- Instituto Sudcaliforniano de Cultura

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- Instituto Sudcaliforniano de Cultura
La Ciudad del Canal
La Ciudad del Canal
Bobby García
Instituto Sudcaliforniano de Cultura
Gobierno del Estado de Baja California Sur
Consejo Nacional para la Cultura y las Artes
GOBIERNO DEL ESTADO DE BAJA CALIFORNIA SUR
MARCOS ALBERTO COVARRUBIAS VILLASEÑOR
Gobernador Constitucional
ARMANDO MARTÍNEZ VEGA
Secretario General de Gobierno
Para mi esposa, mis hijos y mis nietos.
INSTITUTO SUDCALIFORNIANO DE CULTURA
JESÚS SILVESTRE FABIÁN BARAJAS SANDOVAL
Director General
JOSÉ GUADALUPE OJEDA AGUILAR
Subdirector General
SANDINO GÁMEZ VÁZQUEZ
Coordinador de Fomento Editorial
CONSEJO NACIONAL PARA LA CULTURA Y LAS ARTES
RAFAEL TOVAR Y DE TERESA
Presidente
SAÚL JUÁREZ VEGA
Secretario Cultural y Artístico
MARCO ANTONIO CRESTANI
Director General de Vinculación Cultural
Para los hijos de la sal,
que siguen buscando su identidad.
En Guerrero Negro puedes escuchar la
experiencia del silencio y voltear al médano
para transformarte en estatua de sal. Las
mujeres de la Ciudad del Canal no paren
Segunda edición, 2013
hijos, paren voces preñadas de ventisca y sal.
D.R. © 2013 Jesús García Manríquez
Cada 7 de abril en la playa Malarrimo
D.R. © 2013 Instituto Sudcaliforniano de Cultura
se levanta una densa niebla que dibuja
Unidad Cultural Jesús Castro Agúndez
caprichosas figuras de fantasmas,
Antonio Navarro y Heroes de Independencia s/n,
querubines, barcos piratas y el Black Warrior.
La Paz, Baja California Sur, C.P. 23000,
tel. +52 612 122 91 01
culturabcs.gob.mx
Diseño de forros: Alejandra Barrera Arizmendi
Ilustración de portada: Juan Ernesto Hernández Urusquieta
Diseño de interiores: Marisol Zárate
ISBN: 978-607-9314-11-8
IMPRESO Y HECHO EN MÉXICO
Agradecimientos
Al ingeniero Edmundo Elorduy, director general de la
empresa Exportadora de Sal.
Al licenciado Efraín Vázquez, gerente de comunidad y servicios.
A los compañeros y compañeras del comedor y servicio de biconsa, que de su trabajo hacen un arte.
Al doctor Julio César Peralta Gallegos, que me
impulsó a esta aventura, a la que le tenía mucho miedo.
A los compañeros Paco Flores y su compa Machote,
Armando Naranjo Mariscal, Armando Naranjo Rivera
y el profesor Ignacio Campoy. A Realy Arce, Rauladas,
Enrique Achoy, Henoc Herrera, Raúl Ceseña, Eduardo
Smith, Jesús Romero Castillo, Bibí Ibarra, Coco Osuna, mi
compa Quiqui García, a la rectoría y alumnos de la uabcs
Guerrero Negro, alumnos del tercero “F” de la Secundaria
J. Mújica y a los alumnos del tercer semestre del cobach 07.
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A la memoria del compañero Renán Liera Villegas,
con quien compartí verdaderos espacios de lucha social,
sin oportunismo ni egoísmos mezquinos.
A la memoria de los pioneros que lucharon con-
I
tra el viento del norte, contra la niebla y el frío, contra el
desierto y la soledad. A los que a brazo partido se enfrentaron a las dunas que les cambiaban el mapa de sus pasos.
A los que plantaron las carpas y los colectivos marcando
la huella del coraje y pundonor.
Raudel Tártaro llegó por los años del cincuenta al complejo lagunar que forma la Bahía Sebastián Vizcaíno, en
el Océano Pacífico, en Baja California Sur. Se acomodó
con unos pescadores que tenían sus campamentos en
laguna Manuela. Allí conoció a don Miguelito y Fidelia,
su esposa. También conoció al Pima. Don Cástulo y su
familia le dan trabajo en la pesca. Desde entonces no
tiene respiro para buscar sus espacios y su identidad;
parece estar condenado —sin querer— a ser el escriba
de los acontecimientos, los orígenes del poblamiento en
ese desierto del infierno, harto de niebla y sal.
—No siento deseos de nada. En mis sueños, que
son muy frecuentes, veo cosas que no sé interpretar. Me
sueño en la playa de Malarrimo. En esa playa misteriosa,
entre las espumas de sus olas, entre el inmenso médano
que cubre casi todo el arroyo, o debajo del pilote varado
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llegado de algún puerto de la costa oriental de Asia,
funcionar la empresa salinera más importante del mundo,
encontraré mi identidad y la paz que tanto he buscado.
reunida en el Salón de Actos en esa fecha de fin de año.
