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Elgoibartarren Esanetan Jabi Leon Apuntes para la recuperación de la memoria histórica de nuestro pueblo Edita: Ayuntamiento de Elgoibar Traducción: Departamento de Euskara del Ayuntamiento de Elgoibar Adaptación de las citas al euskara elgoibarrés: Jesús Mari Makazaga Dibujo de Portada: Yulen Zabaleta Maquetación y diseño: Jabi Leon Imprenta: Debape. Elgoibar ISBN: Depósito legal: A mi familia A mis amig@s A tod@s l@s elgoibartarras Presentación Me resulta difícil describir en unas pocas líneas lo que sentí como elgoibarresa en la presentación de las conclusiones del proyecto “Elgoibartarren Esanetan” realizada durante las fiestas de San Bartolomé del año 2003 en la Casa de Cultura de nuestra localidad. El acto, que contó con la presencia de muchas de las personas mayores que han tomado parte en este proyecto, resultó de lo más emotivo y enriquecedor. No en vano, el escuchar sus vivencias de juventud me hizo sentirme muy orgullosa por entender que somos descendientes de unos “aitxitxas” y “amamas” que, a pesar de haber vivido unos años muy duros, hicieron de su trabajo y de su amor a la familia y a su pueblo, su motivo de vida. Tenemos que tener presente que debemos a nuestros mayores todo lo que somos. Ellos han sabido transmitirnos una lengua, una cultura y unas costumbres que ya hemos interiorizados como nuestras. Ahora, tal y como se recoge en este libro, nos toca a nosotros seguir su ejemplo, cultivando y respetando nuestro patrimonio, para que las futuras generaciones de elgoibartarras puedan seguir teniendo constancia de cuáles son sus raíces; nuestras raíces. Por último, no puedo despedir esta presentación sin animar a tod@s l@s elgoibartarras a que dediquen unas pocas horas de su tiempo a la lectura de este libro que, sin duda, nos traslada a una época, la de hace 70 u 80 años, en la que nuestros mayores sentaron las bases del Elgoibar que hoy todos conocemos. La alcalde: Mª Victoria Aguirregomezcorta INDICE Presentación Capítulo I. El lugar de nacimiento y la familia Capítulo II. Un día normal Capítulo III. La escuela Capítulo IV. Entre amigos Capítulo V. Buscando pareja Capítulo VI. Euskera Capítulo VII. Deporte Capítulo VIII. Fiestas Capítulo IX. Cultura Capítulo X. Comer y beber Capítulo XI. Vestimenta e imagen personal Capítulo XII. Religión 1 5 11 17 25 29 33 43 51 63 69 73 Agradecimientos y bibliografía 85 Protagonistas Introducción El documento que aquí comienza pretende dar a conocer las conclusiones más significativas extraídas de las entrevistas realizadas a nuestros mayores dentro del programa “Elgoibartarren Esanetan”. Dicho de otra forma, este informe es el resultado de un trabajo de documentación e investigación impulsado por el Ayuntamiento de Elgoibar y que persigue ofrecer a los elgoibartarras (especialmente a sus generaciones más jóvenes), una perspectiva general, pero lo más objetiva posible, sobre la realidad de esta localidad durante la primera mitad del pasado siglo XX. No se ha tratado, pues, de perderse en la profundidad de los detalles particulares, sino de ofrecer una visión global de una realidad concreta: Elgoibar y sus vecinos. Cómo vivían los elgoibartarras las fiestas, cuáles eran sus preocupaciones, sus aficiones, qué importancia tenía en sus vidas la religión, cuál era su principal medio de subsistencia... Todas estas preguntas y otras muchas más encontrarán su respuesta en las páginas siguientes. Se ha tratado, en definitiva, de recuperar parte de la memoria histórica de nuestro pueblo. Todo ello basándonos en los testimonios de los propios protagonistas. I. El lugar de nacimiento y la familia A comienzos del siglo XX el lugar de nacimiento resultaba determinante en el modo de vida que, en adelante, iba a llevar cada elgoibartarra. Las diferencias entre el “Modus vivendi” de “baserritarras” y “kaletarras” eran claras; algo que se hacía más evidente durante la infancia. Entre las causas principales de estas diferencias están las escasas posibilidades existentes en la época para desplazarse de un lugar a otro. Esto hacía que, mientras los niños y niñas residentes en el casco urbano crecían en un ambiente en continuo cambio, los que habitaban en los barrios rurales apenas eran conscientes de las novedades que se iban sucediendo en la localidad a medida que la industria iba floreciendo. Aunque hoy en día pueda parecer extraño, a comienzos del pasado siglo los niños y niñas de los barrios rurales hacían la vida, casi de manera exclusiva, en su barrio y tan sólo se desplazaban hasta el centro urbano en fechas señaladas como las fiestas de la Trinidad o los “Sanbartolos”. También solían hacer acto de presencia en las calles de la villa con motivo de la celebración de aquellos eventos considerados “grandes”, como la procesión de Semana Santa o la feria de Gabon Zahar, unos actos que nadie, ni “kaletarras” ni “baserritarras”, estaba dispuesto a perderse. “Ahora los jóvenes empiezan antes la escuela, todos andan en la calle, tienen los amigos en la calle... son más libres y andan más sueltos. Nosotros no salíamos de San Lorentzo, a ningún sitio. No había coches como ahora, ni bicicletas... Había que ir andando a todos los sitios”. Joxe Gurrutxaga Lizarralde Otra de las causas de la diferencia a la que nos estamos refiriendo radica en el hecho de que, mientras la mayoría de los niños y niñas “kaletarras” disponían de muchas horas para jugar con los amigos, los vecinos de los barrios desde muy pronto debían colaborar en las labores del caserío y apenas contaban con tiempo para el ocio. Sin lugar a dudas, el concepto sobre el tiempo libre que tenían los pequeños “kaletarras” y los “baserritarras” no era el mismo. “Durante la infancia los que vivíamos en el casco urbano de Elgoibar pasábamos mucho tiempo en la calle. No había otra cosa y hacíamos mucho deporte. Ibamos al monte o a andar en bicicleta. Los jóvenes de ahora manejan bastante dinero, pero nosotros nada. El cine costaba dos perras gordas, y la paga solía ser un real así que... ¡a ver cómo nos las apañábamos!”. Ramon Maiztegi Iriarte En cuanto al ámbito familiar, tal y como sucedía en el resto de las localidades de nuestro entorno, las familias elgoibartarras de las primeras décadas del siglo XX eran, en la mayoría de los casos, bastante numerosas. En aquella época a nadie le extrañaba el hecho de que en muchas de las casas y caseríos del municipio conviviera más de una decena de miembros de una misma familia. Y es que, además de las figuras de los padres y de los hijos, solía ser habitual la presencia de, al menos, uno de los abuelos y de algún tío soltero. El lugar de nacimiento y la familia 1 “En el caserío Armaite Behekoa de San Lorentzo vivíamos 11 hermanos y nuestros padres. Yo era la décima entre mis hermanos... Antes también vivieron allí nuestros abuelos”. Juliana Zubizarreta Gurrutxaga. En aquellos casos en los que las familias eran tan numerosas, cualquier casa o caserío, por muy grande que fuera, se quedaba pequeño para albergar a la totalidad de los miembros. En la mayoría de las ocasiones los hermanos se veían obligados a compartir tanto la habitación como la propia cama. Generalmente el hermano mayor lo hacía con el que le seguía en edad de su mismo sexo y así sucesivamente. “Nosotros éramos 11 hermanos y a la hora de dormir, si en la casa había habitaciones con dos camas, nos metíamos cuatro en cada habitación, por lo menos de dos en dos”. Markos Arregi Iriondo Juliana Zubizarreta, su marido y sus primeros cinco hijos en la entrada del caserío Aldapa, en el año 1942. En los caseríos lo habitual era que siempre hubiera alguien en la casa con lo que eran pocos los baserritarras que optaban por cerrar con llave durante los escasos periodos en los que se ausentaban. Es más, muchos de los caseríos carecían incluso de cerradura y cerraban la puerta de entrada con un trozo de madera o de hierro al que denominaban “trankia”. “En el caserío Maiorta nunca cerrábamos la puerta con llave al salir de casa, ¡ni pensarlo!. Entonces andaba por aquí mucho gitano pero nosotros nunca cerrábamos. Por aquel entonces había pocas llaves. Cerrábamos la puerta del portal con un hierro que también se utilizaba para abrir la puerta. Ese hierro se introducía en un agujero y lo llamábamos “trankia”. Mariano Elustondo Aizpiri 2 Capítulo I Los habitantes del casco urbano, en cambio, sí optaban por cerrar con llave en la mayoría de los casos, sobre todo a partir de la Guerra Civil. Entonces Elgoibar era una pequeña localidad donde todos se conocían entre sí, pero la llegada del conflicto bélico trajo a las calles elgoibartarras numerosas caras nuevas y, como consecuencia, un ambiente de mayor desconfianza. El hecho de cerrar las casas con llave en las calles de Elgoibar se generalizó tras el periodo bélico. La razón principal fue la llegada masiva desde otros puntos del Estado de trabajadores para satisfacer las necesidades que demandaban la emergente industria de la máquina – herramienta y el sector de la construcción. “Nosotros teníamos un bar en la calle San Inazio (hoy Trenbide kalea) y siempre había algún familiar allí. De todos modos, cada vez que salíamos de casa cerrábamos con llave”. Mª Rosa Unzueta Iriondo Joxe Gurrutxaga con su familia en el caserío Urkiri hacia el año 1930. El lugar de nacimiento y la familia 3 II. Un día normal Las familias elgoibartarras de comienzos del siglo pasado tenían perfectamente delimitadas las funciones que debía desempeñar cada uno de sus miembros. En el caso de los habitantes de los barrios rurales, lo normal era que el hombre de la casa se levantara hacia las seis de la mañana para iniciar las labores diarias del caserío. Tras la comida, que se realizaba hacia las doce del mediodía, era el turno de la obligada siesta. Y vuelta al trabajo. La llegada del domingo o de la jornada festiva se esperaba con especial interés. Esos días, los baserritarras tenían por costumbre levantarse a la misma hora que el resto de los días, llevaban a cabo las labores de la cuadra y se “mudaban” para asistir al oficio religioso que tenía lugar en la ermita del barrio. Tras la misa, los hombres solían juntarse en cuadrilla para enfrentarse al esperado “hamarretako” en medio de un ambiente alegre y dicharachero. Eran los momentos de tertulia en los que unos y otros se ponían al corriente de las buenas nuevas que habían sucedido a lo largo de la última semana. Después de haber llenado el estómago, como cada día, tocaba siesta, que generalmente eran algo más largas que las de los días laborables. Y al levantarse, otra vuelta por la cuadra y la huerta, aunque siempre quedaba algún momento para conversar con los vecinos. En el caso de los hombres que trabajaban en la fábrica y vivían en el caserío, lo Los animales eran imprescindibles para realizar las labo- normal era que se levantaran diariamente res del caserío. hacia las seis y media de la mañana. Muchos preparaban la cuadra antes de desayunar y, seguidamente, se desplazaban a su puesto de trabajo. Los que podían regresaban al caserío a comer y quienes no disponían del tiempo suficiente lo hacían en la misma fábrica o en algún caserío cercano. Al finalizar la jornada laboral llegaba el momento de regresar a casa donde aún quedaban cosas por hacer. Luego era la hora de la cena y, entre las nueve y las diez de la noche, el momento de acostarse. “De niños siempre nos levantábamos antes cuando llegaba el verano. En invierno más tarde, no sé si por miedo a salir con el ganado o porqué, pero así solía ser. Entre semana nos levantábamos hacia las siete de la mañana. Luego, una vez que habíamos sacado el ganado, nuestra madre preparaba el desayuno. Después de desayunar hacíamos lo que nos mandara el padre. En nuestra casa se comía hacia las 12:00 o las 12:30”. Joxe Gurrutxaga Lizarralde Por otra parte, estaban aquellos elgoibartarras que residían en el casco urbano y que desempeñaban su quehacer diario en las fábricas de la localidad. Al igual que sucedía con los ciudadanos residentes en los barrios rurales del municipio, la vida no resultaba nada fácil Un día normal 5 para estas personas. A comienzos del pasado siglo XX las jornadas laborales se prolongaban entre 10 y 12 horas, con unas condiciones que, en muchas ocasiones, dejaban mucho que desear. La vieja fábrica de San Pedro fue uno de los principales motores de la economía elgoibartarra durante las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX. En las instalaciones de esta “Fábrica Siderúrgica de San Pedro” trabajaron una gran parte de los elgoibartarras hasta que la llegada de la Guerra Civil en el año 1936 llevó a su cierre definitivo. “Cuando entré en la fábrica de San Pedro mi trabajo consistía en empaquetar. Luego, muy poco a poco, empecé con las máquinas. Estuve 14 años trabajando en la fábrica de San Pedro, hasta que enfermó mi padre. Había mucho trabajo en el caserío y me quedé allí definitivamente. No volví a trabajar en ningún taller. Cuando empecé en la fábrica de San Pedro trabajaba 11 horas diarias, desde las seis de la mañana hasta las seis de la tarde. Parábamos una hora para comer y seguíamos. Entonces no había vacaciones. Más tarde, cuando dejé la fábrica, consiguieron la jornada laboral de 9 horas, las vacaciones y todo lo demás. Pero al principio nada de nada, trabajábamos seis días a la semana y sólo teníamos fiesta el día de San Bartolome, San Bartolome Txiki y el día de Navidad. La labor del caserío es pesada, pero nunca he sudado tanto como en la vieja fábrica de San Pedro”. Markos Arregi Iriondo Pakita Ansola, del caserío Mauxitxa, y Maria Ansola, del caserío Gorriaga, en la plaza del mercado. Año 1948. El papel de las mujeres elgoibartarras de principios del pasado siglo estaba inevitablemente ligado al hogar familiar. A ellas les correspondía realizar todas las labores domésti6 Capítulo II cas, además de encargarse de la educación de los hijos e hijas. Por norma general, el cuidado de la huerta también era cosa suya. “Todas las cosas de casa las hacía nuestra madre: en la cocina, en el desván... ella era la ama de casa. También solía ir un par de días por semana a la calle con el burro... igual solamente para ir al mercado a vender productos de la huerta, huevos... Entonces en casa faltaban muchas cosas como azúcar, aceite o café, y todo eso lo traía nuestra madre aprovechando el viaje de vuelta. Solía ir ella sola, con el burro”. Joxe Gurrutxaga Lizarralde Sotera Zubiaurre con su madre, Sotera Garitaonaindia, en el pilón del caserío Usetxe. Año 1929. La mujer del caserío iniciaba su jornada al mismo tiempo que el hombre de la casa. Preparaba el desayuno para ambos (en muchos casos ella desayunaba después de que lo hubiera hecho su marido) y comenzaba a limpiar la casa y a preparar la comida. Después de comer llegaba la hora que recoger la cocina y, si había algo de tiempo, se aprovechaba para echar la siesta que, normalmente, solía tener una duración de entre 30 y 60 minutos. Llegado el momento de levantarse, las mujeres retomaban las tareas del caserío y comenzaban a preparar la cena. Era habitual que las mujeres se acostaran más tarde que sus maridos ya que no finalizaban su jornada hasta que la cocina hubiera quedado perfectamente recogida. La situación económica de cada familia iba a determinar el futuro de las jóvenes elgoibartarras. Fueron muchas las chicas del pueblo que, en plena adolescencia, abandonaron el lecho paterno para ir a “servir” a las casas de aquellas personas más pudientes como médicos o industriales. Realizaban las labores de la casa como lavar, planchar o cocinar y además se encargaban de cuidar a los hijos de los señores. Por todo ello recibían comida, cama y una pequeña remuneración económica. Era una vida realmente dura ya que las jóvenes que se dedicaban a “servir” en otras casas apenas contaban con tiempo para poder realizar su propia vida. Muchas de ellas tenían un día libre cada dos semanas. Un día normal 7 “La primera vez que salí del caserío para ir a servir a otra casa tenía 17 años. Estuve en el caserío Olasarte. Mi hermana estaba allí pero se colocó en la fábrica de Movillas y dejó el caserío. Entonces fui yo a servir, hasta que encontraran a otra persona. Permanecí allí durante 18 meses, hasta que encontraron a otra y regresé al caserío Aitz-Bizkar. Después, durante la Guerra Civil, estuve sirviendo en Eibar en la casa de Orbea, que fue alcalde de Eibar. Ganaba 14 duros al mes. Los Orbea eran ricos y tenían una fábrica muy grande, junto a la de Beistegi Hermanos. Entonces tenía muy pocos días de fiesta. Con la llegada de la Guerra los Orbea se asustaron porque el señorito había sido alcalde con los carlistas. Yo regresé de nuevo al caserío Aitz Bizkar”. Ventura Agirregomezkorta Ibarluzea Fábricas como la de Sigma resultaron fundamentales para que las mujeres de nuestra localidad se incorporaran al mercado laboral. De manera general, una vez casadas, las jóvenes elgoibartarras pasarían a desempeñar en su nuevo domicilio aquellas funciones que eran competencia de la madre en el hogar familiar: la educación de los hijos y las tareas domésticas. Sin embargo, no todas las mujeres optaban por llevar ese modo de vida. La llegada de la industria a nuestra localidad trajo consigo la incorporación de la mujer al mercado laboral y fueron muchas las que trabajaron en las empresas elgoibarresas. Y si en Elgoibar alguna empresa jugó un papel destacable en la contratación de mujeres, esa fue “Estarta y Ecenarro”. Una vez terminada la Guerra Civil, los talleres que tenía esta empresa en los edificios de Martín Arrillaga y de Juan Irusta se trasladaron a los pabellones de Olaso para, a partir del año 1946, comenzar a construir máquinas de coser con la marca SIGMA. Durante las décadas en las que la coyuntura del mercado se mostró favorable con este sector, fueron muchas las manos de mujeres elgoibartarras que se emplearon en las mesas de pruebas y en las cadenas de montaje de esta empresa. 8 Capítulo II “En Sigma trabajaban muchas mujeres, probando máquinas, en el montaje o haciendo pequeños trabajos como soltar y atar tornillos... Igual eran más rápidas que los hombres con las manos”. Juan Lariz Garate Numerosas autoridades visitaron durante la dictadura de Franco las empresas de nuestro municipio. Su objetivo era comprobar la evolución que estaba experimentando el sector de la máquina herramienta. Para finalizar con este capítulo no podemos dejar sin señalar que en las familias elgoibartarras de comienzos del pasado siglo también era habitual la presencia de, al menos, uno de los dos abuelos. Mientras la salud lo permitía solían colaborar en las tareas del caserío o del hogar. También solían ser los encargados de enseñar a los nietos las canciones, los cuentos y las viejas creencias populares. Era una sociedad en la que el respeto hacia los mayores era uno de los valores más preciados y sus palabras siempre eran tomadas en consideración. “El respeto que había antes hacia los mayores era mucho mayor que el que hay en la actualidad. Si nuestro padre nos decía que teníamos que hacer algo lo hacíamos. No recuerdo que me pegara nunca mi madre, pero si ponía cara seria... había mucho respeto”. Juliana Irizar Goiburu Un día normal 9 III. La escuela Las viejas escuelas de la plaza Aita Agirre constituyeron el eje central sobre el que se fundamentó la escolarización en nuestra localidad. Sin embargo, éstas no eran las únicas escuelas existentes en Elgoibar a comienzos del pasado siglo. Y es que muchos de los barrios de nuestro municipio también contaron en su día con su propio centro educativo. Las escuelas de Sallobente-Ermuaran, Idotorbe (San Pedro), Aiastia (San Migel) y Altzola son un buen ejemplo. Tampoco hay que olvidar la escuela de Don Erasmo, la del convento de Santa Clara y las viejas escuelas ubicadas junto al Hospital de las monjas en la Magdalena. A pesar de que actualmente la escolarización es uno de los principales pilares sobre los Las viejas escuelas de Aita Agirre a principios del siglo XX. que se fundamenta la educación y socialización de los niños y niñas, en la época descrita por nuestros mayores la realidad de cada familia condicionaba la importancia que tenía la escuela. Así, mientras que las familias más asentadas económicamente y con un mayor nivel cultural de la villa optaban por escolarizar a sus hijos e hijas desde una edad muy temprana, en los casos donde la prioridad era sacar adelante el día a día la escolarización pasaba a ocupar un lugar secundario. Numerosos elgoibartarras que vivieron su niñez a comienzos del siglo XX nunca aprendieron ni a leer ni a escribir. Había otras prioridades que cumplir en el hogar familiar y la llegada de mano de obra siempre era bienvenida. IBINAGA, PEDRO. Natural de Ermua. El año 1560 se inauguró la primera escuela municipal de la localidad, y él fue el primer maestro de dicha escuela. La escuela 11 “Yo no fui a la escuela. Tan sólo acudí a casa de una señora mayor para aprender la Doctrina. De lo demás no sé nada. En San Lorenzo había una escuela... con un señor pequeño de profesor, llegado de fuera. Solían estar todos juntos en el desván, los chicos y las chicas”. Juliana Zubizarreta Gurrutxaga Las viejas escuelas de Maala, ya desaparecidas. “Fui por primera vez a la escuela con diez años. Hasta los once. Luego, como llevábamos la leche a la calle, empecé a estudiar en la escuela que Don Erasmo tenía en el lugar que actualmente está la carnicería de Armueta. Hasta que hice la comunión. Primero acudí a la escuela de San Lorenzo y luego a esta de la calle. En la escuela de San Lorenzo nos juntábamos un montón de chavales, más de 50. Mi profesor fue el padre de los “Txanbolin”, Silivestro Ansola. Allí aprendí la Doctrina, a leer y a escribir... aunque nunca aprendí a hacer cuentas y cosas de esas. En el caserío siempre había trabajo con los animales y como era el más pequeño de casa me tocaba a mí hacer las pequeñas “chucherías”. Entonces había otras prioridades”. Mariano Elustondo Aizpiri A pesar de todo, la mayoría de los niños y niñas de nuestra villa acudieron durante algunos años de su infancia a la escuela. Muchos lo justo para aprender las operaciones matemáticas básicas (sumar, restar, multiplicar y dividir), o simplemente leer y escribir, aunque también hubo quien tuvo la posibilidad de continuar con su formación una vez finalizados los estudios primarios, si bien fueron una minoría. Eso sí, todo aquel que pasó por la escuela aprendió las directrices básicas marcadas por la religión católica. “Estudié en las escuelas públicas de Aita Agirre hasta los catorce años. Empecé en el parvulario con dos años y luego, con seis, pasamos a la parte de arriba de la escuela. En la planta baja del mismo edificio estaba el parvulario. Con 14 años acudí a Eibar a estudiar contabilidad en una academia. Estudié allí, aproximadamente, durante un año. Hacíamos una hora diaria, por lo que todos los días había que ir y volver. Ibamos en tren, que entonces nos costaba 45 céntimos. Ida y vuelta”. Rosa Unzueta Iriondo 12 Capítulo III “Comencé mis estudios a los siete años en las escuelas públicas de Aita Agirre, aunque también estuve allí antes, en el parvulario. El profesor era Saturnino Ciaran. ¡Ese sí que se merecía un homenaje!; daba clases, limpiaba el culo a los niños pequeños... hacía de todo. Luego, cuando abrieron el colegio de El Pilar, me cambié de escuela y estuve estudiando allí hasta los quince años. Entonces había que pagar un duro. Aprendimos un poco de todo pero lo principal era la Doctrina”. Ramon Maiztegi Iriarte Niños con regalos a las puertas de las escuelas de Altzola. La gran mayoría de los maestros y maestras que desempeñaron su labor en las escuelas de nuestra villa procedían de otras localidades. Generalmente llegaban desde otros puntos de la geografía vasca aunque también hubo quien llegó desde otras comunidades autónomas del estado español como Castilla-León, Cantabria o Asturias, especialmente tras la llegada del periodo franquista. Ni que decir tiene que tras el conflicto bélico el idioma utilizado en la enseñanza era, de manera exclusiva, el castellano. “Algunas de las maestras que conocimos en las escuelas de Aita Agirre fueron Doña Basilia, Doña María, Doña Adelaida y Doña Priscila. Todas ellas eran de fuera y, como no sabían euskara, hacíamos todo en castellano”. MªJosefa Unzueta Iriondo La dinámica escolar que vivieron nuestros mayores poco o nada tiene que ver con la actual. A pesar de que el horario de las clases era muy parecido al existente Imagen habitual de un grupo de alumnos en clase durante los años de la dictadura. La escuela 13 en nuestros días, el periodo vacacional se limitaba al mes de agosto y a los días señalados tanto en Navidad como en Semana Santa. “Las vacaciones escolares solían ser en agosto, pero no como ahora que los chavales tienen tres meses de vacaciones. Entonces era un mes poco más o menos. En Semana Santa también teníamos un día de fiesta y no quince como ahora”. Joxe Gurrutxaga Lizarralde Excursión de alumnas de las Escuelas Públicas al Arbol de Gernika. 