ALUVIÓN DE 1826

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ALUVIÓN DE 1826
EL DÍA, jueves, 11 de abril de 2013
25
PENITENCIAS POR
COPULAR. Los castigos a las
parejas que convivían sin
casarse en siglos pasados . 28
revista semanal de EL DÍA
Las pérdidas humanas y materiales del
ALUVIÓN DE 1826
en el Valle de La Orotava, según las fuentes parroquiales
Vista del Realejo Alto e iglesia de Santiago Apóstol, de la que fue párroco don Antonio Santiago Barrios. / ARCHIVO MUNICIPAL DE LOS REALEJOS.
Texto: Miguel Ángel Pérez Padilla y
Jerónimo David Álvarez García
L
a isla de Tenerife fue la más
castigada por el terrible aluvión acontecido la noche del
7 al 8 de noviembre de 1826,
cuando lluvias torrenciales
y vientos huracanados causaron inmensas desgracias personales, hicieron desaparecer casas, terrenos de cultivo, canalizaciones, puentes, ermitas,
castillos y embarcaciones, además de
modificar sustancialmente el paisa-
je. Fue tal la magnitud de este temporal que ha permanecido en la memoria colectiva de los habitantes de
Tenerife, siendo recordado por la
prensa insular desde mediados del siglo
XIX hasta la actualidad, como se deduce
de un rotativo insular en el que se da
noticia de unas copiosas lluvias en La
Orotava, que rememoran el aluvión
y “en las que los daños recibidos son
mayores que los del año del 1826 llegando el caso hasta hallarse incomunicados por las barranqueras”.(1) Además, este suceso aparece recogido en
multitud de narraciones y documen-
tos a los que podemos tener acceso hoy
en día, entre otros de Sabino Berthelot (8), antropólogo y naturalista francés, que fue testigo directo del mismo,
José Agustín Álvarez Rixo (3), cronista
del Puerto de la Cruz y alcalde de esa
ciudad, las viajeras Florence Du Cane
(4) y Elisabeth Murray (5), el profesor
Domingo Savignon y el geólogo alemán Leopold von Buch (6), que años
antes del aluvión alertó en su obra de
la intensidad de la erosión del terreno
debida a la tala indiscriminada, relegando la flora a meros matorrales. Así,
el viajero norteamericano Daniel Jay
Browne nos recuerda en su obra que
(7) visitó “el jardín de Mr. Cólogan donde
se encuentra el gran drago que Humbolt mencionara”, y cómo durante el
aluvión se partió y el temporal se llevó
la mitad”(8), lo que confirma los destrozos ocasionados por las lluvias, aportando una cifra de fallecidos semejante
a la que en este trabajo sugiere y la constatación de la desaparición de la
imagen de Nuestra Señora de Candelaria
de su santuario sureño. Concluye con
una sorprendente hipótesis donde
pasa a la pág. siguiente®
26
jueves, 11 de abril de 2013, EL DÍA
EN PORTADA
® viene de la página anterior
afirma que el aluvión contribuyó a disminuir la altura del Teide, pues “me
han comentado que la apariencia del
Pico es sensiblemente distinta de la anterior al desastre de 1826, si comparamos la silueta actual con los dibujos que
se conservan de épocas anteriores, la
coincidencia es mas bien escasa”, (9),
si bien no esta demostrado científicamente y más parece una exageración
de una vivencia o hecho traumático,
aumentado por la rumorología popular.
Las pérdidas humanas y materiales
de esta catástrofe natural quedan bien
reflejadas en los testimonios antes citados, a los que se une el interesante
relato de don Antonio Santiago Barrios
(10). Este párroco realejero registró los
sucesos acaecidos esos días de noviembre. Su texto recuerda que “jamás los habitantes de la isla de Tenerife, después de la Conquista, habían
visto ni experimentado un suceso tan
lastimoso ni que más deba conservarse
en la memoria de los hombres como lo
sucedido el año 1826, en la noche del
7 de noviembre y el día 8, noche y día
que debieron hacer punto fijo, para
empezar una nueva época, y en particular para los habitantes desde la
Fuente de La Guancha y San Juan de
la Rambla hasta el Risco de La Orotava”(11).
Prosigue este documento con la
descripción de los calores de “tiempo
sur”, comenzando la lluvia el día 7 a
las 8 de la mañana, ambientado con
“grandes ruidos que no se sabía de dónde provenían”. El caudal de los barrancos aumentó espectacularmente, unido a la abundante lluvia, viento y
relámpagos. Al día siguiente, desde la
mañana una gran niebla cubrió la atmósfera, mientras los vecinos comenzaban a salir cautelosamente de sus
casas sin dar crédito al dantesco panorama. El temporal había ampliado
el cauce de los barrancos y destruido
casas, terrenos y vías. Cuando el párroco fue avisado para acudir al pago
de la Cruz Santa, donde debía sepultar a varios fallecidos, se unió a una
cincuentena de hombres viviendo
una odisea, sorteando paredes y barrancos hasta llegar a ese lugar. Una
vez llegó, consoló a sus vecinos y ofició por los difuntos. Después, él mismo “cogió la azada” y ayudó a cavar
las fosas para los vecinos fallecidos.
La búsqueda de cuerpos prosiguió en
otros lugares del municipio, como en
las playas y “al llegar al barranco de
la Raya, encontraron el cuadro más
horroroso, porque se puede afirmar que
había casi tantos cuerpos muertos como callados; entre ellos había cuerpos
de gente, de bueyes, burros, cochinos,
cabras, ovejas, perros, caballos, etc.,
madera que había sido de casas, fragmentos de un barco, (...)”, e incluso retamas. Los cadáveres se enterraron en
la playa y en el Puerto de la Cruz debido a su estado de descomposición.
El documento concluye con la narración de lo sucedido en Higa, la Rambla y Realejo de Abajo.
Por último, los libros de difuntos de
las parroquias del Valle son complemento oficial a las anteriores narraciones. En los de Santiago Apóstol del
Realejo Alto leemos la siguiente nota:
“Desgraciados en el Alubión del siete
y ocho de Noviembre,“ de la que se desprenden los enterramientos ya citados del día 9 en la tarde en la ermita
del pago de la Cruz Santa. Los fallecidos fueron: “Antonia Martín Fernández, soltera, de edad de sesenta
años, hija legítima de Tomás Martín y
María Canónigo. María Martín Galano, de edad de cuarenta años, hija
de Domingo Martín Galano y Rafaela
Fernández, mujer de Antonio Rodríguez Trujillo. Tomasa, de edad de cuatro años, hija legítima [de los anteriores]. Brígida Rodríguez, mayor de
sesenta años, natural de Candelaria,
soltera, hija legítima de Juan Rodríguez
y María Baute. Cecilia, de edad de seis
años, hija legítima de Antonio Marrero
y Manuela Chaves. Únicas personas de
las quince que faltaron del pago de la
Cruz Santa y fueron víctimas de la desgracia del crecimiento de Barrancos en
el Alubión (...) cuya abundancia hicieron destrozos imponderables”. Al día
siguiente se enterró a “María, de edad
de dos años y seis meses, hija de Rafael, natural de San Juan de La Villa
de La Orotava, y Jerónima Hernández
Albelo, de la Concepción de La Orotava
y vecinos del Pago del Barranco de Las
Lajas. Domingo, de edad de seis meses,
hijo de Domingo González Corvo y Juana González Chaves, de esta vecindad
en La Cruz Santa”. Como se ha dicho
más arriba, y motivado por la descomposición de los cuerpos, se dio sepultura en “la Playa de La Lageta a
varios cadáveres que arrojó el mar de
Sabino Berthelot,
testigo de
excepción del
aluvión de 1826.
los muchos que perecieron de este jurisdicción de Realexo de Arriba, del Pago
de Las Rosas, de La Cruz Santa, Barranco de Las Lajas y Dehesa (12), lo
que por muy desfigurados no se pudieron conocer y fueron víctimas del
Alubión (...) por todos los cuales se hizo
en esta P[arroquia] de Santiago del
Realejo de Arriba una función fúnebre
con la mayor pompa y solemnidad posible con la concurrencia de todo el clero y mucha parte de los vecinos del pueblo y para que conste lo firmo.