Estoy enfadado del viento del norte que incesante
Raudel Tártaro se acerca a la mesa en la que alegre-
me machaca la cara y todo el cuerpo; de este frío de
mente platican cuatro gerentes de la estructura empre-
diciembre, helado, cortante como filosa navaja, que cer-
sarial y el experto lanchero, sin explicarse qué hace
cena palabras y pensamientos.
entre esas personalidades.
Raudel camina pateando los tambos que no existen
—No se diga más, para el día ocho, muy tem-
pues el viento barre todo. Camina por la Calle Baja Cali-
prano, debes tener lista la Punkin porque a las diez de
fornia, sin rumbo, rumbo a la nada. Escucha música,
la mañana estaremos en El Chaparrito para el paseo por
murmullos y voces. Sin darse cuenta llega al Salón de
mar que hemos acordado.
Actos, de donde sale luz, música y voces. Entra y por sus
El señor Justo Fiol, gerente de administración,
ojos entra también la estructura empresarial y sindical
hombre de probada honestidad y pundonor, es el que da
que se apresta a recibir el año nuevo.
la indicación al lanchero Jaime Romero.
La encumbrada clase salinera llena de contento
—No se te olvide, Jaime —dice el ingeniero Álva-
bebe, canta y baila, mientras obreros del sindicato se
rez, gerente de talleres—, porque será el primer paseo
desviven por agradar al patrón. Algunos funcionarios
de año nuevo que daremos y ya desde ahorita estamos
del sindicato colocan en las mesas copas chicas con las
muy entusiasmados.
clásicas doce uvas, para que, llegado el momento, los
Entre trago y trago, charras y carcajadas, reciben
asistentes tomen una por una, formulen un deseo y
las copas con las doce uvas que un miembro sindical deja
luego, exactamente a las doce de la noche, la orquesta
en la mesa.
contratada en Tijuana inicie las golondrinas. Abrazos,
—Espero que mi deseo virtual de cogerme a la
besos y deseos en voz alta darán paso al tiempo del año
escultural Somalia, pensamiento que ya casi me vuelve
nuevo. Están el director general y su familia, gerentes y
loco, se haga realidad al inicio de año. Ése es el pri-
subgerentes, dirigentes sindicales, jefes departamenta-
mer deseo al tragarme la primera uva —dice eufórico
les, ingenieros, empleados de primer orden, el jefe de
el ingeniero Hirales, gerente de mantenimiento, que ya
la tienda, operarios, en fin, todo el engrane que hace
muestra signos de borrachera.
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—Tengo más de un año viéndola a diario en su
—Tengo que cogerme a Somalia a más tardar el día
escritorio, frente a mí, y ya no puedo más. La sueño, la
cuatro. Ya no se me puede escapar. Si no la acuesto, me
veo cuando cierro los ojos… ya no puedo más y entrando
voy a volver loco.
el año me la tengo que tirar en su escritorio o en los sillo-
Eréndira, su esposa, en la uva cinco concluye el suyo:
nes de mi oficina.
—Ahora sí me animaré y esperaré cerca de los
El señor Castro, gerente de almacenes, y el lanchero
colectivos al cuerísimo de Esteban y le pediré que el día
se concretan a acercar sus copas para escuchar la cuenta
cuatro vaya a la casa y me dé una tremenda fornicada ya
regresiva de los doce últimos segundos de fin de año.
que mi esposo andará muy ocupado queriéndose echar
Raudel observa nuevamente las mesas y sus ocu-
alguna vieja o, de plano, se irá a Las Bombas.
pantes; por el ala derecha mira la que ocupan el señor
El abogado Luis Piedra, recién desempacado de la
López Polanco de Migración, el capitán Miguel (Maick)
Universidad Nicolaita, homosexual reprimido, se atra-
Márquez, el capitán Montalvo, Enrique Girón, que es
ganta en la uva cuatro al pensar con pasión enfermiza
copiloto, y su esposa, Micha Ibarra. Antes de comerse las
en el contador Plácido Cienfuegos, joven atlético de uno
uvas y pensar sus deseos, también hacen planes:
ochenta metros de estatura, a quien acosa desde que lo
—Tenemos que acumular más horas de vuelo en la
enviaron al Despacho Contable y Jurídico.
bitácora, pero sin pretexto —y con la mirada recorre
—No sé cómo le voy a hacer, pero esta noche no se
la mesa— dentro de dos años, el 7 de abril, iremos a rea-
me escapa y me lo voy a llevar al cuarto seis de los técni-
lizar el ritual a Malarrimo —comenta el capitán Miguel.
cos, en el Bufete Industrial de Construcciones.
En ese momento se escucha por el sonido local que
El Bufete Industrial de Construcciones, biconsa, fue
se preparen con las uvas porque ya faltan treinta segun-
la empresa contratada por Exportadora de Sal para cons-
dos para fin de año. Todos se ponen de pie y el anun-
truir un local que sirviera de comedor a los ingenieros,
ciante inicia la cuenta:
contadores y abogados. Con el tiempo al comedor le
biconsa,
y fue ampliado con cuartos bien
—Doce, once, diez…
llamaron así,
Y mientras introduce a su boca la uva seis, el inge-
acondicionados para dar alojamiento a los profesionistas
niero Hirales, gerente de mantenimiento, termina su
solteros y las visitas de la empresa. El abogado Luis Pie-
más grande deseo:
dra está alojado en el número seis.
