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Artículo CIPSTRA N°2
MOVIMIENTO SINDICALISTA CAMPESINO EN
CHILE, 1924-2000
Rodrigo Medel, miembro CIPSTRA.
Junio 2013
0
CIPSTRA – Centro de Investigación Político Social del Trabajo
www.cipstra.cl
RESUMEN
El presente artículo realiza una revisión histórica y bibliográfica del movimiento campesino
sindical en Chile en el siglo XX. A partir de ello, argumenta que la fuerza del movimiento
tendrá como variable determinante, en cuanto a sus oportunidades políticas y posterior
desarrollo, los procesos de apertura y cierre Estatal. Se pudo identificar 4 etapas o fases
respecto a la relación entre Estado y Movimiento Campesino Sindical, que serán el de
Formación, Contención, Apertura y Desarticulación.
Respaldaremos la existencia de estas etapas con estadísticas sobre tasas de sindicalización y
con fuentes documentales e históricas del período. Finalmente viendo las cuatro etapas en su
conjunto se plantea una reflexión en torno a las potencialidades del sindicalismo rural en el
siglo XXI.
Conceptos Claves: “movimiento campesino sindical”, “Estado Nacional Popular”, “movimiento
social central”, “ciclo político”, “movimiento rural tradicional”.
CIPSTRA - Centro de Investigación Político Social del Trabajo
Es una organización interdisciplinaria de profesionales jóvenes de las ciencias sociales y las
humanidades, que pone como centro de sus actividades la reflexión asociada al mundo del
trabajo, en tanto nodo central de la constitución de la sociedad actual.
En los fundamentos del CIPSTRA se encuentra el horizonte de superar el capitalismo,
avanzando hacia un modelo de sociedad más humano, solidario y justo. Consideramos que en
el ámbito del trabajo descansan las contradicciones más radicales del mundo en que nos tocó
vivir, y es por tanto en la clase trabajadora (la clase que vive del trabajo) donde se encuentra su
principal sujeto transformador. Buscamos fomentar y apoyar las discusiones sobre la situación
actual y el devenir de los trabajadores y sus organizaciones en el país, así como de sus
respectivos cursos de acción en el contexto de los sindicatos y las organizaciones políticas y
sociales vinculadas a ellos.
Para lograr nuestro objetivo contemplamos una labor investigativa permanente para generar
nuevos conocimientos con perspectiva de totalidad, pero también el desarrollo de actividades
vinculadas a la difusión de los hallazgos en diversos espacios, la realización de talleres con
trabajadores(as) y dirigentes(as), la articulación de espacios de discusión en torno a la
problemáticas del trabajo, la coordinación de actividades formativas, etc.
Nuestra página web es www.cipstra.cl y nos pueden contactar en [email protected]
1
CIPSTRA – Centro de Investigación Político Social del Trabajo
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Articulo CIPSTRA N°2
MOVIMIENTO SINDICALISTA CAMPESINO EN CHILE, 1924-2000
Rodrigo Medel. Miembro CIPSTRA
Junio 2013
1. Introducción
Una breve revisión acerca de las
características de las organizaciones y
movimientos sociales rurales en la historia de
Chile nos muestra múltiples formas de acción
colectiva a la vez que fuertes variaciones en
la fuerza e impacto de sus acciones de base.
Sin embargo, la mayoría de los autores
coinciden en que la figura histórica
tradicional y más fuerte de organización rural
durante el siglo XX se dio por medio de la
figura del sindicato (Gómez, 2002). De
hecho, en su período de auge, el movimiento
campesino sindical llegó a ser tan inmenso
que para el año 1973 los sindicatos
campesinos abarcaban a casi la totalidad de
asalariados rurales de la época, la caída y
desarticulación
del
movimiento
fue
igualmente abrupta.
Si bien hay un consenso respecto a que el
movimiento campesino sindical se vio
cooptado por los partidos políticos y el
movimiento obrero urbano (Affonso, 1970;
Walke, 1983; Gómez, 2002), reducir y
homologar sus fases a movimientos sociales
externos, como comúnmente se hace,
implica reducir la complejidad de su
formación, desarrollo y auge durante esta
época. Esto ya que, al igual que el resto de
los actores sociales del período, el
movimiento campesino sindical se formó en
torno a una ardua lucha contra otros
sectores en pos de su incorporación a los
procesos de construcción Estatal. Por eso
resulta vital revisar los eventos y procesos
que fueron brindando oportunidades
políticas para el ingreso o exclusión del
movimiento campesino.
