
A pesar de este oportunismo o, más bien, de esta traición de los intereses revolucionarios de la clase
obrera, el movimiento obrero seguía siendo siempre muy frágil: el partido socialista tenía, en 1.930,
12.815 miembros y la U.G.T 277.011 militantes.
En cuanto a la C.N.T , sabemos que desde la instauración de la dictadura disolvió
“voluntariamente” los sindicatos. Esta fórmula salvó los principios, pero significó en la práctica una
adaptación sin resistencia al nuevo régimen. Sus efectivos entonces, podían llegar a alcanzar, según
sus fuentes, un millón de miembros. Pero no olvidemos que para los anarquistas españoles esta cifra
era como el hecatón (cien) para los antiguos griegos: una cantidad indefinida, que sobre todo, y en
todos los casos, debía dar la impresión de un gran número.
Ya durante la dictadura, en el seno de la C.N.T la corriente revisionista de los sindicalistas – de la
tendencia Pestaña - se había reforzado y entró en lucha abierta con los anarquistas puros de la
F.A.I.. Los “Faistas” quedaron a lo largo de este período en la sombra- como lo estuvieron sus
mayores internacionalistas antiautoritarios tras la represión de 1.874 – y, debemos reconocerlo, solo
los revisionistas manifestaron durante la dictadura cierta actividad. Estos “revisionistas” o
“políticos” como les llamaban sus adversarios, los “anarco-específicos” se encontraban a la cabeza
de la C.N.T. en el momento en el que la República fue proclamada. Su sindicalismo
“revolucionario” era del mismo estilo que el de Jouhaux de la C.G.T. francesa. Asumieron la
responsabilidad de dar un espaldarazo a la política de “bloque sin principios” con los republicanos,
es decir, la colaboración estrecha con la burguesía, signo característico de los primeros momentos
de la República española. Se solidarizaron con el Manifiesto publicado en Barcelona por los
partidarios de la República, sobre la base de un programa de acción que suponía: 1º la separación de
los poderes; 2º reconocimiento de todos los derechos individuales y sociales a los ciudadanos; 3º
reconocimiento a los grupos federados en virtud de su propia cultura; 4º libertad de pensamiento.
Separación de la Iglesia y el Estado; 5º reforma agraria; 6º reformas sociales al nivel de los Estados
capitalistas más avanzados. Esto en 1.931.
En 1.936, vemos a los “Faistas” dominando la C.N.T entrar en el Gobierno pero escondiendo esta
traición a sus propios principios con juegos de palabras: no entraban en el “Gobierno” sino el
“Consejo” de la Generalitat de Catalunya, con un programa que decía: creación de las milicias para
mantener el orden público (léase : policía ); milicias de guerra obligatorias ( léase: Ejército);
defensa de la pequeña propiedad y de las libertades “tradicionales” de Catalunya.
Solo nos queda hablar del partido comunista. Este surgió en España, como en otros muchos lugares,
en la inmediata post-guerra, a través de la transformación de las Juventudes socialistas en Partido
Comunista, al que vendría más tarde a sumarse un ala izquierda socialista. El hecho de que los
padrinos del movimiento comunista fueran Borodine- del que conocemos su actividad en China
como responsable y artesano de la derrota del proletariado chino – y el diputado oportunista italiano
Graziadei es suficiente para explicar que este partido era un aborto que la misma Internacional
consideraba como una de sus secciones más insignificantes.
Basándonos en las cifras más optimistas, no encontramos más que algunos cientos de miembros, si
todavía podemos utilizar este término, ya que en 1.931, el partido comunista no tenia aún un censo
de afiliados. Agrupaba ante todo una capilla de aventureros incompetentes y sin escrúpulos que la
Internacional Comunista, regularmente reemplazaba por elementos que no valían mucho más.
Durante todo el período de la dictadura, el P.C.E. no dio señales de vida y fue ignorado por casi
todo el mundo. Una cierta influencia comunista se pudo ver en los sindicatos en Vizcaya y Asturias,
pero reducida a una actividad de algunos elementos en la base, y al margen de cualquier directiva de
los jefes.
En Barcelona, el principal centro industrial de España, el Partido Comunista, hasta estos últimos
tiempos, era absolutamente inexistente (contando con una cincuentena de miembros como mucho,
al inicio de los acontecimientos de este año).
La cuestión nacionalista, que tanta importancia tiene, incluso dentro de la C.N.T. – (ver sus últimas
declaraciones sobre las libertades tradicionales de Cataluña) – había provocado, en vísperas de los
acontecimientos de 1.931, la creación de un partido comunista catalán que sostenía la idea de la
independencia de Cataluña y, para el que existía una burguesía española explotadora del
proletariado español, pero también una burguesía catalana y un proletariado catalán, ambos,
explotados por el Estado central. En este partido encontramos los primeros núcleos del Bloque
Obrero y Campesino de Maurín, que jugó un cierto papel en los comienzos de la República y que,
después, dio lugar al nacimiento del actual P.O.U.M.
Con Berenguer, que no era más que una prolongación de Primo de Rivera, se termina el período de
“maneras duras” de la burguesía. Mano de hierro en un guante de terciopelo, ya que debemos
señalar que la ferocidad de la dictadura no es más que una leyenda. En realidad, no había habido
más que arrestos y no en gran número.
Por ejemplo, el terrorismo en Barcelona – ejercido por Anido, que la “Revolución” de 1.936 se
contentó con encarcelar para luego dejarlo escapar – se manifestó antes, en el momento del empuje
obrero.
La dictadura fue una forma de política inestable y oscilante entre las exigencias de los latifundistas
y de las industrias agrícolas y las de las industrias medianas que habían nacido en la periferia ( de
hecho el ascenso de Primo de Rivera al poder fue apoyada por la industria de transformación de
Cataluña ).
Ante la devaluación de la peseta, la huida de capitales al extranjero, la anarquía creciente,
económica y política ( ligadas, claramente, a la crisis mundial ), ante la perspectiva del
recrudecimiento de los conflictos sociales, la burguesía recurrió a una segunda manera de
dominación, la forma democrática, haciendo un llamamiento de movilización a sus “reservistas”:
los republicanos, los socialistas y los centristas.
Los acontecimiento ulteriores demostraron hasta la saciedad, en España como en otros lugares, el
carácter burgués de la ideología republicana.
En los tiempos de la Dictadura los republicanos permanecían en la recámara, consideraban que su
hora no había llegado y no querían aparecer demasiado radicales. Pero con la precipitación de
acontecimientos a partir de 1930 empezaron a salir a la superficie aunque actuando siempre de
forma muy discreta , consideraban que esta tarea correspondía, sobre todo, a los monárquicos que
acaban de adherirse a la concepción republicana: a los Zamora y a los Maura. Es decir, a todos
aquellos que abogaban por la creación de una República parlamentaria, conservadora y católica. El
programa mínimo de los republicanos en aquella época suponía la aceptación de la nominación por
decreto real de los puestos de diputado provincial y consejero ( sistema ya en vigor bajo el
Gobierno de Berenguer ).
Todos estos lideres aceptaron una acción común con los políticos de diversas tendencias que no
osaban aún declararse republicanos y que, aún proclamándose monárquicos, reclamaban la
convocatoria de las Cortes más o menos constituyentes. Las organizaciones obreras, incluyendo a la
C.N.T., se comprometieron a sostener esta agitación “en las calles”.
Con un movimiento obrero paralizado por la concepción reformista del “pablismo” y la pasividad
de los anarco-sindicalistas que iban a remolque de las concepciones pequeño-burguesas – rascad el
barniz superficial del anarquista y aparecerá un pequeño-burgués – el resultado fue que las ilusiones
democráticas hicieron estragos enormes en las filas obreras.
Los acontecimientos se precipitaron. Tras el fracaso del levantamiento de Diciembre de 1.930, el
Gobierno de Berenguer hizo todo lo posible por adelantar las elecciones generales, esperando
conseguir así reforzar su posición política cuya cobertura era la defensa del “orden constitucional”.
La fecha de las elecciones fue fijada para el mes de Marzo de 1.931, pero los partidos de la
oposición rechazaron participar alegando que la ley marcial y la censura militar les impedían
realizar cualquier tipo de campaña electoral.
Esta amenaza de los republicanos y de los socialistas de boicotear las elecciones se unía al hecho de
que cada vez más medios monárquicos reclamaran una Asamblea Constituyente acompañada de una
encuesta que tuviera por objetivo establecer la responsabilidad del Rey en la dictadura. Todo ello
provoco la caída de Berenguer en Febrero de 1.931. La tarea de constituir un nuevo Gobierno fue
confiada a Sánchez Guerra, del partido liberal-histórico de los Romanones, partido que representaba
los intereses agrarios y que, aunque oponiéndose a la dictadura a causa de su política marroquí y en
general exterior, constituía el más sólido apoyo de la Monarquía. Pero ya en este partido, algunos
elementos, como Alcalá Zamora, se habían acercado a la República y otros, como Sánchez Guerra,
era partidarios de la convocatoria de una Constituyente.
Pero Sánchez Guerra fracasó en sus intentos de constituir Gobierno por el rechazo de los
republicanos a participar en él.
Fue el momento de constituir un Gobierno de transición bajo la presidencia del Almirante Aznar.
Manteniendo su boicot a las elecciones parlamentarias, socialistas y republicanos presentaron listas
comunes a las elecciones municipales que tuvieron lugar el 12 de Abril de 1.931. Conocemos los
resultados: derrota espectacular de los monárquicos en casi todas las ciudades. El campo continuó
fiel a los partidos monárquicos, pero eso no cambió en nada el desarrollo de la situación posterior:
marcha del rey Alfonso XIII y formación de un Gobierno provisional, en el que Alcalá Zamora era
presidente y en el que participaron tres socialistas.
El hecho de que el general Sanjurjo, en aquellos momentos director general de la Guardia Civil
fuera el que regulara la conversión pacífica de la monarquía en República, es ya en sí todo un
programa.
No tardaremos mucho en verificarlo en el curso de un próximo artículo.
GATTO MAMMONE Bilan 35 septiembre-octubre 1936
2.La revolución en España (Tito, posición
minoritaria)
La caída de la monarquía, aunque ocurrió tranquilamente y de manera “caballeresca” en un
ambiente festivo y carente de luchas, inicia la crisis revolucionaria en España. Sin olvidar que la
dictadura de Primo de Rivera fue, también, un síntoma de esa crisis.
La estructura económica y política de España está totalmente construida sobre el andamiaje feudal
de un Estado que vivió parasitando y expoliando, durante cuatro siglos, un inmenso imperio
colonial lleno de riquezas inagotables. A finales del siglo XIX, con la pérdida de las últimas
posiciones coloniales, el papel de España quedó reducido al de país de tercer orden que vegetaba
gracias a la exportación de su producción agraria. La crisis mundial que siguió a la Guerra y que
restringe considerablemente los mercados a la vez que reduce las reservas acumuladas durante la
Contienda - debido a la neutralidad del país - plantea el problema de la transformación económica.
El estimulante del desarrollo de fuerzas productivas tendentes a crear un aparato industrial
moderno, a suscitar un mercado interno para la producción industrial y a transformar los sistemas de
producción en el campo, choca con el conservadurismo de las viejas capas feudales privilegiadas.
Cinco años de gobiernos sucesivos de izquierdas y de derechas no son capaces de resolver ni
siquiera el problema político de la forma constitucional; la república misma está amenazada por un
partido monárquico decidido. Tampoco resuelven el problema económico, al cual solo se puede dar
una solución definitiva rompiendo violentamente las relaciones sociales en el campo. La cuestión
agraria es de importancia primordial y no puede ser resuelta en el marco de las instituciones
burguesas. Sólo es posible por la vía revolucionaria: expropiando sin indemnización latifundios y
dominios señoriales.
En un país de medio millón de kilómetros cuadrados de superficie, dos tercios de las tierras
cultivadas pertenecen a veinte mil propietarios. El resto se reparte entre veinte millones de seres que
viven su miseria en el embrutecimiento y la ignorancia seculares.
La tentativa de reforma agraria de Azaña sólo dio resultados negativos: a la confiscación, con
indemnización, de los propietarios, siguió un reparto de tierras que resultó de lo más oneroso para el
campesino quien tuvo que empezar a cultivar una tierra, las más de las veces árida y abandonada,
con deudas y sin ningún capital de circulación. En los sitios donde ha habido reparto, ha habido
también irritación entre los campesinos quienes no han conseguido sacar ninguna ventaja con la
posesión de las tierras. Esta situación de descontento podría explicar el que los “rebeldes” hayan
encontrado, en algunas provincias agrarias, un apoyo por parte de las poblaciones locales.
La amenaza de un ataque reaccionario a fondo, tras dos años de gobierno de las derechas, determina
la formación de una coalición de partidos republicanos y obreros que acarrea la victoria electoral
del dieciséis de febrero. La presión de las masas, que abre las puertas de las cárceles a los treinta
mil presos políticos, antes incluso de promulgarse el decreto de amnistía, desplaza la relación de
fuerzas; pero las esperanzas de las masas han sido defraudadas. A lo largo de los cinco meses de
gobierno del Frente Popular no ha habido ningún cambio radical en la situación política. La
situación económica entre tanto sigue siendo tan grave como hasta ahora. Nada se hace para dar la
solución definitiva. Esto se explica por el carácter burgués del nuevo Gobierno, que se limita a una
actitud defensiva respecto al partido monárquico destinando a Marruecos a cierto número de
oficiales infieles al gobierno republicano. Esto explica que Marruecos haya sido la cuna de la
rebelión militar la cual ha podido contar en pocos días con un ejército de cuarenta mil hombres
totalmente pertrechados y a cubierto de cualquier amenaza represiva. La Legión Extranjera que es
la base de ese Ejército, cuenta de hecho con muy pocos extranjeros (10-15 %). La mayoría de los
alistados son españoles: parados, desclasados, criminales; es decir, auténticos mercenarios
fácilmente atraídos por el espejismo de la soldada y el rancho.
Al asesinato del teniente Castillo, socialista, le siguió, como represalia, el de Calvo Sotelo, jefe
monárquico (9 y 10 de julio) y fue utilizado como pretexto para actuar por parte de la derecha. El
diecisiete de julio empieza la insurrección. Esta insurrección no tiene las características típicas del
pronunciamiento militar el cual cuenta con la sorpresa, la rapidez y tiene siempre objetivos
limitados, generalmente, cambios del personal gubernamental.
La duración y la intensidad de la lucha dan prueba de que nos encontramos ante un amplio
movimiento social que está removiendo hasta las raíces a la sociedad española. La prueba está en
que el gobierno democrático, modificado por dos veces en algunas horas, en lugar de replegarse o
precipitarse en llegar a un compromiso con los jefes militares sublevados, prefiere aliarse con las
organizaciones obreras, sin que con eso entregue las armas a la clase obrera.
Este suceso tiene una importancia enorme. La lucha, aunque siga estando formalmente encerrada en
el marco de la competencia entre grupos burgueses y aunque ponga como pretexto la defensa de la
república democrática contra la amenaza de la dictadura fascista, alcanza hoy una significación más
amplia, un valor profundo de clase; se está convirtiendo en levadura, en fermento propulsor de una
verdadera guerra social.
La autoridad del Gobierno está hecha trizas. En pocos días el control de las operaciones militares ha
pasado a manos de la milicia obrera. Los servicios de logística, lo que en general se refiere a la
dirección de la guerra, la circulación, la producción, la distribución, todo se pone en manos de las
organizaciones obreras. El verdadero gobierno está en manos de ellas. El otro, el gobierno legal, es
una cáscara vacía, un simulacro aprisionado por la situación.
Incendio de iglesias, confiscación de bienes, ocupación de casas y propiedades, requisa de
periódicos, condenas y ejecuciones sumarias - extranjeros incluidos -; estas son las formidables y
ardientes expresiones del profundo cambio en las relaciones de clase; las cuales el gobierno burgués
ya no puede parar. Mientras tanto, el Gobierno interviene no para aniquilar sino para legalizar “lo
arbitrario”. Echan mano a los bancos y a las fábricas abandonadas por los patronos y nacionalizan
las fábricas que producen para la guerra. Se adoptan medidas sociales: semana de 40 horas,
aumento del 15% en los salarios, reducción del 50% en los alquileres.
El seis de agosto tiene lugar un reajuste ministerial en Cataluña bajo la presión de la CNT. Dicen
que Companys, presidente de la Generalitat, se ve obligado por las organizaciones obreras a
permanecer en su puesto para evitar complicaciones internacionales que, de todas maneras,
acabarán por producirse en el transcurso de los acontecimientos.
El gobierno burgués se sigue manteniendo. No cabe duda que, una vez apartado el peligro, intentará
desesperadamente recuperar la autoridad perdida. Empezará entonces una nueva fase de la lucha
para la clase obrera.
Cierto es que se desencadenó la lucha por razones de competencia entre dos fracciones burguesas.
La clase obrera se alió con la fracción dominada por la ideología del Frente Popular. El gobierno
democrático da armas al proletariado, último recurso para su propia defensa. Pero el estado de
disolución de la economía burguesa excluye cualquier posibilidad de reajuste, sea con la victoria del
fascismo, sea con la victoria de la democracia. Únicamente una intervención sucesiva y autónoma
del proletariado podrá resolver la crisis de régimen de la sociedad española. Pero el resultado de
dicha intervención está condicionado por la situación internacional. La revolución española está
estrictamente ligada a la problemática de la revolución mundial.
La victoria de un grupo o del otro no podrá resolver el problema general que no es otro que el del
cambio fundamental en las relaciones de clase a escala internacional y en el del grado de
intoxicación de las masas hipnotizadas por esa serpiente que es el Frente Popular. Sin embargo la
victoria de un grupo y no del otro tiene unas repercusiones políticas y psicológicas que hay que
tener en cuenta para analizar la situación. La victoria de los militares no sólo significaría una
victoria sobre el método democrático de la burguesía sino que significaría también la victoria brutal
y despiadada sobre la clase obrera que se entregó totalmente y como tal a la lucha. La clase obrera
sería clavada en la cruz de la derrota, de manera irremisible y total, como pasó en Italia y en
Alemania. Además, toda la situación internacional se ajustaría sobre la victoria del fascismo español
y caería sobre los trabajadores una ráfaga de violenta represión en el mundo entero.
Ni siquiera discutiremos la concepción según la cual después de la victoria de los reaccionarios el
proletariado recobraría con más ímpetu su conciencia de clase.
Seguramente la victoria gubernamental crearía unos cambios muy importantes en la situación
internacional al darle otra vez conciencia y ánimo al proletariado en los diferentes países. Pero
también es probable que esas ventajas serían neutralizadas en parte por la influencia nefasta de una
intensa propaganda nacionalista y antifascista, banderín de enganche de guerra de los partidos del
Frente Popular y en primer lugar del Partido Comunista.
Es imposible que la derrota de los militares tenga como consecuencia ineluctable el refuerzo del
gobierno democrático. En cambio, es cierto que las masas aun armadas, orgullosas de una victoria
dolorosa y discutida pero seguras de una experiencia adquirida en la violencia de la batalla, pedirían
cuentas al gobierno. Los polvorines ideológicos que el Frente Popular entregó a las masas para
confundirlas bien podrían estallarle en las manos a la propia burguesía.
Solo una gran desconfianza en la inteligencia de clase de las masas puede dar lugar a admitir que la
desmovilización de millones de obreros, después de un combate duro y largo, puede hacerse sin
tropiezos ni tempestades.
Pero, aun suponiendo que suceda a la victoria del gobierno, sin roces, el desarme material y
espiritual del proletariado, no hay que negar la posibilidad de un cambio en las relaciones de clase.
Nuevas y potentes energías podrían surgir de esta amplia conflagración social y la evolución hacia
la formación del partido de clase se vería acelerada.
La lucha no es una cera blanda que se moldea según nuestros esquemas y nuestras preferencias. Se
determina dialécticamente. En política, lo previsto representa siempre una aproximación a la
realidad.
Cerrar los ojos ante la realidad, únicamente porque no corresponde al esquema mental que nos
hemos fabricado, significa ponerse fuera del movimiento y marginarse definitivamente del
dinamismo de la situación.
La corrupción ideológica del Frente Popular y la ausencia del partido de clase son dos elementos
negativos y de una aplastante importancia. Y por eso precisamente, hoy en día, nuestros esfuerzos
deben ir dirigidos hacia los obreros españoles.
Decirles: “ese peligro os amenaza”; y no intervenir para luchar contra él es dar muestras de
insensibilidad y de diletantismo. Nuestro abstencionismo en el asunto español significa la
liquidación de nuestra Fracción, una especie de suicidio por indigestión de fórmulas doctrinarias.
Muy pagados de nosotros mismos, como Narciso, nos ahogamos en las aguas de las abstracciones
en que nos complacemos; mientras, “la bella nínfa Eco” languidece y muere por amarnos.
TITO (Bilan nº 35. Setiembre/Octubre 1936)
3.Moción de la minoría agosto 1936
Los camaradas de la Fracción Italiana de la Izquierda Comunista se han alistado en las filas de la
milicia obrera para apoyar al proletariado español en la grandiosa lucha contra la burguesía.
Estamos, a su lado y preparados para todos los sacrificios, por el triunfo de la revolución.
Durante largos años, de militancia, de lucha y de exilio, hemos vivido una doble experiencia: la de
la reacción fascista, que puso al proletariado italiano en una situación desesperada y la de la
degeneración del Partido Comunista, que crucificó ideológicamente a las masas. Y, sin embargo, el
problema de la Revolución sólo podrá resolverse si las masas logran, escapando a la influencia de la
2ª y 3ª Internacionales, construir su verdadero partido. Aquel que sea capaz de conducirla a la
victoria.
Tenemos confianza en el desarrollo de los acontecimientos actuales y creemos que su dinamismo
creará en España y en otras partes el Partido de la revolución. La vanguardia que existe en el seno
del POUM tiene ante sí una gran tarea y una enorme responsabilidad.
Vamos al frente de batalla en la Columna Internacional de las milicias del POUM, empujados por
un ideal político común a los heroicos y magníficos obreros españoles: el ideal de combatir hasta el
último de nosotros, no para salvar a la burguesía hecha trizas sino para arrancar las raíces de
cualquier forma de poder burgués y para que triunfe la revolución proletaria.
Para que todos nuestros esfuerzos no sean vanos, la vanguardia revolucionaria del POUM tiene que
vencer las últimas vacilaciones y entrar resueltamente en el camino del Octubre español. Hoy tiene
que escoger entre el apoyo directo o involuntario a la burguesía a la alianza con los obreros
revolucionarios del mundo entero.
El destino de la masa obrera del mundo dependerá del carácter dado a la asociación política en la
actual conflagración social en España.
¡ Viva la milicia obrera!
¡ Viva la revolución!
( La moción de Biondo y la última resolución de la minoría saldrán en el último número. La
Redacción )
4.Comunicado de la Comisión Ejecutiva agosto
1936
Bilan nº 34. Agosto 1936.
Los sucesos de España han abierto una grave crisis en le seno de nuestra organización. Las
circunstancias no han propiciado una discusión profunda de las divergencias, más que nada porque
parte de los camaradas se encuentra en estos momentos imposibilitada para participar en ella con
sus opiniones.
En esta situación, la C.E. solo ha podido tomar nota de la primera delimitación de posiciones
políticas, aunque comprueba que ya se plantea, sin remedio, el problema de la escisión en nuestra
organización.
Escisión ideológica, no organizativa. El objetivo de este comunicado es que se imponga la más
meridiana claridad sobre los problemas fundamentales en los que ha habido divergencias.
Aparte de la concepción que la Fracción defiende públicamente (acerca de la que no hace falta
explicarse), otras opiniones se han ido afirmando (como ya dijimos) aunque actualmente se ven aun
imposibilitadas tanto para concentrarse alrededor de una posición general como para definirse entre
sí aclarando sus límites respectivos.
La idea central dominante entre los camaradas que no comparten la opinión de la actual mayoría de
la organización es la de considerar que puede afirmarse la independencia de la clase obrera, sobre
todo en Cataluña, sin que cambie radicalmente la situación y sin que haya que oponer a los actuales
frentes, a los que nosotros consideramos imperialistas, los frentes de lucha de clases en las ciudades
y en el campo.
La Comisión Ejecutiva (C.E.) ha decidido no forzar la discusión. El objetivo es permitir que la
organización se beneficie de las contribuciones de los camaradas que están imposibilitados para
intervenir activamente en ella y también porque la evolución permitirá una mejor clarificación de
las divergencias fundamentales surgidas en los debates.
Está claro que los compañeros de la actual minoría tienen la posibilidad, como los demás, de
separar públicamente sus responsabilidades y, aun reivindicando su pertenencia a la Fracción,
continuar la lucha por sus posiciones en España, con la idea de determinar una posición autóctona
de la clase obrera, incluso en la actual situación.
5.Resolución de dos camaradas de la minoría
(Después de su regreso del frente y de que hayan tomado contacto con la delegación oficial de la
Fracción).
España, en estos momentos, es la piedra angular de toda la situación internacional. Según se gane
por una u otra de las fuerzas en lucha, será una situación diferente para Europa. La victoria de
Franco significaría el refuerzo del bloque militar de Italia y Alemania. La victoria del Frente
Popular significaría el refuerzo del bloque militar antifascista (ambos conducen a la guerra
imperialista); y la victoria del proletariado sería el punto de partida de la reanudación mundial de la
revolución proletaria.
Estamos en España ante una situación objetivamente revolucionaria. Las elecciones de febrero que
concluyeron con la victoria del Frente Popular fueron un extintor de incendios, una válvula de
escape que impidió la explosión violenta de las enormes contradicciones de clase. Las huelgas
importantes que las siguieron y la agitación lo demuestran claramente.
La amenaza revolucionaria del proletariado decidió a la burguesía a apresurarse para tener las
ventajas de la iniciativa. De esas premisas se llega a la conclusión de que no luchan dos fracciones
de la Burguesía sino que lucha la burguesía contra el proletariado. Y de que el proletariado toma las
armas para defender sus condiciones de vida y sus organizaciones contra el asalto de la reacción.
Los obreros españoles han tomado las armas contra Franco por los mismos motivos que las tomaron
los obreros rusos contra Kornilov.
No se trata del dilema democracia – fascismo sino del dilema capitalismo – proletariado. Y si la
burguesía sigue quedándose virtualmente en el poder, si las relaciones de propiedad no se han
transformado verdaderamente, hay que buscar la causa en el hecho de que el proletariado no está
ideológicamente preparado y no posee un partido de clase.
La existencia del partido hubiera solucionado la cuestión a favor del proletariado a partir de los
primeros días de la lucha. La revolución española no ha entrado todavía en su periodo de ocaso no
se puede excluir categóricamente la posibilidad de victoria del proletariado.
Frente al capitalismo que está luchando en dos frentes, el proletariado tiene que luchar en dos
frentes; el frente social y el militar. En el frente militar el proletariado está luchando para defender
lo que conquistó durante décadas de luchas, el proletariado tiene que acelerar el proceso de
descomposición del Estado capitalista, preparar el partido de clase y los órganos de gobierno
proletarios y eso permitirá el ataque al poder capitalista. En el frente militar, desde ahora, el
proletariado tiende a echar los cimientos del ejército rojo de mañana. En las zonas que las milicias
van ocupando se están formando inmediatamente comités de campesinos y se colectivizan las
tierras y eso ante las narices del gobierno de Madrid y Barcelona.
El grupo que se ha constituido en España considera que no ha roto los principios de la Fracción y
por eso, es imposible no reconocerlo. Se nos pide que cortemos los contactos con el POUM y esos
contactos nunca han existido. No podemos disolver la columna ya que no fuimos nosotros los que la
creamos. Sobre la cuestión de dispersarnos entre los proletarios en los lugares de trabajo lo haremos
a medida que tengamos la posibilidad de hacerlo.
(Este documento debe ser considerado como una respuesta a la resolución de la C.E. de 27 / 8 /
1936 y seguramente fue escrito a finales de septiembre).
6.La crisis en la fracción
La crisis surgida en la Fracción, como consecuencia de los sucesos de España, ha dado un primer
paso en su evolución. Las divergencias fundamentales, enunciadas en el comunicado precedente, se
han vuelto a manifestar en las discusiones que han habido en el seno de la organización. Estas
discusiones no han tomado aun el camino de la clarificación de lo que es fundamental en la
controversia; sobre todo porque la minoría no ha podido, por ahora, analizar los sucesos de España
de manera que ello le sirva para confirmar las posiciones centrales que defiende.
La C.E., basándose en las nociones programáticas que defiende la Fracción respecto a la
construcción del partido y frente a las divergencias capitales que no sólo hacen imposible una
disciplina común sino que la transforman en un obstáculo que impide la expresión y desarrollo de
posturas políticas, ha considerado que hay que llegar, en lo organizativo, a una separación tan neta
como la existente en lo político; terreno en el que ambas concepciones son, en realidad, un eco de la
oposición existente entre capitalismo y proletariado.
La C.E. ha comprobado que también la minoría se orienta en esa dirección (la separación), pues esta
última acaba de constituir un “Comité de Coordinación”. Este Comité ha tomado una serie de
decisiones que la C.E. se ha limitado a registrar sin oponerle la menor crítica y tomando las medidas
necesarias para facilitar la más completa actividad de la minoría. Sin embargo, la C.E. ha estimado
que no debe aceptar la petición de reconocimiento de la Federación de Barcelona, ya que ésta se ha
constituido sobre la base del alistamiento de milicias que se han ido convirtiendo, progresivamente,
en órganos dependientes del Estado Capitalista. La divergencia con miembros de la Fracción, sobre
esa cuestión de las milicias, podrá todavía someterse a la apreciación del Congreso de nuestra
Fracción; teniendo en cuenta que las divergencias tienen como telón de fondo la cuestión de la
solidaridad, afirmada en los documentos fundamentales de la organización. Pero la situación no es
la misma para aquellos que quisieran entrar en la organización sobre la base política del
alistamiento en las milicias, pues sólo el Congreso podrá zanjar si esto está o no en contradicción
con los documentos programáticos de la Fracción. Por eso, la C.E. ha decidido: no reconocer la
Federación de Barcelona y contabilizar los votos de sus componentes en los grupos a que
pertenecían antes de irse. La C.E. vuelve a afirmar que la unidad de la Fracción, rota por los sucesos
de España, sólo podrá reconstruirse si se excluyen ideas políticas que lejos de producir una ayuda
solidaria al proletariado español lo que hacen es dar crédito ante las masas a fuerzas que le son
profundamente hostiles y que el capitalismo utiliza para exterminar a la clase obrera de España y de
todas partes.
Comunicado de la Comisión Ejecutiva. Bilan nº 35. Septiembre 1936
7.Comunicado del Comité de Coordinación
(por la minoría)
La minoría de la Fracción Italiana de la Izquierda Comunista, después de haber examinado los
acontecimientos españoles y tomado nota de los informes recibidos de viva voz por un delegado
que estuvo allí:
NIEGA toda solidaridad y responsabilidad con las posiciones tomadas por la mayoría de la Fracción
por medio de la prensa (“Prometeo”, “Bilan”, Manifiestos, etc.)
ESTÁ CONFORME CON la actitud tomada por el grupo de compañeros quienes, en contra del
veto que objetaba la C.E., fueron a España para defender, con armas en la mano, la revolución
española hasta en el frente militar.
CONSIDERA, que las condiciones para la escisión ya están cumplidas, pero que la ausencia de
compañeros que están combatiendo le quitaría hoy a la discusión un elemento indispensable,
político y moral, de clarificación.
ACEPTA el criterio de aplazar hasta un próximo Congreso la solución definitiva que hay que dar a
las divergencias.
SE QUEDA pues, desde el punto de vista de la organización – ya que no ideológicamente – en las
filas de la Fracción a condición de que se le garantice la libre expresión tanto en la prensa como en
las reuniones públicas.
DECIDE:
- MANDAR inmediatamente a España uno de sus delegados y sucesivamente, si es necesario, un
grupo de compañeros a hacer un trabajo, consecuente y de acuerdo con las ideas de la vanguardia,
en el seno del proletariado español, esté donde esté, que sirva para acelerar el curso de la evolución
política del proletariado en lucha hasta conseguir la total emancipación de cualquier influencia
capitalista y de cualquier ilusión de colaboración de clase; asociando, en cuanto sea posible, a este
trabajo político a los compañeros que están actualmente en el frente.
- NOMBRAR un Comité de Coordinación, que resolverá acerca de las relaciones entre los
compañeros, la Federación de Barcelona (cuyo reconocimiento se exige enseguida) y los
compañeros de los otros países, para definir, las relaciones que la Minoría tendrá con respecto a la
C.E.
- PERMITE a los compañeros de la Minoría que se opongan a las posiciones de la Mayoría y que
no divulguen la prensa o cualquier otro documento basado en las posiciones oficiales de la
Fracción.
- EXIGE que se publique el presente orden del día en el próximo número de “Prometeo” y de
“Bilan”.
- CONCLUYE enviando un saludo fraternal al proletariado español que está defendiendo la
revolución mundial en las milicias obreras.
LA MINORÍA DE LA FRACCIÓN ITALIANA DE LA IZQUIERDA COMUNISTA. (Bilan nº 35.
Set. ./Oct. 1936).
COMUNICADO DE LA MINORÍA
El Comité de Coordinación, en nombre de la minoría de la Fracción Italiana de la Izquierda
Comunista.
HACE CONSTAR QUE:
•
La C.E. no cumple con la palabra dada por su representante en el Comité de Coordinación y
que consistía en aceptar el orden del día presentado por la minoría el cual pedía, entre otras
cosas, el reconocimiento del grupo de Barcelona.
•
Visto el comunicado de la C.E. publicado en “Prometeo” donde se declara que no se
reconoce al grupo de Barcelona con el pretexto de que las bases de constitución están en la
participación en la lucha militar.
•
Considerando que la base de constitución del grupo de Barcelona es la misma que la de la
minoría.
DECIDE QUE: si la C.E. sigue manteniéndose en su postura, la minoría sólo podrá considerar ésta
como su exclusión de la Fracción.
Por la minoría: EL COMITÉ DE COORDINACIÓN
P.S. : De la respuesta de la C.E. fechada el veintitrés de octubre, resulta que el negarse a reconocer
el grupo de Barcelona depende del hecho de que la minoría podría pasar a la mayoría. El Comité de
Coordinación declara estar dispuesto a no tener en cuenta las votaciones de los nuevos afiliados en
Barcelona y que la C.E. puede considerar como válidas únicamente las votaciones de los
compañeros ya adscritos antes de salir para España.
La minoría por su parte, considera a los recién afiliados como miembros de la Fracción.
El Comité de Coordinación. 24 / 10 / 36
8.Comunicado de la minoría (octubre 1936)
El Comité de Coordinación, en nombre de la minoría de la Fracción Italiana de la Izquierda
Comunista.
HACE CONSTAR QUE:
•
La C.E. no cumple con la palabra dada por su representante en el Comité de Coordinación y
que consistía en aceptar el orden del día presentado por la minoría el cual pedía, entre otras
cosas, el reconocimiento del grupo de Barcelona.
•
Visto el comunicado de la C.E. publicado en “Prometeo” donde se declara que no se
reconoce al grupo de Barcelona con el pretexto de que las bases de constitución están en la
participación en la lucha militar.
•
Considerando que la base de constitución del grupo de Barcelona es la misma que la de la
minoría.
DECIDE QUE: si la C.E. sigue manteniéndose en su postura, la minoría sólo podrá considerar ésta
como su exclusión de la Fracción.
Por la minoría: EL COMITÉ DE COORDINACIÓN
P.S. : De la respuesta de la C.E. fechada el veintitrés de octubre, resulta que el negarse a reconocer
el grupo de Barcelona depende del hecho de que la minoría podría pasar a la mayoría. El Comité de
Coordinación declara estar dispuesto a no tener en cuenta las votaciones de los nuevos afiliados en
Barcelona y que la C.E. puede considerar como válidas únicamente las votaciones de los
compañeros ya adscritos antes de salir para España.
La minoría por su parte, considera a los recién afiliados como miembros de la Fracción.
El Comité de Coordinación. 24 / 10 / 36
9.Declaración de la minoría (octubre 1936)
Un grupo de camaradas de la minoría de la Fracción Italiana de la Izquierda Comunista,
desaprobando la actitud oficial tomada por la Fracción frente a la Revolución española, cortó
bruscamente todos los lazos disciplinarios y formales con la organización y se puso al servicio de la
revolución; llegando, desde formar parte de las milicias obreras hasta luchar en el frente.
Hoy, una nueva situación se presenta llena de incógnitas y de peligros para la clase obrera: La
disolución del Comité Central de las milicias Antifascistas, organismo nacido de la Revolución y
garantía del carácter de clase de las éstas, y la reorganización de ese último en un ejército regular
que depende del Consejo de Defensa, deformando así el principio de la milicia voluntaria obrera.
Las necesidades del momento histórico que estamos viviendo imponen una vigilancia extrema por
parte de los elementos de vanguardia del proletariado para impedir que la masa incorporada en el
nuevo organismo militar se transforme en un instrumento de la burguesía utilizado algún día contra
los intereses de la clase trabajadora. Ese trabajo de vigilancia puede ser tanto más eficaz en cuanto
que las organizaciones de clase tomarán conciencia de sus intereses y orientarán sus acciones
políticas hacia un sentido exclusivo de clase.
El trabajo político de esas organizaciones asume una importancia primordial no menos interesante
que las tareas militares en el frente.
Esos mismos compañeros, a la vez que se mantenían firmes en el principio de la necesidad de la
lucha armada en el frente, no aceptaban ser incorporados en un ejército regular que no representa el
poder del proletariado y en el seno del cual sería imposible tener una función política directa. En
cambio hoy, pueden contribuir más eficazmente a la causa del proletariado español, con el trabajo
político y social indispensable para preservar y reforzar la eficacia ideológico-revolucionaria de las
organizaciones obreras; las cuales deben recobrar, en lo político y en lo social, la influencia que han
perdido, por las nuevas condiciones, en el mando militar.
Los mismos compañeros, al abandonar el puesto de milicianos en la columna internacional de Nin,
siguen estando movilizados y a disposición del proletariado revolucionario español y deciden seguir
dedicando, en otro terreno de su actividad, su lucha y su experiencia hasta el triunfo definitivo del
proletariado sobre el capitalismo y sobre todas sus formas de dominio.
Barcelona, 22 de octubre de 1936.
10.Comunicado de la Comisión Ejecutiva
noviembre 1936
La Comisión Ejecutiva intenta mantenerse con firmeza fiel al principio de que la escisión en seno
del órgano fundamental del proletariado perturba y detiene el delicado proceso de la vida y de la
evolución en este ultimo, excepto cuando la escisión es el resultado, en la práctica, de divergencias
programáticas que sólo expresan o tienden a expresar las reivindicaciones históricas no de una
tendencia sino de la Clase en su totalidad.
La C.E. hace constar que la minoría se expresa con otros criterios y amenaza con pasar a la escisión
no solo antes del Congreso sino antes de que haya empezado, la discusión; y eso, en base a la
controversia sobre el reconocimiento o no del grupo de Barcelona. A pesar de la intimidación de la
minoría, la C.E. se mantiene en el deber de salvaguardar la aplicación del principio de la necesidad
del Congreso para la solución de la crisis de la fracción.
La C. E. había ratificado las posiciones tomadas por uno de sus representantes que consistían en
tomar acta de todas las decisiones del Comité de Coordinación. Pero el Comité se había limitado a
pedir el reconocimiento del grupo de Barcelona, lo que no representaba una decisión sino una
simple petición a la C.E. que quedaba libre de tomar la decisión. Resulta inexacto pues hablar de
compromisos no cumplidos.
La C.E. se ha basado en un criterio elemental y de principio de la vida de la organización cuando
decidió no reconocer al grupo de Barcelona. Y por eso consideramos que ni siquiera fueron
discutidas por el Comité de Coordinación y que fueron comunicadas en nuestro precedente
comunicado. No se decidió ninguna exclusión contra los miembros de la Fracción y por eso resulta
incomprensible la decisión del Comité de Coordinación cuando considera como excluido al
conjunto de la minoría si el grupo de Barcelona no es reconocido.
La C.E. ante el estado actual de imperfección en la elaboración de las normas que reglamentan la
vida de una organización en un momento de crisis – aunque convencida de lo justo de su decisión
precedente -, para llevar al conjunto de la Fracción a la fase ulterior de la discusión programática y
ante el ultimátum del Comité de Coordinación, rectifica su decisión anterior y reconoce al grupo de
Barcelona.
La C.E. había planteado también algunas consideraciones políticas que se referían a la
imposibilidad de integrar a nuevos militantes en un periodo de crisis que acabaría en escisión –
según la convicción de las dos tendencias - , ya que los nuevos elementos venidos a la organización
sobre la base de los problemas en discusión se hubiera encontrado en la absoluta imposibilidad de
resolver el problema fundamental que se refiere a puntos del programa y que sólo puede ser
solucionado por los que formaban parte de la organización antes de que se declarara la crisis y que
habían aprobado los documentos de base de la Fracción.
El Comité de Coordinación sigue por un camino que no puede conducir a ningún resultado positivo
para la causa del proletariado, pretendiendo además que lo único que ha guiado a la C.E. es el
miedo a volverse minoría. El Comité de Coordinación sabe también como la C.E. que en el caso
absurdo de contar con los votos de los proletarios que se afiliaron a la Fracción en Barcelona, la
presunta inversión de las relaciones actuales no se hubiera verificado.
La C.E. exhorta a todos los compañeros para que tomen conciencia de la gravedad de la situación y
que se mantengan en sus posiciones para poder pasar a una discusión cuya meta no será el triunfo
de una u otra tendencia sino la habilitación de la Fracción a hacerse digna a la causa del proletariado
revolucionario rechazando ideologías que acabarán revelándose a lo largo de los acontecimientos
españoles como elementos nocivos para la lucha de la clase obrera.
BILAN nº 36. Oct./Nov. 1936
11.Relaciones entre la mayoría y la minoría
A lo largo de la evolución de la crisis de la Fracción la C.E. se dejó guiar por este doble criterio: por
un lado evitar medidas disciplinarias y por otro insistir en el sentido de lograr que los compañeros
de la minoría se coordinasen con vistas a formar una corriente en la organización. Esta tendería a
demostrar que una corriente se había apartado de las bases fundamentales de la organización,
mientras que otra - la nueva - se mantenía como la verdadera y fiel defensora de esos principios .
Esta confrontación polémica sólo podría tener lugar en el Congreso.
Repetidas veces, en la reunión parisina del veintisiete de septiembre que vio nacer el Comité de
Coordinación, la C.E. exhortó a la Fracción a que aguantara una situación en la que la minoría
gozaba de un régimen de favor – no participaba en el esfuerzo financiero necesario para la vida de
la prensa y a la vez escribía en ella. La única meta de la C.E. era evitar que la ruptura se hiciese
sobre cuestiones de procedimiento.
Inmediatamente después surgió la amenaza de una ruptura en el caso de que la C.E. no reconociera
al grupo de Barcelona. La C.E., basándose siempre en el mismo criterio, es decir, que la escisión
debía hacerse sobre cuestiones de principio, de ninguna manera sobre cuestiones particulares de
tendencia y menos aun sobre cuestiones de organización, llegó a reconocer al grupo de Barcelona.
Por fin, cuando la C.E. no pudo hacer menos que comprobar que la minoría se negara a
intercambiar con la otra tendencia la documentación que se refería a la vida política significaba la
ruptura de la organización (y a pesar de eso la C.E. seguía manteniendo la necesidad del Congreso),
con una comunicación “verbal” del camarada Candiani, la minoría nos informó que iría
inmediatamente a la ruptura.
La última solicitud de la C.E., del 25 de noviembre, recibió una contestación que impide cualquier
tentativa ulterior de la minoría para estar presente en el Congreso.
En estas condiciones, la C.E. hace constar que la evolución de la minoría es la prueba patente de
que ya no se la puede considerar como una tendencia de la organización sino como resultado de la
maniobra del Frente Popular en el seno de la Fracción. En consecuencia, no se puede plantear un
problema de escisión política de la organización.
Por otra parte, teniendo en cuenta que la minoría se combina con fuerzas enemigas de la Fracción y
claramente contrarrevolucionarias (Giustizia e Libertá, restos del trotskysmo y maximalistas) a la
vez que proclama inútil discutir con la Fracción.
La C.E. decide la expulsión por indignidad política de todos los camaradas que se solidaricen con la
carta del Comité de Coordinación del 25 de noviembre de 1936 y deja quince días a los compañeros
de la minoría para que se pronuncien definitivamente. Estos camaradas están invitados a mandar
una respuesta individual para el trece de diciembre salvo los compañeros que residen en Barcelona
en espera de su Congreso para que puedan documentarse por completo sobre la situación. Esas
reservas no conciernen al camarada Candiani quien antes de su regreso ha tenido la posibilidad de
conocer perfectamente la situación.
Capítulo III: Grupos revolucionarios se unen a
la posición de BILAN
A pesar de su trágico aislamiento BILAN recibió con alegría la evolución positiva de ínfimas
minorías de revolucionarios en Bélgica, Francia y México. Recogemos aquí el texto, muy sólido, de
la minoría de la Liga de Comunistas Internacionales de Bélgica, la cual, tras agotar todas las
posibilidades de discusión acabó uniéndose a BILAN formando la Fracción Belga de la Izquierda
Comunista.
Muy significativa fue la aportación de un puñado de compañeros que en México rompieron con el
trotskysmo y llegaron por sus propios medios a una posición similar a la de BILAN no solo sobre
España 1936 sino sobre otras múltiples cuestiones, entre ellas la de la guerra en China tildada de
“revolucionaria antiimperialista” por Trotsky en 1937, en abierto contraste con su postura de 1924
donde se había opuesto con toda razón a la política de Stalin de glorificar el Kuomitang como
representante de la “burguesía revolucionaria” y conducir a los obreros chinos a las sangrientas
derrotas de 1926 y 1927.
En la recopilación de textos de la Izquierda Comunista Mexicana hemos incluido documentos que
no tienen que ver directamente con la guerra española pero que muestran el método y la visión
global de esta corriente y refuerzan en nuestra opinión el análisis específico sobre la situación
española.
1.La guerra en España (Mitchel)
Sólo podemos comprender los sucesos de España si nos referimos a la realidad histórica que se
traduce, por un lado, en la decadencia del sistema capitalista y, por otro, en la profunda depresión
del movimiento obrero internacional.
Se han gastado muchas palabras, a propósito de España, sobre la “revolución burguesa”,
“olvidando” que se trata de una noción anacrónica barrida por la evolución capitalista y que se
refiere a una época totalmente superada.
Las revoluciones burguesas se suceden desde mediados del siglo XVIII, a lo largo de dos siglos,
expresando la eclosión de una nueva sociedad que nació en el seno de la feudalidad.
Por el contrario, en la época de la decadencia del imperialismo, la revolución burguesa pierde su
significación histórica puesto que han surgido las condiciones objetivas para la desaparición del
capitalismo. Sólo se puede hablar de revolución burguesa como tarea particular del proletariado allí
donde las condiciones históricas han obstaculizado el completo desarrollo de la organización de la
burguesía. Este fue precisamente el caso de Rusia donde la primera fase de la revolución proletaria
de Octubre de 1.917 al Otoño de 1.918, consagró el perfeccionamiento de la revolución burguesa.
También puede ser este el caso de España. Mencionar aquí la revolución burguesa como tarea de la
clase burguesa española es tan absurdo como afirmar que su advenimiento al poder data de la
proclamación de la República el 25 de Abril de 1.931. Es una ironía de la historia que la burguesía
española no haya logrado concluir nunca su obra económico-social siendo, como es, una de las
burguesía más viejas de Europa: es uno de los agentes más activos de la acumulación primitiva, así
como fue capaz de apoyarse desde el siglo XV, antes que otras naciones, en una forma rudimentaria
de parlamento: las Cortes.
Pero precisamente su poderío prematuro ha convertido a España en el país atrasado de hoy.
Todopoderoso en sus riquezas coloniales, ebrio en su vertiginoso ascenso, fue incapaz de adaptarse
a las transformaciones que se operaron en la estructura económica y social de Europa en los siglos
XVI y XVII, justamente en la época en que se precipitaba su decadencia. Mientras las naciones
modernas, pilares del capitalismo, se construyen en Inglaterra, Francia, Holanda, bajo el empuje de
centralismo estatal, España sobre la base del estancamiento económico, no conseguirá vencer la
fuerza disgregante de las tendencias separatistas.
El separatismo español es un producto más bien histórico que geográfico, en vez de diluirse en la
“Nación” como sucedió sobre todo en el caso de Francia, encontró un nuevo alimento en el
parasitismo de las clases dominantes que gangrenaban todo organismo social, que paralizaban las
actividades e iniciativas de la burguesía de las ciudades y que le hizo replegarse en sí misma. Por
eso hoy el espíritu separatista domina en España, espíritu que mañana complicará las tareas de la
revolución proletaria, y más cuando las corrientes que actúan en la clase obrera, lejos de señalar la
necesidad de una lucha centralizada contra el capitalismo, favorecen la vitalidad de las tendencias
autonomistas[1].
La sociedad española bajo su forma inacabada, semi-feudal, semi-burguesa, no dejó de convertirse
por eso en un mecanismo del sistema de producción burgués, adquiriendo por ello una naturaleza y
un contenido burgués. El capitalismo mundial se apoyó en una amalgama de clases parásitas
formada por una minoría específicamente burguesa rodeada de señores feudales “aburguesados”, de
nobles terratenientes, de congregaciones del clero, para adueñarse de forma sumaria de los recursos
nacionales mediante una explotación feroz de las masas obreras y campesinas. Hasta aquí el
instrumento de esta explotación consistió, a falta de un aparato de estado poderosamente
centralizado al servicio de una burguesía políticamente fuerte, en una monarquía burocrático-militar
que vivía en medio de una lenta descomposición de las clases dominantes salvaguardando su
existencia: una relación social análoga, globalmente, a la que se daba en la Rusia zarista.