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La bella canción de “Las Golondrinas”, que mucho
tiene de nostalgia y corazones azules, vuelve a la realidad a Raudel, ya que se entretenía viendo las miradas
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lujuriosas, los deseos reprimidos, los coqueteos descarados y los amores clandestinos que todos saben, menos el
ofendido.
“Solamente los locos desquiciados aguantan este infierno helado donde el viento y el cielo parecen que me
quieren sepultar. Si no fuera por los compañeros pescadores que me acompañan en esta soledad, hace mucho
que me hubiera regresado a Las Barracas, en Cachanía,
y seguir pescando. Muchas veces no podemos ni platicar por el frío y lo fuerte del viento que arrastra arena y
copos espumosos de sal que se nos estrellan en la cara”.
—Arnulfo —grita Raudel, por el fragor del viento
y las olas—, ¿como cuánto tiempo tenemos en este
infierno?
—Creo que como dos años, no estoy muy seguro.
Como casi nunca vemos el sol y los falluqueros que nos
compran el pescado y la caguama nomás llegan, cargan los burros y se van, y casi no nos hablan; ya casi casi
perdí la noción del tiempo.
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Mientras Raudel interroga a Arnulfo, recuerda que
“Al dejar la pesca, lo hice pensando en que en la
algunos gambusinos del Arco le comentaron que unos
naciente empresa salinera tendré sueldo seguro y cuando
gringos han decidido venir a prospectar las salinas en Ojo
menos en las noches el cielo no me caerá encima y el
de Liebre, que ya han contratado a un tal José Murillo
viento dejará de estarme jodiendo.”
Telechea, de Loreto, para que les sirva de guía y chofer.
A los primeros cuarenta contratados los acomodan
La soledad que los rodea, el viento del norte, terco,
en el Salón de Usos Múltiples, que sirve hasta para pasar
terco y terco, que les pega todos los días, el cielo gris,
películas que trae el Kalinga Ibarra, uno de los primeros
muy gris, que parece estar muy cerca de las cabezas de
falluqueros que llega. Los trabajadores se entretienen
los pescadores, los mantiene como alejados de la reali-
viendo las de Juan Orol, actores como Sara García, Anto-
dad, a la que vuelven cuando se hacen a la mar. En el
nio Badú, Enrique Rambal, Los tres García y Vuelven los
otoño-invierno aparece un cielo todavía más bajo: es un
García, Los tres huastecos, Los tres alegres compadres; éxitos
cielo cargado de nubes negras que dibujan figuras capri-
de Ismael Rodríguez, con las estrellas Sara García, Pedro
chosas que pasan frenéticas. Parecen una banda incansa-
Infante, Abel Salazar, Víctor Manuel Mendoza, Marga
ble que se mueve vertiginosa en el segundo cielo.
López, Carlos Orellana, los hermanos Soler, todos ellos
La soledad y el viento feroz del desierto se ven inte-
actores de moda. También pasan películas gringas con
rrumpidos por los ruidos de unos Jeep, un dompe y unas
temas de vaqueros y de la segunda guerra mundial, así
personas. Del Paralelo 28 hacia el sur, hacia abajo del paraje
como películas de la Revolución mexicana.
de los pescadores de laguna Manuela, entre los ruidos
En el Salón de Usos Múltiples todo es orden y reglas.
característicos de las olas y el viento, se escucha el trajinar
Para los alimentos les dan una ficha que tienen que por-
de maderas, barrotes, láminas, triplay y gritos de personas.
tar como distintivo. A Raudel le toca la 204 y al Realy la
Casi sin darse cuenta, Raudel deja la chamba de la pes-
326. Eso sí, la comida es muy buena. Casi todos los cacha-
ca y ahora es ayudante de carpintero en la nueva empresa.
nías están engordando. Los cocineros oficiales son don
Los pescadores de laguna Manuela cambian sus cam-
Enrique Villavicencio y Bartolo Villavicencio, que fueron
pamentos al sureste de la laguna de Guerrero Negro ya que
cocineros en el San Luciano, barco de la empresa minera
la pesca es mucho más redituable y variada. Don Cástulo y
de El Boleo. Tienen de ayudantes a Némoro Ojeda, un tal
su familia se asientan en los salitrales, cerca de Las Cruces.
