Golombiana en la guettttél de - Actividad Cultural del Banco de la

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Golombiana en la guettttél de - Actividad Cultural del Banco de la
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AGei6nde la mafTina
Golombiana en
la guettttél de
independeneia
1809-1830
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POR L. FLOREZ AL V AREZ,
CAPITAN
JEFE DE SECCION EN EL
DEL ESTADO
DEPARTAMENTO
MAYOR
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DE HISTORIA
GENERAL
---.--.
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BOGOTA-1919
Talleres del Estado Mayor General
BANCO
mLIOTECA
DE LA i<i::hJBLlCA
LUIS - ANGEl
ARANOO
CA TALOGAClON
l!~DrA.].IDO PO~Al)A.
"La enseñanza de la Historia Patria
tiene para el ciudadano y especialmcrzte para el soldado el más alto valor"
VON BERNARHOI
"El uso y gobierno del mar es y ha
sido siempre lITl ffran factor en la historia del mundo"
ALMmANTE
A. T. MAHAM
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IX'l'RODUCCIÚN
El dominio del mar
o
En verdad poca atención se ha dado en los estudios históricos al dominio de los mares en las diversas épocas, o se le
ha relegado a un puesto secundario, desvirtuando la intrínseca
importancia deducida de las enseñanzas mismas de la guerra.
En todas las hecatombes del mundo, cuando las naciones
se han visto obligadas a esgrimir las armas en defensa de sus
aspiraciones y soberanía, cuando en lucha de varios pueblos la
guerra toma el aspecto continental por su magnitud, sin duda
alguna, el contrincante dominador de las aguas ha llevado la
ventaja definiti va,
Ya las escuadras prestan el servicio principal de líneas de
comunicaciones para las tropas que operan en terrenos invadidos, ahora ejercen presión sobre lugares estratégicos mediante
bloqueos que debilitan las fuerzas del contrario, otras veces,
para conducir expediciones invasoras a territorios enemigos que
en no pocas ocasiones cambian por completo el aspecto general
de la guerra.
En todas las etapas de la historia hay analogías tanto más
importantes, cuanto que de ellas se deducen sanas enseñanzas
para el porvenir; para este propósito los expositores descartan
aquellos factores que cambian a través de los distintos tiempos,
6
ACCION
DE LA MARINA
COLOMBIANA
con el natural adelanto de las industrias, el desarrollo inusitado
de la navegaciÓn y de la metalurgia, puesto que hay principios
inmanentes que un razonador hallará con facilidad.
En los remotos tiempos de la galera, cuando la natural
timidez de los nautas les constreñía a pequeffos derroteros de
puedo a puerto, con las dificultades inhp.rentes a la carencia de
medios de locomoción, instrumental y cartas geográficas que les
permitieran alejarse de las costas, se esbozaba yá con marcados
lineamientos el valor que la conducción de tropas por mar daba
a la dirección de la guerra.
En 1660 se acentuÓ la navegación velera y por ende extendióse sobre la superfick del mundo que ya había conquistado
tierras valiosísimas en todos los mares, adquirió una fisonomía
característica de. grandes navíos, cuyo valor combativo era formidable. Se formaron las escuadras que durante tántos af'los
dieran el gaje de la victoria al dominador de las agua~. Las
colonias surgían del horizonte como la rica presea, el auténtico vellocino de oro para los paises conquistadores,
y el comercio llegó a los más ocultos rincones del planeta, llevando la
huella del hombre que pobló los desiert0s y formó ricas factorías en donde reinaran la soledad y el salvajismo.
Cuando las naves eran verdaderas selvas de madera y lona
y el poder de sus cañones tan sólo atravesaba las tablasones
de Sll obra muerta, cuando los marinos forzosamente tenían que
considerar la dirección e intensidad del viento como el primer factor
téíctico del combate y el abordaje, la operación más indispensable para reducir al contrario, tenia el combate naval un aspecto
diferente a las grandes batallas modernas, en las cuales los
barcos tienen independencia
en absoluto del viento, artillería
que actúa desde el instante en que el buque enemigo rompe la
línea del horizonte y corazas de formidables resistencias. No
obstante, la relación es manifiesta; al menor alcance se oponía
menor resistencia de los blancos, a la inferior rapidez del tiro
de los cañones de abancarga se oponía también la dificultad
de la maniobra entorpecida por la forzada marcha de los buques,
obligados al empleo del barlovento para su mayor movilidad.
