Portavoces de rebeldía popular fueron las calaveras de Posada

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Portavoces de rebeldía popular fueron las calaveras de Posada
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Adrián García Cortés
Director-Cronista Oficial
Miguel Ángel González Córdova
Editor Responsable
Gladys Aydeé Gálvez Rivas Culiacán Rosales,Sinaloa
No. 187
Diseño
Miércoles 29 de septiembre de 2008
Huésped de este fin
de semana: la muerte
Como cada año, la figura de la muerte está rondando cerca, y este fin de
semana será huésped de recintos públicos y privados; su canija figura
estará presente en los hogares, en los vestíbulos y en algún atrio hasta
donde llegue la tradición mexicana de las “ofrendas”, que las autoridades
ofrecen como antídoto contra la intoxicación extranjerizante del Halloween.
En Culiacán ya es usual que se instalen los altares ofrendas para
conmemorar el día de muertos en las casas y recintos más representativos
a lo largo del Corredor Cultural del Centro Histórico, que parte de la
Plazuela Rosales, esto es, de los edificios de la Universidad Autónoma de
Sinaloa, para continuar por la calle Rosales hacia el oriente.
Como es costumbre, en esos altares se rendirá homenaje a la memoria de
personajes de diversas órbitas, ya se trate de artistas, literatos,
profesionales, deportistas, y hasta políticos, que también los hay dignos de
recordar con gratitud.
En un ámbito más entrañable, esa florida recordación se dedica a los seres
queridos que se adelantaron en el cruce de la raya final, ese paralelo cero
que marca el destino como coordenada ineludible de la ruta existencial.
Y en todos estos lugares, tenue o intensa, siempre está presente la figura
desencarnada de la muerte, bien sea de cuerpo entero o sintetizada en una
calavera de azúcar.
Esta conmemoración es ancestral y sus raíces se remontan a la etapa
precortesiana, aunque el culto a la muerte no es privativo de nuestro país.
En diferentes formas que, sin embargo, muestran coincidencias de fondo,
se exalta la figura palpable o etérea de la muerte.
En México hay dos formas de rendirle homenaje: una solemne se remite al
culto a la Santa Muerte en torno al cual se habla de una creciente e
insospechada membresía de practicantes y sobre el cual se bordan
verdades y mitos.
La otra forma, irreverente y hasta humorística, es la más conocida y la más
socorrida. Una de sus manifestaciones, muy antigua por cierto, es la de las
tradicionales “calaveras”, consistente en rimas, generalmente breves, cuyo
tenor gira en torno a la supuesta muerte de personas vivas, mediante un
tratamiento que puede ser respetuoso, pero que también puede tener
intención satirizante, según el caso.
A propósito de la imagen necrológica que es elemento insustituible en
estas manifestaciones, no hay calavera más contemplada que la famosa
“catrina” creada por José Guadalupe Posada.
Desde luego, no fue la única versión de la muerte que presentó el genial
grabador hidrocálido, o aguascalentense como también se dice, pero ha
sido la más proyectada dentro y fuera de México.
Posada transfiguró a la muerte mediante una concepción de profunda
frivolidad o de frívola profundidad, valga la paradoja, y en el caso de su
“catrina” proyectó un mensaje de crítica social que era muy característico
de su obra.
Por ello, no se puede ver esa representación sin recordar a Posada, el
personaje histórico que, como nadie, vistió a la muerte de fiesta en medio
Del drama nacional.
Portavoces de rebeldía popular
fueron las calaveras de Posada
Grabador genial, nació pobre y fue enterrado en la fosa común
Al pensar en las calaveras de noviembre es inevitable asociar
ideas con la figura de José Guadalupe Posada, el creador de la
imagen más reproducida de la muerte: la “catrina”. Y por
consecuencia, no se puede hablar de la tradicional festividad
del día de muertos sin rendir recordación al grabador que hizo
de su buril una pluma y del metal un documento de crítica, de
sátira, de registro histórico generalmente identificado con las
causas del pueblo, de los marginados, de los pobres como él.