Halimi y Pancho Baeza, que es el panadero de la empresa
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salinera. El servicio es de primera, ya que cuentan con
equilibrio. Parecemos fantasmas puesto que somos unas
drenaje, agua caliente y fría. El salón es solamente para
figuras casi etéreas entre la niebla y el viento de veinte
solteros. Hay mucha ventilación, pues se construye-
kilómetros por hora.”
ron enormes ventanales y dos puertas; en el techo hay
extractores. Con la contratación acelerada, el Salón se
De repente una lona parece tener vida propia y se
eleva como manta gigantesca en el fondo del mar.
llenó y los obreros tienen que comer por tandas. Hay
—En varias jornadas fantasmales colocamos dos
ocho enormes mesas y bancas en las que se colocan
filas de carpas. De madrugada, parece que somos acto-
cincuenta trabajadores. Hay una mesa especial para los
res de una película muda: veo a los compañeros dar
empleados y trabajadores de confianza. Luego se hace
marrazos a las estacas y barras de acero para enterrarlas
Los fines de
y colocar los cables de las carpas; observo a los que aca-
semana el comedor es Salón Social para películas, bailes
rrean los tubos, a los que jalan las poleas y ningún ruido
y otros acontecimientos.
se escucha… pura soledad, niebla, y el rumor pesado
otro comedor al que llamaron
biconsa.
La empresa compra en Estados Unidos unas carpas
y ronco del viento y la arena fría, que parece venir del
de lonas muy gruesas para colocar a las parejas que van
fondo de la tierra. Allá por las diez de la mañana los soni-
llegando. A las brigadas de carpinteros y constructores les
dos y ruidos nos vuelven a la realidad, entonces parece
dan la tarea de colocarlas en medio de ese desierto sin fin.
que despierto de un sueño o pesadilla.
—A las cinco de la mañana… y sé la hora porque
Por fin terminamos la tarea: colocamos dos filas
traigo reloj —dice Raudel— ya que bien pueden ser
de treinta y cinco carpas cada una. En el comedor soy
las doce de la noche o las dos de la madrugada, pues la
testigo cuando la empresa las rifa entre las parejas que
brisa, el viento y la niebla que no nos deja ver más allá de
llegan. Los cuarenta primeros contratados seguimos
veinte metros, son de todos los días a todas horas desde
viviendo en el Salón de Usos Múltiples.
la noche hasta las diez de la mañana, más o menos, principalmente de octubre a marzo.
“Miro a los demás compañeros de las brigadas, que
“Y creo que allí seguiré, pues solamente un loco o
un enfermo es capaz de exponer a una mujer a este clima
extremoso, a esta soledad que pesa como una loza.”
se mueven con lentitud, inclinando el cuerpo hacia atrás
Antes de que las carpas fueran colocadas, los traba-
o hacia adelante para no perder la vertical y guardar el
jadores vivieron en campamentos que fueron cambiados
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de lugar, de acuerdo a las exigencias de trabajo de la
construcción de las primeras casas. Más al sureste con-
naciente empresa.
tinuaron los trabajos de perforación dando vida a cuatro
Fueron dos años de mil penurias; sin casa, sin agua
pozos con sus respectivas bombas. Todos los trabajado-
ni servicios. Estas dificultades templaron el espíritu de
res tenían que pasar por ahí para llegar a los pozos de
los pioneros. Cuando se instalaron las carpas se colocó
Las Bombas.
un tanque elevado. Por fuera de las carpas se colocaron
Manuel Peralta, Pancho Gallegos, su suegro, Félix
Villavicencio y Cornelio Castro, construyeron los pozos.
llaves de agua.
La empresa salinera empieza los estudios para en-
Al lugar se le llamó Las Bombas y los primeros piperos
contrar el lugar idóneo y construir un muelle para trans-
que transportaron el agua a las carpas fueron Alejandro
portar la sal. Y otra vez nos transformamos en brigadas
Cota Martínez y Antonio “Guanaco” Ojeda.
fantasmales. Se encuentra un lugar que es un islote de
Al correr del tiempo Las Bombas entraron en des-
varios cientos de metros. Hay una serie de montículos
uso, cuando la empresa encontró lugares idóneos para
de médanos unidos unos con otros y en las mareas bajas
abastecer de agua a la población. Los trabajadores se dis-
casi son un puente que se prolonga hasta el islote al que
persaron y Manuel Peralta construyó su casa, una de las
llamamos La Isla, que tiene un canal al que bautizamos
primeras, en Loma Bonita.
como el Canal Hondo (ni mandado hacer para la llegada
Al lugar de los pozos de agua se le siguió llamando
de barcos a cargar la sal). Ese es el lugar que deciden para
Las Bombas, nombre con el que se conoció a los lupana-
construir un muelle.
res que se asentaron allí.
Al mismo tiempo una brigada se encarga de explo-
—Mañana es sábado y yo ya no me aguanto. Te
rar para encontrar agua potable, dado que la dificultad
invito a que vayamos a Las Bombas; dicen que Alfredo
era enorme, la transportaban desde algunos ranchos
trajo unas pinches viejas, unos cuerazos muy jóve-
de la comarca y en las barcazas. Fue una tarea titánica,
nes y pues con la chinga que nos llevamos haciendo el
como la tarea de hacer el camino a La Isla.
camino a La Isla, bien merecemos aligerar la carga, ¿no
Se perforan dos pozos de agua y por medio de dos
molinos de viento la sacan; al lugar se llamó Los Molinos, lugar aprovechado para hacer adobes, usados en la
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crees?