Sebastián Olivero de la Guardia”(13).
Mientras, en el vecino pueblo del
Realejo de Abajo su párroco registra
que “en ocho de Noviembre de este presente año (...) se enterraron en la Parroquia de Ntra. Sra. de la Concepción a
Nicolasa de Aguiar, hija legítima de
Vicente de Aguiar y Vergara, naturales de este lugar, y Josefa Hernández,
que lo es de la Concepción de La Orotava; mujer legítima de Esteban Luis
Mansano; de edad de cuarenta y nueve años que en unión del expresado su
marido y cinco hijos que conviven a la
vez: Manuel de veinte y un años, Juana de diez y ocho, Vicente de catorce,
que aparecieron y sepultaron el mismo
día; y José de diez y siete con Juana de
nueve, que no se encontraron, perecieron y arrebató el barranco de este
dicho pueblo en la noche anterior del
espantoso aluvión. Juntamente con Pedro Hernández Henrique, hijo legítimo
de José Hernández y María Rodríguez,
con su legítima mujer María Pérez de
Barrios, hija legítima de Juan José y
Cayetana Pérez de Barrios; de edad
ambos de veinte y ocho a treinta años,
con sus hijos Dominga de seis, Jerónimo
de cuatro, María de tres y Antonia de
uno. Asimismo, Antonio José de Acosta,
hijo legítimo de Amaro Francisco de
Acosta y María Rodríguez, de edad de
ochenta años, marido de Antonia María de Aguiar, natural de este pueblo
y de los cuáles aparecieron y se les dio
sepulcro el mismo día, Domingo y Antonia con la referida su madre”.(14)
Don Manuel Ildefonso Esquivel(15)
registró que “en nueve de Noviembre
de 1826 años, dio sepultura en la ermita
de San Juan que fue Convento Francisco, al cadáver de Josef Hernández
Trujillo, que pareció ser el mismo que
la noche del siete llevó con toda su casa
en el Pago de San Antonio de este mismo Puerto, el aluvión acaecido en dicha
fecha; se desconoce su estado y filiación, de edad sesenta años poco más
o menos. Se tiene entendido haber testado en la Villa de La Orotava”. En las
notas de este volumen se lee “que de
resultas del Aluvión acaecido, ha de
haberse enterrado en las ermitas de
San Juan y San Pedro Telmo de este
Puerto de la Cruz y en su Camposanto,
diferentes cadáveres según se le iba descubriendo en los barrancos de Martiánez y el que desagua en las playa del
Castillo de San Felipe, como también
de los que sucesivamente arrojaba el
mar en sus riveras, de los cuales algunos parecían por sus vestidos ser de los
franceses naufragados en esta costa
dicha noche en una fragata. Otros pertenecientes a los pueblos de Realejo de
Arriba en la Cruz Santa y en el Pago
de Las Dehesas y otros de la Villa de
La Orotava en el Pago de Las Arenas
y algunos de este Puerto; cuya nota
extiendo por las noticias que se me han
dado por haberme sido imposible el poderlas presenciar y conocer”. La relación de fallecidos es la que sigue: “Pedro Méndez y Juana López su mujer,
vecinos del Pago de Las Arenas en la
Villa de La Orotava; y sus hijos: Josefa,
María y Josef, todos célibes. Fernando
Martín Rivero, vecino del Pago de Las
Arenas en la Villa de La Orotava, de
edad de catorce años. Al parecer Bernarda Nuñes, mujer de Rafael Martín
en el Pago de Las Arenas de La Orotava,
de treinta años de edad al parecer y sus
hijos: Domingo, Antonio y Rafael.
Juana y Antonia Galano vecinas del
Pago de Las Arenas y Domingo Galano.
Manuel Eugenio, español que enseñaba
las primeras letras a niños, María Lugo
su mujer, Dominga su hija y Rita Lugo
su cuñada, vecinos del Pago de Las Arenas. Juan Bueno, su mujer María Medina y Carlos su hijo, vecinos de Las
Arenas de la Orotava. Juana Martín,
mujer de Francisco Álvarez, hija legítima de Andrés Martín y de Ana María Nuñes, vecina de este Puerto de la
Cruz. Juan Álvarez, Petra Álvarez,
Francisca Álvarez, hijos de Francisco
Álvarez y de Juana Martín, dos de los
cuales fueron hallados en medio de los
escombros de su casa en la Calle de Las
Cabezas y Josef, hijo natural de Juana
González, vecino de este Puerto del Pago de San Antonio.” Días más tarde,
“en doce de noviembre fue conducido
al Camposanto de este Lugar y Puerto
el cadáver de Mateo Hernández, marido de María Valentina, hijo legítimo
27
EL DÍA, jueves, 11 de abril de 2013
EN PORTADA
de Fernando Hernández y de María Valentín naturales y vecinos de este
Puerto en el Pago de San Antonio. Falleció el día anterior a los cincuenta y
dos años de edad, al parecer de haberle
traído el agua del aluvión acaecido el
siete del presente desde dicho pago
hasta la calle de Las Cabezas; confesó
y no se le pudo administrar más sacramentos, no testó”(16).
Desde La Orotava sus clérigos nos
legan este testimonio, cuando “el día
siete de noviembre de mil ochocientos
veinte y seis comenzó un fuerte aluvión
desde las diez u once de la mañana,
duró hasta las ocho del día nueve haciendo imponderables estragos, derrumbando casas, abriendo nuevas barranqueras, llevándose muchas tierras
y personas no solo de esta isla, sino
también de las demás, cuyo número de
difuntos aún no se sabe fijamente, pero
entre este pueblo, Realejos, Puerto de
la Orotava, San Juan de la Rambla y
Guancha habían sido trescientos más
o menos y de los de esta parroquia sólo
se han encontrado los que constan en
las partidas siguientes.
