La larga historia de la alfarería en Sorbas

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La larga historia de la alfarería en Sorbas
Número 10 • Especial Alfarería de Sorbas
Editada por la Sociedad de Amigos de Sorbas
Índice
Número 10 - Verano 2004
Especial Alfarería de Sorbas
CONSEJO DE REDACCIÓN
Ana Mª Rodríguez Agüero
Rosa Mª Piqueras Valls
Miguel A. Moreno Mañas
Andrés Pérez Pérez
Eulogio López Cayuela
Enrique González Pérez
Felipe M. Alcaraz Guzmán
COLABORACIÓN EN ARTÍCULOS
Antonio Gil Albarracín
Angeles Castillo
Pedro Soler Valero
Carmen Pinteño
Asociación de Mujeres Villa Cariana
FOTOGRAFÍAS
José Ayala García, Familia García Muñoz,
Simón García Alpañez, Juan Mañas García,
Pedro Soler Valero, Juan Grima Cervantes,
Fernando Vega, Andrés Pérez Pérez,
Francisco José Contreras, Tadea Requena
González, Pepe y Antonio Cabezas, Maribel
Requena Contreras, Desideria Contreras,
Sebastián Requena Salvador, Miguel Fenoy
Sánchez, Juana Fernández, Rosa Ayala
Requena, Ana (viuda de Joaquín Fenoy),
Focosur, Paco Menchón, Angelita Pérez,
Antonio Gil Albarracín, Isabel Codina, Fotos
Zamora.
DIRECCIÓN
Andrés Pérez Pérez
COORDINACIÓN
Ana Mª Rodríguez Agüero
Diego Contreras Contreras
EDITA
Sociedad de Amigos de Sorbas
C/ Aire nº 1
04270 Sorbas (Almería)
Editorial ........................................................................... 3
· La larga historia de la alfarería en Sorbas ............................4
Autor: Antonio Gil Albarracín
· Infraestructuras y Proceso Alfarero....................................10
Autor: Andrés Pérez Pérez
· La decoración y el color en la alfarería de Sorbas ................25
Autor: Pedro Soler Valero
· Piezas Alfareras ..............................................................27
Andrés Pérez Pérez
· Barrio de Las Alfarerías de Sorbas .....................................41
Autor: Ángeles Castillo
· Sobre Las Alfarerías ........................................................42
Autor: Pedro Soler Valero
Familias alfareras de hoy:
· Los Mañas......................................................................46
· Los Simón (García) .........................................................53
Autor: Ana Mª Rodríguez Agüero y Andrés Pérez Pérez
Familias alfareras del siglo XX
DIRECCIÓN ELECTRÓNICA
www.amigosdesorbas.com
E-mail: [email protected]
· Los Ayala .......................................................................60
DEPÓSITO LEGAL
AL.213-2000
· Los Madriles (Requena) ...................................................70
MAQUETACIÓN
ENARA ([email protected])
IMPRESIÓN
Escobar Impresores S.L.
El Ejido · Almería
PORTADA
Foto del Barrio de las Alfarerías
(Fotografía cedida por Familia García
Muñoz)
CONTRAPORTADA
Cartel de la I Feria de Artesanía de Sorbas
· Los Fenoy ......................................................................66
· Los Requena Cayuela ......................................................75
Autor: Ana Mª Rodríguez Agüero y Andrés Pérez Pérez
· Fiesta de las ollas ...........................................................77
Autor: Ana Mª Rodríguez Agüero
· Arte y Alfarería: Mi amigo Pedro Soler ...............................78
Autor: Carmen Pinteño
· Fotos para el recuerdo .....................................................80
«El Afa» Autoriza la reproducción total y
parcial de sus artículos siempre que sea
citada la fuente.
«El Afa» No hace necesariamente suyas
las opiniones y criterios expresados por
sus colaboradores.
· Las Gachas. Comida inseparable del Perol de barro..............82
Autor: Asociación de Mujeres Villa Cariana
· Revistas publicadas .........................................................83
3
Editorial
Son ya cuatro años los que ha cumplido esta publicación y 10 los números publicados, desde su
inicio teníamos una deuda pendiente con nuestra Alfarería. Empresa complicada que requería una gran
labor de investigación y documentación.
Pasaron los años y dicho proyecto seguía sin abordarse. Desde la Sociedad de Amigos de Sorbas
hemos sido siempre conscientes sobre la trascendencia que este oficio ha tenido y tiene en nuestro
pueblo, y por lo tanto no podía ser abordado de manera puntual en uno de los artículos de esta revista.
Fue así como apostamos por la realización de una revista dedicada de forma monográfica a los Alfareros
de Sorbas y al Barrio de Las Alfarerías.
El trabajo ha resultado laborioso, a la vez que apasionante y enormemente enriquecedor para las
personas que hemos participado de forma directa en el mismo. Conforme avanzaban los trabajos de
investigación por diferentes archivos, entrevistas con alfareros y vecinos que tuvieron alguna relación
con ellos, la búsqueda y realización de fotografías etc. nos dábamos cuenta que la envergadura del
proyecto casi desbordaba la capacidad actual de nuestra asociación, y que este monográfico debe ser
sólo el primer paso para la elaboración de un libro posterior que dignifique definitivamente el oficio
Alfarero que ha dado renombre históricamente a nuestro pueblo.
El monográfico que tienes en tus manos ha pretendido abordar la alfarería desde muy diferentes
facetas, por un lado los antecedentes históricos desde el siglo XVI hasta la actualidad, pasando por
los diferentes procesos a los que se somete el barro desde la cantera hasta que se elabora la pieza.
Se han documentando el máximo número de piezas utilitarias y exclusivas que se han fabricado en
Sorbas, así como unos breves apuntes sobre las vivencias que tuvieron artistas como Pedro Soler o
Ángeles Castillo en este barrio de Las Alfarerías.
Una parte importante de esta obra se dedica a las familias alfareras actuales y a aquellas de las
que aun se tiene memoria, en su mayoría nos remontamos a los últimos 70 años. Pedimos disculpas
de antemano, ya que somos conscientes de que habrá omisiones, y también habrá información
incompleta por falta de informadores, ya que nos hemos encontrado con la dificultad añadida de que
muchas familias sufrieron la lacra de la emigración y hoy se encuentran repartidas por todos los rincones
del planeta.
No hemos querido dejar pasar la ocasión de dedicar unas páginas, de la mano de la pintora indaliana
Carmen Pinteño, a nuestro amigo y compañero Pedro Soler por la creación y decoración de piezas
elaboradas por los Simón, que él decora creando una obra nueva, original, diferente y con el estilo
que este afamado artista sorbeño imprime a su producción artística, y que de alguna forma supone
una aportación más en la historia de nuestra alfarería.
La producción de piezas utilitarias, especialmente refractarias ha sido una constante en nuestra
historia, quebrada por la llegada de nuevos materiales como el plástico, vidrio o metal, sin embargo
algunas recetas de nuestra cocina, como son las Gachas, han salvado la producción de una pieza como
es el perol que de lo contrario habría desaparecido.
Por último mantenemos nuestra sección de fotos para el recuerdo, esta vez dedicada a esas piezas
alfareras que históricamente nos han acompañado en nuestra vida cotidiana y quedaron reflejadas en
fotografías.
La Junta Directiva.
4
LA LARGA HISTORIA DE
LA ALFARERÍA EN SORBAS
Antonio Gil Albarracín
Doctor en Historia
Académico Correspondiente de la Real
Academia de Bellas Artesde Nuestra
Señora de las Angustias de Granada
Mi agradecimiento a Andrés Pérez,
director de El Afa, y a la Sociedad
de Amigos de Sorbas por haber rea­
lizado el trabajo de documentación
imprescindible para la redacción de
este artículo.
La transformación de la arcilla
mediante un proceso físico-químico
en cerámica fue uno de los descubri­
mientos ligados a la revolución neo­
lítica. Desde entonces, hasta el des­
cubrimiento del plástico, fue utilizado
como recipiente más idóneo para el
almacenamiento y conservación de
líquidos, granos y similares, así como
para utillaje de cocina, por su resis­
tencia al fuego, y como vajilla do­
méstica, entre otros usos.
La importancia de la cerámica
hizo que cada comunidad acentuase
la división social del trabajo especia­
lizando a alguno o algunos de sus
miembros y dedicándolo a la
producción cerámica ya desde la
antigüedad, siendo una de las pocas
actividades industriales que se desa­
rrollaban en pueblos cuya economía
dependía normalmente de la agricul­
tura.
La notable presencia de cerámica
en los yacimientos arqueológicos es
un índice de la importancia que tuvo
la cerámica en aquellas sociedades
y su especialización, según las épocas
y las culturas, la convierte en un
importante instrumento para lograr
una aproximación a la cronología del
yacimiento estudiado; de ahí la im­
portancia que ha cobrado el estudio
de la cerámica entre los arqueólogos
y la precisión de las clasificaciones
de tipos y barros como instrumentos
de apoyo de la arqueología.
EL APEO Y REPARTIMIENTO DE LAS
ALFARERÍAS DE SORBAS
Centrándonos en el municipio de
Sorbas, es muy probable que la
tradición alfarera, dadas las excelen­
tes arcillas existentes en el término,
se remontara a la llegada de los
pobladores portadores de rudimentos
culturales neolíticos, con su bagaje
agrícola y sus conocimientos genéri­
cos que necesariamente adaptarían
Dibujo de Sorbas en el Catastro de Ensenada. 1752
al territorio. Naturalmente también
emplearon la cerámica los pobladores
de Sorbas durante las edades antigua
y medieval, pero la falta de estudios
arqueológicos adecuados impide co­
nocer con precisión casi nada de
aquellas etapas y cualquier
afirmación referida a las mismas
resulta aventurada, mientras no se
desarrollen los citados estudios, por
lo que nos atendremos exclusivamen­
te a las noticias que se hallan docu­
mentadas a partir del siglo XVI.
Las noticias más antiguas obteni­
das hasta ahora relativas a la alfarería
en Sorbas aparecen a su Libro de
apeo y repartimiento, que desde
hace poco se puede consultar en el
Ayuntamiento tras un largo periodo
en manos privadas. La información
incluida en el mismo fue proporcio­
nada por diversos seises o conoce­
dores a los que el escribano Antón
de Pareja, juez comisionado para
dichos autos, tomó juramento en los
siguientes términos1:
“En la villa de Sorbas a onze días
del mes de Junyo de myll e quinientos
5
Plano de Sorbas del Diccionario Geográfico de Pascual Madoz.1855
estando junto a una almadrava de
cantarería e a otro molino e almacara
de azeite questan junto a la dicha
villa de Sorbas e cerca de la fuente
del pueblo que la cantarería fue de
Alonso Alfacar y la almaçara de Diego
Alguacil moriscos. En continuación
de las dichas posesiones el dicho
señor juez en nombre de su Magestad
y en virtud de sus rreales provisiones
dixo que tomaba e tomo la posesión
rreal abtual belcasi de las dichas
almadravas e almacara en nombre
de las demás almadravas de texa e
ladrillo e almacaras de azeite que en
la dicha villa e su termyno tenyan e
poseían moriscos alçados e llevados
deste rreyno y en señal de que toma
la dicha posesión quieta e pacífica­
mente, entró en la dicha almadrava
76v
e almaçara e se paseó
por cada
una de ellas hizo abtos de posesión
e aprehendiéndola e pidió se le dé
por testimonyo como él toma la dicha
posesión quieta e pacíficamente,
y setenta e tres años. Por ante my
el dicho escribano el dicho señor
Antón de Pareja, Juez admynistrador
de la hazienda de su magestad,
rrecibió juramento según forma de
derecho de Diego Hayon e Alonso
Orcos, moriscos seises de esta villa
e de Antón Rruiz Navarrete e Alonso
Navarrete, cristianos viejos vezinos
de esta villa”.
Los citados seises prometieron
declaración auténtica de todo aquello
que supieran y a lo largo del apeo
fueron preguntados por la almadraba
de teja y ladrillo o cantarerías que
había en dicha población y respon­
dieron que había dos, ambas propie­
dad de moriscos, de las cuales se
tomaría posesión el 21-11-1573,
según nos informa el siguiente
registro2:
“Posesión de almaçaras y alma­
dravas
E después de lo susodicho, en
este dicho día mes e año dichos
1
2
3
4
A.M.
A.M.
A.M.
A.M.
SORBAS:
SORBAS:
SORBAS:
SORBAS:
Apeo
Apeo
Apeo
Apeo
y
y
y
y
repartimiento
repartimiento
repartimiento
repartimiento
de
de
de
de
Sorbas,
Sorbas,
Sorbas,
Sorbas,
f. 64v.
ff. 67, 76-76v.
ff. 78v-81v.
ff. 225v-228v.
según e de la forma e manera que
al derecho de su Magestad mas con­
venga e yo el dicho escrivano doy
fee que el dicho Señor Juez tomó la
dicha posesión e la aprehendió sin
contradición de persona alguna”.
Dicha acción legal se produjo,
como bien dice, en la inmediación
del Molino de Mena y los Caños, pero
sólo se cita la almadraba de canta­
rería que había sido propiedad del
morisco Alonso Alfacar, sin que apa­
rezca referencia al propietario de la
otra existente en la población. Nue­
vamente aparecen citadas las canta­
rerías dando nombre a unos secanos
inmediatos a los pagos de Golayca,
entre las propiedades que se entre­
garon a Bartolomé de Atencia y a
Juan de Almena el Mozo, veamos
cada uno de los registros.
Al poblador Bartolomé de Atencia
se le entregó en su suerte la siguiente
propiedad3:
“Pago de Golayca.
Dioselé en el Pago de Golayca dos
tahullas de tierra de riego en dos
vancales e una parata tiene doze
morales e seis moreras que criarán
tres quartas de sedas y tres olivos
alinda con un pedazo de tierra del
concejo desta Villa y con el Camino
que viene a Sorvas y el Río con los
secanos de la cantarería por la parte
alta”.
Esta Cantarería citada como linde
es probablemente distinta a la ya
citada del pago de los Caños, sobre
la cual se hizo la posesión general
de todas las existentes, así como de
las almazaras para la fabricación de
aceite, como se ha citado. Desgra­
ciadamente aparecen varios pagos
de Golayca en las inmediaciones de
Sorbas, pues también figuran la Go­
laica del Gazi o Gazil, la Golaica de
la Seda y la Golaica de Ocaibas, y
los datos que proporciona el citado
documento no permiten su
localización precisa por ahora.
El mismo secano de la Cantarería
aparece citado en una de las propie­
dades entregada a Juan de Almena
El Mozo, naturales de Medinaceli, en
cuya suerte figura en el4:
“Pago de Golaica
Cupo en el Pago de Golaica del Gazi
que es donde está el almazara la
Primera suerte de dicho Pago que
está en quatro Vancales e dos Para­
tas, tiene diez y siete morales, que
6
Fuente de los Caños. Portfolio de España. 1909
criarán una onza de seda, y una
morera, alinda por la parte de arriva
con el secano de la Cantarería y por
la Parte de abajo con el Río y por el
un lado con el almazara y por el otro
con suerte de Luis Guillen tiene dos
tahúllas de tierra de Riego”.
Desgraciadamente por ahora no
hay dato que nos permitan conocer
si dichas cantarerías fueron inmedia­
tamente puestas en funcionamiento
por los nuevos pobladores de Sorbas
o pasaron largo tiempo sin que fueran
aprovechadas por los habitantes que
substituyeron a los moriscos expul­
sados tras su rebelión.
Tras un largo periodo sin noticias
localizadas, nuevamente a mediados
del siglo XVIII hallaremos
documentación que nos permita in­
dagar sobre la importancia de la
alfarería en la vida cotidiana y en la
economía de los habitantes de Sorbas.
LA ALFARERÍA A MEDIADOS DEL
SIGLO XVIII
Las declaraciones realizadas en
1752 para el Catastro de la Ensenada
presentan una información detallada
que, a veces, resulta contradictoria
en diversos aspectos, detengámonos
brevemente en su análisis.
En las preguntas del interrogatorio
genérico fueron enumeradas las ac­
tividades industriales existentes en
Sorbas indicando que había 16 per­
5
6
7
8
A.H.P.AL.: E-108, s.
A.H.P.AL.: E-108, ff.
A.H.P.AL.: E-108, ff.
A.H.P.AL.: E-108, ff.
f.
49, 152.
87, 157.
64v, 490-491.
sonas que desarrollaban los siguien­
tes oficios5:
- Tres Maestros de Albañiles a los
que se les regula de utilidad a cada
uno quinientos reales
- Dos sastres y se les consideran
doscientos reales
- Un herrero, y herrador y se le
regula por uno, y otro, dos mil y
doscientos,
- Un carpintero y se le considera
ochocientos reales de vellón.
- Un “texedor de lienzo” cuatrocien­
tos y cincuenta.
- Asimismo hay seis maestros de
Alfarero y se les regula de utilidad
quinientos reales a cada uno, todos
los cuales trabajan por si solos sin
oficiales ni aprendices y la mitad del
año, por cuya razón se les hace esta
consideración
- Y también hay una o dos personas
que. tienen yuntas de vacas o bueyes
y éstos suelen darlas a peonadas en
Arrendamiento a el año a quienes le
regulan de utilidad por cada una
siendo de vacas ciento y cuarenta
reales, y de bueyes ciento y ochenta.
En definitiva, más de una tercera
parte de los habitantes de Sorbas
dedicados a actividades industriales
estaban dedicados a la producción
alfarera, aunque de industria tal
como se emplea en dicho documento
es muy distinto al derivado de la
revolución industrial que utilizamos
en la actualidad; en realidad los
alfareros indicados debían de desa­
rrollar actividades artesanales en las
que no se empleaban oficiales ni
aprendices, como se indica en el
registro correspondiente.
Además, para mayor confusión,
el número de declaraciones en la que
se indica expresamente que la per­
sona referida es alfarero, exclusiva­
mente o junto a otra actividad, es
de siete, como enumeraremos a
continuación, y en el resumen del
producible secular de dicha
declaración figuran ocho personas;
probablemente la confusión en el
número proceda de haber computado
a alguna de las personas por otra
actividad económica distinta de la
alfarera, siendo los criterios emplea­
dos en cada caso distintos y en ello
debe de estar el origen de la variación
señalada.
En definitiva los alfareros localiza­
dos ordenados alfabéticamente por
su primer apellido son los siguientes:
- Diego Guerrero García. Labrador
y “Maestro de Alfarería”, de 48 años,
casado con Catalina Fernández, de
la misma edad, eran sus hijos Diego,
Juan, José, María e Isabel; poseía
una casa, en la que vivía, y dos vacas
de arada; asimismo disponía de un
sirviente llamado José García 6 .
- Sebastián Guerrero. “Maestro
de Alfaharero”, de 40 años, casado
con Ana Bárbara Alpañez, de 25,
tenían por hijo a Francisco Antonio,
de un años; poseía una casa en Sor­
bas, “arruinada por imposibilidad del
dueño”. Se le estimaron 500 reales
de su trabajo como alfarero y el corto
producto de 2 reales y 4 maravedís
de un secano7.
- Juan de Mañas. “Maestro de
Alfaharero y Labrador”, de 48 años,
casado con Jerónima Camacho, de
38; tenía un sirviente llamado Pedro
José, de 21 años. Además de una
casa para vivienda en la población
tenía otra “casa alfaharería” en el
pago del Cercado, además poseía
diversas tierras de huerta en Cariatiz
y de secano, así como dos vacas y
una burra para su servicio 8 .
- Tomás de Mañas. Labrador y
Alfarero, de 55 años, casado con Ana
García Cabezas, de 50, tenían por
hijos a Felipe, Juan, Sebastián,
Tomás, Francisco y Cristina. Habitaba
en Sorbas en una casa de su propie­
7
dad y poseía una casa alfarería en
el Partido del Cercado, inmediata a
la población, una huerta en el Afa y
una casa cortijo y diversas propieda­
des en Cariatiz9.
- Nicolás de Peralta. Alfarero,
jornalero y Albañil, de 64 años, ca­
sado con Ana de Albacete, de 54. Se
le consideraron de utilidad 500 reales
anuales como “Alfaxarero” y otros
tantos como maestro de albañil10.
- Bernardo Requena. Alfarero, no
figura en la relación del vecindario
secular, aunque si en la declaración
como “Alfaharero”, por la que le
fueron regulados 500 reales de vellón
de producción anual, ascendiendo
otros ingresos que no se relacionan
a 40 reales de vellón11.
- Juan Requena Gómez. “Maestro
de Alfaxarero”, de 53 años, casado
con María Martínez, de 56; vivían a
su cargo Catalina Rubio, de 3 años,
su nieta, Juana Martínez, de 60, su
cuñada, y Sebastián Martínez, de
15, su sirviente. Habitaba en una
casa en el partido de la Almazara y
poseía otra media casa en el mismo
partido que sólo servía para “Alfaxa­
rería”; además poseía algún trance
de huerta en el mismo pago y un
secano que lindaba con la “Escalerilla
de la Cantería”, regulándosele asi­
mismo 500 reales de vellón anuales
por el citado oficio de alfarero12.
Las arcillas empleadas por los
alfareros de Sorbas debían de hallar­
se a cierta distancia de la población
pues los maestros de alfarería, co­
lectivamente eran propietarios en
el13:
“Partido del Algibico
Una pieza de tierra de secano a el
partido del Aljibico distante del pueblo
medio quinto de legua propia de los
maestros de Alfaharería consistente
en veinte fanegas de tercera calidad,
linda por levante con Agustina de
Herrera, por el sur matorral del
común y por poniente y norte con el
Río”.
Dicho secano es muestra de que
debía de existir una asociación gre­
mial con una única propiedad cono­
cida que era esta tierra, cuyo pro­
ducto anual era de 165 reales de
vellón y 30 maravedís.
Además los alfareros pagaban al
9
10
11
12
13
14
Vista de las Alfarerías. Portfolio de España. 1909
Duque de Alba en aquellas fechas
un censo anual de 18 reales de vellón
y 12 maravedís por la tierra para la
fábrica de ollas, sin mayores preci­
siones.
En resumen, en Sorbas se locali­
zan a mediados del siglo XVIII dos
llanos de las Cantarerías:
- Uno junto a la Ermita de San
Roque.
- Otro en el Pago de la Almazara.
Es de suponer que en cada uno
de ellos existirían sendos hornos y
a ellos acudirían todos los alfareros;
el Catastro de la Ensenada describe
diversos alfares:
- Uno de Juan Requena Gómez en
el Pago de la Almazara.
- Otros dos alfares eran de Juan y
Thomás de Mañas, se situaban en el
Pago del Cercado.
Desgraciadamente
la
documentación consultada no aporta
datos sobre la ubicación de los demás
alfares existentes en el municipio,
pero de ella se deduce que las casas
de la población se situaban en la
parte alta del pueblo, accediendo al
mismo por la Puerta del Lugar; por
el contrario, en el actual barrio de
Las Alfarerías sólo se hallaba la Er­
mita de San Roque, el llano de la
Alfarería, un cortijo de campo y tie­
rras de secano y regadío, un pano­
rama que probablemente cambiaría
durante la segunda mitad del siglo
XVIII incrementándose notablemente
el número de instalaciones, como
veremos a continuación.
Durante la segunda mitad del
siglo XVIII se debió de producir un
proceso de concentración alfarera,
al menos en 1785 está documentado
que14:
“En la villa de Sorbas... consta
haber una fábrica de mucha
extensión de loza basta inferior para
el uso de cocina y fogón, en la que
se emplean directamente cincuenta
hombres, advirtiendo que en este
territorio no se conoce alguna fábrica
sino en Guadix, de que no se pueden
regular las piezas que se fabrican a
el año por ser unas grandes y otras
muy pequeñas”.
Carecemos de noticias que nos
permitan conocer las circunstancias
en la que surgió dicha fábrica, las
consecuencias que tuvo para la alfa­
rería de Sorbas, ni los motivos de su
fracaso, pues dos décadas más tarde
ya no existía, como se verá a
continuación.
LA ALFARERÍA DE SORBAS EN EL
SIGLO XIX
Del interesantísimo viaje realizado
por Simón de Rojas Clemente Rubio
por diversas provincias andaluzas
A.H.P.AL.: E-108, ff. 87, 170-172.
A.H.P.AL.: E-108, ff. 82v, 137.
A.H.P.AL.: E-108, f. 455.
A.H.P.AL.: E-108, ff. 66v, 552-554
A.H.P.AL.: E-108, f. 254.
A. M. DE ALMERÍA: Leg. 21, d. 7, s. f. GIL ALBARRACÍN, Antonio: Arquitectura y tecnología popular en Almería. G.B.G.EDITORA.
Almería, 1992, p.78.
8
las páginas de su diario relativas al
27-8-1805 en las cuales narra su
traslado desde Níjar a Sorbas inclu­
yeron la siguiente anotación 15 :
“En Sorbas es una de las cosas
más notables las fábricas de vidriado
(son 15) para ollas, cazuelas y otras
vasijas de fuego, que salen para
hasta Málaga, Baza, Guadix, Cue­
vas... Traen la arcilla de un cuarto
de hora del pueblo, a la derecha del
camino de Lubrín; cuecen la vasija
o la caldean, la barnizan con el alco­
hol, la cuecen de nuevo. Si se supri­
me la primera cochura sale una vasija
mala”.
De lo que se deduce que la alfa­
rería de Sorbas, ya antes de la Guerra
de la Independencia era una actividad
que superaba el ámbito local y se
comercializaba en otras poblaciones
del Reino de Granada.
La situación se había incrementado
notablemente a mediados del siglo
XX pues el informante de Madoz,
además de relacionar la Ermita de
San Roque en el barrio de las Canta­
rerías, indicó en el apartado de in­
dustria y comercio de Sorbas que16:
“Existen 24 fábricas de alfarería,
cuyos productos son muy apreciados
por su buena calidad, y se extraen
para la prov. de Jaén, Granada y
Murcia, embarcándose á las veces
para otros puntos más distantes en
el puerto de Almería. En algunas
partes llaman á las vasijas de estas
fábricas ollas de arena, por ser de
tierra arcillosa y refractaria, de la
cual se han hecho crisoles con buenos
resultados: la tierra está dentro de
la jurisdicción, y la veta de ella abraza
muchas fanegas, de modo que puede
decirse inagotable”.
En realidad Sorbas con sus 24
alfarerías era hacia mediados del
siglo XIX el principal centro alfarero
de la provincia de Almería, seguido
muy de lejos por Almería y Cuevas
con 10 alfarerías cada una, Vera con
8, Níjar con 5 y Albox con 4, presen­
tando cantidades inferiores los res­
tantes núcleos alfareros de la provin­
cia hasta completar los 14 existentes
en dicha fecha17.
LA ALFARERÍA DE SORBAS HASTA
MEDIADOS DEL SIGLO XX
En las primeras décadas del siglo
XX debió de alcanzarse el cénit de
la alfarería sorbeña, pues aunque en
el Anuario Riera aparecen relaciona­
das trece alfarerías, que se repiten
en algunos casos como autores de
objetos refractarios, como puede
conocerse a continuación18:
Apellidos y Nombre
Ayala Menchón Jerónimo
Lario Cabezas Juan Pedro
Lario Cano Juan
Lario Mañas Juan (Simón Julián)
(Bisabuelo de Juan Simón)
Lario Mañas Francisco
Mañas Mañas Pedro
Mañas Pérez José (Padre de Juan Mañas
Sese)
Mañas Sese Juan (Hijo de José Mañas
Pérez)
Martínez Martínez Juan
Requena Domínguez Benito
Requena Francisco Sebastian
Requena García Antonio
Requena Mañas Benito
Requena Mañas Juan
Requena Mañas Miguel
Requena Romera Juan
Requena Sesé Benito
Requena Sese José
Sánchez Soler Diego
Sánchez Soler Juan
15
16
17
18
19
Edad Domicilio
Alfarerías
Ayala (Jerónimo)
Ayala (Juan)
Lario Cano ( Juan)
Lario ( Francisco)
Lario (Juan P.)
Mañas (José)
Requena ( Antonio)
Requena ( Benito)
Requena ( Damián)
Requena (Francisco)
Requena ( Juan)
Sánchez (Juan)
Simón (Juan)
Objetos Refractarios
Ayala (Juan)
Larios (Francisco)
Mañas (José)
Requena (Antonio)
Requena (Damián)
Sánchez (Juan)
Simón (Juan)
En realidad sólo aparecen media
docena de apellidos: Ayala, Lario,
Mañas, Requena, Sánchez y Simón.
Más completas resultan las rela­
ciones de los censos electorales co­
rrespondientes a las etapas de la
restauración, sirva de ejemplo el
censo electoral de 1908 en el que
aparecen los siguientes alfareros y
un tejero19:
48 Canalejas, 30
30 San Roque, 45
75 La O, 14
Alfarero
Alfarero
Alfarero
¿Sabe leer y
escribir?
Si
No
No
Si
Si (Alfarero en
archivo iglesia)
Si
No
Si
40 Olivo, 41
Alfarero
Si
Alfarero
Alfarero
Alfarero
Alfarero
Alfarero
Alfarero
Alfarero
Alfarero
Alfarero
Alfarero
Alfarero
Alfarero
No
No
No
No
No
Si
No
Si
No
No
No
No
45
58
55
77
50
31
35
40
77
50
68
40
38
60
72
52
61
Profesión
Rambla del Chive
San Roque, 55
San Roque 41
San Roque, 13
Fuente, 3
Olivo 43
San Roque,
Entrada 3
Entrada, 5
San Roque,
Entrada, 6
Olivo, 35
San Roque,
San Roque,
San Roque,
Olivo, 21
Olivo, 33
32
29
37
18
20
Alfarero
Alfarero
Alfarero
Propietario
CLEMENTE RUBIO, Simón de Rojas: Viaje a Andalucía. “Historia Natural del Reino de Granada” (1804-1809). G.B.G.EDITORA.
Almería-Barcelona, 2002, pp. 673-674. GIL ALBARRACÍN, Antonio: “El viaje científico de Simón de Rojas Clemente Rubio
en 1895 a Sorbas”, El Afa, 5. Sorbas, verano 2002, p. 9.
MADOZ, Pascual: Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar. Madrid, 1845-1849.
T. XIV, s. v. “Sorbas”.
GIL ALBARRACÍN, Antonio: Arquitectura y tecnología popular en Almería. G.B.G.EDITORA. Almería, 1992, pp.77-79.
ANUARIO RIERA. Guía Práctica de Industria Comercio de España. Casa editora Centro de Propaganda Mercantil. Almería,
Sorbas 1901, pp. 66-67.
ARCHIVO DE LA DIPUTACIÓN DE ALMERÍA: Censo electoral de 1908.
9
En el censo electoral de 1913 figuran las siguientes personas relacionadas con la alfarería 20 :
Apellidos y Nombre
Cintas Sánchez Juan
Ayala Menchón Jerónimo
Lario Cabezas Juan Pedro
Lario Mañas Francisco
Lario Mañas Juan (Simón Julián) (Bisabuelo de
Juan Simón)
Mañas Mañas Pedro
Mañas Sese Juan (abuelo de Juan Mañas García)
Martínez Martínez José
Requena Cayuela Benito
Requena Domínguez Benito
Requena Francisco Sebastián
Requena García Antonio
Requena Mañas Benito
Requena Mañas Juan
Requena Mañas Miguel
Requena Romera Juan
Requena Sesé Benito
Requena Sese José
Sánchez Soler Diego
Sánchez Soler Juan
A los censos de 1908 y 1913 se
ha añadido el nombre de José Mañas
Pérez, que figura como propietario
en dichos censos, pero figura como
alfarero en el Archivo de la Parroquia
Ayala Clemente Francisco
Ayala Llorente Juan
Fenoy Fenoy Juan
Lario Mañas Francisco
Mañas Sese Juan
Mañas Ayala, Juan
Requena Mañas Benito
Requena García José A.
Requena García Juan
Requena Cayuela José
Ayala Llorente Juan
Mañas Ayala, José
Requena Mañas Damián
20
21
22
23
Profesión
Tejero
Alfarero
Alfarero
Alfarero
Propietario
San Roque,
Olivo, 41
Olivo 43
San Roque
San Roque,
Entrada 3
Entrada, 5
San Roque,
Entrada, 6
Olivo, 35
San Roque,
San Roque,
San Roque,
Olivo, 21
Olivo, 33
Alfarero
Alfarero
Alfarero
Alfarero
Alfarero
Alfarero
Alfarero
Alfarero
Alfarero
Alfarero
Alfarero
Alfarero
Alfarero
Alfarero
Alfarero
45
32
29
37
18
20
Edad Domicilio
65
34
50
72
63
32
85
57
31
35
San Roque, 3
San Roque, 13
San Roque, 26
Canalejas, 19
Olivo, 3
Olivo, 2
San Roque, 31
Entrada, 16
Entrada, 5
San Roque, 29
Edad Domicilio
51 Olivo
41 Olivo
37 San Roque
¿Sabe leer y
Si
No
No
Si
Si (Alfarero en
archivo iglesia)
No
Si
No
Si
No
No
No
No
Si
No
Si
No
No
No
No
de los censados. Sin embargo el
analfabetismo había prácticamente
desaparecido en el censo electoral
de 1930, como se puede observar a
continuación21:
Profesión ¿Sabe leer
y escribir?
Alfarero
Si
Alfarero
Si
Alfarero
Si
Alfarero
Si
Alfarero
Si
Alfarero
Si
Alfarero
No
Alfarero
Si
Alfarero
Si
Alfarero
Si
Juan Fenoy Fenoy como componente
de la U.G.T.; dicha corporación había
sido nombrada el 24-11-1936 a ins­
tancia del Gobernador Civil de Al­
mería Gabriel Morón, formando parte
de la misma el alcalde de U.G.T.,
cuatro concejales de U.G.T., dos del
P.C.E., dos de las J.S.U. y cinco de
la U.G.T., en total 14 miembros22.
Tras la Guerra Civil, los censos
Apellidos y Nombre
Curiosamente figura en el citado
censo Juan Ayala Llorente, uno de
los alfareros que, en representación
del P.C.E., había formado parte Con­
sejo Municipal de Sorbas durante la
36
46
37
26
41
46
83
56
74
46
44
66
72
58
67
Domicilio
Rambla Chica
San Roque, 55
San Roque 41
Canalejas, 30
Fuente, 3
de Sorbas.
Igualmente resulta destacable
en los citados censos de 1908 y 1913
en notable número de analfabetos,
que superaba ampliamente el 50 %
Apellidos y Nombre
Es evidente que el número de
alfareros había descendido notable­
mente, como tantos otros oficios, en
aquella etapa inmersa en la crisis de
1929.
Parte de estos alfareros, dos en
concreto, formaron parte del Consejo
Municipal de Sorbas durante el trans­
curso de la Guerra Civil, Juan Ayala
Llorente como miembro del P.C.E. y
Edad
51
64
61
54
56
fueron manipulados para encubrir
el desastre derivado del conflicto y
de la represión que le acompañó,
por lo que no debe de extrañar el
descenso de alfareros que se aprecia
en el censo electoral de 1945, en
abierta contradicción con la memoria
de aquellos que conocieron la exis­
tencia de muchos más por aquellas
fechas23:
Profesión ¿Sabe leer
y escribir?
Alfarero
Si
Alfarero
Si
Alfarero
Si
Guerra Civil, sin que aparezca Juan
Fenoy Fenoy, el otro alfarero que
formó parte de la misma.
Pero lo ocurrido desde entonces
es memoria viva que aún se conserva
entre aquellos que vivieron dicho
periodo y quedan fuera de esos an­
tecedentes históricos que se han
intentado esbozar en estas líneas
ARCHIVO DE LA DIPUTACIÓN DE ALMERÍA: Censo electoral de 1913.
ARCHIVO DE LA DIPUTACIÓN DE ALMERÍA: Censo electoral de 1930.
GRIMA CERVANTES, Juan: “Vale y billetes emitidos por el Consejo Municipal de Sorbas durante la Guerra Civil (1936-1938)”,
El Afa, 9. Sorbas, verano 2004, p. 23. QUIROSA CHEYROUZE, Rafael: Almería, 1936-37. Sublevación militar y alteraciones
en la retaguardia republicana. Universidad de Almería, p. 310.
ARCHIVO DE LA DIPUTACIÓN DE ALMERÍA: Censo electoral de 1945.
10
INFRAESTRUCTURA Y
PROCESO ALFARERO
Andrés Pérez Pérez
1.2.- PILÓN PEQUEÑO
Es una especie de decantador que
se sitúa junto a la salida del pilón.
De aquí pasa la pasta a la balsa.
1.3.- BALSA
Se encuentra adosada al pilón
siendo de forma cuadrada, tiene una
abertura lateral llamada “sangría”
que sirve para ir eliminando el agua
que sobra de la decantación del barro.
En Sorbas la sangría sólo se utiliza
en invierno.
Los materiales empleados en su
construcción han variado a lo largo
de los años y dependiendo del alfa­
rero. Los Simón la revisten de yeso
para que se seque bien la pasta.
Juan Mañas, una de las balsas es de
ladrillo y bloques y la otra de piedra.
Antiguamente había balsas más
grandes para hacer más barro du­
rante el invierno y almacenarlo para
el verano.