15 de julio de 1933. Las salidas y excursiones escolares también eran diferentes. De manera excepcional los alumnos de las escuelas ubicadas en los barrios rurales realizaban alguna salida acompañados de sus profesores, generalmente a alguno de los montes colindantes. Por otra parte estaba la esperada excursión de fin de curso que hacían los alumnos del colegio de El Pilar, los de las Escuelas Públicas y, en ocasiones, los de las escuelas de Altzola. Estas excursiones no suponían en ningún caso desplazamientos de larga distancia, si bien dadas las características de la época, la visita a cualquier otro municipio ya suponía todo un acontecimiento para los escolares. Visitar la playa de Ondarroa, el árbol de Gernika o la estatua de Juan Sebastián Elcano en Getaria son algunos de los momentos que nuestros mayores recuerdan con especial cariño de su época estudiantil. EZENARRO, BERNARDO. (1873-1956) Profesor. A la edad de 13 años comenzó a estudiar dibujo lineal y artístico en Eibar. Profundizó sus estudios en Donostia. Posteriormente, culminó dichos estudios en la Academia de Arte de París, gracias a una beca otorgada por la Diputación Foral de Gipuzkoa. Tras volver a Elgoibar, se hizo cargo de la Academia de Dibujo. El año 1916 fundó la Escuela de Artes y Oficios de Elgoibar. Fue director de dicha escuela, hasta que se jubiló a la edad de 78 años. En total, dedicó 52 años de su vida a la enseñanza. El 29 de junio de 1952 el Ayuntamiento de Elgoibar le ofreció un homenaje. El año 1969 el Pleno del Ayuntamiento adoptó el acuerdo de dar su nombre a una calle de la localidad. Hoy en día, el Instituto de Formación Profesional de Elgoibar lleva su nombre. 14 Capítulo III “Estando en las escuelas de Altzola hicimos alguna excursión. Recuerdo una bonita historia: la maestra nos dijo que íbamos a ir a Getaria a ver la estatua de Juan Sebastián Elcano. Pero al llegar a casa mi madre me dijo que no podía ir porque no tenía ropa. Por aquella época teníamos familiares en Argentina que, de vez en cuando, nos mandaban en el barco un paquete de ropa que luego utilizábamos nosotros. Mi abuela trajo ropa, me la probé y con aquello fui a ver a Elcano. Tengo un recuerdo muy bonito de ese día. No me fijé en muchas cosas aunque recuerdo perfectamente el momento que vi la estatua de Elcano. Con ir a la excursión ya era suficiente”. Markos Arregi Iriondo Inauguración de las escuelas de Santa Clara. Un grupo de alumnos posa junto a su profesor. Pero no todo era de color de rosa para estos estudiantes. Y es que cuestiones como ausentarse de las clases sin motivo justificado, hablar en euskara entre los amigos en horario escolar o decir palabrotas eran motivo de castigos que, en ocasiones, llegaban a humillar a los propios alumnos. “En la escuela sí solían poner castigos. En El Pilar igual nos hacían escribir 40 veces la falta cometida como “no debo faltar a clase”, “tengo que estar en silencio en clase”... pero no nos pegaban. Para eso estaba Don Erasmo. ¡Aquél sí que era “campeón de campeones”!. Yo no estudié con él pero en la calle se decía que pegaba a los alumnos. También oí que a un chico le obligó a realizar diez veces una cruz con la lengua tumbado en el suelo”. Ramon Maiztegi Iriarte La escuela 15 IV. Entre amigos Durante las primeras décadas del siglo XX Elgoibar era una pequeña población que apenas contaba con 5.000 habitantes. Al igual que sucedía en el resto de municipios colindantes prácticamente todos se conocían, especialmente los niños y niñas en edad escolar y los integrantes de las numerosas cuadrillas existentes en la villa. Como ya ha quedado reflejado en el primer capítulo de este estudio, los niños y niñas residentes en los barrios rurales de la localidad hacían su vida, casi de manera exclusiva, en el mismo barrio y sus desplazamientos hasta el casco urbano de Elgoibar o a otros municipios se limitaban a contadas ocasiones. Lógicamente, todos se conocían, sin excepción. “En aquella época en Elgoibar vivíamos unas 5.000 personas y todos los que teníamos la misma edad nos conocíamos”. Mª Rosa Unzueta Iriondo Alumnos del colegio de El Pilar posan junto al nacimiento de Navidad de la escuela hacia el año 1949. Un día normal en la vida de estos niños poco tenía que ver con los de aquellos que vivían en el casco urbano de Elgoibar. Y es que las obligaciones del caserío hacían que, desde muy pequeños, los hijos de los baserritarras tuvieran que emplearse en las distintas labores a realizar. Primero colaboraban realizando pequeños trabajillos y recados, pero en poco tiempo se familiarizaban con el día a día del caserío en el que el trabajo es una de las características principales. Así las cosas, es fácil deducir que estos niños contaban con muchas menos horas de ocio que los chicos y chicas de sus mismas generaciones residentes en las calles del pueblo. Entre amigos 17 “Cuando había mucho trabajo en el caserío no quedaba tiempo para ir a la escuela, y mucho menos para jugar. Se llevaba el ganado al monte y luego había que ir a buscarlo. Nuestro padre solas decirnos: tú trae las ovejas, tú las vacas... y lo hacíamos sin rechistar. Pero sin usar la fuerza eh!, con respeto”. Joxe Gurrutxaga Lizarralde Cuadrilla de Elgoibar reunida en el barrio de Aiastia (San Migel). Año 1941. Los niños y niñas “kaletarras” también se conocían entre sí, lo que no es de extrañar si tenemos en cuenta que una vez finalizada la jornada escolar disponían de muchas horas libres que, generalmente, pasaban en la calle jugando con los amigos. Para divertirse solían practicar numerosos juegos de carreras y saltos como “Saku karreria”, “Pañuelo karreria” o “Bote bote”, aunque también eran habituales las salidas en cuadrilla a los montes más cercanos de la villa como Moru, Morkaiko o Kalamua, especialmente con la llegada del buen tiempo. “Al monte íbamos muchas veces: a Kalamua, a Karakate... también a Erlo, a Izarraitz. Solíamos andar juntas las amigas del colegio. Muchos días cogíamos la merienda y nos íbamos a pasar la tarde a San Roke, al pinar que había debajo del caserío Azkue. Estaba en el camino hacia Mintxeta y allí solíamos jugar. Decían que llegaba el aire del mar. Primero nos juntábamos sólo las chicas, cando salíamos de la escuela. Íbamos en cualquier momento, comíamos algo, pasábamos el rato y vuelta”. Mª Josefa Unzueta Iriondo Las travesuras también estaban al orden del día aunque no por ello se puede afirmar que los niños y niñas de antes eran más o menos traviesos que ahora. Eso sí, robar fruta en los caseríos o hacer trastadas a los animales era algo habitual entre los más jóvenes. 18 Capítulo IV Alumnas del colegio de La Milagrosa (antiguas escuelas de Maala) durante una excursión a San Isidro. 1928. De izquierda a derecha: Digna Lasa, Anita Garate, Maritxu Osoro (tumbada), Isabel Garcia y Maria Iriondo. “De niños solíamos robar frutas en los caseríos. Recuerdo que alguna vez nos vio el casero y nos persiguió, con lo que al día siguiente teníamos que andar escondiéndonos por miedo a que nos pillara”. Juan Lariz Garate Otra de las opciones era hacer deporte, si bien la práctica deportiva no se generalizaría hasta las décadas centrales de la pasada centuria, al menos en lo que a modalidades colectivas se refiere. A excepción del fútbol y de los juegos de pelota en los frontones, que desde siglos atrás han contado con una gran aceptación entre los elgoibartarras, la práctica deportiva en nuestro municipio era cosa de unas pocas cuadrillas que se reunían para dar una vuelta en bicicleta o subir a algún monte cercano. En verano, una de las opciones que más agradaba a las cuadrillas de elgoibartarras era acudir a bañarse al río Deba. Dos eran los puntos del río más frecuentados en aquella época: la presa de Goiko Errota y la zona próxima al edificio que actualmente se conoce como King Kong. José Manuel Acosta con unos amigos el día de su llegada a Elgoibar. Año 1954. “En verano íbamos a bañarnos al río, a la zona de Goiko Errota y también junto al edificio del King Kong. Allí estaba lo que llamaban la peña grande y la peña pequeña. Estaba Entre amigos 19 en el río a la altura del pasadizo que hay junto al King Kong. Ahí aprendí yo a nadar. Pero entonces había más agua que ahora, y menos mierda”. José Gurrutxaga Ondartza Pero, además del río Deba, había otros sitios en los que remojarse como la presa de Upai Goitxi, el riachuelo de Sallobente y, como no, la playa. “Nosotras no teníamos costumbre de ir a la playa. Nos bañábamos en los arroyos, a escondidas porque nos daba mucha vergüenza. Cuando teníamos tiempo también solíamos ir a la presa de Upai Goitxi”. Juliana Zubizarreta Gurrutxaga Durante el periodo veraniego eran muchas las cuadrillas elgoibartarras que dedicaban la jornada de descanso dominical para visitar las playas más cercanas. No cabe duda de que, por su proximidad, el destino por el que optaba la mayoría era Deba. Dadas las limitaciones existentes para desplazarse, para ir a la playa lo normal era coger el tren, aunque también había quien prefería ir en bicicleta. Aunque tuviera que alquilarla. “La primera vez que fui con los amigos a la playa de Deba tenía 19 años. Tomás Astigarraga tenía en Maala un taller en el que se alquilaban bicicletas. El alquiler para una tarde costaba dos pesetas, así que alquilamos unas bicicletas y nos fuimos a la playa. Nos dimos un baño, devolvimos la bicicleta y vuelta a casa”. Joxe Gurrutxaga Lizarralde Imagen tomada en la playa de Deba. De pie: Miguel Ajubita, Prudencio Etxaniz, (...) y Estanis Azkue. Sentados: Sinfoniano Abascal y Sebastián Unzilla. 20 Capítulo IV Sin embargo, en aquella época un día en la playa poco o nada tenía que ver con la tendencia actual. Por lo general, la playa se convertía en el escenario ideal para que las cuadrillas de amigos pasaran unas horas de conversación y se pusieran al día. Pegarse un buen chapuzón, jugar en la arena y charlar eran las actividades más habituales entre los grupos de amigos. “A la playa solíamos ir en tren. Siempre había un tren especial a las 2 y media de la tarde y para volver a las 6 y media o las 7. Los trenes solían ir llenos de gente, de bote en bote, porque había pocos trenes para ir. Eran unas máquinas que iban muy despacio. Nos tirábamos en la playa, nos bañábamos un rato y listo”. Eugenio Diego Aranburu Y es que a nuestros mayores lo de tumbarse a tomar el sol ni se les pasaba por la cabeza. Y lo de darse cremas protectoras y ungüentos para la piel, tampoco. No se estilaba ni lo uno, ni lo otro. “Algunas veces, aunque no muchas, íbamos a la playa de Deba, con zapatos de tacón y todo. Entonces no se tomaba el sol como ahora. De hecho, se llevaba el color blanco”. Teodosia Iriondo Garate Durante las primeras décadas del siglo XX no todo el mundo podía permitirse el lujo de tener un bañador propio. Así las cosas, el alquiler de estas prendas era asumido como algo de lo más normal. “Los bañadores escaseaban y en la playa había una caseta donde alquilaban bañadores y cuidaban la ropa. Eso hacia el año 1945. Pagabas el alquiler y cuando entregabas el bañador te devolvían la ropa y listo. El precio del alquiler del bañador era muy poco. Nosotros alquilábamos toda la cuadrilla. Eran bañadores con una pierna muy ancha, muy grandes, para que valieran para todos”. Eugenio Diego Aranburu Los trajes de baño de la época apenas dejaban a la vista algunas partes del cuerpo. Los de las mujeres eran de una única pieza y llegaban hasta las rodillas, mientras que los que empleaban los hombres, a pesar de que en muchos casos eran como los pantalones cortos, debían ir acompañados de una camiseta. “Los bañadores de antes estaban hechos de tela o de punto. En Elgoibar había una jersetera que los hacía, con una especie de falda que llegaba hasta las rodillas. Además, a la playa había que ir con albornoz. Los dejábamos en unos colgadores para ir a bañarnos y cuando salíamos del agua nos los volvíamos a poner. Entonces había trajes de baño para alquilar pero nosotras teníamos los nuestros”. Hermanas Unzueta Iriondo Para cambiarse de ropa había unas casetas. De hecho, dada la moral tradicional imperante, a nadie se le pasaba por la cabeza desvestirse, aunque fuera por un momento, delante del resto de la gente. Entre amigos 21 “En la misma playa había unas casetas que se utilizaban como vestuarios. Recuerdo que en una ocasión una tía de la señorita para la que trabajaba, muy rica, me pidió que le cuidara la caseta mientras se bañaba. Y cuando regresó me dio dos pesetas de plata”. Ventura Agirregomezkorta Ibarluzea De cualquier modo, las visitas a la playa que hacían nuestro mayores con la llegada del buen tiempo podían contarse con los dedos de una mano. “Hasta que no tuve hijos fui muy pocas veces a la playa. Tan sólo cuando estuve en Neguri, durante la Guerra. Solía ir a bañarme, pero nada de tumbarme a tomar el sol como hace ahora la mayoría de la gente”. Felisa Bergaretxe Ardanza Sea como fuere, las obligaciones diarias apenas dejaban tiempo para el ocio y había quien se contentaba con pisar la arena de la playa una o dos veces al año. “Nosotras aprovechábamos el día de San Bartolomé Txiki para ir a la playa. Ese día los hombres celebraban una comida con los amigos y con esa excusa nos íbamos a Deba con los niños. Solíamos ir a pasear por la orilla del mar”. Juliana Irizar Goiburu En los barrios, las diferentes modalidades de Herri Kirolak y el juego de bolos también contaban con numerosos seguidores. Las partidas de bolos solían realizarse los domingos y, sobre todo, durante las fiestas del barrio. En cuanto a los deportes rurales, si bien contaban con una buena aceptación entre la gran mayoría de los ciudadanos, eran unos pocos los que se dedicaban a practicarlo. Aún así, durante los días festivos solían organizarse exhibiciones de Herri Kirolak que conseguían congregar a numerosos aficionados. “Mi padre y mi hermano mayor solían tomar parte en las pruebas de bueyes. También se disputaban en San Lorentzo el día de la Feria de Gabon Zahar y como siempre me han gustado las cosas relacionadas con el caserío solía ir a verlas. También me gustaban las pruebas de hachas y en general todas las relacionadas con el deporte rural. En San Lorentzo se hacían en la plaza aunque las de bueyes se realizaban, principalmente, en el probaleku que había en Soarte, en la carretera que lleva a San Miguel”. Joxe Gurrutxaga Lizarralde Por otra parte, llama la atención el hecho de que las cuadrillas de los barrios solían estar formadas por niños y niñas, mientras que las cuadrillas de la calle eran, o bien de chicos o bien de chicas, pero en pocos casos mixtas. Además en las cuadrillas de los barrios se reunían jóvenes de diferentes edades. Era normal que niños de 10 y de 12 años jugaran juntos, algo que costaba más presenciar entre los grupos de amigos de los “kaletarras” que, generalmente estaban formadas por personas de la misma quinta. La razón es muy sencilla: la poca población de los barrios y la mayor familiaridad existente entre los vecinos hacía posible la reunión de niños y niñas de diferentes edades. En cambio, las cuadrillas de los “kaletarras” estaban formadas, mayoritariamente, por compañeros del colegio. También influía la calle de residencia a la hora de formarse los grupos. 22 Capítulo IV “En la cuadrilla de amigos todos teníamos la misma edad. Normalmente las cuadrillas estaban formadas por amigos del colegio. Los chicos y las chicas no solían andar juntos. Los chicos de antes éramos mucho más ignorante e inocentes. Los de ahora saben mucho”. Ramon Maiztegi Iriarte Estas características de las cuadrillas elgoibartarras dejaban de ser tan evidentes con la llegada de la adolescencia ya que, la entrada en contacto con otros jóvenes hacía que los grupos de amigos dejaran de lado su hermetismo y posibilitaran la entrada a la cuadrilla de personas del otro sexo y edad. La adolescencia era el momento de hacer acto de presencia en las romerías y en las fiestas de los barrios, la excusa perfecta para conocer gente. La llegada del servicio militar y de la Guerra Civil también fueron unos puntos de inflexión claros en las relaciones entre los chicos. Ambas experiencias hicieron que muchos elgoibartarras conocieran a personas de otros lugares con las que, en adelante, mantendrían una gran amistad. En este sentido, varios de los entrevistados han confesado haber mantenido los amigos hechos durante aquellos años hasta hace bien poco y algunos incluso hoy día siguen manteniendo contacto a pesar de vivir en diferentes lugares. Pedro Joxe Artetxe con unos amigos durante la mili. Logroño, año 1936. Entre amigos 23 V. Buscando pareja Tal y como sucede en la época actual, hace unos 80 años, la adolescencia era el momento de comenzar a entablar relaciones con las personas del otro sexo. Y para conocer gente, el mejor momento eran las romerías, las fiestas de los barrios y los bailes que cada domingo se celebraban en la Plaza de los Fueros de la mano de la Banda Municipal de Música. “Mi mujer y yo nos conocimos en la romería de Sallobente. Yo tenía 27 años y ella 17. Nos casamos tras cuatro años de novios. Entonces, las romerías eran los lugares más adecuados para que se formaran las parejas y el chico tenía que acompañar a la novia. Como yo, todos los demás”. Mariano Elustondo Aizpiri Todos y cada uno de nuestros mayores entrevistados con motivo de este estudio coinciden a la hora de señalar que, si bien la edad para comenzar a relacionarse con personas del otro sexo era prácticamente igual a la de los tiempos actuales, esto es, entre los 14 y los 16 años, también coinciden en que el proceso que se seguía hasta llegar a intimar nada tiene que ver con la dinámica existente en la sociedad de nuestros días. Una cosa era conocer a alguien y otra bien diferente intimar con ella. El proceso, sin duda, era mucho más largo, algo normal si tenemos en cuenta la influencia de la religión en una sociedad como la elgoibartarra, eminentemente rural y con fuertes valores y creencias tradicionales. “Las relaciones de pareja iban muy despacio, nada que ver con los besos y todo lo demás de ahora. Para eso había que esconderse. Antes para conseguir un beso... igual había que robarlo”. Joxe Gurrutxaga Lizarralde La sesión de baile que cada domingo por la tarde ofrecía la Banda Municipal de Música en la Plaza de los Fueros era el escenario adecuado para buscar pareja. Todo aquel que durante el transcurso de algún evento musical había conseguido que la chica en la que se había fijado accediera a bailar alguna pieza se daba por satisfecho a la hora de la retirada. Era el primer paso para un posible noviazgo. Pero entonces todo iba muy despacio. Las obligaciones diarias hacían que al menos hasta el próximo domingo fuera prácticamente imposible volver a tener contacto con esa persona recién conocida. Llegado Buscando pareja 25 el momento era generalmente el hombre el que se acercaba hasta el lugar donde se encontraba la joven deseada. Era cuestión de armarse de valor y de entablar las primeras conversaciones con el objetivo de comenzar a conocerse, algo que iba a marcar el inicio de una posible relación. El hecho de volver a bailar juntos era interpretado como un síntoma evidente de que de aquella situación “podía salir algo”. “De joven solía ir a bailar a las fiestas. Me gustaba mucho. Pero si se me acercaba un chico que bailaba mal le decía que no y me iba donde otro. Sólo bailaba con los chicos que lo hacían bien. Entonces había baile en el frontón de Kamiñerokua y lo pasábamos muy bien. Durante mi juventud tuve demasiados novios y recibía muchas cartas de chicos. Pero no me casé. Normalmente las cosas de novios tenían lugar en las romerías”. Ventura Agirregomezkorta Ibarluzea Los jóvenes de San Antolin después de celebrar una comida durante las fiestas del barrio. Septiembre 1935. Sin embargo, cuando acababan de ponerse los cimientos para un posible relación de pareja, era cuando los adolescentes de la época se veían inmersos en un mar de dudas. ¿Es el momento de comenzar una relación?, ¿seguro que es ésta mi pareja ideal?. Era habitual que éstas y otras preguntas similares pasaran por la mente de nuestros mayores; además de otros interrogantes en los que el interés individual queda de manifiesto. Estamos haciendo referencia a la distancia existente entre los lugares de residencia de ambos. Hay que tener en cuenta que hace 8 ó 9 décadas las posibilidades existentes para trasladarse de un lugar a otro eran más que limitadas. Además de contar con poquísimo tiempo libre, los elgoibartarras de entonces no disponían ni de coches, ni de autobuses ni, en la gran mayoría de los casos, de bicicleta. En esas condiciones resultaba lógico que nuestros mayores se plantearan muy en serio comenzar una relación con una persona que igual vivía a una distancia de 7 kilómetros o más. Y es que, después de cada cita, el chico estaba “obligado” a acompañar a su pareja hasta su domicilio. Es lo que se conoce como “neska laguntzia”. 