Sin embargo, en realidad, el capitalismo español sufría desde hacía mucho tiempo, en estado
endémico, una profunda crisis social que lo sacudía periódicamente hasta sus cimientos y que era el
amargo fruto de su composición heterogénea, de la naturaleza híbrida de su estructura política y
económica. Pero esta crisis no resultaba en modo alguno del choque entre feudalismo y fuerzas
nuevas de una burguesía revolucionaria; se limitaba al interior de las clases dominantes a luchas de
minorías que se disputaban el poder y las prebendas en las que el proletariado no llegaba a
intervenir como fuerza política independiente. El eje de la lucha se desplazó sin embargo cuando el
proletariado industrial y agrario aumentó su peso específico en la economía. Sabemos que la
neutralidad de España favoreció un cierto desarrollo económico al que contribuyó, igualmente, una
intervención más masiva del capital extranjero en la explotación minera e industrial. Pero esta
prosperidad efímera y muy relativa no hizo sino acelerar consecuentemente el proceso de la
sociedad española en el momento en que la crisis económica mundial descubrió brutalmente, de
nuevo, la realidad de la decadencia irrevocable del capitalismo (revelado ya por la guerra
imperialista).
La burguesía española en un clima histórico que excluía una nueva expansión de las fuerzas
productivas bajo su forma capitalista, no podía plantearse la consumación de la Revolución
industrial que había sido incapaz de realizar anteriormente. Lejos de poder soñar con asociar “su”
proletariado a una utópica prosperidad (ni lo pensaba) su tarea, por el contrario, consistía en
esclavizarlo totalmente, sangrarlo incluso si quería únicamente salvaguardar su dominación. Tenía,
en suma, que resolver el problema que se le presentaba a la burguesía mundial disponiendo de
medios mucho más restringidos que, por ejemplo, los Estados capitalistas democráticos. Si, de
1.931 a 1.936, fracasó al jugar la baza “democrática” fue por su debilidad congénita y no porque la
relación de clase le hubiese sido desfavorable, lo que contradice la realidad de las situaciones. En
efecto, como veremos en el capítulo siguiente, la República democrática en vez de favorecer el
desarrollo ideológico y político del proletariado, y en consecuencia la constitución de su partido de
clase, contribuyó al reforzamiento de las fuerzas contrarevolucionarias que obraban en las masas
socialistas, estalinistas, anarco-sindicalistas, corrompiendo los débiles núcleos comunistas
supervivientes de la ruina de la IIIª Internacional.
Se asiste en España, a menor escala, a lo que ocurrió en los otros países capitalistas en la era del
“resurgimiento” democrático que siguió a la guerra imperialista.
Si el criterio internacionalista significa algo, hay que afirmar que bajo el signo de la
contrarrevolución a nivel mundial la orientación política en España, entre 1.931 y 1.936, no podía
sino seguir una dirección paralela y el curso inverso a un desarrollo revolucionario.
Hay que tener esto bien presente si queremos extraer una lección positiva de los sucesos en España
desde Julio de 1.936. Además partimos de la opinión de que una lucha proletaria nacional no puede
alcanzar su pleno desarrollo hasta que alcance sus objetivos finales y cambie en consecuencia la
situación internacional que, como ésta, contiene ya factores de madurez revolucionaria. Si
consideramos el problema desde el otro extremo, esto significa que, en el cuadro internacional la
revolución no pueda alcanzar su pleno desarrollo sino como producto de una situación
revolucionaria a escala internacional. Sólo sobre esta base podemos explicar los fracasos de la
Comuna de París y de la Comuna Rusa de 1.905, así como la victoria del proletariado ruso en
Octubre de 1.917.
Es indiscutible que la evolución específica del capitalismo español favoreció el desarrollo de
poderosos factores objetivos para la revolución: en primer lugar, una burguesía privada de un poder
central sólidamente constituido, débilmente organizada y cuyo campo de maniobras estaba
estrechamente limitado; en segundo lugar, una maduración muy agudizada de los contrastes sociales
que expresaban la pobreza económica de España; y en tercer lugar, la capacidad combativa de los
proletarios y campesinos templados en el fuego de luchas esporádicas que jalonan su existencia
miserable.
No es menos cierto que el proletariado español fue lanzado a esa trágica situación que, aún
oponiéndose a un “eslabón débil” del capitalismo mundial, lucha en peores condiciones porque está
privado de los instrumentos de su emancipación: el partido de clase y el programa revolucionario.
Si quedaba aún la más mínima duda sobre el papel fundamental de partido en la revolución, la
experiencia española desde Julio de 1.936 hubiera bastado para borrarla definitivamente. Incluso si
asimilamos el ataque de Franco a la aventura de Kornilov en Agosto de 1.917 (lo que es falso
histórica y políticamente) el contraste entre las dos revoluciones continúa siendo impresionante. La
una, en España, determina la progresiva colaboración de las clases hacia la unión sagrada de todas
las fuerzas políticas; la otra, en Rusia, se dirige hacia la elevación de la lucha de clases que acaba en
la insurrección victoriosa bajo el control vigilante de Partido Bolchevique, templado mediante 15
años de lucha mediante la critica y la lucha armada.
Hacía falta un milagro para que el proletariado español pudiera abrirse “el mismo” su camino de
clase. Pero sabemos que los milagros sociales no se concilian con la dialéctica materialista.
El origen de los sucesos de Julio.
La República democrática de 1.931, en virtud de las condiciones que la hicieron surgir, no significó
en absoluto el advenimiento de una burguesía revolucionaria que hiciese tabla rasa de los últimos
vestigios feudales. Ya hemos dicho porqué no se trataba de llevar a cabo un programa integral de la
revolución burguesa. En realidad la “Revolución” de Abril de 1.931, que nace por empuje de una
sucesión de huelgas que se habían desarrollado tras la caída de Primo de Rivera, un año antes, se
limitó a sustituir la forma republicana de dominación capitalista por otra forma de dominación
capitalista que llegó a manifestarse imposible: la monarquía podrida de Alfonso XIII. Pero dejó
intacto el aparato represivo del Estado burgués: la burocracia, la policía, el militarismo. Sólo
cambió el personal político teñido de radicalismo y de socialismo. El Gobierno Provisional,
verdadero disfraz de Arlequín, reveló sin embargo su homogeneidad al estar compuesto únicamente
de enemigos irreductibles del proletariado, desde los republicanos de derechas de Alcalá Zamora,
monárquicos arrepentidos, hasta la izquierda socialista de Largo Caballero (exconsejero de Primo
de Rivera), Prieto, De los Ríos, pasando por el centro radical desde Lerroux hasta Azaña. La
“República de los trabajadores” ofreció, por oportunismo, a los obreros y campesinos un programa
de mejoras económicas y la reforma agraria, cuyo objeto era desviarlos de su lucha directa contra el
capitalismo, pero que en absoluto estaba destinado a convertirse en una realidad concreta.
La burguesía “republicana”, como antes cuando era monárquica, no podía pensar en resolver los
complejos problemas económicos con los que se encontró, en desarrollar su equipo industrial, en
sanear su economía agraria abasteciéndola de agua y de utillaje moderno, en proporcionar pan a las
masas de proletarios y campesinos. En suma, no se trataba de fundar las bases de una inmensa
acumulación de beneficios y medios de producción en un clima histórico que ahogaba toda
posibilidad de expansión, sino que había de hacer frente a una crisis económica que agravaba más
los contrastes sociales, que provocaba un mar de fondo que el capitalismo español esperaba calmar
poniéndolo en el tablero de la “democracia”.
Es fácil imaginar hasta que punto la depresión mundial que había sacudido los Estados capitalistas
más poderosos debió ensanchar las numerosas grietas de la retrasada economía española. Su centro
vital, el sector agrario, había sido especialmente herido por la caída en volumen y precios de las
exportaciones, que constituían anteriormente los dos tercios de las exportaciones totales. La
gravedad de este desastre puede medirse en relación con las particularidades estructurales de la
economía española que desde el punto de vista social establece, en efecto, la suerte del 70% de la
población total –de 5 millones de trabajadores españoles- (sin contar sus familias), es decir 3
millones de proletarios (aproximadamente la cifra correspondiente al proletariado industrial) están
en paro forzoso la mitad del año, y sus ingresos anuales no superan apenas el millón de francos
belgas. En realidad el 85% del total de los trabajadores no disponen más que del 13% de la
superficie de tierra cultivable; el 14% de los campesinos acomodados posee el 35%, y el 1%
formado por los grandes propietarios y las congregaciones religiosas detenta más de la mitad de la
tierra. Además las ¾ partes de las explotaciones agrícolas tienen menos de 1 hectárea. El paro
endémico, los abrumadores impuestos a pesar de la escasez del rendimiento, el diezmo eclesiástico
que no ha desaparecido, la carestía de los productos, hace que las 4/5 partes de la población viva en
una situación de hambre permanente y de indescriptible miseria.
Desde el punto de vista económico hay dos características esenciales: una equipamiento técnico
mediocre y la escasez de agua, que en algunas regiones es tan grande que existe la propiedad
privada del agua.
Semejantes condiciones económico sociales explican tanto la penetración de la ideología pequeño
burguesa de los anarquistas, obsesionados con la posesión de la tierra, como la combatividad
ardiente del campesinado. Lo que no significa que el problema agrario se plantease ante el
proletariado español desde el mismo ángulo que en Rusia. Creemos que las condiciones geográficas
(menor extensión y problemas de riego) unidas a la existencia de un proletariado agrícola muy
numeroso, harán que la producción colectiva gana la vez a la consigna burguesa del reparto de la
tierra sobre la base de la nacionalización integra del suelo como culminación de la revolución
burguesa.
El sector industrial ocupa un lugar secundario respecto a la economía agraria; pero, por analogía
con la estructura de la Rusia zarista, el proletariado – fuertemente concentrado en algunas regiones
– ocupa en la producción una posición tal que necesariamente lo convierte, desde el punto de vista
histórico, en la única clase revolucionaria. Por consiguiente, su dinamismo, su unidad con el
campesinado, hace muy compleja la tarea de la República democrática que tiene como principal
objetivo contener los contrastes de clase y destruir toda posibilidad de desarrollo de la conciencia
proletaria. A este respecto los propósitos capitalistas han triunfado totalmente. No es que las masas
hayan permanecido inactivas, al contrario. Con el advenimiento de la República aumentó la acción
obrera. Los cinco años de idilio democrático están jalonados de huelgas, locales y generales, de
motines, de “revueltas” campesinas que coronaron el movimiento insurreccional de Octubre de
1.934.
Pero las masas permanecieron en todo momento bajo el dominio del programa democrático burgués
y de las fuerzas políticas que se convertirían en sus defensores, porque en el ardor de sus luchas no
llegaron a oponer el programa de la Revolución proletaria ni los órganos capaces de realizarla. La
República no sólo incorporó los partidos socialistas y estalinista, y la UGT, sino que se benefició,
mucho más aún que antes, del confusionismo anarcosindicalista de la CNT. Aún más, logró impedir
toda clarificación en el seno de los débiles núcleos comunistas que sobrevivían a duras penas y, en
consecuencia, aplastó toda posibilidad de creación de las bases para la fundación del partido de
clase. Cada vez que las masas recurrían a la acción directa y amenazaban los privilegios capitalistas,
la República les lanzaba plomo.
Estas conclusiones pueden extraerse de un breve análisis del período comprendido entre Agosto de
1.931 y Julio de 1.936. Tras la proclamación de la República, las huelgas tomaron tales
proporciones que la UGT y el partido socialista tuvieron que “exhortar” a los obreros a la vuelta al
trabajo asegurando al Gobierno su voluntad de defender la República. Tras las elecciones a Cortes
Constituyentes en Junio que aseguraron una mayoría republicano-socialista, las huelgas se
reavivaron y en Sevilla (donde la CNT había desencadenado la huelga general) tienen lugar
fusilamientos de proletarios. La ola de huelgas se prolonga hasta Octubre; en este momento el
Gobierno se “radicaliza”. Alcalá Zamora cede su puesto a Azaña que excluye a la derecha,
conservando con todo al aventurero Lerroux, radical-centrista.
Azaña se apresura a hacer votar la ley de la defensa de la República que pretende, prácticamente,
impedir las huelgas imponiendo el aviso previo, instaurando el arbitraje obligatorio y las
comisiones paritarias. Además declara fuera de la ley a los sindicatos, que por otro lado se ven
sometidos a la obligación del previo aviso.
En Diciembre, nuevo giro hacia la izquierda con el gabinete Azaña-Caballero y la exclusión de
Lerroux que se limita a una radicalización verbal del programa inicial sobre todo en lo referente a la
cuestión agraria. Poco después, pasa a la represión de la tentativa de los anarquistas de instaurar
comunas libertarias en la región de Barcelona. En compensación se proyecta la expropiación de las
tierras “mal cultivadas”.
En Agosto de 1.932 la derecha realiza un sondeo desencadenando un ataque militar a Madrid y
Sevilla (Sanjurjo) que fracasa. En Septiembre las Cortes votan la “reforma” agraria que consistía en
la venta de las peores tierras a los campesinos mediante la retroventa.
Al iniciarse el año 1.933 nueva oleada de las huelgas ilustradas por la masacre de Casas Viejas
(Cádiz) de los obreros desarmados y prisioneros, y por la feroz represión de las “ocupaciones” de
tierras.
En otoño de 1.933 se da una conversión política hacia la derecha, con la eliminación de Azaña por
Martínez Barrios, y la creación del partido popular católico de Gil Robles. Las elecciones a las
Cortes, en las que se recurrió al voto femenino, confirmaban la nueva orientación, con el triunfo de
los agrarios y los radicales de Lerroux.
Una reacción obrera general de inspiración anarco-sindicalista provoca el sabotaje de la UGT y de
los socialistas, perros fieles a la República, y la represión violenta de Martínez Barrios.
Después se suceden los Gabinetes Lerroux que se deslizan cada vez más a la derecha hasta recibir
abiertamente el apoyo de Gil Robles, mientras que en el partido socialista se hace “izquierdismo”
bajo la inspiración de Largo Caballero, con el fin de poder ahogar mejor las luchas obreras en
perspectiva.
Sobrevienen los sucesos de Octubre de 1.934 en los que en Asturias, socialistas y estalinistas logran
dirigir la insurrección hacia la masacre, mientras que en Cataluña, la huelga general, que estalla
espontaneamente a despecho del absentismo preconizado por los anarquistas, es rápidamente
sofocada por la propia CNT que, además de esto, había impedido su desencadenamiento en
Andalucía, Extremadura, Valencia y Aragón.
Los sucesos que siguen muestran que la situación política evoluciona hacia un callejón sin salida.
En efecto, los gabinetes de centro-derecha, en los que finalmente participa Gil Robles en persona,
no llegan a afrontar los complejos problemas que se plantean y, en Diciembre de 1.935, tiene lugar
la crisis y la disolución de las Cortes seguida del triunfo electoral del Frente Popular.
La propia composición de este Frente Popular revela ya hasta que punto había progresado la
descomposición del movimiento obrero desde Abril de 1.931. En efecto, ese Frente va desde los
republicanos “tibios” de Barrios al POUM, la “vanguardia proletaria”, pasando por la izquierda
catalana, la de Azaña, los socialistas, estalinistas y sindicalistas independientes de Pestaña. Incluso
el anarco-sindicalismo contribuyó a su victoria. Por otro lado, todas esas formas revelaron
brutalmente su función capitalista tras los sucesos de Julio. En realidad, la breve gestión del Frente
Popular no hizo sino preparar los elementos del ataque que iba a cebar la nueva política de violencia
del capitalismo. Por un lado los mismos que iban a desencadenar el “complot” (los Franco, Mola,
Caballero, Sanjurjo) recibieron la investidura de la República del Frente Popular; Por otro, el
sabotaje de las luchas obreras fue el único fin perseguido por la UGT y los estalinistas, denunciando
a los “provocadores” anarquistas y las huelgas “indisciplinadas”.
Además, la aún mayor incapacidad de la burguesía para realizar reformas “democráticas”, unida a la
agudización de los contrastes sociales y puesta de manifiesto por la “victoria” del Frente Popular,
precipitó los acontecimientos.
En vísperas de Julio, los obreros, abandonados a sí mismos, se aprestaron a librar nuevas batallas
sin resultado. Una huelga general de la construcción se había entablado en Madrid desde Junio
siendo declarada ilegal por el Gobierno de Casares Quiroga.
¿Guerra antifascista o guerra de clases?
El camarada Hennaut considera, al final de su informe, que una política proletaria debe basarse en
lo que es, por ejemplo en el hecho de que los obreros españoles, en Julio de 1.936, dejasen escapar
el poder que, al parecer, tenían en sus manos. Pero un análisis marxista no puede, evidentemente,
contentarse con un registro de los hechos. Debe extraer de ellos su naturaleza real y sus causas, si
quiere llegar a conclusiones positivas de las experiencias de la lucha de clases. No se trata de
subestimar la capacidad combativa desplegada por el proletariado español sino de buscar por qué, a
pesar de su heroísmo y de su poderoso instinto de clase, no alcanzó la conciencia revolucionaria
que le hubiese permitido rematar su victoria inicial sobre Franco, barriendo al conjunto de la clase
capitalista, así como denunciar las fuerzas y la política que le han obstaculizado el camino al poder.
Es necesario construir una política proletaria sobre la realidad de los hechos, pero no es válida en el
caso de que estos hechos se desnaturalicen, es decir, si no son evaluados exactamente en función de
la relación de las clases que expresan, relación que ha de medirse tanto a escala internacional como
nacional. Además, esta política, para no caer en el empirismo vulgar, debe inspirarse totalmente en
los principios ya elaborados con anterioridad a la luz de las experiencias históricas tales como los
criterios de Partido y Estado.
Respecto a los acontecimientos que tienen lugar en las primeras semanas que siguen al 19 de Julio,
se les podría atribuir, por su aspecto externo, la significación de una revolución proletaria en marcha
mientras que las premisas políticas realmente establecidas contradicen semejante hipótesis. Es
cierto que la gente del POUM ha dicho al respecto que: “Los obreros han derrotado al fascismo y
luchan por el socialismo” (Nin 06-09-36). O bien que “hay que hacer la revolución proletaria”,
“En Cataluña la dictadura del proletariado ya existe” (Nin); o incluso: “Asistimos en España a una
profunda revolución social; nuestra revolución es más profunda que la que Rusia emprendió en
1.917”. Respecto a la noción de Partido añadían: “La dictadura del proletariado no puede ser
ejecutada por un solo sector del proletariado, sino por todos los sectores sin ninguna excepción.
Ningún partido obrero, ninguna central sindical tiene el derecho de ejercer ninguna
dictadura” (¡!).
Esta era la concepción “revolucionaria” de los que se preciaban de ser la vanguardia del
proletariado español.
Ya conocemos la tesis opuesta del campo socialista y estalinista, de los defensores del “orden
republicano en lo referente a la propiedad”, de la “España democrática y libre” que considera que
no se trata del choque de dos clases fundamentales de la sociedad capitalista, burguesía y
proletariado, sino de la lucha entre fascismo y democracia.
Es cierto que la evolución de los acontecimientos ha demostrado después que la diferenciación de
concepciones de estas diversas corrientes era puramente verbal puesto que se fundaba en realidad en
la Unión Sagrada contra el fascismo.
Se plantea aquí una segunda cuestión: ¿cómo fue posible esta Unión Sagrada?, ¿Hay que explicarla
solamente por la actividad de las corrientes actuantes en el seno del proletariado que dirigieron la
lucha antifascista por una vía contra-revolucionaria; o bien hay que buscar sus raíces en la fase
inicial de la transformación de la lucha proletaria en su propia lucha anti-fascista?. Una tercera
cuestión va ligada a la precedente: la guerra antifascista unilateral ¿es la expresión de la voluntad
de los obreros o el producto de una maniobra política de la burguesía democrática?.
En principio hay que señalar esto: por un lado, el ataque de Franco no representa un golpe militar,
un pronunciamiento que venga a sumarse a la serie de pronunciamientos anteriores, sino que se trata
indiscutiblemente de una ofensiva del capitalismo español en su conjunto, como se desprende del
análisis precedente, mientras que por lo demás el “complot” se organiza con la complicidad tácita
de la República del Frente Popular.
Por otro lado la respuesta obrera es absolutamente espontánea e irresistible, hasta el punto de que
llega a barrer la pasividad de las corrientes “obreras” y la hostilidad sorda de la burguesía
“republicana” sobre la que Alcalá Zamora, más tarde, podrá decir que de ninguna manera hubiera
pensado en resistir a Franco sino hubiese sido impulsada por las masas.
La adaptación capitalista a una situación dominada por la iniciativa y el ímpetu de los obreros es
flagrante. La historia abunda en ejemplos que ilustran la flexibilidad de la burguesía y su capacidad
para corregir una situación comprometida, siempre que sus fundamentos queden salvaguardados, sí
bien no sus formas, su Estado, condición de su poder político y económico. Pues el problema esta
aquí y volveremos a él en el capitulo siguiente. En este caso lo que debe retener nuestra atención no
son los aspectos contingentes de esta lucha, sino la alteración de su contenido, cuando el
proletariado engañado sobre el valor político de los republicanos burgueses de Madrid y Barcelona
se abstiene de dirigir sus golpes contra ellos, como contra Franco, y se deja así engañar sobre el
significado de su éxito inmediato.
Los hechos hablan claramente al respecto. Precisamente después del 19 de Julio, el proletariado
(nos referimos sobre todo al de Barcelona) combinando su lucha con la huelga general
(condicionada la primera por la segunda) llegará a avanzar lo más lejos posible en el camino
revolucionario, a conseguir la máxima conciencia política compatible con su inmadurez ideológica,
a llevar la lucha social a su más alta expresión.
Aquí el camarada Hennaut entra en contradicción evidente con la realidad cuando afirma que “la
huelga general económica es imposible bajo la amenaza del fusilamiento” puesto que por el
contrario contribuyó a la derrota de Franco y continuó aún durante más de una semana y no fueron
los obreros los que pusieron fin “conscientemente” sino las organizaciones que los dominaban:
CNT, UGT, POUM. Para un marxista no puede tratarse siempre en abstracto de oponer huelga
general a insurrección, como lo hace el camarada H., sino de unir la primera a la segunda, fundir las
dos luchas en la última batalla contra el capitalismo. Es lo que ocurrió en España, de golpe, y sobre
todo en Cataluña. La huelga general ascendió inmediatamente al plano político e insurreccional
mientras que los obreros plantearon sus reivindicaciones materiales: la semana de 36 horas, el
aumento de los salarios; prepararon la expropiación de las empresas, pero sin conseguir- en
ausencia de un partido de clase – llegar a percibir la necesidad fundamental de destruir el Estado
capitalista. Pero esta visión podría adquirirla luego, en el curso del proceso de formación del
Partido, a condición de mantenerse sobre la base de la lucha por sus intereses de clase, sus
condiciones materiales, la única que podía enfrentarles directamente al conjunto de la clase
capitalista.
Por las condiciones históricas en que se encuentra el proletariado español, sucedió lo contrario, por
la contradicción insoluble en que se hallaba sumido, por tener que resolver el problema del poder
careciendo del programa de la revolución. En efecto, muy pronto, la huelga de clase inicial se
transformó en una guerra que enfrentaba a unos obreros contra otros, a unos campesinos contra
otros, pero bajo el control exclusivo de la burguesía, de Franco y Azaña, cuyo poder había sido
quebrantado, pero no destruido[2].
Como este poder quedaba en pie, la Generalitat de Cataluña, sobre todo, podía legalizar
tranquilamente las acciones de los obreros en el terreno económico, formar corro con las corrientes
“obreras” que indistintamente, todas, engañaban a los obreros con expropiaciones, el control obrero,
el reparto de la tierra, la depuración del Ejército y de la policía, etc., pero que guardaban un silencio
criminal respecto a la realidad terriblemente efectiva, tan poco aparente, de la existencia del Estado
capitalista.
Por consiguiente hay que destacar la significación real de los acontecimientos del principio, que
tienen una importancia fundamental, porque consideramos que su contenido político fue el factor
determinante de la evolución ulterior de la situación.
Las milicias proletarias, nacidas espontáneamente de la fermentación social quedaron muy pronto
sometidas al control del Comité Central de Milicias, amalgama política con predominancia
capitalista, ya que los partidos burgueses socialistas y estalinistas contaban con una mayoría de
delegados en aquél.
Pero el factor decisivo, a nuestro parecer, y volveremos sobre ello, que cambió completamente la
situación de fondo fue el desplazamiento del eje de la lucha proletaria. El objetivo de clase se
sustituyó por el objetivo antifascista. La orientación de los acontecimientos da un giro de 180
grados.
El camarada H., negará que la guerra en el frente apagará la lucha de clases, la prueba la encuentra
en la posesión y administración de las empresas por los obreros de Barcelona; en este punto,
creemos que el camarada H., se deja llevar demasiado por el aspecto externo de las gestas obreras,
sin detenerse en la significación política y sin conectarlas con la relación real de las clases, el único
criterio marxista, en definitiva, que hay que considerar. El camarada H., tampoco ha tenido en
cuenta una serie de manifestaciones estrechamente solidarias que nos proporcionaban la prueba de
que la lucha militar con Franco no podía nacer de la “voluntad” obrera, aunque se realice con su
“consentimiento” (pero ¿de qué sirve este consentimiento en ausencia de un partido de clase?), sino
de la maniobra capitalista de estrangulamiento de la revolución proletaria.
Hacia el 24 de Julio la UGT y la CNT (permaneciendo el POUM a la expectativa) podían intervenir
para reprimir la lucha reivindicativa con mucha más facilidad, desde el momento que la Generalitat
de Companys, del mismo modo que había legalizado las Milicias y su Comité Central, había cogido
el toro por los cuernos y decretado la semana de 40 horas, un alza del 15% de los salarios,
asegurado el salario integro a los obreros en lucha y restablecido, en consecuencia un cierto
equilibrio social que se traducía por la vuelta al “orden” en la calle. La CNT, organismo mayoritario
en Barcelona pudo entonces preconizar la vuelta al trabajo en las empresas alimentarias, en los
servicios públicos y en aquellas industrias que podían “apoyar” la lucha antifascista. Dos días más
tarde, el POUM hace lo mismo, ¡con el fin, dirá, de asegurar la fabricación de bombas, blindajes,
etc.!. No es casualidad que al mismo tiempo los objetivos proletarios queden confundidos y que los
obreros sean alejados de los centros vitales del capitalismo, Barcelona, Valencia y Madrid, y
diseminados por el campo español de Huesca, Teruel, Zaragoza, Guadarrama, con el fin de destruir
las “últimas guardias fascistas”, fijados luego en los centros militares, y arrojados, a fin de cuentas,
en la atmósfera asfixiante de la guerra que disipa las últimas migajas de conciencia que podían
subsistir. Con la extinción total de la huelga hacia el 28 de Julio, el peligro proletario estaba
completamente descartado, la dominación burguesa salvaguardada y precisamente por esto, los
obreros podían perfectamente abandonarse a sus ilusiones de poder económico, puesto que éste no
podía ejercerse más que para las necesidades de la guerra antifascista, y no para servir de apoyo a la
conquista del poder político.
Según nuestra opinión, las tesis del camarada H., están viciadas desde su base, porque no contienen
la crítica fundamental de la guerra imperialista en sí. Para nosotros consiste en que, por su
naturaleza capitalista lleva en su seno la derrota proletaria. Para el camarada H., la guerra conduce
a la derrota porque está llevada por “conciliadores”. He aquí la divergencia esencial. Se impone la
mayor claridad posible sobre este punto.
El camarada H., comienza rechazando la tesis de la lucha unilateral contra el fascismo: “una lucha
real contra el fascismo no puede ser llevada más que por el proletariado en lucha por el
socialismo”. Pero plantear la cuestión del socialismo supone plantear la cuestión de la conquista del
poder y la destrucción del Estado capitalista, y en ese caso ya no se trata de disociar el fascismo del
capitalismo. La lucha de clases se identifica totalmente con la lucha revolucionaria con miras a
derribar el capitalismo. Se desarrolla evidentemente contra el conjunto de la clase burguesa, tanto
contra Franco como contra Azaña y Companys. Pero no puede darse en dos planos divergentes, no
puede llevarse al mismo tiempo en un frente militar y en un frente de lucha de clases, porque el
primero fusiona las clases (y nunca es de otra manera) mientras que el segundo las enfrenta de
forma irreductible. Para el camarada H., la “lucha contra los conciliadores no se opone a la lucha
contra el fascismo; forma una sola. El frente de los conciliadores es un frente que unió por el
momento, con el consentimiento de la clase obrera – esto es muy importante a varias clases”.
Así, el camarada H., si bien admite que la lucha antifascista se ha seguido bajo el régimen de la
colaboración de clase y de la defensa de los intereses capitalistas, se niega sin embargo a admitir su
contenido imperialista y continúa afirmando que “la lucha militar contra Franco era una condición
de vida o muerte para el proletariado español”. Lo que equivale, lo quiera o no, a una posición de
“defensa nacional” comparable a la que los socialistas belgas y franceses adoptaron al defender las
“libertades democráticas” contra el “militarismo prusiano”. Prudentemente había dicho que el haber
puesto en primer plano la defensa militar “ha retardado la diferenciación social en el campo
antifascista” y que esto ha tenido como consecuencia el “condenar de nuevo al proletariado
español a la defensa del sistema capitalista, gracias al gobierno de la Unión Sagrada”. Pero, por
otro lado es falso afirmar que los reveses militares hayan frenado la lucha revolucionaria, porque al
contrario, los hechos demuestran que la guerra de clases fue ahogada por la guerra antifascista,
Incluso “victoriosa” la lucha antifascista tenía que significar una derrota proletaria, del mismo modo
que la victoria sobre el militarismo alemán en el 18 reforzó la dominación de las burguesías
“democráticas”.
En todo caso puede considerarse que la Guerra de España, en sus manifestaciones, no es
absolutamente comparable a la guerra imperialista porque ésta opone directamente a clanes
burgueses antagónicos, mientras que la primera enfrenta a la burguesía y al proletariado, no en el
sentido de la democracia contra el fascismo, sino en el de una lucha en la que el proletariado no
juega ningún papel independiente, lucha, en la que se hace masacrar en provecho de la misma
burguesía, que juega en los dos planos: el frente fascista y el frente antifascista, en suma, bajo el
aspecto de una “guerra de clases”en la que el proletariado está ausente, como clase consciente de
sus intereses y de sus objetivos, lo que de todos modos nos conduce a las características
fundamentales de la guerra imperialista. ¿No se ve además cómo España se manifiesta, cada vez
más, como un poderoso caldo de cultivo de los contrastes imperialistas que el capitalismo mundial
todavía consigue circunscribir pero que, mañana, puede encender el conflicto general?.
Hoy, que, ante la evidencia de los hechos, el camarada H., parece orientarse hacia el “derrotismo”
respecto a la lucha militar en España, le pedimos que admita también que el antisfasismo tenía que
desembocar en el impasse actual.
Estado capitalista o Estado proletario
El aspecto externo de los acontecimientos que se han sucedido a partir del 19 de Julio (sobre todo
en Cataluña) ha dado lugar a que las dos concepciones centrales del marxismo – las que se refieren
al Estado y al Partido- hayan quedado singularmente relegadas al último plano, mientras que la
Revolución de Octubre de 1.917 las puso totalmente en evidencia destruyendo el Estado capitalista
y sustituyendo el poder de la burguesía por el del proletariado que se expresaba a través del Partido.
En lo que respecta a España, se ha evocado muy a menudo la Revolución proletaria en “marcha”, se
ha hablado de la dualidad de poderes, del poder “efectivo” de los obreros, la gestión “socialista”, la
“colectivización” de las fábricas y la tierra, pero en ningún momento se han planteado sobre bases
marxistas ni el problema del Estado, ni del Partido... Al contrario, el equívoco ha triunfado en toda
la línea como expresión de la confusión ideológica que impregna a los que se decían guías de la
revolución: la CNT y el POUM.
Es cierto que los factores revolucionarios objetivos, de los que hemos hablado al principio:
debilidad política de la burguesía, dinamismo de las masas apoyados en poderosos contrastes
sociales conjugados activamente en una situación extrema, han podido falsear por un momento las
apreciaciones de la realidad; pero estos mismos factores, por el contrario, han revelado su lado
negativo en ausencia del factor subjetivo: el partido, el único capaz, apoyado por las masas, de
asociar los factores objetivos a la realización del programa de la revolución de plantear
concretamente el problema de la destrucción total del aparato de Estado burgués, condición de la
revolución social. Este problema fundamental se ha sustituido por el de la destrucción de las
“bandas fascistas” y el Estado burgués ha quedado en pie adoptando una apariencia “proletaria”.
Pero se ha permitido que domine el equívoco criminal de su destrucción parcial, y se ha
yuxtapuesto a la existencia de un “poder obrero real” el “poder de fachada” de la burguesía que se
concretará en Cataluña en dos organismos “proletarios”: el Comité de las Milicias antifascistas y el
Consejo de economía. Al mismo tiempo que se reconocía un solo poder efectivo, el de los obreros,
se hablaba de dualidad de poderes, dualidad que ha de fundirse inevitablemente en la unidad de
poder, en provecho exclusivo de la burguesía o en provecho exclusivo del proletariado.
Sabemos que la realidad fue radicalmente distinta, y que no expresó ni el poder único de los
obreros, ni tampoco la dualidad de poderes que en ningún momento se vio oponer a la burguesía el
programa de la revolución proletaria, y porque la esencia política del poder siguió siendo
totalmente burguesa. Y éste es precisamente el fondo de la cuestión. Una dualidad de poder
enfrenta, cara a cara, a dos organismos gubernamentales opuestos por base, el programa y la
política de clase. La primera y la única experiencia de dualidad de poder hasta ese momento la
aportó la revolución rusa de Febrero a Octubre de 1.917. Incluso Lenin no dejó de subrayar que
durante ese período el poder proletario, aunque apoyado en los Soviets, poderosa organización de
las masas, no era más que un poder embrionario, que no podía existir de forma efectiva más que en
la medida en que los Soviets ejercieran el poder; lo que para él significa en la medida en que el
partido de clase extendía su influencia en el seno de los Soviets, en la medida en que los
comunistas, armados con el programa de la revolución, liberaban a los proletarios de la ideología
burguesa y dirigían la iniciativa de las masas. Y Lenín añadía que el poder burgués subsistía de una
forma más efectiva en la medida en que se “apoyaba en un acuerdo directo e indirecto, formal y
real con los Soviets, debido a la falta de conciencia de los proletarios”. Pero la creciente lucha de
clases y el reforzamiento del partido bolchevique transformaron completamente esta relación de
fuerzas y engendraron Octubre de 1.917.
En España, después de Julio de 1.936, no se halla en ningún lugar vestigios de una organización de
masas que pudiera parecerse a los Soviets, ni de oposición de dos políticas de clase de donde
pudiera surgir un “Octubre” español. No hubo poder proletario embrionario, porque ni siquiera tuvo
tiempo de nacer de la efervescencia inicial.
¿ Y las Milicias Antifascistas?, se dirá, ¿ Y el Consejo de Economía?. Si bien las Milicias parecen
haber sido una creación espontanea de las masas como respuesta a Franco, estas masas,
desgraciadamente no tuvieron la posibilidad de convertirlas en organizaciones de masas que
pudieran convertirse en el embrión del poder proletario a la vez que en un instrumento poderoso de
la guerra civil. Estas masas y sus milicias inmediatamente quedaron atrapadas por los partidos
“obreros” y puestas bajo la dirección de aquel famoso Comité de Milicias, que al imprimirles un
carácter paritario les arrebata toda posibilidad de convertirse en organismo unitario, y por
consiguiente cavaba la fosa de la revolución proletaria. Según la propia declaración del POUM, la
composición del Comité excluía toda preponderancia proletaria. Pero además de la misma forma,
quedaba excluido cualquier trabajo de penetración comunista en el seno de las milicias por la
dispersión exterior de los frentes, y por la tensión interior de las energías obreras hacia la amenaza
antifascista. La amenaza que había pesado durante algunos días sobre el poder burgués desapareció
rápidamente y éste sólo tuvo que adaptarse temporalmente a una situación de hecho que solo podía
evolucionar favorablemente para él, puesto que mediante la creación del Comité Central de las
Milicias, y del Consejo de Economía – organizaciones insertadas en el estado capitalista- quedaban
fijadas las bases de la Unión Sagrada que iba a presidir la masacre de los proletarios.
Los resortes esenciales del Estado permanecieron intactos:
· El Ejército (no era muy importante) tomó otras formas – al convertirse en milicia – pero conservó
su contenido burgués al defender los intereses capitalistas en la guerra antifascista.
· La policía, formada por los guardias de asalto y los guardias civiles, no se deshizo sino que se
ocultó un tiempo (en los cuarteles) para reaparecer en el momento oportuno.
· La burocracia del poder central siguió funcionando y extendió sus ramificaciones en el interior de
las Milicias y del Consejo de Economía, del que no llegó a ser en absoluto el agente ejecutivo, sino
que les inspiró por el contrario directrices acordes a los intereses capitalistas.
Sobre la política económica desarrollada por estos organismos unidos al Gobierno de la Generalitat,
“L´Information” de París puede decir, desde el principio de Agosto 1936, que no salía del marco
capitalista. Los decretos acerca de la colectivización – que salieron a finales de Octubre – a pesar de
su formulación radical, difícilmente pueden significar un progreso “socialista”, mientras que la
situación de las clases evoluciona, no hacia la revolución proletaria, sino hacia el fortalecimiento de
la dominación burguesa. La significación social de las medidas de colectivización queda claramente
despejada por el contenido del pacto concertado el 22 de Octubre (los decretos son del 24) entre
anarquistas y social-estalinistas (con la exclusión del POUM) en el que el objeto de la
colectivización es todo lo relativo a las necesidades de la guerra.
Por lo demás, la experiencia histórica nos muestra que no se puede hablar seriamente de
colectivización, control obrero, revolución socialista, antes de la abolición del poder político de la
burguesía. El camarada H., en su informe, ha actuado a la inversa, y hay que dejar constancia de
que el método adoptado falsea el análisis.
Empieza afirmando la amplitud de la “revolución socialista”, sobre la base de los decretos
referentes a la colectivización, de los que acabamos de hablar, y que, según él, señalan una profunda
transformación de las relaciones de clase y del régimen de la propiedad privada. Pero, en el capítulo
siguiente, cuando aborda el aspecto político del problema tiene que admitir entonces que, puesto
que la conquista del poder no ha sido planteada seriamente por ningún partido obrero, no existe
actualmente por ello en España ninguna revolución socialista. Para H, además, los órganos del
poder proletario, los organismos unitarios en los que las masas hubieran podido desarrollar su
conciencia política no se han creado, ni siquiera en un estado embrionario. Es más, para nosotros no
existió un poder obrero ni un solo día (no es este el parecer del camarada H.) porque estaban
ausentes las dos cosas que debe comportar: los órganos y la conciencia proletaria que los anima,
que no puede surgir espontáneamente sino a través de un proceso de clarificación política.
En lo que respecta a las medidas de colectivización, el camarada H., después de haberlas valorado
en exceso, pensamos, llega a la conclusión de corresponden a una maniobra política de la burguesía,
adaptándose a una necesidad de hecho, que por tanto carecen en sí de valor: “qué le importa al
proletariado que los Gobiernos de Largo Caballero y de Companys ratifiquen todas las
expropiaciones realizadas por el proletariado, si conducen la revolución proletaria a la perdición,
si llevan a una guerra de tales características que ha de conducir a la victoria al fascismo”. Esta es
nuestra opinión, pero con esta diferencia, que la guerra antifascista, situada inevitablemente bajo el
signo de los intereses capitalistas, se halla en el origen de la próxima derrota proletaria.
La Unión Sagrada
Como ya hemos señalado, inmediatamente después del 19 de Julio, para los obreros españoles
desaparece el camino de la revolución. La efervescencia de carácter insurreccional es canalizada
hacia la lucha antifascista. A la agitación obrera se le imprimió una nueva orientación capitalista y
esto se prueba por la imposibilidad en que se ven los proletarios de crear organizaciones de masas
de las que pudiera surgir el partido revolucionario. Lo que el camarada H., advierte perfectamente,
pero sin extraer las conclusiones políticas, o sobre todo, sin llegar a la conclusión de un cambio en
las relaciones de clase. Según él la lucha antifascista no da la espalda a la revolución, sino que
constituye una fase necesaria de ella, integrándose en el conjunto de la lucha revolucionaria.
Nosotros vemos una incompatibilidad entre las dos luchas. La guerra antifascistas es el producto del
mantenimiento de la dominación capitalista por un lado, y de la ausencia de un partido
revolucionario por otro. Su desencadenamiento constituye ya una derrota para el proletariado. En el
terreno de las clases, tiene la misma significación que la guerra imperialista y engendra además,
naturalmente, la Unión Sagrada que el camarada H., se limita a constatar sin explicarla. La guerra
antifascista en España no puede ser al mismo tiempo capitalista y proletaria. No podría cambiar de
naturaleza más que bajo la dirección del proletariado erigido en clase dominante, como
prolongación de la guerra civil, como sucedió en Rusia, tras Octubre de 1.917. Adscirbirse a ella
antes de tomar el poder significa colocarse en una posición de defensa nacional que Lenín denunció
al rechazar el bloque con los socialistas revolucionarios para combatir contra Kornilov, en Agosto
de 1.917. En España, el proletariado debía negarse a combatir a Franco bajo la bandera capitalista
del antifascismo y concentrarse en el frente de la lucha contra la burguesía española de Companys,
Giralt, y Franco. El camino de la insurrección proletaria no podía pasar por la guerra militar, sino
por la guerra civil.
Ya hemos señalado antes que, en Cataluña, la Unión Sagrada encontró su expresión orgánica en la
constitución del Comité Central de Milicias y del Consejo de Economía, puesto que se presentaron
como órganos del poder proletario, como expresión de la dictadura del proletariado (POUM). En
Madrid, el instrumento de la colaboración bélica fue el Frente Popular. Bajo la dirección simultánea
de las fuerzas capitalistas asistiremos pues a una evolución de la guerra antifascista, capitalista por
naturaleza, que adquirió progresivamente la forma de la guerra moderna, paralelamente a la
aparición cada vez mayor de la colaboración entre las clases.
¿Y no se trata precisamente de fenómenos que ya nos ha revelado la primera guerra imperialistas?.
Al principio, la verborrea revolucionaria oculta el fondo, sobre todo en Cataluña donde dominan el
POUM y la CNT. Pero el mito de la guerra antifascista ahogó rápidamente toda preocupación de
clase bajo el empuje de estas mismas corrientes. En Madrid, a fe de Giralt, los estalinistas se
convierten en personas de orden. En Barcelona, Companys dirá de la CNT “que asume el papel
abandonado por el ejército rebelde de controlar y proteger la sociedad y que se ha convertido en
un instrumento en las manos del Gobierno democrático”. Las “expropiaciones” de los obreros
quedan integradas en el marco de un capitalismo de estado que permanece bajo el control de la
burguesía, debido a “las necesidades de la guerra” con la cooperación de las organizaciones
sindicales y los autodenominados “órganos del poder proletario”. Paralelamente se llevó a cabo el
desarme progresivo de los obreros de la retaguardia y la militarización de toda la vida social. A
finales de Agosto “L’Information” de París podrá constatar con satisfacción que en Madrid y en
Barcelona, “las autoridades competentes hacen esfuerzos ‘diplomáticos’ para conseguir el desarme
de las masas obreras no enroladas en las Milicias Antifascistas, y su militarización”. El Comité
Central de las Milicias cooperó en estos esfuerzos. Y los fracasos militares que siguieron sirvieron
para estimular y acelerar el desarme social y para armar ideológica y materialmente para la guerra.
La masacre de Badajoz, seguida de la rendición de Irún y de la marcha sobre Toledo y Madrid,
determinaron un cambio hacia la “izquierda” con la formación del Gobierno de Largo Caballero,
calificado de “progresista” por los anarquistas y los del POUM. Su programa se limitó a la
organización de las milicias, el refuerzo de la disciplina civil y militar dentro del “respeto” a la ley
republicana. Para apoyarlo, la CNT propondrá la formación de un Consejo Nacional de Defensa al
que enviará delegados “técnicos”, así como la creación de milicias de guerra con una sola dirección
militar bajo el control de una Comisaría de Guerra. En Cataluña, la Generalitat se anexionará el
famoso Comité de Milicias como Ministerio de Defensa, por el deseo de mantener una apariencia
de autoridad frente a la “opinión internacional”.
El POUM dirá que el Gobierno de “fachada” de Companys no hará sino proteger así mejor el poder
real de los obreros. He aquí una forma, que no puede ser más criminal, de violar la realidad
histórica; pero las “vanguardias” no tendrán suficiente con esto. Algunos días más tarde se realizará
abiertamente la Unión Sagrada gubernamental que se denominará “Consejo” de la Generalitat para
no herir la susceptibilidad de los anarquistas, CNT, POUM, UGT, estalinistas, socialistas y
burguesía catalana unieron sus esfuerzos por la causa del antifascismo. Los anarquistas que ya se
habían convertido al “centralismo” se convirtieron en “autoritarios” convencidos porque,
justificaron: “la revolución tiene sus exigencias... La dualidad de poderes no podía persistir...
teníamos que ocupar el lugar correspondiente a nuestra fuerza”. Lo que no les impidió tener tres
delegados sobre doce, cuando pretendían representar a la mayoría del proletariado catalán. El
POUM dirá que se trataba de una “etapa de transición” cuando antes había hablado de dictadura del
proletariado bajo la égida de todos los partidos “obreros”.
El programa gubernamental estará dominado por los problemas planteados por la guerra. Se tratará
de establecer “el orden revolucionario” y de seguir las huellas del Gobierno de Largo Caballero:
disciplina, mando único, milicias obligatorias (el POUM hablará del Ejército Rojo), proclamación
de los derechos de los pueblos a la autonomía. Inmediatamente el Comité de Milicias “único poder
real”, desaparecerá definitivamente. Los municipios tomaron el papel de los Comités Antifascistas
que se habían comparado con los Soviets. La atmósfera se obscurecerá y la organización de la
masacre de los obreros avanza. En Madrid, luego en Barcelona, se dictan decretos de movilización
general que transforman las milicias en ejército regular. Al mismo tiempo, la CNT lanza sus
“consignas sindicales” al proletariado catalán (no comentadas por el POUM): “trabajar, producir y
vender. Nada de reivindicaciones salariales o de otro tipo. Todo ha de quedar subordinado a la
producción de guerra”. En resumen, todo por el frente antifascista: tregua de la lucha de clases;
lenguaje de guerra de los social-patriotas de 1.914-1.918 retomado por los “libertarios” de 1.936. El
“pacto de unificación revolucionaria” entre todos los partidos y sindicatos de Cataluña (a excepción
del POUM) sellará este “contrato social” de Unión Sagrada. El primer punto incluirá el
compromiso formal de “ejecutar las decisiones y decretos del Consejo de la Generalitat poniendo
al servicio de su aplicación toda nuestra influencia y nuestro aparato orgánico”. Tras la toma de
Toledo y el avance sobre Madrid, la Unión Sagrada se concluirá en Madrid con la entrada de los
anarquistas, en el Gobierno de Largo Caballero que se denominará Consejo de Defensa de la
República. El capitalismo español e internacional quedará bien servido.
La guerra de España y el proletariado internacional.
Los hechos hablan hoy brutalmente. Ya no se trata de Revolución sino de guerra capitalista. La
lucha en España opone efectivamente, a la burguesía y el proletariado pero en una situación en la
que éste consiente en su propia destrucción en provecho del capitalismo, al igual que durante la
guerra mundial de 1.914-1.918, se prestaba a morir por el “futuro del socialismo” al que había que
defender de la “barbarie pangermanista”. Nadie niega ya actualmente que España se ha convertido
en el campo de las competiciones imperialistas. Ya en Septiembre, en Ginebra, el ministro socialista
(de izquierda) de asuntos exteriores de España, Alvarez de Vayo, podía declarar con bastante
exactitud que “ante nuestros propios ojos, los campos ensangrentados de España ya se han
convertido en el campo de batalla de la guerra mundial. Esta lucha una vez iniciada se ha
transformado inmediatamente en una cuestión internacional”. Evidentemente para Alvarez de Vayo
como para sus colegas socialistas y estalinistas, la guerra cercana tomará el aspecto de un conflicto
entre dos ideologías “opuestas”: democracia-fascismo. Sin embargo sabemos que hasta el momento
la solidaridad tácita, aunque terriblemente efectiva, de los estados democráticos y fascistas no ha
dejado de actuar contra el proletariado español con el apoyo inconsciente del proletariado
internacional. Al amparo de la farsa de la no-intervención debida a la iniciativa del Gobierno del
Frente Popular de Blum, esta solidaridad se llevó a cabo de la forma más eficaz posible al
inmovilizar a los proletarios de Francia, Inglaterra, Bélgica conteniendo y frenando el desarrollo de
los contrastes imperialistas. Porque Blum tenía razón cuando invocaba la perspectiva de la guerra
mundial como continuación de una intervención más brutal de los Estados democráticos en los
sucesos Españoles. Lo que por otro lado no les impedía favorecer tácitamente el reclutamiento de
voluntarios para la masacre bajo el signo del Frente Popular de España. Por otro lado, los Estados
fascistas podían intervenir abiertamente con material y hombres protegidos por la actitud de
“neutralidad” de las democracias que correspondía a la “voluntad” de aquéllas de frenar la
evolución hacía la guerra imperialista generalizada: Y, Delbos, Ministro francés de Asuntos
Exteriores, declaraba en octubre que había que evitar a toda costa una crisis internacional aguda que
podría evolucionar, según su expresión, hacía una “guerra de secesión” en Europa. Pero para el
proletariado internacional, el problema de clase podía presentarse tanto desde la perspectiva de la
intervención como de la no-intervención, ambas de naturaleza capitalista. El informe de camarada
H. es equivoco en este punto. Rechaza la argumentación por la que Blum justifica la nointervención. Sin embargo cuando considera falso “que una política de apoyo a la revolución
llevará a una guerra mundial”, ¿qué entiende por “política de apoyo”?. Porque en este caso se
impone la claridad. ¿Acaso cree que el apoyo abierto al Frente Popular español bajo el control de
capitalismo estaba encaminado a favorecer el desarrollo de la revolución proletaria en España?. En
otros términos ¿el proletariado internacional al luchar por el “levantamiento del bloqueo” para
forzar a Blum, Eden, Stalin, a adoptar el internacionalismo, ayudaba al proletariado español?.
