dis ~urso - Instituto de Investigaciones Sociales

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dis ~urso - Instituto de Investigaciones Sociales
dis ~urso
CUADEQN~
AÑO 2
NUMERO 8
DE TEOQIA Y ANALI~I~
SEPTIEMBRE-DICIEMBRE DE 1985
Unidad Académica de Jos Ciclos Profesional y de Posgrado
del Colegio de Ciencias y Humanidades, UNAM.
ExRadio UNAM, C.U., México 20, D.F. C.P. 04510
Expresamos nuestro reconocimiento a la Secretaría EJecutiva del
Consejo de Estudios de Posgrado de la ONAM por su colaboración
financiera para la edición del No. 8 de esta revista, a través de su
Programa de Apoyo a la..c;; Divisiones de Estudios de Posgrado
(PADEP).
Origen de esta publicación.
"Esta revista surgió como consecuencia del Simposio que sobre
Teoría .11 Análisi~ en la rfdlexión contemporánea se llevó a cabo en
enero de 1983 en la UNAM. Agotados los materiales que se recaudaron entonces, la revista amplia el núcleo de colaboraciones, tanto
nacionales como extranjeras, con el objeto de dar a conocer la extraordinaria fecundidad de esta perspectiva teórico-práctica, fun damental para un conocimiento de la estructura social pero también de los lenguajes que lo producen y lo expresan.
CONTENIDO
La materia el!' la tf'oria del discurso
Un·idad Académica de los Ciclos Profesional y de
Pvsyrado .............................................. .
pág.
7
pág.
9
pág.
25
pág.
35
Mauricio Beurhot ........ . ............................. .
pág.
65
Investigación .............. . ........... . ........ .. ..... .
pág.
75
Nota .................................................. .
pág.
91
Reseña . ... .............................. ...... ........ .
pág.
97
Infm·maciones varias ................................... .
pá.g. 103
Publicaciones re<:ibidas ... .. ......................... ... .
pág. 105
Las teorías tempranas ele Frf'ud: la máquina
semiótica como critica elt>l lcngué\,j<'
UNrvERSIDAD NACIONAL AliTONOMA DE MEXICO
Rt>ctor: I>R. JORGE CARPIZO
Secretario General: DR. .lOSE NNmO ROHLES
Secrt>tano (;pneral Administrativo: C.P. JOSE ROMO DIAZ
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Coordinador del Colegio de Ciencia;; y Humanirlades: DR. DARVELIO ALOERTO CA5TAS'0
AS~11TIA
Raynt·undu Mier ................. . ..................... .
Conocimiento y discurso. Nota sobre <'pistemologia
MariR-.leanne Borel ............................... . .... .
Polftica del signo: las paradojas d<' los Tupamaros
Francisco E. Panizza .................................. .
La semántira elf' Waltcr Burleigh
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NUEL MARQUEZ FUEl\'TES
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J11~é Pa:;cual Ru:có. Instituto oc tnvcstigacionPs Filológicas y Facultad de Filosofla y
Letras. UNAM.
Portada:
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7
LA MATERIA DE LA TEORÍA DEL DISCURSO
Unidad Académica de los Ciclos
Profesional y de Posgrado
La dificultad mayor del concepto d e ctiscun;o radica. paradójicam ente, en su transparencia y claridad. En efecto, al concebir el discurso -y así definirlo reiteradamente. incluso en estas páginascomo una construcción verbal objetivada cuyos elementos estructurales tienen inervaciones en un ·'antes" del proceso verbal propiamente dicho que, a su turno, tiene efectos sobre lo real, verbal o no
verbal, se le otorga un alcance universal, puesto que hay discurso
dondequiera haya secuencias de frases o sólo frases, y aún palabras
aisladas en situación discursiva e, incluso, son considerados también
como discursos ciertos procesos que prescinden de la materia verbal.
En la medida, entonces, en que muchos fenómenos significantes
entran en este campo, comienzan las dificultades.
A las cuales se añade el aspecto del reconocimiento "defacto" que
se suele hacer de los diferentes discursos que circulan en la sociedad;
si bien es frecuentf' distinguirlos, apreciarlos y juzgarlos, no es tan
sencillo categorizarlos y tipificarlos ni, en suma, decir c uáles son sus
respectivos rasgos esenciales y, mucho menos, precisar la relación
que puede haber entre tales rasgos y su especificidad; el reconocimiento es incluso espontáneo pero la descripción del objeto reconocido llega a un punto fugitivo; lo difícil, entonces, no es r econocer un
discurso sino determinar su discursividad.
Pero, además, frente a un discurso concreto y particular, habría
que generar un acercamiento, que se suele denominar "análisis", y
que, por el compromiso que entraiia esta palabra, debería explicar
no sólo por qué :;e trata de un disC'urso, no súlo en qué radica matPrial y C'oncretamPnte st J discursi\·idad. sino también quE' f>st<i signifi-
8
Discurso
cando en su ámbito y dimensión propia, ya sea frente o junto a otros
discursos, ya sea en lo relativo a s us efectos precisos; y esto, por cif'rto, abrf' a otra dificultad, relacionada con la necesidad y la posibilidad de determinar una sig~ificancia.
El enunciado de estos aspectos oscuros -que son la contraparte de
la claridad del concepto- indica los límites del trato que se tiene, en
esta.<> páginas pero también en todo ámbito analítico, con los discursos particulares y la confusión que suele acompañar los análisis que
se hacen de ellos. Pero esta verificación ro tiene por qué desembocar
en metodologías providenciales, cuyas recetas tuvieran la virtud de
disipar ambigüedades y lograr resultados triunfales en los análisis
realizados; ésta sería una salida mecánica y un tributo a un espíritu
pragmático y aun positivista, lo contrario, en suma, de la dimensión
epistemológica que el concepto de discurso presenta en el vasto
campo de la transdisciplinariedad.
Antes bien, acaso tales dificultades constituyen la carne misma de
una teorfa del discurso y ocuparse de ellas implique una entrada en
materia de la cual se puede esperar todavía mucho, sin impaciencias
fútiles por extraer frutos que serán simpre prematuros si no resultan de un proceso teórico bien arraigado.
9
LAS TEORÍAS TEMPRANAS DE FREUD:
LA MÁQUINA SEMIÓTICA
COMO CRÍTICA DEL LENGUAJE
Raymundo Mier
UA.M. Xochimilco
A finales del s iglo XIX, Viena era un hervidero. No es sólo el carácter
de la.<; lucha<> políticas que se suscitaban en el seno de un imperio, el
imperio austro-húngaro, a medio camino entre una modernidad demasiado avejentada, y una memoria tal vez excesivamente anclada
en el futuro. Esa Viena, la cacania de Robert Musil, era no sólo una
fusión, sino un campo de atracciones, de antagonismos, de presencias vivas cuyo cuerpo evidente no dejaba por ello de suscitar el
olvido. Era el lugar de una de las más revolucionanas transformaciones en la composición musical: Arnold Sch"óberg escribía una música olvidada ya desde su prefiguración por ese lugar caprichoso y
febril.
Toulmin y Janik se preguntan: "¿Fue solamente una coincidencia
que los orígenes d e la música dodecafónica, de la arquitectura moderna, del positivismo legal y lógico, de la pintura no figurativa y del
psicoanálisis -sin mencionar la reviviscencia del interés por Shopenhauer y Kierkegaard- tuviese lugar simultáneamente y estuviesen concentrados, en tan gran medida en Viena?"1 Esa Viena que
Musil describió extraordinariamente: MEra kaiserlich-kOniglich (imperial-real) y fue kaiserlich und kOniglich (imperial y real) para
toda cosa y persona; se requería empero un saber esotérico para
estar seguro al distinguir cuáles eran las instituciones y personas a
las que se refería el k. k. y cuáles a las que se refería el k. und k. En los
papeles se llamaba la Monarquía Austro-Húngara; en la<> conversa-
l
A. JANIK y S. TOl LMI:-.:. IAI Vie>Ul
¡/p
WiUy• •nsleill, ~1;tclnd . Taun". !Pi~. pul(. ~~~
10
Las
Discurso
ciones se llama 'Austria' -es decir, se la conocía con un nombre al
que, en cuanto Estado. había renunciado bajo juramento en tanto
que la conservaba en todos los asuntos del sentimiento, ('Omo signo
de que los sentimientos son al menos tan importantes como las leyes
constitucionales, y que las ordenanzas no son cosas realmente serias
en la vida. Por su constitu<.:ión t>ra liberal, pero su sistema de gobierno era clerical. El sistema de gobierno era clerical, pero liberal era la
actitud general de cara a la vida. Ante la ley todos los ciudadanos
Pran iguales: no todo el mundo, por su puesto, era ciudadano. Había
un parlamento que hizo un uso tan fuerte de su libertad que habitualmente se lo tenía cerrado; pero había también un Atta de Poderes de Emergencia, por medio de la cual se podía disponer sin Parlamento. Y, cuando todo el mundo comPnzaba a alegrarsE' ele! abso lutismo. la Corona decretaba que se podía rf'tornar de nuevo al gobierno parlamentario". 2
Esta Viena donde Freud desarrolló todo su trabajo era tambifSn la
ca,jade resonancia en laquP ese saber esotérico, del que hablaMusil,se
configuraba a través de lenguajes vacilantes, encont rados,transitorios. Las categorías eran más bien un deslizamiento que un ancla,je.
Ahí se producen los gérmenes dedos críticas encontradas del lenguaje,
Mauthner y Wittgenstein edilkan sus tentativas antagónicas. sobre
un punto com(m aunque cargado de implicac.:iones inconciliables: el
silencio. Karl Kraus afirmaba que Viena "era el campo de pruebas
para la destrucc.:ión del mundo". Esto era verdad en má.c; de un
sentido. y la crítica inclemente del lenguaje, que se imponía reiteradamente en todos los ámbitos, era la anticipación de ese derrumbe
que sP cernía reiteradamente en todos Jos ámbitos, era la antkipac.:ión
de ese derrumbe que se cernía no sólo sobre Viena, sino sobre el
conjunto de las vidas. Las criticas de Mauthner, c.:on su recuperación
de Kant y Schopenhauer. pPro con su asi<>nto en el sensualismo de
Mach, profundizaban una esc.:isión cada vez rná.c; evidente: sensación
y pensamiento no hablaban del primado de lo pensado, el vuelco se
había producido de manera casi radical. Sólo que esta radicalidad
instauraba un centro inquietante: la primacía de las sensaciones.
Nada más cerca al sensualismo de Mach que esta singu lar inversión,
nada más cercano, con una cercanía ausente y enrarecida, al pensamiento de Wittgenstein en PI cual lac; sensaciones parecían cJesapa-
llolwrr :\ti 'SIL f."llunnln·t·
'\In
lttrihutu, , BolrrPiuua , ~1'\ Banal, JPfi!; . pp. fil) .t)l
Tempranas de Freud
11
recer del horizonte del lengua,je, del vincu lo .figurati?X> entre el len
guaje y los hechos, para reaparecer en un más allá del lenguaje: el lugar de la ética. kPara Engelmann -narran Toulmin y Janik- con
quien Wittgenstein discutió el Traclatus [se reliere a la obra de
Wittgenstein , Tractatus logico-philosophicus] más de lo que hiciera
con ninguna de lac; otras personas que han escrito sobre él, el toque
del libro era profundamente ético. Engelrnann caracterizaba la idea
bá<;ica de Wittgenstein como la de separar la ética de todasut>rte de
basamt•nto intelectual. La ética era ac;unto de kfe sin palabras"; y a
la'> otras ocupaciones de Wittgenstein se las consideraba como surgidas, predominantemente, a partir de esta noción fundamental".:t
Mauthner a su vez, alojaba su desconfianza en la metáfora, en la
capacidad insidiosa del lenguaje de borrar sus linderos. Este exceso
hace mudo allengua,je frente al mundo. El lenguaje se esparce, disuelve
los perfiles del mundo: "La filosofía -escribe Mauthner- es teoría
del conocimiento. La teoría del conocimiento es crítica del lenguaje
[Sprachkritil< ]. La critica del lenguaje es, empero, la tarea encaminada a liberar el pensamiento, a expresar que los hombres nunca
podrán ir más allá de una descripción metafórica [bildliche Darstelung] dP las palabras, ya utilicen el lenguaje cotidiano, ya el lenguaje filosófico. En este punto Mauthner prolonga, trastrocando la luminosidad en escepticismo, la intuición romántica. Jcan Paul [Richter J había ya escrito ca-;i medio siglo antes: "Así como en la escritura,
la jeroglífica precedió a la alfabética. en el lenguaje hablado la met áfora, en cuanto designa relaciones y no objetos, es la palabra primitiva que no ha tenido que perder su color mác; que progresivamente
hasta convertirse en la expresión propia. El lado del alma y d el
cuerpo constituían una unidad, pues el yo y el mundo todavía S('
confunclian. Por eso, desde el punto de vista de las relaciones espirituales, una lengua es un diccionario de metáfora'> extinguida.'>". 4
La crít ica del lenguaje que se suscita en Viena es una refracción,
una inflcxi(>n impuesta a la imagen de las palabra<;: a la vez somt>t imiento, una condición irreductible y una doble exclusión: Jos alean
ces éticos y cierta extraterritorialidad cognitiva aparecen en cada
una de las crítica,;; como polos que ordenan lo que habrá de ser
excluido. La ética aparece como el espacio antagónico de la razón: la
3
~
Teorfa.~
4
A .JAN IK ~ ~ Tl\ll.\11\1 OJJ. el/.. pú¡: :!.7
F \IF.TZSC'IIE f:l film¡ rld fil'i"'fi!. M:Hind Taun" Hl74, pá¡: lfil
12
Discurso
crítica del lenguaje habrá de restaurar f'l peso que el lenguaje ocupa
al señalar s u extrañeza, al subrayar la vacilación que atravie~a el
silencio constitutivo del lengu(\je.
Freud está inmerso en esta tensión, al tiempo que ausente. Tal y
como se encontraba en Viena: "He consagrado a Viena un odio per!;Onal -le escribe a Flicss- y, a la inversa del gigante Anteo, adquiero
nuevas fuerzas en cuanto poso el pie fuera de la tierra de la ciudad
donde vivo". Freud se hunde en la crítica dellengu(\je que se respira
en esa Viena crepuscular para volverse hacia afuera, para encontrar
en otros espacios una mirada sobre el lengu(\je que no incite la
disolución de sus reflexiones. No parece haber nada de extraño en
que Freud, como se sabe orientado fuertemente a la Naturwissenschafft, buscara en ese campo los tratamientos más adecuado~ a Jos
planteamientos que hacía. Su prácticamente legendario rechazo de la
filosofia hace todavía más transparente esta minuciosa sordera al
derrumbe ideológico de Viena. No obstante, no deja de ser significativo
que el tema que lo atrae sea precisamente no el propio acto del
lengu(\je o la naturaleza de éste: sino ese lado oscuro: el silencio. Freud
se mete de lleno en ese estudio sobre la afasia, esamonografíaextraña,
con frecuencia excluida, y que no aparece, significativamente, en la
edición de las Obras Completas, no obstante que parecen existir
ciertos índices que nos permiten suponer que Freud no estaba descontento con su obra Freud la había calificado de "realmente buena".
Extraña paradoja que pertenece tal vez más al anecdotario histórico
que ala reflexión sistemática; ese libro, que habla de la imposibilidad de
hablar, de esa forma terrible y brutal donde la naturaleza arraiga el
silencio, La q(asia, es al fin silenciado del cuerpo de la obra freudiana.
En este libro, Freud apunta una serie de temas, pero sobre todo
esparce indicios, erige en claves algunos nombres mencionados apenas, muestra su desapego por una mirada que de una u otra forma,
al mirar al lengua,je desde la ética o desde la verdad, lo silenciaban,
para hacer de este silencio una irrupción de sentido. En efecto,
luchando contra la corriente localizacionista de Broca y Wernicke
que habían asociado cierto tipo de perturbaciones en ellengu(\je con
lesiones localizadas estrictamente en zonas invariantes del cerebro,
Freud vuelve sus ojos a la obra de Hughling Jackson. Y tal vez no sólo
a ella, sino dP soslayo, no deja de mirar, quizá con cierta reti<.:cncia, los
planteamientos lógicos de Stuart Mili.
La concepción de .Jackson se incribe dP entrada en un evolucionismo del cual Freud no era (\jeno. No obstante, los resultados de esta
Las Teorra.., Tl'rnpranas de F'rcud
1:J
inscripción evolucionista en los alcances de la tesis de Hughling Jackson habrían de tener una enorme importancia; no sólo para la
teoría de las afasias, sirio Pn el campo psicoanalítico. En esta evolución de la<> funcione~ aparece una frontera clemt•ntal: .Ja<'kson descubre que son la.s funciones voluntarias del lenguaje las que primero se pierden, mientras subsisten aquella<> asociadas a regiones hondamente afectivas, primarias, que se enlazan con respuestas automáticas. Este hallazgo sitúa el lenguaje como organizado dP manera
diferencial: por un lado, es una organización nuclear, sólida, resistente, aunque hundida en profundidades encubierta<> y, por el otro,
muestra una superficie aparentemente dotada de estructuras más
completas y más diversificadas.
Esta aparente complejidad, según descubrió Jackson, era uno de
de la fragilidad : C!; la esfera del lenguaje afl•ctivo la que
resiste los embates de la destrucción de los recursos que ordenan el
lengu(\je. Jackson reconoce en este centro afectivo del lengu(\je el
predominio de la<> emociones sobre las motivaciones conscientes y
voluntarias. No hace falta decir cuán grande pudo haber sido el
impacto de esta mirada en Freud, de esta inmersión Pn unas profundidades dotadas de una relativa autonomía organizativa y que resistían, más allá de la destrucción de los ordenamientos neuronales
que regían la vida, el lengu(\je consciente.
lo~ ro~o.tros
No es sólo este descubrimiento de Jackson el que probablemente
dejó huellas en la concepción psiconalftica: la sutil forma de relación,
y de jerarquía dP las funciones que se estahleda entre el nivel emotivo, primario, y PI nivel voluntario, consciente o secundario, suscitaba
también gran interés. En efecto, Jack.<;on formula la hipótesis de que
los centros inferiores estaban sometidos de ciPrta manera a Jos procesos de orden superior y de que existía específicamPnte una subordinación, un control ejercido por el superior sobre el inferior. Esta
instancia, tardíamente adquirida, más sometida a la trama de orden
aparente, que reproducía las patrones de comportamiento lingüístico colectivos. era la encargada de controlar PSP núcleo primario,
afectivo. Ahora bien, cuando por la destrucción nerviosa se suscitaba la destrucción del aparato superior, el nivel inferior no sólo continuaba funcionando sino que ocupaba el lugar de las funciones destruidas. La ausencia de control llamaba, pues. a la dimensión afectiva a
aparecer de manera proliferante, a desplegar una actividad desmed ida en la propia superficie antes dominada porellengu(\jeconstante.
14
Las Teorfas Tempranas de l''reud
Discurso
Por otra parte, Jackson habfa hecho algunas consideraciones sobre
las características específica.'> del lenguaje. Escribió: "las palabras no
son significativas en si mismas: son tan sólo simbolos de cosas o
'imágenes' de cosas; se puede decir que tienen significado 'más allá
de ella:;'. lJna proposición simboliza una relación part irular en algunas imágenes". Aquf es importante subrayar el peso que puede t<'ner
la definiciónjacksoniana dl' imagen, caracterizada corno "todo estado
mental que representa las cosa:;~. La asimilación de la imagen al
campo de la representación, y particularmente a.c;ociado no a una
figura sino a un estado mental, no deja de ser notoria, más todavfa
cuando esta idea de reprE'sentación reaparecE' insistentemente en la
obra freudiana.
Pero Jackson hace también algunas observaciones fundamentales
acerca de la disolución de los patrones sintácticos correlativos a la
organización evolutiva dellenguajP: en los niveles superiores los patrones sintácticos inducen una formulación proposicional y el lenguaje, obedeciendo a los impulsos de la voluntad para restaurar las
relaciones entre las imágenes, da lugar a una secuencia de proposiciones. En el nivel infE'rior, la fase subjetiva incontrolada emite elementos vE-rbales que escapan a la trama sintáctica de la.c; proposiciones.
Podríamos forzar un poco la mano si decimos que existe una clara
diversificación de los niveles en cuanto a la naturaleza de los ordenamientos lingüísticos que se ponen en juego; los de nivel superior se
sustentan en la sintaxis, mientras que Jos que se encuentran vinculados al núcleo primario resistente, afectivo, tienden a emplear el
lenguaje sólo mediantl' fragmentos diferenciales, t>lE'mentos de la
lengua emitidos como sonidos aislados, o grupos de sonidos emitidos
de manera incontrolada. Al caracterizar la'> formulaciones deJackson
sobre la afasia, Cazayus escribe: "Las reacciones verbales automáticas
se remiten a la categorfa de fenómenos de descarga. Ligadas a la
afectividad dominante se vuelven a encontrar aquí las manifestaciones del lenguaje emocional y las emisiones verbales ocasionales y,
vinculadas al automatismo, a las emisiones verbales estereotipadas,
a la'> pen;everancias, a las frases hechas que se desarrollan sin ningún
dinamismo intencional y que son, en realidad, proposiciones muertas
(dead propositüms las llamó Jackson). Ellengua,je emocional no es,
hablando con propiedad, un lenguaje: no sólo carece dE' sintaxis,
sino que, además, el empleo de las palabras es muy limitado y con
harta frecuencia reemplazado por interjecciones y exclamaciones.
Se sirve esencialmente de la modulación, de las inflexiones de la voz,
15
entonaciones que no son signos lingüísticos, sino .<wño/Ps de estados
anteriores''. • Tal vez se trataría ca-,i dirE'ct amPnt t> dE' un paralelismo:
esta forma de lengua,je disgregado, intensivo, se asemeja m á.-; al grito
que a la palabra. Ese e~ tal \ 'f'Z el modelo: la afasia que termina E'n la
expresión de interjecciones, de intensidades de voz, dE> modulaciones,
de exclamaciones. no es otra cosa que ese nivE'I dondl' S(ílo el grito es
capaz de ofrecer un asidero a la interacción verbal.
Hay otra formulación de .Jackson que tal vez merezca atención en
el orden de la concepción freudiana posterior: esos pacientes no
hablan, gritan, repiten expresiones extrañas, se aff'rran a fragmentos
de frac;es quE> SE' reiteran con cualquier motivo ante estímulos de
naturaleza incomparable. No obstante. este compo rtamiento se suscita ante un aumento de tcnsi6n . .Jackson afirma entonces quE> la rei teración de estos vocablos está vinculada a la palabra o la .frase que
el pariente se disponía a prrmwu.:im· fYtl PI monwnto rrlismo rlR la
lesión. No deja elE' llamar la atención el paralelismo de esta formulación con las propuestas que más tarde haría FrE'ud. Más cerca de las
tesis del Proyecto de Freud, Jackson establece por esa vía un vínculo
estrecho entre la naturaleza de la percepción y la naturaleza del
lcngua,jc: en esta concepción, como afirma ('azayus, "la.-; proposiciones del lengua,je no hacen más que representar las percepciones, o
más bien, simbolizándola..:;, prolongan las proposiciones de la percepci{Jn,sin las cuales el lenguaje, vacío de sentido y de su relación con el
mundo, sería puramente vocal o puramente formal~.ti
La inclinación de Freud por la obra de Jackson, ampliamente
documentada E'n su monografía sobre La afasia, se muestra no
obstante, impregnada ya de una tonalidad propia; al recordar la
tesis de .Jackson sobre la fijación traumática de cierto grupo de
palabras, cita varios ejemplos: "un hombre que sólo podía decir 'Quiero protección' debía su afa:;ia a una pelea en la cual habra recibido
un golpe en la cabeza que lo dejó inconsciente. Otro paciente tenía
un curioso residuo de lenguaje: 'Lista completa'; era un empleado
que había sufrido un ataque inmediatamente después de completar
laboriosamente un catálogo. Bstos ejemplos indican que tales expresiones son las últimas palabras producidas por el aparato del lenguaje
antes de la lesión, o quizás aun en una época en la cual ya existía la
:-,
l'a ul CAZA Y! S, l.n f¡ Ji¡,,¡ ,, llan d nn" Jh•rd•·• 1!-JHII. púg 1:1:1
6
!bid.
16
La.s Teorlas Tt>mpranas de Freud
Discurso
inminencia de la incapacidad. Me inclino a explicar la persistencia
de estas modificaciones por su intensidad, si suceden en un momento de gran excitación interior. Recuerdo haber estado dos veces en
peligro de muerte y en los dos casos la conciencia del peligro se me
presentó de un modo totalmente súbito. En ambas ocasiones sentí:
'Este es el fin', y a pesar de que en otras circunstan<:ias mi lenguaje
interior se realiza sólo con imágenes sonoras indistintas y movimientos ligeros de los labios, en esas situaciones de peligro escuché di·
chas palabras como si alguien las estuviera gritando al oído, y al
m ismo tit>mpo las vi como si estuvieran impresas en un trozo dt> papel
que notaba por el aire.";
En este fragmento no sólo vemos el est ilo y los proccdimit>ntos dt>
renexión caraeterísticos de la obra freudiana, sino que aparece t ambién un punto que sin duda será central en toda la concepC'ión posterior de Freud: el papel que desempeña la inl(>rtsidad. Este concepto, que lo vinculará d e manera inequívoca aunque ambivall'nte con
el energetismo de su époea, al mismo tiempo le permitirá n-'encontrar
por otras vías la c rítica del lenguaje que ya se esbozaba en .Jackson.
aunque s in adquirir lac; enormes proporciones inherentes a la propuesta psicoanalít ica.
Hemos dicho ya que pensamos que L<t afasia es sobre todo un
texto poblado de indicios, no todos perceptibles inmediatamente,
pero tampoco privados de cierta ambigüedad: se sabe de la célebre
distinción freudiana entre representación de cosa y representación
de palabra. En este texto se ha producido ya un ligero desapego
respecto de la obra de Jackson, una divergencia que no deja de
suscitar cierta ex trar1eza: así frente a la concepc1ón "proposic·ional' de
Jackson, Fre ud afirma: "desde el punto de vista psicolúgico, la palabra es la unidad funcional del lenguaje; es un concepto complejo
constituido por elementos auditivos, -visuales y cinestt'sicos". Freud
ha desplazado por lo tanto los acentos. Si Jackson toma el concepto
de palabra ac;ociado a imagen sólo como un tránsito hacia la proposición, Freud quedará centrado en la esfera de la palabra. En su
desarrollo de esta idea Freud apela, una vez más, no a la crítica del
lenguaje, sino a los comienzos de ese positivismo lógico que conmociona aún en nuestros días la concepción sobre el lenguaje. Frcud
apela a John Stuart Mili, cuyo empirismo respondfa a las aspiracio-
7 Si¡(muncl F'RELTI. La q(OSlll,
Bu~nos
Aires. NuPva V1~ión. 1071, pág. 76
17
nes freudianas. Este filósofo, sin duda ajeno a lac; tradiciones vienesac;,
a quien Freud habfa traducido desde muy temprano guardando
siempre reserva.,; ante su liberalismo moral y su defensa de la causa
de las mujeres - la cual despertaba tanta aversión en él-, es quien
parece aportarle la<; consideraciones necesarias para consolidar su
concepción acerca de la palabra A pesar de haber escrito en 1925,
en su Autobiognifía, que siempre evitó "cuidadosamente aproximarse a la ftlosoffa propiamente dicha", Freud apela en este punto crucial
en el nacimiento d el psicoanálisis a una filosofia particular y extraña a su E'ntorno.k .1. Stuart Mili, cuyos estrechos nexos con el posit ivismo de Auguste Compte no dejan de aludir ya a los criterios reetores de la elección freudiana, había escrito una obra que respondía a
esta imagen de la ciencia, monolítica, central, ordenadora. Pero esta
obra se abría precisamente con una lógica, precedida a su vez por
una larga renexión acerca de la palabra. Esta refle xión no dejó de
tener consecuencias. Como aflrma Vincent Descombes, el Sistema de
lógica de Stuart Mill sirve de detonador para las obra<; de Husserl y
de Frege.11 Por lo d emás es curioso cómo Freud asume sin reservas
estos postulados: "Según lo enseñado por la filosofía, la idea del
objeto no con tiene otra cosa; la apariencia de un a 'cosa', c uyas 'propiedades' nos son transmitidac; por nuestms sentidos, se origina solamente del hecho de que al enumerar lac; impresiones sensoriales
percibidas desde un objeto, dejamos abierta la posibilidad de que se
añada una larga serie de nuevas impresiones a la cadena de asociaciones" cscribe. 10 De ahf desprenderá la polaridad con la cual caracteriza la palabra: mientras la representación de palabra aparece
como una esfera cerrada, la representación de cosa aparecerá como
un universo abierto. Ao.;f, al ac;umir rápidamente los presupuestos de
un sensualismo muy incipiente, Freud parece pasar por alto los
elementos que instauran, en torno de la teoría del lenguaje del empirismo, una nueva crftica del lenguaje. Nuevamente, Freud parece
excluir esta dimensión de su trabajo teórico.
En efecto, el problema arduo al que se \'a a enfrentar el empirismo
en el campo del lenguaje es precisamente el de esclarecer la relación
entre la experiencia y el lenguaje, como lo formula Deseo m bes:"¿Có-
8 Paul Laurent AS.SOLI.'I F'rr>Ud., lnjilr•~ofla 1J losfilósq(os, Duenos A1re'. Pa1d6s, 1982 pág 2 1.
9 Vlncent DESCOMDE.'i, rm11nmairP d 'objets m tC!tS wnres, l'arb, MmUJt, 1983. pá!( 52
JO S>gmund Fin;¡ '1>. n¡> rit .. pág. 90.
18
Las Teorías Te mpranas de Freud
Discurso
mo decir la experiencia? Dicho de otra manera, ¿cuál es el lenguaje
capaz de expresar eso que ocurre verdaderamente sin deformarlo
de ninguna manera? Y es éste el único empleo inteligible del verbo
expresar aplicado a esta declaración. La teoría nominalista de la
proposición parece propia para explicar cómo debla estar constituido un lenguaje puramente descriptivo de la experiencia: a cada
signo empleado corresponde una idea de alguna eosa, reunimos en
una proposición aquellas ideas que nos representan las mismas cosas.
Ya que esta teoría es desfalleciente, conviene revisar el análisis del
lenguaje descriptivo bajo pena de concluir que la experiencia es
inefable y que no hay lenguaje que no deforme". 11 Freud asume directamente esta posición nominalista,dandolaimpresión,al mismo tiempo, de eludir la interrogación inherente al lugar que ocupa la experiencia. Sólo que esta aparente inadvertencia se trastocará en una
formulación que desfigurará por completo el planteamiento empirista: al adoptar Freud plenamente el modelo energetista, y conformar su modelo termodinámico según los términos de cantidad de
energia e índices de cualidad, ajustados a un principio de homeostasis, el concepto de experiencia se disolverá como punto oscuro de
una formulación acerca del lenguaje. Sólo que entonces el lenguaje
volverá al silencio, recuperará su mutismo. La formulación de Freud
se encuentra con la de Wittgenstein y con la de Mauthner: la crítica
de lenguaje que formula el psicoanálisis sólo puede configurarse en
torno del silencio.
