El Espacio de Centro. La Tercera Vía

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El Espacio de Centro. La Tercera Vía
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Jaime Rodríguez-Arana Muñoz
ESPACIO DE CENTRO
Y TERCERA VÍA
MONOGRAFíAS
Pensamiento Político Contemporáneo
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Espacio de Centro y Tercera Vía
Copyright © 2006 por Jaime Rodríguez-Arana Muñoz
Editorial Goberna y Derecho Cía. Ltda.
Avenida Francisco de Orellana 111
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Guayaquil - Ecuador
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Hecho el depósito que exige la Ley.
Impreso en Poligráfica, Guayaquil - Ecuador
Edición: Pilar Maldonado Espinel
ISBN.
Primera edición, septiembre 2006. 1000 ejemplares.
Queda prohibida la reproducción parcial o total de este libro, por medio de cualquier
proceso, reprográfico o fónico, especialmente por fotocopia, microfilme, offset o
mimeógrafo.
Esta obra forma parte del programa de formación en Pensamiento Político Contemporáneo,
organizado por el Centro de Investigación Goberna y Derecho, de Guayaquil, en
asociación con Syntagma, Centro de Estudios Estratégicos de Madrid, y con el auspicio
de La I. Municipalidad de Machala.
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ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
11
CAPÍTULO 1
REFLEXIONES SOBRE LA TERCERA VÍA (GIDDENS)
1.1.
1.2.
El debate
La Tercera Vía de GIDDENS
1.2.1.
La renovación de la socialdemocracia
1.2.2.
Los dilemas de la Tercera Vía
1.2.3.
La política de la Tercera Vía
1.2.4.
Democratizar la democracia
1.2.5.
La sociedad civil y el Estado
1.2.6.
La familia
1.2.7.
Igualdad y políticas sociales
1.2.8.
El Estado de bienestar y su reforma
1.2.9.
Nación, nacionalismo y diversidad cultural
1.2.10.
La democracia
1.2.11.
Europa
1.2.12.
El fundamentalismo del mercado
1.2.13.
Conclusiones
13
14
14
18
21
22
25
27
33
37
48
60
66
71
72
CAPÍTULO 2
LA TERCERA VÍA DE BLAIR
2.1.
2.2.
2.3.
2.4.
2.5.
2.6.
2.7.
2.8.
2.9.
2.10.
2.11.
La presentación de CAMPS
Introducción: Política e ideas
Los valores
Pragmatismo y reformismo
La Tercera Vía en un mundo cambiante
La sociedad y la familia
Cuestiones penales
Estado-Sociedad
La participación
Educación
Reforma del Estado de bienestar
7
77
79
81
83
86
90
96
96
97
104
104
2.12.
2.13.
Gobiernos locales
Internacionalismo
113
116
CAPÍTULO 3
LA TERCERA VÍA Y SUS CRÍTICOS
3.1.
3.2.
3.3.
3.4.
3.5.
3.6.
3.7.
3.8.
3.9.
3.10.
3.11.
3.12.
3.13.
3.14.
3.15.
3.16.
3.17.
3.18.
El nuevo libro de GIDDENS
Críticas desde la izquierda
Tercera Vía, izquierda y centro
Tercera Vía, desideologización
Nueva cultura política
Tercera Vía y política social
Fundamentos de la Tercera Vía
Sobre el equilibrio político
El Estado y el mercado
El comunitarismo
La ciudadanía
Educación
Humanismo y humanidades
Economía, capital social, igualdad y políticas sociales
Políticas de natalidad
La globalización: especial referencia al terrorismo
Tercera Vía, economía social de mercado y centro político
Conclusiones
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122
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140
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162
165
167
172
180
181
192
195
CAPÍTULO 4
NUEVO LABORISMO Y TERCERA VÍA
4.1.
4.2.
4.3.
4.4.
Introducción
Tony BLAIR: el rostro de la Tercera Vía
Nuevo laborismo y administración pública
¿La única Tercera Vía?
197
200
209
217
CAPÍTULO 5
TERCERA VÍA Y SOCIALISMO ESPAÑOL
5.1.
5.2.
5.3.
5.4.
5.5.
5.6.
Introducción
Un artículo de ZAPATERO
El prólogo de BORRELL
¿Quién es Philip PETTIT?
Tercera Vía y la Conferencia Política de 2001
Las tesis de Alfonso GUERRA
8
223
224
225
229
237
256
5.7.
5.8.
El libro de Jordi SEVILLA
Tercera Vía y la Conferencia Política de 2004
257
259
CAPÍTULO 6
EL CENTRO NO SE REDUCE A LA TERCERA VÍA
6.1.
6.2.
La polémica
La crítica de DAHRENDORF y la libertad
265
271
CAPÍTULO 7
CONTRA LA TERCERA VÍA (CALLINICOS)
7.1.
7.2.
7.3.
7.4.
7.5.
Una crítica anticapitalista
La globalización
Una crítica política
¿Guardianes de la moral?
Salvadores de la humanidad
291
291
293
297
299
CAPÍTULO 8
DE NUEVO SOBRE EL ESPACIO DEL CENTRO
8.1.
8.2.
8.3.
Introducción
El congreso del PP de 2002
Izquierda-centro-derecha
303
303
315
CAPÍTULO 9
REFLEXIÓN CONCLUSIVA
9.
Reflexión conclusiva
321
9
10
INTRODUCCIÓN
La presencia en Europa de gobiernos de distinto color político que realizan políticas
centristas, pone de relieve el alcance y operatividad del espacio de Centro por una parte y,
por otra, la refulgente estrella de la Tercera Vía, hoy ciertamente no en su mejor momento.
Tercera Vía y Centro son los espacios políticos que, en alguna medida, están sacudiendo
el panorama político de la vieja Europa. En este sentido, la lectura de libros como los de
BLAIR, GIDDENS, CALLINICOS y algunos análisis de ciencia política de lo que está
pasando en el Reino Unido invitan, desde luego, a la reflexión y al análisis.
La Tercera Vía socialdemócrata y el espacio del Centro tienen en común que se configuran,
en mi opinión, como los nuevos escenarios políticos del presente. Sin embargo, están por
ver resultados reales de la aplicación de las políticas de Tercera Vía, sobre todo en el Reino
Unido. El término, además, puede haber entrado en desuso. Mientras que unos, sin embargo,
hablan de la única vía (MANDELSON), otros apuestan ahora por escribir “Y ahora, ¿hacia
dónde va la Tercera Vía” (GIDDENS). A pesar de todo, la experiencia británica o alemana
no desmerece, solo faltaría, el relevante y positivo esfuerzo ideológico de “aggiornar” la
izquierda clásica a la realidad, proceso en el que, en ocasiones, resulta legítimo preguntarse
por la ubicación de la llamada “izquierda”.
En el espacio de Centro, según pienso, las cosas suceden de otra manera, porque se parte del
agotamiento de las ideologías cerradas y de la necesidad de contemplar, con moderación y
equilibrio, los problemas reales de los ciudadanos, ofreciendo soluciones concretas. Aquí
la persona no está vinculada al sistema o a la ideología, sino que la “ideología”, si se
puede hablar así, está al servicio de la persona y sus derechos fundamentales. Aquí está la
gran novedad que todavía muchos no entienden porque siguen presos de rígidas versiones
burocráticas cerradas y no son capaces de desprenderse de sus prejuicios por miedo a perder
la posición. Entretanto, los ciudadanos, que han ido poco a poco ganando en madurez y
sentido de responsabilidad, orientan sus preferencias en el sentido que conocemos.
11
Las páginas que siguen, querido lector, constituyen un conjunto de reflexiones a la luz de
una serie de textos sobre la Tercera Vía y sobre el espacio del Centro, que intentan poner de
manifiesto los profundos cambios que se están produciendo en el entendimiento y la forma
de entender y hacer política de nuestro tiempo.
Madrid, enero de 2005
Jaime Rodríguez-Arana
Catedrático de Derecho Administrativo y presidente del Consejo Académico de
SYNTAGMA.
12
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
CAPÍTULO 1
REFLEXIONES SOBRE LA TERCERA VÍA
(GIDDENS).
1.1. El debate.
A finales del siglo pasado, comienza un debate intelectual de gran calado sobre el papel
del Estado, de la Sociedad y de las personas. El debate se produce porque el modelo social
y político general da muestras de agotamiento y, sobre todo, porque se observan grandes
masas de ciudadanos en todo el mundo que se encuentran excluídas, fuera del sistema. Y no
solo en el llamado tercer mundo o mundo emergente, también en la moderna y tecnológica
Europa nos encontramos con gentes a las que la tecnoestructura o tecnosistema, como dirían
BELL o GALBRAITH, mantiene a distancia. El debate se plantea a partir de la crisis de
los sistemas ideológicos cerrados y algunos comenzaron a enarbolar banderas intermedias,
combinaciones equilibradas de socialismo y liberalismo, pensando que la solución vendría,
otra vez, de un nuevo modelo ideológico. Tercera Vía ha sido la marca que más ha calado
en el entramado social, en la medida en que ha significado, según me parece, un limitado
intento, apegado a algunos dogmas del pasado, de modernizar una socialdemocracia cuyo
destino político debe precipitar, dicen, en el famoso Centro-izquierda.
Ciertamente, el padre intelectual de la criatura me parece que es el profesor GIDDENS, y
el gran líder que la interpreta es Tony BLAIR. Por eso, los libros escritos por uno y otro
han de ser examinados con detenimiento para intentar, si es posible, descifrar lo que hay
detrás de la paradógica sustitución de un sistema por otro, con igual pretensión de validez
universal con la pretensión de ofrecer un repertorio de soluciones frente a los problemas del
hombre de nuestro tiempo. Realmente, las versiones más sociales del ex Primer Ministro
JOSPIN o más camaleónicas de SCHROEDER, ayudan al colorido del cuadro, pero en
el fondo constituyen tentativas, bien interesantes, de aferrarse al socialismo democrático
bajo denominaciones más amables o atractivas. Es más, el libro de A. GIDDENS “La
Tercera Vía” lleva como subtítulo: “La renovación de la socialdemocracia”. Sin embargo,
lo que me parece que ha fracasado estrepitosamente es el modelo sobre el que se asentaba
13
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
la socialdemocracia o el neoliberalismo. Por un lado, se burocratizó la burocracia hasta
límites insospechados y, por otro, se mercantilizó el mercado hasta hacerlo irreconocible.
Por eso, si bien es saludable un intento de oxigenar el espacio público, lo decisivo es
devolver a las personas su papel en la vida social y, sobre todo, subrayar que la realidad,
que la vitalidad de lo que es, ocupe el lugar que le corresponde, arrumbando ese paradigma
de la certeza que tantos flacos servicios ha hecho a los ciudadanos a través de la dictadura
de lo políticamente correcto.
1.2. La Tercera Vía de GIDDENS.
1.2.1. La renovación de la socialdemocracia.
A continuación, a través de la lectura del libro de GIDDENS, ya citado (Taurus), y del de T.
BLAIR, La Tercera Vía (El País Aguilar), comentaré los aspectos más sobresalientes de la
Tercera Vía como categoría política que hoy pretende dominar el espacio ideológico.
GIDDENS comienza su reflexión con una confesión: “(...). T. BLAIR habló de su
aspiración a crear un consenso internacional de Centro-izquierda para el siglo XXI. El
nuevo enfoque desarrollaría un marco político para responder a las transformaciones en
el orden mundial...” (p. 11). Por tanto, la tarea de la Tercera Vía se centra en dotar de
contenido ideológico al Centro-izquierda. La Tercera Vía nace, según GIDDENS, para
renovar el Centro-izquierda, lo cual me induce a pensar que la Tercera Vía no es mucho más
que un traje nuevo para la socialdemocracia. En cualquier caso, el trabajo de GIDDENS
es interesante y refleja, además, una de las constantes del pensamiento político del tiempo
presente: “..las ideologías políticas existentes han perdido representación” (p.11). Para
GIDDENS, aunque el socialismo y el comunismo han muerto, perviven algunos de los
valores que los impulsaron: el reto es conseguir, según este autor, “que sean tomadas en
cuenta allí donde el programa económico del socialismo ha quedado desacreditado” (p.
12). La Tercera Vía mira continuamente a la izquierda, trata de renovar la izquierda.
Más interesantes son los comentarios de GIDDENS sobre los límites de la tecnología en
relación con la política y su observación, aguda, relativa a que “la vida política no es nada
sin ideales, pero los ideales son vacíos si no se refieren a posibilidades reales” (p. 12). La
práctica va, normalmente, por delante de la teoría política, pero el “esqueleto del quehacer
político necesita cubrirse con carne teórica, no sólo para respaldar lo que hacen, sino para
dotar a la política de un mayor sentido de la dirección” (p.12).
En este contexto, GIDDENS no tiene reparo alguno en reconocer que el socialismo
ha muerto. Tras analizar los supuestos teóricos del socialismo en la historia, y su
desarrollo, señala que este sistema ideológico ha fracasado por no haber sido capaz de
alumbrar una sociedad que generará mayor riqueza que el capitalismo (p.14). Además,
la socialdemocracia clásica, socialismo moderado o parlamentario -como la llama
14
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
GIDDENS-, nace del Estado del bienestar una vez que tras el período de entreguerras
es reclamado como una conquista de la izquierda para terminar sucumbiendo ante los
encantos del mercado en épocas recientes. En efecto, la socialdemocracia quedó prendida
en las garras del más duro mercado no sólo a nivel institucional, sino que el repertorio
de dirigentes socialistas que han querido convivir con las “excelencias” del más salvaje
capitalismo no tiene desperdicio. GIDDENS entiende, sin embargo, que el término
socialdemocracia es más amplio y ambiguo que el de neoliberalismo y en él caben los
partidos de lo que denomina izquierda reformista.
Para GIDDENS, la socialdemocracia clásica, antigua, esa que hay que poner al día o renovar,
se caracteriza por un fuerte intervencionismo público en la vida social y económica, por
el claro predominio del Estado sobre la Sociedad, por el colectivismo, por el modelo de
economía keynesiana de demanda, por el papel restringido del mercado, por el pleno empleo,
por un fuerte igualitarismo, por un Estado de bienestar radical, por una modernización
lineal, por el internacionalismo y, por situarse, finalmente, en los esquemas de pensamiento
bipolar.
Por otra parte, el sociólogo británico nos dibuja el cuadro de la caracterización del
neoliberalismo, que reduce a las siguientes notas distintivas: gobierno mínimo, sociedad
civil autónoma, fundamentalismo de mercado, individualismo económico, autoritarismo
moral, desregulación del mercado de trabajo, aceptación de la desigualdad, nacionalismo
tradicional, Estado de bienestar como red de seguridad, modernización lineal, escasa
sensibilidad ecológica, teoría realista del orden internacional y, también, aceptación de la
perspectiva bipolar.
Posiblemente, como reconoce el ex director de la London School of Economics, puede
parecer que el neoliberalismo ha triunfado en el mundo (p. 25), ya que da la impresión
de que la socialdemocracia lleva tiempo inmersa en un profundo debate ideológico en
el que no parece importar mucho desprenderse de elementos esenciales e incorporar
nuevas ideas de la realidad social. El neoliberalismo radical, es cierto, apuesta por
una filosofía del libre mercado que, en ocasiones, supone un crecimiento económico
ilimitado que parece pugnar, como señala GIDDENS, con la idea central que preside el
conservadurismo: la tradición. En efecto, la tradición contiene la sabiduría acumulada
del pasado, y proporciona, por ello, un guía para el futuro (p. 26), es un vector central de
cualquier reflexión política, sea en un sentido o en otro. Ciertamente, el neoliberalismo
radical provoca una disgregación esencial de las instituciones tradicionales y, lo que
es más grave, distorsiona gravemente el propio equilibrio en el que debe discurrir la
existencia humana en su dimensión social.
Por otra parte, la socialdemocracia a la antigua, como la denomina GIDDENS, también hace
agua por todas partes. Hoy no es defendible un sistema social que permita una definición no
ambigua de pleno empleo. Hoy ya no encaja un mercado de trabajo homogéneo, en el que
15
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
los hombres, amenazados por el desempleo, eran principalmente trabajadores manuales
dispuestos a realizar cualquier trabajo por un salario que asegurase su supervivencia y
la de sus familias. En los albores del siglo XXI parece que ya no puede predicarse el
predominio de la producción en masa en sectores básicos de una economía que tendía
a crear condiciones de trabajo estables, aunque poco provechosas para gran parte de los
trabajadores. Tampoco es defendible, como señala GIDDENS, un Estado elitista, con
pequeños grupos de fieles expertos cívicos en burocracia. Los postulados keynesianos,
firmemente, han quedado periclitados: ya no se da ese predominio de la economía doméstica
sobre el comercio exterior en bienes y servicios (p. 27). Y, sobre todo, el igualitarismo ha
coadyuvado a determinado entendimiento del Estado de bienestar, que ha terminado por
anular cualquier amago ciudadano de iniciativa o responsabilidad.
Es relevante señalar que para GIDDENS la Tercera Vía no es más que una puesta al día
de la socialdemocracia, mientras que, ya lo veremos más adelante, el espacio del Centro
es otra cosa distinta: no parte ni de un partido ni de aprioris ideológicos sino que, en mi
opinión, expresa una nueva dimensión política de las nuevas formas de pensamiento que
traen consigo los nuevos tiempos.
Históricamente, el primer intento serio de desprendimiento de los viejos postulados
de la antigua socialdemocracia es cifrado por GIDDENS en 1987, en el marco del
Informe Político del Partido Laborista británico (p. 28), en el que se rechazó el aumento
de la titularidad pública de la industria, se abandonó expresamente la economía de
demanda keynesiana, se redujo la dependencia de los sindicatos, se introdujeron asuntos
psicológicos...
De igual modo, similares procesos se van produciendo en el conjunto de los partidos
de corte socialdemócrata de toda Europa, al socaire de planteamientos novedosos sobre
la productividad económica, las políticas participativas, el desarrollo comunitario y la
ecología. Particularmente relevante puede ser el debate sobre la libertad que promovió
en Noruega el Partido Laborista entre 1986-1988, y en el que se discutieron asuntos
fundamentales, como la relación entre lo privado y lo público, la flexibilidad de la
jornada laboral, las oportunidades educativas, el medio ambiente, la vivienda o la
democracia económica. GIDDENS llama la atención, en este punto, sobre lo novedoso,
en el contexto de esta formación política, de defender, por ejemplo, los intereses
individuales. En Alemania, el SPD elaboró en 1989 un nuevo Programa Básico, en el que
se reconocía la apuesta ecológica como fuente de crecimiento económico y se aceptaba
que la realización personal -la calidad de vida- y la competitividad económica debían
ser más subrayadas.
Llegados a este punto y antes de analizar lo que GIDDENS denomina “estructuras de
apoyo político”, no quiero dejar de certificar que, en lo que llevo de atenta lectura , no
es infrecuente que nos encontremos con expresiones, hoy más que rancias, como “fuerza
16
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
de trabajo” o “relaciones de clase”; términos que proceden, me parece, de sistemas
pensamiento ideologizado que han quedado hoy reducidos a cenizas por la propia evolución
del desarrollo social y que, observadas desde la conexión Tercera Vía-Socialdemocracia,
reduce excesivamente la llamada Tercera Vía a un puro “aggiornamiento” ideológicopartidario. Por el contrario, el espacio de Centro me parece de mayor calado político y
social en la medida que intenta acercarse a los problemas reales de la gente de este tiempo,
al margen de una determinada opción partidaria.
El que fuera director de la London School of Economics señala, con razón, que en todos
los países occidentales el voto ya no se ajusta a pautas clasistas y que ha variado desde una
polarización izquierda-derecha hacia un diseño más complejo (p. 39). Hoy los partidos
socialdemócratas ya no tienen un bloque consistente en el que confiar. Como señaló el
ministro RAJOY en la campaña electoral española del 2000: hoy nadie es de nadie. Es
cierto, los votos ya no son de los partidos, los partidos ya no son de sus dirigentes (...). Son
de la gente, de los ciudadanos.
En un contexto de cambios y transformaciones tan profundos y vertiginosos, es cierto
que la socialdemocracia está buscando su propia identidad y que la denominación
Tercera Vía supone un intento de presentarse como una ideología nueva y adaptada a
las nuevas realidades. El propio GIDDENS reconoce que el término no es original y
que originariamente procede de la llamada derecha de los años veinte. Sin embargo, a
comienzos de la posguerra parece que los socialdemócratas caminaban por un camino
bien distinto al del capitalismo de mercado y al del comunismo soviético. En 1951, la
Internacional Socialista se refirió a la Tercera Vía en este sentido según GIDDENS (p.
37). Veinte años más tarde, tal y como fue usada por el economista checo Ota SIK y
otros, se utilizó para referirse al socialismo de mercado. Y, en la década de los ochenta,
los socialdemócratas suecos bautizaron su renovación programática como Tercera Vía.
Sin embargo, como señala Anthony GIDDENS, la apropiación más reciente de la Tercera
Vía por CLINTON y BLAIR no ha seducido a los socialdemócratas continentales,
algunos de cuyos líderes han sugerido que hay que tener cuidado, ya que la Tercera
Vía trae consigo un neoliberalismo renovado. En fin, Anthony GIDDENS señala que la
Tercera Vía se refiere a un marco de pensamiento y política práctica que busca adaptar la
socialdemocracia a un mundo que ha cambiado esencialmente a lo largo de las dos o tres
últimas décadas. Es una Tercera Vía, dice el profesor de Sociología de la London School
of Economics, en cuanto que es un intento por transcender tanto la socialdemocracia a la
antigua como al neoliberalismo (p. 38). Sin embargo, en mi opinión, más que un nuevo
camino, es una puesta al día del socialismo democrático.
Probablemente, la-s Tercera-s Vía-s las ha habido siempre en la medida en que siempre
se ha intentado buscar nuevas formas de política que, lejos de los “a prioris” teóricos,
ayuden en serio a resolver los problemas colectivos de la ciudadanía (E. NOLLA, Las
Terceras Vías,Veintiuno, Verano 2002, p. 15). Así, frente al capitalismo y al marxismo,
17
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
la socialdemocracia intentó presentarse bajo esta denominación, aunque el peso de la
ideología la llevó al desastre.
1.2.2. Los dilemas de la Tercera Vía.
Desde el punto de vista de los contenidos, GIDDENS identifica cinco debates o dilemas,
como él los denomina, a los que la Tercera Vía debe encontrar respuesta: la globalización, el
individualismo, la división izquierda-derecha, ¿está la política alejándose de los mecanismos
ortodoxos de la democracia?, y, ¿cómo se deben integrar los elementos ecológicos en la
política socialdemócrata?
Realmente, al tratar de la globalización, lo que hace constar GIDDENS es hacer la
radiografía del fenómeno y de su virtualidad como instrumento transformador del elenco
de relaciones económicas de estos años. Quizás sí que llame la atención la incidencia
de este fenómeno sobre la configuración del Estado-nación y su necesaria adaptación
a los vientos globalizadores. Por lo que se refiere al individualismo, quisiera señalar
que es ciertamente paradójica la nueva conversión de la socialdemocracia al nuevo
individualismo (socialismo de ZAPATERO) que, en mi opinión, aparece peligrosamente
desvinculado de la carga social de antaño para revelarse como una fuente de insolidaridad
y de egoísmo radical. Me parece preocupante, insisto, la conversión de la Tercera Vía al
individualismo, a ese “yo” que aspira a desmarcarse incluso del contexto social y de las
comunidades en las que se integra. Es cierto que GIDDENS intenta salvar la aparente
confrontación entre libertad e igualdad. Sí que es positiva la apelación de GIDDENS
a la responsabilidad, a una mayor democratización y a modos de vida más abiertos y
reflexivos. Por supuesto.
La polémica sobre la dicotomía derecha-izquierda no es nueva, ni es fácil que se supere
completamente. Desde que surge, con la disposición de unos y otros en las bancadas de
la primera Asamblea francesa, la polémica está servida. A veces, incluso, las señas de
identidad de la derecha las han enarbolado partidos de izquierda y viceversa. Actualmente,
se ha manifestado partidario de mantener el par conceptual derecha-izquierda nada menos
que Norberto BOBBIO, para quien las diferencias terminan por basarse sobre las actitudes
en relación con la igualdad. A mí no me parece muy atinada esta argumentación, ya que
habría que ver si en la realidad los partidos de izquierda todavía se guían por este principio.
Probablemente la izquierda de hoy ya no es como antes, como tampoco lo es la derecha.
Probablemente estén surgiendo nuevos espacios políticos más abiertos, menos bipolares y,
sobre todo, menos ideologizados, donde la preocupación por los problemas reales de las
personas no admita dogmatismos o prejuicios. O si se quiere, la crisis de la modernidad, o
de esa tardomodernidad tan dada a exhibir ese racionalismo exacerbado, ese individualismo
feroz y ese odioso consumismo, está posibilitando nuevos escenarios de mayor compromiso
con lo real y de transformación de los principios que deben inspirar el orden político, social
y económico.
18
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
No sé si la globalización, como sugiere GIDDENS (p. 56), es la responsable de la modulación
de los conceptos de derecha e izquierda. Más bien, me parece que estamos asistiendo,
aunque todavía en sus inicios, a una nueva manera de entender la política, más centrada en
la forma de resolver los problemas de la gente que en los discursos técnicos sobre no se
sabe qué propiedades o elementos de la configuración esencial de tal o cual ideología.
Para Anthony GIDDENS, al haber mudado estas circunstancias, se ha puesto de relieve
toda una gama de problemas y posibilidades nuevos que no están al alcance del esquema
izquierda-derecha y que se refieren a la ecología, a la familia, al trabajo, a la identidad
personal y cultural... (p. 57).
Sorprende que en este contexto es en el que el sociólogo inglés cite por vez primera en su libro el
concepto de Centro político: “estas consideraciones sugieren que los socialdemócratas deberían
contemplar de otra manera el Centro político. Los partidos socialdemócratas se han acercado
al Centro fundamentalmente por motivos oportunistas. El Centro político, por supuesto, en
el contexto de la izquierda y la derecha, sólo puede significar compromiso, el “punto medio”
entre dos alternativas más definidas. Sí, la izquierda y la derecha abarcan ahora menos que
antes, sin embargo, esta conclusión no sirve. La idea del “medio activo” o “Centro radical”,
muy debatida entre los socialdemócratas recientemente, debería ser tomada en serio” (p. 58).
Del texto transcrito se deducen interesantes consecuencias. Primera: que el Centro es un
espacio, no un partido. De acuerdo. Segunda: que la socialdemocracia se acerca al Centro
por motivos oportunistas. Es cierto. Tercera: para GIDDENS el Centro sólo puede ser
un punto medio, la equidistancia entre dos alternativas definidas. En este punto no estoy
conforme. Además, como veremos, GIDDENS más adelante sí reconoce la sustancia propia
del Centro. ¿Qué es, pues, un espacio propio o un punto equidistante?.
GIDDENS, para quien el interés del Centro se “centra” en el “Centro-izquierda”, se cuida
mucho de no identificar “Centro-izquierda” con “izquierda moderada” porque, a su juicio,
las cuestiones más importantes de la vida política exigen soluciones radicales (p. 58-59).
Vaya por adelantado que soy contrario a posturas radicales, como no sea para calificar el
compromiso con la dignidad de la persona y los derechos humanos.
A continuación, GIDDENS desvela, me parece, el sentido instrumental que tiene la
apelación al Centro por parte de la socialdemocracia: el término “Centro-izquierda” no es,
pues, una calificación inocua: “Una socialdemocracia renovada ha de estar a la izquierda
del Centro, porque la política social y la política emancipadora siguen constituyendo su
esencia. Pero no debería considerarse que el Centro no tiene sustancia. Hablamos más bien
de las alianzas que los socialdemócratas pueden tejer a partir de la diversidad de estilos de
vida (...)” (p. 59). Llama la atención que GIDDENS asuma que los valores de la justicia
social sean patrimonio de la izquierda. Sorprende que, en este texto, GIDDENS, en contra
de lo señalado anteriormente, afirme que el Centro tiene sustancia propia.
19
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
La diferencia entre izquierda y derecha, entre socialdemócratas y liberales, la plantea el
ex director de la London School of Economics en relación con el sentido del Estado del
bienestar (p.60). Sin embargo, frente a unos que reivindican el gasto público como solución
y otros que apelan a una red de seguridad mínima, resulta que, para otros -entre los que me
encuentro- las soluciones no pueden ser “a priori”. Habrá veces en que la presencia pública
sea imprescindible, y otras en las que, aun aumentando el compromiso público, la acción
debe estar en manos de instituciones sociales.
Por lo que se refiere al dilema relativo al porqué de los gobiernos, el sociólogo británico
comienza por establecer un repertorio de funciones que deben distinguir la acción de los
ejecutivos: a) suministrar medios para la representación de intereses diversos, b) ofrecer un
foro para conciliar las demandas generales que se puedan contraponer a dichos intereses
diversos, c) promover un espacio público abierto a la deliberación de las diferentes posiciones
sobre asuntos de interés general, d) suministrar una variedad de bienes públicos, entre los
que se incluyen formas de seguridad y bienestar colectivos, e) regular los mercados de
acuerdo con el interés público y fomentar la competencia mercantil donde haya amenaza de
monopolio, f) fomentar la paz social mediante el control de los instrumentos de violencia y
mediante el mantenimiento del orden, g) promover el desarrollo activo de capital humano a
través de su papel esencial en el sistema educativo, h) mantener un sistema judicial eficaz, i)
tener un papel directamente económico, como empleador principal, en intervención macro y
microeconómica, además de la provisión de infraestructuras, i) tener una meta civilizadora o
k) fomentar alianzas regionales y transnacionales y perseguir objetivos globales (p. 61-62).
En este punto, se podrá discutir sobre el alcance de las funciones estatales pero, con
algunos matices, estoy básicamente de acuerdo con GIDDENS. Sin embargo, a renglón
seguido, GIDDENS plantea el papel de todo un conjunto instituciones sociales que
ciertamente contribuyen a conformar los intereses generales de las sociedades abiertas.
Se cita la tesis siguiente de BECK sobre la “subpolítica”, un fenómeno que se resume en
la pérdida de influencia de los parlamentos como escenarios del debate público en favor
de los denominados grupos de interés único (p. 63). Hoy, nadie duda, me parece, acerca
del protagonismo de estas nuevas organizaciones sociales y su incidencia real. Sin tener
que recurrir al episodio del Brenz Spar y la reacción de la Shell, parece que, poco a poco,
la sociedad se va articulando para la mejor defensa de sus intereses y así disponen de voz
propia en el debate público. Junto a este vigoroso movimiento no se puede ocultar que, con
mucha frecuencia, esos presuntos portavoces de lo más granado y auténtico de la vitalidad
ciudadana, no son más que otras caras de instituciones públicas o privadas que, conscientes
del nuevo campo de juego, no han dudado en alinear nuevos equipos. Por eso, con estas
modulaciones, la crisis de la “política” y el ascenso de la “subpolítica” es, ciertamente, un
botón de muestra de la confusión reinante en el tablero mundial.
GIDDENS, en este contexto, constata algo obvio: son tantas las veces que los
movimientos e instituciones sociales plantean los verdaderos problemas que aquejan a
20
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
la gente, que los políticos, con frecuencia, van a la zaga. Esta afirmación testimonia esa
pérdida de confianza de la ciudadanía en los políticos que caracteriza las sociedades
avanzadas y, por otra parte, pone de manifiesto la necesidad de que la política “baje
a la arena” y se distancia de las versiones cerradas y unilaterales de los aparatos
organizativos. Todo ello, incluida la emergencia de partidos populistas de extrema
derecha o grupos antisistema, nos va situando ante una dimensión más abierta y menos
partidista de la política. En esto sí tienen razón GIDDENS y BECK, y su desafío es
interesante: “despolitizar la política” o, como se ha dicho también, “democratizar la
democracia”.
Otro de los dilemas a los que se acerca el sociólogo anglosajón es la ecología, la importancia
del medio ambiente. En este tema, echo en falta una aproximación más humanista y
menos tecnocrática pues, me parece, no se trata sólo de propagar el desarrollo sostenible
como infalible dogma que combina admirablemente la conciencia medioambiental con la
ortodoxia económica (pp. 68 y ss.).
1.2.3. La política de la Tercera Vía
Tras analizar los cinco dilemas, GIDDENS trata de la “política de la Tercera Vía” (pp. 80
y ss.) y escribe solemnemente que la meta general de la política de la Tercera Vía debería
ser ayudar a los ciudadanos a guiarse en las grandes revoluciones de nuestro tiempo:
globalización, transformaciones de la vida personal y relación con la naturaleza. No parece,
en mi opinión, que la política deba ser una guía para las personas, sino el arte para resolver
los problemas colectivos de la gente. Sí estoy de acuerdo en que la política de la Tercera
Vía “debería mantener como preocupación esencial la justicia social, y aceptar que la gama
de cuestiones que escapan a la divisoria izquierda/derecha (...). Habiendo abandonado
el colectivismo, la política de la Tercera Vía busca una nueva relación entre individuo y
comunidad, una redefinición de derechos y obligaciones” (p. 81).
En este contexto, GIDDENS acierta cuando escribe que el “lema principal para la
nueva política podría ser: ningún derecho sin responsabilidad” (p. 81). Este principio ha
arrumbado la vieja idea socialista conforme a la cual resultaba que se consideraban los
derechos como exigencias incondicionales, idea todavía presente en la mente de muchos
millones de ciudadanos como consecuencia de la nefasta acción del Estado del bienestar, en
su versión más unilateral, en la vida de la gente. Por eso, me parece muy conveniente que,
como señala GIDDENS, “las prestaciones por desempleo debieran acarrear la obligación
de buscar trabajo activamente” (p. 81). Desde luego, este criterio que ahora se enarbola
bajo el paraguas de la Tercera Vía, es una manifestación de sentido común y de sentido de
la realidad que la vieja izquierda, que se “moderniza,” ha aceptado acríticamente hoy. Su
asunción por los partidos que sostienen la Tercera Vía supone el certificado de defunción
de uno de los esenciales dogmas del socialismo clásico y la constatación de uno de los
vectores centrales del liberalismo.
21
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
“Ninguna autoridad sin democracia” (p. 82) es otro de los criterios de la política de la Tercera
Vía. A mí, desde luego, como aspiración me parece bien. Es más, soy de los que pienso que
la democracia es un sistema político y algo más: una forma de vida que supone colocar la
persona en el centro del poder social, que supone respeto profundo a los derechos humanos,
que trae consigo una participación real de la gente en las deliberaciones públicas, que
facilita el control a los gobiernos... En este sentido, nada que objetar, pero interpretar este
criterio ideológicamente al modo procedimental schumpeteriano, por ejemplo, me parece
un grave error. Nos podemos preguntar qué pasaría si en el ámbito familiar, académico,
castrense o religioso, todo se decidiera por votos única y exclusivamente. La prudencia, no
lo olvidemos, exige saber tratar cada asunto de acuerdo con su propia realidad.
Interesantes son las reflexiones de GIDDENS sobre la capacidad del Estado “para actuar
con instancias de la sociedad civil, para fomentar la renovación y el desarrollo de la
comunidad” (p. 85). Además, según el ideólogo de la Tercera Vía, “la nación cosmopolita
ayuda a promover la inclusión social” (Ibídem). Se trata de dos afirmaciones que, de nuevo,
echan por tierra pilares en otro tiempo del pensamiento de izquierda. El ex director de la
London School of Economics resume el programa de la Tercera Vía en los diez puntos
siguientes:
1. El Centro radical.
2. El nuevo Estado democrático (sin enemigos).
3. Una sociedad civil activa.
4. La familia democrática.
5. La nueva economía mixta.
6. Igualdad como inclusión.
7. Bienestar positivo.
8. El Estado social inversor.
9. La nación cosmopolita.
10. Democrática cosmopolita.
1.2.4. Democratizar la democracia.
Tras el 11-IX- 2001, resulta pertinente traer a colación otro de los postulados que GIDDENS
nos presenta en el marco de la Tercera Vía: democratizar la democracia: “La crisis de
la democracia viene de no ser suficientemente democrática” (p. 87). Ciertamente, la
democracia siempre podrá ser mejorada. Siempre es posible promover mayor participación,
mayor control a los gobiernos y, en general, mayor sensibilidad de los políticos en relación
con los problemas reales de la gente. Además, tras la irrupción del terrorismo global,
resulta que se pone de manifiesto, por un lado, la necesidad de mejorar la calidad de las
democracias occidentales y, por ello, la necesidad de contribuir a la separación de poder
político y poder espiritual y, en general, la colocación en el centro del nuevo orden social,
político y económico, seriamente amenazado el 11-IX-2001, a la dignidad de la persona y
22
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
sus derechos humanos. El camino es complejo, pero supone un apasionante desafío para los
políticos que esperemos sepan encauzar.
También constituye un tema permanente de los debates políticos actuales, lo que denomina
acertadamente GIDDENS bajo la rúbrica “democratizando la democracia”. Por una parte, si
nos ubicamos en las versiones clásicas estáticas del papel del Estado en la orilla neoliberal
o en la socialdemócrata, nos encontramos con la Tercera Vía, para la que GIDDENS solicita
la tarea de reconstruir el Estado (p. 86). Sin embargo, la posición geométrica que parece
desprender el razonamiento del ex director de la London School of Economics, de nuevo
manifiesta la debilidad conceptual de la Tercera Vía en la medida en que pretende, me
parece, erigirse en una nueva posición política desde planteamientos idénticos a los que
combate. Hoy, insisto, se han terminado las recetas mágicas, las productos prefabricados;
al menos en lo que se refiere a las soluciones que demandan los problemas colectivos. Si
la Tercera Vía se cifrase en una buena combinación de mercado e intervención sin más, se
instalaría en la panoplia de las fórmulas tecnocríticas que surge de cualquier gabinete de
prospección sociológica.
Hoy, tras el 11-IX-2001, me parece que la democracia tiene una gran ocasión para
desprenderse de los pesados lastres que la han llevado por el tenebroso camino de un
racionalismo ilustrado que, seducido por los dogmas del progreso lineal, ha derivado
en versiones un tanto alejadas de la realidad y, lo que es más grave, al margen de la
vitalidad que emerge incesantemente de la libertad articulada de los ciudadanos. Lejos de
elucubraciones demasiado teóricas, parece que el pensamiento único, que el planteamiento
geométrico y bipolar, deben ceder a ideas más abiertas, más dinámicas, más plurales, y,
sobre todo, más humanas. De lo contrario, es posible que en aras de la instauración de la
democracia en el mundo se colabore con el terrorismo y, bajo la capa de la lucha contra
el terrorismo, se busquen escenarios que benefician a las minorías que han regido hasta
ahora el tecnosistema. De nuevo hace falta un esencial impulso humanista que coloque
a la persona en el centro del nuevo orden social, político y económico que se espera para
el nuevo tiempo en que vivimos. De lo contrario, las aproximaciones más extremas de la
sociedad intentarán, abanderadas por una demagogia sin límites, subrayar las deficiencias
de un cierto racionalismo elitista que ha abandonado la realidad.
En este contexto, reviste el mayor interés la opinión del sociólogo británico cuyo libro ahora
comentamos: “la crisis de la democracia viene de no ser suficientemente democrática”
(p. 87). La afirmación, desde luego, la suscribimos muchos. Por una parte, la opinión
ciudadana de los políticos es, reconozcámoslo, baja. Por otra, sin embargo, la confianza en
la democracia es mayoritaria y, continuamente, interpela a los políticos para cumplir su tarea
más cerca de los problemas reales de la gente y más lejos de planteamientos burocráticos de
lucha por el poder interno. En esta dirección, GIDDENS revela que el 90% de la población
en Estados Unidos, está satisfecho con una forma democrática de gobierno y que, según
una encuesta realizada en Europa entre 1981-1990 a once países, resulta que el 90% daba
23
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
por bueno el sistema democrático de gobierno. Pero el porcentaje es el mismo -90%- si se
trata de buscar maneras de desarrollar más ampliamente la democracia (p.88). Y, para ello,
GIDDENS pretende situar el epicentro de la cuestión en el gobierno cuando, en mi opinión,
la clave está sobre todo en las personas y en las estructuras que manifiestan el dinamismo
real de las preocupaciones y aspiraciones de los ciudadanos libremente articulados. Otra
cosa es que el gobierno debe estar más pendiente de lo que se mueve en su interior desde
planteamientos menos formales y oficialistas. Por supuesto que, como señala GIDDENS, el
“Estado debe ajustarse a las nuevas circunstancias de la era global” (p. 88), pero lo decisivo
es que la base del Estado reside en la persona y en sus inalienables derechos humanos. Por
supuesto que democratizar la democracia trae consigo potenciar la descentralización (p.
88) y, lo que es más importante, como reza el dicho popular, que cada palo aguante su vela.
Es decir, que el Estado juegue el rol que le corresponde en la definición y análisis de las
grandes políticas públicas de solidaridad y equidad, y que los entes territoriales se encarguen
de la apasionante tarea de la aplicación y ejecución de esas políticas generales, a la vez que
conducen su propios asuntos públicos en régimen de autogobierno y autoadministración.
En este tema de democratizar la democracia, GIDDENS se pregunta por la importancia de
la esfera pública de deliberación. Pues bien, la responsabilidad del Estado no reside sólo
en su condición de configuradora de estos ambientes, sino en permitir que las instituciones
sociales del nivel primario o secundario faciliten un recto y espontáneo entrenamiento en
esta materia. De lo contrario, nos toparemos de nuevo con esa falsa modalidad de Estado de
bienestar que, como adolece de pavor a la libertad real de los ciudadanos, prefirió -a la orden
de los prohombres de la tecnoestructura- manipular el debate público y que se participe en
él si se está de acuerdo con la lógica intervencionista, y, en caso contrario, el repliegue a la
“soledad” de la vida privada. Es lo que TOCQUEVILLE advirtió con luminosa anticipación
al hablar uno de los mayores peligros de las democracias: el despotismo blando.
De acuerdo con que “democratizar la democracia” implica la lucha y combate contra la
corrupción (p. 89). Que exista la corrupción no es ninguna novedad. Lo realmente importante
es que haya un compromiso político y personal para erradicar de la circulación social toda
forma de uso impropio del poder, sea económico, social o político. Todo lo que se insista
en transparencia, imparcialidad, neutralidad, servicio... como valores públicos, bienvenido
será. GIDDENS, en este asunto, se muestra partidario de una reforma institucional que, dada
la peculiar configuración del constitucionalismo británico y su entramado institucional, me
parece que no se puede trasladar a los denominados países continentales. Por supuesto que
es universal, en este contexto, la preocupación por instaurar reformas administrativas que
busquen una mayor eficiencia del aparato público. Pero para situarse en las coordenadas de
lo que me parece que es el nervio de las transformaciones que nos demandan los ciudadanos,
es insuficiente poner únicamente la vista en la empresa. Es necesario, una y otra vez, cantar
moderadamente la excelencia de trabajar en la administración pública y ayudar a la mejora
de las condiciones de vida de la gente. En este punto, el análisis de GIDDENS es certero:
“reiventar al gobierno significa a veces, desde luego, adoptar soluciones basadas en el
24
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
mercado. Pero también debería significar reafirmar la eficacia del gobierno frente a los
mercados” (p. 92).
También es sugerente la reflexión que nos sitúa en una democracia que no se agota con
el derecho al voto cuando corresponda. Es necesario que el gobierno esté cerca de los
problemas reales de la gente y, como dice GIDDENS, que los ciudadanos deseen estar
también cerca de la administración pues, de lo contrario, el sistema sería unidireccional y,
por ello, fracasaría. Quizás, como señala el propio profesor inglés, el modelo sueco de hace
veinte años sea útil como exponente de facilitar que la gente dé su opinión sobre alguna
política pública concreta: “el gobierno, sindicatos, partidos y organizaciones educativas
pusieron en marcha cursos de un día sobre energía. Cualquier persona que asistiera a tal
curso podía hacer recomendaciones formales al gobierno. Setenta mil personas participaron
en una práctica que influyó decisivamente en la política” (p. 92). Ahora bien, la clave,
repito, reside en que las personas tengan criterio para participar, porque es posible que
existan múltiples fórmulas de participación, pero que no se utilicen adecuadamente porque
lo primero y principales facilitar una sólida educación a los ciudadanos.
La democratización de la democracia, en efecto, debe ser global. La cuestión de la
expansión de la democracia en el mundo está vinculada a la necesaria instauración de la
primacía de los derechos humanos y de la dignidad de la persona. A partir de aquí, todo
es mucho más fácil.
A continuación, GIDDENS señala el objetivo socialdemócrata de la Tercera Vía en todo este
tema de la democratización de la democracia: el nuevo Estado democrático que, según el
sociólogo inglés, exige nuevos impulsos de descentralización y devolución (p. 95). Cierto,
pero no se debe olvidar que tanto la “devolution” como la descentralización son, o deben
ser, instrumentos al servicio de un sistema político que se oriente de verdad a resolver los
problemas reales de las personas. Si no se plantea de este modo, las reformas administrativas,
aun las más necesarias, pueden suponer pétreas rémoras en la modernización de un país y, lo
que es más grave, operaciones burocráticas para recluir todavía más a los ciudadanos en el
sacrosanto reducto de su conciencia, porque lo público es de la propiedad del tecnosistema
y sólo él y sus miembros pueden levantar la voz en la deliberación pública y decir lo que
está bien y lo que está mal.
1.2.5. La sociedad civil y el Estado.
GIDDENS dedica un epígrafe especial a la cuestión de la sociedad civil y afirma “que la
promoción de una sociedad civil activa es una parte básica de la política de la Tercera Vía”
(p. 95). De la Tercera Vía y de la política democrática, podríamos añadir.
Veamos. Para la Tercera Vía es relevante la escasa solidaridad imperante así como los
principales problemas sociales, más allá de las clásicas fórmulas anti-economicistas de la
25
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
izquierda clásica. Sin embargo, la relativa veta despótica que rezuma en algunos aspectos la
Tercera Vía aflora aquí, me parece, con gran intensidad. GIDDENS entiende que el Estado
del bienestar no tiene nada que ver con la erosión del civismo reinante; sólo faltaría la
solución, que una vez más, no puede venir de “dejar a la sociedad civil funcionar a sus anchas”.
El gobierno puede y debe fijar un papel principal en renovar la cultura cívica” (p. 96).
La perspectiva de la centralidad de los individuos, de la sociedad y del Estado, es
fundamental para entender las nuevas formas o maneras de hacer política que nos demanda
el momento presente. En modo alguno, al menos para mí, debe asumir un papel estelar
el Estado como no sea para hacer posible una educación libre y de calidad que procuren
el libre desarrollo de cada persona. El Estado es de los ciudadanos y su función, hoy en
día, reside en facilitar el ejercicio de las libertades y los derechos de los ciudadanos. Y, a
partir de ahí, su intervención directa se justifica precisamente en la medida en que existen
situaciones de falta de libertad o de necesidad de equilibrios derivados de ausencia de
equidad o solidaridad. Pero la intervención del Estado como regla es nociva; la historia nos
lo recuerda dramáticamente.
Después de afirmar el papel central del gobierno, GIDDENS entiende que “el Estado y la
sociedad civil deberían actuar asociados, cada uno para ayudar, pero también para controlar
la acción del otro” (p. 96). Aquí me parece que el antiguo director de la London School
of Economics acierta al exhibir un pensamiento compatible y complementario, y entender
que la solución no viene del pensamiento geométrico o dogmático. Es más, me parecen de
todo punto afortunadas sus reflexiones sobre la importancia de la “comunidad” (p. 97) y su
entendimiento asistemático del juego que proporciona las relaciones Estado-sociedad: “no
hay fronteras permanentes entre gobierno y sociedad civil. Dependiendo del contexto, el
gobierno necesita a veces ser atraído más profundamente a la arena civil, otras veces debe
retirarse. Donde el gobierno se aleja de la intervención directa, sus recursos pueden ser
todavía necesarios para mantener actividades que los grupos locales asumen o introducen,
sobre todo en las áreas más pobres (...)” (p. 97).
También resulta del mayor interés llamar la atención sobre la existencia de una sociedad
crecientemente reflexiva, con altos niveles de autoorganización, para reclamar la
trascendencia de las vitalidades y realidades que representan algunas fórmulas bien
evolucionadas de esferas civiles florecientes que proclaman el compromiso cívico (p.97).
La situación actual dista de ser estimulante pero, quizás por ello, es bienintencionada la
reflexión de GIDDENS: “la cuestión es aprovechar éstas -las experiencias positivas- en pro
de fines sociales más amplios, de manera que beneficien tanto a las comunidades locales
como a la sociedad en su conjunto” (p. 97).
Como buen sociólogo, Anthony GIDDENS ilustra su pensamiento con dos ejemplos
bien interesantes. Por una parte, un estudio sobre la evolución del movimiento de grupos
pequeños en Estados Unidos, certifica que el 40% de los norteamericanos pertenecen al
26
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
menos a un grupo que se reúne con regularidad, que genera lazos de comunidad (p. 98).
Y, por otro, resulta que en el Reino Unido, después de 1950, creció la actividad en el
tercer sector con un sobresaliente aumento de la participación femenina (p. 99). Cierto es
que participan más en estas comunidades de voluntariado, de ecología, de autoayuda...,
personas de situación económica pudiente, por lo que el Estado aquí sí que puede -y debefacilitar que las personas con menos recursos dispongan de un mayor bienestar que les
permita también autorrealizarse personal y comunitariamente en esta dimensión. Las
experiencias de los microcréditos o de las empresas sociales son ciertamente positivos, pero
quizás todavía sean poco conocidos y alcancen un porcentaje aún pequeño. Sin embargo,
la realidad nos anima a ser optimistas y a reclamar que la globalización se asome por
estos mundos, pues nos jugamos la estabilidad social, política y económica del planeta.
Una lección sí que es clara y que parece formular GIDDENS, “que el gobierno debe estar
dispuesto a colaborar con estas tentativas, al igual que estimular otras formas de adopción
consensuada de decisiones y autonomía local” (p. 101-102).
El Estado, por tanto, al servicio de las personas, al servicio de los derechos humanos, de
forma que la libertad articulada de los ciudadanos (BURKE) sea el fundamento del poder
político. Entiendo que GIDDENS, en el “moderno” entendimiento de la socialdemocracia
según la Tercera Vía, no es capaz de confiar en las personas ni en la sociedad, porque sigue
admitiendo “que la sociedad civil no es (...) una fuente de orden y armonía espontáneos”
(p. 103). Sin embargo, cuando la sociedad está impregnada de valores personales y
comunitarios, es más fácil un escenario de participación y de desarrollo de todos los derechos
humanos. De acuerdo que el Estado tiene un papel. Pero ese papel se reduce a hacer posible
el libre desarrollo de las personas en la sociedad y velar porque la solidaridad y la equidad
presidan el orden social. Sí que estoy de acuerdo con GIDDENS en que “el Estado debería
proteger a los individuos de los conflictos de interés, siempre presentes en la sociedad
civil” (p. 103). Por supuesto que los problemas asociados a la delincuencia ocasionan serias
distorsiones para el libre desarrollo de las personas, y que reclaman la puesta en acción de
la competencia de orden público que reside en los estados (p. 105-106).
1.2.6. La familia.
En materia de familia, las tesis de la Tercera Vía, sugerentes en buena medida, no resultan,
a mi juicio, renovadoras ni portadoras de soluciones reales, porque se trata de adaptarse
a los inquietantes indicadores sociales que arrojan las estadísticas: aumento del divorcio,
incremento de la monoparentalidad, incremento de niños nacidos de padres solteros.
Veamos. ¿Es deseable el divorcio para la estabilidad emocional y crecimiento armónico de
los niños? ¿Está recomendado que los niños crezcan sólo con el padre o sólo con la madre?
Reconozco que son preguntas formuladas deliberadamente, pero me parece que, sin apelar
a la crisis de natalidad tan aguda que padecemos, la forma de proceder en este asunto tan
delicado, lejos de lecturas imperativas, tiene mucho que ver con el papel central de la
27
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
familia en la sociedad como institución en la que se aprenden las cualidades democráticas,
los valores humanos, se vive y practica la solidaridad y, sobre todo, se forman hombres
y mujeres llamados al compromiso cívico. Por ello, lo más importante en esta materia
es ayudar realmente a las familias con hijos, primero porque tener hijos ni es neoliberal
ni socialdemócrata, sino que es algo humano y, hoy por lo que se ve, necesario para el
desarrollo social.
En este punto, la Tercera Vía nos presenta un conjunto de planteamientos de signo
individualista y bipolar. Si no estás con ellos, a la derecha: “la derecha tiene una historia
particular que contar acerca de las consecuencias de estos cambios (...). Debería reafirmarse
la inviolabilidad del matrimonio. El matrimonio es el principal campo de entrenamiento
emocional para los machos descarriados, comprometiéndoles a deberes y responsabilidades
que en otro caso abandonarían. La ausencia del padre, según esta versión, es la tendencia
más perjudicial de esta generación (...). Es también el motor que impulsa nuestros problemas
sociales más urgentes, desde la delincuencia a los embarazos no deseados, pasando por el
abuso sexual infantil (...)” (p. 108).
El tono que se utiliza para mandar a las cavernas (pp. 108-109) a la idea tradicional de
familia es sospechoso. Primero porque en otros asuntos no se percibe ni se vislumbra un
ataque tan radical a lo que no sean las propias convicciones. Incluso aparece un cierto tinte
descalificador que, para quien haya tenido experiencias políticas más o menos recientes,
recuerda a lo más genuino de la izquierda más caduca. Segundo, porque no parece que
haya muchas dudas si se difundieran las cuentas de resultados de empresas farmacéuticas
y laboratorios sobre los beneficiarios de tanta publicidad, tanto espectáculo o tanta
literatura de pensamiento único en esta materia. Para mí, resulta penoso que, en este tema,
sistemáticamente se deje fuera de juego a los principales protagonistas: los hijos, a quienes
ni se escucha ni se tiene presente. Sí, los débiles, los más débiles son los que pagan los
platos rotos.
Es más, aunque pueda parecer un planteamiento grandilocuente, o para algunos
apocalíptico, aquí se juega, en el tema de la familia, el futuro de la humanidad. Si
seguimos como vamos, la tecnoestructura seguirá dominando la situación, beneficiando
a la industria farmacéutica, editorial o cinematográfica, que proclama a los cuatro vientos
la “buena nueva”de este singular pensamiento único. No se trata, insisto, de imponer
nada a nadie, sino de proteger el orden lógico de la naturaleza, facilitar que, si se quiere,
se puedan tener hijos, que la mujer pueda trabajar y a la vez, si lo decide, ser madre.
Se trata de planteamientos de equilibrio, de moderación, de protección de los más
débiles y de fomentar ambientes promotores de solidaridad, de libertad, de equidad y de
responsabilidad.
Insisto, la política familiar de la Tercera Vía, que patrocina el profesor GIDDENS, bien
podría calificarse de fuertemente individualista y de sospechosamente acomodaticia a lo
28
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
que son algunos usos sociales portadores de conocidos hábitos solidarios. Diría, aunque es
posible que esté equivocado, que la idea de la familia en la Tercera Vía “made in GIDDENS”,
no parece muy alineada con los valores de la solidaridad o equidad.
Para GIDDENS, “deberíamos tener claro, en primer lugar, lo poco plausible que es la idea
de regresar a la familia tradicional” (p. 109). Analicemos las razones que esgrime:
1º “Estamos asistiendo a profundos procesos de cambio en la vida cotidiana, que tienen
un alcance mucho mayor que la capacidad de ninguna instancia política para invertirlos”
(p. 109). Los cambios a que alude GIDDENS, ni son tan profundos ni tan mayoritarios
como para proponer planteamientos que socaven una institución de tanta raigambre y
que tanto, con luces y sombras, ha contribuido a subrayar una visión más humana, más
solidaria y más responsable de la vida. Además, si se “imponen” sutilmente las nuevas
formas de familia que descaradamente se publicitan con ocasión y sin ella, no sé hasta qué
punto se pueden plantear políticas demográficas coherentes. Insisto, la clave para entender
la familia, en su versión moderna, reside en desechar el pensamiento único que sitúa el
epicentro en la llamada autorrealización personal de los cónyuges al margen de cualquier
otra consideración. En una dimensión moderna, la familia debe articularse desde los
postulados del pensamiento compatible, complementario, abierto y dinámico, sin perder de
vista la vasta labor de socialización y de humanidad que tiene encomendada.
2º “La nostalgia de la familia tradicional idealiza el pasado. Las familias rotas eran casi
tan comunes en el Reino Unido en el siglo XIX como ahora, aunque el motivo principal
era la muerte de un cónyuge en lugar de la separación o el divorcio. La investigación
histórica está develando muchas cosas sobre el lado oscuro de la familia tradicional,
en la que la violencia y el abuso sexual contra niños eran mucho más frecuentes de lo
que la mayoría de los historiadores creía” (p. 109). Llama la atención, y no poca, el
despliegue dialéctico, en clave bipolar y maniqueo, que se utiliza para desprestigiar a la
llamada familia tradicional. No seré yo quien oculte o silencie las sombras, que tiene,
como toda realidad humana, la familia. Pero, a renglón seguido, señalaré que me parece
inadecuado desacreditar a la familia subrayando sus aspectos negativos únicamente.
Vamos a ver: sería interesante contextualizar los casos de abusos y violencia, con un
estudio serio, sobre quienes son sus principales instigadores. En todo caso, como lo
normal es, por más que moleste, la familia “tradicional”, cualquier estadística que se
verifique en términos absolutos arrojará el lógico resultado; pero si la circunscribimos a
porcentajes o proporciones de desmanes en una u otra “modalidad” de “familia”, quizás
nos quedásemos sorprendidos. Aunque sé que es políticamente incorrecto, invitaría a los
lectores a hacer, por ejemplo, un seguimiento periodístico serio sobre el tema durante un
determinado período de tiempo.
3º “La familia tradicional era ante todo una unidad económica y de parentesco. Los lazos
matrimoniales no estaban individualizados como ahora, y el amor o compromiso afectivo no
29
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
eran la base fundamental del matrimonio, tal y como se han convertido con posterioridad”
(p. 109). De entrada, la rotundidad inicial del discurso de GIDDENS me parece demasiado
categórico y radical. Insisto, es posible que haya sombras y aspectos negativos; pero, ¿por
qué hacen falta nuevos modelos y no corregir lo que sea menester? En cualquier caso, esa
individualización de los lazos matrimoniales que se predica, no deja de manifestar esa
peligrosa aproximación a uno de los aspectos sin tener en cuenta otras partes igualmente
importantes. ¿Es razonable descalificar una institución que lleva más de dos mil años en
pie para atender los criterios de toda una omnipotente tecnoestructura que ha conseguido
sutilmente establecer un planteamiento que genera, me parece, una nueva insolidaridad
y un nuevo individualismo que difícilmente admite hábitos de preocupación real por los
demás y que sublima a los que son y se olvida a los que pueden ser.
4º “El matrimonio tradicional estaba basado en la desigualdad y la posesión legal de
las mujeres por parte de los maridos -las mujeres fueron vasallas en la ley inglesa hasta
bien entrado este siglo (XX)-. De manera similar, los niños tenían escasos derechos
legales” (p.110). De nuevo, el pasado centra el argumento para criticar la llamada familia
“tradicional”, como si hubiera que desprenderse de algo todavía residual. Es más que
relevante llamar la atención sobre el uso ideológico que aquí se hace del pasado para
anular una institución que hoy, salvo en algunas recónditas latitudes, no presenta ya lo
contornos que se le pretenden atribuir. ¿Por qué esta machacona y reiterada apelación a
algo que quizás pudo ser en el pasado, pero que hoy se ha superado? Otro dato de interés:
la referencia a los niños aparece en la cuarta diatriba de GIDDENS contra la familia. En
fin, tal y como se entiende hoy el matrimonio y la familia, al menos por una razonable
mayoría de gente corriente, lo importante es que se mejore lo que haga falta, pero no que
intente transformar unilateralmente una institución que, de intento, se coloca al servicio
de determinados intereses económicos y tecnoestructurales que necesitan mantener un
escenario de pensamiento débil, de permisivismo y de tolerancia negativa.
5º “La familia tradicional implicaba generalmente un doble rasero sexual. Las mujeres
casadas debían ser “virtuosas” en parte por la importancia de asegurar la paternidad.
A los hombres les estaba permitida una mayor libertad sexual” (p. 110). Desde luego,
esta perspectiva de la familia y del matrimonio, de ser cierta, no deja de ser claramente
criticable. Solo faltaría. Sin embargo, de nuevo aparece, esta vez descaradamente, un
nuevo pensamiento único que pretende reducir el matrimonio al aspecto sexual. Aquí
hay que afirmar la necesidad de planteamientos más equilibrados. Además, mofarse
de la maternidad me parece, no sólo lamentable, sino propio de un ambiente de falso
igualitarismo; en modo alguno propio de un razonamiento serio. Lo serio, me parece
a mí, es facilitar la compatibilidad entre familia y trabajo, y que la mujer decida con
libertad. Censurar de entrada la maternidad, es no sólo pensamiento único del más
rancio individualismo estilo, sino falta de sentido común. Por lo demás, si, como dice
GIDDENS, a los hombres se los juzgaba de otra manera, pues muy mal. De nuevo me
permito sugerir que, en el ambiente actual, cuesta menos promover las mejoras que sean
30
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
necesarias de la institución familiar que intentar hacerla saltar por los aires para contentar
al todopoderoso tecnosistema.
6º “Los niños eran la raison d’etre del matrimonio. Las familias numerosas eran deseadas
o aceptadas como lo normal. Ahora vivimos en la era del “niño tasado”, en la que los niños
no constituyen ya un beneficio económico, sino, en su lugar, un gran coste económico. La
naturaleza de la infancia y de la educción infantil ha cambiado profundamente” (p. 110).
Estoy de acuerdo en que, a veces, se ha sublimado el papel de los hijos en detrimento de
otras finalidades del matrimonio y, en este punto, hay que señalar que una perspectiva de
equilibrio nos ayuda a ubicar las cosas en su sitio y a admitir que en este punto también se
puede mejorar. Sin embargo, me temo que las políticas demográficas que se avecinan, aunque
sólo sea desde esta perspectiva, van a dar mucha importancia, me parece, al nacimiento de
los hijos. Lo decisivo y lo central, repito, es que los cónyuges puedan libremente tomar las
decisiones que les parezca, porque, tanto en un sentido como en otro, la situación social y
económica no penalice la decisión de tener hijos, que es lo que pasa ahora. Por otra parte,
plantearse tener hijos desde la perspectiva de sólo asumir grandes costes económicos, no
deja de ser una nueva variante de ese rancio individualismo que a veces rezuma la Tercera
Vía que, junto a formulaciones más solidarias e igualitarias en otros temas, se nos antoja
como una ideología demasiado complaciente con los poderosos de este mundo. Mejoremos
las ayudas a la familia, y facilitemos que quienes quieran tengan los hijos que quieran. Así,
en mi opinión, conseguiremos colocar a esta institución en el lugar que le corresponde en
el entramado social.
GIDDENS, en este tema, es radical: “recobrar la familia tradicional no es posible.
Prácticamente cualquiera de estos puntos tomados individualmente sería suficiente para
derribar tal proyecto” (p. 110). Vaya por delante que, salvo una minoría muy minoritaria,
somos muchos los que no queremos volver a la familia tradicional, sobre todo en sus perfiles
más oscuros. Lo que muchos queremos es que se proteja la familia tal como ha sido y es,
y que los que no comulgamos con las ideas de la familia patrocinada por la Tercera Vía, no
seamos tildados de derechistas: se trata de introducir elementos de equilibrio y de equidad,
y de apoyarse en el potencial de solidaridad y de humanidad que desprende la institución
familiar. Si resulta que, como ilustra el propio GIDDENS, no parece que sea el divorcio
el mejor ingrediente para el desarrollo de los niños (p. 111); lo que debemos procurar,
es actuar sobre las causas que generan las situaciones de inestabilidad y desequilibrios,
porque en muchos casos algo se puede hacer.
El ex director de la London School of Economics se pregunta qué estrategias políticas
eficaces podrían mejorar el matrimonio, la familia y el cuidado de los niños (p. 111). No creo
que la intervención pública sea la solución como regla, salvo en situaciones excepcionales.
La familia ha pervivido durante siglos sin necesidad de intervenciones, como no sean para
facilitar su desarrollo y la libertad solidaria de los cónyuges en un contexto de creciente
humanización de la realidad. Para GIDDENS, la clave está en democratizar la familia en
31
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
igual medida que los procesos de la democracia pública. Por supuesto: derechos individuales,
pero abiertos siempre al sentido del matrimonio desde postulados compatibles, igualdad,
respeto mutuo, autonomía en el marco de lo que es la familia, toma de decisiones mediante
la comunicación y ausencia de violencia. Totalmente de acuerdo. Lo que, sin embargo,
me parece contradictorio, es la asunción del divorcio como fenómeno habitual, cuando,
en realidad no lo es. Estoy a favor de que “hay un anhelo generalizado de que la familia
proporcione estabilidad en un mundo cambiante” (p. 112), pero no entiendo bien cómo
se puede favorecer dicha estabilidad apostando por “la capacidad de mantener relaciones
a través del cambio, incluso de cambios radicales como el divorcio” (p.112) . El divorcio
para GIDDENS es algo “central no sólo para la felicidad de los individuos, sino para lograr
la continuidad en las relaciones con los niños” (p. 113). ¿Por qué no se le pregunta a los
niños si prefieren la “continuidad” o una estabilidad que facilite una relativa armonía para
su educación y desarrollo equilibrado? Claro, los débiles, los más débiles no cuentan, o
cuentan muy poco, para la idea de la familia de la Tercera Vía.
Llama la atención, y no poco, la obsesión que todavía reina en relación con el divorcio
como si fuera algo lógico y normal, cuando se trata de algo extraordinario en una relación
humana concebida en un marco de estabilidad y abierta a la educación de nuevos seres
humanos. Plantearse las políticas familiares asumiendo como natural el divorcio no me
parece que fomente la solidaridad y la equidad que debe presidir la familia. Además,
facilitar la desconexión entre matrimonio y paternidad no parece que favorezca
precisamente a los niños. Es más, no sé cómo se puede proponer como algo destinado a
mejorar las condiciones de vida de la gente, que “el compromiso contractual con un hijo
podría separarse del matrimonio, y ser asumido por cada progenitor como una cuestión
de derecho obligatoria, con padres solteros y casados con los mismos derechos y las
mismas obligaciones” (p. 114).
Realmente, ¿es esto democracia?; ¿no es más bien una suerte de despotismo individualista
que en nada tiene presente a la parte más débil de la relación? La familia, mejor el matrimonio,
no es sólo un contrato; es una institución central para el libre desarrollo de las personas en
contextos de creciente solidaridad y humanidad. Al final, hasta GIDDENS reconoce que
“el divorcio es una experiencia dolorosa y perturbadora para la mayoría de los hombres y
mujeres” (p. 115). Y, para la mayoría de los hombres y las mujeres, el matrimonio sigue siendo
la institución elegida para esa comunidad de amor abierta a la solidaridad y a la humanidad.
Ni siquiera, como revelan unas recientes encuestas en Francia, las uniones civiles de hecho
atraen a la mayoría, que sigue eligiendo el matrimonio. Supongo que por algo será, y ello
a pesar de la agresiva y bien orquestada campaña de prensa que la tecnoestructura dirige a
diario con el objetivo de que la gente se deje atrapar por un ambiente de feroz individualismo
y creciente anhelo de toda clase de bienes materiales y satisfacciones. Así, el tecnosistema
consigue expulsar al recinto de las conciencias individuales cualquier atisbo de crítica, y
así consigue que no cuaje ninguna iniciativa seria de mejorar la educación y contribuir a
que la gente disponga de sólidos conocimientos y razonable perspectiva crítica.
32
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
La impresión que produce la lectura de las páginas de GIDDENS sobre la familia, dicho sea
con el mayor de los respetos, es de falta de consistencia y de rigor. A la vez, los experimentos
que se proponen, por ejemplo en lo relativo a la copaternidad, no dejan de ser peculiares
innovaciones que buscan justificar toda la panoplia de situaciones especiales que se han
producido en este tiempo, y que, sin embargo, ni son mayoritarias ni probablemente van
en la línea de apostar por una institución tan importante como la familia, que necesita un
ambiente de estabilidad para desplegar toda su virtualidad operativa a favor del ser humano.
No entiendo, alguna razón habrá, por qué tanta insistencia en justificar el divorcio. Menos
mal que GIDDENS se refiere, en tono positivo, a cuestiones que me parecen importantes,
como puede ser la responsabilidad de los hijos en relación con los padres ancianos. Por
supuesto, pero sería más fácil en contextos en los que se potencie la estabilidad, pues, de lo
contrario, podría hacerse hasta imposible, ya que se exigiría a los hijos la atención, quizás,
de más de dos o tres personas.
Otro prejuicio, “las familias fuertes no crean inevitablemente solidaridad social” (p.
116). Podríamos preguntarnos, las familias débiles, las familias desintegradas, ¿generan
inevitablemente solidaridad social? Probablemente ninguna institución por sí misma
produce solidaridad, sino que son las personas integrantes de la institución las portadoras
de solidaridad. Pero, ¿se está en mejores condiciones de transmitir solidaridad social desde
una familia sólida o desde una familia en proceso de desintegración, o realmente rota? De
todas formas, volveremos sobre esta cuestión más adelante, de manera más ordenada y
monográfica.
1.2.7. Igualdad.
Cambiando de tercio, podemos afirmar que, como señala con acierto GIDDENS, la
socialdemocracia clásica apenas se preocupó por la generación de la riqueza, y sí puso el
acento en las cuestiones redistributivas. Los neoliberales subrayaron mucho más la creación
de riqueza y la competitividad. En este punto, en sede de principios, me parece correcta la
aportación de la Tercera Vía tal y como nos la muestra Anthony GIDDENS: “el gobierno tiene
un papel esencial que cumplir, invirtiendo en los recursos humanos y en las infraestructuras
requeridas para desarrollar una cultura empresarial” (p.119). Para el ex director de la London
School of Economics, la política de la Tercera Vía, en toda esta materia, propone una nueva
economía mixta frente a los que desean una nítida separación Estado y sector privado con
un fuerte e intenso sector público industrial y los que propugnaron el mercado social o la
llamada economía social de mercado. En ambos casos, el gobierno juega un papel básico:
en el primero es el titular de la iniciativa económica y, en el segundo, según me parece, tiene
una función de creador de condiciones y de controlar que el terreno de juego sea apto para
un desarrollo armónico del mercado. Sin embargo, según GIDDENS, “la nueva economía
mixta busca la sinergia entre sectores públicos y privados, aprovechando el dinamismo de los
mercados, pero teniendo en cuenta el interés público. Requiere un equilibrio entre regulación
y desregulación” (p. 120). Aquí reaparece la perversión sistemática de la Tercera Vía, o, si se
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1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
quiere, la pretensión de erigirse en una solución mixta entre dos posiciones encontradas. La
verdad es que la realidad es más compleja, afortunadamente, y que las soluciones rara vez
obedecen a una predeterminada construcción científica. Hoy hay de todo en todas partes. Hoy
en unos casos la solución a un problema concreto irá en un sentido y, ese mismo problema, en
otro contexto, demandará quizás otra suerte de terapia.
A continuación, el sociólogo británico se adentra en el proceloso y complicado mundo de
la igualdad. El mismo reconoce que hay que liberar el concepto de igualdad de la tendencia
homogeneizadora que ha producido en la práctica la puesta en escena de la izquierda en el
poder. Realmente, “la igualdad debe contribuir a la diversidad, no ponerse en su camino”
(p. 120). Además, hoy la igualdad no puede entenderse más que en complemento con la
libertad al servicio de lo que he denominado, en otro lugar, la libertad solidaria. La idea
redistribuidora es un instrumento útil para la libertad solidaria y un gran enemigo si se
convierte en fin. Interesante es, también, que los socialdemócratas hallan centrado su debate
en la “redistribución de posibilidades” (p.121).
En el desarrollo que hace GIDDENS de su idea sobre la igualdad, aparece un claro “tick” de
la izquierda clásica: el miedo a la libertad y la crítica a la igualdad de oportunidades a partir
de la mecánica desigualdad de resultados que produciría, según GIDDENS, precisamente la
igualdad de oportunidades. Curiosamente, se identifica la igualdad de oportunidades con la
meritocracia y el modelo neoliberal. En estos planteamientos siempre se idealiza la posición
de una minoría “triunfante”, para “condenar” a la mayoría a situaciones de automática
miseria y limitación. Queramos o no, las personas son diferentes unas de otras, en el marco
de la igualdad radical que deriva de su pertenencia al género humano. Lo importante es
que todos dispongan de posibilidades que les permitan desarrollar su personalidad con la
libertad de que se puede disfrutar en este mundo. Ahora bien, pretender que la iniciativa
pública desencadene portentosos desarrollos de libertad personal es imposible, ya que el
itinerario personal lo construye cada uno. En fin, lo que quiero señalar es que acudir de
nuevo a la cohesión social o a la desigualdad inmanente como freno que enclaustre la
libertad, me parece algo un tanto anticuado. Es más moderno y actual que el Estado y
los poderes públicos se comprometan a generar un ambiente en que se puedan desplegar
libremente las potencialidades de cada persona, siempre desde parámetros de equidad
y solidaridad. El miedo a la libertad, a lo que he denominado en otros trabajos libertad
solidaria, es una de las manifestaciones más claras de una sociedad enferma y, sobre todo,
del atrincheramiento del tecnosistema en una continua oleada de mensajes que evitan el
que exista una sociedad vitalmente activa, crítica y que aspire, de verdad, a participar en un
espacio público, todavía dominado por los sacerdotes del interés general y los guardianes
de lo políticamente correcto.
También en este punto, siento escribirlo, la Tercera Vía que nos presenta GIDDENS
parece aferrarse al pensamiento único de izquierdas. Al menos es lo que me sugiere la
afirmación siguiente: “muchos han de descender para que otros asciendan” (p. 122).
34
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
Repito, no podemos seguir anclados en visiones tan dogmáticas cuando el 11-IX-2001
nos plantea claramente que el nuevo orden económico, social y político debe discurrir por
otros caminos, me parece que más cercanos al pensamiento compatible, complementario,
dinámico y abierto. Por cierto, no me parece deseable un sistema de tecnocracia absoluta.
Lo que sí defiendo es un ambiente real de fomento de la igualdad de oportunidades para
que nadie que pueda se quede atrás. Entonces, el Estado y los poderes públicos tendrán que
orientarse hacia la persona, y no al revés, como ha traído consigo ese modelo de Estado de
bienestar fuertemente tecnocrático e intervencionista.
En lo que sí acierta GIDDENS es en la referencia que hace a la igualdad en términos de
inclusión y a la idea de ciudadanía relacionada con “las oportunidades y la integración en
el espacio público (p. 123). La nueva ciudadanía implica que la gente corriente, libremente
articulada, sea protagonista del debate público y participe de verdad en los contenidos de
las principales políticas públicas. GIDDENS señala, en punto a esta cuestión, dos peligros
de exclusión hoy especialmente peligrosos: por un lado, la imposibilidad de participar de
los que tienen menos recursos y, por otro, el automarginamiento de los más poderosos y
ricos que, según GIDDENS, eligen vivir separados de la sociedad, aunque, añadiría yo, sin
dejar de mover los hilos de un sistema que les permite mantener su posición de privilegio.
Tratando del trabajo, el ex director de la London School of Economics, quizás de modo
subconsciente, utiliza términos más propios de la izquierda que pretende “aggiornar”, como
“clase trabajadora” o “fuerza de trabajo”: significativo. Como significativo es, igualmente,
que frente al desempleo creciente resulta paradójico comprobar cómo existen sectores que
no encuentran personas preparadas para ser contratadas (pp. 124-125).
El par “inclusión-exclusión” ocupa un lugar destacado en el libro de Anthony GIDDENS.
Con independencia de la exclusión “en la cúspide”, que no es tal normalmente,
resulta más interesante analizar la exclusión que GIDDENS denomina “en la base”,
que acertadamente se nos presenta vinculada a la automarginación de la cúpula.
GIDDENS señala que ambas modalidades de exclusión van juntas. Por supuesto. Pero
probablemente existe una exclusión más sutil, y por ello más perversa, la de cerrar
el espacio público o la deliberación pública a muchos que promueven determinadas
propuestas de naturaleza cívica y que se atreven a plantear el protagonismo ciudadano
en la configuración de los grandes asuntos públicos.
La conocida apelación a que cada vez los más ricos y poderosos son menos, pero disponen
de más medios, y los más pobres son más y tienen menos, es conocida y, lamentablemente,
real. Pero también sabemos que la estabilidad social, condición necesaria para el desarrollo
humano, tiene mucho que ver con la existencia de una amplia mayoría que disfrute de un
razonable nivel de vida, lo cual todavía está muy lejos de la situación real de numerosos
países del planeta. Para conseguirlo, entre otras cosas, es necesario encontrar, que lo tiene,
el rostro humano de la globalización.
35
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
En efecto. Acostumbramos a quedarnos maravillados y anonadados ante la magia de esa
palabra llamada globalización, que parece ser el remedio para todos los males del planeta.
Sin embargo, no es menos frecuente escuchar que en el nombre de la globalización
los trabajadores del tercer mundo son explotados en fábricas que producen para las
multinacionales, que se aprovechan de esa mano de obra barata. Sin embargo, el desafío
se encuentra en cómo conseguir que la globalización haga posible un mundo más justo y
humano y no aumente las desigualdades. Esta pregunta fue abordada no hace mucho por
el premio Nobel Amartya SEN, en unas interesantes declaraciones a la prensa francesa,
que vale la pena comentar. Para SEN, como para una gran mayoría, la globalización, en la
medida en que trae consigo un mayor movimiento de bienes, de personas, de tecnología, de
conocimiento ..., es positiva. Ahora bien, si una parte de la población mundial es marginada,
entonces comienzan los problemas. En este contexto, el Estado debe propiciar que la
economía de mercado, dice SEN, posibilite el desarrollo de las personas y no que el sistema
económico asfixie a la gente. Por eso, lo decisivo hoy es democratizar el sistema económico,
hacerlo más igualitario. Esto requiere “una visión más nítida de la globalización, que ni es
un mal absoluto ni un ideal sin riesgo”.
La gran cuestión es, pues, ¿cómo pueden ayudar los países ricos a los más pobres? Muy
sencillo, permitiendo a los países en vías de desarrollo aumentar su comercio, abriendo
realmente sus mercados a los productos de los países pobres( SEN). Además, como
destaca el Nobel en Economía, sería deseable que bajen los precios de los medicamentos.
La cooperación, sin embargo, debe extenderse, sobre todo, a las libertades políticas, al
acceso a la sanidad y a la educación. No es sólo una cuestión de renta. Pero también,
los países en vías de desarrollo tienen responsabilidades decisivas en la lucha contra la
pobreza. Deben propiciar una mayor participación de los ciudadanos en las decisiones que
les conciernen, deben orientar su política hacia la economía de mercado y deben ayudar a
los ciudadanos a integrarse en el nuevo orden económico. ¿Cómo atender estas política?: el
acceso a la sanidad, a la educación o la reforma agraria exigen gasto público de contenido
social(SEN).
La globalización es un gran desafío para igualar las profundas desigualdades que se
producen en este mundo. Si se orienta sólo a que los ricos sean cada vez menos con más
recursos y a que los pobres lo sean cada vez más y cada vez con menos recursos, entonces
habremos perdido el tiempo.
Se dice con frecuencia que “la innovación tecnológica es imponderable y que es posible
que en algún momento la tendencia hacia una mayor desigualdad pueda vivir hacia
otro lado” (p. 126). Sin embargo, las nuevas tecnologías no producen automáticamente
ningún milagro social; es necesario orientarlas al servicio de la dignidad del ser humano
y concebirlas, también, como un instrumento de solidaridad y equidad desde postulados
reformistas y de complementariedad. Algunos han denominado estas orientaciones de
humanismo cívico o de liberalismo cívico, como si, en este último caso, el liberalismo
36
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
sólo tuviera tonalidades económicas. En cualquier caso, bienvenido sea el descubrimiento
de GIDDENS relativo a la necesidad de recuperar el espacio público para la gente y a la
necesidad de proclamar una versión cosmopolita de la nación, siguiendo, me parece, las
ideas del patriotismo constitucional de HABERMAS. Además, GIDDENS escribe a favor
del ethos en la vida empresarial y de la contribución de la “clase” media en términos de
solidaridad social (p. 128). Para ello, lo reconoce el teórico de la Tercera Vía, es necesaria
la reforma del Estado del bienestar para que se “beneficie a la mayor parte de la población”,
lo cual supondrá para GIDDENS una “moral común de ciudadanía” (p. 128). Escaso me
parece este razonamiento en la medida en que la nueva ciudadanía ya no es una situación
de acumulación de “status” y “posiciones”, sino una autoconciencia, con consecuencias
prácticas, de asumir una función de protagonismo en la esfera pública.
1.2.8. El Estado de bienestar y su reforma.
En las consideraciones sobre el Estado de bienestar y su reforma, que se hacen desde
la Tercera Vía, llaman también la atención los nuevos enfoques que se realizan, muy
diferentes de las clásicas aproximaciones de la izquierda más radical. El caso de la
educación, del que tanto habla Tony BLAIR, es paradigmático: “la inversión en educación
es hoy un imperativo para el gobierno, una clave para la redistribución de posibilidades”
(p. 130). Quizás sea demasiado fiar la mejora social a la sola inversión y gasto público en
sectores estratégicos, como puede ser la educación o la lucha contra el desempleo. Por
eso GIDDENS más adelante, aunque en términos muy generales, parece apuntar algunos
problemas de estos análisis: “los programas convencionales contra la pobreza han de ser
reemplazados por enfoques basados en la comunidad, que permiten mayor participación
democrática, a la vez que son más eficaces” (p. 131). Por otra parte, tiene toda la razón
el teórico de la Tercera Vía cuando señala que “dejar a la gente enredada en prestaciones
tiende a excluirla de la sociedad globalmente considerada” (p. 131). La clave no está en
las prestaciones. La clave está en que la gente asuma conciencia de la nueva ciudadanía
de una forma activa y se sacuda ese yugo de observador que le ha endosado esa pesada
losa que el Estado del bienestar, inversión intervencionista, ha depositado encima de los
ciudadanos.
En su libro de la Tercera Vía, GIDDENS nos cuenta el origen y evolución del Estado del
bienestar (pp. 132 y ss.) y reconoce limitaciones, a la vez que denuncia que el modelo “no
da suficiente espacio a la libertad personal” (p.134). Por eso lo relevante, en esto estamos
de acuerdo, es no desmantelar el sistema, sino reformarlo o reconstruirlo.
En este punto GIDDENS me parece que pone el dedo en la llaga, al denunciar con valentía
que tantas veces las prestaciones del Estado de bienestar pueden llevar a soluciones
paradójicas, como está pasando con la proporción entre prestaciones por desempleo
y empleo real: “una tendencia creciente a solicitar asistencia social, mayor absentismo
laboral alegando motivos de salud y un menor nivel de búsqueda de empleo pueden
37
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
encontrarse entre los resultados” (p. 137). Además, “una vez establecidas las prestaciones,
tienen su propia autonomía independientemente de que sirvan o no a los propósitos para
los que fueron originalmente diseñadas. Al ocurrir esto, las expectativas se fortifican y los
grupos de interés se atrincheran” (p.137). Es el inmovilismo en estado puro, por la sencilla
razón de que hemos convertido a las prestaciones en fines, en lugar de concebirse como
lo que realmente son: medios para fortalecer el desarrollo personal. Este es el gran cáncer
del Estado del bienestar, del que vamos a necesitar muchos años de cuidados intensivos.
Por eso, la reforma “no es fácil de llevarla a cabo, debido precisamente a los intereses
afianzados que crean los sistemas de bienestar” (p. 137), señala atinadamente el profesor
Anthony GIDDENS.
GIDDENS defiende, en orden a la reforma del Estado del bienestar, el sugerente concepto
de “bienestar positivo” (p. 138). Aquí sí que la Tercer Vía maneja una concepción abierta,
dinámica y con referencia a la persona. Su error, que lo circunscribe al estar-bien en un
intento de superar una concepción economicista. Sin embargo, estar-bien es, con ser mucho,
muy poco. Es, en cualquier caso, el presupuesto o fundamento para que la gente desarrolle
libremente sus facultades y crezca como persona a través de una sólida educación. Otro
acierto: “el principio guía es la inversión en capital humano allí donde sea posible, más que
la provisión directa de sustento económico” (p. 139). Y otra reflexión bien interesante de
GIDDENS: “en lugar del Estado del bienestar deberíamos colocar el Estado social inversor,
funcionando en el contexto de una sociedad de bienestar positivo” (p.139).
En relación con el Estado social inversor de la Tercera Vía, GIDDENS lo aplica sobre dos
áreas básicas: la provisión para la tercera edad y el desempleo. En el caso de las pensiones,
tras analizar su evolución en los principales países de Europa, admite que el interés del
“tema se extiende más allá de las cuestiones de quien debería pagar, en qué nivel y con qué
medios” (p. 141), que “no basta pensar sólo en términos de prestaciones económicas” (p.
141), que “el envejecimiento se ha convertido en un proceso mucho más abierto, tanto a nivel
físico como psíquico” (p. 141) y, que “hacerse mayor, ofrece al menos tantas oportunidades
como problemas para los individuos y para la comunidad social globalmente considerada”
(p. 141). En efecto, la gente mayor puede contribuir sobremanera a las soluciones de
los problemas de hoy y de mañana si con inteligencia somos capaces de aprovechar su
experiencia y facilitar que sigan siendo protagonistas del presente. Hay que huir de la
perspectiva estática del “pensionista” y seguir creando las condiciones para que las personas
de la tercera edad puedan continuar, con moderación, aportando sus conocimientos en el
marco de actividades proporcionadas. Incluso, como señala atinadamente GIDDENS “la
gente mayor debería verse como sirviendo a las generaciones futuras (...), su implicación
creciente en el trabajo y la comunidad debería servir para vincularles directamente con las
generaciones más jóvenes” (p. 143).
En materia de empleo, la pregunta del millón sigue siendo si todavía tiene sentido la meta
del pleno empleo. Para enmarcar el tema, GIDDENS se refiere al modelo europeo y al
38
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
norteamericano. Michel ALBERT, como es sabido, escribió en 1991 un interesante ensayo
titulado “Capitalismo contra Capitalismo” en el que, entre otros temas, expuso su teoría del
modelo “neoamericano” y del modelo “renano” como dos versiones económicas del mismo
sistema del liberalismo.
El esquema “neoamericano” sería el seguido en Estados Unidos e Inglaterra, mientras
que el modelo renano es el propio de Alemania. Es claro que ambas formulaciones tienen
en común la propiedad privada y la libertad de precios en el mercado. Sin embargo, las
diferencias son, en algunos casos, muy acusadas. Efectivamente, en lo que se refiere a la
propiedad, el sistema “neoamericano” propicia un accionariado anónimo e inestable, y las
inversiones institucionales buscan una rentabilidad a corto plazo. ¿Por qué? Porque para
ellos la empresa es sólo “un paquete de acciones”.
En este marco se produce una gran especulación financiera y una gran obsesión por las
grandes ganancias a corto plazo. ALBERT lo explica muy bien cuando dice que en este
modelo la empresa es sólo una máquina de cash-flow, sacudida por las olas del mercado y
amenazada por las imprevisibles tormentas de la especulación estatal. En el modelo renano,
sin embargo, la propiedad es más individualizada y estable, de forma que la empresa es,
más bien, una comunidad de intereses entre la dirección, los accionistas y los empleados.
Los planteamientos del enfoque “neoamericano” también son muy distintos a la aproximación
“renana”, en relación con el papel de mercado y del Estado. En el mundo “anglosajón”, la
máxima competitividad de la empresa implica pagar mucho a los mejores y prescindir de
los no-necesarios. En el modelo “renano”, la promoción profesional parte de los criterios
de la cualificación y de la antigüedad. En este caso, la empresa se ocupa de la preparación y
formación profesional del trabajador y le ofrece estabilidad, esperando a cambio fidelidad.
En este sentido, el sentimiento colectivo de pertenencia a la empresa es fuerte en el modelo
renano y cada vez más débil en el anglosajón (ACREUT).
En cuanto al papel del Estado, ambos enfoques parten de los dogmas del liberalismo,
aunque en la versión “renana”, como consecuencia de la economía social de mercado, se
considera que el funcionamiento del mercado debe ser equilibrado por la exigencia social,
cuyo garante es el Estado. Así, se evitan las tremendas diferencias existentes en Estados
Unidos entre los que están arriba o abajo en la escala social.
Para ALBERT el modelo renano es superior. No sólo en el plano económico, sino en el
social: la protección social es mayor en Europa; en Estados Unidos treinta y cinco millones
de personas carecen de seguro de enfermedad y el despido laboral es casi sin preaviso y con
una mínima indemnización.
En fin, el modelo neoamericano está montado sobre el éxito individual y el beneficio
financiero a corto plazo; ideas que hoy han penetrado con fuerza en una sociedad
39
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
que ha ido perdiendo sensibilidad social y que sólo busca el bienestar material de las
personas a cualquier precio. Por eso, un esquema como el renano, que valora el éxito
colectivo, el consenso, la preocupación por el largo plazo, es hoy un tema interesante
de reflexión.
No está de más, llegados a este punto, hacer una breve glosa sobre el problema del trabajo
y el desempleo. El paro, todos lo sabemos, es una de las lacras más lacerantes que azotan
a nuestra sociedad. Paradójicamente, se nos dice y se nos repite machaconamente que
estamos en el posmodernismo y que el grado de evolución y desarrollo de la humanidad
es imparable. Sin embargo, tengo la impresión de que esa linealidad y mecanicismo del
progreso no va acompañado del efectivo ejercicio de los derechos humanos por todos los
ciudadanos. Es más, cada vez es más urgente replantear y repensar muchos conceptos y
categorías de nuestro tiempo a la luz de la persona, teniendo en cuenta a la gente, a los
ciudadanos. No vaya a ser que esa presunta madurez cultural se quede en elucubraciones
eruditas y cerradas que contribuyan a la autocomplacencia de los “intelectuales”.
En este contexto, hay que reconocer que frente a la falta de trabajo por cuenta ajena,
aparece con gran fuerza el llamado “autoempleo”. Ante la escasez del empleo fijo, se
buscan fórmulas para combatir la precariedad del trabajo temporal. Incluso se reconoce,
aunque pocos lo practican -¿por qué será?-, la urgencia de modificar la organización laboral
para hacer compatible trabajo y familia. En el fondo, se trata, una vez más, de adecuar las
políticas públicas a la realidad de la persona. Se trata de humanizar la realidad: el desafío
más importante que tenemos por delante, no vaya a ser que estemos colaborando en una
batalla contra nosotros mismos.
Una de las formas más socorridas, aunque menos creativas, de luchar contra el paro es la
política de ayudas públicas dirigidas a facilitar el empleo de grupos determinados (jóvenes,
parados de larga duración, mayores de cincuenta años...) a través de subvenciones o
exoneración de cotizaciones sociales. Así, en Francia hace unos años se inventariaron
hasta cincuenta y ocho tipos de ayudas al empleo, por lo que una comisión parlamentaria
“ad hoc” hubo de presentar una serie de propuestas para simplificar y replantear dichas
ayudas ante los escasos resultados producidos. Entre los efectos no deseados, se encontró
el llamado “efecto ganga”: nunca hay la seguridad de que la incitación financiera haya
servido para crear un empleo suplementario; más bien, muchos empresarios la utilizan para
reducir sus cargas en el caso de una contratación que de todos modos habrían realizado. En
este mismo contexto surge el denominado “efecto canibalismo”: gracias a las economías
logradas con esas ayudas, los empresarios “cazadores de primas” tendrían una ventaja
comparativa sobre sus competidores y amenazarían así el empleo de los otros. Igualmente,
se dice que estas ayudas, “efecto sustitución”, más que crear empleos, modifican el orden
en la fila de los parados: las empresas escogen a sus futuros asalariados entre los candidatos
que reúnen las condiciones para recibir la ayuda, en perjuicio de los que no cumplen dichos
requisitos. Por otra parte, el “efecto llamada” hace referencia a que la existencia de una
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1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
ayuda para su situación específica puede inducir a ciertas personas a salir de su inactividad
y a convertirse en demandantes de empleo. En definitiva, los expertos señalan que sólo
una o dos de cada diez contrataciones subvencionadas corresponden a creaciones reales de
empleo. Estas medidas, en todo caso, son muy costosas y, más que la solución al problema,
representan un modo eficaz de corregir las desigualdades ante el empleo.
Por eso, no es raro que crezca el número de trabajadores autónomos que se crean su propio
empleo. En España, dos de cada diez ocupados son autoempleados. Es más, un reciente
informe del seminario de Estudios y Difusión de las Estadísticas para el Instituto de la
Mediana y Pequeña Empresa Industrial, sugirió promover el autoempleo como paso previo
a la creación de empresas pequeñas y medianas, Realmente, el autoempleo es una respuesta
positiva que se genera desde la dimensión de la creatividad y de la imaginación personal en un
momento en que la fuerza del planteamiento intervencionista todavía está bien presente.
En este marco, es necesario aplicar el sentido común y la creatividad al dilema trabajofamilia, porque el trabajo es esencial para el libre desarrollo de la persona, y la familia es
la base y el germen de los valores cívicos necesarios para una sociedad madura. Por ello,
frente al inmovilismo reinante en este punto, hay que buscar respuestas a la aspiración
generalizada de los empleados que buscan un nuevo equilibrio entre trabajo y familia.
Sobre todo porque, como se ha reconocido en un reciente Informe del Public Policy Institute
del College Radcliffe, en Estados Unidos, ningún sector puede resolver este asunto por sí
solo. Sobre todo porque hoy, en un mundo abierto y de realidades pluridisciplinares, las
soluciones hay que encontrarlas entre todos y en un ambiente de creciente humanización de
la realidad. Por eso, el trabajo no es un fin, es un medio para la realización personal y social,
y la familia, la escuela fundamental para la democracia y la responsabilidad. Porque, ¿es
la productividad empresarial un fin en sí misma? No, es un medio para el progreso social y
para el ejercicio de las libertades que, en todo caso, debe enmarcarse en los nuevos valores
emergentes: la solidaridad y la equidad.
La OIT dedicó su informe en 1996 al empleo en el mundo. Se trataba, como no podía ser
menos, de una reflexión seria e interesante sobre los problemas que tiene planteados el
derecho al trabajo.
Ciertamente, no son pocos los que, seducidos por el libro de Jeremy RIFKIN “El fin del
trabajo”, piensan que el pleno empleo es una meta inalcanzable, como no son pocos,
igualmente, los que han profetizado que la globalización del comercio y las nuevas
tecnologías están asociadas necesariamente al paro estructural.
Pues bien, frente a estas opiniones de signo pesimista, la OIT señaló que no existen pruebas
fehacientes para hacer este tipo de diagnósticos, y que la principal causa del desempleo
reinante hoy en nuestra sociedad trae su causa del descenso operado en la tasa de crecimiento
económico.
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1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
Para la OIT el pleno empleo debe seguir siendo un objetivo central de las políticas económicas.
Ahora bien, el pleno empleo, que es una manifestación clara de una sociedad equitativa y
solidaria, no debe ser un objetivo exclusivo de los poderes públicos. Mas bien, los poderes
públicos lo que deben hacer es crear las condiciones más favorables para que sean los agentes
económicos y sociales los que, libre y responsablemente, se comprometan en dicho objetivo.
¿Es la globalización de la economía un presupuesto necesario para el aumento del paro?
¿Es verdad que la mundialización del comercio y de las actividades financieras, junto
a la revolucionaria transformación de la tecnología, traen consigo el vaciamiento de
numerosos puestos de trabajo? En este punto, la OIT es bien contundente al señalar que la
mundialización, en teoría, ofrece mayores incentivos para aumentar la productividad y el
comercio y, realmente, debería servir de estímulo al crecimiento económico necesario para
alcanzar el pleno empleo. Por otra parte, resulta que datos de Estados Unidos muestran que
respecto del empleo en los sectores menos afectados por el comercio internacional, el paro
siguió la misma evolución que en los sectores directamente afectados.
¿Y las nuevas tecnologías?, ¿traen también consigo el desempleo? La OIT es clara: no.
A pesar de los elevados niveles de innovación tecnológica en Canadá, Japón y Estados
Unidos, el número total de horas de trabajo ha aumentado en los últimos treinta años.
También la evolución tecnológica suele citarse como causa de desigualdades salariales,
cuando en realidad, en dicho fenómeno, dice la OIT, influye más el declive sindical, la
descentralización de las negociaciones colectivas y la desregulación del mercado de trabajo
en casi todos los países industrializados. Pues bien, el informe de la OIT en este asunto
sugiere que la solución a las desigualdades salariales pasa por un crecimiento económico
sostenido, tal y como lo demuestra la experiencia yanqui de 1994; en los últimos años,
el vigor del crecimiento económico y el descenso del paro han aliviado la presión que
mantenía bajos los niveles salariales y ha generado empleos mejor remunerados. Es más,
estudios recientes demuestran que el 68% del aumento neto de empleo a tiempo completo
correspondió a las categorías de puestos de remuneración media.
También la OIT niega categóricamente, en su informe, que la afirmación de crecimiento
económico sin creación de empleo sea cierta. Más bien, se ha estrechado la interdependencia
entre ambos, puesto que mientras que antes de la crisis del petróleo hacía falta una tasa
de crecimiento anual del 2% en EE.UU., y del 4’3% en Europa, para empezar a generar
empleo, hoy basta que esas tasas sean del 0’6% y un 2% más o menos, respectivamente.
De igual manera, debe rechazarse enérgicamente que exista una tasa natural de desempleo.
Quienes sostienen esta tesis, dicen que todo intento de combatir dicha tasa provoca un
aumento de la inflación, por lo que el elevado desempleo actual sería una forma de
mantener los equilibrios económicos. Sin embargo, tal posición es utilizada por la OIT
porque las patologías sociales que provocan el paro de larga duración pueden tener un
coste humano y económico insoportable, al convertir en permanentes los subsidios de
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1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
desempleo, cuando deben ser medidas provisionales orientadas hacia una real disminución
del paro. De lo contrario, se estaría defraudando uno de los derechos humanos más necesarios
para el libre desarrollo de la persona: el derecho al trabajo, que no debe ser sustituido, salvo
que se pretenda deshumanizar la realidad, por el subsidio como elemento permanente.
Tampoco es verdad que el incremento de la productividad y de la riqueza traigan siempre
de manera necesaria la reducción de empleo. Esta perspectiva es utópica al pretender
desvincular la percepción de ingresos y el trabajo, sustituyendo los salarios por un ingreso
básico del ciudadano que aumentaría o disminuiría al tomar parte en actividades a tiempo
completo o parcial. Para la OIT, este sistema es inviable financieramente, no hay pruebas
de que el empleo sea cada vez más inestable y sí que parece que la movilidad laboral es
cada vez más frecuente, de manera que no se puede decir que exista una tendencia general
de mayor inestabilidad en los principales países desarrollados.
¿Cuáles son los requisitos para la creación de empleo? Aumentar las tasas de crecimiento
económico en un contexto que implica reducir los tipos de interés y moderar las altas
salariales; establecimiento de mecanismos para que el crecimiento no sea inflacionario
(coordinación de las negociaciones salariales y refuerzo del pacto social); y perfección de
las políticas laborales con la aplicación de subsidios a los empleos de baja remuneración y
medidas fiscales destinadas a estimular la contratación de parados de larga duración. Justo
lo que parece que está pasando en nuestro país.
Las políticas públicas deben orientarse al libre desarrollo de la persona. Por eso, el sentido de
las ayudas sociales, sobre todo en el caso del desempleo, está dirigido a que el ser humano
pueda volver a trabajar. ¿Por qué? Sencillamente, porque trabajando se desarrolla como
persona. De ahí que los subsidios y prestaciones de desempleo no sean un fin en sí mismas,
sino un instrumento que permita, repito, eliminar la situación de no trabajo, de forma que,
poco a poco, el derecho al trabajo sea un derecho real y efectivo de todos los ciudadanos.
Sin embargo, el dilema estriba en saber si será posible encontrar suficientes empleos para
personas con escasas aptitudes laborales. La cuestión se centra en sopesar si es mejor para
las personas mantener perpetuos subsidios o buscar con imaginación a través de la ayuda o
del subsidio un trabajo.
¿Qué es mejor, subsidios y ayudas al desempleo o facilitar empleo? Es una buena pregunta
que se encuentra en el meollo del debate actual sobre el alcance y operatividad del
denominado Estado del bienestar.
En efecto, no pocas personas dominadas por sólidos prejuicios,se han rasgado las vestiduras
ante el anuncio del señor BLAIR de “recortar” el Estado del bienestar. De lo que se trata,
me parece, es precisamente contribuir al bienestar de la gente removiendo los obstáculos
que hacen poco menos que imposible el derecho al trabajo.
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1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
Probablemente habrá quien piense que es mejor gozar de subsidios permanentes que de un
trabajo real. Sin embargo, desde el punto de vista del desarrollo de un país y, sobre todo,
desde la óptica del libre desarrollo de la personalidad individual, pienso que no es de recibo
mantener estas posiciones.
De un tiempo a esta parte parece que se va acortando la vida laboral de las personas. Hace no
muchos años, por ejemplo en los sesenta del siglo pasado, los hombres podrían hacerse a la
idea de trabajar una media de cincuenta años. Por otra parte, conviene tener en cuenta que en
los países desarrollados menos de dos tercios de los seres humanos en torno a los sesenta años
forman parte de la población activa. A los cincuenta y cinco años es ya frecuente que en el
primer mundo la mitad de los hombres -y mujeres- hayan finalizado su vida activa formal.
The Economist acaba de dedicar un editorial a este asunto de las jubilaciones -septiembre
de 1999-, y se pregunta si todas las jubilaciones son voluntarias de verdad. La pregunta es
ciertamente pertinente y actual, porque estamos, eso parece, en una sociedad libre, en la
que “también” los mayores deberían ser libres para elegir, y no que “otros” les digan lo que
tienen que hacer.
The Economist plantea, además, que la generalización de las jubilaciones anticipadas afecta
cada vez más al resto de la colectividad por dos motivos. Primero: a medida que crece la
proporción de gente mayor aumenta, obviamente, la carga de pensiones y atención sanitaria
que han de pagar los jóvenes. Segundo: el crecimiento del número de gente mayor que
disfruta del ocio, también afecta, valga la redundancia, al crecimiento económico, por sus
repercusiones en las existencias de mano de obra y capital.
Hoy los gobiernos, muy preocupados por los efectos de las pensiones sobre la economía, se
han embarcado en profundas reformas. Sí, en reformas que, las más de las veces, atentan a
la libertad de opción de los pensionistas.
Veamos. La preocupación por el creciente desempleo no sólo es legítima, sino un clamor
general. Cierto. Pero no menos cierto es que a veces, muchas veces, se presiona a la gente a
jubilarse antes, pensando que así se podrá dar más trabajo a los jóvenes y, además, recortar
las prestaciones a los pensionistas para reducir la carga que soportan las arcas públicas.
También hay otro dato capital que no se debe olvidar en esta cuestión. El gran tamaño de
la generación del “baby-boom”, que empezará a jubilarse en la próxima década, supondrá
un sencillo, pero descomunal desequilibrio: muy pocos activos para pagar impuestos y
cotizaciones sociales, y demasiados jubilados viviendo de pensiones y haciendo crecer
los costes de la sanidad. ¿Qué hacer en este supuesto? O denegar las pensiones que los
trabajadores pensaron que se les habían prometido, o aumentar los impuestos. Por eso,
como dice The Economist, sería mucho mejor para todos, y sobre todo para la salud de la
economía, que siguieran trabajando más personas.
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1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
Además, un pequeño retraso en la edad de las jubilaciones trae consigo que se siguen
pagando impuestos y no se perciben pensiones. Es este un dato que se debe valorar y
reconocer: que los trabajadores, como los políticos, deben también poder decidir cuándo
retirarse en un ambiente de racionalidad.
¿Por qué no se facilita la libertad en el momento del abandono de la vida activa en un
contexto de normalidad? En Estados Unidos, donde hay empleo para los trabajadores de
mayor edad y el Gobierno está eliminando los desincentivos fiscales contra el trabajo de los
mayores, la jubilación anticipada está comenzando a disminuir. Como siempre, hay que
superar el miedo a la libertad. Como señala el editorial del The Economist: “da a la gente
posibilidad de elegir y puede que te sorprendan”.
No hace mucho tiempo, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea establecía que las
restricciones nacionales a la apertura del comercio los domingos no contradecía la
legislación comunitaria. Es decir, que los estados miembros de la Unión Europea pueden
perfectamente prohibir la apertura del comercio los domingos.
Con esta jurisprudencia, el alto Tribunal de la Unión Europea ha venido a despejar algunas
dudas sobre el alcance de la libertad de comercio. Sin embargo, lo más interesante a tener
en cuenta, como en el caso de todos los derechos y libertades, es que estos no son, ni
mucho menos, absolutos. Ciertamente la libertad de comercio es un factor de crecimiento
económico, pero no es algo “en sí mismo” que no admita limitaciones, puesto que, como
es bien sabido, los derechos y libertades se encuentran condicionados por el llamado orden
público. Y en este sentido no puede ignorarse que el llamado descanso semanal pertenece
a este ámbito, para que los trabajadores puedan beneficiarse juntos de un día de descanso
para “vivir de un modo diferente”.
Alan DELEV, conocido sindicalista francés, ha señalado que es necesario respetar el
derecho de las familias a descansar juntos el domingo. Sobre todo cuando, como ocurre
hoy en día, es frecuente que los dos cónyuges trabajan fuera de casa y cuando los horarios
de trabajo impiden muchas veces preocuparse convenientemente de los hijos.
El tema es polémico, y la tendencia es permitir la apertura de los comercio el domingo.
Pues bien, en este contexto, un reciente informe de la London School of Economics advierte
que, de abrir indiscriminadamente las tiendas los domingos, bajarían los empleados en las
tiendas, porque muchos comercios pequeños cerrarían al no poder competir con las grandes
cadenas de establecimientos, que quedarían, hoy es un hecho, en una posición dominante
para imponer sus ofertas salariales. Además, el informe señala que desaparecerían 20.000
empleos de los 1,7 millones que actualmente mantiene el sector. Es decir, la desregulación
comercial traerá consigo la transformación de muchos empleos en puestos de dedicación
parcial, con el consiguiente crecimiento de la proporción de puestos de trabajo, insuficientes
por sí solos para mantener una familia.
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1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
En este mundo de lo técnico, del consumo y de una insaciable cultura de la posesión de toda
clase de bienes materiales, es cada vez más importante que las personas puedan dedicar
tiempo a otras cuestiones distintas del trabajo o el consumo.
El hombre es un ser racional y libre que es social, que tiene una dimensión espiritual y
que necesita descansar. Por eso el domingo es un día estupendo para la práctica religiosa
de los creyentes, para estar con la familia, para la cultura; en definitiva, el hombre de este
principio de siglo debe luchar por recuperar su dominio sobre la productividad y sobre la
técnica, porque, aunque no lo parezca, cuando más dependientes somos de lo material, se
llame como se llame, más estamos en peligro de perder nuestra libertad y nuestra capacidad
de desarrollo personal en la comunidad que nos rodea.
Por paradójico que parezca, parece que en épocas de crisis económicas se toma conciencia
del valor del tiempo libre como ámbito de libre desarrollo de la persona. Al menos eso
hemos podido leer en la revista Newsweek, al comentar cómo la crisis económica por la que
atraviesa Japón, está modificando sustancialmente los modos típicos que han caracterizado
la cultura empresarial nipona hasta ahora.
En efecto, desde 1990 el crecimiento económico japonés ha sido prácticamente nulo, por
lo que ha aumentado considerablemente el número de despidos y se han buscado nuevos
sistemas de promoción en la empresa. Pues bien, en este marco de depresión económica,
resulta que un no pequeño número de japoneses parecen disfrutar con la crisis. Como las
empresas les obligan a trabajar menos horas, se toman vacaciones para estar en casa más
tiempo con la familia. Por increíble que parezca, también la férrea tradición empresarial
japonesa está cambiando, por lo que, como muchas empresas no pueden asegurar ya
el empleo de por vida, resulta que los trabajadores jóvenes empiezan a valorar otros
intereses distintos de los laborales, circunstancia que hace diez años sería prácticamente
implanteable.
Lógicamente, la antigüedad no es ya el criterio “rey” para la promoción en la empresa.
Afortunadamente, se están empezando a adoptar sistemas de “mérito” en la búsqueda,
sobre todo, de la competencia. Se inician medidas de movilidad. En fin, se está produciendo
una cierta “revolución” en el entorno empresarial japonés, que ha animado a los jóvenes a
preferir disfrutar del presente a buscar un rápido y vertiginoso ascenso. Un estudio reciente
muestra que el 68% de los japoneses, de 30 a 40 años, prefiere trabajar en su puesto tranquilo
y con tiempo para el ocio que asumir un cargo de responsabilidad, con más empresas y
poco tiempo libre.
También se van abandonando prácticas vitales muy conectadas con la filosofía japonesa
sobre el trabajo, como las reuniones, tras las jornadas laborales, con los mismos compañeros
de trabajo para conversar o descansar. De igual modo, ya no se le ve sentido a los viajes
colectivos de los empleados de la empresa.
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1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
Es sorprendente, pero ha sido la crisis económica la causante de que se empiece a redescubrir
el valor humanizador del trabajo y la visión integral y multidisciplinar del hombre. En fin,
estamos asistiendo a una nueva revolución democrática, porque la gente está clamando
contra una estructura de poder que se consideraba insuperable.
El modelo que GIDDENS denomina “holandés” no deja de llamar la atención. En el famoso
acuerdo de Wassenaar, hace dieciséis años, entre gobierno y sindicatos, éstos accedieron
a la moderación salarial a cambio de una reducción gradual de las horas de trabajo. El
resultado: los costes laborales han crecido un 30% en los últimos diez años, la economía
ha crecido y el desempleo se ha situado por debajo del 6% en 1997. Sin embargo, para
GIDDENS este modelo no es imitable en lo que se refiere a creación de empleo y reforma
del Estado del bienestar. El teórico de la Tercera Vía apuesta por destinar el gasto público,
que debe permanecer en niveles europeos, no americanos, a la inversión en capital humano.
Es más, “la inversión en recursos humanos está demostrando ser la fuente principal de
eficacia de las empresas en sectores económicos clave” (p. 146).
También me parece del mayor interés que la Tercera Vía sea partidaria de que “los
gobiernos impulsen la educación durante toda la vida, desarrollando programas
educativos que comiencen en los primeros años de un individuo y continúen incluso
a una edad madura (...). En lugar de descansar en prestaciones incondicionadas, las
políticas deberían orientarse a estimular el ahorro, al uso de recursos educativos y otras
oportunidades de inversión personal” (p. 147). En esta dirección, debe destacarse como
positivo la promoción de la “movilidad” (p. 48) y de las políticas de conciliación del
trabajo con la vida familiar. “Cuánto más hincapié hagan las empresas en los recursos
humanos, más competencia habrá para tener los mejores ambientes laborales compatibles
con la familia” (p. 148).
Otro tema polémico en el que GIDDENS se desmarca de las posiciones clásicas de la
izquierda, se refiere a la imposición de la semana laboral en treinta y cinco horas. Para el
antiguo director de la London School of Economics, la redistribución del trabajo ya se está
produciendo, “y la clave es fomentar sus aspectos positivos” (p. 149).
