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Elgoibartarren
Esanetan
Jabi Leon
Apuntes para la recuperación de la
memoria histórica de nuestro pueblo
Edita: Ayuntamiento de Elgoibar
Traducción: Departamento de Euskara del Ayuntamiento de Elgoibar
Adaptación de las citas al euskara elgoibarrés: Jesús Mari Makazaga
Dibujo de Portada: Yulen Zabaleta
Maquetación y diseño: Jabi Leon
Imprenta: Debape. Elgoibar
ISBN:
Depósito legal:
A mi familia
A mis amig@s
A tod@s l@s elgoibartarras
Presentación
Me resulta difícil describir en unas pocas líneas lo que
sentí como elgoibarresa en la presentación de las conclusiones del proyecto “Elgoibartarren Esanetan” realizada durante las fiestas de San Bartolomé del año 2003 en la Casa de
Cultura de nuestra localidad. El acto, que contó con la presencia de muchas de las personas mayores que han tomado
parte en este proyecto, resultó de lo más emotivo y enriquecedor. No en
vano, el escuchar sus vivencias de juventud me hizo sentirme muy orgullosa por entender que somos descendientes de unos “aitxitxas” y “amamas”
que, a pesar de haber vivido unos años muy duros, hicieron de su trabajo y
de su amor a la familia y a su pueblo, su motivo de vida.
Tenemos que tener presente que debemos a nuestros mayores todo lo que
somos. Ellos han sabido transmitirnos una lengua, una cultura y unas costumbres que ya hemos interiorizados como nuestras. Ahora, tal y como se
recoge en este libro, nos toca a nosotros seguir su ejemplo, cultivando y respetando nuestro patrimonio, para que las futuras generaciones de elgoibartarras puedan seguir teniendo constancia de cuáles son sus raíces; nuestras raíces.
Por último, no puedo despedir esta presentación sin animar a tod@s l@s
elgoibartarras a que dediquen unas pocas horas de su tiempo a la lectura de
este libro que, sin duda, nos traslada a una época, la de hace 70 u 80 años, en
la que nuestros mayores sentaron las bases del Elgoibar que hoy todos conocemos.
La alcalde:
Mª Victoria Aguirregomezcorta
INDICE
Presentación
Capítulo I. El lugar de nacimiento y la familia
Capítulo II. Un día normal
Capítulo III. La escuela
Capítulo IV. Entre amigos
Capítulo V. Buscando pareja
Capítulo VI. Euskera
Capítulo VII. Deporte
Capítulo VIII. Fiestas
Capítulo IX. Cultura
Capítulo X. Comer y beber
Capítulo XI. Vestimenta e imagen personal
Capítulo XII. Religión
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Agradecimientos y bibliografía
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Protagonistas
Introducción
El documento que aquí comienza pretende dar a conocer las conclusiones más significativas extraídas de las entrevistas realizadas a nuestros mayores dentro del programa
“Elgoibartarren Esanetan”.
Dicho de otra forma, este informe es el resultado de un trabajo de documentación e investigación impulsado por el Ayuntamiento de Elgoibar y que persigue ofrecer a los elgoibartarras (especialmente a sus generaciones más jóvenes), una perspectiva general, pero lo más
objetiva posible, sobre la realidad de esta localidad durante la primera mitad del pasado
siglo XX. No se ha tratado, pues, de perderse en la profundidad de los detalles particulares,
sino de ofrecer una visión global de una realidad concreta: Elgoibar y sus vecinos.
Cómo vivían los elgoibartarras las fiestas, cuáles eran sus preocupaciones, sus aficiones,
qué importancia tenía en sus vidas la religión, cuál era su principal medio de subsistencia...
Todas estas preguntas y otras muchas más encontrarán su respuesta en las páginas siguientes. Se ha tratado, en definitiva, de recuperar parte de la memoria histórica de nuestro pueblo. Todo ello basándonos en los testimonios de los propios protagonistas.
I. El lugar de nacimiento y la familia
A comienzos del siglo XX el lugar de nacimiento resultaba determinante en el modo de
vida que, en adelante, iba a llevar cada elgoibartarra. Las diferencias entre el “Modus vivendi” de “baserritarras” y “kaletarras” eran claras; algo que se hacía más evidente durante la
infancia.
Entre las causas principales de estas diferencias están las escasas posibilidades existentes
en la época para desplazarse de un lugar a otro. Esto hacía que, mientras los niños y niñas
residentes en el casco urbano crecían en un ambiente en continuo cambio, los que habitaban
en los barrios rurales apenas eran conscientes de las novedades que se iban sucediendo en
la localidad a medida que la industria iba floreciendo.
Aunque hoy en día pueda parecer extraño, a comienzos del pasado siglo los niños y niñas
de los barrios rurales hacían la vida, casi de manera exclusiva, en su barrio y tan sólo se desplazaban hasta el centro urbano en fechas señaladas como las fiestas de la Trinidad o los
“Sanbartolos”. También solían hacer acto de presencia en las calles de la villa con motivo
de la celebración de aquellos eventos considerados “grandes”, como la procesión de Semana
Santa o la feria de Gabon Zahar, unos actos que nadie, ni “kaletarras” ni “baserritarras”,
estaba dispuesto a perderse.
“Ahora los jóvenes empiezan antes la escuela, todos andan en la calle, tienen los amigos
en la calle... son más libres y andan más sueltos. Nosotros no salíamos de San Lorentzo, a
ningún sitio. No había coches como ahora, ni bicicletas... Había que ir andando a todos los
sitios”.
Joxe Gurrutxaga Lizarralde
Otra de las causas de la diferencia a la que nos estamos refiriendo radica en el hecho de
que, mientras la mayoría de los niños y niñas “kaletarras” disponían de muchas horas para
jugar con los amigos, los vecinos de los barrios desde muy pronto debían colaborar en las
labores del caserío y apenas contaban con tiempo para el ocio. Sin lugar a dudas, el concepto
sobre el tiempo libre que tenían los pequeños “kaletarras” y los “baserritarras” no era el
mismo.
“Durante la infancia los que vivíamos en el casco urbano de Elgoibar pasábamos mucho
tiempo en la calle. No había otra cosa y hacíamos mucho deporte. Ibamos al monte o a
andar en bicicleta. Los jóvenes de ahora manejan bastante dinero, pero nosotros nada. El
cine costaba dos perras gordas, y la paga solía ser un real así que... ¡a ver cómo nos las
apañábamos!”.
Ramon Maiztegi Iriarte
En cuanto al ámbito familiar, tal y como sucedía en el resto de las localidades de nuestro
entorno, las familias elgoibartarras de las primeras décadas del siglo XX eran, en la mayoría de los casos, bastante numerosas. En aquella época a nadie le extrañaba el hecho de que
en muchas de las casas y caseríos del municipio conviviera más de una decena de miembros
de una misma familia. Y es que, además de las figuras de los padres y de los hijos, solía ser
habitual la presencia de, al menos, uno de los abuelos y de algún tío soltero.
El lugar de nacimiento y la familia
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“En el caserío Armaite Behekoa de San Lorentzo vivíamos 11 hermanos y nuestros
padres. Yo era la décima entre mis hermanos... Antes también vivieron allí nuestros abuelos”.
Juliana Zubizarreta Gurrutxaga.
En aquellos casos en los que las familias eran tan numerosas, cualquier casa o caserío, por
muy grande que fuera, se quedaba pequeño para albergar a la totalidad de los miembros. En
la mayoría de las ocasiones los hermanos se veían obligados a compartir tanto la habitación
como la propia cama. Generalmente el hermano mayor lo hacía con el que le seguía en edad
de su mismo sexo y así sucesivamente.
“Nosotros éramos 11 hermanos y a la hora de dormir, si en la casa había habitaciones
con dos camas, nos metíamos cuatro en cada habitación, por lo menos de dos en dos”.
Markos Arregi Iriondo
Juliana Zubizarreta, su marido y sus primeros cinco hijos en la entrada del caserío Aldapa, en el año 1942.
En los caseríos lo habitual era que siempre hubiera alguien en la casa con lo que eran
pocos los baserritarras que optaban por cerrar con llave durante los escasos periodos en los
que se ausentaban. Es más, muchos de los caseríos carecían incluso de cerradura y cerraban
la puerta de entrada con un trozo de madera o de hierro al que denominaban “trankia”.
“En el caserío Maiorta nunca cerrábamos la puerta con llave al salir de casa, ¡ni pensarlo!. Entonces andaba por aquí mucho gitano pero nosotros nunca cerrábamos. Por aquel
entonces había pocas llaves. Cerrábamos la puerta del portal con un hierro que también se
utilizaba para abrir la puerta. Ese hierro se introducía en un agujero y lo llamábamos
“trankia”.
Mariano Elustondo Aizpiri
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Capítulo I
Los habitantes del casco urbano, en cambio, sí optaban por cerrar con llave en la mayoría
de los casos, sobre todo a partir de la Guerra Civil. Entonces Elgoibar era una pequeña localidad donde todos se conocían entre sí, pero la llegada del conflicto bélico trajo a las calles
elgoibartarras numerosas caras nuevas y, como consecuencia, un ambiente de mayor desconfianza. El hecho de cerrar las casas con llave en las calles de Elgoibar se generalizó tras
el periodo bélico. La razón principal fue la llegada masiva desde otros puntos del Estado de
trabajadores para satisfacer las necesidades que demandaban la emergente industria de la
máquina – herramienta y el sector de la construcción.
“Nosotros teníamos un bar en la calle San Inazio (hoy Trenbide kalea) y siempre había
algún familiar allí. De todos modos, cada vez que salíamos de casa cerrábamos con llave”.
Mª Rosa Unzueta Iriondo
Joxe Gurrutxaga con su familia en el caserío Urkiri hacia el año 1930.
El lugar de nacimiento y la familia
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II. Un día normal
Las familias elgoibartarras de comienzos del siglo pasado tenían perfectamente delimitadas las funciones que debía desempeñar cada uno de sus miembros. En el caso de los habitantes de los barrios rurales, lo normal era que el hombre de la casa se levantara hacia las
seis de la mañana para iniciar las labores diarias del caserío. Tras la comida, que se realizaba hacia las doce del mediodía, era el turno de la obligada siesta. Y vuelta al trabajo.
La llegada del domingo o de la jornada festiva se esperaba con especial interés. Esos días,
los baserritarras tenían por costumbre levantarse a la misma hora que el resto de los días,
llevaban a cabo las labores de la cuadra y
se “mudaban” para asistir al oficio religioso que tenía lugar en la ermita del
barrio. Tras la misa, los hombres solían
juntarse en cuadrilla para enfrentarse al
esperado “hamarretako” en medio de un
ambiente alegre y dicharachero. Eran los
momentos de tertulia en los que unos y
otros se ponían al corriente de las buenas
nuevas que habían sucedido a lo largo de
la última semana. Después de haber llenado el estómago, como cada día, tocaba
siesta, que generalmente eran algo más
largas que las de los días laborables. Y al
levantarse, otra vuelta por la cuadra y la
huerta, aunque siempre quedaba algún
momento para conversar con los vecinos.
En el caso de los hombres que trabajaban en la fábrica y vivían en el caserío, lo
Los animales eran imprescindibles para realizar las labo- normal era que se levantaran diariamente
res del caserío.
hacia las seis y media de la mañana.
Muchos preparaban la cuadra antes de
desayunar y, seguidamente, se desplazaban a su puesto de trabajo. Los que podían regresaban al caserío a comer y quienes no disponían del tiempo suficiente lo hacían en la misma
fábrica o en algún caserío cercano. Al finalizar la jornada laboral llegaba el momento de
regresar a casa donde aún quedaban cosas por hacer. Luego era la hora de la cena y, entre
las nueve y las diez de la noche, el momento de acostarse.
“De niños siempre nos levantábamos antes cuando llegaba el verano. En invierno más
tarde, no sé si por miedo a salir con el ganado o porqué, pero así solía ser. Entre semana
nos levantábamos hacia las siete de la mañana. Luego, una vez que habíamos sacado el
ganado, nuestra madre preparaba el desayuno. Después de desayunar hacíamos lo que nos
mandara el padre. En nuestra casa se comía hacia las 12:00 o las 12:30”.
Joxe Gurrutxaga Lizarralde
Por otra parte, estaban aquellos elgoibartarras que residían en el casco urbano y que
desempeñaban su quehacer diario en las fábricas de la localidad. Al igual que sucedía con
los ciudadanos residentes en los barrios rurales del municipio, la vida no resultaba nada fácil
Un día normal
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para estas personas. A comienzos del pasado siglo XX las jornadas laborales se prolongaban
entre 10 y 12 horas, con unas condiciones que, en muchas ocasiones, dejaban mucho que
desear.
La vieja fábrica de San Pedro fue uno de los principales motores de la economía elgoibartarra durante las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX. En las instalaciones de esta “Fábrica Siderúrgica de San Pedro” trabajaron una gran parte de los elgoibartarras hasta que la llegada de la Guerra Civil en el año 1936 llevó a su cierre definitivo.
“Cuando entré en la fábrica de San Pedro mi trabajo consistía en empaquetar. Luego,
muy poco a poco, empecé con las máquinas. Estuve 14 años trabajando en la fábrica de San
Pedro, hasta que enfermó mi padre. Había mucho trabajo en el caserío y me quedé allí definitivamente. No volví a trabajar en ningún taller. Cuando empecé en la fábrica de San
Pedro trabajaba 11 horas diarias, desde las seis de la mañana hasta las seis de la tarde.
Parábamos una hora para comer y seguíamos. Entonces no había vacaciones. Más tarde,
cuando dejé la fábrica, consiguieron la jornada laboral de 9 horas, las vacaciones y todo
lo demás. Pero al principio nada de nada, trabajábamos seis días a la semana y sólo teníamos fiesta el día de San Bartolome, San Bartolome Txiki y el día de Navidad. La labor del
caserío es pesada, pero nunca he sudado tanto como en la vieja fábrica de San Pedro”.
Markos Arregi Iriondo
Pakita Ansola, del caserío Mauxitxa, y Maria Ansola, del caserío Gorriaga, en la plaza del mercado. Año 1948.
El papel de las mujeres elgoibartarras de principios del pasado siglo estaba inevitablemente ligado al hogar familiar. A ellas les correspondía realizar todas las labores domésti6
Capítulo II
cas, además de encargarse de la educación de los hijos e hijas. Por norma general, el cuidado de la huerta también era cosa suya.
“Todas las cosas de casa las hacía nuestra madre: en la cocina, en el desván... ella era
la ama de casa. También solía ir un par de días por semana a la calle con el burro... igual
solamente para ir al mercado a vender productos de la huerta, huevos... Entonces en casa
faltaban muchas cosas como azúcar, aceite o café, y todo eso lo traía nuestra madre aprovechando el viaje de vuelta. Solía ir ella sola, con el burro”.
Joxe Gurrutxaga Lizarralde
Sotera Zubiaurre con su madre, Sotera Garitaonaindia, en el pilón del caserío Usetxe. Año 1929.
La mujer del caserío iniciaba su jornada al mismo tiempo que el hombre de la casa.
Preparaba el desayuno para ambos (en muchos casos ella desayunaba después de que lo
hubiera hecho su marido) y comenzaba a limpiar la casa y a preparar la comida. Después de
comer llegaba la hora que recoger la cocina y, si había algo de tiempo, se aprovechaba para
echar la siesta que, normalmente, solía tener una duración de entre 30 y 60 minutos. Llegado
el momento de levantarse, las mujeres retomaban las tareas del caserío y comenzaban a preparar la cena. Era habitual que las mujeres se acostaran más tarde que sus maridos ya que
no finalizaban su jornada hasta que la cocina hubiera quedado perfectamente recogida.
La situación económica de cada familia iba a determinar el futuro de las jóvenes elgoibartarras. Fueron muchas las chicas del pueblo que, en plena adolescencia, abandonaron el
lecho paterno para ir a “servir” a las casas de aquellas personas más pudientes como médicos o industriales. Realizaban las labores de la casa como lavar, planchar o cocinar y además se encargaban de cuidar a los hijos de los señores. Por todo ello recibían comida, cama
y una pequeña remuneración económica. Era una vida realmente dura ya que las jóvenes que
se dedicaban a “servir” en otras casas apenas contaban con tiempo para poder realizar su
propia vida. Muchas de ellas tenían un día libre cada dos semanas.
Un día normal
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“La primera vez que salí del caserío para ir a servir a otra casa tenía 17 años. Estuve en
el caserío Olasarte. Mi hermana estaba allí pero se colocó en la fábrica de Movillas y dejó
el caserío. Entonces fui yo a servir, hasta que encontraran a otra persona. Permanecí allí
durante 18 meses, hasta que encontraron a otra y regresé al caserío Aitz-Bizkar. Después,
durante la Guerra Civil, estuve sirviendo en Eibar en la casa de Orbea, que fue alcalde de
Eibar. Ganaba 14 duros al mes. Los Orbea eran ricos y tenían una fábrica muy grande,
junto a la de Beistegi Hermanos. Entonces tenía muy pocos días de fiesta. Con la llegada
de la Guerra los Orbea se asustaron porque el señorito había sido alcalde con los carlistas. Yo regresé de nuevo al caserío Aitz Bizkar”.
Ventura Agirregomezkorta Ibarluzea
Fábricas como la de Sigma resultaron fundamentales para que las mujeres de nuestra localidad se incorporaran al mercado laboral.
De manera general, una vez casadas, las jóvenes elgoibartarras pasarían a desempeñar en
su nuevo domicilio aquellas funciones que eran competencia de la madre en el hogar familiar: la educación de los hijos y las tareas domésticas.
Sin embargo, no todas las mujeres optaban por llevar ese modo de vida. La llegada de la
industria a nuestra localidad trajo consigo la incorporación de la mujer al mercado laboral y
fueron muchas las que trabajaron en las empresas elgoibarresas. Y si en Elgoibar alguna
empresa jugó un papel destacable en la contratación de mujeres, esa fue “Estarta y
Ecenarro”. Una vez terminada la Guerra Civil, los talleres que tenía esta empresa en los edificios de Martín Arrillaga y de Juan Irusta se trasladaron a los pabellones de Olaso para, a
partir del año 1946, comenzar a construir máquinas de coser con la marca SIGMA. Durante
las décadas en las que la coyuntura del mercado se mostró favorable con este sector, fueron
muchas las manos de mujeres elgoibartarras que se emplearon en las mesas de pruebas y en
las cadenas de montaje de esta empresa.
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Capítulo II
“En Sigma trabajaban muchas mujeres, probando máquinas, en el montaje o haciendo
pequeños trabajos como soltar y atar tornillos... Igual eran más rápidas que los hombres
con las manos”.
Juan Lariz Garate
Numerosas autoridades visitaron durante la dictadura de Franco las empresas de nuestro municipio. Su objetivo era comprobar la evolución que estaba experimentando el sector de la máquina herramienta.
Para finalizar con este capítulo no podemos dejar sin señalar que en las familias elgoibartarras de comienzos del pasado siglo también era habitual la presencia de, al menos, uno de
los dos abuelos. Mientras la salud lo permitía solían colaborar en las tareas del caserío o del
hogar. También solían ser los encargados de enseñar a los nietos las canciones, los cuentos
y las viejas creencias populares. Era una sociedad en la que el respeto hacia los mayores era
uno de los valores más preciados y sus palabras siempre eran tomadas en consideración.
“El respeto que había antes hacia los mayores era mucho mayor que el que hay en la
actualidad. Si nuestro padre nos decía que teníamos que hacer algo lo hacíamos. No recuerdo que me pegara nunca mi madre, pero si ponía cara seria... había mucho respeto”.
Juliana Irizar Goiburu
Un día normal
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III. La escuela
Las viejas escuelas de la plaza Aita Agirre constituyeron el eje central sobre el que se fundamentó la escolarización en nuestra localidad. Sin embargo, éstas no eran las únicas escuelas existentes en Elgoibar a comienzos del pasado siglo. Y es que muchos de los barrios de
nuestro municipio también contaron en su día con su propio centro educativo. Las escuelas
de Sallobente-Ermuaran, Idotorbe (San Pedro), Aiastia (San Migel) y Altzola son un buen
ejemplo. Tampoco hay que olvidar la escuela de Don Erasmo, la del convento de Santa Clara
y las viejas escuelas ubicadas junto al Hospital de las monjas en la Magdalena.
A pesar de que actualmente la escolarización es uno de los principales pilares sobre los
Las viejas escuelas de Aita Agirre a principios del siglo XX.
que se fundamenta la educación y socialización de los niños y niñas, en la época descrita por
nuestros mayores la realidad de cada familia condicionaba la importancia que tenía la escuela. Así, mientras que las familias más asentadas económicamente y con un mayor nivel cultural de la villa optaban por escolarizar a sus hijos e hijas desde una edad muy temprana, en
los casos donde la prioridad era sacar adelante el día a día la escolarización pasaba a ocupar
un lugar secundario. Numerosos elgoibartarras que vivieron su niñez a comienzos del siglo
XX nunca aprendieron ni a leer ni a escribir. Había otras prioridades que cumplir en el hogar
familiar y la llegada de mano de obra siempre era bienvenida.
IBINAGA, PEDRO.
Natural de Ermua. El año 1560 se inauguró la primera escuela municipal de la localidad, y él fue
el primer maestro de dicha escuela.
La escuela
11
“Yo no fui a la escuela. Tan sólo acudí a casa de una señora mayor para aprender la
Doctrina. De lo demás no sé nada. En San Lorenzo había una escuela... con un señor pequeño de profesor, llegado de fuera. Solían estar todos juntos en el desván, los chicos y las chicas”.
Juliana Zubizarreta Gurrutxaga
Las viejas escuelas de Maala, ya desaparecidas.
“Fui por primera vez a la escuela con diez años. Hasta los once. Luego, como llevábamos la leche a la calle, empecé a estudiar en la escuela que Don Erasmo tenía en el lugar
que actualmente está la carnicería de Armueta. Hasta que hice la comunión. Primero acudí
a la escuela de San Lorenzo y luego a esta de la calle. En la escuela de San Lorenzo nos
juntábamos un montón de chavales, más de 50. Mi profesor fue el padre de los “Txanbolin”,
Silivestro Ansola. Allí aprendí la Doctrina, a leer y a escribir... aunque nunca aprendí a
hacer cuentas y cosas de esas. En el caserío siempre había trabajo con los animales y como
era el más pequeño de casa me tocaba a mí hacer las pequeñas “chucherías”. Entonces
había otras prioridades”.
Mariano Elustondo Aizpiri
A pesar de todo, la mayoría de los niños y niñas de nuestra villa acudieron durante algunos años de su infancia a la escuela. Muchos lo justo para aprender las operaciones matemáticas básicas (sumar, restar, multiplicar y dividir), o simplemente leer y escribir, aunque
también hubo quien tuvo la posibilidad de continuar con su formación una vez finalizados
los estudios primarios, si bien fueron una minoría. Eso sí, todo aquel que pasó por la escuela aprendió las directrices básicas marcadas por la religión católica.
