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Indice
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Capítulo I Hazel
Capítulo XXVII Hazel
Capítulo II Hazel
Capítulo XXVIII Hazel
Capítulo III Hazel
Capítulo XXIX Percy
Capítulo IV Hazel
Capítulo XXX Percy
Capítulo V Annabeth
Capítulo XXXI Percy
Capítulo VI Annabeth
Capítulo XXXII Percy
Capítulo VII Annabeth
Capítulo XXXIII Jason
Capítulo VIII Annabeth
Capítulo XXXIV Jason
Capítulo IX Leo
Capítulo XXXV Jason
Capítulo X Leo
Capítulo XXXVI Jason
Capítulo XI Leo
Capítulo XXXVII Annabeth
Capítulo XII Leo
Capítulo XXXVIII Annabeth
Capítulo XIII Percy
Capítulo XXXIX Annabeth
Capítulo XIV Percy
Capítulo XL Annabeth
Capítulo XV Percy
Capítulo XLI Piper
Capítulo XVI Percy
Capítulo XLII Piper
Capítulo XVII Frank
Capítulo XLIII Piper
Capítulo XVIII Frank
Capítulo XLIV Piper
Capítulo XIX Frank
Capítulo XLV Percy
Capítulo XX Frank
Capítulo XLVI Percy
Capítulo XXI Annabeth
Capítulo XLVII Percy
Capítulo XXII Annabeth
Capítulo XLVIII Percy
Capítulo XXIII Annabeth
Capítulo XLIX Percy
Capítulo XXIV Annabeth
Capítulo L Leo
Capítulo XXV Hazel
Capítulo LI Leo
Capítulo XXVI Hazel
Capítulo LII Leo
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Capítulo LIII Annabeth
Capítulo LXVI Frank
Capítulo LIV Annabeth
Capítulo LXVII Frank
Capítulo LV Annabeth
Capítulo LXVIII Frank
Capítulo LVI Annabeth
Capítulo LXIX Annabeth
Capítulo LVII Jason
Capítulo LXX Annabeth
Capítulo LVIII Jason
Capítulo LXXI Annabeth
Capítulo LIX Jason
Capítulo LXXII Annabeth
Capítulo LX Jason
Capítulo LXXIII Hazel
Capítulo LXI Percy
Capítulo LXXIV Hazel
Capítulo LXII Percy
Capítulo LXXV Hazel
Capítulo LXIII Percy
Capítulo LXXVI Hazel
Capítulo LXIV Percy
Capítulo LXXVII Percy
Capítulo LXV Frank
Capítulo LXXVIII Percy
A mis maravillosos lectores
Perdón por el último cliffhanger
Bueno, no. HAHAHAHA
Pero de verdad, los amo chicos
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capitulo I
HAZEl
Durante el tercer ataque, Hazel casi se tragó una piedra. Ella miraba entre la niebla,
preguntándose cómo podía ser tan difícil volar a través de una estúpida cadena montañosa,
cuando las alarmas del barco sonaron.
— ¡Es difícil ponerlo a babor! —gritó Nico desde el trinquete del barco volador.
Ya en el timón, Leo tiró de la rueda. El Argo II viró hacia la izquierda, sus remos aéreos
cortaban las nubes como filas de cuchillos.
Hazel cometió el error de ver sobre la barandilla.
Una oscura, esférica forma se lanzó sobre ella. Ella pensó: ¿Por qué la luna viene hacia
nosotros? Después ella aulló y golpeó la cubierta. Una roca enorme pasó muy cerca de su
cabeza, voló el cabello fuera de su cara.
¡CRACK!
El trinquete colapsó-la vela, el mástil y Nico, todos estrellándose en la cubierta. La piedra, de
apenas el tamaño de una “Pick Up”, cayó hacia la niebla como si tuviera un asunto importante
en algún lugar.
— ¡Nico! —Hazel corrió hacia él mientras Leo nivelaba el barco.
—Estoy bien—murmuró Nico, sacándose a patadas los pliegues de sus piernas.
Ella lo ayudó y se tropezaron hacia la proa. Hazel miró más cautelosamente esta vez. Las nubes
se separaron lo suficiente esta vez lo suficiente para revelar la cima de la montaña debajo de
ellos: una negra punta de lanza que sobresalía de las pendientes verdes musgosas. Parado en
la cumbre estaba un dios de la montaña- uno de los “numina montanum”, como Jason los
llamó. U “ourae” en griego. Como sea que los llamases, eran asquerosos.
Como los otros a los que se habían enfrentado, este vestía una simple túnica blanca encima de
la piel, rugosa y oscura como el basalto. Él era de unos veinte pies de altura y extremadamente
fornido, con una común barba blanca, cabello ralo y una mirada salvaje en sus ojos, como un
loco ermitaño. Él bramó algo que Hazel no entendió, pero obviamente no estaba dando la
bienvenida. Con sus manos desnudas, tomó un pedazo de piedra de su montaña y comenzó a
moldearla para hacerla una bola.
La escena desapareció en la niebla, pero cuando el dios de la montaña bramó de nuevo, otro
“numina” contestó en la distancia, sus voces resonaban en los valles.
— ¡Estúpidos dioses roca!— Leo gritó desde el timón —.Esta es la tercera vez que tengo que
reemplazar el mástil. ¿Crees que crecen en los árboles?
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Nico frunció el ceño.
—Los mástiles son de los árboles.
—¡Ese no es el punto! —Leo tomó uno de sus controles, un improvisado control de Nintendo
Wii y lo hizo girar en círculos. A unos pies de distancia, una trampilla se abrió en la cubierta. Un
cañón de bronce celestial se alzó. Hazel apenas tuvo tiempo de cubrir sus oídos antes de que
se disparara en el cielo, regando una docena de esferas metálicas que llevaban fuego verde. A
las esferas le crecieron espinas en el aire, como las cuchillas de un helicóptero y
desaparecieron en la niebla.
Un momento después, una serie de explosiones crepitaron en las montañas, seguidas de
indignados rugidos de los dioses de la montaña.
— ¡Ja! —gritó Leo—.
Desafortunadamente, Hazel adivinó, juzgando sus dos previos encuentros, la nueva arma de
Leo sólo había molestado a los “numina”.
Otra roca silbó a través del aire hacia el estribor.
Nico gritó.
— ¡Sácanos de aquí!
Leo murmuró unos comentarios incómodos acerca de los “numina”, pero giró el timón. Los
motores zumbaron. Un aparejo mágico se apretó a sí mismo y el barco viró hacia babor. El
Argo II aceleró, retirándose hacia el noroeste, como lo habían estado haciendo los pasados dos
días.
Hazel no se relajó hasta que salieron de las montañas. La niebla se aclaró.
Debajo de ellos, la luz del día iluminaba el lado italiano-continuas colinas verdes y campos
dorados no tan diferentes a los que hay en el norte de California. Hazel casi se imaginó que ella
estaba navegando hacia el Campamento Júpiter
El pensamiento pesaba en su pecho. El Campamento Júpiter había sido su hogar solamente
por nueve meses, desde que Nico la trajo de vuelta del Inframundo. Pero ella lo extrañaba más
que su lugar de nacimiento de Nueva Orleans, y definitivamente más que a Alaska, donde
murió en 1942.
Extrañaba su litera en el cuartel de la Quinta Cohorte. Ella extrañaba las cenas en el comedor,
con los espíritus del viento llevando los platos a través del aire y los legionarios bromeando
acerca de los juegos de guerra. Ella quería deambular por las calles de Nueva Roma, tomada de
las manos con Frank Zhang. Ella quería experimentar lo que era ser una chica normal de una
vez, con un dulce e interesado novio.
Más que nada, ella quería sentirse segura. Ella estaba harta de sentirse preocupada y asustada
todo el tiempo.
Ella estaba parada en el alcázar mientras Nico se sacaba las astillas del brazo las astillas del
mástil y Leo apretaba botones en la consola del barco.
—Bien, eso estuvo del asco—dijo Leo—. ¿Debería despertar a los otros?
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Hazel se tentó a decir sí, pero los otros tripulantes habían tomado el turno nocturno y
merecían su descanso. Estaban exhaustos de defender el barco. Cada pocas horas, parecía que
algún monstruo romano había decidido que el Argo II parecía un delicioso banquete.
Hace unas pocas semanas, Hazel no creía que nadie podría dormir en un ataque de “numinas”,
pero ahora ella se imaginaba que sus amigos seguían roncando debajo de la cubierta. Cuando
fuese que ella tuviera un rato para descansar, ella dormía como un paciente en coma.
—Necesitan descanso- ella dijo—. Tendremos que descubrir otro camino por nosotros mismos.
—Hum—. Leo frunció el ceño en dirección al monitor. En su andrajosa camisa de trabajo y
jeans llenos de grasa, parecía como si acabase de perder una lucha con una locomotora.
Desde que sus amigos Percy y Annabeth cayeron hacia el Tártaro, Leo trabajó sin descanso.
Había estado actuando más enojado e impulsivo de lo usual.
Hazel se preocupaba por él. Pero parte de Hazel se sentía aliviada por el cambio. Cada vez que
Leo sonreía y bromeaba, se parecía mucho a Sammy, su bisabuelo… El primer novio de Hazel,
en 1942.
Ugh, ¿por qué su vida tenía que ser tan complicada?
—Otro camino…—Leo murmuró—. ¿Ven alguno?
En su monitor brillaba un mapa de Italia. Los Apeninos recorrían el centro del mapa del país
con forma de bota. Un punto verde del Argo II parpadeaba en el lado oeste de la cadena
montañosa, a unas pocas millas al norte de Roma. Su camino debió de haber sido sencillo. Ellos
necesitaban llegar a un lugar llamado Épiro en Grecia y encontrar un templo antiguo llamado la
Casa de Hades (O Plutón, como los romanos lo habían llamado; o como a Hazel le gustaba
pensar de él: El Padre Más Ausente del Mundo).
Para llegar al Epiro, todo lo que tenían que hacer era ir derecho hacia el Este— encima de los
Apeninos y por el mar Adriático—. Pero no funcionó de esa forma. Cada vez que intentaban
cruzar la punta de Italia, los dioses de la montaña atacaban.
Los dos últimos días ellos habían estado virando al norte, esperando encontrar una vía segura,
sin suerte. Los “numina montanum” eran hijos de Gea, la diosa menos favorita de Hazel. Eso lo
hacía enemigos muy determinados. El Argo II no podía volar lo suficientemente alto para evitar
sus ataques; y aún con todas sus defensas, el barco no podía cruzar la cadena montañosa sin
ser deshecho a pedazos.
—Es nuestra culpa—dijo Hazel—. La de Nico y mía. Los “numina” nos pueden sentir.
Ella miró a su medio hermano. Desde que lo habían rescatado de los gigantes, él había
comenzado a recuperar su fuerza, pero aún lucía dolorosamente delgado. Su camisa negra y
sus jeans colgaban de su cuerpo esquelético. Su largo cabello negro cubría sus hundidos ojos.
Su complexión color oliva se había transformado a una enferma complexión verdosa-blanca,
como el color de una savia de un árbol.
En años humanos, él tenía apenas catorce, sólo un año mayor que Hazel; pero esa no era toda
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la historia. Como Hazel, Nico di Angelo era un semidiós de otra era. Él irradiaba una especie de
energía vieja-una melancolía que vino del saber que él no pertenecía al mundo moderno.
Hazel no lo conocía de hace mucho, pero ella entendía, hasta compartía su tristeza. Los niños
de Hades (Plutón, o lo que sea) muy rara vez tenían una vida feliz. Y a juzgar de lo que Nico le
había dicho la noche anterior, su más grande reto estaba por venir cuando llegaran a la Casa
de Hades- un reto que había implorado mantener en secreto a los otros-.
Nico agarró la empuñadura de su espada de hierro Estigio.
—Los espíritus de la tierra no quieren a los hijos de Hades. Eso es verdad. Entramos a través de
su piel—literalmente—. Pero creo que los “numina” pueden sentir el barco de todas maneras.
Cargamos la Atenea Pártenos. Esa cosa es un faro mágico.
Hazel se estremeció pensando en la estatua masiva que llenaba la mayor parte de la bodega.
Habían sacrificado mucho para salvarla de la caverna en Roma; pero no tenían idea de qué
hacer con ella. Hasta aquí, para la única cosa que parecía servir era para alertar a los
monstruos de su presencia.
Leo trazó su dedo a través del mapa de Italia.
—Así que cruzar las montañas está descartado. La cosa es que hay un largo camino en todas
direcciones.
—Podemos ir a través del mar—sugirió Hazel—. Navegar a través de la punta del sur de Italia.
—Ese es un camino largo—dijo Nico—. Además, no tenemos…— su voz se quebró—. Ustedes
saben… A nuestro experto en el mar, Percy.
El nombre colgó en el aire como una próxima tormenta.
Percy Jackson, hijo de Poseidón… Probablemente el semidiós al que Hazel admiraba más. Él
había salvado su vida tantas veces en su viaje a Alaska; pero cuando él había necesitado la
ayuda de Hazel en Roma, ella le había fallado. Ella miraba, inútil, mientras él y Annabeth se
precipitaron en el abismo.
Hazel tomó un respiro profundo. Percy y Annabeth seguían vivos. Ella sabía eso en su corazón.
Ella podía todavía ayudarles si podía llegar a la Casa de Hades, si podía sobrevivir el reto del
que Nico le había advertido…
— ¿Qué tal continuar hacia el norte? — ella preguntó—. Tiene que haber un espacio entre las
montañas o algo.
Leo jugueteó con la esfera de bronce de Arquímedes que él había instalado en su consola—su
más nuevo y peligroso juguete—. Cada vez que Hazel veía esa cosa, su boca se ponía seca. Ella
se preocupaba de que Leo pusiera mal la combinación en la esfera y accidentalmente los
hiciera volar a todos de la cubierta, o volar el barco, o convertir al Argo II en una tostadora
gigante.
Afortunadamente, ellos fueron suertudos. La esfera hizo crecer un lente de cámara y proyectó
una imagen en 3D de los Apeninos sobre la consola.
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—No sé—Leo examinó el holograma—. No veo buenos caminos por el norte, pero me gusta
más esa idea que regresar hacia el Sur. Ya tengo suficiente con Roma.
Nadie discutió eso. Roma no fue una buena experiencia.
—Lo que sea que hagamos—dijo Nico—. Tenemos que apurarnos. Cada día que Percy y
Annabeth están en el Tártaro…
No necesitó terminar. Tenían que esperar que Percy y Annabeth pudieran sobrevivir lo
suficiente al Tártaro para encontrar el lado de las Puertas de la Muerte. Después, asumiendo
que el Argo II pudiera alcanzar la Casa de Hades, ellos podrían ser capaces de abrir las Puertas
en el lado mortal, salvar a sus amigos, y sellar la entrada, deteniendo a las fuerzas de Gea de
reencarnar una y otra vez.
Sí… Nada podía ir mal con ese plan.
Nico frunció el ceño al territorio italiano debajo de ellos.
—Quizá debemos despertar a los otros. Esta decisión nos afecta a todos.
—No—dijo Hazel—. Podemos encontrar una solución.
No estaba segura del por qué ella se sintió tan segura de ello, pero desde que dejó Roma, la
tripulación había comenzado a perder su cohesión. Habían empezado a aprender a trabajar en
equipo. Después… ¡BAM!…Sus dos miembros más importantes caen al Tártaro. Percy había
sido su espina dorsal. Él les había dado confianza al cruzar el Atlántico y adentrarse en el
Mediterráneo. Mientras que Annabeth había sido la líder de la misión. Ella había recuperado
sola la Atenea Pártenos. Ella era la más inteligente de los Siete, la que tenía las respuestas.
Si Hazel despertara al resto de la tripulación cada vez que tuvieran un problema, ellos
empezarían a discutir de nuevo, sintiéndose más y más desesperados.
Ella tenía que hacer sentir a Percy y a Annabeth orgullosos. Ella tenía que tomar la iniciativa.
Ella no creía que su único rol en esta misión sería lo que Nico le había advertido— remover el
obstáculo que los esperaba en la Casa de Hades. Ella alejó el pensamiento.
—Necesitamos pensar creativamente—ella dijo—. Otra forma de cruzar las montañas, o una
forma de escondernos de los “numina”.
Nico suspiró.
—Si estuviera solo, viajaría por las sombras. Pero eso no funciona para un barco entero. Y
honestamente, no estoy seguro de tener la fuerza de poder siquiera transportarme a mí
mismo alguna vez.
—Yo quizá podría hacer algún tipo de camuflaje—dijo Leo—. Como una cortina de humo para
escondernos en las nubes— No sonó muy entusiasmado—.
Hazel miró hacia abajo a las pasantes tierras de cultivo, pensando en lo que está debajo de
ellas— el reino de su padre, señor del Inframundo. Ella sólo había estado con Plutón una sola
vez y no se había dado cuenta de quién era. Ella ciertamente nunca había esperado ayuda de
él—no cuando estaba viva por primera vez, no en su tiempo como espíritu en el Inframundo,
no desde que Nico la había traído de vuelta al mundo de los vivos.
El sirviente de su padre, Tánatos, dios de la muerte, había dicho que Plutón estaría haciéndole
un favor a Hazel al ignorarla. Después de todo, ella no se suponía que estuviera viva. Si Plutón
se diera cuenta de ella, él tendría que regresarla de nuevo a la tierra de los muertos.
Lo que significa que llamar a Plutón sería una mala idea. Y aun así…
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“Por favor, papá— se vio rezando—. Tengo que encontrar un camino hacia tu templo en
Grecia — la Casa de Hades—. Si estás ahí abajo, enséñame qué hacer.”
Al borde del horizonte, un parpadeo en movimiento llamó su atención— algo pequeño y beige
corriendo a través de los campos a una increíble velocidad, dejando un camino de humo como
el de un avión.
Hazel no lo podía creer. No quería tener una falsa esperanza, pero tenía que ser…
—Arión.
— ¿Qué? —Nico preguntó—.
Leo soltó un alarido de alegría mientras la nube de polvo se acercaba.
— ¡Es su caballo, hombre! Te has perdido la mayor parte. ¡No lo veíamos desde Kansas!
Hazel rio— la primera vez que se reía en días. Se sintió tan bien ver a su viejo amigo.
A una milla en el norte, el pequeño punto beige rodeó una colina y se detuvo en la cumbre. Era
difícil distinguirlo, pero cuando el caballo se puso en dos patas y relinchó, el sonido se dirigió
todo el camino hacia el Argo II. Hazel no tenía duda— era Arión.
—Tenemos que ir con él —dijo Hazel—, él está aquí para ayudar.
—Sí, está bien—Leo rascó su cabeza—. Uh, pero, ¿habíamos hablado de no aterrizar el barco
en el suelo jamás, recuerdan? Ya saben, con Gea queriéndonos destruir y eso.
—Sólo acércame y usaré la escalera de cuerdas—El corazón de Hazel estaba latiendo
fuertemente—. Creo que Arión quiere decirme algo.
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capitulo II
HAZEl
HAZEL nunca se había sentido tan feliz.
Bueno, excepto tal vez en la noche del banquete de la victoria en el Campamento Júpiter,
cuando había besado Frank por primera vez… pero esto era parecido.
Tan pronto como llegó al suelo, corrió hacia Arión y le puso los brazos al cuello. ” ¡Te echaba
de menos! Apretó la cara contra el flanco cálido del caballo, que olía a sal del mar y las
manzanas. ”¿Dónde has estado?
Arión relinchó. Hazel deseó poder hablar Caballo como Percy lo hacía, pero ella entendió la
idea general.
Arión parecía impaciente, como diciendo: ¡No hay tiempo para sentimentalismos,
chica! ¡Vamos!
"¿Quieres que vaya contigo? ‘—supuso.
Arión asintió con la cabeza, trotando en su lugar. Sus ojos café oscuro brillaban con urgencia.
Hazel todavía no podía creer que estuviera realmente aquí. Podía correr a través de cualquier
superficie, incluso el mar, pero ella había tenido miedo de que no los seguiría en las antiguas
tierras. El Mediterráneo era demasiado peligroso para los semidioses y sus aliados.
Él no hubiera venido a menos que Hazel estuviera en una extrema necesidad. Y parecía tan
agitado… Cualquier cosa que podría hacer que un caballo tan valiente se asustara, era algo que
debería de haber aterrorizado a Hazel.
En cambio, ella se sentía eufórica. Estaba tan cansada de estar mareada en el mar y mareada
en el aire. A bordo del Argo II, se sintió tan útil como una caja de lastre. Estaba contenta de
estar de vuelta en tierra firme, aunque fuera el territorio de Gea. Estaba lista para montar.
'Hazel' Nico llamó desde la nave. '¿Qué está pasando?'
"Está bien!" Se agachó y convocó a una pepita de oro de la tierra. Ella estaba mejorando en el
control su poder. Las piedras preciosas ya casi nunca aparecieran a su alrededor por accidente,
y sacar el oro de la tierra era fácil.
Le dio a Arión la pepita… su comida favorita. Entonces ella sonrió a Leo y Nico, que estaban
mirándola desde lo alto de la escalera a un centenar de metros por encima. ’Arión quiere
llevarme alguna parte. “
Los chicos intercambiaron miradas nerviosas.
"Uh…" Leo señaló al norte. "Por favor, dime que no está llevándote a eso”
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Hazel había estado tan concentrado en Arión ella no había notado el movimiento. A una milla
de distancia, en la cresta de la siguiente colina, una tormenta se estaba creando alrededor de
algunas viejas ruinas de piedra - tal vez los restos de un templo romano o una fortaleza. Un
tornado serpenteaba hacia abajo, hacia la colina como un dedo manchado de tinta negra.
La boca de Hazel sabía a sangre. Miró a Arión. ”¿Quieres ir allí?
Arión relinchó, como si dijera: Uh, si!
Bueno… Hazel había pedido ayuda. ¿Era esta la respuesta de su padre?
Eso esperaba, pero ella sintió algo más que Plutón en la tormenta… algo oscuro, potente y no
necesariamente amigable.
Sin embargo, esta era su oportunidad de ayudar a sus amigos - para liderar en lugar de seguir.
Ella apretó las correas de su espada de oro Imperial y se subió a la espalda de Arión.
"Voy a estar bien!" les dijo a Nico y Leo. ’No se muevan y esperen por mí. "
'¿Esperar por cuánto tiempo? Preguntó Nico. ¿Qué si no vuelves?
-No te preocupes, lo haré-prometió, esperando que fuera cierto.
Ella apretó el paso de Arión, y se dispararon a través del campo, dirigiéndose directamente
hacia el tornado que era cada vez mayor.
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capitulo III
HAZEl
La tormenta se tragaba la colina en remolino de vapor negro.
Arión cargo directamente hacia él.
Hazel se encontraba en la cumbre, pero se sentía como una dimensión diferente. El mundo
perdió su color.
Las paredes de la tormenta rodeaban la colina en un negro muy oscuro. El cielo gris se
agitaba. Las ruinas desmoronadas se fueron tornando tan blancas que casi brillaban. Incluso
Arión estaba perdiendo su color caramelo marrón para tener un oscuro tono ceniza.
En el ojo de la tormenta, el aire estaba quieto. La piel de Hazel se estremeció con frialdad,
como si la hubieran frotado con alcohol. Frente a ella, una puerta arqueada conducía a través
de las paredes cubiertas de musgo a una especie de recinto.
Hazel no podía ver mucho en la oscuridad, pero sintió una presencia en el interior, como si
fuera un trozo de hierro cerca de un gran imán. Su atracción era irresistible, arrastrándola
hacia adelante.
Sin embargo, dudó. Ella tiró de las riendas de Arión, y movió las pezuñas con impaciencia, la
tierra resquebrajándose bajo sus pezuñas. Dondequiera que él pisaba, la hierba, el polvo y las
piedras se volvieran blancos como la escarcha. Hazel recordó el Glaciar Hubbard en Alaska cómo la superficie se había roto bajo sus pies. Se acordó del suelo de aquella caverna horrible
en Roma desmoronandose en polvo, sumiendo a Percy y Annabeth en el Tártaro.
Esperaba que esta colina negra y blanco no se disolviera debajo de ella, pero decidió que era
mejor seguir avanzando.
-Vamos, entonces, muchacho. Su voz sonaba ahogada, como si estuviera hablando en una
almohada.
Arión trotó a través del arco de piedra. Muros en ruinas rodeaban un patio cuadrado del
tamaño de una pista de tenis. Otras tres puertas, una en el centro de cada pared, llevaban al
norte, este y oeste. En el centro del patio, dos caminos de adoquines se cruzaban, haciendo
una cruz. Niebla flotaba en el aire - delicados jirones de color blanco que giraban y ondulaban
como si estuvieran vivos.
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No era niebla común, Hazel se dio cuenta. Era La Niebla.
Durante toda su vida, había oído acerca de la Niebla - el velo sobrenatural que ocultaba el
mundo de los mitos de la vista de los mortales. Podría engañar a los mortales, incluso a los
semidioses, a ver monstruos como inofensivos animales o dioses como personas normales.
Hazel nunca había pensado en ello como el humo real, pero cuando vio que se encrespaba
alrededor de las piernas del Arión, flotando a través de los arcos rotos del patio en ruinas, los
pelos de sus brazos se pusieron de punta. De alguna manera ella sabía: esta sustancia blanca
era pura magia.
A lo lejos, un perro aulló. Arión no tenía generalmente miedo de nada, pero él se encabritó,
resoplando nervioso.
"Está bien." Hazel le acarició el cuello. "Estamos en esto juntos. Voy a bajar, ¿de acuerdo?
Se bajó de la espalda de Arión. Al instante se dio la vuelta y echó a correr.
'Arión, espe-'
Pero él ya había desaparecido por donde había venido.
Gracias por estar en esto juntos.
Otro aullido cortó el aire - esta vez más cerca.
Hazel dio un paso hacia el centro del patio. La niebla se aferraba a ella como la niebla de un
congelador.
"¿Hola?" –llamó.
-Hola-respondió una voz.
La pálida figura de una mujer apareció en la puerta norte. No, espera… se puso de pie en la
puerta este. No, más bien en la del oeste. Tres imágenes humeantes de la misma mujer se
movieron al unísono hacia el centro de las ruinas. Su forma era borrosa, hecho de niebla, y era
seguida por dos manchones pequeños de humo, alrededor de sus talones como si fueran
animales. ¿Una especie de mascotas?
Llegó al centro del patio y sus tres formas se fusionaron en una sola. Ella se solidificó en
una mujer joven con un vestido oscuro sin mangas oscuro. Su cabello rubio estaba recogido en
una cola de caballo de ajuste alto, de estilo griego clásico. Su vestido era tan suave que parecía
ondear, como si la tela fuera tinta derramándose fuera de sus hombros. Ella parecía tener no
más de veinte años, pero Hazel sabía que esto no significaba nada.
'Hazel Levesque, “dijo la mujer.
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Ella era hermosa, pero muy pálida. Una vez de vuelta en Nueva Orleans, Hazel se había visto
obligada a asistir al velorio de un compañero muerto. Recordó que el cuerpo sin vida de la
joven en el ataúd abierto. Su cara estaba maquillada de manera bella, como si estuviera en
reposo, que Hazel había encontrado aterrador.
Esta mujer recordó Hazel de esa chica - excepto los ojos de la mujer estaban abiertos y
completamente negros. Cuando levantó la cabeza, ella parecía romperse en tres personas
diferentes de nuevo… - imágenes desenfocadas juntas hechas de niebla, como una fotografía
de alguien que se movía demasiado rápido para capturarla.
¿Quién es usted? ‘Los dedos de Hazel se crisparon en la empuñadura de su espada. -Quiero
decir… ¿qué diosa?
Hazel estaba segura de eso. Esta mujer irradiaba poder. Todo alrededor de ellos - el remolino
de Niebla, la tormenta monocromática, el misterioso resplandor de las ruinas - fue a causa de
su presencia.
'Ah'. La mujer asintió con la cabeza. 'Te voy a dar un poco de luz. “
Ella levantó las manos. De repente estaba sosteniendo dos antorchas antiguas, llenas con
fuego.
La niebla retrocedió a los bordes del patio. A los pies con sandalias de la mujer, los dos
animales tenues tomaron forma sólida. Uno de ellos era un perro labrador negro. El otro era
un largo y peludo roedor gris con una máscara blanca alrededor de su cara. Una comadreja,
¿tal vez?
La mujer sonrió con serenidad.
"Yo soy Hécate” dijo. "Diosa de la magia. Tenemos mucho que discutir si es que quieres vivir
esta noche”.
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Iv
HAZEl
HAZEL quería correr, pero sus pies parecían pegados al suelo blanco brillante.
A cada lado de la encrucijada, dos soportes de metal surgieron de la tierra como los tallos de
las plantas.
Hécate fijó sus antorchas en ellos, luego caminó lentamente en círculo alrededor de Hazel,
mirándola como si fueran pareja en una danza misteriosa.
El perro negro y la comadreja siguieron junto a ella.
"Eres como tu madre- exclamo Hécate.
Un nudo se formó en la garganta de Hazel. ¿La conocía?
-Por supuesto. Marie era una adivina. Ella trabajaba con encantos y maleficios y gris-gris. Yo
soy la diosa de la magia “.
Esos ojos negros parecían tirar de Hazel, como si tratara de extraer su alma. Durante
su primera vida en Nueva Orleans, Hazel había sido atormentada por los chicos de la Escuela
de St Agnes a causa de su madre. Habían llamado Marie Levesque una bruja. Las monjas
habían murmurado que la madre de Hazel negociaba con el diablo.
Si las monjas tenían miedo de mi madre, Hazel se preguntó, ¿qué iban a pensar de esta diosa?
"Muchos me temen-dijo Hécate, como si hubiera leído sus pensamientos. "Pero la magia no es
ni buena ni mala. Es una herramienta, como un cuchillo. ¿Es un malo el cuchillo? Sólo si el
portador es malo. “
'Mi - mi madre…' Hazel tartamudeó. ”Ella no creía en la magia. En realidad no. No hacía más
que fingir, por el dinero. “
La comadreja chilló y le enseñó los dientes. Luego hizo un sonido chirriante de su extremo
posterior. Bajo otras circunstancias, una comadreja que soltaba gases podría haber sido
divertida, pero Hazel no rio. Los ojos del roedor la miraron fijamente, como pequeñas brasas.
"Tranquila, Gale, dijo Hécate. Ella dio a Hazel un gesto de disculpa. “A Gale no le gusta oír
hablar de los no creyentes y estafadores. Ella misma fue una vez una bruja."
“¿Su comadreja era una bruja?
-Es un hurón, en realidad “dijo Hécate. “Pero, sí - Gale fue una vez una bruja humana
desagradable. Ella tenía terrible higiene personal, además de problemas digestivos
extremos”. Hécate agitó la mano delante de la nariz. ”Le dio a mis otros seguidores un mal
nombre. ‘
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'Muy bien'. Hazel intentó no mirar a la comadreja. Ella realmente no quería saber sobre
problemas intestinales del roedor.
"En cualquier caso-dijo Hécate", le convertí en un hurón. Ella es mucho mejor como un hurón.
Hazel tragó. Ella miró al perro negro, que cariñosamente olía la mano de la diosa. ¿Y su
Labrador…?
'Oh, ella es Hécuba, la ex reina de Troya, dijo Hécate, como si eso fuera obvio.
El perro gruñó.
-Tienes razón, Hécuba-dijo la diosa. ”No tenemos tiempo para presentaciones largas. El punto
es, Hazel Levesque, tu madre pudo haber dicho no creer, pero tenía verdadera
magia. Eventualmente, se dio cuenta de esto. Cuando buscaba un hechizo para invocar al dios
Plutón, yo la ayudé a encontrarlo.
-¿Usted…?
-Sí. Hécate siguió dando vueltas junto a Hazel. ”Vi el potencial de tu madre. Veo
aún más potencial en ti.
La cabeza de Hazel dio vueltas. Ella recordó la confesión de su madre justo antes de morir:
cómo había convocado a Plutón, como el dios se había enamorado de ella y cómo, a causa de
su deseo voraz, su hija Hazel había nacido con una maldición. Hazel podría convocar a las
riquezas de la tierra, pero cualquiera que las utiliza, tendría que sufrir y morir.
Ahora bien, esta diosa estaba diciendo que ella había hecho que todo esto sucediera.
"Mi madre sufrió a causa de esa magia. Toda mi vida - ‘
"Tu vida no hubiera sido posible sin mí-dijo rotundamente Hécate. "No tengo tiempo para tu
ira.
Tú tampoco. Sin mi ayuda, morirás. “
El perro negro gruñó. El hurón hizo ruido con los dientes y soltó un gas.
Hazel sintió como sus pulmones se llenaban de arena caliente.
¿Qué clase de ayuda? -preguntó ella.
Hécate levantó los brazos pálidos. Las tres puertas de las que había venido- norte, este y oeste
- comenzaron a llenarse de un remolino con Niebla. Una ráfaga de imágenes negras y blanco
brillaban y parpadeaban, como en las películas mudas antiguas que aún estaban en los cines
cuando Hazel era pequeña.
En la puerta occidental, semidioses griegos y romanos en armadura completa luchaban entre sí
en una ladera bajo un gran pino. La hierba estaba sembrada de los heridos y los
moribundos. Hazel se vio a sí misma sobre Arión, cargando a través de los cuerpos y gritando tratando de detener la violencia.
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En la puerta de entrada al este, Hazel vio el Argo II hundiéndose a través del cielo por encima
de los Apeninos. Su aparejo estaba en llamas. Una roca se estrelló en el puesto de mando. Otra
perforo a través del casco. La nave estalló como una calabaza podrida, y el motor explotó.
Las imágenes de la puerta norte eran aún peores. Hazel vio a Leo, inconsciente - o muerto cayendo a través de las nubes. Vio Frank tambaleándose solo por un túnel oscuro, agarrando
su brazo, su camisa empapada en sangre. Y Hazel vio a sí misma en una vasta caverna llena de
haces de luz como una red luminosa. Ella luchaba por abrirse paso, mientras, a lo lejos, Percy y
Annabeth estaban tendidos e inmóviles a los pies de dos puertas de metal negro y plata.
'Opciones', dijo Hécate. Estas en la encrucijada, Hazel Levesque. Y yo soy la diosa de los cruces
de caminos. “
El suelo retumbó a los pies de Hazel. Miró hacia abajo y vio el brillo de las monedas de plata…
miles de viejos denarios romanos rompiendo la superficie a su alrededor, como si toda la
colina estuviera llegando a su punto de ebullición.
Había estado tan agitada por las visiones de las puertas que debía haber convocado toda la
plata en los alrededores.
'El pasado está cerca de la superficie en ese lugar “, dijo Hécate. “En los tiempos antiguos, dos
grandes carreteras romanas se unían aquí. Noticias se intercambiaban. Se celebraron
mercados. Amigos se reunieron, y los enemigos lucharon. Todos los ejércitos tuvieron que
elegir una dirección. Las encrucijadas son siempre los lugares de decisión “.
"Como… como Jano. ‘ Hazel recordó el santuario de Jano en la Colina de los Templos en el
campamento de Júpiter.
Los semidioses iban allí para tomar decisiones. Ellos lanzaban una moneda, cara o cruz, y
esperaban que el dios de las dos caras los guiara. Hazel siempre había odiado ese lugar. Nunca
había entendido por qué sus amigos estaban tan dispuestos a dejar que un dios se encargara
de su responsabilidad de elegir. Después de todo lo que Hazel había pasado, ella confiaba en la
sabiduría de los dioses tanto como confiaba en una maquina tragamonedas de Nueva Orleans.
La diosa de la magia hizo un silbido de asco. ’Jano y sus puertas. Él quiere que creas que todas
las opciones son blanco o negro, sí o no, dentro o fuera. De hecho, no es tan simple. Siempre
que se llega a la encrucijada, siempre hay por lo menos tres maneras de ir… cuatro, si
contamos yendo hacia atrás.
Tú te encuentras en ese cruce ahora, Hazel.
Hazel miró de nuevo a cada puerta dentro del remolino: una guerra entre semidioses, la
destrucción del Argo II, o el desastre para ella y sus amigos. ”Todas las opciones son malas.”
"Todas las opciones tienen riesgos," la diosa corregido. -Pero ¿cuál es tu objetivo?
"¿Mi objetivo? Hazel señalo impotente a las puertas. ’Ninguno de estos. "
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El perro Hécuba gruño. Gale el hurón se deslizó alrededor de los pies de la diosa, soltando
gases y enseñando sus dientes.
“Podrías ir hacia atrás, ‘Hécate sugirió,” volver sobre tus pasos a Roma… pero las fuerzas de
Gea están esperando eso. Ninguno de ustedes va a sobrevivir. “
"Así que… ¿qué estás pensando?
Hécate se acercó a la antorcha más cercana. Recogió un puñado de fuego y esculpido las
llamas hasta que fue un mapa miniatura en relieve de Italia.
-Podrías ir hacia el oeste. Hécate dejó que su dedo se moviera sobre su mapa ardiente. «Volver
a América con el premio, la Atenea Pártenos. Tu compañeros de vuelta a casa, griegos y
romanos, se encuentran al borde de la guerra. Vete ahora, y es posible salvar muchas vidas “.
'Tal vez-repitió Hazel. Pero se supone que Gea despierta en Grecia. Ahí es donde los gigantes
se están reuniendo ‘.
-Cierto. Gea ha fijado la fecha para el primero de agosto, la Fiesta de Spes, Diosa de la
esperanza, para su ascenso al poder.
Al despertar en el Día de la Esperanza, tiene la intención de destruir toda esperanza para
siempre. Incluso si tú llegas a Grecia entonces, ¿podrían detenerla? No lo sé. “Hécate trazó su
dedo a lo largo de la parte superior de los desafiantes Apeninos. -Podrías ir hacia el este, a
través de las montañas, pero Gea va a hacer todo para impedir tu cruce por Italia. Ella ha
puesto a sus dioses de la montaña en su contra. “
"Nos dimos cuenta", dijo Hazel.
"Cualquier intento de cruzar los Apeninos significará la destrucción de su nave. Irónicamente,
esta podría ser la opción más segura para su tripulación. Preveo que todos ustedes
sobrevivirán a la explosión. Es posible, aunque poco probable, que aún pueden llegar a Epiro y
cerrar las puertas de la muerte. Tú puedes encontrar a Gea y prevenir su ascenso. Pero para
entonces serían destruidos ambos campos de semidioses. No tendrías casa a la que volver.
“Hécate sonrió. “Lo más probable, la destrucción de su nave los dejara atrapados entre
las montañas. Esto significaría el final de su búsqueda, pero evitarían mucho dolor y
sufrimiento en los días por venir. La guerra con los gigantes tendría que ser ganada o perdido
sin ustedes ‘.
Ganada o perdida sin nosotros.
Una pequeña parte de Hazel encontró el atractivo, lo que la hizo sentir culpable. Ella había
estado deseando tener la oportunidad de ser una chica normal. No quería más dolor o
sufrimiento para ella y sus amigos. Ellos ya habían pasado por muchas cosas.
Ella miro sobre el hombro de Hécate hacia una de las puertas. Vio a Percy y Annabeth tendidos
sin poder hacer nada cerca de que esas puertas negras y plata. Una forma oscura masiva,
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vagamente humanoide, que ahora se cernía sobre ellos, levantado su pie como si quisiera
aplastar a Percy.
¿Qué pasa con ellos? Hazel le preguntó, con la voz entrecortada. ’Percy y Annabeth?
Hécate se encogió de hombros. ’Oeste, al este o al sur… se mueren. “
"No es una opción", dijo Hazel.
Entonces sólo hay un camino, a pesar de que es el más peligroso. “
El dedo de Hécate cruzó los Apeninos en miniatura, dejando una línea blanca que brillaba
intensamente en las llamas rojas.
"Hay un paso secreto aquí en el norte, un lugar donde tengo poder, donde Aníbal cruzó una
vez al marchar contra Roma.
La diosa hizo un gran giro… hacia la parte superior de Italia, después hacia el este hasta el mar,
luego hacia abajo a lo largo de la costa occidental de Grecia. ”Una vez atravesado el paso, tu
viajaras al norte de Bolonia y luego a Venecia. A partir de ahí, navegaran por el Adriático a su
meta, aquí: Epiro en Grecia ».
Hazel no sabía mucho acerca de la geografía. No tenía idea de lo que el mar Adriático era. Ella
nunca habia oído hablar de Bolonia, y todo lo que sabía sobre Venecia eran historias vagas
sobre canales y góndolas.
Pero una cosa era obvia. –Esto está demasiado lejos de la ruta. “
–Por eso es que Gea no espera que tomen esta ruta–Hécate dijo–. Puedo esconder su
progreso de alguna manera, pero el éxito de su viaje dependerá en ti, Hazel Levesque. Tú
debes aprender a usar la Niebla.
– ¿Yo? – El corazón de Hazel se sentía como si fuese a salir de su caja torácica–. ¿Usar la
Niebla, cómo?
Hécate desapareció su mapa de Italia. Ella le dio una palmada a la perra negra Hécuba. La
Niebla se juntó alrededor del Labrador hasta que lo escondió completamente dentro de una
esfera de color blanco. La niebla se aclaró con el sonido de un “¡poof!”. Donde había estado
parado el perro, ahora estaba una gatita con mirada malhumorada y con ojos dorados.
–Miau–se quejó.
–Soy la diosa de la Niebla–explicó Hécate–. Soy la responsable de mantener el velo que separa
el mundo de los dioses del mundo de los mortales. Mis hijos aprenden a usar la Niebla para su
beneficio, para crear ilusiones o influenciar las mentes de los mortales. Otros semidioses
pueden hacer esto también, por supuesto. Y tú también, Hazel, si quieres ayudar a tus amigos.
–Pero…–Hazel miró a la gata–. Ella supo que era realmente Hécuba, la labradora negra, pero
no se pudo convencer del todo. La gata se veía tan real–. No puedo hacerlo.
–Tu madre tenía el talento–dijo Hécate–. Tú lo tienes aún más. Como hija de Plutón que ha
regresado de la muerte, entiendes el velo entre ambos mundos mejor que la mayoría. Tú
puedes controlar la Niebla. Si no… Bien, tu hermano Nico te lo ha advertido. Los espíritus le
han susurrado, le han susurrado tu futuro. Cuando llegues a la Casa de Hades, conocerás un
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enemigo formidable. Ella no puede ser vencida por la fuerza o por una espada. Tú sola puedes
vencerla, y necesitarás magia.
Las piernas de Hazel tambaleaban. Ella recordó la siniestra expresión de Nico, con sus dedos
enterrándose en su brazo.
“No le puedes decir a los demás. No aún. Su valor está siendo estirado al máximo.”
– ¿Quién? –Hazel graznó–. ¿Quién es este enemigo?
–No diré su nombre–dijo Hécate–. Eso le alertaría tu presencia antes de que estés lista para
enfrentarla. Ve al Norte, Hazel. Mientras viajas, practica invocando la Niebla. Cuando llegues a
Boloña, busca a los dos enanos. Ellos te llevarán a un tesoro que los ayudará a sobrevivir en la
Casa de Hades.
–No entiendo.
–Miau–el gato se quejó.
–Sí, sí, Hécuba–la diosa movió su mano de nuevo y la gatita desapareció. La labradora negra
estaba de nuevo en su lugar.
–Entenderás, Hazel–prometió la diosa–. De vez en cuando, enviaré a Gale para revisar tu
progreso.
El hurón siseó, con sus pequeños y brillantes ojos repletos de malicia.
–Genial–murmuró Hazel.
–Antes de que llegues a Epiro, tienes que estar preparada–dijo Hécate–. Si tienes éxito,
entonces nos veremos de nuevo… Para la batalla final.
Una batalla final, pensó Hazel. Oh, qué alegría.
Hazel se preguntó si ella podría prevenir las revelaciones que había visto a través de la Niebla–
Leo cayéndose del cielo; Frank tropezándose en la oscuridad, solo y gravemente herido; Percy
y Annabeth a merced de un gigante oscuro.
Ella odiaba los acertijos y sus avisos inciertos. Ella comenzaba a despreciar las encrucijadas.
–¿Por qué me estás ayudando? –Hazel preguntó–. En el Campamento Júpiter, decían que
estabas aliada con los Titanes en la guerra pasada.
Los ojos negros de Hécate brillaron.
–Porque yo soy una titánide– hija de Perses y Asteria. Mucho antes de que los Olímpicos
llegaran al poder, yo controlaba la Niebla. A pesar de esto, en la Primera Titanomaquia, hace
milenios, me alié con Zeus en contra de Cronos. No estaba ciega para ver la maldad de Cronos.
Esperaba que Zeus fuese un mejor rey.
Ella dio una pequeña risa amarga.
–Cuando Deméter perdió a su hija Perséfone, raptada por tu padre, guie a Deméter por las
noches más oscuras con mis antorchas, ayudando en su búsqueda. Y cuando se alzaron los
gigantes por primera vez, me alié con los dioses. Peleé contra mi archi-enemigo Clitio, hecho
por Gea para absorber y vencer mi magia.
–Clitio–Hazel nunca había oído ese nombre– Cli-tio– pero el decirlo hacía a sus articulaciones
sentirse más pesadas. Ella miró las imágenes en el portal del norte–la forma masiva
acercándose a Percy y a Annabeth–. ¿Es él el problema en la Casa de Hades?
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–Oh, él los espera allá–dijo Hécate–. Pero primero deben derrotar a la bruja. A menos que
quieras que…
Ella chasqueó sus dedos y todos los portales se oscurecieron. La Niebla se disolvió, las
imágenes se fueron.
–Todos nos enfrentamos a encrucijadas –dijo la diosa–. Cuando Cronos se alzó por segunda
vez, cometí un error. Lo apoyé. Crecí siendo ignorada por los llamados dioses “grandes”. A
pesar de mis años de servicio leal, ellos me negaron un trono en su sala…
El hurón chilló enojadamente.
–Pero ya no importa–la diosa suspiró–. Ahora estoy en paz de nuevo con el Olimpo. Aún ahora,
cuando están en caída –sus ejércitos Griego y Romano peleando uno contra el otro– Los
ayudaré. Griego o Romano, yo siempre he sido Hécate. Les ayudaré en contra de los gigantes,
si prueban que valen la pena. Así que, ahora es tu elección, Hazel Levesque. ¿Confiarás en mí…
o huirás de mí, como tan seguido hacen los dioses del Olimpo?
La sangre rugía en los oídos de Hazel. ¿Podía ella creer en esta oscura diosa, quien le había
dado a su madre a magia que arruinó su vida? Perdón, pero no. A ella no le gustaban mucho la
labradora de Hécate ni tampoco su gaseosa hurón. Pero ella sabía que no podía dejar morir a
Percy y a Annabeth.
–Iré hacia el Norte–ella dijo–. Tomaremos tu secreto tras las montañas.
Hécate asintió, sin la menor pinta de satisfacción en su cara.
–Has escogido bien, aunque el camino no será sencillo. Muchos monstruos se revelarán ante
ustedes. Inclusive algunos de mis propios sirvientes se han aliado con Gea, esperando destruir
el mundo mortal.
La diosa tomó sus dos antorchas de sus estantes.
–Prepárate, hija de Plutón. Si tienes éxito en contra de la bruja, nos veremos de nuevo.
–Tendré éxito–prometió Hazel–. Y Hécate, no estoy escogiendo ninguno de tus caminos, lo
hago por mi cuenta.
La diosa arqueó sus cejas. Su hurón se retorció y su perro gruñó.
–Encontraremos alguna forma de detener a Gea–dijo Hazel–. Vamos a rescatar a nuestros
amigos del Tártaro. Vamos a mantener juntos a la tripulación y al barco y vamos a detener al
Campamento Júpiter y al Campamento Mestizo de entrar en una guerra. Vamos a hacerlo
todo.
La tormenta aulló, las paredes negras del remolino comenzó a girar más fuerte.
–Interesante–dijo Hécate, como si Hazel fuese un resultado inesperado de un experimento
científico–. Eso valdría mágicamente la pena.
Una ola de oscuridad cubrió el mundo. Cuando la vista de Hazel regresó, la tormenta, la diosa y
sus sirvientes se habían ido. Hazel se paró a un lado de la colina, bajo el sol de la mañana, sola
en las ruinas, excepto por Arión, quien corría al lado de ella, relinchando impacientemente.
–Estoy de acuerdo–Hazel le dijo al caballo–. Vámonos de aquí.
– ¿Qué pasó? – Leo preguntó mientras Hazel trepaba a bordo del Argo II.
Las manos de Hazel aún temblaban por su plática con la diosa. Ella miró sobre la barandilla y
vio el rastro de Arión expandiéndose a través de las colinas de Italia. Ella esperó que su amigo
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se alejara, pero no podía culparlo por quererse alejar lo más pronto posible.
El campo relucía por el sol veraniego que reflejaba el rocío mañanero. En la colina, las viejas
ruinas se mantenían blancas y silenciosas–sin rastro alguno de caminos antiguos, o diosas, o
hurones gaseosos.
– ¿Hazel? –Nico preguntó.
Sus piernas se torcían. Nico y Leo tomaron sus brazos y la ayudaron a subir los escalones de la
cubierta. Ella se sintió avergonzada, cayéndose como una damisela de cuento de hadas, pero
su energía se había ido. El recordar las escenas brillantes en aquél cruce de caminos la llenó de
terror.
–Conocí a Hécate–ella dijo.
No les dijo todo. Ella recordó lo que Nico había dicho: “su valor está sido estirado al máximo”.
Pero ella les dijo acerca del paso del norte, a través de las montañas y del desvío que Hécate
había descrito que los podría llevar a Epiro.
Cuando acabó, Nico tomó su mano. Sus ojos estaban llenos de preocupación.
–Hazel, conociste a Hécate en un cruce de caminos. Eso es… Eso es algo a lo que muchos
semidioses no sobreviven. Y los que sobreviven nunca son los mismos. ¿Estás segura que tú…?
–Estoy bien–ella insistió–.
Pero ella sabía que no era así. Ella recordó cuán intrépida y enojada ella se sintió, diciéndole a
la diosa que ella había encontrado su propio camino y que tendría éxito en todo. Ahora, su
alarde parecía ridículo. Su valor la había abandonado.
– ¿Y qué hay si Hécate intenta engañarnos? –Preguntó Leo–. Esta ruta podría ser una trampa.
Hazel negó con la cabeza.
–Si fuese una trampa, creo que Hécate habría hecho que la ruta del sur sonase tentadora. Y
créeme, no lo hizo.
Leo sacó una calculadora de su cinturón de herramientas y presionó algunos números. Eso es…
Algo como trescientas millas fuera de nuestro camino hacia Venecia. Después, tenemos que
regresar al Adriático. Y… ¿Dijiste algo de unos enanos?
–Enanos en Boloña–Hazel dijo–. Supongo que Boloña es una ciudad. Pero el por qué debemos
encontrar enanos ahí… No tengo ni idea. Quizá algún tesoro que nos ayude en la misión.
–Huh–Leo dijo–. Quiero decir, me interesa lo del tesoro, pero…
– Es nuestra mejor opción–Nico ayudó a Hazel a ponerse de pie–. Tenemos que recuperar el
tiempo perdido y viajar tan rápido como podamos. Las vidas de Percy y Annabeth dependen
en ello.
– ¿Rápido? –Sonrió Leo–. Puedo hacerlo rápido.
Él corrió hacia la consola y comenzó a mover interruptores. Nico tomó el brazo de Hazel y la
guio hacia afuera del alcance del oído de Leo.
– ¿Qué más dijo Hécate? ¿Dijo algo de…?
–No puedo– Hazel lo interrumpió. Las imágenes que ella había visto casi la abrumaron: Percy y
Annabeth sin ayuda bajo los pies de aquellas puertas de metal negro, el gigante oscuro
acercándose a ellos, Hazel atrapada en un brillante mazo de luz, sin poder ayudar.
“Debes vencer a la bruja”, Hécate había dicho. “Tú sola puedes vencerla. A no ser que…”
El fin, pensó Hazel. Todos los portales cerrados. Toda la esperanza extinta. Nico le había
advertido. Él se había comunicado con los muertos, los había oído susurrando pistas acerca de
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su futuro. Dos hijos del Inframundo deben entrar en la Casa de Hades. Ellos se enfrentarán a
un enemigo imposible de vencer. Sólo uno de ellos pasará a las Puertas de la Muerte.
Hazel no pudo mirar a los ojos de su hermano.
–Te lo diré más tarde–ella prometió, intentando que su voz no temblara–. Ahora, deberíamos
descansar lo más que podamos. Esta noche, cruzaremos los Apeninos.
24
v
ANNABETH
Nueve días
Mientras caía, Annabeth pensó en Hesíodo, el viejo poeta griego que especulaba que se
tardarían 9 días en caer de la tierra al Tártaro.
Ella esperaba que Hesíodo estuviese mal. Perdió la cuenta de cuánto tiempo ella y Percy
habían estado cayendo… ¿Horas? ¿Un día? Se sintió como una eternidad. Ellos habían estado
agarrándose las manos todo el tiempo desde que cayeron al abismo. Ahora Percy la atrajo
hacia sí, abrazándola mientras caían hacia la absoluta oscuridad.
El viento silbaba en los oídos de Annabeth. El aire se hizo más caliente y más apagado, como si
estuviesen cayendo dentro de la garganta de un dragón gigante. Su recientemente roto tobillo
palpitaba, pero ella no sabría decir si todavía estaba enredado en telarañas.
Ese monstruo maldito, Aracne. A pesar de haber sido atrapada en su propia telaraña,
aplastada por un auto y aventada hacia el Tártaro, la mujer araña tuvo su revancha. De alguna
manera su hilo se había enredado en la pierna de Annabeth y la había tirado hacia el abismo,
con Percy incluido.
Annabeth no quería imaginar que Aracne siguiese viva, en algún lugar debajo de ellos en la
oscuridad. Ella no quería ver a ese monstruo otra vez cuando llegasen al fondo. Viendo el lado
positivo, asumiendo que hubiese un fondo, Annabeth y Percy probablemente serían
aplastados en el impacto, así que las arañas gigantes eran la menor de sus preocupaciones.
Ella envolvió sus brazos alrededor de Percy e intentó no sollozar. Ella nunca esperó que su vida
fuese fácil. La mayoría de los semidioses murieron jóvenes en las manos de terribles
monstruos. Así era como pasaba desde los tiempos antiguos. Los griegos inventaron la
tragedia. Ellos sabían que los héroes más grandes no tenían finales felices.
Aun así, esto era injusto. Ella había pasado por tantas cosas para conseguir esa estatua de
Atenea. Y justo cuando lo logró, cuando las cosas se comenzaron a ver bien y ella se había
reunido con Percy, ellos cayeron hacia su muerte.
Ni siquiera los dioses no pueden idear un destino tan retorcido.
Pero Gea no era como los otros dioses. La Madre Tierra era más vieja, más cruel, más
sangrienta. Annabeth podía imaginarla riéndose mientras ellos caían a las profundidades.
Annabeth apretó sus labios contra la oreja de Percy.
–Te amo.
Ella no estaba segura de que él pudo oírla–pero si ellos iban a morir, ella quería que esas
fuesen sus últimas palabras.
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Ella intentó desesperadamente idear un plan que los salvara. Ella es una hija de Atenea. Ella se
lo había demostrado a sí misma en los túneles debajo de Roma, venciendo una serie de
desafíos con sólo su inteligencia. Pero ella no pudo pensar en otra forma para poder meter
reversa o retardar su caída.
Ninguno de ellos tenía el poder de volar– no cómo Jason, que podía controlar el viento; o
Frank, quien podía transformarse en un animal alado. Si llegaban al fondo a una velocidad
terminal… Bien, ella sabía con certeza qué significaba terminal.
Ella se preguntaba seriamente si ellos podrían hacer un paracaídas con sus camisetas–así de
desesperada estaba– cuando algo a sus alrededores cambió. La oscuridad se tintó en un color
rojo grisáceo. Ella se dio cuenta de que podía ver el cabello de Percy mientras ella lo abrazaba.
El silbido en sus oídos se transformó en algo así como un rugido. El aire se hizo
intolerablemente caliente, permeado con un olor a huevos podridos.
De repente, el tobogán por el que habían estado cayendo se abrió a una basta caverna. A
media milla debajo de ellos, quizá, Annabeth vio el fondo. Por un momento, ella se asombró
tanto que no pudo pensar bien. Toda la isla de Manhattan pudo haber cavido en esa caverna–
y eso que ella no pudo ver su total extensión. Nubes rojas colgaban del aire como sangre
vaporizada. El terreno–al menos lo que ella pudo ver– era rocoso con planicies negras,
rodeado de montañas ásperas y ardientes grietas. A la izquierda de Annabeth, el suelo se abría
en una serie de acantilados, como escaleras colosales guiando lo más profundo del abismo.
El hedor a azufre hizo difícil que ella se concentrara, pero se concentró en el suelo
directamente debajo de ellos y vio una línea de líquido negro brillante– un río.
– ¡Percy! – ella gritó en su oído–. ¡Agua!
Ella hizo gestos frenéticamente. La cara de Percy era difícil de leer en la tenue lu roja. Él
parecía encerrado en una concha de mar y atemorizado, pero asintió como si lo entendiera.
Percy podía controlar el agua–asumiendo que había agua debajo de ellos. Él podría ser capaz
de suavizar su caída de alguna forma. Por supuesto, Annabeth había oído terribles historias
acerca de los ríos del Inframundo. Ellos podían llevare tus memorias, o quemar tu cuerpo y
alma en cenizas. Pero decidió no pensar en ello. Esta era su única oportunidad.
El río se lanzó hacia ellos. En el último segundo, Percy gritó desafiante. El agua salió disparada
en un géiser masivo y los tragó completamente.
26
vI
Annabeth
El impacto no la mato, pero el frío casi lo hizo.
El agua congelada expulsó al aire fuera de sus pulmones. Sus miembros se volvieron rígidos, y
ella perdió su agarre sobre Percy. Comenzaron a hundirse. El extraño sonido de lamentos llenó
sus oídos - millones de voces desconsoladas, como si el río estuviera hecho de tristeza
destilada. Las voces eran peor que el frío. Ellos hicieron que se entristeciera y la hizo
insensible.
¿Cuál es el punto de luchar? Le dijeron. Estás muerta de todos modos. Nunca vas a dejar este
lugar.
Ella podría hundirse hasta el fondo y se ahogaría, dejando que el río llevara su cuerpo de
inmediato. Eso sería más fácil.
Ella podía solo cerrar los ojos…
Percy agarró su mano y la trajo de regreso a la realidad. Ella no podía verlo en el agua turbia,
pero de repente perdió las ganas de morir. Juntos nadaron hacia arriba y salieron a la
superficie.
Annabeth se quedó sin aliento, agradecida por el aire, aunque sulfuroso. El agua se
arremolinaba a su alrededor, y se dio cuenta de Percy estaba creando un remolino para
mantenerlos en la superficie.
Aunque ella no podía saber dónde estaban, sabía que era un río. Los ríos tenían orillas.
"Tierra", dijo con voz ronca. "Ve hacia un lado."
Percy parecía casi muerto de cansancio. Por lo general, el agua lo revitalizaba, pero no
está agua.
Controlarla debe haber tomado cada pedacito de su fuerza. El remolino comenzó a
disiparse. Annabeth engancho el brazo alrededor de su cintura y lucho a través de la
corriente. El río iba en contra de ella: miles de voces llorosas susurrando en sus oídos, dentro
de su cerebro.
La vida es desesperación, dijeron. Todo es inútil, y luego mueres.
"No tiene sentido-murmuró Percy. Sus dientes castañeaban de frío. Él dejó de nadar y
comenzó a hundirse.
'Percy!' -chilló. ”El río está jugando con tu mente. Es el Cocito - Río de Lamentación. ¡Está
hecho de pura miseria! “
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'Miseria', dijo Percy, estando de acuerdo.
"¡Lucha contra él!"
Ella pateó y forcejeó, intentando mantener ambos a flote. Otra broma cósmica de Gea para
reír: Annabeth muere tratando de mantener a su novio, el hijo de Poseidón, de ahogarse.
No va a suceder, maldita bruja, pensó Annabeth.
Abrazó a Percy y lo besó. ”Háblame de Nueva Roma”, exigió. ” ¿Cuáles eran tus planes para
nosotros? ‘
«Nueva Roma… para nosotros…”
“Si Sesos de Algas. Tus dijiste que podría haber un futuro allí. ¡Dime!
Annabeth nunca había querido dejar el Campamento Mestizo. Fue el único hogar que jamás
había conocido.
Pero hace días, en el Argo II, Percy le había dicho que él se imaginaba un futuro para los dos de
ellos entre los semidioses romanos. En la ciudad de Nueva Roma, los veteranos de la legión
podrían establecerse con seguridad, ir a la universidad, casarse, incluso tener hijos.
"Arquitectura-murmuró Percy. La niebla comenzó a borrarse de sus ojos. ’Pensé que te
gustarían las casas, los parques. Hay una calle con todas estas fuentes maravillosas.
Annabeth comenzó avanzar contra la corriente. Sus miembros se sentían como sacos de arena
húmeda, pero Percy estaba ayudando ahora. Podía ver la oscura línea de la costa como a un
tiro de piedra de distancia.
'Universidad, “se quedó sin aliento. ¿Podríamos ir juntos?
"S-sí-asintió, con un poco más de confianza.
"¿Qué vas a estudiar, Percy?
-No sé-admitió-.
'¿Ciencia marina?, “sugirió. '¿Oceanografía?
'¿Surfing? , se preguntó.
Ella se echó a reír, y el sonido envió una onda de choque a través del agua. El llanto se
desvaneció a ruido de fondo. Annabeth se preguntó si alguien había reído en Tártaro antes –
una simple y pura risa de placer. Ella lo dudaba.
Ella usó sus últimas fuerzas para llegar a la orilla del río. Sus pies se hundieron en el fondo
arenoso. Percy y ella se arrastraron a sí mismos en tierra, temblando y jadeando, y se
desplomó sobre la arena oscura.
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Annabeth quería acurrucarse junto a Percy y dormir. Quería cerrar los ojos, con la esperanza
de todo esto fuera sólo un mal sueño y se despertara para encontrarse de nuevo en el Argo
II, a salvo con sus amigos. (Bueno… tan seguro como un semidiós lo puede estar.).
Pero, no. Estaban realmente en el Tártaro. A sus pies, el río Cocito pasó rugiendo, un torrente
de miseria liquida. El aire sulfuroso picó los pulmones de Annabeth y erizó su piel. Cuando
miró sus brazos, ella vio que ya estaban cubiertas con un salpullido agresivo. Trató de
incorporarse y jadeó de dolor.
La playa no era arena. Estaban sentados en un campo de astillas de vidrio negro irregulares,
algunos de los cuales ahora estaban incrustados en las palmas de Annabeth.
Así que el aire era ácido. El agua era de miseria. El suelo estaba hecho de vidrio roto. Todo aquí
estaba diseñado para herir y matar. Annabeth respiró con dificultad y se preguntó si las voces
en el Cocito estaban en lo cierto. Tal vez la lucha por la supervivencia era inútil. Estarían
muertos en una hora.
A su lado, Percy tosió. ”Este lugar huele como mi ex padrastro”.
Annabeth esbozó una sonrisa débil. Nunca había conocido a Gabe el maloliente, pero que
había oído suficientes historias.
Amaba a Percy para tratar de levantar el ánimo.
Si hubiera caído en el Tártaro por ella misma, Annabeth pensó, habría
estado condenada. Después de todo lo que había pasado por debajo de Roma, la búsqueda de
la Atenea Pártenos, esto era simplemente demasiado. Ella se hubiera acurrucado y llorado
hasta que se convirtiera en otro fantasma, fundiéndose con los del Cocito.
Pero ella no estaba sola. Tenía a Percy. Y eso significaba que no podía darse por vencida.
Se obligó a hacer un balance de la situación. Su pie estaba todavía envuelto en su férula
provisional de madera y plástico de burbujas, enredada en las telarañas. Pero cuando ella se
movió, no se hizo daño. La ambrosía que había comido en los túneles debajo de Roma debió
finalmente arreglado los huesos.
Su mochila se había ido - perdida en la caída, o tal vez llevada por el río. Odiaba perder
el ordenador portátil de Dédalo, con todos sus programas fantásticos y datos, pero tenía
problemas peores. Su daga de bronce Celestial había desaparecido - el arma que había llevado
desde que tenía siete años de edad.
La realización de esto casi la rompió, pero ella no podía permitirse pensar en ello. El tiempo
para llorar era para después. ¿Qué demás tenían?
No hay comida, no hay agua… básicamente sin suministros en absoluto.
Sip. Todo se veía como un comienzo prometedor.
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Annabeth miró a Percy. Se veía bastante mal. Su pelo oscuro estaba pegado en la frente, su
camiseta hecha trizas. Sus dedos estaban raspados por aferrarse a la saliente antes de que
cayeran. Lo más preocupante de todo, estaba temblando y sus labios estaban azules.
"Debemos seguir avanzando o vamos a tener hipotermia, dijo Annabeth. ’¿Puedes levantarte?
Él asintió con la cabeza. Ambos lucharon con sus pies.
Annabeth puso su brazo alrededor de su cintura, aunque no estaba segura de quien se estaba
apoyando en quién. Escaneo sus alrededores. Por encima, ella no vio ni rastro del túnel por el
que habían caído. Ella no podía incluso ver el techo de la caverna - sólo nubes de color sangre
flotando en el aire gris brumoso. Era como mirar a través de una mezcla fina de tomate y el
cemento.
La playa de arena negro se extendía hacia el interior a unos cincuenta metros, y luego caía por
el borde de un acantilado. Desde donde ella se encontraba, Annabeth no podía ver lo que
había debajo, pero el borde brillaba con luz roja, como si estuviera iluminada por grandes
incendios.
Un recuerdo lejano tiró de ella - algo sobre el Tártaro y el fuego. Antes de que pudiera pensar
mucho al respecto, Percy respiró hondo.
'Mira'. Señaló aguas abajo.
A unos treinta metros de distancia, un coche italiano azul celeste de aspecto familiar se
estrelló de cabeza en la arena. Se veía como el Fiat que había empujado a Aracne y la hizo caer
al pozo.
Annabeth esperaba que ella estuviera equivocada pero ¿cuántos coches deportivos italianos
podría haber en el Tártaro? Parte de ella no quería ir a ninguna parte cerca de él, pero ella
tenía que saber. Agarró la mano de Percy, y tropezaron hacia el naufragio. Uno de los
neumáticos del vehículo había salido y estaba flotando en un remolino del Cocito. Las
ventanas de la Fiat se habían destrozado, enviando cristal brillante como el merengue sobre
playa oscura. Bajo el capó triturado yacían los restos andrajosos, relucientes de un capullo de
seda gigante – la trampa que Annabeth con la que había engañado a Aracne para que la
tejiera. Estaba sin lugar a dudas vacía. Marcas en el arena iban camino río abajo … como si
algo pesado, con múltiples piernas, se hubiera hundido en el oscuridad.
"Ella está viva." Annabeth estaba tan horrorizada, tan indignada por la injusticia de todo esto,
que tuvo que reprimir las ganas de vomitar.
"Es el Tártaro, dijo Percy. La casa de los monstruos. Aquí abajo, a lo mejor no pueden ser
asesinados. "
Dio Annabeth una mirada avergonzada, como si se diera cuenta que no estaba ayudando a la
moral del equipo. ”O tal vez ella está gravemente herida, y se arrastró a morir. “
'Vamos con eso-asintió Annabeth.
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Percy aún estaba temblando. Annabeth no sentía calor tampoco, a pesar de que el aire era
caliente y pegajoso.
Los cortes de cristal en sus manos aún estaban sangrando, lo cual era inusual para
ella. Normalmente, ella sanaba rápido.
Su respiración se hizo más y más trabajosa.
"Este lugar nos está matando", dijo. "Quiero decir, literalmente, nos va a matar, a menos
que…”
Tártaro. Fuego. Ese recuerdo lejano encendió un foco. Ella miró hacia el interior hacia el
acantilado, iluminado por las llamas de abajo.
Era una idea completamente loca. Pero podría ser su única oportunidad.
'A menos que ¿qué? Percy se le solicite. “Tienes un plan brillante, ¿no?
"Es un plan-murmuró Annabeth. "Yo no sé si brillante. Tenemos que encontrar el Río de
Fuego”.
31
vII
Annabeth
Cuando llegaron a la cornisa, Annabeth estaba segura de que había firmado su sentencia de
muerte.
El acantilado caía a más de veinticinco metros. En la parte inferior se extendía una versión de
pesadilla del Gran Cañón: un río de fuego abriéndose pasó a través de una áspera grieta
obsidiana, el rojo brillante proyectaba sombras horribles en todas las caras del acantilado.
Incluso desde la parte superior del cañón, el calor era intenso. El frío del río Cocito no había
salido de los huesos de Annabeth, pero ahora su rostro se sentía crudo y quemado por el sol.
Cada respiración requería mayor esfuerzo, como si su pecho se llenara de espuma de
poliestireno. Los cortes en sus manos sangraban más en lugar de menos.
El tobillo de Annabeth, que casi se había curado, ahora parecía que estaba roto de nuevo. Se
había quitado el yeso improvisado, pero ahora se arrepentía. Cada paso le hacía poner una
mueca de dolor.
Suponiendo que podían lograrlo hasta el río de fuego, lo cual dudaba, su plan parecía
oficialmente loco.
- Uh… -Percy examinó el acantilado. Señaló una pequeña fisura en diagonal desde el borde
hasta el fondo-. Podemos tratar por esa rinconera de allí. Podría ser adecuada para bajar.
Él no dijo que estarían locos para intentarlo. Se las arregló para sonar optimista. Annabeth
estaba agradecida por ello, pero también preocupada de que ella los estuviera llevando a su
perdición.
Por supuesto, si se quedaban allí morirían de todos modos. Las ampollas se habían comenzado
a formar en los brazos por la exposición al aire del Tártaro. Todo el ambiente era tan saludable
como una zona de explosión nuclear.
Percy fue primero. La cornisa era apenas lo suficientemente ancha como para permitir un
punto de apoyo. Sus manos se agarraron por cualquier grieta en la roca vidriosa. Cada vez que
Annabeth ponía presión sobre su pie malo, quería gritar. Había arrancado las mangas de su
camiseta y utilizó la tela para envolver sus manos ensangrentadas, pero sus dedos seguían
resbaladizos y débiles.
A pocos pasos debajo de ella, Percy gruñó mientras tomaba otro asidero. - Así que… ¿qué es
este llamado río de fuego?
- El Flegetonte -dijo- . Deberías concentrarte en bajar.
- ¿El Flegetonte? .Él trepó por la cornisa. Habían hecho cerca de un tercio del camino por el
acantilado, todavía lo suficientemente alto como para morir si caían-. Suena como un
concurso donde se lanzan escupitajos.
- Por favor, no me hagas reír –ella dijo- .
- Sólo trato de mantener las cosas animadas.
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-Gracias- le gruñó, casi perdiendo la repisa con su mal pie-. Voy a tener una sonrisa en mi cara
mientras me desplomo a mi muerte.
Siguieron adelante, un paso a la vez. Los ojos de Annabeth se llenaron de sudor. Sus brazos
temblaban. Pero, para su asombro, finalmente llegaron a la parte inferior del acantilado.
Cuando llegaron al suelo, ella tropezó. Percy la agarró. Ella estaba alarmada por la forma febril
en que su piel se sentía. Forúnculos rojos habían estallado en su cara, por lo que parecía ser
una víctima de la viruela.
Su propia visión era borrosa. Sentía ampollas en su garganta, y su estómago se apretó más
fuerte que un puño. Tenemos que apresurarnos, pensó.
-Sólo hasta el río -le dijo Percy, tratando de mantener el pánico lejos de su voz- . Podemos
hacer esto.
Se tambalearon sobre las cornisas de vidrio pulido, rodeando enormes rocas, evitando
estalagmitas que podrían clavarse con cualquier deslizamiento del pie. Sus ropas andrajosas
vaporaban por el calor del río, pero siguieron adelante hasta que se desplomaron en sus
rodillas en la ribera del Flegetonte.
- Tenemos que beber -dijo Annabeth-.
Percy se tambaleó, con los ojos medio cerrados. Le tomó tres segundos para responder. - Uh …
¿beber fuego?
- El Flegetonte fluye desde el reino de Hades hacia abajo en el Tártaro. -Annabeth apenas
podía hablar. Su garganta se cerraba por el calor y el aire ácido-. El río se utiliza para castigar a
los malvados. Pero también… algunas leyendas lo llaman el Río de la cura.
- ¿Algunas leyendas?
Annabeth tragó saliva, tratando de mantenerse consciente. - El Flegetonte mantiene los
malvados en una sola pieza, para que puedan soportar los tormentos de los campos de castigo.
Creo… que podría ser el equivalente inframundo de la ambrosía y el néctar.
Percy se estremeció como cenizas pulverizadas del río, enroscándose alrededor de su cara. Pero es fuego. ¿Cómo podemos nosotros- Así. -Annabeth metió las manos en el río-.
¿Estúpido? Sí, pero ella estaba convencida de que no tenían otra opción. Si esperaban más,
podrían morir. Es mejor probar algo absurdo y esperar que funcione.
En el primer contacto, el fuego se sintió doloroso. Se sentía frío, lo que probablemente
significaba que estaba tan caliente que estaba sobrecargando los nervios de Annabeth. Antes
de que pudiera cambiar de opinión, ella tomó el líquido ardiente en sus manos y se la llevó a la
boca.
Ella esperaba un sabor como la gasolina. Era mucho peor. Una vez, en un restaurante nuevo en
San Francisco, había cometido el error de probar un chile picante que había venido con un
plato de comida india. Después de apenas picarlo, ella pensó que su sistema respiratorio iba
explotar. Beber de la Flegetonte era como tragar una malteada de chile picante. Su pecho lleno
de fuego líquido. Su boca se sentía como si estuviera siendo frita. Sus ojos derraman lágrimas
de ebullición, y cada poro en su rostro se abrió. Se desplomó, con náuseas y arcadas, todo su
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cuerpo temblaba violentamente.
- ¡Annabeth! -Percy la agarró por los brazos y apenas logró que dejara de rodar hacia el río-.
Las convulsiones pasaron. Tomó aliento y logró sentarse. Se sentía terriblemente débil y con
náuseas, pero su siguiente respiración se hizo más fácil. Las ampollas en sus brazos estaban
empezando a desvanecerse.
- Funcionó, -dijo con voz ronca- . Percy, tienes que beber.
-Yo…- Retorció sus ojos y se dejó caer hacia ella.
Desesperada, ella tomó más fuego en la palma. Ignorando el dolor, ella goteó el líquido en la
boca de Percy. Él no respondió.
Lo intentó de nuevo, echando un puñado entero por su garganta. Esta vez farfulló y tosió.
Annabeth lo sostenía mientras él temblaba, el fuego mágico cruzaba a través de su sistema. La
fiebre desapareció. Sus heridas se desvanecieron. Se las arregló para sentarse y saborear con
sus labios.
- Uf, -dijo él -. Picante y desagradable.
Annabeth se rió débilmente. Estaba tan aliviada que se sentía mareada. -Sí. Eso prácticamente
lo resume todo.
- Nos has salvado.
- Por ahora –dijo ella- . El problema es que aún estamos en el Tártaro.
Percy parpadeó. Miró a su alrededor como si acabara de caer en cuenta del lugar donde
estaban. - Santa Hera. Nunca pensé… bueno, no estoy seguro de lo que pensaba. Tal vez que el
Tártaro era un espacio vacío, un pozo sin fondo. Pero este es un lugar real.
Annabeth recordó el paisaje que había visto mientras caían, una serie de mesetas que
conducían siempre hacia abajo en la oscuridad.
- No hemos visto todo, -le advirtió-. Esto podría ser sólo la primera parte minúscula del abismo,
como los escalones de la entrada.
- La alfombra de bienvenida -masculló Percy.
Ambos miraron hacia las nubes de color sangre se arremolinaban en la bruma gris. De ninguna
manera iban a tener la fuerza para volver a subir el acantilado, incluso si quisieran. Ahora sólo
había dos opciones: o río abajo, río arriba, bordeando las orillas del Flegetonte.
- Vamos a encontrar una manera de salir, -dijo Percy-. Las puertas de la muerte.
Annabeth se estremeció. Recordó lo que Percy había dicho justo antes de caer en el Tártaro.
Había hecho prometer a Nico di Angelo que lideraría el Argo II a Epiro, en el lado mortal de las
puertas de la muerte.
Nos vemos ahí, Percy había dicho.
Esa idea parecía aún más loca que el fuego potable. ¿Cómo podrían los dos pasear por el
Tártaro y encontrar las puertas de la muerte? Apenas habían sido capaces de tropezar a unos
cien metros de este lugar venenoso sin morir.
- Tenemos que hacerlo, -dijo Percy-. No sólo por nosotros. Por todos los que amamos. Las
puertas tienen que ser cerradas por ambos lados, o los monstruos sólo seguirán llegando. Las
Fuerzas de Gea invadirán el mundo.
Annabeth sabía que tenía razón. Sin embargo… cuando ella trató de imaginar un plan que
podría tener éxito, la lógica la abrumaba. No tenían forma de localizar Las Puertas. No sabían
cuánto tiempo tomaría, o incluso si el tiempo corría a la misma velocidad en el Tártaro. ¿Cómo
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era posible sincronizar una reunión con sus amigos? Y Nico había mencionado una legión de
los monstruos más fuertes de Gea que custodiaban las puertas del lado Tártaro. Annabeth y
Percy no podía lanzar precisamente un asalto frontal.
Ella decidió no hablar de nada de eso. Ambos sabían que las probabilidades estaban en contra.
Además, después de nadar en el río Cocito, Annabeth había oído suficiente quejido y gemido
para toda la vida.
Se prometió a sí misma no volver a quejarse de nuevo.
- Bueno. -Ella tomó una respiración profunda, agradecida, al menos, de que sus pulmones no
dolieran-. Si nos quedamos cerca del río, vamos a tener una forma de sanarnos a nosotros
mismos. Si vamos abajoSucedió tan rápido que Annabeth habría muerto si hubiera estado sola.
Percy fijó sus ojos en algo detrás de ella. Annabeth giró y vio como una forma oscura enorme
se precipitó hacia ella - un gruñido, una monstruosa mancha con piernas flacas con púas y los
ojos brillando.
Ella tenía tiempo para pensar: Aracne. Pero se congeló de terror, sus sentidos asfixiados por el
enfermizo olor dulce.
Entonces oyó el “Shink” familiar de bolígrafo de Percy transformando en una espada. Su
espada se precipitó sobre su cabeza en un arco de bronce brillante. Un grito terrible resonó a
través del cañón.
Annabeth se quedó allí, aturdida, mientras el polvo de color amarillo -los restos de Aracnellovieron alrededor como polen de árboles.
- ¿Estás bien? -Percy escaneó los acantilados y rocas, alerta por si hubieran más monstruos,
pero nada más apareció. El polvo de oro de la araña se instaló en las rocas de obsidiana.
Annabeth se quedó mirando a su novio con asombro. La hoja de bronce celestial de Riptide
brillaba aún más en la oscuridad del Tártaro. A su paso por el aire caliente de de la atmosfera,
hacía un silbido desafiantes como una serpiente irritada.
- Ella… ella me hubiera matado, -tartamudeó Annabeth .
Percy pateó el polvo en las rocas, con una expresión sombría e insatisfecha. - Murió con
demasiada facilidad, teniendo en cuenta la cantidad de torturas que te hizo pasar. Ella se
merecía algo peor.
Annabeth no podía discutir con eso, pero la dureza en la voz de Percy fue inquietante. Nunca
había visto a alguien tan enfadado o vengativo a su favor. Casi la hizo sentir alegre de que
Aracne muriera rápidamente. -¿Cómo pudiste moverte tan rápido?
Percy se encogió de hombros. - Tengo que cuidar la espalda del otro, ¿verdad? Ahora, estabas
diciendo… ¿abajo?
Annabeth asintió, todavía en un sueño. El polvo amarillo se disipó en la costa rocosa,
volviéndose a vapor. Al menos ahora sabía que los monstruos podían morir en el Tártaro…
aunque no tenía ni idea de cuánto tiempo
Si Aracne permanecería muerta. Annabeth no pensaba quedarse el tiempo suficiente para
averiguarlo.
- Sí, aguas abajo, -se las arregló- Si el río proviene de los niveles superiores de los infiernos,
debe fluir más hacia el Tártaro-
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- Por lo que conduce a un territorio más peligroso, -finalizó Percy-. Lo que es probablemente el
lugar donde están las puertas. Con suerte
36
vIII
Annabeth
Sólo habían recorrido unas cuantas yardas cuando Annabeth escuchó unas voces.
Annabeth caminaba trabajosamente, media entumecida, intentando formar un plan. Desde
que ella era una hija de Atenea, los planes se suponían que eran su especialidad, pero era
difícil hacer estrategias con tu estómago gruñendo y tu garganta ardiendo. La brava agua del
Flegelonte la curó y le dio fuerzas, pero no hizo nada con el hambre o la sed. El río no era para
hacerte sentir bien, Annabeth adivinó. Sólo te hace proseguir para que puedas experimentar
un dolor cada vez más insoportable.
Su cabeza comenzó a caer con cansancio. Después, ella las oyó –voces femeninas teniendo un
tipo de discusión– y se puso inmediatamente alerta.
Ella susurró.
–Percy, ¡abajo!
Ella lo empujó hacia la piedra más cercana, empujándolo tan fuerte contra la orilla del río que
los zapatos de Annabeth casi tocaban el fuego del río. En el otro lado, por un camino estrecho
entre el río y los acantilados, unas voces gruñían, cada vez más fuerte conforme se acercaban
desde río arriba.
Annabeth trató de detener su respiración. Las voces eran vagamente humanas, pero eso no
significaba nada. Ella asumió que lo que sea que estuviese en el Tártaro era su enemigo. Ella no
sabía cómo era que los monstruos no los habían detectado todavía. Además, los monstruos
podían oler semidioses–especialmente a los más poderosos como Percy, hijo de Poseidón.
Annabeth dudó que el esconderse detrás de una roca les haría algún bien cuando los
monstruos detectaran su olor.
Aun así, conforme los monstruos se fueron acercando, sus voces no cambiaron en tono. Sus
pisadas desiguales– scrap, clump, scrap, clump– no se aceleraron.
– ¿Pronto? –uno de ellos preguntó en una voz rasposa, como si hubiese estado haciendo
gárgaras en el Flegelonte.
– ¡Oh, por los dioses! –dijo otra voz. Esta sonaba más joven y mucho más humana, como una
chica mortal adolescente hecha enojar por uno de sus amigos en el centro comercial. Por
alguna razón, ella le pareció familiar a Annabeth–. ¡Ustedes, son realmente molestos! Les dije,
es como en tres días desde hoy.
Percy tomó la muñeca de Annabeth. Él miró hacia ella con un tono alarmado, como si
reconociese la voz de la chica del mal.
Hubo un coro de gruñidos y quejas. Las criaturas–quizá media docena, Annabeth estimó–
habían parado justo en el otro lado de la piedra, pero aún no habían dado ninguna señal de
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detectar su olor a semidioses. Annabeth se preguntó si los semidioses no huelen igual en el
Tártaro, o si otros olores allí eran tan poderosos que escondían el aura de un semidiós.
–Me pregunto–dijo la tercera voz, grave y vieja, como la primera–. Si acaso tú no conoces el
camino, jovenzuelo.
–Oh, cierra los colmillos, Seréfone–dijo la chica de centro comercial–. ¿Cuándo fue la última
vez que escapaste hacia el mundo mortal? Yo estuve ahí hace un par de años. ¡Conozco el
camino! Además, entiendo a lo que nos enfrentaremos ahí. ¡Ustedes no tienen idea!
–¡La Madre Tierra no te hizo la jefa! – chilló una cuarta voz.
Surgieron más siseos, forcejeos y gemidos salvajes– como gatos callejeros gigantes
peleándose. Al final, uno al que habían llamado Seréfone gritó:
–¡Basta!
Los forcejeos pararon.
–La seguiremos por ahora–dijo Seréfone–. Pero si no nos guías bien, si descubrimos que tú nos
mentiste acerca de la llamada de Gea…
–¡Yo no miento! –gritó la chica de centro comercial–. Creánme me, tengo una muy buena
razón para entrar en esta batalla. Tengo algunos enemigos qué devorar, y ustedes beberán de
la sangre de los héroes. Sólo déjenme un bocado especial– a Percy Jackson.
Annabeth calló un pequeño gruñido suyo. Ella se olvidó de sus miedos. Ella quiso saltar encima
de la roca, rebanar a los monstruos y convertirlos en polvo con su cuchillo… Excepto por el
hecho de que ella ya no lo tenía.
–Créeme–dijo la chica de centro comercial–. Gea nos llamó, y tendremos mucha diversión.
Antes de que la guerra termine, los mortales y los semidioses temblarán al oír mi nombre –
¡Kelli!
Annabeth casi soltó un gañido. Ella miró a Percy. Aún sobre la luz roja del Flegelonte, su cara
parecía de cera.
–Empusas–ella murmuró. Vampiras–.
Percy asintió sombríamente.
Ella recordaba a Kelli. Hace dos años, en la orientación de novato de Percy, él y su amiga
Rachel Dare habían sido atacados por empusas disfrazadas como animadoras. Una de ellas se
llamaba Kelli. Después, la misma empusa los atacó en el taller de Dédalo. Annabeth la había
apuñalado en la espalda y la envío aquí… aquí. Al Tártaro.
Las criaturas arrastraban sus pies, con sus voces haciéndose cada vez más débiles. Annabeth
trepó a la cima de la piedra y echó un peligroso vistazo. Efectivamente, cinco mujeres se
tambaleaban en piernas desiguales – bronce mecánico en la izquierda y en la derecha una
pierna lanuda con pezuñas.
Su cabello estaba hecho de fuego, su piel era blanca como los huesos. Las mayoría de ellos
llevaban vestidos andrajosos de la Antigua Grecia, excepto por su líder, Kelli, quien vestía una
blusa quemada y desgarrada con una falda plisada… Su vestido de animadora.
Annabeth hizo rechinar sus dientes. Ella había enfrentado a muchos monstruos malvados en
años anteriores, pero ella odiaba a las empusas más que a la mayoría.
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Además de sus asquerosas garras y colmillos, tenían una poderosa habilidad para manipular la
Niebla. Podían cambiar de forma y convencer mágicamente con sus palabras, engañando a los
mortales, haciéndolos bajar la guardia. Los hombres eran especialmente susceptibles. La
táctica favorita de las empusas era hacer a un hombre enamorarse de ellas, después beber su
sangre y devorar su carne. Lo cual, no es una gran primera cita.
Kelli casi mató a Percy. Ella había manipulado al más viejo amigo de Annabeth, Luke,
haciéndolo cometer obras cada vez más y más oscuras en el nombre de Cronos.
Annabeth realmente deseaba el poder tener su daga.
Percy se alzó.
–Se dirigen a las Puertas de la Muerte–él murmuró–. ¿Sabes lo que significa?
Annabeth no quería pensar en ello, pero tristemente este escuadrón de horrorosas chicascome-carne eran la cosa más cercana a tener suerte que ellos tendrían en el Tártaro.
–Sí–ella dijo–. Tenemos que seguirlos
39
Ix
leO
Leo pasó toda la noche peleando con una Atenea de cuarenta pies de altura.
Desde que habían traído la estatua a borde, Leo había estado obsesionado en descubrir cómo
funcionaba. Él estaba seguro de que tenía poderes de primera. Tenía que haber algún
interruptor o placa de presión o algo.
Él tendría que estar dormido, pero no podía. Él pasaba horas caminando sobre la estatua, que
abarcaba la mayor parte de la cubierta inferior. Los pies de Atenea se atoraron en la
enfermería así que tenías que estrujar sus pies de marfil si es que querías conseguir unos
analgésicos. Su cuerpo era del tamaño de un muelle portuario, su alargada mano pasaba por el
cuarto de máquinas, ofreciendo la figura de Niké a tamaño real que estaba en su palma, como
diciendo “Por aquí, ¡ten algo de Victoria! La serena cara de Atenea abarcaba la mayor parte de
los establos de los pegasos, que afortunadamente estaban desocupados. Si Leo fuese un
caballo mágico, no le gustaría vivir en un establo con una diosa de gran tamaño mirándolo.
La estatua encajada firmemente en el corredor, para que Leo pudiese trepar hacia arriba y
sostenerse con sus extremidades, buscando palancas y botones.
Como de costumbre, no encontró nada.
Él había hecho investigaciones de la estatua. Él sabía que estaba hecha con una estructura de
madera hueca cubierta con marfil y oro, lo que explicaba por qué era tan ligera. Estaba en muy
buena forma, considerando que era de más de dos mil años de antigüedad y había sido
saqueada de Atenas, llevada a Roma y había sido secretamente guardada en una caverna de
una araña por más de dos milenos. La magia debió de haberla dejado intacta, Leo descubrió,
combinado con una muy buena artesanía.
Annabeth había dicho… Bien, él trató de no pensar en Annabeth. Él aún se sentía culpable
porque Percy y ella habían caído al Tártaro. Leo sabía que era su culpa. Él debió tener a todos a
salvo a bordo del Argo II antes de asegurar la estatua. Él debería de haberse dado cuenta que
el piso de la caverna era inestable.
Aun así, culparse no iba a traer de vuelta a Percy y Annabeth. Tenía que concentrarse en
arreglar los problemas que él podía arreglar.
Como sea, Annabeth había dicho que la estatua era la clave para derrotar a Gea. Podía sanar la
rivalidad entre los semidioses griegos y los romanos. Leo se dio cuenta de que tenía que tener
algo más que sólo simbolismo. Quizá los ojos de Atenea disparaban láseres, o la serpiente
detrás de ella podía escupir veneno. O quizás la pequeña figura de Niké vendría a la vida con
movimientos ninja.
Leo pensó en todas las cosas divertidas que haría esa estatua si él la hubiese diseñado, pero
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cada vez que la examinaba más, más se frustraba. La Atenea Pártenos irradiaba magia. Aún él
podía sentir eso. Pero no parecía hacer nada además de lucir impactante.
La nave se inclinó hacia un lado, haciendo maniobras evasivas. Leo resistió el deseo de correr
al timón. Jasón, Piper y Frank estaban a cargo con Hazel ahora. Ellos podían manejar lo que sea
que estuviese pasando. Además, Hazel había insistido en guiarlos hacia el pasadizo secreto que
la diosa de la magia le mencionó.
Leo esperaba que Hazel estuviese en lo correcto acerca del desvío del norte. Él no confiaba en
esta Hécate. Él no veía el por qué una diosa tenebrosa los ayudara repentinamente.
Por supuesto, él no creía en general en la magia. Por eso es que tenía tantos problemas con la
Atenea Pártenos. No tenía partes movibles. Lo que sea que hiciese, aparentemente era
operado por hechicería… Y Leo no apreciaba eso. Él quería que tuviese sentido, como una
máquina.
Finalmente, él quedó muy agotado como para pensar bien. Se acurrucó con una manta en el
cuarto de máquinas y escuchó el tranquilizador sonido de los generadores. Buford, la mesa
mecánica se sentó en la esquina, en modo de reposo, haciendo pequeños ronquidos
vaporosos: Shhhh, pfft, shh, pfft.
A Leo le gustaban las habitaciones, pero él se sentía a salvo aquí, en el corazón del barco –en
un cuarto lleno de mecanismos que él sabía controlar. Además, quizá si pasaba más tiempo
cerca de la Atenea Pártenos, él podría adentrarse en sus secretos.
–O tú o yo, Gran Señora–él murmuró mientras jalaba su manta hacia su barbilla–. Vas a
cooperar con nosotros a su tiempo.
Él cerró sus ojos y durmió. Desafortunadamente, eso lo hizo tener sueños.
Él estaba corriendo por su vida en el viejo taller de su madre, donde murió en un incendio
cuando Leo tenía ocho.
Él no estaba seguro qué cosa lo perseguía, pero lo sentía acercarse rápido–algo largo y oscuro,
lleno de odio.
Él se tropezó con los banquillos de trabajo, tiró las cajas de herramientas y se tropezó con los
cables eléctricos. Él vio la salida y corrió hacia ella, pero una figura apareció en frente de él–
una mujer vestida con un remolino de tierra seca, con su cara cubierta en un velo de polvo.
“¿Adónde vas, pequeño héroe?” Gea preguntó. “Quédate y conoce a mi hijo favorito”.
Leo se lanzó hacia la izquierda, pero la risa de la Diosa de la Tierra lo siguió.
La noche que tu madre murió, te lo advertí. Te dije que las Moiras no me habían permitido
matarte en ese entonces. Pero ahora has trazado tu camino. Tu muerte está cerca, Leo Valdez.
Él corrió hacia el restirador – el viejo lugar de trabajo de su madre. La pared detrás de él estaba
decorada con los dibujos de crayón de Leo. Él sollozó en desesperación y se volteó, la cosa que
lo perseguía estaba a la mitad de su camino – una cosa colosal envuelta en sombras, con su
figura vagamente humanoide, con su cabeza casi raspando el techo, unos veinte pies arriba.
Las manos de Leo sacaron llamas. Él se las lanzó al gigante, pero la oscuridad consumió su
fuego. Leo tomó su cinturón de herramientas. Los bolsillos estaban cosidos y cerrados. Él
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intentó hablar – para decir algo que pudiese salvar su vida– pero no pudo hacer ningún sonido,
como si el aire hubiera sido robado de sus pulmones.
“Mi hijo no permitirá ningún incendio esta noche” dijo Gea desde el interior del almacén. “Él
es el vacío que consume toda magia, el silencio que consume todo el habla.”
Leo quiso gritar: ¡Y yo soy el chico que escapará de aquí!
Su voz no funcionó, así que usó sus pies. Se lanzó hacia la derecha, cayendo bajo las tenaces y
sombreadas manos del gigante, y abrió la siguiente puerta.
De repente, se halló en el Campamento Mestizo, excepto porque el campamento estaba en
ruinas. Las cabañas eran troncos quemados. Los campos quemados humeaban a la luz de la
luna. El comedor se había colapsado a una pila de escombros blancos, y la Casa Grande estaba
en llamas, con sus ventanas brillando como ojos demoníacos.
Leo siguió corriendo, seguro de que el gigante de las sombras aún estaba tras él.
Él pasó a través de cuerpos de semidioses romanos y griegos. Él quería checar si seguían vivos.
Quería ayudarlos. Pero de alguna manera, sabía que se le agotaba el tiempo. Él trotó hacia las
únicas personas vivas que vio– un grupo de romanos, parados en la cancha de volleyball. Dos
centuriones se inclinaron sobre sus jabalinas, hablando con un chico alto y rubio en una toda
púrpura. Leo tropezó. Era ese maldito Octavian, el augurio del Campamento Júpiter, quien
siempre había pedido guerra.
Octavian vino para enfrentarlo, pero parecía en trance. Sus facciones estaban relajadas y tenía
los ojos cerrados. Cuando habló, fue con la voz de Gea: Esto no puede ser prevenido. Los
romanos se mueven hacia el Este en dirección a Nueva York. Ellos avanzan hacia tu
campamento y nadie podrá detenerlos.
Leo se tentó a golpear a Octavian en la cara. Pero en vez de eso, siguió corriendo. Subió la
Colina Mestiza. En la cima, un rayo había convertido en astillas al gran pino.
Leo se detuvo. La parte posterior de las montañas había desaparecido. A lo lejos, el mundo
entero se había ido. Leo no veía nada más que nube debajo de él– una alfombra de plata bajo
un cielo oscuro.
Una voz fuerte dijo:
– ¿Bien?
Leo se estremeció. Por el árbol destrozado, una mujer se arrodilló hacia una entrada de una
cueva, que se había abierto a través de las raíces de los árboles.
Esa mujer no era Gea. Ella parecía más una Atenea Pártenos viviente, con las mismas ropas
doradas y los brazos desnudos de marfil. Cuando se alzó, Leo casi cayó de la cima del mundo.
Su cara era regiamente hermosa, con altos pómulos, ojos largos y oscuros, con trenzado color
regaliz y el cabello recogido en un peinado griego lujoso, con una espiral de esmeraldas y
diamantes, por lo que le recordaba a Leo a un árbol de navidad. Su expresión irradiaba puro
odio. Con su labio curvado y con su nariz rugosa.
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–El hijo del dios de los inventores–ella se burló con desprecio–. No eres ninguna amenaza,
pero supongo que mi venganza tiene que empezar en algún lado. Toma tu decisión.
Leo intentó hablar, pero estaba a punto de sacarse su piel del pánico. Entre la reina del odio y
el gigante persiguiéndolo, no tenía idea de qué hacer.
–Él estará aquí pronto–a.dvirtió la mujer–. Mi oscuro amigo no te dará el lujo de elegir. ¡Es la
caverna o el acantilado, chico!
De repente, Leo entendió a lo que se refería. Él estaba preocupado. Él podía brincar del
precipicio, pero eso sería suicidio. Aún si hubiera tierra debajo de esas nubes, él moriría en la
caída o podía quedarse cayendo para siempre.
Pero la caverna… Él miró la entrada entre las raíces. Olía a putrefacción y muerte. Él oía
cuerpos arrastrándose allí dentro, voces susurrando en las sombras. La caverna era la casa de
los muertos. Si él bajaba por ahí, jamás volvería.
–Sí–dijo la mujer. Alrededor de su cuello, colgaba un extraño pendiente de bronce y
esmeralda, como un laberinto circular. Sus ojos estaban tan enojados que Leo entendió por
qué “furioso” era un sinónimo de “loco”. Esta señorita se había dejado llevar por el odio –. La
Casa de Hades los aguarda. Tú serás el primer roedor en morir en mi laberinto. Sólo tienes una
oportunidad para escapar, Leo Valdez. Tómala.
Ella señaló hacia el acantilado.
–Estás loca-él dijo–.
Eso fue lo peor que podía haber dicho. Ella tomó su muñeca.
– ¿Debería matarte ahora, antes de que mi oscuro amigo llegue, quizás?
Unos pasos hacían vibrar la colina. El gigante venía, envuelto en sombras, grande y pesado y
concentrado en matar.
–¿Has oído hablar de morir en un sueño, chico? –Preguntó la mujer–. Es posible, ¡en las manos
de una hechicera!
De las manos de Leo comenzó a brotar humo. El tocar de la mujer era ácido. Intentó liberarse.
Pero su agarre era como de metal.
Él abrió su boca para gritar. La enorme sombra del gigante se acercaba hacia él, oscurecido por
capas de humo negro. El gigante levantó su puño y una voz cortó el sueño.
– ¡Leo! –Era Jason sacudiéndole el hombro–. Oye, hombre, ¿estás abrazando a Niké?
Los ojos de Leo se abrieron. Sus brazos estaban amarrados a la estatua en tamaño real de la
mano de Atenea. Él debió de haberse caído en sus sueños. Se abrazó de la diosa de la victoria
como solía abrazarse de su almohada cuando tenía pesadillas de niño (Eso debió de haber sido
tan vergonzoso en las casas hogar).
Él se soltó a sí mismo, se sentó y se frotó la cara.
–Nada–él murmuró–. Sólo nos abrazábamos. ¿Qué está pasando?
Jason no se burló. Eso era algo que Leo apreciaba de su amigo. Los ojos azules de Jason eran
uniformes y serios. La pequeña cicatriz de sus labios se torció como cada vez que iba a
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compartir una mala noticia.
–Logramos pasar por las montañas–él dijo–. Casi llegamos a Boloña. Deberías unírtenos en el
comedor. Nico tiene nueva información.
44
x
leo
LEO HABÍA DISEÑADO las paredes del comedor para mostrar escenas en tiempo real del
Campamento Mestizo. Al principio había pensado que era una idea bastante impresionante.
Ahora ya no estaba tan seguro.
Las escenas de vuelta en casa -el cantar a coro en la fogata, cenas en el pabellón, juegos de
voleibol fuera de la Casa Grand - sólo ponían a sus amigos tristes. Cuanto más lejos estaban de
Long Island, peor se ponía. Las zonas de tiempo cambiaban, haciendo que Leo sintiese la
distancia cada vez que miraba a las paredes. Aquí en Italia el sol acababa de salir. De vuelta en
el Campamento Mestizo era media noche. Antorchas chisporroteaban en las puertas de
cabina. La luz de la luna brillaba sobre las olas del estrecho de Long Island. La playa estaba
cubierta de huellas, como si una gran multitud acababa de salir.
Con un sobresalto, Leo se dio cuenta de que ayer - ayer por la noche- había sido el cuatro de
julio. Ellos se habían perdido la fiesta anual del Campamento Mestizo en la playa con
impresionantes fuegos artificiales preparados por los hermanos de Leo de la Cabaña Nueve.
Decidió no mencionarlo a la tripulación, pero esperaba a sus amigos en casa tuvieran una
buena celebración. Necesitaban algo para mantener el ánimo, también.
Se acordó de las imágenes que había visto en su sueño, el campamento en ruinas, lleno de
cuerpos, Octavian de pie en el campo de voleibol, casualmente hablando con la voz de Gea.
Bajó la mirada hacia sus huevos y tocino. Deseó poder apagar los vídeos de la pared.
-Entonces -dijo Jason-, ahora que estamos aquí…
Se sentó a la cabecera de la mesa, algo así como por defecto. Desde que habían perdido a
Annabeth, Jason había hecho todo lo posible por actuar como el líder del grupo. Después de
haber sido pretor en el campamento de Júpiter, probablemente estaba acostumbrado a eso,
pero Leo podía decir que su amigo estaba estresado. Tenía los ojos más hundidos de lo
habitual. Su cabello rubio estaba extrañamente desordenado, como si hubiera olvidado como
peinarse.
Leo miró a los demás en la mesa. Hazel estaba con cara de sueño, también, pero por
supuesto, había estado despierta toda la noche guiando la nave a través de las montañas. Su
pelo color canela rizado estaba recogido en un pañuelo, lo que le daba un aspecto de mando
que Leo encontró sexy, y luego inmediatamente se sintió culpable.
Junto a ella se sentó a su novio Frank Zhang, vestido con pantalones de entrenamiento negros
y una camiseta turística romana que decía ¡CIAO! (¿es de hecho una palabra?). La antigua
insignia de Frank de centurión estaba fijada a su camisa, a pesar del hecho de que los
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semidioses del Argo II eran ahora Los Enemigos Públicos del Número 1 al 7 en el campamento
de Júpiter. Su expresión sombría sólo reforzó su desafortunado parecido con un luchador de
sumo.
Luego estaba el hermanastro de Hazel, Nico di Angelo. Dang, ese chico para Leo lucía freakydeaki. Se reclinó en su chaqueta de aviador de cuero, su camiseta y pantalones vaqueros
negros, el anillo de plata del cráneo malvado en su mano y la espada Estigio a su lado. Sus
mechones de pelo negro atrapados en rizos como alas de murciélago bebé.
Sus ojos estaban tristes y un poco vacíos, como si hubiera mirado a las profundidades del
Tártaro - lo que había hecho.
El único semidiós ausente era Piper, que estaba tomando su turno en el timón con el
entrenador Hedge, su acompañante sátiro.
Leo deseaba Piper estuviera aquí. Tenía una manera de calmar los ánimos con ese encanto de
Afrodita de ella. Después de sus sueños de la noche anterior, Leo podría utilizar algo de calma.
Por otra parte, era probablemente bueno que estuviera arriba en la cubierta acompañando a
su acompañante. Ahora que estaban en las antiguas tierras, tenían que estar constantemente
en guardia. Leo sentía nervios de dejar volar al entrenador Hedge sólo. El sátiro era un poco
disparador, y en el timón había un montón de botones de brillantes y peligrosos que podrían
causar que los pintorescos pueblos italianos por debajo de ellos hicieran ¡BOOM!
Leo se había perdido en sus pensamientos totalmente que no se dio cuenta de que Jason
seguía hablando.
- …La casa de Hades, -estaba diciendo- ¿Nico?
Nico se inclinó hacia delante. - Hablé con los muertos anoche.
Él sólo escupió esas palabras de repente, como si estuviera diciendo que le había llegado un
mensaje de texto de un amigo.
- Tuve la oportunidad de aprender más acerca de lo que vamos a enfrentar, -continuó Nico- En
los tiempos antiguos, la Casa de Hades era un sitio importante para los peregrinos griegos.
Ellos llegaban a hablar con los muertos y honrar a sus antepasados.
Leo frunció el ceño. - Suena como El Día de los Muertos. Mi tía Rosa tomaba esas cosas en
serio.
Se acordó cuando fue llevado por ella hasta el cementerio local en Houston, donde tuvo que
limpiar las tumbas ofrecerles limonada, galletas y caléndulas frescas. Tía Rosa forzaba a Leo a
pasar un día de campo, como si salir con personas fallecidas le resultara apetecible.
Frank gruñó. - China tiene eso también, el culto a los antepasados, barrer las tumbas en
primavera.
Miró a Leo. -Tu tía Rosa se hubiera llevado bien con mi abuela.
Leo tuvo una imagen aterradora de su tía Rosa y una vieja mujer china con trajes de
luchadores, cazándose entre sí con palos con púas.
-Sí -dijo Leo-. Estoy seguro de que habrían sido las mejores amigas.
Nico aclaró su garganta. -Una gran cantidad de culturas tienen tradiciones de temporada para
honrar a los muertos, pero la Casa de Hades estaba abierta todo el año. Los peregrinos en
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realidad podían hablar a los fantasmas. En griego, el lugar fue llamado el Necromanteion, el
Oráculo de la Muerte. Te abrías camino a través de diferentes niveles de túneles, dejando
ofrendas y bebiendo pociones especiales- Pociones especiales, -murmuró Leo-. Yum.
Jason le dirigió una mirada como, “Amigo, suficiente”. - Nico , adelante .
- Los peregrinos creían que cada nivel del templo los acercaba al Inframundo, hasta los
muertos se aparecían ante ti. Si ellos estaban satisfechos con tu oferta, podrían responder a
tus preguntas, tal vez incluso te dirían el futuro.
Frank golpeó su taza de chocolate caliente. - ¿Y si los espíritus no estaban contentos?
- Algunos peregrinos no encontraron nada, -dijo Nico- . Algunos se volvieron locos o murieron
después de salir del templo. Otros perdieron su camino en los túneles y nunca fueron vistos de
nuevo.
- El punto es, -dijo Jason rápidamente-, que Nico encontró cierta información que nos puede
ayudar.
- Si -Nico no parecía muy entusiasmado- . El fantasma con quien hablé anoche… él era un ex
sacerdote de Hécate. Confirmó lo que la diosa le dijo a Hazel ayer en el cruce. En la primera
guerra contra los gigantes, Hécate luchó por los dioses. Ella mató a uno de los gigantes, que
había sido concebido como el anti- Hécate. Un tipo llamado Clitio.
- Un Tipo Oscuro, -Leo adivinó- . Envuelto en las sombras.
Hazel se volvió hacia él, sus ojos dorados se estrecharon. - Leo ¿cómo lo sabes?
Tuve un sueño.
Nadie pareció sorprendido. La mayoría de los semidioses tenían pesadillas vívidas acerca de lo
que estaba pasando en el mundo.
Sus amigos prestaron mucha atención mientras Leo explicaba. Trató de no mirar las imágenes
del Campamento Mestizo en la pared mientras describía el lugar en ruinas. Les habló del
gigante oscuro y la extraña mujer en Colina Mestiza, ofreciéndole una muerte de opción
múltiple.
Jason apartó su plato de panqueques. - Así que el gigante es Clitio. Supongo que va a estar
esperando por nosotros, resguardando las Puertas de la Muerte.
Frank enrolló uno de los panqueques y comenzó a masticarlo, no era un tipo que dejara que
una muerte inminente se atravesara en su camino a un buen desayuno. - ¿ Y la mujer en el
sueño de Leo?
- Ella es mi problema. -Hazel pasaba un diamante entre sus dedos-. Hécate mencionó un
enemigo formidable en la Casa de Hades, una bruja que no podía ser derrotada, excepto tal
vez, usando la magia.
- ¿Sabes magia? -Preguntó Leo.
- Todavía no.
- Ah. -Él trató de pensar en algo esperanzador que decir, pero recordó los ojos de la mujer
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enojada, la forma en que su agarre férreo hizo humo su piel-. ¿Tienes idea de quién es?
Hazel negó con la cabeza. -Sólo que… -Miró a Nico, y algún tipo de argumento en silencio pasó
entre ellos. Leo tuvo la sensación de que ellos habían tenido conversaciones privadas sobre la
Casa de Hades y que no compartían todos los detalles-. Sólo que no será fácil de derrotar.
- Pero hay una buena noticia, -dijo Nico- . El fantasma con que hablé explicó cómo Hécate
derrotó a Clitio en la primera guerra. Ella usó sus antorchas para encender su pelo en llamas. Él
murió quemado. En otras palabras, el fuego es su debilidad.
Todo el mundo miró a Leo.
- Oh, -dijo-. Muy bien.
Jason asintió alentadoramente, como si fuera una gran noticia - como si esperara que Leo
caminara hacia una masa imponente de oscuridad, disparara unas bolas de fuego y resolviera
todos sus problemas. Leo no quería desanimarlo, pero aún podía escuchar la voz de Gea: Él es
el vacío que consume toda la magia, el frío que consume todo el fuego, el silencio que se
consume toda palabra.
Leo estaba bastante seguro de que tomaría más de unos pocos encuentros para poner ese
gigante en llamas.
- Es una buena ventaja, -insistió Jason- . Al menos sabemos cómo matar al gigante. Y esta
hechicera… bueno, si Hécate cree Hazel puede derrotarla, entonces yo también.
Hazel bajó los ojos. - Ahora sólo tenemos que llegar a la casa de Hades, abrirnos paso a través
de Las Fuerzas de Gea - Además de un montón de fantasmas, -Nico añadió sombríamente- . Los espíritus en ese
templo podrían no ser amistosos.
- Y encontrar las puertas de la muerte, -continuó Hazel-. Suponiendo que de alguna manera
podremos llegar al mismo tiempo que Percy y Annabeth y rescatarlos.
Frank se tragó un bocado de tortilla. - Podemos hacerlo. Tenemos que hacerlo.
Leo admiraba el optimismo del gran chico. Ojalá lo compartiera.
- Por lo tanto, con este desvío, -Leo dijo-, Estimo cuatro o cinco días para llegar a Epiro,
suponiendo que no hay retrasos como, ya saben, ataques de monstruos y cosas así.
Jason sonrió con amargura. -Sí. Eso nunca sucede.
Leo miró a Hazel. - Hécate te dijo que Gea estaba planeando su gran fiesta de despertar para el
primero de agosto, ¿no? ¿La Fiesta de Lo Que Sea?
- Spes, -dijo Hazel-. La diosa de la esperanza.
Jason giró su tenedor. - En teoría, eso nos deja tiempo suficiente. Es sólo julio 5. Deberíamos
ser capaces de cerrar las puertas de la muerte, y luego encontrar la sede de los gigantes y
evitar que Gea despierte antes del primero de agosto.
- En teoría -asintió Hazel-. Pero todavía me gustaría saber cómo atravesaremos la Casa de
Hades sin volvernos locos o morir.
Nadie ofreció ninguna idea.
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Frank dejó el rollo de tortilla como si de repente no supiera tan bueno. - Estamos julio 5. Oh,
cielos, no había pensado en eso…
- Oye, hombre, está bien, -dijo Leo-. Eres canadiense, ¿no? No esperaba que me dieras un
presente de Día de la Independencia ni nada… a menos que quisieras.
-No es eso. Mi abuela… ella siempre me dijo que el siete era un número de mala suerte. Es un
número fantasma. A ella no le gustó cuando le dije que habría siete semidioses en nuestra
búsqueda. Y Julio es el séptimo mes.
-Sí, pero… -Leo golpeó los dedos nerviosamente sobre la mesa. Se dio cuenta de que estaba
haciendo el código Morse para Te quiero, como solía hacer con su madre, y que habría sido
bastante embarazoso si sus amigos entendieran código Morse- Pero eso es sólo una
coincidencia, ¿verdad?
La expresión de Frank no le tranquilizaba.
- En China, -dijo Frank- , en los viejos tiempos, la gente llamaba al séptimo mes, el mes
fantasma. Era entonces cuando el mundo espiritual y el mundo de los humanos estaban más
cercanos. Los vivos y los muertos podían ir y venir. Dime que es una coincidencia que estamos
en busca de las puertas de la muerte durante el mes fantasma.
Nadie habló.
Leo quería pensar que una vieja creencia china no tendría nada que ver con los romanos y los
griegos. Era totalmente diferente, ¿verdad? Pero la existencia de Frank era una prueba de que
los cavos fueron atados juntos. La familia de Zhang había venido todo el camino de vuelta a la
antigua Grecia. Habían encontrado su camino a través de Roma y China, y por último a Canadá.
Además, Leo seguía pensando en su encuentro con la diosa de la venganza Némesis en el Gran
Lago Salado.
Némesis le había llamado la séptima rueda, el sobrante en la búsqueda. Ella no quería decir el
séptimo fantasma, ¿verdad?