En primer lugar, si los Estados democráticos no respondieron a las maniobras de Hitler y Musolini
con otra intervención abierta, ¿no fue por el temor de que una ayuda material masiva pudiese
contribuir a reforzar las posiciones de clase de los obreros españoles, aumentando su conciencia
revolucionaria y poniendo trabas al proceso de Unión Sagrada?. Tal hipótesis está por demostrar.
Por un lado, la guerra antifascista, con el apoyo directo de los estados fascistas y el apoyo indirecto
de los estados democráticos, se manifestaba como el instrumento perfecto de servidumbre del
proletariado español a los interese capitalistas. Pero, por otro lado, también es cierto que en el caso
de que una poderosa efervescencia obrera desbordara el marco de la Unión Sagrada y amenazase a
la burguesía española asistiríamos a una unión inmediata de las fuerzas “democráticas” de España,
Francia, Inglaterra, Bélgica y Rusia para aplastar a los obreros y campesinos de España.
Pero en ausencia de tal perspectiva, hemos asistido ya al apoyo abierto de la URSS al campo
antifascista, dando lugar a una situación en la que, como señala el camarada H., “el proletariado
español se encuentra de nuevo empeñado en la defensa del sistema capitalista”. Es evidente que la
URSS trataba así, no de sostener al proletariado español, sino de defender su particular posición en
el concierto imperialista mundial.
El camarada H. considera sin embargo que el apoyo del proletariado en hombres y armas es
fundamental. Pero puesto que el mismo admite que este apoyo no se realiza más que con objetivos
capitalistas, siguiendo el ejemplo de la URSS, ¿cómo concibe él que el proletariado español pueda
escapar al proyecto burgués situándose en el terreno del intervencionismo armado?. El intento del
camarada H. de establecer una distinción en este terreno entre la ayuda proletaria y la ayuda
capitalista es totalmente abstracto puesto que no tienen en cuenta las posiciones de las clases en
lucha. El camarada H., por otra parte, se da cuenta perfectamente de ello cuando dice “el envío de
hombres y municiones a España es el medio más aparatoso, aunque no el más eficaz, de sostener la
revolución... y que la presencia aquí de los trabajadores socialistas y comunistas enviados a
España sería mil veces más preciosa que su presencia allí en España”.
Pero el camarada H. ha de saber que si esta forma de apoyo es reivindicada por los traidores
socialistas y estalinistas (a los que han añadido los anarquistas, el POUM, y los trotskistas) es
precisamente porque presenta unas características contrarrevolucionarias y no por que pueda
contribuir al desarrollo de la revolución española. Además, ¿ no insiste él mismo en que el apoyo
armado “tan solo alcanzó una amplitud real con el retroceso del proletariado español en el
revolución, retroceso señalado por la entrada de los anarquistas y del POUM en la unión
sagrada”?. Y acaso su conclusión, no es la de que cada proletario debe demostrar ante todo su
solidaridad con el proletariado español combatiendo a su propia burguesía “republicana” de España
enviándole proletarios al holocausto?. La posición del camarada H. vuelve a responder
afirmativamente, puesto que, si bien es cierto que en teoría se pronuncia por la ayuda al proletariado
español y no por la ayuda al capitalismo español, de hecho, su incorporación a la guerra antifascista
desarma ideológicamente a los obreros de España y de los demás países.
En España, hoy, no se trata de revolución sino de guerra. Una guerra que está bajo la influencia de
la dominación capitalista, es una guerra capitalista. Este es un axioma marxista. El proletariado
puede manifestarse impotente para oponerse a ella, lo que no puede es aceptarla. No puede olvidar
la lección de 1.914 que fue definitiva. A la guerra, tienen que oponer su propia guerra civil para la
abolición del Estado capitalista, cuales quiera que sean las repercusiones militares que puedan
derivarse de ellos.
Los obreros y los campesinos de España al dejarse masacrar bajo la bandera del antifascismo no
luchan por el socialismo, sino por el triunfo del capitalismo. La guerra antifascista no está dirigida
contra el capitalismo sino contra el proletariado. O el proletariado español consigue desgajarse de
los frentes militares, para forjar sus propios órganos de lucha y su Partido, para instaurar su propia
dominación, o será aplastado, incluso si vence a Franco.
El proletariado internacional solo puede respaldar a los obreros españoles mediante acciones de
clase dirigidas contra el aparato económico y político del capitalismo.
La acción internacional de cada proletario no puede consistir más que en una lucha de clases
decisiva en cada país. Por eso la ayuda efectiva a la España revolucionaria únicamente reside en el
cambio radical a nivel mundial de la relación de las clases.
Jehan. Texto publicado en 1.937.
[1] El POUM (“Revolución Española” del 21-10-36) comentando el estatuto de autonomía del país
vasco, votado por las Cortes fantasmas del 1º de Octubre considera que se trata “de un
complemento básico en la lucha contra el fascismo y por una sociedad nueva”.
[2] Citaremos, a título indicativo una “fantasía” de la Unión Comunista de París, que considera que
la guerra antifascista es una guerra de clase que enfrente a dos ejércitos de clase (!), constituido uno
entorno a Franco, por oficiales, falangistas, requetés y otros carlistas, elementos todos ellos
burgueses y pequeño burgueses, y por mercenarios marroquíes; e integrado el otro, al lado de los
“republicanos” por las milicias obreras de contenido proletario.
2.Presentación a los textos de la Izquierda
Comunista Mejicana
Textos de La Izquierda Mexicana (1937-1938)
La guerra de España de 1936-1939 iba a ser una prueba decisiva para los grupos de izquierda
salidos de la 3ª Internacional integrada ésta definitivamente en el campo de la burguesía. La
formidable, inmediata y espontánea respuesta de las masas trabajadoras contra el “alzamiento”
militar de julio de 1936 acabó rápidamente por ser desviada y extirpada de su terreno de clase, y eso
gracias a la “izquierda”, los partidos socialistas y estalinista, y también gracias a los anarquistas de
la FAI y a los sindicalistas de la CNT, para terminar siendo una guerra capitalista.
El que los partidos socialistas y estalinistas exaltaran la campaña por la guerra y se pusieran al
frente de ella no tiene nada de sorprendente. Pasados desde hacía tiempo al campo capitalista, esos
partidos “obreros” no hacían más que cumplir su tarea capitalista, al ser la guerra la continuación de
la política de defensa de los intereses del capital por otros medios. Por su pasado “obrero” y
“socialista”, esos partidos son los mejor situados entre las fuerzas políticas de la burguesía para
mistificar a la clase obrera, desviarla de su lucha y alistarla para la matanza imperialista.
Respecto a esos partidos de izquierda, su toma de posición a favor de la guerra y a su participación
como dirigentes de ella no es, desde luego, ninguna sorpresa. Lo contrario sí que hubiera sido. Pero
¿cómo explicar que corrientes como la anarco-sindicalista, la CNT, o la de los trotskistas y detrás de
éstos, la gran mayoría de grupos de izquierda hubieran caído y se hubieran entrampado en el
torbellino de la guerra?. Unos llegarían incluso a participar desde dentro del gobierno de defensa
nacional (...republicano) como la CNT o, de manera más subalterna, el POUM; los demás, aunque
se opusieran a la participación gubernamental (los trotskistas), no dejaron, sin embargo, de predicar
la participación en la guerra en nombre del frente único antifascista lo más amplio posible. Otros,
más radicales, se fueron a la guerra en nombre de la resistencia antifascista OBRERA; algunos
otros, lo hicieron por aquello del “enemigo nº1” a destruir en el frente militar, para poder después,
tras la victoria (¡?) dedicarse a la lucha de la clase obrera. Los hubo incluso que llegaron a
considerar que el Estado de la zona republicana no era sino una simple fachada que había perdido
todo significado.
En su gran mayoría, aquellos grupos de izquierda que durante años habían encontrado su fuerza y
razón de ser en la resistencia a la degeneración de los P C y de la Internacional Comunista, aquellos
grupos que combatían sin cuartel al estalinismo, en nombre del internacionalismo proletario, se
dejaron, sin embargo, atrapar en los engranajes de la guerra a causa de los sucesos en España.
Es verdad que estos grupos se metieron de lleno y justificaron su apoyo activo a la guerra de España
arrastrando muchas críticas y reservas, recurriendo a todo tipo de justificaciones falaces para calmar
su propia angustia, como. ¿Por qué?
Había, para empezar, el fenómeno del fascismo. Nunca se planteó este problema de manera clara y
correcta, ni se analizó a fondo en la Internacional Comunista que acabó diluyendo el tema mediante
consideraciones sobre tácticas y maniobras de Frente Único.
La diferencia de formas de la dictadura burguesa (Democracia o Fascismo) se iba convirtiendo poco
a poco antagonismo fundamental de la sociedad, sustituyendo al de la oposición histórica de la
clase: Proletariado-Burguesía.
De esta manera. Las fronteras de clase quedaron ocultadas y confusas: Democracia venía a ser el
terreno de movilización del proletariado y Fascismo sinónimo de capitalismo. Según esta “nueva”
ideología de división en la sociedad, el terreno histórico del proletariado desaparecía
definitivamente, quedándole a la clase obrera como toda alternativa, la de servir de apéndice a uno
de los dos canales de la burguesía. El asco y el odio lógico de los obreros por la represión bárbara y
sin guantes de las bandas asesinas del fascismo eran terreno fácil para ser explotados con mano
maestra por todas las fuerzas llamadas democráticas del capital para embaucar al proletariado,
haciendo que se fijara en un “enemigo principal” y que así se olvidara de que el fascismo no era
sino un elemento de una clase que, frente a él, permanece siempre unida como clase enemiga.
El antifascismo, en tanto que entidad que sustituye al anticapitalismo, en tanto que frente inmediato
privilegiado de la lucha contra el capitalismo, se había convertido en la mejor plataforma para que
el proletariado se hundiera en las arenas movedizas del capitalismo, y a estas arenas se dejaron
arrastrar la mayoría de los grupos de izquierda, para en ellas desaparecer. Si bien hubo militantes
aislados que pudieron retomar un posición proletaria después de la guerra mundial, no ocurrió así
con los grupos políticos como la Union Communiste de Francia, el Grupo Internacionalista de
Bélgica, la minoría de la Fracción Italiana y tantos otros que se perdieron en el naufragio.
Otra piedra con que tropezarían esos grupos de izquierda fue la de su comprensión incompleta del
profundo significado histórico de la guerra en la fase de ocaso del capitalismo. No veían en la
guerra más que su motivación inmediata, contingente, de enfrentamiento ínter imperialista. No se
daban cuenta que más allá de esas determinaciones inmediatas y directas; las guerras imperialistas
de nuestro periodo expresan el callejón sin salida a que ha llegado el sistema capitalista como tal. A
este nivel la única solución posible ante esas contradicciones es su superación por la revolución
comunista. Sin ésta, la sociedad entra inexorablemente en un movimiento de decadencia y
autodestrucción. La guerra imperialista se presenta entonces como la única alternativa a la
revolución. Este carácter histórico de movimiento de destrucción y autodestrucción, en oposición
directa a la revolución, marca a cualquier guerra actual, sea cual sea la forma que tome de guerra
local o generalizada, guerras llamadas antiimperialistas, de independencia o de liberación nacional,
guerra de la democracia contra el totalitarismo, y también las que se presentan dentro de un mismo
país bajo la forma de fascismo contra antifascismo.
Dos grupos, porque estaban sólidamente afirmados en el terreno de clase y del marxismo, supieron
mantenerse firmes y no sucumbir ante la doble prueba que significó la guerra de España 1936 1939; fueron las fracciones italianas y belga de la Izquierda Comunista. A pesar de muchas
debilidades, su obra sigue siendo una muy seria contribución al movimiento revolucionario y aún
hoy es una preciosa fuente de reflexión teórica para los revolucionarios. Sabían que estaban
condenados al peor de los aislamientos, pero no por eso doblegaron sus convicciones, pues también
sabían que ese es el precio que tiene que pagar cualquier grupo auténticamente revolucionario en un
periodo de derrota y retroceso del proletariado, que termina en la guerra. Y cuando el ensordecedor
ruido de los cañones y de las bombas de la guerra en España, cubría la ya débil voz de la Izquierda
Comunista, del otro lado del mundo, desde México, firmado por un “Grupo de Trabajadores
Marxistas”, llegaba un manifiesto que Bilan saludó calurosamente como “rayo de luz”.
Fue en la negra oscuridad de la guerra de España como un grupo de revolucionarios, algunos en
ruptura con el trotskysmo, vuelve a encontrar el camino de clase y se forma para denunciar la guerra
imperialista, para denunciar a sus proveedores conscientes o no, para llamar a los obreros a romper
con aquellas repugnantes alianzas de clase en los frentes de guerra antifascista. Muy difícil fue el
esfuerzo para constituir este grupo revolucionario, trágicamente aislado en un país como México,
sometido a la represión del Estado democrático, atacados por todas partes y en particular por los
trotskistas que desencadenaron contra él una furiosa campaña de inmundas calumnias y de
denuncias policíacas. A partir de la oposición a la guerra “antifascista” en España, el grupo sintió la
necesidad imperiosa de remontar el curso de la historia y someter a examen crítico y teórico todas
las posturas, postulados y práctica del movimiento trotskista y asimilados.
Sobre muchas cuestiones fundamentales compartimos sus planteamientos y conclusiones políticas,
y, en particular, sobre el periodo de decadencia y la cuestión nacional. En ellos saludamos a
predecesores nuestros, un momento más de la continuidad histórica del programa del proletariado.
Al publicar una primera serie de documentos de este grupo, mostramos también la vida y la realidad
de esa continuidad política. Esos documentos, totalmente ignorados, encontrarán, estamos seguros,
un vivo interés en todos los militantes revolucionarios, porque aportan nuevos elementos para
conocer y reflexionar sobre los problemas de la revolución proletaria.
Presentación publicada en el número 10 de nuestra REVISTA INTERNACIONAL , septiembre 1977.
3.Masacre de obreros en Barcelona
La Masacre de Barcelona
¡UNA LECCIÓN PARA LOS TRABAJADORES DE MEXICO!
¡EN MEXICO NO DEBE REPETIRSE EL DESCALABRO SUFRIDO POR LOS TRABAJADORES
DE ESPAÑA!
Cada día nos dicen que vivimos en una república democrática. Que tenemos un gobierno obrerista.
Que este gobierno es la mejor defensa contra el fascismo.
Los trabajadores de España pensaban que vivían en una república democrática. Que tenían un
gobierno obrerista. Que este gobierno era la mejor defensa contra el fascismo.
Mientras que los trabajadores no estaban en guardia, teniendo más confianza en el gobierno
capitalista que en sus propias fuerzas, los fascistas, ante las propias narices del gobierno, prepararon
su golpe del mes de julio del año pasado, -precisamente como el gobierno de Cárdenas permite a los
Cedillo, Morones, Calles, etc., preparar su golpe, mientras él adormece a los trabajadores con su
demagogia “obrerista”.
¿Cómo fue posible que los trabajadores de España en julio del año pasado no entendieron que el
gobierno “antifascista” les había traicionado, permitiendo la preparación del golpe de los fascistas?.
¿Y cómo es que los trabajadores de México no han sacado ningún provecho de esta experiencia
dolorosa?.
Porque el gobierno de España hábilmente continuó su demagogia y se puso al frente de los
trabajadores, engañándoles otra vez con la consigna: ¡El único enemigo es el fascismo!.
Tomando la dirección de la guerra que los trabajadores habían comenzado, la burguesía la convirtió
de guerra clasista en guerra capitalista, en la que los trabajadores han dado su sangre en defensa de
la república de sus explotadores.
Sus líderes, vendidos a la burguesía dieron la consigna: ¡Nada de demandas de clase hasta que no
hayamos vencido a los fascistas!.
Y durante nueve meses de guerra los trabajadores no han organizado una sola huelga, han permitido
al gobierno disolver sus comités de base que habían surgido en los días de julio, y supeditar las
milicias obreras a los generales de la burguesía. Han sacrificado su propia lucha contra los fascistas.
¿Porqué Cárdenas da su apoyo a Azaña?
¡Para afirmar la confianza de los trabajadores en su proletarismo! El gobierno de Cárdenas tiene el
interés que los trabajadores de México no entiendan que el gobierno “antifascista” de España había
permitido a los fascistas preparar el golpe. Porque si entienden lo que pasó en España, entenderán
también lo que está pasando en México.
Por esta razón Cárdenas dio su apoyo al gobierno legalmente constituido de Azaña y le mandó
armas. Demagógicamente dijo que estas eran destinadas para la defensa de los trabajadores contra
los fascistas.
Las últimas noticias llegadas de España han destruido para siempre esta mentira: ¡el gobierno
legalmente constituido de Azaña utilizó las armas para matar a los heroicos trabajadores de
Barcelona cuando ellos se defendieron contra el gobierno que quiso desarmarles el día 4 de mayo de
este año!
Hoy como ayer, el gobierno de Cárdenas ayudará al gobierno legalmente constituido de Azaña, pero
no contra los fascistas, sino contra los trabajadores.
La opresión sangrienta que siguió al levantamiento de los trabajadores de Barcelona ha mostrado la
verdadera situación en España, como un relámpago que ilumina la noche. Quedan destruidas todas
las ilusiones de nueve meses. ¡En su lucha feroz contra los trabajadores de Barcelona, Gerona,
Figueras y otros lugares, el gobierno “antifascista” se desenmascaró!
¡No solo mandó su policía especial, sus Guardias de Asalto, sus ametralladoras y tanques contra los
trabajadores, sino liberó presos fascistas y retiró del frente regimientos “leales”, debilitándole y
exponiéndole al ataque de Franco!
Estos hechos han mostrado que el verdadero enemigo del Frente Popular no son los fascistas sino
los trabajadores.
Trabajadores de Barcelona
¡Habéis luchado magníficamente!, sin embargo habéis perdido. La burguesía pudo aislaros. Vuestra
fuerza sola no fue suficiente.
Trabajadores de la retaguardia: Debéis luchar juntos con los compañeros en el frente, juntos contra
el mismo enemigo: no como vuestra burguesía lo quiere, contra el ejército de Franco, sino contra la
burguesía misma, sea fascista o “antifascista”.
Debéis mandar agitadores al frente con las consignas: ¡Rebelión contra nuestros generales!
Fraternización con los soldados de Franco, en su mayoría campesinos que han caído en las redes de
la demagogia fascista, porque el gobierno del Frente Popular no les había cumplido su promesa de
darles tierra! Lucha común de todos los oprimidos, sean trabajadores o campesinos, españoles o
moros, italianos o alemanes, contra nuestro enemigo común: la burguesía española y sus aliados
internacionales, el imperialismo!
Para la lucha necesitáis un partido que sea verdaderamente vuestro. Todas las organizaciones de
hoy, desde los socialistas a los anarquistas, están al servicio de la burguesía. En los últimos días en
Barcelona han colaborado una vez más con el gobierno para restablecer “el orden” y “la paz”.
Forjar este partido clasista e independiente es la condición de vuestro triunfo
ADELANTE CAMARADAS DE BARCELONA, ¡POR UNA ESPAÑA SOVIETICA!
FRATERNIZACIÓN CON LOS CAMPESINOS ENGAÑADOS EN EL EJERCITO DE FRANCO,
PARA LA LUCHA CONTRA NUESTROS OPRESORES COMUNES, SEAN FASCISTAS O
“ANTIFASCISTAS”
¡ABAJO LA MASACRE DE TRABAJADORES Y CAMPESINOS, POR FRANCO, AZAÑA Y
COMPAÑÍA!
¡CONVIRTAMOS LA GUERRA IMPERIALISTA EN ESPAÑA EN GUERRA CLASISTA!
¡Trabajadores de México!
¿Cuándo vos despertaréis?
¿Dejaréis a la burguesía mexicana repetir el mismo engaño que en España? ¡No! ¿Necesitaremos
también nueve meses de matanzas para entender este engaño? ¡No! ¡Vamos a aprender la lección de
Barcelona!
El engaño de la burguesía española ha sido posible solamente porque todos los líderes habían
traicionado, al igual de México, relegando la defensa de sus intereses a la magnanimidad del
gobierno “obrerista”, y porque habían convencido a los trabajadores que la lucha contra el fascismo
demandaba una tregua con la burguesía republicana.
Los líderes sociales de México han abandonado la lucha de conquistas económicas y han entregado
a los trabajadores maniatados al gobierno.
Todos los organismos sindicales y políticos de México apoyan el envío de armas por el gobierno de
Cárdenas a los asesinos de nuestros compañeros de Barcelona. Todos dan su apoyo a la demagogia
del gobierno. Ninguna organización expone el verdadero papel del gobierno de Cárdenas.
Si los trabajadores de México no forjan un partido verdaderamente clasista e independiente,
tendremos que sufrir el mismo descalabro que los trabajadores de España!
Solo un partido independiente del proletariado puede contrarrestar el trabajo del gobierno que
separa a los campesinos de los trabajadores, con su distribución farsante de unos pedacitos de tierra
en la Laguna, para enfrentarlos mañana contra los trabajadores industriales.
La lucha contra la demagogia del gobierno, la alianza con los campesinos y la lucha por la
revolución proletaria en México bajo la bandera de un nuevo partido comunista será la garantía de
nuestro triunfo y la mejor ayuda a nuestros hermanos de España.!
¡ALERTA TRABAJADORES DE MÉXICO!
¡NO OS DEJEIS SORPRENDER POR EL FALSO OBRERISMO DEL GOBIERNO!
¡NO MAS ARMAS A LOS ASESINOS DE NUESTROS HERMANOS DE ESPAÑA!
¡LUCHEMOS POR UN PARTIDO CLASISTA INDEPENDIENTE!
¡ABAJO LOS GOBIERNOS DEL FRENTE POPULAR!
¡ARRIBA LA DICTADURA DEL PROLETARIADO!
Grupo de Trabajadores Marxistas
4.Guerra en España
En nuestro volante del mes de mayo sobre la masacre de Barcelona dijimos: “Todos los organismos
sindicales y políticos de México apoyan el envío de armas por el gobierno de Cárdenas a los
asesinos de nuestros compañeros de Barcelona”. No mencionamos al Partido Comunista ni a la Liga
Comunista. Pero es manifiesto que en este punto central no se distinguen unos de otros: la Liga,
precisamente como el Partido, son parte integrante del frente único “antifascista”, cuya única
función es destruir la independencia ideológica de las organizaciones obreras e incorporarlas al
estado burgués para preparar su aplastamiento subsiguiente.
En su carta abierta, nuestro camarada Ayala dice con más claridad: “por muchos años he luchado
contra el oportunismo del Estalinismo. Yo junto con la Liga hemos combatido el apoyo que el
estalinismo da al gobierno de Cárdenas”. En contra de la opinión de los estalinistas nosotros
siempre hemos dicho que el gobierno (democrático) de Cárdenas es en realidad la dictadura de los
capitalistas en una forma oculta, y que este es un agente del imperialismo yanqui. La única razón de
su existencia es mantener el sistema de opresión usando frases radicales con el propósito de engañar
a los trabajadores. ¡Pero qué sorpresa ver que al fin, la Liga Comunista ha capitulado a las ideas
estalinistas! ¡Qué sorpresa ver que la “IVª Internacional” después de la llegada del camarada
Trotsky a México ha terminado por completo sus ataques contra el gobierno!. No solo no ataca, sino
da su apoyo al gobierno, diciendo que “el gobierno debe intentar poner un dique a los abusos de los
capitalistas” y que “la pasividad del gobierno debe ser combatida”. ¿No parecen estas palabras
semejantes a las que los estalinistas publican en su “manchete”? Estas frases son una capitulación a
la idea reformista de que el gobierno está APARTE de las clases y que el gobierno no es el
representante de los capitalistas sino neutral.
Refiriéndose a la guerra “antifascista” en España, la carta abierta dice lo siguiente: “la Liga critica a
los estalinistas por su apoyo a la burguesía ‘democrática’. Pero la Liga también es un socio en esa
tradición, porque no explica a los trabajadores que la guerra en España es imperialista y que los
trabajadores no deben combatir en el frente, sino rebelarse contra sus propios generales, llamar a los
soldados de Franco a hacer los mismo, y juntos regresar del frente para hacer la revolución. ¿Qué
vale la crítica de la Liga contra los estalinistas cuando en realidad la Liga llega a las mismas
conclusiones como los estalinistas?. Los estalinistas dicen que es necesario combatir en el frente y
la Liga repite el mismo engaño”.
Nuestra posición sobre la guerra en España
¿Cuál es nuestra verdadera posición frente a la guerra en España? Nosotros estamos en contra del
apoyo dado por los trabajadores a los ejércitos republicanos, pero no para ayudar el ejército de
Franco. Nosotros no reconocemos la alternativa ¿con Azaña o con Franco? Al contrario, nosotros
hemos entendido que la única manera de destruir la fuerza de los generales fascistas es volviendo
del frente “anti-fascista”, en el que están encarcelados los trabajadores bajo la disciplina de sus
propios opresores “democráticos”, AL UNICO FRENTE EN EL CUAL PUEDE TRIUNFAR EL
PROLETARIADO: EL FRENTE CLASISTA. Nosotros decimos que la guerra en España, como
cualquier guerra bajo la dirección de la burguesía es una guerra imperialista, y no una guerra civil.
Por consiguiente los que recomiendan a los trabajadores dar su apoyo a esa guerra, traicionan los
verdaderos intereses de los oprimidos. Solamente siguiendo la política de los Bolcheviques y otros
Marxistas revolucionarios durante la guerra mundial, los trabajadores españoles pueden hacer su
revolución: rebelándose contra sus propios generales y fraternizando con los soldados de Franco.
Esta es la única manera de convertir la actual guerra imperialista en guerra clasista.
Lenin, Liebknecht, y los otros revolucionarios estaban POR LA DERROTA DE “SU PROPIO
EJÉRCITO”, ES DECIR: EL DE SUS PROPIOS OPRESORES ¡ASÍ PREPARABAN AL MISMO
TIEMPO LA DERROTA DE SUS AMOS CAPITALISTAS Y EL TRIUNFO DEL
PROLETARIADO. La revolución de octubre, en Rusia, triunfó sobre la base de la derrota del
ejército Ruso. Pero los revolucionarios rusos prepararon con su derrotismo no sólo la revolución
proletaria en Rusia, sino también la revolución en Alemania. Lo mismo pasará en España: la
rebelión de los soldados en el ejército de Azaña y en el de Franco. ESTA ES LA ÚNICA MANERA
DE HACER LA REVOLUCIÓN PROLETARIA SURGIR DE LA ACTUAL GUERRA
IMPERIALISTA. Los que dicen que AL CONTRARIO, la revolución proletaria puede surgir del
triunfo del ejército de Azaña, MIENTEN. Lo único que va a surgir del triunfo del ejército de Azaña
SERÁ UNA OPRESIÓN TERRIBLE PARA LOS TRABAJADORES Y CAMPESINOS DE
ESPAÑA, UNA OPRESIÓN MIL VECES MÁS SANGRIENTA QUE LA MASACRE DE LOS
TRABAJADORES DE BARCELONA POR EL GENERAL “DEMOCRÁTICO” POZAS!
5.La República en España, “democracia” en
México
En el primer momento de la lucha en España, el proletariado se peleó como fuerza independiente.
La lucha comenzó como guerra civil. Pero muy pronto, la traición de todos los partidos transformó
la lucha de clases en colaboración de clases, y la guerra civil en guerra imperialista.
Todos los partidos (incluidos los anarco-sindicalistas) han roto el movimiento huelguístico dando la
consigna: ninguna reivindicación de la clase antes de que hayamos ganado la guerra! El resultado
de esta política ha sido tal, que el proletariado español ha abandonado la lucha de clase y ha dado su
sangre por la defensa de la república capitalista. A través de la guerra de España, la burguesía se ha
dedicado a unificar en el cerebro del trabajador español y mundial, los intereses de clase de éste con
los intereses de clase de la democracia burguesa para que abandone sus propios medios de lucha,
para que acepte el método de la burguesía: lucha territorial, proletario contra proletario.
Estamos viendo como, en la misma medida en que crece el heroísmo del proletariado español y la
solidaridad del proletariado mundial, la conciencia de clase de los trabajadores baja al mismo ritmo.
La burguesía mundial, sobre todo la llamada “democrática” ve con buenos ojos el heroísmo del
proletariado español y la solidaridad del proletariado internacional para desviar la lucha del terreno
nacional al terreno “internacional”: de la lucha contra su propia burguesía a la lucha contra fascismo
de España, de Alemania y de Italia. Este método ha beneficiado mucho a la burguesía de todos los
países; es así como se han roto las huelgas. La guerra de España y su explotación por la burguesía
ha unido más estrechamente al proletariado de cada país a su propia burguesía.
El gobierno de México supera a los demás gobiernos capitalistas, por su manera sistemática y
demagógica de aprobar la guerra de España para así reforzar sus posiciones, uniendo el proletariado
mexicano a su burguesía.
Las organizaciones obreras, que piden que su gobierno mande armas a España, dan en realidad su
apoyo, no al proletariado español, sino a la burguesía española y a su propia burguesía. Asimismo,
las colectas y el envío de voluntarios al frente, no da más resultado que el de prolongar las ilusiones
del proletariado español y de cada país y proveer en carne de cañón a la burguesía española e
internacional.
El actual gobierno de México se da por tarea la de continuar la obra de sus predecesores, es decir,
destruir el movimiento obrero independiente para que México se convierta en un territorio de dura
explotación para el capitalismo internacional. Lo que ha cambiado con respecto al gobierno anterior
es únicamente la forma como cumple esta tarea, es decir, intensificando la demagogia
izquierdizante. El gobierno actual se presenta ante las masas como la expresión de una verdadera
democracia.
El deber de la vanguardia del proletariado es señalar a su clase y a las masas trabajadoras en
general, lo siguiente: primero, que la democracia no es sino una forma de la dictadura capitalista y
que la burguesía emplea esta forma cuando la dictadura abierta ya no le sirve; segundo, que la
función de la democracia es la de corromper la independencia ideológica y organizativa del
proletariado; tercero, que la burguesía siempre completa el método violento de opresión con el de la
corrupción; cuarto, que los métodos democráticos de hoy tienen como función la de preparar el
terreno para la opresión brutal del movimiento obrero y para una dictadura abierta en el futuro; que
el gobierno de Cárdenas permite a los elementos reaccionarios de dentro y de fuera del gobierno
que vayan forjando sus armas para la opresión brutal en el futuro (amnistía, etc.).
El gobierno actual está intentando separar a los obreros de sus aliados naturales, los campesinos
pobres, e incorporar a las organizaciones de ambas clases en el aparato de Estado. El gobierno
organiza y entrega armas a los campesinos para que éstos las usen después contra el proletariado.
Al mismo tiempo, está intentando acabar con todas las organizaciones del proletariado para formar
un único partido y una única central sindical ligada directamente a Estado. El gobierno aprovecha la
división en el seno del proletariado para debilitar a todas las organizaciones existentes: primero
oponiéndolas entre sí, segundo unificando las secciones locales y regionales con la ayuda dirigida
desde el Estado. Últimamente, el gobierno ha empleado a Trotsky y a los trotskistas para debilitar a
los estalinistas en la C.T.M. El deber de la vanguardia del proletariado es denunciar y combatir
sistemáticamente las maniobras del gobierno intensificando la lucha anti-gubernamental tanto como
el gobierno intensifica su trabajo corruptor y demagógico; segundo, acelerar el trabajo de
preparación de un partido de clase; tercero, elaborar una táctica revolucionaria para la unificación
del movimiento sindical plenamente independiente del Estado; cuatro, empezar un trabajo
sistemático entre los obreros agrícolas y campesinos pobres para romper su confianza en el Estado
en vistas a su alianza con el proletariado de las ciudades.
Cada gobierno capitalista de un país semi-colonial es un instrumento del imperialismo. El gobierno
actual de México es un instrumento del imperialismo U.S.A. Su política sirve fundamentalmente al
imperialismo, intensificando la esclavitud de las masas mexicanas. El deber de la vanguardia del
proletariado es desenmascarar la demagogia anti-imperialista del gobierno y mostrar a las masas del
continente y del mundo que la colaboración del gobierno mexicano es hoy indispensable par la
extensión del imperialismo, como así lo prueba la función que ha cumplido la delegación mexicana
en la Conferencia de Buenos Aires. El resultado de ésta fue la intensificación del demonio de los
USA, sobre todo en México.
Los métodos demagógicos del gobierno mexicano actual, respecto al movimiento obrero y a la
agitación en los campos, ha inspirado tanta confianza al imperialismo USA que los bancos de Wall
Street han ofrecido un gran préstamo al gobierno mexicano a condición de que los impuestos de las
compañías petroleras sirvan de garantía para el pago de los intereses. El gobierno acepta esta
condición, sin encontrar la menor oposición en todo el país como ocurrió con el gobierno anterior.
Esto le ha sido posible gracias a la popularidad que le ha dado la ayuda al gobierno español y la
distribución de tierras en la laguna, y también gracias a la afirmación de que el préstamo serviría
para la construcción de máquinas. Así pues, vemos como el proletariado, para luchar
ventajosamente contra la burguesía mexicana, tiene que luchar sistemáticamente contra su política
exterior, y cómo para luchar contra Cárdenas tiene que luchar también contra Roosevelt.
Teniendo en cuenta que el gobierno mexicano depende en toda su política del imperialismo
americano, eso ha ocurrido también en cuanto al derecho de asilo para Trotsky. Está claro que
Cárdenas ha concedido el derecho de asilo a Trotsky porque así lo ha autorizado su dueño, el
imperialismo americano, el cual pretenderá utilizar a Trotsky para sus maniobras diplomáticas
internacionales, sobre todo en sus negociaciones con Stalin.
El deber de la vanguardia del proletariado es señalar esta situación a los trabajadores sin dejar,
naturalmente y al mismo tiempo, de luchar por el derecho de asilo para Trotsky.
GRUPO DE TRABAJADORES MARXISTAS (MEXICO)
6.¡Hacia un verdadero partido comunista en
México!
Nunca el movimiento comunista ha estado tan desmoronado como en estos momentos. Los llamado
“comunistas”, Estalinistas y Trotskistas hace mucho que han abandonado el camino comunista,
capitulado ante los fetiches de nuestro enemigo de clase: la democracia y la patria. De verdaderos
comunistas hay sólo grupos pequeños en algunos países, como la “Fracción Italiana de la Izquierda
Comunista”, la que en el destierro se prepara para el día de la revolución proletaria en su país, y otra
“fracción”, con una posición política semejante, en Bélgica. Es el trabajo de estos dos grupos que
nos ha inspirado en nuestro esfuerzo de crear en México un núcleo comunista.
En el mes de mayo del año pasado apenas habíamos iniciado las primeras pláticas entre varios
compañeros, la mayoría de entre ellos miembros o ex-miembros de la “Liga Comunista
Internacionalista”, cuando la masacre de nuestros hermanos de clase en Barcelona por los verdugos
del gobierno “obrerista” de Azaña y Companys nos obligó a lanzar una primera publicación: nuestro
volante titulado: “LA MASACRE DE BARCELONA: UNA LECCIÓN PARA LOS
TRABAJADORES DE MÉXICO”.
Afirmamos en ese volante nuestra oposición de principio contra la participación de los organismos
obreros en la guerra en España, la cual debe caracterizarse EN AMBOS LADOS como una guerra
imperialista, y lanzamos la consigna del DERROTISMO REVOLUCIONARIO, como la única
consigna que puede separar el proletariado de “su” burguesía y llevarlo a la revolución.
Al propio tiempo denunciamos la complicidad del gobierno “obrerista” de México y de todos los
organismos obreros del país en la matanza de nuestros hermanos de clase en España.
Pero esas bases no eran algo especial de México. Al contrario, eran comunes al movimiento
comunista en todos los países coloniales y semi-coloniales, como lo demostró con claridad la
derrota de la revolución proletaria en China. Esas bases falsas tenían su origen en el estado
inacabado y en parte incorrecto en que la Internacional Comunista dejó el problema de la lucha
proletaria en países como México y China.
Nuestra primera tarea, por consiguiente, es el estudio crítico de las posiciones de la Internacional
Comunista (por supuesto, no de la actual, la que de comunismo no tiene más que el nombre, sino la
de los tiempos de Lenin) acerca de la táctica a seguir en los países coloniales y semi-coloniales.
Sólo a condición de cumplir con esa tarea podemos crear bases sólidas para el futuro
PARTIDOCOMUNISTAS DE MÉXICO.
Partiendo de la mismas bases marxistas de las que partieron Lenin y los otros comunistas de
aquellos tiempos, pero aprovechando las grandes experiencias posteriores, en primer lugar la de la
Revolución China de 1926-1928, vamos a revisar las conclusiones tácticas a las que llegaron esos
compañeros.
En otras palabras: publicar una nueva tesis sobre la lucha en los países coloniales y semi-coloniales
es nuestra tarea más urgente. Si todavía no la hemos cumplido, ello se debe en primer lugar a
nuestro número todavía bastante reducido y a nuestra falta de experiencia en tal trabajo teórico. Es
la primera vez en México que un grupo de trabajadores ataca los problemas del país de una manera
independiente, única y exclusivamente desde el punto de vista CLASISTA. Nuestros amigos, en
México y en otros países, deben ser indulgentes con la lentitud e imperfección con la que
cumplimos con nuestra primera tarea.
Mientras que sigue dentro de nuestro grupo la discusión acerca de los problemas fundamentales de
la revolución proletaria en México, los acontecimientos del día, como la “nacionalización” del
petróleo, nos obligan y al propio tiempo nos permiten atacar partes de estos problemas ya antes de
llegar a una posición completa, la que debe basarse en un estudio analítico de toda la historia del
movimiento obrero en México y en otros países de una estructura social semejante.
En este sentido iniciamos con este primer número de nuestra revista “COMUNISMO” la discusión
de los problemas fundamentales de nuestra lucha, discusión que es indispensable para fundar el
futuro PARTIDO DE LA REVOLUCIÓN PROLETARIA sobre bases sólidas y verdaderamente
marxistas. Para este trabajo invitamos a la cooperación de todos los compañeros de México y del
extranjero.
Concluyendo afirmamos la urgencia de iniciar el trabajo de preparar LAS BASES
PROGRAMATICAS Y ORGANIZATIVAS PARA UN NUEVO PARTIDO COMUNISTA EN
MÉXICO, COMPLETAMENTE INDEPENDIENTE DE TODAS LAS CORRIENTES QUE
DENTRO DEL MOVIMINENTO OBRERO REPRESENTAN CONSCIENTE O
INCONSCIENTEMENTE LOS INTERESES DE NUESTROS ENEMIGOS DE CLASE.
La publicación del volante, dictado por nuestro deseo de despertar la conciencia proletaria contra la
masacre de Barcelona y en España en general, pero prematura en cuanto aquel tiempo no teníamos
todavía una posición clara acerca de los problemas de nuestro propio país, tuvo un efecto doble: por
un lado provocó contra nuestro grupo una campaña furiosa de calumnias por parte de la llamada
“Liga Comunista Internacionalista” y particularmente de León Trotsky, que nos acusaron de ser
“agentes del fascismo”, denunciando a la policía a los compañeros que compartieron nuestro punto
de vista. Por otra parte nuestro primer volante nos trajo la solidaridad del proletariado de dos países:
las “Fracciones Italiana y Belga de la Izquierda Comunista”, las cuales no sólo nos defendieron
contra esas acusaciones, sino que publicaron traducciones del texto íntegro de nuestro volante en su
revistas “PROMETEO” (en italiano), “BILAN” (en francés) y “COMUNISME” (también en
francés), expresando su satisfacción de que por fin habían aparecido en México los primeros “rayos
de luz”.
Estimulados por este apoyo internacional y por las cartas que nos mandaron los camaradas italianos
y belgas, tratamos de acelerar la discusión ya iniciada dentro de nuestro grupo en formación; pero
fueron tan graves las dificultades políticas y personales que nos crearon las acusaciones y denuncias
de los Trotskistas, que perdimos meses enteros en mera autodefensa. Al fin pudimos avanzar del
trabajo negativo al trabajo positivo. Lo encontraremos más difícil de lo que habíamos anticipado. La
razón fundamental es que en realidad en México nunca antes se han planteado en forma correcta los
problemas de la revolución proletaria. Durante todo el tiempo de existencia de un movimiento
comunista en México éste estaba envenenado con la idea de cooperación con la burguesía “antiimperialista” y “progresista” del país. Nuestro trabajo, por consiguiente, no puede basarse en
experiencias POSITIVAS del proletariado mexicano. Porque no las hay. Al contrario, tiene que
comenzar con la crítica marxista de las BASES FALSAS sobre las cuales se construyó en el pasado
el movimiento comunista en MéxicoEditorial de Comunismo, nº 1, órgano del Grupo de Trabajadores Marxistas. MEXICO D.F. Agosto
– septiembre de 1938.
7.La guerra en China
Olvidándose de todo lo que él mismo había dicho hace nueve años durante la revolución de China,
Trotsky afirma hoy que en China “todas las organizaciones obreras... cumplan con su deber (!) hasta
el fin de la guerra de liberación...”¿De qué deber habla Trotsky? ¿del único deber que reconocen los
trabajadores, el deber de luchar para su liberación como clase, por medio de la destrucción de la
sociedad capitalista? ¡No! Trotsky habla del “deber” de los trabajadores chinos de sostener al
ejército del asesino de millares y millares de trabajadores, Chang Kai Chek! Trotsky se dirige a los
trabajadores chinos no como miembros de la clase proletaria internacional, sino como Chinos! Ya
no habla del hecho de que Chang Kai Chek es el destructor sangriento de la revolución en China.
Hoy Chang Kai Chek es el caudillo de la “guerra de liberación”, y los trabajadores tienen “el deber”
de apoyar esta guerra. Pero Trotsky no nos explica como una guerra bajo la dirección de la
burguesía puede ser una guerra de “liberación”!
Pues ¿en qué reside la diferencia? Según Stalin, los trabajadores deben dar su apoyo a la burguesía
DE HECHO Y DE PALABRA. Según Trotsky deben hacerlo SOLAMENTE DE HECHO.
Stalin ADMITE su abandono de la lucha independiente del proletariado. Trotsky SIGUE
HABLANDO de la lucha independiente, AL MISMO TIEMPO QUE LA ABANDONA DE
HECHO. Entonces ¿quiénes son los agentes estalinistas?. Claro que no nosotros, sino Trotsky y la
Liga, a pesar de su griterío “anti-estalinista”.
Tal vez vale la pena llamar la atención de un pequeño “error” cometido por Trotsky y la Liga.
Según una nota en el número 13 de la “IVª Internacional”, Trotsky mandó su artículo primero al
“Excelsior”, “cuya dirección fiel perro “guardián de los intereses imperialistas” cambió totalmente
(?) el sentido del artículo, poniendo en boca del camarada Trotsky palabras que corresponden a la
política seguida en China por los traidores estalinistas, pero que están en completa contradicción
con la de los bolcheviques (?!)-leninistas (?!)”
¿A qué se refiere “el cambio total”? ¡A la sustitución de “sin tomar en consideración” por las
palabras “sin abandonar en absoluto”!. Pero los líderes de la Liga tienen aparentemente grandes
dificultades de ver la diferencia entre una y otra posición, como se ve en el hecho de que en la “IV
Internacional” el artículo de Trotsky contiene precisamente la misma versión que en el “Excelsior”.
Con otras palabras, la “IV Internacional” también “pone en boca del camarada Trotsky palabras que
correspondan a la política seguida en China por los traidores estalinistas” ¡Es claro que Trotsky
mandó la misma versión al “Excelsior” y a la “IV Internacional”.
Si los mismos líderes de la Liga confunden tan fácilmente las versiones “trotskistas” y
“estalinistas”, ¿cómo entenderán los trabajadores diferencias tan finas?. En el caso de China como
en el caso de España los trabajadores entienden sólo una cosa: que la Liga lo mismo que el Partido
los llama a “cumplir con su deber”, es decir, que ambos los llaman a abandonar su lucha propia,
para dar su apoyo a la burguesía “liberadora”, “anti-imperialista”, “democrática”, etc. Para los
trabajadores no existe ninguna diferencia fundamental entre el Partido y la Liga y para nosotros
tampoco existe.
Nuestra posición frente a la guerra en China
Nuestra posición frente a la guerra en China es la misma (que frente a la de España, NDLR). La
única salvación de los trabajadores y campesinos en China es luchar como fuerza independiente
contra ambos EJERCITOS, el ejercito chino como el japonés. Organizando la lucha contra su
propia burguesía, los revolucionarios chinos van a llevar los gérmenes de la rebelión al ejército
japonés, y de la fraternización de los campesinos uniformados en ambos ejércitos va a surgir la
revolución proletaria. Si los revolucionarios chinos, al contrario, firman una tregua con “su”
burguesía, para “cumplir con su deber (con la Patria) hasta el fin de la guerra”, como se lo
aconsejan Stalin y Trotsky, EL TRIUNFO DE LA BURGUESÍA ESTÁ ASEGURADO. Una vez
destruida la flor del proletariado y campesinado chino y japonés en la matanza fraticida, las dos
burguesías, la china y la japonesa van a llegar a un arreglo que les permita establecer una
explotación COMUN de las masa chinas.
EN TODAS LAS SITUACIONES NUESTRA POSICIÓN SE BASA SOBRE UN SOLO
CRITERIO: EL INTERÉS CLASISTA DEL PROLETARIADO EXIGE SU INDEPENDENCIA
ABSOLUTA. SU ÚNICA SALVACIÓN ES LA SALVACIÓN PROLETARIA. TODAS LAS
“GUERRAS DE LIBERACIÓN” Y TODAS LAS “GUERRAS ANTIFASCISTAS” EN EL
FONDO SE DIRIGEN CONTRA LA REVOLUCIÓN PROLETARIA. DAR SU APOYO A ESAS
GUERRAS EQUIVALE A LUCHAR CONTRA LA REVOLUCIÓN PROLETARIA.
GRUPO DE TRABAJADORES MARXISTAS (MEXICO)
8.El caso Trotski
A las organizaciones obreras del país y del extranjero (extractos)
Compañeros:
Una organización que se llama comunista e internacionalista acaba de cometer un crimen con el
cual demuestra que ni es comunista ni internacionalista: el crimen de denunciar a un compañero de
lucha a la policía. La organización que ha cometido este crimen es la sección Mexicana de la Liga
Comunista Internacionalista (IV Internacional), y su crimen es aún más grave por que se trata de
denunciar a un compañero extranjero que reside en México, al que acusa de participar en la lucha
proletaria del país en un sentido contrario a la política del gobierno del país.
En nuestras investigaciones, nos fue imposible dirigirnos al partido Comunista Obrero de Alemania
y a la Unión General de trabajadores del mismo país (a las cuales el dicho compañero había
pertenecido durante 11 años, desde 1920 hasta 1931), porque el terror fascista los ha destruido. Pero
nos dirigimos a la sección alemana de la Liga Comunista Internacionalista a la cual perteneció de
1931 a 1934, cuando salió de la organización por razón de su oposición a la nueva política de
Trotsky de entrar en los partidos de la segunda Internacional.
También nos dirigimos a la organización a la cual pertenecía Eiffel después de su emigración a los
Estados Unidos. Citamos el párrafo siguiente de la respuesta que recibimos: “conocemos al
compañero Eiffel desde varios años. Juntos con él hemos pasado por una lucha dura contra el
revisionismo...Desde el momento de la creación de nuestra organización (Revolutinary Workers
League of United States) el compañero Eiffel ha sido miembro del comité Central y del Buró
Político de la organización desde que tuvo que salir de los Estados Unidos, porque las autoridades
no prolongaron su visa, está en vuestro país como representante de nuestro Buró Político. Su pasado
y su asociación con nosotros en nuestra lucha y en nuestro trabajo es prueba suficiente del carácter
calumnioso de la acusación levantada contra él”. (Estamos dispuestos a poner el texto entero de la
respuesta de la Revolutionary Workers League al conocimiento de todos los que lo soliciten). Al
mismo tiempo los compañeros de los Estados Unidos nos mandaron la copia de una carta suya a la
sección mejicana en la que demandan que ésa publique las “pruebas” de sus acusaciones, o en caso
de que no las tenga, rectifique públicamente sus calumnias.
La respuesta de la Liga es... UNA NUEVA CALUMNIA, esta vez combinada con una denuncia a la
policía. Pero ya casi no hablan de “agentes de Stalin”, sino de “agentes de Hitler”. Nosotros
sabemos que métodos semejantes son lo propio de organizaciones que no tienen ya nada de
proletarias. Son métodos estalinistas, métodos que antes habían utilizado los social-demócratas
contra la vanguardia revolucionaria, contra los internacionalistas.
Si la Liga Comunista se ha metido por ese camino es esto señal de su degeneración política, pues no
se atreve a encarar la luz de una explicación leal y honrada de las divergencias que hay entre las dos
organizaciones.
Vamos a intentar explicar nuestras divergencias.
El caso Trotsky
Desde que Trotsky llegó a México, la liga ha cesado sus ataques contra el gobierno Cárdenas,
llegando incluso hasta defenderlo. Califica al gobierno como “anti-imperialista”, “anti-fascista”,
“progresista”... etc. Viendo el peligro que tal política, política que pone a la vanguardia al mismo
nivel que el estalinismo, el camarada D. Ayala, entonces miembro de la Liga mexicana, había
pedido que ésta no se considerara comprometida por lo que Trotsky hubiera tenido que prometer
para obtener el derecho de asilo, liberándole de los lazos políticos con la organización; y eso,
cuando el evidente deber de toda organización obrera era luchar por el derecho de asilo para el
camarada Trotsky sin por eso cambiar nada en su doctrina y propaganda.
La Liga Comunista no lo ha entendido así y al tomar la responsabilidad de los actos de Trotsky, da
al gobierno la posibilidad de expulsarlo cuando la actividad de la Liga no le convenga. Nuestras
propuestas comportaban, por el contrario, para Trotsky una garantía más, permitiendo a la Liga que
conservase su independencia ideológica completa...