Se les ponía un poco de ceniza
en las paredes y suelo para que no
se pegara el barro. En verano se
secan más los bordes y esquinas de
la balsa, por lo que se sacaba primero
el barro de esa zona o se tapaba la
balsa con unas esteras de esparto
cuadradas, y actualmente con plás­
ticos.
1.4.- HORNOS
Pilón y horno árabe de los Simón
1.- EDIFICACIONES Y CONS­
TRUCCIONES
1.1.1.2.1.3.1.4.1.5.-
Pilón
Balsa
Pilón pequeño
Hornos
Oficio
1.1.- PILÓN
El pilón es una especie de reci­
piente redondo para que la tierra no
se pegue en las esquinas, hecho
antes de piedra y yeso, hoy de ladrillo
o bloques y cemento, situado en un
nivel más alto que la balsa, con la
que se comunica mediante un orificio
a unos centímetros del suelo. Cuando
se instalan motores para batir el
barro la salida se hace por la parte
superior de la pared, para que se
decanten las piedras e impurezas.
Los dos hornos árabes que se
conservan en Sorbas son de forma
troncopiramidal, están construidos
de piedra, ladrillo y adobe(barro
blanco y paja para que no raje) el
enlucido exterior, y el interior de
ladrillo y barro blanco. En el exterior
presentan dos contrafuertes en la
Hasta hace poco el barro se batía
a brazo con unos tablones llamados
costeros. Hoy es un motor el que
realiza este trabajo moviendo un ar­
tilugio mecánico terminado en aspas.
Balsa de los Simón
11
1.5.- OFICIO
En los dos alfares se trata de
edificios de una sola planta. El alfar
de Juan Simón es un edificio de nueva
planta. El de Juan Mañas es una
adaptación de una antigua vivienda
a la que se han hacho algunas refor­
mas. El acceso al oficio se hace a
través de una amplia zona llamada
placeta. Esta placeta tradicionalmente
de piso de tierra y que se arregla
cada vez que llueve con la granza
(deshecho) de los pilones. Actual­
mente la mayoría se han asfaltado,
quedando sólo en su estado original
parte de la de Juan Mañas. Antes en
las puertas de todos los oficios había
u n p a r ra l p a ra d a r s o m b ra .
En el interior del oficio se distin­
guen varios espacios, distinguiéndose
principalmente tres partes:
Horno árabe de los Simón
parte delantera, a la altura de la
caldera, así como varios escalones
de acceso a la cubierta del horno.
Las calderas de estos hornos,
conocido por los alfareros como cár­
cavo, tienen la planta rectangular y
el acceso a nivel del suelo. Las puer­
tas son arquedas; el de Juan Simón
mide 0.75 m de alto y 0.50 m de
ancho, y el de Juan Mañas 0.85 m
de alto y 0.50 m. de ancho. La cal­
dera del horno de éste alfarero con­
serva el poyete para cocer mayor
cantidad de género. Las calderas
están cubiertas por siete arcos de
medio punto y tienen una profundi­
dad aproximada, desde la parrilla al
fondo del cárcavo, de 2,65 m en el
horno de Juan Mañas.
Las cámaras del horno están si­
tuadas encima de la puerta del cár­
cavo y tienen el acceso por medio
de una rampa lateral ascendente, de
Mufla de los Mañas
3.75 m por 2.76 m (horno de Juan
Simón) y de 4 m por 2.90 m (horno
de Juan Mañas) y las entradas ar­
queadas, de 1.83 m de alto y 0.85
m de ancho (horno de Juan Mañas).
Estas cámaras quedan cubiertas por
bóvedas de medio cañón llamadas
capillas, con una altura hasta la pa­
rrilla de 2.26 m (Juan Simón) y 2.08
m (Juan Mañas). La parrilla del horno
del primer alfarero tiene 80 agujeros
de 10 cm de diámetro y la del se­
gundo 112 de similar diámetro.
Para terminar las cubiertas son
ligeramente arqueadas y tienen doce
brameras repartidas en tres hileras,
de 12 cm de diámetro las laterales
y de unos 25 cm los centrales.
En la década de los 70 los se
instalaron un tipo de horno comprado
en Manises (Valencia) llamado mufla.
La mufla es un horno de ladrillos
refractarios que reparte el calor de
manera uniforme por todas las pare­
des. Las paredes son dobles con
cámaras intermedias conectadas a
las dos calderas donde se quema
sólo leña recia (troncos de olivo sobre
todo), de esta forma el fuego no
entra en contacto con las piezas. Se
utilizaba sólo para el vidriado del
barro rojo (2ª cocción), tarda unas
18-19 horas en cocer la de Juan
Mañas. Cuando empezaron los hor­
nos de gas los Simón abandonaron
la mufla por comodidad y economía.
Juan Mañas la dejó por no seguir
haciendo barro rojo.
Ya en la década de los 90 se ins­
talan nuevos hornos de gasoil, me­
jores para el vidriado y la decoración.
1 . 5 . 1 .-
Lugar
de
modelado
Los alfareros suelen colocar el
torno lo más cerca de la entrada y
el barrero en una esquina de la nave.
Dentro de la zona de modelado en­
contramos:
Horno a Gasoil de los Simón
Sección del horno árabe
12
1.5.1.1.- Los tornos
1.5.1.2.- La sobadera
1.5.1.3.- El barrero
1.5.1.1.- Los tornos
Plano del oficio de Jaime Mañas, hacia 1985. Estudio etnográfico de la
cerámica popular de la provincia de Almería. Etnografía Española 5. Ángel
Pérez Casas y .Ministerio de Cultura. 1985
Plano del oficio de Juan Simón, hacia 1985. Estudio
etnográfico de la cerámica popular de la provincia
de Almería. Etnografía Española 5. Ministerio de
Cultura. 1985
Los tornos están formados por
dos discos de madera paralelos y
horizontales, de distintos tamaños,
unidos por un eje central, llamado
eje del torno. En el extremo superior
va el disco menor atornillado a una
pletina y ésta a su vez al eje. A este
disco menor, con un diámetro entre
22 y 25 cm y un grosor de unos 4
cm, se le conoce como cabeza de
rueda o cabeza del torno y sobre ella
se trabaja la pella. A cierta distancia
de este disco menor, casi en el otro
extremo del eje, encontramos un
disco mayor llamado ala, bien de
una sola pieza o formado por varias
tablas, generalmente siete u ocho,
unidas por listones entrecruzados
situados en su cara inferior. Este
disco conocido como ala, tiene un
diámetro 0.80 m y 1.20 m, se haya
fijado al pie por medio de un sistema
de cuñas en su cara superior y un
gran taco de madera en la inferior.
Entre estos dos discos, cabeza de la
rueda y ala, y a unos 8 cm del pri­
mero, queda una abrazadera unida
con tornillos a una tabla de fijación.
La sección del eje en la garganta es
menor que en el resto que aumenta
a partir de la abrazadera y a medida
que se acerca a la ala. Por debajo
de la ala continúa el eje hasta un
cojinete llamado borrón que facilita
el giro. Igual que la garganta de la
rueda, se pillaba con una corteza
de tocino liada a una tablilla o una
soga de esparto que hacía de abra­
zadera, antes se utilizaba también
un vaso de vidrio antiguo de culo
redondo, e incluso el culo de una
cantarilla añadiéndoles un poco de
aceite para que se deslizara mejor.
Hoy se ha sustituido por otro cojinete.
Formando parte del conjunto,
encontramos el asiento del alfarero,
la mesa soporte llamada estancia
(donde se colocan las pellas, el
albañal Recipiente con agua para
mojar las manos y el barro si es
necesario., las piezas modeladas y
demás instrumentos utilizados en
esta fase) y el estribo usado para
apoyar el pie.
1.5.1.2.- La sobadera
La sobadera o losa es una piedra
plana donde se sobaba el barro. Esto
se realizaba antes a fuerza de brazos,
13
Torno alfarero. Estudio etnográfico de la cerámica
popular de la provincia de Almería. Etnografía
Española 5. Ministerio de Cultura. 1985
golpeando, estirando, presionando
el barro hasta que alcanzara un punto
óptimo que permitiese luego mode­
larlo fácilmente. Frente a la antigua
sobadera está la actual máquina de
sobar el barro llamada galletera, que
evita el esfuerzo humano a la vez
que ahorra tiempo.
Galletera de Juan Mañas
1.5.1.3.- El barrero
Al fondo del alfar, en una esquina
del mismo, se encuentra normalmen­
te el barrero, lugar destinado a al­
macenar el barro elaborado en las
balsas. Eran una especie de trojes
con abertura lateral que se situaban
entre 0,5-1 metro de profundidad y
una altura de 1-1,5 metros, A fin de
proteger el barro de la sequedad
suele estar cubierto con plásticos o
sacos mojados, que le ayudan con­
servar la humedad, antiguamente
se utilizaban cestos viejos de esparto.
El barro se llegó a conservar hasta
2 y 3 años durante la Guerra Civil.
Sobadera de Juan Mañas
14
2.- OBTENCIÓN DE LA ARCILLA
Y ELABORACIÓN DEL GÉNERO
Para estas tareas, si bien hoy las
realizan los propios alfareros, antes
había personas cuya profesión era
trabajar para los alfareros. Había
familias de carreros que acarreaban
la leña, la tierra, el agua, personas
que se dedicaban a hacer el barro e
incluso gente especializada en llenar
los harpiles con las piezas ya cocidas
y llenar los carros.
Entre estas familias podemos des­
tacar: La familia Cabezas (Juan,
Antonio y José, padre e hijos), Adolfo
Mañas e hijos (Los Veraguas), Los
Requena y Codinas (Miguel Perejil),
Juan Madolell, José Mañas, el tio
Cesareo López, , Miguel Hermosilla,
Juan Martinez y sus hijos Miguel y
Juan (Los Panochos). Luego llegaron
los camiones que desplazaron a los
carros, éstos eran de las familias
Pérez (Miguel e hijos, con los camio­
nes conocidos como La Pera, El Sau­
rez y la Bien Pagada); La familia
Ayala (Juan , Rafael y José); La fa­
milia Requena (Sebastian, Rafael y
Juan) y Anselmo Codina. Luego con
trabajos más especializados como
los barreros: La familia Salvador
(José y Sebastián e hijos, de la Ro­
sario que los llamaban); José García
el de la Merguiza y José el de la
Candelaria. Y también incluso había
un señor que se encargaba de liar
las ollas en los carros como José
Martinez. Y por último Máximo
Muñoz Corral, Juan y José Salvador
"Los Moñoviejos" (su padre y su
madre también trabajaban). Muchas
mujeres ayudaban a cargar y des­
cargar los hornos, sobar etc.
Cañada Siscar. Tierra blanca
cerca del pueblo. También se extraía
del Estrechaculos, del Mocatán y del
Barranco del Carnicero enfrente del
Zocá. Esta tierra se utiliza para cán­
taros, orzas, lebrillos, platos, macetas
etc., también con ella se hacen las
tejas, el ladrillo y la losa. Para que
le dé fuerza hay que mezclarla con
un 3-10-25% de rubial (tierra roja)
según la calidad o fuerza de ésta.
La forma de recogerla era la si­
guiente: cuando llueve por donde
corre el agua se hacen conchas,
entonces con un rastro se va arran­
cando esas costras. Para los ladrillos,
tejas y losas se podía formar cantera
y coger la tierra más profunda a la
que llaman crual.
La tierra roja o rubial se extrae
principalmente de La Mojonera a
unos 7 Km, también en los Pinteños
y se utiliza para fabricar objetos
refractarios como cazuelas y ollas.
Para extraer esta tierra se limpiaba
la primera capa de tierra y se forma­
ba cantera.
2.1.- IR EN BUSCA DE LA TIERRA
Siguiendo la tradición, en ocasio­
nes suelen ir los propios alfareros a
buscar la tierra personalmente. An­
tiguamente, una vez obtenido el
permiso del dueño de la finca, arran­
caban la tierra a pico, la rastrillaban
con el fin de limpiarla y la cargaban
con espuertas o directamente con la
pala. Hoy esta tarea se realiza con
pala mecánica para la tierra roja, lo
que conlleva que haya mayor por­
centaje de impurezas.
En Sorbas se han utilizado desde
antiguo dos tipos de tierra: la llamada
blanca(aunque su color es marrón
muy claro) y la roja o rubial.
La tierra blanca se extrae de la
Cañada Siscar principalmente, muy
Juan Simón haciendo barro con los costeros. Hacia 1970.
Libro “Cerámica popular española” J. Llorens Artigas, J. Corredor-Matheos
Fotografo. F. Català Roca. Editorial Blume. 1970
15
Carro cargado con piezas en harpiles
Libro “Cerámica popular española” J. Llorens Artigas,
J. Corredor-Matheos Fotografo. F. Català Roca. Editorial
Blume. 1970
Carro cargado de leña
Libro “Cerámica popular española” J. Llorens Artigas, J. CorredorMatheos Fotografo. F. Català Roca. Editorial Blume. 1970
Ermita de Fátima, donde se apilaba la leña
Camión de Los Pérez cargado de Leña
16
Normalmente pocos propietarios
ponían impedimento a que los alfa­
reros cogieran tierra de sus propie­
dades, luego los dueños se cobraban
en un número determinado de piezas.
Sin embargo, algunos cuentan que
la tierra roja tenían que pagarla a
Doña Pilar Navarro. Los Simón com­
praron los derechos de la arcilla de
una parcela de tierra en La Mojonera
(antigua finca de Pilar Navarro) a la
familia de “Los Lijas”, esta familia
conservaba la propiedad de la finca.
Actualmente esa finca ha sido adqui­
rida por el futuro campo de Golf del
Valle de Navidad, los Simón han
apilado toda la tierra que quedaba
en esa parcela y la irán gastando
poco a poco. Cuando se acabe la
tierra apilada, existe cierta incerti­
dumbre sobre la futura extracción
de arcilla refractaria, ya que la mejor
calidad está en esa zona.
2.2.- TRANSPORTE DE LA TIERRA
El transporte de la tierra ha va­
riado desde la década de los 30 en
que se hacía en carros tirados por
burros, hasta la actualidad en que
se utilizan camiones. Ésta se alma­
cena en la placeta hasta que se bate
en el pilón.
2.3. ELABORACIÓN DE LA PASTA
La tierra se echa al pilón para
mezclarla con el agua necesaria y a
continuación se batían con los coste­
ros durante unos diez minutos. Anti­
guamente, la operación de llenar el
pilón era muy penosa ya que se hacía
cántaros de 13-14 litros (la balsa de
Juan Mañas se llevaba 120 cargas
de agua, cada carga eran cuatro
cántaros). Lleno el pilón le echaban
las espuertas de tierra necesarias y
batían la tierra a brazos con unos
palos de madera llamados costeros.
Hoy esta operación está mecanizada.
Tras el batido, se abre el orificio del
pilón para que salga el agua y, así,
se asiente la arena que no vale. El
barro se cuela por una criba, que
está debajo de los orificios o tubos
por donde pasa el agua desde el
pilón a la balsa. Una vez finalizado
el batido se hace el enjuague, que
se hace añadiendo de nuevo agua y
despegando bien todo el barro que
se ha pegado en el suelo de la balsa.
Como hemos comentado al inicio, el
batido de la tierra está hoy mecani­
zado
Una vez en la balsa se deja que
se asiente la pasta y se evapore al
Juan Simón alisando el barro. Hacia 1970.
Libro “Cerámica popular española” J. Llorens Artigas, J. Corredor-Matheos
Fotografo. F. Català Roca. Editorial Blume. 1970
agua. La duración del proceso depen­
de de la época del año (15-16 a 2025 días). De la pasta asentada en la
balsa se van cortando con una hoz
unas porciones de 20 a 25 Kg. lla­
mados pegotes que se dejan orear
en la placeta o bajo cubierta, en
verano un día y en invierno varios.
De aquí se pasan al barrero. El barro
rojo si está tierno, se hace un montón
Pisando el barro.
Libro “Cerámica popular española” J. Llorens Artigas, J. Corredor-Matheos
Fotografo. F. Català Roca. Editorial Blume. 1970
17
Seguidamente se moja las manos
y comienza a abrir el barro presio­
nando con los dedos pulgares en el
centro de la pella hacia abajo, a la
vez que la reblandece con agua. En
algunos casos, cuando la pieza es
grande, mete el puño hasta alcanzar
si es posible la horma, dejándole de
uno a dos centímetros de espesor.
Cuando se trata de platos y cuencos
el barro se abre ayudándose el alfa­
rero con medio casquete de barro
cocido. Este casquete varía en di­
mensiones, según la pieza a realizar.
3.3.1.3.- Subir el barro
La fase de modelado, más com­
pleja que las anteriores, requiere
toda la atención del maestro alfarero,
habiendo gran competencia tanto en
la ejecución de las piezas, como en
la rapidez al realizarlas.
Después se va subiendo el barro
igualmente ayudándose de ambas
manos, agua y el movimiento del
torno. La mano derecha, que va por
fuera, es la que generalmente se
moja en el albañal y la izquierda que
va por el interior, contraresta la fuerza
y evita el descentramiento de la
pieza, a la vez que se adelgazan y
suben las paredes. De esta manera,
se estiran las paredes proporcional­
mente alcanzando la fineza que el
maestro alfarero precise.
3.3.1.- Modelado de piezas medianas
3.3.1.4.- Formación del cuerpo
Aunque el modelado de piezas
medianas es el más usual: platos,
macetas, jarras, juegos de gazpacho,
objetos decorativos, etc. en la relación
de todas las piezas, ya sean grandes,
pequeñas o medianas, hemos obser­
vado las siguientes subfases:
A la vez que sube, el barro va
formando el cuerpo de la pieza. En
esta operación introduce la mano
izquierda y si es necesario todo el
brazo en el interior de la misma. La
mano derecha siempre, como siem­
pre, queda por fuera para evitar
descentramiento o deformación. Co­
mo en la fase anterior, mojará la
mano derecha en el albañal las veces
que considere necesarias. En el caso
de platos, la mano izquierda trabaja
con el medio casquete.
Juan Mañas haciendo una maceta
y se extiende en el suelo del almacén,
a la sombra para que haga cuerpo.
3.- SOBADO, FORMACIÓN DE PELLAS
Y MODELADO DE PIEZAS
El barro se mantiene en el barrero
el tiempo necesario y luego se soba
hasta que alcanza el grado óptimo
de plasticidad. A partir de ese mo­
mento y hasta que la pieza queda
modelada en el torno tienen lugar
las siguientes fases:
3.1.- Sobado
Antes de usar el barro, se pasa
por la máquina de sobar. Esta tarea,
tradicionalmente se realizaba con los
pies y las manos. Primero cogían el
pegote y lo pisaban, en verano des­
calzos y en invierno con alpargatas
de esparto. Una vez pisado lo pasa­
ban a la losa o sobadera donde lo
amasaban con los pulpejos de la
mano, restregándolo como si se tra­
tara de una masa para hacer pan,
hasta que el melis del barro estuviese
unido. El barro blanco se soba menos
que el rojo, ya que tiene más sebo
y si se soba demasiado se calienta.
3.2.- Formación de pellas
Una vez secado el barro, se lía y
se forma la pella según el tamaño
de la pieza a realizar. Actualmente
sólo utilizan la losa o sobadera para
darle forma a las pellas y sobar el
barro cuando la maquina no lo ha
hecho lo suficientemente.
3.3.- Modelado
3 . 3 . 1 . 1 .- E n d e r e z a r l a p e l l a
Una vez formada la pella se de­
posita en la cabeza de la rueda a la
que previamente se le ha echado
ceniza para evitar que la pieza se
pegue o bien se coloca sobre una
horma dándole un pequeño golpe
para que se adhiera. La utilización
de la ceniza depende del número de
piezas que se vayan a sacar de la
pella. Si sólo se va a hacer una pieza
es obligatorio usarla para que no se
pegue. En el barro rojo no se utiliza
la horma ni la ceniza. A continuación,
previamente mojadas las manos en
el albañal, se endereza dicha pella
procurando situarla en el centro de
la cabeza de la rueda para conseguir
la perpendicularidad de los ejes. Esta
operación se hace con las dos manos
abiertas y algo abocinadas, los dedos
unidos excepto los pulgares.
3.3.1.2.- Abrir el barro
Juan Mañas haciendo el cuerpo de un
cántaro
18
3.3.1.5.- Alisado
A continuación viene el alisado
de la pieza. El alfarero utiliza para
este fin la mano derecha con una
caña y la mano izquierda, que deja
por dentro, para cuidar que el grosor
de la pared sea uniforme y evitar
como hemos apuntado, descentra­
miento y deformación.
3 . 3 . 1 . 6 .- M o d e l a d o d e l c u l o
Con el raedor o con la caña de
pico realiza el modelado del culo,
cortando el sobrante a modo de vi­
rutas. La posición de las manos en
este menester varía según se trate
de obra abierta u obra cerrada. En
la obra abierta se hace un puente
con los dedos índice y corazón, por
el que discurre el filo de la pieza y
con la derecha se coge el raedor en
posición inclinada. Cuando la obra
es cerrada, la mano derecha queda
por fuera en posición abierta lo más
próxima a la base. En la realización
de las cazuelas el modelado del fondo
adquiere un tratamiento especial. Lo
primero que se hace es la forja, que
consiste en fabricar unas pelotas de
viento de donde posteriormente se
saca la plataforma del culo de las
cazuelas. Estas forjas se exponen al
sol para que se oreen por ambos
lados.
Después se meten en el alfar y
se colocan en un golveor especial,
que se ha hacho previamente en la
cabeza de la rueda para hacer la
cazuela. El golveor está hecho de
barro bien duro, y se le pone ceniza
para que no se pegue la forja.
José García modelando la boca de un cántaro
da se sitúa en el interior.
3.3.1.8.- Retirado de la pieza del torno
Para retirar la pieza del torno hay
que cortarla con el torzal pasándolo
por debajo de la base. A continuación
y con las dos manos se traslada esta
pieza a la tabla, que previamente se
ha puesto delante del torno. Las
cazuelas se despegan levantándolas
con las manos porque están en el
golveor al que previamente se le ha
puesto ceniza.
3 . 3 . 1 . 9 .-
Adición
de
Determinadas piezas necesitan,
una vez retiradas del torno, adicio­
narles, algunas partes. Para ello se
dejan secar la pieza el tiempo nece­
3.3.1.7.- Modelado y pulido de la
boca
El modelado de la boca o rostro
se hace con los dedos de ambas
manos y siguiendo el movimiento
lento del torno. Entre los dedos
corazón y anular de la mano derecha
va pasando el borde y por el índice
de la izquierda, curvado a modo de
garfio. De esta manera se da la aber­
tura deseada. Queremos destacar la
importancia que los dedos pulgares
juegan en esta fase, especialmente
el de la mano derecha, que se sitúa
debajo del labio de la boca presio­
nando en el lugar de doblar.
El pulido se logra pasando suave­
mente la caña aprovechando el mo­
vimiento del torno. La mano derecha
empuña la caña de alisar y la izquier­
piezas
José García enasando ollas
sario con el fin de evitar que se
deforme al realizar el aplique. Lo
más frecuente es la adición de asas
(enasar) y bocas (embocar).
Los Simón de Sorbas acostumbran
a realizar esta operación en la place­
ta. Una vez pegadas las asas a las
cazuelas, se encarran (las apilan
unas encima de otras para que no
se tuerzan, se sequen más despacio
y así se rajen menos) y se meten en
la nave. Las cazuelas tienen que
secarse en lugares techados y sin
corrientes de aire para que se sequen
lentamente.
3.3.2.- MODELADO DE GRANDES
PIEZAS
El modelado de grandes piezas
19
vez ha expuesto la panza al sol la
arrodea cada media hora en el verano
con el fin de unifica r el secado. Otros
alfareros prefieren darles algunas
horas más de oreo a la sombra, y
no al sol, porque éste tuerce las
piezas al secar más por un lado que
por otro. A continuación viene la
adición de asas, fase que se denomi­
na enasar. En todo este proceso hay
tres secados y dos adiciones de par­
tes complementarias. El tiempo de
oreo que ha de transcurrir entre las
fases de embocar y enasar es aun
menor que el primer tiempo de la
parte de embocar. Se puede decir
que una vez terminada de embocar
la última pieza de la serie producida,
inmediatamente se inicia la fase de
enasar. Esto logrará el doble efecto
de que por un lado se iguale el tiempo
de oreo de las bocas y por otro pe­
guen las asas en la panza de los
cántaros.
En cuanto a la igualdad de
volumen y altura que alcanzan una
serie de piezas, el alfarero lo logra
usando la misma porción de barro y
con la ayuda del cantillón, que pone
junto a la cabeza de la rueda. Esto
no es necesario para los maestros
veteranos.
3.3.3.- JUGUETERÍA
Cuerpo del cántaro oreándose para embocar y enasar
no se realiza de una vez, como vimos
en el apartado 3.3.1 y aunque le son
válidas las diferentes operaciones
que ya hemos descrito, su compleji­
dad radica en realizarlo en dos o tres
Juan Simón haciendo piezas pequeñas
fases, especialmente la obra cerrada,
que lleva por un lado las panzas y
por otro las bocas.
Si tomamos como ejemplo los cán­
taros, se modelan primero las pan­
zas que se dejan un tiempo sobre
las losas para que se endurezcan y
así evitar que se deformen. Cuando
están en su punto, es el momento
de añadirles las bocas, que se mo­
delan aparte y se añaden con un
poco de limoja para que no se des­
prendan, a esta fase se le llama
embocar. De ahí que sea necesario
tapar con un plástico la parte primera
para que conserve la humedad, que
el maestro alfarero considere nece­
saria. Este compás de espera puede
ser de dos horas, con el fin de que
se haga mejor la adición. Lo frecuen­
te, es ponerlas al sol, si es que al
alfarero le interesa terminar rápida­
mente la operación. Juan Mañas, una
Dentro de la alfarería la juguetería
es muy variada. La diferencia que
hemos observado, con respecto a
las piezas medianas y grandes, radica
en que la pella no es proporcional a
la pieza que se va a modelar, sino
de mayor tamaño. De esta manera
el alfarero economiza tiempo, a la
vez que él mismo se da avío. Es
también frecuente que modele con
esa única pella piezas variadas. Así,
si está haciendo jarricos y la porción
de barro que le resta es más adecua­
da para hacer otra pieza distinta a
la anterior, no la desperdicia y realiza
piezas pequeñas como ceniceros,
alcancías, etc.
4.- Acabado de las piezas y
decoración de las mismas
Los alfareros distinguen cla­
ramente dos maneras de acabar las
piezas:
4.1.- En barreño, dejándolas tal cual
salen del torno.
4.2.- En vidriado.
Una y otra forma admiten
decoración. Sin embargo, aunque las
20
cepillos de alambre, peines, carretes,
etc., el alfarero consigue una serie
de trazos en la superficie de las
piezas. Estos trazos, poco profundos,
acostumbran a realizar con la pasta
tierna.
4.1.1.3.- Técnica de apliques
Es un proceso relativamente re­
ciente en la alfarería sorbeña. Me­
diante moldes se consiguen una serie
de relieves que luego se aplican a la
pieza cuando ésta ha secado. Para
conseguir una fácil y perfecta unión
se humedece la superficie. El alfarero
en esta operación tiene que cuidar
no dejar impresas sus huellas y que
no se deforme el relieve aplicado.
Pintando un plato
preferencias no están muy claras,
debemos significar, que el hecho de
decidirse por cualquiera de ellas se
debe tanto a motivos económicos
como el factor humano.
4 . 1 .- P I E Z A S E N B A R R E Ñ O
Una serie de piezas conforman la
lista de las que se efectúan en
barreño, principalmente macetas,
comederos de animales, cántaros,
etc., las cuales después de secarse
van sin ningún otro proceso al horno.
La decoración de piezas en
barreño generalmente se realiza
cuando están en el torno, siendo
diversos los instrumentos y las téc­
nicas utilizadas. Se utiliza el raedor,
la caña y los dedos de la mano.
4.1.1.- TÉCNICAS DECORATIVAS EN
BARREÑO
En la ornamentación de las piezas
en barreño se distinguen las siguien­
tes técnicas decorativas:
4.1.1.1.- Técnica impresa
Consiste en dejar determinadas
huellas en la superficie de las piezas
mediante la aplicación de diversos
instrumentos: punzones, flejes, pei­
nes, etc. También es frecuente el
uso de las yemas de los dedos y de
las uñas (ungulación).
Maceta arañada por el cuerpo
4.1.1.2.- Técnica íncisa
A través de objetos punzantes,
Borde de la boca de orza. Grabada con
el número de arrobas que podía contener
En Sorbas se elaboran por este pro­
ceso las Gárgolas, El Gallo y la Mo­
jaquera.
4.2.- PIEZAS VIDRIADAS
Vidriando en taller de Juan Simón
En Sorbas antiguamente sólo se
vidriaban la cerámica refractaria
elaborada con el barro rojo como las
ollas y las perolas, también los lebri­
llos, las orzas y los cantaros de aceite
se vidriaban en parte. Se utilizaba
el sulfuro de plomo.
Las demás técnicas de vidriado a
base de diferentes colores son rela­
tivamente recientes en Sorbas. Es
hace unos 60 años cuando se co­
mienzan a realizar los platos, que
21
Carro cargado para cocer
son los que introducen los colores.
Más tarde, en los años 90 la demanda
de piezas para el turismo reorienta
la mayor parte de la producción a
este tipo de producto.
El proceso del vidriado es comple­
jo y exige al alfarero un conocimiento
de determinados productos químicos
y de sus proporciones, con el fin de
darles a las piezas una capa protec­
tora impermeable y transparente, a
la vez que se las puede dotar de
color. Actualmente los alfareros, en
la obtención de barnices y colores
utilizan los siguientes procesos y
componentes:
4.2.1.- BAÑO DE METAL
Con este nombre se denomina
tradicionalmente la operación de
vidriar la pieza, tanto si se la ha
sometido a un proceso de decoración
como si no. Lo frecuente es que
algunas piezas funcionales como
lebrillos, orzas,
etc., pasen di­
rectamente del
torno al baño
de metal (pre­
vio secado),
operación co­
nocida como
vidriar y en la
que interviene
el
mayor
número de
miembros de la
familia. Anti­
guamente se
ayudaban unos
alfareros a
otros
La preparación del metal se rea­
lizaba con sulfuro de plomo, los Gar­
cía Alpañez lo realizan con minio, ya
que poseen mufla. El minio se ad­
quiere en comercios especializados
de Valencia y se mezcla de la forma
siguiente: por cada 50 Kg. de minio
echan unos 40 Kg.de arena de cuar­
zo, algo más de ½ Kg. de galleta
(harina de trigo cocida) y unos 20
litros de agua. El plomo que utilizaban
antiguamente procedía de Turrillas,
pero no les daba buen resultado y
comenzarlo a traerlo molido de las
minas de Linares.
A las piezas refractarias echas de
barro rojo, se las somete a una pri­
mera cocción en el horno moruno a
la que denominan escardado, que
dura unas cuatro o cinco horas. Esto
es consecuencia de la fuerza de la
arcilla que si no se somete a cocción
se descompone el metal en trozos
pequeños que se despegan de la
cerámica.
4.2.2.- BAÑO BLANCO DE CAOLÍN
(ENGOBE).
Se empezó a extender su uso
hace unas décadas.
Este silicato de alumina hidratado
es el primer producto que usan los
alfareros antes de proceder a pintar
las piezas. La mayoría de ellos deno­
minan la operación como baño, ya
que la pieza se baña en el producto.
El baño hay que realizarlo cuando
las piezas están endurecidas, pero
no totalmente secas. La razón es
que si se baña cuando el barro está
blando se rompe la pieza y si está
seco se desconcha.
4.2.3.- PREPARACIÓN DE COLORES
Comúnmente todos los alfareros
vienen usando para la obtención de
colores los siguientes óxidos y sulfa­
tos que mezclan con caolín en dife­
rentes proporciones dependiendo de
la intensidad de color deseado.
4.2.3.1.- Oxido de hierro
Más conocido como ramo amarillo.
Se acostumbra a mezclar con otros
colores para obtener nuevos tonos.
4.2.3.2.- Oxido de manganeso
Se conoce como ramo morado.
4.2.3.3.- Oxido de cobalto
Conocido como ramo azul.
4.2.3.4.- Óxido de Cobre
Llamado ramo verde.
4 . 2 . 4 .-
Aplicación
del
color
Algunos alfareros aplican el color
de dos maneras:
4.2.4.1.- Aplicación directamente
sobre el barro
La aplicación sobre el barro se
hace con brocha o pincel. Si lo que
se quiere es colorear la totalidad de
la pieza, se usa preferiblemente bro­
cha, y si se van a realizar sólo algunos
trazos se utiliza el pincel o la alcuza.
4.2.4.2.- Aplicación de color previa
preparación de la pieza con baño o
engobe: técnica del rameado.
Piezas recien bañadas en caolín
Una vez bañada la pieza en caolín
22
Puerta del horno de los Simón cerrada
para cocer
y después de seca, ya está lista para
la realización del rameado, que cons­
tituye toda una especialización dentro
de la alfarería. Consiste en dibujar
a mano alzada, previa preparación
de los colores, ayudado con un pincel,
alcuza, punzón, etc. diversos motivos
vegetales, animales, geométricos y
chinescos en las piezas, esencialmen­
te platos, lebrillos, orzas etc.
5.- CARGA Y COCCIÓN DE PIEZAS
Hasta que una pieza está lista
para la venta, el alfarero, después
del modelado, decorado y baño, rea­
liza las siguientes tareas:
5.1.- Enhornar (antes también se
decía enjornar)
5.2.- Cierre del horno
5.3.- Encendido del horno y cocción
5.4.- Apertura del horno
5.5.- Descarga del horno y retoque
de piezas
5.1.- ENHORNAR
Existe toda una técnica a la hora
de cargar el horno que varía según
la forma y tamaño de las piezas a
cocer, y según sea vidriado o no.
depende de la.
5.1.1.- Enhornado de piezas en
barreño
En el enhorne de las piezas de
barreño no importa que se toquen
las piezas unas con otras. Si son
cántaros se colocan uno de pie y otro
encima de forma que sobre la boca
del primero pegue la base del otro.
Luego los que van al lado hay que
Enhornado. Horno de Jaime Mañas
ponerlos al contrario. De esta forma
va un carro con la boca hacia arriba
y la otra hilada con la boca hacia
abajo. Esta técnica la realizan los
alfareros para que encajen mejor las
piezas y evitar grandes claros en el
horno.
Cuando se trata sólo de macetas
se encastillan boca a bajo y si son
fuentes hay que colocar trébedes
para que aguanten encerradas y no
revienten. También es frecuente que
enhornen piezas diferentes por razo­
nes de espacio, quedando las piezas
más delicadas empalomadas y las
menos delicadas abajo, llegándose,
a veces, a enhornar en la caldera del
horno (sobre todo las tejas).
5.1.2.- Enhornado de piezas vidriadas
Cuando las piezas van vidriadas
hay que enhornar por pisos utilizan­
do: pilares, humares y clavos de
barro cocido, previamente hechos
por ellos mismos. Se pone primero
el pilar derecho y luego los clavos
que van de pilar a pilar. Entonces
con los humares se forma un enre­
jado que, normalmente, viene a tener
cinco lados. Para evitar que las piezas
se peguen entre sí se usan trébedes
de barro cocido y para resguardarlas
y que no se ensucien capuzos y guar­
dapolvos. La dificultad estriba en
perder el mínimo espacio a la vez
que hay que evitar que las piezas se
besen (rocen). Si las piezas están
unidas, tras la cocción quedan solda­
das con el metal, y al separarlas se
produce un desconchado llamado
pegas.
5.2.- CIERRE DEL HORNO
A continuación de la carga, viene
23
es cortada y transportada por los
propios alfareros o algún familiar ya
que es un trabajo que nadie quiere
realizar actualmente.
Juan Mañas compraba hasta hace
poco la Retama a un hombre de
Turrillas que cobraba a 160 ptas la
gavilla.
Los alfareros preferían la aliaga,
porque desprende menos polvo y
esclarece mucho las piezas.
5.3.3.- RETALES DE CARPINTERÍA
Los traen de la serrería de Gádor.
5.3.4.- FORMAS DE ENCENDER EL
HORNO
Echando leña a la caldera del horno de Jaime Mañas
el cierre del horno con adobes que
fabrica el propio alfarero a base de
barro y paja. Luego sobre los adobes
se da una fina capa de barro que
tapa herméticamente la puerta evi­
tando la entrada del aire. Sólo queda
destapada la puerta de la caldera
donde se echará el combustible.
Previa a esta operación, conviene
limpiar la caldera para evitar la ex­
cesiva acumulación de cenizas. Cuan­
do la hornada era de vidriado se
esmeraban más en la limpieza lim­
piando las paredes además con una
escoba y agua.
5.3.- ENCENDIDO DEL HORNO Y
COCCIÓN
En el encendido del horno se acos­
tumbran a utilizar indistintamente
varios tipos de combustible que se
almacena en la placeta cerca de la
caldera del horno, protegiéndose con
plásticos los días lluviosos. Antigua­
mente cuando había muchas alfa­
rerías eran muchas las familias que
se dedicaban sólo a acarrear la leña.
Entonces se apilaba en la zona de la
ermita de Fátima y sólo se traía a la
placeta cuando se iba a cocer un
horno.