Iremos observando por medio de una
revisión histórica de hechos políticos
concretos (tales como reformas electorales,
leyes sindicales o alianzas políticas), cómo a
lo largo de la formación, desarrollo, auge y
caída del movimiento campesino sindical,
distintas decisiones políticas estuvieron en
mayor o menor medida marcando el rumbo
del movimiento.
Sin embargo, centraremos nuestro análisis
en una variable en particular, que será la
forma, características y particularidades
históricas del Estado, y su cambiante relación
con el movimiento campesino sindical. De
esta manera, nos abocaremos en el siguiente
artículo a comprender por qué el
movimiento campesino sindical adquirió esa
sorprendente capacidad de presión por
sobre las autoridades en ciertas fases de su
historia y se vio tan debilitado en otras.
Haciendo una síntesis de los planteamientos
de Garretón (2001), Touraine (1989), Faletto
(1979) y Julieta Kirkwood (1976), nos
abocaremos en un primer punto a describir
en qué consistía esta “Matriz Nacional
Popular” que definía la forma que adoptaba
el Estado durante el período, y cómo este
abría oportunidades políticas para los
movimientos sociales. A partir de ahí
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podremos identificar 4 etapas o fases en esta
relación entre Estado y movimiento
campesino sindical, los que fueron de la
mano con el nacimiento, auge y caída del
Estado Nacional Popular en Chile.
Estas cuatro etapas serán en primer lugar el
período de “Formación”, que va desde las
primeras leyes sindicales de 1924 hasta la
aparición de la primera ley de sindicalización
campesina en 1947. La segunda una etapa
que definimos fue la de “Contención Estatal”,
que va desde 1947 hasta la segunda ley de
sindicalización campesina en 1967. En tercer
lugar estará la etapa de “Apertura Estatal”,
que les dio un nuevo vigor a los movimientos
sindicales y que llevaron a su consolidación
como actor social gravitante en la política
nacional
pasando
a
formar
parte
fundamental de la política de alianzas
políticas, este período va desde 1967 hasta
1973. Finalmente tomaremos como período
de “Desarticulación y caída” del movimiento
a partir del golpe de Estado en 1973 y la
crisis del Estado Nacional Popular en Chile.
Respaldaremos la existencia de estas etapas
con
estadísticas
sobre
tasas
de
sindicalización y con fuentes documentales e
históricas del período. En el fondo, no se
trata de clasificar a un Estado como fuerte o
débil, sino que la fuerza de los mismos
cambia como resultado de ciertos factores
políticos concretos. Son esos los factores que
entraremos a revisar.
Es importante señalar que este trabajo no
pretende abordar todos los factores que
incidieron en la formación y consolidación de
los movimientos campesinos en la época,
sino únicamente profundizar en una de las
variables que nos parece fundamental: esta
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es la variable en de apertura y cierre Estatal
en torno a ciertos procesos políticos.
2. El Estado Nacional Popular
en Chile
De acuerdo a Garretón (2001), la matriz
nacional popular, en términos típico-ideales,
era la fusión entre el Estado, los partidos
políticos y los actores sociales. Es decir, había
una débil autonomía de cada uno de ellos,
sobre todo había una fuerte subordinación
del Estado hacia las demandas de
incorporación de distintos sectores sociales.
Era un Estado fuerte en cuanto a presencia e
intervención, pero débil en cuanto a
autonomía de la sociedad y sobre el que
pesaban todas las presiones y demandas
tanto internas como externas. Esta
interpenetración entre Estado y sociedad le
daba a la política un papel central.
Esta clase de regímenes, que surgen después
de la crisis oligárquica de 1929, se extiende
en Chile hasta 1973 con el golpe de Estado
que pone fin al proceso de reformas políticas
más agudo del período.
Siguiendo a Touraine (1989), la política
nacional popular se define más como una
política de masas que de clases. El proceso
político general en América Latina no se
caracterizó por tener un carácter clasista, a
diferencia de lo sucedido en Europa. Las
demandas de los actores sociales son para
incorporarse política, social, cultural y
económicamente al modelo de sociedad, no
hay una dicotomía clasista; no hay oposición
al
capitalismo.
Lo
que
hay
es
fundamentalmente una presión por ampliar
la intervención estatal.
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En este contexto, la expresión política de tal
estado se resume en laboriosos acuerdos y
alianzas entre todos los sectores sociales
(Falleto y Kirkwood, 1976). E1 sector obrero
y las masas urbanas presionan con sus
demandas dando origen al distribucionismo
social, económico y político del Estado, en
tanto grupos más propiamente burgueses y
las clases medias presionan por una
expansión continuada de la economía.