Daniel Ayala se ha hecho miembro del Grupo de Trabajadores Marxistas y la sección mexicana de
la IV Internacional lo acusa de provocaciones, de agente de la G.P.U. Ahora, la nueva política de la
Liga en México se parece a la del estalinismo, excepto en la argumentación teórica...
Hoy, Diego Rivera, uno de los líderes de la Liga, ya habla abiertamente de la necesidad de que los
trabajadores “defiendan la independencia de nuestro país” (Excelsior, 3 de septiembre de 1937). Los
trotskistas se ponen a la altura del social patriotismo, aunque lo escondan con justificaciones como
“defender la independencia” contra las tentativas de “someter la administración de nuestro país a
Moscú” (!!) (Excelsior, 3 de septiembre de 1937).
Capítulo IV: El comunismo de los consejos
ante la guerra de España
Publicamos dos textos del comunismo de los consejos de la época sobre la guerra de España. Como
ya decimos en la introducción su traducción ha sido el fruto de la colaboración fraternal de un
compañero que no es miembro de nuestra organización y que no comparte muchas de nuestras
posiciones pero que discute con honradez y claridad con nosotros.
Reiteramos nuestro agradecimiento y hacemos constar que este compañero nos ha enviado nuevas
traducciones que intentaremos publicar en próximas ediciones para dar una visión más completa de
la posición del Comunismo de los Consejos.
En este capítulo abordamos la crítica a un libro publicado recientemente en España titulado
EXPECTATIVAS FALLIDAS y que recoge textos del Comunismo de los Consejos sobre 1936
pero, como señalamos en dicha crítica, son los más confusos y los más proclives al antifascismo y
al anarquismo de la corriente comunista de los consejos. Por eso nos parece necesario contrarrestar
esa visión demasiado parcial y sesgada con los textos que aquí aparecen.
1.Lucha de clases en España
En Barcelona las fuerzas de los Gobiernos Companys-Largo Caballero han iniciado el ataque contra
los trabajadores armados.
Entre nosotros la prensa de los capitalistas, así como la prensa se los partidos socialdemócratas y
estalinistas proclamen conjuntamente “En España hay una lucha entre fascismo y democracia
burguesa”.
Nos han dicho “Capitalistas democráticos y las masas obreras tienen allí un solo interés, formar el
Frente Popular. ¡Entre ellos no hay diferencias!.”
Ahora, centenares de muertos y heridos, y dos clases armadas frente a frente hablan en Cataluña y
Aragón otra lengua. Se hunden las mentiras sobre la unidad entre capitalistas y obreros. La dura
verdad se levanta frente a nosotros.
¡Entre capital y trabajo hay una lucha a vida o muerte!.
¿Qué ocurrió en Cataluña?.
Cuando la camarilla de oficiales –con el apoyo de la Iglesia y de los grandes latifundistas- se
insurreccionó para tomar el poder en Julio del 36, los trabajadores espontáneamente asaltaron
cuarteles y arsenales, tomando las armas y pasando a la caza de todas las bandas fascistas.
La burguesía española y sus aliados, las clases dominantes francesa e inglesa se alegraron aquí,
porque su objetivo era la construcción y fortalecimiento de un poder estatal burgués, y porque los
beneficios y los provechos obtenidos de exprimir a los trabajadores de la tierra y de la industria
pasaran a sus arcas y a las de sus amigos los grandes explotadores franceses e ingleses, hasta ahora
en gran parte en manos de los nobles y de los príncipes de la Iglesia.
¡Pero su alegría se mezclaba con miedo!. Porque las masas obreras no están dando la vida de
centenares y miles de sus camaradas para poner encima a una capa de parásitos. Los obreros
conservan las armas y en Cataluña y Aragón mantienen fuera a los propietarios de las fábricas,
formando consejos obreros, y los obreros armados, los milicianos, escogen sus consejos de
soldados.
¡Esto es lo que temen todas las camarillas capitalistas, en España y afuera, temen!. ¡Esto es lo que
odian como la peste!.
Todo eso significa, que el día que Franco fuese vencido, la clase obrera armada como un todo,
organizada y unida en sus consejos de obreros y soldados, no sería capaz de aguantar a las
camarillas de explotadores democráticos.
Esto significa que la consolidación de su propio poder de clase en Cataluña se extendería por toda
España y como una chispa de un incendio se pondrían en movimiento los obreros de Francia y de
toda Europa Occidental gracias a su ejemplo y su propaganda revolucionaria.
¿Qué ha hecho la burguesía para parar este peligro?.
Los órganos de los Gobiernos, y sobre todo sus colaboradores los líderes de los partidos burgueses,
socialdemócratas y estalinistas insinúan a los trabajadores “Estamos con vosotros, pero sin ninguna
diferencia, juntos debemos honrar la libertad y juntos tenemos que edificar una España libre y
próspera. Primero hace falta vencer a Franco y entonces todo irá bien”.
¡Pero bajo esta cortina de palabras bonitas hay ciertas medidas!
Los Gobiernos y los Partidos decidieron, que los consejos de obreros y de soldados deben ser
disueltos, que los trabajadores armados nunca más pueden escoger sus representantes. Y han
reunido un fuerte ejército de policías, provenientes de la juventud capitalista, de los oficiales del
antiguo ejército y de una parte de los trabajadores que permanecen bajo el control de los estribos de
los líderes de partido. Estos guardias de Asalto, fuertemente armados, no fueron enviados al frente
sino que permanecían al lado de los trabajadores, esperando la ocasión para disolver los consejos
obreros, desarmarlos y aplastar a tiros su resistencia.
¡A que conduce la unidad entre la burguesía y los burócratas de los partidos!.
Bajo la pantalla de cantos de sirena sobre la unidad y la libertad los noskistas españoles han pasado
ya al ataque desde el 4 de Mayo.
Pero no habían calculado la violenta resistencia de los obreros, que han parado el golpe de las
bandas del capital. Una parte de los guardias se pasan a los trabajadores. Una parte de las bases del
partido socialdemócrata y del estalinista se vacían.
Según informes desde la frontera francesa el Gobierno ha solicitado la intervención de tropas de la
marina francesa para ayudar a conservar los puertos.
Ahora se alzan ambos poderes frente a frente, los obreros aún armados, organizados en sus consejos
y comités, contra el poder armado de los capitalistas españoles y de todo el mundo que los sostiene
firmemente.
¡Los trabajadores españoles se levantan en una violenta y difícil lucha!
Toda la fuerza conjunta de Inglaterra, Francia y Rusia apoya al Gobierno capitalista “democrático”.
¡LA ESPERANZA Y LA FUERZA DE LOS TRABAJADORES CONSISTE EN DOS COSAS!
La primera es, extender y fortalecer los consejos del proletariado en los puestos de trabajo y de
combate, depurándolos de toda conexión con los partidos existentes que hablan de deponer las
armas. Esto implica romper con el aparato dirigente de la Confederación sindicalista (CNT) que
hace de acólito y colaborador con los capitalistas. Estas son las lecciones de dos revoluciones, la
rusa y la alemana: ¡Todo el poder a los consejos obreros revolucionarios!.
La segunda es, los trabajadores aquí, en Francia, en Bélgica, en Holanda, en Inglaterra, en
Alemania; han de destruir la red de mentira extendida por toda la prensa parásita.
Es así como podemos atacar al enemigo de clase, desmontando el aparato de mentira y de
desinformación de los partidos, y formando comités de acción autónomos de lucha que desarrollen
la agitación y el movimiento de los trabajadores.
¡LOS TRABAJADORES ESPEÑOLES COMBATEN POR SUS VIDAS!.
Lo que a ellos les pase, será mañana nuestro destino. Tenemos un enemigo: el capitalismo
internacional.
¡Tenemos que trabajar aquí por la formación de un frente de clase, para que los enemigos de
nuestros camaradas españoles sean paralizados y para que la solidaridad y unidad entre nosotros y
nuestros compañeros proletarios sea un hecho!.
Grupo “Proletenstemmen” (La Voz de los proletarios), L.C.I. (Liga de los Comunistas
Internacionalistas de Bélgica), G.I.C. “Groep van Internationale Communisten” (Grupo de los
Comunistas Internacionalistas de Holanda) e Internationale Arbeiders Raden Vereeniging (Unión de
los trabajadores de los Consejos Internacionales de Bélgica).
Mayo 1.937.
2.Comentarios al texto anterior
Este documento conjunto de varios grupos proletarios pertenecientes al Comunismo de los
Consejos y también procedentes de la Oposición de Izquierdas (la LCI) es claro en la denuncia de la
mistificación antifascista. Sin embargo, debemos reflejar dos importantes ambigüedades:
1. Considera que en España hubo “Consejos de Obreros y de Soldados”. Desgraciadamente,
esa no fue la realidad pues la respuesta inicial de los obreros en julio de 1936 no consiguió
crear sus propias organizaciones: Asambleas y Comités Elegidos y Revocables. Al
contrario, la CNT, la UGT y el POUM impusieron unos “Comités” formados por delegados
sindicales que confiscaron completamente la iniciativa a los obreros. Del mismo modo, los
organismos espontáneos surgidos en torno al armamento de los obreros – las Patrullas de
Control- fueron rápidamente copados por esas organizaciones y transformados en “Milicias
Antifascistas” que eran sacadas del “frente urbano” – la lucha de clase entre el proletariado
y la burguesía- para ser enviadas al frente militar en la guerra entre Franco y la República.
2. Por otro lado, pide «romper con el aparato dirigente de la Confederación sindicalista
(CNT) que hace de acólito y colaborador con los capitalistas» lo que significa albergar
ilusiones sobre la CNT como organización. Es cierto que muchos obreros combativos
estaban afiliados a la CNT pero ello no significaba en absoluto que la organización “les
perteneciera” y que bastaba con romper con su cúpula traidora para regenerarla y ponerla al
servicio de los obreros. Lo que demuestra la trayectoria de la CNT desde, como mínimo,
1930 hasta 1937, es su integración progresiva e irreversible en el Estado Capitalista. Su
apoyo apenas disimulado al Pacto de San Sebastián firmado por un arco de políticos
burgueses que iba desde monárquicos con Alcalá Zamora al PSOE, su actuación a escala
nacional cuando la insurrección obrera en Asturias 1934, su apoyo descarado al Frente
Popular en las elecciones de febrero de 1936, su maniobra para derrotar desde dentro la
lucha espontánea de los obreros en julio de 1936 y su alistamiento en el Frente “antifascista”
de defensa de la República, su complaciente aceptación de poltronas ministeriales en el
gobierno catalán y central y, como culminación, su cobertura desvergonzada a la bárbara
represión ejercida por los estalinistas contra los obreros en Mayo 1937, constituyen los
jalones de su integración definitiva en el Estado Capitalista.
3.Revolución y contrarrevolución en España
Balance General:
“...El Gobierno republicano de Valencia ha salido victorioso y ha roto el predominio de los
elementos anarquistas y con toda su influencia para construir un ejército disciplinado y
equilibrado, esta política se ha llevado igualmente a cabo en Cataluña. El señor Companys y la
Generalitat han podido ejecutar el decreto que ordenaba el desarme de los extremistas del
movimiento libertario, el cual solo existía sobre el papel. Los anarquistas, que en Barcelona tienen
su fortaleza y la fuerza mejor armada, han tomado en esto medidas inmediatas iniciando el
desarme individual de los Guardias de Asalto. Así comenzó la lucha en las calles y sus primeros
resultados, y el Gobierno se vio obligado a recurrir a los dirigentes anarquistas, para llegar a un
acuerdo y conseguir el desarme. En este momento el Gobierno de Valencia acuerda intervenir para
mantener el orden y lo toma en sus manos. El General Pozas pone a las fuerzas de la Generalitat a
sus órdenes. Igualmente envía al Gobierno central unidades motorizadas y despacha tres barcos de
guerra con la misión de ir a Barcelona para desarmar...” (Le Temps 8 de Mayo).
Los hechos de Barcelona fueron el inicio de una nueva fase en la lucha entre la Revolución y la
Contrarrevolución. La frase “Unidad Antifascista” resulta inequívocamente refutada para todos los
que lo quieran ver. Nada bueno se puede esperar de un frente de unidad entre burguesía y
proletariado, tampoco en España.
Por primera vez en la era del Frente Popular las dos clases del ordenamiento capitalista se han
presentado frente a frente. La cuestión del poder en la sociedad se ha planteado claramente. Esta
lucha en torno al poder se ha acabado provisionalmente sin haberse producido una solución
definitiva. Los trabajadores han sido persuadidos por los dirigentes de sus organizaciones para
finalizar la lucha. Habiéndose de conformar con promesas y concesiones insignificantes.
Todas las ventajas positivas han sido minucias en comparación con lo obtenido por la burguesía. En
general se van desmantelando las posiciones de poder de los trabajadores de la retaguardia más que
en el frente de combate, donde también ya se ha mostrado claramente su cara contrarevolucionaria,
continuándose no sólo la política previa al 3 de Mayo, sino hasta agravándola. El poder
gubernamental se refuerza ocupando las principales posiciones económicas y militares en sus
manos. Comienza el desarme de los obreros revolucionarios y se inaugura la persecución de estos.
El resultado de los hechos del 3 al 5 de Mayo es un refuerzo de las posiciones de la burguesía en
detrimento del proletariado.
Pero la lucha no ha llegado aún a su fin, y el proletariado no solo ha obtenido perjuicios.
Ciertamente los obreros han sufrido una involución, sin ser completamente derrotados. Han perdido
muchas posiciones materiales pero el antagonismo con la burguesía se ha agudizado.
Aunque con la ayuda de sus peones la burguesía ha tenido éxito, la mayor parte del proletariado ha
perdido su fe en una España libre y democrática. Aunque la situación se vuelva cada día más difícil,
los revolucionarios en España conservan siempre un campo de batalla favorable. La creciente
persecución de las fuerzas revolucionarias en España es la prueba no solo del crecimiento de la
contrarrevolución sino de un incremento de la conciencia revolucionaria.
Es difícil hacer predicciones sobre la evolución futura de la lucha entre revolución y
contrarrevolución. El proletariado español aprende de su derrota las enseñanzas consiguientes de su
revolución, y ha visto como la burguesía de todos los Estados se ha unido contra él. De esta
enseñanza las fuerzas que frenan el desarrollo revolucionario han hecho un fuerte uso. Tendrán que
afrontar un futuro en el que el sentimiento de la impotencia se irá incrementando. Siempre se
remarca que, sin la ayuda de la burguesía Franco no será derrotado. El gran significado de esta
situación de parálisis es que puede generar ya nuevos estados de ánimo con los que profundizar en
la comprensión de la situación. Los “bolcheviques-leninistas”, los trotskystas, los cuales constituyen
la oposición contra la dirección oficial del POUM, la cual no esta de acuerdo con la política del
Frente Popular, escribieron en un Manifiesto publicado el Primero de Mayo, bajo el epígrafe
“Contra el fascismo y la reacción burguesa ¡La Dictadura del Proletariado!”, lo siguiente: “...El
proletariado español, que conquistó el poder, no encuentra una solidaridad significativa del
proletariado mundial en la actualidad. Los imperialistas democráticos apoyan España porque
temen, que los trabajadores puedan conservar las armas, y dirigirlas contra la propia burguesía.
Por el contrario, firmemente, el proletariado inglés podría aportar más ayuda si el proletariado del
País Vasco actuase contra los nacionalistas católicos. Todo prescindiendo del hecho, de que la
reacción vasca sabotea la lucha preparando un armisticio encima de los cuerpos de los obreros...
´Sin revolución mundial estamos perdidos` decía Lenin. Esto es aún más válido para España; pero
para llevar el proletariado mundial a la insurrección debemos avanzar con nuestro ejemplo. Para
hacer romper al proletariado francés con la reacción es necesario liquidar antes la política de
Frente Popular de nuestros líderes y contraponerle el Frente revolucionario de los obreros...”.
El desarrollo de la lucha de clases en España depende de su desarrollo en todo el mundo, pero
también es verdad al contrario. La revolución proletaria es internacional e igualmente lo es la
reacción. Cada acción del proletariado español encuentra su eco en el resto del mundo y cada
explosión de la lucha de clases aquí, es un apoyo a los combatientes proletarios españoles.
En un momento donde el proletariado español se ve empujado atrás, su lucha no esta aún perdida es
sólo una fase en la confrontación internacional entre capital y trabajo. Hay períodos de ascenso y de
reflujo, sin embargo, la victoria del proletariado es segura. La obligación de los trabajadores
revolucionarios es esta: han de mantener sin vacilaciones el objetivo de la liberación de su clase, sin
perderlo de vista. Todo hay que subordinarlo a este fin.
Una de las primeras condiciones para el desarrollo de la lucha en el sentido proletariorevolucionario es que el proletariado consiga la conciencia de la necesidad de una lucha de clases
autónoma. Para eso hay que desenmascarar la ideología de cada una de las organizaciones ligadas al
Frente Popular y esto de un modo absolutamente necesario y prioritario. No obstante los obreros
revolucionarios no tienen que olvidar nunca el carácter pernicioso de la política del Frente Popular.
En este contexto hay que proceder a desenmascarar a la CNT y a la FAI, las cuales igualmente
apoyan al Frente Popular y a la reacción burguesa.
La posición de la CNT ante los acontecimientos del 3 de Mayo
Los acontecimientos muestran, una vez más, la bancarrota de los principios anarcosindicalistas. En
el mismo momento, en el que la lucha entre el proletariado y la burguesía se plantea claramente, la
CNT quiebra abiertamente en los hechos. En el mismo momento del ataque conjunto de las fuerzas
de la reacción, cuando los militantes de sus filas esperaban una clara respuesta al dilema, dejar las
armas o no, la CNT se deja seducir por componentes políticos y con todo esto ayuda a romper la
resistencia de los trabajadores. La CNT es uno de los principales culpables del sofocamiento del
alzamiento puesto que en el momento en que el proletariado se ponía en marcha contra la reacción
democrática lo desmovilizó. Esta posición de la CNT prueba la ruptura de esta organización con la
lucha de clases revolucionaria y el reforzamiento de su complicidad con el Frente Popular y con la
reacción capitalista.
Pero de todas formas hay que clarificar las causas por las que la CNT tuvo este comportamiento.
Sería una casi desviación que fue aumentando, que la ha conducido a una vulgar “traición”,
convirtiéndose en una fuerza contra la revolución obrera. Igualmente sería un gran error también la
concepción, de que esta posición no estaría de acuerdo con la voluntad de la mayor parte de la clase
obrera. Es precisamente al revés, la CNT se adaptó nada más a las aspiraciones de la gran masa de
los obreros catalanes, que ciertamente querían acaudillar la lucha contra el fascismo y por su
liberación hasta el final, pero que que no conocían suficientemente los problemas sociales, ni
podían discernir la lucha revolucionaria del reformismo, la democracia burguesa de la proletaria, el
capitalismo del comunismo. La CNT impulsó sus orientaciones gracias a las opiniones vacilantes e
inmaduras del proletariado. E igualmente la conciencia no revolucionaria de los obreros los
caracteriza como traidores de clase porque el miedo a Franco debilita su lucha contra la reacción
“democrática”. Igualmente podían actuar contra las organizaciones, pero tenían interiorizadas sus
concepciones. Muchas son las razones y las causas que explican esta postura, no en sus resultados
sino en sus raíces y es ahí donde hay que atacar. La CNT, que abarca millones de obreros, la única
organización revolucionaria que abarca a toda España , la que el 19 de Julio prácticamente
representa a la totalidad de la población obrera catalana, en realidad nunca ha sido una verdadera
organización de clase. La CNT siempre había rechazado toda política categóricamente, condenando
toda dictadura estatal y de partido, y ahora se hunde en los trapicheos de los Gobiernos y de los
partidos políticos, naufragando como organización revolucionaria. La contradicción entre teoría y
práctica parece acrecentarse pero sólo es superficial. Las críticas de los anarquistas extranjeros, para
los cuales la CNT ha traicionado, no han pasado tal cosa. La CNT de ninguna forma podía
comportarse con un absoluto desprecio efectivo por sus principios, tuvieron que encadenarse a las
otras fuerzas combatientes.
Precisamente sus principios anarquistas, sus ilusiones, así como la organización que encarnaba la
lucha de los trabajadores, contuvieron la preparación efectiva de una organización de clase y
empujándolos al ejército de la burguesía, en donde encontraron su naufragio como organización de
lucha de las clases revolucionarias.
El “Syndikalist” del 20 de Agosto de 1931, escribió “... Hay en el Comité Nacional de la CNT un
número de luchadores que no creen que la CNT haya de permanecer en un estadio estacionario,
hacía falta tomar la posesión de la dirección de la producción, desearíamos tener tiempo, mucho
tiempo, para organizar mejor a la CNT...”.
Esta manifestación es característica de la totalidad del movimiento anarco-sindicalista hasta el día
de hoy. A los ojos del movimiento anarco-sindicalista español el comunismo es un asunto de control
de la producción por la CNT y de la dirección por los mismos sindicatos, y no por tanto la obra del
conjunto de la clase obrera a través de sus propias organizaciones de Consejos.
Esta concepción posibilita que un sindicato en razón de circunstancias especiales permanezca
combativo y no degenere en el reformismo, no por esto está menos en oposición a la realidad.
Aquí se encuentra la causa esencial por la que la CNT no desarrolló sus cometidos revolucionarios.
Como esta concepción domina el discurso y la práctica de la CNT así como su impronta, destruye la
realización de una política de clase, tal y como fue claramente manifestado con motivo de los
hechos de Cataluña. Remitimos al Boletín de Información de la AIT en lengua alemana aparecido el
11 de Mayo de 1.937.
“...Tenemos que entender, no obstante, que ninguno de ambos sindicatos, CNT o UGT, está en
situación, él solo, de cumplir esta tarea (la de dar pasos hacia formas concretas de libre
socialismo). La UGT no puede imponerse a la CNT, pero tampoco es posible al contrario, ya que
significaría una guerra civil. No pueden coexistir dos formas de producción una al lado de la otra.
Los obreros, en las fábricas han encontrado la solución en la práctica del trabajo conjunto. Esto
ocurre a gran escala. Cuando trabajamos por la construcción de federaciones de la industria y por
la Alianza CNT-UGT, nosotros ponemos las bases para una nueva economía ibérica a partir de los
diferentes experimentos sociales ocurridos hasta hoy, es la voluntad de nuestro pueblo...”.
La CNT, ve así la disolución de las diferencias entre socialdemocracia y anarquismo en un frente
unitario de las organizaciones. Sin embargo, los objetivos de ambas no pueden cambiar. ¿Qué
política llevará este frente unitario, una socialdemócrata o una anarquista?. ¿ O variará entre ambas
direcciones?. La socialdemocracia piensa en estos momentos “más revolucionarios” quizás en una
nacionalización general de la economía, cuando en la práctica sabotea cada transformación de la
vida económica. Los anarquistas están en principio por abolir el poder estatal y quieren llevar la
producción bajo la dirección de los sindicatos, que piensan serían el punto cardinal de un poder
obrero autónomo. Un compromiso entre tal poder obrero y la socialdemocracia es, sin embargo,
una cosa imposible. En caso de que un compromiso entre socialdemocracia y anarquistas existiese
sin embargo es necesario que tenga otro carácter al que se ha dado antes. Y de hecho, es así.
Significa nada más que otra serie de concesiones de la CNT a la socialdemocracia con
subordinación a la “democracia” burguesa existente. La necesaria consecuencia de todo esto es que,
los sindicatos, como que ahora disponen de un aparato más o menos burocratizado, que en poco
tiempo se complementará con el incremento del aparato estatal, las bases obreras permanecerán
completamente alejadas y desaparecerán como un lastre superfluo. Así aparece el compromiso entre
socialdemocracia y anarquismo, no como un acuerdo entre CNT y UGT, sino como una completa
victoria de la socialdemocracia y la burguesía. Pero la CNT esto no lo podía comprender. En su
opinión ya es socialismo cuando los sindicatos toman la dirección de la producción. ¿ Para qué
tenemos que preocuparnos sobre las diferentes tendencias políticas?. La producción bajo la
dirección común de los sindicatos es al mismo tiempo el inicio del fin de la revolución. Esta es su
concepción del comunismo. Todo lo demás es un asunto de carácter técnico y nada más. La
discusión política sería perpetua pero la unidad con todos los políticos no se pone en duda ¡
Dirección conjunta de los sindicatos!, ¡ Solo cuando los socialdemócratas lo quieran, todo está en
regla!. Después los hechos resolvieron contra los anarquistas de forma horrorosa.
Los anarquistas no comprenden que el poder de la clase revolucionaria no es otra cosa que
dictatorial. Seguro que es necesaria la unidad de la clase obrera, pero precisamente la claridad de los
compromisos de las organizaciones evita la realización de la unidad de la clase revolucionaria. No
es posible ninguna unidad entre las concepciones socialdemócratas, que dejan el poder en manos
del Estado burgués, mientras los obreros intentan armarse. Cada olvido lleva al retroceso, y estas
concepciones revolucionarias toman la consigna: “Todo el poder al proletariado”, como punto de
partida. Cuando la clase obrera está organizada en una lucha revolucionaria, entonces pasa que, se
entrega el poder a un Gobierno del Frente Popular aunque se deje el armamento, pero todos los
poderes los ejerce el primero.
Las organizaciones, los partidos así como los sindicatos materializan las diferentes corrientes
políticas que existen en la clase obrera y están ligadas al capitalismo y dirigidas por la política de la
burguesía. Y en la lucha revolucionaria se coloca a los obreros frente a nuevos problemas, sin duda.
Tales problemas sólo se pueden solucionar sobre las bases de las reivindicaciones del momento, e
implica una gran transformación de los cerebros de los obreros, las antiguas organizaciones en la
lucha de ideas llevan una lucha por solidificar dogmas, abortando la renovación espiritual de los
trabajadores. También por eso los trabajadores deben deshacerse de ellas, puesto que amenazan la
revolución tanto mediante ideas como a través del flujo material. En vez del compromiso entre la
CNT y UGT es válido poner la consigna “Todo el poder a los Consejos Obreros”. Los obreros
tienen que ejercer su poder inmediatamente, no dejarse engañar por una burocracia, que cada vez
más les resulta ajena. Su liberación espiritual de los brazos del capitalismo puede ser así mismo sólo
su propia tarea. Esta no puede realizarse de ninguna manera mediante componendas y pactos entre
burócratas.
Estos motivos son trascendentales para las organizaciones revolucionarias, porque rompen la
influencia paralizante de las viejas organizaciones. Transforman la lucha de las organizaciones en
una lucha de concepciones que no podrán por más tiempo dejar de criticar su origen, sino su valor
exclusivo para la revolución. Encarnan allí mismo, donde aparecen insuficiencias, el espíritu de la
lucha de la liberación del proletariado.
“...Con clara conciencia de las circunstancias del momento la CNT renuncia a una rápida
realización de su objetivo propio, el comunismo libertario. No obstante, se ponen las bases para
una colectivización de las grandes y medianas empresas a manos de los sindicatos obreros y por el
reemplazamiento progresivo de las antiguas instituciones del Estado por nuevos órganos
económicos y políticos y culturales bajo el control de los sindicatos obreros. La CNT ya antes del
19 de Julio lo tenía claro, que estas tareas no las podía realizar sola, explicó que para conseguir
estos objetivos actuales el medio era la alianza revolucionaria entre los sindicatos anarquistas y
socialistas. De este criterio participa la CNT. Aunque la UGT no existiese en Cataluña hasta
después del 19 de Julio y se convirtiese en sitio de refugio seguro de las capas retrasadas de
trabajadores y del conjunto de la pequeña-burguesía...” (del mismo boletín).
“...Vemos las cosas tal como son, sin anteojos, sin prevenciones doctrinarias. Se trata de una
revolución y no de una estudiada discusión en torno a este o ese principio. Los principios no deben
ser severos mandamientos, sino formas manejables para el vencimiento y la confrontación de la
realidad. ¿Garantiza nuestra plataforma la realización del Comunismo Libertario en el momento
de la revolución?. Seguramente no. Pero garantiza la ruptura del capitalismo y la aniquilación de
su apoyo, el fascismo. Garantiza la construcción de un régimen proletario, democrático y sin
explotación y privilegios de clase y una puerta ancha para una sociedad libre en el más amplio
concepto...” (Boletín en alemán de la AIT, 11 de Mayo de 1.937).
Aquí alcanzan las confusiones anarquistas su punto más elevado. De las que son conformes ahora la
CNT o la AIT. ¿Las perspectivas concretas de esta lucha?. No el comunismo libertario, sino el
aniquilamiento del capitalismo, la construcción de un régimen democrático-proletario sin
explotación ni privilegios de clase. ¿Pero cuando esto no es aún el comunismo libertario, qué es
sino?.
Nosotros siempre mantuvimos la opinión, de que con la superación del modo de producción
capitalista y la abolición de la explotación en conexión con la realización de la democracia
proletaria, sería realizado el comunismo. Aparentemente estamos extraviados. ¿O- debía la CNTentender como algo diferente la democracia proletaria, la abolición de la explotación?. En vista de
la práctica la respuesta no es difícil. Por realización de esto la AIT había señalado un programa
mínimo, que podemos reconocer en la práctica actual.
¿ Democracia proletaria? : es la vulgar representación proporcional de los sindicatos en el
Gobierno, así como el impedimento de la unidad revolucionaria a través de una unidad aparente. La
representación mediante el compromiso y la lucha de la concurrencia de las fracciones de opinión.
¿ Abolición del capitalismo? : es la vulgar expropiación de los capitalistas pero sin que resulte el
poder económico sobre las empresas en posesión de los trabajadores.
¿ Abolición de los privilegios de clase? : las organizaciones obreras deben tomar el sitio en el
Gobierno al lado de los burgueses mientras permanecen las rentas de los propietarios desocupados.
¿ Abolición de la explotación? : significa la mera abolición de los capitalistas privados,
entregándose la dirección de la producción a los sindicatos.
Ya que los sindicatos son sin embargo organizaciones burocráticas en las que la influencia de los
obreros está descartada y, cuya práctica se ha mostrado también en España con insistencia (ver
también Rätenkorrespondenz nº 21), significa esto que los obreros entregan el derecho a determinar
el producto y los medios de producción en manos de una organización burocrática que les es ajena.
Implica que delante de los obreros se sitúa una capa dominante que dispone de la producción y
distribuye a su libre albedrío. Significa que los obreros, en vez de por los capitalistas privados,
serán explotados por la burocracia sindical. De aquí será necesario constituir una nueva dominación
estatal, ya que hasta ahora ninguna explotación puede existir sin Estado.
Estos son pues los puntos prográmaticos de cómo actúa la CNT en casos concretos. Cuanto este es
su programa mínimo, después tienen ciertamente razón cuando opinan que no es comunismo
libertario. Pero entonces también es un grave error cuando sostienen que es una puerta abierta hacia
el comunismo libertario.
Capitalismo y comunismo son ideas, que la CNT aparentemente no puede diferenciar bien. Todo su
proceder lleva la marca de esta impotencia. Proclaman por doquier la “democracia proletaria”. Y
por esto proclama el frente único con UGT, sobre la que escribe lo siguiente: “... En Cataluña no
había existido antes y después del 19 de Julio. Se incremento al convertiste en sitio de refugio,
hasta cierto punto, de capas de trabajadores y del conjunto de la pequeña-burguesía. ...”
¡ Con la ayuda de esta organización se quiere construir la democracia proletaria, destruir el
capitalismo, abolir la explotación y derogar las clases ¡.
“... La pequeña y media burguesía que permanecen en el país, los políticos profesionales, los
parlamentarios, las organizaciones de trabajadores empleados reformistas y sobre todo los
comunistas dirigen sin embargo una política, siempre activa, de restauración de las antiguas
relaciones. El corrupto parlamentarismo burgués fue puesto como ideal para el pueblo combatiente
antifascista. Una gran ofensiva contra los comités revolucionarios tiene lugar, los cuales,
compuestos por la CNT y la UGT, o por ambos sindicatos y por los partidos antifascistas, han
tomado posesión de todas las funciones esenciales de la vida pública...”.
La contrarrevolución, abarca a los restos de la burguesía, políticos de profesión, parlamentarios,
funcionarios de las organizaciones reformistas, comunistas, así como a Esquerra, PSUC, UGT,
comprende en suma a quienes están presentes en los comités y pertenecen a los sindicatos y
partidos, igualmente como Esquerra, PSUC, UGT y la CNT-FAI.
¿ Cómo es que están igualmente con los estalinistas, socialdemócratas y burgueses?. ¿Son
revolucionarios o contrarrevolucionarios?. Aparentemente son revolucionarios en los comités y
contrarrevolucionarios en el Gobierno. Y no obstante, siguen en ambos sitios la misma política...
Es por lo demás bastante conocido, que las perpetuas concesiones de los anarquistas que han hechos
a las direcciones y organizaciones y que harán, los califica de contrarrevolucionarios: “...La CNT...
sacrificó a la unidad antifascista muchas reivindicaciones, lo que fue considerado por muchos
trabajadores revolucionarios como algo inaceptable. Las masas de la CNT conservan la disciplina
y se muerden los dientes...” (ver boletín citado anteriormente).
Los anarquistas entregan en interés de la unidad una de sus posiciones más importantes sin precio y
perdiendo el enlace con el proletariado mundial. Todo esto a favor de esa “unidad” que no podía
existir más que con la derrota absoluta del proletariado combatiente. Y esto mientras los mismos
anarquistas explican que: “...Para los trabajadores revolucionarios de España tiene la defensa
contra el fascismo sentido sólo si va simultáneamente ligada a la lucha contra el sistema
capitalista...” (ver boletín citado).
Pero tenemos que repetirlo, la oposición entre estas declaraciones es solo aparente. En realidad
sostiene la armonía por la cual capitalismo y comunismo, revolución y reformismo tenían antes un
significado diferente del que tienen para nosotros. Para ellos la revolución no es nada más que la
toma de posesión por la CNT y el comunismo nada más que la dirección de la producción por los
sindicatos. Hasta situados en esta escala, después la CNT retrocederá sólo al carácter razonable de
insignificantes concesiones en tanto que representa en realidad una completa capitulación ante la
reacción.
La posición de la CNT durante los episodios de Mayo
Después de lo expuesto el comportamiento de la CNT durante los días de Mayo no puede suscitar
ninguna extrañeza.
Recordemos el penetrante manifiesto de la Juventud Ibérica Libertaria contra la política del Frente
Popular que contiene la agudeza del pueblo español. Aquí se trata de una parte del movimiento
anarquista que se encuentra en medio de una lucha revolucionaria y que se encuentra trastornado
por la contraposición entre revolución y contrarrevolución. A la CNT oficial le pasa todo lo
contrario, se convierte en el transcurso de los meses en una parte del aparato de gobierno. Sus
comités son parte del Estado. Sus hombres se sientan en los ministerios y otras partes del Ejército.
Pero no se sientan allí (naturalmente) como ejecutores de la voluntad de los obreros sino del
régimen imperante. La crisis de Gobierno en Cataluña, el nombramiento de un general del Gobierno
central como comandante de las tropas de milicias catalanas, el intento de ocupación de la central
telefónica tenía para ellos sólo el significado de incidentes. Resistieron esos intentos y aprobaron la
resistencia para convertirse de esa manera en capitalizadores de la resistencia a esas medidas; pero
no fueron más allá porque no lo podían controlar, porque estas medidas eran sólo acciones parciales
en el contexto de un intento a gran escala de la burguesía, de proceder al desarme de la clase obrera.
Los anarquistas conservaron su “buen sentido” relevando a los “provocadores” aislados de sus
funciones y fueron sustituidos por otros oficiales con objeto de conservar el Orden. Y ya llamó la
CNT a sus partidarios a paralizar todas las acciones. El incidente fue por ellos olvidado, la
contrarrevolución había vencido. Sin embargo, finalmente parece que la CNT no ha aprendido nada.
“... Estamos autorizados, a explicar, que ni la CNT ni la FAI. No obstante como cualquier otra
organización responsable se habrían descolgado, a romper la unidad del frente antifascista o de
cualquier intento de acometerla...”.
Los sindicatos y las organizaciones anarquistas trabajan siempre con lealtad, como hasta ahora, con
todos los sindicatos y sectores políticos del frente antifascista conjuntamente. Prueba de esto es que,
la CNT colabora ampliamente con el Gobierno de la República así como con la Generalitat de
Cataluña, así como en todos los municipios. Cuando fue provocado el conflicto de Barcelona, tenía
la CNT a nivel regional y del conjunto del país todo a ganar, pero actuaron tan rápidamente como
fue posible para desarticular el conflicto. Al segundo día del conflicto llegaron a Barcelona, el
secretario del Comité Nacional de la CNT y el Ministro de Justicia, así como un conocido miembro
de la CNT, apelando por todos los medios posibles a cesar la lucha entre hermanos. Fuera de los
pasos que se emprendieron junto con los otros sectores políticos, dirigieron a la población de
Barcelona razonamientos que todo el mundo ha oído. Se les ha de reconocer que sólo hablaron de
seriedad y voluntad en la unidad de acción contra el enemigo común: el fascismo.
El secretario del Comité Nacional, María Vázquez dijo en su discurso en el micrófono de la
Generalitat del 4 de Mayo lo siguiente “... Tenemos que cesar con lo que aquí ocurre. Tenemos que
cesar porque nuestros camaradas en el frente saben, que tenemos que tener delante de los ojos las
realidades del momento actual y, porque saben, que nosotros nos entendemos los unos junto a los
otros. En ningún momento se debe dar este sentimiento de inseguridad en la retaguardia, no
debemos dar ninguna esperanza al fascismo. ¡Deponed el fuego camaradas!. Pero nadie puede
aprovecharse de la tregua, ni conquistar posiciones. Estamos reunidos aquí y mientras
discutiremos lo que es necesario, pero encontraremos una solución, un acuerdo entre todos ya que
es esta nuestra obligación. Porque el sentido de conservación nos empuja a la responsabilidad, y
en torno a estos puntos todas las fuerzas antifascistas tenemos que llegar a un acuerdo en la
Generalitat. Estamos aquí reunidos y en especial el Comité Ejecutivo de la UGT y el Comité
Nacional de la CNT, que hemos llegado con la mayor rapidez, y encontramos una situación difícil
en Barcelona, y por ello debemos llegar a un acuerdo para finalizarla. Hemos de encontrar un
punto común, para eso se ha hecho el alto el fuego, sin el cual, solo nuestro enemigo común, el
fascismo, puede tomar ventaja..” (Del mismo número 44 del Boletín de la AIT).
“¡Deponed el fuego camaradas!” , Así habló el presidente anarquista desde el edificio de la
Generalitat, que los revolucionarios anarquistas iban rodeando. “! Deponed las armas!”. Ya
discutiremos mientras acordamos una componenda entre la revolución y la contrarrevolución.
La prensa confederal ha lanzado varios llamamientos a la vuelta al trabajo. Desde la radio daban
indicaciones a los sindicatos y los comités de defensa no hacían más que llamamientos a la
responsabilidad y la pacificación de los espíritus.
Un ejemplo más de que la CNT no quería romper la unidad antifascista, fue que posibilitó la
formación de un nuevo Gobierno catalán el 5 de Mayo, Gobierno en el que participaba el
mismísimo secretario regional de la CNT.
Estamos facultados para explicar, posteriormente, que la CNT y la FAI, en ningún caso responderán
a la violencia abierta, aunque sea rompiendo acuerdos con el Estado y la Generalitat. En ningún
sitio puede caer un miembro de la CNT en responder al “primer tiro”.
Los hombres responsables de la Confederación situados en la cúspide de la Conselleria de Defensa,
han dado ordenes al conjunto de fuerzas que dependen de la Consellería , de que en forma alguna
tomen parte en el conflicto. Tomando medidas además para asegurarse del cumplimiento de dichas
ordenes.
Los camaradas responsables de los comités de defensa confederales de la CNT y la FAI, han dado la
consigna de que nadie se alejara de los distritos y que nadie debe responder a las provocaciones. Las
órdenes fueron hechas cumplir por todas partes.
El Comité regional de la CNT-FAI ha generalizado la consigna de que en toda Cataluña nadie puede
moverse ni puede perturbar el orden en sitio alguno.
Como hemos visto la vida normal fue restablecida, fueron la CNT y la FAI los primeros en llamar a
la colaboración, los primeros que dieron la consigna de parar los combates. Como el Gobierno
central acordó tomar el orden público en sus manos, fue la CNT la primera en poner a su
disposición las fuerzas con las que contaba. Tal como acordó el Gobierno central se enviaron
fuerzas hacia Barcelona, mientras se disolvían las patrullas de control para debilitar a la CNT. Fue
esta de nuevo la primera en facilitar la marcha por las comarcas catalanas de las fuerzas del
Gobierno y posibilitando que estas llegaran a Barcelona (véase el nº 44 del Boletín de la AIT).
¡ Democracia obrera!. La consigna de la CNT. Se garantiza su programa mediante la alianza con la
UGT. ¿Pero cual es la realidad?.
Conferencias de Ministros, llamamientos a finalizar el combate, prohibición de la libertad de
movimientos a los obreros, favorecer el transporte de las tropas hacía Barcelona, limitación de la
acción de las patrullas de control. Y los obreros tienen que obedecer las consignas de Vázquez y del
señor Largo Caballero y sus acuerdos mutuos. Y después ¡Obediencia!. Ninguna oposición, y en
ningún caso lucha. Ninguna discusión. ¡Así defiende la CNT la democracia obrera!. ¡Así defiende
la revolución!. Pero de nuevo esta es la consecuencia lógica de la evolución entera de la CNT, y de
sus concepciones. Significa, así mismo, democracia obrera. ¡Es más que representación paritaria de
las organizaciones!. Entonces hay que salvar el compromiso con la UGT a toda costa. El secretario
general de la CNT, Vázquez, llamó a acabar la lucha. Puesto que el personifica al proletariado
catalán, ¿qué quieren aún más los obreros?. Sus representantes discuten con Largo Caballero, ¿no es
eso la mejor garantía del respeto a sus derechos?. Los obreros de Cataluña podéis ir tranquilos a
vuestras casas, Vázquez salvara tanto la democracia como la revolución.
Un día después apareció el Boletín del 11 de Mayo, del cual ya hemos tomado algunas citas pues en
cierta forma dan otra impresión de los acontecimientos, mientras en el mencionado manifiesto de la
CNT-FAI, estas organizaciones cierran filas en la solidaridad mutua, escribe el boletín de la AIT del
11 de Mayo: “...El 3 de Mayo prueba de nuevo, en Barcelona, lo que es el anarcosindicalismo
catalán. Como el 19 de Julio, así fue realizada también en estos días una movilización total de la
población obrera. Este momento fue un plebiscito en las calles. Todos los barrios obreros de la
ciudad, todos sin excepción, fueron convertidos en un abrir y cerrar de ojos en bastiones de la
CNT. Los distritos de las masas proletarias de Barcelona están con la CNT, hoy como siempre...”.
Una vez más fue suministrada la prueba de que los anarcosindicalistas son incapaces de ver a la
lucha de clases como lucha de clases. Los episodios son presentados como una mera lucha por esta
o aquella organización. Aunque ellos mismos constatan que: “...En aquellas partes de la ciudad en
donde existen cuarteles y puestos de guardia de la policía y de las milicias republicanas y
marxistas, se pusieron o bien de lado de los obreros como la policía en Sants y Sant Gervasi o bien
declarando su neutralidad como los soldados del cuartel comunista de Sarriá ...La antigua policía,
los marxistas y los republicanos por el contrario conservaron la posesión de los barrios burgueses
y de la ciudad antigua, donde se sitúan las autoridades ...” (Del mismo Boletín).
Las consecuencias de la liquidación
La CNT ha ayudado a liquidar la lucha en Barcelona por todos los medios. Se lee como la AIT
sentencia las consecuencias de la liquidación, en el ya mencionado Boletín.
“...La noche del 5 de Mayo fue formado el nuevo Gobierno catalán. Se compone de representantes
de la CNT, la UGT, de la Esquerra burguesa y de los rabassaires. Después de que se impusiese el
alto el fuego y deshechas las barricadas, en buena parte por ordenes de los comités de la CNT, el
Gobierno de Valencia tomó la iniciativa. Van en marcha hacia Barcelona 5000 hombres de la
Guardia de Asalto, que deben sustituir a la hasta ahora policía catalana. Tal y como prevé el
Estatuto de Autonomía de Cataluña, en caso de disturbios interiores, toma el Gobierno central
además, provisionalmente el control del Orden público. El Consejero Aiguadé y el jefe de la policía
Rodríguez Salas son depuestos de sus funciones. Los enemigos visibles de la revolución obrera, por
la preservación del “Orden Público”, igual significado tenía la exterminación de la CNT. Y la FAI
es neutralizada. Valencia asumió nuevas responsabilidades en Orden Público, como ahora poner
bajo su control las fuerzas de policía y las patrullas de control antifascista, asegurándose que éstas
cumplan su misión de forma imparcial. Las próximas semanas nos lo mostrarán...”.
Una reivindicación anarquista dice “Los trabajadores nombraran a sus comandantes ellos mismos”.
Ahora en realidad los comandantes nombrarán a sus subordinados. Nos deja pues sorprendidos ver
como cumplían con sus cometidos imparcialmente, ellos, sin embargo, han prometido (¿Aiguadé y
Salas quizás, no?). “Las semanas siguientes nos lo mostrarán”. Pero ya el 6 de Mayo nos lo han
indicado. De la misma pagina en el mismo Boletín leemos:
“...Sin embargo después que CNT y UGT, en la mañana del 6 de Mayo hacen un llamamiento
conjunto a la reanudación del trabajo, comunistas y policías asaltaron el sindicato de la piel
arruinando el acuerdo global. Otros sindicatos, como Sanidad y distribución fueron igualmente
atacados y del cañoneo resultaron casi destruidos. Fueron desarmados y detenidos compañeros de
la CNT-FAI en gran cantidad en la ciudad vieja. Sin embargo como el resto de todos los
antifascistas estaban autorizados a llevar armas. En los barrios obreros iban los obreros armados
actuando enérgicamente contra las fuerzas policiales que se habían situado contra los obreros. Así
se da por ejemplo que cae en manos de la CNT después de fuerte combate un cuartel de la Guardia
Civil y 400 policías. Se encontró en el cuartel insignias fascistas y monárquicas. No obstante
fueron tratados humanamente los prisioneros y se retuvieron los policías hasta dejarlos en libertad
con el alto el fuego...”.
Para estos mercadeos de la CNT solo hay un adjetivo, criminal. Los obreros, que asaltaron los
cuarteles de la reaccionaria Guardia Civil, no actuaron seguramente para ponerlos en libertad.
Habían entregado los policías confiando en la CNT y esta ¡libera de nuevo a los fascistas y
monárquicos armados! .
¿ Era esto quizás el precio pagado por sus poltronas ministeriales? ¡ Al mismo tiempo, militantes de
la CNT eran arrestados en masa!. Y este hecho aparece para la CNT como secundario ya que
esperan que las “. Siguientes semanas aguardan a conocer la lealtad de los nuevos
comandantes...”. ¿No es esta la posición que la burguesía agradece a la CNT? Y, ¿ no ha perdido
demasiado la clase obrera con ella?.
La explicación para este comportamiento deplorable es el miedo a Franco. El miedo a Franco lleva
a la CNT a entregar a la clase obrera a la “Democracia”, la cual quiere acabar con la lucha contra
Franco mediante un compromiso. Esta “democracia” que escatima armas para el frente de Aragón,
que arroja a los trabajadores revolucionarios a la prisión y ampara a los traidores de Málaga. Es esta
“democracia” la que forma de nuevo a la reaccionaria Guardia Civil y toma a los espías fascistas
bajo su protección. Y a esta “democracia”, los aliados del capitalismo internacional, quieren
entregar el poder por miedo a una victoria de Franco. Ella no es más que la materialización de la
contrarrevolución, vosotros los trabajadores tenéis que oponeros tanto a ella como a Franco, de lo
contrario seréis entregados a la más negra reacción. Sólo hay una esperanza y una posibilidad para
la clase obrera, la lucha incondicional contra el fascismo y la reacción. ¡¡ Esto lo ha olvidado la
CNT!!.
En el Boletín número 45 de la AIT se ha hecho un importante descubrimiento sobre el carácter del
Gobierno “....Ya desde hace meses se hace ostensible, que las mayores organizaciones obreras
(CNT+UGT) están descartadas de la dirección de los asuntos públicos. La contrarrevolución
encubierta lo pidió y las potencias extranjeras, de las que es servidora la contrarrevolución, lo han
llevado a término. La contrarrevolución encubierta lo pidió, y la CNT lo discutió y lo obedeció.
El antifascismo español naufraga sin rumbo ni timón, es triste pero lo tenemos que decir en voz
alta. Un montón de beneficiarios de esta situación quieren dar un golpe de timón a la derecha y
que tan rápidamente como sea posible se llegue a un determinado armisticio, que no sería la
victoria sobre le fascismo...” (Boletín nº 45).
La CNT que siempre ha sostenido que “representa al pueblo catalán real y al antifascismo
autentico” reconoce pues su impotencia, cuando el antifascismo español ha perdido el rumbo y el
timón. Entonces significa más que nada que la CNT no ha estado a la altura de las circunstancias,
que es incapaz de cumplir las tareas que se había propuesto.
“ ...Se quiere que el futuro de España, el futuro del proletariado, que su sangre vertida en el
combate, sea malvendido. Malvendido conjuntamente con la democracia internacional y el
fascismo internacional. Pero el proletariado no se ha batido en la lucha por la defensa de una
República democrática falsificada, sino por la victoria de la revolución, por una nueva vida, por la
transformación moral y económica del país. La contrarrevolución no podía tolerar la marcha de
las masas por más tiempo, ya que estas están dispuestas a luchar con valentía , sólo para sí, pero
desconfiando de los que verdaderamente sólo quieren un retorno al pasado. Aquí reside la clave
para la comprensión de los hechos de Barcelona, la principal ciudad del proletariado
revolucionario español...” (Boletín nº 45).
¿ Y quien ha ayudado a arrinconar la marcha de las masas? : ¡¡¡ La CNT ¡!!.