26 Capítulo V “Los bailes de las romerías eran el mejor lugar para que los chicos y las chicas se conocieran. Se empezaba bailando, te ibas conociendo... y luego tocaba acompañar a la chica hasta su caserío. Cuando teníamos 16 ó 18 años lo normal era ir a la romería por la tarde y volver al caserío al anochecer”. Joxe Gurrutxaga Lizarralde Varios jóvenes bailan junto al balneario de Altzola durante unas fiestas de San Juan. Sin embargo, a pesar de lo que pueda parecer, nuestros mayores se encontraban muy a gusto en su condición de acompañantes, eso sí, siempre y cuando la distancia a realizar no fuera excesiva. No en vano, los momentos en los que el chico acompañaba a la chica hasta su domicilio eran aprovechados para tener un poco de intimidad. Los besos, abrazos y demás arrumacos estaban terminantemente prohibidos en los espacios públicos. Las habladurías estaban al orden del día y el hecho de que todos se conocieran entre sí hacía que las jóvenes parejas tuvieran que buscar la intimidad en cualquier recodo del camino hacia la casa de la joven, al menos si no querían formar parte de las conversaciones de la gente. Un beso apasionado y unas pocas caricias eran más que suficiente para que los jóvenes iniciaran satisfechos el camino de regreso a casa. “De joven salí con muchas chicas, con algunas poco tiempo. Igual iba a San Miguel y me juntaba con alguna. Pero luego pensaba que quedaba demasiado lejos para regresar de noche y al día siguiente no volvía. La verdad es que ligaba bastante. Más que con las chicas de Altzola solíamos andar con las de otros barrios y otros pueblos. Entonces, las parejas que querían intimidad solían ir hacia San Lorentzo o Mendaro. Y de Mendaro para abajo, hacia Deba”. Juan Lariz Garate Si la relación iba adelante, las parejas comenzaban a verse durante los fines de semana, para tomar un refresco (uno de los lugares preferidos por las parejas elgoibartarras era el Café Amistad que estaba en la Plaza de los Fueros), para ir al viejo cine de la calle Rosario o para bailar, en la Plaza de los Fueros al son de la banda o en cualquiera de las numerosas romerías que se celebraban en los barrios. En otro orden de cosas, cabe señalar que la presencia en los bares de Elgoibar estaba prácticamente reservada a los hombres. Las cuadrillas de mujeres apenas se dejaban ver por Buscando pareja 27 estos lugares, a no ser que estuvieran acompañadas de sus respectivas parejas. No estaba bien visto que una mujer entrara a un bar (especialmente si lo hacía ella sola) y mucho menos que tomara unos “txikitos”. Lo mismo pasaba con el hábito de fumar. La mujer que encendía un cigarrillo era considerada poco menos que una degenerada, algo que asumían como lógico las propias mujeres de la época. Se trataba de “algo de los hombres” y a ellas ni se les pasaba por la cabeza adquirir ese hábito. “Yo no fumaba. Nunca he tenido un cigarrillo entre mis dedos. Mi marido tampoco fumaba, sólo algunos puros. Normalmente salíamos con nuestros cuñados y tampoco fumaban. Personalmente no me gustaba ni el olor del tabaco”. Juliana Zubizarreta Gurrutxaga 28 Capítulo V VI. Euskera A comienzos del pasado siglo Elgoibar contaba con una población eminentemente euskaldun. Las relaciones interpersonales se realizaban casi exclusivamente en euskera. De hecho, muchos de los elgoibartarras apenas eran capaces de pronunciar unas cuantas frases en castellano. Ni que decir tiene que en los barrios rurales el 100% de la población utilizaba únicamente el euskera en sus relaciones personales, tanto entre los amigos como en la escuela o en el propio hogar familiar. Esto fue así hasta la llegada del conflicto bélico y el posterior triunfo del franquismo que obligó a los elgoibartarras a hacer uso del castellano en numerosos ámbitos. Siempre bajo amenazas de sanción, por supuesto. La llegada de los militares durante el conflicto y la presencia de la Guardia Civil por las calles de nuestro municipio fueron las poderosas armas que utilizó el régimen franquista para imponer a los elgoibartarras una lengua que no era la suya. “Antes de la Guerra todos hablábamos en euskera en Elgoibar. Aunque los libros estuvieran en castellano hacíamos todo en euskera. Si antes de la Guerra había algún castellano en el pueblo, sus hijos aprendían euskera enseguida. Los que llegaban de fuera aprendían a hablar euskera en la calle; hasta los hijos de los Guardia Civiles. Pero tras la Guerra prohibieron hablar en euskera y te decían "Habla en español". No existía la posibilidad de hablar en euskera pero, aún así, nosotros seguíamos hablándolo porque no sabíamos castellano”. Mariano Elustondo Aizpiri Poco a poco el castellano fue dejándose oír en las calles de Elgoibar, si bien los elgoibartarras en ningún momento dejaron de utilizar su lengua materna en sus relaciones. “Siempre hemos hablado en euskera, tanto antes como ahora. El castellano ni lo conocíamos. Luego, cuando llegó la Guerra, nos llamaban tontos por hablar en euskera. En los colegios aprendían castellano pero como yo no fui a la escuela nunca lo aprendí”. Juliana Zubizarreta Gurrutxaga La obligatoriedad de emplear el castellano en las escuelas, unido a la llegada de mano de obra procedente desde otros puntos de la geografía estatal para satisfacer la demanda de mano de obra que exigía la incipiente industria elgoibartarra en torno al sector de la máquina herramienta, hizo que a mediados del pasado siglo el uso del castellano se extendiera entre la población de Elgoibar. “Aunque los libros estaban en castellano, en la escuela de Altzola hacíamos todo en euskera. Nuestra profesora, Dorotea, siempre hablaba en euskera, al igual que todo el mundo en las calles de Elgoibar. El castellano comenzó a oírse más tarde, cuando llegaron los gallegos y demás para trabajar en la construcción y en la industria. Comencé a trabajar con 16 años en la fábrica de San Pedro y no sabía nada de castellano. Y quien más me enseñó fue el encargado de la fábrica, Santiago Oria. Con la llegada de la Guerra prohibieron hablar en euskera e incluso poner los nombres vascos. Aún así, en nuestra casa siempre hablamos en euskera”. Markos Arregi Iriondo Euskera 29 La ausencia de libertad para que cada cual pudiera expresarse en sus relaciones diarias en el idioma que creyera conveniente podía percibirse a pie de calle. Fueron muchos los elgoibartarras que sufrieron diferentes tipos de represión por expresarse en euskera. Lo habitual era que le pegaran un toque de atención conminando a “hablar en cristiano”, aunque también hubo quien corrió peor suerte y padeció vejaciones de peores consecuencias. “En casa siempre hemos hablado en euskera pero cuando marché a Eibar empecé a hablar en castellano porque la señorita de la casa era madrileña. No sabía mucho castellano, lo justo para que pudiéramos entendernos. Nunca he querido perder el euskera porque las cosas que se aprenden de niño... cuanto más mejor. En la cuadrilla hablábamos en euskera aunque algunas veces también en castellano. En la época de Franco nos decían cosas como "habla en cristiano" pero nosotros seguíamos hablando en euskera. Además, cuando me decían algo les contestaba”. Ventura Agirregomezkorta Ibarluzea Representación teatral de la obra “Amor y odio” en el salón de plenos del Ayuntamiento el día de San Antón de 1918. De izquierda a derecha: Miguel Andonegi, Manuela Zabala, Leoncio Gabilondo, Felisa Arrien, Modesto Arriola, Victoria Gurrutxaga y Angel Osoro “Mutriku”. Desde el estallido de la Guerra Civil, en la sociedad elgoibartarra ya se podía percibir la polarización entre partidarios y detractores del euskera. Así, hubo ciudadanos como Angel “Mutriku”, Félix Etxeberria “Parapan”, Francisco Juaristi, Maite Vallejo o Lourdes Alberdi que son recordados por nuestros mayores por su especial implicación a favor de un idioma que, según avanzaban los años de dictadura, corría el peligro de desaparecer. 30 Capítulo VI "Una de las personas que más trabajó a favor del euskera en Elgoibar fue Angel Osoro, "Mutriku". Le mataron. Hacía teatros con los niños en el frontón de San Lorentzo y solíamos ir a verlos. Por otra parte, en las calles de Elgoibar también había gente contraria al euskera. Entonces estaban los falangistas y siempre había que tratarles con respeto. Se pensaban que eran más que nosotros porque sabían castellano, y como eran los que estaban metidos en política pues...". Joxe Gurrutxaga Lizarralde “En Elgoibar había personas implicadas en la defensa del euskera como los de Vallejo, Félix Etxeberria, “Parapan”... Pero la mayoría, a pesar de ser euskaldunes estábamos callados porque había mucho miedo”. Mª Josefa Unzueta Iriondo A pesar de todo, los elgoibartarras siguieron fieles a su condición de euskaldunes y la llama del euskera siguió encendida hasta el fin del franquismo. Con la llegada de la Transición el euskera volvió a tomar impulso y, poco a poco, su utilización entre los elgoibartarras está volviendo a normalizarse. Sin embargo, todavía queda mucho camino por recorrer hasta que el uso del euskera vuelva a alcanzar en nuestro municipio los niveles de hace 80 ó 90 años. En lo referente a otros idiomas fueron pocos los elgoibartarras que mostraron un interés especial por este tipo de aprendizaje. Entre nuestros mayores es muy difícil encontrar a alguien con conocimientos de otros idiomas como el inglés o el francés y quienes lo aprendieron fue por fuerza mayor, es decir, porque con la llegada del conflicto armado tuvieron que abandonar su localidad natal y emigrar a otro país en el que poder sobrevivir. Francia fue uno de los destinos principales para los emigrantes elgoibartarras, de tal manera que el francés fue el primer idioma con el que se familiarizaron los primeros políglotas de nuestro municipio. La apertura del colegio de El Pilar también contribuyó a fomentar la inquietud de los estudiantes por otros idiomas. Y es que, al parecer, este colegio fue el primero de la localidad en que se comenzaron a impartir clases de idiomas, concretamente de francés. “En el colegio de El Pilar nos enseñaron algo de francés. A hablar no aprendí mucho pero a leer en francés bastante. Creo que entonces el colegio de El Pilar era el único de Elgoibar en el que se enseñaban idiomas”. José Gurrutxaga Ondartza OSORO, ANGEL Conocido con el sobrenombre de “Angel Mutriku”. Al comienzo de la Guerra Civil, lo apresaron y lo fusilaron en Hernani. Buen albañil. Ferviente euskaltzale. Promotor de todo lo vinculado al folklore y a la cultura vasca. Aurreskulari, organizador de romerías en los barrios rurales de la villa. Asimismo, enseñaba canciones vascas en el Batzoki que a la sazón se hallaba en la calle Rosario. En aquella época había en la localidad una serie de colaboradores que escribían en la revista “Zeruko Argia”. Osoro fue el impulsor de todos ellos. Euskera 31 VII. Deporte Como ya ha quedado reflejado con anterioridad, a excepción de los juegos de pelota en los frontones, que desde siglos atrás han contado con una gran aceptación entre los elgoibartarras, y del fútbol, la práctica deportiva en nuestro municipio era cosa de unas pocas cuadrillas que se reunían para salir a correr, dar una vuelta en bicicleta o subir a algún monte cercano. “La primera bicicleta que tuve me la regaló mi familia y la utilizaba para ir a trabajar a Eibar. También solíamos hacer la vuelta a Ondarroa. De hecho, en la sociedad Gure Bide hay una fotografía, sacada hacia el año 1960, en un día que nos juntamos los amigos de la sociedad para dar esa vuelta”. Ramon Maiztegi Iriarte Prudencio Etxaniz, los hermanos José María y Pedro Muguruza Otaño, y un amigo antes de dar una vuelta en bicicleta. No era habitual observar a los jóvenes de nuestra localidad practicando deportes como el atletismo o la natación, aunque siempre había excepciones. “De chavales solíamos correr por donde estaba la clínica de Don Antonio Arrillaga. Tenían al fondo de la calle un terreno, y el equipo de fútbol Hamaika Gazte solía ir allí a entrenar. Y yo solía ir allí con ellos. Era un equipo de cuadrillas, no un club como el Club Deportivo Elgoibar. Solíamos ir allí a jugar, pero generalmente, no sé porqué, nos juntábamos 2 ó 3 que solíamos correr. Recuerdo que una vez se celebró una carrera aquí, en las fiestas. Había que ir por la calle Rosario, San Bartolomé y luego la llegada en la plaza. Nos juntamos para correr Jesús Egaña, Gabriel Gabilondo, que en paz descansen, un tal Prudencio al que llamaban “Cohete” y yo. Prudencio quedó el primero, segundo fui yo y luego Gabriel y Jesús Egaña. El poco dinero que nos dieron nos lo repartimos entre los cuatro y nos valió para pasar las fiestas de una forma un poco decente”. José Gurrutxaga Ondartza Deporte 33 Los componentes del equipo de cross del Club Deportivo Elgoibar posan junto a su entrenador Juan Izagirre “Upai”. Año 1.943. Sin lugar a dudas, el deporte estrella entre los elgoibartarras se jugaba en el frontón. Eran numerosas las modalidades del juego de pelota que practicaban los jóvenes de la época aunque el protagonismo principal era para los partidos de pelota a mano. “Comprábamos las pelotas en la tienda de “Joxe Piku”, a 95 céntimos. En aquella tienda había un poco de todo y cuando conseguíamos reunir algo de dinero íbamos allí a comprar las pelotas de cuero que vendía. Si no podíamos jugábamos con las que hacíamos en casa. La tienda de “Joxe Piku” estaba en la calle San Bartolomé y se llamaba “Todo a 0,95”. Joxe Gurrutxaga Lizarralde Numeroso público contempla un partido de pelota en el frontón de Elgoibar durante unas fiestas patronales. Década de los 40. 34 Capítulo VII No había un día en el que, una vez finalizada la jornada laboral, los aficionados a la pelota quedaran sin citarse en alguno de los frontones de la villa para organizar encuentros en los que la rivalidad quedaba patente. Eran habituales los partidos de pelota entre aficionados en el frontón de Kamiñerokua (hoy desaparecido) y en el de Sallobente, aunque la palma se la llevaba el viejo frontón de Kalegoen (actual Plaza de los Fueros). Las pruebas de bueyes siempre han congregado en nuestra localidad a numerosos aficionados. Según señala el etnógrafo Koldo Lizarralde en su libro “El viejo frontón de Kalegoen. 1751 – 2003. Apuntes de la historia de la pelota en Elgoibar”, “el frontón de Kalegoen ha sido, desde su construcción en 1751, punto de encuentro de infinidad de actos de todo tipo. Teniendo en cuenta que hasta la fecha no haya habido quien presentase, en el ámbito de la Comunidad Autónoma Vasca, la construcción de un frontón más antiguo, podemos considerarlo como el decano de los frontones de este tipo”. En los barrios, además de los juegos de pelota, las diferentes modalidades de Herri Kirolak y el juego de bolos también contaban con numerosos seguidores. Las partidas de bolos solían realizarse, sobre todo, durante las fiestas del barrio. En cuanto a los deportes rurales, si bien contaban con una buena aceptación entre la gran mayoría de los ciudadanos, eran unos pocos los que se dedicaban a practicarlo. Aún así, durante los días festivos solían programarse exhibiciones de Herri Kirolak que conseguían congregar a numerosos aficionados. Exhibición de deporte rural durante el homenaje al médico Don Tomás Zubizarreta. Año 1948. “Lo que más me gustaba eran las pruebas de bueyes que se hacían en el “probaleku” de Soarte. Estaba justo enfrente del cruce que lleva al barrio de San Pedro, en la carretera Deporte 35 hacia San Miguel. Este “probaleku” estaba cubierto y también había otro en la plaza Txikita, al aire libre. Entonces las pruebas de bueyes contaban con muchos aficionados”. Markos Arregi Iriondo Las apuestas estaban al orden del día y, aunque cada cual apostaba en función de sus posibilidades, hubo ocasiones en las que a más de uno se le fue la mano y se llevó un disgusto. La razón: muchas de estas pruebas estaban amañadas de antemano por los organizadores de las apuestas o por los propios contendientes. “Fui juez nacional en pruebas de bueyes. Desde la Federación Guipuzcoana de Deportes Rurales nos solían mandar a pruebas de bueyes, de hachas... y recuerdo una vez en Azpeitia, en una prueba de hachas, no me estaba convenciendo uno de los participantes y le dije: oiga, si usted no trabaja más en firme voy a tener que suspenderle la prueba. Y pensaba para mí: ¡si este me da un castañazo me deja KO!. Y a partir de entonces decidí que ya no me presentaba más como juez en ningún sitio porque vi que las cosas se podían torcer y no quería saber nada de eso. Solía haber mucho tongo en las pruebas. Muchas estaban amañadas. En las pruebas de bueyes también solían echar un líquido sobre el suelo donde tenía que correr la piedra, para que resbalara o para que no corriera. Eran muy tramposos, y eso igual lo hacían a la madrugada, de noche”. José Gurrutxaga Ondartza La práctica deportiva era, casi exclusivamente, cosa de los hombres. A pesar de ello fueron varias las mujeres elgoibartarras que destacaron como raquetistas y que abandonaron nuestra localidad para dedicarse a jugar a la raqueta en tierras catalanas y madrileñas donde esta modalidad de deporte femenino contaba con una gran aceptación. Unos de los mejores ejemplos los encontramos en las hermanas María y Juanita Arrillaga Garate, del caserío Arane del barrio de Idotorbe (San Pedro), María Angeles Churruca, del caserío Orreindi de Sallobente, o Felisa Muguruza, del caserío Berdun del mismo barrio. “Las mujeres no hacían nada de deporte, ni soñar. En aquellos tiempos había una manera muy diferente de ver las cosas y, salvo algunas raquetistas, las mujeres no practicaban deporte. Ahora da gusto”. José Gurrutxaga Ondartza María Arrillaga, Arane I. Barcelona 1936. MUGERZA JUAN. (1900-1937). Corredor. Obtuvo gran renombre en las competiciones de cross que se realizaban en los diversos pueblos. Fue campeón de España de 5.000, 1.500 y 800 metros desde el año 1917 al año 1923. Además, fue campeón de España de 110 metros vallas y de relevos por equipos. El año 1920 participó en la Olimpiada de Amberes (Bélgica), y quedó en octava posición en la carrera de 5.000 metros. En la carrera correspondiente a los 1.500 metros quedó en sexta posición. También ganó la primera edición de la carrera Behobia-Donostia. Falleció a los 37 años durante la Guerra Civil, en un bombardeo ocurrido en Mungia. Desde el año 1943 se celebra el Memorial Juan Mugerza. 