—No seas cabrón, Meño, tú tienes una esposa muy
joven y bonita, no sé por qué quieres ir a Las Bombas.
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—No me salgas con esos cuentos, Isidoro, en la
variedad está el gusto, y además dicen que son unas
un veneno. Fausto se queda al frente de la carpa y de la
venta de calzado, principalmente.
De repente, la mira como una aparición. ¡Mil pen-
muñecas de veinte años.
—Los veo cuando van llegando al Salón de Usos
samientos se tropiezan en su cerebro! Yolanda curiosea
Múltiples. Isidoro se queda allí y Meño llega hasta su car-
algunas telas colocadas en los tablones, a manera de
pa, levanta la lona que hace las veces de puerta, y se mete.
mesas. Voltea y lo mira. Como en torrente se agolpan los
Muy temprano llegan el Toto Herrera, Lupón, Cha-
recuerdos. Cómo la conoce y cómo se enamoran: la serra-
cho Redona y dos ayudantes de ellos; empiezan a sacar
nía del pueblo La Huaracha, del municipio de Encarnación
sus mercancías, que colocan en tablones, tambos, tinas y
de Díaz (La Chona), en el estado de Jalisco, el compromiso
mesas. Las ponen frente a las primeras carpas en el came-
para casarse y el amor desbordado en el taller. Sus muslos
llón que divide las dos filas. En un momento se llena el
de bronce, los besos y los asientos de carro, testigos de ese
espacio de mujeres y niños. Algunas, jóvenes todas, reco-
amor entre fierros y aceites.
rren la vendimia y compran casimires para que sus viejos
Sus ojos se encuentran y una leve sonrisa se dibuja en
se manden hacer pantalones. También compran telas
los labios de Yoly. Paga una tela, llega a la carpa de los za-
para vestidos de ellas.
patos y paga un par y se va. Al llegar a su carpa, la número
Manuel Cota, comerciante de Santa Rosalía, coloca
cinco, voltea y agita una mano. Levanta la lona y entra.
una carpa y de su camioneta saca muchas cajas de zapa-
Antes de las diez de la mañana, las dos filas de car-
tos, telas y cobijas. Lo ayuda en la tarea Fausto Murillo.
pas parecen una flota de barcos piratas entre la niebla del
La carpa de Manuel muy luego se hace famosa, pues el
océano: el casco, palo mayor y el carajo, las velas enor-
calzado gusta a las mujeres y a los hombres. Deja encar-
mes, cables y poleas. Con el fuerte viento, ¡hasta banderas
gado de la carpa a Fausto y él viene cada mes a checar
se dibujan en el horizonte! Los falluqueros y sus mercan-
las ventas. Se calienta para ser Alcalde de Mulegé por el
cías parecen seres de humo. En invierno es un infierno la
Partido Acción Nacional. Unos días antes del inicio de la
vida en este incendio de sal…
pri
—Desde allá, desde el fondo donde están las últimas,
y otro día muere de un infarto. La opinión popular teje
varias veces he visto una silueta vaporosa que camina por
la versión de que en la cena le agregaron a los alimentos
el camellón entre las dos filas. Cuando pasa cerca de mí
campaña es invitado a una cena por los jerarcas del
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compruebo que es una persona muy alta; la veo envuelta
Generalmente todas las mujeres de los obreros de
en una túnica negra y grande, que al impulso del viento
las carpas son muy jóvenes y varias en verdad que están
parece ramificarse en una cabellera enorme. La he visto
retechulas.
varias veces y nunca he podido observar su cara. La túnica
está rematada por un gorro cónico que cubre su cabeza.
—No’mbre, ¿qué te pasa?, nuestras viejas son fieles
y abnegadas.
Se encamina rumbo a las oficinas o al salón y ya no la
Las Bombas fueron antros rústicos, de madera y blo-
vuelvo a ver. Entonces, cuando abandona el lugar, miro
ques de cemento, con techos de palma o láminas de zinc;
unas figuritas humanas, muy chiquitas, que caminan
el sexo fue el mercado apetecible para los solitarios que se
para donde se pierde la silueta vaporosa. ¡Y eso sucede
la rifaban todos los días en mil chambas, principalmente
cada vez que la persona muy alta pasa por el camellón de
haciendo el dique a La Isla.
las carpas! Y los muñequitos parecen seguirla.
Se llegaba por un camino arenoso, como a siete kiló-
Meño me invita a Las Bombas, pero como no
metros de las carpas, rumbo a San Ignacio. Los antros
acepto, se encamina a la carpa veintisiete para invitar al
más visitados fueron Las Brujas, de la Vikina y La Kahama
dompero Roberto, que había trabajado en la construc-
de Almart Geraldo. Fueron los más socorridos porque
ción del muelle de Ensenada.
siempre tenían hasta seis mujeres bonitas y jóvenes que
Es la quinta semana que Meño y los sementales de
llegaban de los tugurios de Tijuana y Mazatlán. Los
las carpas y el Salón de Usos Múltiples dejan solas a sus
ingenieros también los visitaban. Muchos de los hom-
mujeres en las carpas. Él se da el lujo de ir y gastar dinero
bres de las carpas y jóvenes del Salón de Usos Múltiples,
en cerveza y mujeres, pues es dompero como Roberto y
estaban enviciados en las bellas mujeres de Las Bombas.
ganan buenos sueldos.
