El collar de las medinas

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El collar de las medinas
Autores:
Jesús Serrano (Valladolid, 1942) es catedrático
de instituto (Lengua y Literatura Españolas),
cargo que ha ejercido en Mérida, Almuñécar
y Tetuán. Ha sido, asimismo, Asesor Técnico
Lingüístico del MEC en Marruecos y Hungría.
Rolf Neuhaus (Duisburg, 1951), doctor en Historia,
vive en Almuñécar desde 1987. Colabora en el
Frankfurter Allgemeine Zeitung y ha publicado los libros
de viajes Die Kanarische Inseln (1998), Andalusien
(1998) y Fiestas. Spanien im Festrausch (1999).
Ambos son autores de Andalusien. Literarische
Reisebilder aus den maurischen Spanien (Stuttgart,
2001) y Madrid. Zeitreise in die spanische
Litteraturmetropole (Stuttgart, 2004).
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Jesús Serrano
Rolf Neuhaus
El collar
de las medinas
Rutas literarias por el corazón
de Al-Andalus
MÁGINA
Título: El collar de las medinas
Autor: Jesús Serrano y Rolf Neuhaus
Primera edición en papel: diciembre de 2004
Primera edición: mayo de 2010
© Jesús Serrano y Rolf Neuhaus
© Derechos exclusivos de edición:
Editorial Octaedro Andalucía (Ediciones Mágina, S.L.)
Pol. Ind. Virgen de las Nieves
Paseo del Lino, 6 - 18110 Las Gabias - Granada
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por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos
Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear
algún fragmento de esta obra.
Diseño y realización: Servicios Gráficos OCTAEDRO
Fotos: Rolf Neuhaus
Dibujos: Marcela Zoido, Mariano Bertuchi (pág.245)
ISBN: 978-84-95345-58-5
Depósito legal: B. 24.236-2010
DIGITALIZACIÓN: EDITORIAL OCTAEDRO
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«Se canta lo que se pierde»
ANTONIO MACHADO (359)
«La tolerancia medieval fue un reflejo de la doctrina alcoránica»
AMÉRICO CASTRO (103)
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Nota preliminar
Este libro puede tener un doble uso: por un lado, es una guía de viaje por las tierras de
Al-Andalus, lo que presupone que un viajero entusiasta y organizado podría probablemente realizarlo total o parcialmente. Pero su orden es literario: responde a un hilo
narrativo que nos hace empezar y terminar en el ápice septentrional de Marruecos.
Ello sería aceptable para quien venga en avión desde otras tierras, pero es más que
improbable para un viajero peninsular. De cualquier forma, el itinerario ha sido el hilo
conductor, por encima del orden histórico y de la sistemática exposición de los hechos
literarios.
Pero, además, es un libro para leer en casa. Un libro para tomar y dejar, para hojear mientras cerca suena la melopea de una moaxaja, un romance sefardí o una soleá;
para seguir con el dedo las rutas de un mapa fabuloso que quizá ya sólo existe en nuestra imaginación; o para llevar entre las manos paseando por paisajes que nos recuerden
ese mítico pasado de tres culturas en convivencia, o para recoger como contraste, desde
lejanas tierras, el exotismo que permita una breve evasión de los agobiantes problemas
y retos con que se presenta el siglo XXI.
Para nosotros ha sido fundamental apoyarnos en una antología de textos de autores
andalusíes y de los que no siéndolo se acercaron a Al-Andalus (con amor o incomprensión, o con simple curiosidad). Era preciso dar voz a los protagonistas de una historia no fácil de comprender. Nosotros lo hemos intentado haciendo de las rutas un
viaje iniciático, en el que queremos empapar al viajero-lector con la deslumbrante cultura andalusí (llena de luces y sombras, de realidades y tópicos), conectando paisajes,
monumentos, historia, poesía y experiencias personales. Es el resultado de una reflexión
y una toma de postura (imprescindible en los momentos que vivimos), sin duda apasionada pero también rigurosa, derivada de nuestras lecturas y viajes y, por qué no, de
nuestras filias y fobias.
Se nos dirá, y con razón, que un libro que reduce Al-Andalus a Andalucía, cojea
seriamente. Razones editoriales, basadas, sobre todo en la idea de ofrecer un libro
manejable, de viaje o no, pero cuyo volumen no impidiera una lectura «en camino», ha
aconsejado ese límite. Preparada ya la segunda entrega, con otra ruta fuera de Andalucía
(del Algarve a Madrid y de Soria a Murcia, incluidas las Baleares) estará en manos del
lector en cuanto sea posible. En todo caso, uno y otro tienen su propia historia y pueden leerse independientemente.
Finalmente, advertimos que hemos simplificado al máximo la ortografía de los
nombres árabes y no hemos puesto otras notas que las que indican la procedencia de
los textos.
Los autores
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Primera ruta
Las invasiones
y el cenit
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Primera ruta
Las invasiones y el cenit
Andalucía Occidental
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S
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i los árabes dieron a Andalucía lo mejor de sí mismos, Andalucía, a cambio, influyó en la
transformación de la mente árabe. El agua, la sombra, los árboles, el color vivificante de la
vegetación, el canto de los pájaros en el hermoso campo andaluz, llamaron la atención del
árabe y despertaron su inspiración y fantasía. En Andalucía los dedos de los árabes fueron más
sensibles, sus pensamientos más transparentes, su lengua más dulce...Y la poesía árabe, ¿qué
influencia recibió de Andalucía? La embelleció, la perfumó y la vistió con un ropaje de seda
que no conocía. Eliminó de ella el seco polvo del desierto, su ardiente sol, para hacerla entrar
en una zona de penumbra. En tierras andaluzas el ideal árabe se convirtió en una especie de
serenata, dedicada a un pájaro nocturno que vuela por doquier, sin encontrar límites a la libertad de su vuelo. En Andalucía se dulcificó la fe árabe en la tiranía del ritmo único y uniforme,
y el poeta andaluz descubrió su libertad por vez primera al inventar su propio ritmo. Las
muwassahas andaluzas no son más que sonatas musicales escritas con la tinta de la libertad.
NIZAR QABBANI «Mensaje de amor a Córdoba»
(Martínez M. [1].158-9)
Córdoba
Mezquita: puerta de Al-Hakam
Sevilla
Giralda
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Jornada 1ª
La cuna de la traición
De Tánger a Algeciras
Estrecho de Gibraltar
ientras el viento briza la nave, nos acercamos a la costa. A la derecha, la
mole de la Roca, que desde África parece el ciclópeo pie que Hércules
puso sobre Iberia. En el centro, la bahía ofrece a ras del mar la vista de La Línea y
Algeciras con las chimeneas del Campo de Gibraltar y los montes como telón de
fondo. A la izquierda, los acantilados de la Punta del Carnero.
Nuestra vista baja ahora hacia las aguas cercanas al ferry. Las gaviotas, chillando, vuelan desde la chimenea hasta las crestas de espuma, se zambullen, toman su presa y vuelven a su revolotear en torno al barco. Todo se mueve, todo es
vida. Hacia poniente unos delfines saltan en corro incesante. La marejada distorsiona el reflejo rojizo de los rayos solares y la estela del barco, que se comba antes
de perderse. Acodados sobre la barandilla, nos volvemos hacia el sur. Allá en contraluz vemos, casi cegados por el sol poniente, el cabo Espartel, y junto a él sabemos que se esconde TÁNGER (Tandja), al fondo de la bahía de Malabata.
¿Por qué empezar anoche en Tánger un viaje por el solar de Al-Andalus?
Porque el paisaje y las gentes que hemos visto esta mañana desaparecieron hace
siglos de la Península. Había que conocer a la hermosa doncella antes de adorar
su cadáver embalsamado.
M
TÁNGER
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PRIMERA RUTA
ANDALUCÍA OCCIDENTAL
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Todo empezó apenas bajados del taxi, procedentes del aeropuerto:
El canto, o más bien el recitado del muezzín, es de esas cosas que no se olvidan
cuando se las oye. En lo profundo de la sombra nocturna, o a la hora del
crepúsculo, o bajo la maravillosa luna que brilla sobre zafiro celeste, su voz, en un
ritmo repetido y único, confía al viento y promulga al mundo que Alah es grande.
Esta campana humana que llama a la oración y que recuerda a las razas más creyentes del orbe la omnipotencia de Dios poderoso, es lo más impresionante intelectualmente que se puede todavía encontrar sobra la faz de la tierra; de la tierra
árida de destrucciones mentales, seca de vientos de filosofía, y que casi no halla en
donde resguardar el resto de las creencias y de amables ilusiones divinas que han
sido por tantos siglos el sostén y la gracia del espíritu de los pueblos. (158)
RUBÉN DARÍO
Tierras solares
Son palabras de Rubén Darío en su libro Tierras solares a raíz de su visita a Tánger en 1903. Era la cuarta llamada del día a la oración, la del atardecer. Pero
nosotros no sentimos la misma emoción: lo que escuchamos es una grabación
propagada por cascados altavoces. A pesar de todo, un estremecimiento te recorre el cuerpo al escuchar tan extraña melopea, repetida como un eco por todos los minaretes de Tánger.
Luego, en la velada del café del hotel, en un impecable ambiente colonial de
divanes de cuero y mesitas pintadas, entre decoración de arabescos, con camareros de calzones cortos y fez, bajo las bóvedas de un convento portugués del siglo XVII, comentábamos esa primera impresión con un cierto desasosiego: era
todo (¡ay, Casablanca!) tan de cine...
Expulsados por los visigodos de Algarve hacia 650, los bizantinos sólo conservaban Ceuta y Tánger de su imperio en Occidente, cuando Uqba ibn Nafí ocupó
fugazmente Tánger en 682. Pero el gobernador de Ceuta, un bereber católico, Julián, rechazó a los invasores. La resistencia de la población de la zona, entre la cual
había bastantes cristianos, fue tenaz, y sólo vencida cuando el walí (gobernador)
de Ifriqiya (Túnez), Muza ibn Nusayr, se presentó con su ejército y reconquistó Tánger en 708. Luego cercó Ceuta, donde Julián, tras resistir al principio, se rindió en
709. Muza volvió a Ifriqiya dejando al frente de sus tropas a Tariq ibn Zyad.
Más tarde, Tánger fue codiciada por todos: formó parte del reino de Fez,
perteneció al califato cordobés, desde 951, y luego pasaron por ella todos los
pueblos del Magreb antes de ser conquistada por los portugueses en 1471.
Iniciamos nuestro paseo esta mañana en el Zoco Grande. ¡Qué espectáculo!:
tenduchos miserables que se transforman en escaparate maravilloso de aceitunas, naranjas, berenjenas, dátiles, queso de cabra, cestas de mimbre, cacharros
de barro y de latón, cerámica, sedas, futas (toallas) de algodón, chilabas de lana
blancas, rojas, pardas, moradas, con bordados de oro o de hilo, rayadas, lisas,
estampadas... Aromas de dulces, hierbabuena, té, especias de los kebab (pinchitos) al fuego, y malos olores (orines, porquería de burros, alimentos en descomposición)... Contraste brutal. Algarabía de idiomas: árabe dialectal, bereber,
francés, español; cassettes con la voz de Farida o Skara en pugna con el Aserejé
o el ragee; gritos azuzando bestias, silbatos de policías… Comerciantes, azacanes, buhoneros, compradores, fatimas, golfos, mendigos…
JORNADA PRIMERA
LA CUNA DE LA TRAICIÓN
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Tánger. Puerta de la kasba
GOYTISOLO
Reivindicación
del conde
don Julián
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Luego, en el recoleto Zoco Chico,
tomamos el primer té en la terraza de
un cafetín. Con un vaso hirviendo entre los dedos, contemplando el verde
de la hierbabuena sumergida en el
agua, recogiendo en la nariz el
aroma del té, impregnados los labios
del intenso dulzor, buscábamos con
la vista entre los clientes (todos hombres), separando los turbantes y feces
de las cabezas desnudas. En el subconsciente esperábamos el milagro
de ver aparecer por allí a Juan Goytisolo, el barcelonés apátrida seducido
por el Islam. En nuestras manos,
cómo no, la Reivindicación del conde
don Julián (1970).
Aquí empezó todo. Aquí soñó Tariq con el país que le permitiera a él y
a los suyos alcanzar la gloria, casi mil
trescientos años antes de que otros,
más indefensos y más desesperados,
crucen el Estrecho en pateras para
dejar su vida en el mar, o para ser
carne de cárcel y de explotación: son
magrebíes y subsaharianos que buscan su Eldorado. ¡Qué lejos estos
desechos humanos de los feroces
guerreros de hace más de mil años!
rostros crueles, entrevistos o soñados, compondrán en adelante tus huestes: pastores
de Tenira y Mulay Busselham, mineros de Laarara Fuara, fellahs de Suk-el-Tlata y
Laguat, jayanes de Uxda y el Golea los cabos de vuestros turbantes ondean mientras
avanzáis al galope: contemplad la cicatriz venenosa al otro lado del mar: la riqueza
magnífica al alcance de vuestros corceles. (136)
Pero no es Goytisolo el único testimonio de esta realidad: el tangerino Muhammad Chukri da una cruda visión del Marruecos actual en El pan desnudo (1972):
MUHAMMAD
CHUKRI
El pan desnudo
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Iba todas las mañanas a buscar trabajo a la Medina. Pero volvía tan decepcionada
como mi padre en los primeros días de nuestra llegada a Tánger. Se mordía las uñas
y lloraba. Los charlatanes le escribían amuletos para que mi padre saliera de la cárcel
y para que ella encontrara trabajo. Rezaba mucho implorando a Dios. Encendía velas en las ermitas. Consultaba también con las brujas, pero decía:
–La libertad, el trabajo, la buena suerte, todo lo dispone Dios y su profeta.
–Pero ¿por qué no nos da Dios la misma suerte que a los demás? –pregunté a mi
madre.
PRIMERA RUTA
ANDALUCÍA OCCIDENTAL
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–Sólo Dios lo sabe. Nosotros no sabemos nada y tampoco debemos preguntar. (16-7)
Subimos después hacia la kasba. Poco
a poco se fue calmando el ambiente.
