La Tequilera - Story Arc - Spa.pages

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La Tequilera - Story Arc - Spa.pages

Me llaman
La Tequilera
ADAPTACIÓN A FORMATO DE
TELEVISIÓN DE
XIMENA ESCALANTE.
BASADO EN LA NOVELA
“ME LLAMAN LA TEQUILERA”
DE ALMA VELASCO.
ARCO DE LA HISTORIA EN 60 GOLPES DRAMÁTICOS.
La trama de esta historia está narrada en primera persona porque se trata de la autobiografía de Lucha Reyes.
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LOS 60 CAPÍTULOS.
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1. “EL VOLADO”.
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Yo, Lucha Reyes, soy una cantante famosa y reconocida, finalmente he llegado a la plenitud de la vida y
la realización artística. Han sido duros años para llegar hasta aquí. Y, a pesar de eso, no soy feliz. Llevo
meses deprimida, al punto de no soportar la vida.
Hoy he caminado largas horas bajo la lluvia. Ha sido el paseo más largo e importante de mi vida. Bajo la
lluvia y el compás de los charcos que he pisado, he decidido ser sincera conmigo misma, y por eso todo va
a cambiar. Estoy llegando a mi casa, estoy empapada. Me está esperando mihija, Marilú y su perro. Ella
no sabe que quiero quitarme la vida. Y por eso me pregunta por qué tengo las manos así, tan apretadas.
Es porque me encontré tirada una moneda en la calle. Y la sostengo como si fuera mi propio corazón.
Esta moneda es un regalo que el cielo puso en mi camino. Porque yo pedí, con toda mi alma, una
respuesta. Yo la voy a lanzar al aire, voy a tirar un volado. Si es cruz: sigo viva en esta tierra, bajo las
condiciones que sean. Si es sol: me quito la vida y me voy, junto al sol, ya, definitivamente.
Mi hija y yo estamos viendo la moneda girar en el aire. Cuánto tarda en caer… qué lento es el tiempo,
aun cuando ya no importa ni el tiempo ni las cosas que pasan en el tiempo.
Pero mientras esa moneda sigue girando en el aire yo tengo una visión muy extraña: me estoy viendo a mí misma. Sí: yo estoy
ahí, tirada en la cama de urgencias de un hospital. No me siento bien. Tengo cables y ruidos alrededor mío.
Estoy aquí porque no sé cumplir mi palabra. Nunca lo hice. Y menos ahora, cuando todo ha dejado de tener significado para
mí.
Poco a poco llegan alrededor de mi cama queridos amigos: ahí están Nancy Torres, mi Prietito el boxeador, Agustín Lara,
Frida Kahlo, Diego Rivera, Juanita la torera, Julia Garnica, Arnoldo, mi prima Meche, Ligia, y mi mamá. Todos están
preocupados por mí.
Estoy viva. Pero mi estado de salud es grave. No se sabe si van a poder salvarme la vida. Me consuelo a mí misma y me
digo:
Lucha, no estás bien. Si te vas, dejas huérfana a tu hija por segunda vez. Si te quedas vas a seguir sufriendo. Pero mira, los
milagros sí existen: a lo mejor ahora sí te encuentras con tu felicidad. No está en ti decidirlo, pero confía.
Y no me queda de otra: confío.
Y ahí está mi hija, que habla con un doctor. Le informa: Es que mi mamá tiró un volado, y me pidió que fuera por unas
pastillas a la farmacia. Yo sólo obedezco a mi mamá, yo no sabía para qué eran esas pastillas, cómo iba a saber que eran
para morirse.
Y es que: cuando la moneda cayó yo ya no tenía paciencia para esperar y me fui. Ya no supe qué decidió
el destino por mí, si águila o sol: yo ya no quería vivir. De todas formas, le pedí a Marilú que fuera a la
farmacia por un frasco de pastillas para dormir. Me fui al baño, me bañé, me perfumé, y me acosté en la
cama. Cuando Marilú me trajo las pastillas le dije que fuera a pasear a Cerillo, su perro. Me tomé quién
sabe cuántas pastillas. Cuando me empezó a dar ese sueño tremendo y ya no podía mover la lengua, nada
más oía a mis 32 perros ladrar en la azotea, como si estuvieran avisando quién sabe qué. Y cómo me
habrá encontrado esa pobre niña que aquí estoy: peleando por mi vida.
Yo sí tuve una buena vida. Aunque nunca entendí por qué me fue tan mal.
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Canciones sugeridas para este capítulo:
Pá qué me sirve la vida. Yo me muero donde quiera.
2. “LA MUDITA”.
Tengo 10 años. Por una enfermedad muy rara, perdí mi voz. Y llevo dos años sin hablar. No me gusta,
pero sí me gusta. A veces. Depende. Estar callada me permite ser testigo de muchas cosas. Pero a veces
me gustaría gritar, mucho, sobre todo a mi mamá. Me gustaría decirle: te odio. Ni modo.
Estamos llegando a la ciudad de México por primera vez mi mamá, mi hermano y yo. Venimos de
Guadalajara, porque mi mamá tiene que trabajar y no puede dejarnos solos. Bueno eso dice ella. Yo no lo
creo. Y tengo miedo. Todo me da miedo con mi mamá. Ella es fea. Conmigo. Estamos llegando a la
vecindad donde viven mis tíos y mi prima Meche. Toda la gente de la vecindad nos está viendo llegar,
quieren saber quiénes somos. Yo estoy asustada, sudo mucho de las manos, porque tengo inseguridad, por
mi mamá y porque no puedo hablar. Y cuando tengo miedo me da más miedo, porque siempre tengo
razón. Apenas llegamos, nos dieron de cenar y mi mamá dijo que iba a comprar cigarros. Y ya no
regresó. Pero se llevó a mi hermano. Me abandonó. Los dos me abandonaron. Y no van a regresar. Yo ya
entendí, hoy, que no puedo contar con nadie, nadie.
Mi prima Meche es buena persona, pero su amiga Ligia, una vecina chismosa, me puso muy triste. Ella
me preguntó quién era mi mamá, pues no pude responder. Luego me preguntó quién era mi papá,
tampoco pude responder, pero no porque fuera muda, no: porque nunca supe quién era mi papá. Y mi
mamá me trataba tan mal. Ya no quiero que me hagan más preguntas, porque sólo tengo una respuesta
para todas las preguntas del mundo: odio a mi mamá.
Y ahí estoy yo, viéndome a mí misma, mientras Ligia se burla de mí por no saber quién es mi papá. Me veo el día de mi boda
con Gabriel Navarro.
Me estoy casando, es el día de mi boda. Soy muy feliz. Nos damos un beso bien fuerte, bien bonito, bien sincero. Y ahí le hago
prometerme:Tú y yo hasta el fin del mundo,que nunca falte el amor, pero por lo que más respetas en la vida, por eso: que nunca
falte un padre para nuestros hijos.
Y mi prima Meche, Ligia y yo estamos jugando ahí, en la vecindad, avioncito. No puedo evitar dejar de
ver con odio a Ligia. La primer persona que me hizo sentir que no soy nadie.
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Canciones sugeridas para este capítulo:
A la orilla de un palmar. Traigo un amor.
3. “LAS MUJERES NO TIENEN POR QUÉ ESTUDIAR”.
Parece que la vida de una niña muda en la vecindad no tiene futuro, pero yo sí lo tuve. Me fui haciendo
de pequeñas cosas. Aprendí a lavar ropa. A planchar y, sobre todo, a cocinar. Me gusta cocinar. Me
encanta hacer tortillas en el comal. Mi tía escucha la radio y yo me aprendo todas las canciones que oigo.
No puedo cantar porque todavía no hablo, pero me sé todas las canciones de memoria. En mi mente
canto todo el tiempo. Lo único que no me gusta es ir a la escuela. La maestra es una persona que da
órdenes. Y no tiene buen carácter. Es divertido tener amigos en el recreo, pero muchos de ellos me
maltratan porque soy muda. Y la escuela no es lugar con amor. Bueno, ni mi casa. Pero al menos ahí hay
un radio.
Hoy no traje la tarea. Sé que me van a regañar. No me importa, siempre canto en mi mente, cuando las
cosas no son como a mí me gusta que sean. Mi maestra me está gritando. Y algo raro me está pasando.
Siento fuego en mi panza. Ella me está gritando más fuerte y el fuego me está quemando. Siento que ella
me quiere golpear, sí: me da una cachetada. Me arde la cara y el fuego que tengo adentro. Ah, pero mi
fuego es más fuerte y yo: ¡A mí no me pega nadie! Grité. ¿Qué pasó? ¿Por qué está todo con tanto
silencio? Hablé. Sí, yo hablé. ¡Yo tengo voz y puedo hablar! Me corren de la escuela por mala estudiante
y por fingir una enfermedad. La niña finge ser muda, bien que sabe hablar y no quiere aplicarse. Seré
mala estudiante, pero no soy mentirosa. Fue la rabia la que me sacó la voz. Y aprendí muchas cosas de la
rabia. Por ejemplo: mi voz, mi mejor voz, viene de ahí. Bueno, pues ni modo, ya no voy a la escuela, al
cabo que yo oigo a las mujeres de la vecindad que las mujeres no tienen por qué estudiar. Yo… pues voy a
cantar, ya me sé muchas canciones.
Y ahí estoy yo, viéndome a mí misma, mientras estoy en el camerino, en el día de mi última presentación en público, en el
Waikikí.
Yo ahí, bien triste y bien borracha. Y con la cara golpeada por ese hombre maldito que me pegaba por cualquier pretexto. Me
está pellizcando los brazos, con toda su fuerza. Me digo, ahí mismo:
Si siempre supiste que la mirada de ese hombre era peligrosa. Pero bien que te acostabas con él, bien que te lo comías desnudo.
Cierra la puerta y se va. Cierro los ojos para acordarme del momento más bello de mi vida:
Y ahí estoy yo: terminando de dar mi última función en el teatro Esperanza Iris, con el público de pie, cantando por primera
vez mi canción favorita: Me llaman la tequilera.
Ese público que silbaba de gusto. Por mí.
Y estoy en el baño de la vecindad, subida en un banquito, viéndome en el espejo, cantando con mi propia
voz –no en mi mente- mi primera canción.
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Canciones sugeridas para este capítulo:
Un viejo amor. Pregúntale a las estrellas.
4. “QUÉ BONITO ES LO BONITO”
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Como ya no volví a la escuela, mi tío -que era clarinetista de la presidencia y maestro de música en la
escuela pública-, me enseñó a cantar bien. Mi tío dice que yo tengo una voz muy hermosa. Nadie nunca
me había dicho que yo tuviera algo hermoso. Es la primera vez que me siento muy bien, pero muy bien.
Y eso me gusta. Mucho.
Cuando canto al piano, entonando con mi tío, vuelooo.
Hoy, en la azotea, mi prima Meche y Ligia me escucharon cantar. Les hice un show. Me aplaudieron
mucho. De ahí me llevaron al baño para ponerme un vestido de mi tía, muy elegante, me pusieron joyas,
me pintaron la cara e inventamos un micrófono con la escoba. Fui una estrella. Y decidí ser cantante toda
mi vida.
En la calle, cuando fui a comprar las tortillas, vi un letrero pegado en la pared que decía: “se contrata por la
duración de seis meses a jovencitas que sepan cantar bien y tengan aspecto decente”. Pues todo eso lo tenía yo.
Fui a entrevistarme. Hice una prueba y canté en una carpa. Un lugar tan bonito: todo hecho de madera y
mucha gente me escuchó. Me hicieron un contrato y aunque soy menor de edad, me ofrecieron una vasito
de tequila para brindar. Me dio miedo. Dije que no porque a mí me da pavor ser borracha, como mi
mamá.
Y ahí estoy yo, viéndome a mí misma, mientras viví una de esas veces que el alcohol me dio una experiencia extraordinaria:
estoy modelando zapatos para un anuncio de calzado fino en el periódico. Una maquillista, un estilista, una vestuarista y dos
caballeros también modelos, están fascinados con las fotos de mis pies y esos zapatos tan bellos. Los caballeros son bien
coquetos conmigo. Nos tomamos ahí en el estudio unos tequilitas, y entre foto y foto, tequilita y tequilita que nos ponemos
bien… románticos. Y que terminamos en un hotel, los tres. Y yo: Ay muchachos que bonito es el tequila, caray.
Amanecimos bien abrazados, bien felices.
Y ahí voy caminando hacia la vecindad, con el contrato firmado en mis manos. Con tanta felicidad en mi
corazoncito.
Suggested songs for this episode:
Borrachita. Cielito lindo.
5. “SECRETOS DE ARTISTA”
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Meche y Ligia están felices por mi contrato, pero cuando le mandamos un telegrama a mi mamá, nunca
contestó. Yo sé que no contestó porque tiene envidia de mí. Lo siento. Meche y Ligia se pasan el día
hablando de mi futuro como estrella. Dicen que por fin me compraré vestidos caros, que tendré novios
guapísimos y hasta una bufanda de zorro como las mujeres ricas que pasean por Reforma. Ligia me
enredó una jerga al cuello, como si fuera mi abrigo de piel…ah, ¡yo quiero muchos abrigos de piel!
Y mientras ellas se quedn viéndose en el espejo, imaginándose glamurosas, yo voy a la cocina y me pongo
a cantar bajito. Quiero que mamá me oiga, que entienda que ganaré mucho dinero, quiero que mi mamá
se sienta orgullosa de mí. Y que le digo en mis imaginaciones: Ya tengo contrato mamá, ¿qué le parece?, y como
ni en mis imaginaciones me contesta, le digo, ilusionada, ¿por qué no esta contenta? Pero me trata tan mal
como siempre… no, no es cierto, me trata peor, porque agarra la bolsa del mandado y me dice: Trae
tortillas, que para eso sirves.
El día de mi debut (Meche usó esa palabra y me encanta, es como francesa) me pongo nerviosa. Soy la
quinta artista del programa. La carpa está llena de gente. El guitarrista que tocará antes que yo, se
persigna frente a una Virgen de Guadalupe y sale al escenario. Cuando acaba su presentación, todos
aplauden de pie.
El presentador dice mi nombre. Llego al escenario temblando. No sé qué me ocurre, pues me gusta cantar
y quiero ser cantante, pero siento un poco de miedo. El público hace silencio. Abro la boca, trato de
entonar la primera nota, pero en vez de cantar, escucho la voz de mi mamá: Trae tortillas, que para eso sirves.
Huyo del escenario y me encierro en el camerino. El guitarrista sigue allí, pero ahora reza a la Virgen con
una botella de tequila en la mano. El dueño de la carpa toca a la puerta, grita furioso y me ordena que
salga. El guitarrista me ofrece la botella: Bebe, mi’ja, es bueno pa’ los nervios.
I Y ahí estoy, viéndome a mí misma, en pleno zócalo de Guadalajara, muy chiquita, sucia y descalza, escuchando a un
mariachi. Uno de los cantantes me sonríe mientras canta. Sin darme cuenta, canto como él, aunque es la primera vez que
escucho esta canción. El cantante me guiña un ojo. Yo sonrío y, de pronto, siento que mamá me tira del brazo: “¡Deja esa cara
de mensa, aunque no seas bonita haz un esfuerzo por aparentar algo de clase!”. Libero mi brazo, miro a mamá y no me
muevo.
El tequila quema mi garganta y, cuando caigo en cuenta, ya estoy otra vez bajo el reflector del escenario.
Canto como nunca. La gente me aplaude de pie. Ahora sí me siento artista como el guitarrista. No, no es
cierto: me siento más artista que él porque soy la única cantante de la carpa a la que el público pide otra
canción…
Canciones sugeridas para este capítulo:
La mensa. La Panchita.
6. “SOY UN PRODIGIO”.
Mi vida de cantante en las carpas va muy bien. Es un trabajo que me gusta mucho. No es un trabajo: es
mi vida, y así quiero que siga siendo hasta que acabe. Lo que yo hago es amenizar entre una pelea y otra.
Son peleas de boxeo. Estoy aprendiendo tantas cosas. Me encanta ver a los boxeadores, son tan fuertes,
tan concentrados.
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Y ahí estoy yo, viéndome a mí misma, cuando desde la ventana veo a Marilú correr a la farmacia.Escucho sin cesar nuestra
última conversación:
Yo: hija trae cinco frascos de esta medicina.
Marilú: ¿por qué cinco?
Yo: Porque están de oferta. Vi el anuncio de la promoción pegado en la vitrina.
Cuando regresa y me entrega los cinco frascos me despido así:
Yo: Mijita, nos vemos en la eternidad.
Marilú: ¿nos vemos mañana?
Y yo ya no contesté. Me metí a la cama. A dormir. Y dormir…
En la carpa tengo la suerte de conocer a Nancy Torres La Potranquita, mi mejor amiga. Ella siempre fue
mi mejor amiga. La única. Hacemos muchas cosas juntas. Cantamos en la carpa. Vamos al baño juntas y
ahí nos quedamos horas hablando de los muchachos que nos gustan. Ella me explica cómo debo
portarme con ellos, cómo se besa, cómo cuidarme -ella me explicó que una no se embaraza con los besos,
que pasan otras cosas-, y luego me confiesa que ella no usa calzones, que así atrae a los hombres. Yo eso
nunca pude hacerlo. Pero ah, cómo me gustan los muchachos.
Y ahí tuve mi primer amor: un boxeador, era muy bueno, mi Prietito. Ah, qué besossss.
Canciones sugeridas para este capítulo:
Cielito lindo. Lejos de ti.
7. “PRIETITO LINDO”
Cuando no estamos cantando en la carpa, La Potranquita y yo nos dedicamos a espiar boxeadores. Ellos
lanzan puñetazos al aire, muy cerca del camerino, mientras esperan su turno para luchar. Podría pasarme
horas mirando sus cuerpos, sus brazos, su respiración agitada. Hay un boxeador que me cae mal por
arrogante. Le llaman El Prietito, no es guapo, pero tiene el mejor cuerpo de todos. La Potranquita dice
que es un mujeriego. A mí, la verdad, no me importa mucho: una artista como yo no se enamora de un
tipo tan “refeo” como él. La Potranquita se echa a reír: “Hablas así porque te gusta”.