Surgen así procesos muchas veces
contradictorios y conflictivos, que se
expresan en una participación Estatal en el
desarrollo cada vez más significativo. El
Estado queda preso de las demandas sociales
y de la sociedad civil, a la vez que se
transforma en el principal articulador de
nuevos sectores sociales. Resolver o conciliar
los intereses en pugna supone contar con los
recursos suficientes para satisfacer la
demanda de incorporación de las masas, lo
que derivaba en luchas por recursos que era
a la vez cada vez más escaso.
Un aspecto central es que todas estas
contradicciones no se daban entre distintas
clases sociales, el modo de las oposiciones
estaba ideológicamente encubierto, la
oposición tendía a hacerse en términos de
"oligarquía" y "pueblo" lo que introducía
franjas de oscurecimiento y distorsión en las
relaciones entre las clases (Enzo Faletto,
1979).
Si bien en la política nacional popular se
manifiesta de manera dominante la
intervención del Estado (desarrollista) pues
actuaba como articulador y organizador,
superando a los privados, era un Estado
cooptado por lo que Garretón (2001) definió
como
el “Gran Movimiento Nacional
Popular”,
que
abarcaba
diferentes
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movimientos sociales y cuyas características
principales serían el ser desarrollista,
modernizador, nacionalista, orientado hacia
el cambio social; y cuyo actor social
paradigmático será el movimiento obrero. La
fuerza de este movimiento fue tan fuerte,
que sin él no se explica el surgimiento del
movimiento campesino sindical. En ese
sentido, siguiendo a Garretón (2002), la
politización atribuida a los movimientos
sociales rurales en el auge de su desarrollo -y
más específicamente a la enorme cantidad
de sindicatos y confederaciones campesinas
y de asalariados rurales en la época de la
unidad popular- se dio ya que formaban
parte del llamado gran movimiento social
propio del Estado nacional popular. De ahí su
poca autonomía respecto al Estado y los
partidos políticos imbuidos en este Gran
Movimiento Nacional Popular.
3. Formación: Inicios del
movimiento
campesino
sindical (1924-1946)
Una vez revisadas las características del
Estado llamado Nacional Popular en Chile,
podríamos caer en el error de establecer una
relación típico ideal entre él y todos los
movimientos sociales de la época. En otras
palabras, si por la pura estructura de un
Estado se pudiera predecir la estrategia de
cada movimiento, todos los movimientos se
parecerían entre sí en un determinado país.
En ese sentido, tanto el Estado como los
movimientos
sociales
son
blancos
multidimensionales, de manera tal que el
Estado se enfrenta de manera distintas a
distintos movimientos según la composición
cultural, de clase y la fortaleza política de
ellos.
Si
bien
no
necesariamente
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concordaremos en cuanto a los factores
específicos de esas diferentes relaciones
entre movimiento social y Estado, si creemos
que esas diferencias efectivamente existen
más allá de la fortaleza o apertura política
del Estado. De hecho como revisaremos a
continuación, el movimiento sindical
campesino siguió una ruta bastante distinta
al sindicalismo urbano.
Como vimos en el punto anterior, el “Estado
Nacional Popular” surge como un proceso de
presión por la incorporación al aparato
Estatal de distintos sectores sociales.
Podríamos situar como hecho gravitante en
el caso Chileno las primeras leyes laborales
en 1924 y la reforma de la Constitución en
1925. Ambos eventos, en medio de la crisis
de dominación oligárquica, se impusieron
básicamente por la presión de los
movimientos obreros urbanos de la época y
pese a la resistencia tanto del Presidente
Alessandri como de la alta cúpula militar
(Salazar y Pinto, 1999: 149).
En este período el Estado gracias a la
apertura inicial hacia la sindicalización,
cumple una función de formación de los
primeros focos de sindicalismo obrero. Son
procesos focalizados o acotados de
sindicalización y demandas de tierras, tanto
en el centro como en el sur del país. Esto
pese a que la legislación dictada en 1924 era
ambigua respecto de garantizar el derecho a
organización y negociación de los
campesinos (Mario Garcés, 2004).
De acuerdo al historiador Chileno Amino
Affonso (1970), apenas se promulgó la ley de
organización sindical, empezaron los intentos
de organización de diversos sindicatos
agrícolas. Ya en 1925 se habían formado 10
sindicatos campesinos en el valle del Choapa
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con 5.000 afiliados. Todos ellos sin contar
con personalidad jurídica.
El problema que suscitaba esta ley era que
daba lugar a la interpretación de que la
legislación no podía aceptar a sindicatos
agrícolas al no constituir una rama
propiamente industrial. Pese a que los
artículos eran amplios y ambiguos a este
respecto, se instauró como práctica
recurrente un “veto patronal”, con el fin de
impedir que este proceso se expandiera
(Walke, 1983).