“Estudié en las escuelas públicas de Aita Agirre hasta los catorce años. Empecé en el parvulario con dos años y luego, con seis, pasamos a la parte de arriba de la escuela. En la
planta baja del mismo edificio estaba el parvulario. Con 14 años acudí a Eibar a estudiar
contabilidad en una academia. Estudié allí, aproximadamente, durante un año. Hacíamos
una hora diaria, por lo que todos los días había que ir y volver. Ibamos en tren, que entonces nos costaba 45 céntimos. Ida y vuelta”.
Rosa Unzueta Iriondo
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Capítulo III
“Comencé mis estudios a los siete años en las escuelas públicas de Aita Agirre, aunque
también estuve allí antes, en el parvulario. El profesor era Saturnino Ciaran. ¡Ese sí que se
merecía un homenaje!; daba clases, limpiaba el culo a los niños pequeños... hacía de todo.
Luego, cuando abrieron el colegio de El Pilar, me cambié de escuela y estuve estudiando
allí hasta los quince años. Entonces había que pagar un duro. Aprendimos un poco de todo
pero lo principal era la Doctrina”.
Ramon Maiztegi Iriarte
Niños con regalos a las puertas de las escuelas de Altzola.
La gran mayoría de los maestros y maestras que desempeñaron su labor en las escuelas de
nuestra villa procedían de otras localidades. Generalmente llegaban desde otros puntos de la
geografía vasca aunque también hubo quien llegó desde otras comunidades autónomas del
estado español como Castilla-León, Cantabria o Asturias, especialmente tras la llegada del
periodo franquista. Ni que decir tiene que tras el conflicto bélico el idioma utilizado en la
enseñanza era, de manera exclusiva, el castellano.
“Algunas de las maestras que conocimos en las escuelas de Aita Agirre fueron
Doña Basilia, Doña María, Doña
Adelaida y Doña Priscila. Todas ellas
eran de fuera y, como no sabían euskara,
hacíamos todo en castellano”.
MªJosefa Unzueta Iriondo
La dinámica escolar que vivieron nuestros mayores poco o nada tiene que ver
con la actual. A pesar de que el horario de
las clases era muy parecido al existente
Imagen habitual de un grupo de alumnos en clase durante
los años de la dictadura.
La escuela
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en nuestros días, el periodo vacacional se limitaba al mes de agosto y a los días señalados
tanto en Navidad como en Semana Santa.
“Las vacaciones escolares solían ser en agosto, pero no como ahora que los chavales tienen tres meses de vacaciones. Entonces era un mes poco más o menos. En Semana Santa
también teníamos un día de fiesta y no quince como ahora”.
Joxe Gurrutxaga Lizarralde
Excursión de alumnas de las Escuelas Públicas al Arbol de Gernika. 15 de julio de 1933.
Las salidas y excursiones escolares también eran diferentes. De manera excepcional los
alumnos de las escuelas ubicadas en los barrios rurales realizaban alguna salida acompañados de sus profesores, generalmente a alguno de los montes colindantes.
Por otra parte estaba la esperada excursión de fin de curso que hacían los alumnos del
colegio de El Pilar, los de las Escuelas Públicas y, en ocasiones, los de las escuelas de
Altzola. Estas excursiones no suponían en ningún caso desplazamientos de larga distancia,
si bien dadas las características de la época, la visita a cualquier otro municipio ya suponía
todo un acontecimiento para los escolares. Visitar la playa de Ondarroa, el árbol de Gernika
o la estatua de Juan Sebastián Elcano en Getaria son algunos de los momentos que nuestros
mayores recuerdan con especial cariño de su época estudiantil.
EZENARRO, BERNARDO. (1873-1956)
Profesor. A la edad de 13 años comenzó a estudiar dibujo lineal y artístico en Eibar. Profundizó sus
estudios en Donostia. Posteriormente, culminó dichos estudios en la Academia de Arte de París, gracias a una beca otorgada por la Diputación Foral de Gipuzkoa. Tras volver a Elgoibar, se hizo cargo
de la Academia de Dibujo. El año 1916 fundó la Escuela de Artes y Oficios de Elgoibar. Fue director
de dicha escuela, hasta que se jubiló a la edad de 78 años. En total, dedicó 52 años de su vida a la
enseñanza. El 29 de junio de 1952 el Ayuntamiento de Elgoibar le ofreció un homenaje. El año 1969
el Pleno del Ayuntamiento adoptó el acuerdo de dar su nombre a una calle de la localidad. Hoy en
día, el Instituto de Formación Profesional de Elgoibar lleva su nombre.
14
Capítulo III
“Estando en las escuelas de Altzola hicimos alguna excursión. Recuerdo una bonita historia: la maestra nos dijo que íbamos
a ir a Getaria a ver la estatua de Juan
Sebastián Elcano. Pero al llegar a casa mi
madre me dijo que no podía ir porque no
tenía ropa. Por aquella época teníamos
familiares en Argentina que, de vez en
cuando, nos mandaban en el barco un
paquete de ropa que luego utilizábamos
nosotros. Mi abuela trajo ropa, me la
probé y con aquello fui a ver a Elcano.
Tengo un recuerdo muy bonito de ese día.
No me fijé en muchas cosas aunque recuerdo perfectamente el momento que vi la
estatua de Elcano. Con ir a la excursión ya
era suficiente”.
Markos Arregi Iriondo
Inauguración de las escuelas de Santa Clara.
Un grupo de alumnos posa junto a su profesor.
Pero no todo era de color de rosa para
estos estudiantes. Y es que cuestiones
como ausentarse de las clases sin motivo
justificado, hablar en euskara entre los amigos en horario escolar o decir palabrotas
eran motivo de castigos que, en ocasiones,
llegaban a humillar a los propios alumnos.
“En la escuela sí solían poner
castigos. En El Pilar igual nos
hacían escribir 40 veces la falta
cometida como “no debo faltar
a clase”, “tengo que estar en
silencio en clase”... pero no nos
pegaban. Para eso estaba Don
Erasmo. ¡Aquél sí que era
“campeón de campeones”!. Yo
no estudié con él pero en la
calle se decía que pegaba a los
alumnos. También oí que a un
chico le obligó a realizar diez
veces una cruz con la lengua
tumbado en el suelo”.
Ramon Maiztegi Iriarte
La escuela
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IV. Entre amigos
Durante las primeras décadas del siglo XX Elgoibar era una pequeña población que apenas contaba con 5.000 habitantes. Al igual que sucedía en el resto de municipios colindantes prácticamente todos se conocían, especialmente los niños y niñas en edad escolar y los
integrantes de las numerosas cuadrillas existentes en la villa.
Como ya ha quedado reflejado en el primer capítulo de este estudio, los niños y niñas residentes en los barrios rurales de la localidad hacían su vida, casi de manera exclusiva, en el
mismo barrio y sus desplazamientos hasta el casco urbano de Elgoibar o a otros municipios
se limitaban a contadas ocasiones. Lógicamente, todos se conocían, sin excepción.
“En aquella época en Elgoibar vivíamos unas 5.000 personas y todos los que teníamos la
misma edad nos conocíamos”.
Mª Rosa Unzueta Iriondo
Alumnos del colegio de El Pilar posan junto al nacimiento de Navidad de la escuela hacia el año 1949.
Un día normal en la vida de estos niños poco tenía que ver con los de aquellos que vivían en el casco urbano de Elgoibar. Y es que las obligaciones del caserío hacían que, desde
muy pequeños, los hijos de los baserritarras tuvieran que emplearse en las distintas labores
a realizar. Primero colaboraban realizando pequeños trabajillos y recados, pero en poco
tiempo se familiarizaban con el día a día del caserío en el que el trabajo es una de las características principales. Así las cosas, es fácil deducir que estos niños contaban con muchas
menos horas de ocio que los chicos y chicas de sus mismas generaciones residentes en las
calles del pueblo.
Entre amigos
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“Cuando había mucho trabajo en el caserío no quedaba tiempo para ir a la escuela, y
mucho menos para jugar. Se llevaba el ganado al monte y luego había que ir a buscarlo.
Nuestro padre solas decirnos: tú trae las ovejas, tú las vacas... y lo hacíamos sin rechistar.
Pero sin usar la fuerza eh!, con respeto”.
Joxe Gurrutxaga Lizarralde
Cuadrilla de Elgoibar reunida en el barrio de Aiastia (San Migel). Año 1941.
Los niños y niñas “kaletarras” también se conocían entre sí, lo que no es de extrañar si
tenemos en cuenta que una vez finalizada la jornada escolar disponían de muchas horas
libres que, generalmente, pasaban en la calle jugando con los amigos. Para divertirse solían
practicar numerosos juegos de carreras y saltos como “Saku karreria”, “Pañuelo karreria” o
“Bote bote”, aunque también eran habituales las salidas en cuadrilla a los montes más cercanos de la villa como Moru, Morkaiko o Kalamua, especialmente con la llegada del buen
tiempo.
“Al monte íbamos muchas veces: a Kalamua, a Karakate... también a Erlo, a Izarraitz.
Solíamos andar juntas las amigas del colegio. Muchos días cogíamos la merienda y nos
íbamos a pasar la tarde a San Roke, al pinar que había debajo del caserío Azkue. Estaba
en el camino hacia Mintxeta y allí solíamos jugar. Decían que llegaba el aire del mar.
Primero nos juntábamos sólo las chicas, cando salíamos de la escuela. Íbamos en cualquier
momento, comíamos algo, pasábamos el rato y vuelta”.
Mª Josefa Unzueta Iriondo
Las travesuras también estaban al orden del día aunque no por ello se puede afirmar que
los niños y niñas de antes eran más o menos traviesos que ahora. Eso sí, robar fruta en los
caseríos o hacer trastadas a los animales era algo habitual entre los más jóvenes.
18
Capítulo IV
Alumnas del colegio de La Milagrosa (antiguas escuelas de Maala) durante una excursión a San Isidro. 1928.
De izquierda a derecha: Digna Lasa, Anita Garate, Maritxu Osoro (tumbada), Isabel Garcia y Maria Iriondo.
“De niños solíamos robar frutas en los caseríos. Recuerdo que alguna vez nos vio el casero y nos persiguió, con lo que al día siguiente teníamos que andar escondiéndonos por
miedo a que nos pillara”.
Juan Lariz Garate
Otra de las opciones era hacer deporte, si bien la práctica deportiva no se generalizaría hasta las décadas centrales de la pasada centuria, al menos en lo que a modalidades colectivas se refiere.
A excepción del fútbol y de los juegos de pelota en los
frontones, que desde siglos atrás han contado con una
gran aceptación entre los elgoibartarras, la práctica deportiva en nuestro municipio era cosa de unas pocas cuadrillas que se reunían para dar una vuelta en bicicleta o subir
a algún monte cercano.
En verano, una de las opciones que más agradaba a las
cuadrillas de elgoibartarras era acudir a bañarse al río
Deba. Dos eran los puntos del río más frecuentados en
aquella época: la presa de Goiko Errota y la zona próxima al edificio que actualmente se conoce como King
Kong.
José Manuel Acosta con unos amigos el
día de su llegada a Elgoibar. Año 1954.
“En verano íbamos a bañarnos al río, a la zona de Goiko Errota y también junto al edificio del King Kong. Allí estaba lo que llamaban la peña grande y la peña pequeña. Estaba
Entre amigos
19
en el río a la altura del pasadizo que hay junto al King Kong. Ahí aprendí yo a nadar. Pero
entonces había más agua que ahora, y menos mierda”.
José Gurrutxaga Ondartza
Pero, además del río Deba, había otros sitios en los que remojarse como la presa de Upai
Goitxi, el riachuelo de Sallobente y, como no, la playa.
“Nosotras no teníamos costumbre de ir a la playa. Nos bañábamos en los arroyos, a
escondidas porque nos daba mucha vergüenza. Cuando teníamos tiempo también solíamos
ir a la presa de Upai Goitxi”.
Juliana Zubizarreta Gurrutxaga
Durante el periodo veraniego eran muchas las cuadrillas elgoibartarras que dedicaban la
jornada de descanso dominical para visitar las playas más cercanas. No cabe duda de que,
por su proximidad, el destino por el que optaba la mayoría era Deba.
Dadas las limitaciones existentes para desplazarse, para ir a la playa lo normal era coger
el tren, aunque también había quien prefería ir en bicicleta. Aunque tuviera que alquilarla.
“La primera vez que fui con los amigos a la playa de Deba tenía 19 años. Tomás
Astigarraga tenía en Maala un taller en el que se alquilaban bicicletas. El alquiler para una
tarde costaba dos pesetas, así que alquilamos unas bicicletas y nos fuimos a la playa. Nos
dimos un baño, devolvimos la bicicleta y vuelta a casa”.
Joxe Gurrutxaga Lizarralde
Imagen tomada en la playa de Deba. De pie: Miguel Ajubita, Prudencio Etxaniz, (...) y Estanis Azkue.
Sentados: Sinfoniano Abascal y Sebastián Unzilla.
20
Capítulo IV
Sin embargo, en aquella época un día en la playa poco o nada tenía que ver con la tendencia actual. Por lo general, la playa se convertía en el escenario ideal para que las cuadrillas de amigos pasaran unas horas de conversación y se pusieran al día. Pegarse un buen chapuzón, jugar en la arena y charlar eran las actividades más habituales entre los grupos de
amigos.
“A la playa solíamos ir en tren. Siempre había un tren especial a las 2 y media de la tarde
y para volver a las 6 y media o las 7. Los trenes solían ir llenos de gente, de bote en bote,
porque había pocos trenes para ir. Eran unas máquinas que iban muy despacio. Nos tirábamos en la playa, nos bañábamos un rato y listo”.
Eugenio Diego Aranburu
Y es que a nuestros mayores lo de tumbarse a tomar el sol ni se les pasaba por la cabeza.
Y lo de darse cremas protectoras y ungüentos para la piel, tampoco. No se estilaba ni lo uno,
ni lo otro.
“Algunas veces, aunque no muchas, íbamos a la playa de Deba, con zapatos de tacón y
todo. Entonces no se tomaba el sol como ahora. De hecho, se llevaba el color blanco”.
Teodosia Iriondo Garate
Durante las primeras décadas del siglo XX no todo el mundo podía permitirse el lujo de
tener un bañador propio. Así las cosas, el alquiler de estas prendas era asumido como algo
de lo más normal.
“Los bañadores escaseaban y en la playa había una caseta donde alquilaban bañadores
y cuidaban la ropa. Eso hacia el año 1945. Pagabas el alquiler y cuando entregabas el
bañador te devolvían la ropa y listo. El precio del alquiler del bañador era muy poco.
Nosotros alquilábamos toda la cuadrilla. Eran bañadores con una pierna muy ancha, muy
grandes, para que valieran para todos”.
Eugenio Diego Aranburu
Los trajes de baño de la época apenas dejaban a la vista algunas partes del cuerpo. Los de
las mujeres eran de una única pieza y llegaban hasta las rodillas, mientras que los que empleaban los hombres, a pesar de que en muchos casos eran como los pantalones cortos, debían
ir acompañados de una camiseta.
“Los bañadores de antes estaban hechos de tela o de punto. En Elgoibar había una jersetera que los hacía, con una especie de falda que llegaba hasta las rodillas. Además, a la
playa había que ir con albornoz. Los dejábamos en unos colgadores para ir a bañarnos y
cuando salíamos del agua nos los volvíamos a poner. Entonces había trajes de baño para
alquilar pero nosotras teníamos los nuestros”.
Hermanas Unzueta Iriondo
Para cambiarse de ropa había unas casetas. De hecho, dada la moral tradicional imperante, a nadie se le pasaba por la cabeza desvestirse, aunque fuera por un momento, delante del
resto de la gente.
Entre amigos
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“En la misma playa había unas casetas que se utilizaban como vestuarios. Recuerdo que
en una ocasión una tía de la señorita para la que trabajaba, muy rica, me pidió que le cuidara la caseta mientras se bañaba. Y cuando regresó me dio dos pesetas de plata”.
Ventura Agirregomezkorta Ibarluzea
De cualquier modo, las visitas a la playa que hacían nuestro mayores con la llegada del
buen tiempo podían contarse con los dedos de una mano.
“Hasta que no tuve hijos fui muy pocas veces a la playa. Tan sólo cuando estuve en
Neguri, durante la Guerra. Solía ir a bañarme, pero nada de tumbarme a tomar el sol como
hace ahora la mayoría de la gente”.
Felisa Bergaretxe Ardanza
Sea como fuere, las obligaciones diarias apenas dejaban tiempo para el ocio y había quien
se contentaba con pisar la arena de la playa una o dos veces al año.
“Nosotras aprovechábamos el día de San Bartolomé Txiki para ir a la playa. Ese día los
hombres celebraban una comida con los amigos y con esa excusa nos íbamos a Deba con
los niños. Solíamos ir a pasear por la orilla del mar”.
Juliana Irizar Goiburu
En los barrios, las diferentes modalidades de Herri Kirolak y el juego de bolos también
contaban con numerosos seguidores. Las partidas de bolos solían realizarse los domingos y,
sobre todo, durante las fiestas del barrio. En cuanto a los deportes rurales, si bien contaban
con una buena aceptación entre la gran mayoría de los ciudadanos, eran unos pocos los que
se dedicaban a practicarlo. Aún así, durante los días festivos solían organizarse exhibiciones
de Herri Kirolak que conseguían congregar a numerosos aficionados.
“Mi padre y mi hermano mayor solían tomar parte en las pruebas de bueyes. También se
disputaban en San Lorentzo el día de la Feria de Gabon Zahar y como siempre me han gustado las cosas relacionadas con el caserío solía ir a verlas. También me gustaban las pruebas de hachas y en general todas las relacionadas con el deporte rural. En San Lorentzo se
hacían en la plaza aunque las de bueyes se realizaban, principalmente, en el probaleku que
había en Soarte, en la carretera que lleva a San Miguel”.
Joxe Gurrutxaga Lizarralde
Por otra parte, llama la atención el hecho de que las cuadrillas de los barrios solían estar
formadas por niños y niñas, mientras que las cuadrillas de la calle eran, o bien de chicos o
bien de chicas, pero en pocos casos mixtas. Además en las cuadrillas de los barrios se reunían jóvenes de diferentes edades. Era normal que niños de 10 y de 12 años jugaran juntos,
algo que costaba más presenciar entre los grupos de amigos de los “kaletarras” que, generalmente estaban formadas por personas de la misma quinta. La razón es muy sencilla: la
poca población de los barrios y la mayor familiaridad existente entre los vecinos hacía posible la reunión de niños y niñas de diferentes edades. En cambio, las cuadrillas de los “kaletarras” estaban formadas, mayoritariamente, por compañeros del colegio. También influía la
calle de residencia a la hora de formarse los grupos.
22
Capítulo IV
“En la cuadrilla de amigos todos teníamos la misma edad. Normalmente las cuadrillas
estaban formadas por amigos del colegio. Los chicos y las chicas no solían andar juntos.
Los chicos de antes éramos mucho más ignorante e inocentes. Los de ahora saben mucho”.
Ramon Maiztegi Iriarte
Estas características de las cuadrillas elgoibartarras dejaban de ser tan evidentes con la
llegada de la adolescencia ya que, la entrada en
contacto con otros jóvenes hacía que los grupos de amigos dejaran de lado su hermetismo y
posibilitaran la entrada a la cuadrilla de personas del otro sexo y edad. La adolescencia era el
momento de hacer acto de presencia en las
romerías y en las fiestas de los barrios, la excusa perfecta para conocer gente.
La llegada del servicio militar y de la Guerra
Civil también fueron unos puntos de inflexión
claros en las relaciones entre los chicos. Ambas
experiencias hicieron que muchos elgoibartarras conocieran a personas de otros lugares con
las que, en adelante, mantendrían una gran
amistad. En este sentido, varios de los entrevistados han confesado haber mantenido los
amigos hechos durante aquellos años hasta
hace bien poco y algunos incluso hoy día
siguen manteniendo contacto a pesar de vivir
en diferentes lugares.
Pedro Joxe Artetxe con unos amigos durante la
mili. Logroño, año 1936.
Entre amigos
23
V. Buscando pareja
Tal y como sucede en la época actual, hace unos 80 años, la adolescencia era el momento de comenzar a entablar relaciones con las personas del otro sexo. Y para conocer gente,
el mejor momento eran las romerías, las fiestas de los barrios y los bailes que cada domingo se celebraban en la Plaza de los Fueros de la mano de la Banda Municipal de Música.
“Mi mujer y yo nos conocimos en la romería de Sallobente. Yo tenía 27 años y ella 17.
Nos casamos tras cuatro años de novios. Entonces, las romerías eran los lugares más adecuados para que se formaran las parejas y el chico tenía que acompañar a la novia. Como
yo, todos los demás”.
Mariano Elustondo Aizpiri
Todos y cada uno de nuestros mayores entrevistados con motivo de este estudio coinciden
a la hora de señalar que, si bien la edad para comenzar a relacionarse con personas del otro
sexo era prácticamente igual a la de los tiempos actuales, esto es, entre los 14 y los 16 años,
también coinciden en que el proceso que se seguía hasta llegar a intimar nada tiene que ver
con la dinámica existente en la sociedad de nuestros días. Una cosa era conocer a alguien y
otra bien diferente intimar con ella. El proceso, sin duda, era mucho más largo, algo normal
si tenemos en cuenta la influencia de la religión en una sociedad como la elgoibartarra, eminentemente rural y con fuertes valores y creencias tradicionales.
“Las relaciones de pareja iban muy despacio, nada que ver con los besos y todo lo demás
de ahora. Para eso había que esconderse. Antes para conseguir un beso... igual había que
robarlo”.
Joxe Gurrutxaga Lizarralde
La sesión de baile que cada domingo por la tarde ofrecía la Banda Municipal de Música en la Plaza de los
Fueros era el escenario adecuado para buscar pareja.
Todo aquel que durante el transcurso de algún evento musical había conseguido que la
chica en la que se había fijado accediera a bailar alguna pieza se daba por satisfecho a la
hora de la retirada. Era el primer paso para un posible noviazgo. Pero entonces todo iba muy
despacio. Las obligaciones diarias hacían que al menos hasta el próximo domingo fuera
prácticamente imposible volver a tener contacto con esa persona recién conocida. Llegado
Buscando pareja
25
el momento era generalmente el hombre el que se acercaba hasta el lugar donde se encontraba la joven deseada. Era cuestión de armarse de valor y de entablar las primeras conversaciones con el objetivo de comenzar a conocerse, algo que iba a marcar el inicio de una
posible relación. El hecho de volver a bailar juntos era interpretado como un síntoma evidente de que de aquella situación “podía salir algo”.