Freud es un hombre de su tiempo. Y su tiempo es el de la gran
expansión maquinista, es el momento en que la noción de sistema se
esparce por todo el ámbito de los saberes centrales. La biología ha
confirmado que los organismos son sistemas. En el campo del saber
social, la propia trama de las instituciones, de la economia de la
producción, se le revela al hombre del siglo XIX como dotada de un
comportamiento sistemático. La noción de energia ha consolidado
también en termodinámica la idea de los motores, Jos sistemas de
transformación de energía. "Freud -afirma Michel Serres- se alinea con ellos 1con la imagen consistente de la física] toma visiblemente como modelo, en el comienzo, una topologia similar a la de
Maxweli-Listing donde las lineas de campo recibían ya la denominación de complejos, toma también una energética de tipo termodiná-
mico ligada a dos principios fundamentales: la constancia de la energía, y el deslizamiento hacia la muerte".1 2
Esta observación de Serre, pone en relieve un punto fundamental,
la introducción de la irreversibilidad del tiempo en el modelo termodinámico de ¡.~reud . Si, en efecto, Freud introduce un vector temporal en su modelo; esto no sólo tiene consecuencias sobre la muerte
del sistema, sino específicamente sobre el poder del sistema para
constituir la representación de su propia finitud.
La empresa de Freud, la constitución de una máquina semiótica.
tal vez cobre toda su extrañeza si la equiparamos con el inventor de
&·hwob: "Si Poe tenía razón -proclama un personaje de Shwob- yo
puedo crear mundos en rotación y esferas inflamadas y ruidosas con
el sonido de una materia que no tiene alma; he sobrepasado a Lucifer porque puedo obligar a blasfemar a las cosas inorgánicas. Por
obra de mi voluntad, dfa y noche, pieles que estuvieron vivas y metales que no lo están todavía, profieren palabras inanimadas. Y si es
verdad que la voz crea universos en el espacio, los que yo hago surgir
son mundos que han muerto antes de haber vivido. En mi casa yace
un Béhémoth que muge a un gesto de mi mano: yo he inventado
una máquina parlante". 13 No obstante, en Freud se trata de una
máquina arrojada en el lenguaje por el grito.
Tal vez sea preciso en este momento ofrecer una imagen de esta
máquina semiótica inc·ierta, dotada del dudoso privilegio de anticipar su muerte. Es una superficie múltiple, surcada por canales intrincados, por conexiones variadas que conducen cantidades de una
energfa poco tangible, indeterminada, aunque de una sola naturaleza. Existe una fuente interior de esa energfa y algo fuera del propio
sistema que lo cubre con estúnulos que inciden sobre él. Ahf se
encuentra un primer flltro, una primera separación, una forma irreversible de aislamiento; porque en el sistema de neuronas de percepción, en aquellas que reciben la energía del campo externo de los
objetos, de las cosas, opera ya una traducción sin clave. Dice Freud:
"Mientras que en el mundo exterior los procesos constituyen un
continuum en dos direcciones, tanto en el orden de la cantidad
como en el del periodo (calidad), los estimulas que les corresponden
M1chel SERRES, - t.R pmnt d!' vue de la b10 ph)>;iqu,.·. t•n Cn.IH{lW. 'lo :)46, rnar1.0 de 1976.
Parb. Minuu pás: 266
13 Maree! SCHWOB, "La máquina parlante". en 1::1 rey dP la mlt.<ca.ra de oro. Madrid, Alfaguara,
lll77, pá~ 1111
12
ll
Vincent DJ::SCOMUF.S, up. cit. pág. ó4.
19
20
Las Teorfas Temprana.~ de Frcud
Discurso
son, según la cantidad, en primer lugar reducidos y en segundo lugar
Limitados por un corte; y según la cualidad son discontinuos, de
manera tal que ciertos periodos no pueden actuar como estfm ulos".14
Esta primera prescripción, como se ve, es ya un ordenamiento que
separa al mundo de la percepción. De hecho, se hace eco d el S('nsua
lismo de Mach, sólo que introduce una sutil forma de desapego; se
trata de una infranqueable naturaleza: los estfmulos externos sufren
ya un proceso de reducción, sin mediaciones, sin paliativos. Freud
no es ajeno a esta extrañeza: ·'el carácter de cualidad de los estímulos se continúa desinhibido por ~ . a través de JV , hasta ...r , donde
produce sensación; está constituido por un periodo particular del
movimiento neuronal, periodo que sin duda no es el mismo que el
del estímulo, pero mantiene con éste cierta relación con arreglo a
una fórmula reductora que ignoramos. "15 Los términos de Freud no
pueden ser más explícitos: no hay continuidad, no persiste la identidad entre una calidad externa y la percibida, la articulación se
hace mediante una "fórmula reductora que ignoramos". A partir de
ahf, esa máquina está librada a sus propias maquinaciones, despojada de ot.ro vinculo con las cosas que no sea el de la intensidad que
incide sobre esa incierta capa de neuronas responsables de hacer de
lo continuo una serie, una cadena, una sucesión. Tal vez un lenguaje.
Esas intensidades labran sobre la superficie psfquica, de manera
indeleble, sus trayectos, ahí el tiempo avanza, es irreversible, no hay
olvido sino derivación, abandono de esas vías. saturación del flujo en
unas que adelgaza el paso de la energfa por las otras. Los caminos
están trazados. Sólo que el tiempo sufre una recafda La alucinación
es una recaída del tiempo irreversible. una facultad para instaurar
nuevamente una satisfacción ausente. Los canales, las facilitaciones
-como las llama Freud- son transitables de ida y vuelta. Es ahí, en
esa trampa del tiempo donde se ubica el lenguaje. No es insignificante que Freud haya imaginado una especie de semiótica interna, propia del aparato psíquico, para solucionar esta trampa perturbadora. En efecto, dice que "se precisa un criterio que provenga de otra
parte para distinguir entre percepcián y representación". Abandonada a su propia naturaleza, la energía que fluye en un sentido no se
diBtingue de aquella que fluye en sentido f'ontrario. Freud imagina
un signo interno, una señal interior al mecanismo que le advierta si
se encuentra sometido a sus propias representaciones o si esa energía que lo recorre ha sido admitida desde un estímulo externo. ''Ahora bien, probablemente sean las neuronas w- las que proporcionen
ese signo, el signo de la realidad objetiva. A ra[z de cada percepción
exterior se genera una excitación-cualidad enlVque empero carece
de significatividad para y, . Debe agregarse que la excitación w
conduce a la descarga w , y de ésta, como de cualquier descarga
llega hasta una noticia. La noticia, de descarga de w es, pues, el
signo de cualidad orle realidad objetiva para 1/J ''. 16 Este complejo
sistema de signos interiores se rige por el principio de constancia: la
máquina de Freud es un dispositivo cuyo contenido energético no
puede crecer más allá de cierto umbral, más allá del cual se encuentra enfrentada al dolor. Es aquí donde se arraiga en principio la más
perturbadora de las propuestas freudianas acerca del lenguaje: éste
tiene su origen fundamentalmente en el dolor. "En primer lugar escribe Freud- se encuentran o"Qjetos -percepciones- que lo hacen gritar a uno porque excitan el dolor, y cobra enorme sustantividad que esta asociación de un sonido (que también incita imágenes
de movimiento propio) con una [imagen-] percepción, por lo demás
compuesta, ponga de relieve este objeto como hostil y sirva para
guiar la atención sohre la [imagen-] percepción. Toda vez que ante el
dolor no se reciben buenos signos de cualidad del objeto, la noticia
del propio gritar sirve como característica del objeto. Entonces, esta
asociación es un medio para hacer consciente, y objeto de la atención, los recuerdos exritadores de di.splacer: ha sido creada la primera clase de reCUf'IYÚJS 0011-Scientes. De aquí -añade Freud- a
inventar el lenguajt> no hay mucha distancia.n 17 Esta presencia del
dolor en la génesis del lenguaje arroja una sombra sobre la noción
del objeto. No se trata ya de un ob,jeto, en su pureza, en la naturaleza
de sus rasgos, lo que ha suscitado el lenguaje, ni es una conjunción
de percepciones remitidas a una imagen auditiva. Lo que suscita el
lenguaje es esa asociación impre.,.isible entre ciertas intensidades
alojadas en la memoria y la huella de la propia voz, más allá de
cualquier lenguaje, antecediendo cualquier conformación: esa des-
14 S~gmund FREUD. ·proy~cto de psirologla para nt'lll"ólogos", en Obm.< C<nnplPtas. Torno l. 13s.
As.. Amorrurt u. pág. :Jñt\
15
!bid.
21
16 IIJid.. pág :17:?
/hiel., pl4¡ 4:)0
17
Las Teorías Tempranas de Freud 23
22
Discurso
carga informe, no codificada, del grito, ese gesto aún al margen de
las convenciones de la lengua, esa intensidad sonora fundida al cuerpo se hallan en el origen. A partir de entonces las huellas sonoras se
harán reconocibles como propiedades de un cuerpo. Parece que no
podria ser de otra manera: la génesis del lenguaje no puede inscribirse
en el propio orden de la lengua, se encuentra siempre en otro anclaje.
Lo sorprendente de esta imagen freudiana es que plantea el origen
de la eficacia lingüística como una relación circular del sujeto con el
orden del lengua,!e: antecediéndola al ofrecer un sentido al grito, y
también construyendo la condición del sentido en el propio grito. En
el arranque no se trató de una simple imitación, de una asociación de
una cadena de sonidos previamente elaborada, culturalmente transmitida. No se trata de un sujeto que asume un sentido. El sentido
surge como una vocación, o más bien, como un testimonio persistente
de una fatalidad. El sentido se gesta más allá de los ordenamientos
simbólicos, en esa masa amorfa de sonoridades emitidas en el grito
pero sólo al inscribirse en el espacio simbólico, en el orden del sentido,
adquiere su eficacia. El sentido se gesta en esa red estrecha que funde
al sujeto con el objeto percibido como hostil, no hay mediación simbólica: éste se encuentra en el origen y en la desembocadura. No hay
identificación. Es extraña esta perspectiva que señala el origen del
lenguaje en una región que excluye el placer, que lo sitúa precisamente en la contraparte y, no obstante, en esa confluencia el placer surge
con el lenguaje. Si el grito es la descarga motora, provocada por el
acrecentamiento de la energia suscitada por la representación del
objeto hostil, ese orden del lenguaje, ese régimen excluido que es el
grito, es también el punto donde se anuda un placer singular. Es al
mismo tiempo una liberación y una conjura.
Sin embargo, ese acto, ese grito encuentra una respuesta. El grito es
respondido con una presencia: un objeto hablante, un objeto capaz de
trocar el dolor en satisfacción, un objeto cuyos movimientos admiten
como réplica los propios movimientos: "los complejos de percepción
-leemos en el Proyecto- que parten de este prójimo serán en parte
nuevos e incomparables- por ejemplo, sus ra.sgos en el ámbito visual-; en cambio, otras percepciones visuales- por ejemplo, los
movimientos de sus manos, coincidirán dentro del sujeto con el recuerdo de imprf'siones visuales propias, en un todo semejantes, de
su cuerpo propio, con las que t;e encuentran en asociación los recuerdos de movimiento por él vivenciados. Otras percepciones de objeto.
además -por ejemplo .si grita- despertarán el recuerdo del gritar
propio, y con ello, df' vivencias propias de dolor. Yasí el complf>jo del
prójimo se separa en dos componentes, uno de los cualE>s impone
por una ensambladura constante, se mantiene reunido como una
cosa en el mundo. mit•ntras que el otro es compronwtid.o por un tra
bajo mnémico, es decir, puede sf'r reconducido a una noticia del
cuerpo propio". 111
En efecto, ese objeto, en el que se entremezclan percepciones originales, percepciones que despiertan reacciones análogas en el sujeto,
por una identificación de Jos actos del prójimo con los propios, es al
mismo tiempo, un objeto hablante. Estas múltiples visiones, estas
facetas alojadas en espacios dispersos, en el propio cuerpo, en la
percf'pción externa, en la satisfacción o en el dolor, sólo pueden
conjuntarse mediante el propio lengu<\ie. Aquí Freud vuelve insensiblemente al nominalismo de Stuart Mili y al proposicionalismo de H.
.Jackson. Todos estos objetos sólo pueden conjuntarse mediante un
acto de lenguaje, una proposición. Sólo que cada acto de juicio pone
en juego el deseo. El campo de la proposición es aquí un campo
sometido a las condiciones y a la lógka del deseo. "El juzgar es, por
tanto, un proceso '/' y sólo posible luego de la inhibición por el yo, y
que es provocado por la semejanza entre la investidura-deseo de un
recuerdo y una investidura-percepción semejante a ella".IO Lo que
Freud subraya en este párrafo es que la condición del efecto de
identidad surge siempre en conexión con el deseo, y toda proposición, todo acto del lengu~c, aparece anc:lado sobre esta imagen de
una identidad. De acuerdo a los postulados nominalista.<> adoptados
aqui por Freud, la identidad de la palabra era un hecho manifestado
por la estructura cerrada de la representación palabra La palabra
aporta, pues, un nú<leo inamovible de identidad a partir del cual se
hace posible la ~ redicación, el juicio, y por consiguiente ese efecto de
conjunción de objetos múltiples. Hay un tácito sometimiento del
juicio a la identidad. r;s en este punto donde todo el efecto múltiple
del lenguaje se condensa.
Esa descarga, esf' grito, que en un principio era exterioridad respecto dellengu~e. signo informe, incodificable, se trueca, se comrierte en la imagen precaria de una demanda, se le devuelve al sujeto
b~o la forma de una identidad, se la somete al orden inflexible de las
18
19
/bid ' pá¡: :Jf\:1
lhid., pá¡: 373.
24
Discurso
palabras. El grito cede su lugar a la palabra, pero a l precio de restaurar el orden del sentido. El grito que excluía la mediación simbólica
es tomado en el campo inflexible de un sentido definido sobre la
base de la trama simbólica del lenguaje. El grito es interpretado, se
retribuye esta conjura, la conjura original del grito, con un juicio,
con una afirmación, con un asentimiento. El conjunto complejo d e
percepciones, esa identificación no mediada por el lenguaje que el
sujeto, el niño, establece entre sus movimientos y los movimientos
de ese objeto que le habla y lo colma de satisfacción o d e agresiones,
no suscita ya una tensión, no deriva ya en una descarga, sino recurre a una mediación. No hay espacio que admita la conjura sino
ese espesor simbólico, la trama del lenguaje.
De alguna manera, con esto, Frcud edifica ya la<; ba-;es de una
crítica del lengua.je. Esa máquina semiótica, ese t1ujo cerrado de
signos internos que alimentan ese dispositivo energético orientado
hacia la muerte, no hacen sino señalar los límites del lenguaje, su
fragilidad, y al mismo tiempo su inconmensurable aunque osc ura
eficacia.
Tal vez, tan ajeno como fue a la crítica del lenguaje s urgida en
Viena, tan ajeno, tal vez voluntariamente, a los planteamientos de
Mauthner y Wittgenstein, Freud podría suscribir la sentencia del propio Mauthner: "Resumamos brevemente: no hay 'el' lenguaje, el lenguaje individual no es nada real tampoco; las palabras no engendran
nunca un conocimiento, no son más que un instrumento de la poeseía; no dan intuición alguna real y ellas mismas no lo son. Y, no
obstante, pueden ser una fuerza. Destructor como viento de huracán el aire es como la palabra. ('_,on facilidad puede ser la palabra
más fuerte que la acción~. 2 o
20
Fntz MAl Tl!:"t· r<, Omtnlm.citnws <1 IHHI ,.,.ítiCII dt'l I<'II.Q IIttJt'.
pág 141.
~1<'xiro ..Juan
l'ahlo'. lll711
Raymundo Mier E:'S investigador de la L:AM y profE:>sor en la Maestria del Lenguaje en la
Universidad Autónoma de l'u~>hla. Ha publicado varios artirulos sobr~> <:omunwación
y semiótica en divcr~a~ n ·dsta.« así como una l ~ttrodur-rión al rwá/isis de los /P.rws
(Terranova, 1984), Construociones (Poesia, L!':AM, 1982) y Ra-rru5n López Velarde
(Selecc. y prólogo, Terranova-CREA, L982 ).
CONOCIMIENTO Y DISCURSO. NOTA SOBRE EPISTEMOLOGÍA
Marie-.Jeanne Borel
Universz:té de Lausanrte
Introducción. Conocimiento y discurso son dos temas interdependientes en epistemología. El objeto de la filosofia del conocimiento, el
saber, es una relación compleja de naturaleza interactiva. Gn verbo
sería más apropiado para hablar de ellos sin limitar de entrada su
extensión a ciertos tipos de productos del lenguaje y de la razón.
Por otra parte, la epistemología se encuentra en una situación
ba...c;tante particular, porque la disciplina que es resulta ser parte de
su objeto mismo. Se trata de una situación de auto-niferencia o de
reflexibilidad.
Así, uno de los problemas centrales que se presenta es el de comprender un devenir, COMPRENDER "cómo se pasa de un estado
menor de conocimiento a un estado de conocimiento más elaborado". 1 Tanto la biología como la historia nos enseñan, en efecto, a ver
en el saber un proceso de transformación: transformación de la
naturaleza por el conocimiento, transformación de ésta en la historia a lo largo d e actividades de invención, de validación, de aplicación o de aprendizaje.
La epistemología misma tiene una historia. Recordar de qué manera nació como disciplina, y qué formas ha tomado, no debería
servir tanto para confirmar por adelantado lo que debería ser en sí
(¿una ciencia, una filosofla?) como para hacerse una idea sobre el
modo en el que es posible reflexionar sobre el saber. En su forma
actual, está claro que es heredera de concepciones que están en
1 J.PIAGET, Logiq11e et cunnaissance sMentifilflU'. l'arlS, 1967.
26
Conocimiento y Discurso. Nota sobre Epistemología 27
Discur~o
La epistemología, como problemática específica, surge con el racionalismo clásico. En la filosotla del sujeto, la cuestión del saber no se
desprende más del Ser. En el siglo XVII, Locke (1632-1704) se propuso construir una mecánica de los contenidos mentales análoga a la
de Newton. Y cuando más tarde Kant preguntará "¿Qué puedo conocer?", el objeto designado por su pregunta no es ya más el"que". sino
el "puedo". En una filosofla que ha Uegado a ser el entendimiento
humano conocedor ("mind"), la Razón se enJuicia a sí misma y, analizando lasjormas de Jos contenidos mentales, pone al día las reglas
de lo que su necesidad interna le hace producir: la Razón, crítica, es
juez y parte en su propio tribunal.
Como resultado de la revolución Kantiana, la epistemología que se
propone como disciplina a priori, que no se ocupa entonces de
hechos sino de problemas de validez, se impone comofundadora de
los productos del espíritu, en la esfera del saber. Con el paradigma
racionalista surge así una nueva imagen del filósofo que va a "disciplinarse" y a especializarse con el movimiento neo-kantiano: "El profc
sional de la crítica se ve a sí mismo presidiendo el Tribunal de la
Razón, capaz de determinar, para cada disciplina, si permanece dentro de sus límites legales definidos por la forma de su objeto propio".2
El proyecto epistemológico que surge así C'On esas C'aracterísticas
toma determinadas formas.
Desde fines del siglo XIX, la "filosofla de la<; ciencias" francesa
desarrolló un racionalismo del progreso de los conocimientos cienUficos. Inútil recordar la alta calidad de los análisis que debemos a
Brunschwig, a Bergson, a Poincaré, así como a Duhem, a Rachelard a
Koyré por no citar más que a ellos. La empresa es, sin embargo,
acorde con el proyecto racionalista, porque la historia interna de las
ciencias es reconstruida en función de ciertos valores admitidos a
priori. Por ejemplo, e l de la progresión inmanente del espíritu hacia
la inteligencia y la verdad, o el de la emergencia de la "Ciudad sabia"
como imagen de una sociedad sin prejuicios, o por último el de una
unidad dirigida del saber, más allá de las especialidades, etcétera. La
historia de la Razón, identificada con la de la ciencia, obedece siempre a una vecci6n • interna que la norma.
Otra forma de la epistemología pretende un conocimiento común
y saber científico, pero con el propósito de discriminar el segundo
del primero. Pero, al contrario de las filosofía.:; francesas, la epistemología no es histórica al racionalizar las estructuras del saber mediante un análisis del lenguaje de sus formulaciones. Se habrá
reconocido el proyecto del Círculo de Viena y de la filosofla analítica
Uevando a cabo su revolución lingüística. La empresa, además, pretende ser descriptiva; de hecho es, también, reconstructora y prescriptiva, porque para delimitar los saberes exactos de otros tipos de
conocimientos y unificar el lenguaje del saber, ella se sirve de la
lógica formal valida de su instrumentación matemática como de un
organan. Simultáneamente, teoría y método, contribuyen a clarificar
el lenguaje y a validar los razonamientos. "Nunc calculemus" decfa
ya Leibniz. Al traducir un razonamiento a un lenguaje-instrumento,
se puede iluminar las norma<> del uso racional de una lengua natural,
porque se dispone de un sistema de signos que significan de manera
pre-definida, y de un modelo universal de discurso que conserva
constante la significación.
Sin embargo, aquello que se gana de este modo en objetividad, se
pierde otro tanto en reducción. Popper, a pesar de sus reservas
respecto al proyecto, ha podido reducir idealmente las actividades
complejas por las cuales se controla el alcance empírico de una
teoría, a la idea deductiva de falsificabilidad y luego ésta a una sola
ley lógica, la del "modus tollens".a
La forma más reciente que toma la epistemología rompe en gran
medida con las precedentes, porque pone sistemáticamente en evidencia los límites: el desarrollo del conocimiento no es tan "regular" ni
tan "interno" como se piensa; no es solamente cuestión de lenguaje; y
2 R. RORTY, Philosophy and 1/u: Mirror rd' NaturP. Prmceton, l ll79.
3
conflicto,aun en crisis, y que las discusiones q ue se llevan a cabo se
proponen una cierta idea de la Razón: Razón-cálculo que reproduce,
controlándola. Razón-discurso, que produce y transforma. Me gustaría mostrar cómo se puede reflexionar sobre la segunda de estas
ideas de la Razón; teniendo en c uenta tanto el "círculo" que une la
epistemología a su objeto, como su significación fllosófica.
l . Surgimiento y formas de la epistemología
' Del lal!n vection '"'· acarro•ar " llt>var N dt'i T
K. POPPE!t, La logique de la tú!cmwerte scientifiqUI', Parb, 1978.
28
Discurso
la especulación sin saberes empíricos se convierte en querellas de
Escuela.
La teoría de los paradigmas de Kuhn ha sido al respecto una
etapa importante. Provt>niente de observaciones sobre los contextos,
en el sentido amplio, de los discursos científicos, la idea de paradigma encubre la de un "marco~ que delimita y articula juntamente la
ontología, los valores, las prácticas, los métodos, los lenguajes, los
tipos de preguntas y de soluciones específicas de una disC'iplina instituida socialmente, de una "ciencia normal". El estudiante interioriza
ese marco al ejercerse en su formación. Ahora bien, los paradigmas
cambian en la historia a golpes de "revoluciones" en las cuales lo que
es válido, lo que tiene sentido desde un punto de vista dado, deja de
ser válido desde otro punto de vista, y sin que se pueda decir jamás,
sino desde el interior de un paradigma dado, qué es lo que vale más.
Así, la lógica válida en un paradigma no es más. dR facto, la que
valdría entre ellas, para comparar. Son "inconmensurables", dirá
Kuhn, como podrían serlo entre ellos el ''mundo" dt> la araña y el del
ruiseñor.
Esta última forma que toma lacpistemologiaen la htstoriase opone
de manera muy clara a las dos precedentes, en dos puntos. El primero es que un paradigma es fuente de norma o de a priori para quien
se sitúa en su interior; para quien lo describe desde el t>xterior, es un
hecho, un heclw de norma como los llama Piaget al estudiarlos en el
niño. La epistemología no es entonces más una disciplina normativa,
sino que se convierte en empírica. "naturalista~. en segundo lugar,
esos hechos son conte.r·t.os de naturaleza social, cultúral, histórica, en
los que son tomadas las actividades cognoscitivas en su diversidad.
La epistemología filosMica se encuentra así relevada por las ciencias
humanas en una perspectiva interdisciplinaria, de lo cual la literatura reciente da testimonio por doquier.
2. La razón-cálculo y la razón-di.scurso
La epistemología tiende entonces a convertirse en empírica porque
trata en contexto hechos de validez, y se refiere tanto a los métodos
como a los resultados de las ciencias humanas. Dicho de otra manera,
ningún a priari racional puede sin mác;;, es decir sin problema, servir
de criterio para justíficar lo que debe ser conocer: la Razón se ha
convertido en algo que se debe comprender, incluso en su movimiento de auton·ej7.e.xi6n crítica. Ciertas cuestiones, entre muchas otras,
Conocimiento y Discurso. :-.lot.a sobre J::pistemolog!a
29
van entonces a tocar el papel de la lógica y de su semiologfa en la
reflexión epistemológica. En efecto, ¿es la lógica el meollo de todas
las lenguas? ¿Existe una sola lógica válida'? ¿,Válida para qu~'! ¿Para
cuales objetos'? ¿,Todo razonamiento admitido tiene una forma calculable? ¿Son todas las formas calculables'?
El alcance de estas preguntas se aprecia mejor cuando se las sitúa
en la polémica que desencadenó el libro de Kuhn entre los defensores
del paradigma racionalbt.a.4 La objeción de éstos es la siguiente: si,
como lo pretende Kuhn.los paradigmas son ineonmensurables entre
ellos, es decir sin "medida común", no hay reconstrucción racional
posible de sus relaciones. En consecuencia, el saber, racional, se
construye irracionalmente, lo que es absurdo. De hecho. si nos detenemos en la forma de la polémica, nos damos cuenta de que los
agentes del debate comparten la misma concepción de lo que quiere
decir y de lo que puede ser una "medida común". Sencillamente,
mientras que unos la ven funcionar en el interior de un paradigma
exclusivamente, los otros quisieran verla funcionar en el exterior de
éste para la comparación y la evaluación de los paradigmas. Para
Popper, toda revolución, como toda verificación, se debe a la aplicación de un método universal de "prueba y error" (lógica de las situaciones). Ahora bien, ¿qué es esa medida, para que pueda ser universal?
Lo que los racionalistas llaman "racionalmente reconstruible y el uso
s istemático que hacen de la lógica formal como herramienta nos lo
indican: hoy en día, se sabe que una teoría lógica se presenta como un
cálculo.
Es, por lo t ant.o, racional lo que es calculable y, en consecuencia, lo
que no es calculable es irracional. "Todo es bueno" diría Feyerabend,
cuando se renuncia a la idea de un método univE>rsal ¡pero llevando a
Kuhn en una dirección a la que éste no quiere ir!
Subrayemos el pasaje. Eldebatesobre la Razón hace de"irracional"el
término contrario a ~calculable", a.:;í como "impar" se opone a "par". No
obstante, ya Arisl6teles decía que se puede negar un término de dos
manera<>: algo que no es par puede no ser ni par ni impar. ¿Qué se
puede entonces oponer a la razón-cálculo alcanzada por este debate
-debate de la "post-modernidad"- que sea otra cosa que su contrario? Esto es lo que yo llamaría aquí la Raz6n-dú;curso.
4
l. LAKATOS. A MCSGHA VF., C>iticism und the Growr.h qf Ktwwledge. CambndgP, Mass., 1970.
30 Discurso
Actualmente, sabemos muy bien lo que es un cálculo y un lenguaje
concebido para operar; toda la teoría dP las computadoras está
basada en estos conceptos: en tales lenguajes, todos los signos utilizados son divisibles y unívocos; toda su gramática es t>xplicita y sus
po&iblidades combinatorias predeterminadas. Tales herramientas
penniten representar un conocimiento elemento por elemento, y
aunque no se hable de ello hablando con propiedad, son herramientas ideales para comunicar.
Pero sabemos con precisión lo que tal herramienta no es. Las
técnicas sofisticadas de la metalógica demuestran, en efecto, y por
medio del cálculo mismo, los límites relativos de todo cálculo a los
conocimientos que representan. Recordémoslos: un conocimiento no
es nunca enteramente representable por un cálculo, y no lo es de
manera única; además, un cálculo no puede representar, por sus
propios medios, todas sus propiedades, su verdad, su coherencia,
y no todo es calculable.5
Los limites externos y los l1mites internos muestran entonces que
hay inevitablemente una inadecuación de la razón-cálculo (de lo
formal) y de lo racional incluso en el caso en que el estado del
conocimiento representado computa objetos y conceptos bien distinguidos y definidos, y procedimientos bien estipulados y separados de
los contenidos de que se ocupan.6
Afortiori esa inadecuación se impondrá cuando el conocimiento
deba ser representado como una actividad, un proceso dinámico de
construcción que utiliza algunas de las forma'l y procedimientos
regulados, pero que por añadidura inventa o critica. El conocimiento en su devenir no cesa en realidad de ~circular" de su dominio a sus
conceptos, de sus reglas a las situaciones en las que se aplican, y
hace uso de la contradicción a modo de un motor para avanzar más
que para evitarla a como dé lugar. Se formula en lenguajes que no
son técnicos por doquier. Por último, produce discursos que tienen
la camunicaci6n como forma y como fln, asimismo cuando tienen a
la Verdad como Ideal.
Para la Razón-discurso, el ideal de calculabilidad no es un a priori,
o sea darse un contexto último en el que todo vendría a fundarse. El
cálculo es un medio, o momento de una búsqueda de exactitud,
li E. NAGEL, l. NEWMANN, Gódel"s Pruqf. Kueva York. 19511
6 J.B GRIZE. De la IQ!li([tte 11. /"argumnllalitm. Gint'hra. Umz. 19¡j:!.
Conocimiento y DL<>curso. l\ota sobrt> Epistemología 31
cuando se puede codificar (legislar y legalizar) lo que se ha producido, el momento en el que se llegan a estabilizar los resultados analizando la intuición, separando lo implfcito, detallando los métodos, localizando las contradicciones.
Bn la producción de los conocimientos, la Razón-discurso pondrá
en juego todas las formas de la argumentación razonable, siendo su
tarea doble, epistemológicamente hablando. Es ella, en efecto, quien
apunta al acuerdo sobre una medida común trayendo lo intuitivo y
Jo global al concepto, a la exactitud, lo incomparable a lo común, Jo
singular al modelo, etcétera. Pero es ella también quien asume lo que
ha codillcado para volver a trabajar sus límites. Es ella quien fija y
quien pone en movimiento.
Así pues, si la Razón-discurso puede operar en esa doble abertura
-apertura sobre el"antes"y apertura sobre el udf'spués~del cálculo- ,
es porque dispone de toda la potencia de Jac; IE>nguas naturales. Se
puede hablar de "potencia", ya que allí se produce sentido: ahí donde
el ideal de la Razón-cálculo no ve más que un obstáculo molesto, la
Razón-discurso ve la ocasión de un dominio.
Es que las palahrao.; tienen ~entidos múltiples antes aun de que se
las use en un discurso: de este hecho no se separa nunca completamente la intuición df'l concepto; y ~e puede jugar con las palabras
-al asociarlas, al cambiarles los sentidos-. No hay invención sin
imagen , sin ficción, sin metáfora.
Más aun, el lenguaje natural no está separado de sli metalenguaje.
En el lenguaje, se puede hablar del lenguaje: se puede tomar un
discurso como objeto, articular discursos entre ellos, representar
distancias, mostrar lo que no se dice, decir lo que no es pensable, o
no ca-pensable: el ser de Parménides y el de Heráclito tienen el
mismo nombre; en el lenguaje se conmensura lo inconmensurable, se
traduce, se interpreta, se comenta.