De hecho, y pese a todos los intentos
previos, recién en 1929 el primer sindicato
agrícola obtuvo personalidad jurídica. Este
fue el sindicato profesional de la industria
Ganadera y Frigorífica de Magallanes en
Punta Arenas (Affonso, 1970).
Otro hito importante de esta época se dio
con la conformación de la “Liga Nacional de
Defensa de los Campesinos Pobres” en 1935,
que abarcaba tanto a obreros agrícolas como
a pequeños propietarios y campesinos. Por
medio de esta liga se comenzó a asesorar a
campesinos en pos de su sindicalización, lo
que llevó a que diversos sindicatos de las
viñas de la región metropolitana adquirieran
personalidad jurídica. El sindicato nacional
profesional de vinicultores de Santiago fue
uno de los más importantes, lo que llevó a
que la sociedad nacional de agricultura
(organización conservadora) planteara por
primera vez al ministerio del trabajo la
cuestión de nuevas restricciones para aplicar
el régimen sindical en el campo (Affonso,
1970).
La campaña electoral del Frente popular de
1938 se vio fuertemente presionada por la
oleada de presión sindicalista del campo,
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exigiendo que se cumplan las promesas de
reformas sociales y de llevar el sindicalismo a
sectores rurales.
Affonso (1970) señala que en esta época ya
son cerca de 100 sindicatos campesinos que
presionan al ejecutivo para que se les
otorgue personalidad jurídica, lo que llevó a
que 1942 se forma el “Primer Congreso
Nacional de Trabajadores Agrícolas”, los que
llevan un programa que proponía la
radicalización de la sindicalización en el
campo y el fin de las vacilaciones
gubernamentales frente a los terratenientes
hacendales.
En suma, este es un período de incipiente
formación sindical, pero constituida siempre
al margen de la ley. La mayoría estaba
privada de personalidad jurídica. Eran
movimientos
campesinos
fuertemente
atraídos por el gran movimiento obrero de
las ciudades, pero que sin embargo no
lograba incluir completamente a todos los
actores sociales. En suma, es un período de
lucha por una mayor incorporación, por no
quedarse rezagados respecto a otros actores
sociales.
Las fuertes presiones por una incorporación
definitiva de los campesinos al proceso de
sindicalización, ya fuertemente en expansión
en sectores urbanos, llevó a que finalmente
se promulgara en 1947 la primera ley de
sindicalización campesina, la que, sin
embargo como veremos en el siguiente
punto, se planteó con motivos más de
contención que
de
expansión del
movimiento sindicalista campesino.
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4. Contención: La restrictiva ley
de sindicalización campesina
(1947-1966)
La expansión que estaban teniendo los
sindicatos agrícolas con personalidad jurídica
llevó a que el 29 de julio de 1947 se
promulgara la ley 8.811 de sindicalización
campesina. Aprobada con una mayoría
parlamentaria de centro derecha y con el
beneplácito de la Sociedad Nacional de
Agricultura, esta ley más que abogar por los
intereses de los campesinos buscaba
contener su avance poniendo trabas a su
sindicalización (Affonso, 1970).
De acuerdo a Francisco Walke (1983), entre
las principales trabas que encontramos en la
nueva ley de sindicalización campesina se
encuentra que ella aplicaba exclusivamente a
los obreros agrícolas, es decir, a los
trabajadores manuales y no a empleadores,
cargos ejecutivos o de administración. Se les
prohibía además expresamente a estas
organizaciones entrabar el orden y la libertad
del trabajo. Los sindicatos además debían
circunscribirse únicamente a sus predios,
impidiendo la formación de cualquier tipo de
federación o confederación sindical.
Finalmente se señalaba que el principal
objetivo de estos sindicatos debía ser
procurar un mejoramiento de las
habitaciones campesinas y no otros.
En definitiva, esta ley cumplía el objetivo de
evitar que se formaran verdaderos sindicatos
en la agricultura e impedían que el
movimiento sindicalista obrero Nacional
Popular cooptara a los trabajadores del
campo en sus direcciones.
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Pese a todo, el movimiento campesino
lograba sobrevivir, tanto así que eludiendo
los obstáculos de la nueva normativa, se
formó en 1952 la primera federación de
sindicatos agrícolas llamada “federación
sindical cristiana de la tierra”. En ella
planteaban la necesidad de buscar por todos
los medios constituir sindicatos con
personalidad jurídica y cuando no fuera
posible establecer uniones libres de
campesinos, presentar pliegos peticiones
hasta conseguirlo (Affonso, 1970).
Habrán, a nuestro parecer, tres hechos
decisivos que cambiarían el rumbo del
movimiento campesino en esta época, estos
serán: El fuerte ingreso campesino a la masa
electoral en 1958, la profundización de la
reforma agraria en 1964 y la labor del INDAP
(Instituto de desarrollo agropecuario) a partir
de 1964.