5.3.1.- LEÑA
La leña, generalmente retama,
albaida, tomillo, bolagas, aliaga,
bojas, ramas de olivo, salado rubio
de la Fuente del Peral etc, procedente
de los campos y montes cercanos,
Los alfareros para encender el
horno prenden un haz de retama o
albaida y durante unas tres horas,
aproximadamente, lo alimentan con
ramas pequeñas, con el fin de que
vaya tomando, poco a poco, las ca­
lorías necesarias. Estas ramas las
van echando con la mano, y a esta
operación la denominan templar el
horno. Después con la horquilla, si
el horno es pequeño, se le echa un
haz entero hasta que se queme y así
sucesivamente. Si el horno es grande,
después de caldearlo se le van
añadiendo cada vez más haces hasta
que tome su temperatura, y admita
lo que a juicio del alfarero sea nece­
sario, con el fin de evitar que se
reviente el género. Se le pueden
echar siete, ocho o diez haces de
una vez.
Generalmente en verano se acos­
tumbra a cocer de noche, y en in­
vierno de día. El tiempo de cocción
en barreño viene a ser de diez a doce
horas si son tejas, y siete horas si
son cántaros. En las cazuelas la pri­
mera cocción o escarda dura cinco
horas, la segunda cocción con el
vidriado siete horas. El vidriado de
las piezas de barro blanco doce a
trece horas, dependiendo del tamaño
del horno y de la carga. Durante la
cocción, las brameras se van tapando
con piezas abiertas de deshecho y
barro, de este modo se consigue dar
el punto de cocción a cada parte del
horno. El alfarero mira y observando
el color de la llama sabe cuándo es
el momento oportuno de taparlas.
Esta operación se realiza con cada
una de ellas excepto con una de ellas
que sirve de desahogo. Es también
el momento de cerrar la puerta de
la caldera para evitar que entre aire
frío. Se puede decir entonces que se
ha realizado la cocción. La puerta de
la caldera, algunos la cierran con
24
Horno a gasoil de Simón recién cocido
una tapa de latón y barro. En el barro
blanco se cierra bien la puerta de la
caldera y se dejan abiertas las bra­
meras, sin embargo en el colorao no
se cierra nada.
Algunos alfareros acostumbran a
controlar la cocción mediante catas,
que previamente han introducido en
cada bramera o chimenea, en un
número de cuatro o cinco. En el
vidriado, la primera cata se suele
sacar a las ocho horas, aproximada­
mente, de haber comenzado la
cocción y luego cada treinta o sesenta
minutos van sacando sucesivamente
las restantes. Si al sacar la última
cata se ve que ya está el género
cocido se tapa esa bramera, como
ya señalamos, con un lebrillo de
deshecho o con trozos de alguna
pieza rota y barro.
5.4.- APERTURA DEL HORNO
Una vez terminada la cocción hay
que esperar tres días para empezar
a abrir el horno. Depende también
de la temperatura exterior. El horno
se abre un poco la noche de antes
para que se vaya enfriando lenta­
mente y no se calime (raje) el horno.
En el colorao a otro día se puede
sacar el género.
5.5.- DESCARGA DEL HORNO Y RE­
TOQUE DE PIEZAS
En esta tarea colabora toda la
familia. Cuando se ha enfriado el
horno, se van sacando y separando
las piezas. Esta operación se conoce
como estriar las piezas: las macetas
a un lado, los cántaros a otro etc.,
colocándolas en carros listas para la
venta. Si el horno es vidriado hay
que quitar las trébedes y limpiar las
piezas.
Para descargar el horno, primero
se empiezan a sacar las piezas que
están encima y se van apartando las
rotas que, hechas cascos, sirven para
posteriormente arreglar el enhorne.
Si una pieza queda en el piso del
horno dispareja, se le calza con un
casco. El resto de las piezas deterio­
radas se tiran a la orilla, es decir al
lugar que menos estorben a normal­
mente en la orilla (la terrera que da
al río).
Las causas que pueden originar
que un cargamento salga malo o
roto pueden ser muy variadas, desde
la leña mojada hasta la excesiva
rapidez al enhornar, el no dejar per­
fectamente puestos los pilares, hu­
mares, soportar mucho peso, etc. A
veces, las piezas vidriadas no salen
todo lo perfectas que se quisiera y
es necesario retocar las imperfeccio­
nes.
Bibliografía y Agradecimientos:
Este trabajo se ha basado en el
libro Estudio etnográfico de la
cerámica popular de la provincia
de Almería. Etnografía Española
5. Celsa Paoletti Duarte y Ángel
Pérez Casas .Ministerio de Cultu­
ra. 1985.
Todo la aquí expuesto no habría
sido posible sin la revisión y
aportación de los alfareros Juan
Mañas y los hermanos José y
Simón García Alpañez, a los que
agradecemos enormemente su
colaboración.
También Agradecemos a Miguel
Fenoy Sánchez, José Ayala García y
Sebastián Requena Salvador por los
datos aportados.
Andalucía Alfares y Cerámica.
Colegio Público Cervantes. Los Pala­
cios (Sevilla). 1986
NARRIA. Estudio de Artes y cos­
tumbres populares. Almería 89-9091-92. Museo de Artes y Tradiciones
Populares. Universidad Autónoma de
Madrid
Cántaros secándose y tiestos de las piezas rotas
25
LA DECORACIÓN
Y EL COLOR EN LA
ALFARERÍA DE SORBAS
Desde sus orígenes, la alfarería
en Sorbas fue un ofició de subsisten­
cia. Se ejecutaba en el barro rojo de
la tierra, refractario y duro, sin que
motivo alguno de decoración, distra­
jese su forma y cometido. Cántaros,
orzas, perolas, cazuelas etc. Sólo
tenían el destino de un determinado
uso. Sus contornos ascéticos y sim­
ples, sólo les distraía una capa de
barniz, para que el barro no sudase
el liquido, bien fuese agua, o el caldo
que se cocía en ellas.
No es, que el barro rojo estuviese
reñido con la decoración. Ya los pue­
blos primitivos, decoraron sus vasijas
con óxidos negros y rojos, sacados
de la misma tierra. Los mismos que
sirvieron para decorar sus cavernas.
Los egipcios emplearon los colores,
con una maestría inigualable. Así
mismo, los aztecas dejaron muestras
extraordinarias, en la decoración de
su cerámica. Los Etruscos, los Persas;
todas las civilizaciones se esmeraron
en el arte de decorar el barro. Pero
fue la cultura griega, la que elevó a
la cumbre el arte de la decoración
del barro. Los helenos, no sólo alcan­
zaron la perfección decorando la
cerámica. También la ejecución de
ésta, la llevaron a una perfección y
a una delicadeza de formas y
volúmenes, nunca superada. Los
romanos los imitaron, sin llegar nunca
a su perfección.
Los artistas griegos, creaban
fondos negros sobre el barro rojo,
para después, con un punzón, rayar
el negro, dejando que el color del
barro mostrase el dibujo.
No hubo en Sorbas (que se sepa)
alfarero que distrajese su tiempo,
en decorar las piezas que hacía.
Todos se limitaron a ejecutar, aquellas
que eran de uso diario en los hogares,
Piezas decoradas de la alfarería Juan Simón
Pedro Soler
sin más preocupación, que la de
hacerlas resistentes al fuego.
Después de tiempo, de largas y
placenteras charlas con Juan y José
Simón, adoptaron el color. Para ello,
una vez realizadas las piezas en el
torno y oreadas al Sol, había que
“engobarlas” para que adquiriesen
un fondo blanco, que hiciese más
atractivo y fácil su decoración. El
“engobe” es una pasta blanca, re­
fractaria y quebradiza, que disuelta
en agua, se adhiere al barro, sin
alterarse con la cocción. Semejante
pasta, no es, ni más ni menos que
“Caolín” una arcilla primaria, que fue
el gran secreto de la porcelana china.
Por ella y por descubrirla, los gobier­
nos europeos dedicaron cuantiosos
esfuerzos e inversiones.
Una vez que la pieza de cerámi­
ca, se ha oreado al Sol, se “engoba”
con el caolín, procurando que, toda
26
o parcialmente (según la superficie
es a mi entender la más apropiada,
que se quiera decorar) quede cubierta
aunque para ello se requiere seguri­
por una capa fina y uniforme. Una
dad y firmeza en el dibujo. El color
del barro, al surgir nuevamente del
vez seca ésta (lo hace con relativa
rapidez) se procede a la decoración.
blanco, que ha sido retirado por la
En ella, se pueden utilizar múltiples
trayectoria del punzón. Da al dibujo
recursos: lápices
especiales para ello,
gomas de reserva y
óxidos.
Estos
últimos son los co­
lores usados con
más frecuencia en
cerámica. Sólo quien
está habituado a
ello, sabe de las
reacciones de cada
color, al soportar
temperaturas de
hasta mil grados en
la cocción. Aún así,
suelen deparar sor­
presas. Casi nunca
el color aplicado, es
el mismo que sale
del horno después
de la cocción. Co­
nociendo (en parte)
éstas reacciones, es
posible lograr de­
terminadas calida­
des, aplicándolo más
o menos diluido en
agua. Cada cera­
mista mantiene so­
bre ello determina­
dos secretos, que
casi siempre fueron
producto de la ca­
sualidad, y que
surgieron al mezclar
el color con los más
variados productos;
produciendo bru­
mos, esponjas, de­
gradados etc. Lo
más usual es, de­
corar con pincel y
aplicar el color con
toda su pureza. En
éste menester, en
Sorbas hay un con­
sumado maestro a
pesar de su juven­
tud: Cristóbal. Su
firmeza y limpia
e j e c u c i ó n e n l a Decoración en platos
pintura, hace que,
de su mano, salgan
un sentido más natural y lógico,
piezas de primerísima calidad, mu­
chas de ellas excepcionales.
dotándolo de una sencillez primaria,
Otra manera de decoración es;
más acorde con el origen de la cerá­
la de dibujar directamente sobre el
mica.
engobe. Se puede hacer con lápices
Una vez decorada la pieza se
especiales para ello, o simplemente
barniza, aunque dependiendo del
con un punzón. Está última forma,
resultado que se persiga, puede co­
cerse sin barniz. Este es una pasta
líquida totalmente opaca, que cubre
toda la decoración de la pieza, o a
ésta en su totalidad. Una vez en el
horno, y cuando éste alcanza la tem­
peratura adecuada. Las pasta blanca
y opaca del barniz
cristaliza, volviéndose
transparente y brillante,
dotando a los colores
de una intensidad vi­
brante, e imper­
meabilizando total­
mente la pieza.
Depende qué tipo de
decoración, o calidades
de acabado quiera cada
ceramista, se pueden
emplear también “go­
mas de reserva”. Estas
son un producto plati­
ficado, que preserva la
zona donde se aplica,
del efecto del barniz.
De forma que, al aplicar
éste, la goma preserva
su superficie, que al
cocer, queda total­
mente mate. Depen­
diendo de la gracia y
maestría en su
aplicación, los efectos
decorativos y artísticos,
son muy atrayentes.
Estas son, de una
manera muy somera y
general, las formas de
aplicar ciertos mate­
riales, en la decoración
de la cerámica. Pero el
campo es tan amplio y
atrayente, que podría
aplicarse aquello de:
“cada maestrillo tiene
su librillo”. Los hay, que
adhieren al barro las
más variadas cosas;
hojas secas, papeles
con relieve etc. Objetos
que arden con el fuego
de la cocción, pero que
dejan su huella en el
barro. La lista de ello
sería interminable. No
obstante, los orígenes
son los mismos para
todos, y la cerámica o
alfarería (como quiera
llamársele) está aún
muy cerca de ellos. Sólo la
motorización de los tornos, los hornos
de gas, y el tratamiento químico de
algunos productos para su
decoración, han evolucionado. Su
esencia, forma y destino, siguen
siendo los mismos
27
PIEZAS
ALFARERAS
Andrés Pérez Pérez
1.- INTRODUCCIÓN
En la alfarería de Sorbas se tra­
bajan desde antiguo dos tipos de
arcilla o barro (este término es el
utilizado por los alfareros): el rojo,
colorado o rubial, y el blanco. Nor­
malmente los diferentes alfareros se
especializaban en trabajar en uno
de los dos tipos de barro, si bien a
mediados del siglo XX algunas alfa­
rerías empiezan a diversificar sus
productos y hacen de los dos barros.
Así, las últimas familias, de las que
hay memoria oral, que han trabajado
o trabajan el barro en Sorbas estaban
o están especializados de la forma
siguiente:
Los Ayalas: barro colorao, aunque
también aprendieron a hacer barro
blanco.
L o s Fe n o y : b a r r o b l a n c o .
Los Madriles (Requena): Trabaja­
ban el barro blanco y el rojo.
Los Mañas: barro colorao y blan­
co, si bien la última generación for­
mada por Juan Mañas y su hijo Jaime
se especializaron en barro blanco,
aunque también aprendieron más
tarde a hacer el rojo.
Los Requena Cayuela: barro rojo.
Los Simón (García Alpañez): se
especializaron en barro rojo, aunque­
Requena actualmente también tra­
bajan el blanco. Simón García (familia
de los Simón): barro colorao.
Haciendo cazuelas, apreciese la forja a
la derecha
Cada tipo de arcilla se utilizaba para
diferentes piezas:
Barro Rojo: Constituye una es­
pecialidad única de Sorbas. Los ob­
jetos refractarios constituyen una de
las mayores joyas y rarezas de nues­
tra alfarería.
Con la arcilla roja refractaria se
hace todo tipo de utensilios cuyo fin
es cocinar en el fuego. Se hacían
todo tipo de cazuelas, ollas, peroles,
los típicos ajuaricos, soperas, jarras,
Obra abierta: lebrillo
cafeteras, cazos etc.
Las cazuelas, peroles y ollas se
hacen en dos fases. Hay que hacer
previamente una pieza que se llama
la forja La forja es una pieza parecida
a una alcancía, más chata, con la
base plana y totalmente cerrada..
Una vez hecha la forja, de una forma
más o menos globosa, según la pieza
que se vaya a hacer después, ésta
se pone a orear haciéndole previa­
mente por la parte más alta del cierre
un agujero con un palillo para que
no revienten al secarse. Una vez
oreada lo justo, se pone en la cabeza
del torno un golveor Es una especie
de tubo vertical hecho del mismo
barro, de unos 8 cm de altura y de
diámetro algo inferior a la pieza a
fabricar, sobre él se coloca la forja.,
encima del golveor (al que antes se
le pone ceniza para que no se pegue
la pieza) se coloca la forja, a la que
previamente se le da la vuelta, colo­
cando la parte alta de la forja abajo
(esa parte será la base de la pieza
a elaborar), a continuación se modela
la cazuela, olla o perol, después se
pone de nuevo a secar. Cuando tiene
la consistencia justa se macea Gol­
pear el fondo de la pieza con una
maza para darle consistencia. el fon­
do de las piezas, dándole así consis­
tencia y a la vez cerrando bien el
agujero que se hizo a la forja.
Barro Blanco: con este barro se
hacen todo tipo de utensilios cuya
finalidad era contener líquidos o con­
Obra cerrada: olla
28
Ajuarico
tener diversas sustancias, como cán­
taros, cántaras, lebrillos, orzas, can­
timploras, botijos, macetas etc. Tam­
bién las piezas para la construcción
se elaboran con este barro.
Según se utilice vidriado o no se
distinguen varios tipos de producción:
en barro o barreño y vidriado. En
barro o barreño sin vidriar se hacen
piezas de barro blanco para contener
agua porque el rezumado refresca
el contenido y también las piezas
agrarias o para la construcción que
no necesitan adorno ni protección.
El vidriado permitía decoración e
higiene, siendo habitual en los platos,
fuentes, lebrillos, orzas y en todas
las piezas elaboradas con barro rojo
refractario como ollas, cazuelas, pe­
roles etc.
En cuanto a la tipología de las
piezas vamos ha describir la
producción más tradicional, aunque
algunas piezas pueden ser relativa­
mente recientes, no entrando a des­
cribir individualmente las nuevas
piezas que han multiplicado las for­
mas y los motivos decorativos.
Es la pieza más original y rara de
todas las elaboradas en muchas al­
farerías de España. Se trata de una
cazuela, a la que previamente se
le han hecho unas tres secciones
alargadas y estrechas, a efecto
de poder romperla con facilidad
para poder separar las piezas.
Luego se colocan en su interior
multitud de piezas en miniatura
de los diferentes utensilios que
se utilizan en las cocinas y an­
tiguamente formaban parte del
ajuar de las novias. Todo el conjunto
va vidriado, lo que provoca que todas
las piezas queden unidas.
Su uso tradicional ha sido un re­
galo para las niñas, aunque alguna
persona dice que también se utilizaba
como regalo para las novias. Actual­
mente su uso es exclusivamente
decorativo.
1.1.2. CAZUELA
Se hace de barro rojo.
La cazuela se hace con forja. Es
una vasija interiormente vidriada, la
sopera va además embocada Embo­
car es vidriar las piezas exteriormente
sólo en su parte superior, junto a la
boca, sumergiéndolas en el metal
boca abajo. en su exterior, de barro
rojo refractario, escasa altura, de
paredes ligeramente curvas y borde
entrante, que presenta una concavi­
dad en su diámetro mayor y se asien­
ta sobre base circular plana. Las
cazuelas tienen igualmente su refe­
rencia en sartas Una sarta es una
unidad de medida que se utiliza para
distinguir un tipo de pieza determi­
Seguiremos el criterio del alfarero
que acostumbra a distinguir dos tipos
de obra:
1.1.- Obra abierta
1.2.- Obra cerrada
1.1.- OBRA ABIERTA
Bajo esta denominación ads­
criben los alfareros aquellas piezas
cuyas paredes ascienden abriéndose
hasta alcanzar el borde. Dentro de
la obra abierta podemos distinguir:
1.1.1.- AJUARICO
Se hace de barro rojo.
nado en función de su tamaño. El
número hace referencia al tamaño
de la pieza que es inversamente
proporcional al número de piezas por
sarta. El número de sarta es igual al
número de piezas que entran en ella,
así la sarta de ollas de 3 tenía tres
piezas, cuanto más pequeño es el
número, el tamaño de la pieza de la
sarta es más grande. Se supone que
cada sarta es proporcional en cuanto
a trabajo pero no era así, los alfareros
prefieren hacer las sartas de los
números más pequeños, ya que son
las piezas más grandes y se hacen
más rápido., que son de seis, siete,
Cazuela y cacerola
Sopera
ocho, doce, dieciséis y veinticuatro
y responden a seis tamaños diferen­
tes cuyos diámetros están compren­
didos entre 35 cm. y 16.5 cm. Tam­
bién se fabrica la cazuela de base
curva llamada boina.
Los alfareros preferían fabricar
las de siete y ocho porque eran las
que más cundían en el trabajo.
Variantes de la cazuela son la
cacerola y la cazuela sopera con
29
Su uso era para calentar la leche.
1.1.6.- LEBRILLO
Tapadera
tapadera. La cacerola se diferencia
de la cazuela común en la sustitución
de las dos asas por un mango corto
y redondo que presenta en su extre­
mo un orificio central de su misma
longitud y en la terminación del borde
que, en esta vasija, es ligeramente
exvasado con carena interior, que le
sirve para poder sustentar una posi­
ble tapadera. Esta pieza empezó a
fabricarla José García Alpañez a su
vuelta de trabajar en una alfarería
de Francia donde se elaboraba.
La cazuela sopera con tapadera,
también es de fabricación más re­
ciente, se distingue en que tiene las
paredes algo más curvas y cerradas
y una carena hacia la mitad del cuer­
po. A esta altura quedan dos asas,
también enfrentadas, que no sobre­
pasan el borde. En esta cazuela, el
borde, ligeramente inclinado hacia
el interior sirve igualmente de sostén
a la tapadera. La tapadera de la
cazuela, de forma circular y convexa,
tiene una especie de reborde y un
botón central a modo de asidero.
Contrario a la cazuela, está vidriada
en el exterior. Antiguamente las ta­
paderas se vendían por separado.
Otra variante es la paila o paellera,
que es de base muy ancha y borde
de menos altura, en ella se cocina
la paella.
El uso actual de la cazuela es el
tradicional: recipiente para guisar
directamente sobre el fuego.
1.1.3.- VOLVEDERA o TAPADERA
Se hace de barro rojo.
Pieza circular y convexa, vidriada
en el exterior que presenta las pare­
des rectas e inclinadas o ligeramente
curvas. En la parte superior lleva un
asidero circular.
Se acostumbra a realizar en los
mismos tamaños que las cazuelas,
por lo que también van en sartas.
Su uso es el tradicional, tapar las
cazuelas, sartenes etc.
Perol
1.1.4.- PEROL
Se hace de barro rojo.
Para hacer el perol hay que hacer
previamente la forja. Se trata de una
vasija cilíndrica de paredes inclinadas
hacia el exterior, de base ligeramente
curvada , con un reborde interior a
media pared para el aplastado de la
pasta de las Gachas. Va vidriado en
su interior.
Su tamaño también va en sartas
de 6, 7, 8, 12, 16 y 24. Los más
vendibles son los de 7 y 8. Los de
24 son para comer una sola persona.
Su uso es para cocinar las Gachas
y también antiguamente los caldos
de hígado y de pescado. Esta pieza
es muy común en la zona, ya que
aun se conserva la costumbre de
cocinar y comer las Gachas en el
perol, éste se coloca en el centro de
la mesa colocado sobre un roete El
rodete o roete es un círculo formado
en su lateral de 8-10 cm de pleita
de esparto, se unen los laterales con
dos sogas que cruzan perpendicular­
mente su diámetro de forma que no
se deforme. de esparto para que se
sostenga, ya que la base es ligera­
mente curva.
Se hace de barro blanco.
Conocen como lebrillo a la vasija,
antiguamente sin vidriar(cuando el
uso era como pilas o comederos de
los cerdos) o vidriadas en el interior
con el color miel para los usos do­
mésticos. Tiene paredes inclinadas
y abiertas, que presenta una conca­
vidad en su diámetro mayor y borde
alrededor del mismo. Tiene la base
plana con un diámetro mayor que la
altura de la vasija y aproximadamen­
te la mitad que el diámetro del borde.
Las medidas de los lebrillos varían
en relación a los diferentes tipos de
los mismos, y aunque constituyen el
equipo de las matanzas, sin embargo
cada lebrillo recibe un nombre en
función de su uso. El lebrillo del
número uno era para hacer jabón y
los embutidos de las matanzas, el
dos se utiliza para fregar y también
para la sangre en las matanzas; el
de cinco es para contener agua para
lavarse. Estos lebrillos suelen hacerse
durante el mes de noviembre. Según
Miguel Fenoy al lebrillo más grande,
que era utilizado en las matanzas de
los cortijos más importantes de la
zona le llaman Lebrilla.
1.1.7.- MORTERO
Se hacía tradicionalmente de ba­
rro rojo, posteriormente los Ayala y
Fenoy los hicieron también con blanco
y usar así nuevos colores.
Se trata de una vasija vidriada,
de boca ancha y base pequeña, con
paredes gruesas, abiertas, inclinadas
y ligeramente curvas, que presenta
una concavidad en su diámetro ma­
yor y borde alrededor.
Se decora con diferentes colores
en el barro blanco. En el rojo se
vidriaba por dentro y sólo embocado
1.1.5.- CAZO
Se hace de barro rojo.
Se trata de un cazo con mango
de un litro de capacidad, similar en
forma al utilizado actualmente de
otros materiales. Va vidriado entero.
Cazo. “Cerámica popular española” J.
Llorens Artigas, J. Corredor-Matheos
Fotografo. F. Català Roca. Editorial Blume.
1970
30
Mortero
por fuera.
El uso del mortero es el tradicio­
nal: machacar semillas, especias,
ajos, etc.
1.1.8.- JARRA O TARRO DE ORDEÑAR
LAS CABRAS
Se hacía de barro rojo, posterior­
mente los Ayala y Fenoy lo hacen
también de blanco.
La jarra, tarro de ordeñar las
cabras o tarro de la leche, es una
vasija de base gruesa, ancha y plana,
vidriada en su interior, de paredes
curvas, con o sin cuello, que presenta
una concavidad en su diámetro ma­
yor y borde alrededor. Esta vasija va
provista, en el borde, de un pico para
verter la leche y tienen dos asas. Se
fabrica de varios tamaños, de 3 y 5
litros, siendo esta última la más
corriente.
El uso de esta vasija era servir
de recipiente de la leche en el mo­
Bacín en sombrero de copa
mento del ordeño.
1.1.9.- QUESERA
Se hacía de barro blanco.
Se trata de una vasija de forma
cilíndrica, estriada y vidriada en su
interior y embocada en su parte
exterior, de base gruesa totalmente
plana y paredes rectas que terminan
en un borde redondeado. En el inte­
rior, por debajo del borde, tiene un
pequeño resalte para sustentar la
tapadera y en el fondo va provista
de tres mamelones equidistantes y
puntiagudos, a modo de trébedes,
que sirven para mantener despegado
el queso del fondo. Se suelen fabricar
de dos tamaños: uno con capacidad
para 4-5 quesos y otro para dos. La
tapadera, redonda y plana, está vi­
driada en el exterior y tiene asidero
c e n t ra l e n f o r m a d e b o t ó n .
El uso de la quesera es el tradi­
cional de contener en aceite los que­
sos
anular y su borde, aunque plano y
exvasado, es más estrecho, presenta
una sola asa que tiene su arranque
debajo del borde y llega a la altura
de la carena. Está totalmente vidria­
da.
En cuanto al uso debemos señalar
que el bacín de dos asas y de forma
de sombrero de copa es expresamen­
te para niños y ancianos, mientras
que el bitroncocónico es usado indis­
tintamente.
1.1.10.- BACÍN/ORINAL
Tarro de ordeñar
Se hacía de barro rojo y blanco
los Fenoy.
Esta vasija morfológicamente pue­
de ser cilíndrica, de base plana y
borde ancho inclinado, de forma
semejante a un sombrero de copa
invertido. Vidriada en su interior, va
provista de dos pequeñas asas en­
frentadas. A esta misma forma, sin
fondo y sin asa, se le denomina
boquilla de water y se usaba como
remate superior de la letrina.
El otro tipo, de forma
bitroncocónica, tiene un pequeño pie
Quesera
31
variante de este prototipo lo consti­
tuye la maceta de colgar en la pared,
que tiene el cuerpo aplanado y va
provista de asa, a modo de puente,
sobre el borde, o bien dos orificios
que sirven de pasantes a una cuerda
o alambre.
Su uso es el tradicional: cultivar
plantas y decorar.
1.1.12.- JARRO DE NORIA
Maceta
1.1.11.- MACETA
Se hace de barro blanco.
Dentro de la variedad de macetas
que se realiza la más tradicional es
la que se hace en barreño y, actual­
mente, a veces, vidriadas en el ex­
terior. Tiene paredes inclinadas y
poco abiertas, y borde alrededor del
mismo. Tiene base circular plana,
con un orificio central para el drenaje
del agua. La variedad reside en el
tamaño (las hay de los números uno,
dos, tres, cuatro, cinco y seis), en
el borde (exvasado, acanalado, fes­
toneado etc.), y en las diferentes
técnicas decorativas usadas. Otra
Se hace de barro blanco.
Vasija en barreño de paredes
abiertas, inclinadas y ligeramente
curvas, con dos estrangulamientos
en el cuerpo (por donde se ataban
a la maroma de la noria), uno en el
primer tercio inferior y otro bajo el
borde. Presenta una concavidad en
su diámetro mayor y borde alrededor.
La base es pequeña y plana y la
altura relativamente elevada.
Su uso tradicional ha sido recoger
el agua atado a la maroma de la
noria, también se hacían con él las
tradicionales zambombas.
1.1.13.- COMEDERO/BEBEDERO DE
CONEJOS
Se hace de barro blanco.
Pequeña vasija en barreño, de
carena alta y paredes curvas o rectas,
que se estrechan hacia la boca. Pre­
senta una concavidad en su diámetro
menor, con borde alrededor y base
ancha y plana. Aparece desprovista
de cualquier decoración. Su uso es
el tradicional: recipiente para echar
comida o agua a los conejos.
1.1.14.- FUENTE
Jarro de noria
Se hace de barro blanco. Se co­
menzaron a hacer por los Fenoy y
los Ayala.
Tradicionalmente la fuente la
constituye la vasija grande y vidriada,
de paredes inclinadas y abiertas, con
o sin carena, que presenta una con­
cavidad en su diámetro y un borde
alrededor. Su base está formada por
un pequeño anillo de solero, de
aproximadamente 1 cm. de altura.
Las fuentes pueden ser de diferentes
tamaños, atendiendo al número de
sarta, y similares de unos alfareros
a otros, dentro del mismo número.
Suelen fabricarse en la variedad onda
y llana.
El tradicional uso de las fuentes
ha sido albergar las viandas que se
han de servir en la mesa, quedando
hoy relegada, igual que en el caso
del plato, a una función ornamental.
Los motivos decorativos empleados
suelen ser parecidos a los de los
platos.
En Sorbas se fabricaba mucho la
que se utilizaba de palangana para
lavarse, y se vendía con una jarra
grande para contener el agua.
También se elaboraban algunas
fuentes con muchos agujeros en la
base que servían de escurrideras.
1.1.15.- PLATO
Se hace de barro blanco. Se co­
menzaron a hacer por los Fenoy y
los Ayala. Para ello contrataron a
maestros de Albox y de Níjar.
Acostumbran a llamar plato a las
vasijas de poca altura y paredes
inclinadas que presentan una conca­
vidad en su diámetro mayor y borde
alrededor. La base del plato la cons­
tituye un círculo de menor diámetro.
Los platos tienen diferentes tamaños,
agrupándose tradicionalmente entre
los alfareros por números de sarta.
Hay platos de los números ocho,
diez, trece, dieciséis, veinticuatro,
treinta y cuatro y cuarenta. Sin em­
bargo aunque genéricamente se les
denomine platos, específicamente
pueden adscribirse de una manera
más exacta. Así los platos números
8, 10, 13, 16, y 24 son fuentes. Cada
una de estas agrupaciones forma
una sarta, siendo el tamaño de las
piezas inversamente proporcional al
número de piezas por sarta.
Antiguamente el plato de barro
era el recipiente cotidiano para el
consumo directo de los alimentos y
había adquirido otros nombres com­
plementarios según se le identificara
con determinadas comidas. Esta
división venía a coincidir con otra
más generalizada de platos hondos
y platos llanos. Era lo que algunos
alfareros llamaban plato ordinario y
su conjunto lote de platos que acos­
tumbraban a llevarse las mujeres de
las zonas rurales.
Actualmente la decoración de los
platos y las fuentes es la norma,
siendo muy variada y de ricos moti­
vos especialmente los decorados por
Cristóbal en la familia de Juan Simón
Comedero de Conejos
32
platos.
1.1.19.- TACILLA
Se hace de barro blanco.
Esta vasija tiene la misma forma
de los platos, fuentes y tazones pero
de menor tamaño. Se hacían en sar­
tas del número 40. Igual que el tazón
antes no se hacía en Sorbas.
1.1.20.- COCIO
Fuente decorada. Años 50
y por Encarni en el oficio de Jaime
Mañas.
1.1.16.- FRUTERO
Vasija, a modo de fuente con pie,
que presenta una concavidad en su
diámetro mayor y borde alrededor,
con o sin festoneado. Las paredes
son abiertas, inclinadas y ligeramente
curvas. El pie tiene una oquedad en
su base que llega hasta el plato.
Aunque se puede hacer en
barreño, preferentemente se realiza
vidriada con una decoración similar
a la de los platos.
El tradicional uso del frutero, con­
trario a lo que su nombre indica, ha
sido el de decorar y la fruta se servía
en una fuente o un plato.
1.1.17.- VASO
Por lo general, se trata de una
pequeña vasija vidriada casi cilíndrica
con el fondo rehundido, de paredes
rectas o ligeramente curvas y borde
alrededor, que presenta una conca­
vidad en su diámetro mayor. Estas
pequeñas vasijas forman parte de
diferentes juegos de agua, vino y
cerveza. Algunas de estas vasijas
provistas de asa se han constituido
en jarras.
El uso del vaso tradicionalmente
ha sido el de recipiente para beber,
sin embargo hoy prevalece su función
decorativa.
1 . 1 . 1 8 .-
Fuentes
Se hace de Barro Blanco
Vasija en forma de orza, en
barreño, pero rematada por la parte
más ancha. Tiene base circular plana,
con un orificio lateral en la base, a
modo de grifo, para el drenaje del
agua, de cuello corto y borde ligera­
mente exvasado, acanalado, festo­
neado etc.). Tiene dos asas macizas
junto al rostro En todas las piezas
abiertas el borde se conoce como
rostro. y enfrentadas.
Su principal uso era para contener
agua de uso doméstico, lavandería
y, en algunos casos, para apagar la
cal con la que luego se encalaban
las fachadas de las casas. Actualmen­
te está prácticamente en desuso.
Sólo se usan para jardinería.
TA Z Ó N
O
CUENCO
Se hace de barro blanco.
Bajo esta denominación se ads­
criben varias vasijas medianas y
pequeñas, vidriadas, en algunos ca­
sos semiesféricos, con una concavi­
dad en su diámetro mayor y marcado
pie.
El tradicional uso del tazón ha
sido el de contener líquido, especial­
mente leche o café, y más reciente­
mente gazpacho.
Normalmente los tazones se ha­
cían en Níjar hasta que los Fenoy y
Ayala comenzaron a hacerlos con los
Tazón
33
1.2.- OBRA CERRADA
Los alfareros denominan obra cerrada
aquellas piezas cuyas paredes se van
cerrando hacia la boca. Dentro de la
obra cerrada encontramos:
1 . 2 . 1 .-
C Á N TA R O / C Á N TA R A
Se hace de barro blanco.
Vasija grande o mediana, gene­
ralmente en barreño, con el cuerpo
en forma de cono invertido y la parte
superior semiesférica. Tiene la base
pequeña y plana y la parte superior
lleva un cuello cilíndrico y angosto
con borde marcado en el exterior.
Va provista de dos asas planas en­
frentadas, en forma de cola de caba­
llo, que arrancan del primer tercio
del cuello y terminan a la altura del
hombro.
Según el tamaño había del
número 1(12-13 litros), 2 (llamado
medio cántaro, 6 litros), 3 (3 litros),
4 (2 litros), 5 (1 litro). Para Lubrín
se hacían unos cántaros del uno más
pequeños (10 litros). El medio cán­
taro se utilizaba mucho para trans­
portarlo los niños y los mayores. Con
este cántaro era con el que se
enseñaban los alfareros a hacer los
cántaros.
Los cántaros del 3, 4 y 5 se les
llama Cántara que es una vasija con
el cuerpo similar al cántaro, de menor
tamaño, y la parte superior más
cónica, provista igualmente de dos
asas y cuello cilíndrico. Va decorada
con dos líneas incisas, una a la altura
del cuello y otra en la parte superior
Cántaro
de la panza a la
altura del apoyo
de las asas.
Una variante
es la cántara
chapada, que son
las de menor
t a m a ñ o, b o c a
más angosta, con
parte del cuerpo
aplanado. Se
utilizaba por los
hombres para las
faenas del cam­
po, y la forma
aplanada es con
el fin de evitar
que se despegue,
en su transporte,
del lomo del ani­ Cántaros de aceite, ollas y codo de agua almacenados en
mal o del cuerpo una cámara
de la persona.
más húmedo y fresco de la casa.
Otra variante es el cántaro de
aceite de forma muy similar al cán­
1.2.2.- CÁNTARA DE PIPA
taro del número uno pero con el
cuello estrangulado en la boca. Este
Se hace de barro blanco.
cántaro iba vidriado en el exterior
Es el botijo que se realizaba en
en la mitad superior de la panza
Sorbas. Su forma es igual que la de
hasta la boca..
la cántara, sólo que se le añade una
El uso del cántaro/cántara es el
pipa o pitorro. Presenta una base
tradicional de contener agua, a
plana, a veces provista de marcado
excepción del cántaro vidriado, me­
pie. El tamaño era como los cántaros
ramente decorativo.
del 2, 3 y 4 (el tres era el que más
Los cántaros de agua se colocan
se hacía). La capacidad oscila desde
en un armazón de madera o yeso
unos seis litros a dos litros.
llamados cantarera, con tres o cuatro
Hasta hace poco se hacían mu­
orificios que no exceden del diámetro
chas para la zona de invernaderos
mayor de la panza. Debajo de ellas
de Níjar y El Ejido. También para el
se colocaban las fuentes con la fruta
sector de la construcción.
para que estuvieran más frescas, ya
El uso es el tradicional: contener
que la exudación del agua de los
y refrescar el agua para beber a
cántaros hacía de esa zona un lugar
chorro.
Cántara
Cántara de pipa
34
Chimenea con el Gallo
Gallo antiguo
1 . 2 . 3 .-
GALLO
DE
SORBAS
Se hace de barro rojo.
Este gracioso botijo en forma de
gallo, totalmente vidriado lleva ca­
mino de convertirse en una de las
piezas más tradicionales de las alfa­
rerías sorbeñas. Sin embargo, pese
a tener noticias de que se fabricaba
uno parecido hace muchos años, la
forma que hoy conocemos es de
elaboración relativamente reciente.