Jason apretó sus manos contra los brazos de la silla. - Vamos a centrarnos en las cosas a las
que podemos hacer frente. Nos estamos acercando a Bolonia. Tal vez tengamos más
respuestas, una vez que nos encontremos con estas enanas que HécateLa nave se sacudió como si hubiera golpeado un iceberg. El plato de desayuno de Leo se
deslizó sobre la mesa. Nico cayó hacia atrás en la silla y se golpeó la cabeza contra el aparador.
Se desplomó en el suelo, con una docena de copas mágicas y platos estrellándose encima de
él.
- Nico -Hazel corrió a ayudarlo.
- ¿Qué-? -Frank trató de levantarse, pero la nave lo lanzó en otra dirección. Tropezó con la
mesa y se fue de bruces en el plato de huevos revueltos de Leo.
- ¡Mira! - Jason señaló las paredes. Las imágenes del Campamento Mestizo parpadeaban y
cambiaban.
- No es posible -murmuró Leo.
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De ninguna manera los encantos podría mostrar escenas que no sean del campamento, pero
de repente una enorme cara torcida llenó toda la pared de babor: dientes amarillos torcidos,
una rala barba roja, la nariz verrugosa y dos ojos desiguales - uno mucho más grande y más
alto que el otro. La cara parecía estar tratando de abrir su camino a la habitación.
Las otras paredes parpadeaban, mostrando escenas de la cubierta superior. Piper se puso a la
cabeza, pero algo estaba mal. A partir de sus hombros hacia abajo estaba envuelta en cinta
adhesiva, con la boca amordazada y sus piernas cerca a la consola de control.
En el palo mayor, el entrenador Hedge estaba atado y amordazado de manera similar,
mientras que una criatura de aspecto extraño - una especie de gnomo /chimpancé con una
pobre moda - bailaba a su alrededor, enredando el pelo del entrenador en pequeñas trenzas
con ligas de color rosa.
En la pared, junto al puerto, la enorme cara fea retrocedió para que Leo pudiera ver toda la
criatura - otro gnomo chimpancé, con ropa aún más loca. Éste comenzó a saltar alrededor de
la cubierta, metiendo cosas en una bolsa de arpillera – la daga de Piper, los controladores de
Wii de Leo. Luego se apreciaba la esfera de Arquímedes de la consola de comandos.
- ¡No! -Leo gritó.
- Uhhh, -Nico gimió desde el suelo.
- ¡Piper! -gritó Jason.
- ¡Mono! -Frank gritó.
- Monos no, -murmuró Hazel-. Creo que esos son enanos.
- ¡Roban mis cosas! - Gritó Leo, y corrió hacia las escaleras.
50
xI
lEO
Leo estaba vagamente consciente de los gritos de Hazel.
– ¡Vayan! Yo cuidaré de Nico.
Como si Leo fuese a dar marcha atrás. Claro, él esperaba que Nico di Angelo estuviera bien,
pero él tenía sus propios dolores de cabeza.
Leo subió las escaleras, con Jason y Frank detrás de él.
La situación en la cubierta estaba peor de lo que temía.
El entrenador Hedge y Piper estaban intentando librarse de sus ataduras de cinta adhesiva,
mientras que uno de los monos enanos demoníacos bailaba alrededor de la cubierta. Tomando
todo lo que no estuviese pegado al barco y echándolo a su mochila. Él medía quizá unos cuatro
pies, era aún más pequeño que el Entrenador Hedge, con piernas curvas y con pies parecidos a
los de un simio, con camisas de un tono tan chillón que le dio a Leo vértigo. Su pantalón verde
a cuadros estaba pegado a sus puños y se levantaban con unas ligas encima de una blusa
femenina de rayas rosas y negras. Él llevaba puestos una docena de relojes de oro en cada
brazo y un gorro de vaquero con estampados de cebra con la etiqueta del precio colgando del
borde. Su piel estaba cubierta con pedazos de pelaje rojo desaliñado, aunque el noventa por
ciento de su cabello corporal estaba concentrado en sus grandes cejas.
Leo apenas estaba formando la pregunta de “¿Dónde está el otro enano?” cuando oyó un clic
detrás de ellos y se dio cuenta de que había dirigido a sus amigos hacia una trampa.
– ¡Agáchense! –él se tiró en la cubierta mientras la explosión reventó sus tímpanos.
Una nota, pensó Leo atontado. No dejes cajas de granadas mágicas donde los duendes puedan
alcanzarlas.
Por lo menos, él seguía vivo. Leo había estado experimentando con todos los tipos de armas
basadas en la esfera de Arquímedes que él había recuperad en Roma. Él construyó granadas
que podían soltar ácido, fuego, metrallas o palomitas con mantequilla recién hechas (Hey,
nunca se sabe cuándo tendrás hambre en una batalla). A juzgar por el zumbido en los oídos de
Leo, el duende había detonado la granada de aturdimiento, la cual Leo había llenado con un
raro frasco de música de Apolo, extracción pura. No mataba, pero dejó a Leo sintiéndose como
si se hubiese tirado de panzazo hacia el abismo.
Se intentó levantar. Sus extremidades eran inútiles. Alguien estaba apretando su cintura, ¿era
un amigo que intentaba levantarlo? No. Sus amigos no olían a monos exageradamente
perfumados.
Él se las arregló para levantarse. Su visión se tornó desenfocada y teñida de rosa, como si el
mundo se hubiese sumergido en mermelada de fresa. Una alegre y grotesca cara se alzó sobre
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él. El enano de pelaje café estaba vestido aún peor que su amigo, con un gran bombín como el
de los duendes, le colgaban unos aretes de diamante y llevaba puesta una camisa blanca y
negra de árbitro. Enseñó el premio que acaban de robar – el cinturón de herramientas de Leo–
después, huyó bailando.
Leo intentó agarrarlo, pero sus dedos estaban adormecidos. El enano jugueteaba encima de la
ballesta más cercana, en la cual su amigo de cabello rojizo intentaba activar.
El enano brincó hacia el proyectil y lo montó como si fuese una patineta, y fue enviado hacia el
cielo.
El pelirrojo se acercó al Entrenador Hedge. Le dio un gran beso en la mejilla y después saltó
hacia la barandilla del barco. Le hizo una caravana a Leo, quitándose su sombrero de cebra y se
tiró por un lado, dando una voltereta hacia atrás.
Leo intentó ponerse de pie. Jason ya estaba de pie, temblando y recuperando la consciencia.
Frank se había transformado en un gorila de espalda plateada (¿Por qué? Leo no estaba
seguro; ¿quizá para comunicarse con los enanos mono?), pero la granada de aturdimiento
realmente le dio de lleno.
Estaba tirado sobre la cubierta con su lengua colgando de fuera y con sus ojos de gorila
mirando hacia arriba.
– ¡Piper! –Jason se dirigió al timón y cuidadosamente sacó la mordaza de su boca.
– ¡No pierdas tu tiempo en mí! –dijo Piper –¡ve tras ellos!
En el mástil, el entrenador Hedge balbuceó:
–Hmmmmm, ¡hmmmmm!
Leo pensó que intentaba decir: “¡MÁTENLOS!” Fácil traducción, tomando en cuenta que la
mayoría de las frases del entrenador llevaban la palabra matar.
Leo miró hacia el control de la consola. Su esfera de Arquímedes ya no estaba. Puso su mano
en su cintura, donde su cinturón de herramientas debería etar. Su cabeza comenzó a aclararse,
su sentimiento de desconcierto se transformó en enojo.
Esos enanos habían atacado su barco. Ellos habían robado sus más preciadas posesiones.
Debajo de ellos, estaba la ciudad de Boloña–un rompecabezas de edificios de color rojo en un
valle rodeado por colinas verdes. A no ser que Leo pudiese encontrar a los enanos en algún
lugar de ese laberinto de calles… No. Fallar no era una opción. Tampoco era una opción
esperar a que sus amigos se recuperasen.
Se giró hacia Jason.
– ¿Te sientes lo suficientemente bien para controlar los vientos? Necesito una mano.
Jason frunció el ceño.
–Claro, pero…
–Bien–dijo Leo–. Tenemos unos monos que atrapar.
Jason y Leo bajaron en una plaza grande en línea con los blancos edificios gubernamentales de
mármol y los cafés al aire libre. Bicicletas y motocicletas obstruían las calles cercanas, pero la
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cuadra estaba vacía excepto por las palomas y unos pocos viejos tomando expresos.
Ninguno de los locales parecía enterado de un barco de guerra griego encima de la plaza, ni del
hecho de que Jason y Leo habían descendido volando –Jason empuñando una espada de oro y
Leo… Bien, Leo no tenía nada.
–¿Hacia dónde vamos? – Preguntó Jason–.
Leo se le quedó viendo.
–Bien, no sé. Déjame saco mi de mi cinturón mi GPS detector de enanos… ¡Oh, espera! No
tengo un GPS detector de enanos… ¡O mi cinturón de herramientas!
–Bien–Jason gruñó. Él miró hacia el barco para orientarse, y luego señaló hacia un punto de la
plaza–. La ballesta disparó hacia esa dirección, creo. Vamos.
Caminaron a través de un lago de palomas, después bajaron por una calle con tiendas de vestir
y tiendas de helado. Las banquetas estaban alineadas con columnas blancas, cubiertas con
graffiti. Algunos mendigos pedían limosna (Leo no sabía italiano, pero el mensaje era bastante
claro)
Él siguió agarrando su cintura, esperando que el cinturón mágicamente reapareciera. No lo
hizo. Él intentó no entrar en pánico, pero dependía del cinturón casi para todo. Se sentía como
si le hubiesen quitado una de sus manos.
–Lo encontraremos–prometió Hazel.
Usualmente, Leo se habría sentido apoyado. Jason tenía un gran talento para mantener la
calma en una crisis, y había sacado a Leo de varios líos. Aunque hoy, en todo lo que Leo podía
pensar era en esa estúpida galleta de la fortuna que había abierto en Roma. La diosa Némesis
le prometió ayudarlo, y le dio: el código para activar la esfera de Arquímedes. En aquél
entonces, Leo no tenía más elección que hacerlo si quería salvar a sus amigos – pero Némesis
le había advertido que su ayuda vendría con un premio.
Leo se preguntó si e premio sería alguna vez pagado. Percy y Annabeth se habían ido. La pareja
estaba a cientos de miles de kilómetros de distancia, enfrentándose a un desafío imposible.
Los amigos de Leo confiaban en él para que derrotase a un terrorífico gigante. Y ahora no tenía
ni siquiera su cinturón o su esfera de Arquímedes. Él estaba tan absorto por su sentimiento de
culpa que no sabía dónde estaban hasta que Jason tomó su brazo.
–Checa eso.
Leo miró hacia arriba. Habían llegado a una plaza más pequeña. Encima de ellos colgaba una
enorme estatua de bronce de un completamente desnudo Neptuno.
–Oh, dioses–Leo alejó su mirada. Él realmente no necesitaba ver la ingle divina esta mañana.
El dios del mar posaba sobre una grande columna de mármol en frente de una fuente que no
funcionaba (lo cual era un poco irónico). En ambos lados de Neptuno, pequeños alados
Cupidos estaban sentados, relajándose, como diciendo: “Hey, ¿qué pasa?” Neptuno mismo
(ignorando la ingle) estaba moviendo la cadera en lo que parecía un movimiento de Elvis
Presley. Él sostenía su tridente un poco suelto en su mano derecha y estiraba su mano como si
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estuviese bendiciendo a Leo, o posiblemente intentando hacerlo levitar.
–¿Alguna pista?–Leo se maravilló.
Jason frunció el ceño.
–Quizás sí, quizás no. Hay estatuas de todos los dioses en todos lados en Italia. Me sentiría
mejor si pasásemos por Júpiter. O Minerva. O cualquiera que no sea Neptuno, en serio.
Leo trepó encima de la fuente seca. Él puso su mano en el pedestal de la estatua y una
corriente de impresionares surgieron a través de su tacto. Él sintió engranajes de bronce
celestial, palancas mágicas, ballestas y pistones.
–Es mecánica–él dijo–. ¿Será acaso una puerta hacia el escondite secreto de los enanos?
–Ohhhhhh–chilló una voz cercana–. ¿Escondite secreto?
–¡Yo quiero un escondite secreto! –gritó otra voz desde arriba.
Jason dio un paso hacia atrás, con su espada lista. Leo casi recibió un latigazo por intentar ver
hacia dos lugares a la vez. El enano pelirrojo con el sombrero de vaquero estaba sentado a
treinta pies de la mesa de café más cercana, tomando un expreso, sostenido por sus manos de
mono. El castaño en pantalones verdes estaba posando sobre el pedestal de mármol de los
pies de Neptuno, encima de la cabeza de Leo.
–Si tuviésemos un escondite secreto–dijo el pelirrojo–. Me gustaría un tubo de bomberos.
–¡Y una resbaladilla! –dijo el Castaño, quien jalaba de herramientas al azar del cinturón de Leo,
aventando llaves inglesas, martillos y pistolas de grapas.
–¡Para de hacer eso! –Leo intentó agarrar el pie del enano, pero no pudo alcanzar la cima del
pedestal.
–¿Muy bajo? –el Castaño se río.
–¿Me llamas a mí bajo? –Leo miró alrededor para ver si encontraba algo qué lanzar, pero no
había más que palomas y él dudaba agarrar una–. ¡Dame mi cinturón, estúpido!
–Bien, bien–dijo el Castaño–. No nos hemos presentado. Soy Acmón. Y mi hermano aquí es…
–¡Es el guapo! –el Pelirrojo levantó su expreso. A juzgar por sus ojos dilatados y su risa
maniática, ya no necesitaba más cafeína–. ¡Pásalo! ¡Cantante de canciones! ¡Bebedor de café!
¡Ladrón de tus cosas relucientes!
–Por favor–chilló su hermano Acmón–. Yo robo mucho mejor que tú.
Pásalo gruñó.
–Robando siestas–él sacó un cuchillo–el cuchillo de Piper– y comenzó a picarse los dientes con
él.
– ¡Hey! –gritó Jason–. ¡Ese es el cuchillo de mi novia!
Se abalanzó sobre Pásalos, pero el enano pelirrojo era muy rápido. Él salió de su silla, rebotó
en la cabeza de Jason, dio una vuelta en el aire y aterrizó al lado de Leo, con sus brazos
peludos alrededor de la cintura de Leo.
–¿Me podrías salvar? –el enano rogó.
– ¡Vete! –Leo intentó empujarlo lejos, pero Pásalos dio una voltereta hacia atrás y aterrizó
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fuera de su alcance. Los pantalones de Leo cayeron a sus rodillas.
Se quedó mirando a Pásalos, que ahora se estaba riendo y sostenía un pequeño cierre de
metal.
De alguna manera, el enano había robado el cierre del pantalón de Leo.
– ¡Dame… Estúpido…cierre! –Leo tartamudeó, intentando agitar su puño y subir sus
pantalones al mismo tiempo.
–Bah, no brilla lo suficiente–Pásalo aventó el cierre.
Jason se lanzó con su espada. Pásalo se fue corriendo y repentinamente, estaba sentado en el
pedestal de la estatua al lado de su hermano.
–Dime que no tengo buenos movimientos–Pásalo bostezó.
–Okey–Acmón dijo–. No tienes buenos mmovmientos
–¡Bah! –Pásalo dijo–. Dame el cinturón de herramientas. Quiero ver.
–¡No! –Acmón le dio un codazo–. Tú tienes el cuchillo y la bola brillante.
–Sí, la bola brillante es genial–Pásalo se quitó el su sombrero de vaquero. Como un mago
sacando un conejo, él sacó la esfera de Arquímedes y esta comenzó a parpadear con los viejos
discos de bronce.
–¡Basta! –Leo gritó–. ¡Esa es una máquina delicada!
Jason se puso a su lado y miró a los enanos.
–Como sea, ¿quiénes son ustedes dos?
–¡Los Cercopes! –Acmón puso sus ojos sobre Jason–. Apuesto a que eres hijo de Júpiter, ¿eh?
Siempre lo puedo adivinar.
–Sí, como Fondo Oscuro–Pásalo estuvo de acuerdo.
–¿Fondo Oscuro? – Leo resistió la urgencia de saltar a por los pies de los enanos otra vez.
Estaba seguro de que Pásalo arruinaría la esfera de Arquímedes en cualquier momento.
–Sí, ya sabes–Acmón sonrió–. Hércules. Lo llamamos Fondo Oscuro porque él solía andar
desnudo. Él quedó tan tostado que su trasero, bien…
–¡Por lo menos tenía sentido del humor! –Pásalo dijo–. Él iba a matarnos cuando le robamos,
pero nos dejó ir porque le gustaban nuestras bromas. No como ustedes dos. ¡Enojones,
enojones!
–Hey, yo tengo sentido del humor–gruñó Leo–. Denme de nuevo mis cosas y les diré una
broma graciosa.
–¡Buen intento! –Acmón jaló una llave de trinquete del cinturón de herramientas y la usó para
hacer ruido–. ¡Oh, muy bien! ¡Definitivamente me quedo esto! ¡Gracias, Fondo Azul!
¿Fondo Azul?
Leo miró hacia abajo. Sus pantalones se habían caído a sus rodillas, revelando sus bóxers
azules.
–¡Basta! –gritó–. Mis cosas. Ahora. O les enseñaré qué gracioso es un enano en llamas.
55
Sus manos sacaron flamas.
–Ahora vamos a hablar–Jason apuntó su espada hacia el cielo. Nubes oscuras comenzaron a
arremolinarse encima de la plaza. Truenos resonaban.
–Oh, ¡qué miedo! –chilló Acmón–.
–Sí–Pásalo coincidió–. Si tan sólo tuviésemos un lugar donde escondernos.
–¡Ay!, esta estatua no es una puerta hacia un escondite secreto–Acmón dijo–. Tiene un
propósito distinto.
La garganta de Leo se hizo girones. Las llamas en sus manos se apagaron, y se dio cuenta de
que algo estaba mal. Él grito:
–¡Trampa!
Y se tiró fuera de la fuente. Desafortunadamente, Jason estaba muy ocupado invocando su
tormenta. Leo rodó mientras cinco cuerdas de oro salieron disparadas de los dedos de la
estatua de Neptuno. Una casi sujetó el pie de Leo. Los demás se dirigieron hacia Jason,
envolviéndolo como si fuera un becerro de rodeo y poniéndolo de cabeza
Un relámpago aplastó las púas del tridente de Neptuno, enviando arcos de electricidad hacia
arriba y debajo de la estatua, pero los Cercopes ya habían desaparecido.
–¡Bravo! –Acmón aplaudió desde una mesa de un café cercano–. Hiciste una increíble piñata,
hijo de Júpiter!
–Sí– Pásalo asintió–. Hércules nos colgó de los pies una vez, ya sabes. Oh, ¡la venganza es
dulce!
Leo invocó una bola de fuego. La lanzó hacia Pásalo, que intentaba hacer malabares con dos
palomas y la esfera de Arquímedes.
–Ay–el enano huyó lejos de la explosión, soltando la esfera y dejando ir a las palomas.
–¡Es hora de irnos! –Acmón decidió–.
Él agarró su bombín y salió corriendo, brincando de mesa a mesa. Pásalo miró la esfera de
Arquímedes, que había rodado hacia los pies de Leo.
Leo invocó otra bola de fuego.
–Prueba mi puntería–él gruñó.
–¡Adiós! –Pásalo dio una voltereta y corrió tras su hermano.
Leo recogió la esfera de Arquímedes y corrió hacia Jason, que aún estaba colgado de cabeza,
amarrado todo excepto por su brazo con el que utilizaba la espada. Él estaba intentando cortar
las cuerdas con su espada de oro, pero no tenía suerte.
–Espera–Leo dijo–. Si puedo encontrar un botón para liberarte…
–¡Sólo ve! –Jason gruñó–. Te alcanzaré en cuanto salga de aquí.
–Pero…
–¡No los pierdas!
La última cosa que Leo quería era tener tiempo a solas con los monos enanos, pero los
56
Cercopes ya estaban desapareciendo de la lejana esquina de la plaza. Leo dejó a Jason
colgando y corrió tras ellos.
57
xii
lEO
LOS ENANOS NO SE ESFORZARON DEMASIADO PARA SER PERDIDOS DE VISTA, lo que a Leo le
pareció sospechoso. Se quedaron justo cerca de su campo de visión, corriendo por los tejados
de tejas rojas, golpeando las ventanas, gritando y gritando y dejando un rastro de tornillos y
clavos del cinturón de herramientas de Leo, casi como si quisieran que Leo los siguiera.
Corrió tras ellos, maldiciendo cada vez que sus pantalones se caían.
Dobló una esquina y vio dos torres de piedra antigua que sobresalían hacia el cielo, una al lado
de la otra, mucho más altas que cualquier otra cosa en el barrio, ¿tal vez torres de vigilancia
medievales? Se apoyaban en diferentes direcciones, como cambios de marcha en un coche de
carreras.
Los Cercopes escalaron la torre de la derecha. Cuando llegaron a la cima, se subieron a la parte
trasera y desaparecieron.
¿Habrán entrado? Leo pudo ver algunas pequeñas ventanas en la parte superior, cubiertas con
rejillas de metal, pero dudaba que estas detuvieran los enanos. Él miró por un minuto, pero los
Cercopes no volvieron a aparecer.
Lo que significaba que Leo tenía que llegar hasta allí a buscarlos.
-Estupendo- murmuró. Sin amigo volador para llevarlo arriba. El barco estaba demasiado lejos
como para pedir ayuda.
Podía manipular la esfera de Arquímedes en una especie de aparato volador, tal vez, pero sólo
si él tuviera su cinturón de herramientas, el cual no tenía. Echó un vistazo a la zona, tratando
de pensar. Media manzana más abajo, un conjunto de puertas dobles de cristal se abrieron y
una anciana salió cojeando, con bolsas de plástico de la compra.
¿Una tienda de comestibles? Hmm…
Leo palpó sus bolsillos. Para su asombro, todavía tenía algunos billetes de euro de su estancia
en Roma.
Esos estúpidos enanos habían tomado todo excepto su dinero.
Fue corriendo a la tienda tan rápido como sus pantalones sin cremallera le permitían.
Leo recorrió los pasillos, en busca de cosas que pudiera utilizar. No sabía el italiano para:
“Hola, ¿dónde están los productos químicos peligrosos, por favor?” Pero probablemente era lo
mejor. No quería acabar en una cárcel italiana.
Afortunadamente, él no necesitó leer las etiquetas. Se dio cuenta sólo por recoger un tubo de
pasta de dientes que contenía nitrato de potasio. Él encontró carbón de leña. Encontró azúcar
y el bicarbonato de soda. La tienda vendía cerillas y repelente de insectos y papel de aluminio.
Casi todo lo que necesitaba, además de un cable de servicio de lavandería que podía usar
como un cinturón. Añadió un poco de comida chatarra italiana a la canasta, sólo para disimular
58
sus otras compras más sospechosas, luego puso sus cosas en la caja. Una dama con ojos muy
abiertos le hizo algunas preguntas que no entendía, pero se las arregló para pagar, obtener
una bolsa y salir a prisa.
Él se metió en la puerta más cercana donde podría vigilar las torres. Empezó a trabajar,
convocando a fuego para secar los materiales y hacer un poco de cocina que de otra manera
habría tardado días en completarse.
De vez en cuando echaba un pequeño vistazo a la torre, pero no había ni rastro de los enanos.
Leo sólo podía esperar que todavía siguieran allí. Completar su arsenal le tomó sólo unos
minutos, él era bueno en eso, pero se sintieron como horas.
Jason no se presentó. Tal vez todavía estaba enredado en la fuente de Neptuno o recorriendo
las calles en busca de Leo. Nadie más en el barco vino a ayudar. Probablemente les estaba
tomando mucho tiempo sacar todas esas bandas de goma de color rosa fuera del pelo del
entrenador Hedge.
Eso significaba que Leo se tenía sólo a sí mismo, su bolsa de comida chatarra y unas pocas
armas altamente improvisadas hechas de azúcar y pasta de dientes. Ah, y la esfera de
Arquímedes. Eso era algo importante. Esperaba no haberla arruinado al llenarla con polvo
químico.
Corrió a la torre y encontró la entrada. Empezó a subir la escalera de caracol en el interior, sólo
para ser detenido en una taquilla por un cuidador que le gritó en italiano.
- ¿En serio? -Preguntó Leo-. “Mira, hombre, tienen enanos en su campanario. Soy el
exterminador. -Levantó la lata de repelente de insectos-. ¿Ves? Exterminador Molto Buono .
Chorro, chorro. ¡Ahhh! -Él imitó a un enano derretido de terror, por alguna razón el italiano no
parecía entender.
El hombre sólo le tendió la mano por dinero.
- Dang , hombre -gruñó Leo-, Acabo de gastar todo mi dinero en explosivos de fabricación
casera y todo eso. -Rebuscó en su bolsa de la compra- Supongo que no aceptarías… eh… ¿lo
que sea esto?
Leo levantó una bolsa de color amarillo y rojo de la comida chatarra llamada Fonzies. Supuso
que eran una especie de patatas fritas. Para su sorpresa, el vigilante se encogió de hombros y
tomó la bolsa. - ¡Avanti!
Leo siguió subiendo, pero hizo una nota mental para abastecerse de Fonzies. Al parecer, eran
mejores que el dinero en Italia.
Las escaleras iban e iban. Toda la torre parecía ser nada más que una excusa para construir
una escalera.
Se detuvo en un tramo y se desplomó contra una ventana enrejada estrecha, tratando de
recuperar el aliento. Estaba sudando como loco, y su corazón latía contra sus costillas.
Cercopes estúpidos. Leo imaginó que tan pronto como él llegara a la cumbre ellos saltarían
antes de que pudiera usar sus armas, pero tenía que intentarlo.
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Él siguió subiendo.
Por último, sus piernas se sintieron como fideos cocidos, llegó a la cima.
La habitación era del tamaño de un armario de escobas, con ventanas con barrotes en las
cuatro paredes. Acomodados en los rincones estaban sacos de tesoros, con chucherías
brillantes derramadas por todo el suelo. Leo vio el cuchillo de Piper, un viejo libro
encuadernado en cuero, unos dispositivos mecánicos interesante y oro suficiente para dar el
caballo de Hazel dolor de estómago.
Al principio, él pensó que los enanos lo habían dejado. Luego alzó la vista. Acmón y Pásalos
colgaban boca abajo del techo con sus pies de chimpancé, jugando poker antigravedad.
Cuando vieron a Leo, tiraron sus cartas como confeti y estallaron en aplausos.
-¡Te dije que lo haría! -Acmón gritó de alegría.
Pásalos se encogió de hombros y se quitó uno de sus relojes de oro y se lo entregó a su
hermano. - Tú ganas. Yo no pensé que él fuera tan tonto.
Ambos cayeron al suelo. Acmón llevaba el cinturón de herramientas de Leo, estaba tan cerca
que Leo tuvo que resistir el impulso de lanzarse por él.
Pásalos enderezó su sombrero de vaquero y abrió de una patada la reja de la ventana más
cercana. - ¿Qué deberíamos hacerlo trepar a continuación hermano? ¿La cúpula de San Luca?
Leo quería estrangular a los enanos, pero forzó una sonrisa. - ¡Oh, eso suena divertido! Pero,
antes de que se vayan, olvidaron algo brillante.
- ¡Imposible! -Frunció el ceño Acmón- Registramos muy a fondo.
- ¿Estás seguro? -Leo levantó la bolsa de la compra.
Los enanos se acercaron más. Como Leo había esperado, su curiosidad era tan fuerte que no
podían resistir.
- Mira. -Leo sacó su primera arma, un bulto de sustancias químicas secas envueltas en papel de
aluminio, y lo encendió con la mano.
Él sabía lo suficiente como para darle la espalda cuando explotó, pero los enanos estaban
mirándolo fijamente. La pasta de dientes, el azúcar y el repelente de insectos no eran tan
buenos como la música de Apolo, pero hicieron un flash-bang bastante decente.
Los Cercopes gemían, arañando sus ojos. Ellos tropezaron hacia la ventana, pero Leo explotó
sus petardos caseros, ajustándolos alrededor de los pies descalzos de los enanos para
mantenerlos fuera de balance. Luego, por si acaso, Leo encendió la señal en su esfera de
Arquímedes, lo que desató una columna de asquerosa niebla blanca que llenaba la sala.
Leo no se veía afectado por el humo. Era inmune al fuego, había estado de pie en hogueras
humeantes, resistiendo la respiración del dragón y limpiando la ardiente forja un montón de
veces. Mientras que los enanos estaban secos y jadeando, agarró su cinturón de herramientas
de Acmón con calma convocado unas cuerdas elásticas y atando a los enanos.
- ¡Mis ojos! -Tosió Acmón- . ¡Mi cinturón de herramientas!
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- ¡Mis pies están en llamas! -Gimió Pásalos- . ¡No es brillante! ¡No es brillante en lo absoluto!
Después de asegurarse de que estaban firmemente atados, Leo arrastró los Cercopes a una
esquina y comenzó a rebuscar en sus tesoros. Sacó la daga de Piper, algunos de sus prototipos
de granadas y una docena de otras cosas que finalmente los enanos habían tomado del Argo II.
- ¡Por favor! -Gimió Acmón- . ¡No tome nuestras cosas brillantes!
- ¿Hacemos un trato? -Sugirió Pásalos. ¡Te daremos el diez por ciento si nos dejas ir!
- Me temo -murmuró Leo-. Que todo es mío.
- ¡El veinte por ciento!
En ese momento, un trueno retumbó por encima. Cayó un rayo, y las barras de la ventana más
cercana chisporrotearon, fundiendo talones de hierro.
Jason voló como Peter Pan, la electricidad chispeaba alrededor de él y su espada de oro
humeante.
Leo silbó con admiración. - Hombre, acabas de desperdiciar una entrada impresionante.
Jason frunció el ceño. Se dio cuenta de los Cercopes atados. - ¿Qué ha pasa…
- Todo a mi manera, -dijo Leo-. Yo soy especial en esa manera. ¿Cómo me has encontrado?
- Uh, el humo, -dijo Jason- Y oí ruidos de explosiones. ¿Tenía un tiroteo aquí?
-Algo así. -Leo le arrojó la daga de Piper, y luego siguió hurgando en las bolsas de los enanos.
Recordó lo que Hazel le había dicho sobre la búsqueda de un tesoro que les ayudaría con la
búsqueda, pero no estaba seguro de lo que estaba buscando. Había monedas, pepitas de oro,
joyas, clips de papel, envoltorios de papel de aluminio, cadenas.
Él se volvió a un par de cosas que no parecían pertenecerle. Una de ellas era un viejo
dispositivo de navegación de bronce, como un astrolabio de un barco. Estaba muy dañado y
parecían faltarle algunas piezas, pero Leo todavía lo encontraba fascinante.
- ¡Tómalo! -Pásalos ofreció-. Odiseo lo hizo, ¿sabes? Tómalo y déjanos ir.
- ¿Odiseo? -Jason preguntó- . ¿Cómo la Odisea?
- ¡Sí! -Chilló Pásalos- . Hecho cuando era un anciano en Ithaca. Una de sus últimas invenciones,
¡y la robamos!
- ¿Cómo funciona? -Preguntó Leo.
- Oh, no lo hace, -dijo Acmón- . ¿Algo acerca de un cristal faltante? -Él miró a su hermano en
busca de ayuda.
- “Mi mayor que tal si”, -dijo Pásalos- . “Debería de haber tomado un cristal” Eso es lo que
murmuraba en sueños, la noche que le robamos. -Pásalos se encogió en sus hombros- . No
tengo idea de lo que quería decir. ¡Pero el brillante es tuyo!
¿Podemos ir ahora?
Leo no estaba seguro de por qué quería el astrolabio. Obviamente, estaba roto, y él no tenía la
sensación de que esto era lo que Hécate quería que encontraran. Aun así, se lo metió en uno
de los bolsillos mágicos de su cinturón de herramientas.
Volvió su atención a la otra extraña pieza del botín, el libro encuadernado en cuero. Su título
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estaba en pan de oro, en un idioma que Leo no podía entender, pero nada más en el libro
parecía brillante. A él no le pareció que los Cercopes eran grandes lectores.
- ¿Qué es esto? – Lo movió hacia los enanos, que estaban todavía con los ojos llorosos por el
humo.
- Nada, -dijo Acmón- Sólo un libro. Con una cubierta de oro bonita, así que lo tomamos de él.
- ¿Él? -Preguntó Leo.
Acmón y Pásalos intercambiaron una mirada nerviosa.
- Un Dios menor, -dijo Pásalos- . En Venecia. En realidad, no es nada.
- Venecia. -Jason frunció el Leo-. ¿No es donde se supone que debemos ir ahora?
- Sí. -Leo examinó el libro. No podía leer el texto, pero tenía un montón de ilustraciones:
guadañas, diferentes plantas, una imagen del sol, un equipo de bueyes tirando de un carro. No
vio cómo nada de eso fuera importante, pero si el libro había sido robado de un dios menor en
Venecia, el próximo lugar que Hécate les había dicho que visitaran, entonces esto tenía que ser
lo que estaban buscando.
- ¿Dónde exactamente podemos encontrar este dios menor? -Preguntó Leo.
- ¡No! -Chilló Acmón- . ¡No se puede llevárselo de vuelta! ¡Si se entera de que lo robamos…!
- Él los destruirá, -adivinó Jason- Lo cual es lo que vamos a hacer si ustedes no nos dicen, y
estamos mucho más cerca. -Presionó la punta de su espada contra la garganta peluda de
Acmón.
- ¡Está bien, está bien! -Gritó el enano- . ¡La Casa Nera! ¡Calle Frezzeria!
- ¿Es eso una dirección? -Preguntó Leo.
Ambos enanos asintieron vigorosamente.
Por favor, no le digan le robamos, -suplicó Pásalos- . ¡No es para nada bueno!
- ¿Quién es él? -Preguntó Jason- . ¿Qué Dios?
- Yo… yo no puedo decir -tartamudeó Pásalos.
- Más te vale -advirtió Leo.
-No -dijo Pásalos miserablemente-. Quiero decir, realmente no puedo decirlo. ¡No puedo
pronunciarlo! Tr- Tri - ¡Es muy difícil!
- Truh , -dijo Acmón- . Tru- toh- ¡Demasiadas sílabas!
Ambos se echaron a llorar.
Leo no sabía si los Cercopes estaban diciendo la verdad, pero era difícil estar enojado con
enanos llorones, por muy molestos y mal vestidos que estuvieran.
Jason bajó la espada. - ¿Qué es lo que quieres hacer con ellos, Leo? ¿Enviarlo al Tártaro?
-¡Por favor, no! -Se lamentó Acmón- . Nos podría tomar semanas volver.
- ¡Suponiendo que Gea incluso nos lo permitiera! -Pásalos sollozó-. Ella controla las puertas de
la muerte ahora. Ella estará muy enfadada con nosotros.
Leo miró a los enanos. Había luchado con un montón de monstruos antes y nunca se sintió mal
por su destrucción, pero esto era diferente. Tuvo que admitir que una especie de admiración
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por estos pequeños individuos. Ellos jugaban bromas geniales y les gustaban las cosas
brillantes. Leo podía identificarse. Además, Percy y Annabeth estaban en el Tártaro en este
momento, de esperar aún con vida, caminando hacia las puertas de la muerte. La idea de
enviar a estos chicos monos gemelos a enfrentar la misma pesadilla… bueno, no le parecía
bien.
Imaginó a Gea riéndose de su debilidad, un semidiós con un corazón demasiado bueno para
matar a los monstruos. Se acordó de su sueño sobre el Campamento Mestizo en ruinas con
cuerpos griegos y romanos esparcidos por los campos.
Recordó a Octavian hablando con la voz de la Diosa de la Tierra: Los romanos se mueven al
este de Nueva York. Avanzan hacia su campamento, y nada puede frenarlos.
- Nada puede frenarlos, -reflexionó Leo-. -Me pregunto…
- ¿Qué? -Preguntó Jason .
Leo miró a los enanos. -Les propongo un trato.
Los ojos de Acmón se iluminaron. - ¿Treinta por ciento?
- Les dejaremos todo el tesoro, -dijo Leo-, excepto las cosas que nos pertenecen y el astrolabio
y este libro, que llevaremos de nuevo al tipo en Venecia.
- ¡Pero él nos destruirá! –Pásalos se lamentó.
- No vamos a decir como lo conseguimos, -prometió Leo-. Y no vamos a matarlos. Vamos a
dejarlos ir libres.
- Uh, ¿Leo…? -Jason preguntó nerviosamente.
Acmón gritaba de alegría. -¡Sabía que eras tan inteligente como Hércules! Te llamaré Fondo
Negro, la secuela!
- Sí, no, gracias -dijo Leo-. Pero a cambio de perdonarles sus vidas, tienen que hacer algo por
nosotros. Voy a enviarlos a un lugar a robarles a algunas personas, acosarlos, hacerles la vida
de la manera más difícil que puedan. Ustedes tienen que seguir mis instrucciones al pie de la
letra. Tienen que jurarlo por el río Estigio.
- ¡Lo Juramos! -Dijo Pásalos- . ¡Robar a las personas es nuestra especialidad!
- ¡Me encanta el acoso! -Acordó Acmón- . ¿A dónde vamos?
Leo sonrió. ¿Han oído hablar de Nueva York?
63
xIII
percy
Percy había llevado a su novia a algunos paseos románticos antes. Este no era uno de ellos.
Siguieron el río Flegetonte, tropezando sobre el terreno de vidrio negro, saltando grietas y
escondiéndose detrás de rocas cuando las niñas vampiro se detenian delante de ellos.
Era difícil mantenerse lo suficientemente lejos para evitar que los vieran, pero lo
suficientemente cerca para mantener a Kelli y sus amigas a la vista a través del aire brumoso
oscuro. El calor del río cocía la piel de Percy. Cada respiración era como inhalar fibra de vidrio
con olor a azufre. Cuando necesitaron un trago, lo mejor que podían hacer era beber un poco
de fuego líquido refrescante.
Sip. Percy definitivamente sabía cómo entretener a una chica.
Al menos el tobillo de Annabeth parecía haber sanado. Apenas cojeaba y los varios cortes y
raspaduras que tenía se habían desvanecido.
Ella había atado su pelo rubio hacia atrás con una cinta de mezclilla rasgada de sus pantalones,
y a la luz de fuego del río sus ojos grises brillaban. A pesar de estar agotada, sucia y vestida
como una persona sin hogar, ella se veía hermosa para Percy.
¿Y qué si estaban en el Tártaro? ¿Y qué si había una pequeña posibilidad de sobrevivir? Estaba
tan contento que estuvieran juntos, que tenía el ridículo impulso de sonreír.
Físicamente, Percy se sentía mejor, aunque su ropa parecía que había pasado un huracán de
vidrios rotos. Tenía sed, hambre y estaba muerto de miedo (aunque no le iba a decir Annabeth
eso), pero que le había sacudido el frío sin esperanza del río Cocito. Y tan desagradable como
el fuego liquido fuera, parecía ayudar a que continuaran con su camino.
El tiempo era imposible de saber. Caminaron a lo largo, siguiendo el río que atravesaba el duro
paisaje. Afortunadamente, las empousai no podían caminar rápido. Se tambaleaban con sus
piernas de distintos tamaños de bronce y de burro, además de las luchas y gritos entre ellas;
parecía que no tenían prisa para llegar a la Puertas de la Muerte.
Una vez, las empousai corrieron entusiasmadas y pululaban algo que parecía un cadáver
varado en la orilla del río. Percy no podía decir lo que era - ¿un monstruo caído? ¿Un animal de
algún tipo? La empousai atacó con gusto.
Cuando los demonios se fueron, Percy y Annabeth llegaron al lugar y encontraron nada
excepto algunos huesos astillados y manchas brillantes de sangre secándose con el calor del
río. Percy no tenía ninguna duda de que las empousai devorarían semidioses con el mismo
entusiasmo.
'Vamos'. Dirigió a Annabeth suavemente lejos de la escena. 'No queremos perderlas.
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Mientras caminaban, Percy pensó la primera vez que había luchado contra la empousa Kelli en
el dia de orientación de los de primer grado en Goode High, cuando él y Rachel Elizabeth Dare
quedaron atrapados en el salón de la banda. En ese momento, le había parecido una situación
desesperada. Ahora, él daría cualquier cosa por tener un problema así de simple.
Por lo menos, había estado en el mundo de los mortales esa vez. En este caso, no había ningún
lugar para correr.
Wow. Cuando empezó a mirar hacia atrás en la guerra con Cronos como en los viejos tiempos
– aquello era triste. Él mantenía la esperanza de que las cosas mejorarían para Annabeth y él,
pero su vida acaba de conseguir más y más peligrosos, como si las tres Parcas estuvieran
tejiendo su futuro con alambre de púas en lugar de hilo sólo para ver el límite que dos
semidioses podían tolerar.
Después de unos cuantos kilómetros, las empousai desaparecieron sobre una cresta. Cuando
Percy y Annabeth las alcanzaron, se encontraban al borde de otro enorme acantilado. El río
Flegetonte se desbordaba creando cascadas de fuego irregulares. Los demonios estaban
siguiendo su camino por el acantilado, saltando de saliente en saliente como cabras montesas.
El corazón de Percy se deslizó en su garganta. Incluso si él y Annabeth llegaban al suelo de roca
vivos, no tenían mucho que esperar. El paisaje por debajo de ellos era una llanura gris ceniza
sombrío erizada de árboles negros, como el pelo de insectos. El suelo estaba salpicado de
ampollas. De vez en cuando, una burbuja se hinchaba y estalla, escupiendo a un monstruo
como una larva de un huevo.
De repente Percy dejo de sentir hambre.
Todos los monstruos que acababan de “nacer” se arrastraban y cojeaban en la misma
dirección - hacia un banco de niebla negro que tragaba el horizonte como un frente de
tormenta. El Flegetonte fluía en la misma dirección hasta que a mitad de camino por la llanura,
donde conocía a otro río de agua negro - ¿tal vez el Cocito?.
Las dos corrientes se combinaban generando vapor, y fluían hirviendo como uno solo hacia la
niebla negra.
Mientras más tiempo Percy veía esa tormenta de oscuridad, menos quería ir allí. Podría ocultar
cualquier cosa - un océano, un pozo sin fondo, un ejército de monstruos. Pero si las Puertas de
la Muerte estaban en esa dirección, era su única oportunidad de llegar a casa.
Se asomó por el borde del acantilado.
"Ojalá pudieramos volar-murmuró.
Annabeth se frotó los brazos. ’¿Recuerdas los zapatos alados de Luke? Me pregunto si todavía
están aquí en alguna parte. “
Percy recordó. Esos zapatos estaban malditos para arrastrar su portador al Tártaro. Casi se
habían llevado a su mejor amigo, Grover. ”Me conformaría con un ala delta”.
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-Tal vez no sea una buena idea. “Annabeth señaló. Por encima de ellos, había unas formas
aladas oscuras volando en espiral dentro y fuera de las nubes de color rojo sangre.
¿Furias? ‘ Percy se preguntó.
¿O alguna otra clase de demonio?-dijo Annabeth. ”Tártaro tiene miles.
"Incluyendo el tipo que come alas delta” supuso Percy. "Bueno, entonces habrá que escalar”
Ya no podían ver a las empousai debajo de ellos. Habían desaparecido detrás de una de las
cordilleras, pero eso no importaba. Estaba claro que él y Annabeth hacia donde tenían que
ir. Como todos los monstruos gusano arrastrándose sobre las llanuras del Tártaro, debían
dirigirse hacia el oscuro horizonte. Percy estaba rebosante de entusiasmo por ello.
66
xiv
percy
Mientras bajaban por el acantilado, Percy se centró en los retos que los ocupaban: mantener
el equilibrio, evitar desprendimientos de rocas que alertaran a las empousai de su presencia y,
por supuesto, asegurarse de que él y Annabeth no cayeran en picado a su muerte.
A mitad de camino hacia el precipicio, dijo Annabeth, “Detente, ¿de acuerdo? Sólo un pequeño
descanso.
Sus piernas temblaban tan mal, que Percy se maldijo por no pensar en un descanso antes.
Se sentaron juntos en una repisa junto a una cascada de fuego rugiente. Percy puso su brazo
alrededor de Annabeth, y ella se apoyó en él, temblando por el agotamiento.
Él no estaba mucho mejor. Su estómago se sentía como si se hubiera reducido al tamaño de
una pastilla de goma. Si llegaban a cruzarse con otro cadáver de monstruo, tenía miedo de
que pudiera tirar de un empousa e intenta devorarla.
Al menos tenía Annabeth. Ellos encontrarían una manera de salir de Tártaro. Ellos tenían que.
No creía gran parte de los destinos y las profecías, pero creía en una cosa: que Annabeth
y él tenían que estar juntos. No habían sobrevivido tanto sólo para ser asesinados ahora.
"Las cosas podrían ser peores", aventuró Annabeth.
"¿Sí?" Percy no veía cómo, pero él trató de sonar optimista.
Se acurrucó contra él. Su pelo olía a humo, y si cerraba los ojos casi podía imaginar que
estaban en la fogata en el Campamento Mestizo.
"Podríamos haber caído en el Leteo -Dijo ella-. ’Perder todos nuestros recuerdos.
La piel de Percy sintió un escalofrió sólo pensar en ello. Ya había tenido suficientes problemas
con la amnesia para toda una vida.
Sólo el mes pasado, Hera había borrado sus recuerdos para ponerlo entre los semidioses
romanos. Percy había caído en el campamento de Júpiter sin saber quién era ni de dónde
venía. Y unos años antes había luchado un titán en las orillas del Leteo, cerca del palacio de
Hades. Había arruinado al Titán con agua de ese río y le borro la memoria
completamente. ”Sí, el Leteo, murmuró. ’No mi favorito. “
"¿Cuál era el nombre del Titán? Preguntó Annabeth.
"Uh … Japeto . Dijo que significaba el Empalador o algo así. “
"No, el nombre que le diste después de que perdió su memoria. ¿Steve? ‘
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'Bob', dijo Percy.
Annabeth consiguió una risa débil. ”Bob el Titán”.
Los labios de Percy estaban tan resecos, que le dolió sonreír. Se preguntó qué había pasado
con Japeto después lo habían dejado en el palacio de Hades… si él seguía siendo Bob, amable,
alegre y despistado.
Percy lo esperaba, pero el Inframundo parecía sacar lo peor de todos - monstruos, héroes y
dioses.
Miró a través de las llanuras de ceniza. Los otros Titanes tenían que estar aquí en el Tártaro tal vez atados con cadenas, o vagando sin rumbo, o escondidos en algunas de esas grietas
oscuras. Percy y sus aliados habían destruido al peor Titan, Cronos, pero incluso sus restos
podrían estar aquí en alguna parte –miles de millones de partículas de Titan enojados flotando
entre las nubes de color sangre o al acecho en la niebla oscura.
Percy decidió no pensar en eso. Besó la frente de Annabeth. ”Debemos seguir adelante.
¿Quieres un poco más de fuego para beber?
"Ugh. Voy a pasar. "
Lucharon con sus pies. El resto del acantilado parecía imposible de descender - nada más que
un cruce de pequeños salientes - pero siguieron bajando.
El cuerpo de Percy fue en piloto automático. Sus dedos apretados. Sintió como las ampollas
aparecían en sus tobillos. Se sentía débil por el hambre.
Se preguntó si iban a morir de hambre, o si el fuego líquido los
mantendría funcionando. Recordó el castigo de Tántalo, que había sido atrapado
permanentemente en un charco de agua bajo un árbol de frutas, pero no podía tocar ni la
comida o la bebida.
Por los dioses, Percy no había pensado en Tántalo en años. Ese tipo estúpido había sido puesto
en libertad condicional brevemente para servir como director en el Campamento
Mestizo. Probablemente estaba de vuelta en los Campos del Castigo . Percy nunca sintió pena
por él, pero ahora estaba empezando a simpatizar. Podía imaginar lo que sería como, tener
más hambre y más hambre para la eternidad, pero nunca poder comer.
Sigue subiendo, se dijo.
Hamburguesas, respondió el estómago.
Cállate, pensó.
Con papas fritas, se quejó su estómago.
Mil millones de años más tarde, con una docena de nuevas ampollas en sus pies, Percy llegó al
fondo. Ayudó a Annabeth a bajar y se derrumbó en el suelo.
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Delante de ellos se extendían kilómetros de desierto, rebosante de larvas monstruosas y
grandes árboles negros que parecían pelos de insecto. A su derecha, el Flegetonte se dividía en
riachuelos a través de la llanura, acabando en un delta de humo y fuego. Hacia el norte, a lo
largo de la ruta principal del río, el suelo estaba lleno de entradas a cuevas. Aquí y allá, agujas
de roca sobresalían como puntos de exclamación.
Debajo de la mano de Percy, el suelo se sentía alarmante cálido y suave. Trató de agarrar un
puñado, y luego se dio cuenta de que, bajo una fina capa de polvo y suciedad, la tierra era solo
una gran membrana… como la piel.
Estuvo a punto de vomitar, pero se obligó a no hacerlo. No había nada en su estómago, aparte
de fuego.
No se lo mencionó a Annabeth, pero comenzó a sentir que algo les estaba observando - algo
enorme y malévolo. No podía ubicar desde donde, ya que la presencia era a su alrededor.
No podía dejar de pensarlo, porque la presencia estaba a todo su alrededor. “Mirando” era la
palabra equivocada, también. Esos ojos estaban vigilándolos. Las crestas dejaban de parecer
escalones y cada vez se parecían más a unos dientes gigantes. Y las espirales de roca parecían
costillas rotas. Y si el suelo era piel…
Percy sacó esos pensamientos de su mente. El lugar lo estaba volviendo loco. Eso era todo.
Annabeth se paró, secándose el sudor de su cara. Ella miró hacia la oscuridad del horizonte.
–Estaremos completamente expuestos al cruzar esta planicie.
A unas cien yardas delante de ellos, una burbuja explotó en el suelo. Un monstruo salió de
ella… Un brillante telequín con piel manchada, con un cuerpo de foca y atrofiadas
articulaciones humanas. Se las arregló para arrastrarse unas pocas yardas antes de que algo le
disparase de la cueva más cercana, tan rápido que Percy sólo pudo ver una cabeza de reptil
con un color verde oscuro. El monstruo atrapó con su mandíbula al telequín, quien chilló y fue
arrastrado hacia la oscuridad.
Renació en el Tártaro sólo dos segundos, sólo para ser comido. Percy se preguntó si aquél
telequín podría aparecer en algún otro lugar del Tártaro y cuánto tardaría en re-formarse.
Percy tragó el amargo sabor del fuego.
–Oh, bien. Esto será divertido.
Annabeth lo ayudó a levantarse. Él dio una última mirada a los acantilados, pero no había
regreso. Él habría dado mil dracmas para tener a Frank Zhang aquí con ellos – el viejo Frank,
que siempre se había aparecido cuando se le necesitaba y se podía transformar en un águila o
un dragón para volar a través de este estúpido terreno salvaje.
Comenzaron a caminar, intentando evitar las entradas a las cuevas, quedándose cerca de la
orilla del río.
Estaban justamente en el borde de una de las agujas negras cuando un destello de un
movimiento llamó la atención de Percy –algo entre las rocas a su derecha.
¿Un monstruo siguiéndolos? O quizás era un villano cualquiera, dirigiéndose a las Puertas de la
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Muerte.
De repente recordó por qué habían comenzado a seguir este camino.
–Las empusas–tomó el brazo de Annabeth–. ¿Dónde están?
Annabeth escaneó una toma panorámica, sus ojos grises brillaban del susto.
Quizá las chicas demonio habían sido comidas por el reptil de la caverna. Si las empusas
seguían delante de ellos, ellos deberían verlas en algún lugar en las planicies.
A no ser que se estuviesen escondiendo…
Demasiado tarde, Percy empuñó su espada.
Las empusas emergieron de las rocas, las cinco formaban un perfecto anillo. Una trampa
perfecta. Kelli se movió hacia el frente con sus piernas desiguales. Su cabello de fuego
quemaba sus hombros como si fuese una cascada del Flegetonte en miniatura. Su andrajoso
vestido de porrista estaba salpicado con de manchas color marrón oxidado, y Percy estaba
completamente seguro de que no eran de cátsup. Ella lo miró con sus brillantes ojos rojos y
desenfundó sus colmillos.
–Percy Jackson–ella dijo–. ¡Qué genial! ¡Ni siquiera tengo que ir al mundo mortal para
destruirte!
70
xv
percy
PERCY RECORDÓ CUAN PELIGROSA Kelli había sido la última vez que lucharon en el
Laberinto.
A pesar de esas piernas desiguales, podía moverse tan rápido como quisiera. Antes había
esquivado sus golpes de espada e intentó comer su cara a no ser por Annabeth que la había
apuñalado por la espalda.
Ahora ella estaba allí con cuatro amigas.
- ¡Y tu amiga Annabeth está contigo! -Kelli silbó a carcajadas-. Oh, sí, definitivamente me
acuerdo de ella.
Kelli tocó su propio esternón, por donde la punta del cuchillo había salido cuando Annabeth la
había apuñalado por la espalda. - ¿Qué te pasa, hija de Atenea? ¿No tienes tu arma? Yo la
usaría para matarte.
Percy intentó pensar. Él y Annabeth estaban hombro con hombro, como lo habían hecho
muchas veces antes, dispuestos a luchar. Pero ninguno de ellos estaba en buena forma para la
batalla. Annabeth estaba con las manos vacías. Ellos eran irremediablemente superados en
número. No había ningún lugar para correr. Nadie que venga a ayudarlos.
Brevemente Percy pensó en llamar a la Sra. O’Leary, su amiga perro del infierno que podía
viajar por las sombras.
Incluso si ella lo oyera, ¿Podría llegar hasta el Tártaro? Este era el lugar donde los monstruos
iban cuando morían. Llamarla podría matarla, o regresarla a su estado natural como un feroz
monstruo. No… no podía hacerle eso a su perra.
Por lo tanto, no tendrían ayuda. Luchar era una posibilidad remota.
Eso dejaba solo la opción de las tácticas favoritas de Annabeth: engaño, charla, retardo.
-Entonces…- empezó a decir- Creo te estás preguntando que estamos haciendo en el Tártaro.
Kelli rió. - En realidad no. Sólo quiero matarte.
Lo hubiera hecho, pero Annabeth intervino.
- Es una pena, -dijo- Porque no tienes ni idea de lo que está pasando en el mundo de los
mortales.
Las otras empusas se pusieron en un círculo, listas, esperando una señal de Kelli para atacar,
pero el ex-animadora sólo gruñó, agazapada fuera del alcance de la espada de Percy.
- Sabemos lo suficiente, -dijo Kelli- Gea ha hablado.
- Vas en dirección a una gran derrota. -Annabeth sonaba tan confiada, incluso Percy estaba
impresionado. Echó un vistazo a las otras empusas, uno a uno, y luego señaló acusadoramente
a Kelli- Ella dice que las está llevando a una victoria. Está mintiendo. La última vez que estuvo
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en el mundo de los mortales, Kelli fue la encargada de mantener a mi amigo Luke Castellan fiel
a Kronos. Al final, Luke lo rechazó. Él dio su vida para expulsar a Cronos. Los Titanes perdieron
porque Kelli falló. Ahora Kelli quiere llevarlas a otro desastre.
Las otras empusas murmuraban y se movían inquietas.
- ¡Basta! – Las uñas de Kelli se convirtieron en garras largas y negras. Ella miró a Annabeth
como si se imaginara cortándola en trozos pequeños.
Percy estaba bastante seguro de que Kelli había sentido algo por Luke Castellan. Luke tenía ese
efecto en las niñas -incluso vampiras con patas de burro- y Percy no estaba seguro si
mencionarlo fuera una buena idea.
- La chica miente, -dijo Kelli- Sí los Titanes perdieron. ¡Muy bien! ¡Eso era parte del plan para
despertar a Gea! Ahora, la Madre Tierra y sus gigantes destruirán el mundo de los mortales, ¡y
disfrutaremos de muchos semidioses!
Las otras vampiras rechinaban sus dientes en un frenesí de excitación. Percy había estado en
medio de un grupo de tiburones mientras el agua estaba llena de sangre. Eso no era tan
temible como empusas listas para comer.
Se dispuso a atacar, pero ¿cuántas podía despachar antes de que lo sobrepasaran? No sería
suficiente.
- ¡Los semidioses se han unido! -Gritó Annabeth- Será mejor que lo piensen dos veces antes de
atacarnos. Romanos y griegos lucharán juntos. ¡No tienen ninguna posibilidad!
Las empusas retrocedieron nerviosamente, siseando, -Romanos.
Percy supuso que habían tenido una experiencia con la Duodécima Legión antes y no habían
terminado bien para ellas.
- Sí, romanos. -Percy descubrió su antebrazo y les mostró la marca que había conseguido en el
Campamento Júpiter, la marca SPQR con el tridente de Neptuno. - Si mezclas griego y romano,
¿Sabes que consigues? Consigues ¡BAM!
Él dio un pisotón y las empusas retrocedieron. Una se cayó de la roca donde estaba posada.
Eso hizo que Percy se sintiera bien, pero estas se recuperaron rápidamente y se acercaron de
nuevo.
- Audaz hablando -Kelli dijo- para dos semidioses perdidos en el Tártaro. Baja la espada, Percy
Jackson y te voy a matar rápidamente. Créeme, hay peores maneras de morir aquí.
- ¡Espera! -Annabeth lo intentó de nuevo- ¿No eran las empusas los siervos de Hécate?
Kelli frunció los labios. - ¿Y?
- Que Hécate está de nuestro lado ahora -dijo Annabeth- Ella tiene una cabaña en el
Campamento Mestizo. Algunos de sus hijos semidioses son mis amigos. Si luchan con nosotros,
ella se enojará.
Percy quería abrazar a Annabeth, era tan brillante.
Uno de las otras empusas gruñó. ¿Es esto cierto, Kelli? ¿Ha hecho nuestra ama la paz con
Olimpo?
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- ¡Cállate, Serefone! -Kelli chilló- . Dioses, ¡eres molesta!
- No voy a atravesarme con la Dama Oscura.
Annabeth tomó la abertura. –Todas harían bien en seguir a Serefone. Ella es más vieja y más
sabia.
-Sí- gritó Serefone- ¡Síganme!
Kelli golpeó tan rápido, que Percy no tuvo la oportunidad de levantar su espada.
Afortunadamente, ella no lo atacó. Kelli arremetió contra Serefone . Durante medio segundo,
los dos demonios eran una mancha de arañazos, garras y colmillos.
Luego se acabó. Kelli estaba triunfante sobre un montón de polvo. De sus garras colgaban los
restos destrozados del vestido de Serefone.
- ¿Algún otro problema? -Kelli espetó a sus hermanas- ¡Hécate es la diosa de la niebla! Sus
caminos son misteriosos. ¿Quién sabe a qué lado realmente favorece? Ella es también la diosa
de las encrucijadas, y espera que tomemos nuestras propias decisiones. ¡Elijo el camino que
nos llevará a más sangre de semidiós! ¡Elijo a Gea!
Sus amigas le silbaron en señal de aprobación.
Annabeth miró a Percy, y vio que ella estaba escasa de ideas. Había hecho lo que pudo. Ella
había conseguido que Kelli eliminara a una de los suyas. Ahora no quedaba nada más para
luchar.
- Durante dos años me he revuelto en el vacío -dijo Kelli- ¿Sabes cuan completamente
molesto es ser vaporizado, Annabeth Chase? ¿Poco a poco re-formándote, con plena
conciencia, en el abrasador dolor durante meses y años, como tu cuerpo vuelve a crecer, y
finalmente rompiendo la corteza de este lugar infernal y arañando su camino de regreso a la
luz del día? ¿Todo porque una niñita te apuñaló en la espalda?
Sus ojos funestos puestos en Annabeth -Me pregunto qué pasa si un semidiós es asesinado en
el Tártaro. Dudo que alguna vez haya ocurrido antes. Veamos.
Percy saltó, deslizando a Contracorriente en un enorme arco. Cortó a uno de los demonios a la
mitad, pero Kelli lo esquivó y cargó contra Annabeth. Las otras dos empusas se lanzaron a
Percy. Una agarró su brazo de la espada. Su amiga saltó sobre su espalda.
Percy trató de ignorarlas y se tambaleó hacia Annabeth, decidido a defenderla si era necesario,
pero Annabeth lo estaba haciendo bastante bien. Ella cayó hacia un lado, evadiendo las garras
de Kelli, y se acercó con una piedra en la mano, con la que golpeó la nariz de Kelli.
Kelli se lamentó. Annabeth recogió grava y la arrojó a los ojos del empusa.
Mientras tanto Percy golpeó de un lado a otro, tratando de deshacerse de su empousa
enganchada-caminante, pero sus garras se hundieron más profundamente en sus hombros. La
segundo empusa tenía atrapado su brazo, impidiéndole usar a Contracorriente.
73
Por el rabillo del ojo, vio a Kelli, rastrillando sus garras en el brazo de Annabeth. Annabeth gritó
y cayó.
Percy tropezó en su dirección. La vampira en su espalda clavó sus dientes en su cuello. Un
dolor punzante recorrió su cuerpo. Sus rodillas se doblaron.
“Mantente en pie”, se dijo. Tienes que vencerlas.
A continuación, la otra vampira mordió su brazo, y Contracorriente cayó al suelo.
Eso fue todo. Su suerte, finalmente, se había agotado. Kelli se cernía sobre Annabeth,
saboreando su momento de triunfo. Las otras dos empusas rodearon a Percy, con sus bocas
babeantes, listas para otro bocado.
A continuación, una sombra cayó sobre Percy. Un grito de guerra profundo sonó desde algún
lugar por encima, haciendo eco a través de las llanuras del Tártaro, y un Titan se dejó caer en
el campo de batalla.
74
xvi
percy
PERCY PENSÓ QUE ESTABA ALUCINANDO. Simplemente no era posible que una enorme figura
plateada pudiera caer del cielo y pisar completamente a Kelli, convirtiendola en un montón de
polvo de monstruo.
Pero eso era exactamente lo que pasó. El Titán tenía diez pies de alto, con salvaje cabello
plateado de Einstein, puros ojos plateados y musculosos brazos que sobresalían de un
uniforme de portero azul rasgado. En su mano una escoba a gran escala. Una etiqueta con su
nombre, increíblemente, se podía leer BOB.
Annabeth gritó y trató de arrastrarse lejos, pero el portero gigante no estaba interesado en
ella. Se volvió hacia las dos empusa restantes, que se estaban sobre Percy.
Una de ellas fue tan tonta como para atacar. Se lanzó con la velocidad de un tigre, pero nunca
tuvo una oportunidad. Una punta de lanza sobresalía del extremo de la escoba de Bob. Con un
solo golpe mortal, él la cortó en polvo. La última vampira trató de correr. Bob lanzó su escoba
como un boomerang enorme (¿Había algo parecido a una escoboomerang? ) Cortó a la
vampira y regresó a la mano de Bob.
- Barrer -El Titán sonrió con placer e hizo un baile de la victoria- ¡Barrer, barrer, barrer!
Percy no podía hablar. Él no se atrevía a creer que algo bueno había ocurrido en realidad.
Annabeth miró también sorprendida.
- Co- ¿cómo…? -Tartamudeó.
- ¡Percy me llamó! -El conserje dijo alegremente- Sí, lo hizo.
Annabeth se arrastró un poco más lejos. Su brazo estaba sangrando mucho. -¿Te llamó? Él…
espera. ¿Tú eres Bob? ¿EL Bob? ‘
El portero frunció el ceño cuando vio las heridas de Annabeth. - Uy.
Annabeth se estremeció mientras se arrodillaba a su lado.
- Está bien, -dijo Percy, aún aturdido por el dolor- Él es amable.
Recordó cuando había conoció a Bob. El Titán había curado una herida grave en el hombro de
Percy con sólo tocarlo. Efectivamente, el portero tocó el antebrazo de Annabeth y lo curó
inmediatamente.
Bob rió, satisfecho de sí mismo, y luego saltó hacia Percy y sanó su cuello sangrante y su brazo.
Las manos del Titán eran sorprendentemente cálidas y suaves.
- ¡Mucho mejor! -Bob dijo, sus misteriosos ojos de plata rebosaban de placer- ¡Yo soy Bob, el
amigo de Percy!
- Eh… sí, -dijo Percy- Gracias por la ayuda, Bob. Es muy bueno verte de nuevo.
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-Sí -convino el portero- Bob. Ese soy yo. Bob, Bob, Bob. -Se movió de un lado a otro,
obviamente, satisfecho con su nombre- Estoy ayudando. Escuché mi nombre. Arriba, en el
palacio de Hades, nadie llama a Bob a menos que haya un desastre. Bob, barre estos huesos.
Bob, limpia estas almas torturadas. Bob, un zombi explotó en el comedor.
Annabeth dio a Percy una mirada de asombro, pero él no tenía una explicación.
- Entonces oí a mi amigo llamarme -El Titán sonrió- ¡Percy dijo, Bob!
Agarró el brazo de Percy y lo levantó de un salto.
- Eso es impresionante, -dijo Percy- En serio. Pero, ¿cómo le hiciste…?
- Oh, habrá tiempo para hablar más tarde. –La expresión de Bob se puso seria- Tenemos que ir
antes de que te encuentren. Ellos vienen. Sí, por supuesto.
- ¿Ellos? -Preguntó Annabeth.
Percy observó el horizonte. No vio monstruos acercándose, nada más que el páramo gris
marcado.
-Sí -convino Bob- Pero Bob conoce un camino. ¡Vamos, amigos! ¡Nos divertiremos!
76
xvii
frank
FRANK se despertó como una pitón, lo que le desconcertó.
Transformarse en un animal no era confuso. Lo hacía todo el tiempo. Pero nunca había pasado
de un animal a otro en su sueño antes. Estaba bastante seguro de que no se había dormido
como una serpiente. Por lo general, dormía como un perro.
Había descubierto que conseguía dormir a través de la noche mucho mejor si se acurrucaba en
su cama, en la forma de un bulldog. Por alguna razón, sus pesadillas no le molestaban tanto. La
voz gritando en su cabeza casi desaparecía.
No tenía ni idea de por qué se había convertido en una serpiente pitón reticulada, pero esto
explicaba su sueño acerca de tragar lentamente una vaca. Su mandíbula todavía le dolía.
Se preparó y cambió de nuevo a su forma humana. Inmediatamente, su terrible dolor de
cabeza regresó, junto con las voces.
¡Lucha contra ellos! Gritó Marte. ¡Toma este barco! ¡Defiende Roma!
La voz de Ares gritó: ¡Mata a los romanos! ¡La sangre y la muerte! ¡Armas grandes!
Las personalidades romana y griega de su padre gritaban de ida y vuelta en la mente de Frank
con la habitual banda sonora de los ruidos de la batalla - explosiones, fusiles de asalto,
motores a reacción rugientes - todo palpitando como un subwoofer detrás de los ojos de
Frank.
Se sentó en su litera, mareado por el dolor. Mientras lo hacía todas las mañanas, él respiró
hondo y miró a la lámpara de su escritorio - una pequeña llama que ardía noche y día,
alimentada por aceite de oliva mágico, que venía de la habitación de suministros.
Fuego… El mayor temor de Frank. Mantener una llama en su habitación le aterrorizaba, pero
también le ayudaba a concentrarse. El ruido en su cabeza se desvaneció en un segundo plano,
lo que le permitió pensar.
Él había conseguido ser mejor en esto, pero al principio de la aventura, había días que sentía
que no tenía valor. Tan pronto como estalló el conflicto en el Campamento Júpiter, las dos
voces del dios de la guerra había comenzado a gritar sin parar. Desde entonces, Frank había
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sido dando tumbo, apenas capaz de funcionar. Había actuado como un tonto, y estaba seguro
que sus amigos pensaban que se había vuelto loco.
No sabía que era lo que estaba mal. No había nada que pudiera hacer, y de escuchar a los
demás hablar, Frank estaba bastante seguro de que no tenían el mismo problema con sus
padres divinos gritando en sus oídos.
Solo le ocurría a Frank, pero tenía que ser fuerte .Sus amigos necesitaban de él - especialmente
ahora, que Annabeth se había ido.
Annabeth había sido amable con él. Incluso cuando estaba tan distraído que había actuado
como un bufón, Annabeth había sido paciente y servicial.
Mientras Ares gritaba que los niños de Atenea no podían ser de confianza y Marte le gritó para
matar a todos los griegos, Frank había llegado a respetar a Annabeth.
Ahora que estaban sin ella, Frank era lo mejor que el equipo tenía como estratega militar.
Ellos lo necesitaban para el viaje por delante.
Se levantó y se vistió. Afortunadamente se las había arreglado para comprar algo de ropa
nueva en Siena hace un par de días, en sustitución de la ropa que Leo había enviado volando
en Buford la mesa. (Es una larga historia.) Se puso los pantalones Levi´s y una camiseta del
ejército de color verde, y luego tomó su suéter favorito antes de recordar que no lo
necesitaba. El clima estaba muy caliente. Más importante, no necesitaba los bolsillos para
proteger la pieza mágica de leña que controlaba su vida. Hazel la mantenía a salvo por él.
Tal vez eso debería de haberlo puesto nervioso. Si la leña se quemaba, Frank moría: fin de la
historia. Sin embargo, confiaba en Hazel más de lo que confiaba en sí mismo. Sabiendo que
estaba cuidando su gran debilidad lo hizo sentirse mejor - como si se hubiera colocado el
cinturón antes de una persecución a alta velocidad.
Se colgó el arco y el carcaj sobre su hombro. Inmediatamente se transformó en una mochila
normal.
A Frank le encantaba. Nunca hubiera sabido sobre el poder de camuflaje del carcaj si Leo no lo
hubiera descubierto por él.
¡Leo! Marte rabió. ¡Él debe morir!
¡Estrangularlo! gritó Ares. ¡Estrangula a todo el mundo! ¿De quién estamos hablando de
nuevo?
Los dos comenzaron a gritarse el uno al otro, sobre el sonido de las bombas que estallaban en
el cráneo de Frank.
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Él se apoyó contra la pared.
Durante días, Frank había escuchado esas voces que exigían la muerte de Valdez.
Después de todo, Leo había comenzado la guerra con el Campamento de Júpiter por el disparo
de una ballesta en el Foro. Claro, él había estado poseído en ese momento, pero aún Marte
exigía venganza. Leo hacia las cosas más difíciles por las constantes burlas a Frank y Ares exigía
que Frank se vengara por cada insulto.
Frank apago las voces, pero no fue fácil.
En su viaje a través del Atlántico, Leo había dicho algo que estaba atascado en la mente de
Frank.
Cuándo habían aprendido que Gea, la malvada diosa de la tierra, había puesto precio a sus
cabezas, Leo había querido saber por cuánto.
“Puedo entender que no soy tan caro como Jason o Percy, había dicho, pero estoy seguro, que
valgo como, dos o tres Franks”
Sólo otra de las estúpidas bromas de Leo, pero el comentario le dolió. En el Argo II, Frank se
sentía como él integrante menos valioso.
Claro, él podía convertirse en animales. ¿Así qué? Su mayor logro de utilidad hasta el
momento había estado en cambiar a una comadreja para escapar de un taller subterráneo, e
incluso eso había sido idea de Leo. Frank era más conocido por el “Fiasco del pez gigante” en
Atlanta y, ayer mismo, por convertirse en un gorila de doscientos kilos sólo para ser dejado sin
sentido por una granada de luz.
Leo no había hecho ningún chiste de gorila a su costa todavía. Pero era sólo una cuestión de
tiempo.
¡Mátalo!
¡Torturarlo! Después ¡mátalo!
Las versiones del dios de la guerra parecían dar patadas y puñetazos el uno al otro en la cabeza
de Frank, haciendo uso de su nariz como una estera de lucha libre.
¡Sangre! !Armas de fuego!
¡Roma! !Guerra!
Silencio, Frank ordenó.
Sorprendentemente, las voces obedecían.
Bien, entonces, pensó Frank.
Tal vez por fin pudo conseguir tener a esos molestos gritos de mini-dioses bajo control. Tal vez
hoy sería un buen día.
79
Esa esperanza se hizo añicos en cuanto se subió a la cubierta.
¿Qué son esos? Preguntó Hazel.
El Argo II estaba atracado en un muelle ocupado. A un lado se extendía un canal de navegación
de medio kilómetro de ancho. Por el otro lado la ciudad de Venecia - techos de tejas rojas,
cúpulas metálicas de iglesia, torres y edificios blanqueados por el sol en todos los colores del
día de San Valentín- rojo, blanco, ocre, rosa y naranja.
Por todas partes había estatuas de leones - en la parte superior de pedestales, sobre las
puertas, en los pórticos de grandes edificios. Había tantos, que Frank pensó que el león era la
mascota de la ciudad.
Donde las calles deberían de estar, canales verdes hacían su camino a través de los barrios,
cada uno atascado con lanchas.
A lo largo de los muelles, las aceras estaban atestados de turistas de compras en los quioscos
llenos de camisetas, rebosante de tiendas, y descansando en las hectáreas de terrazas de los
cafés al aire libre, como los lobos marinos. Frank había pensado Roma estaba llena de
turistas. Este lugar era una locura.
Hazel y el resto de sus amigos no estaban prestando atención a nada de eso, sin embargo. Se
habían reunido junto a la barandilla de estribor para mirar a las decenas de monstruos peludos
extraños pululando entre la multitud.
Cada monstruo era del tamaño de una vaca, con un inclinó hacia atrás como un caballo
averiado, enmarañado gris de piel, las piernas flacas y pezuñas negras. Las cabezas de las
criaturas parecían demasiado pesadas para sus cuellos. Sus largos hocicos oso hormiguero
miraban al suelo. Sus crines grises crecidos completamente cubrían sus ojos.
Frank vio como una de las criaturas caminaba pesadamente por el paseo marítimo, resoplando
y lamiendo el pavimento con su larga lengua. Los turistas se separaron alrededor de él,
indiferente. Algunos incluso los acariciaron. Frank se preguntó cómo los mortales podían estar
tan tranquilos. Entonces la aparición del monstruo parpadeó. Por un instante, se convirtió en
un viejo, beagle gordo.
Jason gruñó. ”Los mortales creen que son perros callejeros”.
-O mascotas deambulando- dijo Piper. -Mi padre dirigió una película en Venecia una
vez. Recuerdo que me dijo que había perros por todas partes. Que a los venecianos les gustan
los perros.-
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Frank frunció el ceño. Seguía olvidando que el padre de Piper fue Tristán McLean, una estrella
de cine muy famosa. Ella no hablaba de él mucho. Parecía estar con los pies en la tierra para
un niño criado en Hollywood. Eso era bueno para Frank. La última cosa que necesitaban en
esta búsqueda eran paparazzi tomando fotografías de toda falla épica de Frank.
-Pero ¿qué son? “-preguntó, repitiendo la pregunta de Hazel. ”Se ven… hambrientos, como
vacas peludas con pelo blanco muy largo.
Esperó a que alguien lo iluminara. Nadie le ofreció ninguna información.
-A lo mejor son inofensivos-sugirió Leo. -Están haciendo caso omiso de los mortales. “
¡Inofensivos! Gleeson Hedge rio. El sátiro llevaba sus pantalones cortos habituales, camisa
deportiva y su silbato de entrenador. Su expresión era tan ruda como siempre, pero aún había
una liga de goma color rosa pegada en el pelo de los enanos bromistas de Bolonia. Frank tenia
un poco de miedo de decírselo. “Valdez, ¿cuantos monstruos inofensivos hemos conocido?
¡Sólo debemos apuntar las ballestas y ver qué pasa!
"Uh, no," dijo Leo.
Por una vez, Frank estaba de acuerdo con Leo. Había demasiados monstruos. Sería imposible
apuntarle a uno sin causar daños colaterales a las multitudes de turistas. Además, si las
criaturas entraban en pánico y corrían en estampida …
"Vamos a tener que caminar junto de ellos y espero que sean pacíficas", dijo Frank, odiando la
idea.
"Es la única manera que vamos a localizar el propietario del libro."
Leo sacó el manual encuadernado en piel de debajo de su brazo. Él había dejado una nota en la
cubierta con la dirección de los enanos de Bolonia que le habían dado.
' La Casa Nera -leyó. ” Calle Frezzeria. ’
'La Casa Negra “, traducido Nico di Angelo. 'Calle Frezzeria es la calle.
Frank intentó no estremecerse cuando se dio cuenta de que Nico estaba cerca de su
hombro. El tipo era tan silencioso y sigiloso que casi parecía desmaterializarse cuando no
estaba hablando. Hazel podría haber sido la que volvió de entre los muertos, pero Nico
era aún más fantasmal.
-¿Hablas italiano? Preguntó Frank.
Nico le lanzó una mirada de advertencia, como: Cuidado con lo que preguntas. Habló con
calma, sin embargo. ”Frank tiene razón.
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Tenemos que encontrar esa dirección. La única manera de hacerlo es caminar por la
ciudad. Venecia es un laberinto. Vamos a tener que correr el riesgo de las multitudes y las
criaturas… lo que sea que son. “
Un trueno retumbó en el cielo claro de verano. Ellos habían pasado por algunas tormentas la
noche anterior.
Frank había pensado que ya había terminado, pero ahora no estaba seguro. El aire era tan
espeso y caliente como sauna.
Jasón frunció el ceño ante el horizonte. ”Tal vez debería permanecer a bordo. Hubo un montón
de venti en la tormenta de la noche anterior.
Si deciden volver a atacar el barco… “
No le hacía falta terminar. Todos ellos habían tenido experiencias con espíritus del viento
enojados. Jason era el único que tenía suerte peleando.
El entrenador Hedge gruñó. -Bueno, yo estoy fuera, también. Si ustedes, pastelitos suaves, van
a dar un paseo por Venecia sin siquiera golpear a los animales con pelo en la cabeza,
olvídenlo. No me gustan las expediciones aburridas. ‘
"Está bien, entrenador." Leo sonrió. "Todavía tenemos que reparar el mástil de proa. Y luego
necesito su ayuda en la sala de máquinas. Tengo una idea para una nueva instalación.
Frank no le gustaba el brillo en los ojos de Leo. Desde que Leo había encontrado la esfera de
Arquímedes, había querido probar un montón de “nuevas instalaciones”. Por lo general, estas
explotaban o lanzaban humo que terminaba en la cabina de Frank.
-Bueno …-Piper movió sus pies. ”Quien vaya debe ser bueno con los animales. Yo, eh … Admito
que soy no soy muy buena con las vacas “.
Frank pensó que había una historia detrás de ese comentario, pero decidió no preguntar.
-Iré-dijo-.
No estaba seguro de por qué se ofreció como voluntario - tal vez porque estaba ansioso de ser
útil al menos en esta ocasión. O tal vez no quería que nadie se burlara de él. ¿Animales? Frank
puede convertirse en animales ¡Hay que enviarlo a él!
Leo le dio una palmada en el hombro y le entregó el libro encuadernado en
cuero. ”Impresionante. Si pasan por una ferretería, ¿podrías traerme algunos tablones de
madera y un galón de alquitrán?
'Leo', lo reprendió Hazel, “no es un viaje de compras.”
"Voy a ir con Frank," se ofreció Nico.
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Los ojos de Frank comenzaron a tener un tick. Las voces del dios de la guerra comenzaron a
elevarse en un crescendo en la cabeza: ¡Mátalo!
¡Escoria Graecus! (Nota del traductor Graecus significa Griega)
¡No! ¡Me encanta la escoria Graecus!
"¿Uh… eres bueno con los animales? se preguntó.
Nico sonrió sin humor. -En realidad, la mayoría de los animales me odia. Ellos pueden sentir la
muerte. Pero hay algo sobre esta ciudad…
Su expresión se volvió sombría. ”Mucha muerte. Espíritus inquietos. Si voy, puedo ser capaz de
mantener a raya. Además, como te has dado cuenta, yo hablo italiano.
Leo se rascó la cabeza. ”Mucha muerte, ¿no? Personalmente, estoy tratando de evitar un
montón a la muerte, ¡pero espero que se diviertan!
Frank no estaba seguro de lo que lo asustó más: Monstruos vaca peludos, hordas de fantasmas
inquietos o ir a solas con Nico di Angelo.
"Voy a ir, también." Hazel deslizó su brazo con el de Frank. "Tres es el mejor número para una
misión de semidioses, ¿no?
Frank trató de no mirar demasiado aliviado. No quería ofender a Nico. Pero miró a Hazel y le
dijo con sus ojos: ¡Gracias, gracias, gracias!
Nico se quedó mirando hacia los canales, como si se preguntara cuáles podrían ser nuevas e
interesantes formas de malos espíritus que acecharan allí. -Muy bien, entonces. Vamos a
encontrar al dueño de este libro-.
83
xviii
frank
A FRANK le hubiera gustado Venecia si no hubiera sido verano y la temporada turística, y si la
ciudad no estuviera llena de grandes criaturas peludas. Entre las hileras de casas antiguas y los
canales, las aceras de piedra que ya eran demasiado estrechas para las multitudes que se
daban empujones unos a otros y paraban para tomar fotos.
Los monstruos empeoraban las cosas. Se mezclaban con la multitud con la cabeza hacia abajo,
chocando con los mortales y olfateando el suelo.
Uno parecía encontrar algo que le gustaba a la orilla de un canal. Mordisqueó y lamió una
grieta entre las piedras hasta que se desprendió algún tipo de raíz verdosa. El monstruo la
succiono, con alegría y arrastrando los pies se fue.
"Bueno, son herbívoros” dijo Frank. "Es una buena noticia."
Hazel deslizó su mano en la suya. ’A menos que complementen su dieta con los
semidioses. Esperemos que no. “
Frank estaba tan contento de estar tomados de la mano, que las multitudes y el calor y los
monstruos pronto no le parecían tan malos. Sintió que lo necesitaban – que era útil.
No es que Hazel necesitara de su protección. Alguien que la hubiera visto sobre Arion con su
espada desenfundada sabría que podía cuidar de sí misma. Sin embargo, Frank le gustaba estar
cerca de ella, imaginando que era su guardaespaldas. Si alguno de estos monstruos trataba de
hacerle daño, Frank con mucho gusto se convertiría en un rinoceronte y los empujaba hacia el
canal.
¿Podría cambiar a un rinoceronte? Frank nunca lo había intentado antes.
Nico se detuvo. ’Aquí’.
Habian llegado una calle más pequeña, dejando el canal detrás. Delante de ellos había una
pequeña plaza bordeada de edificios de cinco plantas cada uno. El área estaba extrañamente
desierta - como si los mortales pudieran sentir que no se estaba seguro. En el centro del patio
de adoquines, una docena de criaturas peludas estaban olfateando alrededor de la base de
musgo de un viejo pozo de piedra.
"Una gran cantidad de vacas monstruo en un solo lugar", dijo Frank.
-Sí, pero mira, “dijo Nico.”Pasado ese arco”.
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Los ojos de Nico parecían ver mejor que los suyos. Frank miró. En el otro extremo de la plaza,
un arco de piedra tallado con leones los dirigían por una calle estrecha. Justo después de pasar
el arco, una de las casas de la ciudad estaba pintada de negro - el único edificio negro que
Frank había visto hasta ahora en Venecia.
'La Casa Nera “, supuso.
Hazel apretó su mano. ”No me gusta la plaza. Se siente… frío”.
Frank no estaba seguro de lo que quería decir. Él todavía estaba sudando como un loco.
Pero Nico asintió. Estudió las ventanas de las casas, la mayoría de las cuales estaban cubiertas
con persianas de madera. -Tienes razón, Hazel. Este barrio está lleno de lemures. ’
"¿Los lémures? Frank preguntó nerviosamente. "Supongo que no te refieres a los pequeños
animales peludos de Madagascar?
'Fantasmas enojados “, dijo Nico. ' Los Lemures se remontan a la época romana. Se encuentran
en torno a un montón de ciudades italianas, pero nunca he sentido a tantos en un solo
lugar. Mi madre me dijo…-vaciló. ”Solía contarme historias de los fantasmas de Venecia. “
Nuevamente Frank se sintió intrigado por el pasado de Nico, pero tenía miedo de
preguntar. Lo que llamó la atención de Hazel.
Adelante, parecía estar diciendo. Nico necesita practicar hablar con la gente.
Los sonidos de rifles de asalto y las bombas atómicas se hicieron más fuertes en la cabeza de
Frank. Marte y Ares estaban tratando de aturdirse mutuamente con ‘Dixie’ y ‘The Battle Hymn
of the Republic’ “. Frank hizo todo lo posible para quitar todo ese ruido.
'Nico, ¿tu madre era italiana? adivinó. -¿Era de Venecia?
Nico asintió a regañadientes. ”Conoció a Hades aquí, allá por la década de 1930. Cuando la
Segunda Guerra Mundial se acercaba, huyó a los EE.UU. con mi hermana y yo. Quiero decir…
Bianca, mi otra hermana. No recuerdo mucho de Italia, pero todavía puedo hablar el idioma.
Frank trató de pensar en una respuesta. Oh, qué bien no parecía lo indicado.
Estaba saliendo no con uno, sino con dos semidioses que habían sido sacados de
época. Ambos eran, técnicamente, unos setenta años mayores que él.
"Debe haber sido difícil para tu madre", dijo Frank. "Creo que hacemos todo lo posible por
alguien que amamos."
Hazel le apretó la mano con admiración. Nico se quedó mirando los adoquines. -Sí-dijo con
amargura. ’Supongo si’.
85
Frank no estaba seguro de lo que estaba pensando Nico. Se le hacía difícil imaginar a Nico di
Angelo actuar por amor hacia alguien, excepto tal vez Hazel. Pero Frank decidió que había
llegado tan lejos como podía con las preguntas personales.
'Por lo tanto, los lemures… Trago saliva nervioso. ’ ¿Cómo podemos evitarlos?’
-Ya estoy en ello, dijo Nico. ’Voy a enviar el mensaje de que deben permanecer lejos e
ignorarnos. Esperemos que eso sea suficiente. De lo contrario .. Las cosas podrían ponerse
feas. “
Hazel frunció los labios. ”Vamos a seguir adelante”, sugirió.
A mitad de camino a través de la plaza, todo salió mal, pero no tenía nada que ver con los
fantasmas.
Fueron bordeando el pozo en el medio de la plaza, tratando de dar a los monstruos vaca algo
de distancia, cuando Hazel tropezó con un pedazo suelto de adoquines. Frank la atrapo. Seis o
siete de las grandes bestias grises se volvieron hacia ellos. Frank vislumbró un ojo verde
brillante bajo la propia melena, e inmediatamente fue golpeado con una ola de náuseas, como
lo que se sentía cuando comía demasiado queso o helado.
Las criaturas hacían sonidos profundos en la garganta, como sirenas de barco enojadas.
"Lindas vacas” murmuró Frank. Él se puso entre sus amigos y los monstruos. "Chicos, estoy
pensando que deberíamos alejarnos de aquí poco a poco".
"Soy tan torpe-susurró Hazel. "Lo siento."
-No es culpa tuya-dijo Nico. ”Mira a tus pies. ‘
Frank miró hacia abajo y se quedó sin aliento.
En sus zapatos, los adoquines se movían - zarcillos espinosos estaban empujando hacia arriba
las grietas.
Nico dio un paso atrás. Las raíces serpenteaban en su dirección, tratando de seguirlo. Los
tentáculos se hicieron más gruesos, exudando un vapor verde humeante que olía a col hervida.
"Estas raíces parecen gustar de los semidioses”, señaló Frank.
La mano de Hazel se movió hacia la empuñadura de la espada. ”Y a las vacas monstruo las
raíces.”
Toda la manada estaba mirando su dirección, gruñendo y estampado sus pezuñas.
Frank entendía el comportamiento animal lo suficientemente bien como para entender el
mensaje: Ustedes están de pie en nuestra comida.
Eso les hace ser enemigos.
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Frank trató de pensar. Había demasiados monstruos para luchar. Algo en sus ojos ocultos en
esas crines sucias… Frank había enfermado solo de verlos un segundo. Tenía un mal
presentimiento de que si esos monstruos hicieran contacto visual directo, podrían empeorar
mucho las náuseas.
"No miren a los ojos-le advirtió Frank. ’Voy a distraerlos. Ustedes dos muévanse lentamente
hacia esa casa negra. "
Las criaturas se tensaron, listos para atacar.
-No importa-dijo Frank. ” ¡Corran!”
Al final resultó que, Frank no podía convertirse en un rinoceronte, y perdió un tiempo valioso
tratando.
Nico y Hazel corrieron hacia la calle lateral. Frank se puso delante de los monstruos, con la
esperanza de mantener su atención. Él gritó con toda la fuerza de sus pulmones, imaginándose
a sí mismo como un rinoceronte temible, pero con Ares y Marte gritando en su cabeza no
podía concentrarse. Permaneció como el típico Frank.
Dos de los monstruos vaca salieron de la manada para perseguir a Nico y Hazel.
'¡No!' Frank gritó tras ellos. “¡Vengan a mí! ¡Soy un rinoceronte!
El resto de la manada rodearon a Frank. Ellos gruñeron, con gas verde esmeralda que salía de
su nariz. Frank dio un paso atrás para evitarlos, pero el hedor casi le derribó.
Muy bien, así que no un rinoceronte. Algo más. Frank sabía que tenía sólo unos segundos
antes de que los monstruos lo pisotearan o envenenaran, pero no se le ocurría. Él no pudo
contener la imagen de un animal el tiempo suficiente para cambiar de forma.
Luego miró a uno de los balcones de la casa del alcalde y vio una figura tallada en piedra - el
símbolo de Venecia.
Al instante siguiente, Frank fue un león adulto. Rugió en desafío, entonces salto desde la mitad
de la manada de los monstruos y aterrizó a ocho metros de distancia, en la parte superior del
antiguo pozo de piedra.
Los monstruos gruñeron en respuesta. Tres de ellos saltaron a la vez, pero Frank estaba
listo. Sus reflejos de león fueron diseñados para la velocidad en combate.
Cortó los dos primeros monstruos con sus garras, haciéndolos polvo y luego hundió sus
colmillos la garganta del tercero y lo arrojó a un lado.
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Había todavía siete más, además de los dos persiguiendo a sus amigos. No era algo tan difícil,
pero Frank tuvo que mantener el grueso del rebaño centrado en él. Rugió a los monstruos, y se
alejó.
Le ganaban bastante en número, sí. Pero Frank era el depredador máximo de la cadena. Los
monstruos de la manada lo sabían.
Porque acababan de ver como envió a tres de sus amigos al Tártaro.
Busco más ventaja y saltó del pozo, aun enseñando los colmillos. La manada se hizo para atrás,
asustada.
Si pudiera simplemente maniobrar alrededor de ellos, a continuación, girar y correr hacia sus
amigos…
Lo estaba haciendo bien, hasta que tomó su primer paso hacia atrás, hacia el arco. Una de las
vacas, ya sea la más valiente o la más estúpida, tomó esto como una señal de debilidad. Cargó
y lanzo a la cara de Frank su gas verde.
Cortó el monstruo en polvo, pero el daño ya estaba hecho. Se obligó a no respirar.
De todos modos, podía sentir la piel de su rostro quemandose. Sus ojos ardían. Se tambaleó
hacia atrás, medio ciego y mareado, apenas consciente de Nico gritando su nombre.
'Frank! Frank! ”
Trató de concentrarse. Estaba de nuevo en forma humana, con arcadas y tropezando. Su cara
se sentía como si se fuera a pelar. Frente a él, la nube verde de gas flotó entre él y la
manada. Los monstruos vaca lo miraron con recelo, probablemente preguntándose si Frank
tenía más trucos bajo la manga.
Miró hacia atrás. Bajo el arco de piedra, Nico di Angelo estaba sosteniendo su espada negra de
hierro Estigio, señalando a Frank para que se diera prisa. A los pies de Nico, dos charcos de
oscuridad teñían la tierra – sin duda de los restos de los monstruos de la vaca que les habían
perseguido.
Y Hazel … estaba apoyado contra la pared detrás de su hermano. No se movía.
Frank corrió hacia ellos, olvidándose de la manada. Él pasó junto a Nico y tomó de los hombros
de Hazel. Su cabeza cayó sobre su pecho.
"Ella recibió una explosión de gas verde en la cara", dijo Nico miserablemente. "Yo - yo no fui
lo suficientemente rápido."
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Frank no podía decir si estaba respirando. La rabia y la desesperación luchaban en su
interior. Siempre había tenido miedo de Nico. Ahora quería tirar de una patada al hijo de
Hades en el canal más cercano. Tal vez eso no era justo, pero Frank no le importaba. Tampoco
a los dioses de la guerra gritando en su cabeza.
'Tenemos que llevarla de vuelta a la nave “, dijo Frank.
La manada de vacas monstruo merodeaban con cautela más allá del arco; bramando con sus
sonidos de sirenas. De las calles cercanas, respondieron más monstruos. Sus refuerzos pronto
tendrían los a semidioses rodeados.
"Nunca llegaremos a pie", dijo Nico. "Frank, conviértete en un águila gigante. No te preocupes
por mí. ¡Conseguiré regresar al Argo II !
Con su rostro ardiendo y las voces gritando en su mente, Frank no estaba seguro de poder
cambiar de forma, pero cuando iba a tratar una voz detrás de ellos dijo: “Tus amigos no
pueden ayudarte. Ellos no conocen la cura. “
Frank se dio la vuelta. De pie en el umbral de la Casa Negro había un hombre joven en
pantalones vaqueros y una camisa vaquera. Tenía el pelo negro y rizado y una sonrisa amable,
aunque Frank dudaba que lo fuera de verdad.
Probablemente ni siquiera era humano.
Por el momento, a Frank no le importaba.
¿Puedes curarla?, se preguntó.
-Por supuesto-dijo el hombre. ”Pero es mejor darse prisa. Creo que has enfadado
cada katobleps en Venecia. ‘
89
xix
frank
Apenas llegaron a entrar.
Tan pronto como su anfitrión lanzó los pernos, los monstruos vaca bramaban y se estrellaron
contra la puerta, haciendo temblar los goznes.
'Oh, no pueden entrar” el hombre con los pantalones de mezclilla prometió. ” ¡Ahora estás a
salvo!”
'¿A salvo? Frank exigió. '¡Hazel se está muriendo! “
Su anfitrión frunció el ceño porque Frank arruino su buen humor. -Sí, sí. Llévenla por aquí. ‘
Frank llevó a Hazel mientras seguían al hombre hacia adentro en el edificio. Nico se ofreció a
ayudar, pero
Frank no lo necesitaba. Hazel pesaba nada, y el cuerpo de Frank zumbaba con
adrenalina. Podía sentir los escalofríos de Hazel, así que al menos sabía que estaba viva, pero
su piel estaba fría. Sus labios habían adquirido un tinte verdoso - ¿o era sólo una visión borrosa
de Frank?
Sus ojos aún ardían por el aliento del monstruo. Sus pulmones se sentían como si hubiera
inhalado una col en llamas.
No sabía por qué el gas le había afectado menos que a Hazel. Tal vez ella había recibido más de
lo mismo en sus pulmones. Habría dado cualquier cosa por cambiar de lugar si eso significaba
salvarla.
Las voces de Marte y Ares gritaron en su cabeza, instándole a matar a Nico y el hombre en
jeans y cualquier otra persona que pudiera encontrar, pero Frank se esforzó en bloquear el
ruido.
La habitación principal de la casa era una especie de invernadero. Las paredes estaban
cubiertas con tablas de macetas llenas de plantas bajo luces fluorescentes. El aire olía a
fertilizante; quizás los venecianos hacían su jardinería en el interior, ya que estaban rodeados
de agua en lugar de tierra.
Frank no estaba seguro, pero no pasó mucho tiempo preocupándose por eso.
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El cuarto de atrás parecía una mezcla de garaje, dormitorio de la universidad y laboratorio de
computación. Contra la pared izquierda brillaba un grupo de servidores y portátiles, los
protectores de pantalla destellando imágenes de campos arados y tractores. Contra la pared
de la derecha había una cama individual, un escritorio desordenado y un armario abierto lleno
de ropa adicional vaquera y una pila de instrumentos de granja, como horcas y rastrillos.
En la pared del fondo había una enorme puerta de garaje. Estacionado junto a él estaba un
carro rojo y dorado con un solo eje, al igual que los carros que Frank había corrido en el
Campamento Júpiter. De los lados de la caja del conductor salían alas de plumas
gigantes. Envuelta alrededor de la llanta de la rueda izquierda, una pitón con manchas roncaba
ruidosamente.
Frank no sabía que las pitones podían roncar. Esperaba que él no lo hubiera hecho cuando
dormía en forma de pitón ayer por la noche.
“Pon a tu amiga aquí” -dijo el hombre en mezclilla.
Frank puso a Hazel suavemente en la cama. Sacó su espada y trató de hacer que ella se sentara
cómodamente pero estaba tan floja como una espantapájaros. Su tez sin duda tenía un tinte
verdoso.
¿Qué eran esas cosas que parecían vacas? Frank exigió. ” ¿Qué hicieron con ella?
' Katoblepas-dijo su anfitrión. ’Singular: katobleps . En español, significa los que miran
abajo. Llamados así porque - ‘
-Están siempre mirando hacia abajo. Nico se golpeó la frente. -Claro. Recuerdo haber leído
acerca de ellos.
Frank miró. ” ¿Ahora te acuerdas?
Nico bajó la cabeza casi tan bajo como un katobleps . ”Yo… solía jugar a este juego de cartas
estúpidas cuando era más joven. Mythomagic.
Los katobleps eran una de las cartas de monstruo.
Frank parpadeó. ”Jugué Mythomagic. Nunca vi a esa tarjeta”.
"Fue en el deck de expansión Extreme Africanus “
'Oh'.
Su anfitrión se aclaró la garganta. ” ¿Ya terminaron ustedes dos, como se dice, de ser geeks?
-De acuerdo, lo siento-murmuró Nico. De todos modos los katoblepas tienen aliento venenoso
y una mirada venenosa. Yo pensaba que sólo vivían en África.
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El hombre se encogió de hombros. ”Esa es su tierra natal. Fueron importados accidentalmente
a Venecia hace cientos de años. ¿Han oído hablar de San Marcos?
Frank quería gritar de frustración. No vio cómo todo esto era relevante, pero, si su anfitrión
podía curar Hazel, Frank decidió que tal vez sería mejor no hacerlo enojar. ’ ¿Santos? No
forman parte de la mitología griega.
El hombre se rio. -No, pero San Marcos es el santo patrón de esta ciudad. Murió en Egipto, oh,
hace mucho tiempo. Cuando los venecianos se convirtieron en una poderosa ciudad… bueno,
las reliquias de los santos son una gran atracción turística en la Edad Media. Los venecianos
decidieron robar los restos de San Marcos y traerlos a su gran iglesia de San Marco. Ellos
trajeron de contrabando su cuerpo en un barril con piezas de carne de cerdo”
-Eso es… asqueroso “, dijo Frank.
-Sí-asintió el hombre con una sonrisa. ”El punto es que no puedes hacer algo como eso y no
tener consecuencias. Los venecianos de manera no intencional trajeron algo más de Egipto –
los katoblepas . Ellos vinieron aquí a bordo de ese barco y han se han estado criando como
ratas desde entonces. Aman las raíces venenosas mágicas que crecen aquí - plantas
pantanosas y malolientes que se arrastran para arriba de los canales.
¡Hace que su respiración sea aún más venenosa! Por lo general, los monstruos ignoran los
mortales, pero con los semidioses… especialmente semidioses que se interponen en su camino
-’
"Lo sé, lo sé ", espetó Frank. ¿Puedes curarla?
El hombre se encogió de hombros. -Es posible.
‘¿Posiblemente? ’ Frank tuvo que usar toda su fuerza de voluntad para no estrangular al
hombre.
Él puso su mano debajo de la nariz de Hazel. No podía sentir su aliento. ’Nico, por favor dígame
que está haciendo el trance de muerte, como lo hiciste en el jarrón de bronce.
Nico hizo una mueca. ’No sé si Hazel puede hacer eso. Su padre es técnicamente Plutón, no
Hades, por lo que- ‘
"¡Hades!" -exclamó su anfitrión. Él retrocedió, mirando a Nico con disgusto. "Así que eso es lo
que huelo.
¿Niños del inframundo? ¡Si hubiera sabido que eso eran, yo nunca los hubiera dejado entrar! “
Frank se levantó. ”Hazel es una buena persona. ¡Me prometiste que podías ayudarla!
"Yo no prometí nada”.
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Nico sacó su espada. ”Ella es mi hermana,” gruñó. ”No sé quién eres, pero si puedes curar lo
que ella tiene, o ayúdame por el río Estigio - ‘
'Oh, bla, bla, bla! El hombre hizo un gesto con la mano. De repente, donde Nico di Angelo
había estado de pie estaba una planta en maceta de unos cinco pies de altura, con caída hojas
verdes, mechones de seda y media docena madura de mazorcas amarillas.
'No,' el hombre resopló, moviendo el dedo hacia la planta de maíz. 'Los niños del Hades no me
pueden ordenar. Ustedes deben hablar menos y escuchar más. Ahora por lo menos tú
tienes oídos.
Frank tropezó con la cama. ”Lo que hizo - ¿por qué -?
El hombre levantó una ceja. Frank hizo un ruido chirriante que no era muy valiente. Había
estado tan centrado en Hazel, se había olvidado de lo que Leo les había dicho acerca del
hombre que estaban buscando. –Eres un dios “, recordó.
‘Triptólemo. El hombre hizo una reverencia. -Mis amigos me llaman Trip, así que no me llames
así. Y si tú eres otro hijo de Hades -’
'Marte' Frank dijo rápidamente. '¡Hijo de Marte!
Triptólemo olfateó. ”Bueno… no es mucho mejor. Pero quizás te mereces ser algo mejor que
una planta de maíz. ¿Sorgo? El sorgo es muy agradable. “
"¡Espera!" Frank dijo. "Estamos aquí en una misión amistosa. Hemos traído un regalo. Muy
lentamente, metió la mano en su mochila y sacó el libro encuadernado en cuero. ’¿Esto es
tuyo?
"¡Mi almanaque! Triptólemo sonrió y cogió el libro. Él hojeó las páginas y comenzó a saltar
sobre las puntas de sus pies. ’¡Oh, esto es fabuloso! ¿Dónde lo encontraste?
"Um, de Bolonia. Había estos - ‘Frank recordó que no debía hablar de los enanos - ‘terribles
monstruos. Arriesgamos nuestras vidas, pero supe que era importante para ti. Así que podrías
tal vez, ya sabes, poner a Nico de vuelta a la normalidad y curar a Hazel.
"¿Hmm? Trip levantó la vista del libro. Él había estado felizmente recitando para sí mismo –
algo acerca de los horarios de plantación de nabos. Frank quería que Ella la arpía estuviera
aquí. Ella se llevaría muy bien con este tipo.
'Oh, ¿curarlos? Triptólemo chasqueó con desaprobación. ”Estoy agradecido por el libro, por
supuesto. Puedo definitivamente dejar que te vayas libre, hijo de Marte. Pero tengo un
problema de hace mucho tiempo con Hades. ¡Después de todo, le debo mis poderes divinos a
Demeter! ‘
Frank se devanaba los sesos, pero era difícil con las voces gritando en la cabeza y con el
veneno de los katoblepas poniéndolo mareado.
93
"Uh, Demeter, dijo," la diosa de las plantas. A ella - ella no le gustaba Hades porque… "De
repente recordó una vieja historia que había oído en el Campamento Júpiter. "Su hija
Prosepina- ‘
'Perséfone-corrigió Trip. ”Prefiero el griego, si no te importa.”
¡Mátalo! Marte gritó.
¡Me encanta este tipo! Ares gritó. ¡Mátalo de todos modos!
Frank decidió no ofenderse. Él no queria que lo convirtieran en una planta de sorgo. ’Muy
bien. Hades secuestro a Perséfone.
-¡Exactamente! Dijo Trip.
"Así que… ¿Perséfone era una amiga tuya?
Trip resopló. ”Yo era sólo un príncipe mortal en aquel entonces. Perséfone no me habría
tomado en cuenta. Pero cuando su madre, Deméter, fue en busca de ella, recorriendo toda la
tierra, y no mucha gente le ayudaba. Hécate había iluminado su camino por la noche con sus
antorchas. Y… bueno, cuando Demeter llego a mi parte de Grecia, le di un lugar para
quedarse. La cuide, le di de comer, y ofrecí mi ayuda. No sabía que ella era una diosa en el
momento, pero mi buena acción fue pagada. Más tarde, Demeter me recompensó
haciéndome el dios de la agricultura’
"Wow", dijo Frank. ’Agricultura. Enhorabuena.
-¡Ya lo sé! Bastante impresionante, ¿verdad? De todos modos, Demeter nunca se llevó bien
con Hades. Así que, naturalmente, tengo que estar del lado de mi diosa. Los hijos de Hades ¡olvídalo! De hecho, uno de ellos – el rey de
Escitia llamado Linco, cuando traté de enseñar a sus compatriotas acerca de la agricultura,
mató a mi pitón derecha
"¿Tu… pitón derecha?
Trip camino hacia su carro alado y saltó. Él tiró de una palanca, y las alas comenzaron a
aletear. La pitón manchada en la rueda izquierda abrió los ojos. Empezó a retorcerse,
enrollándose alrededor del eje como un resorte. El carro zumbó en marcha, pero la rueda
derecha se quedó en su lugar, por lo Triptólemo la hizo girar en círculos, el carro batiendo sus
alas y saltando arriba y abajo como un defectuoso carrusel.
"¿Lo ves?” dijo mientras se giraba. ” ¡No es bueno! Desde que perdí mi pitón derecha, no he
sido capaz de difundir la palabra acerca de la agricultura - al menos no en persona. Ahora
tengo que recurrir a la impartición de cursos en línea.
'¿Qué?' Tan pronto como lo dijo, Frank lamentaba lo dicho.
94
Trip saltó del carro, mientras todavía daba vueltas. La pitón se desaceleró hasta frenar y volvió
a ronquido. Trip corrió a las computadoras. Tocó los teclados y las pantallas se encendieron,
mostrar una página web en granate y oro, con una imagen de un granjero feliz en una toga y el
sombrero de un granjero, de pie con su guadaña de bronce en un campo de trigo.
“¡La Universidad de Agricultura de Triptólemo!” anunció con orgullo. ”En sólo seis semanas,
usted puede conseguir su licenciatura en la emocionante y vibrante carrera del futuro - la
agricultura.
Frank sintió una gota de sudor por su mejilla. Él no se preocupaba por este loco dios o por su
carro movido por serpientes o de su programa de estudio en línea. Pero Hazel estaba
volviendose más verde por el momento. Nico era una planta de maíz. Y él estaba solo.
-Mira-dijo. ”Nosotros teníamos que traer el almanaque. Y mis amigos son muy agradables. No
son como esos otros hijos de Hades que has conocido. Así que si hay alguna manera - ‘
'Oh!' Trip chasqueó los dedos. -Ya veo a dónde vas’
"Uh … ¿lo sabes? ‘
"¡Por supuesto! Si curo tu amiga Hazel y vuelvo a la normalidad a Nicholas - ‘
'Nico'.
’- Si lo vuelvo a la normalidad… “
Frank vaciló. ¿Sí?
-¡Entonces, a cambio, te quedas conmigo y te dedicas a la agricultura! ¡Un niño de Marte como
mi aprendiz, es perfecto!
El tipo de portavoz que serás; podemos convertir las espadas en rejas de arado y pasárnoslas
muy bien”
-En realidad…-Frank trató desesperadamente de llegar a un plan. Ares y Marte gritaban en su
cabeza,
¡Espadas! ¡Armas de fuego! ¡Ka-boom masivo!
Si declinaba la oferta de Trip, Frank pensó que estaría mal ofenderlo y terminar como el sorgo
y el trigo o algún otro cultivo comercial.
Si era la única manera de salvar a Hazel, entonces, claro, podía aceptar las exigencias de Trip y
convertirse en un agricultor. Pero eso no podía ser la única manera.
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Frank se negó a creer que había sido elegido por las Parcas para ir en esta búsqueda sólo para
poder tomar cursos en línea en el cultivo del nabo.
Los ojos de Frank se posaron en el carro roto. ”Tengo una mejor oferta”, le espetó. ”Yo puedo
arreglar eso.”
La sonrisa de Trip desapareció ¿Arreglar mi carro?
Frank quería patearse a sí mismo. ¿En qué estaba pensando? No era Leo. Ni siquiera podía
vencer a un par de esposas chinas. Apenas podía cambiar las baterías en un control remoto de
TV. ¡No podía arreglar un carro mágico!
Pero algo le decía que era su única oportunidad. Ese carro era lo único Triptólemo podría
realmente querer.
-Voy a encontrar una manera de arreglar el carro dijo. ”A cambio, usted arregla a Nico y
Hazel. Vayamos en paz.
Y - y nos dará toda la ayuda que pueda para derrotar a las fuerzas de Gea ‘.
Triptólemo rió. ” ¿Qué te hace pensar que puedo ayudar con eso?
'Hécate nos dijo eso-dijo Frank. ”Ella nos ha enviado aquí. Ella - ella dijo que Hazel es uno de
sus favoritas.
El color desapareció del rostro de Trip. ¿Hécate?
Frank esperaba que no estuviera exagerando las cosas. No necesitaba a Hécate enojada con él
también. Pero, si Triptólemo y Hécate eran amigos de Demeter, tal vez eso convencería de Trip
para ayudar.
'La diosa nos guió a tu almanaque en Boloña” dijo Frank. ”Ella quería que te lo devolviéramos
porque… bueno, ella debe haber sabido que tenía un poco de conocimiento que nos ayude a
conseguir a través de la Casa de Hades en Epiro.
Trip asintió lentamente. -Sí. Ya veo. Yo sé por qué Hécate te envió a mí. Muy bien, hijo de
Marte. Ve a buscar una manera de arreglar mi carro. Si tienes éxito, voy a hacer todo lo que
pides. Si no -’
-Ya lo sé-gruñó Frank. ”Mis amigos mueren.”
-Sí-dijo alegremente Trip. ¡Y tú serás una planta de sorgo hermosa!
96
xx
frank
FRANK tropezó al salir de la casa negra.
La puerta se cerró detrás de él, y se desplomó contra la pared, abrumado por la
culpa. Afortunadamente los katoblepas habían huido, o él podría haberse sentado allí y dejar
que lo pisoteen. No se merecía nada mejor. Había dejado a Hazel adentro, muriendo e
indefensa, a merced de un dios loco agricultor.
¡Mata a los agricultores! Ares gritó en su cabeza.
¡Vuelve a la legión y lucha contra los griegos! Marte dijo. ¿Qué estamos haciendo aquí?
¡Matar a los agricultores! Ares gritó de nuevo.
"¡Cállense!" Frank gritó en voz alta. ” ¡Ustedes dos!
Un par de señoras mayores con bolsas de la compra caminaron frente a él. Dieron a Frank una
extraña mirada, murmuraron algo en italiano y continuaron su camino.
Frank miró miserablemente la espada de caballería de Hazel, que yacía a sus pies junto a su
mochila. Podía correr y volver al Argo II y traer a Leo. Quizá Leo podía arreglar el carro.
Pero Frank de alguna manera sabía que no era un problema para Leo. Era tarea de Frank. Tenía
que demostrarse a sí mismo. Además, el carro no se rompió exactamente. No había ningún
problema mecánico. Faltaba una serpiente.
Frank podría transformarse en una serpiente pitón. Cuando se había despertado esa mañana
como una serpiente gigante, tal vez había sido una señal de los dioses. No quería pasar el resto
de su vida girando la rueda del carro del granjero, pero si eso significa salvar Hazel…
No. No tenía que haber otra manera.
Serpientes, pensó Frank. Marte.
¿Su padre tiene alguna conexión con las serpientes? El animal sagrado de Marte era el jabalí,
no las serpientes. Sin embargo, Frank estaba seguro de haber oído algo una vez…
No podía pensar en otra persona a quien preguntar. A regañadientes, abrió su mente a las
voces del dios de la guerra.
Necesito una serpiente, les dijo. ¿Cómo?
97
Ha, ha! Ares gritó. ¡Sí, la serpiente!
Al igual que el vil Cadmo, Dijo Marte. Lo castigamos por matar a nuestro dragón!
Los dos empezaron a gritar, hasta que Frank pensó que su cerebro se iba a partir por la mitad.
"¡Está bien! ¡Paren! ‘
Las voces callaron.
'Cadmo-murmuró Frank. ’Cadmo…’
La historia volvió a él. El semidiós Cadmo había matado a un dragón que pasó a ser un hijo de
Ares. Cómo Ares había terminado con un dragón por un hijo, Frank no quería saber, pero como
castigo por la muerte del dragón de Ares, el dios volvió a Cadmo una serpiente.
'Así que ustedes pueden dar trasformar a sus enemigos en serpientes “, dijo Frank. –“Eso es lo
que necesito. Tengo que encontrar un enemigo. Entonces necesito que lo conviertan en una
serpiente “.