“De joven solía ir a bailar a las fiestas. Me gustaba mucho. Pero si se me acercaba un
chico que bailaba mal le decía que no y me iba donde otro. Sólo bailaba con los chicos que
lo hacían bien. Entonces había baile en el frontón de Kamiñerokua y lo pasábamos muy
bien. Durante mi juventud tuve demasiados novios y recibía muchas cartas de chicos. Pero
no me casé. Normalmente las cosas de novios tenían lugar en las romerías”.
Ventura Agirregomezkorta Ibarluzea
Los jóvenes de San Antolin después de celebrar una comida durante las fiestas del barrio. Septiembre 1935.
Sin embargo, cuando acababan de ponerse los cimientos para un posible relación de pareja, era cuando los adolescentes de la época se veían inmersos en un mar de dudas. ¿Es el
momento de comenzar una relación?, ¿seguro que es ésta mi pareja ideal?. Era habitual que
éstas y otras preguntas similares pasaran por la mente de nuestros mayores; además de otros
interrogantes en los que el interés individual queda de manifiesto. Estamos haciendo referencia a la distancia existente entre los lugares de residencia de ambos. Hay que tener en
cuenta que hace 8 ó 9 décadas las posibilidades existentes para trasladarse de un lugar a otro
eran más que limitadas. Además de contar con poquísimo tiempo libre, los elgoibartarras de
entonces no disponían ni de coches, ni de autobuses ni, en la gran mayoría de los casos, de
bicicleta. En esas condiciones resultaba lógico que nuestros mayores se plantearan muy en
serio comenzar una relación con una persona que igual vivía a una distancia de 7 kilómetros
o más. Y es que, después de cada cita, el chico estaba “obligado” a acompañar a su pareja
hasta su domicilio. Es lo que se conoce como “neska laguntzia”.
26
Capítulo V
“Los bailes de las romerías eran el mejor lugar para que los chicos y las chicas se conocieran. Se empezaba bailando, te ibas conociendo... y luego tocaba acompañar a la chica
hasta su caserío. Cuando teníamos 16 ó 18 años lo normal era ir a la romería por la tarde
y volver al caserío al anochecer”.
Joxe Gurrutxaga Lizarralde
Varios jóvenes bailan junto al balneario de Altzola durante unas fiestas de San Juan.
Sin embargo, a pesar de lo que pueda parecer, nuestros mayores se encontraban muy a
gusto en su condición de acompañantes, eso sí, siempre y cuando la distancia a realizar no
fuera excesiva. No en vano, los momentos en los que el chico acompañaba a la chica hasta
su domicilio eran aprovechados para tener un poco de intimidad. Los besos, abrazos y
demás arrumacos estaban terminantemente prohibidos en los espacios públicos. Las habladurías estaban al orden del día y el hecho de que todos se conocieran entre sí hacía que las
jóvenes parejas tuvieran que buscar la intimidad en cualquier recodo del camino hacia la
casa de la joven, al menos si no querían formar parte de las conversaciones de la gente. Un
beso apasionado y unas pocas caricias eran más que suficiente para que los jóvenes iniciaran satisfechos el camino de regreso a casa.
“De joven salí con muchas chicas, con algunas poco tiempo. Igual iba a San Miguel y me
juntaba con alguna. Pero luego pensaba que quedaba demasiado lejos para regresar de
noche y al día siguiente no volvía. La verdad es que ligaba bastante. Más que con las chicas de Altzola solíamos andar con las de otros barrios y otros pueblos. Entonces, las parejas que querían intimidad solían ir hacia San Lorentzo o Mendaro. Y de Mendaro para
abajo, hacia Deba”.
Juan Lariz Garate
Si la relación iba adelante, las parejas comenzaban a verse durante los fines de semana,
para tomar un refresco (uno de los lugares preferidos por las parejas elgoibartarras era el
Café Amistad que estaba en la Plaza de los Fueros), para ir al viejo cine de la calle Rosario
o para bailar, en la Plaza de los Fueros al son de la banda o en cualquiera de las numerosas
romerías que se celebraban en los barrios.
En otro orden de cosas, cabe señalar que la presencia en los bares de Elgoibar estaba prácticamente reservada a los hombres. Las cuadrillas de mujeres apenas se dejaban ver por
Buscando pareja
27
estos lugares, a no ser que estuvieran acompañadas de sus respectivas parejas. No estaba
bien visto que una mujer entrara a un bar (especialmente si lo hacía ella sola) y mucho
menos que tomara unos “txikitos”. Lo mismo pasaba con el hábito de fumar. La mujer que
encendía un cigarrillo era considerada poco menos que una degenerada, algo que asumían
como lógico las propias mujeres de la época. Se trataba de “algo de los hombres” y a ellas
ni se les pasaba por la cabeza adquirir ese hábito.
“Yo no fumaba. Nunca he tenido un cigarrillo entre mis dedos. Mi marido tampoco fumaba, sólo algunos puros. Normalmente salíamos con nuestros cuñados y tampoco fumaban.
Personalmente no me gustaba ni el olor del tabaco”.
Juliana Zubizarreta Gurrutxaga
28
Capítulo V
VI. Euskera
A comienzos del pasado siglo Elgoibar contaba con una población eminentemente euskaldun. Las relaciones interpersonales se realizaban casi exclusivamente en euskera. De
hecho, muchos de los elgoibartarras apenas eran capaces de pronunciar unas cuantas frases
en castellano. Ni que decir tiene que en los barrios rurales el 100% de la población utilizaba únicamente el euskera en sus relaciones personales, tanto entre los amigos como en la
escuela o en el propio hogar familiar.
Esto fue así hasta la llegada del conflicto bélico y el posterior triunfo del franquismo que
obligó a los elgoibartarras a hacer uso del castellano en numerosos ámbitos. Siempre bajo
amenazas de sanción, por supuesto. La llegada de los militares durante el conflicto y la presencia de la Guardia Civil por las calles de nuestro municipio fueron las poderosas armas
que utilizó el régimen franquista para imponer a los elgoibartarras una lengua que no era la
suya.
“Antes de la Guerra todos hablábamos en euskera en Elgoibar. Aunque los libros estuvieran en castellano hacíamos todo en euskera. Si antes de la Guerra había algún castellano en el pueblo, sus hijos aprendían euskera enseguida. Los que llegaban de fuera aprendían a hablar euskera en la calle; hasta los hijos de los Guardia Civiles. Pero tras la Guerra
prohibieron hablar en euskera y te decían "Habla en español". No existía la posibilidad de
hablar en euskera pero, aún así, nosotros seguíamos hablándolo porque no sabíamos castellano”.
Mariano Elustondo Aizpiri
Poco a poco el castellano fue dejándose oír en las calles de Elgoibar, si bien los elgoibartarras en ningún momento dejaron de utilizar su lengua materna en sus relaciones.
“Siempre hemos hablado en euskera, tanto antes como ahora. El castellano ni lo conocíamos. Luego, cuando llegó la Guerra, nos llamaban tontos por hablar en euskera. En los
colegios aprendían castellano pero como yo no fui a la escuela nunca lo aprendí”.
Juliana Zubizarreta Gurrutxaga
La obligatoriedad de emplear el castellano en las escuelas, unido a la llegada de mano de
obra procedente desde otros puntos de la geografía estatal para satisfacer la demanda de
mano de obra que exigía la incipiente industria elgoibartarra en torno al sector de la máquina herramienta, hizo que a mediados del pasado siglo el uso del castellano se extendiera
entre la población de Elgoibar.
“Aunque los libros estaban en castellano, en la escuela de Altzola hacíamos todo en euskera. Nuestra profesora, Dorotea, siempre hablaba en euskera, al igual que todo el mundo
en las calles de Elgoibar. El castellano comenzó a oírse más tarde, cuando llegaron los
gallegos y demás para trabajar en la construcción y en la industria. Comencé a trabajar
con 16 años en la fábrica de San Pedro y no sabía nada de castellano. Y quien más me enseñó fue el encargado de la fábrica, Santiago Oria. Con la llegada de la Guerra prohibieron
hablar en euskera e incluso poner los nombres vascos. Aún así, en nuestra casa siempre
hablamos en euskera”.
Markos Arregi Iriondo
Euskera
29
La ausencia de libertad para que cada cual pudiera expresarse en sus relaciones diarias en
el idioma que creyera conveniente podía percibirse a pie de calle. Fueron muchos los elgoibartarras que sufrieron diferentes tipos de represión por expresarse en euskera. Lo habitual
era que le pegaran un toque de atención conminando a “hablar en cristiano”, aunque también hubo quien corrió peor suerte y padeció vejaciones de peores consecuencias.
“En casa siempre hemos hablado en euskera pero cuando marché a Eibar empecé a
hablar en castellano porque la señorita de la casa era madrileña. No sabía mucho castellano, lo justo para que pudiéramos entendernos. Nunca he querido perder el euskera porque las cosas que se aprenden de niño... cuanto más mejor. En la cuadrilla hablábamos en
euskera aunque algunas veces también en castellano. En la época de Franco nos decían
cosas como "habla en cristiano" pero nosotros seguíamos hablando en euskera. Además,
cuando me decían algo les contestaba”.
Ventura Agirregomezkorta Ibarluzea
Representación teatral de la obra “Amor y odio” en el salón de plenos del Ayuntamiento el día de San Antón
de 1918. De izquierda a derecha: Miguel Andonegi, Manuela Zabala, Leoncio Gabilondo, Felisa Arrien,
Modesto Arriola, Victoria Gurrutxaga y Angel Osoro “Mutriku”.
Desde el estallido de la Guerra Civil, en la sociedad elgoibartarra ya se podía percibir la
polarización entre partidarios y detractores del euskera. Así, hubo ciudadanos como Angel
“Mutriku”, Félix Etxeberria “Parapan”, Francisco Juaristi, Maite Vallejo o Lourdes Alberdi
que son recordados por nuestros mayores por su especial implicación a favor de un idioma
que, según avanzaban los años de dictadura, corría el peligro de desaparecer.
30
Capítulo VI
"Una de las personas que más trabajó a favor del euskera en Elgoibar fue Angel Osoro,
"Mutriku". Le mataron. Hacía teatros con los niños en el frontón de San Lorentzo y solíamos ir a verlos. Por otra parte, en las calles de Elgoibar también había gente contraria al
euskera. Entonces estaban los falangistas y siempre había que tratarles con respeto. Se pensaban que eran más que nosotros porque sabían castellano, y como eran los que estaban
metidos en política pues...".
Joxe Gurrutxaga Lizarralde
“En Elgoibar había personas implicadas en la defensa del euskera como los de Vallejo,
Félix Etxeberria, “Parapan”... Pero la mayoría, a pesar de ser euskaldunes estábamos
callados porque había mucho miedo”.
Mª Josefa Unzueta Iriondo
A pesar de todo, los elgoibartarras siguieron fieles a su condición de euskaldunes y la
llama del euskera siguió encendida hasta el fin del franquismo. Con la llegada de la
Transición el euskera volvió a tomar impulso y, poco a poco, su utilización entre los elgoibartarras está volviendo a normalizarse. Sin embargo, todavía queda mucho camino por
recorrer hasta que el uso del euskera vuelva a alcanzar en nuestro municipio los niveles de
hace 80 ó 90 años.
En lo referente a otros idiomas fueron pocos los elgoibartarras que mostraron un interés
especial por este tipo de aprendizaje. Entre nuestros mayores es muy difícil encontrar a
alguien con conocimientos de otros idiomas como el inglés o el francés y quienes lo aprendieron fue por fuerza mayor, es decir, porque con la llegada del conflicto armado tuvieron
que abandonar su localidad natal y emigrar a otro país en el que poder sobrevivir. Francia
fue uno de los destinos principales para los emigrantes elgoibartarras, de tal manera que el
francés fue el primer idioma con el que se familiarizaron los primeros políglotas de nuestro
municipio. La apertura del colegio de El Pilar también contribuyó a fomentar la inquietud
de los estudiantes por otros idiomas. Y es que, al parecer, este colegio fue el primero de la
localidad en que se comenzaron a impartir clases de idiomas, concretamente de francés.
“En el colegio de El Pilar nos enseñaron algo de francés. A hablar no aprendí mucho
pero a leer en francés bastante. Creo que entonces el colegio de El Pilar era el único de
Elgoibar en el que se enseñaban idiomas”.
José Gurrutxaga Ondartza
OSORO, ANGEL
Conocido con el sobrenombre de “Angel Mutriku”. Al comienzo de la Guerra Civil, lo apresaron
y lo fusilaron en Hernani. Buen albañil. Ferviente euskaltzale. Promotor de todo lo vinculado al folklore y a la cultura vasca. Aurreskulari, organizador de romerías en los barrios rurales de la villa.
Asimismo, enseñaba canciones vascas en el Batzoki que a la sazón se hallaba en la calle Rosario.
En aquella época había en la localidad una serie de colaboradores que escribían en la revista
“Zeruko Argia”. Osoro fue el impulsor de todos ellos.
Euskera
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VII. Deporte
Como ya ha quedado reflejado con anterioridad, a excepción de los juegos de pelota en
los frontones, que desde siglos atrás han contado con una gran aceptación entre los elgoibartarras, y del fútbol, la práctica deportiva en nuestro municipio era cosa de unas pocas
cuadrillas que se reunían para salir a correr, dar una vuelta en bicicleta o subir a algún monte
cercano.
“La primera bicicleta que tuve me la regaló mi familia y la utilizaba para ir a trabajar a
Eibar. También solíamos hacer la vuelta a Ondarroa. De hecho, en la sociedad Gure Bide
hay una fotografía, sacada hacia el año 1960, en un día que nos juntamos los amigos de la
sociedad para dar esa vuelta”.
Ramon Maiztegi Iriarte
Prudencio Etxaniz, los hermanos José María y Pedro Muguruza Otaño, y un amigo antes de dar una vuelta en
bicicleta.
No era habitual observar a los jóvenes de nuestra localidad practicando deportes como el
atletismo o la natación, aunque siempre había excepciones.
“De chavales solíamos correr por donde estaba la clínica de Don Antonio Arrillaga.
Tenían al fondo de la calle un terreno, y el equipo de fútbol Hamaika Gazte solía ir allí a
entrenar. Y yo solía ir allí con ellos. Era un equipo de cuadrillas, no un club como el Club
Deportivo Elgoibar. Solíamos ir allí a jugar, pero generalmente, no sé porqué, nos juntábamos 2 ó 3 que solíamos correr. Recuerdo que una vez se celebró una carrera aquí, en las
fiestas. Había que ir por la calle Rosario, San Bartolomé y luego la llegada en la plaza. Nos
juntamos para correr Jesús Egaña, Gabriel Gabilondo, que en paz descansen, un tal
Prudencio al que llamaban “Cohete” y yo. Prudencio quedó el primero, segundo fui yo y
luego Gabriel y Jesús Egaña. El poco dinero que nos dieron nos lo repartimos entre los cuatro y nos valió para pasar las fiestas de una forma un poco decente”.
José Gurrutxaga Ondartza
Deporte
33
Los componentes del equipo de cross del Club Deportivo Elgoibar posan junto a su entrenador Juan Izagirre
“Upai”. Año 1.943.
Sin lugar a dudas, el deporte estrella entre los elgoibartarras se jugaba en el frontón. Eran
numerosas las modalidades del juego de pelota que practicaban los jóvenes de la época aunque el protagonismo principal era para los partidos de pelota a mano.
“Comprábamos las pelotas en la tienda de “Joxe Piku”, a 95 céntimos. En aquella tienda había un poco de todo y cuando conseguíamos reunir algo de dinero íbamos allí a comprar las pelotas de cuero que vendía. Si no podíamos jugábamos con las que hacíamos en
casa. La tienda de “Joxe Piku” estaba en la calle San Bartolomé y se llamaba “Todo a
0,95”.
Joxe Gurrutxaga Lizarralde
Numeroso público contempla un partido de pelota en el frontón de Elgoibar durante unas fiestas patronales.
Década de los 40.
34
Capítulo VII
No había un día en el que, una vez finalizada la jornada laboral, los aficionados a la pelota quedaran sin citarse en alguno de los frontones de la villa para organizar encuentros en
los que la rivalidad quedaba patente. Eran habituales los partidos de pelota entre aficionados en el frontón de Kamiñerokua (hoy desaparecido) y en el de Sallobente, aunque la palma
se la llevaba el viejo frontón de Kalegoen (actual Plaza de los Fueros).
Las pruebas de bueyes siempre han congregado en nuestra localidad a numerosos aficionados.
Según señala el etnógrafo Koldo Lizarralde en su libro “El viejo frontón de Kalegoen.
1751 – 2003. Apuntes de la historia de la pelota en Elgoibar”, “el frontón de Kalegoen ha
sido, desde su construcción en 1751, punto de encuentro de infinidad de actos de todo tipo.
Teniendo en cuenta que hasta la fecha no haya habido quien presentase, en el ámbito de la
Comunidad Autónoma Vasca, la construcción de un frontón más antiguo, podemos considerarlo como el decano de los frontones de este tipo”.
En los barrios, además de los juegos de
pelota, las diferentes modalidades de Herri
Kirolak y el juego de bolos también contaban
con numerosos seguidores. Las partidas de
bolos solían realizarse, sobre todo, durante
las fiestas del barrio. En cuanto a los deportes rurales, si bien contaban con una buena
aceptación entre la gran mayoría de los ciudadanos, eran unos pocos los que se dedicaban a practicarlo. Aún así, durante los días
festivos solían programarse exhibiciones de
Herri Kirolak que conseguían congregar a
numerosos aficionados.
Exhibición de deporte rural durante el homenaje al
médico Don Tomás Zubizarreta. Año 1948.
“Lo que más me gustaba eran las pruebas de bueyes que se hacían en el “probaleku” de
Soarte. Estaba justo enfrente del cruce que lleva al barrio de San Pedro, en la carretera
Deporte
35
hacia San Miguel. Este “probaleku” estaba cubierto y también había otro en la plaza
Txikita, al aire libre. Entonces las pruebas de bueyes contaban con muchos aficionados”.
Markos Arregi Iriondo
Las apuestas estaban al orden del día y, aunque cada cual apostaba en función de sus posibilidades, hubo ocasiones en las que a más de uno se le fue la mano y se llevó un disgusto.
La razón: muchas de estas pruebas estaban amañadas de antemano por los organizadores de
las apuestas o por los propios contendientes.
“Fui juez nacional en pruebas de bueyes. Desde la Federación Guipuzcoana de Deportes
Rurales nos solían mandar a pruebas de bueyes, de hachas... y recuerdo una vez en Azpeitia,
en una prueba de hachas, no me estaba convenciendo uno de los participantes y le dije:
oiga, si usted no trabaja más en firme voy a tener que suspenderle la prueba. Y pensaba
para mí: ¡si este me da un castañazo me deja KO!. Y a partir de entonces decidí que ya no
me presentaba más como juez en ningún sitio porque vi que las cosas se podían torcer y no
quería saber nada de eso. Solía haber mucho tongo en las pruebas. Muchas estaban amañadas. En las pruebas de bueyes también solían echar un líquido sobre el suelo donde tenía
que correr la piedra, para que resbalara o para que no corriera. Eran muy tramposos, y eso
igual lo hacían a la madrugada, de noche”.
José Gurrutxaga Ondartza
La práctica deportiva era, casi exclusivamente, cosa de los hombres. A pesar de ello fueron varias las mujeres elgoibartarras que
destacaron como raquetistas y que abandonaron nuestra localidad
para dedicarse a jugar a la raqueta en tierras catalanas y madrileñas
donde esta modalidad de deporte femenino contaba con una gran
aceptación. Unos de los mejores ejemplos los encontramos en las
hermanas María y Juanita Arrillaga Garate, del caserío Arane del
barrio de Idotorbe (San Pedro), María Angeles Churruca, del caserío Orreindi de Sallobente, o Felisa Muguruza, del caserío Berdun
del mismo barrio.
“Las mujeres no hacían nada de deporte, ni soñar. En aquellos
tiempos había una manera muy diferente de ver las cosas y, salvo
algunas raquetistas, las mujeres no practicaban deporte. Ahora da
gusto”.
José Gurrutxaga Ondartza
María Arrillaga, Arane I.
Barcelona 1936.
MUGERZA JUAN. (1900-1937).
Corredor. Obtuvo gran renombre en las competiciones de cross que se realizaban en los diversos
pueblos. Fue campeón de España de 5.000, 1.500 y 800 metros desde el año 1917 al año 1923.
Además, fue campeón de España de 110 metros vallas y de relevos por equipos. El año 1920 participó en la Olimpiada de Amberes (Bélgica), y quedó en octava posición en la carrera de 5.000 metros.
En la carrera correspondiente a los 1.500 metros quedó en sexta posición. También ganó la primera
edición de la carrera Behobia-Donostia. Falleció a los 37 años durante la Guerra Civil, en un bombardeo ocurrido en Mungia. Desde el año 1943 se celebra el Memorial Juan Mugerza.
36
Capítulo VII
En lo referente a los clubes y entidades deportivas de nuestra localidad hay que hacer una
mención especial al Club Deportivo Elgoibar, fundado en el año 1917 y que durante la primera mitad del siglo pasado se constituyó en el principal referente deportivo del municipio
al hacerse cargo de las actividades deportivas que se organizaban en esta villa. Más tarde
surgirían entidades como la sociedad montañera Morkaiko (1943), la sociedad pelotazale
Baltasar (1958), o la sociedad ciclista Gure Bide (1959) que, gracias a una labor desinteresada, contribuyeron decisivamente a diversificar e impulsar la afición por las diferentes
modalidades deportivas entre los ciudadanos.
Inauguración del buzón del monte Morkaiko. Año 1944.
En este sentido cabe señalar que uno de los entrevistados en el marco del programa
“Elgoibartarren Esanetan”, Ramon Maiztegi, fue uno de los principales impulsores del asociacionismo en nuestro municipio, tanto en el ámbito deportivo como en el económico y
social.
“He sido uno de los fundadores de Donantes de Sangre, de la Cooperativa Elgoibarresa,
de Morkaiko Mendizale Taldea y de la sociedad Gure Bide. De todas estas asociaciones es
probable que la que mayores satisfacciones me ha dado haya sido la de Donantes de
Sangre, al menos humanitariamente. He sido el presidente de esta asociación durante 40
años y en Gure Bide ya he pasado los 50 como socio. También estuve 10 años en la directiva del Club Deportivo Elgoibar, desde los 16 hasta los 26 años. En aquella época fueron
presidentes del Club el médico Don Tomás Zubizarreta y José Rezola. Más tarde fundamos
la sociedad montañera Morkaiko. En Elgoibar no había ningún club de montaña y solíamos
ir con los del Club Deportivo Eibar. Hasta que nos juntamos Jose Mari Etxaniz, Joxe Luis
Eizagirre (el hijo del médico) y yo, cogimos los papeles y nos reunimos con los de Eibar
para crear la sociedad. Entonces el monte estaba muy relacionado con la política y al acudir donde el gobernador nos dijo que anduviéramos como es debido. Le dijimos que eso
estaba garantizado y así se creó Morkaiko en el año 1943. El primer presidente que se proDeporte
37
puso para la sociedad fue Iñaki Konde, pero como había estado en la cárcel fue descartado. Todo el mundo respetaba sus palabras pero oficialmente el presidente era Eduardo
Agirre. Empezamos organizando excursiones a los montes de nuestro entorno”.