Algunos las hicieron sus esposas.
—Te aseguro, Roberto, que no te arrepentirás, te
Las Brujas y La Kahama fueron locales amplios. La
conseguiré una jovencita hermosa; yo tengo una casi
Kahama, de Almart Geraldo, tenía al frente la cantina
casi de planta.
con una pared de adobe y las laterales de hoja de palma.
—Eso espero, dejé a mi vieja sola y con estos pin-
Había dos puertas y tres ventanas. En los primeros tiem-
ches fríos y ventarrones no vaya a soplar el diablo y
pos se escenificaron verdaderas batallas campales entre
algún cabrón me la quiera bajar.
los pobladores de las carpas y los colectivos contra los
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marinos que venían en las barcazas. En una llegaban
cuartos. Cuántas huellas de los habitantes del Salón de
negros y en otra japoneses. Se armaban tremendos zafa-
Usos Múltiples, de las carpas y los colectivos seguirán
rranchos y los negros tiraban por las paredes de palma a
sepultadas por la maleza, el vidrillo y el tiempo… ¡Ah!,
los japoneses. Pero los pleitos sanguinarios se daban entre
si pudiera ver a Fabricio y Marcial que salen corriendo
mujeres. Había una de Cachanía que, después de un ser-
de los cuartos cuando Estrulfo les susurra al oído: ‘No
vicio, llegaba a la cantina, pateaba el barrote de arriba de
me maten’… si los pudiera ver cuando salen pelados
la puerta y retaba a las demás mujeres. Los pleitos eran
corriendo como condenados”.
fenomenales. Al correr de los años los dos locales se
Raudel Tártaro sonríe maliciosamente pensando
modernizaron con un patio interior rodeado por cuartos.
cómo se mirarían los “dos valientes”, corriendo pelados,
En la Kahama había veintidós y en Las Brujas dieciocho,
con la ropa en las manos.
construidos con bloques de barro y arena. En cada cuarto
Los sábados ya tarde, como quince trabajadores
de la Kahama hicieron una base de cemento para colocar
levantan la lona que sirve de puerta, se juntan en grupos y
el colchón. Los albañiles dejaron grabados sus mensa-
se van a Las Bombas. Como a la media hora, a las mismas
jes en las bases: “Chiquiona, chiquita, mayate, putos, mi
carpas, llegan hombres y, por detrás, se agachan, levan-
amor, putita, te quiero”. Todos los cuartos tenían un
tan la lona y se meten. Son los amores clandestinos de los
lavabo y un sanitario. En Las Brujas, al fondo del patio
amantes lujuriosos. Las esposas jóvenes, bellas y dejadas
estaba una gran pila y un pozo de muchos metros de pro-
por las de Las Bombas, se entregan con erotismo y pasión
fundidad. Entrando y a la izquierda había un pequeño
a otros brazos.
altar a la Virgen de Guadalupe. Las mujeres le pedían
tener muchos cortes.
“Como soy el escriba del pueblo, me entero de
casi todo lo que pasa en las carpas, en las oficinas de la
El escriba del pueblo visitó los dos locales ya venci-
empresa y en el Salón de Usos Múltiples. Sé quiénes
dos por el tiempo: los patios llenos de maleza y vidrillo.
visitan religiosamente los sábados y algunos hasta los
Los cuartos totalmente derrumbados. Las Brujas fue
domingos la zona de tolerancia. Y a lo mejor tienen razón
presa de un gran incendio. Recorrió el gran patio de
porque en este desierto uno se vuelve casi loco aunque…
La Kahama: “Cuántas aventuras amorosas de los vie-
no es justificable que muchos varones dejen solas a su vie-
jos pobladores estarán untadas por las paredes de estos
jas los fines de semana”.
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—Marcial, te voy a confiar algo muy serio y luego
te voy a pedir un gran favor. Y te lo voy a pedir porque
somos muy amigos y vamos todos los sábados a Las
Bombas, al igual que Isidoro y el Meño; quien habla es el
operador de yucle Fabricio Alcántar, que se enamora de
Rocío, hermosísima prostituta que ejerce en Las Brujas.
—Mira, Marcial, Yolanda, mi esposa, desde que nos
dieron las carpas, me engaña con el mecánico Estrulfo
Zepeda, por lo que pienso matarlo y para eso necesito
que me ayudes y me des alguna idea de cómo hacerlo.
—Miren, allá se ve El Solito, dice el Guto.
—Sí, vamos bien, aunque todavía se mira empañoso por la niebla —señala el Rata.
Se siente un frío casi congelante y el viento levanta
verdaderas tormentas de arena.