Pero también ahora, donde el fiasco de la postura mantenida por la CNT es ostensible, no puede
volver atrás en el camino recorrido hasta ahora. Todo su aparato organizativo está ahora colocado en
el intento de administrar los medios de la vida económica de los sindicatos. Esto no lo puede dejar
ir. Aquí está la causa de que la CNT también ahora mantenga la consigna del trabajo conjunto con la
UGT. “...Ahora todo con la Alianza CNT-UGT. Ahora: ¡Obreros de España, Unios!...”. (Boletín nº
45).
Por supuesto, unios, pero no en la alianza CNT-UGT, eso ¡sería la alianza con la contrarrevolución!.
¡El anarcosindicalismo ha mostrado toda su incapacidad!
La Conferencia de París
El 6-7 de Marzo se ha realizado en París una Conferencia de grupos de Izquierda Comunista. Entre
las delegaciones de los ocho grupos representados se encontraba también un representante del
G.I.C.
El propósito de la Conferencia era el de desarrollar una discusión sobre las dos cuestiones
esenciales del Movimiento Obrero. La primera efectuar una clara valoración de los acontecimiento
de España y, la otra cuestión puesta sobre la mesa, examinar las posibilidades de un trabajo
internacional conjunto de la Izquierda Comunista.
En los dos días de la Conferencia no pudieron tratarse estos dos problemas a fondo por falta de
tiempo.
Fue la cuestión de España la que, sin embargo, reclamó la mayor parte del tiempo. Un camarada
que tomó parte desde el inicio de los acontecimientos sobre el terreno, dio un buen resumen de la
marcha de los hechos. En la discusión siguiente se hicieron palpables una serie de discrepancias
sobre las cuestiones esenciales de la táctica de un partido revolucionario ante tal situación dada.
Ciertamente, podemos establecer, que la mayoría de los presentes han alcanzado ya unas
concepciones coincidentes (por ejemplo sobre la cuestión de Rusia). Sin embargo, permanecen
grandes puntos de desacuerdo aún, como los que se pudieron constatar en la Conferencia. Se acordó
por eso, preparar la edición de un órgano de discusión internacional.
Una resolución sobre los acontecimientos españoles no se pudo aprobar en la misma Conferencia,
sino que se remitió más tarde a todos los participantes. Se puede decir, que de una buena valoración
de las posiciones, una buena parte se refiere al objetivo de un partido revolucionario. Nuestro grupo
no ha hecho este planteamiento. En caso de que compañeros estén interesados en conocer el
contenido del proyecto de resolución se lo podemos hacer llegar.
¿Y cual fue la respuesta de la Conferencia?. Hoy podemos decir que las expectativas que nos
habíamos marcado no se han cumplido. Fuera de la Resolución, tal como nos fijamos, no se han
alcanzado, no se han trabajado las condiciones para el inicio de una discusión internacional. El
planeado “Boletín de discusión internacional” no ha visto la luz hasta este momento, ni tampoco se
ha entrevisto. Es más, ni tan sólo se han expuesto cuales serán los criterios básicos. Sólo nos queda
esperar, que los contactos personales hechos en París den sus frutos.
Rätekorrespondenz nº 22 (Junio de 1937) G.I.C.
4.Crítica del libro EXPECTATIVAS
FALLIDAS
Queremos comentar el libro EXPECTATIVAS FALLIDAS (ESPAÑA 1934-39) aparecido en otoño
de 1999. El libro recoge diversas tomas de posición de la corriente comunista de los consejos sobre
la guerra del 36. Se trata de textos de Mattick, Korsch y Wagner. Se incluye un prólogo de Cajo
Brandel, uno de los miembros del comunismo de los consejos que todavía vive.
No vamos a hablar aquí de esta corriente política del proletariado que, continuadora del combate del
KAPD, Pannehoek etc. en los años 20 contra la degeneración y paso al capital de los antiguos
partidos comunistas, prosiguió su lucha en los años 30, en lo más negro de la contrarrevolución,
defendiendo las posiciones del proletariado y haciendo valiosas aportaciones al mismo1
Como combatientes de la Izquierda Comunista nos alegra que se publiquen documentos de esta
corriente. Sin embargo, Expectativas fallidas es una selección “muy selectiva” de los documentos
del comunismo de los consejos sobre la guerra de 1936. Recoge los textos más confusos de esta
corriente, los que más concesiones hacen a la mistificación “antifascista” y los que son más
proclives a las ideas anarquistas. Mientras documentos del Comunismo de los Consejos denuncian
el alistamiento que estaba sufriendo el proletariado en una matanza imperialista entre bandos
burgueses enfrentados, los textos que aparecen en el libro transforman la masacre guerrera en
“tentativa de revolución proletaria”. Mientras textos del GIK2 denuncian la trampa del
“antifascismo” los documentos del libro son muy ambiguos en relación a ese planteamiento.
Mientras hay tomas de posición del Comunismo de los Consejos que denuncian claramente a la
CNT como fuerza sindical que ha traicionado a los trabajadores los textos del libro la tratan como
organización revolucionaria.
Uno de los responsables de la recopilación, Sergio Rosés, señala en la página 152 que «El
consejismo, o mejor dicho los consejistas, son, a grandes rasgos, un conjunto heterogéneo de
individualidades y organizaciones situadas al margen y frente al leninismo que se reivindican del
marxismo revolucionario». Sin embargo, da la casualidad, que de ese “conjunto heterogéneo” se ha
publicado lo peor de lo escrito sobre la matanza de 1936.
No es nuestra intención hacer un juicio de valor sobre las pretensiones de los autores de la
selección. Lo que resulta claro es que el lector que no conozca a fondo las posiciones del
Comunismo de los Consejos se hará una idea bastante sesgada y deformada de su pensamiento
político, lo verá como próximo a la CNT y como sostén crítico de la supuesta “revolución social
antifascista”.
Por eso, objetivamente considerado, el libro aporta agua al molino de la campaña anticomunista que
desarrolla la burguesía. Existe un anticomunismo burdo y brutal en el que se inscriben libelos como
el Libro Negro del Comunismo. Pero hay otra faceta de la campaña anticomunista más sofisticada y
sutil, dirigida a elementos proletarios que buscan las posiciones revolucionarias y frente a los cuales
esos discursos tan grotescos tienen un efecto contraproducente. Esta consiste en revestir el
anticomunismo con un planteamiento revolucionario, para lo cual, de un lado, se promociona el
anarquismo como alternativa frente al marxismo supuestamente en bancarrota, y, por otra parte, se
opone el “modelo” de la “revolución española de 1936” al “golpe de Estado bolchevique” de
Octubre 1917 . En esta orientación política las inclinaciones y simpatías de una parte de la corriente
consejista hacia el anarquismo y la CNT vienen como anillo al dedo pues como dice Sergio Rosés
«y finalmente – y esto es un rasgo que los diferencia de otras corrientes de la izquierda marxista
revolucionaria -, consideración de que en el curso de esta revolución el anarquismo español ha
demostrado su carácter revolucionario, “esforzándose en convertir el lenguaje revolucionario en
realidad” según sus propias palabras» (página 153).
Pese a los esfuerzos de denigración sistemática del marxismo, los elementos jóvenes que buscan
una coherencia revolucionaria acaban encontrando insuficiente y confusa la alternativa anarquista y
se sienten atraídos por las posiciones marxistas. Por ello, otra faceta importante de la campaña
anticomunista es presentar el comunismo de los consejos como una especie de “puente” con el
anarquismo, como una “aceptación de los puntos positivos de la doctrina libertaria” y, sobre todo,
como un enemigo acérrimo del “leninismo”.3
El contenido de Expectativas fallidas apunta indiscutiblemente en esa dirección. Pese a que Cajo
Brendel en el prólogo del libro insiste en la diferencia neta entre Comunismo de los Consejos y
anarquismo, añade, sin embargo que: «Los comunistas de los consejos ... señalaron que los
anarquistas españoles eran el grupo social más radical, que tenía razón al mantener la opinión de
que la radicalización de la revolución era la condición para vencer al franquismo, mientras que los
“demócratas” y los “comunistas” querían retrasar la revolución hasta que el franquismo fuera
derrotado. Esta divergencia política y social ha marcado la diferencia entre el punto de vista
democrático y el de los comunistas de los consejos» (página 10)4.
Al tomar posición sobre Expectativas fallidas queremos combatir esa amalgama entre anarquismo y
comunismo de los consejos que supone una especie de OPA hostil sobre una corriente proletaria: se
está fabricando una versión deformada y edulcorada de la misma, explotando sus errores más serios,
para de este modo ofrecer un sucedáneo del marxismo con el que confundir y desviar a los
elementos que buscan una coherencia revolucionaria.
Nos parece importante defender esta corriente. Para ello ante un tema de la repercusión de España
1936 queremos criticar sus confusiones, evidentes en los textos aparecidos en Expectativas fallidas,
pero, al mismo tiempo, queremos resaltar las posiciones justas que supieron defender los grupos
más claros de la misma.
¿Una revolución antifeudal?
Para atar de pies y manos al proletariado en la defensa del orden capitalista, socialistas y estalinistas
insistían que España era un país muy atrasado, con importantes lacras feudales, por lo que los
trabajadores debían dejar por el momento toda aspiración socialista y contentarse con una
“revolución democrática”. Una parte del comunismo de los consejos compartía también esa visión,
aunque rechazaba sus consecuencias políticas.
Hay que señalar de entrada que esa no era la posición del GIK que afirmaba con nitidez que «la
época en que una revolución burguesa era posible ha caducado. En 1848, se podía aplicar todavía
ese esquema pero ahora la situación ha cambiado completamente ... No estamos ante una lucha
entre la burguesía emergente y el feudalismo que predomina por todas partes, sino todo lo
contrario, la lucha entre el proletariado y el capital monopolista» (marzo 1937).
Es cierto que la corriente comunista de los consejos tenía una gran dificultad para discernir esta
cuestión pues en 1934 el propio GIK había adoptado las famosas Tesis sobre el Bolchevismo, las
cuales para justificar la identificación de la Revolución Rusa como revolución burguesa y la
caracterización de los bolcheviques como partido burgués jacobino se había apoyado en el retraso
de Rusia y el peso enorme del campesinado.
Al adoptar tal posición5 el comunismo de los consejos se inspiraba en la postura adoptada por
Gorter en 1920 que en su Respuesta a Lenin había diferenciado dos grupos de países en el mundo:
los atrasados donde sería válida la táctica de Lenin de parlamentarismo revolucionario,
participación en los sindicatos etc. y los de capitalismo plenamente desarrollado donde la única
táctica posible era la lucha directa por el comunismo (ver página 126 de la edición francesa de
nuestro libro sobre la Izquierda holandesa). Pero, ante los hechos de 1936, mientras el GIK había
sido capaz de poner en cuestión esa posición errónea (aunque desgraciadamente de manera
implícita) otras corrientes consejistas, justamente todas las que se recogen en Expectativas fallidas,
seguían atadas a ella.
La España de 1931 facilitaba desde luego caer en esa visión: la monarquía recién derribada se había
distinguido por una corrupción y un parasitismo crónicos, la situación del campesinado era
estremecedora, la concentración de la propiedad de la tierra en unas pocas manos entre las que se
distinguían los famosos 16 Grandes de España y los señoritos andaluces, la persistencia en regiones
como Galicia o Extremadura de prácticas feudales ...
Un análisis de la situación de un país en sí misma puede llevar a distorsionar la realidad. Es
necesario verla desde un punto de vista histórico y mundial. La historia muestra que el capitalismo
es perfectamente capaz de aliarse con las clases feudales y de establecer con ellas alianzas
prolongadas en las diversas fases de su desarrollo . En el país pionero de la revolución burguesa –
Gran Bretaña- persisten instituciones de origen feudal como la monarquía y sus graciosas
concesiones de títulos nobiliarios. El desarrollo del capitalismo en Alemania se hizo bajo la bota de
Bismark, representante de la clase feudal terrateniente de los junkers. En Japón fue la monarquía
feudal la que llevó la batuta del desarrollo capitalista con la “era Meiji” iniciada en 1869 y todavía
hoy la sociedad japonesa está impregnada de vestigios feudales. El capitalismo puede existir y
desarrollarse junto con residuos de otros modos de producción; más aún, como mostró Rosa
Luxemburgo, esa “convivencia” le proporciona un terreno para su propio desarrollo6.
Pero la cuestión esencial es cual es el desarrollo del capitalismo a escala mundial. Ese ha sido el
criterio para los marxistas a la hora de considerar qué está a la orden del día ¿la revolución
proletaria o las revoluciones burguesas?. Esa fue la posición que inspiró a Lenin en las Tesis de
Abril la caracterización de la revolución en curso en Rusia 1917 como proletaria y socialista frente
a la posición menchevique que fundaba su carácter democrático y burgués en el atraso de Rusia, el
peso del campesinado y la persistencia de fuertes vínculos con el zarismo, Lenin, sin negar esas
realidades nacionales, ponía el énfasis en la realidad a escala mundial presidida por «la necesidad
objetiva del capitalismo, que al crecer se ha convertido en imperialismo, ha engendrado la guerra
imperialista. Esta guerra ha llevado a toda la humanidad al borde del abismo, casi a la ruina de
toda la cultura, al embrutecimiento y a la muerte de millones y millones de hombres. No hay más
salida que la revolución del proletariado» (Las tareas del proletariado en nuestra revolución, en
página 71 Tomo II Obras Escogidas, edición española).
Rusia 1917 y toda la oleada revolucionaria mundial que le siguió, la situación en China en
1923-277, la situación en España en 1931, muestran claramente que el capitalismo ha dejado de ser
un modo de producción progresivo, que ha entrado en su fase de decadencia, de contradicción
irreversible con el desarrollo de las fuerzas productivas, y que en todos los países, pese a las trabas
y a los vestigios feudales, más o menos fuertes, lo que está a la orden del día es la Revolución
Comunista mundial. En este punto, había una clara convergencia entre BILAN y el GIK y una
divergencia entre estos y las posiciones de las corrientes consejistas cuyos textos aparecen en
Expectativas fallidas.
La ambigüedad ante la mistificación antifascista
Los textos del libro se dejan impresionar por la intensa propaganda de la burguesía de la época que
presentaba el fascismo como el Mal Absoluto, el concentrado extremo de autoritarismo, represión,
dominio totalitario, prepotencia burocrática etc.8, frente a lo cual la “democracia”, pese a sus
“indiscutibles defectos”, sería no solo un freno sino un “mal menor”. Mattick nos dice que «los
obreros, por su parte, están obligados por su instinto de conservación, a pesar de todas las
diferencias organizativas e ideológicas, a un frente unificado contra el fascismo como el enemigo
más cercano y directo ... Los obreros, sin tener en cuenta si están por objetivos democráticoburgueses, capitalistas de estado, anarcosindicalistas o comunistas, están obligados a luchar
contra el fascismo si quieren no solo evitar el empeoramiento de su pobre situación sino
simplemente seguir vivos» (pag.33). Está claro que los obreros necesitaban “simplemente seguir
vivos” pero el enemigo “más cercano y directo” no era precisamente el fascismo sino las
representantes más “radicales” del Estado republicano: la CNT y el POUM. Fueron ellos los que les
impidieron “seguir vivos” enviándolos al matadero de los frentes militares contra Franco. Fueron
ellos los que les impidieron “simplemente comer” al hacerles aceptar los racionamientos y la
renuncia a las mejoras salariales conquistadas en las jornadas de julio.
Este argumento según el cual las circunstancias no permiten hablar de revolución, ni siquiera de
reivindicaciones, sino “simplemente de mantenerse vivos”, es desarrollado por Helmuth Wagner en
su texto antes mencionado: «los trabajadores españoles no pueden luchar realmente contra la
dirección de los sindicatos ya que ello supondría el colapso total de los frentes militares (¡!!).
Tienen que luchar contra los fascistas para salvar sus vidas, tienen que aceptar cualquier ayuda
independientemente de donde venga. No se preguntan sí el resultado de todo eso será capitalismo o
socialismo; sólo saben que tienen que luchar hasta el fin» (pag. 84). ¡El mismo texto que denuncia
que «la guerra española adquiere el carácter de un conflicto internacional entre las grandes
potencias» (pag. 85) está en contra de que los trabajadores provoquen el colapso de los frentes
militares!. La confusión antifascista lleva a olvidar la posición internacionalista del proletariado, la
que defendieron Pannehoek y otros pioneros del Comunismo de los Consejos, codo con codo, con
Lenin, Rosa Luxemburgo etc.: lograr con la lucha de clases “el colapso de los frentes militares”.
¿Es que la República no constituía un peligro para las vidas de los trabajadores tan evidente o más
que el fascismo? Sus 5 años de andadura desde 1931 están jalonados por un rosario de matanzas: el
Alto Llobregat en 1932, Casas Viejas en 1933, Asturias en 1934; el propio Frente Popular, tras su
victoria electoral en febrero de 1936 había vuelto a llenar las cárceles de militantes obreros ... Todo
es convenientemente olvidado en nombre de la abstracción intelectual que presenta el fascismo
como la “amenaza absoluta para la vida humana” y, en nombre de ella, H. Wagner critica a un
sector de los anarquistas holandeses por denunciar «cualquier acción que signifique una ayuda a
los obreros españoles, como el envío de armas» (pag. 80), ¡a la vez que reconoce que «las
modernas armas extranjeras contribuyen a la batalla militar y, en consecuencia, el proletariado
español se somete a los intereses imperialistas» (pag.85)!. En el modo de razonar de Wagner
“someterse a los intereses imperialistas” sería algo “político”, “moral” ... distinto de la lucha
“material” “por la vida”. ¡Cuando el sometimiento del proletariado a los intereses imperialistas
significa la máxima negación de la vida!.
Mattick invoca el fatalismo más pedestre: «Nada se puede hacer sino llevar a todas las fuerzas
antifascistas a la acción contra el fascismo, independientemente de los deseos en sentido contrario.
Esta situación no es buscada sino forzada y responde claramente al hecho de que la historia está
determinada por luchas de clases y no por ciertas organizaciones, intereses especiales, líderes o
ideas» (pag. 35). Mattick olvida que el proletariado es una clase histórica y esto significa
concretamente que en situaciones donde su programa no puede determinar la evolución de los
acontecimientos en el corto o medio plazo, debe mantener sus posiciones y seguir profundizándolas,
aunque ello quede reducido por todo un largo periodo a la actividad de una exigua minoría. Por
tanto, la denuncia del antifascismo era lo que estaba “forzado” por la situación desde el punto de
vista de los intereses inmediatos e históricos del proletariado y es lo que hicieron no sólo BILAN
sino el propio GIK que denunció: «la lucha en España toma el carácter de un conflicto
internacional entre las grandes potencias imperialistas. Las armas modernas venidas del
extranjero han colocado el conflicto en un terreno militar y, en consecuencia, el proletariado
español ha sido sometido a los intereses imperialistas» (abril 1937).
Al equiparar la defensa de los intereses de clase del proletariado con “intereses especiales, líderes o
ideas”, Mattick se rebaja al nivel de los servidores “obreros” de la burguesía que nos repiten que
hay que dejarse de “teorías” y de “ideales” y “hay que ir al grano”. Ese “ir al grano” sería luchar en
el terreno del “antifascismo” que nos presentan como el más “práctico” y el “más inmediato”. La
experiencia demuestra justamente que metido en ese terreno, el proletariado es golpeado sin piedad
tanto por sus “amigos” antifascistas como por sus enemigos fascistas.
Mattick constata que «la lucha contra el fascismo aplaza la lucha decisiva entre burguesía y
proletariado y permite a ambos lados sólo medidas a medio camino que no sólo sostienen el
progreso de la revolución, sino también la formación de fuerzas contra-revolucionarias; y ambos
factores son al mismo tiempo perjudiciales para la lucha antifascista» (pag.58). Esto es falso en
todos los sentidos. La “lucha contra el fascismo” no constituye una especie de tregua entre la
burguesía y el proletariado para “concentrarse contra el enemigo común”, lo que sería aprovechado
por ambas clases para fortalecer sus posiciones y prepararse para la lucha decisiva. Este
planteamiento es mera política ficción para embaucar a los proletarios. Los años 30 mostraron que
el sometimiento del proletariado al “frente antifascista” significó que la “lucha decisiva” había sido
ganada por la burguesía y que ésta tuvo las manos libres para masacrar a los obreros, llevarlos a la
guerra e imponerles una feroz explotación. La orgía “antifascista” en España, el éxito del Frente
Popular francés al encuadrar a los obreros bajo la bandera del antifascismo, remataron las
condiciones políticas e ideológicas para el estallido de la IIª Guerra Mundial.
La única lucha posible contra el fascismo es la lucha del proletariado contra la burguesía en su
conjunto, tanto la fascista como, especialmente, la “antifascista”, pues como dice BILAN «las
experiencias prueban que para la victoria del fascismo las fuerzas antifascistas del capitalismo son
tan necesarias como las propias fuerzas fascistas»9. Sin establecer una identificación abusiva entre
las 2 situaciones históricas que son muy diferentes, los obreros rusos se movilizaron rápidamente
contra el golpe de Kornilov en septiembre 1917 y lo mismo sucedió en los primeros momentos del
golpe franquista de 1936. En ambos casos la respuesta inicial es la lucha en el terreno de clase
contra una fracción de la burguesía sin hacer el juego a la otra, rival de la primera. Sin embargo, hay
una diferencia sustancial entre Rusia 1917 y España 1936. Mientras en la primera la respuesta
obrera reforzó el poder de los Sóviets y abrió el camino hacia el derrocamiento del poder burgués,
en la segunda no hubo el menor atisbo de organización propia de los obreros y estos fueron
rápidamente desviados hacia la consolidación del poder burgués mediante la trampa antifascista.
Bajo la impresión de la matanza de Mayo 1937 perpetrada por las fuerzas del Frente Popular,
Mattick reconoce ya demasiado tarde que «el Frente Popular no es un mal menor para los
trabajadores, sino simplemente otra forma de dictadura capitalista que se suma al fascismo. La
Lucha debe ser contra el capitalismo» (pag.111 en “Las barricadas deben ser retiradas: el fascismo
de Moscú en España”) y, criticando un documento del anarquista alemán Rudolph Rocker, defiende
que «Democracia y Fascismo sirven a los intereses del mismo sistema. Por eso, los trabajadores
deben llevar la guerra contra ambos. Deben combatir el capitalismo en cualquier parte,
independientemente del ropaje que se ponga y del nombre que adopte» (pag.127).
¿Revolución social o alistamiento del proletariado para la guerra imperialista?
Una confusión que ha pesado sobre las generaciones proletarias del siglo XX es la visión de los
acontecimientos de España 1936 como una “revolución social”. Excepto BILAN, el GIK y los
Trabajadores Marxistas de Méjico10, la mayor parte de los escasos grupos proletarios de la época
sostuvieron esta teoría: Trotsky y la Oposición de Izquierda, la Unión Comunista, la LCI, una buena
parte de los grupos del Comunismo de los Consejos, la Fracción Bolchevique Leninista en España
en torno a Munís, incluso una minoría en el propio BILAN11.
La cantinela de la “revolución social española” ha sido convenientemente aireada por la burguesía,
incluso en sus medios más conservadores, interesada en hacer tragar a los obreros sus peores
derrotas como “grandes victorias”. Especialmente insistente ha sido la cháchara sobre la revolución
española como “más profunda y más social” que la rusa. Se opone el atractivo de una “revolución
económica y social” al carácter político “sucio” e “impersonal” de la revolución rusa. Con tonos
románticos se habla de la “participación de los trabajadores en la gestión de sus asuntos” y se
contrapone a una imagen sombría, tenebrosa, de las maquinaciones “políticas” de los bolcheviques.
En este libro hay una serie de textos que denuncian con detalle semejante impostura12 que la
burguesía va a darle todo el combustible posible pues está muy interesada en denigrar las
experiencias revolucionarias (Rusia 1917 y la oleada internacional que le siguió) y ensalzar los
falsos modelos como España 1936. En cambio, los textos aparecidos en Expectativas fallidas echan
flores al “modelo”.
Mattick dice en la página 30 que «la iniciativa autónoma de los trabajadores creó pronto una
situación muy diferente e hizo de la lucha defensiva política contra el fascismo el comienzo de una
revolución social real». Esta afirmación no sólo es una exageración sino una muestra lamentable de
miopía localista. No toma en cuenta para nada las condiciones reinantes a escala internacional que
son las decisivas para el proletariado: éste había acumulado una sucesión de derrotas de gran
envergadura, en particular, la que había sellado el ascenso de Hitler al poder en Alemania 1933; los
partidos comunistas lo habían traicionado y se habían convertido en agentes de la Unión Sagrada al
servicio del Capital con los famosos Frentes Populares. El curso histórico, como analizaron BILAN
y el GIK, no era hacia la revolución sino hacia la guerra imperialista generalizada.
La forma de razonar de Mattick contrasta fuertemente con el método del GIK que precisaba que
«sin revolución mundial estamos perdidos, decía Lenin a propósito de Rusia. Esto es
particularmente válido para España ... El desarrollo de la lucha en España depende de su
desarrollo en el mundo entero. Pero lo inverso también es cierto. La revolución proletaria es
internacional; la reacción también. Toda acción del proletariado español encontrará un eco en el
resto del mundo y aquí toda explosión de lucha de clase es un apoyo a los combatientes proletarios
de España » (junio 1936).
El método de análisis de Mattick se acerca al anarquismo con la misma fuerza que se separa del
marxismo. Como los anarquistas, no se molesta en analizar las relaciones de fuerza entre las clases
a nivel internacional, la maduración de la conciencia en el proletariado, su capacidad para dotarse
de un partido de clase, la tendencia a formar Consejos Obreros, el enfrentamiento con el capital en
los principales países, su creciente autonomía política ... Todo eso es relegado para arrodillarse ante
el santo Grial: la “iniciativa autónoma de los trabajadores”. Una iniciativa que al encerrarse en la
cárcel de la empresa o el municipio pierde toda su fuerza potencial y es atrapada por los engranajes
del capitalismo 13.
Es verdad que bajo el capitalismo decadente cada vez que los obreros logran afirmar con fuerza su
propio terreno de clase, se perfila en sus entrañas lo que Lenin llamaba “la hidra de la revolución”.
Ese terreno se afirma a través de la extensión y la unificación de las luchas y se niega cayendo en
“ocupaciones” y “experiencias de autogestión”, tan ensalzados por anarquistas y consejistas. Sin
embargo, ese terreno inicialmente ganado es todavía una posición muy frágil. El capitalismo de
Estado mantiene frente a ese impulso espontáneo de los obreros un enorme aparato de mistificación
y control político (sindicatos, partidos “de izquierda” etc.) y parapetada tras él una perfeccionada
máquina represiva. Además, como se vio ya en la Comuna de París las distintas naciones
capitalistas son capaces de unirse contra el proletariado. Por ello, el avance hacia una perspectiva
revolucionaria requiere un gran esfuerzo en su seno y sólo puede darse dentro de una dinámica
internacional: la formación del partido mundial, la constitución de Consejos Obreros, el
enfrentamiento de éstos contra el Estado Capitalista al menos en los principales países.
Los errores de una parte del Comunismo de los Consejos sobre la “autonomía” llegan a su extremo
con los dos textos de Karl Korsch sobre las colectivizaciones: Economía y política en la España
revolucionaria y La colectivización en España. Para Korsch la sustancia de la “revolución española”
está en las colectivizaciones de la industria y la agricultura. En ellas los obreros y campesinos
“conquistan un espacio de autonomía”, deciden “libremente”, dan rienda suelta a su “iniciativa y
creatividad” y todas estas “experiencias” constituyen una “revolución” ... ¡Extraña “revolución” que
tiene lugar bajo un Estado burgués intacto con su ejército, su policía, su máquina de propaganda,
sus mazmorras ... funcionando a pleno rendimiento!.
Como mostramos en detalle en El mito de las colectividades anarquistas, la “libre decisión” de
los obreros consistió en cómo fabricar obuses, cañones y canalizar industrias como la
automovilística hacia la producción de guerra. La “iniciativa y la creatividad” de obreros y
campesinos se concretó en jornadas laborales de 12 y 14 horas bajo una férrea represión y la
prohibición de las huelgas tildadas de sabotaje a la lucha antifascista.
Korsch, basándose en un panfleto propagandístico de la CNT, nos dice que «una vez que fue
totalmente eliminada la resistencia de los anteriores directores políticos y económicos, los
trabajadores armados pudieron proceder directamente desde sus tareas militares a la positiva tarea
de continuar la producción bajo las nuevas formas» (pag. 144).
¿En qué consisten esas “nuevas formas”?. El mismo Korsch nos aclara para lo que sirven: «Se pone
en nuestro conocimiento el proceso por el cual algunas ramas industriales que carecen de materias
primas que no se pueden conseguir en el extranjero, o que no satisfacen las necesidades inmediatas
de la población, se adaptan rápidamente para abastecer el material de guerra más urgente» (pag.
145). «Se nos cuenta la conmovedora historia de los niveles más bajos de la clase trabajadora que
sacrifican sus recién mejoradas condiciones a fin de colaborar en la producción de guerra y
ayudar a las víctimas y a los refugiados procedentes de los territorios ocupados por
Franco» (ídem.). La “acción revolucionaria” que nos plantea Korsch es hacer que los obreros y
campesinos trabajen como esclavos por la economía de guerra. ¡Eso es lo que desean los patronos!.
¡Que los trabajadores se sacrifiquen voluntariamente por la producción!. ¡Qué encima de trabajar
como condenados dediquen todos sus pensamientos, toda su iniciativa, toda su creatividad, a
mejorar la producción!. ¡Tal es por ejemplo la “muy revolucionaria actividad” de cosas como los
círculos de calidad!.
Korsch constata que «en su heroica primera fase el movimiento español descuidó la salvaguardia
política y jurídica de las nuevas condiciones económicas y sociales conseguidas» (pag. 142). El
“movimiento” descuidó lo esencial: la destrucción del Estado burgués, única forma seria de
“salvaguardar” cualquier logro económico o social de los trabajadores. Además «los logros
revolucionarios de los primeros momentos fueron incluso sacrificados voluntariamente por sus
propios artífices en un vano intento de apoyar el objetivo principal de la lucha común contra el
fascismo» (pag.140). Esta afirmación de Korsch desmiente por sí misma todas sus especulaciones
sobre la pretendida “revolución española”, evidenciando lo que en realidad pasó: los obreros fueron
alistados en la guerra imperialista, enmascarada como “antifascista”.
¡Estas elucubraciones de Korsch están en los antípodas de las tomas de posición del GIK que afirma
claramente que «las empresas colectivizadas son colocadas bajo el control de los sindicatos y
trabajan para las necesidades militares ... ¡Nada tienen que ver con una gestión autónoma de los
obreros! ... La defensa de la revolución sólo es posible sobre la base de la dictadura del
proletariado por medio de los Consejos Obreros y no sobre la base de la colaboración de todos los
partidos antifascistas. El aplastamiento del Estado y el ejercicio de las funciones centrales del
poder por los obreros mismos es el eje de la revolución proletaria» (Octubre 1936).
Las concesiones a la CNT y el anarquismo
El Comunismo de los Consejos tiene una gran dificultad para abordar correctamente la cuestión del
Partido del proletariado, la naturaleza primordialmente política de la Revolución proletaria, el
balance de la revolución rusa que considera “burguesa” etc.14. Estas dificultades le hacen sensible a
los planteamientos del anarquismo y del anarco sindicalismo.
Así, Mattick abrigó grandes esperanzas sobre la CNT: «en vista de la situación interna española,
un capitalismo de estado controlado por los socialistas-estalinistas es improbable también por la
simple razón de que el movimiento obrero anarcosindicalista tomaría probablemente el poder antes
que doblegarse a la dictadura socialdemócrata».
Esta expectativa no se cumplió en absoluto: la CNT era dueña de la situación y sin embargo no
empleó esa posición para tomar el poder e implantar el comunismo libertario. Asumió el papel de
baluarte defensivo del Estado Capitalista. Renunció tranquilamente a “destruir el Estado”, envió
ministros anarquistas tanto al gabinete catalán como al gobierno central y puso todo su empeño en
disciplinar a los obreros en las fábricas y en movilizarlos para el frente. Tamaña contradicción con
los postulados que durante años había proclamado ruidosamente no era el resultado de la traición de
unos jefes o de toda la cúpula de la CNT sino el producto combinado de la naturaleza de los
sindicatos en la decadencia del capitalismo y de la propia doctrina anarquista15.
Mattick hace malabarismos verbales para ignorar esta realidad: «la idea de que la revolución
solamente puede hacerse desde abajo, mediante la acción espontánea y la iniciativa autónoma de
los trabajadores está anclada en esta organización (se refiere a la CNT), a pesar de que a menudo
pueda haber sido violada. El parlamentarismo y la economía dirigida por los trabajadores son
contemplados como falsificación obrera y el capitalismo de Estado es puesto en el mismo plano
que cualquier otra clase de la sociedad explotadora. En el curso de la presente guerra civil, el
anarcosindicalismo ha sido el elemento revolucionario con más empuje, esforzándose en convertir
el lenguaje revolucionario en realidad» (pag.42).
La CNT no convirtió su lenguaje revolucionario en realidad sino que lo contradijo en todos sus
puntos. Sus proclamas anti-parlamentarias se transformaron en apoyo descarado al Frente Popular
en las elecciones de febrero de 1936. Su palabrería anti-estatal se convirtió en defensa del Estado
burgués. Su oposición al “dirigismo económico” se materializó en una férrea centralización de la
industria y la agricultura de la zona republicana puestas al servicio de la producción de guerra y el
abastecimiento del ejército a costa de la población. Bajo la máscara de las colectividades, la CNT
colaboró en la implantación de un capitalismo de Estado al servicio de la economía de guerra, como
ya señaló el GIK en 1931 «la CNT es un sindicato que aspira a tomar el poder como CNT. Esto
debe conducirle necesariamente a una dictadura sobre el proletariado ejercida por la dirección de
la CNT (capitalismo de Estado)».
Mattick abandona el terreno del marxismo y se coloca en el de la fraseología, típico del anarquismo,
cuando nos habla de “revolución desde abajo”, “iniciativa autónoma” etc. La demagogia sobre la
“revolución desde abajo” sirve para sumergir a los trabajadores en todo tipo de frentes interclasistas
hábilmente manipulados por la burguesía. Esta es experta en disimular sus intereses y objetivos tras
la capa de “los de abajo”, una masa interclasista donde al final cabe todo el mundo excepto el
puñado de “malos de turno” contra los cuales se dirigen todas las iras. La retórica sobre la “lucha de
los de abajo” fue utilizada hasta la náusea por la CNT para hacer comulgar a los obreros con los
“camaradas” patronos “antifascistas”, con los “camaradas” políticos “antifascistas” y los
“camaradas” militares “antifascistas” etc. etc.
Respecto a la “iniciativa autónoma” es una combinación de vocablos que los anarquistas emplean
para indicar una acción que no es “dirigida” por “políticos” ni “en vistas a la toma del poder”. Sin
embargo, a la CNT y a los libertarios de la FAI no les importó lo más mínimo que los obreros se
subordinaran a políticos republicanos de derecha e izquierda ni que su presunta “iniciativa
autónoma” tuviera como eje la defensa del poder burgués.
En la página 41 Mattick agudiza su naufragio en el pantano anarquista al decir que «en estas
circunstancias las tradiciones federalistas serían de enorme valor, dado que formarían el necesario
contrapeso contra los peligros del centralismo». La centralización es una fuerza fundamental de la
lucha proletaria. La idea según la cual la centralización es un mal absoluto, es propia del
anarquismo, reflejando el temor pequeño burgués a perder su pequeña parcela donde es amo en
exclusiva. La centralización es para el proletariado la expresión práctica de la unidad que existe en
su seno: tiene los mismos intereses en sus diferentes sectores tanto productivos como nacionales,
tiene un mismo objetivo histórico: la abolición de la explotación, la instauración de la sociedad sin
clases.
El problema no es la centralización sino la división en clases de la sociedad. La burguesía necesita
un Estado centralizado y a éste el proletariado debe oponer la centralización de sus instrumentos de
organización y de lucha. El “federalismo” en el seno del proletariado significa la atomización de sus
fuerzas y sus energías, la división según falsos intereses corporativos, locales, regionales, que
brotan del peso de la sociedad de clases y, en manera alguna, de sus propios intereses, de su propio
ser. El federalismo es un veneno de división en las filas del proletariado que lo desarman frente a la
centralización del Estado burgués.
Según los dogmas anarquistas la “federación” es el antídoto a la burocracia, la jerarquía, el Estado.
La realidad no confirma tales dogmas. Los reinos de taifas “federales” y “autónomos” encubren a
pequeños burócratas, tan arrogantes y manipuladores como los grandes dignatarios del aparato
estatal. La jerarquía a escala nacional es reemplazada por una jerarquía no menos pesada a nivel
local o de grupo de afinidad. La estructura estatal centralizada a nivel nacional, una conquista
histórica de la burguesía frente al feudalismo, da paso a una estructura no menos estatal pero a
escala de una población o de un cantón, tan opresora o más que la nacional.
La práctica concreta del “federalismo” por parte de la CNT-FAI en 1936-39 es elocuente: como
reconocen hasta los propios anarquistas, los cuadros de la CNT ocuparon con gran avidez los
mandos de las colectividades agrarias, los Comités de empresa o de las unidades militares, donde se
comportaron como verdaderos tiranos . Cuando se vio clara la derrota republicana, una parte de
esos pequeños jefes “libertarios” negoció la continuidad de sus prebendas con las franquistas.
Cuando Mattick empieza a reflexionar sobre la matanza de Mayo 1937 perpetrada por los
estalinistas con la evidente complicidad de la CNT, su entusiasmo sobre ésta empieza a enfriarse:
«los trabajadores revolucionarios deben reconocer también a los líderes anarquistas, que también
los aparatchiks de la CNT y la FAI se oponen a los intereses de los trabajadores, pertenecen al
bando enemigo» (pag.110), «las palabras radicales de los anarquistas no se pronunciaban para
que fueran seguidas; simplemente servían como un instrumento para el control de los trabajadores
por el aparato de la CNT; “sin la CNT”, escribían orgullosos, “la España antifascista sería
ingobernable» (pag.113).
Sin embargo, al reflexionar sobre las razones de la traición, Mattick muestra la fuerte infección de
su pensamiento por el virus anarquista: «la CNT no se planteó la revolución desde el punto de vista
de la clase trabajadora, sino que su principal preocupación ha sido siempre la organización.
Intervenía a favor de los trabajadores y con la ayuda de los trabajadores, pero no estaba
interesada en la iniciativa autónoma y en la acción de los trabajadores independientes de intereses
organizativos» (pag.113). «(la CNT) con el fin de dirigir, o de participar en la dirección, tenía que
oponerse a cualquier iniciativa autónoma de los trabajadores y así tuvo que apoyar la legalidad, el
orden y el gobierno» (pag. 114).
Mattick plantea las cosas como el anarquismo: la “organización” en general, el “poder” en general.
La Organización y el Poder como categorías absolutas intrínsecamente opresoras de las
inclinaciones naturales a la “libertad” y la “iniciativa” del individuo trabajador.
Todo esto no tiene nada que ver con la experiencia histórica. Existen organizaciones burguesas y
organizaciones proletarias. Una organización burguesa es necesariamente enemiga de los
trabajadores y por ello tiene que ser “burocrática” y castrante. De la misma forma, una organización
del proletariado que cae en concesiones cada vez mayores a la burguesía, se va alejando de los
trabajadores, se convierte en extraña y opuesta a sus intereses y, como consecuencia de todo ello, se
“burocratiza”, se hace opresora y coactiva frente a sus iniciativas. Pero de ahí no se deduce en
absoluto que el proletariado no deba organizarse, tanto a nivel de masas (Asambleas y Consejos
Obreros) como a nivel de su vanguardia (Partido, organizaciones políticas). La organización es para
él una palanca esencial, un estímulo para su iniciativa y autonomía política.
Lo mismo se puede decir respecto a la cuestión del poder. Resulta que el “afán de poder”, de
“dirigir”, sería lo que llevaría a la CNT a oponerse a los trabajadores. Se trataría de que “el poder
corrompe”, cuando en realidad lo que corrompe a una organización proletaria hasta el extremo de
convertirla en enemiga de los trabajadores es su subordinación al programa y los objetivos del
capitalismo. Además, en el caso de la CNT operaba el problema de fondo que, en el periodo de
decadencia del capitalismo, como sindicato que era, no podía tener una existencia permanente sin
integrarse dentro del Estado capitalista.
Todo esto lleva a Mattick a la traca final: «la CNT hablaba en anarcosindicalista y obraba como
bolchevique, es decir, como capitalista» (pag.114). Esta frase tan redonda muestra como los peores
errores del Comunismo de los Consejos son harina para los panes de la campaña anticomunista de
la burguesía. No podemos extendernos en desmontar la falsedad de comparación tan odiosa,
simplemente queremos recordar que los bolcheviques lucharon con todas sus fuerzas, de palabra y
de obra, contra la Iª Guerra Mundial, una matanza de 20 millones de personas; la CNT hablaba
retóricamente contra la guerra en general y se dedicó a reclutar a los obreros y campesinos para la
guerra española antesala de la IIª Guerra Mundial que liquidó a 60 millones de hombres. Los
bolcheviques hablaron y obraron sobre la Revolución proletaria con Octubre 1917 y siguieron
hablando y obrando buscando la extensión internacional de la revolución sin la cual estaba
condenada a la derrota como luego sucedió. En cambio la CNT hablaba mucho sobre el
“comunismo integral” y se dedicó a sostener integralmente el Estado capitalista y la explotación
capitalista.
Capítulo V: El mito de la “revolución
española”
Este Capítulo es esencialmente polémico. Tratamos de aportar argumentos y análisis que desmontan
la farsa de la pretendida “revolución española de 1936”.
Hay dos trabajos referidos al grupo Fomento Obrero Revolucionario y a su principal animador,
Munis, hoy ya fallecido. En el artículo ¿Una revolución más profunda que la revolución rusa de
1917?, aparecido en la REVISTA INTERNACIONAL número 25, respondemos a la teoría de FOR
según la cual no solo en España 1936 hubo una revolución sino que ésta fue mucho más “profunda
y avanzada” que la de 1917. En otro artículo, que ya apareció en la 2ª edición de nuestro folleto,
respondemos al libro JALONES DE DERROTA PROMESA DE VICTORIA obra personal de
Munis, el cual tiene un indudable contenido revolucionario en muchos puntos pero que insiste en la
tesis de la naturaleza revolucionaria de los acontecimientos de España 1936 y su pretendida
superioridad sobre la Revolución Rusa de 1917.
El trabajo sobre las Colectividades Anarquistas que apareció en la REVISTA INTERNACIONAL
número 15 desvela, basándose en datos proporcionados por la propia CNT de entonces, la realidad
de esa supuesta “obra revolucionaria”: un medio radical de alistar a los obreros y campesinos para
el esfuerzo de guerra.
1.Crítica del libro JALONES DE DERROTA
PROMESAS DE VICTORIA
Se cumple el 50 aniversario de los acontecimientos de 1936 en España.
En Barcelona el grupo Fomento Obrero Revolucionario ha organizado unas jornadas de «Balance
Comunista de la Revolución Española de 1936».
Es absolutamente necesaria una reflexión militante sobre los acontecimientos de 1936 en vistas a
armar a las generaciones obreras actuales con las lecciones de aquella experiencia, pero el
planteamiento de las Jornadas está viciado de origen: considerar como “revolución proletaria” los
acontecimientos de 1936.
Siguiendo a BILAN, órgano de la Fracción Italiana de la Izquierda Comunista, nosotros pensamos
que aquellos acontecimientos, situados en un curso internacional de derrotas obreras y de
degeneración y paso definitivo al Capital de los Partidos Comunistas, constituyeron una cruel
derrota del combativo proletariado español, el cual, atrapado por el antifascismo, fue llevado a la
matanza de una guerra entre dos bandos capitalistas (Franco y la República), lo que significó la
culminación de los largos preparativos del capitalismo mundial para alistar al proletariado en la
terrible carnicería de la IIª Guerra Mundial.
La crítica de la pretendida “revolución española” sustentada por FOR no es una cuestión académica
sino plenamente militante.
Con la misma fuerza con que FOR defiende la quimera de una “revolución en 1936”, rechaza las
potencialidades contenidas en las luchas actuales del proletariado. Contrariamente, la lucidez y la
valentía de BILAN denunciando, contra corriente, la matanza imperialista perpetrada en España,
nos suministra el método con el que nuestra Corriente afirma las potencialidades de la lucha de
clases y asume una intervención decidida en ella.
El FOR, víctima de la ideología burguesa, ve las cosas al revés. La burguesía en sus primeros libros
y series sobre 1936 ve aquellos acontecimientos como una “revolución”, al mismo tiempo que
insiste en que hoy los obreros “no luchan”, hoy “la revolución proletaria es una utopía del pasado”.
Las tesis de FOR se inspiran en el libro de Munís «Jalones de Derrota, Promesa de Victoria», libro
escrito en los años 40, cuando aún era militante de la Internacional Trotskista. El libro está
atravesado por una indiscutible voluntad revolucionaria y contiene una elocuente denuncia de los
métodos del stalinismo. Sin embargo, su tesis esencial es la caracterización de los acontecimientos
como una “revolución proletaria” y el rechazo implícito de que el proletariado fuera encadenado a
una guerra imperialista.
El libro incluye una «Reafirmación», escrita en 1977 donde si bien rechaza una serie de posturas
sobre las elecciones, la naturaleza de los partidos “socialistas”, los sindicatos, etc., inspiradas en el
trotskysmo, insiste y refuerza la tesis de una “revolución española” considerándola como “más
profunda” que la revolución proletaria de Rusia 1917.
En la medida en que tan lamentable desvarío oportunista está en la base de toda una serie de
confusiones que FOR manifiesta actualmente sobre la dinámica de la lucha obrera, las condiciones
de la revolución proletaria y las maniobras de la burguesía contra el proletariado, se hace necesaria
una crítica sistemática del libro de Munís, pues esas confusiones dificultan a FOR la comprensión
de las potencialidades y la dinámica de las luchas obreras actuales y asumir en consecuencia una
intervención activa y positiva frente a ellas[1] .
Las condiciones de la revolución proletaria
El 1º Congreso de la Internacional Comunista dejó bien clara la naturaleza de la época abierta con la
Iª Guerra Mundial: «Una nueva época surge. Epoca de la disgregación del capitalismo, de su
hundimiento interior. Epoca de la revolución comunista del proletariado» (Plataforma de la IC).
Pero ¿quiere esto decir que la revolución proletaria es posible en cualquier momento de la
decadencia del capitalismo? ¿quiere decir, concretamente, que los acontecimientos que sacuden
España desde 1931, y que se aceleran a partir de 1936, constituyen un movimiento revolucionario?.
Para establecerlo no hay que basarse exclusivamente en la violencia y radicalidad de los choques de
clases que estremecen la España de la época, sino en el análisis de la relación de fuerzas entre las
clases a escala internacional y de toda una época histórica.
Este análisis del curso histórico[2] nos permite determinar si los distintos conflictos y situaciones se
inscriben en un proceso de derrotas del proletariado en la perspectiva de la guerra imperialista
generalizada, o, por contra, en un proceso de ascenso de la lucha de clases en dirección hacia
enfrentamientos de clase revolucionarios.
Para saber en qué curso se inscriben los acontecimientos de España es preciso responder a una serie
de preguntas:
- ¿Cual era la relación de fuerzas mundial entre las clases? ¿Evolucionaba en favor del proletariado
o de la burguesía?.
- ¿ Cual era la orientación de las organizaciones políticas del proletariado? ¿Era hacia la
degeneración oportunista, la disgregación y la integración en el campo capitalista o, por el
contrario, era hacia la claridad y hacia el desarrollo de su influencia? Más concretamente: ¿Contaba
el proletariado con un Partido capaz de orientar sus combates hacia la toma del poder?
- ¿Se desarrollaron y afirmaron como alternativa de poder los Consejos Obreros?.
- ¿Atacó el proletariado con su lucha hasta destruirlo el Estado capitalista en todas sus formas e
instituciones?
Como vamos a ver, Munís no se molesta en analizar, a escala internacional, el balance de fuerzas
entre las clases, encuentra en España la “novedad” de que pueda hacerse una revolución proletaria
sin que exista el Partido, cual nuevo Quijote toma unos supuestos «Comités-Gobierno» por
Consejos Obreros en la más increíble de las ligerezas. Con esas salsas indigestas nos sirve el plato
de la “revolución española de 1936”.
Diametralmente opuesto es el método de Bilan y otros comunistas de izquierda (p. ej. la minoría de
la Liga de los Comunistas Internacionalistas encabezada por Mitchell): parten de un análisis
histórico-mundial de la relación de fuerzas, inscribiendo en él los sucesos de España, constatan no
sólo la inexistencia de un partido de clase sino la desbandada y paso a la burguesía de la mayoría de
organizaciones obreras; denuncian la rápida recuperación por parte del Estado capitalista de los
órganos obreros embrionarios del 19 de Julio, y, sobre todo, alzan su voz contra la trampa criminal
de una supuesta “destrucción” del Estado burgués republicano que, en realidad escondido tras el
embozo de un “gobierno obrero” destruye el terreno de clase de los trabajadores y los lleva a la
matanza imperialista de la guerra contra Franco.
El curso internacional de la lucha de clases
«Jalones de Derrota, Promesa de Victoria» tiene 517 páginas. Inútil encontrar en tan larga
extensión un mínimo análisis de las condiciones de la lucha proletaria mundial en los años 30.
¿Cual era la correlación de fuerzas después de las terribles derrotas de los años 20? ¿Cómo venía
condicionada la situación de los obreros españoles por la muerte de la Internacional Comunista y la
degeneración acelerada de los partidos comunistas? ¿Qué prevalecía, en definitiva, en los años 30?
¿El curso a la guerra imperialista o el curso a los enfrentamientos de clase en el terreno del
proletariado?
Responder a estas cuestiones era vital para determinar si había o no revolución en España y, sobre
todo, pronunciarse sobre la naturaleza del violento conflicto militar entablado entre las fuerzas
franquistas y republicanas y ver su relación con la agravación de los conflictos imperialistas que
golpeaban el mundo por esa época.