Esta noche, el plato fuerte (así dice el presentador) es El Prietito. La Potranquita y yo nos sentamos muy
cerca del escenario. La Potranquita trata de explicarme las reglas del boxeo, pero no le presto atención
porque no puedo apartar mis ojos de El Prietito. Me da coscorrones en la cabeza, que dizque para
despertarme.
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Y ahí estoy, viéndome a mí misma, con la cabeza llena de ese menjurge apestoso. Tengo seis años y la cabeza llena de piojos.
Pero no soy la única. Somos un montón de niños, en el patio de una clínica popular. Unas enfermeras nos lavan la cabeza, la
que me lava a mí me trata como si yo fuera un perro. Y me dice: Ay niña, ¿pues que nadie te baña en tu casa? Yo cierro los
ojos, no sé qué contestar. Cuando abro los ojos ahí está mi hermano, de pie frente a mí, regañándome. Me dice: si siempre te
digo que las señoritas decentes se lavan bien la cabeza, pero no entiendes. Yo le contesto que siempre que me lavo la cabeza de
noche me duele la garganta, pero nadie me hace caso. Y como después de ese día no me quedó de otra que lavarme la cabeza
de noche, pues por eso tengo esa garganta tan fastidiosa, enfermiza.
El Prietito cae de bruces y espanta mis recuerdos. El público grita, emocionado. La Potranquita y yo nos
ponemos de pie. El árbitro empieza a contar. Si El Prietito no se levanta pronto, perderá la pelea. Estoy
tan aterrada que empiezo a cantar sin darme cuenta. El Prietito abre un ojo, me sonríe y se levanta. Al
final, derrota al otro boxeador.
Cuando salgo de la carpa, El Prietito aparece con el rostro amoratado. Felicidades, me dice. ¿Por qué?, le
pregunto, haciéndome la interesante o la ¡quién sabe qué!, simplemente necesito llamar la atención….
Porque tú fuiste quién ganó esta pelea. No sé a cuál de las luchas se refiere: si la que estuvo a punto de perder o
la que llevamos librando desde hace días.
El Prietito me acerca la cara, yo le ofrezco mi boca y por fin nos besamos. Nunca tuve un hombre tan
buen besador como él. man who was such a good kisser.
Canciones sugeridas para este capítulo:
Tú dirás. Los tarzanes.
8. “ALCOHOLITO DE MI VIDA”.
Sí, cuántos besos nos hemos dado. Uno tras otro. Y cuánto manoseo. Y cuánta conversación. Hoy hemos
decidido irnos a un lugar donde los boxeadores van después de las peleas, su club. Y ahí vamos Nancy, mi
Prietito y yo, a conseguirle un novio a Nancy. Y pues que llegamos al club. Uy, qué guapos son los
boxeadores, qué cuerpos. Pues que nos sentamos ahí con sus amigos, y que Nancy consigue novio, y que
platican bien lindos con nosotras. Y que nos enseñan a pegar, nos dan metáforas de la vida y la pelea: que
si te pegan, regresas. Que primero tú, antes que el adversario. Qué pegar en las heridas es mejor. Que la
cara siempre…
Y ahí estoy yo, viéndome a mí misma,cuando estoy en mi casa de campo, con Antonio de la Vega. Yo estoy haciendo mis
tortillas en el comal. Antonio quiere besarme, no le hago caso, insiste, y yo no le hago caso, estoy bien contenta haciendo mis
cosas. Me pega. Y que se lo regreso, así, como me enseñó mi prietito: en los ojos. Nunca lo hubiera hecho. Así me fue: me pegó
tan fuerte que todo se hizo negro, bien negro y sólo escuché: A mí nadie me pega, soy hombre.
Y, pues ya me emborraché en el club de boxeadores. Mi primera borrachera. Al calor del box, las manitas
en la entrepierna de mi Prietito y ay, cómo me gusta esto del alcoholito, ni modo mamá, ya me parezco en
esto a ti, pero qué le voy a hacer. Y que mi Prietito me lleva ahí, aun rinconcito oscurito del club de box
para hacerme perder mi virginidad… y ya ni modo. Fue tan bonito, tan dulce, tan especial… me enseñó a
gozar.
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Canciones sugeridas para este capítulo:
Paloma blanca. Adiós, de Carrasco.
9.“BIENVENIDO, SEÑOR DESTINO”
Siempre supe que la vida es mujer y el destino, hombre. A mí la vida me dio talento para cantar, pero el
destino me abrió las puertas para compartirlo.
Con El Prietito disfruté de unos meses hermosos, descubriendo mi cuerpo y el suyo, “luchando” en el sofá
del camerino con la misma intensidad del ring.
Por boca de La Potranquita, Victoria se enteró de mi noviazgo con él y, para mi sorpresa, no montó un
escándalo. En ese entonces, yo ya le mandaba de mi dinero, y aunque El Prietito no fuera un galán de
revista, se aparecía por la casa de vez en cuando con su cajita de dulces o pan dulce.
Cuando acabó la temporada, el dueño de la carpa reunió a los artistas y boxeadores para ofrecernos un
nuevo contrato que incluía una gira por varios pueblos. La Potranquita se emocionó con la oferta, pero yo
no.
Y ahí estoy, viéndome a mí misma bailando en ese burdel, cuando no podía cantar. Pus no bailo mal, pero no soy bailarina,
eso que ni qué. Le echo muhas ganas, porque quiero seguir parándome en los escenarios, pero aunque pongo mi mejor sonrisa,
la verdad es que necesito cantar. Cuando acaba nuestro número de las piñitas, las muchachas hablan entre sí de un nuevo
contrato para salir de gira, están emocionadas. Liz nos da besos a todas. Pero a mí no me dieron ningún contrato. Para mí eso
es una señal de que muy pronto voy a volver a cantar… y así se lo pido al cielo, con toda la fuerza de mi ser.
Rechazo el contrato, salgo de la carpa y El Prietito corre detrás de mí. Discutimos muy feo. Él está
dispuesto a ser un boxeador de carpa toda su vida, pero yo quiero ser una verdadera estrella. El Prietito
me insulta: Te crees la gran cosa y no eres mejor que nadie. Me dan ganas de cachetearlo, pero en vez de eso, doy
media vuelta y me alejo para siempre de aquella mugrosa carpa.
Ligia me dice que soy una burra porque perdí la oportunidad de ganar más dinero, con mis apenas 14
años. Dice que volveré a cantar, pero vendiendo tacos en un tianguis. Mi prima Meche también cree que
metí la pata. ¿Por qué ninguna entiende que aspiro más que ser una estrella fugaz de carpa?
Empiezo a buscar trabajo en los cabarets, pero como soy tan joven, nadie me contrata. Siento que cometí
un error. Que pensé que yo era capaz de más y… la vida me dice que no. Después de haberme sentido
tan plena, ahora me siento… perdida. Tengo que hacer algo. No sé qué. Pero tengo que seguir cantando,
a como de lugar. Como sea. Donde sea. Y con mi coraje bien a lo Jalisco, que me decido: canto por las
calles. Un día, un trío callejero me corre de su esquina y termino cantando frente a un restaurante de
gente rica. Cuánta pena y cuánto orgullo, todo al mismo tiempo.
Un hombre me mira fijamente. Es un rico empresario de teatro, está viendo mi talento y el futuro que
podemos tener juntos. Se levanta de su mesa y me ofrece ir a Los Ángeles. ¡Uy! Las señoras me miran con
asco, bajan la mirada y secretean sobre mí. Pero no me importa. Ellas están acompañadas de sus
hombres. Yo, en cambio, estoy aquí porque sigo al mío: EL destino.
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Canciones sugeridas para este capítulo:
Caminero. Así somos en Jalisco.
10. “MY ANGEL, LOS ANGELES”.
Soy mejor en todo. Me va muy bien. Y ya gano muy buen dinero, y ya me visto con vestidos muy bonitos
y aquí voy, en un tren hacia Los Ángeles, California. Porque tengo un contrato muy bueno para cantar
allá. Estoy tan feliz. Y me quedo dormida. Ya estamos cerca de la frontera.
Y ahí estoy yo, viéndome a mí misma,en ese tren, tengo un sueño tremendo: mi mamá. Me quiere quitar la voz, con unos hilos,
que me saca de la boca. No me dejo y le digo:
Nunca me voy a quedar muda otra vez, nunca. Y ella se lleva sus hilos, y me amenaza: Ya verás que sí, porque mis deseos son
realidad, siempre.
En LA llevo una vida de lujo: me acabo de instalar en mi departamento. Ya tengo, por primera vez en mi
vida, mi propio departamento. Y canto lo que se llaman “Aires mexicanos”. Tengo un repertorio tan
bonito. Vida de lujo, los Aires mexicanos, tienen mucho público, son una música de salón que agrada
mucho. Ya no soy una cantante de carpa, no. Ahora soy una cantante de voz pulida. Soy lo que he
querido ser.
Estoy en el teatro Onemilliondollar, de LA. Es la primera vez que piso un teatro, qué bonita es la parte de
atrás. Los camerinos: uy, tengo un camerino muy espacioso. Me hablan en inglés. Yo hablo poquito inglés,
pero nos entendemos. Me hacen dos entrevistas y me piden que cante un poquito para la radio. Ay, yo sí,
a todo digo sí. Me gustan los telones de los teatros. Las cortinas pesadas. Y me acuerdo de:
Estoy en un cabaret, en Berlín. Estoy viendo un show que me tiene hipnotizada de unos travestis que cantan como los dioses.
Mi amiga Carmen me dice: Tú eres lucha, bien luchona. Lucha Reyes. Y me cubre el cuerpo con uno de los telones rojos del
cabaret…
Sostengo el telón rojo del teatro, con mis ojos cerrados, y agradeciendo por toda la buena suerte que tengo
me repito: Yo soy Luz Flores…. para servirle… ay dios mío ¿quién es este hombre que me acaba de dar la
mano?
-Me presento, soy Gabriel Navarro, para servirle. Soy periodista, escritor, gente de teatro… y es un placer conocerla.
Uy, Gabriel, pues ya me enamoré de ti. Amor a primera vista, sí existe. Y ya ni modo.
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Canciones sugeridas para este capítulo:
La Adelita. La pajarera.
11. “CORANZONCITO LINDO”.
Pues Gabriel y yo estamos tan enamorados, que empezamos a vivir juntos. Él me está escribiendo una
obra de teatro, para que yo actúe y cante. Y ensayamos en la casa, él me enseñaba a actuar, porque yo,
como todo lo que hago, sólo me dejo llevar, me lleva mi inspiración. Me gustan nuestros días: yo practico
mis clases de canto en la casa, mientras él escribe. Somos dos artistas. Tengo tanto trabajo, tanto. Canto
todas las noches, y el teatro se llena. Luego viene mucha gente a mi camerino, para firmar autógrafos, y yo
que tengo tan mala letra, pero siempre firmo con mucho amor. Y luego me invitan a tomar unos tragos
que por aquí, que por allá. Y cuando regreso a la casa Gabriel se enoja conmigo porque: Una mujer como yo
no debe estar en la calle, tomada, de noche, que las damas de buen ver, que un artista se cuida, etc. Y me ofrece
matrimonio. Qué bonito se siente eso, qué bonito es que te regalen un anillo con un brillantito. Yo he
tenido tan pocos regalos, que casi me desmayo cuando me pone el anillo en el dedo, que me quedó como
mandado a hacer. Es un anillo con una piedra roja, me dice que porque: Tú eres diferente, mereces algo
diferente.
There I am, seeing my self, in the dressing room of the Esperanza Iris theater, when La Caballota, the Big Mare, the theater’s
maid, comes to talk to me. She’s a very sensual woman who just had a child. Her husband is in jail. She can’t support two
children. She’s afraid to leave her daughter home alone because she has to work so much. She wants to sell her to me. Yes, she’s
selling me her daughter. I’m so scared I can’t talk. But yes, I’ll buy her. I just bought a 5 year old girl. I look up to heaven to
thank Our Lady of Guadalupe for granting me my biggest wish in life: to have a child.
Y entonces abro los ojos, veo los ojos de Gabriel, tan románticos y sinceros y le digo: Acepto, pero dame un
hijo, que es lo que más quiero en el mundo.
Canciones sugeridas para este capítulo:
Morir por tu amor.
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12. “HIJITO ADORADO”
Y que: ¡me embarazo! Nunca me he sentido tan feliz y Gabriel tampoco: se pasa el día haciendo planes,
dice que nos cambiaremos a una casa más grande, que nuestro hijo tendrá su propio cuarto, que será
periodista como él y un montón de cosas que me hacen reír, que me hacen soñar, que me hacen muuuy
feliz.
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Todavía me cuesta creer que una personita crece en mi panza. Cuando Gabriel sale a trabajar, invento
canciones para nuestro hijo. Hablo mucho con mi bebé. A veces doy mis buenos paseos por las avenidas
de LA y le presumo de mis éxitos, le prometo ser una mamá amorosa, comprensiva, consentidora, y todas
esas cosas que nunca tuve. Gabriel dice que debo comprar ropita y juguetes para el niño, pero siempre
que salgo, mis ojos no buscan las tiendas infantiles, sino las grandes boutiques. Perdón, bebé, le digo a mi
bebé, acariciando mi panza, acuérdate de que tu mamá es una artista.
Una noche, después de cenar, vomito hasta el alma. Gabriel dice que son malestares propios del embarazo
y se duerme. Yo me quedo en el baño, cerca del excusado y canto. La canción no es para el bebé, sino
para calmarme: por primera vez, estoy asustada de mi estado. Quiero tener a mi bebé, pero me asusta
perder mi carrera. Cierro los ojos, respiro hondo y me duermo.
And there I am, seeing myself, dreaming of the only doll I ever had. It’s a rag doll. I’m changing her dress. A dress I made
myself with pieces of old clothing and old kitchen rags. I drop her and my mom steps on her, accidently, she claims. She hurts
the doll with her heel. The belly of my doll opens and I can’t help to see the stuffing. I cry so much. My doll is all torn. My
mom promises she’ll buy me another one. But she never did.
I open my eyes, scared. I run to the bedroom. I lie next to Gabriel. I hug him, trying to feel safe. I’ll be a
good mother, I repeat to myself over and over, I’ll be a good mother, and I’ll give my child many toy cars, or many toy
planes, or many dolls, whatever my child asks for…. Next morning, Gabriel takes me to a church by surprise.
We’re going to get married here, he says. I look at the altar, at the Virgin. I cry with happiness, because fate
keeps rewarding me. I have a successful career, I’m going to have a child… and my husband is a total
gentleman.
Canciones sugeridas para este capítulo:
Traigo un amor.
13. “WIVES BEHAVE”.
Hoy es el día de nuestra boda. Yo ya estoy embarazada y tanta felicidad parece mentira. Estamos en la
fiesta, en un salón de fiestas bien bonito. No tenemos muchos invitados, porque en LA sólo tenemos
algunos amigos. Aunque sea mi boda y aunque esté embarazada, me tengo que tomar unos tequilas, pues
cómo no, si soy tan feliz, tengo que festejar mucho, mucho. Gabriel me lleva al baño para pedirme que no
beba tanto, que soy su esposa, que debo ser una señora, y una madre. Sí, tiene razón, pero yo soy ante
todo una artista, y soy libre. Pues que se enoja y dice que “la madre de mi hijo no puede ser alcohólica.”
Pues tiene razón. Ya el final de la boda estuvo bien triste, porque todos bien contentos bailando y yo ahí,
sentada, platicando con la señoras, que si mi bebé, que si amamantar, que si es niña se va a llamar así, que
si es niño se va a llamar asado… cuando oigo a las mujeres hablar me da sueño.
Y ahí estoy yo, viéndome a mí misma, en el camerino del Esperanza Iris cuando la odiosa de Julia Garnica llega a decirme:
“Hoy no te esforzaste, ¿no?” y que le contesto: “Tú qué sabes de música, tú sabes de entrepiernas, mejor no opines.” Y de ahí
en adelante fue una gritadera y una peleadera, y pelos, y manotazos, y gritos, y mentiras. …. “tienes celos porque no tienes con
quién”, “tienes celos porque no tienes cómo cantar bonito”, “advenediza”, “cascos ligeros”… y así, hasta que llegó el
mismísimo Campillo, nos separa y la odiosa de la Garnica le dice quién sabe cuántas mentiras de cosas que yo nunca dije ni
hice y pues claro: Campillo me trata como “menos” que a la otra. Y renuncié.
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Y soy feliz de mi boda, mucho. Nos estamos despidiendo de nuestros invitados, que nos dan unas
felicitaciones muy cariñosas. Gabriel y yo vamos tomados de la mano, caminando hacia nuestra casa y le
digo: Mi amor: ¿cómo voy a ser madre y artista?
Y se quedó callado.
Canciones sugeridas para este capítulo:
Te he de querer.
14.“COMO TODO UN HOMBRE”
Gabriel sabe que no puedo vivir lejos del escenario. Por eso llegamos a un acuerdo: seguiré cantando en el
teatro hasta que cumpla los seis meses de embarazo. En realidad, a mí me gustaría cantar hasta el día del
parto, es más, parir cantando, pero Gabriel no entiende que su esposa es una artista de a de veras. Hasta
parece que por el simple hecho de ser mujer, no soy artista com.ple.ta.men.te.
Como la panza no se me nota, puedo seguir usando los vestidos que tanto me gustan, dar mis pasitos de
baile y hacer todo lo que hacía antes, menos beber tequila. Todas las noches, antes de ir al teatro, Gabriel
me cansa con el mismo sermoncito: que beber no es bueno para el bebé, que me porte como una señora,
que una cosa es ser artista y otra muy distinta, parecer una borracha…
En el taxi que me lleva al teatro, le digo a mi bebé que cuando sea un hombrecito iremos juntos a teatros,
y que le voy a enseñar a pararse en un escenario con seguridad, y cosas así. Mi hijo va aser artista,
también. Lo voy a educar para eso. El taxista es mexicano y me pregunta que si nace niña, entonces qué
pienso hacer. Me quedo callada, miro por la ventana y recuerdo:
Y ahí estoy yo, mirándome a mí misma, el día de mi primera regla, lavando las sábanas mientras Victoria me observa en
silencio. ¿Entendiste lo que tienes?. No. ¿Por qué eres tan mensa”. Dímelo otra vez, por favor. Mi mamá se aleja diciendo: Si
hubiera sabido que serías niña…. Pero no dice nada más. Y yo me quedo sola, con las manos metidas en la espuma, pensando
en sus palabras, tragando mis lágrimas amargas, preguntándome cómo es posible que una madre odie tanto a su propia hija.