Igualmente, no deja de tener cierto sentido la propuesta de GIDDENS dirigida a que “el
gasto en bienestar, entendido como bienestar positivo, no será generado y distribuido
totalmente a través del Estado, sino por el Estado, actuando en combinación con otros
agentes, incluyendo el mundo financiero” (p. 150). Bienvenido sea el pensamiento
compatible y complementario y, sobre todo, una dimensión más abierta de este asunto
de tanto calado: “el bienestar positivo sustituiría cada aspecto negativo de BEVERIDGE
por uno positivo: en lugar de indigencia, autonomía; no enfermedad, sino salud activa;
en lugar de ignorancia, educación como elemento duradero de la vida; en vez de miseria,
bienestar; y en lugar de indolencia, iniciativa” (p. 151). Justo lo contrario de lo que planteó
tradicionalmente la izquierda.
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1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
1.2.9. La nación, el nacionalismo y la diversidad cultural.
También, como no podía ser menos, la Tercera Vía se plantea el papel de la nación en un
mundo cosmopolita. GIDDENS señala que es importante la reafirmación del papel de la
nación como “fuerza estabilizadora” (p. 153), y que hay que tener sumo cuidado con el rostro
de Jano de los nacionalismos, sean del signo que sean. En su opinión, el cosmopolitismo es
un elemento esencial para introducir racionalidad y sentido del equilibrio.
Tras recorrer brevemente los orígenes del Estado-nación, se detiene GIDDENS en el
gran tema: el nacionalismo. Para él, las naciones no tienen destino, no vienen dadas por
la naturaleza. Siguiendo a MILLEN, ni son una construcción contra los valores de la
izquierda ni son, sobre todo, algo emotivo o sentimental. “Las naciones son comunidades
éticas, en las que aquellas incluidas en ellas tienen ciertas obligaciones respecto a los
otros miembros que no siempre son reconocidas frente a personas de fuera. Las naciones
proporcionan un foco para la autodeterminación: la nación debería desarrollar estructuras
estatales que permitan a los ciudadanos decidir sobre sí mismos cuestiones de importancia
general” (p. 156). Para GIDDENS la identidad nacional debe ser compatible con el
pluralismo étnico y cultural (p.156). Sin embargo, lo que él denomina multiculturalismo
radical de los libertarios y de algunos izquierdistas “sigue un camino muy diferente,
abrazando el pluralismo cultural, cualquiera que sea el coste que tenga para la sociedad
global” (p. 157).
Me parece que, en este momento de la exposición del ex director de la London School
of Economics, pueden ser oportunas algunas reflexiones sobre multiculturalismo y la
diversidad cultural. Como es sabido, el escenario intelectual norteamericano siempre ha
causado una poderosa influencia sobre el resto del mundo. Por eso, en estos momentos
resulta interesante comentar esa nueva tendencia tan en boga en el mundo de las ideas
yanqui que se denomina multiculturismo o predominio de la diversidad cultural. No es más
que la consecuencia de la defensa de la propia identidad cultural de los distintos grupos
étnicos y sociales. En este marco, se mantiene a ultranza que ninguna cultura es superior a
otra, sino diferente.
De todas formas, no conviene olvidar que la historia del propio hombre ha venido
indefectiblemente marcada por la transmisión de los adelantos culturales de un grupo a
otro y de una civilización a otra, y en este rico y variado proceso de intercambios culturales,
es necesario destacar un hecho que se ha repetido constantemente. Me refiero a que esa
transmisión de rasgos culturales es la manifestación de la existencia de elementos culturales
que han sido considerados, no sólo distintos, sino mejores que otros. De ahí su adquisición.
¿Por qué? Muy sencillo; porque la cultura no constituye únicamente un conjunto más o
menos grande de lazos emocionales que se traducen en signos de identidad. La cultura
es mucho más, tiene un importante contenido de relación con el progreso humano y sirve
esencialmente para satisfacer las necesidades y alcanzar los objetivos de la vida humana.
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1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
Por eso se explica el que se hayan transmitido, de una a otra generación, determinados
rasgos culturales. Es más, pienso que el hilo conductor de esos elementos culturales que han
supuesto el progreso del hombre tiene un común denominador: la defensa de la dignidad de
la persona humana.
Por eso, los rasgos culturales que subrayan esta nota fundamental, la defensa de la dignidad
de la persona y la promoción de los derechos fundamentales, son los que de verdad hacen
posible el avance de la humanidad. No nos engañemos, si bien es cierto que ninguna
cultura puede ser superior en todos sus aspectos, los elementos propios que han hecho
posible su transmisión a otras culturas, han tenido forzosamente que haber sido valorados
positivamente. Esto ha sido así históricamente y constituye el marco adecuado para
entender el fenómeno del multiculturismo o pluralismo cultural, tan en boga en nuestros
días. Es cierto que el multiculturismo, por ejemplo, en el campo de la educación, permite
aprehender que el propio país y el mundo que le rodea no son compartimentos estancos,
sino mosaicos de muchas culturas y de muchas gentes diferentes. En Estados Unidos este
fenómeno en el entorno educativo debe juzgarse positivo, pues ha hecho posible que se
considere que la Historia de Europa no era un mero recuento de los altibajos de la monarquía
británica, o que se deje de explicar la Historia de América como una crónica de hombres
blancos anglosajones y protestantes, en la que los católicos, judíos, negros, hispanos y
nativos americanos tenían un papel irrelevante. Evidentemente, era necesaria una visión
más amplia de la realidad histórica y de la diversidad cultural. Sin embargo, como en
todo, ha surgido un cierto multiculturismo virulento que, lejos de ese equilibro cultural
que ofrece en su planteamiento general, ha hecho de la crítica a Cristobal COLÓN, una de
sus principales bazas. Esta crítica despiadada a COLÓN expresa un extremismo furioso
contra los valores occidentales, especialmente contra el religioso. Probablemente existen
quejas legítimas frente a la aventura de COLÓN, pero justificar la crítica más radical en el
multiculturismo, no deja de llamar la atención.
En fin, la diversidad cultural de la que tanto se habla, permite una última reflexión sobre
el sentido de la cultura en nuestros días. Para ello, conviene tener en cuenta que como dice
el profesor SOWELL, economista de la Universidad de Stanford en un reciente artículo
publicado en The American Enterprise, las culturas existen para atender las necesidades
vitales y prácticas de la vida humana; para formar una sociedad que perpetue la especie
y para transmitir a la gente joven e inexperta los conocimientos y la experiencia que han
acumulado con esfuerzo las generaciones precedentes. Las culturas, más que etiquetas para
singularizarse, constituyen un instrumento al servicio del propio hombre, o, si se quiere,
son formas vivas y cambiantes para hacer todas las cosas que es necesario llevar a cabo
en la vida. Por eso, toda cultura desecha las cosas que no funcionan y que constituyen un
evidente obstáculo al desarrollo y, si es necesario, se adquieren rasgos culturales ajenos.
Jurgen HABERMAS, uno de los filósofos más importantes del panorama intelectual
europeo, acaba de publicar un libro titulado “La inclusión del otro”, en el que expone los
desafíos que plantea el panorama multiculturalista actual.
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1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
Sin perjuicio de las reflexiones del filósofo de Frankfurt, me parece digno de mención la
primera impresión que produce el título de un libro. Al menos para mí “la inclusión del
otro” plantea, además del reconocimiento del diferente, algo más profundo. Estoy pensando
en el carácter relacional de la persona, puesto que en un mundo fuertemente consumista
y materializado, el egoísmo en boga tiende a que la persona se repliegue sobre sí misma,
sobre su problemática y pierda capacidad para ser consciente de los otros que están a su
alrededor. Por eso, el problema multicultural también nos permite salir de nosotros mismos
y buscar soluciones a uno de los problemas más complejos de nuestro tiempo.
Ciertamente, cada vez es más frecuente la existencia de Estados pluriculturales o de
identidades colectivas singulares que deben integrarse en un todo con partes diferentes.
Pues bien. HABERMAS, que plantea en su libro temas tan interesantes como el Estado
de Derecho en la democracia multicultural, ofrece una sugerente reflexión que parte de
un concepto de una ciudadanía multicultural anclada en la adhesión voluntaria a unos
principios constitucionales. Para HABERMAS, es necesario educar a todos en una cultura
política común. Este me parece que es el meollo del tema. El diagnóstico me parece
irreprochable. Sin embargo, hay que señalar que el sistema habermiano, que parte de la
tradición kantiana, hegeliana, marxista y weberiana, no acaba de encontrar fundamento a
los derechos humanos, a la vez que niega la ética sustantiva.
Es bien sabido que HABERMAS es un decidido defensor de la Unión Europea y un decidido
promotor, también, de reformas que mejoren los cauces de participación política de los
ciudadanos europeos. En este sentido, HABERMAS propone una cultura constitucional
europeo-occidental, definida en términos supranacionales que se puede resumir señalando que
lo que une a los ciudadanos es una cultura política común reflejada en la constitución, pero no en
la etnia. Es cierto, pero siempre que se convenga que estos valores culturales políticos comunes
sean los que han hecho reconocible a Europa como escenario de libertades, de democracia;
en definitiva, como el conjunto de puntos de referencia que ha traído consigo el humanismo
europeo. En fin, la ciudadanía democrática no necesita quedar enraizada en la identidad
nacional de un pueblo, pero, por encima de la pluralidad de formas de vida culturales diversas,
exige la socialización de todos los ciudadanos en una cultura política común (HABERMAS).
Pues bien, esa cultura política común parece que está en abierta contraposición al
funcionamiento de la realidad europea. Por eso, HABERMAS constata que el ciudadano
europeo siente que muchas de las decisiones que le afectan directamente se toman no en
el contexto de una política nacional, sino en el contexto supranacional de los órganos de la
Unión Europea; por lo que es necesario que el parlamento europeo asuma más funciones,
en lugar de la extensa red de funcionarios que constituyen, en opinión del filósofo, una
burocracia desligada de procesos de legitimación democrática.
En definitiva, la Constitución europea va a jugar un papel muy importante en todo este
asunto. Esta cultura política común, insisto, que aunque limitadamente está reconocida
50
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
en la Constitución europea, constituye un esfuerzo positivo por luchar contra esa temible
fragmentación que nos acecha, y por buscar puntos de encuentro anclados en una tradición
de pensamiento que ha supuesto muchas conquistas que no se deben olvidar. Por eso, no
se debe olvidar que la clave debe situarse en colocar otra vez en el centro la dignidad de la
persona y los derechos humanos.
También aborda GIDDENS el espinoso problema de las identidades étnicas. Dice, por
ejemplo, “que en el ámbito de la etnicidad, como en el del nacionalismo, no hay sangres
puras“ (p. 160), que estos problemas deben resolverse “con el apoyo de la comunidad
nacional más amplia y con un sentido de la justicia social que debe trascender las demandas
y resentimientos de cualquier grupo específico” (p. 161). Hoy en día, “las identidades
nacionales han de sostenerse en un entorno tolerante, en el que no tendrán el nivel de
inclusividad que una vez tuvieron, y donde existen otras lealtades paralelas” (p. 159). En
esta línea de pensamiento compatible, GIDDENS plantea una construcción más abierta y
reflexiva de la identidad nacional.
Las reflexiones de GIDDENS sobre estas cuestiones, me plantean la posición del
nacionalismo entre nosotros y, como la Constitución de 1978, hace posible la unidad y la
diversidad en un equilibrio dinámico que nos toca a los españoles preservar y mejorar.
Cuando uno se pone a estudiar qué es y qué significa el nacionalismo, si no busca respuestas
dogmáticas, lo que se encuentra constantemente es la afirmación -y la constancia empíricade que la cuestión del nacionalismo es extremadamente confusa. Conceptos claves para
el tema, como “nación”, “patria”, “pueblo”, “estado”, “país”, se muestran mezclados,
suelen ser confundidos, sin que sea fácil salir de este barrizal conceptual. Un filósofo de
la antigüedad contaba que si le hubiesen preguntado si sabía qué es el tiempo, respondería
que sí, pero si le hubiesen pedido que dijese qué es, entonces habría respondido que no lo
sabía. Un conocido antropólogo de origen aragonés, que hizo importantes estudios sobre
la cultura gallega, decía que a él le pasaba lo mismo si le preguntaban por la nación. Lo
primero que tenemos que destacar, pues, es la tremenda confusión que envuelve la discusión
sobre el nacionalismo.
Pero, además, el nacionalismo presenta un carácter controvertido. En un reciente estudio
sobre esta cuestión que nos ocupa, una profesora catalana, nacionalista, admitía que no se
puede dejar de lado lo que se llama “rostro de Jano” del nacionalismo. El nacionalismo
-no puede olvidarse- está hermanado con las libertades, con la lucha por la emancipación,
contra la opresión y la injusticia. Pero también lo está con el nazismo y el fascismo, con la
xenofobia, y el racismo, la limpieza étnica y el imperialismo. Son los dos rostros –el que
mira adelante y el que mira atrás- que presentaba el arcaico dios romano. No es que haya
dos nacionalismos distintos, separados, uno bueno y otro malo, sino que el nacionalismo -el
afecto o la identificación con la nación- lleva a manifestaciones paradójicas y contradictorias,
de ahí su carácter controvertido.
51
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
Otro rasgo que define el nacionalismo es su raíz psicológica -y en esto hablamos, como en
el caso anterior, por boca de autores nacionalistas de hoy en día-, es decir, la raíz afectiva,
sentimental (el nacionalismo tiene un cariz de sentimiento, se habla de sentimiento
nacionalista) que explica, cuando se exacerba, cuando se lleva a una posición extremista,
tanto los movimientos de exaltación nacional, con los cantos y alabanzas de las glorias
nacionales, como el victimismo, aquella actitud que lleva a ver todos los males de la nación
como consecuencia del oprobio y el abuso de los poderosos que la dominan.
El sentimiento nacional es un caudal de tremendo, poder, porque atañe al sentimiento de
identidad, al fondo del corazón de cada hombre. El individuo busca su identidad en la
colectividad que lo acoge, a la que se ve vinculado, y por eso tal sentimiento puede inducir
tanto al sacrificio de la propia vida por la nación, como al sacrificio de quien sea y de lo que
sea si se opone a ella: otra vez el rostro de Jano del nacionalismo.
Además, el nacionalismo tiende a presentar un carácter marcadamente ideológico. Es decir,
el nacionalismo tiende a explicar toda la realidad social, política y cultural sobre, y desde, el
supuesto de una realidad incontestable, por evidente, orgánica, constitutiva e imperecedera:
el propio ser nacional.
De estos cuatro rasgos -carácter confuso, carácter controvertido, raíz psicológica, carácter
ideológico- el último nos da la clave para construir una interpretación clarificadora de lo
que significa el nacionalismo. Entiendo aquí el nacionalismo como la ideología que afirma
la identidad, la unidad y, por lo tanto, la soberanía de la nación o de la nacionalidad, en
cuanto a entidad natural, como fundamento de toda constitución política y por encima
de los derechos y libertades individuales. El nacionalismo, es doctrina común, supone
la exaltación de la identidad colectiva de un pueblo con carácter exclusivo y excluyente.
Es verdad que muchos nacionalismos no afirman expresamente esa superioridad del ser
nacional sobre los derechos y libertades de los individuos, pero se comprenderá lo que
quiero decir si recordamos que esos mismos nacionalismos consideran que los derechos
y libertades individuales no pueden ser satisfechos sin el reconocimiento de la entidad
nacional, lo que viene a ser lo mismo.
El problema se traslada ahora a definir la nación. Los nacionalistas, en general, consideran
que la nación es una entidad social natural, definida, con asentamiento territorial
delimitado, con una cultura e historia propias, exclusivas y únicas, y con conciencia
política. Bien, pero además piensan que ese concepto de nación se corresponde con la
realidad, piensan que las naciones tal y como quedan definidas existen, cuando no es así
y menos en las sociedades avanzadas.
Un caso paradigmático podría ser el gallego. Muchos coinciden en afirmar la esencia
nacional de Galicia pues parece cumplir todas las condiciones antedichas. Pero una
observación un poco -sólo un poco- detenida nos hará ver rápidamente que no sucede
52
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
tal cosa. Por ejemplo, el territorio: la unidad geográfica de Galicia se extiende al sur
del Miño. Otro, la lengua gallega: se habla mas allá del Eo, hasta Navia, y en el Bierzo
hasta Ponferrada. Lo de la cultura es todavía más complicado, pues se ven diferencias
profundas, a veces difícilmente conciliables entre la Galicia interior y costera, la rural y
urbana, la marinera y la labriega. Lo que resultaría imposible en estas condiciones sería
definir el pueblo, porque si se recurre al asentamiento geográfico sin referencias a la
cultura, a la lengua, etc., caeríamos en una definición puramente administrativa. De la
conciencia política podríamos hablar aún más. Este análisis es fácilmente transferible a
las demás nacionalidades españolas y a otras que se proclaman tales fuera de nuestras
fronteras.
Con este somero acercamiento a la cuestión de la nación quiero resaltar sólo las dificultades,
pienso que invencibles, de definirla en la realidad. Afirmar la identidad de Galicia no
implica, ni mucho menos, afirmar su condición de nación. No debe sorprender esto a nadie,
no hay que olvidar que hay autores, nada sospechosos de antinacionalismo, que afirman sin
ambages que el nacionalismo es una realidad inventada.
Sobre esta idea de nación, sostenida en el sentimiento nacional, se establece la exigencia
de que tal realidad, la nación, con todo lo que tiene de inventado, debe adquirir forma
política. La nación, este concepto de nación como realidad natural, lo que se denomina
etno-nación, debe constituir un Estado. Veremos que vamos añadiendo complicaciones a
las complicaciones.
El Estado es una entidad jurídico-política que normalmente -en la inmensa mayoría de los
casos- no se corresponde con una etno-nación. Pensemos que si en la actualidad hay en el
mundo ciento noventa y cuatro estados, las etno-naciones se cuentan por miles - sólo en la
Unión Europea más de quinientas, según señalan algunos-.
Pero si quedase la cosa ahí, aún tendríamos cierta claridad. Una cosa es la nación (realidad
cultural, orgánica, agrupación natural...) y otra es el Estado (realidad jurídica, política...).
Pero el Estado, en virtud de su coherencia jurídica y de su proyección política, termina
constituyéndose como un elemento aglutinador, galvanizador, que define, para la población
asentada sobre su territorio perfectamente definido, la identidad nacional. El Estado llega
a convertirse en referente de la pertenencia a aquellas comunidades de origen, llega a
configurarse como aquel origen común al que se refiere primordialmente el término
“nación” (natural de, o nacido en).
Por eso el concepto de etno-nación se opone al concepto de Estado-nación, y por eso
se entiende que puede haber nacionalistas de uno y de otro signo. Sin embargo en algo
coinciden ambos: unos y otros buscan la unidad orgánica, cultural, religiosa, lingüística o
del tipo que sea, de la nación que proclaman y defienden. Pero mientras el nacionalismo del
Estado-nación practica una especie de aplanamiento y uniformización cultural negadora
53
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
del pluralismo cultural de los territorios o de los pueblos sobre los que ejerce su soberanía,
el nacionalismo de las etno-naciones empuja a una purificación de todo elemento extraño a
la propia cultura, a un distanciamiento de cualquier coincidencia con el Estado en el que se
integra, y, en definitiva, al diferencialismo cultural, negación del multiculturalismo propio
de las sociedades de nuestro tiempo y de la convivencia cultural sobre el propio territorio.
Podría decirse que si el nacionalismo que proviene del Estado-nación presenta riesgos de
imperialismo, el de la etno-nación los tiene de fundamentalismo.
Aquí encontramos -entre nación y patria- otra confusión permanente que alimenta al
nacionalismo de cualquier signo. En determinados ámbitos existen términos y conceptos
contaminados por ideologías superadas que hacen políticamente incorrecto su uso. Existen
ejemplos ilustradores, como lo que sucedió con el término ‘patria’ en la Italia postfascista.
El nacionalismo puede llegar a convertir en correcto políticamente el uso de términos que
en otros entornos despiertan todo tipo de suspicacias.
El nacionalismo tiene una tendencia, en cierto modo irrefrenable, a identificar nación, patria,
Estado, país, e incluso nacionalismo, hasta el extremo de que sólo el que es nacionalista es
considerado miembro auténtico de un pueblo. En esa identificación se encuentra posiblemente
una de las raíces totalitarias del nacionalismo, que contribuyen a explicar su rostro de Jano.
Tal peligro desaparece cuando recuperamos para el concepto de patria su significación
original. Si “nación” hace referencia, en su sentido primero, al lugar de procedencia, al
espacio del que uno es natural, “patria” apunta más bien al patrimonio político recibido.
Y ese patrimonio es la constitución política, las libertades, el derecho a la participación
en la cosa pública (res publica). De ahí que una nación pueda contar con un caudillo, pero
una patria no, porque la patria es de todos los ciudadanos. Y ciudadanos somos todos los
que nos cobijamos bajo una constitución política, sello de nuestra condición y garantía de
nuestros derechos.
La crítica que vengo haciendo a los planteamientos nacionalistas no significa, ni podría
significar, su deslegitimación. Y ello es así no porque me erija en repartidor de títulos de
legitimidad de nada, sino por su propia condición de personas, y en concreto, de ciudadanos
españoles amparados por la Constitución. Se produce así una circunstancia aparentemente
paradójica, y supongo que dolorosa para el nacionalista de cuerpo entero: el conflicto que se
produce entre su fuero interno, su sentimiento nacional, y su condición jurídica de español,
así reconocida por todos en todo el mundo.
De donde procede la legitimidad de las posiciones nacionalistas es, en última instancia, de
la libertad de conciencia, de la capacidad para articular libremente un proyecto político, el
que se quiera, y proponerlo así a los conciudadanos, recabando su apoyo. Donde no puede
encontrarse legitimidad alguna para el proyecto nacionalista, es en el supuesto previo a toda
actividad política de la existencia de un ser nacional, de una entidad nacional constitutiva
54
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
anterior a la comunidad política. No puede encontrarse, sencillamente, porque no existe.
La idea de nación, en el sentido orgánico a que nos hemos referido, la idea de etno-nación,
en las sociedades abiertas es pura y llanamente un invento. Si así no fuera, significaría el
establecimiento en esa sociedad de una división o una fractura radical, entre los que por
nacimiento o cultura pertenecen a ella y los que le son ajenos. Esto no es teoría. Podrían
citarse múltiples intervenciones de entre los nacionalistas vascos y catalanes, por ejemplo,
en las que se pone de relieve la consideración de dos categorías de ciudadanos, la de los que
se integran en la cultura autóctona y la de los que no lo hacen.
De donde tampoco procede la legitimidad del nacionalismo es de la defensa de los propios
valores culturales. Esta es precisamente la tesis principal que aquí estoy defendiendo, que
se puede -y existe la experiencia histórica- asumir en su plenitud cualquiera de las entidades
culturales que se puedan encontrar en España, sin que eso signifique detrimento alguno de
la propia condición de español. Cierto que tal cosa no siempre ha sido factible. Pero hoy, el
Acuerdo Constitucional que los españoles alcanzaron en 1978, lo hace posible.
La realidad plural de España es aceptada por todos prácticamente. Ni desde los esquemas
más ultramontanos del unitarismo español deja de reconocerse, con fórmulas más o
menos pintorescas, la realidad diversa de los pueblos y regiones de España. Pero desde
ese planteamiento, tal variedad se aprecia como un adorno, o un accidente, de la unidad
esencial española, como una entidad superficial, casi folclórica podríamos decir, que no
haría en todo caso más que resaltar el esplendor de lo que tenemos en común, que sería lo
verdaderamente importante.
Cuántas veces, en cuántas ocasiones, hemos escuchado retóricas exaltaciones de las
literaturas o de las lenguas llamadas regionales, pongamos por caso, como apéndices o
curiosas peculiaridades de una realidad cultural española –de fundamento castellanosupuestamente sustantiva y a la que aquellas otras se considera subordinadas. Y además,
ante esas identidades culturales que se ven como secundarias o subordinadas, se manifiestan
a continuación suspicacias contumaces cuando de ellas se quiere hacer un uso normal en
todos los ámbitos de la vida y la actividad pública.
Por eso el acuerdo y mandato constitucional relativo a la defensa de la identidad cultural y
política de los pueblos de España, o, por decirlo de un modo más amplio, la estructuración
autonómica de España, nos parece uno de los aciertos más importantes de nuestros
constituyentes, aunque en su plasmación o en su aplicación puedan haberse producido
abusos de uno u otro signo, desviaciones, retrasos, precipitaciones, vacíos... Y también, por
eso, porque responde a una realidad, y además una realidad que juzgo positiva, por cuanto
realmente –no retóricamente- nos enriquece a todos, es por lo que desde el Centro, no puede
caber una actitud que no sea de apoyo y potenciación para esas culturas, lejos de los que
sienten nostalgia de un integrismo uniformante o de los que propugnan particularismos que
consideramos excesivos. Así, por ejemplo, por muy conflictiva o problemática que pueda
55
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
parecer a muchos la pluralidad cultural de España, en absoluto, desde el espacio del Centro,
se puede mirar con nostalgia o como un proyecto de futuro una España culturalmente
uniforme, monolingüe, por ejemplo, sino más bien tal cosa debe ser vista como una pérdida
irreparable, y, expresado positivamente, debemos afirmar que no sólo deseamos sino que
apostamos por unas lenguas vasca, catalana, gallega o valenciana, pujantes y vigorosas, y
conformadoras del sentir de cada una de las comunidades que la hablan.
Si tal cosa decimos de las lenguas, lugar sensible donde los haya, por cuanto afecta de
modo muy especial, significativo e íntimo, a la identidad no sólo colectiva sino personal, lo
mismo afirmamos de los demás componentes diferenciales de la identidad, y por supuesto
de la entidad política de cada una de las comunidades autónomas que integran España.
No es del caso entrar ahora en las razones históricas más profundas de los fenómenos, cosa
sin duda necesaria, si queremos realmente comprenderlos en todas sus dimensiones actuales.
Pero considero simplemente que la negación radical de los hechos diferenciales que se dan
en España durante toda la época del régimen franquista, que llevó a la persecución injusta
de quienes afirmaban su propia identidad, simplemente siendo lo que eran, se pone en
contraste con el desarrollo y el fervor autonomista del período democrático.
Pero justamente ahora, cuando parece que se ven cumplidos los techos competenciales,
el nacionalismo da un paso más en la escalada de sus reivindicaciones y plantea en
su dimensión constitutiva lo que llaman “la cuestión nacional”, que se concreta en la
reivindicación del derecho de autodeterminación y la soberanía. Y es también ahora
cuando se empiezan a oír las voces que recuerdan, reivindican o reclaman la condición
de España como nación. No es casualidad. En cierto modo es lógico que así sea, como
reacción natural ante lo que se toma como un exceso de los nacionalismos. La Constitución
en esto no ofrece lugar a dudas, es cierto, pero precisamente los nacionalistas propugnan
su reforma.
Bien; la cuestión nacional encierra un debate sumamente complejo y, a veces, extremadamente
sutil. Viendo las cosas como son, o sea como están hoy por hoy, no caben desde luego
dudas, por razones históricas, jurídicas, sociológicas, etc., de que el sujeto soberano es el
conjunto del pueblo español. Otra cosa es que haya un proyecto nacionalista para que esto
no sea así, pero, hoy por hoy, no deja de ser un proyecto.
La idea del espacio de Centro para España significa, entre otras cosas, la afirmación plural
de la realidad española, incluso y sobre todo desde la identidad gallega, vasca, catalana,
andaluza, o cualquier otra de las que integran España. Constitucionalmente es esto
incontestable, pero es necesario hacer de la propuesta jurídica algo vivo y real. Es necesario
reiterar rotundamente que la afirmación de la identidad particular de las comunidades
de España, como los nacionalistas –unos con violencia, otros con finura intelectual, no
con acierto a nuestro juicio- constantemente afirman. Y también repetir, con la misma
56
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
rotundidad, que la afirmación de España no puede ser ocasión para menoscabo alguno de
la identidad particular.
La obligación de las instancias públicas de preservar y promover la cultura de las
nacionalidades no es una concesión graciosa del Estado, sino un reconocimiento
constitucional, es decir, constitutivo de nuestro régimen democrático. Por tanto, las
instancias públicas no deben ser indiferentes ante los hechos culturales diferenciales. Pero
igualmente la interpretación de esa obligación debe hacerse tomando en consideración un
bien superior que, a nuestro entender, fundamenta la construcción constitucional de una
España plural, que no es otro que el de la libertad. Sólo en una España de libertades cabe
una España plural. Pero las libertades son ante todo libertades individuales, de cada uno.
Cualquier otra libertad será una libertad formal, o abstracta. Por esa, la promoción de la
cultura particular no podemos interpretarla sino como la creación de condiciones favorables
para que los ciudadanos, libremente, la desarrollen, nunca como una imposición, ni como
un proceso de incapacitación para el uso libre de los medios que cada uno considere
oportunos para su expresión.
La solidaridad es otro principio central en la interpretación de la realidad plural de España.
Pienso que nadie está legitimado en España para hablar de deuda histórica –aunque
obviamente hay desequilibrios, a veces graves-, porque todos somos deudores de todos,
de ahí la pertinencia de España como proyecto histórico de convivencia, que a todos
enriquece. Pero hoy la solidaridad real exige justamente de los más ricos el allegamiento
de recursos para atender a las personas y territorios más deficientes en medios, servicios
y posibilidades. Sin embargo, este planteamiento no puede hacerse con la pretensión de
establecer un régimen permanente de economías subsidiadas. La solidaridad es también
una exigencia para el que podríamos considerar beneficiado de ella, pues en su virtud le es
exigible un esfuerzo mayor para superar su situación de atraso, asumiendo, desde luego, las
limitaciones de sus posibilidades reales.
Esta concepción de la realidad española no es nueva en absoluto, podrá decirse. Efectivamente,
nadie podría pretenderlo. Pero se trata de que la sociedad haga una asunción real de su
significado. Desde el Centro, lo que se mira es al individuo en todas las dimensiones de su
realidad personal, se afirma el papel de centralidad de la gente, de los individuos reales, en el
proyecto centrista. Desde ese presupuesto se impulsa y promociona la identidad de cada uno,
sin imposiciones ni exclusivismos. Es verdad que buena parte de la desestructuración cultural,
que hoy parecen sufrir las sociedades que presentan rasgos culturales más diferenciados, se
debe a la presión uniformadora del Estado centralista, que en demasiadas ocasiones se ha
ejercido, incluso con violencia. Pero no es menos cierto que esas mismas entidades han sufrido
el acoso general que en todas las partes del mundo sufren las culturas minoritarias, o incluso las
culturas mayoritarias en determinados ámbitos. Pensemos, por ejemplo, las “agresiones” que
sufren ciertos aspectos de la cultura hispánica por parte de la anglosajona. Pero no es menos
cierto que por otra parte, en el mismo seno de esas sociedades con una cultura diferenciada,
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1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
algunos no han hecho otra cosa que aprovechar las mejores oportunidades que se ofrecían con
la integración en ámbitos de intercambio más extensos y protegidos.
Además, el compromiso con el Centro exige también una actitud de moderación y de
equilibrio. Se trata de evitar las disyuntivas absolutas y traumáticas que pretenden, sean
de un signo o de otro, hacer depender la propia identidad personal y colectiva de una
opción política extrema, en este caso la que afecta ni más ni menos que a la soberanía.
En los albores del siglo XXI, en una España plural, solidaria y de libertades, en una
perspectiva histórica que parece anunciar situaciones inéditas hasta ahora en el discurrir
de la humanidad sobre el planeta, afirmamos que no es de la soberanía de lo que depende
la pervivencia cultural y política de ningún grupo, ni de ninguna colectividad, y que el
camino de futuro, en una sociedad globalizada, abierta, multicultural, sólo podrá recorrerse
haciendo reales los procesos de integración que se basen en el respeto a la identidad y a
la diversidad individual y colectiva. España abrió en 1978, con su Pacto Constitucional,
un proceso que puede indicar el camino de semejante integración, camino que sólo podrá
hacerse superando el particularismo nacionalista y el imperialismo nacional. La resistencia
mostrenca del segundo parece haberse superado, la del primero es aún asignatura pendiente.
Europa, con otras condiciones iniciales y en otras dimensiones, ha emprendido también un
difícil camino de integración, que sólo podrá ver el éxito apoyándose en estos mismos
presupuestos a que hemos aludido. Desde el espacio político de Centro, esté quien esté en
él, se puede contribuir muy eficazmente a esa tarea.
Las fórmulas que conjuguen, en el juego político y constituyente, de manera equilibrada,
integración y peculiaridad diferencial, pueden ser muy diversas y, consecuentemente,
desde una posición de Centro, cualquiera de ellas es aceptable. Ahora bien, la que de hecho
tenemos, la que a nosotros mismos nos hemos dado, es perfectamente válida para conjugarlas,
y además nos parece la más adecuada, precisamente por ser la que tenemos. Cabe, es cierto,
el ejercicio intelectual y dialéctico de plantearnos otras fórmulas constitucionales, y cabe
también la estrategia política de formularlas. Pero uno y otra no dejan de ser juegos, en
uno o en otro sentido, juegos políticos, intelectuales o verbales. Porque de hecho, lo que
tenemos –y esto es ser realista- es “esta” constitución.
Cierto que ya resuena la cantinela de que esto es sacralizar la Constitución de 1978. No, en
absoluto. La Constitución no es sagrada. Pero es el Pacto en el que se sustenta la vida y el
ejercicio político de los españoles. Es el Pacto de todos, no es cualquier cosa.
Como alguien ha señalado, sería una soberana frivolidad política que cada veinte años
hubiésemos de plantearnos, desde el principio, las bases de nuestra convivencia política. Y
más cuando las que ahora tenemos han demostrado sus virtualidades y, a lo que parece, no
las han agotado. Lo que es de todo punto inadmisible es el razonamiento que algunos hacen:
como la Constitución se puede cambiar –no es sagrada-, cambiémosla. El problema es que
no satisface a los nacionalistas. Bien, pero ese motivo no basta tampoco para cambiarla.
58
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
Desde el espacio del Centro, donde se propugnan marcos de integración cada vez más
amplios, con un respeto absoluto a las peculiaridades diferenciales, en tanto en cuanto
no son concebidas como barreras, y por tanto obstáculos para aquella integración de la
que nuestras sociedades tantos beneficios pueden obtener, debe buscarse una solución a la
reivindicación nacionalista: la callada no puede ser la respuesta. Y decimos que lo que nos
diferencia de ellos es que la afirmación de la identidad propia no nos cierra celosamente
sobre nosotros mismos, sino que desde esa identidad es desde donde tomamos conciencia
de España, y es en ella, desde su peculiaridad y con todo lo que representa, como nos
sumamos ilusionadamente a este proyecto colectivo de alcance que llamamos España.
Entendemos que este es uno de los grandes retos a que nos enfrentamos. Consideramos que
si no se produce con un impacto social notable una integración de esta clase, la sociedad
española estará abocada a una fractura política difícilmente subsanable.
Alguien podría interpretar que aquí me estoy refiriendo a que los nacionalistas deben
templar sus reivindicaciones y aceptar paladinamente la realidad española y su integración
en ella. No afirmo tal cosa. Pienso que eso sería muy bueno; muy bueno para la convivencia
española, pero cada uno ha de elegir libremente su camino. Lo que estoy diciendo es que
el efecto negativo que la formulación nacionalista, en sus planteamientos soberanistas de
cualquier tipo, produce, se verá paliado, diluido, sino superado, cuando en cada comunidad
se produzca la moderación y el equilibrio, no exentos de radicalidad, de la integración que
defiendo. Y no sólo eso, debemos tomar en cuenta igualmente que tal integración no será
posible, si en las demás comunidades no se supera el recelo, el miedo o la simple antipatía,
ante los hechos diferenciales. Admitir una reacción social negativa ante el hecho de que
cada uno sea y se manifieste como es, pone en evidencia un respeto precario, o selectivo,
por la libertad individual y colectiva.
Cataluña debe ser plenamente Cataluña, y no necesita debilitar su integración en España
para lograrlo. El País Vasco ha de ser plenamente lo que es, no podría ser de otro modo,
pero tal cosa no significa que deba producirse una “euscaldunización” obligada de quienes
allí residen, antes bien, debe tal proceso –si fuese pertinente- formularse como un proyecto
ilusionante, abierto, y ante todo libre, sin que incorporarse a él tenga que significar
necesariamente la aceptación de un criterio político único, el nacionalista. La potenciación
de la propia cultura, obligada por nuestra Constitución, no puede interpretarse, ni por unos
ni por otros, como un corsé que ahogue las libertades políticas. Al final, la cuestión de la
pluralidad de España se reconduce a la cuestión central de nuestra libertad, del respeto a
nuestras libertades. El de todos a cada Comunidad, para que cada una sea lo que es y como
es, o la quieran hacer quienes allí viven. Y el de cada comunidad a sus propios ciudadanos,
para que en nada se vean menoscabadas las libertades individuales y públicas, se acepte su
pluralismo interno, sin restringirlo exclusivamente al campo nacionalista.
Sólo desde el supuesto, repito, de la libertad y de la solidaridad es posible construir una
España plural. O, expresándolo tal vez mejor, la realidad plural de España sólo puede ser
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1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
aceptada y afirmada auténticamente desde el fundamento irrenunciable de la libertad y la
solidaridad.
Me parece que ya está bien de nacionalismo, nación, patria... También hay que tratar otras
cuestiones sociales que afectan a la dualidad globalización-localización. Una de ellas,
todavía sin resolver, es la de la inmigración. En mi opinión, se podrá empezar a encauzar
esta realidad desde planteamientos globales y con una más acentuada conciencia social por
parte de los ciudadanos de los países desarrollados y sin olvidar que la dignidad del ser
humano no admite excepciones por ninguna razón.
1.2.10. La democracia cosmopolita.
Volvamos a lo nuestro. Los planteamientos de GIDDENS sobre la nación cosmopolita
tiene su trasunto lógico en lo que él denomina “democracia cosmopolita” (p. 163) de corte
global. Tras el 11-IX-2001, son ya pocos los que dudan sobre la necesidad de trabajar,
desde una perspectiva global, por propagar una democracia humanista que ponga como
centro del orden económico, social y político a la persona y sus derechos fundamentales.
En este marco, el protagonista debiera ser una ONU reforzada y, obviamente, reformada.
En los inicios del siglo XXI, en los que tantos cambios se están produciendo y más desde
el 11-IX-2001, no deja de llamar la atención la constante apelación, de carácter universal,
que se viene haciendo desde distintos puntos de vista, a la necesidad de mejorar el sistema
democrático como forma de gobierno.
Se trata de reflexionar sobre el sistema político consolidado en los países desarrollados,
porque se han detectado quiebras, y no pequeñas, en su funcionamiento. En el fondo, pienso
que la crisis -si es que se puede hablar de crisis, y parece que sí- afecta a los pilares básicos
de la filosofía democrática: la efectiva participación de los ciudadanos en el escenario
público, el sometimiento a la ley y el respeto a los derechos humanos por parte del poder
ejecutivo en sus diferentes niveles.
Pero los síntomas se acumulan -en todos los países democráticos-, y los análisis sobre estos
fenómenos se multiplican desde las más variadas perspectivas científicas e ideológicas: la
crisis del Estado del bienestar, la preservación de la división de poderes ante la progresiva
subordinación a los ejecutivos, la desconexión entre partidos y sociedad, la vertebración
territorial en un contexto geopolítico, profundamente modificado y cambiante, la
superficialidad del discurso político y la trivialización de la cultura democrática, la peligrosa
identificación que se ha producido en no pocos foros entre los intereses públicos y privados
o de grupo -sea este económico, ideológico, político o territorial-. No son más que ejemplos
de los problemas que afectan al sistema democrático y que llevan a unos a hablar de la
necesidad de regeneración, a otros de la urgencia de renovar el sistema, y a los de más allá,
de la importancia de profundizar en la democracia.
60
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
En el contexto general que enmarca esta sintomatología y que los estudiosos entienden como
una situación de crisis, la democracia moderna, como producto político de la confianza en
la razón, propia del momento ilustrado, se establece sobre el supuesto de que los gobiernos
deben tener presente que la razón ha de presidir la discusión que alimenta la vida pública.
Discusión que, lógicamente, debe orientarse a los fundamentos mas racionales de las cosas,
independientemente de las posiciones partidistas, es decir, es la razón humana quien debe
constituirse como guía última del discurso democrático, y no la razón partidista, o la razón
estratégica, o la razón de Estado.
En este sentido conviene siempre preguntarse hasta qué punto los gobiernos toman en
consideración las opiniones de los distintos interlocutores para buscar soluciones razonables
que posibiliten el consentimiento general de quienes participan -o deben participar- en la
vida política. Aunque es igualmente pertinente cuestionarse hasta qué extremo algunos
interlocutores exageran su desacuerdo, haciendo primar principios ideológicos o estrategias
de desgaste de los gobiernos sobre el interés general de la comunidad.
Los sistemas ideológicos y económicos que protagonizaron este siglo, es bien sabido,
se caracterizaron por incorporar a su núcleo doctrinal el enfrentamiento como método, el
cual reclama - por su propia estructura- oposición, confrontación, crispación, divergencia
y desunión a la postre.
Por eso, las normales y lógicas discrepancias inherentes a la política se convierten en
el centro sustantivo de la vida democrática, desvirtuándola gravemente, y más cuando
semejante esquema de contrarios se ha venido aplicando a todos los aspectos de la vida
económica y social.
A estas alturas algunos tenemos claro que los reduccionismos aplicados a los roles sociales
y posicionales ya no sirven: empresario y trabajador -por ejemplo- ya no indican un
binomio de necesaria oposición, ni desde la significación intervencionista ni, tampoco,
desde el neoliberalismo capitalista. Pero es también claro que aplicar un reduccionismo
semejante a las fuerzas políticas es igualmente desacertado. Atribuir las cualidades éticas a
unos y la eficacia económica a otros; o el rigor y coherencia a estos y la preocupación por
los trabajadores a los primeros, es ir contra la marea imparable de la realidad: hay de todo
en todas partes.
Con procedimientos de análisis tan maniqueos, la persona queda subordinada a su ubicación
en el espectro ideológico, ya no es ella la que vale, sino su color, y el desarrollo humano
de los pueblos se conseguirá con “recetas de salvación”. Liberar la mano todopoderosa
del dios “Mercado” traerá la felicidad a todos los individuos, o aplastar la cabeza viperina
del demonio “Propiedad”, nos hará entrar a todos juntos en el paraíso perdido. Quien
usa la razón y tiene ojos en la cara tiene que sentir rechazo ante semejantes “fórmulas
milagrosas”.
61
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
Pero lo que resulta insufrible en una cultura democrática es pretender la disyuntiva que
algunos plantean a los ciudadanos cultos e informados de cualquier sector: o eres de los
nuestros o estás contra nosotros. Tal dilema empobrece la vida democrática y envilece el
discurso, porque dejan de contar las razones para hacer prevalecer las adhesiones.
Aproximarnos a la idea de democracia -tan vieja como nuestra propia civilización- entraña
siempre el riesgo de perder de vista la esencia de este concepto: el gobierno del pueblo, para
el pueblo y por el pueblo. Aún a riesgo de alejarnos de tal simplicidad, se puede señalar que
la democracia, tal y como la entendemos hoy, es un sistema de organización política que
se asienta sobre unas bases, reconocidas en las constituciones, que son de todos conocidas
(imperio de la Ley que emana de un parlamento elegido mediante sufragio libre, garantía
de los derechos fundamentales, responsabilidad del Gobierno, etc.). El método democrático
-entendido como mecanismo de representación de voluntades e intereses y como instrumento
para lograr decisiones vinculantes- es, antes de nada, un instrumento de aplicación y de
realización de valores y principios, entre los que ocupa un puesto importante la libertad.
El proceso de globalización de los postulados del sistema democrático ha llevado,
incluso, a algunos a predicar, desde una posición quizá deliberadamente provocadora, el
punto final de la evolución ideológica del hombre y la universalización de la democracia
liberal de Occidente, como la forma definitiva del gobierno humano. FUKUYAMA, en
su ya celebérrima teoría del fin de la historia, ha puesto el acento el la vis expansiva del
sistema democrático que, de la mano de la eficacia generadora de riqueza de la economía
de mercado, ha derrotado claramente a los sistemas totalitarios estatistas.
Pero, aunque personalmente deseo que la democracia sea el sistema definitivo de gobierno,
dudo que la evolución ideológica del hombre haya llegado a un punto sin retorno y,
en todo caso, siendo realistas, no debemos ignorar que el sistema democrático no está
hoy libre de amenazas y riesgos. En este sentido, encontramos fundamentalmente dos
causas que contribuyen al adelgazamiento de los contenidos morales y a la consiguiente
desmoralización de la vida pública. Por un lado, la concepción schumpeteriana de la
democracia puramente instrumental. Es una concepción reductiva y simplificadora. Según
ella, la democracia no es más que el conjunto de reglas procedimentales para la formación
de la decisión colectiva. SCHUMPETER concibió, en efecto, la democracia como un
método (el sistema institucional para la toma de decisiones políticas en el cual, a través de
una lucha competitiva por el voto popular, los individuos alcanzan el poder para decidir).
En una concepción mercantilista de la democracia, en la que se renuncia a lo básico de la
participación ciudadana. El ciudadano delega en aquellos -en aquel partido, según nuestro
sistema electoral- a quienes distingue como sus representantes: los que mejor han sabido
venderle su imagen y su programa de acción. La segunda causa depende de esta primera. Si
la democracia es sólo un método para ganar elecciones, a nadie le toca elaborar y precisar
los contenidos que deben guiarla. Y aquí radica el gran peligro de esta concepción de la
democracia.
62
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
Ciertamente, al decir de ORTEGA Y GASSET, la democracia liberal fundada en la
creación técnica es el tipo superior de vida pública hasta ahora conocida. Pero no podemos
olvidar que el conformismo y la contemplación pasiva de lo ideal no son los motores del
desarrollo del hombre. Es necesario que los jóvenes, y los menos jóvenes, renovemos
nuestro compromiso en la fuerza de la libertad, en el valor del pluralismo y en la perspectiva
crítica.
Hoy estamos en Europa en un momento de reilusionarnos con los fundamentos éticos de
la democracia que hablan de tolerancia, de respeto al otro, de aprender de los demás. Para
eso, sin miedo, hemos de preguntarnos, por ejemplo, si los pilares del sistema económico
aseguran una convivencia justa y solidaria. Porque, cuando el ánimo de lucro se convierte
en el único fundamento del mercado, entonces aparece con toda su potencia destructora el
afán de dominio, de imposición y de devastación y, por tanto, se desnaturaliza el poder, ya
sea económico, político o social.
En este sentido -no podemos olvidarlo-, está en la misma esencia del pensamiento
democrático que los titulares del poder son los ciudadanos y que los responsables públicos
son meros gestores de interés colectivo que deben responder ante los ciudadanos. De ahí
que los dueños, los propietarios de la administración pública, son los ciudadanos, y de ahí
que los poderes públicos sean, en sentido estricto, funciones de servicio a la colectividad.
Y es que la representación de los ciudadanos en forma de expresión de la voluntad general
es predicable tan sólo de la Ley o, todo lo más, de los miembros de los parlamentos
democráticos. Los gobernantes no son sino mandatarios, simples administradores de los
intereses de los ciudadanos: sus agentes(GARCÍA DE ENTERRÍA).
En 1992, a finales, la editorial Paidós tradujo al castellano el libro del profesor emérito de
Ciencias Políticas en la Universidad de Yale, Robert. A. DAHL, titulado “La democracia y
sus críticos”. El libro está escrito en 1989 y no tiene desperdicio. Para lo que aquí interesa,
conviene destacar que DAHL, como es lógico, está convencido de que la democracia tiene
que ser criticada para que mejore, sobre todo después de lo que está ocurriendo en las
fronteras del siglo XXI. En concreto, DAHL, como el filósofo MACINTYRE, piensa que
en estos tiempos del llamado posmodernismo es necesario potenciar la civilidad, la vida
intelectual y la honradez moral. Porque sin valores, sin virtudes cívicas, falla el fundamento
de la democracia y, sin darnos cuenta, se rebaja el grado de la dignidad humana, crece el
materialismo y, a la larga, se fomenta una cultura consumista que anima a los ciudadanos,
más que a preocuparse a ser hombres libres y responsables, a obsesionarse por poseer cada
vez más bienes y más títulos.
La democracia, cuando no se fundamenta en la Ética, puede fácilmente desvirtuarse.
Entonces aparecen los problemas, pues la sociedad civil desaparece prácticamente de
escena y se produce lo que HABERMAS calificó de crisis de legitimación que, en esencia,
63
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
no es más que la ausencia de los ciudadanos del proceso democrático. Por eso no conviene
que la sociedad civil sea un concepto retórico o evanescente, sino una realidad sólida que
garantice una relación solvente entre ciudadanos y gobernantes. Y hoy parece que hay
nuevos aires, un ambiente propicio para las iniciativas sociales, un ambiente en el que
va cuajando una nueva manera de estar pensando más en el futuro y en la colectividad, y
menos en el pasado y en el interés propio.
Es necesario recuperar los valores democráticos. En esta tarea, difícil, debe ocupar un
lugar central un sistema educativo coherente. ARISTÓTELES ya lo decía en el libro VII
de “Política”, al señalar las formas o remedios para recuperar las situaciones de estabilidad
política, entre las que subrayaba la educación de acuerdo con el régimen, que ahora todos
descuidan, porque de nada sirven las leyes más útiles, aun ratificadas unánimemente por todo
el cuerpo civil, si los ciudadanos no son educados y entrenados en el régimen democrático.
Es decir, la educación en los valores propios del sistema democrático es una condición de
estabilidad política y, lo que es más importante, permite que esos valores se manifiesten en
la sociedad y se “interioricen” y se “vivan” por la mayoría de la ciudadanía.
En este marco, habría que preguntarse hasta qué punto se explican los valores de la libertad,
de la responsabilidad, de la igualdad, de la fraternidad, de la transparencia, de la honestidad,
de la integridad, en escuelas y en todos los grados del escalón educativo, empezando por
el familiar, que es el contexto más adecuado para ejercitarse en los hábitos democráticos.
La contestación a esta cuestión no podemos plantearla en este momento, porque excede
de este trabajo, pero es fundamental. Es quizá mejor analizar el papel que los Gobiernos
están asignando a la educación, a la televisión o a la familia. El resultado no es más que la
lógica consecuencia de las políticas que se practican, sobre todo si tenemos en cuenta que la
pasada por el Estado del Bienestar ha producido un triste efecto de casi aniquilación de la
sociedad civil y, en todo caso, de la anulación de la iniciativa privada. Se dirá, por ejemplo,
que la solución pasa por el ejercicio de las virtudes públicas pero lo cierto, como acaba de
reconocer A. WOLFE, es que lo mejor es no dejar aisladas la dimensión pública y privada
de la persona sino tender un puente que las una. Porque, la única Ética que puede coadyuvar
a que la situación cambie sustancialmente es una Ética personal que se apoye en el ejercicio
de actos personales orientados por la recta razón.
Es necesario que las sociedades democráticas velen por el desarrollo de las virtudes
públicas, y también por las privadas, porque no conviene olvidar que el antiguo régimen
fracasó precisamente por la degradación de las hoy tan cacareadas virtudes públicas.
Una forma de defensa de la democracia parte de la necesidad de enseñar a los ciudadanos
a salir de sus asuntos privados para combatir su tendencia al aislamiento y conseguir que
los hombres y mujeres encuentren en las instituciones intermedias una ocasión para la
elevación moral y una defensa inexpugnable frente a la presión, hoy casi asfixiante, de unos
poderes públicos que quieren a toda costa controlar la vida de las personas
64
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
Hoy en día, es cada vez más urgente recordar que concuerda con la dignidad humana el
derecho a tomar parte activa en la vida pública y a contribuir al bien común. Porque es
una exigencia democrática y porque en un momento de crisis del Estado de bienestar, es
necesario que los ciudadanos se despierten de ese sueño de que todo viene de los poderes
públicos, porque ese sueño se acabó y es perentorio empezar a entrenarse en ese importante
deporte de la participación.
¿Por qué no participa lo que debiera la ciudadanía en los asuntos y tareas públicas? Es una
buena pregunta que probablemente sólo puede contestarse si tenemos en cuenta el grado de
ataque a la persona que ha venido de los sistemas intervencionistas.
Si la participación está en crisis es porque la sociedad es débil, porque no hay tradición
de asociacionismo. En una palabra, podría ocurrir que la sociedad se encuentre poco
articulada. Por ello, uno de los retos del sistema democrático, desde el punto de vista
ético, se encuentra en la necesidad de que los ciudadanos se interesen y participen en
la vida colectiva. La tarea no es fácil porque no se trata de forzar la participación, sino
hacer posible que los ciudadanos quieran participar y colaborar en las tareas públicas
porque son conscientes de que su aportación es esencial para el funcionamiento del
sistema.
Para conseguirlo, conviene recordar, aunque sea algo obvio, que el hombre, en sí mismo,
al ser miembro de una comunidad, debe, es un compromiso moral, colaborar a la buena
marcha de los asuntos generales de la comunidad. Y cuando las cosas no se suceden de este
modo, algo grave, muy grave, ocurre en el entramado social porque, ni más ni menos, se ha
oscurecido la idea del deber y, a la par, se sublima la versión de la exigencia del derecho.
En buena medida, si nos asomamos al mundo que nos rodea con una cierta perspectiva
crítica, no podrá negarse que algo hay de esto que ahora describimos. Ahora bien, si nos
preguntamos por la razón del fenómeno, me temo que, si somos sinceros, tendremos que
reconocer que la sociedad parece haber caído víctima de ese encantamiento estatal en virtud
del cual todo ha de esperarse del Estado, en lugar de luchar y esforzarse personalmente
por conseguir los medios adecuados a la realización personal. En esta aproximación, hay
que reconocer que el resultado es la consecuencia de una utilización ilegítima del sistema
democrático.
El problema de la participación es una cuestión clave que se encuentra en la misma base
del fundamento de la democracia. Para que se produzca una verdadera recuperación de este
principio debe producirse una presencia razonable de los ciudadanos en la vida pública,
dinamizar las instituciones sociales, y sobre todo, colocar en el primer plano valores como
el esfuerzo, la honradez o la responsabilidad.
La democracia, tras el 11-IX-2001, va a necesitar de comprometidos difusores, no de
frívolos propagadores. La democracia es un sistema que exige un alto nivel de compromiso
65
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
con la dignidad de la persona y sus derechos fundamentales. Por eso, en la defensa de la
libertad nos juzgamos hoy mucho más de lo que pudiéramos imaginarnos.
1.2.11. Europa.
Europa, la Unión Europea, también es objeto de reflexión para GIDDENS, quien señala
que lo relevante de Europa es que “está desarrollando instituciones sociales, políticas y
económicas que transcienden al Estado-nación y llegan hasta el individuo” (p. 167), o
debieran llegar, se podría apostillar, puesto que tengo mis serias dudas sobre la incidencia
real en la vida cotidiana de los europeos de su pertenencia a la Unión. El propio GIDDENS,
a pesar de reconocer las tradicionales críticas a “la falta de democracia en la Unión Europea
y a su lejanía en las preocupaciones de la gente corriente” (p. 167), proclama claramente
que “Europa, por su papel económico y político, irá delante del resto del mundo” (p. 108).
Hoy, puede decirse que el desarrollo económico y social europeo no es terreno propicio
para las ideologías cerradas. En efecto, las formulaciones de carácter ideológico necesitan
ámbitos receptivos y homogéneos sobre los que asentarse, porque sólo perentorias y graves
necesidades sufridas por amplias capas de ciudadanos contribuyen a dar una explicación de
la asunción social de saberes políticos de salvación como son las ideologías.
En este sentido, el ámbito europeo es, constitutivamente, plural. Tanto histórica, social
y económicamente, como incluso desde el punto de vista de la interpretación política de
posiciones homónimas, la diversidad es patente. Y por otra parte, las condiciones históricas
actuales no parecen incluir ninguna necesidad vital grave insatisfecha, aunque eso no
signifique negar la existencia de problemas, algunos por cierto graves, cuando se conjugan
precisamente con formulaciones ideológicas, como puede ser, por ejemplo, la relación entre
paro y neonazismo. Dicho de otra manera, las sociedades europeas están económicamente
desarrolladas, y desde el punto de vista social, son equilibradas.
La experiencia histórica europea es determinante en la configuración del nuevo espacio
político. Sobre todo porque Europa ha sido el escenario histórico de la modernidad, y ha
sido también el campo de juego en el que se han quebrado los principios que sustentaron
aquella aventura histórica que hoy muchos dan por concluida.
La ciencia, desprovista de principios éticos y al servicio del dominio y la destrucción del
hombre por el hombre, ha demostrado su insuficiencia para resolver los males endémicos
de la humanidad, rompiéndose aquel mito del progreso indefinido sobre la base del
conocimiento científico y el dominio técnico de la naturaleza.
Los sistemas de explotación económica, que junto con el desarrollo científico-técnico
contribuyen a explicar el increíble progreso económico de nuestro tiempo, han tenido su
paradigma inicialmente en el corazón mismo de Europa, con el nacimiento y desarrollo del
66
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
primer capitalismo. Coetáneamente, hemos presenciado también el fracaso cierto de lo que
podríamos denominar el primer liberalismo, con la imagen de los grandes suburbios de las
metrópolis industriales atestados de miseria e indigencia.
Europa, es sabido, ha acogido también a los protagonistas de una política internacional
cegada por los prejuicios nacionalistas e ideológicos, que convirtió el espacio europeo de
este siglo en el escenario más sangriento de cuantos la humanidad tiene memoria. Así,
la barbarie totalitaria ha visto su expresión más colmada también durante este siglo que
culmina en Europa, en el nazismo y el comunismo, con una huella que hoy se puede rastrear
en las conciencias y la organización de los cuerpos sociales. El conflicto larvado durante
la llamada guerra fría levantó en Europa el muro de la división, que más que un muro
físico fue un muro de recelos, desconfianzas, amenazas y miedos. El terror armamentístico,
sobre todo el terror atómico, fue la plasmación visible de aquel conflicto, con el despliegue
militar más impresionante jamás visto en la historia, precisamente sobre suelo europeo, en
tiempos que se proclamaban de paz, y vencido el monstruo nazi.
La disipación del sueño americano, como una creación europea de ultramar, entendido
como un mundo de posibilidades, de libertades, de progreso y abierto, cerró la salida
a la desesperación y la angustia de los más desfavorecidos. El resquebrajamiento total
del bloque socialista, puso de manifiesto la profunda injusticia social escondida bajo
aquellas estructuras políticas, o más bien nos la sirvió en imágenes, porque el ya lejano
descubrimiento de la trampa estalinista había evidenciado la realidad del socialismo
soviético. Al hundimiento del bloque político socialista hubo que añadir el desencanto
que en las fórmulas ideológicas produjeron las múltiples y variadas manifestaciones
de corrupción que se produjeron en las formaciones políticas que sustentaban aquellas
ideologías.
En resumen, estas anotaciones nos permiten atisbar que la intensísima experiencia europea
de este siglo ha conducido al desencanto ante un modo de hacer política que de un modo u
otro ha llevado a Europa a algunas de las mayores aberraciones de que tenemos conciencia
histórica.
El proceso de unión europea encuentra su justificación primera en la necesidad de abrir
nuevos espacios a la política y sólo se hace posible en esos nuevos espacios. Ahora bien,
desde una perspectiva positiva podemos afirmar que esa misma experiencia ha conducido a
la búsqueda de fórmulas que permitieran superar los errores del pasado, con plasmaciones
políticas concretas, una de las cuales particularmente sobresaliente es el largo, esforzado y
difícil proceso de unión en que los países europeos están embarcados.
Las economías a cada paso más interrelacionadas, y las mesas internacionales en las que se
contrastan políticas y resultados, exigen aproximaciones cada vez más racionales y abiertas,
y menos dogmáticas a los problemas, y una actitud semejante en la propuesta de soluciones.
67
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
Sin embargo, nuestra visión no se ciñe hoy, por múltiples circunstancias, exclusivamente
al espacio europeo. Europa, en su constitución moderna ha mirado al mundo, es más, en
cierto sentido se puede decir que el mundo ha sido constituido por la mirada y la acción de
los países europeos.
Las manifiestas injusticias de la distribución global de la riqueza, que los medios
de comunicación nos acercan con evidencia cotidiana ante los terribles dramas del
tercer mundo, y que en buena parte se ha establecido sobre una explotación colonial
inmisericorde, que en muchos aspectos hoy se perpetúa. El grave problema ecológico
que amenaza a la humanidad entera precisamente por el afán desmedido de bienestar
material por parte de los países más desarrollados, los mismos países europeos, entre
ellos.
Al tiempo que los procesos de información han ido por delante en la globalización de los
modos de vida, si se puede escribir así, y han permitido tomar conciencia de la complejidad
de los problemas, se van haciendo patentes los peligros de una sociedad mediática universal,
en el que la información se revela cada vez con mayor nitidez como un arma de poder que
puede afectar gravemente a la misma entraña de la vida democrática. La globalización de la
economía se concreta en la aparición de gigantes económicos, las empresas multinacionales,
que ejercen un papel cada vez más decisivo en la marcha de muchos países y regiones
económicas.
Por otra parte, el progreso económico innegable ha ido acompañado de un proceso universal
de afianzamiento de las estructuras democráticas, pero al mismo tiempo se viene produciendo
una creciente insatisfacción por algunas faltas de autenticidad del sistema democrático en
la vida interna de los estados, y sobre todo en las estructuras supranacionales, a cuyo déficit
democrático constantemente se alude.
Sobre estas realidades de la modernidad podemos encontrarnos formulaciones
intelectuales decadentes, como el dulce escepticismo propiciado por los
postestructuralistas o el pensamiento débil, pero asistimos también a ciertos
resurgimientos, más o menos marginales –aunque preocupantes-, de las ideologías en
sus manifestaciones extremas de socialismo, de fascismo o de liberalismo. Sin embargo,
parece que el sentir mayoritario se dirige a la afirmación y consolidación de un nuevo
espacio político, con formulaciones diversas, pero en el fondo coincidentes. Se trata
de un espacio de esperanza y de confianza en los hombres, en nuestra capacidad para
resolver los propios problemas; de madurez, superada la ingenuidad de suponer que
la ideología correcta aseguraba un comportamiento correcto; de moderación, huyendo
de soluciones preconcebidas, producto de una visión dogmática de la sociedad y de la
historia; de equilibrio, sabiendo que las soluciones políticas, si quieren ser eficaces,
han de mirar al conjunto de la sociedad y no a un solo sector, por muy numeroso que
este sea.
68
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
Estos espacios son espacios de realismo, rechazando todo voluntarismo ciego que no
quiere contar con la realidad y con el intento de aproximarse a ella tal cual es, de apertura
a la experiencia, de prudencia política, y no de exaltación, sabiendo de la complejidad
de los problemas (realismo), de la insuficiencia de nuestro conocimiento (ausencia de
dogmatismo), de la limitación de nuestras capacidades de acción (sentido práctico), lo que
nos llevará a establecer necesarias priorizaciones, y acciones sectoriales, no totalizadoras,
que pueden muy bien ser calificadas de reformistas.
También estos espacios se caracterizan por la comunicación, en la que la fluidez de transferencia
de información entre quienes ejercen funciones ejecutivas, legislativa, o políticas en general y el
común de la ciudadanía, no se reduzca tan sólo a medidas que favorezcan la transparencia, sino
a acciones positivas y permanentemente renovadas de contacto real que permita una percepción
siempre actualizada de las aspiraciones de los diversos sectores sociales y una transmisión
convincente de los proyectos políticos en los distintos ámbitos territoriales o sectoriales.
En estos espacios se valora la eficiencia, porque no hay auténtica política, política de calidad
si no hay política eficiente, política de resultados, con las necesarias remodelaciones. Se
potencia la participación, donde los ciudadanos no sean simples sujetos pasivos de la acción
tutelar y directiva del Estado y de las instancias políticas, ni sujetos soberanos encerrados
impermeablemente en el ámbito más o menos reducido de su individualidad.
Igualmente, desde estos nuevos espacios se revitaliza la seguridad, en la que se dé cumplida
respuesta a la legítima aspiración humana de la seguridad vital, económica, médica, etc.,
aunque evitando la tentación ineludible de refugiarse en una supuesta responsabilidad
del Estado que, en todo caso, sólo podrá establecerse sobre el supuesto de la responsable
aportación de todos los ciudadanos.
Estos espacios se plantean como campos de participación de los jóvenes, de los mayores,
de los desfavorecidos, participación de los que tienen éxito, de tolerancia, o convivencia,
donde no haya una mera yuxtaposición de culturas, sino una apertura real y comunicación
entre los diversos modos de concebir y entender la vida, las relaciones entre los hombres,
la sociedad, lejos de todo fundamentalismo de cualquier signo, pero sin menoscabo de la
firmeza en las propias convicciones.
También son unos espacios de liberación para quienes se han encontrado constreñidos por
roles sociales que es posible que hayan podido tener algún sentido en otra organización
social, pero que hoy no pueden ser eje en la construcción de una sociedad más libre. En
particular la promoción o posibilitamiento de la liberación de la mujer. Si falsa e incierta
fue la concepción que condujo a la mujer a reducir su presencia social al hogar, expresada
en aquel cruel refrán de “la mujer en casa y con la pata quebrada”, igualmente abusiva
se nos antoja la idea de que la mujer deba, necesaria y obligadamente abandonarlo para
desarrollar sus tareas fuera. Ni una cosa ni la otra, ni tampoco un obligado punto medio,
69
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
sino más bien que haya condiciones reales que permitan a la mujer, sin prejuicios sociales
de ninguna clase, hacer una elección efectiva sobre el camino para la realización de su
propio proyecto personal, sea en el trabajo profesional, sea con la combinación de este
con los trabajos propios de la casa, sea con una dedicación completa a las exigencias de la
familia, dedicación que requiere el reconocimiento de todos.
Todos estos rasgos o valores definen los nuevos espacios políticos. No podemos tener
la arrogancia de pensar que son rasgos nuevos, son valores que han acompañado en
mayor o menor grado y con mayor o menor reconocimiento toda la vida política del
hombre, pero es su aplicación en nuestros regímenes democráticos lo que los hace
configurar este espacio peculiar, imposible de concebir en regímenes que, por muy
justos que fueran, no respondieran a los cánones básicos de la democracia liberal y
social.
Sin embargo, a pesar de los pesares, no podemos calificar de modélico el proceso de
elaboración de la Constitución europea. Se ha confeccionado, me duele decirlo, aunque
con el concurso de eminentes expertos, con la injustificable ausencia de la ciudadanía,
cuando la ocasión merecía fomentar la participación de la gente, de los ciudadanos, no
para votar un referéndum de escasa operatividad jurídica sino como transmisores de sus
preocupaciones reales. Al final, mal camino, pensamos que lo importante ha de dejarse a
los expertos y representantes, como si los ciudadanos fuesen menores de edad.
Así vamos mal, muy mal, porque la participación que se debe estimular y promover
desde la cúpula es imprescindible para la vitalidad de la democracia. Pensar que la gente
normal, corriente y moliente está incapacitada para aportar, es una señal muy peligrosa
de despotismo ilustrado y de soberbia tecnoestructural que, de seguro, abona posiciones
extremas que ya deberían estar desterradas de nuestra realidad política. Esperemos, sin
embargo, que se rectifique el rumbo y que se abra sin miedo el interés general europeo a la
vitalidad de la realidad y a las nobles aspiraciones de millones de ciudadanos que desean
que los políticos trabajen por la mejora del bienestar integral de la gente.
La estructura política de la Unión Europea permite a GIDDENS plantear, bien ya al final de
su libro, la oportunidad de un sistema de gobierno global con un cuerpo representativo, uno
administrativo, una asociación intergubernamental y un conjunto de tribunales. Me parece
una idea atinada y hoy necesaria, porque los problemas sólo se pueden entender y solucionar
desde coordenadas globales. Podemos pensar, por ejemplo, en el terrorismo, la inmigración,
o la deuda externa de los países emergentes. En esta dirección, GIDDENS apunta sugerentes
posibilidades en orden a reconstruir instituciones internacionales como la OMC, el FMI o
el BM, pasando por la ONU, la OCDE y, por supuesto, por el Tribunal Internacional de
Justicia. Es deseable y plausible impulsar estas reformas, siempre que no nos olvidemos que
“la democracia cosmopolita no es sólo el movimiento del gobierno hacia un nivel mundial,
sino también su difusión descendente hacia los entes locales” (p. 172)
70
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
1.2.12. El fundamentalismo del mercado.
El libro termina con una clara y calculada crítica a lo que el exdirector de la London School
of Economics denomina “fundamentalismo del mercado”. Lógicamente, comparto en
buena medida su entendimiento de que el mercado, por sí solo, no resuelve los problemas
ni produce mecánicamente situaciones de equilibrio. En sí mismo, el mercado es un buen
instrumento de creación y de participación para todos, siempre que sus fundamentos
residan en la razonable obtención de beneficios en un contexto de profundo respeto a los
seres humanos.
En este marco aparece, por ejemplo, la polémica sobre la tasa TOBIN, propuesta por su
creador hace más de medio siglo, y que “podría establecerse a un nivel que desincentivara la
especulación financiera pura, en tanto que no evitaría el intercambio monetario necesario
para la financiación del comercio y la inversión directa” (p. 176). Con independencia
de una notoria falta de voluntad política para su aplicación, también me apunto a la
sugerencia de GIDDENS de adecuar el BM, el FMI y el GATT a la realidad y, sobre todo,
de constituir un Consejo de Seguridad Económica en la ONU (p. 177-178).
Parece que nadie duda de las bondades de la globalización económica ni de la necesidad
de apostar por modelos abiertos, equilibrados, en los que puedan participar todos y en los
que se genere más desarrollo para los ciudadanos. Por eso, entre otras consideraciones,
el informe del Banco Mundial sobre “El Estado en un mundo en transformación” señala
que la globalización es una buena ocasión para aumentar la eficiencia del Estado como
presupuesto para el desarrollo y el bienestar económico.
Hoy en día, la globalización exige que el Estado hable en clave de competencia. Hoy,
los servicios públicos deben regirse, en el marco de la legalidad y del servicio a los
ciudadanos, por la competencia. Hoy, por tanto, la apertura a la internacionalización
equivale a promover actuaciones colectivas, de todos los Estados, a nivel mundial. Porque
la integración mundial, dice el informe del Banco Mundial, facilita la colaboración
internacional para combatir las amenazas que se plantean en un escenario multilateral.
Son los casos de recalentamiento del planeta, de las crisis y conflictos que suponen
ayuda a refugiados, de las crisis financieras, de la protección del medio ambiente desde
la perspectiva del cambio climático, de la biodiversidad o de la protección de las aguas
internacionales; del fomento de la investigación básica y de la mayor eficacia en la
asistencia internacional para el desarrollo.
El debate actual sobre los desafíos que acechan al mundo de nuestros días exige una
metodología del entendimiento, una mentalidad abierta y una actitud de solidaridad. Así,
me parece que se puede abordar con sentido común la cuestión de la globalización; y así,
me parece que se puede explicar también la globalización como una condición para el libre
desarrollo de la gente. Y, así, me parece se puede orientar con optimismo la reconstrucción
71
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
del orden económico social, político y económico, que está pendiente y a la espera desde
el 11-IX-2001.
También, antes ya de la conclusión, el teórico de la Tercera Vía plantea tangencialmente
un asunto de primera plana como puede ser la gestión ambiental y ecológica. Finalmente,
una conclusión política tras años de oposición en el Reino Unido, después del acceso
al poder en los Estados Unidos de CLINTON, o de JOSPIN en Francia, llega Tony
BLAIR, que “derrotó al símbolo mismo de la crisis socialdemócrata de los años ochenta,
el conservadurismo thatchevista” (p. 182). La victoria del Nuevo Laborismo, reconoce
GIDDENS, tiene no poco de mediática y publicitaria, pero “la imagen sola no es
suficiente” (p. 182). Según GIDDENS, hay algo más, que él cifra en la emergencia de
una “agenda sustanciosa de los debates socialdemócratas” (p. 182).
1.2.13. Conclusiones
En fin, la Tercera Vía aparece como una necesidad imperiosa de renovar la socialdemocracia.
Se trata, me parece, de levantar un nuevo sistema que pretende sustituir a los modelos
clásicos ideológicos, hoy en crisis. No duda GIDDENS en asumir planteamientos liberales
cuando constata el fracaso del socialismo y, por otra parte, persiste un aire de individualismo
insolidario en algunos asuntos centrales, como puede ser la familia y algunos aspectos de
la reforma del Estado del bienestar. Desde luego, el socialismo necesitaba modernizarse; lo
que no sé es si lo ha conseguido.
No hace mucho tiempo, GIDDENS señalaba en un medio de comunicación español1
que la clave del éxito de BLAIR reside en que “la izquierda debe asumir los temas
que preocupan al ciudadano, darles una solución propia y no dejar ni un milímetro a
la derecha”2. El reciente fracaso de la izquierda en Francia parece reconocer sus tesis,
aunque, en mi opinión, una cosa es hacer un diagnóstico y otra, muy distinta, digerir las
derrotas electorales. Para GIDDENS, una de las claves del fracaso de JOSPIN estuvo
en la insuficiencia de las reformas en el mercado de trabajo: “(...) a pesar de que logró
reducir los niveles de desempleo, hay aún un nivel de paro estructural, especialmente
una gran cantidad de paro juvenil que no ha sido capaz de cambiar”3.
Además, GIDDENS señala que es un poco difícil para la izquierda adaptarse a los
grandes temas ideológicos, como es, por ejemplo, la cuestión de la inmigración, en la
que el teórico de la Tercera Vía es partidario de limitar el número de los inmigrantes eso
sí, tenerlo en cuenta un criterio de selección amplio: no solo por la cualificación. “Un
país debe establecer sus límites generosamente, pero el asunto es asegurarse de que les
1 El País, 12-V-2002, pp. 10 y ss.
2 P. 10.
3 Ibídem.
72
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
vas a tratar bien una vez que les has aceptado y que les puedes acoger, que puedes dotar
de cambios tu sistema educativo, que tienes posibilidad de incorporar otros idiomas a
la educación (...). En el Reino Unido (...) sabemos que la inmigración es una fuerza
económica positiva para una sociedad.
También GIDDENS es interpelado sobre su polémica afirmación de que el 50% de la
población no es ideológica, pues no se define de izquierda o de derecha. Para el ex
director de la London School of Economics ahora ya las cosas no son como antes puesto
que “hay un menor nivel de afiliación a un partido fijo, la gente quiere elegir un partido
y el 50% de los europeos no se definen como de derechas o de izquierdas”4. Además,
según GIDDENS, los jóvenes son hoy liberales en cuestiones sociales y reacios al
modelo intervencionista clásico de la izquierda; circunstancias que se tienen que tener en
cuenta. Pero ello no quiere decir que derecha o izquierda no tengan significado, apostilla
GIDDENS: “Lo tiene, pero ya no está tan relacionado con ideas tan claras o utopías en
ninguno de los dos lados”5.
Como es sabido, el 29 de mayo de 2002, Anthony GIDDENS fue galardonado con el Premio
Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales. Con tal motivo, la opinión pública española
dedicó, lógicamente, un amplio tratamiento al teórico de la Tercera Vía, que merece la pena
comentar en este momento.
Así, por ejemplo, encontramos en ABC un brillante artículo de Juan Velarde en el que
reconoce la “auctoritas” de GIDDENS en sus libros más académicos: “Teoría social y
Sociología Moderna” (1987), “En defensa de la Sociología” (1996), “Las consecuencias
de la modernidad” (1990)..., en los que se puede descubrir más a fondo su faceta de
sociólogo6. VELARDE recuerda algo que sabíamos bien y que quizás explica la
aportación de GIDDENS a la modernización de la socialdemocracia a través de sus libros
más conocidos “La Tercera Vía (1998) o “Más allá de la izquierda y la derecha” (1994):
la London School of Economics” fue creada por los socialistas fabianos británicos (...)
y siempre tuvo una clara orientación hacia la socialdemocracia. Desde luego, eso es lo
que ha intentado con la “Tercera Vía” su ideólogo Anthony GIDDENS. Procuró, a mi
juicio, sin especial profundidad, superar lo que él denomina “la izquierda antigua” y, a
través del laborismo de Tony BLAIR, exponer el que sería el cuarto mensaje socialista,
también lanzado desde el Reino Unido”7. También se muestra muy crítico con GIDDENS
el profesor Pedro SCHWARTZ, quien recuerda los orígenes de la London School of
Economics y califica al profesor GIDDENS, de “el mejor representante de ese pensamiento
fofo, sin criterios, incapaz de enfrentarse con los problemas económicos y sociales que
4
5
6
7
Ibídem.
Ibídem.
J. VELARDE FUERTES, “Superar la izquierda antigua”, ABC, 30-V.2002, p. 45.
Ibídem.
73
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
hoy afectan al mundo”8. Es más, la Tercera Vía para el profesor SCHWARTZ no es más
que “una idea sin interés científico alguno, inaplicable a la realidad. Es la falta de valentía
de quien no quiere reconocer cómo funciona la sociedad y quiere echarle árnica, para
que acepte con vaselina algunas de las condiciones que exige una economía capitalista”.
Quizás la crítica del profesor Pedro SCHWARTZ sea un tanto exagerada en la medida en
que, guste o no, la realidad de las nuevas políticas que se hacen hoy en Europa tienen que
ver mucho, no sé si con la Tercera Vía, pero sí con planteamientos de mayor dinamismo,
pluralismo y complementariedad. Me parece, por tanto más atinado el planteamiento
de GARREL-JONES al reconocer a GIDDENS una cierta dulcificación del socialismo
clásico, al haber guiado a la ideología socialista “hacia unas posturas menos irredentistas
que las que antes profesaban sus partidarios”9.
Como se comentó en reiteradas ocasiones, GIDDENS maneja el concepto de centroizquierda, en oposición al de centro-derecha, al que, por ejemplo, destierra a AZNAR o
BERLUSCONI. Para GIDDENS, el centro-derecha es la incoherencia ya que es “un cóctel
de economía libre de mercado y un cierto tipo de conservadurismo moral (...)”10. El centroizquierda “es más coherente porque, incluso en un mercado competitivo, creemos que es
necesaria la protección social, creemos que el lugar de la mujer ha cambiado y que por
ello la familia no puede seguir igual...11. Aquí, sin embargo, es donde, en mi opinión, la
Tercera Vía hace gala de su rostro más ideológico. Por una parte porque vuelve a presumir
que la protección social es patrimonio del centro-izquierda y, por otro, porque la posición
de la mujer y la familia ante los profundos cambios en los que nos encontramos, quizás
deban orientarse más por el equilibrio y la sensibilidad social, y menos por esa especie de
dictadura de la autonomía individual que se nos quiere imponer desde lo más “granado”
del tecnosistema. En temas morales, insisto, la Tercera Vía se aferra a los más insolidarios
hábitos burgueses, en contra de planteamientos de mayor sentido de la responsabilidad de
orden comunitario. Además, como recuerda José María MARCO en su artículo “El otro
Tony”, “hay que constatar que la palabra que más se echa de menos en su obra, casi siempre
interesante e instructiva, es la palabra libertad”12.
También se ha ocupado de analizar la Tercera Vía, al compás del Premio Príncipe de
Asturias, el secretario de Política Económica del PSOE y hoy ministro de Administraciones
Públicas del Gobierno de RODRÍGUEZ ZAPATERO, Jordi SEVILLA, en un artículo que
titula “Más allá de la Tercera Vía”. También SEVILLA, como tantos, señala que la obra
de GIDDENS trasciende la propia Tercera Vía, ya que, por ejemplo, “sus análisis sobre
las consecuencias de la primera modernidad y las características de la actual modernidad
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9
10
11
12
ABC, 30-V-2002, p. 46.
Ibídem.
ABC, 30-V-2002, p. 44.
Ibídem.
J.M. MARCO, “El otro Tony”, La Gaceta de los Negocios, 30-V-2002, p. 54.
74
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
reflexiva ofrecen herramientas de conocimiento de nuestra sociedad, que trascienden
sus propuestas concretas sobre la socialdemocracia”13. Sin embargo, en relación con la
propia renovación de la socialdemocracia, SEVILLA no se muestra ni excesivamente
entusiasta ni excesivamente crítico. Extrae tres temas del libro de GIDDENS: los
problemas sociales no son de derechas ni de izquierdas, la realidad actual nos demuestra
que no podemos controlar todas las consecuencias de la actividad humana. Y, en tercer
lugar, es necesario replantear las relaciones entre Estado e individuos, pues las redes de
protección social clásica han acabado atrapando en lugar de liberando. Los tres aspectos
que señala SEVILLA me parecen muy atinados. Ciertamente los problemas sociales
son eso, problemas sociales, y requieren, sobre todo, soluciones humanas. Segundo, la
limitación del conocimiento humano es una realidad mensurable y constatable que exige
prudencia, moderación y pleno respeto a la persona. Y tercero, ya va siendo hora de que
se plantee la función del Estado social desde una perspectiva, más abierta, más dinámica,
más plural, más compatible y, sobre todo, más humana.
El gran acierto de la Tercera Vía, en mi opinión, es fomentar la discusión, el libre
intercambio de ideas en un mundo más abierto, más global y, a la vez, más responsable
de que, efectivamente, los derechos humanos sean una realidad para todos. En esta
dirección más positiva, y en el sentido de tender puentes, se encontraría Yolanda RUANO,
que destaca las aportaciones de GIDDENS a la globalización14. Y, desde un punto de
vista científico, Germán CANO compara a GIDDENS con WEBER, incardinándolo
en esa estirpe de intelectuales capaces de conjugar con meritorio acierto, prudente
magisterio y sensibilidad política, en relación con los problemas más insoslayables del
presente”15.
El famoso sociólogo alemán Ulrich BECK ha señalado con una sorprendente clarividencia
que “el sueño de una Tercera Vía de izquierdas se ha desinflado” (El País, 20-X-2002, p.
8. Entrevista). Probablemente, porque la crisis de la izquierda es de tal magnitud que no
ha tenido más remedio, por falta de creatividad, imaginación y coherencia, que copiar las
ideas de la derecha (p. 9). En fin, el propio GIDDENS, con ocasión de la recepción del
Premio Príncipe de Asturias en Ciencias Sociales, reconoció que “la Tercera Vía no es más
que una etiqueta moderna de la democracia social” (ABC, 26-X-2002, p. 61), porque “hoy
en día la gente ya no es de derechas o de izquierdas, pues el 50% de la población europea
no se identifica con un partido político concreto” (El Mundo, 26-X-2002, p. 18). De lo que
se trata, es de un problema de vuelta o mantenimiento del poder. Por eso, GIDDENS no
duda en señalar que “apostar por las creencias tradicionales de la izquierda implica estar
lejos del poder” (ABC, 20-X-2002, Entrevista, p. 9).
13 J. SEVILLA, “Más allá de la Tercera Vía”, El País, 30-V-2002, p. 33.
14 Y. RUANO, “Más allá de la izquierda y la derecha”, La Razón, 30-V-2002, p. 24.
15 G. CANO, “Una modernidad más reflexiva”, La Razón, 30-V-2002, p. 24.
75
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
Probablemente cuando la izquiera ha tenido que echar por la borda algunos de sus postulados
más característicos, cuando ha querido gobernar, ha intentado, para no quedarse sola en su
problema de identidad, intentar trasladar a la derecha su misma desorientación, de forma y
manera que se intenta deliberadamente que el pensamiento conservador aparezca también
en crisis permanente en lo que se refiere a sus señas de identidad, criterios y principios.
76
2. La Tercera Vía de Blair
CAPÍTULO 2
LA TERCERA VÍA DE BLAIR
El actual primer ministro británico Tony BLAIR, escribió en 1997 “La Tercera Vía. Nuevas
políticas para el nuevo siglo”, que ha sido publicado en España por El País-Aguilar y que
cuenta con unos estudios preliminares de J. BORRELL y V. CAMPS.
Me parece que un estudio sobre la Tercera Vía debe contener necesariamente algunos
comentarios sobre el libro de BLAIR. Su presencia en las librerías españolas, justo es
reconocerlo, se debe a la Fundación Alternativas, próxima al PSOE, y trata de explicar los
postulados del llamado Nuevo Laborismo. Un aviso a navegantes: no esperen encontrar
en el libro cuestiones concretas o definición de políticas públicas determinadas. Es una
reflexión, insisto, sobre el soporte intelectual y el destino de la nueva socialdemocracia que,
en el Reino Unido, ahora se denomina Nuevo Laborismo.
2.1. La presentación de CAMPS.
El libro se inicia con una presentación de la profesora Victoria CAMPS y con un prólogo
del entonces líder del PSOE, Josep BORRELL. La profesora CAMPS es presidenta de
la Fundación Alternativas, gracias a cuyo concurso hoy tenemos la suerte de poder leer
el libro del señor BLAIR. La presentadora expone la necesidad de promover el discurso
progresista, la necesidad de llamar la atención sobre el rostro socialista de Europa, la
necesidad de mejorar el Estado del bienestar, y la necesidad de seguir apostando por la
justicia social. Ideas, todas ellas, que hoy afortunadamente ya no son patrimonio de ningún
espacio político. Para la profesora CAMPS, como para algunos socialistas, la Tercera Vía
parte de “la renovación de la izquierda” (p. 12), proceso en el que debe situarse en un
“camino intermedio entre la vieja izquierda y la nueva derecha, entre el liberalismo sin
más y una socialdemocracia con poco aliento” (p. 12). Resulta, entonces, que la Tercera
Vía se sitúa en la vía media entre la izquierda y la derecha. Por tanto, de nuevo se utilizan
los caducos recursos del pensamiento geométrico y bipolar y se sitúa a la Tercera Vía en la
77
2. La Tercera Vía de Blair
equidistancia: justo lo contrario, como intento explicar, de lo que puede ser el espacio del
Centro, que es un espacio que no está preso de prejuicios ni de alineamientos ideologizados,
porque se abre de una manera nueva hacia los problemas reales de la gente.
Se trata de recuperar valores de siempre como igualdad y libertad, “por ese orden” (p. 13).
Me pregunto, ¿por qué no se puede admitir que ambos conceptos puedan convivir desde
los postulados del pensamiento compatible? ¿Es que no es posible, por ejemplo, hablar de
libertad solidaria? Quizás para reconocer la realidad y poner las cosas en su sitio, CAMPS
defiende la igualdad como “igual igualdad de todas las personas y como oportunidades
para todas ellas. La libertad no debe identificarse con el individualismo puro y duro, sino,
al contrario, con la responsabilidad -ciudadana, familiar y, empresarial- : una libertad
vinculada a la cooperación y a la organización social, no extraña a la voluntad de crear
comunidad” (p. 13).
En el discurso de la Tercera Vía, según CAMPS, se pone de manifiesto un concepto que
ella denomina “comprensibidad”, y que me parece muy interesante. Porque hoy todo está
conectado con todo y, afortunadamente, ya no son posibles las aproximaciones únicas o
unilaterales y, sobre todo, porque la interdependencia reinante es una manifestación de
la complejidad de lo real y de la limitación del conocimiento humano. En este sentido,
es verdad que “el paro tiene que ver con la rigidez del mercado y la regulación excesiva,
pero no menos con ciertas deficiencias en la formación, con una educación anticuada,
con el acceso de la mujer al mercado laboral, con la desestructuración de la familia”
(p.14). Igualmente, me parece atinado que se evite la “división entre lo privado y lo
público, entre la sociedad civil y la política, para verla como un todo, pues no de otra
forma se conseguirá un refuerzo del tambaleante Estado del bienestar” (p.14-15); que se
subraye la importancia de “la ayuda a la familia, porque comprende la función social que
esta representa” (p. 15); que se insista en “dinamizar la economía, fortalecer la sociedad
civil, democratizar la acción del gobierno e internacionalizar la política” (p. 15-16).
Llama la atención la vuelta a principios del pensamiento liberal clásico. Al menos así
me lo sugieren algunos puntos que Victoria CAMPS sintetiza como ejes centrales del
pensamiento de BLAIR sobre la Tercera Vía: Estado incentivador y dinamizador de la
economía, ciudadano con derechos y deberes, descentralización, consulta frecuente al
ciudadano (p.16). Se enuncia de nuevo el principio de subsidiariedad, aunque de forma
peculiar: “un Estado progresista debe sólo intervenir allí donde no llega la iniciativa privada
o donde ésta fracasa en el reparto de los bienes más básicos” (p. 16). Se trata del tema de la
globalización y se propone Europa como Tercera Vía entre un “Estado-nación demasiado
pequeño para abordar problemas internacionales, y un súper-Estado europeo que sería, por
el contrario, demasiado grande y poco respetuoso con la diversidad cultural” (p. 17).
Victoria CAMPS reconoce que el libro de Tony BLAIR es un conjunto de ideas que “en
algún caso y en Gran Bretaña, ya se están traduciendo en políticas concretas (...) y que no
78
2. La Tercera Vía de Blair
son más que ideas tentativas para la reivención de la izquierda” (p. 17). Lo que no sabemos
muy bien son los resultados reales de esas políticas. Al menos, por el momento.
El libro lleva también un prólogo de Josep BORRELL, entonces candidato a la presidencia
del Gobierno por el PSOE que, sin embargo, ni siquiera llegara a presentarse debido a
una sorprendente dimisión meses antes de las elecciones de 2000. Dejo el comentario al
prólogo para el capítulo dedicado a la Tercera Vía y el PSOE, porque me parece que encaja
mejor allí que aquí.
2.2. Introducción: Política e ideas.
En la introducción de su libro, BLAIR arranca con una afirmación fundamental: “Siempre
he creído que la política tiene que ver, ante todo, con la ideas. Sin un decidido compromiso
con objetivos y valores, los gobiernos son ineficaces y van a la deriva, por grande que sea la
mayoría que les apoye” (p. 53). Por supuesto, pero, junto a las ideas son también necesarias
las mejoras reales en las condiciones de vida de la gente.
La denominación “Tercera Vía” es “la mejor etiqueta para la nueva política que el Centroizquierda progresista está forjando en Gran Bretaña y en otras naciones” (ibídem). La
confesión de BLAIR coincide, como es lógico, con la apreciación de GIDDENS, por lo que
la “Tercera Vía” no es algo más que la actualización o “aggiornamiento” de la izquierda,
para aparecer más “políticamente correcta” y “atractiva” para representar mejor la “Centroizquierda progresista”.
“La Tercera Vía aboga por una socialdemocracia modernizada, apasionada en un compromiso
con la justicia social y con las metas del Centro-izquierda, pero al mismo tiempo flexible,
innovadora y con visión de futuro a la hora de conseguir estos objetivos” (p.54). Por tanto,
vinculación a la Centro-izquierda y a la socialdemocracia desde posiciones reformistas, en
esto consiste esencialmente este sistema ideológico. El espacio del Centro es distinto en la
medida en que no parte de posiciones ideológicas previas sino que, superándolas, aspira
a colocar a la persona en el centro de la acción pública y, desde ahí, desde la realidad,
se construyen las diferentes opciones políticas que tienen una finalidad clara: mejorar las
condiciones de vida de las personas para que se puedan realizar en libertad solidaria en la
sociedad.
También BLAIR se muestra incapaz de sustraerse a la peligrosa tentación de considerar
que es progresista todo lo bueno: democracia, libertad, justicia, compromiso mutuo e
internacionalismo, y afirma que estos valores son las guías inspiradoras de la Tercera Vía,
que “transciende a una vieja izquierda preocupada por el control del Estado, los elevados
impuestos y los intereses de los productores; y, a una nueva derecha que considera la
inversión pública y, a menudo, el concepto de sociedad y de esfuerzo colectivo como males
que hay que superar” (p. 54).
79
2. La Tercera Vía de Blair
En lo que sí acierta, y plenamente, Tony BLAIR, es en su percepción de la actualidad y
operatividad del pensamiento compatible y complementario: “mi visión de cara al siglo
XXI es la de una política popular que reconcilie temas erróneamente considerados en el
pasado como antagonistas: patriotismo e internacionalismo, derechos y deberes; promoción
de la empresa y lucha contra la pobreza y la discriminación” (ibídem). Insisto, el abandono
por parte de la moderna izquierda de los esquemas de confrontación es un síntoma de
inteligencia y de pensar, antes que en las visiones organizativas o burocráticas, en el plano
de la resolución de los problemas de la gente. Lo que quizás sea un tanto exagerado es
subrayar sólo los éxitos de la izquierda en el siglo XX y principios del XXI, cuando, a la
vista está, no es que la izquierda, a juzgar por la aplicación del socialismo que se ha hecho,
pueda levantar demasiado la cabeza. También me parece desproporcionado, como hace
BLAIR, dejar caer en la cuenta de la izquierda únicamente algunos de los logros sociales
y políticos más relevantes del siglo XX: “sufragio universal, reparto más equitativo de los
impuestos y del crecimiento y grandes mejoras en las condiciones laborales, el bienestar, la
sanidad y la educación” (ibídem).
Para BLAIR, la Tercera Vía surge de la síntesis, de la combinación “de dos grandes
corrientes de pensamiento –socialismo democrático y liberalismo-“ (p. 55). Ahora, señala
BLAIR, no tiene por qué haber un conflicto entre ambas corrientes; más bien, se trata de
“aceptar que el poder del Estado es un medio para alcanzar nuestros objetivos, pero no el
único, y en ningún caso un fin en sí mismo” (p. 55-56)
Para BLAIR, la Tercera Vía no es sólo una síntesis del socialismo democrático y del
liberalismo, sino que representa una tercera opción dentro de la izquierda; entre una izquierda
que denomina fundamentalista, que convirtió la receta ideológica de la nacionalización en
ideología, y una izquierda moderada, aislada del mundo de las ideas (p. 56). La Tercera Vía,
para BLAIR, es “una seria revolución de la socialdemocracia que profundiza en los valores
de la izquierda para desarrollar enfoques radicalmente nuevos” (ibídem).
Por otra parte, BLAIR, que es un líder político por encima de todo, barre para casa
descaradamente, lo cual no debe sorprendernos demasiado. Sin embargo, afirmar
paladinamente que “la derecha no tiene la respuesta a los problemas de polarización social,
al aumento de la delincuencia, a los fallos en el sistema educativo, a la baja productividad
o al escaso crecimiento” (p. 57) es mucho afirmar, si no fuera porque el libro que ahora
glosamos es un libro de propaganda de la Tercera Vía.
El propio primer ministro británico reconoce que lo que trata con su libro es de explicar
la Tercera Vía al mayor número posible de personas, así como promover el debate sobre
lo “que la Tercera Vía no es, lo que es y de lo que debe ser” (p. 58). Eso sí, y no lo
olvidemos, “desde los valores clave en los que se funde la Centro-izquierda progresista”.
(ibídem). Llama la atención la continua apelación que hace BLAIR a la Centro-izquierda
y al progresismo en las páginas de la introducción. Quizás se deba a que no desea
80
2. La Tercera Vía de Blair
desconcertar al votante o simpatizante de izquierda y a que, a la vez, se desea vincular
el Centro con el progreso. Porque la historia de la izquierda en el siglo XX es la que
es y porque, en definitiva, la idea de la reforma permanente también ha calado en la
izquierda.
2.3. Los valores.
En el apartado siguiente, BLAIR se refiere a “valores”. Aquí, es justo reconocerlo, su
valentía y su sentido de la política son dignos de admiración. No sé que pensarían los
viejos socialistas al leer estas inteligentes palabras de BLAIR: “mi política se funde en la
creencia de que sólo podemos realizarnos como individuos en una sociedad civil próspera,
con familias sólidas e instituciones civiles apuntaladas por un gobierno inteligente. Para
que la mayoría de los individuos tengan éxito, la sociedad debe ser fuerte; cuando es débil,
el poder y las recompensas van a una minoría, no a la mayoría” (p. 61).
Analicemos esta relevante reflexión. El primer valor a que se refiere BLAIR trata
precisamente a la principal función que debe desempeñar, me parece, la política: posibilitar
el libre desarrollo solidario en la sociedad de todos y cada uno de los ciudadanos. Además,
se apuesta por una sociedad próspera y fuerte y, para ello, es necesario –la Tercera Vía
no lo explica con claridad- subrayar que una sociedad próspera y fuerte debe representar
libremente a las más variadas y diversas vitalidades e iniciativas sociales. Y, para ello, es
menester también denunciar esa todopoderosa y omnipotente tecnoestructura que decide
a quién se le da voz y a quién no, a quien se permite asociarse al interés general y a quién
no. Otro acierto es la apelación de BLAIR a la existencia de familias sólidas, afirmación
en la que se alimenta su compromiso con la familia como escuela de humanismo y de
solidaridad en un contexto de estabilidad y de equilibrio. Afortunadamente, la familia ya
ha salido de la contienda partidaria, y hoy no se conoce política pública que no aspire a la
protección de la familia. También BLAIR menciona, entre los fundamentos de la Tercera
Vía, la existencia de “instituciones civiles apuntaladas por un gobierno inteligente”. Nada
que objetar, todo lo contrario; siempre que la naturaleza e intensidad de la afirmación parta
del pensamiento compatible y siempre que el protagonismo sea de la sociedad y de cada
uno de los integrantes: en este sentido puede entenderse el calificativo “inteligente” que
BLAIR refiere al gobierno. Igualmente, si la sociedad es real y sabe aflorar la vitalidad que
encierra, sin tecnoestructuras que la manipulen, entonces las personas concretas tendrían
“éxito“ o, mejor, podrán realizarse en libertad. De lo contrario, los beneficiados seguirán
siendo los “selectos” integrantes del tecnosistema.
“Los valores no son absolutos, e incluso el mejor puede ser conflictivo” (p. 61). Desde
luego, las libertades y los derechos no son absolutos, porque hoy existe una permanente
tensión y un contexto de complementariedad que ayuda a entender el sentido, por ejemplo,
de la denominada “libertad solidaria”. Sin embargo, la dignidad de la persona debe tener,
en alguna medida, carácter de absoluto y de incondicionado, y debe ser el centro y la
81
2. La Tercera Vía de Blair
palanca desde las cuales se puedan construir y levantar las políticas públicas modernas.
“Nuestra misión es promover y reconciliar los cuatro valores esenciales para una sociedad
justa, capaz de maximizar la libertad y el reparto de todo nuestro pueblo: reparto equitativo
de la riqueza, igualdad de oportunidades, responsabilidad y solidaridad” (p. 61-62). De
nuevo, el pensamiento complementario y dinámico.
En relación con el “reparto equitativo de la riqueza”, BLAIR apuesta por explicaciones
dinámicas que se vinculan al fomento “del talento y del esfuerzo en todas partes” (p. 62).
Muy importante esta consideración, ya que la socialdemocracia clásica se apoyaba sobre
presupuestos de subvenciones y subsidios estáticos que dificultaban cualquier esfuerzo de
iniciativa o de esfuerzo personal. En la misma medida, debe juzgarse como muy positivo
la función de los gobiernos de “actuar con decisión para poner fin a la discriminación y a
los prejuicios” (p. 62). La lucha contra la discriminación racial, el apoyo a las sociedades,
mejor que multiculturales, plurales, o la preocupación por las personas mayores y los
discapacitados, son también buenos ejemplos de la línea abierta y dinámica de la Tercera
Vía en materia social. Es pena, sin embargo, que no se ponga el mismo acento que se pone
en relación con los que son y van a dejar de ser, o que son de mala manera, con los que
están en camino de llegar a ser. “Así tenemos un largo camino por delante hasta que se
valore a la gente por lo que puede hacer” (p. 63). Afirmación que, desde luego, es difícil de
imaginar en el pensamiento de izquierdas clásico. Bienvenida sea.
En materia de igualdad de oportunidades, la aportación de BLAIR es también interesante.
Lleva a afirmar que precisamente las oportunidades son el valor clave de la nueva política
y que, si para la derecha significan la libertad personal como independencia del Estado,
para “la mayoría de la gente, las oportunidades son intrínsecas a la sociedad, en las que
la actuación del gobierno es primordial” (p. 63). En mi opinión, las oportunidades están
en la realidad y de lo que se trata es de que los poderes públicos faciliten que todas
las personas puedan prepararse para hacerse merecedoras de ellas. Esta es, me parece,
una posible visión desde el espacio del Centro. La izquierda, como reconoce BLAIR,
“descuidó en el pasado su obligación de promover una amplia gama de oportunidades
para que progresen tanto los individuos como las familias. O, aun peor, las ha sofocado
en nombre de una igualdad abstracta” (p. 64). La función promocional de los poderes
públicos no es de izquierdas ni de derechas, sino una exigencia de la realidad y está muy
bien recogida en la Constitución española en el artículo 9.2. Precepto que recoge casi
literalmente BLAIR, eso sí, atribuyendo el papel que corresponde a las instituciones
públicas: “la izquierda progresista debe eliminar con decisión los obstáculos que se
oponen a una verdadera igualdad de oportunidades” (p. 64). En este punto, BLAIR se
escora hacia una visión patromonialista de una izquierda que pretende el monopolio de
una tarea que es claramente de interés general.
En punto a la responsabilidad, tras reconocer que la idea del deber ha sido prerrogativa
de la derecha, BLAIR afirma que esto ya no es así, porque la responsabilidad y el deber
82
2. La Tercera Vía de Blair
“eran fuerzas poderosas para el desarrollo del movimiento obrero tanto en Gran Bretaña
como en todo el mundo” (p. 64-65). Este tema, me parece, tampoco es de derechas o de
izquierdas, sino de sentido común y de conocimiento de la realidad humana. Por ello,
intentar ahora que el pensamiento compatible y complementario, que produce esta suerte
de comunicación permanente entre derechos y deberes, sea ahora patrimonio de la Tercera
Vía me parece un tanto desatinada. Esta cuestión pertenece a la perspectiva humana de
afrontar la realidad. “Los derechos que disfrutamos son un reflejo de los deberes que
tenemos: derechos y oportunidades sin responsabilidad son fuente de egoísmo y codicia”
(p. 65). ¿Se puede calificar esta afirmación de moderna derecha o de moderna izquierda?
¿No será, más bien, propia de otra manera de enfocar la solución de los problemas reales
que aquejan a la gente?
Lógicamente, la solidaridad es el valor al que BLAIR dedica, en esta parte introductoria
más espacio, tras reconocer que el gran error de la izquierda fue “creer que el Estado
podía reemplazar a la sociedad civil y, en consecuencia, impulsar la libertad” (p. 66).
BLAIR denuncia, no sin razón, que la nueva derecha igualmente cometió un error histórico
al “defender la desmantelación total de la actividad fundamental del Estado en nombre
de la libertad” (ibídem). Para el primer ministro británico, “un reto clave que se plantea
toda política progresista es el uso del Estado como fuerza habilitadora, protegiendo a
las colectividades y al voluntariado, y fomentando su crecimiento para satisfacer nuevas
necesidades, en colaboración cuando sea necesario” (p. 66-67). Sin embargo, más que un
reto progresista es un reto general, que desafía a todos los gobiernos y que consiste, ni
más ni menos, en generar las condiciones y el ambiente para que cada persona se pueda
desarrollar en libertad.
También BLAIR apela al pragmatismo para llevar a cabo los principios y valores de la
Tercera Vía, y señala que los enemigos del talento y de las legítimas aspiraciones son el
cinismo, el fatalismo, los prejuicios y la marginación social (p. 68). Y, junto a ello, la idea
del reformismo, o “revisionismo permanente, una incesante búsqueda de mejores medios
para ampliar nuestros objetivos, basado en una clara visión de los cambios que se están
produciendo en las sociedades industriales desarrolladas” (ibídem).
2.4. Pragmatismo y reformismo.
Pragmatismo y revisionismo, o reformismo, también son postulados del denominado
espacio del Centro. Veamos.
Las políticas centristas son políticas de progreso porque son políticas reformistas. Podría
interpretarse, ahora que las aventuras revolucionarias han perdido todo su prestigio en
nuestro entorno, al menos en lo que se refiere a sus dimensiones no románticas, que todas
las posturas políticas han adaptado su discurso y su proyecto político a los ritmos y las
características de las políticas reformistas. Esto es un derivado necesario de la realidad social,
83
2. La Tercera Vía de Blair
económica y cultural de nuestras sociedades. Sin embargo, cabría bajo estas apariencias la
proyección de políticas que pretendieran un cambio desde la raíz, pero realizado a plazos.
El reformismo auténtico, según mi parecer, parte de una aceptación sustancial de la
realidad presente. En nuestra sociedad atesoramos hoy valores muy profundos que deben
ser enriquecidos con nuestra aportación. El legado de nuestros mayores es el mejor que
supieron y pudieron dejarnos. Bien como producto de su saber o de su ignorancia, bien de
su iniciativa o de su pasividad, de su rebeldía o de su conformismo. Pero ellos, al igual que
nosotros, se vieron movidos indudablemente por la intención de dejar a sus hijos la mejor
la mejor herencia posible.
Esta aceptación no es pasiva ni resignada. Lejos de actitudes nostálgicas o inmovilistas,
percibimos las estructuras humanas como un cuadro de luces y sombras. De ahí que la
acción política se dirija a la consecución de mejoras reales, siempre reconociendo la
limitación de su alcance. Una política que pretenda la mejora global y definitiva de las
estructuras y las realidades humanas sólo puede ser producto de proyecto visionarios,
despegados de la realidad de la gente. Las políticas reformistas son ambiciosas, porque son
políticas de mejora, pero se hacen contando con las iniciativas de la gente –que es plural- y
con el dinamismo social.
El reformismo político tiene una virtualidad semejante a la de la virtud aristotélica, en
cuanto se opone igualmente a las actitudes revolucionarias y a las inmovilistas. No se trata
de una mezcla extraña o arbitraria de ambas actitudes, es, en cierto modo, una posición
intermedia, pero sólo en cierto modo, porque no se alinea con ellas, no es un punto medio
en el trayecto entre una y otra.
La política inmovilista se caracteriza, como es obvio, por el proyecto de conservación de
las estructuras sociales, económicas y culturales. Pero las políticas inmovilistas admiten
o incluso reclaman cambios. Ahora bien, los cambios que se hacen, se hacen –de acuerdo
con aquella conocida expresión- para que todo siga igual. El reformismo, en cambio, aún
aceptando la riqueza de lo recibido, no entraña una plena conformidad, de ahí que desee
mejorarlo efectivamente, no haciendo cambios para ganar una mayor estabilidad, sino
haciendo cambios que representen o conduzcan a una mejora auténtica –por consiguiente, a
un reforma real- de las estructuras sociales, o dicho en otros términos, a una mayor libertad,
solidaridad y participación de los ciudadanos.
La política revolucionaria pretende subvertir el orden establecido. Es decir, darle la
vuelta, porque nada hay de aprovechable en la situación presente, hasta el punto que
se interpreta que toda reforma es cambio aparente, es continuismo. Por eso puede
considerarse que las políticas revolucionarias, aun las de apariencia reformista, parten
de un supuesto radicalmente falso, el de la inutilidad plena o la perversión completa
de lo recibido. Afirmar las injusticias, aun las graves y universales que afectan a los
sistemas sociales imperantes, no puede conducir a negar cualquier atisbo de justicia en
84
2. La Tercera Vía de Blair
ellos, y menos todavía cualquier posibilidad de justicia. Aquí radica una de las graves
equivocaciones del análisis marxista, que si bien presenta la brillantez y coherencia
global heredada de los sistemas racionalistas, conduce igualmente, en virtud de su
lógica interna, a la necesidad de una revolución absoluta –nunca mejor definida que
en los términos marxistas- y por tanto a la destrucción radical, en todas sus facetas, de
cualquier sistema vigente.
Hoy los presupuestos marxistas y el análisis que se hace desde ellos es cuestionado y
criticado en casi todos los ámbitos políticos, sin embargo, queda de ellos la desconfianza
hacia la iniciativa privada, hacia la espontaneidad social, hacia las instituciones burguesas,
etc. Y aunque los grupos políticos que han abandonado el marxismo como ideología propia,
han asumido de hecho –porque no hay otro remedio- proyectos políticos reformistas, no
aceptan, en cambio, de buen grado el reformismo como caracterización política, tal vez por
las resonancias burguesas que en tal formulación encuentran.
Sin embargo, hoy parece cada vez más evidente afirmar que el camino del progreso es la
vía de las reformas. Está abocada al fracaso la titánica –e imposible- empresa de construir
la realidad humana desde cero, arrasando todo lo recibido, como los utopismos políticos
de toda clase han pretendido. Las políticas de reformas suponen el reconocimiento de la
complejidad de lo real, y en igual medida la constatación de la limitación humana en el
diseño y en la proyección de la propia existencia.
En relación con el pragmatismo, resulta que renunciar al carácter ideológico, al no poder
dar una interpretación global de la realidad humana y social, el espacio de Centro carecería
de un eje sobre el cual articular su respuesta política a los problemas del hombre y de la
sociedad, y se movería, por lo tanto, en las coordenadas de un puro pragmatismo.
La argumentación de esta crítica me parece enteramente sólida, pero parte de nuevo de un
supuesto eminentemente ideológico: considerar que es puro pragmatismo todo lo que no sea
un derivado de las ideologías. Sólo en cierto sentido podría decirse que es así. Si tomásemos
pragmatismo como sentido práctico y sentido de la realidad, las posiciones de Centro son
efectivamente pragmáticas, y de nuevo las formulaciones ideológicas se encontrarían en
regiones radicalmente contrarias a estas, por cuanto la ideología constriñe la realidad y la
reduce a la congruencia con sus postulados dogmáticos. La ideología es capaz de retorcer
la realidad y actuar contra ella hasta extremos que resultarían inimaginables de no mediar
las experiencias atroces de la explotación capitalista del siglo XIX y de parte del XX, de
la opresión comunista y de la barbarie nacionalsocialista. Pero la asunción serena de esas
experiencias históricas propicia, entre otras cosas, la afirmación del sentido de lo real como
uno de los fundamentos imprescindibles de toda acción política.
Es más, si por pragmatismo hubiéramos de entender el aprendizaje a partir de la experiencia,
entonces habría que volver a admitir la calificación del Centro como un espacio de
85
2. La Tercera Vía de Blair
pragmatismo, y, quizás en este caso, con más fundamento aún, en cuanto desde el Centro
se manifiesta la necesidad radical de nuestra apertura a la experiencia. Me estoy refiriendo
a que la postulación de un espacio de Centro no es el resultado de una elucubración o de un
análisis especulativo sobre la realidad política y social de nuestro tiempo. GIDDENS –que
aunque rechaza los planteamientos ideológicos no acaba de desvincularse enteramente de
ellos, tal vez por razones estratégicas comprensibles-, cuando intenta dar una explicación
y una justificación de la llamada Tercera Vía, alude a que se trata de una teorización de las
experiencias de gobierno; y AZNAR, en otro orden, cuando se refería a la preparación
del Congreso de su partido, en el que iba a pedir el refrendo para su propuesta de “giro al
Centro”, decía que no era aquel un trabajo de elucubración de unos cuantos intelectuales,
sino que de lo que se trataba era de recoger las experiencias del propio proyecto político.
En los sentidos aludidos, pues, dosis de pragmatismo sí que tiene el Centro; las referencias
a la realidad y a la experiencia son ingredientes imprescindibles de las formulaciones
que puedan calificarse de centristas. Otra cosa bien distinta es la interpretación que
algunos hacen del pragmatismo en el sentido de oportunismo político. Cuando aluden al
pragmatismo del Centro se refieren a que lo único que le viene a interesar, una vez declarada
su condición no ideológica, es la constitución de mayorías electorales que garanticen su
permanencia en el poder. Lógicamente, una fuerza política no podría considerarse tal si
no pretendiese permanecer en el poder, pero no podrá pretenderlo a toda costa si no es
prescindiendo de principios éticos y democráticos sustanciales. En esto nuevamente la
historia nos ofrece lecciones inapreciables, como las relativas a la instalación en el poder
de los movimientos y las fuerzas políticas más fuertemente ideologizadas, casos en que
precisamente el fuerte contenido ideológico ha proporcionado el impulso intelectual y
la justificación “ética” para perpetuar la permanencia en el poder, aun a costa del propio
sistema democrático.