Respecto al primer punto, con la reforma
electoral de 1958 y la instauración de la
“cedula oficial” se pone fin al cohecho
patronal y se termina la hegemonía de la
derecha en sectores rurales. El campesino
pasó a tener por primera vez en la historia un
derecho a voto real provisto de mayores
garantías. El fuerte ingreso de campesino a la
masa electoral implicó, entre otras cosas,
que entre 1958 y 1964 ingresaran cerca de
un millón y medio de votantes al sistema
electoral. Esto benefició directamente a los
partidos que buscaban profundizar sus
programas políticos centrando su atención
en el campo (Goméz, 2004).
Acá se conjugarán dos de los elementos más
importantes en cuanto a las oportunidades
políticas para ejercer acción colectiva. Una es
evidentemente la participación electoral por
medio de la reforma ya mencionada. Pero en
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segundo lugar, esta reforma se dio en una
época en la cual las elites políticas estaban
profundamente divididas. En efecto, el
campo pasó a ser el centro de atención de
distintos sectores políticos y los distintos
partidos se abocaron en la labor de obtener
el apoyo de las grandes masas campesinas.
La organización campesina se transformó en
un medio con poder suficiente para redefinir
la posición política de los distintos grupos
urbanos (Affonso, 1970).
Respecto al segundo punto, si bien la
Reforma agraria comenzó durante el
gobierno de Jorge Alessandri Rodríguez en
1958, denominada “reforma agraria de
macetero”, no fue sino hasta noviembre de
1962 con la Ley N° 15.020, durante el
gobierno del presidente Eduardo Frei
Montalva, que la Reforma Agraria comienza
la verdadera expropiación del latifundio y de
los predios mal trabajados, entregándolos a
los campesinos de manera asociativa.
Esta ley se caracterizó por un lado, por un
enorme crecimiento en el interés de
campesinos en asociarse y fortalecer la
organización campesina por medio de
sindicatos y cooperativas, y por otro lado
permitió dar un especial impulso al Instituto
de
Desarrollo Agropecuario (INDAP)
(Baeriswyl et al. 2006).
Relacionado con lo anterior, hay que
mencionar como tercer factor decisivo el rol
desempeñado por el Instituto de desarrollo
agropecuario. Si bien el INDAP se creó en
1958, su labor en cuanto a la facilitación,
orientación y asesoramiento para la
sindicalización campesina comienza a partir
de la reforma agraria de 1964.
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Se estima que sólo en 1965 el INDAP logró
asesorar a 488 organizaciones sindicales (con
o sin personalidad jurídica). Este hecho
antecede y presiona aún más para la
formación de la nueva ley dos años después
(Affonso, 1970). En efecto, pese a que
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siguieron las mismas trabas de 1947, en 1965
el número de organizaciones legales sube a
32 y en 1966 se da un tremendo salto
constituyendo 169 nuevos sindicatos
campesinos con personalidad jurídica (ver
tabla 1).
Tabla 1: Evolución del sindicalismo campesino (1949-1966)
Año
N° Sindicatos
Trabajadores Afiliados
1949
8
771
1950
11
843
1951
15
1.044
1952
15
1.035
1953
15
1.042
1954
19
1.315
1955
22
1.877
1956
31
2.380
1957
31
2.397
1958
28
2.030
1959
20
1.656
1960
18
1.424
1961
22
1.831
1962
22
1.860
1963
22
1.500
1964
24
1.658
1965
32
2.118
1966
201
10.647
Fuente: Elaboración propia en base a Walke, 1983
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En la tabla se pude apreciar mejor el enorme
salto producido justo el año previo a la nueva
ley de sindicalización campesina. A estas
alturas ya se preparaba una nueva ley de
sindicalismo campesino, por lo que el ingreso
masivo del sindicalismo campesino era una
cuestión de tiempo. El intento de contención
del sindicalismo por medio de la ley de 1947
comenzaba a derrumbarse y se habría una
nueva etapa para el movimiento sindical
Chileno.
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empleadores agrícolas sin distinción tenían
derecho a la sindicalización campesina. Esto
incluía tanto a trabajadores dependientes
como independientes (Walke, 1983).
Se abría finalmente el Estado para la
incorporación de las grandes masas
campesinas por medio de los sindicatos. Los
resultados de esto fueron inmediatos. Entre
1968 y 1973 se abrieron cerca de 500
sindicatos nuevos, los cuales pasarían a su
vez
a
conformar
federaciones
y
confederaciones a nivel nacional (Tabla 2).