Las casas se amontonaban, encaladas
de blanco, ocre y azul. A sus puertas
jugaban críos que se nos acercaban,
señalaban la cámara y pedían una
foto... y un dirham. Por las puertas, estrechas y bajas, entreabiertas para dejar pasar a alguna mujer velada, casi
podíamos ver la penumbra del zaguán
y al fondo la luz del patio.
Preguntamos a unos mozalbetes
cómo llegar a la kasba.
–¡Ana, ana! (yo) –uno de los críos,
ojos vivos, tez morena, labios carnosos y
sonrientes, gritaba mientras saltando
señalaba su pecho.
Por otro dirham nos llevó por un
dédalo de callejas. Por allí, pensamos,
corretearía en su infancia Abú Abdalá
Ibn Batuta (1309-69), el tangerino
cuya Rihla relata su viaje por el Magreb, Próximo y Lejano Oriente, Turquía, Rusia...
Tánger. Vista desde la kasba
Salí de Tánger, donde nací, el jueves 2 de Rayab, mes del Señor, del año 725 [14 de
junio de 1325 JC], con el objeto de peregrinar a la Santa Casa [La Meca] y visitar el
sepulcro del Enviado de Dios, solo, sin compañero con cuya amistad solazarme ni
caravana a la que adherirme, pero movido por una firme decisión en el alma y porque el ansia de encaminarme a aquellos nobles santuarios anidaba en mi pecho. Me
decidí, pues, en la resolución de abandonar a mis amigas y amigos y me alejé de la
patria como los pájaros dejan el nido. (110)
ABÚ ABDALÁ
IBN BATUTA
Rihla
Llegamos a la kasba y visitamos su museo (arqueológico y etnográfico) instalado en torno a su patio granadino: almocárabes, arcos polilobulados, sebka
(decoración de red) y atauriques. Salimos al mirador. A los pies, puerto y playa;
más allá, el mar; al fondo, España.
A tu derecha, un viejo en albornoz examina ensimismado la costa enemiga: tres horas escasas de navegación hasta la mole borrosa de Gebal-Tariq, antes de dirigirse a
uña de caballo al Guadalete y abatir allí, para siempre, las preciadas señas de los tuyos. (68)
JORNADA PRIMERA
LA CUNA DE LA TRAICIÓN
GOYTISOLO
Reivindicación
del conde don
Julián
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Otra vez Goytisolo: don Julián. Pensábamos antes en la busca desesperada de
una tierra donde vivir y en el afán viajero como causas de la conquista de Iberia.
Ahora se nos ocurren otras: la ambición, el odio, la traición, simbolizadas en don
Julián.
Paréntesis para el almuerzo en un restaurante cerca del Zoco Grande, con
ambiente marroquí y la comida típica: ensaladas exóticas, cuzcuz, kebab, cuernos de gacela (pastas de almendra), excelente fruta, aromático té a la menta y
vino, si se desea, amenizada por una orquesta andalusí. Estaba repleto de guiris,
pero mereció la pena.
CEUTA
Romancero
viejo
El viaje de Tánger a Ceuta es alucinante. Lo empieza siendo el viejo mercedes
que compartimos con otros cinco viajeros y con el taxista, el cual habla y ríe sin
parar mirando hacia atrás mientras sortea baches, curvas, burros y gallinas. Y lo
es el paisaje. Hemos conseguido asiento donde queríamos (las propinas en Marruecos son mágicas) junto a las ventanillas, y a través de ellas hemos seguido
con la vista toda la costa española del Estrecho. Nos han parado los gendarmes,
hemos tomado un té en Ksar Seghir sobre su gran playa (con castillo portugués
en ruinas) y corrido las laderas del Yébel Musa (Monte de Muza, el pie africano
de Hércules) y, por fin, CEUTA desde un soberbio mirador: hacia el sur, las montañas marroquíes hasta el Rif, y la costa hasta los promontorios brumosos de
Ued Lau; al este, la inmensidad del mar; y al norte, el Estrecho, con Gibraltar
como avanzadilla.
Julián, ante tan colosal visión de mares y tierras, y tan cerca del cielo, soñaba
con ser el dueño de lo que su vista alcanzaba. Para ello, había empezado por enviar a su hija Florinda a Toledo, para educarla con las jóvenes de la aristocracia
visigoda. ¿Que luego el rey sedujo a la joven ceutí y que el gobernador, ansiando venganza, preparó el paso de Tariq y los suyos a Hispania? Eso dicen las
leyendas. Así lo recoge un romance viejo:
En Ceuta está don Julián; / en Ceuta, la bien nombrada.
Para las partes de allende / quiere enviar su embajada.
Embajada es de dolor, / dolor para toda España.
Las cartas van al rey moro, / en las cuales le juraba
que si de él recibe ayuda, / le dará por suya a España.
Madre España, ¡ay de ti!, / en el mundo tan nombrada,
por un perverso traidor / toda serás abrasada. (Flor Nueva, 43)
Pero la rendición de Ceuta a Muza fue en 709, siendo todavía rey Vitiza. Lo que
implica que al margen de la legendaria Florinda y sus más que legendarios amores con Rodrigo, Julián ya tenía tomada una decisión cuando se entrevistó con
Tariq en Tánger en 710. La alianza iba a ser decisiva: Tariq traía la fuerza de un
pueblo exultante; Julián, el conocimiento de las debilidades y banderías de la
corte visigoda, dividida entre Ágila, el destronado hijo de Vitiza, y el usurpador
Rodrigo. La leyenda añade odio y ambición. Volvamos a Goytisolo y a su juego
con el tiempo:
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PRIMERA RUTA
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y desde la rauda embarcación de Tariq, pondrás pie en el funesto país y asumirás la
dirección general de las operaciones
vestirás de carpeto a tus agrestes y montaraces guerreros y los infiltrarás en la futbolera tauromáquica multitud
ocuparás iglesias, monasterios, cuarteles
fomentarás la apostasía muladí y la propaganda alcoránica
cuando la cuitada Península presente varios focos de infección y la resistencia orgánica se derrumbe, procederás al asalto brutal y definitivo
con las armas agudas de la traición, al frente de los muslimes de tu harka. (137-8)
GOYTISOLO
Reivindicación
del conde
don Julián
Nosotros sabemos lo que quiere decir este nuevo Julián. Por eso, Europa cierra
sus fronteras: los hijos del Islam (turcos, balcánicos, magrebíes) esperan, quizá,
una nueva hora.
Tras la invasión, Florinda se suicidó y fue enterrada en Ceuta, y Julián, acusado de conspirar, huyó a los montes de Aragón, donde se pierde su pista.
La Ceuta portuaria, comercial y multirracial de hoy (hormiguero humano de
españoles, musulmanes, hindúes y judíos) refleja el ambiente de la ciudad que
fuera puente entre el Islam español y el magrebí. En ella nació Abú Abdalá AlIdrisí (+1165?), autor del Libro de Roger, una de las rihlas (libros de viajes) más
notables del medievo. Pero paseando junto a los muros de su fortaleza del siglo
XVIII, recordamos que también fue una ciudad de enorme valor militar: en 1415
pasó a manos portuguesas y en 1580 a poder de España.
El barco se acerca a la costa española, que ahora se ve más nítida. Hacia levante
la roca de GIBRALTAR es como un gigantesco caimán que mete su hocico en
tierra. Nos explicamos su fama de inexpugnable. Por encima del caserío, en el
norte, se yergue el castillo almohade. A sus pies, el lugar donde Tariq inició la
conquista el 28 de abril de 711. Lo dice el historiador cordobés Abul Qásim Ibn
Baskuwal (1102-83):
Fue Tariq ben Amr el que conquistó la península de Al-Andalus. Por él se llama Yabal Tariq (Monte de Tariq) al que hoy conocemos como Monte de la Conquista.[...] Tenía Tariq tanta elocuencia que sobrepasa describirlo y su conocimiento
de gobierno le bastaban para regir Al-Andalus.Tariq se instaló allí el lunes del mes
de rayab del año 92, con 12.000 hombres, que eran en su mayoría beréberes, pues
sólo había unos pocos árabes. (Rubiera [1], 216-7)
GIBRALTAR
ABUL QÁSIM
IBN BASKUWAL
Este rasgo mítico y oriental atrajo a James Joyce, quien hace de Gibraltar el antídoto contra la ultracatólica Irlanda. Veamos, al final de Ulises (1922), el monólogo de Molly Bloom:
...los griegos y los judíos y los árabes y el diablo sabe quién más de todos los extremos de Europa [...] y los pobres burros resbalando medio dormidos y los vagos
tipos dormidos con las capas a la sombra en los escalones y las grandes ruedas de
las carretas de toros y el viejo castillo de edad milenaria sí esos hermosos moros
todos de blanco y con turbantes que son como reyes pidiéndole a una que se
siente en su minúscula tienda y [...] las viejas ventanas de las posadas los ojos que
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JAMES JOYCE
Ulises
ALGECIRAS
Algeciras. Puerto
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espían ocultos detrás de las celosías para que su amante bese los barrotes de hierro
y las tabernas de puertas entornadas en la noche y las castañuelas y la noche que
perdimos el barco en Algeciras el guardia haciendo su ronda de sereno con su linterna y oh ese horroroso torrente profundo oh y el mar el mar carmesí a veces
como el fuego y las gloriosas puestas de sol y las higueras en los jardines de la Alameda sí y todas las extrañas callejuelas y las casas rosadas y azules y amarillas y los
jardines de rosas y de jazmines y de geranios y de cactos y Gibraltar cuando yo era
chica y donde yo era una Flor de la Montaña sí cuando me puse la rosa en el cabello como hacían las chicas andaluzas o me pondré una colorada sí y cómo me
besó en la pared morisca. (727-28)
Al fin tocamos puerto. Desde cubierta vemos cómo la nave vomita su carga de coches, mercancías y personas. El puerto de ALGECIRAS, es un hervidero de gentes.
Turistas europeos, funcionarios y magrebíes en grupos familiares (las mujeres con
velo y caftán) en sus viejos coches con matriculas de Francia, Alemania, Bélgica,
Italia... cargados hasta lo imposible.
Más tarde pasamos entre palmeras, impregnados de olor a mar, y nos adentramos en la ciudad, que apenas muestra alguna huella (necrópolis benimerín en
la Puerta de Gibraltar) de su pasado árabe, nada insignificante: una familia árabe,
los Banu Hamud, ocupó el
trono de los califas (101623) y, caído el califato, fundó
un reino de taifas en Algeciras que en 1051 fue tragado
por Sevilla. Luego, Algeciras
fue paso de invasores: en
1086 desembarcaron los almorávides; en 1146, los almohades, y entre 1275 y
1340, los benimerines.
Salimos del caserío por el
norte, con la visión de la
Roca en el atardecer.
Llamados por los granadinos, los africanos cruzaron
el Estrecho. Al ataque musulmán respondieron los
cristianos tomando Tarifa (1292) y Gibraltar (1310), recuperado por el mariní
Abul Hasan en 1333 (para él, no para los nazaríes). Pero Alfonso XI de Castilla
vence a granadinos y africanos en el Salado (1340). Después, Alfonso conquista
Algeciras (1344) y sitia Gibraltar (1350). Pero la peste acabó con su vida y la roca
de Tariq siguió siendo musulmana. Dice Ibn Batuta:
La «Montaña de la Conquista» es el reducto del Islam dirigido contra la garganta de
los adoradores de ídolos, buena obra de nuestro señor Abul Hasan, de quien toma el
nombre, cuya acción le hizo avanzar como una luminaria, como depósito para los
pertrechos de guerra, sede de los leones de sus ejércitos y labio sonriente al triunfo
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PRIMERA RUTA
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de la fe, que ha hecho saborear a los andalusíes la dulzura de la seguridad tras haber
probado las hieles del miedo... Mi estancia allá [fue] con motivo del sitio de Algeciras, a la que Dios haga retornar al Islam. (758)
IBN BATUTA
Y retornó, en efecto. En 1369. Unos versos de Ibn Zamrak en la Alhambra celebra el hecho:
Algeciras, por ti reconquistada, / es de auxilio puerta;
Rompiste los cerrojos con tu espada / y la dejaste abierta.
De veinte pueblos el botín cediste / a tu hueste aguerrida;
El bien más caro del Islam consiste / en tu salud y vida. (Schack, 413)
IBN ZAMRAK
¡Qué victoria pírrica! Sintiéndose incapaz de defenderla, Muhamad V mandó
destruir la ciudad y cegar su puerto. Triste fin de la Isla Verde. Así, que ya sabemos por qué en nuestro paseo por Algeciras nada nos hablaba de su historia
árabe.
Gibraltar también pasó lo suyo: reconquistado por Enrique II (1372), volvió a
manos de Muhamad V (1374), siendo casi hasta el final una cabeza de puente
que dejaba abierta la esperanza de la salvación. Hasta que lo perdió, definitivamente, el rey Saad Ciriza en 1462.
En la desembocadura del Río de la Miel, en la paz crepuscular de la Playa del
Rinconcillo, leemos los versos de Ibn Abí Ruh, walí de Algeciras en el siglo XII:
Detente junto al río de la Miel, párate y pregunta
por una noche que pasé allí hasta el alba, a despecho de los censores,
bebiendo el delicioso vino de la boca, o cortando la rosa del pudor.
Nos abrazamos como se abrazan los ramos encima del arroyo... (Gª. Gómez [2], 83)
IBN ABÍ RUH
Lo del vino nos ha turbado: ¿el amante toma el vino de la boca de la amada, o
es que la saliva de la amada es tan deliciosa como el vino gaditano?
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JORNADA PRIMERA
LA CUNA DE LA TRAICIÓN
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Jornada 2ª
La pérdida de España
De Algeciras a Córdoba por Jerez y Arcos
Tarifa. Puerto
y castillo árabe
l camino de Algeciras a Tarifa, entre curvas, pendientes y bosques, nos depara
dos espectáculos imborrables: el bosque de molinos de viento y el Estrecho,
con la costa marroquí al fondo, y en medio la manga azul y plata donde su juntan
Mediterráneo y Atlántico.