Si se admitiera la crítica de quienes afirman que Centro y oportunismo político son
correlativos, y que Centro no significa otra cosa que cosmética política, sería pertinente
la pregunta sobre el trasfondo ideológico real de las posiciones políticas que pretenden
autodefinirse como centristas. Habría quien diría que la respuesta es clara, allí donde
se habla de Centro –ha señalado alguno- es donde está la derecha. Si así fuera –en esa
hipótesis, irreal-, la situación para quien hace ese juicio no podría ser más calamitosa, pues
la izquierda no podría encontrarse sino en los residuales partidos comunistas, y de algunos
de los más importantes partidos socialdemócratas no quedaría sino los nombres, como
sucedería con el laborismo inglés o con la socialdemocracia alemana, que accedió al poder
–no se olvide- bajo el lema de “Nuevo Centro”.
2.5. La Tercera Vía en un mundo cambiante.
A continuación, BLAIR se detiene en lo que denomina “La Tercera Vía en un mundo
cambiante”. Tras reconocer que en los últimos cincuenta años el neoliberalismo y una
86
2. La Tercera Vía de Blair
socialdemocracia estatista, con diversas versiones, han protagonizado la política en Gran
Bretaña, analiza la reciente historia de la socialdemocracia inglesa tras la Segunda Guerra
Mundial. Así, justifica las medidas intervencionistas y nacionalizadoras del Gobierno
Laborista de 1945. “Esta política permitió un crecimiento económico elevado y continuo,
así como un reparto más justo de la riqueza. Encajaba bien en un mundo de trabajo seguro,
grandes empresas, baja tasa de desempleo, economías nacionales relativamente cerradas
y, en general, una sociedad fuerte sostenida por familias estables” (p. 72). Es cierto que la
Europa de la postguerra necesitaba políticas de creciente intervención para levantar todo
un continente en descomposición, y por eso me parece que las políticas realizadas no dejan
mucho espacio para la crítica. Además, quiero subrayar algo que parece gravado a fuego en
el pensamiento político de BLAIR, y que, sin embargo, no cuaja en la Tercera Vía: que una
sociedad fuerte está en relación directa con familias estables.
Para BLAIR, hasta los gobiernos conservadores de los cincuenta continuaron la labor
del ATTLEE y, en los sesenta, de nuevo en el gobierno, la socialdemocracia hizo agua
por todas partes: “la gestión de la demanda y el elevado nivel de intervención del Estado
resultaron cada vez más ineficaces a la hora de promover el crecimiento y de frenar el
desempleo en un mundo de creciente competencia, crisis externas y cambios industriales
y tecnológicos –la socialdemocracia ofreció una respuesta demasiado inflexible. En
concreto, proporcionó servicios públicos ineficaces y de baja calidad, especialmente la
educación, las telecomunicaciones y otros en los que el Estado tenía prácticamente el
monopolio” (p. 73).
Ya en la década de los ochenta, en plena era THATCHER, como consecuencia, dice BLAIR,
del fuerte proceso de liberación personal y del individualismo, resulta que el neoliberalismo
había arraigado en la sociedad británica y que la señora THATCHER había sabido encarnar
el movimiento ciudadano. Tony BLAIR, haciendo gala de su talla política, reconoce que
“algunas de sus reformas fueron, vistas desde la perspectiva actual, modernizaciones
necesarias, especialmente la apertura de la mayor parte del sector industrial estatal a la
reforma y a la competencia” (p. 74). Sin embargo según BLAIR, se produjo una gran
desconfianza hacia el sector público y se deterioraron “servicios públicos clave –en especial
la educación y la sanidad-, aun cuando los ministros predicaron la competitividad nacional
y el perfeccionamiento personal” (p. 74). Mientras tanto, el laborismo se debatía en luchas
intestinas, porque “intentaba reconciliar sus valores esenciales y las viejas recetas políticas
en un mundo que había cambiado” (p. 74-75).
En los noventa las cosas cambiaron sustancialmente, como sabemos. En opinión de
BLAIR, “la derecha neoliberal se había convertido en una grave amenaza para la cohesión
nacional. Cada vez había más gente en el bando de los perdedores, más empresas con
bajos rendimientos, demasiados servicios públicos con pobres prestaciones y demasiadas
poblaciones en peligro por el aumento de la delincuencia, el desempleo” (p. 75). Entonces
llegó la Tercera Vía de BLAIR para liderar el cambio, cuyos caracteres principales, según
87
2. La Tercera Vía de Blair
BLAIR, eran a) el crecimiento de unos mercados y una cultura cada vez más globales,
b) el progreso tecnológico y la creciente importancia en la cualificación y la información
como motores del empleo y de las nuevas industrias, c) la transformación de papel de la
mujer, y d) la modificación de la naturaleza de la política, más cerca de los fenómenos
supranacionales y de las realidades locales.
La mentalidad abierta que exhibe BLAIR le permite señalar que la Tercera Vía no ofrece
frente a los cambios, ni una lista de recetas políticas garantizadas, ni un intento de reinventar
la rueda, porque las políticas e instituciones existentes ya lo están haciendo bien. Para Tony
BLAIR, la Tercera Vía debe cumplir cuatro ambiciosos proyectos políticos:
1º “Una economía dinámica, basada en el conocimiento, edificada sobre la base de las
oportunidades y el fortalecimiento individual, en la que los gobiernos faciliten, no impongan,
y en la que el poder del mercado sirva a los intereses públicos” (p. 80). Sin comentarios.
2º “Una sociedad civil fuerte que asuma derechos y deberes, en la que el Gobierno y la
ciudadanía colaboren estrechamente” (p. 80). ¿Quién puede estar en contra de una idea
abierta y plural del interés general en la que se produzca la colaboración entre la iniciativa
privada y los poderes públicos?
3. “Un Gobierno moderno basado en la colaboración y la descentralización, que profundiza
en la democracia a los tiempos actuales” (p. 80). Perfecto.
4. “Y, finalmente, una política exterior basada en la cooperación internacional” (p. 80). ¿Se
puede estar en contra de una afirmación de este tenor?
Lógicamente BLAIR, que para eso es el principal protagonista político de la Tercera Vía,
hace un balance positivo de su primer año en el gobierno –hoy las cosas no son tan claras- y
relata las excelencias de su periplo gubernamental: rebaja del impuesto de las sociedades,
salario mínimo, autonomía financiera del Banco de Inglaterra, reformas educativas, medidas
para atajar la delincuencia juvenil, reformas del Estado, mejora de la sanidad, reducción del
déficit... (p. 81). Seguidamente, el “premier” británico analiza cómo se han orientado los
cambios en Inglaterra desde la Tercera Vía.
En relación con la economía “dinámica y moderna”, BLAIR se aleja de la vieja política
económica de la izquierda y de la derecha ya que, hoy por hoy, “los recursos más valiosos
son el conocimiento y la creatividad”. (p. 86). Además, es esencial la cooperación entre
Gobierno y el mundo empresarial, de manera que se promulguen normas justas que faciliten
que las empresas sean seguras y rentables para poder crear riqueza y puestos de trabajo.
En materia macroeconómica, se apostó por “la prudencia y por dar mayor estabilidad y
transparencia a la política presupuestaria del Gobierno” (p. 87). Se trata, como en los países
serios, de promover también la estabilidad económica.
88
2. La Tercera Vía de Blair
Por lo que se refiere al trabajo y a las oportunidades, las tesis de BLAIR vienen a coincidir,
lógicamente, con las reflexiones de Anthony GIDDENS. Invertir en la formación para
las personas, apostar por nuevas formas que ayuden a integrar en el trabajo a colectivos
demasiado olvidados: jóvenes, desempleados..., promover una reforma fiscal orientada
a mejorar los incentivos laborales y a motivar a la gente a integrarse activamente en el
trabajo, instaurar un salario mínimo para atajar la explotación existente en las capas más
bajas del mercado laboral, establecer deducciones fiscales a las familias trabajadoras,
constitución de una estrategia nacional para la atención a los hijos y, finalmente,
poner en marcha un nuevo trato para las colectividades luchando contra los múltiples
inconvenientes que afectan los puntos negros del desempleo (pp. 89-90). La izquierda,
“sólo puede tener éxito si demuestra competencia económica” (p. 90). “Desde luego,
reconozco que el sector privado, no el público, está a la vanguardia de la creación de
riqueza y de la generación de empleo” (pp. 90-91). En definitiva, esta nueva izquierda
del nuevo laboralismo, que trae su causa de la “Tercera Vía, poco tiene que envidiar
a los mejores planteamientos del pensamiento liberal: (...) el Gobierno desempeña un
papel vital a la hora de promover mercados competitivos, de fomentar la investigación
e inversión a largo plazo, y de ayudar a dotar a los ciudadanos de la cualificación que
precisan para prosperar en una economía moderna. Los mercados dinámicos y la
competencia internacional son estímulos de primer orden para el crecimiento económico
y la innovación (...). Porque los mercados dinámicos están al servicio de la sociedad,
y no al contrario, nuestro enfoque es: competencia hasta donde sea posible, regulación
hasta donde sea posible, hasta donde sea necesario” (p. 92).
En otro orden de cuestiones, en sede de educación y ciencia, Tony BLAIR ha puesto el dedo
en la llaga y acierta clamorosamente. Con independencia de los resultados que obtenga,
que últimamente se están empañando, da gusto leer que “la principal fuente de valores y
ventajas competitivas en la moderna economía es el capital intelectual y humano. De ahí
la absoluta prioridad que el nuevo laborismo está dando a la educación y capacitación, no
sólo en el periodo escolar, sino a lo largo de toda la vida: desde el jardín de infancia hasta
la tercera edad” (pp. 92-93). También, desde la Tercera Vía se cantan las excelencias de
los llamados emprendedores en la medida en que abren las oportunidades que ofrecen la
ciencia y la tecnología, la cultura y las comunicaciones” (p. 93). El mundo empresarial
debe “idear formas de compartir con sus empleados la riqueza creada a partir de su técnica”
(p. 93). En este sentido, aparece como algo lógico impulsar la colaboración entre lo público
y lo privado para fomentar la investigación científica.
Antes de analizar otro de los postulados de la “Tercera Vía”: “Una sociedad civil fuerte”,
BLAIR expone algunos criterios que me parece que vale la pena glosar, si quiera sea
brevemente. “El Estado no renuncia a sus responsabilidades principales, sino que se
muestra flexible e innovador a la hora de ampliarlas en colaboración con otros sectores” (p.
95). En efecto, el Estado ya no monopoliza los intereses generales, sino que debe promover
escenarios abiertos y solidarios, para facilitar que cada persona se realice libremente como
89
2. La Tercera Vía de Blair
tal. Además, la apelación de BLAIR a la colaboración debe extenderse, desde mi punto
de vista a los poderes locales: el pensamiento compatible y complementario demanda
respuestas integradas.
“La intervención del Gobierno es necesaria para proteger a los débiles y asegurar que todos
obtengan algún beneficio del progreso económico” (p. 95). Ciertamente, el Estado tiene
entre sus políticas públicas más importantes la solidaridad y la equidad. Sin embargo, a
veces me pregunto si tanto y tanto subrayar la faceta social del Estado no traerá consigo un
igualitarismo que elimine la iniciativa y la responsabilidad personal. Parece que en la mente
de BLAIR, ese viejo dogma del socialismo clásico se supera, ya que el acceso real al mercado
de trabajo es la clave para la prosperidad personal y el nuevo laborismo está organizando los
servicios públicos –sanidad y educación- en torno al imperativo de dotar a la gente de los
medios adecuados para que desarrolle al máximo su capacidad en el trabajo (p. 96).
2.6. La sociedad y la familia.
“Una sociedad civil fuerte: derechos y deberes” (p. 97). La mención de esta afirmación
en labios de un socialdemócrata produce cierta sorpresa. Primero, porque el Estado debe
asumir a la sociedad en un proceso de intervención liberadora de todas las injusticias según
la doctrina estatista. Segundo, la apelación de los deberes, como no sea en su versión
intervencionista, tampoco encaja en la mentalidad socialista clásica. En boca de T. BLAIR,
supone una profunda transformación de la socialdemocracia y una cierta conversión,
también en este tema, al liberalismo.
Para BLAIR, el ideal sería una sociedad plural pero integradora, fomentando la tolerancia
en un marco normativo consensuado, impulsando el activismo de la ciudadanía como
complemento –no como sustituto- de la actuación de un Gobierno moderno (p. 99).
Desde luego, poco se puede objetar a esta afirmación. Lo que llama más la atención es la
insistencia del primer ministro británico acerca de los derechos y los deberes: “impulsar
un mayor apoyo del Estado y de la sociedad al individuo, siempre que éste cumpla con
sus obligaciones, y un reto fundamental de nuestro tiempo recogido en nuestro enfoque de
la educación, de la actividad asistencial y de la reducción de la delincuencia” (p. 99). En
el mismo sentido, BLAIR subraya la importancia “del reconocimiento de los derechos y
deberes de los ciudadanos: no sólo el deber de pagar los impuestos y de acatar las leyes, sino
el de educar a los hijos para que sean ciudadanos competentes y responsables” (p. 99).
En el pasado hemos tendido a dar por sentado esos deberes; sin embargo, no deberíamos
dudar en alentar su cumplimiento allí donde se descuiden por medio de iniciativas como
nuestros “contratos hogar-escuela” entre colegios y padres (p. 100). En verdad, la reflexión del
señor BLAIR sobre la dimensión obligacional es básica. Derechos y deberes son, me parece,
las dos caras de la moneda que definen, entre otros aspectos, la vida humana. Cuando el
pensamiento único prende en esta cuestión, las consecuencias no pueden ser más nefastas.
90
2. La Tercera Vía de Blair
A continuación, se tratan dos cuestiones de gran relevancia social: la delincuencia y
las ayudas familiares. En materia de delincuencia, BLAIR certifica la defunción de la
vieja división entre responsabilidad social e individual que también provocara funestas
consecuencias. Se propone una nueva visión del Derecho Penal más integral, más
moderno. Así, se están produciendo importantes reformas orientadas a la búsqueda de una
justicia rápida y equitativa, se están aplicando nuevas penas como la reparación del daño
causado, de modo que los jóvenes tengan que asumir las consecuencias de sus delitos;
se han introducido mandamientos judiciales destinados a los padres para garantizar que
asuman parte de responsabilidad por la conducta de los hijos (...) (p. 101.102). Además, el
tiempo dirá si se consiguen o no los objetivos: se intenta sacar a los jóvenes del sistema de
beneficencia para integrarlos al mundo laboral y se intenta, veremos con qué resultados,
atajar el absentismo escolar y la marginación social.
En lo que atañe a las ayudas familiares, el gran tema –paradójicamente- de la
socialdemocracia mundial, BLAIR parte de un enfoque reformista al fundamentar la
vida familiar, a pesar de sus luces y sombras, en el “entendimiento de lo que subsiste
como de lo que ha cambiado” (p. 102). Ciertamente, entre las presiones que acechan a
la vida familiar se encuentra el divorcio, los niños que nacen en situaciones de pobreza
o la violencia doméstica (p. 102). Sin embargo, “la familia sigue siendo el elemento
más importante de la familia (...), la gran mayoría de la gente sigue deseando vivir en
familia, y esta proporciona un apoyo, una educación y una formación moral que ninguna
institución puede ofrecer” (p. 103). La estadística nos dice que se han producido cambios
cuyos resultados, en mi opinión, no han sido positivos para la familia. Claro que el papel
de la mujer ha cambiado, y para mejor. Lo que ocurre, me parece, es que potenciando
la conciliación entre la vida profesional y laboral, no sé si se ha extendido un feminismo
que entiende que la mujer es rival al hombre en todos los sentidos. Los poderes públicos
deben hacer posible que se pueda elegir en libertad y que el mundo laboral se oriente
hacia esta realidad básica y fundamental. En este punto, es verdad que, como señala
BLAIR, “es necesario un nuevo enfoque que supere el viejo debate entre los que
simplemente se despreocupan de la familia y los que desean retroceder en el tiempo para
volver a la época en la que las mujeres no trabajaban fuera de casa” (p. 103). La cuestión
se centra en promover la libertad y en que se fomente la estabilidad, porque a veces me
he preguntado si el avance palmario que se ha observado en la posición de la mujer debe
pasar necesariamente por el crecimiento del divorcio y la “familia” monoparental. La
clave es que han cambiado las circunstancias sociales y, por tanto, los poderes públicos
deben contemplarlas para facilitar la libertad. Sí, esa libertad solidaria que entiende
también de responsabilidad social y que es enemiga de ese radical individualismo que
contempla al sujeto como realidad única y aislada, incapaz de asumir compromisos
duraderos.
En este sentido, como señala BLAIR, el planteamiento de “la Tercera Vía es prestar apoyo
donde más se necesite, conjugando derechos y deberes” (p. 104). En concreto:
91
2. La Tercera Vía de Blair
1º “Proporcionar a las familias la ayuda económica necesaria para asegurar que las
necesidades infantiles estén cubiertas” (p. 104). Así, se incluye un aumento de las ayudas
a la infancia.
2º “Ayudar a las familias en la educación de los hijos y en la búsqueda de un equilibrio entre
el trabajo y las necesidades del hogar” (p. 104). Se trata de reconocer el papel del hombre y
la mujer tal como son y fomentar la libertad para tomar decisiones esenciales en la vida de
la persona. “A menudo esto significa, dice el primer ministro inglés, ayudarles a encontrar
tiempo. Buenas guarderías, colaboración con los padres y nuevos incentivos para que los
abuelos participen más en la familia” (Ibídem).
3º “Prestar mejores servicios a los padres” (p. 105).
4º “Fortalecer el marco para el matrimonio y las relaciones estables entre adultos mediante
la modernización de las oficinas de registro, el refuerzo de la responsabilidad del padre y
la provisión de mejores condiciones para el acceso a la paternidad, así como instrumentos
para relacionarse mejor socialmente después de la etapa de la escolarización” (p. 105). En
este punto, BLAIR apuesta con claridad por la promoción de la estabilidad matrimonial,
distanciándose, como hemos señalado, de las tesis de Anthony GIDDENS.
5º “Abordar los problemas más graves de la vida familiar, como son la maternidad en edad
escolar y la violencia doméstica” (p. 105).
En mi opinión, las tesis de BLAIR sobre la familia suponen una esperanzadora apuesta
por la potenciación de esta como marco del desarrollo social. Su visión de la fuerza
multiplicadora de la estabilidad matrimonial, el acento que se pone en la protección de los
hijos y la consideración de los poderes públicos como promotores de ámbitos de libertad
para la conciliación de la vida familiar y laboral y de respecto a las libres decisiones de
las mujeres en relación con la maternidad, nos acercan al denominado espacio de Centro.
Veamos.
En un mundo en continua y constante transformación, todas las instituciones y categorías
buscan contextos abiertos, complementarios, flexibles y equilibrados en los que cada vez
resplandezca con mayor intensidad la persona como elemento central.
Pues bien, si hay una institución básica y fundamental para el desarrollo integral y
equilibrado de la persona, esa es la familia. Por supuesto, es el contexto familiar en el que
se adquieren las más elementales cualidades democráticas y donde se aprenden las más
elementales actitudes sociales.
¿Por qué la familia es de las pocas instituciones que ha resistido, los embates de la historia?
¿Por qué será que sigue siendo la mejor escuela de valores y el entorno en que mejor se
92
2. La Tercera Vía de Blair
aprende a preocuparse por los demás? ¿Por qué será que la familia es el mejor laboratorio
de sensibilidad social? Porque, entre otras cosas, hasta ahora no se conoce mejor entorno
de humanización de la realidad.
En el escenario familiar se trabaja a favor del entendimiento, con mentalidad abierta y
en un marco de profunda sensibilidad social. Sin embargo, el pensamiento único que se
vuelca sobre el individuo como principio y fin de la realidad, la autoconciencia de uno
mismo, sin atisbos de relación hacia el exterior y, sobre todo, el egoísmo imperante
hoy como consecuencia del individualismo que subyace al discurso moral actual, lucha
denodadamente por desnaturalizar la familia hasta ponerla al servicio de una determinada
concepción del hombre, cerrada, unilateral, plana y sin capacidad de generar ambientes de
equilibrio y de creciente humanización de la realidad.
Ciertamente, el tiempo que nos ha tocado en suerte se caracteriza por una excesiva
valoración del individuo desconectado de la realidad. Por eso, me parecen de gran interés,
y actualidad, las aportaciones que nos recuerdan que todo individuo es miembro de diversas
comunidades e instituciones entre las que la familia es de las más importantes, y en las
que se actualiza la libertad personal. En este sentido, Amitai ETZIONI nos advierte de que
para que la exclusiva persecución de intereses privados no erosione el ambiente social, el
individuo debe compartir, y en ocasiones someter sus intereses privados a los intereses de
las comunidades a las que pertenece.
El espejismo de la libertad absoluta no es, desde luego, patrimonio humano. Lo humano,
por esencia, se mueve en entornos fronterizos y se realiza en contextos complementarios y
compatibles. Por eso la familia ocupa un lugar central en la existencia humana, y por eso
interesa a la colectividad que se potencie esa comunidad llamada familia en la medida en que
así se potencia una dimensión integral, abierta y profundamente social de los ciudadanos.
En este sentido, la política laboral debe tener como centro de sus actuaciones las necesidades
familiares, lo cual supone un profundo cambio en la mentalidad de los padres y también
de las organizaciones, ya sean públicas o privadas. Así, por ejemplo, se explica la reciente
ley, de conciliación de la vida laboral y familiar española, en la medida en que refuerza
la seguridad laboral de la embarazada y facilita los periodos de excedencia para atender
a los familiares. Según la norma, por fin será nulo el despido de la mujer embarazada
o con permiso por maternidad o adopción, y se protege el empleo de las mujeres con
riesgos durante el embarazo. Las empresas no tendrán que pagar los seguros sociales de los
empleados interinos que contraten para sustituir a las trabajadoras en baja por maternidad o
por riesgo en el embarazo. También se facilitará la atención a los ancianos y niños enfermos.
En definitiva, se trata de una ley pensada en la realidad actual de la familia que apuesta por
conciliar vida laboral y vida familiar. Es decir, apostar por marcos complementarios en
los que todos los integrantes de la familia, en un contexto de equilibrio, puedan realizarse
como personas que son, sin prejuicios o trabas legales.
93
2. La Tercera Vía de Blair
Potenciar la familia es luchar contra las principales desafíos que amenazan e inquietan a
la sociedad actual, como pueden ser la guerra, las violaciones de los derechos humanos,
o la explotación de los menores. Potenciar la familia es potenciar ambientes de creciente
respeto a los derechos fundamentales y, lo más importante, apoyar escuelas de humanidad,
justo lo que hoy se necesita más.
En la familia se ejercitan, por supuesto, los derechos, faltaría más, pero también se aprende
que existen deberes, obligaciones hacia los demás. El equilibrio derechos-deberes se
acrisola en la familia y proporciona mujeres y hombres que saben lo que es la libertad y lo
que es la responsabilidad. Ni más ni menos.
Trabajo y familia, familia y trabajo hasta: no hace mucho eran dos realidades que
con frecuencia se consideraban incompatibles. Eran otros tiempos, se dice, porque
hoy parece bastante claro que no hay más remedio que considerarlas como tareas
complementarias.
Si esto es cierto, no es menos cierto que, afortunadamente, también hoy se suele señalar
que los hijos no son sólo un bien para sus padres, sino para la sociedad en su conjunto. Por
eso, tanto las empresas como el propio Estado deben colaborar para que el “trabajo” que
supone la atención de los hijos no recaiga única y exclusivamente sobre la familia, y más
en concreto en las madres. Es más, una de las conquistas de la liberación de la mujer pasa
porque “libremente” puedan elegir su papel de madre de forma razonable.
Veamos. En el marco de la familia, el esfuerzo de sacar adelante a los hijos trae consigo
un coste en bienes de consumo, el coste de tiempo utilizado para criarlos, y finalmente un
profundo coste de dedicación personal que, su contexto de trabajo también fuera de casa,
no pocas veces ocasiona un coste de desgaste personal.
El coste que se deriva de concepto como alimentación, educación y otros servicios
como pueden ser las guarderías, o de costear servicio doméstico, no es en absoluto nada
desdeñable. Igualmente, el tiempo que se dedica a la atención de los hijos también ocasiona
un gasto que, obviamente, implica una clara disminución de las rentas asociadas al trabajo
en el mercado. En estos casos, parece que está demostrado que cuando el coste es elevado,
fenómeno normal, tan sólo un 20% de las mujeres están dispuestas a participar en el
mercado del trabajo, mientras que a coste cero, cerca del 90% estarían dispuestas a acceder
a un puesto de trabajo.
En este contexto, no parece que la solución pase únicamente por la reducción de la
jornada o por horarios de trabajo flexibles. Es necesario que tanto las empresas como
el Estado soporten también el gasto que supone la atención a los hijos. Así, no es
descabellado pensar que las empresas participen financiando servicios de ayuda familiar,
como instalación de guarderías en el centro de trabajo, pluses para el pago de guarderías
94
2. La Tercera Vía de Blair
externas, oferta de puestos flexibles, permisos parentales, o la propia reducción de la
jornada. Los hijos, repito, son un bien social que interesa a todos preservar, empezando
por las propias empresas.
¿Y el Estado? El Estado también debe arrimar el hombro, pues los hijos son un bien
social que repercute positivamente, desde muchos aspectos, en el funcionamiento del
propio Estado. Por eso el Estado, poco a poco, debe asumir que debe colaborar en esta
tarea, bien subvencionando directamente los costes, bien subvencionando a las empresas
que presten servicios de ayuda familiar, o bien subvencionando directamente a los padres
y madres.
Es cierto que en todos los países aumenta la sensibilidad en esta materia y que estamos en
un contexto positivo de reducción de impuestos que debe ir creciendo exponencialmente.
Sin embargo, en los casos de familias con escasa renta, la reducción fiscal se antoja
insuficiente. En estos casos debe analizarse con rigor la posibilidad de implantar el llamado
“salario paternal o maternal”, que remunere el trabajo reproductivo y le de un valor social
equiparable a cualquier otro trabajo productivo en el mercado.
La izquierda ha considerado siempre que para asegurar la cohesión social bastaría la acción
ejercida sobre los individuos, esencialmente a través de la escuela, mientras que la vida
interna de la familia pertenecía a la esfera privada. Este principio ha quedado desarbolado
desde que, ante el tema de la seguridad, el gobierno JOSPIN comprendiera, cuando estaba
al frente de Francia, que las instituciones no podrían hacer nada sin la ayuda de las familias,
salvo que se ponga detrás de cada joven a un policía o a un asistente social, la única solución
posible es revitalizar la función familiar de transmisión de valores, única garantía a largo
plazo de la cohesión social.
Es cierto que la izquierda ha tardado tiempo en caer en la cuenta de algo tan central. Más
vale tarde que nunca. Espero que, en este camino de sensatez, se le dé a la solidaridad la
fuerza que tiene y que se empiece ya a decir, por ejemplo, que el aborto no deja de ser
una práctica individualista, una costumbre consumista y la expresión más degradante del
capitalismo salvaje, o si se quiere, un compromiso de los fuertes contra los inocentes.
Como vemos, los partidos socialistas y sus líderes van poco a poco cayendo en la cuenta de
que apoyar a la familia está por encima de cuestiones ideológicas. Primero fue el partido
socialista francés de JOSPIN y ahora es la social-democracia de SCHRÖEDER.
En el fondo, me parece muy positivo que un asunto medular para el progreso social salga
de la contienda política. Es, si no me equivoco, otra manifestación de pensar más, y sobre
todo, en las personas y menos en la politización de todo como instrumento para alcanzar
el poder. Es un síntoma de madurez y de visión de largo recorrido que, paso a paso, se va
instalando también en la moderna izquierda.
95
2. La Tercera Vía de Blair
Apoyar a la familia es apoyar el futuro de una sociedad más equitativa, justa y solidaria.
No se trata sólo de adoptar medidas para reaccionar ante una tasa de natalidad inquietante.
Se trata, sobre todo, de apostar por una institución que ha demostrado ser el motor de la
sociedad.
2.7. Cuestiones penales.
En materia penal, sorprende que la Tercera Vía, por boca de BLAIR, subraye la
responsabilidad personal del delincuente y relativice la idea de que las condiciones sociales
determinan la comisión de los delitos. Es más, BLAIR llega a escribir que hay que ser “duro
con el delito y con sus causas” (p. 106). El nuevo laborismo “está adoptando este enfoque:
medios electrónicos para la identificación de los delincuentes y nuevas leyes inflexibles con
la violencia racial, junto con un programa de doscientos cincuenta millones de libras para
la prevención de la delincuencia, en paralelo con la imposición de nuevas sanciones a la
alteración del orden público” (p. 106).
2.8. Relaciones Estado-Sociedad.
En fin, en esta cuestión de las relaciones entre el Estado y la Sociedad, frente a las posiciones
de la vieja izquierda –intervencionista- y de la derecha clásica –abstencionista-, “la Tercera
Vía reconoce los límites del Estado en la esfera social, pero también la necesidad de que
el Gobierno, dentro de esos límites, forje nuevas formas de participación con el sector del
voluntariado” (p. 106-107). Me parece bien siempre que el Gobierno se limite a facilitar,
promover y se abstenga de dirigir o llevar el timón. Lo importante es que libremente pueda
aflorar la vitalidad social en todas sus formas y denominaciones, y tenga una cancha donde
jugar como le parezca en el marco de los razonables límites de la convivencia social. En este
sentido, me parece que se puede entender la afirmación de BLAIR, relativa a que “hay que
facultar al Gobierno para que fortalezca la sociedad civil en vez de debilitarla, para que ayude
a las familias y colectividades a mejorar su propia actuación” (p. 107). De igual manera, me
parece acertado que se señale que “Estado e individuos deben trabajar conjuntamente y que
la tarea del nuevo laborismo es ampliar el alcance y calidad de tal colaboración” (p. 107).
Por supuesto que sí, pero siempre que esa colaboración sea respetando el ámbito de trabajo
de cada parte, y evitando, lo cual es muy difícil y exige una pulcra manera de entender el
equilibrio y la moderación, las interferencias y las tentaciones de dirigismo.
BLAIR reconoce, como no podía ser menos, la funcionalidad de un Estado de bienestar
que “ha librado a mucha gente de la pobreza y ha ofrecido nuevas oportunidades a muchos
millones de personas (...). Pero las formas en que ayudamos a la gente tienen que cambiar
(...). Es fundamental que (...) pongamos mayor énfasis en la colaboración entre el sector
público y el privado (...) que reconozcamos las aplicaciones del cambio en el mercado de
trabajo (...)” (p- 107-108). Hemos visto, páginas atrás, cómo la Tercera Vía, de la mano
de GIDDENS, supone una transformación sustancial del entendimiento del Estado de
96
2. La Tercera Vía de Blair
bienestar que, sin embargo, no alcanza, ni mucho menos, la versión más abierta y dinámica
del espacio de Centro.
Antes de analizar el papel del Gobierno en la Tercera Vía, BLAIR afirma que enfatizar la
importancia de la familia “no es pretender recrear una versión nostálgica de la familia de los
cincuenta (...). La política del nosotros, en vez de la política del yo, exige responsabilidad
ética además de derechos. Esta es la base de la solidaridad de la que depende cualquier
sociedad que se precie” (p. 109).
2.9. La participación.
Pasando ya al capítulo dedicado al Gobierno, llamaría la atención sobre su rúbrica: un
gobierno activo, participación y descentralización. En efecto, la participación y la
descentralización son dos características básicas de la nueva forma de gobernar en la era
del ocaso de las ideologías cerradas y del renacimiento de la persona como centro de la
acción política en un sentido más radical.
En este sentido, BLAIR, con gran sentido común, rechaza algo tan británico como la
versión autocrática de la política, y reconoce la necesidad de “acabar con el extraordinario
anacronismo de una aristocracia hereditaria con derecho de voto en el parlamento” (p. 113).
Cuestión que BLAIR se propone, junto a los asuntos de mayor calado político, someter a la
voluntad del electorado mediante referéndum.
La apuesta de BLAIR por la participación es meridiana. “Es necesario fortalecer el impulso
democrático para encontrar nuevas formas de participación de los ciudadanos en las
decisiones que les afecten” (p. 114). Para ello, me parece que, desde la generalidad de
las reflexiones del principal protagonista de la Tercera Vía, será conveniente reflexionar
sobre el espacio del Centro y la participación, puesto que, también en este tema, me parece
de mayor endura y autenticidad la meditación de esta cuestión desde las coordenadas del
Centro político.
El espacio de Centro significa, según me parece, colocar como médula de nuestra reflexión
la preocupación de la gente, es decir, sus aspiraciones, sus expectativas, sus problemas, sus
dificultades, sus ilusiones. Por eso, el espacio de Centro no puede depender de una ideología
en la conformación de su proyecto y de su programa, ya que este espacio se delimita hoy,
en primer lugar, por una renuncia expresa a todo dogmatismo político. La ideología -en el
sentido en que aquí hablamos de ella-, en cambio, aporta ante todo una visión completa
y cerrada de la realidad social y de la historia, así como las claves programáticas para la
resolución del problema social, que tienen tanto de dogmáticas cuanto de ideológicas.
En este sentido, la política de Centro tampoco puede atender tan sólo los intereses de un
sector, de un grupo, de un segmento social, económico o institucional, ya que una condición
97
2. La Tercera Vía de Blair
de la política del espacio de Centro es el equilibrio, entendiendo por tal, moderación y
atención a los intereses de todos. Hacer política para el interés de algunos, aunque se trate
de grupos mayoritarios, significa prescindir de otros, y consecuentemente practicar un
exclusivismo que es ajeno a una política auténticamente centrista.
Por eso, la determinación de los objetivos de una política centrista no puede hacerse realmente
si no es desde la participación ciudadana. La participación ciudadana se configura como
un objetivo político de primer orden, ya que constituye la esencia misma de la democracia.
Una actuación política que no persiga, que no procure un grado más alto de participación
ciudadana, no contribuye al enriquecimiento de la vida democrática, y se hace, por lo tanto,
en detrimento de los mismos ciudadanos a los que se pretende servir. Pero la participación
no se formula solamente como objetivo político, sino que una política centrista exige la
práctica de la participación como método político.
Hablar de la participación como método político es hablar de la apertura de la organización
política que la quiere practicar, hacia la sociedad. Una organización política cerrada, vuelta
sobre sí misma, no puede pretender captar, representar o servir los intereses propios de la
gente, de los vecinos. La primera condición de esa apertura es una actitud, una disposición,
alejada de la suficiencia y de la prepotencia, propias tanto de las formulaciones ideológicas
como de las tecnocráticas. Pero las actitudes y las disposiciones necesitan instrumentarse,
traducirse en procesos y en instrumentos que las hagan reales. Y la primera instrumentación
que exige una disposición abierta es la comunicativa, la comunicación.
Si ser de Centro, o estar en el Centro significa centrarse en la gente, el giro al Centro
debe traducirse, en primer lugar, en estar receptivos, tener la sensibilidad suficiente para
captar las preocupaciones e intereses de la sociedad en sus diversos sectores y grupos,
en los individuos y colectividades que la integran. Pero no se trata simplemente de
apreciaciones globales, de percepciones intuitivas, ni siquiera simplemente de estudios
o conclusiones sociométricas. Todos esos elementos y otros posibles son recomendables
y hasta precisos, pero la conexión real con los ciudadanos, con los vecinos, con la
gente, exige diálogo real. Y diálogo real significa interlocutores reales, concretos, que
son los que encarnan las preocupaciones y las ilusiones concretas, las reales, las que
pretendemos servir.
La participación, en efecto, supone el reconocimiento de la dimensión social del
individuo, la constatación de que sus intereses, sus aspiraciones, sus preocupaciones
trascienden el ámbito individual o familiar y se extienden a toda la sociedad en su
conjunto. Sólo un ser absolutamente deshumanizado sería capaz de buscar con absoluta
exclusividad el interés individual. La universalidad de sentimientos tan básicos como la
compasión, la rebelión ante la injusticia, o el carácter comunicativo de la alegría, por
ejemplo, demuestran esta disposición del ser humano, derivada de su propia condición
y constitución social. Afirmar, por tanto, la participación como objetivo político, tiene la
98
2. La Tercera Vía de Blair
implicación de afirmar que el hombre, cada individuo, debe ser dueño de sí mismo, y no ver
reducido el campo de su soberanía personal al ámbito de su intimidad. Una vida humana
más rica, de mayor plenitud, exige de modo irrenunciable una participación real en todas
las dimensiones de la vida social, también en la política.
Sin embargo, hay que resaltar que la vida humana, la de cada hombre, no se diluye en el
todo social. Si resulta monstruoso un individuo movido por la absoluta exclusividad de sus
intereses particulares, lo que resulta inimaginable e inconcebible es un individuo capaz
de vivir exclusivamente en la esfera de lo colectivo, sin referencia alguna a su identidad
personal, es decir, alienado, ajeno enteramente a su realidad individual.
Por este motivo, la participación como un absoluto, tal como se pretende desde algunas
concepciones organicistas de la sociedad, no es posible. De ahí que me resulte preferible
hablar de libre participación. Porque la referencia a la libertad, además de centrarnos de
nuevo en la condición personal del individuo, nos remite a una condición irrenunciable de
su participación, su carácter libre, pues sin libertad no hay participación. La participación
no es un suceso, ni un proceso mecánico, ni una fórmula para la organización de la vida
social. La participación, aunque sea también todo eso, es más: significa la integración del
individuo en la vida social, la dimensión activa de su presencia en la sociedad, la posibilidad
de desarrollo de las dimensiones sociales del individuo, el protagonismo singularizado de
todos los hombres y mujeres.
Aunque los factores socioeconómicos, por ejemplo, sean importantísimos para la
cohesión social, esta no se consigue sólo con ellos, como puedan pensar los tecnócratas
y algunos socialistas. Aunque los procedimientos electorales y consultivos sean llave
para la vida democrática, ésta no tiene plenitud por el sólo hecho de aplicarlos,
como pueden pensar algunos liberales. La clave de la cohesión social, la clave de
la vida democrática, está en la participación de todos los ciudadanos en los asuntos
públicos.
En este sentido, la participación no puede regularse con decretos ni con reglamentos.
Sólo hay real participación -insisto- si hay participación libre. De la misma manera que
la solidaridad no puede ser obligada. Esta relación de semejanza entre participación y
solidaridad no es casual, por cuanto un modo efectivo de solidaridad, tal vez uno de los
más efectivos, aunque no sea el más espectacular, sea la participación, entendida como la
preocupación eficaz por los asuntos públicos, en cuanto son de todos y van más allá de
nuestros exclusivos intereses individuales.
Ahora bien, al calificar la participación como libre, quiero referirme no sólo a que es optativa
sino también a que, en los infinitos aspectos y modos que la participación es posible, es
cada vecino quien libremente regula la intensidad, la duración, el campo y la extensión de
su participación. En este sentido, la participación -al igual que la solidaridad- es resultado
99
2. La Tercera Vía de Blair
de una opción, de un compromiso, que tiene una clara dimensión ética, ya que supone
la asunción del supuesto de que el bien de todos los demás es parte sustantiva del bien
propio. Pero aquí nos encontramos en el terreno de los principios, en el que nadie puede ser
impelido ni obligado.
La doble consideración de la participación, como objetivo y como método, podemos, pues,
considerarla otro rasgo que define este nuevo espacio que se abre en el terreno político
de las democracias europeas. Constituye también otro paso -o es una consecuencia- en
el proceso de desideologización de la vida política que parece vivirse en este momento.
Además, me parece que es el inicio de una respuesta a la sentida necesidad de profundizar
y reavivar la vida democrática. No obstante una cuestión sigue en pie, la de la articulación
concreta, objetiva, real, de esa participación, tanto en el método como en el objetivo. La
respuesta sólo puede darse desde un programa y desde la acción política.
No sólo se define el perfil político de una formación, de un grupo o de un líder por la
consecución de sus objetivos, no es suficiente con eso. Sería suficiente tal vez en los perfiles
políticos de carácter tecnocrático, del signo que sean. Pero en realidad, ni siquiera en ese
caso, porque las políticas se definen como tecnocráticas cuando consideran reducibles a
procedimientos técnicos la conducción de la vida política.
Además de la relación de objetivos, para poder definir un perfil político es necesaria la
referencia al método. Por método podemos entender el modo de realizar la tarea política.
Si se considera que uno de los objetivos esenciales de las posiciones políticas de Centro es
la participación, debemos llamar ahora la atención sobre el hecho de que la participación
se constituye también como método para la realización de esas políticas. Es más, desde los
presupuestos que definen el espacio de Centro, no podría ser de otra manera.
Suponer que la participación es un objetivo que sólo se puede alcanzar al final de un proceso
de transformación política, sería caer en uno de los errores fundamentales del dogmatismo
político implícito en las ideologías cerradas. El socialismo, con la colectivización de los
medios de producción; el fascismo, con la nacionalización de la vida social, económica,
cultural y política; el liberalismo doctrinario -aunque aquí serían necesarias ciertas
matizaciones-, con la libertad absoluta de mercado, pretenden alcanzar una libertad
auténtica que despeje los sucedáneos presentes de la libertad, que no son sino espejismos,
engañiflas o cadenas que nos sujetan.
Desde el Centro la percepción es bien distinta. La libertad y la participación que se
presentan como objetivos no son de naturaleza diferente a la libertad y participación de
cada ciudadano. Si la libertad y la participación de que gozamos hoy en las sociedades
democráticas occidentales no fueran reales y auténticas, poco importaría prescindir de
ellas -como desde ciertas posiciones ideológicas se puede afirmar-, pero no es así. La
raíz de la libertad está en los hombres y mujeres concretos, singulares, no en la vida
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2. La Tercera Vía de Blair
y en el ser nacional, ni en la liberación de una clase social a la que se reduce toda la
sociedad.
Por eso precisamente, porque no es necesario liberar una clase ni una nación para que
haya en algún grado libertad auténtica, es por lo que se puede afirmar la autenticidad de la
libertad -mejorable, pero auténtica- que en distinta forma y medida todos hemos alcanzado.
Proponer la participación como objetivo político no significa otra cosa, pues, que desde
el estadio presente de libertad y de participación, caminar hacia cotas y formas de mayor
alcance y profundidad que las actuales, pero contando con lo que tenemos y sin ponerlo
frívolamente en juego.
Pretender recorrer este camino sin contar con las personas para quienes se reivindica
el protagonismo participativo, sería contradictorio; se incurriría en una incoherencia
inaceptable. Y el rigor y la coherencia son valores políticos de primer orden, cuya pérdida
traería consigo la pérdida también de los valores de equilibrio y moderación que nos sitúan
en el Centro. Se trata, pues, de poner en juego todas las potenciales formas de participación
que en este momento enriquecen los tejidos de nuestra sociedad, como condición
metodológica para alcanzar no sólo grados de participación más altos, sino también nuevos
modos de participación.
La participación, junto con la libertad, son objetivos políticos de primer orden, en la
perspectiva del Centro político. Incluso, por su carácter básico, y por lo que supone de
horizonte tendencial nunca plenamente alcanzado, podríamos hablar de la participación
como finalidad política.
La participación política del ciudadano debe ser entendida como finalidad y también como
método. La crisis a la que hoy asisten las democracias, o más genéricamente las sociedades
occidentales, en las que se habla a veces de una insatisfacción, incluso profunda, ante el
distanciamiento que se produce entre lo que se llama vida oficial y vida real, manifestada
en síntomas variados, exige una regeneración permanente de la vida democrática. Pero la
vida democrática significa, ante todo, la acción y el protagonismo de los ciudadanos, la
participación.
Sin embargo, frente a lo que algunos entienden, que consideran la participación únicamente
como la participación directa y efectiva en los mecanismos políticos de decisión, la
participación debe ser entendida de un modo más general, como protagonismo civil de los
ciudadanos, como participación cívica.
En este terreno, dos errores de bulto debe evitar el político que pretenda situarse en el
Centro; el de invadir con su acción los márgenes dilatados de la vida civil, de la sociedad,
sometiendo las multiformes manifestaciones de la libre iniciativa de los ciudadanos a sus
dictados; y otro, tan nefasto como el anterior, el de pretender que todos los ciudadanos
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2. La Tercera Vía de Blair
entren en el juego de la política del mismo modo que él lo hace, ahormando entonces la
constitución social mediante la imposición de un estilo de participación que no es para
todos, que no todos están dispuestos a asumir.
No puede verse en esta última afirmación un aplauso para quien decide inhibirse de su
responsabilidad política de ciudadano en la cosa pública. Insisto en que de lo que se trata es
de respetar la multitud de fórmulas en que los ciudadanos deciden integrarse, participar en
los asuntos públicos, cuyas dimensiones no se reducen, ni muchísimo menos, a los márgenes
–que siempre serán estrechos- de lo que llamamos habitualmente vida política. Hablamos,
pues, fundamentalmente de participación cívica, en cualquiera de sus manifestaciones: en
la vida asociativa, en el entorno vecinal, en el laboral y empresarial, etc. Y ahí se incluye,
en el grado que cada ciudadano considere oportuno, su participación política.
Pero hablar de participación es hablar también de cooperación. La participación es
siempre “participación con”. De ahí que el protagonismo de cada individuo es en realidad
coprotagonismo, que se traduce necesariamente en la conjugación de dos conceptos claves
para la articulación de una política centrada en la persona: autonomía e integración, las dos
patas sobre las que se aplica el principio de subsidiariedad. En ningún ámbito de la vida
política debe ser absorbido por instancias superiores lo que las inferiores puedan realizar
con eficacia y justicia.
Estos dos conceptos, por otra parte, están en correspondencia con la doble dimensión de la
persona, la individual y la social, la de su intimidad y la de su exterioridad. Insistimos en que
se trata de la doble dimensión de un mismo individuo, no de dos realidades diferenciadas
y distantes, que puedan tener una atención diversa. Más bien, la una nunca actúa ni se
entiende adecuadamente sin la otra.
Si la libertad –en el plano moral- es en última instancia una consecución, un logro personal;
si la participación, el protagonismo en la vida pública –sea por el procedimiento y en el
ámbito que sea- sólo puede ser consecuencia de una opción personalmente realizada; la
solidaridad es constitutivamente una acción libre, sólo puede comprenderse como un acto
de libre participación.
La diversificación de intereses, impulsados por un clima de participación y compromiso
cada vez mayores con los asuntos públicos, sobre todo -aunque no exclusivamente-, por
parte de los jóvenes, ha culminado en el establecimiento de un denso tejido asociativo,
con intereses, sensibilidades e incluso planteamientos políticos diversos. En ese tejido
deben buscarse -sin exclusiones preestablecidas- a los interlocutores: asociaciones y
colegios profesionales, asociaciones de padres de alumnos, asociaciones de amas de
casa, de mujeres, grupos juveniles; entidades deportivas y culturales, organizaciones
no gubernamentales, grupos, entidades y asociaciones de la tercera edad, asociaciones
parroquiales, grupos y asociaciones ecologistas, sectores industriales y empresariales,
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2. La Tercera Vía de Blair
consumidores, asociaciones y movimientos vecinales, entidades educativas, órganos de la
administración particularmente dirigidos a la atención al público; comisiones de fiestas,
medios de comunicación, sociedades gastronómicas, instituciones de recreo y tiempo libre,
sociedades de caza y pesca; etc., etc., etc. La capacidad para establecer un diálogo con el más
amplio número de representantes sociales será un indicativo de su apertura real a la sociedad.
En ese diálogo no debe olvidarse el objetivo principal que se persigue. No se trata de
convencer, ni de transmitir, ni de comunicar algo, sino ante todo y sobre todo, en primer
lugar, de escuchar. Y debe recordarse que, en diálogo, escuchar no comporta una disposición
pasiva, sino al contrario, es una disposición activa, indagatoria, que busca el alcance de las
palabras del interlocutor, comprender su manera de percibir la realidad, la conformación de
sus preocupaciones y la proyección de sus ilusiones y objetivos. Por eso el punto de partida
es la correcta disposición de apertura. Sin ella el diálogo será aparente, sólo oiremos lo
que queremos oír e interpretaremos de modo sesgado lo que se nos dice. La pretensión de
centrarse en los intereses de la gente será ilusoria.
Ese diálogo debe caracterizarse además por su flexibilidad. Es decir, no se trata de un
intercambio rígido y formalista; no es una encuesta, está abierto, y han de ponerse en juego
los factores personales y ambientales necesarios para hacerlo más confiado y fructífero.
En ese mismo sentido ha de tenerse en cuenta el talante personal del interlocutor y contar
también con el propio, para que la condición de los interlocutores no sea un elemento de
distorsión en la comunicación. El diálogo debe conducirse sin limitación en los temas.
También interesa conocer, cuando sea el caso, el descontento que producimos, a quien y por
qué. Y en medio de la multitud de propuestas de solución que se darán, habrá que resaltar
que interesa considerarlas todas, pero de modo muy especial las que tengan como rasgo el
equilibrio propio del Centro, es decir, las que toman en consideración a todos los sectores
afectados por el problema que se trate o la meta que se persiga, y no sólo al propio.
La época en que un gobierno grande significaba un gobierno mejor, pasó a la historia,
como señala Tony BLAIR. “La influencia, no el tamaño, es lo que cuenta. Lo que hace el
Gobierno y cómo lo hace, no cuanto hace, es la clave de su papel en una sociedad moderna”
(p- 114). Ahora bien, esa influencia debe cifrarse en la generación de las condiciones que
haga posible el libre desarrollo en sociedad de todas las mujeres y de todos los hombres.
Dejando al margen los presupuestos ideológicos que siempre han rodeado a la cuestión del
sistema tributario, para la Tercera Vía, y esto es relevante, “los impuestos deben controlarse y
el gasto público es dinero para resultados y reformas” (p. 115); porque, como también acierta
BLAIR, es capital la modernización de los servicios públicos y la necesidad de continuar con
las inversiones sustanciales necesarias para asegurar un buen funcionamiento (p. 115).
La excesiva centralización y la obsesión por el control, tan característica de esa vieja forma
de gobernar “que ahogaba la innovación y la responsabilidad” (p. 116), “debe dejar paso a
103
2. La Tercera Vía de Blair
una nueva forma de gobernar que fomente la colaboración entre lo público y lo privado, que
promueva inversiones ligadas a objetivos y resultados, que establezca estándares de calidad
y que, finalmente, facilite la libertad para gestionar e innovar” (p. 116).
2.10. Educación y sanidad.
Quizás los servicios públicos más sensibles para la Tercera Vía sean la educación y la
sanidad. Por ello, la Tercera Vía plantea reformas y estándares más elevadas “con el objetivo
de garantizar excelentes prestaciones en la próxima generación, basadas en la colaboración
y en los resultados” (p. 117). Así, la Tercera Vía se compromete a (pp. 117-119):
1º Elevar los niveles educativos mediante una inversión ligada a objetivos prioritarios,
mejor formación y apoyo a los profesores, nuevos recursos y planteamientos para atajar
la marginación social, y una rigurosa inspección de los centros docentes y las autoridades
locales.
2º Mejora del sistema nacional de salud, reducir las listas de espera, crear un marco de
actuación que garantice un riguroso control de costes, la calidad de los servicios y una
mejora de la salud en general.
3º Terminar con los vales o bonos de asistencia sanitaria para recibir prestaciones y con el
ruinoso mercado burocrático reinante en la sanidad.
4º Mejora de la asignación de recursos del sistema nacional de salud elevando la parte
proporcional dedicada a la atención al paciente.
5º Establecimiento de nuevas formas de colaboración, como escuelas especializadas, o
grupos de atención primaria, para integrar y mejorar los servicios para todos los pacientes.
6º Promoción de incentivos para la mayoría a través de experiencias piloto: en escuelas y
hospitales, en nuevas prácticas de medicina general, en la introducción de nuevas categorías
profesionales.
El tiempo, que es el mejor juez, nos dirá hasta qué punto estas propuestas son reales o se
quedan en el cajón de las reformas fallidas. En cualquier caso, para afrontar una dimensión
reformista, resulta necesaria “mayor transparencia en lo relativo a objetivos y problemas, y
mayor prontitud y disponibilidad para los cambios que aquéllos exigen” (p. 119).
2.11. Reforma del Estado de bienestar.
Para terminar este epígrafe, algunas reflexiones sobre el sentido que tiene la reforma del
Estado de bienestar, desde eso que he denominado el espacio de Centro.
104
2. La Tercera Vía de Blair
Una de las polémicas políticas más interesantes a las que podemos asistir en estos
momentos es la de la función del Estado, y más concretamente, la de la supuesta crisis del
llamado Estado del bienestar. O lo que es lo mismo, la crisis de las “socialdemocracias”
como consecuencia del ocaso de sus postulados más rutilantes, tal y como ha sido
paladinamente confesado nada menos que por los jefes de gobierno BLAIR y
SCHRÖEDER recientemente.
¿Porqué ha entrado en crisis esta forma de entender las relaciones Estado-Sociedad? Me
parece que, entre otras razones, porque el Estado, que está al servicio del interés general y
del bienestar general, se olvidó, y no pocas veces, de los problemas reales de la gente.
Por eso, la reforma del Estado actual hace necesario colocar en el centro de la actividad
pública la preocupación por las personas, por sus derechos, sus aspiraciones, sus expectativas,
sus problemas, sus dificultades o sus ilusiones. El modelo de Estado “socialdemócrata”
acabó por ser un fin en sí mismo, como el gasto público y la burocracia. Hoy más que nunca
hay que recordar que el Estado es de la gente, la burocracia es de la gente y que los intereses
generales deben definirse con la activa participación de la gente.
La reforma del Estado del bienestar no puede depender de una ideología en la configuración
de su proyecto, porque el espacio de Centro se delimita hoy por una renuncia expresa a
todo dogmatismo político y por la apuesta hacia ese flexible dinamismo que acompaña a la
realidad y, por ello, a los problemas de las personas. Hoy, me parece, la ideología cerrada
aporta, sobre todo y ante todo, una configuración completa y cerrada de la realidad social y
de la historia de carácter dogmática que no puede, es imposible, acercarse a un mundo que
se define por su dinamismo, pluralismo y versatilidad.
Las prestaciones sociales, las atenciones sanitarias, las políticas educativas son bienes de
carácter básico que un gobierno debe poner entre sus prioridades políticas, de manera que
la garantía de esos bienes se convierta en condición para que una sociedad libere energías
que permitan su desarrollo y la conquista de nuevos espacios de libertad y de participación
ciudadana.
Este conjunto de prestaciones del Estado, que constituye el entramado básico de lo
que se denomina Estado de bienestar, no puede tomarse como un fin en sí mismo.
Esta concepción se traduciría en una reducción del Estado al papel de suministrador
de servicios, con lo que el ámbito público se convertiría en una rémora del desarrollo
social, político, económico y cultural. Además, una concepción de este tipo se traduciría
no en el equilibrio social necesario para la creación de una atmósfera adecuada para los
desarrollos libres de los ciudadanos y de las asociaciones, sino que podría llevar a una
concepción estática que privará al cuerpo social del dinamismo necesario para liberarse
de la esclerosis y conservadurismo que acompaña a la mentalidad de los derechos
adquiridos.
105
2. La Tercera Vía de Blair
Las prestaciones, los derechos, tienen un carácter dinámico que no puede quedar a merced
de mayorías clientelares, anquilosadas, sin proyecto vital, que puede llegar a convertirse en
un cáncer de la vida social. Las prestaciones del Estado tienen su sentido en su finalidad.
Sírvanos como ejemplo la acción del Estado en relación con los colectivos mas desfavorecidos,
en los que -por motivos diferentes- contamos a los marginados, los parados, los pobres y
los mayores. Las prestaciones del Estado nunca pueden tener la consideración de dádivas
mecánicas, más bien el Estado debe proporcionar con sus prestaciones el desarrollo, la
manifestación, el afloramiento de las energías y capacidades que se ven escondidas en
esos amplios sectores sociales y que tendrá la manifestación adecuada en la aparición de la
iniciativa individual y asociativa.
Un planteamiento de este tipo permitiría afirmar claramente la plena compatibilidad entre la
esfera de los intereses de la empresa y de la justicia social, ya que las tareas de redistribución
de la riqueza deben tener un carácter dinamizador de los sectores menos favorecidos, no
conformador de ellos. Además, permitirá igualmente conciliar la necesidad de mantener
los actuales niveles de bienestar y la necesidad de realizar ajustes en la priorización de las
prestaciones, que se traduce en una mayor efectividad del esfuerzo redistributivo.
El espacio de Centro se configura también como un punto de encuentro entre la actuación
política y las aspiraciones, el sentir social, el de la gente. Bien entendido que ese encuentro
no puede ser resultado de una pura adaptabilidad camaleónica a las demandas sociales.
Conducir las actuaciones políticas por las meras aspiraciones de los diversos sectores
sociales es caer directamente en otro tipo de pragmatismo y de tecnocracia: es sustituir a
los gestores económicos por los prospectores sociales.
La prospección social, como conjunto de técnicas para conocer más adecuadamente los
perfiles de la sociedad en sus diversos segmentos, es un factor más de apertura a la realidad.
La correcta gestión económica es un elemento preciso de ese entramado complejo que
denominamos eficiencia, pero ni una ni otra sustituyen al discurso político. La deliberación
sobre los grandes principios, su explicitación en un proyecto político, su traducción en un
programa de gobierno da sustancia política a las actuaciones concretas, que cobran sentido
en el conjunto del programa y con el impulso del proyecto.
Las políticas centristas se hacen, pues, siempre a favor de la gente, de su autonomía -libertad
y cooperación-, dándole cancha a quienes la ejercen e incitando o propiciando su ejercicio
-libre- por parte de quienes tienen mayores dificultades para hacerlo. Acción social y libre
iniciativa son realidades que el pensamiento compatible capta como integradoras de una
realidad única, no como realidades contrapuestas.
Las políticas centristas,insisto, no se hacen pensando en una mayoría social, en un segmento
social que garantice las mayorías necesarias en la política democrática, sino que las políticas
106
2. La Tercera Vía de Blair
centristas se dirigen al conjunto de la sociedad, y cuando están verdaderamente centradas
son capaces de concitar a la mayoría social, aquella mayoría natural de individuos que
sitúan la libertad, la tolerancia y la solidaridad entre sus valores preferentes.
Conforme han ido avanzando los años, se ha ido perfilando con mayor claridad y se ha ido
haciendo cada vez más explícita una idea que ha estado siempre presente de un modo u otro
en el pensamiento democrático. El fundamento del Estado democrático hay que situarlo en
la dignidad de la persona.
La persona se constituye en centro de la acción política. No la persona genérica o una
universal naturaleza humana, sino la persona, cada individuo, revestido de sus peculiaridades
irreductibles, de sus coordenadas vitales, existenciales, que lo convierten en algo irrepetible
e intransferible, en persona.
Cada persona es sujeto de una dignidad inalienable que se traduce en derechos también
inalienables, los derechos humanos, que han ocupado, cada vez con mayor intensidad y
extensión, la atención de los políticos democráticos de cualquier signo en todo el mundo.
En este contexto es donde se alumbran las nuevas políticas, que pretenden significar que es
en la persona singular en donde se pone el foco de la atención pública, que son cada mujer
y cada hombre el centro de la acción política.
Este cambio en el sentido de la vida política, esta profundización en su significado, se ha
producido a la par que una reflexión sobre el sentido y las bases del Estado democrático.
Esta reflexión ha venido obligada no sólo por los profundos cambios a los que venimos
asistiendo en nuestro tiempo. Cambios de orden geoestratégico que han modificado parece
que definitivamente el marco ideológico en que se venía desenvolviendo el orden político
vigente para poblaciones muy numerosas. Cambios tecnológicos que han producido una
variación sin precedentes en las posibilidades y vías de comunicación humana, y que
han abierto expectativas increíbles hace muy poco tiempo. Cambios en la percepción
de la realidad, en la conciencia de amplísimas capas de la población que permiten a
algunos augurar, sin riesgo excesivo, que nos encontramos en las puerta de un cambio de
civilización. Es una reflexión obligada también por la insatisfacción que se aprecia en los
países desarrollados de occidente ante los modos de vida, las expectativas existenciales, las
vivencias personales de libertad y participación. Y es una reflexión que nos conduce
derechamente a replantearnos el sentido de la vida y del sistema democrático, desde sus
mismos orígenes en la modernidad, no para superarlo, sino para recuperarlo en su ser más
genuino y despojarlo de las adherencias negativas con que determinados aspectos de las
ideologías modernas lo han contaminado, contaminaciones que han estado en el origen de
las lamentables experiencias totalitarias de este siglo, particularmente en Europa.
Recuperar el pulso del Estado democrático y fortalecerlo, significa entre otras cosas,
recuperar para el Estado los principios de su funcionalidad básica que se expresa
107
2. La Tercera Vía de Blair
adecuadamente -aunque no sólo- en aquellos derechos primarios sobre los que se asienta
nuestra posibilidad de ser como hombres. Entre ellos el derecho a la vida, a la seguridad
de nuestra existencia, el derecho a la salud.
Es bien sabido que el protagonismo del Estado o del mercado ha sido el gran tema del debate
económico del siglo XX. Ya desde muy pronto, como nos recuerda el profesor VELARDE
FUERTES, encontramos el célebre trabajo de Enrico BARONE publicado en el Giornale
Degli Economisti (1908): “El ministro de la producción en un Estado colectivista”, a partir
del cual comienza un amplio despliegue de estudios de los teóricos de la economía sobre la
racionalidad económica de una organización socialista como los de WIESSER, PARETO
y sus discípulos. La crisis económica que sigue a la Primera Guerra Mundial pone en tela
de juicio el pensamiento capitalista y alimenta formas intervencionistas que el economista
MANDILESCO se encargaría de configurar económicamente. De igual manera, tanto el
New Deal de ROOSEVELT como la encíclica “Quadragesimo anno” se muestran críticas
hacia el capitalismo.
Los planteamientos intervencionistas de KEYNES o BEVERIDGE trajeron consigo,
tras la Segunda Guerra Mundial, un acercamiento a la planificación del desarrollo o
a una política fiscal redistributiva. En verdad, la época de la prosperidad de 1945 a
1973 mucho ha tenido que ver con una política de intervención del Estado en la vida
económica. Quizá porque entonces la maltrecha situación económica que generó la
conflagración no permitía, porque no se daban las condiciones, otra política económica
distinta.
Al amparo de esta construcción teórica aparece el Estado Providencia (Welfare State),
que asume inmediatamente la satisfacción de todas las necesidades y situaciones de los
individuos “desde la cuna hasta la tumba”. Es un modelo de Estado de intervención directa,
asfixiante, que exige elevados impuestos y, lo que es más grave, que va minando poco a
poco lo más importante, la responsabilidad de los individuos. El Estado de bienestar que ha
tenido plena vigencia en la Europa de “entreguerras” es, como es bien sabido, un concepto
político que en realidad fue una respuesta a la crisis de 1929 y a las manifestaciones más
agudas de la recesión.
Ciertamente, los logros del Estado del bienestar están en la mente de todos: consolidación
del sistema de pensiones, universalización de la asistencia sanitaria, implantación del
seguro de desempleo, desarrollo de las infraestructuras públicas. Afortunadamente, todas
estas cuestiones se han convertido en punto de partida de los presupuestos de cualquier
gobierno que aspire de verdad a mejorar el bienestar de la gente.
Sin embargo, se dirigen varias críticas al Estado del bienestar, referidas a su estancamiento
en la consecución del crecimiento económico y su fracaso en el mantenimiento de la
cohesión social.
108
2. La Tercera Vía de Blair
Por otra parte, el Estado Providencia, en su versión clásica, ha fracasado en su misión
principal de redistribuir la riqueza de forma equitativa, hasta el punto de que tras tres décadas
de actividades redistributivas no sólo no han disminuido las desigualdades, sino que, por
paradójico que parezca, han aumentado la distancia entre ricos y pobres. Estas desigualdades
han generado grupos de población excluidos y marginados de la sociedad y no sólo debido
a circunstancias económicas, sino también a causa de su raza, su nacionalidad, su religión o
por cualquier rasgo distintivo escogido como pretexto para la discriminación, la xenofobia
y, a menudo, la violencia. Evidentemente, como apunta acertadamente DAHRENDORF,
esta divergencia sistemática de perspectivas de vida para amplios estratos de la población
es incompatible con una sociedad civil fuerte y activa.
Además, resulta lógico afirmar que la desintegración social lleva aparejado un cierto
grado de desorden, ya que los colectivos excluidos carecen de sentido de pertenencia a la
comunidad, de compromiso social y, por tanto, de razones para respetar la ley o los valores
que la han inspirado. Por todo ello puede afirmarse, sin ninguna duda, que el Estado del
bienestar, en su versión clásica, está en crisis. No sólo desde el punto de vista económico,
sino también, y ello es más importante, como modelo de Estado.
Las bases teóricas del Estado del bienestar fueron ya criticadas por una serie de autores
encuadrados en el llamado Círculo de Friburgo, entre los que destacan Walter EUCKEN,
Ludwig ERHARD o Friedrich VON HAYEK. Realmente la importancia del pensamiento
de estos economistas, representantes de la economía social de mercado, es muy grande, y
su actualidad, innegable.
La economía social de mercado no presupone una mayor intervención del Estado en la vida
económica y social; ni tampoco exige que los poderes públicos se abstengan de intervenir
en la sociedad o en la economía. Lo que resulta evidente es que el papel del Estado debe
cambiar para perseguir la cuadratura del círculo, esto es, conciliar (si ello es posible) las
que, a juicio de DAHRENDORF, eran las tres aspiraciones básicas de los ciudadanos:
la prosperidad económica mediante el aumento de la riqueza, vivir en sociedades civiles
capaces de mantenerse unidas y constituir la base sólida de una vida activa y civilizada,
y contar con unas instituciones democráticas que garanticen la vigencia del Estado de
Derecho y la libertad política de las personas.
No es fácil compatibilizar estas metas, y con frecuencia la prosperidad económica se
consigue a costa de sacrificar la libertad política o la cohesión social. Recientemente,
GIDDENS ha creído encontrar la forma de lograrlo a través de la denominada Tercera
Vía, que trata de superar los planteamientos neoliberales y socialistas. El Estado no debe
retroceder ni puede expandirse ilimitadamente; simplemente debe reformarse.
Según EUCKEN y la doctrina de la economía social de mercado, el Estado debe limitarse
a fijar las condiciones en que se desenvuelve un orden económico capaz de funcionamiento
109
2. La Tercera Vía de Blair
y digno de los hombres, pero no ha de dirigir el proceso económico. En resumen: el Estado
debe actuar para crear el orden de la competencia, pero no ha de actuar entorpeciendo
el proceso económico de la competencia. En cualquier caso, debe quedar claro que esta
transformación del modelo de Estado no afecta a los objetivos sociales planteados por el
Estado del bienestar, que incluso podrían ampliarse como consecuencia de una revisión del
propio concepto de bienestar. Desde el informe BEVERIDGE (1942) hasta la actualidad,
se adoptó un enfoque meramente negativo del bienestar, que consistía en luchar contra la
indigencia, la enfermedad, la ignorancia, la miseria y la indolencia. Se trataba de una visión
eminentemente económica del bienestar y de las prestaciones necesarias para su consecución.
Hoy parece evidente la superación de esta visión. Las prestaciones o ventajas económicas
no son casi nunca suficientes para producir bienestar; es además necesario promover
simultáneamente mejoras psicológicas. Se trata, como apunta GIDDENS, de alcanzar un
bienestar positivo: en lugar de luchar contra la indigencia, se debe promover la autonomía;
en vez de combatir la enfermedad, se debe prevenir su existencia promoviendo una salud
activa; no hay que erradicar la ignorancia, sino invertir en educación, no debe mitigarse
la miseria, sino promover la prosperidad; y finalmente, no debe tratar de erradicarse la
indolencia, sino premiar la iniciativa.
Por lo tanto, si el Estado tiene como función primaria genérica la promoción de la dignidad
humana, se entenderá sin esfuerzo que el bienestar de los ciudadanos ocupe un lugar
absolutamente prioritario en la actividad del Estado. Esto, forzoso es recordarlo, no es
patrimonio exclusivo de ningún grupo ni de ninguna instancia política, es patrimonio del
sentido común, o del sentir común. ¿Para qué querríamos un Estado que no nos proporcionará
mejores condiciones para el desarrollo y el logro de los bienes que consideramos más
apreciables por básicos? Ciertamente hay todavía -y demasiados- Estados concebidos como
instrumentos de opresión o al servicio de los intereses de unos pocos, pero no podemos
olvidar que nuestra referencia es el Estado democrático de derecho, un estado de libertades,
que en la práctica y hasta ahora viene haciendo imposible tal situación de abuso entre
nosotros.
Que el bienestar sea una condición para el desarrollo personal, como seres humanos en
plenitud, no es un hallazgo reciente ni mucho menos. Ya los antiguos entendieron que sin
unas condiciones materiales adecuadas no es posible el desarrollo de la vida moral, de la
vida personal, y el hombre queda atrapado en la perentoriedad de los problemas derivados
de lo que podríamos llamar su simple condición animal, y reducido a ella. Pero quisiera
subrayar que bienestar no es equivalente a desarrollo personal. El bienestar es la base, la
condición de partida que hace posible ese desarrollo. Por eso el bienestar no es un absoluto,
un punto de llegada.
Concebir el bienestar como una finalidad de la política, como una meta o un punto de
llegada, provocó una espiral de consumo, de inversión pública, de intervención estatal,
110
2. La Tercera Vía de Blair
que llegó a desembocar en la concepción del Estado como providente, como tutor de los
ciudadanos e instancia para la resolución última de sus demandas de todo orden. Este modo
de entender la acción del Estado condujo de modo inequívoco a considerar a las instancias
públicas como proveedoras de la solución a todas nuestras necesidades, incluso a las más
menudas, incluso a nuestras incomodidades, incluso -si me apuraran- me atrevería a decir
de los caprichos de muchos ciudadanos.
En esa espiral, asumida desde planteamientos doctrinarios que la historia más reciente ha
demostrado errados, el Estado ha llegado prácticamente a su colapso, ha sido incapaz de
responder a la voracidad de los consumidores que él mismo ha alumbrado y alimentado
con mimo a veces demagógico. Exigencia de prestaciones y evasión de responsabilidades
se han confabulado para hacer imposible el sueño socialista del Estado Providencia. En un
Estado así concebido, el individuo se convierte en una pieza de la maquinaria de producción
y en una unidad de consumo, y por ende, se ve privado de sus derechos más elementales
si no se somete a la lógica de este Estado, quedando arrumbados su libertad, su iniciativa,
su espontaneidad, su creatividad, y reducida su condición a la de pieza uniforme en el
engranaje social, con una libertad aparente reducida al ámbito de la privacidad.
Así las cosas, bien someramente descritas, la reforma del llamado Estado de bienestar no
ha sido tarea de un liberalismo rampante como algunos han pretendido hacer creer. No hay
tal cosa. La necesidad de la reforma ha venido impuesta por una razón material y por una
razón moral. La reforma del Estado de bienestar ha sido una exigencia ineludible impuesta
por el fracaso de una concepción desproporcionada. Dicho de otra manera, la reforma del
Estado de bienestar ha sido exigida por la realidad, por las cuentas, por su inviabilidad
práctica. Y en el orden moral, por la grave insatisfacción que se ha ido produciendo en las
generaciones nuevas, que han visto reducida su existencia -permítaseme la expresión- a una
condición estabular que no podía menos que repugnarles.
Sentido tecnocrático de la política, podrán terciar algunos, reducción de los parámetros
políticos a puras mediciones económicas, insistirán al oír hablar de cuentas. Realismo,
sentido de la realidad, habrá que responder, sentido de la realidad que es una característica
de las nuevas políticas que propugnamos. Los castillos en el aire se vienen abajo, con
grandes costes materiales y en medio de grandes frustraciones cuanto más portentosos
hayan sido los castillos que quisimos construir. Porque uno de los fundamentos de cualquier
proyecto vital -individual o colectivo-, no ciertamente el más importante, pero fundamento
ineludible, es la viabilidad económica del proyecto. Y el Estado de bienestar según, la
concepción de la socialdemocracia europea de hace unos años carecía de tal condición básica.
Afirmar que el Estado de bienestar, tal como lo concebía la socialdemocracia, era inviable;
afirmar que es necesaria la reforma de su estructura; que tal concepción presenta déficits
insalvables en su mismo fundamento y articulación, no significa en absoluto anunciar que
el bienestar es imposible o que debemos renunciar al bienestar. Hacerlo así supone enunciar
111
2. La Tercera Vía de Blair
una crítica roma, limitada y corta de las posiciones que expongo, y supone también, a mi
juicio, instalarse en concepciones dogmáticas y consecuentemente maniqueas del estado y
de la sociedad. Equivaldría a afirmar que o el Estado de bienestar se establece conforme
a una determinada fórmula -en este caso la socialista-, o inevitablemente incumple su
función.
Pues no es así. Denunciar el hecho comprobado de la inviabilidad del Estado de bienestar,
tal como se ha concebido históricamente por la socialdemocracia clásica y antigua,
reivindicar la necesidad y el proyecto político de las reformas necesarias, se hace en mi
caso desde la convicción irrenunciable de que no sólo el bienestar público es posible, sino
necesario; y no sólo necesario, sino insuficiente en los parámetros en los que ahora se mide.
Es decir, es necesario -es de justicia- que incrementemos los actuales niveles de bienestar
-si se puede hablar así-, sobre todo para los sectores de población más desfavorecidos, más
dependientes y más necesitados. Insisto, es una demanda irrebatible que nos hace el sentido
más elemental de la justicia.
Lo que sucede es que no podemos caer de nuevo en la trampa en que cayeron los Estados
providentes. Los sectores más desfavorecidos, los sectores más necesitados, son los más
dependientes, y las prestaciones sociales del Estado no pueden contribuir a aumentar y
agravar esa dependencia, convirtiendo, de hecho, a los ciudadanos en súbditos, en este caso
del Estado, por muy impersonal que sea el soberano, o que tal vez por ser más impersonal
y burocrático es más opresivo. En esta afirmación está implícita otra de las características
de las nuevas políticas: la finalidad de la acción política no es el bienestar, el bienestar
es condición para la promoción de la libertad y participación de los ciudadanos, estas sí,
auténticos fines de la acción política. Así el bienestar aparece como medio, y como tal
medio, debe ser relativizado, puesto en relación al fin.
El bienestar no sólo no está reñido con la austeridad, sino que no se puede ni concebir ni
articular sin ella. Austeridad no puede entenderse como privación de lo necesario, sino
como ajuste a lo necesario, y consecuentemente limitación de lo superfluo. Si no es posible
realizar políticas austeras de bienestar no es posible implantar un bienestar social real,
equitativo y progresivo, capaz de asumir -y para todos- las posibilidades cada vez de mayor
alcance que las nuevas tecnologías ofrecen. Insisto en que austeridad no significa privación
de lo necesario. Políticas de austeridad no significan por otra parte simplemente políticas
de restricción presupuestaria. Políticas de austeridad significan, para mí, la implicación de
los ciudadanos en el recorte de los gasto superfluos y en la reordenación del gasto. Sin la
participación activa y consciente de una inmensa mayoría de los ciudadanos, considero que
es imposible la aproximación al Estado de bienestar social que todos -de una manera o de
otra- anhelamos. Es necesaria, por parte de la ciudadanía la asunción de la responsabilidad
política en su conducta particular para hacer posible la solidaridad, la participación, que es
meta de la acción política.
112
2. La Tercera Vía de Blair
En este sentido en que vengo tratando, las políticas austeras son compatibles con una
expansión del gasto. Porque la expansión del gasto es necesaria, porque no son satisfactorios
aún los niveles de solidaridad efectiva que hemos conseguido. Pero expandir el gasto sin
racionalizarlo adecuadamente, sin mejorar las prioridades, sin satisfacer demandas justas
y elementales de los consumidores, es hacer una contribución al despilfarro. Y aquí no
me detengo en una consideración moralista de la inconveniencia del gasto superfluo, sino
que me permito reclamar de ustedes que alzando un poco la mirada, vayan más allá y
comprendan la tremenda injusticia que está implícita en el gasto superfluo o irracional
cuando hay tantas necesidades perentorias sin atender todavía.
También resulta de interés, de mucho interés, hacer constar -con BLAIR- que, en sede
de reformas educativas, se “dotó a los ministros de una gran capacidad de intervención
para el caso de que las escuelas y las autoridades docentes fracasen, pero a la vez se
ha incrementado la autonomía de la gran mayoría que desarrolla una buena labor” (p.
120). Junto a la autonomía, se pone el acento en los objetivos, no sólo en las normas, y
en controlar los logros, no los procesos (p. 120). Sin embargo, hay que tener cuidado
para que no reine en este tema una visión unilateral de los objetivos que desprecie a las
normas jurídicas, pues las consecuencias funestas de tal proceder son bien amargas y
bien conocidas.
Además, y esto es clave, “la mayor capacidad de autogobierno democrático se sustenta
en una ciudadanía con mayor nivel de formación...” (p. 120). Se debe devolver poder a
la sociedad y procurar una gestión más transparente y responsable. Por supuesto que lo
importante es “instaurar un debate democrático abierto, vibrante y diverso que sea un
laboratorio de ideas sobre como transformar las necesidades o demandas sociales” (p121). Aquí cobra especial fuerza la ética del servicio público, a la que Tony BLAIR se
refiere, pues de lo que se trata es de algo más que administrar servicios (p. 121): se trata
de profundizar en la sensibilidad ante lo público y, por tanto, considerar que el centro de la
acción pública es la persona y sus derechos fundamentales.
2.12. Gobiernos locales.
En relación con los gobiernos locales, BLAIR reconoce que el sistema de licitación
obligatoria instaurado por los conservadores aportó indudables ventajas: ahorro, obliga
a las corporaciones locales a ser más transparentes (...) y les obligó a hacer frente a
prácticas de empleo inaceptables (p. 121-122). Sin embargo, según Tony BLAIR, era
necesario abandonar esquemas verticales de gestión y resucitar la cooperación entre el
sector público y privado. Para ello, el laborismo puso en marcha la llamada política del
mejor valor (best value), con el objetivo de mejorar el sistema de licitación obligatoria,
dar prioridad a los usuarios y potenciar así el carácter central de los ciudadanos (p. 122).
La competencia la política del “best value” aunque opere a nivel nacional, su aplicación
recae en los centros locales.
113
2. La Tercera Vía de Blair
En esencia, el “best value” propicia la cooperación entre el sector público y el sector privado,
y deja en manos de las corporaciones locales la tarea de su aplicación. Así, cada ente local
debe publicar el nivel de cumplimiento de sus objetivos, deben revisar permanentemente
sus servicios y deben publicar anualmente el plan de aducciones (p. 123). Asunto que me
permite hacer una breve reflexión sobre la trascendencia del espacio local desde un punto
de vista centrista, con especial referencia a España.
Tras veinticinco años de desarrollo constitucional materializado en transferencias del
Estado a las comunidades autónomas, parece que llega el momento de volver nuestra
mirada hacia las administraciones y gobiernos locales, y sobre todo, de subrayar la
dimensión local desde los postulados del pensamiento abierto, plural, compatible y
dinámico.
En efecto, el local es el nivel de gobierno en relación al cual los ciudadanos expresan
mayor interés público, lo cual no es extraño si se piensa que estas son las instituciones
encargadas de velar por los intereses y los problemas colectivos del entorno más inmediato
de los ciudadanos y aquellos que la gente conoce más directamente. Esta realidad responde
seguramente a varios factores, entre los que destacan tanto la capacidad de gestión y respuesta
innovadora a las demandas sociales como la receptividad y el trato cercano a los vecinos.
El nivel local es el que mejor enraíza las instituciones con el tejido social; de ahí la
importancia de fomentar mecanismos de participación, la mejora de la información, la
eficacia de la actuación pública y la atención a los criterios de los usuarios de los servicios
públicos municipales.
A este respecto, nadie duda que los ayuntamientos se configuren abiertos a la participación, ya
que en el diseño de los gobiernos locales cobra creciente importancia la institucionalización
de mecanismos de participación y concertación ciudadanas: una de las funciones mediáticas
más importantes para el gobierno local.
Ha de significarse, además, que la participación ciudadana no se reduce al voto, sino que es
importante el florecimiento de las vitalidades básicas que presiden la realidad del espacio
local a través de las más variadas y espontáneas fórmulas de participación ciudadana. El
nivel local es el que mejor se integra con la realidad social, ya que en esta dimensión
se fomentan los mecanismos dirigidos a la mejor información de la administración, a la
eficacia de una actuación pública sensible a las demandas vecinales y a los criterios de los
usuarios de los servicios públicos.
Los municipios han de servir para incorporar fórmulas innovadoras de refuerzo de la
participación política a través de mecanismos consultivos, del derecho de petición, de
consejos de participación, mecanismos todos ellos que acercan la administración y el
gobierno a los ciudadanos.
114
2. La Tercera Vía de Blair
Esto es así porque lo local constituye el contrapeso político necesario a la globalización a la
que estemos asistiendo hoy en día. La conservación de lo local es una necesidad esencial en
este mundo universalizado como elemento corrector de los procesos de pérdida de identidad
y de alejamiento de las instancias de decisión económicas y políticas de los ciudadanos.
Por otro lado, la participación ha de ser una forma de lograr una mayor integración y
cohesión sociales y una inmejorable escuela de ciudadanía, que profundiza en la democracia
para hacerla no sólo formal y representativa, sino también real y participativa, evitando la
apatía y el individualismo que se esconde detrás de ese despotismo blando que a todos nos
acecha.
El objetivo en este terreno ha de ser doble: acercar los poderes locales a los ciudadanos y
configurar la participación como vía de su legitimación constante, ya que la legitimación de
los gobiernos locales representa la eficiencia y eficacia de la actuación local y su evaluación
participativa. La democracia representativa consiste no sólo, como acabo de mencionar, en
participar en las elecciones a través del voto, sino también en los procesos de deliberación
y en la implementación, evaluación y gestión de las políticas públicas. La democracia, y
más en el ámbito local, no es sólo votar, sino deliberar, discutir, valorar.
Este conjunto de realidades ha de conducirnos hacia un nuevo modo de funcionamiento de
los gobiernos locales, que podría ser caracterizado por las notas siguientes: posburocrático,
descentralizado y desconcentrado, de calidad, flexible, responsable, eficaz, eficiente,
orientado hacia los resultados y al servicio del público considerado como ciudadano.
La potenciación de la vida local ha de permitir, entre otras cosas, una mayor participación y
representación a través de nuevos cauces, de forma que la participación configure un nuevo
estilo de gobernar que implique un nuevo desarrollo de la tarea educadora de la ciudadanía
local y de su cultura cívica. En este sentido, no podemos olvidar que los ayuntamientos son
las organizaciones prestacionales de base territorial más próximas a los ciudadanos, y que,
al mismo tiempo, se encuentran en una situación privilegiada para detectar y actuar sobre
sus necesidades.
También hay que tener presente la revalorización operativa de la vida local en el espacio
europeo, en el que se comprueba el paulatino aumento de la actuación externa de los
entes locales, dirigida a los más diversos sectores materiales, con el objetivo de mejorar
la calidad de vida. Las funciones que en el ámbito europeo son realizadas por los entes
locales de base afectan a materias tales como la seguridad pública, la prestación de nuevos
servicios asistenciales, funciones de ordenación y planificación urbanística, de promoción y
dinamización social, fijación de programas de medio ambiente, promoción económica del
territorio y fomento de la ocupación. Estos servicios se prestan en la ciudad, donde concurren
servicios prestados, por cada una de las administraciones públicas y en donde los ciudadanos
han de exigir que los llamados mínimos esenciales se presten sin ningún tipo de excusa.
115
2. La Tercera Vía de Blair
Por eso, las administraciones y gobiernos locales han ido aumentando su esfera de
actuación en un proceso paralelo, aunque no proporcional, al aumento del sector público
en las sociedades avanzadas. Se observa, con diferencias importantes según países, la
combinación de diversas funciones, entre las que destacan la función de seguridad -policía
local, bomberos, ...- la provisión de servicios -transporte, servicios sociales, salud,
limpieza, etc.- la función de ordenación y planificación -urbanística, de redes de servicios
de suministro de agua, gas, electricidad, residuos, etc., y una función de promoción y
dinamización social. Los programas relacionados con el medio ambiente, con la promoción
económica del territorio o de fomento de la ocupación, están creciendo en el marco de la
acción social también en la esfera local.
2.13. Internacionalismo.
En el último epígrafe del libro, Tony BLAIR canta las excelencias del internacionalismo
y censura la visión aislacionista. Hoy, todos lo sabemos bien, vivimos en un mundo
globalizado, que demanda y requiere nuevos cambios y nuevas transformaciones en
todos los ámbitos. Sin embargo, “nuestras instituciones de gobierno globales no se han
adaptado al nueva panorama con suficiente rapidez” (p. 127). BLAIR tiene, también
en este punto, las ideas claras: “la cooperación es una oportunidad (...), en la esfera
internacional, la Centro-izquierda debe poner sus miras en el exterior y no mantener una
actitud aislacionista (...), la libertad de comercio ha dado pruebas de ser el motor del
desarrollo económico, la cooperación política y el intercambio cultural” (...). (p. 128129-130).
Para BLAIR, Europa debe convertirse “en una Tercera Vía entre la nación-Estado, demasiado
pequeño para muchos de los problemas actuales de índole europeo; y un súper-Estado
europeo, demasiado grande, demasiado remoto y que no respeta la diversidad en cuanto a
lenguas, nacionalidades y tradición” (pp. 130-131). En concreto, BLAIR apuesta por una
Europa más descentralizada, con un mercado más dinámico, capaz de afrontar con eficacia
los problemas transfronterizos, que incorpore los valores políticos netamente europeos y
abierta a los países del Este.
El libro del primer ministro británico termina con una reflexión conocida: la Tercera Vía
es, sobre todo, “una socialdemocracia modernizada para un mundo en transformación que
funda su prosperidad en el capital humano y social” (p. 137). Insisto, la Tercera Vía es la
nueva socialdemocracia. Una socialdemocaracia que se torna, en muchas ocasiones, liberal
y que apuesta por una “firme compromiso con la modernización” (p. 137). Además por si
surgiera alguna duda, BLAIR proclama la condición de Centro-izquierda de la Tercera Vía
y afirma que “no hay progreso a menos que cada ciudadano tenga verdadera participación
en el mismo” (p. 137). En Inglaterra, los vientos de la renovación política, de los nuevos
espacios políticos, ha dado lugar al nuevo laborismo que parte “de las exigencias y valores
de la Centro-izquierda, aplicado a un mundo en cambio” (p. 138).
116
2. La Tercera Vía de Blair
¿Es la Tercera Vía de BLAIR lo mismo que el espacio de Centro? Pienso que no, que son
cosas distintas. Sin embargo, la Tercera Vía de BLAIR y las tesis de GIDDENS no son
similares en muchos aspectos, como hemos señalado. Insistir en la Centro-izquierda es
ya situarse con carácter previo al diseño de las políticas. Desde el espacio del Centro, me
parece, se tiene una mayor capacidad para entender la realidad en todos y cada uno de sus
aspectos, importando menos los aprioris y los prejuicios.
En los últimos tiempos, BLAIR ha demostrado que es un gran político y que tiene las ideas
muy claras sobre lo que debe hacer como primer ministro británico. En el Congreso de su
partido de octubre de 2002, en un momento de ciertas dificultades políticas y de críticas desde
la base, el mago BLAIR volvía a ilusionar a sus correligionarios con la reivindicación del
nuevo laborismo, con un canto orgulloso a la centro-izquierda, con una defensa tenaz de las
reformas pendientes y con un ataque, sibilino y frontal- a los sindicatos. (El País, 2-X-2002,
p. 2). En dicho Congreso de los laboristas, BLAIR les alertó sobre el peligro de las posiciones
extremas: “no caigáis en la eterna ilusión de la extrema izquierda: que la insatisfacción con
un gobierno de centro-izquierda siempre se puede manipular en apoyo de un gobierno de
extrema izquierda (p. 2). También aprovechó el líder inglés el cónclave de su partido para
llamar la atención sobre el equilibrio en la metodología de las reformas “de la misma manera
que la industria ya no se basa en la producción masiva, el sector público tiene que dejar de
ser el monolítico proveedor de los servicios (...). La gente quiere un servicio individualizado
(...). Si creéis en la justicia social, en la solidaridad, en la igualdad de oportunidades y
en la responsabilidad, entonces creed en las reformas necesarias para corregirlo” (p. 2).
Con ocasión de la huelga de los bomberos y la guerra en Irak, BLAIR ha pasado momentos
difíciles. Así, acusó a los bomberos de chantajear al país exigiendo una subida salarial varias
veces por encima de la inflación, al tiempo que se resisten a modernizarse. Sin embargo,
la negativa a acceder a la subida salarial se debe a tres razones. Primera, la desaceleración
económica está afectando a las arcas públicas y, si se admiten las reivindicaciones, se puede
poner en peligro las reformas en sanidad y educación. Segunda, no se quiere dar la imagen
de ceder ante la huelga. Y tercera, la auténtica preocupación para BLAIR son las clases
medias, no las trabajadoras. A las clases medias se le han ido subiendo poco a poco los
impuestos y ahora pretende, como señala Rafael RAMOS (La Vanguardia, 25-XI-2002, p.
7), que paguen la universidad de sus hijos, las intervenciones quirúrgicas de sus padres y la
posibilidad de circular por el centro de Londres. El último proyecto de BLAIR es crear una
educación y sanidad de dos niveles: de primera división y con tarifa extra para las clases
medias, y de segunda división y totalmente gratis para las clases trabajadoras. El debate
está entre una sanidad y educación financiadas por el Estado y unos servicios públicos
semiprivatizados y de dos categorías, para ricos y pobres, en el que los primeros, pagan la
atención adicional que reciban.
Por lo que se refiere a la guerra de Irak, me parece relevante llamar la atención sobre un
escrito de BLAIR en el que empezaba a “calentar motores” ante la crisis: “la izquierda no
117
2. La Tercera Vía de Blair
debe llorar si Sadam es derrotado” (El Mundo, 11-II-2003, p. 26). Lo que pasa es que la
violencia no se arregla con violencia: lo sabemos bien y lo hemos comprobado en veinte
siglos de historia.
118
3. La Tercera Vía y sus críticos
CAPÍTULO 3
LA TERCERA VÍA Y SUS CRÍTICOS
3.1. El nuevo libro de GIDDENS.
En el año 2000, el profesor GIDDENS vuelve a la carga con un nuevo libro sobre la
Tercera Vía. Esta vez, para responder a la críticas y fundamentar mejor sus tesis. La nueva
obra se titula “La Tercera Vía y sus críticos”, cuenta con un prefacio, cinco capítulos y una
conclusión. En el libro, como reconoce el propio GIDDENS, no se trata de contestar una
por una a todas las críticas, sino de comentar las críticas realizadas “más generalmente a la
política de la Tercera Vía” (p. 7).
GIDDENS parte de la hipótesis de que han sido los socialdemócratas quienes más han
utilizado la expresión Tercera Vía. Con independencia de que el término no lo han inventado,
ni mucho menos, los demócratas yanquis o los nuevos laboristas británicos, la verdad es
que estos grupos, sobre todo últimamente, han sido los que han exhibido la nueva vía, no se
sabe si con pretensiones doctrinales o como anzuelo para las contiendas electorales. Tanto
los “laboristas” como los “demócratas”, quizás conscientes de que los valores liberales, no
los rancios elementos neoliberales que parten de la infalibilidad del mercado, son los que
mejor definen la actividad política como tarea para la mejora real de las condiciones de vida
de las personas, pretenden un lavado de cara a la socialdemocracia para cosechar mejores
resultados políticos.
Es conocido, y así lo relata GIDDENS, que “la Tercera Vía fue descrita originariamente
por los demócratas estadounidenses como “nuevo progresismo” en la convención del
liderazgo demócrata de 1996. Es curioso constatar el apego y la necesidad de identificación
de la izquierda al término progreso. Para los nuevos demócratas, el “progresismo” del
“New Deal” basado en la alianza entre Estado, sindicatos y gran capital ya no era posible
pues la realidad social, política y económica era bien distinta. Las “piedras angulares del
nuevo progresismo son la igualdad de oportunidades, la responsabilidad personal y la
119
3. La Tercera Vía y sus críticos
movilización de ciudadanos y comunidades. Hemos de encontrar maneras de cuidarnos
a nosotros, porque ya no podemos confiar en que lo hagan las grandes instituciones. Las
políticas públicas han de cambiar su énfasis en la redistribución de la riqueza y avanzar en
la creación de la riqueza. En lugar de ofrecer subsidios a las empresas, el Gobierno debería
promover condiciones que lleven a las compañías a innovar y a los trabajadores a ser más
eficientes en la economía global” (p. 12-13). Desde luego, si los viejos socialistas levantaran
la cabeza, difícilmente podrían tildar estas hermosas palabras de izquierdistas; más bien,
hasta podrían calificarlas como una contundente proclamación de fe liberal. Entonces, la
Tercera Vía, o el nuevo progresismo como se le empezó a denominar en Estados Unidos,
parece una conversión al modelo liberal. Me parece que las ideas liberales, en su versión
más moderada y equilibrada, han triunfado sobre ese igualitarismo ramplante que había
presidido la praxis de una desnortada izquierda.
Como nos dice GIDDENS, el término “nuevo progresismo” deja paso a “Tercera Vía”.
Estos planteamientos calan en la Administración CLINTON y, más tarde, BLAIR rompe
con el viejo progresismo para hablar de un nuevo laborismo que parte precisamente de la
Tercera Vía. De una Tercera Vía que surge de las cenizas de una izquierda estatista enemiga
de la iniciativa personal y de una derecha neoliberal antisolidaria.
Quizás, lo más llamativo para no pocos analistas y comentadores de la ciencia política, es
la atención de BLAIR, en el marco de la Tercera Vía, a la familia, a la criminalidad y a la
decadencia de la comunidad. Me parece, desde luego, un acierto, porque no se puede olvidar
que la emergencia de los problemas sociales tiene tantas veces su causa en un ambiente
familiar equilibrado, en un marco de complementariedad, de dinamismo y de apertura
permanente a la solidaridad que es lo que define a la institución familiar que, lógicamente,
se adecua perfectamente a la realidad en la medida en que se puede decir que constituye
uno de los agentes más activos en la configuración de los nuevos espacios sociales que hoy
presiden la evolución social. Por eso, llama la atención, y no poco, el acento de la Tercera
Vía en la familia; quiero pensar que en la familia, no en ningún “modelo concreto” de
familia, porque la familia es lo que es. En este tema me preocupa algo que se desprende
de las ideas de GIDDENS y que aquí también está presente: su identificación del modelo
“tradicional” de familia con situaciones de discriminación de la mujer, lo que nada tiene
que ver, me parece, con la familia, y sí con una idea machista de la misma. En este punto,
es admirable la preocupación de BLAIR por atacar la delincuencia: la izquierda, dice el
líder británico, “debe ser dura con la criminalidad y tenaz en sus causas“ (p. 14).
En abril de 1999, Washington acogió una especie de Internacional de la Tercera Vía en
la que se dieron cita los entonces dirigentes que más sintonizaban con ella: CLINTON,
BLAIR, SCHRÖEDER, KON y d’ALEMA. Como reconoce el propio GIDDENS en el
libro que ahora comentamos, los líderes coincidieron en reconocer las excelencias del
Estado del Bienestar y, a la vez, reclamaron nuevas políticas en línea con las coordenadas
de la Tercera Vía. Así, el entonces presidente holandés KON, señaló con acierto que “no
120
3. La Tercera Vía y sus críticos
es suficiente que la gente esté protegida por el Estado, deben sentir también la urgencia de
la responsabilidad, pues se tienen derechos, pero también responsabilidades” (p. 15). El
señor d’ALEMA, exprimer ministro italiano y antiguo dirigente del PC italiano, venía lisa
y paladinamente a echar por tierra los principales postulados comunistas al señalar que si
bien los países europeos han desarrollado firmes sistemas de solidaridad y protección, no es
menos cierto que se han vuelto burocráticos y, por ello “han frenado el desarrollo y limitado
las posibilidades de tener éxito” (p. 15). GIDDENS, a renglón seguido, confiesa, me parece,
la clave de la Tercera Vía cuando afirma que el nuevo pensamiento político sugiere que es
posible combinar la solidaridad social con una economía dinámica, y ésta -dice- es una meta
por la que deberían luchar los socialdemócratas” (p. 15). Combinación entre intervención
y liberalización. Es un avance. Pero me parece que el espacio del Centro, también en
este terreno, supera a la Tercera Vía, pues abandonando toda pretensión sistemática o de
predeterminación, apuesta porque sea el propio conocimiento de la realidad la cantera de
las soluciones: a veces habrá que actuar desde el Estado, en ocasiones el libre juego de
las instituciones sociales es la solución y, en otros supuestos, puede haber una posición de
combinación.
“Necesitamos menos gobierno nacional, menos gobierno central, pero mayor gobernabilidad
(gobernanza) sobre los procesos locales, así como abrirnos en dirección a la comunidad
global” (p. 15). Estas palabras de d’ALEMA suponen un mapa de situación para saber
operar en la realidad de nuestro tiempo. Es cierto que el concepto de gobernabilidad se
está transformando desde la óptica del pensamiento abierto, dinámico y complementario.
También es cierto que la globalización ha mudado los clásicos esquemas de entendimiento
de la gobernanza en los espacios nacionales. Además, como señala GIDDENS, el desarrollo
económico requerirá formación continua y adaptación a un nuevo conocimiento, ya que,
en opinión de d’ALEMA, “la cultura es la forma más importante de inclusión social” (p.
16). Por supuesto.
En el orden temporal, a la reunión de Washington sigue otro acontecimiento capital en
toda esta cuestión: el manifiesto conjunto de BLAIR y SCHRÖEDER titulado “Europa:
La Tercera Vía - El Nuevo Centro”. El documento, que provocó una fuerte polémica en
Inglaterra, encierra, ya en su rúbrica, una orientación eminentemente política. Se trata de
ocupar todo el espacio político que emerge en Europa al introducir en el rótulo del libro los
términos de Tercera Vía y Nuevo Centro. Desde luego, hay que reconocer que la estrategia
electoral de la izquierda en Europa es brillante. Lo que no sabemos es si se olvidarán de
sus raíces y acabarán convertidos, como pasó en su día en España, al más feroz de los
consumismos capitalistas.Con independencia de que más adelante intente explicar que
el espacio del Centro no se reduce a la Tercera Vía, en este momento hay que destacar
que este documento “busca proporcionar un marco general a los partidos de Centroizquierda” (p. 16). Así, los líderes británico y alemán afirman algo obvio: “la función
esencial de los mercados debe complementarse y mejorarse, pero no obstaculizarse con
la acción política” (p.16).
121
3. La Tercera Vía y sus críticos
La estrategia doctrinal de la Tercera Vía también aflora en el documento de BLAIRSCHRÖEDER: primero se desmarcan de los fundamentos tradicionales de la izquierda,
luego se asumen claramente postulados liberales para, más tarde, expresar en un lenguaje
moderno y políticamente correcto nuevos principios. Veamos. GIDDENS es quien, quizás
no deliberadamente, nos muestra el razonamiento. “El objetivo de la justicia social se
identificaba frecuentemente con un énfasis preeminente en la igualdad de resultados.
Como consecuencia, el esfuerzo y la responsabilidad eran ignorados. La socialdemocracia
se asoció con un gris conformismo, en lugar de con la creatividad, la diversidad y los
resultados. La justicia social se identificaba con niveles siempre crecientes de gasto público,
con independencia casi de lo que realmente se conseguía, o del impacto de la fiscalidad
sobre la competitividad y la creación de empleo. Las prestaciones sociales amortiguaron
con demasiada frecuencia el espíritu emprendedor, y también el comunitario. Los derechos
se elevaban sobre las responsabilidades, lo que acabó produciendo un declive en los deberes
recíprocos y el apoyo mutuo” (p. 16). El razonamiento, nada tiene que envidiar a las lúcidas
críticas, por ejemplo, de HAYEK al socialismo. No deja de llamar la atención que sean
precisamente los nuevos socialistas los que apelen al sentido de responsabilidad cívico y
los que subrayen el aspecto del deber en la actuación humana.
Analicemos otra afirmación de GIDDENS, bien polémica y bien significativa: “el Estado no
debería remar, sino guiar: no tanto controlar como poner en tela de juicio” (p. 17). Aquí, me
parece, asoma la veta autoritaria de la Tercera Vía. El Estado, por supuesto, ya no debe remar.
Pero tampoco debe erigirse en guía o referencia única de la política o del orden económico
y social. Ahora, al menos es lo que diferencia al espacio del Centro de la Tercera Vía en este
punto, hay que dejar que aflore la vitalidad real que anida en lo más granado y espontáneo
de la libertad articulada de los ciudadanos. Aquí, insisto, la Tercera Vía embarranca y vuelve
a los viejos prejuicios socialistas. Por lo demás, nada que objetar a lo que, a continuación,
señala Anthony GIDDENS: “mejora de la calidad de los servicios públicos, fomento de la
autonomía e iniciativa empresarial, mercados flexibles” (p. 17). En fin, nada que objetar a
que exista es un papel redefinido para un Estado activo, que debe seguir implementando
medidas sociales, pero -añado yo- de acuerdo con la libertad articulada de la gente. “El
empleo y el crecimiento, sin embargo, ya no pueden ser promovidos a través de un gasto
deficitario. Los niveles de deuda públicos deben disminuir en lugar de aumentar” (p. 17).
3.2. Críticas desde la izquierda.
El sociólogo británico resume las críticas que ha suscitado la Tercera Vía según su procedencia
ideológica. Las que provienen de círculos conservadores las despacha señalando que, desde
esta orilla, la Tercera Vía se ve como “una mezcolanza de ideas y políticas, o bien vacía
de contenido alguno” (p. 17). Para el mundo de la izquierda, muchos de sus críticos ven la
política de la Tercera Vía como evasiva o como una “filosofía esencialmente de derechas en
un envoltorio algo más atractivo” (p. 18). GIDDENS distingue, en este sector, entre críticas
anglosajonas y críticas continentales.
122
3. La Tercera Vía y sus críticos
En el marco del mundo anglosajón, el primero a que se refiere GIDDENS es Jeff FAUX,
para quien la Tercera Vía es “más un aparcamiento político que una autovía que lleve a
algún sitio” (p. 18) en el que cabe casi todo el mundo (CLINTON, BLAIR, CRETIEN,
PRODI, JOSPIN, SCHRÖDER, MENEM o CARDOSO). Para FAUX, la Tercera Vía debe
enjuiciarse en función de tres criterios: si cuenta con un análisis coherente que supere la vieja
izquierda, si ofrece una base sólida para situar a la socialdemocracia en el gobierno y si posee
una estrategia suficiente para abordar problemas del tiempo que nos ha tocado en suerte
(p. 18). En su análisis, FAUX, como señala GIDDENS, concluye que la Tercera Vía se ha
mostrado menos que adecuada. En EE.UU., según este crítico, la Tercera Vía no era más que
una “respuesta táctica” ante las victorias de 1980 y 1984 de los republicanos, por lo que se
decidieron -los clintonianos- a salir al paso de problemas como la ley y el orden. En concreto
“los nuevos demócratas creían que tenían que romper con el enfoque de recaudar y gastar”
(p. 19). En opinión de FAUX, que participó en las victoriosas campañas de 1992 y 1996, los
resultados se produjeron no tanto incidiendo en valores conservadores como apelando al pleno
empleo y gracias a los sectores clásicos en los que se sustenta el poder de los demócratas:
sindicatos, minorías y pobres (p. 20). Según este analista norteamericano, la Tercera Vía no
ha podido combatir los “excesos del mercado”; más bien, “ha contribuido a que disminuya
la confianza en el gobierno, en lugar de ayudar a invertir la situación” (p. 20). Más ácida,
si cabe, es la crítica sobre las bondades de la Tercera Vía en relación con la globalización
económica: “el pensamiento de la Tercera Vía busca expandir las oportunidades, pero calla
sobre la desigual distribución de la riqueza y el poder” (p. 21). Podríamos preguntarnos
incluso sobre las sutiles relaciones que parecen existir entre los adalides de la Tercera Vía y la
denominada tecnoestructura o gran fábrica de conservación de privilegios, a veces relacionada
con sorprendentes operaciones financieras. Finalmente, el saldo de FAUX es que la Tercera
Vía es “principalmente una racionalización para un compromiso político entre izquierda y
derecha, en el que la izquierda se acerca a la derecha” (p. 21).
En el Reino Unido, como dice Anthony GIDDENS, el gran contradictor de la tercera vía
es Stuart HALL. Para este autor, resulta que la Tercera Vía no tiene un proyecto radical
para alterar el paisaje político tal y como hizo THATCHER (p. 21-22). La Tercera Vía
huye del radicalismo y opta por una “tercera vía” en casi todo (p. 22). Propugna una
“política sin adversarios” y acaba, por ello, aceptando el mundo como es en lugar de buscar
verdaderamente transformarlo (p. 22). Llegados a este punto, no puedo resistir hacer
algún comentario porque, si no me equivoco, estas críticas son semejantes a las que se
vierten contra el denominado espacio del Centro. En mi modesta opinión, la superioridad
del Centro sobre la Tercera Vía radica en que el Centro discurre fuera del itinerario del
pensamiento geométrico e ideológico y hace gala de una forma de entender la política
desde la perspectiva de la acción, prescindiendo de esquemas dogmáticos y tecnocráticos
y fundamentando su sustantividad propia en el compromiso con la persona humana y sus
derechos fundamentales a partir de lo que he denominado libertad solidaria. Por otra parte,
si la Tercera Vía se plasma en una política sin adversarios, que lo dudo, pienso que desde el
espacio del Centro se tiene claro que la política es, esencialmente, confrontación de ideas
123
3. La Tercera Vía y sus críticos
y de proyectos, nunca de personas. Por ello, estas primeras críticas de HALL que recoge
GIDDENS no me parecen especialmente consistentes y denotan, no sé si mucho o poco, una
cierta querencia de la vieja y clásica izquierda y sus apóstoles a la transformación radical
de la realidad. Pues bien, esta manera de acercarse a los problemas sociales, tan abrupta
y contundente, ya no es viable, porque de lo que se trata, al menos desde planteamientos
Centrorreformistas, es de mejorar lo que hay, no sustituirlo sin más por algo que supone un
coste casi revolucionario.
Además, en esto coinciden HALL y FAUX, la Tercera Vía termina sucumbiendo ante la
fuerza arrolladora de la globalización económica y de los mercados. Es posible, hasta
donde he leído, que las relaciones entre Tercera Vía y globalización no sean todo lo críticas
-constructivamente hablando- que debieran. Desde el espacio del Centro se admite, me
parece, que la globalización es una realidad que hay que orientar desde los postulados de
las versiones humanistas que permitan precisamente que esta nueva “revolución silenciosa”
sea de verdad una gran ocasión para el libre desarrollo de todas las personas en todo el
mundo. Por eso me parecen un tanto exagerados los comentarios de HALL al afirmar,
como recoge GIDDENS, “que el nuevo laborismo ha sido reducido por el evangelio de
que los mercados globales se autorregulan y no requieren marco social ni institucional para
funcionar” (p. 22).
Otra crítica común, al menos en FAUX y HALL, es la que señala que la Tercera Vía, en la
práctica, diseña un modelo de individuo solitario, liberado del Estado para enfrentarse sólo
a los riesgos de la vida” (p. 22). Además, según esta perspectiva, se critica los recortes en
el gasto público y se recuerda que, si bien se reconoce la desigualdad creciente, “apenas se
ofrece a estrategias para asegurar una distribución más equitativa de la riqueza” (p. 22). Es
probable, no lo sé, que en estas críticas se escondan viejos prejuicios y añoranzas de lo que fue
la izquierda, teñidas de un cierto miedo ante la necesidad de modernizar la socialdemocracia.
A mí, sin embargo, me parece que precisamente una de las manifestaciones de la fuerza
del espacio del Centro reside precisamente en superar ese individualismo solitario a partir
de lo que, insisto, he denominado “libertad solidaria” y que pretendo ahora sintetizar muy
brevemente para el lector.
La noción decimonónica de libertad como emancipación está en crisis, aunque sirvió algún
tiempo. Entonces, fue necesario poner el acento en la recusación de toda autoridad, en que
cada uno se impone sus normas, en el rechazo a toda imposición, en la propia voluntad
como criterio de conducta. Ahora nos resulta tan anacrónico ese concepto de libertad como
la sorpresa que produce la conducta de un adolescente que no recuerda cómo reaccionaba
a los catorce años. Es evidente que el proceso de desarrollo del pensar político, de las ideas
políticas, cuenta con la lógica limitación a que nos somete cada época.
El proceso de pensamiento político, por la propia limitación del pensador y de sus
asimiladores, necesita de “zonas de descansos” como las que nos acostumbran las autopistas:
124
3. La Tercera Vía y sus críticos
son los sistemas políticos o ideologías políticas. Pero la autopista sigue. No hemos llegado
al destino. No se puede convertir en destino la incierta seguridad del autoconvencimiento
que produce construir una ciudad en “zona de descanso”, una ciudad confortable, cuanto
más confortable mejor y olvidar que, en realidad, estamos en una autopista. Es evidente
que el trayecto no se acaba en una “zona de descanso cerrada”, por muy cerrada que sea. Si
están para descansar, pero no para discutir que llegamos al destino. Ahora en Europa, tan
inquieta como siempre en su historia y tan capaz de alumbrar las ideas que han desarrollado
el progreso en todo el mundo, estamos cansados de estar en “zona de descanso”. Conceptos
desfasados de libertad han desafiado la propia libertad. Aquellos sistemas totalitarios
que han dominado buena parte del siglo pasado han actuado en nombre de la libertad: el
capitalismo salvaje acudió el día de su defensa doctoral con muchos textos, todos los tipos
de fascismo han defendido la libertad de la nación, el comunismo apeló a la libertad con
especial fuerza y asombrosamente lo sigue haciendo desde las minas. Pero, en el colmo, se
llamó a la libertad desde el terrorismo. Los que tienen miedo a la libertad han sido víctimas
de una supuesta necesidad histórica.
Han hablado mucho de libertad, pero el miedo les llevó a controlarla: unos vieron en el
imperativo del mercado, ciego e insolidario, el mecanismo y mantenimiento del dominio
de un tipo de sociedad que les convenía. Otros justificaron el miedo a la libertad en nombre
de la justicia instaurando el control de los medios de producción y la lucha de clases, como
necesidad histórica irreversible que nos llevaría irremediablemente a la libertad. Algunos
basaron esa necesidad histórica en la raza o en la patria para controlar su libertad de hacer
un gran imperio.
Se está en el espacio de Centro cuando la libertad y la solidaridad se identifican: no solamente
cuando son compatibles, que ya es un paso. No acaba mi libertad donde comienza la del
otro. Mi libertad se enriquece, se estimula en los ámbitos donde los demás desarrollan la
suya. Apostar por la libertad es apostar por la sociedad, es confiar en el hombre, confiar en
la capacidad, en las energías, en esa creatividad de los españoles que nos ha caracterizado
como pueblo y que tanto futuro tiene. Asegurar la libertad. Al tiempo que se hace una
política de impulso de la sociedad civil, en el Centro no hay compuertas que limiten una
acción que asegure la libertad de disfrutar de una justa y digna jubilación de nuestros
mayores. No hay compuertas que limiten la libertad de disponer de un sistema de salud para
todos. No hay compuertas que limiten la libertad de que todos tengan acceso a la educación
en todos sus niveles, o acceso a un puesto de trabajo, o sencillamente a disfrutar de la paz.