5
Apertura
Estatal,
consolidación del sindicalismo
campesino: La época de las
alianzas. (1967-1973)
A partir de la promulgación de la ley 16.625
en 1967, todos los trabajadores y
Tabla 2: Evolución del sindicalismo campesino 1968-1973
Año
N° de Sindicatos
Trabajadores afiliados
1968
372
77.278
1969
432
94.486
1970
580
143.142
1971
737
232.160
1972
837
223.909
1973
881
313.700
Fuente: Elaboración propia en base a Walke, (1983) y Sergio Gómez (2002)
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Para el año 1968 ya eran más de 77 mil los
afiliados y en 1973 alcanzaron la cifra
histórica de 313.700 trabajadores afiliados.
Los que según los estudios de Sergio Gómez
(2002), constituían casi la totalidad de la
masa campesina con posibilidades de
sindicalización. Es decir, la tasa de
sindicalización
en
el
campo
era
prácticamente de un 100% para el año 1973
(Gráfico n°1).
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sindicatos estuvieran de uno u otro lado, lo
que expandía la polarización hacia el ámbito
de las confederaciones rurales. Esto se vio
fortalecido además con toda la política de
alianzas que determinó este período. Debido
a la dependencia política de las
organizaciones campesinas respecto al
Estado, quienes estuvieran más afines al
gobierno serían las confederaciones más
poderosas.
Uno de los factores que ayudó a la rápida
ascensión y proliferación del sindicalismo
campesino fue la polarización política de la
época, lo que daba como resultado el que los
Gráfico n°1: Evolución del sindicalismo campesino 1968-1973
Trabajadores afiliados
350000
300000
250000
200000
150000
100000
50000
0
1968
1969
1970
1971
1972
1973
Fuente: Elaboración propia en base a Walke, (1983) y Sergio Gómez (2002)
De acuerdo a Walke (1983) se formaron 5
confederaciones de cúpula principales que
serían: Confederación Triunfo Campesino,
Confederación Libertad, Confederación
Ranquil, Confederación Unión obrera
campesina y Confederación Provincias
Agrarias Unidas. Estas confederaciones, con
algunos criterios comunes, estuvieron
también muy divididas ideológicamente
especialmente por la influencia de los
partidos políticos. Éste fue el caso de las
confederaciones unidad obrero campesino y
Ranquil en el gobierno de Allende; mientras
que las confederaciones triunfo campesino y
libertad, cercanas al partido demócrata
cristiano, ejercieron oposición al gobierno de
la
Unidad
Popular.
Finalmente
la
confederación provincias agrarias unidas se
10
CIPSTRA – Centro de Investigación Político Social del Trabajo
vinculó a los gremios empresariales y a la
derecha. (Sergio Gómez, 2002)
El agrarismo reformista, o directamente
revolucionario de esta época, tomó por
medio de la figura del Sindicato el proyecto
de transformar aspectos específicos de las
relaciones laborales a la vez que aspectos
generales de la sociedad en su conjunto, y su
método de acción más convencional fue la
huelga. Estos métodos, como ya se señaló,
tuvieron muy poca autonomía, y se
desarrollaron bajo la dependencia agitadora
de los partidos políticos. Durante este
período fueron principalmente los partidos
de Izquierda y de centro que ocupaban estas
organizaciones como sostén político para sus
intereses. Por tanto, esta variante estará
referida principalmente a la capa que forma
el proletariado rural, y sus demandas serán
por temas relativos a las relaciones laborales
y repartición de tierras.
Durante el gobierno del Presidente Salvador
Allende hubo una profundización aún mayor
del proceso de reforma agraria. Entre 1971 y
1973, se expropian 4.401 predios con 6,6
millones de hectáreas (Baeriswyl et al.
2006).De acuerdo a Fernando Baeriswyl
(2006), toda la política agraria de este
período puede sintetizarse en cinco puntos:
Modificación del sistema de tenencia de la
tierra; modificación del sistema de
interrelaciones
económicas
entre
la
agricultura y el resto de la economía;
participación campesina en el proceso de
cambios; reorientación de la estructura
productiva; superación de la postergación y
segregación de grupos significativos como la
población indígena y los comuneros del
Norte chico (IV Región actual).