El libro de Munís elude sistemáticamente esas cuestiones. Por sorprendente que parezca, Munís
apenas habla de la guerra entre Franco y la República ni se le ocurre plantear sus conexiones
internacionales más que muy de pasada. Ahora bien, encontramos un inequívoco pronunciamiento:
«La guerra civil misma, expresión máxima de la revolución, va a ser aprovechada para destruir la
revolución» (pag. 334).
Para Munís, los obreros españoles hacen la revolución contra el alzamiento de Franco del 18 de
Julio e inmediatamente se lanzan a una guerra militar contra él bajo la bandera del Estado
republicano, o sea, bajo una bandera capitalista, y esa guerra sería ¡la “expresión suprema de la
Revolución”!
Aclaremos las cosas. El 19 de Julio de 1936, contra el alzamiento de Franco, los obreros declaran la
huelga y acuden masivamente a los cuarteles para desarmar la intentona franquista, sin pedir
permiso ni al Frente Popular ni al Gobierno Republicano que, por su parte, procuran zancadillearles
todo lo que pueden. En esta acción, uniendo la lucha reivindicativa y la lucha política, hacen
fracasar la mano asesina de Franco. Pero otra mano asesina los paraliza con un abrazo: es el
Gobierno republicano, el Frente Popular, Companys, quienes con el auxilio de la CNT y el POUM,
consiguen que los obreros abandonen su terreno clasista de la batalla social, económica y política,
contra Franco y la República, y se desplacen hacia el terreno capitalista de una batalla
exclusivamente militar en las trincheras y la guerra de posiciones, exclusivamente contra
Franco. Ante la respuesta obrera del 19 de Julio el Estado Republicano “desaparece”, la burguesía
“no existe”, todos se agazapan detrás del Frente Popular y de organismos “más a la izquierda” como
el Comité Central de Milicias Antifascistas, o el Consejo Central de Economía. En nombre de ese
“cambio revolucionario” tan fácilmente conquistado, la burguesía pide y consigue de los obreros la
Unión Sagrada en torno al objetivo único y exclusivo de batir a Franco. Las masacres sangrientas
que se suceden en Aragón, Madrid, Oviedo, no son “la expresión suprema de la revolución”, sino el
resultado criminal de la maniobra ideológica de la burguesía republicana que consigue abortar los
gérmenes clasistas del 19 de Julio.
Desplazado de su terreno de clase, el proletariado será enrolado en la guerra imperialista, y en el
terreno social se le impondrán más y más sacrificios en nombre de la producción de guerra.
Reducción de salarios, jornadas agotadoras, racionamientos,… Desarmado políticamente, el
proletariado de Barcelona se rebelará desesperadamente en Mayo de 1937, siendo vilmente
masacrado por quienes, vilmente, le habían engañado: «El 19 de Julio de 1936, los proletarios de
Barcelona, con puño desarmado, repelieron el ataque de los batallones de Franco armados hasta
los dientes. El 4 de Mayo de 1937, esos mismos proletarios, armados, dejan en la calle muchas
más víctimas que en Julio cuando tuvieron que repeler a Franco, y es el Gobierno Antifascista - en
el que están los anarquistas y del que el POUM es indirectamente solidario - quien da rienda suelta
a la gentuza de las fuerzas represivas contra los obreros» (BILAN: «Plomo, metralla, cárcel: ¡Así
responde el Frente Popular a los obreros de Barcelona que se atreven a resistir el ataque
capitalista»).
«¿Los frentes militares una necesidad impuesta por la situación? ¡No! ¡Fueron una necesidad
para el capitalismo con la finalidad de sitiar y destruir a los obreros! El 4 de Mayo de 1937 es la
prueba evidente de que, después del 19 de Julio, el proletariado tenía que combatir contra
Companys y Giral al igual que contra Franco. Los frentes militares no podían sino cavar la tumba
de los obreros porque representaban los frentes de guerra del capitalismo contra el proletariado.
Contra esta guerra, los proletarios españoles, al igual que sus hermanos rusos que dieron el
ejemplo de 1917, sólo podían replicar desarrollando el derrotismo revolucionario en los dos
campos de la burguesía: el republicano y el fascista. Transformando la guerra imperialista en
guerra civil con la finalidad de la destrucción total del Estado burgués» (BILAN, ídem).
El oportunismo de Munís viendo una “guerra revolucionaria” en una salvaje guerra intercapitalista,
se inspira en el oportunismo de ver los acontecimientos de España desde un prisma exclusivamente
nacional (olvidando que el acta de defunción de la Internacional Comunista fue la proclamación
stalinista del “socialismo en un solo país”). De la misma forma que es imposible la construcción del
socialismo en un solo país, es imposible un proceso revolucionario desarrollándose en un solo país.
Pero Munís despacha el problema con una valoración de la situación internacional de un optimismo
aventurero:
«Se podría tener por cierto que el proletariado español habría disfrutado de una solidaridad
internacional mucho más extensa y activa que aquella que, antaño, impidió la intervención
extranjera a gran escala contra la revolución rusa. Francia se hallaba al borde de la guerra civil,
Mussolini se tambaleaba, en Inglaterra renacía la ofensiva obrera, Hitler mismo resentía el efecto
de la esperanza mundial despertada por la revolución española y Stalin habría sido aparatosa y
finalmente desenmascarado» («Jalones,…» pag. 380)
¿Francia al borde de la guerra civil cuando los obreros eran arrastrados hacia la Unión Sagrada por
el Frente Popular? ¿Mussolini tambaleándose? ¿Ofensiva obrera en Inglaterra? ¿Hitler sintiendo la
esperanza mundial de los oprimidos? ¿Stalin a punto de ser desenmascarado cuando podía liquidar
impunemente a todos los viejos bolcheviques?,… ¿En que planeta vivía Munís y ha vivido después?
Munís cerró de tal manera las puertas y ventanas para analizar el 36 español, que para él todo el
monte es orégano…
«Si el criterio internacionalista significa algo, hay que afirmar que bajo el signo de un crecimiento
de la contrarrevolución a nivel mundial, la orientación política de España, desde 1931 a 1936, no
podía sino seguir una dirección paralela y no el curso inverso de un desarrollo revolucionario (…),
la revolución no puede alcanzar su pleno desarrollo sino como producto de una situación
revolucionaria a escala internacional. Solo sobre esta base podemos explicar los fracasos de la
Comuna de París y de la Comuna rusa de 1905, así como la victoria del proletariado ruso en
Octubre de 1917» (Mitchell: «La guerra en España»; Enero de 1937).
El optimismo oportunista de Munís le hace ver como “solidaridad proletaria internacional”, el envío
de proletarios a la masacre imperialista en España, enrolados en las tristemente célebres Brigadas
Internacionales: «El ataque feliz del proletariado a los altares del capitalismo encendió las
esperanzas de los oprimidos. En todos los países se produjeron manifestaciones de solidaridad,
peticiones de ayuda o de envíos de armas a España (…), y no necesito hablar de las docenas de
miles de hombres de todos los países que fueron a ofrecer su sangre por la revolución
española» («Jalones,…» pag. 395).
Perdido en el oportunismo, Munís es incapaz de denunciar la preparación “psicológica” de los
proletarios del mundo para la guerra imperialista, a través de la “solidaridad antifascista” de las
Brigadas Internacionales: «Nos dirigimos con vehemencia a los proletarios de todos los países para
que no acrediten con el sacrificio de su vida la masacre de los obreros en España. Para que se
nieguen a ir a España con las columnas internacionales y en cambio comprometan su lucha de
clase contra su propia burguesía. El proletariado español no debe mantenerse en el frente por la
presencia de obreros extranjeros que den la impresión de que verdaderamente luchan por una
causa internacional» (BILAN: «La lección de los acontecimientos en España»).
La necesidad del partido revolucionario
Munís reconoce abiertamente la descomposición oportunista de las distintas organizaciones tanto en
España como en el mundo. Reconoce la degeneración y paso al capitalismo de los partidos
comunistas, reconoce sin ambages la capitulación de la CNT-FAI. Reconoce igualmente cómo la
propia organización donde militaba - la Izquierda Comunista - se desagregaba uniéndose la mayoría
con el Bloque Obrero y Campesino, infectado de oportunismo hasta la médula, para formar el
POUM que pronto capitularía a su vez ante el capitalismo. Munís reconoce finalmente que las
tendencias que se rebelan contra esa acumulación de desastres - su grupo, la Fracción Bolchevique
Leninista y dentro de la CNT la corriente “Amigos de Durruti” - eran «débiles y sin organización ni
cuadros numerosos, no estaban en condiciones de asegurar la victoria» («Jalones,... pag.465).
Así pues para Munís se dió una revolución proletaria en España, mientras todas las organizaciones
obreras pasaban al campo burgués o eran reducidas a la mínima expresión. Munís ve posible una
revolución proletaria ¡sin que exista Partido de Clase!, lo cual para él, constituye la “novedad
fundamental” de la revolución española”: «Queda por señalar otra experiencia del 19 de Julio que
tiene validez internacional. Es sin duda la más importante de todas, pues la revolución española la
puso de relieve enteramente por primera vez. Se refiere a la objetividad del ritmo de desarrollo de
la revolución independientemente de las ideas y los partidos. De 1931 a 1936 las masas absorben
una experiencia que las empuja continuamente a la izquierda. No existe ningún partido que
condense esa experiencia, coordine la actividad de las masas y la apunte hacia el supremo objetivo
histórico» (ídem pag. 281).
Convencido de la importancia de su “descubrimiento”, Munís insiste una y otra vez sobre ello: «El
desarrollo de la revolución alcanzaba la fase suprema a despecho de la carencia de un partido
propiamente revolucionario» (ídem pag. 282), y «Ninguna revolución ha ido tan lejos como la
española por su solo impulso elemental, sin partidos que la ayudaran, la organizaran y la
expresaran al mismo tiempo» (pag. 313).
¿Es consciente Munís del alcance político de tamaño descubrimiento? ¿Por qué la Reafirmación
escrita en 1977 no critica una tesis tan desastrosa?
En efecto, semejante tesis supone negar la necesidad del Partido para el triunfo de la revolución
proletaria. Constituye una brutal concesión al consejismo pese a que tanto Munís como el FOR
defienden teóricamente (platónicamente habría que decir) la necesidad del Partido.
Armado de semejante “teoría” ¿Con qué convicción puede el FOR intervenir en las luchas obreras
actuales para orientarlas en una perspectiva revolucionaria? ¿Que utilidad puede encontrar a la
discusión y al reagrupamiento de los revolucionarios? Una “teoría” así constituye una bomba de
relojería sobre la actividad de FOR y de todos los grupos que piensen como él, pues niega
radicalmente la base misma de su existencia, empujándolos al nihilismo, la pasividad, la deserción
del combate de clase en la actual situación histórica decisiva[3].
El Partido de Clase no es un lujo del cual se puede prescindir, ni es, en manera alguna, un aparato
venido a compensar la debilidad de los obreros. Al contrario, el desarrollo de la fuerza y la
conciencia de los obreros exige la constitución del Partido como instrumento indispensable para el
triunfo de la revolución proletaria. No puede darse una desbandada oportunista hacia la burguesía
de todas las fuerzas revolucionarias a la vez que las masas obreras van de victoria en victoria. Es
justo al contrario: el ascenso de la lucha de clases es resultado, a la vez que impulso, de un
movimiento de clarificación y reagrupamiento de los revolucionarios. Inversamente, la desbandada
oportunista de las organizaciones revolucionarias, y su reducción a la mínima expresión traduce, a
la vez que refuerza, un curso de derrotas de la clase.
La clave de la monstruosa afirmación de Munís la encontramos en un pasaje donde enumerando
todas las hazañas de la “revolución española” aclara que todo eso «ocurría sin que ninguna fuerza
consciente, ninguna organización, se lo propusiera deliberadamente, lo que constituye una
monumental e irrefutable demostración de la necesidad histórica inmediata de la revolución
socialista y de la madurez de todas las condiciones objetivas necesarias» (ídem pag. 356).
Por un lado Munís postula que la revolución proletaria no necesita un partido de clase, por otra
parte, yendo aún más lejos, descubre que puede surgir inconscientemente, “sin que nadie se lo
proponga deliberadamente” (¡¡¡). En ambas cuestiones cruciales, Munís y con él FOR, abandonan
abiertamente el marxismo para deslizarse hacia el oportunismo consejista, pues lo que caracteriza a
éste son precisamente esos dos postulados: negación de la necesidad del Partido y afirmación de la
ridícula pretensión de que las masas obreras pueden adquirir la conciencia necesaria para el triunfo
de la revolución en el momento mismo de la lucha.
Nosotros pensábamos que la revolución proletaria era la primera revolución plenamente consciente
de la historia, pero Munís nos descubre que puede hacerse inconscientemente. Munís olvida que
«para el triunfo definitivo de las tesis expuestas en el Manifiesto, Marx confiaba tan solo en el
desarrollo intelectual de la clase obrera que debía resultar inevitablemente de la acción conjunta y
la discusión. Los acontecimientos, las vicisitudes de la lucha contra el capital, las derrotas más
aún que las victorias, no podían dejar de hacer ver a los combatientes la insuficiencia de todas las
panaceas en que hasta entonces habían caído y de tornarles más capaces de penetrar hasta las
verdaderas condiciones de la emancipación obrera» (Engels: «Prefacio a la edición alemana del
Manifiesto», en 1890).
Ese “desarrollo intelectual” lo adquiere la clase obrera en un duro proceso de enfrentamientos con
la burguesía en el curso de los cuales se separa progresivamente del control de la ideología burguesa
y se orienta hacia sus posiciones de clase defendidas por sus minorías comunistas. Ese proceso,
cuya fuerza decisiva son los comunistas, incluye no sólo las luchas inmediatas y las movilizaciones
masivas, sino una sucesión de batallas políticas, denuncias ideológicas, decantaciones
programáticas, que en su conjunto forjan las armas para el asalto revolucionario del poder
capitalista.
Sin ese proceso, desarrollándose a escala mundial, es imposible que la clase obrera modifique en su
favor la relación de fuerzas con la clase enemiga, relación que por naturaleza (es una clase
explotada) le es desfavorable.
Munís ignora olímpicamente ese proceso, fiándolo todo a que la decadencia del capitalismo en su
objetividad establezca “la madurez de las condiciones objetivas necesarias”. Tal forma de ver las
cosas supone una brutal subestimación de la clase burguesa, la cual, ante la decadencia de su
sistema y la amenaza planteada por el primer intento revolucionario del proletariado (1917-23), ha
transformado su Estado en un monstruoso aparato totalitario integrando en su seno, y poniéndolos
en primera línea, a los antiguos partidos obreros (socialdemócratas primero, comunistas después)
así como a los sindicatos, desarrollando con ello una temible capacidad de engaño y
desmovilización del proletariado y de sus organizaciones.
En tales condiciones imaginarse una revolución que surge por los puros imperativos de la
decadencia capitalista, es de un oportunismo suicida. El oportunismo no está solamente en olvidarse
del objetivo final en nombre del movimiento. Reside también, simétricamente, en olvidarse del
movimiento concreto aferrándose a la estupidez de que porque vivimos en la decadencia, y ésta
pone a la orden del día la revolución proletaria, ésta puede surgir «literalmente de repente, ante
cualquier chispa que la encienda» (Munís: «La trayectoria quebrada de RI»).
Los consejos obreros
Munís, de la misma forma que ve una revolución donde no hay más que una maniobra de la
burguesía, encuentra organizaciones de masas obreras en los fantasmales “Comités-Gobierno” que
habrían surgido por doquier en las jornadas de Julio.
El hecho mismo de que el nombre “Comités-Gobierno” no sea mencionado por ningún documento
de la época, ni por ningún autor o protagonista de los hechos, es de por sí indicador de como Munís
confunde sus deseos con la realidad.
Sorprende aún más la naturaleza de esos “Comités-Gobierno”: «Donde sin duda, existía menos
democracia era en las grandes ciudades. La fuerza burocrática de las organizaciones obreras
interfería en la iniciativa de las masas relegando la democracia a los lugares de trabajo, mientras
en el plano de cada ciudad el poder era ejercido, ya por un compromiso burocrático entre los
comités superiores de las organizaciones existentes, ya repartiéndoselo tácitamente según la fuerza
material de cada una, ya por una combinación de compromiso y reparto. Esta última fue la
situación general en las ciudades durante los meses inmediatos a Julio» («Jalones,... pag. 292).
Así pues, allí donde la clase obrera es más fuerte, en las grandes ciudades, quienes organizan su
“poder” son las organizaciones “obreras” (todas ellas pasadas a la burguesía). Adentrándonos en ese
terreno de la política-ficción, Munís concluye que «toda la zona salvada de la dominación militar
estaba en manos de una multitud de Comités-Gobierno sin vínculo nacional entre sí, y sin clara
noción de su incompatibilidad con el antiguo estado» (ídem, pag. 293).
¡Extraordinaria revolución cuyos órganos de poder no tienen “vínculo nacional alguno”, ni “noción
clara de su incompatibilidad con el antiguo (¿?) estado!
Podríamos esperar que Munís en la Reafirmación escrita en 1977, con tiempo para reflexionar y
contrastar posiciones con los grupos comunistas, rectificaría despropósitos de tal calibre. Pero ¡que
va! Se adentra aún más en la vía de los descubrimientos geniales, encontrando “otra novedad” en la
“revolución española”:
«No menos importante es lo concerniente a la toma del poder político por los trabajadores. Estaba
supeditado por la teoría y la experiencia rusa de 1917, a la creación previa de nuevos organismos,
allí Soviets. La revolución española la libera de esa servidumbre. Los organismos obreros de poder,
los Comités-Gobierno, surgieron, no como condición del aniquilamiento del Estado capitalista,
sino como su consecuencia inmediata» (ídem, pag.511).
¿Para que demonios quieren los obreros autorganizarse en Asambleas y Comités elegidos y
revocables? ¡Vana empresa! Según la “aportación” de la “revolución española”, primero se destruye
el Estado capitalista y luego se constituyen Consejos Obreros.
Consecuente con tal “innovación”, FOR predica a las luchas obreras actuales que son vanas, pues
primero que nada tienen que “destruir los sindicatos”. Así FOR se inhibe del duro proceso actual de
luchas en las cuales los obreros, peleando contra el sabotaje sindical de sus luchas, forjan su
autorganización, las Asambleas, los Comité elegidos y revocables, los Consejos Obreros en un
período revolucionario, y desde esa autorganización destruyen el Estado capitalista y, con él, los
sindicatos, como culminación de su combate.
La desorientación de FOR frente a las luchas actuales hunde sus raíces en la deformación de lo que
realmente aconteció en 1936. Los órganos obreros surgidos en Barcelona y otros muchos lugares el
19 de Julio, fueron rápidamente ocupados y desfigurados por la canalla de fuerzas capitalistas,
desde UGT-PSOE, hasta los advenedizos de la CNT y el POUM:
«Ahogados de inmediato, los comités de fábrica y los comités de control de las empresas en donde
la expropiación no se realizó (en consideración al capital extranjero o por otras razones), se
transformaron en órganos para activar la producción y, por eso mismo, fueron desdibujados en
cuanto a su significación de clase. No se trataba ya de organismos creados en el curso de la huelga
insurreccional para derribar el Estado, sino de organismos orientados a la organización de la
guerra, condición esencial para permitir la supervivencia y reforzamiento de dicho
Estado» (BILAN: «La lección de los acontecimientos en España»).
Para arrastrar a los obreros a la matanza intercapitalista, todos, desde Companys hasta el POUM,
desde Azaña a la CNT, “ceden el poder” a los órganos obreros: «Ante un incendio de clase, el
capitalismo no puede ni siquiera pensar en recurrir a los métodos clásicos de la legalidad. Lo que
lo amenaza es la independencia de la lucha proletaria que condiciona la otra etapa revolucionaria
hacia la abolición de la dominación burguesa. Por consiguiente, el capitalismo debe rehacer la
malla de su control sobre los explotados. Los hilos de esa malla que antes eran la magistratura, la
policía, las prisiones, se transforman, en la situación extrema de Barcelona, en los Comités de
Milicias, las industrias socializadas, los sindicatos obreros gerentes de los sectores esenciales de la
producción, las patrullas de vigilancia, etc» (BILAN: «Plomo, metralla, cárcel,...).
La destrucción del Estado capitalista
El acto decisivo de la revolución proletaria es la destrucción del Estado burgués. Veamos como
Munís entiende la destrucción del Estado capitalista, el 19 de Julio de 1936: «En el momento de la
insurrección militar, las organizaciones obreras, o bien sostenían con todas sus fuerzas el Estado
capitalista, cual el reformismo y el stalinismo, o bien se acercaban a él, cual la CNT, la FAI y el
POUM. Pese a todo, el Estado y la sociedad capitalista, sin que nadie se lo propusiera
deliberadamente, cayeron por tierra, desmoronados como consecuencia del triunfo obrero sobre la
insurrección reaccionaria» («Jalones...», pag. 279).
«Gráficamente puede decirse que España era burguesa y capitalista el 18 de Julio, proletaria y
socialista el 20 de Julio. ¿Que había ocurrido el 19? Esencialmente, que con su victoria el
proletariado consumó el desarme de la burguesía y el armamento de las masas. Derrotadas y
desbaratadas sus instituciones coercitivas, el Estado capitalista cesó de existir, semejante a una
llama bruscamente privada del oxígeno atmosférico» (ídem, pag 280).
«La situación inmediatamente después del 19 de Julio se caracteriza por una incompleta
atomización del poder político en manos del proletariado y los campesinos. Empleo la palabra
atomización porque la dualidad es insuficiente para dar una imagen cabal de la distribución real
de poderes. Dualidad indica dos poderes contendientes, rivales, capacidad y voluntad de lucha de
una parte y otra. El Estado burgués no estuvo en este caso sino tres meses después de las jornadas
de Julio. Entonces comienza la dualidad propiamente dicha. Mientras tanto, el poder atomizado de
los Comités-Gobierno locales era la única autoridad existente y obedecida, sin más restricción que
su carencia de centralización y la interferencia derechista de las burocracias obreras» (ídem, pag.
295).
¡Que extraña “revolución”! El Estado capitalista “cae por tierra”, la sociedad capitalista “se
desmorona”, la única autoridad reconocida son los “Comités-Gobierno”, pero - detalle nimio - el
poder obrero “no está centralizado” y sufre la “interferencia derechista de las burocracias obreras”,
es decir, el Estado capitalista “desaparecido” y “caído por tierra” sigue más vivo que nunca
reagrupado detrás de las “organizaciones obreras”, del Frente Popular, auxiliado por CNT y POUM.
En su vena de innovaciones del marxismo, Munís descubre que primero se destruye el Estado
capitalista y ¡¡¡una vez destruido, surge la dualidad de poderes!!!, pues, según Munis, el Estado
capitalista resurge a los tres meses,... al parecer, para evitarse los duros calores del verano español,
el Estado burgués se largó de vacaciones,...
La desorientación oportunista del trotskysmo que acabaría llevándolo al campo de la
contrarrevolución, pesa todavía sobre Munís y el FOR para hacerles decir, y mantener, tamaños
despropósitos.¿Que revolución es esa donde subsisten intactos los Gobiernos de Madrid y
Barcelona, subsiste incólume el Frente Popular, la CNT y el POUM se pasan al bando burgués
(supuestamente inexistente, según Munis), los órganos obreros creados el 19 de Julio son
rápidamente encuadrados en la producción de guerra y en las milicias antifascistas y, para rematar la
cosa, los obreros son desviados hacia el frente militar para matarse con los campesinos y obreros
bajo la férula de Franco?
Dejemos que la voz marxista de Bilan y de la minoría de la Liga de los Comunistas
Internacionalistas de Bélgica aclaren el alcance exacto de los hechos:
a) «En lo que respecta a España se ha evocado muy a menudo la revolución proletaria en marcha,
se ha hablado de la dualidad de poderes, el poder “efectivo” de los obreros, la gestión
“socialista”, la “colectivización” de las fábricas y la tierra, pero en ningún momento se han
planteado sobre bases marxistas ni el problema del Estado, ni el del Partido». (Jehan: «La guerra
en España»).
b) «Este problema fundamental (se refiere a la cuestión del Estado) se ha sustituido por el de la
“destrucción de las bandas fascistas”, y el Estado burgués ha quedado en pié adoptando una
apariencia “proletaria”. Se ha permitido que domine el equívoco criminal de su destrucción
parcial, y se ha yuxtapuesto a la existencia de un “poder obrero real” el “poder de fachada” de la
burguesía, que se concretará en Cataluña en dos organismos “proletarios”: el Comité Central de
Milicias Antifascistas y el Consejo de Economía» (Jehan: ídem)
c) «El Comité Central de Milicias representará el arma inspirada por el capitalismo para arrastrar
a los proletarios, por medio de la organización de milicias, fuera de las ciudades y de sus lugares
comunes, hacia los frentes territoriales donde fueron masacrados despiadadamente. Representará
también el órgano que restablece el orden en Cataluña, no con los obreros que serán dispersados
hacia el frente, sino en contra suya. Es cierto que el ejército regular fue prácticamente disuelto,
pero será reconstituido gradualmente con las columnas de milicianos, en donde el Estado Mayor se
conserva netamente burgués, con los Sandino, Villalba y consortes. Las columnas fueron
voluntarias y pudieron conservarse así hasta el momento en que desapareció la embriaguez y la
ilusión de la revolución y reapareció la realidad capitalista. Entonces se caminará a grandes pasos
hacia el restablecimiento oficial del ejército regular y hacia el servicio obligatorio» (BILAN: «La
lección de los acontecimientos en España»).
d) «Los resortes esenciales del Estado burgués permanecieron intactos:
- el ejército tomó otras formas al convertirse en milicia, pero conservó su contenido burgués al
defender los intereses capitalistas de la guerra antifascista.
- la policía formada por los guardias de asalto y los guardias civiles no se deshizo sino que se ocultó
por un tiempo en los cuarteles para reaparecer en el momento oportuno
La burocracia del poder central siguió funcionando y extendió sus ramificaciones en el interior de
las Milicias y del Consejo de Economía, del que no llegó a ser en absoluto agente ejecutivo, sino
que les inspiró por el contrario directrices acordes a los intereses capitalistas» (Jehan, op cit).
«Los tribunales fueron restablecidos rápidamente en su funcionamiento, con la ayuda de la antigua
magistratura y la participación de las organizaciones “antifascistas”. Los tribunales populares de
Cataluña parten siempre de la colaboración con magistrados profesionales y los representantes de
todos los partidos.
Toda la banca y el Banco de España quedaron intactos y por doquier se tomaron medidas de
precaución para impedir (aún con la fuerza de las armas) que las masas se
inmiscuyeran» (BILAN: «La lección,…»).
Conclusión
Si grave es el ver “una revolución proletaria” donde desgraciadamente hay una derrota por el
alistamiento de los proletarios en una guerra intercapitalista, más grave es aún mantener, como
hacen FOR y Munís, los análisis y concepciones que llevan a ese error.
Esos análisis y concepciones expresan, concebidos globalmente, una visión tendente al consejismo
(pese a que FOR y Munís jamás se han reclamado de él) que tiene consecuencias lamentables en
como enfoca hoy FOR la situación de la lucha de clases y su intervención ante ella.
De un lado, esas concepciones y análisis suponen una subestimación de la lucha obrera y, por otra
parte, una subestimación de la capacidad antiobrera de la burguesía, y, en su conjunto, una
subestimación del papel de los revolucionarios.
Por decirlo brevemente, el FOR con su idea de que la revolución proletaria puede venir de repente
sin que nadie se lo proponga, sólo con las condiciones de la decadencia, se siente profundamente
desilusionado porque los obreros siguen sin hacer la revolución. Al mismo tiempo, esperando un
derrumbe del Estado tan fácil como el que creen ver en España 1936, muestran una terrible
subestimación de la enorme capacidad de maniobra de la burguesía, de su estrategia de Izquierda a
la Oposición[4], de “radicalización” de los sindicatos, del sindicalismo de base. FOR sólo ve en las
luchas actuales movimientos sin perspectivas, fácilmente controlados por los sindicatos. Y ve así las
cosas porque no consigue tomar en serio la enorme capacidad de maniobra y sabotaje que tiene la
burguesía frente a las luchas obreras[5].
Hemos visto en esta crítica de «Jalones,…» que, por una parte, el FOR es incapaz de ver la
revolución proletaria como el resultado de un largo y duro proceso de luchas y maduración de la
conciencia de clase, y, por otro lado, el FOR pone en cuestión la necesidad del Partido de Clase para
el triunfo de la revolución. Con ese bagaje es inevitable que el FOR se encuentre profundamente
desarmado para realizar una intervención decidida en las luchas actuales.
En los últimos tiempos, el FOR, sintiendo las necesidades del período, se orienta hacia una mayor
actividad de intervención. Esto es absolutamente positivo y nuestras polémicas, y este artículo,
buscan, entre otras cosas, animarle en ese camino. Pero para que la intervención sea eficaz ha de
tener una clara orientación y dotarse de las armas adecuadas. En ese sentido toda la crítica de
«Jalones,…» es una contribución a esa perspectiva.
[1] En el nº 25 de nuestra Revista Internacional (publicada también en la presente reedición)
polemizamos con una de las ideas de «Jalones,…», retomada por FOR, de que la pretendida
“revolución española” fue “más profunda y radical” que la revolución rusa.
[2] Ver el texto de nuestro 3º Congreso Internacional sobre el curso histórico, así como los artículos
de la Revista Internacional números 15 y 36.
[3] Este artículo se escribió en 1986. Desgraciadamente el análisis sobre la evolución de FOR se
cumplió y a partir de 1989 este grupo proletario ha desaparecido. Antiguos miembros se han
reagrupado en el grupo El Esclavo Asalariado aún más confuso que su predecesor.
[4] En el momento en que se escribió este texto, 1986, tal era la política de la burguesía con su
aparato de izquierdas (PC, PS). Hoy es al revés: propiciar su acceso al gobierno. Sin embargo,
entonces y ahora cumple una misma función de engañar y machacar a los trabajadores.
[5] En la tradición de la Internacional Comunista, de Bilan, etc, nuestra corriente ha dejado bien
claro que la burguesía adopta una estrategia conscientemente planificada contra las luchas obreras a
través, en particular, de sus organismos de “colaboración obrera”: sindicatos y partidos de izquierda.
Esta estrategia que multiplica y profundiza el peso de la ideología dominante sobre los obreros
explica las enormes dificultades y el ritmo lento de la lucha obrera, especialmente en los países
donde los recursos del Estado son mucho más sofisticados y experimentados: las grandes naciones
industriales de Europa Occidental. Ver sobre estas cuestiones el artículo editorial de la Revista
Internacional nº 40/41, el texto del 3º Congreso Internacional de la CCI sobre la Izquierda en la
Oposición (Revista Internacional nº 18), y la Revista Internacional nº 31
2.¿Una revolución más profunda que la
revolución rusa de 1917?
Las confusiones del FOR sobre Octubre 1917 y España 1936
“...Muy lejos de ser una suma de prescripciones ya listas que bastaría aplicar, la realización
práctica del socialismo como sistema económico, social y jurídico, es algo que se pierde
completamente en las nieblas del futuro. En nuestro programa poseemos solamente algunas pocas
indicaciones generales, que señalan la dirección en la que las medidas a tomar deben ser
buscadas, indicaciones, por otra parte, sobre todo de carácter negativo. Nosotros sabemos
aproximadamente lo que debemos suprimir en primer término para dejar libre el camino a la
economía socialista; sin embargo ¿de qué naturaleza serán los primeros millares de medidas
concretas, prácticas y precisas, grandes y pequeñas, apropiadas para introducir las principios
socialistas en la economía, en el derecho, en todas las relaciones sociales?; sobre esto no hay
programa de Partido ni manual socialista que puedan enseñarnos algo. Esto no es una falta, sino
precisamente una ventaja del socialismo científico sobre el utópico...”[1].
Es así como planteó Rosa Luxemburgo la cuestión de las medidas económicas y sociales que debe
asumir la dictadura del proletariado. Este planteamiento sigue siendo válido hoy en día. El
proletariado debe ante todo asegurarse de haber destruido el aparato estatal capitalista. El poder
político es la esencia de la dictadura del proletariado. Sin ese poder, le será imposible efectuar
ninguna transformación económica, social o jurídica en el período de transición entre el capitalismo
y el comunismo.
Es verdad que la experiencia de la contra-revolución estalinista añade otras indicaciones de
“carácter negativo” , muy concreto, por ejemplo, las nacionalizaciones no pueden ser identificadas
con la socialización de los medios de producción. La nacionalización estalinista, y aún la del
período del “comunismo de guerra” (1.918-1.920), consolidaron el poder totalitario de la burguesía
estatal rusa, dándole acceso directo a la plusvalía de los trabajadores rusos. La nacionalización ha
pasado a ser parte integral de la tendencia general del capitalismo de Estado. Esta es una forma
decadente y archireaccionaria del capitalismo, basada en una economía de guerra creciente y
permanente. En Rusia, la nacionalización estimuló la contra-revolución directamente.
Sin embargo, hay tendencias en el movimiento revolucionario actual que aunque dicen que
defienden esa posición general del marxismo, lo deforman y “revisan” con todo tipo de recetas
“económicas y sociales” añadidas al poder político de la dictadura del proletariado.
Entre todas las tendencias, pensamos que el FOR (Fomento Obrero Revolucionario que publica
Alarma, Alarme y Focus, entre otras publicaciones) se destaca por sus peligrosas confusiones.
Nuestra crítica está por tanto dirigida a su manera de enfocar el problema de las medidas políticas y
económicas a tomar por la dictadura de la clase obrera.
Como enfoca el FOR la experiencia de Octubre de 1917
Para el FOR, la experiencia de la Revolución Rusa recalca la necesidad de socializar los medios de
producción desde el primer día de la Revolución. La revolución comunista según el FOR, es tan
social como política. Veamos: “...La Revolución Rusa constituye una advertencia, y la contrarevolución estalinista que la ha suplantado un escarmiento decisivo para el proletariado mundial:
la degeneración de aquella se vio facilitada por la estatalización, en 1.917, de los medios de
producción que una revolución obrera ha de socializar. Unicamente la extinción del Estado, como
el marxismo la concebía, habría permitido transformar en socialización la expropiación de la
burguesía. La estatalización vino a ser un estribo de la contra-revolución....”[2].
El FOR se equivoca al afirmar que en 1.917 hubo estatalización de los medios de producción. Pero
necesita decir esto para después presentar el “comunismo de guerra” como una “superación” del
proyecto inicial económico bolchevique. La verdad es que: “...Casi todas las nacionalizaciones que
tienen lugar antes del verano de 1.918 se deben a razones punitivas, provocadas por la actitud de
los capitalistas, que se niegan a colaborar con el nuevo régimen...”[3].
En 1.917 el partido bolchevique no tenía ninguna intención de agrandar a gran escala es sector
estatizado ruso. Este ya era un sector enorme, que exhibía todas las características burocráticas y
militarizadas de la economía de guerra. Al contrario, lo que los bolcheviques deseaban era
controlar políticamente este capitalismo de Estado, en espera de la revolución mundial. La
desorganización del país y de la Administración eran tan profundos que prácticamente no existía
presupuesto estatal alguno. Los bolcheviques contribuyeron sin querer a una inflación monstruosa
ya que los bancos no les ayudaban, obligándoles a emitir su propio papel moneda (¡en 1.921 más de
80.000 rublos billete por un rublo de oro! ).
Los bolchevique no tenían ningún plan económico concreto en 1.917, sólo el mantener el poder
obrero de los Soviets, en espera de la revolución mundial, especialmente la europea. El mérito de
los bolcheviques, como de decía Rosa Luxemburgo, es haberse “...colocado en la vanguardia del
proletariado internacional con la conquista del poder político..” [4]. En el plano económico y
social Luxemburgo les criticaba severamente , no porque defendiera una suma de prescripciones
teóricas, sino porque muchas de la medidas del Gobierno soviético no eran acertadas, dentro de las
circunstancias dadas. Les criticaba porque verá en estas medidas empíricas obstáculos para el futuro
desarrollo de la Revolución.
El “comunismo de guerra”, que se desarrolló durante la guerra civil, marca sin embargo una
teorización peligrosa de las medidas tomadas. Para el FOR, este período contenía “relaciones no
capitalistas”[5]. El FOR románticamente ignora lo que era una economía de guerra, insinuando
que era una producción y distribución “no capitalista”. Los bolcheviques Lenin, Trotsky, Bujarin,
entre otros, llegaron a afirmar que esta “política económica” los adentraba en el comunismo.
Bujarin en tono delirante, escribía en 1.920: “... La revolución comunista del proletariado va
acompañada, por una disminución de las fuerzas productivas. La guerra civil, hay agudizada por
las vastas proporciones de la moderna guerra de clases, puesto que no sólo la burguesía, sino
también el proletariado está organizado como poder de Estado, significa una pérdida neta
económicamente hablando...”. Pero no hay que temer esto, nos consuela Bujarin: “...Así, la
Revolución y la guerra civil aparecen como una disminución temporal de las fuerzas productivas,
pero a través de la cual queda echada la base para su formidable desarrollo, pues las relaciones
de producción han sido reestructuradas según un nuevo plan fundamental...”[6].
El FOR observa: “ ...El fracaso de esa tentativa ( del “comunismo de guerra”) debido a la caída
vertical de la producción (bajó al 3% de la de 1.913), provocó el retorno al sistema mercantil que
recibió el nombre de NEP: Nueva Política Económica...”[7]. Pero el FOR no critica el “comunismo
de guerra” de ninguna manera seria. Es más, basa su crítica contra la NEP, como si esa política
hubiera marcado algo como “un retorno al capitalismo”. Ya que según FOR el “comunismo de
guerra” era una política “no capitalista”, sería lógico suponer que la NEP era su contrario. Pero esto
es totalmente falso.
Hay que decir abiertamente que el “comunismo de guerra” no tenía nada que ver con la “producción
y distribución comunistas”. Identificar el comunismo con el comunismo de guerra es una
monstruosidad, aunque se haga entre comillas. La Rusia soviética de 1.918-20 era una sociedad
militarizada al máximo. La clase obrera perdió su poder en los Soviets durante ese período que
el FOR idealiza. Es verdad, la guerra contra la contrarrevolución tenía que hacerse y ganarse, y sólo
podía hacerse en conjunción con el desarrollo de la revolución mundial y la formación de un
Ejército rojo. Pero la revolución mundial no llegó y toda la defensa de Rusia recayó sobre un Estado
organizado como un cuartel. La clase obrera y los campesinos apoyaron de la manera más heroica
y ferviente esa guerra contra la reacción mundial, pero no hay que idealizar ni pintar de manera
diferente lo que en verdad pasó.
La guerra civil y los métodos sociales, económicos y policíacos que se sumaron a los militares,
acrecentaron enormemente la burocracia estatal, infectando al partido y aplastando a los Soviets.
Este aparato represivo, que ya no tenía nada de “soviético” es el organizador de la NEP. Entre el
“comunismo de guerra” y la NEP hay una continuidad innegable.
El FOR no responde a esto: ¿cuál era el modo de producción bajo el “comunismo de guerra”?. “No
capitalista” no explica nada, al contrario, oscurece la cuestión. Una economía de guerra no puede
ser sino capitalista. Es la esencia de la economía decadente, de la producción sistemática de
armamentos, de la dominación total del militarismo.
El “comunismo de guerra” era un esfuerzo político y militar de la dictadura del proletariado en
contra de la burguesía. Esto es lo que importa. El aspecto político de control y orientación
proletaria, más que todo. Era este, un esfuerzo temporal y pasajero que iba haciéndose más
peligroso a medida que la revolución mundial se atrasaba. Era un esfuerzo que contenía enormes
peligros para el proletariado organizado ya en cuarteles y, casi sin voz propia. El contenido “no
capitalista” no existe excepto al nivel político antes mencionado. ¡De no ser así, el imperio incaico y
su producción y distribución “no capitalista” sería un buen precursor de la revolución comunista!.
El “comunismo de guerra” ruso se basaba en estos procedimientos supuestamente “anticapitalistas”:
1)
concentración de la producción y distribución a través de los departamentos burocráticos (los
“glavki”).
2)
la administración jerárquica y militar de toda la vida social.
3)
un sistema “igualitario” de racionamiento.
4)
la masiva utilización de la fuerza laboral a través de “ejércitos industriales”.
5)
la aplicación de métodos terroristas de la Cheka en las fábricas, contra las huelgas y
elementos “contra-revolucionarios”.
6)
el incremento enorme del mercado negro.
7)
la política de requisas en el campo.
8)
la eliminación de incentivos económicos y el uso desenfrenado de métodos de
“choque” (udarnost) para eliminar diferencias en ramas industriales.
9)
la nacionalización efectiva de todos los ramos que servían a la industria de guerra.
10)
la eliminación de la moneda.
11) el uso sistemático de propaganda estatal para levantar la moral de la clase obrera y del
pueblo.
12)
servicios gratuitos de transporte, comunicación y alquiler de viviendas.
Si no consideramos el aspecto político del poder de la clase obrera existente aún – esta es una
descripción de una economía de guerra, una economía de crisis. Es interesante hacer notar que el
“comunismo de guerra” jamás pudo ser planificado. Semejante medida, que hubiera significado una
consolidación rápida, permanente y totalitaria de la burocracia, hubiera sido resistida por la clase
obrera. La planificación militar sólo era posible sobre un proletariado completamente agobiado y
derrotado. Es por eso que el estalinismo en 1.928 y en adelante, añade la planificación (decadente) a
una economía que en todo lo demás se parecería al “comunismo de guerra”. La diferencia
fundamental era que la clase obrera había perdido el poder en 1.928. Si en 1.918-20 pudo
controlar en algo el “comunismo de guerra” (el cual, en fin de cuentas expresaba necesidades
pasajeras aunque urgentes), y aún utilizarlo para derrotar a la reacción externa, durante los últimos
años de la NEP ya ha perdido todo su poder político. Por tanto bajo el “comunismo de guerra” como
de la NEP y el plan quinquenal estalinista, la ley del valor seguía imperando. El salario se podía
disfrazar, la moneda podía “desaparecer” pero el capitalismo no dejó de existir por eso. No se le
puede destruir con medidas administrativas o puramente políticas dentro de un solo país.
Que el partido bolchevique ya burocratizado se dio cuenta de que el “comunismo de guerra” no
podía sobrevivir al fin de la guerra civil, demuestra que este partido obrero todavía conservaba
cierto control político sobre el Estado que surgió de la Revolución Rusa. Hay que decir “cierto”
porque este control era relativo y cada vez menor. Tampoco hay que olvidar que la necesidad de
acabar con el “comunismo de guerra” se la recordaron a los bolcheviques los obreros y marineros
de Petrogrado y Kronstadt. Estos últimos pagaron muy caro su atrevimiento. En realidad la rebelión
de Kronstadt es contra la supuesta “producción y distribución no capitalista” y contra todo el
aparato terrorista estatal y de partido único ya imperante en Rusia durante la guerra civil.
No tenemos que repetir incesantemente que todo esto se debió al aislamiento de la revolución
mundial. Es verdad. Pero no basta. La manera cómo tal aislamiento se manifestó dentro de la
revolución rusa es también importante, porque nos da ejemplos y lecciones concretas para la futura
revolución mundial. El “comunismo de guerra” fue una expresión inevitable pero funesta de este
aislamiento político de la clase obrera rusa frente a sus hermanos de clase en Europa.
Al teorizar el “comunismo de guerra” ciertos bolcheviques como Bujarin, Kritsman, etc
implícitamente defendían una especie de comunismo en un solo país. Claro, a ningún bolchevique
de 1.920 se le hubiera ocurrido decir eso abiertamente. Pero está contenido en la idea de
“producción y distribución no capitalista” hecha en un país o “Estado proletario” (concepción
también falsa en FOR que a veces parece defender y otras no).
El error interno fundamental de la Revolución Rusa fue él haber identificado dictadura de partido
con dictadura del proletariado, que es la dictadura de los Consejos Obreros. Fue un error
substitucionista fatal de los bolcheviques.
En un plano histórico más general, este error expresaba todo un período de práctica y teoría
revolucionaria que ya no existe. En los bordiguistas se encuentran retazos caricatúrales de esta
concepción, la substitucionista, hoy en día caduca y reaccionaria. Pero el error de los bolcheviques,
o la limitación de la Revolución Rusa, si se prefiere, no es que no traspasaran el nivel “puramente
político” de la revolución social. ¿Cómo iba a hacerse eso si la revolución se hallaba aislada?. Lo
que hicieron en el plano social y económico es lo que más se podía. Esto es verdad respecto al
“comunismo de guerra” y aún la NEP. Estas dos políticas contenían peligros profundos y trampas
insospechadas para el poder político del proletariado. Pero mientras el proletariado se conservaba en
el poder, los errores económicos podían arreglarse y componerse, al mismo tiempo que se esperaba
a la revolución mundial. Si no se podía llegar al comunismo “integral” (palabra hueca que utiliza el
grupo CWO en Gran Bretaña) esto no era porque la clase obrera no quería o no tenía otras “grandes
experiencias” (como las de 1.936 en España). La pobreza de Rusia, su bajísimo nivel cultural, el
desastre causado por la guerra mundial y la guerra civil, todo esto evitó que la clase obrera conserve
su poder político, y también la traición de los bolcheviques se debe añadir como razón interna
fundamental.
Pero la falta de medidas “no capitalistas” como la desaparición de la ley del valor, del asalariado, de
las mercancías, del Estado y aún de las clases (¿en un solo país?), ¿Puede esto explicar la derrota
interna de la Revolución Rusa?. Esto es lo que parece decir el FOR. Citemos: “....El capitalismo se
abrirá brecha siempre, si desde el principio no se le seca su manantial: la producción y la
distribución fundadas en el trabajo asalariado. Lo que debe contar para cada proletario es el nivel
industrial del mundo, no el de ´su` nación únicamente..” [8].
Sin embargo, pese a lo que FOR sugiere aquí, el “manantial” del capitalismo mundial no existe en
pequeños charcos, a secar país por país. El FOR parece que no toma en cuenta que el capitalismo,
como sistema social, existe a escala mundial, como relación internacional. La ley del valor por lo
tanto no puede ser eliminada más que a escala mundial. Ya que afecta a todo el proletariado
mundial, es imposible pensar que un sector aislado del proletariado pueda evitar sus leyes. Esta es
una mistificación típica del voluntarismo anarquista, que pensaba que el Estado y el capitalismo se
pueden eliminar a través de un falso comunismo de aldea o de comarca. En la tradición anarcosindicalista la idea adquiere su variante “industrial”, pero sigue siendo la misma mistificación
localista, estrecha y egoísta.
En el artículo de Munis citado más arriba se nos advierte que el proletariado no debe contar
“únicamente” con el nivel industrial de “su” país. Consejo sabio éste, pero poco clarificador. Si se
refiere a la posibilidad de tomar el poder político en un país, sea el que sea, es un buen consejo,
aunque en realidad no tan nuevo.
Es verdad que lo que importa es el nivel mundial, no el de cada país. Sin embargo, el plantear la
idea de que se puede iniciar la producción y distribución comunista “inmediatamente”, como hace
el FOR, el nivel industrial de cada país, sería de importancia primordial. Sería lo fundamental, lo
decisivo. Claro que semejante afirmación colocaría al FOR pese a que es una tendencia
revolucionaria dentro de la tradición chovinista de un Vollmar o un Stalin. Pero lo realmente trágico
es que debería captar que el comunismo es imposible, al no ser posible en un solo país. El FOR
responderá iracundo que no defiende la idea del “socialismo en un solo país”. Eso está bien, pero no
se puede negar que la manera que tiene de plantear la cuestión de las tareas económicas y sociales,
tan importantes como las políticas a su modo de ver, sugiere una especie de “comunismo en un solo
país”. ¿Qué otro significado puede tener el decir que el capitalismo se abrirá brecha siempre a
menos que se “seque” su “manantial”?. Pero ya hemos dicho que no se puede “secar” en un solo
país. Por tanto, volverá inevitablemente ahí donde el proletariado ha tomado el poder, ya que no
pudo “secar su manantial” capitalista del trabajo asalariado. Pero, ¿puede el trabajo asalariado ser
eliminado en un solo país o región?.
Según el FOR, parece que sí. He ahí la cuestión. Al aceptar eso, se acepta el socialismo en un solo
país. O se es coherente o no.
En una polémica (excelente en otros aspectos) contra los bordiguistas “centinelistas” de “Le
Proletaire” , Munis repite: “....En nuestro concepto,...es la más importante de las imposiciones de la
dictadura del proletariado, y sin ella no existiría jamás período de transición al socialismo...” [9].
Se refiere a la necesidad de abolir el trabajo asalariado. La necesidad del poder político, la tilda
Munis de “...lugar común más que centenario..”. Pero la abolición del salariado lo es también.
Ahora, es cierto, que sin la abolición del salariado no habrá comunismo. Lo mismo se aplica a las
fronteras, Estado, clases. No es necesario repetir que el comunismo es un modo de producción
basado en la liberación más completa del individuo, en la producción de valores de uso, en la
desaparición completa de las clases y la ley del valor. En esto estamos de acuerdo con el FOR.
La diferencia aparece cuando nos topamos con la primacía dada en la actualidad a las medidas
económicas y sociales. Veremos aquí que la cuestión del poder político, lejos de ser un “lugar
común”, es lo decisivo para la revolución mundial. No así para el FOR.
El enfoque de Munis está encerrado en toda la óptica (miope) de las oposiciones trotskystizantes y
aún bujarinistas a la contrarrevolución eslinista. Piensa que las garantías contra la contrarrevolución
nos las van a dar medidas económicas o sociales de tipo “no capitalistas”. Pese a la importancia de
muchos de los escritos de E. Preobrazhenski, Bujarin, y otros economistas bolcheviques, sus
aportaciones no arrojan luz sobre los problemas reales que enfrentaba la clase obrera en 1.924-30.
Preobrazhenski hablaba de “acumulación socialista”, de la necesidad de establecer un equilibrio
económico entre el campo y la ciudad, etc. Bujarin, pese a sus divergencias políticas con la
Oposición de izquierdas, usaba similares argumentos. Todos quedaron encerrados en la idea de que
“se puede hacer algo económicamente en un solo país” para sobrevivir.