Los primeros en realizarlo fueron la
familia Juan Simón. Fue Juan Simón
y su hermano José los que empeza­
ron a elaborar este botijo en forma
de gallo allá por la década de los
sesenta-setenta, cuenta José que vio
una forma rudimentaria, con asa de
botijo y muy quemado de color casi
negro, de este gallo en el taller de
José Antonio Requena. Hoy se fabri­
can de varios tamaños y con decora­
ciones de todo tipo y colores.
Se elabora en el torno el cuerpo
Alcancía
Gallo actual
y la base sobre la que se apoya el
botijo. Luego se unen y se le van
acoplando la cola (que es la boca del
botijo), la cabeza (que es el pitorro),
la cresta y las alas.
Su uso es decorativo, se está
implantando la costumbre de colo­
carlo de remate decorativo en la
parte superior de las chimeneas si­
tuadas en los tejados de las casas.
1.2.4.- ALCANCÍA
Se hace de barro blanco.
Pequeña vasija en barreño, cerra­
da, de paredes inclinadas, abiertas
y ligeramente curvas y parte superior
cónica, con pequeño pie plano. Enci­
ma lleva remate central, a modo de
botón, que le sirve de asidero y una
hendidura por encima del hombro.
Su uso actual es el tradicional:
servir para guardar monedas.
1.2.5.- CANTIMPLORA
Se hace de barro blanco.
Vasija mediana, en barreño, de
forma circular y cerrada, con un
diámetro de unos 22 cm., que pre­
senta una parte aplanada con el fin
de que apoye fácilmente en el lugar
que se cuelgue (persona, animal o
pared) y la otra parte ligeramente
abombada. En la parte superior lleva
una pequeña boca central con gollete
y dos asitas equidistantes a la referida
boca, que sirven para mantener la
cantimplora en posición vertical. Se
hacen también con un pitorro en la
parte superior de la panza para beber
a chorro.
El uso sigue siendo el tradicional:
servir de recipiente para llevar agua
y beber a chorro.
1.2.6.- OLLA
Se hace de barro rojo.
Se hace previamente la forja.
Vasija vidriada en el interior, de forma
globular, pequeño cuello y base plana
o ligeramente curva, fabricada con
barro rojo refractario. Lleva dos asas
que arrancan del borde y llegan casi
Cantimplora
Olla
35
a la mitad del cuerpo. Presenta una
concavidad en su diámetro menor y
borde de labio biselado hacia el inte­
rior, con el fin de sustentar la tapa­
dera. Esta tapadera se realiza como
complemento de la olla y es de forma
circular y cóncava, con un botón
central que le sirve de asidero.
Por lo general existen tres tipos
de ollas: “olla ordinaria”, “olla chata”
y “olla nana”.
La olla ordinaria es más globular,
con la base pequeña y curva y de
mayor tamaño. Esta olla se adscribe
a la gente pobre y su popularidad le
viene de gastar menos aceite (por
ser el culo más curvo), aun siendo
la de mayor capacidad.
La olla chata es de menor tamaño,
tiene la base más amplia y plana, el
cuerpo menos globular y ligeramente
carenado hacia la mitad. El calificativo
le viene por su forma achatada. Se
embocaba vidriándose sólo por un
lado de la parte exterior de la olla
junto a la boca.
Finalmente la olla nana presenta
una forma intermedia entre las dos
anteriores. Tiene el fondo ligeramente
curvo, pero más estable que el de la
olla ordinaria y la parte superior del
cuerpo más estilizada que la de la
olla chata. Conviene señalar que esta
vasija es la que tiene mayor diámetro
de boca y también la más cuidada
en su ejecución, estando vidriada no
sólo en la parte interior, sino que se
embocaba vidriándose en un amplio
sector exterior que alcanza desde el
borde hasta el asa. Esta olla se ha
considerado propia de la gente rica.
Tamaño en sartas de 6, 7, 8, 12,
16, 24 y 30. La olla de 24 se llama
puchero Tenía capacidad para la co­
mida de una persona. Se utilizaba
para llevar la comida al campo., una
olla de 16 forjada se llama miguelete
Como las cazuelas, la olla sólo se
hace en Sorbas, constituyendo una
especialidad de la localidad.
Tradicionalmente la olla se usaba
para cocinar, calentar agua etc. uso
que se ha perdido, excepto en algu­
nas zonas rurales o en época de
matanzas. En la actualidad, su
función es más decorativa, lo que ha
influido notablemente en su
producción.
Cuenta José García Alpañez que
para asustar de noche a la gente
elaboraban unas ollas a las que les
hacían unos agujeros en forma de
ojos y boca. Le introducían una vela
encendida dentro y lo dejaban en
algún lugar visible, con un trapo a
medio tapar, esperando a que pasara
Orza
alguien y se llevara un buen susto.
Esas bromas las hacían los mozos
para divertirse de la gente más asus­
tadiza.
1.2.7.- ORZA
Se hacen de barro blanco.
Vasija de diversos tamaños, de
forma ovalada, base pequeña y pla­
na, de cuello corto y borde ligera­
mente exvasado. Generalmente va
provista de dos asas enfrentadas que
arrancan de la parte superior del
cuerpo, cercana al borde y terminan
al inicio del hombro. Suele estar
vidriada en el interior y, a veces,
total o parcialmente (embocada), en
el exterior. Todas iban vidriadas ex­
cepto las que fueran a contener vino
ya que éste en su fermentación ab­
sorbía el plomo del vidriado provo­
cando intoxicaciones. La orza
pequeña acostumbra a llevar una
tapadera de forma cóncava y similar
a la de las ollas.
Morfológicamente estas vasijas
presentan diferencias. En las orzas
no hay sartas, se nombran con el
número de celemines o arrobas capaz
de contener en su interior.
En el torno se hacían las más
pequeñas de dos, uno y medio cele­
mines, ya que las más grandes no
aguantan el peso del barro. La de
cinco arrobas, llamada Tenajo, tam­
bién se hacía en el torno pero en dos
piezas, por un lado la capilla (parte
superior) y por otra el tiesto (parte
inferior), una vez elaboradas se de­
jaban secar un día para que endure­
ciesen y luego se picaban un poco
los bordes con un cuchillo y se ponía
una tira de barro tierno para unir las
dos piezas, luego se daba un masaje
con un trapo húmedo para disimular
la unión.
De cinco arrobas en adelante no
se podían hacer en el torno, de modo
que sólo se hacía el tiesto en el torno,
se dejaba secar y luego cada día se
le añadía un paño Tira larga y de
sección redondeada que se utilizaba
para recrecer la orza., al final se
remataba con un rosco de barro y
se daba forma a la boca.
Las orzas más pequeñas llevaban
sus tapaderas del mismo barro blan­
co, la de cinco arrobas se tapaba con
un lebrillo del número dos. Las más
grandes no llevaban tapadera.
El uso actual de algunas orzas es
el tradicional: guardar y conservar
productos de matanza en aceite o
manteca, quesos en aceite, aceitu­
nas, guindas, miel, aceite, vino, etc.
1.2.8.- JARRA
Se hace de barro rojo.
Pequeña vasija, vidriada en su
interior y embocada, de cuerpo re­
dondeado y cuello corto y abierto
hasta alcanzar un borde recto, exva­
sado o ligeramente entrante. La boca
es de un pico, aunque se están imi­
tando las de cuatro picos de Vera
hechas con barro rojo refractario y
vidriadas. Su base es plana, con
ligero pie o sin él en la jarra de un
pico y con pie muy diferenciado en
la de cuatro. Va provista de una asa.
Las hay de dos tamaños de medio y
un litro.
El actual uso de la jarra es emi­
nentemente decorativo, aunque en
algunos lugares se sigue el tradicio­
nal, como recipiente para servir agua
o vino.
Jarra
36
Cafetera
1.2.9.- CAFETERA
La cafetera es de forma redon­
deada y ligeramente achatada, con
tapadera en su parte superior. Vidria­
da en su interior y externamente en
su mitad superior.
Su uso es servir el café.
1.2.10.- JARRO o JARRÓN
Se hace de barro rojo y blanco.
Vasija vidriada en su totalidad,
de cuerpo alargado, de forma cilín­
drica, con marcado hombro y cuello
estrecho y moldurado, que termina
un una boca pequeña de labio exva­
sado, Suele tener la base pequeña
y plana. Lleva diversas molduras a
lo largo del cuerpo y cuello.
El uso del jarrón antes era para
contener el agua para lavarse, se
vendía con un lebrillo del dos que
hacía de palangana.
1.2.11.- HORNILLA
Horno en barreño, de tamaño
mediano, base pequeña y cuerpo en
forma de tronco de cono invertido,
con la parte superior globular y boca
ancha, con el borde ligeramente
vuelto, en la que se introduce una
parte, también en barreño, con forma
de tronco de cono invertido y tres
resaltes en el borde de menor diá­
metro, que sirven para sostener las
vasijas. Esta especie de trébede que­
Hornilla
da adosado al borde de la vasija
mediante adobe o ceniza. En la parte
inferior de este trébede van tres
flejes de hierro que le sirven de
parrilla para sostener las ascuas.
Este horno lleva dos asas en la parte
superior del cuerpo y una abertura
cercana a la base, que sirve para
retirar las cenizas.
En la actualidad esta hornilla no
se fabrica, sólo esporádicamente por
encargo se puede realizar alguna,
por haberse perdido su uso tradicional
como horno para cocinar.
1.2.12.- PALMATORIA
Se hace de barro rojo.
Especie de candelero, vidriado y
decorado, de unos 4-5 cm. de altura
y forma cilíndrica, que presenta base
plana con un diámetro algo mayor
que el del cuerpo y boca, y con ligero
pie diferenciado. En el fondo, lleva
adosado un soporte cilíndrico y
cóncavo de unos 3 cm. de altura y
3 cm. de diámetro aproximado, que
sirve para sujetar la vela.
El uso actual, salvo ocasiones, es
ornamental.
1.2.13.- BEBEDEROS DE GALLINAS
Se hace de barro blanco.
Vasija grande en barreño, forma­
da por dos piezas. Una que contiene
el agua, es un cántaro que se coloca
boca abajo, sobre una especie de
lebrillo. De esta forma la zona donde
se podía beber era mayor y lo podían
utilizar mayor número de animales.
Su actual uso es el tradicional de
servir de recipiente para echar de
beber a las gallinas y animales.
1.2.14.- CRIADEROS DE CONEJOS
Se hace de barro blanco.
Vasijas de tamaño grande, en
barreño, de base ancha, aplanada y
gruesa, con un diámetro superior al
doble de la boca. Presenta las pare­
des rectas en su inicio, con tendencia
esférica, en la parte inferior del cuer­
po lleva abertura arqueada de unos
11 cm. de base por 11 cm. de altura.
Juan Mañas les hacía un tubo exterior
en la puerta que servía de protección
a la puerta, ya que las conejas colo­
can ahí broza del nido para proteger
las crías.
Como en los anteriores casos, se
hace sin decorar.
Su habitual uso es el tradicional
de servir de criadero a los conejos.
1.2.15.- CRIADERO DE PALOMAS
Se hace de barro blanco.
Vasija Mediana, en barreño, de
forma cilíndrica y base plana, que
presenta un borde entrante y ligera­
mente marcado. Esta vasija se hace
sin ningún tipo de decoración. Se
colocaban en los palomares apiladas
y pegadas con yeso cubriendo las
paredes enteras.
Su uso es el tradicional: lugar de
destinado a la cría de palomas.
1.2.16.- BEBEDERO DE PILA
Se hace de barro blanco.
Vasija grande en barreño, cerrada
de forma casi cilíndrica y base plana,
con la parte superior de tendencia
esférica provista de un remate cen­
tral. En la parte inferior, junto a la
base, tiene un pequeño orificio ro­
deado por una pililla adosada, de
Criaderos de palomas dispuestos en un palomar
37
Tintero
Bebedero de pila
forma semicircular, escasa altura y
base igualmente plana, donde se
deposita el agua. Este bebedero se
hace sin decoración y su altura oscila
entre 31 y 33,5 cm.
El uso actual es el tradicional:
recipiente para echar agua de beber
a las palomas.
Bebedero de pájaros
1.2.17.- BEBEDERO-COMEDERO DE
PÁJAROS
Se hace en barro blanco.
Vasija pequeña, en barreño, de
base plana y circula con una pared
lateral de unos 5 cm. de altura, a
partir de ahí dejar cuatro aberturas
y las paredes se cierran hasta unirse
en un botón terminal.
Su uso es dar de comer o beber
a los pájaros.
1.2.18.- TINTERO
Se hace de barro rojo.
Pieza vidriada, compuesta por varios
elementos que se asientan sobre una
placa rectangular, transversal, con
cuatro acanaladuras que le sirven
para depositar las plumas. Sobre el
ángulo izquierdo del primer término
tiene un pequeño vaso, de forma
cilíndrica, con el cuello corto y mar­
cado y el labio vuelto. Su función
era servir de palillero. Frente a él,
sobre el ángulo derecho, descansa
un pequeño plato, con una concavi­
dad honda de reducido diámetro y
borde ancho, ligeramente biselado
hacia el interior, con cuatro impre­
siones digitales. En él se depositaba
la tinta para mojar el plumín. Entre
ambos objetos, en la parte superior,
lleva dos pequeñas columnas moldu­
radas, unidas por dos arquitos. Sobre
el arco superior, en el centro, des­
cansan dos pequeñas figuras de pá­
jaros enfrentadas.
El conjunto está realizado a mano,
excepto el platito y el pequeño vaso
hechos en el torno.
Tradicionalmente no se
fabricaba con asiduidad y
en la actualidad ya no se
hace.
Se usaba como tintero
palillero y también como
objeto de adorno.
Esta pieza la fabricaba
José Mañas, padre de Juan
Mañas.
1 . 2 . 1 9 .-
a diseñar Juan Simón con la ayuda
de Pedro Soler en la década de los
70, cuando empezaba el auge turís­
tico de Mojácar. Algunos alfareros
como Sebastián Requena y Simón
García Alpañez recuerdan que en la
alfarería de José Antonio Requena
se hacía una mujer similar con un
solo cántaro al lado.
1.2.20.- ORZAS DE ALMAZARAS
Orza grande que llevaba en su
exterior una especie de tubo adosado
a todo el lateral, el tubo se abría a
la altura del cuello de la orza, de
este modo dejaba salir el agua ve­
getal o alpechín de la aceituna.
Se utilizaba en las almazaras para
decantar el aceite.
MOJAQUERA
Se hace en barro rojo.
Hoy es una de las piezas
típicas de la Alfarería de
Juan Simón.
Es una pieza que imita
la típica figura de la moja­
quera con el pañuelo en la
cabeza tapando la cara, un
cántaro en la cabeza y otro
al lado. En un principio se
hacía sólo en barro rojo y
en barreño, hoy la encon­
tramos vidriada y decorada
con la más amplia gama de
colores.
Esta pieza la empezaron
Mojaquera
38
2.- OTRAS PIEZAS PARA USO EN
LA CONSTRUCCIÓN:
Desde siempre los alfareros tam­
bién han fabricado una serie de pie­
zas que se utilizaban en la
construcción de edificios. Estas piezas
no siempre se hacían en el torno,
muchas de ellas se hacían ayudán­
dose de unos moldes específicos.
Excepto las canaleras y los tubos,
las demás eran elaboradas con barro
blanco en crudo o crual, era tierra
blanca de cantera y no la costra de
después de la lluvia, que era la que
se utilizaba para las piezas que se
hacen en el torno.
Se fabricaban las siguientes piezas:
2.1.- TEJA ÁRABE
Se hacían con un molde de madera.
2.2.- LADRILLO MACIZO
Se trata de un pequeño ladrillo
macizo.
2.3.- LOSA
Sus dimensiones son de 25x25 cm.
2.4.- CANALERA O TUBOS DE AGUA
Pieza en barreño, de forma
troncocónica, hueca, lisa o decorada,
de unos 49 cm. de longitud, 17 cm.
de diámetro mayor y 10 cm. de diá­
metro menor. Para elaborarla utilizan
un molde interior que sirve de apoyo,
ya que el brazo no puede llegar al
fondo dada la longitud que tiene.
Se hace lisa o con apliques, en
este caso va decorada a lo largo del
cuerpo, con cuatro tiras de barro
aplicadas y festoneadas, que termi­
nan cerca del diámetro menor en
cuatro remates: dos circulares con
botón central y los otros dos cilindros
con una concavidad. Esta decoración
última la empezaron a hacer los
Fenoy cuando empezó el desarrollo
turístico de Mojácar a principio de
los 70, ya que se vendían mucho
más caras.
El uso es el tradicional: servir de
remate a los canales de desagüe de
los tejados o terrados. Se usaba
también para hacer tuberías empal­
mándolas unas con otras, en este
caso se les hacía un rallado por el
exterior de la parte estrecha para
que uniera mejor con el cemento o
el mortero que se aplicaba en la
junta de ambas. Cada vez es más
frecuente su uso en las nuevas cons­
trucciones destinadas a segundas
residencias. Actualmente también
las encontramos decoradas, siendo
su uso en este caso decorativo prin­
cipalmente.
2.5.- CODO DE BAJADA DE AGUA
Pieza en barreño, hueca y acoda­
da en ángulo de 90º, formada por
un cilindro y un tronco de cono. La
parte cilíndrica, de 15 cm. De longitud
y 13 de diámetro, va biselada en la
parte de inserción con el tronco de
cono y en el otro extremo lleva unas
catorce líneas incisas a modo de
rosca. La parte troncocónica tiene
unas 23 cm. de longitud y 13, aproxi­
madamente, de diámetro.
Su uso es el tradicional: completar
las tuberías de desagüe con el fin de
variar su dirección. El codo junto con
la canalera se utilizaban también en
los sifones que hacían los agricultores
para cruzar las acequias de una orilla
a otra del río.
2.6.- LOSAS PARA HORNOS DE PAN
Se hacían por encargo, eran de
grandes dimensiones y bastante es­
pesor.
Canalera
2.7.- REGISTROS DE CISTERNAS O
SIFÓN DE ALCANTARILLA
Es una copia de los que se hacen
de plástico o metal.
3 .- D E C A D E N C I A D E L A
ALFARERÍA TRADICIONAL
Una serie de factores han propi­
ciado la pérdida de determinadas
piezas en la alfarería sorbeña. La
aparición del plástico y un cambio
de mentalidad en algunos sectores
de la población, así como el despo­
blamiento del campo y la adopción
en las zonas rurales de ciertos hábitos
y gustos urbanos, fueron las causas
principales a las que conviene añadir
las sucesivas crisis de nuestra eco­
nomía.
Antes de la llegada del plástico
el agricultor, el hombre de la sierra
y la gran mayoría de las gentes de
los pueblos tenían costumbre de
comer en platos de barro, y era fre­
cuente que varios miembros de una
familia comiesen en un mismo plato
de barro. Luego, con la crisis
económica, hubo una fuerte salida
de población, especialmente gente
joven, que a su regreso trajo otras
costumbres que, de un modo u otro,
implantaron. Como que en la mesa
39
hubiese, como mínimo, un plato por
cada comensal o la utilización durante
la comida de diferentes platos. Sin
embargo lo que más influyó fue la
adopción del vidrio frente al barro.
Antiguamente se hacían varias clases
de cántaros, el botijo chapado de
arriero y las cantaricas para las sie­
gas. También se fabricaba el tarro
para ordeñar las cabras, el orinal y
en el mes de noviembre orzas y
lebrillos para la matanza, los jarros
de noria etc. La mentalidad campe­
sina ha salvado algunas de estas
piezas que hoy todavía, aunque sea
esporádicamente, siguen realizándo­
se, como el cántaro, la orza, come­
deros y bebederos de animales, etc.
En la producción del cántaro ha in­
fluido la instalación del agua en las
casas que fue progresiva a partir de
la década de los 40 en todos los
pueblos. Antiguamente la falta de
aljibes obligaba a un continuo acarreo
de agua desde la fuente, habiendo
gente que se dedicaban únicamente
al trasporte de dicho elemento, hoy
sin embargo este hecho afortunada­
mente se ha resuelto, quedando el
cántaro como objeto de adorno. Igual
ha sucedido con otras piezas que se
han puesto de moda con atisbos de
coleccionismo entre las clases popu­
lares, sacrificando su sentido funcio­
nal por el decorativo.
Una parte importante de la
producción de Sorbas son las cazue­
las, peroles y ollas de barro rojo
r e f ra c t a r i o. E n e s t e c a s o l a
recuperación y revalorización de cier­
tas recetas caseras han hecho que
se mantenga la producción, aunque
el factor principal de su desaparición
se debe al alto desarrollo tecnológico
alcanzado en la fabricación de los
modernos utensilios de cocina.
También hasta hace poco se ha
hecho en cantidad el cántaro de pipa
para la temporada del tomate.
De los materiales para la
construcción es la canalera con apli­
ques la que más se hace por su uso
en las nuevas edificaciones.
ligada principalmente al turismo, ha
dado lugar a una serie de transfor­
maciones importantes en las formas
y en el tipo de los motivos decorati­
vos. La intensificación del uso del
vidriado y los colores ha obligado a
adoptar nuevas técnicas y materiales.
La mayor parte de la producción ha
evolucionado a piezas pequeñas y
medianas decoradas con toda la ga­
ma de colores existentes en el mer­
cado. También han tenido que instalar
modernos hornos a gasoil que utilizan
principalmente para las piezas deco­
radas, quedando los antiguos hornos
árabes relegados para las piezas
tradicionales, resistiéndose a desapa­
recer.
Las dos alfarerías que aun funcio­
nan, si bien la de Juan Simón es por
tradición familiar de barro rojo y la
de Jaime Mañas de barro blanco,
ambas trabajan los dos barros. Re­
cientemente, bien por adaptarse
mejor al vidriado y por economía,
han introducido arcilla blanca com­
prada en Valencia y Barcelona, que
utilizan para las nuevas piezas más
decoradas. El metal utilizado para el
vidriado también ha ido cambiando.
El antiguo sulfuro de plomo, prohibido
porque podía causar enfermedades,
ha sido sustituido por nuevos pro­
ductos comerciales de bisilicato de
plomo. Estos nuevos productos dan
un resultado similar al antiguo, si
4.- NUEVOS TIEMPOS, NUEVAS
FORMAS, LLEGAN LOS CAMBIOS
Como se ha apuntado anterior­
mente, a lo largo de la década de
los años 80 y 90 la producción tradi­
cional ha disminuido drásticamente,
dejándose de elaborar muchas de
las piezas utilitarias de antaño, unas
porque han perdido su uso, bajando
otras a cantidades insignificantes.
Sin embargo, la demanda actual
Cerámica decorada del taller de Juan Simón
40
bien es menos fluido y menos brillan­
te, perdiendo el chorreo característico
de antaño.
También se utilizan para algunos
cuencos moldes de yeso o matrices
de acero para la fabricación de piezas
rápidas.
La producción de hoy es muy
variada, haciéndose desde ceniceros,
cuencos, jarras, juegos de café y
gazpacho, hasta todo tipo de platos
o lebrillos decorados. Muchos hoteles
y restaurantes encargan colecciones
enteras de diversas piezas con el
logotipo de las mismas.
Las posibilidades de combinación
de formas y colores son inmensos,
dando lugar a una gama de piezas
infinitas.
Bibliografía y Agradecimientos:
Este trabajo se ha basado en el libro
Estudio etnográfico de la cerámi­
ca popular de la provincia de Al­
mería. Etnografía Española 5.
Celsa Paoletti Duarte y Ángel
Pérez Casas .Ministerio de Cultu­
ra. 1985. Todos los dibujos de este
artículo han sido extraidos del mismo.
Todo la aquí expuesto no habría sido
posible sin la revisión y aportación
de los alfareros Juan Mañas y los
ALGUNAS PIEZAS EXCLUSIVAS
Rosa Mª Piqueras.
ESCUDO DE SORBAS.
Pieza Alfarera.
El año 1929, con motivo de la
exposición Universal de Barcelona,
el Ayuntamiento de Sorbas envió
distintas muestras representativas
de la zona al stand de la provincia
de Almería, y entre ellas piezas de
la alfarería sorbeña muy apreciadas
en Cataluña por su calidad y resis­
tencia al fuego,se mandaron pero­
las, pailas ,cazuelas ,cantaros ,tina­
jas, botijos, etc. Para realzar el
envío y diferenciarse del resto de
la cerámica de la provincia D. Juan
Piqueras Vázquez encargo al abuelo
de Juan el de Elisa la elaboración
en barro del escudo del pueblo.
Adjuntamos una fotografía a
continuación, este mismo escudo
hermanos José y Simón García
Alpañez, a los que agradecemos
enormemente su colaboración.
También Agradecemos la ayuda pres­
tada por Miguel Fenoy Sánchez, José
Ayala García y Sebastián Requena
Salvador.
Andalucía Alfares y Cerámica. Colegio
Público Cervantes. Los Palacios (Se­
villa). 1986.
NARRIA. Estudio de Artes y costumbres
populares. Almaría 89-90-91-92. Mu­
seo de Artes y Tradiciones Populares.
Universidad Autónoma de Madrid.
se utilizó en el libro SORBAS IMA­
GEN DE UN PUEBLO para reivindicar
dicho escudo como emblema de
nuestro pueblo, algo que se ha
conseguido. Dicho escudo es de
propiedad privada y se expondrá
durante la Feria de Artesanía que
tendrá lugar durante el mes de
Agosto.
El TOROGALLO .Botijo sorbeño.
Este botijo basaba su forma pri­
migenia en una mezcla de toro y
gallo deformes, realizado siempre
en barro rojo, según se cuenta su
forma procedía de la famosa caca­
ruca o coco, con el que se asustaba
hace años a los niños del pueblo.
Dejó de fabricarse en la segunda
década del siglo XX. Hace unos
años, aunque ya con una forma
distinta, se realiza una pieza que
ahora se parece más a un gallo.
Escudo de Sorbas elaborado por Juan
Mañas Sesé para el pabellón de Almería
en la exposición Universal de Barcelona
en 1929.
Otras piezas exclusivas
Jarrón de Pedro Soler
Jarrón con pie de María Teresa
García. Alfarería Ayala
41
BARRIO DE LAS
ALFARERÍAS DE SORBAS
La primera vez que visité este
barrio fue para mí como un viaje en
el tiempo. Los techos de teja romana
sobre recios encalados, porches con
parras y muchas flores. Los habitan­
tes de este barrio son gente buena
y trabajadora. Saben que viven en
el siglo XX, por eso adoran su entor­
no, pues saben que viven en un
paraje privilegiado por su belleza
natural.
Entrar en sus alfarerías es como
entrar en un templo cargado de his­
toria familiar. Aquí en el interior de
estos centros de trabajo de recios
muros y techos a dos aguas revesti­
dos de cañas y recias vigas que sue­
len ser troncos de olivo, podemos
ver estanterías adosadas a los muros.
Estanterías o vasares que contienen
piezas, que en muchos casos, hechas
por abuelos de los actuales alfareros.
Refiere Elisa, una señora que es
madre y abuela de alfareros, su ma­
rido a su vez alfarero descendiente
de una antigua estirpe de alfareros,
cómo siendo ella joven la actividad
era muy diferente. Su modo de narrar
la vida cotidiana nos hace verla y
oirla. "Desde muy temprano, con el
alba, se iniciaba la llegada de carros
cargados de leña para los hornos,
venían tan cargados que parecían
montañas en movimiento. Luego,
descargada la leña, cargaban cánta­
ros, lebrillos, etc... que los arrieros
transportaban para vender en otros
pueblos.
VASIJAS REFRACTARIAS
Aquí en las alfarerías de
Sorbas se hacen peroles, ca­
zuelas y ollas de barro refrac­
tario. Esta obra sólo se hace aquí
porque tenemos canteras de
tierra roya refractaria necesaria
para fabricar esas vasijas ca­
paces de soportar el fuego di­
rectamente. Recuerdo que había
días en los que en todo el barrio
resonaba un rítmico tam-tam,
éramos nosotras, las mujeres e
hijas de los alfareros que ma­
ceábamos el fondo de las ca­
zuelas para darles resistencia.
Esto se hacía en el punto de
secado adecuado de modo que el
barro se compactara sin romperse.
Oyendo este relato casi que oigo
las mazas sonar...También percibo
el olor intenso de la retama, olivo,
etc...que al arder dentro de los gran­
des hornos árabes impregnaban el
ambiente de olores ancestrales. En
verano, que es tiempo de mucho
trabajo, se ponía a secar la obra a
pleno sol, y a veces una de esas
tormentas de verano hacía que tu­
viéramos que correr a guardar la
obra, pues la lluvia deshace el barro
con gran rapidez, y así con rapidez
teníamos que acudir. Eso sí, nos
ayudábamos los unos a los otros, y
el que antes terminaba de recoger
su obra iba corriendo a ayudar a
otros alfareros.
LA PRODUCCIÓN DE TEJA ROMANA
Sorbas fue y sigue siendo gran
productora de teja romana. Me
encantó ver a J. Mañas hacer teja
con su plantilla de madera, hecha a
"medida de arte", es decir, con las
medidas que ya se usaban en tiem­
pos de los antiguos romanos. Para
mí una teja hecha así, a mano com­
pletamente, tiene un encanto y gracia
que ninguna teja de máquina puede
conseguir.
EL AJUARICO
Esta pieza merece hablar de ella
con detenimiento, pues se trata de
una auténtica joya de la cultura mu­
sulmana. Sabemos que el cuidado y
Ollas refractarias del taller de Juan Simón
Ángeles Castillo
Profesora de la Escuela
Municipal de Cerámica
mantenimiento del hogar es tarea
femenina, máxime en el mundo ára­
be, así vemos que uno de los jugue­
tes principales de las niñas era el
ajuarico compuesto por todos los
elementos de uso culinario. Así, fuen­
tes, anafre, etc. hechos a escala muy
pequeña eran los juguetes típicos
hace mil años, y éstos son los que
hoy se siguen haciendo en Sorbas.
Para los niños musulmanes los ju­
guetes eran pequeñas espadas o
alfajes de hierro. También caballitos
de barro, así como algunos animales,
gallos, ovejas, etc.
VISITAR SORBAS
Visitar Sorbas y su barrio de las
alfarerías es una auténtica aventura
porque conoceremos a sus habitantes
tradicionalmente hospitalarios y afec­
tuosos. ¿No será una bien conservada
reminiscencia de la famosa hospita­
lidad islámica?
Ven a conocer todo lo que aquí
se dice. Sorbas y sus alfares merecen
un alto en el camino.
Escuela de cerámica
En esta reseña de Sorbas y su
ancestral tradición alfarera no pode­
mos dejar de hacer mención de la
Escuela de Cerámica que en el año
1984 surgió por feliz iniciativa del
ayuntamiento. Para tal fin se utilizó
el edificio en desuso que en origen
debió ser un matadero.
La Escuela de Cerámica funcionó
bien y la asistencia de niños y niñas
era muy alta. Miguel Fenoy era
el maestro de torno, y yo era
la enseñante de otras técnicas
menos clásicas pero que son
complementarias al puro trabajo
del alfarero, que también debe
decorar y crear piezas nuevas.
A día de hoy en un pueblo
de tan antigua tradición como
es esta de la alfarería, Sorbas
debería fomentar la reapertura
de este tipo de Escuela, de modo
que los jóvenes conozcan su
historia y puedan mantener viva
la tradición alfarera
42
SOBRE LAS
ALFARERÍAS
Algunas mañanas de invierno, el
pueblo despertaba con un olor dulce
de leña quemada y barro cocido. Por
el lado de levante, ascendían una o
varias columnas de humo espeso y
negro, nadie se extrañaba de ello,
excepto si hacía aire y venía del este.
Entonces, las briznas del fuego que
ascendían con el humo, terminaban
cayendo por las calles y casas. Las
mujeres recogían la ropa tendida,
los pañuelos de la cabeza se quitaban
para sacarles el hollín, y la gente
andaba sacudiéndose la ropa. Los
niños corríamos a los poyos, para
ver cómo el humo subía desde los
hornos y se difuminaba en el aire
empujado por el viento. En aquel
tiempo, tres o cuatro hornos árabes
de leña estaban activos. Aunque
escuché decir qué, años antes, hasta
nueve oficios de alfarería funcionaban
con regularidad.
Aquel tiempo, que era de miseria
y decadencia, llevó a la mayoría de
los hombres a la emigración. El cam­
po quedó abandonado, y conforme
las familias seguían a los maridos,
las casas se fueron cerrando una tras
otra. No fueron una excepción los
alfareros, que siguieron los destinos
de otros, a los que escucharon contar
los fabulosos sueldos que cobraban,
y la libertad que tenían, lejos de un
pueblo constreñido por ideas
constreñidas y liturgias obligadas
¿Cómo no iba a ser fabuloso un suel­
do de 700 pesetas a la semana?
Cuando en el pueblo, aquel que tem­
poralmente lograba un trabajo, lo
hacía de Sol a Sol por 20 pesetas al
día.
La producción alfarera de enton­
ces era de necesidad, solamente se
hacía, aquello que tenía un uso con­
creto: cazuelas, perolas etc. Se fa­
bricaban también tejas y ocasional­
mente losas para pavimentos,
aunque estos, en la mayoría de los
casos, eran de yeso. Los había em­
pedrados, como en la posada de
Diego “el garbancero” pero estos
eran los menos, sólo las casas con
posibles los tenían enlosados.
Conforme el campo, las pedanías,
Sorbas y los pueblos cercanos, se
fueron despoblando, la venta de ollas,
Pedro Soler Valero
perolas, tejas, orzas y demás uten­
silios de barro, se redujo a la miseria.
Los alfareros hubieron de buscarse
el sustento, donde vieron que otros
amigos y familiares lo encontraron.
Las alfarerías, al igual que el pueblo,
quedó solitaria, y los hornos en el
desamparo del abandono. Así se
fueron deteriorando y derrumbándo­
se poco a poco. Después, como tan­
tas otras cosas los fueron derruyen­
do, ocupando su lugar, garajes, casas
y solares que invadieron los salados.
Nada hacía pensar entonces, ni nadie
pensó en ello, que aquellos hornos
eran joyas de una cultura milenaria.
El tiempo se había parado en ellos,
eran el testimonio, del oficio más
antiguo de la humanidad. Afortuna­
damente quedan dos intactos, tal
como funcionaron desde sus oríge­
nes. Uno de ellos, el de “Los Simón”
guarda inolvidables recuerdos de la
juventud. Aquellas noches de verano,
cuando los Simón cocían (en verano,
debido al calor, se cocía por la noche).
Antes de ello, durante más de un
día, procedían a la forja del horno,
que se cargaba con las piezas meti­
culosamente dispuestas después de
oreadas. El llenado de un horno era
una obra de ingeniería, había que
hacerlo de forma, que cupiesen las
más piezas posibles. Calculando que,
entre una pieza y otra, hubiese el
espacio indispensable, para que el
barniz al cocer no las pegara, y el
calor, tuviese el espacio necesario
para circular entre ellas y cocerlas.
La leña estaba dispuesta al costado
del horno, para ir atizando a éste,
conforme la temperatura lo pidiese.
Esta se medía introduciendo una
caña por un agujero dispuesto para
ello. Según el fuego quemase la caña,
se sabía si la cocción era la correcta,
o por el contrario, se necesitaba
atizar más la lumbre.
¡La leña para el horno! Éste era
otro capítulo aparte, se traía en carros
tirados por mulas. Manejar uno de
aquellos carros, arrastrado por una
reata de cuatro mulas, requería una
pericia extraordinaria, un conocimien­
to de la fuerza y el sentido de las
acémilas poco común. Siempre he
recordado un día, que después de
haber llovido, el carro “del Perejil”
subía la cuesta por el poyo de los
muertos. El volumen de su carga de
leña, doblaba en mucho el barandal
del carro, en altura y en anchura.
Las ruedas del carro se clavaban en
la tierra pedregosa, recién reblande­
cida por la lluvia. “El perejil” chillaba,
incitando a las mulas con su vara,
Escena costumbrista cociendo en el horno. Dibujo de Pedro Soler
43
para que tirasen con fuerza. Estas
clavaban sus pezuñas en la tierra, y
con los cuellos estirados, tiraban
como podían de aquella mole. Tomar
la curva del poyo, abriéndose las
mulas a la acera contraria, mientras
“El Perejil” asido al correaje de las
bestias, gritaba insistentemente el
nombre de cada mula, no era asunto
fácil. La gente que contemplaba aquel
desafío, no creía que el carro saliese
de aquel atolladero. Pero en un mo­
mento dado, después de un grito
desaforado de su dueño, las mulas
dieron un tirón imposible, sacaron
al carro de la zanja que había hecho
y traspusieron por el cuartel, dejando
lo más duro de la cuesta a sus es­
paldas.