Entramos en el recinto amurallado de TARIFA por la Puerta de Jerez (arco
de herradura por un lado, y ojival por el otro). Recorremos sus callejas empinadas y llegamos hasta la Alcazaba, construida hacia 960 como reflejo de los sueños imperiales africanos de Abderramán III y Al-Hakam II. Aquí, ciento treinta
años más tarde, se proclamó señor de Al-Andalus el almorávide Yúsuf I. Dentro
de ella estaba la gran mezquita, pero, obviamente, en su lugar hoy se levanta el
templo de Santa María. Al lado, desde los jardines de Miramar, en la muralla,
con el puerto a nuestros pies, vemos casi a tiro de piedra el Yebel Musa. Sólo
trece kilómetros nos separan. Desde allí, en 710, un año antes de la invasión, un
E
TARIFA
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oficial bereber, Tarif ibn Malek, con cuatrocientos hombres, pasó el Estrecho y llegó
a una aldea y la saqueó. De
esa expedición surgió el primer topónimo árabe de Hispania: Tarifa.
Sin embargo, no son los
árabes los que centran la
atención del visitante, sino
Guzmán el Bueno, a quien,
tras la conquista de la ciudad
(1292) por Sancho IV el
Bravo, se le confió su defensa. Según la leyenda, los
musulmanes intentaron recuTarifa. Vista parcial
perarla en 1294, y el héroe
arrojó su propio cuchillo a los sitiadores que le amenazaban con matar al hijo,
preso, si no se rendía. La ferocidad de tan desnaturalizado padre tuvo su negativo en el Infante don Juan, hermano del rey castellano, quien se había pasado a
los moros y, traicionando religión, amistad, lazos de sangre y lealtad, mató con
su propia mano al joven que le habían confiado en custodia. Es raro que una leyenda así sólo tenga como reflejo literario algún drama neoclásico o romántico
de segunda fila.
Separándonos de la costa, por la carretera de Cádiz, quizá busquemos con los
ojos la Laguna de la Janda, pero no vamos a encontrarla, pues hace ya algunas
décadas fue desecada. Nos desviamos a la izquierda para subir el cerro de Vejer
de la Frontera y cruzar el río Barbate.
No hay unanimidad al situar la batalla en la que Tariq acabó con la monarquía visigoda; pero la Laguna de la Janda y el río Barbate han sonado con frecuencia. Los musulmanes la llamaron la batalla del Lago, pero conviene saber
que lago se dice en árabe Xairis (Jerez).
VEJER es uno de esos increíbles pueblos blancos de Al-Andalus, todavía cercado de murallas, como Tarifa. Fuera de ellas, en la puerta del Convento de la
Merced, un bajorrelieve muestra la imagen de una tapada, como las que hace
no muchos años hubiéramos encontrado por estas calles, con su negro atuendo
andalusí, cubierto celosamente el rostro, paseando como misteriosas sombras
bajo el embovedado de sus callejas.
Desde la Plaza de España, por el Arco de la Villa, subimos al castillo almorávide y penetramos hasta el pequeño patio de armas por su arco de herradura.
Después bajamos hasta Puerta Cerrada y bordeando por dentro las murallas,
por la judería, llegamos a la iglesia gótica del Salvador, cuya torre es el minarete de la mezquita. A su lado, desde las almenas de la muralla contemplamos
la ciudad, las sierras, el Barbate y la carretera de Algeciras. ¡Atención! Desde allá
abajo sube una gran nube de polvo y hasta la altura parece llegar el eco de los
cascos de los caballos y los gritos de los guerreros que, blandiendo sus alfanjes,
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VEJER
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siguen a Tariq. Al-Abás Ibn Firnas (+887), poeta y astrólogo malagueño, cantó
así la gran victoria:
AL-ABÁS IBN
FIRNAS
El ejército, lanzando gritos discordes, avanza compacto,
tragando los campos, engrosado por las tribus, en orden cerrado.
Cuando en él brillan las espadas, semejan relámpagos
que aparecen y se esconden entre nubes. (Rubiera [1], 71. Traducción: Elías Terés)
Dejamos Vejer y atravesamos el río Salado. Es el momento de leer el Poema de
Alfonso Onceno (1348). La derrota sarracena (1340) alejó para siempre a los benimerines de Al-Andalus.
Poema
de Alfonso
Onceno
Los moros perdían tierra / e por el monte subían
y por medio de la sierra / ondas de sangre corrían.
Aquesto vio el rey moro, / ¡más quisiera él su fin!
Y dio voces como toro / llamando ¡Benamarín!
Y dijo con pesar fuerte: / «Soy el rey vuestro señor:
¡moros, no temáis la muerte, / y hacedme vencedor!»[...]
Diole espuelas al caballo / para acometer la gesta;
don Arife, su vasallo / fuele a trabar de la rienda
y dice: «Rey no seas fuerte / y desciende de la sierra:
si no quieres la tu muerte, / tórnate para tu tierra.» (334)
Ya en la bahía, dejamos a un lado Cádiz, pues ni la historia ni la literatura andalusíes le dan un lugar relevante. Conserva, sin embargo, una necrópolis almohade excavada frente a la Cárcel Real. Fue conquistada por Alfonso X en 1264.
PUERTO DE
STA. MARÍA
RAFAEL
ALBERTI
El alba
del alhelí
Bordeando la bahía damos con el río de la tragedia... ¡el río Guadalete! Sí, el Guadalete, pero debemos tener paciencia: ésta es la desembocadura y la batalla fue más
arriba. Estamos en EL PUERTO DE SANTA MARÍA, la árabe Alcanatif, que recibió
su nombre actual tras la conquista de Alfonso X (1260). Su castillo almohade
guarda todavía la antigua mezquita. Y no olvidemos que es la patria de Rafael Alberti, quien dedicó a una niña encerrada estos versos de El alba del alhelí (1926):
¡Ay, mal hayan los morillos
que en esta gloria de España
te han amortajado viva
detrás de las persianas. (188)
Seguimos camino de Jerez, pero a los pocos kilómetros tomamos una carreterilla
a la derecha. En un lugarejo, El Portal, los meandros del Guadalete lamen el
camino entre alamedas. Ahora, sí. Ahora. Sobre un puente revivimos la batalla:
Don Rodrigo avistó al ejército musulmán acampado a orillas del Guadalete, en el
lugar donde ese bello río serpentea a través de la ubérrima comarca de Jerez. La
hueste infiel era bastante inferior en número a la de los cristianos, pero estaba compuesta por tropas diestras e intrépidas, acostumbradas a la guerra y admirablemente
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armadas. El campamento brillaba magníficamente a la puesta de sol y retumbaba
con el choque de los címbalos, el tono de las trompetas y el relincho de los fogosos
corceles árabes. […]
Sin embargo, lo que más afligía a los cristianos era contemplar, a un lado de la
hueste musulmana, un campamento de caballeros españoles con el estandarte del
Conde Julián ondeando sobre sus tiendas. Eran, en total, unos diez mil hombres, valientes e intrépidos. Iban bien armados, con las mismas armas que el Conde Julián
había robado alevosamente a su soberano.Y era muy penoso ver formadas esas tropas en contra de su país y de su fe. (Irving [1], 83-4)
WASHINGTON
IRVING
Crónicas
moriscas
El fragmento pertenece a las Crónicas moriscas del escritor romántico norteamericano Washington Irving, que vivió en España entre 1828 y 1832. Como vemos, hace hincapié en la traición de Julián. ¿Hubiera vencido Tariq sin su concurso?
A la mañana siguiente tuvo lugar la batalla, y otro romántico, éste español,
José de Espronceda, da tonos épicos (cosas de la edad: tenía 16 años) al combate en su Pelayo (1825):
La extensa vega de Jerez coronan
el uno y otro ejército fronteros;
guerra las trompas hórridas pregonan,
y al ruido, late el pecho a los guerreros.
Armas, carros, caballos se amontonan,
zumba el viento al rumor y estruendo fieros;
los ríos su curso con pavor reprimen,
y los montes al son medrosos gimen. (136-7)
JOSÉ DE
ESPRONCEDA
Pelayo
La traición anidaba en el ejército visigodo: los vitizanos, ante la invasión sarracena, pactaron y el monarca dio el mando de las alas del ejército a dos hermanos de Vitiza, Sisberto y Oppas. El ejército godo era formidable y la derrota de
los invasores parecía segura, pero Julián entró en contacto con don Oppas. Éste
creía que el adalid árabe aceptaría riquezas a cambio de la retirada. Durante
siete días los dieciocho mil musulmanes contuvieron a cien mil cristianos (los cronistas árabes exageran sin duda). Pero al octavo día (26 de julio) la traición se
consumó.
La victoria de Tariq fue total. Con orgullo, y con el pragmático sentido
del mercader que acaba de ganar un montón de dinero, nos dice Ibn AlKardabús, historiador tunecino de origen cordobés (+1199) en su Historia
de Al-Andalus:
Fue evaluado el botín en cien mil dinares, pues su campamento fue saqueado. De
todo lo que se consiguió como botín tomó Tariq el quinto para el tesoro público y
distribuyó las cuatro quintas partes restantes a todo aquel que de los musulmanes
asistió al combate, de lo que resultó una gran riqueza, pues las manos de los musulmanes se llenaron. Las gentes de cada sitio se hicieron lenguas y vinieron a él del
Este y del Oeste. (62-3)
JORNADA SEGUNDA
LA PÉRDIDA DE ESPAÑA
IBN
AL-KARDABÚS
Historia de
Al-Andalus
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JEREZ DE
LA FRONERA
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JEREZ DE LA FRONTERA es una ciudad monumental: iglesias y palacios góticos, mudéjares, renacentistas, barrocos... Plazas, palmeras, y sabor de ciudad
rancia y rica. Desde la Plaza del Arenal, centro vital de la ciudad, por su ángulo
suroeste llegamos a los muros almenados de su alcazaba del siglo XII. Recorremos su exterior, a lo largo de sus muros, flanqueados por tres torres. Sus proporciones nos hablan de la importancia, no sólo militar, sino también económica
y cultural, de la ciudad en el periodo almohade. Luego formó con Niebla un
reino de taifa.
Apenas dentro del recinto, encontramos una pequeña mezquita casi intacta,
con su alminar, a pesar de haber servido durante mucho tiempo de templo cristiano. Dejando a un lado el Palacio barroco de Villavicencio, también visitamos
sus baños árabes, cuya sala templada conserva sus arcos de herradura y bóvedas con lucernas estrelladas. Luego, paseando entre acequias y jardines, imaginamos una noche, mirando hacia el río desde lo alto de un torreón, al cadí almohade jerezano Ibn Lubal, presintiendo la amenaza cristiana:
IBN LUBAL
El cuello del río estaba desnudo, mas ahora,
en la tiniebla de la noche, está lleno de alhajas.
las luces de las candelas brillan como luceros,
y sus reflejos parecen lanzas hundidas en el río. (García G. [2], 89)
Alfonso X conquistó Jerez en 1255. Luego, los jerezanos secundaron el levantamiento mudéjar de Andalucía Occidental y Murcia de 1262. Fue reconquistada
definitivamente en 1264.
ARCOS DE
LA FRONTERA
WASHINGTON
IRVING
Crónicas
moriscas
Junto al puente sobre el Guadalete, que en su curso medio abraza el cerro de
paredes verticales de ARCOS DE LA FRONTERA, impresionados por el paisaje,
repasamos las versiones del fin de don Rodrigo. La más épica es la de Rodrigo
Ximénez de Rada, arzobispo de Toledo, quien escribía en su Crónica del Toledano (1243) que había muerto en la batalla del Guadalete. Es una de las que recoge Irving:
El valor de don Rodrigo se despertó [...] y arrojando a un lado sus engorrosos
mantos de realeza, bajó de la carroza con su escudo y saltó sobre Orelia, su corcel
favorito, lanza en mano, intentando reanimar a las tropas que retrocedían; pero de
inmediato lo rodeó, atacándolo, una multitud compuesta por sus propios traidores
súbditos, de los que se defendió realizando asombrosas proezas.[...] Lo último que
se supo del rey fue cuando se le vio asestando mortales golpes en medio del enemigo. ([1], 98)
Según algunos historiadores este es el verdadero escenario de la batalla. ¿O sólo
es el escenario del final de Rodrigo? Un famoso romance viejo nos habla de un
cerro. ¿El de de Arcos?
Las huestes de don Rodrigo / desmayaban y huían
cuando en la octava batalla / sus enemigos vencían.
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Rodrigo deja sus tiendas / y del real se salía,
sólo va el desventurado, / sin ninguna compañía,[...]
iba tan tinto de sangre, / que una brasa parecía.[...]
Subióse encima de un cerro, / el más alto que veía;
desde allí mira a su gente / como iba de vencida,[...]
mira por los capitanes, / que ninguno aparecía,
mira el campo tinto en sangre / la cual arroyos corría.
Él triste de ver aquesto, / gran mancilla en sí tenía,
llorando de los sus ojos, / desta manera decía:
«Ayer era rey de España, / hoy no lo soy de una villa;[...]
ayer tenía criados / y gente que me servía
hoy no tengo ni una almena / que pueda decir que es mía. (Flor nueva, 45-7)
Romancero
viejo
Como vemos, el Romancero
da una versión más elegiaca
que épica. Es la de los cantares de gesta perdidos que lloraban la pérdida de España.
Los árabes parecen más realistas (no es su héroe). Una
anónima crónica árabe, Ajbar
Machmúa (h.1130), dice:
Rodrigo desapareció sin que
se supiese lo que había acontecido, pues los musulmanes
encontraron solamente su
caballo blanco, con su silla de
oro, guarnecida de rubíes y
esmeraldas, y un manto te- Arcos de la Frontera
jido de oro y bordado de perlas y rubíes. El caballo había caído en un lodazal, y el
cristiano, que había caído con él, al sacar el pie, se había dejado un botín en el lodo.
Sólo Dios sabe qué le pasó, pues no se tuvo noticias de él, ni se le encontró vivo ni
muerto. (Sánchez A. I, 49)
Ajbar
machmúa
Subimos al pueblo, hasta la Plaza del Cabildo. Aunque lo más llamativo sea la
torre barroca de Santa María, nosotros nos dirigimos a su costado oriental,
donde se levanta el castillo árabe modificado en el siglo XV, recuerdo del reino
bereber de Madina Arkosh, que, asesinado su rey en 1053, fue incorporado a
Sevilla. Conquistada la ciudad por Fernando III, sus moradores se rebelaron y Alfonso X terminó por expulsarlos y repoblar la ciudad con castellanos.