Este era un falso problema ya que surgía cuando la clase obrera había perdido su poder de clase, su
poder político. Cuando esto sucedió, toda la discusión sobre la “economía” soviética pasó a ser
charlatanería pura y mistificación tecnocrática. La canalla estalinista dio la contestación definitiva a
estos falsos debates con sus bárbaros planes quinquenales, con su terror policíaco y su masacre final
del ya vencido partido bolchevique.
Si es verdad que la revolución proletaria de hoy día se hallará en condiciones más favorables que en
los años 1.917-27, no podemos consolarnos pensando que los tremendos problemas van a
desaparecer. El proletariado heredará un sistema económico putrefacto y decadente. La guerra civil
aumentará este desgaste con más destrozos. El delirio aclamador de Bujarin respecto a este declive
hay que evitarlo a toda costa como todo tipo de razonamiento apocalíptico o mesiánico sobre una
revolución comunista “inmediata”. No se trata de gradualismo. Se trata de llamar a las cosas por su
nombre.
Es evidente que si la clase obrera toma el poder, digamos, en Bolivia (aunque sea
momentáneamente), su capacidad de “socializar” sería muy limitada. Es posible que para FOR este
inconveniente no molestará. El proletariado boliviano podría, por ejemplo, resucitar el espíritu
“comunista” aymará y hasta resucitar a Túpac Amarú como comisario del pueblo. En Paraguay,
para dar otro supuesto ejemplo, el proletariado podría retornar a un tipo antiguo de “comunismo”
jesuita del Tiempo de la Conquista. Siempre hay que poner al mal tiempo buena cara. ¿No hablaba
el mismo Marx de un “comunismo bárbaro” basado en la miseria generalizada?, se podría argüir,
¿no era ése un tipo de “comunismo”?, pero, ¿aplicable a nuestros días?. Que nos lo diga el FOR.
Parece que su apego a las “colectividades” en España le ha transmitido una añoranza especial del
“comunismo primitivo”.
Bromas aparte (que esperamos que el FOR no tome a mal), hay que decir que el proletariado toma
el poder político con miras al éxito de la revolución comunista mundial. Por tanto las medidas en el
plano económico y social deben orientarse en esa dirección. Por eso están subordinadas a la
necesidad de conservar el poder político de los Consejos Obreros libres, soberanos y autónomos en
tanto que expresiones de la clase revolucionaria dominante. El poder político es condición previa a
toda “transformación social” ulterior, inmediata, mediata o como se quiera llamar. La primacía es el
poder político. Eso no se cambia. En el plano económico, hay mucho campo para experimentar
(relativamente) y también para cometer errores que no tienen porque ser fatales. Pero cualquier
alteración en el plano político implica, rápidamente, el retorno completo del capitalismo.
La profundidad de las transformaciones sociales posibles en cada país dependerá, claro esta, del
nivel concreto material de ese país. Pero en ningún caso darán la espalda a las necesidades de la
revolución mundial. En este sentido, se puede imaginar un tipo de “comunismo de guerra”, o sea,
una economía de guerra bajo el control directo de los Consejos Obreros. No nacionalizaciones, sino
la participación activa y responsable de un aparato de Gobierno soviético controlado por la clase
obrera. ¿Piensa el FOR que esto es imposible?, ¿Es esto estar “demasiado apegados al modelo
ruso”?.
Dar primacía a la abolición del salariado, pensando que con eso se llega al “quebrantamiento
inmediato de la ley del valor (intercambio de equivalentes) hasta su desaparición inmediata....”[10]
es pura fantasía “modernista”. Es el tipo de ilusiones que en ciertos momentos ayudarían a desarmar
al proletariado, aislándolo del resto de la clase obrera mundial. Al decirle que ha “socializado” “su”
sector de la economía mundial, que ha “quebrado” la ley del valor de “su” región, se le dice que
defienda ese sector “comunista” cualitativamente superior al capitalismo externo. Nada sería más
falso que esa demagogia. Lo que defendemos es el poder político de la clase obrera.
Lo que derrotaría a cualquier sector de la clase obrera que ha tomado el poder es el aislamiento de
la revolución, o sea, la falta de conciencia clara por parte del resto de la clase obrera mundial sobre
la necesidad de extender la solidaridad y la revolución mundial. He ahí el problema real. El FOR no
lo enfoca así aunque a veces agacha la cabeza en esa dirección. El problema no es que el
capitalismo va a “resurgir” allí en donde no se le ha “secado el manantial” sino que el capitalismo
sigue existiendo a escala mundial pese que uno , o algunos de los Estados, hayan sido derrotados.
Pensar que se lo puede destruir en un sólo país es pura charlatanería que implica una profunda
ignorancia de la economía capitalista según la analiza Marx. O, se trata de una “revolución
simultánea” en todos los países, capaz de acortar enormemente el período de guerra civil para pasar
al período de transición propiamente dicho ( a escala mundial, por supuesto). Esto sería ideal, pero
probablemente no va a suceder de esta manera instantánea, pese a los esfuerzos del FOR. Tener
esperanzas, estar abiertos a posibilidades inesperadas o ideales es una cosa. Pero otra, muy distinta,
es basar la perspectiva revolucionaria en eso y hasta escribir un “Segundo Manifiesto Comunista”
con ese espíritu. La verdadera libertad nos la da el reconocimiento de la necesidad, no los
aspasvientos voluntaristas.
Pese a sus confusiones básicas sobre lo que fue el “comunismo de guerra” en la Revolución de
Octubre, al menos el FOR comprende que se trataba de una revolución proletaria, de un esfuerzo
político de la clase por mantenerse en el poder. Pero veamos ahora que nos dice el FOR sobre
España 1.936.
Como enfoca el FOR el tema de las colectividades de 1936 en España
Según el FOR, la tentativa del “comunismo de guerra”, aunque introdujo relaciones
“anticapitalistas”, no sobrepasó nunca el estadio del ejercicio del poder político por la clase obrera.
Para mostrarnos un ejemplo aún mucho más profundo de medidas o relaciones “no capitalistas” el
FOR presenta las colectividades de 1.936-37 en España. Munis las describe así: “...Las
colectividades de 1.936-37 en España no son un caso de autogestión. Algunas organizaron una
especie de comunismo local (¿???) sin otras relaciones mercantiles hacia el exterior, precisamente
como las antiguas sociedades del comunismo primitivo. Otras eran cooperativas de oficio o de
pueblo, cuyos miembros se distribuían los antiguos beneficios del capital. Todas abandonaron, más
o menos, la retribución de los trabajadores según las leyes del mercado de la fuerza de trabajo , así
como, unas más que otras, según el trabajo necesario y el sobretrabajo de donde el capital saca la
plusvalía y toda la substancia de su organización social. Además las colectividades hicieron a las
milicias de combate donaciones en especies tan abundantes como reiteradas. No se pueden definir
a las colectividades sino por sus características revolucionarias (¡sic!!), en suma, por el sistema de
producción y distribución en ruptura con las nociones capitalistas de valor (de cambio
necesariamente)...” [11].
En su libro “Jalones de derrota: promesa de victoria” (1.948), Munis es aún más entusiasta:
“...Incautada la industria, sin más excepción que la de pequeña escala, los trabajadores la pusieron
en marcha organizados en colectividades locales y regionales por rama de industria. Fenómeno
que contrasta con el de la Revolución Rusa y evidencia la intensidad del movimiento
revolucionario español, la gran mayoría, de los técnicos y hombres especializados en general, lejos
de mostrarse renuentes a la integración en la nueva economía, colaboraron valiosamente desde el
primer día con los trabajadores de las colectividades. La gestión administrativa y la producción
resultaron beneficiadas; el paso a la economía sin capitalistas se efectuó sin los tropiezos y la
pérdida de la productividad que el saboteo de los técnicos infligió a la Revolución Rusa de 1.917.
Muy al contrario, la economía regida por las colectividades realizó rápidos y enormes progresos.
El estímulo de una revolución considerada triunfante, el gozo de trabajar para un sistema que
substituiría a la explotación del hombre por su emancipación del yugo de la miseria asalariada, la
convicción de aportar a todos los oprimidos de la Tierra una esperanza, una oportunidad de
victoria sobre sus opresores, realizaron maravillas. La superioridad productiva del socialismo
sobre el capitalismo quedó iluminadamente demostrada por la obra de las colectividades obreras y
campesinas, mientras que la intervención del Estado capitalista regida por los arrogantes políticos
del Frente Popular no rehizo el yugo destruido en Julio (de 1.936)...” [12].
No es ésta la ocasión de continuar una polémica sobre la llamada “guerra civil en España”.
Nosotros ya hemos publicado bastantes artículos sobre ese capítulo trágico de la contrarrevolución,
que abrió paso a la segunda masacre imperialista mundial[13]. Aquí diremos brevemente que Munis
y el FOR siempre han defendido la errónea idea de que en España hubo tal “revolución”. Nada es
más extraño a la realidad histórica. Si bien es cierto que la clase obrera en España desbarató al
aparato burgués en 1.936, y que en Mayo de 1.937 se alzó, ya muy tarde, contra el estalinismo y el
Gobierno del Frente Popular, esto no niega que la lucha de clases fuera desviada y absorbida entre
la República y el fascismo. La clase sucumbió ideológicamente bajo el peso de esta vil campaña
antifascista, fue masacrada en la guerra y rematada por la dictadura franquista, una de las más
bestiales del siglo.
Las colectividades fueron ideales para desviar la atención del proletariado de su verdadero objetivo
inmediato: la destrucción total del aparato estatal burgués con todos sus partidos, de izquierda
incluidos. Estos últimos, revivieron el aparato estatal disgregado en 1.936 por los obreros armados.
Pero, una vez hecho esto, la clase fue seducida por la lucha del Frente Popular contra la sublevación
franquista. Las colectividades y los comités de fábrica se doblegaron ante esta inmundicia. El
aparato estatal se reconstituyó integrando a la clase obrera en su frente militar, desviando así la
lucha obrera hacia la masacre inter-burguesa[14].
“BILAN” (órgano de la Fracción Italiana de la Izquierda Comunista) se opuso a cualquier idea de
apoyar la supuesta “revolución española”. Correctamente escribían: “...cuando el proletariado no
tiene el poder – y este es el caso hoy en España – la militarización de las fábricas, equivale a la
militarización de las fábricas en cualquier Estado capitalista en guerra...”[15]. BILAN apoyaba a
la clase obrera en España en esas horas aciagas y le señalaba el único camino que podía seguir:
“...En cuanto a los obreros proletarios de la península ibérica, no tienen ahora más que una
salida, la misma del 19 de Julio de 1.936: huelga en todas las empresas, sean de guerra o no, tanto
del lado de Companys como de Franco; contra los jefes de sus organizaciones sindicales y del
Frente Popular y por la destrucción del régimen capitalista...”[16].
¡ Qué lejos están estas palabras de la palabrería sobre la “superioridad del socialismo sobre el
capitalismo” demostrada por las colectividades!. No, la verdad hay que decirla de frente: en España
no hubo ninguna revolución social.
El capitalismo sobrevivió porque la clase obrera en España, aislada de toda perspectiva
revolucionaria mundial, fue encaminada a “autogestionarse” la economía de guerra “colectivizada”,
en aras del capitalismo español. En estas condiciones, afirmar que la “revolución española” fue más
lejos que la rusa en el nivel de las relaciones “no capitalistas”, es una patraña ideológica.
Munis y el FOR revelan aquí una incapacidad para comprender qué fue la Revolución de Octubre
y que fue la contrarrevolución de España. Error garrafal para una tendencia revolucionaria.
Minimizar el contenido de la primera en aras de la segunda es simplemente increíble. En realidad, al
defender las colectividades, Munis y el FOR “teorizan” el apoyo dado al Gobierno republicano por
los trotskystas durante la guerra civil. Es que no hay otra manera de explicar este apoyo fanático a
las “colectividades”, cepo de la burguesía republicana en 1.936-37. Ya sabemos que según el FOR,
la tradición troskystizante es revolucionaria, el FOR sigue siendo su heredero histórico. Pero,
veamos de pasada, lo que decían los trotskystas de la sección bolchevique-leninista de España (por
la IVª Internacional):
“...¡Viva la ofensiva revolucionaria!. Nada de compromisos. Desarme de la Guardia Nacional
Republicana (Guardia Civil) y de la Guardia de Asalto reaccionarias. El momento es decisivo. La
próxima vez será demasiado tarde. Huelga General de todas las industrias que no trabajen para la
guerra. Sólo el proletariado puede asegurara la victoria militar. ¡Armamento total de la clase
obrera! ¡Viva la unidad de acción CNT-FAI-POUM!, ¡Viva el frente revolucionario del
proletariado!, ¡En los talleres, en las fábricas, barricadas:. Comités de defensa revolucionaria!...”
[17].
Salta a la vista la reaccionaria posición de los trotskystas: “asegurar la victoria militar”. ¿Y de
quien? ¡De la República!. Esta “victoria militar” no debía ser amenazada por las huelgas
irresponsables en las industrias bélicas, según los trotskystas.
Sí, sin duda, ésta era – y es – una diferencia fundamental entre el trotskysmo y el marxismo. Los
primeros no sabían distinguir entre revolución y contrarrevolución, y los segundos, que no sólo
sabían, confirmaron también la posición marxista sobre la primacía, la necesidad fundamental, de
asegurar el poder político, previo a todo intento de “reorganizar” la sociedad. Si la guerra burguesa
de España hizo algo para la teoría revolucionaria fue confirmar esa lección de la lucha histórica de
la clase obrera.
En el capítulo XVII de Jalones, titulado “La propiedad”, Munis dice abiertamente que en España
“Nacía un nuevo sistema económico, el sistema socialista”[18]. La revolución comunista futura,
nos advierte, tendrá una obra a continuar y perfeccionar. No importa para Munis que todo ese
esfuerzo “socialista” estuviera plegado a una guerra 100% capitalista, a una masacre y un degüello
que preparaba la matanza de la Segunda Guerra Mundial y sus 60 millones de muertos. En el fondo
Munis sigue apoyando la guerra antifascista de 1.936-39, y en este sentido, no ha roto con los mitos
del trotskysmo. La mistificación sufrida por el proletariado es admitida por Munis, pero sin saber
qué decir: “...El proletariado seguía considerandos la economía suya y definitivamente ido el
capitalismo...”[19].
En vez de criticar las mistificaciones del proletariado, Munis se adapta a ellas, las idolatra y las
“teoriza”. He ahí lo negativo, lo retrógrado del FOR y sus cantinelas sobre la “Revolución
Española”. Su crítica es puramente económica: sobre todo se refiere a la falta de planificación a
escala nacional. Para Munis “... la incautación y puesta en marcha de los centros productores por
los trabajadores respectivos era un primer paso obligado. Quedarse en él debía resultar
funesto..”[20]. Habla después también del poder político, que era “decisivo” (¡¡!!) para la
revolución. Pero es para decirnos que la CNT no estuvo a la altura de las circunstancias, aceptando
así que la CNT era un organismo de los trabajadores, lo cual es otro embuste. Según el FOR, la
CNT era una organización proletaria a la que se le “olvidó” el “lugar común” del poder político. Es
así como plantea la “revolución española” el claro y tajante FOR.
El libro de Munis apareció en 1.948. Puede que sus ideas hayan cambiado. Pero al menos en su
Reafirmación de Marzo de 1.972 (al final del citado libro) no hace comentarios, ni críticas de las
actividades trotskystas en España.
En este sentido Munis no ha cambiado de ideas sobre la “revolución española” en más de 45 años.
Estar demasiado apegados “al modelo ruso” no es un crimen para los revolucionarios; “traba
conservadora” puede ser, pero pertenece a la historia de nuestra clase y por eso debemos asimilar
todas sus lecciones ya que se trata de una revolución proletaria. Lo que no es el caso de la supuesta
“revolución española”. Ahí nuestra clase jamás tomó el poder político, al contrario , se le
convenció, en parte a través de las colectividades, que eso era un “lugar común” que era mejor
dejarlo en manos de los señores de la CNT-FAI-POUM. Así, la clase obrera fue movilizada y
masacrada por los republicanos y por sus verdugos estalinistas, y para remate por los fascistas. Para
Munis, esta matanza no empaña en nada la sublime obra redentora de las colectividades. Frente a
semejante lirismo, nosotros decimos que estar apegados – siquiera un poquito- al “modelo español”,
sí es un error monstruoso para los revolucionarios.
Para Munis y el FOR, el poder político de la clase aparece a veces como algo importante y decisivo,
y a veces, como algo que puede (e incluso debe) venir después. Algo como un “lugar común” que
no hay que discutir mucho puesto que “ya nos lo sabemos”. La experiencia en España muestra, de
manera negativa, la primacía del poder político sobre tales medidas o relaciones “socialistas”.
Munis y el FOR no se percatan que en la guerra de España poder político y mistificación
“colectivista” existían en proporción inversa. Lo uno negaba a lo otro, no pudiendo ser de otra
manera[21].
En su Reafirmación, Munis escribe: “ Mientras más años contemplamos retrospectivamente hasta
1.917, mayor importancia adquiere la revolución española. Fue más profunda que la Revolución
Rusa...en el dominio del pensamiento no pueden elaborarse hoy sino despreciables remedos de
teoría si se prescinde del aporte de la revolución española, y precisamente en cuanto contrasta,
superándolo o negándolo, con el aporte de la Revolución Rusa...”[22].
Por nuestra parte, preferimos basar nuestras orientaciones en las verdaderas experiencias del
proletariado y no en “innovaciones” modernistas como las del FOR.
Como clase explotada y revolucionaria que es, la clase obrera expresa a través de sus luchas
históricas esta naturaleza complementaria. Es así que utiliza sus luchas reivindicativas, para
ayudarse a alcanzar la comprensión de sus tareas históricas. Esa comprensión revolucionaria halla
su obstáculo inmediato en cada Estado capitalista, que debe ser derrocado por la clase obrera de
cada país.
Pero no puede la clase disolverse como categoría explotada sino a escala universal, porque esa
posibilidad está ligada íntimamente a la economía mundial, que sobrepasa los recursos encontrados
en cada economía nacional. El concepto de Rosa Luxemburgo sobre el capital global es muy
importante a este respecto. El Estado capitalista si puede ser derrocado en cada economía nacional.
Pero el carácter capitalista de la economía mundial, del mercado mundial, sólo puede ser eliminado
a escala universal. La clase obrera puede instaurar su dictadura (aunque no por mucho tiempo) en
un solo país o en un puñado de países aislados, pero no puede crear el comunismo en un solo país o
región del mundo. Su poder revolucionario se expresa por su orientación netamente
internacionalista, encaminada sobre todo a ayudar a destruir el Estado capitalista en todas partes, a
destruir ese aparato policiaco-terrorista en el mundo entero. Ese período puede tardar algunos años,
y mientras no se termine será difícil, sino imposible, tomar medidas reales y definitivamente
comunistas. La destrucción total de las bases económicas del modo de producción capitalista no
puede ser sino tarea de toda la clase obrera mundial, centralizada y unida, ya sin naciones ni
intercambio mercantil. En cierto modo hasta que la clase obrera alcance ese nivel, seguirá siendo
una clase económica, teniendo en cuenta las condiciones de penuria y desequilibrio económico que
todavía subsistirán. Es así como la naturaleza tanto de clase explotada como de clase revolucionaria
– intrínseca al proletariado – se dan mutuamente la mano tendiendo a fusionarse conscientemente
en el largo proceso histórico que es la dictadura del proletariado y la total transformación
comunista.
No pretendemos dar por terminada esta discusión tan importante. Pero sí queríamos presentar
nuestras críticas a las concepciones de FOR sobre estos problemas de la revolución proletaria. Nada
de lo que defienden respecto al “comunismo inmediato” nos convence de que el planteamiento de
Rosa Luxemburgo citado al comienzo de este artículo sea erróneo. Y menos aún la idea de que la
Revolución Rusa no fue tan profunda como la “revolución española”. Las ideas del FOR sobre las
“tareas de nuestra época”, están conectadas a esta visión de un socialismo que puede ser alcanzado
en cualquier momento y cuando al proletariado le dé la gana. Esta concepción inmediatista,
voluntarista, ya ha sido criticada varias veces en nuestras publicaciones[23].
Las peligrosas confusiones del FOR esconden su incapacidad para comprender qué es la decadencia
del capitalismo y cuales son las tareas de la clase obrera en este período histórico. Igualmente, no ha
sido capaz nunca de comprender el significado de los cursos históricos que se han manifestado en
este siglo después de 1.914. No comprendió jamás, por ejemplo, que la lucha del proletariado
español en 1.936 no podía cambiar el curso hacia la segunda guerra imperialista. Confirmación
crucial de esto fue la tremenda confusión política del proletariado en España, que, en vez de
continuar su lucha contra el aparato del Estado y todos sus instrumentos políticos y sindicales, se
dejó maniatar por estos últimos, abandonando su terreno de clase.
¡ Esta es la real tragedia del proletariado mundial en España!. Pero para el FOR, este “jalón de
derrota” confirmó la “superioridad” del socialismo sobre el capitalismo.
Qué errónea es esta apreciación sobre la revolución comunista, incapaz de comprender en qué
momento el movimiento por la liberación total de la humanidad se hundió en el más bárbaro
abismo. Si el proletariado es incapaz de comprender cuándo y cómo se lucha, sus perspectivas y
esfuerzos más abnegados, serán desplazados por la clase enemiga y recuperados por ella
momentáneamente y jamás estará a la altura de su misión histórica. Su futura liberación mundial
requiere constantemente un balance profundo de los últimos 50 años. Cuando el FOR se dé cuenta
de esta necesidad, y más que todo de lo que fue el trotskysmo y la tal “revolución española”, sólo
entonces podrá realmente avanzar y realizar la promesa de toda esa enorme pasión revolucionaria
contenida en sus publicaciones.
Revista Internacional nº 25 ( 2º Trimestre de 1.981)
[1] Rosa Luxemburgo, “La Revolución Rusa”, Editorial Anagrama, Barcelona 1.969, paginas
75-76.
[2] FOR, “Pro-Segundo Manifiesto Comunista”, Losfeld, París 1.965, pagina 24.
[3] Citado en el interesante opúsculo de Juan Antonio García Diez, URSS 1.917-1.929: De la
Revolución a la Planificación. Madrid 1.969, pagina 53. Esto también lo afirman otros historiadores
económicos de la Revolución Rusa como Carr, Davies, Dobb, Erlich,Levin, Nove, etc.
[4] R. Luxemburgo, ídem., pagina 85.
[5] FOR, ibídem, pagina 25.
[6] Nikolai Bujarin, “Teoría económica del período de transición”, Ed Siglo XX, Buenos Aires
1.974, pagina 35
[7] FOR, ibídem, pagina 25.
[8] Grandizo-Munis “Clase revolucionaria, organización política, dictadura del proletariado”, en
Alarma nº 24, 1er Trimestre de 1.973, pagina 9
[9] Munis, ibídem, Alarma nº 25, 2º Trimestre 1.973, pagina 13
[10] Munis, ibídem, Alarma nº 25, pagina 6
[11] Munis, “Carta de protesta a la revista ´Autogestión et socialisme”, Alarma nº 22 y 23, Tercer y
cuarto Trimestre de 1.972, pagina 11.
[12] Munis “Jalones de derrota, promesa de victoria” (España 1.930-39), México 1.948, pagina 340
[13] Citamos aquí los artículos de BILAN aparecidos en la REVISTA INTERNACIONAL número
15 (especial), Julio 1.977, y “El mito de las colectividades anarquistas” en ACCION PROLETARIA
nº 20
[14] BILAN, “Textos sobre la Revolución española” (sic), Barcelona 1.978, pagina 103.
[15] Ibídem, pagina 116
[16] Ibidem. Pag.118
[17] Munis, “Jalones...”, pagina 305
[18] Munis, ibídem, pagina 339-340
[19] Munis, ibídem, pagina 346
[20] Munis, ibídem, pagina 345
[21] Como ya hemos dicho, Munis, a veces, insiste en que el poder político es lo decisivo. Ver, por
ejemplo en “Jalones”, pagina 357-358. Es un dualismo del que no se escapa el FOR
[22] Munis, ibídem
[23] Mencionamos, entre otras: artículos en REVOLUTION INTERNATIONALE nos 7,14,
54,56,57,58; REVISTA INTERNACIONAL nº 16; la crítica a FOCUS en INTERNATIONALISME
(USA) nº 25, “FOR, una confusión peligrosa”
3.El mito de las colectividades anarquistas
Las colectividades españolas de 1936 han sido presentadas como el modelo perfecto de la
revolución. Al decir de anarquistas, trotskistas y también de muchos intelectuales bienpensantes en
ellas se vivió la autogestión obrera de la economía, eliminaron la burocracia, aumentaron el
rendimiento del trabajo y - maravilla de maravillas - fueron “obra de los obreros
mismos”, ...«dirigidos y orientados en todo momento por los libertarios» (en palabras de Gastón
Leval, anarquista autor de un libro sobre las Colectividades del 36).
Pero no sólo los radicales nos ofrecen el “paraíso” de las colectividades. Heribert Barrera - en 1936
republicano catalanista y hoy diputado a Cortes -, las elogia como «un ejemplo de economía mixta
respetuosa de la libertad y la iniciativa humana», mientras los trotskistas y el POUM nos enseñan
que «la obra de las colectividades dio un carácter más profundo a la revolución española que a la
revolución rusa». También G. Munis y los compañeros del FOR, se hacen ilusiones sobre el
carácter “revolucionario” y “profundo” de las colectividades.
Por nuestra parte nos vemos obligados, una vez más, a hacer de aguafiestas: las colectividades de
1936 no fueron un medio de la revolución proletaria sino un instrumento de la contrarrevolución
burguesa; no fueron la organización de la nueva sociedad sino la tabla de salvación de la vieja, que
se mantuvo con todo su salvajismo.
Y con esto no pretendemos desmoralizar a nuestra clase. Al contrario: la mejor manera de
desmoralizarla es hacerla luchar por falsos modelos de revolución. La condición de su liberación y
la de toda la humanidad es liberarse completamente de todo falso modelo, de todo falso paraíso,...
¿Qué fueron las colectividades?
En 1936 España, cogida de lleno por la crisis económica que desde 1929 sacude el capitalismo
mundial, vive convulsiones particularmente graves.
Todo capital nacional sufre tres tipos de convulsiones sociales:
- la derivada de la contradicción fundamental entre burguesía y proletariado.
- la proveniente de los conflictos internos entre las distintas fracciones de la propia burguesía.
- la que ocasiona el enfrentamiento entre bloques imperialistas que toman cada país como escenario
de su reparto de influencias y de mercados.
En la España de 1936 esas tres convulsiones confluyeron con una intensidad bestial, llevando al
capitalismo español a una situación extrema.
En primer lugar, el proletariado español - todavía sin derrotar, al contrario de lo que ocurría con sus
hermanos europeos -, presentó una enérgica batalla contra la explotación, jalonada por una
extraordinaria escalada de huelgas generales, revueltas, e insurrecciones que causan la alarma de la
clase dominante.
En segundo lugar, los conflictos internos de ésta se agravan por momentos. Una economía atrasada,
desgarrada por formidables desequilibrios y devorada por ello con más intensidad por la crisis
mundial, es el mejor caldo de cultivo para el estallido de conflictos entre la burguesía de derechas
(terratenientes, financieros, militares, iglesia,... comandados por Franco) y la burguesía de
izquierdas (industriales, clases medias urbanas, sindicatos, etc., dirigidos por la República y el
Frente Popular).
Finalmente, la inestabilidad del capitalismo español, lo hace presa fácil de las apetencias
imperialistas del momento, que espoleadas por la crisis, necesitan nuevos mercados y nuevas
posiciones estratégicas, en su carrera de dominio. Alemania e Italia tienen su peón en Franco,
disimulado bajo las caretas de la “tradición” y la “cruzada contra el comunismo ateo”, mientras que
las potencias occidentales y Rusia - entonces aliadas -, encuentran en la República y el Frente
Popular su bastión, parapetados tras las cortinas del “antifascismo” y la “lucha por la revolución”.
En este contexto surge la sublevación de Franco el 18 de Julio de 1936, la cual significa para la
clase obrera, la culminación de la sobrexplotación y la represión iniciadas por la república desde
1931. Pero su respuesta es inmediata y fulminante: la huelga general, la insurrección, el armamento
de masas y la expropiación y ocupación de las empresas.
Desde el primer momento todas las fuerzas de la burguesía de izquierdas, que van desde los
partidos republicanos hasta la CNT, tratan de encerrar a los obreros en la trampa de la “lucha
antifascista” y, dentro de ella, de convertir las expropiaciones de empresas en un fin en sí mismo,
para hacer volver al trabajo a los obreros con la ilusión de que las empresas son suyas, pues están
“colectivizadas”.
Las jornadas de julio no iban solo contra Franco, sino a la vez, contra el Estado republicano: los
obreros, si no quieren verse derrotados, deben concebir la huelga, la expropiación de empresas y el
armamento como inicio de una ofensiva contra todo el Estado capitalista, tanto el franquista como
el republicano. Por ello, para rematar con éxito la huelga insurreccional, los obreros no podían
conformarse con la expropiación de empresas y la formación de milicias, sino que debían destruir al
mismo tiempo que al ejército franquista, a todas las fuerzas políticas republicanas. (Los Azaña,
Companys, PC, CNT, etc) y, en segundo lugar, destruir totalmente el Estado capitalista, levantando
sobre sus escombros, el poder de los Consejos Obreros.
Sin embargo la clave del fracaso proletario, de su aislamiento, y de su alistamiento en la barbarie de
la guerra civil, estuvo en que las fuerzas republicanas, y sobre todo la CNT y el POUM,
consiguieron impedir a los obreros dar el paso decisivo - destruir el Estado capitalista -, y
encerrarlos en la “colectivización de la economía” y la “lucha antifascista”.
Catalanistas, Frente Popular, POUM y sobre todo CNT, logran encerrar a los obreros en la simple
expropiación de las empresas, convirtiéndolas en “COLECTIVIDADES REVOLUCIONARIAS”,
las cuales, al mantenerse dentro del Estado capitalista, dejándolo intacto, no sólo se vuelven
inútiles para los obreros, sino que se convierten en un medio de sobrexplotación y control por el
Capital:
«Como el poder del Estado quedó en pie, la Generalitat de Cataluña podía legalizar
tranquilamente las expropiaciones obreras y formar corro con todas las corrientes “obreras” que
engañaban a los trabajadores con las expropiaciones, el control obrero, el reparto de la tierra, las
depuraciones,... pero que guardaban un silencio criminal respecto a la realidad terriblemente
efectiva y poco aparente, de la existencia del Estado Capitalista. Por ello las expropiaciones
obreras quedaban integradas en el marco del Capitalismo de Estado.» (BILAN).
Y así vemos como la CNT, que nunca había convocado la huelga espontánea de los obreros del 19
de Julio, ni nunca había llamado a tomar las armas, llama enseguida a volver al trabajo, a terminar
la huelga, o sea a impedir el asalto obrero al Estado capitalista, con la excusa de que las empresas
“están colectivizadas”. Gastón Leval en su libro «Colectividades libertarias en España», razona así:
«Al producirse el ataque fascista, la lucha y el estado de alerta movilizaron a la población durante
cinco o seis días, al cabo de los cuales la CNT dió orden de reanudar el trabajo. Prolongar la
huelga habría sido contra los intereses de los mismos trabajadores que asumían la responsabilidad
de la situación».
Estas colectividades que según el POUM eran «una revolución más profunda que la revolución
rusa», sirvieron para justificar la vuelta al trabajo y someter a los obreros a la producción
para la guerra. En las condiciones de entonces, de convulsión y disgregación extrema del edificio
capitalista, la fachada radical de las colectividades era el último recurso para hacer trabajar a los
obreros y salvar el orden explotador, como reconoció francamente Osorio y Gallardo, político de
derechas: «Enjuiciemos imparcialmente. Las colectividades fueron una necesidad. El capitalismo
había perdido toda su autoridad moral y ni los dueños podían mandar, ni los obreros querían
obedecer. En tan acongojante situación o la industria quedaba abandonada o se incautaba de ella
la Generalitat estableciendo un comunismo soviético».
Al servicio de la economía capitalista
Cuando nos dicen que las colectividades fueron un modelo de “comunismo”, de “poder obrero”,
que “fueron una revolución más profunda que la rusa”,... hay que echarse a reír. La cantidad de
datos, hechos y testimonios que demuestran lo contrario es abrumadora. Veamos:
Primero. Gran número de colectivizaciones se hicieron de acuerdo con los propios patronos. A
propósito de la colectividad de la industria chocolatera de Torrente (Valencia), Gastón Leval en el
libro antes citado, nos dice: «Motivados por el deseo de modernizar la producción tanto como de
suprimir la explotación del hombre por el hombre, la CNT convocó una asamblea el 1º de
Septiembre de 1936. Los patronos fueron invitados a participar en la colectividad lo mismo que los
obreros. Y todos aceptaron asociarse para organizar la producción y la vida sobre bases inéditas».
Las “bases inéditas” de la vida se hacían respetando todos los pilares del régimen capitalista. Así la
Colectividad de Tranvías de Barcelona,... «no sólo aceptó pagar a los acreedores de la compañía
las deudas contraídas, sino que también trató con los accionistas que fueron convocados a una
asamblea general» (Gastón Leval, libro citado).
¡Profunda “revolución” ésta que asume las deudas adquiridas y respeta los intereses de los rentistas!
¡Extraña manera de organizar la producción y la vida sobre bases inéditas!
Segundo. Las colectividades sirvieron, en manos de los sindicatos y partidos burgueses, para
reconstruir la economía capitalista:
a) para concentrar empresas: «Nos hemos hecho cargo de talleres microscópicos con un número
insignificante de trabajadores, sin esbozo de actividad sindical, cuya inactividad perjudicaba a la
economía» (Informe del sindicato de la madera de la CNT de Barcelona).
b) para racionalizar la economía: «Como primer paso hemos establecido la solidaridad financiera
de las industrias, organizando un Consejo General de Economía, donde cada ramo tiene dos
delegados. Los recursos excedentes servirán para ayudar a las industrias deficitarias para que
reciban la materia prima y demás elementos de la producción» (CNT de Barcelona, 1936).
c) para centralizar la plusvalía y el crédito canalizándolos según las necesidades de la
economía de guerra: «En toda empresa colectivizada el 50% de los beneficios se destinará a la
conservación de los recursos propios y el otro 50% pasará a poder del Consejo Económico local o
comarcal, según corresponda» (Ponencia de la CNT sobre colectividades, diciembre de 1936).
Como se ve, ni un céntimo de los beneficios para los trabajadores. Pero ¡no pasa nada!, Gastón
Leval lo justifica con el mayor cinismo: «Puede con razón preguntarse por qué los beneficios no
son repartidos entre los trabajadores a cuyo esfuerzo son debidos. Respondemos: porque son
reservados para fines de solidaridad social»
¡”Solidaridad social” con la explotación, con el esfuerzo de guerra, con la miseria más terrible!
Tercero. Las colectividades se detienen respetuosas ante el capital extranjero. Según el POUM
«para no molestar a los países amigos». Traduzcamos: para supeditarse a las potencias
imperialistas a las que estaba enfeudado el bando republicano.
¡Maravillosa y profunda revolución!
Cuarto. Los organismos que gestionaban y dirigían las colectividades (sindicatos, partidos políticos,
comités) estaban plenamente integrados en el Estado capitalista: «Los comités de fábrica y los
comités de control de las empresas expropiadas se transformaron en órganos para activar la
producción y, por eso mismo, fueron desdibujados en cuanto a su significación de clase. No se
trataba ya de organismos creados en el curso de una huelga insurreccional para derribar al
Estado, sino de organismos orientados hacia la organización de la guerra, condición esencial para
permitir la supervivencia y el reforzamiento de dicho Estado» (BILAN).
La CNT participó en el Consejo de Economía de Cataluña con 4 delegados, en el Gobierno de la
Generalitat con 3 ministros, y en el Gobierno central de Madrid con otros tres ministros. Pero no
sólo participaron de lleno en la cumbre del Estado sino también en la base del mismo, pueblo a
pueblo, empresa a empresa, barrio a barrio. En la España republicana había cientos de alcaldes,
concejales, administradores, jefes de policía, oficiales militares, etc., “libertarios”.
Pero esas fuerzas no sólo eran parte integrante del Estado por su participación directa en él. Era toda
la política que defendían la que les hacía carne y sangre del orden capitalista. Esa política que ató en
todo momento la acción de las colectividades fue la unidad antifascista, que justificó el sacrificio
de los obreros en el frente de guerra y la sobrexplotación en la retaguardia. Gastón Leval nos
explica claramente esa política llevada, junto a otros, por la CNT: «Había que defender las
libertades tan relativas y sin embargo tan apreciables representadas por la República». Gastón
Leval “olvida” la “apreciable libertad obrera” que significó la represión de la República contra las
huelgas de los trabajadores (recuérdese Casas Viejas, Alto Llobregat, Asturias,...)
«No se trataba de hacer una revolución social, ni de la implantación del comunismo libertario, ni
de la ofensiva contra el capitalismo, el Estado, o los partidos políticos: se trataba de impedir el
triunfo del fascismo» (Leval, op cit) ¡Más claro agua!. El programa de la CNT era el mismo que el
PCE: la defensa del capitalismo bajo el camelo antifascista!
Quinto. El carácter “revolucionario”, “anticapitalista”, “libertario”, etc. de las colectividades fue
convenientemente avalado por el Estado capitalista que las reconoció mediante el Decreto de
Colectividades (24/10/36), y las coordinó por la constitución del Consejo de Economía ¿Quién
firmó ambos decretos? ¡El Sr. Terradellas, hoy flamante presidente de la Generalitat de Cataluña!
Forzoso es concluir que las colectividades no significaron el más mínimo ataque al orden burgués,
sino que fueron una forma que este adoptó para reorganizar la economía y salvar la explotación, en
unos momentos de máxima tensión social y enorme radicalización obrera que no permitían usar los
métodos tradicionales: «Ante un incendio de clase, el capitalismo no puede ni siquiera pensar en
recurrir a los métodos clásicos de la legalidad. Lo que le amenaza es la independencia de la lucha
proletaria que condiciona la próxima etapa revolucionaria hacia la abolición de la dominación
burguesa. Por consiguiente el capitalismo debe rehacer la malla de su control sobre los explotados.
Los hilos de esta malla que antes eran la magistratura, la policía, las prisiones, se transforman, en
la situación explosiva de Barcelona, en los Comités de Milicias, las industrias socializadas, los
sindicatos obreros, las patrullas de vigilancia, etc» (BILAN).
La implantación de la economía de guerra
Una vez visto el carácter de instrumento capitalista de las colectividades, vamos a ver que papel
jugaron, y este fue el de implantar dentro de los obreros una draconiana economía de guerra que
permitiera afrontar los enormes gastos y la gigantesca sangría de recursos que suponía la guerra
imperialista que se libraba en España en 1936-39.
La economía de guerra supone, en pocas palabras, tres cosas:
1º.- La militarización del trabajo.
2º.- Los racionamientos
3º.- Dirigir toda la producción hacia un fin exclusivo, totalitario y monolítico: la guerra.
El taparrabo de las colectividades sirvió a la burguesía para imponer a los obreros una disciplina
militar en el trabajo, la ampliación de la jornada laboral, la realización de horas extra gratuitas:
«Artículo 24: todos vendrán obligados a trabajar sin límite de tiempo lo que precise el bien de la
colectividad. Artículo 25: todo colectivista está obligado, aparte del trabajo que normalmente le
sea asignado, a prestar, allí donde se encuentre, su ayuda en todos los trabajos urgentes o
imprevistos» (Colectividad de Jávea -Alicante-).
En las “asambleas” de las colectividades se imponían “democráticamente”, más y más medidas
cuartelarias: «Se acordó organizar un taller donde las mujeres irían a trabajar en lugar de perder
el tiempo charlando en las calles. Se acabó diciendo que en cada taller hubiera una delegada que
se encargara de controlar a las aprendizas, las cuales si faltan dos veces sin motivo serán
expulsadas sin apelación» (Colectividad de Tamarite -Huesca-).
Respecto a los racionamientos, una revista catalanista de la época no explica con la mayor caradura,
el método “democrático” de imponérselos al proletariado: «En todos los países se obliga a los
ciudadanos a guardarlo todo desde los metales preciosos hasta las pieles de patata. El poder
público les exige este régimen de rigor,... Pero aquí en Cataluña, el Gobierno calla pues no tiene
necesidad de pedir, es el pueblo quien, espontáneamente, completa su obra, imponiéndose
voluntariamente, conscientemente, un racionamiento riguroso».
La primera ley del “ultrarevolucionario” Consejo de Aragón de Durruti fue: «Para efecto de
suministro de los colectivistas se establecerá la carta de racionamiento». Estos racionamientos
impuestos por “medidas revolucionarias” y “conscientemente aceptados por los ciudadanos”
significaron una miseria indescriptible para los obreros y para toda la población. Gastón Leval, en el
mencionado libro, reconoce que: «En la mayoría de las colectividades faltó casi siempre la carne y,
a menudo, hasta las patatas».
Finalmente, la disciplina cuartelaria, los racionamientos que la burguesía impuso tras la careta de
las colectividades, tenían un fin exclusivo: sacrificar todos los recursos humanos al dios sanguinario
de la guerra imperialista:
En la colectividad de Mas de las Matas y a propuesta de la CNT: «Se adaptaron las instalaciones
de la bodega a la fabricación de alcohol de 96º, imprescindible para la medicina en los frentes. Se
limitó igualmente la compra de vestidos, máquinas, etc., destinados al consumo de los colectivistas,
pues esos recursos no debían ser para lujos sino para el frente». Y en la colectividad de Alicante:
«el Gobierno, reconociendo los progresos de las colectividades en la provincia, encargó
armamento a los talleres sindicales de Alcoy, paños a la industria textil socializada y zapatos a la
industria de Elda igualmente en manos libertarias, con objeto de armar, vestir y calzar a los
soldados» (Gastón Leval, libro citado).
Las colectividades instrumento de sobreexplotación
La demostración más palpable del carácter antiobrero de las siniestras “colectividades” anarquistas
es que a través de ellas la burguesía republicana redujo hasta límites insospechados , las condiciones
laborales y humanas de los obreros:
- los salarios descendieron desde Julio de 1936 y Diciembre de 1938 un 30% nominal, mientras que
el descenso del poder adquisitivo fue mucho mayor: más de un 200%.
- los precios pasaron de un 166’8 en Enero de 1936 (índice 100 para 1933), a un 564% en
Noviembre de 1937 y un 687’8 en Febrero de 1938.
- el paro a pesar de la enorme sangría de gente enviada a los frentes subió entre Enero del 36 y
Noviembre de 1937, un 39%.
- la jornada laboral subió a 48 horas (en 1931 era de 44, en Julio de 1936 la Generalitat catalana
para calmar las luchas obreras decretó la semana de 40 horas pero a los pocos meses desaparecería
con la excusa del esfuerzo de guerra y la “colectivización”). El número de horas extra gratuitas
recargó la jornada laboral en un 30% más.
Fueron precisamente las fuerzas “obreras” (PCE, UGT, POUM y, especialmente, la CNT) quienes
reclamaron con más ahínco la sobrexplotación y el empeoramiento de la situación de los obreros.
Peiró, bonzo de la CNT, escribía en Agosto de 1936: «Para las necesidades nacionales no es
bastante la semana de 40 horas, la cual, por cierto, no puede ser más inoportuna».
Las consignas sindicales de la CNT son de lo “más favorables” para los trabajadores: «Trabajar,
producir y vender. Nada de reivindicaciones salariales o de otro tipo. Todo ha de quedar
subordinado a la guerra. En todas las producciones que tengan relación directa o indirecta con la
guerra antifascista no se podrá exigir que sean respetadas las bases de trabajo ni en jornada ni en
salario. Los obreros no podrán pedir remuneraciones especiales por las horas extras efectuadas
para la guerra antifascista y deberán aumentar la producción respecto al período anterior al 18 de
Julio».
EL PCE grita: «No a las huelgas en la España democrática. ¡Ningún obrero ocioso en la
retaguardia!».
Naturalmente las colectividades como instrumento de “poder obrero” y “socialización” en manos
del Estado fueron la excusa que hacía tragar a los obreros esa brutal reducción de sus condiciones
de vida.
Así, en la Colectividad de Graus (Huesca): «A las muchachas no se les paga el sueldo por su
trabajo, dado que sus necesidades están ya cubiertas por el salario familiar». En la colectividad de
Hospitalet (Barcelona),... «comprendiendo la necesidad de un esfuerzo excepcional se rechaza el
aumento del 15% en los salarios y la disminución de la jornada laboral decretada por el
Gobierno» ¡más papistas que el Papa!.
Conclusiones
Recordar esta dolorosa experiencia histórica que padeció el proletariado español, denunciar el gran
timo de las colectividades con el que la burguesía logró engañarle, no es cuestión de intelectuales o
eruditos, es una necesidad vital para no volver a caer en la misma trampa. Para derrotarnos y
hacernos tragar medidas de sobrexplotación, paro y sacrificio, la burguesía recurre al engaño: se
disfraza de “obrera” y “popular” (en 1936 los burgueses se hacían callos en las manos y se vestían
de obreros), “socializa” y “autogestiona” las fábricas, llama a todo tipo de solidaridades
interclasistas con banderas como el “antifascismo”, la “defensa de la democracia” o la “lucha
antiterrorista”..., da a los obreros la impresión de “ser libres”, de “controlar la economía”, etc. Pero
detrás de tanta “democracia”, “participación” y “autogestión”, se esconde, intacto, más poderoso y
reforzado que nunca, el aparato de Estado burgués, alrededor del cual, las relaciones
capitalistas de producción se mantienen y agravan en todo su salvajismo.
Hoy, cuando las leyes fatales del capitalismo senil lo conducen hacia la guerra imperialista, es la
“sonrisa”, la “confianza en los ciudadanos”, la “más profunda democracia”, la “autogestión”,... el
gran teatro tras el cual el capitalismo pide más y más sacrificios, más y más paro, más y más
miseria, más y más sangre en los campos de batalla. De los escarmentados nacen los avisados. Las
colectividades del 36 fueron uno de esos falsos modelos, de esas bellas ilusiones, a través de las
cuales el capitalismo llevó a los obreros a la derrota y a la matanza. La lección de aquellos hechos
debe servir a los proletarios de hoy para salvar las trampas que les tiende el capital y poder avanzar
hacia su liberación definitiva.
Junio de 1978
Artículo publicado en el nº 15 de la Revista Internacional (órgano internacional de la CCI).
Capítulo VI: 1936 muestra el fracaso del
anarquismo
Como decimos en la Introducción al libro, este capítulo hubiéramos querido desarrollarlo más, cosa
que intentaremos hacer en un futuro. No obstante, los dos textos publicados, uno aparecido en
ACCION PROLETARIA número 15 y otro escrito expresamente para el presente libro, abordan
aspectos importantes de la conducta del anarquismo en España 1936.
El primero muestra la realidad profunda de la CNT confrontada a la cruda realidad de los hechos:
toda la palabrería durante largos años repetida sobre la “revolución social”, el “comunismo integral”
y la “denuncia de la autoridad” se convirtió en colaboración descarada con el Estado burgués,
integración en sus ministerios, alcaldías y fuerzas armadas y participación activa en el autoritarismo
más despiadado contra los obreros: el de alistarlos para la guerra burguesa disfrazada para
tranquilidad de la conciencias anarquistas como “lucha antifascista por la libertad”.
Una muestra aún más clara del callejón sin salida al que lleva la doctrina anarquista es el trabajo
sobre los Amigos de Durruti. Esta era una agrupación de elementos proletarios que, en plena guerra,
trataron de defender una posición de clase contra la política de traición perpetrada por la CNT. Lo
que mostramos es que estos compañeros no pudieron dar pleno sentido a su instinto de clase, su
coraje y su adscripción apasionada a la causa del proletariado porque se veían trabados y llevados al
fracaso por las gruesas cadenas de la ideología anarquista.
1.Las bodas de sangre de la CNT con el Estado
burgués
Olvidar los acontecimientos de 1936 es condenarse a repetir la derrota obrera que supusieron
Mayo 1937 es una de las experiencias menos conocidas de la historia del proletariado español.
Sobre ella todas las fracciones de la burguesía han corrido un tupido velo de mentiras y olvido. Lo
mismo está pasando con toda la experiencia de la “Guerra civil” de 1936. Desde Suárez hasta
Carrillo nos machacan que «debemos olvidar el pasado» y «reconciliarnos las dos Españas».
Y efectivamente hoy aparecen de nuevo cogidos del brazo las dos fracciones del Capital que se
enfrentaron en 1936: la España “franquista” y la España “republicana” y ambas, codo con codo,
pretenden envolvernos a los obreros en las fiestas por la “paz”, la “democracia” y la “reconciliación
nacional”, con las que quieren hacernos aceptar una brutal austeridad, ocultar un ataque represivo
contra nuestras luchas, y preparar nuestro encuadramiento para la política de guerra del capital en
crisis.
En 1931, la burguesía monárquica y la republicana olvidaron sus viejas querellas y se unieron para
levantar la “República de los trabajadores” que preparó la represión y el alistamiento de los
trabajadores para la “Guerra civil”. Y fue el monárquico y ultrareaccionario cacique Alcalá Zamora
el elegido para presidir esa siniestra “República de los trabajadores”.
Hoy franquistas de toda la vida y antifranquistas de ídem, hacen lo mismo para afrontar la crisis
capitalista y el ascenso de las luchas obreras.
No. Los trabajadores no podemos olvidar la experiencia de 1936; al contrario, debemos recordarla y
sacar de ella las lecciones necesarias para no volver a caer en los mismos errores.
La situación de entonces y la de hoy coinciden en un punto: la crisis económica del capitalismo.
Sabemos como se resolvió la crisis de entonces: con la IIª Guerra Mundial, de la que la guerra
española fue antesala y preparación.
Hoy la perspectiva es exactamente la misma si la lucha revolucionaria del proletariado por el
comunismo no lo remedia. Para que esa lucha se fortalezca queremos recordar lo esencial de las
lecciones de 1936.