Esa noche canto con aquel recuerdo en mis labios, en mi lengua, en mi garganta, en todo mi ser. Lloro de
rabia y de tristeza.
Cuando acaba mi presentación, el público me aplaude de pie. Olvido que estoy embarazada y me inclino
varias veces para agradecer a todos esos extraños que pagaron para oírme cantar.
De camino al camerino, pasa lo mismo: los músicos, los técnicos… todos me siguen aplaudiendo. Alguien
olvidó una botella de Vodka en un rincón. Sin pensarlo mucho, le doy varios tragos. No es mi adorado
tequila, pero esta noche no me importa. Y, como es vodka, nadie va a notar mi aliento, menos Gabriel.
La maquillista se acerca, espantada: No deberías beber, Lucha, recuerda al bebé. ¿Cómo que no?, le respondo con
tristeza, es un hombre, así se va acostumbrando.
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Canciones sugeridas para este capítulo:
Juan Colorado. Así somos en Jalisco.
15. “LA SUEGRA”
Por suerte, mi Gabrielito no se dio cuenta de que bebí esa noche, ni la siguiente, ni la que vino después,
pero un día, el administrador del teatro le llamó para contarle que la señora Navarro, o sea yo, se metía sus
buenos vodquitas y tequilitas con los músicos. El probelma con Gabriel es que todo el mundo lo quería en
los teatros, y le tenían una fidelidad incondicional. Gabriel me amenazó con prohibirme la cantada hasta
que naciera el bebé. Y de solo imaginarlo, me puse tan furiosa que empecé a lanzarle todo lo que tenía
cerca: platos, frutas, macetas… aish. Me dio uno de esos ataques de furia que, cuando me dan, no puedo
controlar. Gabriel dijo que el alcohol me ponía así y, para ayudarme, mandó a buscar a doña Francisca
Cervantes, su mamacita querida, es decir, mi suegra.
Pasé varios días sin hablar con ninguno de los dos. Parecíamos fanstams en la casa, mirándonos a los ojos
sin hablar. Yo los entiendo, me tenían miedo. Bueno, la verdad es que tenían miedo del bebé, de que le
pasara algo. Mi suegra es una buena mujer, hasta simpática, pero era mi casa y no tenía derecho a
meterse en nuestras vidas. Un día que Gabriel no estaba con nosotras, mi suegra entró al cuarto, me
acarició la panza y dijo: Si mi nieto nace con tu carácter, vas a necesitar tres nanas. Me regaló una cadenita de oro,
con San Cristóbal, para protegerme a mí y al bebé, porque ese es un santo que ayuda a los que viajan.
Dice que ustedes van a viajar mucho juntos, que los cuide quien cuida a Dios. A partir de ese momento me volví otra
persona gracias a ella, pues me trató con tanto cariño que olvidé por completo que era mi suegra.
Y ahí estoy yo, viéndome a mí misma, completamente histérica, porque acabó de leer en el periódico que la señora Francisca
Cervantes murió atropellada. Camino como sonámbula hacia mi recámara. Quiero estar sola, lejos de todos, lejos incluso de la
vida misma. Abro un cajón de mi cómoda, saco la cadenita de San Cristóbal le pido protección, porque qué largo se ve mi
camino… Yo sé, sí, yo sé que la felicidad va a llegar un día, ¿Verdad que sí San Cristobalito, mh? Y me cuento unos chistes a
mí misma, para reirme… recordando esas risas únicas que compartimos mi suegra y yo.
Según Gabriel, ya estoy curada. Esto quiere decir que ya no beberé más tequila por el bien de nuestro
hijo. Doña Francisca me dice que regresará a México. Me gustaría tenerla cerca todo el tiempo, pero
Gabriel se niega.
Antes de irse, doña Francisca se encierra conmigo y me da tres consejos. Nunca los voy a olvidar:
1: Piensa tres veces lo que vas a decir, antes de decirlo.
2: Es muy importante tener buen sentido del humor, hay que sacarle el lado bueno a las cosas, siempre hay un lado bonito en
todo.
3: Las mujeres decentes nunca hablan recio y no le gritan a su marido.
Y para rematar me contó un par de chistes. Y así nos despedimos, muertas de risa, con puro chiste sonso.
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Esa noche canto con profunda alegría. Sí, hasta suelto unas carcajadas. A la salida del teatro, entro a un
bar y me pido tres tequilas. Me siento optimista. El primer tequila va por mi felicidad, el segundo por mi
suegrita “chistosa” y el tercero por mi Panchito, porque así decido que llamaré a mi hijo.
Canciones sugeridas para este capítulo:
Ay, mamita.
16. “EL PAN NO ES PARA TODOS”.
Pues que yo no puedo renunciar a mi vida de noche. Esa es la verdad. Embarazada y todo, yo sigo dando
mis funciones en el teatro de LA, y luego en los camerinos salen los tragos, y aunque los músicos me lo
esconden, yo le pido a la muchachita que me peina que me lo consiga y, me cumple. Y me voy de juerga
con mi grupo, ellos me entienden bien, ellos conocen cosas de mí que nadie conoce. Son artistas, hay algo
entre nosotros que no se puede explicar. Hoy nos fuimos a casa de Jerry, y ahí seguimos cantando,
contando anécdotas de nuestras vidas, de cómo todos venimos de distintas partes del mundo y cómo quiso
el cielo que termináramos juntos, como si fuéramos la verdadera familia. Ni modo, sigo bebiendo, mi
bebé no debería recibir esto, pero es que me gana esa maldita sensación de soledad que me persigue y no
lo puedo evitar. Me toco la panza y le pido disculpas, bebito, entiende a tu mamá, te quiero mucho.
Mientras estoy cantando, bien contenta con mis colegas me acuerdo de…
…ahí estoy yo, viéndome a mí misma, cuando vivíamos en Guadalajara, en un departamentito ahí, bien pobres mi mamá, mi
hermano y yo. Siempre solos. Sin hombre, sin jefe de familia. Mi mamá compró pan dulce y leche. A mi hermano le dio tres
panes, a mí uno. Me quedé con hambre, mi mamá no me quiso dar más pan, mi hermano me invitó de su pan y mi mamá me
pegó, que por qué soy pedinche, que debo aceptar las cosas que me da vida y nunca pedir de más.
Todavía siento cómo me duele la cara de ese golpe.
Toco mi vientre, acaricio a mi bebé y le digo: Yo a ti, bebé, nunca te voy a pegar.
Y me voy caminando a mi casa, sola… y mi bebé.
Cuando llego a la casa Gabriel me recibe bien enojado, que cómo bebo con un bebé, que por qué no entiendo, que
qué equivocado está en creerme, que un alcohólico no deja de beber nunca, que las esposas son decentes, y cosas así.
Pues que discutimos tan feo, pero tan feo, que me enojo. Y grito, y digo quién sabe cuántas verdades
guardadas en mis entrañas, y en pleno desahogo y griterío mío que me resbalo de las escaleras y que
empiezo a sangrar. Nos vamos al hospital. Y ahí me dicen que ya perdí a mi bebé. Perdón suegrita, de plano no
puedo cumplir tus consejos.
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Canciones sugeridas para este capítulo:
A la rurru niño. Mi querido capitán.
17. “DAMN WAR”.
Hace una semana que volví del hospital. Estoy muy, pero muy triste. Gabriel me ha cuidado, pero en
todos estos días no ha dicho una sola palabra. No quiere hablar conmigo. Yo le lloro, le ruego, le imploro
que me perdone, porque sí voy a cambiar, le juro que yo voy a cambiar. Pero Gabriel ya hizo sus maletas.
Está en la puerta de la casa, con las maletas listas para irse. Me dice: De verdad que te quise, y por Dios que
confié en ti hasta aquí. Me entrega el anillo de compromiso. Yo no lo recibo, y lo deja en la mesa.
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Y se va.
Gabriel cierra la puerta y ya nunca nos volveremos a besar ni a hablar de nosotros y entre él y yo todo,
pero todo se acabó. Yo quisiera irme a México, con mi prima, con mi tía, pero no puedo, tengo que
estrenar la obra que Gabriel escribió para mí, y ese contrato sí lo tengo que cumplir.
Estoy en el teatro, actuando en la última escena de “La maldita guerra”, su obra. Actúo y canto tan
bonito. El público me aplaude de pie. Qué éxito. Gabriel me aplaude también, pero al terminar la función
se va, no me va saludar ni a abrazar.
Me voy a mi camerino, y recibo tantas flores y felicitaciones. Podría decir que soy la mujer más feliz del
mundo, pero no, no lo soy... De qué me sirve ser una artista tan aplaudida, si estoy tan sola. Bueno, estoy
con mi trago, él sí me acompaña. Y aquí mismo, en mi camerino, mientras me quito la ropa, empiezo con
mis tequilitas.
Y ahí estoy yo, viéndome a mi misma cuando estoy llegando con Marilú a la casa por primera vez. Es la niña que compré. La
niña tiene miedo y mucha inseguridad. Yo le digo:
Nunca te sientas sola ni abandonada. Yo te quiero mucho y te voy a cuidar, y nunca, pero nunca te voy a dejar. Ya te dejaron
una vez, pero yo no. Quiero que seas una niña feliz. Y le regalé un vestido tan bonito, ojalá mi mamá me hubiera regalado un
vestido, nunca, nunca lo hizo.
Y regreso a mi casa, sí, con mucho éxito, bien borracha, hasta me quedo ahí tirada, a dormir en el piso.
Estoy tan sola. Pude haberme muerto y nadie, pero nadie se hubiera dado cuenta. Eso es la soledad.
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Canciones sugeridas para este capítulo:
Dónde estás corazón.
18. “UN POQUITO DE TERNURA”.
México otra vez. Estoy llegando con mis maletas y muchos regalos a la vecindad. Me reciben Ligia,
Meche y mi tía. Nos damos tantos abrazos. Me siento tan bien con ellas. Me instalan en mi cuarto y Ligia
y Meche y yo platicamos de lo que pasa en nuestras vidas. Ligia se va a casar con un vecino de la cuadra,
el dueño de los abarrotes. Está feliz porque su vida tiene sentido. Meche dice que ella va a ser soltera, que
se va a quedar a cuidar a su mamá. Yo les pregunto por mi mamá y dicen que ha ido un par de veces, que
ha preguntado por mí y que me dejó de regalo un jarrito muy bonito, que sirve de servilletero y que dice
“Restaurant LUZ.” Seguro comió en ese lugar y se lo robó. Si la conoceré. Mientras veo el jarrito:
Ahí estoy yo, viéndome a mí misma: estoy llegando a un mercado en el centro de la ciudad, voy a ver a un brujo. Porque quiero
tener hijos. El brujo me hace una limpia pasando un huevo por todo mi cuerpo. Vacía el huevo en un vaso limpio y me lee el
mensaje: Estás poseída por las cuerdas, estás amarrada, toma esto para desamarrarte.Tengo tanto miedo, pero lo voy a lograr,
yo tengo voluntad. Conozco la fuerza de la rabia.
Y estamos ahí en el cuarto de la vecindad, las tres, y me dice mi prima que hay unas inyecciones de
hormonas de borrego para dejar de beber.
Y vamos con el doctor de las inyecciones de borrego. El doctor me dice: No puede beber durante el tratamiento,
porque si no se intoxica, y puede perder la voz.
Pues que yo le digo que tengo voluntad, y que tengo rabia para hacer las cosas y que me inyecta. Y le da a
mi prima las otras dosis para que ella me inyecte en la casa. Y desde mi corazón le digo a mi prima: Ay,
Meche, yo ya voy a dejar de beber, sólo me trae penas
Canciones sugeridas para este capítulo:
Alma de mujer. Mañanita.
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19.“SIN TEQUILA Y SIN GABRIEL”
Meche, tan buena, me ayuda a no beber, pero no es fácil para ninguna de las dos. En cuanto escucho
música me entran unas ganas horribles de correr a la tienda y comprarme una botella de tequila.
Meche está siempre ahí, pendiente, como una sargenta, recordándome las palabras del doctor: si bebo
durante el tratamiento, me puedo intoxicar y perder la voz. Por eso me aguanto. El día que no pueda
cantar, me mato.
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Ya tengo varias semanas en México y aún no veo a mamá. No sabe que me divorcié, ni que perdí a mi
hijo, y cuando lo sepa, seguramente, me dirá que lo merezco. Trato de no pensar en Gabriel, pero en las
noches es muy difícil: cuando una se acostumbra al calor de un hombre, una cama vacía es peor que
dormir sobre hielo.
Doy vueltas y más vueltas, pero no me duermo porque extraño mucho a Gabriel y entonces:
Ahí estoy yo, mirándome a mí misma, desnuda sobre Gabriel, que jadea suavecito mientras nos besamos. ¿Qué es falsete?, le
pregunto. ¿Por qué? Lo escribiste en tu artículo. Porque así cantas. ¿Pero qué es? La voz que quiero oír toda mi vida… estamos
haciendo el amor, el verdadero amor.
Cuando abro los ojos veo la luna. Las estrellas. Y me canto una canción de cuna, me tengo que dar tanta
ternura. Me quedo bien dormida, al punto que a la mañana siguiente me despierta Meche para darme
una taza de café bien calientito. Ay, prima, qué grande es el amor…. Y ella me cuenta, ahí, sentada en mi
cama, de su primer amor, un muchahcito de su escuela, al que quiso tanto. Y estamos las dos, soñando
con enamorarnos, imaginando a nuestro príncipe azul, al hombre perfecto que va llegar, sí, va a llegar. Yo
pido un príncipe con mucha paciencia, porque ya se que conmigo se necesita mucha. Pero Meche me dice
que yo estoy cambiando, que ya estoy dejando de beber, que estoy empezando una etapa positiva, y que
muchas cosas lindas y buenas y grandes vienen en camino para mí. Qué bonita es la familia, la verdad.
Canciones sugeridas para este capítulo:
Pobre Changuita. Éntrale en ayunas.
20. “SEÑORA ESPERANZA”.
Pues ya tengo semanas sin beber ni una gota, ni siquiera un chocolate envinado. Por las noches trabajo en
un cabaret del centro y ahí canto. Apenas acaba la función me regreso a la casa. El hermano de Ligia,
Chucho, me pasa a recoger y me cuida, es bien lindo, yo le pago para que me cuide.
Hoy vienen personas importantes a verme al cabaret. Un tal Campillo. Canto hermoso, pero precioso.
Como dejé de beber he subido un poquito de peso, pero no me caen mal los kilitos, los cachetitos me
hacen tener éxito con los hombres. Yo no quiero nada con ninguno, porque sé que si empiezo con sus
jueguitos, luego luego voy a beber. No, nada de eso. Pues que termino de cantar y Campillo me ofrece un
contrato para ir al Teatro Esperanza Iris, ¡el teatro más importante de la ciudad! Estoy tan feliz.
Llegando a la vecindad me encuentro con mi hermano, que viene de visita. Él ya se casó y tiene su esposa
y sólo pasa por la ciudad para hacer un negocio. Le digo a mi hermano si me presta su apellido, que yo en
vez de ser Luz Flores, quiero ser Luz Reyes. Que me dice que sí. Y me siento bien, porque es un nombre
más importante, más lucidor.
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Y ahí estoy yo, viéndome a mí misma: estamos estrenando la tienda de sombreros que yo le puse a mi mamá. La tienda se
llama: “Casquete, sombrero fino para dama”. Mi mamá me dice en el pequeñito brindis que tenemos ahí: Hija, el nombre lo
es todo en la vida, si uno no tiene apellido, se lo forja. Mira, yo soy Victoria. Tú, ya tienes un nombre también, ahora
defiéndelo. Que nadie, nadie, ni la muerte te lo quite.
Ese es uno de los pocos buenos recuerdos que tengo de mi madre.
Estoy de pie ante la marquesina del teatro Esperanza Iris. Leo: Luz Reyes, la aplaudida y famosa cantante de la
canción mexicana. Aish, qué bonita es la vida, cuánta esperanza tengo. No en balde trabajo en un teatro que
se llama Esperanza…
Canciones sugeridas para este capítulo:
Varita de nardo. Pompas ricas.
21. “UNA ESTRELLA SOLITARIA”
Ya soy una estrella. Y brillo con mi propia luz. Por algo me llamo Luz, ¿no?
Esto de cantar en el teatro Esperanza Iris, de ver mi nombre anunciado entre focos y recibir tantos
aplausos cada noche es exactamente lo que soñé toda mi vida. Ya no bebo, doy entrevistas, la gente me
pide autógrafos por las calles, me compro cosas caras y mi mamá por fin parece orgullosa de mí.
Hoy, la periodista de una revista está conmigo en el vestíbulo del teatro y escribe en una libreta mientras
me hace un montón de preguntas: ¿cuál es su rutina de belleza? ¿Qué hace en su tiempo libre? ¿Qué dijo su mamá
cuando supo que quería ser artista?
Y con esta pregunta me quedé callada.
La periodista espera mi respuesta y entonces:
Ahí estoy, viéndome a mí misma, cuando me estoy quitando un collar de perlas que le voy a regalar a mi mamá. Yo estoy muy
guapa porque voy a grabar un disco en la XEW, y siempre que hago grabaciones me pongo muy guapa, me hace sentir mejor,
me da confianza para dar lo mejor de mí. Me estoy quitando el collar porque mi mamá no deja de mirarlo con deseo, con
hambre, con ansiedad. Se lo entrego. Ella me lo arrebata y lo guarda como si se tratara de una droga. Cruzamos miradas.
Esas miradas frías que nos dedicábamos las dos.
La periodista sigue esperando mi respuesta.
Yo sonrío y digo: Mi mamá siempre ha estado orgullosa de mí, desde que yo era chiquita.
A veces, mi prima Meche me espera a la salida del teatro. Cenamos juntas o damos un paseíto por el
centro. Meche está feliz por mí. Dice que ya lo tengo todo. Ella también está contenta. Conoció a un
muchacho y está muy enamorada. Aquel plan de quedarse soltera para cuidar a su mamá pasó al olvido.