Esto en cuanto al campo táctico, que respecto a la coope1 ación de las escuadras,
a la guerra en general, mejor dicho, en
7
\:--lTRODUCClO:-¡
el vasto campo
de la estrategia,
si en la antiglicdad
tina flota
estaba expuesta
a morosidades
de largos meses y aun años por
la lucha con los elementos,
en cambio
la misma guerra era
lenta, se hacían cuarteles
de invierno y hasta se IlegÚ a pensar
en las guerras de gabinete alargadas
indefinidamcnte.
Las comllnicaciones
no tenían la celeridad
que les dan los aparatos
modernos de telegrafía inalámbrica
a las escuadras
de acorazados
de hoy, y a pesar de esto, están en pie los principios
que han
de observar
los conductores
de las operaciones,
aprendidos
en
las aulas de las academias
de guerra y deducidos
por los profesionales.
Hemos afirmado que en las guerras continentales
aquel que
dispone
del dominio
del mar se verá en definitiva vencedor;
la historia tiene numer05as
páginas que demuestran
nuestras aseveraciones.
« Por
dos veces, dice Arnold en su Historia de Roma.
se ha observado
la lucha excepcíonal
del genio de un hombre
contra
los recursos
e instituciones
de una gran nación, y en
ambos casos salió vencedora
la nación. Durante
17 añOl-i luch()
Aníbal contra Romél; 16 años combatió Napoleón a Inglaterra:
los esfuerzos
del primero terminaron
en Zama, los del segundo
en Waterloo·;
y dice en inteligen te comen (ario el e xposi (or
Maham, que «en ambos casos el dominio del mar fue la fuerz;¡
que definitivamente
debilitara
al adve~sario.
El dominio del agua
por los romanos obligó a Anibal a la larga y peligrosa
marcha
a través de las Galias, en la que perdiÓ la mitad de sus veteranas tropas,
y gracias a la posesión de aquél, pudo Escipión
el mayor,
volver en persona a combatir al invasor en Trcbia,
mientras
enviaba
a su ejército desde el Ródal10 hasta España
para cortar las comunicaciones
de Anibal" (1).
Inglaterra,
la señora de los mares, infligió
a Napoleón SllS
más grandes derrotas.. En Abouquir, en 1798, interceptÓ las comunicaciones
del ejército
que operaba
en Egipto;
en Trafalgar
destruyó sus más caras ambiciones
venciendo las escuad ras aliadas de Francia y España, y en los dos casos no fue otro que
el dominio del mar, el or.ulto poder que puso el sello de la fatalidad a las geniales empresas
del gran corso.
(1)
Inlluencia
del poder
naval
en la historia.
XXiV
Prif(1ci9.
8
ACCION
DE LA MARINA
COLOMBIANA
En la guerra del Pacífico entre Chile, Perú y Bolivia-1879
a 1883-podemos
ver a grandes rasgos la importancia
capital
que la cooperación
de las escuadras chilena y peruana dieron a
la faz de la guerra, puesto que habiendo sido como lo expresa
Wilhem Ekdahl:
« la guerra
de las improvisaciones,
de los pequeños ejércitos, de las grandes distancias y de los grandes plazos,»
la adquisición
de elementos para dotar los ejércitos estaba sujeta a los bloqueos
de los puertos, a la seguridad que se diera
a los convoyes y al valor de los puntos de apoyo para la acción
de las armadas. Por den'ás está decir que nada hubieran efectuado los ejércitos de tierra sin el material que acrecentaba
su
potencialidad.
Pero ninguna guerra ha tenido más precíadas experiencias
a este n:specto que la pasada contienda de las naciones; durante cerca de cuatro años los ejércitos alemanes tuvieron en jaque
a los enemigos más poderosos del mundo, deshacían las masas
rusas, lentamente aumentaban
el área de las invasiones en Francia, resistiendo el empuje de millones de hombres que las colonias enviaban
a los teatros de operaciones.
Entre tanto las
escuadras
alemanas
permanecían
ociosas en sus bases por la
manifiesta superioridad
del enemigo en el mar, y tan sólo incursiones sin valor militar intentaban sobre las costas inglesas;
la
campaña
de submarinos,
que si bien destruyó un valioso tonelaje, no pudo oponerse
a las flotas aliadas que continuaban
llevando
al continente europeo los hombres, ganados y elementos de toda clase para nutrir los parques e intendencias,
multiplicando la fuerza que había en unos pocos meses de aniquilar completamente
los formidables
ejércitos teutones agotados
por el hambre.