36 Capítulo VII En lo referente a los clubes y entidades deportivas de nuestra localidad hay que hacer una mención especial al Club Deportivo Elgoibar, fundado en el año 1917 y que durante la primera mitad del siglo pasado se constituyó en el principal referente deportivo del municipio al hacerse cargo de las actividades deportivas que se organizaban en esta villa. Más tarde surgirían entidades como la sociedad montañera Morkaiko (1943), la sociedad pelotazale Baltasar (1958), o la sociedad ciclista Gure Bide (1959) que, gracias a una labor desinteresada, contribuyeron decisivamente a diversificar e impulsar la afición por las diferentes modalidades deportivas entre los ciudadanos. Inauguración del buzón del monte Morkaiko. Año 1944. En este sentido cabe señalar que uno de los entrevistados en el marco del programa “Elgoibartarren Esanetan”, Ramon Maiztegi, fue uno de los principales impulsores del asociacionismo en nuestro municipio, tanto en el ámbito deportivo como en el económico y social. “He sido uno de los fundadores de Donantes de Sangre, de la Cooperativa Elgoibarresa, de Morkaiko Mendizale Taldea y de la sociedad Gure Bide. De todas estas asociaciones es probable que la que mayores satisfacciones me ha dado haya sido la de Donantes de Sangre, al menos humanitariamente. He sido el presidente de esta asociación durante 40 años y en Gure Bide ya he pasado los 50 como socio. También estuve 10 años en la directiva del Club Deportivo Elgoibar, desde los 16 hasta los 26 años. En aquella época fueron presidentes del Club el médico Don Tomás Zubizarreta y José Rezola. Más tarde fundamos la sociedad montañera Morkaiko. En Elgoibar no había ningún club de montaña y solíamos ir con los del Club Deportivo Eibar. Hasta que nos juntamos Jose Mari Etxaniz, Joxe Luis Eizagirre (el hijo del médico) y yo, cogimos los papeles y nos reunimos con los de Eibar para crear la sociedad. Entonces el monte estaba muy relacionado con la política y al acudir donde el gobernador nos dijo que anduviéramos como es debido. Le dijimos que eso estaba garantizado y así se creó Morkaiko en el año 1943. El primer presidente que se proDeporte 37 puso para la sociedad fue Iñaki Konde, pero como había estado en la cárcel fue descartado. Todo el mundo respetaba sus palabras pero oficialmente el presidente era Eduardo Agirre. Empezamos organizando excursiones a los montes de nuestro entorno”. Ramon Maiztegi Iriarte La caza y la pesca eran otras de las modalidades deportivas practicadas por los elgoibartarras, eso sí, de manera minoritaria. A comienzos del pasado siglo los aficionados al deporte de la escopeta solían probar fortuna por los montes más cercanos y accesibles de nuestro entorno. No existían grandes posibilidades para realizar largos desplazamientos y, en consecuencia, los destinos preferidos por los cazadores solían ser el monte Moru, la zona de Kalamua y Morkaiko y, como no, el cordal que lleva desde Karakate hasta Irukurutzeta. Generalmente salían en busca de palomas y “oilagorras” que, según afirman los protagonistas de este estudio, se dejaban ver con mayor frecuencia que en la actualidad por nuestros montes. Joxe Odria con varios amigos tras un día de caza en Arraia, Burgos. Año 1949. Con el paso de los años y la aparición de los medios de transporte, los elgoibartarras aficionados a la caza ampliaron su radio de acción a las provincias colindantes, con preferencia por las montañas navarras y los campos de Castilla. En cuanto a la pesca, solía practicarse en los diferentes riachuelos existentes en las inmediaciones de nuestra villa, especialmente en el de Sallobente. “Solía ir al río con mi padre a pescar barbos. Después de cogerlos los limpiábamos en la fregadera de nuestra casa y nos los comíamos. Estaban deliciosos los barbos que se cogían en el río Deba”. Ventura Agirregomezkorta Ibarluzea 38 Capítulo VII Tal y como se desprende de la cita anterior, también se pescaba en el río Deba, algo que resulta sorprendente si tenemos en cuenta que actualmente es uno de los ríos más contaminados de Euskal Herria. A pesar de todo, en aquella época era habitual la presencia de cangrejos y de diferentes especies de peces como escallos, barbos, anguilas o truchas en el cauce del río Deba. “Yo no era muy aficionado a la pesca pero mi padre sí. No sabía nadar y aún así solía ir a coger escallos al río Deba con un palo largo que tenía una red de tela parecida a un colador en la punta. En alguna ocasión sí fui a pescar con mi padre pero no me gustaba, ni la caza ni la pesca”. Markos Arregi Iriondo Tampoco nos podemos olvidar del montañismo, otra modalidad deportiva que contaba con numerosos adeptos entre los elgoibartarras. Sin embargo, la gran mayoría de nuestros mayores no concebían este deporte tal y como lo entendemos ahora. No todos se empleaban a fondo con el objetivo de alcanzar una u otra cima. En aquella época muchos de los que se decidían por la montaña como opción para ocupar el tiempo de ocio, lo hacían con la intención de acceder a un lugar en el que poder estar tranquilamente en compañía de la familia o de los amigos. Era, algo así, como una manera de relajarse en un escenario alejado de la rutina diaria. “Al monte íbamos muchas veces en cuaInauguración de la fuente de Hiru-Iturri. Año 1948. drilla, a las cuevas de Mendaro y a los montes más cercanos. Nos juntábamos las amigas y pasábamos el día paseando. Solíamos ir los días de fiesta, principalmente en verano”. Teodosia Iriondo Garate Pero si hay algún aspecto relacionado con la montaña del agrado de nuestros mayores, ése es el que tiene que ver con la búsqueda de setas. Desde siempre, los elgoibartarras han evidenciado una clara afición por la recogida de todo tipo de setas y hongos. “Me gustaba mucho ir al monte a buscar setas. El entendido era el bergararra Avelino Larrañaga que estaba casado con Pakita, de Elgoibar. Muchas veces hemos salido de aquí y hemos ido a pie hasta Elosumendi por Irukurutzeta. Normalmente nos juntábamos 2 ó 3 amigos, unas veces para ir a Kalamua, otras a Morkaiko...”. Eugenio Diego Aranburu “Íbamos muchas veces a buscar setas. Yo era muy amigo del difunto Bernabé y solía ir con él, aunque lo que a mí me gustaba era andar por el monte y no ir a por setas. Cogíamos Deporte 39 los clásicos perretxikos: Urritzas, Sisas, hongos... Bernabé era miembro de la fundación Aranzadi y sabía mucho. Cuando teníamos dudas sobre alguna seta le preguntábamos y listo”. Ramon Maiztegi Iriarte Y para terminar con este capítulo volvemos al deporte colectivo más seguido por los elgoibartarras: el fútbol. Como ha quedado de manifiesto en los párrafos anteriores, el fútbol y los deportes de frontón gozaban de una especial aceptación entre nuestros mayores, tanto en lo referente al número de practicantes como al de seguidores. Inauguración oficial del desaparecido campo de Lerun. 12 de abril de 1925. “A Lerun iba siempre a ver el fútbol. Y luego, al comenzar los hijos a jugar en el Elgoibar, a los padres nos concedían entrada gratuita. Incluso en Lerún tenía un sitio especial para sentarme. El deporte de entonces era deporte de afición. Hoy no. Hoy es deporte de negocio. Veía que aquí se jugaba amistosamente y me daba gusto ir, sobre todo a los partidos contra el Eibar, que eran especiales. Había un ambiente muy distinto, con rivalidad pero con mucha armonía entre las personas”. José Manuel Acosta Calvo En este sentido, no podemos dejar sin señalar los enfrentamientos entre los equipos de fútbol de Eibar y de Elgoibar. Estos duelos tenían lugar en el viejo estadio de Lerun (hoy desaparecido) y cuando se celebraban la localidad adquiría un colorido especial y sus calles se vestían de fiesta. Generalmente esos encuentros se jugaban los sábados, a primera hora de la tarde, aunque el ambiente festivo podía contemplarse desde la mañana. Esos días las cuadrillas elgoibartarras solían citarse, hacia el mediodía, en cualquiera de los bares de nuestro municipio. El txikiteo de los “días de partido” era insustituible y poco a poco las calles centrales de la villa (principalmente Rosario y San Bartolomé) se iban colapsando de gente, que acudía atraída por el buen ambiente. Los cánticos vitoreando al equipo local se dejaban oír desde el inicio del txikiteo. Tanto es así que algunos vecinos estaban esperando la llegada de estos días para poder contemplar el espectáculo improvisado 40 Capítulo VII que surgía del Txikiteo desde los balcones de sus propias casas. Tras reponer fuerzas con un opípara comida, los elgoibartarras volvían a juntarse en sus lugares de encuentro habituales para desplazarse, ahora sí, hasta el terreno de juego. Esos momentos se vivían de manera especial puesto que, al desplazamiento masivo de elgoibartarras hasta Lerun, había que unir la llegada de los seguidores del conjunto armero que, por norma general, acudían hasta nuestra localidad en tren. “Nos gustaba ir a ver los partidos de fútbol. Cuando venía a jugar el Eibar solían poner trenes especiales y todo. Ese tren llegaba hacia las tres y media de la tarde, con los aficionados sacando un montón de ruido. Entonces iba mucha gente al fútbol y había mucho ambiente. De hecho, cuando los partidos se jugaban en domingo, los eibarreses se quedaban en la plaza escuchando la música de la Banda hasta que llegaba la hora de coger el tren de vuelta”. Hermanas Unzueta Iriondo Ambas aficiones se entremezclaban en el camino hacia el campo de fútbol, algo que se hacía siempre en medio de un ambiente festivo y cordial. Aún así, la rivalidad existente entre ambas localidades resultaba muy evidente. Tras la disputa sobre el terreno de juego, el resultado iba a condicionar el estado anímico de unos y otros aficionados. En el momento de la retirada del estadio no hacía falta más que mirar las caras de satisfacción de unos y las de tristeza de otros para poder saber qué equipo había salido victorioso del duelo. “Nuestro bar se llenaba los días que había partido de fútbol entre Elgoibar y Eibar. La gente llevaba incluso banderas. Además, cuando los de aquí ganaban se organizaban la de Dios, con recibimiento a los futbolistas y todo. Si perdían, todos callados. Pero si ganaban se les hacía un recibimiento por todo lo alto”. Maria Epelde Arriola Aunque mayoritariamente eran los hombres los que más se involucraban en la fiesta creada en torno a estos partidos de fútbol, eran muchas las mujeres de nuestra villa que disfrutaban de lo lindo con el ambiente que se creaba y siempre que podían se acercaban hasta Lerun para disfrutar del espectáculo. “A las amigas de la cuadrilla nos gustaba el fútbol y nos hicimos socias del Club Deportivo Elgoibar. Hasta que el Eibar subió de categoría se jugaban partidos entre Elgoibar y Eibar. Solían ser encuentros muy reñidos y, aunque el ambiente era bueno, en algunas ocasiones los aficionados llegaban a enfadarse entre ellos”. Teodosia Iriondo Garate Y como no podía ser de otra manera, en unos enfrentamientos tan clásicos como los que disputaban los equipos de fútbol de Elgoibar y Eibar no podían faltar las anécdotas. Una de las más sonadas tuvo lugar el 14 de noviembre del año 1947 con motivo de la inauguración del estadio de Ipurua en Eibar. “Antes de tener campo propio los eibarreses venían a jugar a Elgoibar. Recuerdo cuando inauguraron Ipurua. Ese día Domingo Arrillaga, el médico de Eibar, que era de aquí, de Deporte 41 Elgoibar, puso una copa para el vencedor del partido de inauguración que iban a disputar los equipos de Elgoibar y Eibar. Eulogio Etxeberria, el abuelo del que juega ahora en Bilbao metió un gol y ganó Elgoibar por 0-2. Nosotros fuimos en el camión de Txankia, con Ezkurra de chofer. Y cuando los de Elgoibar recibieron la copa de ganadores tuvimos que refugiarnos en el camión y salir de allí pitando porque empezaron a pedradas con nosotros y si nos quedamos nos matan”. Eugenio Diego Aranburu Alineación titular del Club Deportivo Elgoibar en el encuentro inaugural del campo de fútbol de Ipurua en Eibar. 14 de noviembre de 1947. De cualquier manera, y volviendo a la práctica deportiva, hay que indicar que ésta no se generalizaría entre los elgoibartarras hasta la segunda mitad de la pasada centuria, al menos en lo que a modalidades colectivas se refiere (exceptuando el fútbol, que desde principios de siglo contó con numerosos seguidores). “Hacia el año 1960 disputamos un partido en el campo de Lerun entre los jóvenes y los mayores de Altzola. El árbitro fue el elgoibartarra Rivero que había sido árbitro de Primera División. Empatamos pero eso no fue lo importante. Como algunos querían que ganaran los jóvenes y otros estaban a favor de mayores... al final todos acabaron enfadados. Fue todo Altzola a ver ese partido. Hubo un montón de lesionados, algunos incluso no pudieron ir a trabajar al día siguiente. Y eso que el partido se jugó con la condición de que todos llevaran alpargatas que sino.... Además había nevado”. Juan Lariz Garate En la popularización de la práctica deportiva jugó un papel fundamental la llegada de la televisión que, desde su aparición en los hogares, “bombardeó” a los telespectadores con infinidad de retransmisiones deportivas que, indudablemente, contribuyeron a popularizar ciertas modalidades. 42 Capítulo VII VIII. Fiestas Hace un siglo eran numerosas las fiestas populares que se celebraban en Elgoibar. A las festividades en honor a los patrones de la localidad, San Bartolomé y San Antón, hay que sumar las fiestas de los barrios y días como el de la Trinidad, San Blas o Santa Águeda, entre otras festividades religiosas destacadas. Pero de todas estas fiestas el protagonismo principal era, indudablemente, para los “Sanbartolomés”. No en vano, los elgoibartarras empleados en la industria local debían esperar hasta estas fechas para poder gozar de las ansiadas vacaciones de verano. Apenas había una o dos semanas para el reposo pero nadie estaba dispuesto a perderse las fiestas más deseadas del año. “En el año 1942 empecé a trabajar en Sigma. Entonces sólo teníamos fiesta los domingos. Y siete o diez días de vacaciones en todo el año. Solían ser en agosto, para coger las fiestas de San Bartolomé. ¡Aquello sí que era ilusión!. La víspera de las vacaciones solía haber campaneo y con el sobre caliente en la mano pues... Cogíamos vacaciones la víspera de San Bartolomé y volvíamos a trabajar el día 5 de septiembre. Los días de vacaciones estaban pagados”. Teresa Aginaga Madariaga Las actuaciones de dantzaris y dulzaineros siempre han estado presentes en los programas de fiestas de nuestra localidad. Durante la primera mitad de la pasada centuria las principales fiestas de nuestra villa se prolongaban por espacio de tres días: Día de San Bartolomé, San Bartolomé Txiki y el día siguiente. A pesar de que los “Sanbartolomés” que vivieron nuestros mayores tenían una duración mucho menor que los que se celebran actualmente, son muchos los eventos que se repiten en los programas de fiestas organizados en ambas épocas. Es el caso de la sokamuturra, los fuegos artificiales, el concierto de la Banda Municipal de Música, la Misa Mayor, los partidos de pelota a mano, la kalejira de los Txistularis o la actuación de los dulzaineros, entre otros actos. Fiestas 43 Cabe señalar que tras la Guerra Civil las Bandas de Música Militares adquieren un especial protagonismo dentro del programa de actos de los “Sanbartolomés” elgoibartarras. “Las mejores fiestas de Elgoibar siempre han sido las de San Bartolomé. Tenían mucha fama. Al principio se celebraban durante 3 ó 4 días aunque luego se ampliaron hasta una semana. Tocaban las campanas antes de la sokamuturra y luego, el día de San Bartolomé, había concierto de una Banda de Música y misa mayor. Generalmente venía la Banda militar de Burgos, con músicos profesionales, “de categoría”. Se pasaban todo el día tocando y solía haber muy buen ambiente en el txikiteo. Además, como aquí la gente cantaba mucho pues... También se celebraban “embolados” en la plaza Txikita, había tiovivos, por la noche música...”. Ramon Maiztegi Iriarte “Después de la misa del día de San Bartolomé se celebraban partidos de pelota en la plaza. Durante muchos años fui a verlos, pero como ponían 2 ó 3 partidos parecía que no se acababan nunca. Y tras los partidos había música. Además, por las mañanas solía haber sokamuturra y también participábamos, aunque si el toro estaba en una punta de la calle nos poníamos en la otra. El día del Txiki era especial, aunque no tenía nada que ver con los que se celebran ahora. Antes, a las comidas sólo iban los mayores, los jóvenes no, y la tarde era lo más bonito. Había muy buen ambiente y como en la cuadrilla siempre había algún “xalao” haciendo monerías nos lo pasábamos en grande. Monje, Eduardo, Santi... ¡cuánto nos reímos con todos ellos!”. Mª Josefa Unzueta Iriondo Al igual que sucede en nuestros días, el Día del Txiki era la jornada más esperada por los elgoibartarras dentro de las fiestas en honor a San Procesión del día de San Bartolomé. Año 1946. Bartolomé. El Día del Txiki era, y sigue siendo, el día grande para la juventud elgoibartarra. Habitualmente, el programa de actos preparado para ese día se ponía en marcha con una diana a cargo de los dulzaineros (durante muchos años actuó la Banda de Dulzaineros de Estella). A continuación era la hora de la sokamuturra que, una vez finalizada, daba paso a unos momentos de reposo en los que era costumbre comer uvas. Entre los actos de la tarde había uno que no podía faltar: los embolados en la Plaza Aita Agirre. “De las fiestas de San Bartolomé el día del Txiki era el que más me gustaba. Entonces las cuadrillas de mujeres iban por un lado y las de hombres por otro. Ellos hacían una comida en los bares y a la noche nos juntábamos. Antes las mujeres no hacíamos comidas, comíamos en casa y salíamos en cuadrilla por la tarde. En el pasacalle también las mujeres iban 44 Capitulo VIII por un lado y los hombres por otro. El Día del Txiki me gustaba mucho. Después de pasar el toro las cuadrillas compraban uvas, se sentaban en el puente de San Francisco y las tomaban allí. También es cierto que algunas cuadrillas se echaban uvas unas a otras, pero no como ahora que se echan agua, vino, huevos y harina”. Teresa Aginaga Madariaga Desfile de las autoridades municipales, delante de una banda militar, el día de San Bartolomé de 1958. El patrón de los animales domésticos, San Antonio Abad, “San Anton”, también era (y en menor medida sigue siendo) motivo de celebración para los habitantes de nuestra villa. De hecho, el 17 de enero es considerado el día del segundo patrón de nuestra localidad. Pero aunque ha sido una de las fechas claves del calendario festivo de los elgoibartarras desde el año 1665, nuestros mayores no recuerdan de manera especial esta jornada. Este día apenas se celebraban actos de carácter extraordinario y, si bien es cierto que durante algunos años hubo sokamuturra e incluso se organizó alguna feria, para la mayor parte de los elgoibartarras era “un día más, prácticamente igual que cualquier otro”. La tradicional Misa Mayor y el insustituible concierto a cargo de la Banda Municipal de Música han sido, desde hace décadas, los eventos más reseñables de este día. Incluso parece que la fiesta de San Anton dejó de celebrarse durante los primeros años del pasado siglo. Según señala el etnógrafo Koldo Lizarralde en su obra titulada “Fiestas Populares en Elgoibar”, “parece que algunos años se dejó de celebrar la festividad, dado que el año 1914 el alcalde propone a la corporación que, con motivo de la festividad de San Anton, se reanuden las funciones religiosas y también las profanas que la propia corporación determine”. Siguiendo con las celebraciones festivas de nuestra villa nos encontramos con el Día de la Trinidad. Considerado como el tercer día festivo en importancia para los elgoibartarras, se trataba de una jornada caracterizada por la organización de una extraordinaria feria que conseguía congregar a numerosas personas procedentes de las localidades vecinas. Fiestas 45 Asimismo, ninguno de los baserritarras de nuestro municipio estaba dispuesto a perderse esta cita en la que el ambiente rural se convertía en el indiscutible protagonista. “Más que fiesta el día de la Trinidad era una romería. Ese día se hacía una feria y solía venir mucha gente de otros pueblos como Azkoitia, Deba o Eibar. La calle Rosario era “la calle de la feria”. En la plaza de los Fueros vendían las frutas y en la plaza Txikita se celebraba la romería”. Mª Rosa Unzueta Iriondo Las hermanas Rosa Maria, Maria Angeles y Maria Luisa Mugerza, Iñaxio Alonso y Joxe Mari Mugerza, del caserío Garate, posan en la Plaza de los Fueros con los premios obtenidos en una feria de ganado. Siguiendo con las fiestas locales no podemos pasar por alto las que tenían lugar en los barrios. Sallobente, Azkue (San Roke), Idotorbe (San Pedro), Aiastia (San Migel), Altzola, Arriaga (San Antolín), Urruzuno... todos ellos tenían sus propias fiestas que, sin excepción, contaban con una gran acogida, especialmente por parte de los propios vecinos que no dudaban en acudir a todos y cada uno de los actos que se organizaban. “Las fiestas de Altzola se celebraban en San Juan, igual que ahora. Entonces había dos días de fiesta, el día de San Juan y el día de San Juan Txiki. Ahora todo el mundo se va a Eibar pero antes venía muchísima gente de Elgoibar y Mendaro. Solía haber baile, partidos de pelota y sokamuturra”. Juan Lariz Garate Además, los más “fiesteros” también tenían la posibilidad de acudir a cualquiera de las numerosas romerías que tenían lugar en las proximidades de nuestra villa. Las que se organizaban en Maltzaga, Madarixa, Sallobente, Idotorbe (San Pedro), Aiastia (San Migel), el frontón de “Kamiñerokua” o Arrate eran algunas de las que contaban con mayor aceptación entre nuestros mayores. 46 Capitulo VIII “Hasta los 17 años los chicos y las chicas de Sallobente solíamos quedarnos en el barrio pero luego íbamos a cualquier sitio que hubiera romería. Algunas veces íbamos a la que se celebraba en San Pedro aunque, sobre todo, acudíamos a las que se hacían en San Lorentzo, Kurutzeta y Madarixa”. Mariano Elustondo Aizpiri De todas estas romerías son reseñables las que se celebraban cada domingo en el frontón de Sallobente. Los integrantes de la familia Sodupe, más conocidos como “Gelatxo”, fueron los encargados de amenizar estas veladas durante décadas. “El barrio de San Lorentzo era muy animado, entonces se hacían grandes romerías, siempre; en verano y en invierno, todos los domingos. Se hacían en el frontón y solía venir mucha gente. Gelatxo tocaba el acordeón y también solía haber mucha gente merendando. Y nosotros, como todos éramos de casa, ayudábamos a la cuñada y a la madre en el bar”. Juliana Irizar Goiburu Se trataba de romerías organizadas por el dueño de la taberna del barrio, al que le bastaba con contratar a un acordeonista para que los jóvenes acudieran a la cita semanal con el baile. Como curiosidad cabe señalar que el acceso a este frontón reconvertido en escenario de baile costaba 10 céntimos. Pero sólo a los chicos porque las chicas gozaban de entrada libre. “En Elgoibar todos los domingos se hacía romería, al atardecer. Y en Maltzaga también, cada domingo. La Banda de música actuaba en la plaza y allí bailaba la gente de un lado para otro. Pero había que andarse con ojo porque había un alguacil, Eugenio, que como levantara el bastón... ¡aquél rápido hacía corro!”