Ramon Maiztegi Iriarte
La caza y la pesca eran otras de las modalidades deportivas practicadas por los elgoibartarras, eso sí, de manera minoritaria.
A comienzos del pasado siglo los aficionados al deporte de la escopeta solían probar fortuna por los montes más cercanos y accesibles de nuestro entorno. No existían grandes posibilidades para realizar largos desplazamientos y, en consecuencia, los destinos preferidos
por los cazadores solían ser el monte Moru, la zona de Kalamua y Morkaiko y, como no, el
cordal que lleva desde Karakate hasta Irukurutzeta. Generalmente salían en busca de palomas y “oilagorras” que, según afirman los protagonistas de este estudio, se dejaban ver con
mayor frecuencia que en la actualidad por nuestros montes.
Joxe Odria con varios amigos tras un día de caza en Arraia, Burgos. Año 1949.
Con el paso de los años y la aparición de los medios de transporte, los elgoibartarras aficionados a la caza ampliaron su radio de acción a las provincias colindantes, con preferencia por las montañas navarras y los campos de Castilla.
En cuanto a la pesca, solía practicarse en los diferentes riachuelos existentes en las inmediaciones de nuestra villa, especialmente en el de Sallobente.
“Solía ir al río con mi padre a pescar barbos. Después de cogerlos los limpiábamos en
la fregadera de nuestra casa y nos los comíamos. Estaban deliciosos los barbos que se
cogían en el río Deba”.
Ventura Agirregomezkorta Ibarluzea
38
Capítulo VII
Tal y como se desprende de la cita anterior, también se pescaba en el río Deba, algo que
resulta sorprendente si tenemos en cuenta que actualmente es uno de los ríos más contaminados de Euskal Herria. A pesar de todo, en aquella época era habitual la presencia de cangrejos y de diferentes especies de peces como escallos, barbos, anguilas o truchas en el
cauce del río Deba.
“Yo no era muy aficionado a la pesca pero mi padre sí. No sabía nadar y aún así solía ir
a coger escallos al río Deba con un palo largo que tenía una red de tela parecida a un colador en la punta. En alguna ocasión sí fui a pescar con mi padre pero no me gustaba, ni la
caza ni la pesca”.
Markos Arregi Iriondo
Tampoco nos podemos olvidar del montañismo, otra modalidad deportiva que
contaba con numerosos adeptos entre los
elgoibartarras. Sin embargo, la gran mayoría de nuestros mayores no concebían este
deporte tal y como lo entendemos ahora.
No todos se empleaban a fondo con el
objetivo de alcanzar una u otra cima. En
aquella época muchos de los que se decidían por la montaña como opción para ocupar el tiempo de ocio, lo hacían con la
intención de acceder a un lugar en el que
poder estar tranquilamente en compañía de
la familia o de los amigos. Era, algo así,
como una manera de relajarse en un escenario alejado de la rutina diaria.
“Al monte íbamos muchas veces en cuaInauguración de la fuente de Hiru-Iturri. Año 1948.
drilla, a las cuevas de Mendaro y a los
montes más cercanos. Nos juntábamos las amigas y pasábamos el día paseando. Solíamos
ir los días de fiesta, principalmente en verano”.
Teodosia Iriondo Garate
Pero si hay algún aspecto relacionado con la montaña del agrado de nuestros mayores, ése
es el que tiene que ver con la búsqueda de setas. Desde siempre, los elgoibartarras han evidenciado una clara afición por la recogida de todo tipo de setas y hongos.
“Me gustaba mucho ir al monte a buscar setas. El entendido era el bergararra Avelino
Larrañaga que estaba casado con Pakita, de Elgoibar. Muchas veces hemos salido de aquí
y hemos ido a pie hasta Elosumendi por Irukurutzeta. Normalmente nos juntábamos 2 ó 3
amigos, unas veces para ir a Kalamua, otras a Morkaiko...”.
Eugenio Diego Aranburu
“Íbamos muchas veces a buscar setas. Yo era muy amigo del difunto Bernabé y solía ir
con él, aunque lo que a mí me gustaba era andar por el monte y no ir a por setas. Cogíamos
Deporte
39
los clásicos perretxikos: Urritzas, Sisas, hongos... Bernabé era miembro de la fundación
Aranzadi y sabía mucho. Cuando teníamos dudas sobre alguna seta le preguntábamos y
listo”.
Ramon Maiztegi Iriarte
Y para terminar con este capítulo volvemos al deporte colectivo más seguido por los
elgoibartarras: el fútbol. Como ha quedado de manifiesto en los párrafos anteriores, el fútbol y los deportes de frontón gozaban de una especial aceptación entre nuestros mayores,
tanto en lo referente al número de practicantes como al de seguidores.
Inauguración oficial del desaparecido campo de Lerun. 12 de abril de 1925.
“A Lerun iba siempre a ver el fútbol. Y luego, al comenzar los hijos a jugar en el Elgoibar,
a los padres nos concedían entrada gratuita. Incluso en Lerún tenía un sitio especial para
sentarme. El deporte de entonces era deporte de afición. Hoy no. Hoy es deporte de negocio. Veía que aquí se jugaba amistosamente y me daba gusto ir, sobre todo a los partidos
contra el Eibar, que eran especiales. Había un ambiente muy distinto, con rivalidad pero
con mucha armonía entre las personas”.
José Manuel Acosta Calvo
En este sentido, no podemos dejar sin señalar los enfrentamientos entre los equipos de fútbol de Eibar y de Elgoibar. Estos duelos tenían lugar en el viejo estadio de Lerun (hoy desaparecido) y cuando se celebraban la localidad adquiría un colorido especial y sus calles se
vestían de fiesta. Generalmente esos encuentros se jugaban los sábados, a primera hora de
la tarde, aunque el ambiente festivo podía contemplarse desde la mañana.
Esos días las cuadrillas elgoibartarras solían citarse, hacia el mediodía, en cualquiera de
los bares de nuestro municipio. El txikiteo de los “días de partido” era insustituible y poco
a poco las calles centrales de la villa (principalmente Rosario y San Bartolomé) se iban
colapsando de gente, que acudía atraída por el buen ambiente. Los cánticos vitoreando al
equipo local se dejaban oír desde el inicio del txikiteo. Tanto es así que algunos vecinos estaban esperando la llegada de estos días para poder contemplar el espectáculo improvisado
40
Capítulo VII
que surgía del Txikiteo desde los balcones de sus propias casas. Tras reponer fuerzas con un
opípara comida, los elgoibartarras volvían a juntarse en sus lugares de encuentro habituales
para desplazarse, ahora sí, hasta el terreno de juego. Esos momentos se vivían de manera
especial puesto que, al desplazamiento masivo de elgoibartarras hasta Lerun, había que unir
la llegada de los seguidores del conjunto armero que, por norma general, acudían hasta nuestra localidad en tren.
“Nos gustaba ir a ver los partidos de fútbol. Cuando venía a jugar el Eibar solían poner
trenes especiales y todo. Ese tren llegaba hacia las tres y media de la tarde, con los aficionados sacando un montón de ruido. Entonces iba mucha gente al fútbol y había mucho
ambiente. De hecho, cuando los partidos se jugaban en domingo, los eibarreses se quedaban en la plaza escuchando la música de la Banda hasta que llegaba la hora de coger el
tren de vuelta”.
Hermanas Unzueta Iriondo
Ambas aficiones se entremezclaban en el camino hacia el campo de fútbol, algo que se
hacía siempre en medio de un ambiente festivo y cordial. Aún así, la rivalidad existente entre
ambas localidades resultaba muy evidente.
Tras la disputa sobre el terreno de juego, el resultado iba a condicionar el estado anímico
de unos y otros aficionados. En el momento de la retirada del estadio no hacía falta más que
mirar las caras de satisfacción de unos y las de tristeza de otros para poder saber qué equipo había salido victorioso del duelo.
“Nuestro bar se llenaba los días que había partido de fútbol entre Elgoibar y Eibar. La
gente llevaba incluso banderas. Además, cuando los de aquí ganaban se organizaban la de
Dios, con recibimiento a los futbolistas y todo. Si perdían, todos callados. Pero si ganaban
se les hacía un recibimiento por todo lo alto”.
Maria Epelde Arriola
Aunque mayoritariamente eran los hombres los que más se involucraban en la fiesta creada en torno a estos partidos de fútbol, eran muchas las mujeres de nuestra villa que disfrutaban de lo lindo con el ambiente que se creaba y siempre que podían se acercaban hasta
Lerun para disfrutar del espectáculo.
“A las amigas de la cuadrilla nos gustaba el fútbol y nos hicimos socias del Club
Deportivo Elgoibar. Hasta que el Eibar subió de categoría se jugaban partidos entre
Elgoibar y Eibar. Solían ser encuentros muy reñidos y, aunque el ambiente era bueno, en
algunas ocasiones los aficionados llegaban a enfadarse entre ellos”.
Teodosia Iriondo Garate
Y como no podía ser de otra manera, en unos enfrentamientos tan clásicos como los que
disputaban los equipos de fútbol de Elgoibar y Eibar no podían faltar las anécdotas. Una de
las más sonadas tuvo lugar el 14 de noviembre del año 1947 con motivo de la inauguración
del estadio de Ipurua en Eibar.
“Antes de tener campo propio los eibarreses venían a jugar a Elgoibar. Recuerdo cuando inauguraron Ipurua. Ese día Domingo Arrillaga, el médico de Eibar, que era de aquí, de
Deporte
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Elgoibar, puso una copa para el vencedor del partido de inauguración que iban a disputar
los equipos de Elgoibar y Eibar. Eulogio Etxeberria, el abuelo del que juega ahora en
Bilbao metió un gol y ganó Elgoibar por 0-2. Nosotros fuimos en el camión de Txankia, con
Ezkurra de chofer. Y cuando los de Elgoibar recibieron la copa de ganadores tuvimos que
refugiarnos en el camión y salir de allí pitando porque empezaron a pedradas con nosotros
y si nos quedamos nos matan”.
Eugenio Diego Aranburu
Alineación titular del Club Deportivo Elgoibar en el encuentro inaugural del campo de fútbol de Ipurua en
Eibar. 14 de noviembre de 1947.
De cualquier manera, y volviendo a la práctica deportiva, hay que indicar que ésta no se
generalizaría entre los elgoibartarras hasta la segunda mitad de la pasada centuria, al menos
en lo que a modalidades colectivas se refiere (exceptuando el fútbol, que desde principios
de siglo contó con numerosos seguidores).
“Hacia el año 1960 disputamos un partido en el campo de Lerun entre los jóvenes y los
mayores de Altzola. El árbitro fue el elgoibartarra Rivero que había sido árbitro de Primera
División. Empatamos pero eso no fue lo importante. Como algunos querían que ganaran los
jóvenes y otros estaban a favor de mayores... al final todos acabaron enfadados. Fue todo
Altzola a ver ese partido. Hubo un montón de lesionados, algunos incluso no pudieron ir a
trabajar al día siguiente. Y eso que el partido se jugó con la condición de que todos llevaran alpargatas que sino.... Además había nevado”.
Juan Lariz Garate
En la popularización de la práctica deportiva jugó un papel fundamental la llegada de la
televisión que, desde su aparición en los hogares, “bombardeó” a los telespectadores con
infinidad de retransmisiones deportivas que, indudablemente, contribuyeron a popularizar
ciertas modalidades.
42
Capítulo VII
VIII. Fiestas
Hace un siglo eran numerosas las fiestas populares que se celebraban en Elgoibar. A las
festividades en honor a los patrones de la localidad, San Bartolomé y San Antón, hay que
sumar las fiestas de los barrios y días como el de la Trinidad, San Blas o Santa Águeda, entre
otras festividades religiosas destacadas.
Pero de todas estas fiestas el protagonismo principal era, indudablemente, para los
“Sanbartolomés”. No en vano, los elgoibartarras empleados en la industria local debían
esperar hasta estas fechas para poder gozar de las ansiadas vacaciones de verano. Apenas
había una o dos semanas para el reposo pero nadie estaba dispuesto a perderse las fiestas
más deseadas del año.
“En el año 1942 empecé a trabajar en Sigma. Entonces sólo teníamos fiesta los domingos. Y siete o diez días de vacaciones en todo el año. Solían ser en agosto, para coger las
fiestas de San Bartolomé. ¡Aquello sí que era ilusión!. La víspera de las vacaciones solía
haber campaneo y con el sobre caliente en la mano pues... Cogíamos vacaciones la víspera de San Bartolomé y volvíamos a trabajar el día 5 de septiembre. Los días de vacaciones
estaban pagados”.
Teresa Aginaga Madariaga
Las actuaciones de dantzaris y dulzaineros siempre han estado presentes en los programas de fiestas de nuestra
localidad.
Durante la primera mitad de la pasada centuria las principales fiestas de nuestra villa se
prolongaban por espacio de tres días: Día de San Bartolomé, San Bartolomé Txiki y el día
siguiente.
A pesar de que los “Sanbartolomés” que vivieron nuestros mayores tenían una duración
mucho menor que los que se celebran actualmente, son muchos los eventos que se repiten
en los programas de fiestas organizados en ambas épocas. Es el caso de la sokamuturra, los
fuegos artificiales, el concierto de la Banda Municipal de Música, la Misa Mayor, los partidos de pelota a mano, la kalejira de los Txistularis o la actuación de los dulzaineros, entre
otros actos.
Fiestas
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Cabe señalar que tras la Guerra Civil las Bandas de Música Militares adquieren un especial protagonismo dentro del programa de actos de los “Sanbartolomés” elgoibartarras.
“Las mejores fiestas de Elgoibar siempre han sido las de San Bartolomé. Tenían mucha
fama. Al principio se celebraban durante 3 ó 4 días aunque luego se ampliaron hasta una
semana. Tocaban las campanas antes de la sokamuturra y luego, el día de San Bartolomé,
había concierto de una Banda de Música y misa mayor. Generalmente venía la Banda militar de Burgos, con músicos profesionales, “de categoría”. Se pasaban todo el día tocando
y solía haber muy buen ambiente en el txikiteo. Además, como aquí la gente cantaba mucho
pues... También se celebraban “embolados” en la plaza Txikita, había tiovivos, por la noche
música...”.
Ramon Maiztegi Iriarte
“Después de la misa del día de San Bartolomé
se celebraban partidos de pelota en la plaza.
Durante muchos años fui a verlos, pero como
ponían 2 ó 3 partidos parecía que no se acababan nunca. Y tras los partidos había música.
Además, por las mañanas solía haber sokamuturra y también participábamos, aunque si el toro
estaba en una punta de la calle nos poníamos en
la otra. El día del Txiki era especial, aunque no
tenía nada que ver con los que se celebran
ahora. Antes, a las comidas sólo iban los mayores, los jóvenes no, y la tarde era lo más bonito.
Había muy buen ambiente y como en la cuadrilla siempre había algún “xalao” haciendo monerías nos lo pasábamos en grande. Monje,
Eduardo, Santi... ¡cuánto nos reímos con todos
ellos!”.
Mª Josefa Unzueta Iriondo
Al igual que sucede en nuestros días, el Día del
Txiki era la jornada más esperada por los elgoibartarras dentro de las fiestas en honor a San
Procesión del día de San Bartolomé. Año 1946. Bartolomé. El Día del Txiki era, y sigue siendo,
el día grande para la juventud elgoibartarra.
Habitualmente, el programa de actos preparado para ese día se ponía en marcha con una
diana a cargo de los dulzaineros (durante muchos años actuó la Banda de Dulzaineros de
Estella). A continuación era la hora de la sokamuturra que, una vez finalizada, daba paso a
unos momentos de reposo en los que era costumbre comer uvas. Entre los actos de la tarde
había uno que no podía faltar: los embolados en la Plaza Aita Agirre.
“De las fiestas de San Bartolomé el día del Txiki era el que más me gustaba. Entonces las
cuadrillas de mujeres iban por un lado y las de hombres por otro. Ellos hacían una comida
en los bares y a la noche nos juntábamos. Antes las mujeres no hacíamos comidas, comíamos en casa y salíamos en cuadrilla por la tarde. En el pasacalle también las mujeres iban
44
Capitulo VIII
por un lado y los hombres por otro. El Día del Txiki me gustaba mucho. Después de pasar
el toro las cuadrillas compraban uvas, se sentaban en el puente de San Francisco y las
tomaban allí. También es cierto que algunas cuadrillas se echaban uvas unas a otras, pero
no como ahora que se echan agua, vino, huevos y harina”.
Teresa Aginaga Madariaga
Desfile de las autoridades municipales, delante de una banda militar, el día de San Bartolomé de 1958.
El patrón de los animales domésticos, San Antonio Abad, “San Anton”, también era (y en
menor medida sigue siendo) motivo de celebración para los habitantes de nuestra villa. De
hecho, el 17 de enero es considerado el día del segundo patrón de nuestra localidad. Pero
aunque ha sido una de las fechas claves del calendario festivo de los elgoibartarras desde el
año 1665, nuestros mayores no recuerdan de manera especial esta jornada. Este día apenas
se celebraban actos de carácter extraordinario y, si bien es cierto que durante algunos años
hubo sokamuturra e incluso se organizó alguna feria, para la mayor parte de los elgoibartarras era “un día más, prácticamente igual que cualquier otro”. La tradicional Misa Mayor y
el insustituible concierto a cargo de la Banda Municipal de Música han sido, desde hace
décadas, los eventos más reseñables de este día. Incluso parece que la fiesta de San Anton
dejó de celebrarse durante los primeros años del pasado siglo.
Según señala el etnógrafo Koldo Lizarralde en su obra titulada “Fiestas Populares en
Elgoibar”, “parece que algunos años se dejó de celebrar la festividad, dado que el año 1914
el alcalde propone a la corporación que, con motivo de la festividad de San Anton, se reanuden las funciones religiosas y también las profanas que la propia corporación determine”.
Siguiendo con las celebraciones festivas de nuestra villa nos encontramos con el Día de
la Trinidad. Considerado como el tercer día festivo en importancia para los elgoibartarras,
se trataba de una jornada caracterizada por la organización de una extraordinaria feria que
conseguía congregar a numerosas personas procedentes de las localidades vecinas.
Fiestas
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Asimismo, ninguno de los baserritarras de nuestro municipio estaba dispuesto a perderse
esta cita en la que el ambiente rural se convertía en el indiscutible protagonista.
“Más que fiesta el día de la Trinidad era una romería. Ese día se hacía una feria y solía
venir mucha gente de otros pueblos como Azkoitia, Deba o Eibar. La calle Rosario era “la
calle de la feria”. En la plaza de los Fueros vendían las frutas y en la plaza Txikita se celebraba la romería”.
Mª Rosa Unzueta Iriondo
Las hermanas Rosa Maria, Maria Angeles y Maria Luisa Mugerza, Iñaxio Alonso y Joxe Mari Mugerza, del
caserío Garate, posan en la Plaza de los Fueros con los premios obtenidos en una feria de ganado.
Siguiendo con las fiestas locales no podemos pasar por alto las que tenían lugar en los
barrios. Sallobente, Azkue (San Roke), Idotorbe (San Pedro), Aiastia (San Migel), Altzola,
Arriaga (San Antolín), Urruzuno... todos ellos tenían sus propias fiestas que, sin excepción,
contaban con una gran acogida, especialmente por parte de los propios vecinos que no dudaban en acudir a todos y cada uno de los actos que se organizaban.
“Las fiestas de Altzola se celebraban en San Juan, igual que ahora. Entonces había dos
días de fiesta, el día de San Juan y el día de San Juan Txiki. Ahora todo el mundo se va a
Eibar pero antes venía muchísima gente de Elgoibar y Mendaro. Solía haber baile, partidos de pelota y sokamuturra”.
Juan Lariz Garate
Además, los más “fiesteros” también tenían la posibilidad de acudir a cualquiera de las
numerosas romerías que tenían lugar en las proximidades de nuestra villa. Las que se organizaban en Maltzaga, Madarixa, Sallobente, Idotorbe (San Pedro), Aiastia (San Migel), el
frontón de “Kamiñerokua” o Arrate eran algunas de las que contaban con mayor aceptación
entre nuestros mayores.
46
Capitulo VIII
“Hasta los 17 años los chicos y las chicas de Sallobente solíamos quedarnos en el barrio
pero luego íbamos a cualquier sitio que hubiera romería. Algunas veces íbamos a la que se
celebraba en San Pedro aunque, sobre todo, acudíamos a las que se hacían en San
Lorentzo, Kurutzeta y Madarixa”.
Mariano Elustondo Aizpiri
De todas estas romerías son reseñables las que se celebraban cada domingo en el frontón
de Sallobente. Los integrantes de la familia Sodupe, más conocidos como “Gelatxo”, fueron
los encargados de amenizar estas veladas durante décadas.
“El barrio de San Lorentzo era muy animado, entonces se hacían grandes romerías, siempre; en verano y en invierno, todos los domingos. Se hacían en el frontón y solía venir
mucha gente. Gelatxo tocaba el acordeón y también solía haber mucha gente merendando.
Y nosotros, como todos éramos de casa, ayudábamos a la cuñada y a la madre en el bar”.
Juliana Irizar Goiburu
Se trataba de romerías organizadas por el dueño de la taberna del barrio, al que le bastaba con contratar a un acordeonista para que los jóvenes acudieran a la cita semanal con el
baile. Como curiosidad cabe señalar que el acceso a este frontón reconvertido en escenario
de baile costaba 10 céntimos. Pero sólo a los chicos porque las chicas gozaban de entrada
libre.
“En Elgoibar todos los domingos se hacía romería, al atardecer. Y en Maltzaga también,
cada domingo. La Banda de música actuaba en la plaza y allí bailaba la gente de un lado
para otro. Pero había que andarse con ojo porque había un alguacil, Eugenio, que como
levantara el bastón... ¡aquél rápido hacía corro!”.
Pedro Joxe Artetxe Egia
Juliana Zubizarreta es una de las elgoibartarras que mejor conoce cómo eran las romerías
de hace varias décadas. No en vano esta mujer nacida en el caserío Armaitxa Behekoa de
Sallobente y residente desde su matrimonio en el caserío Aldapa de Urruzuno ha amenizado infinidad de veladas en compañía de su amigo Katalotza y, como no, de su inseparable
pandereta.