En líneas generales podemos afirmar que en nuestra guerra
de independencia
no hubo grandes batallas navales; la acción de la
marina fue netamente auxiliar de las operaciones
de tierra, pero
no por esto su ayuda es menos valiosa, puesto que se llevó la
guerra a enormes extensiones,
a los sitios más distantes, donde
toda suerte de elementos militares eran necesariamente
traídos
de ultramar.
Aníbal Galindo,
al hablar de lo que fue en la guerra de
independencia
la América meridional como teatro bélico, dice:
9
lNTRODUCCION
«Estudios
superficiales
de la guerra de independencia
suramericana han considerado
hasta ahora como separadas
e independientes una de otra la campaña colombiana de la chilena y bonaerense; pero sea esta la ocasión de restituír con la verdad histórica toda su grandeza
a la epopeya americana,
acaso la que
haya cobijado
con la misma idea y comprendido
en un mismo
plJn de acción polítíca y guerrera
la más vasta extensión de
territorio del mundo. El que sirvió de teatro a las campañas de
Alejandro, d~sd( la Macedonía
hasta el Eufrates;
a las de César,
desde las Galias al Nilo, y a N;>poleón desde la Moscowa hasta
las Pirámides,
cabe dos veces en la vasta extensión del continente americano,
desd~ el mar de las Antil1as hasta el cabo de
Hornos, sobre el cual convergieron
el pensamiento
y los esfuerzos de Bolívar, San Martín y O'Higgins»
(1).
Este no sólo era nuestro teatro de guerra;
mucho mayor
debemos considerarlo,
puesto que comprendía
los mares, en los
..:uales se ejerció la guerra de corso, se efectuaron expediciones,
bloqueos y otras operaciones
de la guerra naval.
Nuestro propósito es tratar en general la acción de la marina según los diversos aspectos que tuvo en nuestra guerra de
independencia,
y que como se verá en el curso de este trabajo,
fueron determinados
claramente
y de gran trascendencia
para la
dirección general de la guerra.
(1) Batallas
,hcisi\'as
de la libertad,
p;ígina
.¡;z.
CAPITULO I
La guerra de corso
Generalmente son operaciones
secundarias la persecución
de la marina mercante del enemigo y la reducción indefinida de
su comercio; sin embargo, en casi todas las guerras ha revestido un interés muy grande, máxime si se consideran no sólo las
operaciones aisladas, sino mediante el estudio analítico de ellas
y del conjunto, valorando todos los sucesos que concurran en
estos casos y haciendo las deducciones con criterio militar, para
desentrañar las enseñanzas aprovechables siempre, y que constituyen los principios inmanentes en las cosas de la guerra.
En la independencia este aspecto de la guerra de corso fue
importante. España tenía un regular comercio con sus colonias
de tierra firme; su disminución, la dificultad para el transporte
de tropas al litoral y la pérdida de barcos de ritlerra caídos en
manos de los patriotas, formaron una serie de suceso~ que procuraremos estudiar brevemente.
Es curioso considerar el origen del corso en nuestros litorales; en el siglo XVII, época del "mayor desarrollo en la navegación velera, y a los comienzos del año de 1630, empezaron a
llegar a las islas del mar Caribe numerosos extranjeros,
particularmente franceses e ingleses y se establecieron en la parte sur
de la Isla de Santo Domingo, extendiéndose
más tarde hasta La
Tortuga, que hicieron conocer en sus empresas. Unos se entregaron a la caza, otros a la agricultura, y los más en sus bajeles se aventuraron por ellítoral en busca de presas. Con el correr del tiempo, la lucha con barcos más poderosos los obligó a
CAPITlJLO
11
1
armarse, y a buscar en la organizaciÓn mayor fuerza combativa;
tuvieron serios encuentros con los navíos españoles. y con un
éxito franco, lograron vencerlos y aun apresar
algunas de aquellas naves.
De pequeñas incursiones
en los hatos y fundas de la costa
en los cuales se ejercía el merodeo de ganado, pasaron a lugares más poblados y de mayor categoría, y luégo a ciudades como
Veraguas,
Chagres y Portobelo.