Desde el mirador de la plaza nos asomamos al tajo, siguiendo el vuelo de los
cernícalos que anidan en sus paredes. Y leemos unas líneas de Arcos y su filósofo, de Azorín:
No hay en esta serranía pueblo más pintoresco. Sobre la cumbre de la montaña, la
muchedumbre de casitas moriscas se apretuja y hacina en una larga línea de cuatro
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AZORÍN
Arcos y su
filósofo
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o más kilómetros. [...] Y hay en lo alto, en el centro, en lo más viejo y castizo de la
ciudad unas callejuelas angostas que se retuercen, que se quiebran súbitamente en
ángulos rectos, pavimentados de guijos relucientes, resbaladizos; al pasar, allá en lo
hondo, bajo vuestros pies, veis un rodal de prado verde o un pedazo de río que espejea al sol. [...] Flota en el aire un vago olor a azahar; [...] Y vosotros proseguís en
vuestro paseo: las callejuelas se enredan en una maraña inextricable; ya suben a lo
alto, ya bajan a lo hondo en cuestas por las que podéis rodar rápidamente a cada
paso. Ahora, a vuestra mano izquierda, ha aparecido un largo muro; en él, a largos
intervalos, vense abiertos anchos portillos.Asomaos a uno de ellos; dejad reposar sobre el pretil vuestro cuerpo cansado; un panorama como no lo habréis visto jamás
se descubre ante vuestros ojos. Nos hallamos sobre un elevado tajo de doscientos,
de trescientos metros de altura; la campiña verde se pierde en lontananza en suaves
ondulaciones [...] Y abajo, al pie de la muralla, en primer término, el Guadalete trágico, infausto, se acerca a lamer la roca, forma una ancha herradura, vuelve a alejarse, tranquilo y cauteloso... (140-1)
El paseo hacia otro mirador, al oeste de San Pedro, merece la pena: los arquillos que cubren muchas de sus estrechas callejas parecen justificar el nombre del
pueblo. En las paredes, azulejos con textos de Fernán Caballero, Azorín y Gloria
Fuertes, entre otros.
Bajando de la ciudad por la vertiente noreste del cerro, vemos al Guadalete
abriéndose majestuoso en el pantano de Bornos.
EL BOSQUE
WASHINGTON
IRVING
Crónicas
moriscas
GRAZALEMA
Vamos camino de los montes. En El Bosque nos internamos en el Parque Natural de la Sierra de Grazalema. Sus riscos están cubiertos por el más extenso
y meridional bosque de pinsapos de Europa. ¿Buscó abrigo en estas fragosidades Rodrigo? Eso, al menos, pretende Irving:
...encontraron un pastor ataviado con el manto real y lo llevaron a Tarik, creyendo
que era el propio rey. Pero el conde Julián pronto disipó el error. No obstante,
cuando se interrogó al pastor, el tembloroso rústico declaró que, mientras él atendía
a sus ovejas, se le presentó un caballero cabalgando sobre un fatigado y rendido corcel, próximo a caer bajo los golpes de la espuela. El caballero le ordenó, con voz autoritaria, y semblante amenazador, que cambiase sus vestiduras por las de él. Poniéndose entonces el tosco traje de piel de oveja del pastor y tomando su cayado y
la bolsa de las provisiones, continuó subiendo por los escarpados desfiladeros de las
montañas... ([1], 101)
GRAZALEMA, se esconde en un valle, a más de ochocientos metros de altitud.
Sus casas blanquísimas la convierten en el pueblo blanco por antonomasia. El
juego del sol y la bruma es fascinante. Y nos hace fantasear. El espectro de Rodrigo aparece y desaparece en la historia como estas sierras entre las veloces nubes. En otro romance viejo el último rey godo acepta enterrarse junto a una serpiente, aconsejado por un ermitaño:
Después vuelve el ermitaño / a ver si ya muerto había;
halló que estaba rezando / y que gemía y plañía;
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preguntóle cómo estaba. / «Dios es en la ayuda mía»,
respondió el buen rey Rodrigo / «la culebra me comía;
cómeme ya por la parte / que todo lo merecía,
Por donde fue el principio / de la mi muy gran desdicha.»
El ermitaño lo esfuerza, / el buen rey allí moría.
Aquí acabó el rey Rodrigo, / al cielo derecho se iba. (Romancero, 117)
Abandonamos Grazalema por una carretera de montaña que nos lleva hasta
Zahara de la Sierra. Su caserío se asienta en una breve meseta al pie de un
picacho sobre el que se alza el castillo almohade. En contraste con los orígenes de la conquista, aquí recordamos un episodio crucial en el final de Al-Andalus. El emir de Granada, Mulay Hasan, al concluir un periodo de tregua, se
apoderó de este castillo en enero de 1482. Era el comienzo de la guerra que
acabaría con el último reino musulmán hispano. Zahara sería recuperada por
los castellanos en 1483.
Apenas pasado el pueblo, atravesamos un arroyo: es el Guadalete, nacido a
pocos kilómetros de aquí. Es nuestra despedida del río en el que se perdió España.
Cuando tomamos la carretera de Morón, el paisaje se hace más tranquilo. Por
fin dejamos cerros y algabas y llegamos a la vega del Guadalquivir. ¡Qué calor!
¡Con el fresquito que hacía en la sierra! En Morón de la Frontera volvemos
a encontrarnos con el ejército de Tariq, avanzando hacia el norte. No es difícil
imaginar a los habitantes de Morón yendo a todo correr a refugiarse en los
montes que acabamos de abandonar. A la vista de su castillo árabe, recordamos que en el siglo XI aquí se asentó un reino bereber. Fue anexionado por Sevilla en 1066.
Ahora, a toda velocidad, recorremos la fértil llanura, (olivos, vides, cereales, algodón) y llegamos a Marchena, cuyas murallas almohades, se abren en hermosas puertas y guardan en su interior otros restos árabes (torre de la alcazaba,
minarete de Santa María). Por aquí pasó Tariq con sus huestes camino de Écija.
Su marcha fue triunfal: con las poblaciones que se le entregaban sin lucha, podía permitirse el lujo de ser generoso. Pero si encontraba resistencia…
Atravesamos la campiña más calurosa de España, camino de ÉCIJA. A la vista de
la ciudad, las once torres de sus iglesias dan idea de su riqueza. De sus murallas
árabes subsisten dos puertas y tres torreones. La Écija musulmana, que ya había sido una notable ciudad romana, recibió el nombre de Madina Coton, pues
el algodón, introducido en España por los árabes, tuvo aquí, gracias a las aguas
del Genil, su principal centro de producción.
A la sombra de las palmeras de la Plaza de España un refresco nos alivia el
calor. Écija fue base de operaciones del rey murciano Ibn Hud para mantener el
dominio sobre Andalucía Occidental y Extremadura. En 1240, muerto ya Ibn
Hud, fue tomada por Fernando III.
En Écija Tariq venció una fuerte resistencia. Luego se dirigió con el grueso del
ejército a Toledo y envió a Mugait el Rumí (el romano) contra Córdoba.
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Romancero
viejo
ZAHARA
MORÓN
MARCHENA
ÉCIJA
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La pérdida de España iba a consumarse. Dice Américo Castro:
AMÉRICO
CASTRO
CÓRDOBA
IBN HANI
Qasida de las
estrellas
Considero la ocupación de Hispania (no España) por los musulmanes en el siglo
VIII como un trastorno político-social comparable a la invasión de la Romania por
los Germanos. Sin la destrucción del reino visigodo, Hispania hubiera seguido un
curso de vida distinto del que tomó. Más la invasión musulmana promovió un violento traumatismo material y espiritual dentro de un pueblo en vías de unificarse
política y culturalmente, en el que perduraba el recuerdo de la romanidad en
cuanto a lengua y civilización. Sentían, a la vez, ser visigodos en cuanto a la estructura política y a sus costumbres, vencedores del poder político de Roma pero continuadores de la romanidad. Donde menos se tendría conciencia de eso era en la región cantábrica y pirenaica, pobres de civilización y escasamente enlazadas con el
resto del reino visigodo. (106)
El sabernos en CÓRDOBA nos llena de impaciencia. La noche está perfumada de jazmines. El cielo es nítido y las estrellas nos invitan a no demorar nuestro primer contacto con la poesía arábigo-cordobesa, pues este mismo cielo inspiró a Muhamad Ibn Hani, el mejor poeta de Abderramán III. Refinado y bohemio, fue acusado de hereje, emigró a Egipto y murió en Túnez (973)
estrangulado tras una borrachera (en nuestra ruta no van a ser pocas las contradicciones). Su Qasida de las estrellas es una de las más bellas del neoclasicismo
andalusí, ejemplo de astronomía poética y fuente de inquietud con sus bélicas
imágenes:
¡Qué bella es la noche! La pasamos
contemplando a los Gemelos del Zodiaco
que cuelgan de sus orejas, como pendientes.
Mas la noche ha comenzado a desatar sus nudos
y el ejército de las tinieblas se alinea
para dar la batalla a la aurora.
Los luceros huyen para dejar paso a las Pléyades,
que son como sortijas que brillan
en los dedos de una mano escondida. (Gª. Gómez, Poesía, 93-4)
***
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Jornada 3ª
La novia del califa
Córdoba (1) Alcázar, Medina Azahara
Medina Azahara. Pórtico oriental
El metal de las campanas es más enfático que la llamada del muecín. Cada mañana,
en Córdoba, cuando me despertaba, yo emprendía la extraña tarea de imaginar una
ciudad inexistente caminando sin prisa por la ciudad real.Tenía que buscar a Córdoba en Córdoba, como busca a Roma en Roma el peregrino de Quevedo.Visitaba ruinas e indagaba en ellas y en las páginas de los libros la presencia y la vida
diaria de hombres que vivieron hace mil años: hombres que miraron esa misma luz
que yo veía y cuyas manos y pisadas gastaron las columnas de mármol y el pavimento de la mezquita.Al cabo de mil años casi nada quedaba de la ciudad que ellos
habitaron, pero las columnas aún estaban en pie y el Guadalquivir seguía fluyendo
entre las islas de arena y las espesuras de adelfas y cañaverales con la misma lentitud
mitológica de los ríos sagrados. (17)
CÓRDOBA
MUÑOZ
MOLINA
Córdoba
de los Omeyas
Antonio Muñoz Molina, en su Córdoba de los Omeyas (1991), plantea así el
conflicto de quienes buscamos viajando la esencia de los pueblos. La frustración
es inevitable. Buscar la Córdoba del año 1000 es una pasión inútil. Claro que
nos queda algún bellísimo monumento, pero el tiempo todo lo altera. Ni la Córdoba actual es la de los califas, ni nosotros somos aquellos cordobeses. En todo
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LA NOVIA DEL CALIFA
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caso, debemos consolarnos: si a la Atenas de hoy (por poner un solo caso) le
quitamos la Acrópolis, nos queda una de las ciudades menos evocadoras del
mundo.
Estamos frente a la Calahorra, dos torres cuadradas califales a las que en 1369
Enrique II de Castilla añadió una tercera cilíndrica que dio al conjunto su aspecto
actual. El monumento, uno de los emblemas de Córdoba, alberga un museo
sostenido por la Fundación Roger Garaudy, ex comunista musulmán y francés,
enamorado de Córdoba. Sus ideas ofrecen alguna novedad acerca de la conquista de Hispania por los árabes. Veamos algunos retazos:
ROGER
GARAUDY
El Islam no triunfó en España [...] por una conquista militar árabe, sino por un cambio
cultural.[...]
El cambio está caracterizado por un injerto del Islam en el cristianismo arriano.[...]
En realidad, en el siglo VIII lo que se introduce en Europa no son los árabes, sino el
Islam. (15, 32)
A espaldas de la Calahorra, la Córdoba del sur nos ofrece un amargo contrapunto: en su solar se asentó un arrabal próspero en los primeros años del emirato, el de Secunda, que en 818 protagonizó un formidable motín contra AlHakam I. La represión obligó a muchos a emigrar: ese es el origen del Barrio de
los Andaluces de Fez. En Secunda nació Abúl Walid Al-Saqundí (+1231), que
hizo una encendida defensa de Al-Andalus frente al Islam oriental:
ABÚL WALID
AL SAQUNDÍ
Cuando en Oriente grazna un cuervo, cuando en la más remota comarca de Siria o
del Irak zumba un mosquito, caen de rodillas como delante de un ídolo.Y, sin embargo, Al-Andalus, apartada de las otras regiones del Islam, ha producido varones
distinguidísimos y elocuentes, así en la prosa rimada como en verso; y aunque ha
sido la última de las conquistas musulmanas y está cercada por el mar y por los godos y los francos, puede jactarse de un sinnúmero de poetas, cuyas obras compiten
en resplandor con el sol y la luna. (Schack, 55)
Mirando ahora hacia el Norte, el sol mañanero nos ilumina la ciudad. El puente
romano salva el cauce de un Guadalquivir que serpea en meandros hacia occidente rodeando islotes poblados de árboles. Al fondo, la torre cristiana de la
mezquita emerge por encima del caserío. A la izquierda, las murallas y el Alcázar. No sería, quizás, tan impresionante el panorama que desde aquí mismo contemplara Mugait al-Rumí, en otoño de 711. Cercó la ciudad con setecientos soldados (árabes, bereberes y cristianos) y como la nobleza visigoda había huido a
Toledo, ofreció una rendición honrosa; pero el gobernador prefirió resistir. Sigamos el relato de Ajbar Machmúa.
Llegada la noche, se acercó Mugaith, y favoreciendo Dios su empresa con un fuerte
aguacero, mezclado con granizo, pudo con la oscuridad aproximarse al río, cuando
los centinelas habían descuidado la guardia por temor al frío y a la lluvia [...]. Pasó
la gente el río, que sólo distaba del muro 30 codos, o menos, y se esforzaron por subir a la muralla; mas como no encontraron punto de apoyo, volvieron a buscar al
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pastor, y habiéndole traído, les indicó la hendidura, que si bien no estaba a la haz de
la tierra, tenía debajo una higuera. Entonces se esforzaron por subir a ella, y después
de algunas tentativas, un musulmán logró llegar a lo alto. Mugaith le arrojó la punta
de su turbante y por este medio treparon muchos el muro [...].Los muslimes sorprendieron a los que guardaban la Puerta de Algeciras, mataron a unos y ahuyentaron a otros, y rompiendo cerrojos, dieron entrada a Mugaith, con todos sus compañeros, espías y adalides. (Sánchez A. I, 50.Traducción: Lafuente Alcántara)
Ajbar
La población se entregó sin resistencia, pero 400 o 500 soldados se refugiaron
con el gobernador en una iglesia de las afueras, San Acisclo, y resistieron hasta
morir abrasados.