De Antonio Rodríguez, uno de sus más calificados
biógrafos, se reproducen a continuación algunos párrafos del
libro “Posada”, de Editorial Domes, en los que se enfocará particularmente la obra relacionada con las calaveras, en ocasión
de la recordación que tendrá lugar el próximo fin de semana:
José Guadalupe Posada nació humildemente y
murió en la miseria. A su entierro asistieron sólo tres
amigos suyos, dos de los cuales no sabían leer.
Solitario y sin recursos, fue enterrado en
una tumba de sexta clase del Panteón de Dolores,
de donde nunca nadie reclamó sus despojos.
Transcurrido el tiempo reglamentario, sus restos
fueron trasladados a la fosa común en la cual se
volvió, como él trágicamente había profetizado,
“calavera del montón”.
En la famosa calavera sobre “Las disputas un
aguador”, Posada grabó:
El Pontífice romano
y todos los consejales
y el jefe de la Nación
en la tumba son iguales:
calaveras del montón
Tal vez fuera su intención proclamar que algún día
todos los hombres campesinos, obreros, grabadores
- habrían de ser iguales, pero no le permitían las
circunstancias expresar tan subversiva convicción.
Imposibilitado de igualar a todos los seres humanos
en la tierra, los niveló en la muerte.
En la calavera de El Germán, donde se
supone que hablan los muertos, surge esta
sentencia:
De este miserable fin
ninguno se ha de escapar;
todos han de patinar:
el ranchero y el catrín,
el dadivoso y el ruin,
la misma suerte le espera,
pues de cualquier manera,
y bien lo pueden creer
tienen que venir a ser,
Cual nosotros, calaveras
Es cierto que esta advertencia sobre la
ineludible y pareja muerte se encuentra en
toda la Edad Media, pero casi siempre en
forma solemne y trágica, y no tanto para
nivelar a los justos y a los pecadores, sino
para incitar a los malos (que casi siempre
eran los rebeldes) a ser buenos.
En la obra de Posada la advertencia va sobre
todo dirigida a los poderosos. La acompaña, a
modo de coro, una carcajada brutal, agresiva y
sarcástica.
Llegado al apogeo de su genio creador capaz
de dar vida a cualquier invención- Posada anuncia
la rebeldía que bulle en su espíritu, y en todo el
país, por medio de la más genial de las calaveras,
la de Don Quijote, que este verso, a modo de
consigna, complementa:
Sin miedo y sin respeto ni a los reyes
este esqueleto cumplirá sus leyes
Aquí está Don Quijote,
la calavera valiente,
dispuesta a armar un mitote
al que se le ponga enfrente.
Ni curas ni literatos,
ni letrados ni doctores
escaparán los señores
De que les dé malos ratos
INSPIRACIÓN DE UN GRANDE
“Posada trabajaba a la vista del público, detrás de la vidriera que
daba a la calle, y yo me detenía encantado por algunos minutos, camino de la escuela, a contemplar al grabador. Este fue el
primer estímulo que despertó mi imaginación y me impulsó a
emborronar papel con los primeros muñecos, la primera
revelación de la existencia del arte de la pintura”
José Clemente Orozco
COMPARABLE CON GOYA
“José Guadalupe Posada es comparable con Goya y con
Callot. Yo acostumbraba detenerme en el taller que poseía él
en Santa Inés (hoy calle de La Moneda número 5) donde lo
veía trabajar junto a un grabado con el tema del Juicio Final,
de Miguel Ángel que, al parecer, arrebataba al grabador.
Esta escena se repite ante mi vista cuando cierro los ojos”.
Diego Rivera
José Guadalupe Posada falleció en una humilde
vecindad de la parte vieja de la metrópoli, calle de
La Paz, número 6, como humildemente había nacido
en la modesta casa de un barrio de Aguascalientes
que antes de formar parte de la urbe se llamó “Pueblo
Nuevo o de los indios de San Marcos.
Nació, vivió y murió en la miseria, pero tan
extensa e importante fue su obra que es
necesario recurrir a ella para obtener una imagen
viva que todavía palpita.
Y palpita más fuerte cuando, con motivo de
los días de muertos, se rememoran las
calaveras de Posada.