En estas c!udadec; hicieron las
mayores
depredaciones,
algunos de SllS jefes adquirieron
una
triste celebridad;
alli L'Olnais, el que fue despedazado
vivo por
los indios del Darién;
Moisés Vauclein y Pedro el Picardo,
asaltantes de Veraguac;; Sawquin, invasor de Santa Marta, Drake y algunos otros asediadores
de la bahía de Cartagena
de Indias; Danpier, Wafer y Ambrosio Cowley, narradores
de aventuras, en las cuales procuran disimular unas veces sus crímenes,
otras tienen \Ina funesta sinceridad,
y entre todos se destaca el
escocés Morgan, asesino magnífico, valeroso e insaciable, que asoló varias veces las ciudades costaneras
de Panamá, y dejó su
nombre asociado a las más refinadas crueldades
(1).
Fue tal el poderío que \legaron a tener estos piratas sobre
las costas colombianas, ya por su nÚmero y audacia y por los
elementos de qu,~ se hicieron poseedores,
que fácilmente hubieran podido fundar una nación independiente,
desde el momento
en que seis mil de diversas nacionalidades
pululaban por aquellas regiones,
pfro su sed de placeres y aventuras
les impidió
un establecimiento
formal sobre el continente;
indiferentes
por
el porvenir, sólo les preocupaba el saqueo y el robo, cuyos frutos muchas veces no alcanzaron a gozar.
Desde 1630 hasta 1727 duraron las incursiones y ataques
de estos bucaneros, tiempo suficiente para que qucdara latente su
recuerdo tn los marinos de la época posterior, de las facilidades
que esta vida les proporcionara
y de los visos fastuosos
que la
fortuna les ofrecía al abrirse una éra de revueltas.
Bien posi(1) A Francisco
aeaba:1 de nombrar,
Roe Brusiliano,
tros puenos
Solonois, Juan
debería
Luis Scor, Mans\'el
y robaron,
Morgan,
agrcgarse
Roberto
Pedro Francisco,
Drake y demás
Bartolomé
y Juan David;, que también atacaron
además de o!ros crímenes
-NOTA
\lE!.
que se
Portugués,
JURADO.
nues-
12
ACC!ON DE LA l\tAI<I:'JA
COLOMPI \NA
ble es que la influcn'2ia de todo.' estos actos rcpetiebs durante
tántos años indujera a cntrar los arnoadores, nacionales y extranjeros a ejercer la profesión de aventureros
en los mares patrios,
ya que era tan productiva
y l1alagiieña.
Desde 1811 empezó a acentuarse
el uso de los corsarías;
en la costa venezolana efectuose un bloqueo con estas embarcaciones, en virtud de un decreto expedido por la Regencia,
autorizando a Corta barría para efectuarlo 'labre el litoral de Caracas,
Cumaná y Barcelona;
los historiadores
Baralt y Díaz afirman que
a falta de buqucs de guerra para abrazar tan extenso litoral, se
otorgaron patentes de corso (1).
El historiador
Restrepo refiriéndose
a los sucesos de 1813,
dice: «Los corsarios
principiaban
también a introducir las ricas
presas que hacían de los buques españoles
y que aumentaban
considerablemente
las riquezas y comodidades
de aquella plaza.»
(Cartagena).
\' más adelante agrega el mismo autor, narrando la
expedición
del presidente
Torices
sobre Santa Mlrta, que estaba
en poder de los españoles:
«Torices hizo aprestar la expedición
contra Santa Marta con bastante celeridad, pues conocía lo que
importaba
atacarla antes de que recibiera los auxilios
que sabía
estaban para llegar de la Isla de Cuba, con el nuevo capitán general don Francisco Montalvo. Teniendo
Cartagena unos buques de
guerra y bastante nÚmero de corsarias,
determinó el gobierno
que la expedición fuese por mar, desembarcando
en algún punto
de la costa."
Claro está que si en 1813 existían numerosos
corsarias en
un solo puerto, en los años anteriores su actuación se dejaría sentir. En la documentación
adelantada
por don Francisco de Montalvo, referente a los aprestos en los Cayos de San Luis en 1816,
sacamos
en consecuencia
que este puerto era una base perfectamente establecida
para las operaciones
de los atrevidos corsarios enemigos de España. Allí los deponentes
en sus declaraciones hacen referencia llacia los siguientes barcos hallados en los
fondeaderos
de los Cayos en mención:
La Popa, con un cañón
de a 16, otro de a 12 con montaje de colisa, 12 esmeriles de
bronce, cincuenta fusiles y cien hombres de tripulación;
El Cell(1)
l1htar;,¡ M(¡Jcrl/d di"
f't' lit:X IIdd,
tomo 1, p:ígina 5~.