¿Crees que iba a hacer eso para ti? Ares rugió. ¡Aún no has probado tu valor!
Sólo el héroe más grande puede pedir eso como un favor, dijo Marte. ¡Un héroe como
Rómulo!
Demasiado romano - Ares gritó. Diomedes
¡Nunca! Marte gritó. Ese cobarde no se acerca a Hércules
Horacio, entonces, Ares sugiere.
Marte se quedó en silencio. Frank sintió un acuerdo a regañadientes.
"Horacio", dijo Frank. -Muy bien. Si eso es lo que se necesita, voy a demostrar que soy tan
bueno como Horacio. Uh … ¿Qué ha hecho?
Imágenes inundaron la mente de Frank. Vio a un guerrero de pie en solitario en un puente de
piedra, frente a un ejército entero que se congregaba en el lado más alejado del río Tiber.
Frank recordó la leyenda. Horacio, el general romano, había luchado él solo contra una horda
de invasores, sacrificándose en el puente para mantener a los bárbaros de cruzar el río
Tíber. Al dar a sus compañeros Romanos tiempo para terminar sus defensas, había salvado la
República.
Venecia está invadida, dijo Marte, como Roma iba a ser. ¡Limpiala!
¡Destruye a todos! dijo Ares. ¡Mátalos con la espada!
Frank empujó las voces al fondo de su mente. Se miró las manos y se sorprendió de que no
estaban temblando.
98
Por primera vez en varios días, sus pensamientos eran claros. Sabía exactamente lo que tenía
que hacer. No lo hizo saber cómo iba a lograrlo. Las probabilidades de morir eran enormes,
pero tenía que intentarlo. La vida de Hazel dependía de él.
Él ató la espada de Hazel a su cinturón, transformó su mochila en un carcaj y arco, y corrió
hacia la plaza, donde había luchado con los monstruos vaca.
El plan tenía tres fases: peligroso, muy peligroso y terriblemente peligroso.
Frank se detuvo en el viejo pozo de piedra. No había katoblepas a la vista. Sacó la espada de
Hazel y la utilizó como palanca en algunos adoquines, desenterrando una gran maraña de
raíces puntiagudas. Los tentáculos se desplegaron, escupiendo sus vapores verdes apestosos
cuando se deslizaron hacia los pies de Frank.
En la distancia, un katobleps lanzo un gemido que llenó el aire. Otros se unieron desde todas
direcciones. Frank no estaba seguro de cómo los monstruos podrían saber que estaba
cosechando su comida favorita - quizás sólo tenía un excelente sentido del olfato.
Tenía que actuar con rapidez ahora. Él cortó un largo racimo de la planta y los ata a través de
uno de los agujeros del cinturón, tratando de ignorar el ardor y picazón en sus manos. Pronto
tuvo un brillante y apestoso lazo de hierbas venenosas. ¡Increible!
Los primeros katoblepas corrieron pesadamente en la plaza, gritando con rabia. Los ojos
verdes brillaban bajo sus crines. Sus largos hocicos soplaron nubes de gas, al igual que
máquinas de vapor peludos.
Frank colocó una flecha. Tenía una momentánea punzada de culpabilidad. Estos no eran los
peores monstruos que había conocido. Eran básicamente animales de pastoreo que pasaron a
ser tóxicos.
Hazel se está muriendo a causa de ellos, se recordó.
Él dejó volar la flecha. Los más cercanos katoblepas colapsaron, desmoronándose en polvo. Él
disparo una segunda flecha, pero el resto de la manada estaba casi encima de él. Más estaban
entrando en la plaza por la dirección opuesta.
Frank se transformó en un león. Rugió desafiante y saltó hacia el arco, directamente sobre las
cabezas de la segunda manada. Los dos grupos de katoblepas se estrellaron un contra otro,
pero rápidamente se recuperaron y corrieron tras él.
Frank no había estado seguro si las raíces seguirían oliendo cuando cambiara de forma. Por lo
general, la ropa y sus posesiones se fundían en su forma animal, pero al parecer aún olía como
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una deliciosa cena venenosa. Cada vez que pasó junto a katoblepas, rugía con indignación y se
unía a la Marcha de la muerte de Frank.
Se dio la vuelta a una calle más grande y empujó a las multitudes de turistas. Lo que los
mortales veían, él no tenía ni idea - ¿un gato perseguido por una jauría de perros? La gente
maldijo a Frank en unos doce diferentes idiomas. Conos de Gelato salieron volando. Una
mujer derramo un montón de máscaras de carnaval. Un señor cayó en el canal.
Cuando Frank miró hacia atrás, tenía por lo menos dos docenas de monstruos en la cola, pero
que necesitaba más. Él necesitaba a todos los monstruos en Venecia, y que tenía que
mantener a los que están detrás de él enfurecidos.
Encontró un lugar vacío entre la multitud y se convirtió en un ser humano. Sacó la spatha de
Hazel- nunca su arma preferida, pero era lo suficientemente grande y lo suficientemente
fuerte que la espada de caballería pesada no lo molesto. De hecho, estaba contento por el
alcance adicional. Balanceo la hoja de oro, destruyendo al primer katobleps y dejando que los
demás se amontonen en frente de él.
Trató de evitar sus ojos, pero podía sentir su mirada ardiendo en él. Pensó que si todos estos
monstruos respiraban en él a la vez su nube nociva combinada sería suficiente para derretirlo
en un charco. Los monstruos avanzaron y se estrellaban unos contra los otros.
Frank gritó: ‘¿Quieres mis raíces venenosas? ¡Vengan por ellas! “
Él se convirtió en un delfín y saltó al canal. Esperaba que los katoblepas no supieran
nadar. Como mínimo, parecían reacios a seguirle, y él no podía culparlos. El canal era
asqueroso – olía horrible, salado y tan caliente como sopa - pero Frank nado a través de él,
esquivando góndolas y lanchas rápidas, deteniéndose ocasionalmente para lanzar insultos de
delfines a los monstruos que lo siguieron en las aceras. Cuando llegó al muelle de la góndola
más cercana, Frank se convirtió en un ser humano de nuevo, apuñalo unos
cuantos katoblepas para mantenerlos enojado y echó a correr.
Así fue.
Después de un rato, Frank cayó en una especie de aturdimiento. Atrajo a más monstruos,
dispersando a las multitudes de turistas y llevando a su rebaño masivo de katoblepas por las
sinuosas calles de la ciudad vieja.
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Cada vez que necesitaba un escape rápido, se zambullía en un canal como un delfín o se
convertía en un águila y volaba por encima, pero él nunca demasiado lejos de sus
perseguidores.
Cada vez que sentía como los monstruos podrían estar perdiendo interés, se detenía en una
azotea y sacaba su arco, disparandi a algunos de los katoblepas en el centro de la
manada. Sacudia su lazo de la planta venenosa e insultaba el mal aliento de los monstruos,
haciéndolos enfurecer. Luego continuaba la carrera.
Cambiaba de dirección a cada momento, perdiendo su camino. Una vez se dio la vuelta a una
esquina y se topó con la parte final de su rebaño de monstruos. Tendría que haber estado
agotado, pero de alguna manera encontró la fuerza para seguir adelante –lo que era
bueno. La parte más difícil estaba aún por llegar.
Vio a un par de puentes, pero no se veían bien. Uno era elevado y completamente cubierto, de
ninguna manera podía llevar a los monstruos para atraparlos en él. Otro estaba demasiado
lleno de los turistas. Incluso si los monstruos ignoran los mortales, que el gas nocivo no podía
ser bueno para nadie. Cuanto más grande era la manada de monstruos, más mortales eran
empujados, cayéndose al canal o siendo pisoteados.
Finalmente Frank vio algo que iba a funcionar. Un poco más adelante, más allá de una gran
plaza, un puente de madera atravesando uno de los canales más anchos. El puente en sí era un
arco de madera, como una vieja montaña rusa, a unos cincuenta metros de largo.
Desde arriba, en forma de águila, Frank no vio a ningún monstruo en el otro
lado. Cada katoblepas en Venecia parecía haberse unido a la manada y se empujaba por las
calles detrás de él mientras los turistas gritaban y se dispersaban, tal vez pensando que
estaban atrapados en medio de una estampida de perros callejeros.
El puente estaba vacío de tráfico de turistas. Era perfecto.
Frank cayó como una piedra y regreso a su forma humana. Corrió a la mitad del puente – un
cuello de botella natural - y lanzó su cebo de raíces venenosas en el piso detrás de él.
A medida que el frente de la manada de katoblepas llegó a la base del puente, Frank sacó
la spatha de Hazel.
'¡Vamos!' -gritó. ” ¿Quieren saber si Frank Zhang vale la pena? ¡Vamos! '
Se dio cuenta de que no sólo les estaba gritando a los monstruos. Estaba liberando semanas de
miedo, rabia y resentimiento. Las voces de Marte y Ares gritaron junto con él.
Los monstruos cargaron hacia él. La visión de Frank se volvió roja.
Más tarde, no podía recordar los detalles claramente. Él cortó a los monstruos hasta que tenía
polvo amarillo hasta los tobillos. Cada vez que se sintió abrumado y las nubes de gas
comenzaban a ahogarlo, cambió de forma - se convirtió en un elefante, un dragón, un león - y
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cada transformación parecía que despejaba sus pulmones, dándole un nuevo estallido de
energía.
Su cambio de forma se convirtió en algo tan fluido, que podía iniciar un ataque en forma
humana con su espada y acabarlo, como un león, rastrillando sus garras a través del hocico de
un katobleps.
Los monstruos patearon con sus pezuñas. Ellos escupieron gas nocivo y miraron fijamente a
Frank con sus ojos venenosos. Debería haber muerto. Tendría que haber sido pisoteado. Pero
de alguna manera se quedó en pie, ileso, y desató un huracán de violencia.
No sentía ningún tipo de placer en esto, pero no dudó tampoco. Apuñaló a un monstruo y
decapito a otro. Se convirtió en un dragón y corto a un katobleps a la mitad, y luego se
transformó en un elefante, pisoteado tres a la vez bajo sus pies.
Su visión todavía estaba teñida de rojo, y se dio cuenta de que sus ojos no estaban
engañándolo. De hecho, brillaba - rodeado de un aura de color rosa.
No entendía por qué, pero siguió luchando hasta que sólo había un monstruo vivo.
Frank se enfrentó con la espada desenvainada. Estaba sin aliento, sudoroso y recubierto de
polvo de monstruo, pero estaba ileso.
El katobleps gruñó. No debió de ser el monstruo más inteligente. A pesar del hecho de que
varios cientos de sus hermanos, acababan de morir, no dio marcha atrás.
'Marte' Gritó Frank. ”Yo me he demostrado a mí mismo. ¡Ahora necesito una serpiente!
Frank dudó alguna vez alguien había gritado esas palabras antes. Era una especie de petición
extraña. No recibió respuesta de los cielos. Por una vez, las voces en su cabeza estaban en
silencio.
El katobleps perdió la paciencia. Se lanzó hacia Frank y no le dejó otra opción. Lo corto hacia
arriba.
Tan pronto como su espada golpeó al monstruo, el katobleps desapareció en un destello de luz
de color rojo sangre. Cuándo la visión de Frank se aclaró, una pitón moteada birmana
marrón estaba enroscada a sus pies.
-Bien hecho-dijo una voz familiar.
De pie a unos metros de distancia estaba su padre, Marte, que lleva una boina roja y uniforme
de oliva con las insignias de las fuerzas especiales italianas, un rifle de asalto al hombro. Su
rostro era duro y angular, sus ojos cubiertos con gafas de sol oscuras.
'Padre,' consiguió decir Frank.
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No podía creer lo que acababa de hacer. El terror comenzó a ponerse al día con él. Se sentía
con ganas de llorar, pero supuso que no sería una buena idea frente a Marte.
"Es natural sentir miedo. ‘ La voz del dios de la guerra era sorprendentemente cálida, lleno de
orgullo. "Todos los grandes guerreros tienen miedo. Sólo los estúpidos y delirantes no. Pero tú
enfrentaste al miedo, hijo mío. Hiciste lo que tenías que hacer, como Horacio. Este fue tu
puente, y lo defendiste.
'Yo-' Frank no estaba seguro de qué decir. -Yo… yo sólo necesitaba una serpiente.
Una pequeña sonrisa se hizo en la boca de Marte. -Sí. Y ahora la tienes. Tu valentía ha unido a
mis formas, griega y romana, aunque sólo sea por un momento. Vamos. Salva tus amigos. Pero
escúchame, Frank. Tu mayor prueba aún está por venir. Cuando se enfrenten a los ejércitos de
Gea en Epiro, tu liderazgo - ‘
De repente, el dios se dobló, agarrándose la cabeza. Su forma parpadeó. Su uniforme se
convirtió en una toga, a continuación, la chaqueta y los pantalones vaqueros de un
motorista. Su rifle se transformó en una espada y un lanzacohetes.
'Agonía' Marte bramó. ¡Vamos! ¡Date prisa!
Frank no hizo preguntas. A pesar de su agotamiento, se convirtió en un águila gigante, cogió a
la pitón en sus garras masivas y se lanzó al aire.
Cuando miró hacia atrás, una nube de hongo en miniatura surgió de la mitad del puente,
escupiendo anillos de fuego, y un par de voces - Marte y Ares - gritando, “¡Noooo!”
Frank no estaba seguro de lo que había pasado, pero no tenía tiempo para pensar en ello. Voló
sobre la ciudad - ahora completamente vacía de monstruos - y se dirigió a la casa de
Triptólemo.
“¡Encontraste una! ‘el dios agricultor exclamó.
Frank no le hizo caso. Irrumpió en La Casa Nera, arrastrando al pitón por su cola como una
extraña bolsa de Santa Claus, y la dejó caer al lado de la cama.
Se arrodilló junto a Hazel.
Ella todavía estaba viva - verde y temblando, casi sin respirar, pero viva. En cuanto a Nico, él
seguía siendo una planta de maíz.
"Cúralos", dijo Frank. ’Ahora’.
Triptólemo cruzó de brazos. ” ¿Cómo sé que la serpiente va a funcionar?
103
Frank apretó los dientes. Desde la explosión en el puente, las voces del dios de la guerra
habían quedado en silencio en su cabeza, pero él todavía se sentía con la ira combinada
atrapada en su interior. Se sentía físicamente diferente, también.
¿Triptólemo se había vuelto más bajo?
'La serpiente es un regalo de Marte, “gruñó Frank.” Va a funcionar.”
Como si fuera una señal, la pitón birmana se deslizó hacia el carro y se enroscó en torno a la
rueda derecha. La otra serpiente despertó. Las dos serpientes se miraron mutuamente,
tocándose la nariz, y luego giraron sus ruedas al unísono. El carruaje avanzó poco a poco,
batiendo sus alas.
"¿Lo ves? ‘ Dijo Frank. ’Ahora, ¡cura mis amigos! "
Triptólemo se tocó la barbilla. -Bueno, gracias por la serpiente, pero no estoy seguro de que
me gusta tu tono, semidiós. Quizás te convierto en - ‘
Frank era más rápido. Se lanzó hacia Trip y lo estrelló contra la pared, sus dedos se cerraron
alrededor de la garganta del dios.
-Piensa en tus próximas palabras, ‘advirtió Frank, calmado. ’O, en lugar de convertir mi espada
en un arado, voy a meterla en su cabeza. “
Triptólemo tragó saliva. ”Sabes… creo que voy a sanar tus amigos.
"Júralo por el río Estigio”.
"Lo juro por el río Estigio”.
Frank lo liberó. Triptólemo se tocó la garganta, como para asegurarse de que seguía allí. Dio a
Frank una sonrisa nerviosa, paso alrededor de él y se escabulló a la habitación principal. ”! Sólo
- sólo voy a recoger hierbas! ‘
Frank vio como el dios recogió hojas y raíces los aplastó en un mortero. Hizo una bola del
tamaño de una píldora de pegote verde y corrió al lado de Hazel. Él puso la bola de mugre bajo
la lengua de Hazel.
Al instante, ella se estremeció y se sentó, tosiendo. Sus ojos se abrieron. El color verdoso de su
piel desapareció.
Miró a su alrededor, desconcertada, hasta que vio a Frank. ” ¿Qué -? ‘
Frank la atrapo en un abrazo. -Vas a estar bien “, dijo con fiereza.” Todo está bien.”
-Pero…-Hazel agarró sus hombros y lo miró con asombro. ”Frank, ¿qué te pasó?
'¿A mí? Se puso de pie, de pronto consciente de sí mismo. ”Yo no…”
104
Miró hacia abajo y se dio cuenta de lo que quería decir. Triptólemo no se había hecho más
corto. Frank era más alto. Su estómago se había reducido. Su pecho parecía más voluminoso.
Frank había tenido brotes de crecimiento antes. Una vez que se había despertado dos
centímetros más alto que cuando se había ido a dormir. Pero esto era una locura. Era como si
algo del dragón y el león se hubieran quedado con él cuando que había vuelto de nuevo a ser
humano.
"Uh … yo no … Tal vez pueda arreglarlo."
Hazel se rió con deleite. ’¿Por qué? ¡Te ves increíble! “
"Yo - ¿De verdad?"
-Quiero decir que eras guapo antes. Pero ahora te ves más maduro y más alto, y tan elegante Triptólemo exhaló un suspiro dramático. -Sí, obviamente, una especie de bendición de Marte.
Enhorabuena, blah, blah, blah. Ahora bien, si hemos terminado aquí… “
Frank miró. ”No hemos terminado. Sana a Nico.
El dios de las granjas rodó los ojos. Señaló a la planta de maíz, y ¡BAM! Nico di Angelo apareció
en una explosión de granos de maíz.
Nico miró a su alrededor con pánico. ’Yo - tuve la pesadilla más extraña sobre las
palomitas. Frunció el ceño ante Frank. ’¿Por qué estás más alto?
"Todo está bien", prometió Frank. ’Triptólemo estaba a punto de decirnos cómo sobrevivir a la
Casa de Hades. ¿Verdad, Trip?
El dios levantó los ojos hacia el techo, como, ¿Por qué yo, Demeter?
-Muy bien-dijo Trip. ”Al llegar a Epiro, se le ofrecerá un cáliz para beber.”
"¿Presentado por quién? Preguntó Nico.
-No importa-le espetó viaje. ”Sólo sé que está lleno de veneno mortal.”
Hazel se estremeció. ”¿Estás diciendo que no debemos beberlo?.
'¡No!' Dijo Trip. ”Ustedes tienen que beber, o que nunca serán capaces de pasar través del
templo. El veneno te conecta con el mundo de los muertos, les permite pasar a los niveles más
bajos. El secreto para sobrevivir es - ‘sus ojos brillaron - cebada ’
Frank lo miró fijamente. “Cebada”.
"En la sala, tomen un poco de mi cebada especial. Que sea en pequeños pasteles. Coman estos
antes de entrar en la casa de Hades. La cebada absorberá lo peor del veneno, por lo
que los afectará, pero no los matara “.
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"¿Eso es todo?" Nico exigió. ’ ¿Hécate nos envió a través de Italia, para que nos recomendaras
comer cebada?
"Buena suerte!" Triptólemo cruzó corriendo la habitación y subió a su carro. ’Y, Frank Zhang,
deja que te perdone. Tienes agallas. Si alguna vez cambias de opinión, mi oferta está
abierta. Me encantaría verte obtener un título en la agricultura!
-Sí-murmuró Frank. -Gracias.
El dios movió una palanca en su carro. Las ruedas de serpientes comenzaron a girar. Las alas se
agitaban. En la parte posterior de la habitación, la puerta del garaje se abrió.
'Oh, ¡estar en movimiento otra vez!' Gritó Trip. ”Así que hay muchas tierras ignorantes que
necesitan de mi conocimiento. ¡Les enseñaré las glorias de labranza, riego, fertilización! El
carro se levantó y se fue de la casa,
Triptólemo grito al cielo, ” ¡Lejos!, ¡mis serpientes! ¡Lejos! “
-Eso-dijo Hazel, “fue muy extraño.”
"Las glorias de la fertilización”. Nico sacudió un poco del maíz de su hombro. ¿Podemos salir
de aquí ahora?
Hazel puso su mano sobre el hombro de Frank. ”¿Estás bien?, ¿en serio? Te sacrificaste por
nuestras vidas. ¿Qué te obligo Triptólemo a hacer? ‘
Frank trató de no quebrarse. Se reprendió a sí mismo por sentirme tan débil. Podría enfrentar
a un ejército de monstruos, pero tan pronto como Hazel le mostró bondad quería romper a
llorar. ’Aquellos monstruos vaca… los katoblepas que te envenenaron… Tuve que destruirlos. ‘
"Eso fue muy valiente", dijo Nico. "Debe haber sido, que, seis o siete en esa manada.
'No.' Frank se aclaró la garganta. ”Todos ellos. Maté a todos los que había en la ciudad. “
Nico y Hazel se miraron en silencio atónitos. Frank tenía miedo de que ellos dudaran, o
comenzaran a reírse de él. ¿Cuántos monstruos que había matado en ese puente doscientos? ¿Trescientos?
Pero vio en sus ojos que le creyeron. Eran hijos del Inframundo. Tal vez podían sentir la muerte
y la carnicería que había desatado.
Hazel le besó la mejilla. Ella tuvo que ponerse de puntillas para hacerlo ahora. Tenía los ojos
muy tristes, como si se dio cuenta de que algo había cambiado en Frank - algo mucho más
importante que el estirón físico.
106
Frank también lo sabía. Él nunca sería el mismo. Él no estaba seguro de si eso era algo bueno.
-Bueno-dijo Nico, rompiendo la tensión, “¿alguien sabe cómo se ve la cebada?
107
xxi
annabeth
Annabeth decidió que los monstruos no la matarían. Tampoco lo haría la atmósfera venenosa,
ni el paisaje traicionero con sus fosos, acantilados y rocas escarpadas.
No. Lo más probable es que iba a morir de una sobrecarga de rarezas que haría que su cerebro
explotara.
En primer lugar, ella y Percy había bebido fuego para mantenerse con vida. A continuación,
fueron atacados por una pandilla de vampiros, dirigidos por una animadora que Annabeth
había matado hace dos años. Finalmente, fueron rescatados por un Titan conserje llamado Bob
que tenía el pelo del estilo de Einstein, ojos plateados y habilidades asesinas con una escoba.
Claro. ¿Por qué no?
Siguieron a Bob a través del desierto, siguiendo el trazado de la Flegetonte cuando se
acercaron el frente de la tormenta de oscuridad. De vez en cuando se detenían a beber fuego
líquido, que los mantenía con vida, pero no era algo que a Annabeth la hiciera feliz. Su
garganta se sentía como si estuviera constantemente haciendo gárgaras con ácido de batería.
Su único consuelo era Percy. De vez en cuando echaba una mirada y le sonreía, o apretaba su
mano.
Tenía que estar tan asustado y triste como ella, y ella lo amaba por tratar de hacerla sentirse
mejor.
"Bob sabe lo que está haciendo", prometió Percy.
-Tienes amigos interesantes-murmuró Annabeth.
“¡Bob es interesante!” El Titán se volvió y sonrió. - ¡Sí, gracias! “
El titán tenía buen oído. Annabeth tenía que recordar eso.
'Por lo tanto, Bob… “Trató de sonar casual y amigable, lo que no era fácil con la garganta
quemada por fuego líquido. “Cómo llegaste al Tártaro?
"Salté”-dijo, como si fuera obvio.
“¿Saltaste al Tártaro-dijo-, porque Percy dijo tu nombre?’
'Él me necesitaba. Esos ojos plateados brillaban en la oscuridad. ”Está bien. Estaba cansado de
barrer el palacio. ¡Vamos! Estamos casi en una parada de descanso’.
108
Hay una parada de descanso.
Annabeth no podía imaginar lo que significaban esas palabras en el Tártaro. Recordó todas las
veces que, con Luke y Thalia se habían detenido en las paradas de descanso de la autopista
cuando eran semidioses sin hogar, tratando de sobrevivir.
Dondequiera que Bob los estaba llevando, esperaba que tuviera unos baños limpios y una
máquina de bocadillos. Reprimió la risa. Sí, definitivamente estaba perdiendo la razón.
Annabeth cojeaba, tratando de ignorar el ruido en su estómago. Se quedó mirando la espalda
de Bob cuando los condujo hacia la pared de la oscuridad, ahora sólo a unos pocos cientos de
metros de distancia. De su traje azul de conserje había partes arrancadas entre sus hombros,
como si alguien hubiera tratado de apuñalarlo. Trapos de limpieza sobresalían del bolsillo. Una
botella con atomizador colgaba de su cinturón, el líquido azul dentro chapoteando
hipnóticamente.
Annabeth recordó la historia de Percy sobre cuando conoció al Titan. Thalia Grace, Nico di
Angelo y Percy había trabajado juntos para derrotar a Bob a orillas del Leteo. Después de
borrarle la memoria, no tenían el corazón para matarlo. Se volvió tan dulce y cooperativo que
lo dejaron en el palacio de Hades y Perséfone, donde prometió que iba a ser atendido.
Al parecer, el rey y la reina del Inframundo creyeron que ’cuidar’ alguien significaba darle una
escoba y hacerle barrer sus destrozos. Annabeth se preguntó cómo incluso Hades podía ser tan
insensible. Nunca había sentido lástima por un Titán antes, pero no parecía estar bien hacerle
un lavado de cerebro a un inmortal y convertirlo en un conserje no remunerado.
Él no es tu amigo, se recordó.
Estaba aterrorizada de que Bob de repente se recordara a sí mismo. El Tártaro era donde los
monstruos llegaban a regenerarse. ¿Y si estaba sanado su memoria? Si él se convertía en
Japeto otra vez… bueno, Annabeth había visto la forma en que se había ocupado de
los empousai. Annabeth no tenía ningún arma. Ella y Percy no estaban en condiciones para
luchar contra un Titán.
Miró nerviosamente la escoba de Bob, preguntándose cuánto tiempo pasaría antes de que la
punta de lanza oculta sobresalía y la atacara con ella.
Seguir a Bob a través del Tártaro era un riesgo demente. Por desgracia, no podía pensar en un
mejor plan.
Se abrieron paso a través del páramo gris cuando un rayo rojo brilló por encima de las nubes
venenosas. Sólo otro día hermoso en el calabozo de la creación. Annabeth no podía ver a lo
109
lejos en el aire nebuloso, pero cuanto más caminaban, más segura de que todo el paisaje era
una curva descendente.
Había oído descripciones contradictorias del Tártaro. Era un pozo sin fondo. Era una fortaleza
rodeada por paredes de latón. No era más que un vacío sin fin.
Una historia lo describió como el inverso del cielo - una enorme y hueca cúpula invertida de
roca. Que parecía el más preciso, aunque si el Tártaro era una cúpula Annabeth supuso que
era como el cielo - sin fondo real, pero hecha de varias capas, cada una más oscura y menos
acogedora que la anterior.
E incluso esa no era la verdad completa, la horrible verdad…
Pasaron junto a una ampolla en la tierra - un retorcimiento, una burbuja transparente del
tamaño de una minivan. Retorcido dentro estaba el cuerpo a medio formar de un Drakon. Bob
pinchó la burbuja sin pensarlo dos veces. Estalló en un géiser de vapor fango amarillo y el
Drakon se vio disuelto en la nada.
Bob siguió caminando.
Los monstruos son granos en la piel del Tártaro, pensó Annabeth. Se estremeció. A veces
deseaba que no tuviera una buena imaginación, porque ahora estaba segura de que estaban
caminando a través de un ser vivo. Todo este paisaje retorcido - la cúpula, hoyo o lo que fuera
- era el cuerpo del dios del Tártaro - la más antigua encarnación del mal. Así como Gea
habitaba la superficie de la tierra,
Tártaro habitaba la fosa.
Si ese dios se fijaba en ellos caminando sobre su piel, como las pulgas en un perro…
Suficiente. No debería de pensar tanto.
-Aquí-dijo Bob.
Se detuvieron en la cima de una colina. Por debajo de ellos, en una hondonada protegida
como un cráter de la luna, había un anillo de rotas columnas de mármol negro que rodeaban
un altar de piedra oscura.
'El Santuario de Hermes “, explicó Bob.
Percy frunció el ceño. ¿Un Santuario de Hermes en el Tártaro?
Bob se echó a reír de alegría. -Sí. Cayó hace algún tiempo. Quizás del mundo mortal. Tal vez del
Olimpo. De todos modos, los monstruos se alejan. Casi siempre. ‘
"¿Cómo supiste que estaba aquí? Preguntó Annabeth.
La sonrisa de Bob se desvaneció. Tenía una mirada vacía en sus ojos. ”No puedo recordar.”
"Está bien," dijo Percy rápidamente.
110
Annabeth se sentía con ganas de darse un golpe en la cabeza. Antes de que Bob fuera Bob,
había sido el titán Jápeto. Al igual que todos sus hermanos, que habían sido encarcelados en el
Tártaro durante eones. Por supuesto que sabía que su camino alrededor. Si podía recordar
este santuario, también podría iniciar la recuperación de otros detalles de su antigua prisión y
su antigua vida. Lo que no era bueno.
Subieron al cráter y entraron en el círculo de columnas. Annabeth se derrumbó sobre una losa
rota de mármol, demasiado cansada para dar otro paso. Percy se acercó a ella para protegerla,
escaneando su entorno. El oscuro frente de tormenta estaba a menos de cien metros de
distancia ahora, oscureciendo todo por delante de ellos. El borde del cráter bloqueaba su
visión del páramo detrás de ellos. Estarían bien escondidos aquí, pero si los
monstruos tropezaban con ellos no tendrían ninguna advertencia.
-Dijiste que alguien nos estaba persiguiendo “, dijo Annabeth. ’¿Quién?’
Bob barrió con la escoba alrededor de la base del altar, de vez en cuando se agachaba para
estudiar el suelo como buscando algo. ”Ellos están siguiendo, eso sí. Ellos saben que estás
aquí. Gigantes y Titanes. Los derrotados. Ellos lo saben. “
Los derrotados …
Annabeth trató de controlar su miedo. ¿Cuántos titanes y gigantes ella y Percy habían luchado
por años? Cada uno de ellos les había parecido un reto imposible.
Si todos ellos estaban aquí en el Tártaro y lo estaban cazando activamente Percy y Annabeth …
'¿Por qué nos detenemos, entonces? ella dijo. ”Debemos seguir adelante.”
-Pronto-dijo Bob. ”Pero los mortales necesitan descanso. Un buen lugar aquí. El mejor lugar
para… oh, largo, largo camino. Yo te cuidare
Annabeth miró a Percy, enviándole el mensaje silencioso: . Uh, no. Acompañar a un Titán era
bastante malo. Irse a dormir, mientras que el Titán les estaba vigilado… ella no tenía por qué
ser una hija de Atenea para saber que era cien por ciento imprudente.
"Duerme, ‘Percy le dijo. "Voy a mantener el primer turno con Bob”.
Bob estuvo de acuerdo. -Sí, bueno. Cuando te despiertes, ¡los alimentos deben estar aquí! “
El estómago de Annabeth hizo un vuelco ante la mención de los alimentos. No vio cómo Bob
podía reunir alimentos en medio de Tártaro. Tal vez era de una empresa de catering, así como
conserje.
Ella no quería dormir, pero su cuerpo la traicionó. Sus párpados se volvieron pesados. ”Percy,
despiértame para el segundo turno. No seas un héroe. “
Él le dio esa sonrisa que había llegado a amar. ”¿Quién, yo? ‘
111
Él la besó, sus labios resecos y febrilmente calientes. ’Duerme’.
Annabeth se sentía como si estuviera de vuelta en la cabaña de Hypnos en el Campamento
Mestizo, con somnolencia. Se acurrucó en el duro suelo y cerró los ojos.
112
xxii
annabeth
Después de dormir, llego a una importante conclusion: nunca, jamás duermas en el Tártaro.
Los sueños de los semidioses eran siempre malos. Aún en la seguridad de su cabaña en el
Campamento Mestizo tenía terribles pesadillas. En el Tártaro, las pesadillas eran miles de
veces más intensas y reales.
Primero, ella era una niña pequeña de nuevo, esforzándose para subir a la Colina Mestiza. Luke
Castellan sostenía su mano, jalándola hacia arriba. Grover Underwood el sátiro se movía
nerviosamente en la cima, gritando:
–¡Apúrense! ¡Apúrense!
Thalia Grace estaba parada detrás de ellos, deteniendo a un ejército de perros del infierno con
su terrorífico escudo, la Égida.
Desde la cima de la montaña, Annabeth podía ver el Campamento Mestizo en el valle bajo ella
– Las cálidas luces de las cabañas, que parecían un santuario. Ella se tropezó, doblando se el
tobillo, y Luke la alzó para cargarla. Cuando miraron hacia atrás, los monstruos estaban apenas
a unos cuantos metros de ellos– docenas de ellos rodeaban a Thalia.
– ¡Váyanse! –Thalia gritó–. Yo los detendré.
Ella blandió su lanza y un relámpago cayó sobre el ejército de monstruos, pero, por cada perro
del infierno que caía, otro tomaba su puesto.
– ¡Tenemos que correr! –lloró Grover.
Él los guió hacia el Campamento. Luke lo siguió, con Annabeth llorando, golpeando su pecho y
gritando que no podían dejar a Thalia sola. Pero era demasiado tarde.
La escena cambió.
Annabeth era mayor y subía hacia la cima de la Colina Mestiza. Donde Thalia había estado la
última vez, ahora se alzaba un pino alto. Encima de ella, una tormenta rugía.
Los relámpagos sacudieron el valle. Un rayo partió el árbol desde su raíz, abriendo una grieta
de la que brotaba humo. En la oscuridad de abajo, se encontraba Reyna, pretora de la Nueva
Roma. Su capa era del color que se asemejaba a la sangre fresca de una vena. Su armadura de
oro brillaba. Ella la miró, su cara era seria y distante, y habló directamente en la mente de
Annabeth.
“Has hecho bien” Reyna dijo, pero su voz era la de Atenea. “El resto de mi viaje lo dejaré sobre
las alas de Roma”.
Los ojos negros de la pretora se volvieron tan grises como las nubes de la tormenta.
113
“Tengo que estar aquí” Reyna le dijo. “Los Romanos deben traerme”.
La colina se sacudió. El suelo se onduló mientras que el pasto se convirtió en pliegues de seda
– formando el vestido de una diosa gigante. Gea se alzó sobre el Campamento Mestizo – su
cara durmiente era tan larga como una montaña.
Los perros del Infierno bajaban por las colinas. Los Gegenees, nacidos de la Tierra con seis
brazos, gigantes y cíclopes salvajes atacaron por la playa, haciendo pedazos el comedor y
prendiendo fuego a las cabañas y a la Casa Grande.
“Apúrate” dijo la voz de Atenea. “El mensaje debe de ser mandado”.
El suelo se colapsó bajo los pies de Annabeth y ella cayó en la oscuridad.
Sus ojos se abrieron, gritando, agarrando los brazos de Percy. Ella estaba aún en el Tártaro, en
el santuario de Hermes.
–Todo está bien–Percy le prometió–. ¿Tuviste pesadillas?
Su cuerpo hormigueaba de terror.
– ¿Ya… Ya es mi turno de vigilancia?
–No, no. Estamos bien. Te deje dormir.
– ¡Percy!
–Hey, de acuerdo. Además, estaba muy ansioso como para dormir. Mira esto.
Bob el Titán estaba sentado con las piernas cruzadas sobre el altar, masticando felizmente un
pedazo de pizza.
Annabeth frotó sus ojos, preguntándose si aún estaba dormida.
–¿Eso es…Pepperoni?
–Ofrendas– dijo Percy–. Sacrificios a Hermes del mundo mortal, supongo. Aparecieron en una
nube de humo. Todavía tenemos la mitad de un hotdog, algunas uvas, un plato de roast beef y
un paquete de M&M’s con cacahuate.
–¡M&M’s para Bob! –Bob dijo felizmente–. Uh, ¿está bien?
Annabeth no protestó. Percy le trajo el plato de roast beef, y ella se lo devoró. Ella no había
probado algo tan rico. La carne aún estaba caliente, con la misma salsa picante de la barbacoa
del Campamento Mestizo.
–Lo sé–dijo Percy, leyendo su expresión– Creo que es del Campamento Mestizo.
La idea hizo a Annabeth extrañar su hogar. Cada comida, los campistas debían quemar una
porción de u comida en honor a sus padres divinos. El humo supuestamente llenaba de
satisfacción a los dioses, pero Annabeth nunca había pensado a dónde se iba la comida que era
quemada. Quizás las ofrendas reaparecían en los altares de los dioses en el Olimpo… O en el
medio del Tártaro.
–M&M’s de cacahuate–Annabeth dijo–. Connor Stoll siempre quemaba un paquete de esos
para su padre en la cena.
Ella se imaginó sentada en el comedor, mirando el anochecer en Long Island Sound. Ese había
sido el primer lugar donde ella y Percy se habían realmente besado. Sus ojos ardían.
114
Percy puso una mano en su hombro.
–Hey, esto es bueno. Es comida casera, ¿eh?
Ella asintió. Terminaron de comer en silencio.
Bob se tragó sus últimos M&M’s.
–Deberíamos irnos ahora. Ellos vendrán en unos pocos minutos.
–¿Unos pocos minutos? –Annabeth buscó su daga, pero recordó que ya no la tenía.
–Sí… Bueno, creo que “minutos”… –Bob se rascó su cabello plateado–. El tiempo es difícil en el
Tártaro. No es igual.
Percy se arrastró hacia la cima del cráter. Él se asomó hacia donde habían venido.
–Yo no veo nada, pero eso no quiere decir mucho. Bob, ¿de qué gigantes hablas? ¿Qué
titanes?
Bob gruñó.
–No estoy seguro de los nombres. Seis, quizá siete. Puedo sentirlos.
–¿Seis o siete? – Annabeth no estaba segura de que su barbacoa se quedaría en su estómago–.
¿Y ellos te pueden sentir?
–No lo sé– Bob sonrió–. ¡Bob es diferente! Pero ellos pueden oler a los semidioses, sí. Ustedes
dos huelen muy fuerte. Muy fuerte. Como… Eh… ¡Pan con mantequilla!
–Pan con mantequilla–dijo Annabeth–. Bien, eso es genial.
Percy trepó el altar.
–¿Es posible matar a un gigante en el Tártaro? Quiero decir, tomando en cuenta que no
tenemos un dios que nos ayude, ¿no?
Él miró a Annabeth como si ella tuviese la respuesta.
–Percy, no lo sé. El viajar al Tártaro, pelear con monstruos aquí… Es algo que nunca se había
hecho. ¿Quizá Bob podría ayudarnos a matar a un gigante? ¿Cuenta un titán como un dios? No
lo sé.
–Sí–Percy dijo–. Ok.
Ella podía ver la preocupación en sus ojos. Por años, él había dependido de sus respuestas.
Ahora, cuando más las necesitaba, ella no podía ayudar. Ella odiaba estar tan despistada, pero
nada de lo que aprendió en el Campamento la preparó para el Tártaro. Sólo había una cosa de
la que estaba segura: debían de seguir moviéndose. No podían ser atrapados por seis o siete
inmortales hostiles.
Ella se paró, desorientada por sus pesadillas. Bob comenzó a limpiar, apilando su basura y
usando su rociador para limpiar el altar.
–¿Adónde vamos ahora? –Annabeth preguntó.
Percy apuntó a una tormentosa pared de oscuridad.
–Bob dice que para allá. Aparentemente, las Puertas de la Muerte…
–¿Se lo dijiste? –Annabeth no quería parecer tan ruda, pero Percy hizo una mueca.
–Mientras dormías–él admitió–. Annabeth, Bob nos puede ayudar. Necesitamos un guía.
115
–¡Bob ayuda! –Bob asintió–. Dentro de las Tierras Oscuras. Las Puertas de la Muerte… hmm,
caminar directamente hacia ellas sería malo. Muchos monstruos están reunidos ahí. Aún Bob
no podría acabar con todos ellos. Ellos matarían a Percy y Annabeth en dos segundos–el titán
frunció el ceño–. Creo que segundos. El tiempo es difícil en el Tártaro.
–Bien–Annabeth gruñó–. ¿Hay otro camino?
–Esconderse–dijo Bob–. La Niebla de la Muerte los puede esconder.
–Oh… –Annabeth se sintió pequeña a la sombra del titán–. ¿Qué es la Niebla de la Muerte?
–Es peligrosa–dijo Bob–. Pero si la señora les da Niebla, podría ocultarlos. Si es que podemos
sobrevivir a la Noche. Esta señora es muy cercana a la Noche. Eso es malo.
–La señora–Percy repitió.
–Sí–Bob apuntó sobre ellos, hacia la negrura–Debemos irnos.
Percy miró a Annabeth, obviamente esperando por una guía, pero ella no tenía ninguna. Ella
estaba penando en su pesadilla– el árbol de Thalia partido por un rayo, Gea alzándose en las
colinas y liberando sus monstruos en el Campamento Mestizo.
–Ok, entonces–Percy dijo–. Creo que tenemos que buscar a una señora por un poco de Niebla
de la Muerte.
–Espera–Annabeth dijo.
Su mente estaba llena de zumbidos. Ella pensó en su sueño de Luke y Thalia. Ella se acordó de
las historias que Luke le había contado de su padre, Hermes – dios de los viajeros, guía de los
espíritus de los muertos, dios de la comunicación.
Ella miró el altar negro.
–¿Annabeth? –Percy sonó preocupado.
Caminó a una pila de basura y sacó una servilleta razonablemente limpia.
Ella recordó su visión de Reyna, parada en la grieta humeante bajo las ruinas del árbol de
Thalia, diciendo con la voz de Atenea:
“Debo quedarme aquí. El mensaje debe ser enviado”.
“Apúrate. El mensaje debe de ser enviado”
–Bob–ella dijo–. ¿Las ofrendas quemadas del mundo mortal aparecen en este altar, no?
Bob frunció el ceño incómodo, como si no estuviese preparado para un examen sorpresa.
–¿Sí?
–¿Y qué pasa si quemo algo en este altar?
–Uh…
–Está bien–Annabeth dijo–. No sabes. Nadie sabe, porque nunca antes se ha hecho.
Había una oportunidad, ella pensó. La pequeña oportunidad de que al quemar algo en este
altar, apareciera del otro lado, en el Campamento Mestizo.
Dudoso, pero si funcionaba…
–¿Annabeth? –dijo Percy de nuevo–. Estás planeando algo. Tienes esa mirada de “estoy
planeando algo”.
–No tengo una mirada de “estoy planeando algo”.
–Sí que la tienes. Tus cejas se fruncen, tus labios se juntan y…
116
–¿Tienes una pluma? –ella preguntó.
–¿Bromeas? –sacó a Contracorriente.
–Lo sé, pero, ¿se puede escribir con ella?
–No… No lo sé–admitió–. Nunca lo he intentado.
Él destapó la pluma. Como la mayoría de las veces, esta se extendió hasta formar una espada
de tamaño real. Annabeth lo había visto hacer eso cientos de veces. Normalmente cuando él
peleaba, Percy simplemente apretaba la tapa. Siempre aparecía en sus bolsillos al rato, si era
necesario. Cuando tocase la tapa de su espada, esta se convertiría de nuevo en una pluma.
–¿Qué pasaría si tocas la tapa de la punta del otro lado de la espada? –Annabeth dijo–. Como
si realmente fueses a escribir con la pluma.
–Uh… –Percy se veía dudoso, pero tocó la tapa de la empuñadura de su espada.
Contracorriente se convirtió de nuevo en un bolígrafo, pero esta vez la punta de la pluma
estaba expuesta.
– ¿Me permites? –Annabeth arrancó la pluma de su mano.
Ella colocó la servilleta sobre el altar y comenzó a escribir. La tinta de Contracorriente dejaba a
su paso Bronce Celestial.
–¿Qué estás haciendo? –Percy preguntó.
–Enviando un mensaje– Annabeth dijo–. Sólo espero que Rachel lo entienda.
–¿Rachel? –Percy preguntó–. ¿Quieres decir, nuestra Rachel? ¿Rachel la Oráculo de Delfos?
–Esa misma–Annabeth suprimió una sonrisa.
Cada vez que ella decía el nombre de Rachel, Percy se ponía nervioso. Hasta cierto punto,
Rachel siempre había estado interesada en salir con Percy. Pero esa era una vieja historia.
Rachel y Annabeth ahora eran muy buenas amigas. Pero a Annabeth no le importaba poner a
Percy un poco nervioso de vez en cuando. Necesitas ponerle los pies en la tierra tu novio.
Annabeth terminó su nota y envolvió la servilleta. Por afuera, ella escribió:
“Connor,
Dale esto a Rachel. No es una broma. No seas un idiota. Con amor,
Annabeth”
Ella tomó un gran respiro. Ella le pedía a Rachel hacer algo ridículamente peligroso, pero era la
única forma de comunicarse con los romanos –la única forma –que evitaría una matanza.
–Ahora sólo necesito quemarlo–ella dijo–. ¿Alguien tiene un encendedor?
De la punta de la lanza de Bob salió un disparo. Este chocó contra el altar y explotó, haciendo
un fuego plateado.
–Um, gracias–Annabeth quemo la servilleta y la puso en el altar. Ella la vio hacerse cenizas y se
preguntó si estaba loca. ¿Podía el humo salir del Tártaro?
–Deberíamos irnos ahora–Bob advirtió–. En serio, deberíamos irnos. Antes de que nos maten.
Annabeth miró la pared de oscuridad en frente de ellos. En algún lugar allí dentro había una
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señorita que repartía una Niebla de la Muerte que podía esconderte de los monstruos –un
plan recomendado por un titán, uno de los más encarnizados enemigos. Otra dosis de
extrañeza que haría explotar su cerebro.
–Bien–dijo–. Estoy lista.
118
xxiii
annabeth
Annabeth literalmente se tropezó con el segundo titán.
Después de entrar al frente de la tormenta, ellos caminaron cansadamente en lo que
parecieron horas, guiándose con la luz del Bronce Celestial de la espada de Percy, y en
Bob, quien brillaba débilmente en la oscuridad como un tipo de conserje-ángel loco.
Annabeth sólo podía observar a poco menos de un metro distancia delante de ella.
En una forma extraña, las Tierras Oscuras le recordaron a San Francisco, donde su papá vivía –
en uno de esas tardes veraniegas cuando el banco de niebla se arremolinaba como rollo para
empaquetar y se tragaba Pacific Heights. Aquí en el Tártaro, la niebla estaba hecha de tinta.
Rocas caían de todas partes. Pozos aparecían a sus pies y Annabeth apenas podía abstenerse
de caer en ellos. Rugidos de monstruos hacían eco en la oscuridad, pero Annabeth no podía
decir de dónde provenían. De lo único que podía estar segura era que el terreno estaba
inclinandose hacia abajo.
Hacia abajo era la única dirección que parecía estar permitida en el Tártaro. Si Annabeth daba
tan siquiera un paso hacia atrás, ella se sentía cansada y pesada, como si la gravedad estuviese
intentando desalentarla. Asumiendo que el pozo entero era parte del Tártaro, Annabeth tuvo
un sentimiento asqueroso bajando por su garganta.
Ella estaba tan absorta en su pensamiento que no notó el tronco hasta que fue muy tarde.
Percy gritó:
– ¡Whoa! –la tomó del brazo, pero ella ya se estaba cayendo.
Afortunadamente, fue una caída poco profunda. La mayoría de ella estaba llena de burbujas
de monstruos. Ella cayó suavemente en una superficie caliente y se sintió afortunada– hasta
que abrió sus ojos y se dio cuenta que estaba viendo a través de una brillante membrana de
oro, a otra cara mucho más grande.
Ella gritó y se sacudió, cayéndose por un lado del montículo. Su corazón dio cien saltos.
Percy la ayudó a levantarse.
– ¿Estás bien?
Ella no tuvo la confianza para responder. Si abría su boca, gritaría de nuevo y eso sería
indigno. Ella era una hija de Atenea, no una niña chillona de una película de terror.
Pero por los dioses del Olimpo… Dentro de la burbuja estaba un titán formado completamente
con armadura dorada, con su piel de color de centavos de cobre pulidos. Sus ojos estaban
cerrados, pero estaba frunciendo el ceño tan profundamente que parecía estar a punto de
emitir yun grito de guerra espeluznante. Aún a través de la burbuja, Annabeth podía sentir el
calor irradiando de su cuerpo.
–Hiperión–dijo Percy–. Odio a este tipo.
119
El hombro de Annabeth repentinamente le comenzó a doler gracias una vieja cortada. Durante
la Batalla de Manhattan, Percy había luchado con este titán en el Reservoir – agua contra
fuego. Había sido la primera vez que Percy había invocado un huracán – lo que no era algo que
Annabeth podía olvidase fácilmente.
–Pensé que Grover había convertido a este tipo en un árbol de maple.
–Sí–Percy asintió–. Quizá ese árbol de maple murió y él regresó aquí.
Annabeth recordó cómo Hiperón había invocado explosiones con fuego y cuántos sátiros y
ninfas había destruido antes de que Percy y Grover lo detuvieran.
Ella estaba por sugerir que tronasen la burbuja de Hiperión antes de que se levantara. Él
parecía listo para salir en cualquier momento y hacer añicos todo lo que se atravesara por su
camino.
Entonces, ella miró a Bob. El titán plateado estaba estudiando a Hiperión con un entrecejo de
concentración… Quizá reconocimiento. Sus caras se parecían muchísimo…
Annabeth soltó una maldición. Claro que se veían iguales. Hiperión era su hermano. Hiperión
era el señor del Este. Jápeto, Bob, era el señor del Oeste. Quitándole la escoba y el traje de
conserje, poniéndole su armadura y cortando su cabello, y cambiándole su color de plateado a
dorado, Jápeto habría sido casi indistinguible de Hiperión.
–Bob–ella dijo–. Debemos irnos.
–Dorado, no plateado–Bob murmuró–. Pero se parece a mí.
–Bob–Percy dijo–. Hey, amigo, ven acá.
El titán a regañadientes volteó.
–¿Soy tu amigo? –Percy preguntó.
–Sí–Bob sonó peligrosamente inseguro–. Somos amigos.
–Tú sabes que algunos monstruos son buenos–dijo Percy–. Y otros son malos.
–Hmm–Bob dijo–. Como las hermosas mujeres fantasmales que sirven a Perséfone, ellas son
buenas. Los zombies explosivos son malos.
–Exacto–Percy dijo–. Y algunos mortales son buenos y otros malos. Bien, es lo mismo con los
titanes.
–Titanes…–Bob se alzó sobre ellos, brillando. Annabeth estaba segura de que su novio había
cometido un error.
–Eso es lo que eres–Percy dijo tranquilamente–. Bob el Titán. Pero él no es bueno como tú.
–Bob es bueno–sus dedos de ajustaron al palo de su escoba–. Sí. Siempre hay al menos uno
bueno en monstruos, titanes y gigantes.
–Uh…–Percy sonrió–. Bien, no estoy tan seguro de los gigantes.
–Oh, sí– Bob asintió con seriedad.
Annabeth sintió que ya habían estado demasiado tiempo en este lugar. Sus perseguidores
deben de estar acercándose.
–Debemos irnos–ella dijo–. ¿Qué hacemos con…?
120
–Bob–Percy dijo–, es tu decisión. Hiperión es uno de tu especie. Podemos dejarlo solo, pero si
se despierta…
La lanza de su escoba se movió. Si le hubiera apuntado a Annabeth o a Percy, él los habría
partido a la mitad. En vez de eso, Bob tronó la burbuja monstruosa, haciendo explotar un
géiser de lodo caliente y dorado.
Annabeth se limpió la baba de Titan de los ojos. Donde Hiperión había estado, ya no había
nada más que un cráter llameante.
–Hiperión es un mal titán–Bob anunció, su expresión se volvió pálida–. Ahora él no puede
lastimar a mis amigos. Él tendrá que reformarse en algún otro lugar del Tártaro. Esperemos
que demore mucho.
Los ojos del titán brillaban más que lo usual, como si fuese a llorar mercurio.
–Gracias, Bob–dijo Percy.
¿Cómo era que él mantenía la calma? La forma en la que le hablaba a Bob la dejó
impresionada… Y quizás un poco nerviosa también. Si Percy había hablado en serio al dejarle la
decisión a Bob, ella no sabía cuánto podía creer en el titán. Si él había estado manipulando a
Bob para que hiciera esa decisión… Bien, entonces, Annabeth estaba asombrada de lo
calculador que podía ser Percy.
La miró a los ojos, pero ella no pudo leer su expresión. Eso la molestó también.
–Será mejor que sigamos–él dijo.
Ella y Percy siguieron a Bob, quien aún tenía manchas doradas de lodo en su uniforme de
conserje, salpicado con el lodo dorado de la burbuja brillante de Hiperión.
121
xxiv
annabeth
DESPUÉS DE UN RATO, los pies de Annabeth se sentían como papilla de Titán. Ella avanzaba,
después de Bob, escuchando el chapoteo monótono del líquido en su botella de limpieza.
“Mantente alerta”, se dijo, pero era difícil. Sus pensamientos estaban tan adormecidos como
sus piernas. De vez en cuando, Percy la tomaba de la mano o le hacía un comentario alentador,
pero ella podía decir que el paisaje oscuro le estaba llegando a él también. Sus ojos tenían un
brillo apagado, como si su espíritu se estuviera extinguiendo lentamente.
“Cayó al Tártaro para estar contigo”, dijo una voz en su cabeza. “Si muere, será culpa tuya.”
- Basta, dijo en voz alta.
Percy frunció el ceño. - ¿Qué?
- No, no tú. -Ella trató de poner una sonrisa tranquilizadora, pero no pudo llamar una. Hablaba conmigo misma. Este lugar… juega con mi mente. Dándome pensamientos oscuros.
Líneas de preocupación se profundizaron en torno a los ojos verde mar de Percy.
- Oye, Bob, ¿a dónde vamos exactamente?
- La señora, -dijo Bob- . Niebla de la Muerte.
Annabeth reprimió su irritación. - Pero ¿qué significa eso? ¿Quién es esta mujer?
- ¿Nombrarla? -Bob miró hacia atrás-. No es una buena idea.
Annabeth suspiró. El Titán tenía razón. Los nombres tenían poder, y mencionarlos aquí en el
Tártaro era probablemente muy peligroso.
¿Puedes al menos decirnos cuán lejos? -Preguntó.
-No lo sé- admitió Bob. -Sólo puedo sentirlo. Esperemos que la oscuridad se vuelva más
oscura. Luego nos dirigimos hacia los lados.
- Hacia los lados, -murmuró Annabeth- . Naturalmente.
Tuvo la tentación de pedir un descanso, pero ella no quería parar. No aquí en este lugar frío y
oscuro. La niebla negra se filtraba en su cuerpo, convirtiendo sus huesos en espuma de
poliestireno húmedo.
Se preguntó si su mensaje llegaría a Rachel Dare. Si Rachel de alguna manera pudiera llevar su
propuesta a Reyna sin perder la vida en el proceso…
“Una esperanza ridícula”, dijo la voz en su cabeza. “Sólo has puesto a Rachel en peligro. Incluso
si encuentra a los romanos, ¿por qué debería Reyna confiar en ti después de todo lo que ha
pasado?”
Annabeth estuvo tentada a gritar de nuevo en voz alta, pero se resistió. Incluso si se estuviera
122
volviendo loca, no quería parecer que se estaba volviendo loca.
Necesitaba desesperadamente algo para levantar su ánimo. Un trago de agua real. Un
momento de luz solar.
Una cama caliente. Una palabra amable de su madre.
De pronto, Bob se detuvo. Él levantó la mano: - Espera.
- ¿Qué? - Susurró Percy.
- Shh, -advirtió Bob- . Adelante. Algo se mueve.
Annabeth aguzó el oído. De entre la niebla de algún lugar llegaba un ruido de zumbido
profundo, como la marcha en vacío del motor de un vehículo de construcción de gran tamaño.
Podía sentir las vibraciones a través de sus zapatos.
- Vamos a rodearlo -susurró Bob- . Ustedes dos, hacia un costado.
Por enésima vez, Annabeth deseó tener su daga. Cogió un trozo de obsidiana negra dentada y
se deslizó hacia la izquierda. Percy fue a la derecha, con la espada preparada.
Bob tomó el medio, su punta de lanza brillaba en la niebla.
El zumbido se hizo más fuerte, sacudiendo la grava en los pies de Annabeth. El ruido parecía
venir frente a ellos.
- ¿Listos? -murmuró Bob.
Annabeth se agachó, preparándose para la saltar. ¿A las tres?
- Uno, -susurró Percy-. Dos…
Una figura apareció en la niebla. Bob levantó su lanza.
- ¡Espera! -Annabeth gritó.
Bob se congeló justo a tiempo, la punta de su lanza quedó a una pulgada por encima de la
cabeza de un pequeño gatito calicó.
- ¿Row? -Dijo el gato, claramente impresionado por su plan de ataque. Empalmó su cabeza
contra el pie de Bob y ronroneó en voz alta.
Parecía imposible, pero el ruido sordo profundo venía del gatito. Mientras ronroneaba, el
suelo vibraba y los guijarros bailaban. El gatito fijó sus ojos amarillos como lámparas en una
roca en particular, justo entre los pies de Annabeth, y se abalanzó.
El gato podría haber sido un demonio o un horrible monstruo del Inframundo disfrazado. Pero
Annabeth no podía evitarlo. Ella lo cogió y lo abrazó. La cosita era huesuda bajo su piel, pero
por lo demás parecía perfectamente normal.
- ¿Cómo lo hizo?… - Ni siquiera podía formar la pregunta-. ¿Qué está haciendo un gatito…?
El gato se impacientó y saltó de sus brazos. Aterrizó con un golpe seco, acolchonado sobre Bob
y empezó a ronronear de nuevo frotándose contra sus botas.
Percy se echó a reír. - Alguien te quiere, Bob.
-Debe de ser un monstruo bueno. -Bob miró nerviosamente- . ¿No es verdad?
Annabeth sintió un nudo en la garganta. Ver al gran Titán y este pequeño gatito juntos, hizo
que de repente se sintiera insignificante en comparación con la inmensidad del Tártaro. Este
123
lugar no tiene respeto por nada,- bueno o malo, pequeño o grande, sabio o no. El Tártaro
tragaba titanes, semidioses y gatitos indiscriminadamente.
Bob se arrodilló y recogió el gatito. Se ajustaba perfectamente en la palma de Bob, pero
decidió explorar.
Se subió en el brazo del Titán, hizo su hogar en su hombro y cerró sus ojos, ronroneando como
una excavadora. De repente, su piel brillaba. En un instante, el gatito se convirtió en un
esqueleto fantasmal, como si se hubiera puesto detrás de una máquina de rayos- X. Luego era
un gatito normal de nuevo.
Annabeth parpadeó. - ¿Viste…?
- Sí. -Percy frunció el entrecejo-. Oh, hombre… Yo conozco este gatito. Es uno de los del
Smithsoniano.
Annabeth trató de darle sentido a eso. Nunca había estado en el Smithsoniano con Percy…
Entonces recordó hace unos años, cuando el titán Atlas la había capturado. Percy y Thalia
habían guiado una búsqueda para rescatarla. En el camino, habían visto a Atlas reclutar
algunos guerreros esqueleto de dientes de dragón en el Museo Smithsoniano.
De acuerdo con Percy, el primer intento del Titán salió mal. Había plantado dientes de tigre
colmillos de sable por error y levantó un lote de gatitos esqueleto del suelo.
- ¿Ese es uno de ellos? -Preguntó Annabeth- . ¿Cómo ha llegado aquí?
Percy abrió las manos sin poder hacer nada. - Atlas les dijo a sus sirvientes que llevaran a los
gatitos lejos. ¿Tal vez los destruyeron y renacieron en el Tártaro? No lo sé.
- Es lindo, -dijo Bob, mientras el gato le olfateó la oreja.
- Pero, ¿es seguro? -Preguntó Annabeth.
El Titán rascó la barbilla del gatito. Annabeth no sabía si era una buena idea, llevar por los
alrededores a un gato crecido de un diente prehistórico, pero era obvio que no importaba
ahora. El Titán y el gato se habían unido.
- Lo llamaré Pequeño Bob, -dijo Bob- Él es un buen monstruo.
Fin de la discusión. El Titán levantó su lanza y continuaron marchando en la oscuridad.
Annabeth caminó aturdida, tratando de no pensar en pizza. Para mantenerse distraída, veía a
Pequeño Bob el gatito paseándose sobre los hombros de Bob y ronroneando, a veces
convirtiéndose en un gatito esqueleto intensamente brillante y luego de vuelta a un calicó bola
de pelos.
-Aquí- anunció Bob.
Se detuvo tan de repente, Annabeth casi tropezó con él.
Bob miró a su izquierda, como absorto en sus pensamientos.
- ¿Este es el lugar? -Preguntó Annabeth-. ¿Dónde tenemos que ir hacia los lados?
-Sí- convino Bob- . Más oscuro, luego, hacia los lados.
Annabeth no podía decir si estaba en realidad más oscuro, pero el aire parecía más frío y más
grueso, como si hubieran entrado en un microclima diferente. Nuevamente se acordó de San
124
Francisco donde se puede caminar de un barrio a otro, y la temperatura podía bajar diez
grados. Se preguntó si los Titanes habían construido su palacio en el Monte Tamalpais porque
el área de la bahía les recordaba al Tártaro.
Qué pensamiento tan deprimente. Sólo los Titanes podrían ver un lugar tan hermoso como un
puesto potencial del abismo, un hogar lejos de su casa infernal.
Bob se movió a la izquierda. Ellos siguieron. El aire sin duda se hizo más frío. Annabeth se
apretó contra Percy para darse calor. Él puso su brazo alrededor de ella. Se sentía bien estar
cerca de él, pero no podía relajarse.
Ellos habían entrado en una especie de bosque. Imponentes árboles negros se cernían en la
penumbra, ramas perfectamente redondas y denudas, como folículos de cabello de monstruo.
El suelo era liso y pálido.
Con nuestra suerte, Annabeth pensó, estamos marchando a través de la axila del Tártaro.
De repente sus sentidos estaban en alerta máxima, como si alguien hubiera rebotado una
banda de goma contra la base de su cuello. Apoyó la mano en el tronco del árbol más cercano.
- ¿Qué es? -Percy levantó su espada.
Bob se volvió y miró hacia atrás, confundido. -¿Nos detenemos?
Annabeth levantó la mano para pedir silencio. No estaba segura de lo que la había puesto
alerta. Nada parecía diferente. Entonces se dio cuenta que el tronco del árbol se estremecía.
Se preguntó momentáneamente si era el ronroneo del gato, pero Pequeño Bob se había
quedado dormido en el hombro de Bob grande.
A pocos metros, otro árbol se estremeció.
- Algo se mueve por encima de nosotros -susurró Annabeth- . Reúnanse.
Bob y Percy cerraron filas con ella, de pie espalda con espalda.
Annabeth forzó la vista, tratando de ver por encima de ellos en la oscuridad, pero nada se
movía.
Casi había decidido que estaba siendo paranoica cuando el primer monstruo cayó al suelo a
cinco metros de distancia.
El primer pensamiento de Annabeth: Furias.
La criatura parecía casi exactamente igual que una: una bruja arrugada con alas de murciélago,
garras de bronce y ojos rojos brillantes. Llevaba un vestido hecho jirones de seda negro, y su
rostro estaba retorcido y voraz, como una abuela demoníaca en estado de ánimo de matar.
Bob gruñó mientras otra cayó delante de él, y luego otra frente a Percy. Pronto hubo media
docena rodeándolos. Más silbaron por encima de los árboles.
No podían ser Furias, entonces. Sólo existían tres, y estas arpías aladas no llevaban látigos. Eso
no consolaba a Annabeth. Las garras de los monstruos parecían bastante peligrosas.
- ¿Qué son ustedes? -Ella preguntó- Las arai, -susurró una voz-. ¡Las malditas!
Annabeth trató de localizar quien hablaba, pero ninguno de los demonios había movido su
125
boca. Sus ojos parecían muertos; sus expresiones estaban congeladas, como las de una
marioneta. La voz simplemente flotaba por encima como un narrador de películas, como si una
sola mente controlara todas las criaturas.
- ¿Qué…? ¿Qué es lo que quieres? -preguntó Annabeth, tratando de mantener un tono de
confianza.
La voz se rió maliciosamente. - ¡Maldecirlos, por supuesto! ¡Destruirlos mil veces en nombre
de la Madre Noche!
- ¿Sólo mil veces? -Murmuró Percy-. Oh, bueno… pensé que estábamos en problemas.
El círculo de las damas demonio se cerró.
126
xxv
hazel
Todo olía a veneno. Dos días después de haber salido de Venecia, Hazel aún no podía sacar de
su nariz esa esencia nociva de “agua de monstruo bobino”.
El mareo por el mar no le ayudaba. El Argo II navegó a través del Adriático, una bella y brillante
expansión azul, pero Hazel no lo pudo apreciar, gracias a la constante turbulencia del barco. En
la cubierta, ella intentó mantener sus ojos fijados en el horizonte– los blancos acantilados se
veían a una milla al este o algo por el estilo. ¿Qué país era ese, Croacia? Ella no estaba segura.
Sólo deseaba estar en el suelo sólido de nuevo.
Lo que más asco le daba, era la comadreja.
La noche anterior, la mascota de Hécate, Gale, apareció en su habitación. Hazel se levantó de
una pesadilla, pensando “¿Qué es ese olor?”. Ella encontró un roedor peludo abrazado a su
pecho, mirándola con sus pequeños y brillantes ojos.
No había nada como levantarse gritando, pateando las sábanas y corriendo por tu habitación
mientras que una comadreja se escabulle entre tus pies, chillando y echándose gases.
Sus amigos entraron corriendo a su cuarto para asegurarse de que ella estuviese bien.
Explicarles la comadreja era algo difícil. Hazel podía sentir que Leo se estaba esforzando
mucho por no hacer una broma de ello.
En la mañana, una vez que se calmaron las cosas, Hazel decidió visitar al Entrenador Hedge,
porque él podía hablar con los animales.
Ella encontró la puerta de su camarote abierta, hablando como si estuviese con alguien en el
teléfono–excepto porque no había teléfonos a bordo. ¿Estaría mandando un mensaje Iris?
Hazel había oído que los griegos los usaban mucho.
–Claro, cariño–Hedge decía–. Sí, lo sé, bebé. No, son grandes noticias, pero–su voz se quebró
de emoción. Hazel se sintió mal por estar espiándolo.
Ella se habría ido, pero Gale chilló en sus talones. Hazel tocó la puerta del entrenador.
Hedge sacó su cabeza, frunciendo el ceño como siempre, con sus ojos roos.
–¿Qué? –él gruñó–.
–Hum… Perdón–dijo Hazel–. ¿Estás bien?
El entrenador bufó y abrió su puerta.
–¿Qué clase de pregunta es esa?
No había nadie más en la habitación.
–Yo… –Hazel intentó recordar qué hacía ella ahí–. Me preguntaba si podías hablar con mi
comadreja.
Los ojos del entrenador se estrecharon. Él bajó su voz.
–¿Estamos hablando en código? ¿Hay un intruso a bordo?
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–Algo así.
Gale se asomó detrás de los pies de Hazel y comenzó a parlotear.
El entrenador pareció ofendido. Él le parloteó de vuelta a la comadreja. Ellos parecían estar
teniendo una discusión muy intensa.
– ¿Qué dijo? –Hazel preguntó.
–Muchas cosas ofensivas–gruñó el sátiro–. El punto es que: ella está aquí para ver cómo van
las cosas.
– ¿Qué cosas?
El Entrenador Hedge golpeó el suelo con sus pezuñas.
– ¿Cómo voy a saber? ¡Es una hurón! Ellos nunca dan una respuesta concreta. Ahora, si me
disculpas, tengo…Hum… Cosas qué hacer…
Él le cerró la puerta en su cara.
Después del desayuno, Hazel se paró en la barandilla, intentando asentar su estómago. A su
lado, Gale corría por toda la barandilla, echándose fases que el fuerte viento del Adriático
dispersaba.
Hazel se preguntó qué cosa iba mal con el Entrenador Hedge. Él debía estar usando un
mensaje Iris para hablar con alguien, pero, si es que había recibido buenas noticias, ¿por qué
se veía tan devastado? Ella nunca lo había visto tan ajetreado. Desafortunadamente, ella dudó
que él le pidiera ayuda a alguien si es que la necesitaba. No era un tipo exactamente cálido y
abierto.
Ella miró los acantilados blancos a la distancia y pensó por qué Hécate había enviado a Gale, el
hurón.
Ver cómo van las cosas.
Algo iba a pasar. Hazel iba a ser probada.
Ella no entendía cómo era que iba a aprender magia sin entrenamiento. Hécate esperaba que
ella venciera a un tipo de hechicera súper-poderosa –la chica del vestido dorado, a la que Leo
había descrito de su sueño. Pero… ¿Cómo?
Hazel había gastado todo su tiempo libre intentando resolver eso. Ella miró a su espada,
intentándola hacerla parecerse a una varita. Ella intentó invocar una nube que escondiera la
luna llena. Ella se concentró hasta que sus ojos se torcieron y sus oídos explotaron, pero nada
ocurrió. Ella no pudo manipular la Niebla.
Las últimas noches sus sueños habían ido de mal en peor. Ella se vio de nuevo en los Campos
de Asfódelos, vagando sin rumbo entre los muertos. Después, ella se halló en Alaska, en la
cueva de Gea, donde Hazel y su madre habían muerto gracias a que el techo se colapsó,
mientras la voz de la Diosa de la Tierra se lamentaba enojada. Ahora, ella estaba en las
escaleras del complejo de apartamentos de su mamá en Nueva Orleáns, cara a cara con su
padre, Plutón. Sus dedos fríos envolvieron su brazo. Su traje estaba hecho a base de almas
aprisionadas a él. Él la miró con sus ojos oscuros y enojados y dijo: “Los muertos ven lo que
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ellos creen que verán. También los vivos. Ese es el secreto”Él nunca había dicho eso en la vida real. Ella no tenía idea de qué significaba. Las peores
pesadillas se veían como visiones del futuro. Hazel estaba en un oscuro túnel, mientras la risa
de una mujer hacía eco a su alrededor.
“Controla eso si puedes, hija de Plutón” la mujer la tentó.
Y Hazel soñó con las imágenes que había visto en las encrucijadas de Hécate: Leo cayendo por
el cielo; Percy y Annabeth tirados inconscientes, posiblemente muertos, enfrente de unas
puertas negras metálicas; y una figura alzándose sobre ellos– el gigante Clitio, envuelto en la
oscuridad.
A su lado en la barandilla, Gale la comadreja chillaba impacientemente. Hazel se tentó a
empujar al estúpido roedor al mar.
“Ni siquiera puedo controlar mis propios sueños” ella quiso gritar. “¿Cómo se supone que voy
a controlar la Niebla?”.
Ella se sentía tan miserable que no notó la presencia de Frank hasta que se paró a su lado.
–¿Te sientes mejor? –él le preguntó.
Él tomó su mano, con sus dedos cubriendo completamente los de ella. Ella no podía creer cuán
alto estaba ahora. Él se había transformado en tantos animales que no estaba segura de por
qué este cambio debía de asombrarla… Pero, de repente, Frank ya estaba en su peso ideal.
Nadie podía decirle rechoncho o tierno jamás. Él parecía un jugador de fútbol americano,
sólido y fuerte, con un nuevo centro de gravedad. Sus hombros se habían ampliado. Él
caminaba con más seguridad.
Lo que Frank había hecho en aquél puente en Venecia… Tenía a Hazel todavía impresionada.
Ninguno de ellos realmente había visto la batalla, pero nadie dudó de ella. El porte de Frank
cambió por completo. Hasta Leo dejó de hacer bromas a sus espaldas.
–Estoy… Estoy bien–Hazel dijo–. ¿Y tú?
Él sonrió, las comisuras de sus ojos se arrugaron.
–Estoy, uh, más alto. Por lo demás, sí. Estoy bien. No he cambiado por dentro, realmente…
Su voz llevaba un poco de la vieja duda y rareza – la voz de su Frank, quien siempre se
preocupaba de ser torpe y arruinarlo todo.
Hazel se sintió aliviada. A ella le gustaba esa parte de él. Al inicio, su nueva apariencia lo
impactó. Ella había estado preocupada de que su personalidad cambiase también.
Ahora ella comenzó a relajarse con respecto a eso. A pesar de toda su fuerza, Frank era el
mismo chico dulce. Él era aún vulnerable. Él aún le confiaba aquella pieza mágica de leña, que
ella llevaba en un bolsillo de su abrigo, al lado de su corazón.
–Lo sé, y estoy agradecida–ella apretó su mano–. No eres exactamente tú de lo que estoy
preocupada.
Frank gruñó.
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– ¿Cómo está Nico?
Ella había pensado en sí misma, no en Nico, pero siguió la mirada de Frank hacia arriba del
trinquete, donde Nico estaba encaramado en el palo mayor.
Nico decía que le gustaba vigilar porque tenía buena vista. Hazel sabía que esa no era la razón.
La cima del mástil era uno de los pocos lugares donde Nico podía estar solo. Los otros le
habían ofrecido la habitación de Percy desde que Percy se… bueno, ausentó. Nico se negó
rotundamente. Él pasaba la mayoría del tiempo arriba en la jarcia, donde no tenía qué hablar
con el resto de la tripulación.
Desde que había sido convertido en una mazorca en Venecia, él sólo se hizo más solitario y
malhumorado.
–No lo sé–admitió Hazel–. Él ha pasado por muchas cosas difíciles. Fue capturado en el
Tártaro, fue prisionero en ese tarro de bronce, vio a Percy y Annabeth caer…
–Prometiendo llevarnos a Epiro–Frank asintió–. Siento que Nico no se lleva bien con los otros.
Frank se paró derecho. Llevaba una camisa beige con la foto de un caballo y las letras “PALIO
DI SIENA”. Él la había comprado hace unos días, pero ahora era demasiado pequeña. Cuando él
se estiraba, su vientre se mostraba.
Hazel se dio cuenta de que lo estaba mirando. Rápidamente miró hacia otro lado, su cara se
enrojeció.
–Nico es mi único familiar–ella dijo–. No es fácil agradarle, pero… gracias por ser amable con
él.
Frank sonrió.
–Hey, tú estuviste con mi abuela en Vancouver. Dime a quién “no es fácil agradarle”.
–¡Amé a tu abuela!
Gale, la hurón se escabulló entre ellos, se tiró un gas y salió corriendo.
–Ugh–Frank alejó el olor–. De todas formas, ¿qué hace esa cosa aquí?
Hazel agradecía el no estar en tierra. Con lo agitada que se sentía, oro y gemas probablemente
estarían saliendo a sus pies.
–Hécate mandó a Gale a observar–ella dijo.
–¿Observar qué?
Hazel intentó sentirse cómoda con la presencia de Frank, con su nueva aura de solidez y
fuerza.
–No lo sé–ella dijo al final–. Algún tipo de examen.
De repente, el bote se tambaleó en su parte delantera.
130
xxvi
hazel
Hazel y Frank cayeron uno sobre el otro. Hazel accidentalmente se hizo a sí misma la maniobra
de Heimlich con el pomo de su espada y se acurrucó en el piso, gimiendo y tosiendo el sabor
del veneno de los katoblepas. A través de una nube de dolor escuchó al mascarón del barco,
Festus el dragón de bronce, hacer sonar la alarma y disparar fuego.
Inconsciente, Hazel se preguntó si habían golpeado un iceberg - pero en el Adriático ¿En medio
del verano?
El barco se balanceó al puerto con un masivo alboroto, como un poste de teléfono partiéndose
por la mitad.
— ¡Gahh! — Gritó Leo en alguna parte detrás de ella—. ¡Se está comiendo los remos!
“¿Qué es?” Se preguntó Hazel. Trató de levantarse, pero algo grande y pesado estaba encima
sus piernas. Se dio cuenta de que era Frank, quejándose mientras intentaba quitarse un
montón de cuerdas flojas.
Todos los demás estaban peleando. Jason saltó sobre ellos, con su espada desenvainada y
corrió hacia la popa. Piper estaba ya en el alcázar, disparando comida desde su cuerno de la
abundancia y gritando
— ¡Oye! ¡OYE! Come esto, ¡estúpida tortuga!
¿Tortuga?
Frank ayudó a Hazel a levantarse.
—¿Estás bien?”
—Sí —Hazel mintió, agarrándose su estómago — ¡Vamos!
Frank corrió por las escaleras, cargando su mochila, la cual instantáneamente se transformó en
un arco y un carcaj. Para cuando llegó al timón, ya había disparado una flecha y estaba
preparando una segunda.
Leo trabajó frenéticamente en los controles de la nave
— ¡Los remos no se van a retractar! ¡Aléjenlos! ¡Aléjenlos!
Arriba en el trinquete, la cara de Nico estaba inmóvil y en shock.
— ¡Por el Estigio!… ¡es enorme! —gritó —. ¡Al puerto! ¡Diríjanse al puerto!
El Entrenador Hedge era el último abordo. El compensó eso con entusiasmo. Subió los
escalones, sacudiendo su bate de béisbol, y sin dudar la cabra galopó hasta la popa y saltó a la
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borda con un alegre “¡HA HA!”
Hazel se tambaleó hasta el alcázar para reunirse con sus amigos. El barco se estremeció. Más
remos se quebraron y Leo gritó:
— ¡No, no, no! ¡Dang, caparazón viscoso hijo de tu madre!
Hazel llegó a la popa y no podía creer lo que veía.
Cuando escuchó la palabra “tortuga”, ella pensó en una linda pequeña cosa del tamaño de una
caja de joyería, sentado en una roca en medio de un estanque. Cuando escuchó “enorme” su
mente trató de ajustarse- okay, tal vez era como la tortuga Galápagos que vio una vez en el
zoológico, con un caparazón lo suficientemente grande como para montarlo.
Ella no se imaginó una criatura del tamaño de una isla. Cuando vio el enorme caparazón de
cuadrados negros y marrones escarpadas, la palabra ‘tortuga’ simplemente no encajaba. Su
caparazón era más bien una masa de tierra- colinas de hueso, valles de perlas brillantes,
bosques de alga y musgo, ríos de agua de mar corría por las ranuras de su caparazón. Por el
lado de estribor de la nave, otra parte del monstruo se levantó del agua como un submarino.
Lares de Roma… ¿Era esa su cabeza?
Sus ojos dorados eran del tamaño de una piscina, con oscuras rendijas de lado como pupilas.
Su piel brillaba como camuflaje de ejército mojado- marrón salpicado de verde y amarillo. Su
roja y desdentada boca pudo haber tragado a la Atenea Pártenos de un solo bocado.
Hazel vio cómo rompía por la mitad una docena de remos.
— ¡Para de hacer eso!— Leo lamentó.
El Entrenador Hedge trepó alrededor del caparazón de la tortuga, golpeándolo inútilmente con
su bate de béisbol y gritando: “¡Toma esto! ¡Y esto!”
Jason voló desde la popa y se posó en la cabeza de la criatura. Apuñaló a la criatura con su
espada dorada entre medio de sus ojos, pero la hoja se deslizó hacia un lado, como si la piel de
la tortuga fuera engrasada. Frank disparó flechas a los ojos del monstruo sin ningún éxito. El
interior de los parpados de la tortuga, parpadeaban con extraordinaria precisión, desviando
cada disparo. Piper disparaba melones dentro del agua, gritando:
— ¡Ve a buscarlo estúpida tortuga!— Pero la tortuga parecía interesada en comer el Argo II.
— ¿Cómo llegó tan cerca? —Hazel preguntó.
Leo levantó las manos con exasperación
—Debe ser por el caparazón. Supongo que es invisible para el radar. Es una estúpida tortuga
sigilosa.
— ¿Puede volar el barco? —Piper preguntó
132
— ¿Con la mitad de nuestros remos rotos?— Leo presionó algunos botones e hizo girar su
esfera de Arquímedes —Tendré que intentar algo más.
— ¡Allá!— Nico gritó desde arriba—. ¿Puedes llevarnos hasta esos canales?
Hazel miró hacia donde estaba apuntando. Alrededor de media milla al este, una larga franja
de tierra corría paralela a los acantilados costeros. Era difícil estar segura desde esa distancia,
pero la extensión de agua entre ellos parecía ser solo 20 o 30 metros de ancho- Posiblemente
lo suficientemente grande para que el Argo II se deslizara a través, pero definitivamente no
para el gigante caparazón de la tortuga.
— ¡Sí, sí!— Leo aparentemente entendió. El giró la esfera de Arquímedes — ¡Jason aléjate de
la cabeza de esa cosa! ¡Tengo una idea!
Jason estaba todavía atacando a la cara de la tortuga, pero cuando escuchó a Leo decir ‘Tengo
una idea’, él tomó la más inteligente elección. Voló lejos lo más rápido posible.
—Entrenador, venga— Jason dijo.
— ¡No! Lo tengo— Hedge dijo, pero Jason lo agarró por la cintura y se lo llevó.
Desafortunadamente, el entrenador forcejeó tanto que la espada de Jason se soltó de su mano
y cayó dentro del agua.
— ¡Entrenador!— Jason se quejó.
— ¿Qué?— Hedge dijo—. Lo estaba ablandando.
La tortuga dio un cabezazo al casco, casi lanzando toda la tripulación a babor. Hazel oyó un
crujido, como si la madera se hubiera partido.
—Sólo otro minuto— dijo Leo, sus manos volaban sobre el mando de wii
—No deberíamos seguir aquí ni un minuto— Frank lanzó su última flecha.
Piper gritó a la tortuga.
—Vete de aquí.
Por un momento, eso funcionó. La tortuga se giró del barco y metió su cabeza bajo el agua.
Pero luego se devolvió y los embistió incluso más fuerte. Jason y el Entrenador Hedge
aterrizaron en la cubierta.
— ¿Están bien?— preguntó Piper.
—Bien— Jason murmuró—. Sin un arma, pero bien.
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— ¡Fuego en el caparazón!—Leo lloriqueó, rotando su mando de Wii.
Hazel pensó que la popa había explotado. Chorros de fuego estallaron detrás de ellos, lavando
la cabeza de la tortuga. El barco salió disparado hacia adelante y lanzó a Hazel a la cubierta de
nuevo.
Ella se levantó y vio que el barco estaba saltando sobre las olas a una increíble velocidad con
fuego detrás, como un cohete. La tortuga ya estaba a unas 100 yardas por detrás de ellos, su
cabeza estaba quemada y humeaba.
El monstruo rugió de frustración y comenzó a perseguirlos, sus pies de paleta avanzaban a
través del agua con un poder que empezó a alcanzarlos. La entrada al canal estaba todavía a
un cuarto de milla adelante.
—Una distracción—Leo murmuró—. Nunca lo lograremos hasta que tengamos una distracción.
—Una distracción— Hazel murmuró.
Se concentró y pensó “¡Arión!”. Ella no tenía idea de que podría funcionar, pero
instantáneamente Hazel divisó algo en el horizonte- un destello de luz y vapor. Cruzó la
superficie del mar Adriático. En un latido de corazón, Arión estaba en el alcázar.
“Dioses del Olimpo” Hazel pensó. “¡Amo a este caballo!”
Arión resopló como si dijera “Obvio que lo haces. No eres estúpida”
Hazel montó en su espalda.
—Piper, yo podría usar ese encantamiento vocal tuyo.
—Hubo un tiempo, en el que me gustaban las tortugas—Piper murmuró, aceptando una mano
de Hazel—. Pero ya no más.
Hazel motivó a Arión. Él brincó desde un lado del barco, golpeando el agua con un galope
completo.
La tortuga era una buena nadadora, pero no pudo superar la velocidad de Arión. Hazel y Piper
pasaron como un rayo alrededor de la cabeza del monstruo, Hazel cortando con su espada,
Piper gritando ordenes al azar como: “¡Sumérgete! ¡Gira a la izquierda! ¡Mira detrás de ti!”
La espada no le hizo daño. Cada orden funcionó solo por un momento, pero estaban
molestando a la tortuga. Arión relinchó despectivamente mientras la tortuga lo golpeaba, sólo
para conseguir un bocado de caballo de vapor.
Pronto, el monstruo se había olvidado completamente el Argo II. Hazel siguió apuñalando su
cabeza. Piper siguió gritando órdenes y usando su cuerno para lanzar cocos y pollos asados a
los ojos de la tortuga.
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Tan pronto como el Argo II había pasado el canal, Arión paró su hostigamiento. Ellos
aceleraron después del barco, y un momento más tarde estaban de vuelta en la cubierta.
El fuego de cohete se había extinguido, aunque aún salía humo de bronce desde la popa. El
Argo II cojeaba hacia adelante gracias a la vela, pero su plan había resultado. Se albergaron con
seguridad en las estrechas aguas, con una larga y rocosa isla a estribor y los blancos
acantilados escarpados de la parte continental a puerto. La tortuga se detuvo a la entrada del
canal los miró torvamente, pero no hizo ningún intento de seguirlos. Su caparazón era
obviamente demasiado amplio.
Hazel desmontó y obtuvo un gran abrazo de Frank.
— ¡Gran trabajo allá!— él dijo.
Su cara se ruborizó.
—Gracias.
Piper se deslizó a su lado.
—Leo, ¿desde cuando tienes una propulsión de jet?
—Aw, ya sabes— Leo trató de lucir modesto y fracasado—Sólo un pequeño algo que saqué en
mi tiempo de descanso. Desearía haber podido darte más que unos pocos segundos de fuego,
pero al menos nos sacó de aquí.
—Y asaste la cabeza de la tortuga— Jason dijo apreciativamente—¿Y ahora qué?
—Mátala— dijo el Entrenador—. ¿Incluso tienes que preguntar? Tenemos suficiente distancia.
Tenemos ballestas. ¡Bloqueen y carguen, semidioses!”
Jason frunció el ceñó “Entrenador, primero que todo, me hiciste perder mi espada”
—¡Oye! Yo no pedí una evacuación.
—Segundo, no creo que la ballesta vaya a hacerle algo. Ese caparazón es como la piel de el
León de Nemea. Y su cabeza no es para nada suave.
—Entonces atacamos justo en su garganta” dijo el Entrenador “Así como lo hicieron con ese
monstruo camarón en el Atlántico, enciéndanlo desde el interior.
Frank rascó su cabeza.
—Tal vez funcione. Pero luego tenemos unos 5 millones de kilos de armazón de tortuga
bloqueando la entrada hacia los canales. Si no podemos volar con los remos rotos ¿Cómo
vamos a sacar al barco de aquí?
—Tú espera y arregla los remos— dijo el Entrenador—. O solo navega hacia la otra dirección,
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gran ‘galoot’”
Frank miró confuso
—¿Qué es un galoot?
—¡Chicos!” Llamó Nico abajo desde el mástil —. Lo de navegar hacia la otra dirección. No creo
que funcione—apuntó pasado la proa.
Un cuarto de milla más adelante, la larga franja rocosa de tierra se curvó y se encontró con el
acantilado. El canal terminaba en una estrecha V.
—No estamos en un canal— dijo Jason —Estamos en un callejón sin salida.
Hazel sintió una fría sensación en sus dedos de manos y pies. En la barandilla de babor, Gale la
comadreja se sentó en cuclillas, mirando a Hazel expectante.
—Esto es una trampa— dijo Hazel.
Los otros la miraron.
—Nah, está bien— Leo dijo—. Lo peor sucede, y hacemos reparaciones. Tal vez tome toda la
noche pero puedo tener al barco volando otra vez
En la boca de la entrada, la tortuga rugió. No parecía interesada en salir
—Bueno— Piper se encogió de hombros—. Al menos la tortuga no puede tenernos. Estamos a
salvo aquí.
Eso es algo que ningún semidiós debe decir jamás. Las palabras habían apenas dejado la boca
de Piper cuando una flecha se hundió en el mástil, a 6 centímetros de su cara.
El grupo se dispersó en busca de cubierta, excepto por Piper, que se quedó congelada en el
lugar, boquiabierta por la flecha que casi había atravesado su nariz de mala manera.
—Piper, ¡agáchate!” Jason gritó con dureza
Pero ningún otro misil cayó. Frank estudió el ángulo de la flecha en el mástil y apuntó hacia la
parte superior de los acantilados.
—Allí arriba— él dijo—. Un solo disparador. ¿Lo ven?
El sol daba en sus ojos, pero Hazel divisó una pequeña figura de pie en la parte superior del
alféizar
—¿Quién demonios es él?— Leo demandó— ¿Por qué está disparándonos?
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—¿Chicos?— La voz de Piper era delgada y húmeda—. Hay una nota.
Hazel no la había visto antes, pero un rollo de pergamino estaba atado al eje de la flecha. No
estaba segura de por qué, pero eso la hizo enojar. Ella irrumpió sobre el pergamino y lo desató.
—Uh, Hazel— Leo dijo —¿Estás segura de que eso es seguro?
Ella leyó la nota en voz alta
—Primera línea: estar de pie y entregar.
— ¿Qué significa eso?— El Entrenador Hedge se quejó—. Estamos de pie. Bueno, agachados,
como sea. Y si ese tipo está esperando una entrega de pizza, ¡Que lo olvide!
—Hay más— dijo Hazel —Esto es un robo. Envíen dos de su grupo a la parte superior
del precipicio con todos sus objetos de valor. No más de dos. Dejen al caballo mágico. No
vuelos, No trucos. Sólo escalen.
—¿Escalar qué?— Piper preguntó.
Nico apuntó.
—Allá.
Un pequeño conjunto de escaleras fue tallado en el acantilado, la cual lleva a la cima. La
tortuga, el canal sin salida, el acantilado… Hazel tuvo la sensación de que esta no era la
primera vez que el escritor de la carta había asaltado un barco aquí.
Aclaró su garganta y siguió leyendo en voz alta
—Quiero decir TODOS tus objetos de valor. De otra manera mi tortuga y yo los destruiremos.
Tienen 5 minutos.
—Usemos las catapultas— lloró el Entrenador.
—P.D: Ni siquiera piensen en usar las catapultas— Hazel leyó.
—¡Maldita sea!— dijo el Entrenador—Este tipo es bueno.
—¿La nota está firmada?— preguntó Nico.
Hazel sacudió su cabeza. Escuchó alguna vez una historia en el campamento Júpiter, algo sobre
un ladrón que trabajaba con una tortuga gigante; pero como es usual, tan pronto como
necesitaba la información, los recuerdos se sentaban molestamente en la parte trasera de su
memoria, fuera del alcance. La comadreja Gale la miraba, esperando ver lo que iba a hacer. El
test aún no ocurre, pensó Hazel.
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Distraer a la tortuga no fue suficiente, Hazel no ha probado nada sobre como ella podría
manejar la Niebla… mayormente porque ella no pudo manipular la Niebla.
Leo estudió la punta del acantilado y murmuró algo por debajo de su respiro.
—Esa no es una buena trayectoria. Incluso si pudiera armar la catapulta antes de que ese tipo
nos atraviese con flechas, no creo que pueda hacer el disparo. Eso es cientos de pies, casi en
línea recta hacia arriba.
—Sí— Frank gruñó —Mi arco es inútil también. Él tiene una gran ventaja, estando arriba de
nosotros así. No podría alcanzarlo.
—Y, umm…— Piper dio un codazo a la flecha que estaba metida en el mástil —Tengo un
presentimiento de que es un buen disparador. No creo que haya querido dispararme. Porque
si lo hacía…
No necesitó terminar. Quien sea que fuera ese ladrón, podía dispararle al objetivo desde
cientos de pies de distancia. Él podría dispararles a todos antes de que pudieran reaccionar.
—Iré— Hazel dijo
Ella odió la idea, pero estaba segura de que Hecate había enviado esto algo así como un reto
mezclado. Esta era la prueba de Hazel- su vuelta para salvar el barco. Como si ella necesitara
confirmación, Gale correteó junto a la barandilla y saltó sobre su hombro, listo para montar.
Los otros se volvieron hacia ella. Frank soltó su arco.
—Hazel…
—No, escucha— dijo Hazel —Este ladrón quiere cosas valiosas. Puedo ir para allá, invocar oro,
joyas, lo que él quiera…
Leo levantó una ceja.
—Si le pagamos, ¿tú crees que nos dejará ir?
—No tenemos otra opción— dijo Nico —Entre esa tortuga y el tipo…
Jason levantó su mano. Los demás se callaron.
—Iré también— dijo—. La carta dice dos personas. Aunque no me gusta la apariencia de esas
escaleras. Si Hazel cae, puedo usar el viento para impedirnos caer a ambos de mala manera.
Arión relinchó en protesta como si dijera ‘¿Van a ir sin mí? ¿Están bromeando, verdad?’
—Debo hacerlo, Arión…— dijo Hazel—. Jason, sí… creo que está bien. Es el mejor plan”
138
—Sólo desearía tener mi espada—Jason fulminó al Entrenador—. Está en el fondo del océano,
y no tenemos a Percy para que la traiga.
El nombre ‘Percy’ pasó sobre ellos como una nube. El humor a bordo se puso incluso más
oscuro.
Hazel estiró el brazo. Ella ni siquiera pensó sobre ello. Sólo se concentró en el agua y llamó al
Oro Imperial.
Una idea estúpida. La espada estaba muy lejos, probablemente cientos de pies mar abajo, pero
sintió un rápido tirón en sus dedos, como una mordedura en la línea de meta. Y la espada de
Jason voló fuera del agua y hacia sus manos.
—Aquí— ella dijo, entregándosela.
Los ojos de Jason se dilataron.
—¿Cómo…? ¡Pero si eso fue como media milla!
—He estado practicando— dijo ella, aunque no era verdad.
Ella espero no haber maldecido accidentalmente la espada de Jason convocándola, de la
manera en la que maldecía joyas y metales preciosos.
De algún modo, aunque, ella pensaba que las armas eran diferentes. Después de todo, ella
llevó un montón de equipamiento de Oro Imperial desde el Glaciar Bay y lo distribuyó en la
quinta Cohorte. Y eso funcionó bien.
Ella decidió no preocuparse sobre eso. Ella se sentía tan enojada con Hécate y tan cansada de
ser manipulada por los dioses que no iba a dejar que ningún insignificante problema se pusiera
en su camino.
—Ahora. Si no hay ninguna otra objeción, tenemos un ladrón que conocer—.
139
xxvii
hazel
A Hazel le gustaban los exteriores grandes… Pero escalar un acantilado de doscientos pies en
una escalera sin pasamanos con una comadreja malhumorada en su hombro no le gustaba
demasiado. Especialmente cuando ella podría haber llegado con Arión a la cima en pocos
segundos.
Jason caminaba detrás de ella para atraparla si se caía. Hazel apreciaba el gesto, pero eso no la
hacía sentirse mejor mientras subía por el precipicio.
Miró a su derecha, lo que fue un error. Su pie casi se resbaló, tirando un poco de grava sobre el
precipicio. Gale chilló alarmado.
—¿Estás bien? —Jason preguntó.
—Sí— el corazón de Hazel golpeaba sus costillas—. Estoy bien.
Ella no podía voltear y verlo. Ella sólo podía confiar en que no la dejase desplomarse a su
muerte. Él podía volar, así que era su único respaldo. Aun así, ella deseaba tener a sus espadas
a Frank, o a Nico, o a Piper, o a Leo. O hasta… Bien, está bien, al Entrenador Hedge no. Pero
aun así, Hazel no podía leer a Jason Grace.
Desde que llegó al Campamento Júpiter, ella había oído historias sobre él. Los campistas
hablaban con reverencias acerca del hijo de Júpiter que se alzó de las perdedoras filas de la
Quinta Cohorte para ser pretor, los guió hacia la victoria en la Batalla del Monte Tam, y
después desapareció. Aún ahora, después de los sucesos que les habían ocurrido estas dos
semanas, Jason parecía más una leyenda que una persona. A ella se le complicaba hablarle,
con esos ojos azules y esa actitud reservada, parecía que él estudiaba cada palabra antes de
que ella las dijera. Además, ella tampoco podía olvidar cómo él quería abandonar a su
hermano, Nico, cuando se enteró que estaba captivo en Roma.
Jason pensaba que Nico era el cebo de una trampa. Había estado en lo correcto. Y quizás,
ahora que Nico estaba a salvo, ella podía ver por qué la advertencia de Jason era una buena
idea. Aún así, ella no sabía qué pensar de ese chico. ¿Qué pasaría si llegaban a la cima del
acantilado y Jason decidía que salvar a Hazel no era lo mejor para la misión?
Ella miró hacia arriba. No podía ver al ladrón desde ahí, pero sintió que los estaba esperando.
Hazel estaba segura de que podía producir tantas gemas y oro como para impresionar al más
codicioso ladrón. Se preguntó si las gemas que invocaba aún tenían mala suerte. Nunca había
estado segura si esa maldición se había roto cuando murió por primera vez. Parecía una buena
140
oportunidad para averiguarlo. Cualquiera que les robara a semidioses inocentes con una
tortuga gigante merecía muchas maldiciones.
Gale, la comadreja, saltó de su hombro y se escabulló hacia adelante. Ella miró hacia atrás y
ladró con impaciencia.
—Vamos tan rápido como podemos—Hazel murmuró.
Ella no podía sacudirse la impresión de que la comadreja estaba ansiosa por verla fallar.
—Con esto de, eh, controlar la Niebla—dijo Jason—. ¿Has tenido suerte?
—No—Hazel admitió.
A ella no le gustaba pensar en sus fallas… La gaviota que no pudo convertir en un dragón, el
bate del Entrenador Hedge negándose a convertirse en un hot dog. Ella no podía creer que
alguno de esas fallas pudiese ser posible.
—Lo harás—Jason dijo.
Su tono la sorprendió. No era un cumplido para ser agradable. Sonaba completamente
convencido. Ella siguió escalando pero se lo imaginó viéndola con esos ojos azules penetrantes
y su mandíbula se cerraba con confianza.
—¿Cómo puedes estar tan seguro? —ella preguntó.
—Sólo lo estoy. Tengo un buen instinto para saber lo que puede hacer la gente — semidioses,
lo que sea. Hécate no te habría elegido si no creyera que tuvieses el poder.
Quizá eso debería haber hecho a Hazel sentirse mejor. Pero no lo hizo.
Ella tenía un buen instinto para las personas también. Ella comprendía qué era lo que
motivaba a la mayoría de sus amigos… Hasta a su hermano, Nico, quien no era fácil de leer.
¿Pero Jason? Ella no tenía ni idea. Todos decían que era un líder natural. Ella lo creía. Pero aquí
estaba, haciéndola sentir como una miembro valiosa del equipo, y diciéndole que era capaz de
hacer todo. ¿Pero qué cosa podía hacer Jason?
Ella no le podía platicar a nadie de sus dudas. Frank estaba asombrado de este tipo. Piper, por
supuesto, era una cabeza-encima-de-tacones. Leo era su mejor amigo. Hasta Nico seguía su
liderazgo sin quejarse.
Pero Hazel no olvidaba que Jason había sido el primer movimiento de Hera en la guerra contra
los gigantes. La Reina del Olimpo había movido a Jason al Campamento Mestizo, lo que
empezó la cadena de eventos para intentar detener a Gea. ¿Por qué primero Jason? Algo le
decía a Hazel que él era el eje. Jason sería la última jugada, también.
“Bajo la tormenta o el fuego el mundo deberá caer” Eso decía la profecía. Por mucho que
Hazel temiese al fuego, las tormentas la asustaban má. Jason Grace podía hacer grandes
tormentas.
Ella miró hacia arriba y vio el borde del precipicio a unas cuantas yardas sobre ella.
Ella llegó a la cima, sin aliento y sudorosa. Un largo valle inclinado se abría paso hasta el
interior. Dotado con olivos ralos y piedra caliza. No había rastros de alguna civilización.
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Las piernas de Hazel temblaban desde la cima. Gale se veía ansiosa por explorar. La comadreja
ladraba, se echaba gases y se escabullía en los arbustos más cercanos. Abajo, el Argo II se veía
como un barco de juguete en un el canal. Hazel no entendía cómo alguien podía tirar una
flecha tan acertadamente desde esta altura, tomando en cuenta el viento y el brillo del sol en
el agua. En la entrada del túnel, un caparazón gigante de tortuga brillaba como una moneda
pulida.
Jason la alcanzó en la cima, no se veía cansado por la escalada.
Él comenzó a decir
—¿Dónde…?
— ¡Aquí! —dijo una voz
.
Hazel se estremeció. A solamente diez pies, había un hombre, con un arco y un carcaj sobre
sus hombros y dos pistolas de duelo en sus manos. Él vestía botas altas de cuero, pantalones
de cuero y una camisa de pirata. Su cabello rizado se parecía al de un niño y sus ojos verdes
brillantes eran amistosos, aunque una banda cubría la mitad de la parte baja de su cabeza.
—Bienvenidos— chilló el bandido, apuntándoles con sus pistolas—. ¡El dinero o sus vidas!
Hazel estaba segura de que él no había estado ahí hace un segundo. Él simplemente se
materializó, como si hubiese salido de una cortina invisible.
—¿Quién eres tú? — Hazel preguntó.
El bandido rió.
—Escirón, ¡por supuesto!
—¿Quirón? —Jason preguntó—. ¿Cómo el centauro?
El bandido rodó sus ojos.
—Esci-rón, mi amigo. ¡Hijo de Poseidón! ¡Extraordinario ladrón! ¡Asombroso por todos lados!
Pero eso no es lo importante, ¡no veo nada valioso! —chilló, como si estas fueran buenas
noticias—. ¿Esto quiere decir que quieren morir?
—Espera—dijo Hazel—. Tenemos cosas valiosas. Pero, si te las damos, ¿cómo estaremos
seguros de que nos dejarás ir?
—Oh, siempre preguntan eso—dijo Escirón—. Les juro por el Río Estigio que tan pronto como
me den lo que quiero, no les dispararé. Pero los enviaré de vuelta por ese precipicio.
Hazel le dio a Jason una mirada cautelosa. Por el Río Estigio o no, la respuesta de Escirón no la
convencía.
—¿Y qué hay si peleamos contra ti? —preguntó Jason—. No puedes atacarnos y mantener
rehén a nuestro barco al mismo iempo.
¡BANG! ¡BANG!
Pasó tan rápido que el cerebro de Hazel necesitó un momento para entenderlo.
Humo salía de un lado de la cabeza de Jason. Sobre su oreja izquierda, una herida se abría paso
por su cabello, como rayas de auto deportivo. Uno de las pistolas de Escirón apuntaba a la
cara de Jason. La otra apuntaba hacia abajo, a un lado del acantilado, como si el segundo
disparo de Escirón hubiese sido disparado al Argo II.
Hazel se sofocó del shock.
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—¿Qué hiciste?
—Oh, ¡no te preocupes! —rió Escirón—. Si pudieras ver de tan lejos—lo que no puedes—
podrías ver un hoyo en la cubierta entre los zapatos del chico grandote, el del arco.
—¡Frank!
Escirón se encogió de hombros.
—Si tú lo dices. Eso fue sólo una demostración. Temo que pudo ser peor.
Él giró sus pistolas. El perillo se reinició, y Hazel tuvo el presentimiento de que las pistolas se
habían cargado mágicamente.
Escirón le sacudió sus cejas a Jason.
—Así que, para contestar tu pregunta: sí, puedo atacarte a ti y detenerle el paso a tu barco al
mismo tiempo. Municiones de bronce celestial. Muy peligrosas para semidioses. Ustedes dos
morirán primero. Bang, bang. Después iría escogiendo a tus amigos de uno por uno en aquél
barco. ¡El tiro al blanco es más divertido con los objetivos vivos, corriendo y gritando!
Jason tocó su nuevo hoyo que la bala había hecho en su cabello. Por primera vez, no se veía
tan seguro.
Los tobillos de Hazel temblaban. Frank era el mejor que ella conocía con el arco, pero Escirón
era inhumanamente bueno.
— ¿Eres hijo de Poseidón? —ella preguntó—. Pensaría que eras de Apolo, por como disparas.
Las líneas de su sonrisa se hicieron más notorias alrededor de sus ojos.
—Bien, ¡gracias! Aunque es sólo práctica. La tortuga gigante tiene que ver con mi ascendencia.
¡No puedes ir domesticando tortugas sin ser hijo de Poseidón! Podría hundir tu barco con
marea alta, pero claro, es un trabajo muy difícil. Y no es ni medianamente divertido como
acechar y disparar gente.
Hazel intentó organizar sus pensamientos, para ganar más tiempo, pero era difícil al
quedársele viendo a los barriles humeantes de esas pistolas.
—Uh… ¿Para qué es la banda?
— ¡Para que nadie me reconozca! —dijo Escirón.
—Pero te acabas de presenar—dijo Jason—. Eres Escirón.
Los ojos del bandido se ampliaron.
— ¿Cómo sa…? Oh. Claro, creo que lo hice—él bajó una pistola y se rascó la cabeza con la
otra—. Terriblemente tonto de mi parte. Temo que estoy un poco oxidado. Por lo de volver de
la muerte y todo eso. Déjame intentarlo de nuevo.
Él niveló las pistolas.
—¡Párense y entréguenmelos! Soy un anónimo bandido del que no necesitan saber el nombre.
“Un anónimo bandido”. Algo encajó en la memoria de Hazel.
—Teseo. Él te mató una vez.
Los hombros se hundieron.
—¿Por qué tienes que mencionarlo? ¡Nos estábamos llevando tan bien!
143
Jason frunció el ceño.
—Hazel, ¿sabes la historia de este tipo?
Ella asintió, aunque los detalles eran borrosos.
—Teseo se lo encontró en su camino a Atenas. Escirón habrá matado a sus víctimas por, um…
“Algo que tenía que ver con la tortuga”. Hazel no pudo recordar.
— ¡Teseo era un estafador! —Escirón se quejó—. No quiero hablar de él. Regresé de la muerte
ahora. Gea me prometió que me podía quedar en la costa y asaltar a todos los semidioses que
quiera, ¡y eso es lo que haré! Ahora… ¿Dónde estábamos?
—Nos ibas a dejar ir—se aventuró Hazel.
—Hum… —Escirón dijo—. No, estoy muy seguro de que no era eso. ¡Ah, sí! Tu dinero o tu vida.
¿Dónde están tus objetos valiosos? ¿No tienes objetos valiosos? Por lo menos, los puedo
tomar.
Escirón apuntó una pistola a la cabeza de Jason.
—Bien, entonces, mi estimada, dámelos, ¡o mi siguiente disparo cortará algo más que el
cabello de tu amigo!
Hazel difícilmente necesitaba concentrarse. Ella estaba tan ansiosa, el suelo resonaba debajo
de ella y de repente el suelo produjo una cosecha abundante — metales preciosos saliendo a
la superficie, con la tierra ansiosa por expelerlos.
Ella se vio rodeada por un motín que les llegaba hasta las rodillas— Denarios Romanos,
dracmas de plata, joyería de oro antigua, diamantes brillantes, con topacios y rubíes… Los
suficientes para llenar bastantes bolsas de césped.
Escirón rio con placer.
— ¿Cómo es que haces eso?
Hazel no respondió. Ella pensó en todas las monedas que habían aparecido en la encrucijada
con Hécate. Aquí había aún más riquezas de cientos de años, de cada imperio que había
reclamado esta tierra—Griegos, romanos, Bizantinos y muchos más. Esos imperios se habían
ido, dejando una estéril línea costera para Escirón el bandido.
Ese pensamiento la hizo sentir pequeña e indefensa.
—Sólo toma el tesoro—ella dijo—. Déjanos irnos.
Escirón rió.
—Oh, pero dije “todos sus objetos valiosos”. Tengo entendido que llevan en ese barco algo
muy especial… Una cierta estatua de marfil y oro de cuarenta pies.
El sudor comenzó a secarse en el cuello de Hazel, enviando un escalofrío a su espalda.
Jason dio un paso hacia el frente. A pesar de la pistola que apuntaba hacia su cara, sus ojos
eran tan duros como zafiros.
—La estatua no está en negociación.
—¡Tienes razón, no lo está! —Escirón asintió—. ¡Tengo que tenerla!
—Gea te habló de la estatua—Hazel adivinó—. Ella te ordenó que te la llevaras.
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Escirón encogió sus hombros.
—Quizás. Pero me dijo que podía conservarla. Es difícil negar esa oferta. No pretendo morir de
nuevo, amigos míos. ¡Intento vivir una vida larga como un hombre rico!
—La estatua no te dará ningún bien—Hazel dijo—. No si Gea destruye al mundo.
Los cañones de las pistolas de Escirón oscilaron.
—¿Perdón?
—Gea te está usando—Hazel dijo—. Si te llevas esa estatua, no podremos derrotarla. Ella
planea limpiar la tierra de todos los mortales y semidioses, dejando a los gigantes y a los
monstruos en el control. Así que, ¿dónde piensas gastarte tu dinero, Escirón? Asumiendo que
Gea te deje con vida.
Hazel le dio tiempo para pensarlo. Ella pensó que Escirón no tendría problemas con creer en
encrucijadas, dado que era un bandido.
Él se quedó callado hasta la cuenta de diez.
Finalmente, su sonrisa regresó.
—¡Está bien! —él dijo—. No soy irracional. Quédense con la estatua.
Jason parpadeó.
—¿Podemos irnos?
—Sólo una cosa más—. Siempre exijo una muestra de respeto. Antes de dejar ir a mis
víctimas, hago que me laven los pies.
Hazel no estaba segura de haberlo oído bien. Después, Escirón se sacó sus botas, una detrás de
la otra. Sus pies desnudos eran la cosa más desagradable que Hazel había visto… Y ella había
visto varias cosas desagradables.
Estaban hinchados, rugosos y blancos como la pasta, como si hubieran estado remojados en
formaldehidos por unos pocos siglos. Mechones de vello castaño brotaba de cada dedo de su
deforme pie. Sus uñas puntiagudas eran verdes y amarillas, como el caparazón de una tortuga.
Después, el olor la impactó. Hazel no sabía si el Palacio del Inframundo de su padre tenía una
cafetería para zombies, pero si la tuviera, olería como los pies de Escirón.
—Así que—Escirón sacudió sus asquerosos dedos—. ¿Quién quiere el izquierdo y quién quiere
el derecho?
La cara de Jason se tornó tan blanca como esos pies.
—Tienes que… Tienes que estar bromeando.
—¡No lo hago! —dijo Escirón—. Lava mis pies y acabamos. Te enviaré de vuelta al acantilado.
Lo juro por el Río Estigio.
Él hizo esa promesa tan fácilmente que las campanas de advertencia sonaron en la mente de
Hazel. “Pies. Enviarte de vuelta al acantilado. Caparazón de tortuga”.
La historia regresó a su memoria, todas las piezas faltantes embonaron. Ella recordó cómo era
que Escirón mataba a sus víctimas.
—¿Podemos hablar un momento? — Hazel le preguntó al bandido.
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Los ojos de Escirón se ensancharon.
—¿Para qué?
—Bien, es una gran decisión— ella dijo—. Pie izquiero. Pie derecho. Lo tenemos que discutir.
Ella podría decir que él sonrió bajo la máscara.
—Claro—dijo—. Soy generoso con ustedes, les doy dos minutos.
Hazel salió de sus pilas de tesoros. Ella guió a Hazel lo más lejano posible — como cincuenta
pies bajo el acantilado, esperaba no ser oída.
—Escirón pateaba a sus víctimas hacia el abismo—ella susurró.
Jason frunció el ceño.
—¿Qué?
—Cuando te arrodilles para lavar mis pies—dijo Hazel—. Así es como te mata. Cuando estás
fuera de balance, él te pateará desde el borde. Caerás directamente a la boca de una tortuga
gigante.
Jason tomó un momento para digerir eso o hablar. Él miró sobre el acantilado, donde el
caparazón de la tortuga brillaba al lado del agua.
—Así que tendremos que pelear—Jason adivinó.
—Escirón es demasiado rápido—Hazel dio. Nos matará a ambos.
—Estaré listo para volar. Cuando me pateé, ya estaré volando a la mitad del acantilado.
Después cuanto te pateen, te atraparé.
Hazel negó con su cabeza.
—Si te patea fuerte y lo suficientemente rápido, estarás muy aturdido para volar. Y, aunque
pudieras, Escirón tiene los ojos de un francotirador. Él te verá caer. Si te quedas quiero, te
disparará.
—Entonces—Jason tomó la empuñadora de su espada—. ¿Tienes otra idea?
A unos pocos pies de distancia, Gale la comadreja apareció de entre los arbustos. Ella rechinó
los dientes y miró a Hazel como diciendo: ¿Y bien? ¿Y tú?
Hazel calmó sus nervios, intentando ya no sacar más oro del suelo. Ella recordó el sueño que
tuvo de la voz de su padre Plutón: “Los muertos ven lo que creen que verán. También los vivos.
Ese es el secreto”.
Ella entendió lo que tenía que hacer. Ella odiaba más esa idea que a la comadreja gaseosa, aún
más que a los pies de Escirón.
—Desafortunadamente, sí—Hazel dijo—. Tenemos que dejar a Escirón ganar.
— ¿Qué? —se quejó Jason.
Hazel le dijo el plan.
146
xxviii
hazel
-¡Finalmente!- Escirón lloriqueó. -¡Eso fue mucho más de dos minutos!