. Pedro Joxe Artetxe Egia Juliana Zubizarreta es una de las elgoibartarras que mejor conoce cómo eran las romerías de hace varias décadas. No en vano esta mujer nacida en el caserío Armaitxa Behekoa de Sallobente y residente desde su matrimonio en el caserío Aldapa de Urruzuno ha amenizado infinidad de veladas en compañía de su amigo Katalotza y, como no, de su inseparable pandereta. “Siempre me ha gustado la trikitixa. Con 16 años empecé a acudir a las romerías con mi pandero. La primera vez actué con mi amigo Katalotza en el caserío Kurutzeta, y desde entonces he estado en muchas romerías más, tanto de Elgoibar como de otros pueblos de alrededor. Yo no cobraba por tocar el pandero, pero el acordeonista sí. Por citar algunos lugares he actuado en romerías como las de Madarixa, Sallobente, Loiola o Arrate. Todo lo que sé lo aprendí de oídas. De hecho, Katalotza y yo íbamos a las romerías sin haber ensayado juntos. Nos conocíamos muy bien y no nos hacía falta ensayar. Las romerías que se hacen ahora son muy diferentes. Antes, los músicos actuaban durante dos o tres horas y cuando oscurecía se terminaba la fiesta. Ahora, en cambio, empiezan al anochecer”. Juliana Zubizarreta Gurrutxaga Otro de los barrios elgoibartarras en los que semanalmente había romería era Aiastia (San Migel). Al igual que en Sallobente este acontecimiento también se caracterizaba por la masiFiestas 47 masiva afluencia de baserritarras que, además de bailar, aprovechaban la ocasión para degustar los preciados dulces de Mendaro. Y es que la presencia del bizcochero y rosquillero de la localidad vecina estaba asegurada cada domingo. La contratación de los músicos para estas romerías corría a cargo de los dueños de los dos bares que había en el barrio. Los chicos, aquí también, eran los únicos que tenían que pagar la entrada. Pero con una particularidad: Los chicos que no bailaban estaban exentos de pagar la entrada. Ni que decir tiene que para las chicas el acceso era gratuito. Como ya ha quedado reflejado previamente los vecinos del barrio de Idotorbe (San Pedro) también tenían su propia romería. Esta no era semanal sino que se celebraba el segundo domingo del mes de agosto en un lugar conocido como “Santumotz”, cercano al caserío “Urkiola”. En resumen, queda demostrado que las fiestas y romerías eran los lugares apropiados para conocer gente y relacionarse con jóvenes del otro sexo. Pero todo ello con las lógicas limitaciones motivadas por la moral imperante en la época. Aunque hoy en día pueda parecer extraño no era lo mismo acudir a bailar a la romería de Madarixa que a la de Maltzaga. La fuerza de la religión y de la mentalidad tradicional existente en localidades como Azkoitia o Azpeitia impedía a los jóvenes de estos municipios bailar “agarrados” en las romerías que se celebraban en su territorio. Así, era normal ver a cuadrillas de jóvenes procedentes de estos pueblos en las romerías que tenían lugar en los barrios elgoibartarras, especialmente en las de Sallobente. Algo reseñable si tenemos en cuenta que en el periodo al que estamos haciendo referencia cualquier desplazamiento debía hacerse a pie. Y no precisamente por carreteras asfaltadas como las que existen en la actualidad, sino por los caminos y atajos de los montes. “El día de San Isidro se hacía una romería en Madarixa que se prolongaba durante tres días. En Azpeitia y en Azkoitia no se podía bailar agarrados. Los curas no lo permitían y si alguno no lo respetaba ... allí estaba la pareja de guardia civiles que hacían parar la música. En Azkoitia al bailar agarrado a una mujer le llamaban “el dulce meneo”. Por eso venían los azkoitiarras a las romerías de Sallobente, ¡para bailar agarrados!”. Joxe Gurrutxaga Lizarralde Por otra parte estaban las romerías que se celebraban en el frontón de “Kamiñerokua” y que también contaban con el beneplácito de los elgoibartarras, aunque la presencia de agentes de la Guardia Civil, sobre todo tras el conflicto bélico, hizo que muchos ciudadanos dejaran de frecuentar este lugar. “También eran muy conocidas las romerías que se hacían en el frontón de Kamiñerokua con la llegada del verano. Al principio sólo iba gente del pueblo, pero luego empezaron a entrar muchos guardias civiles. Y como hablábamos todo en euskera los teníamos todo el rato encima. Era vergonzoso. Conmigo no se han metido nunca pero...”. Ramon Maiztegi Iriarte Además de los barrios, la práctica totalidad de las calles que conforman el casco urbano elgoibartarra también tenían sus fiestas. De todas ellas, las que se celebraban en la calle del Rosario eran las que contaban con una mayor aceptación y participación por parte de los vecinos. 48 Capitulo VIII La Comisión encargada de la organización de estas fiestas se empleaba a fondo para que no faltara de nada. Así, dentro del programa preparado para cada ocasión había actos para todos los gustos como sokamuturras, partidos de pelota, pasacalles, Misa Mayor, actuaciones de las Bandas de Música, dianas, paseos de gigantes y cabezudos... Incluso, hubo algún año (como en 1919) en el que los habitantes de esta popular calle elgoibartarra aprovecharon la llegada de las fiestas para proclamarse como “Estado Independiente”, eso sí, con el consentimiento del entonces alcalde de la villa, D. Antonio Arrillaga. Tal y como relata Koldo Lizarralde en su libro “Fiestas Populares en Elgoibar”, “Para ello se escogieron los personajes más humoristas y populares; presidentes, vocales, Reina de la Calle, Camarera de S.M., Damas de Honor, Gobernador Militar, Gobernador Civil, Alcaldes, Concejales, Alguaciles, Guardia particular de la Reina, Grupo de Caballeros y Damas de Honor”. Las numerosas anécdotas sucedidas en torno a estas fiestas forman parte de los recuerdos inolvidables de nuestros mayores. “Había mucha rivalidad entre los vecinos de la calle Rosario y los de la calle San Bartolomé. Recuerdo que durante unas fiestas de la calle Rosario, dos “chicas viejas” que iban en coche hacia la calle San Bartolomé sufrieron un “atentado”. No sé que les pasó, pero sacaron mucho ruido con algo y una de ellas se puso muy nerviosa. Y para que se les pasara el susto les sirvieron una copa grande del bar de Aizpiri, en la plaza. Parece que les gustaba porque se la bebieron de un trago. Eran solteras pero muy alegres. Las fiestas de la calle Rosario eran bonitas. Había hasta toro. En cambio, en las fiestas de nuestra calle, San Francisco, no había nada. Pasaba el tamborilero y listo”. Teodosia Iriondo Garate “Lo mejor de las fiestas de la calle Rosario era el toro, aunque Las principales calles de nuestro pueblo se llenaban de gente para nosotras no queríamos ni verlo. Las seguir las actuaciones de la Banda de Música. puertas de los portales solían estar abiertas y en dos ocasiones subió el toro hasta nuestra casa que está en el primer piso. Además, al dar la vuelta cascaba todas las paredes y luego había que limpiar y arreglar todo”. Mª Josefa Unzueta Iriondo Y para terminar con el capítulo de fiestas no podemos olvidar el Carnaval que, a principios del pasado siglo, se celebraba durante la jornada del martes. Fiestas 49 Al igual que sucedía en el resto de las festividades de relevancia que tenían lugar en nuestra villa, el acto más significativo que podía contemplarse ese día en Elgoibar volvía a ser la sokamuturra, aunque algunos de nuestros mayores también disfrutaban camuflando su identidad tras un disfraz. Hace cien años eran una minoría los ciudadanos que participaban activamente en esta fiesta pero, aún así, los que optaban por disfrazarse otorgaban un colorido especial a las calles de una villa que, al menos por un día, dejaba de lado su rutina cotidiana y se sumergía en un mundo de fantasía en el que la imaginación era una de las virtudes mejor valoradas. “Me gustaban mucho los carnavales que se hacían en Elgoibar. Recuerdo que una vez me disfracé de alemán. Me parecían unas fiestas muy simpáticas”. Ventura Agirregomezkorta Ibarluzea El director de la Banda de Música, Julio Pérez Cortés, encabeza un pasacalle durante los carnavales de 1943. Otro de los eventos característicos de la fiesta carnavalera era el baile de disfraces que se celebraba en el salón del Ayuntamiento. La única condición que había para poder tomar parte en este baile era ir disfrazado con un traje de época y eran muchos los elgoibartarras (casi exclusivamente los residentes en el casco urbano), que acudían anualmente a esta cita. Sin embargo, el conflicto bélico que dio comienzo en el año 1936 terminó con este acto, al quedar su celebración terminantemente prohibida por el gobierno franquista. El martes de Carnaval también solía haber sesión de baile en la plaza de verduras. La dictadura también eliminó esta tradición. 50 Capitulo VIII IX Cultura En la introducción a este libro ya ha quedado de manifiesto que el principal objetivo del mismo es ofrecer una perspectiva general sobre la realidad de esta localidad y sus habitantes durante la primera mitad del pasado siglo XX. No se ha tratado, pues, de perderse en la profundidad de los detalles particulares, sino de ofrecer una visión global de una realidad concreta: Elgoibar y sus vecinos. Es evidente que apartados como el que aquí comienza necesitarían, por sí solos, el espacio de toda una publicación, algo que se escaparía de los objetivos señalados anteriormente. El nivel cultural de la población constituye uno de los indicadores fundamentales del grado de desarrollo de las sociedades modernas. Cada vez se destinan mayores recursos para impulsar los diferentes ámbitos que actualmente quedan englobados dentro de lo que conocemos como Cultura, con mayúsculas. Tanto desde las instituciones públicas como desde las entidades privadas. Las actuaciones musicales que se celebraban en las calles de nuestra localidad contaban con una gran aceptación entre los elgoibartarras. Pero esto no siempre ha sido así. Durante las primeras décadas del pasado siglo, actividades como leer, escribir, ir al cine o al teatro, escuchar conciertos de música, o dibujar no ocupaban, ni mucho menos, un espacio importante en la vida de nuestros mayores. Además, el apoyo de las distintas entidades a la organización de este tipo de actos tampoco era el mismo que en nuestros días. Cultura 51 Como ya hemos señalado con anterioridad, las obligaciones diarias eran muchas y apenas quedaba tiempo para este tipo de disfrute. Y antes, el placer que proporciona la cultura, en la inmensa mayoría de los casos, estaba reservado para los escasos instantes de ocio que se conseguían. Asimismo, los eventos culturales no proliferaban como en la actualidad y no todo el mundo tenía la posibilidad de desplazarse hasta las capitales o los núcleos urbanos más importantes de la zona para ver una película, un concierto, o una obra de teatro con una cierta regularidad. La cuestión económica también jugaba un papel importante a la hora de determinar la afluencia a los distintos espectáculos. No debemos olvidar que la mayoría de las familias de la época se caracterizaban por el elevado número de sus miembros. Los presupuestos de cada casa estaban bien ajustados y no era habitual que sobrara dinero para lo que entonces se consideraban como “caprichos personales”. Aún así, los elgoibartarras acudían, siempre que podían, a presenciar los espectáculos que se organizaban en la localidad. A excepción de la lectura y de la habitual sesión de música y baile que cada domingo por la tarde se organizaba en la Plaza de los Fueros de la mano de la Banda Municipal de Música, el disfrute de la cultura estaba reservado para las fiestas y fechas señaladas. La lectura La lectura es una actividad que comenzó a extenderse entre los elgoibartarras hace unas ocho décadas. La escolarización entre nuestros mayores, por breve que fuera, empezó a generalizarse, y eso dio un impulso importante a la afición por la lectura en nuestra localidad. “Para poder leer, primero hay que saber y yo no aprendí hasta después de regresar del servicio militar. Fue entonces cuando comencé a leer el periódico”. Joxe Odria Osoro Lógicamente, el poco tiempo libre disponible tampoco contribuía a la democratización de la lectura. “De joven no tenía tiempo y luego ya no me aficioné a leer. Además, antes no había periódicos en los caseríos. En todo San Lorenzo igual sólo llegaba a tres casas. En la nuestra comprábamos Argia todos los domingos. Hasta la Guerra. Estaba escrito en euskera y a nuestro barrio lo traía el difunto Ángel Arriola”. Joxe Gurrutxaga Lizarralde Con el paso de los años la lectura de periódicos fue haciéndose más común entre los elgoibartarras y, aunque no todos podían permitirse el lujo de comprar un ejemplar a diario, quien más quien menos le daba un buen repaso al que cayera en sus manos. En muchos casos no importaba qué periódico se iba a leer, ni cuál era su ideología. Incluso daba igual qué día se había publicado. Todos esos aspectos eran cuestiones menores. “Leía el periódico cuando se podía: La Voz de Guipúzcoa, La Gaceta del Norte, El Liberal...”. Pedro Joxe Artetxe Egia 52 Capitulo IX El caso era poder enterarse de aquello que estaba sucediendo fuera de nuestro municipio. Y claro, como la inmensa mayoría de los domicilios de nuestra localidad no tuvieron ningún aparato receptor de radio hasta prácticamente la mitad del siglo XX, la prensa escrita constituía el único cauce de información al que se podía recurrir. “Siempre me ha gustado mucho leer y cada vez que podía aprovechaba para coger el periódico. Entonces leíamos todo lo que nos llegaba a las manos, cualquier cosa”. Sotera Zubiaurre Garitaonaindia De cualquier modo, el número de cabeceras de periódico existentes en la época poco tiene que ver con la variedad existente en la actualidad. Nuestros mayores recuerdan algunos de ellos como el Diario Vasco, La Noticia, El Correo Español, El Liberal, Excelsior, La Gaceta del Norte, La Voz de España o La Voz de Guipúzcoa y, quien más quien menos, tenía sus preferencias. “Yo no tenía tiempo para leer pero de vez en cuando sí que me gustaba echar un vistazo a los chistes que aparecían en el periódico. En nuestra casa se compraba La Voz de España”. Felisa Bergaretxe Ardanza En este sentido, cabe señalar que al igual que sucede en nuestros días, las publicaciones especializadas dedicadas a divulgar la información deportiva también contaban con sus propios adeptos. “Siempre me ha gustado mucho leer la información deportiva como la que aparecía en As o Marca. Este último periódico apareció en los años de la Guerra y los dos llegaban a Elgoibar. Solía ir a cortarme el pelo donde Julián Zakarias y siempre que llegaba me decía: ¡ahí va, Ramon!. Me dejaba el periódico y lo leía allí. Además, algunas veces me pasaba a la semana siguiente y me daba los periódicos que iba a tirar a la basura. Me los llevaba a casa y así... ¡doble repaso!”. Ramon Maiztegi Iriarte “Leía el periódico casi todos los días, sobre todo lo relacionado con los deportes como el ciclismo o los partidos de pelota. Nuestro padre compraba el periódico pocas veces pero en el bar siempre cogían La Voz de Guipúzcoa. Eso sí, igual el del día estaba ocupado y había que conformarse con el del día anterior”. Juan Lariz Garate El reparto de prensa tampoco tenía nada que ver con lo que conocemos hoy. El repartidor solía ser una persona conocida y, en algunos casos, se encargaba de elaborar las informaciones locales. “Paco, el hijo del sacristán Jacinto Salaberria, era uno de los que vendían periódicos. Luego también fue corresponsal. Tenía el puesto de venta en la Plaza pero también solía repartir los periódicos de casa en casa”. Markos Arregi Iriondo Cultura 53 Sin lugar a dudas, el citado Paco Salaberria y Markos Gorostiza fueron unos de los primeros elgoibartarras que desempeñaron labores periodísticas en nuestro municipio. “En La Voz de Guipúzcoa había un espacio para la carta del pueblo. La escribía Markos Gorostiza y firmaba las noticias como “Cosmar”. Las cosas del fútbol las escribía Paco Salaberria. Era famoso; incluso en San Sebastián solían estar pendientes de lo que escribía sobre los partidos de fútbol del Elgoibar. Pero él nunca iba a ver los partidos; mandaba a sus amigos o a sus primos y escribía lo que le contaban”. Hermanas Unzueta Iriondo Con el transcurso de los años el reparto personalizado de la prensa fue dando paso a su distribución en los establecimientos comerciales y bares del pueblo, acercándose a lo que conocemos en la actualidad. “Aranburu era otro de los que vendía periódicos. Solía repartirlos en un bar que había en la calle San Francisco, a la altura de donde actualmente están la zapatería Osoro e Iriondo Kirolak”. Mariano Elustondo Aizpiri La lectura de revistas era mucho más minoritaria que la de prensa. Esto era debido, principalmente, a las pocas opciones que podían encontrarse en los establecimientos de venta y, como no, a su coste. De hecho, la mayoría de nuestros mayores apenas recuerdan los nombres de las primeras revistas que llegaron a sus manos. Sin embargo, los pocos que tuvieron la suerte de tener un contacto más o menos habitual con estas revistas que “hablaban un poco de todo” recuerdan hasta su aspecto. “Estaba la revista “Blanco y negro”. Nosotras no la comprábamos pero en nuestro portal vivía el médico Don Antonio Arrillaga, que era primo de nuestro padre, y nos las dejaba para que las leyéramos. “Blanco y negro” era una revista elegante, hecha con papel bueno”. Hermanas Unzueta Iriondo Por último estaba la lectura de libros y novelas, algo reservado a los auténticos amantes de la literatura. Y es que, después de acabar exhaustos la jornada laboral, a pocos les quedaban fuerzas y tiempo para desarrollar esta actividad. Además, tenían que “lidiar” contra la mentalidad imperante que consideraba poco fructífero este ejercicio intelectual. “De jóvenes nos gustaba leer las novelas que nos dejaba Don Antonio. Algunas eran muy bonitas, pero en casa nos decían que estábamos perdiendo el tiempo”. Hermanas Unzueta Iriondo ARRILLAGA, ANTONIO (1886 - 1961) Médico e ilustre cirujano. También fue alcalde de Elgoibar. Nació el 17 de enero de 1886 en el caserío Arnoate. Tuvo un hospital en la calle San Inazio de esta localidad. Fue un hombre muy ilustre, con verdadera fama en el campo de la traumatología. Fue historiador de Elgoibar en particular, y de toda Euskalerria en general. Según dicen los que lo conocieron, fue muy piadoso, buen hombre y mejor amigo. Aficionado a la montaña y al deporte. Incluso, jugaba a la pelota. 54 Capitulo IX De entre los lectores había, al igual que en nuestros días, quien se decantaba por libros de corte didáctico y quien se inclinaba por los títulos destinados al entretenimiento. “Me gustaba mucho leer aquellos libros que contaban cosas de los reyes. En aquella época todo el mundo conocía a los miembros de las realezas”. Ventura Agirregomezkorta Ibarluzea Y claro, como comprarse un libro era todo un lujo, para poder ojear uno había que recurrir a las bibliotecas. Dejando al margen las existentes en cada uno de los centros escolares del municipio, la primera biblioteca pública de nuestra localidad estuvo ubicada en los locales de la Casa Consistorial que actualmente albergan las oficinas de la Policía Municipal. “Antes ya había biblioteca en Elgoibar, en el Ayuntamiento. Allí podían encontrarse libros clásicos como la enciclopedia Espasa, que tenía unos 60 tomos, y otros libros y novelas. Entonces no había ninguna persona que se encargase del cuidado de los libros. Nos abrían la puerta, cogíamos los libros y los leíamos allí mismo. Nunca vi a nadie que se llevara un libro a casa para leerlo. Nosotros íbamos mucho a la biblioteca, sobre todo cuando hacía mal tiempo. A mí me gustaba leer las historias de los pueblos, aunque también ojeábamos las obras de arte. Cuando algún amigo encontraba algo interesante se lo enseñaba al resto”. Ramon Maiztegi Iriarte Además de la biblioteca municipal los elgoibartarras tenían a su disposición, en la iglesia parroquial de San Bartolomé, otro buen número de publicaciones. Eso sí, de carácter eminentemente religioso. “En la iglesia también había una biblioteca. Es probable que todos los libros que había allí fueran de contenido religioso. Pero biblioteca en la parroquia, también había”. Hermanas Unzueta Iriondo D. PEDRO MIGUEL URRUZUNO (1844 – 1923) Párroco de Mendaro y luego capellán de las Agustinas en esa misma localidad. Notable poeta y articulista en Euskera, fueron muchas las revistas que publicaron sus escritos, sobre todo sus preciosos cuentos o “Ipuiak” escritos en un euskara popular y fácil, rico en modismos que adornan el lenguaje ágil, vivaz y expresivo de la masa euskaldun. En palabras del Padre Villasante, la obra de Urruzuno “Ipuiak” “debiera servir de modelo a la literatura vasca del género popular”. En el año 1915 se publicó en Durango su “Meza Santua zer dan”, traducción de la obra del alemán Martín Cochem. Otra obra suya, una traducción de una obra religiosa del Padre Baudranec, llegó a la sexta edición en Tolosa en 1921. Cultura 55 Música y Danza Desde tiempos inmemoriales, la música y la danza constituyen las facetas culturales con mayor arraigo entre los elgoibartarras. Ya ha quedado de manifiesto en el capítulo destinado a las fiestas populares la importancia y aceptación que tenían estas actividades entre nuestros mayores. Quien más quien menos aprovechaba la ocasión que se le brindaba para escuchar un poco de música o para demostrar sus cualidades de baile en cualquiera de los improvisados escenarios de la época. Orquesta dirigida por Inazio Bereziartua. En la imagen también aparecen: Juanita Zubizarreta, Azpiazu, Epelde, los hermanos Etxaniz, Cordero, Salaberria y otro. “Me gustaba mucho la música y todos los domingos iba a la plaza a escuchar el concierto de la Banda. Salíamos