Finalmente, en el lenguaje natural, un enunciado significa siempre
a quien lo enuncia. Al dar una información se puede señalar su
origen y su destino, su tiempo y su lugar. Se puede decir quién dice
en lo que se dice, con estas paradojas de la autorreferencia que son
aporías para la Razón-cálculo: "Yo miento siempre". Un texto. entonces, incluso un texto cientifico, muestra siempre algo de una Razón
en acto tan pronto como, en su semiología, se toma en cuenta el
COf\iu nto de los fenómenos mencionados, que caracterizan el uso de
las lenguas naturales. No se puede en consecuencia dejar de ver el
conocimiento en el aspecto de su hacer, en las gestiones aun de su
3~
Discurso
"decir~,
si no nos limitamos al análisis de los resultados, estabilizados
en sus "dichos".
Ni pura persuasión, ni pura deducción , la Razón-discurso esque
matiza7 , más que formaliza, desplegándose simultáneamente en tres
dimensiones8 del discurso que unasemiologiadebeanalizaren conjunto. Una dimensión retórica, en la cual el discurso indica siempre algo
del circuito de comunicación, de habla, en la cual se inserta y funciona.
Producido para ser recibido, apunta a ciertos efectos (estéticos, emocionales). En seguida, unadímPnsiónm:gumentativa. En un discur!:>o.
los sujetos significan actividades sobre los discursos, sobre los objetos
-actitudes, intenciones, posiciones, preguntas, críticac;; se concluye,
se explica, se evalúa; se distinguen verdades y crf'encias, hechos y
reglas, E>tcétera-. Por fin, existe una dimf'nsión propiamente lógica,
en la que los objetos del conocimiento son identificados y descritos, y
luego encadenados en relaciones de inferencia.
El objeto corriente de las reconstrucciones de la Razón-cálculo
pertenece a esta última dimensión, a expensas de las otras dos. Por
el contrario, una teoría del razonamiento que tomara por objeto las
argumentaciones reales no puede presc indir de las dimensiones retóricas y argumentativas del discurso. La lógica natural ve así, en el
razonamiento una actividad que aplica, por cierto, reglas en el hilo
del discurso, pero que las explicita también, las inventa, o las critica.
A sus ojos, en consecucnda ¡la lógica no puede dar como imagen ideal
de su propio sistema el de la mecánica celeste!.P
Las ciencias humanas van, entonces, a tomar la posta de la fllosoffa especulativa en epistf'mologia hasta, y comprendiéndolo, ese núcleo de universalidad que son las leyes mismas de la Razón. ¿Debe
seguirse entonces, para el conocimiento, que la cuestión del deber
ser carezca, e n adelante, de sentido? ¿Debemos renunciar a todo a
priori para caer en e l relativismo de las ~visiones del mundo''? Dicho
de otro modo, ¿de qué modo se asegura la Razón de que hay buenos
y malos argumentos'?
Regresemos al drculo que liga a la epistemología, saber del saber,
con su objeto, el saber. Para ilustrarlo, imaginemos un conocimiento
MJ. BOREL, "La noLion dl' sch~matisation", en Rore! M J Gru<' .J R. ~lttl\1lk J>. f:ssm rlt•
U>giquc nruur!'Ur Af'rna, LanJ(. lll83.
H M.) HOREL, "RaL,o nnPmPnL non 1<11 mel Pt lo¡:IC¡Ut'·Cakul" ''" (;nzt\ J.B. t d i r J ShtiUJ/Ufri•· tlu
raisunn(>mPut, Rerna, Lang, 1984
9 M FJNN()('HJARO, Gali/ro arult/u> Art qf RPa.wminq, Rclth-1 , 1980
7
\onocimiPnlo y Discurso. ~ot a sohrf' F.pi!>temolog!a
33
en el seno del cual toda idea de significación de lo \iviente sería
iiH'OIH'I'hibk. C/uiPn l'slai>IC'c·p <'.stc· c·ontwirnic•nto hablaría dP mu('has
cosas, pero, ciertamente, no de sí mismo como quien lo f'stabkce .Y
para quien saber tien<' una significación. Admitalllos que hable, sin
embargo, de sí mismo; entonces, de dos cosas una: o bien lo que dice
eontrade('irfa lo que hace. o bien esto quf' hace no tendría ningún
sentido. Wittgenstein había seiialado y a la vez presf'ntado esta aporía
como insupf.:'rable al proponer ( H.l21) una teoría del c:onocimient o
conforme a la Razón-cálculo que excluía la posibilidad de su propia
exposición: ''Aquello de lo que no se puf'de hablar, es nt>cesario ealiarlo".
La epistemología, a causa de este círculo. no puede s ino tomar l'n
prPst amo los métodos y los rPsult ados de la'i ciencia-.¡ humanas. No es
una ciencia humana en la medida en que descubre, por añadidur·a.
objetos de nfle.riún en Pstas ('ien('ia'i. Rourdieu formula para la
sociología el círculo del que \·engo hablando: "Todas las proposicionf's
que enuncia esta l'iencia debPrian aplicarse al sujeto que la hace". Es
que, dice nuevamente, "el conocimiento de los mecanismos con los
cuales lossujetosestán comprometidos, permite determinar las C'ond i
ciones y los rned ios de u na aC'ción quf' las som<'l (>,acción con lacuallos
st.tietos están compromctidos". 10
Una má.rinw mf' parecp inevitable para la epistemología, u na máx i
m a de la Razón-dbcurso: exige que esto que el saber dice del saber no
sea incompatible con f'l hecho de decirlo y significa lo inaC'ahado
esencial de todo conocimiento, por cierto, pero también la necesidad
de remitirlo, para<'omprenderlo, alas condiciones reales de su produc
ción,y para desarrollarlo, a la-.¡ condiciones realf's de la<'om unicación y
de la acción en las que éstas comprometan lo unive1'Sal.
Trad. de Gil da C'a"t ill<i
10 P. BOURDIEU. Ln lemn ,¡, In ll'{ml. Paris. 198:!
Marie-Jeanrw 11orPI r•s pmh•sora 1' JnVI'SIJgadora dp la 1 nr\·f'r~Jt!' ciP Lausanrw. lla
publicado, CHlrP otros. el sigurenl e t rahajo "L·explicat io n clan~ J'argumf'ntatJnn· ap
Proche s(!minlogrque" (Lun_~¡ur· F'rriiH'oise 50. 1!'181 l.
35
POLÍTICA DEL SIGNO: LAS PARADOJAS DE LOS
TUPAMAROS
Francisco E. Panizza
University of Essex
l. Introducción
La creciente ineficacia del sistema politico uruguayo para organizar y mantener el consenso social se manüestó dramáticamente con
la aparición, en los sesentas, de un grupo de guerrilla urbana, el
"Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros" (MLN-Tupamaros ).
El MLN fue una fuerza activa en la política uruguaya durante casi
diez años. Su primera acción armada -la apropiación de una cantidad de armas de un arsenal situado en el campo- fue efectuada en
1963; hacia 1972 habían sido militarmente vencidos y habían perdido su importancia política. 1
Los Tupamaros se hicieron notar por primera vez en diciembre de
1966, cuando uno de s us miembros murió en un enfrentamiento con
la policia. Desde entonces, Jos Tupamaros incrementaron notablemente su lucha armada. Con frecuencia se enfrentaron con la policia y, desde 1971 , con los militares. Su actividad alcanzó su climax
entre 1969 y 1972. En julio de lY70 secuestraron al cónsul brasileño
en Montevideo, Alosio Diás Gomide y al consejero de la policía norteamericana, Dan Anthony Mitrione. Es de suponer que estos hechos
apresuraron la renuncia del entonces presidente Jorge Pacheco Areco. El14 de abril de 1972 los Tupamaros asesinaron a dos policías, a
un oficial naval y a un secretario del Ministerio dellnterior acusándolos de ser miembros de los "escuadrones de la muerte". Esto pro1
Para una visión general de la campana de los Tupamaros véase: -<;enerals and 'l'upamaros. The
Struggle for Power ln Uruguay 1969·1973", London, La.t.in Ameri<:a Reviel.l.• oj Books, 1974.
36 Discurso
vocó una rápida reacción de los militares, a cargo de la lucha contra
Jos Tupamaros desde septiembre de 1971. E~;e mismo día, Jos Tupamaros sufrieron ocho bajas y en las semanas s iguientes fueron perseguidos implacablemente por los militares que desplegaron toda su
fuerza contra el MLN. En siete meses -entre abril y noviembre de
1972- los Tupamaros,que públicamente se habían proclamado indestructibles, fueron reducidos a la impotencia. Cuando en 1973 se
dio el golpe militar la mayoría de sus miembros estaban en la cárcel
o en el exilio.
En el relativamente corto periodo histórico entre 1969 y 1972 el
MLN lle~ó a ser una fuerza dominante en la política de l.lruguay. Creó
sfmbolos nuevos, nuevas interpretaciones y nuevos alineamientos
poHticos. En este trabajo se sostendrá que, a pesar de la presión
ejercida por la acción militar, la lucha de los Tupamaros fue, de
hecho, la más elaborada expresión de politica simbólica en la historia moderna de Uruguay.
2. La política de los Tupamaros: heclw.c; vs. palabras
En varios documentos, los Tupamaros recalcaron que a través de
sus acciones el pueblo comprendería su mensaje. En un documento
interno, el MLN manifestaba:
"Esperamos cambiar en breve, la opinión del pueblo, no por medio
de palabras revolucionarias sino por medio de hechos revolucionarios"1bis
Seria dificil encontrar una declaración más explicita que ésta en
estrategia poHtica. La misma idea puede encon t rarse una y otra vez,
en otros documentos de los Tupamaros. En su "Documento Número
1" el MLN declaraba:
"Creemos que es necesario que las organizaciones revolucionarias
vayan más allá de las manifiestas declaraciones, teorras sobre la
revolución, etc. Deben comprender que básicamente existen acciones revolucionarias que precipitan las condiciones de la revolución."'.!
1 bis Movim•ento de Lilx'rac•ón Nacional (Tupam..ros) ··oocument!tCi(ln propia· ( M.L 1\. ll.P.),
Louvain, lnformallon llocumt-nlalr<' IJAml'ri<¡Ul' Lallnl' ( lllAL I [)us.~ll'r No.'>, tll7:1, pá)! r.:!
2 / l>td, pAg. ;jl:l
Política del Signo: Las paradojas de los Tupamaros 37
La oposición entre acciones revolucionarias y palabras (revolucionarias o no) no tiene ciertamente s u origen en Jos Tupamaros.
Como estrategia política se remonta a la tradición de la "lucha armada" en el pensamiento político. Los Tupamaros se colocaron dentro
de esa tradición, la cual, en la década de los sesentas, tuvo su mo
mento culminante después ciP la revolución cubana.1
Sin embargo, los Tupamaros, no redujeron las "acciones revolucionarias" a mera confrontación física. "Los hechos revolucionarios"
fueron pensados como concientización poHtica del pueblo. La acción
era, según los Tupamaros, "la creadora de la conciencia".4
La lucha de la guerrilla urbana tenía una serie de características
específicas que hacían particularmPnte importantes los aspectos
simbóliws de la política de los Tupamaros:
a) Su organización y sus operaciones se valían de muy poca gente.
b) Omcesiones económicas ("el sacrificio económico de la colectividad" que, según Gramsci forma parte de la politica hegemónica) que por razones obvias, estaban ausentes de la estrategia de
los Tupamaros.5
e) A diferencia de las guerrillas rurales, el control del territorio era
impracticable, por eso, los Tupamaros no podían establecer
•zonas liberadas" desde las cuales reforzar una administración
paralela antes de tomar el poder.
El campo limitado para su participación masiva popular en la
organización politico militar y en sus acciones así como la imposibilidad de otorgar cualquier tipo de reconocimiento material, y la falta
de control del territorio definieron el punto nodal de la estrategia de
los Tupamaros: su lucha e~·a en primer y últinw lugar para alcanzar la hegemonía a través del altamente simbólico contenido de sus
prácticas.
"Cambiar el pueblo", "crear conciencia": la lucha de los Tupamaros
era una lucha ideológica, una práctica para la producción de sujetos.fi
3 Como es wb•do, clt raha,¡n del sociólol(o fran c~s Re¡:" Debray mOuyó ¡¡randem<·n te> en es!<' tiPO
de movimil'nto>" '"' América Lat in<• ,... la década do· 1filiO.
4 Ml.N-DP, pág. 1 17
5 Véase Antonio GRAMSCI, "&il'l'lion from Pnson \/olc>hooks". London. L.awrence an<i Wishart
1978, pág. 161
11 Cfr lntrndu<·tion p:lg 20 JHI'<im
38
Discurso
No obstante, no se dirigía sólamente al pueblo en general. Definían
su estrategia militar como, esencialmPntc, una estrategia de ··acoso"-'
Como ellos mismos lo aclararon, esta estrategia no exigía el "aniquilamiento flsico del enemigo sino su desmoralización".8 En otras palabras, la lucha armada fue, en la estrategia del MLN, una confrontación político-militar que buscaba la desarticulación dP la identidad
corporattva de sus enemigos, de modo que dejaran de constituir una
efectiva fuerza combatiente. Es por eso que Jos tupamaros siempre
se dirigían a dos interlocutores diferentes: el pueblo (en el sentido en
que especificaré más adelante), y también sus adversarios directos,
la policía u los militares, con quienes siempre trataban de mantenPr
un solo estilo de diálogo.
Si toda lucha política es una lucha por la hegemonía, ésa fue la
manera mediante la cual los Tupamaros buscaron establecer su
hegemonía y la que les otorgó su carácter especifico. En sus propias
palabras: "el movimiento guerrillero se comunica principalmente mediante sus acciones armadas aunque algunas veces se vale de otras
formas de comunicación con el pueblo, tales como periódicos, panfletos, programas de radio, interferencias en el radio y la T.V. audio,
etc". 9
No obstante, "la acción", entendida como una mera sucesión de
hechos materiales, no "crea conciencia". Lo que puede promover la
conciencia es el mensaje simbólico que el hecho material transmite
a quien lo recibe. El asalto a un banco o un encuentro armado con la
policía son, como "hechos materiales", indistinguibles cuando son
llevados a cabo por "guerrillas urbanas" o por "criminales comunes".
Como especificaron los Tupamaros, durante los primeros años de su
actividad pretendieron hacer creer a la policía que sus acciones eran
las de criminales comunes. Sólo después de su consolidación como
organización hacia fines de 1966 empezaron a establecer su propia
identidad distintiva.
"¡Qué paradoja! Una organización política que buscaba permanecer ignorada. Un ejército revolucionario que daba un golpe y no
reivindicaba sus acciones. Era la época en que nos arrestaban y
decíamos al juez que éramos criminales comunes." 1o
7 MLN·DP, pág. 107.
8 /bid
9 /bid., pág. 110
•o Ibid... pág. 11s.
Política dE'I Signo: Las Paradojas rle los Tupamaros
39
MDurante varios años fuimos, para la gran mayoria del pueblo, una
banda de criminales sin identidad política; fue necesario destruir
esa idea." 11
Volvamos al inicial antagonismo entre "hechos revolucionarios" y
"palabras", expuestas en el apartado siguiente como "acción armada" y "acción política".
"Usualmente se trata de establecer dos categorías: acción política
y acción armada. Este es otro sofisma. El secuestro de una figura
odiada del régimen le atañe más al pueblo y transforma más efectivamente la vida de un país, que varias publicaciones y mitínes de la
izquierda tradicional."
"El orador en un mitin público no puede ser considerado corno el
único que se comunica con las masas; una acción de la guerrilla
llega hasta los más recónditos rincones del país como un mensaje
dramático y movilizador de lucha contra la oligarqufa, de rebelión,
de fe en la organización que está asediando a un gobierno odiado
por el pueblo.~ 12
Si éste era el caso ¿cómo se producía el significado de las acciones
armadas del MLN? En otrac; palabras, ¿la producción de significado
emprendida por los Tupamaros, como "propaganda armada" tenía
alguna diferencia en relación con la producción de significado med iante vías más "tradicionales" de comunicación política? Desde un
punto de vista semiológico, el mensaje de los Tupamaros -como
cualquier mensaje- era producido por un sistema de signos constituido por la relación entre un significante y un significado. Como de
Saussure lo ha demostrado, en el lenguaje, la relación entre la imagen sonora o significante y un concepto o significado es arbitraria.t 3
Mientras que la especificidad de los signos de los Tupamaros, diferentes de los producidos por formas mas tradicionales de comunicación (reuniones públicas, panfletos, etc.) consistió en que en la
práctica polftica de los Tupamaros, los significantes no estaban constituidos por un lenguaje oral o escrito sino por sus propias acciones
armadas. En ese sentido, la relación entre un significante y un signi-
11 Tomado de Omar <'OSTA, Los Tupamaros, Mf'xico. Edtciones Era. H!7!:1, rJAK 246.
12 MLN· DP, pág. 88.
13 Ferdmand DF: SAl X..,liHF:. Cour."' il• livm•m/ U11,q¡11-rir<. London. Fnnrana 1!)81 flfl li!>-h7
Seglln de Saussure. la rt>lación cntr~ la 1magcn sonora o significante y el rnnccpto o significa
do es arbitraria Esto quiere dedr que no hay una relac1ón natural entre un sonido particular
Y su concepto (asl, el sonido · g·a-t·o- y t>l ronrl'pto que juntos consruuyen el s~no gato son
una convención arb1t rana)
40
Po lit iC'a rlt•l Signo: La" Paractc~1ao; d(' Jo., Tupa maros
Discur<;o
41
ficado, que constit u fa los signos del discurso políti<'O de los Tupamaros, no era del mismo tipo que la de los signo:; constituidos a travtss
del lenguaje. 14 !'\o era una relación arbitraria. La." acciones armadas
fueron llevas a cabo por los Tupamaros como significantes (•n relación con ciertos significados para producir sus signos. Cuando los
Tupamaros proclamaron que la ··mejor propaganda armada" se produce mediante "grandes acciones militares" 1 ~ se referían a un sistema de signos en PI cual -según ellos- E'l significado es producido
por la.-; accionPs mismas.
Quizás uno de los mejort="s ~jemplos del intento del MLN de producir signos a través de la acción armada fue el llamado ··caso cte l a
Financiera Monty". El 11 de febrero d(• 1969, un comando dE'l MLN
asaltó una institución financiera, la ~FinanciPra Monty''. Además de
una considerable cantidad de dinero los Tuparamos :se llevaron los
libros de cuentas df' la empresa. Pocos días df'spués. elaboraron un
comuni<'ado en PI que proclamaban que los libros de cuentas de la
Financiera n•velaban que tssta estaba comprometida con gestiones
financieras ilegales. Asimismo. acusaron a varios oficiales del gobierno y hombres de negocios de participar en nE"gocios financieros ilegales. La acción de los Tupamaros y su comunicado fueron ampliamente difundidos y provocaron considerable descontrol en el gobierno. Varios miembros del gobierno ahí mencionados sP vieron obligados a renuneiar. 11i
De la brew reseña dPl ca.c;o de la financiera Monty SI." puede con cluir que la acción armada de los Tupamaros tenía una forma que
podemos denominar convencionalmente como "robo armado a un
banco", y un contenido que lo diferenciaba de casos similarf's: su
motivación política y las denuncias públicas hechas en el comuni<'a
do. Bstc contenido era el significado que junto con el significante
constituido por la acción armada, produjo el signo bajo PI cual se
conoció "el ca.c;o de la Financiera Monty" como un símbolo de la
práctica política d(' los Tupamaros.
¿Cómo pm'den caracterizarse los signos producidos de esta manera'? Entre diversas tipología."> de signos, una de las más aceptadas
distingue ent rc tres clases diferentes de signos: el "icono", <-'1 "índice"
entre significante y significado en carla caso. En el "signo per se'' la
relación entre significante y significado es arbitraria y conwncional.
Este es el caso d(;'llenguaje como sistema semiol<igico: "arbre" significa árbol no por un parN'ido natural sino por una convf'nción. El
"icono", a su vez, involucra un parecido de hecho entre el significante
y el significado. Es el caso de un retrato en relación con la persona
que rcprt>senta. Por último, en un "fndicc" existe una rPlación causal
entre los dos elem(;'ntos del signo: humo quiere decir fuego en el
sentido E'n qLH' el fuego f's su causa.
Como ya se hn men<'ionado, al ser Pxtra-lingüísticos los ~ignos de
los Tupamaros no podrían haber sido "signos per se'. Pretendfan
producir una relación no-arbitraria entre <-'1 significante y el signifi
cado. Es claro que sus signos tampoco f'ran "iconos". Las acciones
armada-; de los Tupamaros no buscaban establecer ninguna relación
de parecido con sus significados.
¿,Pueden entonces considerarse como ''índices'' los signos dP los
Tupamaros'? Si por "índice" se quiere decir una r elación causal entrE'
un significantE' y un significado, los signos de los Tupamaros no
pueden formar part.e de PSt a categoría. Como tal t1po de signo, PI
"índicE:'" E'Staría fundanwntalmente limitado a la.-; formas de producción de significado propios de la <'iencia (esto es. síntomas corno
indicios de enfermedades en medicina). No obstante, los indicios no
sólo establecen relaciones causales sino también convencionales: un
Rolls RoycE:' es un índice de riqueza puesto que se nccesit a ser rico
para comprar uno, pero se ha convertido en un signo convt'ncional
de riqueza JlOr el uso social. 1 ~ Si, por lo tanto, extendemos el conu·pto de "índice" al de símbolo, para incluir todos los signos que estable
cen una relaci6n moth-ada entrf' signífiC'ante y significado. ~ería
convenient(• ver los signos de los discursos de los Tupamaros como
"fndices" (como un tip() de símbolo).
En el <'aso de la "Financiera Monty" mencionado antes, el significante, la acción armada, estat1a claranumteen una r elación motiva
da con su sigmfirrLdo: era un intento de los Tupamaros por constituir un conjunto de signos como símbolos de; a) corrupción guber-
14 Para la relac16n entr<· sll(mficante y s•gniJkarlo en térmmos 1.1~ com umcal'l<'>n má' allá d el
lengul\i~ VI'a&• &n't·n Re<trler 2 "C.n<.'ma & Semiut C's". Londnn. 1!'18 1
17
15 MLN OP, pág. 110
16 1/.Jirl.• pp 1!i·Hflh
& Kegan Paul. l!lRO. pp lti 17
18 II>W.
y el "signo per se".' 7 La diferencia entre los tres atañe a la relación
Esta
('la....rfif'it('IÚll
.....,, á
tutnada eh-- .Jnna t han <·t LI.Eil
.''drm·ftlrr~lt.\1 Pr H·tir·.,, t.. Hulon , Hou r h.•dJ,tf•
42
Discurso
namental; b) de la complicidad de los miembros de las clases dominantes; e) del papel del MLN al develar los malos manejos ocultados
por la policia, etc. Ni la acción armada ni el comunicado por sí
mismos serian suficientes para constituir tal conjunto de símbolos.
Fue la combinación de ambos la que produjo el significado del discurso de los Tupamaros a través de este ejemplo.
Más aún, el caso de la "Financiera Monty" fue también un intento
de los Tupamaros por revelar un mensaje más profundo: además de
sus implicaciones directas, simbolizaba una lucha revolucionaria
contra la oligarquía y el imperialismo. En cierta forma, podrla
decirse que en esta doble instancia, el índice constituido por la acción armada como significante y las denuncias de corrupción como
"significado" constituyeron, a su vez, el significante de un símbolo
nuevo, cuyo significado seria la lucha de los Tupamaros contra la
agresión del sistema polftico y contra un orden social injusto.
Este doble nivel de significado fue, algunas veces, explícito en los
comunicados que siguieron a las acciones. Así, en el caso de la Financiera Monty, el comunicado denunciaba la corrupción de representantes del gobierno y exponía la falsedad de uno de los principios
básicos del orden político liberal, a saber, el derecho de igualdad de
cada persona ante la Ley:
"Todos lo sabían. Pero el poder judicial, el parlamento y el gobierno lo dejaban pasar sin castigo.~
"Los culpables de estos crímenes no sufrirán la imposición de un
estado de emergencia, represión o encarcelamiento puesto que son
los mismos que gobiernan." 19
Durante 1971 , el MLN usó como una de sus principales tácticas el
secuestro de personas pertenecientes al gobierno y a los círculos
más altos de la sociedad uruguaya. Por lo general, mantenían a estas
personas durante largos periodos en lo que llamaban "cárceles del
pueblo". A menudo, el MLN hacía declaraciones que incriminaban a
los prisioneros mismos y al gobierno. Cada uno de los secuestros era
seguido por un comunicado en el que los Tupamaros intentaban
aclarar el significado de su acción como si constituyera un cierto
indice. A<sf, después del secuestro de uno de los consejeros del presidente J . Pacheco, llamado t;Iises Pereyra Reverbel, el MLN envió un
comunicado en los siguientes términos:
Hl Ml.:"li·DP p:\¡:. 1:)4
Polftica del Signo: La-; Parad~jao; de lo!:! 1'upamaros
43
"Hemos detenido al Sr. Ulises Pereyra Reverbel como una advertencia de que la justicia social será llevada a cabo por los medios más
apropiados. El es un digno representante de este régimen: terrateniente. defensor de los grandes acaparadores, a<>esino a sangre fría
que nunca ha pagado sus crímenes, acusador de los trabajadores del
UTE e ideólogo de los políticos gubernamentales."2o
Como en el caso de la "Financiera Monty", al secuestrar a Pereyra
Reverbel el MLN procuró producir un doble nivel de significado. Uno
inmediato: el castigo de un "odiado representante del gobierno"; uno
"profundo": la constitución de una relación paradigmática de antagonismo entre la "justicia burguesa" y la "justicia popular" y la afirmación de la capacidad de los Tupamaros para admin istrar esa
última. En est(' sentido, los índices de los Tupamaros tienen mayor
alcance que el hecho concreto de los supuestos crímenes de Pereyra
Reverbel. Pretendían crear un símbolo de su "poder dual" frente al
Estado al desafiar su monopolio en el campo de la legalidad y la
justicia.
Los Tupamaros, sin embargo, no estaban solos en sus búsquedas
por producir índices a partir de sus acciones. Diversos indices se
produjeron a partir d e similares acciones efectuadas por otras fuerzas social y políticamente activa." en esta coyuntura. En esta lucha
ideológica, la.c; acciones de los Tupamaros funcionaron como significantes a los c uales se articulaban diferentes significados. Ao;i, por
ejemplo, el presidente Pacheco, al usar como significante Jos secuestros de los Tupamaros, produjo un índice contrario:
"También les recuerdo que pocos días antes de las elecciones un
grupo de hombres estaban aún secuestrados.
"Encerrados, seguramente, donde nunca da el sol, en lugares deprimentes que pueden conducir a la locura, tratados peor que los
peores criminales, sin ser sometidos a un proceso legal, siendo huéspedes de delincuentes malvados que toman la ley en sus propias
manos y que se consideran guardianes de una verdad que sólo ellos
conocen."21
Al igual que los Tupamaros, Pacheco, al referirse a la situación de
los secuestrados, intentó producir un significado más general, es
30 /bid., pág. 135.
21 Presidencia de la Repúbhca, ·m~rursos, mcns<\it>s y declarac1onp' dPI Sel\or Pre-.dente dt> la
ltepública Onental del l'ruguay Don .Jorge Pachc<·n 1\n>ro-, ~font<''1<h-o 1»ti8. pá¡: 17n
44
l'olftica del Signo: Las Parad~jas di:' los Tuparnaros
Discurso
decir, descalificar la naturaleza política de las acciones de los
Tupamaros. Los secuestros no eran actos políticos, sino las erradas
acciones de gente mala, una "maldad absoluta~ denotada en el texto
al hacer referencias a la oscuridad ("donde nunca da el sol") y a la
locura. La lucha ideológica y la política del signo no obstante, no se
ejecutaron en cada índice aisladamente. Sus significados conflictivos
eran resultado de antagonismos encadenados y equivalencias producidas por el co[\junto de acciones políticas llevadas a cabo en ese
contexto histórico. La historia de estas prácticas, su análisis diacrónico, debe complementar el análisis sincrónico presentado arriba.
3. La épica de los Tupamaros
Hasta aquí he examinado el discurso de los Tupamaros en su
aspecto sincrónico. Como parte de este análisis he establecido la
forma específica por la cual los Tupamaros produjeron sus índices.
También he señalado qué índices diferentes fueron producidos por
otros actores políticos a partir de los significantes de los Tupamaros.
En esta parte presentaré los aspectos diacrónicos del discurso de
los Tupamaros siguiendo el modelo de una "épica narrativa~. Para
los fines de este análisis una "épica narrativa" se entiende como "un
conjunto de múltiples mitos disociados en el nivel de sus funciones
pero unidos en el nivel de las acciones".22 Subrayar, como lo hace
Barthes, que la épica es una forma narrativa unida en el nivel de las
acciones, significa que la unidad de la narración e.stá dada par sus
actores, o dic ho de otro modo, por el conjunto d(' acciones y de
interrelaciones por los que éstos están ligados. La unidad de la épica
narrativa no está dada entonces, por sus actores en el sentido psicológico de los sujetos, o como seres prefabricados sino, como lo dUo
Barthes, como "actantes", agentes de la acción que están subordinados a ella.23 Ejemplos de narrativa épica son la Odisea, o el teatro de
Brecht.
A partir de su estructura queda claro el carácter de narrativa
épica de la práctica política de los Tupamaros: como en otras épicas,
las acciones armada.o.; de los Tupamaros tomaron la forma de una
¿:! C'fr llulaoul llA IITil~~...,. / nln><l uctu•ll '" th• StnKiu"'l .-\ oll i >J'I.' <!1 71u • ,,-,,.,.,,, " '· ' h ~ l' ni" '' ,u~
u r H111Hit11!,ham, Ct•ntn• fnr C 'w11t'tll~' r;u~ Cultural "' lltllr. Stt·nniiPrl ( )("( 'C.L"'lllllal Pasw r ... ( ; ¡·
n eral ~rie~. SI' 'lo 6, pág. 14
23 En tl'rmonos d~ forma narrativa. como lu estahle<.·iu Aristót~le,, la partt> del personi\J<' es <<'
t·uoHiaria. totalmentl' s uhordmad a a la part<' <1<' la acción ~' fliJSJl>lt>, d1re Ar~Mótele~. qne <'" L'
tan h LSto ria' s on -p~r..on a,¡l'<" pero no pcr" ma.ies ~'" hJ, toria ('fr R 13ARTHES, ()¡J. cit
45
sucesión de episodios discretos cada uno con su unidad propia. Fue
precisamente la unidad de contenido de cada episodio la que hizo
posible su constitución romo símbolos. Cada episodio fue autónomo.
Estaba hecho de unidades diferentes (esto es, preparación, ejecución, retirada, narración, etc. ) en una sucesión lógica e interde~
pendiente. Ninguna de la.-; unidades diferentes tenía se ntido por sí
misma, sino como parte del episodio que estaba identificado por
nombres (como "el secuestro de Pan do", "el asalto del Casino San
Rafael", "La fuga de la cárcel Punta Carretas~. etc.) "'Nuestro estilo de
trabajo deriva de la experiencia que el Movimiento ha elaborado
durante cinco años de militancia continua. Es importante comunicar esta experiencia: muestra que los momentos heroicos son pocos
y que la mayor parte del tiempo se gasta en rutina, esfuerzo desalentador, indispf'nsahle para construir el aparato que facilitará la c·omunicación de nuestras metas."24
Estos momentos de esfuerzo esmerado a los que se refiere el MLN
en sus documentos apuntan el proceso de la "escritura" de su narrativa. Fueron los momentos de preparación y construcción de los
episodios de la épica. C'omo en el proceso de escribir una narración,
todo dentro de la polftica de los Tupamaros era funcional para la
narración, todo fue cuidadosamente planeado y elaborado para tener sentido dentro del contexto más amplio de sus acciones, aun si
este sentido no era único o transparente. Es verdad, no obstante que
cada práctica polftica, partiendo de que es efectuada por sus actores,
comparte esta característica y puede, en este sentido, ser considerada como la producción de una forma narrativa. Un mitin público
requiere tanta "preparación silenciosa y anónima" como una acción
armada. Sin embargo, es más significativo considerar la práctica
polftica de los Tupamaros como la producción de una forma narrativa en cuanto los episodios encerrados en su narrativa eran precisamente aquellos de su propia factura.