Cuando nos despedimos, me quedo triste. Cuando llego a la recámara veo todos mis pefumes, mis
vestidos nuevos, muchas cosas que he logrado…. Pero nadie me espera. Sigo durmiendo en una cama,
sola.
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Canciones sugeridas para este capítulo:
Mañanita.
22. “LA INFANCIA QUE NOS PERSIGUE”.
Pues con mis dineritos, me rento un pequeño departamento en el centro de la ciudad, cerca del teatro y de
la vida de la farándula. Acabo de estrenar mi cama, mi comedor y un radio último modelo, muy grande.
Siempre que estoy en mi casa lo tengo encendido. La música no me falta nunca. Ya aquí en mi casita me
dan unos ataques de soledad tremendos. Ya vino una vecina que tiene un bebé a pedirme que le baje a la
música. Es que sin mis tequilas y sin nadie a mi lado necesito oír música a todo volumen.
Hoy estoy en los Estudios América grabando mi primer disco, con mi nuevo nombre artístico de Luz
Flores, todavía no me cambio el apellido porque tengo miedo de que no me reconozcan.Tengo un dúo
con Alfonso Ortiz Tirado. Qué hermosura el estudio, la gente, y mi voz ahí, para siempre. Este disco, que
todavía no veo, es mi hijo. El productor me trajo un diseño para la portada del disco, y soy yo, mi cara,
mis trenzas y mi guitarra. Cuánta felicidad. Si tuviera con quién compartir esto.
Los músicos del estudio me invitan a cenar. Ahí vamos, todos contentos, a una cantina clandestina a la
que dejan entrar mujeres. En la cantina hay algunas de ellas, y no les gusta mi presencia. Y que me pongo
a cantar ahí. Y que se arma la pachanga. Y que me emociono. Y que se me olvida que no puedo beber. Y
que me pongo bien jarra con unos tequilas.
Estoy en el coche de unos de los músicos, que me lleva a la vecindad porque estoy muy mal, pero muy
mal. Me abre la puerta mi prima Meche y al verme así:
¡Bebiste! Y que me hace vomitar y me laxa y quién sabe cuántas cosas me hace mientras llega a verme el
doctor. Claro, me intoxiqué: no podía beber por las inyecciones de hormonas de borrego.
Y ahí, en plena crisis de fiebre y el delirio:
Ahí estoy yo, viéndome a mí misma cuando era niña: cuando no pude hablar, el primer día que no pude hablar y que mi mamá
me pego para obligarme. Me trató horrible, y luego se desahogó diciéndome: Maldito el día en que fuiste concebida. Puros
problemas has traído a mi vida. Yo tengo una carita tan asustada. No me quiere mi mamá. ¿Y ahora qué hago…?
Estoy regresando a mi departamentito después de varios días de cuidados en la vecindad. Tan triste. Me
hundo en la cama a llorar porque no soy fuerte, porque me siento mal y porque no estoy bien.
Amanece y alguien toca la puerta de mi casa. Es mi mamá. No la veo hace mucho, pero muchos años.
Está borracha, despeinada, y viene de juerga con un hombre como 20 años más joven que ella. La deja en
mi casa y se va, como si se tratara de un paquete. Cuando quiero hablar ¡no puedo! ¡No puedo hablar!
Tengo la garganta cerrada.
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Y mi mamá se burla de mí, completamente alcoholizada: Te persigue la mudez, ¡ja! Y seguro es un castigo: ¡por
puta!
¡Estoy mudaaaaaa! ¡Tengo miedo de volver a estar mudaaaaa!
Canciones sugeridas para este capítulo:
El tejón.
23. “ LA BORRACHITA”
Camino por el departamento como loca. Trato de hablar, pero no puedo. Intento gritar y es imposible.
Doy patadas a los muebles, me tiro del cabello, rompo mi vajilla nueva. Mi prima Meche se acerca para
calmarme, dice que veremos otro doctor, que debo tener fe en Dios y la Virgen, que voy a recuperar mi
voz pronto… ¡Pero yo sé que es mentira! ¡Que todo esto es un castigo!
La pobre Meche ha tenido que cancelar mis conciertos, mis entrevistas y mis ensayos para el disco.
Cuando preguntan qué me ocurre, miente y dice que me enfermé de una infección que se llama
influenza, que dizque es muy común en los Estados Unidos. Bien linda, hasta decía mentiras por mí.
No puedo creer mi mala suerte. Ahora que todo me estaba saliendo bien, ahora que por fin era una
estrella, la mudez regresa a mi vida y amenaza con quedarse para siempre. Meche me ofrece calditos y
tecitos, y dentro de la taza:
Ahí estoy yo, viéndome a mí misma, en presencia de Meche y el doctor, un panzón que nos dice que tardaré muchos años en
recuperar la voz. Me levanto, furiosa. Me encantaría poder hablar para callarlo. Meche y yo visitamos más médicos, pero
ninguno me da esperanza. Cuando volvemos al departamento, me encuentro con un montón de periodistas esperando frente al
edificio. Meche y yo nos abrimos espacio a la fuerza. Sus gritos y flashes me asustan: ¿Es verdad que se retira?, ¿Es verdad
que contrajo una infección mortal?, ¿Se está escondiendo para llamar la atención? Una vez en el departamento, caigo al suelo,
sollozando. Meche me consuela, pero no paro de llorar. ¿Para qué llegué tan lejos, Dios mío, si sabía que me pasaría esto? Y
Meche me dice, con la sangre bien fría: Estás enferma, tu enfermedad se llama alcoholismo.
De repente, tocan a la puerta. Meche y yo nos miramos, sorprendidas. Si es uno de esos periodistas
metiches, juro que lo muerdo. Meche abre la puerta: es mi mamá. Huele a tequila y entra cantando una
de mis canciones.
No sé qué busca aquí. La última vez que nos vimos se burló bien feo. Dijo que ser muda era mi castigo
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por puta. Mamá se sienta en el sofá: No te apures, Luchita, si no puedes hablar, ya hablaré yo por ti.
Al día siguiente, en todos los diarios, aparecen artículos sobre mi mudez. Mamá cumplió su palabra y
habló con los periodistas. En uno de los periódicos, el titular dice: ¿Es el fin de Luz Reyes?
Canciones sugeridas para este capítulo:
Mujer ladina.
24. “LOS DUETOS, LOS TRÍOS Y LOS CUARTETOS ME FASCINAN”.
Estoy saliendo del doctor. No me puedo seguir poniendo las inyecciones y la intoxicación despertó no sé
qué “reminiscencias” de mi enfermedad de la infancia y por eso me afectó la garganta y la voz. Me dice
que sí voy a poder volver a cantar, pero que tengo que esperar. Y cuidarme mucho.
Mi mamá está viviendo conmigo. No tiene nada en la vida, la pobre mujer. Vive a mis expensas, pero no
me importa. Como yo no hablo, hablamos poco. Pero bebe mucho. Demasiado. Nuestra convivencia es
muy… muy: como vivir rodeadas de espinas.
Ya puedo cantar otra vez. Y entonces hago un dúo con Margarita del Río. Nos presentamos en el teatro
Esperanza Iris y en tantos lugares. Me va tan bien, que armo también un trío con Ofelia y Blanca
Ascencio. Entre mi dúo y mi trío, que son una novedad para la música mexicana, pues me va muy bien.
Mi mamá viene a verme al teatro muchas veces, siempre se emborracha. Yo también. Hemos llegado bien
borrachas las dos a la casa… ni modo. Pero es cuando mejor nos llevamos, hasta hablamos de cosas que
nos gustan: los charcos de agua, la mantequilla fresca, los sillones de Jalisco, los zapatos, cosas así.
Hoy, cuando estamos desayunando me está pidiendo dinero para irse, para que pueda vivir sola unos
meses. Se lo doy.
Ella se está yendo. Se lleva una pequeña maleta con ropa que yo le regalé y con ropa que yo le compré.
Apenas y puede darme un beso de despedida. Y me dice:
Luchita, no dejes de luchar.
Y se va.
Ahí estoy yo, viéndome a mí misma: en todas las puertas de mis casas, viendo cómo se van de mi vida las personas que he
amado, con una maletita o las manos vacías: mi mamá innumerables veces, Gabriel Navarro, Pepe Gutiérrez, Félix Cervantes,
amantes diversos, Nancy Torres… y yo. Yo me voy de mi casa, rumbo a mi despedida de la vida.
Cuando voy caminando por un puesto de periódicos unas señoritas me paran en la calle, para que les
firme un autógrafo. En el periódico salí yo Luz Flores modelando los zapatos de moda. Las señoritas
llevan unos puestos.
Hoy soy famosa.
Pero qué sola estoy…
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Canciones sugeridas para este capítulo:
Amor secreto.
25. "LAS COSAS CAEN POR SU PROPIO PESO”
Con Blanca y Ofelia Asencio me va muy bien cantando. Ellas saben que la gente viene a vernos por mí.
Campillo me trata como la estrella que soy: por eso siempre hay flores en mi camerino, regalos de mis
admiradores (¡alguien me envió un changuito y no lo acepté!, me dio cosa) y botellas de tequila.
Las Asencio empiezan a murmurar con los técnicos del teatro. Dicen que es horrible trabajar con una
borracha, pero yo sé que están celosas porque Campillo me consiente. Hasta un día. Que aparece Julia
Garnica. Y todo cambia.
La Garnica se porta como si fuera mejor cantante que yo. ¡Y no lo es! ¡Ninguna lo es!
Un día, mientras ensayo, noto que las tres cuchichean. Le grito a los músicos y dejan de tocar. Voy con
ellas y también les gritó: A ver, bola de chismosas, si me quieren decir algo, me lo dicen y ya.
La Garnica se tapa la nariz: ¿Cuántas botellas te bebiste hoy? ¿Cinco? Y todas sueltan la carcajada. No, pues
despiertan lo peor de mí.
Levanto la mano para cachetearla, pero me detengo porque en mi cabeza escucho un coro y entonces:
Ahí estoy yo viéndome a mi misma cuando estoy en la casa de Frida Kahlo, en su estudio. Estoy viendo un cuadro que está
terminando de pintar. Es un cuadro sobre una mujer que se lanza por la ventana de un rascacielo. La mujer esa cae. Es
tremendo. Yo, cuando veo ese cuadro cierro los ojos, como pensando qué se sentirá vivir eso, esa sensación de caer a toda
velocidad. Y… llega Frida, me cuenta que ella está rota, que ella no quiere caerse, me ofrece un cigarro de marihuana,
fumamos, nos miramos a los ojos, nos entendemos.
Me siento caer. La verdad. Esa noche me acabo la botella rapidísimo y, cuando me dirijo al escenario,
escucho la canción que iba a cantar con Blanca y Ofelia, solo que ahora, en mi lugar, está la Julia
Garnica. Corro para interrumpirlas, pero Campillo me detiene: Es solo por hoy, Lucha, vete a descansar.
Pero ahí me quedo.
La Garnica no sabe con quién se está metiendo.
"
Canciones sugeridas para este capítulo:
La mensa.
26. “NO SERÉ LA MÁS BONITA, PERO SÍ LA MEJOR”.
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Siempre la he odiado.Desde la primera vez que nos vimos: nos detestamos. Pero teníamos que trabajar en
el mismo teatro. Julia Garnica cantaba, sí, pero más o menos. Era bonita y por eso era la amante de
Campillo y por eso se creía que tenía privilegios. Podrá tenerlos en su cama, pero en el escenario no. Y
que un día al acabar mi presentación me dice -un comentario que siempre he odiado-: pues como que hoy no
te esforzaste, eh? Y nunca me lo hubiera dicho. Nos damos un agarrón bien fuerte. “Tú qué sabes de música”,
“tú sabes de entrepiernas”, “tienes celos porque no tienes con quién”, “tienes celos porque no tienes cómo cantar bonito”… y
así, hasta que nos agarramos de los pelos, arañazos, y que nadie nos puede separar, hasta que llega el
mismísimo Campillo, nos separa y la odiosa de la Garnica le dice quién sabe cuantas mentiras de cosas
que yo nunca dije ni hice y pues claro: Campillo me dice que debes ser amable con ella, como si ella fuera la
importante: renuncié.
Llegué a mi departamentito, bien triste, bien sola y sin trabajo. Yo sé que luego-luego consigo otro, pero
con todo el dinero que le doy a mi mamá… vivo al día.
Ahí estoy yo, viéndome a mi misma: en un cabaret en Berlín. Es el espectáculo más raro y fascinante que he visto en mi vida.
Hay un piano, una mujer bellísima que canta canciones que no entiendo pero que sí siento, y un hombre muy maquillado,
vestido como de mujer pero de pantalón. Cuando ella canta, él hace comentarios sobre la guerra, la pobreza, cosas de política.
Me tienen hipnotizada. Los espectadores son muchos, aunque el lugar es pequeño. Según entiendo, todos hablan sobre la falta
de dinero, y sobre el comunismo.
Estoy haciendo la mudanza a la vecindad, con pocas cosas, lo más importante: mi radio. Cuando
encendemos la radio en la vecindad, en las noticias se habla sobre el asesinato de Álvaro Obregón en el
restaurant La Bombilla… vemos las fotos en el periódico. Es una tragedia. Qué miedo me da la vida,
mucho.
Canciones sugeridas para este capítulo:
Cuquita. Maldito dinero.
27. “EL TAPATÍO”
Pues que ahora gobierna Emilio Portes Gil. Y todo es muy raro. Y yo no entiendo qué está pasando.
Porque la política no me interesa. Y menos ahora que mataron a Obregón, el pobrecito, comiendo con
sus amigos. Cuánta traición por todos lados.
Volver a mi vida en la vecindad me está costando. Extraño mi departamento, salir con los músicos
después del teatro, beber de madrugada y despertar en la cama con algún extraño. Ligia dice que ahora sí
me fregué, pero yo sé que Campillo vendrá a buscarme pronto: sin mí, las Asencio no tendrán éxito.
Los días pasan, después las semanas y Campillo nada de aparecer. Blanca, Ofelia y Julia siguen cantando
juntas. Trato de no desesperarme, pero si Campillo no viene por mí, no sé qué voy a hacer. Cantar por las
calles es siempre una opción para comer, ¡pero yo fui una estrella del Esperanza Iris y me daría mucha
vergüenza!
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Para sentirme bien, hojeo las revistas que hablan de mí. Meche las fue guardando. Y mientras veo una de
mis fotos:
Ahí estoy yo, viéndome a mí misma, a punto de cantar en la radio. El locutor y Campillo me observan desde el otro lado del
cristal. Mi canción emociona tanto al locutor que saca un pañuelo. Cuando vamos al corte comercial, Campillo dice que debo
grabar un disco. El locutor está llorando porque mi canción le tocó el corazón y le hizo recordar Guadalajara. Campillo me
sigue hablando del disco, pero yo solo miro al locutor: no es feo, tiene corazón y nació en Jalisco. Campillo me pone cita una al
otro día, pero no llego por quedarme dormida en los brazos del tapatío… que ¡cómo saben amar los condenados!
Campillo nunca viene, pero quien aparece en la vecindad es un músico de apellido Torreblanca. Conozco
su cuarteto Anáhuac y me da mucha pena que me vea así, tan poco arreglada y en aquellas fachas.
Torreblanca busca una cantante para salir de gira.
¿A cuántos estados, maestro?, pregunto, sin disimular mi alegría.
A ninguno, me responde, iremos a Berlín. Campillo me dijo que: pero ve tomando precauciones, eres complicada y no te
llevas bien con las mujeres... Ah, le digo: pero tengo una medalla de oro de San Cristóbal, nos va proteger, cuida a los
viajeros.
Sonrío porque así es la vida: no hay mal que por bien no venga. ¡Berlín! ¡Europa!
Canciones sugeridas para este capítulo:
Alma de mujer.
28. “BERLÍN”.
Estoy dando de gritos en la sala de la casa de la vecindad, porque me voy de gira a Berlín. Estamos Ligia,
mi prima Meche, el hermano de Ligia y mi tía viendo una enciclopedia, para saber dónde está Alemania,
y un poco de su historia. Aunque nos vamos en verano, tengo que ir preparada porque dice la
enciclopedia y se ve en los dibujos, que la nieve es tremenda. En eso estamos cuando llega mi mamá.
Cuando se entera de la buena noticia me pide hablar a solas.
Nos vamos a un parque, para tener confianza y no molestar a nadie. Ahí ella me dice que yo soy una mala
hija. Y que yo le digo que ella es una mala madre. Al menos tú sabes cantar, me dice, en cambio a mí Dios no ha
dado más que problemas. Total que nos decimos muchas verdades, porque ella no tiene ni dinero ni trabajo y
yo nunca he sentido de ella un poco, ni digo mucho, sólo un poco de amor. Está preocupada porque si yo
me voy ella de qué va vivir. Pues ese no es mi problema.
Y ahí estoy, viéndome a mí misma en el cine, viendo una película del Gordo y el Flaco. Qué bonito es el cine. Le digo a mi
prima: Yo quiero hacer cine y cantar ahí y que me vea mucha gente, y que se estremezcan sus corazones. Me imagino a mí
misma haciendo algo… no sé, por ejemplo:
Visión de mi visión en el cine: yo estoy cantando una serenata a un hombre muy guapo, que desde su balcón me dice
a la luz de la luna: Luz te amo.
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Esta noche, con el cuarteto Anáhuac estamos dando una función espectacular en el cabaret Waikikí.
Estamos contentos de nuestro viaje a Alemania, el público no cabe en la sala y yo estoy tan feliz que no
suelto la botella, y con ella en la mano todos gritamos: ¡Viva la Revolución, chingao!
Canciones sugeridas para este capítulo:
Ay, mamita. El coco.
29. “TOQUE USTED, MAESTRO”
La gira a Berlín me emociona. Las funciones en el Waikikí me emocionan. Cantar en el cuarteto también
me emociona. La vida me emocionaaaaaa.
Por eso no voy a permitir que mi mamá arruine este momento. Ahora me dice que soy una mala hija,
como si ella fuera una buena madre. Si muere de hambre en mi ausencia, pues allá ella: ya le di bastante
dinero.
Además, en vez de pasarse el día bebiendo, podría buscarse un trabajito, ¿no? Que para andar de cama
en cama bien se le olvida que es vieja. Aish, perdón, pero se me escapan los malos pensamientos con
Victoria, ni modo.