-Lo siento – dijo Jason – Esa fue una gran decisión… cual pie.
Hazel intentó aclarar su mente e imaginarse la escena a través de los ojos de Escirón – lo que él
deseaba, lo que él esperaba.
Esa era la clave de usar la Niebla. Ella no podía obligar a alguien a ver el mundo de su manera.
Ella no podía hacer que la realidad de Escirón pareciera menos creíble. Pero si ella le mostraba
lo que él quería ver… bueno, ella era una hija de Plutón. Ella pasó décadas con los muertos,
escuchándolos anhelar sus vidas pasadas que estaban medio recordadas, y distorsionadas por
la nostalgia.
Los muertos veían lo que ellos creían ver. Lo mismo hacían los vivos.
Plutón era el dios del Inframundo, el dios de las riquezas. Tal vez esas dos esferas de influencia
estaban más conectadas con Hazel de lo que ella se había dado cuenta. No había mucha
diferencia entre el deseo y la codicia.
Si ella podía convocar oro y diamantes, ¿Por qué no intentaba convocar otro tipo de tesoros?¿Una visión del mundo que la gente quería ver?
Obviamente ella podía estar equivocada, que en ese caso ella y Jason terminarían siendo
comida de tortuga.
Ella puso su mano en el bolsillo de su chaqueta, donde el madero mágico de Frank parecía más
pesado de lo usual. No estaba sólo llevando la línea de vida de él ahora. Si no que estaba
llevando la vida del grupo completo.
Jason avanzó más adelante, con las manos abiertas en forma de rendición.
-Iré primero, Escirón. Lavaré tu pie izquierdo.
-¡Excelente elección! -Escirón retorció sus peludos y cadavéricos dedos– Puede que haya
pisado algo con ese pie. Se sentía un poco blando adentro de mi bota. Pero estoy seguro de
que lo limpiarás apropiadamente.
Las orejas de Jason se enrojecieron. Por la tensión en su cuello, Hazel pudo descifrar que
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estaba tentado en dejar caer la farsa y atacar – un corte rápido con su espada de Oro Imperial.
Pero Hazel sabía que si él intentaba eso, podía fallar.
-Escirón- Ella intervino - ¿Tienes agua? ¿Jabón? ¿Cómo se supone que vamos a lavar?
- ¡Así! – Escirón giró su fusil de la izquierda. Repentinamente se convirtió en una botella de
aerosol y una esponja. Se la lanzó a Jason.
Jason miró la etiqueta - ¿Quieres que te lave los pies con un limpiador de vidrios?
Claro que no – Escirón frunció una ceja – Ahí dice ‘limpiador multi-superficies’. Mis pies
definitivamente califican como ‘multi-superficie’. Además, es antibacterial. Necesito eso.
Créanme, el agua no hará la magia en estos bebes.
Escirón retorció sus dedos, y más olor a zombi-café se coló entre los acantilados.
Jason se atragantó - Oh dioses, no…
Escirón se encogió de hombros – Siempre se puede elegir lo que hay en la otra mano. Levantó
su fusil de la derecha
-Demonios, hazlo – dijo Hazel
Jason la fulminó con la mirada, pero Hazel ganó el concurso de partida.
-Bien- él murmuró.
- ¡Excelente! Ahora…- Escirón saltó al más cercano pedazo de piedra caliza que era del tamaño
exacto de un taburete. Se enfrentó al agua y plantó su pie, por lo que parecía un explorador
que sólo había reclamado un nuevo país. - Voy a ver el horizonte, mientras tú frotas mis
juanetes. Va a ser mucho más agradable.
-Sí – dijo Jason – apuesto.
Jason se arrodilló en frente del ladrón, al borde del acantilado, donde él era un objetivo fácil.
Una patada, y él caería.
Hazel se concentró. Se imaginó que ella era Escirón, el señor de los bandidos. Ella estaba
mirando abajo hacia el patético chico rubio quien no era una amenaza del todo, solo otro
semidiós derrotado a punto de convertirse en su víctima.
En su mente, ella vio lo que podía pasar. Ella invocó la Niebla, llamándola desde las
profundidades de la tierra de la manera en la que hizo con el oro, plata y rubíes.
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Jason roció el fluido de limpieza. Sus ojos con lágrimas. Limpió el dedo gordo de Escirón con el
trapo y se apartó para atragantarse. Hazel pudo apenas mirar. Cuando la patada ocurrió, ella
casi se lo perdió.
Escirón golpeó con el pie a Jason en el pecho. Jason cayó hacia atrás sobre el borde, agitando
los brazos y gritando mientras caía. Cuando estaba a punto de golpear el agua, la tortuga se
levantó y se lo tragó de un bocado, luego se hundió bajo la superficie.
Las alarmas sonaros en el Argo II. Los amigos de Hazel lucharon en la cubierta, haciendo
funcionar las catapultas. Hazel escuchó a Piper llorando todo el camino desde el barco.
Eso fue tan perturbador, Hazel casi perdió su foco. Ella forzó su mente para partirse en dosuna intensamente centrada en su labor, otra jugando el rol que Escirón necesitaba ver.
Ella gritó indignada - ¿¡Qué hiciste!?
-Oh, querida…- Escirón sonó triste, pero Hazel tuvo la impresión de que él estaba escondiendo
una sonrisa bajo su badana – Fue un accidente, te lo aseguro.
- ¡Mis amigos van a matarte ahora!
- Pueden intentarlo – dijo Escirón – ¡Pero a su debido tiempo, yo creo que tienes tiempo para
lavar mi otro pie! Créeme, mi querida. Mi tortuga está llena ahora. Él no te quiere de todos
modos. Aquí estarás a salvo, a menos de que te rehúses.
Él niveló su fusil chispeante con la cabeza de Hazel. Ella vaciló, dejándole ver su angustia. Ella
no podía estar de acuerdo con él con demasiada facilidad, o el no creería que ella estaba
golpeada.
-No me patees- dijo ella, medio sollozando.
Sus ojos brillaron. Esto era exactamente lo que él esperaba. Ella estaba rota y sin ayuda.
Escirón, hijo de Poseidón, ganó otra vez.
Hazel pudo difícilmente creer que este tipo tenía el mismo padre que Percy Jackson. Luego
recordó que Poseidón tiene personalidad cambiante, como el mar. Tal vez sus hijos reflejaban
eso. Percy era el hijo de Poseidón de mejor naturaleza- poderoso, pero gentil y servicial, el tipo
de mar que guía barcos seguramente a tierras distantes. Escirón era hijo del otro lado de
Poseidón – el tipo de mar que maltrata sin descanso en la costa hasta que se desmorona, o
que se lleva a los inocentes desde la orilla y deja que ellos se ahoguen o aplasta barcos y
asesina tripulaciones enteras sin piedad.
Ella recogió la botella que Jason dejó caer.
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-Escirón – ella gruñó – tus pies son la cosa menos desagradable de ti
Sus ojos se endurecieron – “Sólo limpia”
Se arrodilló, tratando de ignorar el olor, se movió de un lado hacia otro, obligando a Escirón a
ajustar su distancia, pero ella imaginó que el mar estaba aún a su espalda. Ella sostuvo esa
visión en su mente cada vez que se movía a sus lados otra vez.
-¡Sólo sigue con ello! – Escirón dijo
Hazel suprimió una sonrisa, ella podría obligar a Escirón a girar 180 grados, pero el aún veía el
agua en frente de él y la campiña a su espalda.
Ella empezó a limpiar.
Hazel había hecho un montón de trabajos feos antes. Limpió los establos de unicornios en el
campamento Júpiter. Había llenado y cavado letrinas para la legión.
Esto no es nada, se dijo a sí misma. Pero era difícil no vomitar cuando ella miraba a los dedos
de Escirón.
Cuando la patada vino, ella voló hacia atrás, pero ella no fue lejos. Ella aterrizó en su trasero en
el pasto a una pocas yardas de distancia.
Escirón la miró fijamente – “Pero…”
De repente, el mundo cambió. La ilusión se derritió, dejando a Escirón totalmente confundido.
El mar estaba a su espalda. Sólo había conseguido patear a Hazel lejos del borde. Bajó su fusil
de chispa. “Cómo…”
-Estar de pie y entregar- Hazel le dijo.
Jason se precipitó desde el cielo, justo sobre su cabeza, y su cuerpo golpeó al bando fuera por
acantilado.
Escirón gritaba mientras caía, disparando su fusil salvajemente, pero por una vez sin darle a
nada. Hazel se puso de pie. Alcanzó los bordes del acantilado justo a tiempo para ver a la
tortuga arrematar y mordía a Escirón en el aire.
Jason sonrió – Hazel eso fue asombroso. ¿De verdad… Hazel? ¿Oye, Hazel?
Hazel colapsó hasta sus rodillas, de repente mareada.
Distantemente, ella pudo oír a sus amigos animando desde el barco abajo. Jason se puso sobre
ella, pero él se movía en cámara lenta, su silueta era borrosa, su voz era estática.
Un frío se deslizó a través de las rocas y la hierba a su alrededor. El montículo de las riquezas
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que había convocado se hundió devuelta en la tierra. La niebla se arremolinaba.
“¿Qué he hecho?” ella pensó en pánico. “Algo salió mal”
“No, Hazel” dijo una voz profunda detrás de ella “Has hecho bien”
Ella a duras penas pudo respirar. Ella sólo había oído esa voz una vez antes, pero se había
puesto en re-play cientos de veces en su mente.
Ella se giró y se encontró mirando a su padre.
Él estaba vestido al estilo romano – su cabello oscuro muy corto, su pálida y angular cara
limpia y afeitada. Su túnica y toga eran de lana negra, bordado con hilos de oro. Los rostros de
las almas atormentadas se desplazaban en la tela. El borde de la toga estaba lleno con el
carmesí de un senador o un pretor, pero la banda estaba ondulada como un río de sangre. En
el dedo anular de Plutón había un gran ópalo, como un trozo de Niebla congelada pulida.
Su anillo de matrimonio, Hazel pensó. Pero Plutón nunca se había casado con su madre. Los
dioses no se casaban con mortales. Ese anillo pudo significar su matrimonio con Perséfone.
El pensamiento hizo a Hazel enojarse, sacudió su mareo y se levantó.
-¿Qué quieres? – ella demandó.
Esperó que su tono pudiera lastimarlo – pincharlo por todo el dolor que él le causó. Pero una
débil sonrisa se posó en su boca.
-Mi hija – dijo él – estoy impresionado. Haz crecido fuerte.
‘No gracias a ti’, ella quería decir. No quería tomar ningún placer en su cumplido, pero sus ojos
se erizaron.
-Pensé que tus dioses estaban incapacitados – ella demandó – tus personalidades romana y
griega peleando una contra la otra.
-Lo estamos – Putón concordó- pero me invocaste tan fuertemente que me llevaste a
aparecer… sólo por un momento.
-No te convoqué.
Pero incluso cuando lo decía, ella sabía que no era verdad. Por primera vez, voluntariamente,
ella abrazó su linaje como hija de Plutón. Ella trató de entender los poderes de su padre y los
usó al completo.
-Cuando vayas a mi casa en el Epiro – Plutón dijo – Debes estar preparada. La muerte no te
dará la bienvenida. Y la bruja Pasífae…
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-¿Pacificar? – Hazel preguntó. Luego se dio cuenta de que debía ser el nombre de la bruja.
-Ella no será engañada tan fácilmente como Escirón – Los ojos de Plutón brillaron como
piedras volcánicas – Triunfaste en tu primera prueba, pero Pasífae pretende reconstruir su
dominio, el cual pondrá en peligro a todos los semidioses. A menos de que la detengas en La
Casa de Hades…
Su forma parpadeó. Por un momento fue barbado, en túnicas griegas con una corona de laurel
dorada en su cabello. Alrededor de sus pies, manos esqueléticas se rompían a través de la
tierra.
El dios apretó los dientes y frunció el ceño.
Su forma romana se estabilizó. Las manos esqueléticas se disolvieron devuelta dentro de la
tierra.
-No tenemos mucho tiempo – El lucía como un hombre que había estado violentamente
enfermo – Sabes que las Puertas de la Muerte son el nivel más bajo de la
Necromanteion. Debes hacer que Pasífae vea lo que quiere ver. Estás bien. Ese es el secreto
de toda la magia. Pero no va a ser fácil cuando estás en su laberinto.
-¿A qué te refieres? ¿Qué laberinto?
-Vas a entender- prometió – Y, Hazel Levesque… no vas a creerme, pero estoy orgulloso de tu
fuerza. A veces… a veces la única forma en la que puedo cuidar a mis hijos es mantener la
distancia.
Hazel reprimió otro insulto. Plutón era otro perezoso padre dios dando excusas pobres. Pero
su corazón palpitó mientras repetía sus palabras: ‘Estoy orgulloso de tu fuerza’
-Ve con tus amigos – dijo Plutón – Deben estar preocupados. El viaje a Epiro aún contempla
muchos peligros.
-Espera- dijo Hazel.
Plutón levantó una ceja.
-Cuando conocí a Tánatos- ella dijo – tú sabías… muerte… él me dijo que yo no estaba en tu
lista de espíritus fugados para capturar. Él dijo que tal vez por eso tú estabas manteniendo tu
distancia. Si tú me hubieras encontrado, tendrías que llevarme devuelta al Inframundo.
Plutón esperó- ¿Cuál es tu pregunta?
-Estás aquí. ¿Por qué no me llevas al Inframundo? ¿Devolverme a la muerte?
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La forma de Plutón empezó a apagarse. El sonrío, pero Hazel no pudo decir si él estaba triste o
alegre.
- Tal vez eso no es lo que quiero ver Hazel. Tal vez yo nunca estuve aquí.
153
xxix
percy
PERCY SE SINTIÓ ALIVIADO cuando las abuelas demonio se acercaron para la matanza.
Claro, estaba aterrorizado. No le gustaban las probabilidades de tres contra varias docenas.
Pero al menos entendía que era una lucha. Vagar en la oscuridad, esperar ser atacado, lo había
estado volviendo loco.
Además, él y Annabeth había luchado juntos muchas veces. Y ahora tenían un titán de su lado.
- Retrocedan. Percy hincó a Contracorriente en la vieja arrugada más cercana, pero ella sólo se
burló.
“Somos las arai”, dijo una extraña sobre voz, como si el bosque entero estuviera hablando. “No
nos puedes destruir.”
Annabeth se apretó contra su hombro.
- No las toques -le advirtió- . Son los espíritus de maldiciones.
- A Bob no le gustan las maldiciones -decidió Bob- El gatito esqueleto Pequeño Bob
desapareció dentro de su overol. Gato inteligente.
El Titán barrió con su escoba en un amplio arco, obligando a los espíritus a retroceder, pero
regresaron como la marea.
“Servimos al amargado y al derrotado”, dijeron las arai. “Servimos a los muertos que oraron
por venganza con su último aliento. Tenemos muchas maldiciones para compartir con
ustedes.”
El aguardiente en el estómago de Percy empezó a arrastrarse hasta su garganta. Deseó que el
Tártaro tuviese mejores opciones de bebidas, o tal vez un árbol que proporcionara frutas
antiácidas.
- Agradezco la oferta, -dijo-. Pero mi mamá me dijo que no aceptará maldiciones de los
extraños.
El demonio más cercano se abalanzó. Con sus garras extendidas como navajas óseas. Percy la
cortó en dos, pero en cuanto ella se evaporó los lados de su pecho se encendieron con el
dolor. Se tambaleó hacia atrás, apretando su mano contra su caja torácica. Sus dedos salieron
húmedos y rojos.
- ¡Percy, estás sangrando! -Annabeth gritó, algo que era obvio para él en ese momento-. ¡Oh,
dioses, en ambos lados!
Era cierto. Las orillas izquierda y derecha de su andrajosa camisa estaban pegajosas de sangre,
como si una jabalina lo hubiera atravesado.
O una flecha…
Las náuseas casi lo derriban. Venganza. Una maldición de los muertos.
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El recordó un encuentro en Texas hace dos años, una pelea con un monstruoso ranchero que
sólo podía ser asesinado si cada uno de sus tres cuerpos era cortado de forma simultánea.
- Gerión, -dijo Percy-. Así es como yo lo maté…
Los espíritus descubrieron sus colmillos. Más arai saltaron de los árboles negros, batiendo sus
alas flexibles.
“Sí”, ellas aceptaron. “Siente el dolor infligido a Gerión. Muchas maldiciones han sido dirigidas
hacia ti, Percy Jackson. ¿Por cuál morirás? Elija, ¡o nosotros te destrozaremos!
De alguna manera se mantuvo en pie. Su sangre dejó de esparcirse, pero todavía sentía que
tenía una barra de metal caliente pegada a través de sus costillas. Su brazo armado estaba
pesado y débil.
-No lo entiendo -murmuró-.
La voz de Bob parecía hacer eco desde el final de un largo túnel: - Si matas a una, le da una
maldición.
- Pero si no las matamos… -dijo Annabeth.
- Nos van a matar de todos modos, -supuso Percy.
“¡Elige”! la arai chilló. “¿Vas a ser aplastado como Kampe? ¿O desintegrado como los jóvenes
telkhines sacrificados bajo el monte St Helens? Has diseminado tanta muerte y sufrimiento,
Percy Jackson. ¡Vamos a devolvértelo!”
Las brujas aladas presionaban, su amargo aliento, sus ojos ardiendo de odio. Parecían Furias,
pero Percy decidió que estas cosas eran aún peor. Por lo menos las tres furias estaban bajo el
control de Hades. Estas cosas eran salvajes, y seguían multiplicándose.
Si realmente encarnaban las maldiciones de muerte de todos los enemigos que Percy había
destruido… entonces Percy estaba en serios problemas. Se había enfrentado a un montón de
enemigos.
Uno de los demonios se abalanzó a Annabeth. Instintivamente, ella la esquivó. Ella golpeó la
roca sobre la cabeza de la anciana y le rompió en polvo.
No era como si Annabeth tuviera otra opción. Percy hubiera hecho lo mismo. Pero al instante
Annabeth dejo caer la roca y gritó alarmada.
- ¡No puedo ver! - Se tocó la cara, mirando a su alrededor salvajemente. Sus ojos eran de color
blanco puro.
Percy corrió a su lado mientras las arai reían.
“Polifemo te maldijo cuando lo engañaste con tu invisibilidad en el Mar de los Monstruos. Te
llamaste a ti misma nadie. Él no podía verte. Ahora tu no verás a tus atacantes.”
-Te tengo -prometió Percy. Él puso su brazo alrededor de Annabeth, pero a medida que la arai
avanzó él no supo cómo podía proteger a cualquiera de ellos.
Una docena de demonios saltaron en todas direcciones, pero Bob gritó: ¡BARRER!
Su escoba barrió sobre la cabeza de Percy. La línea ofensiva de todas las arai cayó hacia atrás
como si fueran bolos. Se agitó más hacia delante. Bob golpeó a una en la cabeza y clavó a otra,
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volándolas en polvo.
Las otras retrocedieron.
Percy contuvo la respiración, esperando que su amigo Titán fuera derribado con una terrible
maldición, pero Bob parecía estar bien, un gran guardaespaldas plateado manteniendo la
muerte a raya con los utensilios de limpieza más terrible del mundo.
- Bob, ¿estás bien? -Preguntó Percy- ¿Sin maldiciones?
- ¡No hay maldiciones para Bob! - Bob estuvo de acuerdo.
Las arai gruñeron y giraron, mirando la escoba. “El Titán ya está maldito. ¿Por qué debemos
torturarlo aún más? Tú, Percy Jackson, ya has destruido su memoria.”
La punta de la lanza de Bob cayó.
- ¡Bob, no las escuches!, -dijo Annabeth- . ¡Son malas!
El tiempo se ralentizó. Percy se preguntó si el espíritu de Cronos estaba en algún lugar cercano,
girando en la oscuridad, disfrutando de este momento tanto que quería que durara para
siempre. Percy sentía exactamente como si tuviera doce años, luchando contra Ares en esa
playa en Los Angeles, cuando la sombra del señor de los titanes había pasado primero por
encima de él.
Bob se volvió. Su pelo blanco salvaje parecía un halo de explosión. - Mi memoria… ¿Fuiste tú?
“¡Maldícelo, Titán!” la arai reclamó, con los ojos rojos brillantes. “¡Añádelas a nuestros
números!
El corazón de Percy se apretó contra su espalda. - Bob, es una larga historia. Yo no quería que
seas mi enemigo. Traté de hacerte un amigo.
“Por él robo tu vida”, dijo la arai. “¡Dejándote en el palacio de Hades para fregar pisos!”
Annabeth agarró la mano de Percy.
- ¿Hacia dónde?, -Susurró-. ¿Si tenemos que correr?
Él entendió. Si Bob no los protegería, su única oportunidad era correr, pero no había ninguna
posibilidad en absoluto.
- Bob, escucha, -lo intentó de nuevo-, las arai quieren que te enojes-. Ellas nacen de los
pensamientos amargos. No les des lo que ellas quieren. Somos tus amigos.
Incluso mientras lo decía, Percy se sentía como un mentiroso. Había dejado a Bob en el
Inframundo, y no lo había recordado desde entonces. ¿Qué los hacía amigos? ¿El hecho de que
Percy lo necesitaba ahora? Percy siempre odiaba que los dioses lo utilizaran para sus
diligencias. Ahora Percy trataba a Bob de la misma manera.
“¿Ves su cara? -la arai gruñó- . “El chico ni siquiera puede convencerse a sí mismo. ¿Te visitó,
después de que robara tu memoria?”
-No -murmuró Bob. Su labio inferior temblaba-. El otro lo hizo.
Los pensamientos de Percy se movieron lentamente. - ¿El otro?
- Nico. -Bob frunció el ceño, sus ojos se llenaron de dolor-. Nico me visitó. Me habló de Percy.
Dijo Percy era bueno. Dijo que era un amigo. Es por eso que Bob lo ha ayudado.
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-Pero… -la voz de Percy se desintegró como si alguien hubiera golpeado con una hoja de
bronce celestial. Nunca se había sentido tan bajo y deshonroso, tan indigno de tener un amigo.
Las arai atacaron, y esta vez Bob no las detuvo.
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¡IZQUIERDA! PERCY ARRASTRÓ a ANNABETH, cortando a través de las arai para despejar el
camino. Probablemente hizo caer una docena de maldiciones sobre sí mismo, pero él no las
sintió de inmediato, por lo que siguió corriendo.
El dolor en el pecho se encendió con cada paso. Se abrió entre los árboles, llevando a
Annabeth a toda velocidad a pesar de su ceguera.
Percy se dio cuenta de lo mucho que confiaba en él para lograr salir de esta. No podía
decepcionarla, pero ¿cómo iba a salvarla? Y si ella estuviera permanentemente ciega… No. Él
reprimió una oleada de pánico. Hallaría la manera de curarla después. Primero tenían que
escapar.
Alas flexibles golpearon el aire por encima de ellos. Silbidos enojados y el hundimiento de las
garras le hicieron saber que los demonios estaban en sus espaldas.
Mientras corrían pasando uno de los árboles negros, él deslizó su espada a través del tronco.
Lo oyó derrumbarse, seguido por el gratificante sonido de varias decenas de arai, que habían
sido aplanadas.
“Si un árbol caía en el bosque y aplastaba a un demonio, ¿él árbol resultaba maldito?”
Percy cortó otro tronco, y luego otro. Eso le consiguió algunos segundos, pero no lo suficiente.
De repente, la oscuridad delante de ellos se hizo más gruesa. Percy se dio cuenta de lo que
significaba justo a tiempo.
Agarró Annabeth justo antes de que ellos dos cayeran al lado del acantilado.
- ¿Qué? -chilló ella- ¿Qué es?
- Acantilado, -dijo él con voz entrecortada- . Gran acantilado.
- ¿Por dónde, entonces?
Percy no podía ver que tan bajo caía el acantilado. Podrían ser diez pies o mil. No había forma
de saber lo que estaba en la parte inferior. Podrían saltar y esperar lo mejor, pero dudaba que
“lo mejor” pasara alguna vez en el Tártaro.
Así que, dos opciones: derecha o izquierda, siguiendo el borde.
Estaba a punto de elegir al azar cuando un demonio alado descendió delante de él,
cerniéndose sobre el vacío en sus alas de murciélago, fuera del alcance de su espada.
“¿Tuviste un buen paseo?” -preguntó la voz colectiva, haciendo eco a su alrededor.
Percy se volvió. Salieron por montones de los árboles, haciendo una media luna alrededor de
ellos. Una agarró el brazo de Annabeth. Annabeth se lamentó con ira, moviendo de un tirón de
judo al monstruo y cayendo sobre su cuello, poniendo todo su peso corporal en un golpe de
codo que habría hecho sentir a cualquier luchador profesional orgulloso.
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El demonio se disolvió, pero cuando Annabeth se puso de pie miró asombrada y tan temerosa
como ciega.
- ¿Percy? -Gritó, con pánico arrastrándose en su voz.
- Aquí estoy.
Trató de poner su mano en el hombro de ella, pero no estaba donde él pensaba. Lo intentó de
nuevo, sólo para descubrir que estaba varios metros más lejos. Era como tratar de agarrar algo
en un tanque de agua, con la luz cambiando la imagen a la distancia.
- Percy -la voz de Annabeth se quebró- . ¿Por qué me dejaste?
- ¡Yo no lo hice! -Giró hacia las arai , con los brazos temblando de ira-. ¿Qué has hecho con
ella?
“No hicimos nada”, dijeron los demonios. “Tu amada ha desatado una maldición especial, un
amargo pensamiento de alguien que abandonaste. Castigaste una alma inocente al dejarla en
su soledad. Ahora su deseo más odioso se ha cumplido: Annabeth siente su desesperación. Ella
también perecerá sola y abandonada.”
- ¿Percy? -Annabeth abrió los brazos, tratando de encontrarlo. Las arai retrocedieron, dejando
que tropezara a ciegas a través de sus filas.
- ¿A quién abandoné? -Percy exigió-. Yo nunca…
De repente, su estómago se sentía como si se hubiera caído por el precipicio.
Las palabras resonaron en la cabeza: un alma inocente. Sola y abandonada. Se acordó de una
isla, una cueva iluminada con suaves cristales incandescentes, una mesa de comedor en la
playa tendida por espíritus invisibles del aire.
- Ella no querría, -murmuró-. Nunca me maldeciría.
Los ojos de los demonios se fundían entre sí como sus voces. Los costados de Percy palpitaban.
El dolor en su pecho era peor, como si alguien estuviera retorciendo lentamente una daga.
Annabeth vagaba entre los demonios, diciendo desesperadamente su nombre. Percy deseaba
correr hacia ella, pero sabía que las arai no lo permitirían. La única razón por la que no la
habían matado aún era porque disfrutaban de su miseria.
Percy apretó la mandíbula. No le importaba cuántas maldiciones sufriría. Tenía que tener a
estas viejas brujas centradas en él y proteger a Annabeth tanto como pudiera.
Gritó con furia y atacó a todas.
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Por un emocionante minuto, Percy sintió que iba ganando. Contracorriente cortó a las arai
como si estuvieran hechas de azúcar en polvo. Una entró en pánico y estrelló su cara contra un
árbol. Otra hizo un chillido e intentó escapar volando, pero Percy cortó sus alas y la envió en
espiral hacia el abismo.
Cada vez que un demonio se desintegraba, Percy sentía una medida mayor de terror, cuando
la maldición surtía efecto en él, como si alguien lo hubiese maldecido. Unas de ellas eran
crueles y dolorosas: una apuñalada en las tripas y la sensación de ser quemado por un soplete.
Otras eran sutiles: sentía su sangre helarse y un tic incontrolable en su ojo derecho.
En serio, ¿quién te maldice con su último aliento y te dice: ¡Espero que tengas tics en tu ojo!?
Percy sabía que él había matado a muchos monstruos, pero él nunca se había puesto en el
punto de vista de los monstruos. Ahora todo su dolor, ira y amargura caía sobre él, debilitando
su fuerza.
Las arai siguieron llegando. Por una que cortaba, seis más aparecían.
El brazo de su espada se cansó. Su cuerpo dolía, y su visión se hizo borrosa. Él intentó abrirse
paso hacia Annabeth, pero ella simplemente estaba fuera de su alcance, diciendo su nombre,
rodeada de demonios.
Tan pronto como Percy fue a por ella, un demonio se abalanzó sobre él y hundió sus dientes en
uno de sus muslos. Percy gritó. Él después hizo polvo al demonio, cayendo inmediatamente.
Su boca quemaba más que cuando tomó fuego liquido del Flegetonte. Se estremeció,
temblando y retorciéndose como si una docena de serpientes de fuego se abrieran paso por
su esófago.
“Has elegido” dijo la voz de la arai. “La maldición de Fineas… una muerte dolorosa”.
Percy intentó hablar. Su lengua parecía estar en un microondas. Recordó al viejo rey ciego,
quien perseguía harpías en Portland con una podadora. Percy lo desafió a un concurso, y el
perdedor bebería de un frasco de sangre de Gorgona. Percy no recordó que él lo maldijera,
pero Fineas se había disuelto y había vuelto al Inframundo, y seguramente no le había deseado
a Percy una vida larga y feliz.
Después de esa victoria, Gea le advirtió: “No presiones a tu suerte. Cuando venga la muerte,
prometo que será más dolorosa que la sangre de la Gorgona”.
Ahora él estaba en el Tártaro, muriendo con sangre de Gorgona y otra docena de maldiciones,
mientras miraba a su novia perdida, sin ayuda, ciega y creyendo que él la había abandonada. Él
empuñó su espada. Sus nudillos comenzaron a arder. Humo blanco salió de sus codos..
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“No moriré así” pensó.
No solamente porque estaba adolorido y cojeando penosamente, sino porque Annabeth lo
necesitaba. Una vez que él muriera, todos los demonios le prestarían atención a Annabeth. Él
no podía dejarla sola.
Las arai lo rodearon a su alrededor, riéndose y siseando.
“Su cabeza explotará primero” la voz especulo.
“No” la voz contestó desde otro lugar. “Se quemará entero”.
Apostaban cómo moriría…. Y qué tipo de marca dejaría en el suelo.
—Bob—Percy graznó—. Te necesito.
Una plegaria sin esperanza. Él apenas se podía oír. Igual, ¿por qué Bob respondería a su
llamado? El Titán ahora sabía la verdad. Percy no era un amigo.
Miró hacia arriba por última vez. Sus alrededores comenzaron a parpadear. El cielo ardió y el
suelo lo cubría de ampollas.
Percy se dio cuenta que lo que veía en el Tártaro era sólo una versión tenue y deslavada de lo
que era en realidad… Sólo lo que el cerebro de un semidiós podía procesar. Lo peor de él
estaba escondido, de la misma forma que la Niebla cubría a los monstruos de la vista de los
mortales. Mientras Percy moría, comenzó a ver la verdad.
El aire era el respiro del Tártaro. Todos esos monstruos eran sólo células sanguíneas circulando
por su cuerpo. Todo lo que Percy veía era un sueño en la mente del dios oscuro del abismo.
Esta debía ser la forma en la que Nico veía el Tártaro, y esto casi había destruido su cordura.
Nico… uno de los muchos a quienes Percy no había tratado bien. Ellos habían llegado hasta
aquí sólo porque Nico di Angelo se comportó como un verdadero amigo con Bob.
“¿Ves el horror en el abismo?” las arai dijeron con dulzura. “Ríndete, Percy Jackson. ¿No es
mejor la muerte que soportar este lugar?”
—Lo siento—Percy murmuró.
“¡Se disculpa!” las arai chillaron gustosas. “Él se lamenta de su vida fallida, ¡de sus crímenes
contra los hijos del Tártaro!
—No—dijo Percy—. Lo siento, Bob. Debí ser honesto contigo. Por favor… Perdóname. Cuida a
Annabeth.
Él no esperó que a Bob le importara o lo oyera, pero se sintió bien al limpiar su conciencia. Él
no podía culpar a nadie más de sus problemas. Ni a los dioses. Ni a Bob. Él tampoco podía
culpar a Calipso, la chica que dejó sola en aquella isla. Quizás se amargó y desesperada maldijo
a la novia de Percy. Aun así, Percy debía haberse quedado con Calipso, para asegurarse de que
los dioses la libraran de su exilio en Ogigia, como lo prometió. No la trató mucho mejor de
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cómo había tratado a Bob. Ni siquiera había pensado mucho en ella, aunque su planta de lazo
de luna aún florecía en el balcón de su mamá.
Tomó todas las fuerzas que le quedaban, pero se paró. El humo salía de su cuerpo entero. Sus
piernas temblaban. Sus adentros ardían como un volcán.
Por lo menos Percy podía morir peleando. Alzo a Contracorriente.
Pero, antes de que él pudiera atacar, las arai frente a él explotaron en nubes de polvo.
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BOB EN SERIO SABÍA COMO USAR UNA ESCOBA.
Cortó de un lado a otro, destruyendo a los demonios, una tras otra, mientras que Pequeño Bob
el gatito estaba sentado en su hombro, arqueando la espalda y siseando.
En cuestión de segundos, las arai habían desaparecido. La mayoría habían sido vaporizadas.
Las más astutas habían volado hacia la oscuridad, gritando de horror.
Percy quiso agradecer el Titán, pero su voz parecía haber desaparecido. Sus piernas se
doblaron. Sus oídos se reventaron.
A través de una luz roja de dolor, vio a Annabeth a pocos metros de distancia, caminando a
ciegas hacia el borde del acantilado.
- ¡Eh! -Gruñó Percy.
Bob siguió su mirada. Corrió hacia Annabeth y la levantó. Ella gritó y pateó, golpeando el
estómago de Bob, pero a Bob no parecía importarle. La llevó hacia Percy y la bajó suavemente.
El Titán tocó su frente. - Ouch
Annabeth dejó de luchar. Sus ojos se aclararon. - ¿Dónde - Qué -?
Vio a Percy, y una serie de expresiones aparecieron en su cara - alivio, alegría, sorpresa, horror.
- ¿Qué tiene, que está mal con él? -Exclamó- . ¿Qué pasó?
Ella lo acunó en sus hombros y lloró en su cabeza.
Percy quería decirle que estaba bien, pero por supuesto que no lo estaba. Ni siquiera podía
sentir su cuerpo más. Su conciencia era como un pequeño globo de helio, vagamente
conectado a la parte superior de su cabeza. No tenía peso, sin fuerzas. Simplemente seguía
creciendo, consiguiendo ser más y más ligero. Sabía que pronto podría o estallar o la cadena se
rompería, y su vida se iría flotando.
Annabeth tomó su cara entre sus manos. Ella lo besó y trató de limpiar el polvo y el sudor de
sus ojos.
Bob se asomó sobre ellos, su escoba plantada como una bandera. Su cara era ilegible,
luminosamente blanca en la oscuridad.
- Un montón de maldiciones -dijo Bob- . Percy ha hecho muchas cosas malas a los monstruos.
- ¿Puedes curarlo? -Annabeth dijo- . ¿Así como lo hiciste con mi ceguera? ¡Cura a Percy!
Bob frunció el ceño. Cogió la etiqueta con su nombre en su uniforme como si fuera una costra.
Annabeth lo intentó de nuevo. – Bob…
- Japeto, dijo Bob, -su voz era un ruido bajo- . Antes de Bob. Era Japeto.
El aire estaba completamente inmóvil. Percy se sentía impotente, apenas conectado con el
mundo.
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- Me gusta más Bob. -La voz de Annabeth era sorprendentemente tranquila- . ¿Cuál te gusta?
El Titán miró con sus ojos de plata pura. - No lo sé más.
Se agachó a su lado y estudió Percy. La cara de Bob parecía demacrada y agobiada, como si de
repente sintiera el peso de todos sus siglos.
- Lo prometí –murmuró- . Nico me pidió que lo ayudara. No creo que a Japeto o Bob le guste
romper promesas. - Tocó la frente de Percy.
- Ouch -murmuró el Titán- . Ouch muy grande.
Percy se hundió de nuevo en su cuerpo. El zumbido en sus oídos se desvaneció. Su visión se
aclaró. Todavía se sentía como si se hubiera tragado una freidora. Sus entrañas burbujearon.
Podía sentir que el veneno sólo se había hecho más lento, mas no había desaparecido.
Pero estaba vivo.
Trató de mirar a los ojos de Bob, para expresar su gratitud. Su cabeza cayó sobre su pecho.
- Bob no puede curar esto -dijo Bob- . Demasiado veneno. Demasiadas maldiciones juntas.
Annabeth abrazó los hombros de Percy. Quería decir: “Puedo sentir eso ahora. Ouch.
Demasiado apretado.”
- ¿Qué podemos hacer, Bob? -Preguntó Annabeth-. ¿Hay agua en algún lugar? El agua lo puede
curar.
- No hay agua, -dijo Bob- . El Tártaro es malo.
Ya me di cuenta, Percy quería gritar.
Al menos el Titán se hacía llamar Bob. Incluso si él culpaba a Percy por borrar su memoria, tal
vez ayudaría a Annabeth si Percy no sobrevivía.
-No- insistió Annabeth. -No, tiene que haber una manera. Algo para curarlo.
Bob puso su mano sobre el pecho de Percy. Un cosquilleo frío como el aceite de eucalipto se
esparció en su esternón, pero tan pronto como Bob levantó la mano el alivio se detuvo. Los
pulmones de Percy se sentían tan calientes como lava de nuevo.
- El Tártaro mata semidioses, -dijo Bob- . Cura monstruos, pero ustedes no pertenecen aquí. El
Tártaro no sanará a Percy. El abismo odia a los de tu especie.
- No me importa, -dijo Annabeth- . Incluso en este caso, tiene que haber algún lugar donde
pueda descansar, algún tipo de cura que pueda tomar. Tal vez de nuevo en el altar de Hermes,
o…
A lo lejos, una voz profunda gritó, una voz que Percy reconocido, por desgracia.
- ¡TE HUELO! -Rugió el gigante- . ¡TEN CUIDADO, HIJO DE POSEIDÓN! ¡VENGO POR TI!
- Polibotes -dijo Bob- . Odia a Poseidón y a sus hijos. Él está muy cerca.
Annabeth luchó por poner a Percy en pie. Él odiaba hacer su trabajo tan duro, pero se sentía
como un saco de bolas de billar. Incluso con Annabeth sosteniendo casi todo su peso, apenas
podía estar de pie.
- Bob, voy, con o sin ti -dijo- . ¿Vas a ayudar?
El gatito Pequeño Bob maulló y comenzó a ronronear, frotándose contra la barbilla de Bob.
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Bob miró a Percy, y Percy deseaba poder leer la expresión del Titán. ¿Estaba enojado o
simplemente reflexivo? ¿Estaba planeando la venganza, o simplemente estaba sintiéndose
lastimado porque Percy había mentido acerca de ser su amigo?
- Hay un lugar, -dijo Bob al fin-. Hay un gigante que podría saber qué hacer.
Annabeth casi dejó caer Percy. - Un gigante. Uh, Bob, los gigantes son malos.
- Uno es bueno -insistió Bob- . Confía en mí, y yo los llevaré… antes de que Polibotes y los otros
nos alcancen primero.
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jason
JASON SE QUEDO DORMIDO EN EL TRABAJO. Lo cual era malo, ya que estaba a mil pies en el
aire.
Él debería haberlo sabido mejor. Era la mañana después de su encuentro con Escirón el
bandido, y Jason estaba de guardia, luchando contra unos ventis salvajes que amenazaban la
nave. Cuando atravesó al último, se olvidó de contener la respiración.
Un estúpido error. Cuando un espíritu del viento se desintegraba, creaba un vacío. A menos
que contengas la respiración, el aire era llevado directamente fuera de tus pulmones. La
presión en el oído interno cae tan rápido que te desvaneces.
Eso es lo que pasó con Jason.
Aún peor, él inmediatamente se sumergió en un sueño. En el fondo de su subconsciente,
pensó: “¿En serio? ¿Ahora?”
Necesitaba despertar o podía morir, pero no fue capaz de aferrarse a ese pensamiento. En el
sueño, se encontró en el techo de un edificio alto, el horizonte nocturno de Manhattan se
extendía a su alrededor. Un viento frío azotó a través de su ropa.
A pocas calles de distancia, las nubes se reunían por encima del edificio Empire State, la
entrada al Monte Olimpo. Cayó un rayo. El aire era metálico con el olor de una lluvia
inminente. La parte superior del rascacielos se iluminó como de costumbre, pero las luces
parecían estar funcionando mal. Estas parpadeaban de morado a naranja como si los colores
lucharan por el dominio.
En la azotea del edificio de Jason estaban sus viejos compañeros del Campamento Júpiter: una
formación de semidioses en armadura de combate, sus armas y escudos de oro imperial
brillaban en la oscuridad. Vio a Dakota y Nathan, Leila y Marcus. Octavian se encontraba a un
lado, delgado y pálido, con sus ojos enrojecidos por insomnio o ira, con una cadena de
sacrificios de animales de peluche alrededor de su cintura. Su túnica blanca de augur sobre
una camiseta púrpura y pantalones cargo.
En el centro de la línea estaba Reyna, sus perros metálicos Aurum y Argentum a su lado. Al
verla, Jason sintió una increíble punzada de culpabilidad. Él había dejado de creer que tenían
un futuro juntos. Nunca había estado enamorado de ella, y él no le había dado esperanzas,
exactamente… pero tampoco se las había quitado.
Él había desaparecido, dejando que se ocupara del campamento por su cuenta. (Bueno, eso no
había sido exactamente idea de Jason, pero aun así…) Luego había regresado al Campamento
Júpiter con su nueva novia Piper y un montón de amigos griegos en un buque de guerra.
Habían abierto fuego contra el Foro y huyeron, dejando Reyna con una guerra en sus manos.
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En su sueño ella se veía cansada. Los otros parecían no notarlo, pero él había trabajado con
ella lo suficiente como para reconocer el cansancio en sus ojos, la tensión en sus hombros bajo
las correas de su armadura. Su pelo oscuro estaba mojado, como si hubiera tomado una ducha
apresurada.
Los romanos se quedaron mirando la puerta de acceso al techo como si estuvieran esperando
a alguien.
Cuando la puerta se abrió, dos personas aparecieron. Uno de ellos era un fauno -no, pensó
Jason- un sátiro. Había aprendido la diferencia en el Campamento Mestizo, y el entrenador
Hedge siempre le corregía si él cometía ese error. Los faunos romanos solían pasar el rato
rogando y comiendo. Los sátiros eran más útiles, más comprometidos con los asuntos de los
semidioses. Jason no pensó que él hubiera visto a este sátiro en particular antes, pero estaba
seguro de que el tipo era del lado griego. Ningún fauno se vería tan decidido a encontrarse con
un grupo armado de semidioses romanos en el medio de la noche.
Llevaba una camiseta verde de “Conservación Natural” con dibujos de ballenas en peligro de
extinción y tigres y otras cosas. Nada cubría sus peludas piernas y pezuñas. Tenía una barba
tupida, pelo castaño y rizado escondido en una gorra de estilo rasta y un conjunto de flautas
de caña alrededor de su cuello. Sus manos jugueteaban con el borde de su camisa, pero
teniendo en cuenta la forma en que estudió a los romanos, observando sus posiciones y sus
armas, Jason dedujo que este sátiro había estado en combate antes.
A su lado estaba una chica pelirroja que Jason reconoció del Campamento Mestizo, su oráculo,
Rachel Elizabeth Dare. Tenía el pelo largo rizado, una llana blusa blanca y pantalones vaqueros
cubiertos con diseños de tinta a mano. Tenía un cepillo de plástico azul que golpeaba
nerviosamente contra su muslo como un buen talismán de la suerte.
Jason se acordó de ella en la fogata, recitando líneas de la profecía que envió a Jason, Piper y
Leo a su primera misión juntos. Era una adolescente mortal normal, no era un semidiós, pero,
por razones que Jason nunca entendió, el espíritu de Delfos la había elegido como su anfitrión.
La verdadera pregunta: ¿Qué estaba haciendo ella con los romanos?
Rachel dio un paso hacia adelante, con los ojos fijos en Reyna. - Tienes mi mensaje.
Octavian resopló. - Esa es la única razón por la que has llegado hasta aquí con vida, Griego.
Espero que hayas venido a discutir los términos de tu rendición.
- Octavian… - Reyna advirtió.
-¡Al menos regístralos! -Octavian protestó.
-No es necesario -dijo Reyna, estudiando Rachel Dare-. ¿Traen armas?
Rachel se encogió de hombros. - Golpeé a Cronos en el ojo con este cepillo una vez. De lo
contrario, no.
Los romanos no parecían saber qué hacer con eso. La mortal no sonaba como si estuviera
bromeando.
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- ¿Y tu amigo? -Reyna señaló al sátiro-. Pensé que ibas a venir sola.
- Este es Grover Underwood, -dijo Rachel- . Es un líder del Consejo.
- ¿Qué consejo? - Octavian exigió.
- Los Sabios Ungulados, hombre. -La voz de Grover era alta y aflautada, como si estuviera
aterrorizado, pero Jason sospechaba que el sátiro tenía más coraje de lo que demostraba-. En
serio, ¿los romanos no tienen naturaleza y árboles y esas cosas? Tengo algunas noticias que
necesitan escuchar. Además, soy un protector de quien lleva el mensaje. Estoy aquí, ya sabes,
para proteger a Rachel.
Reyna se veía como si estuviera tratando de no sonreír. - Pero ¿Sin armas?
-Sólo las flautas. -La expresión de Grover se volvió melancólica- . Percy siempre decía que mi
versión de “Born to be Wild” debería contar como un arma peligrosa, pero no creo que sea tan
mala.
Octavian se burló. - Otro amigo de Percy Jackson. Eso es todo lo que necesito saber.
Reyna levantó la mano para pedir silencio. Sus perros de oro y plata olfatearon el aire, pero se
quedaron tranquilos y atentos a su lado.
- Hasta ahora, nuestros invitados dicen la verdad, -dijo Reyna-. Tengan cuidado, Rachel y
Grover, si comienzan a mentir, esta conversación no va a ir bien para ustedes. Digan lo que
vinieron a decir.
De un bolsillo de sus vaqueros, Rachel sacó un pedazo de papel como una servilleta. - Un
mensaje. De Annabeth.
Jason no estaba seguro si oyó bien. Annabeth estaba en el Tártaro. Ella no podía enviar a
alguien una nota en una servilleta.
“Tal vez golpeé el agua y morí” dijo su subconsciente. “Esta no es una visión real. Es una
especie de alucinación después de la muerte.”
Pero el sueño parecía muy real. Podía sentir el viento correr a través del techo. Podía oler la
tormenta. Relámpagos parpadeaban sobre el edificio Empire State, haciendo destellar las
armaduras de los romanos.
Reyna tomó la nota. A medida que lo leyó, sus cejas se movieron hacia arriba. Su boca se abrió
en shock. Por último, miró a Rachel. - ¿Es una broma?
-Ojalá -dijo Rachel-. Están realmente en el Tártaro.
-Pero ¿cómo…?
-No lo sé -dijo Rachel-. La nota apareció en el fuego sagrado en nuestro pabellón del comedor.
Esa es la letra de Annabeth. Preguntando por ti.
Octavian se agitó. - ¿El Tártaro? ¿Qué quieres decir?
Reyna le entregó la carta.
Octavian murmuró mientras leía:
- Roma, Aracne, Atenea - ¿Atenea Parthenos? -Miró a su alrededor con indignación, como si
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estuviera esperando que alguien contradijera lo que estaba leyendo-. ¡Un truco griego! ¡Los
Griegos son famosos por sus trucos!
Reyna tomó de nuevo la nota. - ¿Por qué a mí?
Rachel sonrió. -Porque Annabeth es sabia. Ella cree que puedes hacer esto, Reyna Ávila
Ramírez Arellano.
Jason sintió como si le hubieran dado una bofetada. Nadie usaba nunca el nombre completo
de Reyna. Ella odiaba decirle a cualquiera cual era. La única vez que Jason lo había dicho en voz
alta, solo tratando de pronunciarlo correctamente, ella le había dado una mirada asesina. “Ese
era el nombre de una niña en San Juan”, le dijo. “Lo dejé atrás cuando salí de Puerto Rico.”
Reyna frunció el ceño. ¿Cómo…?
- Uh, -interrumpió Grover Underwood¬-. ¿Te refieres a que tus iniciales son RA -RA?
La mano de Reyna derivó hacia su daga.
- ¡Pero eso no es importante! -El sátiro se apresuró a decir- . Mira, no nos habríamos
arriesgado a venir aquí si no confiáramos en los instintos de Annabeth. Un líder romano
devolviendo la más importante estatua griega al Campamento Mestizo, ella sabe que eso
puede evitar una guerra.
- Esto no es un truco, -añadió Rachel- . No estamos mintiendo. Pregúntale a tus perros.
Los galgos metálicos no reaccionaron. Reyna le acarició la cabeza de Aurum, pensativa. - La
Atenea Parthenos… así que la leyenda es cierta.
- ¡Reyna! -Gritó Octavian-. ¡No puede estar considerando seriamente esto! Incluso si todavía
existiese la estatua, tú ves lo que están haciendo. Estamos a punto de atacar con ellos, la
destrucción de los estúpidos griegos de una vez por todas, y se inventan esta estúpida misión
para desviar tu atención. ¡Ellos quieren enviarte a tu muerte!
Los otros romanos murmuraron, mirando a sus visitantes. Jason recordó cuan persuasivo
podría ser Octavian, y estaba ganando a los oficiales a su lado.
Rachel Dare enfrentó al augur. – Octavian, hijo de Apolo, deberías tomar esto más en serio.
Incluso los romanos respetaron el Oráculo de Delfos de tu padre.
- ¡Ha!, -Dijo Octavio-. ¿Tú eres el Oráculo de Delfos? Correcto. ¡Y yo soy el emperador Nerón!
-Al menos Nerón podía tocar música, murmuró Grover.
Octavian cerró los puños.
De repente, el viento cambió. Se arremolinó alrededor de los romanos con un silbido, como un
nido de serpientes.
Rachel Dare brillaba en un aura verde, como si fuese golpeada por un foco de luz esmeralda
suave. Entonces el viento se desvaneció y el aura se había ido.
La burla se derritió en el rostro de Octavian. Los romanos crujieron con inquietud.
- Es tu decisión, -dijo Rachel, como si nada hubiera pasado-. No tengo ninguna profecía
específica que ofrecer, pero puedo ver fragmentos del futuro. Veo la Atenea Parthenos en la
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colina Mestiza. Te veo trayéndola. -Ella señaló a Reyna-. Además, “Ella” ha murmurado versos
de sus libros sibilinos…
- ¿Qué? -Interrumpió Reyna-. Los libros sibilinos fueron destruidos hace siglos.
- ¡Lo sabía! -Octavian dio un puñetazo en la palma de su mano- . Esa arpía que trajeron de la
búsqueda Ella. ¡Sabía que estaba escupiendo profecías! Ahora lo entiendo. Ella, de alguna
manera memorizó una copia de los libros sibilinos.
Reyna sacudió la cabeza con incredulidad. - ¿Cómo es eso posible?
- No lo sabemos -admitió Rachel- . Pero, sí, ese parece ser el caso. Ella tiene una memoria
perfecta. Ella ama los libros. En algún lugar, de alguna manera, ella leyó su libro romano de
profecías. Ahora ella es la única fuente de ellos.
- Sus amigos mintieron, -dijo Octavio-. Nos dijeron que la arpía estaba murmurando
incoherencias. ¡Ellos la robaron!
Grover resopló indignado. - ¡Ella no es de tu propiedad! Ella es una criatura libre. Además, ella
quiere estar en el Campamento Mestizo. Ella está saliendo con uno de mis amigos, Tyson.
- El cíclope, -recordó Reyna-. Una arpía saliendo con un cíclope…
- ¡Eso no es relevante!, - Dijo Octavian- . La arpía tiene valiosas profecías romanas. Si los
griegos no van a volverla, ¡debemos tomar a su Oraculo de rehén! ¡Guardias!
Dos centuriones avanzaron, sus jabalinas niveladas. Grover llevó su flauta a sus labios, jugó un
útil truco en sus lanzas, convirtiéndolas en árboles de Navidad. A los guardias les cayó de
sorpresa.
- ¡Basta! - Gritó Reyna.
Ella no solía levantar la voz. Cuando lo hacía, todo el mundo escuchaba.
- Nos hemos desviado del punto -dijo- . Rachel Dare, me estás diciendo que Annabeth se
encuentra en el Tártaro, pero ella ha encontrado una manera de enviar este mensaje. Quiere
que traiga esta estatua de las antiguas tierras a su campamento.
Rachel asintió con la cabeza.
- Sólo un romano puede devolverla y recuperar la paz.
- ¿Y por qué los romanos querrían paz? , -pidió Reyna-, ¿después de que su barco atacó
nuestra ciudad?
- Sabes el por qué, -dijo Rachel- . Para evitar esta guerra. Para reconciliar las partes griegas y
romanas de los dioses.
Tenemos que trabajar juntos para derrotar a Gea.
Octavian se adelantó para hablar, pero Reyna le lanzó una mirada fulminante.
- De acuerdo con Percy Jackson, -dijo Reyna-, la batalla con Gea se librará en las antiguas
tierras. En Grecia.
-Ahí es donde están los gigantes -asintió Rachel- . Sea cual sea la magia o ritual que los gigantes
están planeando para despertar a la Madre Tierra, tengo la sensación de que va a pasar en
Grecia. Pero… bueno, nuestros problemas no se limitan a las antiguas tierras. Es por eso que
170
traje a Grover a hablar contigo.
El sátiro tiró su barba. -Sí… veras, en los últimos meses, he estado hablando con sátiros y
espíritus de la naturaleza en todo el continente. Todos ellos están diciendo lo mismo. Gea está
turbada, quiero decir, ella está justo en el borde de la conciencia. Ella susurra en las mentes de
las náyades, tratando de convertirlas. Ella está causando terremotos, arrancando árboles de
las dríadas. Sólo la semana pasada, ella apareció en forma humana en una docena de lugares
diferentes, asustando a los cuernos de algunos de mis amigos. En Colorado, un puño de piedra
gigante surgió de una montaña y golpeó unos Potros de Fiesta como moscas.
Reyna frunció el ceño. - ¿Potros de fiesta?
- Es una larga historia, -dijo Rachel- . El punto es: Gea renacerá en todas partes. Ella ya está
agitada. Ningún lugar estará a salvo de la batalla. Y sabemos que sus primeros objetivos van a
ser los campamentos de semidioses. Ella quiere destruirnos.
- Especulación, -dijo Octavian-. Una distracción. Los griegos temen a nuestro ataque. Están
tratando de confundirnos. ¡Es el caballo de Troya de nuevo!
Reyna hizo girar el anillo de plata que siempre llevaba, con la espada y los símbolos de la
antorcha de su madre, Bellona.
- Marcus, -dijo-, trae a Escipión de los establos.
- ¡Reyna, no! -Protestó Octavian.
Se enfrentó a los griegos. - Voy a hacer esto por Annabeth, por la esperanza de la paz entre
nuestros campamentos, pero no piensen que me he olvidado de los insultos al Campamento
Júpiter. Su nave disparó contra nuestra ciudad. Ustedes declararon la guerra, no nosotros.
Ahora, váyanse.
Grover estampó su casco. - Percy nunca haría…
- Grover, -dijo Rachel-, debemos irnos.
Su tono parecía decir: “Antes de que sea demasiado tarde.”
Después de que se habían retirado bajando las escaleras, Octavian confrontó a Reyna. - ¿Estás
loca?
- Yo soy el praetor de la legión, -dijo Reyna-. Juzgo lo que representa el mejor interés para
Roma.
- ¿Para qué te maten? ¿Para romper nuestras leyes antiguas y viajar a las antiguas tierras?
¿Cómo vas incluso a encontrar su nave, suponiendo que sobrevivieron al viaje?
- Voy a encontrarlos, -dijo Reyna-. Si ellos están navegando por Grecia, conozco un lugar en el
que Jason se detendrá. Para hacer frente a los fantasmas en la Casa de Hades, necesitará un
ejército. Sólo hay un lugar donde se puede encontrar esa clase de ayuda.
En el sueño de Jason, el edificio parecía inclinarse a sus pies. Recordó una conversación que
había tenido con Reyna hace años, una promesa que se habían hecho el uno al otro. Él sabía
de lo que estaba hablando.
171
- Esto es una locura -murmuró Octavian- . Ya estamos siendo atacados. ¡Debemos pasar a la
ofensiva! Esos enanos peludos han estado robando los suministros, saboteando nuestros
grupos de exploradores, tú sabes que los griegos los enviaron.
-Tal vez -dijo Reyna-. Pero no lanzarás un ataque sin mis órdenes. Continúa explorando el
campamento enemigo. Asegura tus posiciones. Reúne todos los aliados que puedas, y si
atrapas a los enanos tienes mi permiso para enviarlos de vuelta al Tártaro. Pero no ataques el
Campamento Mestizo hasta que yo vuelva.
Octavian entrecerró los ojos. - Aunque te hayas ido, el augur es el oficial superior. Voy a estar a
cargo.
- Lo sé. -Reyna no parecía feliz-. Pero recibiste mis órdenes. Todos ustedes las escucharon. Ella escudriñó los rostros de los centuriones, desafiándolos a interrogarla.
Ella salió corriendo, con su manto de púrpura ondulando y sus perros en sus talones.
Una vez que ella se había ido, Octavian se dirigió a los centuriones. - Reúnan a todos los
oficiales de alto rango. Quiero una reunión tan pronto como Reyna nos deje para ir a su tonta
búsqueda. Habrá algunos cambios en los planes de la legión.
Uno de los centuriones abrió la boca para responder, pero por alguna razón él habló con la voz
de Piper:
- ¡DESPIERTA!
Los ojos de Jason se abrieron, y él vio la superficie del océano acercándose hacia él.
172
xxxiv
jason
Jason estaba vivo- apenas.
Después, sus amigos le explicaron que no lo vieron caer del cielo hasta el último segundo. No
hubo tiempo para Frank de convertirse en águila y agarrarlo, no hubo tiempo para hacer un
plan de rescate. Gracias a la rapidez de Piper y su hechizo de voz le salvo. Ella gritó ¡Despierta!
con tanta fuerza que Jason pensó que le habían pegado con un desfibrilador. Con un
milisegundo para actuar, controló los vientos y suavizó la caída hacia el Adriático.
Cuando subió al barco, le sugirió a Leo un cambio de rumbo. Afortunadamente, Leo confiaba
en él lo suficiente como para no preguntar por qué.
-Un extraño lugar para vacacionar-sonrió Leo-. Pero , ¡eres el jefe!
Ahora, estaban sentados todos juntos en la mesa, Jason se sentía tan despierto que dudaba
que volviera a dormir por una semana. Estaba muy nervioso. No podía parar de mover sus
pies. Pensó que así es como se sentía Leo todo el tiempo, con la excepción de que Leo tenía
sentido del humor.
Después de lo que Jason vio en su sueño, no tenía ganas de bromear.
Mientras comían, Jason les conto sobre la visión que tuvo mientras había caído. Los demás
estuvieron en silencio el tiempo suficiente para ver al Entrenador Hedge comer un sándwich
de plátano y maní, junto con el plato de cerámica.
El barco crujió mientras navegaban por el Adriático y los remos que quedaban del ataque de la
tortuga gigante seguían desalineados. De vez en cuando, Festus crujía y chirriaba por los
altavoces del barco comunicando el modo piloto automático en el extraño lenguaje mecánico
que solo entendía Leo.
-Una nota de Annabeth- decía Piper emocionada- no sé cómo eso es posible pero si es así…-.
-Está viva- dijo Leo- gracias a Dios y pásame la salsa picante-.
Frank frunció el ceño. -¿Qué significa eso?
Leo se limpió las migas de comida de la cara. -Quiere decir que me pases la salsa picante
Zhang, todavía tengo hambre -.
Frank le dio la salsa Leo. -No me puedo creer que Reyna tratara de encontrarnos, En el
Campamento Júpiter es tabú el hecho de venir a las tierras ancestrales. ¡Será expulsada de su
puesto!
173
Si es que sobrevive. -Dijo Hazel- ya es bastante difícil para nosotros, que somos 7 semidioses y
tenemos un barco de guerra que vuela-.
-¡Y yo!- dijo el Entrenador Hedge- ¡no te olvides de que tienes la ventaja de tener un sátiro!
Jason sonrió, puede que el viejo sátiro fuera ridículo, pero estaba contento de que hubiera
venido.
Él pensó en el sátiro que vio en su sueño -Grover Underwood. No podía imaginar un sátiro más
diferente que el Entrenador Hedge pero los dos parecían bravos a su manera.
Esto hizo que se pusiera a pensar cómo eran los faunos en el Campamento Júpiter. Si ellos
podían ser más útiles si los semidioses romanos esperaran más de ellos. Otra cosa que añadir a
su lista… Su lista, él no se había dado cuenta de que tenía una lista, pero desde que dejaron el
Campamento Mestizo, estuvo pensando formas de hacer al Campamento Júpiter más… Griego.
El creció en el Campamento Júpiter, tuvo éxito allí. Pero nunca fue del todo convencional. No
le gustaban las reglas. Se había unido a la Quinta Cohorte porque todos le dijeron que no, que
era la peor cohorte, así que pensó: bien, ¿ésta es la peor? ok, la voy a convertir en la mejor.
Cuando se convirtió en Pretor, intentó llamar la legión la Primer Legión en vez de la Duodécima
Legión, para simbolizar el nuevo comienzo de Roma pero la idea casi causó un motín. Nueva
Roma estaba basada en legados y tradiciones; las reglas no cambiaban tan rápidamente. Jason
había aprendido eso a la fuerza y aun así, estaba en el máximo rango. Aun así, Jason tenía la
sensación de que el Campamento Mestizo le había enseñado mas sobre él mismo. ¿Si
sobreviviera a la guerra con Gea, podría cambiar las cosas en el Campamento Júpiter? Era su
deber intentarlo.
Entonces, ¿Por qué no terminaba de gustar esa idea? Se sentía culpable por haber
abandonado a Reyna y dejarla sola en el poder pero aun así… una parte de él quería irse al
Campamento Mestizo con Piper y Leo.
-¿Jason?- preguntó Leo.- Argo II a Jason, ¿cambio?
Entonces Jason se dio cuenta que todos lo estaban mirando expectantes, si volviera o no a
Nueva Roma, debía actuar como un praetor en este momento.
-Sí, perdón.- El tocó el corte de pelo que le había causado el bandido.- cruzar el Atlántico es
difícil, pero estoy seguro de que Reyna lo logrará.
- Bien, me gustaría ver Reyna otra vez.- dijo ella. -¿Pero cómo se supone que ella nos
encuentre?
Frank levantó su mano. - ¿Enviando un mensaje Iris, no?
-No trabajan muy bien últimamente.- Respondió el entrenador Hedge.- tienen una recepción
horrible. Cada noche, yo podría patear a la diosa del arco iris… - Él vaciló. Su cara se puso al
rojo vivo.
174
-¿Entrenador? ’ Leo sonrió abiertamente. -¿A quién ha estado llamando usted cada noche,
Entrenador?
-¡A Nadie!- Llorisqueó él.- ¡Nada! Solamente quise decir…
-Lo que él quiere decir es que ya lo hemos intentado- intervino Hazel y el Entrenador le dio una
mirada de agradecimiento. -Alguna magia interfiere en la señal… tal vez Gea. Ponerse en
contacto con los romanos es aún más difícil. Pienso que ellos se están protegiendo de esas
cosas.
Jason movió su mirada de Hazel hacia el Entrenador, preguntándose de que demonios era lo
que ocurría con el sátiro y como Hazel sabía de ello. Ahora que lo pensaba el Entrenador
Hedge no había mencionado a su novia Mellie, la ninfa de viento en un largo tiempo….
Frank movió sus dedos sobre la mesa, nervioso. -No creo que Reyna tenga un teléfono móvil…
Nah. No importa. Ella probablemente tendría muy mala señal montada sobre un Pegaso
viajando por el Atlántico.
Jason pensó en el viaje del Argo II a través del océano, las docenas de encuentros que casi los
habían matado. Pensar en Reyna viajando sola por el Atlántico… - él no podía decidir si era
aterrador o imponente.
-Ella nos encontrará.- dijo él. -Ella mencionó algo en el sueño, ella espera que yo vaya a un
cierto lugar en nuestro camino a la Casa de Hades. Yo… yo me había olvidado de ello, en
realidad, pero ella tiene razón. Este es un lugar que tengo que visitar.
Piper se inclinó hacia él, con su cabello color caramelo cayendo sobre su hombro. Sus ojos
multicolores hacían más difícil pensar coherentemente.
-¿Cómo se llama el lugar, Jason? - preguntó Piper.
-Es una ciudad llamada Split. -respondió Jason. –
“Split” Ella tenía un aroma realmente delicioso, como de una madreselva floreciendo
Um, si-Jason se preguntaba si no es que Piper estaba usando su magia de Afrodita sobre elsiempre que mencionaba el nombre de Reyna, ella lo confundía tanto que no podía dejar de
pensar nada más que en Piper. Suponía que no era la clase más mala de venganza.
-De hecho, deberíamos estar cerca.
Leo-pulsó el botón del intercomunicador. -¿Cómo vas por allí arriba, amigo?
Festus crujió y echó vapor.
-Él dice que tal vez estamos a diez minutos del puerto. - informó Leo. -Aunque yo todavía no
entiendo por qué quieres ir a Croacia, sobre todo a una ciudad llamada Split. Lo que quiero
175
decir, si nombras a tu ciudad Split por lo menos debes de notar que te alerta de irte. Como si la
ciudad se llamara ¡Vete de aquí!
(Nota del traductor: aquí Leo hace un juego de palabras en ingles que es imposible traducir.
El se refiere a que Split significa división o ruptura lo cual sería muy peligroso para nuestros
semidioses, el quedar “divididos unos de otros”)
-Esperen. -Hazel dijo -¿Por qué vamos a Croacia?
Jason notó que los demás estaban poco dispuestos a mirarla. Desde su truco con la Niebla
contra Escirón, Jason se sentía un poco nervioso alrededor de ella. Además, ella era hija de
Plutón y él mismo se le había aparecido. Era algo que los romanos típicamente llamaban mal
augurio.
Leo apartó sus patatas y la salsa picante.
-Bien, técnicamente hemos estado en territorio Croata desde ayer. Todo lo que hicimos fue
haber estado navegando por delante de ella, pero adivino que los romanos le
llamaron… ¿Cómo la llamaron, ¿Jason?
-Dalmacia. -dijo Nico, haciendo que Jasón pegara un brinco
Santo Romulo … Jason deseaba poner una campanilla alrededor del cuello de Nico di Angelo
para recordarle que el chico estaba allí. Nico tenía este hábito inquietante de mezclarse con las
sombras, sentado en silencio en la esquina.
Camino hacia delante con los ojos fijos en Jason. Desde que ellos lo habían rescatado del tarro
de bronce en Roma, Nico había dormido muy poco y había comido aún menos, como si él
todavía subsistía con aquellas semillas de granada para emergencias. Él le recordaba a Jason
un fantasma carnívoro que había matado en San Bernardino.
-Croacia solía ser Dalmacia. -dijo Nico. -Una provincia romana. ¿Quieres visitar el Palacio
Diocleciano, verdad?
El Entrenador Hedge consiguió hacer otro eructo heroico.- ¿El palacio de quién? ¿Es de
Dalmacia de donde vienen los perros dálmatas? Ya saben, de la película Los 101 dálmatas.
Todavia tengo pesadillas de ella.
Frank se rasco la cabeza- ¿Por qué debería de tener pesadillas sobre eso?
El entrenador Hedge parecía a punto de pronuncir un discurso sobre los malvados perros
dálmata, pero Jason decidio que era suficiente.
Nico tiene razón- Necesito ir a el Palacio Diocleciano, es allí donde irá Reyna primero, porque
sabe que yo iré allí también. -dijo Jason.
176
Piper levanto una ceja. -¿Y porque Reyna pensaría en eso? ¿Siempre han tenido una
fascinación loca por la cultura de Croacia?
Jason miro su sándwich. Era muy difícil para él hablar de su vida antes de que Juno/Hera le
borrara la memoria. Sus años en el Campamento Júpiter parecían mentira, como si fueran una
película en la que había actuado décadas atrás.
-Reyna y yo hablábamos mucho de Dioclecio- Jason dijo.-Los dos parecíamos idealizar al tipo
como un líder. Platicamos de cuanto nos gustaría visitar el Palacio Diocleciano; por supuesto
sabíamos que era imposible. Nadie podía viajar a las tierras antiguas, aun así hicimos el pacto
de que si alguna vez hacíamos el viaje este sería un lugar obligado a visitar.
-Dioclecio … -Leo pensó en el nombre, luego sacudió su cabeza. -No se me ocurre nada. ¿Por
qué él era tan importante?
Frank lo miró molesto. -¡Él fue el último gran emperador pagano!
Leo giro los ojos. -¿Por qué no estoy sorprendido de que sepas eso, Zhang?
¿Por qué no habría de saberlo? Él fue el último en adorar a los dioses Olímpicos, antes de que
Constantino viniera y adoptara el cristianismo.
Hazel asintió. –Recuerdo algo sobre eso, las monjas de Santa Agnes (Nota del traductor:se
dejo el nombre en ingles de la santa, porque en otras traducciones se le encuentra con este
nombre. Su nombre en español es Santa Ines) nos enseñaron que Dioclecio era un villano
terrible, del tipo de Calígula o Nerón.
Miró curiosa a Jason. -¿Por qué habías de idolatrarlo?
“El no era un villano completamente”- le contesto Jason- Si llego a perseguir cristianos, pero
aparte de eso era un buen lider. Comenzo desde abajo en la Legion, sus padres habían sido
esclavos o por lo menos su madre lo fue. Los semidioses sabemos que era un hijo de Jupiter-el
ultimo semidiós en controlar Roma. También fue el primer emperador que se retiro, en paz, y
dejo el poder. La ciudad de Split crecio alrededor de…..
Dejo de hablar cuando vio a Leo escribiendo con un lápiz imaginario, tomando notas en el aire.
“Continue Profesor Grace”. –le dijo con atención. “Quiero tener un aprobado en el examen.
-Cierra el pico, Leo.
Piper bebió a sorbos otra cucharada de sopa.
-¿Por qué el Palacio Diocleciano es tan especial?
Nico se inclinó y arrancó una uva. Probablemente era lo único que comiera en ese día. –Se
dice que el fantasma de Dioclecio habita el lugar
177
-Él era un hijo de Júpiter, como yo. -dijo Jason. -Su tumba fue destruida hace siglos, pero Reyna
y yo nos solíamos preguntar si podríamos encontrar al fantasma de Dioclecio y preguntarle
donde fue enterrado… porque, según las leyendas, su cetro fue enterrado con él.
Nico le dirigió una sonrisa espeluznante.
-Ah… esa leyenda.
-¿Qué leyenda? -Hazel preguntó.
Nico se dirigió a su hermana.
-Supuestamente el cetro de Dioclecio podía convocar a los fantasmas de las legiones romanas,
cualquiera de ellos que adoraron a los viejos dioses.
Leo silbó.
-Bien, ahora si estoy interesado. Estaría bueno tener un ejército de zombis paganos de nuestro
lado cuando entremos a la Casa de Hades.
No estoy seguro que esa fuera la idea original- Jason murmuro. –Pero esa es la idea.
-No tenemos mucho tiempo, ya es Julio nueve y hay que poner rumbo a Epiro y cerrar las
Puertas de Muerte. -dijo Frank.
Las cuales están protegidas- le recordó Hazel – por un gigante de humo y una hechicera que….
Bueno no estoy segura. Pero según Pluton, ella planea “reconstruir sus dominios”. Lo que sea
que eso signifique, es algo lo suficientemente malo como para que mi papá me lo haya
advertido personalmente
Frank se quejó- Y, si sobrevivimos todavía tenemos que averiguar dónde están los gigantes que
van a despertar a Gea antes del primero de Agosto y detenerlos.
Ademas mientras más tiempo pasen Percy y Annabeth del Tártaro….
-Ya lo sé. -dijo Jason. -No tardaremos mucho en Split. Pero vale la pena buscar el cetro.
Mientras estamos en el palacio, puedo enviarle un mensaje a Reyna, diciéndole la ruta que
tomaremos para Epiro.
Nico cabeceó.
-El cetro de Diocleciano podría hacer una enorme diferencia. Necesitarás mi ayuda.
Jason trato no mostrar su incomodidad, pero sus pelos se pusieron de punta al solo pensar el ir
con Nico Di Angelo.
Percy le había contado historias terribles sobre Nico. Su lealtad estaba en duda, además de
que había pasado más tiempo con los muertos que con los vivos. Una vez había engañado a
178
Percy hacia una trampa en el palacio de Hades. Tal vez Nico había hecho las paces por eso al
ayudar a los Griegos contra los Titanes, pero aun asi…..
Piper le apretó la mano.-Hey sueno divertido, también ire
Jason le quería gritar: ¡Gracias a los Dioses!
Pero Nico movio la cabeza -Solamente podríamos ir Jason y yo. El fantasma de Diocleciano se
aparece a un hijo de Júpiter, pero cualquier otro semidiós probablemente… lo asustará. Y soy
el único que puede hablar con su espíritu. Ni siquiera Hazel podría hacerlo.
Los ojos de Nico sostuvieron un destello de desafío. Él pareció curioso en cuanto a si realmente
Jason protestaría.
La campana del barco sonó. Festus crujió y zumbó por el altavoz.
-Hemos llegado. -anunció Leo. Tiempo para sepáranos
(Nota del traductor: Leo vuelve a hacer un juego de palabras; El dice en Ingles “Time to
Split”, usando el doble sentido de la palabra. Split como ciudad y Split como el verbo de
separarse con lo que se nota el humor de Leo)
¿No podemos dejar a Valdez en Croacia?-Pregunto Frank
Jason se puso de pie.,
-Frank, te dejo como el responsable de defender el barco, Leo, encargado de la reparación del
barco. El resto de ustedes… echen una mano en cualquier lugar donde puedan. Nico y yo…
-Tenemos un fantasma que encontrar.
179
xxxv
jason
JASON VIÓ PRIMERO EL ÁNGEL EN EL CARRO DE HELADO.
El Argo II había anclado en la bahía junto con otros seis o siete barcos de crucero. Como de
costumbre, los mortales no prestaban mucha atención al trirreme, pero, sólo para estar
seguros, Jason y Nico se subieron a la cubierta de uno de los barcos turísticos por lo que lucían
como parte de los pasajeros cuando llegaron a tierra.
A primera vista, Split parecía un lugar interesante. Curvando alrededor del puerto había una
larga explanada bordeada de palmeras. En los cafés de las banquetas, los jovenes europeos
estaban pasando el rato, hablando en una docena de idiomas diferentes y disfrutando de la
tarde soleada. El aire olía a carne a la parrilla y flores recién cortadas.
Más allá de la avenida principal, la ciudad era una mezcolanza de castillos con torres
medievales, murallas romanas, casas en piedra caliza con techos de tejas rojas y edificios
modernos de oficinas pegados unos a otros. A lo lejos, pequeños montes de color verde
grisáceo se abrían paso hacia una montaña, lo que hizo que Jason se pusiera un poco nervioso.
Él no dejaba de mirar a ese escarpe rocoso, esperando que el rostro de Gea apareciera en sus
sombras.
Nico y él vagaban por la explanada cuando Jason vio a un hombre con alas comprar un helado
en un carrito callejero. La vendedora parecía aburrida mientras contaba el cambio del tipo.
Los turistas pasaban junto a las enormes alas del sujeto sin darle un segundo vistazo.
Jason le dio un codazo a Nico. - ¿Estás viendo esto?
-Sí –le dijo Nico- . Tal vez deberíamos comprar un helado.
Mientras se dirigieron hacia el carrito de helados, a Jason le preocupaba que este tipo de las
alas pudiera ser un hijo de Boreas el viento del norte. A su lado, el ángel tenía el mismo tipo de
espada de bronce irregular que los boréadas tenían, y el último encuentro de Jason con ellos
no había ido tan bien.
Pero este chico parecía más tranquilo que frio (Nota del traductor: Aquí es Jason quien hace el
juego de palabras difícil de traducir. En ingles dice “This guy seemed more chill than chilly”
Usando el doble significado de la palabra chill, para referirse a que el tipo estaba tranquilo
en vez de estar frio; característica de los hijos de Boreas).
Llevaba una camiseta roja, pantalones cortos y sandalias. Sus alas eran una combinación de
colores rojizos, como un gallo o una puesta de sol perezosa. Tenía un pelo tan oscuro y
negro tan rizado como el de Leo.
- Él no es un espíritu que regreso del Inframundo -murmuró Nico- . O una criatura del
inframundo.
180
- No, -Jason estuvo de acuerdo-. Dudo que comieran barras de helado cubiertas de chocolate.
- Entonces, ¿qué es? -Preguntó Nico.
Estaban a una distancia de diez metros, y el tipo de alas los miro directamente a ellos. Él
sonrió, hizo un gesto sobre su hombro con la barra de helado y se disolvió en el aire.
Jason no podía verlo exactamente, pero había tenido la experiencia suficiente controlando el
viento que podría seguir el camino del ángel, un cálido soplo de rojo y oro se abría paso a un
lado de la calle, en espiral por la acera y soplando postales de los carruseles en el frente de las
tiendas para turistas. El viento se dirigió hacia el final del paseo marítimo, donde se alzaba una
gran estructura de fortaleza.
- Apuesto a que es el palacio, -dijo Jason- . Vamos.
Incluso después de dos milenios, el Palacio de Diocleciano era todavía impresionante. La pared
exterior era solo una cáscara de granito rosa, con columnas desmoronadas y ventanas con
arcos abiertos hacia el cielo, pero estaba casi intacta, un cuarto de milla de largo y setenta u
ochenta pies de alto, haciendo ver pequeñas las tiendas y casas que se emplazaban bajo ella.
Jason imaginó como lucía el palacio cuando estaba recién construido, con guardias imperiales
al pie de las murallas y águilas de oro de Roma brillando en los parapetos.
El ángel de viento, o lo que fuera, entró por las ventanas de granito rosa, luego desaparecieron
en el otro lado. Jason exploró la fachada del palacio para encontrar una entrada. La única que
vio estaba a varias cuadras de distancia, con los turistas haciendo cola para comprar entradas.
No tenían tiempo para eso.
- Tenemos que atraparlo, -dijo Jason- . Vamos
- Pero…
Jason agarró Nico y ambos se levantaron en el aire.
Nico hizo un ruido apagado de protesta, mientras se dispararon por sobre las paredes y a
dentro del patio en el que más turistas se arremolinaban en los alrededores, tomando fotos.
Un niño pequeño hizo varias fotografías cuando aterrizaron en el suelo del patio. Entonces sus
ojos se nublaron y sacudió su cabeza, como si se estuviera teniendo de una alucinación
inducida por exceso de jugo. Nadie les prestó atención.
A la izquierda del patio había una línea de columnas sosteniendo arcos grises. En el lado
derecho estaba un edificio de mármol blanco, con hileras de ventanas altas.
- El peristilo, -dijo Nico- . Esta era la entrada a la residencia privada de Diocleciano. -Él frunció
el ceño a Jason- . Y, por favor, no me gusta ser tocado. Nunca me agarres otra vez.
Los hombros de Jason se tensaron. Le pareció oír un tono de amenaza, como: a menos que
desees tener mi espada de hierro Estigio en tu nariz. - Oh, está bien. Lo siento. ¿Cómo sabes el
nombre de este lugar?
Nico escaneó el atrio. Se concentró en algunos escalones en la esquina lejana, que descendían.
- Yo he estado aquí antes. -Sus ojos eran tan oscuros como su espada-. Con mi madre y Bianca.
Un viaje de fin de semana desde Venecia. ¿Tal vez tenía… seis?
- ¿Eso fue…? ¿En 1930 ?
181
- Treinta y ocho años más o menos, -dijo Nico ausente-. ¿Por qué te importa? ¿Ves ese hombre
alado en algún lugar?
-No…- Jason estaba todavía tratando de entender su mente el pasado de Nico.
Jason siempre intentaba tener una buena relación con la gente de su equipo. Había aprendido
por las malas que si alguien iba a cuidar tus espaldas en una pelea era mejor si ambos
confiaban el uno en el otro. Pero Nico no era fácil de descifrar. - Es que… no puedo imaginar lo
raro que debe ser, venir de otro tiempo.
- No, no puedes. -Nico se quedó mirando el suelo de piedra. Tomó una respiración profunda-.
Mira… No me gusta hablar de ello. Honestamente, creo que Hazel la pasó peor. Ella recuerda
más acerca de cuando era niña. Ella tuvo que volver de entre los muertos y adaptarse al
mundo moderno. Yo… Bianca y yo, nos quedamos atrapados en el Hotel Lotus. El tiempo pasó
tan rápido. De una manera extraña, lo que hizo la transición más fácil.
- Percy me habló de ese lugar, -dijo Jason- . Setenta años, ¿pero sólo sintió como un mes?
Nico apretó los puños hasta que sus dedos se pusieron blancos. -Sí. Estoy seguro de que Percy
te contó todo acerca de mí.
Su voz estaba cargada de amargura, más de la que Jason podía entender. Él sabía que Nico
había culpado a Percy por dejar que su hermana Bianca muriera, pero que supuestamente
había conseguido superar eso, al menos según Percy. Piper también había mencionado el
rumor de que Nico estaba enamorado de Annabeth. Tal vez eso era parte de ello.
Aun así… Jason no entiendia por qué Nico alejaba a la gente, ¿era por qué nunca pasaba
mucho tiempo en alguno de los campamentos?, ¿por qué prefería a los muertos primero que a
los vivos? Realmente no entendía por qué Nico había prometido llevar al Argo II a Epiro si
odiaba tanto a Percy Jackson.
Los ojos de Nico barrieron las ventanas por encima de ellos. – Los espiritus de romanos
muertos están por todas partes aquí… Lares. Lémures. Están viendo. Están enojados.
- ¿A nosotros? - La mano de Jason fue hacia su espada.
- A todo. -Nico señaló un pequeño edificio de piedra en el extremo oeste del patio-. Eso solía
ser un templo a Júpiter. Los cristianos lo cambiaron por un baptisterio. A los fantasmas
romanos no les gusta eso.
Jason se quedó mirando la puerta oscura.
Nunca había conocido personalmente a Júpiter, pero pensaba en su padre como una persona
viviente, el tipo que se enamoró de su madre. Por supuesto que sabía que su padre era
inmortal, pero de alguna manera consideró que nunca había caído en cuenta hasta este
momento mientras miraba una puerta que los romanos habían atravesado, hace miles de
años, para adorar a su padre. La idea le dio a Jason un dolor de cabeza que le partía la cabeza.
(Nota del traductor: clara referencia a los dolores de cabeza que los dioses están teniendo)
- Y más allá… - Nico señaló al este a un edificio hexagonal rodeado de columnas exentas.
182
- Ese era el mausoleo del emperador.
- Pero su tumba no está allí, - adivinó Jason.
- No desde hace siglos, dijo -Nico- . Cuando el imperio se derrumbó, el edificio se convirtió en
una catedral cristiana.
Jason tragó. - Así que si el fantasma de Diocleciano todavía está por aquí…
-Probablemente no esté feliz.
El viento se movio, empujando las hojas y empaques de comida de todo el peristilo. Por el
rabillo de su ojo, Jason alcanzó a vislumbrar un movimiento, una mancha de color rojo y oro.
Cuando se volvió, una sola pluma de color rojizo se estaba asentando en los escalones que
conducían abajo.
- Ese camino. -Jason señaló- . El hombre alado. ¿A dónde crees que lleven esas escaleras?
Nico sacó su espada. Su sonrisa era aún más inquietante que su ceño fruncido.
- Bajo tierra, -dijo- .Mi lugar favorito.
Bajo tierra no era para nada el lugar favorito de Jason.
Desde su viaje por debajo de Roma, con Piper y Percy, luchando con los dos gigantes en el
hipogeo bajo el Coliseo, la mayoría de sus pesadillas habían sido sobre sótanos, trampillas y
grandes ruedas de hámsteres.
Tener a Nico a su lado no era algo que lo dejara tranquilo. Su hoja de hierro estigio parecía
hacer a las sombras aún más oscuras, como si el metal infernal absorbiera la luz y el calor del
aire.
Se arrastraron a través de una gran bodega con gruesas columnas de soporte que aguantaban
un techo abovedado. Los bloques de piedra caliza eran tan viejos que se habían fusionado con
siglos de humedad, haciendo que el lugar pareciera una cueva formada naturalmente.
Ninguno de los turistas se había aventurado hasta aquí antes. Obviamente, eran más
inteligentes que los semidioses.
Jason sacó su gladius. Se abrieron paso bajo los arcos bajos, haciendo eco de sus pasos sobre el
suelo de piedra. Ventanas enrejadas se alineaban en la parte superior de una pared, de frente
al nivel de la calle, pero eso sólo hacía que la bodega se sintiera más claustrofóbica. Los rayos
de sol las hacían parecer rejas de prisión, arremolinándose con polvo ya muy antiguo.
Jason pasó una viga de soporte, miró a su izquierda y casi tuvo un ataque al corazón. Mirando
fijamente hacia él estaba un busto de mármol de Diocleciano, con el rostro ceñudo de piedra
caliza en desaprobación.
Jason estabilizó su respiración. Este parecía un buen lugar para dejar la nota que había escrito
para Reyna, indicandole su ruta a Epiro. Estaba lejos de las multitudes, pero confiaba en que
Reyna lo encontraría.
Ella tenía los instintos de un cazador. Deslizó la nota entre el busto y su pedestal y dio un paso
atrás.
Los ojos de mármol de Diocleciano le hicieron poner nervioso. Jason no podía dejar de pensar
en Terminus, la estatua parlante del dios que estaba en Nueva Roma. Esperaba que
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Diocleciano no tosiera o de repente estallara en canto.
- ¡Hola!
Antes de que Jason pudiera notar que la voz provenía de otro lugar, cortó la cabeza del
emperador. El busto cayó y se hizo añicos contra el suelo.
- Eso no fue muy agradable, -dijo la voz detrás de ellos.
Jason volteó. El hombre alado del puesto de helados estaba apoyado en una columna cercana,
casualmente lanzando un pequeño aro de bronce en el aire. A sus pies estaba una cesta de
picnic de mimbre llena de fruta.
- Quiero decir, -el hombre dijo- ¿qué te ha hecho Diocleciano?
El aire se arremolinó alrededor de los pies de Jason. Los fragmentos de mármol se reunieron
en un tornado en miniatura, en espiral de vuelta al pedestal y re ensamblándose nuevamente
en el busto completo, la nota seguía escondida debajo.
- Eh -Jason bajó la espada- . Fue un accidente. Me has sorprendido.
El tipo alado rió. - Jason Grace, el viento del Oeste ha sido llamado de muchas maneras… cálido
y suave, dador de vida y endiabladamente guapo. Pero nunca había sido llamado
sorprendente. Ese comportamiento estúpido se lo dejo a mis hermanos mandones en el norte.
Nico avanzó hacia atrás. - ¿El viento del Oeste? ¿Quieres decir que eres…?
- Favonio, - Jason recordó- . Dios del viento del oeste.
Favonio sonrió y se inclinó, obviamente encantado de ser reconocido. - Puedes llamarme por
mi nombre romano, sin duda, o Céfiro, si eres griego. No me molesta cual uses.
Nico parecía bastante preocupado al respecto. - ¿Por qué tus partes griegas y romanas no
están en conflicto, al igual que los otros dioses?
- Oh, tengo el dolor de cabeza ocasional. -Favonio se encogió de hombros- . Algunas mañanas
me despierto en una túnica griega cuando estoy seguro de que me fui a dormir en pijama
SPQR. Pero sobre todo la guerra no me molesta. Soy un dios menor, ustedes saben, nunca he
estado realmente mucho en el centro de atención. Las constantes batallas entre ustedes
semidioses no me afectan mucho.
- Así que… -Jason no estaba muy seguro de si debía guardar su espada-. ¿Qué estás haciendo
aquí?
- ¡Varias cosas! -Dijo Favonio- . Pasar el rato con mi canasta de frutas. Siempre llevo una cesta
de fruta. ¿Quieres una pera?
- Estoy bien. Gracias.
- Vamos a ver… temprano estaba comiendo helado. En este momento estoy lanzando este
anillo tejo. Favonio hizo girar el aro de bronce en su dedo índice.
Jason no tenía idea de lo que era un tejo, pero trató de mantener la concentración. - Quiero
decir, ¿por qué te presentas ante nosotros? ¿Por qué nos trajiste a esta bodega?
- ¡Oh! -Asintió Favonio- . El sarcófago de Diocleciano. Sí. Este era su lugar de descanso final. Los
cristianos lo trasladaron fuera del mausoleo. A continuación, algunos bárbaros destruyeron el
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ataúd. Sólo quería mostrarte -extendió sus manos con tristeza- Que lo que estás buscando no
está aquí. Mi maestro lo ha tomado.
- ¿Tu maestro? -Jason tuvo un flashback de un palacio flotante por encima del pico de Pike en
Colorado, donde él había visitado (y apenas sobrevivido) al estudio de un hombre del clima
loco que decía ser el dios de todos los vientos- . Por favor, dime que tu maestro no es Eolo.
- ¿Ese con la cabeza llena de aire? -Favonio resopló- .-No, por supuesto que no.
-Se refiere a Eros. -La voz de Nico se volvió tensa- . Cupido, en latín.
Favonio sonrió. - Muy bien, Nico di Angelo. Me alegro de verte de nuevo, por cierto. Ha sido un
largo tiempo.
Nico frunció el entrecejo. - Nunca te conocí.
- Nunca me has visto, -lo corrigió el dios- . Pero yo he estado observándote. Cuando viniste
aquí como un niño pequeño, y varias veces desde entonces. Sabía que eventualmente
volverías para mirar a la cara de mi señor.
Nico se puso aún más pálido que de costumbre. Sus ojos recorrieron la habitación cavernosa,
como si estuviera empezando a sentirse atrapado.
- ¿Nico? , -Dijo Jason- . ¿De qué está hablando?
-No lo sé. Nada.
- ¿Nada? -Exclamó Favonio- . Quien te importa más… está hundido en el Tártaro, ¿y aun así no
permitirás la verdad?
De pronto, Jason sintió como si estuviera escuchando.
“Quien te importa más.”
Recordó lo que Piper le había contado sobre el enamoramiento de Nico hacia Annabeth. Al
parecer, los sentimientos de Nico eran de alguna manera más profundos que un simple
flechazo.
- Sólo hemos venido por el cetro de Diocleciano, -dijo Nico, claramente ansioso por cambiar de
tema.
- ¿Dónde está?
- Ah… -Favonio asintió con tristeza-. ¿Pensaste que sería tan fácil como dar la cara al fantasma
de Diocleciano? Me temo que no, Nico. Tus juicios serán mucho más difíciles. Ya sabes, mucho
antes de que éste fuera el Palacio de Diocleciano, era la puerta de entrada a la corte de mi
maestro. He habitado aquí durante eones, llevando a aquellos que buscaban el amor en
presencia de Cupido.
A Jason no le gustó la mención de pruebas difíciles. No se fiaba de este dios extraño con el aro,
las alas y la cesta de fruta. Pero una vieja historia surgió en su mente, algo que había oído en el
Campamento Júpiter. -Al igual que Psique, la esposa de Cupido. La llevaste a su palacio.
Los ojos de Favono brillaron. - Muy bien, Jason Grace. A partir de este punto exacto, lleve a
Pisque sobre mis alas y la traje a la cámara de mi amo. De hecho, esa es la razón por la que
Diocleciano construyó su palacio aquí. Este lugar siempre ha sido agraciado por el suave viento
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del Oeste. -Abrió los brazos-. Es un lugar de paz y amor en un mundo turbulento. Cuando el
Palacio de Diocleciano fue saqueado…
- Tomaste el cetro, - supuso Jason.
- Por seguridad, -estuvo de acuerdo Favonio- . Es uno de los muchos tesoros de Cupido, un
recuerdo de tiempos mejores.
- Si lo quieres… -Favonio se volvió hacia Nico- . Debes hacer frente al dios del amor.
Nico se quedó mirando el sol que entraba por las ventanas, como si quisiera poder escapar a
través de las aberturas estrechas.
Jason no estaba seguro de lo que quería Favonio, pero si frente al dios del amor significaba
forzar Nico en una especie de confesión sobre la que chica que le gustaba, no parecía tan
malo.
- Nico, puedes hacer esto, -dijo Jason- . Podría ser embarazoso, pero es por el cetro.
Nico no parecía muy convencido. De hecho, parecía que iba a vomitar. Pero él cuadró sus
hombros y asintió. -Tienes razón-. Yo… No le temo a un dios del amor.
Favonio sonrió. - ¡Excelente! ¿Te gustaría un aperitivo antes de ir? -Él cogió una manzana
verde de su canasta y frunció el ceño- . Oh, desplantes. Sigo olvidando que mi símbolo es una
cesta de fruta no madura. ¿Por qué el viento de primavera obtiene más crédito? El verano
tiene toda la diversión.
- Eso está bien, -dijo Nico rápidamente-. Sólo llévanos donde Cupido.
Favonio hizo girar el aro en el dedo, y el cuerpo de Jason se disolvió en aire.
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xxxvi
jason
Jason había montado al viento muchas veces. Pero ser el viento no era lo mismo.
Se sintió fuera de control, sus pensamientos se dispersaron, sin un límite preciso entre su
cuerpo y el resto del mundo. Él se preguntó si así se sentían los monstruos cuando eran
vencidos—siendo convertidos en polvo, sin ayuda y sin forma.
Jason podía sentir la presencia de Nico cerca. El Viento del Oeste los llevaba sobre el cielo de
Split. Juntos pasaron rápidamente sobre las colinas, sobre acueductos romanos, carreteras y
viñedos. Mientras se aproximaban a las montañas, Jason vio las ruinas de un pueblo romano
en un valle debajo de él—paredes desmoronadas, cimientos cuadrados y caminos rotos,
cubiertos con pasto—así que se parecía a un tablero de juego enmohecido.
Favonio los dejo al centro de las ruinas, al lado de una columna rota, del tamaño de una
secoya.
El cuerpo de Jason se reconstruyo y por un momento se sintió peor que siendo el viento, como
si estuviese atado en un abrigo de cuerdas.
—Sí, los cuerpos mortales son muy estorbosos—dio Favonio, como si leyera sus pensamientos.
El dios del viento se fue a una pared cercana, con una canasta de frutas y alzó sus alas rojizas
en el sol.
—Honestamente, no sé cómo los aguantan día a día.
Jason miro a sus alrededores. El pueblo debió ser enorme alguna vez. Él sólo podía ver la punta
de los templos, los balnearios, un anfiteatro enterrado a la mitad y unos pedestales vacíos que
algún día debieron sostener estatuas. Filas de columnas marchaban hacia la nada. Las paredes
de la vieja ciudad entraban y salían de las colinas como un hilo de roca tras telaverde.
Algunas áreas parecían excavadas, pero la mayoría de la ciudad parecía abandonada, como si
hubiese sido olvidada por los últimos dos mil años.
—Bienvenidos a Salona—dijo Favonio—. ¡Capital de Dalmacia! ¡Capital de Diocleciano! Pero
antes que eso, fue el hogar de Cupido.
El nombre hizo eco, como si voces murmuraran a través de la ruinas. Algo de este lugar se veía
aún más tenebroso que el sótano en Split. Jason nunca había pensado mucho en Cupido. Él no
se imaginaba a Cupido como alguien tenebroso. Aún para los semidioses romanos, el nombre
los hacía imaginar a un tonto bebé alado con un arco de juguete y flechas, volando con sus
pañales en San Valentín.
—Oh, él no es así—dijo Favonio.
Jason se estremeció.
— ¿Puedes leer mi mente?
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—No lo necesito— Favonio lanzó su aro de bronce al aire—. Todos tienen una mala impresión
de Cupido… Hasta que lo conocen.
Nico se recargó contra la columna, con sus piernas temblando visiblemente.
—Hey, hombre…—Jason se paró enfrente de él, pero Nico lo alejó.
A los pies de Nico, el pasto se tornaba café y marchito. La mancha de muerte se expandía hacia
afuera, como si veneno saliese de las suelas de sus zapatos.
—Ah… —Favonio asintió simpáticamente—. No te culpo por estar nervioso, Nico di Angelo.
¿Sabes cómo acabé sirviendo a Cupido?
—Yo no sirvo a nadie—Nico murmuró—. Especialmente no a Cupido.
Favonio siguió, como si no lo hubiese escuchada.
—Me enamoré de un mortal llamado Jacinto. Él era extraordinario.
— ¿Él…?—El cerebro de Jason se sentía aún nublado por su viaje en el viento, así que le tomó
un tiempo procesar eso—. Oh…
—Sí, Jason Grace—Favonio arqueó una ceja—. Me enamoré de un hombre. ¿Eso te asombra?
Honestamente, Jason no estaba seguro. Intentó no pensar en los detalles de las vidas
amorosas de los dioses, sin importar con quién se enamorasen. Después de todo, su padre
Júpiter no era un muy buen ejemplo de comportamiento.
Comparado con algunos Olímpicos líos amorosos que él había escuchado, el enamoramiento
del Dios del Oeste con un mortal no era muy impactante.
—Creo que no. Así que… Cupido te golpeó con una flecha y te enamoraste.
Favonio resopló.
—Lo haces parecer sencillo. ¡Ay!, el amor nunca es sencillo. Mira, al dios Apolo también le
gustaba Jacinto. Él dijo que eran sólo amigos. No lo sé. Pero un día que iba pasando los vi
juntos, jugando a un juego de tejas.
Ahí estaba esa extraña palabra de nuevo.
— ¿Tejas?
—Un juego con estos aros—Nico explicó, aunque su voz era tenue—. Como herraduras.
—Algo así—dijo Favonio—. Como sea, me puse celoso. En vez de enfrentarlos y averiguar la
verdad, agité el viento y envié un aro metálico directamente hacia la cabeza de Jacinto y…
Bueno—el dios del viento suspiró—. Como Jacinto murió, Apolo lo convirtió en una flor, el
Jacinto. Hice una cosa terrible, pero me volví loco por el amor, así que él me salvó, bajo la
condición de que trabajaría para él para siempre.
CUPIDO.
El nombre hizo eco en las ruinas otra vez.
—Esa es la señal—Favonio se paró—. Piensa larga y tendidamente cómo procederás, Nico di
Angelo. No puedes mentirle a Cupido. Si dejas que tu ira te guíe… Bien, tu destino será más
triste que el mío.
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Jason sintió como si su cerebro se convirtiese de nuevo en viento. Él no entendía de lo que
hablaba Favonio o por qué Nico se veía tan agitado, pero no tenía tiempo para pensar en ello.
El dios del viento desapareció en un remolino color rojo y dorado. El viento veraniego de
repente, se sintió agobiante. El suelo tembló y Jason y Nico alzaron sus espadas.
“Así que”
La voz pasó rápidamente por el oído de Jason, como una bala. Cuando se volteó, no había
nada.
“Vinieron para reclamar el cetro”.
Nico se paró muy rigido, y por primera vez, Jason se sintió reconfortado de tener la compañía
de este tipo.
—Cupido—Jason dijo—. ¿Dónde estás?
La voz rió. Definitivamente no sonaba como un hermoso ángel bebé. Sonaba muy profundo y
sonoro, aunque un poco amenazante—como el temblor antes de un terremoto mayor.
“Donde menos me esperas” Cupido respondió. “El amor siempre está ahí”.
Algo golpeó a Jason y lo mandó a volar cruzando la calle. Bajo rodando una serie de escalones
y cayó a un sótano romano excavado.
“Creo que lo conoces mejor, Jason Grace” La voz de Cupido susurraba a su alrededor. “Has
encontrado a tu amor verdadero después de todo. ¿O aún dudas de ti mismo?
Nico bajó los escalones.
—¿Estás bien?
Jason aceptó su mano y se paró.
—Sí, sólo fue un golpe bajo.
“Oh, ¿Creías que iba a jugar limpio?” Cupido río. “Soy el dios del amor. Nunca juego limpio”.
Esta vez, los sentidos de Jason se pusieron alertas. Sintió que el aire onduladose, formando
una flecha que se comenzó a materializar, dirigiéndose directamente hacia el pecho de Nico.
Jason la interceptó con su espada y la desvió hacia un lado. La flecha explotó contra la pared
más cercana, salpicándolos con piedra caliza.
Subieron corriendo las escaleras, Jason jaló a Nico al otro lado mientras otra ráfaga de viento
golpeó una columna que los habría aplastado.
—¿Este tipo es Amor o Muerte? —Jason rezongó.
“Pregúntales a tus amigos” Cupido dijo. “Frank, Hazel y Percy se encontraron con mi
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contraparte, Tánatos. No somos muy diferentes. Excepto porque la muerte es a veces más
amable.
—¡Sólo queremos el cetro! —Nico gritó—. Intentamos detener a Gea. ¿Estás en el lado de los
dioses o no?
Una segunda flecha golpeó el suelo entre los pies de Nico y brilló en un blanco incandescente.
Nico se paró hacia atrás mientras la flecha explotó en un géiser de llamas.
“El amor está en cada lado” dijo Cupido. “Y no en el lado de alguien. No preguntes qué puede
hacer el Amor por ti”.
—Genial—dijo Jason—. Ahora está diciendo mensajes de cartas de felicitaciones.
Hubo movimiento detrás de él: Jason giró, rebanando el aire con su espada. Su espada golpeó
algo sólido. Escuchó un gruñido y tajó de nuevo, pero el dios invisible se había ido. En los
adoquines, un poco de ícor dorada brillaba— la sangre de los dioses.
“Muy bien, Jason” Cupido dijo. “Por lo menos puedes sentir mi presencia. Incluso una pequeña
muestra de amor verdadero es algo que pocos semidioses pueden alcanzar”.
—¿Entonces ahora me darás el cetro? —preguntó Jason.
Cupido río.
“Desafortunadamente, tú no puedes sostenerlo. Sólo un hijo del Inframundo puede invocar a
las legiones muertas. Y solamente un oficial de Roma los puede guiar”.
—Pero…—Jason flaqueó. Él era un oficial. Él era un praetor. Después, recordó sus
pensamientos de dónde pertenecía. En Nueva Roma, él le había ofrecido su puesto a Percy
Jackson. ¿Eso lo hacía indigno de guiar a una legión de fantasmas romanos?
Él decidió afrontar ese problema cuando el tiempo llegara.
—Sólo déjanoslo a nosotros—él dijo—. Nico puede invocar…
La tercera flecha pasó como rayo por el hombro de Jason. No la pudo detener a tiempo. Nico
jadeó mientras ésta se hundió en su brazo.
—¡Nico!
El hijo de Hades tembló. La flecha se disolvió sin dejar sangre o herida alguna, pero la cara de
Nico estaba inmóvil y adolorida.
—¡Basta de juegos! —Nico gritó—. ¡Muéstrate!
“Es una cosa riesgosa” Cupido dijo. “Ver la verdadera cara del Amor”.
Otra columna se derrumbó. Jason salió de su camino.
“Mi esposa Psique aprendio esa lección” Cupido dijo. “Ella fue traída aquí hace eones, cuando
este era mi palacio. Nos conocimos solamente en la oscuridad. Ella fue advertida de nunca
verme, y aun así ella no pudo soportar la intriga. Temía que yo fuera un monstruo. Una noche,
encendió una vela, y admiro mi cara mientras dormía”.
— ¿Eras tan feo? —Jason pensó que había descubierto de donde venía la voz de Cupido — a la
190
cima del anfiteatro, unas veinte yardas arriba— pero quería estar seguro.
El dios rió.
“Era muy hermoso, lo sé. Un mortal no puede mirar la verdadera apariencia de un dios sin
sufrir consecuencias. Mi madre, Afrodita, maldijo a Psique por su desobediencia. Mi pobre
amante fue atormentada, forzada al exilio, dándole horribles labores para probar su valor. Ella
fue enviada al Inframundo en una misión para demostrar su dedicación. Ella consiguió volver a
mi lado, pero sufrió enormemente”.
“Ahora te tengo” Jason pensó.
Él alzó su espada al cielo y truenos sacudieron el valle. Un relámpago hizo un cráter donde la
voz había estado hablando.
Silencio. Jason sólo pensaba “Wow, funcionó”, cuando una fuerza invisible lo tiró al suelo. Su
espada se deslizó por el camino.
“Buen intento” dijo Cupido, con su voz distante. “Pero el Amor no puede ser derrumbado tan
fácilmente”.
A su lado, una pared se colapsó. Jason apenas se las ingenió para rodar hacia un lado.
—Basta—gritó Nico—. Soy yo al que quieres. ¡Déjalo en paz!
Las orejas de Jason resonaban. Él estaba aturdido por el golpe. Su boca sabía a polvo de piedra
caliza. Él no entendía por qué Nico pensaba que era el objetivo principal, pero Cupido parecía
estar de acuerdo.
“Pobre Nico di Angelo” la voz del dios estaba llena de decepción. “¿Sabes lo que quieres, más
de lo que quiero? Mi amada Psique arriesgó todo en nombre del Amor. Era su único camino
para arreglar su falta de fe. Y tú… ¿Qué has arriesgado en mi nombre?
—He ido al Tártaro y he regresado—Nico gruñó—. No me asustas.
“Te asusto y mucho. Enfréntame. Sé honesto”
Jason se paró.
Alrededor de Nico, el suelo se alzó. El pasto se pudrió, y las piedras crujieron como si algo las
moviera debajo, intentando abrirse paso.
—Danos el cetro de Diocleciano—dijo Nico—. No tenemos tiempo para juegos.
“¿Juegos?” Cupido ataco y mandó a Nico hacia un pedestal de granito. “¡El amor no es un
juego! ¡No son flores blandas! Es un trabajo duro… Una misión que nunca termina. Exige todo
de ti… Especialmente la verdad. Solamente así rinde frutos”.
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Jason empuñó su espada. Si este tipo invisible era el Amor, empezaba a creer que el amor
estaba sobrevalorado. A él le gustaba más la versión de Piper… Considerada, amable y
hermosa. Él podía entender a Afrodita. Cupido se veía más como un matón, un ejecutor.
—Nico—él le dijo—. ¿Qué quiere este tipo de ti?
“Díselo, Nico di Angelo” dijo Cupido. “Dile que eres un cobarde, con miedo de ti mismo y de tus
sentimientos. Dile la verdadera razón por la que huiste del Campamento Mestizo y por la que
estás siempre solo”.
Nico gritó un sonido gutural. El suelo a sus pies se abrió y esqueletos se arrastraron hacia
adelante… Romanos muertos sin manos y con cráneos hundidos, costillas rotas y mandíbulas
desajustadas. Algunos vestían togas rotas. Otros tenían pedazos de armaduras en sus pechos.
“¿Te esconderás entre los muertos, como siempre lo haces?” lo tentó Cupido.
Olas de oscuridad salieron del hijo de Hades. Cuando golpearon a Jason, casi perdió su
consciencia… Abrumado por su odio, el miedo y la vergüenza…
Imágenes aparecieron en su mente. Él vio a Nico y a su hermana en un acantilado nevado en
Maine, Percy Jackson los protegía de una mantícora. La espada de Percy brillaba en la
oscuridad. Él había sido el primer semidiós al que Nico había visto en acción.
Después, en el Campamento Mestizo, Percy tomó a Nico del hombro, prometiéndole traer a su
hermana a salvo. Nico le había creído. Nico vio sus ojos verdes mar y se preguntó: “¿Cómo es
posible que falle si este es un héroe real?”. Éste era el juego favorito de Nico, Mitomagia,
hecho realidad.
Jason vio el momento en el que Percy volvió y le dijo a Nico que Bianca había muerto. Nico le
gritó y le llamó mentiroso. Se sintió traicionado, pero aún así… Cuando atacaron los guerreros
esqueleto, él no pudo dejar que lastimaran a Percy. Nico llamó a la tierra para que esta se los
tragara y después huyó… Asustado de sus poderes y de sus emociones.
Jason vio una docena de escenas más del punto de vista de Nico… Y lo dejaron asombrado,
incapaz de moverse o hablar.
Mientras tanto, los esqueletos romanos de Nico aparecieron delante de él y comenzaron a
luchar con algo invisible. El dios forcejeó, enviando a los muertos a un lado, rompiendo sus
costillas y cráneos, aunque los esqueletos seguían viniendo, tomando los brazos del dios.
“¡Interesante!” Cupido dijo. “¿Tienes el valor, después de todo?”
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—Dejé el Campamento Mestizo por amor—Nico dijo—. Annabeth…ella…
“Sigues escondiendo cosas” dijo Cupido, aplastando otro esqueleto y haciéndolo pedazos. “No
tienes la fuerza”.
—Nico—Jason dijo—. Está bien. Lo entiendo.
Nico lo miró, adolorido y con miseria en su cara.
—No, no lo haces—él dijo—. No hay forma de que lo entiendas.
“Así que otra vez huirás” Cupido lo reprendió. “De tus amigos y de ti mismo”
—¡No tengo amigos! —Gritó Nico—. ¡Dejé el Campamento Mestizo porque no pertenezco ahí!
¡Nunca perteneceré!
Los esqueletos sujetaban a Cupido ahora, pero el dios invisible rió tan cruelmente que Jason
quiso invocar otro relámpago. Desafortunadamente, dudaba que tuviera la fuerza para
hacerlo.
—Déjalo en paz, Cupido—Jason graznó—. Esto no es…
Su voz falló. Él quería decir que no era el asunto de Cupido, pero se dio cuenta que sí era
asunto de importancia para Cupido. Algo que Favonio dijo aún zumbaba sus oídos: ¿Estás
impactado?
La historia de Psique ahora tomaba sentido… Por qué una chica mortal tendría tanto miedo.
Por qué ella se arriesgó a romper las reglas para ver el rostro del dios, porque temía que él
fuese un monstruo.
Psique tenía razón. Cupido era un monstruo. El Amor es el monstruo más salvaje de todos.
La voz de Nico sonó como a cristal roto.
—No… No estaba enamorado de Annabeth.
—Tenías celos de ella—dijo Jason—. Por eso era que no querías estar cerca de ella.
Especialmente cuando estaba cerca de…él. Tiene sentido.
Toda la resistencia y negación escapó de Nico. La oscuridad disminuyó. Los muertos romanos
se colapsaron en huesos y polvo.
—Me odiaba a mí mismo—Nico dijo—. Odiaba a Percy Jackson.
Cupido se hizo visible—un flaco y musculoso joven con alas blancas como la nieve, cabello
lacio, un traje blanco y jeans. El arco y el carcaj que colgaban de sus hombros no eran de
juguete… Eran armas de guerra. Sus ojos eran tan rojos como la sangre, como si cada
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enamorado hubiese sido secado, destilado en una mezcla venenosa. Su cara era atractiva, pero
también severa… Tan difícil como ver un foco. Él miraba a Nico con satisfacción, como si
hubiese identificado el punto exacto dónde tirar una de sus flechas para matarlo.
—Estuve enamorado de Percy—soltó Nico—. Esa es la verdad. Ese es el gran secreto.
Él miró a Cupido.
—¿Feliz ahora?
Por la primera vez, la mirada de Cupido pareció simpática.
—Oh, no diría que el amor siempre te hace feliz—su voz sonaba más tenue, mucho más
humana—. A veces te hace increíblemente triste. Pero al menos lo has enfrentado. Esa es la
única forma de vencerme.
Cupido se disolvió en el viento.
En el suelo donde él había estado parado, había un palo de marfil de poco menos de un metro
de largo, cubierto con una bola oscura de mármol pulido, del tamaño de una bola de béisbol,
clavada a las espaldas de tres águilas romanas doradas. El cetro de Diocleciano.
Nico se arrodilló y lo levantó. Él miró a Jason, como esperando un ataque.
—Si los otros se enteraran…
—Si los otros se enteraran—dijo Jason—, tendrías más gente apoyándote, dispuesta a liberar
la ira de los dioses al que te dé problemas.
Nico frunció el ceño. Jason aún sentía el resentimiento y la ira yéndose de él.
—Pero es tu decisión—Jason añadió—. Tu decisión de compartirlo o no. Sólo te diré una cosa…
—Ya no me siento así—Nico murmuró—. Es decir… Me rendí con Percy. Era joven e
impresionable y yo… yo no…
Su voz se rompió, Jason se dio cuenta de que Nico iba a tener los ojos llorosos. Si Nico se había
rendido con Percy o no, Jason pudo imaginar lo que había pasado Nico todos estos años,
manteniendo un secreto de algo que sería inimaginable en 1940, negando quién era,
sintiéndose completamente solo… Más desolado que otros semidioses.
—Nico—dijo amablemente—. He visto muchas cosas valientes, pero lo que acabas de hacer es
la más valiente.
Nico lo miró, desconcertado.
—Deberíamos regresar al barco.
—Sí, puedo llevarnos volando…
—No—anunció Nico—. Esta vez viajaremos por las sombras. Ya tengo suficiente con los
vientos por hoy.