13
CAPITULO 1
con un cañón de bronce de a 12, cuatro carronadas
del
mismo calibre y mucha fusílerí3,
con la marinería reducida a
cuarenta hombres. Adem:ís, halláhanse
los siguientes
buques de
igual calidad: El Republic,UIO, 1.11 Estrella, El jLÍpiter, La Velona,
La Plancha, rtras dos goletas de 18 cañones y se esperaba
El Arrof[untc Gllayunés, de dos gavias y armada con dos cañones (1).
Para el de:;arrollo de este estudio debemos estudiar la posición de los mares territoriales
de Colomhia con respecto a las
Antíllas, puesto que de estas islas venian los marinos. La nación
que sin duda [enía la hegemonía
maritima era Inglaterra;
sus
relaciones con España eran bastante delicadas y Sll gobierno había
autorizado
a Ic>s gobernadores
de sus posesiones
insulares del
Caribe para que protegieran
y apoyaran a los corsarios ingleses
que perseguían
a los galeones
de España. La lucha, pUeS, era
entre contendores
que no poseían las mismas fuerzas;
en tanto
que los buques ingleses recorrían los mares americanos y la enseña
ínglesa flotaba en los mástiles de otras naves extranjeras que hacían
recorridos sospechosos,
la armada española había sido debilitada
por la serie de insucesos que mermara casi por completo su antiguo poderío. EII las memorias históricas sobre Fernando VII, de
QUin, se halla este párrafo expresivo;
"Los males que abrumaban
a la marina no eran menos graves que los del ejército de tierra.
Los ministros dt' Fernando despreciaban
hClsta tal punto esta parte
tan importante
de la defensa del Estado, que llegó a verse completamente
desc'rganizada.
I.as descabelladas
expediciones
de
América habian causado la pérdida de los pocos barcos de guerra que restaban a España. Algunos como El San Pedro A/cántara, el más grande de la expedición
de Morilla, se perdieron por negligencia o por malicia; otros fueron tomados por los
insurgentes,
entre ellos la fragata Alejandro, lI110 de los que
Rusía había dado a España para indemnizarla
de los barcos podridos que le había vendído, Los arsenales
se veían abandonados
y los al macenes desprovistos;
mas lo peor de todt) era la irregularidad t1e la paga
pues le debían setenta arios de sueltinela,
(1)
F,ígilla
/)"(/1,1/,1.'/'
27')
t'/!.)
Id
11._,/·,/,.,1
J, li í "'':1:.
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c.,/,(I.~"'i¡/.
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1r
14
ACCION
DE LA MAR1NA COLOMBIANA
do"!! (sic) (1). Pero no sólo era este el verdadero descuido de
España, puesto que siendo poseedora de las inapreci2bles colonias de Suramérica, no hubiera asegurado mil itarmente un punto
del mar Caribe, en Cuba, en Puerto Rico, o quizá mejor en la
Isla de Margarita, cercana a costa firme y cuya posesión militar
habría por lo menos asegurado el litoral colombovenezolano.
Era indispensable
ubicar una base de operaciones permanente
para la escuadra, ~i se quería ejecutar una concentración de barcos con un fin estratégico sobre alguna de las colonias del cúntinente.
Cartagena era un verdadero puerto militar, pero en una
insurrección del virreinato de Nueva Granada, era fácil suponer
que este puerto cayera en manos de los insurrectos por las vías
del interior. La mayor fuerza estaba en una base permanente o
eventual en el mar Caribe.
Preciso es que reflexionemos sobre el valor militar de dicho
mar; semejante en relación con el Mediterráneo es el centro de
un vasto continente sobre el cual convergen las rutas comerciales y estratégicas de los países, tanto del norte como del sur;
sus islas ofrecen el establecimiento de las bases mencionadas
para el aprovisionamiento
de los barco"S o flotas, para su reparación y refugio; también para concentrar las fuerzas navales en
un momento dado y obrar sobre un objetivo situado cerca, lo
cual daría las ventajas con respecto a tiempo, colocando a un
adversario en las mejores circunstancias guerreras.
En el tiempo a que nos referimos las bases de la marina
tení,!n menos importancia que hoy con respecto al combustible,
en la actualidad verdadero problema, puesto que el radio de
acción
de un navío es el trayecto que puede recorrer por
mar libre sin llegar a puerto alguno, y depende tal cosa de
la potencialidad de sus máquinas y de la economía que rindan;
en cambio en )a guerra de la independencia la naturaleza prestaba su concurso con el viento, pero los viajes eran interrumpidos a menudo por las calmas o los vientos contrarios, )0 cual
exigía mayor capacidad de aprovisionamiento y de reparación
para los barcos que tardaban meses y años en sus derroteros.