Mas aún. Apostar por una sociedad libre, confiar en sus potencialidades, no tener miedo
a su total desarrollo, a su pluralidad, a su creatividad, será el mejor seguro para disfrutar
sin condicionamientos de la libertad de acceso a las libertades sanitarias, educativas, de
empleo, etc... Es decir, a las libertades sociales, a lo que denomino libertad solidaria.
Un programa de Centro es un programa abierto que da sentido y potencia la libertad con
los derechos humanos. Así se puede entender lo que es una ideología abierta, abierta
125
3. La Tercera Vía y sus críticos
precisamente a las ideas, que gusta del aire libre, que rechaza los ámbitos cerrados por
ideologías que aunque hablen de libertad, ésta se convierte en pretexto para -en su nombre y
sin perversas intenciones, en algunos casos- acuñar un modelo de sociedad tan programado
y definido que acaba por asfixiar lo que era su objetivo. Estos sistemas acaban encarcelando
la libertad, mientras que el espacio de Centro propone un modelo para liberar la libertad.
Solo nos condiciona la libertad de la gente para que disfrute de la salud, de la educación, del
empleo, de la jubilación, de la paz y para asegurar estas libertades no queremos controlar a
la sociedad, apostamos por la fuerza de la libertad que genera las energías necesarias para
dar solución a las libertades concretas. Las soluciones que proceden de la libertad son muy
diferentes, proceden de muchos ambientes porque son plurales, no soportan prejuicios, son
las soluciones propias de un sistema democrático para así llegar al meollo que sostiene el
sistema de libertad solidaria, el diálogo como método, que es punto de partida y meta de la
libertad. No se entra al Centro político por la derecha o la izquierda, se entra por la puerta
de la libertad solidaria.
En fin, quizás me haya pasado un poco al tratar de la libertad solidaria. Sin embargo, la
ocasión merecía la pena. Veamos, a continuación, siguiendo el análisis de GIDDENS, el
argumento de otro crítico británico: Alan RYAN, para quien la Tercera Vía ni es nueva en
el Reino Unido, ni es capaz de ofrecer soluciones eficaces a los problemas reales de este
tiempo. RYAN identifica la Tercera Vía, no sin cierta razón, con una vuelta a una idea muy
antigua: “intenta evitar un dominio excesivo del Estado sobre la vida social y económica,
pero no acepta que se pueda dejar al mercado a sus anchas” (p. 23). Para este autor, la Tercera
Vía aparece un siglo antes de la mano del llamado Nuevo liberalismo, pero “no presenta una
respuesta fundamentada al creciente desempleo (...) si acaeciera una tendencia descendente
en el ciclo económico (...). La versión actual de la política de la Tercera Vía trata de reducir
las intervenciones en el mercado ante la naturaleza turbulenta de la economía mundial que,
puede discutirse, es lo contrario de lo que necesitamos; mientras que en los ámbitos del
delito y la educación adopta un punto de vista inaceptablemente autoritario” (p. 24).
En la Europa continental, una de las críticas más furibundas que recibió el documento
BLAIR-SCHRÖDER fue la del exministro Oskar LAFONTAINE. LAFONTAINE, como
es sabido, se mofó de la pretendida “modernización” de la socialdemocracia y no dudó en
tildar a la Tercera Vía de espaldarazo al capitalismo global de libre mercado. LAFONTAINE
insiste en que “no es el mercado, sino gobiernos y parlamentos elegidos democráticamente,
los que deben tomar las decisiones que determinen el futuro de nuestra sociedad” (p. 25).
“La izquierda debe luchar contra la intrusión del mercado y las inseguridades que conlleva
la economía global” (p. 25).
Desde una perspectiva nórdica, el finlandés Erkki TUOMIOJA descalifica la exportación
de la Tercera Vía al modelo nórdico de estado del bienestar. Sobre todo porque, en su
opinión, no es lógico que el Reino Unido, que según este autor dispone de cotas crecientes
de desigualdad económica, pueda dar lecciones a sistemas de bienestar que han sido eficaces
126
3. La Tercera Vía y sus críticos
en reducir la pobreza, que han tenido enfoques universalistas de las prestaciones y de los
servicios públicos, que comparten experiencias comunes de bienestar público, que implican
a grupos de la sociedad civil para gestionar servicios públicos con un alto grado de autonomía,
y que cuentan con sistemas mixtos de pensiones, con pensiones públicas universales más
pensiones ajustadas al nivel de renta y un sector de provisión privada controlado (p. 2627). Para este autor, “la socialdemocracia nórdica se ha caracterizado por una voluntad de
introducir reformas sobre una base pragmática con la intención de encontrar soluciones
eficaces” (p. 27). No es que la socialdemocracia haya fracasado, sentencia TUOMIOJA,
sino que la necesidad de reformas proviene de que “las condiciones del empleo para toda la
vida productiva y el consumo fordista en masa y del keynesianismo en un país sobre el que
se construyó originariamente el modelo nórdico ya no existen” (p. 27). Su razonamiento
me parece interesante: para este analista, en definitiva, “la socialdemocracia siempre ha
sido capaz de implementar reformas sobre una base pragmática, una actitud más eficaz que
la búsqueda de una efímera Tercera Vía” (p. 27).
GIDDENS elige como principal crítico en España al profesor NAVARRO, para el que la
Tercera Vía apenas sirve en Europa continental. Admite, como TUOMIOJA, su papel en el
Reino Unido porque, aunque es deseable, NAVARRO revela que en Europa los gobiernos
conservadores no han seguido una línea neoliberal (p. 28) y que, la Tercera Vía tiene
“un toque de democracia cristiana con una pizca de partido liberal” (p. 29). El profesor
NAVARRO identifica la expansión del Estado del bienestar con el desarrollo de la sociedad
civil y, en su perspectiva, me parece que un poco antigua, llega a afirmar que “lo que parece
necesario no es que la socialdemocracia aprenda de la Tercera Vía, sino que la Tercera Vía
aprende de la socialdemocracia clásica” (p. 29).
Ralf DAHRENDORF, me parece, es el crítico más agudo y penetrante de todos los que se
han acercado a esta cuestión. En este trabajo hay un capítulo dedicado a demostrar que el
espacio del Centro, como algunos pretenden, no se reduce, ni mucho menos, a la Tercera
Vía. En dicho capítulo, que supone una crítica de la Tercera Vía, manejo algunos de los
argumentos más sólidos que utiliza el exdirector de la London School of Economics para
desbaratar la construcción de la Tercera Vía. Ahora, sin embargo, sigamos con el itinerario
que marca el actual director de este prestigioso Centro de Estudios británico y analizamos
las glosas de GIDDENS a la censura de DAHRENDORF.
No es ningún secreto que a DAHRENDORF no le gusta nada la Tercera Vía. Llega incluso
a preguntarse “cómo alguien que conocía su pasado podría resucitar el término Tercera Vía”
(p. 29), cuando, según el célebre sociólogo, históricamente se ha vinculado esta teoría a
formar políticas antidemocráticas que van desde planteamientos corporativistas a esquemas
sindicalistas. Lo que DAHRENDORF denomina “el concepto GIDDENS-BLAIR, aparece
en Inglaterra, y no es capaz de desarrollar “una gran idea” (p. 29) porque trata de “agradar
a todo el mundo” (p. 29). A la gran pregunta: ¿cómo podemos combinar solidaridad social
y prosperidad sostenible dentro de las instituciones que garantizan la libertad? (p. 30),
127
3. La Tercera Vía y sus críticos
DAHRENDORF dice que no hay respuesta. Sin embargo, que la respuesta no venga de la
Tercera Vía no quiere decir que no exista. Es posible que no exista como sistema articulado
de pensamiento, pero sí que existe, en mi opinión, un espacio sociológico en el que, desde
la acción concreta inspirada en algunos criterios, se pueden ofrecer soluciones; soluciones
a partir del problema real, nunca desde laboratorios tecnocráticos o desde gabinetes de
prospección social. Es lo que he denominado “espacio del Centro”.
DAHRENDORF, como seguramente saben los lectores, descalifica la Tercera Vía porque, a
su juicio, las pretensiones sistemáticas, y la Tercera Vía lo es, no ofrecen soluciones reales.
Además, y esto es lo más fuerte, DAHRENDORF achaca a la Tercera Vía una cierta “veta
autoritaria” en la medida en que apenas trata el problema de la libertad. Llega incluso a
preguntarse “si el curioso silencio sobre el valor fundamental de una vida decente -una
libertad antigua, muy antigua, si se quiere- no convertirá involuntariamente a este episodio
político en un elemento más de una evolución peligrosa” (pp. 30-31).
Para terminar este capítulo, GIDDENS hace referencia a la necesidad de introducir el
planteamiento ecológico en la política de la Tercer Vía. Además, resume en seis puntos, las
críticas que recibe, a su juicio, sus tesis. Veamos.
1. Es un proyecto político amorfo, difícil de concretar y sin dirección (p. 32). No se sabe
contra quienes están; se define negativamente frente a la socialdemocracia clásica y al
neoliberalismo económico.
2. No logra mantener la perspectiva propia de la izquierda y, por ello, deliberadamente o no,
desemboca en una forma más de conservadurismo (p. 32). “Los defensores de la Tercera
Vía se definen como de Centro-izquierda” (p. 32), pero quizás se han desplazado hacia la
derecha moderna a la que, obviamente, no se pueden anotar. GIDDENS dice que los críticos
afirman que “una preocupación por el Centro político es manifiestamente incompatible con
los objetivos de la izquierda” (p. 33). Es curioso que la izquierda tache de derecha al Centro.
La razón me parece que, dejando ahora algunos prejuicios, se encuentra en que el Centro
que se otea desde la izquierda parte todavía de un pensamiento geométrico e ideológico
que impide acercarse a la realidad con las coordenadas del pensamiento abierto, dinámico
y complementario. Por algunos de los críticos -HALL- la Tercera Vía se obsesiona por la
clase media, por la Inglaterra media, olvidándose de otros sectores, algunos de los cuales
han estado tradicionalmente más cerca de la izquierda, como trabajadores manuales y otros
asalariados. Además, se critica que la Tercera Vía supone una vuelta a la familia tradicional
y a políticas de seguridad que cercenan las libertades individuales.
3. La Tercera Vía se echa en los brazos del capitalismo global, se deja seducir por el
neoliberalismo. La globalización se asume acríticamente. Los partidarios de la izquierda más
clásica, es el caso de LAFONTAINE, denuncian que la globalización trae consigo ganadores y
perdedores y que la Tercera Vía no ofrece nada a las víctimas de la globalización económica.
128
3. La Tercera Vía y sus críticos
4. Es un proyecto anglosajón que resulta de poca utilidad en modelos de mayor evolución
en países con un mayor bienestar público. “Importar ideas a estos contextos sería un paso
retrógrado” (p. 34).
5. La Tercera Vía no tiene una política económica diferenciada del neoliberalismo. Es más
neoliberal que socialdemócrata en este tema, aunque carece de orientaciones políticas
distintivas propias.
6. La Tercera Vía no cuenta con una estrategia eficaz para abordar las cuestiones que más
preocupan hoy a la gente.
Tras la exposición de las principales críticas que GIDDENS ha encontrado en relación con
la Tercera Vía, dedica un capítulo entero a explicar, a la luz de las censuras planteadas, las
relaciones entre la socialdemocracia y la Tercera Vía.
Es significativo, al menos para mí, que ahora el sociólogo inglés (p. 37) reconozca que
junto a Tercera Vía se podría hablar de “izquierda modernizadora o socialdemocracia
modernizadora”. La clave se encuentra en renovar o modernizar la izquierda, si se quiere,
para que llegue de nuevo al poder. No nos engañemos, la Tercera Vía no es el Centro, no es
una nueva posición política; es una operación modernizadora. También admite GIDDENS,
sólo faltaría, que la Tercera Vía no es un invento anglosajón. Lo que pasa es que, según su
criterio, “se ha establecido mucho más ampliamente que nunca” (p. 37).
La Tercera Vía es una necesidad de “aggiornar” la izquierda a los cambios (p. 37). De
acuerdo, pero ¿no se habrá desnaturalizado la izquierda tras el paso por la Tercera Vía?,
o ¿es una operación táctica para aparecer ante la gente con un traje atractivo y continuar
haciendo políticas antiguas?... En mi opinión, es posible que algo de lo que estoy señalando
esté presente en el origen y desarrollo de las llamadas políticas de la Tercera Vía.
Me parece que nadie duda de que los nuevos tiempos demandan nuevas políticas y
nuevas respuestas a los problemas de la gente. En este sentido, estoy de acuerdo con
GIDDENS cuando señala que las críticas de HALL son deudoras de una posición, si se
quiere, deudora de la izquierda más inmovilista puesto que, hoy por hoy, la izquierda
no se puede reducir sólo a la crítica al capitalismo con el consiguiente reforzamiento
del Estado y sus ingresos fiscales, que sería quien marque el rumbo. Precisamente, lo
que exigen los nuevos tiempos, es que la izquierda se modernice. En esto tiene razón
GIDDENS, la cuestión es saber si la tarea modernizadora no ha supuesto el cambio de
bando o, al menos, el reconocimiento de la superioridad de planteamientos típicamente
liberales. Lo que parece incontestable, es que era necesario un replanteamiento, pues “si
los socialdemócratas van a tener implantación real en el mundo, sus doctrinas han de ser
repensadas tan radicalmente como hace medio siglo, cuando la socialdemocracia rompió
originariamente con el marxismo” (p. 38).
129
3. La Tercera Vía y sus críticos
Tiene razón GIDDENS cuando afirma que “después de 1989 no podemos pensar en la
izquierda y en la derecha como muchos hacían antes” (p. 38). Es una afirmación en la que el
lector me permitirá detenerme para poner de manifiesto que, tras la caída del muro de Berlín,
el certificado de defunción del pensamiento geométrico e ideologizado cerrado es un hecho.
Al menos, me parece que la crisis del concepto de la izquierda es bien patente. Veamos.
La historia de la desmembración ideológica de la izquierda, es sabido, arranca de su misma
puesta en escena política, proceso por otro lado natural en cualquier proyecto que tome la
confrontación de ideas como consustancial a su aplicación. Pero en las dos últimas décadas
-como reiteradamente se ha recordado y se recordará- hemos asistido al hundimiento del
“socialismo real”, referente ideológico permanente de la izquierda a lo largo de todo el
siglo, y con él a la consagración de la desorientación ideológica, por otra parte percibida
por políticos e intelectuales desde hace mucho tiempo atrás.
¿Qué queda de la izquierda? Ante todo una genérica aspiración de justicia, que se mezcla
demasiadas veces con una vaporosa tensión igualitaria, un discurso vago que puede devenir
demagógico, una fuerte emotividad contra todo lo que considera ajeno y que define con
el título genérico de “derecha”. Y una historia. En su historia es donde la izquierda puede
encontrar, a mi juicio, los elementos que más la dignifican desde el punto de vista político,
pero también en la historia se encuentran, no lo olvidemos, los testimonios irrefutables de
la locura que puede llegar a alimentarse en ciertos presupuestos de la izquierda.
Por otra parte, cuando se pretende conciliar la fidelidad ideológica a unos postulados
puramente izquierdistas y la plena asunción de los supuestos democráticos liberales, el
producto es una política de definiciones dogmáticas y de orientaciones erráticas, desnortadas,
tal como actualmente las padecen, por ejemplo, los partidos comunistas que sobreviven.
¿Dónde está la izquierda?, ¿es que se está camaleonizando la izquierda?, ¿no está la
izquierda orgullosa de sus reivindicaciones? Estas y otras parecidas preguntas circulan
en muchos ambientes intelectuales como consecuencia del desconcierto que están
produciendo numerosas políticas realizadas por gobiernos socialdemócratas o socialistas
en Europa. Que se lo pregunten, sino, a los socialdemócratas ingleses o alemanes que,
superando viejos prejuicios, acaban de convertirse a las nuevas políticas porque aspiran a
seguir construyendo el futuro en sus respectivos países16.
Ahora, quiero poner de manifiesto que agudos pensadores como Edgar MORIN advierten
de la necesidad de superar los viejos dogmas de la socialdemocracia para evitar el desplome
de una opción ideológica que no ha sido capaz de adaptarse a los nuevos tiempos.
16 Recientemente, Vid. los interesantes trabajos de G. TORTELLA, “El socialismo en el siglo XXI”, El País, 30-
IV-2002, pp. 13-14 y A. SARASQUETA, “Una izquierda frustrada”, La Gaceta de los Negocios, 30-IV-2002, p. 3.
130
3. La Tercera Vía y sus críticos
No hace mucho tiempo, Le Monde se hacía eco de un interesantísimo artículo del sociólogo
francés Edgar MORIN, famoso comunista en su juventud. El texto no tiene ningún
desperdicio y replantea cómo responder hoy a las aspiraciones recogidas en el ideario
original socialista. Para MORIN, tras la caída del socialismo totalitario y tras el agotamiento
de la socialdemocracia clásica, lo único que sigue vivo en la izquierda son las aspiraciones
de libertad y de fraternidad que encontraron respuesta a través del socialismo. Hoy, señala el
sociólogo francés, los fundamentos cognoscitivos del pensamiento socialista no sirven para
comprender el mundo, el hombre y la sociedad. La pretensión marxista de que la ciencia
proporcionaba certeza y eliminaba el interrogante filosófico fue desmontada en la medida
de que precisamente todos los avances de la ciencia reavivan justamente los interrogantes
filosóficos fundamentales. El determinismo marxista, por otra parte, sucumbió, pues como
recuerda MORIN el hombre y la sociedad no son máquinas triviales pues, lógicamente, son
capaces de actos inesperados y creadores.
Frente a un Estado que no era más que un instrumento en las manos de la clase dominante,
la realidad demostró los errores de ese pronóstico. MARX creía en la racionalidad de la
historia y, sin embargo, hoy sabemos que la historia no progresa en línea recta. Y así, uno
a uno, podríamos seguir analizando otros argumentos del pensamiento marxista, sobre la
concepción del hombre o de la sociedad, por ejemplo, que igualmente se desintegraron,
como también fracasaron, dice MORIN, los fundamentos de la esperanza socialista. ¿Qué
queda entonces del socialismo?, se pregunta Edgar MORIN. Simplemente no quedan más
que algunas fórmulas rituales y un evidente pragmatismo de lo inmediato. Ahora se trabaja
sobre una amalgama de tópicos en relación con la modernidad, con la sociedad o con la
gestión.
Por lo que se refiere a la apelación a la modernidad, conviene tener en cuenta, como señala
MORIN, que lo moderno, en su sentido de creencia en el progreso garantizado y en la
infalibilidad de la técnica, está ya superado. Para Edgar MORIN, es ya el momento de dejar
de lado toda creencia providencial en el progreso y extirpar la funesta fe en la salvación
terrenal. Necesitamos un pensamiento apto para captar las múltiples dimensiones de la
realidad, pues las necesidades humanas no son sólo económicas y técnicas, sino también
afectivas y mitológicas.
La cuestión hoy se centra, por sorprendente que parezca, en civilizar la Tierra. El desarrollo
urbano trajo consigo, además de mayores libertades, una atomización consecuencia de la
pérdida de antiguas solidaridades y de las servidumbres de las obligaciones organizativas
modernas. Sabemos que el desarrollo capitalista trajo la mercantilización generalizada,
destruyendo buena parte del tejido de la convivencia. Por otra parte, no se puede ignorar
que el desarrollo industrial trae consigo, además de nivel de vida algunas reducciones en la
calidad de vida y que el surgimiento de nuevas técnicas, especialmente informáticas -señala
MORIN-, provoca perturbaciones económicas y desempleo, cuando debería convertirse en
factor de liberación.
131
3. La Tercera Vía y sus críticos
Para este pensador francés la crisis del progreso afecta a toda la humanidad, provoca
rupturas por todas las partes, hace chirriar las articulaciones, determina replegamientos
particularistas, las guerras estallan de nuevo, el mundo pierde la visión global y el sentido
del interés general. En este contexto, el socialismo apenas puede traer nada nuevo, a no
ser que trate de apropiarse, como acostumbra, de ideas de otras formas de pensamiento
presentándolas como propias. En fin, sentencia Edgar MORIN, es irrisorio que los socialistas
afectados de miopía busquen aggiornar, modernizar, socialdemocratizar, cuando el mundo
debe afrontar tremendos problemas de este final de los tiempos modernos.
La clave está en volver a confiar en el hombre, en la persona, en impregnar de contenido
humanitario al conjunto de las realidades de hoy. Para recuperar la esperanza, concluye
MORIN, es preciso repensar, reformular en términos adecuados el desarrollo humano. Pero
esto, me parece, conecta mejor con el espacio de Centro, que con la denominada Tercera Vía.
Como es sabido, la apuesta del primer ministro inglés por una Tercera Vía política, y el
refrendo que le dio el canciller alemán, han vuelto a poner en un primer plano la cuestión
-tan debatida, por indefinida- de la identidad de la izquierda.
El entonces ministro delegado de Asuntos Europeos de Francia, Pierre MOSCOVICI -2000-,
bordó la cuestión para marcar las diferencias entre la izquierda francesa y las propuestas
de BLAIR y de SCHRÖDER. Y concluyó sus observaciones -tras distanciarse del texto
angloalemán- proponiendo que continúen las reflexiones pero sin salirse del camino de la
izquierda, manteniéndose -podría interpretarse- en la ortodoxia izquierdista.
Pero, ¿qué es la izquierda? Eso es lo que no queda de manifiesto por ninguna parte a lo
largo de su artículo. Cierto que no se pretende allí definir tal cosa. Pero si se pretende
hilvanar el discurso de fondo que sostiene su análisis, lo único que se encuentra es un
ovillo deshilachado, dirigido -al parecer- al consumo interno de los militantes de izquierda.
El elemento central del discurso de MOSCOVICI resulta muy sugerente: La propuesta
de BLAIR y de SCHRÖDER se conduce por derroteros por los que no puede caminar el
de los socialistas franceses sencillamente porque la experiencia histórica de largos años
de gobiernos de derechas en Inglaterra y Alemania han creado condiciones diferentes
para el ejercicio político. MOSCOVICI se desmarca, pues, del discurso de los del norte,
pero hace una observación que me resulta de sumo interés: hemos superado -dice- ciertos
aprioris ideológicos, lo que nos ha permitido contar con la confianza del electorado francés,
mientras nuestros correligionarios alemanes e ingleses, aferrados a su izquierdismo,
sufrían sucesivas y dolorosas derrotas electorales.
No puedo entender que tales palabras sean entendidas de otro modo que como
desideologización o, si se prefiere, por emplear términos más directos –y para no repetir
las palabras del ex-ministro francés- como abandono de ciertos postulados de la izquierda.
La cuestión central es si los postulados, los aprioris, que todavía le puedan quedar a esa
132
3. La Tercera Vía y sus críticos
izquierda -si le queda alguno- son sostenibles en el futuro. De hecho, cuando MOSCOVICI
se atreve a concretar los objetivos de los socialistas franceses, los que declara podrían
ser asumidos sin problema alguno por la inmensa mayoría de los que el ministro francés
consideraría de derechas: modernizar sin excluir, adaptar su programa a las realidades,
consolidar los derechos sociales adquiridos, crear condiciones favorables para la iniciativa
privada y para la libre negociación entre los actores sociales. Hoy, sin embargo, la izquierda
tampoco gobierna ya en Francia.
Otra cuestión -ciertamente no menor- es la reafirmación de la apuesta pragmática de BLAIR.
Los socialistas franceses parecen estar de acuerdo con el postulado del primer ministro
británico de que lo que cuenta es lo que funciona. He tenido oportunidad de recordar que
GONZÁLEZ lo apuntó tras aquel viaje a China en el que nos explicó que lo importante
del gato no es el color sino que atrape ratones. Me cuesta encontrar declaración más
demoledora para el edificio ideológico de la izquierda. Y creo que nos podemos felicitar
de una “izquierda” que admite el principio pragmático, aun cuando desde una posición de
Centro sólo sea admisible –a mi parecer- un principio pragmático negativo: no vale lo que
no funciona.
Sin embargo, hoy el discurso de buena parte de la izquierda parece pendiente tan sólo del
color ideológico. A su adversario no cabe reprocharle que destruya puestos de trabajo, que
ponga la seguridad social en bancarrota, que dificulte o dinamite el diálogo social, que
enmascare la corrupción, que menoscabe las libertades ciudadanas, no cabe reprocharle
tales barbaridades, pero basta con poder echarle en cara el ser de “derechas”, el colmo
de todos los males, frente a una “izquierda” que fue, que es y que será -por mucho que
pretenda cambiar, y lo consiga o no- la agregación de todos los bienes.
Este es -a mi juicio- el a priori mejor conservado por la izquierda, su patrimonio más celosa
y fervientemente conservado: el nombre. Pero lo que significa pertenece al arcano. Los
que se denominan de izquierdas y se apuntan a este tipo de discurso nominalista seguirán
discutiendo sobre siglas, mientras la conciencia social nos exige eficiencia en la gestión,
rigor y coherencia en el discurso y claridad en las cuentas. La apuesta por el espacio de
Centro me parece, se centra en esos objetivos, sin alharacas ideológicas que muchas veces
no esconden más que lo que presentan: palabras, palabras.
¿Qué representa la izquierda? Desde luego que la lucha por la justicia, y la justicia incluye
la igualdad. Ciertamente no el igualitarismo, es decir, a estas alturas no se trata de que
todos tengan lo mismo. Se trata más bien de que haya una distribución proporcionada de la
riqueza y de que unos pocos no acumulen todo, dejando en la indigencia a todos los demás.
Pero la izquierda es también la capacidad de innovación y de cambio y de adaptación a las
nuevas circunstancias económicas, respetando la iniciativa de los ciudadanos. La izquierda
representa también la libertad. Podría afirmarse que izquierda es libertad, porque nadie
tiene un compromiso tan importante con la libertad como la izquierda. Porque la libertad
133
3. La Tercera Vía y sus críticos
no puede confundirse con sus sucedáneos. Y fuera de la izquierda lo que se puede encontrar
son apariencias de libertad -no la libertad auténtica- que se defienden por ignorancia o por
mezquinos intereses personales o de grupo. La izquierda significa también la protección del
débil, del desamparado, del desprotegido, frente al opresor y al abuso del poderoso. Cuando
desde fuera de la izquierda se dice defender lo mismo, lo único que se está haciendo es
engañar, defraudar expectativas para asegurarse clientelas. La izquierda significa el
progreso, el avance social y económico, frente al conservadurismo, el retroceso, la defensa
del interés de los ricos, que representan las formaciones que no son de izquierda. Con estos
supuestos desde luego que es innegable que la inmensa mayoría de los españoles son de
izquierda, y probablemente la parte más importante de esa mayoría sin saberlo. Yo mismo
era de izquierda y no me había enterado. Es más, creo que podría ir más lejos y decir que
quien no es de izquierda -siendo eso la izquierda- es un inconsciente, un insolidario, un
incivil, incluso –si fuera capaz de decirlo sin que sonara agrio- un imbécil. Empleando el
lenguaje de algunos izquierdistas afirmaría, para resumir, que es de derecha. Porque, ¿qué
queda para la derecha? Pues el resto: la injusticia, el abuso, el autoritarismo, la involución,
el atraso, el neanderthal.
Pero si la teoría es ésta podría resultar que José María AZNAR es más de izquierda que
Felipe GONZÁLEZ. A los hechos me remito: ha creado más puestos de trabajo en menos
tiempo; ha asegurado las pensiones por ley y ha aumentado su valor; ha defendido como
nadie hasta ahora los intereses de nuestros agricultores en Europa; ha aumentado la
capacidad adquisitiva de los asalariados, reduciendo sus cargas impositivas en proporción
mayor que a los grandes caudales; ha mejorado las cuentas públicas, las del Estado, que son
las de todos; ha hecho mejoras sobresalientes en la eficacia de las prestaciones sanitarias;
etc., etc.
Podrá parecer a algunos una burla. Pero si así fuera, es que la izquierda no es lo que se
dijo. Las palabras pueden engañar, pero los hechos son más tercos que ellas. ¿Qué es,
entonces, la izquierda? ¿La buena intención?, ¿el arrebato solidario?, ¿el fervor justiciero?...
Las cualidades éticas no son patrimonio exclusivo de ningún grupo político o social o
ideológico. Quien afirme lo contrario se habrá apuntado, de la hoz a la coz, al sectarismo.
La izquierda -lo digo con el mayor respeto a quienes han empeñado su vida en sus ideales,
pero también hacia quienes han sufrido las mayores injusticias en su nombre- no es sino
una palabra poética, llena de sugerencias para los que militan en sus filas. Pero el trasunto
de esa palabra, su sustancia, está en las soluciones, en los programas, en los métodos. Y
ahí, en ese terreno, ¿dónde está la diferencia? Quien no pueda responder cabalmente a esa
pregunta que deje de importunar a quienes no somos de izquierda con el discurso eterno de
la derecha imaginaria y la izquierda beatífica.
Llama la atención, y no poca, el creciente interés de los líderes de la izquierda por algunas
de las más hedonistas manifestaciones del individualismo moderno. Y, por el contrario, llama
la atención, al menos a mí, la escasa preocupación de los dirigentes de la llamada izquierda
134
3. La Tercera Vía y sus críticos
por las más lacerantes expresiones de injusticia, de opresión y de dominio de los poderosos.
¿Dónde está la repulsa de la izquierda, por ejemplo, a esos penosos escenarios de tratas de
mujeres que proceden de los países menos desarrollados? ¿Dónde está la repulsa de la izquierda
frente a los fenómenos de marginación y exclusión social que provoca este capitalismo
salvaje en el que vale todo? ¿Dónde está la crítica intelectual de la izquierda a esa mentalidad
autoritaria y dogmática que se resume en la dictadura de lo políticamente correcto?
Hace poco, el profesor Ernesto GALLI DELLA LOGGIA escribía, en el Corriere della
Sera, unas palabras que recojo para los lectores porque me parecen atinadas y, sobre todo,
valientes. En concreto, el intelectual italiano se pregunta si es posible hoy pararse en el viejo
principio decimonónico que quería que se reservase a la libre elección individual todo lo
que no acarreaba daño a otros individuos. Es significativo que en la Italia de hoy haya que
plantear esas preguntas precisamente a hombres y mujeres procedentes de una tradición -la
de la izquierda- que ha criticado siempre el individualismo, inclinándose por dar espacio
a la dimensión del interés colectivo. Eso muestra la profunda transformación cultural de
esa tradición, actualmente cada vez más dispuesta a identificarse con un “libertarismo”
fundado en la absoluta subjetividad de los estilos de vida y por eso incapaz de soportar
cualquier vinculación social e histórica”. Sin comentarios.
¿Pero, y la derecha? Como no sea en los aledaños extremos -la mayor parte de las veces
extraparlamentarios- del arco político, no encontramos grupos que se atribuyan sin más la
condición de “derecha”, y menos que hagan una definición ideológica de su propia posición
en cuanto tales, en cuanto pertenecientes a la derecha. Y cuando a veces se hace por parte
de algunos, podríamos calificarla como lo que he llamado definición negativa. Es decir, en
muchas ocasiones los que se definen como de derecha están diciendo, simplemente, que
no son de izquierda. Anotación esta que me parece de interés porque viene a coincidir con
la definición de los izquierdistas, que consideran derecha cualquier cosa que se mueva que
no esté en su bando.
Para mí esta última observación, relativa a la definición negativa de “derecha”, viene a
ilustrar la preeminencia ideológica ejercida por la izquierda. Pero esta preeminencia se ve
amenazada precisamente por dos factores: uno, el quebranto ideológico de la izquierda;
dos, la conformación de un nuevo espacio político, el Centro, que rompe la estructura
discursiva propia de las ideologías.
¿Y el neoliberalismo? El neoliberalismo es una doctrina que ha tenido una aplicación práctica
política muy limitada. Está claro que esta afirmación está encontrada con los dogmas de
opinión que hoy tienen vigencia en nuestra sociedad, pero yo pediría simplemente que se
señalaran los países capitalistas en los que la intervención del Estado en la vida económica
sea inferior al cuarenta por ciento del producto interior bruto, o cuáles son las fuerzas
políticas que defienden actuaciones que conduzcan a semejante rebaja. Si no se me puede
responder, diré que se está hablando de figuraciones, no de realidades, y lo que interesa aquí
135
3. La Tercera Vía y sus críticos
son las realidades. Tampoco tendré dificultad en admitir que, en cierto sentido, este hecho
puede considerarse un triunfo de la socialdemocracia, al producirse cierta asunción universal
de los valores de la socialdemocracia. Parece que, entonces, la socialdemocracia gira hacia
el liberalismo, y los liberales, a su vez, hacia planteamientos de la socialdemocracia. Muy
interesante.
Termino ya la excursión por los derroteros de la profunda crisis que ha sumido a las ideologías
clásicas en un cierto y agudo desconcierto para seguir analizando los contrargumentos de
GIDDENS frente a sus contradictores, tarea en la que exhibe, no sin habilidad, un agudo
conocimiento de la historia de las ideas. Pues bien, ahora resulta que la Tercera Vía es todo:
“lejos de desplazar a la justicia social y a la solidaridad, la política de la Tercera Vía representa
la única forma de perseguir estos ideales hoy en día (...), es el único enfoque capaz de
hacerlo en el mundo contemporáneo” (p. 39). Probablemente, con este tipo de afirmaciones,
la Tercera Vía peca un tanto de soberbia, porque la realidad es muy amplia y la panoplia
de soluciones a los problemas también lo es. Se afirma que la justicia social y la lucha
contra la desigualdad es patrimonio de la moderna socialdemocracia. Mal camino, porque
afortunadamente hoy todas las opciones políticas hacen declaraciones del mismo tenor y lo
realmente decisivo reside en la capacidad de conseguirlo en las políticas concretas.
Frente a las críticas que tachan a la Tercera Vía de aceptar resignadamente la globalización
y de dedicar poca atención a las cuestiones medioambientales, GIDDENS afirma que a
partir de la revisión y relectura de la vieja socialdemocracia es como se pueden mantener
los postulados asumidos por la vieja izquierda (p. 39).
El profesor GIDDENS admite, además, que aunque el término “Tercera Vía” se haya
reintroducido en política desde un contexto anglosajón, la verdad es que “no es un proyecto
distintamente anglosajón” (p. 40). Vamos, que ahora resulta que la Tercera Vía se embebió
de las doctrinas sustentadas por varios partidos socialdemócratas continentales (p. 40). Así,
Anthony GIDDENS reconoce, por ejemplo, que los proyectos de bienestar para el trabajo
también se inspiraron en la experiencia socialdemócrata continental, en concreto en las
políticas de corte sueco. Igualmente, las reformas del sistema de bienestar y del mercado de
trabajo introducidas en Dinamarca en 1993-1994 tienen aspectos coincidentes con las mismas
políticas bajo la dirección de Tony BLAIR. Para que quede claro, la Tercera Vía no es una
idea anglosajona, sino un destilado, se podría decir, de las experiencias socialdemócratas
más innovadoras. O, en palabras de GIDDENS, la Tercera Vía o “modernización de la
socialdemocracia es un proceso en curso, al que están llegando diferentes países desde
distintos puntos de partida, y con diversos patrones de innovación política” (p. 41).
Es común ya la opinión de que, dentro de la actual socialdemocracia, hay distintos enfoques.
Algunos tan distintos como puede ser el de BLAIR o el de JOSPIN, antagónicos donde los
haya. Además, como señala el propio GIDDENS, recogiendo un reciente trabajo de la
comisión de valores básicos del partido socialdemócrata alemán, pueden distinguirse cuatro
136
3. La Tercera Vía y sus críticos
Terceras Vías distintas en Europa: el enfoque orientado al “mercado” del nuevo laborismo,
el aspecto orientado al “mercado y al consenso” de Holanda, el enfoque orientado a la
“reforma del Estado del Bienestar” de Suecia y la vía “estatal” de los vecinos franceses.
GIDDENS, que encuentra respuestas para todas las críticas sin apearse de sus puntos de
partida, dice que “es más preciso hablar de una y sola corriente de pensamiento Tercera Vía,
a la que están contribuyendo varios partidos y gobiernos” (p. 41).
3.3. Tercera Vía, izquierda y centro.
Para GIDDENS, la Tercera Vía sería como el alma de los procesos de modernización de la
socialdemocracia, un intento de llevar más allá dichas reformas y “ofrecer un marco en el
que pueden situarse esos procesos (p. 41). Lo que, en mi opinión, demuestra una limitación
clara, se refiere a que la Tercera Vía trabaja con una de las dos ideologías clásicas, sin que
sea capaz de plantearse las nuevas dimensiones del quehacer político libre de las categorías
del pensamiento geométrico e ideológico en su sentido más cerrado y estricto. GIDDENS
prefiere moverse en el plano de la Centro-izquierda y concibe, en este sentido la Tercera Vía
como el marco de políticas de esta orientación. De nuevo, llegados a este punto, me parece
que debe llamarse la atención sobre algo que observo muy a menudo. La izquierda tiene
un temor reverencial a denominarse Centro, porque el Centro, según ellos, es la derecha,
ya que el Centro como tal o no existe -dicen- o es el nuevo nombre de la derecha. Ya
que he dedicado algún tiempo a intentar explicar la sustantividad política del Centro, me
perdonarán alguna reflexión sobre el particular.
El Centro, dicen muchos contradictores con su crítica de las posiciones ideológicas, con su
distanciamiento, su equidistancia, de la derecha y de la izquierda, con su neutralidad, a lo
que conduce es a una especie de indefinición que quiere tener las virtualidades de las partes,
sin ser ninguna de ellas para ser todas a la vez, y al final lo que consigue es una amalgama
de propuestas débiles e insustanciales que permiten calificar su posición fundamentalmente
como inconsistente. Por otra parte, argumentan otros, afirmar que no se toman posiciones
ideológicas es ya ideología, podría decirse.
A la primera cuestión hay que decir que el Centro no se establece por referencia a las
posiciones ideológicas, sino desde una crítica profunda de este tipo de formulaciones. Las
posiciones ideológicas que se critican desde el Centro son aquellas que se configuran como
una interpretación completa, cerrada, omnicomprensiva y definitiva de la realidad social e
histórica. Son posiciones que, desde el punto de vista generativo, derivan muy directamente
del racionalismo ilustrado, y que encuentran sus formulaciones más completas en dos
posiciones que desde sus primeros pasos se han visto como antagónicas y como referentes
de la confrontación política: el liberalismo y el socialismo. Está al alcance de todos dibujar
un mapa preciso de sus incompatibilidades y oposiciones respectivas. El fascismo, por otro
lado, elaborado sobre la base de la afirmación nacionalista, se erige como una posición
igualmente distante de las dos anteriores, pero no como síntesis de ambas, sino como
137
3. La Tercera Vía y sus críticos
negación de las dos –ni de derechas ni de izquierdas, se decía-, y se proponía como ajeno
tanto al internacionalismo derivado de las consideraciones de clase propias del socialismo,
como al individualismo liberal, ambos por negadores del ser nacional.
El diseño de las oposiciones que entre estas posiciones ideológicas se perfilan puede
hacerse con tanta precisión debido, precisamente, a su carácter racionalista de fondo, por
más que la raíz emotivista del fascismo -propia de toda afirmación nacionalista- pareciera
distanciarlo de la común filiación ilustrada. Y precisamente este, el de las oposiciones, es
uno de los rasgos más identificativos de las formulaciones que he denominado ideológicas,
en cuanto que las ideologías cerradas se autoafirman como saberes de salvación, y sólo
admiten otras posiciones como un mal derivado de la articulación democrática de la vida
política, y, consecuentemente también, sólo conciben la vida política como confrontación,
como enfrentamiento, como antagonismo, donde el campo se divide entre dos categorías,
la de los nuestros y los demás.
La desnaturalización de las formulaciones ideológicas liberales absolutas, la práctica
desaparición significativa, en la mayoría de las democracias occidentales, de los partidos
fascistas, ha dejado hasta el momento el campo de las definiciones ideológicas abonado para
las formaciones de izquierdas. Así lo avala la reciente y vivísima discusión en torno a lo que
significa hoy “izquierda”, en la que un reciente trabajo de Norberto BOBBIO manifiesta
ejemplarmente el fundamento de las consideraciones que hasta aquí llevamos realizadas.
Volviendo, pues, al planteamiento inicial de la cuestión, el Centro carece, efectivamente,
de la consistencia dogmática propia de las ideologías cerradas, pero es que ese tipo de
consistencia no le interesa, porque se trata de una consistencia falaz, aparente, establecida
sobre una base reductora de la realidad, propia de todo racionalismo.
Afirmar que nuestro conocimiento de la realidad es parcial, y en muchos sentidos -no en
todos- relativo, que en absoluto podemos atisbar cuál es la situación final a que nos conduce
la historia, que no tenemos ni podemos tener nunca a nuestro alcance los resortes o las
claves para establecer un orden social definitivamente justo y plenamente libre, no puede
equipararse a las formulaciones ideológicas. Está en sus antípodas. Consecuentemente, desde
estos presupuestos, no puede pretenderse que el Centro se defina con un posicionamiento
ideológico de este estilo, que sería –desde ese punto de vista- efectivamente inconsistente,
sino que lo que se establece es un nuevo espacio político y un nuevo discurso que rompe
con los tópicos, fórmulas y dogmas del lenguaje ideológico, en tantos sentidos –creo no
equivocarme- insuficientes.
Por tanto, el espacio de Centro existe y se llega a su entorno si se tiene la capacidad de superar
el pensamiento geométrico e ideologizado provisto de prejuicios y solo atento a esquemas
verticales y órdenes provenientes de la todopoderosa tecnoestructura. La Tercera Vía, sin
embargo, se erige en la única vía posible de modernización política, entiende y asume la
138
3. La Tercera Vía y sus críticos
modernización del Estado, del Gobierno, incluido el Estado del bienestar, más la economía
y otros sectores de la sociedad. Mucha modernización, me parece. Sin embargo, lo que sí
llama la atención es que se reclame para la Tercera Vía, según GIDDENS, la modernización
en sí misma. No sé. Quizás debiera referirse a una modalidad de modernización, porque
seguro que existen otras versiones de la modernización.
Ante tanta crítica sobre las relaciones entre Tercera Vía y neoliberalismo, GIDDENS afirma
solemnemente que la Tercera Vía es “una filosofía política alternativa a él” (p. 42), entre
otras razones porque los mercados no pueden funcionar sin un marco social y ético (p.
42). Lo que pasa, según GIDDENS, es que, en ocasiones, “los mercados pueden ser la
manera de acabar con la desigualdad” (p. 41). Aquí sí estoy de acuerdo con GIDDENS
pues utiliza una perspectiva de pensamiento abierto y complementario para interpretar
el papel y la funcionalidad de los mercados que, desde la aproximación unilateral del
neoliberalismo, conduciría a la institución-fin en lugar de a la institución-medio, que es lo
que es. También me parece de interés que GIDDENS señale que también el Estado, sí el
Estado del bienestar, pueda ser generador de desigualdad: “todos los Estados de bienestar
crean problemas de dependencia, riesgo moral, burocracia, formación de grupos de interés
y fraude“ (p. 43). Por tanto, la solución ni está sólo en los mercados ni sólo en el Estado del
bienestar. La solución, quizás se encuentre en el estudio de la realidad y en la aplicación de
políticas concretas bajo los auspicios de lo que he denominado espacio del Centro, que, en
mi opinión, supera a la Tercera Vía.
Se ha dicho, desde los críticos, que podría resultar hasta paradójico que el Reino Unido y los
Estados Unidos, con unas cotas de desigualdad nada desdeñables, se erijan en modelos a imitar
por parte de los socialdemócratas continentales. Pues bien GIDDENS, que tiene solución
para todo, admite el razonamiento y, a renglón seguido, demanda también reformas, al estilo
Tercera Vía, en esas rutilantes socialdemocracias de las que parece tanto debemos aprender.
En las relaciones entre izquierda y mercado, hemos de reconocer que la Tercera Vía ha
conseguido que la socialdemocracia, lejos de dedicarse únicamente a denunciar los abusos
del mercado -que los tiene-, “se encuentre cómoda con los mercados, con el papel de los
empresarios en la creación de riqueza y con el hecho de que el capital privado es esencial
para la inversión social” (p. 44). Esto es esencial para la inversión social” (p. 44). Esto es
positivo, siempre que no desemboque, como pasó en la España socialista de los ochenta,
en una tormentosa conversión al capitalismo salvaje y a la versión de pensamiento único
de los mercados. En opinión de GIDDENS, los mercados, si están debidamente regulados,
facilitan intercambios pacíficos en un contexto de eficacia productiva y permiten elecciones
libres a los consumidores en un contexto de competencia (p. 45). Además, los mercados
pueden favorecer actitudes de responsabilidad, ya que los participantes necesitan calcular
las consecuencias probables de lo que hacen, ya sean productores o consumidores. Una
economía de mercado que funcione bien genera mayor prosperidad que ningún sistema
rival, sentencia GIDDENS (p. 45). Aceptar estas ideas, señala el teórico de la Tercera
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3. La Tercera Vía y sus críticos
Vía, no implica aceptar el neoliberalismo, como sería ingenuo pensar que los mercados se
autorregulan, que los mercados producen efectos negativos para los trabajadores, o que no
existe una clara tendencia a los monopolios que debe evitarse. El mercado es un medio,
no un fin, y el Estado debe generar las condiciones para que a través de los mercados se
desarrollen los derechos fundamentales de todos los miembros de la comunidad.
En efecto. Uno de los grandes temas de discusión en nuestros días es el de la funcionalidad
del mercado y su posible compatibilidad con los valores más sobresalientes que definen el
estatuto humano: libertad, igualdad, fraternidad. Se trata de una cuestión bien conocida que
raro es el día que no salta a la opinión pública, bien sea en forma de debate entre liberales
y comunitaristas o entre capitalistas y socialdemócratas.
En cualquier caso, no se puede ocultar que el factor económico, en los tiempos que corren,
debe enmarcarse en contextos que hagan necesaria la convivencia pacífica entre el mercado
y la solidaridad. Es más, mercado y solidaridad son dos conceptos que deberían estar
en continua interacción como elementos garantizadores de libertad, derecho al trabajo y
protección para los desfavorecidos.
Pues bien, en este marco resultan interesantes algunas tesis del profesor francés Henri
HUDE. El profesor HUDE es un conocido especialista “bergosiano” que saltó a la fama por
sus libros “Ética y Política” (1992) y “Filosofía de la Prosperidad” (1994). Sus aportaciones
en estas cuestiones no dejan de resultar interesantes y especialmente adecuadas para un
nuevo orden económico y social más justo. Por ejemplo, para HUDE el mercado “sutil”
supone que las posibilidades de beneficio de unos no traigan consigo pérdidas importantes
en las comunidades más desprotegidas; el intercambio equitativo, dice, debe enriquecer
a todos. Por eso, si queremos salvar el dinamismo de la sociedad libre, hay que poner
más orden, más razón y más justicia en el funcionamiento del mercado. De lo contrario,
sentencia HUDE, volverán las revoluciones sociales, Europa se deshará, tomarán auge las
fórmulas nacional-socialistas en sus versiones más modernas, y llevaremos al mundo al
caos. Ciertamente, el vaticinio de HUDE no deja de ser alarmante, pero no por ello es
menos cierto que el derrotero actual sea el adecuado.
De todas maneras, tampoco se debe caer en el derrotismo, pues afortunadamente hay mucha
gente que está dispuesta a colaborar para que el orden económico y social esté presidido
por la equidad y la solidaridad. Así, se podrá configurar un mundo en el que el derecho
al trabajo, la vida en familia, la democratización del crédito, la solidaridad social y el
equilibrio entre capital y trabajo, sean una realidad.
3.4. La Tercera Vía y la desideologización.
La Tercera Vía, señala GIDDENS, “no debe ser complaciente con el poder” (p. 48), en la
medida en que la “lucha por mantener y extender mecanismos democráticos, controlar al
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3. La Tercera Vía y sus críticos
poder corporativo y proteger a las minorías culturales, es fundamental para la Tercera Vía,
como la ha sido para formas anteriores de socialdemocracia” (p. 48). Por tanto, anotemos,
la Tercera Vía, según confesión de su principal valedor, debe oponerse a las exigencias del
tecnosistema.
Por otra parte, GIDDENS sugiere que la Tercera Vía abandone la llamada “política de
redención” o metodología de confrontación que tanto daño ha hecho a la política misma y
al bienestar de la gente. Afortunadamente, tanto la Tercera Vía como el espacio del Centro
han terminado con esta vieja práctica: los buenos son los míos, los malos los que no son de
los nuestros.
Sin embargo, cuando las personas son la referencia del sistema de organización político,
económico y social, aparece un nuevo marco en el que la mentalidad dialogante, la atención
al contexto, el pensamiento reflexivo, la búsqueda continua de puntos de confluencia, la
capacidad de conciliar y de sintetizar, sustituyen en la substanciación de la vida democrática
a las bipolarizaciones dogmáticas y simplificadoras, y dan cuerpo a un estilo que, como se
aprecia fácilmente, no supone referencias ideológicas de izquierda o derecha.
En lo que se refiere a la línea divisoria entre izquierda y derecha, me remito a lo escrito
páginas atrás. Insisto en que la Tercera Vía, como parte de los prejuicios del pensamiento
geométrico e ideológico de la izquierda, no es capaz de entender lo que es el espacio del
Centro. Quizás por ello GIDDENS se obsesiona en reclamar la condición izquierdista de
la Tercera Vía, quizás por miedo a desprenderse de valores que la izquierda necesita a
toda costa preservar como patrimonio institucional. En lo que sí que estoy de acuerdo con
GIDDENS en este punto, es en que afortunadamente hay muchos problemas y muchas
cuestiones que rebajan y transcienden claramente la polarización izquierda-derecha. Véase
el caso de la demografía, la familia o, como GIDDENS demuestra, el supuesto de las
pensiones (pp. 49-50).
Ciertamente, está emergiendo una nueva cultura política como consecuencia de que cada
vez cuenten menos las diferencias entre derecha e izquierda. Es la respuesta a los cambios
sociales y políticos, como señala GIDDENS (p. 51). Por supuesto, pero, además de que
las encuestas certifiquen este resultado, lo que está pasando es que la emergencia de una
nueva forma de pensar, más abierta, más dinámica, más complementaria, más plural, y
más vital, está arrumbando las versiones geométricas y de pensamiento único que todavía
tiene tanto interés en preservar la tecnoestructura, por obvias razones. En este contexto,
me parece que merece la pena detenerse, siquiera sea un par de párrafos para intentar
reflejar la fuerza de la realidad y de la dignidad de la persona como elementos clave de
la hermenéutica política. Veamos.
La realidad -permítase la licencia- es la materia prima sobre la que opera el político. Pero
la licencia no puede ir mas allá. Porque esa materia no es inerte, homogénea, estática
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3. La Tercera Vía y sus críticos
o inconsciente. Por lo contrario, es viva, heterogénea, dinámica. Y sobre todo humana.
Y además el político tiene el compromiso de avivar sus dimensiones precisamente más
inaprensibles y las que la hacen menos controlable: la libertad y la participación. De ahí que
la materia prima del político es progresivamente plural y gana en complejidad, si la acción
pública es acertada. Como sucede con las sociedades libres y de progreso.
Si la realidad es la materia, el proyecto es la forma. El político aspira a influir -en un sentido
o en otro- sobre la realidad. La promoción de la justicia, de la equidad, de la consecución
de cotas más altas, o más profundas, de libertad, el protagonismo democrático de los
ciudadanos..., son ideales que guían la acción política y que se traducen en un proyecto
político.
Sin embargo, debo resaltar entre las características de la realidad su terquedad. Un proyecto
que pretenda imponerse de manera rígida acabará por ahogar el dinamismo social o, en
el mejor de los casos, por verse superado por los acontecimientos inéditos de la misma
sociedad que pretende conformar.
El proyecto político, pues, expresa el carácter directivo, orientador, de la acción política,
pero no puede plasmarse de espaldas a la realidad, debe asentarse - sin renunciar a su
condición proyectiva- plenamente sobre ella, aprovechando sus energías sin pretender
poner puertas al campo.
Abordar un conocimiento auténtico de esa realidad exige una mentalidad abierta que se
traduce en la capacidad de desarrollar un pensamiento que sea dinámico y compatible.
El pensamiento dinámico lo pongo como condición para acceder a la comprensión de las
relaciones entre la persona y la sociedad. El individuo, la persona concreta, contribuye
al bien general de la sociedad, y al tiempo, la sociedad se debe orientar a las personas,
al ser la dignidad de la gente prioritaria y fundante de la propia sociedad. Ahora bien, la
dignidad de la persona se actualiza justamente cuando la persona colabora al bien común
de la sociedad. De este modo la existencia de la persona puede ser definida como coexistencia.
Esta forma de abordar la realidad humana -personal y social-, hace derivar su fuerza no
tanto de su propia constitución como de la ruptura de los rígidos principios de oposición
individualistas-comunitaristas, que carecen de capacidad de retroalimentarse y que se
cierran sobre sí mismos, mostrándose incapaces de explicar la dimensión personal del
hombre y su carácter social. Tal cerrazón provoca una tensión que se ve liberada por esta
comprensión dinámica de las relaciones persona-sociedad, y que canaliza estas tensiones
hacia concepciones equilibradas que, al tiempo que afirman radicalmente la condición
individual del hombre, ni niegan ni menoscaban su dimensión social. Todo ello se traduce
en que el individuo percibirá de forma habitual el bien de los demás hombres y mujeres
como un bien también auténticamente suyo.
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3. La Tercera Vía y sus críticos
Un pensamiento que quiera abordar con éxito la comprensión de la realidad tal y como
la perfilo debe ser también, necesariamente, un pensamiento compatible. Se trata de
un pensamiento que no encaja en los modelos rígidos y planos, y que tiene capacidad
-precisamente porque trata de comprender al ser humano en todas sus dimensiones- de
conciliar lo personal y lo social, lo estatal y lo civil, la libertad y el ordenamiento, el mercado
competitivo y la regulación político-económica.
Quizás sobran estas pretendidas oposiciones y tantas otras que podría enumerar; de lo que
se trata es, en este contexto, de buscar convergencias de las que pueden surgir sinergias,
afloramientos de energías que no se agoten en enfrentamientos estériles, por falsos. Por
una parte, que cada persona o asociación aporte servicios en función de las demanda y de
las necesidades sociales, desarrollando libremente sus iniciativas; y por otra, que el Estado
actúe de acuerdo con su función imprescindible de subsidiariedad, arbitraje y custodia
de la competencia, en un intento real de conseguir cotas más altas de justicia y equidad,
y de abrir nuevos campos operativos para la efectiva iniciativa personal y social. Las
prestaciones del Estado a los más desfavorecidos serán simples dádivas si se quedan sólo
en una redistribución de bienes y no inducen una mayor libertad y autonomía. La cuestión
sigue siendo enseñar a pescar y no dar peces.
Cuando abrimos los ojos y miramos, la realidad somete nuestra inteligencia a la dura prueba
de la vibración caleidoscópica de sus singularidades. Entonces nuestra comprensión se ve
agotada ante la complejidad de sus inextricables estructuras, y nuestra necesidad de modelos
conceptuales se ve desbordada por los inéditos desarrollos que la historia manifiesta.
Rendirse a nuestra incapacidad para agotar su comprensión significa aceptar nuestra
limitación, pero también empeñarnos en una aproximación cada vez más completa. Sin
embargo, cabe también la posibilidad de afirmar la soberanía de nuestro pensamiento. Esta
es la disposición que lleva al nacimiento de lo que llamamos ideología, que entendemos
aquí como un pensamiento sistemático y cerrado sobre la realidad social que se toma como
presupuesto de la actividad política.
La expresión “pensamiento sistemático cerrado” la uso aquí en el sentido preciso de que
parte de postulados, de aseveraciones no demostradas y sin base empírica; se desenvuelve
deductivamente; es omnicomprensivo, abarca todos los aspectos de la realidad; es proyectivo,
tiene capacidad para predecir cara a donde, cómo y por dónde camina la realidad social. Por
eso, puede decirse que la ideología cumple la aspiración fáustica -es la ciencia que domina
plenamente el mundo- y se resuelve al final en el amargo despertar del aprendiz de brujo.
Porque, no lo olvidemos, parece que la realidad sigue siendo terca.
Las ideologías cerradas, cualquiera que sea su orientación, intervienen en la vida política
desde la base de ideas predeterminadas, desde desarrollos sociales dogmáticos. Y, como se
ha señalado, ejercen su acción con una idea tan clara de lo que debe ser la sociedad -porque
143
3. La Tercera Vía y sus críticos
saben cómo será el final-, y con una confianza tan plena en los métodos que se deben
emplear para conseguirlo que su aplicación termina por conformar una especie de horma
que acaba por ahogar la acción social y civil. Dar la espalda a la experiencia le cuesta a
la ideología la incapacidad para reorientar la acción, que no se podrá efectuar si no es de
espaldas a ella misma, de remodelaciones ideológicas o de revisionismos.
Pero además, la ideología cerrada vicia el discurso político porque reduce a sus términos
todas las propuestas que puedan surgir a su alrededor, sometiendo a su esquema simplificador
cualquier discurso o idea. Y así, por ejemplo, desde las posiciones ideológicas de la izquierda
se considera derecha a todo lo que no sea izquierda, igualmente al fascismo -intervencionista,
estatalista y antidemocrático- que al liberalismo -democrático, individualista, liberalizador-.
Por eso, el pensamiento que aquí denomino ideológico aparece en las antípodas de lo que
reivindico como mentalidad abierta. Pero tal aseveración no lleva implícito el rechazo de
las personas o de las asociaciones que se configuran ideológicamente. Debemos recordar
que esa es una faceta más de realidad social, y como tal debe ser tomada y apreciada;
porque si bien tales ideas empobrecen, prevalece siempre el valor y la dignidad de las
personas que las sostienen. Sin embargo, no es de extrañar que la ideología vaya quedando
cada vez más -por lo menos de momento- como un resto de la modernidad, como aquella
fe en el progreso, la fe en la ciencia, o la esperanza puesta en la tecnología, que la crisis de
la modernidad guarda entre los fósiles de la historia.
Los acontecimientos de orden ideológico y práctico que jalonan estos últimos años son
ciertamente apasionantes. Perplejidad, relativa incertidumbre, sorpresa (...) Son algunas de
las características que presiden los comentarios de numerosos investigadores y analistas
cuando estudian las nuevas realidades.
En este marco, parece que el pensamiento político que está teniendo más acogida en los
tiempos presentes supone una vuelta a los principios y fundamentos del sistema democrático.
Ciertamente no podía ser de otra manera, ya que las versiones actuales del capitalismo y del
socialismo demuestran un alejamiento creciente de la gente. Por un lado, los neoliberalismos
que todo -todo- lo fían a las fuerzas mágicas del mercado, pueden abrir brechas traumáticas
entre pobres y ricos. Y, por otro, las aproximaciones intervencionistas han traído consigo
planteamientos en los que la burocracia y las estructuras públicas se colocan por encima de
la gente. Por eso, cada vez es más importante la política como dedicación a las necesidades
de la gente presidida por el sentido común y la honradez en un marco de sabiduría para
gobernar a las personas y técnica para gobernar las cosas.
Las ideologías cerradas que han dominado la evolución política y social del pasado siglo,
así como el método del enfrentamiento que llevaban implícito, parece que no tienen mucho
futuro en los nuevos tiempos. Se abren paso, está a la vista de todos, otros planteamientos
de apertura a la gente que nos liberan de unas hipotecas bien conocidas y que han sido
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3. La Tercera Vía y sus críticos
consecuencia de dogmatismos, tan llenos de buena voluntad como de incapacidad para
lograr explicar toda la realidad siendo este -precisamente- su obsesivo deseo. Se llame lucha
de clases o mano invisible que todo lo ordena, se hayan manifestado como el liberalismo
del desarrollo o el estatalismo de la igualdad, pienso que es opinión común que no pueden
ser calificados como sistemas de liberación.
Efectivamente, en este sentido estamos en un nuevo proceso de libertad. Las manifestaciones
de este proceso se prodigan en la economía, en la política, en la evolución social y cultural,
en la cuestión territorial. En esta última, por ejemplo, las visiones que se precipitan en
imposiciones uniformantes o, por el contrario, en radicalismos excluyentes, están siendo
superadas por un estilo y talante pluralista que es capaz de reconocer la diferencia al
tiempo que aprecia lo común. De la misma manera, empresario y trabajador, público
y privado, sindicato y patronal ya han dejado de ser en la realidad cotidiana binomios
de necesaria oposición. Las nuevas realidades de estos tiempos ni responden a esos
estériles enfrentamientos ni pueden ser explicadas por los tradicionales puntos de vista
intervencionista o neoliberal.
En definitiva, los planteamientos rígidos aplicados a las diversas cuestiones dejan paso
a otro tipo de pensamiento que me gusta denominar compatible, dinámico, superador de
viejos prejuicios, y que se podría llamar centrista, que no significaría un lugar intermedio
entre dos extremos encontrados, como un segmento que tensiona los puntos intermedios
adaptándose a las fuerzas dominantes en cada momento, sino más bien como la superación
de ambos en el sentido de llevar consigo la capacidad de romper los límites propios de las
ideologías cerradas para abarcar todo el espacio que, como en una circunferencia, se abre
a la derecha, a la izquierda, arriba, abajo... , y no duda en adoptar posiciones denominadas
tradicionalmente de derecha, de izquierda, de Centro-derecha, de Centro-izquierda, etc.,
cuando -y esta es la clave- la gente lo necesita.
Pues bien, en este contexto vuelve a emerger la idea del Centro político que, si no me
equivoco, es una de las características fundamentales de la acción de gobierno actual en
España. Se trata, en mi opinión, de una nueva manera de entender la política en la que lo
importante es la gente, los ciudadanos, las personas concretas.
Veamos, pues, algunas características básicas de esta manera de afrontar los problemas que
gravitan sobre nuestra sociedad.
Primero, metodología del entendimiento. Es decir, entenderse como método que trae
consigo un esfuerzo razonable para superar el sistema del enfrentamiento y, por supuesto, un
compromiso auténtico con la tolerancia que desemboca en tomar siempre en consideración
-como mínimo- las posiciones y planteamientos de los demás. Ahora bien, no se trata de
ceder continuamente y renunciar a las propias convicciones. No. Se trata de buscar la mejor
solución para la gente huyendo de apriorismos, dogmatismos o prejuicios. En este marco,
pues, no tiene cabida la actitud de confrontación sin más como sistema.
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3. La Tercera Vía y sus críticos
Segundo: un estilo marcado por el servicio a la sociedad, a la gente. Esta es una de las
características esenciales del Centro porque, por su propia definición y sustantividad el
centro, incorpora perspectivas y aportaciones cargadas de sensibilidad hacia la gente, hacia
los derechos humanos, hacia las personas de carne y hueso. Pienso que hoy los ciudadanos
esperan, de quienes están en la política, más cercanía, más preocupación por sus problemas
y, lo que es más importante, que tengan bien claro que los dueños del aparato público son
los ciudadanos. El servicio a la sociedad incorpora, es lógico, un talante de cooperación, de
diálogo, de convivencia y de solidaridad.
Finalmente, junto a un método de entendimiento, a un estilo de servicio a la gente, hay
otra característica básica del Centro político. Me refiero a la mentalidad abierta, plural,
dinámica, compatible, que no tenga una idea tan clara de la organización social, que acabe
por liquidarla. Esta manera de aproximarse a los problemas es enemiga de las opciones
únicas, del pensamiento único y, en definitiva, de aquellos sistemas que se erigen en
portavoces, ellos solos, de soluciones únicas.
Por eso, las posiciones de Centro tienen consistencia en sí mismas, por eso no son un
punto intermedio simplemente. Es más, se trata de aproximaciones de apertura a toda
la circunferencia. Por eso el Centro no se sitúa en un segmento rígido o en una zona
inamovible. No. El Centro se abre a toda la superficie porque busca todas las soluciones
para el libre desarrollo de la gente, de las personas. Se trata de subrayar que lo fundamental
es la cooperación, la solidaridad, los ámbitos de convivencia. Se trata de buscar espacios
que superen dialécticas estériles. Por eso, el centrismo habla de estilos de gobierno abiertos,
flexibles, integradores, estimulantes, convergentes y, sobre todo, humanizadores. ¿Por qué?
Porque en un marco de pluralismo real, de pensamiento compatible, de planteamientos
dinámicos, quien ocupa el centro del Centro es la persona.
3.5. Nueva cultura política.
La emergencia del espacio del Centro, que es un espacio muy, pero que muy amplio,
representa en mi opinión lo que GIDDENS denomina “nueva cultura política”, y que yo
he llamado “nuevos espacios políticos”. No es que la Tercera Vía sea igual al Centro, sino
que en el espacio del Centro caben algunos postulados de la Tercera Vía: aquellos en los
que demuestra superar las limitaciones del pensamiento encerrado, único e ideológico que,
ciertamente, como intento mostrar, son menos de lo que parece.
En el contexto de la nueva cultura política, GIDDENS enumera una serie de rasgos que
caracterizarían, si se quiere, los nuevos espacios políticos. GIDDENS los toma de Terry
Nichols CLARK y los resume en cinco aspectos.
Primero. La división izquierda-derecha ha pasado a ser “más una diferencia de valores que
de atención a cuestiones como el control de los medios de producción o el papel del Estado
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3. La Tercera Vía y sus críticos
en la reforma social” (p. 51). De acuerdo, por los argumentos expresados ya con anterioridad.
Ahora la izquierda y la derecha, si es que existen en la percepción general, al menos ya no
representan estos rígidos y cerrados sistemas de pensamiento y de explicación totalizadores
de la realidad. Ahora me parece que la gente lo que demanda son políticas concretas que
sean eficaces y que pongan el acento en la persona y sus derechos fundamentales. Ya no
hay recetas preconcebidas ni varitas mágicas. Lo decisivo es la atención a la realidad, la
liberación de absurdos prejuicios y el compromiso, sobre todo, con las personas y los
problemas colectivos que les aquejan. Este es, me parece, la fuerza de la política hoy en
día. Que todavía no haya calado del todo en la mayoría de los que se dedican a esta noble
tarea no quiere decir nada. Porque, poco a poco, irá demandando nuevos estilos, nuevos
talantes y nuevas formas de acercarse a los problemas sociales.
GIDDENS me parece que no termina de entender esta cuestión, y se apega como puede a la
izquierda clásica. Por ejemplo, dice que “hay más gente que antes en contra de “demasiada”
intervención del Estado en sus vidas, pero que apoyan otros aspectos de un programa de
izquierdas, especialmente en materia de libertad personal y sexual” (p. 51). En este punto,
pienso que GIDDENS no acierta, pues no me parece razonable que la política diga cómo
se deben plantear las cuestiones relativas al ejercicio de las libertades y de la actividad
sexual. Aquí la Tercera Vía aparece como una perfecta aliada de la tecnoestructura y
como una ideología con pretensiones de adentrarse en lo más hondo de las conciencias de
los individuos, lo cual me parece, sencillamente, sorprendente. Es quizás un residuo del
pensamiento rígido y un guiño a estimular aspectos y realidades que, de ninguna forma
corresponden a la política, como no sea generar las condiciones para que cada persona se
pueda realizar como tal.
Segundo. Parece que ahora el pensamiento liberal se tiñe de sensibilidad social. Es, me
parece, la victoria de los nuevos espacios políticos para los que la mentalidad abierta, la
metodología del entendimiento y la sensibilidad social son un todo unitario y compuesto.
Insisto, estas cuestiones no son patrimonio de nadie. Hoy, como señaló un político español
en las últimas elecciones generales, “nadie es de nadie”. O, si se quiere, en todas partes hay
cosas buenas. La prueba de fuego está en la realidad, en la acción concreta: ahí es dónde la
gente confiará el gobierno a unos y se lo quitará a otros.
Tercero. La nueva cultura política es escéptica respecto a las grandes burocracias y se opone
al clientelismo político. Es cierto, muy cierto. Hoy la gente con un grado de formación
normal, es muy sensible a las expresiones autoritarias o verticales.
Cuarto. La nueva cultura política está más extendida entre la gente joven, entre los más
preparados y favorecidos, pero está convirtiéndose en la perspectiva de la mayoría. Es
verdad, y precisamente a los nuevos políticos es a quien corresponde expandir y divulgar
estas nuevas ideas: para que haya más participación, para que la gente exija más a los
políticos, para que los partidos políticos se abran más a la realidad...
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3. La Tercera Vía y sus críticos
Cinco. Estos cambios de actitudes, que crean una bolsa de votantes “no comprometidos”
mucho mayor que antes, reflejan profundas transformaciones en la estructura de clase. “Las
relaciones de clase que solían estar tan ligadas a las divisiones políticas entre izquierda y
derecha desaparecen de nuestra vista” (p. 53). Como también deberían desaparecer, me
parece, estas peligrosas apelaciones de GIDDENS, a la “clase” que rezuman sus trabajos y
que, me parece, hoy ya están superadas, salvo que persistan, aunque sea en el subconsciente
que aflora, una mentalidad de izquierda clásica.
Con acierto, tras comentar los rasgos que configuran la nueva cultura política, Anthony
GIDDENS plantea el meollo de la cuestión y demuestra su incapacidad para entender lo que
es el espacio del Centro cuando afirma que, si bien existe un acercamiento de la Tercera Vía al
Centro, este “es el campo neutral entre posturas claramente definidas a ambos lados” (p. 53),
o cuando señala que “una política que apela al Centro ha de ser una política de concesiones”
(p. 53). Además, reconoce que “cuando los políticos de la Tercera Vía hablan de desplazarse
hacia el Centro, o del “nuevo Centro”, los que permanecen en la izquierda más tradicional
responden con algo de burla. En particular, ridiculizan la sugerencia de que pueda haber un
Centro radical o un Centro activo” (p. 53). De nuevo, pues, debo volver a afirmar que el espacio
de Centro tiene entidad propia, que tiene una sustancia autónoma y que, en modo alguno, se
puede reducir a simple equidistancia o a síntesis estática de posiciones contrapuestas.
En efecto. Si el Centro no se define a partir de un pensamiento cerrado y dogmático, el
Centro político no se identifica con un partido, sino que se muestra como un espacio político
susceptible de ser ocupado por diversas fuerzas.
Hay muchos aspectos de la vida social y económica en los que se puede decir -en cierto
sentido- que sólo hay una política posible. La contención de la inflación, por ejemplo, o la
reducción del déficit público, son objetivos de la política económica de cualquier gobierno
que aspire a dar un impulso efectivo a las condiciones de vida de todos los ciudadanos.
Podrá discutirse cómo hacerlo; pero si no se intenta seriamente y, en alguna medida, se
consigue, todos se empobrecen: los más ricos también, pero sobre todo –cualitativamentelos que tienen menos recursos.
Reconocer simplemente este hecho, aceptar, con los matices que se quiera, este planteamiento,
sólo es posible, a mi entender, situándose en las coordenadas de Centro. Es una cuestión de
atención a la realidad. Por eso escribo que el Centro no es un partido que lleve ese nombre.
No es cuestión de nombres. El Centro tampoco es una posición ideológica establecida
sobre conceptos previos a la vida política. El Centro es más bien un espacio desde el que se
pretende dar una respuesta eficaz a las necesidades reales, a las inquietudes, a las ilusiones
de los ciudadanos, implicando a los ciudadanos como protagonistas de esa acción política.
No se trata, pues, de aplicar una receta universal, no se trata de tener una fórmula milagrosa
para todo tipo de dolencias y malestares, no se trata de convencer a nadie de que se tiene el
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3. La Tercera Vía y sus críticos
remedio que va al origen de todos los pesares que sufre la humanidad, como se hace desde
las ideologías. En el Centro se buscan soluciones concretas para los problemas concretos
que cada sector, cada grupo, cada entidad, tiene en cada momento.
Por eso puede decirse que el Centro no es una posición fija, estática, sino que implica una
permanente adaptación al dinamismo de la sociedad, y conlleva la exigencia de alumbrar, con
imaginación, nuevos planteamientos en la vida política, como respuesta a las necesidades
nuevas, a los nuevos retos, a los que los hombres y las mujeres permanentemente se
enfrentan.
Desde estos presupuestos se entenderá que el Centro no se construye sobre una tarea de
adoctrinamiento, ni desde una visión completa y cerrada del mundo y de la historia, sino
desde la aceptación de la limitación del pensamiento para alcanzar un conocimiento pleno
y completo de la realidad.
Desde las posiciones políticas de raíz ideológica, no es lo importante captar el sentir
social, sino transmitir las propias convicciones e imbuir el sentir social de las valoraciones
e impulsos de la propia ideología. Desde el Centro la clave está en la capacidad de
conexión con el sentir social, y en la capacidad para dar una respuesta, o más bien una
conformación política a las aspiraciones de la sociedad. Por eso puede decirse que en una
sociedad equilibrada y políticamente madura, quien ocupa el Centro gana las elecciones,
porque ocupar el Centro no quiere decir otra cosa que ser capaz de representar la mayoría,
pero no simplemente la mayoría, sino una mayoría constituida en la representatividad
de todos los sectores sociales. Por eso hablo de sociedades maduras políticamente y
equilibradas socialmente. En todos los países en los que se aplican procedimientos
democráticos pueden establecerse mayorías en virtud de los procesos electorales, pero
no todas esas mayorías serán necesariamente de Centro. Las mayorías que no integran
una representatividad de toda la sociedad son mayorías, pero no son de Centro si se
dejan llevar por el riesgo cierto del exclusivismo, de conducir políticas que miren sólo
a los intereses de los sectores representados -por mayoritarios que fuesen- y no a los de
todos.
Por todo esto, el Centro puede ser definido como un espacio político abierto -es decir, no
definido ideológicamente- y dinámico, cuya ocupación supone la primacía en la capacidad
de acción, en la comunicación con la ciudadanía y en la iniciativa. Pero al mismo tiempo
exige en quien lo ocupa una permanente atención para mantenerse allí. Ya no se trata sólo
de ocupar el Centro, sino también de mantenerse en él. Tal cosa sólo se puede lograr con un
ejercicio efectivo y sostenido de democracia.
Los que desde hace tiempo dirigimos nuestra reflexión hacia las posiciones políticas de
Centro, de alcance que se nos antoja universal, movidos por la inclinación personal, por
curiosidad intelectual, o por el impulso del compromiso con unas ideas y con un proyecto
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3. La Tercera Vía y sus críticos
político, el sucederse de los meses, de las críticas y las polémicas, nos deja como suspendida
en el aire una pregunta, la relativa a la sustantividad ideológica del Centro. A esa pregunta,
a mi juicio, es necesario responder una vez más.
Escribo “responder una vez más”, porque respuestas se han dado en multitud de ocasiones.
Pero no esperemos que su contundencia o la claridad de la explicación satisfaga enteramente
a quien es reticente o suspicaz ante el llamado Centro político. Esta alusión es necesaria,
ya que en buena parte las reticencias y las suspicacias son producto no tanto de un análisis
racional cuanto de una estrategia de grupos políticos, de intereses ideológicos -o del tipo
que sean- que no pueden ver con buenos ojos la progresiva instalación en el Centro de
una fuerza política a la que se oponen o que, por diversos motivos, consideran contraria o
perjudicial para los intereses generales.
Por lo tanto la respuesta debe atender a estos dos sectores. Por un lado, el de aquellos
que con una actitud crítica y racional no acaban de ver el alcance real y el significado del
“giro al Centro”. Es necesario dar a estos una respuesta sopesada, fundada, de contenidos
positivos. Muy probablemente habrá quienes consideren abiertas así nuevas vías de
aproximación y acercamiento al significado de este proceso, pero se abrirán también nuevos
caminos para una crítica más afinada y perfilada, que nos permitirá, a su vez, progresar más
adecuadamente en la articulación racional de la propuesta política y social que desde el
Centro se está haciendo, o se pretende hacer. El otro sector es el compuesto por aquellos
que están defendiendo sus posicionamientos en la arena política e ideológica. La respuesta
que debe darse en este supuesto es de carácter polémico, porque es en ese campo donde se
establece su crítica.
El espacio de Centro es, pues, algo bien distinto a lo que entiende GIDDENS por Centro.
Para él, como hemos visto, es el camino de la neutralidad. Prefiere utilizar el término
radical, que está más asociado a la tradición de la izquierda. “Muchas políticas radicales
(...) demandan, y probablemente obtendrán apoyo interclasista -políticas, por ejemplo, en
áreas como la educación, la reforma de la asistencia social, la economía, la ecología y el
control de la criminalidad-” (p. 54). Habría que preguntarse por qué puede haber políticos
que tengan un respaldo que supere la división izquierda-derecha. Sencillamente, en mi
opinión, porque existe un espacio en el que es posible, como señalé antes, la capacidad de
acción, la comunicación permanente con la ciudadanía y la iniciativa constante.
GIDDENS trata a continuación de cuestiones delicadas pues se refieren a la naturaleza
moral de problemas reales que, como sabemos, expresan toda una amplia y variada
panoplia de contornos y aspectos, no siendo el moral el menos importante. El título del
epígrafe, GIDDENS lo bautiza de una forma bien polémica “la política de la Tercera Vía y
el conservadurismo moral” (pp. 54 y ss.). De entrada, la impresión es que la conservación de
las costumbres del orden moral se descalifica en aras de un nuevo planteamiento liberador
de la moral que ya era hora de que llegara. Sin embargo, como veremos, nada más alejado
150
3. La Tercera Vía y sus críticos
de la realidad. Lo que pasa es que si BLAIR es el mago de la comunicación, GIDDENS es
el mago de la provocación intelectual.
3.6. Tercera Vía y política social.
En los temas de familia y de criminalidad, la Tercera Vía ha mantenido, en líneas generales,
posiciones coherentes. Así, BLAIR ha afirmado, sin rubor alguno, que “a igualdad de
condiciones, una familia de dos padres es el mejor entorno social para crear un niño” (p.
55). Aunque no parece que se haya descubierto la pólvora o se haya ofrecido a la nueva
ciudadanía del nuevo milenio nuevas y grandes aportaciones, lo cierto es que la familia es la
gran institución antigua y moderna que se ha revelado, no sólo por su tiempo de vida, como
la gran escuela, con luces y sombras, de humanidad, de libertad y solidaridad. Por tanto, los
poderes públicos deben promover y proteger esta realidad social tanto como sea posible.
En cuanto a las cuestiones de delincuencia y criminalidad, hoy en el centro de las
preocupaciones de los ciudadanos, también hay que superar la división entre izquierda, más
propicia a la no intervención, y derecha, tendente a una fuerte regulación e intervención para
proteger la moralidad. Como señala GIDDENS, debemos tener claro que “el delito nace de
un declive en los criterios morales, que proviene de un creciente individualismo en la vida
personal” (p. 55). Y, precisamente, la familia es el entorno donde se patrocina, me parece,
una equilibrada consideración práctica de hábitos comunitarios y personales que permiten
sobrellevar los rigores de la vida social y profesional en un contexto de moderación y
equilibrio hoy tan necesarios.
¿Cuál es el papel, según la Tercera Vía, del Estado en materia de familia? “Sencillamente
promover la igualdad sexual total, protegiendo los intereses de los niños y aprendiendo a
utilizar la vida familiar” (p. 56). Ciertamente, hoy no tiene, si es que alguna vez la tuvo
-que pienso que no-, ninguna justificación una discriminación del varón o de la mujer por
razón de su condición sexual. Hoy lo que hace falta es que los poderes públicos faciliten los
medios y el contexto necesario para que se pueda conciliar la vida familiar y profesional,
y para que, en este ámbito, se puedan tomar decisiones sobre los hijos en un ambiente
de libertad. A mí la modernización de la familia me parece que pasa por facilitar que la
mujer, sobre todo ella, pueda tomar decisiones -de acuerdo con el hombre- con libertad.
Además, desde el pensamiento complementario, me parece muy atinado que la Tercera Vía
subraye el papel de los hijos, tantas veces preterido y tantas veces expulsados del superindividualismo que, a veces, preside las relaciones en el matrimonio. Y, si me parece bien
la consideración de los hijos, mejor me parece apostar por la estabilidad de la vida familiar,
ya que es en este contexto en el que la educación de los hijos y la equilibrada relación entre
los cónyuges es más fácil.
Según parece, la realidad hoy demanda contextos de equilibrio entre el trabajo laboral y
las responsabilidades domésticas. Para ello, lo razonable no es certificar que ha aumentado
151
3. La Tercera Vía y sus críticos
el divorcio, sino, insisto, poner los medios para facilitar la estabilidad y la conciliación
entre vida laboral y familiar, para quien la elija. En este sentido, GIDDENS señala que las
encuestas, como no podía ser de otra forma, indican “que los niños que crecen en una casa
con un solo padre biológico salen peor parados, en general, que los que crecen en una casa
con sus dos padres...” (p. 57). Parece lógico y razonable a juzgar por la evolución de una
institución como la familia, que ha salido adelante a pesar de los numerosos embates a la
que se ha visto expuesta a través de los siglos.
No deja de ser interesante en este asunto, reflejar que la política de la Tercera Vía debe
hacer posibles “ambientes de trabajo con sensibilidad familiar, hacer posibles varias formas
de baja familiar remunerada y crear o mantener educación infantil de alta calidad” (p. 58).
Durante mucho tiempo, reconoce GIDDENS, la izquierda intentó rehuir la realidad del
delito, de la criminalidad, como justificarla en el anonimato general de la patología social,
sin entrar a fondo en sus causas. La derecha, por el contrario, siempre reclamó una intensa
intervención del Estado. Hoy, afortunadamente, la solución a esta cuestión supera las
barreras ideológicas y se sitúa en un esquema más abierto, más humano, que se encuentra
en los equilibrios, difíciles pero necesarios, que es conveniente buscar entre todos entre la
libertad y la seguridad.
Apoyar a la familia es apoyar el futuro de una sociedad más equitativa, justa y solidaria. No se
trata sólo de adoptar medidas para reaccionar ante una tasa de natalidad inquietante. Se trata,
sobre todo, de apostar por una institución que ha demostrado ser el motor de la sociedad.
3.7. Fundamentos de la Tercera Vía.
Tras las consideraciones de política familiar de Anthony GIDDENS, el sociólogo británico
nos resume los fundamentos de la Tercera Vía de la siguiente forma:
1. La crisis de la izquierda y de la derecha, que aún cuentan, ha permitido que muchas
cuestiones y problemas se planteen desde puntos de vista que superan su rígida separación
ideológica. De acuerdo. En la que ya no lo estoy tanto es en la afirmación de que “la
política de la Tercera Vía ha de implicar políticas radicales” (p. 61), salvo que por radical
se entienda una dimensión de esta naturaleza aplicada al compromiso de la política con
la persona humana, con su dignidad y con sus derechos fundamentales. Sin embargo, me
parece que GIDDENS no camina en esta dirección y sí en el de la clásica interpretación de
los partidos radicales desde la óptica de una izquierda todavía lastrada por el peso enorme
de los prejuicios que todavía condicionan su expresión y representación electoral.
2. La política de la Tercera Vía, afirma GIDDENS, “sostiene que las tres áreas claves del
poder -gobierno, economía y comunidades sociales- han de ser constreñidas en interés
de la solidaridad social y la justicia social” (p. 61). En este punto, me parece que la
152
3. La Tercera Vía y sus críticos
existencia de límites y fronteras en la construcción del pensamiento abierto, dinámico y
complementario, trae consigo un mayor compromiso de la realidad institucional hacia los
problemas de las personas y, por otro lado, facilita la emergencia de las comunidades vitales
organizadas a veces en solidaridades primarias y, así se refuerza el espacio público como
espacio real de participación y no como espacio de representación de los dictados de la
tecnoestructura. Ciertamente, el mantenimiento del equilibrio entre las tres instituciones no
es sencillo, porque el Estado tiende a dominar el mercado y el mercado al Estado mientras
que las comunidades sociales suelen ser las que tienen menos influencia. Sin embargo,
en las actuales sociedades europeas pienso que no pasaría nada por aplicar políticas de
“discriminación positiva” a favor de las comunidades sociales, siempre en el marco de un
contexto de compatibilidad y complementariedad. Sí, el equilibrio es bien difícil. Es una de
las características que mejor definen el espacio del Centro.
3.8. Especial referencia al equilibrio.
En efecto. Los proyectos políticos de Centro deben ser proyectos equilibrados. Con esto
quiero referirme a que son proyectos que deben contemplar el conjunto de la sociedad, y
no sólo el conjunto como una abstracción, sino el conjunto con todos y cada uno de sus
componentes, de modo que tendencialmente la política debe intentar dar una respuesta
individualizada -podríamos decir- a las aspiraciones, necesidades y responsabilidades de
cada uno de los ciudadanos.
De lo escrito se infiere que las políticas de Centro no se construyen atendiendo a una
mayoría social, por muy numerosa y amplia que esta pueda ser, como algunos han querido
interpretar. Si así fuera estaríamos ante la realización de políticas posibilistas, oportunistas
y auténticamente pragmáticas. Las políticas de Centro deben articularse mirando a todos los
sectores sociales, sin exclusión de ninguno. Y desde el Centro debe negarse absolutamente
que la mejora de un grupo social haya de hacerse necesariamente a costa de otros grupos o
sectores. Esta interpretación sólo cabe desde una perspectiva de lucha de clases o desde un
radical individualismo liberal.
Hoy la experiencia histórica y la ciencia social y económica nos deja afirmar que sólo un
crecimiento equilibrado permite una mejora real de los distintos sectores y segmentos de
población. La experiencia soviética, el yermo social, político y económico a que se ha
visto reducido ese gran país que es Rusia, se explica, en buena parte, por la destrucción
revolucionaria de los sectores dinámicos de la economía. Las sociedades postindustriales,
por otra parte, nos vienen enseñando que no es posible un desarrollo económico sostenido
si no es sobre la estabilidad social conseguida por una participación efectiva de todos en la
riqueza producida.
3. La Tercera Vía propone fabricar un nuevo contrato social, basado en el teorema “ningún
derecho sin responsabilidad” (p. 62). Muy bien, lo que ya no parece tan bien es que
153
3. La Tercera Vía y sus críticos
parezca que esta cuestión sea privativa de los partidos, como los denomina GIDDENS, “de
Centroizquierda” (p. 63).
4. La Tercera Vía, en materia económica, “pretende desarrollar una amplia política
(...) que busque reconciliar los mecanismos de crecimiento económico con la reforma
estructural del Estado del bienestar” (p. 62). La tarea no es sencilla. Si se quedara en una
dosis edulcorada de más o menos Estado y más o menos mercado, habríamos perdido
el tiempo. Desde el espacio del Centro, a veces habrá que actuar desde posiciones de
fuerte e intensa intervención, otras veces a través de una equilibrada combinación si lo
requieren las necesidades, y, en ocasiones, la desregulación será la clave. En el espacio
del Centro, insisto, no mandan las recetas, ni las mezclas, mandan las personas y la
acción concreta que es capaz de resolver los problemas atendidas todas las circunstancias
en juego.
5. La política de la Tercera Vía “busca fomentar una sociedad diversificada basada en
principios igualitarios” (p. 63). Igualdad y diversidad ya no son, por tanto, conceptos
incompatibles, sino que pueden ser complementarios, lo cual será posible siempre que se
tenga en el centro de la acción a la persona, su dignidad y sus derechos fundamentales.
Desde este punto de vista, es capital acentuar las políticas de igualdad de oportunidades
desde perspectivas equilibradas que impidan injustificadas y excesivas desigualdades
de riqueza y renta. Desde el Centro, lo “central” es que todas las personas puedan
desarrollarse como tales, en todas sus dimensiones. Que lo hagan mejor o peor es lógico.
Pero donde deben estar presentes los poderes públicos es en aquellas situaciones en las
que se produzcan falseamientos de la competencia y en aquellas situaciones en las que se
produzcan exclusiones “injustificadas”. También es un acierto de la Tercera Vía el que la
“desigualdad ya no puede (...) combatirse solamente mediante transferencias de los más o
los menos desfavorecidos” (p. 63). Hoy hay que combatir la exclusión, sea en la base, sea
en la cúspide.
6. “En la Tercera Vía se toma a la globalización en serio” (p. 64). Resulta, señala
GIDDENS, que si antes el socialismo era internacionalista, hoy “la vieja izquierda se ha
vuelto aislacionista, oponiéndose a veces a casi cualquier aspecto de economía global” (p.
64). Sin embargo, no debe olvidarse, recuerda GIDDENS, que la globalización “ofrece
muchos beneficios, cuya maximización debe ser la meta de la Tercera Vía” (p. 64). Sin
embargo, para que la globalización constituya esa gran ocasión para fomento de la dignidad
de todas las personas, todavía queda un buen trecho y el abandono de no pocos prejuicios
por parte de los todopoderosos integrantes de esa tecnoestructura que, nos guste o no, toma
las decisiones, tantas veces bajo apariencia democrática.
En este punto, la Tercera Vía parte de lo que GIDDENS denomina pluralismo estructural.
Para el sociólogo inglés, la visión de la izquierda clásica de que el Estado debía reemplazar
al mercado como agente de objetivos sociales, debe ser superada, como también debe ser
154
3. La Tercera Vía y sus críticos
superada la tesis neoliberal que todo lo fía a las solas fuerzas del mercado y a la omisión
de los poderes públicos. En este sentido, GIDDENS también rechaza la tesis de los que
vuelven “la mirada a la comunidad o a la sociedad civil como fuentes últimas de cohesión
social” (p. 65) en una clara crítica a los movimientos comunitaristas. Sin embargo, si es
cierto, como razona GIDDENS que “se requiere equilibrio para mantener una sociedad
pluralista” (p. 66), lo cierto es que cada vez es más importante y relevante facilitar que
aflore la vitalidad real que se esconde en las potencialidades de la gente común, por muchos
años ahogadas en virtud de la todopoderosa tecnoestructura.
La Tercera Vía, como señala su ideólogo principal, llega a cuestionar, como es lógico, al
Estado cuando su poder se vuelve asfixiante y burocrático (p. 66). Entonces, aparece una reata
de patologías que hemos tenido ocasión de contemplar no hace mucho tiempo: inactividad,
dependencia, absentismo, papeleo, clientelismo, autoritarismo, cinismo, irresponsabilidad
fiscal, opacidad, ausencia de iniciativa y hostilidad a la innovación (OFFE). Por ello, la
Tercera Vía ha enarbolado, no sin fuertes críticas, la idea de la responsabilidad personal,
así como la transparencia y reforma de los mecanismos del Estado. Me parece que esta
posición asistémica y crítica de la Tercera Vía frente a posiciones estáticas y dogmáticas
sobre el Estado y los mercados, es positiva y no supone, “a priori”, ni estar a favor del
Estado ni apostar sólo por el mercado. En este marco, con inteligencia, la Tercera Vía
introduce los esquemas del pensamiento complementario y plantea la reforma del Estado
para que cumpla mejor su papel. No sé si el reformismo juega un papel sobresaliente en las
políticas de la Tercera Vía, aunque supongo que sí. En todo caso, es la clave para entender
y situarse en el espacio del Centro.
3.9. El Estado.
Ciertamente, el Estado debe ser reformado permanentemente para que cumpla con su
función básica: hacer posible que, en un contexto de equidad y sin dirigismos, cada persona
puede realizarse como tal desde una perspectiva integral. Aquí, sin embargo, me preocupa
que GIDDENS haya escrito en alguna ocasión que ahora el Estado ya no debe remar, sino
guiar la nave. No estoy de acuerdo. Las decisiones son de cada persona en el ejercicio de
su libertad solidaria, ya que atribuir al Estado esta capacidad de dirección, como no sea
en situaciones extraordinarias, resucita las versiones más autoritarias de manipulación del
interés general a cargo de los expertos, de los selectos integrantes de la tecnoestructura.
Con esta salvedad, me parece que la Tercera Vía se desmarca, desde la idea del reformismo,
de la posición anclada en la clásica división izquierda-derecha aplicada a la evolución
social.
En efecto. Si tuviéramos que hacer obligatoriamente una clasificación de los valores que
distinguen la izquierda de la derecha, lo primero que haríamos sería protestar ante quien nos
impusiera semejante tarea. Primero, porque nadie es quien para imponérnosla y, segundo,
155
3. La Tercera Vía y sus críticos
porque “derecha” e “izquierda” son términos tan confusos y difíciles de definir que la
tarea se hace poco menos que imposible. De todos modos, las implicaciones biográficas,
valorativas y afectivas de mucha gente, y, sobre todo, el interés público en este debate, son
razones suficientes para embarcarse en esta clarificación.
Un muy conocido autor, que se califica a sí mismo -y es considerado por todos- de izquierdas
afirma que un rasgo que define a la derecha es su apego a la tradición, a lo recibido, a lo que
ya está constituido, a lo cual se le da un valor prácticamente sagrado. De aquí se derivaría
una actitud general de conformismo, de pasividad, de aceptación de los estatus imperantes.
Incluso de justificación de todo tipo de procedimientos para conservar el orden establecido,
y, en el caso más extremo, del recurso a la violencia física, a las armas.
Como punto de partida, como petición de principio no demostrada, no tengo inconveniente
en aceptar que así podría ser, es decir, que podemos considerar de derechas semejantes
actitudes, disposiciones y valores. La posición contraria, la izquierda, vendría entonces
determinada por la mirada puesta en el futuro, que se presagia mejor, en el rechazo de
la situación recibida que se caracteriza por la opresión, la desigualdad y la injusticia. Se
derivaría de aquí, ahora, una actitud general de insatisfacción, de resentimiento, de rebeldía
ante lo recibido, y de subversión de los valores anteriores camino al establecimiento de
otros nuevos. Y, simétricamente a lo que sucede a la derecha, podrá derivarse también
la justificación del recurso a cualquier medio, también a la violencia, para acabar con la
desigualdad, opresión e injusticia imperantes.
Sobre este tipo de consideración de la izquierda tengo que hacer el mismo juicio que ya he
hecho, que si se toma como una petición de principio me parece que se puede admitir. Pues
bien, si esto -contando con la simplificación que conlleva- fuera así, seríamos muchedumbre
los que no nos situaríamos ni en un campo ni en otro de los que se han descrito. Porque
somos muchos los que consideramos que hay mucho de bueno, de muy bueno, en lo
que nos han transmitido las generaciones pasadas. Esta afirmación me situaría según la
catalogación anterior en la derecha, pero sólo si se toma de un modo parcial y capcioso,
porque en las anteriores generaciones cuento muchos aspectos ya no sólo de la tradición
antigua que conforma nuestra cultura occidental en sus rasgos más venerables, sino también
las generaciones ilustradas: la lucha antifascista en que se debatió Europa durante este
siglo, el esfuerzo y el coraje de la acción sindical en la preservación y reivindicación de los
derechos de los trabajadores, la lucha -tantas veces heroica, y también atroz- de los pueblos
esclavizados por su liberación.
Pero no me quedaré en declaraciones retóricas. Por venir al momento presente, a nuestro
presente, cuento también los muchos avances que España realizó durante los años de
presidencia de Felipe GONZÁLEZ, con la dirección de los socialistas, en los que las
sombras y los borrones no fueron lo más importante, aunque se gestionara muy mal su
solución.
156
3. La Tercera Vía y sus críticos
Ahora bien, afirmo al mismo tiempo que hay muchas cosas que no nos gustan, muchos
problemas que están ahí, que puede que sean de difícil solución, pero que hay que abordar.
Por lo tanto, la realidad es como es, y está ahí, porque es la que tenemos, y además si no
tuviéramos esta no tendríamos otra, estaríamos muertos. Pero la realidad no será en el
futuro sólo lo que es hoy, sino que será, a partir de lo que es, lo que nosotros hagamos que
sea. No lo que queramos, sino lo que de hecho hagamos. Porque nuestros padres quisieron,
-muy probablemente- dejarnos a nosotros el mejor de los mundos. Igual que tal cosa
pretendemos nosotros con las generaciones futuras. Pero no somos ingenuos ni visionarios:
nuestra comprensión de los problemas -de la realidad- es limitada, y nuestra capacidad de
acción, otro tanto o más.
Lo que llamo el sentido de la realidad, la capacidad para distinguir lo bueno, lo malo, lo
mejor, lo peor, lo pésimo y lo óptimo; el sentido práctico y la imaginación para abordar
con decisión y con prudencia los problemas convenientemente priorizados; el equilibrio
para que las soluciones no sean unidireccionales y tomen en cuenta a todos los sectores
sociales, sin exclusión; la moderación, consecuencia lógica de todo lo anterior, que lleva
de la mano a desechar cualquier solución que se presente con pretensiones de globalidad
y con la etiqueta de definitiva. Ni el conformismo estático o esclerótico de lo que algunos
llaman derecha; ni el inconformismo dinámico y compulsivo de lo que llaman izquierda.
Reformismo.
Por tanto, la reforma del Estado puede dotar al gobierno de mayor influencia que antes
(p. 67). Ahora, sin embargo, esa influencia debe partir de las necesidades reales de los
ciudadanos y no tanto de la autocomplacencia de la propia administración pública. La
cuestión del tamaño del Estado no es lo decisivo. Es probable que la función del Estado
supere la vieja filosofía de su misión de guardián, como es también probable que no le
corresponda una posición demasiado activa. GIDDENS dice, al respecto, que “el Gobierno
tiene que juzgar un papel básico para mantener los marcos cívicos y sociales de los que, en
realidad, dependen los mercados” (p. 67). Por supuesto, pero echo en falta, al tratar de las
funciones del Estado, un mayor compromiso con los derechos fundamentales. Es como si
ahora, para la Tercera Vía, la idea del mercado hubiera cobrado tal fuerza e intensidad que
haya llegado a borrar de la definición del Estado la referencia a las personas. Para el espacio
del Centro, este es el dato capital que justifica la reforma del Estado del bienestar y de la
administración pública, tal y como ya he tenido ocasión de señalar con anterioridad.
¿Tiene alguna posición la Tercera Vía sobre las privatizaciones? GIDDENS, con bastante
acierto en su reflexión, hace constar que muchas compañías se han desburocratizado en los
últimos años con buenos resultados, lo cual también debería acontecer en los organismos
públicos (p. 68). Es más, uno de los desafíos de mayor calado que tenemos en este tiempo
es “desburocratizar” la burocracia -que puede ser pública o privada-, “desmercantilizar” el
mercado o “despolitizar” la política. En este contexto, hay que señalar que la privatización
157
3. La Tercera Vía y sus críticos
“no es la única forma de insuflar nueva vida a las instituciones públicas” (p. 68). Como
botón de muestra, que es bien interesante, GIDDENS relata el caso de un ente público
privatizado que adolecía de grandes disfunciones y que, gracias a una “reestructuración
completa de la organización diseñada para hacer a cada empleado sensible a las necesidades
de los consumidores” (p. 69), pasó a obtener mejores resultados en todos los órdenes al
abandonar las rígidas reglas burocráticas y avanzar hacia una delegación de funciones más
pendiente de las necesidades de los consumidores.
3.10. El comunitarismo.
En el estudio de GIDDENS se hace referencia a distintos análisis que concluyen que la
falta de prestigio de los políticos ha supuesto un creciente distanciamiento de la gente
en relación con las funciones gubernamentales. Muchos ciudadanos “sienten que el
gobierno está remotamente alejado de sus vidas y de sus preocupaciones diarias. Creen
que la “política” se ha convertido en un asunto corrupto, distanciado de los ideales
democráticos que, supuestamente, la inspiran” (p. 71). Es cierto, pero lo que hay que
hacer es “democratizar” la democracia y, para ello, me parece que no es sólo suficiente
poner en juego reformas de las instituciones; es necesario, en esta tarea, una honda
labor educativa que recupere el sentido de la participación cívica y una nueva forma
de acercarse a los problemas sociales más abierta, más dinámica, más plural y sobre
todo, más complementaria. Es importante, por supuesto, insistir en más transparencia
y más responsabilidad; y si hiciera falta, poner en marcha las reformas constitucionales
que sean precisas, como en la introducción de “referendos democráticos y formas
renovadas de democracia directa y jurados ciudadanos” (p. 71). Asimismo, debe quedar
bien claro que la corrupción supone la desnaturalización del poder, su conversión en las
más variadas maneras de satisfacer intereses personales o de grupo en lugar de servir
con objetividad los intereses generales entendidos como contextos para la promoción de
los derechos fundamentales de las personas. El combate a la corrupción, insisto, no es
sólo una cuestión de estructuras, implica un compromiso personal de la ciudadanía por
entender la cosa pública como la gestión de lo común al servicio de las personas, y no al
revés. Por supuesto que la información, como recalca GIDDENS es capital; pero todavía
lo es más la disposición personal al servicio público.
El profesor aborda también, en esta materia, la cuestión del comunitarismo y el poder
público. Tema que me suscita un breve comentario.
Como es sabido, el poder estatal tiene un evidente sentido de servicio al bien de todos
y es el poder supremo entre los poderes sociales naturales porque, como se ha señalado
desde hace mucho tiempo (MESSNER), el cumplimiento de las tareas particulares de
todas las pequeñas comunidades depende de que el Estado cumpla sus tareas sociales más
básicas. Sabemos que los hombres pertenecemos inmediatamente a pequeñas comunidades
(familia, ayuntamiento, corporación profesional, entre otras), y que el primer deber del
158
3. La Tercera Vía y sus críticos
Estado es crear los presupuestos para cumplir las tareas que a esas comunidades impone la
realidad. En este contexto, el Estado sería una vinculación de comunidades, de forma que
en las relaciones bilaterales del Estado, con respecto a la pequeña y gran comunidad, debe
respetar y promover los derechos originarios comunitarios. En este sentido, cobran especial
importancia las aproximaciones comunitarias de corte moderno.
El comunitarismo, es bien sabido, parte del fracaso socialdemócrata clásico y también del
ocaso neoliberal radical. Ciertamente, la recuperación de los valores y vínculos comunitarios
pasa por fortalecer las llamadas instituciones intermedias y, por tanto, la propia sociedad
civil. Por eso, para el comunitarismo, si tenemos que renovar la sociedad, el siglo XXI
tendrá que recuperar la noción del hombre como portavoz de unos valores morales
inherentes. Este es el punto central, recuperar la idea de la dignidad humana y luchar contra
ese utilitarismo que ha traído consigo una concepción del hombre mecanicista y relativista,
en la que se piensa que el ser humano no es más que un complejo de electrones y protones.
Por eso, cada vez es más urgente combatir ese modelo de Estado intervencionista que ha
empequeñecido al hombre, hasta sumirlo en un profundo sueño en el que observa, impasible
y sin capacidad de reacción, algunos atentados contra la dignidad humana que están en el
ánimo de todos hace ya muchos años.
TOCQUEVILLE profetizó, es bien sabido, que la fuerza de la democracia americana venía
de la tendencia a unirse en asociaciones voluntarias, mientras que la gran preocupación a
largo plazo sería el egoísmo que lleva a cada ciudadano a vivir aislado. Pues bien, hoy se
puede decir que esta profecía se ha hecho realidad y, lo que es más grave, muchas veces
ha sido alimentada desde los poderes públicos que en ocasiones no resisten la tentación de
predicar que la sociedad debe estar habitada por individuos libres, sin límites, mimados
con promesas, sin obligaciones, con infinitos derechos e inundados de innumerables
posibilidades de consumo. Al final, más que ciudadanos, son súbditos; sí, auténticos
súbditos del Estado del bienestar.
La clave está en que los ciudadanos interioricen y vivan las cualidades, los hábitos
auténticamente democráticos. Para ello debe primar el respeto, la responsabilidad, el
autocontrol y la solidaridad a nivel personal. Y para conseguirlo hay que reconocer que
el primer semillero de la sociedad civil es la familia y que es imprescindible contar con
movimientos sociales dinámicos, porque una sociedad sana no puede ser reconstruida a
través de programas, de reformas o de reducciones de impuestos: debe ser alcanzada a
través de los esfuerzos solidarios de los hombres y mujeres y, sobre todo, del compromiso
que lleva a vivir en un contexto de referencias éticas sólidas.
Hoy, en Estados Unidos, los programas sociales de más éxito son los que están impulsados
por los valores morales, pues, en definitiva, lo más importante no es tanto la ayuda material,
sino la comprensión o el afecto y, hoy en día, estamos en una sociedad impersonal que parece
que sólo valora lo material. De ahí que se pueda decir, de acuerdo con los comunitaristas, que
159
3. La Tercera Vía y sus críticos
la solución, más que en el mercado, está en un marco de solidaridad, pues las personas no
son meros individuos libres para prosperar, sino que son también miembros de la sociedad
de la que dependen y con la que tienen importantes responsabilidades contraídas.
El comunitarismo es una de las corrientes de pensamiento postmoderno que más impacto está
causando en el mundo de las ideas en Norteamérica y que preconiza la vuelta a los vínculos
comunitarios y a los valores. Pero para ello es necesario combatir algo que está muy de moda
en la vida social actual como consecuencia de las doctrinas del pacto social: el criterio del
interés. Hoy no se puede minimizar su importancia, el relativismo y el subjetivismo propio de
esa Ética procedimental que tanto teme a los valores universales y objetivos, y que se refugia
en ese “que cada uno piense lo que más le guste”, constituye un enemigo casi imbatible.
Sin embargo, el subjetivismo no es independencia de criterio. Es más, ante la pregunta de si
es posible encontrar un consenso público más allá de lo procedimental, hay que decir que
la contestación afirmativa ni implica imponer nada a los demás ni supone amenaza alguna
a las libertades individuales. Es más, las libertades son un presupuesto del comunitarismo,
pero, claro está, las libertades personales no deben ir en contra, por ejemplo, de un vínculo
comunitario tan importante como es la solidaridad. Como señala el comunitarismo
(BELLAH), un grupo fuerte que respete las diferencias individuales reforzará la autonomía
personal al igual que la solidaridad, mientras que aisladamente es donde las personas son
más susceptibles de ser homogeneizadas. Por eso, la democracia no sólo no surge del
vacío moral, como ahora pretenden muchos, sino que, como es bien sabido, nace como
consecuencia de unos presupuestos y valores bien conocidos, aunque pienso que hoy poco
practicados: la igual dignidad de todos los hombres, el Derecho como límite del poder y la
libertad innata de la persona.
Ahora bien, la importancia de los valores en la vida pública o, si se quiere, fundamentar la
vida pública en los valores, no supone, ni mucho menos, que tenga que ser el Estado el que
por sí mismo se encargue de hacer que se cumplan las referencias éticas. No, la cuestión es
de naturaleza personal. Para revitalizar la sociedad no es necesario ni proponer incentivos
ni castigos legales, sino que lo único decisivo es que las personas cambien. Es necesario
el compromiso personal con los valores o, terminología comunitarista (ETZIONI), es
muy importante difundir un claro lenguaje moral que permita que se cambien los hábitos
personales, lo que permitirá que cambien las orientaciones de la política.
Pero, ¿es posible esta manera de pensar en la práctica diaria? ¿Se puede aplicar en lo
concreto? El mismo ETZIONI nos cuenta el caso, ciertamente interesante, de la prestación
asistencial rápida en SEATTLE a las personas que sufren infartos. El modelo liberal radical
plantearía el tema señalando que será el mercado la solución: si hay demanda de un servicio,
la libre competencia soluciona el problema. El sistema socialdemócrata clásico resolvería
el caso proponiendo que el ayuntamiento compre decenas de ambulancias. Sin embargo, el
problema es que el equipo médico llegue a tiempo, ya sea en ambulancia privada o pública.
160
3. La Tercera Vía y sus críticos
Pues bien, los comunitaristas lo que hicieron en SEATTLE es enseñar a miles de ciudadanos a
prestar los primeros auxilios a las víctimas del infarto: un ejemplo vale más que mil palabras.
El comunitarismo, en principio, supone una aportación de savia nueva a la vida social y,
como hemos advertido, las comunidades se erigen en contextos adecuados, a través del
ejercicio de virtudes cívicas, para el desarrollo social. Sin embargo, y al margen del llamado
fundamentalismo comunitario, GIDDENS no deja de llamar la atención sobre algunas
contradicciones de la doctrina comunitarista. Es más, si las comunidades adquieren una
presencia demasiado intensa y extensa, sobre todo en contextos de debilidad institucional
pública y privada, “pueden originar políticas identitarias, y con ellas un potencial de
división social, o incluso de desintegración” (p. 73). A la vista están las consecuencias de
apelar, desde la perspectiva del pensamiento único, a la identidad: Se llega incluso a afirmar
que los derechos individuales son derivados de la expresión identitaria, aparecen visiones
exclusivistas y se abandona toda reflexión sobre la tolerancia y la diversidad porque el
“identitarismo” tiende a la homogeneización y a la imposición de la construcción identitaria.
Por eso, aunque no sé con qué fundamento, GIDDENS afirma que “sea la sociedad civil más
ampliamente, y no tanto la comunidad, hacia donde deberíamos dirigirnos como elemento
esencial de la Tercera Vía” (p. 73).
Ciertamente, la sociedad es básica para “constreñir el poder de mercados y gobiernos” (p.
74). Por supuesto, sólo faltaría. Pero a renglón seguido, habría que señalar que la sociedad
ordinariamente opera a partir de personas articuladas en sus solidaridades primarias, que
podrían denominarse comunidades, por lo que el fundamento del poder político reside en
la libertad articulada de los ciudadanos (BURKE). La dimensión de equilibrio entre Estado,
mercado y sociedad, sin embargo, es ideal en su construcción teórica. En la práctica es casi
imposible, porque tanto el Estado como el mercado, o los mercados, tienden a la expansión
y a reducir a la sociedad, a las comunidades, al claustro de las conciencias individuales de
los ciudadanos. De ahí que sea interesante la apelación de GIDDENS a la ciudadanía: “la
sociedad civil, más que el Estado, aporta la base de la ciudadanía y es, por ello, crucial para
sostener una esfera pública abierta” (p. 74).
3.11. La ciudadanía.
En efecto. Uno de los conceptos que últimamente está despertando interesantes
aproximaciones científicas es el de ciudadanía. Ya sea desde el punto de vista de la filosofía
política en particular o de las ciencias sociales en general, está irrumpiendo con inusitada
fuerza todo un conjunto de investigaciones multidisciplinares que buscan colocar en el
primer plano de la hermeneútica democrática precisamente las iniciativas sociales de la
gente como elemento central del sistema de justicia y libertades. Por varios argumentos.
Primera razón. Parece que cada vez es más perceptible la realidad de un tejido social
de carácter prepolítico y preeconómico, que se mueve en ese ámbito que -en su amplia
161
3. La Tercera Vía y sus críticos
acepción actual- podemos denominar cultura, es decir, activo cultivo de las capacidades
personales y comunitarias para configurar un modo de vida que acaba por tener decisivas
repercusiones políticas y económicas (LLANO CIFUENTES). Sí, cada vez aparecen más
manifestaciones del libre ejercicio de la participación ciudadana y de la responsabilidad
personal que se alían para defender parcelas de relieve social.
Segunda razón. Los poderes públicos y, sobre todo, el llamado Estado del bienestar,
han fracasado en su intento de definir, de encauzar unilateralmente las necesidades
colectivas. Por una cuestión muy sencilla. Porque el estatismo y la burocratización que
ha traído el Estado del bienestar se ha olvidado de lo más importante. Se ha olvidado,
ni más ni menos, que de pensar en la gente, en las personas concretas. Se ha aumentado
el gasto público a través de programas especiales y del aumento de los funcionarios, y
el resultado ha sido que sigue mandando la burocracia con toda su red de poderes y, sin
embargo, descendió notablemente el nivel de calidad de los servicios. Y lo que es más
importante, bajó el grado de satisfacción de los ciudadanos por la prestación de dichos
servicios. Por ejemplo, en materia de servicios sociales, el aumento del gasto público
en este área no ha traído consigo un mejor servicio a los excluidos, desfavorecidos o
necesitados (MORIN).