Estos son algunos de dichos registros: el día 9 José Méndez fue enterrado en la ermita de San Jerónimo,
también Juana, de 14 años, y María de
22, hijas naturales de María Canaria
en dicha ermita por ser inaccesible al
cementerio, junto a Juana Farrais y
María Rodríguez, de 14 años. Afortunadamente, disponemos de un
balance de daños descrito por los
sacerdotes, en el que se “manifiestan
los estragos que causó en la isla de
Tenerife el temporal (...) en los veintiún
pueblos que componen el distrito de la
subdelegacion de policía del partido de
La Orotava. Pérdida de personas, animales y valor de terrenos destruidos y
noticias sobre este acontecimiento
terrible”. (fig. 1)
La siguiente anotación nos aclara
que “en las 32 personas muertas que
van anotadas en el Puerto de la Cruz,
se cuentan las quince que se ahogaron
de las 19 de la fragata francesa “La
Joven Gabrielle”, que con el mismo
temporal en estas peñas la madrugada
del 8 sin haberse visto de tierra el día
antes. Los dos barrancos en medio de
los cuales está situado el Puerto arrastraron tanto material que retiraron el
mar 250 varas el del poniente y 200 el
del naciente, en donde arruino una fortaleza que no se repone en cuatro mil
pesos. El del poniente que baja a dicho
Puerto por la Montañeta llamada del
Fraile, es tanta su extensión en el día,
al pie de ella que siendo anteriormente
de 50 a 60 varas de ancho tiene ahora
422 varas. En la Villa de La Orotava
formó el aluvión doce barrancos de más
de los que había en sus contornos. Dos
hombres del lugar de la Guancha y que
uno de ellos se hallaba en la isla de la
Gomera conoció allí el cadáver de su
amigo y compañero entre los que la corriente del mar llevó a dicha isla. En
los trece pueblos del partido que no van
anotados no hubo perdida de personas,
pero fue tanto el estrago que causó el
viento que en algunos levantó tejados
y arrancó los arboles. En los pueblos
de Buenavista, Santiago y Arona tuvieron la curiosidad de valorizar los terrenos destruidos y llega su valor en los
tres a 22.900 pesos corrientes”. Mientras, el total de fallecidos en La Villa
de La Orotava ascendió a 118 personas (87 adultos y 31 niños), recibiendo
sepultura eclesiástica tan sólo 18 por
lo que los desparecidos o “llevados por
el mar” sumaron el centenar de vecinos.
Prosigue el relato con otra nota: “A
las once y media del día seis se cubrió
la atmósfera de una nube gruesa
Valle de La
Orotava y el Teide
en 1925. Joaquim
González
Espinosa./ FEDAC
FIG. 1
Puerto de la Orotava
La Orotava
Realejo Alto
Realejo Bajo
La Guancha
La Rambla
Icod de los Vinos
Santa Úrsula
Total
(1) El Eco del Comercio Nº 791, miércoles 30.11.1859.
Santa Cruz de Tenerife.
(2)Berthelot, Sabino, Primera Estancia en Tenerife
1820-1830, pp 187-194.
(3)Álvarez Rixo, José Agustín, Anales del Puerto de
la Cruz de La Orotava (1701-1872) pp 291-296 y Noticias Biográficas de algunos isleños canarios, pp 8595.
(4) Du Cane, Florence, Las Islas Canarias, p 40.
Esta autora da erróneamente el año 1820 como fecha
del aluvión.
(5) Murray, Elisabeth, Recuerdos de Tenerife, pp
161-166. Donde se ofrecen cifras de fallecidos y desperfectos aproximadas a las presentadas en este tra-
acompañada de un viento sur muy violento y una agua estropeada que duró
como una hora, tiempo en que sobrevino un norte igualmente fuerte que parece puso en pugna con el otro viento.
Sus remolinos y continuada agua se
fueron aumentando por grados al paso que extendió sobre la tierra una niebla que aumentó la oscuridad. A todo
esto seguía un ruido espantoso que
constantemente fue en aumento hasta
el día y cesó enteramente a las veinte
y cuatro horas. Aunque el valle permaneció cubierto de nubes no tan densas. En medio del ruido que se ha hecho
mérito, se advirtió un movimiento de
trepidación en la tierra, cuyos golpes
aunque leves se percibieron con frecuencia desde las once de la noche hasta las cinco de la mañana y de sus resultados se cree dimanó el numero de
edificios arruinados (...), Domingo
Hernández Quintero”.(17)
Un último punto es la confirmación
de los desperfectos ocasionados por
Personas
32
118
25
14
52
10
5
1
255
Casas destruidas
31
144
41
9
72
14
311
bajo.
(6) Buch von, Leopold, Descripción Física de las Islas
Canarias.
(7) Browne, D.J. Cartas desde las Islas Canarias,
pp 98-99 y 103.
(8) Realmente este drago fue parcialmente derribado en un temporal de 1819 y finalmente abatido por
otro de 1867.
(9) Browne, D.J. Cartas ..., p 107.
(10) Párroco de Santiago del Realejo Alto (1822-1849),
fue comisionado de la desamortización del convento
de San Juan Bautista del Realejo, falleció el 11.06.1849
a los 62 años.
(11) Para la versión íntegra de este documento remi-
Animales
23
587
344
13
38
1005
Casas arruinadas
6
130
31
167
timos a Álvarez, Leopoldo en www.tiempo.com/ram/151/elaluvion-del-ano-de-1826-resenado-por-el-beneficiado-de-la-iglesia-del-realejo-alto-isla-de-tenerife-don-antonio-santiago-barrios y Hernández García, Jesús Manuel en “162 Aniversario del Aluvión en
el Valle de la Orotava”, La Prensa ELDIA, 20.11.1988.
(12) Por esas fechas ese pago pertenecía a la jurisdicción del Realejo Alto.
(13) Libro 5º de Entierros, folios 156 y 156 vto, parroquia de Santiago de Realejo Alto. Archivo Histórico
Diocesano de Tenerife, en adelante A.H.D.T.
(14) Libro 5º de Entierros, folios 181-182, parroquia
Ntra. Sra. de la Concepción de Realejo Bajo. A.H.D.T.
(15) Párroco de Ntra Sra de la Peña de Francia de
la riada en las tierras del convento de
Agustinas Recoletas de Realejo Bajo,
cuando “hallándose el Convento en la
actualidad con bastante escasez (...)
para atender a la precisa manutención,
como al reparo de las ruinas causadas
por el aluvión de siete del corriente cuyas avenidas dejaron sin cerca la propiedad principal del Monasterio y demolieron las paredes de la casa que
llaman El Patronato”.(18)
Probablemente, el daño psicológico
fue más duradero que el material,
quedando presente en el subconsciente colectivo. El balance de este análisis arroja 189 muertos en los tres municipios actuales del Valle de La
Orotava, por lo que el número de fallecidos ascendió aproximadamente al
1% de su población. No obstante, la
cifra debió de aumentar debido a posteriores fallecimientos de heridos y
por el descenso del nivel de vida, empeoramiento de las medidas higiénicas y aumento de las enfermedades,
cifra difícil de evaluar, pues en los registros parroquiales no constan esas
coyunturas.
Nota de los autores:
Nuestro agradecimiento a las personas e instituciones que han brindado su ayuda para la feliz conclusión
de este trabajo, especialmente al personal del Archivo Histórico Diocesano
de Tenerife y del Archivo Histórico
Provincial de Tenerife.
Puerto de la Cruz (1815-1862) y mecenas de la misma; la construcción de su torre y la remodelacion de
la fachada corrieron a costa de su peculio, falleció en
1862 a los 84 años.
(16) Libro 9º de Entierros, folios 46, 46 vto y 47,
parroquia Ntra Sra de la Peña de Francia, Puerto de
la Cruz. A.H.D.T.
(17) Libro 11º de Entierros, parroquia de San Juan
Bautista de La Orotava. A.H.D.T. Remitimos a este volumen para la consulta de la relación completa de fallecidos en La Villa de La Orotava.
(18) Libro de Actas del Convento de Recoletas Agustinas del Realejo, 1824-1833, p 15. CONVENTOS 3281.
Archivo Histórico Provincial de Tenerife.
28
jueves, 11 de abril de 2013, EL DÍA
PATRIMONIO
GÜÍMAR: LA EVOLUCIÓN DE
la plaza de San Pedro
Textos: Rafael Cedrés Jorge
E
ste trabajo de investigación
se centra en presentar la
evolución del diseño de la
plaza de San Pedro, de Güímar, desde sus inicios, por
el año 1610, hasta la actualidad. El documento se centra en presentar los cambios arquitectónicos sufridos en el
entorno desde una perspectiva gráfica,
recurriendo a las imágenes e información
que obran en los documentos históricos existentes.