“Siempre me ha gustado la trikitixa. Con 16 años empecé a acudir a las romerías con mi
pandero. La primera vez actué con mi amigo Katalotza en el caserío Kurutzeta, y desde
entonces he estado en muchas romerías más, tanto de Elgoibar como de otros pueblos de
alrededor. Yo no cobraba por tocar el pandero, pero el acordeonista sí. Por citar algunos
lugares he actuado en romerías como las de Madarixa, Sallobente, Loiola o Arrate. Todo lo
que sé lo aprendí de oídas. De hecho, Katalotza y yo íbamos a las romerías sin haber ensayado juntos. Nos conocíamos muy bien y no nos hacía falta ensayar. Las romerías que se
hacen ahora son muy diferentes. Antes, los músicos actuaban durante dos o tres horas y
cuando oscurecía se terminaba la fiesta. Ahora, en cambio, empiezan al anochecer”.
Juliana Zubizarreta Gurrutxaga
Otro de los barrios elgoibartarras en los que semanalmente había romería era Aiastia (San
Migel). Al igual que en Sallobente este acontecimiento también se caracterizaba por la masiFiestas
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masiva afluencia de baserritarras que, además de bailar, aprovechaban la ocasión para
degustar los preciados dulces de Mendaro. Y es que la presencia del bizcochero y rosquillero de la localidad vecina estaba asegurada cada domingo.
La contratación de los músicos para estas romerías corría a cargo de los dueños de los dos
bares que había en el barrio. Los chicos, aquí también, eran los únicos que tenían que pagar
la entrada. Pero con una particularidad: Los chicos que no bailaban estaban exentos de pagar
la entrada. Ni que decir tiene que para las chicas el acceso era gratuito.
Como ya ha quedado reflejado previamente los vecinos del barrio de Idotorbe (San Pedro)
también tenían su propia romería. Esta no era semanal sino que se celebraba el segundo
domingo del mes de agosto en un lugar conocido como “Santumotz”, cercano al caserío
“Urkiola”.
En resumen, queda demostrado que las fiestas y romerías eran los lugares apropiados para
conocer gente y relacionarse con jóvenes del otro sexo. Pero todo ello con las lógicas limitaciones motivadas por la moral imperante en la época.
Aunque hoy en día pueda parecer extraño no era lo mismo acudir a bailar a la romería de
Madarixa que a la de Maltzaga. La fuerza de la religión y de la mentalidad tradicional existente en localidades como Azkoitia o Azpeitia impedía a los jóvenes de estos municipios bailar “agarrados” en las romerías que se celebraban en su territorio. Así, era normal ver a cuadrillas de jóvenes procedentes de estos pueblos en las romerías que tenían lugar en los
barrios elgoibartarras, especialmente en las de Sallobente. Algo reseñable si tenemos en
cuenta que en el periodo al que estamos haciendo referencia cualquier desplazamiento debía
hacerse a pie. Y no precisamente por carreteras asfaltadas como las que existen en la actualidad, sino por los caminos y atajos de los montes.
“El día de San Isidro se hacía una romería en Madarixa que se prolongaba durante tres
días. En Azpeitia y en Azkoitia no se podía bailar agarrados. Los curas no lo permitían y si
alguno no lo respetaba ... allí estaba la pareja de guardia civiles que hacían parar la música. En Azkoitia al bailar agarrado a una mujer le llamaban “el dulce meneo”. Por eso venían los azkoitiarras a las romerías de Sallobente, ¡para bailar agarrados!”.
Joxe Gurrutxaga Lizarralde
Por otra parte estaban las romerías que se celebraban en el frontón de “Kamiñerokua” y
que también contaban con el beneplácito de los elgoibartarras, aunque la presencia de agentes de la Guardia Civil, sobre todo tras el conflicto bélico, hizo que muchos ciudadanos dejaran de frecuentar este lugar.
“También eran muy conocidas las romerías que se hacían en el frontón de Kamiñerokua
con la llegada del verano. Al principio sólo iba gente del pueblo, pero luego empezaron a
entrar muchos guardias civiles. Y como hablábamos todo en euskera los teníamos todo el
rato encima. Era vergonzoso. Conmigo no se han metido nunca pero...”.
Ramon Maiztegi Iriarte
Además de los barrios, la práctica totalidad de las calles que conforman el casco urbano
elgoibartarra también tenían sus fiestas. De todas ellas, las que se celebraban en la calle del
Rosario eran las que contaban con una mayor aceptación y participación por parte de los
vecinos.
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Capitulo VIII
La Comisión encargada de la organización de estas fiestas se empleaba a fondo para que
no faltara de nada. Así, dentro del programa preparado para cada ocasión había actos para
todos los gustos como sokamuturras, partidos de pelota, pasacalles, Misa Mayor, actuaciones de las Bandas de Música, dianas, paseos de gigantes y cabezudos... Incluso, hubo algún
año (como en 1919) en el que los habitantes de esta popular calle elgoibartarra aprovecharon la llegada de las fiestas para proclamarse como “Estado Independiente”, eso sí, con el
consentimiento del entonces alcalde de la villa, D. Antonio Arrillaga. Tal y como relata
Koldo Lizarralde en su libro “Fiestas Populares en Elgoibar”, “Para ello se escogieron los
personajes más humoristas y populares; presidentes, vocales, Reina de la Calle, Camarera
de S.M., Damas de Honor, Gobernador Militar, Gobernador Civil, Alcaldes, Concejales,
Alguaciles, Guardia particular de la Reina, Grupo de Caballeros y Damas de Honor”.
Las numerosas anécdotas sucedidas en torno a estas fiestas forman parte de los recuerdos
inolvidables de nuestros mayores.
“Había mucha rivalidad entre los
vecinos de la calle Rosario y los de
la calle San Bartolomé. Recuerdo
que durante unas fiestas de la calle
Rosario, dos “chicas viejas” que
iban en coche hacia la calle San
Bartolomé sufrieron un “atentado”.
No sé que les pasó, pero sacaron
mucho ruido con algo y una de ellas
se puso muy nerviosa. Y para que se
les pasara el susto les sirvieron una
copa grande del bar de Aizpiri, en
la plaza. Parece que les gustaba
porque se la bebieron de un trago.
Eran solteras pero muy alegres. Las
fiestas de la calle Rosario eran
bonitas. Había hasta toro. En cambio, en las fiestas de nuestra calle,
San Francisco, no había nada.
Pasaba el tamborilero y listo”.
Teodosia Iriondo Garate
“Lo mejor de las fiestas de la
calle Rosario era el toro, aunque
Las principales calles de nuestro pueblo se llenaban de gente para nosotras no queríamos ni verlo. Las
seguir las actuaciones de la Banda de Música.
puertas de los portales solían estar
abiertas y en dos ocasiones subió el
toro hasta nuestra casa que está en el primer piso. Además, al dar la vuelta cascaba todas
las paredes y luego había que limpiar y arreglar todo”.
Mª Josefa Unzueta Iriondo
Y para terminar con el capítulo de fiestas no podemos olvidar el Carnaval que, a principios del pasado siglo, se celebraba durante la jornada del martes.
Fiestas
49
Al igual que sucedía en el resto de las festividades de relevancia que tenían lugar en nuestra villa, el acto más significativo que podía contemplarse ese día en Elgoibar volvía a ser
la sokamuturra, aunque algunos de nuestros mayores también disfrutaban camuflando su
identidad tras un disfraz. Hace cien años eran una minoría los ciudadanos que participaban
activamente en esta fiesta pero, aún así, los que optaban por disfrazarse otorgaban un colorido especial a las calles de una villa que, al menos por un día, dejaba de lado su rutina cotidiana y se sumergía en un mundo de fantasía en el que la imaginación era una de las virtudes mejor valoradas.
“Me gustaban mucho los carnavales que se hacían en Elgoibar. Recuerdo que una vez me
disfracé de alemán. Me parecían unas fiestas muy simpáticas”.
Ventura Agirregomezkorta Ibarluzea
El director de la Banda de Música, Julio Pérez Cortés, encabeza un pasacalle durante los carnavales de 1943.
Otro de los eventos característicos de la fiesta carnavalera era el baile de disfraces que se
celebraba en el salón del Ayuntamiento. La única condición que había para poder tomar
parte en este baile era ir disfrazado con un traje de época y eran muchos los elgoibartarras
(casi exclusivamente los residentes en el casco urbano), que acudían anualmente a esta cita.
Sin embargo, el conflicto bélico que dio comienzo en el año 1936 terminó con este acto, al
quedar su celebración terminantemente prohibida por el gobierno franquista. El martes de
Carnaval también solía haber sesión de baile en la plaza de verduras. La dictadura también
eliminó esta tradición.
50
Capitulo VIII
IX Cultura
En la introducción a este libro ya ha quedado de manifiesto que el principal objetivo del
mismo es ofrecer una perspectiva general sobre la realidad de esta localidad y sus habitantes durante la primera mitad del pasado siglo XX. No se ha tratado, pues, de perderse en la
profundidad de los detalles particulares, sino de ofrecer una visión global de una realidad
concreta: Elgoibar y sus vecinos. Es evidente que apartados como el que aquí comienza
necesitarían, por sí solos, el espacio de toda una publicación, algo que se escaparía de los
objetivos señalados anteriormente.
El nivel cultural de la población constituye uno de los indicadores fundamentales del
grado de desarrollo de las sociedades modernas. Cada vez se destinan mayores recursos para
impulsar los diferentes ámbitos que actualmente quedan englobados dentro de lo que conocemos como Cultura, con mayúsculas. Tanto desde las instituciones públicas como desde las
entidades privadas.
Las actuaciones musicales que se celebraban en las calles de nuestra localidad contaban con una gran aceptación entre los elgoibartarras.
Pero esto no siempre ha sido así. Durante las primeras décadas del pasado siglo, actividades como leer, escribir, ir al cine o al teatro, escuchar conciertos de música, o dibujar no ocupaban, ni mucho menos, un espacio importante en la vida de nuestros mayores. Además, el
apoyo de las distintas entidades a la organización de este tipo de actos tampoco era el mismo
que en nuestros días.
Cultura
51
Como ya hemos señalado con anterioridad, las obligaciones diarias eran muchas y apenas
quedaba tiempo para este tipo de disfrute. Y antes, el placer que proporciona la cultura, en
la inmensa mayoría de los casos, estaba reservado para los escasos instantes de ocio que se
conseguían. Asimismo, los eventos culturales no proliferaban como en la actualidad y no
todo el mundo tenía la posibilidad de desplazarse hasta las capitales o los núcleos urbanos
más importantes de la zona para ver una película, un concierto, o una obra de teatro con una
cierta regularidad. La cuestión económica también jugaba un papel importante a la hora de
determinar la afluencia a los distintos espectáculos. No debemos olvidar que la mayoría de
las familias de la época se caracterizaban por el elevado número de sus miembros. Los presupuestos de cada casa estaban bien ajustados y no era habitual que sobrara dinero para lo
que entonces se consideraban como “caprichos personales”.
Aún así, los elgoibartarras acudían, siempre que podían, a presenciar los espectáculos que
se organizaban en la localidad. A excepción de la lectura y de la habitual sesión de música
y baile que cada domingo por la tarde se organizaba en la Plaza de los Fueros de la mano de
la Banda Municipal de Música, el disfrute de la cultura estaba reservado para las fiestas y
fechas señaladas.
La lectura
La lectura es una actividad que comenzó a extenderse entre los elgoibartarras hace unas
ocho décadas. La escolarización entre nuestros mayores, por breve que fuera, empezó a
generalizarse, y eso dio un impulso importante a la afición por la lectura en nuestra localidad.
“Para poder leer, primero hay que saber y yo no aprendí hasta después de regresar del
servicio militar. Fue entonces cuando comencé a leer el periódico”.
Joxe Odria Osoro
Lógicamente, el poco tiempo libre disponible tampoco contribuía a la democratización de
la lectura.
“De joven no tenía tiempo y luego ya no me aficioné a leer. Además, antes no había periódicos en los caseríos. En todo San Lorenzo igual sólo llegaba a tres casas. En la nuestra
comprábamos Argia todos los domingos. Hasta la Guerra. Estaba escrito en euskera y a
nuestro barrio lo traía el difunto Ángel Arriola”.
Joxe Gurrutxaga Lizarralde
Con el paso de los años la lectura de periódicos fue haciéndose más común entre los elgoibartarras y, aunque no todos podían permitirse el lujo de comprar un ejemplar a diario, quien
más quien menos le daba un buen repaso al que cayera en sus manos. En muchos casos no
importaba qué periódico se iba a leer, ni cuál era su ideología. Incluso daba igual qué día se
había publicado. Todos esos aspectos eran cuestiones menores.
“Leía el periódico cuando se podía: La Voz de Guipúzcoa, La Gaceta del Norte, El
Liberal...”.
Pedro Joxe Artetxe Egia
52
Capitulo IX
El caso era poder enterarse de aquello que estaba sucediendo fuera de nuestro municipio.
Y claro, como la inmensa mayoría de los domicilios de nuestra localidad no tuvieron ningún aparato receptor de radio hasta prácticamente la mitad del siglo XX, la prensa escrita
constituía el único cauce de información al que se podía recurrir.
“Siempre me ha gustado mucho leer y cada vez que podía aprovechaba para coger el
periódico. Entonces leíamos todo lo que nos llegaba a las manos, cualquier cosa”.
Sotera Zubiaurre Garitaonaindia
De cualquier modo, el número de cabeceras de periódico existentes en la época poco tiene
que ver con la variedad existente en la actualidad. Nuestros mayores recuerdan algunos de
ellos como el Diario Vasco, La Noticia, El Correo Español, El Liberal, Excelsior, La Gaceta
del Norte, La Voz de España o La Voz de Guipúzcoa y, quien más quien menos, tenía sus
preferencias.
“Yo no tenía tiempo para leer pero de vez en cuando sí que me gustaba echar un vistazo
a los chistes que aparecían en el periódico. En nuestra casa se compraba La Voz de
España”.
Felisa Bergaretxe Ardanza
En este sentido, cabe señalar que al igual que sucede en nuestros días, las publicaciones
especializadas dedicadas a divulgar la información deportiva también contaban con sus propios adeptos.
“Siempre me ha gustado mucho leer la información deportiva como la que aparecía en
As o Marca. Este último periódico apareció en los años de la Guerra y los dos llegaban a
Elgoibar. Solía ir a cortarme el pelo donde Julián Zakarias y siempre que llegaba me decía:
¡ahí va, Ramon!. Me dejaba el periódico y lo leía allí. Además, algunas veces me pasaba a
la semana siguiente y me daba los periódicos que iba a tirar a la basura. Me los llevaba a
casa y así... ¡doble repaso!”.
Ramon Maiztegi Iriarte
“Leía el periódico casi todos los días, sobre todo lo relacionado con los deportes como
el ciclismo o los partidos de pelota. Nuestro padre compraba el periódico pocas veces pero
en el bar siempre cogían La Voz de Guipúzcoa. Eso sí, igual el del día estaba ocupado y
había que conformarse con el del día anterior”.
Juan Lariz Garate
El reparto de prensa tampoco tenía nada que ver con lo que conocemos hoy. El repartidor
solía ser una persona conocida y, en algunos casos, se encargaba de elaborar las informaciones locales.
“Paco, el hijo del sacristán Jacinto Salaberria, era uno de los que vendían periódicos.
Luego también fue corresponsal. Tenía el puesto de venta en la Plaza pero también solía
repartir los periódicos de casa en casa”.
Markos Arregi Iriondo
Cultura
53
Sin lugar a dudas, el citado Paco Salaberria y Markos Gorostiza fueron unos de los primeros elgoibartarras que desempeñaron labores periodísticas en nuestro municipio.
“En La Voz de Guipúzcoa había un espacio para la carta del pueblo. La escribía Markos
Gorostiza y firmaba las noticias como “Cosmar”. Las cosas del fútbol las escribía Paco
Salaberria. Era famoso; incluso en San Sebastián solían estar pendientes de lo que escribía sobre los partidos de fútbol del Elgoibar. Pero él nunca iba a ver los partidos; mandaba a sus amigos o a sus primos y escribía lo que le contaban”.
Hermanas Unzueta Iriondo
Con el transcurso de los años el reparto personalizado de la prensa fue dando paso a su
distribución en los establecimientos comerciales y bares del pueblo, acercándose a lo que
conocemos en la actualidad.
“Aranburu era otro de los que vendía periódicos. Solía repartirlos en un bar que había
en la calle San Francisco, a la altura de donde actualmente están la zapatería Osoro e
Iriondo Kirolak”.
Mariano Elustondo Aizpiri
La lectura de revistas era mucho más minoritaria que la de prensa. Esto era debido, principalmente, a las pocas opciones que podían encontrarse en los establecimientos de venta y,
como no, a su coste. De hecho, la mayoría de nuestros mayores apenas recuerdan los nombres de las primeras revistas que llegaron a sus manos. Sin embargo, los pocos que tuvieron
la suerte de tener un contacto más o menos habitual con estas revistas que “hablaban un
poco de todo” recuerdan hasta su aspecto.
“Estaba la revista “Blanco y negro”. Nosotras no la comprábamos pero en nuestro portal vivía el médico Don Antonio Arrillaga, que era primo de nuestro padre, y nos las dejaba para que las leyéramos. “Blanco y negro” era una revista elegante, hecha con papel
bueno”.
Hermanas Unzueta Iriondo
Por último estaba la lectura de libros y novelas, algo reservado a los auténticos amantes
de la literatura. Y es que, después de acabar exhaustos la jornada laboral, a pocos les quedaban fuerzas y tiempo para desarrollar esta actividad. Además, tenían que “lidiar” contra la
mentalidad imperante que consideraba poco fructífero este ejercicio intelectual.
“De jóvenes nos gustaba leer las novelas que nos dejaba Don Antonio. Algunas eran muy
bonitas, pero en casa nos decían que estábamos perdiendo el tiempo”.
Hermanas Unzueta Iriondo
ARRILLAGA, ANTONIO (1886 - 1961)
Médico e ilustre cirujano. También fue alcalde de Elgoibar. Nació el 17 de enero de 1886 en el caserío Arnoate. Tuvo un hospital en la calle San Inazio de esta localidad. Fue un hombre muy ilustre, con
verdadera fama en el campo de la traumatología. Fue historiador de Elgoibar en particular, y de toda
Euskalerria en general. Según dicen los que lo conocieron, fue muy piadoso, buen hombre y mejor
amigo. Aficionado a la montaña y al deporte. Incluso, jugaba a la pelota.
54
Capitulo IX
De entre los lectores había, al igual que en nuestros días, quien se decantaba por libros de
corte didáctico y quien se inclinaba por los títulos destinados al entretenimiento.
“Me gustaba mucho leer aquellos libros que contaban cosas de los reyes. En aquella
época todo el mundo conocía a los miembros de las realezas”.
Ventura Agirregomezkorta Ibarluzea
Y claro, como comprarse un libro era todo un lujo, para poder ojear uno había que recurrir a las bibliotecas. Dejando al margen las existentes en cada uno de los centros escolares
del municipio, la primera biblioteca pública de nuestra localidad estuvo ubicada en los locales de la Casa Consistorial que actualmente albergan las oficinas de la Policía Municipal.
“Antes ya había biblioteca en Elgoibar, en el Ayuntamiento. Allí podían encontrarse
libros clásicos como la enciclopedia Espasa, que tenía unos 60 tomos, y otros libros y novelas. Entonces no había ninguna persona que se encargase del cuidado de los libros. Nos
abrían la puerta, cogíamos los libros y los leíamos allí mismo. Nunca vi a nadie que se llevara un libro a casa para leerlo. Nosotros íbamos mucho a la biblioteca, sobre todo cuando hacía mal tiempo. A mí me gustaba leer las historias de los pueblos, aunque también ojeábamos las obras de arte. Cuando algún amigo encontraba algo interesante se lo enseñaba al resto”.
Ramon Maiztegi Iriarte
Además de la biblioteca municipal los elgoibartarras tenían a su disposición, en la iglesia
parroquial de San Bartolomé, otro buen número de publicaciones. Eso sí, de carácter eminentemente religioso.
“En la iglesia también había una biblioteca. Es probable que todos los libros que había
allí fueran de contenido religioso. Pero biblioteca en la parroquia, también había”.
Hermanas Unzueta Iriondo
D. PEDRO MIGUEL URRUZUNO (1844 – 1923)
Párroco de Mendaro y luego capellán de las Agustinas en esa misma localidad. Notable poeta y
articulista en Euskera, fueron muchas las revistas que publicaron sus escritos, sobre todo sus preciosos cuentos o “Ipuiak” escritos en un euskara popular y fácil, rico en modismos que adornan el lenguaje ágil, vivaz y expresivo de la masa euskaldun. En palabras del Padre Villasante, la obra de
Urruzuno “Ipuiak” “debiera servir de modelo a la literatura vasca del género popular”. En el año
1915 se publicó en Durango su “Meza Santua zer dan”, traducción de la obra del alemán Martín
Cochem. Otra obra suya, una traducción de una obra religiosa del Padre Baudranec, llegó a la sexta
edición en Tolosa en 1921.
Cultura
55
Música y Danza
Desde tiempos inmemoriales, la música y la danza constituyen las facetas culturales con
mayor arraigo entre los elgoibartarras. Ya ha quedado de manifiesto en el capítulo destinado a las fiestas populares la importancia y aceptación que tenían estas actividades entre
nuestros mayores. Quien más quien menos aprovechaba la ocasión que se le brindaba para
escuchar un poco de música o para demostrar sus cualidades de baile en cualquiera de los
improvisados escenarios de la época.
Orquesta dirigida por Inazio Bereziartua. En la imagen también aparecen: Juanita Zubizarreta, Azpiazu,
Epelde, los hermanos Etxaniz, Cordero, Salaberria y otro.
“Me gustaba mucho la música y todos los domingos iba a la plaza a escuchar el concierto
de la Banda. Salíamos del cine hacia las siete de la tarde y enseguida comenzaba la música, que duraba hasta las nueve de la noche. Había muy buen ambiente y solía bailar. Hasta
que me casé”.
Maria Epelde Arriola
Pero no todos afrontaban estas disciplinas como algo exclusivamente propio del tiempo
de ocio y como meros receptores. Los que tenían más afición además de escuchar música
también querían aprender a tocarla, y para ello cuidaban su formación acudiendo a las clases que impartían los “maestros” de la localidad.
“Estudié música con Inazio Bereziartua durante más de un año. Pero no tenía apenas
oído y tuve que dejarlo. Bereziartua se desesperaba con nosotras. A las clases de música
íbamos tres amigas, Lucía Alkorta, Arcadia Gabilondo y yo. No teníamos oído ni la una ni
las otras. Una mal y las otras peor. Bereziartua daba las clases en su casa, en la calle Santa
Ana. Entonces yo tenía 10 u 11 años, no más. Eran clases particulares y como teníamos que
ir al colegio nos las impartía después de comer, hacia las 13:30. Ibamos cinco minutos, nos
explicaba la lección y nos mandaba estudiar otra para el día siguiente”.