Tercera razón. Hoy la política ya no es de la propiedad de los políticos o profesionales del
ejercicio del poder, sino de la gente, de los ciudadanos, o de los electores. Por eso, nos
guste o no, en algún tiempo veremos cómo se van desmoronando viejas técnicas de control
y organización política, propias de una concepción vertical del mando, para dar entrada a
nuevas experiencias más democráticas y procedentes de la realidad, de la vida misma.
Cuarta razón. Tampoco el mercado por sí solo es la panacea que todo lo arregla ni la
quintaesencia de la eficiencia. No se trata, en mi opinión, de sustituir el peso del sector
público por el sector privado. No se trata sólo de privatizar y privatizar, pues a veces los
procesos de privatización pueden alimentar peligrosos oligopolios que amenazan con
invadirnos a través de esa sutil monserga del todo vale, lo importante es tener, acumular; lo
importante, en definitiva, es el poderoso don dinero.
La importancia del concepto de ciudadanía como propuesta de investigación social nos pone
delante de los ojos algo que me parece básico: se trata de desburocratizar y desmercantilizar
(LLANO CIFUENTES), con objeto de liberar las vitalidades que laten en el ámbito
cultural del mundo de la vida. Es decir, que el funcionamiento de la democracia represente
la realidad. Por eso, cada vez será más importante apuntar hacia los inagotables recursos
que atesora el temple intelectual del pueblo. Aquí está una de las claves para entender lo
que supone, y lo que es, el espacio del Centro.
En cualquier reflexión sobre la reforma del Estado y del aparato de gobierno, ocupa un
lugar destacado la alusión a la globalización económica.
162
3. La Tercera Vía y sus críticos
Cuando se habla de globalización, de internacionalización o mundialización, se pretende
reflejar una característica elemental de la naturaleza de las relaciones actuales. Me refiero
a que la globalización más importante es la de las mentes de las personas, en muchos casos
atrapadas en ese atávico razonamiento de lo unilateral, de lo único o de la verticalidad.
Parece mentira, pero me temo que lo decisivo para vivir con dignidad en estos tiempos
es esa mentalidad abierta y esa capacidad para “ver” personas en los diferentes campos
del trabajo moderno. De lo contrario, la globalización podría traer consigo una de las más
insoportables dictaduras jamás sospechada: utilizar a las personas al servicio de esa palabra
que suena tan a post-modernidad.
Siempre recordaré en este sentido un buen consejo que viene de 1991, cuando entonces dirigía
la Escuela Gallega de Administración Pública, y que por aquel tiempo me proporcionó un
auténtico maestro en el sentido más cabal del término: procura pensar en las personas que
hay detrás de cada expediente administrativo y no olvides que todas las resoluciones que
firmes, ya sean para consumo interno o de dimensión externa, deben poder publicarse en
cualquier periódico para general conocimiento. Consejos que se inscriben en una versión
humanista y humanizadora de la acción pública.
Cuando la perspectiva de la razón humanitaria es fuerte y sólida, entonces nos podemos
preguntar. ¿A quién beneficia la globalización? ¿A quién perjudica? ¿Es compatible la
globalización con la solidaridad? ¿Y con la equidad? Vaya por delante que me parece
una solemne tontería, dicho sea con benevolencia, que se pretenda ese sutil juego del
enfrentamiento confrontación que se produce desde posiciones estáticas y apriorísticas hoy
ya felizmente superadas. Lo realmente importante es construir un sistema de globalización
donde la sensibilidad humana sea un elemento esencial. O si se quiere debemos hacer lo
posible porque globalización y humanismo siempre aparezcan juntos, como si fueran dos
caras de un mismo fenómeno.
Es cierto, como dicen algunos, que la globalización incide sobre la democracia. Es lógico
que este panorama de los mercados abiertos, nuevas tecnologías y flujo de la información
afecte a la calidad de la democracia. Se produce, pues, una democratización permanente
en todos los ámbitos de la actividad humana y un creciente humanismo para el que la
referencia a la dignidad de la persona es un dato necesario.
Ahora bien, ¿cómo afectan las nuevas formas de trabajo que trae consigo la globalización en
la vida de la gente? De entrada, hay que tener un poco de cuidado con el término flexibilidad.
¿Por qué? Porque, como ha apuntado recientemente el sociólogo Richard SENNET en
su libro “La corrosión del carácter. Las consecuencias personales del trabajo en el nuevo
capitalismo”, es posible que los beneficios de horarios flexibles y del tele-trabajo puedan
enmascarar un control mayor de los jefes sobre los empleados. Es decir, la oficina virtual
nunca cierra, lo que abre la posibilidad de que los jefes abusen exigiendo que los empleados
trabajen desde casa más allá de la jornada laboral.
163
3. La Tercera Vía y sus críticos
La clave, por tanto, no está tanto en los sistemas, en las estructuras o en las metodologías,
por buenas y modernas que sean. La clave está en pensar en la gente, en saber cómo van a
afectar a las personas determinadas decisiones. Si van a ampliar su espectro de posibilidades
o si, por el contrario, se va a estrechar el cerco.
Las personas, lamentablemente, son hoy tan de usar y tirar como los vasos de plástico de las
flexibles oficinas en las que trabajan esas flexibles corporaciones. Sin embargo, es necesario
volver a insistir en que la sensibilidad hacia las personas debe ser una nota esencial de
la globalización. Si no se da en la medida necesaria, ¿será porque estamos demasiado
obsesionados con el corto plazo y no nos damos cuenta que convivimos con personas que
muchas veces esperan de nosotros aliento, comprensión y estímulo? Tenemos ante nuestros
ojos una gran oportunidad que no debemos desaprovechar.
Cuando la fundamentación de las normas reside en la autoridad y no en la verdad, baja
el nivel de la racionalidad ética. Cuando en lugar de edificar el contrato social sobre
el humanismo, se fundamenta en una minoría tecnocrática que decide, en nombre de
la neutralidad y del procedimiento, lo bueno y lo malo, entonces se diluye el respeto
a la libertad y a la dignidad del ser humano. Entonces, nos encontramos ante un
encorsetamiento de la vida, vivimos en un ambiente artificialmente cerrado y, es lo más
grave, desaparece el valor auténtico y la riqueza creadora de las personas. Es la situación
que algún filósofo ha calificado como inhumanismo. Lo contrario precisamente a un
ambiente en el que la fuerza vital de las energías e iniciativas de la gente sea el motor real
del cambio y la evolución social.
En un ambiente en el que se desconfía de la capacidad vital de acuerdo con lo que cada
uno de los ciudadanos considera como bueno para todos, se quiebra uno de los principios
centrales de la vida colectiva, como es el bien general o bien común. Se trata, me parece, de
una sutil operación orquestada por quienes no tienen empacho alguno en negar la capacidad
ética de la gente, a la que se “expulsa” al mundo de la conciencia individual, a la intimidad.
Estos nuevos invasores, que actúan amparados por su especialización en el interés general,
se erigen, sin legitimación real, en la única fuente de lo bueno y lo malo para la colectividad.
Ellos son los que, con ocasión y sin ella, enarbolan la bandera de la única política posible
que, lógicamente, se inscribe en el triunfo de la tecnoestructura sobre la vitalidad de la
realidad que, de esta forma, queda amordazada al ambiente del yo personal.
La dictadura del tecnosistema condena a la separación de la ética privada, enclaustrada
y encadenada al ámbito de la conciencia individual, y la ética pública, que aparece como
la única racionalidad moral posible y capaz de discernir lo que es bueno o malo para la
sociedad, o, si se quiere, lo que es correcto o incorrecto para todos. Esta quiebra provoca
uno de los más nefastos efectos que se pueden dar en una sociedad abierta y democrática:
la expulsión de la gente corriente, que queda supeditada a la configuración burocrática y
tecnocrática.
164
3. La Tercera Vía y sus críticos
Nadie puede negar las profundas transformaciones de todo orden que ha traído consigo la
globalización en sus más variadas manifestaciones y tipologías. La economía, la información
o la ciencia ya no son lo que eran. En principio, es una gran ocasión para colaborar a
mejorar las condiciones de vida de las personas. Sin embargo, no deja de sorprenderme en
los planteamientos de la Tercera Vía sobre la globalización, la especial consideración y la
gran defensa con que se trata a la cuestión económica, olvidando otros aspectos igualmente
relevantes. Quizás sea un descuido. De acuerdo que ahora la productividad ya no se depende
tanto “de añadir capital o trabajo” (p. 76) como de la capacidad de procesar información
y de trabajar en red, en el mundo de internet. Estamos hoy en el reino del internet y de
lo virtual, y corremos, me parece, un serio peligro de fundamentalismo de nuevo cuño:
pensar demasiado, tanto, en las nuevas tecnologías que nos olvidemos de otros aspectos,
tan o más importantes, de la realidad misma. Es cierto que, en estos procesos, aumenta la
incertidumbre y la inseguridad y, por ello, quizás sea más capital pensar más en las personas.
GIDDENS reconoce, sólo faltaría, que la globalización puede tener consecuencias negativas
y que este proceso es también social, político y cultural; lo que pasa es que dedica apenas
tres líneas en contraposición a la largueza e intensidad con que se describe la globalización
económica.
3.12. Educación.
Lógicamente, en toda esta temática, el profesor GIDDENS insiste muy especialmente
en la “economía del conocimiento”. Con independencia de las profundas, profundísimas
transformaciones que ha traído consigo la tecnología de la información y del conocimiento,
lo cierto es que, por un lado, se trata de una gran ocasión para globalizar el conocimiento
y la enseñanza y, por otro, se corre un serio peligro de incurrir en lo que he denominado la
ideología de las nuevas tecnologías que, de una forma sutil y sibilina, acaba en manos de
la tecnoestructura como instrumento de dominación y manipulación de la realidad. Nadie
duda que es algo muy importante y de que esta industria emplea ya a más gente en Estados
Unidos que “la de automóviles y piezas de automóvil juntas” (p. 79).
Las políticas de la Tercera Vía, señala Anthony GIDDENS, “tienen que comprometerse con
diferentes prioridades -la educación, los incentivos, la cultura empresarial, la flexibilidad,
la descentralización y el cultivo del capital social- (...). La fuerza motriz del desarrollo del
capital humano, obviamente, tiene que ser la educación. Es la principal inversión pública
que puede promover tanto eficiencia económica como cohesión cívica” (p. 82-83). Es
interesante el acento que se pone desde la Tercera Vía en la educación y es muy atractiva
la idea de “redefinir la educación para localizarse en facultades que los individuos sean
capaces de desarrollar a lo largo de su vida” (p. 83). Pero para ello, me parece que no es
baladí, en esto me permito completar a GIDDENS, colocar en el primer plano de la tarea
docente la idea de la transmisión del conocimiento y la asunción de la dimensión práctica
que debe tener la llamada sociedad del conocimiento, no vaya a ser que nos quedemos
con un conjunto acumulado de saberes y enseñanzas que no sirvan para la vida cotidiana
165
3. La Tercera Vía y sus críticos
o, lo que es peor, que se reduzca la función docente a la comunicación de toda suerte de
información.
En los tiempos que corren, con tanta agitación, tanta actividad, tanta cultura audiovisual,
y con tan poco tiempo para pensar, es interesante subrayar la importancia del proceso del
aprendizaje.
Resulta muy gratificante y muy estimulante recordar que el esfuerzo necesario para
aprender cualquier materia, debe ser completado con la satisfacción y el placer propio de
quien tiene presente que los conocimientos, porque hunden sus raíces en la realidad, no
cesan de desarrollarse, independientemente de lo aprendido en la escuela.
También es muy importante que el estudiante adquiera un cierto espíritu investigador. Que
se pregunte, ¿de qué sirve tal materia en mi vida?, ¿me enseña algo?, ¿me gusta lo que
estudio? Evidentemente, el placer y la satisfacción será mayor, si se advierte su sentido.
Así, atraerá más el estudio de la filosofía cuando ayude a responder a los grandes problemas
de nuestro tiempo o, será muy interesante comprender que, tanto en los problemas de los
cambios de velocidad de una bicicleta como en las cuestiones de astronomía, la física
prosigue la misma y fascinante búsqueda de la verdad.
En fin, qué importante es captar al menos las raíces de los conocimientos esenciales, sus
bases históricas, comprender la lógica de las asignaturas y aprender a utilizar bien los
instrumentos intelectuales. Y qué importante es, y qué pocas veces se consigue, intentar que
los alumnos sepan “algo más” que lo que entra en el examen. Es necesario reaccionar ante
esa obsesión por lo inmediato, por la superficialidad. Hoy los profesores tenemos el reto
de enseñar a pensar, de enseñar los conocimientos básicos de nuestras disciplinas y, muy
especialmente en la universidad, facilitar ese gusto por aprender y transmitir esa perspectiva
crítica que tanta falta nos hace para sacudirnos ese profundo sueño, esa situación de letargo,
en la que se ha instalado una sociedad insensible ante tanto ataque contra el hombre y su
dignidad personal.
3.13. Humanismo y humanidades.
En toda la cuestión educativa, resulta del mayor interés la reflexión sobre el humanismo
cívico y sobre la influencia de las humanidades en los planes y programas educativos.
Una de las cuestiones que más preocupa a los filósofos de la política y a los cultivadores de
las ciencias sociales es, sin lugar a dudas, la fuerza y operatividad de las iniciativas civiles.
Alejandro LLANO, en un libro titulado “Humanismo Cívico -Barcelona, 1999- ha llamado
la atención sobre el déficit de la presencia activa y potente de una ciudadanía reflexiva,
dispuesta a hacer valer en todo momento la evidencia de que la única configuración justa de
una sociedad es aquella que reconoce la relevancia pública de la libertad concertada de sus
166
3. La Tercera Vía y sus críticos
miembros. En este sentido, las profecías de TOCQUEVILLE sobre el llamado “despotismo
blando” o sobre el sometimiento de las personas y comunidades solidarias a ese “inmenso
poder tutelar” se han ido cumpliendo casi a la letra.
Un vez que las posiciones individualistas o comunitaristas parece que no alcanzan a
fundamentar esa humanización de la realidad, parece necesario colocar en su justo término
la responsabilidad de las personas y la centralidad de las comunidades humanas en el vértice
del desarrollo de la vida política.
¿Cuál es en la política el protagonismo real de las personas concretas? ¿Somos conscientes
los ciudadanos de nuestra condición de miembros activos y responsables de la sociedad y
participamos eficazmente en la configuración política? ¿Son las comunidades humanas esos
escenarios de libre desarrollo de la personalidad de sus miembros? ¿Son esas subjetividades
sociales autónomas ambientes de auténtico ejercicio democrático de las virtudes sociales?
¿Es la vida pública un ámbito de despliegue de las libertades sociales y una instancia de
garantía para que la vida de las comunidades no sufra interferencias indebidas ni abusivas
presiones de poderes ajenos a ellas?
La contestación sincera a estas preguntas nos pone de manifiesto, me parece, la importancia
de colocar a la persona concreta en el centro de la vida política. Pero, para que esto sea
real y auténtico, es preciso denunciar que ha pasado ya el momento de apogeo de ese
tecnosistema que bascula sólo sobre el Estado, el mercado y los medios de comunicación.
Ahora es necesario buscar la manera de que brille el protagonismo de los ciudadanos, su
capacidad de participación política.
La tarea es compleja, pero apasionante. Y en esta tarea de humanizar la realidad, hay que
tener presente, como señala Alejando LLANO en su libro, que son muchos los que han
visto y sufrido la realidad de unos intercambios subrepticios -tan reales como inmoralesde los medios simbólicos correspondientes al mercado, al Estado y a los medios de
comunicación. Han palpado de cerca la arrogancia de los poderes, la prepotencia de los
situados, el avasallamiento de que han sido objeto iniciativas sociales magnánimas y
constructivas, la mentira política, la violencia terrorista, la guerra sucia acompañada del
enriquecimiento de sus promotores: todo eso que, desde Maquiavelo, se llama en teoría
política corrupción.
Es necesario humanizar el poder, es necesario que desaparezcan las experiencias de
exclusión y laminación que practican los que están en el vértice, es necesario celebrar
y animar iniciativas sociales que coadyuven a construir el bienestar general como tarea
compartida. Para ello, insisto, es importante constatar la fuerza que van cobrando esas
instituciones sociales donde se pone en juego la responsabilidad y la participación de los
ciudadanos. Por eso, es un síntoma de esperanza llamar la atención sobre el hecho de que
los ciudadanos mismos han echado mano de sus propios recursos y empiezan a tomarse la
167
3. La Tercera Vía y sus críticos
libertad de operar por cuenta propia, sin esperar permisos no requeridos ni subvenciones
que condicionen su forma de actuar.
Mucho se ha hablado y escrito sobre la llamada crisis del Estado del bienestar y sobre la
emergencia de la sociedad del bienestar. Lo que parece claro, al menos para mí, es que
el diseño y ejecución del Estado del bienestar, como ya he señalado, ha fracasado como
intento de mejora de la calidad del bienestar general de los individuos, porque se ancló en
un tecnosistema estático y cerrado que no fue capaz de activar la fuerza de las iniciativas
sociales. Más bien, las aherrojó en un intento de situar en la cúpula a esa tecnocracia y
burocracia que todavía hoy se resiste a abandonar numerosos privilegios y prerrogativas
de difícil justificación. Sin embargo, en su definición, el Estado del bienestar trajo algo
positivo: una mayor sensibilidad frente a los problemas y conflictos sociales.
Pues bien, hoy parece que, poco a poco, va despertando en serio un nuevo esquema de
emergencia de las energías latentes en la sociedad, recogiendo el dinamismo vital que
surge del mundo real, de la vida misma, de la cotidianeidad espontánea. Algunos, en
contraposición a la dominación reciente y ya caduca del Estado de bienestar, califican
estas iniciativas como sociedad del bienestar. Me parece una buena denominación para
descubrir la caída de los rígidos esquemas tecnoestructurales en favor, como dice Alejandro
LLANO, del plano de la vitalidad ciudadana, por una parte, y la tendencia a diferenciar
y universalizar realmente, por otra. Se trata, desde este planteamiento, de transferir a
las comunidades locales, más que competencias administrativas -que también- energías
sociales. Se trata de avanzar hacia la activación de redes de solidaridades primarias y
secundarias, para dotarlas de medios y competencias que hagan capaces de atender a
indigentes, discapacitados, huérfanos o ancianos de una manera más humana. En esta
hipótesis, los poderes públicos deben ampliar su presencia en el ámbito social, pero sin
actuar directamente, sino facilitar medios para que se vaya humanizando la atención a los
marginados y excluidos.
Hoy es necesario potenciar cualidades tan profundamente enraizadas en el pensamiento
democrático como el servicio a los más necesitados, el cuidado de los más débiles, el respeto
a la corporalidad decaída, la capacidad de sacrificio, el reconocimiento de la dignidad
intocable de cada una de las personas, la misericordia, la ternura o el agradecimiento
(MACINTYRE). En el fondo, como ha señalado LLANO CIFUENTES, el humanismo
cívico requiere atender a estas diferencias inspirando un nuevo concepto de ciudadanía, que
apunte hacia los derechos humanos, con un sesgo más cultural que técnico-político.
Es bien sabido que en los últimos tiempos se ha intentado a toda costa evitar que el proceso
educativo se caracterice por la formación integral y por el cultivo de las humanidades. No
es una casualidad. Es, me parece, una singular manera de evitar que la sociedad disponga
de hombres y mujeres libres, con una formación amplia, amigos de la discusión y del
debate, sensibles a la crítica y comprometidos con los valores humanos.
168
3. La Tercera Vía y sus críticos
Por paradójico que parezca, los planteamientos de corte intervencionista han intentado tener
a la entera sociedad bajo el control público, y para ello nada mejor que contribuir a formar deformar- hombres y mujeres conformistas, que todo lo esperan del Estado; hombres y mujeres
que no saben lo que es el esfuerzo y que no quieren oír hablar de solidaridad o compromiso.
Es obvio que este perfil encaja en un mundo educativo ajeno a las humanidades.
Algo de esto, por duro que parezca, puede estar pasando en el viejo continente. Da pena,
desde otro punto de vista, contemplar el bajo nivel en el conocimiento de los clásicos que
tienen especialistas del mundo de la Economía, del Derecho. ¿La causa? los contenidos
educativos del bachillerato.
El conocimiento, por ejemplo de los clásicos, sirve para comprender mejor el mundo
humano, para extraer de él al tiempo la belleza, la esperanza, las enseñanzas que hoy tanto
necesitamos. Igualmente, la literatura y la filosofía clásica siguen siendo válidas porque
el hombre sigue siendo el mismo: las pasiones, los intereses, los prejuicios, siguen siendo
idénticos. El día en que temas como el de la solidaridad, el poder, la venganza, el honor o el
amor no sean ya humanos, dejarán de ser actuales HOMERO, SÓFOCLES O VIRGILIO.
La política es la misma. Los mismos sistemas, ya tiránicos, ya clasistas, ya democráticos.
Los mismos conflictos entre individuo y sociedad, entre libertad y autoridad, entre virtud
y corrupción. La misma alternativa entre las revoluciones y los períodos pacíficos y
conformistas. La misma tensión entre idea y realidad.
Es importante volver a los contenidos humanísticos en el bachillerato y en la universidad.
Es importante y urgente, porque la formación humanística aumenta la sensibilidad de los
ciudadanos ante la injusticia, ante la intolerancia, ante los fundamentalismos y ante ese
despotismo blando, tan presente, que acaba por ir borrando poco a poco la fuerza de la
libertad y del compromiso por los derechos humanos.
Los franceses, hay que reconocerlo, siempre han sido unos auténticos adelantados en las
reformas educativas. Ahora han sido conscientes de la importancia de las humanidades y no
han dudado en potenciarlas. Así, por ejemplo, resulta que los estudiantes de la enseñanza
secundaria de letras tienen también libre el acceso a las grandes “Ècoles” que, como todos
sabemos, son las instituciones superiores de mayor prestigio, no sólo en Francia, sino en
buena parte del viejo continente.
Hasta ahora, las grandes Escuelas francesas estaban convencidas de que en un mundo
dominado por la técnica, eran las matemáticas la disciplina capital para seleccionar a los
mejores. Sin embargo, la economía no es un fin en sí misma, tal y como lo ha puesto de
manifiesto la realidad. Efectivamente, la crisis económica ha traído consigo, entre otras
cosas, la necesidad de superar planteamientos unilaterales y de afrontar el futuro en un
ambiente abierto. Por eso, ahora las grandes “Ècoles” admiten a personas de orígenes
169
3. La Tercera Vía y sus críticos
académicos diversos. ¿Por qué? Porque es necesaria una formación cada vez más amplia
que enseñe el valor del hombre y la potencialidad de los estudios lingüísticos, históricos,
sociológicos o jurídicos.
En el mismo sentido, la reforma del bachillerato en Francia se dirige a conseguir que todos
los escolares dominen la expresión oral y escrita. Se refuerzan las lenguas clásicas: el latín
y el griego, y a partir de los trece años será obligatorio un segundo idioma moderno.
Henry ROSOVSTRY, el famoso reformador de Harvard, el responsable de la “revolución
humanista del curriculum”, allá por los años 70 del siglo pasado, justificaba el peso de las
humanidades señalando que la educación no es algo estático, cambia con las circunstancias.
Por eso, los planes de estudio deben variar cada veinte o veinticinco años. Hoy, según el ex
Decano de Harvard, tenemos que estar atentos a hechos como la incorporación de la mujer
al sistema laboral, la aparición de nuevas disciplinas, la revolución tecnológica... Además, la
educación supone el desarrollo total del individuo y esto implica que a la formación profesional
debe sumarse la formación humanística. En opinión de ROSOVSTRY, una persona está
bien educada si es capaz de analizar críticamente su sociedad, si le interesan otras culturas o
épocas, si está formada para tomar decisiones éticas y, por supuesto, si tiene conocimientos
especializados, pues en la especialización se va a apoyar la futura estructura del empleo.
Finalmente, hay que destacar el proyecto de puesta en marcha de un Campus, “Leonardo da
Vinci”, financiado conjuntamente por el Estado y algunas empresas privadas en el que se ha
previsto que los alumnos compaginen los estudios técnicos con áreas humanísticas como la
literatura, la sociología, las lenguas extranjeras y la cultura general.
El camino emprendido por los franceses y norteamericanos bien puede hacer reflexionar
a muchos responsables educativos que, en los últimos años, han reducido los estudios
humanísticos y empiecen a ser conscientes de las nuevas realidades en las que vivimos.
La necesidad de una formación general, multidisciplinar, que eduque en la responsabilidad
y la libertad con sólidos valores éticos, es una exigencia para entrar con buen pie en el
nuevo siglo. Es una de las reformas más importantes para el futuro de España y una de las
inversiones más rentables.
La separación entre lo metafísicamente bueno y lo políticamente correcto manifiesta la
profunda fractura que ha producido en la vida social la consideración totalitaria de la razón
técnica. Entre otras razones, porque es prácticamente imposible la neutralidad moral en la
ordenación de la vida pública. Por eso, es necesario que se humanice la razón técnica y la
razón política como consecuencia del despertar de las iniciativas e impulsos vitales de las
personas.
La denominada “posmodernidad” ha fracasado si nos atenemos a la incidencia de los
avances científicos y técnicos en la calidad de vida de la mayoría de los habitantes del
170
3. La Tercera Vía y sus críticos
planeta. Me parece que la manifestación de ese fracaso es su expresión profundamente
antihumanista marcada por la renuncia sistemática a los grandes ideales y que hace una
bandera del relativismo.
En el humanismo, el empeño por la propia libertad es lo esencial. Es una tarea, ésta, que
no se puede improvisar, pues, como se ha señalado, la libertad empeñada no es una mera
libertad negativa. Es mucho más y exige una implicación de la persona en una comunidad de
ciudadanos en la que sea posible aprender a ser libres, a base de enseñanzas y correcciones,
de cumplimiento de las leyes, de participación en empresas comunes y de entrenamiento en
el oficio de la ciudadanía. Para el humanismo no hay democracia sin comunidad y es una
idea central que el poder político se fundamenta en la libertad concertada de los ciudadanos.
Así, se entiende que la conquista de la propia identidad sea dialógica, en la medida en que
se nutre de la conversación sosegada y de los proyectos compartidos.
En este contexto cobran una especial relevancia las Humanidades. Desgraciadamente, el
interés general por la literatura, la historia, la filosofía, la teoría de la ciencia o el arte es escaso.
Mientras que el interés se centra en los escándalos políticos y en la libre manifestación de la
intimidad de los famosos, el abandono de las Humanidades ha ido parejo con la inhibición
de la gente de sus responsabilidades en la conformación del escenario público.
Es lógico, porque las Humanidades facilitan esa aproximación crítica a la realidad social,
constituyen un foco permanente de cultura, nos recuerdan nuestra deuda con el pasado e
inspiran nuestra creatividad.
Por eso debemos tomarnos más en serio las energías latentes en la sociedad y coger el
dinamismo vital del mundo de la vida, del mundo de la cultura. Es mucho lo que nos
jugamos.
En el humanismo, el empeño por la propia libertad es lo esencial. Es una tarea, ésta, que
no se puede improvisar, pues, como se ha señalado, la libertad empeñada no es una mera
libertad negativa. Es mucho más y exige una implicación de la persona en una comunidad de
ciudadanos en la que sea posible aprender a ser libres, a base de enseñanzas y correcciones,
de cumplimiento de las leyes, de participación en empresas comunes y de entrenamiento en
el oficio de la ciudadanía(LLANO CIFUENTES)). Para el humanismo no hay democracia sin
comunidad y es una idea central que el poder político se fundamenta en la libertad concertada
de los ciudadanos. Así, se entiende que la conquista de la propia identidad sea dialógica, en la
medida en que se nutre de la conversación sosegada y de los proyectos compartidos.
3.14. Economía, capital social, igualdad y políticas sociales.
Tras las reflexiones sobre economía del conocimiento, pienso que un poco cortas y un tanto
superficiales, nos corresponde ahora glosar una cuestión compleja y difícil: la flexibilidad
171
3. La Tercera Vía y sus críticos
en la economía. Enseguida, al leer este epígrafe y comprobar que GIDDENS insiste en
que es un tema que puede traer consigo “hacer más vulnerables a los trabajadores a la
inseguridad económica y un aumento de la cantidad de pobres con empleo” (p. 85), pienso
que hay que ser sumamente cauteloso para evitar esa peligrosa operación consistente en
concebir a las personas como objetos de usar y tirar. En todas estas materias asociadas a
las transformaciones económicas, que no tienen por qué ser intrínsecamente perversas,
siempre hay que tener en cuenta que lo importante no es tanto la tecnología, como la
persona. En este punto, quizás sea injusto en la apreciación que voy a realizar, pero
pienso que la Tercera Vía no es lo suficientemente radical en la defensa del hombre y
de su dignidad esencial -no funcional- del ser humano. Claro que la flexibilidad es una
característica que se aplica tantas veces a la prudencia en la toma de decisiones y a la
configuración de muchos sectores de la realidad. Pero en el tema económico, como en el
terreno de la función pública, las tendencias apreciables en las conductas empresariales
-orientadas muchas veces al máximo beneficio a cualquier precio- y en las decisiones
educativas, no van en la línea de la “flexibilidad equilibrada” que, en todo caso, deben
rezumar los desarrollos sobre estas cuestiones.
En este orden de cuestiones, GIDDENS -su libro es de 2002, y hoy quizás la situación
económica mundial desaconseje algunos de sus comentarios- señala que el empleo en los
EE.UU. -no así en Europa-, en términos generales, ha aumentado en una dirección correcta
pues, “en contra de algunas interpretaciones, los que más se han beneficiado -en términos
relativos- son las mujeres y las minorías étnicas, incluidos los afroamericanos” (p. 87).
También hay una reflexión interesante sobre la Ley de treinta y cinco horas de Francia que
sí es una medida claramente intervencionista que, sin embargo, GIDDENS defiende aunque
sea tímidamente. Tampoco, como lo demuestra el caso europeo, el crecimiento económico
implica automáticamente aumento de empleo. Desde luego es una tarea difícil, pero pienso
que si la mirada se dirige más hacia la realidad y se toman las decisiones con una mayor
sensibilidad social, con una mayor capacidad de entendimiento y con una mentalidad más
abierta, quizás las soluciones no tardarían demasiado tiempo en llegar.
El capital social, entendido como “redes de confianza de la que los individuos pueden
servirse para apoyo social” (p. 87), es una de las puntas de lanza de la Tercera Vía, del que
surge lo que el sociólogo denomina “nuevo individualismo”, aliado de la cooperación y
la colaboración. No me gusta, lo reconozco, esta expresión, que más parece un guiño a los
planteamientos liberales radicales que una denominación moderna acorde a las exigencias
sociales de la vida del ser humano.
Sin embargo, aunque el nombre de capital social no sea el mejor, salvo que se opere
con determinadas estrategias y técnicas, es cierto que contribuye “al civismo cotidiano,
crucial para la vida pública efectiva (...); en el contexto de la nueva economía (...) es
la base de las redes que juegan un papel principal en la innovación” (p. 88). El capital
social se ha vinculado, en la medida que exige planteamientos de complementariedad,
172
3. La Tercera Vía y sus críticos
a la confianza, característica básica que debe presidir la iniciación de tareas comunes y
compartidas y que, en el caso de la industria biotecnológica norteamericana, ha supuesto
la colaboración, necesaria por otra parte, de compañías, universidades y laboratorios de
investigación. Y lo que he denominado, al tratar del espacio del Centro, la metodología
del entendimiento.
En este marco, la importancia del llamado tercer sector se nos antoja principal. No siempre,
sin embargo, se ha entendido así desde la izquierda, pues al provenir de la sociedad civil
y no de la estructura pública, era sospechoso de egoísta individualismo. Así, el gobierno
y otros agentes profesionales deberían asumir cuantas tareas sea posible de los grupos del
tercer sector, que con frecuencia, según esta orientación, son “amateurs” y dependen de
impulsos caritativos erráticos. Sin embargo, si se desarrollan de manera eficaz, los grupos
del tercer sector pueden ofrecer posibilidades en la gestión de servicios públicos. De igual
modo pueden ayudar a promover la cultura cívica local y determinadas formas de desarrollo
comunitario (p. 91). Desde luego, la moderna izquierda ha dado un paso de gigante también
en este asunto de la participación de la sociedad libremente articulada en la gestión de
servicios públicos y en la asunción de tareas de dimensión comunitaria. Son apreciables,
en este sentido, los esfuerzos de vincular grupos del tercer sector con empresas para sacar
adelante programas de desarrollo social.
Termina el capítulo GIDDENS con algunas conclusiones polémicas. No estoy en modo alguno
de acuerdo en que necesitamos más administración pública que antes. Me parece que no se
puede ni se debe formular principios dogmáticos: en algunos sectores quizás sea cierto y, en
otros, a lo mejor resulta que es necesaria mayor presencia social y menos aparato público. Sí
que es verdad que la nueva administración pública del nuevo Estado de bienestar debe actuar
en consonancia con las exigencias de la globalización y, por ello, modernizar sus métodos de
trabajo y sistemas de relación con la gente. Debe ser más democrática y transparente. Además,
se deben abandonar paulatinamente los esquemas de excesiva regulación y verticalidad
todavía reinantes en no pocas parcelas administrativas, y asumir prácticas desreguladoras
cuando la ocasión y el bienestar general de los ciudadanos lo requiera.
La revisión y renovación del concepto de la desigualdad es, quizás, una de las cuestiones que
más desconcierto está provocando en el mundo de la izquierda. El fracaso del socialismo,
sin embargo, demanda nuevos esfuerzos para comprender la realidad y formular políticas
humanas que puedan combatir eficazmente los problemas reales de la sociedad. El
“igualitarismo a toda costa ha fracasado” (p. 95).
Para GIDDENS, la “izquierda contemporánea tiene que desarrollar un enfoque dinámico,
vitalista, de la igualdad, que ponga el mayor énfasis en la igualdad de oportunidades” (p.96).
En este sentido, entiende que hoy la igualdad debe aliarse, o reconciliarse, con el pluralismo
y la diversidad. Hoy, sin embargo, la afirmación de GIDDENS de que la igualdad de
oportunidades es un asunto de la izquierda, me parece en términos prácticos indefendible,
173
3. La Tercera Vía y sus críticos
porque sencillamente ya no es así. Basta con echar una mirada al mundo que nos rodea y al
color político de los gobiernos. Sin embargo, me parece muy importante que la izquierda
reconozca que “la igualdad de oportunidades tiende a producir altos niveles de diversidad
social y cultural, ya que los individuos y grupos tienen la oportunidad de desarrollar sus
vidas a su gusto” (p. 96). Incluso, señala el sociólogo británico, “los socialdemócratas
deberían asumir sin problemas que esta postura les acerca al liberalismo ético más de lo que
muchos pensaban” (p.96). Esto se llama, en mi opinión, mentalidad abierta.
Ciertamente, en estos aspectos, la conversión de la izquierda al liberalismo es completa:
“Gobierno y Estado deberían asegurar las condiciones en las que sus ciudadanos sean
capaces de conseguir por sus propios esfuerzos todo lo necesario para una plenitud cívica”
(HOBBOUSE) (pp. 96-97). Es más, “hay obligaciones recíprocas ante el individuo y el
Gobierno; los deberes públicos y privados han de estar equilibrados” (p. 97). Equilibrio,
otra característica del espacio del Centro. En esta materia, pues, la convergencia ante la
Tercera Vía y el espacio de Centro es más que notoria.
A pesar de las similitudes entre Tercera Vía y liberalismo ético, en esta cuestión GIDDENS
aclara que, aunque ahí está su raíz, “la Tercera Vía no es y no puede ser una vuelta al
liberalismo ético” (p. 97). Existen otras doctrinas, como la de “capacidad social” de
Amartya SEN, que encajan mejor con la Tercera Vía y son políticamente más correctas y
tácticamente más interesantes. En este sentido, “la igualdad y la desigualdad no se refieren
sólo a la accesibilidad de bienes sociales y materiales; más bien, las políticas diseñadas
para promover la igualdad deberían concentrarse en lo que SEN denomina el conjunto de
facultades: la libertad global de una persona para procurarse su bienestar. Es, me parece, una
aproximación muy relevante, puesto que además de subrayar el papel de la libertad, entiende
que es necesaria una perspectiva amplia e integral que haga posible la realización personal.
Para SEN, lo que importa no es la privación económica como tal, sino las consecuencias
de tal privación para el bienestar individual. Los casos de la pobreza o del desempleo son
significativos y expuestos por GIDDENS: “una persona temporalmente empobrecida, pero
que, por cualquier razón, es capaz de salir de la pobreza, está en una situación diferente a
aquellos que están atascados en la pobreza a largo plazo. Un ejemplo ulterior es el desempleo.
Un individuo sin empleo puede vivir en una sociedad que paga niveles altos de seguridad
social. Aunque económicamente esté en la misma posición que alguien que trabaja, o cerca,
esa persona puede estar peor en términos de bienestar, porque el paso forzoso suele estar
asociado a la falta de autoestima y la opresión del tiempo sobrante” (p. 98). No se trata,
por tanto, de adoptar una visión estática y formal, sino dinámica y abierta en función de la
realización de la persona como tal; esto es, en mi opinión, una de las principales virtualidades
de las teorías de SEN sobre el desarrollo y la libertad, tan provocadoras y sugerentes.
Una cuestión conectada con la igualdad de oportunidades es la de la redistribución de
la riqueza y de la renta. GIDDENS no la rehuye y opina que “al producir la igualdad
de oportunidades la desigualdad de resultados, la redistribución es necesaria, porque las
174
3. La Tercera Vía y sus críticos
oportunidades vitales deben reasignarse con el paso de las generaciones” (p. 98). Sin
embargo, aunque “la desigualdad de resultados de una generación es la desigualdad de
oportunidades de la siguiente generación” (p. 99), como escribe GIDDENS, hay que limitar
esta dimensión a casos verdaderamente excepcionales, porque de lo contrario es muy fácil
que vaya cundiendo cierto desánimo producto de la penalización del esfuerzo y del trabajo
personal, que organizaron los planteamientos igualitarios.
Pasamos por alto los estudios empíricos sobre la desigualdad de GIDDENS y vamos a
analizar las conclusiones que extrae el profesor inglés de dichos análisis. Los más importantes
se refieren a las causas de la desigualdad creciente. Entre ellos, a pesar de los pesares, no
es la más importante, ni mucho menos, el libre comercio. Tampoco, según GIDDENS, es
la razón más poderosa la producción industrial. El principal motivo de la desigualdad, a mí
me parece sorprendente, es el llamado cambio tecnológico. “La extensión de la tecnología
de la información conduce a una demanda creciente de trabajadores no cualificados, cuyas
oportunidades laborales y salarios, en consecuencia, también disminuyen” (p. 105).
Una de las fórmulas clásicas de la izquierda para restaurar las heridas que la desigualdad
produce en nuestras sociedades era “quitar a los ricos para dar a los pobres” (p. 106).
GIDDENS se pregunta si esto sigue siendo así y afirma que “se puede y se debe hacer.
Los socialdemócratas modernizadores tienen que aceptar la importancia fundamental de
la imposición progresiva como medio para la distribución económica” (p. 106). En este
sentido, el exdirector de la London School o Economics analiza cinco cuestiones:
1º No le molesta la existencia de ricos, puesto que desde el punto de vista del impuesto
de la renta, la categoría ricos tiene que incluir a grandes cantidades de gente simplemente
próspera, si se quiere generar ingresos públicos significativos y causar un efecto redistributivo
sustancial.
2º Existe una tendencia a abandonar modalidades de impuesto sobre la renta muy
escalonadas, porque pueden “actuar como depresor, penalizando el esfuerzo y, por tanto, la
creación de empleo y la prosperidad económica” (p. 107).
3º GIDDENS reconoce, aunque parezca paradójico, que “bajar los impuestos en algunos
contextos puede llevar a un aumento de los ingresos fiscales” (p. 107). Por ello, llegará a
afirmar que es necesario liberarse del prejuicio de que la mayoría de los problemas sociales se
arreglan subiendo los impuestos (p. 107). Es más, “en algunas situaciones se aplica el teorema
inverso -rebajas fiscales pueden tener sentido económico y, a la vez, contribuir a la justicia
social-. Si se aplican con cuidado, “las rebajas fiscales pueden aumentar la inversión del lado
de la oferta, dando lugar a más beneficios y mayor renta disponible” (p. 107).
4º En este contexto, y ya desde hace bastante tiempo, “la política fiscal se ha vuelto
inseparable de los procesos de reforma de la administración y del Estado” (p. 108), de
175
3. La Tercera Vía y sus críticos
manera que cada vez es más nítida la reclamación ciudadana de que se gaste bien y con
austeridad el dinero público.
5º La experiencia del Estado de bienestar igualitario, como hemos señalado anteriormente,
con una férrea estructuración igualitaria de salarios, provocó, así lo reconoce ESPINGANDERSEN para Suecia, “desincentivos para trabajar horas adicionales o para aumentar
la cualificación y la educación” (p. 109).
La comparación de sistemas impositivos muestra, por ejemplo, que en Europa “el sistema de
impuestos y transferencias tiene efectos redistributivos” (p. 109). Para algunos investigadores,
como pone de manifiesto GIDDENS, “los niveles de imposición, unidos a las transferencias
sociales, son fuentes más importantes de redistribución que el grado de progresividad del
impuesto sobre la renta” (p. 110). La política de la Tercera Vía debe “partir de sistemas
que generen la base fiscal, no a través de tributos que inhiban el esfuerzo, sino a partir
de políticas diseñadas para maximizar las posibilidades laborales es un enfoque sensato
(...). En los impuestos que desincentiven la producción de externalidades, señaladamente los
impuestos verdes, debería confiarse todo lo que sea posible (...). En general, desplazar los
impuestos hacia el consumo, tiene sentido político y económico” (pp. 1111-112).
En relación con la desigualdad y el modelo del Estado de bienestar, me parece que
ya hemos realizado algunas reflexiones con anterioridad que no eximen de mayores
desarrollos en este momento. Sin embargo, parece de interés subrayar la necesidad de
las reformas; porque las estructuras públicas no están en sintonía con la realidad social
actual; porque, como señalé páginas atrás, los modelos del Estado de bienestar han
resultado insostenibles, generando, en lugar de sensibilidad social, mayores diferencias;
y, en tercer lugar, como señala GIDDENS, las contradicciones del Estado del Bienestar
requieren de análisis concretos y pormenorizados (pp. 113-114). Además, no es menor el
problema de la exclusión social. Ya sea por arriba o por abajo, sea por causas de pobreza
o de riqueza, ya sea por la existencia de trabajadores masculinos con baja cualificación
profesional (p. 115), o por la existencia de protección social construida para aliviar la
pobreza, pero que se han convertido en áreas de desolación social y económica (p. 115).
A veces, no es lo mismo la exclusión que la pobreza, pues como reconocen LEISERING
y LEIBFRIED -citados por GIDDENS- “los desheredados son perdedores, pero los
excluidos ni siquiera participan en el juego” (p. 115).
En estas cuestiones, la clave está no en la ayuda a prestación, sin más. Está en la reforma
del sistema laboral y en la creación de empleos. Es necesario incidir más en la educación
de la gente para que puedan acceder a los trabajos que hoy demanda la sociedad, en lugar
de ser sujetos receptivos de ayudas y prestaciones que les sumergen en una inactividad
que no facilita precisamente su realización como personas. El derecho al trabajo es
fundamental para el ejercicio de las facultades propiamente humanas, y debe ser facilitado
por los poderes públicos que deben superar esa aproximación de estática y cerrada del
176
3. La Tercera Vía y sus críticos
Estado de bienestar que todavía tiene mucha fuerza, como mucha fuerza tiene todavía esa
poderosa tecnoestructura que tanto miedo tiene a la emergencia de las nuevas formas de
pensar y de actuar de los tiempos que corren. Es la contienda de siempre entre la persona
y las estructuras de poder. O vence la estructura, o se adecua a la gente. Hoy la segunda
posibilidad se abre camino con inusitada fuerza y es imparable.
La realidad, como es lógico, ha impuesto cambios y no pequeñas transformaciones en el
modelo del Estado del bienestar. La flexibilidad que reclamamos al mercado laboral, lejos
de justificar la cosificación de la persona que se convertirá en un objeto de usar y tirar, tiene
mucho que ver con la sintonía entre mercado de trabajo, realidad y cualificación laboral
de las personas. Se trata de colocar el mercado de trabajo al servicio de la persona. Así,
los ejemplos nos demuestran que es sencillo, hasta cierto punto, “combinar la flexibilidad
con altos niveles de preparación y actualización profesional, y con un grado razonable
de seguridad en el trabajo. En Holanda, casi la mitad de los puestos de trabajo generados
durante la primera mitad de los años noventa fueron a tiempo parcial, pero tres cuartas
partes de los trabajadores que accedieron a ellos tenían vocación profesional (...)” (p. 118).
También son interesantes los sistemas de rotación de empleos cuando un trabajador se
queda en el paro, dispone de un año, con ayudas públicas, para estudiar y vivir mejorando
su cualificación a propuesta de su empleador (p.118).
Otras experiencias tienen que ver con la concesión de préstamos estatales a los que son
pobres temporalmente, y a las personas que entran y salen de la pobreza repetidamente.
Otra opción es repartir la redistribución de ayudas a lo largo de la vida, concentrándose en
los jóvenes: ayudas a la infancia, premios de paternidad, atención diaria, son fórmulas que,
para GIDDENS, “han quedado ampliamente demostradas” (p. 119). También es interesante
la propuesta de que cada joven recibe un cupón al terminar la enseñanza obligatoria que
puede canjearse por más educación o por formación profesional (p. 119).
En este tema, la Tercera Vía demuestra ser innovadora, reformista y coloca a la persona, me
parece, en el centro de la resolución de los problemas. “Siempre que sea posible, invertir
en capital humano”, sentencia GIDDENS (p. 119). Y tiene toda la razón. Si somos capaces
de fomentar la iniciativa y la responsabilidad, configuraremos políticas sociales dinámicas
y orientadas a mejorar la preparación de la gente con vistas a su entrada, en las mejores
condiciones en el mercado laboral. Cuando se hace así, como señala GIDDENS, nos
encontramos con que la gente es más libre porque busca activamente salir de las situaciones
de dependencia a que les impiden el ejercicio de la libertad solidaria.
Interesante es, por supuesto, constatar que el modelo de bienestar, en su versión más rígida,
no se preocupaba de las personas. Utilizaba a las personas, los problemas sociales, como
excusa para el crecimiento de la burocracia. A la burocracia no le interesa, en principio,
el problema concreto de cada persona, ni cómo ha llegado a una situación de necesidad,
sino conocer fríamente los datos que presenta el expediente administrativo de que se
177
3. La Tercera Vía y sus críticos
trate. Aquí radica, me parece, una de las causas de la desilusión de mucha gente hacia la
administración pública, como puse de relieve al tratar, páginas atrás, sobre el espacio de
Centro y la administración pública.
En fin, enfrentarse a la desigualdad de una manera dinámica y que busque las oportunidades,
dice GIDDENS, “significa asegurarse de que la pobreza no es una condición permanente.
Necesitamos reducir al mínimo las situaciones en las que o bien la pobreza conlleva
exclusión social, o la exclusión social provoca una situación de pobreza” (p. 122). Para
ello, la política social deber estar abierta de verdad a los problemas reales de la gente con
menos posibilidades y aplicar fórmulas que contemplen, desde una perspectiva integral,
también la causa de los problemas.
Las pobres crónicos constituyen todavía una página que azota la conciencia de la gente
de bien. El paisaje sociológico en Europa y América no es comparable. Todos sabemos
que la mezcla de pobreza, población inmigrante y drogadicción es un foco de no pocos
problemas que azotan hoy nuestras sociedades. GIDDENS nos cuenta las experiencias
norteamericanas de potenciar el desarrollo en el centro de las ciudades, pero no parece
que la situación mejore exponencialmente. En mi opinión, en esta materia juegan un papel
fundamental las instituciones sociales especializadas en tratar con personas pobres y en
colocarlas en situaciones de poder realizarse como personas. Para ello, la colaboración entre
lo público y lo privado es esencial en un ejemplo más de esa metodología del entendimiento
que no da, desde luego, malos resultados.
También, y cada vez más, la exclusión se produce también en la cúpula. Es el caso de
esas urbanizaciones privadas con sistemas de seguridad propios donde viven muchos ricos.
GIDDENS aborda en este tema la cuestión de los mercados tipo “todo o nada”, de difícil
tratamiento. No lo sé, pero me parece que algunos sueldos de directivos, algunos sueldos de
personajes famosos, cuando son desmesuradamente desproporcionados, constituyen una
bofetada moral a la sociedad y a la gente con menos recursos. Lejos de fórmulas y de cifras,
lo lógico es que reine el sentido común. Algunos, entre los que me encuentro, abogan por
impuestos sobre los artículos de lujo y, sobre todo, por incentivar la responsabilidad social
de los que más tienen. La introducción del cheque escolar también reducirá la exclusión
elitista. En fin, la dignificación de los servicios públicos contribuirá decididamente a paliar
los efectos, tanto de la exclusión de los desheredados, como la exclusión de la élite.
La Tercera Vía, como es lógico, se preocupa en esta materia tanto por la igualdad como por
el pluralismo y da mucha importancia a un modelo de igualdad dinámico (p. 131). Desde el
espacio del Centro, los modelos abiertos y dinámicos de igualdad son el presupuesto para
poner en ejercicio las virtualidades de la libertad solidaria de cada ciudadano.
El paro, todos lo sabemos, es una de las lacras más lacerantes que azotan a nuestra
sociedad. Paradójicamente, se nos dice y se nos repite machaconamente que estamos en el
178
3. La Tercera Vía y sus críticos
posmodernismo, y que el grado de evolución y desarrollo de la humanidad es imparable. Sin
embargo, tengo la impresión de que esa falacia de la linealidad y mecanicismo del progreso
no va acompañado del efectivo ejercicio de los derechos humanos por todos los ciudadanos.
Es más, cada vez es más urgente replantear y repensar muchos conceptos y categorías de
nuestro tiempo a la luz de la persona, teniendo en cuenta a la gente, a los ciudadanos. No
vaya a ser que esa presunta madurez cultural se quede sólo en elucubraciones eruditas y
cerradas que contribuyan a la autocomplacencia de los “intelectuales”.
En este marco, es necesario aplicar el sentido común y la creatividad al dilema trabajo-familia
porque el trabajo es esencial para el libre desarrollo de la persona y la familia es la base y
el germen de los valores cívicos necesarios para una sociedad madura. Por ello, frente al
inmovilismo reinante en este punto, hay que buscar respuestas a la aspiración generalizada
de los empleados que buscan un nuevo equilibrio entre trabajo y familia. Sobre todo porque
ningún sector puede resolver este asunto por sí solo. Sobre todo porque hoy, en un mundo
abierto y de realidades pluridisciplinares, las soluciones hay que encontrarlas entre todos y
en un ambiente de creciente humanización de la realidad. Por eso, el trabajo no es un fin,
es un medio para la realización personal y social, y la familia, la escuela fundamental para
la democracia y la responsabilidad. Porque, ¿es la productividad empresarial un fin en sí
misma? No, es un medio para el progreso social y para el ejercicio de las libertades que, en
todo caso, debe enmarcarse en los nuevos valores emergentes: la solidaridad y la equidad.
Las políticas públicas deben orientarse al libre desarrollo de la persona. Por eso, el sentido
de las ayudas sociales, sobre todo en el caso del desempleo, está dirigido a que el ser
humano pueda volver a trabajar. ¿Porqué? Sencillamente, porque trabajando se desarrolla
como persona. De ahí que los subsidios y prestaciones de desempleo no sean un fin en sí
mismas, sino un instrumento que permita, repito, eliminar la situación de no trabajo de
forma que, poco a poco, el derecho al trabajo sea un derecho real y efectivo de todos los
ciudadanos.
3.15. Políticas de natalidad.
En materia de natalidad, los datos reflejan una sociedad sin capacidad crítica, en manos de
los más burdos planteamientos consumistas. En este contexto, se hace urgente la adopción
de políticas de apoyo a la natalidad, en relación con la vivienda, la fiscalidad, la enseñanza
y la dedicación simultánea al trabajo y a la familia. Todavía estamos a tiempo.
Es frecuente leer o escuchar que se agotan por momentos los recursos del planeta, que
no será posible alimentar en muy poco tiempo a tantas bocas, que se extinguen 100.000
especies al año, que los bosques están condenados a desaparecer de la faz de la Tierra, que
la calidad del aire y del agua es cada vez más insoportable... en este contexto, la “gran”
solución es siempre la misma. Hay que detener, como sea y al precio que sea, el imparable
crecimiento de la población.
179
3. La Tercera Vía y sus críticos
Este cuadro de malaventuras y desaguisados, ¿responde a la verdad y a la realidad? Nada
mejor para acercarnos a esta problemática que recordar las teorías de un brillante profesor de
la Universidad de Mayland, Julián SIMONS, dedicado a analizar con rigor estas cuestiones.
Pues bien, para SIMONS, por sorprendente que parezca, nuestra especie está mejor que
nunca en casi todos los aspectos materiales que se pueden medir. Casi todas las mediciones a
largo plazo del bienestar humano muestran un progreso a lo largo de las décadas y los siglos.
Las materias primas -todas- no se han hecho más escasas, sino menos. En Estado Unidos y
en otros países ricos, el aire es indiscutiblemente más sano. El agua es más limpia. El agua
es cada vez más saludable, y esta tendencia continuará según todos los indicios.
Si esto es así, interesa saber por qué no son rigurosas las tesis malthusianas del control de
natalidad en un contexto de catastrofismo demográfico. Quizás, para volver al tema, no sea
malo tener en cuenta, como propone SIMONS, los estudios del demógrafo HUZNETS premio Nobel de Economía en 1971- y del economista EASTERLIN, en los que se puede
observar que las tasas de crecimiento demográfico varían de un país a otro, sin que exista
una correlación general negativa con el nivel de vida. En otras palabras, la población no se
ha empobrecido a medida que ha aumentado; al contrario, ha producido lo que necesitaba
para sostenerse, y más. Es decir, mayor población no implica menos alimentos, sino, más
bien, todo lo contrario: la historia revela que los precios de los alimentos, en relación con
los salarios, en vez de disparase, han bajado.
En realidad, y los datos cantan, ¿cómo es posible que se haya duplicado la población de
la tierra y los precios de las materias primas se hayan reducido a la mitad? Pues, porque
como preconiza SIMONS, he ahí su gran acierto y su visión de futuro, los recursos los
producen las personas, ellas los crean, ya sean alimentos, industrias, máquinas, nuevas
tecnologías o reservas de materias primas extraídas, refinadas y elaboradas. Los recursos
salen de la inteligencia de las personas más que del suelo o del aire. Desde el punto de vista
económico, las inteligencias importan tanto o más que las manos o las bocas. En general,
los hombres crean más recursos que los que gastan. No podría ser de otra manera; de lo
contrario, serían una especie extinguida.
Por otra parte, el cambio de mentalidad en el número y en la cantidad de las ayudas de los
países desarrollados o en vías de desarrollo debe orientarse cara la promoción del crecimiento
económico en el Tercer Mundo. Pero para eso, hay que reconocer que la situación en la
que se encuentra hoy el Tercer Mundo es producto, más que de exceso de población, de
políticas de precios distorsionadoras; de planos de desarrollo equivocado que privilegiaron
a las grandes ciudades en perjuicio del campo, de reformas agrarias insuficientes y de
leyes de propiedad de la tierra mal planeadas; de deficiente gestión de tierras comunes;
de proteccionismos; de deudas masivas; de conflictos tribales. De ahí que el compromiso
de los países ricos sea, si se quiere, más grave. Eso sí, lo más fácil es seguro como hasta
ahora, poniendo en marcha políticas de control de natalidad que en nada solucionaron el
problema. Hoy vivimos, afortunadamente, un tiempo de cambios profundos, una época en
180
3. La Tercera Vía y sus críticos
la que se va perdiendo el miedo a la libertad y al compromiso. Por eso, los nuevos tiempos
que corren constituyen una ocasión única para reafirmar el valor de la persona humana y
todo lo que suponga su libre desarrollo.
3.16. La globalización: especial referencia al terrorismo.
En el capítulo quinto, GIDDENS aborda, ahora con más extensión, el problema de la
globalización. Lo titula “Tomar la globalización en serio”. Obviamente no trata del 11IX-2001 por razones de que el libro se publica antes. Sin embargo, la globalización hoy
debe contemplar el brutal atentado y tomar mayor conciencia de que la globalización en
la lucha contra el terrorismo es fundamental. Además, la globalización de la solidaridad y
los derechos humanos son exigencias del mundo en que nos ha tocado vivir. Pero quizás
lo más relevante del 11-IX-2001 es que tenemos, gracias a la globalización, la magnífica
oportunidad de modificar los arcaicos fundamentos del orden político, social y económico
mundial y sustituirlos por sillares más sólidos, más humanos y más anclados en la equidad
y la solidaridad, y menos en los intereses comerciales. De ahí las siguientes reflexiones
sobre el 11 de septiembre de 2001, en el marco de la filosofía política moderna.
Probablemente muchos de nosotros ya nos hemos olvidado de que en 1989 se desplomó
una de las más formidables barreras que dividió implacablemente el mundo en dos
partes: el llamado Muro de Berlín. En 1989, como antes en 1789, y como ahora en este
tiempo -11.IX-2001-, se produjeron transformaciones fulminantes que de ninguna manera
aparecieron súbitamente. En los tres supuestos: Revolución Francesa, caída del muro y
matanza de las torres gemelas, se intentó modificar el curso del tiempo y de la historia. La
Revolución Francesa, que tantas esperanzas e ilusiones despertó en su momento, parece
que ha tenido mucho que ver con el imperio de esa racionalidad cerrada y unilateral que
hoy denominamos reino de lo políticamente correcto. La caída del muro de la vergüenza,
sin embargo, suscitó un espacio de compromiso radical con los derechos humanos del
que, afortunadamente, todavía vivimos. La caída del muro, como ha intuido un inteligente
intelectual, se produjo hacia un lado y hacia el otro. Dejó al descubierto, por una parte, un
mundo de ataque sistemático a la propia personalidad y de sistemática intervención estatal;
y por otro, quedó más patente la podredumbre que se esconde en ese rancio individualismo
insolidario que sólo entiende de confort, lujo, exclusión y prepotencia. Por eso se puede
decir que el muro cayó a la izquierda y a la derecha.
¿Hacia dónde han caído las torres gemelas? Ni hacia la derecha ni hacia la izquierda, porque
el espectáculo del desplome no deja lugar a dudas. Ha caído sobre la conciencia de millones
y millones de seres humanos que reclamamos justicia para que los líderes mundiales sean
capaces, todos juntos, de acabar con todos los ataques a la dignidad de las personas. ¿Serán
capaces? Quiero pensar que si se atreven a dotar de un nuevo fundamento al orden político,
económico y social, más en consonancia con la dignidad de las personas y menos en clave
de poder y dominio, se habrá dado un gran paso adelante.
181
3. La Tercera Vía y sus críticos
“Los enemigos de hoy no son las otras naciones. Los enemigos de hoy son más bien la
pobreza, la ignorancia, la enfermedad y la discriminación. Lo que necesitamos es una
colaboración en el sentido de una familia de toda la humanidad. En la ignorancia y la
falta de comprensión entre los pueblos asiáticos, africanos y occidentales reside hoy el
mayor peligro”. El texto entrecomillado lo he tomado de unas declaraciones realizadas
en 1957 -el 17 de mayo- por el canciller ADENHAUER, durante el transcurso de una
conversación con el Premio Nobel Arthur H. COMPTON, al tratar sobre desarrollo
global. Lo he seleccionado porque, sin que sea posible justificación alguna a lo
acontecido el 11-IX-2001, es posible que el sanguinario atentado perpetrado contra las
torres gemelas de Manhattan y contra el Pentágono, transforme los principales vectores
que, hasta ahora, presidían el orden social, político y económico de este tiempo. Con
independencia de que se conduzca a la justicia y de que se castigue a los responsables,
es necesario, me parece, hacer todo lo posible para mejorar la educación, la tolerancia
y, por encima de todo, promover y proteger las libertades y los derechos en todas las
partes del mundo. En este asunto, no existen injerencias externas, existen vías para la
protección de la dignidad humana. Si seguimos consintiendo atentados a la dignidad
de la persona humana, no debemos extrañarnos de lo que pasa en tantas partes del
mundo.
Por supuesto que es necesario globalizar la lucha contra el terrorismo. Como imprescindible
es globalizar la efectiva instauración de los derechos humanos en todas las latitudes del
globo.
Es francamente triste y penoso que a estas alturas se utilice el nombre de Dios y la religión
como fundamento para segar vidas humanas y organizar una terrible ofensiva terrorista
contra el mundo libre. Sin embargo, con toda la complejidad que entraña una lucha de esta
naturaleza, es una buena noticia que por fin se inicie el combate contra el terrorismo, no
contra ningún país ni contra ninguna religión como torticeramente insisten una y otra vez
los responsables terroristas, sino el terrorismo y sus cómplices.
Desde luego, no tengo ninguna duda de que de nuevo la fuerza de la libertad prevalecerá
contra el terror. Es una buena ocasión la que acaba de iniciarse para eliminar el terrorismo
de la faz de la Tierra y para que trascienda la necesidad de globalizar los derechos humanos
y erradicar cualquier forma de violación a la dignidad de la persona y a sus derechos
humanos. ¡Ya está bien de que el terror amedrente a las personas de buena voluntad! La
lucha contra el terrorismo puede que sea larga, pero se lo merece la salvaguarda de las
libertades y de la democracia.
El 11-IX-2001 se ha producido una relevante transformación del panorama internacional.
Por una parte, es cada vez más importante el concurso y la voluntad de todos los países por
erradicar el terrorismo y, lo más decisivo, sus causas. Y, junto a ello, iniciar un movimiento
decidido de compromiso, sin fisuras a favor de la dignidad del ser humano en todos los puntos
182
3. La Tercera Vía y sus críticos
del planeta. La tarea, que es complementaria, debe realizarse en un ambiente de equilibrio,
de manera que ni se olvide la lucha contra los terroristas ni la efectiva instauración de los
derechos humanos en todos los países del mundo.
Además, la reciente declaración, por sorprendente unanimidad, de la ONU hace presagiar
un futuro alentador en la capacidad de entendimiento del concierto internacional para
solucionar el problema del 11-IX-2001. Es un acuerdo esperanzador, un gran precedente que
también debe aplicarse a la resolución de todas las crisis que laceran inmisericordemente
la dignidad de la persona humana. Esperemos que, por fin, todos juntos nos decidamos de
verdad a iluminar los cimientos del orden político, económico y social del mundo, teniendo
presente que el Centro debe estar precisamente en la defensa de los derechos humanos
de todos los habitantes de la Tierra, con independencia de su sexo, color, raza, religión o
posición social.
Cuentan los biógrafos de Conrad ADENHAUER que, en cierta ocasión, tuvo que recibir a
un líder espiritual cuyo nombre no recuerdo en este momento. Parece que le escuchó con
interés, le llamó la atención la absoluta seguridad de sus convicciones y, antes de terminar,
le espetó cordialmente: como soy cristiano, no estoy tan seguro como usted, pero hago lo
que puedo.
Jurgen HABERMAS, quizás el último representante de la denominada Escuela de Frankfurt,
ha señalado estos días que el enemigo es el fundamentalismo, no la religión. Vaclav
HAVEL, presidente de Chequia, acaba de salir al paso de los polémicos comentarios de
BERLUSCONI sobre el choque de civilizaciones. Su reflexión me parece del mayor interés.
Para HAVEL, el término Oeste, al que apela BERLUSCONI como fuente de superioridad
moral, se define, más que por elementos geográficos, por parámetros culturales y, por tanto,
morales. ¿Quién podría negar, por ejemplo, que la idea de Occidente u Oeste es ajena, dice
HAVEL, a un origen compartido que rezuma elementos espirituales? HAVEL recuerda que
Occidente puede reivindicar formidables logros, pero también tiene en su cuenta una visión
economicista que tiende a oscurecer la realidad de la persona y los derechos humanos en
aras de un lamentable consumismo que ha tenido, y tiene, esos efectos perversos que están
a la vista de todos.
En fin, el fanatismo religioso es un cáncer que hay que combatir, como también hay que
luchar contra el fundamentalismo económico. El fanatismo, de cualquier género, es el
enemigo público y privado número uno.
Para entender más o menos lo que está pasando estos días: la legítima defensa del mundo
libre ante el azote terrorista y las apelaciones a la “yihad” -guerra santa-, es menester
luchar contra los movimientos islámicos radicales y no cometer la torpeza de identificar a
la mayoría del mundo islámico con los grupos más extremistas, ni confundir los choques
de intereses con los choques de civilizaciones.
183
3. La Tercera Vía y sus críticos
“Los Talibán”, de Ahmed RASHID, es un libro publicado por Península, que tiene la
singularidad de haber sido escrito por un periodista paquistaní que ha informado sobre
Afganistán desde 1979 y que ofrece, me parece, algunas claves interesantes para entender
quiénes son los talibán, el más extremista movimiento islámico en el mundo de hoy.
Es sabido que en Irán, en pleno apogeo de JOMEINI, se impuso una dura revolución
islámica como consecuencia de la corrupción del SHA y su alianza con EE.UU. Pues bien,
en Afganistán, donde nadie ha puesto en duda el carácter islámico del Estado, sea quien sea
el gobernante, los talibán, enemigos de los chiítas, llegaron a dominar el país gracias a la
ayuda de los Estados Unidos.
En este contexto, Ahmed RASHID escribe en su documentado libro de trescientas setenta
y cinco páginas, traducido al castellano por Jordi FIBLA, que cuando aparecieron los
talibán, en 1994, Afganistán se encontraba en una situación de destrucción y devastación
indescriptible, dividida en feudos presididos por señores de la guerra que habían luchado,
cambiado de bando y configurado alianzas en una serie asombrosa de traiciones y
derramamiento de sangre. Por eso, como señala RASHID, nada tiene de extraño que cientos
de miles de afganos buscasen refugio en el vecino Pakistán, donde florecieron centenares
de “madrasas” (escuelas islámicas).
Según RASHID, es en Pakistán y en este caldo de cultivo donde viene al mundo el movimiento
Talibán, que se integra por estudiantes de numerosas “madrasas” situadas al otro lado de la
frontera, en su mayoría de la etnia “pasthun”. Poco a poco, con la evidente colaboración de
los servicios de inteligencia pakistaníes, fueron apoderándose gradualmente de poblados
vecinos donde eran recibidos poco menos que como libertadores. Su programa de acción
consistía en restaurar la paz, desarmar a la población, reforzar la ley islámica (sharía) y
defender la integridad del carácter islámico de Afganistán. Curiosamente, como resulta
que los demás muyahidines habían declarado la “yihad” a los soviéticos, se instalaron en
un ambiente de pillaje, corrupción y guerra, los talibán se erigieron en los defensores de
la purificación. Sin embargo, y esto es muy relevante, parece que por su juventud -eran
estudiantes- y escasa preparación al desconocer la historia del país, otorgaron al Corán,
que no parecía que conocieran muy a fondo, un valor político idílico que los llevó, ni
más ni menos, que a intentar la restauración de la sociedad existente en los tiempos de
MAHOMA.
Allí por donde iban “liberando” poblaciones afganas, cuenta RASHID, imponían su extrema
interpretación de la ley islámica: cerraron las escuelas de niñas y prohibieron todo tipo de
diversiones, desde música, radio, televisión y video, hasta la mayor parte de los juegos
deportivos. Y, por supuesto, obligaron a las mujeres a vivir encerradas en casa, a no trabajar
ni estudiar y a salir a la calle cubiertas de arriba abajo. En este marco, nos encontramos
con un régimen de terror y con un país de veinte millones de habitantes, que ha dejado
de existir como tal. Lógicamente, el régimen talibán ha conseguido ganarse la antipatía
184
3. La Tercera Vía y sus críticos
del mundo, incluídos los países musulmanes moderados, sin que sea sencillo desactivar
este gigantesco polvorín. Esperemos que la batalla global que se ha comenzado contra el
terrorismo internacional, que será larga y en muchas direcciones, elimine las causas de este
mal y coloque en el centro del orden político, social y económico la dignidad de la persona
y sus derechos humanos. Es una buena ocasión, y afortunadamente el mundo libre espera
ganar porque siempre ha vencido la fuerza de la libertad.
Así las cosas, el gran desafío que tenemos por delante, según me parece, es hacer posible las
libertades en el islamismo y, por otra parte, detener la escalada feroz de ese consumismo
occidental que degrada irremisiblemente la dignidad de la persona. La pregunta es si
disponemos de la fuerza moral para afrontar con éxito este desafío. Yo pienso que sí.
En estos días en que visiblemente ha comenzado la lucha global contra el terrorismo,
aparece con notoria asiduidad en los medios de comunicación ese peligroso catastrofismo
que pretende convertir al Islam en la nueva amenaza del mundo liberal. El argumento, se
ha dicho, es fruto de una profunda ignorancia histórica, cuando no del desprecio occidental
por lo árabe o islámico. Quien así opina es Pedro MARTÍNEZ MONTÁVEZ, autor de un
libro titulado “El reto del Islam”, publicado por Temas de Hoy en 1997.
MARTÍNEZ MONTÁVEZ pasa revista a la etapa histórica que va desde la descolonización
hasta las consecuencias de la Guerra de los Seis Días, para explicar el resurgimiento
de los movimientos islámicos como sustitución del fracasado nacionalismo de corte
socialista, en buena medida representado por Gamel ABDEL-NÁSER. Además, el autor
de este interesante libro llama la atención sobre el contraste entre las nuevas corrientes
espirituales que afectan al mundo occidental, y las que paralelamente se desarrollan en
el islámico. En este sentido, MONTÁVEZ cita a Mulay TAIEB BAITI cuando señala que
una renovación islámica, necesaria para la renovación del mundo, sólo puede hacerse
en condiciones propicias para el conjunto de las naciones islámicas, si éstas logran
romper, no con el modelo occidental, sino con el materialismo que es la base actual de
ese modelo.
La cita no tiene desperdicio alguno; es sugerente, sí. Pero es más sugerente todavía solicitar
que el Islam admita la libertad y el respeto a los derechos humanos, que sí son los fundamentos
de la civilización moderna. Por eso, los cambios deseables en el dramático panorama
mundial en el que nos encontramos, pasan tanto por reajustes serios en lo islámico, pero
también en lo occidental. Si el mundo islámico se radicaliza, malo. Si el mundo occidental
sigue preso de ese voraz consumismo y de ese feroz individualismo, igualmente malo.
Por eso me parece del mayor interés la opinión de MONTÁVEZ, que defiende que los
movimientos islámicos sólo podrán encontrar su cauce dentro de una aceptación explícita
de una auténtica pluralidad y de renuncia a la práctica terrorista; su mensaje religioso es
anacrónico, superficial, reduccionista e intransigente; carecen de futuro en el marco de una
cultura universal y no aportan alternativas razonables.
185
3. La Tercera Vía y sus críticos
Finalmente, una interesante conclusión del libro que ahora comento: occidente no puede
seguir tratando al mundo islámico como objeto de experiencias neocolonialistas ni seguir
aplicando las dobles varas de medir, así como una abusiva ingerencia en los asuntos
internos, so pretexto de una supuesta “modernización”. Eso sí, no se puede tolerar que
bajo el nombre de Dios o de la religión se sieguen vidas humanas. No se puede tolerar el
terrorismo. Bajo ningún concepto.
Si hay una palabra extranjera que en estos días se escucha por todos lados, y en las más
variadas situaciones, ese término se llama “yihad” (guerra santa). De entrada, calificar una
guerra de santa en los tiempos que corren, me parece un insulto a la civilización y un claro
atentado a la dignidad de la persona humana. La violencia nunca arregla nada; en todo caso,
lo complica.
La “yihad” acaba de declararse contra los Estados Unidos y, en general, contra la alianza
mundial que está intentando eliminar el terrorismo de la faz de la Tierra. En este contexto,
Gilles KEPEL, especialista en el mundo islámico, director del doctorado de este tema en
el Instituto de Estudios Políticos de París y autor de un libro titulado “La yihad: expansión
y declive del islamismo”, recientemente traducido al español, acaba de señalar, en una
entrevista de estos días que las manifestaciones contra los ataques de los aliados son muy
reducidas y que las manifestaciones son en realidad muy pequeñas, a pesar de lo que
se mueven los nuevos prohombres del nuevo terrorismo internacional y de los intentos
mediáticos de presentarnos este conflicto como un choque de culturas.
Como es sabido, es en la década de los ochenta, con la revolución de JOMEINI en
Irán, cuando la oleada de islamismo político que azotó a muchos países musulmanes se
manifiesta en la proclamación de la “yihad” contra EE.UU., el gran Satán. Algunos, desde
entonces ya comenzaron a alertarnos contra el eventual choque de civilizaciones al estilo
HUNTIGTON. Choque que, aunque se pretende forzar estos días, no parece que levante ni
siquiera al 5% de los musulmanes.
El libro de KEPEL trata de demostrar que el islamismo, concebido como ideología política
llamada a sustituir al fallido nacionalismo postcolonial, también ha fracasado a pesar de
que hoy permanezcan abiertos importantes conflictos como el de Afganistán, el de Argelia
o el palestino-israelí.
Quizás el mayor mérito de KEPEL consista, según Manuel CRUZ, en el gran trabajo
de síntesis que realiza para dar una completa visión histórica, cultural y sociológica del
fenómeno islamista en países tan distintos como Marruecos e Indonesia, Irán y Sudán o
Argelia y Pakistán. También resultan del mayor interés, y lo refleja KEPEL, las diferentes
interpretaciones políticas e intelectuales divulgadas en Occidente, tanto desde la derecha
como la izquierda, que en un determinado momento han visto el islamismo como un posible
recambio de los regímenes corruptos de corte totalitario en el mundo musulmán. Es sabido,
186
3. La Tercera Vía y sus críticos
en esta línea, que fue la CÍA, con la colaboración de Arabia Saudita, quien armó a los
integristas afganos en su lucha contra los soviéticos, en unos momentos en los que el propio
BIN LADEN se distinguía por su fobia anticomunista.
Para KEPEL, el islamismo ha decepcionado a los propios islamistas y, tras veinticinco años
de violencia, está tocando al fin de un ciclo histórico que, según el autor del libro que estoy
comentando, abrirá las puertas a unos deseos mayoritarios de superación, que bien pueden
dar lugar a nuevos hábitos democráticos que desmontarían a todos aquellos a quienes les
resulta absolutamente incompatible Islam y democracia. En este contexto, KEPEL concluye
que “veremos sin duda alguna cómo el mundo musulmán entra de lleno en la modernidad
según unos modos de fusión inéditos en el universo occidental, sobre todo a través del sesgo
de las emigraciones y de sus efectos, así como de la revolución de las telecomunicaciones
y la información”. El libro de KEPEL está escrito antes del atentado de las torres gemelas,
por lo que sus reflexiones son, en este momento, muy interesantes.
KEPEL estudia el islamismo, situación por situación, movimiento por movimiento e
ideólogo por ideólogo, a partir del momento en que aparecen los escritos del pakistaní
MARDUDI y del egipcio Hassan AL BANNA, quienes despiertan un elevado sentido de
identidad religiosa en la comunidad islámica en pleno dominio colonial británico. Estos
dos personajes junto al egipcio Said QOTB, el ayatolá iraní JOMEINI y el sudanés Hassan
AL TURABI son los responsables de la fatídica idea de conquistar el poder para restablecer
el “gobierno de Dios” y su ley. Es entonces cuando empiezan a proliferar toda suerte de
grupos radicales como pueden ser “hezbolá”, “hamas”, “yihad islámica”, “yemaas islamí”,
etc., que, o bien han llegado ya al poder -Irán, Afganistán o Sudán- o bien practican la
lucha armada contra Israel, o el mismo terrorismo contra sus gobiernos como en Argelia. Y
todo ello a partir de determinadas interpretaciones del Corán y de los dichos del profeta, en
ausencia de una autoridad religiosa única, inexistente en el Islam, que sea reconocida por
la “umma” o comunidad islámica.
Es interesante destacar que en este ambiente de diferentes tendencias islámicas, entre
las que se encuentran los “chiítas” o los “yahidistas” -partidarios de la guerra santa
contra el infiel-, aparece el multimillonario BIN LADEN que, tras la guerra del Golfo, se
convirtió en el terrorista más buscado por el FBI y a quien se atribuye la matanza de las
torres gemelas y del Pentágono. KEPEL dedica un capítulo “in integrum” a este presunto
criminal personaje en el que desvela muchos de los aspectos ya conocidos: es uno de los
cincuenta y cuatro hijos de un albañil yemenista que emigró en los años treinta a Arabia
Saudí, donde se dedicó con gran éxito al negocio de la construcción, hasta el punto de
que, empleado por la familia real junto al médico real KASOGUI, levantó en pocos años
un imperio de 11.000 millones de dólares. Los hijos del constructor LADEN, a pesar de
su origen modesto, gozaron de alta educación y compartieron aulas con los más altos
dignatarios del mundo musulmán. Osama estudió ingeniería en Yedda y fue alumno de
islamistas partidarios de la “yihad”. Cuando la URSS ocupa Afganistán, BIN LADEN
187
3. La Tercera Vía y sus críticos
se dispuso a luchar contra los soviéticos, como muchos jóvenes islamistas, y apoyó a los
muyahidines afganos con la fortuna heredada de su padre. Curiosamente, esta guerra se
convirtió en el vivero de los más extremistas movimientos que se lanzaron; Argelia es el
caso más notorio, a la conquista del poder en sus países de origen. Cuenta KEPEL que
en 1986 Osama BIN LADEN estableció sus campos de entrenamiento en Afganistán,
donde se forjó una aureola de valentía y generosidad, donde montó una base de datos
para inventariar a todos los “yidahistas” quienes, más tarde, empezaron a formar parte de
organizaciones secretas al servicio de sus conspiraciones personales. Arabia Saudí retira
pronto el pasaporte y después la nacionalidad a BIN LADEN, porque este comienza a
propagar la “yihad” por todo el mundo. El multimillonario terrorista intenta sin éxito,
tras la invasión de Kuwait por Saddam HUSSEIN, que el rey saudí disponga de sus
“yihadistas” para que los yanquis no pongan sus pies en Tierra Santa. Entonces, según
KEPEL, Osama BIN LADEN huye a Pakistán para posteriormente volver a Afganistán
y a Sudán. Entonces decide utilizar a sus seguidores, bien pagados, para atentar contra
intereses norteamericanos: Jobar, Kenia, Tanzania... En 1996, BIN LADEN difundió su
famosa declaración de “yihad” a EE.UU.
El 11-IX-2001 llega la gran masacre en territorio U.S.A. Para KEPEL, el terrorismo del
millonario saudí no tiene salida en los países musulmanes, porque parece que existe una
hostilidad estructural de las clases medias que se distancian cada día más del islamismo
radical. Si esto es así, si el presidente BUSH da pasos relevantes para solucionar el conflicto
palestino-israelí, si los países árabes exhiben planteamientos moderados y si Occidente
analiza las causas del odio que suscita entre las clases más desheredadas del mundo
islámico, entonces podemos edificar el nuevo orden mundial realmente sobre la dignidad
de la persona y los derechos humanos. La tarea es realmente apasionante, y apasionante es
poner los medios, entre todos, para hacer compatible islamismo y democracia y, por otra
parte, que Occidente se sacuda ese feroz consumismo materialista que tanto lacera a los
más pobres de este mundo.
No sé si es posible inmediatamente la paz en el conflicto palestino-israelí, pero tal y como
están las cosas, parece que el reconocimiento del Estado palestino, a juzgar por las últimas
declaraciones del presidente BUSH, está cada vez más cerca. Que lo diga el presidente
del país más poderoso de la Tierra es ciertamente muy relevante, pero quizás que quien lo
proclame sea el presidente de honor del consejo representativo de las instituciones judías
de Francia, tiene un valor especial.
En efecto, en una carta abierta al presidente Ariel SHARON a través de Le Monde,
Teo KLEIN, presidente honorario del consejo de las instituciones judías de Francia,
ha señalado que la violencia no produce seguridad y que el reconocimiento del Estado
palestino sería requisito para la paz. El contenido de la misiva de KLEIN no tiene
desperdicio y, tras la matanza del 11-IX, cinco después de su publicación, cobra un
significado único.
188
3. La Tercera Vía y sus críticos
Así, Theo KLEIN afirma en su carta abierta que “la política de réplica de Israel ha
alcanzado el culmen del absurdo (...), es una pelea trágica en la que, por desgracia, todos
nuestros valores morales están a punto de sucumbir (...), es absurda porque no hace más que
alimentar la pasión y el odio, porque moviliza a la población palestina en torno a los que
considera como combatientes, y porque mantiene a la población israelí en la ilusión de una
falsa seguridad...”. KLEIN, como mucha gente, tiene el convencimiento de que la solución
no viene del pensamiento único, estático y cerrado, sino del pensamiento plural, dinámico,
compatible y abierto, por lo que exige a SHARON que “reconozca a los palestinos la libertad
de proclamar su Estado (...), un Estado con el que Israel debe compartir una tierra común
(...), vuestro deber es ofrecer, de igual a igual, la apertura de una nueva era, en la que cada
uno de los dos pueblos pueda vivir y desarrollarse en las fronteras de su Estado. El honor
de Israel, que tenéis a vuestro cargo, debe ser o hacer la paz sin someterla ni abandonarla
al arbitrio de los extremistas (...). Poner fin a una guerra fratricida, que enfrenta a los dos
herederos de una misma tierra, no puede lograrse más que por un justo reparto. Jerusalén,
hacia la que va siempre nuestra mirada y nuestra nostalgia, debe convertirse en el símbolo
de un porvenir compartido”.
Hermosas palabras que me parece que van en la dirección correcta. Tras el 11-IX-2001,
esta es la metodología que debe inspirar la solución de los conflictos. El gran problema es
que este tipo de decisiones exigen una gran fortaleza moral que descansa en la dignidad
de la persona como centro de ese nuevo orden mundial que emerge del 11-IX. ¿Será capaz
SHARON de estar a la altura de las circunstancias? Espero que sí, porque de lo contrario
justificará en alguna medida las proclamas de BIN LANDEN y del más repugnante de los
fundamentalistas de este tiempo: el terrorismo.
“Dadme a vuestras masas apiñadas, cansadas y pobres, que anhelan respirar en libertad, el
triste derecho de vuestra rebosante orilla. Enviádmelos, a los sin hogar, a los que hacia mí
arrojó la tempestad. ¡Alzo mi antorcha junto a la puerta dorada!”.
Estas bellas palabras, en inglés, presiden la base de la famosa estatua de la libertad. Ese
hermoso símbolo de lo que ha sido, es, y será Estados Unidos, debió quedarse alucinado
el 11-IX-2001 desde su privilegiada posición en la bahía de Manhattan al contemplar el
terrible ataque terrorista a las torres gemelas con miles de víctimas inocentes. No deja de ser
paradójico, al menos para mí, comprobar cómo algunos intentan tachar de antiamericanismo
la reflexión sobre lo que ha ocurrido, en lugar de apostar por la necesaria respuesta, que
debe ser razonable, proporcionada y dirigida a restablecer la paz.
Por supuesto que debemos exigir que se busque y se condene a los culpables. Por supuesto
que hay que erradicar cualquier forma de terrorismo. Por supuesto que en este empeño, el
concierto de las naciones es señal de solidez. Por supuesto que es imprescindible que se
mejoren las medidas de seguridad. Por supuesto que hay que evitar que se puedan volver a
producir tan sanguinarios atentados a la vida de las personas. Por supuesto. Pero también, por
189
3. La Tercera Vía y sus críticos
supuesto, es menester solicitar que se refuercen las libertades, que se apueste sin paliativos
por la defensa de la dignidad de la persona, que se actúe, sin dobles planteamientos, por
combatir el hambre en el mundo y por desterrar esa lacerante pobreza que todavía asola no
pequeñas partes del planeta.
Actuar sobre las causas del terrorismo, cualquiera que sea su forma, implica impedir que
crezcan, con el apoyo de gobiernos, “escuelas” de adoctrinamiento fundamentalista que
justifiquen la muerte de seres humanos. Hemos de ser intolerantes en esta materia y perseguir
a quienes atenten contra la vida de las personas en nombre de lo que sea. Lamentablemente,
a veces se enarbola la bandera de la religión para esta sinuosa tarea. No se puede tolerar
bajo ningún concepto. Si somos también débiles en este campo, estaremos facilitando la
destrucción del género humano. Por eso es cada vez más importante la enseñanza y la
práctica de los valores humanos: de la libertad, de la igualdad y de la fraternidad en todas las
partes de la Tierra. Me parece que esta es la gran asignatura pendiente de la globalización.
Junto a evidentes avances, no nos podemos olvidar de que realmente la capacidad de
compromiso para ayudar a los países emergentes o a las personas con dificultades es difícil
que se pueda plantear al margen del “do ut des”. Mientras sigamos pensando que todo
tiene precio, que quien se mueva no sale en la foto, que cuidado con las ideas propias, que
lo importante es “subir” como sea, o que el fin justifica los medios, entonces seguiremos
instalados en el mundo de la apariencia y de la falta de libertad. En cambio, si advertimos
que la diversidad es un valor en sí mismo, si agradecemos la crítica constructiva, si se ayuda
a la gente con independencia de su “perfil”, si se respeta a los mayores y a los que están a
punto de ser, si se acoge a los necesitados sin esperar nada a cambio (...), entonces será más
fácil ganar la batalla a la que nos enfrentamos estos días.
Sigamos. ¿Qué tipo de desarrollo mundial deben intentar promover los impulsores de la
Tercera Vía?, se pregunta GIDDENS. Contesta que lo deseable sería un orden mundial estable,
con equilibrios entre gobierno, economía y sociedad. Y, por otra parte, parafraseando a T.
BLAIR, resulta que ahora hay que participar en los mercados mundiales, conocer las nuevas
ideas políticas de otros países y comprometerse más en la lucha contra las violaciones de los
derechos humanos en todas las partes del mundo. GIDDENS señala cinco aspectos en torno a
la globalización: el gobierno de la economía global, la gestión ecológica global, la regulación
del poder corporativo, el control de las guerras y el fomento de la democracia trasnacional.
GIDDENS, con razón, relata algunos de los avances mundiales más importantes de los
últimos años: crecimiento del empleo, mejores índices de mortalidad infantil y mayor
esperanza de vida. Sin embargo, existen profundas sombras, si descendemos a la situación
en vastas regiones del planeta: África, Iberoamérica, Asia... También analiza el profesor
GIDDENS las políticas de estabilidad monetaria y algunos problemas graves, como el
de la deuda, en el que es necesario aproximaciones abiertas, equitativas y promotoras de
desarrollo, en el más cabal sentido de la palabra. Afortunadamente, reconoce las abismales
190
3. La Tercera Vía y sus críticos
diferencias entre países ricos y pobres -en 1997 la renta per cápita media en los países del
G-7 era cuarenta veces la de los siete países más pobres del mundo- (p.139).
¿Cuáles son las soluciones que propone la Tercera Vía para la lucha contra la pobreza?
Tasas para gravar las transacciones especulativas de divisas, inversión a gran escala en
capital humano y en infraestructuras, transferencias de grandes cantidades de dinero a
los países más pobres (p. 140). GIDDENS piensa, en esto me parece que se equivoca,
que la situación de pobreza se origina más por la situación propia (corrupción, regulación
excesiva, dictaduras, escasa emancipación de la mujer) que por situaciones del exterior.
Habrá causas de un lado y de otro. En este tema, cobra especial relevancia la teoría integral
de desarrollo que patrocina Amartya SEN y que es tan sugerente: libertad como capacidad
social y desarrollo como concepto integral, porque el desarrollo económico no lo es todo;
por el contrario, el desarrollo de un país se consigue mejor a través del desarrollo de los
derechos políticos y civiles y de la inversión y sanidad (p. 141); la democracia, ha repetido
incansablemente SEN, es la mejor protección contra el hambre: en ninguna democracia
desarrollada se ha sufrido jamás una hambruna. Por eso, quizás la mejor ayuda para el
desarrollo es contribuir a la mejor formación de los ciudadanos.
La gestión global de la ecología pasa, en mi opinión, por trabajar en escenarios de equilibrio
entre desarrollo económico y sensibilidad ecológica o medioambiental. En el momento
en que se instalen posiciones fundamentalistas, de uno u otro signo, nos alejaremos del
espacio del Centro. En este tema, que GIDDENS desarrolla en su libro sobre la Tercera
Vía, es importante que la organización económica sea consciente de que, al igual que las
necesidades reales de las personas, hay que tener presente que los diseños económicos hoy
tienen incrustaciones ecológicas que no se deben olvidar.
GIDDENS, por otra parte, niega que las corporaciones gobiernen el mundo y que no
se deben seguir estrategias de confrontación, sino hacer participar a las empresas en el
proyecto de sociedad abierta, en las responsabilidades nacionales y locales (p. 153). Para
ello, el sociólogo británico propone siete medidas:
1º Acabar con los monopolios y reforzar la competitividad en el ámbito nacional e
internacional (p. 155).
2º Colaborar con el tercer sector y las ONGs para la vigilancia de las actividades de las
compañías, tanto en el ámbito mundial como en contextos más limitados (p. 155).
3º Promover la responsabilidad de las corporaciones a través de una mezcla de estímulos
activos, incluídos incentivos fiscales, y de un control riguroso de comportamientos (p. 157).
4º Asegurarse de que la responsabilidad corporativa se demuestra sobre todo en la realidad,
teniendo en cuenta sus diversos significados (p. 158).
191
3. La Tercera Vía y sus críticos
5º Mantener abiertos los espacios públicos de la sociedad, incluyendo una esfera pública de
comunicación (p. 158). Aquí el Gobierno debe facilitar que la emergencia de las vitalidades
reales, que están tantas veces ocultas, se desarrollen sin dirigismos. No es fácil, porque el
poderío del tecnosistema es todavía hoy muy fuerte.
6º Animar a las empresas a repartir acciones entre los empleados cuando sea factible y
favorecer la compra de empresas en dificultades económicas por parte de los empleados,
cuando sea posible generar el capital adecuado (p. 159).
7º Animar a las empresas y a los sindicatos a trabajar juntos en la reestructuración económica
que supone el cambio sociológico (p. 161). Aquí es fundamental, me parece, la metodología
del entendimiento orientada a promover la empleabilidad y la cualificación profesional.
Pues bien, “es tiempo de dejar de pensar en modelos totalizadores” (p. 163). Por un lado
el capitalismo que GIDDENS llama accionarial corre el peligro de destruir los marcos
sociales (p. 163), y el capitalismo de participación parece que no tiene suficiente rapidez
para responder al mundo en que vivimos (p. 163).
3.17. Tercera Vía, economía social de mercado y centro.
Con las limitaciones del tiempo transcurrido desde su emergencia, la llamada economía
social de mercado, a mi juicio, encaja bien en las coordenadas del espacio del Centro.
El único problema, no pequeño, es que probablemente hoy no tenga urgencia. Se puede
decir, quizás, que en su tiempo sí representó el espacio del Centro desde el punto de vista
económico.
El programa de un partido de Centro -y esto a veces no se entiende- no puede, ni debe
diseñar hasta sus últimas consecuencias los acontecimientos futuros. La “mano invisible”,
el “paraíso proletario”, en definitiva, los proyectos totalitarios que han dominado el siglo,
tenían en su base ideológica el diseño presente y futuro de los acontecimientos y de los
individuos. Un programa de Centro es un programa abierto, que da sentido y potencia la
libertad con los derechos humanos.
Más aún. Apostar por una sociedad libre, confiar en sus potencialidades, no tener miedo
a su total desarrollo, a su pluralidad, a su creatividad, será el mejor seguro para disfrutar
sin condicionamientos de la libertad de acceso a las libertades: sanitarias, educativas, de
empleo, es decir, a las libertades sociales, a lo que denomino: libertad solidaria.
La vieja disyuntiva de aferrarse a ultranza por el sector público o por el sector privado, está
superada. Los logros del Estado del bienestar: consolidación del sistema de pensiones,
universalización de la asistencia sanitaria, el seguro de desempleo, o el desarrollo de
las infraestructuras públicas, afortunadamente han dejado de ser cuestiones para la
192
3. La Tercera Vía y sus críticos
discusión y se han convertido en punto de partida de un Estado social y democrático de
Derecho.
En este contexto, parece claro que la administración ya no puede asumir por sí sola los
esfuerzos financieros y operativos que demanda una sociedad abierta, pluralista y competitiva.
Las restricciones presupuestarias se han convertido, en el nivel del pacto político y del
horizonte de convergencia con los demás países de la unión monetaria, en el marco estable
de cualquier política responsable de gestión pública. Aparece aquí la necesidad de sopesar
seriamente las alternativas a la financiación presupuestaria clásica y directa, alternativas
centradas en buena medida en el recurso al sector privado en la gestión y financiación.
En el espacio de Centro, las propuestas de política económica no están condicionadas por
los sistemas de pensamiento económico. El único condicionante, eso sí fundamental, es
la libertad de la gente: para que disfrute de la salud, de la educación, del empleo, de la
jubilación, de la paz. Y para asegurar estas libertades no valen los viejos mecanismos del
control social, porque se trata de una apuesta por la fuerza de la libertad que genera las
energías necesarias para dar solución a las libertades concretas que son el contenido de la
solidaridad: la libertad solidaria.
Las soluciones que proceden de la libertad son muy diferentes, proceden de muchos
ambientes porque son plurales, no soportan prejuicios, son las soluciones propias de un
sistema democrático. De esta manera, me parece, se llega al pilar que sostiene el sistema
de libertad: el diálogo como método, como un método de trabajo incansable que pone a
prueba la cualidad de quien responde de las políticas económicas: municipales, autonómica,
estatales o comunitarias.
Es cierto que GIDDENS alerta sobre los peligros de la extensión del fundamentalismo
religioso y señala que las guerras de los ochenta y noventa (siglo XX), las nuevas guerras,
excepción hecha de la que se inicia el 11-IX-2001, han superado las viejas formas de
entender los conflictos. En relación con el de Irak, hay quien piensa que ha sido una
intervención militar justa y proporcionada, hay quien dice que no se habían agotado las
vías diplomáticas, y hay quien opina que no se puede calificar estrictamente de guerra,
pues se trató de derrocar un régimen tiránico evitando daños a la población civil. Para mí,
la violencia nunca se puede combatir con más violencia.
En este punto, con independencia de las reflexiones de GIDDENS sobre lo que denomina
las nuevas economías de guerra, me interesa detenerme en el derecho -y deber- de la
Comunidad Internacional de intervenir para restaurar y promover los derechos humanos.
Es obvio que para que ello se regularice hace falta una nueva ONU y que se disponga de un
Gobierno mundial, con un parlamento y poder judicial. El camino es muy largo y no se ha
hecho más que empezar. Hemos visto intervenciones por razones humanitarias y por razones
comerciales. Hemos visto de todo, pero tras el 11-IX-2001, se impone, como he señalado
193
3. La Tercera Vía y sus críticos
en varias ocasiones, un replanteamiento general de los fundamentos que hasta ahora han
presidido el orden internacional. Como se dice en mi tierra, “os tempos son chegados”.
Sin embargo, lo ocurrido recientemente en Irak nos invita a pensar en que la lucha por la
libertad y la democracia debe ser, al margen de la violencia, continua y comprometida.
3.18. Conclusiones.
Llegamos a la parte conclusiva del libro de GIDDENS. Para el profesor británico lo relevante
es que “los valores del Centro-izquierda cuenten en un mundo en profunda transformación”
(p. 175); es decir, los valores de la socialdemocracia moderna. En modo alguno, confiesa
GIDDENS, la Tercera Vía busca la ocupación táctica del espacio que media entre el
socialismo clásico y la filosofía de libre mercado (p. 175). La Tercera Vía “se refiere a la
reestructuración de las doctrinas socialdemócratas para que sean capaces de responder a las
revoluciones paralelas de la globalización y la economía de la información” (p. 175). Por
tanto, se trata de poner al día el pensamiento de izquierda y, por ello, porque la izquierda
clásica hoy no tiene futuro, se la denomina Centro-izquierda y, aunque GIDDENS lo niegue,
se importan valores del pensamiento liberal.
Para evitar que se tache de neoliberal a la Tercera Vía, GIDDENS insiste en la importancia
vital de un Gobierno activo y de una esfera pública no coincidente con la dimensión estatal,
tal y como ocurría antes. La Tercera Vía critica que el mercado sea el único encargado de
proporcionar los bienes públicos y que, igualmente, sea capaz de hacerlo exclusivamente
el Estado. Lo que pasa, me parece, es que la Tercera Vía, que como el Centro, parte de
esta insuficiencia, asume como su principal mensaje reforzar el pensamiento de izquierda.
Es legítimo, pero es eso. Por el contrario, el espacio del Centro es otra cosa en la medida
en que se separa del pensamiento sistémico, bipolarizado e ideológico y camina por otras
coordenadas -mentalidad abierta, metodología del entendimiento y sensibilidad social- al
margen de las ideologías cerradas.
La Tercera Vía apuesta por un papel fundamental del Estado, “que debe crear estabilidad
macroeconómica, promover la inversión en educación e infraestructuras, contener la
desigualdad y garantizar oportunidades para la realización del individuo” (p. 176). Pienso
que cualquier liberal firmaría tanto esta declaración como las siguientes: “ya no existe
ninguna alternativa conocida a la economía de mercado; la competencia genera ganancias
que ningún otro sistema puede igualar...” (p. 176), “una economía de mercado sólo funciona
bien dentro de un marco de instituciones sociales y si está basada en una sociedad civil
desarrollada...” (p. 177), “una sociedad saludable es la que alcanza el equilibrio entre
Estado, el mercado y el orden civil” (p. 177), “sin una sociedad civil estable, con normas de
confianza y decencia social, no es posible ni que los mercados florezcan ni que la democracia
se mantenga” (p. 177), “la gente no debe sólo recibir de la comunidad, sino dar...” (p. 177),
“el precepto ningún derecho sin responsabilidad debe aplicarse a todos los individuos y a
todos los grupos...” (p. 177), “el gobierno debe mantener un papel regulador en muchos
194
3. La Tercera Vía y sus críticos
contextos, pero siempre que se puede, se debe facilitar a los ciudadanos los recursos para
asumir su responsabilidad y las consecuencias de lo que hacen” (p. 177).
Por otra parte, ya hemos comentado la preocupación de la Tercera Vía por las políticas
familiares, por las políticas de prevención de la criminalidad, por la reforma del sistema
del bienestar. La Tercera Vía también ha descubierto que “la reducción del déficit, cuando
se combina con las medidas macroeconómicas adecuadas, puede provocar una mayor
participación laboral en el mercado y en el crecimiento económico” (p. 179).
GIDDENS, en este libro, trata de contestar a las críticas que le han venido desde la izquierda
clásica. En el proceso de modernización permanente de la izquierda, al menos en esta etapa
histórica, parece que se ha ido decantando hacia la derecha. En el fondo, lo que triunfa es
la idea de la libertad. Sí, la libertad como puerta de entrada a uno de los espacios políticos
con más futuro: el Centro.
195
4. Nuevo laborismo y Tercera Vía
CAPÍTULO 4
NUEVO LABORISMO Y TERCERA VÍA
4.1. Introducción.
En mi opinión, uno de los líderes actuales que mejor interpretan el sentido de la política
es precisamente Tony BLAIR. Por muchas razones, pero sobre todo por la capacidad
que exhibe permanentemente para conectar con los problemas reales de la gente y por la
capacidad de ilusión que desprende en todos sus discursos y parlamentos. Por eso, y porque
me parece que rebasa y supera notablemente las tesis de GIDDENS sobre la Tercera Vía,
es de justicia dedicar un epígrafe de este trabajo a glosar algunos aspectos de sus políticas
concretas y a llamar la atención sobre la audacia de su planteamiento reformista. Otra cosa,
sin embargo, son los resultados reales de sus iniciativas políticas que, en buena parte, están
por verse17.
Hace relativamente poco tiempo, Tony Blair escribía: “No necesitamos un confuso
compromiso entre estas dos épocas anteriores: un poco de la izquierda y un poco de la
derecha en incómoda alianza. Lo que necesitamos, en su lugar, es una Tercera Vía...”.
Efectivamente, no se puede ocultar que las palabras del primer ministro británico causan
cierto impacto. No tanto porque BLAIR sea un oráculo o porque uno de sus principales
asesores -Anthony GIDDENS- declarase que necesitamos un modelo que “vaya más
allá de la izquierda y de la derecha”. No. Me parece que el interés que encierran estas
17 En sentido positivo, vid. el trabajo de M. TAYLOR, “Too early to say? New labour’s first term”, en el
número monográfico que la revista The political Quarterly, Nº 1, volumen 72, 2001, dedica a la evaluación del
nuevo laborismo (pp. 5 y ss). En el número 3 de 2002 de Public Administration, vid. G. STOKER, “Life is a
lottery: new labours strategy for the reform of devolved governance”, sobre la política de “devolution” en la
primera legislatura laborista.
197
4. Nuevo laborismo y Tercera Vía
reflexiones del señor BLAIR estriban precisamente en que, por sorprendente que parezca,
es posible y necesaria la superación de las ideologías cerradas y la modernización de la
política.
Pues bien, ya a estas alturas los españoles quizás dispongamos de la experiencia necesaria
para saber que los reduccionismos, consecuencia de ideologías que se cierran en sí mismas
intentando explicar toda la realidad social, no sirven: empresario y trabajador, público y
privado, sindicato y patronal -por ejemplo- ya han dejado de ser en la realidad cotidiana
binomios de necesaria oposición. Las nuevas realidades de estos tiempos ni responden a
esos estériles enfrentamientos ni pueden ser explicadas por los tradicionales puntos de vista
intervencionista o neoliberal.
En este sentido, no hace mucho escribía mi buen amigo y colega en las tareas universitarias
Juan Cruz ALLI un interesante artículo sobre centrismo. Aunque estoy de acuerdo en su
análisis del estilo propio de un partido de Centro, pienso, sin embargo, que no supera el
convencional marco político cuando afirma que: “el centrismo implica una oferta política
que tiene como característica el equilibrio entre dos extremos, manteniendo esta situación
en función del talante del resto de las fuerzas”. Esto supondría mantener la dialéctica
izquierda-derecha introduciendo un factor, el Centro, que más bien refuerza el esquema
de tensión que propongo superar. Igualmente, es ya tópico y pienso que un poco antiguo
ese concepto de Centro -como mera equidistancia geométrica- cuando se consulta en el
diccionario la acepción política de Centro: “Tendencia o agrupación política cuya ideología
es intermedia entre la derecha y la izquierda”.
¿Es que están surgiendo nuevos modelos políticos? La contestación no es fácil. Ahora bien,
pienso que poco a poco han ido apareciendo tres coordenadas que están definiendo los
nuevos espacios políticos de estos tiempos: un método, un estilo y una mentalidad. Al
tiempo, estas coordenadas tienen un origen, un punto de conexión bien estimulante: la
persona. Por eso, no es de extrañar, ni mucho menos, que se valore más en el ejercicio de
la política la experiencia, el sentido común y la honradez: sabiduría para gobernar a las
personas y técnica para gobernar las cosas.
Un método de entendimiento. “Entenderse como método” supone un derroche de energías
necesario para superar el sistema del enfrentamiento y un compromiso profundo con la
tolerancia. Los sistemas ideológicos y económicos que han polarizado este siglo, se han
caracterizado por incorporar a su núcleo doctrinal el enfrentamiento como método, el cual
reclama -por su propia estructura- oposición, explotación y desunión. Un estilo que se
identifica por la pasión del servicio a la sociedad, cargado de sensibilidad social, en el
que lo importante son los ámbitos de cooperación, de convivencia y de solidaridad. Y una
mentalidad abierta, plural, dinámica, compatible que no tenga una idea tan clara de la
organización social que acabe por liquidarla. Un método, un estilo y una mentalidad que
toman su fuerza de la estructura constitutiva de la persona. Todo un posible programa a
198
4. Nuevo laborismo y Tercera Vía
desarrollar que no es nuevo teóricamente, pero que contiene los valores emergentes que
piden paso en el escenario político europeo.
Por eso, las posiciones políticas de Centro tienen consistencia en sí mismas, por eso no son un
punto intermedio simplemente, sino más bien un marco de apertura a toda la circunferencia,
por eso el Centro no se sitúa en un segmento rígido, sino que se abre a toda la superficie,
sin encerrarse en su parcela. Se trata de subrayar que lo fundamental es la cooperación,
la solidaridad, los ámbitos de convivencia; que es necesario contribuir a la superación de
dialécticas estériles, y en definitiva, comprometerse en la modernización ideológica de
España. Es decir, el centrismo español, más que de planteamientos ideológicos y lejos
del pragmatismo, habla de estilos: estilos de gobierno abiertos, flexibles, integradores,
estimulantes, convergentes, canalizadores y humanizadores. Es la aproximación a lo que
llamo: pluralismo real, pensamiento compatible, planteamientos dinámicos, porque quien
ocupa el centro del Centro es la persona.
Entonces, cuando el ser humano es el punto de referencia del sistema de organización
político, económico o social, aparece un nuevo ambiente en el que la mentalidad dialogante,
la atención al contexto, el pensamiento reflexivo, la búsqueda continua de puntos de
confluencia, la capacidad de conciliar y sintetizar, y expresiones como : decir-explicaraclarar-razonar-convencer-..., son parte de ese contenido que da cuerpo a un estilo que,
como se deduce con facilidad, no supone referencias ideológicas de izquierda o derecha
y que denominamos centrista, no como equidistancia geométrica, sino como superación
de posturas encontradas que puede desarrollarse en el tiempo “sobre” el actual esquema
político, que adaptan diversas estrategias en sus decisiones concretas respondiendo
-según las circunstancias, dependiendo de los criterios de sensatez y justicia- a políticas de
derecha, izquierda, Centro-derecha, Centro-izquierda, Centro-Centro, y que está llamado
-el pensamiento centrista- a superar estas barreras de forma que el ciudadano -la persona
que ha delegado el poder- pueda ser libre reconociéndose a sí mismo, es decir, reconociendo
su propio bien en el bien común perseguido por los gobernantes.
Los españoles, como otros pueblos de Europa Occidental, también tenemos experiencia de
llevar las cosas a los extremos, de evitar el diálogo, de aprovechar situaciones de poder para
eliminar al adversario. Es bien sabido que a algunos les ha gustado decir que nuestro caso
es cuestión biológica o de personalidad, pero más bien ha sido la propia historia del siglo
XX el mayor testigo. No solamente el periodo 1900-1930; tampoco sólo del 30 al 39; ni
únicamente del 40 al 75; ni siquiera del 82 al 96 (...).
Por todo ello, estamos en excelentes condiciones de entrar en esos nuevos espacios políticos
que solicita Europa, en ese nuevo escenario que, superador de binomios reduccionistas,
pretende emerger desplegando la democracia a través de este apasionante combate a favor
de los derechos fundamentales de las gentes, de las personas concretas. Porque, en definitiva,
como sentenció hace muchos años otro gran político inglés como Benjamín Disraeli: “lo
199
4. Nuevo laborismo y Tercera Vía
importante, lo realmente importante, no son tanto los sistemas, como las personas”. De
ahí que hoy la política se esté transformando en un arte, por cierto bien noble, que lejos de
guiarse por maximalismos ideológicos, tenga a la persona como Centro.
4.2. Tony BLAIR: el rostro de la Tercera Vía.
Ciertamente, no son pocos los que se preguntan si BLAIR es o no un político de izquierda.
La contestación a la pregunta no es sencilla porque hoy -afortunadamente- ya no es sencillo
establecer la línea divisoria entre izquierda y derecha. Tanto una como otra han evolucionado
y han mudado, a veces en asuntos esenciales, sus postulados clásicos. Es verdad.
Para unos, el viaje de la izquierda a la moderación se llama “Tercera Vía” y, para otros, el
giro de la derecha a posiciones equilibradas se llama Centro. Sin embargo, es cierto que
la izquierda es quien se ha movido más. Ha renunciado a tantos de sus dogmas que hoy
es casi irreconocible. La derecha, sin embargo, continua su periplo, la verdad sin muchos
seguidores. Lo decisivo es la emergencia de un nuevo espacio político llamado Centro,
al que ahora todos tienden y en el que todos se quieren situar. Pero no es una cuestión
geométrica, sino de acción política concreta, tal y como he señalado reiteradamente. Si la
Tercera Vía no es más que la modernización de la izquierda, quizás en el Reino Unido, en
lo que son sus contornos teóricos, resulta que en el viaje hacia la modernización es posible
que se haya ido tan lejos que hoy no se sepa ya si BLAIR es de izquierda o de derecha.
Todavía se recuerda aquel “no soy socialista” que espetó BLAIR antes de las elecciones
de 1997 y que dejó mudos y perplejos a no pocos socialdemócratas europeos. A partir de
ahí, BLAIR y sus colaboradores empiezan a poner los cimientos del Nuevo laborismo y a
romper, con prudencia y sentido común, todos y cada uno de los prejuicios ideológicos que
lastraban las potencialidades de su partido. Me parece, ya lo he insinuado en alguna ocasión,
que BLAIR es quizás el político que mejor se mueve en el espacio del Centro político,
porque es un hombre sin prejuicios y con una nada desdeñable intuición política. Su visión
de la Tercera Vía se acerca más al Centro-reformismo de AZNAR que al modelo sistémico
y escorado a la izquierda de GIDDENS. BLAIR es capaz de plantear, desde una perspectiva
reformista, más privatizaciones que los “torys”: así, ha proclamado para su segundo mandato
la privatización parcial de la sanidad y la educación. Reformas de los servicios sociales
que supondrán más profesores, más médicos, más enfermeras..., y que exigirán una mayor
financiación que BLAIR espera encontrar en la iniciativa privada, a quien se encargará en una
medida apreciable de la nueva gestión de nuevos servicios y a quien se le pedirá que reafirme
su función esencial en un modelo en que las fronteras bipolares y maniqueas entre lo público
y lo privado han desaparecido. Sin embargo, insisto, los resultados concretos nos dirán si la
política de BLAIR produce mejoras en las condiciones de vida de la gente o no.
Quizás por ello, la figura de Tony BLAIR es de las más analizadas en el mundo desde la
perspectiva del liderazgo. Evidentemente, yo no soy experto en ciencia política, y menos
200
4. Nuevo laborismo y Tercera Vía
en aspectos concretos del liderazgo democrático. Aún así, debo confesar que he leído con
interés el artículo de Mireya TINTORÉ ESPUNY, titulado “El liderazgo de BLAIR en Gran
Bretaña: 1997-2001”, publicado en la Revista de Estudios Políticos18 y me he atrevido a
escribir unos párrafos sobre esta interesante cuestión.
El interés que despierta Tony BLAIR contrasta con el descenso de popularidad, en términos
generales, que afecta a la mayor parte de los dirigentes políticos. Con independencia de las
distintas teorías sobre el liderazgo y que todavía hoy BLAIR cuenta con uno de los índices de
popularidad más altos que se recuerdan en el Reino Unido, parece que su mandato en 1997
se inicia de forma impresionante y que más adelante, una serie de decisiones poco acertadas
y, sobre todo, unas actitudes intervencionistas y excesivamente controladoras (...) provocan
un descenso de la popularidad, que siempre se ha mantenido en cotas altísimas19.