Mientras Mugait conquistaba Córdoba, Tariq tomaba Toledo. Al año siguiente Muza ibn Nusayr, pasó a Hispania y se hizo de Sevilla, Mérida, Zaragoza
y León. La conquista la completó el hijo de Muza, Abdelaziz, ocupando en dos
años el resto de la Península y el Rosellón.
El invasor sabía distinguir entre la oligarquía goda y la población hispana. Para
ésta, que siempre tuvo a los germanos por invasores, la llegada de los árabes no
era más que la sustitución de un señor por otro. Con muchos pros a favor de los
nuevos. Los godos los tenían agobiados por los impuestos; los árabes se los aligeraban a los que se convertían al Islam. La esclavitud era insufrible en el estado
visigodo; los musulmanes la limitaban con leyes humanitarias y facilitaban la libertad. La tierra estaba en poder de la aristocracia goda; los árabes repartían
parte de lo conquistado entre sus soldados (el escaso número de invasores
obligó a enrolar a numerosos hispanos). Además, los árabes, no tocaban las propiedades de los artesanos y campesinos libres, y eran tolerantes en cuanto a religión, lengua y costumbres. Por otra parte, los judíos, perseguidos por los godos,
se veían ahora en una situación confortable.
El gobierno de Al-Andalus, se confió a emires, que dividieron el territorio en
coras gobernadas por walíes. No fue lo fácil que hacía pensar la rápida conquista. Bien es cierto que no se conoce ninguna rebelión hispana en estos años,
y la creación del reino de Asturias tras la batalla de Covadonga (722) se debía
más a la desidia árabe que a la fuerza goda; de hecho, los invasores venían buscando tierras fértiles y clima agradable, y ni el frío ni la lluvia del noroeste les
gustaron. Por otro lado, la derrota de Poitiers (732) era lógica: con treinta mil
hombres era imposible mantener un territorio tan extenso. Las capitales de las
coras fronterizas, Mérida, Toledo y Zaragoza indican la capacidad de control y el
territorio que gustaba a los árabes.
Los problemas radicaban en el propio invasor. Tariq y Muza se enfrentaron y
el califa terminó destituyendo a ambos (714), y Abdelaziz fue asesinado (716).
Mal comienzo. Y es que la elite árabe era un amasijo de tribus mal avenidas.
Pero, además, como en el reparto de Al-Andalus se reservaron las mejores zonas
(las grandes ciudades y los valles más fértiles), se encontraron con la hostilidad
de los bereberes del Magreb, que constituían el grueso del ejército invasor. Recién incorporados al califato y al Islam, eran más toscos, muchos de ellos nómadas y, lógicamente, obtuvieron lo que dejaron los señores. La rebelión estalló en
740 y, para atajarla, el califa de Damasco envió a un ejército sirio que acabó con
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la insurrección. Pero ahora había otro grupo árabe en discordia. El último emir
cordobés dependiente de Damasco fue Yusuf al-Fihrí (746-56). No le faltaron
problemas: Alfonso I de Asturias ocupaba Galicia, Cantabria y la Rioja, y los francos, Narbona (751); y una epidemia de hambre asoló Al-Andalus.
En nuestro paseo nos llaman la atención las aceñas árabes del río. El molino
de Abolafia es el más próximo a la orilla derecha y ostenta una gigantesca
noria, réplica de una morisca que ardió en 1993. Sus cangilones enviaban el
agua al Alcázar de los Reyes Cristianos, al que llegamos apenas rebasado
el molino. Abandonamos la orilla del río y por Santa Teresa Jornet llegamos a
la explanada de la entrada, cuyo albero y jardines ponen una nota de color a
sus grises muros.
Frente a su puerta pensamos que Muñoz Molina tenía razón: no es fácil encontrar la Córdoba que buscamos. Del primitivo alcázar sólo quedan algunos
lienzos embutidos en el Palacio Episcopal, frente a la mezquita; de la residencia
de Abderramán I, Al-Rusafa, el nombre en el moderno Parador Nacional; del palacio de Almanzor, nada. Bereberes y cristianos, durante la fitna (guerra civil) y
tras la reconquista no dejaron títere con cabeza. Así que nos queda el Alcázar,
fortaleza mudéjar mandada construir por Alfonso XI en 1328, sobre parte del
solar de la alcazaba árabe. Es un recinto rectangular con cuatro torres; son de
oeste a este y de norte a sur, la de los Leones, la del Homenaje, la de la Vela y
la del Río. Fue base de operaciones para las guerras del Estrecho y de Granada.
Y residencia real hasta que los Reyes Católicos la cedieron a la Inquisición, que la
conservó hasta 1821.
En este solar estaba la fortaleza del gobernador visigodo de la Bética, y de
ella partió don Rodrigo camino del Guadalete en julio de 711. También aquí se
instaló, en un principio, el primer emir independiente de Al-Andalus, Abderramán I.
Abderramán I, descendiente del último califa Omeya, Marwán II, tenía 19
años cuando todos los suyos fueron asesinados en Damasco. Abul Abás, el
nuevo califa, persiguió al fugitivo, que se refugió cerca de Ceuta. Desde allí envió a Al-Andalus a su consejero Badr para que, en contacto con los árabes sirios,
organizara un movimiento en su favor. Badr se ganó no sólo a los sirios andalusíes, sino también a otros grupos árabes y a los bereberes. En agosto de 755
desembarcó en Almuñécar y poco después era proclamado emir en Archidona.
La batalla de la Alameda, frente a Córdoba, el 14 de mayo de 756, dio el
triunfo a Abderramán I, y en julio todo el territorio estaba bajo su control. Aunque no se atrevió a tomar el título de califa, de hecho, gobernó con independencia de Bagdad. Fue un emir enérgico y hasta cruel durante 32 años. Además,
supo imponerse en el norte: aunque perdió Gerona, detuvo a Carlomagno y reconquistó Zaragoza (778). Comenzó, además, la Mezquita (786). Fue también
poeta. Sus versos reflejan la nostalgia por la patria perdida:
Dios te guíe, caballero, / que hacia mi patria caminas;
llévate la bendición / y los suspiros que envía
una parte de mi alma / a otra parte que allí habita.
Encadenado mi cuerpo / está a la tierra que pisa,
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y el recuerdo de otra tierra / el dulce sueño me quita.
Allí dejé el corazón / y cuanto bien poseía.
Así lo dispuso Alá; / tal vez su bondad permita
que a la patria el desterrado / logre volver algún día. (Schack, 38)
ABDERRAMÁN I
Ya en el interior del alcázar damos con un sarcófago romano, entre cuyos bajorrelieves destaca la misteriosa puerta entreabierta que sugiere el paso de la
vida a la muerte. Su vista nos recuerda la fúnebre historia del hijo de Abd al-Rahmán, Hixam I (788-96): un astrólogo le anunció su muerte. Pero pudo acabar la
mezquita y reconstruir el Puente Romano.
Descendemos a los baños. Su origen es árabe pero fueron reconstruidos por
los cristianos para que sirvieran de mazmorras. No son mal escenario para el recuerdo del tercer emir, Al-Hakam I (796-822), que sostuvo guerras contra Asturias y Carlomagno, quien le arrebató Barcelona. En el interior sofocó las rebeliones de Mérida y Toledo. Fue muy duro con los amotinados del Arrabal de Secunda. Escribía versos.
Los jardines moriscos nos traen a la memoria un reinado más placentero, el de
Abderramán II (822-52). No faltaron episodios violentos: el rechazo de los normandos en la misma Sevilla (844), la rebelión de los Banú Qasim de Zaragoza, o
el suicida levantamiento mozárabe de Córdoba. Pero su reinado está dominado
por la actividad cultural y económica: acuñación de moneda, ampliación de la
mezquita, embajada a Bizancio, construcción de las Atarazanas de Sevilla y, sobre todo la presencia del músico iraquí Abul Hasan Alí ibn Nafí (789-857) llamado Ziryáb (El Pájaro Negro, por el color de su piel).
Ziryab hubo de huir de Bagdad, pues presentado por su profesor al Califa,
éste terminó prefiriendo al discípulo y el desairado maestro juró tomar venganza. Viviendo en el Magreb, recibió la invitación del emir Al-Hakam I. Al llegar
a Algeciras, el emir acababa de morir, pero el nuevo monarca, Abderramán II,
mantuvo la invitación. Su presencia fue decisiva para Al-Andalus según Levi-Provençal en La civilización árabe en España (1938)…
Ziryab empezó por enseñar a los cordobeses las más complicadas recetas de la cocina bagdadí y les hizo conocer la verdadera distribución que debía darse a una comida elegante; no debían servirse desordenadamente los manjares, sino comenzar
con las sopas y caldos, continuar por las entradas de carnes y aves, sazonadas delicadamente, para terminar con platos azucarados, dulces y pasteles de nueces, de almendra, de miel o postres de pasta, perfumados con vainilla y rellenos de alfóncigos
y de avellanas.[...]
Abrió en Córdoba [...] un verdadero instituto de belleza, donde se enseñaba el
arte de acicalarse, de depilarse, de emplear pastas dentífricas, de peinarse convenientemente, llevando los cabellos cortos y redondeados, dejando libres las cejas, la nuca
y las orejas. Fijó también un calendario de la moda, decretando que se vistiese de
blanco desde comienzos de junio hasta fines de septiembre; que la primavera fuera
la estación de las ligeras ropas de seda y de las túnicas de colores vivos, y que el invierno, por el contrario, fuese el de las pellizas guateadas y de los abrigos de pieles.
(70-1)
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LEVIPROVENÇAL
La civilización
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España
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Pero, además, el emir fue un personaje novelesco. Veamos, por ejemplo, su
urgencia sexual, según el historiador sevillano Ibn al-Qutiya (+977):
IBN
AL-QUTIYA
Se nos contó que Abd al-Rahman, hijo de Al-Hakam, tuvo una polución nocturna
en la ciudad de Guadalajara, yendo de expedición hacia la frontera; se levantó a purificarse, y cuando hubo terminado la operación, mientras el criado estaba enjuándole la cabeza, llamó a Ben Xamr y le dijo, en verso, al venir a su presencia:
–Prolífico derrame se ha deslizado de noche sin darme cuenta.
Ben Xamr le contestó, también en verso:
–¿Se ha presentado viniendo en las tinieblas de la oscura noche? ¡Bienvenido
sea aquél que viene en la oscuridad a visitarte!
Aquello le excitó los apetitos sensuales y le vinieron tales ganas de ver a una de
sus más íntimas favoritas, que nombró general de su ejército a su hijo Al-Hakam y
se volvió a Córdoba. (Sánchez A. I, 203-4.Traducción: Julián Ribera)
Sintió por su favorita Tarab una pasión desmedida. Una noche la esclava se encerró en su cuarto y sólo abrió al emir cuando éste había depositado varios sacos
con 20.000 dinares a su puerta; otro día le regaló un collar de 10.000. Pero las
mujeres no eran la única causa de sus despilfarros: una noche, entusiasmado
con una canción de Ziryab, quiso regalar al músico 30.000 dinares. El tesorero
real se negó y hubo de pagar de su propio bolsillo.
A la salida del Alcázar están los Baños reales (siglo X). Tras una larga restauración han sido abiertos en 2002. Son cuatro salas abovedadas: el vestíbulo,
donde se desnudaban los bañistas; la sala fría, en la que recibían los masajes; la
templada, que era la noble, por ser la sala de estar y lugar de tertulia y descanso;
y, finalmente, la caliente, que proporcionaba los baños de vapor. El baño dio lugar a uno de los rasgos distintivos entre moros y cristianos. Éstos siempre vieron
en él un pecado de sensualidad, mientras que aquellos tenían a gala su higiene
frente a la suciedad de sus rivales. Así lo muestra el pakistaní Tariq Alí en su novela A la sombra del granado (1992), tomando como referencia a un obispo cordobés de origen musulmán:
TARIQ ALÍ
A la sombra
del granado
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–Tu tío abuelo Miguel lee, habla y escribe en árabe, pero… –la voz de Ama se
ahogó de furia– ¿notaste que esta vez apestaba igual que ellos?
Yazid comenzó a reír otra vez. Sabía que el tío abuelo Miguel no era un miembro popular en la familia, pero nadie había hablado nunca de él de una forma tan
irrespetuosa. Ama tenía razón, hasta su padre se había unido a las risas cuando Ibn
Zubayda había descrito el desagradable olor que emanaba del obispo comparándolo con el de un camello que había comido demasiados dátiles.
–¿Siempre ha apestado así?
–¡Por supuesto que no! –respondió Ama molesta por la pregunta–. En los viejos
tiempos, antes de que vendiera su alma y comenzara a venerar imágenes de hombres
sangrantes clavados a cruces de madera,era el hombre más limpio del mundo.Cinco baños al día, cinco mudas de ropa. Recuerdo bien aquellos tiempos. Ahora huele como
un establo de caballos. ¿Sabes por qué? –Yazid confesó su ignorancia–. Para que nadie
pueda acusarlo de ser un musulmán debajo de la sotana. ¡Apestosos católicos! (20)
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Si hacemos un esfuerzo mental podemos imaginar en la oscuridad de la última
sala, conspirando, quizá, en tenso cuchicheo, a algunos cortesanos. Porque los
tres reinados siguientes estuvieron dominados por la intriga y la violencia: Muhamad I (852-86) hubo de reprimir tres rebeliones mozárabes (Córdoba, Mérida,
Badajoz), que no fueron más que el caldo de cultivo para la más grave que sufrió
el emirato (879-918): la de Ibn Hafsún. Al-Mundir (886-88), hijo de Muhamad I,
murió asesinado por orden de su hermano y sucesor, Abdalá (888-912). Este
conquistó Mallorca y venció a Ibn Hasfsún en Poley (891), pero la rebelión muladí se propagó a Elvira, Sevilla, Toledo y Badajoz. Difícil se lo dejaba a su nieto
Abderramán III.