del cine hacia las siete de la tarde y enseguida comenzaba la música, que duraba hasta las nueve de la noche. Había muy buen ambiente y solía bailar. Hasta que me casé”. Maria Epelde Arriola Pero no todos afrontaban estas disciplinas como algo exclusivamente propio del tiempo de ocio y como meros receptores. Los que tenían más afición además de escuchar música también querían aprender a tocarla, y para ello cuidaban su formación acudiendo a las clases que impartían los “maestros” de la localidad. “Estudié música con Inazio Bereziartua durante más de un año. Pero no tenía apenas oído y tuve que dejarlo. Bereziartua se desesperaba con nosotras. A las clases de música íbamos tres amigas, Lucía Alkorta, Arcadia Gabilondo y yo. No teníamos oído ni la una ni las otras. Una mal y las otras peor. Bereziartua daba las clases en su casa, en la calle Santa Ana. Entonces yo tenía 10 u 11 años, no más. Eran clases particulares y como teníamos que ir al colegio nos las impartía después de comer, hacia las 13:30. Ibamos cinco minutos, nos explicaba la lección y nos mandaba estudiar otra para el día siguiente”. Mª Josefa Unzueta Iriondo 56 Capitulo IX En otros casos, la formación en materia musical tenía su raíz en la tradición familiar. “Nací en Mutriku y desde muy pequeño acudía a diario a estudiar solfeo. También estudiábamos la educación de la voz. En mi casa había piano, mi madre tocaba el piano y mi padre tocaba en la banda. Un hermano mío era cura y tocaba muy bien el órgano, se hizo cubano y allí impartió clases de piano”. Nikasi Andonegi Sustaeta Joxe Odria junto a otros participantes del concurso de baile al suelto, celebrado en la plaza de los Fueros de Elgoibar, durante las fiestas de San Bartolomé de 1946. Y, como no, también había quien se dedicaba a aprender a tocar su instrumento musical preferido por cuenta propia. “Desde siempre he tenido afición por tocar el pandero. Aprendí escuchando la radio, por mi cuenta. Nunca he acudido a ninguna clase para aprender a tocar. Tenía una buena madre y en ocasiones me cuidaba los hijos. Así yo podía marcharme a tocar el pandero a las romerías mientras mi marido bailaba”. Juliana Zubizarreta Gurrutxaga Dejando a un lado la música, en materia de baile hay que destacar el arraigo que tienen en Elgoibar, desde hace varios siglos, las danzas tradicionales. De cualquier modo, el baile Cultura 57 siempre ha estado presente, en cualquiera de sus modalidades, en las fiestas de nuestra localidad. “De joven aprendí a bailar. Incluso solía participar en diferentes campeonatos de baile con Miren Vallejo y otros amigos del pueblo. Entonces también se organizaban campeonatos en la Plaza del Ayuntamiento y solíamos participar una docena de parejas”. Joxe Odria Osoro Así las cosas, es fácil deducir que la práctica totalidad de nuestros mayores ha hecho sus “pinitos” sobre alguna de las pistas de baile que, generalmente, se habilitaban en los frontones de la villa. Y como la cosa va por gustos, había quien prefería el “baile al suelto” y quien mostraba una mayor predisposición por los “agarrados”. “A bailar aprendí bastante poco, algo en las romerías pero nada más. Antes se escuchaba la música para bailar suelto como la trikitixa. Y eso era lo que me gustaba”. Juan Lariz Garate Cine y Teatro El primer cine que tuvo Elgoibar, el viejo cine parroquial o “Zine Zaharra”, estaba ubicado en el edificio de la calle Rosario que actualmente alberga las oficinas de la Kutxa. Su puesta en funcionamiento constituyó todo un evento para los elgoibartarras de la época y rápidamente se consolidó como una de las principales alternativas para el ocio de la jornada dominical. Además, ofrecía la posibilidad de acudir a la sesión de tarde (comenzaba hacia las 16:30 horas), o a la de noche (hacia las 21:30 horas), de tal manera que nuestros mayores tenían la posibilidad de contemplar una película sin tener que renunciar a los bailables que cada domingo se realizaban en la Plaza de la mano de la Banda de Música. “Cuando vine a Elgoibar había un solo cine, el de la calle Rosario. Era un cine muy corriente, no había butacas tapizadas ni nada de eso. Se bajaba el asiento, te sentabas y ya está. Solía ir al cine con los amigos, los domingos y días de fiesta. Después del baile. Los padres tenían la cena preparada porque de lo contrario las hermanas o alguien siempre se quejaba porque no cogía sitio. El cine era el no va más para todos. No había otra cosa”. Eugenio Diego Aranburu Niños, jóvenes, adultos... no importaba la edad a la hora de incluir la opción del cine dentro de los planes de los domingos. Al igual que sucede en nuestros días, los más jóvenes solían acudir a las sesiones de la tarde y los adultos a las de la noche. “Cuando éramos niñas en Elgoibar sólo existía el cine parroquial de la calle Rosario. Íbamos al cine todos los domingos. La entrada costaba dos perras gordas (20 céntimos), y como nos solían dar tres de paga, gastábamos dos en la entrada y el resto en comprar cacahuetes y caramelos. Se armaba una buena juerga en el cine. Los chicos de la cuadrilla se ponían delante y nosotras detrás. Nos lo pasábamos muy bien”. Hermanas Unzueta Iriondo 58 Capitulo IX De cualquier modo, el acceso al cine tampoco estaba al alcance de todos. No era mucho lo que costaba (hace 75 años el precio de las entradas estaba en torno a los 20 ó 30 céntimos) pero aún así la situación económica de muchas familias tampoco se prestaba a la realización de grandes alardes. “Hacia el año 1940 estaba el cine parroquial. Recuerdo que en aquella época su responsable era Antonio Usabiaga, aunque yo nunca llegué a entrar porque las cosas no eran como ahora. Al cine empecé a ir algunos años más tarde, cuando abrieron el Odeón”. Juliana Irizar Goiburu En lo referente a la cartelera que podía verse en el cine durante las primeras décadas del pasado siglo XX, nada tiene que ver con las superproducciones actuales. Los “estrenos” llegaban, incluso, con varios años de retraso. Pero daba igual, porque lo realmente importante era poder presenciar un espectáculo que entonces era calificado como “lo más moderno”. Y eso que las primeras películas, además de ser en blanco y negro, eran totalmente mudas. “Recuerdo las películas que echaban cuando empezó la Guerra civil. Eran de propaganda de los americanos. Pero como eran más técnicas y estaban mejor hechas, aquello era lo que nos gustaba. Aunque veíamos lo que nos echaban”. Eugenio Diego Aranburu Y como el hecho de acudir al cine constituía todo un evento para nuestros vecinos, la mayoría de ellos no tienen ningún problema para recordar los títulos de aquellas películas que marcaron su época. “Cuando vine a Elgoibar solía ir al cine de la calle Rosario. Recuerdo que estuve viendo la película “Nobleza baturra”. La había visto antes en Bilbao y como me gustó la volví a ver en Elgoibar. Vi esa película tres veces. Otra película que me gustó mucho fue “Carmen, la de Triana”. Felisa Bergaretxe Ardanza Eso sí, el viejo cine parroquial de la localidad tampoco permaneció ajeno a la llegada de la censura impuesta por el régimen de Franco. De hecho, los elgoibartarras se vieron obligados a acatar, no sin resignación, los cortes de las películas que se les imponían. Aunque no por ello se echaron atrás a la hora de mostrar su descontento con esta medida cada vez más impopular. “Cuando era joven el cine de la calle Rosario lo llevaba el párroco, Don Ceferino. La gente protestaba porque cuando llegaba el momento del beso cortaba la película. Hasta que tuvo que dejarlo. A mí me gustaba el cine, pero me daban una perra gorda de paga y como costaba dos o tres pues... no podía ir mucho. Me acuerdo de haber visto películas como “La mano misteriosa” o “Las dos niñas de Paris”. Sotera Zubiaurre Garitaonaindia Por otra parte, cabe señalar que el viejo cine de la calle Rosario también fue utilizado algunas veces como sala de exposiciones, e incluso, para que se pudieran celebrar conferencias de diversa índole. Cultura 59 “Nosotras no teníamos dinero para ir a ver películas, aunque sí solíamos ir al viejo cine de la calle Rosario a ver los cuadros que ponían de diferentes artistas”. Teodosia Iriondo Garate De hecho, alguno de estos actos quedó inmortalizado en la memoria de nuestros mayores en forma de anécdota. “Cuando mataron al presidente americano, Kennedy, estábamos en el cine de la calle Rosario en una conferencia sobre setas”. Nikasi Andonegi Sustaeta Y como no podía ser de otra manera, también podemos encontrarnos con algún elgoibartarra que, con más de 80 años a sus espaldas, no ha acudido al cine ni una sola vez. “Nunca fui al cine. Ni yo, ni mis amigos. Solían ir los que tenían novia de la calle, pero los que vivíamos en los caseríos no”. Mariano Elustondo Aizpiri Nuestra localidad, desde comienzos del pasado siglo, siempre ha contado con sus propios grupos de teatro aficionado. Superado el ecuador del pasado siglo, la apertura del cine Odeón supuso un salto cualitativo importante en lo referente al nivel de los espectáculos que llegaban hasta nuestro municipio. Géneros como el teatro o la zarzuela comenzaron a hacer acto de presencia en la cartelera del nuevo cine con cierta frecuencia y los elgoibartarras acogieron su llegada con un gran entusiasmo. Además, la coyuntura económica del momento era favorable, con la industria local en pleno auge, y eso contribuyó decisivamente a fomentar la asistencia de nuestros vecinos a los eventos culturales que llegaban a Elgoibar de la mano de compañías profesionales. 60 Capitulo IX “Al Odeón solían venir zarzuelas, teatros... estaba bien el Odeón. También íbamos al teatro, más que nada cuando había música. También solían venir algunos cantantes”. José Gurrutxaga Ondartza Al igual que sucedía con las películas, nuestros abuelos recuerdan con una gran precisión los espectáculos que más éxito tuvieron a su paso por los escenarios de la villa. “Solíamos ir a ver a las compañías de teatro que iban al Odeón. De aquellas obras de teatro recuerdo "Las chicas del tren" y "La tabernera del puerto". Mi marido y yo normalmente íbamos al cine Odeón, porque allí era donde había teatros. Había teatro igual un miércoles que un domingo”. Teresa Aginaga Madariaga Resulta curioso comprobar que prácticamente existe unanimidad entre los entrevistados a la hora de señalar a “Las chicas del tren” como el mejor espectáculo que se ha visto en Elgoibar. Esta obra estuvo presente en la programación del cine Odeón durante varias semanas (años 50) y es difícil encontrar a algún elgoibartarra que se quedara sin verla. "Estuve viendo “Las Chicas del Tren". Ahora eso no sería nada, pero entonces... Trajeron esa obra en los años 50, al poco tiempo de abrir el cine Odeón. Estuvo bastantes días en cartelera y cada sesión se llenaba hasta los topes. Es probable que a los niños no les dejaran entrar a ver el espectáculo, pero creo que todos los adultos del pueblo pasamos por allí. ¿En qué consistía el espectáculo?. Pues eran buenas artistas, hermosas mujeres...”. Ramon Maiztegi Iriarte Pero la afición por el teatro en nuestra localidad ya existía desde varias décadas anteriores a la apertura del cine Odeón. “En la plaza del mercado también se hacían interpretaciones de teatro, sobre todo en verano. Y a la plaza pequeña solían ir los comediantes, que eran payasos y hacían un espectáculo muy entretenido. Solíamos ir a verlos, cada uno con su sillita”. José Gurrutxaga Ondartza El viejo cine de la calle Rosario, la plaza del mercado, Aita Agirre o el mismo Batzoki fueron algunos de los escenarios que en su día se utilizaron para llevar a cabo la puesta en escena de diferentes obras. "Siempre me ha gustado mucho el teatro y siempre que podía iba a verlo. Recuerdo que en el viejo cine de la calle Rosario ví algunas obras como "El Caserío" o "Txelu kartzelan dago”. Ventura Agirregomezkorta Ibarluzea En la mayoría de los casos, las interpretaciones teatrales corrían a cargo de aficionados locales, como los que se reunían en torno al orfeón Lagun Onak. “En Elgoibar ha habido buenos grupos de teatro. José Juaristi, Francisco Juaristi, Miren Vallejo y Manolo Rementeria eran algunos de los que solían actuar y en mi opinión eran de Cultura 61 Kasurik gehienetan, herriko antzerki zaleak izaten ziren antzezlanak egiten zituztenak: Lagun Onak orfeoiaren inguruan biltzen zirenak esaterako. “Elgoibarren teatroko grupo onak ere egon dira. Jose Juaristi, Francisco Juaristi, Miren Vallejo, Manolo Rementeria... inguruan onenetakuak zirala uste dot, ondo preparauta. Taldiaren izena zan... Orfeón Lagun Onak de Elgoibar. Amistad taberniaren gañian zaukaben lokala. Santolaya zaharra ere ibiltzen zan hor, Lagun Onak-en”. Ramon Maiztegi Iriarte Eta ezin kapitulu honi amaiera eman Ongarri eta Elgoibarko Izarra elkarteak, bereziki, aipatu gabe. Sortu zirenetik, lanean ari izan dira euskal kultura elgoibartarrei ezagutarazten. GERMAN URIGUEN "ETXEGIÑA" (1898 - 1986) Bertsolari entzutetsua izan zen. Ermuan jaio zen 1898 urtean, eta 1924an Elgoibarrera etorri zen bizi izatera. Hasieran Gabilondoneko enpresan egin zuen lan , eta ondoren, Sigman. Familiaren, eta batez ere, bere osaba Juan Kruz Uriguenen eraginez, 14 urterekin sortu zitzaion bertsolaritzarekiko zaletasuna. "Etxegiñaren" osaba ere bertsolaria izan zen. Hiru urte beranduago, Santa Agedako koruetan parte hartzen hasi zen. Izan ere, "Etxegiña" izan zen ohitura honi jarraipena eman zion taldearen sortzailea. Bere sorkuntzarik garrantzitsuena "Salbea" izan zen. Bertso horiek 17 urterekin kantatu zituen lehenengo aldiz, Ermuan. 1986ko apirilaren 14an hil zen. 62 IX. Atala X. Comer y beber Las comidas Hace unos 80 años los elgoibartarras tenían por costumbre hacer cuatro comidas diarias: desayuno, comida, merienda y cena. El desayuno solía realizarse entre las 7 y las 8 de la mañana; la comida, hacia las 12 y media del mediodía; la merienda a las 6 de la tarde y la cena entre las 9 y las 10 de la noche. Pero no todas las familias de nuestro municipio seguían este orden de horarios y comidas. Muchos elgoibartarras optaban por suprimir una de las citas con la mesa mencionadas haciendo lo que se conocía como “apari merienda”, es decir, una única comida que servía a la vez de merienda y de cena y que solía realizarse entre las 7 y las 8 de la tarde. Por norma general, el lugar en el que nuestros mayores realizaban todas las comidas era la cocina, mientras que el espacio de comedor no se utilizaba más que en contadas ocasiones como las fiestas o cuando tocaba recibir visitas de familiares o amigos. Las cuadrillas de nuestra localidad aprovechaban cualquier ocasión que se les brindaba para reunirse en torno a una mesa. “En nuestra casa no desayunábamos todos juntos. En cambio, sí que nos juntábamos en la cocina a la hora de comer y cenar. El hamarretako y la merienda solía llevarse al trabajo”. Mariano Elustondo Aizpiri También era costumbre entre nuestros vecinos organizar una comida para familiares y amigos cuando había algún fallecimiento, pero los desmanes que se sucedían en torno a estas peculiares celebraciones hicieron que dejaran de realizarse. “Cuando fallecía una persona, tras el entierro, se hacían las honras. Entonces se acostumbraba a ofrecer una comida a todos los familiares que acudían al funeral. Aunque luego Comer y beber 63 eso desapareció. ¡Y menos mal que lo quitaron!. Era vergonzoso porque la gente llegaba, incluso, a emborracharse. Recuerdo que cuando murió mi madre acudieron a la comida unas 40 personas”. Markos Arregi Iriondo Las empleadas del balneario de Altzola en el comedor antes de la celebración de un banquete en 1933. En lo referente a los alimentos que conformaban las dietas de las familias elgoibartarras a principios del pasado siglo XX, el desayuno estaba caracterizado por la presencia de la leche, que solía acompañarse con pan, galletas o incluso talos elaborados en el mismo caserío. Pero de todas las comidas la principal era la del mediodía, (“bazkaixa”), que era diferente los días laborables y los domingos y festivos. De hecho, además del necesario y merecido descanso semanal, la comida era uno de los principales alicientes con que contaban los elgoibartarras en sus escasos días de fiesta. El menú diario de una familia media giraba en torno a las alubias. Rojas, blancas, negras... no importaba de qué tipo fueran. La cosa es que casi todos los días este alimento estaba presente en las comidas de la mayor parte de los hogares de nuestra villa. Huevos, jamón y, como no, productos de la huerta como tomates, lechugas, pimientos y demás verduras también formaban parte indispensable de la alimentación diaria de la época. “En las comidas tomábamos, principalmente, productos del caserío como alubias o puerros... También cocíamos las tripas de las ovejas, del mismo modo que se hacen las morcillas. Estaban deliciosas. En el caserío también matábamos un cerdo para hacer chorizos y demás. El pan lo hacía nuestra abuela en el caserío aunque yo también he hecho pan alguna vez, cuando estuve en Eibar de criada. Le solía echar un poco de leche y cogía un sabor muy rico, parecido al de las galletas. También comíamos macarrones, que hacía yo misma con agua, vino blanco, huevos y mantequilla”. Ventura Agirregomezkorta Ibarluzea 64 Capitulo X La comida de los domingos y de los días de fiesta era diferente. Normalmente las familias elgoibartarras se reunían en torno a la mesa de la cocina para degustar un suculento cocido a base de garbanzos que, por lo general, estaban acompañados de unos buenos trozos de tocino, costillas y chorizo. En cuanto al postre, lo normal era tomar frutas de temporada, nueces, queso o membrillo aunque en ocasiones especiales la “etxekoandre” o ama de casa obsequiaba a los paladares de los suyos elaborando una tarta o un pastel casero. La merienda tenía como objetivo “engañar al estómago” hasta que llegara la hora de la cena y solía consistir en un trozo de pan con chocolate. La última comida del día era la cena que, en la época de nuestros mayores, se hacía a base de sopas, tortillas y pescado. En cualquier caso, la presencia de productos de la huerta y del caserío se antojaban insustituibles en la dieta de las familias de nuestra villa. “Normalmente comíamos los productos que se elaboraban o se recogían en el caserío: maíz, leche, talos, alubias rojas, pan... ¡Las alubias sí que estaban buenas!”. Juliana Zubizarreta Gurrutxaga Otro de los alimentos fundamentales, el pan, también se elaboraba en muchos de nuestros caseríos. Algunos de estos baserritarras hacían más pan del que necesitaban para venderlo entre los vecinos, mientras que otros preparaban lo justo para cubrir las necesidades de consumo familiares. “Hacíamos el pan en nuestra propia casa. La panadería de Arozena estaba al lado de nuestra casa y fueron ellos los que nos enseñaron. El pan que hacía nuestra madre era "de categoría" y tenía mucha fama”. Markos Arregi Iriondo La matanza del cerdo en las fechas próximas al día de San Martín también formaba parte de las costumbres de los elgoibartarras, principalmente de los residentes en los barrios. Bebida y bares El consumo de bebidas alcohólicas como la sidra, el vino, el txakoli o el aguardiente no es algo nuevo entre los elgoibartarras. Hace varios siglos que los habitantes de nuestra villa comenzaron a consumir de manera habitual este tipo de bebidas, en muchas ocasiones, de elaboración propia. Esto era así, sobre todo, en los casos de la sidra y del txakoli. Según han dejado de manifiesto nuestros mayores hace varias décadas era normal que cada caserío contara en sus terrenos con manzanos, e incluso algunos pocos, con cepas de donde conseguir la materia prima necesaria para elaborar estas preciadas bebidas. Hay que tener en cuenta que en aquella época el que quería alguna garrafa de vino debía comprarla en las tabernas de la villa. Y eso era algo que no estaba al alcance de todos. Así las cosas, la sidra y el txakoli “caseros” se convertían en las principales opciones para el acompañamiento de las comidas. “En las fiestas solíamos tomar vino. Pero normalmente, durante las comidas, siempre bebíamos la sidra que hacíamos en el caserío”. Mariano Elustondo Aizpiri Comer y beber 65 Con el paso de los años la presencia del vino fue generalizándose en cada una de las citas gastronómicas de los elgoibartarras, principalmente entre los hombres, hasta convertirse su consumo en uno de los hábitos más extendidos en la vida cotidiana de nuestros mayores. Las mujeres, en cambio, se mostraron más fieles con la tradición y siguieron mostrando su preferencia por la sidra como bebida para el consumo diario. “Siempre he bebido sidra porque el vino nunca me ha gustado. ¡Qué rica estaba la sidra que hacíamos en el caserío!”. Juliana Zubizarreta Gurrutxaga Mariano Elustondo con Maria Arregi en el bar Gorbea durante la boda de Bixente Maiztegi y Antonia Elustondo. Año 1957. Después de las comidas, nuestros vecinos tenían por costumbre tomar café o manzanilla que, en el caso de los hombres, solían acompañar con algún licor que adquirían en las bodegas y tiendas de alimentación del casco urbano elgoibartarra. Entre las opciones existentes en la época (lógicamente, muchas menos que en nuestros días), los hombres mostraban predilección por el aguardiente y el brandy que entonces era conocido como “koinaka o pattarra”. Mientras, las mujeres que se animaban por tomar una copa tras las comidas solían decantarse por el anís, si bien eran una minoría las que tenían este hábito. En las próximas líneas dejaremos a un lado el consumo de bebidas que se hacía en los hogares y en el ámbito familiar para fijar nuestra atención en los bares que, desde su generalización en nuestras calles en el siglo XIX, forman parte de la vida cotidiana de los elgoibartarras. Así las cosas, podemos asegurar sin temor a equivocarnos que a comienzos de la pasada centuria los bares y tabernas de la villa ya contaban con el favor de las cuadrillas elgoibarresas. Con una particularidad: la presencia en estos espacios estaba prácticamente reservada a los hombres, mientras que las mujeres apenas se dejaban ver por estos lugares, a no ser que estuvieran acompañadas de sus respectivas parejas. Eran tiempos en los que no estaba bien visto que una mujer entrara a un bar (especialmente si lo hacía ella sola) y mucho menos que tomara unos “txikitos”. Se trataba de una realidad que todos, tanto ellos como ellas, asumían con total normalidad. 