El documento recoge también un
apartado dedicado a las actividades
comerciales y lúdicas que se han producido en la plaza y los edificios que
la circundan, centrándose principalmente en aquellas que han perdurado
a lo largo del tiempo. De esta forma el
lector podrá hacerse una composición
global del entorno desde varios puntos de vista, lo que ahondará en la comprensión del desarrollo del lugar.
La plaza de San Pedro de Güímar
se conforma en torno al nuevo núcleo
de población que se originó como resultado de la expansión del barrio de San
Juan (Güímar de Arriba), lugar donde
se fundó el pueblo en 1500. Su origen
está precedido de la construcción de
la primera ermita, que se conoció como
la “ermita del Señor San Pedro del Tanque”, al ser construida junto a un tanque de agua (para regar los cultivos de
las zonas bajas) en el periodo 1602-1608
por el maestro cantero Pedro de Savalía. Se trataba de una edificación de una
sola nave y planta rectangular, con un
acceso formado por un arco de cantería
de tosca. El templo se abrió al culto en
1610.
Durante el siglo XVII se fue consolidando el núcleo de Güímar en torno
a esta ermita, que en 1630 se convirtió en parroquia dotándola de piedra
bautismal y del Santísimo Sacramento.
En esta etapa pasó a denominarse iglesia de San Pedro. En 1731 dispone de
dos capillas (La del Rosario y la del Carmen). En 1737 se considera que el pueblo tiene iglesia decente. En 1765 se cataloga la tercera capilla (la de las Ánimas); el templo además ha sido mejorado añadiendo retablos, coro y
órgano.
Llegado el año 1794 se inician obras
de reforma y reconstrucción, añadiéndole dos naves y aumentando la
altura existente. La reconstrucción se
realizó según los planos de Bernardo
Torres Marrero, Estas obras se finalizaron sobre 1805. La nueva portada se
construyó de cantería labrada en es-
tilo barroco por don Juan Agustín García, así como las columnas interiores
y los arcos de medio punto de separación de las naves.
Entre 1821 y 1828 se construyó la torre
de la iglesia por Juan Nepomuceno Verdugo en estilo clasicista. En años
posteriores se mejoró su interior con
nuevos retablos, tabernáculos, púlpito
y otros elementos. De su interior
podemos destacar las imágenes de San
Pedro, Virgen del Socorro, San Pablo,
el Cristo de la Agonía, Inmaculada Concepción, Virgen de los Dolores, Virgen
del Carmen, Cristo de las Tribulaciones, siete retablos, vidrieras, tabernáculo
tallado en madera y plata y el púlpito
de madera.
No obstante, no se ha podido datar
una fecha concreta del origen de la plaza al no existir referencias documentales históricas de cuándo comenzó a
construirse la primera explanada que
diera paso a la futura plaza. Las referencias documentales de finales del siglo
XIX especifican que la iglesia daba a
una explanada abierta denominada
“llana de San Pedro”, delimitada por
plantaciones de plátanos. Este espacio se encontraba comunicado con la
plaza de Santo Domingo por la calle
del mismo nombre.
En 1827, con motivo de la fiesta de
San Pedro, ya se decoraba con guirnaldas de flores, arcos decorados con ramas
y colgaduras en las fachadas de las casas
y frente de la iglesia. En 1887 se aco-
mete la construcción del tercer cuerpo
de la torre de la iglesia para instalare
el reloj.
La primera obra que delimitó el espacio central de la plaza se acometió en
el año 1900. El objetivo era construir
un área delimitada por un muro que
a su vez sirviera para rellenar el espacio
central de tal forma que se allanara la
superficie de la misma y se redujese
la pendiente. La plaza se inauguró en
las fiestas de San Pedro.
En 1918, la casona, propiedad de don
Pedro Pérez Delgado, situada junto a
la iglesia de San Pedro es ocupada por
la Sociedad Recreativa y Cultural Casino de Güímar. 1923 fue el año en el
que se planteó el proyecto de ejecución del nuevo acerado de los laterales de la plaza,
En 1924 se inaugura el antiguo teatro-cine, propiedad de José Ávila y Jerónimo Delgado Marrero. Se accedía por
una escalinata que partía desde una
de las calles que bordean la plaza. Formó
parte del entorno hasta finales de 1959,
cuando un temporal que asoló la isla
destrozó la cubierta, permaneciendo
intacta la fachada. Terminó por desaparecer 1989, cuando se demolió lo que
quedaba de la estructura, pasando a
convertirse en un aparcamiento público.
Este mismo año, el ayuntamiento
cuenta con un proyecto de reforma de
la plaza de la Iglesia redactado por don
Luis Díaz.
El ayuntamiento, en octubre de 1927,
La plaza de San
Pedro según un
grabado de J.J.
Williams para
Sabino Berthelot de
1827-28. ARCHIVO
DE RAFAEL CEDRÉS
redacta el proyecto de ejecución de obras
de adecuación de la plaza de la iglesia para convertir el entorno en un espacio armonizado y reducir las pendientes,
al considerar que el proyecto de 1924
no se adecuaba a las nuevas directrices de armonía del entorno fijadas. Para
ello se plantea modificar la rasante actual,
ensanchar la plataforma de la plaza,
dotarla de pretil artístico en piedra artificial e hierro, instalar escalinatas de
acceso a la plaza y a la iglesia, dotación de arbolado centralizado, instalación de balaustrada de piedra artificial frente a la iglesia y adoquinado,
así como la instalación de alcantarillado
y sistemas de recogida de aguas pluviales. El presupuesto de esta obra ascendió a 189.841,12 pesetas (1.140,97 €).
En 1931 se plantea en el ayuntamiento
la necesidad de arreglar los paseos laterales de la plaza, ya que el espacio central es insuficiente para albergar toda
la gente que acude a las fiestas. No obstante, no se considera un asunto urgente ya que se están estudiando nuevos proyectos de remodelación. Don
José Ávila García solicita autorización
para modificar la facha del teatro-cine
para adecuarla a las nuevas necesidades
del cine en 1932. Finalmente, nunca
llegó a ejecutar esta obra.
En septiembre de 1941 se redacta la
memoria para modificar las rasantes
y repavimentar las calles adyacentes
a la plaza. El proyecto no contempla
modificar la fisonomía de la misma.
29
EL DÍA, jueves, 11 de abril de 2013
PATRIMONIO
Además, se mantienen las alineaciones de las vías existentes. El pavimento
a utilizar es del tipo macadán asfáltico
en tres capas. Las aceras proyectadas
se ubicarán en los bordes laterales de
la plaza, con un ancho de 1,25 metros,
utilizándose losetas de cemento comprimido sobre firme de hormigón y bordillo de piedra basáltica. Las obras se
iniciaron el 17 de septiembre de 1945
por don Luis Díaz de Losada y García
por un importe de 52.800 pesetas (317,33
€), finalizándose el 30 de noviembre
de 1945. Aprovechando la ejecución de
estas obras, en octubre de 1945 se acomete una modificación de la planta de
la plaza añadiéndole una acera en medio
punto por la parte que da al frente de
la iglesia, por un importe de 7.724,30
pesetas (46,42€).