En otros tipos de práctica poiitica, los actores intervienen tanto
en sus propias acciones (esto es, discursos políticos. un mitin público,
etc.) como en reacción a la.<; que no les son propias (esto es, iniciativas polfticas de otros polfticos, sucesos sociales o económicos en los
Que no tienen participación directa, etc.). Mientras tanto, los Tupamaros produjeron su propia historia política antes que reaccionar
frente a los estímulos políticos de otros -su forma principal de
24 MLN-DP, pág. 48.
46
Polft iea del Signo: Las Paradojas de los Tupamaros 47
Discurso
actividad polltica consistió en las acciones armadas planeadas y
ejecutadas por ellos- lo que es más, los Tupamaros siempre se
dirigían a un público más amplio que el que participaba directamente en sus episodios y por esto dependían de formas variadas de
diseminación al divulgar su mensaje. Como "actores" o "sujetos" de su
propia narración, los Tupamaros entraron en diferentes tipos de
relación con otros sujetos de su épica. Al entrar en esta relación, se
constituían los pcrsona,jes de la narración de Jos Tupamaros. No es que
Jos actores diversos de la épica no existieran previamente as u relación
narrativa. Esta existencia previa, no obstante, no les brindaba una
identidad esencial. Los Tupamaros mismos estaban constituidos por
las acciones que realizaban. Ellos reconocían esto en uno de sus
documentos internos:
"Al madurar hemos cambiado, generando nuestra propia dinámica, nuestras propias y nuevas contradicciones, nuestros propios y
nuevos requerimientos. Por ejemplo, en el pasado pudimos haber
escogido entre actuar o no según nos conviniera. Ahora, lo queramos o no, tenemos nuevos deberes que no podemos no asumir."2~
Quizás el ejemplo más sorprendente de su intento de cambiar la
identidad de uno de los actores d~ su narración sea el de las fuerzas
armadas. Si un discurso político se caracteriza por sus sujetos, interlocutores y adversarios, y los actores de la narración, por las relaciones en las que se comprometen, las fuerzas de seguridad eran, simultáneamente, interlocutores y adversarios del discurso político de los
Tupamaros y principales personajes de su narración: CuPstionando,
interpelando, amenazando, castigando, los Tupamaros establecieron, a través de su épica, una relación cercana con las fuerzas de
seguridad (tanto la policía como los militares). Otros actores, políticos, diplomáticos, gente común, que también formaba parte de la
narración de los Tupmaros, carecían de la centralidad y continuidad
de la relación entre los Tupamaros y las fuerzas de seguridad.
Los Tupamaros se relacionaron con las fuerzas de seguridad de
diversas formas. Algunas veces públicamente, a través de comunicados y declaraciones reproducidos en los medios de comunicación,
otras privada y directamente, en prisiones, barracas o cuartos de
tortura. Sólo de las primeras podemos intentar algún tipo de análisis. En algunas ocasiones, el "diálogo entre militares y Tupamaros" se
estableció simplemente por medio de cartas abiertas a la policía y a
los militares. Este fue el caso, entre otros, de la "carta a los policías
que se negaron a obedecer órdenes",~6 "carta a los militares",27 "Del
movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros a las Fuerzas Armadas"28 y el "Reporte de las pláticas con las Fuerzas Armadas."29 Sin
embargo la relación entre los Tupamaros y las Fuerzas de Seguridad se
estableció principalmente a través de la confrontación armada que,
como ya se ha dicho, tenía tanto un valor simbólico como militar.
"La originalidad de nuestra experiencia en comparación con otros
movimientos guerrilleros, es que siempre estamos tratanto de golpear a nuestro enemigo real, la oligarquía, evitando la confrontación
con sus protectores, las Fuerzas Armadas."30
Aun s i, en el curso de la lucha, la confrontación armada, inicialmente entre los Tupamaros y la policía y, más tarde, con los militares, se hizo cada vez más frecuente, el MLN no obstante buscó sostener constantemente un diálogo privilegiado con las Fuerzas Armadas. La palabra "diálogo" era repetidamente usada por los Tupamaros mismos en sus comunicados al referirse a sus tratos con las
Fuerzas de Seguridad: "Este tipo de diálogo" escribieron los Tupamaros en uno de sus primeros comunicados públicos, la "carta abierta"
a dos policías con quienes habían tenido un enfrentamiento armado.J 1
"Tomen nota de que siempre es posible establecer un diálogo con el
MLN" subrayaba un comunicado, enviado en 1971 y dirigido, como el
anterior, a la policía. Extraño tipo de diálogo que terminaba el mismo párrafo al cual corresponde la frase anterior con la siguiente
advertencia: "bala por bala, muerte por muerte". 32 El "diálogo" en el
que los Tupamaros trataban de comprometer a la policía y a los
militares a lo largo de su campaña era parte de una lucha por el
poder. Más que llegar a un arreglo deseaban imponer una voluntad.
Nunca se planteó como una alternativa sino como un complemento
de la lucha armada.
Al igual que otras prácticas poHticas, el diálogo entre los Tupamaros y los militares fue un intento por parte de los Tupamaros de
transformar la subjetividad de sus interlocutores. Lo que estaba
implicado, en este caso, era la destrucción de la identidad corpora26 /bid. , pág. 165.
27 /bid.. pág. 173
28 lbW... pá¡¡ 204
29 /bid.. , pá¡¡ n1
30 lbúl.., PI\¡¡. 160
31
25 /bid, pl\g. 56.
lbúl..,
pl\g. 151.
32 /bid., pág. 199.
48
Política del Signo: Las Paradojas d<' los Tupamaro:-;
Dise u rso
tiva de las FuerLas de Seguridad como una institución identificad a
con la defensa del Estado y el orden :social prevaleciente. Para alcanzar su meta, los Tupamaros t uvieron que romper la ('adcna ele equiva!E>ncias, antagonismos y diferencia..<> que constituían la identidad
profesional de las Fuerzas de Seguridad. Para ese propósito, los Tupamaros trataron de crear do:s relaciones de diferencias: a) por un
lado entre las Fuerzas de Seguridad y, por el otro, el gobierno y el
orden politico y social prevaleciente; b) en el seno mismo de las
Fuerzas de Seguridad, entre los rangos superiores y subordinados.
"Examinar~:' ahora cúmo este último tnlento :se puso en práctic-a en
los textos de lo:s Tupamaros.
"A los agentes de la policía
Víctor Tomás Bentaneour
y Delfino Suárez Lima"
"En relación con el reciente incidente consideramos necesario ponernos en contacto con ustedes, y por medio de ustedes, con todos
los miembros de la policía, el ejército y el resto de las Fuerzas Armadas del pais."33
El comunicado de los Tupamaros establecía, desde su planteamiento, ciertas relaciones de poder. El MLN hablaba como sujeto
plural, colectivo (consideranws n(>cesario) dirigiéndose a los agentes
de la policía como individuos. 3 ~ 8ra una relación asimétrica al tratar
el MLN a sus oponentes como sujetos ai.<;lados, lo cual obligaba a
dirigirse al MLN como u na colectividad. El ftfect.o individ1.tali.zante
producido por el comunicado se refuNza por el hecho de que la
policía, como las Fuerzas Armadas, es una organización estrictamente jerárquica en la que todas las relaciones son establecidas a través
de la'> cúspides. Al diri~irse a los agentes de la policía, cll\ILN violaba
esta regla básica de relaciones institucionales y por lo tanto, cuestionaba ta estructura jerárquica de la Fuerza Polic1al.
El deseo de los Tupamaros de subvertir este orden in:stitucional
jerárquico es evidente en otros momentos del mismo texto:
"Uds. deben tener en cuenta, para el futuro, que el z9 de diciembre
hicimos todo lo posible para hacer nuestra tarea sin di!Sparar. Eso se
:J:l (bid . pfi¡!. ¡¡;¡
:l4 Para PI "efPt'ln mrll,ttluahzac\or"' t•n ..~1 t11~cu,-....o dt-..1 pan1dn C"nmuiU!\la frarw~~ a
\l'a'' Oh\lt't HLUill l. l.tt~t'l"fl' d ¡,¡•._,,,~/" 1' .11 1' 1'.1 ¡: 111"-111 pp 1..\l'• "'"'
tu' catbllf•'""
49
debe a que no somos criminales comunes, porque nuestra lucha no
es contra los policías en particular."
"Nuestra lucha es contra aquellos que usan a las instituciones
armadas y,a sus agentes para reprimir al pueblo y mantener sus
propios privilegios.'rJ5
Al aclarar que su lucha no era contra los policías en particular, el
MLN estaba de nuevo usando la forma plural para distinguir entre
los "agentes" y la ''policía". Hacían lo mismo en el último párrafo,
cuando hablaban de las "instituciones armadas" y "sus miembros".
Cuando asentaba que su lucha era contra "aquellos que usan a las
instituciones armadas y a s us miembros para reprimir al pueblo y
mantener sus propios privilegios", el MLN estaba proponiendo la
sustitución del orden usual jerárquico de las Fuerzas Armadas por
uno nuevo: un orden que los dividía entre aquellos que reprimen al
pueblo y aquellos que no lo hacen.
Los Tupamaros no sólo buscaban interrumpir el orden jerárquico
de las Fuerzas de Seguridad sino que proponían un nuevo tipo de
orden e invitaban a sus miembros a identificarse con él:
"... aquellos df' u:stt>des que están en las categorías más altas, qficiales de alto rango y torturadores que actúan en beneficio de los
instigadores amontonados en el parlamento ( ... ) A ellos les decimos:
ustedes son responsables de todas las muertes( ... ) y a los humildR.s
agentes que disparan al vacfo cuando se les ordena disparar contra
los trab~adores y los estudiantes; a aquellos agentes como German
Garay, que usan un uniforme y, como en cualquier otro trab~o.
son mal pagados; a ellos les reiteramos: ustedes no son nuestros
enemigos. No nos enfrenten. No actúen en contra n uestra. Estamos
luchando por una patria como la que quería Artigas, en la que los
más humildes deberían ser los más privilegiados. Ustedes que son
humildes, no debman actuar en defensa de los pnvilegiados.'"J6
Dos aspectos notables del discurso de los Tupamaros a los militares sobresalen en el siguiente extracto: a) el intento de minar el
orden jerárquico (categorias más altas/ altos rangos Vs. "humildes
&gentes") y, b) la proposición de un nuevo orden alternativo en el
que los hoy "agentes humildesft, una vez constituidos en oposición al
Orden jerárquico a través de una cadena de equivalencias, formen
P&rte de los desposeídos: como trabajadores (y por lo tanto como
11 IILN-DP, pág. 151.
• llrid.. pág. 22!)
Politica dl'l Signo: Las Paradojas de los Tupamaros
50
51
Discurso
miembros de la clase trabajadora), como mal pagados (condición
que refuerza su identificación con el resto dE> la clase trabajadora),
como ~los modestos", así como los desposeídos frente a los altos
rangos de las fuerzas de seguridad y las clase~ dominante~). La
cadena de equ ivalencias termina al establecer un antagonismo en e l
cual los desposeído~ (el pueblo) serán los beneficiados del derrocamiento que del orden social prevaleciente, harán los Tupamaros.
El intento del MLN por imponer su hegemonía en las Fuerzas de
Seguridad por la vfa única del "diálogo" fue una caracteristica permanente de su polít1ca con independencia de cuún intenso fuera el
conflicto. En el clímax de su confrontación con la~ Fuerzas de
Seguridad, el MLN aún trataba de sostener el diálogo. I=:n un comunicado en el que denunciaban la complicidad de las Fuer;;as de Seguridad con los ~escuadrones de la muerte". el MLN se dirigía a los
agentes de la policía de un modo especialmente amenazador.
"Mientras ustE-des sigan siendo quienes son, haciE-ndo lo que hacen, formen una cruz con estas dos frases y cuélguenla en su cabecera. Hala por />ala . .l1uertP por muerte:· r.
Pero además de amenazas a la policía, el comunicado intentaba
también transmitir un argumento fundamental:
"Para que Gari y Ueambrosis !-ligan teniendo sus dividendos. para
que los latifundios de Baraberry y Frick continúen produciendo rentas enormes, los empresarios, ganaderos y banqueros necesitan capataces. Necesitan mantener su orden, el orden de la congelación de
salarios, <•1 orden del de1-iE>mpleo."
"Cuando los peones exigen tierras para trabajar, los trabajadores
estallan huelgas en demanda de incrementos de salarios y hay demostraciones de solidaridad de los estudiantes, entonce~ aparecen
los capataces para imponer el orden."
"El orden se impone con cachiporras, gases lacrimógenos, tortura
y encarcelamiento, con pistola.." calibres 22, 38, 45 y 9 mm. En ropa
de civil o en uniforme. Con :> sin clw~·retera.,<;."' 1 H
Uei>pués ele iden1 ificar a Jos miembros ele la policía con la defensa
de un orden dado, el comunicado de los Tupamaros desplaza el
concepto de "orden" dt> su significado formal ~jurídico, hacia un
significado de C'ondición para la acumulación de riquPza :- de represión de aqu('llos que se oponen. Pero al exprcsar!>e acerca de los
37 lbitl. J)á!l l!lll
3H lhid .. pá¡: 1!\8
policía.-; (·omo sirvientes t capataces) de ese orden, el comunicado
es1ablece una diferencia entre los agentes elE> la policía y los verdadero~ beneficiarios del orden existente:
"Sin embargo, sus orígenes (de Jos policía...:;) es1 án en el pueblo
(hu m ildes ). "
"En diferentes ocasiones, dos individuos,dos hombres, se encontraron en barracas, en una estación de policía, y 1-'n una cam ione1a de
la policía. Venían del mismo pueblo, respiraban el mismo aire, comían de las misma.-; sobras. Pero uno es un t.orlla-ador, y el otro
un torturado. Cada uno es responsable de sus actos; el que lucha por
una causa social sabe por qué muere, el policía no sabe por qué está
matando. A él se le dotó de un arma, de órdenes, de impun idad y de
un salario para defender una patria que no es suya, un orden que
pertenece a otro. Ha sido engañado."3g
La caracterización de los policías excluyéndolos de los rangos de
los opresores, abrió a los Tupamaros la posibilidad de proponer un
sistema nuevo de equivalencias en el cual tanto los Tupamaros como
los policías se reconocían y desconocían. Armas, órdenes, impunidad y un salario eran la fuente del desconocimiento. No sólo eran
instrumentos de opresión sino estratagemas de engaños, que constitulan un orden vertical jerárquico que ocultaba el verdadero orden
horizontal al cual tanto los Tupamaros como los policías pertenecían por igual, aun si estos últimos no eran conscientes de ello. Al
intentar establecer la verdadera identidad de los agentes de la policia dentro de un orden horizontal, los Tupamaros buscaban desestabilizar aún más el orden vertical de la policía:
"En la fuerza policial hay oficiales y tropa. Todos participan en el
crimen: todos gozan de la impunidad que les garantiza el poder de la
oligarquía. Todos serán sentenciados por la justicia del pueblo".4 o La
impunidad por igual otorgada a los ofi:ciales y a las tropas en el
orden ol-igárquico se comriertR en responsab-i lidad por igual a los
ojos de los Tupamaros. Los beneficios de la impunidad oligárquica
contienen su propia antítesis en el orden alterna1 ivo de los Tupamaros.
Tanto en las ~diplomáticas cartas abiertas" como en los comunicados amenazadores, los textos Tupamaros establecían una relación
idéntica de podPres. Los Tupamaros, como instituci6n, se diriglan a
311 Tbid.
40 !bid.
52
Discurso
los policías como individuos, sin ofrecerles salida alguna: "Dejar la
fuerza policial es el único camino de evitar nuestros tirosn. El policía
no tenía salida en el orden institucional existente.
Pero había una clara diferencia en las tácticas de Jos Tupamaros
respecto de Jos militares. Esto se debía a su diferente evaluación
política de estas dos instituciones: los Tupamaros consideraban que
un diálogo institucional era posible con las Fuerzas Armadas pero
no con la policía. Al dirigirse a los militares como a una institución,
los Tupamaros trataban simultáneamente de desligar a las Fuerzas
Armadas del gobierno y de las clases dominantes y de establecer un
terreno común. En el antagonismo entre pueblo y oligarqufa,fundamental en el discurso de los Tupamaros. las Fuerzas Armadas estaban excluidas. Al mismo tiempo eran un adversario reconocido:
"De este lado están los oprimidos ( ... ) De este lado estarrws los
huelguistas, los manifestantes, el atentado, los que protestan: Nosotros, los Tupamaros, estamos de este lado, con las armas en la mano."
"Del otro lado están los oligarcas del régimen: banqueros y terratenientes, agentes del imperialismo norteamericano. Ellos están del
otro lado. Pero ellos no son los combatientes del otro lado. Entre
ellos y nosotros están los mercenarios: las fuerzas represoras que
actúan para defender los intereses del régimen ..."4 '
Aunque en esta selección se diferencia a las Fuerzas Armadas de
la oligarquía, sin embargo, se los juzga en términos negativos. Pero
en otros comunicados los Tupamaros mantuvieron la distinción fun damental al sugerir una actitud mucho más favorable hacia las Fuerzas Armadas:
"En esta lucha, hay un lugar para las Fuerzas Armadas de nuestro país que también sufren el escarnio de una patria envilecida por
hombres sin honor, que creen que la república sólo les pertenece a
ellos y a sus inmoralidades.~
"No somos sus enemigos ¿Cómo podríamos serlo si las dolorosas
condiciones de nuestro país nos lastimo,n tanto como a ustedes? Es
por eso que sabemos que ustedes tienen un papel crucial en el futuro
de nuestra nación."42
Los Tupamaros ofrecfan a los militares un conjunto de valores
comunes incompatibles con los del gobierno y las clases dominantes.
Intentaban construir un campo semántico común al apelar a un
41 /bid., pág. 215.
4~ / bid' pá¡¡ 174
Pol!lica dt>l Sig11 o: Las Paradojas de los Tupamaros n3
conjunto de símbolos de inmediato identificables por las Fuerzas
Armadas. Los Tupamaros se apropiaron de elementos básicos del
discurso militar, como la patria, la moralidad, el nacionalismo. La
diferencia entre las Fuerzas Armadas y el gobierno se estableció en
términos del honor de las Fuerzas Armadas contra la inmoralidad
de los poHticos. La equivalencia entre los militares y los Tupamaros se
estableció en funció'n de que compartían un sentido de rechazo de
esta situación.
La denuncia de corrupción hecha por el MLN (por ejemplo en el
caso Monty) se usó mucho para este fin. Sin embargo, la naturaleza
de este movimiento anticorrupción resultó ser ambigua debido a la
actitud de los Tupamaros respecto a los polfticos. Inicialmente los
Tupamaros eran críticos fuertes y sin compromiso tanto de las instituciones políticas como de Jos políticos de Uruguay. A la pregunta
sobre qué pensaban acerca de los políticos los Tupamaros contestaron en una en t rf'vista hecha en 1969:
"Es difícil calificarlos como patriotas o anti-patriotas. La mayor
parte de ellos especula con sus puestos polfticos tan deshonestamente como los financieros con su capital."4·1
En la misma entrevista dividían a los políticos en cuatro categorias diferentes, desde "especuladores sin escrúpulos", hasta "aquellos
anti-régimen que no obstante buscan trepar al sistema parlamentario".
De esta manera, todos los parlamentos fueron considerados del
mismo modo que el Gabinete y las clases dominantes, y fueron excluidos de cualquier oportunidad de participar en laluchade losTupamaros. El reconocimiento de los niveles morales de las FuerzasArmadasy
los valores compartidos (a pesar de las acusaciones de tortura y
asesinato) crearon la posibilidad de un frente común. El hecho de que
tanto los Tupamaros como las Fuerzas Armadas arriesgaron sus vidas
en la lucha armada mien tras los otros los con templaban era otra cosa
que podían compartir:
"La guerra es entre aquéllos que pelean por Jos oprimidos y aquéllos
que mantienen y dPfiendcn a los opresores. Pero los (rpresores, los
oligarcas, Jos terratenientes, los regidores, no están en guerra. Ellos la
observan. Ellos no intervienen. Se quedan en la banca. :"Jo han sido
alcanzados por la-; balas. No han estado torturados por el miedo y la
incertidumbre."4 4
4.1 /bid., pág li)!l
54
Polltica del Signo: Las Parad(\ia-. dP los Tupamaros
Discurso
Estar en trincheras opuestas, sugerían los Tupamaros, no es obstáculo para compartir una experiencia. Su naturaleza como combatientes, el hecho de que ambos arriesgaran sus vidas y también el
~miedo y la incertidumbre" ante un estado de guerra los colocaba en
una posición potencial de mutua comprensión. Por el contrario, no
podría haber nada en común con ellos, con la oligarquía, que, al
estar en guerra, había mandado a otros a pelear por su causa. Sin
embargo, para establecer un terreno en común, fue necesario establecer otros elementos de identidad compartida. La identificación
corn •' n r"n los defensores de la independencia ofrecfa este elem<'n t o
adicional:
"Esta es la razón por la cual hemos decidido empezar de nuevo el
diálogo. Ur;IRdes saben quiénes somos nosotros, lo que queremos, lo
que hacemos. Nosotros provenimos de la tradición iniciada por el
General Artiga.s. Su causa es la nuestra: quP los más infeiices sean
los más favorecidos. Nuestras armas son las mismas que las suyas.n
"En la lucha por la total independencia existen dos opciones: a
favor o en contra del pueblo."
"No hay otro camil10 que lns Hterzas Armadas puedan tornar. La
opción es clara y está en sus manos."46
Si se pudiera encontrar un común denominador en e l pasado,
también podrfa encontrarse uno para el futuro. Seria necesario que
las Fuerzas Armadas reconocieran como institución que los valores
que constituyen su identidad corporativa no se estaban realizando.
La referencia al pasado descalificaba el presente y proponía un
futuro en el cual Tupamaros y Fuerzas Armadas desempeñarían un
papel igualmente in1p<n·t ante: como fuerzas contra el statu quo serian los únicos capaces de proponer un nuevo programa político
para la sociedad uruguaya:
"Las fuerzas Armadas tienen un destino completamente diferente
al que les fue impue:sto, el de carniceros del pueblo. Y este destino es
esencialmente glorioso y político, no en un sentido electoral o particular de votos y causas, sino en uno diferente. La política de rescatar
la herencia nacional \endida a intereses alit•nados..."40
"No se tenga la menor duda de que si las Fuerzas Armadas, o
cualquier otro, se ponen en movimiento, o colaboran con algún mo
44 Jbi(t., pag. 21r;
45 tbia., pag. 205
46 lllirl, pág. 174
fifi
vimiento, como un camino de reconstrucción nacional, nos encontrarán incondicionalmente de su parte."47
4. Los textos Tupamaros: pueblo, patria y revolución.
Los Tupamaros produjeron una narración que estaba dirigida tanto
a las Fuerzas Armadas como al pueblo. No obstante, el pueblo no
estaba en la misma posición estructural que los militares en la épica
de los Tupamaros. En u no ele sus doe u nwn tos in t{'rnos los Tttparnaros
analizaban a lgunas características distintivas de su estrategia de
lucha armada.
"El a..-;unto analizado a l principio de este documento bajo el encabezado de 'las apariencias' (por ~jcmplo, la imagen tradicional de
paz y tranquilidad de Uruguay) ha sido de crucial importancia en la
determinación den uestras tácticas política'>ymilitares ( ... )El enemigo
está también det~rminado por esta apariencia democrática y tiene
por su parte que ser cuidadoso con sus formac; de represión. Ambas
partes tienen que coincidir con el fenómeno estructural que los determina ( ... ) ¿Por qué'> Porque la lucha, en todos sus aspectos, es por el
pueblo; algu.nos de nosotros luchamos para crPnr conciencia, para
movilizar, para organizar. Otros luchan para mantenerlos (al pueblo) en la oscuridad, para paralizar, para dividir.''4 H
Este texto muestra daramente hasta qué punto los aspectos simbólicos de la política de los Tupamaros determinaron su estrategia
militar. Era necesario, según e l ML!';, considerar - y destruir- ciertos símbolos (Jos símbolos que habían for mado parte del sistema
político tradicional de Uruguay y conformado la visión que e l pueblo
tenía de la sociedad uruguaya) en ca-;o de tener éxito en su lucha
político-militar. Los Tupamaros también sabían que el pueblo era
una causa para la contra-narración militar y que el resultado de
esta lucha era crucial para alcanzar el éxito. Más adelante retomaré
este punto.
La narración d(' los Tupamaros se dirigía al pueblo como a una
causa política antagónica de la oligarquía. Sin embargo, en un sbtcma
político en el que los antagonismos populares habían sido históricamente acallados por políticos "transformistas", no ~ra fácil lograr
una ruptura r~volucionaria por medio de un discurso poHtico. Debido al estancamiento y deC"adencia de la sociedad uruguaya, el "mate47 !bid.., pág 2U
48 /bid, , pág l :w
56
Discurso
rial ideológico" conducente a una ruptura revolucionaria en otras
sociedades aún no estaba preparado. La línea divisoria no era obvia
en términos de una lucha por la liberación nacional o contra una
dictadura claramente represiva. Como ya lo demostré, los patrones
de intervención del Estarlo y la representación polftica en sí habían
circunscrito la lucha de clases.
Para poder constituir al pueblo en agente de la ruptura revolucionaria. los Tupamaros tuvieron que construir a ~u manera el antagonismo "pueblo-oligarquía".
Tenían que ser popularmente reconocidos como la fuerza conductora cuyo único método legítimo de liberación nacional era la lucha
armada. Los Tupamaros usaron tres elementos ideológicos básicos
en su intento por construir este antagonismo: el pueblo, la patria y
la revolucián. Los usaron de modo que cada uno representara a los
otros dos, ligándolos a luchas del pasado y del presente.
"La patria tiene un propietario, pero que no es el pueblo. Hoy,
como en el pasado, la patria pertenece a los grandes empresarios, a
Jos grandes terratPnientes, a los banqueros, a los prestamistas. Está
hipotecada a los extranjeros y son los extranjero!> los que dictan
nuestras políticas".
"Nuestra patria sirve sólo a unos pocos, a los que viven a expensas
del pueblo, de su miseria y su sufrimiento, y no sirve a la gran
mayoría de la población, explotadas, golpeada y humillada."49
En el discurso de los Tupamaros, la patria era uno de los elementos cruciales. Era el que estaba dirigido a una mayor audiencia. Más
importante aún, era el concepto que más directamente interpelaba
a las Fuerzas de Seguridad. De los otros dos, el concepto de revolución estaba supeditado a la posición institucional de los militares. El
concepto de "pueblo", por su parte, tenía un status ambiguo: por un
lado, los militares repetidamente subrayaban su origen. Por el otro,
al ser las Fuerzas Armadas de la nación no podían sino rechazar una
división de la "nación" en sectores sociales en conflicto, connotados por el concepto de "el pueblo". El concepto de patria, por su
parte, era constitutivo de la identidad militar.
Sin embargo, no era suficiente para los Tupamaros mencionar a la
patria en sus textos. Era necesario integrar a "la patria" dentro de
un discurso de ruptura revolucionaria. De esta forma el concepto de
patria de los Tupamaros, se reconstituía a través de un conjunto de
49 /bid., pág. 216
l'olfr ica del Signo: Las ParadoJas de los Tupamaros
57
diversos antagonismos: el antagonismo "pueblo/ oligarquía (grandes
acaparadores, grandes terratenientes/ el pueblo),la relación "nación
/extranjero~" (sometidos a los extranjeros) y también en relación
con la'> luchas revolucionarias del pasado ("La patria está hoy en Jos
cañones de nuestras armas clandestinas como lo estaba en el pasado en la'i puntas de las espadas de nuestros gauchos."60 Estos tres
elementos ideológicos se combinaban en el discurso de los Tupamaros para producir su atractivo revolucionario.
Como ocurría con otros elementos ideológicos, el concepto de
"pueblo" era una referencia común en la política uruguaya. De ahí
que tuviera que ser redefinido en el discurso de los Tupamaros. El
concepto de "pueblo" de los Tupamaros no se basaba en divisiones
de cla.,cs. Sin dejar de reconocer la importancia de la clase trabajadora y el movimiento de Jos sindicatos, ni en los textos internos, ni
en los públicos se privilegiaba a la clase trabajadora como fuerza
revolucionaria. De modo muy característico, sus textos al referirse al
pueblo, enumeraban los diferentes sectores sociales que ellos consideraban que lo constituían:
"De este lado estamos nosotros, los oprimidos, los trabajadores
humillados de la l.ITE, los expoliados empleados de banco, los explotados cosechadores, los engañados empleados públicos, los maestros de secundaria, los desempleados, los muertos de hambre, los
presos, los torturados, los cafdos."51
La linea divisoria entre el pueblo y la oligarquía que surgió de los
textos de los Tupamaros era más política -entre opresores y oprimidos- que económica -explotadores y explotados-: en algunos
de sus documentos internos consideraban a los habitantes de las
ciudades perdidas de Montevideo como "la gente potencialmente
más revolucionaria",62 precisamente por ser el sector social más oprimido. Lo que caracterizaba el concepto de "el pueblo" en el discurso
de los Tupamaros no era sólo su opresión, sino su tradición de
resistencia: "Hace cien años, otros rebeldes pelearon en estos Jugares
( ... ) Han pasado cien años. Poco ha cambiado en el país para los
pobres. En las ciudades perdidas el frío traspasa los muros de las
casuchas y los niños tienen que dormir abrazados a los perros para
mantenerse calientes".
"Para los ricos tampoco ha cambiado el pais. Ellos son los dueños
10 lbíd.. pág. 17 1
11 ~ pág. 216.
112 lbWt. pág. 76
58
l)Lo;<:urso
Polrt ita elE>!
Si~no:
Las Paradojas de los Tupamaros
59
de los ranchos ganaderos, del ganado, de la:; fábricas, df' los bancos.
Tienen ca-;as confortables, casas de veraneo en la<> playas. Para ellos
nunca hay racionamiento de carm>".~·" La cadena dE> E>quivalencia.<; es,
una vez más, establPcida: el pueblo, la patria y la rm'Olución: todas
las forma:; de lucha popular t>staban, para los Tupamaros. relacionadas con s u propia lucha: "De este lado estamos nosotros, los huelguistas, paristas, la manifestación, el atentado. De este lado estamos
nosotros, los Tupamaros, con las armas en las manos".
"Todos nosotros somos luchadores, en diferentes trincheras, pero
todos somos luchadores."M
La formulación de los Tupamaros en términos de un programa
revolucionario era escasa. Su concepto de revolución se constituía
presentando cada lucha popular como parte de su lucha. SE> sei'lala ba el momf'nt o de ruptura en el antagonismo "pueblo-oligarquía".