Durante una función en el Waikikí, noto que Leopoldo, el violinista, no me quita ojo de encima. Está bien
guapo y toca regio. A la salida del cabaret nos ponemos a platicar y cuando estamos de los más
acaramelados, el maestro Torreblanca nos interrumpe y me dice: Mañana ensayo contigo, Lucha, así que llega
temprano.
No sabía nada de ese ensayo.
Un conserje cierra las puertas del cabaret. Torreblanca se va sin despedirse. Leopoldo me pregunta si
quiero ir a la cantina, pero yo le pido que me lleve a su casa y allí nos amamos toda la madrugada.
Entre besos, caricias y abrazos, fantaseo con el futuro:
Y ahí estoy, viéndome a mí misma en Berlín, mientras corro del brazo de Leopoldo bajo una llovizna de arroz. Miro mi anillo
de casada y estoy feliz, pero, de pronto, descubro que Gabriel y mi mamá nos están esperando. Victoria le grita a Leopoldo:
¡Déjala! ¡Es una borracha! Y Gabriel le dice: Te arrepentirás. Leopoldo me mira asustado y se aleja corriendo. Es una
pesadilla. Muy fea y recurrente pesadilla.
Abro los ojos, noto la claridad del día y me levanto, preocupada: ¡ya es tardísimo y hoy tengo el ensayo
con Torreblanca! Si se enoja conmigo, no iré con el cuarteto a Berlín. Tengo que portarme bien. Son días
delicados.
Torreblanca me recibe muy serio y para salvar mi pellejo, le miento: Perdón, maestro, mi prima amaneció con
fiebre, le puse paños fríos, y por eso me tardé. Cuando guste, empiece a tocar.
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Torreblanca se acerca, pero en vez de tocar el piano, me toca a mí: ¡Ay, Luchita! Pensé que te habías ido con
Leopoldo!” Y que me besa. Y me gusta mucho. Y nos abrazamos. Y cierro los ojos. Y me quita la ropa. Y
yo le ruego bien quedito: Sí, maestro, así, siga tocando…
Canciones sugeridas para este capítulo:
El castigador.
30. “THE SEA IS SO BEAUTIFUL”.
Estamos en medio del océano, en el trasatlántico “Regine”. Es tan bello. Todas las noches amenizamos en
el comedor, pero por gusto. Hacemos las noches bohemias. Yo tengo un romance con el Maestro
Torreblanca, nuestro director musical y manager. Pero también tengo mi romance con el primer violín de
la orquesta: Leopoldo. Y ahí me los reparto. Torreblanca quiere algo más serio conmigo, yo no estoy
segura. No lo amo. Y con la mala suerte que he tenido con todos los hombres, no quiero compromiso. Me
gusta esto de la emoción y el peligro. Voy de un camarote al otro. Y me doy unas divertidas tremendas.
Voy, como las olas, de un lado para el otro.
Y ahí estoy, viéndome a mí misma cuando estoy casándome con Félix Cervantes. Es el día de nuestra boda civil. Nos
acompañan mi prima Meche, mi mamá, mi tía, Ligia y su esposo, la mamá de Félix y un guitarrista, que es mi amigo. Cada
uno de ellos me abraza: y cada uno me dice en su abrazo cómo debo portarme para que mi matrimonio dure. Cuando llega el
lugar de mi mamá ella me dice: Si quieres te firmo de una vez el acta de divorcio.
Estamos llegando a Ámsterdam: ay Dios, qué bonito es todo, viejo pero chiquito, qué bonito. Son como
casitas de muñecas.
Estamos en el tren rumbo a Berlín. Y yo sé que vamos a triunfar, que vamos a hacer de la canción
mexicana un gran orgullo internacional. Yo lo sé. Y cierro con mi puño mi medallita de San Cristóbal,
que me traje de amuleto, porque siempre me cumple, me cuida.
Canciones sugeridas para este capítulo:
La delgadita. El coco.
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31. “LA VIDA TE DA SORPRESAS”.
Estamos en el teatro de Berlín. Es nuestra primera función. Estamos en los camerinos muy nerviosos
porque Torreblanca dice que no hay mucho público. Contra lo que pensábamos, no hay tanta audiencia.
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Damos la función con poco público, ni siquiera la mitad del teatro. Eso nos deprime. Al salir pensamos en
ir a ver una función de los cabarets para ver cómo son. La primera sorpresa que me llevo es que tenemos
que ir como a cinco, porque están repletos de gente y no se puede entrar. Cuando finalmente podemos
entrar a uno, muy chiquito, estamos sentados en las escaleras. Tenemos un traductor y nos cuenta de qué
se trata el show que estamos viendo. El público reacciona increíble. Ahí pasa algo tan humano, tan
emotivo.
Hoy es el día siguiente y nos ponemos de acuerdo para pegar carteles de nuestra función afuera de los
cabarets, para que esos mismos espectadores vayan a vernos.
Hoy en nuestra segunda función viene menos gente que en la primera.
Hoy es la tercera, y hay menos gente que ayer.
Hoy es la cuarta función y contamos con los dedos de dos manos al público. Torreblanca dice que no
podemos seguir en el teatro. Pero no podemos parar, necesitamos dinero para pagar gastos de
manutención y el compromiso que hicimos con el contratante alemán, que nos trata con desprecio
porque somos mexicanos.
Nos cambiamos de hotel a uno más económico, uno que tiene un tapiz lleno de humedad. Empezamos a
cantar en restaurantes. Pero apenas. Cada vez tenemos menos dinero.
Nos cambiamos a otro hotel, todavía más económico que el anterior, con más humedad. La cantada en
los restaurantes funciona mejor, achicamos gastos.
Pero ya empezó el frío. Y apenas nos alcanza para sobrevivir. Torreblanca nos dice que nadie está
interesado en contratar a un grupo de música mexicana. Tenemos que trabajar en lo que sea para poder
pagar nuestro regreso.
Margarita y yo trabajamos lavando platos en un restaurant. Son horas con las manos ahí mojadas, se nos
mojan los pies…hace frío.
Y ahí estoy viéndome a mí misma: estoy lavando los platos cuando era niña, en la vecindad… y cantaba bajo la tutela de mi
tío.
Yo cada día me aprendía una canción y cuando él llegaba de trabajar, yo dejaba los platos para cantarle mi nueva canción.
Me corregía y me daba palmadas felicitándome. Cantaba bonito, pero tenía las manos ajadas.
Hoy he tenido más frío que nunca, mis manos me duelen y estoy empezando a toser. Mi tos es muy fea.
Canciones sugeridas para este capítulo:
Caray, caray. El despreciado.
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32. “PRETEXTOS”.
Por si no tuviéramos ya demasiada mala suerte en Berlín, Torreblanca me cachó con Leopoldo en pleno
amorío. Llegó al hotel antes de lo previsto… ni modo.
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Torreblanca, furioso, nos abandona. Es el pretexto que necesita, la verdad. Se va. Nos quedamos el
cuarteto Anáhuac y parte de la Orquesta Típica solos en Berlín. Y cada vez hace más frío.
Tengo una tos tremenda. Como no me alcanza para el doctor, ahí me voy curando con lo que sé, tecitos,
me abrigo y mucha manzana, que es la única fruta que me alcanza.
Estoy muy enferma, estoy delirando, tengo mucha fiebre:
Y ahí estoy, viéndome a mí misma en el cuarto de mi casa tomando las pastillas para dormir que me trajo mi hija. Me tomo
muchas. Y me quedó ahí dormida en el piso del cuarto. Mi cuerpo está en el piso, pero yo me estoy elevando hacia el cielo, y
más y más. Y desde arriba, me veo acostada en el piso: Lucha, levántate… acuérdate de la rabia.
El dolor de una inyección me despierta, en el hotel un doctor me inyecta un antibiótico porque estoy muy
enferma. Ya no puedo hablar de todo lo que toso.
Me siento muy mal… pero muy mal. Y quién sabe quién y cómo se pagó a ese doctor.
Canciones sugeridas para este capítulo:
Yo me muero donde quera. Pícaro tecolotito.
33. “LA VERDADERA LUCHA”.
Estoy en la cama, ya no puedo levantarme. Estamos en otro hotel, porque como yo ya no me levanto,
pues no canto, y tenemos menos dinero. Este hotel es muy feo, o al menos así lo veo desde mis delirios de
fiebre. Me duele mucho la garganta, tengo mucha tos, lo único que me alivia es la ginebra, pero con la
fiebre me pongo peor.
Margarita y Leopoldo me dicen que el Cónsul de la Embajada Mexicana nos va pagar el viaje de regreso
en el barco. Que ya nos vamos en unos días.
Mis últimos días en Berlín son en una cama dura y apestosa de un hotel de quinta, de un barrio de sexta.
Ya de regreso, en el barco el frío es tremendo. Yo sigo muy enferma.
Hoy estamos en el comedor del barco y en la borrachera, que es lo único que me mantiene viva,
Margarita me dice: Lucha. Yo le digo que soy Luz, Pero a las Luz les dicen Luchas, tú eres: Lucha Reyes.
Ya no me levanto del camarote. Margarita viene diario a decirme tú eres Lucha, Lucha por la vida Lucha,
Lucha.
Siento que me muero.
Hoy vino a verme a mi camarote el doctor/marino del barco. Es un hombre muy guapo, no entiendo qué
dice. Pero me da unas pastillas que me dejan dormida.
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Y ahí estoy yo, viéndome a mí misma así: estoy soñando con el mar. Que yo estoy en medio del mar, en ropa interior. Yo no sé
nadar y entonces me estoy ahogando, me estoy hundiendo. Cada vez más abajo. Estoy llegando hasta el piso del mar. En el
piso del mar hay estrellas de mar, caracoles y huesos humanos. Hay un cráneo: es mi cráneo. Estoy viendo mi propia muerte.
Dicen Leopoldo y Margarita que me quedé dormida una semana.
Hoy ya estoy despierta, pero no puedo hablar, estoy muda otra vez. Margarita me levanta de la cama para
enseñarme en el horizonte el puerto de Veracruz.
Canciones sugeridas para este capítulo:
Sufrimiento.
34. “LOS REGRESOS DUELEN”.
Total que estoy tocando la puerta de la vecindad…otra vez. Me abre la puerta mi tío y, como siempre, me
recibe con los brazos abiertos. Todos son muy lindos y me actualizan de las cosas de la familia, la hija de
mi hermano ya terminó la primaria.
Yo no puedo contarles nada porque no puedo hablar. Meche me lleva con un doctor. El doctor dice que
tengo callos en la garganta y que me va a llevar años poder volver a cantar.
Me desmayé ahí.
Estoy llorando a mares. En mi radio estoy escuchando las noticias sobre cómo México está creciendo
tánto artísticamente. Nuevos compositores, nuevos músicos. Siento que a todo el mundo le va bien,
menos a mí.
Mi mamá llega a quedarse unos días con nosotros en la vecindad. Me atormenta horrible
psicológicamente: Que para qué me voy a hacer el ridículo a Europa, que sólo me gusta la parranda, que ando de puta en
los barcos, y quién sabe cuántas cosas más me dice. Yo creo que Torreblanca habló muy mal de nosotros
cuando regresó. Qué me importa.
Yo le prometo a mi mamá, así, con mi voz afónica, que en cuanto pueda volver a cantar voy a ser más
famosa que todos los famosos y que si lo que a ella le importa es el dinero, pues que se lo voy a dar.
Mi mamá me mira con unos ojos tan peligrosos.
Y ahí estoy yo, viéndome a mí misma en una parranda de la casa de Frida Kahlo. Estoy cantando y amenizando la fiesta.
Hay muchos artistas, algunos son extranjeros, hablan en varios idiomas. Un hombre joven me seduce, yo lo seduzco a él.
Ahh… en esa fiesta, ese día, esa noche soy la mujer más feliz del mundo.
Estoy viendo un anuncio en el periódico: “se solicita bailarina para show nocturno”.
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Pues si no puedo cantar: bailo. Pero no me quiten mi vida nocturna, eso sí que no.
Canciones sugeridas para este capítulo:
Pobre changuita. Soy un pobre venadito.
35. “CON EL DIABLO EN EL CUERPO”
Bailar no es tan fácil como creía. Quiero decir: bailar como una profesional. Menos mal que las
muchachas del cuerpo de baile son tan buenas conmigo y me enseñan sus trucos, secretitos de bailarinas.
Tan simpáticas.
Mi favorita es Liz, cubana, madre de tres chamacos bien guapetones y con un cuerpo que vuelve locos a
todos los hombres. Cómo le harán esas mujeres que nacen tan bien dotadas, con esos cuerpos tan
perfectos. Qué se sentirá ser bella. Liz dice que no bailo mal, pero que tengo la cintura muy dura. Según
ella, eso se corrige haciendo mucho el amor o sacudiendo las caderas como si una tuviera al diablo en el
cuerpo. ¡Pa’lante, pa´tras, duro! Me grita moviendo mis caderas con fuerza. Ay, cómo me divierto con ella.
Todas las semanas, Liz cambia la coreografía. A veces bailamos vestidas de hawaianas y otras veces,
acompañamos a artistas que cantan ritmos costeños. Nos vemos bien chulas, la verdad, con nuestras
piñitas de esponja pintada de amarillo… Que para arriba y para abajo, que al aire y ¡zaz, te caché! Es
muuuy divertido.
Pero… esas noches son para mí un martirio, pues aunque bailo, miro el micrófono y quiero ocupar el
lugar del cantante. Liz me grita tras bambalinas: Luchita, mi amor, te estás perdiendo, ¡cuenta, mamacita!
Después del solo de trompetas, nos toca entrar otra vez. Echo un vistazo al público y entonces:
Ahí estoy, viéndome a mí misma, actuando en la obra que Gabriel escribió para mí en LA. Es la primera vez que interpreto un
personaje y estoy tan nerviosa que olvido mis parlamentos. El otro actor se paraliza, pero yo, que no pienso fracasar, me pongo
a cantar y triunfo. Ja.
Liz me empuja al escenario: ¡Con el diablo en cuerpo, Luchita! ¡Vamos! Me entrego por completo al baile, tanto
así, que olvido la coreografía y me pongo a improvisar movimientos alrededor del micrófono.
Los hombres aplauden y gritan, emocionados. Cuando salimos del escenario, Liz me felicita: ¡Muy bien,
Luchita! Pero si vuelves a cambiarme la coreografía, te mato.
Miro el micrófono con tristeza: gracias al baile, ahora gano un poco de dinero, pero no es lo mío.
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Canciones sugeridas para este capítulo:
Cuquita.
36. “RUMBERA DE MALA MUERTE”.
Sigo trabajando en el cabaret, Ya soy rumbera. Así me llama Liz. Bueno, a todas ¡Rumberas agarren sus
piñitas, vamos, con el diablo en el cuerpo! Nunca seré una gran bailarina, pero me sé mover bien. Más si me
tomo mis tequilitas antes del espectáculo.
Hoy en el público está mi prima Meche y el muchacho que dice ser su novio. Yo al novio lo veo más
interesado en mujeres más jóvenes, clarito se ve cómo las mira. Mi prima cuando me ve bailar, se pone a
llorar. En el intermedio compartimos las cinco bailarinas el camerino, no es como antes, que estaba yo
sola. Y armamos muy buena pachanga. A mis amiguitas también les gusta el tequilita y nos damos unas
divertidas de lo lindo, son buenas personas, unas de ellas son desviadas, pasaditas de libertinas, pero yo ya
estoy acostumbrada a que en la intimidad uno hace lo que le gusta, ¿o no?
Mi prima Meche entra al camerino y me pide hablar a solas. Nos vamos ahí a un rincón entre teloncillos,
detrás del escenario. Y me dice, con lágrimas en los ojos que: Este no es un lugar para una artista, Lucha, tú no
eres una mujer de mala muerte, tú eres una artista. Me lo dice con tanta entrega que me toca. Yo quiero cantar,
pero si Dios no quiere, qué le voy a hacer. Ten un poquito más de paciencia Lucha, ya volverás a cantar, pero no hagas
esto, mejor trabaja vendiendo zapatos, o en lo que quieras, pero que sea digno.
Total que mi prima no se quedó a ver la segunda parte del espectáculo, y es mejor. Yo doy mi función
bien, pero al final me siento muy triste, me siento a la deriva, como cuando estaba en el barco: en medio
del oleaje.
Estoy en el baño de la casa, haciendo ejercicios de vocalización, nomás no puedo. Me salen unos gallos
horribles, no puedo cantar.
Qué frustración. Lloro y lloro.
Y ahí estoy yo, viéndome a mí misma: estoy viendo el entrenamiento de mi prietito el boxeador. Estamos en el club de boxeo de
Tepito. Y yo estoy ahí, cuando era una niña, viendo cómo su entrenador le dice unas cosas terribles: Más, pega, estás cansado,
pues muérete ahí, hasta el final pega, golpea, duro, rómpete a ti mismo antes de que puedas romper a otro. La carita de mi
prietito toda mojada de sudor, sacando espuma de la boca con los nudillos sangrantes.
Si él pudo, yo tengo que poder. La guerra contra el mundo empieza contra una misma.
Salgo del baño con la cara bien roja e hinchada de tanto llorar. Y me encuentro con mi mamá. Que me
da lo que mi prietito me había dicho: golpes de boxeador, donde más duele, me pega en la autoestima. Me
insulta.
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Canciones sugeridas para este capítulo:
La porteña. Éntrale en ayunas.
37. “ASÍ SOY YO, ¿Y QUÉ?”
Estoy llegando a la Basílica de Guadalupe, le estoy pidiendo ayuda al Virgen. Le pido por mí, que no me
abandone, que todavía necesito hacer muchas cosas en la vida. Todavía necesito cantar. Pero mucho.
Estoy en el camión de regreso a la vecindad. Un hombre mayor se sube para cantar, a cambio de unas
monedas. Tiene una voz fuerte, ronca, brava. Le doy una de mis dos monedas. Estamos igual de pobres.
Me encierro en el baño de la casa, como lo hago varias veces al día. Me doy cuenta que mi voz no va a
ser nunca la misma, pero en cambio, hay algo nuevo en mí. No es esa voz pulida, pero es una voz grave.
Me acuerdo del señor en el camión. Hay algo raro y ronco en mi voz…y me gusta.
Estoy recuperando mi sentimiento de ser artista. No importa cuánto dinero gane o cuánta fama tenga, lo
que importa es cantar. Y cantar a mi modo.