En junio de 1947 se procede a acometer las obras de sellado o refinado
de las calles circundantes a la plaza y
la explanada ubicada frente a la iglesia de San Pedro con asfalto, arena y
gravilla por un importe de 9.990 pesetas (59,50€).
En 1951 se plantea dotar a la plaza
de un sistema de alumbrado público
que permita mantener todo el espacio
iluminado de forma eficiente. Para ello
se plantea ubicar 14 farolas distribuidas en cinco series paralelas entre sí
de norte a sur, salvo en la primera serie,
que solo llevaría dos. Ocho se colocarían sobre postes de acero y el resto suspendidas por cables. Finalmente, en
1953, se modifica el proyecto sustituyendo las 6 farolas suspendidas por dos
pilastras y dos columnas de doble brazo
para ubicar 13 armaduras paras lucetas de 250 w. El coste de esta instalación ascendió a 28.825,15 pesetas
(173,24 €). La obra fue ejecutada por
Hidroeléctrica de Güímar, S.A.
En diciembre de 1965 se redacta la
memoria para las obras de modificación de la plaza de San Pedro, para lo
que es necesario talar los árboles
existentes en la plaza por quedar
fuera de escala del futuro conjunto y
para evitar daños en la obra final producidos por las raíces de los mismos.
Otro de los objetivos buscados es
reducir al máximo la pendiente de la
plaza, reparar las aceras colindantes,
ensanchar y reparar las vías que la circundan así como dotarla de nuevo alumbrado. El coste de la obra ascendió a
1.578.311,69 pesetas (9.485,84 €),
siendo ejecutada por el contratista don
Antonio Pérez Campos, que la finalizó
en mayo de 1968. La nueva plaza tendrá además una fuente por el lado más
cercano a la iglesia consistente en una
serie de escalinatas. En esta se instaló
una obra del artista Enrique Cejas Zaldívar, consistente en una pareja de niños.
En 1966 se solicita la permuta de la
Casa Rectoral por la casona de los Cáceres, para edificar en el lugar que esta
ocupa la plaza y monumento al obispo
don Domingo Pérez Cáceres, quedando esta plaza como anexa a la principal. En 1968 el Casino pasó a ocupar su actual sede. La casona se
demolió este mismo año.
En 1969 se redacta el proyecto de desmonte y nivelación del solar anexo a
El lateral izquierdo de la plaza según se mira desde la parte baja. Imagen de 1920./ AYTO. DE GÜÍMAR–FONDA MEDINA
La plaza en 1870. / FOTO AYUNTAMIENTO DE GÜÍMAR–FONDA MEDINA
la plaza para la futura construcción del
monumento al obispo Pérez Cáceres.
Las obras se ejecutaron y finalizaron
en julio de 1970 por un importe de 81.000
pesetas (486,82 €) por don José Fariña
Medina. En octubre de 1970 se acomete
la obra de construcción de los muros
de contención de la futura plaza y monumento por un importe de 155.500 pesetas (934,57€).
La construcción de la plaza anexa a
la de San Pedro que ubicará el monumento al obispo se inicia en 1971 con
la aprobación del proyecto y presupuesto
para la misma por importe de 143.693,10
pesetas (863,61 €). Las obras fueron realizadas por don Antonio Pérez Campos,
que las finaliza en julio de 1972. La ejecución consistió en el enchapado de
las paredes del entorno en color formando dibujo, instalación de pérgolas, colocación de peldaños, y restauración de la pared lateral lindante de
la iglesia. Se inauguró el 29 de junio de
1972. La obra escultórica del obispo Pérez
Cáceres fue realizada por Enrique
Cejas Zaldívar, ganador del concurso
de proyectos para la ejecución del monumento. Lamentablemente, esta escultura de cuerpo entero del obispo fue
víctima de diversas acciones vandálicas.
Entre 1981 y 1991, la plaza sufrió diversas modificaciones y reparaciones
menores. En 1999 se iniciaron las
obras de reforma de la plaza y las de
la plaza anexa, dedicada al obispo Pérez
Cáceres. Las obras se acometieron en
tres fases; fue una obra promovida por
el Cabildo de Tenerife y ejecutada por
el ayuntamiento con una inversión de
191.490.040 pesetas (1.150.878,32 €).
Los objetivos de esta remodelación consistieron en la supresión de los aparcamientos de las calles que rodean la plaza,
lo que permite ampliar el ancho de la
misma, consiguiéndose por tanto devolver a la explanada su antigua dimensión. Se eliminó del entorno el asfalto, quedando las aceras y vías laterales rematadas con el mismo material, dando un aspecto de continuidad.
Se ha rehabilitado la plaza del Obispo
anexa, reubicándose la escultura en un
lugar más visible. También se ha
dotado a la plaza de nuevo alumbrado,
lo que le permitirá disponer de mayor
iluminación. La inauguración de las obras
se realizó el 5 de septiembre de 2001.
En el año 2012 se añadieron al entorno elementos de mobiliario urbano
(macetones y bancos).
Los nombres de la plaza
A lo largo de la historia, la plaza ha tenido
varias denominaciones, en algunos casos
debido a las situaciones políticas de la
época y en otros casos simplemente por
comodidad. En este sentido, era muy
típico designarla simplemente como
“plaza”, especialmente en los documentos, como sistema de abrevia-
tura. También se mantenía esta abreviatura posiblemente porque se copiaba
la referencia de unos documentos a otros.
Podemos encontrar incluso la denominación de “plaza de la Iglesia” en
periodos donde el nombre oficial era
el acordado por el pleno municipal. Los
nombres oficiales que ha tenido este
espacio son los siguientes:
Llano de San Pedro. Desde su creación hasta aproximadamente 1820
(fechas estimadas por encontrarse en
algún documento alguna referencia a
este nombre).
Plaza de la Iglesia. Desde 1820 (año
que se ha estimado por referencias documentales) hasta 1931.
Plaza de la República. De 1931 (por
acuerdo del pleno municipal de fecha
8/8/1931) a 1936 (por acuerdo del
pleno 4/11/1936).
Plaza de San Pedro: desde 1936
hasta hoy.
La actividad en la plaza:
En torno a la plaza, a lo largo de la historia se desarrolló una actividad marcada por los usos de las fincas y construcciones que la han circundado. La
actividad inicial de la explanada o Llano
de San Pedro debía de ser puramente
agrícola, ya que sus alrededores estaban conformados por plantaciones de
plátanos así como por un secadero de
tabacos y una bodega. Desde el punto
de vista comercial, las primeras actividades de la que hay constancia
documental en las licencias fiscales datan
de 1873, consistentes en una notaría,
ventas de aceite y vinagre. Posteriormente, a lo largo del tiempo han existido ventas de tejidos, mercerías, figoneo,
médicos, ultramarinos, abacerías, ventas de muebles, comercios de comestibles, cafés, fabricas de gaseosas,
barbero, farmacia, venta de objetos de
oficina, abogados, notaría, venta de coches, etc. También tenemos las actividades religiosas, musicales y lúdicas
que se celebran prácticamente desde
que la plaza existe. A modo de resumen destacamos las siguientes actividades por ser las más conocidas, señaladas en el plano adjunto por el
número correspondiente:
(1) La principal actividad que se conserva hasta la actualidad es la religiosa,
que se celebra desde la inauguración
de la primera ermita, en 1610. A lo largo
del tiempo ha vivido principalmente
las fiestas de San Pedro, las romerías
del Socorro, la Semana Santa y la coronación canónica de la Virgen del Socorro. Por estas actividades se ha visto engalanada en innumerables ocasiones.