Mª Josefa Unzueta Iriondo
56
Capitulo IX
En otros casos, la formación en materia musical tenía su raíz en la tradición familiar.
“Nací en Mutriku y desde muy pequeño acudía a diario a estudiar solfeo. También estudiábamos la educación de la voz. En mi casa había piano, mi madre tocaba el piano y mi
padre tocaba en la banda. Un hermano mío era cura y tocaba muy bien el órgano, se hizo
cubano y allí impartió clases de piano”.
Nikasi Andonegi Sustaeta
Joxe Odria junto a otros participantes del concurso de baile al suelto, celebrado en la plaza de los Fueros de
Elgoibar, durante las fiestas de San Bartolomé de 1946.
Y, como no, también había quien se dedicaba a aprender a tocar su instrumento musical
preferido por cuenta propia.
“Desde siempre he tenido afición por tocar el pandero. Aprendí escuchando la radio, por
mi cuenta. Nunca he acudido a ninguna clase para aprender a tocar. Tenía una buena
madre y en ocasiones me cuidaba los hijos. Así yo podía marcharme a tocar el pandero a
las romerías mientras mi marido bailaba”.
Juliana Zubizarreta Gurrutxaga
Dejando a un lado la música, en materia de baile hay que destacar el arraigo que tienen en
Elgoibar, desde hace varios siglos, las danzas tradicionales. De cualquier modo, el baile
Cultura
57
siempre ha estado presente, en cualquiera de sus modalidades, en las fiestas de nuestra localidad.
“De joven aprendí a bailar. Incluso solía participar en diferentes campeonatos de baile
con Miren Vallejo y otros amigos del pueblo. Entonces también se organizaban campeonatos en la Plaza del Ayuntamiento y solíamos participar una docena de parejas”.
Joxe Odria Osoro
Así las cosas, es fácil deducir que la práctica totalidad de nuestros mayores ha hecho sus
“pinitos” sobre alguna de las pistas de baile que, generalmente, se habilitaban en los frontones de la villa. Y como la cosa va por gustos, había quien prefería el “baile al suelto” y
quien mostraba una mayor predisposición por los “agarrados”.
“A bailar aprendí bastante poco, algo en las romerías pero nada más. Antes se escuchaba la música para bailar suelto como la trikitixa. Y eso era lo que me gustaba”.
Juan Lariz Garate
Cine y Teatro
El primer cine que tuvo Elgoibar, el viejo cine parroquial o “Zine Zaharra”, estaba ubicado en el edificio de la calle Rosario que actualmente alberga las oficinas de la Kutxa. Su
puesta en funcionamiento constituyó todo un evento para los elgoibartarras de la época y
rápidamente se consolidó como una de las principales alternativas para el ocio de la jornada dominical. Además, ofrecía la posibilidad de acudir a la sesión de tarde (comenzaba
hacia las 16:30 horas), o a la de noche (hacia las 21:30 horas), de tal manera que nuestros
mayores tenían la posibilidad de contemplar una película sin tener que renunciar a los bailables que cada domingo se realizaban en la Plaza de la mano de la Banda de Música.
“Cuando vine a Elgoibar había un solo cine, el de la calle Rosario. Era un cine muy
corriente, no había butacas tapizadas ni nada de eso. Se bajaba el asiento, te sentabas y ya
está. Solía ir al cine con los amigos, los domingos y días de fiesta. Después del baile. Los
padres tenían la cena preparada porque de lo contrario las hermanas o alguien siempre se
quejaba porque no cogía sitio. El cine era el no va más para todos. No había otra cosa”.
Eugenio Diego Aranburu
Niños, jóvenes, adultos... no importaba la edad a la hora de incluir la opción del cine dentro de los planes de los domingos. Al igual que sucede en nuestros días, los más jóvenes
solían acudir a las sesiones de la tarde y los adultos a las de la noche.
“Cuando éramos niñas en Elgoibar sólo existía el cine parroquial de la calle Rosario.
Íbamos al cine todos los domingos. La entrada costaba dos perras gordas (20 céntimos), y
como nos solían dar tres de paga, gastábamos dos en la entrada y el resto en comprar
cacahuetes y caramelos. Se armaba una buena juerga en el cine. Los chicos de la cuadrilla se ponían delante y nosotras detrás. Nos lo pasábamos muy bien”.
Hermanas Unzueta Iriondo
58
Capitulo IX
De cualquier modo, el acceso al cine tampoco estaba al alcance de todos. No era mucho
lo que costaba (hace 75 años el precio de las entradas estaba en torno a los 20 ó 30 céntimos) pero aún así la situación económica de muchas familias tampoco se prestaba a la realización de grandes alardes.
“Hacia el año 1940 estaba el cine parroquial. Recuerdo que en aquella época su responsable era Antonio Usabiaga, aunque yo nunca llegué a entrar porque las cosas no eran
como ahora. Al cine empecé a ir algunos años más tarde, cuando abrieron el Odeón”.
Juliana Irizar Goiburu
En lo referente a la cartelera que podía verse en el cine durante las primeras décadas del
pasado siglo XX, nada tiene que ver con las superproducciones actuales. Los “estrenos” llegaban, incluso, con varios años de retraso. Pero daba igual, porque lo realmente importante
era poder presenciar un espectáculo que entonces era calificado como “lo más moderno”. Y
eso que las primeras películas, además de ser en blanco y negro, eran totalmente mudas.
“Recuerdo las películas que echaban cuando empezó la Guerra civil. Eran de propaganda de los americanos. Pero como eran más técnicas y estaban mejor hechas, aquello era lo
que nos gustaba. Aunque veíamos lo que nos echaban”.
Eugenio Diego Aranburu
Y como el hecho de acudir al cine constituía todo un evento para nuestros vecinos, la
mayoría de ellos no tienen ningún problema para recordar los títulos de aquellas películas
que marcaron su época.
“Cuando vine a Elgoibar solía ir al cine de la calle Rosario. Recuerdo que estuve viendo
la película “Nobleza baturra”. La había visto antes en Bilbao y como me gustó la volví a
ver en Elgoibar. Vi esa película tres veces. Otra película que me gustó mucho fue “Carmen,
la de Triana”.
Felisa Bergaretxe Ardanza
Eso sí, el viejo cine parroquial de la localidad tampoco permaneció ajeno a la llegada de
la censura impuesta por el régimen de Franco. De hecho, los elgoibartarras se vieron obligados a acatar, no sin resignación, los cortes de las películas que se les imponían. Aunque
no por ello se echaron atrás a la hora de mostrar su descontento con esta medida cada vez
más impopular.
“Cuando era joven el cine de la calle Rosario lo llevaba el párroco, Don Ceferino. La
gente protestaba porque cuando llegaba el momento del beso cortaba la película. Hasta que
tuvo que dejarlo. A mí me gustaba el cine, pero me daban una perra gorda de paga y como
costaba dos o tres pues... no podía ir mucho. Me acuerdo de haber visto películas como “La
mano misteriosa” o “Las dos niñas de Paris”.
Sotera Zubiaurre Garitaonaindia
Por otra parte, cabe señalar que el viejo cine de la calle Rosario también fue utilizado algunas veces como sala de exposiciones, e incluso, para que se pudieran celebrar conferencias
de diversa índole.
Cultura
59
“Nosotras no teníamos dinero para ir a ver películas, aunque sí solíamos ir al viejo cine
de la calle Rosario a ver los cuadros que ponían de diferentes artistas”.
Teodosia Iriondo Garate
De hecho, alguno de estos actos quedó inmortalizado en la memoria de nuestros mayores
en forma de anécdota.
“Cuando mataron al presidente americano, Kennedy, estábamos en el cine de la calle
Rosario en una conferencia sobre setas”.
Nikasi Andonegi Sustaeta
Y como no podía ser de otra manera, también podemos encontrarnos con algún elgoibartarra que, con más de 80 años a sus espaldas, no ha acudido al cine ni una sola vez.
“Nunca fui al cine. Ni yo, ni mis amigos. Solían ir los que tenían novia de la calle, pero
los que vivíamos en los caseríos no”.
Mariano Elustondo Aizpiri
Nuestra localidad, desde comienzos del pasado siglo, siempre ha contado con sus propios grupos de teatro
aficionado.
Superado el ecuador del pasado siglo, la apertura del cine Odeón supuso un salto cualitativo importante en lo referente al nivel de los espectáculos que llegaban hasta nuestro municipio. Géneros como el teatro o la zarzuela comenzaron a hacer acto de presencia en la cartelera del nuevo cine con cierta frecuencia y los elgoibartarras acogieron su llegada con un
gran entusiasmo. Además, la coyuntura económica del momento era favorable, con la industria local en pleno auge, y eso contribuyó decisivamente a fomentar la asistencia de nuestros vecinos a los eventos culturales que llegaban a Elgoibar de la mano de compañías profesionales.
60
Capitulo IX
“Al Odeón solían venir zarzuelas, teatros... estaba bien el Odeón. También íbamos al teatro, más que nada cuando había música. También solían venir algunos cantantes”.
José Gurrutxaga Ondartza
Al igual que sucedía con las películas, nuestros abuelos recuerdan con una gran precisión
los espectáculos que más éxito tuvieron a su paso por los escenarios de la villa.
“Solíamos ir a ver a las compañías de teatro que iban al Odeón. De aquellas obras de
teatro recuerdo "Las chicas del tren" y "La tabernera del puerto". Mi marido y yo normalmente íbamos al cine Odeón, porque allí era donde había teatros. Había teatro igual un
miércoles que un domingo”.
Teresa Aginaga Madariaga
Resulta curioso comprobar que prácticamente existe unanimidad entre los entrevistados a
la hora de señalar a “Las chicas del tren” como el mejor espectáculo que se ha visto en
Elgoibar. Esta obra estuvo presente en la programación del cine Odeón durante varias semanas (años 50) y es difícil encontrar a algún elgoibartarra que se quedara sin verla.
"Estuve viendo “Las Chicas del Tren". Ahora eso no sería nada, pero entonces... Trajeron
esa obra en los años 50, al poco tiempo de abrir el cine Odeón. Estuvo bastantes días en
cartelera y cada sesión se llenaba hasta los topes. Es probable que a los niños no les dejaran entrar a ver el espectáculo, pero creo que todos los adultos del pueblo pasamos por allí.
¿En qué consistía el espectáculo?. Pues eran buenas artistas, hermosas mujeres...”.
Ramon Maiztegi Iriarte
Pero la afición por el teatro en nuestra localidad ya existía desde varias décadas anteriores a la apertura del cine Odeón.
“En la plaza del mercado también se hacían interpretaciones de teatro, sobre todo en
verano. Y a la plaza pequeña solían ir los comediantes, que eran payasos y hacían un espectáculo muy entretenido. Solíamos ir a verlos, cada uno con su sillita”.
José Gurrutxaga Ondartza
El viejo cine de la calle Rosario, la plaza del mercado, Aita Agirre o el mismo Batzoki
fueron algunos de los escenarios que en su día se utilizaron para llevar a cabo la puesta en
escena de diferentes obras.
"Siempre me ha gustado mucho el teatro y siempre que podía iba a verlo. Recuerdo que
en el viejo cine de la calle Rosario ví algunas obras como "El Caserío" o "Txelu kartzelan
dago”.
Ventura Agirregomezkorta Ibarluzea
En la mayoría de los casos, las interpretaciones teatrales corrían a cargo de aficionados
locales, como los que se reunían en torno al orfeón Lagun Onak.
“En Elgoibar ha habido buenos grupos de teatro. José Juaristi, Francisco Juaristi, Miren
Vallejo y Manolo Rementeria eran algunos de los que solían actuar y en mi opinión eran de
Cultura
61
Kasurik gehienetan, herriko antzerki zaleak izaten ziren antzezlanak egiten zituztenak:
Lagun Onak orfeoiaren inguruan biltzen zirenak esaterako.
“Elgoibarren teatroko grupo onak ere egon dira. Jose Juaristi, Francisco Juaristi, Miren
Vallejo, Manolo Rementeria... inguruan onenetakuak zirala uste dot, ondo preparauta.
Taldiaren izena zan... Orfeón Lagun Onak de Elgoibar. Amistad taberniaren gañian zaukaben lokala. Santolaya zaharra ere ibiltzen zan hor, Lagun Onak-en”.
Ramon Maiztegi Iriarte
Eta ezin kapitulu honi amaiera eman Ongarri eta Elgoibarko Izarra elkarteak, bereziki,
aipatu gabe. Sortu zirenetik, lanean ari izan dira euskal kultura elgoibartarrei ezagutarazten.
GERMAN URIGUEN "ETXEGIÑA" (1898 - 1986)
Bertsolari entzutetsua izan zen. Ermuan jaio zen 1898 urtean, eta 1924an Elgoibarrera etorri zen
bizi izatera. Hasieran Gabilondoneko enpresan egin zuen lan , eta ondoren, Sigman. Familiaren, eta
batez ere, bere osaba Juan Kruz Uriguenen eraginez, 14 urterekin sortu zitzaion bertsolaritzarekiko
zaletasuna. "Etxegiñaren" osaba ere bertsolaria izan zen. Hiru urte beranduago, Santa Agedako
koruetan parte hartzen hasi zen. Izan ere, "Etxegiña" izan zen ohitura honi jarraipena eman zion taldearen sortzailea. Bere sorkuntzarik garrantzitsuena "Salbea" izan zen. Bertso horiek 17 urterekin
kantatu zituen lehenengo aldiz, Ermuan. 1986ko apirilaren 14an hil zen.
62
IX. Atala
X. Comer y beber
Las comidas
Hace unos 80 años los elgoibartarras tenían por costumbre hacer cuatro comidas diarias:
desayuno, comida, merienda y cena. El desayuno solía realizarse entre las 7 y las 8 de la
mañana; la comida, hacia las 12 y media del mediodía; la merienda a las 6 de la tarde y la
cena entre las 9 y las 10 de la noche. Pero no todas las familias de nuestro municipio seguían este orden de horarios y comidas. Muchos elgoibartarras optaban por suprimir una de las
citas con la mesa mencionadas haciendo lo que se conocía como “apari merienda”, es decir,
una única comida que servía a la vez de merienda y de cena y que solía realizarse entre las
7 y las 8 de la tarde.
Por norma general, el lugar en el que nuestros mayores realizaban todas las comidas era
la cocina, mientras que el espacio de comedor no se utilizaba más que en contadas ocasiones como las fiestas o cuando tocaba recibir visitas de familiares o amigos.
Las cuadrillas de nuestra localidad aprovechaban cualquier ocasión que se les brindaba para reunirse en torno
a una mesa.
“En nuestra casa no desayunábamos todos juntos. En cambio, sí que nos juntábamos en
la cocina a la hora de comer y cenar. El hamarretako y la merienda solía llevarse al trabajo”.
Mariano Elustondo Aizpiri
También era costumbre entre nuestros vecinos organizar una comida para familiares y
amigos cuando había algún fallecimiento, pero los desmanes que se sucedían en torno a
estas peculiares celebraciones hicieron que dejaran de realizarse.
“Cuando fallecía una persona, tras el entierro, se hacían las honras. Entonces se acostumbraba a ofrecer una comida a todos los familiares que acudían al funeral. Aunque luego
Comer y beber
63
eso desapareció. ¡Y menos mal que lo quitaron!. Era vergonzoso porque la gente llegaba,
incluso, a emborracharse. Recuerdo que cuando murió mi madre acudieron a la comida
unas 40 personas”.
Markos Arregi Iriondo
Las empleadas del balneario de Altzola en el comedor antes de la celebración de un banquete en 1933.
En lo referente a los alimentos que conformaban las dietas de las familias elgoibartarras a
principios del pasado siglo XX, el desayuno estaba caracterizado por la presencia de la
leche, que solía acompañarse con pan, galletas o incluso talos elaborados en el mismo caserío.
Pero de todas las comidas la principal era la del mediodía, (“bazkaixa”), que era diferente los días laborables y los domingos y festivos. De hecho, además del necesario y merecido descanso semanal, la comida era uno de los principales alicientes con que contaban los
elgoibartarras en sus escasos días de fiesta.
El menú diario de una familia media giraba en torno a las alubias. Rojas, blancas, negras...
no importaba de qué tipo fueran. La cosa es que casi todos los días este alimento estaba presente en las comidas de la mayor parte de los hogares de nuestra villa. Huevos, jamón y,
como no, productos de la huerta como tomates, lechugas, pimientos y demás verduras también formaban parte indispensable de la alimentación diaria de la época.
“En las comidas tomábamos, principalmente, productos del caserío como alubias o puerros... También cocíamos las tripas de las ovejas, del mismo modo que se hacen las morcillas. Estaban deliciosas. En el caserío también matábamos un cerdo para hacer chorizos y
demás. El pan lo hacía nuestra abuela en el caserío aunque yo también he hecho pan alguna vez, cuando estuve en Eibar de criada. Le solía echar un poco de leche y cogía un sabor
muy rico, parecido al de las galletas. También comíamos macarrones, que hacía yo misma
con agua, vino blanco, huevos y mantequilla”.
Ventura Agirregomezkorta Ibarluzea
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Capitulo X
La comida de los domingos y de los días de fiesta era diferente. Normalmente las familias elgoibartarras se reunían en torno a la mesa de la cocina para degustar un suculento cocido a base de garbanzos que, por lo general, estaban acompañados de unos buenos trozos de
tocino, costillas y chorizo.
En cuanto al postre, lo normal era tomar frutas de temporada, nueces, queso o membrillo
aunque en ocasiones especiales la “etxekoandre” o ama de casa obsequiaba a los paladares
de los suyos elaborando una tarta o un pastel casero.
La merienda tenía como objetivo “engañar al estómago” hasta que llegara la hora de la
cena y solía consistir en un trozo de pan con chocolate.
La última comida del día era la cena que, en la época de nuestros mayores, se hacía a base
de sopas, tortillas y pescado.
En cualquier caso, la presencia de productos de la huerta y del caserío se antojaban insustituibles en la dieta de las familias de nuestra villa.
“Normalmente comíamos los productos que se elaboraban o se recogían en el caserío:
maíz, leche, talos, alubias rojas, pan... ¡Las alubias sí que estaban buenas!”.
Juliana Zubizarreta Gurrutxaga
Otro de los alimentos fundamentales, el pan, también se elaboraba en muchos de nuestros
caseríos. Algunos de estos baserritarras hacían más pan del que necesitaban para venderlo
entre los vecinos, mientras que otros preparaban lo justo para cubrir las necesidades de consumo familiares.
“Hacíamos el pan en nuestra propia casa. La panadería de Arozena estaba al lado de
nuestra casa y fueron ellos los que nos enseñaron. El pan que hacía nuestra madre era "de
categoría" y tenía mucha fama”.
Markos Arregi Iriondo
La matanza del cerdo en las fechas próximas al día de San Martín también formaba parte
de las costumbres de los elgoibartarras, principalmente de los residentes en los barrios.
Bebida y bares
El consumo de bebidas alcohólicas como la sidra, el vino, el txakoli o el aguardiente no
es algo nuevo entre los elgoibartarras. Hace varios siglos que los habitantes de nuestra villa
comenzaron a consumir de manera habitual este tipo de bebidas, en muchas ocasiones, de
elaboración propia. Esto era así, sobre todo, en los casos de la sidra y del txakoli.
Según han dejado de manifiesto nuestros mayores hace varias décadas era normal que
cada caserío contara en sus terrenos con manzanos, e incluso algunos pocos, con cepas de
donde conseguir la materia prima necesaria para elaborar estas preciadas bebidas. Hay que
tener en cuenta que en aquella época el que quería alguna garrafa de vino debía comprarla
en las tabernas de la villa. Y eso era algo que no estaba al alcance de todos. Así las cosas, la
sidra y el txakoli “caseros” se convertían en las principales opciones para el acompañamiento de las comidas.
“En las fiestas solíamos tomar vino. Pero normalmente, durante las comidas, siempre
bebíamos la sidra que hacíamos en el caserío”.
Mariano Elustondo Aizpiri
Comer y beber
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Con el paso de los años la presencia del vino fue generalizándose en cada una de las citas
gastronómicas de los elgoibartarras, principalmente entre los hombres, hasta convertirse su
consumo en uno de los hábitos más extendidos en la vida cotidiana de nuestros mayores. Las
mujeres, en cambio, se mostraron más fieles con la tradición y siguieron mostrando su preferencia por la sidra como bebida para el consumo diario.
“Siempre he bebido sidra porque el vino nunca me ha gustado. ¡Qué rica estaba la sidra
que hacíamos en el caserío!”.
Juliana Zubizarreta Gurrutxaga
Mariano Elustondo con Maria Arregi en el bar Gorbea durante la boda de Bixente Maiztegi y Antonia
Elustondo. Año 1957.
Después de las comidas, nuestros vecinos tenían por costumbre tomar café o manzanilla
que, en el caso de los hombres, solían acompañar con algún licor que adquirían en las bodegas y tiendas de alimentación del casco urbano elgoibartarra. Entre las opciones existentes
en la época (lógicamente, muchas menos que en nuestros días), los hombres mostraban predilección por el aguardiente y el brandy que entonces era conocido como “koinaka o pattarra”. Mientras, las mujeres que se animaban por tomar una copa tras las comidas solían
decantarse por el anís, si bien eran una minoría las que tenían este hábito.
En las próximas líneas dejaremos a un lado el consumo de bebidas que se hacía en los
hogares y en el ámbito familiar para fijar nuestra atención en los bares que, desde su generalización en nuestras calles en el siglo XIX, forman parte de la vida cotidiana de los elgoibartarras.
Así las cosas, podemos asegurar sin temor a equivocarnos que a comienzos de la pasada
centuria los bares y tabernas de la villa ya contaban con el favor de las cuadrillas elgoibarresas. Con una particularidad: la presencia en estos espacios estaba prácticamente reservada a los hombres, mientras que las mujeres apenas se dejaban ver por estos lugares, a no ser
que estuvieran acompañadas de sus respectivas parejas. Eran tiempos en los que no estaba
bien visto que una mujer entrara a un bar (especialmente si lo hacía ella sola) y mucho
menos que tomara unos “txikitos”. Se trataba de una realidad que todos, tanto ellos como
ellas, asumían con total normalidad.
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Capitulo X
“En aquella época las mujeres no entraban a los bares. Por ejemplo, hasta que nos casamos mi mujer no entró nunca a un bar. De hecho, cuando entraba una mujer al bar nos daba
hasta reparo”.
Mariano Elustondo Aizpiri
Fue fundamentalmente tras el surgimiento de la industria local, a partir de la década de los
años 30, cuando el “txikiteo” por los bares de la villa pasó a formar parte de las costumbres
más extendidas entre nuestros vecinos.