66 Capitulo X “En aquella época las mujeres no entraban a los bares. Por ejemplo, hasta que nos casamos mi mujer no entró nunca a un bar. De hecho, cuando entraba una mujer al bar nos daba hasta reparo”. Mariano Elustondo Aizpiri Fue fundamentalmente tras el surgimiento de la industria local, a partir de la década de los años 30, cuando el “txikiteo” por los bares de la villa pasó a formar parte de las costumbres más extendidas entre nuestros vecinos. Los “txikiteros” se dejaban ver de manera especial los domingos y los días de fiestas, si bien la presencia de las cuadrillas en los bares de las calles elgoibarresas también era habitual los días laborables. Una vez finalizada la jornada laboral, elgoibartarras de todas las edades solían reunirse con los amigos en las tabernas de la villa donde las conversaciones y los cánticos no dejaban de fluir. Eso sí, entre porrón y porrón de vino. La alegría y el buen humor eran las notas dominantes. “Vine a Elgoibar en el año 1941 cuando me casé y el ambiente que se vivía en la calle Rosario era muy gracioso. Había unas cuadrillas de hombres "xalaos xalaos" que, cuando salían de trabajar, iban de Txikiteo y salían de los bares cantando. El ambiente era diferente al que hay ahora. Yo por las tardes solía estar tan a gusto en el balcón de casa oyéndoles cantar”. Teresa Aginaga Madariaga La proliferación de tabernas en nuestras calles hizo que cada cuadrilla tuviera su propio “cuartel general”, esto es, aquel bar que frecuentaban con mayor asiduidad y que servía al grupo de amigos como lugar de encuentro. De todos modos, una de las características más significativas de este fenómeno consistía en la “visita” a diferentes establecimientos en los que, de manera casi obligada, había que consumir vino. “Durante nuestra juventud había unos 14 bares en Elgoibar. El más típico era el de Conde y tras la guerra el Gorbea. También estaba el bar de Barrutia, el de Cristina... había muy buen ambiente en los bares de Elgoibar. En nuestra cuadrilla solíamos juntarnos unos 25 amigos para “txikitear”. Y para cuando habíamos tomado cuatro vinos siempre había alguien que empezaba a cantar. Luego nos animábamos los demás y... parecía un orfeón. Es lo que tenía el txikiteo de antes. Ahora la gente se emborracha, con el botellón y eso. Antes no había eso, nos juntábamos en un sitio y nos tomábamos un porrón de vino. Nosotros solíamos ir al bar de Conde y bebíamos vino porque no nos llegaba para más. Entonces el “txikito” costaba una perra gorda y la cantidad dependía de la voluntad del camarero”. Ramon Maiztegi Iriarte Por norma general cada grupo de amigos tenía perfectamente establecido su propio recorrido de txikiteo. El punto de partida era siempre el mismo y, llegado el momento de cambiar de bar, todos los miembros de la cuadrilla sabían a donde había que ir. La razón por la que el txikiteo tenía su propia rutina es clara: en el caso de que alguno de los txikiteros habituales no pudiera llegar a tiempo para iniciar la ruta junto a la cuadrilla, sabía perfectamente qué camino debía tomar para incorporarse al grupo. Comer y beber 67 “Los amigos de nuestra cuadrilla también nos solíamos juntar y hacíamos nuestra vueltita de txikiteo. Empezábamos en el bar de Conde, luego íbamos al de Gorostiza, luego pasábamos por la calle San Francisco y llegábamos hasta la Magdalena. Recuerdo que en nuestra cuadrilla, al atardecer, después de txikitear... nos gustaba cantar y solíamos ir a Melitón a cantar por las noches durante los fines de semana. Entre semana no acostumbrábamos a salir. Generalmente txikiteábamos los domingos al mediodía. Bebíamos txikitos, siempre vino”. José Gurrutxaga Ondartza Pero la importancia del txikiteo no se limitaba al hecho de que los elgoibartarras encontraran en esos momentos un hueco para alternar y desconectar del trabajo diario, sino que, además, fue uno de los principales pilares en la integración de aquellas personas que llegaron hasta nuestra localidad procedentes desde diferentes puntos del Estado para trabajar en la emergente industria y en la construcción. La mayoría de estas personas no tardaron mucho en incorporar el txikiteo entre sus hábitos diarios, por lo general, junto a los compañeros y amigos del trabajo. “Cuando llegué a Elgoibar, si había 28 bares, 28 bares recorría yo de txikiteo. Todos nos llevábamos muy bien, los de aquí y los que habíamos venido de fuera. Me integré muy bien en el pueblo. De hecho, también jugaba la quiniela en el bar Conde que entonces costaba 10 céntimos. Pagabas la quiniela y la metían en un buzón”. José Manuel Acosta Calvo “Los domingos cuando íbamos de txikiteo siempre hacíamos el mismo recorrido. Empezábamos por el Jai Alai, luego íbamos por la calle Rosario, al Gorostiza, al de Leonardo... Luego también estaba el bar León. De allí al Urkiola y luego pasábamos hasta Magestad o Txarriduna. Nos conocíamos todas las cuadrillas de jóvenes de Elgoibar y nos llevábamos todos bien. La gente de los caseríos no solía venir al txikiteo los domingos y los días de fiesta. Se quedaban en el barrio. Nosotros siempre nos movíamos por la misma zona”. Eugenio Diego Araburu 68 Capitulo X XI. Vestimenta e imagen personal A nadie se le escapa que en la sociedad de nuestros días son muchos los adolescentes y jóvenes que, influenciados por los medios de comunicación de masas, toman como referencia la forma de vestir de aquellos personajes públicos que admiran (actores, deportistas, cantantes...) a la hora de configurar su propio vestuario. Todo lo contrario sucedía en la época de nuestros mayores que ni se planteaban imitar el estilo de nadie cuando tenían que comprar ropa. Eran plenamente conscientes de las limitaciones económicas existentes en el seno de sus propias familias y se mostraban conformistas con el vestuario del que disponían. Nada que ver con la realidad actual. “Generalmente utilizábamos unos vestidos de tergal, aunque también teníamos una ropa mejor para los días de fiesta. Para trabajar en el caserío usábamos una ropa y si queríamos bajar a la calle nos mudábamos. Comprábamos la ropa en Elgoibar, concretamente en la tienda de Engracia que estaba junto a la actual farmacia de Maala”. El calzado que más utilizábamos eran las abarcas. Entonces todas las ropas eran muy parecidas”. Juliana Zubizarreta Gurrutxaga Durante las primeras décadas del pasado siglo era muy normal que las personas de nuestra villa contaran sólamente con una ropa para “todos los días” y con otra “para los domingos y días de fiesta”. Ni que decir tiene que en aquellos tiempos no existían ropas específicas para ir al monte o practicar cualquier modalidad deportiva. Había la ropa que había y se utilizaba para todo. Lógicamente, esta situación era diferente en el caso de las familias con mayores recursos económicos. Una minoría en un pueblo trabajador como Elgoibar. “De chavales salíamos a la calle con una bata y unas alpargatas. Aunque también teníamos otra ropa para los domingos que solía ser la más bonita y la más nueva. Yo compraba la ropa, y todo lo demás, en la tienda que tenían mis jefes del trabajo”. Teodosia Iriondo Garate Algo similar sucedía en relación al calzado utilizado en la época. Las “abarkak” y “abarketak” eran insustituibles y, si bien la práctica totalidad de los entrevistados señalan que también tenían un par de zapatos, su uso estaba reservado para ocasiones más especiales. “Entonces los zapatos se utilizaban poco y casi siempre andábamos con alpargatas. Había que renovarlas cada poco tiempo porque se rompían enseguida por la parte de los dedos”. Mariano Elustondo Aizpiri En cuanto a la limpieza corporal, conviene recordar que estamos haciendo referencia a unos tiempos en los que los caseríos, prácticamente en su totalidad, carecían de ducha. En estas condiciones lo habitual solía ser limpiarse por partes en la cocina del caserío o bien utilizando un barreño en el que se vertía el agua caliente que había sido previamente calentado en la cocina. Esto era lo más normal aunque cuando llegaba el buen tiempo los elgoibartarras de los barrios rurales aprovechaban el pilón del caserío, “askia”, para lavarse. Quien tenía cerca de casa el río o algún arroyo, tampoco dudaba en utilizarlo para las tareas de aseo. Vestimenta e imagen personal 69 “En nuestro caserío no había ducha. Teníamos un pilón en la entrada y allí solíamos meternos todos... esa era nuestra ducha. En casa también había agua pero solíamos ir allí a lavarnos. Menos en invierno. Cuando hacía frío calentábamos agua en la cocina y nos arreglábamos con aquello”. Joxe Gurrutxaga Lizarralde Imagen sacada en el portal del caserío Mokoroa, del barrio Sallobente-Ermuaran, hacia 1.925. De izquierda a derecha: Miguel Arozena, Josefa Etxaniz, Libereta Aranbarri y Juan Egia. El jabón que nuestros mayores empleaban para su limpieza corporal, en muchas ocasiones, se elaboraba en los mismos caseríos, a base de cocer grasas. Pero no era el jabón uno de los productos más consumidos entre las familias elgoibartarras. Y es que, por aquella época, los elgoibartarras (a imagen y semejanza de las personas procedentes de otros lugares) acostumbraban a ducharse una vez por semana. Bien es cierto que las condiciones existentes no contribuían, precisamente, a fomentar la afición por esta práctica que hoy en día resulta tan gratificante y que se realiza en medio de todas las comodidades. Pero entonces la cosa era bien diferente y nuestros mayores se duchaban, generalmente, las mañanas de los domingos. Primero había que cumplir con las obligaciones del caserío y luego, eso sí, tocaba sesión de aseo, algo obligado antes de “mudarse” para ir a misa. Sin embargo, no todos esperaban la llegada dominical para bañarse. Las interminables jornadas laborales que se prolongaban hasta bien entrada la tarde del sábado pasaban factura a más de uno, que no dudaba en celebrar la llegada del ansiado día de descanso obsequiándose con un baño en el río Deba nada más salir de su lugar de trabajo. Eso sí, esta práctica solía ser cosa de los jóvenes. “No teníamos ducha pero recuerdo bien dónde me duché por primera vez. Era verano y vino a visitarnos una hermana de mi madre que vivía en Argentina. Antes era normal hervir agua con lejía para limpiar la ropa. En nuestra casa había un hueco de piedra donde 70 Capítulo XI se metía la ropa, dentro de una redecilla, y se echaba el agua hirviendo con ceniza, laurel... La ropa se limpiaba allí y, tras aclararse en el río o en el pilón del caserío, quedaba muy suave. Y en ese mismo hueco fue donde me di la primera ducha, con mi tía echándome agua con un balde. Más tarde, durante la juventud, los amigos de la cuadrilla íbamos a bañarnos al río los sábados por la noche, después de haber estado toda la semana trabajando”. Markos Arregi Iriondo Continuando con los hábitos que tenían nuestros mayores en relación con el cuidado de su imagen personal nos centraremos en el tratamiento del cabello. Prácticamente en el caso de todos los entrevistados, era la madre la primera que metía la tijera en el cuero cabelludo de los pequeños elgoibartarras con el fin de arreglarlo. Algo que, según cuentan nuestros mayores, no siempre se conseguía. Esto solía ser así durante la niñez y los primeros años de la adolescencia porque, una vez llegada la juventud, era momento de comenzar a visitar al peluquero. Principalmente en el caso de los hombres. Imagen tomada en el barrio de Aiastia (San Migel) en el año 1.935. “De pequeños era nuestra madre la que nos cortaba el pelo en casa. Luego, cuando fuimos haciéndonos mayores, comenzamos a acudir a la peluquería de Agapito. No estoy muy seguro, pero entonces cortarnos el pelo nos costaba unos dos reales”. Joxe Gurrutxaga Lizarralde Aunque de otra forma, en aquellos tiempos también se establecían modas y uno de los atractivos que más valoraban los hombres en las mujeres era su larga cabellera. Por esta razón, con cortarse periódicamente las puntas y arreglarse el flequillo tenían más que suficiente, aunque también había quien prefería llevar el pelo corto. En la mayoría de las ocasiones eran las mismas mujeres o algún familiar cercano los encargados de realizar los arreglos en el cabello. Vestimenta e imagen personal 71 “Sí que había peluquerías pero yo no solía ir. A mí me cortaba el pelo mi madre, en luna menguante. Sin embargo, mis hermanos sí iban a la peluquería, normalmente a la que tenía Agapito junto al local donde ahora está la zapatería Osoro, en la calle San Francisco”. Juliana Zubizarreta Gurrutxaga En aquellos tiempos las mujeres también tenían al alcance de la mano diferentes opciones para maquillarse, pero era algo que no estaba muy bien visto y eran pocas las que se decantaban por utilizarlas. “Yo no utilizaba maquillaje. Haber si que había, pero a mí me quemaba la cara”. Ventura Agirregomezkorta Ibarluzea Jóvenes que tomaron parte en una cuestación en favor de la Cruz Roja hacia el año 1920. Otro de los aspectos de aquella época que no tiene nada que ver con la realidad actual es el hecho de tumbarse a tomar el sol. Es difícil encontrar entre nuestros mayores a alguno que disfrutara con esta práctica tan extendida hoy en día. Para ellos lo mejor del sol era la sombra y siempre que podían se resguardaban de los rayos solares. Además, se “llevaba” la piel blanca. “¿Pintarme los labios?... ¡como no fuera con barro!. Si veíamos a alguna con los labios pintados la llamábamos cochina. ¿Tomar el sol?... cuando íbamos a trabajar. ¡Entonces sí que acabábamos bien negras!”. Juliana Zubizarreta Gurrutxaga 72 Capítulo XI XII. Religión Sin lugar a dudas, uno de los aspectos de nuestra sociedad que mayor evolución ha experimentado a lo largo del último siglo es el relacionado con la manera de vivir la religión por parte de la ciudadanía. En Elgoibar, al igual que sucede en el resto de las localidades de nuestro entorno, la influencia de la religión ha ido perdiendo peso paulatinamente y cada día que pasa son menos las personas que rigen su comportamiento influenciados por los valores religiosos. Sin embargo, esto no siempre ha sido así. En la sociedad elgoibarresa de hace 70 u 80 años, la conducta de nuestros vecinos estaba claramente condicionada por los postulados de la Iglesia católica. Era algo que la inmensa mayoría de los elgoibartarras acataba y asumía con total normalidad, aunque no todos compartían esas creencias religiosas. El “qué dirán” estaba a la orden del día y el hecho de no dejarse ver por la iglesia podía suponer una razón de peso para ser el centro de las conversaciones de los propios vecinos. Era una situación que, lógicamente, a nadie le gustaba y que todos deseaban evitar. Además, podía ser peor, puesto que todo aquel que no cumpliera con las “obligaciones” religiosas estaba prácticamente “fichado”. “Si no tenías relación con la religión igual no te daban trabajo. Luego, la iglesia, una cosa que hacía y que para mí no estaba bien, era darte un “txartel” que atestiguaba que te habías comulgado. Te daban un “txartel” al año, por Pascua de Resurrección. Tenías que ir a la iglesia y dar el “txartel” en el que se indicaba que habías comulgado. Porque si no lo dabas ya estabas fichado”. Eugenio Diego Aranburu “Cuando estábamos en el colegio de El Pilar había que rezar por las mañanas y las tardes de los domingos, "a vísperas". Había que ir a misa porque de lo contrario te reducían la nota. Llamábamos "a vísperas" a la misa de los domingos por la tarde en la parroquia. Solía ser a eso de las 2 ó 3 de la tarde”. José Gurrutxaga Ondartza La religión tenía todavía mayor fuerza en localidades vecinas como Azkoitia o Azpeitia. De hecho, la influencia de la Basílica de Loiola era tal que también se podía notar en nuestro municipio. “Iba a misa todos los domingos. Trabajaba por la noche en la fábrica de San Pedro y seguidamente iba a la ermita de Maala a escuchar la misa. Había misa a las 6:00, las 8:00 y las 11:00. En aquella época la misa era sagrada”. Markos Arregi Iriondo Sea como fuere, en la época de nuestros abuelos la asistencia al oficio religioso de los domingos y demás días festivos era “obligada”. “Todos los domingos íbamos a misa. Mi familia era muy religiosa. De hecho, mi madre quedó huérfana y fue recogida por una familia de curas. En casa, en la mesa se rezaba siempre”. Nikasi Andonegi Sustaeta Religión 73 En este sentido, cabe señalar que las personas que residían en el casco urbano de Elgoibar acostumbraban a escuchar la misa en la parroquia de San Bartolomé o en la ermita de Maala. “Generalmente acudíamos a la parroquia a escuchar misa; todos los domingos y cuando había algo especial. Solían celebrarse misas a las 6:00, a las 8:00, a las 10:00 y a las 11:00. La de las 11:00 era la Misa Mayor. Nosotras normalmente íbamos a la de las 6:00, porque luego había que trabajar en el caserío”. Juliana Zubizarreta Gurrutxaga La mayoría de los baserritarras, por su parte, solían acudir al oficio religioso que se realizaba en la ermita del barrio. La ermita de San Antolín era el principal centro social de los vecinos del barrio hasta que fue demolida en 1972 para realizar las obras de la autopista. “Desde muy pequeñitos aprendimos a ir a misa, cogimos esa costumbre y... entonces no ir a misa era pecado. Además, en nuestra casa, si no íbamos a misa... ¡bueno!. Escuchábamos misa en la ermita de San Lorentzo. A la parroquia íbamos pocas veces, normalmente el primer viernes de cada mes. Cuando era joven el cura de San Lorentzo era Don Satur Campos. Era de Ondarroa y un poco tartamudo, de tal manera que cuando comenzaba a explicar el Evangelio o alguna otra cosa... se avergonzaba. Además, antes el cura daba la misa de espaldas a la gente”. Joxe Gurrutxaga Lizarralde Cada cual escuchaba la misa que más le convenía en función de su propia rutina. Había opciones para todos los gustos. Y es que los oficios religiosos de los domingos se desarrollaban en diferentes horarios y a lo largo de toda la mañana. 74 Capítulo XII “Todos los domingos iba a misa a la parroquia, a las 9:00 de la mañana. Entonces había misa a las 6:30, 7:30, 8:30 y 9:00. Y luego a las 10:30 la Misa Mayor. Eso los domingos, y luego los días de labor también a las 6:30 y a las 9:00. Entre semana solía ir a la de las 6:30. Iba a misa casi todos los días del año”. Teresa Aginaga Madariaga El número de curas y religiosos existentes en la época a la que nos estamos refiriendo tampoco tiene nada que ver con la realidad actual. “De joven siempre iba a misa, sin faltar nunca. Iba todos los domingos a las misa de las 6:30. Entonces había un montón de curas en Elgoibar, seis por lo menos. Me acuerdo de algunos como Don José Antonio, Don Severiano, Don Saturnino y Don Julián. Les conocía a todos”. Ventura Agirregomezkorta Ibarluzea El clero tenía bien cubierta su “plantilla” y, de hecho, iglesias como la de Altzola contaban hasta con párroco propio. Aita Agirre acompañado por el alcalde Don Antonio Arrillaga y otras autoridades de la época durante una visita a su localidad natal. “Entonces había que ir a misa obligatoriamente. Nosotros escuchábamos la misa en Altzola, todos los domingos. Entre semana se celebraba una misa al día, a eso de las 8:00, y los domingos dos, a las 7:00 y a las 10:00. Entonces había párroco en Altzola. Yo conocí a Don Marcos y de niño fui su monaguillo. Era buena persona, aunque un poco terco”. Juan Lariz Garate Lógicamente, también había quien no mostraba excesiva simpatía por la religión. Sin embargo, dadas las características de la sociedad de la época, lo mejor era no airear demasiado esos pensamientos y actuar de la misma manera que el resto de los vecinos, esto es, haciendo acto de presencia en los oficios religiosos. D. Fr. FRANCISCO AGIRRE (1863 - 1941) Francisco Agirre, más conocido como Aita Agirre, recibió el hábito blanco de la orden de los Dominicos en el Convento de Santo Domingo, de la villa de Ocaña (Toledo), el 13 de septiembre de 1879. Cursados los estudios eclesiásticos con notas sobresalientes, en abril de 1887 recibió el presbiterato y, pocos meses más tarde, llegaría a la provincia china de Fukien, escenario en el que desarrollaría su futuro y fructífero apostolado. Contribuyó de manera decisiva a la difusión del cristianismo en el país asiático formando sacerdotes, dirigiendo misiones y creando escuelas, entre otras muchas obras. Religión 75 “Yo no iba a misa nunca hasta que me casé con mi segunda mujer. Para tenerla contenta tenía que ir. Comencé a ir a misa en el año 1954 ó 1956. Pero a comulgar no, a acompañarle. Nunca he creído en la religión. Mi padre solía decir: ¡la iglesia es un comercio y los curas los comerciantes, cuando tocan las campanas acuden los ignorantes!. Y ¡a la puerta de la iglesia con carbón está escrito, aquí se pide para Dios y no se da ni a Cristo!. Mi padre decía que era una industria sin chimenea”. Eugenio Diego Aranburu También hay quien se llevó fuertes desengaños al tener contacto con los religiosos y, en consecuencia, perdió la confianza que tenía depositada en el clero y en la religión católica. Los habitantes de las zonas rurales acudían cada domingo, sin excepción, al oficio religioso que tenía lugar en la ermita del barrio. Aiastia (San Migel), año 1945. “Cuando vine a Elgoibar iba todos los domingos a misa. Pero luego, con los niños pequeños, no podía ir a misa antes de las 8:00. No tenía a una persona que se quedara cuidándolos. Entonces solía confesarme y en una ocasión le dije a Don Severiano, que era un cura muy severo, que no podía ir a misa los domingos, aunque no tenía ningún problema para ir los sábados. Y me dijo que la misa de los sábados no servía, que sólo valía para los que se iban de caza. Después de la experiencia que tuve con Don Severiano la religión perdió mucho sentido para mí”. Felisa Bergaretxe Ardanza En otro orden de cosas, hemos señalado en el apartado destinado a las fiestas la aceptación que tenían entre nuestros vecinos aquellas jornadas festivas de marcado carácter religioso como el día de San Bartolomé, el de San Antón o el reservado a la Santísima Trinidad. Algo similar sucedía en torno al periodo navideño y a la Semana Santa, unas fechas cuya 76 Capítulo XII llegada suponía unos días de descanso y que eran esperadas por todos, creyentes y no creyentes. “En nuestra casa se vivían las Navidades de una manera muy alegre y con mucha felicidad porque nos juntábamos toda la familia. Por esas fechas matábamos un cerdo y el género que sacábamos nos lo comíamos esos días”. Sotera Zubiaurre Garitaonaindia Por norma general, la llegada de las Navidades era la ocasión propicia para reunir a la totalidad de los miembros de la familia en torno a una buena comida y, después de haber llenado bien el estómago, para disfrutar de una agradable sesión de sobremesa familiar. Unos aprovechaban esos momentos para charlar y otros para echar una partida a las cartas o a cualquier otro juego de mesa. Y luego, a dormir. “En el caserío Urkiri nos juntábamos todos los familiares, también los casados, con sus maridos o con sus mujeres. En Navidad matábamos un cerdo y una oveja para comer. Esos días comíamos, bebíamos, preparábamos un buen fuego, echábamos una partida con algún juego o a las cartas y cuando nos aburríamos... ¡a la cama!”