(1)
El !e"itl/!" geNeral dOI/ Pablo Mor;lh,
tomo 1, página
120.
15
CAPITULO
La posesión
de las islas de Trinidad, Barbadas y Jamaica
era de una importancia
vital para la guerra de corso con respecto a los ingleses,
así como Curazao, La Granada y demás
islas en las cuales se refugiaban los barcos patriotas. Para destruír la guerra de corso que era un factor muy perjudicial al
cetro español sería necesario, ya que no se disp0nía de varias
escuadras,
mantener un punto fortificado como hemos indicado.
Un expositor naval dice: "La guerra de corso, hecha sÓlo por
cruceros independientes,
estriba en una gran diseminación
de
fuerzas. En cambio, la destrucción
del comercio por medio del
dominio de un centro estratégico alcanzado con una gran escuadra, exige la concentración
de fuerzas. Considerada
esta operación como principal y no como secundaria, la experiencia adquirida de muchos siglos condena el primer método y sanciona el
segundo»
(1).
Si Espaí'ía iJUbiera poseído superioridad
en el mar, posible
es que la epopeya americana
habria tenido un desenlace
contrario a la libertad de nuestras repúblicas.
Un marino holandés
comentando
la decadencia
española, decía: "Siendo las Indias
occidentales
el estómago
de España,» deberían estar unidas a
dicho país por una gran fuerza marítima, y ya hemos visto que
desde muchísimos años atrás iba en decadencia completa, hasta
el golpe de gracia sufrido en 1805 en la batalla de Trafalgar,
apenas alcanzaba
con sus numerosas
colonias diseminadas
en
todos
los mares.
El corso ejercido por los patriotas hería de 111 uerte el comercio español, impidiéndole
('.copiar las riquezas americanas,
pero
tuvo un interés mayor cuando fue el medio por el cual logró
introducir Bolívar los armamentos
y demás elementos de guerra
de Inglaterra, Haití y Estados Unidos; a bordo de estos barcos
llegaron las expedicioncs
británicas, y fueron transportados
a las
regiones
de La Guayana
los contingentes
que sirvieron más
tarde para las campañas Iibertadoras (2).
(.)
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(2) Y 13oIÍl·ar dech:
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también
de
el má. CUIl\)
16
ACCION
DE LA MARINA
COLOMBIANA
Con la diversidad
de gentes empleadas
en esta clase de
guerra,
su falta de responsabilidad
y su deseo de riqueza, es
natural que 110 hubiera disciplina muy sana a bordo de los corsarios y que éstos en sus recorridos ejecutaran
actos de piratería, lo cual motivaba, sin duda, impopularidad
en algunos lugares. En la interesante
narración de un oficial irlandés, intitulada
« Memorias
de un oficial de la Legión británica»
y de cuya
veracidad histórica hace favorables comentarios
el escritor venezolano Blanco Fombona,
pues que dice: «el autor ni adult~ra
los hechos, ni desfigura a los hombres.»
«El autor es modesto
y ecuál1im~. Su narración
no puede ser tachada de parcialidad,»
nos refiere con palabras cuya sinceridad
se destaca en verdaderos relieves d espíritu
de bandalaje
reinante a bordo de los
barcos que hacían el corso en 1817. No resistimos al deseo de
copiar a continuación
algunos párrafos:
«Santo Tomás
pasaba por verse frecuentado
por corsarias
columbianos,
briks y otras embarcaciones
menores que comercian
con los puertos de la América meridional.
Resolvimos, en consecuencia,
fletar una de aquellas naves para remontar el Orinoco y dirigimos
a Sar.to Tomás de Angostura»
«Llegamos por
fin a la isla Amelia, donde entonces reinaba la gran confusión.
Sir Gregor
Mac-Gregor
abandonó
la isla la misma noche de
nuestra
llegada,
habiendo
entregado
el mando en manos del
comandante
Aury, militar francés que había estado o estaba al
servicio de Venezuela.»
«Aury era viejo y achacoso;
nos pareció poco apto para
desempeñar
las difíciles funciones
de gobernador
de la plaza
que estaba expuesta a los ataques enemigos de fuéra y desgarrada por las facciones de déntro. Estaba continuamente
llena
de zozobra.