Como ya hemos dicho, los Tupamaros la caracterizaban rná<; como
una revolución paplllar que como una proletaria. De la misma ma
nera, el MLN se consideraba como una organización ele vanguardia.
pero no corno un partido leninista de la clase traba.jadora, sino dt>
todos los oprimidos: "El ML'\' es ni m á<; ni menos que la organización
política armada de los estudiantes, de los trabajadores, dt> los empleados, de los asalariados dt>l campo, de los intelectuales. de los
desempleados, Pn pocas palabras, de todos los sf'ctorPs sociales explotados y mar~inados por un orden social injusto."65
Otra forma de constituir el concepto de nn'Olucián E>ra presentando la lucha como si se inspirara en o siguiera el ejemplo de revoluciones del pasado. Fuf' precisamente df' la leyenda de una guerra
civil pa."ada que los Tupamaros tomaron su más famoso tt>ma la
patria para tocio.<; n para nadie. Al decir ''la patria para todos" los
Tupamaros no negaban el antagonismo "pucblo-oligarqufa" sino que
lo reforzaban como una ruptura. La patria no tendría para cada
uno el sentido de un conjunto de ricos y pobres. porque para e llos la
pat?-ia vra d pt.whln. Los Tupamaros comparaban t>lcost o dP su lucha
con el costo de lac; luchas revolucionarias del pasado: Si el precio de
la revolución fuera, como en el pasado, la dPstrucción del orden
existente, bien valdría la pena. Lo aclararon al citar ampliamente en
uno de sus comunicados un extracto de la historia de Javier de
Viana de la cual sacaron su leit motiv:
"Mientra.:; seamos llna cargu para el país, más pronto se levantará todo e l pab para imponer la paz. Más aún, ¿por qué debemos
preocuparnos por los jardines de otro::;?(... ) ¿Por qué el país se está
arruinando? ¿Qué nos importa un país que no nos pertence? Si no
hay una patria para todos entonces la patria no será de nadie.~56
En ese sentido, los Tupamaros relacionaban el significado de su
lucha armada no sólo con luchas pa.:;adas. Les daban un significado
que trascendfa su contexto individual. Como epi<>odios discretos las
acciones de los Tupamaros podían siempre ser juzgadas por sus
propios méritos: por su costo en vidas o en pérdidas materiales o, en
el mejor ca.<;o, por la ingenuidad de su exposición de la corrupción
del gobierno o del "cac;tigo~ de un oficial de gobierno impopular. Sin
embargo, si los Tupamaros habían de triunfar mediante una ruptura
revolucionaria, la evaluación de sus acciones individuales no era
suficiente. Los difert>ntes episodios de su narración dehPn ser vistos
no por separado sino como parte de una épica: la épica de una lucha
revolucionaria. Cada una de sus acciones tenía entonces que ser
juzgada como una contribución a la revolución total cualquiera que
fuera su costo individual.
:!h:l
f>4 lbrd. paR :!lñ
f>f> lbirl pá~ 171
56 !bid o pág 217
57 Cfr Eltsl'fl \'EHÓI\. "La Semrosís so<·i¡<l". "n M. Moml'fnrtf' T<>lcdo (cuir ) El f)iscurso Po/ftico,
Mfo\lln \llf'\a lmagt•n. t~Stl _ p.t¡.: 1;-,,,
;,:) {/)1(1, pá~
Conclusión: Código.c; y símbolos
Cada estrategia política tiene, en sus raíces, que a<>umir la relación
entre conocimiento y poder. La de los Tupamaros consistia en que
ula acción crea la conciencia~. Hemos ya aclarado que no era "la
acción~ sino los signos que surgían de lac; acciones los quf' creaban, o
fallaban E>n crear conciencia. En comparación con otras narraciones,
la de los Tupamaros no se producía individualmente sino socialmente. De la misma manera se daban sus condiciones de producción
y de recepci6n. Asf lo expresa Elíseo Ver ón:
"Cuando se intenta explicar el significado de una práctica significativa dada. nos encontramos frente a una cuestión de poder. En
semiologia, la noc ión de poder se refiere a los efectos del discurso en
cierto marco de relaciones sociales."57
En un documento interno producido después de las elE>cciones
generales de 1971 los Tupamaros hicieron un análisis crítico de su
práctica polftica. En una sección titulada "Los peligros que enfrentamos" escribieron:
Polític-a del Signo: La<; Paradoja<; de los Tupamaros
60
61
Discurso
~No es posible mantener un "diálogo" con el régimen a través de
nuestras acciones. A cada gesto una acción, a cada tortura una
ejecución, a cada engaño editorial un castigo ( ...) porque en este
terreno estamos condenados a perder. En el pasado nos era útil
para nuestra fundamental forma de expresión, pero ya no es el caso.
Lo qu.e es lo peor, en este diálogo estamos creando un léxico ininteligible de seguir por la mayoría.~68
En este E-xtracto, los Tupamaros consideraban los problemas de
una estrategia política basada en asumir que "una acción crea conciencia". La producción política de los Tupamaros como generadora
de fignificado, requería la E-xistencia de un sistema de "signos narrativos" que hicieran posible la comunicación. "No es posible hacer una
narración s in un narrador o sin un interlocutor (o lector). (Pero) el
problema es( ... ) describir el código a través del cual el narrador y
el lector son significativos en el curso de la narración misma."69
Cuando era imposible para la gente relacionar una acción con sus
"signos narrativos", como lo demuestran los Tupamaros en su cita
anterior, fallaban en su intento de transmitir su mensaje: "estaban
predicando a los conversos". En algunas ocasiones, los generadores
de la narración de los Tupamaros tenían conciencia de que no estaban estableciendo una comunicación narrativa debido a la naturaleza oscura de los mem;¿ljes:
"Hay acciones muy importantes en un proceso revolucionario que
no siempre son entendidas de inmediato por la gente. La ejecución
de un 'soplón' por ejemplo, puede no ser entendida por la gente
cuando esto sucede, porque puede ser desconocido de ellos y la
prensa no daría a conocer las razones de la ejecución."60
Para hacer posible la comunicación, deben establecerse algunos
"códigos narrativos" comunes entre los productores de la narración
y sus receptores. Y más aún, los receptores no desempeñan un papel
pasivo en este proceso. Recibir una narración es "nombrarla", esto
es, para los episodios de la narración de los Tupamaros, entenderla
con la intención de los tupamaros; de ahí que era necesario que
fueran "nombrados". Estos ejemplos indican los nombres diferentes
dados a la misma acción por el gobierno y losTupamaros: "asalto/ ex-
58 MLN·DP. pá¡:. 1:35.
foi-l Roland 1\AilTIH:S. lntmdurlion w l11e Strlu·tural,tnl/lt¡.,i., ,,.,,,. \'ttrmt in·.
00 Tomado t i ~ Omar ('OSTA !.I.Js T'uprwwn" , (}¡J. cil, p:\~ H l.
()¡o
di ..
pti~
ñ!l
propiación", "secuestro/ detención"; "asesinato/ ejecución". Si estos
códigos no hubieran estado en operación la narración sería ininteligible, tal como los Tupamaros los expresaban, "un léxico entendible
sólo para los iniciados". Los códigos narrativos, sin embargo, no
pudieron ser directamente establecidos E-ntre productor y rE-ceptor;
eso implica el conjunto de elementos ideológicos con los cuales es
apropiado competir con fuerzas políticas que han sido tradicionalmente parte del dominio ideológico de clase. En términos de luchas
hegemónicas, los sectores dominantes entretejen sus símbolos con tra-narrativos a través del "sentido común del lenguaje cotidiano".
Como lo expresó Gramsci, kpor la filosofía espontánea contenida en
el lengu¿lje, las actividades cotidianas y las creencias populares".sl
En este sentido, los Tupamaros se referían continuamente a Jos
obstáculos impuestos a la comprensión del pueblo acerca de su
lucha armada por la hegemonía a largo plazo de la ideología Liberaldemocrática:
"La Suiza americana: ésta era la imagen que se tenía de Uruguay y
la misma que aún maneja mucha gente. En Uruguay no hay bosques
o montañas o campesinos. Uruguay es 'pequeño', democrático, culto.
La gente vive en pueblos, vive bien, goza de una legislación social
avanzada. Uruguay tiene una clase media optimista y numerosa. En
Uruguay 'no pasa nada'. Es un caso excepcional en América Latina.
Todo esto era cierto hasta cierto punto."fi2
Con amarga ironía, los Tupamaros reconocían el conjunto de elementos ideológicos que constituían la imagen común de Uruguay.
Esta imagen de la sociedad uruguaya estaba, simultáneamente, relacionada con ciertas creencias políticas que formaban parte de una
imagen popular del Uruguay. En el mismo documento, el MLN se
refiere a estas creencias y a los efectos en la apreciación del mensaje
de los Tupamaros:
"La dictadura, aún al profundizarse y al aplicar una creciente
brutalidad; y una violenta represión, siempre ha tratado de cubrirse
con nuestras propias ideologías: parlamento, elecciones, constitución, libertades, etc."63
En otras palabras, el pueblo tendería a percibir la narración de los
Tupamaros a través de símbolos ideológicos del sistema dominante.
61 A. GRAMS('I. U¡>. di.. pü~ :t:.?:l
62 MLN-DP, pág. 115.
63 /bid. , pág. 120
62
Política del Signo; La-; Paradojas de los Tupamaros
63
Di~curso
Para contrarrestar esto, lo:; Tupamaros usaron lo que llamaban las
formas ~simpatéticas" de lucha (por ejE>mplo exponer actos de corrupción) y tambié n llamar la atención hacia los símbolos tradicionales nacional-populares. Su propia ruptura revolucionaría estaba
ligada a luchas populares uruguayas previas. En este sentido, la
tradición nacional popular de la lucha "artiguista" era un punto de
referencia constante para todos los movimientos populares de Uruguay. La atracción de los Tupamaros por esta tradición estaba de
acuerdo con otros elementos de su discurso:
"Muchos de nosotros hemos ya entendid o que vivimos en tiempos
similares a los que anunciaban nuestra primera in dependencia,
cuando José Artigas se quitó su uniforme español y empezó a reunir
a los pat ríota:; para luchar por la libertad."
"Hoy una vez más, el pueblo uruguayoticnequeescogerentre los déspotas de hoy, banqueros que han decidido defender sus negocios a
104
punta de pistola y un t:ruguay futuro, líbr<' y justo. . ."
Los tupamaros también recurrieron a las tradiciones y al lenguaje
de las guerras civiles de los siglos XIX y principios del XX, en particular a éste último, cuando el caudillo "blanco" Aparicio Saravia
luchó contra el gobierno de 13atlle en 1904. :"Jo sólo un leit rrwtiv ~¡a
1>atria para todos o para nadie" provenía de la leyenda de Saravia,
sino que también le daban crédito a Saravia cuando se alcanzó, a
principios del siglo XX, el derecho a la participación electoral popular
colocándolo junto a Artigas:
"Estam os en gue rra, junto al pueblo a rmado y organizado del lado
del movimiento de Liberación Nacional, intercambiando con la oligarquía golpe por golpe, tiro por tiro( . . .) con las armas e n la mano ,
como el 'jefe de Jos orientales (por ejemplo José Artígas), como
Aparicio Sar avia en Masoller, cuando pagó con s u vida el derecho a
la elección popular."6 5
El punto notable de esta referencia es que Saravia nunca había
sido considerado como una fuerza progresista en la historiografía de
la izquierda. El uso simbólico que los Tupamaros hacían de Saravia
se orientaba específicamente a con t rastar con el discurso dominante de Batlle. Como sabemos, fue 13atlle quien, después de vencer
a Saravia, creó el moderno sistema político de Uruguay, diseñado
64 /bid . pág. 162
65/bid , pág. 2 18
para incorporar los sectores populares de modo controlado. Este
sistema med iaba con los antagonismos sociales y políticos a través de
la acción del estado, institucio na lizando una red compleja de comp rom isos sociales y políticos. Además, los Colorados, de los cuales el
13atllismo er a u na fracción, había sido el partido del gobiern o durante casi todo el siglo pasado. Los Tupamaros difícilmente podían usar
el Jengu~e y los símbolos del batllismo con sus connotaciones establecida~ de e~tat ismo. Ellos tenían que recu rrir, en vez, a los movimientos del pasado contra el statu quo. Más que un simple poseedor
de t it>rra y un líder de la oposición conservadora blanca, Saravia les
s irvió de símbolo de los oprimidos campesinos levantados contra el
gobierno.
Para el logro del éxito de la revolución de los Tupamaros, era
necesario construir una identidad política, alternativa y externa al
sistema instit ucional batllista, el cual había probado en ciertos aspectos su capacidad de sobreviwncia. Para a lcanzar esa meta. más
de cincuenta años de "batllismo" y de Uruguay batllista tuvieron que
ser invalidados. La art icula<·ión entre liberali.r.;mo, democracia, compromisos sociales y clientelismo de Estado, tuvo que ser destruida.
Aú n si la lueha dP los Tupamaros y, de mayor importancia, la interminable crisis del sistema político de Uruguay, favoreció esta destrucción , eso no era suficiente. Si el antagonismo revolucionario de
los Tupamaros había de ser ex itoso, debería crearse una nueva identida popular.
En este punto era n ecesario fo rmular una cadena fundamental de
equivale ncia.-;:
"El pueblo debe estar seguro. No debemos dejarlo en la duda de
que la revolución es nu~>stra meta. Los pros y contra.r.; de n uestras
acciones -desde la detención de un periodista hasta la ejecuc ión de
un verdugo- no deben di.c;cutirse por separado sino como parte de
un proceso unificado revolucionario."ñfl
En otra.c.; palabras, para el éxito de la narración de los Tupamaros,
cada uno de los episodios debía ser percibido por el pueblo como
Parte d e la lucha revolucionaria contra el régimen. Sólo en ese caso
P<>dia el a ntagonismo pueblo oligarquía sobrellevar con éx ito el sistema de diferenciac.; a través del cual los uruguayos estaban consti-
16 /bid. , PI\¡( 2!H
64
Discurso
tuidos como sujetos politicos. Si no triunfaban, arriP.sgaban la posibilidad de que los militares se apropiaran de algunos elementos aislados de su narración y los articularan con su discurso.
De lo que ~e ha dicho hasta ahora, es claro que habían varias
versiones de la épica de los Tupamaros de acuerdo a diferentes
puntos de vista politicos. Para que el término "acción" fuera siempre
constitutivo de la concientización revolucionaria que el MLN quiso
forjar, los signos que surgían de sus acciones no habían de ser ~sím­
bolos" sino "códigos". Cuando el signo producido por el sistema semiológico es un "código" tiene un significado único para todos sus
receptores dado que ellos poseen el codigo (por ejemplo, la clave
Morse en el alfabeto telegráfico). Para que la acción armada cree
necesariamente conciencia tiene que producir códigos que establezcan un significado único. Los textos de los Tupamaros intentaban
fúar un significado al producir los códigos narrativos apropiados.
Pero la posibilidad de fijar en definitiva el significado es una ilusión,
y más aún en las condiciones en las que los Tupamaros estaban
funcionando .
Hemos ya afirmado que lo que caracterizaba a la práctica política
de los Tupamaros era la centralidad de s us propias acciones. En ese
sentido eran, simultáneamente, productores y actores de su narración. Sin embargo, los productores no deben confundirse con los
narradores. Los Tupamaros no siempre eran los narradores de su
propia épica: porque, "el narrador no es la persona que 'inventa' la
historia, sino la persona que controla los códigos, cuyo uso comparte
con los escuchas".67 En otras palabras, los que tienen lwgemonía
politica e ideol6gica sobre la población.
Trad. de Gilda Castillo
r;7 lluland lli\11111ES, l ntrtxludio><.
0¡>. dt. pá¡¡ ~1.
Francisco Panizza es proft>..sor e investigador del Department of Government dE' la
llniversity of Es.~ex.
65
LA SEMÁNTICA DE WALTER BURLEIGH
Mauricio Beuchot
Instituto de Investigaciones Filosóficas
UNAM
Introducción
Walter Burleigh o Burley (nacido hacia 1274 ó 1275 y muerto
después de 1345) 1 tuvo una visión admirable de lo que es la formalidad lógica o la forma lógica; pues, aun cuando no llegó al formalismo lógico tal como se utiliza hoy en día, realizó -ya en la escolástica
medieval- el intento de presentar lo más formal de la lógica, en el
sentido que da a esto Jan Lukasiewicz.~
Ya el mismo título de s u obra principal lo dice: De la pureza del
arte lógico (De puritate artis logicae), como si aludiera a la búsqueda de lo formal de la lógica en toda su puridad.3 Esta pureza la
encuentra en la consideración de la lógica como teoría de la inferen cia o consequentia, lo cual le ha ganado la admiración de un lógico
tan perspicuo como Alfred Norbert Prior.4
Sin embargo, a pesar de ser un gran formalista, Burleigh da una
gran importancia a la semántica, y atiende a las propiedades de los
1 Cfr. A. Una .JUÁRf:Z, ·un pensador del siglo XIV: Walter Burley. f'otas sobre su vida, obra e
inOujo posterior". en La Ci11dad de Dios, 189 ( 1976). pp. 513-551; ldem, Lajilosqfia del siglo
XTV. Contexto culcura/ de Walter Bttr/ey, Real Monasterio de El Escorial: Biblioteca ·La Ciudad
de Dios", 1978. & puede ver mi rcsciia de esa obra en Uevista de Pilosuj'ia, México, 12 (1979),
pp. 158 160.
2 Se puede encontrar la dlstinc10n entre "lógica formal". y "lógica formalfstica" en J . LUKASIEWICZ Aristotle 's Syllogistic./rmn the &andpoint 0.1 Modern Flm11al Logic. Oxford: Clarendon
Prcss, 1951 , pp. 12 ss
3 Cfr. M BEUC"HOT, La.filosQ/ía del lenguaje en la Edad Media. México: Instituto de Investigaciones Filosófica.•. UNAM, 1\lB 1, pp. 184 ss.
4 Cfr. A. 1'\. PHIOH. "On Sorne Consequentia« 1n Walter Burleigh", p¡¡ The Neu1S<:h.ola.~ticis?n,
'27 (1953), pág. 434
66
La Semántica de Walter Burleigh
Discurso
términos, que configuraban la principal teoría semántica de los lógicos escolásticos medievales. Significativamente, el tractatus primus
con el que inicia su obra está dedicado a esas propiedades de los
términos. Dicho tratado tiene tres partes, que recogen las principales propiedades aludidas, ya que una parte trata de la suposición
(suppositio), otra de la apelación (appellatio ) y otra de la copulación (copulatio). Como era natural en estos tratados, la parte más
importante era la de la suposición, que consta de seis capítulos,
mientras que las otras sólo constan de uno.
Las propiedades semánticas de los términos en la proposición
Cuando comienza Burleigh a hablar de las propiedades de los
términos, introduce su tratado diciendo que supone en el lector el
conocimiento de los significados de los términos simples. Como algo
notable y curioso, no dice, como la mayoría, significationP-s de los
términos, sino significata, pero claramente está aludiendo a la
significación o significatio, que era la propiedad semántica que podían tener los términos independientemente de estar o no en la
proposición , pues las demás sólo podían tenerlas en el seno de la
misma. Seguramente Burleigh la excluye de su actual tratamiento
porque ella se da en los té rminos aisladamente, mientras que las
otras sólo puede tenerlas el término cuando figura en el marco o
contexto de una proposición. Y, efectivamente, Burleigh mismo aclara que sólo tratará de las propiedades que competen a los términos
por ser partes de una proposición.5
Si hacemos una comparación con Frege -a fin de orientarnos con
un vocabulario más familiar al lector moderno- podemos decir que
aproximadamente la significación (significatio) es el aspecto del
término que corresponde al sentido (Sinn) fregeano, y la suposición
(suppositio) corresponde a la referencia (Bedeutung). Estamos
ante un estudio de la referencia, pues se va a centrar en la suposición. Pues bien, Burleigh es tajante en decir que la suposición se debe
(debetur) adjudicar sólo al sujeto, al tiempo que la apelación se debe
adjudicar al predicado y la copulación al verbo que une (copulat) al
sujeto con el predicado.6 Pues -explica- ésas son las partes de la
5 Cfr W. IIURLI-:IGH. De vw"it~ arlis ltJ!JirOR Lnu:lalus longi01·, u>ilh a HPI>ísed f;dilion o( the
Tract.atu.s Brevicr, ed. Ph Boehner, St. Bonaventure, N.Y.: The Francíscan ln~"títute, 1955, pág. l.
6 Pues todo verbo que se predica se puedt' transformar en el verbo "es" y <'1 partícípío del vcrl>o
en cuestión.
67
proposición categórica (sujeto, cópula y predicado), de las cuales se
trata ahora, y no de la hipotética, que tiene una composición distinta.
Esta partición de las propiedades semánticas de los términos conlleva algunas cosas dignas de mención: Burleigh se parece a Vicente
Ferrer, otro gran lógico medieval,7 en que ambos sólo conceden suposición al sujeto, y asignan una propiedad diferente al predicado
(la apelación). ¿Lo hacen en el mismo sentido? Tal parece que, fundamentalmente, sí lo hacen, ya que, quitando la diferencia de concepción en cuanto a la copulación (pues Vicente Ferrer no acepta la
cópula como elemento realmente distinto del predicado, sino como
algo que pertenece a este último), resulta algo peculiar de ambos
autores como realistas o ntológicos -cada uno a su modo- y adversarios de los nominalistas, el atribuir la suposición al sujeto, a diferencia de la mayoría de los terministas o nominalistas a los que nada les
impedía el atribuirla al predicado. Pero Burleigh ya no concuerda
con Ferrer -como hemos apuntado- en que la copulación pertenece
al verbo que funge como cópula o como predicado aparente, pues
este último autor no toma en cuenta la cópula predicativa, y, por
ello, no le hace falta añadir copulación alguna.
La suposición
Burleigh pasa a definir la suposición o referencia; trata después de
cada una de sus especies; añade un capítulo sobre dificultades varias
y dedica uno entero -lo cual no deja de ser notable y curioso- a la
suposición impropia (o relativa a los tropos literarios). Ya entrando
en el tema de la suposición de los términos, Burleigh la define, en
general, como "la acepción de un término en lugar de algo, a saber,
en lugar de una cosa o de una voz, o de un concepto".8 Para hacer ver
con claridad su tesis d e que la suposición es peculiar al sujeto, Burleigh dice que la palabra suppositio puede tener una acepción
común y una propia. Tomada de manera común, la suposición es "la
propiedad del término en relación con otro término en la proposición";9 y, claro está, si se toma así, la suposición conviene entonces
tanto al sujeto como al predicado y al verbo. Pero tiene además un
sentido propio, según el cual es "la propiedad del término-sujeto en
7 Crr. M. BF;UCIIOT, Op. ciL, pp. 202 ss.
8 W. BURLEIGH. Op. cit., pág. 2.
9 !bid. , pág. l.
La Semántica de Walter Burleigh
69
68 Discurso
relación al predicado"; 10 y, tomada de este modo, la suposición compete a todo lo que pueda ser sujeto, ya sea nombre simple o agregado de sustantivo y adjetivo o de adjetivos o incluso a una expresión
compuesta mediante copulación o disyunción, i.e. a toda una proposición, categórica o hipotética.
Con respecto a la división de la suposición, Burleigh nos relata la
situación de la teoría en esa época mencionando un rasgo anecdótico y personal; prefiere aludir a algo que ya había hecho: "Recuerdo
haber escrito en mi juventud muchísimas divisiones de la suposición;
pero en el presente opúsculo no quiero poner tantos miembros dividentes, porque para el presente propósito son suficientes muchos
menos". 11 Nos brinda, por tanto, una división sencilla, que es la siguiente.
Suposición
~
i 1 1
impropia
material
propia
absoluta
simple
formal
comparada
· j
~
general
especial
discrPta
personal
común
Es, en verdad, más simplificada que otras que solían darse (aunque después añade Burleigh otras subdivisiones). Las distintas clases de suposiciones constituyen diversos modos de referencia. Veamos la explicación de cada una de esas clases. La suposición impropia se da cuando un término supone por (o refiere) alguna cosa no
de una manera normal, sino por translación o por el uso, como los cambios de acepción y las figuras literarias o tropos, por ejemplo, la metáfora. La suposición propia, en cambio, se da cuando un término
supone por(o refiere) algunacosaporlacuales usual que suponga, por
la fuerza del discurso (de virtute sermoni'> ). 12 La suposición propia se
divide en material o formal. La material se da cuando el vocablo
supone por él mismo o por otro que "no sea inferior" -dice Burleigh
no sin cierto misterio-; como ejemplo de lo primero da "el 'hombre' es
bisílabo" y de lo segundo "'el hombre es animal' es una proposición
verdadera". Como se puede ver, es la mención de la expresión al
nivel del metalenguaje. En cambio, la suposición formal -aunque
Burleigh no la define- es claramente el uso de la expresión en el nivel
normal del lenguaje-objeto.
Esta suposición es doble, porque el término a veces supone por su
significado, es decir, por aquello que es objeto de significación o
significatio, y, dado que ella es definida como la presentación de
algo abstracto al intelecto, el significado en consecuencia es algo
abstracto, mientras que el supuesto (suppositum), que es el objeto
de la s uposición, es lo concreto, a saber, los singulares o individuos
de los cuales el término puede predicarse con verdad. Así, surgen
dos clases en la suposición formal: la simple y la personal. La simple
se da cuando el término (común o singular) supone por aquello que
significa literalmente, tal como lo hemos dicho arriba. La suposición
personal se da cuando el término supone por los individuos que
designa. Burleigh lo expresa así: "cuando el término común supone
por sus inferiores, ya esos inferiores sean singulares o comunes, ya
sean cosas o voces [i.e. vocablos), o cuando un término concreto
accidental o un término compuesto supone por aquello de lo que se
predica accidentalmenten. 13
Pasando a la suposición material, o modo de referencia metalingüfstica, Burleigh examina las maneras como un vocablo o término
puede suponer por sí mismo (o referirse a sí mismo), y encuentra
cinco: una voz profPrida o pronunciada puede suponer por sí misma
(i) en cuanto ~woferida, como "'hombre' se pronuncia ahora"; (ii)
como escrita, por ejemplo "'hombre' está escrito en esta hoja'"; ( iii) o
puede suponer por otra voz que no sea inferior a ella, como '"el
hombre es animal' es una oración enunciativa"; (iv) o cuando una
voz tomada en una suposición supone por sí misma tomada en otra
suposición, el ejemplo de esto es "todo hombre corren, en donde
"hombre" tiene suposición personal, pero si se dice así: "el 'hombre'
supone personalmente en A", siendo A la proposición "todo hombre
corre", con lo cual es verdadero que "el 'hombre' supone personal-
10 /bid., pág. 2.
JI lbidem
12 "'De virlute sermonis ''significa ·al pie de la letra- o ·en su sentido convencional·; 1-lurleigh S<'
1\ala que debe distinguirse de la acepción ·secu?Utum usum ltx¡uendi" (!bid., pág. 47).
13 !bid., pág. 3.
70 Discurso
mente en A". En esa última proposición se cumple el caso que buscamos, pues en "el 'hombre' supone personalmente en A" la voz "hombre" no tiene suposición personal, según lo cual res ulta verdadera
por cumplirse en la proposición A, y no como referida a la misma
proposición en que figura la voz "hombre" en nuestro ejemplo; 14 (v) o
cuando el vocablo tomado de un modo supone por sí mismo tomado
de otro modo en que no puede tener suposición , como en '"blanco'
no puede suponer", y no puede suponer porque es un adjetivo y no
un sustantivo.
En cuanto a la suposición formal, que es la opuesta de la material,
Burleigh aborda sus especies, la simple y la personal. La suposición
simple se da "cuando el término común supone por su significado
primero, o por todos los contenidos en su significado primero, o
cuando el término singular concreto o el término singular compuesto supone por su significado total...". 15 Y esta suposición s imple se
subdivide en dos clases: absoluta y comparada. La absoluta se da
cuando el término común refiere su significado tal como está en s us
s upuestos o individuos. La comparada se da cuando el término común supone por su significado tal como se predica de s us supuestos
o individuos. Además, la suposición comparada puede ser general o
especial; en general s i el término se predica como género generalfs imo; especial si el término lo hace como género subalterno o especie. 16
Por lo que toca a la suposición personal, la divide en discreta y
común, según era lo us ual. Ladiscretaeslaquepertenecea un término
singular(o nombre propio), lacomún es laqueperteneceaun té rmino
común. 17 Y Burleigh añade las subdivisiones de la común, que son la
distributiva y la confusa.1s
Pasa Burleigh a dividir la distributiva y la confusa, pero modificando
la teoría usual y más extendida, pues toma juntas la distributiva y la
confusa, y a ambas les atribuye las clases o subdivisiones que la
mayoría sólo adjudicaba a la confusa. Así, divide a ambas e~ dos
clases: la móvil y la inmóvil, según que el término pueda instanciarse
La Semántica d e Walter Burleigh
71
o no, o, como decían ellos, según que sea s usceptible o no de ascenso
y descenso lógicos. 19 Es inmóvil cuando no tiene ascenso/ descenso; y
además cuando se puede descender, pero no virtute distributionis,
i.e. no por virtud de la distribución o sin guardar las leyes de la
distribución. Y añade una división poco usual, la de la móvil y la
inmóvil en absoluta y respectiva. La móvil absoluta se da "cuando
bajo el término que tiene tal suposición acontece d escender de manera absoluta a cualquier supuesto de ese término por virtud de la
distribución; como 'hombre' en 'todo hombre corre', porque, por virtud de la distribución acontece descender a cualquier supuest o del
hombre". 20
También le dedica espacio a una clase d e s uposición que algunos
adjudicaban a la formal, a saber, la s upos ición impropia. En efecto,
dividía n algunos la supos ición formal -que hace pareja con la material- en propia e impropia, pero que, como h emos visto, Burleigh
hace a nterior a las mismas material y formal. Suposición impropia,
s('gú n dijimos más a rriba, es el uso figurado de un término, segú n los
tropos o figuras literarias y estilística..<; del discurso. En palabras de
Burleigh, ésta se da "cuando el término supone precisamente por
alguna cosa por la que de virtute sermonis, o literalmente, no se
permite que suponga precisamente".2 1 y se divide en los tropos o
figuras literarias principales: en antonomástica, sinecdóquica y metonímica. La antonomástica se da cuando el término supo ne precisamente por aquello a lo cual conviene máximamente el nombre,
como en "el Apóstol dice esto ... " (donde "Apóstol" designa a San
Pablo, porque se le llama así por antonomasia) o en "el Filósofo dice
eso ... " (donde "Filósofo" designa a Aristóteles). La sinecdóquica se da
cuando la parte supone por el todo, como en "hizo proa a l mar"
(donde "proa" designa a todo el barco). Y la metonímica se da cuando el contin ente s upone por el contenido, como en "bebió un vaso",
donde ·'vaso" designa al agua o al vino.
La apelación
Claramente ubica Burleigh -al igual que, por ejemplo, Vicente Ferrer- la propiedad de la apelación en los términos s ustantivos que
14 Cfr. !bid., pág. 4.
15 !bid., pág. 7. Significado primero o primario es aquf la nat uraleza a bstracta significada inmediatamente por el término. por ej emplo "ho mbre" s ignifica primariament<' la naturaleza h u·
mana o la hum anidad abstracla, y dE>spués o secundariam en te significa los hnm b rcs inclivi
d uales o individuos cnncrNos humanos.
16 Cfr. !bid., pág. 11.
17 Cfr. !bid., pág. 28.
18 Cfr. !bid., pp. 40 ss.
19 El a S<:cnso era la gcnt>ralr¿ación, l'n la que sP pa,aba de las mslanda~ a l univcr,al. y PI dl',<"l'n ·
so E>ra la ms~.<~nciaculn , en qu l' se pa~aba <1<'1 univc"al a la.' mstancia~. Por eje mplo 'T od o
hombre es monal. luego Pl'clro, .Juan. y S<J<Tates. etc." es un a.scen'o l<lg1co , y"PNiro <·~ monal
Y.Juan es mortal, y ~\cratE'S <'S mor! al, f't<"., lu Pgo todo hombre es mortal' <'S un cl<'S<'!'IlSO 1(•~•­
<'0.