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xxxvii
annabeth
QUEDARSE CIEGA HABÍA SIDO BASTANTE MALO. Estar aislada de Percy había sido horrible.
Pero ahora que ella podía ver de nuevo, viéndolo morir lentamente debido a la maldición del
veneno de la sangre de Gorgona y no poder hacer nada al respecto, era la peor maldición de
todas.
Bob cargaba a Percy sobre su hombro como un saco de material deportivo, mientras que el
gatito esqueleto Pequeño Bob se acurrucaba en la espalda de Percy y ronroneaba. Bob se
movía pesadamente y a un paso rápido, a pesar de ser un Titán, lo que hacía casi imposible
que Annabeth le siguiera el paso.
Sus pulmones se sacudieron. Su piel empezó a llenarse de ampollas de nuevo. Probablemente
necesitaba otra dosis de fuego líquido, pero habían dejado el río Flegelonte atrás. Su cuerpo
estaba tan dolorido y maltrecho que había olvidado lo que era no tener dolor.
- ¿Cuánto tiempo más? -Ella jadeó.
- Casi mucho más, -Bob contestó-. Pero tal vez no.
Muy útil, Annabeth pensó, pero le faltaba el aliento para decirlo.
El paisaje cambió de nuevo. Todavía estaban yendo cuesta abajo, lo que debería haber hecho
más fácil viajar, pero el terreno se inclinaba en un ángulo equivocado, demasiado pronunciado
como para correr pero también demasiado peligroso para bajar la guardia ni por un momento.
La superficie era a veces de grava suelta, a veces de manchas de baba.
Annabeth rodeó púas lo suficientemente afiladas para atravesar su pie, y grupos de… bueno,
no exactamente roca. Más bien como granos del tamaño de sandías. Si ella Annabeth tuviera
que adivinar (y ella no quería) supuso que Bob la estaba guiando a lo largo de todo el intestino
grueso de Tártaro.
El aire se ponía espeso y olía a aguas residuales. Quizás la oscuridad no era tan intensa, pero
ella podía ver a Bob debido al destello de su pelo blanco y la punta de su lanza. Ella notó que él
no había retractado la punta de la lanza en su escoba desde su pelea con las arai. Eso no la
tranquilizaba.
Percy se balanceaba de un lado, haciendo que el gatito reajustara su nido en la parte baja de la
espalda de Percy.
De vez en cuando Percy gemía de dolor, y Annabeth sentía como si un puño estuviera
apretando su corazón.
Ella recordó su fiesta de té con Piper, Hazel y Afrodita en Charleston. Dioses, había sido hace
tanto tiempo. Afrodita había suspirado y se había puesto nostálgica por los buenos viejos
tiempos de la Guerra Civil, cuando el amor y la guerra siempre fueron de la mano.
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Afrodita había señalado con orgullo hacia Annabeth, usándola como un ejemplo para las otras
chicas: Una vez prometí hacer tu vida amorosa interesante. ¿Y no lo hice?
Annabeth había querido estrangular a la diosa del amor. Había tenido más que suficiente de su
parte de interesante.
Ahora Annabeth se estaba aferrando a un final feliz. Seguramente era posible, sin importar lo
que dijeran las leyendas de héroes trágicos. Tenía que haber excepciones, ¿no? Si el
sufrimiento llevaba a una recompensa, entonces Percy y ella se merecían el premio mayor.
Pensó en el sueño de Percy en Nueva Roma, establecerse allí, ir a la universidad juntos. Al
principio, la idea de vivir entre los romanos la había horrorizado. Estaba resentida por llevar a
Percy lejos de ella.
Ahora podría aceptar con mucho gusto la oferta.
Sólo si sobrevivían a esto. Sólo si Reyna había recibido su mensaje. Si sólo un millón de otras
remotas posibilidades no se apagaran.
Detente, se dijo a sí misma.
Tenía que concentrarse en el presente, poniendo un pie delante del otro, descendiendo esta
colina intestinal una verruga gigante a la vez.
Sus rodillas se sentían calientes y tambaleantes, como alambre a punto de romperse. Percy se
quejó y murmuró algo que ella no podía entender.
Bob se detuvo de repente. - Mira.
Por delante, en la penumbra, el terreno se nivelaba llegando a un pantano negro. Niebla de
azufre de color amarillo flotaba en el aire. Incluso sin la luz del sol, había plantas reales - matas
de cañas, árboles sin hojas escuálidos, incluso un par de flores de aspecto enfermizo que
florecían en el lodo. Senderos musgosos entre pozos de alquitrán burbujeante.
Justo enfrente de Annabeth, hundido en el pantano, había huellas del tamaño de tapas de
botes de basura, con dedos largos y puntiagudos.
Lamentablemente, Annabeth estaba bastante segura de saber quién las había hecho. ¿Drakon?
- Sí. -Bob sonrió- . ¡Eso es bueno!
- Uh… ¿por qué?
-Porque estamos cerca.
Bob entró en el pantano.
Annabeth quería gritar. Odiaba estar a merced de un Titán, especialmente de uno que estaba
recuperando lentamente su memoria y los llevaba a ver a un gigante “bueno”. Odiaba
atravesar un pantano que era obviamente el campo de juegos de un Drakon.
Pero Bob tenía a Percy. Si ella dudaba, se perderían en la oscuridad. Ella corrió tras él, saltando
de un parche de musgo a otro y rezando a Atenea para no caerse en un pozo.
Al menos el terreno obligaba a Bob a ir más despacio. Una vez que Annabeth los alcanzó podía
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caminar a la derecha detrás de él y mantener un ojo en Percy, que estaba murmurando en su
delirio, con la frente peligrosamente caliente.
Varias veces murmuró a Annabeth y ella trataba de no romper a llorar. El gatito sólo
ronroneaba fuerte y se acurrucaba.
Finalmente la niebla amarilla se disipó, revelando un claro lleno de barro como una isla en el
fango. El suelo estaba lleno de árboles raquíticos y montículos de verrugas. En el centro se
alzaba una cabaña grande, con cúpula hecha de huesos y piel verdosa. El humo salía de un
agujero en la parte superior. La entrada estaba cubierta con cortinas de escamosa piel de
reptiles y, flanqueando la entrada, dos antorchas hechas de huesos de fémur colosales ardían
de color amarillo brillante.
Lo que realmente llamó la atención de Annabeth era el cráneo de Drakon. A unos cincuenta
metros en el claro, a mitad de camino a la cabaña, un árbol de roble macizo sobresalía de la
tierra en un ángulo de cuarenta y cinco grados. Las mandíbulas de un cráneo de Drakon
rodeaban el tronco, como si el roble fuera la lengua del monstruo muerto.
-Sí -murmuró Bob- . Esto es muy bueno.
Nada acerca de este lugar era bueno para Annabeth.
Antes de que pudiera protestar, Pequeño Bob arqueó su espalda y siseó. Detrás de ellos, un
poderoso rugido resonó en el pantano, un sonido que Annabeth había escuchado por última
vez en la Batalla de Manhattan.
Se dio la vuelta y vio el Drakon cargando hacia ellos.
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annabeth
¿LA PARTE MÁS INSULTANTE?
El Drakon era fácilmente la cosa más hermosa que Annabeth había visto desde que había caído
en el Tártaro. Su piel estaba moteada de verde y amarillo, como la luz del sol a través de las
hojas en el bosque. Sus ojos de reptil eran del tono favorito de Annabeth de verde mar (al igual
que los de Percy). Cuando sus escamas asomaron alrededor de su cabeza, Annabeth no podía
parar de pensar en lo majestuoso y único era ese monstruo que estaba a punto de matarla.
Fácilmente llegaba al largo de un tren subterráneo.
Sus enormes garras se hundieron en el barro cuando se impulso hacia delante, con la cola
azotando de lado a lado. El Drakon siseó, escupiendo chorros de veneno verde que creaban
nubes de humo en el suelo cubierto de musgo y lleno de llamas los pozos de alquitrán,
llenando el aire con aroma de pino fresco y jengibre. Incluso el monstruo olía bien. Como la
mayoría de Drakons, no tenía alas, era más largos y más parecido a una serpiente que un
dragón, y parecía hambriento.
- Bob, -Annabeth dijo- , ¿a qué estamos nos enfrentando aquí?
- Meonia Drakon, -dijo Bob- . De Meonia.
Más información útil. Annabeth hubiera golpeado Bob en la cabeza con su propia escoba si
pudiera levantarla. - Cómo sea, ¿podemos matarlo?
- ¿Nosotros? -Dijo Bob- . No.
El Drakon rugió como para acentuar ese punto, llenando el aire con más veneno con olor pinojengibre, la que habría sido una excelente aroma de ambientador de coche.
- Pon a Percy a salvo, -dijo Annabeth- .Voy a distraerlo.
No tenía idea de cómo iba a hacer eso, pero era su única opción. No podía dejar que Percy
muriera, no mientras tuviera fuerzas para ponerse de pie.
- No tienes que hacerlo, -dijo Bob- . En cualquier momento…
- ¡ROOOOOAAAR!
Annabeth volteó cuando surgió el gigante de su choza.
Tenía unos veinte pies de alto, altura típica de un gigante, con la parte superior de su cuerpo
humanoide y pies de reptil, como un dinosaurio de dos patas. Él no tenía ningún arma. En lugar
de la armadura, llevaba sólo una camisa cosida a partir de pieles de ovejas y de cuero verde
con manchas. Tenía la piel de color rojo cereza, la barba y el pelo del color del óxido de hierro,
trenzado con matas de hierba, hojas y flores de pantano.
Él gritó en desafío, pero por suerte no estaba mirando a Annabeth. Bob la sacó del camino del
gigante cuando este ataco al Drakon.
Se enfrentaron como en una especie de extraña escena de combate navideño, el rojo frente al
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verde. La Drakon escupió veneno. El gigante se lanzó a un lado. Agarró el roble y lo sacó de la
de tierra, con raíces y todo. El viejo cráneo se desmoronó en polvo mientras el gigante
levantaba el árbol como un bate de béisbol.
La cola del Drakon azotó alrededor de la cintura del gigante, arrastrándolo cerca de sus dientes
rechinantes. Pero tan pronto como el gigante estuvo en el rango del Drakon empujó el árbol
hacia abajo de la garganta del monstruo.
Annabeth esperaba no tener que ver una escena tan espantosa otra vez. El árbol atravesó la
garganta del Drakon y se empaló en el suelo. Las raíces comenzaron a moverse,
profundizándose hasta tocar la tierra, clavándose en el roble hasta que parecía que había
estado plantado en ese lugar durante siglos. El Drakon se sacudió y trato de escapar, pero fue
derrotado rápidamente.
El gigante dio un puñetazo en el cuello del Drakon. CRACK. El monstruo quedó inerte. Comenzó
a disolverse, dejando sólo restos de huesos, carne, piel y un nuevo cráneo Drakon cuyas
mandíbulas abiertas rodeaban el roble.
Bob gruñó. - Muy bueno.
El gatito ronroneó en acuerdo y comenzó a limpiar sus patas.
El gigante dio una patada a los restos del drakon, examinándolos seriamente.
- Sin buenos huesos, -se quejó- . Quería un nuevo bastón. Hmpf. Algo de buena piel para la
letrina, sin embargo.
Arrancó algo de piel suave del dragón y lo metió en el cinto.
- Uh… -Annabeth quería preguntar si el gigante realmente utilizaba la piel del drakon como
papel higiénico, pero decidió no hacerlo- . Bob, ¿quieres presentarnos?
- Annabeth… -Bob acarició las piernas de Percy- . Este es Percy.
Annabeth esperaba que el Titán estuviera jugando con ella, aunque la cara de Bob no reveló
nada.
Apretó los dientes. - Me refiero al gigante. Me prometiste que podría ayudar.
- ¿Promesa? - El gigante miró por encima de su trabajo. Él entrecerró los ojos bajo sus espesas
cejas rojas- Es algo grande, una promesa. ¿Por qué Bob prometió mi ayuda?
Bob cambió su peso. Los Titanes daban miedo, pero Annabeth nunca habían visto uno al lado
de un gigante antes.
En comparación con el asesino de Drakon, Bob lucía francamente pequeño.
- Damasen es un gigante bueno, -dijo Bob- . Él es pacífico. Él puede curar venenos.
Annabeth miró al gigante Damasen, que estaba arrancando trozos de sangrienta carne del
cadáver del drakon con sus propias manos.
- Pacífico, -dijo ella-. Sí, ya lo veo.
- Buena carne para la cena. -Damasen se enderezó y estudió a Annabeth, como si fuera otra
posible fuente de proteínas-. Entra. Habrá sopa. Luego discutiremos sobre esa promesa.
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annabeth
Cómodo.
Annabeth nunca pensó que podría encontrar algo en el Tártaro de esa manera, pero, a pesar
de que la cabaña del gigante era tan grande como un planetario y armada a partir de huesos,
lodo y piel de Drakon, sin duda tenía un aspecto acogedor.
En el centro ardía una hoguera hecha de brea y hueso; sin embargo, el humo era blanco y sin
olor, elevándose a través del agujero en medio del techo. El suelo estaba cubierto de hierba
seca de pantano y alfombras de lana gris. En un extremo estaba una cama enorme de piel de
oveja y de cuero de Drakon. En el otro extremo, anaqueles estaban llenos con plantas secas,
de cuero y algo parecido a carne de Drakon. Todo el lugar olía a comida, el humo, la albahaca
y el tomillo.
Lo único que preocupa Annabeth era el rebaño de ovejas acurrucadas en un corral en la parte
trasera de la cabaña.
Annabeth recordó la cueva de Polifemo, el cíclope, que comía semidioses y ovejas simpre que
tuviera uno a la mano. Se preguntó si los gigantes tenían gustos similares.
Una parte de ella estaba pensando en correr, pero Bob ya había colocado a Percy en la cama
del gigante, donde estuvo a punto de desaparecer entre la lana y el cuero. El Pequeño Bob
saltó de Percy y se acomodó entre las mantas, ronroneando con tanta fuerza que la cama
vibraba como Masaje de Mil Dedos.
Damasen trabajó en la hoguera. Arrojó su carne de Drakon en una olla colgada a un palo que
parecía estar hecha de un viejo cráneo de monstruo, y luego tomo un cucharon y empezó a
revolver.
Annabeth no quería ser el siguiente ingrediente en su guiso, pero había venido aquí por una
razón. Ella respiró hondo y se dirigió hasta Damasen. - Mi amigo se está muriendo. ¿Puedes
curarlo o no?
Su voz se trabo en la palabra amigo. Percy era mucho más que eso. Incluso novio realmente no
le era suficiente para describirlo. Habían pasado por muchas cosas juntos, en este punto, Percy
era parte de ella, una parte a veces molesta, claro, pero sin duda una parte sin la que no podía
vivir.
Damasen la miró, frunciendo bajo sus espesas cejas rojas. Annabeth había conocido a grandes
humanoides tenebrosos antes, pero Damasen la perturbaba de una manera diferente. Él no
lucía hostil. Él irradiada tristeza y amargura, como si estuviera tan absorto en su propia miseria
que Annabeth se resintió por tratar de hacer que se centrara en otra cosa.
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- No escucho palabras como esas en el Tártaro -gruñó el gigante- Amigo. Promesa.
Annabeth se cruzó de brazos. - ¿Qué hay de la sangre de Gorgona? ¿Puedes curar eso, o Bob
exageró tus talentos?
Enojar a un asesino de Drakones de veinte pies de alto probablemente no era una buena
estrategia, pero Percy estaba muriendo.
No tenía tiempo para la diplomacia.
Damasen frunció el ceño. - ¿Cuestionas mis talentos? ¿Un mortal medio muerto se aparece en
mi pantano y cuestionas mis talentos?
- Sí, -dijo.
- Mmm. -Damasen entregó a Bob la cuchara-. Revuelve.
Mientras Bob atendía el guiso, Damasen examinaba sus bastidores de secado, arrancando
varias hojas y raíces. Se metió un puñado de hojas en la boca, lo masticó para luego escupirlo
en un cúmulo de lana.
- Vaso de caldo -ordenó Damasen.
Bob sirvió un poco de jugo de guiso en una calabaza hueca. Se lo entregó a Damasen, que
sumergió la bola de suciedad masticada y lo agitó con el dedo.
- Sangre de Gorgona, -murmuró- . Apenas un reto para mi talento.
Él avanzó pesadamente hasta la cama y tomo a Percy en una de sus grandes manos. El gatito
Pequeño Bob olfateó el caldo y siseó molesto. Rasco las mantas con sus garras como si quisiera
enterrarlo.
- ¿Vas a darle de comer eso? -Preguntó Annabeth.
El gigante la miró. - ¿Quién es el sanador aquí? ¿Tú?
Annabeth cerró la boca. Vio como el gigante hizo que Percy tomara el caldo. Damasen lo trató
con sorprendente dulzura, murmurando palabras de aliento que ella no pudo llegar a
escuchar.
Con cada sorbo, el color de Percy mejoraba. Él se terminó el vaso, y sus ojos se abrieron. Miró
a su alrededor con una expresión sorprendida, miró Annabeth y le dio una sonrisa torcida. Me siento genial.
Sus ojos rodaron hacia arriba. Se dejó caer en la cama y empezó a roncar.
- Unas pocas horas de sueño, -mencionó Damasen- . Él va a estar como nuevo.
Annabeth sollozó con alivio.
-Gracias -dijo- .
Damasen la miró con tristeza. - Oh, no me des las gracias. Todavía están en peligro. Y necesito
que me pagues por mis servicios.
A Annabeth se le secó la boca. - Uh… ¿qué tipo de pago?
- Una historia. -Los ojos del gigante brillaron- . Se pone aburrido en el Tártaro. ¿Me puedes
contar tu historia mientras comemos? , ¿Eh?
Annabeth se sentía incómoda de decirle a un gigante sobre sus planes.
201
Sin embargo, Damasen era un buen anfitrión. Había salvado a Percy. Su guiso de carne de
Drakon era excelente (especialmente en comparación con el fuego líquido). Su cabaña era
cálida y cómoda, y por primera vez desde que cayeron al Tártaro Annabeth sentía que podía
relajarse. Lo cual era irónico, ya que ella estaba cenando con un titán y un gigante.
Ella contó a Damasen sobre su vida y sus aventuras con Percy. Explicó cómo Percy había
conocido a Bob, borrando su memoria en el río Leteo y dejándolo al cuidado de Hades.
- Percy estaba tratando de hacer algo bueno, -prometió a Bob- . No sabía que Hades fuera tan
repugnante.
Incluso a ella, no sonaba convincente. Hades siempre fue un desgraciado.
Pensó en lo que él había dicho a las arai, como Nico di Angelo había sido la única persona que
visitó a Bob en el Palacio del Inframundo. Nico era uno de los menos extrovertido, menos
amigable semidioses que Annabeth conocía. Sin embargo, él había sido amable con Bob.
Convenciendo a Bob de que Percy era un amigo, Nico había salvado sus vidas sin darse cuenta.
Annabeth se preguntó si alguna vez se lo imaginó de ese tipo.
Bob lavó su plato con su botella con atomizador y un trapo.
Damasen hizo un gesto circular con su cuchara. - Continúa tu historia, Annabeth Chase…
Ella le explicó acerca de su misión en el Argo II. Cuando llegó a la parte de detener el despertar
de Gea, ella vaciló. - Ella es, um… ella es tu mamá, ¿no?
Damasen rasco su plato. Su rostro estaba cubierto de viejas quemaduras de veneno, estrías y
cicatrices, por lo que se veía como la superficie de un asteroide.
-Sí –dijo-. Y el Tártaro es mi padre. -Hizo un gesto alrededor de la choza-. Como puedes ver, yo
decepcioné a mis padres. Esperaban… más de mí.
Annabeth no podía llegar a entender el hecho de que ella estaba compartiendo la sopa con un
hombre con piernas de lagarto de veinte pies de altura cuyos padres eran la Tierra y el Abismo.
Era lo suficientemente difícil imaginar a los Dioses olímpicos como padres, pero al menos se
parecían a los humanos. Los antiguos dioses primordiales como Gea y el Tártaro… ¿Cómo
podías salir de casa y ser independiente de tus padres, cuando literalmente abarcaban todo el
mundo?
-Entonces… -dijo- . ¿No te importa que estemos luchando contra tu mamá?
Damasen resopló como un toro. - La mejor de las suertes. De hecho, es mi padre del que
deben preocuparse. Con él oponiéndoseles, no tienen ninguna posibilidad de sobrevivir.
De pronto, Annabeth no sentía tanta hambre. Ella puso su vaso sobre el suelo. Pequeño Bob se
acercó a investigar.
- ¿Oponérsenos cómo? –Preguntó ella.
- Todo esto. -Damasen quebró un hueso de Drakon y utilizó una astilla como un palillo de
dientes-. Todo lo que ven es el cuerpo del Tártaro, o al menos una manifestación de él. Él sabe
que están aquí. Trata de impedir su progreso a cada paso. Mis hermanos les dan cazan. Es
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impresioante que hayan vivido tanto tiempo, incluso con la ayuda de Japeto.
Bob frunció el ceño al oír su nombre. - Los derrotados nos cazan, sí. Estarán más cerca ahora.
Damasen escupió el palillo. - Puedo ocultar su camino por un tiempo, el tiempo suficiente para
descansar. Tengo el poder sobre este pantano. Pero con el tiempo los atraparán.
- Mis amigos deben llegar a las Puertas de la Muerte, -dijo Bob- . Esa es la manera de salir.
-Imposible -murmuró Damasen- . Las puertas están muy bien protegidas.
Annabeth se inclinó hacia delante. -Pero ¿tú sabes dónde están?
-Por supuesto. Todo en el Tártaro fluye hacia abajo a un solo lugar: el corazón. Las puertas de
la muerte están ahí. Pero no llegarán vivos sólo con Jápeto.
-Entonces ven con nosotros, -dijo Annabeth- . Ayúdanos.
- ¡HA!
Annabeth saltó. En la cama, Percy murmuraba delirantemente en su sueño, ¡Ja , ja , ja!
- Hija de Atenea -dijo el gigante-, Yo no soy su amigo. Ayudé a los mortales una vez, y mira
donde me tienen.
- ¿Ayudaste a mortales? -Annabeth sabía mucho sobre leyendas griegas, pero ella no
recordaba a nadie con el nombre Damasen- . Yo… Yo no lo entiendo.
- Mala historia -explicó Bob- . Buenos gigantes tienen malas historias. Damasen fue creado
para oponerse a Ares.
-Sí -asintió el gigante- . Al igual que todos mis hermanos, yo nací para hacer frente a un
determinado dios. Mi enemigo era Ares. Pero Ares era el dios de la guerra. Y así, cuando yo
nací…
- Tú fuiste su opuesto, -adivinó Annabeth- . Fuiste pacífico.
- Pacífico para ser un gigante, por lo menos. -Suspiró Damasen- . Deambulé en los campos de
Meonia, en la tierra que ahora llaman Turquía. Yo atendía a mis ovejas y recogía mis hierbas.
Era una buena vida. Pero yo no luché contra los dioses. Mi madre y mi padre me maldijeron
por ello. El insulto final: un día el Drakon Meonia mató a un pastor humano, un amigo mío, así
que busqué a la criatura y la maté, empujando un árbol directamente a través de su boca.
Utilizé el poder de la tierra para hacer a crecer las raíces del árbol, plantando el Drakon
firmemente en el suelo. Me aseguré de que no pudiera aterrorizar a los mortales más. Ese fue
un acto que Gea no podía perdonar.
- ¿Por el hecho de que ayudaste a alguien?
-Sí. -Damasen parecía avergonzado-. Gea abrió la tierra, y fui consumido, exiliado aquí en el
vientre de mi padre el Tártaro, donde todos los restos inútiles se recogen, todos los pedazos
de la creación por los que él no se preocupa - El gigante arrancó una flor de su cabello y la
observó distraídamente- . Ellos me dejaron vivir, cuidando de mis ovejas, recogiendo mis
hierbas, entonces yo podría reconocer la inutilidad de la vida que yo elegí. Todos los días, o lo
que se considere día en este lugar sin luz, el Drakon de Meonia se reforma y me ataca. Matarlo
es mi tarea sin fin.
203
Annabeth miró alrededor de la choza, tratando de imaginar cuántos eones Damasen había
estado exiliado aquí, matando al Drakon, recogiendo sus huesos, piel y carne, sabiendo que lo
atacaría de nuevo al día siguiente.
Apenas podía imaginar sobrevivir una semana en el Tártaro. Exiliar a su hijo aquí desde hace
siglos, eso iba más allá de lo cruel.
- Rompe la maldición -le espetó- . Ven con nosotros.
Damasen rió con amargura. - Tan simple como eso. ¿No crees que he tratado de salir de este
lugar? Es imposible. No importa en qué dirección viaje, acabó aquí de nuevo. El pantano es la
única cosa que conozco, el único destino que puedo imaginar. No, pequeño semidiós. Mi
maldición me ha superado. No tengo ninguna esperanza.
- No hay esperanza, - hizo eco Bob.
-Tiene que haber una manera. -Annabeth no podía soportar la expresión de la cara del gigante.
Le recordaba a su padre, las pocas veces que había confesado que aún amaba a Atenea. Él
lucía tan triste y derrotada, deseando algo que sabía que era imposible.
- Bob tiene un plan para llegar a las Puertas de la Muerte, -insistió- . Él nos dijo que podíamos
escondernos en una especie de niebla de muerte.
- ¿Niebla de la muerte? -Damasen frunció el ceño a Bob- . ¿Los llevarías con Akhlys? (Nota del
traductor: Tambien es conocida con el nombre de Oizis, Akhlys es su nombre en Ingles)
- Es la única manera, -dijo Bob.
- Morirán, -dijo Damasen- . Dolorosamente. En la oscuridad. Akhlys no confía en nadie y no
ayuda a nadie.
Parecía que Bob quería discutir el punto, pero él apretó los labios y permaneció en silencio.
- ¿Hay alguna otra manera? - Preguntó Annabeth.
-No -dijo Damasen- . La Niebla de muerte… ese es el mejor plan. Por desgracia, es un plan
terrible.
Annabeth se sentía como si estuviera colgando sobre el foso de nuevo, incapaz de tirar de sí
misma, incapaz de mantener su agarre, sin que le restaran buenas opciones.
- ¿Pero no vale la pena intentarlo? -Preguntó- Podrías volver al mundo mortal. Podrías ver el
sol de nuevo.
Los ojos de Damasen eran como las cuencas del cráneo del Drakon, oscuros y vacíos, sin
esperanza. Él echó un hueso roto en el fuego y se alzó en toda su tamaño, un enorme guerrero
rojo en piel de oveja y cuero de Drakon, con flores secas y hierbas en el pelo. Annabeth podía
ver ahora que era el anti- Ares.
Ares era el peor dios, tempestuoso y violento. Damasen era el mejor gigante, amable y
servicial… y por eso había sido condenado a un tormento eterno.
- Descansa un poco -dijo el gigante-. Voy a preparar los suministros para su viaje. Lo siento,
pero no puedo hacer más.
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Annabeth quería discutir, pero, tan pronto como él dijo sueño, su cuerpo la traicionó, a pesar
de su decisión de no volver a dormir en el Tártaro de nuevo. Su vientre estaba lleno. El fuego
hizo un crujido agradable. Las hierbas en el aire le recordaban a las colinas que rodeaban al
Campamento Mestizo en el verano, cuando los sátiros y náyades recolectaban plantas
silvestres en las tardes tranquilas.
-Tal vez una pequeña siesta -ella estuvo de acuerdo.
Bob la levantó como una muñeca de trapo. Ella no protestó. La puso junto a Percy en la cama
del gigante, y ella cerró los ojos.
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xl
annabeth
Annabeth se levantó concentrada en las sombras que se movían en el techo de la cabaña.
Ella no tuvo ni un solo sueño. Eso era muy inusual, no estaba segura de si estaba realmente
despierta.
Mientras estaba allí, Pequeño Bob ronroneo en su vientre y Percy roncaba a su lado, escuchó a
Bob y Damasen en una conversación seria.
-No le has dicho - Dijo Damasen
-No- Bob admitió -ella ya está asustada.
El gigante gruñó - Debería estarlo. ¿Y si no puedes guiarlos por la Noche?
Damasen dijo ‘Noche’ como si fuera un nombre propio, un nombre malvado.
-Tengo que hacerlo- dijo Bob
-¿Por qué? - Damasen preguntó- ¿Qué te han dado los semidioses? Ellos borraron tu antigua
vida, todo lo que eras. Titanes, gigantes… se supone que somos los enemigos de los dioses y
sus hijos. ¿No lo somos?
-¿Entonces por qué curaste al chico?
Damasen exhaló- He estado preguntándome lo mismo. Tal vez porque la chica me convenció, o
tal vez… encuentro a esos semidioses intrigantes. Ellos son resistentes como para haber
llegado tan lejos. Eso es admirable. Aun así ¿Cómo podemos ayudarlos a ir más lejos? Ese no
es nuestro destino.
-Tal vez - dijo Bob, incómodamente- pero… ¿Te gusta nuestro destino?
-Que pregunta. ¿Hay alguien que le guste su destino?
-A mí me gustaba ser Bob- murmuró Bob -Antes de empezar a recordar…
“Huh” Hubo un sonido arrastrado, como si Damasen estuviera rellenando una bolsa de cuero.
-Damasen- el Titán preguntó- ¿Recuerdas el sol?
El arrastramiento terminó. Annabeth escuchó al gigante exhalar a través de sus fosas nasales -
206
“Sí, era amarillo. Cuando tocaba el horizonte, él ponía al cielo de colores lindos”
-Extraño el sol- dijo Bob- Las estrellas también. Me gustaría decir hola a las estrellas otra vez.
-Estrellas…- Damasen dijo la palabra como si hubiera olvidado su significado - Sí. Hacían
dibujos plateados en el cielo de la noche - Tiró algo al piso con un ruido sordo - Bah. Esta es
una conversación inservible. No podemos…
En la distancia, el drakon de Meonia rugió.
Percy se sentó de golpe -¿Qué? ¿Qué? ¿Dónde? ¿Qué?
-Está todo bien - Annabeth tomó su brazo.
Cuando procesó que estaban juntos en la cama de un gigante con un gato esqueleto, él miró
más confuso de lo que jamás hizo -“Ese ruido… ¿Donde estamos?”
-¿Qué tanto recuerdas?- ella preguntó.
Percy frunció el ceño. Sus ojos parecían en alerta. Todas sus heridas se habían desvanecido.
Excepto por su ropa andrajosa y unas pocas capas de suciedad y mugre, el se veia como si
nunca hubieran caído en el Tártaro
“Yo, las abuelas demonio, y luego… no mucho”
Damasen apareció sobre la cama -“No hay tiempo, pequeños mortales. El drakon está
volviendo. Me temo que su rugido atraerá a los demás. Mis hermanos, cazándolos. Estarán
aquí en minutos.
El pulso se Annabeth se aceleró -¿Qué les dirás cuando lleguen aquí?
La boca de Damasen se retorció- ¿Qué hay que decir? Nada importante, para darles tiempo a
ustedes para escapar.
Les lanzó dos mochilas de piel de Drakon -“Ropa, comida, bebida”
Bob estaba usando una mochila similar pero más grande. Se inclinó en su escoba, mirando a
Annabeth como si aún estuviera meditando las palabras de Damasen: "¿Qué te han dado los
semidioses? Se supone que somos enemigos de los dioses y sus hijos"
De repente Annabeth fue golpeada por un pensamiento tan fuerte y claro, era como una
espada de Atenea.
-La profecía de los siete- dijo ella
Percy ya había salido de la cama y estaba llevándose a los hombros su mochila. El frunció el
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ceño hacia ella -¿Qué hay con eso?
Annabeth tomo la mano de Damasen, sorprendiendo al gigante. Sus cejas se fruncieron. Su
piel era áspera como la arenisca.
-Tienes que venir con nosotros-ella declaró- La profecía decía ‘Enemigos armados hasta las
Puertas de la Muerte’. Pensé que significaba Romanos y Griegos, pero eso no es. La línea
significa nosotros; semidioses, un Titán, un Gigante. ¡Necesitamos que cierres las puertas!
El drakon gruñó afuera, más cerca esta vez. Damasen gentilmente jaló su mano lejos
-No, niña- él murmuró - Mi maldición está aquí. No puedo escapar
-Sí, sí puedes- dijo Annabeth- No pelees con el drakon. Encuentra una manera de romper el
ciclo. Busca otro destino.
Damasen sacudió su cabeza-“Incluso si pudiera, no puedo dejar este pantano. Esa es el unico
que puedo imaginar”
La mente de Annabeth pensaba con rapidez-“Hay otro destino. ¡Mírame! Recuerda mi cara.
Cuando estés listo, encuéntrame. Te vamos a llevar al mundo mortal con nosotros. Podrás ver
la luz del sol y las estrellas”
El suelo se sacudió. El drakon estaba cerca ahora, pisando fuerte a través del pantano,
desapareciendo árboles y musgo con su chorro venenoso. Mucho más lejos, Annabeth escuchó
la voz del gigante Polibotes, instando a sus seguidores a seguir “¡EL HIJO DEL DIOS DEL MAR!
¡ESTÁ CERCA!”
-Annabeth- dijo Percy urgentemente- ese es nuestro aviso para irnos.
Damasen tomó algo desde su cinturón. En su gran mano, el casco blanco lucía como otro
mondadientes, pero cuando se lo ofreció a Annabeth, se dió cuenta de que era una espada,
una espada de hueso de dragón, afilado con un borde mortal, con una simple empuñadura de
cuero.
-Un último regalo para la hija de Atenea- retumbó el gigante- No puedo dejarte caminar a tu
muerte desarmada. ¡Ahora, vayan! Antes de que sea tarde.
Annabeth quería sollozar. Ella tomó la espada pero ni siquiera pudo hacerse decir gracias. Ella
sabía que el gigante debía a luchar a su lado. Esa era la respuesta, pero Damasen rechazó.
-Deberíamos irnos- Bob los apuro mientras el gatito saltaba en su hombro.
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-Él está en lo correcto, Annabeth- Percy dijo.
Corrieron por la entrada. Annabeth no miró hacia atrás mientras seguía a Percy y a Bob por el
pantano, pero escuchó a Damasen detrás de ellos, gritando su grito de batalla a su
contrincante drakon, su voz chocando con desesperación mientras enfrentaba a su viejo
enemigo otra vez.
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xli
piper
Piper no era una experta sobre el Mediterráneo, pero estaba segura de que no se suponía
que estuviera congelado en Julio.
Dos días después de salir de Split, nubes grises se movían por el cielo. Las olas se movían sin
parar. Frías lloviznas rociaron sobre la cubierta, formando hielo en los rieles y las cuerdas
-Es el cetro- Nico murmuró, levantando el antiguo bastón- Eso tiene que ser.
Piper lo dudaba. Siempre desde que Jason y Nico volvieron desde el palacio de Dioclecio, han
estado actuando nerviosos y reservados. Algo grande pasó ahí, algo que Jason no podia
compartir con ella.
Tenía sentido que el cetro estuviera causado el cambio de clima. El orbe negro en la punta
parecía absorber el color del aire. Las águilas doradas de su base brillaban fríamente. El cetro
supuestamente podía controlar la muerte, y eso definitivamente creaba malas vibras. El
Entrenador Hedge le lanzo una mirada a la cosa, se puso pálido y anunció que se iba a su
cuarto para consolarse a sí mismo con videos de Chuck Norris. (Aunque Piper sospechaba que
estaba haciendo mensajes Iris a casa de su novia Mellie; el entrenador habia estado actuando
muy agitado cerca de ella últimamente, aunque él no le diría a Piper lo que estaba pasando)
Entonces sí… tal vez el cetro podía causar extrañas tormentas de hielo. Pero Piper no pensaba
que era eso. Ella temía que algo más estaba pasando, algo incluso peor.
-No podemos hablar aquí- Jason decidió- Pospongamos nuestra reunión.
Pudieron haberse reunido todos ahí en el alcázar para discutir estratégicamente mientras se
acercaban al Epiro. Ahora ese era claramente un mal lugar para salir. El viento barrió las
heladas por todo babor. El mar se agitaba debajo de ellos.
A Piper no le importaban mucho las olas. El balanceo y cabeceo le recordaban al surfing con su
papá en la costa de California. Pero pudo decir que Hazel no la estaba pasando bien. La pobre
chica se mareaba incluso en las aguas tranquilas, lucía como si ella estuviera intentando tragar
una bola de billar.
-Necesito…- Hazel se atragantó y apuntó debajo
-Sí, ve- Nico besó su mejilla, lo que Piper encontró sorpresivo. Él muy dificilmente hacía
demostraciones de afecto, incluso a su hermana. El parecía odiar el contacto físico. Besar a
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Hazel… eso era casi como si estuviera diciendo adiós.
-Te llévaré hacia abajo- Frank puso su brazo alrededor de la cintura de Hazel y la ayudó hasta
las escaleras.
Piper esperaba que Hazel estuviera bien. Las últimas noches, desde la pelea con Escirón,
tuvieron unas buenas conversaciones juntas. Siendo las únicas dos chicas a bordo era algo
difícil. Ellas compartieron historias, se quejaron de los malos hábitos de los chicos y
derramaron unas cuantas lágrimas juntas por Annabeth. Hazel le contó lo que era controlar la
Niebla, y Piper estaba sorprendida de lo mucho que sonaba como usar su hechizo de voz. Piper
le ofreció ayudarla si podía.
De vuelta, Hazel prometió que la iba a ayudar con la lucha con espada, una habilidad en la que
Piper épicamente apestaba. Piper sentía como si tuviera una nueva amiga, lo que era genial…
asumiendo que vivirían lo suficiente como para poder disfrutar la amistad.
Nico barrió un poco de hielo de su pelo. Él frunció el ceño al cetro de Dioclecio- “Debería poner
esta cosa lejos, si es lo que realmente está causando el clima, tal vez llevándolo abajo de la
cubierta ayudaría…”
-Seguro- dijo Jason
Nico miró a Piper y a Leo, como si estuviera preocupado de lo que dijeran cuando él se fuera.
Piper sintió sus defensas yendo arriba, como si se encerrara en una bola psicológica, de la
manera en que pudo entrar en un trance de muerte dentro de esa jarra de bronce.
Una vez que ya se había ido, Piper estudió la cara de Jason. Sus ojos estaban llenos de
preocupación. ¿Qué pasó en Croacia?
Leo sacó un destornillador de su cinturón.- “Mucho por la reunión del gran equipo. Al parecer
somos solo nosotros otra vez”
Solo nosotros otra vez
Piper recordó un día de invierno en Chicago el pasado diciembre, los tres habían acabado en el
parque Millenium en su primera mision.
Leo no había cambiado mucho desde ese entonces, excepto porque parecía más cómodo en su
rol como hijo de Hefesto. El siempre ha tenido mucha energía nerviosa. Ahora el sabía como
usarla. Sus manos estaban constantemente en movimiento, sacando herramientas de su
cinturón, trabajando en los controles, juegueteando con su amada esfera de Arquímedes. Hoy
él la removió del panel de control y apagó a Festus, el mascarón para hacerle mantenimiento,
algo sobre recablear el procesador para un motor modernizado controlado por la esfera, lo
que sea que eso signifique.
Y en cuanto a Jason, él lucía más delgado, más alto y más agobiado. Su pelo había ido desde
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corto al estilo romano hasta largo y enmarañado. La herida que Escirón le hizo en el lado
izquierdo de su cuero cabelludo era interesante también, casi como un rasgo rebelde. Sus ojos
hielo azulados lucían mayores, de alguna manera más preocupados y llenos de
responsabilidad.
Piper sabía lo que sus amigos murmuraban sobre Jason, él era muy perfecto, muy orgulloso. Si
eso alguna vez ha sido verdad, pues ya no lo era. Él ha sido maltratado durante el viaje y no
solo físicamente. Sus sufrimientos no lo han debilitado, pero él ha sido degradado y suavizado
como cuero, como si se estuviera convirtiendo en una versión más cómoda de él mismo.
¿Y Piper? Ella solo ha podido imaginar lo que Leo y Jason pensaban cuando ellos la miran. Ella
definitivamente no se sentía la misma persona que era el invierno pasado.
La primera aventura para rescatar a Hera parecía como si hubiera sido hace siglos atrás. Ha
cambiado mucho en 7 meses… se preguntó como lo dioses pueden mantenerse vivos por miles
de años. ¿Cuánto cambio han visto? Tal vez no era sorpresivo que el Olimpo pareciera un poco
loco. Si Piper hubiera vivido en 3 milenios, se hubiera vuelto chiflada.
Ella miró en la lluvia fría. Pudo haber dado lo que fuera por volver al campamento Mestizo,
donde el clima era controlado incluso en el invierno. Las imagenes que ha visto recientemente
en su cuchillo… bueno, no le dieron muchas esperanzas.
Jason apretó su hombro-“Oye, todo va a estar bien. Estamos cerca de Epiro ahora. Otro día tal
vez, si las direcciones de Nico están bien”
-Síp- Leo jugueteó con su esfera, tocando y empujando una de las joyas en su superficie- Para
mañana en la mañana, vamos a alcanzar la costa oeste de Grecia. Luego otra hora tierra
adentro y BANG, ¡la Casa de Hades! voy a sacarme la camiseta.
-Yay- Piper murmuró.
Ella no estaba ansiosa de sumergirse en la oscuridad otra vez. Ella aún tenía pesadillas sobre el
ninfeo y el hipogeo debajo de Roma. En la cuchilla Katropis, ella veía imágenes similares a lo
que Leo y Hazel describían en sus sueños, una pálida hechicera en un vestido dorado, sus
manos tejiendo luz dorada en el aire como seda en un telar; un gigante envuelto en sombras,
marchando en un largo corredor lleno de antorchas. Cada vez que pasaba en frente de una, la
flama se apagaba. Ella vio una gran caverna llena de monstruos, Cíclopes, Nacidos de la Tierra
y cosas extrañas, rodeándola a ella y a sus amigos, superándolos ampliamente en número.
Cada vez que ella veía esas imágenes, una voz en su cabeza se mantenía repitiendo una frase
una y otra vez.
-Chicos- dijo ella- He estado pensando sobre la profecía de los siete.
Tomaba un montón hacer que Leo dejara de prestarle atención a su trabajo, pero esta vez
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funcionó de inmediato.
-¿Qué hay con eso?- él preguntó- Como…cosas buenas, espero.
Ella reajusto su correa para el hombro de su cuerno. A veces el cuerno de la abundancia
parecía tan liviano que ella lo olvidaba. Otras veces se sentía como un yunque, como si el dios
del río Aqueloo estuviera enviando malas vibras, tratando de castigarla por quitarle su cuerno.
-En Katropis- ella empezó- Sigo viendo a ese gigante Clitio, el tipo que está envuelto en
sombras. Sé que su debilidad es fuego, pero en mis visiones, el apaga las llamas a donde sea
que vaya. Cualquier tipo de luz queda succionada dentro de su nube de oscuridad.
-Suena como Nico- dijo Leo- ¿Creen que estén relacionados?
Jason frunció el ceño- “Oye hombre, dale a Nico su espacio. Entonces, Piper ¿Qué hay sobre
este gigante? ¿Que piensas sobre él?”
Ella y Leo intercambiaron una extraña mirada como: ¿Desde cuando Jason defiende a Nico Di
Angelo? Ella decidió no hacer comentarios.
-Sigo pensando en fuego- Piper dijo- ¿Cómo esperamos que Leo golpee a este gigante porque
él es…?
-¿Ardiente?- Leo sugirió con una sonrisa.
-Umm, digamos inflamable. De todas formas era parte de la profecía me molesta ‘Por
tormenta o fuego, el mundo caerá’
-Sí, sabemos todo sobre eso- Leo prometió- Vas a decir que yo soy el fuego y Jason es la
tormenta
Piper asintió de mala gana. Ella sabía que a ninguno de ellos le gustaba hablar sobre eso, pero
todos debían sentir que esa era la verdad.
El barco se balanceó hacia estribor. Jason agarró la barandilla helada -“Entonces, estás
preocupada porque uno de nosotros pondrá en peligro la misión ¿Tal vez accidentalmente
destruya el mundo?”
-No- dijo Piper- Creo que hemos estado leyendo la línea de forma incorrecta. El mundo… la
tierra. En griego, la palabra para eso sería…
Ella vaciló, no queriendo decir el nombre en voz alta, aun estando el mar.
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-Gea- Los ojos de Jason brillaron con repentino interés- Quieres decir, por tormenta o fuego
Gea debe caer.
-Oh- Leo sonrió incluso más amplio- Sabes, me encanta tu versión un montón más que la otra.
Porque si Gea cae por mí, Sr. Fuego, eso es absolutamente genial
-O por mí… tormenta- Jason la besó- Piper ¡Eso es brillante! Si estás en lo correcto, son noticias
muy buenas. Sólo tenemos que descifrar cual de los dos es quien destruirá a Gea.
-Tal vez…- Ella se sintió inquieta haciendo que sus esperanzas crecieran- “Pero, fíjense, es
tormenta o fuego”
Ella desenvainó a Katropis y la puso en la consola. Inmediatamente, la cuchilla parpadeo,
mostrando la forma oscura del gigante Clitios moviéndose a través del corredor, apagando las
antorchas.
-Estoy preocupada por Leo en esta pelea con Clitios- dijo ella- Esa línea de la profecía lo hace
sonar como si sólo uno de ustedes dos puede triunfar. y si la parte de tormenta o fuego está
con la tercera línea ‘una promesa que se mantiene hasta el útimo aliento…’
Ella no terminó su pensamiento, pero por las expresiones de Jason y Leo, vio que entendieron.
Si ella estaba leyendo bien la profecía, cualquiera, Leo o Jason podía derrotar a Gea. El otro
tenía que morir.
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Leo se quedo mirando la daga.
—Okey… No me gusta tu idea tanto como creía. ¿Crees que uno de nosotros dos va a vencer a
Gea y el otro morirá? ¿O que quizá uno de nosotros muere mientras el otro la derrota? ¿O…?
—Chicos—dijo Jason—. Nos volveremos locos intentándolo resolver. Saben cómo son las
profecías. Los héroes siempre se meten en líos cuando intentan resolverlas.
—Sí—murmuró Leo—. Odiaríamos meternos en problemas. Vamos tan bien ahora.
—Sabes a lo que me refiero—Jason dijo—. La línea que dice “el último aliento” puede que no
esté conectada con la parte de “bajo la tormenta o el fuego”. Por lo que sabemos, ninguno de
los dos somos tormenta y fuego. Percy puede hacer huracanes.
—Y yo podría hacer arder en llamas al Entrenador Hedge—Leo se ofreció—. Entonces, él sería
el fuego.
El pensar a un sátiro en llamas gritando “¡Muere, basura!” mientras atacaba a Gea casi la hizo
reír—casi.
—Espero que esté equivocada—dijo cautelosamente—. Pero toda la misión empezó con
nosotros buscando a Hera y despertando a aquél rey gigante Porfirión. Tengo el
presentimiento de que la guerra terminará con nosotros también. Ya sea para bien o mal.
—Hey—dijo Jason—. En lo personal, me gusta el “nosotros”.
—Concuerdo—dijo Leo—. “Nosotros” es mi persona favorita.
Piper dio una sonrisa. Ella realmente quería a estos chicos. Ella deseó poder usar su
encantamiento oral a las Moiras, para obligarlas a tejerles un final feliz.
Desafortunadamente, era difícil imaginar un final feliz con todos aquellos pensamientos
oscuros en su cabeza. Ella se preocupó de que el gigante Clitio estuviese en su camino para
deshacerse de Leo. Si así era, eso significaba que Gea intentaría también deshacerse de Jason.
Sin tormenta o fuego, la misión no se lograría.
Esta temperatura invernal también la molestaba… Ella estaba segura de que esta estaba
causada por algo más que el cetro de Diocleciano. El viento helado, la mezcla de nieve y lluvia
se veía hostil y, de alguna forma, familiar.
Ese olor en el aire… El sutil olor de…
Piper debería de haber entendido lo que ocurría antes, pero ella pasó la mayoría de su vida en
el sur de California sin cambios notables en la temperatura. Ella no había crecido con ese olor…
El olor a nieve inminente.
Cada uno de sus músculos se tensó.
—Leo, activa la alarma.
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Piper no se dio cuenta que estaba usando su encantamiento oral, pero Leo inmediatamente
soltó su desatornillador y pulsó el botón de advertencia. Él frunció el ceño cuando vio que no
pasó nada.
—Uh, está desconectado—recordó—. Festus está apagado. Denme un minuto para restaurar
el sistema.
— ¡No tenemos un minuto! Fuegos— necesitamos botellas de Fuego Griego. Jason, invoca a
los vientos. Los calientes, los vientos del sur.
—Espera, ¿qué? — Jason se le quedó viendo, confundido—. Piper, ¿qué pasa?
— ¡Es ella! — Piper tomó su daga—. ¡Ella regresó! Tenemos que…
Antes de que terminara, el bote llegó al puerto. La temperatura cayó tan repentinamente que
las velas se agrietaban gracias al hielo. Los escudos de bronce en los pasamanos tronaban
como latas de refresco sobre presurizadas.
Jason empuñó su espada, pero fue demasiado tarde. Una ola de partículas de hielo cayó sobre
él, cubriéndolo como una dona glaseada y congelándolo. Bajo la capa de hielo, sus ojos aún
estaban abiertos del asombro.
— ¡Leo! ¡Llamas, ahora! — Piper gritó—.
La mano derecha de Leo ardió, pero el viento se arremolinó sobre él y calmó el fuego. Leo
tomó su esfera de Arquímedes al mismo tiempo que una nube de granizo lo mandó a volar.
— ¡Hey! —gritó—. ¡Hey! ¡Déjenme ir!
Piper corrió hacia él, pero una voz en la tormenta dijo:
—Oh, sí, Leo Valdez. Te dejaré ir para siempre.
Leo salió volando por el cielo, como si hubiese sido lanzado por una catapulta. Desapareció
entre las nubes.
— ¡No! —Piper alzó su cuchillo, pero no había nada qué atacar. Ella miró desesperadamente a
las escaleras, esperando ver a alguno de sus amigos corriendo a rescatarla, pero un bloque de
hielo selló la salida. Toda la cubierta se congeló.
Ella necesitaba un arma más potente para pelear—aún más que su voz, que una estúpida daga
cartomántica y un cuerno de la fortuna que soltaba jamón y fruta fresca.
Ella se preguntó si podría llegar a la ballesta.
Después, sus enemigos aparecieron, y ella se dio cuenta de que no habría un arma suficiente
para combatirles.
Parados al centro del barco estaban una chica con un vestido de seda blanca, su cola de
cabello negro estaba recogida hacia atrás con una dona de diamantes. Sus colores eran del
color del café, pero sin su calor.
Detrás de ella estaban dos hermanos— dos jóvenes con alas púrpuras, cabello blanco y rígido y
espadas ásperas de Bronce Celestial.
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—Es bueno verte de nuevo, ma chère (Nota del traductor: mi querida en francés) — dijo
Quíone, la diosa de la nieve—. Es tiempo de que tengamos una reunión helada.
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Piper no tenía planeado atacar con muffins de mora azul. El cuerno debió haber sentido su
preocupacion y pensó que ella y sus visitantes podían usar algunos buenos y calentitos postres
horneados.
Media docena de vaporosos muffins volaron desde el cuerno de la abundancia como
perdigones. Ese no era el ataque de apertura más efectivo.
Quíone simplemente se movio hacia otro lado. La mayoría de los muffins voladores pasaron a
Quíone por sobre la barandilla. Sus hermanos, los boréadas, cada uno agarró un muffin y
empezaron a comer.
-“Muffins”- dijo el mayor. Cal, recordó Piper: diminutivo de Calais. Él estaba vestido tal y como
lo estuvo en Quebec, con fijador, pantalones y un jersey de hockey rojo. Y tenía dos ojos
negros y unos dientes severamente rotos- “Los muffins son buenos”.
-Ah, merci (Nota del traductor: Gracias en francés)- dijo el hermano delgado, Zetes, ella
rellamó, quien se paró en la plataforma de la catapulta, con las alas púrpuras abiertas. Su
blanco cabello aún estaba emplumado como un horrible peinado de la Era Disco. El cuello de
su camisa de seda pegado sobre su coraza. Sus pantalones de poliester eran grotescamente
ajustados, y su acné habia solo empeorado. A pesar de eso, el meneó sus cejas y sonrió como
si fuera el semidiós inidcado para enamorar.
-Sabía que la chica linda iba a extrañarme- Él habló francés de Quebec, el cual Piper tradujo sin
esfuerzo. Gracias a su madre, Afrodita, el lenguaje del amor estaba dentro de ella, aunque ella
no quería hablarlo con Zetes.
-¿Qué están haciendo?- demandó Piper. Luego con el encantamiento vocal: “Dejen a mis
amigos ir”
Zetes vaciló: -Deberíamos dejar ir a sus amigos.
-Sí- concordó Cal
-No, ¡estúpidos!- Quíone espetó- ella está encantándolos. Usen su inteligencia.
-Inteligencia…- Cal frunció el ceño como si no estuviera seguro de lo que ‘inteligencia’ era- Los
muffins son mejores.
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Se metió el muffin completo a la boca y comenzó a masticar.
Zetes tomó una mora azul de la punta de el suyo y lo mordisqueó delicadamente:- Ah, mi
hermosa Piper… tanto he esperado para verte de nuevo. Tristemente, mi hermana está en lo
correcto. No podemos dejar ir a tus amigos. En realidad debemos llevarlos a Quebec, donde
nos burlaremos de ellos eternamente. Lo siento mucho, pero esas son nuestras órdenes.
-¿Órdenes…?
Siempre desde el último invierno, Piper se imaginó que Quíone volvería a mostrar su cara
congelada tarde o temprano. Cuando la vencieron en la Casa del Lobo en Sonoma, la diosa de
la nieve había prometido venganza. Pero, ¿Por qué estaban Zetes y Cal aquí? En Quebec, los
boréadas habían parecido casi amigables, a los menos comparados con su hermana bajo cero.
-Chicos, escuchen- dijo Piper- Su hermana desobedeció a Bóreas. Ella está trabajando con los
gigantes para levantar a Gea. Está planeando tomar el trono de su padre.
Quíone rió, suave y fría:- Querida Piper McLean. Podrías manipular a mis debiluchos hermanos
con tus encantos, como una verdadera hija de la diosa del amor. Como una gran mentirosa.
-¿Mentirosa?- Piper lloriqueó- ¡Intentaste matarnos! Zetes, ella está trabajando para Gea.
Zetes hizo una mueca:- Ay de mí, hermosa chica. Todos nosotros estamos trabajando para Gea
ahora. Me temo que esas son órdenes de nuestro padre, el mismo Bóreas.
-¿Qué?- Piper no quería creerlo, pero la sonrisa presumida de Quíone le dijo que era verdad.
-Al final, mi padre vio la sabiduría de mi consejo- Quíone ronroneó- o al menos lo hizo antes de
que su lado romano comenzara a pelear con su lado griego. Me temo que está un poco
incapacitado ahora, pero él me dejó a cargo. El ordenó que las fuerzas del Viento del Norte
sean usados para el servicio del Rey Porfirión, y claro… la Madre Tierra.
Piper tragó saliva.
-¿Cómo llegaron aquí?- Ella señalo a la capa de hielo que estaba en el barco-¡Es verano!
Quíone se encogió de hombros:- Nuestros poderes crecen. Las reglas de la naturaleza se están
dando vuelta. Una vez que la Madre Tierra despierte, ¡podremos rehacer al mundo como
queramos!
-Con hockey- dijo Cal, su boca aún estaba llena- Y pizza. Y muffins.
-Sí, sí- Quíone se burló- Tuve que prometer una pocas a cosas al gran simplón. Y a Zetes.
-Oh, mis necesidades son simples- Zetes peinó hacia atrás su cabello y le guiñó a Piper- Debí
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haberte dejado en nuestro palacio cuando te conocí por primera vez, mi querida Piper. Pero
pronto iremos ahí otra vez, juntos, y tendremos el romance más increíble.
-Gracias, pero no gracias- Piper dijo- Ahora, deja a Jason ir.
Ella puso todo su poder en sus palabras, y Zetes obedeció. Chasqueó los dedos, Jason
instantáneamente se descongeló. Cayó al suelo, jadeando y echando vapor, pero por lo menos
estaba vivo.
-¡Imbécil!- Quíone sacó su mano y Jason se congeló, ahora plano sobre la cubierta como
alfombra de piel de oso. Se giró hacia Zetes- Si tú quieres la chica como premio, debes mostrar
que puedes controlarla. ¡No lo contrario!
-Sí, por supuesto- Zetes miraba disgustado.
-Y en cuanto a Jason Grace- Los ojos cafés de Quíone brillaron- él y el resto de tus amigos van
ingresar a nuestra corte de estatuas de hielo en Quebec. Jason le dara gracia mi sala de trono.
(Nota del traductor: Ahora es el turno de Quione de hacer el juego de palabras. En ingles, o
en francés para ser más exactos, ella dice “Jason will grace my throne room” usando el
apellido de Jason y Thalia Grace y su significado de adornar o dar belleza)
-Bien hecho- Piper murmuró- ¿Te tomaste todo tu día en pensar esa línea?
Por último Piper sabía que Jason estaba vivo aún, lo que hizo a Piper con un poco menos de
pánico. El hechizo de congelamiento podía ser revertido. Eso significaba que sus amigos
estaban probablemente vivos bajo cubierta. Sólo necesitaba un plan para liberarlos.
Desafortunadamente, ella no era Annabeth. No era muy buena elaborando planes sobre la
marcha. Necesitaba tiempo para pensar.
-¿Qué hay con Leo?- espetó- ¿Dónde lo enviaron?
La diosa de la nieve se paró luminosamente alrededor de Jason, examinándolo como si fuera
un dibujo en la acera.
-Leo Valdez merecía un castigo especial- dijo ella- Lo envié a un lugar del cual nunca podrá
retornar.
Piper no podía respirar. Pobre Leo, la idea de no volver a verlo nunca casi la destruyó. Quíone
debió haberlo visto en su cara.
-Ay, querida Piper- Quíone sonrió con triunfo- Pero es para el bien de Leo. Leo no podría ser
tolerado, ni siquiera siendo una estatua de hielo… no después de que me insultó. ¡El tonto se
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rehusó a gobernar a mi lado! Y su poder sobre el fuego - sacudió su cabeza- Él no tendrá
permitido alcanzar La Casa de Hades. Estoy segura que al Señor Clitio le gusta el fuego mucho
menos de lo que me gusta a mí.
Piper empuñó su daga. Fuego, pensó, gracias por recordármelo, vieja bruja.
Escaneó la cubierta. ¿Cómo hacer fuego? Una caja de fuego griego estaba asegurada por la
ballesta de adelante, pero era muy lejos. Incluso si lo hiciera sin quedar congelada, el fuego
griego podría quemar todo incluyendo el barco y todos sus amigos. Tenía que haber otra
manera. Sus ojos se perdieron en la proa.
Oh.
Festus el mascarón, podía soplar unas llamas inmensas. Desafortunadamente, Leo lo había
apagado. Piper no tenía idea de cómo reactivarlo. Ella nunca tendría tiempo para suponer
cuales eran los controles correctos en la consola del barco. Tenía recuerdos vagos de Leo
jugueteando por dentro del cráneo del dragón de bronce, murmurando algo sobre un disco de
control; pero incluso si Piper pudiera llegar a la proa, ella no tendría idea de lo que pudiera
estar haciendo.
Aún así, algo le dijo que Festus era su mejor opción, si sólo pudiera descifrar como convencer a
sus captores de que la dejaran acercarse lo suficiente…
-Bien- Quíone interrumpió sus pensamientos- Me temo que nuestro tiempo juntos se está
terminando. Zetes, si pudieras…
-¡Espera!- dijo Piper
Una simple orden, y funcionó. Los boréadas y Quíone se volvieron hacia ella, esperando.
Piper estaba bastante segura de que podía controlar con el encantamiento vocal, pero Quíone
era el problema. El encantamiento funcionaba muy vagamente si la persona no estaba atraída
hacia ti. Funcionaba muy mal con alguien tan poderoso como un dios. Y también trabajaba mal
cuando la víctima sabía sobre el encantamiento y estaba activamente en guardia en contra de
el. Todo lo dicho recién, aplicaba a Quíone.
¿Qué haría Annabeth?
Retrasar, pensó Piper. Cuando dudes, habla más.
-Tienes miedo de mis amigos- dijo ella- Entonces, ¿Por qué no los matas?
Quíone rió:- No eres una diosa, o si no entenderías. La muerte es muy corta, entonces… me no
me satisface. Sus delgadas almas mortales revolotean hasta el Inframundo ¿Y qué pasa luego?
Lo mejor que puedo esperar es que vayan a los Campos de Castigo o Asfódelos, pero ustedes
semidioses son insufriblemente nobles. Lo más probable es que vayan al Eliseo o renazcan en
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una nueva vida. ¿Por qué querría recompensar a tus amigos así? ¿Por qué cuando puedo
castigarlos eternamente?
-¿Y yo?- Piper odió preguntar- ¿Por qué aún estoy viva y descongelada?
Quíone miró a sus hermanos con molestia:- Zetes te ha reclamado, por alguna razón.
-Beso magníficamente- prometió Zetes- ya verás, hermosa.
La idea hizo que el estómago de Piper se revolviera.
-Pero esa no es la única razón- dijo Quíone- Es porque te odio, Piper. Profunda y
verdaderamente. Sin ti, Jason pudo haberse quedado conmigo en Quebec.
-No crees que ya enloqueciste …¿Aunque sea un poco?
Los ojos de Quíone se endurecieron tanto como los diamantes de su pulsera:- Eres una
entrometida, la hija de una diosa inservible. ¿Qué puedes hacer sola? Nada. De los siete
semidioses, tú no tienes propósitos, no tienes poderes. Desearía que te quedaras en este
barco, a la deriva e impotente, mientras Gea se levanta y el mundo se acaba… Y para estar
segura, estás bien fuera del camino.
Ella le hizo un gesto a Zetes, quien arranco algo desde el aire, una esfera congelada, del
tamaño de un balón de softball, cubierta con clavos congelados.
-Una bomba- explicó Zetes- especialmente para ti, mi amor.
-¡Bombas!- rió Cal- ¡Un buen día! ¡Bombas y muffins!
-Uh…- Piper bajó su daga, la cual parecía mucho más inservible de lo usual- Flores habrían
estado bien.
-Oh, eso no va a matar a la chica linda- Zetes frunció- Bueno… estoy bastante seguro de esto.
Pero cuando el frágil contenedor explote, en… ah, aproximadamente no mucho… va a desatar
la fuerza completa del viento del norte. Este barco va a ser volado muy lejos obviamente. Muy,
muy lejos.
-En efecto- La voz de Quíone sonaba con falsa simpatía- Vamos a tomar a tus amigos para
nuestra colección de estatuas, luego desatar a los vientos y ofrecerte un adiós. Puedes ver el
final del mundo desde… bueno, ¡el fin del mundo! Tal vez puedas encantar a un pez y
alimentarte con tu tonto cuerno. Puedes pasearte por la cubierta de este vacío barco y mirar
nuestra victoria desde el lado de tu daga. Cuando Gea se haya levantado y el mundo que
conozcas este muerto, luego Zetes puede volver por ti y recuperarte para ser su novia. ¿Qué
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harás para detenernos, Piper? ¿Un héroe? ¡Ha! Eres una broma.
Sus palabras pinchaban como aguja, porque Piper había tenido los mismos pensamientos
sobre ella misma. ¿Qué podía hacer? ¿Cómo podía salvar a sus amigos con lo que tenía?
Se acercó para golpear, volar a sus enemigos con rabia y enviarse a la muerte. Ella miró a la
expresión burlona de Quíone y se dio cuenta de que la diosa estaba esperando eso. Quería que
Piper se destrozara. Ella quería entretenimiento.
La columna de Piper se volvió de acero. Se acordó de las chicas que solían reírse de ella en la
Escuela Wilderness. Se acordó de Drew, la cruel jefa de cabaña que ella había remplazado en la
cabaña de Afrodita. Y Medea, que había encantado a Jason y a Leo en Chicago; y Jessica, la
antigua asistente de su papá, quien siempre la había tratado como inservible. Toda su vida,
Piper había estado mirando desde abajo, diciéndose que era inservible.
Eso nunca ha sido verdad, otra voz susurró, una voz que sonaba como la de su madre. Todos
ellos te molestaron porque ellos te temían y envidiaban. Eso hace Quíione ¡Usa eso!
Piper no tenía ganas, pero esbozó una sonrisa. Lo intentó otra vez, y la risa vino más
fácilmente. Pronto se estaba doblando de la felicidad, riendo y resoplando.
Calais se unió, hasta que Zetes le dio un codazo.
La sonrisa de Quíone vaciló:- ¿Qué? ¿Qué es tan gracioso? ¡Ya te he condenado!
-¡Me condenó!- Piper se río otra vez- Oh dioses… lo siento- Tomó un respiro agitado e intento
dejar de reírse.- Oh cielos… está bien. ¿De verdad crees que no soy poderosa? ¿De verdad
crees que soy inservible? Dioses del Olimpo, tu cerebro debe estar completamente congelado.
Tú no sabes mi secreto ¿O sí?
Los ojos de Quíone se estrecharon.
-Tú no tienes secretos- dijo ella- estás mintiendo.
-Está bien, como sea- dijo Piper- sí, vayan adelante y tomen a mis amigos. Déjenme aquí,
inservible-ella resopló-. Sí, Gea va estar muy contenta con ustedes
Nieve se arremolinaba alrededor de la diosa. Calais y Zetes se miraron el uno al otro
nerviosamente.
-Hermana- dijo Zetes- Si en realidad tiene un secreto…
-¿Pizza?- Cal especuló-¿Hockey?
-… debemos saberlo- continuó Zetes
Quíone obviamente no se lo tragó. Piper intentó mantener una cara fuerte, pero hizo a sus
223
ojos bailar con travesura y humor.
-Vayan adelante-los retó- digan que miento.
-¿Qué secreto?- demandó Quíone- Revélanoslo.
Piper se encogió de hombros- Como quieras- Ella apuntó casualmente hacia la punta del
barco- síganme, gente helada.
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Paso junto a los boréadas, que era como caminar por un congelador de carne. El aire
alrededor de ellos era tan frío, que le quemaba su cara. Se sentía como si estuviera respirando
pura nieve.
Piper intentó no mirar hacia abajo al cuerpo congelado de Jason al pasar. Trató de no pensar
en sus amigos encerrados debajo, o Leo disparado en el cielo a algún lugar sin retorno. Ella
definitivamente trató de no pensar en los boréadas y en la diosa de la nieve que la seguían.
Fijó sus ojos en el mascarón de proa. El barco se balanceó bajo sus pies. Una única ráfaga de
aire de verano entró a través del frío, y Piper aspiró, tomándolo como un buen presagio.
Todavía era verano allí. Quíone y sus hermanos no pertenecen aquí.
Piper sabía que no podía ganar una recta luchando contra Quíone y dos individuos alados con
espadas. Ella no era tan inteligente como Annabeth, o tan bueno resolviendo problemas como
Leo. Pero ella tenía poder. Y tenía la intención de utilizarlo.
Anoche, durante su charla con Hazel, Piper se había dado cuenta de que el secreto del hechizo
de voz era muy parecido a usar la Niebla. En el pasado, Piper había tenido un montón de
problemas para hacer que sus hechizos funcionaran, porque siempre ordenó a sus enemigos a
hacer lo que ella quería.
Ella gritaba: No nos mates, al monstruo cuando su mayor deseo era matarlos. Ella ponía todo
su poder en su voz y esperaba que hubiera sido suficiente para abrumar a su enemigo de que
lo hicieran.
A veces funcionaba, pero era agotador y poco fiable. Afrodita no era acerca de choque frontal.
Afrodita era acerca de la sutileza, astucia y encanto. Piper decidió que no debería centrarse en
hacer que la gente haga lo que ella quería. Necesitaba empujarlos a hacer las cosas que ellos
querían.
Una gran teoría, si podía hacerlo funcionar… Se detuvo en el trinquete y se enfrentó a Quíone.
-Wow, me acabo de dar cuenta de por qué nos odias tanto- dijo ella, llenándose la voz con
lástima.-Te humillamos bastante mal en Sonoma.
Los ojos de Quíone brillaban como expreso con hielo. Ella lanzó una mirada inquieta a sus
hermanos.
Piper se echó a reír -Oh, ¡No les has dicho!- supuso.-No te culpo. Tenías a un rey gigante a tu
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lado, además de un ejército de lobos y nacido de Tierra, y aun así no nos pudiste vencer.
-¡Silencio!- La diosa dijo entre dientes.
El aire se volvió brumoso. Piper sentía el frio formando hielo en sus cejas y en sus canales del
oído, pero ella fingió una sonrisa.
-Lo que sea.- Ella hizo un guiño a Zetes - Sin embargo, fue muy gracioso.
-La hermosa niña debe estar mintiendo - Dijo Zetes - Quíone no fue vencida en la Casa del
Lobo. Ella dijo que era un… ah, ¿Cómo era el término? Una retirada táctica.
-¿Dulces?- preguntó Cal – Los dulces son buenos.
(Nota del traductor: Cal es un poco torpe asi que confundio las palabras en ingles para
retirada, retreat, con la palabra para dulces, treat.)
Piper empujó el pecho del chico coquetamente. - No, Cal. Lo que quiero decir es que su
hermana escapo.
-¡No lo hice! - Gritó Quíone .
-¿Cómo te llamó Hera?- Pensó Piper.- una diosa de cuarta categoria.
Ella se echó a reír de nuevo, y su diversión era tan genuina, Zetes y Cal se echaron a reír
también.
-¡Eso es très bon! (Maravilloso, increíble en frances)- Dijo Zetes- una diosa de cuarta
categoria. ¡Ja!
-¡Ah!- Dijo Cal- ¡Hermana se escapó! ¡Ja!
El vestido blanco de Quíone comenzó a echar vapor. Hielo se formó a lo largo de las bocas de
Zetes y Cal, callándolos.
-Muéstranos ese secreto tuyo, Piper McLean- gruñó Quíone - Entonces reza porque te deje en
este barco intacto. Si estás jugando con nosotros, te voy a mostrar los horrores de la
congelación. Dudo Zetes todavía te quiera si no tienes los dedos de los pies… tal vez ni nariz u
oídos.
Zetes y Cal escupieron los tapones de hielo de sus bocas.
-La niña bonita se vería menos bonita sin nariz -admitió Zetes. Piper había visto fotos de las
víctimas por congelación. La idea la aterrorizaba, pero no dejo que se notara.
-Vamos, entonces- Ella abrió el camino a la proa, tarareando una de las canciones favoritas de
su padre- ‘Summertime’ (Nota del traductor: Piper toma la delantera en los juegos de
226
palabras. Tararea una canción sobre el verano, irónicamente cuando esta en medio de un
invierno). Cuando llegó a la proa, puso la mano en el cuello de Festus. Sus escamas de bronce
estaban frías. No hubo zumbido de la maquinaria. Sus ojos de rubí estaban apagados y
oscuros.
-¿Te acuerdas de nuestro dragón?-Piper le preguntó.
Quíone se burló - Esto no puede ser tu secreto. El dragón está roto. Su fuego se ha ido.
-Bueno, sí…- Piper acarició el hocico del dragón. Ella no tenía el poder de Leo para hacer
engranajes de giro o una chispa de circuitos. Ella no podía sentir nada acerca del
funcionamiento de una máquina. Lo único que podía hacer era hablar a su corazón y decir que
el dragón era lo que más deseaba escuchar.- Pero Festus es más que una máquina. Él es un ser
vivo.
-Ridículo- la diosa escupió- Zetes , Cal, reúnan a los semidioses congelados de abajo. A
continuación, vamos a romper la esfera de los vientos.
-Pueden hacer eso, muchachos- estuvo de acuerdo Piper- Pero entonces no verían a Quíone
humillada. Sé que le gustaría verlo.
Los boréadas vacilaron.- ¿Hockey? preguntó Cal.
-Casi tan bueno - prometió Piper- Ustedes lucharon al lado de Jason y los argonautas, ¿No es
así? En un barco como este, el primer Argo.
-Sí -estuvo de acuerdo Zetes - El Argo. Muy de esta manera, pero no teníamos un dragón.
-¡No le hagan caso!- Espetó Quíone.
Piper sentía el hielo formarse en sus labios.
-Podrías callarme- dijo rápidamente - Pero quieres saber mi poder secreto, cómo voy a
destruirte, a Gea, y a los gigantes.
El odio ardía en los ojos de Quíone, pero retuvo su congelación.
-Tú-no-tienes- poder- marcando las palabras con enojo.
-Hablas como una diosa de cuarta categoría -Piper dijo –Una a la que nunca se le toma en
serio, que siempre quiere más poder- Se volvió hacia Festus y pasó la mano detrás de las orejas
metálicas- Eres un buen amigo, Festus . Nadie realmente puede desactivarte. Tú eres más que
una máquina. Quíone no entiende eso.- Se volvió hacia los boréadas. -Ella no los valora bien,
ya saben. Ella cree que puede mandarlos en todo, porque ustedes son semidioses, no dioses
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hechos y derechos. Ella no entiende que ustedes son un equipo poderoso.
-Un equipo- gruñó Cal - Al igual que el Ca-na-dien-ses.
Tuvo que luchar con la palabra, ya que era de más de dos sílabas. Él sonrió y parecía muy
satisfecho de sí mismo.
-Exactamente- dijo Piper.- Al igual que un equipo de hockey. El todo es mayor que las partes.
-Al igual que una pizza- agregó Cal.
Piper se echó a reír- ¡Eres inteligente, Cal! Incluso te subestimé.
-Espera, ahora – Zetes dijo protestado. -Yo soy inteligente también. Y guapo.
-Muy inteligente- Piper estuvo de acuerdo, haciendo caso omiso de la parte de buen aspecto.Así que detengan a la bomba de viento, y vean a Quíone quedar humillada.
Zetes sonrió. Se agachó y rodó la esfera de hielo sobre la cubierta.
-¡Necio!- Gritó Quíone.
Antes que la diosa pudiera ir detrás de la esfera, Piper exclamó: -¡Nuestra arma secreta,
Quíone! No somos sólo un montón de semidioses. Somos un equipo. Al igual que Festus no es
sólo una colección de piezas. Está vivo. Él es mi amigo. Y cuando sus amigos están en
problemas, especialmente Leo, puede despertar por sí solo.
Ella quiso toda su confianza en su voz, todo su amor por el dragón de metal y todo lo que había
hecho por ellos. La parte racional de ella sabía que era sin esperanza. ¿Cómo puedes iniciar
una máquina con las emociones? Pero Afrodita no era racional. Ella gobernó a través de las
emociones. Ella era la más antigua y más primordial de los olímpicos, nació de la sangre de
Urano batiendo en el mar. Su poder era más antiguo que el de Hefesto, o Atenea, o incluso
Zeus. Por un momento terrible, nada sucedió. Quíone la fulminó con la mirada. Los boréadas
empezaron a salir de su estupor, mirando decepcionados.
-No importa el plan, -gruñó Quíone .- ¡Mátenla!
Al tiempo que los boréadas levantaron sus espadas, la piel de metal del dragón se calentó bajo
la mano de Piper. Ella se lanzó a un lado, luchando contra la diosa de la nieve, mientras Festus
volvió la cabeza a ciento ochenta grados y derrumbó a los boréadas, vaporizándolos en el acto.
Por alguna razón, la espada de Zetes se salvó. Rebotó a la cubierta, aún humeante.
Piper se puso de pie. Divisó la esfera de los vientos en la base del palo del trinquete. Corrió
hacia ella, pero antes de que pudiera, cerca Quíone se materializó frente a ella en un remolino
de heladas. Su piel brillaba como la nieve, dejándola ciega.
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-Tú, niña miserable- dijo entre dientes.- ¿Piensas que puedes derrotarme, a una diosa?
En la espalda de Piper, Festus rugió y lanzó vapor, pero Piper sabía que él no podía disparar
fuego de nuevo sin golpearla ella también. Unos veinte metros detrás de la diosa, la esfera de
hielo comenzó a resquebrajarse y silbó. Piper estaba fuera de tiempo para sutilezas. Ella gritó y
levantó la daga, y cargó en contra de la diosa.
Quíone la agarró de la muñeca. Extendió hielo sobre el brazo de Piper. La hoja de Katoptris se
había vuelto blanca. El rostro de la diosa estaba a sólo centímetros del de ella. Quíone sonrió,
sabiendo que había ganado.
-Una hija de Afrodita-le reprendió-. Tú no eres nada.
Festus crujió de nuevo. Piper podía jurar que estaba tratando de lanzar su aliento. De repente
su pecho creció en calentamiento no con la ira o el miedo, sino con el amor para ese dragón, y
Jason, que estaba dependiendo de ella y sus amigos atrapados debajo, y Leo, que estaba
perdido y que necesitaría su ayuda.
Tal vez el amor no era rival para el hielo… pero Piper lo había utilizado para despertar a un
dragón de metal. Los mortales hacian hazañas sobrehumanas en el nombre de amor todo el
tiempo. Madres levantaron coches para salvar a sus hijos. Y Piper era algo más que mortal. Ella
era una semidiosa. Una heroína. El hielo se derritió en su hoja. Su brazo lanzo vapor bajo el
apretón de Quíone.
-Aún así me subestimas- dijo Piper a la diosa. -Tú realmente necesitas entenderlo.
La expresión de suficiencia de Quíone vaciló mientras Piper conducía su daga hacia abajo. La
hoja tocó el pecho de Quíone, y la diosa estalló en una tormenta de nieve en miniatura. Piper
se desplomó, aturdida por el frío.
Oyó a Festus traquetear y zumbar, las campanas de alarma fueron reactivadas. La bomba.
Piper intentó levantarse. La esfera estaba a tres metros de distancia, silbando y girando,
vientos en el interior comenzaron a moverse. Piper se lanzó por ella. Sus dedos se cerraron
alrededor de la bomba, en el momento justo y los vientos explotaron.
229
xlv
percy
Percy se habia sentido como en casa en el pantano, él nunca pensó extrañar el estar
durmiendo en la cama de un gigante en una cabaña de hueso de drakon pero ahora eso
sonaba como los Campos Eliseos.
Él, Annabeth y Bob se tropezaron en la oscuridad, el aire frío y pesado, los desniveles del piso
y las piedras afiladas en el barro. El terreno parecía hecho para que Percy nunca bajara la
guardia.
Inclusive caminar 10 metros era agotador. Percy salió de la cabaña del gigante sintiéndose
fuerte otra vez, con la cabeza despejada, y su estómago lleno de carne de drakon de sus
provisiones. Ahora sus piernas estaban lastimadas, cada uno de sus músculos dolía. Se puso
una túnica hecha en casa de piel de drakon sobre su camisa hecha pedazos, pero no le sirvió
mucho para enfrentarse al frío… Se concentró en el piso al frente de él, no había nada
alrededor de él excepto Annabeth a su lado.
Cada vez que Percy se sentía vencido o a punto de morir (lo que ocurria casi cada diez
minutos) ella tomaba su mano, solo para recordarle que aún había calor en este mundo.
Después de la plática de Annabeth con Damasen, Percy estaba preocupado por ella. Ella no se
dejaba vencer fácilmente, hasta que siguieron caminando unos metros y se quitó algunas
lágrimas, ocultándolas rápidamente para que Percy no lo notara. Él sabía que ella odiaba
cuando sus planes no funcionaban. Estaba segura de que necesitaban la ayuda del gigante,
pero él no había aceptado la oferta.
Una parte de Percy estaba tranquila.
A Percy le preocupaba lo suficiente que Bob permaneciera a su lado hasta que llegaran a las
Puertas de la Muerte. No estaba seguro si él quería a un gigante como su hombre de honor.
Aunque el gigante pudiera cocinar una riquísima sopa de estofado.
Se preguntó que pasó después de que se fueron de la cabaña de Damasen. No había oído a sus
perseguidores en horas, pero podía sentir su odio… especialmente el de Polibotes. Ese gigante
esta por ahí en alguna parte, siguiéndolos, llevándolos hacia las profundidades del Tártaro.
Percy intento pensar cosas buenas para mantenerse de buen humor, como el lago del
Campamento Mestizo, su primer beso submarino con Annabeth, imaginándose a él con
Annabeth de vuelta en Nueva Roma; caminando por las colinas tomados de la mano. Pero el
Campamento Mestizo y el Campamento Júpiter parecían solo sueños. Se sintió como si solo el
Tártaro existiera, como si solo este fuera el mundo real, la muerte, la oscuridad, el frío, el
230
dolor. Sus recuerdos eran solo imaginación.
Sintió un escalofrió, no, ese era el abismo hablándole, quitándole sus esperanzas. Se preguntó,
¿Cómo se supone que Nico sobrevivió solo aquí sin perder la locura? Ese chico tenía mas
coraje de lo que Percy creía. Mientras más profundo se adentraban mas tenían complicado era
estar tranquilos.
-Este lugar es peor que el Río Cocito -murmuró Percy.
-¡Sí! -respondió Bob alegremente- Mucho peor, eso significa que estamos cerca.
-¿Acercándonos a dónde? –Quiso saber Percy, pero no le quedaban suficientes fuerzas como
para preguntar
El notó que el Pequeño Bob, el gato, se escondía en los ropajes del Titán otra vez, lo que lo
hizo pensar era el miembro más sabio del grupo. Annabeth cruzo sus dedos con los suyos. En
el reflejo de su espada de bronce, su rostro era hermoso.
-Estamos juntos- le dijo a Percy- lo lograremos. Él había estado preocupado de mantenerla de
buen humor y ahí estaba ella animándolo
-¡Sí! -Él contestó – Pan comido.
-Quiero ir a un lugar diferente en nuestra próxima cita- dijo Annabeth
-París era agradable- Él contestó. Ella sonrió.
Meses atrás, antes de que Percy sufriera de amnesia, ellos tuvieron una cita en París una
noche, cortesía de Hermes, lo que se sentía como la vida de alguien más.
-Que la siguiente sea en Nueva Roma- Dijo ella
-Siempre y cuando estemos juntos- respondió Percy… Annabeth era asombrosa. Por un
momento Percy se acordó de lo que era sentirse feliz. El tenía una asombrosa novia, podrían
tener un futuro junto… La oscuridad se esfumó, como el último respiro de un dios.
Al frente de ellos había un claro, una planicie de polvo y piedras. En el centro, como a unas 20
yardas de distancia, la figura de una horrible mujer, con harapos, sus extremidades huesudas,
una piel verde.
Su cabeza estaba inclinada mientras ella sollozaba en silencio, ese sonido terminó por acabar
con las esperanzas de Percy, se dio cuenta de que la vida era inútil, sus esfuerzos fueron por
nada, la mujer lloró como si el mundo entero hubiera muerto.
231
-Estamos aquí- anunció Bob- Akhlys (Nota del traductor: también llamada Oizis) nos puede
dar una mano.
232
xlvi
percy
Si la bruja sollozante era la ayuda que Bob estaba pensando, Percy estaba seguro que no la
quería.
Sin embargo, Bob caminó hacia adelante. Percy se sintió obligado a seguirlo. Por lo menos,
esta área estaba menos oscura- no es exactamente iluminada con luz, pero con una neblina
blanca espesa.
'Akhlys!' Bob llamo.
La criatura levantó la cabeza, y el estómago de Percy grito, ¡Ayúdame!
Su cuerpo era bastante malo. Se veía como la víctima de una hambruna - extremidades como
palos, rodillas hinchadas y codos nudosos, trapos para la ropa, las uñas de las manos y de los
pies rotas. El polvo cubria su piel y estaba también sobre sus hombros como si hubiera tomado
un baño en la parte inferior de un reloj de arena.
Su rostro era la desolación. Tenía los ojos hundidos e hinchados, derramando lágrimas. Su
nariz goteaba como una cascada. Su fibroso pelo gris estaba enmarañado en mechones
grasientos, y sus mejillas lastimadas y sangrando como si hubiera estado arañandose a sí
misma.
Percy no podía soportar mirarla a los ojos, por lo que bajó la mirada. Frente a sus rodillas yacía
un antiguo escudo - un círculo maltratado de madera y bronce, pintado con la imagen de sí
misma sosteniendo el escudo, por lo que la imagen parecía no terminar nunca, más pequeño y
más pequeño.
"Ese escudo-murmuró Annabeth. -Es el original. Pensé que era sólo una historia. "
-Oh, no-gimió la vieja bruja. ”El escudo de Hércules. Me pintó en su superficie, por lo que sus
enemigos me verían en sus últimos momentos - la diosa de la miseria”. Ella tosió tan fuerte
que hizo que el pecho de Percy doliera. ”Como si Hércules supiera lo que es la verdadera
miseria. ¡Ni siquiera es un buen retrato!
Percy tragó saliva. Cuando él y sus amigos habían encontrado Hércules en el Estrecho de
Gibraltar, el encuentro no había ido bien. El intercambio ha supuesto un montón de gritos,
amenazas de muerte y piñas de alta velocidad.
¿Qué está haciendo el escudo aquí? Preguntó Percy.
La diosa le miró con sus ojos lechosos. Sus mejillas goteaban sangre, lo que hacia lunares rojo
en el vestido hecho jirones. ”Él no lo necesita más, ¿verdad? Llegó aquí cuando su cuerpo
233
mortal fue quemado. Un recordatorio, supongo, de que ningún escudo es suficiente
protección. Al final, la miseria supera a todos.
Incluso a Hércules.
Percy se acercó más a Annabeth. Trató de recordar porqué estaban allí, pero el sentido de la
desesperación hacía difícil pensar.
Al escuchar a Akhlys hablar, ya no le pareció extraño que había rasgado sus propias mejillas. La
diosa irradiaba puro dolor.
"Bob" Percy le dijo—creo que no deberíamos haber venido aquí."
Desde algún lugar dentro de un uniforme de Bob, el gato esqueleto maulló estando
de acuerdo.
El Titán se movió e hizo una mueca como si pequeño Bob estuviese arañando su axila. ’Akhlys
controla la Niebla de Muerte “.”Ella puede esconderte”.
‘¿Ocultarlos? Akhlys hizo un gorgoteo. O ella se reía o asfixia hasta la muerte. ” ¿Por qué iba a
hacer eso? “
-Deben de llegar a las Puertas de la Muerte “, dijo Bob. ’Para volver al mundo de los mortales.
"¡Imposible!" Dijo Akhlys. ’Los ejércitos del Tártaro los encontrarán. Ellos los matarán. "
Annabeth se apoyó en la hoja de su espada de hueso de Drakon, Percy tuvo que admitir
la hacía parecer bastante intimidante y sexy en una especie de “Princesa Barbara”.
"Así que supongo que Niebla de la Muerte es bastante inútil, entonces-dijo ella-.
La diosa le enseñó los dientes amarillos rotos. ” ¿Inútil? ¿Quién eres tú? “
"Una hija de Atenea. La voz de Annabeth sonaba valiente - a pesar de cómo lo hizo, Percy no le
saber. "Yo no camine medio Tártaro para que se me digan que es imposible por una diosa
menor”
El polvo se estremeció bajo sus pies. La Niebla se arremolinaba alrededor de ellos con un
sonido como el llanto de agonía.
’¿Diosa menor?’ Las uñas retorcidas de Akhlys se clavaron en el escudo de Hércules,
excavando el metal. ”Yo era antigua antes de que nacieran los Titanes, niña ignorante. Yo era
vieja cuando Gea primero despertó. La miseria es eterna.
La existencia es sufrimiento. Nací de los mayores - del Caos y de la Noche. Yo era - ‘
-Sí, sí-dijo Annabeth. ”La tristeza y la miseria, bla, bla, bla. Pero todavía no tiene suficiente
poder para ocultar dos semidioses con su Niebla de la Muerte. Como dije: “inútil “.
Percy se aclaró la garganta. ”Uh, Annabeth - ‘
234
Ella le lanzó una mirada de advertencia: Trabaja conmigo Se dio cuenta de lo aterrorizado que
estaba, pero no tenía elección. Esta fue su mejor oportunidad de agitar la diosa a la acción.
-“Quiero decir… Annabeth está bien”. Percy se ofreció. ”Bob nos trajo hasta aquí porque
pensaba usted podría ayudarnos. Pero supongo que usted está demasiado ocupado mirando a
ese escudo y llorando. No puedo culparte. La imagen es idéntica a ti. ‘
Akhlys gemía y miró a la Titan. ” ¿Por qué infliges a estos niños molestos en mí?
Bob hizo un sonido a medio camino entre un estruendo y un gemido. -Pensé - pensé - “
'¡La Niebla de la Muerte no es para ayudar! Akhlys chillaba. ”Se envuelve en mortales en
miseria cuando sus almas pasan al Inframundo. Es el aliento del Tártaro, de la muerte, de la
desesperación!
"Increíble", dijo Percy. "¿Podríamos pedir dos órdenes para llevar?"
Akhlys silbaba. ”Pídeme un regalo mejor. También soy la diosa de los venenos. Te podría dar
muerte - miles de maneras de morir menos dolorosa que la que han elegido marchando hacia
el corazón del abismo.
Alrededor de la diosa, flores crecieron en el polvo - flores de color púrpura oscuro, naranja y
rojo que tenían un olor dulzón. La cabeza de Percy comenzó a flotar.
'Belladona', ofreció Akhlys. 'Cicuta, beleño negro o estricnina. Puedo disolver tus entrañas,
hervir la sangre. “
"Eso es muy amable de tu parte", dijo Percy. "Pero he tenido suficiente veneno para un
viaje. Ahora, ¿puede ocultarnos en su Niebla de la Muerte, o no?
"Sí, va a ser divertido", dijo Annabeth.
Los ojos de la diosa se estrecharon. ” ¿Divertido? ’
-Claro-le prometió Annabeth. ”Si no lo logramos, piense lo maravilloso que será para usted,
regodeándose cuando lleguemos a morir en agonía. Tendrá la oportunidad de decir “Se los
dije” por la eternidad. “
"O, si tenemos éxito, ‘Percy añadió:" imagine todo el sufrimiento que va a traer a los
monstruos aquí.
Tenemos la intención de sellar las Puertas de la Muerte. Eso va a causar mucho llanto y
gemidos.
Akhlys lo considero. ”Me gusta el sufrimiento. Las lamentaciones también son buenas “
"Entonces está decidido-dijo Percy. "Haznos invisibles. ‘
Akhlys se puso en pie. El escudo de Hércules se alejó y se tambaleó hasta detenerse en un
parche de flores venenosas. -No es tan sencillo-dijo la diosa. ’La Niebla de la Muerte llega en el
235
momento en que se esta más cercano a su fin. Sus ojos se nublaran sólo entonces. El mundo va
a desaparecer. “
La boca de Percy se seco. ’Muy bien. Pero… ¿vamos a estar protegidos de los monstruos?
-Oh, sí-dijo Akhlys. ”Si ustedes sobreviven el proceso, serán capaces de pasar desapercibidos
entre los ejércitos del Tártaro. Es imposible, por supuesto, pero si ustedes están decididos,
entonces acompañeme. Yo les mostraré el camino’
'¿El camino a dónde exactamente? Preguntó Annabeth.
La diosa ya estaba dirigiéndose hacia la penumbra.
Percy se volvió para mirar a Bob, pero el Titan se había ido. ¿Cómo demonios podía un tipo
plateado de diez pies de alto con un gatito ruidoso desaparecer en silencio?
'Hey!' Percy gritó a Akhlys. ¿Dónde está nuestro amigo?
"Él no puede tomar este camino," la diosa llamó. "Él no es mortal. Vamos, pequeños
tontos. Vengan, experimenten la Niebla de la Muerte.
Annabeth exhaló y le agarró la mano. ”Bueno… ¿que tan malo puede ser? ‘
La pregunta era tan ridícula que Percy se echó a reír, a pesar de que le hacía daño en los
pulmones. -Sí. En la siguiente ocasión, sin embargo - la cena es en Nueva Roma “.
Siguieron las huellas polvorientas de la diosa a través de las flores venenosas, más
profundamente en la niebla.
236
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Percy se sentía perdido sin Bob.
Se había habituado a tener el Titán de su lado, iluminando su camino con su cabello plateado y
su temible escoba de guerra.
Ahora, su única guía era una señora cadáver, con graves problemas de autoestima.
Mientras luchaban por la llanura polvorienta, la niebla se hizo tan espesa que Percy tuvo que
resistir el impulso de disiparla con las manos. La única razón por la que fue capaz de seguir el
camino de Akhlys fue porque las plantas venenosas surgían dondequiera que caminaba.
Si aún estaban en el cuerpo del Tártaro, Percy pensó que deben estar en la parte inferior de su
pie – una áspera, callosa extensión donde sólo la vegetación más repugnante podía florecer.
Finalmente llegaron a la final del dedo gordo del pie. Al menos eso es lo que parecía a Percy. La
niebla se disolvio, y se encontraron en una península que se adentraba en un vacío negro
como la oscuridad más densa.
'Aquí estamos'. Akhlys volvió y miró de reojo. La sangre de sus mejillas goteó sobre su
vestido. Sus ojos enfermizos parecían húmedos e hinchados pero de alguna manera
emocionados. ¿Podía la Miseria estar emocionada?
"Uh… bien, ‘preguntó Percy. ¿Dónde está aquí?
“El borde de la muerte final, “dijo Akhlys. “Dónde la Noche se reúne el vacío por debajo de
Tártaro.”
Annabeth avanzó un poco y miró por encima del acantilado. -Pensé que no había nada debajo
de Tártaro.
"Oh, por supuesto que hay…" Akhlys tosió. ’Incluso Tártaro necesita apoyarse de alguna
parte. Este es el borde de la primera oscuridad, que era mi madre. A continuación se
encuentra el reino del Caos, mi padre. Aquí, están más cerca de la nada de lo que cualquier
mortal haya estado nunca. ¿No pueden sentirlo?
Percy sabía lo que se refería. El vacío parecía estar tirando de él, quitando la respiración de sus
pulmones y el oxígeno de su sangre. Miró a Annabeth y vio que sus labios eran de color azul.
"No podemos quedarnos aquí-dijo.
"No, tienen que quedarse" Dijo Akhlys. "¿No sienten la Niebla de la Muerte? Incluso ahora,
están en ella. ¡Miren! "
237
El humo blanco se envolvía alrededor de los pies de Percy. Cuando se enroscó en las piernas,
se dio cuenta de que el humo no era lo que lo rodeaba. Venía de él. Todo su cuerpo se estaba
disolviendo. Levantó las manos y encontró que eran borrosas e indistintas. Ni siquiera podía
decir cuántos dedos tenía. Esperaba que todavía fueran diez.
Se volvió hacia Annabeth y ahogó un grito. -Eres - uh - ‘
No podía decirlo. Parecía muerta.
Su piel estaba pálida, sus ojos oscuros y hundidos. Su hermoso cabello se había secado en una
madeja de telarañas. Parecía que había estado atrapada en un mausoleo fresco y oscuro
durante décadas, marchitandose lentamente en una cáscara disecada. Cuando se volvió para
mirarlo, sus rasgos se vieron momentáneamente borrosos en la niebla.
La sangre de Percy se movía como la savia en sus venas.
Durante años, se había preocupado por la muerte de Annabeth. Cuando eres un semidiós, eso
viene en el contrato. La mayoría de los mestizos no viven mucho tiempo. Todos sabían que el
próximo monstruo con el que luchabas podía ser el último. Pero ver a Annabeth así era
demasiado doloroso. Él preferia nadar en el río Flegetonte, o ser atacado por arai, o ser
pisoteado por los gigantes.
'Oh, dioses-sollozó Annabeth. ”Percy, la forma en que te ves…”
Percy estudió sus brazos. Lo único que veía eran pequeñas nubes de niebla blanca, pero
supuso que para Annabeth se parecía un cadáver. Dio unos pasos, aunque era difícil. Su cuerpo
se sentía insustancial, como si fuera hecho de helio y algodón de azúcar.
"He estado en mejores condiciones-decidió. ’No puedo moverme muy facilmente. Pero estoy
bien. "
Akhlys grazno. ”Oh, definitivamente no estás bien. “
Percy frunció el ceño. ”Pero vamos a pasar sin ser visto ahora. ¿Podemos llegar a las Puertas
de la Muerte?
-Bueno, tal vez podrán-dijo la diosa-, si es que viven tanto tiempo, que no lo harán. “
Akhlys extendio sus dedos nudosos. Más plantas florecieron a lo largo del borde de la fosa cicuta, belladona y la adelfa hacia los pies de Percy como una alfombra mortal. ’La Niebla de la
Muerte no es simplemente un disfraz. Es un estado del ser. No puedo traer este regalo salvo
que la muerte lo siguiera - la verdadera muerte.
-Es una trampa-dijo Annabeth.
La diosa se rió. ’ ¿No te esperabas que los traicionara?
-Sí-dijo Annabeth y Percy juntos.
238
"Bueno, entonces, ¡no era una trampa! Más bien algo inevitable. La miseria es inevitable. El
dolor es - ‘
-Sí, sí-gruñó Percy. ’Vamos a pelear. “
Desenvaino a Contracorriente, pero la hoja estaba hecha de humo. Cuando toco a Akhlys, la
espada sólo paso flotando a través de ella como una suave brisa.
La boca destrozada de la diosa se transformó en una sonrisa. ” ¿Se me olvidó decirles? Son
sólo niebla ahora – una sombra antes de la muerte. Tal vez si tuvieran tiempo, podrían
aprender a controlar su nueva forma. Pero no tienen tiempo. Ya que no puedes tocarme, me
temo que cualquier pelea con la Miseria será bastante unilateral “.
Sus uñas se convirtieron en garras. Su mandíbula se deformo, y sus dientes amarillos alargada
como colmillos.
239
xlviii
percy
AKHLYS ARREMETIÓ CONTRA PERCY, y por un instante él pensó: “Bueno,estoy hecho de
humo. Ella no me puede tocar, ¿verdad?”
Imaginó a las Parcas en el Olimpo, riéndose de su ilusión, pensando: ¡LOL, NOVATO!
Las garras de la diosa rastrillaron sobre su pecho y le arañaron como agua hirviendo.
Percy se tambaleó hacia atrás, pero él no estaba acostumbrado a ser humo. Sus piernas se
movían muy lentamente. Sus brazos se sentían como papel delgado. En su desesperación,
arrojó su mochila, pensando que tal vez se convertiría en sólido en cuando dejara su mano,
pero no tuvo suerte. Cayó con un suave ruido sordo.
Akhlys gruñó, agachándose para saltar. Ella hubiera mordido la cara de Percy si Annabeth no
hubiera cargado y gritado ¡HEY! justo en el oído de la diosa.
Akhlys se estremeció, volviéndose hacia el sonido.
Ella arremetió contra Annabeth, pero Annabeth era mejor moviéndose que Percy. Tal vez ella
no se sentía tan humeante, o tal vez ella tenía más entrenamiento en combate. Ella había
estado en el campamento mestizo desde que tenía siete años. Probablemente había tenido
clases a las que Percy nunca asistió, por ejemplo “Cómo Luchar Mientras Eres Parcialmente
Niebla.”
Annabeth se lanzó directamente entre las piernas de la diosa y dio un salto mortal sobre sus
pies. Akhlysvolteó y atacó, pero Annabeth esquivó de nuevo, como un torero experto.
Percy estaba tan aturdido que perdió unos segundos valiosos. Miró el cadáver de Annabeth,
envuelto en la niebla, pero moviéndose más rápido y confiada que nunca.
Entonces se le ocurrió pensar por qué estaba haciendo esto: para ganar tiempo. Lo que
significaba que Percy tenía que ayudar.
Pensó rapidamente, tratando de encontrar una manera de derrotar a Miseria. ¿Cómo iba a
pelear cuando no podía tocar nada?
En el tercer ataque de Akhlys, Annabeth no tuvo tanta suerte. Ella trató de moverse a un lado,
pero la diosa atrapo la muñeca de Annabeth y tiró de ella fuerte, lanzándola al suelo.
Antes de que la diosa pudiera hacerle daño, Percy avanzó, gritando y blandiendo su espada.
Todavía se sentía casi tan sólido como un Kleenex, pero su furia parecía ayudarlo a moverse
más rápido.
- Hey, ¡Felicidad!, - Gritó .
240
Akhlys giró, dejando caer el brazo de Annabeth. - ¿Felicidad? -Preguntó.
- ¡Sí! -Él se agachó mientras ella trato de arrancarle su cabeza-. ¡Estás completamente
contenta!
- ¡Arggh! - Ella se abalanzó de nuevo, pero estaba fuera de balance. Percy hizo a un lado y se
alejó, conduciendo a la diosa más lejos de Annabeth.
- ¡Dulce! -Gritó-. ¡Cariñosa!
La diosa gruñó e hizo una mueca. Ella tropezó detrás de Percy. Cada cumplido pareció
golpearla como un saco de arena en la cara.
- ¡Voy a matarte lentamente! -Gruñó ella, sus ojos y su nariz chorreaban, la sangre goteaba por
sus mejillas-. ¡Voy a cortarte en pedazos como un sacrificio a la Noche!
Annabeth se puso en pie. Ella comenzó a revisar en su mochila, sin duda en busca de algo que
pudiera ayudar.
Percy quería darle más tiempo. Ella era el cerebro. Lo mejor para él era ser atacado mientras a
ella se le ocurría un plan brillante.
- Hermosa -gritó Percy-. ¡Tierna, cálida y abrazable!
Akhlys hizo un gruñido, ahogando el ruido, como un gato escupiendo una bola de pelo.
- ¡Una muerte lenta! –Gritó-. ¡Una muerte por mil venenos!
A su alrededor, plantas venenosas crecieron y estallaron como globos. Savia verde y blanca
emergió, reuniéndose en charcos y empezando a fluir por el suelo hacia Percy. El humo lleno
de olores hizo que su cabeza se sintiera inestable.
- ¡Percy! -La voz de Annabeth sonaba muy lejana-. Uh, hey, ¡señorita maravillosa! ¡Alegre!
¡Sonriente! ¡Por aquí!
Pero la diosa de la miseria ahora se fijaba en Percy. Él trató de retroceder de nuevo. Por
desgracia, el icor venenoso fluía a su alrededor ahora, haciendo que el suelo echara vapor y el
aire quemara. Percy se encontró atrapado en una isla de polvo no mucho más grande que un
escudo. A pocos metros de distancia, su mochila ahumaba y se disolvía en un charco de baba.
Percy no tenía adónde ir.
Él cayó sobre una rodilla. Quería decirle a Annabeth que corriera, pero no podía hablar. Tenía
la garganta tan seca como hojas muertas.
Deseó que hubiera agua en el Tártaro, una piscina agradable en la que pudiera saltar para
curarse a sí mismo, o tal vez un río que pudiera controlar. Incluso se sentiría feliz con una
botella de Evian.
- Vas a alimentar a la oscuridad eterna, -dijo Akhlys- . ¡Vas a morir en los brazos de la Noche!
Era vagamente consciente de que Annabeth estaba gritando, lanzando trozos de tiras de
carne de drakon a la diosa.
El veneno blanco-verde seguía aumentando, pequeños arroyos goteaban de las plantas hacia
el lago venenoso haciéndolo más y más amplio.
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Lago, pensó. Corrientes. Agua.
Probablemente era sólo su cerebro volviéndose loco por los gases venenosos, pero con voz
ronca libero una risa. El veneno era líquido. Si se movía como el agua, debe ser parcialmente
agua.
Recordó algo de lectura de ciencia acerca de que el cuerpo humano es principalmente agua.
Recordó extraer agua de los pulmones de Jason aquella vez en Roma… Si podía controlar eso,
entonces ¿por qué no otros líquidos?
Era una locura. Poseidón era el dios del mar, no el dios de los liquidos.
Por otra parte, el Tártaro tenía sus propias reglas. El fuego era líquido. El suelo era el cuerpo de
un dios oscuro. El aire era ácido y los semidioses se podían convertir en cadáveres de Niebla.
¿Por qué no intentarlo? No tenía otra opción.
Miró al charco de veneno invadiendo por todos lados. Se concentró tan fuerte que algo dentro
de él se revento, como si una bola de cristal se hubiera roto en su estómago.
El calor fluyó a través de él. La marea venenosa se detuvo.
Los gases volaron lejos de él, de vuelta hacia la diosa. El lago de veneno giro hacia ella en
forma de olas pequeñas y corrientes diminutas.
Akhlys chilló. - ¿Qué es esto?
- Veneno, -dijo Percy-. Esa es tu especialidad, ¿no?
Se puso de pie, su ira creció aún más en sus entrañas. A medida que el flujo de veneno se
movia hacia la diosa, el humo comenzó a hacerla toser. Sus ojos se humedecieron aún más.
Oh, bueno, pensó Percy. Más agua.
Percy se imaginó la nariz y la garganta de ella llenándose con sus propias lágrimas.
Akhlys se atragantó. - Yo…- La marea del veneno llegó a sus pies, chisporroteando como gotas
sobre hierro caliente. Ella gimió y se tambaleó hacia atrás.
- ¡Percy! -Annabeth llamó.
Ella se había retirado hasta el borde del acantilado, a pesar de que el veneno no fue tras ella.
Parecía aterrorizada. A Percy le tomó un momento darse cuenta de que estaba aterrorizada de
él.
-Detente… -suplicó con voz ronca.
Él no quería parar. Quería ahogar a esta diosa. Él quería ver que se ahogara con su propio
veneno. Él solo quería ver cuanta miseria La Miseria podía soportar.
- Percy, por favor… -La cara de Annabeth todavía estaba pálida y con aspecto de cadaver, pero
sus ojos eran los mismos de siempre. La angustia en ellos hizo esfumar la ira en Percy.
Se volvió hacia la diosa. Él hizo al veneno retroceder, haciendo que se fuera a lo largo del
borde del acantilado.
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- ¡Vete! - Gritó.
Para una diosa horripilante humillada, Akhlys podía correr muy rápido cuando ella quería. Se
arrastró por el camino, cayó sobre su rostro y se levantó de nuevo, gimiendo mientras se
alejaba hacia la oscuridad.
Tan pronto como se fue, las piscinas de veneno se evaporaron. Las plantas se marchitaron en
polvo y se esfumaron.
Annabeth se tambaleó hacia él. Tenía el aspecto de un cadáver envuelto en humo, pero se
sentía lo suficientemente sólida en cuanto ella agarró sus brazos.
- Percy, por favor no lo hagas nunca… -Su voz se quebró en un sollozo- . Algunas cosas no
están hechas a ser controladas. Por favor.
Todo su cuerpo se estremeció con el poder, pero la cólera fue disminuyendo. El vidrio roto en
su interior comenzaba a suavizarse en los bordes.
-Sí -dijo-. Sí, está bien.
- Tenemos que salir de este acantilado -dijo Annabeth- . Si Akhlys nos trajo aquí como una
especie de sacrificio…
Percy intentó pensar. Él se estaba acostumbrando a moverse con la Niebla de la Muerte a su
alrededor. Se sentía más sólido, más como él. Pero su mente todavía se sentía como rellena de
algodón.
- Ella dijo algo acerca de nosotros alimentando a la Noche, -recordó-. ¿A qué se refería?
La temperatura cayó. El abismo ante ellos parecía exhalar.
Percy agarró a Annabeth y se alejó de la orilla mientras una presencia surgió de la nada, una
forma tan amplia y oscura que él sintió como si entendiera el concepto de oscuridad por
primera vez.
- Me imagino, -dijo la oscuridad, con una voz femenina tan suave como la seda de ataúd-, que
se refería a la Noche, con N mayúscula. Después de todo, yo soy ella.
243
xlix
leo
Según los cálculos de Leo, pasó más tiempo chocando del que pasó en el aire. Si hubiera una
tarjeta de recompensas de Chocadores frecuentes, sería fácilmente, nivel doble platino.
Recobró el conocimiento mientras estaba en caída libre a través de las nubes. Tenía un vago
recuerdo de Quíone burlándose de él justo antes de que lo lanzaran por los aires. Él no la había
visto en realidad, pero nunca pudo olvidar la voz que la diosa de la nieve tenía. No tenía ni idea
de cuánto tiempo había estado llendo hacia arriba, pero en algún punto de su desastroso viaje
se debe haber desmayado a causa del frío y la falta de oxígeno. Ahora estaba yendo hacia
abajo, en dirección a la mayor caída de su vida.
Las nubes se abrieron a su alrededor. Vio el mar brillando lejos, muy abajo. No había señales
del Argo II. No hay rastro de ninguna costa familiar o algo parecido, a excepción de una
pequeña isla en el horizonte. Leo no podía volar. Tenía un par de minutos como máximo antes
de que golpeara el agua y se estrellara con terribles consecuencias.
Él decidió que no le gustaba este final de la Épica Leyenda de Leo. Él todavía estaba agarrando
la esfera de Arquímedes, lo que no lo sorprendió. Inconsciente o no, nunca dejaría de lado su
posesión más valiosa. Con un poco de maniobra, se las arregló para sacar un poco de cinta
adhesiva de su cinturón de herramientas y la correa de la esfera de su pecho.
Eso le hacía parecer un Iron Man de bajo presupuesto, pero al menos tenía las dos manos
libres. Comenzó a trabajar con la esfera, sacando todo lo que pensaba que ayudaría de su
cinturón de herramientas mágica: una lona, extensores metálicos, alguna cadena y ojales.
Trabajar al mismo tiempo que caer era casi imposible. El viento rugía en sus oídos, quitándole
de las manos las herramientas, tornillos, y el lienzo de sus manos, pero finalmente se
construyó un improvisado marco. Él abrió una escotilla en la esfera, sacó dos cables, y los
conectó a sus barrotes.
¿Cuánto tiempo faltaba para que cayera al agua? ¿Tal vez un minuto?
Giró el control de la esfera, y zumbó en acción. Más cables de bronce dispararon desde el
orbe, intuitivamente detectando lo que Leo necesitaba. Cuerdas estaban atadas al paño de
lona para la caída. El marco comenzó a expandirse por sí solo.
Leo sacó una lata de queroseno y un tubo de caucho y lo ató al nuevo motor sediento que la
esfera le ayudaba montar. Finalmente se hizo una correa de cuerda y se movió para que el
marco en forma de X se colocara en su espalda. El mar se acerca cada vez más, una brillante
extensión de muerte, estilo Te-dejare-como-una-tortilla.
Él gritó en desafío y activo el interruptor principal de la esfera. El motor cobro vida. El rotor
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improvisado giró. Las cuchillas de lona hilaron, pero demasiado lento. La cabeza de Leo señaló
hacia abajo en el mar, tal vez treinta segundos para el impacto. Al menos no hay nadie
alrededor, pensó con amargura, o que sería una broma para los semidioses por siempre. ¿Qué
fue lo último que pasó a través de mente de Leo? El Mediterráneo.
De repente, el orbe se calentó contra su pecho. Las hojas se volvieron más rápidas. El motor
tosió, y Leo se inclinó hacia un lado, cortando a través del aire.
-¡SÍ!- Gritó.
Él había creado con éxito el helicóptero personal más peligroso del mundo. Disparó hacia la
isla en la distancia, pero él seguía cayendo demasiado rápido. Las hojas se estremecieron. El
lienzo crujía. La playa estaba a sólo unos cientos de metros de distancia cuando la esfera
alcanzo la temperatura de lava ardiente y el helicóptero explotó, lanzando llamas en todas las
direcciones. Si no hubiera sido inmune a fuego, Leo hubiera sido transformado en carbón. Pero
para su suerte, la explosión en el aire probablemente le salvó la vida. La explosión arrojó Leo a
un lado mientras que la mayoría de su artilugio en llamas se estrelló contra la playa a toda
velocidad con un masivo ¡KABOOM! Leo abrió los ojos, sorprendido de estar vivo en una pieza.
Estaba sentado en un cráter del tamaño de una tina en la arena. A pocos metros, salía una
columna de espeso humo negro irritado hacia el cielo desde un cráter mucho más grande. La
playa que lo rodeaba estaba salpicada de pequeñas piezas y quemados restos.
-Mi esfera - Leo se toco el pecho buscándola.
La esfera no estaba allí. Su cinta adhesiva y su cinturón improvisado se habían desintegrado. Él
se puso en pie. Ninguno de sus huesos parecían rotos, lo que era bueno, pero sobre todo
estaba preocupado por su esfera de Arquímedes. Si tenía que destruir su invaluable esfera
para hacer un flamante helicóptero que solo vivió treinta segundos, iba a localizar a esa
estúpida diosa de la nieve Quíone y golpearla con una llave de presión.
Se tambaleó por la playa, preguntándose ¿Por qué no había turistas y hoteles o barcos a la
vista? La isla parecía perfecta para un resort, con agua azul y suave arena blanca. Tal vez era
desconocida.
Quizás todavía tienen islas inexploradas en el mundo. Tal vez Quíone lo había disparado por
fuera del Mediterráneo por completo. Por lo que sabía, podría estar en Bora Bora.