Aquellos carros los recuerdo, su­
biendo cargados de cazuelas y pero­
las, que al salir defectuosas del horno,
iban destinadas para la noche de
“Las Ollas”. Una de éstas noches,
víspera del “miércoles de ceniza”
mandaba en el pueblo, un capitán
de la guardia civil apuesto y dicha­
rachero. Puesto al corriente de la
costumbre, en tirar ollas y perolas
de barro a las puertas de las casas,
dispuso que, mientras él mandase
en el pueblo, tal costumbre quedaba
derogada. Prohibiendo bajo pena de
cárcel, que se ejercitase semejante
tradición. Puso a una pareja de la
guardia civil, con el encargo de que
anduviesen toda la noche de ronda,
para que se cumpliese lo que había
dispuesto. Poco podía imaginar, que
eso de las tradiciones es asunto serio
cuando se prohíben, no teniendo
otras cosas en las que divertirse. La
mayoría se abstuvo de salir, pero un
grupo de mozos no se arredró con
las amenazas del capitán. Mientras
unos, apostados en la azotea de
Guadalupe (que tenía un estanco en
“las cuatro calles”) acribillaron con
ollas y perolas a la pareja de la
guardia civil, cuando hacía su ronda;
otros, fueron a la vivienda del Capi­
tán, y procedieron de igual manera
ante la puerta y los balcones de la
casa. Lo mismo hicieron en la casa
de Juan Mayor y de mi tío Benigno,
que se habían manifestado ostento­
samente de acuerdo con la orden del
capitán. A Juan Mayor, le tiraron un
cántaro lleno con turbios de aceite,
en el recibidor de su casa. Benigno,
indignado, amparándose en la oscu­
ridad de la noche, salió a la terraza
con una escoba, apuntando a los
invasores, haciéndoles saber que les
amenazaba con una escopeta, mien­
tras gritaba: ¡Qué cujo, qué cujo!
Enhornado
Poco tiempo pudo seguir con sus
amenazas, ante el alud de perolas y
ollas que se le vino encima. Asustado,
se refugió en la casa hasta que cesó
semejante invasión. A pesar de que
el capitán salió empuñando su pistola,
y la pareja de la guardia civil, repues­
ta del susto, se lanzó en persecución
de los infractores, no lograron atrapar
a ninguno, de los que aquella noche
cumplieron con la tradición. A la
mañana siguiente, una pareja de la
guardia civil, procedió a la detención
de tres o cuatro, que creyeron cabe­
cillas de aquella rebelión. Ni que decir
tiene, que todos negaron su
participación en los hechos. Tampoco
lograron testigos que los acusaran.
El asunto comenzó a tomar un cariz
feo, debido al empecinamiento del
capitán en acusar a los detenidos.
Comenzó a correr cierta indignación
por el pueblo, y muchos, aunque no
estuvieron, se acusaron a sí mismos
de haber participado. La cosa se
embrollaba inesperadamente. Ante
tal situación, los más allegados al
capitán, lograron convencerle, de lo
conveniente que sería olvidar el asun­
to. Después de hacerse de rogar un
tiempo, y viendo que aquello tenía
mala solución, el comandante de
puesto accedió a la petición de sus
amigos. No sin antes amenazar a los
detenidos, advirtiéndoles que los
tenía fichados, y por tanto, habrían
de andarse con cuidado.
El relato de ésta anécdota viene
a cuento, por la relación que han
tenido las Alfarerías, con las costum­
bres y tradiciones del pueblo. Las
ollas, las perolas, las cazuelas, las
orzas, los cántaros, que fueron parte
de la vida cotidiana del pueblo, tam­
bién sirvieron para las vísperas del
miércoles de ceniza.
Como no hablar, de esa maravi­
llosa pieza de cerámica popular: “el
ajuarico” que se remonta a los orí­
genes de la alfarería, y fue el juguete
habitual de tantas niñas y niños.
Probablemente el único que pudieron
disfrutar muchos, y que usaron hasta
bien entrados los años cincuenta.
Era la pieza más refinada de una
alfarería rústica y sin variaciones,
hecha en barro refractario, con el
color rojo de la tierra. La
manipulación del barro, comenzaba
por refinarlo en la balsa, donde se
batía con largos tablones de madera.
Estos se apoyaban en el borde de la
balsa, para que un extremo se hun­
diese en ella, y desde el otro, el
alfarero batiera, removiendo el barro,
hasta que la mezcla del agua y la
tierra, alcanzaba el punto deseado.
Posteriormente se dejaba que cuar­
tease en la balsa, se sacaba de ella,
y se extendía en el suelo, para que
evaporase el agua sobrante. Una vez
fraguado y seco, se cortaba en trozos,
para que su manipulación fuese más
fácil. Finalmente se trabajaba en el
torno. En él era, donde el alfarero
demostraba su destreza y oficio.
Había que empujar la rueda con el
pie y que ésta, adquiriese la velocidad
adecuada, para que las manos del
alfarero, levantase y moldease el
barro a conveniencia. Todo ello re­
quería una fuerza y habilidad extraor­
dinaria; los pies, las manos y la
destreza, eran una misma cosa. Aca­
bada la pieza en el torno y junto con
otras, se ordenaban en largos tablo­
nes de madera, que puestas al Sol,
oreaba y endurecía el barro. Después
se barnizaban y quedaban listas para
cocer.
El proceso del horno, era como
el revelado de la fotografía; un mis­
terio. Las reacciones del barro y del
barniz con el fuego, así como saber,
si se había cocido a la temperatura
adecuada, eran una incógnita. Sola­
mente al abrir el horno y sacar las
piezas, se despejaba la incertidum­
bre. Ocasiones había, que el resultado
no era el requerido, entonces las
causas se achacaban a las más va­
riados y extraños motivos, si después
del análisis adecuado no se encon­
traba una causa concreta (que no se
encontraba nunca). Entre otras cosas
se decía: que las mujeres, estando
preñadas o con la regla, influían
negativamente en el resultado, si
pasaban cerca del horno cuando éste
cocía. Semejante aseveración fue
motivo de más de una discusión
conmigo, cuando asistía a alguna de
aquellas noches de cocción. Todos
me trataban como un hereje, por
negar cosas, que a través de los
44
tiempos se habían constatado, y eran
de firme convencimiento. Cuando
menos, decían que mi cabeza tras­
tabillaba, si negaba con firmeza tales
convicciones.
Aquellas noches, que empezaban
con las últimas luces de la tarde, y
concluían con el día bien amanecido,
eran un prodigio de charlas y fan­
tasías. Sentados alrededor de la boca
del horno, iluminados por ella y pro­
yectando nuestras sombras sobre la
encalada pared, a veces parecía más
un aquelarre que una reunión de
amigos. Mientras algunos se afana­
ban en atizar el fuego, otros se pa­
saban la botella de coñac, bebiendo
a morro y limpiando la boca con la
mano, o con el antebrazo. Conforme
pasaban las horas, el ambiente se
hacía más propicio al relato y a la
fantasía. El padre de los Simón, sen­
tado en la única silla, con su impeni­
tente cigarro en los labios, desmentía
o aseveraba aquello de que se ha­
blaba. Los gitanos, que a veces co­
laboraban en el trabajo, soltaban sus
sentencias, como si de dogmas de
fe se tratasen. Había que llenar la
noche, y se agradecía toda aportación
al entretenimiento. Alguna vez, la
pareja de la guardia civil, que andaba
de ronda, hizo un alto en el corro.
No le hicieron cumplidos a un buen
trago de la botella, mientras hablaban
o preguntaban sobre lo que se estaba
cociendo. Al llegar ellos, las conver­
saciones y las historias concluían.
Los gitanos cambiaban el semblante
y nunca más, volvían a beber de la
botella si habían hecho uso de ella
los guardias. Una vez que la pareja
se hubo marchado, Juan, que era
gitano cabal y de tradiciones firmes,
decía: ¡Ya nos podemos ir a la cama!
Éste horno tiene encima el mal de
ojo, y no merece que le echemos
más horas. ¡Tal es! –continuabacomo si una mujer preñada de me­
llizos hubiese estado aquí; ¡Más aún!
–proseguía- como si todos los des­
ajustes esos que tienen las mujeres,
les hubiesen caído de golpe a todas
las perolas. Semejantes afirmaciones,
dichas con la contundencia de las
tradiciones profundas, causaban más
de una carcajada y reproche. No
bastaba que le razonasen aquello,
de que el dicho y la costumbre, eran
más antiguos que la guardia civil.
Esta, por si sola, tenía la entidad y
el maleficio suficiente, como para
echar por tierra todos los hornos del
mundo. Más, si algún gitano traba­
jaba en ellos.
No recuerdo, o no tuve ocasión
Alfarero. Dibujo de Pedro Soler
de comprobar, si tales maldiciones
eran ciertas. Tampoco recuerdo, que
estando yo allí, se acercase o pasase
cerca una mujer preñada. Mucho
menos que tuviese la regla. Como
es de suponer, este asunto era pri­
vativo del marido, o de que ella
tuviese a bien decirlo. Pero en aque­
llos años, tal cosa, era asunto ver­
gonzante que había de ocultarse. Sí
es cierto, que salvo fiestas señaladas;
novenas, triduos y actos litúrgicos,
las mujeres tenían sus actividades y
salidas, enmarcadas fijamente en las
labores de sus casas. Salvo en el
campo, donde trabajaban en el tajo
junto a sus hombres, además de
cubrir a la familia en sus necesidades.
Tampoco puedo dar fe, de si las
visitas de la guardia civil, provocaron
que se rompiesen más piezas, de las
que habitualmente se rompían. Los
hornos y el fuego, en esas cosas son
caprichosos. Me hubiese gustado
comprobar, que tales tradiciones eran
ciertas, que ocultos resortes de la
naturaleza dominaban la vida y los
hechos de los hombres, y que estos
estaban en lo cierto al prevenirlos,
aunque no los comprendiesen.
Aquellas noches, transcurrían en­
tre bromas, antojos y fantasías.
Cuando la madrugada ya era firme,
el calor del horno se sentía con agra­
do, y determinadas historias, se con­
taban con la voz templada y baja.
No era cosa que los vecinos se ente­
rasen de lo que allí se decía, mucho
menos si lo relatado era sobre alguien
del pueblo. Se daba por sentado con
cierta osadía, que los allí sentados
éramos personas discretas. Nada de
lo que allí se relatase, fuese verdad
o fábula, saldría de allí. En el fondo,
importaba bien poco, había que pasar
la noche como fuese, atizando al
horno lo preciso, para que cumpliese
con su cometido. Allí me enteré de
historias extraordinarias, unas supe
posteriormente que eran ciertas, y
otras, de dudosa credibilidad. En
cualquier caso, ni una cosa ni otra
son importantes, si lo contado me­
rece la pena. La fantasía, a veces,
nos retrata mejor que la realidad.
Todos sabemos aquel dicho: “La
ficción nunca supera a la realidad”,
por tanto, cuando de historias se
trata, no hay que preocuparse de su
procedencia o veracidad, si éstas
alimentan la imaginación, o alientan
la curiosidad.
Cuando el horno ya había cocido,
con los primeros rayos del Sol ilumi­
nando la torre y los tejados del pueblo
se dispersaba el corro. Agotada la
botella de coñac, se tiraba donde las
ascuas aún ardían, y nos despedía­
mos cuando los cerros aún impedían,
que el Sol bañase las calles de las
alfarerías. Allí se quedaba el horno
enfriando. Estaría así un día más,
hasta que despejase el misterio de
lo que dentro de él había acontecido.
Con él quedaban las historias y fan­
tasías de una noche.
En aquel tiempo, cada familia de
alfareros era una saga. Una historia
y tradición, que se había transmitido
de padres a hijos. Todas tenían su
horno, y cada una su especialidad,
nunca superada por los otros. Al
menos eso decían, cuando de ello se
hablaba. Ellos fueron el alma del
barrio con más personalidad del pue­
blo, siempre se sintieron de las Alfa­
rerías. Ello es así, cuando aún hoy,
al salir del barrio, si alguien les pre­
gunta su destino, dicen: “subo al
pueblo” como si las Alfarerías fuesen
una entidad aparte. Tal sentido se
hizo más evidente, cuando erigieron
su ermita. Dentro de ella, entroniza­
ron a San Roquillo, diferenciándolo
de San Roque y festejándole un día
después. La rivalidad entre los dos
santos y la gente que los veneran,
se hace más firme cuando sale San
Roquillo. Nunca podrá ganarle el
pueblo en los excesos de la pólvora.
Desde que sale, hasta que entra
nuevamente en su ermita, el cielo
es una nube blanca. La explosión de
los cohetes, es un eco que se repite
por el cañón de la rambla, retumba
en las quebradas y barrancos, llevan­
do el desconcierto y el miedo, a
zorras, jabalís, conejos, y todo animal
que transite por las cercanías.
45
Con el cambio de los tiempos,
conforme fueron regresando de la
emigración, algunos alfareros reto­
maron el oficio. Seguramente cavila­
ron; que vivir (aunque fuese escasa­
mente) del barro y al calor de la
familia era mejor que andar por le­
janos países, donde la lengua y las
costumbres siempre les serían
extrañas. Los hijos adoptaron el oficio
de los padres, se propusieron apren­
der los secretos del torno y las mis­
teriosas reacciones del barro y los
óxidos al cocer. Los hornos de leña,
quedaron como el testimonio de un
oficio antiguo y sabio, que se remonta
al origen de los tiempos. Hoy son de
gas, técnicamente perfectos, donde
la temperatura es regulada automá­
ticamente. Los tornos son motoriza­
dos, no hace falta el empuje del pie
para que rueden. Alguno podría decir,
que se ha perdido la sabiduría del
oficio, pero no es así. Tales adelantos
han empujado a la evolución, nuevas
formas y nuevas calidades han apa­
recido con ello. De aquella cerámica
rústica, elaborada en el barro rojo
de la tierra, se ha pasado a una
cerámica más refinada y atractiva.
Los engobes, los barnices, los colores
y un barro más puro y fácil de ma­
nejar; han dado paso a los azules,
los verdes, los rojos, el blanco, etc.
Una explosión de color hasta ahora
desconocida. La decoración, ejecuta­
da con mano maestra y firme, ha
dado lugar a una de las cerámicas
populares más bellas y vistosas que
conozco. Tan atrevida afirmación, se
debe a mi vieja afición por la cerá­
mica, y el conocimiento de lo que se
hace en otros lugares.
Dada la tradición de Sorbas, sería
de desear que la alfarería, estuviese
dentro de las prácticas en la escuela,
al menos, que en visitas periódicas,
los niños la conociesen. Teniéndolo
allí, descubrirían un oficio viejo y
arraigado en el pueblo. En él, segu­
ramente apreciarán la magia del
barro, cuando las manos del alfarero
lo levantan y le dan forma. Como
éstas a veces se improvisan, y mien­
tras el torno rueda, el barro hume­
decido encuentra su destino en una
curva inesperada. Nadie mejor que
la curiosa mente de un niño para
apreciarlo. Tal vez con ello, naciesen
nuevas inclinaciones por éste oficio.
En cualquier caso, tendrían aprecio
por él y sabrían, que es el único que
ha permanecido en el pueblo a través
de siglos.
Nadie tuvo, en su tiempo, la
inclinación por guardar determinadas
Panorámica de las Alfarerías. Década de los 70.
piezas, que eran características al
oficio de alfarero. Como no hay re­
medio a lo que no se hizo; sería de
desear que, por iniciativa de quien
puede hacerlo, comenzase a recopilar
una colección de lo que actualmente
se hace. No priva ello, de que puedan
ir recogiéndose piezas antiguas, que
debe de haberlas. Tal vez, si se viese
que existe esa intención, y que ella
es puesta en práctica, los que tengan
esas piezas las donarían. El futuro
mantendría la memoria de una acti­
vidad que se remonta al origen de
los tiempos. Ello no quita tampoco,
que en tal colección figurasen mues­
tras de otros alfareros de la comarca.
Más aún, de cualquier otro lugar por
lejano que sea, siempre que fuese
una muestra meritoria, de la arte­
sanía cerámica.
Es posible, que la tradición alfa­
rera en Sorbas, se extinga con las
dos únicas familias que quedan. Si
lamentablemente fuese así, el pueblo
se quedaría sin una parte de su mejor
historia. No habría memoria material
de lo que en un tiempo se hizo.
Probablemente, en una época donde
la cibernética, la uniformidad y la
mecanización, impusiesen su domi­
nio, muchas voces lamentarían no
tener esa referencia. Nuevamente
se andaría a ciegas por la historia
del pueblo.
El cuenco, la tinaja, el perol, la
o r z a , l a j a r ra e t c . S i e m p r e
acompañaron al hombre desde su
nacimiento. Éste no sólo creó los
utensilios de barro para su uso, tam­
bién lo acompañaron en su último
viaje. Se enterró con ellos, para que
siguieran procurándole comodidad,
en los desconocidos mundos que
eran su destino. De esos mundos no
sabemos nada. Lázaro que pudo
darnos alguna información, se fue
nuevamente con el secreto a la tum­
ba. Sí en cambio, por aquellos ente­
rramientos y por los utensilios que
en ellos se encontraron, sabemos
cómo fue este mundo en otros tiem­
pos. Sabemos del estilo de vida que
tuvieron nuestros antepasados. Al­
guno no creemos aquello de que
fuimos hechos de barro, aunque la
imagen es lírica y hermosa. No me
molestaría que hubiese sido así, al
fin y al cabo, el barro fue inseparable
compañero de nuestra vida. Amasado
por la tierra y el agua, los dos ele­
mentos son indispensables para
nuestra existencia, y de los dos es­
tamos formados. Tampoco me mo­
lestaría, que mi viaje al otro mundo,
fuese como dice aquella hermosa y
vieja canción:
“Yo quiero que a mí me entierren
como a mis antepasados
En el vientre oscuro y fresco
de una vasija de barro...”
46
Familias alfareras de hoy:
LOS MAÑAS
La familia Mañas es una de las
más antiguas de las que hemos en­
contrado documentos que acreditan
su actividad alfarera hasta al menos
1752(Catastro de Ensenada de Sor­
bas. Archivo histórico Provincial de
Almería). En 1752 aparece censado
Tomás de Mañas que ejercía de Alfa­
Juan Mañas y Francisca Oller en la Placeta
Ana Mª Rodríguez Agüero
Andrés Pérez Pérez
rero y Labrador, tenía en oficio en el
Pago del Cercado (debía ser alguno
de los inmediatos al barrio alfarero
junto al río). También aparece lin­
dando a este mismo oficio, otro de
Juan de Mañas probablemente fami­
liares.
Hablamos con Juan Mañas García
(nacido en 1929), quien nos relata
la historia más reciente de su familia.
El abuelo de Juan era Juan Mañas
Sesé, según muchos “el Rey de los
Alfareros”, éste tuvo tres hijos, dos
de ellos varones Juan y José, padre
de nuestro encuestado. Su tío Juan
tuvo también dos hijos varones, pero
47
“Yo ya con
doce años em­
pecé a trabajar de
aprendiz. Claro
es, que esto es
muy difícil de
aprender. Ya con
diecisiete años o
dieciocho ya era
un maestro, ya
las piezas más
grandes las..., el
cántaro y todo
eso lo hacía yo
ya. Ya después,
he estado traba­
jando pues toda
José Mañas Ayala y Araceli García Cano
mi vida.”
Dice Juan
que aprendió de forma autodidacta:
éstos fallecieron siendo muy jóvenes,
“Me enseñé yo solo, tenía más
por ello no pudieron seguir con su
mérito, más interés en enseñarme
parte del oficio, vendiéndose más
yo solo. No hacía falta que mi padre
tarde a la familia Juan Simón.
me dijera nada. A mí me gustaba
Juan nos habla así de su abuelo:
mucho y si había una pieza que no
“Según dicen, era el rey de los
estaba bien hecha pues me la rom­
alfareros, no sé por qué. Yo he oído
pían, y al otro día la hacía igual. Si
de los viejos, de un carrero que vivía
no estaba bien hecha me la rompía
en Huercal Overa, que él me dijo a
mi padre...Claro él llegaba y había
mí que cuando iban a vender ollas
a lo mejor ahí un cántaro, al cántaro
de Sorbas, para venderlas en Baza
y Guadix y todo eso, tenían que decir
que eran del tío Juan Mañas para
poder venderlas, de la fama que
tenían.”
“Entonces tenía dos hijos, mi tío
y mi padre. Pues resulta que mi tío
tiene dos hijos y se le murieron. No
quedó ninguno vivo, nada más que
mi prima Carmen Lucas que ya ha
muerto, entonces la vendió. Ya ves
tú que vendió el oficio en ocho mil
duros a los Simones. Que por cierto
le dio las perras Frasco Patarras al
padre viejo de Los Simones.”
Su padre, José, continuaría el
oficio después, al que le seguirían
sus dos hijos varones, estos son, su
hermano Joaquín y él mismo. Nuestro
interlocutor, aunque ya está jubilado,
no se ha desligado del todo de su
oficio, aún hoy y cada vez que tiene
ocasión está dispuesto a meterse en
el torno. En la actualidad la alfarería
de la familia es continuada por Jaime
Mañas Oller (nacido en 1967), su
hijo menor, al que nos encontramos
trabajando en el oficio junto a su
mujer Encarni González Martínez. El
matrimonio tiene una hija y dos hijos
de corta edad que aun no participan
en las labores del oficio.
Juan nos cuenta que aprendió el
oficio en el taller de su padre. Con
12 años ya era aprendiz y con 17 ya
hacía las piezas de mayor tamaño,
y se consideraba un maestro:
Oficio de los Mañas
se le hacía una panza, va en dos
trozos. Lo más importante es hacerle
la panza al cántaro, eso es el mérito
de todo. Lo demás es más fácil, y
entonces si había alguno que no veía
en condiciones le hacía así con la
mano y...(gesticulando con la mano
cómo se lo aplastaba) Y había veces
que me dejaba alguna, algunas veces
nada. Y ya pues me acuerdo que un
día tendría yo dieciocho años aproxi­
madamente, hice veintiún cántaros
y cuando vino me dijo: Esos ya no
los vamos a romper y ya desde en­
tonces, desde esa fecha no volvió a
romperme más cántaros.”
Con muy buen humor nos cuenta
alguna de las travesuras que
protagonizó siendo aprendiz:
“Me acuerdo de una vez, una vez
que estaba José de la Candelaria, ha
muerto en Barcelona, sobando barro
y estaba yo aprendiendo Como no
quería que nosotros amasáramos el
barro ni nada, pues el barro que
sobaba se lo quitaba, y dice a mi
padre: Juan Mañas su hijo me está
quitando el barro”. Subió mi padre
me pilló el cántaro y me lo puso en
la cabeza, conforme estaba saliendo
48
Horno de los Mañas
de ahí de la rueda. Me metió la ca­
beza entera. Ya no cogí más barro.”
Sin embargo, en sus comienzos
no todos fueron buenos momentos.
Juan estuvo trabajando unos años
en Huercal-Overa. Marchó con su
padre, tras recibir una buena oferta
de trabajo que luego no sería tal. Su
padre renunció al trabajo y se marchó
a trabajar de alfarero a Melilla, sin
embargo él se echó novia allí, se
casó y se quedó algún tiempo más.
Poco después de que comenzara a
trabajar como oficial su padre
enfermó. Lo recuerda así:
“Cuando mi padre enfermó yo
estaba trabajando en Huercal-Overa
y ya me encontré un poquillo desam­
parado. Trabajaba en la cerámica,
pero por piezas, a destajo ¿No me
entiendes? Y luego después de casa­
Juan Mañas García
do también estuve trabajando en
una tejera también, haciendo teja.
Estaba con un abogado, D. Paco
Asensio que era el dueño de la em­
presa, éramos tres socios y trabajá­
bamos a medias.”
Dos años después su padre muere
y él pese a su juventud, veintiún
años, y sin haber aprendido todos
los secretos del oficio, se hizo res­
ponsable de una larga familia y de
muchas deudas, ya que era el mayor
de tres hermanos:
“Y ya tuve yo que aprender si
había algún problema de enhornar
los cántaros o cosas que se llaman
de llenar el cárcavo del horno, de
poner las tejas y todas esas cosas,
pues ya le preguntaba a los familiares
viejos, a los alfareros a ver de qué
forma se colocaba eso, porque yo
tomaba interés en aprender. Princi­
palmente era la teja, cuando se ponía
en el horno, en el cárcavo que se
llama, era muy difícil de armar eso
porque eso va de punta. Y si no va
bien puesto, eso luego cuando está
en el fuego le aprieta, y se cae todo
a la lumbre. Yo claro, de eso no tenía
experiencia, porque mi padre siempre
enhornaba él, y yo cuando me fui a
Huercal-Overa pues ahí ya aprendí
a enhornar y todo eso, y ya después
me vine aquí, a Sorbas.”
Algún tiempo, y mientras él estu­
vo en Huércal Overa, su hermano
Joaquín se quedó solo en su alfar de
Sorbas, y aun sin dominar bien el
oficio:
“Cuando mi padre murió él no
sabía nada. Él aprendió después
conmigo. Yo venía muchas veces de
Huercal-Overa, estaba yo trabajando
allí a hacerle los cántaros, porque
no sabía hacer los cántaros. Para
que pudiera armar el horno, ¡porque
armarlo uno solo...! Necesitaba los
cántaros ¿No comprendes? Pues en­
tonces yo en una ocasión vine y le
hice un horno de cántaros, pues ocho
días gasté y en armar los cántaros
para que cociera el horno y entonces
él ya se enseñó.”
Recuerda también como se hace
cargo del oficio de su padre y de
toda la familia:
“Y ya mi gente estaban solos aquí
y desamparados, y ya me vine a
trabajar a mi casa. Y ya empecé a
trabajar con mi hermano aquí. Poco
después mi hermano y mi hermana
se fueron a Barcelona, y ya me quedé
solo.”
“Estuve en Huercal-Overa hasta
el cincuenta y cinco o cincuenta y
seis, y ya me vine aquí y ya no me
he vuelto a ir más. Ya toda mi vida
aquí. Ya cayó un peso muy grande
sobre mí, de mis hermanos, mi ma­
dre, mi abuela. Mi mujer estaba un
poquito delicada y ya tuve que que­
darme aquí a trabajar, y ya he se­
guido toda mi vida trabajando aquí.
He sido de los alfareros más duros.”
“Claro, entonces mi hermano y
yo estuvimos trabajando a medias,
se enseñó mi hermano, y hacíamos
cada quince días aproximadamente
en el verano 3000 tejas y 400 cán­
taros, pues teníamos cinco familias
dándoles de comer. Yo tenía cinco
hombres, bueno trayendo tierra es­
taban Juan Cabezas y dos hijos,
Antonio Cabezas que vive todavía
que era quien traía la tierra y hacien­
do el barro con las bestias. Tenía el
padre del Viki, cómo se llamaba...
49
Juan Mañas García
de José el Vizco, sobándome el barro,
otro que se llamaba José el de la
Candelaria también estuvo sobándo­
me el barro. Dos hermanos que están
en Elche, uno ya ha muerto el Pepe
y el Juan. Los Panochos trayéndome
leña, esos estaban pendientes de la
leña. Entonces fíjate si había gente
trabajando conmigo.”
“Entonces claro, después ya, esto
fue a lo primero cuando se vendía
mucho, luego ya después empezó a
decaer un poquillo más la venta, y
ya tenías menos gente trabajando
conmigo. Y el último que ha sido ya
Máximo, el que estaba en Telégrafos,
estuvo por lo menos dos años con­
migo.”
Aunque recibió buenas ofertas de
trabajo fuera del pueblo, nunca las
aceptó todas fueron rechazadas in­
cluso una en Madrid:
“He sido muy casero, muy fami­
liero. Me ha gustado y me gusta
estar con la familia. Cuando estuve
yo en Madrid, por el año cincuenta
y cinco o por ahí sería, que estuve
con mi mijer en los médicos. Quería
mi primo que me quedara allí en
Madrid, que me buscaba un trabajo
y todo. Pues yo tengo mucha familia
en Madrid y está muy bien colocada,
y yo le dije que nada que yo de
Sorbas no me venía.”
De hecho, fue de los pocos, por
no decir el único de los alfareros que
no emigró y dejo la alfarerías atrás.
La familia Mañas ha trabajado los
dos barros, su abuelo conocía los dos
aunque trabajaba más el rojo, su tío
Juan sólo el rojo y Juan principalmen­
te el blanco, si bien la necesidad hizo
que aprendiera también el rojo:
“Barro colorado he hecho des­
pués, porque ya fallaba un poco el
blanco, no se vendían muchos cán­
taros, y entonces tuve que meterme
en el colorado.”
Fue entonces, por la década de
los setenta, cuando compró la mufla
para cocer las piezas vidriadas de
barro refractario.
Esta es su opinión, como conoce­
dor de los dos barros, sobre algunos
de los aspectos más complicados de
cada uno:
“El blanco es más... Las piezas
grandes son más difíciles. El rojo es
más... Hecho, todo tiene su mérito,
pero es más llevadero, porque son
piezas más pequeñas. El cántaro es
la pieza más difícil que hay. Todo lo
que sean piezas grandes son muy
difíciles, porque son..., barro que
levantas para arriba, si tienes fallo
se te hunde ¿No me entiendes? Y las
cazuelas son más pequeñas son más
fáciles de aprender.”
“Todo tiene su mérito pero... La
experiencia es lo que más hace en
el barro. El hombre que sabe estirar
el barro, si tiene interés se enseña
a todo. Hay una diferencia muy gran­
de del barro colorado al blanco ¿Sa­
bes? No te creas tu que es muy fácil
cambiarse de una forma de trabajar
a otra. Es decir, quien es maestro,
maestro del barro colorado lo en­
cuentran más difícil meterse en el
barro blanco, porque es más difícil
el barro blanco. Las piezas, tiene
menos fuerza el barro, son piezas
Demostración de alfarería en la Plaza de la Constitución, finales de los 70
50
Encarni decorando un tazón
más grandes y se van para abajo.
El barro blanco para hacerlo bien
tiene que ser un hombre que tenga
mucha soltura de manos.”
Los alfareros entienden, como
excelentes artistas que son, que para
conseguir un buen resultado hay que
utilizar materiales de primera calidad
y estos, dada su experiencia saben
donde conseguirlos. Así la tierra blan­
ca, usada entonces, la traían de
diferentes lugares:
“Pues la tierra de muchos sitios,
entonces no se metía nadie con no­
sotros para la tierra porque se cogía
de la caña Siscar y de todos lados.
Del estrechaculos, de Maleguica, de
la cuesta del Barranco del Carnicero,
de muchos sitios.”
“Traían también tierra colorada,
pero es que antes esa tierra que
gastaban ellos para hacer colorado
no era para hacer cazuelas, yo me
creo que era para revolverle al barro
blanco, la usaban un diez por ciento
aproximadamente para darle fuerza
a la tierra blanca.”
El agua también tiene su impor­
tancia en el proceso. A veces les
jugaba malas pasadas:
“Sí, porque con el agua que gas­
tábamos nosotros teníamos proble­
mas, tenía mucho cieno de llenarla
ahí en el sifón, ahí en la acequia y
de los Caños el jabón. Y el agua
venía sucia y entonces el cántaro se
ensanchaba, por no tener correa, se
abría y se hundía.”
El abastecimiento de agua, arcilla,
leña, la elaboración del barro y el
envasado de las piezas en jarpiles,
empleaba a buen número de perso­
nas:
“Antes el agua la traíamos de los
Caños. Cuando corría la rambla tenía­
mos dos bestias para subirla aquí a
la balsa. Y luego después cuando
escaseaba un poco nos íbamos al
sifón de los Caños, antes de los Caños
en el Molino de las Canales. Y ya
cuando se apuraba eso más, había
que ir a los Caños de noche.”
Jaime Mañas Oller haciendo macetas
“La parte de mi tío tenía un pozo,
lo tienen ahora los Simones, pero
ese estaba seco casi siempre.”
“Las dos bestias y algunos jorna­
les valían a treinta pesetas, un hom­
bre y una bestia. Me traía el agua
Antonio Cabezas, también había mu­
cha gente antes... ¡Uh! José Mañas,
traía agua. Nos traía agua con una
burra. Había mucha gente que car­
gaba. Para el agua, ya había más
particulares.”
“Se hacía barro. ¡Uh! Era mucha
la que hacía barro antes: los Cabezas,
Antonio Cabezas lo traía también...
Cada alfarero tenía a uno para traer
la tierra. Si aquí en Las Alfarerías
había un montón de gente trabajando
de miedo. Había un consumo de leña
y de agua y de barro y de tierra y
de todo grandísimo.”
“Y mucha gente que se dedicaba
a hacer barro. Entre ellos el de la
Merguiza, el padre de José el de la
Merguiza que le dicen, era un barrero
famoso. Un costero, y a hacer barro.
Para hacer barro iban dos hombres
uno para echar la tierra y hacer el
barro, los costeros y a traer el agua
con las bestias.”
“Había un hombre aquí que sola­
mente se dedicaba a liar jarpiles.
Porque antes para mandar el género,
ollas, cazuelas y todo eso a muchos
sitios en el tren tenían que ir en
jarpiles especiales bien liados con
broza y albardín para que no se
rompiera. Entonces aquel hombre
que se llamaba José Martínez se
dedicaba solamente a liar cazuelas.”
Entre las piezas que más elabo­
raba estaban:
“Uh! Antes había pues tejas, la­
drillo macizo, jarros de noria se ven­
dían mucho entonces. Se vendía en
el verano pues quizás unas treinta
o cuarenta docenas. Se vendían por
docenas, se hacían lebrillos y muchos
lebrillos de las manos. Muchos cán­
taros, hacíamos hornillas, castañeras
que era como una olla con agujeros.
Eso era para la lumbre, todo lo que
era barro colorado era para la lumbre,
el barro blanco no vale para la lum­
bre. Los comederos se vendían antes
pocos. Luego sí se vendían mucho,
cuando empezaron a poner granjas
y todo eso. Pasa como ahora, el jarro
de noria ha decaído por completo.
El ajuarico. Y tubos..., para el agua
y cruzar la rambla, los sifones, los
tubos que hay en el Pilarico los hice
yo a diez reales para cruzar el agua
de un lado a otro de la balsa.”
Nos explica con detalle que las
condiciones de trabajo eran muy
duras:
“A las seis de la mañana ya estaba
yo metido en la rueda con las manos
perdidicas de sabañones. A eso le
temía, al barro, a las cinco de la
mañana me levantaba y cuando da­
ban las noticias esas ahí en la
mañana ya tenía tres cántaros o
cuatro ya hechos y para las doce del
día tenía setenta en la calle. Lo que
he pasado. No sentía nada más que
el frío nada más. El frío sí me aco­
bardaba, la calor no podía conmigo.”
“No sé si os habré contado, la
víspera del día de San Juan mi mujer
y yo armamos un horno con tres mil
tejas y cuatrocientos cántaros. Ter­
minamos a las seis de la mañana, a
51
Ana Rodríguez Agüero y Juan Mañas
durante una de las entrevistas
las seis de la tarde le pegué fuego y
terminamos a otro día a las seis de
la mañana, que estábamos sentados
en el bordo de la balsa. Veinticuatro
horas sin descanso.”
Una de las piezas más difíciles de
realizar por los alfareros son los
cántaros, sin embargo a Juan no le
costaba mucho e incluso le gustaba
hacerlos:
“Los cántaros no se pueden hacer
al tirón, de la boca se hunde. Eso se
le hace la panza, se saca al sol para
que se oree un poco y aguante el
peso de la boca. Tampoco podías
esperar mucho porque si la pones
muy dura se te corta luego y se
despega. Tiene que ser en su punto.
Luego se ponen las asas, yo poner
las asas..., ciento cuarenta asas una
hora. Y poner las setenta bocas una
hora. Yo empezaba a las doce a
arreglarlos y para las dos de la tarde
estaban listos.”
“La tarea de un hombre eran
treinta y cinco. Era la jornada de un
hombre, ahora cada uno hacía lo que
Tienda de Jaime Mañas
quería o podía. La tarea de dos hom­
bres si le habían sobado el barro, si
era de los grandes sesenta y uno y
si era de otros más pequeños seten­
ta.”
“Claro. Había uno más pequeño
que se vendía para Lubrín y otro más
grande que se vendía para Vera y
demás sitios. Le cogían a los grandes
catorce litros de agua, los pequeños,
unos diez litros o por ahí. La diferen­
cia era porque había pueblos que
compraban el agua por cántaros y
los querían grandes los cántaros. El
cántaro grande ha sido lo normal y
corriente en todos lados. Había tam­
bién cantaros para el aceite, vidriados
por fuera pero por dentro no. Le
vidriaban la panza para arriba, la
parte de la boca era más estrecho,
el cántaro de aceite era muy corriente
antes.”
Juan es un hombre modesto pese
a su buen oficio y reconoce el buen
hacer de otros alfareros:
“Pero en el barro blanco casi los
campeones eran Juan Fenoy, era
muy curioso para trabajar, para hacer
orzas y para todo. Era un hombre
que tenía mucho capricho con el
barro, con las tierras y con todo.
Sacaban un género muy bueno. Casi
los campeones, y tenían preparativos
para hacerlo. De balsas, de agua,
tenían su pozo y tenían preparativos
para sacar barro bueno.”
“Tenían un juego de hornos muy
bueno. Para hacer orzas eran muy
buenos, y orzas chiquitillas de cinco
o seis arrobas de dos piezas, muy
hermosas y muy bien hechas.”
“El que ha hecho los cántaros y
eso son Miguel y su hermano Joaquín.
Pero Miguel Fenoy no ha hecho orzas.