Los “txikiteros” se dejaban ver de manera especial los domingos y los días de fiestas, si
bien la presencia de las cuadrillas en los bares de las calles elgoibarresas también era habitual los días laborables.
Una vez finalizada la jornada laboral, elgoibartarras de todas las edades solían reunirse
con los amigos en las tabernas de la villa donde las conversaciones y los cánticos no dejaban de fluir. Eso sí, entre porrón y porrón de vino. La alegría y el buen humor eran las notas
dominantes.
“Vine a Elgoibar en el año 1941 cuando me casé y el ambiente que se vivía en la calle
Rosario era muy gracioso. Había unas cuadrillas de hombres "xalaos xalaos" que, cuando
salían de trabajar, iban de Txikiteo y salían de los bares cantando. El ambiente era diferente
al que hay ahora. Yo por las tardes solía estar tan a gusto en el balcón de casa oyéndoles
cantar”.
Teresa Aginaga Madariaga
La proliferación de tabernas en nuestras calles hizo que cada cuadrilla tuviera su propio
“cuartel general”, esto es, aquel bar que frecuentaban con mayor asiduidad y que servía al
grupo de amigos como lugar de encuentro. De todos modos, una de las características más
significativas de este fenómeno consistía en la “visita” a diferentes establecimientos en los
que, de manera casi obligada, había que consumir vino.
“Durante nuestra juventud había unos 14 bares en Elgoibar. El más típico era el de
Conde y tras la guerra el Gorbea. También estaba el bar de Barrutia, el de Cristina... había
muy buen ambiente en los bares de Elgoibar. En nuestra cuadrilla solíamos juntarnos unos
25 amigos para “txikitear”. Y para cuando habíamos tomado cuatro vinos siempre había
alguien que empezaba a cantar. Luego nos animábamos los demás y... parecía un orfeón. Es
lo que tenía el txikiteo de antes. Ahora la gente se emborracha, con el botellón y eso. Antes
no había eso, nos juntábamos en un sitio y nos tomábamos un porrón de vino. Nosotros solíamos ir al bar de Conde y bebíamos vino porque no nos llegaba para más. Entonces el “txikito” costaba una perra gorda y la cantidad dependía de la voluntad del camarero”.
Ramon Maiztegi Iriarte
Por norma general cada grupo de amigos tenía perfectamente establecido su propio recorrido de txikiteo. El punto de partida era siempre el mismo y, llegado el momento de cambiar de bar, todos los miembros de la cuadrilla sabían a donde había que ir. La razón por la
que el txikiteo tenía su propia rutina es clara: en el caso de que alguno de los txikiteros habituales no pudiera llegar a tiempo para iniciar la ruta junto a la cuadrilla, sabía perfectamente qué camino debía tomar para incorporarse al grupo.
Comer y beber
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“Los amigos de nuestra cuadrilla también nos solíamos juntar y hacíamos nuestra vueltita de txikiteo. Empezábamos en el bar de Conde, luego íbamos al de Gorostiza, luego
pasábamos por la calle San Francisco y llegábamos hasta la Magdalena. Recuerdo que en
nuestra cuadrilla, al atardecer, después de txikitear... nos gustaba cantar y solíamos ir a
Melitón a cantar por las noches durante los fines de semana. Entre semana no acostumbrábamos a salir. Generalmente txikiteábamos los domingos al mediodía. Bebíamos txikitos, siempre vino”.
José Gurrutxaga Ondartza
Pero la importancia del txikiteo no se limitaba al hecho de que los elgoibartarras encontraran en esos momentos un hueco para alternar y desconectar del trabajo diario, sino que,
además, fue uno de los principales pilares en la integración de aquellas personas que llegaron hasta nuestra localidad procedentes desde diferentes puntos del Estado para trabajar en
la emergente industria y en la construcción. La mayoría de estas personas no tardaron mucho
en incorporar el txikiteo entre sus hábitos diarios, por lo general, junto a los compañeros y
amigos del trabajo.
“Cuando llegué a Elgoibar, si había 28 bares, 28 bares recorría yo de txikiteo. Todos nos
llevábamos muy bien, los de aquí y los que habíamos venido de fuera. Me integré muy bien
en el pueblo. De hecho, también jugaba la quiniela en el bar Conde que entonces costaba
10 céntimos. Pagabas la quiniela y la metían en un buzón”.
José Manuel Acosta Calvo
“Los domingos cuando íbamos de txikiteo siempre hacíamos el mismo recorrido.
Empezábamos por el Jai Alai, luego íbamos por la calle Rosario, al Gorostiza, al de
Leonardo... Luego también estaba el bar León. De allí al Urkiola y luego pasábamos hasta
Magestad o Txarriduna. Nos conocíamos todas las cuadrillas de jóvenes de Elgoibar y nos
llevábamos todos bien. La gente de los caseríos no solía venir al txikiteo los domingos y los
días de fiesta. Se quedaban en el barrio. Nosotros siempre nos movíamos por la misma
zona”.
Eugenio Diego Araburu
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Capitulo X
XI. Vestimenta e imagen personal
A nadie se le escapa que en la sociedad de nuestros días son muchos los adolescentes y
jóvenes que, influenciados por los medios de comunicación de masas, toman como referencia la forma de vestir de aquellos personajes públicos que admiran (actores, deportistas, cantantes...) a la hora de configurar su propio vestuario.
Todo lo contrario sucedía en la época de nuestros mayores que ni se planteaban imitar el
estilo de nadie cuando tenían que comprar ropa. Eran plenamente conscientes de las limitaciones económicas existentes en el seno de sus propias familias y se mostraban conformistas con el vestuario del que disponían. Nada que ver con la realidad actual.
“Generalmente utilizábamos unos vestidos de tergal, aunque también teníamos una ropa
mejor para los días de fiesta. Para trabajar en el caserío usábamos una ropa y si queríamos bajar a la calle nos mudábamos. Comprábamos la ropa en Elgoibar, concretamente en
la tienda de Engracia que estaba junto a la actual farmacia de Maala”. El calzado que más
utilizábamos eran las abarcas. Entonces todas las ropas eran muy parecidas”.
Juliana Zubizarreta Gurrutxaga
Durante las primeras décadas del pasado siglo era muy normal que las personas de nuestra villa contaran sólamente con una ropa para “todos los días” y con otra “para los domingos y días de fiesta”. Ni que decir tiene que en aquellos tiempos no existían ropas específicas para ir al monte o practicar cualquier modalidad deportiva. Había la ropa que había y se
utilizaba para todo. Lógicamente, esta situación era diferente en el caso de las familias con
mayores recursos económicos. Una minoría en un pueblo trabajador como Elgoibar.
“De chavales salíamos a la calle con una bata y unas alpargatas. Aunque también teníamos otra ropa para los domingos que solía ser la más bonita y la más nueva. Yo compraba
la ropa, y todo lo demás, en la tienda que tenían mis jefes del trabajo”.
Teodosia Iriondo Garate
Algo similar sucedía en relación al calzado utilizado en la época. Las “abarkak” y “abarketak” eran insustituibles y, si bien la práctica totalidad de los entrevistados señalan que
también tenían un par de zapatos, su uso estaba reservado para ocasiones más especiales.
“Entonces los zapatos se utilizaban poco y casi siempre andábamos con alpargatas.
Había que renovarlas cada poco tiempo porque se rompían enseguida por la parte de los
dedos”.
Mariano Elustondo Aizpiri
En cuanto a la limpieza corporal, conviene recordar que estamos haciendo referencia a
unos tiempos en los que los caseríos, prácticamente en su totalidad, carecían de ducha. En
estas condiciones lo habitual solía ser limpiarse por partes en la cocina del caserío o bien
utilizando un barreño en el que se vertía el agua caliente que había sido previamente calentado en la cocina. Esto era lo más normal aunque cuando llegaba el buen tiempo los elgoibartarras de los barrios rurales aprovechaban el pilón del caserío, “askia”, para lavarse.
Quien tenía cerca de casa el río o algún arroyo, tampoco dudaba en utilizarlo para las tareas
de aseo.
Vestimenta e imagen personal
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“En nuestro caserío no había ducha. Teníamos un pilón en la entrada y allí solíamos
meternos todos... esa era nuestra ducha. En casa también había agua pero solíamos ir allí
a lavarnos. Menos en invierno. Cuando hacía frío calentábamos agua en la cocina y nos
arreglábamos con aquello”.
Joxe Gurrutxaga Lizarralde
Imagen sacada en el portal del caserío Mokoroa, del barrio Sallobente-Ermuaran, hacia 1.925. De izquierda a
derecha: Miguel Arozena, Josefa Etxaniz, Libereta Aranbarri y Juan Egia.
El jabón que nuestros mayores empleaban para su limpieza corporal, en muchas ocasiones, se elaboraba en los mismos caseríos, a base de cocer grasas. Pero no era el jabón uno
de los productos más consumidos entre las familias elgoibartarras. Y es que, por aquella
época, los elgoibartarras (a imagen y semejanza de las personas procedentes de otros lugares) acostumbraban a ducharse una vez por semana. Bien es cierto que las condiciones existentes no contribuían, precisamente, a fomentar la afición por esta práctica que hoy en día
resulta tan gratificante y que se realiza en medio de todas las comodidades. Pero entonces
la cosa era bien diferente y nuestros mayores se duchaban, generalmente, las mañanas de
los domingos. Primero había que cumplir con las obligaciones del caserío y luego, eso sí,
tocaba sesión de aseo, algo obligado antes de “mudarse” para ir a misa. Sin embargo, no
todos esperaban la llegada dominical para bañarse. Las interminables jornadas laborales que
se prolongaban hasta bien entrada la tarde del sábado pasaban factura a más de uno, que no
dudaba en celebrar la llegada del ansiado día de descanso obsequiándose con un baño en el
río Deba nada más salir de su lugar de trabajo. Eso sí, esta práctica solía ser cosa de los jóvenes.
“No teníamos ducha pero recuerdo bien dónde me duché por primera vez. Era verano y
vino a visitarnos una hermana de mi madre que vivía en Argentina. Antes era normal hervir agua con lejía para limpiar la ropa. En nuestra casa había un hueco de piedra donde
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Capítulo XI
se metía la ropa, dentro de una redecilla, y se echaba el agua hirviendo con ceniza, laurel...
La ropa se limpiaba allí y, tras aclararse en el río o en el pilón del caserío, quedaba muy
suave. Y en ese mismo hueco fue donde me di la primera ducha, con mi tía echándome agua
con un balde. Más tarde, durante la juventud, los amigos de la cuadrilla íbamos a bañarnos al río los sábados por la noche, después de haber estado toda la semana trabajando”.
Markos Arregi Iriondo
Continuando con los hábitos que tenían nuestros mayores en relación con el cuidado de
su imagen personal nos centraremos en el tratamiento del cabello. Prácticamente en el caso
de todos los entrevistados, era la madre la primera que metía la tijera en el cuero cabelludo
de los pequeños elgoibartarras con el fin de arreglarlo. Algo que, según cuentan nuestros
mayores, no siempre se conseguía. Esto solía ser así durante la niñez y los primeros años de
la adolescencia porque, una vez llegada la juventud, era momento de comenzar a visitar al
peluquero. Principalmente en el caso de los hombres.
Imagen tomada en el barrio de Aiastia (San Migel) en el año 1.935.
“De pequeños era nuestra madre la que nos cortaba el pelo en casa. Luego, cuando fuimos haciéndonos mayores, comenzamos a acudir a la peluquería de Agapito. No estoy muy
seguro, pero entonces cortarnos el pelo nos costaba unos dos reales”.
Joxe Gurrutxaga Lizarralde
Aunque de otra forma, en aquellos tiempos también se establecían modas y uno de los
atractivos que más valoraban los hombres en las mujeres era su larga cabellera. Por esta
razón, con cortarse periódicamente las puntas y arreglarse el flequillo tenían más que suficiente, aunque también había quien prefería llevar el pelo corto. En la mayoría de las ocasiones eran las mismas mujeres o algún familiar cercano los encargados de realizar los arreglos en el cabello.
Vestimenta e imagen personal
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“Sí que había peluquerías pero yo no solía ir. A mí me cortaba el pelo mi madre, en luna
menguante. Sin embargo, mis hermanos sí iban a la peluquería, normalmente a la que tenía
Agapito junto al local donde ahora está la zapatería Osoro, en la calle San Francisco”.
Juliana Zubizarreta Gurrutxaga
En aquellos tiempos las mujeres también tenían al alcance de la mano diferentes opciones
para maquillarse, pero era algo que no estaba muy bien visto y eran pocas las que se decantaban por utilizarlas.
“Yo no utilizaba maquillaje. Haber si que había, pero a mí me quemaba la cara”.
Ventura Agirregomezkorta Ibarluzea
Jóvenes que tomaron parte en una cuestación en favor de la Cruz Roja hacia el año 1920.
Otro de los aspectos de aquella época que no tiene nada que ver con la realidad actual es
el hecho de tumbarse a tomar el sol. Es difícil encontrar entre nuestros mayores a alguno que
disfrutara con esta práctica tan extendida hoy en día. Para ellos lo mejor del sol era la sombra y siempre que podían se resguardaban de los rayos solares. Además, se “llevaba” la piel
blanca.
“¿Pintarme los labios?... ¡como no fuera con barro!. Si veíamos a alguna con los labios
pintados la llamábamos cochina. ¿Tomar el sol?... cuando íbamos a trabajar. ¡Entonces sí
que acabábamos bien negras!”.
Juliana Zubizarreta Gurrutxaga
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Capítulo XI
XII. Religión
Sin lugar a dudas, uno de los aspectos de nuestra sociedad que mayor evolución ha experimentado a lo largo del último siglo es el relacionado con la manera de vivir la religión por
parte de la ciudadanía.
En Elgoibar, al igual que sucede en el resto de las localidades de nuestro entorno, la
influencia de la religión ha ido perdiendo peso paulatinamente y cada día que pasa son
menos las personas que rigen su comportamiento influenciados por los valores religiosos.
Sin embargo, esto no siempre ha sido así. En la sociedad elgoibarresa de hace 70 u 80 años,
la conducta de nuestros vecinos estaba claramente condicionada por los postulados de la
Iglesia católica. Era algo que la inmensa mayoría de los elgoibartarras acataba y asumía con
total normalidad, aunque no todos compartían esas creencias religiosas. El “qué dirán” estaba a la orden del día y el hecho de no dejarse ver por la iglesia podía suponer una razón de
peso para ser el centro de las conversaciones de los propios vecinos. Era una situación que,
lógicamente, a nadie le gustaba y que todos deseaban evitar. Además, podía ser peor, puesto que todo aquel que no cumpliera con las “obligaciones” religiosas estaba prácticamente
“fichado”.
“Si no tenías relación con la religión igual no te daban trabajo. Luego, la iglesia, una
cosa que hacía y que para mí no estaba bien, era darte un “txartel” que atestiguaba que te
habías comulgado. Te daban un “txartel” al año, por Pascua de Resurrección. Tenías que
ir a la iglesia y dar el “txartel” en el que se indicaba que habías comulgado. Porque si no
lo dabas ya estabas fichado”.
Eugenio Diego Aranburu
“Cuando estábamos en el colegio de El Pilar había que rezar por las mañanas y las tardes de los domingos, "a vísperas". Había que ir a misa porque de lo contrario te reducían
la nota. Llamábamos "a vísperas" a la misa de los domingos por la tarde en la parroquia.
Solía ser a eso de las 2 ó 3 de la tarde”.
José Gurrutxaga Ondartza
La religión tenía todavía mayor fuerza en localidades vecinas como Azkoitia o Azpeitia.
De hecho, la influencia de la Basílica de Loiola era tal que también se podía notar en nuestro municipio.
“Iba a misa todos los domingos. Trabajaba por la noche en la fábrica de San Pedro y
seguidamente iba a la ermita de Maala a escuchar la misa. Había misa a las 6:00, las 8:00
y las 11:00. En aquella época la misa era sagrada”.
Markos Arregi Iriondo
Sea como fuere, en la época de nuestros abuelos la asistencia al oficio religioso de los
domingos y demás días festivos era “obligada”.
“Todos los domingos íbamos a misa. Mi familia era muy religiosa. De hecho, mi madre
quedó huérfana y fue recogida por una familia de curas. En casa, en la mesa se rezaba siempre”.
Nikasi Andonegi Sustaeta
Religión
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En este sentido, cabe señalar que las personas que residían en el casco urbano de Elgoibar
acostumbraban a escuchar la misa en la parroquia de San Bartolomé o en la ermita de Maala.
“Generalmente acudíamos a la parroquia a escuchar misa; todos los domingos y cuando
había algo especial. Solían celebrarse misas a las 6:00, a las 8:00, a las 10:00 y a las 11:00.
La de las 11:00 era la Misa Mayor. Nosotras normalmente íbamos a la de las 6:00, porque
luego había que trabajar en el caserío”.
Juliana Zubizarreta Gurrutxaga
La mayoría de los baserritarras, por su parte, solían acudir al oficio religioso que se realizaba en la ermita del barrio.
La ermita de San Antolín era el principal centro social de los vecinos del barrio hasta que fue demolida en
1972 para realizar las obras de la autopista.
“Desde muy pequeñitos aprendimos a ir a misa, cogimos esa costumbre y... entonces no
ir a misa era pecado. Además, en nuestra casa, si no íbamos a misa... ¡bueno!.
Escuchábamos misa en la ermita de San Lorentzo. A la parroquia íbamos pocas veces, normalmente el primer viernes de cada mes. Cuando era joven el cura de San Lorentzo era Don
Satur Campos. Era de Ondarroa y un poco tartamudo, de tal manera que cuando comenzaba a explicar el Evangelio o alguna otra cosa... se avergonzaba. Además, antes el cura
daba la misa de espaldas a la gente”.
Joxe Gurrutxaga Lizarralde
Cada cual escuchaba la misa que más le convenía en función de su propia rutina. Había
opciones para todos los gustos. Y es que los oficios religiosos de los domingos se desarrollaban en diferentes horarios y a lo largo de toda la mañana.
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Capítulo XII
“Todos los domingos iba a misa a la parroquia, a las 9:00 de la mañana. Entonces había
misa a las 6:30, 7:30, 8:30 y 9:00. Y luego a las 10:30 la Misa Mayor. Eso los domingos, y
luego los días de labor también a las 6:30 y a las 9:00. Entre semana solía ir a la de las
6:30. Iba a misa casi todos los días del año”.
Teresa Aginaga Madariaga
El número de curas y religiosos existentes en la época a la que nos estamos refiriendo tampoco tiene nada que ver con la realidad actual.
“De joven siempre iba a misa, sin faltar nunca. Iba todos los domingos a las misa de las
6:30. Entonces había un montón de curas en Elgoibar, seis por lo menos. Me acuerdo de
algunos como Don José Antonio, Don Severiano, Don Saturnino y Don Julián. Les conocía
a todos”.
Ventura Agirregomezkorta Ibarluzea
El clero tenía bien cubierta su “plantilla” y, de hecho, iglesias como la de Altzola contaban hasta con párroco propio.
Aita Agirre acompañado por el alcalde Don Antonio Arrillaga y
otras autoridades de la época durante una visita a su localidad natal.
“Entonces había que ir a misa
obligatoriamente. Nosotros escuchábamos la misa en Altzola,
todos los domingos. Entre semana
se celebraba una misa al día, a eso
de las 8:00, y los domingos dos, a
las 7:00 y a las 10:00. Entonces
había párroco en Altzola. Yo conocí a Don Marcos y de niño fui su
monaguillo. Era buena persona,
aunque un poco terco”.
Juan Lariz Garate
Lógicamente, también había quien no mostraba excesiva simpatía por la religión. Sin
embargo, dadas las características de la sociedad de la época, lo mejor era no airear demasiado esos pensamientos y actuar de la misma manera que el resto de los vecinos, esto es,
haciendo acto de presencia en los oficios religiosos.
D. Fr. FRANCISCO AGIRRE (1863 - 1941)
Francisco Agirre, más conocido como Aita Agirre, recibió el hábito blanco de la orden de los
Dominicos en el Convento de Santo Domingo, de la villa de Ocaña (Toledo), el 13 de septiembre de
1879. Cursados los estudios eclesiásticos con notas sobresalientes, en abril de 1887 recibió el presbiterato y, pocos meses más tarde, llegaría a la provincia china de Fukien, escenario en el que
desarrollaría su futuro y fructífero apostolado. Contribuyó de manera decisiva a la difusión del cristianismo en el país asiático formando sacerdotes, dirigiendo misiones y creando escuelas, entre
otras muchas obras.
Religión
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“Yo no iba a misa nunca hasta que me casé con mi segunda mujer. Para tenerla contenta tenía que ir. Comencé a ir a misa en el año 1954 ó 1956. Pero a comulgar no, a acompañarle. Nunca he creído en la religión. Mi padre solía decir: ¡la iglesia es un comercio y
los curas los comerciantes, cuando tocan las campanas acuden los ignorantes!. Y ¡a la
puerta de la iglesia con carbón está escrito, aquí se pide para Dios y no se da ni a Cristo!.
Mi padre decía que era una industria sin chimenea”.
Eugenio Diego Aranburu
También hay quien se llevó fuertes desengaños al tener contacto con los religiosos y, en
consecuencia, perdió la confianza que tenía depositada en el clero y en la religión católica.
Los habitantes de las zonas rurales acudían cada domingo, sin excepción, al oficio religioso que tenía lugar en
la ermita del barrio. Aiastia (San Migel), año 1945.
“Cuando vine a Elgoibar iba todos los domingos a misa. Pero luego, con los niños
pequeños, no podía ir a misa antes de las 8:00. No tenía a una persona que se quedara cuidándolos. Entonces solía confesarme y en una ocasión le dije a Don Severiano, que era un
cura muy severo, que no podía ir a misa los domingos, aunque no tenía ningún problema
para ir los sábados. Y me dijo que la misa de los sábados no servía, que sólo valía para los
que se iban de caza. Después de la experiencia que tuve con Don Severiano la religión perdió mucho sentido para mí”.
Felisa Bergaretxe Ardanza
En otro orden de cosas, hemos señalado en el apartado destinado a las fiestas la aceptación que tenían entre nuestros vecinos aquellas jornadas festivas de marcado carácter religioso como el día de San Bartolomé, el de San Antón o el reservado a la Santísima Trinidad.
Algo similar sucedía en torno al periodo navideño y a la Semana Santa, unas fechas cuya
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Capítulo XII
llegada suponía unos días de descanso y que eran esperadas por todos, creyentes y no creyentes.
“En nuestra casa se vivían las Navidades de una manera muy alegre y con mucha felicidad porque nos juntábamos toda la familia. Por esas fechas matábamos un cerdo y el género que sacábamos nos lo comíamos esos días”.