Preciso
es cflnfesar que la conducta turbulenta
de
la mayoría de los oficiales y soldados que formaban la guarnición de Fernandina,
justificaba
los temores y la disciplina no
cido,
nos
y
respetado
marina
estaría
enriquecerían
f101, le impetlirían
tc.»
(Carta
Si
temido.
cubierta
nosotros
de bU'lues
nu~stros
puertos
los socorros
al almirante
BriólI.
hubiéramos
que
(011
sus presas,
que se prestan
rehero
ad,'ptado
nos sen'iríall
su c(lllducta,
en ocasiul\es
destruirían
la> puertos
22 de 1~19).-NoTA
Iluestra
urgel\tcs:
el comercio
enemigr,s
nBl.
que
espa-
mutuamen
ll'RADO
CAPITULO
17
I
era allí mayor que la que de ordinario se practica a bordo de
un corsario.»
« A poca
distancia dc esta plaza había en alta mar cinco o
seis corsarios republicanos
con sus respcctivas presas. C01110 era
el único puerto que estuviesp abierto a los barcos de tal género,
y como adel1~ás estaba muy prÓximo a las Indias occidentales,
tenía que ser muy buscado por aquéllos. Estas embarcaciones
llevaban a menudo a los colonos de Buenos Aires; habialas que
enarbolaban
la bandera de Méjico y de Venezuela;
de otras se
sospechaba
vehementemente
que no eran más que piratas."
«Las tripulaciones
de estas naves, compuestas
de bandidos
de todas las naciones, bajaban a tierra con los bolsillos llenos
de dinero, y como el vino y los licores fuertes que habían sido
importados
por los jefes de tales marineros a la isla se vendían
a muy bajo precio, y como además, existía lIna perfecta igualdad entre los oficiales y los soldados de los corsarios, cuando
estaban
en tierra, pueden figurarse las espant~)sas escenas que
habían
de resultar ,ie tan diferentes causas. Ocurría a menudo
que aquellos ren!~gados se apoderasen
de alguno de los oficiaks
recién llegados. lo sentaron en una silla por fuerza ~' 1(' hicieron
de esta manera dar la vuelta a la plaza, declarando abiertamente que querían echar de la isla a Aury y a sus franceses»
(1).
Qué significativo
es este relato. De él podemos deducir que
las tales especulacio:1es
eran lo suficientemcnte
productivas,
desde
luego que cada barco de los fondeados
en el puerto tenía su
respectiva
presa, estos eran cinco o seis, lo que nos lleva a la
suposición
de que en las rutas del extenso litoral dos veces
más, por lo menos, estarían en acecho para conducir llaves a sus
puertos.
De una carta del general Vatdés al general Santander,
fechada
el 12 de abril de 1819 en Margarita,
tomamos estéiS
líneas: « Aquí llegan todos los días presas que hacen los corsa(1)
Dam()s
cía! el referid"
tercero",
~()nrcír,
illgi~;;
cn'iiro
di~ial,
se cxcra\'jó
eÓmo
rPI,'clita,
orros
;JIIlC¡)[a:)'Clne:ltc;
ROl\d(",
que !3olílar
a la narrae;{¡n
f'u','s al trarar
1\1) fde
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ese: mismo día hace retirar
alir¡n.l,
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2
yen
18
ACCION
DE
LA MARINA
COLOMBIANA
ríos de Artígas, y los españoles
confiesarl que su comercio está
arruinado
y el mar inundado
de piratas insurgentes;
nuestra
escuadra está en el mejor pie: consta de catorce buques mayores y en días pasados hicierOlj barar, sobre la bahía de Cumaná, a la fragata Ninfa, otra corbeta y tres bergantines
de cuyas
resultas se han metido, luégo que pudieron, en Puerto Cabello;
su marina ha representado
que está en que pudiera medirse con
la nuéstra» (1).
Respecto a la disciplina de estos marinos, nada más cierto,
ya en 1816 el señor Marimón dirige una carta al gobernador
del departamento
de los Cayos, y de la cual se desprende
que
la piratería
de aquellos
mares obligaba
a las autoridades
de
otros países a tomar medidas para evitar las confusiones con
los cúrsaríos
que si obraban por cuenta de los patriotas. Hay
en la mencionada carta un párrafo que dice: «En vista de los
excesos
cometidos
por varios corsarios armados en Cartagena,
y particularmente
la goleta llamada
La Centinela, acusada de
actos de piratería.>}
Natural a todas luces que esto sucediera,
cuando casos
análogos pasaban y habían acontecido en las n:lciones europeas.