Además, BLAIR ha sabido proporcionar ideales a la sociedad británica20, introdujo un
“aire nuevo en el partido y en el país. Se produce un relevo generacional (...), ese aire joven
e informal representado por un político que se hace llamar Tony es apreciado por los medios
y por toda la nación (...), se produce un aumento de caras nuevas y la presencia femenina
en las listas y, más tarde, en el Gobierno y en los Comunes (...), la ilusión llega a una nueva
parte del electorado y se piensa que es posible iniciar una nueva era en una Nueva Britannia
(...), es una figura carismática (...), prestigio personal y poder de seducción es algo que
nunca ha faltado a Tony BLAIR (...), es un político muy fotogénico y una persona que se
crece ante los medios de comunicación (...), se le añade una enorme preocupación por la
imagen, algo que es absolutamente estudiado y artificial (...), de ahí la cantidad enorme de
asesores de imagen que ha empleado BLAIR (...), su staff de apoyo en Dowing Street no ha
dejado de crecer desde su llegada de los BLAIR al número 10 (...), su obsesión por la prensa
se vuelve en contra, sobre todo en el 2000 (...), los periodistas coinciden en señalar que el
excesivo afán de control y preocupación por la imagen ha resultado contraproducente y los
medios de comunicación británicos denuncian la “manipulación” informativa de Dowing
Street (...), la presencia constante de Peter MANDELSON o del portavoz CAMPBELL,
que despachaba hasta dos veces diarias con la prensa hasta julio de 2000, ha tenido también
un efecto negativo”21.
Lógicamente, en toda gestión política hay luces y sombras. Las luces de BLAIR son bien
claras y, hoy por hoy, resplandecen más que las sombras. Sin embargo, no debe caer en
saco roto ese comentario, quizás falso -no lo sé-, de que BLAIR está más preocupado por
la imagen que por la sustancia. Afirmación que está en boca de sus adversarios políticos
18
19
20
21
Número 113, pp. 325 y ss.
Loc. cit., p. 328.
Loc. cit., p. 329.
Loc. cit., pp. 329-331.
201
4. Nuevo laborismo y Tercera Vía
continuamente, pero también la citan los hombres de la prensa, los ciudadanos y los propios
miembros de su partido22.
¿Qué tipo de liderazgo es el que mejor encarna Tony BLAIR? Para contestar a esta pregunta
Mireya TINTORÉ, a quien seguimos en este punto, analiza las tres versiones del liderazgo
siguientes: estratégico, ejecutivo y contributivo.
Por lo que se refiere al liderazgo estratégico, el líder debe diseñar las vías que permitan
a la organización lograr metas. Aquí BLAIR encaja a la perfección: es oportuno, tiene
capacidad de persuasión, es adaptable y sabe hacer magistralmente el cálculo de costes
y beneficios de las relaciones en que participa. Se han visto ejemplos de todo ello en la
primera legislatura neolaborista. En realidad, la Inglaterra de BLAIR se ha convertido en un
auténtico mercado transaccional. Se espera que todos los individuos den algo a cambio de
otra cosa. No hay derechos sin responsabilidades y si el Estado se ocupa de los ciudadanos,
éstos tienen un deber que cumplir a cambio. Ese es el trato. El New Deal. Por eso BLAIR
afirma que “si nosotros ofrecemos oportunidades de empleo, esperamos que la gente las
tome”23. BLAIR ha demostrado ser un gran estratega: ha encontrado un producto vendible,
ha aprovechado las oportunidades del entorno y ha negociado bien con ellas. Ha reconocido
una necesidad, la de ganar en los laboristas, y la ha utilizado como motor de su carrera
política24. En este sentido, lo que se denominó “Middle Britannia”, recogió con simpatía
sus mensajes electorales y le proporcionó el éxito en las selecciones25. No es casual, en mi
opinión, esa apelación al “middle” en el mensaje político de BLAIR que, insisto, al menos
en el plano teórico se sale de las coordenadas de la Tercera Vía para engrosar las filas del
pensamiento centrista.
En lo atinente al liderazgo denominado ejecutivo, BLAIR lo ejerció desde el principio al
conseguir que sus seguidores modificaran aspectos fundamentales del programa laborista
-no sin fuertes escaramuzas y presiones- al gobernar con mano férrea el partido desde su
llegada al mismo, convirtiéndolo en una eficiente máquina política. Su forma autoritaria de
llevar el partido no fue silenciada26, pero se consideró indispensable para poner orden entre
los laboristas y conseguir arrebatar el poder a los conservadores después de diecisiete años
en la sombra”27. Otro logro de BLAIR, bien decisivo, fue el de presentar un mensaje a la
vez radical y moderado, con el que logró que las bases del partido siguieran votándole y que
la “Middle Britannia” y el mundo de los negocios perdieran el miedo al laborismo28.
22
23
24
25
26
27
28
Loc. cit., p. 331 y, sobre todo, P. RIDDELL, “It’s a mistake to shoot the messenger”, The Times, 20-VII-2000.
Loc. cit., p. 331.
Ibídem.
Loc. cit., p. 332
“Tony’s BLAIR business affaire”, The Economist, 12-IV-1997.
M. TINTORÉ ESPUNY, loc. cit., p. 332.
Ibídem.
202
4. Nuevo laborismo y Tercera Vía
Otra virtud destacable en BLAIR es el uso extraordinario del lenguaje: en sus intervenciones
se muestra muy directo y la gente aprecia que habla como una persona normal y no
como un “político”29. Sus apelaciones continuas a lo nuevo, a lo radical, al progreso, a
las transformaciones, a la joven Britannia, o a la revolución tecnológica, son magníficas
expresiones pensadas para conectar con la mayoría social, sobre todo con la juventud. Nadie
puede negar a BLAIR su capacidad para repetir continuamente las ideas que le interesa dejar
claras por medio de temas muy bien preparados30. Da la impresión de que BLAIR necesita
la aceptación de la opinión pública a sus reformas y, por ello, despliega una fenomenal
tarea “pedagógica” para explicar continuamente sus decisiones y las motivaciones que las
justifican. Sin embargo, como señala TINTORÉ ESPUNY, “explicar muy bien las cosas no
implica necesariamente que la ciudadanía participe en el proceso”31. Hay que reconocer que
ha sido capaz de, con las palabras, “conciliar lo imposible: cambio y continuidad, centrismo
y radicalismo, mejores servicios públicos sin aumentar los impuestos, competitividad y
cohesión social...”32. En el espacio de Centro es fundamental la labor de pedagogía política,
la tarea de explicar las políticas emprendidas y realizadas, aderezada con datos y ejemplos.
La pregunta del millón es la de la rectitud ética de BLAIR, porque parece que si faltan
las motivaciones éticas, la estrategia se convierte en oportunismo y el ejecutivo no es más
que un vulgar manipulador de personas. Y, hoy por hoy, no poco de esto se da en todas las
organizaciones. Sobre todo cuando el acento se pone en conseguir el poder a cualquier precio.
En este sentido, no deja de llamar la atención que grandes teorías de la política, cuando
alcanzan el poder, se olvidan de su dimensión ética y se entregan a una maquiavélica tarea
de uso y disfrute personal del poder a través de las más variadas técnicas de manipulación
y control. Por eso, la gran pregunta es saber si a BLAIR le mueven motivaciones éticas
orientadas a la mejora de la sociedad y de las personas que la integran. Es lo que se llama
liderazgo trascendente o contributivo, y consiste, en esencia, en actuar para satisfacer las
necesidades reales de otras personas. Se trata, pues, del liderazgo entendido como servicio.
De todas maneras, no seré yo quien enjuicie este aspecto tan personal del liderazgo de
BLAIR. Prefiero dejar constancia de la investigación de la profesora TINTORÉ.
De la mano de TINTORÉ ESPUNY, que ha estudiado el tema, se puede decir que las
perspectivas cuando BLAIR venció en 1997 eran buenas. En las palabras, BLAIR no
parecía tener dudas: “somos los servidores de la gente..., lo que el electorado da, también lo
puede quitar (...). No existe mayor honor que servir. Y les serviremos”33. El líder-servidor
“es aquel al que le preocupan las personas y su desarrollo personal, el que hace crecer
29
30
31
32
33
Loc. cit., p. 333
Ibídem.
Loc. cit., p. 334.
Ibídem.
Loc. cit., p. 335.
203
4. Nuevo laborismo y Tercera Vía
como personas a aquellos a quienes sirve, y el que se ocupa especialmente de los menos
favorecidos por la sociedad”34.
Esta cuestión se puede analizar desde la perspectiva de la influencia de BLAIR en sus
colaboradores más cercanos y, por otra parte, en la influencia de sus decisiones sobre los
menos favorecidos.
Como aspectos negativos de este espinoso tema, algunos comentaristas han llamado
la atención sobre la caída de MO MOWLAN35, o sobre la fijación respecto a Ken
LIVINGSTONE u otros miembros de la vieja guardia laborista, que llegó a extremos que
hicieron perder la compostura y caer en descrédito al primer ministro británico en más de
una ocasión36. Sin embargo, en la teoría, BLAIR considera que la función del Gobierno es
liberar el potencial humano de sus conciudadanos, especialmente a través de la educación,
que parece ser la respuesta a todos los problemas de la sociedad; y que el Gobierno ha de
introducir la era de la generosidad, un momento en el que todos estén despiertos a dar el
máximo por su país, empezando por él mismo”37.
Por lo que se refiere a la acción del Gobierno laborista sobre los menos favorecidos, la
verdad es que la cuestión central, como reconoce TINTORÉ ESPUNY, es si el Gobierno
ha contribuido a hacer una sociedad más humana, más próspera, más ética, más inclusiva
y solidaria. Ciertamente, la Gran Bretaña de hoy es más próspera que la de 1.997, como
también ha ocurrido en cualquier país occidental. Sin embargo, lo que no está tan claro es
que se haya producido un avance perceptible en solidaridad y justicia. Para demostrar este
dato, TINTORÉ ESPUNY se apoya en un informe del Institute for Social an Economic
Research de la Universidad de Essex y en algunos artículos publicados en algunos medios
de comunicación (J. HARLOW, A. FREAN, J. SHERMANN)38. Según estas perspectivas,
por sorprendente que parezca, resulta que en Inglaterra están aumentando las diferencias
entre pobres y ricos, la pobreza infantil crece, los embarazos de adolescentes son los más
altos de Europa, uno de cada cinco niños ingleses son pobres...
Pero no todo son sombras y paisajes desoladores. BLAIR abrió la Social Exclutión Unit
para combatir la pobreza, y se tomó un día de trabajo voluntario para ayudar a la gente
necesitada, concede viviendas a los “homeless”, pero recorta, so pretexto de combatir el
fraude, los subsidios de incapacidad o retira las ayudas a las madres solteras. Como señala
34 Ibídem.
35 Loc. cit., p. 336.
36 Ibídem.
37 Ibídem.
38 “The rich get richer faster than ever” (Sunday Times, 12-III-2000), “Britain heads E.U. for child poverty” (The
Times, 17-III-2000), “Wealth gap widens under Labour” (The Times, 13-IV-2000), The Economist, 17-IV-2000,
“Leading article”, The Times, 3-XI-1999, “Policies for sale, one previons owner”, The Economist, 13-XII-1997.
204
4. Nuevo laborismo y Tercera Vía
TINTORÉ ESPUNY, hay que certificar los importantes logros en política de empleo a
través del programa New Deal: en pocos años se ha conseguido una disminución radical
del número de parados. A pesar de ello, muchos comentaristas políticos39 o los propios
laboristas denuncian esta situación al señalar que Tony BLAIR está dejando de lado a
los trabajadores y que la separación entre el Norte, más pobre, y el Sur, se hace cada vez
mayor40.
El propio GIDDENS, no hace mucho reconocía que Gran Bretaña es uno de los países en
que han aumentado más los desniveles entre las rentas, aunque existen evidencias de que hay
mejoras en los últimos años y de que los grupos marginales cada vez incluyen más niños y
familias monoparentales41. Por otra parte, parece que ha irrumpido en la sociedad británica
una nueva superclase compuesta por parejas que trabajan los dos y tienen altas rentas,
residen en Londres, tienen una segunda residencia y quieren lo mejor en salud, educación y
ocio”42. Por tanto, según TINTORÉ ESPUNY, BLAIR ha sido capaz de añadir más riqueza
a los que ya la tienen, pero no ha podido dar suficientes recursos a los que tienen poco43.
De ahí su interés por lo que denominaba en 1997 el Middle Britannia. Si descontamos
la abstención en las elecciones de 2001, algún analista ha comentado que ahora BLAIR
cuenta con las clases medias, pero ha perdido a las clases trabajadoras (KELLNER)44.
Entonces, ¿cuál es la clave de la política de Tony BLAIR? ¿El mantenimiento en el poder?
Parece que, a juzgar por el discurso de mayo de 1997, con ocasión del Discurso de la
Reina, sí. Incluso, y esto es grave, justificando el uso de todos los medios para conseguir
su objetivo.
En opinión de TINTORÉ, a partir de 2000 bajó la popularidad de BLAIR “pues el público
percibe la separación cada vez mayor entre las reformas radicales que promete y los
cambios que emprende (...). También porque se advierte que, frente a su pretensión de
revitalizar la democracia, su actitud suele ser intervencionista y controladora, tratando de
imponer a sus candidatos (Alen MICHAEL en Gales, Frank DOBSON en Londres) en los
lugares donde huele el poder”45. Desde el punto de vista, pues, del liderazgo contributivo,
la opinión parece negativa. Reformas a medio acabar, excesivo énfasis en la defensa
del modelo americano, graves problemas de credibilidad política al haber sobrevendido
muchas iniciativas por anunciarlas demasiadas veces y por haber realizado una política
39 S. JENKINS, The Times, 22-IX-1999.
40 Loc. cit., p. 338.
41 A. GIDDENS, “Social Change in Britain. Inequality and socialdemocracy”, conferencia anual de la ESPA,
2000.
42 Loc. cit., p. 339.
43 Ibídem.
44 Cit. Por M. TINTORÉ ESPUNY, p. 339 (64).
45 Loc. cit., p. 340.
205
4. Nuevo laborismo y Tercera Vía
basada más en la imagen que en los contenidos46. BLAIR dispone de “potestas”, pero
pierde “auctoritas”, expresión que quienes hemos estudiado Derecho Romano, sabemos
muy bien lo que quiere decir. Es un político que causa admiración, pero que no parece
que resuelva problemas. Quizás por eso la abstención en las últimas elecciones haya sido
tan elevada.
Desde el punto de vista del liderazgo, las cualidades de BLAIR son excelentes: buen
comunicador, gran capacidad de persuasión, directo, constante, optimista, creativo,
autoexigente. Se presenta, como señala TINTORÉ ESPUNY, como una persona con gran
confianza en sí mismo, que parece saber cómo usar el poder, con visión de futuro. Parece
que utiliza en sus discursos, sobre todo, los términos igualdad y prosperidad, y menos el
de libertad, quizás por su obsesión por el control. El propio DHARENDORF, como ya he
señalado, encuentra en la Tercera Vía “blairiana” una cierta veta autoritaria en la medida en
que, en efecto, son poco frecuentes sus alusiones al concepto de libertad.
Por otra parte, la Tercera Vía, versión BLAIR, en su intento de combinar de forma
políticamente correcta liberalismo e intervencionismo, como parece ser una operación
artificial la mayor parte de las veces, resulta que con frecuencia se escora hacia el más
rancio y radical liberalismo y hacia las continuas regulaciones en relación con las pequeñas
empresas, con el mundo rural47.
Un aspecto de interés, que también examina TINTORÉ ESPUNY, es el relativo a su
calculada preocupación por las cuestiones éticas, ya que “ha aparecido una sociedad mucho
más utilitarista y pragmática, más eficiente, pero no más ética ni más solidaria (...), el que no
puede ayudarse a sí mismo queda descolgado (ancianos, parados de larga duración, madres
solteras...), lo que cuenta es lo que funciona (...), Inglaterra es el primer país que autoriza
la clonación de embriones humanos con fines terapéuticos, se permite leer los e-mails de
los empleados cuando están enfermos o de vacaciones”48. Por otro lado, esa obsesión por
el control es notable, quizás por lo que dice TARNAWSKI: “los ideólogos y líderes de
esa izquierda del Centro no apuestan por el mercado, ni por el Estado, ni por la sociedad,
sino por el control”49. Es el caso, como señala TINTORÉ ESPUNY, de dar móviles a
los parados para que les sea más fácil encontrar trabajo y también para que sea más fácil
tenerlos localizados, o la obligación de los parados de los que se sospecha que trabajan en la
economía sumergida de que firmen cada día y puedan ser controlados50. Los neolaboristas,
por otra parte, se presentan como los grandes defensores de la responsabilidad, hasta situarse
46
47
48
49
Ibídem.
Loc. cit., p. 342.
Loc. cit., p. 343.
E. TARNAWSKI, “El bienestar contra el Estado: premisas y consecuencias de la reforma del Estado de
bienestar”, Revista de Estudios Políticos, Nº 102, 1988, 50 pp. 95-128.
50 Ibídem.
206
4. Nuevo laborismo y Tercera Vía
“como guardianes de la moral del país en una sociedad de irresponsables que necesitan
saber lo que está bien y lo que está mal. En esta sociedad, está mal cazar zorros, pero está
bien manipular embriones humanos. Hay que proteger a la familia porque es la base de la
sociedad y porque las consecuencias de su destrucción “son desastrosas para la sociedad”,
pero al propio tiempo el Gobierno propone retirar la sección 28 de la Local Goverment
Act, que impide promover la sexualidad en las escuelas (...). Hay que ser honestos, pero se
venden armas a Indonesia y Zimbawe51. Se habla mucho de tolerancia, pero lo tradicional
se descalifica por definición. En fin, “el criterio último es el todo vale y la gente llega a
afirmar que Nuevo laborismo es nueva permisividad. La libertad de la Tercera Vía, pues,
señala TINTORÉ citando a GALLÍ DELLA LOGGIA, plantea “un libertarismo fundado
en la absoluta subjetividad de los estilos de vida y por eso es incapaz de soportar cualquier
vinculación social e histórica”52.
Hoy por hoy, los hechos parece que no arrojan un saldo muy favorable para Tony BLAIR.
Cuando comentamos su libro sobre la Tercera Vía, y cuando analizamos las magníficas
condiciones que exhibe para el ejercicio de la política, que incluyen un dominio magistral
del liderazgo estratégico, la construcción teórica parece casi perfecta. Cuando vamos a la
realidad, que es el mejor juez de las nuevas políticas, BLAIR presenta algunos problemas.
Veamos. Ya he señalado que la gran quiebra de la Tercera Vía es su pretensión sistemática y
que la combinación entre liberalismo e intervencionismo que plantea se reduce a operaciones
frías y artificiales, de laboratorio. Por eso los resultados son los que son. Porque parece
que no se confía realmente en las personas y porque, según parece, existe una relativa
obsesión con la idea de control. Desde el espacio del Centro, lo prioritario es la persona y la
realidad que la rodea: ahí es donde se resuelven los problemas. A veces la solución exigirá
determinada farmacopea, y otras veces, otra. No pasa nada porque en su caso se aplique una
terapia, y en otro, otra distinta. Lo importante es resolver los problemas reales que aquejan
a las personas de nuestro tiempo. Este es, me parece, el gran horizonte de la política.
Este viaje hacia la realidad del nuevo laborismo y hacia los resultados de la gestión de la
Tercera Vía, parece conveniente para que el lector tenga más criterios sobre este tema, pues
una cosa es la retórica y otra la acción. Y, no lo olvidemos, los nuevos espacios políticos
abandonan los grandes dogmas estáticos de las ideologías cerradas y trabajan en el contexto
de las políticas concretas que suponen una clara mejora de las condiciones de vida de la
gente.
En el marco de la posición política de la Tercera Vía blairiana, puede resultar interesante
en este epígrafe revisar algunas de las promesas de BLAIR para su segundo mandato. Se
51 M. TINTORÉ ESPUNY, loc. cit., p. 344.
52 Ibídem.
207
4. Nuevo laborismo y Tercera Vía
comprueba cómo sigue planteando reformas, ahora de los principales servicios públicos,
materias sobre las que el entonces aspirante a Downing Street en 1997 realizaba sugerentes
reflexiones que, cuatro años después, aún se encuentran pendientes. Puede pensarse que
en cuatro años apenas se pueden colocar los cimientos de las nuevas políticas y que buena
parte de la acción política constituye en impulsar el planteamiento reformista. Sea o no
así, antes de las elecciones de 2001, BLAIR se presentaba ante los británicos con un nuevo
manifiesto neolaborista titulado “Ambiciones para Gran Bretaña”, en el que se comprometía
a una reforma radical de los servicios públicos del Reino Unido para los siguientes diez
años. “Acabamos de empezar, pero diez millones de familias necesitan más. No debe
haber dogmas ni derechos adquiridos en la mejora de los servicios”, afirmaba antes de las
elecciones, en un claro de mensaje dirigido a tranquilizar a quienes no perciben todavía
sus reformas y también a ganarse al sector privado, pues la iniciativa privada debería, en
su opinión, participar no sólo en la construcción o mejora de hospitales o escuelas, sino
también en la gestión.
“Pedimos la oportunidad de continuar el trabajo que comenzamos. Que nos dejen
enfrascarnos en la tarea de un cambio genuino y radical”, decía BLAIR en Birmingham,
en la presentación de su manifiesto para las elecciones de junio de 2001. De nuevo, el
mago del lenguaje político y de la filosofía reformista aflora en su estado más auténtico.
Probablemente los lectores recordarán que el mismo día -16 de mayo de 2001- de la
presentación del manifiesto, Tony BLAIR enmudeció ante la interpelación de una mujer
que abroncó al político durante dos minutos cerca de un Hospital de Birmingham acerca de
los enfermos de cáncer sin camas en los hospitales. El mismo día, su viceprimer ministro,
John PRESSCOTT, resultó agredido antes de entrar en un mitin en Gales.
Curiosamente, la referencia a la Tercera Vía no aparece en la campaña de 200153. La
explicación de la cooperación con el sector privado la plantea para desmarcarse de los
conservadores: “hay un papel para la iniciativa privada en la provisión de servicios. Las
barreras entre lo público y lo privado están difuminándose, y se debe elegir el mejor método
para proveer los servicios. Si no somos radicales, otros, los conservadores, los venderán”54.
Radicalidad y reformas de nuevo, muy bien planteados desde el punto de vista del liderazgo
estratégico.
Niale FERGUSON explicaba antes de las elecciones, que BLAIR ganaría por presentarse
como el mejor tory55 y porque, como destacó The Guardian, “BLAIR quiere conservar su
trabajo, por eso ofrece al cliente lo que éste quiere”. Para FERGUSON, esta filosofía la
53 Vid. El País, 17-V-2001, p. 2, La Vanguardia, 17-V-2001, p. 3 y El Mundo, 17-V-2001, p. 22.
54 El País, 17-V-2001, p. 2.
55 El Mundo, 7-VI-2001, p. 22. Además, vid. el artículo de Julio DEMICHELI en ABC el 7-VI-2001 titulado
“Tony BLAIR”.
208
4. Nuevo laborismo y Tercera Vía
explicaba el propio premier británico en julio de 1997: “suponga que dirige un negocio
como Marks-Spencer o Sainsbury, estará constantemente averiguando si sus clientes están
satisfechos con el producto”56.
BLAIR ganó las elecciones con la tasa de participación más baja desde 1928, sin apelar a
la Tercera Vía57. Es más, en el Congreso de los socialistas europeos, celebrado en Berlín
en mayo de 2001, no hubo ni una sola mención a la Tercera Vía58. Según escribió Thomas
KIELINGEN en Financial Times, entre los socialistas alemanes la Tercera Vía no tiene
buena fama: la consideran demasiado conservadora en áreas sociales y poco europeísta59.
Quizás se trate de un eslogan un tanto gastado, en la medida en que no da los resultados
prácticos perseguidos y en que la gente se cansa de consignas excesivamente reiteradas y
sin contenido. Sin embargo, BLAIR, en declaraciones a Newsweek, reconocía que “es sólo
un asunto de etiquetas, pero lo cierto es que los viejos modelos socialistas y capitalistas han
muerto o son ineficaces, por lo que todos necesitan adoptar una posición de Tercera Vía,
la llaman así o no”60. Entonces, tenemos que la Tercera Vía, para BLAIR resulta que no es
más que una fase de transición de una izquierda que necesitaba ponerse al día61.
Desde esta perspectiva se entiende, por ejemplo, los esfuerzos de SCHROEDER por
modificar el sistema de pensiones, la reducción de la participación estatal francesa en
transportes o banca que intentó JOSPIN, o el proyecto fiscal del PSOE que patrocina
SEVILLA y que poco menos pone en solfa el principio progresivo. Para GIDDENS, ahora,
en 2001, la Tercera Vía es la descripción de un fenómeno que se está produciendo: “las
políticas neoliberales están superadas y la Tercera Vía reinará durante los próximos treinta
años, como el antiguo modelo del Estado de bienestar socialdemócrata dominó los treinta
años anteriores a las políticas neoliberales”62. Así, la Tercera Vía sería un paso más en la
evolución de las ideas políticas para un tiempo determinado.
4.3. Nuevo laborismo y Tercera Vía
Soy profesor de Derecho Administrativo y he dirigido varias escuelas de Administración
Pública. Hace tiempo, comenté el libro blanco del Reino Unido: “Modernizar la
Administración”, intentando explicar las principales ideas del nuevo laborismo en materia
de Administración Pública. Me parece conveniente reproducirlo, parcialmente actualizado,
56 El Mundo, 7-VI-2001, p. 22.
57 Vid., en general, sobre el Nuevo Laborismo, el número especial de The Political Quaterly, marzo de 2001,
pp. 5 y ss.
58 Vid. El País, “¿Ha muerto la Tercera Vía?”, 27-V-2001, p. 6.
59 La Gaceta de los Negocios, 9-VI-2001.
60 Ibídem.
61 Ibídem.
62 Ibídem.
209
4. Nuevo laborismo y Tercera Vía
en este capítulo, pues refleja bien la filosofía reformista de la Tercera Vía aplicada a un
sector determinado; en este caso, a la administración pública. Veamos.
Sin duda es relevante la publicación del libro blanco del Reino Unido “Modernizar la
administración” (marzo, 1999). Relevante porque se trata de una reflexión atinada sobre
la reforma y modernización administrativa de este tiempo y, sobre todo, porque desde el
primer parágrafo expresa con claridad que cualquier proceso de modernización del aparato
público debe tener presente, muy presente, que la administración pública es de la gente y que
la acción de gobernar o administrar debe siempre dirigirse a la mejora de las condiciones de
vida de los ciudadanos. Por eso, no debe extrañarnos que el ministro Jack CUNNINGHAM
escriba en la presentación del libro blanco que “modernizar la administración también es
algo más. Es una clara formulación de lo que el Gobierno piensa que es gobernar. Gobernar
no para quienes trabajan en la administración, sino gobernar para la gente de a pie: para el
consumidor, para el ciudadano”. Llama la atención que poco a poco el término “cliente”,
afortunadamente, va siendo sustituido por el de “consumidor” o “ciudadano”. Me parece,
además, un acierto metodológico que conviene subrayar.
Ciertamente, el Gobierno y la administración pública existen para resolver los problemas
colectivos que afectan a las personas. Pero si central es el ciudadano para la modernización,
resulta que quienes trabajan en el servicio público son, en palabras del ministro inglés,
“cruciales”. Es así, los empleados públicos son fundamentales porque la administración
pública está en sus manos y de ellos depende en buena medida que la maquinaria funcione
bien. Es menester, pues, tener bien presente al colectivo de los empleados públicos en
el impulso modernizador y tener bien claro, como señala Jack CUNNINGHAM, que los
empleados públicos “durante demasiado tiempo han sido desacreditados. Este Gobierno
valora a los funcionarios públicos y valora los servicios públicos, y lo seguirá haciendo”.
Por tanto, las personas que están en la función pública son igualmente fundamentales.
También es básico preguntarse por los servicios públicos en si mísmos. “(...) Al mismo
tiempo vamos a asegurarnos de que los servicios públicos sean mejores, de que sean reflejo
de la vida real y ofrezcan lo que la gente realmente quiere”. En este pasaje del documento se
pone de relieve algo que me parece del mayor interés, y que normalmente la doctrina y los
especialistas no sé por qué razón, no suelen destacar. Me refiero a algo tan obvio como que
la mejora y renovación de los servicios públicos deben realizarse partiendo de la realidad
que, como sabemos, está vinculada al pasado y al presente. “Que sean reflejo de la vida real
y ofrezcan lo que la gente realmente quiere”. La realidad es muy importante, es el ámbito
de trabajo sobre el que se aplica la terapia modernizadora. Sabemos bien que la condición
no cerrada de la realidad, sujeta a cambios constantes, en cierto sentido magnificados por
los cambios de mentalidad de las sociedades o por las transformaciones en las formas de
percibir, es bien importante para que las reformas no se hagan en el vacío, como a veces
acontece cuando se desprecia el pasado y hasta el presente. Trabajar sobre la realidad, lo
recuerdo, es tomar conciencia del peligro de las utopías entendidas como sueños irreales
210
4. Nuevo laborismo y Tercera Vía
que ordinariamente se manifiestan en aproximaciones cerradas y estáticas, perfectamente
acabadas, que lógicamente acaban aherrojando y liquidando cualquier manifestación de
espontaneidad y lozanía social, tan necesaria para las reformas.
Junto a la realidad, la opinión de la gente, lo que piensa la gente que deben ser los servicios
públicos del futuro es, igualmente, un capítulo básico. Realidad y persona son, pues, dos de
los ingredientes sobre los que descansa, desde el punto de vista de las ideas, el libro blanco
de la administración BLAIR sobre “Modernización de la Administración”. La persona,
porque es el centro de la actividad pública, y la realidad, porque sobre ella se funda la
disposición permanente de corregir y rectificar lo que la experiencia nos muestra como
desviaciones de los objetivos propuestos.
Por otra parte, no podía faltar, siendo un documento anglosajón, la cercanía a los casos, a los
supuestos concretos de servicios públicos ingleses. De ahí, como continúa la presentación
del Ministro de Administración Pública británica, que sea necesario “prestar mejores
servicios, en todos los ámbitos en que la administración está presente, en los colegios, en
los hospitales, en las consultas médicas, en las oficinas de desempleo, en los centros, de
colocación, en los ayuntamientos: ese es un enfoque central del libro blanco que ahora
comentamos.
Además, el documento, en su presentación, refleja otra cuestión en absoluto baladí desde el
ángulo del ciudadano, del consumidor. Aunque existan diferentes niveles administrativos,
aunque coexistan distintas administraciones sobre el territorio, las personas deben poder
dirigirse a la administración pública sin que se las maree innecesariamente con la manida
frase: tiene usted que ir a otra oficina. Pienso que para solucionar este problema, especialmente
grave en los Estados compuestos, se configuró en España la idea de la Administración Única
o Común como posible modelo organizativo, pensado para facilitar a la gente sus relaciones
con la administración pública. En este sentido, el documento británico que ahora glosamos,
señala que “para mejorar nuestra forma de prestar los servicios, necesitamos que todas las
partes de la Administración trabajen mejor juntas. Necesitamos una administración unida.
Necesitamos una administración integrada”.
Es ya un tópico llamar la atención sobre la incidencia de las nuevas tecnologías en la
modernización de las estructuras públicas. Sin embargo, su aplicación razonable a la
administración pública puede simplificar el entramado administrativo y, sobre todo, puede
conseguir que la entera administración pública aparezca ante las personas con un rostro más
sencillo: “necesitamos asegurarnos de que los servicios públicos se presten por medio de
las mejores y más modernas técnicas, equiparables a las mejores del sector privado, entre
ellas los centros de servicio integral (one-stop-shop), los puntos de contacto unificados que
permitan enlazar desde un solo punto de acceso con una multiplicidad de departamentos
ministeriales, y, especialmente, los servicios de la era de la información electrónica”. En
España, esta medida de reforma se conoce como “el portal administrativo” y se extiende, no
211
4. Nuevo laborismo y Tercera Vía
solo a la denominada administración del Estado, sino a todo el conjunto de administraciones
públicas.
“Modernizar la administración es un programa a largo plazo”. Estoy totalmente de acuerdo
con esta afirmación de CUNNINGHAM. Es un proceso lento, que se debe dirigir, en el
que lo importante es mantener el pulso, ir poniendo en marcha pequeñas reformas y,
en todo caso, asegurarse de que el timón de la nave modernizadora está orientado hacia
puerto seguro. El reto, como en cualquier proceso serio de modernización administrativa
de una sociedad democrática avanzada, es bien claro: “crear una administración mejor
para hacer mejor la vida del ciudadano”. He aquí, en pocas palabras, el objetivo del libro
blanco británico. Es un objetivo compartido por muchos procesos de reforma que están en
marcha en la actualidad, como el español por ejemplo, que refleja con rotundidad lo más
importante, lo decisivo: que la administración y sus agentes están para hacer mejor la vida
del ciudadano.
Sabemos que hoy la administración pública es distinta a la de años atrás. Sabemos, como
dice el libro blanco inglés, que “la administración debe afrontar el reto de los tiempos y
aprovechar la oportunidad que le ofrece”. Sabemos que los modos de gobernar de ayer a
hoy ya no son válidos. Lo mismo se puede predicar de la tarea administrativa. Por eso, de
lo que se trata, según me parece, es de poner al servicio del objetivo central: “hacer mejor
la vida de la gente”, las modernas técnicas y formas de dirigir el aparato público. Para
eso, me parece de gran trascendencia lo que dice el documento, al señalar que “hemos
de liberar el potencial que alberga nuestro cuerpo de funcionarios para impulsar nuestro
programa de modernización en el conjunto de la administración. Entre los funcionarios
existe un gran entusiasmo y una firme voluntad de abordar los problemas que afronta la
sociedad, de hacer mejor su trabajo”. Sí, contar con la gente es elemental. Sin embargo,
con frecuencia se hunden grandes proyectos porque falta en quien lo dirige esa capacidad
de liderar personas, esa capacidad de integración, esa capacidad de colocar a cada uno en
su sitio, esa capacidad de sintonizar con las personas para que vayan en la misma dirección.
No nos engañemos, hoy no se puede seguir dirigiendo desde la cúpula a base de esquemas
verticales, ni desde la fría distancia de quien se esconde en la jerarquía. Hoy hay que saber
delegar, saber contar con los colaboradores. Saber pedir consejo, confiar en los demás. De
lo contrario, la modernización no calará, y todo lo demás, se quedará en lo formal y, como
mucho, irá a ocupar un lugar en la biblioteca de la historia de las reformas y procesos de
modernización fracasados.
En otro orden de cosas, también el libro blanco “Modernizar la administración” sale al
paso de otro tema de indudable interés. La dualidad servicios públicos-servicios privados
ya no debe plantearse en términos de oposición, sino en un marco de complementariedad.
Lo definitivo es hacer mejor la vida a la gente. Por eso, se puede leer en el documento
que “la distinción entre los servicios que prestan los sectores público y privado se está
desvaneciendo en muchos campos, abriendo camino a nuevas ideas, nuevos modos de
212
4. Nuevo laborismo y Tercera Vía
cooperación y nuevas oportunidades para diseñar y ofrecer los servicios que el público
demanda”.
La modernización entraña una nueva forma de diseñar políticas y programas públicos,
una nueva forma de prestar servicios públicos; una nueva manera de ejecutar las demás
funciones de una administración pública moderna. Hay que modernizar y reformar porque,
al trabajar sobre la realidad, se percibe que hay luces y sombras. Se trata, para superar las
sombras, individuar bien las razones de numerosas ineficiencias. En el libro blanco se citan,
como causas de las sombras la organización, la inercia, la importancia del presupuesto, la
aversión al riesgo, la dificultad de gestión, o la imagen de descrédito. Vayamos por partes.
Efectivamente, puede decirse que en ocasiones las instituciones públicas se organizan a
partir de los funcionarios, teniendo poco presente a las personas que van a recibir esos
servicios públicos. A veces, cuando no hay auténticos directivos públicos con ideas claras y
con sensibilidad hacia los derechos de las personas, los que acaban mandando realmente en
las organizaciones son los más interesados en proteger y mantener el “status quo” al precio
que sea. Estas resistencias, como relata el documento británico, “se ponen de manifiesto en
el horario de atención al público, en el emplazamiento de las instituciones, en las exigencias
que plantean al ciudadano, así como en la ayuda que prestan o dejan de prestar (...)”.
La inercia es otra de las dificultades, no pequeña, de cualquier proceso de reforma y
modernización administrativa. Hasta el mismo VON IHERING sentenció que es más fácil
modificar las leyes que incidir sobre la inercia de las mentalidades. Se refería a la reforma
administrativa y realmente tenía razón en su apreciación. La inercia pesa mucho en la
administración y en sus agentes, sobre todo cuando se analizan los éxitos y fracasos de
las reformas emprendidas. El mejor aliado para combatir la inercia es mantener siempre
vivo el espíritu renovador y reformador cada día, y ser capaz de “encontrar” personas
en los expedientes y no sólo largas y monótonas horas de trabajo anónimo. Los que de
verdad saben dirigir, saben reconocer el trabajo de sus colaboradores y saben estimular su
capacidad de trabajo, a la par que saben llamar la atención sobre la importancia de la labor
administrativa y su incidencia en la transformación de la sociedad.
Otro obstáculo es la excesiva importancia que se da, no lo olvidemos, al presupuesto en
detrimento de los resultados. Probablemente es más “importante” haber consumido el
presupuesto asignado que obtener resultados. A veces no se miden los resultados ni se
conocen. Por eso, para la asignación del presupuesto de cada organismo o ministerio deben
tenerse siempre presente los objetivos y su grado de consecución. En todo caso, se trata de
una aproximación que debe entenderse en términos de complementariedad. ¿O es que no
es posible ejecutar el presupuesto y cumplir los objetivos?
Aversión al riesgo, como señala el libro blanco inglés, es otra dificultad para la modernización
sobre todo porque normalmente la recompensa del éxito, cuando se puede medir, es bien
213
4. Nuevo laborismo y Tercera Vía
limitada en la administración pública, mientras que “la penalización del fracaso suele ser
grave. Con demasiada frecuencia este sistema suscita una aversión al riesgo”.
También los gestores públicos saben que no pocas veces, el ordenamiento administrativo
está repleto de normas que no siempre favorecen una administración pública que de verdad
pueda hacer mejor la vida de la gente. Por eso me parece que hay que estar revisando
permanentemente el ordenamiento jurídico-administrativo, para que facilite la gestión
orientada a las personas. Y en todo caso, buscar el sentido del equilibrio, que es posible,
entre legalidad, eficacia y servicio a la gente.
La última dificultad no es la menor. Es cierto, como recuerda el informe inglés, “los
funcionarios públicos trabajan con afán y dedicación, y muchos son tan innovadores y
emprendedores como cualquier persona que no sea miembro de la administración. Pero
han sido descreditados y desmoralizados injustamente durante bastante tiempo. Ha existido
la presunción de que el sector privado siempre es mejor, y en el sector público no se ha
prestado atención suficiente a la recompensa del éxito ni a equiparar a la administración
con las destrezas necesarias para elaborar y ejecutar políticas y servicios estratégicos de un
modo moderno y eficaz”. Parece que es una afirmación universal que se va desmintiendo
poco a poco, con la realidad de las reformas en curso y con las estadísticas recientes sobre
el funcionamiento de los servicios públicos y la opinión de los ciudadanos.
Obstáculos, dificultades y resistencias siempre las ha habido, las hay y las habrá. Si no,
no sería un proceso de reforma o modernización de este mundo. La clave para superarlas
se encuentra en una comprometida voluntad política en el empeño al más alto nivel, en un
seguimiento periódico del proceso, en integrar a todos los colectivos y en caminar poco a
poco, con pequeños pasos, pero seguros y siempre en la misma dirección.
El objetivo del libro blanco, lo recordamos, es hacer una administración mejor para hacer
mejor la vida de los ciudadanos. Pues bien, al servicio de esta gran aspiración, el documento
británico plantea cinco compromisos esenciales: diseño de una política de futuro, servicios
públicos para la gente, servicios públicos de calidad, uso de las nuevas tecnologías y
potenciación de los servicios públicos.
El informe inglés tiene bien claro que la modernización entraña una política de futuro
entendida como “proceso por el que los gobiernos traducen su visión política en programas
y actuaciones para producir “resultados”: cambios deseados en el mundo real”. Para eso,
las medidas que se adoptan deben evaluarse permanentemente para saber si se abordan
los problemas reales. Un elemento básico en este diseño viene de la mano de subrayar
la experiencia en la que es fundamental entender la política como un “proceso continuo,
de aprendizaje y no como una serie de iniciativas aisladas” (...), y en el que se incorpora
al público, a expertos externos, a los colectivos concernidos y a los responsables de la
ejecución de las medidas.
214
4. Nuevo laborismo y Tercera Vía
También es necesario asegurar que “los servicios públicos satisfagan las necesidades de los
ciudadanos, no la comodidad de quienes los prestan”. De nuevo se aprecia en el documento
la importancia de contar con la opinión de la gente: “Modernizar significa establecer un
lazo de auténtica cooperación entre quienes prestan el servicio y quienes lo prestan (...).
Tenemos que entregar servicios y programas que, además de ser eficientes y eficaces,
sean también integrados y receptivos (...). El Gobierno se ha comprometido a prestar los
servicios públicos 24 horas al día, los siete días de la semana, cuando así lo demande el
público”. Por eso, el Gobierno quiere servicios públicos que “escuchen las preocupaciones
de la gente (...), sean sensibles a las necesidades de determinados grupos de personas o
empresas (...), reflejen la vida real de la gente (...) Y agilicen el proceso de presentación de
quejas y obtención de respuestas cuando no se obtengan los resultados deseados”.
Por supuesto, se trata de ofrecer “servicios públicos eficientes y de alta calidad y no tolerar
la mediocridad”. En este contexto es lógico que los organismos públicos “centren su
atención en los resultados que importan al ciudadano, que supervisen y comuniquen su
avance hacia el logro de esos resultados y que no permitan que las fronteras burocráticas se
interpongan en el camino de la lógica cooperación”. Se apuesta por el compromiso con la
calidad, la mejora permanente y la evaluación del trabajo. Se adopta un enfoque pragmático
de forma que, sin dogmatismos, se aplicará la privatización cuando se mejore de verdad la
prestación del servicio.
Se utilizarán “las nuevas tecnologías para satisfacer las necesidades de los ciudadanos y de
las empresas”. Así, se debe “provocar un cambio fundamental de nuestro modo de usar las
tecnologías de la información. Tenemos que modernizar el propio proceso administrativo,
logrando el funcionamiento conjunto de las distintas partes de la Administración y
ofreciendo a los ciudadanos nuevos modos, eficientes y cómodos, de comunicar con la
Administración y recibir sus servicios”.
Se trata de potenciar y valorar el servicio público en un ambiente de transformación
permanente, de competencia, de mejora continua. Para ello, el Gobierno se compromete
a que los servicios públicos dispongan “de los medios necesarios para estar a la altura
del desafío de forma que los empleados públicos sean recompensados cuando se logren
resultados satisfactorios”. En esta tarea, como no podía ser menos, se reconoce el papel
de los sindicatos para lograr objetivos compartidos y se apuesta por seguir “trabajando en
colaboración con ellos”.
En el marco de subrayar la funcionalidad de los servicios públicos es capital, me interesa
reflejarlo, la formación. Así, en el marco del Centro de Estudios Políticos y de Gestión se
integra el “Civil Service College”, que “será el responsable de la formación y preparación
corporativa de los funcionarios (...), garantizará que los actuales y futuros líderes del cuerpo
de funcionarios tengan contacto con las más avanzadas ideas y reflexiones sobre gestión y
liderazgo (...), se mantendrá al tanto de los últimos avances en el campo de la Administración
215
4. Nuevo laborismo y Tercera Vía
y gestión públicas y actuará como depositario de la mejor práctica (...) Y colaborará con
las unidades de investigación y evaluación de los distintos departamentos para fortalecer
y desarrollar la capacidad de evaluación de las políticas y coordinar la evaluación de las
políticas transversales”. Se insiste, igualmente en la motivación e implicación del personal
a través del mejor uso de los incentivos no salariales y de la recompensa en función del
rendimiento y del trabajo bien hecho.
También se subraya la tradición de los servicios públicos en el compromiso con la equidad
y con la diversidad de la sociedad. Finalmente, se impulsarán los llamados laboratorios de
aprendizaje para la búsqueda de soluciones a los problemas, se facilitará la movilidad del
personal, se crearán oportunidades para que el personal joven capacitado sea promocionado
razonablemente y se potenciará la innovación, la cooperación y la excelencia en la prestación
de los servicios.
Hasta aquí el comentario a este relevante documento. Documento que está empapado de la
filosofía de una nueva forma de trabajar pensando más en la gente, por una metodología del
entendimiento, por una mentalidad abierta y por un compromiso creciente con la equidad
y la solidaridad. El tiempo nos dirá si las medidas propuestas se llevaron a buen fin y
contribuyeron a una mejor Administración pública para mejorar la vida de la gente63.
Recientemente, la Revista “Public Administration” dedicó un nuevo monográfico al New
Labour y la modernización del “public mangement”, que recoge la realización de un
Symposium sobre la materia.
En la síntesis presentada por los organizadores del referido Symposium se subraya que
las políticas conservadoras de los 80 y de los 90 relativas a la gestión pública se guiaron
más por el doctrinarismo y los presupuestos ideológicos que por la evidencia empírica de
sus resultados. Por eso, la victoria laborista fue considerada como una oportunidad para
reemplazar el dogmatismo ideológico por el pragmatismo y para subrayar que éste se
guiaría por el principio de que “lo que cuenta es lo que funciona”. El objetivo proclamado
era el de mejorar la gestión de las políticas públicas, incrementar la responsabilidad ante
la gente y conseguir mejores servicios públicos. Lo que ocurre, es que la tarea tampoco es
nada sencilla, ni siquiera para el primer ministro británico Tony BLAIR.
Uno de los primeros efectos fue una cierta retirada de la lógica estricta del mercado
competitivo como forma de abordar la provisión de servicios, así como una cierta reducción
de la fragmentación excesiva de los mismos, lo que se manifestó en la búsqueda de acuerdos
63 Vid. R.A.W. RHODES, “La Administración del Nuevo Laborismo: sumando y actuando conjuntamente”,
GAPP, Nº 17-18, pp. 19 y ss.
216
4. Nuevo laborismo y Tercera Vía
de provisión a medio plazo y no revisables en periodos excesivamente cortos, como
sucedía en el periodo anterior, o en la intensificación de las relaciones entre proveedores y
consumidores.
Sería un error, sin embargo, exagerar la dimensión del cambio. Los laboristas no han dado
marcha atrás en los procesos de privatización emprendidos por los conservadores, a la
vez que han mostrado cierto entusiasmo por las prácticas de gestión privadas. Si bien es
cierto que la terminología de la competición exacerbada ha dado paso a la filosofía del
“partenariado”, los objetivos de reestructuración, control de costes e indicadores de gestión
permanecen intactos.
La proximidad a los cambios controlados, envueltos en un lenguaje general que enfatiza el
pragmatismo y la modernización, permite que políticas que hace una década habrían sido
consideradas ideológicas, o que hoy seguirían siéndolo fuera del Reino Unido, puedan ser
vistas hoy aquí como pragmáticas.
El objeto del simposio era evaluar hasta qué punto se combinan los aspectos de cambio y
continuidad en las políticas laboristas, para lo que se presentan trabajos específicos sobre
tres aspectos más o menos generales:
1. Los relativos a las formas alternativas de gobernabilidad de los servicios públicos
(preferencia laborista por una combinación de regulación burocrática y gestión empresarial,
preferencia por contratos de duración media con objetivos estratégicos, preferencia por la
implicación de las autoridades locales en la provisión de servicios de carácter social);
2. Los relativos a la planificación estratégica en los servicios públicos, que en cierta medida
contradice el corto plazo de la competitividad de mercado (identificación entre planificación
y obtención de resultados);
3. Evaluación de las políticas como itinerario y como proceso de legitimación.
4.4. ¿La única Tercera Vía?
Para terminar este epígrafe, nada mejor que glosar un reciente artículo de Peter
MANDELSON, ministro dos veces con BLAIR, dos veces cesado por el primer ministro y
actual comisario europeo, titulado “La Tercera Vía es la única vía”64. Peter MANDELSON,
llamado el “príncipe de las tinieblas” por los entendidos en el nuevo laborismo, preside la
Europewide Police Network y ha sido asociado a Tony BLAIR como uno de sus mayores
64 El País, 13-I-2002, pp. 13-14.
217
4. Nuevo laborismo y Tercera Vía
aliados ideológicos y uno de sus mejores estrategas electorales. Pues bien, ahora que se
habla menos, o no se habla, de la Tercera Vía, MANDELSON, en un calculado ejercicio
político en el más puro estilo blairiano, nos alerta sobre la necesidad de que se renueve el
“New Labour”. ¿No es demasiado new?, se podrá preguntar más de uno. Su justificación:
que el nuevo laborismo se está adocenando. Para ilustrar su tesis, comienza recordando
una conversación con una militante laborista que le echa en cara que siete años antes se
ilusionaban con el nuevo laborismo. Sí, con ese nuevo laborismo que ahora “se ha vuelto
más difuso, más reacio a asumir riesgos”65. En opinión de MANDELSON, “desde las
pensiones hasta los servicios públicos, parece haber un rechazo a asumir daños políticos a
corto plazo”66. La militante laborista le recordaba que “al proyecto le faltaba impulso y su
generación se sentía, más que decepcionada, abandonada”67.
La gran solución es la renovación del nuevo laborismo. Puede resultar curioso la solución
de renovar la falta de resultados, pero todo es posible. MANDELSON, en fin, solicita que
no se olvide la Tercera Vía, sino que es necesario “desarrollar y revitalizar las ideas de la
Tercera Vía, presentarlas de forma clara, revestidas de una ideología moderna de Centroizquierda y sin disculparse ante los intereses creados de derecha e izquierda que intentan
frenarnos68. Por eso, señala MANDELSON, que no duda en promocionar el nuevo libro de
GIDDENS, que resulta políticamente correcto, e imprescindible, la lectura -¿obligatoria?de “Y ahora, ¿hacia dónde debe ir el nuevo laborismo?”.
Tras recordar los años de la primera legislatura de BLAIR y los éxitos económicos de
Gordon BROWN, MANDELSON pide más inversiones en infraestructuras, ya sean de
financiación pública o privada, reclama una visión más progresista de Europa, se muestra
partidario de las nuevas tecnologías, se escandaliza ante la subida de impuestos que se
necesita para la mayoría de los servicios públicos, vuelve a proclamar la famosa teoría de
la igualdad de oportunidades, etc.
Ahora viene lo sorprendente: es muy bueno, muy bueno, que los ricos sean más ricos. Eso
sí, “si esta defensa de la meritocracia provoca la consolidación de la riqueza y los privilegios
heredados de una generación a otra, será contraproducente”69. Reconoce MANDELSON
que “los ingresos del 10% que más gana han aumentado el 82% durante los últimos veinte
años, frente al 6% del 15% inferior”. La nueva versión del nuevo laborismo recomienda “un
debate abierto sobre la posición de los nuevos ricos sin caer presa de la envidia y la vieja
política de clase”. Sobre los pobres y los marginados, o sobre la libertad, ni media palabra.
Eso sí, la monserga de los derechos y deberes o la prédica sobre la nueva versión dinámica
65
66
67
68
69
Ibídem.
Ibídem.
Ibídem.
Ibídem.
Ibídem.
218
4. Nuevo laborismo y Tercera Vía
del “New Labour”, relativa a la formación, también forman parte de lo que ahora se nos
presenta como la “Única Vía” o la “Vía Única”, como se quiera.
La Tercera Vía es la única vía “para construir una sociedad nueva (...). El nuevo laborismo
defiende una nueva visión de la justicia social en la que los ideales de la meritocracia
y comunidad se adapten a los tiempos actuales y se hagan compatibles. La renovación
constante del mapa empleado para avanzar y el paso a una nueva fase más segura y
progresista serán los únicos medios para que el nuevo laborismo logre afianzar su posición
en la política70.
Para terminar, y con el debido respeto, pretender que la Tercera Vía sea la única vía, viene a
certificar la crítica de DAHRENDORF al señalar la veta autoritaria que corre por las venas
de esta nueva ideología. Además, insisto, la ausencia de referencia a la libertad es más
que sospechosa y, ese continuo autobombo entre los principales mercaderes del producto,
cuando menos llama poderosamente la atención. En fin, algún día alguien nos revelará lo
que hay detrás, o lo que había, de esta ahora proclamada y única Tercera Vía.
Los comentarios sobre la adscripción ideológica del nuevo laborismo son incontables.
BLAIR nunca ha ocultado que su partido sea de izquierda, “o más bien, de centro izquierda”.
Quizás por ello se jacte de que sea su gobierno el que haya introducido el “salario mínimo
y los derechos sindicales, lo que antes jamás se había realizado”71. También anota BLAIR
en su haber, desde el punto de vista de la sensibilidad social, “el programa más importante
de lucha contra el desempleo de los jóvenes (...) y, como consecuencia este ha disminuido
un 50%, y hemos lanzado el programa más amplio de reforma e inversión de servicios
públicos (...). Sin embargo, hoy por hoy, la situación interna en el Reino Unido no parece
dar la razón a las palabras del primer ministro británico.
En lo que sí ha avanzado, y no poco, el laborismo inglés, es en su visión del sector privado,
ahora, como ya hemos visto, no en clave de confrontación, sino de complementariedad:
“(...) no veo por qué debería disculparme por apoyar al sector de los negocios y permitir
que las empresas sean rentables”72.
En materia de servicios públicos, el compromiso de su mejora, sobre todo en materia
sanitaria, ha llevado al nuevo laborismo, tras cinco años de reducciones de impuestos, a
proponer al parlamento británico un aumento de un punto en las cuotas a la seguridad
social para inyectar 65.000 millones de euros en el sistema público de salud en cinco años.
Para compensar la subida, el ministro de Hacienda BROWN propone aumentar las ayudas
70 Ibídem.
71 Época, “Entrevista con T. BLAIR”, semana del 29 de marzo al 4 de abril de 2002, p. 36.
72 Ibídem.
219
4. Nuevo laborismo y Tercera Vía
a las familias, bajar los impuestos a las pequeñas y medianas empresas y ayudas fiscales a
la innovación73. Además, también la educación pública recibirá una sustancial inyección
presupuestaria74.
Otra medida polémica, relativamente reciente, ha sido el anuncio de retirar las ayudas a los
padres de los niños que falten a clase. Para unos, se trata de una nueva operación de imagen,
para otros, es una forma de combatir el crimen. El problema está en que las ayudas tienen
un gran impacto sobre las familias más pobres, justo de donde estadísticamente salen los
niños más problemáticos75. No parece pues, la mejor medida para atajar la delincuencia
juvenil.
El 2 de mayo de 2002, BLAIR cumplió cinco años en Downing Street y, por otra
parte, era el día de las elecciones locales en el Reino Unido. Con tal ocasión, Walter
OPPENHEIMEN reconocía que los laboristas han cumplido cinco años al frente del
país con el principal objetivo cumplido: han espantado los fantasmas de despilfarro
e intervención estatal que marcaron los gobiernos del viejo partido laborista tras la
Guerra Mundial. Al contrario, el Reino Unido experimenta hoy el mayor crecimiento
económico de los países del G-7 y tiene la inflación y los tipos de interés más bajos de
los últimos cuarenta años. Se han dado pasos importantes en la pacificación de Irlanda
del Norte, el Reino Unido se adhirió a la Convención Europea de Derechos Humanos,
adoptó el capítulo social del Tratado de Maastricht e introdujo el salario mínimo.
Sin embargo, la anunciada subida de impuestos se ha encontrado con un 80% de la
población que no piensa que sea la mejor medida para solucionar el caos de la sanidad
pública. Según OPPENHEIMEN, los británicos aprueban la gestión del laborismo,
pero ya no confían en ellos, sobre todo por su incapacidad para solucionar el deterioro
de los servicios públicos. A ello hay que añadir los escándalos político-financieros: la
sospechosa donación del patrón de la fórmula 1, ECCLESTONE, al partido laborista,
los “asuntos” MANDELSON, la caída de los jefes de gobierno de Escocia y Gales, o
las acusaciones directas contra BLAIR tras las donaciones de un intelectual indio poco
antes de que el primer ministro intercediera a su favor ante el gobierno de Rumanía77.
Por lo que se refiere a las elecciones locales del 2 de mayo (2002), BLAIR obtuvo
el 34% de los votos, un 8% menos que en las elecciones generales celebradas en
junio de 2001. Los tories, con nuevo líder, solo mejoraron un 1,3% su resultado de
las últimas generales. Por tanto, el partido laboralista logró contener su caída en las
73
74
75
76
77
El País, 18-IV-2002, p. 50.
Ibídem.
ABC, 29-IV-2002, p. 32.
El País, 2-V-2002, p. 8.
Ibídem.
220
4. Nuevo laborismo y Tercera Vía
municipales78. Sin embargo, la estrella del laborismo y de BLAIR parece que ha
iniciado su descenso79.
Finalmente, hay que hacer constar un nuevo anuncio de la administración BLAIR que,
de ser cierto y llevarse a la práctica, reforzaría esa veta autoritaria que DAHRENDORFF
ha creído encontrar en La Tercera Vía. Me refiero al proyecto del gobierno BLAIR, de
extender al núcleo de la administración pública, incluidos ministerios, ayuntamientos y
determinados servicios públicos, el control del correo electrónico, las llamadas telefónicas
y los lugares en que se ha utilizado el móvil, sin orden judicial. ¿Cómo se justifica la
medida? En palabras del ministro del Interior David BLUNKETT, esta polémica decisión
habría que enmarcarla en la lucha contra el terrorismo y la delincuencia en general, aunque,
según se apunta, parece que desde hace dos años los servicios secretos, aduanas y hacienda
podrían hacer ese rastreo sin permiso judicial. Ahora, los funcionarios de un determinado
nivel podrán exigir a las compañías de teléfonos, proveedores de internet y operadores
postales, información detallada sobre sus clientes80.
78 El Mundo, 3-V-2002, p. 21.
79 El País, 5-V-2002, p. 6.
80 El País, 12-VI-2002, p. 6.
221
222
5. La Tercera Vía y el socialismo español
CAPÍTULO 5
LA TERCERA VÍA Y EL SOCIALISMO ESPAÑOL
5.1. Introducción.
En términos generales, la Tercera Vía no es que haya provocado grandes adhesiones en el
socialismo español. La modernización de la socialdemocracia española, como afirma Jordi
SEVILLA, se produce en el marco de los gobiernos de Felipe GONZÁLEZ81. Es decir, la
influencia de la Tercera Vía en el PSOE se produce antes de la llegada de Tony BLAIR al
número 10 de Downing Street82. En este sentido, “en las políticas de GONZÁLEZ ya se
pusieron en marcha muchos de los principios (aceptación del mercado, renovación de las
instituciones públicas, importancia de la sociedad civil) que más tarde se convertirían en
las tesis desde las que se refundó el laborismo (...). Lo único es que nosotros no teorizamos
una práctica”83. El propio jefe de gabinete de ZAPATERO, José Andrés TORREMORA,
señalaba no hace mucho que “es difícil ser de una cosa que en sí es bastante indefinida”84.
Otro intelectual vinculado al PSOE, Ludolfo PARAMIO, es de la misma opinión: “es un
discurso basado en la realidad británica, con el que ha coqueteado la izquierda europea.
Como no tiene un contenido definido, difícilmente puede ser exportable”85.
Hoy parece que la denominación Tercera Vía ya no cotiza al alza, ni siquiera en Gran Bretaña.
“El término ya no lo usamos”, reconoce Robin COOK, hoy presidente de la Cámara de los
Comunes86. En Francia, como hemos observado, JOSPIN prefirió tomar otros caminos.
En opinión de Amelia VALCARCE, “hubo un momento en que pareció que iba a ser muy
81
82
83
84
85
86
El País, “Los socialistas europeos marcan distancias”, 27-V-2002, p. 6.
Ibídem.
Ibídem.
Ibídem.
Ibídem.
Ibídem.
223
5. La Tercera Vía y el socialismo español
importante. Apareció en el mismo momento en que se fundó El Olivo en Italia y representó
un loable esfuerzo para recuperar el discurso tras la caída del socialismo real”87.
Uno de los socialistas franceses de mayor peso político, Henri GALLET, ha señalado que
“la aportación política de BLAIR no es suficientemente europeísta”88. SEVILLA no duda
en pronosticar el momento por el que pasa la Tercera Vía: “como la espuma del champán,
que al principio subió mucho y después baja”89. Y TORREMORA argumenta que “hay
otra izquierda que no es la de GIDDENS. JOSPIN es una buena prueba de ello, aunque no
tenga tanta teorización detrás”90. Sin embargo, menudo varapalo que se llevó en las últimas
elecciones francesas.
5.2. Un artículo de ZAPATERO.
Sea como sea, me parece interesante, en todo caso, analizar el reciente proceso de
modernización del socialismo español, proceso que es posible que iniciara GONZÁLEZ
al abandonar algunos dogmas de la socialdemocracia clásica, pero que en la etapa de José
Luis RODRÍGUEZ-ZAPATERO, a quien deseo lo mejor, bascula entre el republicanismo
cívico, el socialismo libertario o el radicalismo.
El día siguiente a la segunda victoria de Tony BLAIR en las urnas, el líder actual del PSOE
José Luis RODRÍGUEZ-ZAPATERO, ocupaba el artículo de opinión principal en el diario
El Mundo, con un análisis titulado “Blair: entre el radicalismo y el republicanismo cívico”.
Para ZAPATERO, el éxito de la Tercera Vía en 1997 “sólo tenía sentido para expresar a la
vez el rechazo al thatcherismo que habían aislado al laborismo de sus propios votantes”91.
Por tanto, se confirma esa tendencia del socialismo español a circunscribir la Tercera Vía a
Gran Bretaña.
Llama la atención la crítica que el secretario general del PSOE y actual jefe de Gobierno
espeta a BLAIR en materia de educación y sanidad. En opinión de ZAPATERO, en la
primera legislatura BLAIR ha estado demasiado pendiente de introducir “polémicas
propuestas sobre la gestión y la financiación, partiendo del principio de que al Gobierno
corresponde garantizar la calidad y el nivel de la oferta de esos bienes públicos, pero que
en su creación puede y debe intervenir la iniciativa privada”92. Sin embargo, hace escasos
días BLAIR anunciaba una subida de impuestos para financiar la mejora de los servicios
87
88
89
90
91
Ibídem.
Ibídem.
Ibídem.
Ibídem.
JL RODRÍGUEZ ZAPATERO, BLAIR, “Entre el radicalismo y el republicanismo cívico”, El Mundo, 8VI-2001, p. 4.
92 Ibídem.
224
5. La Tercera Vía y el socialismo español
públicos de la educación y la sanidad y, a la vez, invitaba al sector privado a que asuma
responsabilidades en esta tarea.
Para ZAPATERO, “en la filosofía de BLAIR y del Nuevo Laborismo, oculta a veces bajo la
famosa etiqueta de la Tercera Vía, hay una visión radical de la democracia, muy próxima a los
ideales del republicanismo cívico”. Ya hemos analizado los postulados básicos de la Tercera
Vía y, en efecto, en la célebre frase de GIDDENS, la Tercera Vía implica democratizar la
democracia, liberar la libertad, desmercantilizar el mercado o desburocratizar la burocracia.
Esta es pues, la mejor reflexión sobre la necesidad de profundizar en la democracia y si
ciertamente el radicalismo democrático supone la defensa radical de la dignidad de la
persona y sus derechos fundamentales, bienvenida sea. Otra cosa, como veremos más
adelante, son las tesis del republicanismo patrocinado por PETTIT, en el que parece -o
pareció- inspirarse ZAPATERO para fundamentar su proyecto político.
“Ciudadanos libres y poseedores de autonomía y responsabilidad, que no se limitan a esperar
que el Estado les resuelva sus problemas, sino que demandan del Estado los recursos y los
canales que les permitan a ellos resolverlos”93. No sé si esta reflexión de ZAPATERO se
refiere a su entendimiento del republicanismo cívico, pero, a mi juicio, conviene llamar la
atención sobre el papel del Estado que se proclama desde una y otra orilla. El Estado, en mi
opinión, debe crear las condiciones para que cada persona se desarrolle en libertad a partir
de lo que he denominado libertad solidaria. En modo alguno el Estado, me parece, debe
limitarse a entregar a los ciudadanos medios y recursos necesarios. Una cosa es fomentar la
libertad y la solidaridad, y otra cosa dotar de medios a la gente.
5.3. El prólogo de BORRELL.
Como ya hemos señalado, la traducción al español del libro de Tony BLAIR “La Tercera
Vía”, cuenta junto a una introducción de Victoria CAMPS, con un prólogo de José
BORRELL, entonces candidato socialista a la presidencia del Gobierno, que merece la
pena comentar94.
En opinión de BORRELL, las condiciones existentes en el Reino Unido para el nacimiento
de la Tercera Vía no se daban en España. Sobre todo porque, según el político catalán,
los catorce años de gobierno socialista en España permitieron al PSOE “aprender, gracias
a experiencias propias y ajenas, entre otras, las del laborismo británico, a evitar los
excesos de otras trayectorias de la izquierda europea. Más libertad, menos desigualdad,
más solidaridad, un Estado políticamente descentralizado y una España abierta al mundo,
fueron nuestros fines y son las características que presenta la España de hoy cuando se la
93 Ibídem.
94 Prólogo, cit. pp. 19 y ss.
225
5. La Tercera Vía y el socialismo español
compara con la anterior a 1982”95.
También BORRELL enmienda la plaza a BLAIR en su intento de compatibilizar la justicia
social y la libertad como características del nuevo Centro-izquierda. Para BORRELL, “la
libertad, la democracia, la justicia social y la apertura al mundo han estado siempre juntas
en las pancartas del socialismo”96. Parafraseando a Indalecio PRIETO, en 1922, BORRELL
reproduce su famosa, lapidaria y polémica frase “soy socialista a fuer de liberal”. En mi
opinión, el socialismo español no puede exhibir, en sus experiencias de gobierno, la libertad
como su principal bandera. Ni durante la II República española, ni en la experiencia de los
Gobiernos de Felipe GONZÁLEZ. Es posible, no me duelen prendas en reconocerlo, que
no todo fue negativo en España entre 1982 y 1996. Hay luces y sombras, por supuesto. A
mi juicio, y sobre todo al final, más sombras que luz. Pero, bueno, me alegro de que tanto
BORRELL como ZAPATERO insistan tanto ahora en la libertad.
En el prólogo que glosamos, BORRELL interpela, pregunta y contesta a las cuestiones que
a él le suscitan más interés del libro de BLAIR. Por ejemplo, en relación con el mercado,
parece que el excandidato a la presidencia del Gobierno mantiene una aproximación más
bien negativa: “el mercado no es un valor (...), puede generar riqueza pero no produce
solidaridad, ni garantiza derechos, ni es portador de un proyecto común...”97. Por supuesto
que, como escribe BLAIR “el mercado debe servir a la sociedad y no viceversa”98. El
mercado, en sí mismo, ni es bueno ni malo; depende de la orientación que se le dé. A
mi juicio, es más razonable plantear las instituciones desde la perspectiva abierta,
complementaria y dinámica, al servicio del hombre. Este es el marco en que las modernas
ciencias sociales nos permiten entender tanto el mercado como la acción pública. Así se
propician condiciones de equilibrio, de diálogo y se evitan los postulados del pensamiento
único, ya sea de uno u otro signo.
Las mismas consideraciones, insisto, se pueden aplicar a la siguiente pregunta que José
BORRELL dirige a Tony BLAIR: “¿Y cómo concibes el mercado? La idea central
de su respuesta sería que el Estado debe ser una fuerza capacitadora, una idea que me
parece francamente interesante”99. La cuestión, según BORRELL, reside en que “lo más
importante que puede hacer un gobierno es capacitar a los ciudadanos para desenvolverse
en una economía dinámica, y alentar a las comunidades y organizaciones voluntarias para
que acometan objetivos sociales”. Sin embargo, más que capacitar, el Estado debe facilitar
las condiciones para que cada uno se capacite como quiera. Por tanto, elegir la opción
educativa que más le convenza. Sí que estoy de acuerdo en que se promueva el trabajo
95
96
97
98
99
Loc. cit., pp. 20-21.
Loc. cit. P. 22.
Loc. cit., p. 22.
Loc. cit., p. 23.
Loc. cit., p. 23.
226
5. La Tercera Vía y el socialismo español
social de tantos y tantas organizaciones e instituciones voluntarias que son portadoras
de interesantes iniciativas sociales que merecen ser apoyadas precisamente para que el
bienestar general pueda ser construido, y apuntalado, desde los postulados del pensamiento
abierto, plural, dinámico, compatible y humano. Parece que también BORRELL comparte,
en el marco de la Tercera Vía, la potenciación de la sociedad y la reflexión de un gobierno
fuerte en la medida en que la fortaleza es necesaria “para garantizar la libertad de muchos
y no sólo de unos pocos”100.
En materia de valores, que BLAIR los asocia a la izquierda, bien pueden sostenerse, por
ejemplo, desde el espacio del Centro. Al menos es lo que me suscita la enumeración de
las cuatro ideas a que se refiere BORRELL: “la justicia social debe basarse en que ningún
ser humano vale más que otro, a todos hay que ofrecerles oportunidades, a todos hay que
pedirles responsabilidades y la riqueza o pobreza de nuestras vidas individuales depende
de las comunidades a que pertenecemos, ya que para ser personas autónomas necesitamos
abundantes bienes colectivos”101. Si se me permite, modularía un poco la última afirmación
de BORRELL, en cierto sentido excesivamente comunitarista, por una referencia al libre
desarrollo personal que, ciertamente, no puede plantearse desvinculado de la pertenencia
a una comunidad.
“Ningún valor es absoluto (...), e incluso los más nobles pueden entrar en conflicto”102.
Para Tony BLAIR, cuando aparecen los conflictos, la tarea debe ser el esfuerzo
conciliador. Solo así, me parece que desde la complementariedad, se puede “maximizar
la libertad y el potencial de un pueblo”103. Para BORRELL, la clave está, por supuesto,
en la reconciliación y armonización de los valores, manteniendo y reforzando la
cohesión social del país. No me parece mal, siempre que la política redistributiva y
la funcionalidad del Estado del bienestar no nos lleven al planteamiento estático y
unilateral que sumió a la socialdemocracia clásica en la ruina económica y que, en
la España de los ochenta, presidió en buena parte la política española. La política
redistributiva, desde luego, ya no es el típico “quitemos a los que más tienen para dar
a los que no tienen”. Ahora, se trata de dar a todos oportunidades, sobre todo a los que
tienen menos opciones.
La reflexión sobre la cohesión social es ciertamente interesante, siempre que no se
olvide que debe promoverse a la vez el libre desarrollo de cada persona. Si no, entonces
se puede convertir en un concepto generador de uniformidad y unilateralidad, y hasta de
arbitrariedad.
Otra cuestión característica de la Tercera Vía británica, a la que BORRELL intenta contestar,
100
101
102
103
Loc. cit., p. 24.
Loc. cit., p. 24.
Loc. cit., p. 25.
Loc. cit., p. 25.
227
5. La Tercera Vía y el socialismo español
es la doble dimensión de la naturaleza humana; cooperativa por una parte, y competitiva, por
la otra. Es decir, egoísmo y generosidad. Son dos caras de la misma moneda y constituyen
dos tendencias de la naturaleza humana, tal y como ha sido creada. Para BORRELL “el
toma y daca entre egoísmo y generosidad debe producir como resultado un proyecto común
de existencia propia y de convivencia con otros”104. En mi opinión, resulta más interesante
la lucha personal por transformar el egoísmo en solidaridad, por convertir esa legítima
aspiración a la mejora y a la competitividad personal en conductas presididas por lo que he
denominado libertad solidaria.
En materia de globalización, de nuevas tecnologías, de cualificación profesional, de
sociedad de la información, de la transformación del papel de la mujer o de los cambios
en la forma de entender la política, cuestiones todas ellas que BLAIR plantea en su libro
al tratar de los cambios y transformaciones del mundo actual, BORRELL nos remite, sin
más, al inicio de una de las resoluciones del Congreso del PSOE DE 1998, en el que se
plantean, igualmente, desde los efectos de la renovación tecnológica, a las consecuencias de
la inmigración de las políticas familiares, o la sensibilidad ecológica, etc. También se toma
nota en el documento del PSOE de la necesidad de cambiar las tradicionales formas de hacer
política y, sobre todo, de la relevancia de “la eclosión de asociaciones y organismos de una
extremada diversidad que actúan en todos los campos imaginables y que son reflejo de una
auténtica vocación ciudadana de trabajar de una forma organizada, pero distinta al de los
partidos políticos”105. Una glosa: la emergencia o afloramiento, en libertad, del dinamismo
vital que existe en la realidad social, es un componente básico de los nuevos postulados
que debe tener presente la política moderna. De lo contrario, seguiremos instalados en un
cierto tecnocratismo organicista que se cierra en banda a cualquier iniciativa que pueda
echar por tierra la composición del entramado de intereses que asegura el mantenimiento
de la posición y, por tanto, del inmovilismo.
Lógicamente, BORRELL arrima el agua a su molino. Mientras que en el orden anglosajón,
las desigualdades, según su interpretación, crecieron bajo los gobiernos conservadores;
en España, durante el largo período socialista, “se logró compatibilizar la liberación
económica y financiera, con una reducción de la pobreza y de las desigualdades del país”106.
Un comentario: cualquiera que conozca mínimamente la historia reciente de España, sabe
que en 1996 el PSOE fue conminado por las urnas a dejar el Gobierno, precisamente por
promover un ambiente de corrupción como pocas veces se ha conocido en Europa. Por ello
me parece parcial señalar sólo los éxitos, que los hay, en la gestión socialista. El mayor
fracaso, empero, fue, y no está del todo resuelto, la conversión del Estado de bienestar en
una impresionante máquina narcotizadora de toda capacidad de visión crítica y de toda
104 Loc. cit., pp. 26-27.
105 Loc. cit., p. 32.
106 Loc. cit., p. 33.
228
5. La Tercera Vía y el socialismo español
ilusión por la libertad. La historia, cuando pasen los años, nos dirá hasta qué punto la
conversión de no pocos socialistas al consumismo capitalista más feroz y al individualismo
más insolidario, arrumbó buena parte del proyecto social propio de un partido como el
PSOE.
La reflexión de BORRELL es inversa, tácticamente, al trabajo de BLAIR. Si el “premier”
británico trata de explicar la Tercera Vía como algo nuevo, BORRELL sostiene que
precisamente el abanderado de la Tercera Vía es Felipe GONZÁLEZ y que en sus gobiernos
están las bases de lo que en Gran Bretaña se conoce como la Tercera Vía. Ahora la tarea
del PSOE es volver al poder y para ello el diputado catalán no duda en señalar que su
principal tarea debería ser impedir que el PP “ponga fin a la experiencia de compatibilizar
la modernización de la economía con el fortalecimiento del poder social”107. Ahora bien,
con las estadísticas en mano, ¿qué se podría decir si resultara que el gasto social fuera
mayor entre 1996-2002 que en la década precedente? o ¿qué decir si, al mismo tiempo, el
crecimiento económico haya sido mayor y haya bajado el desempleo en este período de
nuestra reciente historia?
A continuación, BORRELL utiliza los cuatro grandes objetivos políticos de la Tercera Vía
de BLAIR, para plantear los cinco objetivos que pretendía enarbolar como su principal
bandera en su “non nato” programa electoral a la presidencia del Gobierno. A saber, hacer
compatibles el desarrollo económico y la cohesión nacional, recuperar el prestigio social
de la política, construir una Europa más solidaria, más eficaz y más democrática, preservar
España como Estado y como nación, humanizar nuestra convivencia y reforzar nuestra
cultura cívica para impulsar la plena realización personal de cada individuo108.
5.4. ¿Quién es Philip PETTIT?
En otro orden de cuestiones, habría que llamar la atención sobre el énfasis puesto por el actual
secretario general del PSOE, RODRÍGUEZ ZAPATERO, en la búsqueda de fundamentos
de la versión del socialismo que él quiere imprimir al socialismo español. En este marco
aparece el republicanismo de Philip PETTIT, parece que con amplio seguimiento entre los
ideólogos socialistas cercanos al líder del partido.
Philip PETTIT es un profesor de ciencia política australiano que ha escrito un libro titulado
“Republicanismo. Una teoría sobre la libertad y el gobierno”. Como nos confiesa PETTIT,
“descubrí el republicanismo hace menos de dos años, colaborando (...) en un trabajo sobre
Derecho Penal e ideales políticos, en particular el ideal de libertad (...). Nos preguntamos
cómo podría entenderse ese ideal como un ideal de carácter inherentemente social -como el
107 Ibídem.
108 Loc. cit., pp. 35-50.
229
5. La Tercera Vía y el socialismo español
equivalente de la ciudadanía en una república-, sin por ello dejar de entenderlo como valor
distintivamente subjetivo que capacita a la persona que lo disfruta para adquirir un cierto
sentido de la seguridad y el estatus psicológicos. Y entonces caímos en la cuenta de que
un modo de concebir la libertad se hacía evidente una vez destacada la importancia de dos
cosas. Primero, que hay una enorme diferencia entre la interferencia forzada, diseñada para
el bien común, a la interferencia, pongamos por caso, de una ley a la que nadie se resiste a la
interferencia arbitraria. Y, segundo, que hay una enorme diferencia entre limitarse a escapar
de esa interferencia -porque, digamos, uno caiga bien a los poderosos- y ser más o menos
invulnerable a esa interferencia. Destacada la importancia central de estas dos cosas, resulta
natural concebir la libertad como el estatus social correspondiente a estar relativamente a
salvo de la interferencia arbitraria de otros, y de ser capaz de difundir de un cierto sentido
de la seguridad y de la paridad con ellos. Este enfoque presenta así la libertad como nodominación: como una condición según la cual la persona es más o menos inmune, y más
o menos notoriamente inmune, a interferencias arbitrarias”109.
De entrada, me parece mucho más sugerente y moderna la exposición que denomino libertad
solidaria, en la medida que intenta explicar la esencia humana desde una perspectiva realista
y abierta. Con todo respeto, la idea de la libertad como no-dominación, aparte de que no
es novedosa, dudo que pueda fundar la libertad desde una perspectiva netamente social y
situarse así en el eje central de una nueva posición política. Es más, con independencia de
las versiones positiva y negativa del pensamiento liberal o de la libertad de los antiguos o de
los modernos, me parece, en eso sí que coincido con PETTIT, que la libertad es la noción
clave. Además, las interferencias se dan, con mayor o menor intensidad, en un mundo
complejo transido de continuas relaciones de todo orden, por lo que colocar la esencia de
la libertad en la no interferencia arbitraria, no acierto a entender la repercusión que tiene
sobre la Tercera Vía o sobre un nuevo modo de situarse en la política. Desde otro punto de
vista, se me antoja excesivamente compleja que la esencia de la Tercera Vía se coloque en
la intervención del Estado para evitar que existan personas coaccionadas.
Como dice el propio PETTIT, “la libertad como no-dominación exige que nadie sea capaz
de interferir arbitrariamente -según le plazca- en las elecciones de la persona libre”110. Lo
que no se comprende del todo es la obsesión de la no-dominación, cuando la realidad y
las circunstancias condicionan, que no determinan, el ejercicio de la libertad, y a cada ser
humano toca la gran tarea de, en el contexto en el que le ha tocado vivir, construir y ganarse
cada día su libertad. No sé, la idea de la no-denominación se aplicaría para un colectivo
no muy numeroso de personas que se desenvolviera en un ambiente falto de las mínimas
condiciones posibles para desarrollarse como ser humano. Por otra parte, es posible que
109 P. PETTIT, “Republicanismo: una teoría sobre la libertad y el gobierno”, Barcelona, 1999, Portada, (re-
verso). Recientemente, vid. F. REQUEJO, “El republicanismo”, La Vanguardia, 31-XII-2002, p. 17.
110 Op. Cit., p. 349.
230
5. La Tercera Vía y el socialismo español
haya personas que, por la razón que sea, admitan determinadas interferencias en un ejercicio
de la libertad y no por ello se puedan realizar menos en la vida política.
Joaquín ESTEFANÍA sitúa el interés por la obra de PETTIT en el contexto de “un cierto
agotamiento teórico de la Tercera Vía”111 que justificaría ciertas aproximaciones a esta
nueva posición política. “Carecer de libertad es estar sujeto al arbitrio potencialmente
caprichoso del otro. Se trata de un desafío al neoliberalismo, no en relación a la igualdad
o a la cohesión social, como hasta ahora había hecho la socialdemocracia, sino en nombre
de la libertad”112. Es verdad, esta es la gran novedad: “el republicanismo, que se añade
como liberalismo radical entre los fundamentos de la socialdemocracia clásica, está contra
(...) la coacción a los ciudadanos”113. Sin embargo, si lo que parece que caracteriza el
republicanismo es, sobre todo, la dimensión participativa del ciudadano, no acierto a
entender del todo por qué la preocupación por la interferencia arbitraria cuando es una de
las funciones del Estado, también desde los postulados del liberalismo, la de garantizar la
igualdad de oportunidades de los ciudadanos en un contexto de libertad personal.
Para PETTIT, la libertad republicana no sigue ni la versión negativa (no-interferencia)
ni la positiva (autocontrol), sino que se sitúa en una tercera posición: libertad como nodominación que “exige que nadie sea capaz de interferir arbitrariamente -según le plazcaen las elecciones de la persona libre”114. Si nos preguntamos, a renglón seguido, si
realmente la esencia de la libertad moderna se encuentra en la no-dominación, podríamos
contestar que, más bien, la esencia de la libertad está en la propia persona y en su capacidad
de compromiso desde su pertenencia a las comunidades en que se integra. Repito, la
eliminación de los posibles supuestos de no-dominación se refieren, en mi opinión, a actuar
sobre las causas que pueden “aherrojar” o “alienar” la voluntad del hombre. Y esa tarea de
garantizar un “minimun” de estabilidad que haga posible la libertad la deben asumir los
poderes públicos, y muy especialmente el Estado. Colocar el acento en la no-dominación,
con ser importante, insisto, no va directamente a la esencia de la cuestión. Ignora, por otra
parte, la nota de la participación y de la solidaridad, perfectamente integradas en la noción
de libertad republicana.
Hoy la libertad tiene una cuenta pendiente, precisamente con la participación, que debe
saldar. El camino de la libertad implica, en este nuevo milenio que estrenamos, una andadura
en el ámbito de las cuestiones sociales y económicas que no puede verse reducido a un
parcheo o a una operación de maquillaje que esconda las más flagrantes injusticias. Las
esperanzas del tercer mundo están puestas en esa tarea, pero también la de los sectores
111
112
113
114
“¿Hacia una nueva izquierda? El Estado del Malestar”, El País, 7-IV-2001.
Ibídem.
Ibídem.
Op. Cit., p. 349.
231
5. La Tercera Vía y el socialismo español
marginados y más desfavorecidos del poderoso mundo occidental.
La llamada de la libertad trasciende esas operaciones superficiales. Hoy se trata más bien
de liberar la libertad, de darle a la libertad su plenitud, de devolverle el contenido que ha
venido perdiendo o que le fue arrebatado: profundizar y extender los derechos humanos.
Está claro que no se trata de aumentar el catálogo, o de “enriquecer” la oferta de derechos
humanos, como el consumismo a veces parece exigir, pretendiendo llegar más allá de lo
que la condición humana permite.
Profundizar y extender los derechos humanos significa que ese camino de liberación
democrática culmine en la libertad de conciencia de cada persona, base y fundamento
del valor del hombre, y desde la que la libertad conseguirá su plena significación y la
vida pública se verá fecundada por las aportaciones libres, genuinas y creativas de los
ciudadanos. Sin auténtica libertad personal no hay participación, sino sometimiento; sin
participación no hay auténtica democracia, sino meras formalidades sin significado.
Situarse en el terreno de la diferencia entre interferencia y dominación, me parece, con todos
los respetos, que es no entender el problema de la libertad en un mundo de pensamiento
abierto y complementario. Me parece que en este punto, es más sugerente, más real, la
reflexión sobre la libertad solidaria.
Reconozco, volviendo a las tesis de PETTIT, que lo decisivo es apostar por un concepto
menos negativo, más positivo, y que plantee los desafíos de la libertad en la sociedad y
muy especialmente la tarea personal de conquista y de lucha que supone ganar la libertad
cotidianamente. Además, me parece de mayor calado, quizás esté equivocado, el esfuerzo
por presentar en la misma definición conceptos que, hasta ahora, no sin cierta intención,
antaño aparecían como contrapuestos de forma contradictoria.
Parece lógico que el PSOE liderado por RODRÍGUEZ-ZAPATERO, que no parece
muy devoto de la Tercera Vía blairiana, busque su propia definición ideológica. En este
sentido, parece que los actuales dirigentes socialistas se sienten más a gusto en las aguas
del patriotismo constitucional de cuño habermasiano o en el republicanismo de PETTIT,
que se suele asociar a una tercera posición entre liberalismo y socialismo, que bebe en las
fuentes del radicalismo francés y del liberalismo radical británico115. Al respecto, algunos
“clásicos” del PSOE consideran lógico que la izquierda se plantee en este momento el
debate sobre la autonomía personal, prácticamente vedada en épocas pretéritas. Para otros,
cualquier intento de repensar el socialismo español debe partir de la tradición del PSOE,
en la que, que nosotros sepamos, no cuenta PETTIT. Y finalmente, existen destacados
socialistas que son partidarios de no rechazar tan tajantemente las propuestas de BLAIR,
115 Vid. S. GALLEGO DÍAZ, “ZAPATERO y el socialismo republicanista”, El País, 19-III-2001, p. 24.
232
5. La Tercera Vía y el socialismo español
porque es socialdemocracia renovada116.
La verdad es que, desde el punto de vista de la filosofía política, la recepción en nuestro
país de la obra de PETTIT no ha sido ni mucho menos exitosa. Es más, las reflexiones que
han llegado a mis manos en estos meses, son más bien críticas.
Una opinión relevante es la del profesor DE ESTEBAN117, quien en 1999 recibió el encargo
de hacer una recensión del libro que comentamos. “No descubrí nada de especial interés
(...), me pareció un libro farragoso, de esos que escriben muchos profesores americanos de
ciencia política, que dedican varios centenares de páginas a demostrar lo obvio, pero, eso
sí, inventándose frecuentemente un lenguaje esotérico con apariencia científica (...). Sin
embargo, en este caso, no se utiliza ninguna jerga inventada y se puede entender con cierta
facilidad su contenido, pero siempre que el lector logre dominar el sopor que provoca su
lectura (...). Se trata de una especie de neoescolasticismo, cuya finalidad es conseguir una
República basada en la civilidad y en la libertad de la ciudadanía”118. Por ello, el profesor
DE ESTEBAN, decidió no elaborar la crítica al libro de PETTIT, ya que no le parecía
“que en España pudiese tener algún eco”119. Cuando el libro de PETTIT es anunciado en
la prensa como fuente ideológica de los nuevos dirigentes del PSOE, entonces lo leyó en
profundidad, llegando a la misma conclusión: “sin negar que se trata de un libro de buenas
intenciones políticas, no alcanzo a vislumbrar cómo pueden servir para construir la doctrina
del nuevo socialismo español unas páginas que, como mucho, servirían para fomentar un
liberalismo abstracto y difuso de ideas ya conocidas”120.
Se ha pretendido presentar la obra de PETTIT como una tercera posición fundada en el
republicanismo y en la libertad como no-dominación. Ciertamente, más que de una Tercera
Vía, estoy de acuerdo con Jorge DE ESTEBAN: parece que el libro de PETTIT rezuma un
cierto aroma liberal, pero abstracto, genérico.
La reflexión del profesor Jorge DE ESTEBAN es importante por razones obvias. Se pregunta
por las causas de la derrota socialista en 1996 y, entre las causas esgrimidas, cita “una
degeneración ideológica que se concretaba en el mantenimiento del poder a toda costa”,
tentación que tienen siempre presente, y con no poca intensidad, todos los gobiernos y ante
la que, me parece, muy pocos han conseguido resistir. En este sentido, el PSOE buscaba
entonces la renovación ética como la renovación ideológica, en un contexto europeo en el
que, hemos de reconocerlo, la izquierda renuncia a puntos de referencia clásicos. Lo que
es sorprendente, a juicio de DE ESTEBAN, es que se busquen fuentes de inspiración en
116
117
118
119
120
Ibídem.
J. DE ESTEBAN, “El republicanismo de PETTIT”, El Mundo, 5-VIII-2001, p. 4.
Ibídem.
Ibídem.
Ibídem.
233
5. La Tercera Vía y el socialismo español
doctrinas inocuas, en propuestas utópicas o demagógicas como la renta básica universal y
hasta en películas o canciones de moda, puesto que todo esto no depara mucho121. De ahí
que la ideología de la izquierda moderna “que debe basarse en el progreso, la educación, la
solidaridad, la justicia y en una ética pública, está sin duda hoy por construir, pero me temo
que no se logrará si no se saben buscar las fuentes apropiadas para esa acuciante tarea”122.
Otra reflexión de interés que he tenido ocasión de analizar sobre el libro de PETTIT es el
trabajo de Javier PRADERA, titulado “Un republicanismo de agua y gas”123. Tras señalar que
no es frecuente que los libros de Filosofía Política incidan en el corto plazo sobre la tarea de
gobierno, afirma que “PETTIT ha tenido la audacia intelectual de buscar ese acercamiento
entre teoría y práctica mediante una propuesta orientada a conseguir que las instituciones
estatales sean capaces de promover los ideales y los valores del republicanismo”124. “El
diseño programático de la obra lastrada por un didactismo repetitivo y un estilo tortuoso”125,
nos lleva, como sabemos, a la cuestión central: la promoción por parte del Estado del ideal
político de la libertad como no dominación que, en opinión de PRADERA, se opone a
la capacidad ajena de interferir arbitrariamente (en forma de coerción física, amenaza de
castigo o manipulación) sobre determinadas elecciones que otras personas puedan hacer”126.
Para combatir la no dominación, PETTIT ofrece dos vías: igualación de los recursos del
dominado y dominador (poder recíproco) e intervención del Estado. Personalmente, pienso
que el Estado tiene una importancia capital para generar el ambiente necesario para que la
libertad sea una tarea personal que se debe conquistar por cada ciudadano en las mejores
condiciones, una de ellas la no existencia de dominación. Es obvio, pero también me parece
obvio que, insisto, dotar a este concepto de la fuerza medular que le atribuye PETTIT
me parece exagerado y desatinado. Como nos recuerda PRADERA, el propio PETTIT
reconoce dificultades no pequeñas para que ese ideal se convierta en luz que ilumina a la
política y a la sociedad. Tratando sobre el republicanismo, quizás en PETTIT encontremos
interesantes reflexiones al “apostar por una democracia capaz de someter a discusión las
decisiones tomadas desde el poder, que sea a la vez deliberativa (un debate basado en
argumentos y no una negociación entre intereses), incluyente (todas las minorías tienen
derecho a voz) y responsable (sensible a las críticas y a las demandas ciudadanas)”127.
Además, confiar ciegamente en las instituciones como promotores de libertad es un tanto
ingenuo. Hay que contar con los ordenamientos y, por supuesto, con las personas y sus
comportamientos cotidianos: “si los fabianos británicos fueron motejados despectivamente
de “socialistas de agua y gas” a comienzos del siglo XX, PETTIT reivindica con orgullo
121
122
123
124
125
126
127
Ibídem.
Ibídem.
J. PRADERA, “Un republicanismo de agua y gas”, El País, Babelia, 9-IV-2001, pp. 1-4.
Ibídem.
Ibídem.
Ibídem.
Ibídem.
234
5. La Tercera Vía y el socialismo español
una “versión de agua y gas” del republicanismo.
Otro autor que se ha ocupado del republicanismo de PETTIT es Álvaro DELGADO-GAL
en “Republicanismo: el conejo de la chistera”128. En concreto, DELGADO-GAL muestra
su extrañeza por la apelación a un autor como PETTIT “por completo excéntrico a las
tradiciones españolas o incluso continentales”129, y se pregunta: ¿cuál sería la explicación
al llamado viaje al republicanismo de este autor anglosajón? La razón que esgrime
DELGADO-GAL es que el republicanismo de PETTIT “representa liberalmente una
Tercera Vía” (...), no coincidente ni con el liberalismo clásico ni con las teorías democráticas
de índole populista. PETTIT deja incólume al mercado, pero preserva para el Estado un
papel importante y hace muchas protestas de radicalismo social. Interpela asimismo a
feministas, ecologistas y comunitaristas, y les invita a montar con él en el pescante”130.
Su capacidad de conectar con tantos sectores sociales es lo que parece que podría haber
animado a ZAPATERO a su lectura, ya que necesita a toda costa convencer a un no pequeño
número de electores: Ésta sería la razón aviesa que DELGADO-GAL atribuye al PSOE de
ZAPATERO. Pero habría otra interpretación “no malvada” en la que el líder socialista
habría caído seducido por los argumentos de Philipp PETTIT. Entonces, para DELGADOGAL, sería más grave. Porque según él, el republicanismo es un mal modelo, tanto en el
plano político como en el intelectual. “Lo segundo, porque integra un artefacto filosófico
harto pobre; lo primero, porque otorga a las instituciones públicas un papel equívoco y
poco deseable”131. A continuación, DELGADO-GAL analiza la versión negativa de la
libertad al modo berliniano. En su reflexión, que comparto, me ha parecido entrever una
fuerte crítica a la tesis de PETTIT de libertad como no-dominación, en la medida en que,
desde esta aproximación, nos quedaríamos a mitad de camino. Para PETTIT, lo central
es no estar dominado, que consiste, según DELGADO-GAL, “en tener la garantía de que
otros agentes no interfieran arbitrariamente en nuestras vidas”. Ahora bien, también se
encuentra en esta situación “el que carece, por circunstancias ajenas a su voluntad o del
más allá, de un menú suficiente de opciones vitales”132. Aquí, empero, PETTIT incurre en
un giro intervencionista sorprendente. Para DELGADO-GAL lo más grave de las tesis de
PETTIT es que “una interferencia estatal que promueva los intereses e ideas del ciudadano
no es arbitraria. De resultas, la razón de no-dominio que anhelan los republicanos es
compatible con una intervención del Estado indefinidamente grande”133. Aquí, empero,
PETTIT incurre en un giro intervencionista sorprendente. Para DELGADO-GAL lo más
grave de las tesis de PETTIT es que “una interferencia estatal que promueva los intereses
128 El País, 26-XI-2001, pp. 19-20. Además, Vid. más recientemente, A. DELGADO-GAL, “Cana metafísica”,
La Gaceta de los Negocios, 12-IV-2002, p. 6.
129 Ibídem.
130 Ibídem.
131 Ibídem.
132 Ibídem.
133 Ibídem.
235
5. La Tercera Vía y el socialismo español
e ideas del ciudadano no es arbitraria. De resultas, la sazón de no-dominio que anhelan los
republicanos es compatible con una intervención del Estado indefinidamente grande”134.
Aquí existe una sólida contradicción que muestra ciertos tintes intervencionistas y que
abre las puertas precisamente a la arbitrariedad estatal. Para terminar, DELGADO-GAL
llama la atención sobre una advertencia que el maestro de PETTIT, SKINNER, le hace a
su discípulo en su libro “Liberty before Liberalism”, en el que sencillamente afirma que “la
idea de que la libertad no se verá recortada por el Estado, siempre que la interferencia revista
un carácter no arbitrario, no encuentra seguimiento alguno en los textos de HARRINGTON
o los de su cuerda”135. En fin, la tesis de PETTIT se podría reducir diciendo que la tarea
primordial del Estado sería la de “maximizar” una magnitud social: la de “no-dominación”.
Como dice DELGADO-GAL, esto suena a “socialdemocracia escandinava de cuando antes
de la caída del petróleo”136. Hoy, abril de 2002, las apelaciones a PETTIT en el socialismo
español brillan por su ausencia.
Estas opiniones de DELGADO-GAL motivaron un nuevo artículo firmado por los profesores
OVEJERO LUCAS y MARTÍ MÁRMOL titulado “No sólo de PETTIT vive el socialismo”137,
en el que pretenden analizar la segunda de las críticas de DELGADO-GAL: el debate
intelectual entre republicanismo y liberalismo. En este sentido, señalan que la tradición política
del republicanismo se caracteriza por una versión de la libertad en lucha permanente contra la
tiranía, por una dignificación de la política como medio natural de autogobierno democrático
y por un rescate de la virtud ciudadana como motor fundamental del engranaje público de
un Estado138. Ciertamente, hay dosis o modulaciones del republicanismo, como también del
liberalismo. Centrándose en PETTIT, OVEJERO y MARTÍ reconocen que el ideal de libertad
como no-dominación tiene problemas conceptuales, como es el de ubicar esta dimensión de
la libertad como Tercera Vía entre la libertad positiva y la negativa. Ahora bien, la crítica de
DELGADO-GAL relativa a que el republicanismo de PETTIT concede al Estado un margen
de maniobra “indefinidamente grande”, es contestada por OVEJERO y MARTÍ como la gran
preocupación liberal por los límites ante la afluencia indiscriminada de decisiones colectivas.
Y, por otra parte, según estos autores, no es justo detenerse sustancialmente en esta reflexión
de PETTIT, cuando “casi toda la segunda parte del libro de PETTIT, dedicada a explorar el
diseño institucional de un Estado republicano, no es más que la reivindicación de sistemas
e instituciones clásicamente liberales (...), que son los que, en definitiva, hemos heredado
fundamentalmente de la tradición constitucional americana”. En esta línea, OVEJERO y
MARTÍ deducen otra conclusión, muy distinta de la de DELGADO-GAL, sobre la crítica
de SKINNER a su discípulo, en la medida en que PETTIT, en este punto “sigue citando
134
135
136
137
Ibídem.
Ibídem.
Ibídem.
Vid. F. OVEJERO LUCAS / J.L. MARTÍ MÁRMOL, “No sólo de PETTIT vive el socialismo”, El País,
4-I-2002, pp. 13-14.
138 Ibídem.
236
5. La Tercera Vía y el socialismo español
demasiado fuertemente a las propias instituciones democráticas, en última instancia, las
únicas que pueden legitimar las decisiones públicas más importantes”139. La crítica más
contundente que OVEJERO y MARTÍ dedican a DELGADO-GAL, se refiere a que toma
el todo por la parte, censurando al republicanismo “in toto” alguna deficiencia parcial. Y
es que, según los profesores OVEJERO y MARTÍ, el republicanismo trasciende a PETTIT;
es más, las versiones de SKINNER o HABERMAS son las que más pueden aportar a la
renovación ideológica desde perspectivas igualitarias, ya que estas propuestas se cimentan
“en una mayor cultura política y cívica de los ciudadanos, en una mayor posibilidad de acceso
a la participación política a través de una renovación del diseño institucional de los procesos
de toma de decisión en distintos ámbitos, y en una visión más renovada (más democrática) del
constitucionalismo”140. En esta dirección es en la que apuntan OVEJERO LUCAS y MARTÍ
MÁRMOL, y a la que sugieren que vuelvan su mirada los socialistas españoles.
5.5. La Tercera Vía y la Conferencia Política de 2001.
Para comprobar hasta qué punto las tesis de la Tercera Vía han sido incluida o no en la
doctrina del PSOE, lo más sensato será analizar el documento marco del Comité Federal
del PSOE, titulado “Ciudadanía, libertad y socialismo. Un partido para la España del siglo
XXI” -de 18-V-2001- que se presentó a la Conferencia Política celebrada en Madrid entre
el 20 y 21 de julio de 2001. El título del documento, identificando socialismo con libertad
y ciudadanía, como veremos, no es casual.
De entrada, el índice es bien revelador del intento ideológico del PSOE de orientarse hacia la
moderación. La utilización de los conceptos “democracia cívica”, “socialismo es libertad”,
“bienestar”, “progreso”, “responsabilidad de los ciudadanos”, “reinventar el gobierno”,
“sociedad fuerte y segura”, “nuevo estilo de gobernar”..., son representativos, me parece,
de la búsqueda de espacios más amplios de votantes y simpatizantes en una clara opción de
Centro, que veremos en qué queda. Insisto, el uso de los conceptos a los que me refiero,
sitúa el texto en un marco abierto en el que existen distintos reclamos a sectores muy
diversos de la sociedad española.
El documento está estructurado en torno a parágrafos numerados. Los seis primeros engloban
la introducción. Aquí, se apela a la “renovación” que trae su causa del 35 congreso y a la
necesidad de debatir y aprobar la “actualización” del “discurso ideológico para adecuar sus
principios esenciales a las nuevas realidades de la sociedad actual”141. Es lógico que un
partido político actualice periódicamente su proyecto ideológico, y es deseable que, además,
promueva el debate ideológico en convocatorias a tal efecto. En el caso del PSOE, son tres
139 Ibídem.
140 Ibídem.
141 Documento Marco: Ciudadanía, libertad y socialismo, Conferencia Política, Madrid 20-21 de junio 2001,
p. 7. Las citas de este trabajo, reitero, se hacen a partir del documento que se presentó al Congreso.
237
5. La Tercera Vía y el socialismo español
las razones esgrimidas para promover el debate ideológico. A saber. Primera, “para destacar
la importancia de los valores en la política y marcar señas de identidad propias frente a los
ciudadanos que, ayudados por quienes piensan que la gestión de la cosa pública es aséptica,
perciben cada vez menos las diferencias entre izquierdas y derechas”142. Un comentario. Me
parece que subrayar los valores en la política es fundamental: si no hay valores en el ejercicio
de una de las tareas más nobles a que puede dedicarse un ser humano, tampoco hay política.
Sin embargo, no estoy de acuerdo en que la gestión de la cosa pública es aséptica. Pienso,
por el contrario, que es en la acción política, en la gestión diaria, donde se proyectan con
más fuerza las convicciones políticas y las ideas políticas. No creo que las fronteras entre
izquierda y derecha se difuminen por influencia de los tecnócratas; más bien se diluyen,
porque ahora existe otro entendimiento de las ideas políticas más abierto, más plural, más
dinámico, que ha enterrado esas viejas ideologías cerradas que osaron, ni más ni menos, que
en convertirse en los “saberes” y las “pócimas” que explicaban todo y todo lo solucionaban
con sus mágicas recetas. Sí que hay diferencias, claro, lo que ocurre es que su percepción por
la ciudadanía se verifica con otros parámetros, que algunos parecen no haber entendido.
La segunda razón del debate ideológico, se refiere a que “la sociedad cambia y con ella
sus problemas y la forma de abordarlos, lo que lleva a que las líneas que separan las
distintas opciones sociales y políticas también se muevan, haciendo necesario reafirmar
los objetivos, pero siendo flexible con los instrumentos adecuados para conseguirlos, que
son históricamente cambiantes”143. Y, en tercer lugar, se apela a que ha sido la redefinición
de la socialdemocracia clásica lo que ha llevado a BLAIR, SCHROEDER o a JOSPIN
(en su momento) al gobierno. En este proceso de modificación “debemos y podemos
participar (...) elaborando un discurso propio y de futuro, a partir de más de cien años de
tradición histórica y la asunción de lo que significó nuestra dilatada y beneficiosa etapa de
gobierno”144. Es decir, apuntarse a la ola triunfante de la socialdemocracia en Europa, hoy
en crisis en Gran Bretaña, Alemania o Portugal, con un proyecto propio que no renuncia a
la tradición.
El segundo epígrafe del documento lleva como rúbrica: “El PSOE, un partido democrático
para una democracia cívica”. Se insiste en la democracia, bien. Y se introduce la apostilla
“cívica”. Me parece también acertado por una razón bien sencilla: la reflexión sobre el
civismo, sobre la condición cívica de la democracia y de la condición humana, nos sitúa
en un contexto en el que la idea de la libertad se asocia indisolublemente a la participación
y a la solidaridad. Supone, en alguna medida, acercarse a los planteamientos del nuevo
republicanismo y, por tanto, a la reflexión sobre la virtud cívica, sobre la participación
y sobre la democracia. Es importante que el PSOE apueste por la sociedad: “tenemos
142 Ibídem.
143 Ibídem.
144 Ibídem.
238
5. La Tercera Vía y el socialismo español
confianza en la sociedad”145. Sobre todo porque la socialdemocracia clásica lo fiaba casi
todo a la capacidad transformadora del Estado. Hoy las cosas ya no son así. Es más, los
socialistas ahora parece que tienen una nueva concepción de la libertad: “queremos que la
gente tenga los recursos necesarios para elegir su futuro libremente, tanto en su vida privada
y familiar como en la esfera pública, participando en ella con información y contando con
los medios para debatir y participar”146. Se mantiene un concepto de libertad condicionado
a los medios materiales y “para” participar en la vida pública en condiciones de debatir. A
mí me resulta chocante esa dependencia tan fuerte de la libertad a los medios materiales.
En el punto siguiente, aflora, en algún sentido, una cierta perspectiva maniquea que en nada
beneficia al PSOE. Tras definir la política como “un espacio para la libertad”147, se asume
una versión dinámica de la política como “una actividad para conciliar propuestas e intereses
en conflicto”148, aproximación que me parece insuficiente, pues apenas se refiere a valor
alguno y parece como una tarea formal y procedimental de articulación y de ponderación
o equilibrio de diversos intereses. En parte, sí que la política tiene algo de lo que afirma
el documento del PSOE, pero sólo en parte, porque la esencia de la política se refiere a
mejorar las condiciones de vida de la gente para que cada uno-a pueda realizar en libertad
su proyecto vital en comunidad, en el marco de la sociedad. Por otra parte, se entiende la
derecha como “la concepción de la política que identifica la política con el poder (...), con
el engaño, y que confunde gobernar con mandar”149. De nuevo, nos encontramos con un
ejemplo de pensamiento bipolar, estático e ideologizado.
Igualmente, resulta revelador de lo mejor de la Tercera Vía, la convicción de lo mucho que
debemos a los que nos han precedido: “las generaciones que nos han precedido supieron
guardar viva la memoria de la libertad, nos transmitieron con su ejemplo los ideales
de justicia e igualdad (...). Con el esfuerzo de los que nos han precedido se construyó
la democracia en España, se emprendió una ambiciosa tarea de modernización, se creó
una sociedad libre y tolerante y se impulsó una nueva convivencia personal y familiar150.
Reconocer lo mucho y bien que trabajaron por las libertades tantas personas, sean de la
opción política que sean, es un rasgo de las nuevas políticas en la que el PSOE actual parece
instalarse. El tiempo dirá si lo consigue o no. Fácil, desde luego, no es.
La filosofía cívica adquiere, en el documento, una dimensión singular, central, hasta el
punto de que el PSOE, en esta nueva etapa, pretende liderar esa “generación cívica” que
sigue a la “generación democrática” que protagonizó la transición en España a mediados
145
146
147
148
149
150
Ibídem.
Documento, cit., p. 8.
Ibídem.
Ibídem.
Ibídem.
Ibídem.
239
5. La Tercera Vía y el socialismo español
de los setenta del siglo pasado. La apelación al civismo, me parece también atinada y razonable y hemos de agradecer al PSOE que la plantee sin dogmatismos ni apropiaciones
indebidas. “Queremos un impulso cívico: que los ciudadanos sean libres y responsables de
las decisiones políticas que afectan a su futuro”151. Por supuesto, pero para ello es necesario que en la toma de decisiones esté presente, con la intensidad que sea menester en cada
caso, la vitalidad real que surge del dinamismo social. De lo contrario, seguirá instalada en
la cúpula esa todopoderosa tecnoestructura que, ajena a los cambios de poder, sigue decidiendo lo que es bueno o malo para los ciudadanos, sin contar con ellos. En este contexto
se comprende la reclamación de medios de información -públicos o privados- objetivos y
profesionalmente honestos, sin que sus propietarios -el gobierno o un empresario- puedan
ponerlos al servicio de sus intereses particulares”152. Justo lo contrario de lo que parece que
es la tónica general en el mundo conocido, sea en una u otra latitud. En este punto, la tarea
es ingente, ardua y compleja.
La literatura del documento del PSOE en estos primeros apartados parece un
libro abierto de buenas intenciones, de afirmaciones obvias cargadas de una cierta
ingenuidad, a juzgar sobre todo por lo que la política es, en contraposición a lo que
debería ser. Por eso resulta realmente positivo que en el documento político de un
partido como el PSOE se afirme que “la democracia tiene que partir del ciudadano, no
de los gobernantes ni de las instituciones”153. Se reconoce, pues, el papel central de
la persona y se afirma, igualmente, que es la dimensión personal el motor que mueve
el alma democrática. “Proponemos partidos políticos democráticos y transparentes,
sin líderes populistas ni recursos económicos inexplicables”154. ¿Hay alguien que,
en su sano juicio, pueda estar en contra de este pensamiento? A continuación, nos
encontramos con otra declaración, que bien podría ubicarse en el documento político
del PP; “proponemos partidos que inspiren confianza a los ciudadanos según sus
preferencias ideológicas o sus intereses, también a los que sienten poco interés por
la política o que sólo se ocupan de ella cuando llegan unas elecciones. Partidos al
servicio de los ciudadanos”155. Ciertamente, la exigencia de democracia interna es
básica, como lo es también desterrar ese tufillo autoritario y vertical que todavía está
instalado en la cúpula de no pocas organizaciones sociales en la que el principal mérito
reside en el servilismo y la total falta de crítica constructiva. Por tanto, es llegada la
hora de los partidos al servicio de la gente, de los partidos que confían en la gente,
de los partidos que escuchan a todas las personas, de los partidos que eligen a sus
representantes de acuerdo con la militancia...
También el PSOE ha mudado su clásico entendimiento de las funciones del Estado. Frente
151
152
153
154
155
Ibídem.
Ibídem.
Ibídem.
Ibídem.
Ibídem.
240
5. La Tercera Vía y el socialismo español
a la confianza en el todopoderoso Estado, ahora se aboga por un Estado “ágil e innovador,
pero fuerte frente a los poderes particulares y eficaz en el cumplimiento de sus funciones,
que garantice unas infraestructuras y unos servicios públicos eficientes y de calidad”156.
No se concretan las funciones básicas del Estado, pero sí se vincula su existencia a la
preservación de las infraestructuras y los servicios públicos. Quizá todavía sea un poco
dogmático seguir vinculando la generación de bienes públicos al Estado, ya sea de forma
directa o indirecta. Pero, claro, estamos glosando un texto político de un partido socialista.
Desde el espacio del Centro, es clave un entendimiento del interés general más abierto.
También la iniciativa social puede propiciar bienes públicos, de todos. Esta función no es
exclusiva del Estado.
La toma de posición del documento de la Conferencia Política sobre la economía poco se
diferencia de las proclamas de partidos de Centro o liberales. Se solicita que la fiscalidad
“no penalice el trabajo ni a la iniciativa, y que reparta con equidad y simplicidad las cargas
generales del Estado”157. Se apuesta, cómo no, por una sociedad “igualitaria, en la que
la economía no domine la situación, y en la que las grandes empresas deban responder
ante los ciudadanos o comunidades”158. Es una buena idea, aunque no sé cómo se puede
articular. Fomentar la obligación de responder ante la gente de las decisiones adoptadas
y de sus consecuencias, seguro que ayudará a evitar algunas sorprendentes “pruebas” de
algunas grandes compañías que han dejado en el más lamentable desamparo a no pocas
familias.