20 !bid.. pág. 24.
2 1 !bid.• pág. 46.
72
La Semántica de Walter Burleigh
Discurso
73
22 !bid., pág. 47.
saber, como segundo adyacente (por ~jemplo en "Sócrates es", en el
sentido de "Sócrates existe~) y como tercer adyacente ( por ejemplo
en "Sócrates es sabio"). Se llamaban así esos modos de figuración
del verbo ser, según que éste fuera un segundo o un tercer elemento
adyacente al sujeto, como puede verse en los e,iemplos. Hurleigh da
de ellos la siguiente explicación: "En efecto, cuando el verbo 'es' se
predica [como] segundo adyacente, entonces es un categorema, porque entonces es un predicado o algo que incluye un predicado y
expresa una determinada naturaleza, a saber, el ser del ex istir (esse
existere). Pero cuando se predica [como] ten·er adyacente, entonces es sincategorema, y así expresa aquello que es importado p or el
predicado, y n o expresa aquello que es en sí mismo. Y del verbo 'es'
en cuanto se predica [corno] tercer adyacente dice Aristóteles en el
lib. I del Peri hermeneias que el verbo 'es' significa cierta composición, la cual no puede entenderse sin los componentes. Pero ahora
toda dicción que de suyo no constituye una noción (o intelección:
intRIR.ctus) es un sincategorema. Y por eso el verbo 'es' en cuanto se
predica !como] tercer adyacente es sincategorcma, y como tal no es
predicado ni parte del predicado ni incluye al predicado, sino que
es la mer·a composición del predicado con el sujeto. Pero el verbo 'es',
en cuanto se predica [como] segundo adyacente, así incluye al predicado, porque, cuando se predica el verbo 'es' [como] segundo
adyacente, su participio del mismo tiempo y de la misma significación es el predicado".2s
Como se ve, ésta es una genial declaración de que el verbo "ser",
usado como cópula -o como "tercer adyacente"· es un término sincategoremático. Esto tiene la importante consecuencia de despojar a
la cópula de toda significación propia y autónoma, pues tendrá significación -como todo categoremático- en dependencia del término
al que acompañe -en este caso al sujeto, pero aun cuando Burleigh
use la expresión de que "el verbo 'es' se predica [como ] tercer adyacente", pues no parece integrarlo al predicado-. Por ello la propiedad
semántica del verbo "ser" -como tercer adyacente- es la copulación,
que consiste en recibir significado del otro término principal que es
el sujeto, i .e. el verbo "ser" copula su significado al sujeto -al copular
también el predicado al sujeto-.
Y de esta manera, el considerar el verbo "ser" como térmmo sincategoremátic'o que simplemente expresa lo que es importado por el
23 ll>irl., pp 47·4!l
24 ~;,el "('aN hl\iO un conc(•pto", que dina Frc•¡:c•, la c·ual <''para C>lla n•ht<'IÚil lú¡:1('a fundanwn ·
tal .:n la propo"('iún.
25 !bid.' pág. 54.
son predicados. Nos dice que la apelación '"es la propiedad del término común 1que es] predicable de sus inferiores".22 En otras palabras, asf como la suposición es una propiedad del sujeto por comparación al predicado, asf ésta es del predicado comparádo con el
sujeto, que es su inferior.
Burleigh distingue la apelación de la significación. Bn E>fecto, un
término (común unívoco) puede apelar a sus inferiores sin significarlos, y un té rmino (común equívoco) puede significar a sus inferiores s in apelarlos. "Por lo cual, apelar a algunas cosas es lo mismo
que ser comú n a ellas, y a causa de ello se dice que el nombre común
es un nombre apelativo. Pues, si significar fuera lo mismo que apelar,
todo nombre seria nombre apelativo, ya que todo nombre significa
algo",23 pero eso no es el caso. Con eso tenemos una definición clara
de la apelación, que se puede presentar en seguida: la apelación es
simplemente la propiedad de ser común a los inferiores, y ésta es
precisamente la predicabilidad de un universal, su capacidad de
ser predicado, en cuanto que propiamente el predicado es el que
s ubsume a sus inferiores (a saber, el o los sujetos) en la proposic ión.24 En cambio, el significar no necesariamente indica de suyo el
tener inferiores o relacionarse con ellos a modo de predicable a ellos,
y la suposición más bien es algo propio del sujeto, no del predicado.
Con lo cual resulta clara la apelación en lo que ella E>S.
La copulación
De acuerdo con lo que ya habíamos anticipado más arriba, Burleigb e ntiend e la copulación como la propiedad semántica del término que funge como cópula en la proposición, y asf la define: es la
unión o la composición del predicado con el sujeto. Otros autores,
más frecuentemente, consideraban la copulación como una propiedad semántica que tenían en general los adjetivos y los verbos, pero
Burleigh considera que la copulación es efectuada y expresada sólo
por el verbo "ser" con todos sus modos y tiempos. como "es", "fue",
"será", etc., el cual no en balde es la cópula por excele ncia.
Siguiendo a Aristóteles (en el Peri hermeneias) y a la misma
tradición escolástica, Burleigh distingue un doble modo del "es", a
74
Discurso
predicado y que sólo lo efectúa la copulación del predicado con el
sujeto, era por parte de Burleigh un intento de anular a la cópula
como elemento significativo y no tener problema.<> semánticos a la
hora de aplicarle el análisis lingüístico-filosófico. Algunos eliminaban la cópula reabsorbiéndola en el predicado y sólo distinguiendo
sujeto-y-predicado como elementos de la proposición, sin tomar en
cuenta la cópula, que pasaba a pertenecer al predicado. Esto lo
hacía, por ejemplo, Vicente Ferrer, a quien ya hemos aludido. Pero
otros, como lo hacP Burleigh, prefieren conservar la cópu la como
elemento sintáctico, pero propiamente no como elemento semántico
-ya que semánticamente sería incompleto, dependiente y s in significado propio- o en todo caso, como un elemento semántico secundario, cuyo sign ificado es eliminable o asimilable al s ignificado de
otro elemento proposicional categoremático. Con ello se trataba de
evitar todas las complicaciones lógicas que surgen de admitir la
cópula, además del s ujeto y predicado- por esa causa eliminaron la
cópula y sólo adm itieron sujeto y predicado los lógicos actuales, como Russell-, complicaciones que son exactamente señaladas por
Peter Thomas Geach.26
21; Cfr. P. Th. Gr:ACII. A lfi.<lury oj the Cm-rupliun.< of Loflir. Lceds: t'niversicy Pres.~. 1968; M.
RF:UCIIOT, "Sujcro y pr!'cll('aclo <>n PN<'r Thoma.' G<>ach". rn lf1nll<t>lirlllrli•<, i\l<'x•co, 7 1 WH:l).
pp. 59 H>4.
Mauricio Beuchot t>s invt'sti!(ador del Instituto de Investigaciones Filos6ficas y profesor en la División dE> Estudios Superiores de la Facultad de Filosofia y L<-t ras de la
UNAM. Entre sus trabajos se encuentran Elementos de Semiótica (UNAM, 1979), La
filosofla del lenguaje en la Edad Media (UNAM, 1982) y, con Walter Redrnond, La
lógica mexicana en el Siglo de Oro (UNA.\1, 1985).
INVESTIGACIÓN
ESPECIFICIDAD DE LOS MENSAJES LINGUÍSTICO
E !CÓNICO: BIBLIOGRAFÍA CRÍTICA
María Eugenia Gómez de Mas
C.E.L.E.-UNAM
El presente trabajo reúne, bajo la rúbrica general de análisis de la imagen,
los puntos de vista de diversos autores. En particular nos interesó estudiar
aquellos aspectos característicos, comunes y distintivos, de los mensajes
lingüístico e icónico.
El análisis semiótico de la imagen plantea una serie de problemas teóricos
y metodológicos aún en discusión. El primer paso hacia el establecimiento
de criterios semióticos propios al objeto de estudio consistió en recurrir a
algunos principios y métodos de la lingüística teórica; en la literatura del
área se encuentra este punto de vista, otros planteamientos eclécticos y
unos más que pretenden la búsqueda de criterios independientes. Este estado de cosas dificulta una toma de posición, si además consideramos que
en ocasiones los enfoques mencionados coinciden todos, sucesivamente, en
el desarrollo del pensamiento de un solo autor.
Para la organización del material que presentamos se p lantearon además
otros problemas; por estar situado en el marco de dos disciplinas: la lingüística y la semiótica, la manera en que el tema es abordado varia en fun ción de
la formación del autor (lingüista o semiólogo, cuando no se trata de psicólogos o de lógicos), o del objetivo de la comunicación en c uestión: artículos de
difusión, de orientación teórica o de carácter introductorio. Por e llo resulta
dificil hacer un juicio critico sobre algunos autores. Por otra parte, pocos
docum entos abordan el tema de manera directa; asi pues decidimos presentar esta bibliogratla alrededor de los principios generalmente asociados a él:
las nociones de signo lingüístico y de signo icónico; la articulación de los
mensajes lingüístico y visual; la arbitrariedad y la motivación; la definición
del iconismo a partir de la noción de semejanza. Para mayor claridad de lo
que expondremos, daremos enseguida algunas definiciones.
[)(ifiniciones preliminares
Habriamos deseado dar un a definición de los términos empleados e n el
titulo del trabajo; pero ya aquf las opiniones de los autores difieren, ya sea
76 Discurso
por ejemplo, para la definición de mensaje, o incluso para Jos términos
empleados para definirlo. ( cf. André Martinet, Eléments de linguistique
Génerale ( 13)•, p. 15; J ean Dubois et al. Dictionnaire de linguistique (6), p.
314; Shannon y Weaver o Luis Prieto, citados por Jeanne Martinet, La Sémio·
logie (14), p. 18 y 101. Se trata, en este caso particular, como para la mayor
parte de las nocion es estudiadas, no tanto de un desacuerdo teórico de
principio entre los autores, como de un problema de terminologla, bien
conocido en lingüística y tal vez más acentuado en semiótica.
Trataremos, sin embargo de explicar en qué sentido entendemos algunos
términos. Hablamos de mensaje como de un contenido (o información) que
es transmitido por medio de señales (fónicas y visuales) codificadas, d~ un
emisor a un destinatario, con una fmalidad comunicativa.
En cuanto al término icónico, lo asociamos a la noción de icono que en
general es aceptada para designar al objeto que mantiene con otro una
relación de "semejanza". Dado que este objeto puede no ser necesariamente
de tipo visual, aclaramos que nos referimos al soporte del mensaje, más
precisamente a la imagen visual, füa, figurativa, de dos dimensiones.
Por lo que toca a la idea de especificidad, deseamos consignar de inme·
diato al artículo de Christian Metz, "Au-dela de l'analogie, l'image" (16),
mencionado por cierto muy a menudo, donde se hace una importante recapitulación crítica de algunos problemas que concierne11 a la semiótica visual, y donde, entre otras cosas, se señalan los riesgos de una oposición
simplificadora de lo visual y lo verbal, en dos sentidos, por una parte, el
hecho de que muchos de los mensajes considerados como visuales, son en
realidad "textos mixtos~ debido a que el lenguaje -oral o escrito- intervie·
ne en ellos; por otra parte el hecho de que el mensaje visual es en general
"códicamente heterogéneo", es decir que la imagen estaría conformada no
por un código que le sería especifico, sino por la superposición de varios
~ódigos que aparecen también en los mensajes no visuales. Nos interesamos
sin embargo en retener referencias que abordan a.c;peetos especificas del
mensaje visual que lo distinguen del mensaje lingüístico, sin tomar en cuenta otros sistemas visuales ni tampco el funcionamiento de los mensajes
mixtos (en el ~entido de co-presencia del mensaje visual y verbal).
Una última aclaración terminológica se refiere al empleo de la palabra
semiología preferida por los autores franceses al término semiótic a; de los
escritos consultados, sólo el de Umberto Eco, La structure Absente (7) pro·
pone hablar de semiótica cuando se trata de estudiar sistemas de signos de
acuerdo con un método que no depende necesariamente de la lingüística, o
por Jo menos de adherir a los acuerdos de la Asociación Internac ional de
Semiótica (París 1969) según Jos cuales la palabra semiótica debería cubrir
• Los números remiten a la liSta bibliográfica. en a nexo. Todos los escritos fut>ron consultados .-n
su versión francesa y la traducción es nuestra.
Especificidad de los Mensajes Linglifstico e !cónico 77
las acepciones posibles de los dos términos. A lo largo de este trabajo
e mplearemos el término semiótica.
l. LAS UNIDADES DE BASE: EL SIGNO, EL SEMA
La primera interrogante que se plantea es la de saber si se puede o no
hablar de signo icónico al mismo tftulo que de signo lingüístico. En Jo que
concierne a la imagen fija, encontramos en general tres itinerarios: los autores que optan por la defmición saussuriana de signo; los que se refieren al
modelo de Peirce, y los que se apoyan en las concepciones de Prieto.
El signo lingü lstico, como lo define Saussure, resulta de la asociación de
un significante (i magen acústica) y un significado (concepto); se trata pues
de una entidad bifácica. Es esta la definición que retoma Pierre Guiraud, La
Sémiologie (11) e Yveline Baticle, en su articulo "L'iconique et les signes" (2)
aunque para esta autora el significado del signo visual está constituido por
el sl\ieto (sic), y el significante por su representación. Más adelante Baticle
afirma que el icono es ciertamente un signo pues el significante es una
reproducción fiel del significado (p. 24). Entre otras cosa.<>, parecería aquí
que la autora confunde las nociones de significado y de referente.
Para Jacqueline Danset-Léger, en "Langage de l'irnage et lecture de I'mage"
(5) resulta erróneo hablar de signo icónico al referirse a la imagen, puest o
que el "signo" icónico no es bifácico. La autora, mediante un ejemplo contradictorio en el que diversos niveles aparecen mezclados, pretende demostrar
que es en el plano de los significantes donde se establece la relación y, por lo
tanto el recurrir a los conceptos no serfa necesario (p. 862). Por su parte,
Henri Besse en "Signes iconiques, signes linguistiques" (4), cuando se refiere
a la imagen empleada en los cursos audiovisuales, parte de Wallis para
afirmar que la imagen es considerada como signo debido al hecho de que
hace las veces de otra cosa que sf misma. Aclara, no obstante, que la imagen
no es siempre un signo, puede convertirse en uno en virtud de la voluntad de
quien la mira (p. 28). Besse retoma la defmición de signo de Peirce explicando que ésta da cuenta de la manera en que el objeto percibido evoca el
pensamiento de otro objeto: "Un signo o representa.men, en algo que, para
alguien, hace las veces de otra cosa, en cierto sentido y en cierta medida. Se
dirige a alguien, es decir que crea en el espíritu de esa persona un signo
equivalente o un signo más desarrollado. Este signo que crea, lo llamo el
interpretante del primer signo" (citado en p. 28). Así pues, para Besse, esta
defmición puede ser aplicada tanto a los signos lingülsticos como a las
imágenes interpretadas como signos. A pesar de su título, el articulo no
constituye un estudio profundo de la naturaleza de los dos tipos de signos,
dado que el autor se propone más bien esbozar una tipología de las imágenes de cuatro cursos audiovisuales para la enseñanza del francés como
lengua extranjera. Sin embargo, no deja de tener interés para el pedagogo.
Especificidad de los Mensajes Lingüístico e Icónico 79
78 Discurso
Anne-Marie Thibault Laulan, en "Image et langage" (27) aborda el problema diciendo que en razón de la naturaleza propia a la imagen, ésta no
resiste el análisis lingüístico; la noción misma de signo no seria aplicable
(aunque en "Image et Communication" (26) sí habla de signo icónico), dado
el carácter polisémico de la imagen. Dicho argumento es discutible si se
considera la opinión de J acques Bertin, "La graphique" (3), para quien tanto
lo verbal como la imagen figurativa son polisémicos. Aunque comparte la
opinión relativa a los riesgos que implica imponer el modelo lingü1stico a
fenómenos no lingüist icos, dada la no coincidencia de los dos sistemas semiót icos, Todorov en "Sémiotique..." (28) cita a Benveniste y otorga a estos
fenómenos el carácter de signos.
Al respecto, y en particular en lo que toca a los fenómenos visuales,
Umberto Eco, en "Sémiologie des messages visuels" (9) resume el problema
cuando afirma que, en general, se encuentran dos soluciones: ya sea que por
el hecho de impugnar el carácter lingüistico de los hechos visuales se les
niegue todo valor de signo, o bien que negándoles este valor se los interprete
no obstante en términos lingüisticos.
Para Eco pues, hay signos icónicos (que denotan o connotan un significado), pero se inscriben en el marco del serna -en el sentido de Buyssens y de
Prieto-: un signo particular cuyo significado corresponde a un enunciado
de la lengua. Los "llamados signos icónicos son sernas, unidades complejas de
significado ..." ( p. 37). Sin embargo los signos icónicos sólo denotan cuando
están insertos en el contexto de un serna y es difícil analizarlos puesto que se
presentan en un continuum gráfico. Son pues sernas los que "conocemos
más comúnmente como 'imágenes' o, precisamente, como 'signos icónicos'
( ... ). Constituyen de hec ho un enunciado icónico complejo" (p. 39). Esta
noción de serna considerado como entidad de base en semiótica, es compartida también por Georges Mounin (22), Jeanne Martinet (14), Christian
Metz (17) y Lous Porch er (23). Todos operan con los principios elaborados
por Prieto. Para este autor, en el acto sémico -acto de comunicación en
cierto modo- en el que se establece una relación social entre el emisor y el
receptor, éstos disponen de clases de mensajes y clases de señales. El serna
es la unidad de comunicación, büácica y mayor que el signo en la cual y con
relación al signo el significante está constituido por una clase de señales
que tienen todas el mismo significado, y el significado está formado por la
clase de mensajes que admite esa señal. (cf. J. Martinet - 18- p . 87). En
este sentido, Porcher, en "Introduction a une sémiotique des images..." (23)
refiere la advertencia de Prieto en el sentido de no asimilar, por ejemplo,
señal con significado puesto que señal y mensaje son entidades concretas,
mientras que significante y significado son entidades abstractas. Con relación al mensaje icónico, Porcher retoma también a Prieto para conservar las
imágenes como señales, como instrumentos cuya función consiste en transmitir mensajes. Así, la noción de signo como unidad mínima se mantiene
como el elemento de base de campo lingüístico.
No obstante, Eco, en un escrito posterior ( 1978): "Pour une reformulation
du concept de signe iconique" (8), se propone resolver de otro modo el
problema del iconismo. El autor afirma aquí que el universo semiótico no
está compuesto de signos sino de funciones semióticas, lo que define partiendo de Hjelmslev, como la relación convencional entre un elemento de la
expresión y un elemento de la forma del contenido. Lo que le interesa son
los modos de producción de las funciones semióticas y no una t ipología de
signos. No es solamente la noción de signo icónico la que está en crisis
- afirma el autor- sino la noción misma de signo "cuando es identificada a
la de unidad semiótica y a la de correlación fija" (p. 164). Para él, lo que es
llamado signo icónico es un texto, una entidad que encontraría su equivalente lingüístico no sólo en el enunciado sino también en el discurso, en el
acto locutivo. Podemos seguir hablando de signos -dice- con la condición
de considerarlos como "los resultados de la correlación entre una textura
expresiva, bastante imprecisa, y una porción de contenido, vasto e inanalizable" (p. 164). En resumen, para Eco, no se trata ya de signos o de sernas
icónicos sino de "macro-unidades textuales" significantes, cuyas unidades
no es posible a islar.
En otra perspectiva, Michel Rio, en "Signe et figure" (25) (introducción al
no. 29 de la revista Communications donde Eco publica el escrito citado
antes) retoma el problema del signo icónico y desecha la posibilidad de un
análisis de la imagen occidental fundado en la noción de signo a par t ir de lo
que llama los tres constituyentes del significante de la imagen: el trazo, el
punto y el color. Para él, estos elementos no deben ser asimilados a signos; es
necesario aislar -señala- unidades mayores, las "figuras" (que por cierto
no corresponden a las figuras d e Prieto) que tendrían un doble nivel de
articulación, as! como la posibilidad de recurrencia y de combinatoria (p. 6);
figuras tales como, por ejemplo, "perro", "caballo", "Cr isto", "triángulo". Hay
que considerar, sin embargo, que estas figuras no serían signos (salvo por
ejemplo en la iconografla azteca) puesto que toda idea de signo se deja
definitivamente de lado - anotario-, desde el momento en que al significante pictórico (figura) está unido un significante lingüístico (sonido), pero
de manera no absoluta y no unívoca, los cuales desarrollan un significado de
denotación que nombra a la figura. Enseguida, después de rechazar el verbocentrismo, denunciado también por Eco, Michel Rio aborda algunos aspectos
relacionados con el significante lingüistico puesto que el autor se interesa por
las relaciones entre la palabra y la imagen en el análisis de la imagen pictórica
(Cf. Rio, "Le dit et le vu", Communications No. 29, 1978, p. 57-69).
A nuestro entender, el enfoque de Rio, aunque resulta interesante ya que
se propone distinguir el problema de la descripción de un sistema no lingüistico a través del lenguaje (cf. Todorov (28) p. 121 ) del problema de la
función de lo verbal en la imagen, as! como las interacciones entre texto e
imagen, dicho enfoque requerirla un desarrollo teórico más amplio. El enfo-
Especificidad de los Mensajes Lingüístico e !cónico 81
80
Discurso
que de Eco (1978), a pesar de que es un tanto difícil de abordar, nos parece
más avanzado y más riguroso en el plano teórico. No obstante, su concepción de las imágenes como entidades textuales no parece demasiado alejada
de la noción de serna de Prieto, quien, dentro de una perspectiva funcionalista, parece haber sistematizado de manera extensiva estos problemas ( cf.
la reseña del libro de Prieto (Messages et Signaux, publicada por Mounjn
(22), p. 230-234). En todo caso, Eco, en los dos escritos mencionados anteriormente, aborda el problema de la articulación icónica tanto a nivel del
serna (9) como del texto icónico (8). Nos proponemos exponer enseguida
las diferentes modalidades de enfoque de este tema.
2. LA ARTICULACIÓN Y LA FORMA DE LOS MENSAJES
a) La articulación
Una de las características espedficas de las lenguas naturales, de acuerdo
con la lingüística funcional es la de su doble articulación; André Martinet, en
El.éments de linguistique générale (13) afirma que el lenguaje humano se
articula en dos planos. El de los monemas (unidades mínimas sucesivas
dotadas de una forma vocal y de un sentido) constituye la primera articulación. A su vez, la forma vocal es analizable en una sucesión de unidades,
los fonemas (los que, por no estar dotados de sentido sólo tienen función
distintiva) que constituyen la segunda articulación. Esta doble articulación
asegura, por su economía, la gran riqueza combinatoria del lenguaje. ¿Es
posible encontrar un paralelo en el campo de la imagen? A este respecto,
Eco (9) emprende la crítica de lo que llama "el dogma de la doble articulación", el cual discute con relación a la toma de posición de Lévi-Strauss
quien considera en el arte, los mismos tipos de articulación que en el lenguaje verbal.
Por su parte, Porcher (23) señala que la imagen fotográfica -publicitaria- no parece presentar nada que corresponda a la segunda articulación
del lenguaje puesto que ésta funciona al nivel del significante, mientras que
en el campo iconológico -y aquí cita a Metz en su Essai sur la sign:ification
au cinéma (18)- "El significante es una imagen, el significado es lo-querepresenta-la imagen" (Porcher, p. 207). Esto implicaría que si se segmenta
el significante, al mismo tiempo son segmentados significante y significado.
Porcher deja de lado pues el paralelo con la doble articulación lingüística, y
adopta, para el campo fotográfico, los cinco niveles de codificación "especies
de articulación" que Metz propone en la obra citada (18). Más adelante
Porcher consigna la afirmación de Metz, de Cahiers du Cinéma, No. de Noel,
1966, en el sentido de que en el campo de la fotografta en general, no existe
equivalente al fonema (p. 231). No procederemos a detallar aquí los niveles
de codificación de Metz, pero si cabe decir que son comparables a la clasificación de códigos en capas sucesivas establecida por Eco (9, p. 38). Por
cierto que en ese mismo escrito, Eco analiza los puntos de vista de Metz y de
Pasolini a fin de proponer, para el código cinematográfico, la hipótesis de
tres articulaciones.
Para Jeanne Martinet (15) en semiótica debe conservarse de la teoría de
la doble articulación, la noción defunción significante, función característica de los monemas a los que en semiótica llama signos (aunque más adelante explica el interés de operar con la noción de serna que no es necesariamente un signo mínimo) y la de función distintiva que cumplen los
fonemas en lingüística y que en semiótica ser ían las figuras. Según la autora
existen sistemas semióticos que sin embargo no están doblemente articulados y en los cuales el significante no es necesariamente de naturaleza vocal.
De todas formas, ninguno de los cuatro tipos de sistemas establecidos según
el criterio de la articulación propuestos por esta autora parecen incluir
fenómenos visuales tales como la imagen figurativa.
Por su parte, Prieto (24 ) propone el serna, que puede ser analizado en
signos (elementos de primera articulación) o en figuras; los signos pueden
también descomponerse en figuras. Siguiendo a Prieto, Eco (9) propone una
tipología de códigos (en el sentido de sistema de signos no lingüísticos)
comparable a la de Jeanne Martinet (15): códigos de cero, una o dos articulaciones, asf como códigos de articulaciones móviles. Po r lo que toca a los
códigos icónicos, Eco precisa que los sernas icónicos a menudo pueden ser
analizables ulteriormente en signos precisos, pero diftcilmente en figuras,
debido a que a nivel de éstas, el código icónico determina como rasgos pertinentes entidades consideradas por un código más analítico: el código perceptivo (p. 37). El catálogo de figuras - dice- es tarea que corresponde a la
psicología de la percepción. Por otra parte, esta segunda a rticulación aparece como un continuum de posibilidades de donde surge un gran número
de mensajes individuales (p. 38). La posibilidad de reconocer signos icónicos
aparece, para Eco, en el nivel del "serna- contexto- código• debido a su
carácter no discreto; es por ello que el catálogo de las imágenes figurativas
debe producirse a nivel de los sernas. Como lo mencionamos más arriba, Eco
(8) en su artículo de 1978, considera a las imágenes como "bloques macroscópicos" que van más allá del enunciado, el serna, y de los cuales no es
posible discernir los elementos de articu lación. En sus dos artículos Eco
insiste en esa dificultad: en el continuum icónico no se pueden distinguir
unidades discretas y los aspectos pertinentes varían. Contrariamente a la
lengua que es un código fuerte, los códigos icónicos son débiles, imprecisos y
están en constante mutación; en el universo visual-dice Eco (8- p. 21), lo
q ue en el lenguaje verbal llamamos variantes facultativas y rasgos suprasegmentales, "prevalecen sobre los rasgos pertinentes". Porcher (23) insiste
también en que ignoramos lo que son las unidades que componen la imagen
publicitaria: "nadie conoce el equivalente icónico de los fonemas e incluso de
los monemas y, sobre todo, nadie puede afirmar con pruebas, que existan
tales unidades icónicas" (p. 246). Otro aspecto ligado a la articulación lin-
82 Discurso
güística es el de la linearidad del lenguaje verbal. Esta característica especifica de los mensajes verbales, que no es compartida por los mensajes visuales, no parece ser un tema de discusión para los autores consultados, así
que nos referiremos a eUa brevemente.
b) La forma de los mensajes
La sucesividad de monemas y fonemas se explica por la forma lineal del
lenguaje. Al respecto, A Martinet (13) explica que esta forma lineal de los
enunciados se debe al carácter vocal del lenguaje pero, por el contrario, el
carácter visual de la imagen hace que, como lo señala el autor, en el caso de la
comunicación pictórica "el espectador percibe el mensaje como un todo" (p.
16); la comunicación en estos sistemas no es lineal sino de dos dimensiones.
Los enunciados vocales se desarrollan en el tiempo, los mensajes visuales e n
el espacio. A este respecto, Bertin (3) considera que los sistemas espaciales
tienen una mayor capacidad comunicativa que sistemas como la lengua; y
Metz, en "lmage et pédagogie" (19) afirma que por el hecho de que la
imagen en un principio se apoye ampliamente en la percepción visual, asegura "una primera capa de inteligibilidad que no encuentra ningún equivalente en las lenguas" (p. 163). Louis Marin, en "La description de l'image•·
(21) sostiene sin embargo que en la descripción verbal de la imagen, por
oposición a la imagen misma, es en la lengua donde se encuentra una capacidad de síntesis mayor.
La no linearidad de los mensajes visuales es mencionada por autores
como Thibault-Laulan (27); La Borderie "De l'audio-visuel et du sens" ( 12);
Eco (9); Mounin (22); sin ir más allá de la constatación. Danset-Léger (5)
parte también de Martinet para referirse a ello, pero unas líneas más adelante afirma que en los dos casos - la imagen y las palabras- "la información es recogida gracias a un proceso secuencial que no es necesariamente
lineal''. Una vez más, la autora no explicita si se refiere a las palabras de la
lengua oral o escrita. Por su parte Todorov, en su artículo "Syntagme et
paradigme" (28), discute algunos de los problemas que plantea, a nivel
lingüístico, la linearidad del lenguaje verbal.
Siempre con relació n al lenguaje articulado, uno de los aspectos que generalmente retiene la atención de los autores que se ocupan de los fenómenos visuales, se refiere al carácter arbitrario del signo lingüístico, por oposición a la imagen, la que a menudo es definida, por el contrario, por su
carácter no arbitrario y sus relaciones con el referente. Enseguida abordaremos la discusión abierta al respecto.
3. WS MENSAJES Y SUS RELACIONES CON EL REFERENTE
a) Arbitrariedad vs Motivación
Jeanne Martinet, en su Sémiologie (14) otorga un lugar considerable al
carácter arbitrario de la lengua, a dos niveles: Siguiendo la teoría saussuria-
Especificidad de los Mensajes Lingüfstico e lcónico 83
na explica que la segmentación del s igno en la emisión hablada es arbitraria
en el sentido de que cada lengua segmenta de diferente manera la experiencia por comunicar. La relación entre el signo y la realidad extra-lingüística
es pues arbitraria; ha sido impuesta por convención social. De ello resulta
que el lazo que une el significante al significado es también arbitrario; no
está motivado por ninguna razón natural o lógica (cf. p. 75-77). Otros autores no hacen alusión a este doble nivel de arbitrariedad, in ter y extra lingüística. Baticle (2), por ejemplo, considera que es innegable el carácter
arbitrario del signo lingüístico, salvo para las onomatopeyas, en las que "la
imagen acústica se asemeja a su contenido" ( p. 22). Thibault-Laulan (27) se
expresa en el mismo sentido oponiendo arbitrario a motivado y asociando la
inmotividad a la convención. Jeanne Martinet explica no obstante, que incluso "un significante icónico como las onomatopeyas, motivadas por una
relación de semejanza con la realidad percibida acústicamente" (p. 80), han
sido institucionalmente "arbitrariadas", en la medida en que en un cierto
momento se fijan y son así integradas en el sistema. Esta motivación externa
sería diferente de la motivación lingüística, interna al sistema, como es el
caso de los derivados y los compuestos. Para ambos casos, Roland Barthes,
"Eléments de Sémiologie" ( 1 p. 111 ), habla de motivación parciál o de "analogía relativa" según Saussure. Guiraud (11) trata el problema pero a partir de
la noción de motivación. Aclaremos rápidamente que esta diferencia entre
autores se debe al hecho de que J. Martinet ( 15 p. 32) parte de los métodos y
los conceptos de la lingüística funcional para ampliar después el campo,
verificando su adecuación al estudio de sistemas no lingüísticos. Guiraud,
saussuriano también, considera su trabajo más bien como una revisión de la
naturaleza, la forma y la función de "signos científicos y técnicos, sociales y
estéticos" (p. 7). Así, para Guiraud, los signos están más o menos motivados
(lo mismo que para J. Martinet (14), Metz (16) y Eco (9); la motivación,
según él no excluye la convención; ésta puede ser más o menos amplia, más
o menos precisa (p. 32-35). Al respecto, Eco (8) en su definición de función
semiótica, insiste en el hecho de que la noción de convención no es coextensiva de lazo arbitrario sino de lazo cultural (p. 151 ). Como vemos, Jos autores citados están todos de acuerdo para no considerar como insoluble la
oposición entre arbitrario y motivado; otros, de los cuales Eco da una pequeña bibliografía (9, p. 26) la han sostenido: Stankiewicz, Bolinger, Jakobson, etc. Para Thibault-Laulan (26) en el caso de los "signos icónicos lo
esencial es la semejanza, la reproducción, el hecho de que la significación
reposa en una relación motivada y no en una relación arbitraria( ...)" (p. 24.)