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6. El declive y desarticulación:
El fin de la época Nacional
Popular (1973-1989)
No hay un consenso respecto a cuales fueron
las causas estructurales que llevaron a la
crisis del Estado de compromiso o Nacional
Popular en Chile. Una de las tesis principales
hablará de una crisis producto de un
ascendente proceso de democratización
social que desemboca en una crisis de
dominación y control social, lo que abrió una
etapa en la que sucesivos intentos de
ordenamiento no han logrado resolver el
problema de la articulación de lo político y lo
social en gran parte de América Latina
(Faletto, 1979). Pero sin duda que fue una
crisis que conjugó el colapso del modelo
político de Estado a la vez que de los
patrones de acumulación capitalista. Lo
concreto es que al entrar en crisis este
Estado articulador de actores sociales, se
dará una reestructuración a la fuerza. El
resultado será el desmantelamiento del
Estado de compromiso, entendido como un
Estado emprendedor, acorde al modelo
desarrollista latinoamericano (Aguilar, 2004).
Luego del Golpe de Estado ambas
confederaciones que apoyaban el gobierno
de Allende son disueltas y sus dirigentes
perseguidos. Se anula inmediatamente el
financiamiento de la ley de sindicalización
campesina de 1967 (Sergio Gómez, 2002).
Entre septiembre de 1973 y julio de 1978, se
suspende la negociación colectiva y se ponen
en práctica nuevas disposiciones legales
inspiradas en la doctrina económica
neoliberal. Se prohíbe cualquier negociación
que no sea por empresa, y se impide recibir
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donaciones de cualquier índole destinadas a
apoyar a los sindicatos (Portilla, 2000).
La formulación del “Plan laboral”, a fines de
1979,
integró
definitivamente
la
institucionalidad con el modelo económico.
Asimismo fijó, entre otros aspectos, la
negociación colectiva en el nivel de la
empresa y estableció definiciones precisas
acerca del propósito y materias de la
negociación y de la huelga en cuanto
mecanismo de autotutela del trabajador,
mientras que refuerza la propiedad en el
control productivo; todas ellas con referencia
a la negociación colectiva. (Salinero 2006).
El carácter fundacional del régimen militar,
con la consecuente transformación del
modelo económico, llevó a cabo procesos
fundamentales como el plan laboral, el cual
facilitará el fortalecimiento de grupos
empresariales, la privatización de empresas y
la liberalización de los mercados de trabajo,
la otra cara de la moneda serán las
limitaciones y prohibiciones para la acción
sindical y la negociación colectiva (Salinero
2006).
Para Irene Rojas Miño (2009) las
características básicas de este modelo, y las
que
serán
determinantes
en
el
funcionamiento a nivel sindical, serán el
establecimiento de una flexibilidad y
desregulación de las relaciones individuales;
y una híper regulación de las relaciones
colectivas. Esta última limita el poder de
organización social y de la conformación de
sindicatos. Esto repercutió inmediatamente
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en el movimiento campesino sindical y
comenzó su rápido declive. Si para el año
1973 la organización sindical tenía 313.700
afiliados, para el año 1982 ya había bajado a
25. 000 afiliados. Con el comienzo de la
transición en 1990 hubo un leve aumento y
llegó a 46.466 y en el año 2000 esa cifra bajó
nuevamente a 36.079 afiliados. (Gráfico n°2)
De esta manera, la organización sindical
muestra un retroceso con respecto a 1990 y
una involución significativa, si se le compara
con el desarrollo que había alcanzado en
1973.
A esto habría que agregar, de acuerdo a los
estudio de Sergio Gómez (2002), que los
313.700
afiliados
del
año
1973,
correspondían a sindicatos comunales con
capacidad de negociación mientras que los
36.079 que existen para el año 2000, se
caracterizan por constituir mayoritariamente
sindicatos independientes, que no pueden
negociar, como lo pueden hacer los
sindicatos de empresa. En concreto, su
afiliación estará dividida entre sindicatos de
empresa (22,8%), inter-empresa (36,3%) y
los independientes (46,9%)
En suma, el golpe de Estado y la crisis del
modelo desarrollista y del Estado nacional
popular
desarticuló
el
movimiento
campesino sindical en el campo, poniendo
fin al llamado movimiento rural tradicional
cuya figura gravitante fue era el sindicato.
12
Gráfico n° 2: Evolución del sindicalismo campesino (1958-2000)
350000
300000
250000
200000
150000
100000
50000
0
N° de afiliados
1958
1968
1973
1982
1990
2000
2030
77278
313700
25000
46466
36079
Fuente: Elaboración propia en base a Walke, (1983) y Sergio Gómez (2002)
Cuadro Resumen n° 1: Etapas del Movimiento Campesino Sindical
Fuente: Elaboración propia en base a Walke (1983); Affonso, (1970); y Salazar y Pinto, (1999)
13
7. Reflexión final: Nuevas
perspectivas
para
el
sindicalismo rural en el Chile
actual.
La transformación del Estado desarrollista o
Nacional Popular, en conjunto con las
transformaciones del trabajo iniciadas por
los cambios en las formas de acumulación
capitalista, remecieron y transformaron los
antiguos
referentes
del
movimiento
campesino tradicional.