Cuando nos acercamos, vemos un bulto que se mece
en uno de los barrotes de la ramada.
—¿Qué chingados es aquello?, parece un bulto o un
cuerpo —dice el Rauladas.
Cuando llegamos, el fuerte viento de la madrugada
—Creo que lo debemos esperar cerca de la carpa,
balancea macabramente un cuerpo humano. Hasta la bo-
agarrarlo y llevarlo hasta El Solito y ahorcarlo. El sábado
rrachera se nos quita por la impresión. Ni siquiera siento
saldrás como siempre y seguro que la Yoli sabe que te
el frío que me cala hasta los huesos. Vemos colgado de un
vas a Las Bombas y el muy cabrón espera que te vayas y
barrote al mecánico Zepeda, con la lengua renegrida y
se mete a la carpa. Allí lo agarramos y lo chingaremos
arriscada, los ojos casi salidos de sus órbitas, el pantalón de
en El Solito.
mezclilla y las botas de trabajo llenos de mierda y miados,
El domingo, casi amaneciendo, los cachanías que
vivimos en el Salón de Usos Múltiples y que nos vamos
forrados de arena por lo húmedo de la madrugada, los
brazos en cruz con los dedos engarfiados como garras.
a La Espinita, Los Pocitos y El Perro Prieto, cantinas
—No la chinguen, dice el Guto, vámonos, no lo
que están después del paralelo 28, desparramadas sobre
toquen siquiera, hay que avisar al encargado de los sol-
la costa de laguna Guerrero Negro, es decir en el Terri-
dados o al guardia que dejan en la empresa.
torio Norte, regresamos en el carro destartalado del
Damos aviso en las instalaciones de los soldados
Mócory, por esos parajes desérticos y peligrosos, puesto
y luego llegamos a las instalaciones de la empresa y el
que de un día para otro las rodadas de los carros se
Rauladas se baja a avisarle al guardia.
borran y hay que conocer muy bien para no perderse. El
único lugar de referencia es el rancho El Solito.
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Cuando la empresa consideró prudente, solicitó al
gobierno el apoyo del ejército para mantener el orden en
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la naciente población. La partida militar fue instalada
hielo por la temperatura casi a cero grados. Se incorpora
en el Paralelo 28. Cuando los soldados bajaban al pueblo
como lagartija y sus ojos recorren con pasión libidinosa
eran mal vistos por la población, dado que en el Salón
los pechos pequeños, perfectos. Yolanda gime como con-
de Usos Múltiples habían visto películas de la Revolu-
denada. Las manos indagan el bajo vientre, le termina
ción Mexicana, en las que se pintaba a los federales como
de arrancar la bata y ella hace lo mismo con el pantalón.
hombres rudos, sin ley y que violaban mujeres.
Afuera la furia del viento y el frío, las dunas y la soledad
vigilan que no lleguen los fantasmas de Las Bombas. Su
Estrulfo Zepeda no tiene reposo. Vuelta y vuelta como
pubis, sedoso y fino, helado unos minutos antes, ahora
condenado afuera del Salón Múltiple. Llega la noche acom-
arde como lava volcánica.
pañada del frío infernal, se pone su chaqueta y gorro y se encamina a las carpas. Cuenta y en la número cinco se detiene.
—Yoly, Yoly, ¿Estás allí? —dice con la cara pegada a
la carpa, el viento sopla fuertemente.
—Sí, aquí estoy.
La juventud y los meses de espera los dejan exhaustos después de hacer el amor tres veces.
—Ya vete, son como las dos y el Fabricio no ha de
tardar.
Le entrega un beso prolongado, le besa los pechos y
Levanta la lona y como reptil se pasa.
En abrazo casi doloroso olvidan el frío y el temor
de que Fabricio regrese.
le muerde los pezones.
—Ya, no quiero excitarme otra vez, ya vete, me vas
a matar, no la chingues.
Yoly deja un colchón en el piso y se acuestan.
—Pensé que no te ibas animar a dejar La Huaracha
Se arrastra por debajo de la lona y la arena le lastima los ojos. El frío le entumece la cara y le deja las
orejas heladas como pedazo de hielo.
para seguirme.
—Desde que saliste, estás en mí y no puedo vivir
En las oficinas de la empresa se comenta que Estrulfo
sin ti; por eso me vine.
El color bronce de sus muslos contrasta con la batita
crema y corta que ya se enreda en su cintura.
Zepeda tenía un tallercito en La Huaracha, un pueblo de
la sierra de Jalisco.
Zepeda le acaricia los muslos, se los besa, y su boca
—Yoly, me dijeron que te vas a casar con Fabricio y
y lengua recorren el pubis sedoso y negro, frío como
no lo puedo creer, ya que hicimos planes para casarnos
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este fin de año. En el taller no me va tan mal y además
las carpas. Fabricio y Marcial permanecen acostados al
me juras cada rato que me quieres y que no puedes vivir
fondo de la carpa número cinco donde está Yolanda.
—Allá se mira un bulto, ha de ser el cabrón del
sin mí.