También aparece la preocupación medioambiental como el primero de los bienes públicos,
se proclama una enseñanza de calidad “cuya base y punto de referencia debe ser la
escuela pública”159. No estoy de acuerdo porque la escuela privada también es escuela, e
igualmente puede promover y garantizar, como la pública, “la igualdad de oportunidades
(...), que mejore las oportunidades vitales de todos los niños y niñas (...) y que asuma el
resto de la inmigración y de la solidaridad por encima de las diferencias culturales”160.
Aquí late un prejuicio de la izquierda, que la atenaza y rigidifica. ¿Qué más da que la
escuela sea pública o privada -o complementarias-, si es la que quieren los padres -tienen
derecho constitucional de elección- y, además, cumple los objetivos de una enseñanza de
calidad en todos los sentidos? Todavía, lo comprendo, es muy fuerte el prejuicio de que lo
público es lo único que garantiza determinadas condiciones mínimas de bienestar. Puede
ser, o puede no ser. Depende de muchos factores y, desde luego, de que se promueva la
libertad solidaria en todas direcciones. Lo que sí me parece muy atinado, aunque no creo
que sea patrimonio de la izquierda, es que la escuela deba ser “escuela de ciudadanía, de
156
157
158
159
160
Ibídem.
Documento, cit., p. 9.
Ibídem.
Ibídem.
Ibídem
241
5. La Tercera Vía y el socialismo español
convivencia democrática”161.
Lógicamente, la sanidad pública ocupa un párrafo especial. Se pide que sea de calidad,
eficiente, que no primen los criterios “economicistas”, que se mejoren las condiciones de
funcionamiento y que se garantice la calidad de la atención. De acuerdo. Pero, ¿no es la
sanidad privada sanidad? En mi opinión, si la sanidad fuese solo un negocio en el que las
condiciones de los profesionales y la atención a los enfermos se plantearan mercantilmente,
mal, muy mal. Pero, dicho esto, me parece que no se debe “condenar” a lo privado, sin más.
Aquí también encontramos una perspectiva ideologizada de la realidad, incompleta, y que
por tanto, no refleja toda la realidad.
En el mismo sentido, se lee en el documento: “proponemos servicios públicos -y en su
caso políticas compensatorias- que garanticen la igualdad de oportunidades en el acceso
al trabajo”162. Además, y esto es relativamente novedoso, se reconoce que “las personas
deben ser libres de elegir sus vidas en función de sus gustos y capacidades, y de lo que el
mercado ofrece, sin que una desigualdad de partida los limite”163.
Se proponen políticas que faciliten la igualdad de las mujeres y los hombres en materia
de trabajo y de participación fundamentalmente. Igual que en el PP, se apuesta por la
conciliación laboral y familiar y se pide que “las familias puedan contar con los recursos
sociales y públicos necesarios para su estabilidad y para la igualdad de oportunidades
de sus miembros”164. Sobre la reducción del tiempo de trabajo para que aumenten las
oportunidades de empleo y los padres puedan compartir el trabajo doméstico, cuidar a
los miembros de la familia y, en definitiva, conciliar la vida familiar y laboral, no soy
partidario de aplicar el decreto, sino que se primen los espacios de entendimiento y se
estudie y analice, caso por caso, las soluciones que mejor puedan garantizar el equilibrio
entre trabajo familiar y tarea laboral.
También encontramos tomas de posición sobre la vivienda, sobre libertad y familia,
al estilo “giddensiano”. En materia de libertad, aflora la visión de la no-dominación.
Se entiende que la libertad debe ir más allá del respeto a los derechos humanos y de
la libertad política, porque son necesarios, obviamente, “recursos y posibilidades para
tomar decisiones, y para poder participar como ciudadanos libres en las decisiones sobre
el futuro colectivo. Que nadie debe verse dominado por la necesidad o las imposiciones
del poder económico”165.
También encontramos en este primer capítulo programático del documento de la Conferencia
161
162
163
164
165
Ibídem.
Documento, cit., p. 10.
Ibídem.
Ibídem.
Ibídem.
242
5. La Tercera Vía y el socialismo español
Política, reflexiones de carácter eminentemente cívico: “porque confiamos en la sociedad
queremos dar fuerza a la gente, que tengan los recursos necesarios para elegir sus proyectos
vitales y para ser ciudadanos. Para informarse y deliberar, para participar políticamente,
para asumir los asuntos públicos como cuestión propia”166. Por eso, este párrafo termina:
“en eso pensamos cuando hablamos de democracia cívica”167.
Me parece que esta línea de la democracia cívica, que no es de propiedad socialista, sólo
faltaría, es una buena vía de reflexión para la mejora de nuestra democracia. Y, sobre todo,
es una buena ocasión para colocar a la persona y sus derechos fundamentales en el centro
del nuevo orden social, político y económico, desterrando planteamientos mercantiles,
identitarios o tecnoestructurales. Para esto, nada mejor que impulsar proyectos reformistas
de la democracia que hagan posible que sea cada persona la que participe, la que libremente
tome sus decisiones y la que libremente sea protagonista en el escenario público, porque
nadie la excluye “a priori”.
Realmente, en España la democracia “no confronta un problema de convivencia”168. Sin
embargo, nadie es inmune a los nuevos enemigos de la democracia de este tiempo: nuevos
populismos, proliferación de proyectos identitarios de base fundamentalista o actividades
xenófobas o insolidarias169. Frente a matices, modulaciones, e incluso etiquetas, la
democracia cívica parece una buena línea de trabajo. La democracia cívica se encuentra
amenazada, según el documento que comentamos, por la dimensión de la globalización
económica que intenta suplantar el legítimo espacio de las decisiones netamente
democráticas. Por eso se proclama que “no debe haber ámbito público de decisión
exento de marco democrático. Para los socialistas, también la globalización ha de ser
gobernada democráticamente”170. En este contexto, no es baladí recordar que es esencial
al pensamiento democrático el control del poder, la rendición de cuentas de los que lo
ejercen y mayores cotas de participación activa de los ciudadanos171. Otra consecuencia
de profundizar en la democracia nos lleva a “partidos abiertos, transparentes, responsables
ante sus miembros, pero sobre todo ante la sociedad, en relación franca y directa con
los ciudadanos, receptores de sus aspiraciones y conocedores de sus necesidades”172.
El camino, aunque largo, merece la pena. Por otra parte, el documento también alerta
sobre el peligro de que aparezcan nuevos suplantadores de los espacios democráticos
como pueden ser situaciones de “concentración de medios de comunicación, colisión
de intereses, o sesgo político o empresarial, que pueden intervenir manipulativamente
166
167
168
169
170
171
172
Documento, cit., p. 11.
Ibídem.
Ibídem.
Ibídem.
Ibídem.
Documento, cit., p. 12.
Ibídem.
243
5. La Tercera Vía y el socialismo español
en espacio público democrático, cuando una burbuja virtual que se interpone entre la
realidad y los ciudadanos”173. Por eso, pluralidad de medios y mayores posibilidades
de participación activa de los ciudadanos174. Finalmente, se admite que la dimensión
procedimental de la democracia, es importante, debe completarse con “una idea moral,
una preocupación por la justicia, un orden de convivencia, una civilización. Una pasión
cívica. Lo contrario a la resignación; lo opuesto a la apatía”175.
En este primer capítulo, pues, se esbozan las principales ideas del nuevo PSOE. Muchas de
ellas son de general aceptación en otros espacios políticos. Es verdad, pero especialmente
importante, que un partido como el PSOE haga una declaración de principios y criterios,
como los que hemos comentado, sobre todo si el hilo conductor se encuentra en un deseo de
mejorar la calidad de nuestra democracia desde una orientación profundamente cívica.
El segundo capítulo lleva como rúbrica: “Una respuesta al presente es una respuesta al
futuro”. En él, también encontramos algunas pistas sobre el proceso de renovación
ideológica del PSOE. Los primeros parágrafos plantean las nuevas transformaciones y los
nuevos problemas que desafían al hombre moderno: las relaciones entre empleo y paro,
entre crecimiento económico y respeto al medio ambiente, entre técnica y ética, entre
desarrollo y subdesarrollo en el mundo, las nuevas formas de marginación social (droga,
trabajo precario, inmigración ilegal) o los brotes en intolerancia (violencia doméstica,
agresiones a menores, inseguridad social)176.
Un apartado especialmente lúcido, que también se encuentra en otras formas de
modernización socialdemócrata, es el relativo a la necesidad de entender el crecimiento
económico como algo “compatible y simultáneo con el cumplimiento y desarrollo de
otros valores sociales, entre ellos la libertad, la democracia, y también la cohesión social
y la sostenibilidad ambiental”177. En este punto, como se puede constatar, el documento
acoge los criterios del pensamiento abierto y complementario. Si nos dejamos guiar
por el pensamiento estático y único, entonces se produciría, a la par que una exagerada
versión economista y mercantilista de la realidad, dominada por grandes empresas
multinacionales, “una creciente pérdida de compromiso social derivada de no tener dueño
identificable y de no formar parte de ningún proyecto de ámbito superior al meramente
empresarial”178.
Ante la cuestión de la globalización económica, se denuncian los efectos de la perspectiva
173
174
175
176
177
178
Ibídem.
Documento, cit., p. 13.
Ibídem.
Ibídem.
Documento, cit., p. 14.
Ibídem.
244
5. La Tercera Vía y el socialismo español
mercantilista179. Se pone en cuestión el modelo de eficiencia y equidad, porque “parece estar
saltando por los aires: (...) la eficiencia le está pasando factura a la equidad (...) provocando
la quiebra de las bases de su legitimidad social y generando irresponsablemente respuestas
de rechazo y ruptura social”180. En este aspecto, observo un cierto planteamiento sesgado,
propio del pensamiento único, que admite como prejuicio que la globalización, sin más, en
sí misma es constructora de desigualdades y de falta de bienestar. La realidad, sin embargo,
y a pesar de los pesares, nos demuestra que la globalización ha reducido la pobreza en
el mundo, aunque casi la tercera parte de la humanidad sigue descolgada del proceso181.
Lo cual, insisto, nos plantea el reto de subrayar el rostro humano de la globalización, y
avanzar con la misma o mayor intensidad que el rostro mercantil por globalizar los derechos
humanos y la solidaridad.
En este marco de las relaciones entre el Estado y el “mercado”, “es importante una
redefinición del nuevo papel (del Estado), al tiempo que se readecuen las reglas que hacen
solamente legítimo a ese mismo mercado a través del establecimiento y exigencia de
nuevas responsabilidades y equilibrios en la distribución de beneficios”182. Es, desde luego,
un tema complejo, pero debe reconocerse que hoy las políticas públicas que competen
al Estado tienen mucho que ver, mucho, con la solidaridad y la equidad en un marco de
promoción y facilitación de la libertad solidaria.
En lo atinente a la gobernabilidad, parece claro desde muchas orientaciones y puntos de
vista diversos que la economía debe ocupar el lugar que le corresponde, que es de naturaleza
instrumental183; y que la política democrática lleve las riendas de la gobernanza. De ahí,
por ejemplo, que el nuevo contrato social que plantea el Gobierno implique el control y
regulación del mundo de las nuevas tecnologías desde la óptica supranacional y, asimismo,
garantice el acceso a estas nuevas tecnologías en un contexto de fomento de la participación
y representación social184.
Quizás el aspecto más polémico del documento del PSOE sea el tercer capítulo que,
quizás provocadoramente, se titula “Socialismo es libertad”. El encabezamiento de este
capítulo, si no fuera por la famosa expresión de Indalecio PRIETO -soy socialista a fuer
de liberal-, produce una cierta sorpresa en una orientación política que siempre, al menos
mayoritariamente, entendió la igualdad como un valor, no sólo superior, sino contrario a la
libertad. Sin embargo, mucho han cambiado las cosas, y de ahí la rúbrica del tercer epígrafe
179
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181
182
183
184
Ibídem.
Documento, cit., p. 15.
Vid. “Globalization, Growth and Poverty”, The World Bank and Oxford University Press, New York, 2002.
Ibídem.
Ibídem.
Documento, cit., p. 16.
245
5. La Tercera Vía y el socialismo español
del documento que comentamos.
Comienza el capítulo con algunas afirmaciones obvias, como que la garantía de la libertad
no es función del mercado sino de la acción política185. Se reconocen los méritos del
liberalismo desde el punto de vista histórico y se ubica a la socialdemocracia como motor
de la expansión de los derechos a los ámbitos económicos, sociales y culturales, a la
vez que apuntala los derechos de ciudadanía que configuraron al denominado Estado de
bienestar186. Ciertamente todo esto está muy bien, pero el problema es que, a mi juicio,
tanto hemos subrayado la lógica imbricación de muchos aspectos sociales en la extensión
de los derechos, que resulta que los derechos humanos que derivan directamente de la
dignidad de la persona brillan por la ausencia en muchas partes del mundo subdesarrollado
- y desarrollado- y, por paradójico que parezca, en un mundo superdesarrollado, en el que
el tecnosistema nos ha narcotizado y tantas veces no hay más que apariencia de derechos.
El documento del PSOE, sorprendentemente adquiere, en este punto, una clara connotación
liberal: “el objetivo actual de una política progresista es hacer posible que los ciudadanos
disfruten de libertad real, para llevar a cabo su proyecto personal de vida en un sociedad
democrática, tolerante y solidaria”187. Este párrafo podría encontrarse igualmente en
textos del PP o de cualquier partido tendente al Centro que sea de inspiración liberal. Por
ello, bienvenida sea esta aproximación al Centro del PSOE. Lo que viene a continuación
en la dimensión positiva de la libertad, como los medios y posibilidades que permitan al
ser humano ser libre, y, cómo no, la vertiente negativa formulada desde la perspectiva de
la no-dominación de PETTIT. Por lo demás, el documento hace depender la libertad real
de la existencia de auténtica “democracia cívica entre iguales. Sólo así potenciaremos la
legitimidad democrática del Estado y el aprecio y participación activa de los ciudadanos
en los asuntos públicos”188. Otro párrafo que rezuma pensamiento compatible y que, en mi
opinión, es una aspiración mayoritaria de las opciones políticas democráticas modernas,
dice así: “los socialistas proponemos que cada ciudadano se pueda desarrollar al máximo de
sus potencialidades en condiciones de igualdad, que pueda aportar según sus capacidades
y que todos tengan aseguradas una necesidades básicas, sin las cuales no hay verdadera
libertad de opción”189.
También el documento asume la función correctora del Estado, en cuya virtud “el mercado
deja muchas capacidades individuales por desarrollar y muchas necesidades por cubrir”190.
Y, como lógica consecuencia, se proclaman las políticas de atención a los más necesitados.
185
186
187
188
189
190
Ibídem.
Ibídem.
Documento, cit., p. 17.
Ibídem.
Ibídem.
Ibídem.
246
5. La Tercera Vía y el socialismo español
En lo que no estoy de acuerdo es en que se reclame en exclusiva esta actividad para los
socialistas “ya que sólo desde los valores del socialismo democrático es factible y creíble”191.
Para justificar los cambios que el documento plantea al PSOE, sobre todo en lo referente
a su concepción de la libertad, se propone“la adaptación permanente en los medios e
instrumentos de la política socialista, para adecuarla a la consecución de sus fines en el
nuevo contexto”192. Lo cual nos insta a pensar en que la transformación tan relevante que
rezuma el documento, más que estar basada en consideraciones sustanciales, no es más que
una necesidad estratégica para alcanzar la victoria electoral. Quizás sea un juicio muy duro,
pero, si fuera certero, echaría abajo de una forma casi global el esfuerzo de modernización
y de moderación que parece que el PSOE quería llevar al ánimo de la gente.
Por lo demás, el capítulo dedicado a la libertad se completa con afirmaciones presididas por
un razonable espíritu de compatibilidad: “no se trata (...) de que estemos a favor o contra el
mercado, ni de valorar la intervención estatal sólo en términos cuantitativos (...). Queremos
un mercado eficiente junto a un Estado ágil y capaz. No queremos enfrentar al Estado y
mercado, sino conseguir un adecuado equilibrio dinámico (...)”193. Además, se trata de
claros acercamientos a la Tercera Vía que, como hemos señalado, patrocina esa atractiva
alianza entre mercado y Estado como solución a tantos problemas sociales. También, y a
continuación, se entra en la dimensión social de la actuación estatal: mejoras en la calidad
de los servicios públicos, ayuda a los ciudadanos estimulando la responsabilidad individual
de quien recibe dicha ayuda, mejora de la eficiencia, asesoramiento del uso eficiente de los
recursos públicos de la cobertura de las necesidades sociales básicas de manera equitativa
para todos o garantizar el uso racional de los recursos naturales y la calidad ambiental de
todos los ciudadanos194.
En el capítulo siguiente: “Bienestar y progreso: cobertura de las necesidades básicas
y responsabilidad de los ciudadanos”, se aprecia la “pasión por la igualdad”195 y la
influencia de la Tercera Vía: “nuestra tarea de hoy debe ser centrarnos en garantizar la
igualdad de condiciones para que todas las personas puedan desarrollar sus capacidades
o potencialidades”196, afirmación que, insisto, podría encontrarse en cualquier documento
político de cualquier formación política moderna, de diseño “Centro-izquierda”, “Centro”,
o “Centro-derecha”. Lo que sí es positivo, y no poco, es que estas consideraciones estén en el
marco de la reflexión de los principales partidos. Otra cosa muy distinta, y ahí está la clave,
es que en la acción concreta los ciudadanos sepan discernir la coherencia, el compromiso y
191 Documento, cit., p. 18.
192 Ibídem.
193 Ibídem.
194 Documento, cit., pp. 18-19.
195 Documento, cit., p. 19.
196 Ibídem.
247
5. La Tercera Vía y el socialismo español
el talante, y los resultados de las diferentes políticas que representan las diferentes opciones
electorales. Por otra parte, es positivo que se insista en que la tarea de “promoción” o de
“facilitación” de los poderes públicos debe ser correspondida por los “ayudados con sentido
de responsabilidad197. En este contexto, aparece la necesidad de “garantizar socialmente
la cobertura de las necesidades básicas al conjunto de la población (...) para que exista una
verdadera libertad de elección”198. Igualmente, hay propuestas de mejora de los servicios
públicos esenciales y una reflexión ampliatoria de las necesidades básicas, para dar entrada
a las políticas de apoyo a la familia, y singularmente a la mujer199. En este marco, aparece
la famosa Revista Básica de Ciudadanía para “garantizar unos ingresos mínimos para todos
los ciudadanos con carácter universal e incondicional, que se constituya como el mínimo
vital de subsistencia que toda persona o familia necesita para vivir”200. Más adelante, al
analizar las consecuencias del documento del PSOE, señalaré algo sobre este tema, tan
atractivo y no sé si demagógico.
En la línea de la Tercera Vía de BLAIR y de GIDDENS, se incluye un capítulo entero
relativo a “Reinventar el Gobierno para una sociedad fuerte y segura”. Reinventar tiene el
aroma de aquel documento yanqui de AL-GORE del mismo nombre, y la idea de la sociedad
fuerte y segura parece copiada del libro de BLAIR. Muchas apelaciones también al control,
reflexiones sobre la reforma de la administración pública, y nuevas referencias a los servicios
públicos, jalonadas por una nueva petición de carta de los usuarios de los servicios públicos.
En fin, se podría seguir glosando el documento del PSOE, pero me parece que lo traído
a colación es lo más relevante a los efectos que aquí se buscan. Quizás en el capítulo
titulado “un nuevo estilo de gobernar” sea en el que mejor se advierte la impronta centrista
y también republicana: “un nuevo estilo de hacer política (...) facilitando la participación
de los ciudadanos en la resolución de los problemas (...); que, al confiar en la gente,
cuenta más con ella y estimula sus virtudes ciudadanas, facilitando su implicación en las
deliberaciones y en las decisiones públicas, que busca nuevas fórmulas de integración, que
refuerza la cohesión, antes que la indiferencia o el enfrentamiento, que abre posibilidades
reales de realización personal”201. En este epígrafe, hay una interesante reflexión sobre la
deliberación como función básica de la democracia y una constante y reciente invitación
a la participación. Además, se plantean aspectos regeneracionistas de interés que hablan
de “abrir cauces y espacios de reflexión conjunta (...), de estar más cerca de los problemas
(...), buscando acuerdos (...), de convertir la política democrática en el mejor instrumento
con el que cuentan las personas para ser dueñas de sus vidas, para defender sus intereses y
197
198
199
200
201
Ibídem.
Documento, cit., p. 20.
Documento, cit., pp. 20-21.
Documento, cit., p. 21.
Documento, cit., p. 28.
248
5. La Tercera Vía y el socialismo español
construir un futuro que responda a estos (...), no queremos dividir ni crispar a la sociedad
(...), no sólo ofrecemos respuestas positivas, sino que estamos dispuestos a pactar para
mejorar las iniciativas de gobierno (...)202.
Las reacciones al documento, no se hicieron esperar una vez que se dio a conocer. El PP lo
calificó de “nueva palabrería” e IU cuestionó que los socialistas no reconozcan la pluralidad
de la izquierda203. También dentro del PSOE se escucharon expresiones del siguiente tenor:
“carece de alma”, “no es bueno que esa especie de ideología de la moderación general
lo invada todo” o, lógicas adhesiones: “el manifiesto contiene dos puntos fundamentales:
enriquecer la democracia y reiventar la política...204.
El propio ZAPATERO patrocinó la expresión “socialismo liberal”, en la que algunos
analistas han visto una nueva sensibilidad en la plural izquierda europea en la que
inscriben las formulaciones socialistas, más o menos agudas, de JOSPIN, de BLAIR o de
SCHROEDER205.
Algunos comentarios del propio ZAPATERO ayudan a entender su renovación ideológica:
“no se trata de estar más a la izquierda o más al Centro, sino de estar en primera fila para
dar a cada ciudadano el mayor volumen de instrumentos para que sea dueño de su propio
destino y comparta el de los demás”206. Colocar al ciudadano en el centro de la política es lo
decisivo. Lo de menos es si se hace desde determinadas etiquetas: lo determinante es que se
haga. En este aspecto sí que estoy de acuerdo con el líder socialista. Sin embargo, no estoy
de acuerdo en que “el Centro sea móvil, porque se describe continuamente a la izquierda”,
como dice ZAPATERO. El Centro ni se desplaza hacia la derecha o hacia la izquierda,
porque, fundamentalmente, es un espacio al que se entra desde la libertad, concepto que
ni es de un lado ni de otro. Aquí ZAPATERO, es comprensible, utiliza deliberadamente el
concepto en su propio beneficio electoral.
Como luego veremos, no deja de ser sugerente la apelación del secretario general del
PSOE al “socialismo cívico” y a la vuelta a la política, que yo concibo no tanto en su
perspectiva de rebeldía ciudadana frente al despotismo, aunque también, sino como una
vuelta a que las personas puedan tener influencia real en la conducción de la cosa pública
a través de una política educativa más genuina, que transmita conocimientos, visión crítica
e impulso participativo.
El propio secretario de organización del PSOE, BLANCO, reconocía que “la democracia
202
203
204
205
206
Documento, cit., pp. 30-31.
ABC, 4-VII-2001, p. 18.
Ibídem.
La Voz de Galicia, 8-VII-2001, p. 20.
Ibídem.
249
5. La Tercera Vía y el socialismo español
cívica, eje de nuestro discurso político, se fundamenta en el ejercicio efectivo de una
ciudadanía formada, bien informada y participativa en la toma de decisiones”207. Sin
embargo, GARCÍA-SANTESMASES, miembro de la corriente crítica izquierda
socialista, echa en falta en el documento de la Conferencia Política “un análisis riguroso
de la realidad del nuevo capitalismo y de las posibilidades de la izquierda en este nuevo
escenario208 (...), ¿qué quiere decir que la libertad prima sobre la igualdad? (...), se
olvida de que mientras los beneficios del capitalismo aumentan, los derechos económicosociales retroceden y el reino de la incertidumbre llena la vida de la inmensa mayoría de
los seres humanos”209. Exagerado me parece este razonamiento, típico de una izquierda
instalada en el pensamiento único y estático. “Se trata de acercarse a un liberalismo
económico que requiere contestar a las mayorías satisfechas que desean una rebaja
de los impuestos”210, dice GARCÍA-SANTESMASES, denunciando que se cambie
tanto sólo por motivos electorales. Para este profesor de Filosofía Política, frente a la
posibilidad de templar los programas y acercarse al Centro político, hay otro camino, que
él preconiza, que “requiere posibilitar una alianza entre las claras medidas dispuestas a
defender un Estado del bienestar universalista con la clase trabajadora y una gran franja
de excluidos que llenan nuestra sociedad”211. Según SANTESMASES, estas “clases
medias existen (...) y quieren ser ciudadanos porque no les basta con ser consumidores,
porque quieren participar en las decisiones políticas, porque están asustados por los
efectos de la globalización y ven que el espacio de la política va desapereciendo ante el
triunfo del mercado”212. Es un planteamiento de izquierda clásico, en el que, de entrada,
lo económico aliena y esclaviza a una ciudadanía a la que se excluye de los espacios
públicos. Es decir, “un mundo donde la libertad máxima del capital socava los derechos
de los ciudadanos y el sentido de la democracia”213.
En la presentación de la Conferencia Política, el líder socialista comentó su breve
intervención huyendo de la ortodoxia, ya que “si hubiera una sola verdad, no seríamos
libres” (ARENDT), y “no hay que buscar una solución verdadera (...). La búsqueda de la
verdad, la realizó cierta izquierda que se pasó en su doctrinarismo y creó una ortodoxia que
llevaba aparejada sus propias inquisiciones”214. Además, ZAPATERO reclamó algo que a
mí me resulta muy familiar, que el debate no lleve a definir “ninguna ideología como sistema
cerrado de pensamiento (...), que se apueste por el mestizaje y el contrabando de ideas”215.
Sin embargo, no resultó muy coherente con esta tesis, el enorme enfado que se produjo
207
208
209
210
211
212
213
214
J. BLANCO, “El partido de los ciudadanos”, El País, 12-VII-2001, p. 24.
A. GARCÍA-SANTESMASES, “Ciudadanía, libertad y socialismo”, El Mundo, 13-VII-2001, pp. 4-5.
Ibídem.
Ibídem.
Ibídem.
Ibídem.
Ibídem.
El País, 3-VII-2001, p. 17.
250
5. La Tercera Vía y el socialismo español
en el PSOE cuando el PP eligió como una de sus ponencias centrales para el Congreso de
2002, la del “patriotismo constitucional”. Además, ZAPATERO señaló que no quiere girar
al Centro, porque ese viaje “siempre sería un giro a la derecha”216, demostrando que su
visión del espacio del Centro también es geométrica y maniquea. Más adelante, se apropia
de la defensa de la libertad y la igualdad al afirmar que “han sido, son y serán patrimonio
de los socialistas” y que “la igualdad no es más de izquierda que la libertad”217. Finalmente
la guinda, “socialismo es libertad”218.
El documento político, una vez conocido por los militantes, no provocó grandes rechazos,
pero sí la necesidad de reafirmar los principios de solidaridad y el objetivo de que todas las
políticas redunden en beneficio de la mayoría y que, por tanto, se produzca una adecuada
“redistribución de la riqueza”219. Jordi SEVILLA, uno de los actuales dirigentes del PSOE
y ministro de administraciones públicas, explicaba el sentido de la renovación ideológica:
“actualizar los viejos principios para extraer de ellos nuevas políticas acordes con la España
del siglo XXI, (...) desde unos objetivos y valores que son constitutivos de la tradición
socialista (...), para defender lo mismo de siempre hay cosas distintas en función de los
cambios producidos en nuestra sociedad”220. “La defensa de la libertad ha sido y es el
primer objetivo (...), libertad real para todos (...). La igualdad (...) como garantía de que
todos tengan las mismas condiciones para poder desarrollar al máximo sus potencialidades
personales”221. Libertad e igualdad, pues, como valores compatibles y complementarios.
En esa tarea difícil de conjugar tradición y modernidad, algunos como BARRIO DE
PANGOS, portavoz de Izquierda Socialista, advierten sobre el peligro de quedarse en una
“posición atrapalotodo, donde todas las opiniones son recibidas sin importar lo contradictorio
de algunas de ellas (...), de asumir una voluntad de consenso excesiva, hasta el punto de
pretender gobernar desde la oposición con el riesgo de difuminar la alternativa posible a la
derecha (...) y de situarse en una indiferenciación creciente en el discurso socioeconómico
frente a la derecha”222. Para este dirigente de Izquierda Socialista, lo relevante serían
propuestas como “reducción del tiempo de trabajo con iniciativas legales que promuevan
el acuerdo de los agentes sociales, normas que dificulten o impidan el despido masivo en
empresas con beneficios, iniciativas sobre siniestrabilidad laboral o sobre participación de
los trabajadores en la gestión (...), modelo social europeo como propuesta en el marco de
215
216
217
218
219
220
221
222
Ibídem.
Ibídem.
Ibídem.
Ibídem.
El País, 6-VII-2001, p. 18.
J. SEVILLA, “De qué se trata”, El País, 19-VII-2001.
Ibídem.
JUAN A. BARRIO DE PANAGOS, “Conferencia Política del PSOE: riesgo y oportunidad”, ABC, 19VII-2001, p. 24.
251
5. La Tercera Vía y el socialismo español
la globalización (...), superación del déficit democrático en el marco de una Constitución
Europea que recoja la carta social...”223.
El llamado sector guerrista del PSOE, al conocer los planes de renovación ideológica,
señaló que “una cosa es renovarse y otra travestirse”224. Por renovar, se renovó el logotipo y
se recuperó la antigua sintonía de la etapa de Felipe GONZÁLEZ. El 40% de las enmiendas
prosperaron. Se convino en que el sistema fiscal del PSOE, en su programa electoral,
tendrá como línea conductora la progresividad225. La renta básica de ciudadanía se asoció
a las políticas sociales y a la fiscalidad226. Se incluyeron propuestas de participación de
los trabajadores en los beneficios de las empresas y límites al despido de empresas con
beneficios227.
José Luis RODRÍGUEZ-ZAPATERO, en el mejor estilo blairiano, reconocía al final de la
Conferencia que “la izquierda necesita una permanente evolución ideológica; la izquierda
es, ante todo, la capacidad de entender los cambios sociales, de anticiparlos”228. Es decir,
todo y nada. Finalmente, el resultado final de la conferencia ha sido un documento que
recoge el espíritu renovador de ZAPATERO y su equipo y concesiones al ala “de izquierda”
del partido. Es decir, que pretenden ser más socialistas, a fuerza de ser liberales. Extraña
cuadratura del círculo, que veremos cómo se come, porque “ZAPATERO ha logrado
momentáneamente la paz aunando sensibilidades, que acaso sea lo más práctico y cómodo
en un partido todavía desorientado”229.
“¿Qué hay de nuevo en el nuevo socialismo?”, se pregunta ESCUDERO en un artículo
del mismo nombre, al remate de la Conferencia Política230. Pues, nada más y nada
menos que la reconstrucción de sus nuevas ofertas democráticas buceando sin prejuicios
en lo mejor del liberalismo político y del republicanismo, superando la concepción
estrictamente “delegacionista” de la democracia de los socialdemócratas y también
la versión mercantilista aportada por el neoliberalismo. Ideas, desde luego, llenas de
buenas intenciones, como lo escrito por BLANCO señalando que “los socialistas,
ahora, sin prejuicios ni complejos, vamos a poner en práctica todo aquello que mejore
la transparencia, la apertura, la participación, la calidad, la eficacia”231. A ver si es
verdad.
Una de las ideas más sugerentes, que no moderna, de la Conferencia es la de la renta básica
223
224
225
226
227
228
229
230
Ibídem.
ABC, 18-VII-2001, p. 24.
El País, 21-VII-2001, p. 16.
Ibídem.
Ibídem.
El País, 22-VII-2001. “Entrevista”, pp. 12 y ss.
ABC, “Socialismo a la carta”, 22-VII-2001, p. 13.
M. ESCUDERO, “Qué hay de nuevo en el nuevo socialismo”, ABC, 22-VII-2001, p. 22.
252
5. La Tercera Vía y el socialismo español
de ciudadanía, programa que ha tenido una larga vida en los manuales de hacienda pública
y nula existencia en la realidad económica de los países con economía de mercado232. Su
vejez no empece su evidente atractivo, y por eso aparece y reaparece en las propuestas de
reformadores sociales y partidos políticos. Su formulación más moderna y precisa, como
nos cuenta el profesor LAGARES, procede de “Lady Rhys William, que la propugnó a
principios de la década de los 40, cuando las convulsiones originadas por la II Guerra
Mundial exigían ampliar el sistema de servicios sociales, y la renta social básica podía
constituir una alternativa a ese sistema”233. Las condiciones de este tipo de programas se
reducen a cuatro. Que el sistema se extienda a todos los ciudadanos sin excepción, que la
cantidad percibida por cada ciudadano sea idéntica para todos, cualquiera que sea su nivel
de renta. Que esa cantidad sea insuficiente para cubrir los consumos básicos. Y que esa
renta no sea disminuida por la imposición directa234. El atractivo de esta propuesta resulta
obvio pues se puede combatir eficazmente la pobreza, incluso la relativa. Además, se
podría suprimir el sistema de servicios sociales, porque cada persona tendrá renta suficiente
para proporcionárselos en el mercado. Y además, al entregar la renta en metálico, no se
interferiría en la libertad de cada ciudadano para aplicar la renta a los consumos que más
le interesen.
Si todo son ventajas, ¿por qué no se ha aplicado en ningún país de economía de mercado?
Probablemente, por su elevado coste; en España, equivaldría al 36% del PIB, y en su
versión reducida, supondría el 19% del PIB. De aplicarse, habría que incrementar con más
de un 6% la presión fiscal. Sólo anulando los gastos públicos redistributivos -pensiones,
desempleo, caridad, educación, vivienda- podría financiarse este programa sin acudir a
subir los impuestos235. Quizás sólo por esto sigue ocupando la renta básica de ciudadanía
un distinguido lugar en los libros de historia de la hacienda pública. Esperemos que no pase
de ahí, a pesar de su atractivo.
Otro de los conceptos que aflora en el documento de la Conferencia, y que merece un
análisis aparte, es el de “socialismo cívico”. Es verdad que el documento oficial rezuma ese
ambiente de humanismo, civismo o republicanismo, típico de los discursos que enfatizan la
sociedad, la política y la participación. Los problemas pueden venir de un entendimiento de
la igualdad que produzca apatía y que penalice las iniciativas. Sin embargo, es reconfortante
leer un documento donde son excepción las soflamas maniqueas contra el enemigo,
como también es alentador que en otros partidos sean respetadas opciones cívicamente
democráticas.El profesor VALLESPÍN, protagonista de la Conferencia Política, actual
231 J. BLANCO, Socialistas ahora, 22-VII-2001, p. 22.
232 M. LAGARES, “Una vieja propuesta fiscal”, El Mundo, 2-VIII-2001, p. 4. Además, vid. J.A. NOGUERA
y D. RAVENTÓS, “La renta básica de ciudadanía”, Claves de razón práctica, Nº 120, pp.33 y ss.
233 Ibídem.
234 Ibídem.
235 Ibídem.
253
5. La Tercera Vía y el socialismo español
presidente del CIS, y promotor de las versiones más cívicas del socialismo, reconoce que
las “Terceras Vías” responden a la actualización de la socialdemocracia a las condiciones de
la sociedad en continua transformación236. Lo que ocurre es que, a su juicio, las “Terceras
Vías” han “consistido en un repliegue hacia salidas pragmáticas”237 y en la “entronización
de lo posible238. Sin embargo, la respuesta del socialismo español, sin renunciar a la realidad
y a la eficacia, a la gestión, es consciente de que lo decisivo son los objetivos de mayores
cotas de justicia y libertad. Para VALLESPÍN, que esto es así, que no se quede el PSOE en
la substanciación de lo accidental e instrumental, se refleja en las ideas de: rehabilitación
de la política y la democracia, mutua imbricación de libertad e igualdad y reinvención del
gobierno. En este sentido, me parece revelador y sugerente lo que escribe VALLESPÍN: “la
política es la sede de las auténticas decisiones colectivas y (...) las instituciones democráticas
(...) deben ser alimentadas mediante un impulso cívico siempre renovado. Es preciso, por
tanto, recuperar la dimensión de las virtudes éticas e implicar a los ciudadanos de forma
creciente en la gestión de lo público (...)”239.
También ha suscitado algunos comentarios interesantes la nueva denominación del
socialismo español como socialismo liberal. Para unos, es positivo que los socialistas
admitan sus errores y se conviertan a la libertad, aunque sólo sea como fachada para no
asustar a los electores. Para otros, se trata de una operación intelectualmente incoherente y
condenada al fracaso. Sin embargo, como ha señalado SÁNCHEZ CÁMARA, si ZAPATERO
“camina hacia el liberalismo, indefectiblemente se irá alejando del socialismo”240. Según el
profesor SÁNCHEZ CÁMARA, “aunque libertad e igualdad son, en ciertas proporciones,
compatibles, no pueden crecer indefinidamente sin entorpecerse y menoscabarse”241. Para
mí, la igualdad es un medio e instrumento para que el individuo se realice en libertad. En
cualquier caso, lo relevante es “no atender al rótulo, sino a las propuestas y diagnosticar
después si la propuesta de ZAPATERO es socialista o liberal”242.
Desde otro punto de vista, se ha llamado la atención sobre la perspectiva de que la libertad,
en el documento de la Conferencia Política, aparece condicionada por la necesidad: “la
libertad viene otorgada por las posibilidades y recursos”243. Ciertamente, una mínima
libertad está condicionada. Condiciones materiales son necesarias para actuar en libertad.
Este tema, como es sabido, es clásico. No es posible desgajar la libertad de la condición
236 F. VALLESPÍN, “El Socialismo cívico”, El País, 21-VII-2001, p. 20. Vid. Sobre la democracia cívica en
el documento del Congreso del PSOC, J. NEIRA, “¿Hacia un socialismo liberal?” (y II), Ventiuno, invierno
2001-02, pp. 67 y ss.
237 Ibídem.
238 Ibídem.
239 Ibídem.
240 I. SÁNCHEZ CÁMARA, “Socialismo liberal”, ABC, 2-VII-2001, p. 4.
241 Ibídem.
242 Ibídem.
243 J. NEIRA, “¿Hacia un socialismo liberal?”, Veintiuno, Otoño 2001, p. 54.
254
5. La Tercera Vía y el socialismo español
social del ser humano porque, como he intentado explicar en más de una ocasión, libertad
y solidaridad se funden. Una cosa es que se puede ser más libre si se dan unas condiciones
materiales “mínimas”, y otra que la libertad se condicione a la existencia de circunstancias
económicas positivas. Esta segunda dimensión es peligrosa, muy peligrosa, porque la
libertad es innata al hombre y puede ser ejercitada en casos de extrema necesidad, de cárcel
o prisión, como demuestra la historia de los hombres. Si admitimos que la libertad depende
de las condiciones económicas, al final será el Estado quien concede la libertad, y eso de
ningún modo se puede admitir. Por eso, la libertad es superior a la igualdad. Ésta, tiene la
misión de facilitar que la persona se puede realizar libremente.
Últimamente, sin embargo, no parece que el PSOE ansíe el espacio de centro. Por una parte,
la posición del partido en relación con la huelga general del 20-J no parece la propia de
un partido moderado, habida cuenta de que las razones que deben amparar una medida tan
extraordinaria deben ser especialmente graves, y, sin embargo, en esta ocasión no parece
que así fuera. Además, el propio ZAPATERO, tras el debate del Estado de la nación, acaba
de señalar que “no voy a buscar el centro (...) soy socialista y no tengo ningún complejo”244,
en una clara operación de desmarcarse, si lo hubiera, de un supuesto viaje al centro, por
parte del PSOE. Ahora, parece que ZAPATERO, por las razones que sean, se desliza hacia
la izquierda. Es posible que gane puntos ante sus seguidores. Sin embargo, no parece que
así vaya a llegar más lejos. El tiempo, que es el mejor juez, lo dirá245.
¿Por qué avanza el Centro en Europa?, se preguntan muchos Unos responden diciendo
que la izquierda se ha acercado demasiado al Centro, provocando perplejidad, decepción
y desánimo. Otros, como GIDDENS, opinan que el problema es la insuficiencia de la
modernización de la izquierda. Y, algunos, no parece que muy lejos de donde estamos,
dejan libre el espacio del Centro, asumen posiciones inmovilistas y se apuntan a periclitadas
fórmulas burocráticas.
En las políticas, o se piensa en las personas y en la solución de sus problemas, o es probable
que se termine siguiendo esquemas formalistas de pensamiento único. Para unos, lo
fundamental es abrir nuevos ámbitos de desarrollo personal para la gente, para otros, lo
básico es el mantenimiento del poder como sea.
Holanda, Francia y probablemente Alemania, han pasado en los últimos meses a opciones
de Centro, o de Centro-derecha. La razón, según GIDDENS, reside en que la izquierda ha
perdido capacidad de renovarse, ha cundido un cierto desgaste y en no pocos países existe
una evidente división. Entonces, la solución sería volver a la izquierda clásica: subidas de
impuestos, mayor participación del Estado, más redistribución de la riqueza. GIDDENS
244 El Mundo, 22-VII-2001, Portada.
245 JM CARRASCAL, “ZAPATERO, El Centro y la izquierda”, La Razón, 23-VII-2002, p. 5.
255
5. La Tercera Vía y el socialismo español
acertadamente se rebela: “los electores actuales no responden a las divisiones ideológicas,
y más del 50% de ellos, en los países de la Unión Europea, no se consideran ni de derecha
ni de izquierda. Los partidos que han conservado un programa de izquierda tradicional
obtienen menos del 10% de los voto y ese porcentaje no deja de bajar” (Le Monde, 6-V2002). La realidad, yo también comparto el diagnóstico de GIDDENS en este punto, es
que todavía la socialdemocracia necesita más modernidad, sobre todo en dos aspectos.
Primero: en la reforma del mercado laboral y del sistema de protección social, para hacer
hincapié en la creación del empleo. Segundo: la izquierda necesita atacar dos problemas
tradicionalmente afrontados por la derecha: la delincuencia y la inmigración.
Otros teóricos de la izquierda como Philippe MARLIEVE, crítico de la Tercera Vía,
responden (Le Monde 11-V-2002): “Tony BLAIR no ha hecho más que desplazar el centro
de gravedad político hacia el centro-derecha. Tal postura ha desmoralizado a la izquierda,
que se refugia cada vez más en la abstención (...). Este falso apoliticismo fue aconsejado
a JOSPIN para que quitara de su discurso y de su programa el cartel de toda referencia al
socialismo, con el éxito que se ha visto...”. Sin embargo, como pasa en el Reino Unido,
cuando la izquierda se modera...
5.6. La tesis de Alfonso GUERRA.
Últimamente Alfonso GUERRA ha sentenciado que “la izquierda está en crisis porque le han
metido el Centro en el cerebro”246. Es decir, critica el intento de moderación de la izquierda
porque supondría cancelar una ideología que, por el contrario, debe “hacer un ejercicio de
reencontrarse con sus ideas”247, pues corre el peligro de verse sustituida “por otras formas de
hacer política”248. Para el exvicesecretario general del PSOE, si bien la izquierda política está
en crisis, no ocurre así con la denominada izquierda sociológica, porque sigue comprometida
con el aumento de la igualdad249. La crisis, según reconoce Alfonso GUERRA en una entrevista
publicada en el último número de Temas, se refiere a “la izquierda política, incluyendo a los
partidos políticos, los sindicatos, y muchos intelectuales que están en un mutismo y en una
colaboración conservadora extraordinaria” 250. Las razones de la crisis residen en que la
izquierda política ha perdido la confianza en sus propios principios y valores”251.
En mi opinión, sin embargo, lo que ha entrado realmente en crisis es la ideología cerrada.
Y la izquierda clásica lo era. La sociedad en su conjunto, por otra parte, no parece ya
confiar en sistemas ideológicos erigidos en poderes únicos de salvación. Hoy, como ya he
246
247
248
249
250
251
ABC, 29-VII-2002, p. 17.
Ibídem.
Ibídem.
Ibídem.
Ibídem.
Ibídem.
256
5. La Tercera Vía y el socialismo español
señalado, se ha terminado, en términos generales, esa versión ideologizada de los partidos.
Insisto, la certificación del ocaso de las ideologías cerradas no culmina, no puede ser, la
evolución de las ideas políticas. Todo lo contrario. La fuerza que tiene la acción política en
la resolución de los problemas reales de la gente, nos sitúa en un nuevo horizonte de nuevas
políticas irreconducibles a los viejos postulados.
En este contexto, los que permanezcan estáticos anhelando tiempos pasados y apelando a
las viejas políticas, sencillamente, pierden el tiempo. Alfonso GUERRA, en su interesante
análisis, me parece que se encuentra preso de un prejuicio ideológico bien sencillo: “se
han cambiado los valores que eran los principios de la izquierda por los valores de la
competitividad de la sociedad de la derecha”252. ¿Desde cuándo la competitividad es de
derecha? Esta afirmación me permite pensar que Alfonso GUERRA no ha superado el
pensamiento bipolar, ideologizado y maniqueo. Hoy, las expresiones del dinamismo social
no son ideológicas; lo que es ideológico es el uso alternativo de esas manifestaciones de
la realidad. Es como si la globalización se pudiera calificar de derechas. No. Lo que puede
ocurrir, sin embargo, es que la globalización se utilice, por ejemplo, para aumentar la brecha
entre ricos y pobres. Entonces, mal, muy mal. Pero, ¿no es cierto que se puede utilizar para
mejorar las condiciones de vida en los países menos desarrollados?
5.7. El libro de Jordi SEVILLA.
El actual ministro de Administración Pública, Jordi SEVILLA, publicó en 2002 un interesante
libro titulado “Más socialismo”, en el que entra también en el debate, demostrando su
conocimiento del tema.
SEVILLA plantea una cuestión de actualidad: la crisis de las ideologías. Sobre el tema, he tenido
ocasión de señalar que lo que está en crisis son las ideologías cerradas, esas que han pretendido
configurarse en saberes de salvación que solucionarían todos y cada uno de los problemas
de los hombres. Sí, ocaso de las ideologías cerradas; pero renacimiento, y con fuerza, de las
ideas políticas. Por ello no entiendo que SEVILLA critique la certificación de la muerte de las
ideologías cerradas, que son las que hemos enterrado no hace mucho. Otra cosa, muy distinta,
sería la teoría del fin de las ideologías, que yo planteo como ocaso, insisto, de las ideologías
cerradas. Las ideas, las nuevas ideas están cada vez más presentes en la política y en las ciencias
sociales. Y sobre todo, desde el reformismo que defiendo, se puede -y se debe- pensar en una
mejora de la realidad a través del pensamiento abierto, dinámico, plural y complementario.
Estoy de acuerdo en que “el presente se puede cambiar dándole una dimensión más
humana” (p. 2). Por supuesto, desde la idea de libertad solidaria se divisa un panorama
social y político ilusionante. Sin embargo, no comparto que “la lógica de la acción colectiva
252 Ibídem.
257
5. La Tercera Vía y el socialismo español
se base en tres realidades: razón, intereses y pasiones” (p. 2). De ninguna manera, la razón
ilustrada, entre otras cosas -positivas y negativas- ha traído consigo el dominio de una
racionalidad teórica que ha condenado al interés general a un concepto dominado por los
expertos de la técnica administrativa.
Para SEVILLA, el gran desafío es no abandonar lo público a manos de versiones unilaterales
de la nación, de la religión o del mercado (p. 3). Pues bien, a mí me parece que lo que hay
que plantear con radicalidad y con firmeza es la condición central de la dignidad personal.
Sí, los derechos humanos deben ser el fundamento del nuevo orden político y social que
entre todos debemos construir.
Consecuencia del pensamiento único son los tres mitos que denuncia SEVILLA. A saber,
la espontaneidad de los acontecimientos, las grandes transformaciones de nuestra sociedad
y la desideologización.
En relación con el primer asunto, lo que hay que hacer es dotar a la globalización de una
mayor dimensión humana. Y para ello hay que aplicar nuevas políticas en las que la persona
sea el centro de la acción política, y no dejarse llevar por el mecanismo a la linealidad de
versiones unilaterales y estáticas.
Por lo que se refiere a las grandes transformaciones, hay que evitar que reine el dominio de
la tecnología sin más. Y, por supuesto, frente a la revolución que produce un corte radical y
total, hay que apostar por la reforma sin dejarse seducir por el inmovilismo.
En tercer lugar, hay que tener muy en cuenta que una cosa, insisto, es la mente de las
ideologías cerradas y otra la emergencia de las ideas. La desideologización que algunos
pretenden es el caldo de cultivo para el reinado de la técnica, para la expulsión de la política,
y sobre todo, para la instauración de peligrosos pensamientos únicos y unilaterales.
A pesar de los mitos que explica SEVILLA, tampoco es viable renunciar al reinado del
socialismo como “única ideología política” (p. 6). Primero, porque el socialismo no es que
esté en su mejor momento, a juzgar por lo que ha pasado en Francia, en EE.UU., o en Italia,
por ejemplo. Segundo, porque el socialismo ha dejado que, en aras de una nueva Tercera
Vía, aparezca descafeinado y sin personalidad. Tampoco es cierto que el socialismo sea “el
único heredero de aquel intento ilustrado que expresó con la Revolución Francesa” (p. 6),
entre otra razón, porque se ha demostrado que el dogma del progreso lineal ha fracasado y
porque el racionalismo ha traído consigo muchos de los males que estamos padeciendo en
el tiempo presente.
Probablemente la apelación al nuevo socialismo o a la Tercera Vía sean intentos legítimos
de ”aggiornar” el socialismo. Pero en muchas ocasiones los nuevos postulados de este
nuevo socialismo no son más que copias o importaciones de ideas del otro lado. Así, me
258
5. La Tercera Vía y el socialismo español
parece, hay que juzgar algunas de las afirmaciones de SEVILLA. “el nuevo socialismo
entiende por libertad la posibilidad real de que los individuos puedan llevar a cabo, en
sociedad, sus proyectos de vida” (p. 7), “el nuevo socialismo propugna una igualdad
sustancial. Igualdad efectiva de oportunidades para que todos puedan aportar según sus
capacidades y reintroduciendo el valor de la responsabilidad individual junto a la social
a la hora de aprovechar esas oportunidades” (p. 7), “el nuevo socialismo defiende la
rebelión del individuo autónomo frente al individualismo empobrecedor y disolvente de
los lazos sociales, defiende una corrección instrumental del Estado y del mercado (...),
y estimula la propiedad privada fruto del esfuerzo creativo del trabajo personal mientras
promueve límites, controles y restricciones a la propiedad heredada y a los monopolios
cuyas actuaciones condicionan de manera negativa la libertad y la igualdad del conjunto de
los ciudadanos” (p. 7).
Alfonso GUERRA, tras reconocer que el fracaso del PS en Francia tuvo que ver con el miedo
a declarar que el programa era socialista, afirma que “no hay un Centro político amplio, eso
es completamente falso”253, y que “la izquierda está renunciando a enarbolar una bandera
propia por miedo (...) porque le han metido el Centro en el cerebro”254, alineándose con
quienes todavía señalan que el Centro es una falacia, que no existe. Mientras que la realidad
de hoy demuestra su existencia en buena parte de Europa, los nostálgicos siguen apelando a
los viejos criterios. Me parece muy bien, si lo que se desea es situar la izquierda en un buen
lugar del museo de historia de las ideas políticas. Pero pienso que la izquierda no se merece
automarginarse del debate público y del dinamismo de la sociedad real.
5.8. La Tercera Vía y la Conferencia de 2004.
Tras la victoria electoral del PSOE en marzo de 2004, se celebra el XXXVI Congreso
Federal. Como suele ocurrir, los congresos de los partidos que gobiernan suelen ser menos
teóricos y fundamentalmente tratan más de la gestión del poder que de las ideas políticas.
Esto ha sido así, es así y seguirá siendo así en el futuro, puesto que un partido político
no es una escuela doctrinal de ciencia política. Si se comparan los textos del XXXV y
del XXXVI Congreso, hasta se pueden comprender aquellas reflexiones cínicas de aquel
pensador inglés: el que manda actúa y el que está en el poder reflexiona o enseña.
Veamos. Por lo pronto el texto de 2004 es mucho más breve: seguramente ya no hay
tiempo para pensar, porque hay que dedicarse a la gestión del poder. Esto se refleja en
el documento en el que la preocupación que encontramos es, por una parte, explicar las
razones de la victoria electoral y, por otra, plantear desde la participación la necesidad de
que el programa socialista se mantenga en el tiempo.
253 Ibídem.
254 Ibídem.
259
5. La Tercera Vía y el socialismo español
La ponencia marco comienza recordando que el PSOE es un partido con historia
comprometido en la defensa de los trabajadores y la lucha por los derechos civiles y políticos:
se recuerdan los ciento veinticinco años de existencia, la fundación de UGT, su primer
programa de 1879, el primer Congreso de 1888 y la fundación del periódico El Socialista.
También, se pone de manifiesto la vocación de gobierno del partido desde 1931, se repasa a
la época del exilio, la lucha antifranquista, la renovación del partido y la victoria de 1982.
Los años de los gobiernos de Felipe GONZALEZ se analizan sin autocrítica bajo la rúbrica:
“los gobiernos socialistas que transformaron España”. Finalmente, la oposición de 1996 a
2004 y el 14-M, la vuelta a la Moncloa. Como era de esperar, se dedica un epígrafe al 14 de
marzo, para que nadie piense que la victoria no se debió a los méritos propios del PSOE y a
su sólida y bien armada oposición: “el resultado del 14 de marzo, lejos de ser sorpresivo, se
inscribe en una dinámica de cambio que había empezado a aflorar en la sociedad española
a mitad de la legislatura” (p. 13).
Se pasa revista al XXXV Congreso, analizado anteriormente, calificándolo de renovador y
definitorio de la oposición útil. Lógicamente, desde la llegada de ZAPATERO a la Secretaría
General todo ha sido perfecto: se escuchó a la gente, se pactó con el Gobierno en asuntos
de interés general. Se dedica otro apartado a las razones del cambio político operado en
2004, en un intento de seguir justificando la victoria electoral. Se analiza la estrategia de la
campaña que llevó al PSOE al Gobierno y también se estudia sociológicamente el cambio
producido en los últimos años.
Como es un congreso del partido gobernante, tocaba también analizar los compromisos
del gobierno socialista: en materia terrorista, en Europa, en asuntos territoriales,
en economía, en empleo, en política social, en cultura. Y una página bajo el título
“renovación y revitalización de la democracia”. En ella, tras echar la culpa al PP de la
merma de la calidad de la democracia, se propone que el parlamento sea el centro de
la vida política, la reforma constitucional del senado, la reforma del orden sucesorio a
la corona, la incorporación de la denominación oficial de las comunidades autónomas
y las dos ciudades autónomas y de la constitución europea. “Haremos un gobierno
transparente, eficaz, que respete a la oposición, que dialogue con la sociedad, que busque
los acuerdos políticos y sociales, que rinda cuentas a los ciudadanos de su gestión.
Queremos una democracia cívica, participativa, que destierre la dominación, que impida
la interferencia en el ejercicio efectivo de los derechos”(p.30). En las primeras treinta
páginas de la ponencia marco, que tiene sesenta, esta es la primera referencia a conceptos
políticos que ciertamente entroncan con la doctrina sentada en el XXXV Congreso,
muy especialmente con los planteamientos del republicanismo cívico y la denominada
democracia deliberativa y de los ciudadanos. Llevamos ocho meses del gobierno y, a
pesar de estas bellas y hermosas palabras, la realidad hoy es de tensión, de crispación, de
decisiones unilaterales sin consulta a la ciudadanía, al menos de todo el amplio espectro,
por lo que quizás sea necesario esperar un poco más de tiempo por si las aguas vuelven a
260
5. La Tercera Vía y el socialismo español
su cauce y se cumplen tan magníficos objetivos políticos.
El capítulo cuarto de la ponencia marco comienza con una reflexión sobre las nuevas
circunstancias y las nuevas inquietudes. En este epígrafe encontramos importantes
aportaciones para construir el entramado ideológico de este PSOE que gobierna España.
Los cambios que se observan: nueva economía, inmigración masiva, igualdad entre hombres
y mujeres, ecología, se producen sobre un mundo “en el que desaparecen las ideologías
explicativas cerradas, en el que son más difíciles encontrar los polos de referencias sólidas a
las que aferrarse”(p. 36). También, me parece, se acoge la tesis del pensamiento dinámico:
“no es posible encontrar respuestas consistentes a esta nueva realidad si permanecemos
estáticos cuando todo cambia a nuestro alrededor” (Ibídem). Todo esto está muy bien,
pero falta, a mi juicio, una afirmación categórica sobre la dignidad del ser humano y
sobre la dignidad del hombre y la mujer como centros del nuevo orden social, político y
económico.
Se reconoce la insuficiencia del modelo representativo, al comprobar cómo la base
social “que ha puesto en marcha con efectividad formas propias de movilización y de
autoorganización al margen de los partidos tradicionales, ante la lentitud de estos para dar
respuestas a las nuevas inquietudes, y sobre todo para ofrecerse como plataformas útiles de
reivindicación y de acción política”(p. 36).
Los cambios sociales deben llevar a la izquierda, se lee en el epígrafe dedicado al diálogo
y consenso como bases de la acción política, a revisar y actualizar muchos de sus análisis
tradicionales, sin que ello ni variación sustancial de la concepción del mundo que la ha
movido históricamente (p. 37). En este sentido, encontramos una interesante aproximación
a lo que debe ser la utopía de la izquierda que me llama poderosamente la atención
porque podría perfectamente pasar por una afirmación de fe liberal: “la construcción de
una sociedad integrada e incluyente, que sea además respetuosa y facilite los proyectos
de vida personales de todos sus integrantes”(Ibídem). ¿Dónde queda la solidaridad, dónde
la igualdad, dónde...?. Se analiza también el concepto del interés general, “entendido más
bien como interés ciudadano (...). Hoy se demanda a los gobernantes que, además de
intérpretes del interés general, sean receptivos y transmitan al ámbito de sus decisiones la
concreción de ese interés, en los propios términos en que la propia sociedad lo percibe y lo
reclama”(p. 36). Reflexión ésta relevante y que, de aplicarse en la acción gobierno, llevaría
a los dirigentes socialistas a adoptar una actitud más abierta y receptiva, teniendo en cuenta,
no sólo a quienes le han votado en las urnas, sino al conjunto social. Este es el principal
punto que falla estrepitosamente en los ocho primeros meses de gobierno de ZAPATERO:
cuando se está en la Moncloa, el programa electoral debe ensancharse para acoger a cuanta
más gente sea posible. Cerrarse a los electores y sus grupos es una enfermedad política que
en el tiempo en que vivimos debe superarse.
Se apela a la razón y al consenso: “la democracia misma vuelve a exigir una dimensión
consensuada. La pretensión ilustrada de que basta que una decisión sea técnicamente
261
5. La Tercera Vía y el socialismo español
acertada para que merezca ser apoyada casa peor con la realidad y la sensibilidad
ciudadanas”(p. 38). Es cierto, claro, pero qué lejos estamos todavía de que un partido dé
la razón a otro cuando se propone algo razonable. En los ocho meses que llevamos esta
aspiración ha brillado por su ausencia a juzgar por el número de frentes abiertos en los que
se ha actuado con resentimiento y odios, resucitando fantasmas del pasado y generando
división y enfrentamiento.
Las siguientes apelaciones al acuerdo y al consenso, inéditas hasta el momento en la acción
de gobierno, son teóricamente importantes: “la mejor decisión es, casi por principio, aquella
más capaz de concertar voluntades en su entorno (...). La búsqueda, génesis y aplicación
del consenso, ha devenido en condición de legitimidad y de eficacia de la acción política
en democracia”(p. 38). Afirmaciones que, sin embargo, son insuficientes en la medida en
existe un patrón que justifica el propio consenso y que no es otro que la dignidad de las
personas. El pensamiento único también llama, no pocas veces, al consenso y en tantas
ocasiones comprobamos cómo el consenso se convierte en un fin en sí mismo al servicio
de lo políticamente correcto.
Finalmente, la ponencia marco vuelve al terreno de lo concreto y analiza cuestiones de
orden territorial y social donde encontramos comentarios muy atinados como el que alude
a que el partido “debe servir de cauce eficaz para la traslación del interés ciudadano a
decisiones operativas.” (p. 40). Para ello, es necesario “mantener una permanente labor
de interlocución y colaboración con las organizaciones sociales que articulan, representan
o expresan intereses ciudadanos de todo tipo, respetando e impulsando toda forma de
organización social en torno a objetivos legítimos así como a la autonomía de las mismas”
(Ibídem). Se aborda también la estrategia política para ampliar la mayoría social y combatir
la abstención, cuestiones que suelen preocupar a quien accede al gobierno con intención de
mantenerlo en el tiempo.
En el capítulo V aparecen dos epígrafes bien relevantes a los efectos de este ensayo:
compartir el protagonismo y compartir la acción política, una nueva alianza para defender
valores, principios y proyectos comunes. Para los redactores de la ponencia marco, la
movilización social que el PSOE consiguió en la pasada legislatura “debe convertirse
en un elemento estructural de sus relaciones con la sociedad civil” (p. 43), se confirma
la idea de que los valores que están en la base de la movilización social, aunque más
cerca de la izquierda, ya no son patrimonio de una opción política concreta.” Estamos ante
formas hasta ahora inéditas de hacer política, capaces de atraer simpatías y el compromiso
solidario de muchos ciudadanos que prefieren esta forma de actuar que el tradicional
encuadramiento en partidos políticos u otras organizaciones de corte clásico, que disponen
además de una gran facilidad en el acceso a información libre y nuevas posibilidades
tecnológicas de interconexión y movilización”(p. 44). Nuevas formas de participación que,
como se reconoce en la ponencia, fomentan una mayor participación que la condición de
espectadores “que frecuentemente se da en los partidos a muchos niveles”(Ibídem) y que
262
5. La Tercera Vía y el socialismo español
deben ser tenidos en cuenta para los diseños estratégicos, siempre “respetando la autonomía
de cada cual y articulando mecanismos de diálogo y cooperación que vayan más allá del
mero intercambio de opiniones y propuestas y generen un clima de confianza”(Ibídem).
Si el PSOE apuesta por atender a ese protagonismo compartido con los movimientos sociales,
no acabo de entender por qué hasta el momento se ha atendido a determinadas minorías
para aprobar proyectos no compartidos por otros movimientos hasta más numerosos. Debe
ser que una cosa es la teoría y otra la práctica, sobre cuando se aspira a la división o
confrontación entre los diversos sectores sociales, como se deduce sin dificultad de algunos
de las propuestas más polémicas en el terreno social. El documento llega a decir que de ese
entendimiento con los movimientos sociales “depende en buena medida nuestra capacidad
para renovar y enriquecer la democracia, para afrontar la falta de credibilidad que se cierne
sobre la política y los propios partidos”(p. 45). Pues bien, si en la acción política, como
parece, se desprecian determinadas propuestas de determinados movimientos sociales, el
proyecto de renovación democrática impulsado por el XXXVI se queda, como suele, en
mera retórica. Interesa, sin embargo, llamar la atención sobre lo que la ponencia marco
recomienda en este punto al gobierno: tendremos que ser más abiertos y transparentes en
los procesos de toma de posición y de elaboración de las políticas, ofrecer espacios de
relación que vayan más allá de la afiliación, cabe seguir profundizando en la mejora de
las relaciones o cauces tradicionales de participación, desburocratizar la participación en
estructuras sectoriales y aprovechar, para todo ello, las nuevas tecnologías
En este tema de la apertura a las nuevas formas de participación cívica, más allá de los
partidos consecuencia de la movilización social, el peligro de los partidos es acercarse
a ellas no sólo para escuchar y tomar nota, sino para controlarlas y utilizarlas para la
acción partidista de manera inteligente. Es mejor dar autonomía y medios a esta suerte de
participación real, sin ceder a la fácil tentación del control. Por eso, cuidado con demasiada
cercanía a la participación cívica, porque al final la tendencia a la politización tan presente
entre nosotros terminará por eliminar todo vestigio de participación libre; todo lo más
puede que haya participación sutilmente dirigida desde la cúpula.
Para terminar, la ponencia marco vuelve a cuestiones particulares del PSOE: su modelo de
comunicación con la sociedad, la acción política y la movilización social, para terminar con
un capítulo que resume todo: un gran partido para la movilización social. En estos últimos
epígrafes se reconoce con valentía que el PSOE se distanció de la verdadera política, lo
que propició una elevada abstención de su electorado natural debido a que antes “no hemos
sido capaces de afrontar con éxito ese problema, y tampoco hemos ideado respuestas
suficientemente atractivas para volver a hacer de la política un campo de participación y
acción habitual, capaz de abrir y superar el espacio restringido y profesionalizado en que se
ha ido convirtiendo con el paso del tiempo la actividad política”(p. 52).
La nueva movilización social, según los redactores de la ponencia marco, es la que aupó al
PSOE a la victoria electoral. Por ello, el partido debe ser tributario de esta aproximación y
263
5. La Tercera Vía y el socialismo español
alimentar la movilización social. El tiempo nos dirá si la movilización social era auténtica,
si era un trasunto de la manipulación, y, sobre todo, si el gobierno se esfuerza por gobernar
para todos o cede a determinados impulsos sectarios que abren heridas y cierran puertas.
264
6. El Centro no se reduce a la Tercera Vía
CAPÍTULO 6
EL CENTRO NO SE REDUCE A LA TERCERA VÍA
6.1. La polémica.
El líder laborista británico Tony BLAIR llegaba a Downing Stret, al número 10, abanderando
lo que denominaba Tercera Vía. ¿Coincidía la propuesta de BLAIR con el Centro reformista
de AZNAR? El debate estaba servido en la opinión pública.
La polémica, si se me permite, es más compleja de lo que en principio podría parecer. Por
una razón capital: no es lo mismo la Tercera Vía que patrocina BLAIR que los postulados
manejados por GIDDENS. Ignoro las causas de esta no pequeña diferenciación sobre
la que he intentado arrojar algún haz de luz en el capítulo dedicado a la Tercera Vía
según el primer ministro británico. Un botón de muestra de esta afirmación lo podemos
encontrar en el seno de una entrevista concedida por el primer ministro inglés255 en
el marco del Consejo Europeo de Barcelona (16-III-2002): allí BLAIR declaró que
liberalizar no se opone a la justicia social. Claro que no se opone por definición, aunque
es posible que en la acción concreta se puede oponer. Es más, puede que en la mayoría
de los casos, se oponga. Pero el uso del pensamiento que llamo bipolar, geométrico o
ideologizado, hoy ya no es de recibo y supone una falta de sensibilidad ante las nuevas
realidades.
Sin embargo, si el interés inicial periodístico y partidario se centró en esa discusión, pronto se
vio que la Tercera Vía caminaba por otros derroteros, pues el mismo discurso de BLAIR y de
GIDDENS se plantearon como una modernización de la social- democracia. Por otra parte,
hay que tener presente las dificultades y vaivenes del nuevo Centro de SCHROEDER en
Alemania, la bipolarización en el seno del socialismo entre Tercera Vía y la socialdemocracia
clásica representada por el francés JOSPIN: divergencias y tensiones que se han puesto de
255 Vid. La Vanguardia, 17-III-2002, p. 7.
265
6. El Centro no se reduce a la Tercera Vía
manifiesto en la reunión de la internacional socialista en París256 y en el encuentro posterior
de Florencia257, que parecen llevarnos a situar la Tercera Vía como un intento estrictamente
socialdemócrata de aproximación al Centro. Sin embargo, no es así, me pare.
En el otro campo de la confrontación partidaria tal vez el esfuerzo sea menos evidente
de cara a la opinión pública, pero no por ello menos real. El protagonismo público de los
líderes populares en el consejo de Europa es, efectivamente, menos relevante, aunque no
así en el prlamento. Entre los populares europeos parece perfilarse la conformación de una
opción centrista que agrupe a populares, democratacristianos y liberales, no solo ya de los
países de la Unión, sino también de los países europeos que aspiran a integrarse en ella,
como se ha visto en las reuniones del consejo europeo celebrado en Helsinki y Barcelona.
Hoy, la Internacional del Centro parece ir en esa línea.
Es sabido que José María AZNAR fue elegido máximo dirigente de la ahora denominada
Internacional Demócrata del Centro. Como ha escrito SÁNCHEZ CÁMARA, “se trata de
un episodio más de la batalla por el Centro, la tierra de promisión electoral, emprendida
también por la deriva centrista de la Tercera Vía Socialdemócrata”258.
De todos modos, lo que quiero destacar es lo siguiente: detrás del debate doctrinal, detrás
de las estrategias partidarias, detrás de las operaciones políticas y de comunicación, la
realidad incontestable es que los gobiernos europeos están realizando políticas centristas,
digamos para destacar el matiz, políticas más o menos centristas, políticas más o menos
centradas. En este sentido, solo en este, estoy de acuerdo con aquella idea que expresa el
padre doctrinal de la Tercera Vía, Anthony GIDDENS, que entiende la Tercera Vía como un
intento de proporcionar sustento teórico a la experiencia real de los gobiernos democráticos
de la Europa occidental259.
Tengo que reconocer, vaya por adelantado, que siento una especial simpatía por Tony
BLAIR. Por una parte, porque me parece un político que habla el lenguaje de la calle y, por
otra, porque es un hombre valiente que sabe imprimir a todas sus intervenciones novedad,
ilusión y optimismo, en un contexto de moderación y de equilibrio crecientes. Otra cosa,
sin embargo, es que sea capaz de llevar a la práctica sus promesas electorales y que, en los
últimos tiempos, tenga problemas hasta en su propio partido.
Del discurso del “líder” laborista en el último congreso de su partido, me parece que se
pueden extraer, al menos provisionalmente, tres conclusiones interesantes:
256 Vid. L. JOSPIN, “La inútil “Tercera Vía” de Tony BLAIR”, El País, 22-XI-1999, p. 17, donde critica
abiertamente las tesis de BLAIR mostrándose a favor de los valores clásicos del socialismo.
257 Vid. “Sobre las cinco” vías del reformismo del siglo XXI, La Vanguardia, 22-XI-1999, p. 3 y ss. En
especial, vid. D. VALCARCEL, Socialdemócratas en Florencia, ABC, 27-XI-1999, p. 3.
258 I. SÁNCHEZ CÁMARA, ABC, 8-X-2000, p. 21.
259 Vid. A. TOURAINE, “Un acierto publicitario”, El País, 20-VII-1999, p. 20.
266
6. El Centro no se reduce a la Tercera Vía
Primera. Se reconocen algunos fracasos: “más de un millón de parados, tres millones de
niños viven en la pobreza y muchas escuelas y hospitales continúan en malas condiciones”.
¿Pasa algo por reconocer que algunas cosas se pueden mejorar con el concurso de los
ciudadanos? Si es la realidad, no se puede ni se debe disfrazar porque la gente no es tonta.
Segunda. Guerra a los privilegios y a los prejuicios: “somos nosotros los que debemos
llevar a cabo esta misión histórica: liberar a Gran Bretaña de las viejas divisiones de clase,
de las viejas estructuras, de los viejos prejuicios (...). Los jóvenes quieren un mundo sin
prejuicios, pero no sin reglas ni orden”. En efecto, ha llegado ya la hora, por ejemplo, de
combatir la discriminación por motivos ideológicos, de evitar que se etiquete a las personas.
En definitiva, “si no se consigue desarrollar el talento de una persona, el Reino Unido
fracasará. El talento es la riqueza del siglo XXI”.
Tercera. Hace falta un nuevo impulso moral. “la batalla por la igualdad no ha hecho
más que empezar. Al niño que va a clase hambriento pero ávido de conocimiento, le
quiero decir que conozco el talento con el que nació y la frustración que lleva por dentro.
Nosotros liberaremos su potencial”. La política, la verdadera política -no a lo que se
dedican bastantes-, entraña un auténtico compromiso moral: colaborar al bienestar
general de la gente y a la promoción real de los derechos humanos.
¿En qué consisten esas nuevas políticas, esas nuevas aspiraciones de los gobiernos
democráticos europeos? Este nuevo Centro responde a unos nuevos métodos, mentalidades
y actitudes de hacer política propios de una época que ve superado el pensamiento encerrado
y que, al mismo tiempo que trasciende la tradicional disyuntiva izquierda - derecha, no se
reduce a unos meros intentos de equidistancia o componendas: tiene la entidad propia de
una tercera posición.
El pensamiento compatible que permite hacer realidad, por ejemplo, el mercado solidario.
El pensamiento dinámico productor de sinergias, por ejemplo, entre los ámbitos de lo
público y lo privado. El pensamiento plural que se resiste, por ejemplo, al uniformismo
y a la segregación, son un intento de basar las ideas que configuran el nuevo Centro,
proponiendo un paso más en la vital convergencia de la teoría política con las aspiraciones
de las mujeres y de los hombres del próximo siglo.
No es el Centro una operación de maquillaje político: lo está percibiendo la opinión
pública. Tampoco es una transformación mágica e instantánea: no se han comportado
así las ideas que han cambiado profundamente la sociedad. Sin embargo, el viaje del
tren que lleva a las posiciones políticas de Centro, ha comenzado en gran parte de Europa
y en ese proceso se están diseñando unas nuevas interpretaciones de conceptos que ya
llevan doscientos años de vigencia, que han cumplido su misión y que hasta ahora no
tenían discusión.
267
6. El Centro no se reduce a la Tercera Vía
Perdería el billete y se quedaría en una estación desvencijada quien permanezca en el
convencimiento de que estamos ante una estrategia, un cambio de imagen, un compromiso
de entendimiento. Es estrategia, imagen y compromiso, pero es sobre todo la emergencia
de una nueva forma de hacer política, consecuencia de la experiencia de estos dos últimos
siglos, consecuencia de la reforma de unos conceptos que tuvieron su validez pero que
ahora no se ajustan a los cambios que experimentamos en la nueva realidad.
Todo esto entiendo que hay que explicarlo, en ello se está, pero también se necesita
receptividad: la aceptación de que es posible avanzar en la modernización de nuestra vida
política, el reconocimiento de que es más cómodo mantener viejos prejuicios o atenerse
exclusivamente a lo que han sido referencias de toda una vida. Es decir, abrirse a la reforma
de conceptos que han caducado porque, nada más, es otra la realidad... y nada menos.
Ahora en Europa, tan inquieta como siempre en su historia y tan capaz de producir las
ideas que han desarrollado el progreso en todo el mundo, estamos cansados de estar en
“zona de descanso”. Conceptos desfasados de libertad han desafiado la propia libertad.
Aquellos sistemas dictatoriales que han dominado buena parte del siglo que acaba, han
actuado en nombre de la libertad: el capitalismo salvaje acudió el día de su defensa doctoral
con muchos textos, todos los tipos de fascismos han defendido la libertad de la nación, el
comunismo apeló a la libertad con especial fuerza y asombrosamente lo sigue haciendo ya
desde reductos. Pero, en el colmo, se llamó a la libertad desde el terrorismo. Los que tienen
miedo a la libertad han sido víctimas de una supuesta necesidad histórica.
Han hablado mucho de libertad, pero el miedo les llevó a controlarla: unos vieron en el
imperativo del mercado, ciego e insolidario, el mecanismo y mantenimiento del control de
un tipo de sociedad que les convenía. Otros justificaron el miedo a la libertad en nombre
de la justicia instaurando el control de los medios de producción y la lucha de clases, como
necesidad histórica irreversible que nos llevaría irremediablemente a la libertad. Algunos
basaron esa necesidad histórica en la raza o en la patria para controlar su libertad de hacer
un gran imperio.
Se está en el espacio de Centro cuando la libertad y la solidaridad se identifican: no
solamente cuando se ven compatibles, que ya es un paso. No acaba mi libertad donde
comienza la del otro. Mi libertad se enriquece, se estimula en los ámbitos donde los demás
desarrollan la suya.
Apostar por la libertad es apostar por la sociedad, es confiar en el hombre, confiar en la
capacidad, en las energías, en la creatividad de los españoles que ha tenido amplia cabida
en la historia y no solamente no tiene por qué dejar de tenerla: es un momento histórico
para potenciarla. Mantenerse a ultranza en los esquemas simplistas de buenos y malos, de
izquierdistas y derechistas, de ideologías cerradas con aplicación universal, es la clave que
268
6. El Centro no se reduce a la Tercera Vía
da explicación a los que entienden el Centro como un supuesto pragmatismo tecnocrático,
que reduciría su juego político al que los técnicos que lo ejecuten puedan proporcionar, es
decir, más bien escaso e insulso.
Desde el Centro se defiende la eficacia de la acción política como uno de los valores que
deben caracterizarlo. Y la eficacia se sustenta en la eficiencia técnica, el conocimiento, el
dominio de los procedimientos, lo que podríamos genéricamente englobar en el concepto
de preparación o cualificación profesional. La política reclama hoy equipos con la
instrumentación intelectual adecuada para abordar los problemas a los que se enfrentan
las sociedades desarrolladas y lo que denominaremos sociedad mundial, en toda su
complejidad.
Pero una eficiencia que pretenda apoyarse sólo en una fundamentación técnica de la
actuación política está llamada al fracaso, es radicalmente ineficiente. Y esta consideración
está en la entraña misma de lo que denomino políticas de Centro, porque al fin y al cabo la
consideración de que la solución a los problemas humanos y sociales se alcanza por una vía
técnica podríamos calificarla como idea matriz de lo que podríamos denominar “ideología
tecnocrática”, ideología en el sentido negativo en que puede tomarse esta expresión, como
discurso cerrado, reductivo y dogmático, y lo que llamamos ideología tecnocrática lo es por
cuanto se asienta en la despersonalización del individuo y la desocialización de los grupos
humanos.
La eficacia de la política no se apoya sólo -no puede hacerlo- en el rigor técnico de los
análisis y sus aplicaciones, aunque este valor deba tomarse siempre en consideración.
Pero igualmente necesario es el sentido práctico, muy próximo al realismo, al sentido de
la realidad que también desde el Centro reclamo. Muchas veces la solución técnica más
intachable, la más correctamente elaborada es inviable, o puede incluso ser perjudicial
porque los hombres y las mujeres a los que va dirigida no son sólo pura racionalidad,
ni sujetos pasivos de la acción política, ni entidades inertes, cuya conducta pueda ser
preestablecida.
Sería suficiente esta consideración para despejar las sospechas de puro pragmatismo del
Centro a las que algunos han querido dar pábulo. Pero la cosa va mucho más allá.
Si para hacer una valoración adecuada de lo que denomino Centro político es necesario
mirar a sus presupuestos y los rasgos que deben caracterizarlo, es igualmente
imprescindible atender a las finalidades que propone como meta de la acción política
que propugna, o cuando menos en qué dirección apunta. Y pienso que los objetivos
genéricos del Centro político pueden expresarse en estos tres elementos: libertad,
participación, solidaridad.
Quisiera llamar ahora la atención sobre la participación. La participación la entiendo no
sólo como un objetivo que debe conseguirse: mayores posibilidades de participación de los
269
6. El Centro no se reduce a la Tercera Vía
ciudadanos en la cosa pública, mayores cotas de participación de hecho, libremente asumida
en los asuntos públicos. La participación significa también, en el espacio del Centro, un
método político. En el futuro inmediato, según la apreciación de muchos y salvando el
esquematismo, se dirimirá la vida política entre la convocatoria de la ciudadanía a una
participación cada vez más activa y responsable en las cosas de todos y un individualismo
escapista avalado por políticas demagógicas que pretenderán un blando conformismo
social. El Centro no es ya que se incline por la primera de las posibilidades, es que se
encuentra comprometido hasta la médula con semejante planteamiento. Pero entender la
participación como método significa que no se puede hacer política auténtica, a la medida
de las posibilidades y de las aspiraciones de hoy, sino es llamando a la ciudadanía a la
participación, y de hecho posibilitándola, haciendo real el método del entendimiento,
entendiéndose con la gente.
Lo que supone el método del entendimiento es el ocaso de una ficción y la denuncia de una
abdicación. Supone que la confrontación no es lo sustantivo del procedimiento democrático,
ese lugar le corresponde al diálogo. La confrontación es un momento del diálogo, como
el consenso, la transacción, el acuerdo, la negociación, el pacto o la refutación. Todos son
pasajes, circunstancias, de un fluido que tiene como meta de su discurso el bien social, que
es el bien de la gente, de las personas, de los individuos de carne y hueso.
A la habilidad, a la perspicacia, a la sabiduría, y a la prudencia política les corresponde
la regulación de los ritmos e intensidades de ese proceso, pero queda como coordenada
la necesidad de entendimiento -decir, explicar, aclarar, razonar, convencer...-, el carácter
irrenunciable de este método, si es que queremos hacer una política de sustancia
democrática.
Así que ya no sólo por la valoración que se da a los medios técnicos, sino sobre todo por
sus objetivos y su método, resulta inaceptable considerar la posición del Centro como puro
pragmatismo político. Otra cuestión es si quienes dicen estar en el Centro resulten creíbles.
Quien quiera situarse en el Centro debe ganarse a pulso la credibilidad, con hechos, con
actuaciones, con talantes, con capacidad comunicativa y de diálogo, con apertura al interés
social e integridad, con moderación y equilibrio, con eficacia en la gestión pública.
Por todo ello el espacio de Centro es el espacio político por excelencia, porque allí se
conjugan no los intereses de unos pocos, ni de muchos, ni siquiera los de la mayoría. El
político que quiera situarse en el Centro debe atender a los intereses de todos, y en todas
sus dimensiones. ¿Es imposible? Sí, si la acción política está maniatada por una concepción
previa a la realidad y, por lo tanto, excluyente de quien no se adapte a esa manera de ver.
Pero sí es posible si por política entendemos interesarse y trabajar en favor de la paz, de
la justicia social, de la libertad de todos, ofreciendo soluciones concretas, al lado de otras
soluciones posibles y legítimas, en concurrencia con quienes sostienen lo contrario: hay
mucha política que hacer desde las posiciones de Centro.
270
6. El Centro no se reduce a la Tercera Vía
A la propuesta del Centro político le han acusado muchos de ser una formulación de
pensamiento único. Sin entrar en profundidades, consideran que al final todos tendremos
que coincidir en esto, todos pensaremos lo mismo, todos tendremos los mismos objetivos
y los mismos criterios para conseguirlos. Curiosamente, en los ambientes socialdemócratas
se acusa de lo mismo a la Tercera Vía y, sin embargo, terceras vías, como señala MERKEL,
no hay solo una sola que lleve a la socialdemocracia al siglo XXI, sino varias. Aquí se ve la
dependencia socialdemócrata de la Tercera Vía, pero más adelante afirma el mismo autor,
y esto sí que es centrismo: los contextos diferentes requieren respuestas diferentes260. Y
en el debate que entre expertos se celebró en el Escorial sobre la tercera vía en el mes de
julio de 1999, afirmaba el exdirector de opinión del diario El País que la Tercera Vía es
un experimento que sale de la socialdemocracia, no de la derecha. Estoy de acuerdo. El
espacio de Centro es más amplio y abierto. Al Centro no se llega desde la derecha ni desde
la izquierda se llega desde la libertad solidaria.
6.2. La crítica de DAHRENDORF y la libertad.
La expresión “Tercera Vía”, insisto, es una expresión desafortunada porque reabre
un capítulo ya cerrado al encuadrarse en la línea del pensamiento o ideología única261.
Además, en un mundo abierto, no hay, no puede haber sólo tres vías; hay muchas más,
tantas como argumentos racionales se puedan encontrar para solucionar los problemas
reales del hombre y la mujer de nuestro tiempo. Por eso DAHRENDORF, con cierta ironía,
dice que hay 101 vías, por poner un número indefinido. La respuesta a la gran cuestión:
¿cómo podemos crear riqueza y cohesión social en las sociedades libres?, es múltiple.
Hay muchos capitalismos, no sólo el de Chicago; hay muchas democracias, no sólo la
de Westminster262. La diversidad es algo consustancial a la realidad, es algo básico en un
mundo que ha abandonado la necesidad de sistemas cerrados y englobadores263.
Por otra parte, la crítica más demoledora, y me parece que más atinada, que se puede hacer
a la Tercera Vía viene también del discurso del profesor DAHRENDORF. Para él, hay un
término que casi no se utiliza en los desarrollos teóricos de la Tercera Vía: libertad. Es
ciertamente sorprendente, porque es el gran desafío, la gran conquista diaria que apasiona
y colorea la vida de los hombres. Sí, como reconoce DAHRENDORF, se habla mucho de la
fraternidad, se prescinde de la libertad como objetivo y se sustituye por la integración social
y más recientemente por la justicia264. La libertad se sitúa, entre los valores de la Tercera
Vía, entre los valores eternos, pero parece que no tiene sitio entre los valores del momento.
260 Por ejemplo, vid. El interesante artículo de R. LAGOS, “Hacia una Tercera Vía latinoamericana”, El País,
19-VII-1999, p. 11.
261 R. DAHRENDORF, “La tercera vía”, El País, 11-VII-1999, p. 7.
262 Ibídem.
263 Ibídem.
271
6. El Centro no se reduce a la Tercera Vía
Para DAHRENDORF, esto no es accidental, porque la Tercera Vía no trata de sociedades
abiertas ni de libertad. Hay, de hecho, una curiosa veta autoritaria en ella265.
Por sorprendente que parezca, es difícil encontrar en los libros, artículos y ensayos de los
teóricos de la Tercera Vía que he tenido ocasión de leer, apelación alguna, con suficiente
claridad, a la libertad entendida como la aprobación de la vitalidad inherente a las legítimas
expectativas y reivindicaciones de las personas en sociedad. Todo lo contrario, como
veremos a continuación. En este punto estoy de acuerdo con DAHRENDORF, cuando
afirma que con la segunda oleada de democratización de la que habla GIDDENS parece
encontrarse un terreno abonado para la elevación de la cúpula tecnoestructural al altar de
la pureza democrática. Además, el documento BLAIR SCHROEDER, por si fuera poco,
contiene esta inquietante afirmación: “El Estado no debería remar, sino dirigir”. En verdad
que resulta chocante que en pleno tránsito de siglo se pueda leer algo parecido. A ver si
va a resultar que la Tercera Vía es la vía para la consolidación de un tecnosistema de cuño
burocrático dedicado a llevar el timón de la nave social.
También estoy de acuerdo con el profesor DAHRENDORF cuando llama la atención sobre
la época presente, en la que, por sorprendente que parezca, existen no pocas tentaciones
totalitarias; en la que, a veces, la internacionalización de las decisiones y de las actividades
significa casi invariablemente una pérdida de democracia266. Es verdad que las decisiones
de numerosos organismos internacionales, como del escenario privado de las transacciones
financieras mundiales, adolece de la falta de auténticos controles democráticos. Además,
es conveniente en esta argumentación, hacer constar que, poco a poco, van proliferando
entes y órganos a los que se dota de una autonomía que contrasta con la falta de impulso al
dinamismo vital que surge de la libertad concertada de las personas. Abundan demasiados
entes y órganos que, hablemos claro, invaden la vida de la gente en nombre de un
tecnosistema que se erige en la instancia neutra y procedimental consagrada a la salvaguarda
de la seguridad y del orden de la sociedad. DAHRENDORF dice que este panorama no es
el que está detrás de la Tercera Vía267. Sólo faltaría. Lo que sí sorprende es el curioso
silencio sobre la libertad o sobre el valor fundamental de una vida decente. Por eso, en
mi opinión, el Centro político no se reduce a la Tercera Vía. Me parece que se enmarca en
un nuevo proyecto político que se residencia más en la libertad que en la integración y la
cohesión social. En otras palabras, la libertad solidaria que postulo implica la consideración
de este vector sustancial que se realiza en la sociedad y en el entramado de la solidaridad y
la cohesión social. De ahí que sea más atinado y adecuado hablar, si se quiere, de Terceras
Vías desde un enfoque metodológico antisistemático, y que parte del humanismo cívico y
su corolario, el liberalismo político.
264
265
266
267
Ibídem.
Ibídem.
Ibídem.
Ibídem.
272
6. El Centro no se reduce a la Tercera Vía
En buena medida, me parece que la “Tercera Vía”, al menos así lo ha señalado
DAHRENDORF, si trata de configurar un nuevo sistema ideológico puede que tenga poco
éxito. De alguna forma, la crisis de las ideologías cerradas como sistemas que pretenden
explicar y solucionar, a base de recetas, el complejo y proceloso ámbito de la realidad, es
hoy un hecho cierto. Otra cosa es el llamado Centro reformista o nuevo Centro que, por
encima de otras consideraciones, coloca en la piedra angular de su teoría y de su práxis a
la persona.
Recientemente, el profesor Fernando ÁLVAREZ-URÍA publicaba un interesante artículo en
Claves de Razón Práctica titulado “Neoliberalismo, Tercera Vía y Socialdemocracia”268, en
el que se analizan las opiniones de DAHRENDORF y GIDDENS sobre la Tercera Vía, que
me parece oportuno glosar en este momento. El profesor ÁLVAREZ-URÍA señala que fue
precisamente DAHRENDORF quien preparó el camino de la Tercera Vía, del que ha sido
el mejor adalid mediático su sucesor en la dirección de la London School of Economics,
Anthony GIDDENS. Así, son interesantes y reveladoras algunas afirmaciones del profesor
DAHRENDORF en su libro “El conflicto social moderno”: “el socialismo ha muerto”, “no
hay posibilidad de retorno a la dulce realidad de la socialdemocracia”, “tampoco es posible
una vuelta atrás a los duros sueños de antes, de ayer, al darwinismo social. El camino que
tenemos por delante requiere una nueva definición, al mismo tiempo que una afirmación
de la ciudadanía, las oportunidades vitales y la libertad”, “los años setenta de este siglo
marcan tanto el punto culminante como el comienzo del declive del interés general por
los presupuestos sociales de la libertad”, “la sensación positiva y orientada a un futuro de
oportunidades hace de la Tercer Vía un planteamiento atractivo para todos aquellos que no
se sienten amenazados, incluidas las nuevas claves globales, aquellos que pueden esperar
beneficiarse del cambio en las fuerzas de producción”269.
La “Tercera Vía” tiene, sin embargo, de positivo, que ha acercado a la realidad a aquellos
partidos de izquierda que frecuentemente vivían en el limbo de las utopías y en una
metodología de confrontación casi permanente. Hoy, el nuevo laborismo o la nueva
socialdemocracia alemana, por ejemplo, intentan encajar la economía de mercado en un
contexto de intervención pública para hacer posible uno de los slogans que más repiten los
apóstoles de la “Tercera Vía”: la cabeza en la derecha, pero el corazón a la izquierda.
Ciertamente, acercarse a la “Tercera Vía” sin leer el libro del profesor GIDDENS hoy
resulta políticamente incorrecto. Para GIDDENS, como hemos comentado, hay cinco
“dilemas” que justifican la necesidad de amplitud de miras por parte de los nuevos
gobernantes europeos de izquierdas. A saber: la globalización está cambiando el viejo
268 Número 111, pp. 31 y ss.
269 Loc. cit., p. 34.
273
6. El Centro no se reduce a la Tercera Vía
concepto de nacionalidad, gobierno y soberanía; existe un nuevo individualismo que no
es necesariamente egoísta, y que exige una intervención mucho más discreta del poder en
favor de los desfavorecidos por el sistema; existe una categoría de problemas -ecología,
Europa...- para los que ya resulta anacrónica la vieja dualidad izquierda-derecha; algunas
áreas de acción corresponden exclusivamente al gobierno -defensa, legislación- aunque con
tendencia al protagonismo de los grupos de presión y de la sociedad misma; y, finalmente,
debe tenerse bien presente que no es necesario exagerar los problemas medioambientales
porque, entre otras cosas, hasta los científicos disienten en torno a su gravedad.
Junto a la ciudadanía, DAHRENDORF subraya las oportunidades vitales y la libertad.
Sobre las oportunidades ya hemos llamado la atención en este trabajo, pero ahora sí
quisiera señalar que, en efecto, la política tiene la noble misión de abrir puertas, cerrar
heridas y facilitar a todos los ciudadanos una cancha para que libremente jueguen como
quieran. Sobre la libertad solidaria ya hemos tratado “in extenso” también en este trabajo.
Es la libertad solidaria, repito, la puerta desde la que se entra en el apasionante espacio del
Centro.
La asimilación de la experiencia histórica -sobre todo del siglo XX- se está traduciendo en
el rechazo de las ideologías en cuanto saberes de salvación. Los desequilibrios sociales,
económicos de otro tiempo pueden contribuir a la explicación del triunfo de las ideologías
totalitarias, en las que las grandes masas de desposeídos buscaban una esperanza y una
redención de su situación miserable, en el ilusorio paraíso que les prometían. No fue preciso
llegar al final de los tiempos para corroborar lo justo de sus apreciaciones. Un siglo ha
bastado. Por eso, en unas sociedades más equilibradas y más saneadas, los ciudadanos no
quieren paraísos prometidos o esperanzas quiméricas. No quieren arriesgar en un juego
dantesco lo que ya tienen. Aspiran, ni más ni menos, a mejorarlo y a corregir las desviaciones
y las lagunas que se producen en el sistema de producción y de reparto social de la riqueza.
No es precisa la destrucción del sistema, lo que se requiere es su constante adaptación
y reforma, de modo que se procuren estructuras más justas, equitativas y solidarias.
Es bien conocida la cita de SHAW sobre la libertad: libertad implica responsabilidad: por
eso le tienen tanto miedo la mayoría de los hombres. No es, ni mucho menos, un gran
descubrimiento señalar que una de las principales características que definen el mapa
ideológico y político de fin de siglo es el miedo a la libertad. Y, por contra, un calculado
y deliberado apego al poder y al dinero combinado con la militancia en el partido de lo
políticamente correcto. Eso sí, lo importante es perderse en el anonimato, sobre todo si se
trata de discutir o hablar sobre los grandes temas que vertebran la existencia humana.
Tampoco es ningún misterio, me parece, afirmar que no pocos prefieren aliarse con un
mediocre conformismo y llevar una vida plana que evite cualquier sobresalto procedente
de la muy noble, y necesaria, actividad de pensar. ¿Porqué será? ¿Porqué complicarse? Es
“mejor” que otros se arriesguen.
274
6. El Centro no se reduce a la Tercera Vía
A veces uno se pregunta, por ejemplo, cómo es posible la continua insistencia en la
preservación de los derechos humanos y, simultáneamente, aumente la pobreza y el número
de atentados a esos derechos inalienables. O, por poner otro supuesto bien perturbador, hoy
todos protestamos contra los fanatismos, los fundamentalismos o los exclusivismos. Muy
bien. Sólo faltaría. Pero, ¿cuántos se mueven de verdad para hacer algo? Y ya no digamos
del cinismo moral que ha llevado a sacralizar lo “políticamente correcto”.
Llegados a este punto, otra pregunta. El partido de los que militan en “lo políticamente
correcto”, me preguntaba hace bien poco una estudiante, ¿no será el equipo de los
inconformistas, de los que se definen por un reverencial miedo a la libertad, y al pluralismo
o al pensamiento abierto, compatible o dinámico? La pregunta se las trae. Confieso que
no sé responderla, aunque intuyo por dónde puede ir una posible solución. Antes, un buen
consejo, la proximidad o cercanía a la gente joven, intelectualmente rebelde y con ganas de
cambiar las cosas, es una de las mejores armas para intentar hacer algo positivo.
Thomas PAVEL, profesor en Princeton, advertía recientemente que la “political correctress”
trae su causa de un colectivismo particularista heredado de la pasión por la igualdad, en
detrimento de la libertad individual. Otra característica de este poderoso fenómeno es la
imposición de la discriminación positiva y la tendencia al fundamentalismo. Sí, de ese
fanatismo del que escribió HOLMES que “la mente del fanático es como la pupila de
los ojos; cuando más luz recibe, más se contrae”. ¿Por qué? Porque el fundamentalista o
fanático ve con tanta claridad lo que le parece lo único posible que no se explica para qué
sirve la libertad.
A algunos de ustedes esta descripción del fundamentalismo les recordará aquello de
LENIN de “libertad, ¿para qué?”. Pues libertad, para trabajar, para convivir y, sobre todo,
para poder elegir con criterio. Libertad para opinar, para expresar las convicciones sin ser
discriminado. Libertad, siempre libertad, aunque no nos gusten o convenzan las posiciones
de los otros.
En un contexto de fuerte fundamentalismo, se manipula y orienta la opinión de una manera
tan sutil y sibilina que lo que son profundas actitudes morales son súbitamente condenadas
al mundo de lo ultraconservador cuando, a veces y no pocas, responden a un sentir hasta
mayoritario. Por eso, ¿porqué esa condena de conservadurismo tan frecuente, por ejemplo a
los que defienden el derecho a la vida desde el momento de su concepción? ¿A qué obedece
esa sorprendente policía del pensamiento que excomulga a quien no piense así?
En fin, no se trata de tolerar la libertad, se trata de hacerla posible. De lo contrario, estaríamos
atentando contra esa tolerancia que fundamentalmente consiste en reconocer en los demás
la misma libertad de que uno dispone. Para terminar, siempre es reconfortante la vuelta a
los clásicos. TIBERIO escribió: “en una ciudad libre conviene que la mente y la lengua
275
6. El Centro no se reduce a la Tercera Vía
sean libres”. ¿De verdad esto es una realidad en nuestro tiempo?
Desde la Constitución de 1978, disfrutamos en España de un marco de libertades como
nunca en nuestra historia se ha contemplado. Y sin embargo, no podemos dejar de constatar
el sentir que late permanentemente en el corazón del hombre, una aspiración a una más
amplia y cumplida libertad, aunque sólo fuese un poco más. Pero ese mismo sentir en
determinadas épocas y en algunas capas de la población, incluso a veces en amplísimas capas
de la población, se llega a sentir como una necesidad colectiva y urgente, singularmente,
como no podía ser de otra manera, entre la gente joven.
Nuestro sistema democrático satisface esa aspiración de libertad política, pero no podemos
dejar de interrogarnos y de procurar horizontes en los que gocemos de más libertad. ¿Es
esto posible? Casi con seguridad que sí. Afirmar que hemos llegado a tal grado de libertad
que no se hace posible progreso alguno, que no cabe una ampliación del ámbito de nuestras
libertades, significaría haber sentenciado el fin de la historia, el punto final del progreso
humano, el estancamiento y la esclerotización del ser humano. Pero está claro que hay mucho
por hacer y que la capacidad creativa de los hombres se nos manifiesta como insondable.
Hoy, en concreto, en nuestra circunstancia histórica, la globalización, las nuevas tecnologías
y la integración económica y política están configurando un mundo nuevo, que parece, será
más abierto, más comunicativo, más dinámico. Eso en sí mismo abre espacios de actuación
que desbordan las estrechas barreras estatales en las que las concepciones nacionales de la
modernidad nos tenían constreñido. Estamos entonces ante un nuevo espacio de libertad.
O mejor habría que decir ante un nuevo espacio que nosotros debemos hacer libre. Una
concepción groseramente economicista nos haría considerar de manera mecánica que un
nuevo espacio de acción económica significa, sin más, un nuevo espacio de libertad. No es
necesariamente así, como sabemos. Los nuevos espacios significan nuevas oportunidades,
oportunidades también para la libertad, para ser más libres, pero tenemos que conseguir ser
todos más libres, todos. Esa es una conquista que tenemos que hacer también entre todos,
incorporando los nuevos espacios a nuestro personal ámbito vital, existencial, al ámbito de
nuestras vivencias concretas, de modo que se enriquezcan nuestras experiencias, nuestras
relaciones personales, nuestras amistades, nuestros referentes culturales, etc., etc., no sólo
el ámbito de negocios de los emprendedores económicos.
En el proceso de nuestra incorporación a la Unión Europea, por ejemplo, los hitos de
integración económica son más que notables y vienen culminando en nuestra inclusión
entre los denominados países del euro. Qué duda cabe de que esta integración –a la que no
es ajena casi ninguna de las fuerzas de nuestro arco político-, con todas las dificultades e
incluso errores que se hayan producido en su realización, supone una oportunidad histórica
difícilmente mejorable para impulsar las condiciones de vida de los españoles. En eso
estamos. Pero Europa, como se ha repetido hasta la saciedad, no puede ser sólo un club de
comerciantes, Europa se debe convertir auténticamente en nuestro espacio vivencial, en el
276
6. El Centro no se reduce a la Tercera Vía
espacio vivencial de los españoles. Empezando por nuestros jóvenes.
¿Se acaban las posibilidades de ampliar los horizontes de nuestras libertades? No,
ciertamente. Ampliar las libertades significa también hacer más efectiva y real la
participación. Se me viene ahora a la cabeza la necesidad de llevar a término el Pacto
Local. Me alegro de escuchar que algunos políticos están incluyendo en su programa la
transferencia de competencias en materia de educación y sanidad a los ayuntamientos.
Hace falta revitalizar y fortalecer la vida política en los ayuntamientos, y completar el
desarrollo del Pacto Constitucional, en lo tocante a este punto es un reto que la maduración
de nuestras libertades tiene pendiente.
Pero, aunque en el campo de la acción política podrían aún señalarse acciones aconsejables,
que entran dentro de la lógica del desarrollo institucional en que estamos inmersos, es
en el ámbito social donde tal vez con mayor urgencia debemos formular nuevos caminos
para la consecución de una mayor libertad real de los ciudadanos. Y para que esa mayor
libertad real se produzca o se pueda alcanzar, es necesario el desarrollo de una sociedad más
solidaria, que procure con inventiva y creatividad mejores niveles económicos y culturales
para sectores de la población que tienen graves dificultades, sean propias o estructurales,
para salir de los umbrales de la pobreza.
No es fácil, pero es urgente. No valen de nada los viejos expedientes de subsidios, de puestos
artificiales de trabajo, de intervenciones directas del Estado, que, como la experiencia
demuestra sobradamente, conducen sólo al descoyuntamiento de los mecanismos
económicos, y al consecuente empobrecimiento general, de aquellos que, son los más
necesitados, los más pasivos, los menos emprendedores, en definitiva, los que más lo sufren.
Pero por muchas dificultades que pueda haber, por mucha desorientación que suframos, es
urgente. En primer lugar que no obviemos el problema, que seamos capaces de convivir con
él, en el sentido de que no cerremos ni volvamos nunca los ojos de esa realidad lacerante.
Pero por otro lado no podemos caer en la tentación fácil, demagógica, de pensar que eso
se arregla con expedientes intervencionistas. La experiencia está gritándonos que no es así.
Ampliar el ámbito de nuestras libertades, nuevos horizontes –pero no simples ensoñaciones, eso necesitamos con urgencia.
Una concepción puramente individualista de la libertad, que suele acompañar algunas
posiciones liberales doctrinarias, entiende la libertad como una capacidad para el uso y
disfrute exclusivamente individual. La libertad, según estas interpretaciones, es sólo libertad
para mí, me interesa la libertad de los demás en tanto en cuanto se erige como una garantía
de la mía propia; en última instancia, concibo la libertad de los otros como una limitación
de la mía, porque donde empieza aquélla termina ésta.
En la lectura contraria, desde las posiciones socialistas –y también, por cierto, desde las
nacionalistas-, se entiende la libertad sólo en un sentido colectivo, la libertad de una clase
277
6. El Centro no se reduce a la Tercera Vía
universal o la libertad nacional, de modo que las libertades individuales aparecen sometidas,
o condicionadas por los intereses superiores que el Estado debe administrar.
Esta contraposición clásica entre libertad e igualdad ha estado presente en la secular discordia
simbolizada en el enfrentamiento político entre derechas e izquierdas. Sin embargo, los
límites de esas mismas definiciones quedan patentes cuando el socialismo moderado
se presenta a sí mismo –legítimamente- como defensor de las libertades individuales,
y la derecha democrática reivindica –con no menos legitimidad- sus reales e históricas
aportaciones a la integración social. Norberto BOBBIO, en su sentido alegato sobre la
vigencia actual de la izquierda, defiende básicamente esta apreciación.
La respuesta que el Centro político da a esta nueva etapa considero que es esta: el ejercicio y
la promoción de la libertad solidaria. O somos capaces de conjugar adecuadamente estos dos
vectores fundamentales de la vida social y política o posiblemente los sistemas democráticos
habrán culminado su carrera histórica. No se trata de ningún descubrimiento, se trata de la
constatación de un hecho. Nadie en su sano juicio puede discutir hoy la necesidad de los
emprendedores, de un sector empresarial dinámico, innovador, imaginativo, eficiente. Ni
se puede pasar por alto la necesidad de priorizar la atención de los menos favorecidos, entre
ellos los pensionistas y los parados, y de contar con la presencia de los agentes sociales, muy
particularmente de los sindicatos, en el planeamiento y aplicación de la política nacional o
supranacional.
Aquella conjugación a que aludimos de libertad y solidaridad es además obligada.
Apunta GIDDENS, respecto a la Tercera Vía, que no se trata sino de una teorización
sobre la práctica real de los gobiernos en los países democráticos. El Centro al que
me refiero lo es también en cierto modo. Pero va quizás más allá, en cuanto tiene un
fundamento antropológico más claro en la centralidad de la persona, de la gente, de
cada ciudadano individual, como eje de la acción política, y una dimensión ética más
real, en cuanto la solidaridad y, por tanto, la integración y el equilibrio social no se
consideran posibles –en un régimen auténticamente democrático- sin el ascenso de
todos los sectores sociales.
Una política de solidaridad libre y socialmente asumida, no impuesta desde los mecanismos
del Estado, sólo es posible desde los fundamentos culturales de una sociedad realmente
libre y solidaria, no desde la imposición de un programa. O la acción de gobierno se
conjuga con el sentir y la iniciativa social, o carecerá de efectos o, lo que es peor, se aplicará
impositivamente, con consecuencias potencialmente devastadores sobre el tejido social y
productivo. Pretender una acción solidaria desde un sentir mayoritario que no represente de
hecho el sentir general, de todos los sectores componentes de la ciudadanía, es imposible.
Ahí no hay solidaridad, porque no hay libertad.
Pero igualmente, una libertad que no tome en cuenta la dimensión social de la persona,
además de tratarse de una libertad achicada, es falsa, porque lo real es que la libertad la
278
6. El Centro no se reduce a la Tercera Vía
queremos para los nuestros. Todo dependerá de nuestra generosidad y de nuestra apertura
de espíritu para ampliar el horizonte del “nosotros”. En una película relativamente reciente
que constituía un alegato contra la pena de muerte, me llamó la atención la frase puesta
en boca de un funcionario de prisiones: “Mientras quede alguien en la cárcel, no me
consideraré enteramente libre”. Aunque cabe pensar –en otro sentido- que mi libertad sólo
está asegurada cuando permanecen en la cárcel quienes atentan contra nuestras libertades,
se expresa ahí una consideración muy de fondo sobre la constitución de la sociedad.
La reflexión a que me invita aquella expresión es que la libertad de los demás –y no me
refiero ya a la de los reclusos- no es sólo garantía de la mía, sino que me hace realmente
más libre, y tengo la posibilidad de hacer más libres a los demás cuando desde mi propia
libertad busco la cooperación con ellos. Es un imperativo ético y político la creación de las
condiciones sociales y culturales que hagan posible el ejercicio de una libertad auténtica
por parte de cada ciudadano. Aquí atisbo una conexión de fondo de la política con la
ética pública –si podemos hablar así- que trascendería el marco de un simple código de
comportamientos. Creo que también en esto la idea de Centro supera a la Tercera Vía.
Pero libertad solidaria, insisto. Porque la libertad es el marco adecuado, necesario, para que
se produzca la apertura a los demás afirmada en la solidaridad. Y así la libertad de los demás
ya no se entiende primariamente como un límite de la mía –aunque lo sea, considerada
negativamente-, sino que la libertad de los demás posibilita, mediante el acuerdo, el
diálogo, el entendimiento, una ampliación sin límites de mi propia libertad. Estamos a
la postre, dando una respuesta a la permanente cuestión: libertad, ¿para qué? Afirmar la
libertad solidaria es señalar uno de los objetivos que queremos darle a la libertad.
En este sentido, el Centro representa una opción ética, la invitación a construir libremente
entre todos una sociedad más libre y tolerante, y libremente asumir entre todos la
construcción de una sociedad más solidaria. Dicho de otra manera, en términos más llanos,
no son excluyentes el beneficio individual y el público, es más, el uno sin el otro, en algún
sentido, serán un abuso.
Siempre es mejor un ejercicio éticamente erróneo de la libertad que su progresiva
desaparición a manos de estos nuevos invasores de nuestro tiempo, que sutilmente la van
desnaturalizando hasta, en último caso, reducirla a las estrechas paredes de la intimidad
personal, pero, eso sí, sin repercusión exterior, porque del mundo exterior ya se encarga la
cúpula que decide, sin responder ante nadie, lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto.
A veces, porque infunde temor en la tecnoestructura el riesgo a la libertad de los ciudadanos,
las decisiones relevantes se remiten a niveles abstractos y anímicos, y se ciega la fuente
última de la producción de sentido vital, de manera que, ya lo he insinuado antes, la propia
distinción entre lo éticamente acertado y lo éticamente erróneo -entre lo humano y lo no
humano- se esfuma. Es decir, se impide el riesgo de la espontaneidad cívica por la seguridad
279
6. El Centro no se reduce a la Tercera Vía
de su control permanente y estable, es decir, por la necesidad del fracaso social.
En este ambiente, se desconfía de la capacidad y facultades de la gente corriente y moliente
para descubrir y adherirse, en su caso, a la verdad. ¿Cómo van a llegar a la verdad esas pobres
criaturas sin educación ni formación, se escucha en las profundidades de ese tecnosistema
que jamás permite que se hable en su presencia de educación y sentido crítico de la vida?
En este contexto, no se puede tolerar la competencia moral de los ciudadanos, porque en el
fondo se considera que el curso de su racionalidad práctica es defectuoso. Se llega incluso
a justificar la intervención en nombre de los ciudadanos, en que estos tienen su racionalidad
enferma a causa de “limitaciones” étnicas o religiosas, a causa de intereses egoístas o de
emociones aceptables, pero no universalizables.
Por eso, repito, no es baladí insistir en la necesidad de la vitalidad real que se esconde en
la libertad concertada de los ciudadanos. Quizás en los próximos tiempos se tenga mayor
autoconciencia de esta venturosa realidad que, como señaló hace mucho tiempo BURKE,
constituye el fundamento del poder en las democracias.
Desde otro punto de vista, no deja de llamar la atención, en el ámbito de las funciones
del Estado, cómo las orientaciones concretas de la “Tercera Vía” se dirigen a replantear
el llamado Estado del bienestar para que los grandes objetivos políticos, como pueden ser
el empleo y la educación, se puedan encauzar contando con las energías sociales y desde
un plano de complementariedad. A la vez, se revisan continuamente las ayudas públicas y
subsidios, porque en lugar de fomentar la inactividad, lo lógico es impulsar las capacidades
de los ciudadanos. ¡Si los viejos socialistas levantaran la cabeza!
Llaman la atención, y no poco, las constantes apelaciones, por ejemplo de BLAIR,
a la necesidad de recuperar valores cívicos y personales que antes se relacionaban con
la derecha política, como la protección de la familia y de la juventud, o la existencia de
deberes paternos y ciudadanos. Lo más importante de este planteamiento es que, en este
campo, parece que ya son pocos los que se empeñan en subrayar el carácter ideológico de
las ayudas a las familias o de la promoción de la juventud, por ejemplo.
Además, ¿qué queda de las políticas nacionalizadoras de antaño, cuando BLAIR o
SCHROEDER han retomado la antorcha privatizadora de THATCHER o KOHL y se
aplican todavía con más intensidad?, ¿qué queda de la sumisión a los sindicatos, de la lucha
de clases, del pacifismo vertical o de la repulsa al capitalismo?