En 1936 la burguesía pretendía destruir la lucha autónoma del proletariado y encuadrarlo para la
guerra imperialista que se avecinaba en la que los obreros del frente se matarían unos a otros y los
de la retaguardia padecerían una explotación y un terror sin límites. Para conseguir esto ¿cual fue el
método empleado por el Capital?. No precisamente el del terror abierto y descarado poniendo al
frente del gobierno a los partidos de Derecha, sino al contrario, disfrazándose como una “República
obrera y democrática” y poniendo a la cabeza del Estado a los partidos “progresistas” (Azaña y cía),
y sobre todo a los partidos “obreros” (primero el PSOE, después el PCE).
Y ¿por qué la burguesía eligió esa táctica? Precisamente para hacer bajar la guardia a los obreros,
hacerles creer que estaban representados en el Gobierno y así destruir su unidad y diluir su
conciencia autónoma.
En esta tarea no sólo contó con la ayuda del PSOE y el PCE, sino con la de todas las
organizaciones presentes en el movimiento obrero, en especial de la CNT. Esta, a medida que la
situación se iba radicalizando y los obreros con sus luchas iban amenazando al Estado burgués, fue
jugando un papel cada vez más importante en la salvación del Capital y, sobre todo, de su Estado.
En una aparente paradoja, la CNT que siempre se ha proclamado “antiestatal” y “antiburocrática”,
llamó a la participación obrera en el Estado burgués con las elecciones del 9 de Febrero de 1936
que dieron la victoria al Frente Popular, fue ella quién, con los obreros dueños de la situación en
Cataluña el 19 de Julio de 1936, apoyó a la Generalitat - es decir al Estado burgués - frenando e
impidiendo la toma del poder político por los trabajadores; fue ella quien participó dentro del
Estado burgués, aceptando poltronas ministeriales y comprometiéndose en el esfuerzo capitalista
de meter a los obreros en la carnicería militar y de destruir sus órganos autónomos de clase creados
en la insurrección contra el alzamiento franquista.
No vamos a explicar aquí las causas de este papel cumplido por los anarquistas. En parte, las
razones de su intervención están explicadas en el texto que ofrecemos a continuación. Lo que es
necesario es hacer una reflexión lo más amplia y profunda posible tanto sobre el papel cumplido por
la CNT, como, en general, sobre el período 1931-1939.
Diferentes aportaciones han sido hechas, la más importante, sin duda, son los textos de BILAN
(órgano de la Fracción Italiana de la Izquierda Comunista), también los de la Izquierda Mexicana.
El artículo que aquí publicamos, aparecido en Revolution Internationale (publicación en Francia de
la CCI), es un grano de arena más en este esfuerzo.
Una época de derrotas
«El 19 de Julio de 1936, los proletarios de Barcelona, con puño desarmado, aplastaron a los
batallones de Franco, armados hasta los dientes. El 4 de Mayo de 1937, esos mismos proletarios
armados, dejan en la calle muchas más víctimas que en Julio, y es el Gobierno antifascista - en el
que incluso están los anarquistas, y del que el POUM es indirectamente solidario - quien da suelta
a la canalla de las fuerzas represivas contra los obreros» (BILAN, 1937).
Sólo puede explicarse la evolución de la relación de fuerzas que esta cita expresa, si se lleva a cabo
una crítica de las organizaciones “obreras” que participaron directamente en la instauración del
frente antifascista, el mismo frente que precipitaría al proletariado en la IIª Guerra Mundial 3 años
más tarde; y estos no se pudo realizar más que por el triunfo de la contrarrevolución capitalista, y la
destrucción total de las perspectivas abiertas por la Revolución rusa.
El proletariado mundial, que se había lanzado al asalto del mundo capitalista desde 1917, fue
derrotado definitivamente en 1927 en Cantón (China), 10 años después de que hubiera destruido el
aparato de Estado burgués ruso. Desde 1927 se abrió una negra época, salpicada de derrotas, que
acabaría con la “regeneración” del capitalismo en las inmundas charcas de sangre en que se
convertiría Europa.
El capitalismo triunfante sobre la oleada revolucionaria acabaría, incluso, con el “baluarte”
proletario soviético cuando al proclamar, en 1926, «el socialismo en un sólo país», se daba el golpe
de gracia a los principios vitales de la revolución proletaria, principios ya bastante corroídos desde
tiempo atrás. El período que empezaba iba a ser el más negro de la historia del movimiento obrero,
encontrando su apogeo de horror en la segunda carnicería mundial.
Vencido física e ideológicamente en todos los frentes, el proletariado ya no tenía la fuerza capaz de
oponerse a los planes de guerra del capital, proponiendo la alternativa revolucionaria a la barbarie
guerrera. La solución de la burguesía a la crisis del 29 fue encerrar a la población en el falso dilema
fascismo - democracia, para acabar alistándola, ya sin caretas, en la guerra mundial.
Por las condiciones específicas del desarrollo capitalista en el siglo pasado, la tradición obrera en
España se inspiraba más en el anarquismo que en el marxismo. Fue gracias a este “accidente” de la
historia por lo que la ideología contrarrevolucionaria de la Internacional Comunista en degeneración
(el estalinismo) no impregnaba la lucha de clases en este país, con la misma fuerza que en Europa.
El proletariado español manifestaba una alta combatividad, la cual resultaba muy peligrosa para los
planes de guerra imperialista que preparaba el capital. Por lo tanto el Capital necesitaba derrotarlo
primero, para alistarlo después, y, finalmente, en una etapa posterior, hacer lo mismo con el
conjunto del proletariado mundial. De esta suerte los cañonazos que lo iban destruyendo resonaban
como el eco lúgubre de los que, años antes, habían destrozado a sus hermanos europeos y chinos, a
la vez que eran una siniestra premonición de los que iban a crucificarle en el campo del horror de la
IIª Guerra Mundial.
El 19 de julio de 1936 la CNT salva al Estado burgués
La Dictadura de Primo de Rivera había mantenido al proletariado en una miseria negra tras la
expansión económica anterior. La crisis de 1929 se hizo sentir de tal manera que el capital, bajo la
presión de las luchas obreras, tuvo que liquidar al dictador. La República que el capitalismo instauró
propone un programa de “reformas” cuyo único objetivo es mistificar al proletariado, para desviarlo
de su lucha autónoma que se iba radicalizando cada día más.
La República se las vio y se las deseó para mantener el orden social. Pero los demócratas nada
tienen que envidiar a los fascistas cuando se trata de acabar con las huelgas no dudando, si llega el
caso, en disparar contra los huelguistas. Con sus ataques permanentes contra la clase obrera, con sus
leyes y acciones represivas, la Izquierda y la República cumplieron con su compromiso: calentarle
la cama a la reacción. Parecía llegado el momento de que la Derecha cumpliera con el suyo: aplastar
al proletariado y acabar con el “desorden social”. Así, el 17 de Julio de 1936, dos años después de la
masacre de los obreros en Asturias, surge el intento de golpe de Estado con la punta de lanza de las
tropas de Marruecos al mando de Franco, cuyo alzamiento debería ir seguido, al menos en teoría,
por el de todas las guarniciones del país el 19 de Julio.
El 19 de Julio de 1936, en Barcelona, el proletariado entero está en la calle, asalta los cuarteles o
fraterniza con los soldados y va armándose a medida que avanza la situación. El pronunciamiento
ha fracasado; la Generalitat de Cataluña se encuentra totalmente desbordada, casi desaparecida ante
el empuje de los obreros. Estos forman milicias que se encargan de limpiar la ciudad con las armas
en la mano, plantean sus reivindicaciones de clase y empiezan a expropiar empresas. El día 20 la
CNT, que hasta entonces había mantenido un silencio revelador, presionada por el empuje de los
obreros, proclama la Huelga General, lo que no es otra cosa que reconocer un hecho ya consumado.
La mayoría de los obreros combativos que participan en los acontecimientos o son independientes o
militan en la CNT. Esta, por recoger en su seno a la mayoría de las tendencias revolucionarias del
proletariado español, tiene una influencia enorme sobre él y, por tanto, una responsabilidad
inmensa. Companys, presidente de la cadavérica Generalitat, el mismo que días antes se había
negado a entregar armas a los obreros, felicita al sindicato libertario y le propone una alianza
entre la Generalitat y la CNT, sin la cual no le queda más remedio que dimitir. La CNT, dueña de la
ciudad y de la región,....¡Acepta el compromiso!:
«No podíamos quedarnos solos, imponer nuestra voluntad absoluta, declarar caduca la
Generalitat e imponer en su lugar el verdadero poder del pueblo; nosotros no creíamos en la
dictadura cuando se ejercía contra nosotros y no la deseábamos cuando la podíamos ejercer contra
otros. La Generalitat debía mantenerse con otras fuerzas, y con el presidente Companys a su
cabeza, y las fuerzas populares se organizarían en milicias para proseguir la liberación de España.
Así nació el Comité Central de Milicias Antifascistas (CC), en el cual hicimos entrar todos los
sectores políticos, desde liberales a obreros» (Abad de Santillán, dirigente cenetista, en su libro:
«¿Por qué perdimos la guerra?»).
Con una vil excusa (“no ser dictatoriales”) la CNT salva del apuro al odiado Estado burgués y le
avala con su prestigio.
Respecto al Comité Central de Milicias Antifascistas la CNT lo presentará como un organismo
obrero. Pero ¿cuál es su composición? En él están los peores enemigos de los trabajadores y la
revolución: ¡el Gobernador Civil!, los representantes de la Generalitat, los delegados de los partidos
del Frente Popular y la propia CNT junto con el POUM. En resumidas cuentas, un sindicato de
enemigos de los trabajadores que van a hacer todo lo posible para secuestrar su voluntad y
debilitarlos desde dentro.
La CNT se encuentra por primera vez a la cabeza de un movimiento que eclipsa realmente al
gobierno de una región entera, la más rica de España además. Las posibilidades de supervivencia
del Gobierno de la Generalitat dependen totalmente de la orientación que la CNT de a la lucha; lo
cual quiere decir, a la inversa, que los intereses del proletariado dependen también de ella. El
ímpetu revolucionario que anima a la clase obrera en aquellos días de Julio - gracias en parte a la
entrega total de militantes anarquistas que no dudaron un instante en aquellos momentos históricos sólo podía realizarse con la continuidad de la lucha empezada en el terreno de clase contra el
capital: destrucción del aparato de Estado burgués, instaurar un poder basado en los Consejos
Obreros, apoderarse del aparato bancario,... Estas medidas conscientes eran consecuencias objetivas
de las medidas ya tomadas de manera espontánea como las de tomar las armas, limpiar el aparato
militar y policiaco del Estado, las expropiaciones,...
Y es precisamente entonces cuando los “antiestatistas”, los “antiautoritarios”,... colaboran
abiertamente con el gobierno republicano, dando con ello a la burguesía una prueba de la
“respetabilidad” del ideal anarquista: había que evitar a toda costa que los obreros siguieran por el
camino de la dictadura de clase sobre el conjunto de la sociedad. Para los anarquistas cualquier
dictadura es la esencia del MAL. Pero la historia no funciona en absoluto con criterios morales
basados en el BIEN y el MAL. En momentos de conflicto exacerbado entre las clases no puede
haber posturas de “equidistancia”.
De hecho la CNT-FAI contribuyó objetivamente a la restauración de la dictadura capitalista,
otorgando su confianza al Estado burgués y ayudándole a encontrar los medios para controlar la
situación. Ese primer abrazo de “paz” fue el signo precursor que auguraba las futuras efusiones
amorosas entre la CNT y el Estado.
Salvado de milagro y en última instancia, éste Estado se dispone inmediatamente a “restablecer el
orden”, o sea militarizar las milicias obreras, convirtiéndolas en batallones del ejército republicano,
y a militarizar el trabajo.
La CNT desvía a los obreros de la lucha de clases a la guerra militar
Rápidamente el Gobierno centraliza y somete a un rígido control jerárquico las milicias creadas por
los obreros para, a continuación, enviarlas al frente donde van a servir de carne de cañón. Por medio
de la CNT y el POUM, la burguesía hace creer a los milicianos que si van a la guerra es para
proteger la “revolución” que se está haciendo en la retaguardia. La CNT contribuye, así pues, a
sacar al proletariado de su terreno de clase para meterle en el del conflicto militar entre fracciones
burguesas. El 25 de Agosto de 1936, el Pleno de la CNT adopta la consigna: «¡Todas las armas al
frente!» y concluye un acuerdo con el gobierno para desarmar el 60% de los milicianos de la
retaguardia, acuerdo que ella se encargará de hacer respetar por la fuerza. Con ello la CNT destruye
los últimos vestigios de un poder obrero independiente frente al Estado burgués.
El 26 de Septiembre es un gran día para la burguesía catalana: Companys consigue la formación de
un Gobierno de la Generalitat en el que participan CNT y POUM. Todos los restos de organismos
obreros (Comités, etc.) creados en la insurrección de Julio, son definitivamente transformados en
auxiliares del Estado y meros ejecutores de sus órdenes. Esta política de participación descarada en
el Estado burgués, es justificada por Abad de Santillán diciendo que «Todo debe intentarse para
conseguir las armas y la ayuda financiera necesarias para ganar nuestra guerra». El periódico
cenetista «Solidaridad Obrera» dice el 27 de Septiembre: «Resulta imposible para el bien de la
revolución y el porvenir de la clase obrera, seguir manteniendo la dualidad de poder» (¡¡¡). Toda la
plana mayor cenetista (la Montseny, García Oliver y demás pájaros) se empeña en presentar todos
los retrocesos obreros como “pasos adelante” hacia el “comunismo libertario”. El 1 de Octubre es
abolido el Comité Central de Milicias, y el día 9, con la firma de los ministros de la CNT y el
POUM , son disueltos «todos los comités locales y todos los organismos que se hayan formado
para destruir el movimiento rebelde». Todo órgano autónomo de los obreros es definitivamente
sacrificado por la CNT,... para mejor defender el Estado: el abrazo de Julio se ha convertido en
noviazgo. El gobierno central de Madrid puede respirar tranquilo: los anarquistas pronto entrarán en
el Gobierno Largo Caballero. Es cuestión de días,...
El 10 de Octubre se publica el decreto de militarización de las milicias. La CNT envía delegados al
frente para convencer a los milicianos de la urgencia de tal medida,... ¡y eso que la CNT siempre se
había declarado “antimilitarista”! La “razón de Estado” hará entrar en “razón” a algunos milicianos
recalcitrantes.
«A cada charco de sangre proletaria, la burguesía dará un paso más a la izquierda» (BILAN). Si la
caída de Badajoz e Irún fueron la causa directa de la formación de un gobierno del Frente Popular
con el apoyo anarquista, los nuevos reveses militares y la amenaza sobre Madrid, hacen que la CNT
el 4 de octubre de un nuevo paso al frente: entra en el gobierno central, previamente “retocado” para
calmar sus escrúpulos:
«Las circunstancias han cambiado la naturaleza del Estado español que ha dejado de ser una fuerza
de opresión contra la clase obrera, de la misma manera que hoy, el Estado, ya no es el organismo
que divide la sociedad en clases».
Así justifica «Solidaridad Obrera», en una famosa editorial, la entrega por parte de la CNT de todos
sus encantos al Estado burgués. ¡Las bodas de la CNT con el Estado pasarán a la historia de los
amores célebres!
La nueva consigna cenetista: «¡Todos a la fábrica o al frente!» es ante todo la consigna del Estado.
Esto se ve reforzado a medida que los obreros abandonan su terreno de clase para meterse en el de
la guerra.
Como la clase obrera rechaza la movilización militar hay que darle la ilusión de que es ella la que
dirige la “guerra contra el fascismo”. La CNT, con su actuación antiobrera, con su propaganda y
con su participación abierta en el Estado, juega un papel clave para llevar los obreros al matadero.
Como la clase obrera rechaza la sobreexplotación capitalista, hay que darle la ilusión de que es ella
la que domina la producción, para que acepte los sacrificios inhumanos que impone la economía de
guerra. Es nuevamente la CNT quien se encarga del engaño con su sacrosanta autogestión, para que
los obreros acepten en nombre de ésta lo que nunca hubieran aceptado en nombre de la patronal.
Para que sea proletaria, la lucha obrera debe dirigirse, en todos sus órganos y en todos sus
combates, contra el Estado burgués. Sin esto, el Capital acaba recuperando el control de la situación
y utilizando contra los trabajadores no sólo los órganos que estos han creado, sino su propia
combatividad.
Por ello, si bien cuando surgieron espontáneamente, las milicias obreras son órganos
revolucionarios, después se convierten en órganos del Estado contra el proletariado, desde que se
instaura el Comité central de Milicias, como lo demuestra el envío de los obreros al frente, y
posteriormente su militarización. Las expropiaciones espontáneas de fábricas eran medidas con
potencial revolucionario pero acabaron convirtiéndose en instrumentos de control, cuando se creó,
por iniciativa de la Generalitat, el Consejo Central de Economía (11 de Agosto de 1936). Este
organismo, en el que desde sus inicios participan la CNT y el POUM, militariza la industria,
prohíbe las huelgas y rechaza toda reivindicación obrera, “mientras estemos en guerra”.
Por su ideología apolítica y antiautoritaria, por toda su participación abierta en el Estado burgués, la
CNT-FAI es responsable directa de la victoria política de la burguesía: la derrota de la lucha
autónoma de los obreros y su encuadramiento y masacre en el frente “antifascista”. Codeándose con
estalinistas, socialistas y republicanos, la CNT culminará sus favores al Estado capitalista, tomando
parte en el aplastamiento final de toda resistencia obrera en Mayo de 1937.
Las jornadas de mayo 37: la CNT apuñala a los obreros por la espalda
Contando con el apoyo anarquista, el poder burgués decide aniquilar el último foco de resistencia
proletaria que representan los obreros de Barcelona. Ellos son el último bastión de la lucha
autónoma del proletariado. Debilitados por meses de guerra, privaciones y, sobre todo, de
mistificaciones políticas, las fuerzas del Frente Popular se lanzarán contra ellos como hienas
salvajes.
Para ello recurrirán a la provocación: la policía de la Generalitat invade, con las armas en la mano,
los locales de la Telefónica barcelonesa, reducto de la combatividad obrera. Los trabajadores
responden y pronto se desata la solidaridad proletaria. Las fábricas de Barcelona se paralizan, la
ciudad se cubre de barricadas; los obreros, al precio de grandes pérdidas, vuelven a ser dueños de la
ciudad.
Nuevamente la Generalitat tiembla. Companys desaprueba al Comisario de Orden Público que
había dirigido el ataque y lo hace dimitir. Entregándoles este “chivo expiatorio” el Estado pretende
calmar a los trabajadores, pero a la vez llega a un nuevo acuerdo con la CNT, que ésta se encargará
de propagar por las barricadas y a través de la radio: los obreros, “en nombre del enemigo común,
Franco”, deben deponer las armas; el gobierno “va a intervenir equitativamente”,... Con esas
mentiras, la CNT hace la guerra psicológica a los trabajadores, mientras el Gobierno trae tropas
desde Valencia, y sobre todo, retira batallones enteros del frente de Aragón, donde se libra una
batalla decisiva contra las fuerzas franquistas, para emplearlas en Barcelona en la represión
de los obreros. Aquí puede verse, una vez más, esa gran mentira antiproletaria que es el
“antifascismo”.
El papel de la CNT es de nuevo decisivo. Federica Montseny pide “besos a las fuerzas de orden
público”, las mismas que están masacrando a los obreros. Los jefes de la CNT piden “unidad
antifascista”, es decir, que los obreros se retiren de la lucha y se unan a los verdugos estalinistas y
socialistas que los conducen a la cárcel. La maniobra de acabar con la resistencia obrera solo tuvo
éxito con el concurso de la CNT.
Definitivamente aplastado, el proletariado ya no volverá a levantar cabeza. Franco vendrá después a
rematar la faena que republicanos, estalinistas, PSOE y anarquistas habían empezado. Hoy, los
jerifaltes de la CNT fanfarronean con el más descarado cinismo: «La CNT tiene la conciencia
tranquila (¡¡¡) Jamás se ha manchado las manos ni con la barra del poder (¡¡¡) ni con el
parlamentarismo, ni con los partidos políticos (¡¡¡)» («Monde Libertaire», Abril de 1977).
Publicado en Acción Proletaria (órgano de la CCI en España) nº 15, Agosto de 1977.
2.Los Amigos de Durruti: lecciones de una
ruptura incompleta con el anarquismo
La agrupación anarquista de Los Amigos de Durruti, se ha citado a menudo para ilustrar la vitalidad
del anarquismo durante los acontecimientos de 1936 en España, puesto que sus miembros jugaron
un papel destacado durante las luchas de Mayo 1937, oponiéndose y denunciando la colaboración
de la CNT en el gobierno de la República y la Generalitat. Hoy la CNT se vanagloria de sus
hazañas y vende sus publicaciones más conocidas[1], apadrinando sus posiciones.
Para nosotros sin embargo, la lección esencial de la experiencia de esta agrupación no es la
“vitalidad” del anarquismo, sino al contrario, la imposibilidad de plantear una alternativa
revolucionaria desde él[2]. Los Amigos de Durruti, aunque se opusieron a la política de
“colaboración” de la CNT, no comprendieron su papel como factor activo de la derrota del
proletariado, su alineamiento en el campo burgués; y por eso no la denunciaron como un arma del
enemigo; al contrario, siempre reivindicaron su militancia en la CNT y la posibilidad de
reconducirla para el proletariado.
La razón fundamental de esa dificultad es su incapacidad para romper con el anarquismo. Esto es lo
que explica también que del esfuerzo y el coraje revolucionario de los miembros de esta agrupación,
no haya surgido lamentablemente una clarificación sobre los acontecimientos de España 1936, sino
sólo una muestra formidable de la enorme combatividad y voluntad de batirse hasta el final que
guardaba el proletariado en España, que se resistió con todas sus fuerzas a la derrota y al
alistamiento en la guerra imperialista.
1936: ¿Revolución proletaria o guerra imperialista?
En los libros de historia, los sucesos de España 1936 se describen como “la guerra civil”. Para los
trotskistas y los anarquistas sin embargo, se trata de “la revolución española”. Para la CCI, no fue ni
una “guerra civil”, ni una “revolución”, sino una guerra imperialista. Una guerra entre dos
fracciones de la burguesía española: la de Franco, respaldada por el imperialismo alemán e italiano;
y en el otro lado, el republicano, un gobierno del Frente Popular que, particularmente en Cataluña,
incluía a los Estalinistas, el POUM y la CNT, respaldado por la URSS y los imperialismos
democráticos. La clase obrera se movilizó en Julio 1936 contra el golpe de Franco y en Mayo 1937
en Barcelona contra la tentativa de la burguesía de aplastar la resistencia proletaria[3]. Pero, en
ambos casos, el Frente Popular, logró derrotarlo y desviarlo hacia las matanzas militares utilizando
la excusa del “antifascismo”.
Este fue el análisis de BILAN, la publicación de la Izquierda comunista de Italia en el exilio. Para
BILAN, era esencial ver el contexto internacional en el que ocurrían los acontecimientos en España.
La oleada revolucionaria internacional que acabó con la Iª guerra mundial y se extendió por los 5
continentes había sido derrotada, aunque todavía quedaban ecos de luchas obreras en China en
1926, en la huelga general de Gran Bretaña, y en la propia España. Sin embargo el aspecto
dominante de la década de 1930 era la preparación de todas las potencias imperialistas para otro
conflicto global. Este era el marco internacional de los acontecimientos en España: una clase obrera
derrotada y el camino a una segunda guerra mundial.
Otros grupos proletarios como el GIKH[4], defendieron posiciones similares, a pesar de que
también hubiera espacio en sus publicaciones para posiciones que se asimilaban al trotskismo, que
veían que, partiendo de una lucha por una “revolución burguesa”, el proletariado podía intervenir
revolucionariamente. BILAN debatió pacientemente con estos grupos, entre los que se incluía una
minoría en su seno, que defendía que la revolución podía surgir de la guerra y que se movilizó para
luchar en la columna Lenin en España[5].
Por muy confusas que pudieran ser sus posiciones, ninguno de estos grupos se había comprometido
sin embargo en el apoyo al gobierno republicano. Ninguno había participado en el sometimiento de
los obreros a la República, ninguno había tomado partido por la burguesía.... ¡A diferencia del
POUM y la CNT![6].
Apoyándose en aquellos errores del proletariado, la burguesía pretende avalar hoy la política
traidora y contrarrevolucionaria de estos últimos, presentando los sucesos de 1936 en España como
una “revolución proletaria” dirigida por el POUM y la CNT[7], cuando estos fueron en realidad la
última línea de la burguesía contra la lucha obrera, como ya hemos denunciado:
«Pero sobre todo el POUM y la CNT jugaron el papel decisivo en el alistamiento de los obreros
para el frente. El cese de la huelga general fue ordenado por estas dos organizaciones sin que
hubieran participado siquiera en su desencadenamiento. Más que Franco, la fuerza de la
burguesía era disponer de una extrema izquierda que desmovilizó al proletariado español» (En
nuestro libro La Izquierda Comunista de Italia, pag. 84)
Las bases anarquistas de la traición de la CNT en 1936
A muchos obreros les cuesta reconocer que la CNT, que agrupaba los proletarios más combativos y
decididos, y que lanzaba las propuestas más radicales, traicionara a la clase obrera, poniéndose del
lado del Estado republicano burgués y alistándola en la guerra antifascista.
Por eso, confundidos por la amalgama y heterogeneidad de posiciones que caracteriza al medio
anarquista, sacan como lección que el problema no fue la CNT sino la “traición” de 4 ministros (la
Montseny, García Oliver etc.) o la influencia de corrientes como los Treintistas.
Es cierto que durante la oleada revolucionaria internacional que siguió a la revolución rusa, las
mejores fuerzas del proletariado en España se agrupaban en la CNT (el partido socialista se alineaba
con los socialpatriotas que habían llevado al proletariado mundial a la guerra imperialista, y el
partido comunista representaba una ínfima minoría). Y esto expresaba fundamentalmente una
debilidad del proletariado en España, consecuencia de las características que tomó el desarrollo del
capitalismo (mala cohesión nacional, peso desmesurado de los sectores terratenientes de la
burguesía y la aristocracia).
Ese terreno había sido un caldo de cultivo para la ideología anarquista, que expresa
fundamentalmente el pensamiento de la pequeña-burguesía radicalizada y su influencia en el
proletariado. Ese peso se había visto agravado por la influencia del Bakuninismo en la AIT en
España, que tuvo desastrosas consecuencias, como había denunciado Engels en su libro “Los
Bakuninistas en acción”, a propósito del movimiento cantonalista de 1873 en España, cuando estos
arrastraron al proletariado tras la burguesía radical aventurera. Entonces el anarquismo, cuando
había tenido que elegir entre la toma del poder político por la clase obrera, o el gobierno de la
burguesía, se había decantado por esta última:
«Esos que se presentan como autónomos, revolucionarios, anarquistas, acaban de lanzarse con el
mayor celo en esta ocasión a hacer política, pero la peor de todas: la política burguesa. En lugar
de luchar por conquistar el poder político para la clase obrera –cosa que les repugna- han
ayudado a que lo tenga una fracción de la burguesía compuesta de aventureros ambiciosos que
buscan ocupar puestos importantes y que se llaman a sí mismos “republicanos
intransigentes”» (Informe de la federación madrileña de la AIT, en el libro de Engels)
Durante la oleada revolucionaria de 1919-1926, la CNT sin embargo, sintió la influencia de la
Revolución Rusa y de la IIIª Internacional. El Congreso cenetista de 1919 se pronunció claramente
sobre la naturaleza proletaria de la revolución rusa y el carácter revolucionario de la Internacional
Comunista, en la que decidió participar. Pero con la derrota de la oleada revolucionaria y la apertura
de un curso contrarrevolucionario, la CNT no pudo encontrar en sus débiles fundamentos
anarquistas y sindicalistas la fuerza teórica y política para abordar la tarea de sacar lecciones de la
sucesión de derrotas en Alemania, Rusia, etc., y para dirigir en un sentido revolucionario la enorme
combatividad del proletariado en España, que estaba lejos de haber sido derrotado,.
A partir del Congreso de 1931, la CNT antepone su «odio a la dictadura del proletariado» a sus
tomas de posición anteriores sobre la revolución rusa, mientras que ve en las Cortes Constituyentes
«el producto de un hecho revolucionario» (Ponencia del congreso: posición de la CNT frente a las
Cortes Constituyentes), a pesar de su oposición formal al parlamento burgués. Con ello, comienza a
decantarse hacia el apoyo a la burguesía, más explícitamente en fracciones como los Treintistas; y a
pesar de que en su seno persisten elementos que continúan adhiriendo a la revolución.
En Febrero 1936, la CNT, saltándose a la torera sus principios abstencionistas, llama indirectamente
a votar por el Frente Popular: «Naturalmente, la clase obrera en España, que desde hacía muchos
años había sido aconsejada por la CNT a que no votase, interpretó nuestra propaganda en el
mismo sentido que deseábamos, eso es, que debía votar, pues que siempre resultaría más fácil
hacer frente a las derechas fascistas si ellas se sublevaban después de ser derrotadas y fuera del
gobierno»[8].
Con esto muestra su decantación clara por el estado burgués, su implicación en la política de derrota
y alistamiento del proletariado para la guerra imperialista.
No es sorprendente pues lo que ocurrió después en Julio 1936, cuando con la Generalitat a merced
de los obreros en armas, entregó el gobierno a Companys, llamó a volver al trabajo y envió a los
obreros a ser masacrados al frente de Aragón. Ni lo que ocurrió en Mayo 1937, cuando,
respondiendo a la provocación de la burguesía, los obreros levantaron espontáneamente barricadas
y se hicieron con el control de la calle, y la CNT llamó de nuevo a abandonar la lucha y evitó que
volvieran los obreros del frente a apoyar a sus compañeros de Barcelona[9].
Los sucesos en España muestran que, en la era de las guerras y las revoluciones, sectores del
anarquismo son ganados por la lucha revolucionaria del proletariado, pero que el anarquismo como
corriente ideológica es incapaz de confrontar la contrarrevolución y levantar una alternativa
revolucionaria, siendo arrastrado al terreno de la defensa del Estado burgués. BILAN comprendió
esto y lo expresó brillantemente: «... hay que decirlo abiertamente: en España no existían las
condiciones para transformar los embates de los proletarios españoles en la señal del despertar
mundial del proletariado, aún cuando existieran seguramente unos contrastes en las condiciones
económicas, sociales y políticas, más profundos y exacerbados que en otros países... La violencia
de estos acontecimientos no debe inducirnos a error en la valoración de su naturaleza. Todos
provienen de la lucha a muerte entablada por el proletariado contra la burguesía, pero prueban
también la imposibilidad de reemplazar sólo por la violencia –que es un instrumento de lucha y no
un programa de lucha- una visión finalista de los objetivos proletarios, y puesto que no confluyen
con una intervención comunista orientada en esta dirección, aquel caerá finalmente dentro de la
órbita del desarrollo capitalista, arrastrando en su quiebra a las fuerzas sociales y políticas que
hasta entonces representaban de una manera clásica las escaramuzas de clase de los obreros: los
anarquistas»[10]
Los Amigos de Durruti; una tentativa de reacción contra la traición de la CNT
Los “Amigos de Durruti” eran de esos elementos anarquistas que, a pesar de la decantación
burguesa de la CNT, en la que militaron durante todo el tiempo, continuaban adhiriendo a la
revolución; y en ese sentido son un testimonio de la resistencia de elementos proletarios que no
comulgaban con las ruedas de molino que quería hacerles tragar la central anarquista.
Por este motivo, la CNT y la burguesía en general, intenta presentar este grupo como ejemplo de
que, aún en los peores momentos de 1936-1937, en la CNT ardía una llama revolucionaria.
Sin embargo esa interpretación es completamente falsa. Lo que animaba la decantación
revolucionaria de Los Amigos de Durruti era precisamente su combate contra las posiciones de la
CNT, apoyándose en la fuerza del proletariado, del que formaban parte y estaban en primera línea.
Los Amigos de Durruti se situaron en un terreno de clase, no en tanto que militantes de la CNT, sino
en tanto que militantes obreros que sentían la fuerza de la clase el 19 de Julio y que, desde esas
bases, se oponían a las propuestas de la Confederación.
Al contrario, la tentativa de compaginar ese ímpetu revolucionario con su militancia en la CNT y
con las propuestas anarquistas, hizo imposible que de ellos pudiera salir una alternativa
revolucionaria, ni siquiera una lección clara de los acontecimientos.
La agrupación de Los Amigos de Durruti era un grupo de afinidad anarquista, que se constituyó
formalmente en Marzo de 1937, a partir de la confluencia de una corriente que se pronunciaba,
desde la misma prensa de la CNT, contra de la colaboración con el gobierno, y otra corriente que
volvió a Barcelona para luchar contra la militarización de las milicias.
La agrupación estaba directamente ligada al curso de las luchas obreras, en las que apoyaba su
reflexión y su combate. No se trataba de un grupo de teóricos, sino de obreros en lucha, de
activistas. Por eso básicamente reivindicaban la lucha de Julio 1936, y sus “conquistas”, que se
concretaban en las patrullas de control que surgieron en los barrios y en el armamento de la clase
obrera, aunque para ellos se trataba fundamentalmente del espíritu de las jornadas de Julio, de la
fuerza espontánea de la lucha obrera, que tomó las armas para rechazar el ataque de Franco y se
hizo dueña de la calle en Barcelona.
Antes de las jornadas de Mayo, algunos miembros destacados de la agrupación escribían en el
periódico de la CNT “La Noche”, pero la actividad fundamental del grupo consistía en mítines
donde se discutía sobre el curso de los acontecimientos.
En las jornadas de Mayo 37, Los Amigos de Durruti combatieron en las barricadas y lanzaron la
hoja que les hizo famosos, reivindicando una Junta revolucionaria, la socialización de la economía y
el fusilamiento de los culpables. En la lucha, sus posiciones tendieron a confluir con las del grupo
bolchevique-leninista, de orientación trotskista, donde militaba Munis, y con el que mantuvieron
discusiones que alimentaban su reflexión, pero que no consiguieron empujar al grupo a romper con
el anarquismo.
Después de las Jornadas de Mayo comenzó la publicación de El Amigo del Pueblo, del que se
editaron al parecer 15 números, y que expresa su tentativa de clarificar las cuestiones que la lucha
había planteado. El teórico más destacado del grupo, Jaime Balius, publicó en 1938 el folleto
“Hacia una Nueva Revolución”, que resume de forma más elaborada las posiciones que defendió El
Amigo del Pueblo.
Sin embargo, el grupo estaba directamente ligado al oxígeno de la lucha obrera, y a medida que esta
fue vencida por el Estado republicano, aquel fue desapareciendo, volviendo al redil de la CNT
Aunque significó una respuesta obrera a la traición de la CNT su evolución se vio truncada por la
imposibilidad de abordar la ruptura con el anarquismo y el sindicato mismo. Por eso el grupo se
mantuvo vivo y combativo en la medida en que lo alimentaban las luchas, la fuerza de la clase, pero
no pudo ir más allá.
Una ruptura incompleta con el anarquismo
En las dos cuestiones centrales para la lucha de clases que se debatían de Julio a Mayo: la relación
entre la guerra en el frente antifascista y la guerra social, y la cuestión de la colaboración en el
gobierno republicano burgués o su derrocamiento, Los Amigos de Durruti se opusieron a la política
de la CNT y la combatieron.
· La naturaleza de la guerra en España
Contrariamente a la CNT, que se había opuesto de forma nada disimulada a la acción de los obreros
el 18 de Julio, los Amigos de Durruti defendieron la naturaleza revolucionaria de esas jornadas: «Se
ha afirmado que las jornadas de julio fueron una respuesta a la provocación fascista, pero “Los
Amigos de Durruti” hemos sostenido públicamente que la esencia de los días memorables de julio
radicaba en las ansias absolutas de emancipación del proletariado» [11]
Igualmente combatieron contra la política de subordinar la revolución a las necesidades de la guerra
antifascista; cuestión que en gran parte estuvo en la base de su propia formación como
agrupación[12]:
«La labor contrarrevolucionaria es facilitada por la poca consistencia de muchos revolucionarios.
Nos hemos dado perfecta cuenta de un gran número de individuos que consideran que para ganar
la guerra se ha de renunciar a la revolución. Así se comprende este declive que desde el 19 de Julio
se ha ido acentuando de una manera intensiva... No es justificable que para llevar a las masas al
frente de batalla se quieran acallar los anhelos revolucionarios. Debería ser todo lo contrario.
Afianzar todavía más la revolución para que los trabajadores se lanzasen con brío inusitado a la
conquista del nuevo mundo, que en estos instantes de indecisión no pasa de ser una promesa»[13]
Y en Mayo de 1937 se opusieron a las órdenes de la CNT a los milicianos en el frente de que
interrumpieran su marcha a Barcelona para defender la lucha obrera en la calle y continuaran la
guerra en el frente.
Esa determinación en el combate, choca sin embargo con la pobreza de las reflexiones teóricas de
Los Amigos de Durruti sobre la guerra y la revolución. En realidad nunca rompieron con la posición
de que la guerra iba unida a la revolución proletaria, y que se trataba por tanto de una guerra
“revolucionaria” opuesta a las guerras imperialistas, lo que los convertía desde el principio en
víctimas de la política burguesa de derrota y alistamiento del proletariado:
«Desde el primer instante del choque con los militares ya no es posible desglosar la guerra de la
revolución... A medida que han transcurrido las semanas y los meses, de la actual lucha, se ha ido
precisando que la guerra que sostenemos con los fascistas, no tiene nada en común con las guerras
que se declaran los Estados... Los anarquistas no podemos hacer el juego de quienes pretenden que
nuestra guerra es tan sólo una guerra de independencia con unas aspiraciones sólo democráticas.
Y a esas pretensiones contestaremos nosotros, los Amigos de Durruti, que nuestra guerra es una
guerra social».[14]
Con esto, se colocaban en la órbita de la CNT, que desde la versión “radical” de las posiciones
burguesas sobre la lucha entre dictadura y democracia, arrastraba a los obreros más combativos al
matadero de la guerra antifascista.
De hecho las consideraciones sobre la guerra de los Amigos de Durruti se hacían desde los
planteamientos nacionalistas estrechos y ahistóricos del anarquismo, teniendo que recurrir a una
versión de los hechos en España, en continuidad con las tentativas de revolución de la burguesía en
1808 contra la invasión napoleónica que resultan ridículos[15]. Cuando el movimiento obrero
internacional debatía sobre la derrota del proletariado mundial y la perspectiva de una segunda
guerra mundial, los anarquistas en España pensaban en Fernando VII y Napoleón:
«Hoy se repite lo acaecido en la época de Fernando VII. También en Viena se celebró una reunión
de los dictadores fascistas para dilucidar su intervención en España. Y el lugar que ocupaba el
Empecinado es desempeñado por los trabajadores en armas. Alemania e Italia están carentes de
materias primas. Necesitan hierro, cobre, plomo, mercurio. Pero estos minerales españoles están
detentados por Francia e Inglaterra. No obstante intentan conquistar España, Inglaterra no
protesta en forma airada. Por bajo mano intenta negociar con Franco... La clase trabajadora ha
de conseguir la independencia de España. No será el capitalismo indígena quien lo logre, puesto
que el capital internacional está íntimamente entrelazado de un confín a otro. Este es el drama de
la España actual. A los trabajadores nos toca arrojar a los capitalistas extranjeros. No es un
problema patriótico. Es un caso de intereses de clase»[16]
Como se ve, se necesitaban filigranas para convertir una guerra imperialista entre Estados, en una
guerra patriótica, una guerra “de clases”. Esto es una manifestación del desarme político al que
somete el anarquismo a militantes obreros sinceros como Los Amigos de Durruti. Estos compañeros
que querían luchar contra la guerra y por la revolución eran incapaces de encontrar el punto de
partida para una lucha efectiva: el llamamiento a los obreros y campesinos, alistados por ambos
bandos –el republicano y el franquista- a desertar, a dirigir sus fusiles contra los oficiales que los
oprimían, a volver a la retaguardia y luchar con huelgas, con manifestaciones, en un terreno de
clase, contra el capitalismo en su conjunto.
Para el movimiento obrero internacional sin embargo, la cuestión de la naturaleza de la guerra en
España era una cuestión crucial, que polarizó los debates entre La Izquierda Comunista y el
trotskismo y en el seno mismo de aquella:
«La guerra de España ha sido decisiva para todos: para el capitalismo fue el medio para ampliar
el frente de las fuerzas que actúan a favor de la guerra, de incorporar a los trotskistas, que se
denominan a sí mismos comunistas de izquierdas, al antifascismo, y para sofocar el despertar
obrero que despuntaba en 1936; para las fracciones de izquierda ha constituido la prueba decisiva,
la selección de hombres y de ideas... la necesidad de afrontar el problema de la guerra. Nosotros
hemos resistido y aún contra la corriente siempre resistiremos» (BILAN nº 44; citado en “La
Izquierda Comunista de Italia”, pag 93)
·La colaboración de la CNT en el gobierno
Más claramente aún que sobre la cuestión de la guerra, Los Amigos de Durruti se opusieron a la
política de colaboración de la CNT con el gobierno de la República.
Denunciaron la traición de la CNT en Julio: «En Julio la ocasión era preciosa ¿Quién podía
oponerse a que la CNT y la FAI se impusieran en el terreno catalán? En lugar de estructurar aquel
pensamiento confederal, hecho de carne en los pliegues de las banderas rojinegras y en los gritos
de las multitudes, nuestros comités se entretuvieron en idas y venidas de los centros oficiales, pero
sin fijar una posición acorde con las fuerzas que teníamos en la calle. Al cabo de unas semanas de
dudas se imploró la participación en el poder. Nos acordamos perfectamente que en un pleno de
regionales se propugnó por la constitución de un organismo revolucionario que se determinó
llamarlo Junta Nacional de Defensa en un plan general y juntas regionales en un plan local. No se
cumplieron los acuerdos tomados. Se silenció el error, por no decir la conculcación de las
decisiones tomadas en el pleno susodicho. Se fue al gobierno de la Generalidad en primer lugar, y
más tarde, al gobierno de Madrid»[17]
...Y más frontalmente en su manifiesto difundido en las barricadas en Mayo:
«La Generalidad no representa nada. Su continuación fortifica la contrarrevolución. La batalla la
hemos ganado los trabajadores. Es inconcebible que se haya actuado con tal timidez y que se
llegara a ordenar un cese el fuego, y que, por añadidura, se impusiera la vuelta al trabajo cuando
estábamos a dos dedos de la victoria total. No se tuvo en cuenta de dónde salió la provocación o la
agresión, no se prestó atención al verdadero significado de aquellas jornadas. Esta conducta debe
calificarse de traición a la revolución, conducta que nadie en nombre de nada puede tener ni
sostener. Y no sabemos cómo calificar el trabajo nefasto realizado por la “Soli” y los militantes
más destacados de la CNT».
Este Manifiesto les valió la desautorización de la CNT y la amenaza de expulsión, que llegó a
producirse aunque no se llevó finalmente a la práctica. Los Amigos de Durruti rectificaron la
denuncia de traición en el nº 3 de El Amigo del Pueblo: «Los Amigos de Durruti en el pasado
número rectificamos el concepto de traición, en aras de la unidad anarquista y revolucionaria» (El
Amigo del Pueblo nº 4), no por falta de coraje, que habían demostrado de sobra, sino porque su
horizonte no iba más allá de la CNT, a la que consideraban una expresión de la clase obrera y no un
agente de la burguesía.
En ese sentido, las limitaciones teóricas de sus planteamientos eran las propias de la CNT y el
anarquismo, y por eso, lo que finalmente criticaban a la CNT desde una reflexión más serena,
alejada de la lucha en las barricadas, es no haber tenido un programa revolucionario:
“La inmensa mayoría de la población trabajadora estaba al lado de la CNT. La organización
mayoritaria en Cataluña, era la CNT. ¿Qué ocurrió para que la CNT no hiciese su revolución que
era la del pueblo, la de la mayoría del proletariado?
Sucedió lo que fatalmente tenía que ocurrir. La CNT estaba huérfana de teoría revolucionaria. No
teníamos un programa correcto. No sabíamos a donde íbamos. Mucho lirismo, pero en resumen de
cuentas, no supimos qué hacer con aquellas masas enormes de trabajadores, no supimos dar
plasticidad a aquel oleaje popular que se volcaba en nuestras organizaciones y por no saber qué
hacer entregamos la revolución en bandeja a la burguesía y a los marxistas (léase socialistas y
Estalinistas), que mantuvieron la farsa de antaño, y lo que es mucho peor, se ha dado margen para
que la burguesía volviera a rehacerse y actuase en plan de vencedora.
No se supo valorizar la CNT. No se quiso llevar adelante la revolución con todas sus
consecuencias” (folleto de Balius: “Hacia una nueva revolución”)
Pero para entonces la CNT sí tenía una teoría bien definida: la defensa del estado burgués. La
afirmación de Balius sirve para el conjunto del proletariado (en el sentido que la realizó igualmente
BILAN –la falta de una orientación y una vanguardia revolucionaria-), pero no para la CNT. Al
menos desde Febrero de 1936, La CNT está inequívocamente comprometida con el gobierno
burgués del Frente Popular:
«Cuando llega el momento de Febrero de 1936, todas las fuerzas actuantes en el seno del
proletariado se encontraban en un solo frente: la necesidad de alcanzar la victoria del Frente
Popular para desembarazarse del dominio de las derechas y obtener la amnistía. Desde la
Socialdemocracia al Centrismo, hasta la CNT y el POUM... Y aquí se encontraba inscrita con
letras flamantes la incapacidad de los anarquistas y del POUM, así como la función real de todas
las fuerzas democráticas del capitalismo» (“La lección de los acontecimientos de España”)
Después en Julio, contrariamente a lo que pensaban Los Amigos de Durruti sobre que la CNT no
sabía qué hacer con la revolución, en realidad lo tenía muy claro:
«Por nuestra parte, y así lo estimaba la CNT-FAI, entendimos que debía seguir Companys al frente
de la Generalitat, precisamente porque no habíamos salido a la calle a luchar concretamente por
la revolución social, sino a defendernos de la militarada fascista» (García Oliver en respuesta a un
cuestionario de Bolloten, citado en Agustín Guillamón: La Agrupación de Los Amigos de Durruti,
pag. 11)
Si durante las jornadas de Mayo 37, los de Durruti, confrontándose a la CNT, reivindicaron una
“Junta revolucionaria” contra el gobierno de la Generalitat, y el “fusilamiento de los culpables”, no
era el producto de su ruptura con el anarquismo, ni tampoco de una evolución desde el anarquismo
hacia una alternativa revolucionaria (como pretende Guillamón), sino la expresión de la resistencia
del proletariado a dejarse batir. No era una orientación de marcha para tomar el poder, cuestión que
no podía plantearse en esos momentos en que la iniciativa estaba en manos de la burguesía que
lanzó una provocación para acabar con la resistencia obrera, sino un testimonio. Por eso no podía ir
más allá, como planteó Munis:
«Munís, en el número 2 de La Voz Leninista (del 23 de agosto de 1937) realizó una crítica al
concepto de “junta revolucionaria” desarrollado en el número 6 de El Amigo del Pueblo (del 12 de
Agosto de 1937). Para Munís Los Amigos de Durruti sufrían un progresivo deterioro teórico, e
incapacidad práctica para influir en la CNT, que les conducía al abandono de algunas posiciones
teóricas que la experiencia de Mayo les había permitido adquirir. Munís constataba que en Mayo
de 1937 Los Amigos de Durruti habían lanzado la consigna de “junta revolucionaria”, al mismo
tiempo que la de “todo el poder al proletariado”; mientras en el número 6, del 12 de Agosto, de El
Amigo del Pueblo la consigna de “junta revolucionaria” se proponía como alternativa al “fracaso
de todas las formas estatales”. Según Munis esto suponía un retroceso teórico en la asimilación
por parte de Los Amigos de Durruti de las experiencias de Mayo, que les alejaba del concepto
marxista de dictadura del proletariado, y les arrastraba de nuevo a la ambigüedad de la teoría
estatal anarquista»[18].
Pasada la agitación de la lucha obrera, y consumada la derrota, las reflexiones y las propuestas de
Los Amigos de Durruti volvieron sin traumas a la CNT, y la “Junta revolucionaria” acabó
convirtiéndose en el Comité de milicias antifascistas, que antes habían denunciado como órgano de
la burguesía:
«La Agrupación criticó duramente la disolución de los comités de Defensa, de las patrullas de
control, del Comité de milicias, y criticó el decreto de militarización, por entender que estos
organismos surgidos a raíz de las jornadas de Julio tenían que ser la base –junto con los sindicatos
y los Municipios- de una nueva estructuración, es decir, que debían ser la pauta de un nuevo orden
de cosas, aceptando naturalmente las modificaciones que hubiese aconsejado la marcha de los
acontecimientos y de la experiencia revolucionaria»[19]
Compárese lo anterior con esta otra cita, del mismo autor, en su folleto de 1938 “Hacia una nueva
Revolución”:
«En Julio se constituyó un comité de milicias antifascistas. No era un organismo de clase. En su
seno se encontraban representadas las fracciones burguesas y contrarrevolucionarias».
Conclusiones
Los Amigos de Durruti no son una expresión de la vitalidad revolucionaria de la CNT ni del
anarquismo, sino de un esfuerzo de militantes obreros, a pesar del lastre del peso del anarquismo,
que no ha sido nunca ni puede ser el programa revolucionario de la clase obrera.
El anarquismo puede atrapar en sus filas a sectores de la clase obrera, debilitados por su falta de
experiencia o su trayectoria, como pueden ser hoy los proletarios jóvenes, pero de sus propuestas no
puede salir una alternativa revolucionaria. En el mejor de los casos, como en los de Durruti, puede
dar muestras de coraje y combatividad obrera, pero como la historia en España ha mostrado en dos
ocasiones, en los momentos revolucionarios sus especulaciones ideológicas se ponen al servicio del
Estado burgués.
Elementos obreros pueden adherirse a la revolución desde el anarquismo, pero para adherirse a un
programa revolucionario hay que romper con el anarquismo.
Ronsesvalles 31-03-2000
Publicado en REVISTA INTERNACIONAL nº 102