Más adelante la autora insiste sin embargo en "la importancia del contexto
(histórico, cultural, geográfico) para la significación de la imagen" (p. 26.)
Efectivamente, la idea de motivación por semejanza con el objeto que la
imagen representa es una noción dominante en la caracterización de los
mensajes icónicos. Implica, no obstante, algunos problemas a los que nos
referiremos enseguida.
84 Discurso
b) La semejanza
La mayoría de autores que tratan este tema: Eco (9); Metz (16); Elíseo
Verón, "L'analogique et le contigu" (29); J. Martinet ( 14); Besse (4) por no
mencionar más que a quienes h acen un análisis más profundo, se refieren
de una manera o de otra a la definición peírciana del signo, cons iderada en
el marco de sus relaciones con el objeto al que representa. Más precisamente
se recurre a la categoría de iconos "esos signos que tienen una cierta semejanza (likeness) nativa con el objeto al que se refieren (citado por Eco -19- p.
13). Recordemos qu e en la clasificación de los signos de Peirce establecida
en cuanto a l tipo de relación existente entre e l signo y el referente, se
encuentran, además de los iconos, los indü::ios, donde se establece una
relación de contigüidad y donde la significación es obtenida por inferencia
causal, y los símbolos, en donde la relación es convencional ( cf. Besse 4, p.
31). Debe tenerse en cuenta también que según Eco (8, p. 165) Peirce no
habló de un signo icónico como tal sino del signo que aparece como un haz
de diversas categorías semióticas; al respecto, Paul Garvin, "Linguistics and
Semiotics" (10), habla de un continuum que iría del icono al símbolo; mientras que Besse ( 4) explica también que e l signo puede ser interpretado como
icono, índice o símbolo. Es preciso aclarar por cierto, en cuanto al término
semejanza - el cual mantuvimos a lo largo de las páginas anteriores por ser
usado con mayor frecuencia que a veces es empleado como sinónimo de
analogía (por Metz, 16); de s imilitud y de analogía (por Besse, 4); de reproducción (por Thibault-Laulan, 26); de iconicidad (por Baticle, 2).
A propósito de la definición de semejanza de Peirce, Metz (16), aunque lo
reconoce como iniciador en el campo de la semiótica visual, no deja por ello
de criticar la te ndencia que (en 1970) pretende "iconizar" demasiado el
icono, sin tener en cuenta las investigaciones (en particular las de Eco y
Verón publicadas en el mismo número de Communications 15) que resitúan
- dice- la concepción de Peirce. El mismo Metz, refiriéndose a l estatuto
analógico de la image n, lo entiende corno "su semejanza perceptiva global
con el objeto representado" (p. 1).
Eco (9, p. 13) discute de la defmición peirciana, la idea de "semejanza
nativa" que interpreta como reproducción del objeto real. El problema para
é l es el de saber "cómo un signo, gráfico o fotográfico que no tiene ningún
material común con las cosas puede aparecer igual a las cosas" (p. 15). Lo
que cuenta para él no es la correspondencia entre imagen y objeto sino
entre imagen y contenido (Eco 8, p. 156). La crítica va en el mismo sentido
para las concepciones de Charles Morris, quien retoma la definición de
Peirce en Signs Language and Behaviour ( 1946) aflrmando a su vez que el
signo icónico "tiene las propiedades de sus denotata" (citado por Eco 9, p 13).
A propósito de la obra de Morris, Mounin (22) p. 57-66, hace una presentación crítica en "La sémiotique de Charles Morris").
De la definición de Morris, Eco discute la idea de reproducción de c iertas
Especificidad de los Mensajes Lingüístico e !cónico 85
propiedades del objeto representado; se pregunta s i esas propiedades son
las que vemos o las que conocemos. Para él, el signo tiene propiedades
comunes no con el objeto sino con el modelo perceptivo d el objeto (p. 21). Al
respecto, Metz ( 16), Verón (29) y Besse (4) se pronuncian en el mismo
sentido. Por otro lado, Eco constata que lo que el s igno icónico puede comunicar son formas relacionales iguales y no propiedades iguales. Dentro de
esa perspectiva Metz ( 16) sostiene que la semiótica debe e xt raer "configuraciones estructurales, 'formas' según la acepción hjelsmsleviana del términ o,
( ... ) entidades puramente relacionales" (p. 7). Así, en lo que concierne a la
definición de Morris, Eco (9 p. 16) concluye que "los signos icónicos reproducen a lgu nas condiciones de la percepción del objeto, pero después de
haberlas seleccionado de acuerdo con códigos de reconocimiento [éstos
estructuran bloques de condiciones de la percepción en sernas, según Jos
cuales es posible reconocl?r los objetos que serán percibidos, p . 38] y después
de haberlas anotado de acuerdo con convenciones gráficas..."
Por lo que toca a Metz ( 16), aunque no emprende la critica de Peirce insiste,
sin embargo en e l hecho de que si bien la reflexión semiótica sobre la imagen
debe comenzar por la noción de analogía, no por ello es necesario quedarse
ahí. Esta tendencia que denuncia implicarla por una parte, que por el hecho
de oponer fácilmente el carácter analógico de la imagen a lo arbitrario
parece olvidarse que para Saussure, arbitrario se opone a motivado, y que la
imagen aunque s iendo analógica, puede contener relaciones arbitrarias (p.
2). Por otra parte, esta actitud conduciría también a oponer de manera
indisol uble las palabras a las imágenes, lo c ua l imp lica negar que existen
"estructuras lingüísticas subyacentes en la imagen misma, as! como figuras
visuales que, a su vez, contribuyen a conformar la estructura de las lenguas"
(p. 3). Por ello propone Metz relativizar, sin negarla, la noc ión de semejanza.
Otra oposición que el autor rechaza de manera a utocrftica (muy probablemente se refiere al artículo publicado en 1964 "Le cinéma: langue ou
langage?", Communications 4, pp. 52-90) es la de analógico vs codificado (p.
3); y hace referencia a lo que Eco (9) llama códigos de la percepción y
códigos de la srmejanza.
Metz presenta también la idea de que la semejanza admite variaciones
tanto cualitativas como cuantitativas. Dicha idea, también mencionada por
Morris ( cf. Eco (8), p. 14) e e; compartida asimismo por Guiraud ( 11 ); Abraham Moles, "Vers une théorie écologique de l'irnage?" (20), quien habla de
grados de iconicidad; Baticle (2) y Verón ( 29), quien hace notar que hay un
paso progresivo c uantitativo de la similitud a la no similitud (p. 58).
En cuanto a las opiniones de Jean ne Martinet (14) relativas a la definición
de icono, parece mantenerse también el c riterio de semejanza. La autora
señala, sin embargo, que "el rasgo fundamental del icono reside en el hecho
de que l a relación de semejanza es directamente perceptible" (p. 64). En
otra perspectiva, la autora se refiere al carácter incompleto del icono con
relación al objeto, en el sentido de que la semejanza no concierne más que
Especificidad de los Mensajes Lingüístico e !cónico 87
86 Discurso
a un aspecto de éste ( p. 62). Otra aclaración, relativa al icono, por oposición
al indicio, se refiere al hecho de que el icono es producido ·por la mano del
hombre" con fin es semióticos; en ese sentido -explica Martinet-, las condiciones de producción conducen a una selección de características que en
ocasiones no corresponden necesariamente a una elección pertinente de los
rasgos; así pues, el icono presenta , no explica (p. 69). Al respecto, Verón (29,
p. 66) afirma que debido a s u propio carácter, la imagen "es generalmente
un mensaje que 'presenta' o 'propone' otros mensajes". En cuanto al carácter
perceptible del icono, J. Martinet plantea el distinguir entre el uso del término icono asociado a la noción de semejanza y el empleo que se hace para
remitir a relaciones analógicas. Para la autora, la obra de imaginación como la pintura, el cine, el teatro- opera por an a logía con lo co nocido; el
icono, entonces, no func iona ya por semejanza ( p. 63). Esta distinción no
parece ser la misma para Guiraud (11); este autor concibe la analogía como
una motivación a nivel de la sustancia del significante y del significado; por
el hecho de tener grados, la analogía en su forma más completa "es una
representación: la fotograna, el retrato, la presentación dram ática" (p. 33).
Las nociones de motivación por contigüidad y de motivació n por similitud
son mencionadas rápidamente por Metz ( 16, p. 1), retomán dolas de Jakobson. Eco (8) por su parte, c ritica el uso del término analogía cuando se hace
para explicar el iconismo y viceversa ( p. 152). Para él las únicas acepciones
posibles son las de relación de similitud, de isomorfismo o de proporcionalidad (p. 158).
A otro nivel, Eco (9) se refiere a la noción de ana logía dentro de la
oposición a nalógica 1 digital, y Verón (29) profundiza - entre o'tras cosasesta dicoto mía pla nteando algunos problemas ligados a la codificación digital ( por ejemplo las lenguas) y a la codificación analógica ( por ejemplo la
fotografia, el dibujo). Otros aspectos asociados a estas nociones son ampliamente discutidos por e l autor, quien plantea la hipótesis según la cual la
dicotomía: sustitución (o similaridad) 1 contigüedad es "uno de Jos ejes
fundamentales que s irven para dL<;tinguir los principios de codificación e n
la comunicación huma na" ( p. 54). Interesándose particularmente en los
mecanismos de la acción social, sostiene que un mensaje verbal y una fotografia tienen una característica común: mantienen "una relación sustitutiva
con sus referentes (p. 59). Afirma también que en cuanto a la oposición
analógico 1 digital, tod a forma visual puede ser retomada "en un sistema
digital de representación espacial".
Un último aspecto que retiene la atención de varios a uto res: Besse (4),
Metz (16), Danset-Léger (5), Thibault-Laulan (31) tiene que ver con el carácter convenc ional, c ultural sobre e l que se funda el criterio de semejanza.
Estos autores siguen en general las opiniones de Eco (8), quien a l respecto y
en lo que toca a las dife rentes nociones ligadas al iconismo sostiene la
posición más crítica y rigurosa. Para el a utor los elementos de motivación
existen en la imagen pero e n función no del objeto que los determina s ino
porque han sido aceptados por convención cultural y "en tanto que tales
han sido codificados" (p. 156). La organización de la expresión está pues
motivada por e l contenido cultu ral que corresponde al objeto, en el sentido
de que cada cultura determina cuáles son los rasgos pertinentes que caracterizan ese contenido, el cual es expresado enseguida mediante convenciones gráficas. Incluso las propiedades del objeto, de orden perceptivo, le son
atribuidas culturalmente. Es así que Eco define el código icónico como un
sistema que hace corresponder con un sistema de medios gráficos, unidades
perceptivas y un ida des culturales codificadas, o unidades pertinentes de un
sistema semántico que resulta de una codificación previa de exp eriencia
perceptiva" (p. 16 1). Es necesario recordar que Eco no ve en la codificación
icónica un paralelo con la codificación lingüística, ya que la lengua es un
código "fuette" susceptible "de articulaciones múltiples y de digitalización
íntegra", mientras que la comunicación visual, como ya se mencionó, está
basada en códigos "débiles", donde a menudo las varian tes facultativas retienen los rasgos pertinentes (p. 163). Este matiz pretendería poner e n
guardia contra una posición dogmática que podría considerar el iconismo
como un fenómeno totalmente convencional.
4. CONCLUSIONES
La recapitulación de los aspectos específicos del mensaje icónico, por
oposición al m ensaje lingüístico que presentamos enseguida, debe ser considerada en el marco que cada autor da a sus concepciones. Tendrá un
carácter esquemático dada no solamente la complejidad de los factores en
juego en la comunicación visual sino, sobre todo el que algunos puntos de
vista no siempre son precisos y que ciertas nociones son todavía discutidas.
a) Con relación a las unidades semióticas de base, retenemos las concepciones de Prieto, sin por ello rechazar la aportación teórica de Eco. La
entidad de base en la comunicación visual sería el serna, unidad significativa
compleja, de dos caras, más vasta que el signo, constituida por clases de
señales y por clases de mensajes.
b) En cuanto a la doble articulación del lenguaje huma no. retenemos que
el mensaje icónico no está doblemente articulado. Se presenta en un continuum gráfico y por ello no es necesariamente analizable e n unidades discretas definidas, aunque eventualmente, una imagen e n lanto que serna pueda
ser analizada en elementos contextuales perceptibles más analfticos: los
signos o las figuras.
e) Con relación a la linearidad del lenguaje, el mensaje icónico no es Hneal
sino de dos dimensiones, dado su soporte visua l. Su carácter no discreto y su
expresión espacia l permiten un amplio margen de sign ificación; es en este
sentido tal vez en que podrían situarse las nociones d e ambigüedad o de
polisemia de la imagen.
d) Por lo que toca al carácter a rbitrario de la lengua, el mensaje icónico
88 Discurso
Especificidad de los Mensajes Lingü!stico e !cónico 89
puede decirse motivado pero no de manera íntegra. Por una parte contiene
relaciones arbitrarias, en el sentido de que se encuentra frente -y en la
interacción- de diversos sistemas semióticos, por ejemplo, la lengua; por
otra parte, está motivado no por el objeto que representa sino por el contenido que cada cultura otorga al objeto.
e) El mensaje icónico puede ser distinguido del mensaje lingüístico en función de sus relaciones de semejanza -más o menos grandes- con el objeto,
siempre que se considere que este criterio es convencional en el sentido de
que es fijado por un acuerdo cultural, ya sea a nivel de la percepción, del
reconocimiento o de la expresión gráfica del objeto.
Queremos mencionar finalmente, el interés que para una investigación
bibliográfica centrada en la semiótica visual presentan los números 4 y 15
de la revista Communications, así como la biblíografia de Danset-Léger (5)
y, en particular la información relativa tanto a la bibliografía como al detalle
de Jos equipos de investigación franceses que trabajan aspectos relacionados con la imagen, consignados en el número 41: "Analyse de l'image fixe" de
la revista lnterplwtoteque, publicada por la Documentation Francaise, París,
1981.
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10 Paul L. GARVIN, "Linguistics and Semiotics", Semiotica, No. 20 112. 1977, pp. 101 -1 10
11 Pierre GUIRAUD, La sémíologie, (Collection Que sai5-je?), Parfs. P.U.F., 1971, p. 122.
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de I'F.cole Sup. des langues étrangeres de l'Université d'lstambul, No. 2850/5, 1981, pp. 31 -44.
16 Christian METZ, "Au-delll de l'analogie, l'image", Communü;ations, No. 15, L'analyse des images, Parfs, Seuil, 1970, pp. 1-10.
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Jll Christian METZ, Essai sur la signijication au cinéma, Parl~. Klincksieck, 1968, citado por
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20 Abraham MOLES, ''Vers une t héorie écologique de l'image?", THIBAULT·LAULAN, A.M. et al.,
hnage et Comm,un.ü;ation, París, Editions Universitaires, 1972, pp. 49-74.
2 1 Louis MARIN, "La descriptlon de l'image", Communications, No. 15, París, Seuil, 1970, pp.
186-209.
22 Georges MOUNJN, Int7·oduction a la sémiologie, Parfs, F:d. de Minuit, 1970. p. 250.
23 Louis PORCHF.R, lnt?·oduction a une sémiotique des images. Sur quelques exemp/.es d'images
publü:itaires, Parfs, Didier, 1876, 261 p. 8 ill.
24 Luis PHIETO. Messages et signau.-c, París, P.U.F., 1966.
25 Michcl RIO, "Signe et f¡gure (en maniére d 'introduction)", Communü:ations, No. 29, París,
Seuil, 1978, pp. 5-11.
26 Anne-Marie TH!BAULT-LAULAN, Image et Communication. THIBAULT-LAULAN. A-M ct al,
Jmage et Communication, París, t:;d. Unlversitaires, 1972, pp. 19-48.
27 Anne Marie THIBAULT-LAUI.AN, "lmage et langage", Le langage, b¡ijo la dirección de POTTIER, B. (Les encyclopédies du savoir modcrne) ParL•, Retz, 1973, pp. 188-215.
28 Tzvetan TODOROV, "Sémiotique", "Signe" DUCROT, Oswald et TODOROV, Tzvetan, Dictionnai·
;·e rmcyclopédique des sciel'U'R.S du langage, Paris, Seuil, 1972, pp. 113-122.
29 ElisPo VERON, "L'analogique Pt le contigu (note sur les codes cligitaux). Communü;atums,
No. 15, París, Seuil, 1970, pp. 52-69.
91
NOTA
CRÓNICAS DEL OLVIDO ORDINARIO
Jean-Jacques Co urtine
Université de Grenoble
"Sostengo que una generación, la mía,
ha desperdiciado algunos ternas. No
eran de poetas pero eran igualmente,
voces y pensamientos".
J.C. Milner
Los nombres ind·istintos
l. Una época de rupturas.
Enero de 1984. .Mu(..>rt.e de un .filósofo. Le Monde a nuncia la muerte de
Michel ~cheux. Una o dos fechas, algunas palabras, algunas líneas, a pie de
página.
En octubre de 1984, Georges Leroux me había pedido que hic iera una in t rod ucción a dos tra bajos que habíamos expuesto, Michel Pt'!cheux y yo, en el
Coloquio que, sobre Te:x:to e Institución, se había realizado en Montreal, en
la Universidad de Quebec, en octubre de 1979. Se imponía la introducción
porque el tiempo transcurrido en tre la redacción de ambos textos y s u
publicación exigía que fueran situados en su contexto.
He dudado mucho antes de esc ribir estas líneas y dudo aún, en el momento mism o en el que las escribo. Vacilo en recordar lo que qui~ás había debido
callar, olvidar: que ent re el momento de la elaboración de esos dos textos y
el de su relectura, el tiempo que pasó ha sido un periodo de diflciles rupturas.
Ante todo rupturas políticas: la de la Unión de la Gauche y, simultáneamente, el .fin de la unión como línea política en el seno de la izquierda
francesa, a partir de entonces, toda polít ica de izquierda estará tocada por
un vacío, surgirá de un engaño.
En el mismo momento, el vinculo que ligaba a muchos universitarios e
intelectuales con a lguna forma organizada de la vida política se aflojaba·
bruta lmente. No abandonaban la polftica: la p olítica, más bien, se alejaba de
ellos. Algunos experimentaron un extraño alivio, teñido de amargura; otros,
una profunda confusión ante una libertad que era insoportable por no
haber sido deseada. Para todos fue un periodo doloroso de separación y de
dispersión.
Crónicas del Olvido Ordinario 93
92 Discurso
Ciertos vínculos, que los habían hecho sentirse ajenos, se habían roto. 1
Pero otras disociaciones refor¿aban la diseminación de aquellos a quienes e l
trabajo, el pensamiento o la amistad habían unido: la práctica polftica,
inseparable del trabajo teórico para quien celebra "la fusión histórica de la
teoria marxista y del movimiento obrero" de pronto se desprendió de él; su
pensamiento se encontró, en adelante, destinado a sí mismo. Algunos callaron entonces y se alejaron sin ruido; otros se fueron a cotorrear a otra
parte; otros, por fin, se resolvieron a descubrir lo que siempre habian sabido
mientras se obstinaban en querer ignorarlo. Testimonio de este ··redescubrimiento" son los textos a que me refiero: que el discurso comunista no
funciona más que como memoria conmemorativa, máquina qu e repite tan
impert ubablemente ciertos enun ciados como arroja otros al o lvirlo; que la
"propaganda proletaria" es una reprorlucción caricaturesca y ciega de las
tPcnicas de manipulación de masas. Pero <'ste olvido y esta ceguera también
eran nuestras; esos dos textos conservan la huella de que no hemos sabido
siempre d iscernidas.
2. Eclipses de memoria.
Hay otra razón aún para querer hacer ahora una introducción a esos
textos que toman sentido, ambos, en efecto, en el proyecto d e constitución, a
partir de fines de los años 60 en Francia, de un análisis del discurso que se
propondria hacer del discurso político el objeto privilegiado. Esta tentativa
- ligada al desarrollo del pensamiento crítico, totalmente identificado entonces con el marxismo y que había hecho de la lingüística un a referencia
metodológica esencial en el análisis del texto me parece que, a partir de
entonces. ha concl uido, al menos en las formas que l'ntonces tenia. Aunque
otros trabajos puedan aparecer como eventuales prolongaciones, el análisis
del discurso al cual me refiero aquí no habrá sobrevivido al fin de la ·'hermosa temporada ideológica que conoció la izqu ierda".2
La coyuntura política, en efecto. se ha modificado considerablemen t e:
desde hace años está dominada por los tema<; de la Tetirada o el reflujo
político. '1 Sus signos son múltiples: despoliti~ación del cuerpo social, "desi deologización" de ciertos partidos políticos en nomb r<' de la "modernización''
pero también decl inación de la militancia y del si ndica lismo, reivindicaciones concretas y realistas: la izquierda en el poder descubre el pragmatismo
político. Más signos aún: el "silencio" de los intelectuales, la indiferenc-ia o la
apatía de la mayoría, el repliegue de cada cual sobre sí mismo; la reaparición
renovada del individualismo. que se despliega en un espacio considerado
como políticamente vacío.4 recupera co n fac;cinado interés los mod<'los eco1
Da cuenta cte esta rlisp~rsión el libro de J.C. MILNER. ú'S noms iucHstincts, Paris, Seuil. 198:3.
" Ver M. LAGUEUX, Le ?J!U)'.'tisme des années 40. Montreal, I-lurtubi s~. l9fl2. p. 12.
0 VPr, sobr~ todo. P. BlRNBAt:M, Laj'i>l du politique, Paris, Seuil, 1975 y PL LACOUE-LAJ3AllTHE y J.L. NANCY, l.e retrait du politique, Paris. Galilée
• Ver G. LIPOVETSKY, L'ere du vide, Paris, GaUimard, 1983.
nómico y cultural de los Estados Un idos reaganianos. Las ideologias habrían
muerto: la espectacular declinación del marxismo~ en el pensamiento político, así como en la Universidad, señala el final de los "gran des relatos". 6 Unos
des pués de otros, la-; grandes '·cabezas" nos a bandonan o callan. Sucede,
incluso, que tai<'s desapariciones sean recibidas con cierto ali\iO y, a veces,
den ocac;ión a funerales apr·esurados y dudosos. 7
Hay en ese conjunto de temac; y de análisis observaciones que llaman la
atención pero que t raducen, igualmente, un deseo muy generalizado: que se
de vuelta la página de una vez, que no regrese más la época detestable en la
que todo era político. Así como es grande el deseo de que llegue un momento
en e l que nada lo sea más.
De este modo, la representación de lo p0lítico se ha transformado profundamente en los ú ltimos años. No se trata en estas páginas ni de condolerse
ni de regocijarse por esta evolución s ino de comprender lo que ocurre con
ella y de extraer algunas conclusiones en cuanto a la existencia de un
análisis de los discursos, entendido como tentativa, como esfuerzo por captar las formas textuales de la representación de lo político. En ese campo,
¿c uáles son los efectos de ese deseo actualmente tan difundido acerca de
que ya no haya política'?
La llegada del "fin de lo político" es señal de la emergencia de una doble
desaparición : el recubrimiento de la relación de dominación política que, no
ha dejado por ello de existir, y de las nuevas formas que esa relación puede
adoptar; pero también el olvido de ese movimiento de reflexión que, desde
los albores de los años 60, se fue extenuando en el análisis de la dominación
política por haber hecho de ella su objeto ún ico, hasta el p unto de cegarse
frente a cualquier otro.
Al precio de esta pérdida de memoria estamos invitados actualmente, de
este modo, a dar vuelta a la página. Olvidar los desafíos de entonces, los
textos que los expresaban, las voces que decfan esos textos, todo ello sería
dar vuelta infinitamente a la misma página si es verdad que esta omisión
está en el principio mismo de su repetición. Hay en la historia reciente del
pensamiento en Francia dramas humanos sobre cuya memoria pesa una
tenaz voluntad de olvido. El carácter personal y trágico de las cosas vividas,
el pudor o b ien la pena no bastan para explicar ese silencio que rodea lo que
puede decirse en la confidencia, en la alusión, en la reticencia o en la anécdota. Eso sobre todo es lo que deberíamos trabajar y pensar.8
6
Ver L. COLU:!TTI, Le dl.clin du ma?·xisme, Paris, PUF, 1984.
Ver F. LYOTARD, La conditicm post-moderne, Paris, Minuit, 1979.
Ver J.P. ARON, LRs modem~.s. Paris, Gallimard. 1984.
• Este es uno cte los sentidos que veo. por mi parte, en el titulo de la revista para la que redacté
originalmente estas páginas. Sedimentos: trazas, depósitos, estratos de que está hecho el
pensamiento. Sacar a la luz esos sedimentos en el lugar en el que los acecha la sepultura.
Devolver su sentido a voces, escrituras, pensamientos. Tratar de comprender as! lo que decimos en la actualidad.
'
7
94 Discurso
Crónicas del Olvido Ordinario 95
"Era sobre todo... a causa del costado molesto de este asunto que se
habían separado de nosotros, para no entera rse de nada, para no hablar
de ello, ni pensar, para no correr el riesgo de ser tocados de una manera u
ot ra.'19
Esta pérdida de memoria amenaza con separarnos de hec hos cercanos de
nuestra propia h istoria y me parece que es simultánea a un retroceso del
pensam if'nto crítico:
"Cuando se quiere exterminar a los pueblos, - recuerda Milan l<undera en
su Libro de la risa y el olvido-, se empieza por quitarles la memoria."
Nada, de esta práctica totalitaria del olvido que borra y reescribe la historia a medida que se ejecuta, nos amenaza en apariencia. Nada en efecto,
salvo, quizás, el olvido rnas rrrdinario, el olvido al cual nada ni nadie nos
obliga, el de lo que éramos hace tan poco.
3. El tiempo de los topógrafos.
Me parece que se puede detectar la emergencia de esta volunt ad de olvido
de manera muy general, a la vez en el terreno cien tífico y en el campo que
nos importa aquí; y también que se la puede nombra r: un eclipse de la r-azón
crít-ica que, en política, toma la forma del pragmatismo, ese "reflejo de una
sociedad que ya no dispone de t iempo para recordar ni para meditar". 1<l En
las ciencias humanas el valor operativo, práctico, instrumental de la razón
borra s u valor crítico; la observación supla nta los saberes generales; e l hec ho descalifica la interpretación, el especialista se levanta contra el intelectual. Los investigadores, antaño extraviados en el cielo de las ideas, recuperan la tierra firme de las cosas o los rigores del cálculo. O sea que el deseo de
que ya no haya política , y que sea borrado el t iempo en el q ue había se
encarna en una razón disciplinaria e instrumen tal, en un renuevo positivis-
ta.
En el campo del análisis del discurso, algunas formas de trabajo parecen,
de este modo, haber desaparecido. Y, sobre todo, una concepción del trabajo
teórico a la cual Michel Pecheux había hecho una contribución esencial, que
consistfa en la desterritorializaci6n 11 de las disciplinas, la lingüística y la
historia en particular.
El pensamiento crítico tenia, entonces, muy poco respeto por las fronteras disciplinarias:
• F.KAFKA. Le Ch?treau, Paris, Gallimard, 1972, p. ;301.
"' M. HORKEIME R. Eclipse M la raison, Paris, Payot, 1974, p . 30.
11
En el sentido que G. OELEUZE y F. GUATIARl d an a este término en Kn,jka pour une
littératw·e múumr. Paris. Minuit, 1976.
"Generalmente, más allá de la<; fronteras académicas tradicionales entre
sociología, econo mía, historia, se entendía que había que hacer prevalecer
la urgencia de una crít ica más global, que podía reun ir la<; dimensiones
bastante artificialmente separadas por esas disciplinas." 12
Ello ha contribuido a hacer del análisis del discurso una práctica inestable dirigida entre una función crítica y una función instrumental.
Se vió, en efecto, que tenían lugar, en el plano teórico, acciones pe rfect amente emparentada-> con la cazafurtiva, que atravesaba campos disciplinarios heterogéneos para sacar de allí y poner en cuestión objetos y
conceptos. Y aun si ese tipo de trabajo ha sido dominado en conj unto por
una concepción que sólo veía la verdad en la ciencia y la ciencia es el
marx ismo, tuvo como efecto interrogar de manera crítica la existe ncia misma de las d isciplinas desterritorializándolas (la lingüística, por ejemplo, que
fue puesta en cuestión a part ir de la existencia del discurso.. .). La lingüística ha termin ado en Francia por ser sensible a ello hasta el pun to de que el
término mismo de discurso, antaño ignorado, se ha convertido en una Palabra Maestra. Según el mismo movimiento, el análisis del discurso elaboraba
su propia instrumentalidad , delimitaba su objeto, construía procedimientos,
en suma, tendfa a territorializarse.
Esta tensión, que durante mucho tiempo Michel Pécheux supo mantener
en su trabajo, parece, ele hoy en más, letra muerta. La práctica de la desterritorialización en el trabajo teórico, lo que puede haber, quizás, de m ás
político en análisis de discurso, es ciertamente lo que había en él de más
frágil: asis timos actualmen te, en el campo de los estudios sobre el discurso a
un regreso al sedentarismo. El nomadismo parece concl uido, ha llegado el
tiempo de los topógrafos, el tiempo de la delimitación, del cuadriculado y de
la medida. El ejercicio jurídico de la propiedad privada, a lgo desestabilizado
durante la oleada del pensamiento c rítico, ha retomado sus derechos en la
delimitación de los saberes. En un sentido propio, las ciencias humanas se
han recuperado al reterritorializarse. De este modo, el análisis del discurso
se ha aislado al autonomizarse y, simultáneamente, se ha especializado. Es
el tributo, se dirá, a la especialización siempre creciente en los dominios del
saber. Una necesidad ineluctable...
No estoy seguro. La necesidad de la especialización se había impuesto
desde hacía mucho tiempo en el trabajo en ciencias hu manas. Por el contrario, s u recrudescencia actual corresponde a una aceleración de la profesionalización de las disciplinas. Tenemos que ver, en este aspecto, con una
necesidad muy difer·en tc: la especialización reforzada y la profesionalización
de los saberes vienen, después de la e ra de las rupturas a retomar gran
Parte del terreno que ocupaban la reflexión y la práctica política y crítica en
"
M. LAGUEUX, Le ma>·xisme des années Soi.:cante, p. 32.
96 Discurso
la Unive rsidad. En su lugar. se ha visto aparecer grupos, con frecuencia
efímeros, qu e se ha n entregado a la administración de un patrimonio disciplinario.~.~
El campo de las ortodoxias permaneció, al fin y al cabo, estable e n la
Universidad: al dogmatisnw político le sucedió, un poco en todas partes, el
academicisnw disciplinario. No deberíamos asombrarnos: e n verdad man tiene n una relación parecida con las cosas.