Juan si era un especialista para las
orzas, yo las personas que hacen
una cosa bien hecha tienen su méri­
to.”
La última fase de la producción
es la venta de las piezas. De esta
manera nos cuenta cuáles eran los
puntos más importantes de venta,
y hasta donde se la llevaban:
“Me contaba mi abuela que mu­
chas veces sacaba mi abuelo los
ajuaricos para llevarlos al Cerro de
la Virgen. Me acuerdo una vez que
dijo que tenía que romper el horno
y tuvo que echarle agua para secar
la ceniza para cocer para la fiesta
del Cerro de la Virgen.”
“Se vendían para afuera. El cán­
taro se vendía para Vera, era donde
más se vendía. Yo he llegado a ven­
der hasta Granada, por la costa hasta
llegar a la Rábita. Adra, Berja, Níjar
y a muchos sitios. Para Cartagena y
a Barcelona. Venían a por ellos. Yo,
es que los cántaros que hice los
vendía a tres pesetas. Como el cán­
taro era una cosa para necesidad
pues se vendía mucho. Teníamos
clientes en Vera que se llevaban a
cuatrocientos y quinientos cántaros.
Se dedicaban a hacer mercados a
Garrucha, a Turre, a Mojácar, Huercal
Overa... Todas las semanas hacían
mercados, vivían de eso. Entonces
se vendían muchos cántaros.”
En torno a la alfarería existen
algunas supersticiones, algunos alfa­
reros no las tenían en cuenta, otros
sin embargo la creían como ciertas.
Juan recuerda con cierto humor una
que conocía en relación a la cocción
del horno:
“Eso lo he conocido yo. Yo no lo
he hecho ¿Sabes? Porque no creo
en eso, pero mi padre que en paz
descanse sí. Cuando venía alguna
mujer por aquí y estábamos cociendo
el horno, asomaba y le decía a mi
madre: tira Elisa, tira con ella que
no se acerque, no vaya a tener eso,
la regla y no sé qué... Llevaba un
rezaero. ¿Qué coño le iba a hacer
eso al horno? Eso sólo era para el
barnizado, las cazuelas.”
Sigue hablando de otra acerca
del barro colorao:
“Entonces cuando sacaban el hor­
no y ya pasaba otro día buscaban
una persona que tuviera perras, lo
llamaban para que comprara un poco,
para que no fuera el horno “fiao”.
¿Sabes cómo te quiero decir? Juan
Fenoy mismo, cuando tenía la tien­
52
decilla arriba a mi padre le compraba
las cazuelas, y el hombre pagaba al
contado. A lo mejor se llevaba poco,
pero para que estrenara el horno. El
caso es que lo primero no se diera
“fiao”.”
Como relatábamos al inicio, Juan
ya está jubilado, pero aun sigue
haciendo algunas piezas, el oficio es
su vida.
Juan y su esposa Francisca, más
conocida como Paca, tuvieron dos
hijos, José y Jaime que empezaron
con el oficio y dos hijas mayores. Su
hijo José no llegó a trabajar de alfa­
rero, la galletera le cortó el dedo
pulgar de una mano. Dejó el oficio
muy joven para trabajar en la em­
presa de ladrillos Cerámica el Indalo,
la desgracia hizo que un desafortu­
nado accidente laboral terminara con
su vida. Juan desde entonces quedó
muy afectado y perdió la alegría que
le caracterizó siempre. Pese a ello,
siempre que hemos visitado su taller
lo he encontrado especialmente dis­
puesto y servicial, aunque también
es cierto que siempre tiene palabras
de recuerdo para su hijo José.
Hoy el titular del taller es su hijo
Jaime, al que ayuda siempre que
puede su esposa, Encarni se implicó
desde el principio en el trabajo del
oficio. Gracias a ella el taller ha
podido evolucionar hacia las nuevas
producciones que demanda el turis­
mo, siendo una gran experta en el
dibujo y en la aplicación de los dife­
rentes colores que hoy por hoy se
aplican a las piezas de alfarería.
El taller de Jaime Mañas sigue
produciendo algunas de las piezas
utilitarias de toda la vida, aunque
hoy su uso es ornamental. Así sigue
elaborando todo tipo de cántaros y
cántaras de agua, algunas piezas por
encargo, como una hornilla que nos
comenta que le ha encargado un
señor de Murcia. Las canaleras se
siguen produciendo para las nuevas
casas, si bien también producen al­
gunas ampliamente decoradas con
pintura. Las piezas sin barnices ni
decoración se siguen cociendo en el
horno árabe.
Aparte de la producción tradicional
ha habido que evolucionar a piezas
más pequeñas y más decoradas,
como cuencos, ensaladeras, juegos
de gazpacho y café, ceniceros, estro­
pajeros, etc. Para esta nueva
producción Jaime adquirió a principio
de los 90 un horno de gasoil que
dedica sólo a esto. Estas piezas se
elaboran en barro blanco que adquie­
re en Valencia y Barcelona. A las
piezas dan una primera cocción, des­
pués son decorados por Encarni para
de nuevo darle una última cocción.
Fuentes Orales:
Juan Mañas García, Jaime Mañas
Oller, Francisca Oller y Encarni
González.
Documentación:
Catastro de Ensenada. Archivo
Histórico Provincial
Archivo de la Iglesia de Sorbas
Genealogía de la Familia Mañas:
(* nacimiento, x matrimonio, + defunción, sólo se especifica el origen de los que no son nacidos en Sorbas)
Jaime Mañas Oller(*1967) x Mª Encarnación González Martínez (*1973) (Pintora)
Alfarero
Juan Mañas García(*18-11-1929) x Francisca Oller García (de Huercal-Overa)
Alfarero
José Mañas Ayala(*27-04-1906) x Araceli García Cano (de Cariatiz)
Alfarero
Juan José Mañas Sesé (Alfarero) (*13-09-1866) x Mª Carmen Ayala Clemente, hija de Juan Ayala
Galera x Ana Clemente Cabezas
José Mañas Pérez (*10-03-1834) x Mª Sesé Cabezas
Alfarero según el archivo de la iglesia de Sorbas
Juan José Ramón Mañas Requena (*01-01-1803) x Mª Pérez Alpañez
Juan José Tomás Mañas Lario (*6-2-1779) x Ana Requena Menchón
Juan Antonio de Mañas García (*10-05-1736) x Juana Mª Lario Fernández(de Cúllar Baza)
hija de Damián Lario (de Lorca) x Gregoria Fernández (de Cúllar de Baza)
Tomás de Mañas Cano (*21-05-1699) x Ana García Cabezas
Alfarero según el catastro de Ensenada.
Felipe Mañas Mon (?) (*01-05-1671) x Isabel Cano
Tomás de Mañas Pérez (*07-07-1642) x Isabel Mon (?)
Melchor de Mañas del Peral(*15-01-1618) x Mª Pérez
Francisco Mañas Real(*25-06-1600?) x Mª del Peral
Francisco Mañas x Juana Real
Repobladores Cristianos
53
Familias alfareras de hoy:
LOS SIMON
(GARCÍA)
La familia de los Simón (García)
se remonta tres generaciones direc­
tas por vía paterna. Sin embargo por
vía materna de la abuela, el apellido
Larios, alcanza hasta el siglo XVIII
en que llegan a Sorbas el matrimonio
formado Juan Pedro Lario Fernández
(+1799) x (1769) Mª Alpañez natu­
rales de Cúllar de Baza, aunque el
acta de defunción de Juan Pedro
aparece como natural de Lorca. Las
diferentes actas encontradas en el
Archivo Parroquial no especifican si
eran alfareros, aunque es muy pro­
bable que sí lo fueran ya que tanto
Cúllar como Lorca son dos centros
alfareros importantes. En Lorca aun
continúa trabajando la Alfarería una
familia apellidada Lario, que es quien
realizó el panel de azulejos que existe
en el Taller de Juan Simón.
Los nombres Simón y Juan Simón
son una constante en esta familia,
Ana Mª Rodríguez Agüero
Andrés Pérez Pérez
según se confirma en su genealogía,
lo cual afianza el sobrenombre con
el que se les conoce desde antiguo.
Hablamos con José García Alpañez
y su sobrino José Miguel García
Muñoz.
Nos cuenta que la tradición alfa­
rera de su familia era el barro rojo,
pero él trabaja también el blanco.
José nació en 1946, los difíciles
años de la postguerra, está soltero
y trabaja con sus sobrinos. Recuerda
que su abuelo era alfarero y trabajaba
en la casa de Joaquín Fenoy, justo
en la plaza de la Ermita, junto a la
cuesta de los Caños. Allí se conser­
van, según José, en la parte trasera
de la casa los basares donde se co­
locaban las piezas.
Pero su abuelo emigró a Argentina
junto con su hijo Simón y luego más
tarde se llevó a Paco que era también
alfarero. La familia de Paco ha tenido
Vista general del almacén de Simón García Alpañez
que volver a Sorbas, debido a la
crisis económica de Argentina, siendo
los nuevos empresarios que gestio­
nan el Restaurante Sol de Andalucía.
Su abuelo y su tío Simón no volverían
más a Sorbas.
Su padre volvió de Argentina y
alquiló el oficio del Tío José Antonio
Requena, pagaba 1 duro (5 Pesetas)
al mes. Allí trabajaban sus hermanos
Simón y Juan Simón. Él entonces
era un crío, de hecho allí pasó su
infancia, pero recuerda que los pri­
meros gallos los conoció allí:
“El gallo lo vi yo, era yo muy chico
y lo tenía el tío José Antonio, el dueño
del salitre que era alfarero también.
Tenía unos gallos hechos, que me
acuerdo yo que los tenía en la leja,
en la casilla esta de acá, que hay
cerca de la ermita. Nosotros traba­
jábamos abajo, debajo de la casa
del tío José Antonio y el horno estaba
54
Francisco García Lario
El abuelo Juan García Lario
en la casilla esa que te he dicho. Que
todavía están las paredes del horno.
Y ahí fue donde vi yo el gallo, que
los gallos hace ya... Llevaban un asa
para cogerlos y era vidriado. Estaba
vidriado en negro con metal, plomo,
nada más que le echaron un óxido,
le echaron manganeso y ya sale
negro.”
Después instaló su padre en la
calle Olivo, en una casa vieja que
hay junto a la casa de su hermano
Simón, poco después compraron el
oficio de Juan Mañas (Tío de Juan
Mañas):
“Entonces compramos primero
una casa, que es donde vivían unos
Gitanos que le decían los Parreños.
Entonces al poco tiempo eso lo echa­
mos abajo y se hizo nuevo. Esos dos
pilares que hay ahí lo hizo el tío Pepe
Sabina. Y luego ya al poco tiempo
fue cuando ya le compró al tío Juan
Mañas, a un tío de Juan el de Elisa,
le compró todo, las balsas y el horno
y todo eso. Eso entró en la compra,
en 8000 duros. Era yo muy chico, si
no sabía trabajar aun. Ese oficio tenía
un pozo para el agua.”
José cuenta como aprendió el
oficio:
“Yo ya me enseñé en las naves
que hizo mi padre, donde están las
casas viejas esas que hay ahí, donde
está la casa de mi Simón. Y ahí me
enseñé yo. Era muy chico. Luego sí
recuerdo, de que a los catorce años
yo hacía lo que hago ahora, de todo.
Con catorce años no todo lo que sé
ahora, hombre, pero que hacía yo
ya piezas grandes. Cazuelas de a
siete, cazuelas de a seis que entonces
se le decían, cazuelas de a seis que
eran cazuelas grandes. Todas esas
las hacía yo ya con catorce años.
Piezas de barro rojo. He trabajado
siempre el barro rojo.”
Inmediatamente se fue a Barce­
lona:
“Estuve en Barcelona con 14-15
años, en principio fui a trabajar de
alfarero, tenía que haberme
enseñado allí con un hombre que
había que era un gran maestro. Mira
que me lo decían pero las cosas de
los críos. Si es que no ganábamos
nada en Barcelona en aquellos tiem­
pos, me tuve que meter a las obras
que era lo único que ganábamos un
poco.”
Poco después de hacer la mili
emigró a Francia y aprendió también
el barro blanco y la decoración:
“Me tiré dieciséis meses en el
servicio (militar) en el Sahara Occi­
dental, justo cuando salí del servicio,
quizás con veintitrés años, me fui a
Francia, no me fui yo, vinieron en
busca mía para enseñar a varios,
como de maestro a enseñar a dos
franceses. Y entonces allí estaba un
tal Benito, primo hermano de Tadea,
hijo de Miguel Cayuela. Se le decía
aquí Benito de Miguel Cayuela ¿sa­
bes? yo me fui allí de maestro pero
ya al mismo tiempo pues trabajaba
allí. Yo ya me enseñé a hacer de
todo, cántaros, orzas, platos, de
todo... Se trabaja lo mismo que aquí,
igual, igual que aquí, barnices, era
cerámica igual. Tú que has visto la
cerámica esta, pues igual.”
“Estaba en el departamento 81,
más para allá de Toulouse. En un
pueblo llamado Albi. Estuve casi cinco
años, ya me vine de vacaciones y
no me fui más. Me vine a trabajar
por mi cuenta, fue cuando me junté
con mi padre.”
Los demás hermanos también
emigraron:
“Mi Juan estuvo un tiempo en
Barcelona y luego para venirse para
acá no tenía dinero. Luego se fue
unos dos años a Alemania. El que
más tiempo se ha tirado en Alemania
ha sido mi Simón, que estuvo en la
mercedes quince años o cosa así”.
Cuentan que la tierra roja la traen
de La Mojonera desde siempre y que
es la mejor:
“La tierra siempre la hemos traído
de la Mojonera, de los Pinteños a
última hora, pero poca, eso no vale.
Se ha gastado también pero que no,
la tierra buena es la de la Mojonera.
La de Paco Lijas. A nosotros no nos
cobraban nada. De ahí se sacaba
tierra, tenías que pedir permiso al
dueño. ¿Quieres que saque tierra?
Pues saca. Lo mismo te decían que
no que te decían que sí. Nosotros
también sacábamos tierra de una
que le decían Doña Pilar Navarro
(actual finca de Francisco Colomer),
que hubo una época, un tiempo, eso
me acuerdo yo, que no te dejaban
sacar tierra. Y entonces mi padre,
no sé por qué, se llevaba muy bien
con doña Pilar Navarro, que era muy
rara dicen. Y entonces mi padre le
hizo el compromiso a esa mujer, a
esa señora, que es lo que pasa y tal.
Y le contestó: Bueno te voy a decir
una cosa, vas a sacar tierra, pero si
me entero que vas a sacar tierra de
55
Simón García Alpañez
Simón García Alpañez
un lado, de otro o del que sea, has
terminado de sacar tierra. Tú puedes
sacar la tierra que quieras, pero que
seas tú, que como vaya tu primo, o
vaya otro ¡Acabas!, Así que tú eres
el dueño. Y de
ahí ha estado
sacando siem­
pre, eso es la
finca de Colo­
mer que está al lado de los Lijas.
Luego a Paco Lijas le compramos
una hectárea de tierra, que esa es
la tierra que estamos gastando. Lo
compramos los tres hermanos. No­
Los tres hermanos, Simón, Juan y José, en el oficio
sotros somos dueños de lo que es la
tierra colorada, pero del terreno el
dueño es él. Pero eso ya se ha ven­
dido. Me dijo el Lijas: Mira lo que es
la tierra buena como es un montón,
lo he vendido, y lo que es vuestro,
le he dicho al dueño que os lo compre
que es vuestro. Nosotros tenemos
allí la tierra pero lo ha vendido a
otro, me parece que a los del Campo
de Golf.”
Hacen algunos comentarios curio­
sos sobre las faenas entorno a la
alfarería en aquellos tiempos, el aca­
rreo de agua, tierra, los carreros
etc.:
“Subían las bestias de la rambla
solas, claro las bestias se conocían
el camino, las llevaban y ellas baja­
ban y subían solas. Como las que
sacan el agua de una noria.”
“Cuando traían la tierra de La Mojo­
nera cargaban un carro y entonces,
¿Sabes donde está el cortijo Santana?
que hay una cuesta así para arriba,
pues lo descargaban medio carro
abajo, subían con el medio carro, lo
descargaban arriba y luego bajaban
a por otro medio carro, que comple­
taban de nuevo arriba”
“Otros trayendo albardín, enton­
ces había que liar las ollas para que
no se rompieran. Cuando se cocían,
56
Vista general del oficio de Juan Simón
en los camiones se liaban por sartas
las ollas, para que no se tocaran las
unas con las otras. Fíjate si era que
cuando iban a Guadix, nada más que
del roce, se rallaban”.
Siempre tuvieron inquietud por
modernizar el oficio y empezaron
mecanizando en parte el proceso del
barro:
“En la década de los setenta se
empiezan a mecanizar las balsas
instalando la batidora, también ya
se ponen las sobaderas, la galletera
que es la máquina de hacer el barro.
La primera batidora la instaló Baltasar
el chico, él como era mecánico dijo
vamos a ponerle a esto un motor,
fue él y mi Juan Simón los inventores
de ponerles las ruedas eléctricas y
la batidora, fueron los dos juntos,
eran medio mecánicos.”
De esta forma son los primeros
que instalan el horno llamado mufla.
Cuando empiezan los hornos de gas
José instala el primero, Simón tam­
Nuevos diseños de José García Alpañez
bién instala otro a gasoil. Los dos
últimos hornos que han comprado
son de gasoil. Actualmente la cocción
la hacen en su gran mayoría en estos
modernos hornos, si bien sigue activo
también el horno árabe.
Todos los hermanos trabajaban
con su padre, después Simón se
pone aparte:
“Estábamos todos juntos. Luego
nos separamos. Yo seguí con mi
hermano Juan.”
Las piezas para hacer de comer
como la cazuela, olla o perol tienen
la base curva porque el aceite se
aprovechaba mejor:
“La boina era parecida al perol
nada más que más abierta con el
culo redondo, para no gastar mucho
aceite, era por la gota de aceite que
no había aceite. Entonces el culo era
más finillo. Si es plano tienes que
echar más chorreón para que cubra
todo el fondo.”
Juan Simón era el que elaboró el
gallo que hoy se
hace:
“El primer
gallo, como lo
conocemos hoy, lo
hizo mi hermano,
Juan Simón, iba
un poco por de­
lante era más
emprendedor:
automatizó la
balsa, luego hizo
el gallo también.
Y luego yo lo
perfeccioné”
José es muy
innovador y dedica
tiempo a realizar
nuevas formas y piezas:
“Hice un diseño de una Jarra que
le puse yo Jarra Gitana, ahora la
hacen en Guadix, la hacen mucho,
se copiaron, se ve que la vieron en
algún sitio. Y hay otra pieza que hice
que ya me la han copiado también.
Son modelos que yo hago, vienen a
otro día, lo copian y lo hacen.”
Nos cuentan que el oficio de alfa­
rero sigue sin estar reconocido:
“La cerámica nunca ha estado
valorada ni aquí ni allí ni en ninguna
parte, y menos la gente del pueblo,
ahora empieza a valorarse por alguna
gente. La cerámica pasa lo mismo
que antes el carpintero no estaba
mirado.”
Antes la competencia era mayor
y se esmeraban mucho en acabar
todas las piezas perfectas:
“Antes tenías que hacerlo bien
porque había mas competencia, no
había maquinaria y había que hacerlo
todo a mano, y si el vecino lo hacía
mejor que tú entonces tú no lo ven­
días, en aquella época había maes­
tros.”
Recuerda José a los mejores
maestros que ha conocido:
“Para mí el maestro fue Juan Aya­
la, el padre de José Juan, ése era un
hombre que le pasaba lo mismo que
yo, hacía de todo desde la cazuela,
la orza, el puchero, el lebrillo, todo...
tenía esa facilidad. Los otros eran
maestros por ejemplo para cántaros,
y de lo otro no podían hacer cazuelas
porque no sabían, por ejemplo el de
cazuelas se ponía a hacer cántaros
y no sabía trabajar, por eso hay el
barro blanco y el barro rojo. Los
Fenoy eran 4 hermanos, y uno Miguel
era muy bueno para los cántaros,
otro Rafael, más bien para los lebrillos
y cántaros también. El mejor maestro
que ha habido aquí para hacer cán­
taros para mí era Juan Fenoy.”
Recuerda José una costumbre
curiosa que no habíamos escuchado
antes y consistía en lo siguiente:
“Se hacía una olla que se tapaba
y se asustaba a la gente. La olla esa
tenía los ojos y la boca. Eso se hacía
mayormente en invierno, se hacía si
había algún tonto maniático, enton­
ces se le ponía la olla tapada, pasaba
y se le hacía ¡uhhhh!, se volvía y
entonces corríamos y se le metía
miedo. Eso lo hacíamos siempre des­
de chiquitillo. Con eso nos divertía­
mos los chiquillos, bueno y las per­
sonas mayores. Salían antes las
ánimas, los espíritus, los fantasmas
esos. Se ponían una sabana blanca,
eso lo hacían cuando oscureciera.
57
Era como una mascara, de noche
que si te encontrabas aquello salías
corriendo. El cacharro de cerámica
se vestía, se le ponía un palo, se
ponía en la calle y entonces que no
había tantas luces, se ponía con una
vela, y el que viera aquello..., nos
quedábamos allí para ver el susto
que pillaba.”
De los tres hermanos sólo sigue
ejerciendo José, Simón se jubiló hace
unos años, Juan Simón falleció en el
año 2000 en un desgraciado acciden­
te en el puente de la entrada a Las
Alfarerías.
A final de la década de los 80 y
principio de los 90 el taller de Juan
Simón empieza a adaptar la
producción a la nueva demanda ba­
sada en el turismo, los hijos más
jóvenes de Juan Simón van incor­
porándose a la empresa dando el
Juan Simón García Alpañez
impulso necesario para dar el salto
definitivo a los nuevos tiempos:
“El primero que empezó a trabajar
la decoración fui yo (José), entonces
ya empezó a decorarla Cristóbal.
Bueno se empezó primero con las
cazuelas, las soperas se pintaban un
poco.”
“Es que ahí hubo una época muy
mala para lo que era la cazuela. Es
que no sé, hubo unos años de crisis
en ese tiempo, a principio de los
noventa o aproximado. Y entonces
pues había que buscar algo distinto.
Cristóbal empezó por su cuenta a
pintar, poco a poco hasta que se ha
especializado. Luego Mª Carmen y
Isabel también dibujan y pintan. Los
primeros barros que trajimos de
Valencia, que el mismo que nos traía
los maceteros los traía y entonces
empezamos. Empezamos en los en­
gobes también así, con un hombre
que es de Níjar.”
En esta evolución influyó notable­
mente el amigo de la familia, Pedro
Soler, que desde hacía años venía
reflexionando con José y Juan Simón
en la necesidad de diversificar y
realizar nuevos procesos productivos.
De los hijos de Juan Simón e
Isabel, el mayor llamado también
Juan Simón es el que trabaja los dos
barros, el rojo y el blanco, si bien en
la actualidad trabaja de celador en
el Centro de Salud de Mojácar y sólo
colabora esporádicamente con el
taller. Los más jóvenes, Paco y José
Miguel manejan también el torno,
estos se han formado en las nuevas
producciones decoradas de barro
blanco y apenas manejan el barro
colorado y el arte de las cazuelas.
Desde aquí los animamos a no dejar
del todo el barro rojo y a mantener
el arte de las ollas, los peroles y las
cazuelas, para que siga transmitién­
dose a las futuras generaciones.
El pintor y artista de la decoración
es Cristóbal. Éste sufrió un grave
accidente con la sobadera que le
produjo la pérdida del brazo derecho.
Si bien esta lesión le privó de mucha
movilidad, la fortuna hizo que su
mano izquierda fuera adquiriendo
una perfección para la pintura, que
le ha situado entre los mejores de­
coradores artísticos de la región,
según muchos especialistas. Cristóbal
se dedica parcialmente al taller, ya
que trabaja en la fábrica de Deretil
en Villaricos.
Mª Carmen e Isabel también tra­
bajan en la decoración, dedicando
gran parte de su tiempo a este oficio.
El resto de la familia Isabel Muñoz
y Ana, la esposa de Cristóbal, ayudan
en el oficio y se ocupan de la tienda.
José Miguel, el más joven de la
familia, se confirma como la persona
con más iniciativa dentro del oficio
y cuenta con la mayor pasión y
vocación por la alfarería, colabora
con todos los colectivos culturales
que puede, en algunas exposiciones
y proyectos a nivel regional. El pasa­
do año representó a nuestra artesanía
junto con el Hojalatero Joaquín de
Haro en el proyecto FARCA (Fondo
Andaluz de Recuperación del Cono­
cimiento Artesano), promovido por
la Consejería de Economía y Hacienda
de la Junta de Andalucía. Se realizó
un video sobre ambos oficios artesa­
nos y se desplazaron a Sevilla y
Córdoba para recibir un homenaje y
participar en una exposición que se
organizó. Tuvieron la oportunidad de
58
Juan Simón García Muñoz
Cristóbal García Muñoz y Mª Carmen García Muñoz
Paco García Muñoz
José Miguel García Muñoz
Isabel García Muñoz
compartir escenario con la entonces
Consejera de Economía y Hacienda,
hoy Ministra de Fomento Magdalena
Álvarez, lo cual recuerda José Miguel
con mucho orgullo.
La comercialización de la
producción es otro de los factores
determinantes de cara a la rentabi­
lidad de este oficio. José Miguel tiene
muy claro que la promoción realizada
sobre nuestro pueblo durante la dé­
cada de los 90, y en especial el lan­
zamiento turístico de las Cuevas del
Karst en Yeso, han sido decisivos y
fundamentales para la supervivencia
de la alfarería de Sorbas. Antes tenían
que vender toda la producción fuera
del pueblo, en la costa sobre todo,
y los precios que recibían por sus
piezas era muy bajos. Ahora intentan
vender todo lo que pueden en sus
tiendas, ven­
d i e n d o f u e ra
sobre todo la
producción de
los meses de
invierno que es
cuando menos
afluencia de tu­
ristas hay. Fuera
venden en Vera,
Níjar, Mojácar,
Almería, Guadix,
Purullena, Gra­
n a d a
y
últimamente a
Sevilla. Recuer­
dan que Juan
Simón llegó a
exportar cazue­
las a Miami en
los EE.UU. de
América.
Hace un par
de años esta
familia adquirió
la Almazara de
la familia Pi­
queras que lin­
daba con su propiedad. El patio de
la misma lo han utilizado para ampliar
el oficio e instalar un nuevo horno,
la nave de la almazara ha sido sabia­
mente restaurada, convirtiéndola en
una magnífica sala de exposición.
Fuentes Orales:
José y Simón García Alpañez, José
Miguel García Muñoz
Documentación:
Archivo de la Iglesia de Sorbas
59
Feria de Turismo de Granada. En los 90 la promoción de Sorbas
con el Levante Almeriense fue determinante para el desarrollo
turístico de Sorbas y de la alfarería.
La almazara
Diploma por participar en el FARCA
José García Alpañez y Joaquín de Haro
Detalle de la decoración de Cristóbal
Genealogía de los Simón:
(* nacimiento, x matrimonio, + defunción, sólo se especifica el origen de los que no son nacidos en Sorbas)
José Miguel (alfarero), Francisco (alfarero), Cristóbal (Pintor), Juan Simón (alfarero), Isabel(Pintora)
y Mª Carmen García Muñoz (Pintora)
Juan Simón García Alpañez (alfarero) x Isabel Muñoz (de Lubrín). Hermanos: Simón y José
García Alpañez
Juan García Lario (alfarero) (29-10-1910) x Carmen Alpañez Rodríguez. Hermanos
Simón (*1906), Francisco (alfarero) y Ana García Lario (*1909)
Simón García García (Alfarero) x María Lario García (13-03-1885)
Simón García Galera x Ana García Llorente
Seguimos por la línea de María Lario García:
Juan Simón Lario Mañas (08-01-1856) x Mª García García
Alfarero según archivo de la Iglesia de Sorbas
Juan Lario Cano (1832) x Mª Mañas Agüero
Simón Basilio Lario Alpañez (14-06-1793) x Mª Cano
Juan Pedro Lario Fernández (+1799) x (1769) Mª Alpañez
En el acta de matrimonio aparece como natural de Lorca
En el acta de defunción aparece como natural de Cúllar de Baza
Damián Lario (de Lorca) x Gregoria Fernández (de Cúllar Baza)
60
Familias alfareras del siglo XX:
LOS AYALA
El primer miembro de la familia
Ayala llegó desde Totana (centro
alfarero de importancia en la vecina
Región de Murcia) hasta el pueblo
de Sorbas en el siglo XIX. Hablamos
de Jerónimo Salvador Ayala, de
profesión alfarero, que se casó con
Josefa Galera a principio del siglo
XIX. Esta unión derivó en una gran
familia de tradición alfarera que ha
perdurado hasta la década de los 70,
cuando algunos de sus miembros
decidieron subirse al tren de la
emigración dirección Alemania, y
más tarde dedicarse al transporte
con camiones.
Tenemos conocimiento del Taller
de esta familia y su funcionamiento
a través del testimonio de José Ayala
García y de su cuñada, Juana Fer­
nández García viuda de Juan Ayala
Ana Mª Rodríguez Agüero
Andrés Pérez Pérez
García.
Las dos últimas generaciones de
alfareros de los que tenemos noticias
orales son Francisco Ayala Clemente
(nieto del primer Ayala que llegó a
Sorbas), su hijo Juan Ayala Llorente
y sus nietos Juan, Rafael, Diego, José
y Jesús Ayala García. Los últimos
maestros alfareros de la familia fue­
ron Juan y Rafael, ya que aunque
Diego, José y Jesús trabajaron en el
oficio, no llegaron a ser oficiales en
el torno.
Juan Ayala Llorente formó parte
del primer Consejo Municipal (equi­
valente a concejal del pleno del Ayun­
tamiento) que se formó en Sorbas
durante la Guerra Civil el 16-02-37,
ocupó el puesto de Síndico en
representación del PCE (Partido Co­
munista de España) Rafael Quirosa
afirma que el 24 de noviembre de
1936 fue nombrado un nuevo Ayun­
tamiento en Sorbas con un alcalde
de la UGT, cuatro concejales de la
UGT, dos del PCE, dos de las Juven­
tudes Socialistas Unificadas y cinco
de la CNT. (CHEYROUZE, Rafael:
Almería, 1936-37. Sublevación militar
y alteraciones en la retaguardia re­
publicana, Universidad de Almería,
1997, p. 145, 310.
La familia Ayala tenía tradición
familiar de fabricar barro rojo, pero
la última generación, concretamente
Juan, aprendió también a trabajar
barro blanco.
El oficio familiar se encontraba
en la casa donde actualmente vive
José, y la balsa justo delante de ella,
actualmente una parte ha sido con­
vertida en jardín. Eran propietarios
Oficio de Juan Ayala: De izq. a derecha: Rosa Angulo, niña desconocida, Andrés Álvarez, Conchita "la gringa", Mª Luisa,
Angelita Angulo, y Juan Ayala Llorente. Abajo: Fco Iniesta, Pepe Angulo, niña desconocida, Juan Cabezas y Benito Requena
61
Horno viejo de los Ayala
de dos hornos situados en el solar
que ahora ocupa la casa de su hijo
Juan: uno que daba para la calle San
Roque y otro para la La Placeta del
Tío Miguel Molina. También tenían
“parte” en el horno comunal que
existía en la plazoleta que hay junto
a la tienda del taller de Juan Simón.
Así nos habla José de los hornos:
“De los que teníamos aquí. El uno
ya estaba, el otro sí recuerdo cuando
lo hicimos nosotros. ¿Sabes? Que lo
hicimos mayormente cuando mi her­
mano empezó a hacer cántaros, por­
que en uno cocíamos el barro rojo y
en el otro el blanco”.
“Porque cuando coincidía que los
hornos estaban encendidos, la alfa­
rería, aquello era un ascua. ¿Sabes?
Todo era humo por todos lados y
lumbres, porque los hornos estaban
muy juntos”.
Durante la época que él nos des­
cribe, Las Alfarerías, los oficios como
tales, acaparaban casi toda la activi­
dad laboral del pueblo, y en el barrio
se concentraban casi todas las indus­
trias.
“Había mucho trabajo, porque no
era sólo mantener los tornos, es que
ocho o diez personas trabajando en
tornos, pues por fuera tenía que
haber otras quince o veinte personas
para hacer el barro, para sacar ma­
teriales, para meter materiales, para
ir al barro. Porque en aquella época
era raro que no se cociera un horno
diario. Os hablo con respecto a lo
que era mi casa”.
En las Alfarerías también estaba
José Ayala García y Francisco Simón García Alpañez
funcionando la almazara, el molino
y la fábrica de lana:
“Porque mira, se me ha olvidado
decirte que también había mucho
movimiento porque entonces el mo­
lino, eran dos molinos y la fábrica
(de lana). ¿Tu sabes el movimiento
que había aquí? De Tabernas venían
aquí. Venían con un carro y entonces
tenían fama, porque entonces venían
los carreros de Tabernas con unos
mulos hermosísimos, pero es que a
lo mejor traían setenta, ochenta,
cien fanegas en el carro. Eran carros
enormes. Se tiraban aquí ocho días
moliendo. Ocho días moliendo en el
molino, no vayas a creerte que...
Claro era un ir de gente para arriba
y gente para abajo con las calles
todas de tierra. Mira aquello era...
Mira... Mira... Cuando llovía no po­
díamos andar. ¿Tu sabes como se
arreglaban las calles? Pues cuando
llovía, porque entonces llovía más
que ahora, se hacían muchas barran­
queras y entonces los desperdicios
de los hornos los echábamos. Claro,
iba, llovía. Pues como era barro, no
podías andar.”
José, nos cuenta que la alfarería
de su familia era la más importante
de Sorbas entonces y que en ella
además de trabajar su familia, sus
hermanos y él, también lo hacían
otros alfareros, algunos incluso pro­
pietarios y con sus oficios en activo.
De este modo, considerados em­
pleados suyos estaban los Simón, la
familia de Juan García Lario y sus
hijos mayores Juan Simón, Paco
Simón (que emigró a la Argentina)
y Simón.
Otro oficial era Miguel Cayuela,
que trabajaba con sus tres hijos
(Benito, José y Miguel), sólo uno de
sus hijos, Benito, trabajaba en el
torno, y hasta hace poco trabajaba
en Francia de jefe en una fábrica de
cerámica, ya se ha jubilado.
Unidos a la familia, y como si de
unos hijos más se tratara, también
trabajaban en el oficio los hermanos
Cabezas: Juan, que era oficial, Pepe
y Antonio. Estos hermanos, primos
en realidad de los hermanos Ayala,
quedaron huérfanos de padre durante
la Guerra Civil. Su padre, Antonio
Cabezas Requena no volvió de la
contienda, y la familia Ayala los
recogió en su casa siendo muy
pequeños, y con ellos estuvieron
hasta que se casaron. Circunstancia
que ha propiciado que en el pueblo
sean conocidos más por el apellido
Ayala que por el suyo.
La forma de pago era muy pecu­
liar, José nos comenta que su padre
pagaba por sartas. Una sarta es una
unidad de medida que se utiliza para
distinguir un tipo de pieza determi­
nado en función de su tamaño. El
número hace referencia al tamaño
de la pieza que es inversamente
proporcional al número de piezas por
sarta. A los trabajadores, cuantas
más sartas hacían más ganaban. El
número de sarta es igual al número
de piezas que entran en ella, así la
sarta de ollas de 3 tenía tres piezas,
cuanto más pequeño es el número,
62
José Cabezas
el tamaño de la pieza de la sarta es
más grande. Se supone que cada
sarta es proporcional en cuanto a
trabajo pero no era así, los alfareros
prefieren hacer las sartas de los
números más pequeños, ya que son
las piezas más grandes y se hacen
más rápido. Las familias que traba­
jaban a destajo sólo se ocupaban de
cuidar del barro y de elaborar las
piezas, después la cocción la hacía
su padre. Motivado por nuestras
dudas, nos aclara como contaban las
sartas:
“Normalmente no era todos los
días. A lo mejor cuando íbamos a
cocer, pues como se conocía lo que
era la cerámica de cada cual, noso­
tros conocíamos quién las había he­
cho. Sabíamos las piezas que había
hecho cada uno. O sea que ahí no
había truco. Porque al meter, tú crees
que todos los alfareros, todas las
Oficio de los Ayala
piezas son iguales y no, son distintas.
Tú no las conoces, pero yo sí ¿Sabes?
Todas son distintas. El que hace un
cántaro, el que hace una maceta...,
cualquier pieza que hagas, los que
hemos sido de eso, sabemos quién
las ha hecho.¿Sabes?. Pues entonces
lo íbamos viendo y decíamos pues
vamos a sacar cincuenta sartas de
cazuelas de a ocho por ejemplo. Pues
sabíamos de quien era. O sea que
allí lo anotaba mi padre, y luego mi
padre a razón de lo que hacían les
pagaba.”