Con un mutismo casi religioso nos asomamos a la campiña cordobesa. Las cigarras con su chirriar parecen querer sobreponerse al murmullo de los turistas que,
ya cerca del mediodía, se atreven a llegar hasta la ladera del Monte de la Novia
(Yebel al-Arus), desde donde alcanzamos con la mirada la campiña, con sus cortijos y los linderos de los campos; al fondo, Córdoba: la amada del poeta Ibn Darrach Al-Qastalí (918-1030):
Inclínate sobre Córdoba y abrázala por mí,
como yo la estrecharía sobre mi cuerpo y mi pecho. (Pérès, 139)
Bajo nosotros las ruinas de MEDINA AZAHARA, la Ciudad de la Flor, entre cipreses y palmeras. Según una leyenda, Abderramán III (912-61) la construyó en
honor de su favorita Zahara. Y para dar la ilusión de la nieve que añoraba la muchacha, oriunda de tierras cristianas, Abderramán plantó centenares de almendros que en enero, con sus flores, teñían de blanco la ladera del monte. Al margen de tales leyendas, es evidente que el califa edificó Medina Azahara para dar
constancia de su poder omnímodo, separado tajantemente del pueblo y arropado por su aparato político y militar y por la ciudad de sus servidores y partidarios.
Medina Azahara tenía un recinto cuadrangular de 1500x750 metros, con
tres lados perfectamente rectos y el del norte con ligeras curvaturas para adaptarse a la colina. Estaba protegida por una muralla torreada, abierta por sólo una
puerta en la mitad de cada uno de los lados mayores: la del norte, para el alcázar; y la del sur, para la ciudad. Su interior estaba distribuido en tres terrazas,
aprovechando el desnivel del terreno. Entre los edificios se abrían numerosos patios y jardines. El ángulo suroeste lo ocupaba un jardín, ya en el nivel bajo, por el
que se comunicaban alcázar y ciudad. Ésta la formaban el barrio de los servidores, los cuarteles y la mezquita, con sus jardines y zocos.
Las cifras nos hablan del derroche de medios económicos: costó siete millones y medio de dinares; de los ingentes medios utilizados a diario (mil obreros,
mil cuatrocientos mulos, cuatrocientos camello, seis mil sillares y cuatrocientas
cargas de limo y yeso) y del lujo cosmopolita: de las más de cuatro mil columnas
de mármol empleadas, la mayoría fueron fabricadas en Tarragona, Almería y
Málaga, pero unas mil vinieron de Constantinopla, Roma, y Cartago. Hay muchos más datos asombrosos: muros cubiertos por mármoles transparentes de diversos colores, arcos de marfil y ébano sobre columnas de jaspe y cristal de roca,
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IBN DARRACH
AL-QASTALÍ
MEDINA
AZAHARA
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con piedras preciosas engastadas, piscinas de mercurio, clepsidras... En cuanto a
su belleza arquitectónica y ornamental se puede afirmar que fue, junto con la
ampliación de Al-Hakam II de la Mezquita, la culminación del arte califal. Obra,
sin duda, de un déspota ilustrado, megalómano y genial, brutal y sensible que
llenaba de perplejidad y asombro a los visitantes.
No todo fueron alabanzas: cuenta Al-Jusani, en su Historia de los jueces de
Córdoba (siglo X), que un juez provocó las iras de Abderramán III por sus críticas
al despilfarro que significaba Medina Azahara. Se salvó del castigo gracias al
príncipe Al-Hakam: según éste, el juez, en sus argumentos, seguía al pie de la letra los preceptos coránicos.
Iniciada en 936, nueve años más tarde ya era la residencia oficial del califa,
pero las obras siguieron hasta 960. Su vida oficial fue muy breve, pues Almanzor
llevó la corte a un nuevo palacio hacia 980. Abandonada Medina Zahara, languideció hasta que la furia de los bereberes la redujo a ruinas (1010). ¡Qué tremenda lección!: veinticinco años construyendo una ciudad que fue capital sólo
cuarenta y cinco y destruida setenta años después de iniciarse las obras.
Sus columnas, capiteles, sillares, y mosaicos sirvieron para nuevas construcciones, árabes y cristianas, hasta hacerla desaparecer. En 1583 se la volvió a localizar, pero eso sólo sirvió para terminar de expoliarla, a fin de construir el vecino convento de San Jerónimo. En 1910 se iniciaron las excavaciones y la restauración prosigue en 2003.
Penetramos en el alcázar por la Puerta de la Montaña (o del norte), en forma
de codo, y entramos en el recinto privado, Dar al Mulk, o Casa Real. Pasando
entre arcos y muros en reconstrucción (Patio de los Pilares, Cuerpo de Guardia,
el Baño, el horno de la cocina de palacio, la vivienda del visir Yafar), evocaremos
algún retazo de la vida privada de Abderramán III. Las anécdotas sobre su crueldad no son pocas. Veamos una recogida por el historiador cordobés Abú Marwán Ibn Hayán (987-1076):
ABÚ MARWÁN
IBN HAYÁN
Entró [el verdugo] con su espada en el aposento donde bebía el califa, y lo halló
sentado en cuclillas, como un león sobre sus zarpas, en compañía de una muchacha
hermosa como un orix, sujeta por los eunucos, pidiéndole misericordia mientras él
le respondía de la forma más grosera. Dijo entonces:
–Llévate a esta ramera,Abú Imran, y córtale el cuello.
El verdugo remoloneó, consultando de nuevo, como era costumbre, [al califa],
pero éste le ordenó:
–Córtaselo, así te corte Dios la mano, o si no, pon el tuyo.
Y un servidor se la acercó, recogiéndole las trenzas y descubriéndole el cuello,
de manera que de un solo golpe le hizo volar la cabeza. (Muñoz [1], 120)
La Casa del Ejército (Dar al Yund), con un pórtico transversal y cinco naves, que
muestran, en buena parte restaurados, sus arcos de herradura, nos trae la historia militar de Abderramán III. Designado emir a los veintiún años, su primer empeño fue el de pacificar un país que ardía en rebelión: recuperó Sevilla (913) y
venció en Ojén a Ibn Hafsún (914). Abderramán se volvió entonces hacia los reinos cristianos y derrotó a los navarros en Valdejunquera (920). De esta victoria
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tenemos referencia gracias a la uryuza (poema épico) de sus hazañas que Abú
Umar Ibn Abdalrabí-hi (860-940) incluyó en su adab (miscelánea) El collar único:
Luego se dirigió hacia Pamplona y cayó sobre la ciudad.
Los ojos lloraron por lo que había pasado
cuando se pusieron a pisotearla las pezuñas,
por la pérdida de todos los hombres que habían muerto
y la humillación que dejó en todos sus hijos.
¡Cuántas iglesias se humillaron
cuando el muecín sustituyó a las campanas! (Marcos, 127-8)
IBN
ABDALRABÍ-HI
El collar único
Pasamos ahora bajo el Pórtico oriental, del que restan cuatro de sus quince arcos: de herradura el principal y escarzanos los laterales, todos con sus dovelas alternadas. Su primitiva majestad indica que Abderramán era el príncipe más poderoso de la Península. Era el momento (929) de dar un paso decisivo: proclamarse Califa para contrarrestar el influjo de la monarquía fatimí de Cairuán, que
había roto con Bagdad en 910.
Arropado por la dignidad califal ya fue imparable: en Al-Andalus se le sometieron los últimos rebeldes (Badajoz y Toledo; 930, 932). Abderramán gobernaba
con energía y tino. Al margen de sus excesos (mandó ejecutar en su presencia a
un hijo rebelde), dio entrada en la corte a todos aquellos que mostraban lealtad e
inteligencia, aunque con ello disgustara a la aristocracia árabe. Córdoba era entonces una próspera ciudad de más de doscientos mil habitantes, que acuñaba dinares desde 927, que cubría con alcantarillas las aguas fecales y que fue la primera ciudad de Europa que instaló alumbrado nocturno en sus calles. Desde ella
se comerciaba con los reinos de Europa, con África y con Oriente.
El poder cordobés se manifestaba en todo occidente: en el Magreb fueron
conquistadas Melilla, Ceuta (931) y Tánger (951), y en la Península, a pesar de la
derrota de Simancas (939), llegó a cobrar tributos al príncipe cristiano más poderoso, Ordoño III de León. Intercambiaba embajadas con Bizancio (949, 955) y
recibía a Juan de Gorz (956), enviado del Imperio Germánico. Córdoba era el
centro del mundo civilizado y Medina Azahara fue la escenografía perfecta. Tal
era la fama, que la abadesa del monasterio de Gandersheim, en Sajonia, Hroswitha (935-75?), autora de poemas y diálogos teatrales en latín, describía Córdoba como
...joya brillante del mundo, ciudad nueva y magnífica, orgullosa de su fortaleza, celebrada por sus delicias, resplandeciente con la plena posesión de todos los bienes.
(Schack, 39-40)
HROSWITHA
A pesar de tanta gloria, Abderramán no fue feliz. Según el historiador marroquí
Ibn Idhari (+1315?), al morir…
...se encontró una lista de su mano en la que señalaba por orden cronológico «Los
días de mi vida en los que he disfrutado de una alegría pura y sin preocupación.
Son tal día, de tal mes, de tal año». En total eran catorce. Que el hombre disipado
juzgue lo que es el mundo y cómo faltan la seguridad y la estabilidad incluso a los
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que la vida ha colmado de favores. El Califa Al-Nasir, después de un reinado de
cincuenta años, siete meses y tres días, no había disfrutado más que de catorce días
sin nubes. (Sánchez A. I, 371.Traducción al francés: Fagnan)
El Salón Rico, destinado a la recepción de embajadores, casi concluida su restauración, es la parte que más admiración causa en el visitante. Sus tres naves
separadas por arcos de herradura, decorados con atauriques, con dovelas alternas y columnas de mármol de diversos colores, nos permiten imaginar la majestad de la corte califal.
Este marco es el adecuado para el segundo califa, Al-Hakam II (961-76), menos decisivo que su padre políticamente, pero fundamental para la cultura hispano-musulmana.
Al-Hakam se rodeó de sabios, como Muhamad Al-Muradí, autor del Libro de
los autómatas. Pero, además, se trabajó en cuestiones más prácticas, como la
traducción al árabe de la Materia Médica de Dioscórides, para lo que el califa
trajo de Bizancio especialistas que enseñaron griego a los sabios cordobeses; o
el célebre Calendario de Córdoba, escrito por el sabio musulmán Arib ibn Saad y
el obispo Rabí ibn Zaíd Recemundo, y dedicado en 961 al califa; en él se ponía
en relación la agricultura con la meteorología. Especial relieve tuvo Abul Qasim
al-Zahrawí, Abulcasís, (+1013), médico de Al-Hakam y de Almanzor. Su Enciclopedia Médica trataba del valor terapéutico de los vegetales y de cirugía: el instrumental, litotomías, fístulas, hernias, amputaciones, trepanaciones y anestesia
mediante alucinógenos (que también recomendaba para tratar a los locos).
La afición del califa a las letras y a las artes no era menor. Su biblioteca llegó
a contar con cuatrocientos mil volúmenes, y pagó cifras fabulosas por libros
como el Kitab de las Canciones del poeta persa Abul Farach (896-967). Él mismo
ideó una flauta, con un nuevo orificio, que la hacía más melodiosa y por orden
suya se hizo la ampliación más fastuosa de la mezquita. Don Juan Manuel, en su
Libro del Conde Lucanor (1348), se hace eco de ambos hechos:
DON JUAN
MANUEL
Libro del
Conde Lucanor
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–Señor Conde –dijo Patronio–, en Córdoba hubo un rey que tenía por nombre Alhakam. Comoquiera que mantenía muy bien su reino, no se preocupaba por hacer
otra cosa.Y acaeció que, estando un día descansando, tañían ante él un instrumento
del que se enorgullecen los moros, llamado albogón. El rey entendió que no hacía
tan buen son como era menester y añadió en él un orificio en la parte de abajo, y
desde entonces suena mucho mejor.Y comoquiera que a la gente no pareciera esa
acción propia de un rey, comenzaron a decir en burla, cuando algo no valía nada:
«Este es el añadimiento del rey Alhakam.»
Y estas palabras corrieron por todas sus tierras hasta que las hubo de oír el rey y
preguntó por qué decían eso las gentes.Y aunque no querían decírselo, tanto los
apremió que, al fin, se lo dijeron.Y Alhakam tomó gran pesar, pero como era un
buen rey, no quiso hacer mal a quienes lo decían, sino que decidió de todo corazón
hacer otro añadimiento que las gentes por fuerza tuvieran que alabar.
Y entonces, como la mezquita de Córdoba no estaba acabada [sic], acabóla y
dijo que si hasta entonces lo alababan para burlarse por el añadido que había hecho
en el albogón, que en adelante lo habrían de loar con toda razón por el añadimiento que había hecho en la mezquita de Córdoba. (157-8)
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Frente al Salón Rico se extienden una gran
piscina y un jardín entre cipreses y palmeras,
intransitable por tener el suelo lleno de restos
arqueológicos. Entre tanta magnífica ruina se
yergue el fantasma de otra figura señera del
califato: Abú Amir Al-Mansur, Almanzor para
los cristianos. Árabe de origen, pero de condición humilde, desde joven mostró ambición y
tesón. Austero, inteligente y trabajador, entró
en la corte de Al-Hakam como katib (escriba).
Además, era muy atractivo, y se ganó, dicen, a
la favorita, Shubh (la esclava cristiana Aurora),
madre del único hijo del califa, Hixam (II).
Mal pagó Almanzor el favor de la corte, la
mágica Medina Azahara, pues abandonó este
palacio y se construyó una mansión principesca, Madina Zahira, en el arrabal oriental de
Córdoba. Pero la fitna borró hasta su memoria. Hoy no sabemos ni siquiera su emplazamiento y tenemos que recrear la historia del
traidor sobre el cielo calcinado del horizonte.
Al morir su padre (976), Hixam II sólo contaba once años, pero Aurora y Abú Amir lo
Medina Azahara. Jardines
sostuvieron en el trono. En 978, Almanzor se
convertía en hayib y reforzaba la tendencia de los primeros califas de apartar de
palacio a la aristocracia árabe, aupando a los advenedizos inteligentes y ambiciosos, concediendo tierras y privilegios comerciales a los muladíes más acomodados, ampliando y reforzando el ejército con mercenarios cristianos y bereberes. Para contentar también a los faquíes quemó libros dudosos (llegó a desmantelar la biblioteca de Al-Hakam II) y realizó la mayor ampliación de la Mezquita
(987).