Bajo al comedor. Mis tíos y Meche están esperándome para cenar. Que les canto. Se sorprenden. Me
aplauden. Y mi tío dice: No es una voz común, pero es singular. Échale ganas, Luz.
Cenamos, contentos. Mientras veo mi sopa…
Ahí estoy yo, viéndome a mí misma el día en que me salió el fuego por la boca, en la escuela. Es el día que volví a hablar y
dejé de ser muda.Estoy viendo la cara de mi maestra, estoy sudando y ¡grito!
Me levanto de la mesa. Me voy a la calle. Me voy a caminar. Me voy al centro, a la cantina clandestina
donde aceptan a las mujeres, y después de unos tequilas, me lanzo a cantar, ahí, con puro desconocido,
con puro borracho. Y me gusta. Y a la gente, también. Me probé. Ante un público que no me reconoció,
y me fue muy bien.
Canciones sugeridas para este capítulo:
Cielito lindo.
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38. “COMO LAS ESCLAVAS”.
Estoy viendo un cortometraje. Estoy viendo a Bessie Smith. Ella es una esclava negra, grande, igual que
yo. Ella está borracha. Como yo. Ella tiene la voz grave y profunda como yo. Entonces: yo soy así.
Estoy saliendo del cine y estoy muy contenta. Soy Bessie Smith, a la mexicana.
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Estoy en una tienda de disfraces. Me compro una peluca de afro. Maquillaje para pintarme la cara de
negro.
Me encierro en el baño, hago mi práctica vocal. Me disfrazo, y canto como yo soy: voz grave.
Con mucho valor salgo a la vecindad. Aquí todos me conocen. Pues que les canto. Y los niños en las
ventanas, las viejitas en sus sillas, los jóvenes de pié, esa noche toda la vecindad me ve disfrazada de
esclava negra y me escucha cantar.
Ya está probada mi nueva voz, grave, profunda y muy, muy mía.
Y ahí estoy yo, viéndome a mí misma: con mi hija Marilú en la feria de Chapultepec. Ella está en la rueda de la fortuna.
Hasta arriba, con su algodón de azúcar. Tiene miedo, pero está feliz. Yo estoy abajo, también con mi algodón de azúcar. Y se
me acerca una viejita, bien jorobada, y me dice: yo vengo siempre a ver la rueda de la fortuna, porque me recuerda la lección de
que así es la vida, a veces estás arriba, a veces estás abajo.
Que se arma la fiesta en la vecindad. Y que se disfrazan varios: las niñas se vistieron de princesas, uno se
disfrazó de boxeador, ay, tan chulo, hasta lo besé. Otra de gato. Hubo hasta un fantasma. Qué bonita
noche. Cantamos, bailamos, hasta hicieron un pozole…toda la noche. Y todo por mi voz, mi nueva voz.
Canciones sugeridas para este capítulo:
Su majestad el chisme. Flor de vicio.
39. “LA MEXICANA”
Me estoy vistiendo muy elegante. Voy a una audición. De seguro tengo más experiencia que las otras
cantantes que aspiran al trabajo, pero no me importa. Tengo voz nueva y estoy dispuesta a empezar desde
cero.
Victoria me observa en silencio mientras me maquillo. No van a contratarte, me dice. Muchas gracias por sus
buenos deseos, mamá. Es en serio, Lucha, ahora tienes voz de verdulero… No, mentira, de chofer de camión… Mejor no
vayas, vas a hacer el ridículo. Aish. Cuántas cosas no me imaginé que me decía mi mamá. Nunca me la puedo
imaginar diciéndome: Hija, tan guapa que eres, con esa voz tan bonita, con ese talento… no te preocupes, yo estoy contigo
en las buenas y en las malas.
Pero voy y me presento. Hay muchas cantantes esperando en el pasillo. Cuando algún empleado abre la
puerta de la sala, puedo oír la voz de la artista que canta. Todas son afinadas, intensas, armoniosas.
Tal vez mis pensmaientos negativos de mamá son ciertos y la fiesta que se armó en la vecindad por mi
nueva voz es solo una ilusión. Me siento insegura.
Llega mi turno. Creo que no estoy tan nerviosa desde el día que me presenté ante el dueño de la carpa.
Camino hasta el centro del escenario, me aclaro la garganta y creo tal expectación que nadie se mueve.
¿Pero tú no eres Lucha Reyes?, me pregunta, sorprendido, el dueño del cabaret. Digo que sí con la cabeza,
respiro hondo y mientras abro la boca:
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Ahí estoy yo, viéndome a mí misma, o mejor dicho, viendo cómo mi voz atraviesa el alma de gente humilde y desgraciada, de
chóferes de camión y sirvientas, de borrachos dormidos en las calles, de charros cubiertos de polvo, de mujeres con trenzas
largas cosechando maíz, de niños juando sobre el polvo…. Una voz que no es mía porque pertenece a todos.
Cuando dejo de cantar, todos me miran con la boca abierta. Creo que no les gusté, doy media vuelta para
largarme cuanto antes, pero entonces oigo aplausos y me detengo. El dueño del cabaret me dice: Tienes
una voz distinta. Sí, respondo, orgullosa. “La voz de México”.
Y regreso a la vecindad con mi contrato en las manos.
Canciones sugeridas para este capítulo:
Canción mexicana.
40. “LA PAREJA PERFECTA”.
Tal vez es el hombre más guapo que he visto, en persona. No puedo dejar de verlo. Se llama Pepe
Gutiérrez y me dice: Quiero cantar contigo. Hagamos un dueto.
Yo estoy trabajando en el cabaret otra vez, y mi nueva voz está funcionando tan bien que ya estoy otra vez
llena de trabajo. Canto junto con… mi vieja amiga: Nancy Torres y Luz Gil. Después de nuestra función,
que ha tenido un éxito rotundo, nos sentamos las tres con Pepe y entre tequilas y anécdotas de la cantada
no me doy cuenta… pero termino con él en… la cama.
Amanecemos los dos, bien abrazaditos. Y me dice: Vente a vivir conmigo, quédate conmigo, y trabajemos juntos.
Cuánto planes, de un día para otro, y me dice, así es la vida, qué más quieres.
Y ya vivimos juntos. Tenemos una vida muy bonita. Desayunamos, y ensayamos nuestras canciones. Y
nos besamos. Y cantamos. Y hacemos el amor. Y cantamos. Ay Dios, esto es demasiado bonito.
Y ahí estoy yo, viéndome a mí misma haciendo el amor con Pepe Gutiérrez, y yo siento algo extraño en su mirada. No sé cómo
explicarlo pero cuando estoy ahí, entregándome totalmente, llega un angelito a mi cama y me dice: No te entregues Luchita.
Acuérdate cómo el amor te traiciona.
Y pues a partir de ese momento yo ya no pude entregarme. Con él: nunca. Me entró una desconfianza
muy grande.
Y me baño. Y me arreglo para ir al teatro. Y me dice: te amo. Pero no le creo.
Me voy caminando al teatro. Y me pongo muy orgullosa de ver que en toda la ciudad se ven los carteles
de Luz Gil y Luz Reyes, las siempre aplaudidas cantantes mexicanas.
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Canciones sugeridas para este capítulo:
Amor de los dos. Caray, caray.
41. “LA BOHEMIA”.
Nosotros, Pepe y yo trabajamos juntos. Nos presentamos en muchos cabarets, en el Frontón América, y
nos vamos de gira por todo el país y los Estados Unidos. Hasta viajamos con nuestro perro. Tenemos
mucho éxito. Él se siente más importante que yo. Y siempre se toma el primer lugar. Me da órdenes. Me
enseña, y eso está bien, pero me enoja mucho eso de él, que se sienta “mejor”. Si los dos somos artistas,
¿por qué el hombre tiene que ser más importante sólo por ser hombre?
No me quedo callada. Y eso no le gusta. Antes hablábamos mucho, ahora menos. Porque discutimos. Los
viajes también nos tienen cansados. Y las giras son realmente difíciles, porque los teatros no siempre están
en buen estado y la gente que trabaja ahí a veces está muy viciada.
Estamos en el cuarto de un hotel, estamos ensayando el repertorio de la noche. De pronto,
espontáneamente, a mí me sale el “piquetato”, así. Y Pepe me dice que no lo pierda, que es maravilloso.
Acabamos de descubrir otra cosa escondida en mi voz. ¡Cuántas cosas hay dentro del alma, de la voz, de
la mente!
Ya me aburrí de él. Hoy, después de la función en la capital, yo me voy con dos de los músicos. Y me la
paso tan bien. Cantamos, bebemos y luego nos vamos a la cama. Los tres.
Cuando llego a la casa, Pepe me arma una de esas escenas que ya conozco muy bien: que una mujer
comprometida no llega a esta hora de la noche, que una mujer no bebe, que una artista se cuida, ¡Bah!: cuántas veces me
han dicho eso. Caigo muerta en la cama.
Al amanecer Pepe no está, y no sé a dónde fue.
Y ahí estoy yo, viéndome a mí misma en compañía de Bessie Smith. Ella y yo estamos en una cantina. Y hablamos de
hombres. Ella me dice que sentir amor no es lo mismo que ser una esclava del amor. Yo le digo que cómo recibir amor sin
sacrificios. Ella me dice: sonreír, mentir y no hacer preguntas. Ese es el secreto del amor. Y cantamos juntas…nuestras penas
de amor.
Canciones sugeridas para este capítulo:
La joyita.
42. “AMANECÍ OTRA VEZ”.
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Estoy con mis maletas en la puerta de nuestro departamento. Pepe está dándome la espalda, sentado en el
comedor. No quiere verme, no quiere despedirse de mí. Cómo él, el hombre más guapo de México, el
músico más talentoso, el hombre que me iba a salvar de tanto desorden en mi vida…cómo a él le hace
esto una mujer… tan disipada.
Pues sí: adiós Pepe. No seré una mujer perfecta, no seré la mujer ideal ni seré para ti. Pero soy Lucha Reyes. Y me voy.
Estoy entrando a un departamento nuevo, donde voy a vivir sola. Nancy Torres me está ayudando con la
mudanza. Tengo muy pocas cosas, y no quiero más. Nancy juega con todo, cualquier cosa es para ella un
juguete. Empieza a disfrazarse con las sábanas. Y yo la sigo. Y jugamos a que somos princesas. Cuánto
quiero a Nancy. Entre las sábanas y los tequilas inventamos una obra de teatro: hacemos un telón con
otras sábanas y toallas, micrófonos, escenografía…cuánta imaginación. Ha sido de los días más felices de
mi vida, y donde más querida me he sentido.
Yo le digo a Nancy que es la persona que más quiero en el mundo, que gracias por todo lo que me ha
dado. Y ella me dice: hoy es nuestra despedida, me voy a casar, y me voy a vivir a los Estados Unidos.
Una de cal y otra de arena, así se mueve la rueda de la fortuna. Sentí que me moría. Me golpeó la
soledad. Como siempre.
Y ahí estoy yo, viéndome a mí misma cuando soy esa niña muda, recién llegada a la capital. Mi mamá dice que va a comprar
cigarros, le pide a mi hermano que la acompañe… y nunca regresan. Estoy sentada en mi cama, es la noche, muy noche. Toda
la familia de la vecindad duerme. Yo me doy cuenta de que he sido abandonada. Y por más que lloro, escondiendo mi boca en
la almohada, nunca me siento aliviada.
Estoy abriendo la puerta a mi mamá. Estoy desvelada porque llevo días sin dejar de beber. Mi mamá
entra y me da una bofetada. Y que yo se la regreso. Y nos quedamos mudas. Ella llora desconsolada: ¿por
qué no puedo ser una buena madre para ti, por qué no he sido capaz de darte amor y buenos sentimientos?
Canciones sugeridas para este capítulo:
Caminero. El veneno.
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43. “MI FAMILIA AUTÉNTICA”.
Ser parte de la XEW es ser parte de lo mejor y de lo más alto, y no hay mayor fortuna.
Estoy en el estudio, cantando en vivo. Agustín Lara está detrás de la cabina, esperando a que termine.
Nos vamos juntos a comer al Café Tacuba, donde nos esperan otros amigos, como la torera española
Juanita Cruz y Diego Rivera. Siento que: bueno, no tengo familia que me quiera, pero sí tengo familia artística.
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En el café Tacuba hay muchos escritores y se arman tertulias, donde ellos discuten. Hoy les canto algo,
ahí, para amenizarlos. Diego nos invita a su casa en Coyoacán. Y ahí vamos, muchos, y armamos en su
casa una fiesta maravillosa. Frida Kahlo nos recibe con tragos y marihuana, ah, qué buenas platicas. Yo
veo los cuadros de ella, me impresionan mucho, siento que ella habla de mí. Qué extraña sensación.
Juanita Cruz y Frida Kahlo están jugando a una corrida de toros, Frida es el toro, Juanita la torea, son tan
dotadas. Me piden que cante, y pus sí. Me aplauden. Qué noches. Han sido maravillosas. Finalmente: soy
quien he querido ser siempre.
Estoy en mi casa, sola, arreglándome para salir. Me estoy escuchando a mí misma en la radio. Qué bonito
canto. Y cuánta ropa y joyas y zapatos tengo. Sí, he llegado hasta aquí sola…pero sola estoy.
Y ahí estoy yo, viéndome amí misma en la plaza de Toros México, acompañada de Diego, Frida, Lara y Trotsky. Estamos
viendo una corrida, espectacular, de Juanita Cruz. Ella es una diosa. Sola en la arena con un toro, elegante, fuerte, segura de
sí misma. En un momento, en un instante, nuestras miradas se cruzan, y siento en ella la fuerza de un toro. Ella es un toro
dentro del cuerpo de una mujer.
Estoy en mi casa. Me estoy bebiendo unos tragos de tequila desde la botella, así me gusta el tequila, sin
adornos y directo. Me siento fuerte, sana, entera y muy animal. Sí, estoy sola en la vida. Pues qué le voy a
hacer. Pasó toda la noche. No salí: me quedé vestida, bebiendo mi tequila. Hasta que llegó el muchachito
que contraté para darme mis servicios amorosos.Me sirve bien. Le pago. Se va. Ni modo. Así somos las
toreras… bien animales.
Canciones sugeridas para este capítulo:
Torito retinto. Xochimilco.
44. “UN POTRILLO PERDIDO”
El joven que contraté para mis servicios amorosos se llama Emilio. Me gusta porque es tierno y muy
discreto.
A veces, después de servirme, se queda en la cama y me pide que le cante. Desde un principio le advertí
que entre nosotros solo habría caricias, piel, besos… pero esta noche estoy de humor y le canto.
Emilio es de Veracruz, quiere ser médico, pero como es muy pobre, trabaja en una tintorería y, para sacar
un dinerito extra, “acompaña” a las mujeres que están dispvuestas a pagar por ello.
A mí no me parece raro. Si los hombres pagan por sexo, ¿por qué nosotras no podemos hacerlo?
Emilio me besa en los labios, prometo llamarle pronto y se va.
Tengo una semana de muchos compromisos: ensayos en la XEW, presentaciones en los cabarets,
entrevistas…
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El domingo, cuando estoy por entrar al edificio, Emilio se me aparece. Dice que se quedó esperando mi
llamada y por eso vino.
Emilio sube conmigo, hacemos el amor y cuando le pago por sus servicios, dice que no piensa cobrarme y,
por si fuera poco, se pone a hablar de sus problemas en la tintorería, me pide consejos, me trata como si
fuera su mamá. ¡Qué hago yo atendiendo problemas de tintorería! Que si la mancha de aceite, que si la de
vino, que si el dobladillo, que por el vapor tiene tan bonito cutis… en fin.
Esa noche, Emilio duerme con la cabeza sobre mi pecho, pero yo no pego ojo porque recuerdo:
Y ahí estoy yo, viéndome a mí misma, en aquella habitación espantosa del hospital de LA. Gabriel está parado frente a la
ventana. No me habla. Yo meto las pocas cosas que traje en una maleta. Me toco la panza y siento un vacío horrible. Trato de
consolar a Gabriel, le digo que somos jóvenes, que tendremos más hijos, pero él me mira con una rabia infinita: ¡Te dije que no
bebieras! No hablo. Gabriel camina hacia la puerta y, antes de salir, me dice la cosa más fea que he escuchado en toda mi
vida: No perdiste a nuestro hijo, Lucha, ¡tú lo mataste!
Despierto a Emilio: Te tienes que ir. Él no comprende, tan a gusto que está, pero de todos modos, lo saco de
la cama: Y no regreses si no te llamo.
Cuando cierra la puerta, sé que nunca volveré a verle: yo quiero un amante, alguien que me haga
compañía, no un mocoso que me haga sentir como si fuera una vieja. ¡Quiero un hombre, un artista, no
un empleado de tintorería!
Canciones sugeridas para este capítulo:
Ya no.
45. “AMOR A PRIMERA VISTA”.
Pues no puedo soltar su mano, creo que llevamos tomados de la mano como la eternidad…eterna. Soy
Félix Cervantes, cuánto deseaba conocerla. Félix: llámame de tú…
Estamos haciendo el amor. Así de fuerte ha sido nuestro encuentro. Él es el amor más importante y fuerte
e íntegro que tenido.
Vivimos juntos. Él es mi manager y me consigue tan buenos contratos que tenemos bastante dinero. Hoy
estoy ensayando en el estudio de la XEW “La Tequilera” que D’Orsay ha escrito especialmente para mí.
Félix está detrás de la cabina y me da tanto amor, que mi inspiración es absoluta. Estoy cantando mejor
que nunca.
Y ahí estoy yo, viéndome a mí misma…cuando era esa niña que tenía rabia, que me sale el fuego por la boca. Entonces, me
imagino que: ahora no es rabia es amor, de mi boca no sale fuego: salen mariposas. Siento amor, siento confianza, siento
inspiración, el estudio no es un lugar cerrado, es un paisaje verde, con un cielo despejado, hay pájaros y yo… con mis brazos
extendidos sonriendo al sol al sol al sooool. Un mundo de cuento, un mundo de sueño.
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Estamos en la casa haciendo cuentas, tenemos mucho dinero. Pensamos comprar una casa. La primera de
mi vida. Estamos planeando tener un hijo. Yo quiero un hijo, ahora sí.