Sobre este gran giro José Bengoa (2003) dirá
que las políticas de “ajuste estructural”
fueron las que condujeron a la “derrota del
movimiento campesino tradicional”. Es decir,
los campesinos organizados siguieron la ruta
y destino de los movimientos obreros.
Sucumbieron junto con todo lo que fue
sucumbiendo en América Latina, es decir, el
Estado nacional popular y las formas
tradicionales de trabajo obrero. Se pone fin
por tanto a este gran ciclo de protesta social
marcado por estos intermitentes proceso de
apertura y cierre estatal que termina por
reprimir y desarticular a los actores sociales
tradicionales del campo.
Cabe preguntarse a este respecto qué
ocurrió con la acción colectiva en el campo,
vale decir, si no está principalmente en los
sindicatos entonces, o bien desapareció, o
más bien mutó, se reajusto frente a las
tensiones y contradicciones que presentan
estas nuevas formas de acumulación
capitalista y de cierre Estatal.
Si tomamos en cuenta que la reconfiguración de viejos actores sociales y sus
formas tradicionales de acción colectiva ha
llevado también a planteamientos más
complejos de sus luchas, veremos que los
movimientos sociales rurales lejos de haber
desaparecido parecen tomar nuevas formas,
interactuando con actores emergentes y
actualizando las alianzas y vínculos
identitarios.
A este respecto ciertos autores dirán que la
construcción histórica de la identidad
nacional Chilena por parte del Estado se
fractura con el golpe militar y la ideología del
mercado remplaza la de la Nación (Castells,
2003). Por lo tanto, la pertenencia a la
Nación queda fragmentada y la relación
entre Nación y Estado es sustituida por la
relación entre Individuo y Mercado. Por lo
tanto, hay una desarticulación física material,
a la vez que una desarticulación ideológica.
En definitiva, el movimiento campesino
tradicional fue el reflejo de una transición
histórica en el mundo rural, de un período
político definido por lo “Nacional Popular” y
de un contexto socioproductivo específico.
Todo ello llevó a las distintas etapas
organizativas etapas que hemos revisado y
que podemos asimilar como un gran “ciclo
de protesta” en el campo.
Sin embargo el fin de ese ciclo puede
perfectamente estar coincidiendo con el
origen de otro. Los nuevos movimientos
sociales rurales comienzan a partir del siglo
XXI a proliferar en conflictos locales y
territoriales,
dejando
de
lado
los
componentes propios del antiguo modelo
tradicional, definidos por el trabajo y la
política (Garretón, 2001). Son agrupaciones
que adquieren por primera vez autonomía
respecto a los partidos políticos y el Estado,
ya no será la dimensión político-partidista lo
fundamental en la constitución de actores
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sociales en el campo. Serán movimientos
locales territoriales y no nacionales. En otras
palabras, el reacomodo empresarial en el
agro
por
medio
de
sociedades
agroindustriales, hace más efectiva una
oposición de tipo territorial que una sindical.
No obstante, todo esto no debe llevar a una
mirada tan optimista acerca de la situación
actual de la acción colectiva en el agro. Las
llamadas agrópolis, nuevos asentamiento en
torno al agro en ciudades intermedias, son
las que concentran la mayor pobreza a la vez
que la mayor precariedad laboral en Chile
(Canales, 2012; Medel, 2013). Si bien el
deterioro medioambiental, la destrucción de
vínculos sociales y la defensa cultural pueden
ser
enfrentadas
desde
movimientos
territoriales, muy difícilmente podrán estos
mismos movimientos enfrentar las causas
que producen esa depredación cultural y
territorial de sus localidades. Vale decir,
pueden haber movimientos defensivos en
pos de no perder tanto, pero el verdadero
origen está en la orientación capitalista de la
agroindustrias y la minería, reflejo de nuevas
pautas en la acumulación de capital. De esta
manera, jamás se podrá ejercer una acción
social
efectivamente
transformadora
respecto a los destinos de sus comunidades,
si no es con una fuerza social capaz de pelear
las relaciones de propiedad y de dirección
dentro de la producción. En otras palabras,
las potencialidades de cada forma de acción
colectiva, movimiento territorial y sindicato,
son distintas, y la debilidad del sindicalismo
en el agro no alcanza a ser compensada por
estas nuevas manifestaciones territoriales.
Ambas formas son necesarias, una
organización territorial, en alianza con
organizaciones
sindicales
permitiría
empoderar nuevamente a uno de los actores
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sociales más rezagados de los últimos 30
años en Chile. La tarea está abierta, y el
desafío es inmenso.
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