El cráter más grande era de unos dos metros y medio profundidad. En la parte inferior, las
hojas del helicóptero todavía estaban tratando de rotar. El motor estaba a rebosar de humo. El
rotor roncaba como una rana atropellada, pero dioses, era bastante impresionante para un
trabajo hecho en unos pocos minutos.
El helicóptero al parecer, se había estrellado en algo. El cráter tenia partes de muebles de
madera rota, destrozando platos de porcelana, algunas copas de peltre medio derretidos, y
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quemaba servilletas de lino. Leo no estaba seguro de por qué todas esas cosas caras habían
estado en la playa, pero al menos eso significaba que este lugar estaba habitado, después de
todo.
Finalmente vio la esfera de Arquímedes, echando vapor y achicharrada pero todavía intacta,
haciendo clics infelices en el centro de los escombros.
-¡Esfera! – gritó- ¡Ven con papá!
Él se deslizó hasta el fondo del cráter y cogió la esfera. Se desplomó, se sentó con las piernas
cruzadas, y acunado el dispositivo en sus manos. La superficie de bronce estaba
increíblemente caliente, pero a Leo no le importaba. Todavía estaba en una pieza, lo que
significaba que podía usarlo.
Ahora, si pudiera averiguar dónde estaba y cómo volver hasta sus amigos…
Él estaba haciendo una lista mental de las herramientas que podrían ser necesarias cuando la
voz de una chica lo interrumpió
- ¿Qué estás haciendo? ¡Hiciste estallar mi mesa de comedor!
Inmediatamente Leo pensó ‘Uh-oh ‘.
Había conocido a un montón de diosas, pero la chica mirando hacia él desde el borde del
cráter de verdadparecía una diosa. Llevaba un vestido blanco sin mangas de estilo griego con
un cinturón de oro trenzado. Tenía el pelo largo, recto y marrón dorado, casi el mismo color
canela tostada como Hazel, pero la similitud con Hazel terminó allí. El rostro de la niña era de
un blanco lechoso, con oscuros ojos almendrados y labios carnosos. Lucía tal vez de quince
años, aproximadamente la edad de Leo y, por supuesto, ella era linda, pero con esa expresión
de enojo en su rostro le recordó a Leo a todas las chicas populares de todas las escuelas que
alguna vez había asistido.
Las que se burlaban de él, charlaban mucho, pensaban que eran tan superiores, y
básicamente, hacían todo lo posible para que su vida fuera miserable. A Leo le disgustó al
instante.
-Oh, lo siento - Dijo.- Sólo caí del cielo. Construí un helicóptero en el aire, estalló en llamas a la
mitad del camino, se estrelló al aterrizar, y apenas sobrevivió. Pero eso no importa ¿verdad?,
¡Vamos a hablar de la mesa del comedor!- Cogió una copa medio derretida. -¿Quién pone una
mesa de comedor en la playa donde semidioses inocentes pueden chocar contra él? ¿Quién
hace eso?
La chica cerró los puños. Leo estaba bastante seguro de que se iba a marchar por el cráter y le
daría un puñetazo en la cara. En cambio, miró hacia el cielo.
-¿En serio?-Gritó en el vacío azul.- ¿Ustedes disfrutan mi maldición, incluso haciéndola peor?
246
¡Zeus! ¡Hefesto! ¡Hermes! ¿No tienen vergüenza?
-Uh…- Leo se dio cuenta de que ella había elegido tres dioses para echarles la culpa, y uno de
ellos era su padre. Se imaginó que eso no era buena señal. –Yo dudo de que te estén
escuchando. Ya sabes, con todo el problema de personalidades multiples.
-Muéstrense - la chica gritó al cielo, ignorando por completo a Leo- ¿No es suficientemente
malo estar exiliado? ¿No es suficientemente malo que me quiten los pocos buenos héroes me
permiten conocer? ¿Creen que es divertido para mí que envíen esta burla de muchacho al
carbón para que arruine mi tranquilidad? ¡Esto no es divertido! ¡Llévenselo de aquí!
-Oye, rayo de sol- dijo Leo.- Estoy aquí, ya sabes.
Ella gruñó como un animal acorralado.
-¡No! ¡No me llames querida o rayo de sol! ¡Sal de ese agujero y ven conmigo ahora, así puedo
sacarte de mi isla!
-Bueno, ya que me lo ofreces de esa manera…
Leo no sabía por qué la chica loca estaba tan molesta, pero no le importaba. Si ella podía
ayudarlo a salir de esta isla, estaba totalmente bien por él. Agarró la carbonizada esfera y salió
del cráter. Cuando llegó a la cima, la chica ya estaba alejandose por la costa. Él trotó para
ponerse junto a ella. Ella hizo un gesto de disgusto por los restos quemados.
-¡Esta era una playa virgen! ¡Mira lo que es ahora!
-Sí, mi culpa- murmuró Leo.-Debí haber caído en una de las otras islas. Oh, espera ¡No hay
ninguna!
Ella gruñó y siguió caminando a lo largo del borde del agua. Leo cogió el olor de la canela, ¿Tal
vez su perfume? No es que le importara. Su pelo se balanceaba sobre su espalda de una forma
fascinante, que por supuesto no le importaba tampoco. Echó un vistazo al mar. Al igual que
había visto durante su caída, no había masas de tierra o buques en todo el camino hasta el
horizonte.
Mirando hacia el interior, vio salpicadas colinas cubiertas de hierba y árboles. El sendero
serpenteaba por un bosque de cedros. Leo se preguntó adónde conducía, probablemente a la
guarida secreta de la niña, donde cocinaba sus enemigos para que luego comer en su mesa de
comedor en la playa.
Estaba tan ocupado pensando en eso, no se dio cuenta cuando la chica se detuvo. Chocó con
ella.
-¡Gah!- Se dio la vuelta y agarró sus brazos para no caer en la superficie. Sus manos eran
fuertes, como si ella trabajara con ellas para ganarse la vida. De regreso al campamento, las
chicas de la cabina Hefesto habían tenido las manos fuertes de esa manera, pero ella no se
247
parecía a una hija de Hefesto.
Ella lo miró, con sus ojos almendrados oscuros sólo a unos pocos centímetros de los suyos. Su
olor a canela le recordaba el apartamento de su abuela. Hombre, él no había pensado en ese
lugar en años.
La chica lo rechazó - Muy bien. Este lugar es bueno. Ahora dime que quieres salir.
-¿Qué? – El cerebro de Leo todavía estaba un poco confuso desde el aterrizaje forzoso. Él no
estaba seguro de haber oído bien.
-¿Quieres salir?-Exigió- ¡Seguro que tienes un lugar para ir!
-Uh… sí. Mis amigos están en problemas. Yo necesito volver a mi nave y…
-Bien- le espetó - Sólo di, ‘quiero dejar Ogigia’.
-Uh, está bien- Leo no estaba seguro de por qué, pero su tono era un poco hiriente… lo que
era una estupidez, ya que no le importaba lo que pensara esa chica.- Quiero dejar, lo que
dijiste.
- Oh-gi- gi- ah.- La chica pronunció poco a poco, como si Leo tuviera cinco años.
-Quiero dejar Oh-gi- gi- ah - dijo.
Ella suspiró, claramente aliviada.- Bueno en un momento, aparecerá una balsa mágica. Te
llevará a donde quieras ir.
-¿Quién eres tú?
Parecía que estaba a punto de responder pero se detuvo - No importa. Te vas a ir pronto. Tú
eres obviamente un error.
Eso fue demasiado, pensó Leo.
Había pasado bastante tiempo pensando que era un error, como un semidiós, en esta
búsqueda, en la vida en general. No le hacía falta a la diosa loca reforzar la idea.
Recordó una leyenda griega sobre una chica en una isla… ¿Tal vez uno de sus amigos lo había
mencionado? No importaba. Mientras ella lo dejara salir.
-En cualquier momento…- La chica miró por el agua. No apareció balsa mágica.
-Tal vez se quedó atascada en el tráfico-dijo Leo.
-Esto está mal- Ella miró al cielo - ¡Esto es completamente erróneo!
248
-Así que… Plan B- preguntó Leo.- ¿Tienes un teléfono, o…?
-¡Agh!- La chica se giró y salió hacia el interior. Cuando llegó al camino de piedra, acelero hacia
el bosque y desapareció.
-Está bien- dijo Leo.- O podrías correr lejos.
De su cinturón de herramientas sacó una cuerda y un mosquetón, entonces fijó la esfera de
Arquímedes en su cinturón. Miró hacia el mar. Todavía no había balsa mágica. Podría quedarse
ahí y esperar, pero tenía hambre, sed y cansancio.
Se golpeó bastante mal en su caída. No quería seguir a esa chica loca no importaba lo bien que
olía. Por otra parte, no tenía otro lugar para ir. La chica tenía una mesa de comedor, por lo que
probablemente tenía comida. Y ella parecía encontrar la presencia de Leo molesta.
-Molestarla es una ventaja- decidió. La siguió hasta las colinas.
249
l
leo
-Santo Hefesto- dijo Leo.
El camino llevaba hacia el jardín más bonito que Leo nunca había visto. No es que él había
pasado mucho tiempo en los jardines, pero dioses. A la izquierda había un huerto de
orquideas; también arboles de melocotón con fruta roja-dorada que olía increíble bajo el sol
calido, cuidadosamente podados viñedos llenos de uvas, glorietas de jazmín en flor, y un
montón de otras plantas que Leo no podía nombrar.
A la derecha había parches ordenados de verduras y hierbas, dispuestas como los rayos
alrededor de una gran fuente chispeante donde sátiros de bronce arrojaban agua en un
recipiente central. En la parte trasera del jardín, donde el sendero terminaba, había una cueva
abierta en el lado de una colina cubierta de hierba. En comparación con el Bunker Nueve en el
Campamento, la entrada era pequeña, pero era impresionante a su propia manera. A ambos
lados, roca cristalina había sido tallada en brillantes columnas griegas.
En la parte superior se colocaron unas varillas de bronce que sostenían cortinas blancas
sedosas. La nariz de Leo fue sorprendida por los deliciosos aromas, cedro, enebro, jazmín,
durazno, y hierbas frescas. El aroma de la cueva realmente le llamó la atención, como cocinar
guiso de carne de vaca.
Se dirigió hacia la entrada. En serio, ¿Cómo no podría? Se detuvo cuando se dio cuenta de la
chica. Estaba arrodillada en su huerta, de espaldas a Leo. Ella murmuró para sí mientras excava
airadamente con una pala pequeña.
Leo se acercó a ella de un lado para que ella lo pudiera ver. Él no tenía ganas de sorprenderla
cuando ella estaba armada con un instrumento filoso de jardineria. Siguió maldiciendo en
griego antiguo y apuñalando en la tierra. Tenía manchas de tierra sobre sus brazos, su rostro, y
su vestido blanco, pero a ella no parecía importarle.
Leo pudo apreciar eso. Ella lucía mejor con un poco de barro que como una reina de belleza y
más como el tipo de persona pon-tus-manos-a-trabajar.
-Creo que has castigado esa tierra lo suficiente- ofreció.
Ella frunció el ceño, sus ojos rojos y acuosos- Aléjate de aquí.
-Estás llorando- dijo, lo que era estúpidamente obvio, pero al verla de esa manera se detuvo el
viento de sus palas de helicóptero, por decirlo de una manera. Era difícil estar enojado con
alguien que estaba llorando.
250
- No es asunto tuyo- murmuró.-Es una gran isla. Sólo… encuentra tu propio lugar. Déjame en
paz - Ella hizo un gesto vago hacia el sur- Ve por ese camino, tal vez.
-Por lo tanto, no hay balsa mágica- dijo Leo.- ¿Ningún otro camino para irse de la isla?
-¡Parece que no!
- ¿Qué se supone que tengo que hacer, entonces? ¿Sentarme en las dunas de arena hasta que
me muera?
-Eso me gustaria…- La chica lanzó su pala y maldijo al cielo.- Pero, supongo que no puede morir
aquí, ¿verdad? ¡Zeus! ¡Esto no es divertido!
¿No puedo morir aquí?
-Espera – La cabeza de Leo giró como un cigüeñal. No pudo traducir lo que esta chica estaba
diciendo, como cuando escuchaba a los españoles o sudamericanos hablando español. Sí, él lo
entendía, más o menos, pero sonaba tan diferente, que era casi otro idioma.
-Voy a necesitar algo más de información aquí - dijo - Tú no me quieres en tu casa, eso es
genial. No quiero estar aquí como sea. Pero yo no voy a ir a morir en una esquina. Tengo que
salir de esta isla. Tiene que haber una manera. Cada problema tiene una solución.
Ella se echó a reír amargamente.- Tú no has vivido el suficiente tiempo, si es que piensas de
esa manera.
La forma en que dijo eso le envió un escalofrío por su espalda. Parecía de la misma edad que
él, pero se preguntó la edad que realmente era.
-Dijiste algo acerca de una maldición- solicitó él.
Ella doblo los dedos, como si estuviera practicando la técnica de estrangulamiento de
garganta. -Sí. No puedo dejar Ogygia. Mi padre, Atlas, luchó contra los dioses, y yo lo apoyé.
-Atlas- dijo Leo ¿Como el Titán Atlas?
La chica levanto los ojos.- Sí, chico imposible…- Todo lo que iba a decir, se lo guardo -Fui
encarcelada aquí, en donde no podía causar problemas a los Olímpicos. Hace
aproximadamente un año, después de la Segunda Guerra de los Titán, los dioses se
comprometieron a perdonar sus enemigos y ofrecieron amnistía. Supuestamente Percy los
hizo prometer eso.
- Percy- dijo Leo ¿Percy Jackson?
251
Ella cerró los ojos. Una lágrima corría por su mejilla. Oh pensó Leo.
-Percy llegó aquí- dijo. Ella clavó los dedos en el suelo – Yo, yo pensé que iba a ser puesta en
libertad. Me atreví a esperar… pero todavía estoy aquí.
Leo recordaba ahora. La historia era se supone que era un secreto, pero por supuesto que eso
significaba que se había extendido como la pólvora a través de la campamento. Percy le había
dicho a Annabeth. Meses más tarde, cuando Percy había desaparecido, Annabeth le dijo Piper.
Piper le dijo Jason…
Percy había hablado de visitar esta isla. Había conocido a una diosa que había estado
enamorado de él y quería que se quedara, pero al final lo dejó ir.
-Tú eres esa chica- dijo Leo. – La que fue nombrada después de la música del Caribe.
Sus ojos brillaban enojados. – ¿Música caribeña?.
- Sí. ¿Reggae?- Leo negó con la cabeza. - ¿Merengue? Espera, lo tengo en la punta de la
lengua.- Él chasqueó los dedos.- ¡Calipso! Pero Percy dijo que eras impresionante. Él dijo que
eras tan dulce y servicial, no, eh…
Ella se puso de pie- ¿Sí?
-Uh, nada- dijo Leo.
-¿Serías dulce?- le exigió- Si los dioses olvidaran su promesa de permitir que te vayas ¿Podrías
ser dulce si se reían que enviaban otro héroe, pero un héroe que lucía como tú?
-¿Es una pregunta con truco?
- ¡Di Immortales!- Ella se giró y marchó a su cueva.
-¡Oye!- Leo corrió tras ella.
Cuando llegó el interior perdió el hilo de sus pensamientos. Las paredes estaban hechas de
multicolores trozos de cristal. Cortinas blancas dividían la cueva en diferentes salas con
cómodas almohadas y mantas tejidas y fuentes de fruta fresca. Vio un arpa en una esquina, un
telar en otro, y una gran olla donde el guiso hervía, llenando la caverna con olores deliciosos.
¿Lo más extraño? Las tareas fueron haciéndose por sí mismas. Toallas flotaban en el aire,
plegando y apilando en pilas ordenadas. Cucharas se lavaban en un fregadero de cobre. La
escena le recordaba a Leo los invisibles espíritus del viento que le había servido el almuerzo en
el campamento Júpiter.
252
Calipso se situó en un lavabo, limpiando la suciedad de sus brazos. Ella frunció el ceño a Leo,
pero no gritó que se fuera. Ella parecía estar perdiendo la energía de su ira. Leo se aclaró la
garganta. Si no iba a obtener ninguna ayuda de esta chica, necesitaba ser agradable.
-Así que… Entiendo por qué estás enojada. Probablemente nunca quieres ver otro semidiós de
nuevo. Supongo que no se sintió bien cuando, uh, Percy te dejó…
- Fue sólo el último- gruñó- Antes de él, era ese pirata Drake. Y antes que él, Ulises. ¡Eran todos
lo mismo! Los dioses me envían los más grandes héroes, a los que no puedo ayudar, pero…
-Te enamoras de ellos- Leo adivinó- Y luego te dejan.
Su barbilla temblaba - Esa es mi maldición. Yo tenía la esperanza de ser libre por ahora, pero
aquí estoy, todavía atrapada en Ogygia después de tres mil años.
-Tres mil- la boca de Leo sintió un hormigueo, como si acabara de comerse Pop Rocks - Uh, te
ves bien para tres mil años.
-Y ahora… el peor insulto de todos. Los dioses se burlan de mí enviándote a ti.
La ira burbujeaba en el estómago de Leo. Sí, típico. Si Jason estuviera aquí, Calipso caería a sus
pies. Habría suplicado que se quedara, pero él sería todo noble de volver a sus funciones, y se
iría dejando a Calipso con el corazón roto. Esa balsa mágica totalmente llegaría a él.
¿Pero Leo? Él era el invitado molesto del cual no podía deshacerse de él. Ella nunca se
enamoraría de él, porque estaba totalmente fuera de su nivel. No le importaba. Ella no era su
tipo de todos modos. Ella era demasiado molesto, y hermoso, y bueno, eso no importaba.
-Bien- dijo.- Te voy a dejar sola. Voy a construir algo a para salir de esta estúpida isla sin tu
ayuda.
Ella sacudió la cabeza con tristeza.- No lo sabes, entiende, ¿verdad? Los dioses se ríen de los
dos. Si no aparece la balsa, significa que se ha cerrado Ogygia. Estás atrapado aquí igual que
yo. Jamas podras irte de aquí.
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li
leo
LOS PRIMEROS DÍAS fueron horribles.
Leo dormía en una cama de hecha de trozos de tela bajo las estrellas. Hacía frío por la noche,
incluso en la playa en el verano, por lo que quemo los restos de la mesa de comedor de
Calipso.
Eso le subió el ánimo un poco.
Mientras era de día, caminaba alrededor de la isla y no encontraba nada interesante, a menos
de que te gusten las playas interminables con mar en todas las direcciones. Trató de enviar un
mensaje Iris usando la brisa del mar, pero no tuvo suerte. Él no tenía dracmas para dar de
ofrenda, y al parecer la diosa Iris no estaba interesada en tuercas y tornillos.
Él ni siquiera soñaba, lo cual era inusual para él o para cualquier semidiós, por lo que no tenía
idea de lo que estaba sucediendo en el mundo exterior. ¿Sus amigos se habían librado de
Quíone? ¿Fueron en busca de él, o estarían navegado a Epiro para completar la misión?
Ni siquiera estaba seguro de qué era lo que debía creer.
El sueño que había tenido en el Argo II finalmente tenía sentido para él, cuando la malvada
hechicera le había dicho que saltara de un acantilado hacia las nubes o descendiera en un
oscuro túnel donde voces fantasmales le hablaban. Ese túnel debió haber representado la Casa
de Hades, que Leo nunca llegaría a ver ahora.
Había tomado el acantilado; cayendo a través de la el cielo a esta estúpida isla. Pero en el
sueño, a Leo le habían dado una opción. En la vida real, no tenía ninguna. Quíone simplemente
lo había arrancado de su barco y lo disparó en órbita. Totalmente injusto.
¿La peor parte de estar atrapado aquí? Estaba empezando a perder la cuenta de los días. Se
despertó una vez por la mañana y no podía recordar si había estado en Ogigia por tres noches
o cuatro. Calipso no era de mucha ayuda. Leo la encontró en el jardín, pero ella negó con la
cabeza- “El tiempo es complicado de medir en esta isla.”
Maravilloso. Por lo que Leo pensaba, un siglo podría que haber pasado en el mundo real, y la
guerra con Gea ya habría terminado para bien o para mal. O tal vez sólo había estado en Ogigia
durante cinco minutos. Toda su vida podría pasar aquí en el tiempo en que llevó a sus amigos
sobre el Argo II desayunar. De cualquier manera, tenía que escapar de esta isla.
Calipso se apiadó de él de alguna manera. Envió a sus sirvientes invisibles para dejar platos de
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estofado y cálices de limonada en el borde del jardín. Ella incluso le envió unos nuevos
conjuntos de ropa, simples pantalones de algodón y las camisetas que ella debe haber hecho
en su telar. Le encajan tan bien, que Leo se preguntó como había conseguido sus medidas. Tal
vez ella utilizó su patrón para “Niños Flacuchos”.
De todos modos, se alegró de tener ropa nueva, ya que sus antiguas eran bastante malolientes
y quemadas. Por lo general, Leo podía evitar quemar su ropa cuando utilizaba el fuego, con
bastante poder de concentración. A veces en el Campamento Mestizo, si él no estaba
pensando en ello, podía estar trabajando en algún proyecto de metal dentro de la forja
caliente, mirar hacia abajo, y darse cuenta de sus ropas estaban quemadas, a excepción de su
cinturón de herramientas magico y un par de boxers humeantes. Algo embarazoso.
A pesar de los regalos, Calipso, obviamente, no quería verlo. Una vez que asomó la cabeza
dentro de la cueva, ella se asustó gritando y arrojando ollas en la cabeza. Sí, ella estaba sin
duda en el equipo Leo.
Terminó construyendo un campamento más permanente cerca de la acera, donde las colinas
se encontraban con la playa. De esta manera estaba lo suficientemente cerca para recoger a
sus comidas, pero Calipso no tenia porque verlo y entrar en un ataque de rabia con
lanzamiento de ollas incluido.
Se hizo un cobertizo con palos y telas. Construyo también una fogata como la del
Campamento. Incluso logró construirse un banco y una mesa de trabajo con algunos trozos de
madera y ramas de cedro secas.
Pasó horas arreglando la esfera de Arquímedes limpiando y reparando sus circuitos. Se hizo
una brújula, pero la aguja giraría como loca todo el tiempo no importa cuanto intentara que
no. Leo supuso un GPS habría sido inútil también. Esta isla fue diseñada para estar fuera de los
mapas, imposible de dejar.
Recordó el viejo astrolabio de bronce que había recogido en Boloña, la que los enanos le
dijeron que Odiseo había hecho. Tenía a unas sospechas de que Odiseo había estado pensando
en esta isla cuando lo construyó, pero por desgracia Leo lo había dejado de nuevo en el barco
con Buford la Mesa Maravillosa. Además, los enanos le habían dicho que el astrolabio no
funcionaba. Algo acerca de un cristal que faltaba…
Se dirigió a la playa, preguntándose por qué Quíone lo había enviado aquí, si es que su
aterrizaje aquí no fue un accidente. ¿Por qué no matarlo en su lugar? Tal vez Quíone quería
que estuviera en el limbo para siempre. Tal vez ella sabía que los dioses estaban demasiado
incapacitados para prestar atención a Ogigia, y así la magia de la isla estaba rota. Esa podría ser
la razón por la que Calipso estaba todavía atrapada aquí, y por qué la balsa mágica no se había
presentado a Leo.
O tal vez la magia de este lugar estaba trabajando muy bien. Los dioses castigaron a Calipso
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enviándole brillantes tipos valientes que se fueron tan pronto como se enamoró de ellos. Tal
vez ese era el problema. Calipso nunca se enamoraría de Leo. Ella quería que se fuera.
Así que se estarían atrapados en un círculo vicioso. Si ese era el plan de Quíone… wow. Chica
astuta de las Grandes Ligas.
Entonces, una mañana hizo un descubrimiento, y las cosas se enredaron un más.
Leo estaba caminando en las montañas, detrás de un pequeño arroyo que corría entre dos
grandes árboles de cedro. Le gustaba esta zona, era el único lugar en Ogigia donde no podía
ver el mar, por lo que podría fingir que no estaba atrapado en la isla. A la sombra de los
árboles, se sentía casi como si estuviera de vuelta en el Campamento Mestizo, en dirección por
el bosque hacia Bunker Nueve.
Saltó sobre el arroyo. En lugar de aterrizar en la tierra suave, sus pies tocaron algo mucho más
solido.
¡CLANG!
Metal.
Emocionado, Leo escarbo en el lodo hasta que vio el destello de bronce.
-Oh, hombre.- Él se río como un loco mientras excavaba los restos.
No tenía ni idea de por qué las cosas estaba aquí. Hefesto estaba siempre lanzando piezas
rotas de su taller divino y llenando la tierra con chatarra, pero ¿Cuáles eran las probabilidades
de que algunos de ellos podrían golpear Ogigia?
Leo encontró un puñado de cables, unos pocos engranajes doblados, un pistón que aún podría
funcionar, y varias láminas forjadas de bronce Celestial, el más pequeño era del tamaño de un
posavasos, el más grande el tamaño de un escudo de guerra.
No era mucho, y muy poco en comparación con Bunker Nueve, o incluso para sus suministros a
bordo del Argo II. Pero era más que la arena y las rocas. Levantó la vista hacia la luz del sol a
través de las ramas de cedro.
-¿Papá? Si enviaste esto aquí para mí, gracias. Si no… Bueno, gracias de todos modos.
Recogió su tesoro y lo llevó de vuelta a su campamento. Después de eso, los días pasaban más
rápidamente, y fueron mucho más ruidosos.
Primero Leo armo una forja de ladrillos de barro, cocidos cada uno con sus propias manos. Se
encontró una gran piedra que pudo utilizar como base de yunque, y sacó clavos de su cinturón
de herramientas hasta que tuvo suficiente para fundirse en una placa para una superficie
donde trabajar.
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Una vez hecho esto, comenzó a trabajar y forjar los trozos de bronce Celestial. Cada día su
martillo resonaba en el bronce hasta su yunque rocoso se rompía, o las tenazas dobladas o que
se quedaba sin leña.
Cada noche se desplomó, bañado en sudor y cubierto de hollín, pero él se sentía genial. Por lo
menos él estaba trabajando, tratando de resolver su problema.
La primera vez Calipso fue a verlo, fue a quejarse del ruido.
-El humo y el fuego -dijo. -Estruendo del golpeteo del metal todo el día. ¡Estás asustando a los
pájaros!
- Oh, no, no los pájaros- Gruñó Leo.
-¿Qué esperas construir?
Levantó la vista y casi aplasto su pulgar con el martillo. Él había estado mirando el metal y el
fuego tanto tiempo que había olvidado que tan bella Calipso era. Molestosamente hermosa.
Se quedó allí con la luz del sol en el pelo, la falda blanca revoloteando alrededor de sus
piernas, tenía una cesta de uvas y pan recién horneado bajo el brazo.
Leo trató de ignorar el ruido de su estómago.
-Tengo la esperanza de salir de esta isla- dijo -Eso es lo que quieres, ¿no?
Calipso frunció el ceño. Dejó la cesta cerca de su saco de dormir.
-No has comido en dos días. Tómate un descanso y come.
-¿Dos días?- Leo ni siquiera lo había notado, lo que le sorprendió, ya que a él le gustaba la
comida.
Él se sorprendió aún más de que Calipso lo hubiera notado.
-Gracias- murmuró- Yo, uh, trataré de martillar un poco más silencioso.
- Eh- Parecía no importarle.
Después de eso, ella no se quejó del ruido o el humo. La próxima vez que lo visitó, Leo estaba
poniendo los toques finales a su primer proyecto. Él no la vio hasta que ella habló justo detrás
de él.
-Te he traído…- Leo saltó, dejando soltando los cables.
-¡Toros de bronce, chica! ¡No te acerques sigilosamente a mí de esa manera!
Llevaba ropa roja hoy, el color favorito de Leo. Eso era completamente irrelevante. Ella se veía
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muy bien en rojo. También irrelevante.
-Yo no estaba espiándote- dijo- Solo quería darte esto.
Le mostró las ropas que estaban dobladas sobre su brazo: un nuevo par de jeans, una camiseta
blanca, una chaqueta del ejército… espera, esas eran sus ropas, salvo que no podría ser. Su
chaqueta militar original se había quemado hace unos meses. No había sido la que llevaba
cuando él aterrizó en Ogigia. Pero la ropa de Calipso era exactamente como la ropa que había
usado el primer día que había llegado al Campamento Mestizo, excepto que éstos parecían
más grandes, cambiando de tamaño para adaptarse a su nuevo yo.
-¿Cómo?- Se preguntó.
Calipso puso la ropa a sus pies, retrocedió como si fuera una bestia peligrosa.
-Tengo un poco de magia, tú sabes. Siempre quemas la ropa que te doy, así que pensé que
tejería algo menos inflamable.
-¿Esto no se va a quemar? - Cogió los jeans, pero se sentían como mezclilla normal.
- Son completamente incombustible- Calipso prometió- Se quedarán limpios y se expanden
para cambiar de tamaño, por si alguna vez te vuelves menos escuálido.
-Gracias- Quería decir para que sonara sarcástico, pero estaba sinceramente impresionado.
Leo podía hacer un montón de cosas, pero un cambio de ropa incombustible de auto-limpieza
no era uno de ellos.
-Así que… hiciste una réplica exacta de mis ropas favoritas. ¿Cómo lo sabías, lo buscaste en
Google o algo así?
Ella frunció el ceño- No conozco esa palabra.
-Tú me investigaste- dijo - Casi como si estuvieras preocupada por mí.
Arrugó la nariz- Tengo un interés en no hacer que un nuevo conjunto de ropa cada día. Tengo
un interés en que no huelas tan mal y camines alrededor de mi isla en harapos quemados.
-Oh, sí.- Sonrió Leo.- realmente haces que me sienta un tipo ardiente
Su cara se puso aún más roja - ¡Tú eres la persona más insoportable que he conocido! Yo sólo
te devolví un favor. Arreglaste mi fuente.
-¿Qué?-Rió Leo. El problema había sido tan simple, que casi se había lo había olvidado. Uno de
los sátiros de bronce había conseguido ponerse de lado y la presión del aguase desviaba, por lo
que comenzó a hacer un sonido tic-tac molesto, balanceándose arriba y abajo, y arrojando
agua por encima del borde de la piscina. Se había puesto un par de herramientas y lo arregló
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en alrededor de dos minutos- Eso no fue un gran problema. No me gusta cuando las cosas no
funcionan bien.
- ¿Y las cortinas a través de la entrada a la cueva?
-La vara no estaba nivelada.
-¿Y mis herramientas de jardinería?
-Mira, sólo afile las tijeras. Cortar vides con una cuchilla sin filo es peligroso. Y los podadores
necesitan estar bien lubricados en las bisagras, y…
-Oh, sí- dijo Calipso, en una bonita buena imitación de su voz- Realmente haces que me sienta
un tipo ardiente
Por una vez, Leo se quedó sin habla. Los ojos de Calipso brillaban. Sabía que se estaba
burlando de él, pero de alguna manera no se sentía mal.
Señaló a su mesa de trabajo. -¿Qué estás construyendo?
-Oh - Miró el espejo de bronce, que acababa de terminar por conectar a la Esfera de
Arquímedes. En la pantalla de la superficie pulida, su propio reflejo lo sorprendió. Su pelo
había crecido más y estaba más rizado. Su rostro era delgado y más cincelado, tal vez porque
no había comido. Su ojos eran oscuros y un poco feroz cuando no estaba sonriendo, una
especie de mirada tipo Tarzán, si Tarzán venia en la versión latina miniatura. Él no podía culpar
a Calipso por alejarse de él.
-Uh, es un dispositivo para ver- dijo.- Nosotros encontramos uno como este en Roma, en el
taller de Arquímedes. Si puedo hacer que funcione, tal vez podría saber lo que está pasando
con mis amigos.
Calipso negó con la cabeza.- Eso es imposible. Esta isla está oculta, separado de el mundo con
magia poderosa. El tiempo no fluye igual aquí.
-Bueno, tienes que tener algún tipo de contacto con el exterior ¿Cómo te enteraste de que yo
solía llevar una chaqueta del ejército?
Se retorció el pelo como si la pregunta la hiciera sentir incómoda – Ver el pasado es magia
simple.
Ver el presente o en el futuro no lo es.
-Sí, bueno- dijo Leo. - Mira y aprende, querida. Acabo de conectar estos dos últimos cables,
y…- La placa de bronce chispeó. El humo salía de la esfera. Un destello de fuego corrió por la
manga de Leo. Se quitó la camisa, la tiró hacia abajo, y la pisoteó.
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Se dio cuenta de Calipso estaba tratando de no reír, pero ella estaba temblando por el
esfuerzo.
-Ni una palabra- advirtió Leo. Echó un vistazo a su pecho desnudo, que era sudoroso, huesudo,
y surcado de cicatrices antiguas de los accidentes en creaciones de armas.
-No vale la pena comentar- ella le aseguró- Si quieres que el dispositivo funcione, tal vez
podrías probar una invocación musical.
-Correcto- dijo- Cada vez que un motor funciona mal, me gusta bailar tap alrededor. Siempre
funciona.
Ella respiró hondo y comenzó a cantar. Su voz lo golpeó como una brisa fresca, como ese
primer frente frío en Texas, cuando el calor de verano finalmente se rompe y empiezas a creer
que las cosas podrían mejorar. Leo no podía entender las palabras, pero la canción era
quejumbrosa y agridulce, como si estuviera describiendo un hogar que nunca podría volver.
Su canto tenía magia, sin duda. Pero no era como la voz de Medea que te atrapaba en un tipo
de trance, o incluso no se parecía al hechizo de voz de Piper. La música no quería nada de él.
Simplemente le hizo recordar sus mejores momentos, construyendo cosas con su mamá en su
taller, sentados en el sol con sus amigos en el campamento. Lo hizo echar de menos su casa.
Calipso dejó de cantar. Leo dio cuenta de que estaba mirando como un idiota.
-¿Ha habido suerte?- Preguntó ella.
-Uh… - Obligó a sus ojos a mirar al espejo de bronce.- Nada. Espera…
La pantalla brillaba. En el aire por encima de ella, imágenes holográficas brillaban a la vida.
Leo reconoció a los campistas en el Campamento Mestizo. No se oía nada, pero Clarisse LaRue
desde la cabina de Ares estaba gritando órdenes a los campistas, los formaba en líneas. Los
hermanos de Leo de la Cabaña Nueve corrieron alrededor, todos preparados con armaduras y
pasándose armas.
Incluso Quirón el centauro se vistió para guerra. Él corrió arriba y abajo de las filas, su casco de
plumas relucientes, sus piernas adornados en rodilleras de bronce. Su habitual sonrisa había
desaparecido, reemplazado por una expresión de sombría determinación. A lo lejos, trirremes
griegas flotaron en el estrecho de Long Island, preparado para la guerra.
A lo largo de las colinas, catapultas estaban siendopreparadas. Sátiros patrullaban los campos,
y los jinetes de pegasos sobrevolaban la zona, atentos a los ataques aéreos.
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-¿Tus amigos?- preguntó Calipso.
Leo asintió. Su cara se sentía entumecida.- Se están preparando para la guerra.
- ¿Contra quién?
-Mira- dijo Leo.
La escena cambió. Una falange de semidioses romanos marchó a través de un viñedo bañado
con la luz de luna. Una señal luminosa en la distancia leía: BODEGA GOLDSMITH.
-He visto esa señal antes- dijo Leo.-Eso no es muy lejos de Campamento Mestizo.
De pronto las filas romanas se deterioraron en el caos. Semidioses dispersos. Escudos cayeron.
Jabalinas fueron disparadas violentamente, como si todo el grupo había sido atacado por
hormigas de fuego.
Lanzándose a través de la luz de la luna, dos pequeñas formas peludas vestidos con retazos de
ropa y sombreros llamativos. Aparecían de todas partes a la vez, romanos fueron golpeados
en la cabeza, les robaron las armas, les cortaron el cinturón y los pantalones cayeron en torno
a sus tobillos.
Leo no pudo evitar sonreír- ¡Los hermosos pequeños alborotadores! Mantuvieron su promesa.
Calipso se inclinó, mirando los Cercopes.
-¿Primos tuyos?
-Ja, ja, ja… no- dijo Leo.- Un par de enanos que conocí en Boloña. Los envié a molestar a los
romanos, y lo están haciendo.
-Pero ¿Por cuánto tiempo?- Preguntó Calipso.
Buena pregunta. La escena cambió de nuevo. Leo vio a Octavian, ese maldito rubio
espantapájaros de augur. Se puso de pie en el estacionamiento de una estación de gas,
rodeado por camionetas todo terreno negras y semidioses romanos. Levantó un palo largo
envuelto en tela. Cuando lo descubrió, un águila de oro brillaba en lo alto.
- Oh, eso no es bueno- dijo Leo.
-Un estandarte romano - señaló Calipso.
-Sí. Y éste dispara rayos, según Percy.
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Tan pronto como pronunció el nombre de Percy, Leo lo lamentó por ella. Echó un vistazo a
Calipso. Podía ver en sus ojos lo mucho que se esforzaba, tratando de reunir sus emociones en
limpias filas ordenadas como hebras en su telar. Lo que más sorprendió a Leo fue la ira que
sintió. No era sólo la molestia o los celos. Él estaba enojado con Percy por herir a esta chica.
Se volteo para mirar de nuevo en las imágenes holográficas. Ahora veía un solo jinete, Reyna,
la praetor del Campamento Júpiter, volando a través de una tormenta en un Pegaso de color
marrón claro. El pelo oscuro de Reyna voló con el viento. Su capa púrpura ondeaba, revelando
el brillo de su armadura. Ella estaba sangrando de cortes en los brazos y la cara.
Los ojos de su Pegaso se veían salvajes, con la boca cansada de volar a toda velocidad; pero
Reyna miró fijamente hacia adelante en la tormenta. Mientras Leo miraba, un grifo salvaje se
zambulló fuera de las nubes. Pasó sus garras a través de las costillas del caballo, casi tirando
Reyna. Ella sacó su espada y cortó al monstruo hacia abajo. Segundos más tarde, aparecieron
tres espíritus del viento haciendo oscuros remolinos de aire como tornados en miniatura
unidos por un rayo.
Reyna les ataco, gritando desafiante.
A continuación, el espejo de bronce quedó a oscuras.
-¡No! -Gritó Leo.- No, ahora no. ¡Muéstrame lo que pasa!- Golpeó el espejo.- Calipso, ¿Puedes
cantar de nuevo o algo así?
Ella lo miró.- Supongo que esa es tu novia, ¿Tu Penélope? ¿Tu Elizabeth? ¿Tu Annabeth?
- ¿Qué? - Leo no pudo descifrar a esta chica. La mitad de las cosas que ella dijo no tenía ningún
sentido.-Esa es Reyna. ¡Ella no es mi novia! ¡Yo necesito ver más! Necesito…
NECESITO, una voz retumbó en el suelo bajo sus pies. Leo se tambaleó, de repente sintió que
él estaba de pie en la superficie de un trampolín. Necesito es una palabra usada en exceso. Un
remolino de figura humana surgió de la arena, la diosa más odiada de Leo, la señora de barro,
la Princesa de lodos de escusado, Gea en persona.
Leo lanzó un par de alicates en ella. Desafortunadamente ella no era sólida, y pasaron a través.
Sus ojos estaban cerrados, pero no parecía dormida, exactamente. Tenía una sonrisa
endiablada en su cara de polvo, como si estuviera intensamente escuchando su canción
favorita. Sus ropas de arena cambiaron doblandose recordando a Leo las aletas onduladas
sobre ese estúpido monstruo Camaronzilla con el que había luchado en el Atlántico. Para su
mala suerte, sin embargo, Gea era fea.
¿Quieres vivir?- dijo Gea. ¿Quieres unirte a sus amigos? Pero no es necesario eso, mi pobre
muchacho. No habría ninguna diferencia. Tus amigos se mueren, no importa lo que hagas.
Las piernas de Leo se sacudieron. Odiaba el sentimiento, pero cada vez que se encontraba con
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esta bruja, se sentía como si regresara a los ocho años otra vez, atrapado en el vestíbulo del
taller mecánico de su madre, escuchando la voz tranquila y maligna de Gea, mientras que su
madre estaba encerrada en el almacén en llamas, muriendo por el calor y el humo.
-Lo que no necesito- gruñó- son más mentiras tuyas, Cara de tierra. Me dijiste que mi
bisabuelo murió en la década de 1960. ¡Mal! Dijiste que no podía salvar a mis amigos en Roma.
¡Otra vez mal! Me dijiste un montón de cosas.
La risa de Gea fue un sonido suave en susurro, como grava rodando colina abajo antes de una
avalancha.
Traté de ayudarte a tomar mejores decisiones. Te podría haber salvado. Pero me desafiaste a
cada paso. Construiste tu barco. Te uniste a esa búsqueda tonta. Ahora ya estás atrapado aquí,
indefenso, mientras que el mundo mortal muere.
Las manos de Leo estallaron en llamas. Quería derretir la cara de arena de Gea en vidrio. Luego
sintió la mano de Calipso en el hombro.
-Gea- Su voz era severa y constante.- Tú no eres bienvenida.
Leo deseaba poder sonar lo más seguro como Calipso. Entonces recordó que esta molesta
chica de quince años de edad, era en realidad la hija inmortal de un Titán.
Ah, Calipso- Gea levantó los brazos como si fuera a dar un abrazo.- Todavía aquí, veo, a pesar
de la promesa de los dioses. ¿Por qué crees que eso pasó, mi querida nieta? ¿Están siendo
rencorosos los olímpicos, dejándole con ninguna compañía excepto este pequeño iluso? ¿O es
que simplemente has olvidado, que tú no vales su tiempo?
Calipso miró directamente a través de la cara de remolino de Gea, hasta llegar al horizonte.
Sí- Gea murmuró con simpatía- No se puede confiar en los olímpicos. Ellos no dan segundas
oportunidades. ¿Por qué te resistes con esperanza? Apoyaste a tu padre, Atlas, en la gran
guerra. Sabes que los dioses deben ser destruidos. ¿Por qué dudas ahora? Yo te ofrezco la
posibilidad de que Zeus nunca te daría.
-¿Dónde estuviste estos últimos tres mil años?- preguntó Calipso – Si estás tan preocupada por
mi destino, ¿Por qué me visitas sólo ahora?
Gea volvió a sus manos.- La tierra tarda en ser despertada. La guerra viene en su propio
tiempo. Pero no creas que vas a ser pasada por alto. Al rehacer el mundo, esta prisión será
destruida también.
-¿Ogigia destruida? - Calipso sacudió la cabeza, como si no pudiera imaginar esas dos palabras
263
juntas.
No tienes que estar aquí cuando eso suceda- Gaea prometió. Únete a mí ahora. Mata a este
muchacho. Derrama su sangre sobre la tierra, y ayúdame a despertar. Yo te liberaré y otorgaré
cualquier deseo. Libertad, venganza contra los dioses. Incluso un premio. ¿Tendrías el
semidiós Percy Jackson? Lo guardaré por ti. Yo lo resucitaré en el Tártaro. Él será tuyo para
castigarlo o darle amor, tú eliges. Sólo mata a este chico estúpido. Muestra tu lealtad.
Varios escenarios pasaron por la cabeza de Leo, ninguno de ellos bueno. Estaba seguro de
que
Calipso podría estrangularlo en el acto, u ordenar a sus sirvientes de viento invisible para
picarlo en un puré de Leo. ¿Por qué no iba a hacerlo? Gea estaba ofreciéndole el mejor
trato ¡mata a un chico molesto, consigue uno guapo gratis!
Calipso puso la mano en dirección a Gea en unos tres dedos, Leo reconoció el gesto del
Campamento Mestizo: la señal en griego antiguo contra el mal.
- Esto no es sólo mi prisión, abuela. Es mi casa. Y tú eres la intrusa.
El viento arrancó Gea en la nada, esparciendo la arena en el cielo azul.
Leo tragó. -Uh, no lo tomes a mal, pero es que no me mataste. ¿Estás loca?
Los ojos de Calipso ardían de ira, pero por una vez Leo no creía que el enojo era dirigido a él.
- Tus amigos te deben necesitar, o bien Gea no hubiera pedido tu muerte.
-Yo, uh, sí. Supongo.
-Entonces, tenemos trabajo que hacer- dijo. -Tenemos que llevarle de vuelta a tu barco.
264
lii
leo
Leo pensó que había estado ocupado antes. Cuando Calipso ponía su mente en algo, se volvía
una máquina. En un día, había reunido suficiente suministros para un viaje de una semana de
comida, frascos de agua, las hierbas medicinales de su jardín. Ella tejió una vela lo
suficientemente grande para un pequeño yate e hizo suficiente cuerda para todos los aparejos.
Ella tenía ya mucho hecho para el segundo día así que le preguntó a Leo si necesitaba alguna
ayuda con su propio proyecto. Él levantó la vista del tablero de circuito que poco a poco se
unían.
-Si yo no supiera mejor, pensaría que estabas ansiosa por deshacerte de mí.
-Esa es una ventaja- admitió. Ella estaba vestida para el trabajo con un par de jeansy una sucia
camiseta blanca. Cuando él le preguntó que sobre el cambio de ropa, ella dijo que se había
dado cuenta de lo prácticas que eran estas prendas después de hacer un poco para Leo.
En los jeans azules, ella no parecía mucho como una diosa. Su camiseta estaba cubierta de
pasto y manchas de suciedad, como si acabara de correr a través de un remolino de Gea. Sus
pies estaban desnudos. Su pelo canela tostada estaba atado, lo que hizo que sus ojos
almendrados parecieran aún más grande y más sorprendentes. Tenía las manos callosas y con
ampollas por trabajar con una cuerda.
Mirándola, Leo sintió un tirón en su estómago que no podía explicarlo.
-¿Entonces?-Ella solicitó.
-Entonces… ¿Qué?
Ella asintió con la cabeza en el circuito.- Entonces ¿Puedo ayudar? ¿Cómo se hace?
-Oh, uh, estoy bien aquí. Supongo. Si puedo conectar esta cosa al barco, debería de ser capaz
de navegar de regreso al mundo exterior.
-Ahora todo lo que necesitas es un barco.- Trató de leer su expresión. Él no estaba seguro de si
estaba molesta de que él estuviera todavía allí, o melancólica que ella no se iba también.
Luego miró a todos los suministros que había apilados, bastan para dos personas para varios
días.-Lo que Gea dijo… -Vaciló -Sobre que salgas de esta isla. ¿Quieres intentarlo?
Ella frunció el ceño.- ¿Qué quieres decir?
265
-Bueno… No estoy diciendo que sería divertido teniéndote todo el camino, siempre
quejándose y mirándome y esas cosas. Pero supongo que podría soportarlo, si quieres
intentar.
Su expresión se suavizó un poco.
-¡Qué noble!- murmuró.- Pero no, Leo. Si tratara de venir contigo, tu pequeña posibilidad de
escapar sería ninguna oportunidad en absoluto. Los dioses han colocado antigua magia en esta
isla para mantenerme aquí. Un héroe puede salir. Yo no puedo. Lo más importante es
conseguir que te liberes para que puedas derrotar a Gea. No es que me importe lo que te
pase- añadió rápidamente-. Sin embargo, el destino del mundo está en juego.
-¿Por qué preocuparse por eso? - le preguntó.- Quiero decir, ¿Después de estar lejos del
mundo durante tanto tiempo?
Ella arqueó las cejas, como si le sorprendiera que hubiera hecho una pregunta razonableSupongo que no me gusta que me digan qué hacer, por Gea o cualquier otra persona. Por
mucho que odie a los dioses, a veces, en los últimos tres milenios he llegado a ver que son
mejores que los Titanes.
Ellos son sin duda mejor que los gigantes. Al menos, los dioses se mantuvieron en contacto.
Hermes siempre ha sido amable conmigo. Y tu padre, Hefesto, a menudo me ha visitado. Él es
una buena persona.
Leo no estaba seguro de qué hacer con su tono distante. Casi sonaba como si estaba pensando
su valor, no su padre. Calipso alargó la mano y cerró su boca. No se había dado cuenta de que
estaba abierta.
-Ahora- dijo Calipso- ¿Cómo puedo ayudar?
-Oh - Él miró a su proyecto, pero cuando hablaba, le llego una idea que había estado formando
desde que Calipso hizo su ropa nueva. -¿Conoces esa tela a prueba de fuego? ¿Crees que
podrías hacerme una pequeña bolsa de esa tela?
Describió las dimensiones. Calipso agitó la mano con impaciencia- Eso sólo me tomara unos
minutos. ¿Te ayudará en tu búsqueda?
-Sí. Podría salvar una vida. Y, um, ¿Podría sacar una pequeña pieza de cristal de tu cueva? Yo
no necesito mucho.
Ella frunció el ceño. -Esa es una petición extraña.
-Sorpréndeme.
- Muy bien. Dalo por hecho. Voy a hacer la bolsa a prueba de fuego esta noche en el telar,
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cuando me haya limpiado. Pero ¿qué puedo hacer ahora, mientras mis manos están sucias?
Alzó las manos callosas, los dedos sucios. Leo no podía dejar de pensar que no había nada más
sexy que una chica que no le importaba llevar las manos sucias. Pero por supuesto, eso fue
sólo un comentario general. No se aplicaba a Calipso. Obviamente.
-Bueno-dijo- Podrías podría torcer algunas láminas de más de bronce. Pero eso es algo más
avanzado…
Empujó a su lado en el banco y comenzó a trabajar, con las manos trenzando el cableado de
bronce más rápido de lo él podía hacerlo.
-Al igual que el tejido- dijo- Esto no es tan duro.
-Eh- dijo Leo.- Bueno, si alguna vez sales de esta isla y quieres un trabajo, házmelo saber. No
eres una completa inutil.
Ella sonrió - Un trabajo, ¿eh? ¿Hacer las cosas en la fragua?
-No, podríamos comenzar nuestra propia tienda- Leo dijo, sorprendiéndose a sí mismo. Iniciar
una tienda de máquinas siempre había sido uno de sus sueños, pero él nunca le había dicho a
nadie. ‘Garaje de Leo y Calipso: Taller de reparación de autos y monstruos mecánicos.
-Las frutas y verduras frescas- Calipso ofreció.
-Limonada y estofado- agregó Leo.- Podríamos incluso proporcionar entretenimiento. Podrías
cantar y yo podría, prenderme en llamas.
Calipso se echó a reír, un sonido claro, feliz que hizo que el corazón de Leo fuera en brincar un
latido.
- ¿Te fijaste?- dijo- Soy gracioso.
Se las arregló para acabar con su sonrisa.
-Tú no eres gracioso. Ahora, vuelve al trabajo, o no habrá limonada y estofado.
-Sí, señora - dijo. Trabajando en silencio, lado a lado, por el resto de la tarde.
Dos noches más tarde, la consola de navegacion estaba acabada.
Leo y Calipso se sentaron en la playa, cerca del lugar donde Leo había destruido la mesa de
comedor y comieron una cena de picnic juntos. La luna llena hacia las olas del mar de color
plata. Su fogata envió chispas anaranjadas al cielo. Calipso llevaba una camisa blanca fresca y
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sus jeans, parecía que le había gustado el cambio de look. Detrás de ellos, en las dunas, los
suministros estaban cuidadosamente amarrados y listos para ir.
-Todo lo que necesitamos ahora es un barco- Calipso dijo
Leo asintió. Trató de no pensar en la palabra ‘nosotros’. Calipso había dejado claro que no iba.
-Puedo empezar a cortar madera en tablas mañana- dijo Leo.- En unos días, tendremos
suficiente para un pequeño casco.
-Has hecho una nave antes- recordó Calipso - Tu Argo II.
Leo asintió. Pensó en todos los meses que había pasado en la creación del Argo II. De alguna
manera, haciendo un bote para navegar desde Ogygia parecía una tarea más desalentadora.
-¿Cuánto tiempo queda hasta que puedas navegar? el tono de Calipso era ligero, pero no miró
a los ojos.
-Uh, no estoy seguro. ¿Otra semana?- Por alguna razón, diciendo eso Leo se sintió menos
agitado.
Cuando había llegado hasta allí, no podía esperar a salir. Ahora, él se alegraba de tener unos
cuantos días más. Raro.
Calipso se pasó los dedos por la completa placa de circuito- Esto tomó mucho tiempo para
hacerlo.
-No se puede precipitar la perfección.
Una sonrisa asomó en el borde de la boca.- Sí, pero ¿funcionará?
-Al salir, no hay problema - dijo Leo.- Pero para volver necesitaré a Festus y…
- ¿Qué? –dijo ella
Leo parpadeó - Festus. Mi dragón de bronce. Una vez que descubra cómo reconstruirlo, voy a…
-Tú me hablaste de Festus – dijo Calipso- Pero ¿qué quiere decir ‘volver’?
Leo sonrió nerviosamente. - Bueno… para volver aquí. Estoy seguro de que dije eso.
-Definitivamente no lo hiciste.
-¡Yo no voy a dejarte aquí! ¿Después de me ayudaste y todo? Por supuesto que voy a regresar.
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Una vez que vuelva a construir a Festus, será capaz de manejar un sistema de guía mejorado.
Hay un astrolabio que yo, uh… – Se detuvo, decidiendo que era mejor no decir que había sido
construido por uno de enamorados de Calipso-… Que encontré en Boloña. De todos modos,
pienso que con este cristal que me diste…
-No se puede regresar- insistió Calipso.
El corazón de Leo se atascó. -¿Porque no soy bienvenido?
-Debido a que no se puede. Es imposible. Ningún hombre se encuentra Ogygia dos veces. Esa
es la regla.
Leo rodó los ojos. “Sí, bueno, tal vez has notado que no soy bueno siguiendo reglas. Voy a
volver aquí con mi dragón, y vamos a sacarte. Te voy a llevar a donde quieras ir. Es lo justo.
-Justo…- La voz de Calipso era apenas audible.
A la luz del fuego, sus ojos se veían tan tristes, Leo no pudo soportarlo. ¿Pensaba que estaba
mintiendo para hacerla sentir mejor? Él consideró un hecho que regresaria y la liberaria de
esta isla. ¿Cómo no podría?
- ¿Realmente crees que no podría empezar el “Taller de Leo y Calipso, auto reparación, sin
Calipso?-le preguntó - No puedo hacer limonada y guisado, y estoy seguro de que no puedo
cantar.- Se quedó mirando la arena- Bueno, de todos modos, mañana voy a comenzar en la
madera. Y en pocos días…
Miró por encima del agua. Algo estaba flotando sobre las olas. Leo vio con incredulidad como
una gran balsa de madera estaba flotando en la marea y se deslizó hasta detenerse en la playa.
Leo estaba demasiado aturdido para moverse, pero Calipso se puso en pie.
-¡Date prisa!- Ella corrió por la playa, cogió unas bolsas de suministro, y los puso en la balsa.¡No sé cuánto tiempo va a estar!
- Pero… -Leo se levantó. Sentía las piernas como si se habían convertido en roca. Él sólo se
había convencido a sí mismo de que tenía una semana en Ogygia. Ahora no tenía tiempo para
terminar la cena. -¿Eso es la balsa mágica?
-¡Si! -Gritó Calipso- Puede funcionar como se supone que debe y te lleve donde quieras ir. Pero
no podemos estar seguros. La magia de la isla está obviamente inestable. Debes armar el
dispositivo de orientación para navegar.
Ella cogió la consola y corrió hacia la balsa, lo que hizo que Leo se moviera. Él la ayudó a
sujetarlo a la balsa y conectar cables al pequeño timón. La balsa estaba ya equipada con un
mástil, así que Leo y Calipso arrastraron su vela a bordo y comenzaron en el aparejo.
269
Trabajaron juntos en perfecta armonía. Incluso entre los campistas de Hefesto, Leo nunca
había trabajado con alguien tan intuitivo como esta chica jardinera inmortal. En un momento,
tenía la vela en su lugar y todos los suministros a bordo. Leo llegó a los botones de la Esfera de
Arquímedes, murmuró una oración a su papá, Hefesto y la consola de bronce Celestial zumbó
a la vida.
El aparejo se tensó. La vela se volvió. La balsa comenzó a raspar contra la arena con esfuerzo
para llegar a las olas.
- Ve- dijo Calipso.
Leo volvió. Estaba tan cerca que no podía soportarlo. Ella olía a canela y humo de leña, y él
pensó que nunca había olido nada que fuera tan bueno.
-La balsa finalmente llegó aquí- dijo.
Calipso bufó. Sus ojos tal vez estaban rojos, pero era difícil saber bajo la luna. -¿Recién lo has
notado?
-Pero si sólo se presenta para chicos con los que te enamoras…
-No tientes a la suerte, Leo Valdez- ella dijo- Todavía te odio.
-Está bien.
- Y no vas a volver aquí- insistió- Así que no me hagas ninguna promesa vacía.
-¿Qué tal una promesa llena?- Dijo- Porque yo definitivamente…
Ella le agarró la cara y tiró de él en un beso, que lo dejo en silencio. A pesar de sus bromas y
coqueteo, Leo nunca besó a una chica. Bueno, picoteos fraternales en la mejilla de Piper, pero
esos no contaban. Este fue un verdadero beso de contacto completo. Si Leo hubiera tenido
engranajes y cables en su cerebro, hubieran hecho un cortocircuito.
Calipso lo empujó.- Esto nunca pasó..
-Está bien- Su voz sonaba una octava mayor de lo habitual.
-¡Fuera de aquí! .
-Está bien.
Se dio la vuelta, secándose los ojos con furia, y salió a la playa, la brisa le había despeinado el
pelo.
Leo quería llamarla, pero la vela era llevada con la fuerza del viento, y la balsa se alejaba de la
270
playa. Luchó para alinear la consola de orientación. Cuando Leo vio atrás, la isla de Ogygia era
una línea oscura en la distancia, la fogata pulsante como un pequeño corazón naranja.
Sus labios todavía le hormigueaban por el beso. Eso no sucedió, se dijo. Yo no puedo estar
enamorado de una niña inmortal. Ella definitivamente no se puede estar enamorada de mí. No
es posible.
Mientras su balsa pasó rozando por encima del agua, llevándolo devuelta al mundo de los
mortales, entendía mejor una línea de la Profecía… un juramento de mantener con un último
aliento. Él entendió lo peligroso que los juramentos podían ser .Pero a Leo no le importaba.
-Volveré por ti, Calipso- Dijo al viento de la noche- Lo juro por el Río Estigio.
271
lii
annabeth
ANNABETH NUNCA HABIA ESTADO ASUSTADA DE LA OSCURIDAD.
Pero normalmente la oscuridad no era de treinta y cinco metros de altura. No tenía alas
negras, un látigo hecho de estrellas y un carro tirado por caballos vampiro.
Nyx era casi demasiado para poder entenderla. Levantándose sobre el abismo era una figura
difusa de ceniza y humo, tan grande como la estatua de Atenea Partenos, pero muy viva. Su
vestido era un vacío negro, mezclado con los colores de una nebulosa del espacio, como si las
galaxias nacieran de su corpiño.
Su rostro era difícil de ver a excepción de los puntitos de sus ojos, que brillaban como los
quásares. Cuando sus alas se batían, ondas de oscuridad rodaban sobre el acantilado, haciendo
sentir a Annabeth pesada y con sueño, escureciéndole la visión.
El carro de la diosa estaba hecho del mismo material que la espada de Nico di Angelo, hierro
Estigio, tirado por dos caballos enormes, completamente negros a excepción de la punta de los
colmillos de plata. Las patas de las bestias flotaban en el abismo, pasando de sólido a humo
mientras se movían.
Los caballos gruñeron y mostraron sus colmillos a Annabeth. La diosa azotó su látigo, una
delgada franja de estrellas como púas de diamantes, y los caballos se echaron hacia atrás.
- No, Sombra, -dijo la diosa-. Abajo, Sombra. Estos pequeños premios no son para
ustedes. (Nota del traductor: En ingles los caballos se llaman Shadow y Shade; siendo dos
tipos de sombra diferentes. Shadow es la producida por un cuerpo de un ser vivo y Shade es
la producida por un objeto inmóvil como una sombrilla. En español no existe una palabra
para llamar a los dos tipos de sombra)
Percy miró a los caballos mientras le relincharon. Él todavía estaba envuelto en la Niebla de la
Muerte, por lo que parecía un cadáver fuera de foco, lo que rompía el corazón de Annabeth
cada vez que lo veía. También, no debe haber sido muy buen camuflaje, ya que Nyx
obviamente podía.
Annabeth no podía ver muy bien la expresión en el rostro de cadáver de Percy. Al parecer, no
le gustaba lo que los caballos estaban diciendo.
- Uh, ¿entonces no dejaras que nos coman? -él preguntó a la diosa-. Ellos realmente quieren
comernos.
Los ojos de quásar de Nyx ardían. -Claro que no. Yo no dejaría que mis caballos se los
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comieran, como tampoco dejaría que Akhlys los mate. Son premios finos, ¡Me mataría a mí
misma!
Annabeth no se sentía particularmente ingeniosa o valiente, pero sus instintos le dijeron que
tomara la iniciativa o esto sería una muy breve conversación.
- ¡Oh, no te mates! –Exclamó- . No somos tan aterradores.
La diosa bajó el látigo. - ¿Qué? No, no me referia a eso…
- ¡Bueno, yo espero que no! -Annabeth miró a Percy y forzó una sonrisa-. No queremos
asustarla, ¿verdad?
- Ja, ja -dijo Percy con voz débil-. No, no lo haríamos.
Los caballos vampiros miraron confundidos. Ellos se alzaron y resoplaron golpeando sus
cabezas oscuras juntas. Nyx tiró de las riendas.
- ¿Saben quién soy yo? -Preguntó.
- Bueno, tú eres la Noche, supongo -dijo Annabeth- . Quiero decir, yo puedo decirlo porque
eres oscura y todo, aunque el folleto no dice mucho de ti.
Los ojos de Nyx se apagaron por un momento. - ¿Qué folleto?
Annabeth palmeó sus bolsillos. - Teníamos uno, ¿no?
Percy se humedeció los labios. - Uh-huh. -Él seguía mirando a los caballos, con la mano
apretada en la empuñadura de su espada, pero fue lo suficientemente inteligente como para
entender el plan de Annabeth. Ahora ella sólo tenía que esperar que no estuviera
empeorando las cosas… aunque, la verdad, no vio cómo las cosas podrían ir peor.
-De todos modos -ella dijo- , Supongo que el folleto no dice mucho, ya que no eres de los
temas destacados de la gira. Llegamos a ver el río Flegetonte, el Cocito, las aras, el claro de
veneno de Akhlys, incluso algunos titanes y gigantes al azar, pero Nyx… hmm, no, no estás en
la sección principal.
- ¿Principal? ¿Destacada?
-Sí -dijo Percy, apoyandola idea-. Vinimos aquí para la gira del Tártaro, como, destinos
exóticos, ¿tú sabes? El Inframundo es anticuado. El Monte Olimpo es una trampa para
turistas…
- ¡Dioses, totalmente! -Acordó Annabeth- . Así que reservamos la excursión al Tártaro, pero
nadie siquiera mencionó que nos encontraríamos con Nyx. Eh. Oh, bueno. Supongo que no
pensaban que fueses importante.
- ¡No soy importante! -Nyx agito su látigo. Sus caballos sacudieron y chasquearon sus colmillos
de plata. Olas de oscuridad salieron del abismo, convirtiendo el interior de Annabeth en
gelatina, pero ella no podía demostrar su miedo.
Ella empujó hacia abajo el brazo de la espada de Percy, obligándole a bajar el arma. Esta era
una diosa más allá de lo que habían enfrentado. Nyx era más antigua que cualquier Olímpico,
Titán o gigante, más vieja incluso que Gea. No podía ser derrotada por dos semidioses, al
menos no dos semidioses usando la fuerza.
273
Annabeth se obligó a mirar a la cara oscura masiva de la diosa.
-Bueno, ¿cuántos otros semidioses han venido a verte en la gira? -Preguntó inocentemente.
La mano de Nyx aflojó las riendas. - Ninguno. Ni uno solo. ¡Esto es inaceptable!
Annabeth se encogió de hombros. - Tal vez es porque no has hecho nada para estar en las
noticias. Quiero decir, ¡puedo entender que Tártaro sea importante! Este lugar lleva su
nombre. O si podríamos conocer a Día…
- Oh, sí, -Percy intervino- ¿Día? Ella sería impresionante. Quiero conocerla totalmente. Tal vez
conseguir su autógrafo.
- Día -Nyx agarró la barandilla de su carro negro. Todo el vehículo se estremeció-. ¿Quieres
decir Hemera? ¡Ella es mi hija! ¡La noche es mucho más poderosa que el día!
- Eh -dijo Annabeth-. Me gustaron las arai, incluso más Akhlys.
- ¡Son mis hijas, también!
Percy ahogó un bostezo. -Tienes un montón de hijos, ¿no?
- ¡Yo soy la madre de todos los terrores! -Exclamó Nyx- . ¡Las propias Parcas! ¡Hécate! ¡Vejez!
¡Dolor! ¡Sueño! ¡Muerte! ¡Y todas las maldiciones! ¡Miren cuan importante soy!
274
liv
annabeth
Nyx azoto de nuevo su latigo. La oscuridad se volvió solida a su alrededor. A ambos lados, un
ejército de sombras apareció — arai de alas oscuras, algo con que Annabeth no estaba
contenta ; un hombre encogido y arrugado que debía ser Geras, el dios de la vejez; y una mujer
más joven en una toga oscura, con sus ojos brillantes y sonriendo como una psicopata—sin
duda Eris, la diosa de la discordia. Muchos más siguieron apareciendo: docenas de demonios y
dioses menores, cada uno hijos de la Noche.
Annabeth quiso correr. Ella se estaba frente a una coleccion de horrores que podrían romper
con la cordura de cualquiera. Pero si corría, moriría.
A su lado, la respiración de Percy se hacia cada vez más lenta. Aún debajo de su nubloso
disfraz de muerto, Annabeth podía decir que él estaba al borde del pánico. Ella tenía que
controlar la situación por el bien de ambos.
“Soy una hija de Atenea” ella pensó. “Puedo controlar mi mente”.
Ella se hizo una imagen mental de lo que veía. Se hizo pensar que eso sólo era una película…
Una película de horror, por supuesto, no la podía herir. Ella estaba bajo control.
—Sí, nada mal—ella admitió—. Creo que podemos tomar una foto para nuestro álbum de
fotos, pero no sé. Ustedes son demasiado… Oscuros. Aún si usara el flash, no sé si la foto
llegaría a tomarse.
—S… Sí—Percy dijo—. Ustedes no son fotogénicos.
—Ustedes… ¡Malditos turistas! —Nyx siseó—. ¡¿Cómo se atreven a no aterrorizarse por mi
presencia?! ¡¿Cómo se atreven a no estar lloriqueando y rogando por un autógrafo y una foto
para su álbum?! ¿Quieren oír algo impresionante? ¡Mi hijo Hipnos puso a dormir a Zeus una
vez! Cuando Zeus lo persiguió en la Tierra, decidido a buscar venganza, Hipnos se escondió en
mi palacio para su seguridad, Zeus no lo siguió. ¡Hasta el rey del Olimpo me teme!
—Ajá— Annabeth volteó a ver a Percy—. Bien, se nos hace tarde. Deberíamos comer en uno
de esos restaurantes que el guía nos recomendó. Después, podemos encontrar las Puertas de
la Muerte.
— ¡Ajá! — Nyx lloriqueó triunfantemente. Su ejército de sombras se agito y repitió:
— ¡Ajá, ajá!
— ¿Desean ver las Puertas de la Muerte? —Preguntó Nyx—. Se encuentran en el mismísimo
corazón del Tártaro. Mortales como ustedes no tienen la posibilidad de llegar a ellas, excepto
275
si pasan por los pasillos de mi palacio… ¡La Mansión de la Noche!
Nyx apuntó hacia su espalda. Flotando en el abismo, quizás a unos cien metros por debajo de
ellos, estaba un portal de mármol negro, guiando hacia algún tipo de habitación grande.
El corazón de Annabeth latía con tanta fuerza, que lo sentía palpitar hasta en sus dedos de los
pies. Ese era el camino que debían seguir… Pero estaba tan distante, era un salto imposible. Si
fallaban, caerían al Caos y caerían a la nada… Una muerte sin retorno. Aún si pudieran lograr
hacer el salto, la diosa de la Noche y sus más temibles hijos les bloqueaban el camino.
De pronto, Annabeth se dio cuenta de lo que debía pasar. Como todo lo que había hecho
antes, era difícil. De alguna manera, eso la calmó. ¿Una idea alocada al borde de la muerte?
“Okay” pareció decir su cuerpo, relajándose. “Esto me parece familiar”.
Ella dio un suspiro de aburrimiento.
—Supongo que podemos tomar una foto, pero una foto en grupo no parece una buena idea.
Nyx, ¿qué te parece una foto tuya con tu hijo favorito? ¿Quién de ellos es ese?
Sus hijos comenzaron a susurrar. Docenas de terribles ojos brillantes voltearon a ver a Nyx.
La diosa se alzó incómoda, como si su carro se estuviese calentando por debajo de sus pies.
Sus caballos de sombras oscuras resoplaron y patearon el abismo nerviosos.
— ¿Mi hijo favorito? —ella preguntó—. ¡Todos mis hijos son aterradores!
Percy gruñó.
— ¿En serio? Conocí a las Moiras. Conocí a Tánatos. Ellos no daban tanto miedo. Tienes que
tener a alguien que dé más miedo en esta multitud.
—El más oscuro—Annabeth dijo—. El que más se parezca a ti.
—Yo soy la más oscura—siseó Eris—. ¡Guerras y Discordia! ¡He causado todas las formas de
muerte!
— ¡Yo soy aún más oscuro! —gruñó Geras—. Yo apago los ojos y pudro el cerebro. ¡Todos los
mortales temen a la vejez!
—Sí, sí—dijo Annabeth, intentando ignorar sus dientes castañeando—. No veo la suficiente
oscuridad. Digo, ¡eres hijo de la Noche! ¡Muéstrame oscuridad!
La horda de aras gimió, aleteando con sus alas plumosas, creando nubes de oscuridad. Geras
agitó sus manos podridas y oscureció el abismo entero. Eris exhaló un sombrío rocío de
perdigones por todo el abismo.
— ¡Soy el más oscuro! —siseó uno de los demonios.
—No, ¡yo!
— ¡No! ¡Observen mi oscuridad!
Si mil pulpos sacaran tinta al mismo tiempo, en el abismo más oscuro, en la brecha marítima
más oscura del mundo, no se habría comparado a lo oscuro que estaba aquí. Annabeth creyó
estar ciega. Ella tomó la mano de Percy y se armó de valor.
— ¡Esperen! —Nyx los llamó, repentinamente en pánico—. No puedo ver nada.
—Sí— dijo orgulloso uno de sus hijos—. ¡Yo hice eso!
— ¡No, yo lo hice!
276
—Estúpido, ¡fui yo!
Docenas de voces peleaban en la oscuridad del abismo.
Los caballos relinchaban alarmados.
— ¡Deténganse! —Gritó Nyx—. ¿De quién es ese pie?
— ¡Eris me está pegando! —Lloró alguien—. Mamá, ¡dile que me deje de golpear!
— ¡Yo no te golpeé! —Gritó Eris—. ¡Auch!
El sonido de las riñas se hizo más fuerte. De ser posible, la oscuridad se hizo más profunda. Los
ojos de Annabeth se dilataron mucho, se sentían como si hubiesen sido jalados de sus órbitas.
Ella apretó la mano de Percy.
— ¿Estás listo?
— ¿Para qué? —después de una pausa, él gruñó desanimado—. Por los calzones de Poseidón,
no puedes hablar en serio.
— ¡Alguien deme luz! —Nyx gritó—. ¡Bah! ¡No puedo creer haber dicho eso!
— ¡Es un trampa! —Eris gritó—. ¡Los semidioses se escapan!
—Los tengo—gritó una arai—.
—No, ¡ese es mi cuello! —Geras dijo.
— ¡Salta! —Annabeth le dijo a Percy.
Se lanzaron a la oscuridad, esperando caer en el portal, muy, muy por debajo de ellos.
277
lv
annabeth
Después de su caída al Tártaro, brincar cien metros hacia la Mansión de la Noche debería de
haberse sentido como una caída más veloz.
En vez de eso, el corazón de Annabeth parecía ir cada vez más lento. Entre sus latidos, tuvo
tiempo suficiente para escribir su propio obituario.
Annabeth Chase, murió a los 17.
BA-BOOM
(Si es que su cumpleaños, Julio 12, había pasado mientras ella estaba en el Tártaro, pero
honestamente, ella no tenía idea).
BA-BOOM.
Murió de heridas masivas mientras caía como una idiota en el abismo del Caos, aplastándose
en el suelo de la sala de entrada de la Mansión de Nyx.
BA-BOOM.
Le sobreviven su padre, madrastra y dos hermanastros que apenas la conocían.
BA-BOOM.
En vez de flores, por favor envíen sus donaciones al Campamento Mestizo, si es que Gea no lo
haya destruido ya.
Sus pies golpearon el sólido suelo. El dolor se disparo por sus piernas, pero se puso de pie y
corrió, llevando a Percy tras ella.
278
Por encima, en la oscuridad, Nyx y sus hijos peleaban y gritaban:
— ¡Los tengo! ¡Mi pie! ¡Deténganse!
Annabeth siguió corriendo. Ella no podía ver, así que cerró sus ojos. Ella usó sus otros
sentidos… El oído, para escuchar el eco de los espacios abiertos, el tacto para sentir las brisas
contra su cara, el olfato para oler cualquier esencia de peligro… Humo o veneno o el hedor de
los demonios.
No era la primera vez que ella se había sumergido en la oscuridad. Ella imaginó cuando estaba
en los túneles debajo de Roma, buscando la Atenea Partenos. En retrospectiva, su viaje a la
caverna de Aracne, parecía un viaje a Disneylandia.
Los sonidos de las riñas de los hijos de Nyx sonaban cada vez más lejanos. Eso era bueno. Percy
aún corría a su lado, apretando su mano. También era bueno.
A la distancia, Annabeth empezó a oír un fuerte sonido, como su mismo latido haciendo eco,
amplificado tan poderosamente que el suelo vibraba. El sonido la llenó de miedo, así que ella
creyó que era el camino correcto. Corrió por él.
Conforme el latido se volvia más fuerte, olió humo y escuchó el crepitar de antorchas a sus
lados. Ella creyó que ahí habría luz, pero un hormigueo pasó por su cuello y le advirtió que
sería un error abrir sus ojos.
—No mires—le dijo a Percy.
—No pensaba hacerlo—él dijo—. Lo puedes sentir, ¿no? Seguimos en la Mansión de la Noche.
No quiero verlo.
“Chico listo”, Annabeth pensó. Ella solía gastarle bromas a Percy por ser tonto, pero
usualmente sus instintos daban justo en el blanco.
Cuales fuesen que sean los horrores de la Mansión de la Noche, no estaban dirigidos para ojos
mortales. Verlos sería peor que quedársele viendo a la cara de Medusa. Es mejor correr en la
oscuridad.
El latido se hizo aún más fuerte, enviando vibraciones directamente a la espina de Annabeth.
Sintió como si alguien estuviese tocando la puerta del fondo del mundo, exigiendo entrar. Ella
sintió que las paredes se abrían en ambos lados. El aire olía más fresco… O por lo menos no
tanto a azufre. Había otro sonido también, más cercano que el pulso… El sonido de una
corriente de agua.
El corazón de Annabeth se aceleró. Ella sabía que la salida estaba cerca. Si podía salir de la
Mansión de la Noche, quizás ellos podrían dejar la horda de demonios oscuros atrás.
Ella empezó a correr más rápido, lo que la habría llevado directo a su muerte, si Percy no la
detenía.
279
lvi
annabeth
— ¡ANNABETH! —Percy la atrapo justo cuando su pie golpeó el filo de un desfiladero. Ella
casi se cayó de bruces, pero Percy la agarró y la envolvió en sus brazos.
— Está bien —el prometió.
Ella apretó su cara contra la camisa y mantuvo los ojos cerrados con fuerza. Ella estaba
temblando, pero no sólo del temor. Los brazos de Percy eran tan cálidos y reconfortantes que
quería quedarse allí para siempre, segura y protegida… pero esa no era la realidad. No podía
permitirse el lujo de relajarse. Ella no podía apoyarse en Percy más de lo que ya lo había
hecho. La necesitaba, también.
— Gracias… —se desenredó suavemente de sus brazos—. ¿Puedes distinguir qué está en
frente nosotros?
— Agua —dijo—. Todavía no abro los ojos. No creo que sea seguro aun.
— De acuerdo.
— Puedo sentir un río… o quizás es un foso. Está en nuestro camino, fluye de izquierda a
derecha a través de una fisura en la roca. El lado opuesto está a unos cinco o seis metros de
distancia.
Annabeth se regañó mentalmente. Ella había oído el agua fluyendo, pero ella nunca había
considerado que estaba corriendo directamente hacia el mismo.
— ¿Hay un puente, o-?
— No lo creo —dijo Percy—. Y hay algo extraño en el agua. Fíjate.
Annabeth se concentró. Dentro del rugido de la corriente, miles de voces gritaron, chillando en
agonía, pidiendo misericordia.
“¡Auxilio¡” se quejaron. “¡Fue un accidente!”
“¡El dolor!” sus voces gemían. “¡Haz que se detenga!”
Annabeth no necesitaba sus ojos para imaginar el río, una corriente turbia oscura llena de
almas torturadas siendo arrastradas cada vez más dentro del Tártaro.
— El río Aqueronte, —supuso—. El quinto río del inframundo.
— Prefería el Flegetonte —murmuró Percy.
— Es el Río del Dolor. El máximo castigo para las almas de los condenados, asesinos,
especialmente.
“¡Asesinos!” el río se lamentó. “¡Sí, como tú!”
Únanse a nosotros, otra voz susurró. No son mejores de lo que somos.
La cabeza de Annabeth se inundó de imágenes de todos los monstruos que había matado a
través de los años.
280
Eso no fue asesinato, ella protestó. ¡Me estaba defendiendo!
El río cambió su flujo a través de su mente, mostrándole a Zoë Belladona, que había muerto en
el monte Tamalpais porque había venido a rescatar a Annabeth de los Titanes.
Vio la hermana de Nico, Bianca di Angelo, muriendo en el colapso del gigante de metal Talos
porque ella también había tratado de salvar a Annabeth.
Michael Yew y Silena Beauregard… que habían muerto en la batalla de Manhattan.
“Podrías haberlo impedido”, la voz del río dijo Annabeth. “Deberias de haber tenido un plan.”
Lo más doloroso de todo: Luke Castellan. Annabeth recordó la sangre de Luke en su daga
después de que él se sacrificó para detener a Cronos de destruir el Olimpo.
“¡Su sangre está en tus manos!” el río se lamentó. “¡Debe haber existido otra manera!”
Annabeth había luchado con el mismo pensamiento muchas veces. Ella había tratado de
convencerse a sí misma de que la muerte de Luke no era culpa suya. Luke había elegido su
destino. Sin embargo… no sabía si su alma había encontrado la paz en el Inframundo, o si
hubiera vuelto a nacer, o si hubiera sido lavada en el Tártaro, debido a sus crímenes.
Él podría ser una de las voces torturadas que fluía más allá en estos momentos.
“¡Lo asesinaste!” gritó el río. “¡Salta y comparte su castigo!
Percy agarró del brazo. — No le hagas caso.
— Pero— Ya lo sé. —Su voz sonaba tan frágil como el hielo—. Me están diciendo lo mismo. Creo…
creo que este foso debe ser la frontera del territorio de la Noche. Si logramos cruzar,
deberíamos estar bien. Tenemos que saltar.
— ¡Dijiste que eran unos pocos metros!
— Sí. Vas a tener que confiar en mí. Pon tus brazos alrededor de mi cuello y sostente.
— ¿Cómo es posible-?
— ¡Allí! —Gritó una voz detrás de ellos—. ¡Maten a los turistas!
Los hijos de Nyx los habían encontrado. Annabeth puso sus brazos alrededor del cuello de
Percy. — ¡Vamos!
Con los ojos cerrados, sólo podía adivinar cómo él lo consiguió. Tal vez él usó la fuerza del río
alguna manera. Tal vez él estaba muerto de miedo y cargado de adrenalina. Percy saltó con
más fuerza de lo que ella hubiera creído posible. Navegaron a través del aire mientras el río se
agitaba y lamentaba por debajo de ellos, salpicando los tobillos desnudos de Annabeth con
agua salada como agujas.
Entonces - ¡CLUMP! Ellos estaban en tierra firme de nuevo.
— Ya puedes abrir los ojos, — dijo Percy, respirando con dificultad—. Pero no te gustará lo
que verás.
Annabeth parpadeó. Después de la oscuridad de Nyx, incluso el tenue resplandor rojo del
281
Tártaro pareció cegador.
Ante ellos se extendía un valle lo suficientemente grande como para contener la Bahía de San
Francisco. El ruido en auge vino de todo el paisaje, como si un trueno se hiciera eco de debajo
de la tierra. Bajo las nubes venenosas, el terreno ondulado brillaba en morado con rojo oscuro
y líneas de cicatrices azules.
—Luce… — Annabeth luchó con su asco—. Al igual que un corazón gigante.
—El corazón del Tártaro —murmuró Percy.
El centro del valle estaba cubierto de una fina pelusa negra de puntos oscuros. Ellos estaban
tan lejos, que a Annabeth le tomo un momento darse cuenta de que estaba mirando a un
ejército, miles, quizás decenas de miles de monstruos, se reunieron alrededor de un punto en
el centro. Estaba demasiado lejos para poder ver algún detalle, pero Annabeth no tenía
ninguna duda de lo que era eso. Incluso desde el borde del valle, Annabeth podía sentir su
poder tirando de su alma.
— Las Puertas de la Muerte.
— Sí. — La voz de Percy era ronca. Todavía tenía la apariencia palida y débil un cadáver… lo
que significaba que lucía tan bien como Annabeth se sentía.
Se dio cuenta de que se había olvidado por completo de sus perseguidores. — ¿Qué pasó con
Nyx…?
Se dio la vuelta. De alguna manera habían aterrizado varios cientos de metros de la orilla del
Aqueronte, que fluía a través de un corte de canal en las colinas volcánicas negras. Más allá de
eso no había nada más que oscuridad.
No había señales de cualquiera que viniera después de ellos. Al parecer, incluso a las criaturas
de la noche no les gustaba cruzar el Aqueronte.
Estaba a punto de preguntarle a Percy cómo había saltado cuando escuchó el deslizamiento de
un desprendimiento de rocas en las colinas a la izquierda. Sacó su espada de hueso de Drakon.
Percy levantó a Contracorriente.
Un parche de pelo blanco brillante apareció sobre la cresta, entonces una cara sonriente
familiar con ojos plateados puros.
— ¿Bob? —Annabeth estaba tan feliz que en realidad saltó—. ¡Oh dioses!
—¡Amigos! —El Titán avanzó pesadamente hacia ellos. Las cerdas de su escoba se habían
quemado. Su uniforme de portero estaba arañado con nuevas marcas de garras, pero parecía
encantado. Sobre su hombro, Pequeño Bob el gatito ronroneó casi tan fuerte como el corazón
palpitante del Tártaro.
— ¡Los encontré! —Bob los reunió a ambos en un abrazo rompe-costillas—. Lucen como
muertos humeantes. ¡Eso es bueno!
— Urf, —dijo Percy—. ¿Cómo has llegado hasta aquí? ¿A través de la mansión de la Noche?
— No, no. —Bob sacudió su cabeza inflexiblemente—. Ese lugar es demasiado tenebroso. Otra
forma, sólo buena para los titanes y semejantes.
282
— Déjame adivinar, —dijo Annabeth—. Te fuiste por los costados.
Bob se rascó la barbilla, evidentemente, no teniendo palabras para describirlo. — Hmm. No.
Más bien… diagonal.
Annabeth se echó a reír. Aquí estaban en el corazón del Tártaro, frente a un ejército
imposible, ella tomaría cualquier consuelo que pudiera conseguir. Estaba ridículamente feliz
de tener a Bob el Titán con ellos de nuevo.
Ella lo besó en su nariz inmortal, que lo hizo parpadear.
— ¿Nos mantenemos juntos ahora?, —él preguntó.
— Sí —asintió Annabeth—. Es hora de ver si esta Niebla de Muerte funciona.
— Y si no lo hace… —Percy se detuvo.
No tenía sentido preguntarse acerca de eso. Estaban a punto de marchar en medio de un
ejército enemigo. Si los veían, estaban muertos.
A pesar de ello, Annabeth consiguió esbozar una sonrisa. Su objetivo estaba a la vista. Tenían
un Titán con una escoba y un gatito muy ruidoso apoyandolos. Eso tenía que ayudar para algo.
— Puertas de la Muerte —dijo ella—, allá vamos.
283
lvii
jason
JASON no estaba seguro que era mejor: tormenta o fuego.
Mientras esperaba su audiencia diaria con el Señor del Viento del Sur, trató de decidir cuál de
las dos personalidades de dios, romano o griego, era peor. Pero después de cinco días en el
palacio sabia algo que era seguro: él y su equipo tenían pocas probabilidades de salir de aquí
con vida.
Se apoyó en la barandilla del balcón. El aire era tan caliente y seco que absorbía la humedad de
sus pulmones. Durante la última semana, su piel había adquirido un tono más oscuro. Su
cabello se había vuelto blanco como la seda del maíz. Cuando se miraba en el espejo, le
sorprendía la mirada vacía salvaje en sus ojos, como si se hubiera quedado ciego vagando en
el desierto.
Un centenar de metros más abajo, en la bahía brillaba contra una media luna de playa de
arena roja. Estaban en algún lugar de la costa norte de África. Eso era todo lo que los espíritus
del viento le decían.
El palacio se extendía a ambos lados de él - un panal de salas y túneles, balcones, columnatas y
salas cavernosas excavadas en los acantilados de arenisca, todos han sido diseñados para que
el viento sople a través y hacer todo el ruido posible. Las constantes sonidos de tubo de
órgano le recordaban a Jason del Cuartel flotante de Eolo, en Colorado, excepto que aquí los
vientos parecían no tener prisa.
Lo cual era una parte del problema.
En sus mejores días, los venti del sur eran lentos y perezosos. En sus peores días, eran
tormentosos y estaban enojados. En un principio acogieron con satisfacción el Argo II, ya que
cualquier enemigo de Boreas era amigo del Viento del Sur, pero parecían haber olvidado que
los semidioses eran sus huéspedes. Los venti perdieron rápidamente el interés en ayudar a
reparar la nave. El estado de ánimo de su rey se puso peor cada día.
Abajo en el muelle, los amigos de Jason estaban trabajando en el Argo II. La vela mayor se
había reparado, el aparejo también había sido reemplazado. Ahora estaban arreglando los
remos. Sin Leo, ninguno de ellos sabía cómo reparar el las partes más complicadas de la nave,
incluso con la ayuda de Buford de la mesa y Festus (que ahora estaba activado las veinticuatro
horas gracias al hechizo de voz de Piper - y ninguno de ellos entendía como). Pero seguían
trabajando.
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Hazel y Frank estaban en el timon, jugando con los controles. Piper trabajaba junta al
entrenador Hedge, que colgaba a un lado de la nave, golpeando las abolladuras de los
remos. Hedge era el tipo adecuado para golpear cosas.
Ellos no parecian estar haciendo mucho progreso, pero, teniendo en cuenta lo que habían
pasado, fue un milagro de la nave estuviera de una sola pieza.
Jason se estremeció al pensar en el ataque de Khione. Él había estado indefenso – congelado
no una vez sino dos veces, mientras que Leo fue lanzado al cielo y Piper se vio obligado a
salvarlos a todos sin ayuda.
Gracias a los dioses por Piper. Ella consideraba un fracaso no haber detenido la bomba de
viento, pero la verdad era que había salvado a toda la tripulación de convertirse en esculturas
de hielo en Quebec.
Ella también se las había arreglado para dirigir la explosión de la esfera helada, a pesar de que
el barco había sido empujado al otro lado del Mediterráneo, había sufrido daños relativamente
menores.
Abajo en el muelle, Hedge gritó: ‘¡Pruébalo ahora!
Hazel y Frank movieron algunas de las palancas. Los remos para puerto se volvieron locos,
cortando hacia arriba y abajo la ola. El entrenador Hedge trató de esquivar, pero lo golpeó en
la parte trasera y lo lanzó por los aires.
Cayó al mar gritando y mojando la bahía.
Jason suspiró. A este ritmo, nunca serían capaces de navegar, aunque el venti del sur les
permitiera.
En algún lugar del norte, Reyna volaba hacia Epiro, asumiendo que ella había conseguido su
nota del palacio Diocleciano. Leo estaba perdido y en problemas. Percy y Annabeth… bueno,
en mejor de los casos aún estaban vivos, y se dirigían a las Puertas de la Muerte. Jason no
podía defraudarlos.
Un susurro le hizo volver. Nico di Angelo estaba a la sombra de la columna más cercana. Había
arrojado su chaqueta. Ahora sólo llevaba su playera negra y jeans negros. La espada y el cetro
de Diocleciano colgaban a cada lado de la cintura.
Los días en el calor del sol no habían bronceado su piel. En todo caso, se veía más pálido. Su
pelo oscuro le caía sobre los ojos. Su rostro seguía siendo delgado, pero era sin duda en
mejores condiciones que cuando habían salido de Croacia. Él había recuperado el peso
suficiente para no parecer un esqueleto. Sus brazos estaban llenas de músculos tensos, como
si había pasado la semana luchando con espada. Hasta donde sabía Jason, Nico había estado
285
escabullendose para practicar levantando espíritus con cetro de Diocleciano, a continuación,
liberandolos. Después de su expedición en Split, nada podía sorprenderlo.
¿Algo importante que te haya dicho el rey? Preguntó Nico.
Jason negó con la cabeza. ”Cada día, él me llama cada vez más tarde.”
-Tenemos que irnos, “dijo Nico. ’Pronto’.
Jason había tenido la misma sensación, pero al escuchar a Nico decirlo lo hizo aún más
apremiante. ” ¿Sientes algo?
"Percy está cerca de las Puertas", dijo Nico. "Nos va a necesitar si quiere salir con vida."
Jason se dio cuenta que no mencionó a Annabeth. Decidió no mencionar eso.
-De acuerdo-dijo Jason. ”Pero si no podemos reparar el barco - ‘
"Le prometí que los dirigiría a la casa de Hades", dijo Nico. "De una forma u otra, lo haré."
'No se puede viajar por las sombras con todos nosotros. Y necesitaremos a todos para llegar a
las Puertas de la Muerte. “
El orbe al final del cetro de Diocleciano brillaba púrpura. Durante la semana pasada, parecía
estar alineado con los estados de ánimo de Nico di Angelo. Jason no estaba seguro de que eso
era una buena cosa.
-Entonces, ¿has conseguido convencer al rey del viento del Sur para ayudarnos? La voz de Nico
hervía de ira.
"No he venido hasta aquí, sufrir tantas humillaciones …"
Jason tuvo que hacer un esfuerzo consciente para no coger su espada. Cuando Nico se
enojaba, todos los instintos de Jason gritaban ¡Peligro!
'Mira, Nico-le dijo,' Estoy aquí si quieres hablar, ya sabes, lo que ocurrió en Croacia. Entiendo
lo difícil que - '
"No entiendes nada.
"Nadie te va a juzgar."
La boca de Nico se retorció en una mueca de desprecio. ’¿En serio? Esa sería la primera vez. Yo
soy el hijo de Hades, Jason. Yo bien podría ser cubierto en la sangre o de aguas residuales, por
la forma en que me tratan. Yo no pertenezco a ninguna parte. Ni siquiera soy de
este siglo. Pero incluso eso no es suficiente para hacerme a un lado. Tengo que ser - ser - ‘
"¡Amigo! No es como si tuvieras una opción. Es simplemente lo que eres. "
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-Sólo lo que soy… “El balcón tembló. Lineas aparecieron en el suelo de piedra, al igual que los
huesos llegando a la superficie. ”Es fácil para ti decirlo. Eres chico de oro de todo el mundo, el
hijo de Júpiter. ¡La única persona que alguna vez me aceptó fue Bianca, y ella murió! Yo no
elegí nada de esto. Mi padre, mi sentimientos… “
Jason trató de pensar en algo que decir. Él quería ser amigo de Nico. Él sabía que era la única
manera de ayudar. Pero Nico no hacia más fáciles las cosas.
Levantó las manos en señal de rendición. ”Sí, está bien. Sin embargo, Nico, tu si puedes elegir
cómo vivir tu vida. ¿Quieres confiar en alguien? Toma el riesgo de que soy realmente tu amigo
y te acepto. Es mejor que esconderse.
El suelo se agrieto entre ellos. El aire alrededor de Nico brillaba con espectral luz.
"¿Ocultarme? La voz de Nico estaba mortalmente silenciosa.
Los dedos de Jason estaban ansiosos por sacar su espada. Había conocido a un montón de
semidioses que le daban miedo, pero estaba empezando a darse cuenta de que Nico di Angelo
- tan pálido y demacrado como se veía - podría ser más de lo que podía manejar.
Sin embargo, él sostuvo la mirada de Nico. -Sí, ocultandote. Haz escapado de los dos
campos. Tienes tanto miedo de ser rechazado que ni siquiera lo intentas. Tal vez es hora que
salgas de las sombras ‘.
Justo cuando la tensión se hizo insoportable, Nico bajó los ojos. La grieta se cerró en el suelo
del balcón. La luz fantasmal se desvaneció.
"Voy a cumplir mi promesa", dijo Nico, no mucho más fuerte que un susurro. "Yo los llevaré a
Epiro. Les ayudaré a cerrar las Puertas de la Muerte. Entonces eso es todo. Me voy - para
siempre ‘.
Detrás de ellos, las puertas de la sala del trono se abrieron con una ráfaga de aire abrasador.
Una voz sin cuerpo, dijo: El Señor Auster lo verá ahora.
Por mucho que temía este encuentro, Jason sintió aliviado. Por el momento, discutiendo con
un dios del viento demente parecía más seguro que hacerse amigo de un hijo enojado del
287
Hades. Se dio la vuelta para decirle adiós a Nico, pero había desaparecido – disolviéndose de
nuevo en la oscuridad.
288
lviii
jason
Entonces era un día de tormenta.
Auster, la versión romana del Viento del Sur, estaba en su corte.
Los dos días anteriores, Jason se había ocupado de Notus. Mientras que la versión griega del
dios era feroz y rápido para la ira, por lo menos era rápido. Auster… bueno, no tanto.
Columnas de mármol blanco y rojo se alineaban en la sala del trono. El suelo de piedra
arenisca áspera estaba humeando bajo los zapatos de Jason. Vapor flotaba en el aire, como en
el sauna del Campamento Júpiter, excepto que los saunas por lo general no tenían tormentas
en el techo, haciendo la iluminación de la habitación en desorientadores flashes.
Ventis del sur se arremolinaba en la sala en nubes de polvo rojo y el aire
sobrecalentado. Jason tuvo la precaución de mantenerse alejado de ellos. En su primer día
aquí, él accidentalmente pasó la mano por uno. Había tantas ampollas en sus dedos que
parecían tentáculos.
Al final de la sala estaba el trono más extraño que Jason había visto en su vida - de fuego y
agua a partes iguales.
El trono era una hoguera. Las llamas y el humo se curvaron para formar un asiento. El respaldo
de la silla era una nube de tormenta. Los apoyabrazos chisporrotearon donde la humedad se
reunió fuego. No se veía muy cómodo, pero el dios Auster descansaba en él como si estuviera
listo para una tarde de ver el fútbol.
Poniéndose de pie, habría sido de unos tres metros de altura. Una corona de vapor envolvia su
peluda blanca melena. Su barba estaba hecha de nubes, constantemente apareciendo con
rayos y soltando lluvia en el pecho del dios, empapando su toga de color arena. Jason se
preguntó si podría afeitarse la barba de nube de tormenta.
Él pensó que podría ser molesto tener a la lluvia sobre ti todo el tiempo, pero Auster no
parecía importarle. Le recordó a Jason de un empapado Santa Claus, pero más perezoso que
alegre.
"Así que…" La voz de dios resonó como un frente de tormenta que se aproxima. "El hijo Júpiter
regreso”.
Auster hizo que sonara como si Jason había llegado tarde. Jason tuvo la tentación de recordar
al estúpido dios del viento que había pasado horas afuera todos los días a la espera de ser
llamado, pero él hizo una reverencia.
-Mi señor-dijo-. ”¿Ha recibido alguna noticia de mi amigo?
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"¿Amigo?
”Leo Valdez”. Jason trató de ser paciente. ’El que fue tomado por los vientos.
"Oh … sí. O más bien, no. No hemos tenido ninguna palabra. No fue llevado
por mis vientos. Sin duda se trataba del trabajo de Boreas o sus engendros.
"Uh, sí. Sabíamos eso”.
"Esa es la única razón por la que los deje quedarse, por supuesto." Las cejas de Auster se
elevaron a su corona de vapor.
"!Debemos luchar contra Boreas! ¡Los vientos del norte se deben conducir de vuelta! "
-Sí, mi señor. Pero para oponerse a Boreas lo que realmente necesitamos es conseguir nuestro
barco fuera del puerto.
! Un barco en mi puerto ¡ El dios se echó hacia atrás y se rió entre dientes, Llovia sobre su
barba. ’¿Sabes la última vez que un barco mortal llegó a mi puerto? Un rey de Libia… Psyollos
era su nombre. Él me culpó por los vientos ardientes que quemaban sus cosechas. ¿Puedes
creerlo?
Jason apretó los dientes. Había aprendido que Auster no podía ser apresurado. En su forma de
tormenta, era lento y tranquilo y con la mente en la nubes.
'¿Y usted había quemado las cosechas, mi señor?'
¡Por supuesto! “Auster sonrió afablemente. ”Pero, ¿qué esperaba Psyollos , teniendo
la siembra de cultivos en el borde del Sahara? El tonto lanzó toda su flota contra mí. Tenía la
intención de destruir mi fortaleza para que el viento del sur nunca pudiera soplar
nuevamente. Y destruí su flota, por supuesto. “
"Por supuesto."
Auster entrecerró los ojos. -Tú no estás trabajando con Psyollos, ¿verdad? ‘
"No, señor Auster. Soy Jason Grace, hijo de - ‘
'¡Júpiter! Sí, por supuesto. Me gustan los hijos de Júpiter. Pero, ¿por qué sigues en mi puerto?
Jason reprimió un suspiro. ”Nosotros no tenemos su permiso para salir, mi señor. También,
nuestro barco esta dañado. Necesitamos a nuestro mecánico, Leo Valdez, para reparar el
motor, a menos que sepa de otra manera. “
"Hmm”. Auster levantó los dedos y dejar que un remolino de polvo girara entre ellos. "Usted
sabe, la gente me acusa de ser inconstante. Hay días en que soy el viento abrasador, el
destructor de los cultivos, ¡elSiroco de África! Otros días que soy manso, anunciando las lluvias
de verano y nieblas que refrescan en el sur del Mediterráneo.
290
¡Y en vacaciones tengo un lugar encantador en Cancún! En cualquier caso, en la antigüedad,
los mortales tanto me temían como me adoraban. Para un dios, ser impredecible puede ser
una fortaleza “.
-Entonces usted es realmente fuerte “, dijo Jason.
"Gracias ¡Sí! Pero lo mismo no puede decirse de los semidioses. Auster se inclinó hacia
delante, lo suficientemente cerca para que Jason pudiera oler los campos empapados por la
lluvia y playas de arena caliente.
”Me recuerdas a mis propios hijos, Jason Grace. Haz soplado desde un lugar a otro. Estás
indeciso, cambiando día a día. Si pudieras cambiar la dirección del viento, ¿qué camino habría
de tomar?
El sudor corría entre los omóplatos de Jason. ”¿Perdón?”
"Dices que necesitan a alguien para manejar el barco. Necesitan mi permiso. Yo digo que no lo
necesitan. Es el momento de elegir una dirección. Un viento que sopla sin rumbo es de
ninguna utilidad para nadie.
-No lo sé … No lo entiendo. “
Incluso mientras lo decía, claro que lo entendia. Nico había hablado de no pertenecer en
cualquier lugar. Al menos Nico estaba libre de apegos. Podía ir donde quisiera.
Durante meses, Jason había estado luchando con la pregunta de dónde debía estar. Siempre
había luchaso en contra de las tradiciones del Campamento Júpiter, los juegos de poder, la
lucha interna. Pero Reyna era una buena persona.
Ella necesitaba su ayuda. Si él le dio la espalda a ella … alguien como Octavian podría asumir el
control y arruinar todo lo que Jason amaba de Nueva Roma. ¿Podría ser tan egoísta como para
escapar? La idea lo aplastaba con la culpa.
Pero en su corazón él deseaba estar en el Campamento Mestizo. Los meses que había pasado
allí con Piper y Leo había sentido más satisfacción, más feliz que a todos sus años en el
Campamento Júpiter. Además, en el Campamento Mestizo, había por lo menos
una oportunidad de conocer a su padre algún día. Los dioses casi nunca se detenían en el
Campamento Júpiter para decir hola.
Jason dio un suspiro tembloroso. -Sí. Sé la dirección que quiero tomar.
"¡Bien! ¿Y? "
"Uh, todavía necesitamos una manera de arreglar el barco. ¿Hay -?
Auster levantó el dedo índice. ”¿Todavía esperando el consejo de los señores de viento? Un
hijo de Júpiter debe saber mejor.
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Jason vaciló. ”Nos vamos, señor Auster. Hoy. ‘
El dios del viento sonrió y extendió las manos. ”¡Por fin, usted anuncia su propósito! Entonces
usted tiene mi permiso para zarpar, aunque usted no lo necesita. Y ¿cómo va a navegar sin su
ingeniero, sin sus motores funcionado?
Jason sintió los vientos del sur girar alrededor de él, relinchando en el reto como Mustangs
testarudos, poniendo a prueba su voluntad.
Durante toda la semana que había estado esperando, esperando que Auster se decidiera a
ayudar. Durante meses se había preocupado de sus obligaciones con el campamento de
Júpiter, esperando que su camino fuera más fácil. Ahora, él se dio cuenta, tenía simplemente
que tomar lo que quería. Tenía que controlar los vientos, y no al revés.
'Va a ayudarnos “, dijo Jason. 'Sus venti pueden tomar la forma de caballos. Usted nos da un
equipo para tirar del Argo II . Ellos nos llevaran a donde Leo esta ‘.
"¡Maravilloso!" Auster sonrió, con la barba que destella con la electricidad. -Ahora… ¿puedes
hacer valer esas las palabras vacías? ¿Se puede controlar lo que pides, o vas a ser desgarrado?
El dios dio una palmada. Los vientos se arremolinaban alrededor de su trono, tomando la
forma de caballos. Estos no eran oscuros y fríos como el amigo de Jason, Tempestad.
Los caballos de viento del sur eran de fuego, arena y la tormenta caliente. Cuatro de ellos
corrieron junto a él, su calor chamuscado el pelo de los brazos de Jason. Ellos galoparon
alrededor de las columnas de mármol, escupiendo llamas, relinchando con un sonido como de
tormenta de arena. Mientras más corrían, más salvajes se hacían. Empezaron a apuntar hacia
Jason.
Auster se acarició la barba de lluvias. ”¿Sabes por qué los venti pueden aparecer como
caballos, muchacho? De vez en cuando, los dioses del viento recorremos el mundo en forma
equina. En ocasiones, hemos sido conocidos por engendrar el más rápido de todos los caballos.
-Gracias-murmuró Jason, aunque sus dientes castañeteaban de miedo. ”Por el exceso de
información”.
Uno de los venti cargo hacia Jason. Se movio hacia un lado, con la ropa chamuscada por el
calor.
-A veces-continuó alegremente Auster, ‘los mortales reconocen nuestra sangre
divina. Dirán que el caballo corre como el viento. Y por una buena razón. Al igual que los
sementales más rápidos, los venti son nuestros hijos! “
Los caballos de viento comenzaron a dar vueltas alrededor de Jason.
"Al igual que mi amigo Tempestad", comento.
292
'Oh, bueno… “Auster frunció el ceño. -Me temo que es un hijo de Boreas. ¿Cómo llegaste a
controlarlo, nunca lo sabre. Estos son mis propios hijos, un buen equipo de los vientos del
sur. Controlarlos, Jason Grace, y van a tirar de tu barco desde el puerto. “
Controlarlos, pensó Jason. Sí, claro.
Corrieron hacia atrás y adelante, trabajando hasta el frenesí. Al igual que su amo el Viento del
Sur, estaban llenos de conflicto – siendo medio calientes y secos como el Sirocco, medio
nubarrón tormentoso.
Yo necesito velocidad, pensó Jason. Necesito propósito.
Tuvo la visión de Notus, la versión griega del Viento del Sur - ardiente, pero muy rápido.
En ese momento, él eligió Griego. Lanzó su suerte con el Campamento Mestizo - y los caballos
cambiaron. Las nubes de tormenta en el interior de los caballos desaparecieron, dejando nada
más que polvo rojo y el calor resplandeciente, como espejismos en el Sáhara.
-Bien hecho-dijo el dios.
En el trono ahora estaba Notus - un hombre de piel bronceada con una túnica griega hecha de
fuego, coronada su cabeza con una corona de marchita, y humeante cebada.
"¿Qué estás esperando? el dios le pregunto.
Jason se volvió hacia los corceles de viento ardiente. De repente, él no tenía miedo de ellos.
Metió la mano. Un remolino de polvo se disparó hacia el caballo más cercano. Un lazo - una
cuerda de viento, más tensa que cualquier tornado - envuelto alrededor del cuello del
caballo. El viento tiro de el y trajo a la bestia hasta detenerse.
Jason llamó a otra cuerda de viento. Ato a un segundo caballo, poniendolo a su voluntad. En
menos de un minuto, se había atado las cuatro venti. Les tiró de las riendas, aún relinchando y
tronzado, pero no podían romper las cuerdas de Jason. Se sentía como si volara cuatro
cometas en un fuerte viento - dificil, sí, pero no imposible.
'Muy bien, Jason Grace, dijo Notus. -Eres un hijo de Júpiter, pero haz elegido tu camino como
todos los grandes semidioses han hecho antes que tú. No puedes controlar quienes tu padre,
pero puedes eligir tu legado. Ahora, vaya. Amarra a tus caballos a la proa y dirígelos hacia
Malta.
¿Malta? Jason trató de concentrarse, pero el calor de los caballos le hacía desmayar. No sabía
nada de Malta, a excepción de una historia vaga acerca de un halcón maltés. ¿Fueron las
malteadas inventadas allí?
"Una vez en la ciudad de Valeta, dijo Notus, ‘que ya no necesitas estos caballos.
¿Quieres decir… que encontraremos Leo ahí?
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El dios brilló, poco a poco desapareciendo en olas de calor. ”Tu destino se vuelve más claro,
Jason Grace.
Cuando la elección llegue otra vez - la tormenta o el fuego - acuérdate de mí. Y no te
desesperes.
Las puertas de la sala del trono se abrieron de golpe. Los caballos, oliendo la libertad, corrieron
afuera.
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A la edad de dieciséis la mayoría de los chicos estarían estresados por aprender a manejar,
conseguir una licencia de conducir y poder pagar un coche.
Jason se estresaba por tener el control de un equipo de caballos de fuego con cuerdas de
viento.
Después de asegurarse de que sus amigos estaban a bordo y con seguridad debajo de la
cubierta, amarro a los venti a la proa del Argo II (lo cual Festus no aprobó), se subió a la proa
y gritó: ¡Arre!
Los venti rasgaron a través de las olas. No eran tan rápidos como Arión, el caballo de Hazel,
pero estaban ardiendo con poder. Ellos levantaron una cola de vapor que hacía casi imposible
a Jason ver donde iban. El barco salió disparado de la bahía. En un momento África era una
línea borrosa en el horizonte detrás de ellos.
Mantener el control de las cuerdas de viento usaba toda la concentración de Jason. Los
caballos se esforzaban por liberarse.
Sólo su fuerza de voluntad los mantuvo a raya.
Malta , ordenó. Directamente a Malta.
En el momento en que la tierra finalmente apareció en la distancia - una isla de colinas
alfombradas con edificios bajos de piedra - Jason estaba empapado en sudor. Sus brazos se
sentían como de goma, como si hubiera estado sosteniendo una pesada barra enfrente de él
todo el trayecto.
Confiaba en que habían llegado al lugar correcto, porque no podía mantener a los caballos
juntos por más tiempo.
Soltó las riendas de viento. Los venti se dispersaron en partículas de arena y vapor.
Agotado, Jason bajó de la proa. Se apoyó en el cuello de Festus. El dragón se volvió y le dio un
abrazo con su barbilla metalica.
-Gracias.-dijo Jason. ”Un día duro, ¿eh?
Detrás de él, los tablones crujían.
'¿Jason? Piper llama. ¡Oh, dioses, tus brazos…! “
No se había dado cuenta, pero su piel estaba salpicada de ampollas.
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Piper desenvolvió un cubo de ambrosía. ’Come esto “.
Lo mordió. Su boca se llenó con el sabor de brownies frescos - su pan dulce favorito de la
panadería en Nueva Roma. Las ampollas se desvanecieron en sus brazos. Su fuerza regresó,
pero el brownie de ambrosia tenía un sabor más amargo de lo habitual, como si de alguna
manera sabía que Jason estaba dándole la espalda al Campamento Júpiter. Este ya no era el
sabor de casa.
-Gracias, Piper, murmuró. ” ¿Cuánto tiempo estuve -?
"Cerca de seis horas."
Vaya, pensó Jason. No es de extrañar que se sentía dolorido y hambriento. ¿Los otros?
"Todos muy bien. Cansados de estar encerrados. Debo decirles que es seguro venir encima de
la cubierta
Jason pasó la lengua por los labios resecos. A pesar de la ambrosía, se sintió débil. No quería
que los demás a verlo de esta manera.
"Dame un segundo", dijo. "… Para recuperar el aliento."
Piper se inclinó a su lado. En su camiseta verde, los pantalones cortos de color beige y sus
botas de montaña, que parecía como si estuviera lista para escalar una montaña - y luego
luchar contra un ejército en la parte superior. Su daga atada a su cinturón. Su cornucopia
colgada de un hombro. Ella había se había decidido a usar la espada de bronce que había
recuperado de Zethes el hijo de Boreas, que era sólo un poco menos intimidante que un rifle
de asalto.
Durante su tiempo en el palacio de Auster, Jason había visto a Piper y Hazel pasar horas
practicando la lucha con espada.
- Algo en lo que Piper nunca se había interesado antes. Desde su encuentro con Khione, Piper
parecía más alerta, tensa por dentro como una catapulta preparado, como si estuviera
decidida a no ser atrapada con la guradia debajo de nuevo.
Jason comprendió el sentimiento, pero le preocupaba que ella estaba siendo demasiado dura
con ella misma. Nadie podia ser bueno para cualquier cosa todo el tiempo. Él lo sabía. Se había
pasado la última pelea como una alfombra congelada.
Él debe haber estado mirando, porque ella le dio una sonrisa de complicidad. ’Hey, estoy
bien. Estamos bien. “
Ella se puso de puntillas y le dio un beso, que se sentía tan bien como la ambrosía. Tenía los
ojos salpicados de muchos colores, Jason podría haber mirado en ellos todo el día, estudiando
de los patrones cambiantes, de la manera en la que las personas ven las luces del norte.
"Tengo la suerte de tenerte” dijo.
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-Sí, lo eres. “Ella empujó su pecho suavemente. ”Ahora, ¿cómo hacemos para que esta nave
llegue a los muelles?
Jason frunció el ceño a través del agua. Todavía estaban a media milla de la isla. No tenía ni
idea de si podrían conseguir que los motores trabajaran, o las velas…
Afortunadamente, Festo había estado escuchando. Miro hacia delante y sopló una nube de
fuego. El motor del barco se quejaba y rugía. Sonaba como una bicicleta enorme, con una
cadena rota - pero se tambaleó hacia delante.
Poco a poco, el Argo II se dirigió hacia la orilla.
“Buen dragón. “ Piper le palmeó el cuello de Festus.
Los ojos de rubí del dragón brillaban como si estuviera satisfecho de sí mismo.
"Él parece diferente desde que lo despertaste, dijo Jason. ’Más… vivo.
"La forma en que debe ser. “ Piper sonrió. -Supongo que de vez en cuando todos necesitamos
un llamado de atención de alguien que nos ama. “
De pie a su lado, Jason se sentía tan bien, casi podía imaginar su futuro juntos en el
Campamento Mestizo, una vez que la guerra había terminado - suponiendo que vivían,
suponiendo que todavía había un campamento al cual volver.
Cuando la elección llegue de nuevo, Notus había dicho, tormenta o fuego - acuérdate de mí. Y
no desesperes.
Cuanto más se acercaban a Grecia, más miedo se instalaba en el pecho de Jason. Estaba
empezando a pensar que Piper estaba en lo cierto acerca de la línea de la profecía - uno de
ellos, Jason y Leo, no regresarían de este viaje con vida.