Llega mi mamá, nos pide la ayudemos, no tiene dinero, no tiene oficio, dice que ahora que yo soy tan
importante necesita una ama de casa, que ella lo hace. Aceptamos.
Mi mamá y yo vamos al doctor. Me acaba de hacer unos estudios y me confirma que no puedo tener
hijos. Mi aborto en LA fue un paso irreversible.
Estoy hundida en mi cama, en mi cuarto, en mi tequila, en la oscuridad total. No quiero nada en la vida,
ni cantar, yo quiero un hijo, eso es todo, un hijo.
Canciones sugeridas para este capítulo:
La Tequilera.
46.“UN ÉXITO AMARGO”
Félix me trata de animar, pero yo sigo sin salir de mi cuarto, con la botella de tequila sobre el buró y sin
abrir las ventanas. Dice que “La Tequilera” es un éxito, que hay que aprovechar el interés de los medios,
pero lo único que quiero es dormir, sacar este dolor de mi cuerpo, aliviar de alguna forma esta sensación
de vacío.
A Félix no parece importarle mucho que no pueda ser madre. Abre las ventanas, me quita la sábana y
grita: Mañana iremos a la radio y te quiero animada porque vas a cantar. Félix sale del cuarto y avienta la puerta
tan fuerte que tiemblo.
Al poco rato, Victoria entra, se sienta en la cama y me dice: Félix tiene razón, Lucha, un hijo es importante, pero
no lo es todo en la vida.
¡Y ella qué sabrá! Agarro la botella y le ordeno que salga.
Y ahí estoy yo, viéndome a mí misma, rumbo al camerino del teatro de LA. Los técnicos y los músicos me aplauden. Estoy
embrazada, pero encuentro una botella de vodka y le pego sus buenos tragos. La maquillista se acerca, espantada: No deberías
beber, Lucha, recuerda al bebé. ¿Cómo que no?, le respondo, es un hombre, así se va acostumbrando. Cuántos tragos le doy a
ese maldito vodka.
Lloro todo el día. Gabriel tenía razón: yo maté a mi hijo con alcohol. Por eso merezco no ser madre.
La entrevista es en vivo. Félix me toma de la mano porque estoy medio sonámbula. Para sacarme de casa,
tuvieron que darme muchas pastillas. El locutor me pregunta por mi nuevo éxito musical, pero yo sigo tan
triste, que en vez de hablar sobre “La Tequilera”, digo que ninguna mujer embarazada debería beber
porque…
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Félix me interrumpe y dice que estoy a punto de filmar una película. No sé si es verdad o si es mentira.
Solo quiero salir de allí, acostarme, olvidar todo.
En el coche, Félix me grita. Me llama irresponsable, inmadura y otras palabras muy feas. Siento ganas de
abrir la puerta y tirarme a la calle, pero estoy tan agotada que no puedo.
Félix dice que ya tengo un hijo: mi carrera. Y si no cuido mi carrera, me convertiré en una mala madre.
Pobre Félix. Si supiera que ya lo soy.
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Canciones sugeridas para este capítulo:
Caminero. Por un amor.
47. “LA VIDA NO PUEDE SER PERFECTA”.
Mi mamá ha contratado una sirvienta. Es muy buena persona, aunque es sorda. Se da a entender bien.
Betsabé ha ocultado a todos en la casa que está embarazada. Nadie lo sabe ni se lo imagina. Hoy, cuando
estaba trapeando sintió un fuerte dolor de cintura, yo le dije que fuera al doctor, que la ciática es muy
delicada.
Estoy cantando sola en el Waikikí. Como siempre, ha sido una presentación maravillosa. Los músicos y yo
nos vamos a una cantina a seguir la noche. Ahí están varios miembros del Partido Comunista mexicano,
entre ellos Tina Modotti, siempre con su cámara lista para lo que se le ofrezca. Qué buen velada.
Y voy en un taxi, sola, cuando me deja en la puerta de mi casa y escuchamos a mis 32 perros ladrar, pero
ladrar diferente. Al entrar a la casa todo es diferente. Los gritos de Betsabé son insoportables. Subo a la
azotea y me encuentro a Betsabé en trabajo de parto, a Félix y a mi mamá ayudando, los perros
enfurecidos y yo no lo puedo soportar. ¡En mi propia casa está naciendo un bebé! ¡No! Que tomo a
Betsabé del pelo y la arrastro para sacarla de mi casa, Félix me detiene, y mi mamá grita todo lo gritable
de la vida. En ese momento todos, pero todos, estamos fuera de nosotros mismos. Uno de los perros
muerde a mi mamá por sus gritos histéricos. Y yo, que ya no puedo soportar ese momento, me voy a tirar
desde lo alto de la azotea, insultando a esa mujer, a ese bebé que está en camino, a Dios, a mi cuerpo
yermo, a la maldita mala suerte que me persigue. Estoy a punto de tirarme, cuando:
Y ahí estoy yo, viéndome a mí misma en la casa de Frida Kahlo, viendo el cuadro donde la mujer –Dorothy Hale- cae del
edificio, que soy yo, pero puede ser mi mamá que grita, somos todas las mujeres que conozco, es la caída definitiva. Qué cuadro
tan… mío.
Félix me toma del brazo y me lleva hasta la regadera, para darme un baño de agua fría, sólo así
reacciono.
Estoy hundida en la depresión. Medicada.
Betsabé se fue de la casa. Con su niño. Félix me acaricia, me apapacha. Mi mamá se acerca para decir
que si no dejo de beber ahora sí que la muerte me va alcanzar.
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Canciones sugeridas para este capítulo:
Por una mujer ladina.
48. “FELIZ NAVIDAD”.
Es la noche de Navidad. Estoy preparando la cena, llevo todo el día en la cocina, con mi radio encendida.
Estoy preparando un pavo como lo aprendí en LA, romeritos con mole, y un bacalao bien picoso. Tengo
mi estampa de la Virgen de Guadalupe frente a mí, con su veladora, y le platico. Hago todo esto para
entretenerme, porque le prometí a la Virgen dejar de beber.
Mi mamá y Félix están poniendo la mesa, y arreglan los regalos en el árbol de Navidad, que quedó tan
bonito que parece de concurso.
Y ahí estoy yo, viéndome a mí misma en la cocina de un restorán fino en Berlín. Estoy lavando platos. En la cocina están
preparando un panqué de frutas. Observo a la cocinera, una mujer gorda, blanca, blanca, blanca… mientras hace el panqué:
llora. Cuando nota que la estoy observando me da la espalda.
Estoy sacando del horno el panqué de frutas que aprendí a hacer en Berlín. Huele tan bien.
Estamos en la mesa, con la luz de las velas. Uno por uno dice su propósito para el nuevo ciclo que
empieza en nuestras vidas. Mi mamá dice que va a buscar un local para poner su fábrica de sombreros.
Félix dice que me va cuidar más, que yo soy lo más importante de su vida. Y yo les prometo que voy a
dejar de beber. Nos damos nuestros regalos. Ellos me dan un abrigo de piel, precioso. Yo le doy a mi
mamá un collar muy fino de perlas. Y le doy a Félix una pluma de oro.
Terminamos la noche agradecidos con la vida.
Es de madrugada, yo no puedo dormir. Estoy en la cama con Félix que ronca. Pero yo veo el cielo, la
noche muy triste. Tengo una medalla de la Virgen en mi mano, para darme fuerzas. Yo no sé si voy a
poder soportar no beber. Me tiembla el cuerpo, tengo que beber agua en cantidades extremas, meto la
cabeza debajo del grifo, para beber y empaparme, para sentirme viva.
Canciones sugeridas para este capítulo:
Esta noche es Nochebuena. Noche de paz.
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49. “UNA ESTRELLA CAYÓ DEL CIELO”.
Estoy de vuelta en el teatro Esperanza Iris. Llevo meses sin beber y sin separarme de la virgen de
Guadalupe. Me estoy arreglando en el camerino. Llega a hablar conmigo La Caballota, la sirvienta del
teatro. Es una mujer muy sensual y acaba de tener un segundo hijo. Su marido está en la cárcel. Ella ya no
puede con la carga de dos hijos. Tiene miedo de dejar sola a su hija, y me la quiere vender. Me vende a su
hija. Tiene 5 años. Estoy tan asustada que no puedo hablar.
Y ahí estoy yo, viéndome a mí misma cuando estamos en un pueblo. Mi mamá y yo estamos llegando a una casa de gente
acomodada, pudientes. Ese día mi mamá me vistió muy bonita, cosa que nunca hacía. Yo no sé por qué tengo tanto miedo.
Pero mucho. Tengo miedo de que mi mamá me abandone ahí. Ella habla con la señora de la casa. Me hacen esperar. No sé
qué pasa. Tengo la sensación de que mi mamá me quiere dejar ahí. Pero las mujeres discuten. Y salimos de ahí, corriendo. Mi
mamá estuvo todo el camino llorando. Y yo nunca supe qué paso. A lo mejor me quería vender… o regalar, o simplemente
acomodar.
Decido aceptar. Compro a la niña. Le pago ahí mismo, con puro billete. La niña está detrás de la puerta,
esperando. Doña Cristi la hace entrar al camerino. Es una niña flaca, tímida y asustada. Mira el piso, no
quiere verme a la cara. Cristi le dice: Ella va a ser tu mamá. Respétala. Acuérdate de no hablar mucho. Y obedecer.
Supérate hija. Doña Cristi huye, debe ser un momento horrible para ella.
Te llamas María de la Luz, Marilú. Yo soy tu mamá. Te voy a cuidar. Te voy a querer. Y nunca te voy a abandonar.
Nunca me vio a la cara. Nunca la toqué. Pero se quedó ahí, durante toda la función esperándome, en
silencio.
Félix vino por mí al teatro. Le digo que ella es nuestra hija, Marilú. Félix está sorprendido, pero acepta. Él
si la abraza y le dice con mucho cariño: bienvenida.
Llegamos a la casa. Le preparo su cama. Mi mamá se despierta. Las presento y mi mamá sólo alcanza a
decir: si la compraste, hubieras comprado una niña bonita.
Canciones sugeridas para este capítulo:
Traigo un amor.
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50. “MARILÚ”
Mi hija no da problemas. Habla poco. Come poco. Y se pasa el día en un rincón o acariciando a mis
perros. La de los problemas, como siempre, es mi mamá. ¡No deja en paz a la pobre niña! Ahora le ha
dado por decir que Marilú es ratera, que se ve con doña Cristi a escondidas y le entrega las cosas que
roba.
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Me enojo tanto que amenazo a Victoria: Si vuelve a decir algo así, la voy a correr de la casa. Estos primeros días
con Marilú han sido un poco raros. No permite que la toque, ni que la bañe, ni quiere estar a solas
conmigo. Empiezo a creer que nunca tendremos una relación de madre e hija.
Y ahí estoy yo, viéndome a mí misma, con esa depresión que sería mi compañera fiel en mis últimos meses de vida, dando
dinero a Marilú para que compre barbitúricos en la botica. La niña me mira muy seria. Yo levanto una mano para apurarla,
pero la bajo de inmediato porque miro hacia un espejo y, en el reflejo, no me veo con Marilú, sino de rodillas frente a mi
mamá. Todas las niñas sin amor nos parecemos, todas.
Félix y yo volvemos del Waikikí. Hace tiempo que no hablamos comos antes, es decir, como un hombre y
una mujer que se quieren. Le comento que Marilú me preocupa, pero él me dice que yo la compré y, por
tanto, es mi responsabilidad. Él usa mucho esa palabra: responsabilidad. Dice que es lo que más me hace
falta.
Esa noche no duermo con Félix. Me acuesto en el sofá y lloro. Es verdad que yo compré a Marilú, pero
necesito su apoyo y él no me entiende.
Me duermo, pero al poco rato, una vocecilla me despierta: es Marilú que me canta mientras acaricia mi
cabeza.
Por primera vez, cuando miro su carita, siento que es mía. Todas las niñas sin amor somos iguales, todas.
Canciones sugeridas para este capítulo:
Pobre Changuita. Mañanita.
51. “SOMOS INFIELES”.
Somos varios artistas los que trabajamos en el Waikikí. Bailarines, músicos, cantantes. Es el lugar de moda
y siempre está lleno de público. Yo sigo sin beber. Tengo una vida muy ordenada, canto en las noches, en
el día vivo con mi hija y mi familia. Una vida muy normal.
Siempre digo que tengo mala suerte, pero la verdad de las cosas es que la suerte se me pone en bandeja de
plata.
Estoy viendo a Félix besarse con una de las bailarinas del show del Waikikí. Nadie cumple sus promesas.
Nadie. Él me prometió fidelidad, yo le prometí dejar de beber. Y ya llegó la hora de las infidelidades. Y
mientras veo ese beso y la sangre me quema:
Ahí estoy yo, viéndome a mí misma atando cabos. Félix me es infiel desde hace mucho tiempo. Antes de esta bailarina, fue una
corista del Esperanza Iris, antes de ella una trabajadora del banco que llevaba los papeles bancarios a la casa, antes una
estudiante de canto que tomaba clases con el pianista del teatro Esperanza Iris, y que luego terminaron de novios. De todas
ellas ato cabos porque todas, en un momento, dejaron de mirarme a los ojos y porque, claro, sus perfumes llegaban hasta mi
casa.
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Mi mamá y mi hija están jugando lotería en el comedor de la casa. Y yo llego a tirar por la ventana todas
las cosas de Félix.
Le pido a Marilú que me vaya a comprar una botella de tequila, mi mamá no la deja salir, es una niña, no
puede comprar alcohol, menos de noche, además: tú no bebes más.
Forcejeamos. Salgo de la casa. Voy a los abarrotes, compro tres botellas de tequila. Llego a la casa y mi
mamá y Marilú están acomodando las cosas que tiré de Félix. Les pego a las dos. Vuelvo a sacar las cosas.
Llega el cerrajero. Cambia la chapa.
En el teatro hay un escándalo, están esperando mi entrada. Hoy no voy a dar función. Nadie sabe dónde
estoy. Me sustituye Luz Gil.
Me emborracho tan sabroooooso.
Cuando Félix llega a la casa no puede entrar. Encuentra sus cosas en la calle. Algunas ya se las robaron,
otras nada más están manoseadas.
Y él desapareció para siempre.
Marilú no entendió nada. Pobre niña, el mundo le cayó encima, como a mí.
Canciones sugeridas para este capítulo:
Por un amor.
52. “VENADITO ABANDONADO”.
Victoria y Marilú no se llevan muy bien. Mi mamá nunca ha dejado de verla como una sirvienta, y
Marilú me confiesa, con mucho trabajo, que le da miedo quedarse sola en la casa con su abuela.
Pobrecita, la entiendo,cuando yo era niña me pasaba lo mismo: yo tenía pavor de quedarme sola con mi
mamá.
Y ahí estoy yo, viéndome a mí misma, como una figura transparente para ellas. Veo cómo mi mamá le pide a Marilú que le
planche un vestido. Marilú le dice que con mucho gusto. Es una niña que apenas sabe terminar y hacer bien las cosas. Le
entrega el vestido mal planchado a mi mamá. Victoria le pega una cachetada por hacer mal el trabajo, y la insulta. Se va de la
casa y la deja sola. Marilú se queda en la puerta, en una silla, esperando a que llegue alguien, porque le da miedo, mucho
miedo la vida….
Yo estoy trabajando todo el día. Por las mañanas estoy en la XEW grabando mi primer disco. Por las
tardes me voy al teatro, y por las noches sigo en el teatro. Llego de madrugada. Y Marilú está dormida,
solita en su cuarto, acompañada de la Virgen de Guadalupe.
Veo a una pobre niña triste y abandonada. Pero ni modo.
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Victoria se va unos días fuera de la ciudad. Contrato a una nana para mi hija. Yo veo a Marilú los
domingos, y eso apenas, porque yo estoy dormida todo el día. Por suerte ella rescató a un perrito de la
calle, lo cuida. El perro, que se llama Cerillo, y Marilú están juntos todo el día, dos almas solitarias.
Estoy llegando del teatro, en la madrugada, con mis tequilas encima. Me recibe Cerillo. El perro y yo
tenemos una rara conversación. Nos quedamos así, frente a frente, viéndonos, como si nuestros ojos
atravesaran nuestras almas. Me siento en una silla. Y me quedó ahí, bajo la luz de la luna que entra por la
ventana, sentada, viendo a Cerillo, que me mira… y que en nuestras miradas entendemos que solos
llegamos a este mundo, solos nos vamos. Y en medio: la soledad nos come.
En la mañana Marilú me encuentra ahí, dormida en el piso, debajo de la silla… y le suplico me traiga un
vaso con toda el agua del mundo.
Canciones sugeridas para este capítulo:
El castigador. Tú dirás.
53. “EL CINE”.
Estoy trabajando con Jorge Negrete y Gloria Marín en una película que se llama “¡Ay Jalisco, no te rajes!”
Estoy todo el día en el set porque canto, vestida de china poblana. Me veo muy bien y eso me da un poco,
un poco de alegría. Desde hace semanas, cuando tuve mi conversación nocturna con Cerillo, me come la
tristeza. Estoy bebiendo todo el día, llevo en mi bolsa una pachita, y de traguito en traguito la vida es más
soportable.
Salió una página en el periódico con una entrevista que me hicieron donde me llaman “La Emperatriz de
la música mexicana”.“La Reina del mariachi”. Todos en el set me aplauden y me piden que les firme la
página, que tiene una foto mía muy bonita, son muchos autógrafos.
Y ahí estoy yo, viéndome a mí misma en la carpa, con Nancy Torres, mi primera amiga. Estamos afuera, fumando en secreto,
porque somos menores de edad. Y las dos estamos fantaseando en cómo queremos ser las mejores cantantes del mundo. Yo le
digo: “yo quiero ser la reina de México” y ella dice: “entonces yo quiero ser la princesa de México”. Nos reímos, y seguimos
soñandooo…
Estoy en mi camper. Sola. Desde la ventana veo cómo los hermanos Rodríguez hacen su película. Tanta
gente trabajando, todos felices. Yo no soy feliz. Ese misterio tan complicado: haber cumplido el sueño de
la vida, y que ese sueño no me haga feliz. Llega la maquillista y dice viene a hacerme compañía porque
me ve muy triste, cómo tú, la reina de la música mexicana no tiene el corazón feliz. Ella lee las cartas y me hace una
tirada del tarot. Me dice que hay un nuevo amor en mi vida, que ya viene en camino. Yo le digo que no es
un hombre lo que quiero en la vida, lo que quiero es entender y quitarme del corazón esa sensación tan
fea y oscura de soledad. Ella me dice que el alcohol en vez de curarme, me enferma más.