Recordemos que la actividad de
los alfares no se limita sólo al tor­
neado de las piezas y a todos los
trabajos previos a esta tarea. Aparte
de todos estos empleados que tra­
bajaban directamente en los oficios,
había muchos otros que lo hacían
fuera de ellos y vivían también de
esta actividad. Nos referimos, por
supuesto, a todos aquellos que les
traían la tierra, la leña y el agua, los
carreros de la época, que formaban
un grupo bastante importante de
trabajadores. Ellos fueron durante
mucho tiempo los que abastecían de
dichos elementos, hasta que poco a
poco los camiones los fueron reem­
plazando.
Precisamente los Ayala compraron
uno de los primeros camiones del
pueblo allá por el año 1959.
José recuerda que el agua se traía
con burras desde la acequia que hay
junto al molino de las Canales. Des­
pués ellos instalaron una bomba en
un pozo cercano a la rambla y eleva­
ban el agua hasta el pilón. Al año
siguiente, en 1948, instalaron el agua
Rafael Ayala un día de San Roquillo
corriente en el pueblo y la acercaban
desde la fuente que colocaron en el
centro de la plaza de la ermita, lo
que les ocasionó algún que otro “pro­
blemilla” con el resto del vecindario:
“Luego ya en el año cuarenta y
ocho, cuando llegó el agua al pueblo
los primeros que pusimos el agua
fuimos nosotros. Entonces había en
todo el centro de la plaza de la ermita
la primera fuente. Y antes de poner
nosotros las tuberías de ahí a los
pilones y a mi casa, pues siempre
teníamos aquí problemas. Porque
claro, las mujeres iban a llenar, por­
que nadie tenía agua en las casas.
Entonces nosotros de ahí con carri­
llos. ¿Sabes? Con tres cántaros. De
ahí llenábamos el cántaro y lo traía­
mos. Claro hasta que la
pusimos nosotros. Mi
hermano hizo tubos de
barro y de allí la traía­
mos”.
La tradición alfarera
de esta familia era de
barro rojo o colorao, pero
poco a poco llegaron a
hacer también del
blanco. Fue su hermano
Juan quien aprende a
trabajar el barro blanco:
“Mi Juan trabajaba
el barro colorado porque
el blanco no sabía, y
entonces mi padre le
trajo un profesor. Va­
mos, un profesor, un
alfarero de Albox que le
decíamos el Maestro
Porras ¿le decíamos?
Que se llamaba el Porras.
Lo tuvimos aquí..., sí
63
Diario de ventas Juan Ayala Llorente
estaría aquí quince o veinte años.
Hasta el punto que una de las hijas
la bautizó mi padre. Estuvieron una
pila años aquí trabajando con noso­
tros, hasta que mi hermano se
enseñó. Bueno se fue el hombre
porque quiso irse, porque mi padre
nunca lo hubiera echado, aunque mi
Juan ya se enseñó a trabajar el barro
blanco, mi padre no lo hubiera echa­
do en la vida. Pero él ya dijo: Yo
ahora ya me voy a mi tierra. Pero
después de quince o
veinte años que estuvo
aquí. Ese fue quien lo
enseñó a hacer los cán­
taros, las macetas, los
lebrillos, y luego ya los
platos ya se enseñó él
solo ¿Sabes?”
Nos dice José que el
único metal que se utili­
zaba en las alfarerías de
Sorbas era el metal de
plomo que usaban para
las ollas y las cazuelas,
o sea el barro rojo, el
blanco sólo vidriaban
lebrillos, orzas. Anti­
guamente lo traían de
Turrillas, pero era muy
malo, y comenzaron a
traerlo molido de las
minas de Linares, su color
natural era azul muy
oscuro y quedaba
transparente en el barro
rojo, y color miel en el
blanco tras cocerse en el
horno. Cuenta que los
colores vinieron con los
platos, fue a partir de
comenzar a fabricar platos que em­
piezan a introducir los diferentes
colores o ramos que se utilizan en
la actualidad para decorar muchas
piezas.
“Los colores esos, los primeros
colores quien los trajo aquí fue mi
padre, que fue cuando mi hermano
empezó a hacer platos, mi hermano
Juan, el mayor. Que eso no se utili­
zaba nada más que para los platos.”
Nos habla del ajuarico como la
Felipe Gil, los hermanos Juan José y Rosa Ayala Segura, Rosa Ayala Requena, delante
del camión de los Ayala
pieza más original y tradicional de
Sorbas:
“Eso, la esencia era romper el
perol, el casco, y al romperlo pues
se abría y entonces salían todas las
piezas. Esa es la esencia del ajuarico”.
En el oficio también hacían ladrillo
y losa:
“Y luego se hacía un ladrillo ma­
cizo que era para tabicar, otro ladrillo
más finillo que era el que se ponía
en las azoteas y la losa”
Aunque la pieza más dificultosa
por el tamaño exagerado que puede
llegar a tener según su cabida es la
orza:
“También hacíamos aquí orzas
muy grandísimas, orzas hasta de
treinta o cuarenta arrobas. Fíjate si
se hacían las orzas grandes, que las
puertas del horno eran bastante
grandes, y en algunas ocasiones
había que tirarlas, porque no cogían.
Se hacían las orzas pequeñicas de
cerámica, esas sí se hacían en el
torno, pero estas no. En el torno,
estas solamente se hacía la base y
la boca, lo demás era todo a mano,
la panza dijéramos hasta la boca,
eso era a fuerza de paños ¿Sabes?.
Se pueden tardar días en hacer una
orza, y hasta un mes, según lo gran­
de que ibas a hacer la pieza.”
Cuenta José que su hermano Juan
era un artista para trabajar el barro,
y que a través de la Escuela de Artes
y Oficios de Almería fueron a una
exposición a Madrid hacia 1950-51,
Juan realizó una magnífica ánfora
que mereció el primer premio:
“Me acuerdo de eso. Una anécdota
curiosa, porque lo que ganó, que no
recuerdo exactamente lo que fue,
pues venía la mar de contento, y
cuando llegó aquí, pues mi padre le
dejó el dinero y se compró una ga­
bardina. Es que entonces ¡quién tenía
una gabardina!”
Juana, la mujer de Juan nos narra
otra anécdota sobre la gabardina:
“Con el primer premio que le die­
ron se compró una gabardina, venía
a visitarme, que éramos novios, aquí
en casa de mi tía, mi abuela estaba
malamente de la cabeza y cuando
venía con la gabardina le decía Don
Juan, y cuando venía sin ella le decía
Juan. Venía él tan chulo con su ga­
bardina, entonces el que tenía una
gabardina era más que el que tiene
hoy un coche de 4 o 5 millones.”
Juana sigue relatando algún que
otro recuerdo referente a su expe­
riencia acerca de la alfarería de su
suegro y de su marido. Así nos cuenta
que cuando se casó con Juan fueron
64
Juan Ayala y Juana Fernández
de viaje de novios a Albox, y allí
estuvieron tres días en la feria. Poco
después les dio su suegro 200 pese­
tas para que se pusieran aparte en
la casa que había enfrente del oficio.
Con mucho humor nos sigue relatan­
do Juana como al casarse les puso
su suegro un sueldo de 250 pesetas
semanales:
“El sueldo eran 250 pesetas a la
semana, 1000 pesetas al mes, y
entonces cada vez que nos tenía que
pagar el pobre de mi suegro, siempre
le faltaban las 50 pesetas, y yo decía
adiós a las 50 pesetas, ¡después de
poca lana tendía en zarzas!. ¡Miseria
pura!”
Cuenta como se aprovechaba todo
para la casa:
“Cogíamos las ollas que estaban
esportilladas o les faltaba un asa,
los deshechos, porque las buenas
había que venderlas.”
El género bueno, como nos decía
Juana, era el que comercializaban
tanto en la provincia como fuera de
ella, principalmente por la zona de
Guadix, José lo recuerda así:
“Venían a cargar de Guadix, de
Almería, de Albox, de Vera, de ahí
era la mayor gente que retiraba.
Venían primero con carros, y luego
ya venían con camiones. En Almería,
allí en la plaza de abastos, por el
rinconcillo, había uno, bueno, había
dos.”
Y aunque la relación entre los
Horno de la fábrica de ladrillo
alfareros era excelente, las malas
caras se producían a la hora de la
venta.
“Si a lo mejor nos poníamos a,
que te iba a decir yo, a vidriar los
cacharros para llenar un horno, y a
lo mejor necesitábamos la ayuda de
un alfarero y le decíamos: Mañana
no trabajes y vente, que tienes que
ayudarnos a vidriar. Luego, donde
más rencillas siempre había era a la
hora de vender ¿Sabes? Ahí sí. No
que cada uno vendía como podía,
sino que le daba coraje de que tú
cargaras y que a el otro no iba el
cargaor a cargarle. Pero tampoco
con mala idea ¿Sabes?”
Aún siendo una de las primeras
empresas de producción y empleo
en Sorbas durante muchos años, no
pudo, sin embargo, vencer la crisis
del mundo rural, la emigración y el
novedoso uso de los recipientes de
plástico, factores que hicieron decaer
la demanda en picado:
“El plástico. ¡Claro! Eso es lo que
ha quitado la cerámica del medio.
¡Claro! No se quitó de momento,
porque tampoco el plástico fue un
bum de pronto, fue poco a poco.
Pero claro que el plástico quitó, chi­
quillo. Es que luego, ya... ¿Tu sabes
lo que era un jueves?, un jueves,
primero el domingo, pero luego el
jueves, los mercados aquí a estas
horas estaban mi madre y mi padre
despachando, vendiendo cacharros
a gente del campo. Uno que se lle­
vaba tres orzas, otro que se llevaba
cuatro pucheros, otro que se llevaba
tres cazuelas, porque entonces el
campo estaba muy poblado y había
mucha gente y tenían que surtirse.”
Para luchar contra la crisis, hacia
1955 decidieron reconvertir la acti­
vidad tradicional alfarera, decidieron
formar una sociedad los hermanos
José, Juan, Rafael y Diego, y construir
una fábrica de teja, ladrillo y losa.
Para ello utilizaron el solar que había
frente a la casa familiar, al otro lado
de la calle de San Roque, allí cons­
truyeron un nuevo horno en forma
rectangular de grandes dimensiones
y seis puertas, tres daban para la
calle de “Manolico” y las otras para
el secadero. Había una zona cubierta
de uralita para secar las piezas a la
sombra. También construyeron una
balsa para el agua. Al principio ama­
saban la arcilla en la placeta, luego
compraron una amasadora, automa­
tizando todo el proceso.
Al principio seguían trabajando el
oficio y la fábrica, pero poco a poco
se centraron en ésta última:
“Mi Juan siguió haciendo algo,
pero ya nos metimos más en la cosa
de los ladrillos, las tejas y eso. Fue
cuando hicimos el horno y montamos
la fabriquilla. Entonces, es que no
había más fábricas, nada más que
una que había en Vera, y en Bena­
hadux que había otra, y ésta. Eran
las más cercanas.”
“En realidad nosotros el género
sí lo vendíamos todo, porque tú, uno
de los que empezaron a llevarse,
bueno uno, uno de ellos, los Pegotes
empezaron a llevarse, cuando empe­
zaron ellos en Mojácar y toda esta
zona se llevaron. Todas las tejas que
hacíamos, y porque no hacíamos
más, se las llevaba un hombre de
Antas ¿Sabes? Que entonces se de­
dicaron a edificar en Antas, pero
veréis que en Antas no hay terraos,
ni terrazas, es todo teja. Aquel hom­
bre toda la teja que hacíamos era
para él. Silvestre se llamaba. Ladrillos
pues a los Pegotes. Llevábamos tam­
bién mucha a Garrucha, a Enrique
Aguirre, que ahora tiene un almacén
muy importante de saneamiento.
Ese también se llevaba mucho ladri­
llo, fue cuando él empezó también.”
Trabajaban una plantilla de 1214 personas, los cinco herma­
nos(José, Juan, Rafael, Diego y
Jesús), los tres primos que aun vivían
en su casa. Luego de fuera había
otros 6: Felipe Gil, Juan Requena
Hermosilla, dos del Río de Aguas “el
Segura” y Juan París, Juan Torres
S a n t i a g o y J e s ú s S a l va d o r.
Juana nos explica que tuvieron
mala suerte con la construcción del
horno de los ladrillos:
“Trajeron un maestro de Pulpí
para hacer el horno, se les cayó por
dos veces, después de estar echo,
que una noche recuerdo que está­
bamos acostados allí, ya ves pegados
al horno, y aquello ¡bum! Y de allí
65
Jesús Ayala
nos vino la ruina y tuvieron muchas
pérdidas”.
La fábrica duró aproximadamente
unos 10 años, cerrándose entorno
al año 1967-1968 ya saneadas las
cuentas, así nos lo cuenta José:
“Ahí influyó. Que aquello era en­
tramparse vivo, porque tú imagínate
en aquellos años para poder levan­
tarte de la nada ¿Sabes? Con intere­
ses altísimos al catorce, al quince, y
a todo eso por ciento. Es decir, que
estabas toda tu vida pagando inte­
reses, pero el capital no lo quitabas,
porque es que no ganabas para quitar
el capital. Ganabas escasamente para
pagar los intereses, y venga años,
y venga años ¿Sabes? Entonces la
cosa era muy difícil. Dijimos hasta
aquí, hasta aquí. Y entonces nos
dedicamos a los camiones y hasta
la fecha. Aquello no tenía futuro y
ya... Éramos muchos, tenían que
quitarse algunos. La mayoría tampo­
co queríamos ya... No queríamos
fábrica. Ya empezaron a esturrearse.
Mi Jesús, ya se casó y se fue a Al­
José y Diego Ayala con otros emigrantes en Alemania
mería. Antes de casarse ya se fue
con una empresa, que luego se colocó
en Cementos Alba que ya se ha ju­
bilado. Y mi Diego pues lo mismo,
nos fuimos a Alemania, estuvimos
un poquillo tiempo, nueve años. Él
ha estado más años y yo estuve un
par de años, no llegó. Mi hermano
Juan también estuvo, un año y pico
estaría ¿No? O dos también estuvo.
En fin, cuando ya saneamos nuestras
cuentas y nuestras cosas, fuera.
Entonces nos quedamos en sociedad:
Mi Rafael, mi Juan y yo. Y yo ya he
terminado con la cerámica y con los
camiones.”
Juana recuerda que su marido
Juan estuvo también un año en la
emigración en Alemania, pero aquello
e ra m u y d u r o d e c o n l l e va r :
“Estuvo seis meses y vino de
permiso, y yo me quedé en estado,
Genealogía:
(* nacimiento, x matrimonio, + defunción, sólo se especifica el origen de los
que no son nacidos en Sorbas)
Juan José, Emilio y Mª Carmen Ayala
José Ayala García (*20-05-1938) x Carmen Segura, hermanos Juan
(alfarero), Rafael (alfarero), Diego y Jesús.
Juan Ayala Llorente (*22-04-1894) x Rosa García Romera
Alfarero
Francisco Ayala Clemente (*02-04-1868) x Isabel Llorente Galera
Juan Ayala Galera (*18-01-1823) x Ana Clemente Galera
Jerónimo Salvador Ayala (de Totana-Murcia) x Josefa Galera
Alfarero según el archivo Parroquial de Sorbas.
él se fue otra vez, a la “nascencia”
de mi hija se quedó unos días con
permiso. Y tenía la maleta para irse,
cogió a su hija de la cuna, empezó
a besarla y a llorar, y le dije: mira
quédate, y si nos morimos de ham­
bre, nos morimos todos juntos. Y no
se fue.”
Juan no olvidó del todo la cerámi­
ca, anduvo enseñando a niños en las
Alfarerías no sabemos si por su cuen­
ta o como profesor del taller de cerá­
mica que funcionó en el barrio siendo
alcalde de Sorbas Francisco Pérez
Ramos (1979-1983).
Décadas después, los hijos de
José fueron los únicos de la siguiente
generación que tuvieron algún con­
tacto con el oficio alfarero. Juan José
Ayala (*1964) estuvo de aprendiz
en el oficio de Juan Mañas, y así
quedó recogido en el libro Estudio
etnográfico de la cerámica popular
de la provincia de Almería. Etnografía
Española 5. Celsa Paoletti Duarte y
Ángel Pérez Casas. Ministerio de
Cultura. 1985. Emilio (*1967) y Mari
Carmen (*1973) también se iniciaron
algo más tarde en la Escuela Munici­
pal de Cerámica, al final de la década
de los 80.
Fuentes Orales:
José Ayala García, Carmen Segura,
Juana Fernández García (viuda de
Juan Ayala García), Tadea Cayuela
(viuda de Rafael).
Documentación:
Archivo de la Iglesia de Sorbas
66
Familias alfareras del siglo XX:
LOS FENOY
La familia Fenoy llegó a Sorbas a
principio del siglo XX procedente de
Tabernas.
Hablamos con Miguel Fenoy, de
82 años, nos relata que fue su padre
el primer alfarero de esta familia que
llegó a Sorbas. Se llamaba Juan
Fenoy Fenoy. Él aprendió el oficio en
Tabernas donde su familia tenía otra
alfarería, su padre a su vez aprendió
de su compadre, del que sólo recuer­
da el apellido que era Castellón.
Cuando llegó de Tabernas se puso
a trabajar de oficial en la Alfarería
del Tío Frasco Cano (Francisco Lario),
donde además trabajaban los hijos
mayores y el yerno de María Lario,
la hija del dueño.
Su padre y sus hermanos mayores
Juan y Rafael (hijos de la primera
mujer Matilde Fenoy Cano) comen­
zaron a trabajar en el oficio del tío
Frasco Cano situado al final de la
calle de San Roque, lindando con la
huerta y con el oficio de Jaime Mañas,
donde hoy tiene la casa José Cabe­
zas.
Al poco tiempo se casó en terceras
nupcias con una mujer de la Rambla
Ana Mª Rodríguez Agüero
Andrés Pérez Pérez
del Chive Juana García Palomino,
hermana de Isabel Confita. Ésta
murió a los tres años de casados el
10-06-1925. Durante esos tres años
Juan se monta por su cuenta en esta
cortijada, donde utiliza como alfarería
la Tejera existente en esta barriada,
en el hoy conocido como Cortijo de
la Tejera. Allí hacía todo tipo de
alfarería de barro blanco (cántaros,
lebrillos, orzas etc), ladrillo y teja.
Desde la Rambla del Chive suminis­
traba piezas principalmente para
Cariatiz, El Chive y Lubrín. Aquel
oficio estuvo funcionando unos 3
años ya que su mujer murió por esa
fecha.
Miguel aun no había nacido y no
recuerda nada esa época, ni tampoco
quién trabajaba en aquella alfarería,
pero sí nos afirma que aquella em­
presa sólo funcionó tres años y des­
pués se cerró. Sí conseguimos algu­
nos datos más a través del testimonio
de la vecina nacida en la Rambla del
Chive, Ana Mª Muñoz Molina que
recuerda haber visto funcionar aque­
lla alfarería cuando era niña.
En 1908 y 1913 había censado
en la Rambla del Chive una persona
llamada Juan Sánchez Cintas (Era
tatarabuelo de Francisco Muñoz Gar­
cía, hijo de Casilda García de Los
Andreses) por línea paterna. (de 45
años en 1908) que ejercía de tejero
(Censos electorales de los años 1908)
y 1913. Archivo Rosa Mª Piqueras
Valls.. Su hermano Rafael ya estaba
casado y vivía en una casa cercana
situada en la cortijada. Por tanto en
el oficio también trabajaban Juan y
Rafael.
Antes de abandonar la Rambla
del Chive, vuelve a casar Juan Fenoy
en cuartas nupcias el 31-01-1930
con la Tía Vítora (Victoria Sánchez
Martínez) del Tesoro, de este matri­
monio nació Miguel en el año 1932
y algo más tarde Joaquín.
Es entonces cuando su familia se
instala definitivamente en Sorbas.
De vuelta a Sorbas trabajan de nuevo
en el oficio del tío Frasco Cano. Éste
lo vende a los hermanos José Mañas
y Antonio de Haro, que lo alquilan a
los Fenoy. Poco más tarde los her­
manos Joaquín y Miguel compran el
taller. Allí se instalan los cuatro her­
Oficio de los Fenoy, se ven los hornos y la placeta
67
manos: Juan, Rafael, Joaquín y Mi­
guel. Contaba el oficio con dos hornos
viejos, más tarde la familia Fenoy
construiría otro más para los platos.
Tenían un pozo en la placeta con una
bomba de mano para sacar el agua
limpia que necesitaban para hacer
el barro de mucha calidad.
Nos relata Miguel cómo empezó
a trabajar la alfarería:
“Yo comencé de chiquitillo y cuan­
do ya daba en pie en el torno, cuando
ya tenía cinco o siete añillos me
metía en el torno y hacía una piece­
cilla pequeñilla. Luego ya, empecé
a trabajar, pero ya a trabajar con
género grande cuando tenía doce o
trece añillos yo hacía pequeñillos. Y
cuando mi hermano Joaquín se fue
a la mili, entonces mi Juan me dijo
que tenía que hacer cacharros gran­
des y entonces fue cuando empecé
con los grandes. Y los hacía bien con
17 años.”
Cuenta Miguel cómo aprendió a
hacer los cántaros y sobre todo a
poner las asas:
“Lo más difícil que tiene el oficio
de alfarero es ponerle las asas al
cántaro.
Eso es lo más complicado. Más
que la pieza. Porque mira, yo empecé
a trabajar con 17 años. Tiene dificul­
tad hacer, los cántaros porque los
cántaros van en dos, en tres piezas.
Tres piezas con la boca. Primero se
hace la parte de abajo, se deja secar
para que se ponga un poquito duro
la pasta que se llama, para poner la
boca, y después se pone el asa. Pero
yo el asa la ponía y se me doblaba,
porque había que ponerla con el
barro tiernecillo boca abajo, y me
cabreaba, y yo una desesperación.
Duro que te pego hasta que lo con­
seguí, entonces yo las asas las ponía
como ningún alfarero, sabía ponerlas
muy bien y todos me tenían envidia.
Las ponía exactas. Cogías un cántaro
y no te cortabas las manos, porque
los otros cántaros que hacían los
otros alfareros dejaban un filillo por
debajo que te cortaba las manos y
los míos se quedaban lisos. Algunos
me decían por qué no me haces las
asas, y todos querían que se las
pusiera.”
La Guerra Civil le sorprendió muy
pequeño pero aun recuerda la pos­
guerra. Nos cuenta que se pasó mu­
cha hambre y también nos comenta
lo ocurrido a su hermano entonces:
“Mi Juan, como era de izquierdas,
pues estuvo tres años en la guerra
y cuando vino de la guerra lo metie­
ron en la cárcel, estuvo otros tres
años”.
Juan Fenoy Fenoy formó parte
del primer Consejo Municipal (equi­
valente a concejal del pleno del Ayun­
tamiento) que se formó en Sorbas
durante la Guerra Civil el 16-02-37,
ocupó una de las nueve vocalías en
representación de la UGT (Unión
General de Trabajadores). Rafael
Quirosa afirma que el 24 de noviem­
bre de 1936 fue nombrado un nuevo
Ayuntamiento en Sorbas con un al­
calde de la UGT, cuatro concejales
de la UGT, dos del PCE, dos de las
Juventudes Socialistas Unificadas y
cinco de la CNT. (CHEYROUZE, Ra­
fael: Almería, 1936-37. Sublevación
militar y alteraciones en la retaguar­
dia republicana, Universidad de Al­
mería, 1997, p. 145, 310.
Recuerda y reconoce que su her­
mano Juan era un gran maestro. Nos
cuenta así como éste hacía las orzas:
“Mi padre estaba ya muy viejo y
mi Juan, hacía mi Juan orzas de 30
arrobas. Hacía el pie de la orza como
Juan Fenoy Fenoy y Victoria Sánchez
Rafael Fenoy Fenoy
una maceta pero más ancha. Enton­
ces cada día, pero más recio, y a eso
que se llama tiesto como una panera,
se lo pegaban encima. Entonces el
trocillo ese de barro se lo ponían
alrededor. Eso se tapaba con un paño
para que no se pusiera muy duro, al
otro día con una palmeta, una pal­
meta de madera y una mano por
dentro del pie le dábamos ¡pas!,
¡pas!, para que se uniera con el pie
y cuando ya no alcanzabas entonces
poníamos un andamio de madera,
un tablón.”
El trabajo era duro según Miguel:
“Trabajábamos casi todos los días.
Ocho o diez horas. Y parábamos
sobre las una a comer. Los domingos
siempre teníamos que preparar el
barro para el lunes. La semana en­
tera... Los domingos un par de horas,
meter el barro en las balsas, lo que
se pudiera recoger para otro día. Un
par de horas. Había días que a lo
mejor trabajabas 8 horas, pero otros
días trabajabas diez. Depende. En
el invierno empezábamos a trabajar
a las cinco de la mañana.”
“Las mujeres trabajaban cuando
había que sacar los hornos, sacar el
género de los hornos, siempre me­
tíamos a una mujer o dos para que
nos ayudaran.”
“Nosotros, el que más hacía los
barnices era mi Juan. Pintaba los
lebrillos, pintaba las orzas, lo que
había. Las mezclas de pintura las
hacia mi hermano, pintura azul, pin­
tura verde y pintura amarilla, todo
eso las hacia él, juntaba las esas.”
Hablando de barnices, nos relata
un drama entorno a los mismos:
“¿Tú sabes a lo que no se puede
echar metal? A las orzas para echar
vino. Porque el vino al hervir, al
fermentar se come el metal. ¡Tu date
cuenta! ¿Eh? Te voy a decir: le
encargó uno que había en el Pocico
de abajo, que se llamaba Pepe el de
Gloria, cinco orzas de cinco arrobas
barnizadas. Nosotros no sabíamos
para lo que era. Pues le hicimos las
orzas, vinieron a por ellas, se las
llevaron, las llenaron de vino y las
tapó. Y llegó la Pascua, y destaparon
el vino. Al poco tiempo se intoxicó
él y la mujer. ¡Se morían! No daban
aquí con lo que tenían. ¡Se morían!
Los llevaron a Almería, y un médico
les preguntó lo qué tenían. ¿Usted
qué fue lo que tomó?.Vino, nosotros
bebimos vino. ¿Dónde estaba ese
vino? Ese vino estaba en una orza
embarnizada. ¡Pues ya está. Se
morían las criaturas. No tenían cura!”
Los alfareros, no sabemos si es­
68
Juan Fenoy Fenoy
Joaquín Fenoy Sánchez
Miguel Fenoy Sánchez
Tejera de la Rambla del Chive
tuvieron alguna vez asociados o no,
nadie nos lo ha podido asegurar, sin
embargo sabemos que existía una
excelente relación entre ellos, de
hecho cuando terminaban la faena
gustaban de compartir otros ratos
en un bar que se llamaba la playa y
que curiosamente lo llevaban Juan
Fenoy y su esposa. Esta buena
relación se extendía hasta los alfare­
ros de otros pueblos, así lo demuestra
la relación del padre de Miguel con
Joaquín, un alfarero de Berja:
“Mi padre, algunos inviernos, aquí
éramos cuatro trabajando con mis
hermanos y yo, había mucho género
apilado. Se iba a trabajar a Berja.
Allí tenía un amigo mi padre que era
alfarero. Tenía una alfarería, le decía
vente Juan Fenoy y en un mes que
estés aquí me haces un horno de
cántaros.”
Nos cuenta como y donde vendían
la producción:
“Nosotros vendíamos en todos
lados. Para arriba al Ejido, para toda
esa parte. Para Albuñol. Llevábamos
los cántaros para todos esos sitios.
Primero se la llevaba Diego Pelaillas
con el camión y después la llevába­
mos nosotros directamente. Tenía­
mos el camión de los Ayala. Llevá­
bamos quinientos cántaros, íbamos
a Albuñol. Teníamos dos clientes
muy buenos, muy buenos. Descar­
gábamos los cántaros y no los con­
taban siquiera. Pedíamos la cuenta
y para acá otra vez. En Antas y por
ahí, por un pueblo de Jaén, esas las
llevaba Diego Pelaillas, el hombre
con el camión y las tenía vendidas
nada más llegar y descargarlas con
el camión.”
“Se hacía de todo, porque unas
veces te pedían de una, otras veces
de otra y siempre teníamos de todo.
Lo que más se vendía aquí en Sorbas
era la teja y el ladrillo, pero el ladrillo
hecho a mano, y también el cántaro.
Aquí lo que más hacíamos era un
lebrillico así y encima una jarra que
es lo que se utilizaba para lavarnos.
Eso se vendía mucho. Es que en las
casas no había más que eso, no había
otra cosa, plásticos ni había nada.
Un lebrillico de esos para lavarnos y
para todo.”
“Cocíamos en un horno unas 3000
tejas y encima 500 cántaros. Mi
padre tenía, por donde yo vivo aho­
ra(cuesta de las alfarerías, a la parte
de arriba de la Puerta del lugar),
debajo de Félix había una cochera,
mi padre tenía allí orzas, cántaros...
de todo. Cuando mis padres ya mu­
rieron ya lo dejamos. Eso lo tenía mi
padre a alquiler. Pagaba mi padre
todos los meses un duro de alquiler.”
En Sorbas no se hacían platos,
pero los Fenoy deciden diversificar
la producción y traen un maestro de
Níjar llamado Ramón para enseñarles
a hacer los platos:
“Teníamos un maestro de Níjar.
Estuvo con nosotros dos o tres años,
para que trabajara con nosotros.
Para tener de todo en la alfarería.
Luego se fue a Níjar otra vez.”
El desarrollo turístico de Mojácar
empezó a traer los primeros cambios
en algunas piezas tradicionales, como
las gárgolas o canaleras, que se
comienzan a decorar y tomar la for­
ma que hoy conocemos:
“Esto era como un tubo, esto va
hecho con una masa. El brazo no te
alcanza. Hacíamos el tubo, se oreaba
en la calle y entonces le poníamos
el rameo con una tira de barro. Yo
empecé a hacer el tubo pero sin el
rameo, de toda la vida. Lo del rameo
fue cuando empezaron a hacer los
69
Tejera de la Rambla del Chive
hoteles en Mojácar. Hacíamos mu­
chos. Tú date cuenta, valía por un
tubo de estos sin rameo diez pesetas
y con rameo veinte duros.”
Nos dice Miguel cómo hacían las
losas del suelo de los hornos de pan.
“Para el horno de las panaderías
de aquí, del campo, hacíamos las
losas para el suelo del horno. Toma­
bas las medidas del pie del horno y
arreglado a esas medidas, ya hacías
las losas, hacías una masa, luego las
cortábamos y numerábamos las pie­
zas para que luego encajaran.”
El oficio alfarero estaba mal valo­
rado:
“El trabajo del alfarero lo miraban
como si no tuviera valor ninguno.
Cuando íbamos por ahí a cazar, que
íbamos de cacerías decían, por ahí
van los de los pucheros, por ahí van
los del barro colorado. Se pensaban
que hacer un cántaro eso era nada.”
La superstición era algo que
acompañaba el oficio alfarero:
“Sí, eso era cuando se cocía un
horno de orzas con metal. Pues que
si había alguna mujer que estaba
embarazada no fundía el metal.”
“Mira, una vez, yo ya empezaba
a trabajar. Cocieron mi padre y mis
hermanos un horno de orzas barni­
zadas, pues venga a echarle leña,
venga a echarle leña y no se fundía
el metal, y que no fundió. Decían
ellos: no tiene que ver. Yo ni lo creo
ni lo dejo de creer. Y tuvieron que
sacarlas sin fundir el metal. Nada
más que como pompillas, pero el
metal no fundió como tenía que fun­
dir, o sea no corrió por la pieza para
que se quede fino, pero se quedó
raspuñoso porque no fundió.”
Nos cuenta Miguel como comienza
a emigrar la familia y empieza a
decaer la empresa:
“Se ganaba poco. Por un ciento
tejas cocidas para descargar ocho
duros valía. Con un ciento de tejas
no tenías para comer.”
“Mi Rafael se fue a Madrid, emigró
con un cuñado suyo que tenía en
Madrid. Mi Juan tampoco podía tra­
bajar ya. Y Joaquín trabajó hasta el
final también, la alfarería la dejó un
poquito antes de venir yo de Alema­
nia. Ya no trabajó más. Sería hacia
1982-3.”
“Yo me fui a Alemania por el año
67. Trabajaba en una fábrica de
plásticos. Una fábrica que entraban
los trenes a cargar a la fábrica. Ha­
cíamos bidones para no sé que país,
cantimploras, sillas...”
“Yo se lo dije a mi madre yo me
voy a Alemania y me fui. Que me fui
a Alemania para aprender a hacer
escayola de la fábrica que íbamos a
hacer aquí. Me fui, y como se ganaba
un poco más, y ya me quedé. Porque
mira, yo me fui a trabajar, y para
pagar un préstamo que saqué, y
entonces yo le debía a la Caja de
Ahorros 30.000 pts. de la fábrica de
yeso. Y yo pagaba todos los meses
3000pts.” (Se trata de la Cooperativa
de San Juan que creó la fábrica de
Yeso del Llano de San Javier. Fue un
intento fallido para desarrollar un
proyecto de industrialización del yeso,
que de haber prosperado habría
transformando radicalmente la eco­
nomía del municipio. Sin embargo
la pésima gestión del proyecto llevó
al endeudamiento y a la emigración
a muchísimas familias sorbeñas, pro­
duciendo en efecto contrario al que
se esperaba).
Después de casi trece años en
Alemania vuelve al pueblo, terminan­
do así la labor alfarera de la familia
Fenoy:
“Yo después estuve trabajando 3
o 4 años en la escuela La escuela
municipal de cerámica. Yo estuve un
año, pero es que yo estuve antes
con Ángeles Ángeles Castillo fue
profesora de la escuela de Cerámica.
¿Te acuerdas de Ángeles?”
Miguel Fenoy representa el último
eslabón de una gran familia de Alfa­
reros de Tabernas y Sorbas. Con él
terminará la tradición alfarera de
esta familia, ya que ninguno de sus
descendientes ha tenido contacto
con el oficio.
Fuentes Orales:
Miguel Fenoy
Documentación:
Archivo de la Iglesia de Sorbas
70
Familias alfareras del siglo XX:
LOS MADRILES
(REQUENA)
Se conoce con el sobrenombre
de los Madriles a toda la familia
descendiente de Sebastián Requena
Francisco (*06-12-1867). El oficio
más antiguo que se recuerda de esta
familia es el situado en el Salitre
(zona al sur de la plaza de las Alfa­
rería donde hay una palmera grande).
Junto con Los Mañas, son una de las
familias más antiguas de las que
tenemos documentada la tradición
alfarera según el Catastro de Ense­
nada allá por 1752. Se trata de Ber­
nardo Requena Sánchez (*06-021728) que era Alfarero y Jornalero,
que en 1752 tenía el oficio en el Pago
de la Almazara, en la zona de la
Fuente de los Caños. Su tío Juan
Requena Gómez también ejercía de
Alfarero en la misma casa del pago
de la Almazara.
La memoria oral nos recuerda
que el tío Sebastián Requena Fran­
cisco tuvo cuatro hijos y una hija,
Sebastián (Padre de Sebastián de la
Mela), José Antonio (Padre de Sebas­
tián de Sorbas), Rafael y Juan Re­
quena García.
José Antonio siguió trabajando
en el oficio familiar y Sebastián
construyó uno nuevo en un solar de
enfrente, casa de Diego Gil, debajo
de la cuesta que sube al pueblo.
Sebastián tuvo dos hijos Sebastián,
Adolfo y una hija, María, que murió
joven poco después de tener una
hija. Los dos hijos fueron los últimos
alfareros de esta familia que dejaron
el oficio. Adolfo marchó a trabajar a
las minas de Avilés (Asturias) y poco
después Sebastián emigraría a Bar­
celona hacia 1957.
El oficio del Salitre fue el primero
que se cerró siendo alquilado poco
Ana Mª Rodríguez Agüero
Andrés Pérez Pérez
después a los Simón durante un
tiempo. José Simón recuerda que
fue en este oficio donde vio por pri­
mera vez el botijo en forma de gallo
que se hacía en Sorbas y que más
recientemente adaptaría él y su her­
mano Juan Simón a la forma que
hoy conocemos.
La tradición alfarera familiar era
de barro rojo, si bien Sebastián y
Adolfo se especializaron en barro
blanco. Su padre trabajaba los dos,
el blanco y el rojo.
El primer contacto con esta familia
es con Maribel Requena, hija de Se­
bastián, que vive en Barcelona. Nos
cuenta que ella nació en el oficio,
pero se fue con cuatro años a Barce­
lona, por lo que sólo recuerda “el
calor del horno y el frescor del oficio”.
Nos remite a su madre que está ya
de vacaciones en La Mela.
Oficio de los Hnos. Sebastián y Adolfo Requena García. La mujer es su madre. La niña pequeña del fondo es Maribel
Requena. Foto de Maribel Requena
71
Sebastián Requena García y Desideria Contreras García.
Hablamos con Desideria Contreras
García, viuda de Sebastián Requena
que se encuentra en su casa de La
Mela, de donde es natural. Desideria
tras casarse estuvo trabajando unos
6 años en el oficio junto a su marido,
su suegra y sus cuñados Adolfo y su
mujer. Nos cuenta algunos aspectos
de la familia y de la alfarería.