Como ya habían entrado al taller, él le sube la falda
y explota ante su vista un muslo de bronce, torneado a la
perfección, grueso y caliente. Le mete la mano por abajo
y le alza la pierna incrustando su cuerpo en el de ella.
Zepeda.
—Cálmate, Fabricio, no te muevas; si es él, llegará
hasta aquí y antes de que se meta lo vamos a chingar.
Marcial tiene un palo grueso que usará para golpear a Zepeda.
Yolanda gime de placer.
—No, déjame, no me aprietes tanto, no, sí te quiero
Llega el enamorado y se agacha para levantar la lona;
y te lo he demostrado varias veces en la cama, pero a
ni siquiera usa la puerta para entrar. En ese momento se
Fabricio le ofrecen un buen trabajo en una empresa sali-
levantan Fabricio y Marcial: lo golpean en la cabeza con
nera que se está abriendo en Baja California Sur y necesi-
violencia. Lo agarran por los brazos y lo arrastran hasta
tan mucho personal calificado y él, acuérdate, es operador
el carro que tienen atrás de la carpa. Yolanda, por el
de camiones grandes.
zumbido del viento no escucha nada y sigue esperando a
—Sí, sí me acuerdo, pero también me acuerdo que
tengo pegado en mi piel tu olor y tu humor, tus besos y
tu sexo que huele a tierra mojada y acequia.
su amor del pueblo de La Huaracha.
Marcial se acomoda un lado de él en el asiento trasero y le amarra las manos.
—Tenemos que ser fuertes, mi amor. Cuando nos
Zepeda despierta cuando lo jalan para sacarlo del
vayamos a la empresa salinera espérate unos meses y allá
carro. El fuerte viento y la arena que lo golpean con
me alcanzas… Te daré todo mi amor como hasta ahora.
furia, lo vuelven a la realidad.
Se acuestan en un asiento de carro y como descarga
eléctrica tiemblan en un torrente de placer.
—¿Qué pasa, quiénes son ustedes, qué me quieren
hacer?
Fabricio suelta una carcajada feroz que rebota por
Tal parece que los demonios quieren terminar con todo
ya que el viento sopla a más de treinta kilómetros, el frío
cala hasta los huesos y la niebla baja hasta las puntas de
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el médano y los matorrales.
—¿No me conoces, cabrón?, soy Fabricio, tu amigo,
pinche.
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—Yo soy Marcial y sabes por qué te traemos a El
Solito, ¿verdad?
muy gruesos, volados en laderas cortadas casi a plomo.
Cuando se entra a defecar, el excremento cae como plo-
Le pasan una cuerda gruesa por el cuello y le des-
mada al vacío. Los cochis de la comunidad se la pasan
atan las manos. Mientras lo arrastran a la ramada, los
en el fondo de la barranca para comerlo y hacen una
alaridos y lamentos de Zepeda se escuchan hasta Las
escandalera de chillidos, pues se pelean entre todos. Los
Bombas: “¡No me mateeen, nooo, ayúdenmeee!”, reco-
vecinos al escucharlos dicen: “Ya alguien está cagando.”
rre el desierto y se incrusta en las paredes de los salones
Cuando Zepeda sale del escusado “volado”, casi choca
de Las Bombas.
con Yolanda, que siente vergüenza por el momento en
El dios del viento y el médano se encargan de
borrar al instante, como si fuera una visión macabra, el
caminito que hacen las dos piernas al arrastrarlo.
Tiran la cuerda entre el barrote y lo empiezan a
jalar hasta que lo suspenden en el aire. Zepeda, con la
muerte ya rondando entre sus ojos, se aferra con las dos
manos engarfiadas sobre la cuerda que se le hunde en el
cuello.
que se encuentran, pues los marranos andan en el festín
de la mierda de Estrulfo.
—¿Qué tal Yoly?, ¿qué andas haciendo?
Yolanda se sonroja, pues es claro que va a defecar.
En ese instante pasan cerca de ellos cuatro puercos
con mierda en el lomo.
Mientras la asfixia lo recorre por dentro y la muerte
ya se cuelga en su lengua y le araña los ojos, recuerda
—Suéltate, cabrón, si puedes, gritan los asesinos
entre burlas y carcajadas.
cuando mira en los escusados a Yolanda. Las veces que
se fueron de pinta a Encarnación de Díaz y fornicar toda
Zepeda siente que el estómago le sale por la boca,
la tarde en una hondonada del camino, ya de regreso por la
las piernas se le entumecen y las manos se le arquean. El
carretera rumbo a Aguas Calientes. Luego siente que el
fuego calcinante recorre su cuerpo y le quema los pul-
viento y el frío se van. El balanceo de su cuerpo arru-
mones… le sale por los ojos.
lla la muerte. En un relámpago como flash mira cuatro
cochis, con mierda en el lomo, que pasan cerca de él. El
Se mira caminando por la serranía y caserío de La Huara-
viento y el frío ya no están.
cha. Tiene tiempo de acordarse cuando conoce a Yolanda:
los escusados de cajón están sentados sobre barrotes
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