Al igual que el derecho debe partir de la vida misma, la política debe tener presente que
la praxis va por delante de la teoría y la condiciona. Como dice GIDDENS, la teoría ha
de ser orientadora y ha de informar la praxis que, en buena parte ha de proporcionar la
base política de la teoría. Es decir, la realidad es un dato fundamental para el ejercicio de
la política. Sí, pero no es menos cierto que la pura acción necesita permanentemente de
280
6. El Centro no se reduce a la Tercera Vía
la referencia de los derechos humanos y la dignidad de la persona, como elementos de
situación para saber hacia dónde vamos.
Es cierto que la Tercera Vía se organiza desde la izquierda. GIDDENS insiste en el concepto
del Centro izquierda como referencia política, y subraya en varias ocasiones que la “Third
Way” es una superación de la socialdemocracia y del neoliberalismo, de la derecha y de la
izquierda. Sí, es posible, aunque, hasta donde llego, una superación realmente no se puede
producir en tanto en cuanto se mantengan las referencias. Es decir, ¿es la Tercera Vía un
guiño político para mantener rentas electorales y espacios de influencia?270.
Así las cosas, en el libro de GIDDENS -Más allá de la derecha y la izquierda- se encuentran
reiteradas críticas al neoliberalismo thatcheriano que, sin embargo, cobra especial pujanza
en las políticas del señor Blair, como lo prueba la realidad de la acción económica británica
de los últimos dos años.
Interesantes resultan las reflexiones de GIDDENS sobre la moderación, porque es
fundamental respetar la realidad, relativizar las ideologías y operar con prudencia,
evitando terapias de choque y opciones radicales271. En este sentido, me gustaría señalar
que la moderación, en contra de lo que pudiera pensarse, se asienta sobre convicciones
firmes, como pueden ser el respecto a la identidad y autonomía de cada actor social o
político, en el pluralismo y, por supuesto, en la dignidad de la persona y los derechos
humanos.
También GIDDENS repasa otros tema de interés. Me parece que su apelación al problema
ecológico es muy colateral. Trata de la superación de una determinada política basada
en la idea de clase, pero de hecho no consigue superar este discurso, al referirse, casi
continuamente, a la emergencia y protagonismo de la clase media. Su discurso sobre la
igualdad de oportunidades puede que sea oportuno, pero a mi juicio resulta insuficiente en
la medida en que la igualdad de oportunidades debe ser un criterio general, un principio
que guíe la acción política.
El concepto de Centro que maneja el sociólogo británico es, como sabemos, confuso. Por
una parte se habla de Centro izquierda sólo. Pero es que, además, se desliza sutilmente un
concepto instrumental de Centro. Por ejemplo, cuando afirma que se utiliza el Centro como
“medio para iniciar políticas radicales”.
Otras limitaciones en los escritos del sociólogo británico se circunscriben al uso de categorías
obsoletas referidas al éxito social o económico272 o a la parcialidad en la interpretación de
270 Vid. En este sentido el artículo de A. MUÑOZ ALONSO, “La Tercera Vía”, ABC, 28-IX-1998, p. 17.
271 Son interesantes algunas entrevistas concedidas por A. GIDDENS: Vid. La Vanguardia, 22-VII-1999, p.
42; El País, 23-VII-1999, p. 8; El Mundo, 29-XI-1998, p. 6; La Gaceta de los Negocios, 5-XII-1998, p. 21.
281
6. El Centro no se reduce a la Tercera Vía
la Tercera Vía en relación con el intento de repensar positivamente los cambios que se están
produciendo en todo el mundo y de defender, por lo menos, algunos aspectos de algunos
valores tradicionales de la izquierda en el contexto de estos cambios y transformaciones
extraordinarias e imprevisibles. En esta dirección, puede existir, me parece, una conexión
estratégica y sentimental con la izquierda, cuando señala que la división entre derechas
se izquierdas no se eliminará, ya que la izquierda plantea un tipo de política todavía
importante en lo “que se refiere al papel del Estado en la superación de las desigualdades,
en la radicalización de la democracia y en la política emancipadora”.
Me parece que, en algún sentido, se utilizan conceptos políticos antiguos, periclitados,
cuando se plantea que el político debe guiar a la gente a través de las grandes revoluciones:
globalización, tecnología de la información e igualdad de sexos. ¿Es realmente la función del
político, podríamos preguntarnos, la de guía? ¿No sería, más bien, la función moderna del
político la de redefinidor o realizador de la síntesis de los intereses sociales? Posiblemente
Anthony GIDDENS diferencia entre ética y política al apuntar que esa función de guía del
político no se extiende a los valores, en la medida en que la nueva política debe permitir a
la gente dirigir sus propias vidas en lo que se refiere, es obvio, a los valores. Sin embargo,
en este punto se me antoja una pregunta obvia, ¿no es contradictorio pretender guiar a la
gente en los procesos de transformación de la sociedad y no en los valores?
En lo que se refiere a la libertad personal o individual, me parece que no se acaba de
establecer con claridad la diferencia que se pretende subrayar respecto a la idea liberal
de libertad. En mi opinión, GIDDENS insiste demasiado en la autodeterminación,
autoactualización, autorealización... Es verdad que, simplificando, todos los “auto” hacen
referencia a valores liberales. Sin embargo, es más completa la propuesta desreguladora, es
decir, la que plantea que la actuación política debe propiciar marcos o escenarios que hagan
posible la libertad de la gente.
Desde el punto de vista económico, detecto algunos prejuicios que permiten una lectura
de la Tercera Vía para una corrección sin más del pensamiento socialdemócrata, con el
añadido de los elementos liberales del riesgo y la responsabilidad. Se sigue hablando del
Estado del bienestar, aunque a veces da la impresión de que no está claro el concepto. Por
ejemplo, GIDDENS propone una reducción parcial de las pensiones, lo justifica desde su
peculiar entendimiento del Estado del bienestar. El Estado de bienestar se entiende que
debe ser “reformado, activo, dinámico, que corresponda a las necesidades de integración
en una economía global, pero que sea un Estado que podamos llamar de bienestar, con el
que se implique principalmente la clase media”. Me parece que las prestaciones sociales
públicas deben ir dirigidas a todos, es decir, deben estar todos especialmente implicados.
De lo contrario, es difícil encontrar en este punto el pensamiento centrista.
272 Vid. M. FRIEDMAN, “No hay una Tercera Vía al mercado”, El País, 10-VII-1999, p. 4.
282
6. El Centro no se reduce a la Tercera Vía
Ciertamente, si algo positivo tiene la emergencia de la llamada Tercera Vía, es la cantidad
de comentarios que ha suscitado en numerosos pensadores e intelectuales del momento
presente. Por ejemplo, el profesor VALLESPIN, en un interesante libro sobre el futuro de
la política273, dedica unas líneas a las teorías de Anthony GIDDENS. Realmente nada que
objetar a la constancia de los cambios y las transformaciones que, lógicamente, generan
contradicciones y ambivalencias que traen consigo el debilitamiento de la mayoría de
los contextos tradicionales de la acción. Pero, precisamente porque se producen nuevos
contextos de pensamiento compatible, dinámico, sintético y complementario, lo realmente
decisivo, me parece, es no dejarse cautivar por generalidades y apostar claramente, y sin
subterfugios, por políticas reales de compromiso con las personas, especialmente con
las más desfavorecidas. De ahí que, en mi opinión, esa modernización reflexiva que para
GIDDENS se traduce en mundilización y la destradicionalización, debe servir como lógica
consecuencia de la emergencia de nuevos contextos que superan la vieja expresión del
autoritarismo y la escasa sensibilidad humana, y provocan un nuevo florecimiento, si cabe
radical, de los valores humanos desde ambientes de equilibrio, moderación y reformismo.
La tradición, que en sí misma tiene la importancia que tiene, en la medida en que es
imposible liquidarla, es un dato que se debe tener presente para las necesarias reformas de
la realidad social. Ignorarla es absurdo. Otra cosa es constatar su insuficiencia y proponer
nuevos modelos. Por eso, me parece que si algo propicia esa modernización reflexiva es
la colocación en el Centro de la construcción de las nuevas políticas de la dignidad de la
persona humana.
Recientemente -1998-, se ha traducido al castellano “La Tercera Vía” de Tony BLAIR274. En
el libro, comentado en un epígrafe anterior, el propio primer ministro británico reconoce que
la Tercera Vía no es más que la renovación de la socialdemocracia o, si se quiere, la mejor
etiqueta para la nueva política que el Centro-izquierda progresista está forjando en Gran
Bretaña y en otras naciones275. Es más, la Tercera Vía se nutre -en opinión de BLAIR- de la
unión de dos grandes corrientes de pensamiento de Centro-izquierda -socialismo democrático
y liberalismo-276. La verdad es que la afirmación es polémica y demuestra hasta qué punto
la Tercera Vía supone, de alguna manera, la apropiación de “corrientes de pensamiento”
que, por definición, no son susceptibles de asimilación ideológica. ¿Desde cuándo, por
ejemplo, el liberalismo es patrimonio del Centro-izquierda? Además, me parece que siendo
muy positivo el acercamiento de la Tercera Vía al pensamiento compatible, lo decisivo, sin
embargo, no es tanto la combinación lib-lab como el compromiso real con los problemas
reales de las personas en un contexto de metodología del entendimiento, mentalidad abierta
273 Madrid, 1999.
274 Vid. el planteamiento crítico de J.F. MARTÍN SECO, “Nuevos aires en Europa”, El Mundo, 14-XII-1998,
p. 4.
275 Introducción.
276 Ibídem.
283
6. El Centro no se reduce a la Tercera Vía
y sensibilidad social. Lo de menos, me parece, es la etiqueta. Es más, cuando se incide tanto
en la etiqueta, puede ser que todavía esté presente algún que otro prejuicio.
Ha sido DAHRENDORF, como hemos destacado en varias ocasiones, el crítico más
agudo de esa Tercera Vía, que no es más que una emulsión bien dosificada de liberalismo
y socialdemocracia, o, si se quiere, de liberalismo y laborismo277. Pero no es sólo que
el modelo lib-lab sea una combinación de dos modelos que ya no funcionan, sino que
lo más grave, como también ha denunciado DAHRENDORF es que, por paradójico que
parezca, resulta que el libro de GIDDENS sobre la Tercera Vía y, en general, los teóricos
ingleses, dedican poca atención a la libertad, que me parece que es la clave. Porque, según
mi entender, la clave no está en más lib o más lab, o en menos lib y menos lab, o cualquiera
de las mezclas que se quiera. No, la clave me parece que se encuentra en despejar ese
espeso follaje tecnoestructural que nos invade y promover la libertad de las personas como
motor de un nuevo mundo.
En nuestro tiempo, la creatividad es una exigencia de todas las tareas profesionales, la
economía globalizada se puede convertir en una técnica social para la generación de
injusticia si pierde su naturaleza instrumental y el ambiente multicultural en el que se
desenvuelven las transacciones. En fin, la sociedad ya no es tampoco, como recuerda
Alejandro LLANO, una pirámide de poderes estratificados ni una gran plaza de mercado.
La sociedad parece que se configura como una reticularidad compleja, en la que es preciso
tomar continuamente decisiones e inventar soluciones a problemas que se presentan por
primera vez.
La Tercera Vía parece que no se ha enterado que el protagonismo ya no es de los sistemas
o de las estructuras, ni de fórmulas de más o menos mercado o más o menos Estado278.
Hoy es imprescindible promocionar una nueva ciudadanía consciente de que el poder real
va perdiendo su naturaleza vertical para constituirse a través de la libertad articulada de
los ciudadanos. Se trata de un planteamiento más humano, menos burocrático, menos
tecnocrático y con más capacidad de mirar con sentido de compromiso a las personas, y
sobre todo, a las que más sufren.
De un tiempo a esta parte, es bien frecuente encontrarse, para resolver grandes problemas,
con la atractiva apelación a la existencia de una Tercera Vía, de un “tertium genus” que actúa
a modo de panacea universal279. Vaya por adelantado que la metodología de la Tercera Vía
me parece propia de posicionamientos estáticos y rígidos que, precisamente, se intentan
277 Vid. algunas opiniones críticas: J. ESTEFANÍA, “La Tercera Vía como pensamiento único”, El País,
25-VII-1999, p. 48 o A. GARCÍA SANTESMASES, El Mundo, 6-X-1999, p. 4. Especialmente, Vid. V. NAVARRO, “La Tercera Vía: un análisis crítico”, Claves de razón práctica, No. 96, pp. 63 y ss.
278 Más críticas a la Tercera Vía: Temas para el Debate, no 56, 1999, pp. 5 y ss. y pp. 57 y ss.
284
6. El Centro no se reduce a la Tercera Vía
superar. Por tanto, ¿por qué una sola Tercera Vía?; más bien, tantas vías cuantas surjan de
la capacidad creadora de la libertad.
Es muy tentador desnaturalizar el mercado con intervención pública o liberar el Estado
con un poco de mercado. Es una posibilidad. Sí. Pero me parece que está en las antípodas
del pensamiento moderno. Para intentar resolver un problema, hay que hacer un esfuerzo
por olvidarse de viejas recetas, vetustas metodologías y fijar la mirada en la realidad y en
los hombres, en las personas concretas. Entonces, el camino, la tarea es dinámica, abierta,
compleja pero atractiva y apasionante, por el sencillo motivo de que se incorpora la razón
humanitaria.
La pretensión salvadora de la Tercera Vía encuentra su punto débil al intentar colocarse
como única solución. Es la causa del ocaso de las ideologías cerradas a las que tanto se
censura hoy como sistemas estáticos que no supieron sintonizar la esencia dinámica y
abierta de la realidad. Por eso, hemos de saludar con esperanza las nuevas ideas que hoy
emergen de lo más granado y auténtico de la sociedad. Se trata de aportaciones novedosas
que parten de la persona humana como Centro de la realidad y como foco iluminador de
los problemas que todavía azotan a nuestro mundo. En todo caso, la intención del nuevo
laborismo es positiva. Otra cosa son sus resultados: que son los auténticos representantes
de la iniciativa modernizadora.
Pese a lo escrito, disiento de la construcción de la Tercera Vía como sistema. No hay una
sola Tercera Vía, insisto, hay muchas terceras vías280. Una de ellas me parece que es el
espacio político del Centro. Pero de un Centro en el que no se entra, ni desde la izquierda
ni desde la derecha. Se entra y se permanece desde esa posición de tensión y equilibrio
permanente que es la libertad solidaria.
La Tercera Vía me parece que es una operación para modernizar la socialdemocracia281. Y,
si se quiere, mantener la actualidad de la izquierda en un momento de zozobra. La pregunta,
sin embargo, es si los partidarios de la Tercera Vía no estarán asumiendo demasiado rápido
y con gran devoción los postulados del liberalismo, y viceversa.
Efectivamente, la lectura de los programas doctorales de los partidos socialdemócratas
europeos, quizás exceptuando a Francia, son desconcertantes en la medida en que su expresa
renuncia a los postulados clásicos del socialismo provocan no poca desorientación. ¿Es, por
tanto, la Tercera Vía sólo una operación de maquillaje electoral para que la izquierda no sea
279 Vid. J. BAREA, “La Tercera Vía”, La Razón, 24-XII-1998, p. 47.
280 Vid. W. MERKEL, “Las terceras vías de la socialdemocracia en el 2000”, El País, 20-VII-2000, p. 12 o J.
ESTEFANÍA, “Después del liberalismo”, El País, 11-VI-1999, p. 21.
281 Vid. F. OVEJERO LUCAS, “La Tercera Vía: ¿hay alguien ahí?”, El País, 19-X-1998, p. 16 y F. VALLES-
PIN, “Socialismo posideológico”, El País, 20-VII-1999, P. 20.
285
6. El Centro no se reduce a la Tercera Vía
desalojada del poder donde lo tiene, y pueda obtenerlo donde se encuentra en la oposición?
Esta es la gran pregunta. Algunos opinan que “se trata de hacer política liberal con retórica
socialista (...). Y que el Estado es el mal absoluto cuando lo gobiernan otros y el absoluto
bien cuando lo dirigen ellos”282.
En cualquier caso, tanto el liberalismo como el socialismo están haciendo múltiples
esfuerzos por abandonar versiones demasiado ideologizadas. Veamos.
Ciertamente, la caída del comunismo parece que dejó el camino libre al pensamiento liberal.
Sin embargo, no podemos olvidar que la pretensión totalizadora, dogmática y globalizante
del comunismo constituyó precisamente su fracaso y su destrucción. Por eso, quizás los
países excomunistas se encuentran ante la tentación de asumir el liberalismo en clave de
metodología comunista.
Sin embargo, liberalismo y comunismo no son homologables. Sobre todo porque el
liberalismo no es una doctrina totalizadora, sino que, como parte de la fuerza de la libertad,
incluye un entramado más complejo y de sistematización más difícil.
Ciertamente, cuando uno se aproxima al liberalismo, hay que tener bien presente los
programas políticos de los partidos liberales, las doctrinas de los pensadores liberales
históricos y la tipología de las instituciones políticas históricas. Los partidos liberales,
incluyen desde partidos tradicionales hasta radicales. En cuanto a las doctrinas liberales, la
variedad es muy notable, existiendo cierto acuerdo en los principios. Precisamente, como
decía un viejo liberal, el liberalismo es un sistema de principios que ha conseguido expresar
y difundir en el ámbito político criterios propios del Derecho Natural (dignidad, libertad e
igualdad); a la vez que ha conseguido que sus desarrollos prácticos en ocasiones suelen ser
sorprendentes (contrato social de Rousseau).
La gran aportación real del liberalismo ha sido, más que intelectual, de orden político.
Bien a partir de los principios fundamentales, bien a partir de la praxis política, debe
reconocerse que se ha creado un entramado institucional poderoso que ha traído consigo
grandes beneficios. Me refiero, claro está, a la separación de poderes y a la democracia
parlamentaria y a toda un serie de costumbres sociales que han colaborado en buena medida
a la existencia real de un marco real de convivencia pacifica y en libertad.
Pero no todo es éxito, también hay sombras, y no pequeñas. Veamos algunas de sus quiebras
más significativas. El individualismo realmente parece haberlo invadido todo y constituir,
en este tiempo, la principal característica de la toma de decisiones de los humanos. Con
ello se exalta lo propio y se olvidan los vínculos comunitarios; se choca con algo que es
282 I. SÁNCHEZ CÁMARA, ABC, 6-III-2001.
286
6. El Centro no se reduce a la Tercera Vía
esencial al liberalismo como son las instituciones intermedias (matrimonio, corporaciones,
asociaciones) que se ven como invasores de la libertad individual. Es paradójico, pero en
el viejo continente coexisten a la perfección una mentalidad intervencionista y estatalista
con un planteamiento personal de fuerte cuño individualista. Es más, pienso que el llamado
Estado del bienestar, que ha dejado al hombre sumido en un profundo sueño en el que
es privado -porque lo ha aceptado así- de su iniciativa y responsabilidad, ha sido el gran
cómplice del individualismo: hay que esperarlo todo del poder público.
Por otra parte, el liberalismo mal entendido trae consigo planteamientos insolidarios. Y ello
aunque en el plano jurídico se subraye la igualdad de oportunidades, la no discriminación.
¿Porqué? Porque los individuos, en un marco de libertad plena, terminan rigiéndose por
relaciones de dominio y aparece con toda su virulencia la lacra de la marginación o de la
exclusión, que coexiste con personas que cada vez tienen más. Por eso, ha sido necesario
que los poderes públicos con la colaboración del llamado “tercer sector” hayan de intervenir
para garantizar la solidaridad.
Otra quiebra no pequeña se encuentra en las relaciones entre trabajo y capital. Es uno de los
retos y desafíos más apasionantes de la ciencia económica: la adecuada fundamentación de la
Economía como ciencia social. ¿Porqué? Porque el trabajo es tratado como un bien que se compra
en el mercado, sin tener en cuenta su valor humano y los vínculos personales a que da lugar.
Tampoco se puede olvidar que la tolerancia también tiene límites porque, de lo contrario,
no podría existir verdad alguna y todo, absolutamente todo, sería relativo con la paradoja
de que esta es precisamente la única verdad, que todo es relativo. Entonces, hasta la propia
libertad puede convertirse, es paradójico, en la principal enemiga del sistema liberal.
Por todo ello, en un momento de retroceso del intervencionismo, llega el momento de la
sociedad, pero de una sociedad auténtica. Una sociedad en la que se produzca un cambio de
mentalidad, en la que sea posible una contribución general al bien común.
La clave está en volver a confiar en el hombre, en la persona, en impregnar de contenido
humanitario al conjunto de las realidades de hoy. Para recuperar la esperanza, concluye
MORIN, es preciso “repensar, reformular en términos adecuados el desarrollo humano”.
En efecto, en este contexto de repensar la izquierda desde nuevos parámetros aparece la
Tercera Vía. En cada país, como señala STIGLITZ, con sus propias características, pero
con un común denominador que él resume en cuatro aspectos283:
1º Planteamiento compensado entre el Estado y los mercados, reconociendo que campos son
importantes y complementarios. Muy bien, pensamiento abierto, dinámico y compatible.
283 J. STIGLITZ, Hacia un consenso de “Tercera Vía”, El País, 9-V-2001, pp. 11-12.
287
6. El Centro no se reduce a la Tercera Vía
2º La cuestión no debería ser cómo liberalizar rápidamente, sino cómo establecer el
marco regulatorio adecuado. Veamos. La liberalización es un proceso denámico orientado
a generar mayores dosis de libertad en la vida social, política y económica. Se trata de
fomentar mayores contextos de elección por parte de los ciudadanos. No es por ello un fin
en sí misma la liberalización. En el mismo sentido, los marcos regulatorios son un medio
para que la liberalización cumpla su fin propio. Y por ello tampoco puede ser un fin. En el
juego de equilibrios entre liberalización y regulación está la solución a los problemas que
se pueden plantear en este ámbito.
3º La política debería esforzarse en mejorar los mercados y el gobierno. De acuerdo.
4º La igualdad es importante y debe ser un objetivo político explícito. Nada que objetar.
Para STIGLITZ, las privatizaciones en muchos países del Este Europeo han consolidado las
desigualdades y han multiplicado la pobreza. El caso de Rusia es paradigmático y plantea
la necesidad de la estabilidad social y económica como presupuesto necesario para los
procesos de privatización y desregulación económica.
“Los seres humanos no son sólo fabricantes, hombres de negocios o consumidores. Son
también -y esta es quizás una cualidad más íntima- criaturas que quieren estar con otras
criaturas, que ansían formas diversas de coexistir y cooperar, que quieren influir en lo que
pasa a su alrededor. La gente quiere que se le aprecie por lo que aporta al entorno que le
rodea. La sociedad civil es una de las formas clave en que podemos desplegar nuestra
naturaleza humana en su totalidad”.
Estas palabras, en verdad hermosas, son de uno de los pensadores más creativos de nuestro
tiempo: Vaclar HAVEL 284. Son deudoras de una determinada forma de entender el
gobierno, la sociedad y el hombre. Hoy, me parece, cobran una especial relevancia cuando
tanto se habla y se escribe sobre la Tercera Vía, el Centro y la crisis de la izquierda.
Me encuentro entre los que entienden que las formulaciones ideológicas no deben ser
conformadas en gabinetes tecnocráticos aislados de la realidad. Por eso me parece poco
atinado señalar que una vez que las categorías clásicas de izquierda y derecha no reflejan
ya el panorama ideológico presente, lo que hay que hacer es combinar hábilmente mercado
e intervención para encontrar la solución a los problemas colectivos. Sin embargo, parece
que por ahí transitan las grandes aportaciones políticas de los expertos politólogos.
Pienso que hay que caer en la cuenta de que ya la política no es de propiedad de los políticos,
como el gobierno no es patrimonio de los gobernantes, o como la empresa transciende
284 V. HAVEL, “La sociedad civil y sus nuevos enemigos”, El País, 21-V-2000.
288
6. El Centro no se reduce a la Tercera Vía
al consejo de administración. Ahora, y más en el futuro, hay que ser conscientes de que
el despotismo blando del que hablara TOCQUEVILLE no es ninguna tontería, y que lo
decisivo es tener la sensibilidad de facilitar las aportaciones y las ideas de la gente, de las
personas que utilizan los servicios públicos o que se asocian libremente para expresar sus
inquietudes. La bipolarización Estado-mercado corresponde a una visión periclitrada de
esa tecnoestructura burocrática que unilateralmente decide lo que hay que hacer, lo que hay
que decir, o lo que hay que pensar. Hoy, afortunadamente, se va abriendo un esperanzador
espacio político en el que la gente, libremente, quiere estar presente en los asuntos que le
afectan, y en el que está cayendo esa perspectiva vertical y ramplona del ordeno y mando.
Se trata, pues, de redefinir las instituciones sociales desde abajo contando con la gente. Se
trata, en una palabra, de humanizar la realidad. Pero, para ello, debemos preguntarnos si
estamos dispuestos a hacerlo.
289
290
7. Contra la Tercera Vía (CALLINICOS)
CAPÍTULO 7
CONTRA LA TERCERA VÍA
(CALLINICOS).
7.1. Una crítica anticapitalista.
Entre los principales críticos de la Tercera Vía se encuentra Alex CALLINICOS, profesor
de la Universidad de York. CALLINICOS es el autor del libro “Contra la Tercera Vía”
(una crítica anticapitalista), que acaba de publicar Crítica en 2003. El título y el subtítulo
del libro son bien sugerentes. Es un alegato contra la “Tercera Vía” desde una posición
anticapitalista. Es decir, implícitamente, al menos en la rúbrica del libro, se asocia Tercera
Vía y capitalismo. Es un dato que nos anuncia el método crítico que se va a seguir a lo largo
del libro. CALLINICOS parece dar a entender en el título, veremos después en qué queda,
que la Tercera Vía es una prolongación del capitalismo o, mejor, del neoliberalismo.
En mi opinión, CALLINICOS asume, con esta manera de titular, los postulados del
pensamiento bipolar, geométrico o ideológico; lo cual es una cuestión que conviene tener
en cuenta a la hora de analizar las críticas que se formulan en su obra. Vaya por delante que
quien escribe comparte muchas de las críticas hasta ahora esgrimidas contra la Tercera Vía,
sobre todo las planteadas por DAHRENDORF, para quien la Tercera Vía fracasará por su
propia pretensión sistemática, por carecer de una referencia expresa a la libertad y, sobre
todo, por la obsesión “controladora” de los políticos que se instalan en estas coordenadas
políticas.
7.2. La globalización.
El profesor CALLINICOS dedica su libro a desmontar, con sus particulares argumentos,
la política del nuevo laborismo y, por ende, la propia Tercera Vía. Para ello comienza con el
análisis de lo que es, o debe ser, la globalización. Tras la obligada cita del libro de HELD,
McGREW, GLODBLATT y PERDATON sobre el tema285, CALLINICOS reconoce que
285 Global Transformations, Cambridge, 1999, p. 2.
291
7. Contra la Tercera Vía (CALLINICOS)
“el verdadero atractivo del debate sobre la globalización está en las consecuencias políticas
que se infieren de lo que se considera una mayor integración económica”286. Subrayar sólo
la dimensión económica y financiera de la globalización es una expresión de pensamiento
único y unilateral que, efectivamente, reduce notablemente la realidad. La globalización,
insisto, nos guste o no, es un hecho. De lo que se trata es de que sirva para la mejora de
las condiciones de vida de las personas en todo el planeta: mejor educación y, sobre todo,
ejercicio efectivo de los derechos fundamentales por todos los habitantes del globo terrestre.
Y, en lo económico, claro que un mercado más abierto debe propiciar oportunidades para
todos.
Interesante es, me parece, la apelación de CALLINICOS al uso “alternativo” de la
globalización. Por ejemplo, GIDDENS justifica los cambios sociales que le interesa
patrocinar en la globalización287. Y, lo que es más sorprendente, CALLINICOS le recuerda
al propio teórico de la Tercera Vía, que si bien antes “abogaba por un pluralismo explicativo
contra lo que, decía, era el reduccionismo de las clases marxistas; hoy, sin embargo, sus
informes sobre el mundo social son implacablemente monolíticos en la reducción de los
fenómenos sociales a las consecuencias de la globalización288. Además, le enmienda la
plana cuando señala, que los críticos a la globalización no están sólo en la vieja izquierda.
Los hay, según parece, al menos en el Reino Unido, en todo el espectro político: desde la
derecha del libre mercado a la izquierda revolucionaria289.
Sin embargo, me parece más atinada la aproximación de HELD, McGREW y sus
colaboradores, para quienes la globalización -como expone CALLINICOS- es un proceso
complejo y multidimensional más que un fenómeno económico290. También es un fenómeno
económico, quizás en un aspecto más visible, pero afecta, o debe afectar a la educación o
los derechos humanos. La dimensión económica, enfocada desde una perspectiva abierta y
equilibrada, debería provocar un crecimiento económico razonable en todo el mundo y no
una brecha, cada vez más honda entre pobres y ricos, entre países pobres y países ricos.
Si nos dejamos seducir por el pensamiento ideológico o bipolar, sea en una y otra dirección,
entonces la polémica está servida y bien poco ayudará al progreso social. CALLINICOS
divide las posiciones frente a la globalización entre críticos e impulsores, y adjudica
merecidamente a los partidarios de la Tercera Vía el título de impulsores que “amenazan
con arrollar todo pensamiento social serio”291. Desde luego que llama la atención, y no
poca, que haya sido la Tercera Vía la que haya fomentado una exaltación de una visión
286
287
288
289
290
291
A. CALLINICOS, “Contra la Tercera Vía”, Madrid, 2002, p. 28.
Op. cit. p. 29.
Ibídem.
Op. cit., p. 31.
Op. cit., p. 31.
Op. cit., p. 33.
292
7. Contra la Tercera Vía (CALLINICOS)
economicista radical que contrasta con lo que debe ser una socialdemocracia moderada.
En parte me recuerda la sutil, pero intensa, conversión del socialismo español, en nombre
del “Welfare State”, a una versión mercantilista poco compatible, me parece, con la más
elemental sensibilidad social.
Aceptando que se ha producido un aumento de la integración económica a escala mundial,
CALLINICOS se pregunta si este fenómeno implica que la acción política puede o no
controlar o transformar el capital global292. Es interesante, antes de continuar con las
reflexiones del profesor de York, detenerse un momento en el enunciado de la pregunta.
Entre otras cosas, porque la política, que tiene como noble misión mejorar las condiciones
de vida de la gente, debe hacer posible, en un sistema de libertades, que cada persona se
puede realizar en libertad. Por tanto, el mercado ni es bueno ni malo en sí mismo, es una
institución que debe estar al servicio del hombre, de forma que mejore las condiciones de
vida de los ciudadanos en un contexto de libertad solidaria y responsabilidad creciente.
Si el mercado trajera consigo discriminación, exclusión u explotación de las personas,
entonces la acción política tendría que intervenir para restablecer el orden económico y
social.
7.3. Una crítica política.
En este tema es manida la afirmación que señala que la globalización económica ha
reducido el margen de la política. Si es así, que lo dudo, es porque los dirigentes políticos
han admitido, casi sin reservas, que la economía es quien lidera la política. En este sentido,
merece la pena transcribir una anécdota que recoge CALLINICOS de una conversación
entre Robert REICH, secretario de Trabajo en el primer gobierno de CLINTON y Dick
MORRIS, “el asesor político republicano que aconsejó a CLINTON sobre cómo recuperar
su suerte política tras la frustrada reforma de la atención sanitaria”:
“Tienes que entenderlo -me explicó un día MORRIS en el pasillo principal del Ala Oeste,
cuando me hallaba en una de mis incursiones para encontrar la realidad-, CLINTON vira a la
derecha cuando el viento sopla de derechas. Vira a la izquierda cuando sopla de izquierdas.
Ahora está soplando de derechas, así que ahí es donde se dirige. Pero él sabe siempre cuál
es su último destino.
- ¿Y cuál es, Dick? -le pregunté.
- De vuelta a la Casa Blanca por cuatro años más -dijo, sin siquiera una sonrisa293.
¿Es la tercera Vía, presa, pues, una forma de aferrarse al poder, una nueva forma de sutil
autoritarismo, una refinada máquina de control social? Es una buena pregunta que me
292 Op. cit., pp. 34 y ss.
293 R.. REICH, Locked in the Cabinet, New York, 1998, p. 34.
293
7. Contra la Tercera Vía (CALLINICOS)
recuerda la diatriba de DAHRENDORF: falta de libertad y sutil veta autoritaria.
Probablemente el contexto social debe estar muy presente en la decisiones políticas. Por
supuesto. Igualmente las tendencias económicas tienen su peso específico. Pero, ¿es
legítimo condicionar los objetivos políticos al mantenimiento en el poder? Para unos, los
que tienen una visión de corto plazo, si lo único importante es la conquista del poder, todo lo
que lleve a su perpetuición será congruente. Para otros, los que entienden el Gobierno como
la aplicación prudente del programa electoral vencedor en las elecciones, la economía, por
muy importante que sea, debe ser un instrumento para los objetivos políticos.
Es interesante el relato de CALLINICOS sobre la aceptación por parte de CLINTON
del consenso de Washington, del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, o
del establecimiento de la Organización Mundial del Comercio294. Por su parte, BLAIR y
BROWN aprobaron en 1997, como es sabido, el programa económico tory y, al poco de
llegar al Gobierno, cedieron el control de los tipos de cambios al Banco de Inglaterra295. Algo
insospechado para el laborismo clásico. En Alemania, en 1999, el canciller SCHROEDER
expulsó al izquierdista LAFONTAINE del Ministerio de Hacienda alemán “tras una
campaña contra su proyecto tributario coordinada por los grandes negocios alemanes”296.
En alguna medida, parece que los planteamiento de la Tercera Vía han aceptado, con
sospechosa facilidad, la nueva economía, en ocasiones superando al neoliberalismo.
Es sabido que una de las claves de la Tercera Vía es la compatibilidad entre capitalismo
y justicia social. En términos generales, resulta positivo que se aplique el pensamiento
compatible en esta materia, pero la solución a los problemas reales de los hombres no
depende, a mi manera de ver, de sistemas o pretensiones dogmáticas. Si ha fracasado el
dogma del socialismo y el del liberalismo doctrinario por haberse erigido en saberes de
salvación, también fracasará, antes o después, este nuevo sistema -Tercera Vía- que parece
consistir en una mezcla teóricamente perfecta entre Estado y mercado. La solución, si se
puede decir así, viene de la mano no del laboratorio teórico únicamente sino, sobre todo,
del análisis de la realidad y, sobre ella, de la aplicación de políticas que puedan resolver los
problemas. Políticas que, según los casos, serán las que tengan que ser: a veces partiendo de
la iniciativa pública, a veces de la iniciativa privada y, en ocasiones, de ambas a la vez.
CALLINICOS, en otro orden de cuestiones, dispara sin piedad contra lo que denomina
“Mitos de la nueva economía”. Para ello, tras exponer las excelencias del nuevo capitalismo
del conocimiento según las brillantes aportaciones del asesor de CLINTON Charles
LEADBEATER, relativas a la sociedad poscapitalista como sociedad abierta, innovadora,
294
295
296
297
Op. cit., p. 41 y ss.
Op. cit., p. 41.
Op. cit., p. 43.
Ch. LEABEATER, Living on Thin Air, Londres, 2000, pp. 18, 167 ó 228.
294
7. Contra la Tercera Vía (CALLINICOS)
inclusiva y cooperadora: “las posesiones reales de la economía moderna proceden de
nuestras cabezas, no del suelo: ideas, conocimiento, técnica, talento y creatividad”297. Es
más, el nuevo capitalismo del conocimiento traería consigo no tanto una concentración del
poder económico como su dispersión. Se cuentan, incluso, historias de gente que ha sido
capaz de ofrecer mejoras reales a unas clases trabajadoras debilitadas: son los empresarios
sociales. Por otra parte, LEADBEATER insiste en que este modelo de innovación científica
que hace posible la economía del conocimiento es de propiedad privada, cuando todos
sabemos que el gran precursor de internet y de la eclosión de la sociedad del conocimiento
fue el mismo Estado298. En realidad, el balance hasta el momento de la globalización no es
que sea muy halagüeño si lo contemplamos a nivel mundial. Pero no hemos hecho más que
iniciar el camino y tenemos la gran ocasión de rectificar el rumbo sobre la marcha, siempre
que sea necesario.
Es llamativo, al menos para mí, la crítica de CALLINICOS a las privatizaciones en materia
de enseñanza, al exigir a los partidarios que expliquen cómo la iniciativa privada puede
asumir esta responsabilidad299 cuando la historia demuestra sobradamente la idoneidad
de cantidad de iniciativas sociales para acometer proyectos educativos. La clave no está
en privatización o no, sino en que se ofrezca educación de calidad, siendo indiferente el
modelo de gestión. También aquí la ideologización es nociva, y a la larga perjudica a los
propios alumnos y profesores.
También CALLINICOS afronta la crítica a la obra de CASTELLS, teórico de la sociedad
de redes, en tres puntos que están relacionados con el debate general sobre la Tercera Vía:
el “capitalismo informacional”, la “sociedad de redes” y la “revolución informática”300.
Veamos.
En clave marxista, CASTELLS distingue entre modos de producción (capitalismo,
estatismo) y modos de “explotación” de desarrollo (industrialismo o informacionalismo).
Estos serían “los planes tecnológicos a través de los cuales el trabajo opera sobre la
materia para generar al producto determinado -en última instancia-, el nivel y la calidad
de los excedentes. Cada tipo de desarrollo se define por el elemento que es fundamental
para promover la productividad en el proceso de producción”301. En el caso del
informacionalismo, este elemento es “la acción del conocimiento sobre el conocimiento
mismo”302.
Me parece que para CALLINICOS, el “informacionalismo” es una consecuencia de un
capitalismo que solo puede generar la maximalización del beneficio, la concentración del
298
299
300
301
302
A. CALLINICOS, Op. cit., p. 46.
Op. cit., p. 48.
Op. cit., pp. 50 y ss.
Op. cit., pp. 50 (40).
Op. cit., p. 50.
295
7. Contra la Tercera Vía (CALLINICOS)
capital: “las relaciones de producción capitalistas conllevan una estructura de acumulación
competitiva que ofrece a los capitales individuales poderosos incentivos para maximalizar
la rentabilidad”303. Para el profesor de York, el movimiento hacia niveles más altos de
complejidad en el tratamiento de la información parece ser, mucho más a menudo de lo que
se cree, la consecuencia de las estrategias para maximizar los beneficios304. El diagnóstico,
sin embargo, me parece viciado de pensamiento único, porque se parte del presupuesto
de que la solución tecnológica necesariamente sólo se mueve por criterios mercantilistas,
cuando es posible pensar que el progreso científico y técnico se abra, sobre todo, al desarrollo
de todos los derechos fundamentales de los ciudadanos de todo el mundo.
Por lo que se refiere a la sociedad de redes hay que certificar que, en efecto, es una realidad
tras la caída en picado de la vieja corporación vertical, jerárquica y, que por ello se constata,
la emergencia de una nueva lógica organizativa. Lo que le interesa destacar a CALLINICOS
es que, en este contexto, la Tercera Vía parece haber apoyado procesos de fusiones y
adquisiciones de empresas en todo el mundo con el lógico peligro de concentración de
capital: menos empresas, pero más fuertes; en ocasiones con posiciones de oligopolio.
Esta tendencia sí que me parece preocupante, y podría demostrar en alguna medida que
gobiernos de Tercera Vía han facilitado operaciones de este signo, en una clara orientación
hacia la entrega de grandes poderes, más que económicos, a las grandes multinacionales.
El tercer tema que plantea CASTELLS, y que también tiene una decisiva trascendencia en la
Tercera Vía, es la revolución informática, base, se dice, de la nueva economía. Aquí el problema
que nos encontramos no es nuevo. Se trata de acompañar la evolución informática a las
necesidades de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, sobre todo de los más desfavorecidos.
¿Es que sólo se puede tener presente la rentabilidad económica en la evolución de la tecnología
informática? Esto, si se diera, sí que es pensamiento único genéricamente puro y, por ello,
censurable. Es probable que la revolución informática tenga que ver, y no poco, con el
aumento de la productividad, Pero, siendo ello cierto, no podemos quedarnos aquí. Hemos
de preguntarnos, no sólo por los derechos derivados del bienestar, del consumo o del confort,
sino por la calidad del ejercicio de las libertades y, sobre todo, por el grado de compromiso en
la superación de los conflictos, de toda índole, que aquejan al tercer mundo. Y, en este punto,
me temo que la tecnoestructura se encuentra bien satisfecha, contemplando cómo la nueva
economía, con la revolución informática a la cabeza, está promoviendo una nueva forma de
pensar según la cual el dinero es la única señal o el único signo de prosperidad, éxito o triunfo.
Y en la Tercera Vía hay algo de esto: hay algo de veta autoritaria, hay algo de obsesión por el
control, hay algo de seducción ante las nuevas tecnologías. Además, se renuncia, a pesar de
la retórica, a apostar por modelos educativos que enseñen a pensar desde una aproximación
abierta, plural, dinámica y complementaria porque este planteamiento terminaría introduciendo
303 Op. cit., p. 51.
304 Ibídem.
296
7. Contra la Tercera Vía (CALLINICOS)
dosis de equilibrio, moderación y sentido común en unos patrones sociales que cabalgan hacia
el reinado absoluto del poder, del dinero y de la notoriedad. Me resulta curioso y sorprendente
que hayan sido precisamente las socialdemocracias blandas los modelos sobre los que se ha
asentado una forma de entender la realidad en clave de transacción económica. Por eso, entre
otras razones, he señalado en alguna ocasión que el socialismo moderno (véase el caso español,
italiano o francés) se erigió, en su momento, en el ambiente más propicio para la especulación
y la denominada cultura del “pelotazo”.
7.4. ¿Guardianes de la moral?
Es conocido, y ya hemos tratado de esto en sede del análisis de la Tercera Vía y los
valores, que este nuevo sistema parte de la importancia de la comunidad, de la igualdad y
de la ética. Ahora nos corresponde glosar brevemente estos puntos en el pensamiento de
CALLINICOS.
Resulta llamativo que CALLINICOS analice estos temas en un capítulo que se titula “Los
guardianes de la moral”. Es una rúbrica que manifiesta algo ya denunciado en estas líneas:
que la Tercera Vía intenta erigirse en un sistema ideológico caracterizado por su bondad
ética y su intento, dada su “superioridad”, de salvarnos de todos los males que nos aquejan
(desórdenes públicos, embarazos en adolescentes, sida...).
Como es sabido, uno de los grandes valedores de la política del nuevo laborismo en pro
de la igualdad es el ministro de finanzas BROWN, para quien la promoción de la igualdad
tiene, como señala CALLINICOS, cuatro componentes principales305.
En primer lugar, se busca la igualdad de oportunidades que parte de una visión dinámica
de la igualdad y de una denuncia sin paliativos de la igualdad de resultados. En segundo
lugar, se hace una lectura generosa de la noción que BROWN tiene de “las oportunidades
para todos”: se trata de equiparar la distribución de inversiones productivas para que las
interacciones del mercado lleven inicialmente a una mayor igualdad de ingresos, reduciendo
así la necesidad de subsiguientes redistribuciones”306. En tercer lugar, resulta que “la
igualdad de oportunidades es también una necesidad económica”307, ya que la justicia
social aumenta el rendimiento económico. Esta afirmación me parece no solo atinada, sino
muy interesante, ya que se inserta en la metodología del pensamiento complementario, tan
necesitado entre nosotros. Es más, como ya he escrito en más de una ocasión, la libertad
y la solidaridad son dos caras de la misma moneda y deben ir siempre juntas, porque no
son un par de conceptos que se enfrenten, sin que tiendan a la unidad. Y, en cuarto lugar,
305 Op. cit., pp. 68 y ss.
306 Op. cit., pp-69-70
307 Op. cit., p. 70.
297
7. Contra la Tercera Vía (CALLINICOS)
BROWN, desde una perspectiva monetaria, admite la doctrina liberal clásica del índice
natural de desempleo, en función de la cual la economía tiende a un equilibrio del índice de
desempleo en el que el índice de inflacción es estable308.
Al margen de cuestiones microeconómicas o macroeconómicas, que son las que
CALLINICOS desbroza en un estudio de un economista, a mí me interesa más el análisis
político o sociológico. En este sentido, llama la atención el acento del nuevo laborismo sobre
la educación como la gran panacea. CALLINICOS, por ejemplo, insiste en las barreras de
acceso a una educación de calidad en función de los recursos económicos309.
Por otra parte, CALLINICOS señala que con el nuevo laborismo la desigualdad social ha
aumentado310, lo cual parece sorprendente en un momento en el que la economía crecía
relativamente rápida.
Otro tema ya planteado, que CALLINICOS aprovecha para censurar a la Tercera Vía, es el
del supuesto “autoritarismo moral” del nuevo laborismo. Aquí, sin embargo, no puedo estar
en más desacuerdo con una afirmación tan radical y demagógica. Es posible que en temas
de seguridad se haya ido demasiado lejos y se haya preferido una cómoda apuesta por el
control y la vigilancia. Pero, en modo alguno, se puede calificar de “autoritarismo moral” el
acertado rescate de la idea del deber, que, guste o no, había sido ridiculizada hasta el límite.
Derecho y deber son dos caras de la misma moneda, como libertad y solidaridad también lo
son. La Tercera Vía ha tenido, en este punto, la gran valentía de reivindicar la idea del deber
en el contexto de los derechos, haciendo posible que la reflexión sobre el límite o los límites
propios de la condición humana constituyan una referencia necesaria a la hora de la educación
y también a la hora de la formulación de las políticas públicas. Otra cuestión discutible que
plantea CALLINICOS, echándosela en cara a los patrocinadores de la Tercera Vía, se refiere
a la minimización de los derechos individuales a partir de la consideración de la comunidad
como un todo311. En esta cuestión, sin embargo, reconozco, y así lo he señalado en más de
una ocasión en estas líneas, que la Tercera Vía no parece tener demasiada confianza en la
libertad personal, pues se llega a justificar la limitación en el ejercicio de las libertades a partir
de atender que lo decisivo “es maximizar el bienestar general, incluso cuando este pueda
perjudicar a miembros individuales de la sociedad”312. Resulta chocante, cuando menos, que
un pensador marxista como CALLINICOS dé una lección liberal a GIDDENS en este tema313.
Otra cosa sería reconocer que los derechos no son absolutos y que, en ocasiones, en aras del
bien general, sea necesario sacrificar los derechos individuales. Es el caso, por ejemplo, de la
308 Op. cit., p. 71.
309 Op. cit., pp. 75-76.
310 Op. cit., p. 76. Según este autor, aumenta el coeficiente Gini, que mide la desigualdad en la distribución de
ingresos, y el número de gente que vive en hogares con menos de la mitad de los ingresos medios.
311 Op. cit., p. 83.
312 Ibídem.
298
7. Contra la Tercera Vía (CALLINICOS)
expropiación forzosa por razones de utilidad pública o interés social. Pero se trata, es bueno
subrayarlo, de casos muy excepcionales. Cuando lo ordinario es la supremacía de un interés
general sistemático que es gestionado por una casta de expertos, entonces la vigencia de la
libertad es una quimera. En fin, en este punto, me limito a apelar a mis tesis sobre la libertad
solidaria, expresadas desde hace tiempo y que también se recogen en este trabajo.
Pretender, como CALLINICOS, que el mercado y el Estado son incompatibles, o que el
capitalismo y los valores comunitarios son irreconciliables, es un ejercicio de pensamiento
único y dogmático fuera de lugar y de tiempo. Lo fácil es la condena del mercado o del
Estado, sin más. Lo difícil es acercarse a la realidad, estudiar los problemas en lo concreto
y formular políticas concretas en las que resplandezca la dignidad del ser humano.
7.5. Salvadores de la humanidad.
El tercer capítulo del libro de CALLINICOS, lleva por rúbrica “Los salvadores de la
humanidad”, en clara alusión al cierto tinte mesiánico y apocalíptico que reflejan los
apóstoles de la Tercera Vía.
Para un pensador marxista ortodoxo, como CALLINICOS, el capitalismo “per se” es malo,
y la fuente de todas las desgracias que aquejan a la humanidad. Quizás por ello, y porque a
un socialista de viejo cuño le moleste la “traición” que BLAIR y los suyos han perpetrado
al movimiento social, CALLINICOS propina a la Tercera Vía una contundente crítica. Lo
equipararía a la ingenuidad “angelical” de quien no está en este mundo, y que cuando
“aterriza”, trata por todos los medios, incluidos los represores, de imponer sus puntos de
vista314. Así, siguiendo la ficción de BALLARD a que apela CALLINICOS, se atenderían
algunas “operaciones de limpieza” de la última década: Guerra del Golfo, bombardeos a
Irak y Yugoeslavia, o las expediciones a Somalia y Sierra Leona315.
En este tema, CALLINICOS parece esgrimir argumentos muy manidos. Hoy, parece que
la doctrina de la intervención por razones humanitarias se ha abierto paso en Naciones
Unidas, y que puede justificar determinadas intervenciones. ¿O es que la quiebra de los
derechos humanos puede dejar indiferente a la comunidad internacional? Lo difícil, claro
está, es juzgar y evaluar si se dan los supuestos para la intervención o si se trata de imponer
determinados intereses comerciales. Para ello, nada mejor que buscar ámbitos multilaterales
como la ONU.
Entiendo la queja de CALLINICOS sobre la pretensión de que los líderes de la Tercera Vía
se conviertan en los guardianes de la humanidad por alistarse en la nueva “verdad”. Pero
313 Op. cit., p. 8.
314 Op. cit., pp. 97-98.
315 Op. cit., p. 98.
299
7. Contra la Tercera Vía (CALLINICOS)
me parece que hay que tener presente que si se agotan todas las vías de la palabra y del
diálogo, será necesario hacer lo humanamente posible para que resplandezcan los derechos
humanos. Algo hay que hacer desde los espacios multilaterales.
El gran argumento de CALLINICOS es que aumenta la desigualdad a escala global. Es
cierto, pero no lo es menos que la globalización “per se” no es un elemento que produce
desigualdades. Todo lo contrario. Bien utilizado, es un fenomenal ambiente que debe
propiciar una mayor igualdad y desarrollo de las personas y los pueblos.
El capítulo IV del libro de CALLINICOS se dedica a las alternativas. Tras compartir con
GIDDENS la necesidad de regular globalmente los mercados financieros, se muestra -en
línea con HABERMAS- partidario de reforzar la dimensión multilateral que ponga coto
a ese desbocado capitalismo que amenaza por dominar a la política. En este sentido, son
conocidas las confesiones de STIGLITZ sobre el funcionamiento del Banco Mundial o del
Fondo Monetario Internacional y, desde luego, deben llamar a la reflexión.
Realmente, la conversión de los políticos de la Tercera Vía -BLAIR o MENDELSON- a
la globalización y su “entusiasmo mostrado por la privatización de los servicios públicos,
ha reflejado no meramente la conveniencia, sino también la creencia -sincera e incluso
dogmática- de que los empresarios públicos son mejores que cualquiera organizando
cosas”316. En alguna ocasión he señalado que, en España, el PSOE perdió las elecciones
de 1996 por no haber sido capaz de limitar la ofensiva neoliberal que se impuso entre sus
filas. Por eso, entiendo que se puede escribir que “la Tercera Vía es actualmente el mejor
caparazón ideológico del neoliberalismo” (Perry ANDERSON)317. La apreciación encaja
bien y es uno de los grandes problemas del pensamiento político. Es más, al contrapeso
de lo social, hasta no hace mucho en manos de los socialistas, ahora ya no lo poseen
ellos en exclusiva. Ahora la sensibilidad social ya no se predica en arengas y discursos
abstractos; ahora, o se exhibe o se demuestra en el ejercicio concreto de políticas en la
realidad de cada día.
Por otra parte, esa emulsión edulcorada de mercado y Estado, eficacia y justicia es el
todopoderoso bálsamo ideológico que parece curarlo todo, cuando en realidad de lo que se
trata es de acercarse a la realidad, e intentar, desde lo concreto, aplicar políticas determinadas
que unas veces serán más intervencionistas, otras menos, y otras desreguladoras. Pero no
nos engañemos, tampoco podemos cifrar todas nuestras esperanzas en un nuevo sistema o
vía intermedia.
Para terminar, CALLINICOS expresa nueve afirmaciones, en clave de pensamiento único,
que desde luego no comparto, aunque reconozco que ayudan a pensar.
316 Op. cit., p. 149.
317 Op. cit., p. 150.
300
7. Contra la Tercera Vía (CALLINICOS)
1º El enemigo no es la globalización, sino el capitalismo global. El enemigo, si es que
se puede escribir así, sería la falta de equilibrio y la falta de ética que se observa en no
pocas manifestaciones del capitalismo salvaje. Condenar el capitalismo global, sin más, sin
modulaciones, no me parece metodológicamente correcto.
2º Las instituciones centrales del capitalismo global son las corporaciones multinacionales,
los Estados capitalistas más importantes y las instituciones internacionales que reflejan
sus intereses. Por ello, en mi opinión, la perspectiva del pensamiento abierto, plural y
compatible, nos anima a que la globalización tenga una dimensión multilateral y plural, de
forma que lo social y lo económico se expresen en un dinámico equilibrio.
3º El capital es una relación, no una cosa. Esta tesis de MARX, que también rezuma
pensamiento único, debe interpretarse desde perspectivas más simples, como las que
proceden, por ejemplo, de las versiones humanistas.
4º Los requisitos de la reproducción capitalista fijan límites a su regulación y a su reforma.
Los límites son expresiones de realismo que, se quiera o no, existen. Por eso, la dimensión
ética, en mi opinión, es el límite que mejor garantiza que el capitalismo está al servicio del
hombre y de sus derechos humanos.
5º El capital-relación implica la dependencia del capital de su contrario, el trabajoasalariado. La clave es el trabajo de las personas: esa tarea es la que dignifica a la persona
siempre que se proporcionen las más elementales y humanas condiciones para promover la
realización de las personas. Repito: lo importante es el trabajo personal, no el capital.
6º La relación entre el trabajo organizado y otros movimientos sociales está en proceso
de redefinición. En mi opinión, los nuevos movimientos sociales deben tener más presente
la dimensión liberadora del trabajo personal digno y la necesidad de involucrarse en una
profunda operación de humanización de la realidad.
7º La defensa de los recursos del medio ambiente, desafío al capitalismo. El medio ambiente
desde luego que permite que se trabaje en mejores condiciones y que la vida del hombre sea
más digna y humana, más completa.
8º Modelos alternativos de sociedad nacerán de los movimientos anticapitalistas. Me parece
una afirmación dogmática y de pensamiento único. Se trata, en mi opinión, de articular
modelos en positivo, que subrayen los valores humanos y que permitan a las personas
el ejercicio de su libertad solidaria. Lo de menos, me parece, es su origen e itinerario.
Y, en todo caso, no parece que la metodología del enfrentamiento hoy pueda alumbrar
nuevas soluciones a los nuevos problemas. Hoy se requieren nuevos planteamientos, no
planteamientos antiguos.
301
7. Contra la Tercera Vía (CALLINICOS)
9º Superar el capitalismo requiere una transformación revolucionaria de la sociedad.
Insisto, la posición radical como la inmovilista es de otros tiempos. Hoy lo decisivo es la
reforma gradual y continua hacia nuevas cotas de libertad.
302
8. De nuevo sobre el espacio del Centro
CAPÍTULO 8
DE NUEVO SOBRE EL ESPACIO DEL CENTRO
8.1. Introducción.
El año 2001 publiqué en el Centro de Estudios Constitucionales un conjunto de reflexiones
sobre el espacio del Centro318 que, como se indicaba, constituían una serie de meditaciones
sobre las nuevas políticas tras la evidente crisis de las ideologías cerradas. Desde entonces
he recibido algunos materiales nuevos sobre el tema, algunas críticas bien fundadas y, sobre
todo, se celebró el Congreso del PP de finales de enero de 2001 donde, en la ponencia de
Estatutos, se configura al PP como un partido asentado en el centro reformista.
Como ya he indicado, el hecho de la declaración institucional de un partido como
representante de un determinado espacio político tiene el valor que tiene. Si ocupa o no, por
poco o mucho tiempo ese espacio, es algo que queda al juicio de los analistas y, sobre todo,
de los electores. El PSOE, lo hemos subrayado, intentó en su Conferencia Política de 2001
un giro al Centro . Lo realmente difícil, francamente difícil, es mantenerse en el Centro o en
sus aledaños, porque este espacio implica una permanente tarea de equilibrio, de escucha,
y, sobre todo, de colocar continuamente a la persona y sus derechos inalienables, valga la
redundancia, en el centro de la acción política. Por eso el espacio de Centro es, en sí mismo,
un espacio de renovación y de reforma constante. Pero de reforma sobre lo construido, no,
como apunta el “blairismo inglés”, de “marketing” o de publicidad creciente.
8.2. Congreso del PP de 2001.
En fin, en el Congreso del PP, la ponencia de Estatutos confirma que la tarea de este partido
es “continuar fortaleciendo el proyecto de Centro reformista que propusimos a la sociedad
española”319. El inicio del viaje al Centro, como es sabido, fue obra de AZNAR en el famoso
Congreso de 1990 de Sevilla. El giro al Centro, en mi opinión, no termina nunca, como no
318 J. RODRÍGUEZ-ARANA, El espacio del Centro, Madrid, 2001.
303
8. De nuevo sobre el espacio del Centro
termina nunca la tensión de la política por facilitar que la gente pueda expresarse y aportar
sus inquietudes y opiniones para la mejor conducción de los asuntos públicos. Por eso, en
la ponencia que ahora glosamos, se dice que “estos Estatutos quieren seguir configurando
un partido moderno, de Centro reformista, abierto a la sociedad, con un profundo diálogo
interno, inspirado en la libertad y en la solidaridad como valores fundamentales (...)320. Es
decir, es necesario “seguir” trabajando en el proyecto de Centro escuchando las inquietudes
de la gente, de las personas que integran la sociedad, y haciendo todo lo posible porque
la libertad y la solidaridad de las personas sean hoy parámetros fundamentales. Llegados
a este punto, no puedo menos que mostrar mi conformidad, puesto que, como el lector
habrá advertido, la idea de la libertad solidaria es, precisamente, el concepto clave para la
construcción del espacio político del Centro. En cambio el PSOE, aunque no lo pretenda,
plantea una idea sobre la libertad real vinculada a los medios o recursos económicos, que se
me antoja una deriva muy peligrosa en la medida en que parecería concebirse una suerte de
libertad otorgada por el Estado, de difícil entendimiento en los albores del tiempo presente.
Quizás se pretendía llamar la atención sobre la conveniencia de un “minimun” de confort
o de medios materiales para ser más libre, no lo sé. Pero negar que una persona sea libre
porque no tenga medios económicos, o tenga pocos, es una falacia, pues probablemente
hay muchas personas más libres, aun con pocos medios económicos, que otras que nadan
en la abundancia. Es más, se puede ser libre en una cárcel, o una situación de confinamiento
o prisión. Hasta me parece que la libertad, como capacidad de elegir el proyecto de vida
personal es una facultad que uno conquista diariamente; no es algo dado, y menos otorgado.
Aquí radica, me parece la gran quiebra del “inexistente” viaje del PSOE a la libertad, por más
que se afirme lo contrario. Además, resulta sospechosamente paradójico tanta insistencia
en la importancia de los medios económicos. Claro que son bien necesarios, pero en cuanto
a la libertad, los socialistas se olvidan de la trascendencia de su libertad como facultad de
permanente autodeterminación responsable. Incluso, si me apuran, la idea de libertad como
no-dominación, vuelve a ser falaz, porque lo determinante no es el factor externo, sino la
condición interna de la persona.
En este texto de la ponencia de Estatuto también aparecen expresiones típicamente
centristas: “(...) la finalidad de nuestra actividad política es servir a la persona, a todas las
personas, seres libres y responsables con igualdad de derechos”321. La política al servicio de
la persona, he aquí un rasgo que caracteriza las políticas centristas. Por contra, me gustaría
saber por qué en el documento de PSOE no se utiliza tanto la palabra persona y sí, y sobre
todo, ciudadano. Por otra parte, se confirma la versión reformista: “(...) asumimos el Centro
con una clara voluntad de reforma política, económica y social. Las reformas graduales,
intensas y profundas, para construir una sociedad en la que todos los ciudadanos cuenten
319 Ponencia de Estatutos, Comisión 1, Ponentes: A. ACEBES PANIAGUA y A. MATO ADROVER, XIV
Congreso Nacional, Madrid, 25, 26 y 27 de enero de 2002, p. 2.
320 Ibídem.
321 Ibídem.
304
8. De nuevo sobre el espacio del Centro
con más oportunidades de desarrollo personal, son la meta de nuestra acción política (...).
Nos distanciamos de cualquier actitud inmovilista o continuista, e incluso, de la mera inercia
(...). Gobernar es reformar (...). Siempre será necesario adaptar las estructuras sociales
y políticas y además las estrategias de Gobierno a los cambiantes retos de una sociedad
en permanente evolución (...). Apostamos por la constante revisión, actualizando nuestros
principios ideológicos de acuerdo con los cambios en las circunstancias sociales”322.
Otra de las coordenadas del Centro es la que se refiere a la sensibilidad social, por lo que
el documento que estamos comentando aboga por afrontar desde este espacio positivo la
superación de “los desequilibrios sociales todavía existentes en nuestro país (...). Queremos
hacer de España un país de oportunidades para todos. Nuestra ideología se asienta en un
firme principio de solidaridad, que deseamos presida la sociedad española del futuro323.
Otra de las manifestaciones del espacio del Centro reside, por su capacidad de entendimiento,
en el valor del diálogo como expresión del principal método político, porque precisamente
en el Centro existen determinadas convicciones firmes: “Nuestra acción política responde
a un talante dialogante. Una sociedad moderna debe basarse en una auténtica capacidad
de comunicación entre cuantos la integran y en una posibilidad real de alumbrar acuerdos
y de articular espacios de encuentro entre los grupos políticos, económicos y sociales
(...). La fidelidad al diálogo ha animado siempre (...) nuestra propuesta centrista, sin
complejos ni renuncias a nuestras convicciones (...). Nuestra actitud ha conducido a una
etapa de ampliación de los consensos en materias tan importantes como la defensa de la
libertad y la lucha contra el terrorismo, la Administración de la justicia, la financiación de
las Comunidades Autónomas, las relaciones laborales, el sistema público de protección
social”324.
En efecto. Los sistemas ideológicos y económicos que protagonizaron este siglo, es bien
sabido, se caracterizan por incorporar a su núcleo doctrinal el enfrentamiento como método,
el cual reclama - por su propia estructura- oposición, confrontación, crispación, divergencia
y desunión en última instancia.
Por eso, las normales y lógicas discrepancias inherentes a la política se convierten en
el Centro sustantivo de la vida democrática, desvirtuándola gravemente, y más cuando
semejante esquema de contrarios se ha venido aplicando a todos los aspectos de la vida
económica y social.
Cuando las personas son la referencia del sistema de organización político, económico y
social, aparece un nuevo marco en el que la mentalidad dialogante, la atención al contexto,
322 Ponencia, cit, p. 3. Sobre el reformismo, Vid. JM. GONZÁLEZ PÁRAMO, “Filosofía y antropología del
reformismo político”, Veintiuno, primavera, 2002, pp. 5 y ss.
323 Ibídem.
324 Ibídem.
305
8. De nuevo sobre el espacio del Centro
el pensamiento reflexivo, la búsqueda continua de puntos de confluencia, la capacidad
de conciliar y de sintetizar, sustituyen en la substanciación de la vida democrática a las
bipolarizaciones dogmáticas y simplificadoras, y dan cuerpo a un estilo que, como se
aprecia fácilmente, no supone referencias ideológicas de izquierda o derecha.
Esta es una de las claves que aquí quiero perfilar. Para la política ideologizada lo primordial
son las ideas, para la política centrada que aquí propugno lo fundamental son las personas.
Se afirma que “ todas las opiniones son respetables”. Aunque entendiendo el sentido de la
expresión cuando se emplea como manifestación de fe democrática, no puedo menos que
asombrarme ante la constatación permanente de la inmensa cantidad de afirmaciones poco
fundamentadas que cada día se emiten. A quien es debido el respeto es a la persona. Y para
expresar la fe democrática ante las opiniones, me parece más acertada la formulación de
aquel político inglés que, rechazando desde la raíz las convicciones de su rival, ponía por
encima de su vida el derecho del contrario a defenderlas.
No son las ideas, aun siendo fundamentales, las que enriquecen la vida política, sino las
personas que las sustentan. No están en los grandes sistemas de ideas las soluciones a los
variopintos y multiformes problemas con que se enfrenta el político, sino en la prudencial
aplicación de los criterios de análisis a cada situación concreta, y esta aplicación sólo será
prudencial si tiene en cuenta a las personas y si tiene presente la función instrumental de
todos los sistemas de ideas sociales y políticas.
El pluralismo auténtico se traduce en diálogo. Cuando existe diversidad social, pero no
hay diálogo, propiamente no deberíamos hablar de pluralismo, sino de sectarismo. Aquí
nos encontraríamos otra vez con la división maniquea del cuerpo social propia de todo
comportamiento sectario. Al análisis de este tipo de comportamientos es al que más sensibles
resultan los cuerpos políticos que adolecen de este defecto, por eso es el más difícil de
practicar, porque produce inmediatamente una reacción agresiva desproporcionada. Tampoco
se trata de bajar aquí a los casos concretos. Digamos, no obstante, que posiblemente este
tipo de comportamientos maniqueos son lo que más separa hoy, en nuestras sociedades, a
algunas fuerzas políticas de las posiciones de Centro.
Sobre el supuesto de un pluralismo auténtico se establece el diálogo. Posiblemente en el
diálogo es donde más puede apreciarse la condición personal a la que venimos refiriéndonos.
En el diálogo se ponen en juego todas las condiciones que caracterizan el talante político
del Centro: moderación, respeto mutuo, conciencia de la propia limitación, atención a la
realidad y a las opiniones ajenas, actitud de escucha, etc.
Pero la disposición al diálogo no debe ser sólo una actitud del político, sino que el diálogo,
como actitud socialmente generalizada, debe ser un objetivo político de primer orden. Una
sociedad democrática no es tanto una sociedad que vota, ni una sociedad partidista, con ser
estos elementos factores vertebradores fundamentales en una democracia. Una sociedad
306
8. De nuevo sobre el espacio del Centro
democrática es, ante todo, una sociedad en la que se habla abiertamente, en la que se hace
un ejercicio público de la racionalidad, en la que las visiones del mundo y los intereses
individuales y de grupo se enriquecen mutuamente mediante el intercambio dialógico. El
diálogo auténtico entraña un enriquecimiento de la vida social y una auténtica integración,
pues el diálogo supone la transformación de la tolerancia negativa, el mero soportar o
aguantar al otro, al distinto, en tolerancia positiva, que significa apreciar al otro en cuanto
que no nos limitamos simplemente a existir a su lado, sino que coexistimos con él.
La persona, como hemos señalado, en el vector principal que caracteriza el espacio de
Centro. La persona y sus derechos inalienables deben ocupar el Centro de la vida política,
social y económica. Es precisamente el compromiso con las personas lo que explica que
desde el Centro se eliminen los “clichés” ideológicos que impiden el libre desarrollo de
cada ser humano y la promoción de su participación en el espacio público y la defensa de
sus derechos fundamentales. Quizás por ello, en el artículo 2 de los Estatutos del PP se
ha incluido, junto a la definición Centro-reformista, que dicho partido “tiene a la persona
como eje de su acción política y el progreso social como uno de sus objetivos325.
Colocar a las personas en el centro de la acción política, como se comprueba, tiene una
consecuencia inmediata, conduce a una disposición de prestar servicios reales a los
ciudadanos, de servir a sus intereses reales. En este sentido, el entendimiento con los diversos
interlocutores es posible partiendo del supuesto de un objetivo común: libertad y participación.
Lo que interesa ahora es analizar cómo ese objetivo orienta la acción política. La importancia
de los logros concretos, los resultados constatables -sociales, culturales, económicos,..- en
la actividad pública, no derivan de la importancia del éxito del agente político, sino de las
necesidades reales de la gente que, viéndose satisfechas, permiten alcanzar una condición
de vida que posibilita el acceso a una más plena condición humana.
Una más profunda libertad, una más genuina participación, son el fruto de la acción política
que propugno. Porque no debemos olvidar que las cualidades de la persona no tienen un
carácter absoluto. El hombre no es libre a priori, si se puede hablar así; la libertad de los
hombres no se nos presenta como una condición preestablecida, como un postulado, sino
que la libertad se conquista, se acrisola, se perfecciona en su ejercicio, en las opciones y en
las acciones que cada hombre y cada mujer empieza y culmina.
La libertad es, ante todo y sobre todo, el rasgo en el que se declara la condición humana.
Las libertades formales no son el fundamento de la democracia. El fundamento de la
democracia son los hombres y mujeres libres. La política se debe entender, pues, como
un ejercicio a favor de cada individuo, que posibilita a cada vecino su realización como
325 Ponencia, cit., p. 6.
307
8. De nuevo sobre el espacio del Centro
persona. Ese, sin confusión, podría ser el punto de conexión entre política y ética.
El camino de la libertad implica, en este nuevo milenio que estrenamos, una andadura en el
ámbito de las cuestiones sociales y económicas que no puede verse reducido a un parcheo
o a una operación de maquillaje que esconda las más flagrantes injusticias. Las esperanzas
del tercer mundo están puestas en esa tarea, pero también la de los sectores marginados y
más desfavorecidos del poderoso mundo occidental.
La llamada de la libertad trasciende esas operaciones superficiales. Hoy se trata más bien
de liberar la libertad, de darle a la libertad su plenitud, de devolverle el contenido que ha
venido perdiendo o que le fue arrebatado: profundizar y extender los derechos humanos.
Está claro que no se trata de aumentar el catálogo, o de “enriquecer” la oferta de derechos
humanos, como el consumismo a veces parece exigir pretendiendo llegar más allá de lo que
la condición humana permite.
Profundizar y extender los derechos humanos significa que ese camino de liberación
democrática culmine en la libertad de conciencia de cada persona, base y fundamento
del valor del hombre, y desde la que la libertad conseguirá su plena significación y la
vida pública se verá fecundada por las aportaciones libres, genuinas y creativas de los
ciudadanos. Sin auténtica libertad personal no hay participación, sino sometimiento; sin
participación no hay auténtica democracia, sino meras formalidades sin significado. En
estos objetivos tenemos que suponer el acuerdo de todos. Quien se desmarque de ellos
se desmarca de la vida democrática. Quizás, por ello, se introduce en el artículo 2 de los
Estatutos del PP, como uno de sus objetivos “el protagonismo de la sociedad a través de la
participación de los ciudadanos en la vida política”326.
Las políticas centristas se hacen, pues, siempre a favor de la gente, de su autonomía
-libertad y cooperación-, dándole cancha a quienes la ejercen, e incitando o propiciando
su ejercicio -libre- por parte de quienes tienen mayores dificultades para hacerlo.
Acción social y libre iniciativa son realidades que el pensamiento compatible capta
como integradoras de una realidad única, no como realidades contrapuestas. Las
políticas centristas no se hacen pensando en una mayoría social, en un segmento social
que garantice las mayorías necesarias en la política democrática, sino que las políticas
centristas se dirigen al conjunto de la sociedad, y cuando están verdaderamente centradas
son capaces de concitar a la mayoría social, aquella mayoría natural de individuos que
sitúan la libertad, la tolerancia y la solidaridad entre sus valores preferentes, y por encima
de cualquier clase de dogmatismo.
Como es lógico, el Congreso del PP de enero de 2001 suscitó no pocos comentarios sobre
el propio partido, la sucesión de AZNAR y la propia metodología organizativa. A mí sólo
326 Ponencia, cit., p. 6.
308
8. De nuevo sobre el espacio del Centro
me interesan los comentarios sobre ideas y sobre ciencia política. Por eso, he seleccionado
varios análisis que aportan luces para entender el permanente giro al Centro del PP, en cada
momento con nuevas propuestas y proyectos.
En concreto, según el coordinador de las ponencias del XIV Congreso, Eugenio NASARRE,
el PP quiso centrar el debate en tres partes: la sociedad del pleno empleo, las nuevas
responsabilidades del Estado al comienzo de este siglo y el patriotismo constitucional327.
Dejaré la cuestión del Estado y del patriotismo constitucional para un estudio que emprenderé
en breve y me quedaré ahora con la sociedad del empleo. Parece que, si los datos son lo
que son, podría sorprender que sea precisamente el PP el partido en cuyo mandato hay más
de tres millones y medio de afiliados nuevos a la seguridad social. No harían falta muchos
comentarios para señalar que aunque el mérito es de los españoles, de los empresarios y de
los trabajadores, de los patronos y de los sindicatos, lo que no se puede negar es que algo
habrá tenido que ver la política laboral del gobierno del PP en estos años.
Un lucido comentario sobre el Congreso de enero de 2002 es el de CÁNDIDO328.
Sobre todo porque en el inicio de su análisis parece entrever que el Centro no es la
equidistancia, sino que puede ser otra cosa, u otras cosas: “dado un punto en el espacio
al que llamaremos Centro, cuya importancia no estriba en que sea una instancia de
neutralidad o un mirador equidistante, sino en que puede ser un manantial de diálogo, el
PP ha llegado a ese punto antes que el PSOE sencillamente porque es el partido que ha
arrojado más lastre en la carrera, el PP desde 1990”329. Dos apostillas. Primero: pocas
veces he encontrado comentaristas políticos que sugieran algo distinto a la equidistancia
como elemento configurador del Centro, por lo que me congratulo de que, poco a poco,
se van entendiendo nuevas versiones del espacio de Centro. Segundo, y muy interesante,
el PP, no sé si ha llegado del todo, pero está más cerca del Centro que el PSOE, porque
desde 1990 ha sido capaz de desprenderse de prejuicios ideológicos, de dogmatismos
trasnochados y, sobre todo, de determinados talantes; sin que ello implique renuncia a
los valores de la persona y sus derechos fundamentales. Es verdad que los estereotipos de
una derecha distante, centralista y poco social se han diluido en un nuevo espacio que, si
bien es cierto que pocos comprenden desde un punto de vista politológico, probablemente
cada vez va siendo más asumido sociológicamente. El PSOE, sin embargo, intentó en
julio de 2001 su giro al Centro y no lo consiguió, porque todavía existen posiciones
dogmáticas y visiones de pensamiento único que dificultan el camino del partido hacia
la Moncloa.
A veces me han preguntado si no sería muy aburrido que todos los partidos se moderaran
y eliminaran de los proyectos las versiones más ideologizadas. Pienso que es bueno, muy
327 E. NASARRE, “Las propuestas del Centro”, El País, 24-I-2002, p. 16.
328 CÁNDIDO, “Retazos sobre el XIV Congreso”, ABC, 4-II-2002.
329 Ibídem.
309
8. De nuevo sobre el espacio del Centro
bueno que los partidos se centren, y que cuando sea así, entonces y más que nunca, se podrá
hacer política de verdad. Por una razón: porque en esa situación será mayor y más auténtica
la participación de la gente en la vida real, ya sea política, económica o local, y ese punto
de participación y presencia demandará un mayor compromiso a los políticos en las tareas
concretas y materializables que componen la vida política. Entonces, los debates serán sobre
proyectos concretos, sobre medidas concretas y no sobre abstractas y generales teorías sin
fundamento “in re”. En este contexto, CÁNDIDO sitúa la carrera hacia el Centro “cuando
la izquierda abandonó el desideratum de los métodos revolucionarios y la derecha el de los
métodos policiales”330. Quizás lleve la delantera el PP, porque “la izquierda sigue creyendo
en los aspectos proféticos de su ideología en relación con lo que debe ocurrir, con lo que
debe ser, o sea, pretendiendo hacerse escuchar en cuanto representante de la conciencia
universal y otorgándose la capacidad de elaborar esa conciencia”331. Por el contrario,
la derecha “que no presume mucho de ideología (...) se ha empeñado en acercarse a los
problemas específicos, no universales, descendiendo a las luchas materiales y cotidianas
de la realidad donde la ideología cuanta muy poco y sí las categorías vitales del ciudadano,
desde la enseñanza a los impuestos, por ejemplo”332. En opinión de DELGADO-GAL333,
que confiesa haber analizado toda la literatura crítica al Congreso del PP, resulta inquietante
que a estas alturas se condene a lo que la izquierda llama derecha, porque es incapaz de
utilizar otra denominación, a la trinchera preconstitucional334 utilizando argumentos
de un pasado, que ya va quedando lejano, y autoerigiéndose en los sufridos y heroicos
luchadores antifranquistas. No deja de ser, a estas alturas, algo simbólico. Yo, por ejemplo,
pertenezco a una generación que tenía catorce años cuando falleció el dictador y, como yo,
hay mucha más gente que espera de la política algo más que censuras y acusaciones de
idoneidad democrática. Por eso, mientras la izquierda sigue perdida en apelaciones, más o
menos grandilocuentes, al pasado y continúe encerrada en sistemas ideológicos cerrados,
es probable que otros se ocupen de gobernar y poner en ejercicio políticas concretas, por
supuesto en el marco de la Constitución, que mejoran las condiciones de vida de la gente.
También me parecen relevantes los comentarios de Antxón SARASQUETA sobre el
Congreso del PP, porque este autor es uno de los pocos, según me parece, que entiende la
posición política de Centro como una posición con personalidad política propia335. Según
SARASQUETA, tanto “los progres como la derecha conservadora leen el mundo como si
nada hubiera pasado en las últimas dos décadas. Por eso denuestan esa expresión: “Centro
reformista”. Formados en un pensamiento dualista y en una realidad simplista (blanco-negro,
este-oeste, derecha-izquierda), estos dogmas tradicionales se han quedado sin respuesta de
330
331
332
333
334
335
Ibídem.
Ibídem.
Ibídem.
A. DELGADO-GAL, “Adelante/Atrás”, El País, 11-II-2002, p. 26.
Ibídem.
A SARASQUETA, “Un congreso ideológico”, La Gaceta de los Negocios, 22-I-2002.
310
8. De nuevo sobre el espacio del Centro
futuro. Por eso, tienen que recurrir al estar, para decir que son. “Bajar los impuestos es de
izquierdas”, dijo el líder socialista. No dijo que era beneficioso para los ciudadanos. Los
dogmas, primero; las personas, después. Los dogmáticos son prisioneros de sus dogmas.
Sufren el vértigo del cambio y se sujetan al inmovilismo”336. Pocas veces he visto tan
claramente, si se puede decir así, expresada la incapacidad de la izquierda y la derecha
ideológica de entender el Centro. Precisamente, porque anteponen los dogmas a las personas.
Porque lo primero es la ideología y luego, mucho después, la gente. En el espacio de Centro,
por el contrario, lo primero son las personas. Por eso, desde el espacio de Centro no pasa
nada por reconocer que la opinión ha hecho una propuesta que beneficia a la ciudadanía,
o que el Gobierno ha tenido una iniciativa que, efectivamente, implica una mejora en la
condición de vida de las personas. Por eso, en el Centro la libertad no está “condicionada” ni
“determinada”, por no se sabe qué elementos estructurales que vienen del Estado. En modo
alguno es una facultad otorgada, sino una autodeterminación ganada a pulso diariamente.
“Liberalismo y humanismo son los dos valores en los que se sustenta la nueva ideología
del Centro, que ha nacido como respuesta a unos cambios para los que las doctrinas
tradicionales no tienen respuesta”337. La derecha y la izquierda tradicional no han sabido, o
no han querido, quizás por miedo a romper los equilibrios orgánicos, adaptarse a la realidad
y bajar a la arena de los problemas concretos que aquejan a las personas de carne y hueso.
Lo que está pasando es que los gobernantes de izquierda en Europa, renunciando a muchos
de sus postulados básicos, hacen políticas de Centro; y los de derecha, también en el viejo
continente, parecen condenados a la oposición. Insisto, hoy la realidad, la nueva realidad,
ya no está dominada por aquellas ideologías cerradas que reinaban porque podían imponer
su sistema. Hoy, la “globalización que rige el modelo actual no es producto de una ideología
política, sino de una revolución científico-tecnológica. Estamos ante un sistema dominado
por la complejidad de la innovación y los cambios”338.
En este marco, la derecha, la izquierda, y el nacionalismo primero y ante todo, son derecha,
izquierda y nacionalismo. Después, todo lo demás. “Los demás valores están sujetos a esa
condición del dogma y posición geométrica”339. En este ambiente, hasta resulta “explicable”
que los representantes de estas posiciones ideologizadas se encuentren desorientadas y,
como dando palos de ciego, acusen al Centro de ser algo ambigüo, melifluo, inconsistente,
vale-todo. Tal es su desconcierto, que en ocasiones señalan a los centristas “de firmes e
intransigentes porque son fieles a unos valores como la libertad, los derechos humanos y
el principio de igualdad. Bien en defensa de la Constitución o en su negativa a negociar
con los terroristas que siguen matando”340. En otras palabras, la izquierda, la derecha y el
336
337
338
339
340
Ibídem.
Ibídem.
Ibídem.
Ibídem.
Ibídem.
311
8. De nuevo sobre el espacio del Centro
nacionalismo todavía están esperando que la realidad se adapte a sus postulados, porque
sólo en sus doctrinas están los saberes de salvación. He aquí su gran error y un gran pecado,
que no son capaces, ni de reconocer, ni de expiar. Mientras tanto, otros han sabido ver que
la virtud está en los valores que se conjugan con el mejor desarrollo de esos cambios, para
liderarlas y adaptar los modelos de convergencia, expansión, convivencia y competencia
(...). Son los valores los que dan fortaleza a las personas y sociedades, junto a las políticas
y servicios eficientes que responden a esos valores341. En esta dirección, es capital que las
decisiones políticas estén presididas por valores e ideas de servicio a las personas. Por eso
estoy de acuerdo con SARASQUETA en que las políticas siempre deben hacer referencia a
ideas y valores, deben responder a una pedagogía política que pone el acento precisamente
en “la asociación entre ideas, valores y acciones”. Si así no fuera, resultaría que aparecería
una peligrosa etiqueta de tecnocracia y de neutralidad ideológica. Entonces, como dice
SARASQUETA, “se oculta el espíritu del hacer y el sentir de las cosas y los mensajes se
convierten en entropía”342.
Desde otro punto de vista, menos ideológico y más sociológico, Henry KAMEN escribía
que el Congreso del PP no fue un congreso normal, porque primero se produce la despedida
“voluntaria” del líder del partido, a la sazón presidente del Gobierno, y segundo, porque se
han “incluido prácticamente todas las principales propuestas legislativas343. Para el profesor
KAMEN, el triunfo del PP en 2000 “es una revolución que a muchos observadores, que
creían que el socialismo y el nacionalismo eran la llave del futuro, les parecía que nunca
podría suceder”344. Tras veinticinco años de ciudadanía política postransmisión democrática,
“muchos de los partidos políticos se hallan a la deriva”345. Los nacionalismos, por su
tendencia a la introspección y a la fragmentación, y los socialismos, casi refundándose,
como consecuencia del colapso de las ideologías cerradas346. Sin embargo, el PP, se ha
convertido, tras girar hacia el Centro y superar a una derecha de tendencia centralista, “en
un régimen abierto y liberal, con amplio apoyo por parte de todos los sectores, desde las
generaciones más jóvenes hasta todas las clases sociales”347.
Uno de los mejores análisis políticos del Congreso del PP de enero de 2002 es, sin duda,
el del profesor Benigno PENDÁS348. Comienza con una cita de ORTEGA Y GASSET
que refleja, en mi opinión, que una cosa es ser de Centro y otra ser tonto, o ingenuo: “Las
ideas, incluso las grandes ideas, se pueden improvisar. Las creencias, no”. Por eso, quizás
341
342
343
344
345
346
347
348
Ibídem.
Ibídem.
H. KAMEN, “Un congreso poco común”, El Mundo, 28-I-2002, pp. 12-13.
Ibídem.
Ibídem.
Ibídem.
Ibídem.
B. PENDÁS, “El eterno retorno del Centro”, ABC, 27-I-2002, pp. 24-25. Vid. también C. VIDAL, “La
derecha española: de CÁNOVAS a AZNAR”, El Mundo, 26-I-2002, pp. 12-13.
312
8. De nuevo sobre el espacio del Centro
PENDÁS afirme que “sólo triunfan y perduran en nuestro Centro-derecha los conceptos
que analizan con un sentimiento natural: España y su vertebración nacional, la libertad bajo
el imperio de la Ley; la exigencia ética (honeste vivere, dirían los romanos) para actuar en
la vida pública...”349. Además, hoy, se han superado las etapas del dominio de las ideologías
cerradas. Es lo que PENDÁS califica escribiendo lo que ya no es sino una falacia: “la
derecha defiende intereses económicos y la izquierda valores económicos”350. Falacia, sí,
pero que algunos no han digerido y que otros han travestido hasta el punto de que no
pocos colectivistas se han dejado deslumbrar por los resplandores de la más feroz sociedad
capitalista. Pero, bueno, dejando las bromas a un lado, PENDÁS también, como muchos,
desea que el socialismo español, perdido en complejas lecturas (PETTIT), recupere el
rumbo del tiempo presente, porque se ha dicho con acierto que un buen gobierno precisa
de una buena oposición. Hoy la madurez de la gente hace posible que en función de quien
se acerque más al Centro, así sea el resultado electoral. Si no, que se lo pregunten otra vez
a los electores de 1996 o de 2000.
Es interesante el repaso histórico que hace Benigno PENDÁS, del viaje al Centro del PP351.
Recomienda el autor dos libros de Manuel FRAGA: “El pensamiento político conservador”
y “El desarrollo político”, en los que es posible, desde la perspectiva intelectual, encontrar
algún párrafo que pueda servir de precedente. En efecto, según recuerda PENDÁS,
en el segundo de los libros citados, FRAGA “propone la convergencia hacia el Centro
de dos grandes fuerzas a derecha e izquierda y se rechaza la formación de una tercera
específicamente llamada a ocupar aquella posición equidistante”352. En los ochenta, justo
es reconocerlo, el PSOE es capaz de aglutinar en el 82 a la mayoría por situarse en una
perspectiva centrista que muy pronto abandonaría. Entre tanto, en el otro lado se produce el
Congreso de la refundación de 1990, en Sevilla, se empieza a trabajar intelectualmente y así
ven la luz tanto la revista “Veintiuno” como “Nueva Revista”, que ciertamente alimentan el
nuevo e incipiente pensamiento centrista, se organizan seminarios, se trabaja y, en 1996, el
gobierno; y en el 2000, otra vez el gobierno.
El profesor DOMINGO MORATALLA aprovecha el fallecimiento de uno de los más
polémicos pensadores de este tiempo, NOZICK, para llamar la atención sobre la sorpresa
349 Ibídem.
350 Ibídem.
351 Me ha llamado la atención la dedicatoria que preside el libro de N. ALCALÁ-ZAMORA editado por
Claridad en su destierro mexicano titulado “Régimen político de convivencia en España. Lo que no debe ser y
lo que debe ser: “Escribo este libro para el español sereno, desapasionado, de posición Centro, para el que la
separación de la Iglesia y del Estado no significa la quema de conventos”, vid. Revista de Estudios Políticos.
Volumen XIII. Año V. No 24, 1945, p. 128.
352 Ibídem. Además, vid. al libro de J. VELARDE, FRAGA o el intelectual y la política, Madrid, 2001, en
donde el autor resume así la idea fuerza de FRAGA: “Un partido político que colabora en una vida centrada,
que no siga senderos alejados de los grandes movimientos ideológicos anglosajones y que permita gobernar un
Estado que tenga una plasticidad extraordinaria”. Vid. también, R. BAON, Historia del Partido Popular, I, Del
Franquismo a la refundación, Madrid, 2001, pp. 43 y ss. especialmente.
313
8. De nuevo sobre el espacio del Centro
que hoy causa que el Centro-reformista español no encuentre en este padre del liberalismo
libertario uno de sus inspiradores más cercano. Entonces, dice MORATALLA, “es que
se está produciendo una evolución importante dentro del panorama político español”353.
En este contexto, MORATALLA plantea la cuestión de la segunda descentralización, el
fortalecimiento del trabajo institucional, la donación o el fenómeno religioso y señala,
con razón, que “la moderación del Centro político no se consigue por la abstención o
la equidistancia entre el intervencionismo socialista o el positivismo liberal en material
de ciencia y tecnología. Se consigue cuando hay capacidad de análisis y, sobre todo,
cuando no hay miedo para discutir con los investigadores sobre los límites de la ciencia
y la técnica en la sociedad de la información”354. Por supuesto, pero también cuando
se tienen unas convicciones firmes, porque la moderación es una convicción firme y
porque la dignidad de la persona es uno de los vectores básicos del quehacer político
centrista. Estoy de acuerdo con el profesor MORATALLA cuando afirma que ahora
“cuentan más las necesidades de sociedades dinámicas y abiertas que las ambiciones
de los partidos; un horizonte al que apuntaban los críticos de NOZICK, un liberalismo
menos individualista y más solidarista, porque refuerza la dinámica y el protagonismo
de una sociedad abierta”355. Yo le llamo libertad solidaria. Un centrismo sin complejos,
faltaría más, con convicciones.
Algunos líderes conservadores británicos como Chris PATTEN, actual comisario de la
Unión Europea, y en su día presidente del partido “tory”, se miran en el espejo del Centro
español356. En efecto, ante la pregunta sobre la victoria de AZNAR, PATTEN reconoce
que el presidente español “recolocó hábilmente a su partido en el Centro. No le dio miedo
tomar decisiones difíciles y seguir un programa liberal coherente, pero no se dejó llevar
por el dogmatismo y se enfrentó a los lobbies (...)”357. Además, “la prudencia fiscal, la
liberalización y la apertura de mercados han permitido a España cumplir los criterios de
convergencia (...), activar la industria y crear millones de puestos de trabajo (...). En tercer
lugar, AZNAR no ha jugado la carta del populismo. Ha demostrado ser un líder digno
de confianza y responsable, dispuesto a buscar el consenso y a buscar alianzas incluso
cuando ha contado con mayoría absoluta. En cuarto lugar (...), AZNAR ha trabajado de
forma pragmática para que funcione la descentralización (...). Por último, el presidente
español ha sabido compaginar los intereses de su país en los ámbitos nacional, europeo
e internacional”358. Se dirá que un líder “tory” es difícil que pueda calificar de otra
manera la gestión de AZNAR. No veo por qué tiene que ser así si huimos de las versiones
ideologizadas.
353 A. DOMINGO MORATALLA, Un centrismo sin complejos, Alfa y Omega, 14-II-2002, p. 25.
354 Ibídem.
355 Ibídem.
356 C. PATTEN, “Las lecciones de España”, El Mundo, 14-II-2002, p. 25.
357 Ibídem.
358 Ibídem.
314
8. De nuevo sobre el espacio del Centro
8.3. Izquierda-centro-derecha.
Si hoy la mayoría social está en el Centro y la izquierda no acaba de arrojar el lastre
de dogmatismo que la comprime, ¿dónde está la derecha? ¿Es que el Centro se ha ido a
la derecha? ¿Es que ahora da vergüenza proclamarse de derecha? Vaya por adelantado
que respeto, y mucho, como a los de izquierda, a los de derecha, porque me parece que
pertenecen a una tradición política que, junto a evidentes sombras, ha brillado con luz
propia en muchos momentos de la historia de España.
La polémica política e ideológica en torno al valor del Centro político tiene verdaderamente
poca entidad. Se agota en descalificaciones globales que en realidad tienen corto alcance,
y por tanto, no reclaman una respuesta de más significación.
Se dice, desde esos posicionamientos, que el Centro sufre una indefinición ideológica de
tal calibre que a la postre se ve reducido a una pura operación cosmética. Esta afirmación
no puede tomarse en serio cuando se produce desde formaciones que están sufriendo en sus
carnes, de la forma más sangrante, el zarpazo de una indefinición ideológica que las está
privando de sentido. Me estoy refiriendo a la izquierda359.
La polémica política e ideológica tiene interés desde el punto de vista de la dimensión
política, pero su contenido real es mínimo y carece de interés desde el punto de vista de la
cuestión que nos hemos planteado, el de la sustantividad política del Centro.
Así las cosas, no parece necesario reiterar que el espacio de Centro emerge con fuerza
en este momento de la historia debido al “agotamiento de las ideologías tradicionales de
la derecha e izquierda que han dominado el siglo XXI”360. ¿Cuál es el secreto de este
nuevo espacio político? Como dice SARASQUETA, el Centro “parte de una sencilla -muy
revolucionaria- idea: el sistema al servicio de la persona y la sociedad, y no al revés. Una
idea liberal y humanista”361. Hasta no hace mucho, en efecto, el dominio de las ideologías
cerradas era tal que todo giraba en torno a ellas, y en torno a ellas todo tenía explicación,
incluso el concepto de la persona y sus derechos fundamentales. Hoy, afortunadamente, la
fuerza de la persona y la fuerza de la libertad ha abierto nuevos espacios políticos en los
que la pretensión dogmatizadora y la tiranía de los prejuicios quedan a un lado, porque la
magnitud de los problemas y la realidad dinámica sugieren nuevas soluciones. “Conjugando
los valores, la creatividad y los principios, con un desarrollo práctico, que potencien la
libertad”362, es posible acercarse a los vertiginosos cambios y transformaciones con
359 Vid. A. DELGADO-GAL, “Las nostalgias de la izquierda”, La Gaceta de los Negocios, 29-III-2002, p. 3.
360 A. SARASQUETA, “El futuro del Centro”, La Gaceta de los Negocios, 27-XI-2001, p. 6.
361 Ibídem.
315
8. De nuevo sobre el espacio del Centro
cierta garantía de que el hombre pueda ser la piedra angular del sistema social, político y
económico.
SARASQUETA explica muy bien los nocivos efectos de la tiranía del sistema y el
correspondiente sometimiento de la persona: “Hasta ahora, el contribuyente, el paciente,
el estudiante, han tenido que someterse. No es la hacienda quien tiene que demostrar la
culpabilidad del ciudadano, sino este quien demostrar su inocencia; el paciente llega a
esperar meses hasta ser operado, por lo deficiente del sistema; y el estudiante tiene que
hacer una carrera que no le gusta, porque el sistema no le da otra opción. Esto es lo más
cotidiano, pero responde al modelo de unas doctrinas políticas impuestas para controlar el
sistema, al que los ciudadanos tienen que someterse. Un concepto elitista y nada popular
de la política363.
En efecto, el sistema rígido y estático que nos ha dirigido por largo tiempo, y los sacerdotes
de esa todopoderosa tecnoestructura, presa del pensamiento unilateral y del miedo a que
la vitalidad cívica rompiese los moldes de un planteamiento tan conservador, con peligro
de perder las posiciones, han fracasado. Los que se dan cuenta son los que, en mi opinión,
hablan del pensamiento abierto, dinámico, plural y complementario. Y, sin dogmas, colocan
a la persona a la cabeza de las nuevas doctrinas políticas. Son espacios que se acercan sin
prejuicios a la realidad y, allí y desde allí, son capaces de acercarse a la verdadera naturaleza
de los problemas, importando poco, muy poco, que la terapia a aplicar sea considerada en
uno u otro sentido por los todavía ideologizados ojos y mentes de los que se van quedando
atrás, presos de su ideología cerrada.
Los cambios, los vertiginosos cambios, y la revolución científico-tecnológica se han
impuesto sobre las doctrinas políticas. “Ninguna doctrina política controla el ciberespacio
y tampoco el proceso de innovación popular, que han dado lugar, a una nueva relación
entre el hombre y el sistema. La sociedad digital conduce a la sociedad del conocimiento,
y en ésta domina la creación al valor y la economía de demanda. Chocan, como es natural,
con la tradicional política de oferta de quienes dominan el sistema. De ahí se derivan
muchos de los cambios protagonizados en la última década, como la liberalización o
desregulación en los sistemas de monopolio y la apertura o democratización en el orden
político a nivel global”364. El centro de gravedad se ha trasladado, la iniciativa es cada vez
más dinámica y proviene de la gente. Por eso, el entero orden político, económico y social
está atravesando tantas perplejidades y dudas, por eso hay que democratizar la democracia,
liberar la libertad o desburocratizar la burocracia. Sencillamente, porque habían quedado
presas en una dimensión unilateral y estática al socaire de una ideología cerrada, en manos
362 Ibídem.
363 Ibídem.
364 Ibídem.
316
8. De nuevo sobre el espacio del Centro
de una casta de especialistas del interés general que, es verdad, han sabido tejer toda una
red de relaciones con el mundo del mercado y de la comunicación que los erigió en los
auténticos dueños del sistema. Ahora, sin embargo, las cosas son de otra forma y la gente,
los votos, ya no son propiedad de nadie. Ahora, se mueven, han madurado, y poco a poco
van desmontando las conspiraciones del sistema instaladas también en las organizaciones
sociales y políticas.
“Los sistemas ideológicos doctrinarios no tienen respuesta para un mundo que les supera.
Ni en los programas políticos ni en las teorías ideológicas ni en la acción del poder”365.
Por eso en Europa se ha producido un giro al Centro, tanto de socialdemócratas como
de conservadores. Es justo reconocer que AZNAR, como señala SARASQUETA, tuvo la
“visión de impulsar ese cambio desde la oposición (...), algunas reformas de su política
han ido en esa dirección, pero todavía queda mucho (...). De hecho, España es uno de esos
lugares que pueden ser considerados un laboratorio de los cambios, por las dificultades casi
insalvables que tiene para adaptarse a ellos y desarrollarlos. No sólo está arraigado en la
concepción del poder y de sus administraciones e instituciones el dominio de los sistemas
burocráticos y administrativos sobre los derechos ciudadanos, sino que es fácil comprobar
cómo la sociedad se moviliza más por intereses gremiales y subvenciones, que por la libertad
en el uso de sus propios recursos”366. El camino del reformismo y del espacio de Centro
no ha hecho más que comenzar. Las resistencias a los cambios son fenomenales, pero no
podemos olvidar que los resultados cosechados, casi incipientes en muchos aspectos, nos
muestran la importancia de entender lo que pasa en la realidad y decididamente colocar a
la persona en el Centro de todas y cada una de las dimensiones de la vida social, política y
económica, para ir, poco a poco, derribando el dominio del tecnosistema. “El futuro de una
alternativa de Centro político está en su propia capacidad para adaptarse al futuro, en los
hechos, los valores y las ideas”367.
Con cierta preocupación compruebo que todavía hay mucha gente que no entiende el
Centro como una categoría política nueva. Siguen pensando que todo se reduce a derecha o
izquierda. Admiten, eso sí, que hay dificultades para entender ambas categorías como hace
décadas, pero nada más. Por ejemplo, Alain TOURAINE, siguiendo a DELORS señala que
“si la izquierda no se transforma para definir nuevos objetivos sociales (y no para unirse a
la visión liberal), aumentarán mucho las oportunidades de una derecha propiamente liberal
(...). Si la izquierda de tipo ambiguo no renuncia a su tradición y a sus ideas, muchos países
van a evolucionar hacia la derecha”, señala TOURAINE.
Un apunte sociológico. En las elecciones de 2000, en España, “proclamarse de Centroizquierda y votar al Centro-derecha constituye una paradoja que vuelve a estar de moda
365 Ibídem.
366 Ibídem.
367 Ibídem.
317
8. De nuevo sobre el espacio del Centro
desde que el PP gobierna con mayoría absoluta. Una paradoja, además, inédita desde
los tiempos de Adolfo SUÁREZ, cuando la extinta UCD ganaba elecciones arañando
electores en el espacio del PSOE y exprimiendo a fondo el voto de Centro y Centroderecha. El triunfo de los centristas tenía, además, el mérito de producirse a pesar de que
más de un millón de votantes de la derecha más estricta recalaban en otra formación: la
Alianza Popular de Manuel FRAGA”368. Quizás lo más relevante de la credibilidad del
PP es que realmente la mayoría lo ve como un partido de Centro. Por varias razones.
Primera: el conjunto del electorado del PP es hoy mucho más plural que hace diez años
y en su seno conviven hasta posturas abiertamente contrapuesta. Segunda, y no menos
importante: se produce una mayor moderación política de los votantes del PP, que se
traduce en un desplazamiento hacia el Centro ideológico de las posiciones medias de
los electores populares. Así, mientras hace diez años más del 50% de los votantes del PP
se situaba en una posición claramente de derechas, ahí casi el 50% se sitúa en el Centro
químicamente puro369.
Un estudio realizado por los profesores MOLAS y BARTOMEUS titulado “Estructura
de la competencia política en España” publicado por el Institut de Ciencies Politiques
i Socials de Barcelona, confirma la diversificación del espacio ideológico del PP a
caballo de su crecimiento electoral durante las dos últimas décadas: “la ubicación
del electorado en la escala derecha-izquierda se ha modificado gradualmente, en
consonancia con el ascenso del voto del PP”370. Es decir, “la media (ideológica)
del conjunto del electorado ha ido desplazándose desde el Centro-izquierda hasta
el Centro del eje”371, ya que ha crecido la proporción de entrevistados que se sitúan
en las posiciones centrales, en detrimento tanto de la izquierda, la Centroizquierda,
como de los no ubicados”372. Desde el punto de vista de la sociología electoral, la
hegemonía electoral del PP (ya abrumadora a la derecha de la franja) se basa en que
el espacio central del eje izquierda-derecha (el más nutrido) y el de los no alineados
“han pasado de ser áreas de cierto predominio del PSOE a espacios de predominio
del PP”373. Hoy por hoy, si uno sigue los últimos meses de los barómetros del
CIS, comprobará que la franja del Centro-derecha es superior a la franja del Centroizquierda. ¿Cómo interpretarlo? Desde luego, yo no lo sé. Hay quien, con sus razones,
piensa que el PP no es de Centro, que lo que es de Centro, y siempre lo ha sido, es el
electorado374. Sea lo que sea, lo importante, en el fondo, es que la gente apuesta por
opciones políticas moderadas, abiertas, en las que identifique un compromiso radical
368 “El crepúsculo de las ideologías”, La Vanguardia, 25-I-2002, p. 16.
369 Ibídem.
370 I. MOLAS/D. BARTOMENS, Estructura de la competencia política en España (1986-2000), Institut de
Ciencies Politiques i Socials, Barcelona, 2001, p. 33.
371 Ibídem.
372 Ibídem.
373 Ibídem.
318
8. De nuevo sobre el espacio del Centro
con las personas. En mi opinión, en este momento, el partido que mejor interpreta la
música centrista es, desde luego, el PP. Lo que nos deparará el futuro no lo sabemos,
pero si se sigue por este camino, España está en buenas manos.
374 Vid. J. TUSSEL, “¿Un Centro reformista?”, El País, 20-I-2002, p. 17 y, recientemente, en la obra colectiva,
El Gobierno de Aznar (1996-2000), Madrid, 2001, Introducción, p. 10 y ss.
319
320
9. Reflexión conclusiva
CAPÍTULO 9
REFLEXIÓN CONCLUSIVA
Un estudio de las características del que ahora remato no admite, por su propia naturaleza,
conclusiones demasiado claras o demasiado nítidas. Sin embargo, la conclusión teórica
de la Tercera Vía parece contradecirse con la aparente falta de resultados concretos, al
menos en el Reino Unido de 2004, temporada en que Tony BLAIR ha sido gravemente
penalizado por los índices de popularidad. Supongo que será por algo. Por otra parte, el
espacio de Centro, que como queda argumentado, no se reduce a la Tercera Vía, aunque sí
coincide con ella en su renacimiento en un momento de vertiginosos y acelerados cambios.
Es algo más, mucho más, porque parte de la certificación del hundimiento de las ideologías
cerradas y propone una mirada más abierta, más plural, más dinámica y más compatible de
la realidad y de los problemas concretos que afectan a la gente corriente. Mientras, el nuevo
socialismo español se tiñe de tonos republicanos, de tonos liberales y de tonos clásicos: se
puede hacer lo que se puede hacer en cada momento.
No hace mucho, el profesor KAMEN se preguntaba qué sentido tendría que frente a los
nuevos laboristas británicos, los nuevos socialistas españoles siguieran proclamando que la
Conferencia Política de 2001 había supuesto un giro a la izquierda, pero a una izquierda375
que antes significaba defender la libertad y la dignidad frente al dictador, y que hoy “no es
ni más ni menos que una señal de tráfico, y de ningún modo una ideología política. Es una
etiqueta que no significa nada y que no explica nada (...)”. Palabras claves376, es cierto, pero
BLAIR en Gran Bretaña proclamó a los cuatro vientos que no era socialista y ni pasó nada,
ni parece que electoralmente le fuera mal. Otra cosa, insisto, es si la calculada y artificial
campaña de imagen de la Tercera Vía y su puesta en escena sea algo más que eso. En
España, el atentado terrorista del 11-M precipitó un sorprendente desapego del gobierno de
AZNAR del espacio de Centro, sin que todavía sepamos muy bien juzgar las causas de ese
distanciamiento tan extraño de una posición política que él ayudó a configurar.
375 H.KAMEN, “¿El fin del Socialismo?” El Mundo, 11-VI-2001, pp. 4-5.
376 Ibídem.
321
9. Reflexión conclusiva
En cualquier caso, debe dejarse constancia del esfuerzo realizado por el PSOE para
modular y centrar su mensaje político, aunque la realidad de sus primeros ocho meses
de gobierno va en otra dirección: la de la división y la tensión social. Realmente, la crisis
de la socialdemocracia clásica es patente. Algunos autores como el profesor ESCUDERO
entienden que precisamente en el contexto de la globalización la socialdemocracia se
puede renovar: para ello es necesario aspirar a la democracia global y tener claro que la
solución no consiste en la ayuda voluntaria, sino en la redistribución a nivel global377. No
sé si las experiencias redistribuidoras se pueden proponer como dogmas, a mí me parece
que no; quizás la más inteligente, aunque no a lo mejor la más inmediata, es canalizar la
ayuda al desarrollo, que ciertamente se debe incrementar, a la formación y educación de
los habitantes de los países pobres. La entrega “en mano” de los fondos a estos países no
siempre es la mejor solución, como ponen de manifiesto las estadísticas oficiales. En lo
que sí estoy de acuerdo, es que la socialdemocracia se libre de su crisis, “suscribiendo,
junto a sus viejos ideales de libertad, igualdad y solidaridad, un compromiso radical con la
democracia”378.
No ha pasado inadvertido, en el proceso de renovación del socialismo español, la cantidad
de doctrinas, y autores que han polarizado el debate ideológico: “primero: Tercera Vía,
apenas unos meses después, socialismo libertario, y ahora republicanismo”379. Es verdad,
la sucesión de las teorías no demuestra más que interés y buenas intenciones para situar al
socialismo en una buena pista de despegue. Sin embargo, la sucesión de teorías debe dejar
paso a las propuestas concretas. “Bienvenida sea la renovación si revela una saludable sed
de propuestas, de ideas y el intento de rehacerse ideológicamente frente a unos años de
rearme ideológico liberal-conservador. Los demás: etiquetas y mal doctrinarismo”380.
¿Se apaga la Tercera Vía? Contestar a esta pregunta es, hoy por hoy, imposible. Veremos
lo que las urnas deparan al señor BLAIR. En cualquier caso, parece que la etiqueta que se
usa menos, o ya casi nada en el Reino Unido, como reconoce Robin Cook: el término ya
no lo usamos (...), pero todavía está ahí, en los discursos de BLAIR”381. Por el contrario,
el profesor GLENERSTER, de la London School of Economics, sostiene que sí existe
y está vigente, y se manifestó en que los laboristas dieron la espalda al concepto de que
el libre mercado era algo malo y aceptaron al mercado”382. Sea lo que sea, lo que no se
puede negar es el profundo impacto que su puesta en circulación produjo en toda Europa.
377 M. ESCUDERO, “¿Crisis de la Socialdemocracia?”, EL País, 22-II-2002, p. 16. Ver también, en este sen-
tido, F. VALLESPIN, “Izquierdas asimétricas”, El País, 16-II-2002, p. 20.
378 Ibídem.
379 F. OVEJERO LUCAS/R. GANGARELLA, “¿Renovación ideológica o de qué se habla, que me apunto?”
El País, 21-V-2001, p. 12.
380 Ibídem.
381 El País, 27-V-2001, p. 6.
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9. Reflexión conclusiva
Ahora, tras el ascenso de los conservadores en las encuestas, parece que el ala izquierda
del partido laborista volverá, si puede, por sus fueros perdidos denunciando un cierto aire
presidencialista y entreguismo a Washington en la lucha contra el terrorismo. Se empiezan
a notar problemas en los servicios públicos, hay problemas de seguridad, se dan algunos
escándalos financieros y se necesita más dinero para la prometida mejora de la sanidad y
de la educación.
Una reciente encuesta acaba de arrojar un dato sorprendente: el 54% de los encuestados
opinan que el mandato de BLAIR ha sido decepcionante y que debe dejar su puesto antes
de las próximas elecciones383. ¿Quién lo diría hace dos o tres años?
El espacio de Centro es el espacio político por excelencia, porque allí se conjugan no los
intereses de unos pocos, ni de muchos, ni siquiera los de la mayoría. El político que quiera
situarse en el Centro debe atender a los intereses de todos, y en todas sus dimensiones. ¿Es
imposible? Sí, si la acción política está maniatada por una concepción previa a la realidad
y, por lo tanto, excluyente de quien no se adapte a esa manera de ver. Pero sí es posible, si
por política entendemos interesarse y trabajar en favor de la paz, de la justicia social, de la
libertad de todos, ofreciendo soluciones concretas, al lado de otras soluciones posibles y
legítimas, en concurrencia con quienes sostienen lo contrario: hay mucha política que hacer
desde las posiciones de Centro.
Digamos que las actuaciones derivadas de una pretensión de gran alcance son perfectibles,
y que quien mejor sea capaz de responder a la exigencia planteada será el que estará más al
Centro. Estas son las coordenadas en las que se sitúa el Centro y los parámetros con los que
se mide la nueva forma de hacer política que se vislumbra desde tantas atalayas.
Hoy por hoy, el notable avance de la abstención y las opciones de extrema derecha y extrema
izquierda constituyen un aldabonazo que debe facilitar la renovación de los espacios políticos.
Es posible, como ha afirmado David HELD, que si la izquierda se mueve demasiado a la
derecha corra el peligro de perder electorado384. Es posible, por otro lado, como afirma
otro de los apóstoles de la Tercera Vía -John GRAY-, que el avance de LE PEN ilustre la
debilidad del centro derecha. No lo sé. Lo que sí intuyo, como otras muchas personas, es
que los nuevos desafíos exigen nuevas formas de hacer y estar en política. Es necesario, sin
miedo, lanzarse a esa apasionante tarea de democratizar la democracia, liberar la libertad,
desburocratizar la burocracia o, si se quiere, desmercantilizar el mercado.
Antxón SARASQUETA, comentando las últimas elecciones presidenciales en Francia,
confirma la vigencia del Centro político y señala que ante los nuevos problemas de la
382 Ibídem
383 La Voz de Galicia, 25-III-2002, p. 23
384 El País, 30-IV-2002, p. 6.
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9. Reflexión conclusiva
inmigración o de la inseguridad es menester que los partidos y líderes sean capaces de
adaptarse al dinamismo social. De lo contrario, si siguen -izquierda y derecha clásicaspresos de los dogmas e ideologías cerrados, abonarán el campo a los ultras385 “porque las
ideologías modernas no se reducen a una visión endogámica y partidista, sino a valores
de innovación y universalidad. Porque, no lo olvidemos, en la política real el fracaso del
Centro es el triunfo de los más extremistas, y al revés”386.
385 A. SARASQUETA, “De sorpresa en sorpresa”, La Gaceta de los Negocios, 23-IV-2002, p. 6.
386 Ibídem.
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