El oficio se distribuía de la forma
siguiente:
“Había una casa de dos plantas,
la planta baja que daba a la Calle
Entrada (hoy Cura Paco Ayala) y una
planta alta que daba a pie llano con
la placeta, ya que había bastante
desnivel. Frente a la casa y pegado
al terrero de la cuesta estaba el
Horno y entre éste y la casa estaban
dos balsas para el barro. En una
cámara grande tenían los cántaros
y demás cacharros.”
Desideria se casó con Sebastián
en 1950 y entonces trabajaban así:
“Tenían gente que trabajaban
para ellos y traían la leña, la tierra
y el agua, hacían el barro con gente
de fuera.”
“Los cántaros en aquella época
valían dos pesetas, se ganaba muy
poco. Cuando comencé a trabajar yo
el primer año no sabía pero luego
me enseñé.”
Cuenta que aunque la tradición
era de barro rojo, su suegro comenzó
a hacer también el blanco porque
era menos complicado por los barni­
ces.
Su suegro se fue a América a
trabajar y trajo el dinero con el que
compró la casa y construyo el oficio.
Compró además un cortijo en Jaragüi
(frente al Zocá) en la Cuesta de Los
Álamos.
“Se fue a América de polizón, con
papeles falsos, se llamaba Luis Díaz
Cruz”
Vendían la
producción en
Roquetas, Dalías,
Albuñol (cántaros
de una sola asa),
en Almería junto
al mercado cen­
tral. Algunos
venían a cargar
ellos y otros los
llevaban ellos en
el camión de los
Pérez. Otra parte
la vendían a la
gente del pueblo.
Su suegra
tenía
una
habitación junto
a la puerta de la
calle donde vendía todas las piezas
defectuosas que salían del horno,
además vendía ollas y cazuelas de
los primos y cosas de Níjar.
“A Sebastián le cundía más hacer
piezas, y entonces muchas veces
Adolfo sobaba el barro y Sebastián
hacía piezas, de esta manera rendían
más.
Hacían macetas grandes y
pequeñas, cántaros, cántaros
pequeños y medios cántaros, cánta­
ros de un asa para Albuñol, alcancías,
orzas y ya las cosas pequeñas las
hacían por encargo.”
Cuenta el fin de la actividad alfa­
rera:
“La rentabilidad era muy pequeña
y no daba para vivir. Ibas muy jus­
Los hermanos Requena García: María, Sebastián y Adolfo. Hacia 1930
72
tico, como eran dos hermanos no
daba para las dos familias. Ya empe­
zaron a poner el agua en los pueblos
y los cántaros se vendían menos y
ya no se podía vivir. Primero se fue
mi cuñado Adolfo a Avilés (Asturias),
y un año después nos fuimos noso­
tros a Barcelona.”
Adolfo volvió años después a pa­
sar largas temporadas en su casa de
las Alfarerías, hasta quedar viudo
hace unos dos años, actualmente
sigue residiendo en Asturias.
Y cuando llegan a Barcelona vuel­
ve Sebastián a trabajar en la cerá­
mica:
“En Barcelona nos fuimos a casa
de unos tíos míos, Sebastián
comenzó a trabajar en la construcción
y luego se colocó en Casa Batllori,
donde trabajó de nuevo de alfarero
unos tres años, era una empresa de
alfarería artística y decorativa que
hacía también platos y baldosas. A
los dos años nos compramos el piso
y entonces se vino mi suegra y la
nieta, la hija de María. Entonces
vendieron todo, no pensaban volver
más.
Después trabajó en una empresa de
persianas llamada Gradulux y más
tarde, hacia 1967, pusimos un bar
por nuestra cuenta, en cuanto pudo
se jubiló y volvimos al pueblo, a la
casa de La Mela.”
Nos cuenta para terminar algunas
anécdotas de la vida de entonces y
de la tragedia que les tocó vivir:
“Sebastián era músico como su
padre, tocaba el acordeón, y lo lla­
maban para los bailes, les gustaba
mucho la música y el baile, iba hasta
La Cumbre.”
Cuando estalla la Guerra Civil
Desideria tenía 8 años y recuerda
cómo lo vivió:
“Al estallar la Guerra tenía mucho
miedo, se oían las bombas de Almería
desde la Mela. Nos escondíamos
porque decían que venían los milicia­
nos. A mi abuela le quitaban el aceite
y lo escondieron en el corral, metie­
ron una orza grande y la enterraron
llena de aceite.”
También relata cómo Sebastián
y su padre se comprometen con las
ideas políticas que por aquella época
se extendían por el país.
“El padre de Sebastián estaba en
la UGT y era presidente del PSOE,
Sebastián hijo con menos de 18 años
era vicepresidente del PSOE. Mi sue­
gra era contraria a que participara
en política. Sebastián padre durante
la Guerra Civil fue nombrado Juez
de Paz de Sorbas. Sebastián hijo
trabajaba du­
rante la contien­
da civil en la
cooperativa re­
partiendo las
cartillas de ra­
cionamiento. Él le
daba más a la
gente de lo que
podía, siempre
les daba algo
más.”
“Mi suegro, él
no hizo daño a
nadie, y tras la
guerra lo culpa­
ron de muchas
cosas que no
había hecho. Tras
la Guerra Civil fue
encarcelado y
condenado a
prisión. Estuvo
primero en la
cárcel de Pam­
plona unos cinco
años donde fue
torturado. Pos­
teriormente fue
trasladado dos
años a la cárcel
de Sevilla. Allí por
lo menos podían
visitarlo gracias a
la intervención de
unas monjas. Mi
marido Sebastián
hizo la mili allí y Adolfo Requena y María Soria con su hija
mi suegra alquiló
no se hubiera puesto malo, hubieran
allí una casa para poder verlo”.
producido más y se hubieran monta­
“Cuando volvió de la cárcel puso
do. Pero se quedaron solos y a medio
en marcha de nuevo el oficio, y
saber. Durante la cárcel de su padre
enseñó a los dos hijos. Vivió cuatro
ellos cuidaron de la tierra del cortijo
años, ya que vino muy enfermo. Si
Vista de las Alfarerías. En primer plano el horno de Sebastián y Adolfo Requena.
Hacia 1955
73
Gallo similar al que se hacía en el
taller del Tío José Antonio
Casa del Tío José Antonio Requena, el oficio estaba en la planta baja
Tienda del Tío José Antonio Requena
de Jaragüi en la Cuesta de los Ála­
mos. Se fueron a vivir allí, y echaban
jornales. Sebastián, mi marido, es­
tuvo trabajando en la carretera de
Los Castaños, y de ayudante de to­
pografía haciendo los planos de Sor­
bas y Uleila.”
Tras su jubilación y vuelta a La
Mela Sebastián volvió a la actividad
política municipal llegando a ser
teniente de alcalde del Ayuntamiento
de Sorbas por el PSOE en la legisla­
tura 1987-1991. Sebastián moriría
poco más tarde en La Mela en 1999.
Hablamos también con Sebastián
Requena Salvador, hijo de José An­
tonio y primo hermano de Adolfo y
Sebastián.
El oficio era de su abuelo, Sebas­
tián Requena Francisco donde tenían
un horno que había sido de sus an­
tepasados y se encontraba en las
Alfarerías donde ellos vivían, tenía
también un pozo de donde sacaban
el agua.
Pero trabajaron poco en el oficio.
Su tío Sebastián por causa de meterlo
preso:
“Mi tío era muy listo, sabía mucho,
era lo único malo que hizo. A los
otros por eso no les gustaba.”
También porque marchó a Améri­
ca junto a sus hermanos Juan y Jose
Antonio. Aunque José Antonio y Se­
bastián regresaron y siguieron tra­
bajando después. Juan, de América
marchó a Honduras y nunca más
volvió.
Rafael se fue voluntario a la mili,
a Tarifa, allí estaba cuando estalló la
Guerra Civil, por lo que marchó al
frente con los nacionales. Desgracia­
damente murió en la Batalla del Ebro.
Una anécdota que ocurrió durante
la guerra, es que Rafael consiguió
ser sargento:
“Llegó a una especie de campo
de concentración donde estaban pre­
sos muchos hombres del bando re­
publicano, y quiso saber si entre ellos
se encontraba alguno de Sorbas, y
con esta pregunta ¿Hay alguno de
Sorbas? A la que le contestaron: Si,
yo.¿Quién lo pregunta? Supo que allí
estaba José Segura y por medio de
Rafael a éste lo liberaron y vino a
Sorbas y lo contó a la familia, fue él
mismo también quien contó a mi
familia lo de la Batalla del Ebro.”
Toda la familia trabajaba el barro
rojo menos su tío Sebastián que
cuando se casó se fue aparte y se
hizo un horno (El que había dentro
del patio de Diego Gil) y comenzó a
trabajar el blanco, haciendo cántaros.
Sebastián nos cuenta que él
trabajó poco el barro porque se fue
a la mili de voluntario, luego estalló
la Guerra y después marchó a Bar­
celona. Lo único que hacía eran pie­
zas pequeñas, tapaderas de las ollas
lo que más.
De su padre también cuenta poco,
que cuando regresó de América este
ya había emigrado a Barcelona. Que
tuvo tres hijos pero que el único que
trabajó un poco fue él, pero hasta
los catorce años. Asistía a clase allí
en las Alfarerías, ayudaba y se
enseñaba después de clase.
Sin embargo de su abuelo cuenta
un poco más:
“Era el encargado de llenar el horno
aunque a veces llamaba a Juan Ayala
para que lo ayudara y luego al revés.
Metían a mujeres para que les fuera
dando las vasijas para meterlas en
el horno y para que luego les ayudara
a sacarlas. Les pagaban tres pesetas
por día de trabajo. Isabel la madre
de los Moñoviejos fue una de estas
mujeres que trabajaba con ellos.”
La tierra la traían de Doña Pilar
Navarro, en La Mojonera, a la que
había que avisarle de que la iban a
74
Sebastián Requena Salvador
sacar. Les cobraba cinco duros por
cada balsa de barro.
La mejor leña nos cuenta que es la
boja. Cuando cocían se iban a aspirar
el humo porque pensaban que era
bueno para los bronquios.
“La leña la traían Adolfo Veraguas
(Los Veraguas en general) y los Re­
quena.
Para colar el barro del pilón a la balsa
también metían a gente. José el Vizco
(Padre del Viqui) y Juan Pilar (Suegro
de Carmen la Tota) fueron unos de
ellos.”
“Vendían sobre todo aquí, también
avisaban a un señor de Lucainena
cuando estaba el horno listo para
que se lo llevara entero a venderlo
por ahí, aunque también venían otros
José Antonio Requena García y su mujer
en carros y se la llevaban a esa parte
de Andalucía, Guadix y Granada.”
Su tío trabajaba muy bien, le
gustaba hacer mujeres con cántaros
en los brazos y gallos. Ellos sí pinta­
ban las piezas de distintos colores.
Estos gallos le gustaban mucho a los
extranjeros.
Fuentes Orales:
Requena Contreras, Maribel Requena
Contreras, Sebastián Requena Sal­
vador.
Documentación:
Catastro de Ensenada. Archivo
Histórico Provincial
Archivo de la Iglesia de Sorbas
Desideria Contreras García, Sebastián
GENEALOGÍA DE LOS MADRILES
(* nacimiento, x matrimonio, + defunción, sólo se especifica el origen de los que no son nacidos en Sorbas)
Sebastián Requena García x Desideria Contreras García (de La Mela), hermano de Adolfo x María Soria.
Alfareros
Sebastián Requena Salvador (Aprendiz de Alfarero)
Hermanos Sebastián, José Antonio(*3-11-1891?), Rafael y Juan Requena García
Alfareros
Sebastián Requena Francisco (*06-12-1867) x María García Yepes
Antonio Requena García (*29-06-1837) x María Francisco Requena
José Requena Fernández (*31-10-1799) x María Martínez
Francisco Bernardo Requena Lario (*01-04-1769) x Mª del Carmen Fernández
José Requena Clemente (*03-02-1750) x María Lario
Bernardo Requena Sánchez (*06-02-1728) x Antonia Clemente
Alfarero de 24 años en 1752 según el Catastro de Ensenada.
José Requena Gómez x (1720) Isabel Sánchez.
Su hermano Juan Requena Gómez era Alfarero de 53 años en 1752 según el Catastro de Ensenada.
Gabriel Requena x Lucía Gómez
75
Familias alfareras del siglo XX:
LOS REQUENA
CAYUELA
En la calle San Roque, en la casa
en la que hoy vive Tadea González
y la de al lado, que es de la tía Elisa,
había a principios de siglo, no sabe­
mos si antes, si en otro tiempo los
habría, probablemente así fuera, dos
oficios distintos que ocupaban tam­
bién dos casas distintas aunque el
horno que quedaba enfrente era
compartido por los dos hermanos
Requena Cayuela que eran los dueños
y los que trabajaban en ellos. Se
llamaban Miguel y José.
De Miguel Requena Cayuela nos
habla su hijo, José Requena Martínez
residente en Barcelona desde hace
ya más de cuarenta años, concreta­
mente desde el año sesenta y dos
año en el cual decidió marchar hasta
allí siguiendo los pasos de su padre
que ya lo había hecho unos años
antes.
Cuenta que su padre era muy
buen alfarero”El mejor”, nos dice,
José Requena Cayuela
que aunque trabajaba muy poco, era
muy fino en su trabajo y lo que hacía
(Siempre de barro rojo) lo hacía muy
bien hecho. Junto a su padre traba­
jaban los tres hermanos: Miguel,
Benito y José nuestro entrevistado.
Los tres se enseñaron en el oficio
de su padre, aunque Miguel trabajó
poco, incluso el mismo José no
trabajó mucho, no le gustaba. De
los tres, el que más trabajó ha sido
Benito que era un gran maestro, así
nos lo reconoció José Ayala cuando
charlamos con él. Y es que aunque
la familia Requena Martínez tenía su
propio oficio donde trabajaban y
hacían sus piezas, y el horno que
compartían con su tío, también tra­
bajaban para la familia Ayala García.
De esta manera lo recuerda José
Requena:
“Nosotros hacíamos las piezas en
casa, en crudo las llevábamos al
oficio de la familia Ayala y ellos lo
Ana Mª Rodríguez Agüero
Andrés Pérez Pérez
cocían en su horno”.
Reconoce que no llegó a meterse
en el torno, que las únicas piezas
que ha hecho han sido las piececillas
pequeñas de los ajuaricos. En el oficio
con su padre estuvo trabajando
aproximadamente unos ocho años.
Cuando éste ya se jubiló comenzó a
trabajar con los Mañas, pero con
ellos estuvo poco tiempo también,
unos ocho meses más o menos. Des­
pués de esto dejó definitivamente el
barro y antes de marcharse a Barce­
lona anduvo trabajando en una fá­
brica de yeso aquí en Sorbas, regen­
tada por Joaquín Segura y Ramón
Fernández, situada al lado de la ca­
rretera nacional 340, a la altura de
las casas del Pocico y que se llamaba
“La Purísima”.
Su hermano Benito al cerrar su
padre el oficio estuvo trabajando
para los Simón. Después emigró
hacia tierras francesas donde ha
76
José Requena Martínez
estado trabajando en una fábrica de
cerámica hasta que recientemente
se ha jubilado.
Hablamos también con Tadea Re­
quena González, ella es hija de José
Requena Cayuela (Alfarero en vida)
y esposa de Rafael Ayala García tam­
bién alfarero en su juventud.
Nos habla Tadea del oficio de su
padre que estaba situado donde ella
vive actualmente y que dejó de cum­
plir sus funciones cuando ella se casó
y se puso a vivir allí:
“A la entrada de la casa, estaba
la rueda y el pilón y la balsa en la
calle. El horno enfrente”.
Tadea desde siempre ha estado
trabajando en el oficio ayudando a
su padre,
“desde chiquitilla, si me han salido
los dientes en esto”.
Haciendo incluso tareas que nor­
malmente eran desempeñadas por
los hombres, puesto que no tenía
hermanos sólo una hermana y esta
se casó muy joven. Desde muy
pequeña ella asume el papel de hijo
y realiza junto a su padre las tareas
propias del oficio.
“Sacaba tablas, metía tablas, ma­
ceaba las cazuelas. Y luego meterme
en el horno y enhornar.”
Por eso nos cuenta con tristeza
que algunos hornos salían mal y eso
suponía para la familia una perdida
muy grande:
“Ruina, ruina total. Las piezas
que estaban rotas o torcidas las
tirábamos a la rambla, si estaban
flojas de horno, se vidriaban otra
vez y las metíamos otra vez en el
horno.”
Tan metida estaba en el oficio
que sorprendentemente, pues creo
que es la única mujer de la época
que lo ha hecho, llegó a trabajar en
el torno:
“Un día me metí en la rueda y
me puse a hacer coberteras, de esas
del pezoncillo para los pucheros y
no me salieron muy mal.”
Los jueves, día de mercado ven­
dían por la puerta de Correos en la
calle. Allí exponían sus piezas a modo
de escaparate esperando pasar a los
cortijeros que llegaban con las bestias
y demás gente que se acercaba hasta
el mercado. Por la noche las guarda­
ban en una “habitacioncilla” que
tenían alquilada a Pepe el Yesero,
hasta el jueves siguiente que las
volvían a sacar:
“Lo peor era subir la cuesta car­
gada de cazuelas. mi madre y yo,
tres cazuelas cada una, hemos tra­
bajado bastante.”
En el 1960 se casa con Rafael
Ayala García, y entonces deja las
tareas del oficio, para dedicarse a su
casa. Su padre decide cerrar el oficio,
al no contar ya con la ayuda de su
hija. Desde entonces ha vivido con
ella, en su casa hasta su muerte.
Nos habla también, por supuesto
de su marido Rafael Ayala García,
del que nos dice que antes de casado
estuvo trabajando en el oficio con
su padre, Juan Ayala Llorente hacien­
do tejas y ladrillos y ayudando con
el barro. Sin embargo después de
casado sólo trabajó como camionero
y con ese trabajo se jubiló.
Hoy Tadea cuenta con setenta y
un años, y vive en su casa de toda
la vida con su hijo, Juan Requena,
también camionero. Recuerda aque­
llos años con tristeza y con pena.
Dice que ella “ha salido muy harta
de barro” y que ha trabajado mucho,
aquellos años fueron muy duros y
que ahora se trabaja mucho mejor.
Fuentes orales:
Tadea Requena Cayuela y José Re­
quena Martínez
Calla San Roque. Pilón de los Requena Cayuela
Tadea Requena González y Rafael Ayala García
77
FIESTA DE LAS OLLAS
Por mi experiencia directa poco o
nada puedo hablar de esta singular
tradición. Mi desconocimiento de esta
materia me hacía pensar, y así lo
había aceptado siempre, que estos
juegos, como otros tantos, me esta­
ban vedados por mi condición de
mujer, y que por esa razón estos
menesteres no los podía acometer.
En mis recuerdos de estas noches,
sólo aparecían imágenes de hombres.
Siempre hombres, ninguna mujer
que les acompañara. Quizás por eso,
me aferré a la idea e incluso llegué
a aceptar la teoría, mi teoría, de que
como tantas otras tareas ésta no era
digna de ser ejecutada por nosotras,
según las normas morales que impe­
raban entonces.
De todas formas, sea por ésta o
por otra razón, tampoco importa
mucho, por mi parte nunca intenté
ser participe de ella, mi entusiasmo
es ahora mucho más intenso de lo
que lo era antes. En mi casa somos
tres hermanas, y nunca lo hemos
vivido mucho, a lo que más hemos
llegado ha sido a algún comentario
a la hora de la comida del día siguien­
te, cuando ya estaba todo el pueblo
enterado de que a fulanico le habían
echado muchas o que menganica se
había puesto hecha una fiera.
Sin embargo, desde que tengo
uso de razón he sido testigo de las
andanzas de esa noche. Siendo yo
una niña construyeron las escuelas
(el primer edificio construido para tal
fin), y por esta razón fui vecina de
los numerosos maestros que han ido
ocupando sus casas en el tiempo.
Desde entonces he podido comprobar
en más de una ocasión, y he disfru­
tado en más de otra, como estos
eran casi los únicos destinatarios de
tales presentes.
Esa noche se dormía más bien
poco. Las cuadrillas, porque siempre
se iba en grupo, aquí como en otras
cosas nunca se va solo, trataban de
ir lo más silenciosamente posible
para no hacer ningún ruido, avanzan­
do sigilosamente hasta la puerta de
tal forma que sólo se percibían susu­
rros, risitas y frases sueltas totalmen­
te ininteligibles, o por lo menos de
dudosa interpretación para mí. Sin
embargo, una vez delante de ella el
silencio se veía interrumpido por un
gran estruendo al chocar los tiestos
con el suelo seguido de las carreras,
que eran la última parte de la fe­
choría, protagonizadas por ellos para
no ser descubiertos. De poco sirvió
para algunos actuar con tanto esme­
ro. Más de una vez y gracias a la
astucia de algún maestro espabilado
el supuesto culpable fue reconocido
y por ello sufrió su castigo en las
aulas. No importaba, el año próximo
habría más.
Junto a los maestros, y en segun­
do orden, se encontraban Las auto­
ridades y la clase bien avenida del
pueblo. Como estos eran más pudien­
tes, y de ellos por su estatus no se
mofaba nadie, podían permitirse el
pagar a unos “guardas” que le cus­
todiaran la puerta. Así nos lo cuenta
un vecino “ Había una señora, Doña
Pilar Navarro, que se enfadaba si le
echaban ollas en su puerta, por lo
que tenía avisado a un municipal que
le vigilara la casa, pero a este le
gustaba un poco la bebida. Tenía por
entonces Juan Romera un bar pegado
a la iglesia que quedaba justo en el
extremo de la calle, y hasta allí ha­
ciendo su ronda se encaminó nuestro
guarda. Aprovecharon la retirada los
muchachos para descargar cuantas
ollas llevaban encima. Al oír el es­
truendo, y ya cuando la cosa no tenía
remedio, el vigilante se fue corriendo
para la casa, pero ya la señora lo
estaba esperando para echarle una
reprimenda que incluía frases muy
parecidas a éstas: ¡Sinvergüenza,
devuelve me dinero! ¡Sin vergüenza,
borracho!. ¡Ojala te salga un cáncer
y no te cures! Y otras parecidas.” En
fin, que una cosa si está clara. Cuando
nos enfadamos, somos todos iguales.
Y es que, según nos contaba un
alfarero, las piezas se las subían por
carros. Eran carros llenos cargados
de ollas y de tiestos. Tanto es así
que las piezas buenas llegando esas
fechas, tenían que esconderlas. “Era
una locura, bajaban los muchachos
y se lo llevaban todo. Las ollas buenas
las escondíamos debajo del cárcavo
del horno porque si nos descuidába­
mos se las llevaban también”.
Algo extraño, ya que aunque no
escrito, sí había un compromiso de
años entre los alfareros y los de las
ollas, por el que los “maestros” iban
guardando las que salían defectuosas
para esta noche, la noche del Miér­
coles de Ceniza.
Hace unos años no ocurría lo de
Ana María Rodríguez Agüero
ahora, había muchos hornos en los
que se cocía y, por lo tanto, eran
más numerosas las piezas que salían
con tara, “ pero pocas “, nos puntua­
lizan, y no era difícil por entonces
ver la rambla llena de deshechos.
Siempre he imaginado que esta
sería una costumbre de las de toda
la vida. Las personas a las que les
he ido preguntando por este tema
han coincidido en eso: “las ollas se
han tirado siempre”,”siempre las
habían conocido”, por lo que nunca
se podrá hablar de una fecha exacta
de inicio. El motivo de tal tradición
tampoco era muy conocido, no lo
sabían tampoco muy bien explicar.
Al final hemos descubierto, porque
así nos lo han dicho, que en un prin­
cipio se tiraban ollas a las puertas
de las casas donde vivieran mocicas,
como una forma de galanteo. “Se
juntaban los mocicos y les iban tiran­
do ollas a las que pretendían. Primero
se las tiraban a una y luego a las
otras, y así se las iban tirando a todas
las que les gustaban”. Como ocurre
con todo, a algunas de estas mocicas
sí les gustaba y se mostraban muy
complacidas, a otras por el contrario,
el que “un mocico” se las tirara y
éste no fuera de su agrado no le
gustaba mucho. Igual o peor les
pasaba a sus padres, cuando no es­
taban de acuerdo con el pretendiente
de su hija.
El cómo ha podido variar, cómo
ha podido cambiar, de ser así una
forma de agasajo a una burla, prime­
ro al que más protesta, y segundo y
aún peor a no ser ni siquiera ollas
las que se tiran, está abierto a mu­
chas interpretaciones, tantas quizás
como seamos capaces de imaginar.
Desgraciadamente este cambio no
es nada plausible, no es nada loable
que una tradición tan inocente acabe
convirtiéndose en una forma de gam­
berrismo espantosa. Desde mi punto
vista, creo que es una lástima que
algo tan nuestro y tan arraigado a
nosotros, porque esto, este acto tan
simple como tirar las ollas, exclusivo
de Sorbas, pueda desaparecer, y
tristemente lo está haciendo por unos
cuantos incivilizados que no saben
que las costumbres si son buenas
hay que conservarlas como parte de
nuestro patrimonio que son, igual
que si de un monumento excepcional
se tratara
78
Arte y alfarería:
MI AMIGO
PEDRO SOLER
Hablar de Pedro Soler
supone para mí una reflexión
sobre el tiempo y la vida.
Somos amigos desde no sé
cuantos años y nuestros
primeros balbuceos en el
mundo del arte tuvieron un
denominador común.
No miro nunca hacia atrás
con nostalgia y es por ello
por lo que recuperar la me­
moria dormida con sus vi­
vencias y sentimientos su­
pone un gozoso placer.
Parece que hace mil y un
años cuando empezamos con
este toro bravo que es el
mundo del arte. Lidiarlo, ha
supuesto una agridulce
relación que, inevitablemente,
nos enganchó desde el prin­
cipio y que, además, lo fue
para siempre. Como para
siempre fueron los amigos de
aquellos primeros tiempos Pedro Soler decorando una pieza
que capitaneó el inolvidable
pesquero, los cerros de Tabernas,
indaliano Luis Cañadas.
la arenica blanca, el cielo, el aire y
Fue un comienzo de divertimen­
hasta los más imperceptibles aromas.
tos, de sorprendentes descubrimien­
¿Se puede pedir más? Creo que sí.
tos y de fascinantes experiencias
Lo mejor de todo era el mar, Porque
donde todo estaba por hacer. Des­
el mar es el nuestro, el de nuestra
pués cada uno intentó seguir su
cultura, el que nos ha dado el sentido
camino o, a veces, su vereda, pero
del color, las formas, el espacio, el
manteniendo todos nosotros un pai­
ritmo y el sentimiento de entender
saje común. La Chanca, el puerto
de una manera la vida. En resumidas
cuentas, esta Almería nuestra, con
su paisaje profundo y con sus
costas, que forma parte de
nuestra propia naturaleza.
Después, en el mo­
mento de las decisiones
trascendentes, Pedro
voló. Su horizonte se
hizo más amplio y su
visión más extensa.
Para él, el camino se
convirtió en una au­
topista que lo llevó a
la Ciudad Condal, que
fue su segunda tierra.
Quizá entonces él no
lo supo, pero se había
convertido en una enorme
cometa. El corazón de este
hombre, tan grande como él
mismo, lo dejó amarrado al
Carmen Pinteño Núñez
Pintora
pueblo de sus amores. Sorbas
ha sido para Pedro Soler la
tribu, las raíces, la familia y
el espacio donde descansar,
respirar y rezar. Ha sido su
particular paraíso, donde ha
conseguido conquistar la cima
como ser humano. De ahí la
gran satisfacción que provoca
acercarse a él y compartir su
mundo.
Por otra parte, la larga es­
tancia en Barcelona le ha
proporcionado no sólo la es­
tupenda visión panorámica
que tiene, sino también la
ocasión de saber a qué mundo
pertenece. Así es cuando anda
por aquí, ahora cada vez con
más frecuencia, no es que él
haya regresado, sino que
realmente nunca se fue.
Durante estos años no per­
dimos el contacto, pero el día
a día lo configuramos de
forma distinta. De tarde en
tarde una llamada telefónica o un
casual encuentro, pero siempre con
el mismo cariño y el mismo interés
por saber el uno del otro. Su trayec­
toria se ha llenado de un estupendo
trabajo y su aprendizaje es digno de
tenerse en cuenta porque, cuando
él habla, sabe lo que dice y entonces
es cuando aflora su particular modo
de entender la vida.
Con los años Pedro se ha hecho
más cercano. La cometa que voló
para ver mundo ahora tira de él con
más frecuencia para el Sorbas de
sus afectos. También para los amigos
están siendo más frecuentes los en­
79
cuentros y menos indefinidas las
lagunas que existen entremedias.
Ahora Pedro, además de ser un
hombre sabio, de pintar, escribir y
muchas otras cosas, también hace
cerámica. No es de extrañar. Todo
forma parte del mismo mundo, de
la misma necesidad de expresarse.
El barro es como volver a los orígenes
y este milagro sólo ocurre de vez en
cuando. Es la revelación inesperada
y la necesidad de permanecer en el
asombro y la sorpresa.
Con la arcilla entre sus manos y
su incansable búsqueda en la mente
moldea, acaricia, aprisiona la materia
y la esculpe convirtiendo un simple
objeto de modesta referencia en obra
de arte. Esta estética de nueva
configuración tiene como resultado
imágenes y objetos precisos, senci­
llos, eficaces, transformados por su
pensamiento y su impulso amoroso.
Cuando Pedro decora un cacharro
o un plato lo envuelve en una nueva
piel, dándole con sus planos y con­
traplanos a la pura prosa una poética
conmovedora. Luego le añade su
peculiar manera de contar la
tradición, la fiesta, los toros y el
Olimpo con unos grafismos agilizados
por una mirada que sabe atrapar los
ritmos.
Sus bellas y orondas venus des­
colgadas de la antigua Grecia, sus
míticos toreros y los mejores toros
bajando al albero del plato para dan­
zar y hacer posible el hallazgo.
Pedro, además, es un inteligente
mirón. Un magnífico e inteligente
mirón. Él tiene ese don y es capaz
de contarnos tantas cosas como su
mirada descubre.
Pedro también es un crítico de
numerosas sutilezas. Arroja a las
olas del tiempo la preocupación por
lo bien hecho. Entre cacharro y ca­
charro deja impreso el legado de la
historia colectiva de un pueblo. Liris­
mo y confesiones a un mismo tiempo.
Es la ventaja de no estar sujeto a
Pedro Soler con José García Alpañez y José Miguel García Muñoz
los vaivenes de la moda, tan efímera,
tan anecdótica.
Y siempre Sorbas, con su magia
y sus raíces.
Cuando nos vemos sostenemos
prolongadas charlas. Él es un hombre
que sabe escuchar, ¡qué rareza! Pero
en nuestras conversaciones termina­
mos construyendo y destruyendo
universos.
En Sorbas la vieja alfarería él la
ha transformado en laboratorio y
santuario, y allí, durante las esperas
para que el horno devuelva la pieza
transformada, Pedro comparte con
José Simón y su hermano alguna
que otra copa de coñac, el espíritu
de una herencia árabe, la sabiduría
de gitanos alfareros... Cada trozo de
barro modelado se hace espacio ha­
bitual, mientras actúan los óxidos,
el calor de la cocción, los barnices y
la misteriosa espera. Es un entrete­
nimiento generoso. El resultado está
siempre lleno de una escritura des­
nuda donde el poder y el creer se
confunden.
Quien conoce a Pedro sabe de su
imponente apariencia. (Yo soy
pequeñita). Su soslayada arrogancia
no es una isla desierta y apartada.
Es un personaje que abre sus brazos
para ofrecer el propio paisaje, lleno
de fortaleza y de una espléndida
imprudencia. Es un ser lleno de idea­
lismo. Dentro de su espacio es fiel a
un mundo imaginario. Pero sobre
todo, Pedro Soler es un ser especial
tocado por la gracia, amigo del duen­
de y... amigo mío
Otro pintor sorbeño, Miguel Capel,
también decoró algunas piezas alfareras
80
FOTOS PARA EL RECUERDO
Llenando cántaros en la inauguración del agua en 1948
Asando pimientos con braseros en cazuelas de barro
Niñas con cantarica
81
Macetas y cántaros en la fuente de la Mela
Cocina típica de Sorbas con platos
Llenando un cántaro en la fuente de los Pérez
82
LAS GACHAS
Una comida inseparable del perol de barro
Asociación de Mujeres
Villa Cariana (Cariatiz)
Las gachas son una de las comidas más
austeras, de menor coste, rápidas de
hacer y a la vez muy energéticas.
Desde antiguo han sido realizadas
por la gente más humilde y de
menos recursos.
Las gachas se comen sólo en
el verano, ya que es cuando se
recolectan los pimientos verdes
de asar y secar, una variedad
autóctona de las huertas del Río
de Aguas de una calidad gus­
tativa inigualable.
En su elaboración se utilizan
tres piezas de la alfarería de
Sorbas: la cazuela, el perol y el
mortero.
Ingredientes para 5 personas:
Para el Caldo:
2 Cebollas, 2 cabezas de Ajos, 6
Pimientos Verdes de asar del Río de
Aguas, 2 tomates, 1 cucharada de
café de Pimentón, medio Kg. de Ca­
balla u otro pescado azul, aceite de
oliva, 1,5 litros de agua, azafrán y
sal.
Para las gachas:
Harina de panizo, agua y sal.
Actualmente también se hacen con
harina de trigo.
Una vez hecho el sofrito añadimos
el agua necesaria y se deja hervir
unos cinco minutos. Entonces
añadimos el resto del ajo, los cinco
pimientos que habremos asado y
pelado previamente, el pescado, el
azafrán y la sal al gusto. Se deja
hervir un cuarto de hora y se deja
reposar.
Preparación de la gacha
Preparación:
Lo primero que se hace es asar
los pimientos, si es posible a la brasa,
ya que el sabor es mucho mejor.
Preparación
verde
troceado en
rajas. Seguidamente se añade
el tomate picado, y cuando se haya
reducido éste, se le echa la mitad
de los ajos picados y el pimentón.
del
Caldo
Se coloca la cazuela de barro en
el fuego, se añade un poco de aceite
de oliva para hacer el sofrito. Para
ello primero se fríen, hasta dorarse
un poco, la mitad de los ajos. Des­
pués se pican éstos en el mortero
de barro junto con el resto de ajos
crudos. A continuación se pica la
cebolla, y se sofríe con el pimiento
Para su elaboración se utiliza el
perol de barro. Se añade agua hasta
llenar la mitad del perol, se añade
un puñado pequeño de harina y sal
hasta que estén algo saladas. Cuando
empiece a hervir el agua se le añade
el resto de la harina y con una cu­
chara de madera se remueve sin
parar hasta que la pasta quede unida
y consistente. Cuando empiecen las
gachas a soplar y empiecen a oler
un poco a pegado se apartan del
fuego. Se saca un poco de esa masa
a un plato y el resto se pega a las
paredes del perol.
Cómo se comen
las Gachas:
Las gachas se siguen comiendo
toda la familia alrededor del perol
de barro. Para ello se coloca el perol
en el centro de la mesa, como la
base es curvada, para que no vuelque
se coloca encima de un soporte lla­
mado roete, hecho de pleita de es­
parto. Se pone el caldo muy caliente
dentro, a continuación todos los co­
mensales van cortando con la cucha­
ra pequeños trozos de la masa con
un poco de caldo. Cuando se gasta
el caldo o la gacha, se añade más
hasta terminar despegando los
últimos trozos del fondo del perol
que se llaman pegaos y que son el
deleite de todos
Roete de esparto
83
Números publicados
El Afa
R E V I S T A
E d i t a d a
El Afa
R E V I S T A
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d e
7
V E R A N O
A m i g o s
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2003
S o r b a s
C U L T U R A L
p o r
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N º
S o c i e d a d
d e
5
V E R A N O
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2002
S o r b a s
El Afa
REVISTA
E d i t a d a
CULTURAL
p o r
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Nº
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8
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INVIERNO
A m i g o s
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2004
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El Afa
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I N V I E R N O
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2003
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El Afa
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S o c i e d a d
N º
d e
9
V E R A N O
A m i g o s
d e
2 0 0 4
S o r b a s
Instituto de Estudios Almerienses
DIPUTACIÓN PROVINCIAL
Asociación para el Desarrollo
Rural de la Comarca
Filabres-Alhamilla
I FERIA DE ARTESANÍA
SORBAS
BARRIO DE LAS ALFARERÍAS 20, 21 Y 22 DE AGOSTO DE 2004
ANDALUCÍA
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Grupo de Desarrollo Rural
DE FILABRES ALHAMILLA
Fondos Estructurales
MINISTERIO
DE AGRICULTURA, PESCA
Y ALIMENTACIÓN
CONSEJERÍA DE AGRICULTURA Y PESCA
CONSEJERÍA DE COMERCIO, TURISMO Y DEPORTE
Organiza:
Sociedad de Amigos de Sorbas
Alfarería Juan Simón
Patrocina:
A.D.R. Filabres-Alhamilla • Consejería de Turismo, Comercio y Deporte • Excmo. Ayuntamiento de Sorbas
Colabora:
F. J. Sánchez Sucesores S.A., Alfarería Juan Simón, Alfarería Jaime Mañas
ACEITES
LA
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Rural de la Comarca
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