(2) La actividad bancaria se instaló
en otra de las casas que daban a la plaza, concretamente la primera sucursal de la Caja de Canarias y Monte de
Piedad (hoy CaixaBank), desde 1930
hasta 1982. Además, en esta casa vivieron don Ignacio García del Castillo
(1770-1870), teniente coronel graduado de Milicias, gobernador de armas, alcalde y depositario de Güímar.
También nació en ella don Ignacio González García (1875-1964), juez municipal
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30
jueves, 11 de abril de 2013, EL DÍA
PATRIMONIO
® viene de la página anterior
y alcalde de Güímar, consejero fundador del Cabildo y presidente del Sindicato Unión de Exportadores.
(3) Estuvo también la carnicería de
don José y, actualmente, un bar.
(4) Fue un espacio dedicado a la agricultura, hasta que hace unas décadas
se construyó el edificio conocido como “edificio de Don Radamé”, que
actualmente alberga viviendas y la sede
de la sucursal de CaixaBank, abriéndose además el pasaje peatonal Aniceto
Alberto.
(5) Uno de los primeros practicantes de Güímar, don José Primo Leonato
(conocido como “el médico chiquito”),
se instaló en una casa de la plaza, viviendo en la primera planta. La planta
baja albergaba el bar de Pedro Hernández de León, conocido como
“Maestro Pedro”. En el sótano
de la misma casa estaba la
fábrica de gaseosas y refrescos propiedad de don Braulio García Campos. También albergó la sede del
Banco Central.
(6) En la parte izquierda de
esta edificación estaba la oficina de Otón García, en la
planta alta; y en la parte baja
la tienda de doña Carmen Hernández, donde se forraban
botones o remallaban medias,
entre otros trabajos curiosos.
(7) Fue vivienda la consulta
del doctor Néstor Marrero García, el bazar y tienda de electricidad
de don Domingo González González
y recientemente, una tienda de modas.
(8) Sede de la farmacia de don
Antonio Cervós Cinto, antes de que se
trasladara a la ubicación definitiva (10);
la mercería de doña Florinda Campos,
esposa de don Miguel Castillo, autor
del emblemático pasodoble “Al Socorro”, y más recientemente un videoclub.
(9) Estuvo también la barbería de don
Vicente Bethencourt y el almacén
(tienda) de telas de Dolores Baute.
(10) El primer negocio que existió en
esta casa fue el comercio de don Ángel
Hernández, dedicado principalmente
a la venta de víveres. Sobre 1900* se
asoció con Fumero, creando el negocio de “Hernández, Fumero y Cía”. En
1928* fue vendido a los Hermanos Quesada Llarena (José y Matías), que
continuaron con la actividad comercial y de préstamo de dinero. El 25 de
diciembre de 1930 el comercio sufrió
un incendio, que lo destruyó en su totalidad.
La primera farmacia existente en la
plaza se instaló en el año 1928, propiedad
de don Antonio Cervós Cinto; tuvo su
primera sede en la calle San Pedro Arriba,
trasladándose posteriormente a la
plaza, primero al mismo lugar que posteriormente ocupó la tienda de doña
Florinda (8) y posteriormente (en el año
1931/1932*) al lugar que ocupó la
venta de los Hermanos Quesada. En
el año 1941 pasó a denominarse Farmacia Roda (o Roda-Vera), propiedad
de doña Adela Roda García, farmacéutica, y de don Antonio Rodríguez
Plano de la plaza
con los inmuebles
numerados que se
detallan en el texto.
Arriba, imagen del
lugar según una
postal de
1969/1970.
ARCHIVO RAFAEL
CEDRÉS
Vera y Bonafox, licenciado en Ciencias
Químicas. A partir del año 1988* pasó
a denominarse Farmacia San Pedro. Inicialmente, contaba con un laboratorio y fábrica de productos químicos,
principalmente insecticida, tomando
como base el petróleo (10).
(11) Otra vivienda fue sede de la sucursal del Banco Hispano-Americano
hasta 1999. Posteriormente fue un locutorio.
(12) En 1931 se instala en otro edificio la primera sede del Banco HispanoAmericano, trasladándose posteriormente al edificio de la esquina opuesta (11). Además ha albergado una
vivienda y peluquería.
(13) Vivienda.
(14) Inmueble que comenzó siendo
un empaquetado de tomates, luego carpintería y sede de un sindicato obrero.
En tiempos de la Guerra Civil fue los
salones del Auxilio Social, donde
acudían los necesitados a comer.
También estuvo aquí la sede del Frente de Juventudes (conocido como
“los flechas”). Más recientemente
fue utilizado como sede de una empresa de máquinas recreativas.
(15) Al fondo del callejón o serventía (F) estuvo el bar “El Cañizo”.
(169 Diariamente se colocaba en esta
esquina el carrito de Amelia.
(17) El teatro-cine aportaba la actividad cultural desde 1924 (el 17 de febrero de 1924 se proyectó la película
“Los cuatro jinetes del Apocalipsis”)
hasta 1959, año en el que un temporal destruyó la cubierta. En 1989 terminó por convertirse en un aparcamiento público descubierto.
(18) Casa Rectoral o Parroquial, que
en 1966 fue permutada para instalar
en ella la Sociedad Recreativa y Cultural Casino de Güímar.
(19) Vivienda, primera oficina de Telefónica y sede de la Caja Social (Sindical), pasando este local a utilizarse por
una armería y tienda de deportes. Otro
de los locales del edificio ha albergado
la sede de varios partidos políticos.
(20) Viviendas, tienda de muebles
y electrodomésticos, una notaría,
abogado y gestoría. En 1906 en la antigua casita existente, residía el cura hasta
que se edificó la casa rectoral. Posteriormente fue la vivienda del sacristán.
(21) La casona de los Cáceres/Baulén en un principio era destinada a secadero de tabacos y bodega en la parte
baja, mientras la alta era vivienda. En
1918 se instala en ella la Sociedad Recreativa y Cultural Casino de Güímar, que
la ocupa hasta 1966 en que la sociedad se traslada al lugar que ocupaba
la Casa Rectoral. Actualmente el emplazamiento de la casona es ocupado por la plaza homenaje al obispo
Pérez Cáceres.
(22) En el espacio interior que quedaba, delimitado por la iglesia y la casona, existía edificaciones destinadas
a vivienda.
23) La caseta o kiosco existente junto
a la escalinata de la iglesia, conocido
como el bazar, se utilizaba como
tómbola parroquial con fines benéficos. Se encargaba de él doña Emelina
Campos.
La plaza también ha sido el escenario
utilizado por la banda de música de Güímar, de La Orotava, de La Laguna y de
Santa Cruz, entre otras, para sus conciertos, así como por otras agrupaciones
musicales y culturales. En las últimas
décadas, además, la actividad de
plaza se ha incrementado con la realización de fiestas, bailes, verbenas,
pequeñas ferias, teatros improvisados,
actividades deportivas, actuaciones de
bandas de música y otras actividades
lúdicas.
La plaza y su red de comunicaciones
En la plaza convergen varias calles, además de la vía que la circunda. A lo largo
de la historia, el espacio rectangular
se ha mantenido, aunque si han sufrido
cambios las vías de comunicación que
se inician en ella:
(A) Calle de San Pedro Arriba.
(B )En los orígenes de la plaza era un
barranquillo. Actualmente es la calle
Teobaldo Power.
(C) Pasaje peatonal Aniceto Alberto.
(D) Calle Santo Domingo.
(E) Calle San Pedro Abajo.
(F) Serventía.