Yo no puedo dejar de beber. Ni quiero.
En las noches, nos vamos la gente del set a seguir la parranda. Qué divertida es la gente del cine.
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Cuando llego en la madrugada, me recibe Cerillo. Ya no soporto a ese perro, es como un ángel que me
llena de culpa por lo mal que llevo mi vida. Le pego. Marilú se despierta y lo protege de mí, de mi rabia.
Marilú me pregunta: ¿por qué lo lastimas, si él te quiere? Nunca me hubiera dicho eso, esa niña comprada. ¿Por
qué lastimo lo que me quiere? se vuelve como la letra de una canción que no puedo quitarme de la cabeza. Y
ahí me quedo, una noche más, tirada en el piso, borracha. Con mi hija comprada y el ángel Cerillo
tratando de entender quién soy yo. A lo lejos escuchó a Marilú que me dice: yo también te quiero. Pero ya no
sé si lo oí, lo imaginé o lo soñé. Quién sabe. Canciones sugeridas para este capítulo:
Canción mexicana. Ay, Jalisco no te rajes.
54. “LOS AVIADORES NO VIENEN DE LAS NUBES”.
Es de noche, estoy saliendo del teatro con los músicos y Luz Gil. Nos vamos de parranda cuando se acerca
Antonio de la Vega, un hombre muy fino. Se me presenta como aviador, que le gustaría invitarme a cenar.
Acepto.
Me lleva a un restorán muy bonito y pasamos una noche muy romántica. No sé cómo le hice para
controlarme y no beber. No quiero que él sepa cómo y cuánto bebo, quiero que se lleve una buena
impresión, porque él es todo un caballero. Me deja en la casa, temprano. Marilú y Cerillo ya están
dormidos, pero ella cerró la puerta de su cuarto con llave. La entiendo, yo sé cuando una niña tiene miedo
de su madre. Mejor. Que no me vea. Me voy a mi cantina y me tomo mi tequila, y escucho mi propio
disco. Canto conmigo. Sola.
Y ahí estoy yo, viéndome a mí misma, subiéndome a un avión con Antonio. Estamos volando, estamos en el cielo. Estoy muy
emocionada. Las nubes tienen unas formas tan bonitas. Nos damos un beso tan hermoso ahí, en el aire. De pronto, el cielo se
vuelve negro, se hace una noche muy oscura, tengo miedo. Mucho miedo. Antonio se ríe de mí, se burla de mi miedo. Pobre
Luchita, eres un animalito abandonado.
Es domingo. Estoy en la cama, duermo, duermo, duermo. Marilú me pide permiso para salir. Sí, sal.
Marilú sale con Cerillo a caminar por la calle. Yo los veo desde la ventana: corren, corren, corren. No
saben a dónde van, pero corren.
Mi hermano, su esposa y mi sobrina vienen a visitarme. Van a verme al teatro, nos vamos a cenar con
Marilú y Antonio. Es una niña, mi hija, muy callada que no habla más que para decir gracias, por favor, de
nada, con permiso. Mi sobrina y ella salen a la terraza del restorán, y ya no me puedo contener, le digo a mi
hermano si puede hacerse cargo de mi hija, que me rebasa, que no puedo con esa carga. Mi hermano me
dice que no. Que eso no se hace con un ser humano, que la niña no es una mascota.
Antonio me da, enfrente de mi hermano, un anillo de compromiso. Lucha: te amo.
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Canciones sugeridas para este capítulo:
El avioncito. Andar.
55. “LA ETERNA PROMETIDA”.
¿Qué puedo decir de este momento de mi vida? Que soy la mujer más feliz del mundo. Tengo éxito, una
hija y al hombre más maravilloso que existe. En el cabaret muestro al público mi anillo de compromiso. Y
entre canción y canción, hablo de Antonio.
Meche, mi hermano, incluso Ligia, están felices por mí. Y yo no veo la hora de firmar el papel que me
convierta en la señora De La Vega. Dicen que los pájaros cantan porque están cerca de las nubes, pues yo
canto ahora porque Antonio me bajó el cielo.
Empiezo a hacer los preparativos para la boda. Antonio no se involucra y cuando le pregunto por fechas
para apartar el salón y enviar las invitaciones, me cambia de tema o dice: Ahora, no, Lucha, que estoy leyendo el
periódico.
Y ahí estoy yo, viéndome a mí misma, primero con El Prietito y después con Gabriel, dos hombres que han marcado mi vida y
que son muy distintos a Antonio. El Prietito me quería con esa pasión del primer amor. Por eso se ofendió cuando no quise
irme de gira con él. Gabriel se entregó a mí por completo. Y por eso no aguantó mi relación con el tequila. No puedo evitar
hacer comparaciones… los amé. A cada uno por sus detalles.
Miro a Antonio mientras lee su periódico. Trato de no pensar en cosas feas, pero me asusta que no quiera
hablar de nuestra boda.
En la cocina, Victoria sirve dos caballitos de tequila y me pide que nos sentemos. No se casará contigo, dice.
¡Me dio un anillo! Pero no es un hombre bueno. Yo conozco la entraña masculina, la suya es bieeeeeen mentirosa. Los hombres
que mienten hija, son capaces de todo.
Mamá se bebe el tequila de un trago y, como no toco el caballito, también se bebe el mío.
Canciones sugeridas para este capítulo:
El castigador.
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56. “EL CAMPO”.
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Antonio y yo no estamos casados, pero compartimos una casita en el campo, por Contreras. Tenemos un
jardincito y Marilú y Antonio se hicieron de amigos, y hoy se fueron a jugar bádminton a la casa de ellos.
Yo cocino, me gusta cocinar y me relaja. Estoy haciendo tortillas en el comal. Y estoy ensayando un nuevo
repertorio. Cuánta tranquilidad. Unos pajaritos están cerca de mí, como si les gustara cómo canto. Estos
momentos los disfruto tanto, doy gracias a la vida. Antonio llega y quiere tener relaciones sexuales
conmigo. Yo no quiero. Antonio me pega. Es la primera vez que lo hace. Yo no me dejo. Le regreso el
golpe. Y que me pega más fuerte. Me duele mucho. Me sale sangre de la boca. Eso no se hace, le digo. Y él
me dice, cuando yo quiero tenerte: tú me obedeces, para eso eres mi mujer. No estamos casados. Pues no, cómo me voy a casar
con una alcohólica. Nos decimos cosas horribles. Y me obliga a tener relaciones ahí, en la cocina. Me viola.
Al terminar me pide disculpas, me dice que me ama, que ese episodio nunca se va a repetir.
En la noche, Marilú me pregunta qué me pasó en la boca. Le digo que me caí.
Regresamos a la ciudad en el coche de Antonio. Yo llevo en mis piernas a Cerillo, y lo acaricio sin parar,
durante tres horas. Veo la carretera…
Y ahí estoy yo, viéndome a mí misma en la carretera con Pepe Gutiérrez. Vamos de gira. Él maneja. Y los dos vamos
cantando, felices. Detiene el coche para hacerme un ramo de flores silvestres, que me regala con promesas de amor eterno.
Seguimos en el camino, cantando, tan felices.
Estamos llegando, Marilú, Cerillo, Antonio y yo al estreno de la tienda se sombreros de mi mamá. Yo se la
regalé. Es un local muy bonito en el centro. Se llama “Casquete, sombreros finos de dama”. Está mi prima
Meche, Nancy Torres, Ligia, y algunos conocidos más. A pesar de que es un local interior, yo llevo puestos
lentes oscuros, porque tengo un ojo golpeado. Antonio me sigue pegando. Es celoso. Posesivo. Me
acorrala. Mi mamá, por primera vez en su vida, es cariñosa conmigo. Hace un brindis por su
inauguración, le deseamos éxito y ella me agradece en público y me promete no decepcionarme y
devolverme con su trabajo una gran satisfacción. No parece ella. Me lleva a un rinconcito de la tienda y
me quita los lentes. Hija: tú has tenido una vida muy difícil y muy bonita como para terminar con este hombre. No lo
permitas, déjalo. No puedo… es como el alcohol, me enferma, pero no puedo.
Canciones sugeridas para este capítulo:
Caminito de Contreras.
57. “ACORRALADA”
Hoy no quiero cantar. No estoy de ánimo, pero además me duele la boca. Anoche, Antonio me pegó otra
vez. Fue tan salvaje que rodé por el suelo. Y después, cuando me estaba limpiando la sangre, Antonio me
abrazó por la espalda y me pidió perdón. Con su voz tan tierna…
Esta mañana ocurrió algo parecido. Me aventó el plato del desayuno y como vio que Marilú temblaba de
miedo, me dijo que no volvería a pasar y salió del comedor sin recoger los pedacitos de cerámica.
Estoy confundida. Victoria me dice que debo correrlo, que estoy a tiempo, que hombres como Antonio
son un peligro para las mujeres, que me seguirá pegando, pero no ve cuando Antonio es cariñoso conmigo
ni cómo fantasea con nuestra luna de miel.
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Y ahí estoy yo, viéndome a mí misma, recordando mi primera luna de miel. Estoy embarazada y, en vez de ir a un lugar
exótico, busco una casa grande con Gabriel para criar a nuestro hijo. Gabriel me presenta como “su esposa”, “su señora”, o
“Mrs. Navarro”. Y yo soy feliz. Porque una quiere eso en la vida: un hombre cariñoso y protector, no un enfermo como
Antonio. No dejo de admirar mi anillo de compromiso… un rubí.
Cuando me deja en la puerta del cabaret, trato de hablar con él, pero me pone un dedo sobre los labios y
dice: “Nos casaremos a finales de mes, el día que escojas tú”. Lo lleno de besos y salgo del coche. Esa
noche, doy una función memorable. Antonio me recoge, volvemos a casa y acostamos a Marilú.
Ya en el cuarto, me anuncia algo terrible: ¿Sabes qué? Estuve mirando mi agenda y… ¿Te importa si pasamos la
boda para el mes que sigue?
Y que reviento. Y empiezo a pegarle. Y él me golpea más fuerte. Y pierdo el sentido. Y cuando reacciono,
Victoria está conmigo, curándome las heridas.
¿Y Antonio?, le pregunto. En la sala. ¿Te dijo algo? No, se está comiendo unas quesadillas que le preparé. ¿Y Marilú…?
Con los perros.
¿Cómo voy a salir de esto…?
Canciones sugeridas para este capítulo:
Por un amor.
58. “UN ADIÓS INESPERADO”
Victoria se va de la casa.
Antes de agarrar su maleta, dice que si me quiero morir en manos de Antonio, es mi decisión, pero que
ella no va a estar presente. Discutimos. Mis problemas con Antonio no le importan tanto, es sólo que
ahorró dinero y quiere gastarlo en tequila y muchachitos. Lo suyo, pues.
Me duele mucho la cabeza. Mi vida es un desastre. Marilú casi no me habla. Antonio pasa poco tiempo
en casa. Y en la función de anoche, olvidé la letra de mis canciones. Tengo que poner orden, pero me
faltan fuerzas.
Salgo a caminar, dizque para aclarar mis pensamientos, pero entro a la primera cantina y ahí me pongo a
beber tequila. Los hombres son simpáticos y me conocen. Me piden canciones, cantan a coro y yo pago
las rondas. Me hacía falta un momento así: como en en los viejos tiempos, en esas cantinas de mala
muerte donde fui tan feliz.
Regreso a la casa dando tumbos. Quiero hablar con Antonio, pero él tiene el periódico abierto y solo
pregunta: ¿Bebiste?
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Y que le arrebato el periódico. Y cierro los puños para pegarle al malnacido. Pero entonces veo una foto
en el periódico y mis ojos se llenan de lágrimas: un tranvía mató a la señora Francisca Cervantes, la mamá
de Gabriel, mi ex suegra.
Y ahí estoy yo, mirándome a mí misma con doña Francisca, en mi recámara de la casa de LA. Mi suegra me regala una
cadenita con San Cristóbal. Luego estamos las dos bien muertas de risa, porque ella contó unos chistes, después de darme tres
consejos:
1: Piensa tres veces lo que vas a decir, antes de decirlo.
2: Es muy importante tener buen sentido del humor, hay que sacarle el lado bueno a las cosas, siempre hay un lado bonito en
todo.
3: Las mujeres decentes nunca hablan recio y no le gritan a su marido.
Consejos que nunca pude seguir…
Camino como sonámbula hacia mi recámara. No escucho las palabras de Antonio, ni los gritos de Marilú,
ni los ladridos de los perros. Quiero estar sola, lejos de todos, lejos incluso de la vida misma.
Abro un cajón de mi cómoda, saco a San Cristóbal. Ay….
Somos una bola de masoquistas: en vez de estar con las personas queridas, perdemos nuestro tiempo con
gente que no importa.
Apoyo la cabeza en el suelo, cierro los ojos y trago mis lágrimas. Me acuerdo de los chistes de mi suegra.
Trato de reirme. Me esfuerzo para reir. Lo logro. Me veo en espejo, hago muecas, caras, me agarro los
pelos, me deformo y: tengo un ataque de risa. Siempre hay un lado… risible en la vida ¿no? En honor a
mi ex suegra: hoy sí pude cumplir uno de sus tres valiosos consejos. ¡Risas, más risas!
Canciones sugeridas para este capítulo:
Tú dirás.
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59. “MI CAPILLA: EL CAMERINO”.
En las capillas una confiesa a Dios sus secretos, ¿no? Aquí estoy, en mi camerino, ante el espejo, ocultando
con maquillaje mi cara golpeada. Antonio me pega cada día. Me da vergüenza que el público me vea así.
No voy a salir, hoy no.
En el escenario del Waikikí sale Arnoldo a hablar con el público, disculpándome porque me encuentro
indispuesta. Hay mucha gente, el público protesta. Entre el público está Antonio. Se sorprende.
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Yo estoy ahí, tras bambalinas y no puedo tolerar los abucheos del público, los silbidos y los gritos pidiendo
que yo salga a escena. Pues sí, me pongo mis lentes oscuros y salgo. Escogí una canción. Canto. Y al
acabar le digo al público: hoy me despido de todos, la reina del mariachi les dice adiós, para siempre.
Y ahí estoy yo, viéndome a mí misma. Sí: lo tengo que decir. Quiero hacerlo hoy. Quiero desnudarme. Cantar desnuda. Y así,
gritar al mundo: estamos solos, por eso: dame un poquito de cariño.
Estoy desnuda, cantando por última vez en un escenario. Sé que es la última vez porque la vida es insoportable, y quiero
dejarla. Pero quiero decirles adiós. Y quiero que mi voz quede como una huella en sus almas. Mi voz en carne y hueso. Sin
adornos.
Es la canción que no existe, la canción que siempre quise cantar, pero nadie la escribió para mí. Es mi canción:
Canciones sugeridas para este capítulo:
Possible lyrics by Alma Velasco.
Estoy en mi camerino, vistiéndome para irme a mi casa. Tal vez nunca vuelva. Tal vez…
Entra Antonio y me reclama, me argumenta que estoy enferma, que mi talento está tirado a la basura, que no soy
nada, soy un pedazo de carne tirado a la basura por el alcohol. Le escupo en la cara. Me pellizca en los brazos. Y
me dice: adiós.
Se va.
Y se fue.
Para siempre.
Recojo todas mis cosas. Todo. No creo volver a este… a esta capilla.
Salgo a la calle. Es de noche. Llueve. Un taxi me lleva a mi casa. El taxista me reconoce. Me canta una de
mis canciones…. y no me cobra.
En la puerta de mi casa me esperan el perro y la niña. Ambos me dicen: buenas noches. Y la que dice
llamarse mi hija cierra la puerta con llave. Soy la mujer más sola del mundo.
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60. “READY FOR THE FINAL DAY”.
Me desperté temprano. Cerillo y Marilú ya están tomando su desayuno, juntos, como siempre. Yo, para
ellos, soy un accesorio.
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Me siento a desayunar con ellos. No hablamos. Marilú recoge la mesa. Lava los platos. Y yo sigo ahí
sentada. Me pregunta qué hago ahí. Le pregunto: ¿Hija, tú eres feliz? Mueve sus hombros indiferente. La
tomo de los brazos y le pregunto: ¿qué es lo que más quieres en la vida? Ella me contesta que nada. Eso no es
cierto, algo debes querer. Y me dice: que me quieras. Que alguien me quiera.
Dios nos hace, nosotros nos juntamos. Caemos al mismo plato los que somos iguales. Yo no pude querer a
nadie, nadie me quiso, y ahora yo no puedo darle a esta niña nada, porque ya no me queda nada, ni un
gramo, ni un milímetro: estoy en ceros de amor.
Marilú se va a la escuela, sola, como ha sido siempre. Limpia, uniformada. Le deja la comida a Cerillo, y
está lista para su día. Se despide de mí.
Yo estoy caminando, sin rumbo fijo, necesito caminar, mucho, mucho. Pasan horas y yo sigo caminando.
Voy por lugares que ni siquiera conozco.
Me encuentro una moneda, ahí, en un charco. La recupero y la llevo en mis manos, como el amuleto de
mi pasaje a la verdad: voy a echar un volado que va a decidir mi muerte. Camino de regreso a mi casa,
que está muy lejos, muy lejos….muy, muy lejos.
Voy por un camino blanco y vacío. Es el camino hacia el cielo. El aire es muy limpio. Un pájaro viene
cerca de mí. Y le canto. Cantamos. Y creo que ya llegué a mi destino final, el cielo.
Y ahí estoy yo, viéndome a mí misma en mi entierro, en un panteón. Están bajando mi ataúd al hoyo, donde mi cuerpo
quedará para siempre. El sepulturero es un hombre de buenos sentimientos. Y, ay, qué bonito: ahí viene la caravana de mi
gente, que viene a despedirme. Y delante de ellos: los mariachis. Mi muerte ha sido un día feliz. Estoy acompañada.
Suggested songs for this episode:
Yo me muero donde quiera. La Tequilera. Canción mexicana.