Razón por la cual ellos tenían que encontrar a Leo. Por mucho que Jason quería a su vida, no
podía dejar que su amigo muriera en su lugar. No podía vivir con la culpa.
Por supuesto que esperaba que estuviera equivocado. Esperaba que ambos salieran de esta
misión en una sola pieza. Pero, si no, Jason tenía que estar preparado. Él debía proteger a sus
amigos y detener a Gea - lo que fuera necesario.
No te desesperes.
Si. Fácil para un dios del viento inmortal que decir.
A medida que la isla se acercó, Jason vio muelles erizados de velas. Desde la costa rocosa los
diques parecían fortalezas - cincuenta o sesenta metros de altura. Por encima de esta se
extendía una ciudad de aspecto medieval con torres de iglesia, cúpulas y edificios firmemente
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acuñados, todos hechos de la misma piedra dorada. Desde donde Jason miraba, parecía como
si la ciudad cubría cada centímetro de la isla.
Echó un vistazo a los barcos en el puerto. Un centenar de metros más adelante, atado al
extremo del muelle más largo, estaba una balsa improvisada con un simple mástil y una vela
de tela cuadrada. En la parte posterior, el timón estaba conectado a algún tipo de
máquina. Incluso desde esta distancia, Jason pudo ver el destello de bronce celestial.
Jason sonrió. Sólo un semidiós haría un barco así, y que había amarrado tan lejos en el puerto,
donde el Argo II no podía no encontrarlo.
"Llama a los demás," Jason dijo a Piper. "Leo está aquí".
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Encontraron a Leo en la parte superior de las fortificaciones de la ciudad. Estaba sentado en
un café al aire libre, con vistas al mar, tomando una taza de café y vestido con… wow. Parecia
una cápsula del tiempo. La ropa de Leo era idéntica a la que había llevado el día que llegaron
por primera vez al Campamento Mestizo - pantalones vaqueros, una camisa blanca y una vieja
chaqueta del ejercito. Salvo que la chaqueta se había quemado hace meses.
Piper casi lo tiró de la silla con un abrazo. ’Leo! Dioses, ¿dónde has estado?
¡Valdez! El entrenador Hedge sonrió. Luego pareció recordar que tenía una reputación que
proteger y se vio obligado a tener el ceño fruncido. ¡Alguna vez desapareces así de nuevo,
mocoso, y te golpeare hasta el mes que viene!
Frank le dio a Leo unas palmaditas en la espalda con tanta fuerza que le hizo una mueca de
dolor. Hasta Nico le estrechó la mano.
Hazel lo besó en la mejilla. ”Pensamos que habías muerto”’
Leo reunió una leve sonrisa. ’Hey, chicos. Estoy bien, estoy bien. “
Jason se dio cuenta de que no estaba bien. Leo no los miraba a los ojos. Sus manos estaban
completamente tranquilas en la mesa. Las manos de Leo nunca estaban quietas. Toda la
energía nerviosa se había drenado de él, reemplazado por una especie de tristeza melancólica.
Jason se preguntó por qué su expresión parecía familiar. Entonces se dio cuenta de Nico di
Angelo había mirado de la misma manera después de enfrentarse a Cupido en las ruinas de
Salona.
Leo estaba desconsolado, con un corazón roto.
Mientras los demás agarraron sillas de las mesas cercanas, Jasón se inclinó y apretó el hombro
de su amigo.
'Hey, hombre, “dijo,” ¿qué pasó?
Los ojos de Leo barrieron todo el grupo. El mensaje era claro: No aquí. No delante de todos.
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“Me perdí” dijo Leo. “Es una larga historia. ¿Qué hay de ustedes? ¿Qué pasó con Khione?”
El entrenador Hedge resopló. ¿Qué pasó? Piper fue lo que paso. Te lo estoy diciendo, esta
chica tiene poderes ‘
'Entrenador…' Piper protestó.
Hedge comenzó a volver a contar la historia, pero en su versión Piper era un asesino kung fu y
había un montón más de los hijos de Boreas.
Mientras el Entrenador habló, Jason estudió Leo con preocupación. Este café tiene una vista
perfecta de la bahía.
Leo debe haber visto el Argo II atracar en el puerto. Sin embargo, se había sentado aquí
bebiendo café - que ni siquiera le gusta - esperando a que lo encuentren. Ese no era Leo en
absoluto. El barco era lo más importante en su vida. Cuando vio venir a sus amigos para
rescatarlo, Leo debe haber corrido a los muelles, gritando a todo pulmón.
El entrenador Hedge estaba describiendo cómo Piper había derrotado Khione con una patada
cuando ella lo interrumpió.
Entrenador – ella dijo. ”No sucedió así en absoluto. Yo no podría haber hecho nada sin Festus.
Leo levantó las cejas. »Pero Festus fue desactivado.
"Um, por eso," dijo Piper. "En cierto modo lo desperté.
Piper explicó su versión de los hechos - cómo había reiniciado el dragón de metal con su
hechizo de voz.
Leo dio unos golpecitos con los dedos sobre la mesa, como si parte de su vieja energía iba a
volver.
"No debería ser posible” -murmuró. "A menos que las mejoras le permitieran responder a los
comandos de voz.
Pero si está permanentemente activado, significa que el sistema de navegación y el cristal… “
'¿Cristal? Preguntó Jason.
Leo dio un respingo. ”Um, nada. De todos modos, ¿qué pasó después de la bomba de viento
exploto?
Hazel tomó la historia. Una camarera se acercó y les ofreció menús. En muy poco tiempo
estaba listos para comer bocadillos y refrescos, disfrutando del día soleado casi como un grupo
de regulares adolescentes.
Frank cogió un folleto turístico atrapado bajo el dispensador de servilletas. Empezó a
leerlo. Piper palmeó el brazo de Leo, como si no pudiera creer que estaba realmente aquí. Nico
estaba al borde del grupo, mirando a los peatones como si fueran a ser enemigos. El
entrenador Hedge masticaba la sal y pimienta.
300
A pesar de la feliz reunión, todo el mundo parecía más apagado que de costumbre - como si
estuvieran en sintonía con el estado de ánimo de Leo. Jason nunca había considerado la
importancia de sentido del humor de Leo sobre el grupo. Incluso cuando las cosas eran muy
graves, siempre podían depender de Leo para hacer más ligeras las cosas.
Ahora, se sentía como si todo el equipo había echado el ancla.
'Entonces Jason tomo el control de los venti -concluyó Hazel. ”Y aquí estamos.”
Leo silbó. ”¿Caballos de aire caliente? Dioses, Jason. Así que, básicamente, llevaste atrapaste
un montón de gas todo el camino a Malta y luego lo dejas suelto.
Jason frunció el ceño. ’Sabes, no suena tan heroico, cuando lo pones de esa manera. “
-Sí, bueno. Yo soy un experto en aire caliente. Todavía me pregunto, ¿por qué Malta? Acabe
aquí viajando en la balsa, pero no tengo idea porque.
-Tal vez debido a esto.” Frank le acerco el folleto. ”Aquí dice que Malta era donde vivía
Calypso.
La sangre abandonó el rostro de Leo. ¿Qué?
Frank se encogió de hombros. ’De acuerdo con esto, su lugar de origen era una isla llamada
Gozo justo al norte de aquí. Calypso es un mito griego, ¿no?
-Ah, así un pequeño mito griego. El entrenador Hedge se frotó las manos. -¡A lo mejor tenemos
que luchar con ella!
¿Tenemos que luchar contra ella? Porque yo estoy listo. “
-No-murmuró Leo. ”No, nosotros no tenemos que luchar contra ella, entrenador.”
Piper frunció el ceño. -Leo, ¿qué tiene de malo? Te ves - ‘
"No pasa nada! Leo se puso de pie. ’Hey, tenemos que irnos. Tenemos trabajo que hacer! "
-Pero … ¿a dónde fuiste? Preguntó Hazel. ’¿De dónde sacaste esa ropa? Cómo - ‘
"Por Dios, señoras!" Dijo Leo. "Agradezco la preocupación, pero yo no necesito dos mamás
adicionales ‘
Piper sonrió con incertidumbre. ”Está bien, pero - ‘
¡Buques para arreglar! Dijo Leo. '!Festus para checar¡ ¡Puñetazos que dar a diosas de la
tierra! ¿Qué estamos esperando? ¡Leo ya esta de regreso!
Abrió los brazos y sonrió.
Estaba haciendo un valiente intento, pero Jason podía ver la tristeza persistente en los
ojos. Algo que le había ocurrido… algo que ver con Calypso.
301
Jason trató de recordar la historia de ella. Ella era una bruja de algún tipo, tal vez como Medea
o Circe. Pero, si Leo se había escapado de la guarida de una malvada hechicera, ¿por qué
parece tan triste? Jason tenía que hablar con él más tarde, asegurarse de que su amigo estaba
bien. Por ahora Leo dejaba claro que no quería ser interrogado.
Jason se levantó y le dio una palmada en el hombro. ”Leo tiene razón” “Tenemos que irnos “.
Todo el mundo le hizo caso. Comenzaron a acabar su comida y terminar sus bebidas.
De repente, Hazel se quedó sin aliento. ”Chicos …”
Ella señaló hacia el horizonte en la dirección del noreste. Al principio, Jason vio nada más que
el mar. A continuación, una racha de oscuridad se disparó en el aire como un relámpago negro
- como si la noche pura había aparecido a través del día.
"No veo nada-se quejó el entrenador Hedge.
"Yo tampoco", dijo Piper.
Jason escaneo las caras de sus amigos. La mayoría de ellos sólo parecía confundido. Nico fue el
único que parecía haber notado también el relámpago negro.
"Eso no puede ser …" Nico murmuró. "Grecia es todavía cientos de kilómetros de distancia”.
La oscuridad brilló de nuevo, momentáneamente absorbiendo el color en el horizonte.
"¿Crees que es Epiro? Todo el esqueleto de Jason se estremeció, la forma en que sintió cuando
era atravesado por un miles de voltios. No sabía porqué podía ver los destellos oscuros. Él no
era un hijo del Inframundo. Pero le dio un mal presentimiento.
Nico asintió. ’La Casa de Hades está abierto para los negocios. “
Unos segundos después, un ruido sordo se apoderó de ellos al igual que la artillería distante.
"Ha comenzado", dijo Hazel.
"¿Qué comenzo? Preguntó Leo.
Cuando el relámpago siguiente pasó, los ojos dorados de Hazel se oscurecieron como papel en
el fuego. ’La Ofensiva final de Gea “, dijo. ”Las Puertas de la Muerte están trabajando horas
extras. Sus fuerzas están entrando en el mundo de los mortales en masa ‘.
"Nunca lo lograremos", dijo Nico. "En el momento en que llegamos, habrá demasiados
monstruos para luchar."
Jason apretó los dientes. ”Vamos a derrotarlos. Y lo haremos allí rápidamente. Tenemos a
Leo. Él nos dará la velocidad que necesitamos”
Se volvió hacia su amigo. ¿O es que sólo hay aire caliente?
(Nota del traductor: Regresamos a los juegos de palabras. Leo y Jason están usando la
expresión “Hot air” “Aire caliente” como un doble juego significando promesas vacias y
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haciendo un chiste sobre los poderes de fuego de Leo. Jason se esta asegurando que Leo
cumpla su palabra)
Leo esbozó una sonrisa torcida. Sus ojos parecían decir: Gracias.
"Es hora de volar, niños y niñas", dijo. ’!Tío Leo todavía tiene algunos trucos bajo la manga¡
303
lxi
percy
Percy aún no estaba muerto, pero él ya estaba cansado de ser un cadáver.
A medida que avanzaban hacia el corazón del Tártaro, no dejaba de mirar su cuerpo y se
preguntó cómo podía pertenecer a él. Sus brazos parecían de cuero colgado de unos palos. Sus
piernas esqueléticas parecían disolverse en humo con cada paso. Había aprendido a moverse
normalmente dentro de la Niebla de la Muerte, más o menos, pero la magia de la Niebla
todavía le hacía sentirse como si estuviera envuelto en una capa de helio.
Le preocupaba que la Niebla de la Muerte podría aferrarse a él para siempre, incluso si de
alguna manera lograba sobrevivir al Tártaro. No quería pasar el resto de su vida con el aspecto
de un extra de The Walking Dead.
Percy trató de concentrarse en otra cosa, pero no había nada mejor que ver.
Bajo sus pies, el suelo brillaba con un púrpura nauseabundo, pulsando con una red de
venas. En la tenue luz roja de las nubes de sangre, la Annabeth versión Niebla de la Muerte
parecía un zombie recién resucitado.
Por delante de ellos estaba la vista más deprimente de todas.
Hacia el horizonte estaba un ejército de monstruos - bandadas de arai, tribus de grandes
Cíclopes, densas nubes de espiritus oscuros. Miles de malos, quizás decenas de miles, todos
moviéndose sin descanso, presionando uno contra el otro, gruñendo y luchando por el espacio
- como el área de los casilleros de un escuela superpoblada entre las clases, si todos los
estudiantes eran fueran monstruos horribles que olían muy mal.
Bob les condujo hacia el borde del ejército. No hizo ningún esfuerzo por ocultarse, no es que le
hubiera hecho ningún bien. El tener poco más de tres metros de altura y un brillo de plata, Bob
no era el tipo más sigiloso.
A unos pocos metros de los monstruos más cercanos, Bob se giro hacia Percy.
-Quédense tranquilos y permanezcan detrás de mí “, aconsejó. ”Ellos no se darán cuenta.
"Eso esperamos”-murmuró Percy.
En el hombro del Titan, Pequeño Bob se despertó de una siesta. Él ronroneó como un
terremoto y arqueó su espalda, volviéndose esquelético luego de vuelta a un gatito
peludo. Por lo menos él no parecía nervioso.
304
Annabeth examinó sus propias manos de zombie. ”Bob, si somos invisibles… ¿cómo puedes
vernos? Es decir, eres técnicamente un, ya sabes… “
-Sí-dijo Bob. ”Pero somos amigos.”
"Nyx y sus hijos podían vernos", dijo Annabeth.
Bob se encogió de hombros. ”Eso fue en el reino de Nyx. Eso es diferente. ‘
"Uh … bien." Annabeth no parecía sentirse segura, pero estaban aquí ahora. Ellos no tenían
más remedio que intentarlo.
Percy miró el enjambre de monstruos hambrientos. ”Bueno, al menos no tendremos que
preocuparnos con chocar con otros amigos en la multitud “.
Bob sonrió. -Sí, eso es una buena noticia. Ahora, sigamos. La muerte está cerca. “
"Las Puertas de la Muerte están muy cerca” lo corrigió Annabeth. ”Ten cuidado con las
palabras que usas”.
Se sumergió en la multitud. Percy se estremeció tan mal que tenía miedo que la Niebla se le
sacudiera de encima. Había visto a grandes grupos de monstruos antes. Él había luchado
contra un ejército de ellos durante la Batalla de Manhattan. Pero esta vez era completamente
diferente.
Cada vez que habían luchado monstruos en el mundo mortal, Percy por lo menos sabía que
estaba defendiendo su casa. Eso le daba coraje, no importa lo mal que estaban las
probabilidades. Aquí, Percy era el invasor. Él no pertenecía a esta multitud de monstruos como
tampoco el Minotauro pertenecía en la estación Penn en la hora pico.
A unos metros de distancia, un grupo de empousai arrancó el cuerpo de un grifo, mientras que
otros grifos volaron a su alrededor, chillando de indignación. A gigante de seis brazos y un
Lestrigon se golpeaban uno al otro con rocas, aunque Percy no estaba seguro de si se estaban
peleando o simplemente jugando brusco. Una pequeña sombra oscura de humo - Percy pensó
que debia ser un eidolon- entro en un cíclope, hizo que el monstruo se golpeara en la cara, y
luego salio para poseer a otra víctima.
Annabeth susurró, ‘Percy, mira. “
A tiro de piedra de distancia, un hombre en un traje de vaquero se resquebrajaba un látigo en
algunos caballos que escupían fuego.
El domador llevaba un sombrero Stetson en su pelo grasiento, un inmenso conjunto de jeans y
un par de botas de cuero negro. Desde un lado, podría haber pasado por humano - hasta que
él se volvió y vio Percy que su parte superior del cuerpo se dividia en tres cuerpos diferentes,
cada uno vestido con una camisa de color diferente.
Definitivamente era Gerión, que había intentado matar a Percy hace dos años en Texas. Al
parecer, el ranchero malvado estaba ansioso de controlar una nueva manada. La idea de que
305
el vaquero saliera de las Puertas de la Muerte hizo que los costados de Percy dolieran de
nuevo. Sus costillas palpitaban en donde la arai había soltado la maldición de Gerion. Quería
marchar hasta el ranchero de tres cuerpos, golpearlo en la cara y gritarle, ¡Muchas gracias,
Tex!
Lamentablemente, no pudo.
¿Cuántos otros viejos enemigos se encontraban en esta multitud? Percy comenzó a darse
cuenta de que todas las batallas que él jamás había ganado sólo había sido una victoria
temporal. No importa qué tan fuerte o afortunado que era, no importa cuántos monstruos
destruyera, Percy eventualmente fallaría.
No era más que un mortal. Se ponía demasiado viejo, demasiado débil o demasiado lento. Él
moriría. Y estos monstruos… duraban para siempre. Ellos seguían viniendo de regreso. Tal vez
les tomaría meses o años para re-formarse, tal vez incluso siglos. Pero ellos llegarían a renacer.
Al verlos reunidos en el Tártaro, Percy sintió tanta desesperación como los espíritus del río
Cocito.
Así que
¿Y si él era un héroe? ¿Y que si hacia algo valiente? El mal siempre estaba allí, regenerandose,
burbujeando bajo la superficie. Percy no era más que una pequeña molestia a estos seres
inmortales.
Ellos sólo tenían que esperar. Algún día, los hijos o hijas de Percy podrían tener que
enfrentarse a ellos de nuevo.
Sus hijos e hijas.
El pensamiento lo sacudió. Tan pronto como la desesperación lo había superado,
desapareció. Miró a Annabeth. Ella todavía parecía un cadáver de niebla, pero se imaginó su
verdadera apariencia - sus ojos grises llenos de determinación, su pelo rubio recogido en un
pañuelo, con el rostro cansado y manchado de suciedad, pero tan hermosa como siempre.
Bueno, quizás los monstruos volvían siempre. Pero también lo hacian los
semidioses. Generación tras generación, el Campamento Mestizo había soportado. Y el
campamento de Júpiter. Aunque por separado, los dos bandos habían sobrevivido. Ahora, si
los griegos y los romanos podían reunirse, serían aún más fuertes.
306
Aún había esperanza. Él y Annabeth habían llegado tan lejos. Las Puertas de la Muerte estaban
casi al alcance.
Hijos e hijas. Un pensamiento ridículo. Una idea genial. Allí justo en el centro de Tártaro, Percy
sonrió.
"¿Qué tiene de malo?" Annabeth susurró.
Con su disfraz Zombie hecho de Niebla de la Muerte, Percy probablemente se veía como si
estuviera haciendo una mueca de dolor.
-Nada-dijo. ’Yo estaba -‘
En algún lugar en frente de ellos, una profunda voz gritó: ‘¡JAPETO!
307
lxii
percy
El Titan se dirigió hacia ellos, pateando a monstruos menores fuera de su camino.
Era más o menos de la misma altura que Bob, con armadura de hierro Estigio, y un solo
diamante brillante en el centro de su pectoral. Sus ojos eran de color azul-blanco, como la base
de un glaciar y tan frío como el hielo. Tenía el pelo del mismo color, corte estilo militar. Un
casco de batalla en forma de cabeza de oso estaba escondido debajo de su brazo. De su
cinturón colgaba una espada del tamaño de una tabla de surf.
A pesar de sus heridas de guerra, la cara del Titán era hermosa y extrañamente familiar. Percy
estaba bastante seguro de que nunca había visto a este Titan antes, pero sus ojos y su sonrisa
le recordó a Percy de alguien…
El Titan se detuvo frente a Bob. Él le dio una palmada en el hombro.
"¡Japeto! ¡No me digas que no reconoces a tu propio hermano!
'¡No!' Bob estuvo de acuerdo con nerviosismo. ”No te dire eso.”
El otro Titan echó atrás la cabeza y rió. ”Escuché que fuiste arrojado al Leteo. Debe haber sido
terrible! Todos sabíamos que iba a sanar con el tiempo. Soy ¡Koios! ¡Koios!
-Por supuesto-dijo Bob. ’Koios, Titan del …’
'El Norte' Dijo Koios.
-Ya lo sé! “ Bob gritó.
Se rieron juntos y se turnaban para golpearse en el hombro.
Al parecer molesto por todos los empujones, Pequeño Bob se metió en la melena de Bob y
empezó a hacer un nido en el pelo de plata del Titán.
"Pobre Japeto", dijo Koios. "Deben haberte bajado bastante de nivel. ¡Mírate! ¿Una
escoba? ¿Uniforme de conserje? ¿Un gato en el pelo? Verdaderamente, Hades debe pagar por
estos insultos. ¿Quién fue el semidiós que tomó tu memoria? Bah! Nosotros debemos rasgarlo
en pedazos, tú y yo, ¿eh?
"Ja, ja. Bob tragó nervioso -Sí, claro. Rasgarlo en pedazos"
Los dedos de Percy se cerraron alrededor de su pluma. No confiaba en el hermano de Bob,
incluso antes de la amenaza de romperlo en pedazos. En comparación con el sencillo modo de
hablar de Bob, Koios sonaba como si estuviera recitando a Shakespeare. Eso por sí solo era
suficiente para irritar a Percy.
308
Estaba dispuesto a destapar a Contracorriente, pero hasta ahora Koios no parecía haberlo
notado. Y Bob no los había traicionado, sin embargo, sí ha tenido un montón de
oportunidades.
-Ah, es bueno verte…-Koios dijo tamborileando los dedos sobre su casco .- ¿Te acuerdas de lo
bien que lo pasamos en los viejos tiempos?
-¡Por supuesto!- respondió Bob- Cuando nosotros, uh…
-Derrocamos a nuestro padre, Urano- Dijo Koios.
-¡Sí! Amabamos luchar con papá…
-Nosotros lo atrapamos.
-¡Eso es lo que quise decir!
-Mientras que Cronos lo cortó en pedazos con su guadaña.
-Sí, ja, ja- Bob empezaba a sentirse enfermo.-¡Qué divertido!
-Tú agarraste el pie derecho de papá, según lo recuerdo- Dijo Koios- Y Urano te dio una patada
en la cara mientras luchaba. ¡Cómo solíamos burlarnos de ti por eso!
-Que tonto fui- Bob estuvo de acuerdo.
-Lamentablemente, nuestro hermano Cronos fue derrotado por unos semidioses imprudentesKoios dejó escapar un suspiro- pequeños pedazos de su esencia quedan, pero nada se puede
armar de nuevo. Supongo que algunas lesiones incluso en el Tártaro no se pueden curar.
-¡Que terrible!
-Pero el resto de nosotros tenemos otra oportunidad para brillar, ¿eh?- Se inclinó hacia
delante con complicidad.- Estos gigantes pueden pensar que los harán gobernar. Que sean
nuestras tropas de choque y destruyan a los olímpicos, muy bien. Pero una vez que la Madre
Tierra esté despierta, ella recordará que somos sus hijos mayores. Recuerda mis palabras. Los
Titanes serán los que gobiernen el cosmos.
-Hmm- dijo Bob- A los gigantes no les gustaría eso.
-Escupo en lo que les gusta- dijo Ceo- Ellos ya han pasado a través de las Puertas de la Muerte,
de todos modos, de vuelta al mundo de los mortales. Polibotes fue el último de ellos, hace
menos de media hora, aun quejándose de no haber conseguido atrapar a su presa. Al parecer,
algunos semidioses que buscaba fueron capturados por Nyx. Nunca los verá otra vez, ¡de eso
estoy seguro!
309
Annabeth agarró la muñeca de Percy. A través de la Niebla de la Muerte, no podía captar su
expresión muy bien, pero vio la alarma en sus ojos. Si los gigantes ya habían pasado por las
puertas, por lo menos no estarían buscándolos través del Tártaro.
Desafortunadamente, eso también significaba que sus amigos en el mundo de los mortales
estaban incluso en mayor peligro. Todas las peleas anteriores con los gigantes habían sido en
vano. Sus enemigos regresarían más fuertes que nunca.
- ¡Bueno!- Koios desenfundo su gigantesca espada. La hoja irradiaba un frío más profundo que
el Glaciar Hubbard.- Tengo que irme. Leto debe haberse regenerado para ahora. Voy a
convencerla para luchar.
-Por supuesto- murmuró Bob- Leto.
Koios rió -¿Te has olvidado de mi hija, también? Supongo que ha sido demasiado tiempo desde
que la has visto. Los pacíficos como ella siempre tardan más tiempo para reformarse. Esta vez,
sin embargo, estoy seguro de que Leto luchará por venganza. La forma en que Zeus la trataba,
después de ella le dio a esos increíbles gemelos ¡Que grosería!
Percy casi gruñó en voz alta. Los gemelos. Recordaba el nombre Leto: la madre de Apolo y
Artemisa. Este tipo Ceo parecía vagamente familiar porque tenía los ojos fríos de Artemisa y la
sonrisa de Apolo. El titán era su abuelo, el padre de Leto. La idea dio a Percy una migraña.
-¡Bueno! ¡Nos vemos en el mundo de los mortales!
Koios chocó su pecho contra el de Bob, casi tirando al gato de la cabeza- Ah, y nuestros dos
otros hermanos están vigilando este lado de las puertas, ¡los verás muy pronto!
-¿Lo haré?
-¡Cuenta con ello!- Koios avanzó pesadamente, casi derribando Percy y Annabeth mientras se
apresuraron fuera de su camino.
Antes de que la multitud de monstruos pudiera llenar el espacio vacío, Percy indicó a Bob que
se apoyara cerca de la pared
-¿Estás bien, grandote?- Susurró Percy.
Bob frunció el ceño- No lo sé. En todo esto- hizo un gesto a su alrededor- ¿Cuál es el significado
del bien?
Buen punto, pensó Percy. Annabeth miró hacia las Puertas de la Muerte, a pesar de la multitud
de monstruos ellos estaban fuera de la vista. -¿He oído bien? ¿Dos titanes más aguardan en
nuestra salida? Eso no es bueno.
Percy miró a Bob. La expresión del titán le preocupaba.
-¿Te acuerdas de Koios?- le preguntó suavemente -¿Todas esas cosas que estaba hablando? -
310
Bob agarró su escoba- Cuando lo dijo yo recordaba. Me entregó mi pasado como… como una
lanza. Pero yo no sé si deba tomarlo ¿Sigue siendo mío, si no lo quiero?
-No- dijo Annabeth con firmeza- Bob, eres diferente ahora. Tú eres mejor.
El gato saltó de la cabeza de Bob. Él hizo un círculo en los pies del titán, acurrucando su cabeza
contra los pantalones del titán. Bob no pareció darse cuenta.
Percy deseaba poder ser tan seguro como Annabeth. Deseaba poder decirle a Bob con la
confianza absoluta de que debía olvidarse sobre su pasado. Pero Percy comprendía la
confusión de Bob. Recordó el día en que abrió los ojos en la Casa del Lobo en California, su
memoria borrada por Hera. Si alguien hubiera estado esperando a Percy cuando por primera
vez se despertó, si hubieran convencido de Percy que se llamaba Bob, y él era un amigo de los
titanes y los gigantes… ¿Percy se lo hubiera creído?
¿Se hubiera sentido traicionado una vez que encontrara a cabo su verdadera identidad? Esto
es diferente, se dijo. Somos los buenos. Pero ¿Eran en verdad? Percy había dejado a Bob en el
Palacio de Hades, a merced de un nuevo jefe que lo odiaba. Percy no se sentía como si tuviera
tanto derecho a decirle a Bob qué hacer ahora, incluso si sus vidas dependieran de ello.
-Creo que se puede elegir, Bob- Percy dijo aventurado- Toma las piezas del pasado de Jápeto
que deseas mantener. Deja el resto. Tu futuro es lo que importa.
-El futuro… -Bob reflexionó -Ese es un concepto mortal, no me refiero a cambiar, Percy- Miró a
su alrededor en la horda de monstruos- Somos lo mismo… para siempre.
-Si tú fueras el mismo- dijo Percy- Annabeth y yo estaríamos muertos. Tal vez no hubiéramos
estado destinados a ser amigos, pero lo somos. Has sido el mejor amigo que podríamos pedir.
Los ojos plateados de Bob parecían más oscuros de habitual. Le tendió la mano, y Pequeño
Bob el gato saltó a ella. El titán lo elevó a su estatura.- Vayamos, pues, amigos. No mucho más
lejos.
Caminar sobre el corazón del Tártaro no era casi tan divertido como parecía. El suelo
resbaladizo y púrpura estaba constantemente latiendo. Parecía plano desde la distancia, pero
de cerca que estaba hecho de pliegues y crestas que hicieron más difícil de caminar. Bultos
nudosos de las arterias rojas y las venas azules dieron Percy algunos puntos de apoyo cuando
tuvo que subir, pero el trayecto iba muy lento.
Y, por supuesto, los monstruos estaban por todas partes. Grupos de perros del infierno
merodeaban los llanos, ladrando y gruñendo y atacando cualquier monstruo que bajara la
guardia. Arais sobrecargadas con ruedas de alas de cuero, haciendo siluetas oscuras horribles
en las nubes venenosas.
Percy tropezó. Su mano tocó una arteria roja y una sensación de hormigueo subió su brazoHay agua aquí- dijo- agua real.
Bob gruñó- Uno de los cinco ríos. Su sangre.
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-¿Su sangre?- Annabeth se alejó del grupo más cercano de venas- Yo sabía que el todos los ríos
del Inframundo se vacían en el Tártaro, pero…
-Sí- Bob estuvo de acuerdo.- Todos fluyen hacia su corazón.
Percy trazó su mano a través de una red de capilares. ¿El agua del Estigio estaba corriendo
bajo sus dedos, o tal vez el Leteo? Si alguna de esas venas se reventaba al pisar en ellas… Percy
se estremeció. Se dio cuenta de que estaba dando un paseo a través del sistema circulatorio
más peligroso en el universo.
-Tenemos que darnos prisa- dijo Annabeth- Si no podemos…- Su voz se apagó. Delante de
ellos, delicados hilos de electricidad atravesaron el horizonte como relámpagos, solo que estos
estaban hechos de una oscuridad absoluta.
-Las Puertas- dijo Bob- Debe estar pasando un gran grupo.
La boca de Percy sabía a sangre de gorgona. Incluso si sus amigos del Argo II lograban
encontrar el otro lado de las Puertas de la Muerte, ¿Cómo podrían luchar contra las oleadas de
monstruos que venían a través, sobre todo si todos los gigantes estaban ya la espera de ellos?
-¿Todos los monstruos salen a través de la Casa de Hades?- se preguntó- ¿Qué tan grande es
ese lugar?
Bob se encogió de hombros- Tal vez se envían a otro lugar cuando pasan a través. La Casa de
Hades está en el mundo mortal, ¿no? es decir el reino de Gea. Podría enviar a sus secuaces a
donde sea que quiera.
Las esperanzas de Percy se hundieron. Los monstruos que vienen a través de las Puertas de la
Muerte para amenazar a su amigos en Epiro, ya era bastante malo. Ahora se imaginó el suelo
en el lado mortal como un sistema de metro grande, depositando gigantes y otras inmundicias
a donde fuera que Gea quería que fueran, Campamento Mestizo, Campamento Júpiter, o en la
trayectoria del Argo II antes de que incluso pudieran llegar a Epiro.
-Si Gea tiene tanto poder- Annabeth preguntó- ¿Podría controlar en donde terminaremos?
Percy realmente odiaba a esa pregunta. A veces deseaba que Annabeth no fuera tan
inteligente.
Bob se rascó la barbilla- Ustedes no son monstruos. Puede ser diferente para ustedes.
Genial, pensó Percy. No le gustaba la idea de Gea esperándolos en el otro lado, lista para
teletransportarlos en el medio de una montaña, pero al menos las Puertas eran una
oportunidad para salir del Tártaro. No era como si tuvieran una mejor opción.
Bob les ayudó en la parte superior de otra cresta. De repente las Puertas de la Muerte estaban
312
a la vista en una colina que sobresalia del corazón, alrededor de un cuarto de milla de
distancia, rodeado de una horda de monstruos tan espesa Percy podría haber caminado en la
cabeza todo el camino a través.
Las Puertas estaban todavía demasiado lejos para distinguir mucho detalle, pero los Titanes
acompañándose a cada lado eran un poco familiares. El de la izquierda llevaba una armadura
brillante de oro que brillaba con el calor.
-Hiperión- murmuró Percy- Ese tipo simplemente no se queda muerto.
El de la derecha llevaba una armadura de color azul oscuro, con cuernos de carnero que salía
de los lados de su casco. Percy sólo lo había visto en sueños antes, pero sin duda, Crío, el titán
que Jason había matado en la batalla para Monte Tamalpais.
-Otros hermanos de Bob- dijo Annabeth. La Niebla de la Muerte brillaba a su alrededor,
haciendo que su rostro se volviera por un segundo un craneo- Bob, si tienes que luchar contra
ellos, ¿Podrías?
Bob levantó su escoba, como si estuviera listo para un trabajo de limpieza sucio- Tenemos que
darnos prisa- dijo y Percy se dio cuenta que no era realmente una respuesta.- Síganme.
313
lxiii
percy
Hasta aquí, su plan de camuflaje con la Niebla de la Muerte parecía estar funcionando. Así
que, naturalmente, Percy esperaba un fallo de último minuto.
A cincuenta pies de las Puertas de la Muerte, él y Annabeth se congelaron.
—Oh, dioses—murmuró Annabeth—. Son iguales.
Percy sabía a lo que se refería. Con un marco de Hierro Estigio, el portal mágico tenía una serie
de puertas de elevadores— dos paneles, uno negro y otro plata con grabados decorativos y
artísticos. Excepto porque los colores estaban inversos, se veían exactamente como los
elevadores en el edificio Empire State, la entrada al Olimpo.
Al verlos, Percy comenzó a extrañar su hogar, tanto que no podía respirar. No solamente
extrañaba al Monte Olimpo. Él extrañaba todo lo que había dejado atrás: Nueva York, el
Campamento Mestizo, su mamá y su padrastro. Sus ojos le picaban. No se sentía con la
confianza de hablar.
Las Puertas de la Muerte parecían un insulto personal, diseñado para recordarle todo lo que
no podía tener.
Cuando superó su shock inicial, se dio cuenta de otros detalles: del frío expandiéndose desde
la base de las Puertas, el brillo púrpura en el aire a su alrededor y las cadenas que lo
mantenían sujeto al suelo.
Cadenas de hierro negro estaban a cada lado, como las cuerdas de un puente colgante.
Y estaban sujetos por anzuelos clavados en el carnoso suelo. Los dos titantes, Críos e Hiperión
estaban parados, vigilando sus puestos.
Conforme Percy miraba, el marco entero vibró. Un rayo negro brilló; las cadenas se agitaron y
los titanes plantaron sus pies sobre los anzuelos para asegurarlos. Las Puertas se abrieron,
revelando el interior dorado de una cabina de ascensor.
Percy se tensó, listo para entrar a la carga, pero Bob puso una mano en su hombro.
—Esperen—le advirtió.
Hiperión gritó a la multitud de alrededor:
—¡Grupo A-22! ¡Apúrense, flojos!
Una docena de cíclopes corrieron hacia ellos, con boletos rojos y gritando de felicidad. No
deberían haber sido capaces de encajar dentro de esas puertas de tamaño humano, pero a
medida que los cíclopes se acercaban sus cuerpos se distorsionaban y contraían, Las Puertas
de la Muerte los succionó dentro de ellas.
314
El Titán Críos señaló con el pulgar en el botón ARRIBA en el lado derecho del ascensor. Las
puertas se cerraron.
El marco se estremeció de nuevo. El rayo oscuro se desvaneció.
— Deben entender cómo funciona, —murmuró Bob. El dirigió al gatito a su mano, a lo mejor
así los monstruos no se preguntarían con quién estaba hablando—. Cada vez que las puertas
se abren, estas se tratan de tele transportar a una nueva ubicación. Tánatos las hizo de esta
manera, así solo él podía encontrarlas. Pero ahora ellas están encadenadas. Las Puertas no
pueden reubicarse.
— Entonces cortamos las cadenas —susurró Annabeth.
Percy miró a la forma ardiente de Hyperion. La última vez que había luchado con el Titán, este
había tomado cada gramo de su fuerza. Incluso entonces Percy casi murió. Ahora había dos
titanes, con varios miles de monstruos como refuerzos.
— Nuestro camuflaje, —dijo él—. ¿Desparecerá si hacemos algo agresivo, como cortar las
cadenas?
— No lo sé —Bob le dijo a su gatito.
— Miau, —dijo Pequeño Bob.
— Bob, tendrás que distraerlos —dijo Annabeth—. Percy y yo rodearemos a los dos titanes y
cortaremos las cadenas desde atrás.
— Sí, bien —dijo Bob—. Pero eso es sólo un problema. Una vez dentro de las puertas, alguien
debe permanecer fuera para presionar el botón y defenderlo.
Percy intentó tragar saliva. — Uh… ¿defender el botón?
Bob asintió con la cabeza, rascando al gatito debajo de la barbilla. — Alguien tiene que
mantener pulsado el botón ARRIBA durante doce minutos, o el viaje no terminará.
Percy miró a las puertas. Efectivamente, Críos todavía tenía el dedo atascado en el botón
ARRIBA.
Doce minutos… De alguna manera, tendrían que llevar a los Titanes fuera de esas puertas.
Entonces Bob, Percy o Annabeth tendrían que mantener ese botón pulsado durante doce
largos minutos, en medio de un ejército de monstruos en el corazón del Tártaro, mientras que
los otros dos viajaban al mundo mortal. Era imposible.
— ¿Por qué doce minutos? —Preguntó Percy.
— No lo sé —dijo Bob—. ¿Por qué doce olímpicos o doce titanes?
— Me parece justo —dijo Percy, aunque tenía un sabor amargo en la boca.
— ¿Qué quiere decir que el viaje no terminará? —Preguntó Annabeth—. ¿Qué pasa con los
pasajeros?
Bob no respondió. A juzgar por su expresión de dolor, Percy decidió que no quería estar en ese
ascensor si se detenía entre el Tártaro y el mundo mortal.
— Si pulsamos el botón durante doce minutos —dijo Percy—, y las cadenas se cortan— Las Puertas deberían restablecerse, —dijo Bob—. Eso es lo que se supone que ellas hacen.
315
Ellas desaparecerán del Tártaro. Van a aparecer en otro lugar, donde Gea no pueda usarlas.
— Tánatos podrá reclamarlas, —dijo Annabeth—. La muerte volverá a la normalidad, y los
monstruos perderán su acceso directo al mundo de los mortales.
Percy suspiró. — Pan comido. Excepto por… bueno, todo.
Pequeño Bob ronroneó.
— Voy a apretar el botón, —ofreció Bob.
Una mezcla de sentimientos se agitó en el intestino de Percy, pena, tristeza, gratitud y culpa
espesándose en el cemento emocional. — Bob, no podemos pedirte que hagas eso. Quieres ir
a través de las puertas, también. Quieres ver el cielo otra vez y las estrellas y—
— Me gustaría eso, —Bob estuvo de acuerdo—. Pero alguien tiene que pulsar el botón. Y una
vez que las cadenas estén cortadas… mis hermanos lucharán para detener su paso. No querrán
que las puertas desaparezcan.
Percy miró a la horda interminable de monstruos. Incluso si dejaba que Bob hiciera este
sacrificio, ¿cómo podría un Titán defenderse contra tantos durante doce minutos, al mismo
tiempo que mantenía el dedo sobre un botón?
El peso de la decisión se instaló en el estómago de Percy. Siempre había sospechado cómo
terminaría. Él tenía que quedarse atrás. Mientras Bob rechazaba el ejército, Percy se
mantendría pulsando el botón del ascensor y se aseguraría de poner a Annabeth a salvo.
De alguna manera, tenía que convencerla de irse sin él. Mientras ella se ponía a salvo y las
puertas desaparecían, podía morir sabiendo que él había hecho algo bien.
— ¿Percy…? Annabeth lo miró, con un margen de sospecha en su voz.
Ella era tan inteligente. Si él la miraba a los ojos, ella iba a entender exactamente lo que él
estaba pensando.
— Primero lo primero —dijo él—. Vamos a cortar las cadenas.
316
lxiv
percy
¡Japeto!
Hiperión bramó.
-Bien, bien. Pensé que estabas escondido bajo una cubeta de limpieza en alguna parte. “
Bob se movio pesadamente hacia adelante, con el ceño fruncido. ”No me estaba
escondiendo”.
Percy se deslizó hacia el lado derecho de las Puertas. Annabeth se coló hacia la izquierda. Los
Titanes no dieron ninguna señal de notarlo, pero Percy no se arriesgo. Mantuvo a
Contracorriente en forma de pluma. Se agachó, paso a paso lo más silenciosamente
posible. Los monstruos menores mantenían una respetuosa distancia de los Titanes, por lo que
había suficiente espacio para maniobrar alrededor de las puertas, pero Percy era muy
consciente de los gruñidos y gritos de la multitud a su espalda.
Annabeth había decidido tomar el lado que Hiperion estaba custodiando, ya que tenía
la teoría de que Hiperion era el más probable para detectar a Percy. Después de todo, Percy
era el último que le habia matado en el mundo de los mortales.
Eso estaba bien con Percy. Después de estar en el Tártaro tanto tiempo, apenas podía mirar a
Hiperion con su brillante armadura de oro sin tener manchas en los ojos.
Por el lado de Percy de las Puertas, Krios estaban a oscuras y en silencio, su casco de cuernos
de carnero que cubría su rostro.
Mantuvo un pie plantado en el ancla de la cadena y su pulgar en el botón de ARRIBA.
Bob enfrentó a sus hermanos. Plantó su lanza y trató de parecer tan feroz como fuera posible
con un gatito en el hombro. ”Hiperion y Krío. Recuerdo a los dos. “
"¿Eres tú, Japeto? El Titan de oro se rio, mirando a Krios para compartir la broma. –Bueno, oí
que Percy Jackson te convirtió en un sirviente después de lavarte el cerebro. ¿Qué nombre te
puso… Betty?
'Bob', gruñó molesto Bob.
-Bueno, ya es hora de que aparecieras, Bob. Krios y yo hemos estado atrapados aquí
por semanas - ‘
'Horas', corrigió Krios, su voz era un profundo retumbar dentro de su casco.
"Lo que sea!" Dijo Hiperion. "Es un trabajo aburrido, guardando las puertas, arrastrando los
pies a través de monstruos
317
Órdenes de Gaia. Krios, ¿cuál es nuestro siguiente grupo, de todas formas? “
“Doble Rojo” dijo Kríos.
Hiperion suspiró. Las llamas brillaban más fuerte sobre sus hombros. ’Doble Roja. ¿Por qué
vamos de A-22 hasta Doble Rojo? ¿Qué tipo de sistema es este? Miró a Bob. ’Esto no es un
trabajo para mí - el Señor de la Luz! Titan del Este! ¡Señor de la Aurora! ¿Por qué estoy
obligado a esperar en la oscuridad mientras los gigantes van a la batalla y obtienen toda la
gloria? Ahora, Krios puedo entender - ‘
"Tengo todas las peores asignaciones, murmuró Krios, su pulgar todavía en el botón.
"Pero yo ‘Dijo Hiperion. " ¡Ridículo! Este debe ser tu trabajo, Japeto. Aquí, toma mi lugar por
un tiempo. ‘
Bob se quedó mirando a las Puertas, pero su mirada era distante - perdido en el pasado. ”Los
cuatro estábamos sujetando a nuestro padre, Urano, “recordó. ’Koios, yo y ustedes
dos. Cronos nos prometió el dominio de las cuatro esquinas de la Tierra por ayudar con el
asesinato”.
-En efecto-dijo Hiperion. ”Y yo estaba feliz de hacerlo! Yo hubiera tomado la guadaña con mis
manos si hubiera tenido la oportunidad! Pero tú, Bob… siempre estabas en conflicto acerca del
asesinato, ¿no es así? El suave Titan de Occidente, ¡suave como la puesta de sol! ¿Por qué
nuestros padres te llamaron El Empalador , nunca lo sabré. Más bien debieron de llamarte el
Quejoso. “
Percy alcanzó el gancho al final de la cadena. Destapó la pluma y Contracorriente creció en
toda su longitud. Krios no dio muestras de reaccionar. Su atención estaba firmemente sobre
Bob, que acababa de poner la punta de su lanza en el pecho de Hiperion.
"Todavía puedo perforarte-dijo Bob, su voz baja y uniforme. Tú presumes demasiado,
Hiperion. Eres brillante y lleno de fuego, pero Percy Jackson te derrotó de todos modos. He
oído que te convirtió en un bonito árbol en Central Park.
Los ojos de Hiperion ardían. ”Ten cuidado, hermano.”
"Por lo menos el trabajo de un conserje es honesto", dijo Bob. "Yo limpio después de los
demás. Deje mejor el palacio que como lo encontré. Pero… a ti no te importa los desastres que
provocas. Seguiste a Cronos ciegamente. Ahora recibes órdenes de Gea ‘.
"¡Ella es nuestra madre! ‘ Hiperion bramó.
"Ella no se despertó para nuestra guerra en el Olimpo “, le recuerdo Bob. ’Ella favorece su
segundos hijos, la gigantes ‘.
Krios gruñó. -Eso es muy cierto. Los niños del abismo ‘.
"¡Ambos paren sus lenguas! La voz de Hiperion estaba teñida de miedo. "Nunca se sabe
cuándo está escuchando. "
318
El ascensor sonó. Los tres Titanes saltaron.
¿Habían pasado ya doce minutos? Percy había perdido la noción del tiempo. Krios quito su
dedo del botón y gritó, ¡Doble Rojo! ¿Dónde está Doble Rojo?
Hordas de monstruos se agitaron y se empujaban unos a otros, pero ninguno de ellos se movia
de su lugar.
Krios dejó escapar un suspiro. ”Yo dije que debían tener listas sus entradas. ¡Doble Rojo! ¡Van
a perder su lugar en la fila! “
Annabeth estaba en posición, justo detrás de Hiperion. Levantó la espada de hueso de Drakon
sobre la base de las cadenas. A la luz ardiente de la armadura del Titan, su disfraz de Niebla de
la Muerte la hacía parecer un cadáver en llamas.
Ella levantó tres dedos, lista para la cuenta regresiva. Tenían que cortar las cadenas antes de
que el siguiente grupo tomara el ascensor, pero también tenían que asegurarse de que los
Titanes estuvieran tan distraídos como sea posible.
Hiperion masculló una maldición. ”Simplemente maravilloso. Esto completamente estropea
nuestro horario. “Miro a Bob con desagrado.”Haz tu elección, hermano. Luchar contra
nosotros o ayudarnos. No tengo tiempo para tus discursos.
Bob miró a Annabeth y Percy. Percy pensó que iba a empezar una pelea, pero en cambio se
para junto a su lanza. -Muy bien. Voy a tomar la guardia. ¿Quién de ustedes quiere un
descanso ?
"Yo, por supuesto-dijo Hiperion.
¡Yo!’ Krios espetó. ’He estado guardando ese botón tanto que mi pulgar esta a punto de
caerse. “
"He estado de pie aquí más tiempo-gruñó Hyperion. "Ustedes dos cuiden de las Puertas
mientras yo subo al mundo de los mortales. Tengo algunos héroes griegos para vengarme.
'¡Oh, no!' Krios se quejó. ”Ese muchacho romano está en camino a Epiro - el que me mató en
Monte Otris. Tuvo mucha suerte, ahora es mi turno. “
"Bah! Hiperion sacó su espada. -Te destriparé primero,¡Cabeza de cabra!
Krios levantó su propia espada. -Puedes intentarlo, pero no estare atrapado en este pozo
hediondo por más tiempo! “
Annabeth captó la mirada de Percy. Ella pronunció: Uno, dos Antes de que pudiera golpear las cadenas, un gemido agudo perforó sus oídos, como el sonido
de un cohete entrante. Percy sólo tuvo tiempo de pensar: . Uh-oh Entonces una explosión
sacudió la ladera. Una ola de calor golpeó Percy hacia atrás. Metralla oscura atravesó a Kríos y
a Hiperión, destruyendolos, tan fácilmente como en una astilladora de madera.
319
POZO HEDIONDO. Una voz hueca rodó por las llanuras, sacudiendo el suelo caliente.
Bob se puso en pie. De alguna manera la explosión no lo había tocado. Puso su lanza en frente
de él, tratando de localizar el origen de la voz. Pequeño Bob se metió en su manga.
Annabeth había aterrizado a unos veinte metros de las Puertas. Cuando se puso de pie, Percy
estaba tan aliviado que estaba viva le llevó un momento darse cuenta de que se parecía a
ella. La Niebla de la Muerte se había evaporado.
Se miró las manos. Su disfraz se había ido también.
TITANES , dijo la voz con desdén. SERES INFERIORES. IMPERFECTO Y DÉBILES.
Frente a las Puertas de la Muerte, el aire se oscureció y comenzó a solidificar. El ser que
apareció fue tan masivo, irradiando tal maldad pura, que Percy quería arrastrarse y
esconderse.
En cambio, obligó a sus ojos para reconocer la forma del dios, a partir de las botas de hierro
negro, cada una como del tamaño de un ataúd. Sus piernas estaban cubiertas de costras
oscuras; su carne formado por músculo púrpura grueso, como el suelo. Su falda de combate
blindada se formo de miles de huesos ennegrecidos, retorcidos, entrelazados como eslabones
de la cadena y puestos en su lugar por un cinturón de brazos monstruosos entrelazados.
En la superficie de la coraza del guerrero, caras oscuras aparecían y se sumergían - gigantes,
Cíclopes, gorgonas y Drakones - todo presionando contra la armadura como si tratara de salir.
Los brazos del guerrero estaban desnudos - musculos, púrpuras y brillantes - las manos tan
grandes como las palas de una retroexcavadora.
Lo peor de todo era la cabeza: un casco de roca y metal trenzado sin forma particular - sólo
dentada con picos y parches pulsantes de magma. Todo su rostro era un torbellino - una
espiral hacia el interior de la oscuridad.
Mientras Percy miraba, las últimas partículas de esencia de Titan de Hiperion y Krios fueron
aspiradas a la fauces del guerrero.
De alguna manera Percy encontró su voz. ”Tártaro”.
El guerrero hizo un sonido como una montaña partiéndose a la mitad: un rugido o una risa,
Percy no podía estar seguro.
ESTA FORMA ES SÓLO UNA PEQUEÑA MANIFESTACIÓN DE MI PODER, dijo el dios. PERO ES
SUFICIENTE PARA DESHACERME DE USTEDES.
YO NO ME METO EN ASUNTOS MENORES, PEQUEÑO SEMIDIOS. NO SON LO
SUFICIENTEMENTE IMPORTANTES COMO PARA QUE ME MOLESTE CON CRIATURAS COMO
USTEDES.
"Uh …" las piernas de Percy amenazaban con colapsar. "No … ya sabes … no quiero que tengas
algún problema.
320
HAN DEMOSTRADO SER SORPRENDENTEMENTE RESISTENTES , dijo el Tártaro. HAN LLEGADO
DEMASIADO LEJOS. YA NO PUEDO SOPORTAR EL VER SU PROGRESO.
Tártaro abrió los brazos. A lo largo del valle, miles de monstruos gemían y rugían,
enfrentándose con sus armas y bramando en señal de triunfo. Las Puertas de la Muerte se
estremecían en sus cadenas.
SERAN HONRADOS, PEQUEÑOS SEMIDIOSES , dijo el dios del abismo. ¡INCLUSO LOS
OLÍMPICOS NUNCA FUERON DIGNOS DE MI ATENCIÓN PERSONAL. PERO USTEDES SERÁN
DESTRUIDOS POR EL PROPIO TÁRTARO, EN PERSONA!
321
lxv
frank
FRANK esperaba fuegos artificiales.
O por lo menos, un gran cartel que dijera:
¡BIENVENIDO A CASA!
Hace más de tres mil años, su ancestro griego – el bueno de Periclímeno, el metamorfo - había
navegado al este con los argonautas. Siglos más tarde, los descendientes de Periclímeno
habían servido en las legiones romanas orientales. Luego, a través de una serie de
desventuras, la familia había terminado en China, finalmente emigrar a Canadá en el siglo
XX. Ahora Frank estaba de vuelta en Grecia, lo que significaba que la familia Zhang había dado
la vuelta por completo al globo.
Eso parecía motivo de celebración, pero el único comité de bienvenida fue una bandada de
salvajes arpías hambrientas que atacaron el buque. Frank se sentía un poco mal, cuando
las derribó con su arco. Él estaba pensando en Ella, su monstruosamente inteligente amiga
arpía de Portland. Pero estas arpías no eran Ella. Con gusto hubieran masticado el rostro de
Frank. Así que las estalló en nubes de polvo y plumas.
El paisaje griego abajo era tan inhóspito. Las colinas estaban salpicadas de rocas y cedros
secos, todo brillante en el aire espeso. El sol caía como si se tratara de volver el campo un
escudo de bronce celestial. Incluso desde un centenar de metros de altura, Frank podía oír el
zumbido de cigarras zumbando en los árboles - un sonido de otro mundo que hacía sus
parpados pesados. Incluso el duelo entre las voces de los dioses de la guerra dentro de su
cabeza parecía haberse quedado en silencio. Apenas habían molestado a Frank en absoluto,
desde que habían cruzado a Grecia.
El sudor corría por su cuello. Después de ser congelado bajo cubierta por esa diosa loca de la
nieve, Frank estaba seguro que nunca tendría calor de nuevo, pero ahora la parte de atrás de
su camisa estaba empapada.
¡Caliente y húmedo! Leo sonrió a la cabeza. ”Me trae recuerdos de Houston! ¿Qué opinas
Hazel? ¡Todo lo que necesitamos ahora son unos mosquitos gigantes, y se sentirá igual que la
Costa del Golfo!
"Muchas gracias, Leo, ‘Hazel le contesto. "Probablemente vamos a ser atacado por los
mosquitos monstruo de la Antigua Grecia en cualquier segundo.
Frank estudió los rostros de ellos, en silencio admirando cómo la tensión entre ellos había
desaparecido.
322
Lo que le había sucedido a Leo durante sus cinco días de exilio, lo había cambiado. Él todavía
bromeaba, pero Frank sintió algo diferente en él - como un barco con una nueva quilla. Tal vez
usted no se podía ver la quilla, pero se notaba que estaba allí por la forma en que el buque
navegaba.
Leo no parecía tan decidido a burlarse de Frank. Conversaba con mayor facilidad con Hazel sin robar esas miradas anhelantes, con ojos tristes que siempre habían hecho sentir a Frank
incómodo.
Hazel había diagnosticado el problema en privado a Frank: “Conoció a alguien.”
Frank no se lo podía creer. ¿Cómo? ¿Dónde? ¿Cómo puedes saberlo?
Hazel sonrió. ”Solo lo se”
Como era que lo sabía si ella era hija de Plutón en lugar de Venus. Frank no lo sabía.
Por supuesto, él se sintió aliviado de que Leo no estaba buscando algo con su chica, pero
Frank también estaba un poco preocupado sobre Leo. Claro, que habían tenido sus diferencias,
pero después de todo lo que habían pasado juntos Frank no quería ver a Leo con su corazón
roto.
'¡Alli!' La voz de Nico saco a Frank de sus pensamientos. Como de costumbre, di Angelo estaba
en lo alto del mástil principal. Señaló hacia un río verde brillante que serpentea a través de las
colinas de un kilómetro de distancia.
'Maniobra en esa direccion. Estamos cerca del templo. Muy cerca.
Como para probar su punto, un rayo negro atravesó el cielo, dejando manchas oscuras en los
ojos de Frank y provoco que los pelos de sus brazos se levantan.
Jason se acomodo su espada a la cintura. ”Todo el mundo, prepárense. Leo, porfavor
acercanos, pero no toques tierra – no más contacto con el suelo de lo necesario. Piper, Hazel,
saquen las amarras.
“Estamos en eso” Dijo Piper.
Hazel dio a Frank un beso en la mejilla y corrió a ayudar.
'Frank', Jason llamó, 've y encuentra al entrenador Hedge.
"Claro! ‘
Bajo las escaleras y se dirigió a la cabina de Hedge. Mientras se acercaba a la puerta, se
detuvo. Él no quería sorprender al sátiro con los ruidos fuertes. El entrenador Hedge tenía la
costumbre de saltar en el pasillo con su bate de béisbol si pensaba que algún atacante estaba a
bordo. Frank casi había conseguido que le arrancara la cabeza un par de veces en su camino
hacia el cuarto de baño.
323
Levantó la mano para llamar. Entonces se dio cuenta de que la puerta estaba
entreabierta. Oyó el entrenador Hedge hablando en el interior del cuarto.
-Vamos, nena! “ dijo el sátiro. ”Sabes que no es así!”
Frank se quedó helado. No quiso escuchar a escondidas, pero no estaba seguro de qué
hacer. Hazel había mencionado estar preocupada por el entrenador.
Nunca había oído hablar al Entrenador tan suavemente. Por lo general, los únicos sonidos
Frank conocía del Entrenador eran los eventos deportivos en la TV, o el entrenador gritando,
‘¡Sí! ¡Vamos Equipo! O tal vez una de sus favoritas películas de artes marciales. Frank estaba
bastante seguro de que el Entrenador no se llama Chuck Norris nena.
Otra voz habló – una femenina, pero apenas audible, como si viniera de muy lejos.
-Lo haré-prometió el entrenador Hedge. ’Pero, eh, vamos a la batalla - se aclaró la garganta – y
puede ponerse feo. Porfavor mantente a salvo. Me pondré en contacto. Lo prometo.
Frank no pudo soportarlo más. Llamó a la puerta con fuerza. ¿Hey, entrenador?’
La conversación se detuvo.
Frank contó hasta seis. La puerta se abrió de golpe.
El entrenador Hedge se quedó allí con el ceño fruncido, los ojos enrojecidos, como si hubiera
estado viendo demasiada televisión. Él llevaba la gorra de béisbol de costumbre y pantalones
de gimnasia, con una coraza de cuero sobre su camisa y un silbato que colgaba de su cuello, tal
vez en caso de que él quería llamar a una falta contra los ejércitos de monstruos.
'Zhang. ¿Qué quieres? “
"Uh, nos estamos preparando para la batalla. Te necesitamos en la cubierta.
La barba de cabra del Entrenador se estremeció. -Sí. Por supuesto que sí. “Sonaba
extrañamente tranquilo sobre el perspectiva de una lucha.
'Yo no queria - quiero decir, le oí hablar-tartamudeó Frank. '¿Estaba enviando un mensaje Iris?
Hedge parecía que podría golpear a Frank en la cara o por lo menos dar la alarma muy
fuerte. Entonces con los hombros caídos, dejó escapar un suspiro y se volvió en el interior,
dejando Frank con el pie torpemente en la puerta.
El entrenador se sentó en su litera. Se arregló su barbilla en la mano y miró con tristeza en
torno a su cabina. El lugar parecía un dormitorio de la universidad después de un huracán - el
suelo sembrado de lavandería (Tal vez por usarse, tal vez para aperitivos, era difícil saber con
sátiros), DVD y platos sucios dispersos alrededor de la TV. Cada vez que el barco se inclinaba,
un grupo de equipo para deportes rodaba por el suelo - balones de fútbol, pelotas de
baloncesto, pelotas de béisbol y, por alguna razón, una sola bola de billar. Mechones de pelo
de cabra flotaban por el aire y se juntaba debajo de los muebles.
324
¿Cabras de polvo? ¿Conejitos cabra? (Nota del traductor: en ingles a las bolas de polvo y pelo
que se forman en las alfombras se les llama Conejillos de polvo, aquí Frank está haciendo un
juego de palabras)
En la mesa de noche del entrenador estaba un recipiente con agua, una pila de dracmas de
oro, una linterna y un prisma para hacer el arco iris. El entrenador, obviamente, había venido
preparado para hacer un montón de mensajes Iris.
Frank recordó lo que Piper le había hablado de la novia ninfa del entrenador que trabajaba
para el papá de Piper. ¿Cuál era el nombre de la ninfa… Melinda? Millicent? No, Mellie.
"Uh, es su novia Mellie, ¿no? Frank aventuró.
"No es asunto tuyo!" el Entrenador le grito.
'Muy bien'.
Hedge rodó los ojos. ”¡Muy bien! Si quieres saberlo - sí, yo estaba hablando con Mellie. Pero
ella no es mi novia. “
-Oh …-El corazón de Frank se hundió. ¿Rompieron?
-No, idiota! Nos casamos! Ella es mi esposa! “
Frank hubiera sido menos sorprendido si el entrenador lo había golpeado. ’Entrenador, eso es eso es genial!
Cuando - como -?
"No es asunto tuyo!" -gritó de nuevo.
"Um … bien."
"Finales de mayo, dijo el entrenador. "Justo antes de que el Argo II zarpara. No queríamos
hacer mucho ruido sobre eso. ‘
Frank se sentía como el barco se inclinaba de nuevo, pero debe haber sido sólo él. Las
pelotas de deportes se quedaron dónde estaba contra la pared del fondo.
¿Durante todo este tiempo el entrenador había estado casado? A pesar de ser un recién
casado, había accedido a venir en esta aventura. No era de extrañar que Hedge hiciera tantas
llamadas de vuelta a casa. Con razón estaba tan irritable y agresivo.
Aún así… Frank sintió que había más pasando. El tono del entrenador durante el mensaje Iris
hizo que sonara como si estuvieran discutiendo un problema.
"No quise escuchar a escondidas", dijo Frank. -Pero… ¿está bien? "
"Fue una conversación privada
-Sí. Tienes razón. “
325
"¡Muy bien! Te lo diré. " Hedge arrancado algunos pelos de su muslo y dejar que flote en el
aire. "Ella tomó un descanso de su trabajo en Los Ángeles, fue a Campamento Mestizo para el
verano, porque nos dimos cuenta - "Su voz agrietada. "Nos dimos cuenta de que sería más
seguro. Ahora está atrapada ahí, con los romanos a punto de atacar.
Ella es … ella esta bastante asustada.
Frank llegó a ser muy consciente de la insignia de centurión en su camisa, y del tatuaje
SPQR en su antebrazo.
-Lo siento-murmuró-. ”Pero, si ella es un espíritu nube, no podía ella … ya sabes, flotar en el
aire y escapar.
El entrenador cerró los dedos alrededor de la empuñadura de su bate de béisbol. ”Por lo
general, sí. Pero mira … ella esta en una condición delicada. No estaría a salvo. ‘
'Una delicada …-los ojos de Frank se agrandaron. ”¿Ella va a tener un bebé ? ¿Vas a ser papá?
Grita un poco más fuerte “, se quejó Hedge. ’No creo que te escucharon en Croacia.
Frank no pudo evitar sonreír. ’¡Pero, Entrenador, eso es impresionante! ¿Un pequeño sátiro
bebé? ¿O tal vez una ninfa?
Serás un padre fantástico. “
Frank no estaba seguro de por qué se sentía de esa manera, teniendo en cuenta el amor del
entrenador por bates de béisbol y las patadas giratorias, pero él estaba seguro.
El entrenador Hedge frunció el ceño aún más profundo. ’La guerra viene, Zhang. En ningún
lugar es seguro. Yo debería estar ahí para Mellie. Si llego a morir en algún lugar - ‘
'Hey, nadie se va a morir “, dijo Frank.
Hedge lo miró a los ojos. Frank podría decir el entrenador no lo creía.
"Siempre tengo una debilidad por los hijos de Ares-murmuró Hedge. ’O Marte - el que sea. Tal
vez eso es por eso no te estoy pulverizando para hacer tantas preguntas.
"Pero yo no esta - ‘
-Bien, te lo diré! Hedge suspiró de nuevo. ”Cuando yo estaba en mi primer trabajo como
guardian, estaba en Arizona. Traje a esta chica llamada Clarisse.
'¿Clarisse?
'Hermana tuya ¿no? “dijo Hedge. 'Niños de Ares. Violentos. Rudos. Mucho potencial. De todos
modos, mientras yo estaba fuera, Tuve un sueño acerca de mi mamá. Ella - ella era una ninfa
nube como Mellie. Soñé que estaba en problemas y necesitaba mi ayuda de inmediato. Pero
me dije a mí mismo: No, es sólo un sueño. ¿Quién haría daño a una viejo dulce ninfa
nube? Además, tengo que conseguir llevar a este mestizo a la seguridad. Así que termine mi
326
misión, lleve a Clarisse al Campamento Mestizo. Después, me fui a buscar a mi mamá. Ya era
demasiado tarde.
Frank observó el mechón de pelo de cabra asentarse en la parte superior de una pelota de
baloncesto. ”¿Qué pasó con ella?
Hedge se encogió de hombros. ”No tengo idea. Nunca la volví a ver. Tal vez si yo hubiera
estado allí para ella, si hubiera regresado antes … “
Frank quería decir algo reconfortante, pero no estaba seguro de qué. Había perdido a su
madre en la guerra de Afganistán, y sabía lo vacío que las palabras “Lo siento” podían sonar.
-Estabas haciendo tu trabajo , ofreció Frank. ”Salvando la vida de un semidiós”.
Hedge gruñó. ”Ahora mi esposa y mi hijo por nacer están en peligro, al otro lado del mundo, y
yo no puedo hacer nada para ayudar. “
"Usted está haciendo algo ", dijo Frank. "Estamos aquí para detener a los gigantes de despertar
a Gea”
Esa es la mejor manera en que podemos mantener a nuestros amigos a salvo. ‘
-Sí. Sí, supongo.
Frank deseaba poder hacer más para levantar el ánimo de Hedge, pero esta charla estaba
haciendo preocuparse de todo el mundo que había dejado atrás. Se preguntó quién estaba
defendiendo el Campamento Júpiter ahora que la legión había marchado al este,
especialmente con todos los monstruos que Gea estaba desatando con las Puertas de la
Muerte. Estaba preocupado por sus amigos en la Quinta Cohorte y cómo debían sentirse
cuando Octavian les ordenó a marchar al Campamento Mestizo. Frank quería estar allí, aunque
sólo fuera para meter un oso de peluche por la garganta de ese augur engreído.
El buque se escoro hacia delante. La manada de artículos deportivos rodó debajo de la litera
del entrenador.
"Estamos bajando", dijo Hedge. "Será mejor que subamos”
-Sí-dijo Frank, con la voz ronca.
-Eres un romano entrometido, Zhang.
"Pero -"
-Vamos-dijo Hedge. ”Y ni una palabra de esto a los demás”.
Mientras los otros quitaban los amarres aéreos, Leo tomó por los brazos a Frank y Hazel. Los
arrastró a la ballesta de la popa. ’Muy bien, este es el plan. “
Hazel entrecerró los ojos. ”Yo odio a sus planes. “
-Necesito ese pedazo de leña magica-dijo Leo. ¡Rápido!
327
Frank casi se atragantó con su propia lengua. Hazel retrocedió, cubriendo instintivamente el
bolsillo del abrigo.
"Leo, no se puede - ‘
'He encontrado una solución. “Leo se volvió hacia Frank. ”Es su decisión, grandote, pero puedo
protegerte.”
Frank pensó en la cantidad de veces que había visto a los dedos de Leo estallar en llamas. Un
movimiento en falso, y Leo podría quemar el pedazo de yesca que controlaba la vida de Frank.
Pero por alguna razón, Frank no estaba aterrorizado. Desde que le había hecho frente a los
monstruos vaca en Venecia, Frank apenas había pensado en su frágil línea de vida. Sí, el más
pequeño fuego podría matarlo. Pero también había sobrevivido algunas cosas imposibles e
hizo su padre orgulloso. Frank había decidido que cualquiera que fuera su destino, no se
preocuparía por eso. Se limitaba a hacer lo mejor que podia para ayudar a sus amigos.
Además, Leo sonaba serio. Sus ojos todavía estaban llenos de esa melancolía extraña, como si
estuviera en dos lugares a la vez, pero no hay nada en su expresión que indicara algún tipo de
broma.
'Adelante, Hazel, dijo Frank.
-Pero …-Hazel respiró hondo. ’Muy bien’. Sacó el trozo de leña y se lo entregó a Leo.
En las manos de Leo, no era mucho más grande que un destornillador. La yesca todavía estaba
carbonizado en un lado desde donde Frank había utilizado para quemar a través de las
cadenas heladas que aprisionaban a Thanatos en Alaska.
De un bolsillo de su cinturón de herramientas, Leo produjo un trozo de tela blanca. ’¡He aquí!
Frank frunció el ceño. ’¿Un pañuelo?
'Una bandera de rendición? Hazel adivinó.
-¡No, no creyentes! “ Dijo Leo. ’Esta es una bolsa tejida de tela maravillosa - un regalo de una
amiga mía. “
Leo puso la leña en la bolsa y la cerró con un lazo de hilo de bronce.
"El cordón fue mi idea-dijo Leo con orgullo. "Tomó un poco de trabajo, meter el cordon en la
tela, pero la bolsa no se abrirá a menos que tú lo quieras. La tela respira como tela regular, por
lo que la leña no esta más sellada de lo que sería en el bolsillo del abrigo de Hazel.
"Uh …" dijo Hazel. ’¿Cómo es que una mejora, entonces?
'Sosten esto, así no te doy un ataque al corazón. “Leo tiró la bolsa a Frank, que casi se le
resbala. Leo convocó una bola candente de fuego en su mano derecha. Paso el antebrazo
izquierdo sobre las llamas, sonriendo mientras lamían la manga de su chaqueta.
"¿Ves?" , dijo. ’¡No se quema! "
328
Frank no le gustaba discutir con un hombre que sostenía una bola de fuego, pero él dijo: “Uh …
eres inmune a las llamas ‘.
Leo rodó los ojos. -Sí, pero tengo que concentrarme si no quiero que mi ropa se queme. Y no
estoy concentrandome, ¿ves? Esta tela es totalmente a prueba de fuego. Lo que significa que
la leña no se quema en la bolsa.
Hazel parecía muy convencido. ”¿Cómo puedes estar tan seguro?
"Dioses, un público difícil” . Leo apagó el fuego. "Supongo que sólo hay una manera de
persuadirlos." Él tendió la mano a Frank.
"Uh, no, no." Frank retrocedió. De repente, todos esos pensamientos valientes sobre la
aceptación de su destino parecían lejos. "Eso está bien, Leo. Gracias, pero yo - No puedo - ‘
'Hombre, tienes que confiar en mí. “
El corazón de Frank corrió. ¿Confiaba en Leo? Bueno, claro … con un motor. Con una
broma. ¿Pero con su vida?
Recordó el día en que habían quedado atrapados en el taller subterráneo en Roma. Gea había
prometido que iban a morir en esa habitación. Leo había prometido que conseguiría sacar a
Hazel y Frank de la trampa.
Y lo había hecho.
Ahora Leo habló con el mismo tipo de confianza.
'Muy bien'. Frank le entregó a Leo la bolsa. 'Trata de no matarme. “
Ardió la mano de Leo. La bolsa no se ensucio o quemo.
Frank esperó a que algo saliera muy mal. Contó hasta veinte, pero que aún estaba vivo. Él
sentía como si un bloque de hielo se derritiera, justo detrás del esternón - un trozo congelado
de miedo se había acostumbrado tanto que ni siquiera pensaba en ello hasta que ya no estaba.
Leo extinguió el fuego. Él movió las cejas hacia Frank. ¿Quién es tu mejor amigo?
"No respondas eso-dijo Hazel. ’Pero, Leo, es increíble. "
"Lo fue, ¿verdad? ‘ Leo estuvo de acuerdo. "Entonces, ¿quién quiere tener este pedazo de leña
recién ultra-seguro? ‘
"Lo tendré” -dijo Frank.
Hazel frunció los labios. Ella miró hacia abajo, a lo mejor lo que Frank no ver el dolor en sus
ojos. Ella había protegido la leña para él a través de un montón de duras batallas. Era una señal
de confianza entre ellos, un símbolo de su relación.
329
"Hazel, no se trata de ti-dijo Frank, tan suavemente como pudo. "No puedo explicarlo, pero yo
- Tengo un presentimiento de que voy a tener que ser responsable cuando estemos en la Casa
de Hades. Tengo que llevar mi propia carga.
Los ojos dorados de Hazel estaban llenos de preocupación. -Entiendo. Es que… me preocupa.
Leo tiró la bolsa a Frank. Frank al ató alrededor de su cinturón. Se sentía extraño el llevar a su
debilidad fatal tan abiertamente, después de meses de mantenerla oculta.
'Y, Leo, dijo,' gracias’.
Parecía poco para el regalo que Leo le había dado, pero Leo sonrió. ”¿Para que sirve tener
amigos genios, eh?
'Hey, chicos! “ Piper llamo desde la proa. ”Será mejor que vengan aquí. Tienen que ver esto “.
Habían encontrado la fuente del rayo oscuro.
El Argo II se cernía directamente sobre el río. A unos cientos de metros de distancia de la parte
superior de la colina más cercana había un cúmulo de ruinas. No parecía mucho - sólo algunos
muros derruidos que rodean la piedra caliza de unos pocos edificios - pero, desde algún lugar
dentro de las ruinas, tentáculos de vapores negro rizado en el cielo, como un calamar oscuro
mirando a escondidas desde su cueva. Mientras Frank observaba, un rayo de energía oscura
estalló en el aire, sacudio la nave y el envío de una onda de choque en frío a través del paisaje.
'El Necromanteion, dijo Nico. 'La Casa de Hades’.
Frank se apoyó en la barandilla. Suponía que era demasiado tarde para sugerir vuelta
atrás. Estaba empezando a sentir nostalgia de los monstruos que había luchado en
Roma. Maldición, el estar persiguiendo vacas venenosas a través de Venecia había sido más
atractivo que este lugar.
Piper se abrazo para darse calor. ”Me siento vulnerable flotando aquí
así. ¿No podríamos aterrizar en el río?
"Yo no lo haría-dijo Hazel. ’Ese es el río Aqueronte.
Jason miró entrecerrando los ojos debido al sol. ”Pensé que el Aqueronte estaba en el
Inframundo”.
-Lo esta-dijo Hazel. Pero su fuente se encuentra en el mundo de los mortales. ¿Ese río debajo
de nosotros? Con el tiempo fluye bajo tierra, directamente en el reino de Plutón - er, Hades. El
aterrizaje de un buque semi-dios en esas aguas - ‘
'Sí, vamos a quedarnos aquí-decidió Leo. 'No quiero nada de agua zombie en mi casco.
A medio kilómetro aguas abajo, algunos barcos de pesca fueron a encontrase. Frank supuso
que no sabían o preocupaban por la historia de este río. Debe ser agradable, ser un mortal
normal.
330
Junto a Frank, Nico di Angelo levantó el cetro de Diocleciano. Su orbe brillaba con la luz
púrpura, como en sincronia con la tormenta oscura. Reliquia romana o no, el cetro le
provocaba problemas a Frank. Si realmente tenía el poder de convocar a una legión de los
muertos… bueno, Frank no estaba seguro de que era una gran idea.
Jason le dijo una vez que los hijos de Marte tenían una capacidad similar. Supuestamente,
Frank podía llamar a los soldados fantasmales del lado perdedor de una guerra para que le
sirvan. Nunca había tenido mucha suerte con ese poder, probablemente porque él se asustó
mucho. Estaba preocupado de que podría convertirse en uno de los fantasmas si perdian la
guerra - eternamente condenado a pagar por sus errores, asumiendo que quedaba alguien
para convocarlo.
"Así que, uh, Nico … ‘Frank hizo un gesto hacia el cetro. "¿Has aprendido a usar esa cosa?"
"Vamos a averiguarlo” . Nico se quedó mirando los tentaculos de oscuridad ondulantes de las
ruinas. "No tengo la intención de tratar hasta que tenga que hacerlo. Las Puertas de la Muerte
ya están trabajando horas extras con los monstruos de Gea. Cargarla todavía más al resucitar a
los muertos y las Puertas podrían destruirse permanentemente, dejando una grieta en el
mundo mortal que no se puede cerrar. ‘
El entrenador Hedge gruñó. ”Odio las grietas en el mundo. Vamos a ir a quebrar algunas
cabezas de monstruos ‘.
Frank miró con expresión sombría del sátiro. De repente se le ocurrió una idea. ’Entrenador,
debe permanecer en bordo, para que nos cubra con ballestas.
Hedge frunció el ceño. -¿Quedarme detrás? ¿Yo? ¡Soy tu mejor soldado!
'Es posible que necesitemos apoyo aéreo “, dijo Frank. ”Al igual que hicimos en Roma. Salvaste
nuestros braccae (Pantalones en latin). ‘
No quiso añadir: Además, me gustaría que usted regrese a su esposa y bebé con vida.
Hedge aparentemente captó el mensaje. Su ceño se relajó. El alivio se mostró en sus ojos.
-Bueno …-se quejó-, supongo que alguien tiene que guardar su braccae .
Jason golpeó al Entrenador en el hombro. Luego le dio Frank un gesto agradecido. ”Así que eso
está arreglado.
Todos los demás - vamos a llegar a las ruinas. Es hora de echar a perder la fiesta de Gea.
331
lxvi
frank
A pesar del calor del mediodía y el poder de la tormenta de energía de la muerte, un grupo
de turistas se subieron sobre las ruinas. Afortunadamente no había muchos, y no dieron
mustras de notar la presencia de los semidioses.
Después de las multitudes en Roma, Frank había dejado de preocuparse demasiado de ser
notado. Si pudieron volar su buque de guerra en el Coliseo romano con ballestas disparando y
ni siquiera provocar accidentes de tráfico, pensó que podían salirse con la suya siempre.
Nico iba al frente de la marcha. En la parte superior de la colina, subieron sobre una vieja
muralla y hacia abajo en una zanja excavada. Por último, llegaron a una pared de piedra que
conducía directamente en la ladera de la colina. La tormenta de la muerte parecía provenir
justo encima de sus cabezas.
Mirando hacia arriba en los tentáculos de la oscuridad arremolinada, Frank se sentía como si
estuviera atrapado en la parte inferior de un inodoro. Eso realmente no ayudaba a quitarle sus
nervios.
Nico giro y miro al grupo —A partir de aquí, se pone difícil.
—Lindo—dijo Leo. —Porque hasta ahora he estado conteniendo totalmente mis golpes.
Nico lo miró—Vamos a ver cuánto tiempo más vas a poder mantener tu sentido del humor.
Recuerden, esto es donde los peregrinos llegaban para poder hablar con los ancestros
muertos. Bajo tierra, es posible que vean las cosas que puedan asustarlos, u oigan voces que
tratan de llevarnos por mal camino en los túneles. Frank, ¿tienes las tortas de cebada?
— ¿Qué?— Frank había estado pensando en su abuela y su madre, preguntándose si podrían
aparecer para él. Por primera vez en el día, las voces de Ares y Marte empezaron a discutir de
nuevo en la parte posterior de la mente de Frank, y debatían sus formas favoritas de muertes
violentas.
—Tengo los pasteles —dijo Hazel. Ella sacó los pastelillos mágicos de cebada que habían hecho
del grano que Triptólemo les había dado en Venecia.
—Coman— aconsejó Nico.
Frank mordió la galleta de la muerte y trató de no vomitar. Le recordaba una galleta hecha con
aserrín en lugar de azúcar.
—Rico — dijo Piper. Incluso la hija de Afrodita no pudo evitar hacer una mueca.
—Está bien —Nico tragó lo último de su cebada— Eso nos protegerá del veneno.
— ¿Veneno? —Preguntó Leo— ¿Me he perdido el veneno? Porque me encanta el veneno.
—Muy pronto —prometió Nico— Sólo quedémonos juntos, y tal vez podamos evitar
perdernos o volvernos locos.
332
Con ese comentario alegre, Nico los llevó bajo tierra. El túnel descendía en espiral suavemente
hacia abajo, el techo sostenido por arcos de piedra blanca lo cual le parecía a Frank como la
caja torácica de una ballena.
Mientras caminaban, Hazel pasó las manos a lo largo de los azulejos — Esto no era parte de
un templo— susurró— Esto fue… el sótano de una mansión, construida en al final de la historia
de Grecia. Frank encontró extraña la forma en Hazel podía conocer tanto de un lugar
subterráneo con sólo estar allí. Nunca había sabido que ella se haya confundido.
— ¿Un sótano de una casa? —se preguntó — Por favor, no me digas que estamos en el lugar
equivocado.
—La casa de Hades está por debajo de nosotros —Nico le aseguró. — Pero Hazel está en lo
correcto, estos niveles superiores son mucho más recientes. Cuando los primeros arqueólogos
excavaron este sitio, pensaron que habían encontrado el Necromanteion. Luego se dieron
cuenta que las ruinas eran demasiado recientes, por lo que decidieron que era el lugar
equivocado. Estaban bien la primera vez. Ellos simplemente no cavaron lo suficientemente
profundo.
Doblaron una esquina y se detuvieron. En frente a ellos, el túnel terminaba en un enorme
bloque de piedra.
— ¿Un derrumbe? —preguntó Jason.
—Una prueba — dijo Nico —Hazel, ¿Podrías hacer los honores?
Hazel se adelantó. Ella colocó su mano en la roca, y dejó toda la roca convertida en polvo.
El túnel se estremeció. Las grietas se propagaron a través del techo. Por un momento
aterrador, Frank imaginó que todos serían aplastados bajo toneladas de tierra, una manera
decepcionante para morir, después de todo lo que habían pasado. Entonces el ruido se detuvo.
El polvo se asentó.
Un conjunto de escaleras se curvaron más profundamente en la tierra, el techo de cañón
sostenido por más arcos repetidos, más juntos y tallado de piedra negro pulido. Los
descendientes arcos hicieron a Frank sentirse mareado, como si estuviera mirando en un
espejo que reflejaba sin fin.
Pintadas en las paredes había imágenes de ganado negro marchando hacia abajo.
—Realmente no me gustan las vacas —Piper murmuró.
—Pienso igual— dijo Frank.
—Esas son las vacas de Hades— Nico dijo—Es sólo un símbolo de…
—Mira —Señaló Frank.
En el primer paso de la escalera, un cáliz dorado brillaba. Frank estaba bastante seguro de que
no había estado allí un momento antes.
El vaso estaba lleno de líquido de color verde oscuro.
—¡Caray! —dijo Leo con poco entusiasmo. —Supongo que ese es nuestro veneno.
333
Nico tomó el cáliz. —Estamos de pie en la antigua entrada de la Necromanteion. Ulises llegó
aquí, y decenas de otros héroes, buscando el consejo de los muertos.
— ¿Acaso los muertos les dijeron que se fueran inmediatamente? — Preguntó Leo— .
—No me molestaría si nos lo pidieran – contesto Piper
Nico bebió del cáliz, después se lo ofreció a Jason.
—Pedías que confíe en ti, que estuviera dispuesto a tomar riesgos. Bueno, aquí tienes, hijo de
Júpiter. ¿Qué tanto confías en mí?
Frank no estaba seguro a que se referí Nico pero Jason no se detuvo a pensarlo, agarró el cáliz
y bebió.
Se lo fueron pasando, cada uno bebiendo un sorbo de veneno.
¡Estúpido Frank Zhang! ¿Si tus amigos toman veneno, tú también tomarás? —imaginó la voz
de su abuela. —
Frank fue el último en tomar, cuando lo hizo, el cáliz se convirtió en humo.
—Bien, asumiendo que no nos mate el veneno, ahora podríamos ir al primer nivel del
Necromanteion.
¿Vamos apenas en el primer nivel? Piper pregunto. Nico miro a Hazel y señalo a las escaleras
“Después de ti hermanita”
Rápidamente, Frank perdió el rumbo. Las escaleras se separaban en tres diferentes
direcciones. En el momento en que Hazel escogia un camino, este volvia a separarse. Fueron
caminando por tuneles que se interconectaban y cámaras mortuarias idénticas llenas de
nichos donde hace tiempo seguramente había cuerpos.
Los arcos sobre las puertas estaban decorados con vacas negras, blancos alamos y
búhos.
—Pensé que el búho era el símbolo de Minerva. —Comentó Jason al verlo
dibujado en una pared. —
— El búho chillador (Nota de traductor: también se les conoce como tecolotes) es el búho
sagrado de Hades, su chillido es mal augurio. — Explico Nico. —
—Por aquí. —dijo Hazel. Se veía idéntica a todos los otros arcos que habían pasado —Es la
única que no caerá encima nuestro.
—Entonces… Buena elección. —dijo Leo. —
Frank empezó a sentir como si estuviera dejando el mundo de los vivos, poco a poco. Empezó
a sentir un cosquilleo en la piel, preguntándose si era un efecto secundario del veneno. La
bolsa con su trozo de madera parecía sentirse más pesado en su cinturón. En la luz de sus
armas mágicas, sus amigos empezaban a parecerle fantasmas.
Una corriente de aire frio le pego en la cara. En su mente, Ares y Marte habían dejado de
pelear, pero a Frank le pareció escuchar voces de un corredor cercano al suyo, tratándolo de
convencer de separarse del grupo y quedarse a escuchar sus voces.
334
Finalmente, ellos llegaron a un arco tallado con formas de cráneos humanos, o peor aún, con
cráneos humanos reales incrustados en la roca.
Con la luz purpura del cetro de Diocleciano las cuencas vacías parecían pestañear. Frank estuvo
a punto de chocar contra el techo cuando Hazel le puso una mano en el brazo.
— Esta es la entrada al segundo nivel. Mejor hecho un vistazo. —dijo Hazel— Frank no había
notado que trataba de acercarse al arco.
—Ah, perdón pasa…. – Frank se movio para dejarle espacio.
Hazel paso sus dedos sobre los cráneos.
—No hay trampas en esta entrada pero… algo es extraño aquí. Mi sentido de orientación
subterráneo esta difuso, lleno de estática. Como si alguien estuviera trabajando en contra mia,
escondiendo lo que hay delante nuestro. —comentó ella. —
—¿La bruja que nos mencionó Hécate? —Adivinó Jason. —¿La que Leo vio en sus sueños?
¿Cuál era su nombre?
Hazel se mordio el labio, nerviosa—Sí, pero no será seguro decir su nombre. Pero estén alerta.
De algo estoy segura, a partir de este punto los muertos son más fuertes que los vivos.
Frank no estaba tan seguro de cómo sabia ella eso, pero decidió creerla.
Los susurros comenzaron a hacerse más fuertes; también captaba movimientos repentinos en
las sombras. Por la manera en la que sus amigos miraban alrededor de la cueva, estaban
experimentando lo mismo.
— ¿Donde están los monstruos? — Preguntó Frank— Gea tenía un ejército protegiendo las
puertas ¿no?
— No sé, hombre. -le dijo Jason— Su piel pálida se veía de un tono verdoso parecido al del
veneno. –En mi opinión prefiero una batalla, a esto.
—Cuidado con lo que deseas—dijo Leo mientras invocaba una bola de fuego en su mano. Por
primera vez a Frank le parecio reconfortante ver las flamas. –Personalmente, me gusta este
lugar sin monstruos. Entramos, salvamos a Percy y a Annabeth, destruimos las Puertas de la
Muerte y nos vamos, quizás pasamos a la tienda de regalos.
— Si, eso va a pasar. — respondió Frank— .
El túnel temblo; lanzando rocas y polvo desde el techo.
Hazel apretó la mano de Frank. —Eso estuvo cerca. —murmuro Hazel. —Estos tuneles no
soportaran mucho tiempo.
—Las Puertas se acaban de abrir de nuevo—anunció Nico—.
—Pasa cada 15 minutos. —comentó Piper. —
—No, cada 12. —contesto Nico, sin dar explicaciones de cómo lo sabía. — Debemos darnos
prisa, Percy y Annabeth están cerca, y en peligro.
Mientras caminaba, los pasillos se iban haciendo más anchos. El techo ahora tenía una altura
de seis metros, adornado con elaboradas pinturas de lechuzas paradas sobre las ramas de
alamos blanco. El espacio extra debiera de haber hecho más cómodo a Frank pero no dejaba
de pensar en las desventajas
tácticas.
335
Las cámaras eran lo suficientemente espaciosas como para que anduvieran monstruos
grandes, incluso gigantes. Encontraba puntos ciegos a cada paso, lo que signifcaba más sitios
donde los monstruos podían esconderse, haciendo fácil una emboscada o un ataque.
Lo cual no les daba ninguna opción para retirarse o escapar. Todos los instintos de Frank lo
advertían de salir de los túneles; la falta de monstruos era una clara señal de que estaban a
punto de caer en una trampa. Incluso sabiendo esto Frank no podía hacer nada, tenían que
encontrar las Puertas de la Muerte.
Leo mantuvo su llama portátil cerca de las paredes. Frank vio en las paredes antiguos grafitis
griegos tallados en la piedra. Él no sabía leer griego antiguo pero supuso que decían plegarias
para los muertos; escritas hace miles de años.
El piso estaba lleno de cerámica y monedas de plata.
— ¿Ofrendas? —adivinó Piper. —
—Sí, si quieres invocar a tus ancestros, debes ofrecer algo. —Explico Nico—.
—Entonces no ofrezcamos nada. —dijo Jason.
Nadie replicó.
—El túnel aquí es inestable. —dijo Hazel. — el suelo aquí podría…. bueno; por favor, pisen
exactamente donde yo lo haga.
Ella se puso al frente del grupo. Frank caminaba detrás suyo, no porque se quería hacer el
valiente, si que quería estar cerca por si llegaba a necesitar ayuda. Los dioses de la guerra
estaban discutiendo de nuevo en su cabeza y le pareció haber escuchado una voz cerca de él.
—Fai Zhang.
Esa voz no era ni de Ares ni de Marte.
Era como alguien susurrando en su oído.
—Frank, ¿Qué pasa? —le pregunto Jason. —Hazel, para un momento, Frank, ¿Qué pasa?
—Nada, yo solo… —comenzó Frank. —
—Pilos, Te espero en Pilos —dijo la voz—.
Frank sintió que el veneno estaba recorriendo su garganta de nuevo. Frank había estado
asustado antes, incluso se había enfrentado cara a cara con el dios de la Muerte.
Pero esta voz lo aterrorizaba en una manera totalmente diferente. La sentía vibrar en sus
huesos, como si la voz supiera todo sobre el; su maldicon, su historia, incluso su futuro.
Su abuela siempre le dijo que había que honrar a los ancestros. Era parte de la cultura china.
Debías de cuidar de los fantasmas, tomarlos en serio.
Frank siempre había creido que las creencias de la abuela, eran supersticiones. Pero ahora
tenía otra opinión, no tenía ninguna duda. Esa voz… Era alguno de sus ancestros.
— Frank, no te muevas. — le aviso Hazel. —
Él miró hacia abajo y se dio cuenta de que estaba a punto de caerse por un agujero.
Para sobrevivir, deberás liderar—Dijo la voz. — Cuando haya separacion, deberás tomar las
riendas
—Liderar… ¿liderar qué? —Preguntó Frank—
336
Grandote — Leo le hablo. — ¿Podrías no asustarnos? Por favor y gracias.
Todos sus amigos lo miraban preocupados.
—Estoy bien—dijo él— Fue solo una voz.
Nico le dio la razón. —Se los adverti, se pone cada vez peor. Opino que deberíamos….
Hazel levanto la mano para pedir silencio. —Esperen aquí, todos.
A Frank no le pareció una buena idea, pero no la siguió. Conto hasta veintitrés antes de que
regresara, con su cara pálida y seria.
— Habitación tenebrosa frente a nosotros, no se alarmen—dijo Hazel. —
—Esas dos expresiones no deberían de ir juntas —comento Leo. Pero de igual manera
siguieron a Hazel por la caverna.
El lugar tenía el aspecto de una catedral circular, con un techo tan elevado que se perdia en las
penumbras. Docenas y docenas de túneles se originaban allí, cada uno lleno de voces
fantasmales. Lo que le preocupaba a Frank era el suelo que estaban pisando. Estaba
conformado por un mosaico tétrico, compuesto por huesos y gemas; fémures, pelvis y cajas
torácicas torcidas y fusionadas, formando un suelo liso; incrustado de diamantes y rubies.
Los huesos formaban patrones, como si contorsionistas esqueléticos estuvieran alli, rodeando
las gemas para protegerlas; una danza tenebrosa de muerte y riquezas.
—No toquen nada. —dijo Hazel. —
— No estaba en mis planes hacerlo. — Le aseguró Leo. —
Jason miro todos los tuneles, buscando una salida.
—¿Cuál tomamos?
Por primera vez, Nico estaba perdido.
—Esta debió ser la habitación donde los sacerdotes invocaban a los espíritus más poderosos.
Uno de estos caminos lleva al tercer nivel del templo y a la Casa de Hades. ¿Pero… cuál?
—Ese. —respondió Frank.
En el otro extremo de la habitación, había un fantasma de un legionario romano mirándolo a
él. Su rostro estaba desdibujado y no se podía distinguir muy bien, pero Frank estaba
completamente seguro que lo miraba a él.
—¿Por qué ese? — pregunto confundida Hazel.
—¿Acaso no ves al fantasma? —preguntó Frank. —
—¿Fantasma? —preguntó Nico. —
Bueno… si Frank veía un fantasma y los Hijos de Hades no, algo estaba definitivamente mal.
Sintio como si el piso estuviera vibrando con violencia. Entonces se dio cuenta de que en
realidad si vibraba
337
— Necesitamos ir a esa salida. — dijo Frank. — Ahora.
Hazel casi tuvo que derribar a Frank. —Espera, el piso es inestable, y no sabemos lo que hay
debajo. Necesito encontrar una ruta segura
—Entonces, rápido. —el la apuró. —
Saco su arco y siguió el paso de Hazel; Leo los siguió pegado a la espalda de Frank, para que
tuvieran luz. Los demás les protegían la retaguardia. Frank sabía que estaba asustando a sus
amigos, pero no había nada que pudiera hacer. Tenía un fuerte presentimiento de que solo
contaban con unos pocos segundos….
En frente de ellos, el fantasma se desvaneció. La caverna se llenó de rugidos de monstruos.
Docenas, tal vez centenas de criaturas llenando la cámara desde todas direcciones. Frank
reconoció el rugido profundo de los Nacidos de la Tierra, el chillido de los grifos, los gritos de
guerra de los Ciclopes; todos los ruidos que había en la Batalla de Nueva Roma. Solo que esta
vez amplificados y aumentados en su cabeza, gritando incluso mas fuerte que las voces del
dios de la guerra.
Hazel, no te detengas. — le gritó Nico. — Saco el cetro de Diocleciano de su cinturón; mientras
Piper y Jason desenfundaron sus espadas para defenderse de la multitud de monstruos.
Un Nacido de la Tierra con seis brazos les lanzo una lluvia de piedras, que al caer quebraron el
suelo de huesos y joyas como si fuera de hielo. Una fisura se creó y comenzó a moverse
directamente hacia Leo y Frank. No había tiempo para pensarlo. Frank tacleo a sus amigos,
arrastrándolos hasta la entrada del túnel donde estaba el fantasma; mientras les llovían lanzas
y rocas sobre sus cabezas.
—Corran dentro —Gritó Frank—. Vamos, apúrense.
Le hicieron caso y entraron en el túnel, que extrañamente no tenía monstruos, lo cual no
estaba seguro de que fuera una buena señal.
Dos metros adentro del túnel. Leo gritó —¡Los demás! —.
La caverna entera se sacudió. Frank volteo y todo su coraje se volvió polvo. Los demás todavía
estaban adentro de la sala.
Dividiendo la caverna estaba una grieta nueva de quince metros de ancho, conectada solo por
dos frágiles puentes de huesos y rocas. La multitud de monstruos estaba del otro lado del
abismo, chillando y rugiendo de frustración; lanzando lo que fuera que tuviera a la mano,
incluso a sus propios compañeros. Algunos trataron de cruzar los puentes, que crujían y
quebraban bajo su peso.
Jason, Piper y Nico estaban cerca de Frank, lo cual era bueno; aunque estaban completamente
rodeados por un anillo de Ciclopes y perros del infierno. Más monstruos entraban por los
tuneles, mientras los grifos volaban sobre sus cabezas, a salvo del suelo que desaparecía.
Los tres semidioses nunca llegarían a salvo al túnel, ni siquiera si Jason usaba sus poderes y
saltaban por el aire.
338
Frank recordó la voz de su ancestro: Cuando haya separacion, deberás tomar las
riendas.
Necesitamos ayudarlos— le grito
Hazel
La mente de Frank empezó a trabajar a toda máquina, haciendo cálculos para la batalla. Se dio
cuenta donde y cuando sus amigos serian aniquilados; como los seis morirían en la caverna; a
menos que Frank cambiara la ecuación.
¡Nico! El cetro— grito a todo
pulmón.
Nico levantó el cetro de Diocleciano, y el aire de la caverna adquirió un brillo purpura.
Fantasmas escalaron desde el abismo y aparecieron a través de las paredes; una legion
romana completa con uniforme de batalla. Comenzaron a solidificarse, lo que los hacia parecer
zombies, pero se veían confundidos. Los muertos se movían sin rumbo a través de los
monstruos, creando caos; pero esto no iba a durar mucho.
Frank giro hacia Leo y Hazel. —Ustedes dos sigan, no nos esperen.
Los ojos de Hazel se abrieron como platos. —¿De que hablas? ¡No!
—Tienen que- Era lo más difícil que Frank había hecho, pero sabía que era su única
opción.
—Encuentren las Puertas. Salven a Annabeth y a Percy.
Pero… —Leo miro sobre el hombro de Frank. — ¡Agáchate!
Frank corrió a buscar donde protegerse, cuando una lluvia de rocas explotaron sobre su
cabeza. Cuando pudo pararse, tosiendo y cubierto de polvo; se dio cuenta que la entrada al
túnel había desaparecido. Una sección entera de la pared había colapsado, bloqueando el
túnel con escombros humeantes.
Hazel…—La voz de Frank se quebró. Tenía la pequeña esperanza de que Hazel y Leo estuvieran
vivos del otro lado; no podía permitirse pensar de otra manera.
Una furia inmensa comenzó a crecer dentro de su pecho. Giro en redondo y corrió directo
hacia el ejercito de monstruos.
339
lxvii
frank
Frank no se consideraba un conocedor sobre fantasmas, pero los legionarios muertos tenían
que haber sido semidioses, porque tenían TDAH sin duda.
Ellos buscaban torpemente alejarse del abismo, y después se reunian sin rumbo aparente,
golpeándose el pecho los unos a los otros sin algún motivo, empujándose el uno al otro al
abismo, disparando flechas al aire como si trataran de darle a una mosca y ocasionalmente, de
pura suerte, lanzando una jabalina, espada o un aliado en dirección hacia los enemigos.
Mientras tanto, la armada de monstruos se hacía cada vez más gruesa y más furiosa. Los
Nacidos de la Tierra lanzaban montones de rocas que aniquilaban a los legionarios zombies,
aplastándolos como papel. Demonios femeninos con piernas disparejas y con cabello ardiente
(Frank supuso que ellas eran empusas), rechinaron sus colmillos y le gritaron órdenes a los
otros monstruos. Una docena más de cíclopes avanzaron por los puentes, los cuales se estaban
desmoronando. Mientras que humanoides con cuerpo de foca—, telequines, como los que
Frank había visto en Atlanta—arrojaban frascos de fuego griego por el abismo. Hasta había
unos centauros en la mezcla, disparando flechas en llamas, y pisando a sus aliados menores
por debajo de sus pezuñas. De hecho, la mayoría de los enemigos parecían estar armados con
armas de fuego. A pesar de su bolsa a prueba de fuego, a Frank todo esto le daba mala espina.
Él empujó entre la multitud de romanos muertos, disparándoles a los monstruos hasta que se
le acabaron sus flechas, lentamente yendo hacia sus amigos.
Un poco tarde, él se dio cuenta—que tonto— de que debería transformarse en algo grande y
poderoso, como un oso o un dragón. Tan pronto como ocurrió la idea, un dolor estalló en su
brazo. Tropezó, miró hacia abajo, y se sorprendió de encontrar un eje de la flecha
sobresaliendo de su bíceps izquierdo.
Su camisa estaba empapada de sangre. La visión le hizo marearse. En su mayoría le estaba
haciendo enojar. Trató de convertirse en un dragón, sin suerte. El dolor hacia casi imposible
concentrarse. Tal vez él no podía cambiar de forma, mientras que estaba herido.
Genial, pensó. Ahora me entero.
Dejó caer su arco y cogió una espada de uno de los enemigos muertos… bueno, en realidad no
estaba seguro de lo que era: una especie de guerrera reptil, con serpientes en lugar de piernas.
Camino hacia adelante, tratando de ignorar el dolor y la sangre que le goteaba en el brazo.
Unos cinco metros más adelante, Nico estaba blandiendo su espada negra con una mano,
sosteniendo el cetro de Diocleciano en alto con la otra. Siguió gritando órdenes a los
legionarios, pero no le prestaron atención.
340
Por supuesto que no, pensó Frank. Él es griego.
Jason y Piper estaban detrás de Nico. Jason llamó a las ráfagas de viento para protegerse de
las jabalinas y flechas. Envio de vuelta un vial de Fuego griego hasta la garganta de un grifo,
que estalló en llamas, cayendo en espiral hacia el abismo. Piper puso su espada nueva en
buen uso, al rociar la comida de la cornucopia en su otra mano utilizando jamones, pollos,
manzanas y naranjas como misiles interceptores.
El aire sobre el abismo se convirtió en un show de fuegos artificiales con proyectiles de fuego,
explosión de rocas, y productos frescos.
Sin embargo, los amigos de Frank no podrían aguantar siempre. El rostro de Jason ya estaba
perlado de sudor. Siguió gritando en latín: “¡Formen filas!” Pero los legionarios muertos
tampoco lo escuchaban a él. Algunos de los zombis eran muy serviciales sólo parándose en el
camino, bloqueando monstruos y tomando fuego. Si seguían siendo derrotados, sin embargo,
no habría suficientes de ellos para organizarse.
— ¡Muevanse! —Gritó Frank. Para su sorpresa, los legionarios muertos se separaron para él.
Los más cercanos se volvieron y lo miraron con los ojos en blanco, como si esperaran más
órdenes.
—Oh, genial… —murmuró Frank. En Venecia, Marte le había advertido que su verdadera
prueba de liderazgo estaba por venir. El antepasado fantasma de Frank le había instado a
hacerse cargo. Pero si estos romanos muertos no querían escuchar las órdenes de Jason, ¿Por
qué escucharlo a él? Porque él era un hijo de Marte, o tal vez porque… La verdad lo abrumo.
Jason ya no era completamente romano. Su tiempo en el Campamento Mestizo lo había
cambiado. Reyna lo había reconocido. Al parecer, también lo hicieron los legionarios muertos.
Si Jason había perdido el aura de un líder romano… Frank llegó a sus amigos mientras una ola
de Cíclopes se estrelló contra ellos. Levantó la espada para detener el golpe del garrote de un
Cíclope, luego apuñaló al monstruo en la pierna, enviándolo de espaldas al abismo. Otro más
cargó. Frank logró atravesarlo por completo, pero la pérdida de sangre lo hacía débil. Su visión
se volvía borrosa. Sus oídos sonaron.
Era vagamente consciente de que Jason estaba a su costado izquierdo, cambiando el curso
de los misiles entrantes con viento, Piper, a su derecha, gritando comandos con su hechizo de
voz, animando a los monstruos para atacarse entre sí o tomar un salto refrescante en el
abismo.
—Será divertido— les decía.
Algunos escucharon, pero al otro lado del foso, las empusas estaban contrarrestando sus
órdenes. Por lo visto también contaban con el hechizo de voz. Los monstruos rodeaban a
Frank, apenas dejándole lugar para usar su espada. Su aliento y olor corporal apestosos era
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casi lo suficientemente intenso como para dejarlo sin sentido, incluso sin la flecha punzante en
el brazo.
¿Qué era lo que Frank debía hacer? Habia pensado en un plan, pero sus pensamientos estaban
volviéndose difusos.
— ¡Fantasmas estúpidos!— Gritó Nico.
— ¡No van a escuchar! — Jason estuvo de acuerdo.
Eso fue todo. Franktenia que encontrar la manera de que los fantasmas lo escucharan. Llamó
con todas sus fuerzas y gritó, — ¡Cohortes bloqueen sus escudos!
Los zombis se agitaron a su alrededor. Se alinearon frente a Frank, poniendo sus escudos
juntos en una formación defensiva desigual. Pero se estaban moviendo demasiado lento,
como sonámbulos, y sólo unos pocos habían respondido a su voz.
— Frank, ¿Cómo hiciste eso?— Jason gritó.
La cabeza de Frank estaba bloqueada por el dolor. Forzó a no desmayarse. —Soy un soldado
romano — dijo — Ellos, uh, no te reconocen como uno. Lo siento.
Jason hizo una mueca, pero no parecía especialmente sorprendido— ¿Cómo podemos ayudar?
Frank deseaba tener una respuesta. Un grifo se elevó por encima, casi decapitándolo con sus
garras. Nico golpeó al monstruo con el cetro de Diocleciano y el monstruo se estrelló
contra una pared.
—Orbem formate (formación en circulo) —Frank ordenó.
Alrededor de dos docenas de zombies obedecieron, luchando para formar un anillo defensivo
alrededor de Frank y sus amigos. Esto fue suficiente para darles a los semidioses un pequeño
respiro, pero eran demasiados enemigos presionando las defensas. La mayoría de los
legionarios fantasmas todavía vagaban alrededor sin hacer caso a Frank.
—Mi rango— se dio cuenta Frank.
— ¡Todos estos monstruos huelen horrible! (Nota del traductor: en ambos casos en ingles
dice Rank, que puede ser el rango o nivel militar y también un olor fétido) —Piper gritó,
apuñalando a un centauro salvaje.
—No — dijo Frank — Mi rango es de centurión.
Jason maldijo en latín — Lo que quiere decir que no puede ser el jefe de una legión. No cuenta
con el rango suficiente.
Nico blandió su espada negra atravesando a otro grifo — Bueno, entonces, ¡Promuévelo!
La mente de Frank no entendía nada. No entendía lo que decía Nico. ¿Promoverlo? ¿Cómo?
Jason gritó con un tono de sargento a todo pulmon: — ¡Frank Zhang! Yo, Jason Grace, pretor
de la Duodécima Legión Fulminata, te entrego mi orden final: renuncio a mi puesto y te doy
promoción de campo de emergencia para pretor, con los plenos poderes de ese rango. ¡Toma
el mando de esta legión!
Frank sintió como si una puerta se había abierto en algún lugar en la Casa de Hades, dejando
en un soplo de aire fresco que se extendió a través de los túneles. La flecha en el brazo de
repente no importaba. Sus pensamientos se volvieron claros de nuevo. Su vista se agudizo. Las
voces de Marte y Ares hablaron en su mente, fuertes y sonando como una sola: ¡Destruyelos!
Frank casi no reconoció su propia voz cuando él gritó: — ¡Legión, agmen formiato! (formen un
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cuadrado, formación diseñada para la batalla)
Al instante, cada legionario muerto en la caverna desenfundo su espada y levantó su escudo.
Avanzaron hacia la posición de Frank, empujando y cortando a los monstruos fuera de su
camino así hasta que se pararon lado a lado con los compañeros, organizándose en una
formación cuadrada. Llovían piedras, jabalinas y fuego, pero ahora Frank tenía una ordenada
línea de defensa para refugiarse detrás de una muralla de bronce y cuero.
—¡Arqueros!— Gritó Frank— ¡Eiaculare flammas! (flechas incendiarias)
No tenía mucha fe en que la orden surtiera efecto. Los arcos de los zombis no estaban en
buena forma. Pero, para su sorpresa, varias docenas de flechas fantasmales salieron
disparadas de sus arcos al unísono. Las puntas de las flechas se incendiaron espontáneamente,
una lluvia de muerte ardiente voló por sobre la legión y directamente al enemigo. Cíclopes
cayeron. Centauros se tropezaron. Un telequín aullo y corrió en círculos con una flecha
ardiente clavada en su cabeza.
Frank oyo que alguien reía a sus espaldas. Él miró hacia atrás y no podía creer lo que vio. Nico
di Angelo estaba realmente sonriendo.
—Asi es como me gusta— dijo Nico — Cambiemos el curso de esta batalla.
— ¡Cuneum formate! (formación en flecha, se usa como técnica de choque)— Frank gritó—
¡Avancen en fila!
La línea zombi se volvió más gruesa en el centro, formando una punta diseñada
para romper las filas enemigas. Ellos bajaron sus lanzas, formando una línea y empujaron hacia
adelante.
Los Nacidos de la Tierra gimieron molestos y arrojaron rocas. Los cíclopes usaron la fuerza de
sus puños y mazos contra los escudos romanos, pero los legionarios muertos ya no eran
soldados de papel. Contaban con una fuerza sobrenatural, sin verse afectados siquiera por los
ataque más violentos. Pronto el suelo estaba cubierto de polvo de monstruo. La línea de
jabalinas carcomían a los monstruos como si fueran una mandibula gigante, acabando con
ogros, mujeres serpiente y perros del infierno; enviándolos de vuelta al Inframundo.
Los arqueros a cargo de Frank derribaban grifos en el aire, creando un ambiente de caos y
destrucción en el frente de la armada de monstruos, que rodeaban el foso.
Las fuerzas de Frank comenzaron a tomar el control de su lado de la caverna. Uno de los
puentes de hueso y roca despareció, pero más monstruos estaban entrando por el que
quedaba. Frank tenia que encargarse de eso.
— ¡Jason!— gritó— ¿Puedes enviar a unos cuantos legionarios a través del abismo? El flanco
izquierdo esta debilitado ¿Lo ves? ¡Destruyelos!
Jason sonrió. —Con mucho gusto.
Tres muertos romanos se elevaron en el aire y volaron a través del abismo. A continuación,
tres más se unieron a ellos. Finalmente Jason voló sobre el abismo y su equipo comenzó a
cortar a través de algunos telequines muy sorprendidos, sembrando el terror en las filas del
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enemigo.
—Nico — Frank dijo— Sigue invocando a los muertos. Necesitamos más soldados.
— Estoy en ello. — Nico levantó el cetro de Diocleciano, que brillaba con una luz purpura aún
más oscura.
Más romanos fantasmales se filtraban de las paredes para unirse a la lucha. Al otro lado del
abismo, una empusa gritó comandos en un lenguaje que Frank no entendía, pero el mensaje
era evidente. Ellos estaban tratando de ordenar a sus aliados y continuar el ataque a traves del
puente.
—Piper—Frank gritó— ¡Contradice a las empusas! Necesitamos un poco de caos.
—Creí que nunca me lo pedirías —Ella comenzó a llamar a los demonios femeninos: — ¡Tu
maquillaje está corrido! ¡Tu amiga dice que tienes un aspecto horrendo! ¡Una está haciendo
una cara fea detrás tuya! —Pronto las empusas estaban demasiado ocupadas discutiendo
entre si, como para controlar a su ejercito.
Los legionarios avanzaron, presionando las filas enemigas. Tenian que controlar el puente,
antes de que Jason se viera sobrepasado por los monstruos—Es hora de ser líder en el frente.
Levantó la espada y ordeno a sus soldados cargar contra el enemigo.
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frank
Frank no se había dado cuenta de que estaba brillando. Más tarde Jason le comento que la
bendición de Marte lo había envuelto en una luz carmín, igual que en Venecia. Las jabalinas no
llegaban a tocarlo. Las rocas cambiaban de rumbo a medio camino. Incluso con una flecha
incrustada en el brazo izquierdo, Frank nunca se había sentido tan lleno de energía.
El primer Cíclope al que se enfrentó murió tan rápidamente que hacia parecer que todo era un
juego. Frank lo atravesó limpiamente del hombro hasta la cintura; explotando en una nube de
polvo. El siguiente Ciclope retrocedió nervioso, por lo que Frank le cortó las piernas de tajo y lo
envió al abismo.
El resto de los monstruos trataron de retroceder asustados, pero la legión les cortaba el paso.
— ¡Formación Tetsudo! (Formacion defensiva, en forma de tortuga) —Frank gritó—única fila,
¡Adelántense!
Frank fue el primero en cruzar el puente. Le siguieron los legionarios muertos, sus escudos
protegiendo cada lado y por encima de sus cabezas, desviaban los ataques. Cuando el último
de los zombis cruzó, el puente de piedra se derrumbó en la oscuridad, pero para entonces ya
no le preocupaba.
Nico siguió convocando a más legionarios para unirse a la lucha. Durante la historia del
imperio, miles de romanos habían servido y muerto en Grecia. Ahora estaban de vuelta,
respondiendo la llamada del cetro de Diocleciano.
Frank continúo en la delantera, aniquilando todo a su paso.
— ¡Te voy a hacer cenizas! — chilló un telequín, agitando desesperadamente un frasco de
fuego griego. — ¡Tengo fuego!
Frank lo mato de un golpe. Como el frasco cayó al suelo, Frank lo lanzo por el precipicio antes
de que pudiera explotar.