Además, Almanzor alentó los instintos imperialistas con sus algaras contra
los cristianos. Sus incursiones hasta Barcelona, León (985) y Santiago de Compostela (997), con la traída de las campanas de la catedral de esta última hasta
Córdoba a hombros de prisioneros, explican que todos los príncipes peninsulares le pagaran tributos. Su dictadura militar era incuestionable, y el pobre Hixam
II era un desdichado fantasma preso del tirano.
Tirano ilustrado, por supuesto: los científicos seguían teniendo lugar en su
corte: en ella ganó fama Maslama Ibn Ahmad al-Mayrití (+1008), introductor en
la corte y en los medios científicos andalusíes de las Risalas de los Hermanos de
la Pureza, cuyos principios habían sido ya difundidos entre el pueblo por Ibn Masarra. Estas risalas (cartas), compuestas en Basora en el siglo X, eran en la práctica la suma de la ciencia y filosofía chiíes, cuya base pitagórica, permitían la
convivencia de la magia y la ciencia, de la filosofía y la mística. De ahí que las
Ciencias de la Naturaleza (Matemáticas, Astronomía, Física, Química) no fueran
más que el paso para encontrar la verdad oculta a través de la de la Cábala, la
Astrología y la Alquimia, y que el racionalismo filosófico condujera a la mística.
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Al-Mayrití fue buena muestra de esa dualidad: como astrólogo, predijo el fin del
califato; y como astrónomo, observó y estudió un eclipse de sol en 1004 y el
paso de un cometa en 1006.
Pero, sobre todo, la corte de Almanzor fue la de los poetas, que rivalizaban
en sus panegíricos al hayib. Por ejemplo, Ibn Darrach Al-Qastalí:
IBN DARRACH
AL-QASTALÍ
Como vírgenes que danzan / en una selva florida,
en la bóveda del cielo / las Pleyades relucían.
Y alrededor de la clara / luz del Polo, siempre fija,
el coro de las estrellas / sus círculos describía.
Cual vasos en un convite, / entre los huéspedes giran,
por hermosas manos llenos / de deliciosa bebida.
La Vía Láctea en la oscura / noche su fulgor vertía,
como en el rostro de un viejo / la blanca barba crecida.
De Saturno, el ominoso / brillo no me detenía.
Y, al fin, los astros dormidos / se quedaban de fatiga.
¡Oh, si ella me hubiese visto, / hubiese dicho enseguida:
Así de Almanzor la gracia / contra la suerte conquista! (Schack, 125-6)
Posando la mirada sobre el jardín, recordamos que al margen de esa poesía
oficial, floreció otra mucho más personal. La de un novelesco personaje,
miembro de la familia real, cuya biografía, fuera de toda intriga política, revela
un carácter pasional. Se trata de Abú Abdalmálik Marwán (963-1009), bisnieto de Abderramán III, conocido como Al-Sárif al-Taliq (El Príncipe Amnistiado), quien, enamorado a los quince años de una esclava, vio como su propio padre se la arrebataba y no dudó en asesinarlo. La amada fue descrita en
su Casida en kaf:
ABDALMÁLIK
MARWÁN
Es un ramo que se balancea sobre una duna
y del que coge mi corazón fruta de fuego.
En su rostro la belleza hace surgir a nuestra vista
una luna que carece de fases.
Tiene los ojos –blanco y negro intensos– de la cierva blanca
y su mirada es una saeta asestada contra mi corazón.
El lam de su aladar se desliza sobre su mejilla
como oro que corre sobre plata. (Gª. Gómez [1], 80)
Encarcelado por orden de Almanzor en un subterráneo de Medina Azahara,
aquí escribió buena parte de su Diván, del que recogemos un fragmento.
ABDALMÁLIK
MARWÁN
¿Qué le ocurre a mi aurora? Ya debería estar cerca
y se retrasa hasta hacerme desesperar de que llegue.
Sin duda, las tinieblas han maniatado a los luceros
y los han detenido donde no querían. (Gª. Gómez [1], 89)
Al cabo de dieciséis años fue amnistiado. Ya libre, dedicó su vida a la poesía.
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Medina Azahara. Mezquita
Recorriendo el adarve del palacio, vemos a nuestros pies, hacia el extremo oriental de la ciudad palatina, las ruinas de la mezquita, el primer edificio construido
en Medina Azahara. Al parecer, fue muy hermosa pero su desolación actual (varias palmeras se yerguen entre sus piedras) nos conduce hacia el desengaño ascético del Príncipe Amnistiado.
En verdad el Destino derriba cuanto edificamos.
Vencer en este mundo no es victoria,
pues se pagará con desgracia el placer que se goce
y la muerte acabará por cosechar lo que coseche la mano.
No hay duda de que la tristeza llegará a su colmo,
pero el alma humana siempre piensa disparates. (Gª. Gómez [1], 87-88)
ABDALMÁLIK
MARWÁN
En efecto, al cabo de tanta gloria y tantas victorias, el final es siempre el mismo.
En la campaña de 1002 por tierras sorianas Almanzor enfermó y murió en Medinaceli.
Muerto el dictador, podemos ya hablar de fitna. Su primer periodo (1002-9) está
presidido por el acoso de los omeyas sobre los amiríes. Todavía, el hijo mayor de
Almanzor, Abdalmálik, contuvo los motines populares instigados por la familia
real. Pero su muerte en 1008 (¿envenenado por su hermano menor Abderramán Sanchuelo?) precipitó la ruina.
Hixam II carecía de voluntad y de prestigio y el hijo menor del dictador se
creyó con fuerzas para ser designado sucesor del califa. El problema no era sólo
la desmedida ambición y la afición al vino de Sanchuelo (hijo, por cierto, de una
princesa navarra), como pretenden las crónicas. En realidad, la trama diseñada
por Almanzor hacía aguas. La ya de por sí débil monarquía islámica (con una línea sucesoria ambigua y unos lazos tribales que se oponían a una concepción
unitaria del estado), había desaparecido ante la ambición de un advenedizo,
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apoyado en su prestigio personal y en los múltiples intereses generados por sus
reformas. Apartada del poder la aristocracia árabe y oprimidas las clases populares por la rapacidad del estado y de los nuevos ricos, la estructura política no tenía otros cimientos que esa minoría enriquecida y los caudillos militares, bereberes o esclavos libertos, que veían llegado su momento.
En el camino de regreso, terminamos la historia de Medina Azahara con la segunda etapa de la guerra civil (1009-13), marcada por las luchas entre omeyas.
Asesinado Sanchuelo y derrocado el califa, la rebelión encabezada por Muhamad II al Mahdí responde al intento de restaurar la legalidad, ya que el nuevo
soberano era sobrino de Hixam II. Pero la oposición de otros príncipes omeyas le
hizo devolver el poder a su tío, quien abdicó en otro omeya, Sulimán. El Mahdí
siguió la lucha, pero fue derrotado y los esclavones proclamaron califa ¡a Hixam
II!, que en su segundo reinado (1010-13) hubo de enfrentarse a Sulimán, a
quien apoyaban los bereberes. Éstos saquearon horriblemente Córdoba y Medina Azahara (1010).
Mientras, Al-Andalus se desmembraba: Denia, Arcos, Almería, Granada,
Huelva, Albarracín, Carmona y Morón se constituían en reinos de taifa. Un
nuevo saqueo de Córdoba (1013) dio por segunda vez el trono a Sulimán. Hixam II desapareció de la historia de forma bastante novelesca, como veremos en
Sevilla.
Y Medina Azahara, convertida en escombros, fue invadida por la maleza y
sepultada en el polvo, tras ser expoliados mármoles y tesoros, y esparcidos sus
restos por la falda del monte de la novia. Todavía antes de caer en total olvido,
un poeta y amante desdeñado, el cordobés Ahamad Ibn Zaydún (1003-71), paseando por sus ruinas, recordaba tiempos mejores:
AHMAD IBN
ZAYDÚN
CÓRDOBA
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Desde al Zahara te recuerdo con pasión.
El horizonte está claro y la tierra nos muestra su faz serena.
La brisa desmaya con el crepúsculo:
parece que se apiada de mí y languidece llena de ternura.
Los arriates me sonríen con sus aguas de plata,
que parecen collares desprendidos de las gargantas.
Así fueron los días deliciosos que ya pasaron
cuando, aprovechando el sueño del Destino, fuimos ladrones de placer.
Hoy sólo me distraigo con las flores, imán de los ojos,
en las que la escarcha juega vivaz, inclinando sus tallos:
son como pupilas que, al ver mi insomnio, lloran por mí,
y por eso el irisado llanto resbala por su cáliz. (Gª. Gómez [2]. 104-6)
Comenzamos el paseo vespertino con un sol menos fogoso. Nos encontramos
ante una de las tres puertas árabes de la muralla que se conservan, la puerta de
Sevilla. No es espectacular, pero sus sillares y sus dos arcos de medio punto tienen cierta nobleza. Junto a ella se levanta la estatua del mayor escritor andalusí:
Abú Muhamad Alí Ibn Házam (994-1063), poeta y filósofo. Nacido en Córdoba
de origen muladí, su familia fue de las que con Almanzor escalaron puestos y alcanzaron riqueza desplazando a la aristocracia árabe. Para hacer olvidar que
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eran unos advenedizos, se inventaron un origen árabo-persa y abrazaron la
causa del legitimismo omeya en la guerra civil. En medio del caos, Ibn Házam,
con otros jóvenes de la aristocracia, como el poeta Ibn Shuhayd, mantuvo un estilo de vida placentero, refinado y culto. Sufrió en su familia, en su hacienda y en
su persona los avatares de la fitna. Abandonada Córdoba, huyendo de la violencia bereber, se refugia en Almería (1013-16) y escribe a su amigo:
He sabido por alguien que venía de allá, y que había visto nuestras mansiones, que
no quedan más que ruinas. (Pérès, 128).
IBN HÁZAM
El collar
de la paloma
Abú Amir Ibn Shuhayd (992-1035), a su vez, compone esta elegía:
¿No hay entre las ruinas un amigo que pueda informarme?
¿A quién preguntaré para saber qué ha sido de Córdoba?
Funestos sucesos han actuado con rigor sobre sus moradas
deja, pues a la fortuna encender en los patios una luz
que permita, tal vez, iluminarse a los corazones.
Por una ciudad como Córdoba no hay lágrimas suficientes
para que los ojos viertan un chorro incontenible.
Cuando yo la conocí, todos sus habitantes estaban unidos
en la concordia, y la vida era bella.
El palacio de los Omeyas estaba lleno de todo lo deseable
y el califato era la cosa más grande… (Pérès, 128)
IBN SHUHAYD
La tercera fase (1013-25) de la fitna es la del enfrentamiento de omeyas y
hamudíes: en realidad eran los esclavones y los bereberes los que luchaban.
Frente a Sulimán surgió, apoyado por los esclavones, Alí ibn Hamud, un árabe
que se pretendía jerife (descendiente del Profeta). Alí entró en Córdoba, ejecutó
a Sulimán (1016) y marginó a los esclavones, que terminaron matándolo (1018)
y proclamando califa a otro omeya, Abderramán IV, al que también asesinarían.
Muertos el hamudí y el omeya, vienen unos años en que Córdoba asiste a la lucha entre dos hamudíes, Qásim y Yahya (1018-23). En tal situación parecía posible la restauración omeya: proclamado califa Abderramán V, fue muerto por
otro omeya, Muhamad III, que también cayó asesinado.
Y llega la fase final (1025-31): hasta 1027 los cordobeses viven un caótico interregno y terminan llamando a otro omeya, reyezuelo de Alpuente, Hixam III,
quien no se atrevió a entrar en Córdoba hasta 1029. Como la situación económica del califato era de bancarrota, trató de salvarla a base de impuestos. El
pueblo se sublevó, encarceló a Hixam y declaró abolido el califato en 1031. En
ese momento su autoridad estaba limitada a Córdoba y su comarca.
Ibn Házam participó en estas luchas defendiendo la causa omeya: en 1018
se incorporó en Játiva al ejército de Abderramán IV, a causa de cuya derrota terminó preso en Almería. En 1023 volvió a las andadas: fue visir, con Ibn Shuhayd,
de Abderramán V. Terminó, igualmente, preso. A partir de entonces se entregó
al estudio.
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La calle de San Basilio es famosa por sus patios. Estamos ante las casas de la clase
media andalusí: hermoso patio central con fuente o alberca y arriates de flores y arcos que dan acceso a las habitaciones. Una escalera conduce al piso alto, donde se
halla el inaccesible mundo femenino. Los patios cordobeses actuales poseen un ingenuo exhibicionismo (se pueden contemplar sin obstáculos desde un zaguán a
través de una verja de hierro) muy diferente a la cerrazón de las casas árabes (portón de madera, pasillo de acceso estrecho y en codo) de hace mil años. Pero el encanto interior sigue siendo el de entonces, reflejo de una clase acomodada, que
gozaba sabiamente de la vida. En cualquiera de sus patios podemos situar la escena que relata Jorge Luis Borges en El Aleph (1949): En busca de Averroes.
JORGE LUIS
BORGES
En busca de
Averroes
El diálogo en la casa de Farach pasó de las incomparables virtudes del gobernador a
las de su hermano el emir; después, en el jardín, hablaron de rosas. Abulcásim, que
no las había mirado, juró que no había rosas como las de los cármenes andaluces.
Farach no se dejó sobornar; observó que el docto Ibn Qutaiba describe una excelente variedad de la rosa perpetua, que se da en los jardines del Indostán y cuyos
pétalos presentan caracteres que dicen: No hay otro dios como el Dios. Muhamad
es el Apóstol de Dios. Agregó que Abulcásim, seguramente, conocería esas rosas.
Abulcásim lo miró con alarma. Si respondía que sí, todos lo juzgarían, con razón,
un impostor; si respondía que no, lo juzgarían un infiel. Optó por musitar que con
el Señor están las llaves de las cosas ocultas. Envanecido por esa victoria dialéctica,
Abulcásim iba a pronunciar que el Señor es perfecto en sus obras e inescrutable.