Sotera Zubiaurre Garitaonaindia
Por norma general, la llegada de las Navidades era la ocasión propicia para reunir a la totalidad de los miembros de la familia en torno a una buena comida y, después de haber llenado bien el estómago, para disfrutar de una agradable sesión de sobremesa familiar. Unos
aprovechaban esos momentos para charlar y otros para echar una partida a las cartas o a
cualquier otro juego de mesa. Y luego, a dormir.
“En el caserío Urkiri nos juntábamos todos los familiares, también los casados, con sus
maridos o con sus mujeres. En Navidad matábamos un cerdo y una oveja para comer. Esos
días comíamos, bebíamos, preparábamos un buen fuego, echábamos una partida con algún
juego o a las cartas y cuando nos aburríamos... ¡a la cama!”.
Joxe Gurrutxaga Lizarralde
Nuestros mayores no tenían por costumbre alargar estas veladas familiares hasta más allá
de las dos o las tres de la madrugada, si bien siempre pueden encontrarse excepciones, principalmente entre aquellas personas que vinieron a Elgoibar desde otros puntos de la geografía estatal y que siguieron manteniendo las costumbres propias de su lugar de origen.
“Mi casa se llenaba de gente la noche de Navidad y la noche siguiente. Allí todo el mundo
bailaba menos yo, que tenía que poner los discos y la música”.
José Manuel Acosta Calvo
En cuanto a la Semana Santa, eran pocos los elgoibartarras que estaban dispuestos a perderse las procesiones que se organizaban esos días. A principios del siglo XX estas procesiones partían desde la parroquia y llegaban hasta la zona de Maala. Allí daban media vuelta y regresaban a la iglesia parroquial por la calle Rosario. Sin embargo, unas décadas más
tarde se tomó la decisión de acortar el recorrido de estas procesiones que se realizaban los
días de Jueves Santo, Viernes Santo y Domingo de Pascua.
“He estado un montón de veces en las procesiones de Semana Santa. Incluso he llevado
el santo, con los pies descalzos, en unas diez ocasiones. Antes las procesiones salían de la
parroquia y llegaban hasta Maala, aunque luego cambiaron el recorrido porque iba mucha
gente y se alargaba mucho. Desde entonces la procesión sale de la parroquia, atraviesa la
calle San Bartolomé y vuelve por la calle Rosario hasta la iglesia. Para llevar el santo se
colocaban dos personas a cada lado aunque si había mucha gente que quería llevarlo, tres
y tres. Duraba una media hora, se cantaba alguna canción y se volvía a guardar el santo.
El Viernes Santo se cantaba la muerte de Jesús. Era una canción que tenía mucha fama y
ese día la iglesia se llenaba. Se celebraban procesiones el jueves, el viernes y el domingo.
Este último día se hacía la Procesión del Encuentro, la más importante”.
Ramon Maiztegi Iriarte
Religión
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Estas procesiones pueden enmarcarse entre los eventos más significativos que cada año se
celebraban en nuestra localidad. De hecho, eran muchos los elgoibartarras (especialmente
los de los barrios rurales) que se acercaban hasta la plaza de los Fueros incluso varias horas
antes de que comenzaran. Todo ello para coger un buen sitio desde donde poder presenciar
el esperado acontecimiento.
Los vecinos de Idotorbe (San Pedro) realizan todos los años una procesión en honor al santo del barrio. Esta
procesión se celebra el día de San Pedro.
“Antes había más ambiente que ahora en Semana Santa. Acudía mucha gente a ver las
procesiones y muchos se presentaban hasta varias horas antes de que empezara para coger
un buen sitio. De lo contrario igual se quedaban sin verla”.
Pedro Joxe Artetxe Egia
Los elgoibartarras acostumbraban a pagar dinero por llevar el santo. Cada cual ofrecía lo
que podía y finalmente accedía a este “honor” aquel que más fuerte hubiera pujado en la
subasta. Muchos de ellos lo hacían para cumplir con alguna promesa.
“Los que llevaban a Jesucristo en la cruz solían tener alguna promesa. No sé lo que
pagarían por llevarlo, pero los que lo llevaban tenían que pagar”.
Sotera Zubiaurre Garitaonaindia
A comienzos del pasado siglo quienes se encargaban de transportar al santo durante la procesión eran recompensados con algo de pan y un vaso de vino. Eso sí, una vez finalizado el
recorrido. En alguna ocasión el párroco intentó suprimir esta tradición, justificando la medida en la necesidad de reducir los gastos de la Iglesia. Pero se topó con la oposición de los
elgoibartarras y tuvo que claudicar en sus intenciones.
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Capítulo XII
“Nuestro padre solía llevar la caja del santo. Entonces se daba pan y vino a los que llevaban la caja por las calles. Recuerdo que hubo un párroco que quería quitar eso porque
consideraba que era mucho gasto. ¡Y eso que él vivía con dos criadas!. Pero nuestro padre
le dijo que no llevarían el santo si les quitaban el pan y el vino porque siempre se había
hecho así. Nuestro padre era analfabeto pero hablando se las arreglaba muy bien”.
Teodosia Iriondo Garate
Dicho de una u otra forma, la Semana Santa gozaba de una predilección especial entre
nuestros vecinos y se vivía de una manera mucho más intensa que en la actualidad. La posibilidad de disfrutar de un par de jornadas festivas no ocurría todos los meses y era algo que
no desaprovechaban los elgoibartarras de la época. Cada cual a su manera pero, quien más
quien menos, aprovechaba la ocasión para evadirse de la rutina diaria.
“Durante la Semana Santa había mucho respeto y se celebraban procesiones por las
calles del pueblo. Cuando nos hicimos un poco mayores, después de la procesión íbamos a
Kakatza, a beber sidra y a comer anchoillas. Había allí una sidrería y el vaso de sidra costaba cinco céntimos, una perra pequeña. Ese día no sé cuántos kilos de anchoillas se asarían. Solía haber una persona junto a la barrica, ¡venga a llenar los vasos!. La sidrería era
de los de Aizpitarte”.
Joxe Gurrutxaga Lizarralde
Las procesiones que se realizaban el día del Corpus y durante las fiestas de los barrios
también contaban con una gran aceptación entre nuestros mayores.
“Las procesiones de Semana Santa eran muy largas, con un montón de gente dando la
vuelta al pueblo. También se hacían el día del Corpus. Ese día era costumbre tirar hinojo
por las calles y, de hecho, en alguna que otra ocasión fuimos al monte a cogerlos”.
Hermanas Unzueta Iriondo
El bautizo de un bebé era otro de los motivos de celebración para nuestros mayores. Lo
más habitual era que las familias se reunieran en casa para degustar una comida un poco
especial. Nada que ver con las celebraciones actuales puesto que a la comida del bautizo tan
sólo acudían los padrinos, los abuelos y los familiares más cercanos.
Las comuniones también eran diferentes. Ese día, por norma general, se realizaba una
celebración sencilla, con una comida en el hogar familiar y en la que se degustaba un menú
algo diferente al habitual. Aún así, los niños y niñas de la época esperaban ese día con
mucha ilusión.
“Hice la comunión en la parroquia, a las 8:00 de la mañana. Entonces la hacían todos.
Nos juntamos unos 80 chicos y chicas para hacer la comunión y recuerdo que lo celebramos con una comida especial. Entonces ese día era más apreciado que en la actualidad,
aunque simplemente se matara un pollo para comer”.
Mariano Elustondo Aizpiri
Es cierto que el día de la comunión apenas se hacía nada extraordinario, pero la práctica
totalidad de las personas entrevistadas con motivo del programa “Elgoibartarren Esanetan”
recuerdan perfectamente cómo vivieron esa jornada.
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“Hice la comunión en el hospital de las monjas de Maala. Después nos dieron chocolate
para almorzar y eso fue lo extraordinario del día para nosotros. Por lo demás, en casa no
se hacía nada especial. ¡Ya era bastante con que nuestra madre nos preparara el vestido!.
Antes no se hacían los banquetes que se hacen ahora, una comida corriente y ya está.
Nosotras hicimos la comunión con once años, cuatro chicos y cuatro chicas”.
Sotera Zubiaurre Garitaonaindia
El día de la primera comunión era vivido de una manera muy especial por nuestros mayores.
Y si su memoria no ha conseguido retener algunos detalles, otros como la ropa utilizada
ese día no se les han olvidado a ninguno de ellos.
“Mi comunión fue de lo más sencillo. Fui vestida de blanco, sin hábito. Hice la comunión
en la parroquia y en total nos juntaríamos unos 60 chicos y chicas. Ese día hicimos una
comida un poco especial en nuestra casa. Siempre había algo y comimos un conejo o algo
así”.
Ventura Agirregomezkorta Ibarluzea
Siguiendo con la vestimenta de la comunión, también hubo quien tuvo que soportar las
suspicacias y los comentarios de la gente.
“Fui vestido de marinero. Recuerdo que en vez de llevar el cordón blanco llevé uno rojo
porque le venía bien al azul. Y pensaba: “¡ya me dirán algo!", recordando a mi padre, que
era socialista. Pues, efectivamente, ya hubo quien me dijo: “¡oye tú!, ¿cómo que llevas el
color rojo?”, y yo contesté que porque le iba bien al azul. Pero ya me tocaron el amor propio. Hice la comunión con 11 ó 12 años, en la parroquia. A un lado estábamos los chicos y
al otro las chicas. Pero no lo celebramos”.
José Gurrutxaga Ondartza
El caso es que, por unas u otras razones, el día de la comunión ha quedado grabado en la
memoria de nuestros mayores e incluso algunos lo recuerdan como uno de los momentos
más especiales de sus vidas.
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Capítulo XII
“Me acuerdo muy bien de mi comunión. La hice en Elgoibar, en la calle, con 11 años. Ese
día hicimos la comunión unos 200 chicos y chicas de todo el pueblo. Recuerdo que fui vestido con un traje nuevo. Ese mismo día había confirmaciones en Elgoibar y vino el obispo.
Nos dio la comunión y todavía hoy me preguntan en Elgoibar si me acuerdo de aquello.
¡Cómo no me voy a acordar!. El hecho de que el obispo nos diera la comunión siempre ha
sido un motivo de orgullo para nosotros”.
Joxe Gurrutxaga Lizarralde
Durante las primeras décadas del pasado siglo las celebraciones que se hacían con motivo de las bodas también eran muy distintas a las actuales. De hecho, era habitual que las
parejas de nuestro municipio contrajeran matrimonio a las 6:00 o 6:30 de la mañana.
“Me casé en Elgoibar, a las seis de la mañana, en una de las capillas de la parroquia.
Luego nos fuimos de viaje de novios a San Sebastián. Fuimos con nuestros cuñados y regresamos ese mismo día en el tren. Llegamos al caserío Aldapa de noche. Casi ni sabíamos
donde estaba San Sebastián y por eso no disfrutamos mucho del viaje. Llevé puesto un traje
negro y mi marido uno marrón que le había hecho su madre. El mío me lo hice yo misma.
Celebramos el banquete de boda por la noche en el desván del caserío Aldapa. Nos juntamos 47 personas; entonces era mucho. Gelatxo estuvo tocando el acordeón y mi hermana
mayor, Francisca, el pandero. Yo ese día ni toqué el pandero ni bailé, porque me daba vergüenza”.
Juliana Zubizarreta Gurrutxaga
Tras contraer matrimonio, llegaba el momento de las felicitaciones y de almorzar o comer
con los familiares y amigos más allegados en algún bar del pueblo. Cuando las celebraciones de bodas se llevaban a cabo en los caseríos los banquetes de bodas se podían prolongar
durante tres o cuatro días. En esos casos, lo normal era comer y beber en abundancia con el
material que se había regalado a la pareja.
“Me casé con Gloria Maiztegi en la parroquia de Elgoibar, a los 31 años. Nos casamos
a las 6:30 y después de almorzar nos fuimos a Bilbao. Almorzamos en el bar de Conde que
estaba en los arkupes de la plaza”.
Mariano Elustondo Aizpiri
A continuación, los recién casados que podían permitírselo emprendían el esperado viaje
de novios. El destino del viaje solía ser alguna capital cercana, preferentemente San
Sebastián o Bilbao, y la duración del mismo en pocas ocasiones llegaba a una semana.
“Fuimos a Bilbao de viaje de novios. Entonces ir a Bilbao ya era mucho. Estuvimos allí
desde el miércoles hasta el domingo por la noche. Fuimos hasta la estación con Iglesias, el
taxista, cogimos el tren y… ¡a Bilbao!. Estuvimos alojados en una pensión y nos lo pasamos en grande. Yo conocía muy bien Bilbao porque durante la mili estuve allí un par de
años”.
Joxe Gurrutxaga Lizarralde
De cualquier modo, tanto el destino del viaje de novios como la duración del mismo
dependían de las posibilidades económicas de cada familia.
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“Fuimos de viaje de novios a Pamplona, en tren. Pero se celebraban las fiestas de San
Fermín y allí no había quien parase. Había muchísimo ruido y como allí no podíamos dormir, al día siguiente o a los dos días, nos fuimos a Madrid. Pasamos allí una semana y desde
allí nos fuimos a Barcelona a pasar otra semana más. También teníamos intención de marcharnos a Canarias, pero como estábamos pasando mucho calor le pedí a mi marido que
regresáramos a Elgoibar. El nuestro fue un gran viaje para la época que era. Entonces muy
pocos hacían eso”.
Sotera Zubiaurre Garitaonaindia
Como curiosidad, cabe señalar que los pueblos y ciudades que nuestros mayores conocieron durante la realización del servicio militar o combatiendo en la Guerra Civil fueron
destinos habituales de los viajes de novios.
“Fuimos a Zaragoza de viaje de novios. Estuvimos allí hasta que se nos gastó el dinero,
unos 12 ó 15 días. Nos alojamos en una pensión, con otra pareja. Conocía muy bien
Zaragoza porque estuve allí mucho tiempo durante la mili, unos tres años. Fuimos en autobús desde San Sebastián”.
Juan Lariz Garate
El funeral del empresario elgoibartarra Eulogio Estarta fue uno de los más multitudinarios que se recuerdan en
la localidad. Año 1955.
Otro de los motivos por el que las familias de nuestro pueblo se reunían en torno a una
mesa era la muerte de un familiar. Ese banquete se conocía como “entierroko bazkaixa” y,
debido a la gran cantidad de invitados que acudían, normalmente se celebraba en un bar. Por
la misma razón se celebraba otro banquete al que generalmente acudía el mismo número de
invitados. Tenía lugar nueve días después del entierro y se conocía como “onrra janak”, a
las que ya hemos hecho referencia en el capítulo dedicado a comer y beber.
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Capítulo XII
"Cuando moría alguien era costumbre ir a misa nueve días seguidos. Y después se celebraba una comida en un bar del pueblo. Luego quitaron eso, y ¡qué paz!. Ya había bastantes problemas y si encima había que añadirle un montón de gastos…”.
Mariano Elustondo Aizpiri
Según parece, las comidas que se realizaban tras un fallecimiento formaban parte de las
costumbres propias, casi exclusivamente, de los barrios rurales.
“En las honras los baserritarras celebraban una comida con la gente que había acudido
al entierro. La gente de la calle no solía hacerlo, hacían un entierro y listo. Sin más gastos”.
Teodosia Iriondo Garate
Por otro lado, en una sociedad tan tradicional como la elgoibarresa tampoco podían faltar
las creencias paganas. Generalmente eran los padres los encargados de transmitir las historias y cuentos relacionados con la brujería y los mitos a sus propios hijos, si bien los abuelos también jugaban un papel importante en la enseñanza de este tipo de cuestiones.
"La gente decía que, cuando salían de casa, escuchaban ruidos de pasos. Mi madre,
Agustina, solía decir que cuando volvía de la calle con mi padre, Domingo, también escuchaba ruido de pasos. Mi padre le decía que no hiciera caso, que sería algún perro que
pasaba por allí. No sé si eso era cierto o no. Pero mis padres jamás mentían".
Juliana Zubizarreta Gurrutxaga
Eran muchas las creencias paganas que se podían escuchar en la época de nuestros mayores, aunque es cierto que la mayoría de ellos no las tenían en consideración más que durante la niñez.
“Antes esos cuentos se escuchaban mucho. Mi padre era muy aficionado a contarlos,
sobre todo en invierno, cuando las noches eran largas, después de cenar y de rezar el rosario en silencio. Nuestro padre nos contaba los cuentos de brujas junto al fuego. En algunas
ocasiones también nuestra madre, pero la mayor parte de las veces era nuestro padre quien
nos contaba estas cosas. Y allí solíamos estar, escuchándole con la boca abierta. Cuando
éramos pequeños sí que nos lo creíamos. Luego no”.
Joxe Gurrutxaga Lizarralde
Por desgracia, este tipo de creencias dejaron de transmitirse de manera habitual en los
hogares de nuestro municipio durante el franquismo.
“Escuché y conté cosas de brujas un montón de veces. Pero todo eso desapareció con la
llegada de la Guerra Civil”.
Markos Arregi Iriondo
No podemos acabar el capítulo destinado a la religión sin hacer referencia al viejo convento de clausura de Santa Clara. La vida de las monjas que allí residían era todo un misterio para los elgoibartarras de la época puesto que, al pertenecer a una congregación de clausura, no tenían la posibilidad de salir del recinto del convento.
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“Si alguien iba a hacer una visita a las monjas era como cuando se va a ver a un preso,
entre rejas. Además, tenían que hablar hasta con testigos, a la vista de otras monjas”.
Joxe Gurrutxaga Lizarralde
De cualquier manera, las labores que desempeñaban las religiosas estaban muy bien consideradas por los vecinos del pueblo. Las propias monjas contaban con una persona que se
encargaba de realizar las compras en las tiendas de la localidad y de recoger los encargos
laborales que les hacían los elgoibartarras.
Las monjas del viejo convento de Santa Clara hacían voto de clausura y no salían del convento.
“En el convento de Santa Clara había una mujer a la que llamaban “Sindi” y que era la
que se encargaba de hacer todos los recados. Pero si querías hablar con las monjas tenías
que hacerlo a través de unas rejillas, sin verles la cara. En el convento estaba una chica de
San Lorentzo, Rosario, del caserío Zulueta. Repasaban la ropa y como nosotras no sabíamos hacer esos repasos llevábamos la ropa allí. Hablábamos con aquella “Sindi” desde la
ventana con rejillas”.
Maria Epelde Arriola
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Capítulo XII
Agradecimientos
Mi más sincero agradecimiento a todas aquellas personas que han colaborado conmigo
para que haya sido posible la realización de este trabajo: Ayuntamiento de Elgoibar,
Barren, Elgoibarko Izarra, Oihana Tarragual, Koldo Lizarralde, Pello Arrieta, Biblioteca
Municipal, Nerea Lodoso, Kristina Zuatzubizkar, Maritxu Loiola, Nerea Ezkurra, Blanca
Salegi, Jesús Mari Makazaga, Yulen Zabaleta y, como no, a l@s 21 elgoibartarras que han
participado en las entrevistas realizadas con motivo del programa “Elgoibartarren
Esanetan”. A todos y todas: gracias de nuevo.
Bibliografía
FIESTAS POPULARES EN ELGOIBAR, Koldo Lizarralde Elberdin.
Ayuntamiento de Elgoibar, 1995.
EL VIEJO FRONTÓN DE KALEGOEN, Koldo Lizarralde Elberdin.
Ayuntamiento de Elgoibar, 2003.
ELGOIBARKO ONDARE HISTORIKO ARTISTIKOA: Arkitektura Zibila. Pello
Arrieta Soraiz. Oñati, 1996.
ELGOIBAR: DE LAS FERRERÍAS A LA MÁQUINA-HERRAMIENTA. Maestros
rejeros, relojeros, armeros, Luis Mª Ecenarro Osoro.
Fundación Kutxa, 1996.
APUNTES ETNOGRÁFICOS I, Koldo Lizarralde Elberdin.
Ayuntamiento de Elgoibar, 1994.
APUNTES ETNOGRÁFICOS II. Ritos del paisaje. Koldo Lizarralde Elberdin.
Ayuntamiento de Elgoibar, 1997.
ELGOIBAR DANTZAN, Oier Araolaza Arrieta, Pello Arrieta Soraiz, Koldo Lizarralde
Elberdin, Jose Inazio Sarasua Garate.
Ongarri Kultur Elkartea, 1999.
MÁQUINAS Y HOMBRES. Guía histórica. Patxi Aldabaldetrecu Saiz.
Fundación Museo de Máquina-Herramienta. 2000.
Notas:
- “Elgoibartarren Esanetan” es el primer trabajo editado desde el consistorio elgoibartarra en el
que se recoge el euskera característico de nuestra localidad. Todas las citas han sido adaptadas al
euskera local, de manera totalmente desinteresada, por el filólogo elgoibartarra Jesús Mari
Makazaga.
- Las fotografías incluidas en este libro han sido proporcionadas por los propios protagonistas de
las entrevistas, por el fondo de la Biblioteca Municipal y por la revista ElgoiBARREN. Muchas de
ellas fueron tomadas por diferentes miembros de la familia Azkue.
ENTREVISTADOS
Zubizarreta Gurrutxaga Juliana
22/02/1910 - 21/07/2006
Agirregomezkorta Ibarluzea Ventura
14/07/1916 - 27/06/2005
Arregi Iriondo Markos
12/05/1913 - 27/01/2003
Iriondo Garate Teodosia
Fecha de nacimiento: 07/04/1907
Elustondo Aizpiri Mariano
Fecha de nacimiento:06/10/1912
Aginaga Madariaga Teresa
15/10/1918 - 10/07/2002
Andonegi Sustaeta Nikasi
14/12/1915 - 28/08/2005
Artetxe Egia Pedro Joxe
21/02/1916 - 08/01/2004
Bergaretxe Ardanza Felisa
Fecha de nacimeinto: 19/04/1915
Zubiaurre Garitaonaindia Sotera
22/04/1908 - 18/09/2004
ENTREVISTADOS
Odria Osoro Joxe
Fecha de nacimiento: 17/01/1913
Epelde Arriola Maria
Fecha de nacimiento: 03/12/1916
Acosta Calvo José Manuel
Fecha de nacimiento: 22/11/1918
Maiztegi Iriarte Ramon
05/07/1921 - 07/03/2005
Diego Aranburu Eugenio
16/08/1919 - 01/10/2003
Irizar Goiburu Juliana
Fecha de nacimiento: 07/11/1912
Lariz Garate Juan
Fecha de nacimiento: 31/12/1918
Gurrutxaga Ondartza José
Fecha de nacimiento: 15/09/1921
Gurrutxaga Lizarralde Joxe
Fecha de nacimiento: 04/02/1919
Unzueta Iriondo
Fechas de nacimiento:
Mª Rosa: 19/10/1919
Mª Josefa: 11/03/1922