(G) Acceso de vehículos desde la avenida Obispo Pérez Cáceres.
(H) Callejón, que hoy lleva el nombre de Coronación de la Virgen. Tenía
un arco hoy desaparecido.
(I) Cuesta del Rincón, hoy Calle Arafo.
(J) Espacio que quedaba entre la iglesia y la casona. Hoy forma parte de la
plaza del Obispo Pérez Cáceres junto
con el espacio que dejó la Casona al
ser demolida.
(K) En el centro de la explanada, la
plaza.
*Fechas estimadas, sin que se haya
podido concretar el año preciso del hecho.
FUENTES DE INVESTIGACIÓN:
Ayuntamiento de Güímar - Archivo.
Iglesia de San Pedro - Archivo.
Obispado de Tenerife – Archivo.
Biblioteca Municipal Central de Santa Cruz de
Tenerife - TEA.
Constituciones y Nuevas Adiciones Sinodales
del Obispado de las Canarias. 1737.
Historia de la religión en Canarias. Editorial
Cervantes. 1957.
Don Isidro Jesús Cedrés González.
Don Fulgencio Cedrés González.
Don Cirilo Mesa.
Don Fabián Pérez.
Don Carlos Filpe
Don Ángel Hernández Rodríguez.
Pedro Damián Hernández Hernández.
Periódico Diario de Avisos.
Periódico El Día.
Librería Canaria.
31
EL DÍA, jueves, 11 de abril de 2013
Perfiles etnográficos para una genuina cultura de jable
(VIII)
Penitencias por copular
Texto: Emiliano Guillén Rodríguez. Periodista. Cronista oficial
Atendiendo a los registros encontrados en los libros de matrimonios referentes a siglos pasados, se detecta que, por lo general, eran frecuentes
las parejas que hacían vida marital fuera del sacramento. Cuando estos emparejamientos naturales decidían regularizar su situación ante
Dios y ante la sociedad, especialmente a los necesitados de dispensa eclesiástica por razones de consanguinidad, se les aplicaban, previas
a la concesión del perdón, unas penitencias públicas muy humillantes y vejatorias, especialmente para la mujer. El grado de ultraje se
incrementaba con visible notoriedad en el caso de que los aspirantes hubiesen tenido hijos durante la convivencia extramatrimonial (cópulas
fecundas). Para descargo de los sacerdotes, quepa decir que los obispos estaban bastante más alejados de ellos que sus feligreses, a quienes
realmente se debían.
N
ormalmente, cuando se
confiesan los pecados o
faltas cometidas contra
la ley de Dios, sus ministros, los sacerdotes, imponen castigos o penitencias acordes con
la gravedad de la infracción y el número
de quebrantos cometidos. En otro tiempo no muy lejano, cuando una pareja natural convivía realizando vida marital sin
antes haber recibido el sacramento matrimonial, llegado el momento de regularizar su situación, especialmente para
provecho de sus hijos, considerados legalmente hasta tanto como naturales y no
legítimos, alcanzado ya el momento de
solicitar el reconocimiento espiritual de
la unión, los clérigos les alentaban, especialmente a la mujer, a que lo hicieran para “no quedar notablemente disfamadas”, porque las entradas y salidas,
trato y comunicación que habían tenido
con sus parejas las condenaba a la deshonra. Por ello, las amenazaban aseverando que no hallarían “otro de igual condición con quien casarse” y quedarían
“expuestas a los riesgos y peligros del
mundo”.
Cuando la enmienda de la situación se
podía llevar a cabo sin precisar otro trámite de carácter externo, los curas locales los casaban sin mayor dificultad o impedimento, en su propio beneficio y el de
sus descendientes. En el caso de que fuese
preciso solicitar la dispensa por consanguinidad de cualquier grado hasta el cuarto,
la Administración eclesiástica siempre
emitía un auto de obligado cumplimiento para alcanzar la indulgencia. La sentencia emitida contenía toda una serie
de imposiciones precisas de cumplir para
la consumación de la penitencia.
En todos los casos las penas eran ciertamente vejatorias y especialmente indignas para la mujer, como se verá. El grado
de humillación social estaba supeditado
a la tenencia o no de hijos (cópulas fecundas). Para este último caso, los sacrificios impuestos para la expiación podrían
alcanzar extremos muy poco deseables
para ambos miembros de la pareja. En
la súplica de solicitud, la mujer declara
que lo hace por la angustia del lugar, pobreza y falta de dote; así también porque es mayor de veinticinco años (mayoría de edad). Confiesa que “se conocieron carnalmente llevados por la fragili-
dad humana e incitados por la
ocasión”, rogando la absolución
por los apareamientos que
hayan cometido. Aclaran además que la copulación no ha
sido con la finalidad de obtener la dispensa sino por las causas ya reseñadas.
Para el primer caso, sin tener hijos, cuando los solicitantes
admitían el reconocimiento
de la convivencia sin que en ella
“mediase maldad”, si argumentaban además que las entradas
y salidas a las casas del uno y
del otro “no han sido procuradas
ni solicitadas con ánimo e intención de que de ellas resultase la causa de la disfamia, o
para que fácilmente se les
dispense, sino que han sido casuales y ajenas de toda malicia”, la imposición se amortiguaba sensiblemente. Veamos
uno de los muchos casos recogidos en los Registros Parroquiales.
Pedro Marrero y María de
Candelaria, convivientes en pareja natural, solicitan la susodicha dispensa por parentesco
en tercer grado de consanguinidad, sin haber procreado
hijos (sin haber efectuado cópula fecunda). Se les impone, por ello,
como condición previa para poderla obtener la asistencia a las tres misas mayores en las que serán amonestados y permanecerán en pie y descubiertos junto
a la grada del altar mayor, mientras se
leen las amonestaciones y después hasta el Sanctus, a cuyo tiempo se arrodillarán hasta que el celebrante consume
el sacramento, y se volverán a poner en
pie hasta que se acabe la misa,”y no se
dé esta dispensación hasta después de
cumplida la penitencia”. Para su verificación es indispensable la firma de varios testigos presenciales.
Para Juan Perera, de La Granadilla, parroquia de San Antonio de Padua, y para Juana
Leonor, vecina de Arico, parroquia de San
Juan Bautista, casados en esta última el
29 de abril de 1707, mediando cópulas
fecundas y relación de parentesco dispensable, a la hora de la solicitud reguladora se les impone una sanción tan ejem-
el día en que, por los párrocos, fuesen
informados los interesados de los contenidos del auto (léase, del total del cuerpo
de la dispensa provisional), están obligados a la asistencia al templo todos los
viernes y hará cada uno una estación rezando cinco Credos, cinco Salves, igual
cantidad de Padres Nuestros y otras tantas Ave Marías. Igualmente a la “ida y
vuelta” un tercio del Rosario.
Además, todos los domingos de los dichos dos meses oirán la misa mayor y asistirán a la explicación de la doctrina cristiana, y en su parroquia cada domingo
harán una estación rezando cinco Padres
Nuestros y cinco Ave Marías.
Durante estos dos meses el varón servirá a la fábrica de la parroquia si hubiese
obra que realizar. Estos trabajos podrían
referirse a mantenimiento, pequeñas reparaciones, e incluso participar en los trabajos de mayor envergadura encomendados a especialistas. Si estas labores no
fuesen precisas, se le condenaba a llevar la cruz en las procesiones. A la parte
femenina se le reservaban e imponían las
tareas más relacionadas con la actividad
doméstica.