Entonces Averroes declaró:
–Me cuesta menos admitir un error en el docto Ibn Qutaiba, o en los copistas,
que admitir que la tierra da rosas con la profesión de la fe.
–Algún viajero –recordó Abdalmálik– habla de un árbol cuyo fruto son verdes
pájaros. Menos me duele creer en él que en rosas con letras.
–El color de los pájaros –dijo Averroes– parece facilitar el portento. Además, los
frutos y los pájaros pertenecen al mundo natural, pero la escritura es un arte. Pasar
de hojas a pájaros es más fácil que de rosas a letras. (94-5)
Esta clase media, ilustrada y escéptica, sustentó una especie de república tras el
dramático fin del califato. Agotada por 30 años de guerra entre árabes, bereberes y esclavones; por intervenciones militares castellanas y aragonesas en favor
de unos u otros; y por motines de un pueblo harto de unas luchas que arruinaban la agricultura y el comercio, que asolaban sus casas y que hacían del comer
una aventura y de la vida un milagro diario, Córdoba terminó gobernada por un
consejo de notables (1031-69), presidido por la familia de los yahwaríes. Y vivió
un largo periodo de recuperación en el ideal de la aurea mediocritas clásica, sin
esplendor, pero con prosperidad. Fue el reino de la razonable clase media, y de
la propiedad privada.
De nuevo en la Puerta de Sevilla, recordamos la confrontación entre las dos
ciudades más importantes de la Bética: Muza puso la capital del emirato en Sevilla, pero Alsama al-Jaulaní la trasladó a Córdoba en 719. Luego Sevilla fue ganando importancia, primero como el más poderoso reino de taifa, y después
como capital de Al-Andalus para almorávides y almohades. El paso de Córdoba
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a un segundo plano se hizo evidente en 1069, cuando el tercer yahwari Abdalmálik se vio amenazado por el rey Al-Mamún de Toledo. El cordobés solicitó el
apoyo de su vecino sevillano Al-Mutamid, quien rechazó al toledano, pero una
vez en Córdoba, incorporó la ciudad al reino de Sevilla. Podemos imaginar la
fastuosa entrada del rey poeta, viniendo por el camino que tenemos ante nosotros y penetrando en la ciudad por estas puertas. Su orgullo de vencedor generó
estos versos, en los que se confunden amor y guerra, novia y ciudad.
Mira Córdoba la bella, / la cual con lanzas y alfanjes
desdeñosa rechazaba / de su seno a los amantes,
cómo la mano de esposa / al cabo promete darme.
Antes sin ornato estaba; / ya viste ropas nupciales
de gala, al recibirme, / de joyas haciendo alarde.
Hoy es mi esposa: en su alcázar / la boda va a celebrarse.
Mueran de envidia y de celos, / entretanto, mis rivales. (Schack, 288)
AL-MUTAMID
Cinco años después, asediada por los toledanos, el hijo de Al-Mutamid, Abad,
murió en su defensa. Córdoba volvió al redil sevillano en 1078.
Caminamos ahora por la Avenida del Corregidor, teniendo a nuestra izquierda el
extremo occidental de las murallas árabes.
Apenas dos décadas fue Córdoba sevillana. En 1091 el general almorávide
Sid ibn Abú Bakr conquistó Córdoba. Luego los cordobeses se rebelaron (1121)
y sufrieron una dura represión: en tres ocasiones se ordenó la expulsión de los
mozárabes; pero, cuarteado el poder almorávide a la muerte de Alí (1143), vino
una segunda fase de reinos de taifa, y Córdoba fue gobernada durante algún
tiempo por los Banú Ganiya, vasallos de Alfonso VII desde 1144.
Este es el marco político en que transcurrieron los primeros años de Abul Walid Ibn Rush Averroes (1126-98), nacido en Córdoba en el seno de una dinastía
de cadíes. Contrario tanto a los almorávides como a los Banú Ganiya, aprovechó
su Comentario a la República [de Platón] para dejar su visión crítica de la época:
El ambicioso no cejará en su continuo esfuerzo hasta convertirse en enemigo de la
mayoría de los ciudadanos, que lo odiarán. Entonces, o bien algunos conspiran contra él y acaban por matarlo, o, convertido en un tirano, los domina y oprime a todos. Podéis conocer claramente esto por el poder demagógico existente en nuestro
tiempo, que a menudo se convierte en tiranía. Un ejemplo de ello es el gobierno
que existía en Córdoba.Al principio era casi completamente demagógico, pero esta
situación se transformó en tiránica después del 540 [1146]. Platón dice también que
es propio de este tipo de individuos obligar a todos los hombres a cumplir las leyes
para que no piensen que es un tirano, y pretender dirigir a los ciudadanos con el fin
de distribuirles beneficios, no teniendo a primera vista otra intención que la de la
comunidad y el progreso de la sociedad. Cuando ha alcanzado la paz con el enemigo, se dirige a su país como si continuamente les amenazara la guerra; así puede
manejar los bienes de los ciudadanos.Y como puede expoliarlos y no pueden librarse de él, están siempre preocupados de sí mismos, buscando el pan de cada día,
como sucedió a las gentes de Córdoba con los Banu Ganiyya. (132-3)
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AVERROES
Comentario a
la República
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En el Puente de San Rafael torcemos a la izquierda para seguir a lo largo de
otro tramo de muralla, el que da al Guadalquivir, paralelo a la Avenida del Alcázar. Nos acompaña el escandaloso canto de las aves, que revolotean a miles entre el arbolado de las islas del río.
Tras el hundimiento almorávide, los almohades cruzaron el Estrecho. Dos
años después, en 1149, Córdoba caía de nuevo bajo dominio magrebí. Los nuevos señores de Al-Andalus se jactaban de no haber dejado ni un cristiano ni un
judío en su reino. La Córdoba almohade no tuvo protagonismo, ahogada por el
esplendor de la vecina Sevilla. Finalmente, en 1228 cayó en poder del rey de
Murcia Ibn Hud, que la conservaría hasta la conquista cristiana.
Frente a la puerta del Alcázar, la que da al río, concluimos nuestra visita. Es el
punto final de la Córdoba andalusí. La que tomó Fernando III con su ejército de
castellanos ¡y granadinos!
GALA
Manuscrito
Carmesí
El Fundador de mi dinastía ayudó a Fernando III en la conquista de Córdoba.
Nuestras crónicas, por supuesto, se abstienen de mencionarlo; quizá no por vergüenza, que es un sentimiento desconocido en la política, sino sencillamente porque nada supieron. El pacto se llevó muy en secreto, en previsión de alteraciones y
posteriores conveniencias. Los musulmanes contra los que se firma ese pacto son,
por descontado, los de Ibn Hud. No puede discutirse –ya es demasiado tarde– que
el fin justificaba entonces –¿y ahora no?– cualquier medio.Y yo he de reconocer
algo que se desprende de cuanto leo en estos días: nuestro pueblo –y hasta es probable que tenga razón– no es muy propenso a heroicidades; aspira a vivir en cada
instante lo mejor posible, se dirige a quien para tal fin le sirva, y olvida con facilidad. Quizá la sensatez sea algo más que eso. (202-3)
Estas amargas y lúcidas palabras las atribuye el cordobés Antonio Gala al protagonista de su novela Manuscrito Carmesí (1990), Boabdil, quien, preso de los
Reyes Católicos, residió unos días en el Alcázar. Gala refleja la profunda crisis
que vivía Al-Andalus en 1236, en el momento de la caída de Córdoba: hundido
el imperio almohade, Ibn Hud se proclama rey de Murcia y se apodera de Extremadura, Sevilla y Córdoba. En 1232 le sale un fuerte rival, Muhamad ibn Nasar,
que se afianza en Jaén y Granada. Fernando III ve con gozo cómo el murciano y
el granadino se enfrentan. Y saca tajada: Granada le ayudó a tomar Córdoba.
Después de la cena, la copa nos deja el sabor de la coloquíntida. Pensamos,
para consolarnos, en el grupo Cántico, que hizo de esta ciudad uno de los centros de la poesía española de posguerra, y en la Elegía de Medina Azahara
(1957) de Ricardo Molina.
RICARDO
MOLINA
Elegía de
Medina
Azahara
46
Lo que nadie recuerda ¿ha muerto? Acaso vive,
recogido en sí mismo, la vida más perfecta.
Fuera del tiempo lo llevó el olvido.
Ayer, hoy ni mañana huellan su ser y, eterno,
vive en fiel estación de melancolía… (Rubio, 214-5)
PRIMERA RUTA
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Índice
Nota preliminar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
7
PRIMERA RUTA: Las invasiones y el cenit. Andalucía Occidental . . . 10
Jornada primera: La cuna de la traición. De Tánger a Algeciras . . . . .
Jornada segunda: La pérdida de España. De Algeciras a Córdoba
por Jerez y Arcos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Jornada tercera: La novia del califa. Córdoba (1).
Alcázar, Medina Azahara . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Jornada cuarta: Alá es grande. Córdoba (2).
Mezquita, Cabra, Lucena. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Jornada quinta: Los otros cordobeses. Córdoba (3).
Calles cordobesas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Jornada sexta: Aroma de poesía. Sevilla (1).
De Córdoba a Sevilla. El Alcázar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Jornada séptima: Perla del Guadalquivir. Sevilla (2).
Calles de Sevilla. La Giralda. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Jornada octava: El destierro del sabio. Provincia de Huelva. . . . . . . . .
12
20
29
47
63
80
96
112
SEGUNDA RUTA: El crepúsculo de Al-Andalus. Andalucía Oriental . . . 120
Jornada primera: A las puertas del final.
De Despeñaperros a Loja por Jaén . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Jornada segunda: El nido del águila. De Loja a Ronda. . . . . . . . . . . .
Jornada tercera: Sombra del paraíso.
De Ronda a Alhama de Granada, por Málaga . . . . . . . . . . . . . .
Jornada cuarta: De moros a moriscos. Granada (1). El Albaicín. . . . . .
Jornada quinta: El pulso de los días. Granada (2).
Garnata, Guadix, Baza. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Jornada sexta: El alcázar de las lágrimas. Granada (3). La Alhambra. .
Jornada séptima: Las últimas montañas. Las Alpujarras. . . . . . . . . . .
Jornada octava: Puerto del desierto.
De Pechina a Almería, por Mojácar. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Jornada novena: La postrera orilla. De Almería a Almuñécar. . . . . . .
Jornada décima: Nostalgia de Granada. Tetuán. . . . . . . . . . . . . . . . .
122
134
144
155
171
188
206
219
227
236
Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 251
255
CASTILLA-LA MANCHA
EXTREMADURA
Paso de Despeñaperros
Pozoblanco
Villanueva
de Córdoba
Las Navas de Tolosa
La Carolina
PORTUGAL
Baños de
la Encina
Linares
Bailén
Andújar
RÍ
O
Cortegana
Aracena
Arjona
3 4 5
Almonaster
la Real
Almodóvar
del Río
Úbeda
Baeza
GU
ADALQUIVIR
MURCIA
Porcuna
CÓRDOBA
Jódar
Torre del
Campo
Huéscar
Jaén
Torredonjimeno
Zalamea
la Real
Minas de
Riotinto
Lora del Río
Valverde
del Camino
1
Espejo
Palma
del Río
Castro del Río
Vélez Rubio
Baena
Montilla
Vélez
Blanco
Martos
Cúllar
Alcaudete
Écija
Punta
Umbría
6
SEVILLA
Alcalá de Guadaira
Moguer
Palos de
la Frontera
La Rábida
Bollullos de
la Mitación
Hinojos
Almonte
Alcalá
la Real
Cabra
Puente
-Genil
Niebla del Condado
Ayamonte
Isla Cristina
Carmona
nil
Ge
Huelva
Camas
La Palma
Trigueros
Lepe
7
Beas
Zújar
Aguilar de
la Frontera
R.
8
Gibraleón
Montefrío
Utrera
Loja
GUA
D
RÍ
O
IVIR
Santa Fe
Churriana
de la Vega
Armilla
8
Valle de
Abdalajís
Padul
Capileira
Ronda
El Bosque
El Portal
Torrox
Ubrique
Coín
Alhaurín
El Grande
MÁLAGA
Motril
Almuñécar
Nerja
R.
Cádiar
Salobreña
Laujar de
Alhama
Andarax
Fuente Victoria de Almería
R. Andárax
Fondón
Ugíjar
9
Campohermoso
Pechina
ALMERÍA
Dalías
Carboneras
Níjar
Gádor
Benahadux
Berja
Castell de Ferro
Tabernas
Viator
Santa María
del Águila
Roquetas de Mar
Adra
El Ejido
Churriana
G
Puerto de
Santa María
3
Grazalema
7
Valor
Órgiva
Vélez de Benaudalla
Vélez-Málaga
Álora
El Burgo
Juviles
Pampaneira
Lanjarón
Zahara
Arcos de
la Frontera
Bérchules Yegen
Dúrcal
Villanueva de
la Concepción
Mojácar
Sorbas
Trevélez
Alhama de
Granada
Antequera
2
Garrucha
4 5 6
Bebastro
Jerez de
la Frontera
Vera
Alcudia de Guadix
2
Campillos
Lebrija
Golfo de Cádiz
Cuevas de
Almanzora
Guadix
GRANADA
Huétor Tájar
Archidona
Las Cabezas
de San Juan
Purullena
Pinos
Puente
Fuente
Vaqueros
R. Genil
Huércal-Overa
Albox
Iznalloz
Marchena
Morón de
la Frontera
QU
AL
Baza
Priego de
Córdoba
Lucena
Dos Hermanas
Los Palacios
y Villafranca
Chirivel
u
ad
Mijas
Benalmádena
a lete
Puerto Real
Cádiz
Nueva
Andalucía
San Fernando
Estepona
Conil de la
Frontera
lado
Fuengirola
San Pedro
de Alcántara
ba
R. Sa
a Ceuta y
Tetuán
te
Chiclana de la Frontera
Marbella
Torremolinos
ar
R. B
Vejer de
la Frontera
Barbate
La Línea de
la Concepción
Algeciras
Gibraltar
MAR
MEDITERRÁNEO
Tarifa
OCÉANO
ATLÁNTICO
1
TÁNGER
Ceuta
Fnieq
Ksar es-Seghir
Mdiq
10
MARRUECOS
TETUÁN
Primera ruta
Martil
Segunda ruta
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