Me parece que es importante estimar las consecuencias de ese innegable
regreso del academicismo,'\ así como recordar hasta qué punto tiene que
ver con lafunción de la cual se hace su agente, hasta qué punto esta función
le sirve de ideal y decir en qué los aislamientos de objetos y las legitimaciones estrictamente metodológicas dan testimonio de una práctica de la ignorancia reciproca que existe entre los campos del saber.
"Los funcionarios son personas muy capaces, pero dentro de una sola
especialidad: c uando una pregunta es de su competencia, les basta una
palabra para captar toda una serie de pensamientos, pero si se trata de
una cosa que sale de s u ramo, se pueden pasar horas explicándoles,
mueven la cabeza educadamente pero no comprenden una sola palabra.'%
Trad. de Noé Jitrik
"Hay también bandas, combinadas por solidarida d es materiales: r...cuerdos transformado~ en
ambiciones. compromisos dP deseo modificados en gestiones para el porvenir; S(' trata en ton·
ces de prcvt'r y d e ligar, de obligar y de intercambiar, de hablar para no pensar· J.C. MIL;-.JF.R.
/.,es noms indL~ti?l{;ts, p . 147.
" Ver P. BOUROIEU, Honw Academicus. Paris, Minuit, 1984.
•• F. KAFKA, Le ch4teau p. 3 10.
"
RESEÑA
ENUNCIACIÓN, ARGUMENTACIÓN y TEORÍA POLIFÓNICA •
Le dire et le dit reúne en una nueva versión una serie de artículos publicados en d iversas épocas sobre temas lingüísticos variados. En la introducción, Ducrot señala cuál es el punto alrededor del cual giran las diversas
nociones definidas e n el libro: "se trata siempre de aquello que, en el sentido
de un enu nciado (en lo 'dicho'), concierne a la aparición de este enunciado
(su 'decir')".
El volumen se divide en dos part es, cada una de las cuales cor responde a
sendas posiciones teóricas. En la primera parte, Ducrot funda sus análisis
en la teoría de los actos del lenguaje de la escuela filosófica angloamericana,
mientras que la segunda se caracteriza por la distancia que toma en rela ción con esta teoría.
Desde hace varios años, su preocupación teórica fundamental ha girado
en torno a la noción de la enunciación, y sus trabajos se han inscrito en el
campo d e la pragmática. En este sentido, el libro es una continuación de las
investigaciones anteriores, pero, a la vez, al cambiar de posición, al constituir una crítica y una autocrítica, señala un avance teórico fun damental.
En el primer capítulo, "Presupuestos y sobrentendidos", Ducrot sostiene
que emprender la descripción semántica de una lengua implica disponer de
una hipótesis muy precisa sobre la organización que deberá atribuírsele
puesto que esta descripción es un conjunto de conocimientos heterogéneos
que permiten prever el sentido que a dquiere la realización de un enunciado
e n determ inadas circunstancias. Tales conocimientos se clas ifican a su vez
en dos componentes: un camponente lingüístico que asigna a cada enuncia do una determinada significación, independientemente del contexto, y un
camponente retórico que, dada la significación, y tomando en cuenta las
• Oswald DUCROT, Le dire et le dit, París, Minuit, l984.
98 Discurso
circunstancias en que este enunciado fue producido, preve la significación
efectiva de ese enunciado en ese contexto.
La hipótesis que subyase en este esquema considera que, al explicar el
sentido que adquiere la realización de un enunciado, las circunstancias de la
enunciación entran en juego sólo en un segundo momento, es decir, una vez
que se ha atribuido a este enunciado una significación independiente del
contexto. Para ilustrar esta tesis, Ducrot utiliza las nociones de presupuesto
y de sobrentendido.
El segundo capítulo es una autocrítica a la distinción entre presupuestos
y sobrentendidos, y a las definiciones de ambas nociones. En un análisis
minucioso expone las razones que lo llevaron a esas conccpciones, las evalúa y desemboca en una redefinición de ambas. Mediante la nueva tesis
afirma que los presupuestos (como muchos otros actos ilocutorios) pueden
también aparecer sólo en el enunciado, de donde resulta que hay dos formas
de definir la presuposición: en la fra<;e o en el enunciado. En este caso, la
presuposición es aquello que aporta el enunciado pero no de manera argumentativa (es decir que no presenta como debiendo orientar la continuación del discurso).
En el tercer capítulo Ducrot define primero lo que se entendía, hasta los
años cincuenta, por descripción semántica de un alengua natural, para luego
contraponer esa concepción a la moderna: la concepción sintagmática de la
descripción semántica de lac; lenguas. De acuerdo a E>lla, la descripción de
una palabra en sf misma (objeto que se fijaban los lingüistas de la vieja
línea), casi nunca permite comprender lo que aporta esta palabra al valor
semántico de los enunciados en los que interviene. Así, aun cuando la palabra sea la unidad básica, su descripción (en una semántica sintagmática)
debe tomar la forma de una regla que permita prever el valor del enunciado
total. Ahora bien, dentro de la semántica sintagmática existen dos concepciones, según se definan las nociones de enunciado y de contexto. ¿Debe
entenderse por enunciado una frase en el sentido gramatical, o un acto de
enunciación particular? ¿El contexto de una palabra remite a Jos elementos
que la rodean en una frase, o al conjunto de fenómenos psicológicos y
sociales que determinan su aparición en una enunciación? En ambos casos,
Ducrot defiende la" segundas opciones, y su argumentación parte de la
<lefinición del método de trab~o adoptado por la semántica sintagmática.
Se trata del "método de simulación" (del que este autor da una extensa
explicación en Les mots du discours, París, Minuit, 1980).
En el cuarto capítulo "Estructuralismo, enunciación y semántica", el autor
presenta dos tesis que formula de la siguiente manera: "la semántica lingüística debe ser estructural" y "lo que funda al estructuralismo en lo que concierne a la significación es la consideración de la enunciaciónn. Para defen der la primera de estas tesis Ducrot empieza por definir lo que se entiende
por una investigación estructuralista, para después abordar dos corrientes
estructuralistas en semántica lingüística: la variante distribucional y la suya
Reseña 99
propia. La opción que propone es llamada "estructuralismo del discurso
ideal", y a ella consagra la segunda parte del capitulo, que también se centra
en la segunda tesis antes mencionada. Según Ducrot, su concepción se distingue de las investigaciones distribucionales por tomar como hecho empírico no al enunciado sino al acto individual de enunciación.
El último capítulo de la primera parte trata sobre lo noción de "ley del
discurso". El autor describe Jos tipos de hipótesis teóricas que hacen uso de
esta noción, para luego presentar dos maneras de utilizar las leyes del
discurso que implican, a su vez, dos orientaciones teóricas diferentes. La
primera consiste en postular un nivel semántico fundamental del que se
expulsan o reducen al minimo las indicaciones pragmáticas (es decir las que
conciernen a una caracterización del acto de enunciación) y, por lo tanto, la
acción de las leyes del discurso. En cambio, la segunda opción integra la
pragmática desde el nivel semántico fundamental. "La intervención de las
leyes del discurso no tendría [entonces] por función la de 'pragmatizar'
una semántica inicialmente sin relación con la acción, sino que podria servir
para actualizar y eventualmente modificar una pragmática fundamental de
las frases, concebidas como instrumentos para la interacción de los interlocutoresn (p. 140).
La segunda parte del libro está compuesta de trabajos más recientes en
'los que expone sus tesis actuales.
En el capitulo "Lengu~e, metalengu~e y performativos", Ducrot trata dos
problemas que relaciona entre sí: el de la validez del concepto de enunciado
performativo explicito, y el de la confusión en la que han caído generalmente tanto la semántica lingüística como la pragmática, entre el lenguaje objeto de estudio y el metalengu~e que permite estudiar al primero. Esta confusión se debe a que en estas disciplinas poco formalizadas se utilizan, al
describir las lenguas naturales, las mismas palabras y estructuras sintácticas que pertenecen a la lengua objeto de estudio. Los investigadores de estos
temas olvidan que "estas palabras empleadas en un discurso teórico reciben
por este hecho el estatus de conceptos teóricos que no tenían en su uso
cotidiano. De manera que el lingüista no sólo utiliza la lengua de todo el
mundo, sino que, al utilizarla, tiene que darle como función la de designar
conjuntos, relaciones lógicas, atribuirle propiedades a objetos, funciones
que no eran necesariamente las suyas en un principio" (p. 118).
Esta confusión explica, entre otras, la seudoevidencia que se ha atribuido
a la noción de enunciado performativo. Ya en un articulo anterior ("Ilocutorio y performativo", Decir y no decir, Barcelona, Anagrama, 1982) Ducrot
hablaba de la "ilusión performativa". En el presente análisis considera que
esta noción no es más que el resultado de la misma confusión antes mencionada.
En el penúltimo capitulo, en vez de estudiar expresiones o morfemas de
las lenguas naturales, analiza un mecanismo retórico argumentativo a menudo utilizado en el discurso. Se trata de la llamada argumentación por
Reseña 101
100 Discurso
autoridad. Oucrot la define de la sigu iente mane ra: "se utiliza un argumento
de autoridad cuando, a la vez,
1) se indica que P [una proposición] fue, es o podría ser objeto de una
aserción ,
2) se presenta este hecho como valorizando la proposición P, como reforzándola, como agregándole un peso particular" ( p. 150)
A partir de esta definición, distingue dos formas posibles de este tipo de
argumentación, para luego demostrar que una de ellas guarda una íntima
relación con el aspecto lingüístico, es decir, que aprovecha de dispositivos
gramaticales. A esta primera modalidad del argumento de autoridad la
llama "autoridad polifónica", que se distingue del "razonamiento por autoridad".
En el último y más importante capítulo, "Esquema de una teoría polifónica de la enunciación", Oucrot cuestiona uno de los postulados implícitos de
la lingüística moderna (ya se trate de la corriente comparativista, del estructuralismo o de la gramática generativa): el de la unicidad del sujeto
hablante. En otras palabras, la hipótesis de que cada enunciado posee un
solo autor.
Bakhtine fue el primero en desarrollar el concepto de polifonía en teoría
literaria, pero Ducrot lo aplica ya no a las series de enunciados que constituyen un texto, sino a los enunciados en sí mismos.
Para desarrollar este concepto a nivel lingüístico, define primeramente el
campo de la "pragmática semántica" o "pragmática lingüística" en el que se
sitúan sus investigaciones. De igual manera introduce, define y distingue
(por medio de una serie de ~jemplos), las nociones de enunciado, frase,
sentido y significación, así como la noción ele enunciación.
Como su nombre lo indica, el concepto de polifonía implica la distinción de
varios personajes en un enunciado. Oucrot distingu e primeramente a los
locutores de los enunciadores. La noción de locutor, a su vez, deberá diferenciarse de la de sujeto hablante, e incluso, dentro de la primera, Oucrot
hace otra distinción: entre el locutor "como tal" (que abrevia "L" y el loc utor
"en tanto que ser del mundo" (abreviado"/."). Utilizando todas estas nociones, explica diversos hechos lingüísticos tales como la ironía, la negación, el
problema de los actos dellengu1\ie en general (y también aquél de los actos
primitivos y de los actos derivados), conjunciones como pm·o y el fenómeno
de la presuposición.
Como en la mayoría de sus trabajos, uno de los puntos de mayor interés
consiste en la doble reflexión que plantea: una ret1exión lingüística (es decir,
una reflexión sobre las lenguas naturales) a la que se sobrepone una reflexión sobre el quehacer lingüístico, haciendo resaltar los problemas que, por
la naturaleza del lenguaje, resultan de este quehacer.
Otra de sus aportaciones importantes es la teoría polifónica de la enuncia-
ción, que es aplicable a varios niveles (desde e l nivel morfológico hasta el
discursivo). y que co nciern e t anto a la lingüística como a la pragmática, la
retórica y a la teoría literaria.
Luisa Puig
Instituto de Iiwestigaciones Filológicas, UNAM
103
INFORMACIONES VARIAS
PRIMER COLOQUIO INTERNACIONAL LATINOAMERICANO
DE SEMIÓTICA
SobrE' el tema "Interacción e Identidad" se realizará en París, los d ías 9, 10
y 11 de <'nero d<' 19~(). el primer Coloquio 1nternacional Latinoamericano de
Semiótica, en honor del Profesor Algirdas .J. Greimas, a quien, por otra
parte, se le han hecho en 1985 varios homenajes.
Organizado por el Grupo Latinoamericano de Semiótica- integrado por
un grupo de estudiosos de origen latinoamericano residentes en París y
vinculados al Groupe de Recherches Sémio-linguistiques, E.H.E. - C.N.R.S. y
al Institut National de la Langue Fran~aise-el Coloquio, en el que presentarán ponencias A..J. Greimas, Paolo Fabbri, Eric Landowski ( que participaron
en el Primer Congreso Latinoameriano de Semiótica -9 al 13 de septiembre
de 1985-), Roberto Flores, Graciela Latclla, Roque Carrión Wan. etc ..- se
propone exam inar, a partir de la cuestión de la "identidad", a lgunos problemas inhe rentes a la cultura del Sub-continente vistos tanto desde la perspectiva de la in teract:ión individual y colectiva corno desde los instrumentos
cognoscitivos propue~tos por las ciencias del hombre, en especial la semiótica.
La co nferencia es t.<.\ art iculada en t res mesas (Sem iótica literaria - Simulacros dE' int crac<ión -, Etno y Sociosemiótica - la confrontación cultural -,
Semióticas no verbales · sincretismo e identificación -) para las cuales se
podrán presentar ponencias. Los interesados pueden dirigirse a Iván Avila
Be!loso, 135, rue de'Alésia, 750 14-Paris. Francia.
El interés de esta reunión reside en la importancia que va cobrando esta
discip lina para los problemas de América Latina, proceso novedoso y no
muy bien comprendido aún en América Latina misma, en donde los sistemas de análisis permanecen en una gran medida atados a cuerpos teó ricos
parcializados que originan resultados de alcance restringido qu e muy pronto desembocan en retóricas improductivas. Vinculada C'sta preocupación al
ámbito del análisis del discurso, la ex istencia misma del Grupo, así como su
inic iativa. indican que, quizá-;, desde fue ra es más factible internarse plenanwnt e en un campo tf'<iri<:o que, adentro. es visto todav!a c:on tim idez e
inctccisión.
104
Discruso
Correspondan ces Sémiotiq ues.
En el número 4 de noviembre de 1985, Correspondances Sémiotü¡ues in forma de los logros y alcances de la Deutsch e Gesellschafl für Semiolik
(Sociedad alemana de Semiótica) a partir de su fundación en 1975. La labor
de esta sociedad se ha orientado al fomento de la investigación y de la
enseñanza de la semiótica, a su difusión, a la organización de coloquios y
reuniones sobr e temas específicos del área dl' la semiótica, y a promover la
colaboración internacional en este campo.
Asimismo se reseñan algunos libros y revistas c!C' rE:'cicnte publica<:i6n,
entrE:' otros: Denis BERTRAND. L 'espace et le sc.-"'ls; G. DUMEZIL, l 'oubli des
h.ommes et l 'honnew· des dieux; Ch. S. PEIRCE, Te:x:tes anticm·tésiens; Claude LEV! -STRAUSS la potiP.re jalouse; A.J. GREIMAS, Des dieux el dt>s hommes.
El Centre d'Ilistoire et d'analyse des textes anuncia para los dias 13 y 14
de mayo dC' 1986, el Coloquio sobre el tema '"Texto y arqui tC'Ctura". r~sta
reunión se llevará a cabo en la Un ivcrsité de Renncs II, Rennes, Franria.
Es posible suscribirse a Correspondances Sémiotiques. Escribir a: Correspondances Sémiotiques, 30 13oulevard Saint Germain. 75007 París, Francia.
Biblíography of Linguistic Literature ( BLL)
Esta publicación periódica f'S compilada y editada por la Sondersam mc lgebeit Linguistik, Stadt-und Univer sitats biblioth ek, en Frankfurt am Main
(R.F.A.). Brinda información exhaustiva en áreas relacionadas con los campos de la Lingüística General, la Lingülstica Inglesa, alemana y .-omance, así
co mo sobre revistas y libros de Lingüística, tilosofía y psicología.
Los pedidos de suscripción pueden hacerse a:
Sondersarnmetgebeit Linguistik
Stadt-und Universitatsbibliot.hek
6 Frankfurt am Main
Bockenheimer Landstrasse 134-138
West Germany
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PUBLICACIONES RECIBIDAS
Libros
Jea n BAUDRILLARD, Critica de la economía po!ilica del signo, México,
Siglo XXI Editores, 4a. ed., 1982.
Contiene: Función-signo y lógica de clases. La g~nesis ideológica de las
necesidades. Fetichismo e ideología: la reducción semiológica. El gestual
y la firma: semiurgia del arte co ntemporáneo. La subasta de la obra de
a rte: intercambio/signo y valor suntuario. Aportaciones a una teoría general. Más a llá del valor de uso. Hacia una crítica de la economía política
del signo. Réquiem por los media. Diseño y entorno o la escalada de la
econom ía política. De la realización de deseo en el valor de cambio.
M. RUNGE et al., Las teorías de la causalidad, Salamanca, Ediciones Sígue·
me, 1977, (Col. Ilermeneia 6.)
Contie ne: J . PIAGET: Introducción. Th. S. KUHN: Las nociones de causalidad en el desarrollo de la física. Fr. HALBWACIIS: Re flex iones sobre la
causalidad ftsica. M. BUNGE: Conjunción, sucesión, determinación, causalidad. L. ROSI-~NFELD: Co nsideraciones no lilos<iftcas sobre la causalidad
en fís ica. J. PIAGET: La causalidad según E. Meyerson.
Paul CLAVAL, t:spacio y poder,
M~xico,
FCE, 1982.
Contiene: Introducción . l. La sociedad y e l poder. JI. La geometría de las
formas elementales del poder. III. La geometría de las formas complejas
del poder: la a rquitectura social. IV. La arquitectura social y la economía
del poder. V. La geografía del poder en las sociedades arcaicas. VI. La arquitectura socia l de las civilizac iones históricas. Vll. Los fundamentos
ideológicos de la arquitectura social del mundo contemporáneo. Vlll. El
Estado y la sociedad civil en Jos regímenes libe rales. IX. El Estado y la
106 Discurso
Publicaciones Recibidas 107
sociedad civil en los regimenes autoritarios y totalitarios. X. Poder y relaciones ínternaríonales. Conclusión. "indi<.:e de nombres. 'Indice :.tnalítico.
ticité et sym bolicité. VIII. Epilogue théorique. La Symbolicité a la base de
toute rcprésentation. IX. Freud: La (Dé) négation.
Patrkk CHARAUDEAU, et al., Aspects du. discou.rs mdioplwniqu.e, París,
Didier Erudition, 1984 (Col!. '"Langages, Discours et Sociétés" núm. 1.)
Graciela
LATELLA, Metodología y teoría semiótica, Buenos Akes, Hachette,
1985.
Contiene: Introducción. ProbU~mes d'analyse des médias, par P. CIIARAl)DEAU. Les conditions de production et d'écoute. Leurs incidcnces sur le
discours radíophoníque. A.-J. TUDESQ: Les conditions de production du
discours radiophonique..J. CLOPEAU et M. RENOUARD: Quelques remarques sur la "communication" radiophonique. J.-L. MALANDAIN: Le statut
de la paraJe donnée. M. LEBRE-PEYTARD: Dép~che d'agcnce et bulletin
d'informations. A.M. HOUDEHI NE: La récít radiophonique et son écoute.
Descríptíon de divers aspects. M. MOUJLLAUD: Espace et temps radiophoniques: les tranches horaires matinales. B.J. WENK et F. WIOLAND:
Aspects rythmiques du discours radiophonique. Groupe de travail Analyse du Discours: L'économie politique dans les émissions radiophoniques.
Description d'un genre: l'interview. Présentation: Déflnition d'un genre,
par P. CHARAUDEAU. D. LAHOCHE-BOUVY: L'interview radiophonique:
le modele de José Artur. P. LI':RAT: Remarques sur quclques plaisanteries
chez José Artur. F. MINOT: Étude des clotures séquentielles. L. BERRUECOS et G. TENOUX: Remarques sur le jeu du questionnment. C. BAUER et
M. FERNANDEZ: Les manifestations de la compétence de savoir de l'interviewer. G. de SALINS et P. CHARAUDEAU: Comparaison des interviews
type José Artur et type Jacques Chancel.
Michel CHARLES, Rhétoriqu,e de la lecture, París, du Seuil, 1977.
Contiene: l. Ouvertures croisées. l. La catégorie de l'illisible. 2. Une rhapsodie herméneutique. 3. Propositions. II. La rhétorique comme art de Jire.
l.L'horreur du plein. 2. Conscience et inconscience du langage. 3. Le di:>cours des figures. 4. Une théorie du discours. 5. Arlequin a l'écart'?. Ill. La
lecture dans le texte. l. Adolphe, ou l'inconstance. 2. Jeux figuraux. 3. Le
prévu et l'imprévu. tpilogue; sur une phrase de Monta.igne.
Noam CHOMSKY, Lingü·istica cartesiana. Un capítulo de la historia del
pensamiento racional?".sta, Madrid, Gredos, 1984.
Contiene: Prefacio. Reconocimiento. Introducción. Aspecto creador del
uso del lenguaje. Estructura profunda y superficial. Descripción y explicación en lingüística. Adquisición y uso del lenguaje. Resumen. Bibliografla.
Angele KREMER-MARIETTI, La Symbolicité, París, PUF Croisées, 1982.
Contiene: I. Prologue méthodique. Rhétorique, Psychanalyse et Philoso·
phie. II. L'Enjeu du Symbolique. III. La syn1bolisation comme probleme.
IV. Le temps, la symbolisation et le symbolique. V. La symbolicité ou la
Loi comme négation. VI. Le re tour d u refoulé dans le symbolique. VTI. Poé-
Contiene: Prefacio. Introducción. Primera parte: La teoría semiótica de A.J.
Greimas. l. La Teoría semiótica. II. Metodología. Ill. Evolución de la teoría.
IV. Especificidad de la teoría. Segunda parte: La práctica analítica: análisis semiótico de "Emma Zuns" de J.L. Borges. l. Organización narrativa.
ll. Organización espacial. III. La enunciación/ enunciada. Observaciones
finales.
Dorninique MAINGUENEAU, Introduccwn a los métodos de análisis del discurso, Buenos Aires, Hachette, 1980.
Contiene: In troducción. Los enfoques del discurso. I. El enfoque lexicológico. II. El enfoque sintáctico. III. La enunciación. IV. A propósito de la
grámatica de texto. Conclusión. Bibliografía.
Jean PETITOT-COCORDA, Morphogenése du sens. 1 Pour un schématisme
de la structure, Paris, Presses Uníversitaires de France, 1985 (Col!. Formes
Sémiotiques).
Contiene: Avertissement. Préface de René Thom. Introduction. Chapitre
I: Aspects problématiques du structuralisme. Chapitre II: Perception catégorielle et syntaxe topologique: une double implication du schématisme
catastrophiste dans la double articulation d u langage. Chapitre III: Struc
tures sémio-narratives et prégnances asémantiques. Conclusion. Riblio
graphie.
Nicholas RESCHER, Sistematización cognoscitiva, México, Siglo XXI Editores, 1981.
Contiene: Prefacio. Introducción. l. Trasfondo histórico. 2. El propósito
de la sistematización del conocimiento: el control de calidad de lo que
pretendemos conocer. 3. Formas alternativas de la sistematización del
conocimiento: fundacionalimo vs. coherentismo. 4. Ventaj as del enfoque
de red. 5. El coherentismo y el papel de la sistematicidad como patrón
de presunción. 6. Coherentismo, inducción y sistematización científica.
7. Legitimación del enfoque coherentista de sistematización cognoscitiva.
8. El carácter de sistematicidad. 9. Límites de la sistematización cognoscitiva. l. Cuestiones de la compleción erotética. 1O. Límites de la s istematización cognoscitiva. II. Cuestiones de compleción explicativa. 11. Limites
de la sistematización cognoscitiva. III. Problemas de consistencia. 12. Metasistemática del conocimiento: la morfología de los sistemas cognoscitivos.
108 Discurso
Artículos y trab~os monográficos
Jorge ALO~SO, La tendencia al enmascarami<:•nto de los mmrimiento políticos, México, CIESAS, 1985 (Col. Miguel Othón de Mendizábal 4).
Juan F. CORRADI, Textures Aproachiñg Society, Ideology, Literature, Occasional Papers No. 19, New York, University Ibero-american Language and
Publi.caciones Recibidas 109
Contiene: Denys LE THRACK Techne Grammatiké. Apollonius DYSCOLE:
De la construction. l. Frédéric Lambert: Théorie syntaxique et tradition
grammaticale: les parties du discours chez Apollonius Dyscole.
Semivsis, Seminario de Semiótica Teorla y Análisis, núm. 12-13, México,
Centro de Investigaciones Lingüístico-literarias, Universidad Veracruzana,
enero-diciembre 1984.
Area Center, March, 1976.
Patrick CHARAUDEAU, "L 'inter/.ocUtion comme interaction de strat,égies
discttrsives", en VERBUM, Tome Vll-1984, Fascicuie 2-3, Revue de linguistique, Nancy, Université de Nancy Il, 1984.
Marisol GONZALO, La dimensión política de la tecnología. Visión desde el
cenu·o emisor, Caracas, Cuadernos del Centro de estudios latinoamericanos Rómulo Gallegos. 1982.
Michael A.K. HALLIDAY, "lntonalion et rythme: suppléments a la proposition'', en AG"'TES SEMIOTIQUES-Documents Vll, 61. 1985, Gro u pe de Recherches Sémio-linguistíques, Instítut National de la Langue Fran<;aise, París.
Contiene: Renato PHADA OROPEZA: Presentación. Paul RICOEUR: La gramática narrativa de Greimas. Eric LANDOWSKL Hacia una semiótica de
la estrategia: figuras y relaciones. Franc;oise RASTIER: El desarrollo del
concepto de isotopía. Cathérine KERBRAT-ORECCHIONI: Problemática de
la isotopía. Alain BERRENDONNER: Sobre algunos aspectos lógicos de la
isotop!a. Claudc GANDELMAN: Por una visión "tridimensional" del '·cuadro semiótico". Denis BERTRAND: Semiótica textual y actividad de lectu;
ra. Nicole EVERAERT-DESMEDT: La tematización publicitaria. Emile POPPE: El espacio espectacular y la constitución del público. Eric DE KUYPER: la re-negación. Hans George RUPRECHT: La agitación dramática
de Víctor Torres. Pasos de reconstrucción socio-semiótica en Una casa
en Lota Alto. Amado DURÁN: entrevista con A.J, Greimas.
1984.
Bibliografía
Revistas
Actes Semiotiques, Bulletin Vlll, 33...Les prócédures de découverte", París,
Institut de la Langue Fran~taise, Mars 1985.
Contiene: Fran~oise HASTID~ el Paolo FAI3BRI: Prétextes: doigts et doigté. Eric LA!\DOWSKI: La part des choses. Míchel CALLON ct Fran~oise
HASTIDE: A la découverte des découvcrtes. Hruno LATOUR: Mais o uvontils chercher tout cela?. Fran~oíse BASTIDE: Linguistique C't génétique.
Georges COMBET: Cent ans apres, la tablc de Mendeleev. Manar HAMMAD:
Le bonhomme d'Ampere . .Tean-Luc EXCOlJSSEA\J: Deux traitements des
"points de vue". Pien·e ROSENSTIEHL et Paolo FABBRI: A u fil de la recherche. Notes cte lecture. Informations.
Acles Semiotiques, Rullelin VIII, :34 ...L'act.ant col\cctif' París, Institut de la
Langue Fran<¡aisc. Juin 1985.
Contiene: Abdelmadjid ALI BOUACHA: Classe de locuteurs et actants collectifs. Fran~oise Tl-IOM: La langue de bois. Claude ZILBERBERG: Dissentiments, consentements. Dean MACCANNEL: Communauté et symbole.
Peter STOCKINGER: L'actant collectlf et l'univers actoril.'l. .Jacques FO!\'TANILLE: Protoactant, actant syncrétique, actant collectif. Notes de lecture.
Archives et documents de la, SO<"iété d 'histoü·e et d 'Epistémologie des Sciences de Langage, núm. 6, S.H.E.S.L., Paris, 1985.
CCL, Current Contents Linguistik, Inhaltsverzeichnisse Linguistisr.her Fachezeitschrlften. No. 3, Juli-Scpt. 1985 y No. 4, Okt.-Dez. 1985, Stadt-und Universitatsbibliothek Frankfurt am Main. Publicación periódica de la Stadtund Un iversiüi.tsbibliothek de Frankfur·t am Main, incluye un católogo de
publicaciones periódicas sobre lingüística de Europa y Estados Unidos.
QUIPU, Revista Latinoamericana de Historia de las Ciencias y la Tecnología,
vol. 1, No. 1, septiembre-diciembre de 1984, México, SLHCT, 1984.
Contiene: Artículos: "La historia de la ciencia en América Latina", Enrique
Beltrán; "Early colonial Science in North America and México", Dirk J.
Struik; "Lógica y ciencia en la Lógica mexicana de Rubio", Walter Redrnond; "Los biólogos españoles entre 1860 y 1922: una sociedad científica
en cambio. Su descripción"; José Sala Catalá; "Cuba y México: Primeras
relaciones científicas", José López Sánchez; "Darwin en la Argentina", Elena
Pennini de De Vega; Documentos y Reseñas.
QUIPU, Revista Latinoamericana de Historia de las Ciencias y la Tecnologla,
vol. 2, No. 1, enero-abril de 1985, México, SLHCf, 1985.
Contiene: Artículos: "Nuevos datos sobre el descubrimiento del platino y
su metalurgia en la Nueva Granada en el siglo XVII", Armaildo Espinosa
Baquero; "Escollos en el estudio de la historia de las telecomunicaciones
en la República Argentina", Mario Tesler; "Bosquejo de la minería prehispánica de México", Adolph us Langenscheidt; "La innovación ferroviaria en
11 O Discurso
el México del siglo XIX", Sergio Ortíz Hernán; "Palavras e palaVI·as: Temas
para una historia da tecnología", Ruy Gama; "Introducción a l estudio de la
eugenesia (1900-1936), Raquel Alvarez Peláez; Testimonios; Elogios; Reseñas.
QUIPU, Revista Latinoamericana de historia de las Ciencias y la Tecnología,
voL 1, No. 3, México, SLHCT, enero-abril de 1984.
Contiene: Artículos: Gonzalo Hernández de Alba: "La medicina tradicional
en la Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada"; Oiga Restrepo F.:
"La comisión Corográfica: un acercamiento de la Nueva Granada"; Pedro
M. Pruna: "La recepción de las ideas de Darwin en Cuba, durante el siglo
XIX"; V.S. Albis-González: "Un programa de inves tigación en la Historia de
la matemática de un país latinoamericano"; Humberto Estrada Ocampo:
Vicente Ortigosa: El primer mexicano doct9rado en química orgánica en
Europa"; Gilson Schwartz e Myriam Bahía Lopez; "Introdu"iao ao Estudo
da Constitui~ao de Saúde Pública no Brasil: técnica e Ideología na lutaAntí-malárica en Sao Paulo"; Testimonios; Elogios; Reseñas.