La solicitante habrá de lavar la ropa de
la iglesia, la que sirve al culto divino, o
barrer el templo. Estará del mismo modo obligada a participar en los demás misterios en los que “en cada una de las iglesias se les ordenare”.
No satisfechos aún con las imposiciones
descritas, “para que hagan con más fervor esta sentencia, confesarán y comulgarán una vez cada mes”, todo como condición previa para la obtención del permiso solicitado. Añade el documento que
“no se le expedirá la dispensa hasta que,
por ambos, haya sido cumplida la totalidad de la sentencia”.
Por cuanto al párroco se refiere, queda
este en la obligación de separar a los solicitantes, “y que no se les viere juntos.
Procurará que no se vean, traten ni comuniquen hasta que hayan contraído el matrimonio que pretenden”. Aclara el presente
dictamen que se les condena por su “incontinencia y para ejemplo”.
plarizante como envilecedora. Se les aplica
un escarmiento consistente en que, durante los tres días en que habrán de ser
amonestados durante la celebración de
la misa mayor, deberán subir a las gradas del presbiterio, en pie y descubiertos, “él sin capa ni sombrero”, y ella “sin
manto ni mantilla,” sujetando una vela
encendida cada uno en ambas manos;
estarán así hasta la finalización de la misa
y en pie hasta el Sanctus. Luego se arrodillarán hasta que el sacerdote consume
el Sacramento. Se volverán a poner de
pie hasta la conclusión del ritual. A partir de entonces ofrecerán las velas, en manos del celebrante, para alumbrar al Santísimo Sacramento o para las “fábricas”
de sus parroquias (se aclara en plural porque, en este caso, cada uno de ellos pertenece a una parroquia distinta y deberán llevarlo a cabo cada uno en la suya).
Asimismo, por tiempo de dos meses
que empezarán a “correr” (a contar) desde
Ante semejante situación, queda claro
que, para la época, era necesario pensárselo
más de una vez antes de lanzarse a una
convivencia mal vista por el clero. En algunos casos se llega a mencionar incluso
la excomunión mayor. El estamento pobre
sufría con dignidad solemne todo el rigor
de la pena. Los pudientes y colaboradores
podrían, en buena medida, suplirlas por
modestas colaboraciones, tanto en dinero
como en especie.
Cuando el templo parroquial se hallase
lejos del lugar de residencia de los
comparecientes, las penitencias se podrán cumplir en las ermitas que tuviesen más próximas. Finalmente, en los casos
en que se dejase de satisfacer alguno de
los requisitos exigidos, se facultaba al sacerdote para que pudiera suplirlos por algún tipo de limosna; eso sí, para quien
dispusiese de recursos suficientes.
Se sabe de la benevolencia generalizada y de la tolerancia practicada por parte
de los sacerdotes a la hora de aplicarlas.
Los obispados quedaban muy lejos de sus
parroquias, y aún mucho más de sus feligreses.
32
jueves, 11 de abril de 2013, EL DÍA
www.eldia.es/laprensa
Revista semanal de EL DÍA. Segunda época, número 870
LA ANSIEDAD.
Rompiendo etiquetas
Adaptarnos a los cambios, un factor de salud mental
Textos: Lali García.
Psicóloga clínica.
Ginefem (centro integral
para la mujer)
E
s normal que ante situaciones de estrés, cambio,
incertidumbre, ruptura
o pérdida (física, material,
personal, emocional…)
se generen una serie de síntomas: desasosiego, angustia, tristeza, tensión, irritabilidad, nerviosismo, falta de sueño
y/o apetito, o por el contrario, aumento
de los mismos… Todo ello lo podríamos encuadrar fácilmente en este
marco de la ansiedad, o incluso
cuando sufrimos una crisis aguda por
una pérdida, por ejemplo, es frecuente
que hablemos de “crisis de ansiedad”
o “de pánico”.
Sin embargo, estas son circunstancias
dentro de la normalidad, dentro de
lo que cualquier ser humano experimenta ante situaciones de cambio, o
los duros golpes que nos da la vida.
Podemos ante ello pensar que el problema es nuestro –“tengo ansiedad”–, o simplemente aceptar que las
circunstancias han cambiado, que la
reacción que nos provoca es totalmente
normal, y poner en marcha todas esas
estrategias, habilidades y creatividad,
con las que ya contamos, para superar los problemas.
Equivocadamente se nos ha hecho
creer que tenemos control ante la vida,
que esta es lineal, permanente, predecible. La experiencia nos demuestra cada día que basta de un instante
para que todo cambie a nuestro alrededor, y lo que antes considerábamos
que era nuestro día a día de pronto
ha variado. Cuanto antes comprendamos esta realidad, más sencillo nos
será adaptarnos a ella, y menos
sufrimiento nos supondrá.
Vivimos en un momento social de
cambio, de incertidumbre. Es frecuente,
y totalmente dentro de la normalidad,
que se despierten en nosotros sentimientos de estrés, angustia, tensión, ansiedad adaptativa… El que lo
asumamos como expresiones normales
del momento que vivimos nos hará
coger las riendas de nuestra vida y sacar
ese potencial creativo y de superación
de la realidad, viendo el cambio no
como un fracaso, ni aferrándonos a
lo que ya no está, para, por el contrario,
aprender que son oportunidades de
crecer, mejorar y saber de lo que somos
capaces.
Que
una persona se autodiagnostique ansiedad puede dificultar su recuperación
porque identifica esta como una enfermedad y se considera un paciente pasivo
Marcarnos objetivos, repensar un abanico de alternativas ante un mismo
problema, rescatar habilidades y cualidades que aún no hemos explotado, buscar
ayuda, expresar las emociones... nos ayudará a actuar de forma positiva
¿Qué estrategias pueden ayudarnos
a superar las dificultades? En la medida en que restablezcamos nuestras
fortalezas y afrontemos la situación
se verá reducido el sufrimiento que
lleva consigo cualquier avatar de la
vida.
Ponernos metas realistas a corto y
a largo plazo, tanto día a día (pequeños pasos que nos acerquen a lo que
deseamos para nuestra felicidad)
como proyectos de vida (aspiraciones
futuras que nos hagan mover nuestros recursos personales), marcarnos
objetivos, repensar un abanico de alternativas ante un mismo problema, rescatar habilidades y cualidades que aún
no hemos explotado, buscar ayuda
(apoyo en las redes de amistades y familiares, y si fuera necesario en personal cualificado según el problema al
que nos enfrentemos), expresar las
emociones (las emociones no se
hablan, se sienten, permitirnos vivenciarlas; la ira, la rabia, la tristeza…),
buscar medios de descarga (deporte,
artes marciales y/o técnicas orientales), técnicas de relajación, disfrutar
del ocio y el tiempo libre, fomentar
alguna afición (olvidada o generar una
nueva)… todo ello nos va a propiciar
que, ante un cambio, pérdida, o
sufrimiento en la vida, proyectemos nuestro futuro de forma más posi-
tiva, realista y alentadora, siendo los
protagonistas del mismo, en lugar de
recurrir a una etiqueta como la ansiedad o la depresión, que paralizarían
nuestros recursos.
Estamos creciendo continuamente,
aprendiendo cosas nuevas. No es vano el refrán que dice “no te acostarás sin saber una cosa más”. Es
cierto, aprendemos, nos redefinimos, repensamos y reconstruimos a
cada instante. En la medida en que
aceptemos esto como una realidad,
los cuadros de ansiedad y, mucho más,
desarrollar una ansiedad patológica
u otro tipo de trastorno mental será
tan solo algo que aparece en los libros.