. Joxe Gurrutxaga Lizarralde Nuestros mayores no tenían por costumbre alargar estas veladas familiares hasta más allá de las dos o las tres de la madrugada, si bien siempre pueden encontrarse excepciones, principalmente entre aquellas personas que vinieron a Elgoibar desde otros puntos de la geografía estatal y que siguieron manteniendo las costumbres propias de su lugar de origen. “Mi casa se llenaba de gente la noche de Navidad y la noche siguiente. Allí todo el mundo bailaba menos yo, que tenía que poner los discos y la música”. José Manuel Acosta Calvo En cuanto a la Semana Santa, eran pocos los elgoibartarras que estaban dispuestos a perderse las procesiones que se organizaban esos días. A principios del siglo XX estas procesiones partían desde la parroquia y llegaban hasta la zona de Maala. Allí daban media vuelta y regresaban a la iglesia parroquial por la calle Rosario. Sin embargo, unas décadas más tarde se tomó la decisión de acortar el recorrido de estas procesiones que se realizaban los días de Jueves Santo, Viernes Santo y Domingo de Pascua. “He estado un montón de veces en las procesiones de Semana Santa. Incluso he llevado el santo, con los pies descalzos, en unas diez ocasiones. Antes las procesiones salían de la parroquia y llegaban hasta Maala, aunque luego cambiaron el recorrido porque iba mucha gente y se alargaba mucho. Desde entonces la procesión sale de la parroquia, atraviesa la calle San Bartolomé y vuelve por la calle Rosario hasta la iglesia. Para llevar el santo se colocaban dos personas a cada lado aunque si había mucha gente que quería llevarlo, tres y tres. Duraba una media hora, se cantaba alguna canción y se volvía a guardar el santo. El Viernes Santo se cantaba la muerte de Jesús. Era una canción que tenía mucha fama y ese día la iglesia se llenaba. Se celebraban procesiones el jueves, el viernes y el domingo. Este último día se hacía la Procesión del Encuentro, la más importante”. Ramon Maiztegi Iriarte Religión 77 Estas procesiones pueden enmarcarse entre los eventos más significativos que cada año se celebraban en nuestra localidad. De hecho, eran muchos los elgoibartarras (especialmente los de los barrios rurales) que se acercaban hasta la plaza de los Fueros incluso varias horas antes de que comenzaran. Todo ello para coger un buen sitio desde donde poder presenciar el esperado acontecimiento. Los vecinos de Idotorbe (San Pedro) realizan todos los años una procesión en honor al santo del barrio. Esta procesión se celebra el día de San Pedro. “Antes había más ambiente que ahora en Semana Santa. Acudía mucha gente a ver las procesiones y muchos se presentaban hasta varias horas antes de que empezara para coger un buen sitio. De lo contrario igual se quedaban sin verla”. Pedro Joxe Artetxe Egia Los elgoibartarras acostumbraban a pagar dinero por llevar el santo. Cada cual ofrecía lo que podía y finalmente accedía a este “honor” aquel que más fuerte hubiera pujado en la subasta. Muchos de ellos lo hacían para cumplir con alguna promesa. “Los que llevaban a Jesucristo en la cruz solían tener alguna promesa. No sé lo que pagarían por llevarlo, pero los que lo llevaban tenían que pagar”. Sotera Zubiaurre Garitaonaindia A comienzos del pasado siglo quienes se encargaban de transportar al santo durante la procesión eran recompensados con algo de pan y un vaso de vino. Eso sí, una vez finalizado el recorrido. En alguna ocasión el párroco intentó suprimir esta tradición, justificando la medida en la necesidad de reducir los gastos de la Iglesia. Pero se topó con la oposición de los elgoibartarras y tuvo que claudicar en sus intenciones. 78 Capítulo XII “Nuestro padre solía llevar la caja del santo. Entonces se daba pan y vino a los que llevaban la caja por las calles. Recuerdo que hubo un párroco que quería quitar eso porque consideraba que era mucho gasto. ¡Y eso que él vivía con dos criadas!. Pero nuestro padre le dijo que no llevarían el santo si les quitaban el pan y el vino porque siempre se había hecho así. Nuestro padre era analfabeto pero hablando se las arreglaba muy bien”. Teodosia Iriondo Garate Dicho de una u otra forma, la Semana Santa gozaba de una predilección especial entre nuestros vecinos y se vivía de una manera mucho más intensa que en la actualidad. La posibilidad de disfrutar de un par de jornadas festivas no ocurría todos los meses y era algo que no desaprovechaban los elgoibartarras de la época. Cada cual a su manera pero, quien más quien menos, aprovechaba la ocasión para evadirse de la rutina diaria. “Durante la Semana Santa había mucho respeto y se celebraban procesiones por las calles del pueblo. Cuando nos hicimos un poco mayores, después de la procesión íbamos a Kakatza, a beber sidra y a comer anchoillas. Había allí una sidrería y el vaso de sidra costaba cinco céntimos, una perra pequeña. Ese día no sé cuántos kilos de anchoillas se asarían. Solía haber una persona junto a la barrica, ¡venga a llenar los vasos!. La sidrería era de los de Aizpitarte”. Joxe Gurrutxaga Lizarralde Las procesiones que se realizaban el día del Corpus y durante las fiestas de los barrios también contaban con una gran aceptación entre nuestros mayores. “Las procesiones de Semana Santa eran muy largas, con un montón de gente dando la vuelta al pueblo. También se hacían el día del Corpus. Ese día era costumbre tirar hinojo por las calles y, de hecho, en alguna que otra ocasión fuimos al monte a cogerlos”. Hermanas Unzueta Iriondo El bautizo de un bebé era otro de los motivos de celebración para nuestros mayores. Lo más habitual era que las familias se reunieran en casa para degustar una comida un poco especial. Nada que ver con las celebraciones actuales puesto que a la comida del bautizo tan sólo acudían los padrinos, los abuelos y los familiares más cercanos. Las comuniones también eran diferentes. Ese día, por norma general, se realizaba una celebración sencilla, con una comida en el hogar familiar y en la que se degustaba un menú algo diferente al habitual. Aún así, los niños y niñas de la época esperaban ese día con mucha ilusión. “Hice la comunión en la parroquia, a las 8:00 de la mañana. Entonces la hacían todos. Nos juntamos unos 80 chicos y chicas para hacer la comunión y recuerdo que lo celebramos con una comida especial. Entonces ese día era más apreciado que en la actualidad, aunque simplemente se matara un pollo para comer”. Mariano Elustondo Aizpiri Es cierto que el día de la comunión apenas se hacía nada extraordinario, pero la práctica totalidad de las personas entrevistadas con motivo del programa “Elgoibartarren Esanetan” recuerdan perfectamente cómo vivieron esa jornada. Religión 79 “Hice la comunión en el hospital de las monjas de Maala. Después nos dieron chocolate para almorzar y eso fue lo extraordinario del día para nosotros. Por lo demás, en casa no se hacía nada especial. ¡Ya era bastante con que nuestra madre nos preparara el vestido!. Antes no se hacían los banquetes que se hacen ahora, una comida corriente y ya está. Nosotras hicimos la comunión con once años, cuatro chicos y cuatro chicas”. Sotera Zubiaurre Garitaonaindia El día de la primera comunión era vivido de una manera muy especial por nuestros mayores. Y si su memoria no ha conseguido retener algunos detalles, otros como la ropa utilizada ese día no se les han olvidado a ninguno de ellos. “Mi comunión fue de lo más sencillo. Fui vestida de blanco, sin hábito. Hice la comunión en la parroquia y en total nos juntaríamos unos 60 chicos y chicas. Ese día hicimos una comida un poco especial en nuestra casa. Siempre había algo y comimos un conejo o algo así”. Ventura Agirregomezkorta Ibarluzea Siguiendo con la vestimenta de la comunión, también hubo quien tuvo que soportar las suspicacias y los comentarios de la gente. “Fui vestido de marinero. Recuerdo que en vez de llevar el cordón blanco llevé uno rojo porque le venía bien al azul. Y pensaba: “¡ya me dirán algo!", recordando a mi padre, que era socialista. Pues, efectivamente, ya hubo quien me dijo: “¡oye tú!, ¿cómo que llevas el color rojo?”, y yo contesté que porque le iba bien al azul. Pero ya me tocaron el amor propio. Hice la comunión con 11 ó 12 años, en la parroquia. A un lado estábamos los chicos y al otro las chicas. Pero no lo celebramos”. José Gurrutxaga Ondartza El caso es que, por unas u otras razones, el día de la comunión ha quedado grabado en la memoria de nuestros mayores e incluso algunos lo recuerdan como uno de los momentos más especiales de sus vidas. 80 Capítulo XII “Me acuerdo muy bien de mi comunión. La hice en Elgoibar, en la calle, con 11 años. Ese día hicimos la comunión unos 200 chicos y chicas de todo el pueblo. Recuerdo que fui vestido con un traje nuevo. Ese mismo día había confirmaciones en Elgoibar y vino el obispo. Nos dio la comunión y todavía hoy me preguntan en Elgoibar si me acuerdo de aquello. ¡Cómo no me voy a acordar!. El hecho de que el obispo nos diera la comunión siempre ha sido un motivo de orgullo para nosotros”. Joxe Gurrutxaga Lizarralde Durante las primeras décadas del pasado siglo las celebraciones que se hacían con motivo de las bodas también eran muy distintas a las actuales. De hecho, era habitual que las parejas de nuestro municipio contrajeran matrimonio a las 6:00 o 6:30 de la mañana. “Me casé en Elgoibar, a las seis de la mañana, en una de las capillas de la parroquia. Luego nos fuimos de viaje de novios a San Sebastián. Fuimos con nuestros cuñados y regresamos ese mismo día en el tren. Llegamos al caserío Aldapa de noche. Casi ni sabíamos donde estaba San Sebastián y por eso no disfrutamos mucho del viaje. Llevé puesto un traje negro y mi marido uno marrón que le había hecho su madre. El mío me lo hice yo misma. Celebramos el banquete de boda por la noche en el desván del caserío Aldapa. Nos juntamos 47 personas; entonces era mucho. Gelatxo estuvo tocando el acordeón y mi hermana mayor, Francisca, el pandero. Yo ese día ni toqué el pandero ni bailé, porque me daba vergüenza”. Juliana Zubizarreta Gurrutxaga Tras contraer matrimonio, llegaba el momento de las felicitaciones y de almorzar o comer con los familiares y amigos más allegados en algún bar del pueblo. Cuando las celebraciones de bodas se llevaban a cabo en los caseríos los banquetes de bodas se podían prolongar durante tres o cuatro días. En esos casos, lo normal era comer y beber en abundancia con el material que se había regalado a la pareja. “Me casé con Gloria Maiztegi en la parroquia de Elgoibar, a los 31 años. Nos casamos a las 6:30 y después de almorzar nos fuimos a Bilbao. Almorzamos en el bar de Conde que estaba en los arkupes de la plaza”. Mariano Elustondo Aizpiri A continuación, los recién casados que podían permitírselo emprendían el esperado viaje de novios. El destino del viaje solía ser alguna capital cercana, preferentemente San Sebastián o Bilbao, y la duración del mismo en pocas ocasiones llegaba a una semana. “Fuimos a Bilbao de viaje de novios. Entonces ir a Bilbao ya era mucho. Estuvimos allí desde el miércoles hasta el domingo por la noche. Fuimos hasta la estación con Iglesias, el taxista, cogimos el tren y… ¡a Bilbao!. Estuvimos alojados en una pensión y nos lo pasamos en grande. Yo conocía muy bien Bilbao porque durante la mili estuve allí un par de años”. Joxe Gurrutxaga Lizarralde De cualquier modo, tanto el destino del viaje de novios como la duración del mismo dependían de las posibilidades económicas de cada familia. Religión 81 “Fuimos de viaje de novios a Pamplona, en tren. Pero se celebraban las fiestas de San Fermín y allí no había quien parase. Había muchísimo ruido y como allí no podíamos dormir, al día siguiente o a los dos días, nos fuimos a Madrid. Pasamos allí una semana y desde allí nos fuimos a Barcelona a pasar otra semana más. También teníamos intención de marcharnos a Canarias, pero como estábamos pasando mucho calor le pedí a mi marido que regresáramos a Elgoibar. El nuestro fue un gran viaje para la época que era. Entonces muy pocos hacían eso”. Sotera Zubiaurre Garitaonaindia Como curiosidad, cabe señalar que los pueblos y ciudades que nuestros mayores conocieron durante la realización del servicio militar o combatiendo en la Guerra Civil fueron destinos habituales de los viajes de novios. “Fuimos a Zaragoza de viaje de novios. Estuvimos allí hasta que se nos gastó el dinero, unos 12 ó 15 días. Nos alojamos en una pensión, con otra pareja. Conocía muy bien Zaragoza porque estuve allí mucho tiempo durante la mili, unos tres años. Fuimos en autobús desde San Sebastián”. Juan Lariz Garate El funeral del empresario elgoibartarra Eulogio Estarta fue uno de los más multitudinarios que se recuerdan en la localidad. Año 1955. Otro de los motivos por el que las familias de nuestro pueblo se reunían en torno a una mesa era la muerte de un familiar. Ese banquete se conocía como “entierroko bazkaixa” y, debido a la gran cantidad de invitados que acudían, normalmente se celebraba en un bar. Por la misma razón se celebraba otro banquete al que generalmente acudía el mismo número de invitados. Tenía lugar nueve días después del entierro y se conocía como “onrra janak”, a las que ya hemos hecho referencia en el capítulo dedicado a comer y beber. 82 Capítulo XII "Cuando moría alguien era costumbre ir a misa nueve días seguidos. Y después se celebraba una comida en un bar del pueblo. Luego quitaron eso, y ¡qué paz!. Ya había bastantes problemas y si encima había que añadirle un montón de gastos…”. Mariano Elustondo Aizpiri Según parece, las comidas que se realizaban tras un fallecimiento formaban parte de las costumbres propias, casi exclusivamente, de los barrios rurales. “En las honras los baserritarras celebraban una comida con la gente que había acudido al entierro. La gente de la calle no solía hacerlo, hacían un entierro y listo. Sin más gastos”. Teodosia Iriondo Garate Por otro lado, en una sociedad tan tradicional como la elgoibarresa tampoco podían faltar las creencias paganas. Generalmente eran los padres los encargados de transmitir las historias y cuentos relacionados con la brujería y los mitos a sus propios hijos, si bien los abuelos también jugaban un papel importante en la enseñanza de este tipo de cuestiones. "La gente decía que, cuando salían de casa, escuchaban ruidos de pasos. Mi madre, Agustina, solía decir que cuando volvía de la calle con mi padre, Domingo, también escuchaba ruido de pasos. Mi padre le decía que no hiciera caso, que sería algún perro que pasaba por allí. No sé si eso era cierto o no. Pero mis padres jamás mentían". Juliana Zubizarreta Gurrutxaga Eran muchas las creencias paganas que se podían escuchar en la época de nuestros mayores, aunque es cierto que la mayoría de ellos no las tenían en consideración más que durante la niñez. “Antes esos cuentos se escuchaban mucho. Mi padre era muy aficionado a contarlos, sobre todo en invierno, cuando las noches eran largas, después de cenar y de rezar el rosario en silencio. Nuestro padre nos contaba los cuentos de brujas junto al fuego. En algunas ocasiones también nuestra madre, pero la mayor parte de las veces era nuestro padre quien nos contaba estas cosas. Y allí solíamos estar, escuchándole con la boca abierta. Cuando éramos pequeños sí que nos lo creíamos. Luego no”. Joxe Gurrutxaga Lizarralde Por desgracia, este tipo de creencias dejaron de transmitirse de manera habitual en los hogares de nuestro municipio durante el franquismo. “Escuché y conté cosas de brujas un montón de veces. Pero todo eso desapareció con la llegada de la Guerra Civil”. Markos Arregi Iriondo No podemos acabar el capítulo destinado a la religión sin hacer referencia al viejo convento de clausura de Santa Clara. La vida de las monjas que allí residían era todo un misterio para los elgoibartarras de la época puesto que, al pertenecer a una congregación de clausura, no tenían la posibilidad de salir del recinto del convento. Religión 83 “Si alguien iba a hacer una visita a las monjas era como cuando se va a ver a un preso, entre rejas. Además, tenían que hablar hasta con testigos, a la vista de otras monjas”. Joxe Gurrutxaga Lizarralde De cualquier manera, las labores que desempeñaban las religiosas estaban muy bien consideradas por los vecinos del pueblo. Las propias monjas contaban con una persona que se encargaba de realizar las compras en las tiendas de la localidad y de recoger los encargos laborales que les hacían los elgoibartarras. Las monjas del viejo convento de Santa Clara hacían voto de clausura y no salían del convento. “En el convento de Santa Clara había una mujer a la que llamaban “Sindi” y que era la que se encargaba de hacer todos los recados. Pero si querías hablar con las monjas tenías que hacerlo a través de unas rejillas, sin verles la cara. En el convento estaba una chica de San Lorentzo, Rosario, del caserío Zulueta. Repasaban la ropa y como nosotras no sabíamos hacer esos repasos llevábamos la ropa allí. Hablábamos con aquella “Sindi” desde la ventana con rejillas”. Maria Epelde Arriola 84 Capítulo XII Agradecimientos Mi más sincero agradecimiento a todas aquellas personas que han colaborado conmigo para que haya sido posible la realización de este trabajo: Ayuntamiento de Elgoibar, Barren, Elgoibarko Izarra, Oihana Tarragual, Koldo Lizarralde, Pello Arrieta, Biblioteca Municipal, Nerea Lodoso, Kristina Zuatzubizkar, Maritxu Loiola, Nerea Ezkurra, Blanca Salegi, Jesús Mari Makazaga, Yulen Zabaleta y, como no, a l@s 21 elgoibartarras que han participado en las entrevistas realizadas con motivo del programa “Elgoibartarren Esanetan”. A todos y todas: gracias de nuevo. Bibliografía FIESTAS POPULARES EN ELGOIBAR, Koldo Lizarralde Elberdin. Ayuntamiento de Elgoibar, 1995. EL VIEJO FRONTÓN DE KALEGOEN, Koldo Lizarralde Elberdin. Ayuntamiento de Elgoibar, 2003. ELGOIBARKO ONDARE HISTORIKO ARTISTIKOA: Arkitektura Zibila. Pello Arrieta Soraiz. Oñati, 1996. ELGOIBAR: DE LAS FERRERÍAS A LA MÁQUINA-HERRAMIENTA. Maestros rejeros, relojeros, armeros, Luis Mª Ecenarro Osoro. Fundación Kutxa, 1996. APUNTES ETNOGRÁFICOS I, Koldo Lizarralde Elberdin. Ayuntamiento de Elgoibar, 1994. APUNTES ETNOGRÁFICOS II. Ritos del paisaje. Koldo Lizarralde Elberdin. Ayuntamiento de Elgoibar, 1997. ELGOIBAR DANTZAN, Oier Araolaza Arrieta, Pello Arrieta Soraiz, Koldo Lizarralde Elberdin, Jose Inazio Sarasua Garate. Ongarri Kultur Elkartea, 1999. MÁQUINAS Y HOMBRES. Guía histórica. Patxi Aldabaldetrecu Saiz. Fundación Museo de Máquina-Herramienta. 2000. Notas: - “Elgoibartarren Esanetan” es el primer trabajo editado desde el consistorio elgoibartarra en el que se recoge el euskera característico de nuestra localidad. Todas las citas han sido adaptadas al euskera local, de manera totalmente desinteresada, por el filólogo elgoibartarra Jesús Mari Makazaga. - Las fotografías incluidas en este libro han sido proporcionadas por los propios protagonistas de las entrevistas, por el fondo de la Biblioteca Municipal y por la revista ElgoiBARREN. Muchas de ellas fueron tomadas por diferentes miembros de la familia Azkue. ENTREVISTADOS Zubizarreta Gurrutxaga Juliana 22/02/1910 - 21/07/2006 Agirregomezkorta Ibarluzea Ventura 14/07/1916 - 27/06/2005 Arregi Iriondo Markos 12/05/1913 - 27/01/2003 Iriondo Garate Teodosia Fecha de nacimiento: 07/04/1907 Elustondo Aizpiri Mariano Fecha de nacimiento:06/10/1912 Aginaga Madariaga Teresa 15/10/1918 - 10/07/2002 Andonegi Sustaeta Nikasi 14/12/1915 - 28/08/2005 Artetxe Egia Pedro Joxe 21/02/1916 - 08/01/2004 Bergaretxe Ardanza Felisa Fecha de nacimeinto: 19/04/1915 Zubiaurre Garitaonaindia Sotera 22/04/1908 - 18/09/2004 ENTREVISTADOS Odria Osoro Joxe Fecha de nacimiento: 17/01/1913 Epelde Arriola Maria Fecha de nacimiento: 03/12/1916 Acosta Calvo José Manuel Fecha de nacimiento: 22/11/1918 Maiztegi Iriarte Ramon 05/07/1921 - 07/03/2005 Diego Aranburu Eugenio 16/08/1919 - 01/10/2003 Irizar Goiburu Juliana Fecha de nacimiento: 07/11/1912 Lariz Garate Juan Fecha de nacimiento: 31/12/1918 Gurrutxaga Ondartza José Fecha de nacimiento: 15/09/1921 Gurrutxaga Lizarralde Joxe Fecha de nacimiento: 04/02/1919 Unzueta Iriondo Fechas de nacimiento: Mª Rosa: 19/10/1919 Mª Josefa: 11/03/1922