Un empusa clavo sus garras a través del pecho de Frank, pero Frank no dio muestras de
notarlo. Él cortó al demonio en polvo y siguió avanzando.
El dolor no importaba. Fallar era algo impensable. Él era un líder de la legión ahora, haciendo
lo que nació para hacer, luchar contra los enemigos de Roma, la defensa de su legado, la
protección de las vidas de sus amigos y compañeros. Él era el pretor Frank Zhang.
Sus fuerzas diezmaron al enemigo, deshaciendo cada uno de sus intentos para reagruparse y
atacar. Jason y Piper lucharon a su lado, gritando desafiantes. Nico se abrió paso entre el
último grupo de Nacido de la Tierra, cortándolos en arcilla húmeda con su espada de hierro
Estigio.
Antes de que Frank lo supiera, la batalla había llegado a su fin. Piper atravesó a la última
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empusa, que se vaporizó con un chillido de angustia.
—Frank —Jason dijo — estás que ardes.
Miró hacia abajo. Unas pocas gotas de aceite debieron haber salpicado a los pantalones,
porque empezaba a arder. Frank golpeó hasta que se apagaron, pero no estaba para nada
preocupado. Gracias a Leo, ya no le temia al fuego.
Nico se aclaró la garganta. —Uh… también tienes una flecha clavada a través de tu brazo.
— Lo sé. —Frank tomó la flecha y la sacó desde la punta. Sólo sintió una cálida, tirante
sensación. — Voy a estar bien.
Piper lo hizo morder un trozo de ambrosía. Mientras ella le vendaba sus múltiples heridas,
dijo— Frank, estuviste increíble. Terrorífico, pero increíble.
Frank tenía problemas para procesar sus palabras. Terrorífico no era una palabra que lo
describiera. Él era solo Frank.
Su adrenalina comenzaba a acaberse. Miró a su alrededor, preguntándose dónde todos los
enemigos había ido. Los únicos monstruos que quedaban eran sus propios romanos muertos,
de pie confundidos y con sus armas enfundadas.
Nico levantó su cetro, el orbe oscuro y latente —Los muertos no se quedará mucho más
tiempo, ahora que la batalla ha terminado.
Frank se puso frente a sus tropas— ¡Legión!
Los soldados zombis lo miraron con atención.
—Han luchado bien— les dijo Frank. — Ahora pueden irse. Descansen.
Se desintegraron en montones de huesos, armaduras, escudos y armas. Poco después estos
también se volvieron polvo.
Frank se sentía como si fuera a desintegrarse igual. A pesar de la ambrosía, el brazo herido
comenzó a pulsar. Sus ojos se sentían pesados del esfuerzo. La bendición de Marte se
desvaneció, dejándolo con un cansancio tremendo. Pero su trabajo no había llegado a su fin.
—Hazel y Leo — dijo —Tenemos que encontrarlos.
Sus amigos admiraron el abismo frente a ellos. En el otro extremo de la caverna, el túnel que
Hazel y Leo habían entrado estaba bloqueado por toneladas de rocas.
—No podemos ir en esa dirección — dijo Nico. —Tal vez…
De repente se tambaleó. Habría caído, si Jason no lo hubiera atrapado.
—Nico —dijo Piper— ¿Qué es?
—Las Puertas, dijo Nico — Algo está sucediendo. Percy y Annabeth… tenemos que ir ahora.
— ¿Pero cómo? — Dijo Jason. —Ese túnel se ha ido.
Frank apretó la mandíbula. No había llegado hasta aquí para quedarse de pie alrededor sin
poder hacer nada, mientras que sus amigos estaban en problemas. —No va a ser divertido —
dijo — Pero hay otra manera de llegar.
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annabeth
Ser asesinada por el Tártaro en persona no le parecía un honor.
Mientras Annabeth mantenía la vista fija en el torbellino oscuro que tenía como rostro, decidió
que prefería morir de una manera más sencilla, tal vez una caída por las escaleras, o irse en
paz mientras dormia a los ochenta años de edad, después de una vida agradable y tranquila
con Percy. Sí, eso sonaba mejor.
No era la primera vez que Annabeth se enfrentaba a un enemigo al que no podía ganarle
con fuerza bruta. Normalmente, en estas situaciones lo que ayudaba era ganar tiempo con
una charla distractora al estilo de Atenea.
Excepto que ahora parecía no poder encontrar su voz. Ella ni siquiera podía cerrar la boca. Por
lo que ella sabía estaba babeando tan mal como lo hacía Percy cuando dormía.
Era vagamente consciente de que el ejército de monstruos estaba reuniendose a su alrededor,
pero después de su gritos de triunfo, los monstruos se habían quedado en silencio. Annabeth y
Percy deberían haber sido destruidos para ese momento. En cambio, los monstruos no se
atrevían a moverse, esperando a que el Tártaro hiciera su movimiento.
El dios del abismo probó el movimiento de sus dedos, flexionándolos, admirando sus garras
negras brillantes. Él no tenía expresión, pero movió los hombros como si estuviera contento.
—ES BUENO TENER UN CUERPO FISICO —entonó. — CON ESTAS MANOS, PUEDO
DESGARRARLOS Y SACARLES LAS TRIPAS.
Su voz se escuchaba como si fuera una grabación puesta al revés, pareciera que estaban
siendo absorbidas hacia el torbellino de oscuridad en lugar de ser proyectadas hacia afuera.
De hecho, todo estaba siendo absorbido hacia el rostro de este dios, la poca luz que había, las
nubes oscuras de veneno, la esencia de los monstruos, incluso la fuerza de la propia vida frágil
de Annabeth. Miró a su alrededor y noto que cada criatura en la planicie había adquirido
una vaporosa cola de cometa, todas orientados hacia el Tártaro.
Annabeth sabía que tenía que decir algo para ganarles algo de tiempo, pero sus instintos le
ordenaban esconderse, evitar hacer cualquier cosa que pudiera llamar la atención del dios
oscuro.
Además, ¿qué le podía decir? ¡No te saldrás con la tuya!
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Eso sería una mentira. Ella y Percy seguían vivos debido a que el Tártaro estaba probando su
nueva forma fisica. Él deseaba tener el placer de rasgarlos con sus propias manos. Si asi lo
deseaba, Annabeth no tenía ninguna duda de que podría terminar con ellos en un solo
movimiento, tan fácilmente como había vaporizado a Hiperión y Críos. ¿Se podía renacer
después de eso? Annabeth no quería averiguarlo.
A su lado, Percy hizo algo que nunca habia hecho antes. Dejó la espada en el suelo. Sólo se
cayó de su mano y golpeó el suelo con un ruido sordo. La Niebla de la Muerte ya no lo
disfrazaba, pero él todavía tenía el aspecto de un cadáver.
Tártaro siseo de nuevo, posiblemente riendo.
—EL HEDOR DE TU MIEDO ES DELICIOSO— dijo el dios. — VEO LAS VENTAJAS DE TENER UN
CUERPO FÍSICO, CON TANTOS SENTIDOS PARA DISFRUTAR. TAL VEZ MI ADORADA GEA TIENE
RAZÓN, AL DESPERTAR DE SU LARGO SUEÑO.
Él extendió su gigantesca garra purpura y podría haber arrancado a Percy del suelo como si
fuera una maleza, pero Bob se puso en su camino.
— ¡Vete! —El Titán apuntó con su lanza al Tartaro — ¡Tú no tienes derecho a molestarlo!
— ¿MOLESTARLE? — Tártaro se volvió. — YO SOY EL AMO Y DUEÑO DE TODAS LAS
CRIATURAS DE LA OSCURIDAD, JAPETO INSIGNIFICANTE. YO PUEDO HACER LO QUE QUIERA.
Su remolino de oscuridad empezó a girar más rápido. El chillido que emitía era tan terrorífico,
Annabeth cayó de rodillas y se tapó los oídos. Bob tropezó, la cola del cometa tenue de su vida
lo arrastraba cada vez más mientras que era atraída hacia la cara del dios.
Bob rugio, desafiando al Tartaro.
Corrió y apunto su lanza en el pecho de Tártaro. Antes de hiciera contacto, el Tártaro se
deshizo de Bob arrojándolo como si fuera un insecto molesto. El Titán rodo por la planicie.
— ¿POR QUÉ NO PUEDO SUCCIONARTE? —Tártaro reflexionó. — NO ERES NADA. TÚ ERES
AÚN MÁS DÉBIL QUE CRÍOS E HIPERIÓN.
—Soy Bob —le contesto desafiante Bob.
Tártaro silbó. — ¿QUÉ ES ESO? ¿QUÉ ES BOB?
— Elegí dejar de ser Japeto —dijo el Titán —Tú no me dices que hacer. Yo no soy como mis
hermanos.
El cuello de uniforme se movio. Pequeño Bob saltó. El gatito aterrizó en el suelo delante de su
amigo, y luego arqueó la espalda y silbó amenazante al señor del abismo.
Mientras Annabeth lo miraba, Pequeño Bob empezó a crecer, su forma cambiando hasta que
el pequeño gatito se había convertido en uno de tamaño gigante, translúcido esqueleto de un
tigre dientes de sable.
—Además— Bob anunció — Tengo un gato increíble.
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Ya-no-pequeño Bob se lanzó hacia el Tártaro, clavando sus garras en la pierna del dios. El tigre
escalo por la pierna, dirigiéndose a la parte baja de la falda metalica del dios. El Tártaro pisoteó
y aulló. Daba la impresión de que ya no le gustaba tener un cuerpo físico.
Mientras tanto, Bob clavo la punta de su escoba en el costado del dios, justo debajo de su
pectoral. Tártaro aulló de agonía. Trato de golpear a Bob, pero el Titán se movio rápidamente,
fuera de su alcance. Bob abrió la mano. Su escoba se salio del costado del Tartaro y regreso a
la mano de Bob, lo que hizo a Annabeth asombrarse.
Nunca se había imaginado que una escoba fuera tan útil. Pequeño Bob salio de debajo de la
falda del Tártaro. Corrió al lado de su amigo, sus colmillos empapados en icor dorado.
—TÚ SERAS EL PRIMERO EN CAER, JAPETO —Tártaro decidió. — MÁS TARDE, VOY A AÑADIR
TU ALMA A MI ARMADURA, DONDE SE DISOLVERÁ, UNA Y OTRA VEZ, PROVOCANDOTE UN
DOLOR ETERNO.
Tártaro golpeó su puño contra el pectoral. Rostros liquidos se formaban y desparecían en el
metal, silenciosamente gritando por auxilio para salir.
Bob se volvió hacia Percy y Annabeth. El Titán sonrió, la que probablemente no habría sido la
reacción que Annabeth esperaba para una amenaza de agonía eterna.
—Vayan a las Puertas — dijo Bob — Yo luche con el Tártaro.
Tártaro echó atrás la cabeza y gritó, creando un vacío tan fuerte que los demonios voladores
más cercanos fueron absorbidos y despedazados por el remolino.
— ¿LUCHAR CONMIGO? —El dios se burló. — ¡ERES SÓLO UN TITÁN, UN NIÑO MENOR DE
GEA! TE HARÉ SUFRIR POR TU ARROGANCIA. Y PARA TUS DIMINUTOS AMIGOS MORTALES…
Tártaro movió su mano hacia el ejército de monstruos, haciendo señas hacia adelante.
— ¡ANIQUILENLOS!
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ANIQUILENLOS.
Annabeth había escuchado esas palabras con tantas veces que supo en seguida que hacer.
Agarro su espada y gritó: — ¡Percy!
Él tomo a Contracorriente.
Annabeth corrio hacia las cadenas que tenían atrapadas a las Puertas de la Muerte. Su espada
de diente de Drakon cortó los eslabones de la cadena en un solo golpe. Mientras tanto, Percy
contuvo el ataque de la primera ola de monstruos. Atravesó a una arai y gritó, — ¡Dioses!
¡Estúpidas maldiciones!
Después acabo con media docena de telkhines.
Annabeth se deslizo detrás de Percy y cortó las cadenas en el otro lado de las Puertas.
Las puertas se vibraron, y luego se abrieron con un feliz ¡Ding!
Bob y su compañero guerrero dientes de sable continuaron su ataque alrededor de las piernas
de Tártaro, dañando y esquivando para permanecer fuera de su alcance. Ellos no parecían
estar provocando muchos daños, pero el Tártaro se tropezaba, obviamente, no acostumbrado
a luchar en un cuerpo fisico. Él atacaba y fallaba, atacaba y fallaba.
Más monstruos corrieron hacia las Puertas. Una lanza paso cerca de la cabeza de Annabeth.
Ella se volvió y atravesó limpiamente a una empusa en el estomago, luego se lanzó hacia las
Puertas, mientras comenzaban a cerrarse.
Puso su pie para mantener la puerta mientras batallaba. Por lo menos, de espaldas
al elevador, no tenía que cuidarse la retaguardia.
— ¡Percy, ven aquí!
Él se reunió con ella en la puerta, con el rostro bañado en sudor y la sangre de varios cortes.
— ¿Estás bien? —Le preguntó.
Él asintió con la cabeza. — Tengo una especie de maldición de dolor de una de las arai. —
Mientras hablaba cortó un grifo en el aire.
— Duele, pero no me va a matar. Entra en el elevador. Voy a mantener el botón presionado.
— ¡Sí, claro! —Ella golpeó un caballo carnívoro en el hocico con el mango de su espada y envió
al monstruo de espaldas a la multitud—. Lo juraste, Sesos de Alga. ¡No nos separaríamos!
¡Jamás!
— ¡Eres imposible!
— ¡También te amo!
Toda una falange de los Cíclopes corrió para atacarlos, quitando a los monstruos más
pequeños fuera del camino.
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Annabeth estaba segura que le habia llegado su hora. — Tenían que ser cíclopes, —se quejó.
Percy dio un grito de batalla. A los pies de los cíclopes, una vena roja en el suelo se abrió de
golpe, rociando a los monstruos con fuego líquido del Flegetonte.
El fuego líquido podía sanar mortales, pero no le hacía ningún favor a los Cíclopes, ellos se
carbonizaron en una ola de calor. La vena reventada se curó a sí misma, pero nada quedaba de
los monstruos excepto algunas marcas de quemaduras en el suelo.
— Annabeth, ¡tienes que subirte en el elevador! —Dijo Percy—. ¡Los dos no nos podemos
quedar!
— ¡No! —Exclamó ella—. ¡Abajo Percy!
Él no preguntó la razón. Se agachó, y Annabeth saltó por encima de él, llevando su espada a la
cabeza de un pesado ogro tatuado.
Ella y Percy estaban hombro con hombro de espaldas a las Puertas, esperando la próxima ola
de ataques. La explosión de la vena había detenido por unos segundos a los monstruos, pero
no pasaría mucho tiempo antes de que notaran: Hey, esperen, hay setenta y cinco trillones de
nosotros, y sólo un par de ellos.
— Bien, entonces —dijo Percy—, ¿tienes un mejor plan?
Annabeth deseó tenerla.
Las Puertas de la Muerte estaban justo detrás de ellos, su salida de este universo de horrores.
Pero no podían utilizar las Puertas sin alguien manejando los controles durante doce largos
minutos. Si ellos entraban y dejaban que las puertas se cerraran sin que alguien mantuviera
pulsado el botón, Annabeth no creía que el resultado fuese el deseado. Y si ellos se apartaban
de las Puertas por cualquier razón se imaginaba que el ascensor se cerraría y desaparecería sin
ellos.
La situación era tan patéticamente triste daba risa.
La multitud de monstruos avanzó, gruñendo y reuniendo su coraje.
Mientras tanto, los ataques de Bob eran cada vez peores. Tártaro estaba aprendiendo a
usar su nuevo cuerpo.
Pequeño Bob dientes de sable se abalanzó sobre el dios, pero el Tártaro lanzo al gato a un
lado. Bob cargó, bramando de rabia, pero Tártaro tomó su lanza y se la quito de sus manos.
Pateó a Bob cuesta abajo, golpeando sobre una fila de telkhines como boliche de mamíferos
marinos
— ¡RINDETE! —Tártaro le ordeno.
— No lo haré —dijo Bob—. Tú no eres mi amo.
— MUERE DESAFIANDOME, ENTONCES, —dijo el dios del abismo—. USTEDES TITANES NO
SON SIGNIFICAN NADA. MIS HIJOS LOS GIGANTES FUERON SIEMPRE MEJORES, MÁS
PODEROSOS Y MÁS SANGUNARIOS. ¡ELLOS HARÁN EL MUNDO DE LOS MORTALES TAN
TENEBROSO COMO ESTE LUGAR!
Tártaro rompió la escoba/lanza por la mitad. Bob gimió en agonía. Pequeño Bob dientes de
sable saltó en su ayuda, gruñendo a Tártaro y enseñando los colmillos. El Titán intentó
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levantarse, pero Annabeth sabía que todo había terminado.
Incluso los monstruos se quedaron viendo, como si sintieran que el Tártaro estaba a punto ser
el centro de atención. La muerte de un Titán era un espectáculo digno de verse.
Percy tomo la mano de Annabeth. — Quédate aquí. Tengo que ayudarlo.
— Percy, no puedes —dijo con voz ronca—. No podemos ganarle al Tártaro. No por nosotros..
Ella sabía que tenía la razón. El Tártaro era parte de una clasificación unica. Él era un más
poderoso que los dioses y los titanes. Los semidioses eran completamente insignificantes para
él. Si Percy cargaba para ayudar a Bob, él conseguiría ser aplastado como una hormiga. Pero
Annabeth también sabía que Percy no le haría caso. No podía dejar a Bob morir solo. Ese no
era él, y esa era una de las muchas razones por las que lo amaba, aunque él era un dolor de
tamaño olímpico en el podex (Nota del traductor: trasero, posaderas en griego).
— Iremos juntos —decidió Annabeth, sabiendo que sería su batalla final. Si ellos se apartaban
de las puertas, nunca dejarían el Tártaro. Al menos morirían luchando codo con codo.
Estuvo a punto de decir: Ahora.
Una ola de gritos pasó a través del ejército. A lo lejos, Annabeth oyó chillidos, gritos y un
persistente boom, boom, boom que era demasiado veloz como para tratarse del latido del
corazón del Tartaro, sonaba como algo grande y pesado, corriendo a toda velocidad. Un nacido
de la tierra giró en el aire, como si hubiera sido lanzado. Una nube de gas de color verde
brillante ondeaba en la parte superior de la horda monstruosa como spray de una venenosa
manguera antidisturbios. Cada cosa en su camino se disolvía.
Al otro lado de la franja candente, en la tierra recientemente vacía, Annabeth vio la causa de la
conmoción. Ella comenzó a sonreír.
El Drakon de Maeonia extendió su cuello escamoso y siseó, su aliento venenoso llenaba el
campo de batalla con un olor delicioso a pino y el jengibre. Desplazó su cuerpo de treinta
metros de largo, moviendo su cola verde moteada y acabando con un batallón grupo de ogros.
Montando su espalda estaba un gigante de piel roja con flores en sus trenzas de color óxido,
una túnica de cuero verdosa y una lanza de costilla de Drakon en su mano.
— ¡Damasen! —Gritó Annabeth .
El gigante inclinó la cabeza. — Annabeth Chase, tomé tu consejo. Yo mismo elegí un nuevo
destino.
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annabeth
¿QUÉ OCURRE AQUÍ? —el dios del abismo siseo. ¿A QUE DEBEMOS EL HONOR DE TU VISITA,
MI HIJO DESGRACIADO?
Damasen miró a Annabeth, su mirada lo decía claramente: Corran. En este segundo.
Se volvió hacia el Tártaro. El Drakon de Maeonia planto sus garras en la tierra y rugio
desafiante.
— Papá, ¿Deseas un oponente más digno? —Damasen preguntó con calma—. Yo soy uno de
los gigantes de los que estás tan orgulloso. ¿Quieres que sea un poco más violento? ¡Tal vez
empezaré por destruirte!
Damasen apuntó con su lanza y cargó.
El ejército monstruoso trato de cortarle el paso, pero el Drakon de Maeonia aniquilo todo a su
paso, moviendo su cola y escupiendo veneno mientras Damasen golpeaba al Tártaro, lo que
obligó al dios a huir como un león acorralado.
Bob se alejó de la batalla, con el gato dientes de sable a su lado. Percy ayudo tanto como pudo,
causando explosiones en los vasos sanguíneos del suelo uno detrás de otro. Algunos
monstruos se vaporizaron en agua del Estigio. Otros se vieron bañados en agua del rio Cocito y
se derrumbaron, llorando como niños desesperados. Otros fueron rociados con el agua del
Leteo y se quedaron mirando a su alrededor, con los ojos desenfocados sin saber donde
estaban o quienes eran.
Bob fue cojeando hasta las Puertas. Icor dorado fluía de las heridas en sus brazos y pecho. Su
traje de conserje estaba hecho harapos. Estaba encorvado y cabizbajo, como si el Tartaro
hubiera roto algo más que su escoba. A pesar de todo, él sonreía, con sus ojos de plata
brillante llenos de satisfacción.
— Vayanse —ordenó—. Voy a mantener presionado el botón.
Percy se quedó boquiabierto hacia él. — Bob, no estás en condiciones…
— Percy. —La voz de Annabeth amenazaba con desaparecer. Ella se odiaba a sí misma por
dejar a Bob hacerlo, pero sabía que era la única manera—. Tenemos que hacerlo.
— ¡No podemos dejarlos!
— Ustedes deben, amigo. —Bob palmeó a Percy en el brazo, lo cual casi lo lanza de frente al
suelo—. Todavía puedo apretar un botón. Y tengo un buen gato para protegerme.
Pequeño Bob dientes de sable gruñó, como si estuviera de acuerdo.
—Además —dijo Bob—, es su destino volver al mundo. Poner fin a esta locura de Gea.
353
Un ciclope chillando, rociado en veneno líquido, pasó volando por encima de ellos.
A unos cincuenta metros de distancia, el Drakon pisoteaba monstruos, mientras sus patas
hacían un sonido squish squish como si pisara uvas gigantes. Sobre el, Damasen lanzaba
maldiciones y atacaba al dios del abismo, obligando al Tártaro a moverse más lejos de las
Puertas.
El Tártaro se tambaleaba frente a él, sus botas de hierro haciendo cráteres en el suelo rocoso.
— ¡NO PUEDO MORIR! —bramó—. YO SOY EL ABISMO MISMO. PASARIA LO MISMO SI
INTENTARAS MATAR A LA TIERRA. GEA Y YO, SOMOS ETERNOS. ¡SOMOS TUS DUEÑOS, EN
CARNE Y ESPÍRITU!
Dejó caer su puño gigante, pero Damasen se quitó del camino a tiempo, clavando su jabalina
en el cuello del Tartaro.
Tártaro se quejo, al parecer, más molesto que lastimado. Volvió el rostro de remolino hacia el
gigante, pero Damasen lo evito. Una docena de monstruos fueron absorbidos por el vórtice y
se desintegraron.
— ¡Bob, no lo hagas! —Dijo Percy, con los ojos suplicantes—. Él te destruirá de manera
permanente. No regresarás. No podrás renacer.
Bob se encogió de hombros. — ¿Alguien sabe con seguridad lo que pasara? Tienen que irse ya.
Por más que lo odie el Tártaro tiene razón. No podemos ganarle. Sólo podemos obtener un
poco más de tiempo.
Las puertas intentaron cerrarse sobre el pie de Annabeth.
— Doce minutos —dijo el Titán—. Les puedo dar eso.
— Percy… sostén las puertas. —Annabeth saltó y echó los brazos alrededor del cuello del
Titán. Le dio un beso en la mejilla, con los ojos tan llenos de lágrimas que no podía ver bien. La
cara sin afeitar de Bob olía a productos de limpieza, muebles encerados de fresco limón y
jabón de aceite Murphy de madera.
— Los monstruos son eternos, —le dijo ella, tratando de no llorar—. Vamos a recordarlos a ti y
a Damasen como héroes, como el mejor Titán y el mejor Gigante. Les contaremos a nuestros
hijos. Vamos a mantener viva la historia. Algún día, se regeneraran.
Bob le revolvió el pelo. Las arrugas que se forman al sonreír se vieron sus ojos. — Eso es algo
muy bueno. Hasta entonces, mis amigos, díganle al sol y a las estrellas hola de mi parte. Y sean
fuertes. Este podría no ser el último sacrificio que deben hacer para detener a Gea.
Él la empujó suavemente. — Ya no pueden estar más tiempo aqui. Vayanse.
Annabeth agarró el brazo de Percy. Ella lo arrastró hasta la cabina del elevador. Obtuvo un
último vistazo del Drakon agitando a un ogro como un títere, Damasen golpeando a su padre
en las piernas.
El dios del abismo señaló las Puertas de la Muerte y gritó: ¡Monstruos, detengan a los
semidioses!
Pequeño Bob dientes de sable arqueo la espalda y gruñó, listo para el ataque.
354
Bob le guiño un ojo a Annabeth. — Mantengan las Puertas cerradas desde su lado, —él dijo—.
Resistirán el viaje. Manténganlas…
Los paneles se cerraron de golpe.
355
lxxii
annabeth
¡PERCY, NECESITO QUE ME AYUDES! ANNABETH GRITÓ.
Puso todo su peso sobre la puerta izquierda, empujándola hacia el otro panel. Percy hizo lo
mismo con la puerta del lado derecho, para evitar que se abriera. No había barras, o cualquier
otra cosa con que mantenerlas cerradas. A medida que la cabina del elevador subía, las
puertas temblaron y amenazaban con abrirse, escupiéndolos en lo que fuera que estuviera
entre la vida y la muerte.
Los hombros de Annabeth ardían del dolor. La música del elevador no era de mucha
ayuda. Si los monstruos tenían que escuchar esa canción acerca de piñas coladas y quedar
atrapado en la lluvia, no le parecía raro que les gustara una carnicería cuando llegaban al
mundo de los mortales. (Nota del traductor: la canción a la que se refiere Annabeth es “If you
like Piña Colada” de Jimmy Buffet)
— Abandonamos a Bob y Damasen, —gruñó Percy—. Van a morir por nosotros, y nosotros
sólo…
— Lo sé —murmuró ella—. Dioses del Olimpo, Percy, lo sé.
Annabeth casi estaba contenta del trabajo de mantener las puertas cerradas. Con el terror y la
adrenalina corriendo a través de su corazón, al menos, eso le impedía quebrarse por la
miseria. Abandonar a Damasen y Bob había sido lo más difícil que jamás había hecho.
Durante años en el Campamento Mestizo, se había molestado cuando los otros campistas iban
a misiones mientras ella se quedaba. Había visto a los otros alcanzar la victoria… o fallar, y no
regresar. Desde que tenía siete años, había una pregunta que la molestaba: ¿Por qué no puedo
demostrar mis habilidades? ¿Por qué no puedo ser la líder de una mision?
Ahora, ella se había dado cuenta de que la prueba más difícil para una hija de Atenea no era
liderar una misión o enfrentarse a la muerte en combate. Era tomar la decisión en el momento
correcto de dar un paso atrás, para dejar que otra persona se encargara, especialmente
cuando esa persona es tu amigo. Tuvo que enfrentarse al hecho de que no podía cuidar a
todos los que amaba. Ella no podía encontrar la solución a todos los problemas.
Ella lo odiaba, pero no tenía tiempo para la sentirse triste. Se limpió las lágrimas.
— Percy, las Puertas — le recordó.
Los paneles comenzaron a deslizarse lentamente en direcciones opuestas, dejando entrar una
corriente… de ¿Ozono? ¿Sulfuro?
Percy empujó de su lado con fuerza y la abertura se cerró. Sus ojos brillaban de furia. Esperaba
que él no estuviera enojado con ella, pero si así lo era no lo podía culpar.
Si es la furia lo que lo mantiene con poder, es mejor no molestarlo.
— Voy a matar a Gea —murmuró él—. Voy a destrozarla con mis propias manos.
Annabeth le dio la razón, pero estaba pensando en las palabras del Tártaro. Él no podía ser
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matado. Tampoco Gea. Contra ese poder, incluso los titanes y los gigantes eran superados. Los
semidioses no tenían ninguna posibilidad.
También recordó la advertencia de Bob: Este podría no ser el último sacrificio que deben hacer
para ganarle a Gea.
Sintió la profunda verdad en sus huesos.
— Doce minutos —murmuró—. Hay que soportarlo doce minutos.
Ella le rezo a Atenea para que Bob pudiera mantener pulsado el botón de ARRIBA todo ese
tiempo. Pidió fuerza y sabiduría. Se preguntó qué iban a encontrar, una vez que llegaran a su
destino.
Si sus amigos no estaban allí, controlando el otro lado…
— Podemos hacerlo —dijo Percy—. Tenemos que hacerlo.
— Sí —dijo Annabeth—. Sí, claro que sí.
Trabajaban para mantener las puertas cerradas mientras el ascensor se movía con violencia y
la música sonaba, en algún lugar debajo de ellos un titán y un gigante estaban sacrificando sus
vidas para que ellos pudieran escapar.
357
lxxiii
hazel
Hazel no estaba nada orgullosa de haber llorado.
Después de que se colapsó el túnel, lloriqueó y lloró como una niña de dos años haciendo
berrinches. Ella no podía quitar las rocas que los separaban a Leo y a ella de los otros. Si la
tierra se movia un poco más, el complejo entero se caería en sus cabezas, aplastándolos. Aún
así, ella golpeaba con sus puños las piedras y gritaba maldiciones que le habrían dado una
lavada de boca con jabón en la Academia San Agnes.
Leo se le quedó viendo, bastante sorprendido sin decir una palabra.
Ella no estaba siendo justa con él.
La última vez que se habían quedado solos, ella lo había llevado por un recorrido a su pasado,
mostrándole a Sammy, su bisabuelo… El primer novio de Hazel. Ella lo había hecho cargar con
más emociones y recuerdos, los cuales él no necesitaba y que los dejaron tan sorprendidos
que casi lo aniquilaba un monstruo camarón gigante.
Ahora aquí estaban, juntos de nuevo, mientras sus amigos podrían estar siendo asesinados
a manos de un ejército de monstruos y ella aquí estaba, haciendo berrinches.
—Lo siento—dijo mientras se limpiaba las lagrimas.
—Hey, ya sabes…—Leo se encogió de hombros—. He descargado mi enojo en algunas piedras
alguna vez.
Ella tragó con dificultad.
—Frank es… Él es…
—Tranquila—dijo Leo—. Frank Zhang sabe cómo defenderse. Quizá se transforme en un
canguro y les haga algunas patadas marsupiales de jiujitsu en sus feas caras.
Él la ayudó a ponerse de pie. A pesar del pánico dentro de ella, sabía que Leo tenía razón.
Frank y los otros no eran inútiles, sabían como sobrevivir. Lo mejor que ella y Leo podrían
hacer era seguir adelante.
Miro a Leo con detalle. Su cabello ahora estaba poco más largo y despeinado, su cara estaba
más delgada, así que había dejado de parecer un pequeño imp, ahora tenia la apariencia grácil
y madura como la de los elfos en los cuentos de hadas. Lo que más había cambiado eran sus
ojos. Siempre estaba moviéndolos de un lado a otro, como si Leo intentase ver algo en el
horizonte.
—Leo, lo siento—ella dijo.
Él alzó una ceja.
—Esta bien. ¿Debido a….?
—Por…—ella hizo gestos, desesperada—. Todo. Por creer que eras Sammy, por no tomarte en
serio. Quiero decir, no quería hacerlo, pero si lo hiciera…
—Hey—Él apretó su mano, aunque Hazel no notó nada romántico en el gesto—. Las máquinas
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están diseñadas para trabajar.
—¿Qué?
—Creo que el universo trabaja como una máquina. No sé quién la construyo, si fueron las
Moiras, los dioses, el Dios con D mayúscula o alguien más. Pero funciona como debe la
mayoría de las veces. Claro, algunas piezas se rompen y hacen cortocircuito de vez en cuando,
pero la mayoría de las cosas ocurren por una razón. Como el que tu y yo nos conocieramos.
—Leo Valdez—Hazel se asombró— eres un filósofo.
—Para nada—él dijo—. Sólo soy un mecánico. Pero me imagino que mi bisabuelo Sammy sabía
lo que hacia. Él te dejó ir, Hazel. Mi trabajo aquí es decirte que está todo bien. Tú y Frank…
Están bien juntos. Todos lograremos pasar por esto. Espero que tengan una oportunidad de
ser felices. Además, Frank no podría atarse las agujetas sin tu ayuda.
—Eso es grosero—Hazelle le contesto, pero sintió que algo se liberaba en su interior… Un nudo
de tensión que ella había cargado por semanas.
Leo se había transformado por completo. Hazel empezó a pensar que había encontrado a un
buen amigo.
—¿Qué pasó cuando estabas perdido? —ella preguntó—. ¿A quién conociste?
El ojo de Leo se comenzó a mover nerviosamente.
—Larga historia, te lo diré algún día, pero ahora sólo espero ver como nos afecta.
—El universo es una máquina—dijo Hazel— así que acabará bien.
—Esperemos.
—Mientras no sea una de tus máquinas…—Hazel añadió—. Porque tus máquinas nunca hacen
lo que deberían hacer.
—Sí, ja ja—Leo invocó fuego en su mano—. Ahora, ¿adónde vamos, Señorita Subterranea?
Hazel escaneó el camino enfrente de ellos. A unos diez metros mas adelante, el túnel se
trasformaba en cuatro caminos pequeños, cada uno de ellos identicos, pero el de la izquierda
irradiaba frío.
—Por ahí—ella se decidió—. Parece ser el camino más peligroso.
—Me convenciste.
Y comenzaron a descender.
Tan pronto como alcanzaron el primer arco, Gale, la hurón, se encontró con ellos. Ella se subio
por el costado de Hazel y se acomodó alrededor de su cuello, chillando de mal humor, como
diciendo: “¿Dónde estaban? Llegaron tade.
—Por favor, no otra vez el hurón con gases—Leo se quejó—. Si esa cosa se tira un gas, con mi
fuego, estoy seguro que explotaremos.
Gale le lanzo un insulto de hurón a Leo.
Hazel los calló. Ella podía sentir el túnel delante de ellos, que hacía una suave pendiente de
trescientos metros para después abrirse en una cámara gigantesca. En esa cámara había una
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presencia… helada, densa y poderosa. Hazel no había sentido una presencia así desde aquella
caverna en Alaska, donde Gea la forzó a resucitar a Porfirión, el rey gigante. Hazel había
arruinado los planes de Gea en ese entonces, pero tuvo que derrumbar la caverna,
sacrificando su vida y la de su madre. Y no estaba ansiosa de tener otra experiencia similar a
esa.
—Leo, prepárate—ella susurró—. Estamos cerca.
—¿Cerca de qué?
La voz de una mujer hizo eco en el corredor.
—Cerca de mí.
Hazel sintió nauseas tan fuertes que sus piernas amenazaban con derrumbarse. Todo el
mundo cambió de lugar. Su sentido de la orientación, casi siempre perfecto bajo tierra, estaba
completamente descompuesto.
Ella y Leo no se habían movido, pero de un momento a otro, aparecieron a trescientos pies en
el corredor, en la entrada de la cámara.
—Bienvenidos—dijo la voz femenina—. He esperado este momento.
Los ojos de Hazel se movieron por toda la caverna. Ella no podía ver quién hablaba.
La cámara le pareció muy parecida al Panteón en Roma, excepto porque este lugar había sido
decorado con el estilo “Hades Contemporáneo”
Las paredes de obsidiana habían sido decoradas con escenas de muerte: víctimas de plagas,
cadáveres en el campo de guerra, cámaras de tortura con esqueletos colgando de cajas de
hierro… Todas ellas talladas con piedras preciosas que de alguna forma hacían la escena más
fantasmal.
Como en el Panteón, el techo en forma de domo tenía el aspecto de waffle con sus paneles
cuadrados, pero cada panel era una estela… Una lápida con inscripciones en Antiguo Griego.
Hazel no sabia si allí había de verdad cadáveres detrás de las lapidas. Con sus sentidos
subterráneos confundidos, ella no podía asegurarlo.
Ella no vio más salidas. En la parte más alta del techo, donde el tragaluz del Panteón debía
estar, un círculo de roca oscura brillante ocupaba su lugar, para reafirmar la sensación de que
no había salida de este lugar… No existía el cielo, sólo había oscuridad.
Los ojos de Hazel se movieron el centro del cuarto.
—Sí—Leo murmuró—. Esas son puertas, ¿no?.
A cincuenta pies había unas puertas de elevador, sus paneles estaban tallados en plata y
hierro. Había cadenas a cada lado, fijando el marco con grandes anzuelos en el suelo de roca.
El área alrededor de las Puertas estaba cubierta por escombros de roca negra. Con una
creciente sensación de enojo, Hazel descubrio que un viejo altar a Hades había estado ahí.
Había sido demolido para poner las Puertas de la Muerte en su lugar.
—¿Dónde estás? —ella gritó.
—¿No nos ves? — se burló la voz de la mujer—. Creí que Hécate te había escogido por tus
360
poderes.
Otro ataque de náuseas le revolvió las entrañas. A su lado, Gale chillaba y soltaba un gas, lo
cual, no ayudaba.
Manchas oscuras flotaron en los ojos de Hazel. Ella intentó pestañar para quitarlas, pero sólo
las hizo crecer aún más. Las manchas se convirtieron en una oscura figura de veinte pies de
altura, de pie junto a las Puertas.
El gigante Clitio estaba cubierto de humo oscuro, justo como lo había visto en la encrucijada,
pero ahora Hazel alcanzaba a ver nítidamente su forma… Piernas de dragón con escamas de
color ceniza; un gigantesco cuerpo humanoide con armadura de hierro Estigio; largo, cabello
trenzado que parecía estar hecho de humo. Su piel era tan oscura como la de la Muerte (Hazel
lo sabia con seguridad, ya que había conocido a la Muerte en persona). Sus ojos tenían un
brillo gélido como diamantes. Parecía que iba desarmado, sin embargo, eso no lo hacía menos
terrorífico.
Leo silbó.
—Ya sabes, Clitio… Para ser un tipo tan grande, tienes una voz hermosa.
—Idiota—siseó la mujer.
A medio camino entre Hazel y el gigante, el aire se movía como si fuera agua. La hechicera
apareció.
Ella vestía un vestido sin mangas de oro tejido, su cabello oscuro trenzado como un cono,
decorado de diamantes y esmeraldas. Alrededor de su cuello colgaba un collar con un
pendiente en forma de un laberinto, con una cadena de rubíes que hacían a Hazel pensar en
gotas de sangre cristalizadas.
La mujer tenia una belleza como de una reina de la antigüedad… Como una estatua que
puedes admirar, mas nunca te gustaria. Sus ojos brillaban con maldad.
—Pasifae—dijo Hazel.
La mujer inclinó su cabeza.
—Mi querida Hazel Levesque.
Leo tosió.
—¿Se conocen? ¿Son compañeras del Inframundo o…?
—Cállate, tonto—La voz de Pasifae era dulce, pero llena de veneno—. No me gusta hablar con
chicos semidioses… Siempre pensando en ellos, siempre tan temerarios y destructivos.
—Hey, señorita—Leo protestó—. Yo no destruyo cosas. Soy hijo de Hefesto.
—Un inventor—espetó Pasifae—. Aún peor. Conocí a Dédalo. Sus inventos sólo me trajeron
problemas.
Leo parpadeó.
—Dédalo… como… ¿El Dédalo? Bien, entonces debes saber todo acerca de nosotros, los
inventores. Arreglamos, construimos, ocasionalmente ponemos pedazos de trapo en la boca
de señoras groseras…
—Leo—Hazel puso su brazo en su pecho. Tuvo el presentimiento de que la hechicera estaba a
punto de transformarlo en algo desagradable si no cerraba su boca.
361
—Déjame esto, ¿okey?
—Escucha a tu amiga—dijo Pasifae—. Sé un buen chico y deja a las mujeres hablar.
Pasifae se puso enfrente de ellos, examinando a Hazel, sus ojos estaban tan llenos de odio que
hacía hormiguear la piel de Hazel. El poder de la hechicera irradiaba como el calor de un
horno. Su expresión era desconcertante y vagamente familiar.
De alguna manera, como sea, el gigante Clitio ponía más nerviosa a Hazel.
Él se paraba detrás, silencioso e inmóvil, excepto por el humo que escapaba de su cuerpo, el
cual se acumulaba alrededor de sus pies. Él era la fría presencia que Hazel había sentido
antes…. Como un vasto depósito de obsidiana, tan pesado que Hazel posiblemente no podía
moverlo, tan poderoso, indestructible y completamente sin emociones.
—Tu… Tu amigo no habla mucho—notó Hazel.
Pasifae miró hacia el gigante y lo olió con desdeño.
—Ruega porque que se quede callado, querida. Gea me otorgó el placer de acabar contigo,
pero Clitio es mi, ¿Cómo decirlo?, seguro. Sólo entre tú y yo, como hechiceras, creo que él está
aquí para vigilar mis poderes, en caso de que olvide las nuevas órdenes de mi señora. Gea es
cautelosa con eso.
Hazel se tentó a decirle que ella no era para nada una hechicera. Ella no sabía cómo era que
Pasifae intentaba hacer un trato con ellos, o cómo el gigante vigilaba su magia. Pero ella
enderezó su espalda.
—Lo que sea que planees—dijo Hazel—, no funcionará. Hemos terminado con cada monstruo
que Gea ha puesto en nuestro camino. Si eres sabia, sal de nuestro camino.
Gale la hurón rechinó sus dientes estando de acuerdo, pero Pasifae no lució impresionada.
—No parecen tan poderosos—le susurro la hechicera—, pero ustedes los semidioses nunca
parecen la gran cosa. Mi esposo, Minos, ¿el rey de Creta? Él era un hijo de Zeus. Nunca lo
habrían sabido viéndolo. Era tan flacucho como él—señaló hacia Leo.
—Wow—murmuró Leo—. Minos debió hacer algo realmente malo para merecerte.
Las fosas nasales de Pasifae se ensancharon, claramente furiosa.
—Oh… No tienen ni idea. Él era demasiado orgulloso para hacer los sacrificios apropiados a
Poseidón, así que los dioses me castigaron por su arrogancia.
—El Minotauro—Hazel recordó.
La historia era tan asquerosa y grotesca que Hazel siempre evitaba escucharla cuando la
contaban en el Campamento Júpiter. Pasifae fue maldecida para estar enamorada del mejor
toro de Minos. Ella dio a luz al Minotauro… Mitad hombre, mitad toro.
Ahora, mientras Pasifae los vigilaba con su brillante mirada, Hazel se dio cuenta por qué su
expresión le parecía tan conocida.
La hechicera tenía el mismo tono amargo y de odio que el que tenía su madre a veces. En sus
peores momentos, Marie Levesque miraba a Hazel como si Hazel fuese una hija monstruosa,
una maldición de los dioses, la razón de todos los problemas de Marie. Por eso era que la
362
historia del Minotauro la molestaba… No por la asquerosa idea de Pasifae y el toro, sino la idea
del hijo, cualquier hijo que pudiese ser considerado un monstruo, un castigo para sus padres,
que tendría que ser encerrado y odiado. Para Hazel, el Minotauro siempre había sido la víctima
en la historia.
—Sí—Pasifae dijo al final—. Mi desgracia fue demasiada. Después de que mi hijo naciera y
fuese encerrado en el Laberinto, Minos se negó a tener nada conmigo. ¡Dijo que arruiné su
reputación! ¿Y sabes qué le pasó a Minos, Hazel Levesque? ¿Por su orgullo y sus crímenes? Él
fue premiado. Fue hecho uno de los jueces de los muertos en el Inframundo, ¡como si tuviera
algún derecho de jugar a otros! Hades le dio ese puesto, ¡tu padre!
—De hecho, fue Plutón.
Pasifae se mofó.
—Es irrelevante. Ahora ven, odio a los semidioses tanto como a los dioses. Cualquiera de su
raza que sobreviva a la guerra, Gea me lo prometió, que los veré morir lentamente en mi
nuevo dominio. Sólo deseo tener más tiempo para torturarlos a ustedes dos como es debido.
Al centro del cuarto, las Puertas de la Muerte hicieron un sonido agradable. El botón verde
“Arriba”, justo en el lado derecho del marco comenzó a brillar. Las cadenas se estremecieron.
—Ahí, ¿ves? —Pasifae se encogió de hombros como si no le importara—. Las Puertas están en
uso. Doce minutos y se abrirán.
La garganta de Hazel temblaba casi tanto como las cadenas.
—¿Más gigantes?
—Afortunadamente, no—dijo la hechicera—. Todos han vuelto al mundo mortal para el asalto
final—Pasifae le dio una sonrisa gélida—. No, creo que las puertas están siendo usadas por
alguien más… Alguien sin autorización.
Leo avanzó. Humo salía de sus puños.
—Percy y Annabeth.
Hazel no podía hablar. Ella no estaba segura si el nudo en su garganta era de felicidad o de
frustración. Si sus amigos lograron llegar a las Puertas y realmente estarían aquí en doce
minutos…
—Oh, no se preocupen—Pasifae agitó su mano despectivamente—. Clitio se encargará de
ellos. Ya saben, cuando el sonido de las campanas suene de nuevo, alguien de nuestro lado
necesita presionar el botón de “Arriba” de las puertas o sino las Puertas no se abrirán y
cualquiera que esté adentro… Poof. Se irá. O quizá Clitio los dejará salir y se encargara de ellos.
Depende de ustedes dos.
La boca de Hazel tenía sabor a estaño. Ella no quería preguntar, pero tenía que hacerlo.
—¿Cómo es que esto depende de nosotros?
—Bien, es obvio, sólo necesitamos un par de semidioses vivos—dijo Pasifae—. Los dos
suertudos serán llevados a Atenas y serán sacrificados a Gea en el Festín de la Esperanza.
—Obviamente—Leo murmuró.
—¿Serán ustedes o los dos en el elevador? — La hechicera extendió sus manos—. Veamos
quién sigue vivo en doce… De hecho, en once minutos, a partir de ahora.
La caverna se disolvió en oscuridad.
363
lxxiv
hazel
LA BRÚJULA INTERIOR DE HAZEL HABIA PERDIDO EL RUMBO POR COMPLETO.
Recordó cuando era muy pequeña, en Nueva Orleans a finales de 1930, su madre la había
llevado con el dentista para que le extrajera un diente. Fue la primera y ultima ocasión que
Hazel había recibido éter. El dentista le prometió que la pondría relajada y con sueño, pero
Hazel se sintió como si estuviera flotando fuera de su propio cuerpo, llena de pánico y fuera de
control. Cuando el efecto del éter se desvaneció, ella había estado enferma durante tres días.
Esto parecía una dosis masiva de éter.
Una parte de ella sabía seguían dentro de la caverna. Pasífae estaba sólo a unos pocos metros
delante de ellos. Clitio esperaba en silencio junto a las Puertas de la Muerte.
Pero densas capas de Niebla atrapaban a Hazel, cambiando su sentido de lo que era real y lo
que no. Ella dio un paso hacia delante y chocó contra un muro que no debería haber estado
allí.
Leo apretó sus manos contra la piedra. — ¿Qué diablos? ¿Dónde estamos?
Un pasillo se extendía a su izquierda y otra a su derecha. Antorchas colgaban de anillod de
hierro. El aire olía a humedad y polvo, como en una tumba antigua. Sobre el hombro de Hazel,
Gale chillo furiosa, clavándole las garras a Hazel.
— Sí, ya sé —murmuró Hazel a la comadreja—. Es una ilusión.
Leo golpeó la pared. — Una ilusión bastante sólida.
Pasífae se echó a reír. Su voz sonaba debil y muy lejana. — Es una ilusión, Hazel Levesque ¿o
algo más? ¿No ves lo que he construido?
Hazel se sentía tan mareada que apenas podía estar de pie, y mucho menos pensar con
claridad. Ella trató de usar sus poderes, ver a través de la Niebla para encontrar la cueva de
nuevo, pero todo lo que sentía eran túneles cambiando en una docena de direcciones, yendo
por todas partes excepto hacia adelante.
Pensamientos al azar brillaron en su mente, como pepitas de oro llegando a la
superficie: Dédalo. El Minotauro encerrado. Mueran lentamente en mi nuevo dominio.
— El Laberinto, —dijo Hazel—. Ella está reconstruyendo el Laberinto.
— ¿Y ahora qué? —Leo había golpeado la pared con un martillo, pero él se volvió y frunció el
ceño—. Pensé que el laberinto se derrumbó durante la batalla en el Campamento Mestizo
como, si estuviera conectado a la fuerza vital de Dédalo o algo así, y entonces él murió.
La voz de Pasífae chasqueó desaprobación. — Ah, pero yo todavía estoy viva. ¿Le dan el
crédito a Dédalo por todos los secretos del laberinto? Respiré vida mágica en su laberinto.
364
Dédalo no era nada comparado conmigo, la bruja inmortal, hija de Helios, ¡hermana de Circe!
Ahora el laberinto será mi dominio.
— Es una ilusión, —insistió Hazel—. Tenemos que acabar con eso.
Incluso mientras lo decía, las paredes parecían crecer más sólidas, el olor a humedad se volvia
más intenso.
— Demasiado tarde, demasiado tarde —canturreó Pasífae—. El laberinto está ya despierto. Se
extenderá por debajo de la piel de la tierra una vez más, mientras que el mundo de los
mortales se nivela. Ustedes semidioses… ustedes héroes… vagarán por sus pasillos, muriendo
lentamente de sed, miedo y miseria. O tal vez, si me siento misericordiosa, morirán
rápidamente, ¡con un gran dolor!
Trampillas se abrieron en el suelo bajo los pies de Hazel. Agarró a Leo y lo empujó a un lado al
mismo tiempo que una hilera de púas disparó hacia arriba, clavándose en el techo.
— ¡Corre! —Gritó.
La risa de Pasífae hizo eco por el pasillo. — ¿A dónde vas, joven hechicera? ¿Huyendo de una
ilusión?
Hazel no respondió. Estaba demasiado ocupada tratando de mantenerse con vida. Detrás de
ellos, fila tras fila de púas se dispararon hacia el techo con un persistente golpeteo.
Empujó a Leo por un corredor lateral, saltó sobre un alambre, se tropezó hasta detenerse
frente a un pozo de veinte pies de diámetro.
— ¿Qué tan profundo es esto? —Leo jadeó en busca de aire—. Su pantalón estaba rasgado
donde uno de los picos lo había rozado.
Los sentidos de Hazel le dijeron que el pozo tenía al menos cincuenta pies de profundidad, con
veneno en el fondo. ¿Podía confiar en sus sentidos? Aunque Pasífae hubiera creado o no un
nuevo laberinto, Hazel creía que todavía estaban en la misma caverna, corriendo sin rumbo
fijo hacia atrás y adelante, mientras que Pasífae y Clitio miraban con diversión. Ilusión o no: a
menos de que Hazel pudiera encontrar la manera de salir de este laberinto, las trampas los
matarían.
— Ocho minutos ahora —dijo la voz de Pasífae—. Me encantaría verlos sobrevivir, de verdad.
Eso demostraría que serán sacrificios dignos de Gea en Atenas. Pero entonces, por supuesto,
no necesitaríamos a sus amigos del elevador.
El corazón de Hazel latia nervios. Miro hacia la pared a su izquierda. A pesar de lo que sus
sentidos le decían, esa debía ser la dirección de las Puertas. Pasífae debía estar justo en frente
de ella.
Hazel quería correr a través de la pared y estrangular a la hechicera. En ocho minutos, ella y
Leo tenían que estar en las Puertas de la Muerte para sacar a sus amigos.
Pero Pasífae era una bruja inmortal con miles de años de experiencia en el tejido de hechizos.
Hazel no podía derrotarla por pura fuerza de voluntad. Había logrado engañar al bandido
Escirón, mostrándole lo que esperaba ver. Hazel tenía que averiguar lo que más deseaba
365
Pasífae.
— Siete minutos ahora, —lamentó Pasífae—. ¡Si tuviéramos más tiempo! Tantas cosas con
las que me gustaría hacerles sufrir.
Eso era todo, Hazel se dijo. Ella tenía que lanzarse hacia el pozo. Ella tenía que hacer el
laberinto más peligroso, más espectacular, hacer que Pasífae se concentrara en las trampas en
lugar de ir construyendo el Laberinto.
— Leo, vamos a saltar, —dijo Hazel.
— Pero…
— No es tan grande como parece. ¡Vamos! —Ella le agarró la mano y los lanzó a sí mismos a
través de la fosa.
Cuando aterrizaron, Hazel miró atrás y no vio ningún pozo en absoluto, sólo una grieta de tres
pulgadas en el suelo.
— ¡Vamos! —Instó.
Corrieron mientras la voz de Pasífae siguió hablando. — Oh, queridos, no. Ustedes nunca van a
sobrevivir de esa manera. Seis minutos.
El techo por encima de ellos colapso. Gale la comadreja chilló alarmada, pero Hazel imaginó un
nuevo túnel girando hacia la izquierda, un túnel aún más peligroso, que iba en la dirección
equivocada. La niebla cambio de forma bajo su voluntad. El túnel apareció, y ellos corrieron a
un lado.
Pasífae suspiró con decepción. — Realmente no eres muy buena en esto, querida.
Pero Hazel sintió un poco de esperanza. Ella había creado un túnel. Ella había cambiado un
pequeño hilo en el tejido mágico del laberinto.
El piso se derrumbó por debajo de ellos. Hazel saltó a un lado, arrastrando a Leo con ella. Se
imaginó a otro túnel, regresando por donde habían venido, pero llena de gas venenoso. El
laberinto le hizo caso.
— Leo, contén la respiración, —advirtió.
Ellos se zambulleron a través de la niebla tóxica. Los ojos de Hazel se sentían como si
estuvieran siendo lavados en jugo de pimienta, pero siguió corriendo.
— Cinco minutos, —dijo Pasífae—. ¡Ay! Si tan sólo pudiera verlos sufrir por más tiempo.
Irrumpieron en un pasillo con aire fresco. Leo tosió. — Si tan solo ella se callara.
Se agacharon para evitar un alambre de bronce. Hazel imaginó que el túnel se curvaba hacia
Pasífae, tan ligeramente que no se notaba. La niebla se movia bajo su voluntad.
Las paredes del túnel comenzaron a acercarse en cada lado. Hazel no trató de detenerlas. Ella
las hizo cerrarse más rápido, sacudiendo el suelo y las grietas del techo. Ella y Leo corrieron
por su vida, siguiendo la curva mientras los llevaba más cerca de lo que ella esperaba que fuera
el centro de la habitación.
— Es una lástima, —dijo Pasífae—. Me gustaría poder matarlos a ustedes y a sus amigos en el
ascensor, pero Gea ha insistido en que dos de ustedes deben mantenerse con vida hasta la
Fiesta de la Esperanza, ¡cuando su sangre será usada para una buena causa! Oh, bueno. Voy a
tener que encontrar otras víctimas para mi Laberinto. Ustedes dos son de segunda clase.
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Hazel y Leo tropezaron hasta detenerse. Delante de ellos se extendía un abismo tan grande,
Hazel no podía ver el otro lado. Desde algún lugar más adelante en la oscuridad se oyeron los
silbidos, de miles y miles de serpientes.
Hazel penso en regresar, pero el túnel se cerraba detrás de ellos, dejándolos atrapados en una
pequeña espacio. Gale la comadreja se paseó por los hombros de Hazel y llena de ansiedad
solto un gas.
— Bueno, bueno —murmuró Leo—. Las paredes se están moviendo rapidamente. Tienen que
ser mecánicas. Dame un segundo.
— No, Leo, —dijo Hazel—. No hay camino de regreso.
— Pero…
— Sostén mi mano, —dijo— A la cuenta de tres .
— Pero…
— Tres
— ¿Qué?
Hazel saltó al foso, junto con Leo. Trató de ignorar los gritos y la comadreja flatulenta aterrada
que colgaba de su cuello. Ella uso toda su voluntad en redirigir la magia del laberinto.
Pasífae se rió con regocijo, sabiendo que en cualquier momento serían aplastados o picados a
muerte en un pozo de serpientes.
En cambio, Hazel imaginó una rampa en la oscuridad, que se dirigia a la izquierda. Se retorció
en el aire y cayó hacia esta. Ella y Leo golpearon la dura rampa y se deslizaron en la caverna,
aterrizando justo encima de Pasífae.
— ¡Auch! La cabeza de la bruja golpeó contra el suelo mientras Leo se dejó caer sobre su
pecho.
Por un momento, los tres y la comadreja eran una pila de decaídos cuerpos agitando las
extremidades.
Hazel intentó sacar su espada, pero Pasífae logró liberarse a sí misma primero. La hechicera se
alejó, su peinado se inclinaba hacia un lado como un pastel colapsado. Su vestido estaba
manchado con manchas de grasa del cinturón de herramientas de Leo.
— ¡Ustedes miserables desgraciados! —Aulló.
El laberinto habia desaparecido. A unos metros de distancia, Clitio estaba de espaldas a ellos,
vigilando las Puertas de la Muerte. Según los cálculos de Hazel, tenían alrededor de treinta
segundos, hasta que sus amigos aparecieran. Hazel se sentía agotada de su recorrido por el
laberinto mientras controlaba la Niebla, pero tenía que sacar un truco más.
Ella había logrado con éxito que Pasífae viera lo que ella más deseaba. Ahora Hazel tenía que
hacer ver a la hechicera lo que más temía.
— Realmente debes odiar a los semidioses, —dijo Hazel, tratando de imitar la sonrisa cruel de
Pasífae—. Siempre tomamos lo mejor de ti, ¿verdad, Pasífae?
— ¡Tonterías! —Gritó Pasífae—. ¡Voy a destrozarte! Lo haré…
— Siempre estamos tirando de la alfombra de debajo de tus pie, —simpatizaba Hazel—. Tu
367
marido te traicionó. Teseo mató al Minotauro y raptó a tu hija Ariadna. Ahora, dos semidioses
de segunda categoría han puesto en tu contra tu propio laberinto. Pero sabías que ibas a
llegar a esto, ¿no es así? Siempre caes al final.
— ¡Soy inmortal! —Gimió Pasífae. Ella dio un paso atrás, acariciando su collar. — ¡No pueden
estar de pie contra mi!
— Tú no te puedes pararte en absoluto —replicó Hazel—. Mira.
Señaló a los pies de la hechicera. Una trampilla se abrió debajo de Pasífae. Ella cayó, gritando,
en un pozo sin fondo que en realidad no existía.
El suelo se solidificó. La hechicera se había ido.
Leo miró a Hazel con asombro. — ¿Cómo has…?
En ese momento, el ascensor sonó. En lugar de presionar el botón ARRIBA, Clitio dio un paso
atras, dejando a sus amigos atrapados en su interior.
— ¡Leo! —Gritó Hazel.
Estaban a más de diez metros de distancia, demasiado lejos para llegar corriendo a elevador,
pero Leo sacó un destornillador y lo tiró como un cuchillo de lanzar. Un disparo imposible. El
destornillador pasó junto a Clitio y se estrelló en el botón ARRIBA.
Las Puertas de la Muerte se abrieron con un silbido. Humo negro escapo de la cabina, y dos
cuerpos se fueron de bruces al suelo, Percy y Annabeth, con el aspecto como cadáveres.
Hazel sollozó. — ¡Oh, dioses…!
Ella y Leo dieron un paso adelante, pero Clitio levantó la mano en un gesto inconfundible, para
obligarlos a detenerse. Levantó su pie de reptil gigante sobre la cabeza de Percy.
El velo de humo cayo como agua sobre el suelo, atrapando a Annabeth y Percy en niebla
oscura.
— Clitio, has perdido la batalla —gruñó Hazel—. Déjalos ir, o terminaras como Pasífae.
El gigante movió la cabeza. Sus ojos de diamante brillaban. A sus pies, Annabeth se sacudió
como si hubiera sido electrocutada. Ella rodó sobre su espalda, había humo negro saliendo
desde su boca.
— Yo no soy Pasífae. —Annabeth decía con una voz que claramente no era la suya, con
palabras tan profundas como un bajo—. Ustedes no han ganado nada.
— ¡Detente! ¡Deja de hacer eso! —Incluso desde diez metros de distancia, Hazel podía sentir la
fuerza vital de Annabeth desapareciendo, su pulso volviéndose más débil. Lo que Clitio estaba
haciendo, sacando palabras de su boca, la estaba matando.
Clitio empujó la cabeza de Percy con el pie. El rostro de Percy se recostó hacia a un lado.
— No del todo muerto. —Las palabras del gigante salían ahora desde la boca de Percy—. Un
trauma terrible para un cuerpo mortal, me imagino, viniendo desde el Tártaro. Van a estar
inconscientes por un rato.
368
Volvió su atención a Annabeth. Más humo reptaba de entre sus labios. — Voy a encadenarlos y
entregarselos a Porfirión en Atenas. Son perfectos para el sacrificio que necesitamos. Por
desgracia, eso significa que ya no necesito nada de ustedes dos.
— ¿Oh, sí? —Gruñó Leo—. Bueno, tal vez tú tengas humo, amigo, pero yo tengo el fuego.
Sus manos ardieron. Disparó columnas ardientes de llamas en dirección al gigante, pero el aura
de humo las absorbió nada más al contacto. Tentáculos de neblina negra viajaron de regreso
sobre las columnas de fuego, consumiendo la luz y el calor y cubriendo a Leo en oscuridad.
Leo cayó de rodillas, agarrándose la garganta.
— ¡No! —Hazel corrió hacia él, pero Gale chillaba con urgencia en su hombro, una clara
advertencia.
— Yo no lo haría. —La profunda voz del gigante escapo de la boca de Leo—. Tú no entiendes,
Hazel Levesque. Yo consumo magia. Yo destruyo la voz y me alimento del alma. No puedes ser
un oponente para mí.
La niebla oscura lleno aún más la habitación, ocultando a Annabeth y Percy, lentamente
deslizandose hacia Hazel.
La sangre rugía en los oídos de Hazel. Tenía que actuar, pero ¿cómo? Si ese humo negro podía
incapacitar a Leo, ¿qué posibilidades tenía ella?
— F- fuego —balbuceó con voz débil—. Se supone que tu debilidad es el fuego.
El gigante se echó a reír, con las cuerdas vocales de Annabeth esta vez. — ¿Estabas contando
con eso, eh? Es verdad que no me gusta para nada el fuego. Pero las llamas de Leo Valdez no
son lo suficientemente poderosas como para importarme.
En algún lugar detrás de Hazel, dijo una voz suave y musical— ¿Qué te parecen las llamas que
yo tengo, viejo amigo?
Gale chilló emocionada y saltó del hombro de Hazel, corriendo hacia la entrada de la caverna,
donde una mujer rubia estaba de pie con un vestido negro, con niebla revolviéndose a sus
pies.
El gigante se tambaleó, hasta quedar con la espalda en las Puertas de la Muerte.
— Tú —dijo a través de la boca de Percy.
— Yo, — le contesto Hécate. Ella abrió los brazos. Antorchas llenas de fuego aparecieron en
sus manos—. Han pasado muchos miles de años desde que luché hombro a hombro con un
semidiós, pero Hazel Levesque ha demostrado ser digna. ¿Qué dices tú, Clitio? ¿Deberíamos
jugar con fuego?
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hazel
Si el gigante hubiera huido despavorido, Hazel hubiera sido muy feliz. Entonces todos podrían
tomar el resto del día libre.
Clitio no pensaba de la misma manera.
Cuando vio las antorchas de la diosa ardiendo, parecio que el gigante recordó su misión. Planto
su pie con fuerza, sacudiendo el suelo y casi aplastando el brazo de Annabeth. Humo oscuro
comenzó a formarse a su alrededor hasta que Annabeth y Percy quedaron por completo
ocultos. Hazel no podía ver nada, solo los ojos brillantes del gigante.
" Todas esas son palabras vacías” Dijo Clitio usando la boca de Leo. ” Te olvidas de algo,
diosa. Cuando nos reunimos la última vez, contabas con la ayuda de Hércules y Dionisio - los
héroes más poderosos del mundo, ambos destinados a ser dioses. Ahora me traes a estos ’
El cuerpo de Leo se vio contorsionado por el dolor.
"¡Detente!" Gritó Hazel.
Ella no tenía planeado lo que sucedió a continuación. Simplemente sabía que tenía que
proteger a sus amigos. Imaginó a sus amigos detrás de ella, de la misma manera que había
creado nuevos túneles en el laberinto del Pasífae.
Leo desaparecio de golpe. Reapareció a los pies de Hazel, junto con Percy y Annabeth. La
Niebla giraba alrededor de ella, derramándose sobre las piedras y cubriendo a sus
amigos. Donde la Niebla blanca se tocaba con el humo negro de Clitio, humeaba y
chisporroteaba, como lava cayendo hacia el mar.
Leo abrió los ojos y se quedó sin aliento. ”¿Q-qué …? ‘
Annabeth y Percy permanecieron inmóviles, pero Hazel podía sentir sus latidos cada vez más
fuertes, su respiración era más uniforme.
Sobre el hombro de Hécate, Gale el hurón ladro con admiración.
La diosa se acercó, sus ojos oscuros brillando en la luz de las antorchas.
-Tienes razón, Clitio. Hazel Levesque no es Hércules o Dionisos, pero creo que vas a
encontrarla igual de formidable.
A través de la cortina de humo, Hazel vio que el gigante abrió su boca. Las palabras no
salieron. Se notaba la frustración de Clitio.
Leo trató de incorporarse. ’¿Qué está pasando? ¿Qué puedo yo - ‘
370
“Cuida de Percy y Annabeth” dijo Hazel mientas desenfundaba su spatha . -Quédate detrás de
mí. Quedate dentro de la Niebla ‘.
"Pero -"
La mirada que Hazel le dio debió haber sido más severa de lo que creía.
Leo tragó saliva. –Ok , lo entiendo. Niebla blanca buena. Humo negro malo ‘.
Hazel avanzo.
El gigante abrió los brazos. El techo abovedado se sacudió, y la voz del gigante hizo eco a
través de la habitación, magnificada cien veces.
¿Formidable? exigió al gigante. Sonaba como si estuviera hablando a través de un coro de los
muertos, utilizando a todos los que habían sido enterrados en las estelas de la cúpula. ¿Por
qué la niña ha aprendió tus trucos de magia, Hécate? ¿Porque dejas que estos débiles
semidioses esconderse en tu Niebla?
Una espada apareció en la mano del gigante - una hoja de hierro estigio parecida a la de Nico,
excepto cinco veces el tamaño. – No entiendo por qué Gea encuentra alguno de estos
semidioses dignos del sacrificio. Voy a aplastarlos como si fueran cáscaras de nuez vacías.
El miedo de Hazel se transformó en ira. Ella gritó. Las paredes de la cámara crujieron como
hielo en agua caliente, y decenas de joyas se dispararon hacia el gigante, golpeando a través
de su armadura como perdigones.
Clitio se tambaleó hacia atrás. Su voz sin cuerpo gritó de dolor. Su coraza de hierro estaba
salpicada de agujeros.
Icor dorado goteaba de una herida en su brazo derecho. Su manto de oscuridad se volvió más
delgado. Hazel podía una ver una expresión asesina en su rostro.
Tu, Clitio gruñó. Pequeña inutil ¿Inutil? Hécate preguntó en voz baja. ”Yo diría que Hazel Levesque sabe algunos trucos que
incluso yo no podría enseñarle.
Hazel se paró frente a sus amigos, decidida a protegerlos, pero su energía se desvanecía. Su
espada ya estaba pesada en la mano, y ella ni siquiera había llegado a usarla. Deseó que Arion
estuviera aquí.
Podía utilizar la velocidad y la fuerza del caballo. Desafortunadamente, su amigo equino no
sería capaz de ayudarla ahora. Era una criatura de los espacios abiertos, y no del subsuelo.
El gigante metió los dedos en la herida en su bíceps. Sacó un diamante y lo arrojó a un lado.
La herida se cerró.
371
Así que, hija de Plutón , Clitio retumbó, ¿de verdad crees que Hécate tiene un interés verdadero
en ti?
Circe era una de las favoritas de ella. Y Medea. Y Pasífae. ¿Cómo terminaron ellas?, ¿eh?
Detrás de ella, oyo a Annabeth agitarse, gimiendo de dolor. Percy murmuró algo que sonaba
como, ¿Bob-bob-bob?
Clitio dio un paso adelante, sosteniendo su espada casualmente a su lado como si fueran
compañeros en lugar de enemigos.— Hécate no te dirá la verdad. Ella envía ayudantes como
tú para cumplir sus órdenes, corriendo los riesgos de la misión. Si por algún milagro llegas a
lastimarme, sólo entonces será ella capaz de prenderme fuego. Luego reclamará toda la
gloria. Ya has oído cómo Baco se ocupó de los gemelos en el Coliseo.
Hécate es peor. Ella es un titán que traicionó a los Titanes. Y luego traicionó a los dioses. ¿De
verdad crees que va a mantener la fe en ti?
El rostro de Hécate era ilegible.
"No puedo responder a sus acusaciones, Hazel," dijo la diosa. ’Esta es tu encrucijada. Debes
elegir. ‘
Sí, encrucijadas. La risa del gigante hizo eco por la caverna. Sus heridas parecían haber sanado
por completo.
Hécate te ofrece las opciones, promesas vagas de magia. Soy el anti-Hécate. Yo te daré la
verdad. Voy a eliminar opciones y magia. Voy a despojarte de la Niebla, de una vez por todas, y
para que veas el mundo en todo su verdadero horror.
Leo se puso en pie, tosiendo como un asmático. ”Me encanta este chico,” jadeó. ”En serio,
deberíamos contratarlo para seminarios de inspiración. “ Sus manos se encendieron como
sopletes. “O podría quemarlo”.
"Leo, no-dijo Hazel. "El Templo de mi padre. Mi llamado. "
"Sí, está bien. Pero - ‘
'Hazel … “Annabeth jadeó.
Hazel estaba tan encantada de oír la voz de su amiga que casi se giro, pero sabía que no debía
quitar los ojos de encima de Clitio.
'Las cadenas …' murmuro Annabeth.
Hazel respiró hondo. ¡Había sido una tonta! Las Puertas de la Muerte todavía estaban abiertas,
temblando contra las cadenas que las mantenian en su sitio. Hazel necesitaba cortarlas para
que desaparecerían - y, finalmente, estar fuera del alcance de Gea.
El único problema: un gran gigante de humo se interponía en su camino.
372
No puedo creer que pienses que tienes alguna posibilidad de ganarme , Clitio la
reprendió. ¿Qué vas a hacer, Hazel Levesque - me vas a apedrear con más rubíes? ¿A
rasguñarme con zafiros?
Hazel le dio una respuesta. Ella levantó la spatha y corrio.
Al parecer, Clitio no esperaba que fuera tan suicida. Fue lento levantando su espada. Para el
momento en el que reacciono, Hazel se había agachado entre sus piernas y clavó su espada de
oro Imperial en su gluteus maximus. Algo no muy propio de una dama. Las monjas de Santa
Inés nunca lo habrían aprobado. Pero funcionó.
Clitio gritó y arqueó su espalda, contoneándose lejos de Hazel. La Niebal aún se arremolinaba
alrededor de Hazel, silbando, donde se tocaba con el humo negro del gigante.
Hazel se dio cuenta de que Hécate estaba ayudando - prestando su fuerza para poder
mantener la defensa contra la niebla oscura. Hazel también sabía que en el instante en que su
propia concentración vacilara y que la oscuridad la tocaba, ella se derrumbaría. Si eso
ocurriera, no estaba segura de Hécate pudiera – o quisiera - detener al gigante de aplastarlos a
ella y a sus amigos.
Hazel corrió hacia las Puertas de la Muerte. Su hoja destrozó las cadenas en el lado izquierdo,
como si estuvieran hechas de hielo. Se lanzó a las de la derecha, pero Clitio gritó, ¡NO!
Por pura suerte, no la corto a la mitad. La hoja de la espada del gigante le dio en el pecho;
estrellándola contra la pared. Sintió los huesos como si se hicieran polvo.
Al otro lado de la habitación, Leo gritó su nombre.
A través de su visión borrosa, vio un destello de fuego. Hécate estaba cerca, su forma su forma
brillando como si estuviera a punto de disolverse. Sus antorchas parecían ir y venir, pero todo
esto podría haber sido causado por que Hazel estaba empezando a perder la conciencia.
No podía rendirse ahora. Se obligó a ponerse de pie. Su pecho parecía que estuviera
incrustado con cuchillas de navaja. Su espada estaba en el suelo a unos cinco metros de
distancia. Se tambaleó hacia ella.
'Clitio!' -gritó.
Intentaba que sonara como un reto valiente, pero salió más como un graznido.
Por lo menos, llamó su atención. El gigante se alejó de Leo y de los otros. Cuando la vio cojear,
se rió.
373
Un buen intento, Hazel Levesque , Clitio admitió. Lo has hecho mejor de lo que esperaba. Pero
la magia por si sola no puede derrotarme, y no tienes la fuerza suficiente. Hécate te ha fallado,
como lo hace con todos sus seguidores al final.
La Niebla a su alrededor empezaba a desaparecer. En el otro extremo de la habitación, Leo
intentó darle a Percy algo de ambrosia, aunque Percy aún estaba fuera de combate. Annabeth
ya había despertado pero luchaba, apenas capaz de levantar la cabeza.
Hécate permaneció con sus antorchas, observando y esperando - que enfureció a Hazel tanto,
que encontró un último estallido de energía.
Ella lanzo la espada - no hacia el gigante, pero a las Puertas de la Muerte. Las cadenas en el
lado derecho se destrozaron. Hazel se derrumbó en agonía, su costado ardiendo del esfuerzo,
mientras que las Puertas se estremecieron y desaparecieron en un destello de luz púrpura.
Clitio rugió tan fuerte que una media docena de estelas cayó del techo y se hicieron añicos.
"Eso fue por mi hermano, Nico” jadeó Hazel. "Y por destruir el altar de mi padre."
Has perdido tu derecho a una muerte rápida, gruñó el gigante. Te sofocare en la oscuridad,
lenta y dolorosamente. Hécate no puede ayudarte. NADIE puede ayudarte!
La diosa alzó las antorchas. ”Yo no estaría tan seguro, Clitio. Los amigos de Hazel simplemente
necesitaban un poco tiempo para llegar a ella - el tiempo que les has dado con tus largos
discursos.
Clitio resopló. ¿Qué amigos? ¿Estos débiles? Ellos no representan ningún reto.
Frente a Hazel, el aire comenzó a ondularse. La Niebla se espesó, creando una abertura, y
cuatro personas cruzaron a través.
Hazel lloró de alivio. El brazo de Frank estaba sangrando y vendado, pero estaba vivo. Junto a
él estaban Nico, Piper y Jason - todos con sus espadas desenvainadas.
"Sentimos llegar tarde-dijo Jason. "¿Es este el tipo que necesitas matar?
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hazel
Hazel casi sintió pena por Clitio.
Lo atacaron desde todas las direcciones - Leo disparando fuego a sus piernas, Frank y Piper
golpeando su pecho, Jason volando en el aire y pateandolo en la cara. Hazel estaba orgullosa
de ver lo bien que Piper recordaba sus lecciones de espada.
Cada vez que el velo de humo del gigante amenazaba con arrastrarse alrededor de uno de
ellos, Nico estaba allí, cortando a través de ella, bebiendo la oscuridad con su espada de hierro
Estigio.
Percy y Annabeth estaban de pie, débiles y aturdidos, pero sus espadas listas. ¿Cuándo fue que
Annabeth consiguió una espada? ¿Y una hecha de marfil? Parecía que querían ayudar, pero no
había necesidad. El gigante estaba rodeado.
Clitio gruñó, volviéndose hacia adelante y hacia atrás, como sin poder decidir cuál de ellos
matar primero. ¡Momento! ¡No te muevas! ¡No! ¡Ouch!
La oscuridad alrededor de él se disipó por completo, sin dejar nada para protegerlo, excepto su
maltrecha armadura. El Icor de derramaba de una docena de heridas. El daño se había curado
casi tan rápido como le fue infligido, pero Hazel podría decir que el gigante estaba cansado.
Una última vez Jason voló hacia él, dándole patadas en el pecho, y la coraza del gigante se hizo
añicos.
Clitio se tambaleó hacia atrás. Su espada cayó al suelo. Cayó de rodillas, y los semidioses lo
rodearon.
Sólo entonces Hecate camino hacia delante, con antorchas en alto. Niebla cubrió al gigante,
silbando y burbujeando al tocar su piel.
"Y así termina", dijo Hécate.
No termina. La voz de Clitio resonó en algún lugar por encima, lejana y arrastrando las
palabras. Mis hermanos han regresado. Gea espera sólo por la sangre del Olimpo. Se necesitó
de todos ustedes para derrotarme. ¿Que harán cuando la Madre Tierra abra los ojos?
Hécate giro sus antorchas al revés. Ella las clavo como dagas en la cabeza de Clitio. El pelo del
gigante se encendió más rápido que la yesca seca, extendiéndose hacia debajo de la cabeza y
por su cuerpo hasta que el calor de la hoguera hizo que a Hazel le doliera estar tan cerca. Clitio
cayó sin un sonido, de cara contra los escombros del altar de Hades. Su cuerpo se convirtió en
cenizas.
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Por un momento, nadie habló. Hazel escuchó un ruido con dolor, rasposo y se dio cuenta de
que era su propia respiración. Su pecho se sentía como si hubiera sido golpeado con un ariete.
La diosa Hécate se puso frente a ella. “Sal de aquí, Hazel Levesque. Dirige a tus amigos fuera de
este lugar”.
Hazel apretó los dientes, tratando de contener su ira. ’¿Así de fácil? ¿Nada de “gracias”? ¿Ni
“excelente trabajo “?
La diosa inclinó la cabeza. Gale la huron chilló - tal vez un adiós, tal vez una advertencia – y
desaparecido en los pliegues de las faldas de su señora.
-Buscas el lugar equivocado para la gratitud, dijo Hécate. ”En cuanto a lo de ”excelente
trabajo”, queda por verlo. Sigan su camino a Atenas. Clitio no estaba equivocado. Los gigantes
han regresado - todos ellos, más fuertes que nunca. Gea se encuentra en el borde mismo de
despertar. La Fiesta de la Esperanza estará mal nombrada a menos que lleguen a detenerla.
La cámara retumbó. Otra estela cayó al suelo y se hizo añicos.
'La Casa de Hades es inestable “, dijo Hécate. 'Vete ahora. Nos encontraremos de nuevo. '
La diosa se disolvió. La Niebla se evaporo.
-Es agradable-gruñó Percy.
Los demás se volvieron hacia él y Annabeth, como si acabaran de darse cuenta de que estaban
allí.
'Amigo'. Jason dio a Percy un abrazo de oso.
'De regreso del Tártaro! Leo gritó. -¡Eso es mi gente! “
Piper abrazo a Annabeth y lloro.
Frank corrió a Hazel. Dobló suavemente sus brazos alrededor de ella. -Estás herido-dijo-.
‘Costillas rotas probablemente, “admitió.
'Pero, Frank - ¿Qué fue lo que te pasó en el brazo? “
Él esbozó una sonrisa. ”Es una larga historia. Estamos vivos. Eso es lo que importa. “
Estaba tan mareada de alivio le tomó un momento darse cuenta de Nico, de pie junto a él, su
plena expresión de dolor y conflicto.
-Oye-le llamó, haciendo señas con su brazo bueno.
Él vaciló, luego se acercó y la besó en la frente. -Me alegro de que estés bien-dijo-. ’Los
fantasmas estaban en lo cierto. Sólo uno de nosotros llegó a las Puertas de la Muerte. Tú… tú
habrías hecho a papá orgulloso. “
Ella sonrió, tocando suavemente su cara. ”No podríamos haber derrotado Clitio sin ti.”
376
Paso el pulgar por debajo del ojo de Nico y se preguntó si había estado llorando. Ella deseaba
tanto entender lo que estaba pasando con él - lo que le había sucedido en las últimas
semanas. Después de todo lo que habían pasado, Hazel estaba más agradecido que nunca
tener un hermano.
Antes de que pudiera decir algo el techo se estremeció. Aparecieron grietas en las baldosas
restantes. Columnas de polvo se derramaron hacia abajo.
-Tenemos que salir de aquí-dijo Jason. ”Uh, Frank…?
Frank negó con la cabeza. ”Creo que un favor de los muertos es todo lo que puedo hacer hoy. ‘
"Espera, ¿qué? ‘ Preguntó Hazel.
Piper levanto las cejas. ”Tu increíble novio pidió un favor como hijo de Marte. Él convocó a los
espíritus de algunos guerreros muertos, pidiendoles que nos llevan aquí a través de… um,
bueno, no estoy segura de que, en realidad. ¿Los pasajes de los muertos? Todo lo que sé es
que estaba muy, muy oscuro.
A su izquierda, una sección de la pared se partio. Dos ojos de rubí de un esqueleto de piedra
tallada salieron y rodaron por el suelo.
"Vamos a tener que viajar por las sombras-dijo Hazel.
Nico hizo una mueca. ”Hazel, apenas y puedo manejar eso con sólo yo. Con siete personas más
-‘
"Yo te ayudo." Ella trató de sonar confiado. Ella nunca había usado las sombras para viajar
antes, no tenía idea de si es que podría, pero después de trabajar con la Niebla, alterando el
Laberinto - tenía que creer que era posible.
Una sección completa de los azulejos se solto del techo.
"¡Todo el mundo, agárrense de las manos!" Gritó Nico.
Hicieron un círculo. Hazel imagino la campiña griega por encima de ellos. La caverna se
derrumbó, y ella se disolvió en las sombras.
Aparecieron en la colina con vistas al río Aqueronte. El sol acababa de salir, por lo que el agua
brillaba y había un resplandor anaranjado en las nubes. El aire fresco de la mañana olía a
madreselva.
Hazel estaba sosteniendo la mano a Frank a su izquierda, Nico a su derecha. Todos estaban
vivos y en su mayoría en una sola pieza. La luz del sol en los árboles era la cosa más hermosa
que había visto nunca. Quería vivir en ese momento – libre de monstruos y dioses y espíritus
malignos.
377
Entonces sus amigos empezaron a moverse.
Nico se dio cuenta de que estaba sosteniendo la mano de Percy y la solto rápidamente.
Leo se tambaleó hacia atrás. ”Saben… creo que voy a sentarme.
Se desplomó. Los otros se unieron a él. El Argo II todavía flotaba sobre el río unos cientos de
metros de distancia. Hazel sabía que debían llamar el entrenador Hedge y decirle que estaban
vivos. ¿Estuvieron en el templo toda la noche? ¿O varias noches? Pero por el momento el
grupo estaba demasiado cansado para hacer nada excepto sentarse y relajarse y maravillarse
por el hecho de que estaban bien.
Comenzaron a intercambiar historias.
Frank explicó lo que había sucedido con la legión fantasmal y el ejército de monstruos - como
Nico había utilizado el cetro de Diocleciano y con cuánta valentía Jason y Piper habían luchado.
"Frank esta siendo modesto," dijo Jason. ’Él controlo toda la legión. Deberías haberlo visto. Oh,
por cierto… ‘Jason miró a Percy. "Yo renuncié a mi cargo, dando Frank una promoción como
pretor.
A menos que quieras discutir esa decisión. “
Percy sonrió. ”No hay discusión aquí”.
" ¿Pretor? ’ Hazel miró a Frank.
Se encogió de hombros, incómodo. -Bueno … sí. Sé que parece raro.
Ella trató de lanzar sus brazos alrededor de él, luego hizo una mueca al recordar sus costillas
rotas. Decidio que era mejor besarlo. Me parece perfecto. “
Leo golpeó a Frank en el hombro. ”Bien hecho, Zhang. Ahora puedes ordenarle a Octavian a
caer en su espada. (Nota del traductor: la expresión “Caer en su espada” se usa para expresar
una renuncia a un puesto o un suicidio; aquí cada quien lo puede interpretar libremente)
"Tentador-asintió Frank. Se volvió preocupado hacia Percy. ’Pero ustedes… Tártaro tiene que
ser la Gran historia. ¿Qué pasó alla abajo? ¿Cómo lo hicieron…?
Percy entrelazó sus dedos con los de Annabeth.
Hazel echo un vistazo a Nico y vio el dolor en sus ojos. No estaba segura, pero tal vez él estaba
pensando en la suerte que Percy y Annabeth tenían al tenerse uno a otro. Nico había
sobrevivido el Tártaro solo.
'Les contaremos la historia,' prometió Percy. ”Pero todavía no, ¿de acuerdo? No estoy
dispuesto a recordar ese lugar.
378
-Yo tampoco- dijo Annabeth. ”En este momento…” Ella miró hacia el río y se acomodo. ”Uh,
creo que nuestro transporte se acerca. “
Hazel se volvió. El Argo II viró a babor, sus remos aéreos en movimiento, sus velas trabajando
para controlar el viento.
La cabeza de Festus brillaba en la luz del sol. Incluso desde la distancia, Hazel le oía crujir y
haciendo sonidos en señal de júbilo.
"¡Ese es mi chico! ‘ Gritó Leo.
A medida que la nave se acercó, vio Hazel al entrenador Hedge de pie en la proa.
"¡Ya era hora!" el entrenador gritó hacia abajo. Él estaba haciendo su mejor esfuerzo para
fruncir el ceño, pero sus ojos brillaban como si tal vez, sólo tal vez, él estaba feliz de
verlos. ’¿Qué les tomó tanto tiempo, panquecitos? ¡Mantuvieron a su visitante esperando!
¿Visitante? Hazel murmuró.
Al lado del entrenador Hedge, una chica de cabello oscuro apareció vistiendo un manto de
púrpura, con el rostro tan cubierto de hollín y arañazos que Hazel casi no la reconoció.
Reyna había llegado.
379
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percy
Percy se le quedo mirando a la Atenea Parthenos esperando a que lo atacara.
El nuevo sistema de elevación mecánica de Leo había bajado la estatua en la ladera con una
facilidad sorprendente.
Ahora la diosa de doce metros de altura, miraba serenamente sobre el río Aqueronte, su
vestido de oro fundido como metal en el sol.
"Increíble", admitió Reyna.
Seguía con los ojos enrojecidos por el llanto. Poco después de que había aterrizado en el Argo
II, su pegaso Escipion se derrumbó, abrumado por los efectos de las garras envenenadas de un
ataque de grifo de la noche anterior. Reyna tuvo liberar el caballo de su miseria con su cuchillo
de oro, convirtiendo el Pegaso en polvo que se disperso por el aire griego de olor dulce. Quizás
no era un mal final para un caballo volador, pero Reyna había perdido un amigo leal.
Percy se dio cuenta que ella había sacrificado demasiado en su vida.
La pretor rodeó la Atenea Parthenos con cautela. -Parece recién hecha.
-Sí-dijo Leo. ”Nos deshicimos de las telarañas, utilizamos un poco de Windex. No fue difícil. “
El Argo II flotaba apenas por encima. Con Festus vigilando las amenazas en el radar, toda la
tripulación había decidido almorzar en la ladera mientras discutían qué hacer. Después de los
últimas semanas, Percy pensó que se habían ganado una buena comida juntos - en realidad
todo lo que no fuera fuego líquido o sopa de carne de Drakon.
'Hey, Reyna- gritó Annabeth. ”Hey prueba un poco de la comida. Sientate con nosotros. “
La praetor miró, sus oscuras cejas fruncidas, como si siéntate con nosotros no fuera una frase
que entendiera. Percy nunca había visto Reyna sin su armadura antes. Estaba a bordo de la
nave, siendo reparada por Buford la Mesa Maravilla. Llevaba un par de jeans y una camiseta
del Campamento Júpiter púrpura; parecía casi como una adolescente normal - excepto por el
cuchillo de su cinturón y que la expresión seria, como si estuviera lista para un ataque desde
cualquier dirección.
-Está bien-dijo al fin-.
Se acomodaron para hacerle espacio en el círculo. Se sentó con las piernas cruzadas junto a
Annabeth, tomó un sándwich de queso y mordisqueó el borde.
-Entonces-dijo Reyna. ’Frank Zhang… praetor.
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Frank la miro, limpiándose las migas de su barbilla. -Bueno, sí. Me promocionaron en la batalla.
"Para liderar una legión diferente”, señaló Reyna. "Una legión de fantasmas”.
Hazel puso su brazo protector alrededor de Frank. Después de una hora en la enfermería,
ambos parecían mucho mejor, pero Percy se dio cuenta de que no estaban seguros de qué
pensar acerca de su antigua jefa en el Campamento Júpiter comiendo el almuerzo con ellos.
'Reyna “Jason dijo” deberías haber visto. “
"Fue increíble”, acordó Piper.
"Frank es un líder", insistió Hazel. "Él hace un gran praetor.
Los ojos de Reyna se fijaron en Frank, como si estuviera tratando de adivinar su valor. ”Te creo
-dijo-. ’Y lo apruebo.
Frank parpadeó. ¿En serio? “
Reyna sonrió secamente. ”Un hijo de Marte, el héroe que ayudó a traer de vuelta el águila de
la legión… se puede trabajar con un semidiós así. Me pregunto cómo convencer a la Doceava
Legion Fulminata’.
Frank frunció el ceño. -Sí. Me he estado preguntando lo mismo. “
Percy todavía no podía creer lo mucho que Frank había cambiado. Un ‘estirón’ era decir poco.
Era por lo menos tres pulgadas más alto, menos regordete y más voluminoso, como un jugador
de futbol americano. Su cara se veía más robusta, la mandíbula más fuerte. Era como si Frank
se hubiera transformado en un toro y luego de vuelta a humano, pero había mantenido algo
de la esencia del toro.
'La legión te va escuchar, Reyna, dijo Frank. ”Llegaste aquí sola, a través de la antiguas tierras.”
Reyna mordió su sándwich como si ahora estuviera hecho con carton. ”Al hacerlo, viole las
leyes de la legión.
'Cesar violó la ley cuando cruzó el Rubicón “, dijo Frank. ”Los grandes líderes tienen que pensar
fuera de la caja a veces. “
Ella negó con la cabeza. ”Yo no soy el César. Después de encontrar la nota de Jason en el
Palacio de Diocleciano, el seguirlos hasta aquí fue sencillo. Yo sólo hice lo que pensé que era
necesario. “
Percy no pudo evitar sonreír. ’Reyna, eres muy modesta. Volar a través de medio mundo sola
para responder a la petición de Annabeth, porque sabías que era la mejor oportunidad para la
paz. Eso es bastante heroico.
Reyna se encogió de hombros. ”Lo dice el semidiós que cayó en el Tártaro y encontró su
camino de regreso.”
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'Tenía ayudar-dijo Annabeth.
"Oh, por supuesto," dijo Reyna. ’Sin ti, no creo que Percy podía encontrar la salida de una
bolsa de papel.
-Es verdad-asintió Annabeth.
'Hey!' Percy se quejó.
Los otros se echaron a reír, pero Percy no les importaba. Se sentía bien al verlos
sonreír. Dioses, sólo el estar en el mundo de los mortales se sentía bien, respirar aire no
venenoso, disfrutando del sol en su espalda.
De pronto pensó en Bob. Dile al sol y las estrellas hola por mí.
La sonrisa de Percy desapareció. Bob y Damasen habían sacrificado sus vidas para que Percy y
Annabeth pudieran sentarse aquí, disfrutando de la luz del sol y riendo con sus amigos.
No era justo.
Leo sacó un pequeño destornillador de su cinturón de herramientas. Clavo una fresa cubierta
de chocolate y se la pasó al entrenador Hedge. Luego sacó otro destornillador y pinchó una
segundo fresa para a sí mismo.
Entonces, la pregunta de los veinte millones de pesos - dijo Leo. ’Tenemos esta estatua medio
usada de doce metros de altura de Atenea. ¿Qué hacemos con ella?
Reyna miró a la Atenea Parthenos. ”Se ve muy bien en esta colina, pero no he venido hasta
aquí para admirarla. De acuerdo con Annabeth, debe ser devuelta al Campamento Mestizo por
un líder romano. ¿Entendí correctamente?
Annabeth asintió. ”Tuve un sueño en el … ya sabes, el Tártaro. Yo estaba en la colina Mestiza, y
la voz de Atenea dijo , Debo estar aquí. Un romano me tiene que entregar. ”
Percy estudió la estatua con inquietud. Nunca había tenido la mejor relación con la madre de
Annabeth. Estaba esperando que la Estatua de la Gran Mamá cobrara vida y lo mastique por
meter a su hija en tantos problemas - o tal vez sólo pisarlo sin decir palabra.
"Tiene sentido", dijo Nico.
Percy se estremeció. Casi sonaba como si Nico le había leído su mente y estaba de acuerdo en
que Atenea debía pisarlo.
El hijo de Hades estaba sentado en el otro extremo del círculo, comiendo nada más que la
mitad de una granada, la fruta del inframundo. Percy se preguntó si eso era una broma de
Nico.
"La estatua es un símbolo poderoso", dijo Nico. "Un romano regresandola a los griegos…
podría curar la ruptura de siglos, tal vez incluso curar a los dioses de su doble personalidad.
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El entrenador Hedge tragó su fresa con la mitad del destornillador. ”Ahora, espera. Me gusta la
paz tanto como a cualquier otro sátiro - ‘
"Usted odia la paz “, dijo Leo.
"El punto es, Valdez, sólo estamos – a que, pocos días de Atenas. Tenemos un ejército de
gigantes que nos espera allí. Superamos todos los problemas para salvar esta estatua - ‘
" Yo supere la mayoría de los problemas, “Annabeth le recordó.
’- Porque la profecía lo llamó la perdición de los gigantes ’, continuó el entrenador. ’¿Por qué
no la llevamos a Atenas con nosotros? Es obvio que es nuestra arma secreta. “Miró a
la Atenea Parthenos. ”Se parece a un misil balístico para mí. Tal vez si Valdez uniera algunos
motores a la - ‘
Piper se aclaró la garganta. ”Uh, gran idea, entrenador, pero muchos de nosotros hemos
tenido sueños y visiones de Gea levantandose en el Campamento Mestizo… ‘
Ella desenvainó su daga Katoptris y la puso en su plato. Por un momento, la hoja mostró nada
más que el cielo, pero aun asi Percy se sintió incómodo.
"Desde que llegamos a la nave", dijo Piper, "He estado viendo algunas cosas malas en el
cuchillo. La Legión romana es casi a una corta distancia del Campamento Mestizo. Están
reuniendo refuerzos: espiritus, águilas, lobos.
'Octavian-gruñó Reyna. ”Yo le dije que esperara.
"Cuando tomemos el mando-sugirió Frank," nuestra primera tarea debe ser la de cargar
a Octavian en una catapulta y lanzarlo lo más lejos posible.
-De acuerdo-dijo Reyna. ”Pero por ahora - ‘
-Esta planeado la guerra – Annabeth dijo con pesar ‘Y la va a tener, a menos que lo
detengamos’.
Piper volteo la hoja de su cuchillo. ”Desafortunadamente, eso no es lo peor. He visto imágenes
de un futuro posible - el campamento en llamas, semidioses griegos y romanos yaciendo
muerto. Y Gea…-su voz se quebro.
Percy recordó al Tártaro en forma física, de pie frente a él. Nunca había sentido tal impotencia
y terror. Seguía lleno de vergüenza, recordando cómo su espada se había deslizado fuera de su
mano.
383
Es lo mismo que tratar de matar a la tierra, el Tártaro había dicho.
Si Gaia era tan poderosa, y tenía un ejército de gigantes a su lado, Percy no veía cómo siete
semidioses podían detenerla, especialmente cuando la mayoría de los dioses estaban
incapacitados. Tenían que detener a los gigantes antes de que Gea despertara, o era el fin de
todo.
Si la Atenea Parthenos era un arma secreta, llevarla a Atenas era muy tentador. Percy le
comenzaba a gustar la idea del entrenador de usarla como un misil y acabar con Gea en
una explosión nuclear digna de los dioses.
Por desgracia, su instinto le decía que Annabeth tenía razón. La estatua Denia estar de regreso
en Long Island, donde podría ser capaz de detener la guerra entre los dos campamentos.
'Así que Reyna se lleva la estatua, dijo Percy. ”Y seguimos a Atenas.”
Leo se encogió de hombros. ’Eso esta muy bien en mi opinión. Pero, eh, algunos problemas
logísticos muy pequeños. Tenemos que - dos semanas hasta ese día de la fiesta romana
cuando se supone que Gea se alzara.
'La Fiesta de Spes “, dijo Jason. -Es el primero de agosto. Hoy es - '
'Julio diez y ocho' le contesto Frank. ”Así que, sí, a partir de mañana, exactamente catorce días.
Hazel hizo una mueca. ”Nos tomó diez y ocho días llegar desde Roma para aquí - un viaje que
debería tomar solamente dos o tres días, máximo. ‘
"Así que, dada nuestra buena suerte, Leo dijo:" tal vez tenemos el tiempo suficiente para llevar
al Argo II a Atenas, encontrará los gigantes y evitar que despierten a Gea. Tal vez. Pero, ¿cómo
se supone que Reyna lleve esta estatua enorme al Campamento Mestizo antes de que los
griegos y los romanos luchen unos contra otros?
Ella ni siquiera tiene su pegaso. Uh, lo siento - ‘
-Muy bien-replicó Reyna. Ella podría estar tratando con ellos como aliados en lugar de
enemigos, pero Percy podía ver que Reyna todavía tenía una opinión no tan buena sobre Leo,
probablemente porque había volado la mitad del Foro en Nueva Roma.
Ella respiró hondo. ”Desafortunadamente, Leo esta correcto. No veo cómo puedo transportar
algo tan grande. Suponía - bueno, yo estaba esperando que ustedes tendrían una respuesta.
”El Laberinto”, dijo Hazel. ’Yo - Quiero decir, si realmente lo ha reabierto Pasífae, y creo que si
lo hizo … “
Ella miró a Percy con aprensión. -Bueno, dijiste que el laberinto te podía llevar a cualquier
parte. Así que tal vez - ‘
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'No.' Percy y Annabeth hablaron al unísono.
'No es para echar a perder tus planes, Hazel, dijo Percy. ”Es sólo que…”
Se esforzó por encontrar las palabras correctas. ¿Cómo podría describir el laberinto para
alguien que nunca lo había recorrido? Dédalo lo había creado para ser un ser vivo, un laberinto
que crecía. A través de los siglos se había extendido como las raíces de un árbol debajo de toda
la superficie del planeta. Claro, podía llevar a cualquier lugar. La distancia en el interior no
tenía sentido. Podrias entrar en el laberinto en Nueva York, caminar tres metros y salir del
laberinto en Los Angeles - pero sólo si tenías una manera confiable para navegar. De lo
contrario el Laberinto te engañaría e intentaría matarte a cada paso. Cuando la red de túneles
se había derrumbado después de que Dedalo murió, Percy se había relajado. La idea de que el
laberinto se estaba regenerando, reptando bajo la tierra de nuevo y creando una nueva y
espaciosa casa de monstruos… que no le hacía feliz. Ya había tenido suficientes problemas.
"Por un lado, dijo," los pasajes del laberinto son demasiado pequeñas para el Athena
Parthenos.
No hay ninguna posibilidad de que puedas llevarla allí abajo - ‘
"Y aunque el laberinto estuviera regenerándose, "Annabeth continuó," no sabemos lo que
podría ser ahora. Era bastante peligroso antes, bajo el control de Dédalo, y no él no era una
persona cruel. Si Pasífae rehizo el Laberinto de la manera que quería… "Ella sacudió la
cabeza. "Hazel, tal vez tus poderes podrían guiar a Reyna, pero nadie más tendría ninguna
oportunidad. Y te necesitamos aquí.
Además, si te perdemos ahí abajo - ‘
-Tienes razón-dijo Hazel con tristeza. ’No importa’.
Reyna puso sus ojos en todo el grupo. ”¿Otras ideas? ‘
'Podría ir,' Frank ofreció, no sonando muy feliz por eso. ”Si soy un praetor, debería ir. Tal vez
podríamos hacer una especie de trineo, o - ‘
'No, Frank Zhang. – Reyna le dio una sonrisa cansada. ”Espero que podamos trabajar juntos en
el futuro, pero por ahora tu lugar está junto a la tripulación de esta nave. Eres una de los siete
de la profecía. “
"Yo no", dijo Nico.
Todo el mundo dejó de comer. Percy miró a través del círculo hacia Nico, tratando de decidir si
estaba bromeando.
Hazel dejó el tenedor. ’Nico -‘
"Voy a ir con Reyna, dijo. "Puedo transportar la estatua con viajes en la sombras.
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"Uh …" Percy levantó la mano. -Quiero decir, sé que conseguiste traernos a los ocho de
regreso a la superficie, y fue increíble. Pero hace un año dijiste que viajar incluso tu solo era
peligroso e impredecible. Un par de veces terminaste en China. Transportar una estatua de
doce metros y dos personas medio undo - ‘
-He cambiado desde que regresé del Tártaro. Los ojos de Nico brillaban de furia - más
intensamente de lo que Percy esperaba. Se preguntó si había hecho algo para ofender al chico.
'Nico', Jason intervino, “no vamos a cuestionar tu poder. Sólo queremos asegurarnos de que
no vas a morirte en el intento.
"Yo puedo hacerlo", insistió. ’Voy a hacer saltos cortos - unos cientos de kilómetros cada
vez. Es cierto, después de cada salto no podre ninguna forma defenderse de los
monstruos. Necesitaré Reyna para defenderme a mí y a la estatua".
Reyna tenía una cara de póquer excelente. Ella estudió el grupo, explorando sus rostros, pero
sin mostrar sus propios pensamientos. ” ¿Alguna objeción?
Nadie dijo ni una palabra.
-Muy bien-dijo ella, con la finalidad de un juez. Si hubiera tenido un martillo, Percy se sospecha
que lo habría golpeado. ”No veo ninguna opción mejor. Pero habrá muchos ataques de
monstruos. Me sentiría mejor teniendo una tercera persona. Ese es el número óptimo para
una misión. “
'El Entrenador Hedge “, espetó Frank.
Percy lo miró fijamente, sin saber que había oído correctamente. ”Uh, ¿qué, Frank?
"El entrenador es la mejor opción", dijo Frank. "La única opción. Es un buen luchador. Es un
certificado protector. Él va a hacer el trabajo. “
'Un fauno “, dijo Reyna.
"¡Sátiro! gritó el entrenador. "Y, sí, voy a ir. Además, al llegar al Campamento Mestizo, usted
necesitar a alguien con conexiones y habilidades diplomáticas para evitar que los Griegos nos
ataquen. Simplemente deja voy a hacer una llamada - er, quiero decir, voy por mi bate de
béisbol”.
Se levantó y lanzo a Frank un mensaje que Percy no podía entender. A pesar del hecho de que
que acababa de ser voluntario para una misión probablemente suicida, el entrenador parecía
agradecido. Corrio a la escalera del barco, golpeando sus pezuñas juntas como un niño
emocionado.
Nico se levanto. -Debería ir también, y descansar antes del primer brinco. Nos reuniremos en
la estatua al atardecer.
Una vez que se fue, Hazel frunció el ceño. -Está actuando de manera extraña. No estoy seguro
de que está pensando esto.
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"Él va a estar bien", dijo Jason.
-Espero que tengas razón. – Pasó la mano por el suelo. Diamantes rompieron la superficie –
una brillante vía láctea de piedras. ”Estamos en un nuevo cruce. La Atenea Parthenos va al
oeste. El Argo II va hacia el este. Espero haber elegido correctamente”.
Percy deseó poder decir algo alentador, pero se sentía inquieto. A pesar de todo lo que habían
pasado y todas las batallas que habían ganado, no estaban más cerca de poder detener a
Gea. Claro, que habían liberado a Thanatos. Habían cerrado las Puertas de la Muerte. Por lo
menos ahora podían matar a los monstruos y que permanecieran en el Tártaro por un
tiempo. Pero los gigantes estaban de vuelta - todos los gigantes.
"Una cosa que me molesta", dijo. ’Si la fiesta de Spes es en dos semanas, y Gea necesita la
sangre de dos semidioses para despertar - ¿A que se referia Clitio? ¿La sangre de Olympus? Entonces estamos haciendo exactamente lo que quiere Gea, al dirigirnos a Atenas. ¿Si no
vamos, y no puede sacrificar a ninguno de nosotros, no significa que no puede despertar
plenamente?
Annabeth le tomó la mano. Admiro los ojos de ella ahora que estaban de vuelta en el mundo
de los mortales, sin la Niebla de la Muerte, su pelo rubio capturando la luz del sol - aunque
ella todavía estaba delgado y pálida, como él, y sus ojos grises tormentosos con el
pensamiento.
"Percy, las profecías son un arma de doble filo", dijo. "Si no vamos, podemos perder nuestra
mejor y única oportunidad para detenerla. Atenas es el lugar donde se encuentra nuestra
batalla. No podemos evitarlo. Además, tratar de frustrar profecías nunca funciona. Gea nos
podía capturar a otro lugar o derramar la sangre de otros semidioses.
"Sí, tienes razón-dijo Percy. "No me gusta, pero tienes razón."
El estado de ánimo del grupo llegó a ser tan sombrío como el aire en el Tártaro, hasta Piper
rompió la tensión.
"¡Bueno!" Se enfundó su espada y saco la cornucopia. Excelente picnic. ¿Quién quiere postre?
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lxxviii
percy
A la puesta del sol Percy encontró a Nico atando cuerdas alrededor del pedestal de la Atenea
Parthenos.
-Gracias-dijo Percy.
Nico frunció el ceño. ”¿Por qué?
"Prometiste llevar a los otros a la Casa de Hades", dijo Percy. "Lo hiciste”.
Nico ató los extremos de los cables juntos, haciendo un nudo. ’Me sacaste de esa jarra de
bronce en Roma. Me salvaste la vida una vez más. Era lo menos que podía hacer. “
Su voz era de acero, seria. Percy deseó poder averiguar lo que hacia vivir a este chico, pero
nunca habia sido capaz de hacerlo. Nico ya no era el chico geek de Westover Hall con las
tarjetas Mythomagic.
Tampoco era el solitario enojado que había seguido el fantasma de Minos en el
laberinto. ¿Pero entonces quién era él?
'Además,' Percy dijo, visitaste a Bob… “
Le dijo Nico sobre su viaje a través de Tártaro. Supuso que si alguien podía entender, Nico era
el indicado.
“Convenciste a Bob de que podía confiar en mi, a pesar de que nunca lo visité. Yo nunca pensé
en él. Probablemente salvaste nuestras vidas por ser amable con él. ‘
-Sí, bueno, ‘Nico dijo, “no pensar en la gente de vez en cuando… puede ser peligroso.
'Amigo, yo estoy tratando de decir gracias.
Nico se rió sin humor. ”Yo estoy tratando de decir que no es necesario. Ahora tengo que
terminar esto, si es que me podrías dar un poco de espacio.
-Sí. Sí, está bien. “ Percy retrocedió mientras Nico acomodaba las cuerdas. Se las puso sobre
sus hombros como si la Atenea Parthenos fuera una mochila gigante.
Percy no pudo evitar sentir un poco de dolor, ya que Nico le había pedido que se alejara de
el. Por otra parte, Nico había pasado por mucho. El tipo había sobrevivido en el Tártaro por su
cuenta. Percy entendia de primera mano la fortaleza que debe haber tomado.
Annabeth se acercó a la colina a unirse a ellos. Tomó la mano de Percy, lo que hizo sentirse
mejor.
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-Buena suerte-le dijo Nico.
'Sí'. Él no la miró a los ojos. ”A ustedes también.”
Un minuto después, Reyna y el entrenador Hedge llegaron con la armadura completa y con
paquetes sobre sus hombros.
Reyna parecía sombría y listo para el combate. El entrenador Hedge sonrió como él esperaba
una fiesta sorpresa.
Reyna dio Annabeth un abrazo. ”Vamos a tener éxito”, prometió.
"Sé que lo harás-dijo Annabeth.
El entrenador Hedge se puso al hombro el bate de béisbol. -Sí, no se preocupen. ¡Voy a llegar
al Campamento y ver a mi bebé! Uh, quiero decir que ¡voy a llevar a este bebé al
Campamento! Le palmeó la pierna de Atenea Parthenos.
-Está bien-dijo Nico. ”Agarren las cuerdas, por favor. Aquí vamos”.
Reyna y Hedge le hicieron caso. El aire se oscureció. La Atenea Parthenos se vio absorbida en
su propia sombra y desapareció, junto con sus tres acompañantes.
El Argo II navegó después del anochecer.
Se desviaron suroeste hasta llegar a la costa, a continuación, salpicado en el mar Jónico. Percy
se sintió aliviado al sentir las olas por debajo de él.
Hubiera sido un viaje más corto a Atenas por tierra, pero después de la experiencia de la
tripulación con los espíritus montaña en Italia, habían decidido no volar sobre el territorio de
Gea más de lo que tenían que hacerlo. Lo harían navegando alrededor de la península griega,
siguiendo las rutas que los héroes griegos habían tomado en los tiempos antiguos.
Eso le gustaba a Percy. Le encantaba estar de vuelta en el elemento de su padre - con el aire
fresco del mar en sus pulmones y la briza salada en sus brazos. Se puso de pie en la barandilla
de estribor y cerró los ojos, sintiendo las corrientes por debajo de ellos. Pero las imágenes del
Tártaro se quedaban ardiendo en su mente - el río Flegetonte, el suelo ampollas donde se
regeneran los monstruos, la oscuridad del bosque donde las arai sobrevolaban las sangrientas
nubes de niebla. Por encima de todo, pensó en una choza en el pantano con el calor del fuego
y muebles donde se secaban hierbas y carne de Drakon. Se preguntó si esa cabaña estaba
vacía ahora.
Annabeth apareció y lo abrazo, su calidez era tranquilizadora.
-Lo sé-murmuró, leyendo su expresión. ”No puedo conseguir sacar ese lugar de mi cabeza,
tampoco.”
'Damasen, dijo Percy. ¿Y Bob …?
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"Lo sé." Su voz era frágil. ’Tenemos que hacer que su sacrificio valga la pena. Tenemos que
vencer a Gea ‘.
Percy miró hacia el cielo nocturno. Deseó que lo estuvieran mirando desde la playa en Long
Island más que del otro lado del mundo, navegando hacia una muerte casi segura.
Se preguntó dónde Nico, Reyna y Hedge estaban ahora, y cuánto tiempo les tomaría para
llegar - suponiendo que sobrevivieran. Se imaginó a los romanos diseñando las líneas de
batalla en este momento, mientras rodeaban al Campamento Mestizo.
Catorce días para llegar a Atenas. Luego de un modo u otro, se decidiría la guerra.
En la proa, Leo silbó alegremente mientras jugaba con el cerebro mecánico de Festus,
murmurando algo sobre un cristal y un astrolabio. En medio del barco, Piper y Hazel
practicaban su manejo de la espada, sus hojas de oro y bronce llenando en la noche. Jason y
Frank estaban al frente, hablando en voz baja - tal vez contando historias de la legión o
compartiendo pensamientos sobre ser pretor.
"Tenemos un buen equipo", dijo Percy. "Si tengo que navegar a la muerte - ‘
'No vas a morir por mí, sesos de alga “, dijo Annabeth. ¿Recuerdas? Nunca separados de
nuevo. Y después de llegar a casa… “
'¿Qué?' Preguntó Percy.
Ella lo besó. ”Pregúntame de nuevo, una vez que derrotemos a Gea.
Él sonrió, feliz de tener algo que esperar. ”Lo que tú digas.”
Mientras navegaban más lejos de la costa, el cielo se oscureció y las estrellas salieron.
Percy estudio las constelaciones - las que Annabeth le había enseñado hace tantos años.
'Bob les dice hola “, dijo a las estrellas.
El Argo II navegó en la noche.
FIN DE LA CASA DE HADES
SI HAZ LEÍDO HASTA AQUÍ PORFAVOR RELLENA EL CUESTIONARIO,
GRACIAS. CUESTIONARIO DE LA CASA DE HADES
NOS VEMOS EN BLOOD OF OLYMPUS EN EL 2014
Si buscas otras traducciones, o tienes algún comentario puedes encontrarme en
http://potteraangeragon.tumblr.com/ o en twitter @PotterAangErago o en @Poseidon_SP
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agradecimientos
Le agradezco especialmente al tío Rick, por habernos dado la penúltima entrega de la serie de
los Héroes del Olimpo, espero que Blood of Olympus salga pronto y que Octavian sea lanzado
por una catapulta.
También le agradezco a mi hermano (Encuéntrenlo en twitter como @BooksandTardis
https://twitter.com/BooksandTardis) que hizo los diseños del PDF y me alentó a acabar la
traducción.
Tambien a @HechosPJackson (https://twitter.com/HechosPJackson) por su apoyo incondicional
durante todo este proceso y por abrime las puertas a esta maravillosa experiencia. Gracias a ella
pensé en hacer todo esto, y claro que seguire con esto de las traducciones.
Por ultimo, pero no menos importante a todos los semidioses y semidiosas que me leen y me
recomiendan con sus amigos.
Gracias a todos, nos vemos en otro libro.
¡Travesura realizada! ¡Que los dioses los protejan!
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