La opinión del intern3cionatista
Bry es que en el tiempo a que
noS referí mas los corsarios 110 eran sino piratas potentados,
que como los bucaneros, andaban a la zaga por desvalijar las
embarcaciones
d~ las naciones enemigas. En la soledad de nuestros mares, ante aquellas autoridades
que carecían de los medios
para reprimir los abusos, es lÓgico que éstos fueran mayores.
Aparte de los buques de guerra que por cuenta del estado
y según un plan de los almirantazgos
respectivos
perseguían
el
comercio enemigo, podían los particulares.
según el Derecho de
gentes de aquella época, armélr y equipar buques y poncrlos en
manos de marinos para hacer las presas que la suerte y el
ánimo les deparara;
los primeros eran los armadores. los segundos los corsaríos,
pero era frecuente que en much:ls ocasiones
linos y otros fueran los mismos que obraban
por su propia
cuenta.
En tiempos
que se remontan
a la edad
media
110
era nece-
CAPITULO
I
19
sario una orden del soberano para hacer estos apresamientos,
pero debido a los abusos y bandéllaje en que frecuentemente
incurrían, desde el siglo XV empezó la práctica de la expedición
de patentes
a particulares,
para qlle durante la guerra hiciesen
el corso, según Bello, y en el siglo XVIII, como lo afirma Bry.
Los expositores
de las épocas
pusteriores
estuvieron
en desacuerdo,
respecto
a la legitimidad
de este derecho,
para los
países que se veían envueltos
en guerra con otros separados
por los mares. Hubo maestros
que calificaron
este hecho de
depredatorio
(Sir Matew Hale) y otros como Vattel, que expresa claramente
su concepto,
de que no solamente los corsaríos
que obran con patentes
están dentro de los liSOS del Derecho
internacional,
sino que los particulares
sin carácter militar alguno que aprehenden
naves enemigas de su país, 110 deben com'iderarse como piratas.
Las patentes
otorgadas
por los franceses
a sus carsaríos
tenían validez por tiempo determinado,
que gencralmentc
era
de una duración
igual al crucero que se proponía el barco;
posteriormente
dióseles una reglamcntación
para que el marino
pudierc resolver lo~ casos diversos que se prestaban
a distintas
interpretaciones.
Los tratados precedentes
dieron una faz más restringida
al
corso, particularmente
al ejercido por extranjeros
bajo el pabellón del propio país, por los casos injustos y reclamos a que
esto se prestaba. Los actos internacionales
que siguieron modificaron este delicado punto; se basaban en las decisiones y discusiones
de las autoridades
sobre casos ocurridos
entre las
potencias marítimas, aprovcchando
su jurisprudencia
para el futuro. Navegar
y dar caza con bandera falsa, afianzar la bandera
por medio de un cañonazo, legitimación
de presas, etc., fucron
establecidos
por los acontecimientos
que se presentaron.
Esta delicada legislación fue de origen francés; de ahi la tomaron España y otras naciones, de donde vino el derecho consuetudinario europeo.
Mas se dejó en libertad J las naciones para
reglamentar
a su arbitrio el corso con los nc.cionales, y respecto
a los extranjeros
lo establecido
por la costumbre y lo codificado
en el Derecho de gen les.
El corso efectuado
durante los primeros años de la guerra
20
ACCION
DE LA MAWNA
COLWABIANA
hasta 1821, se hizo con la lihertad más absoluta, y los casos de
pillaje fueron bien nU;~Jerosos; en el documento
a que hicimos
mención anteriormente,
podemos hallar pruebas irrefutables
de
estos actos, lo mismo que en las quejas de algunos simpatizadores de nuestra libertad, como el presidente Pdión.
El documento aludido es el siguiente:
«Al señor gobernador
del departamento
de los Cayos. Señor
general:
El infrascrito, comisario
del C lngreso
de los Estados
Unidos de la Nueva Granada,
cerca del gobierno de Cartagena,
tiene el honor de exponer:
que en vista de los excesos
cometidos por varios corsa ríos armados en Cartagena y particularmente
la goleta llamada «La Centinela,» aCllsada de actos de piratería;
en vista de la imposibilidad
en que se hallan los demás corsaríos
de hacer legalizar
sus presas por falta de tribullal
competente
del almirantazgo;
en atención a que los Estados Unidos
de la
Nueva Granada tan sÓ:o tenían uno establecido en Cartagena;
en
vista del desobedecimiento
de q~le se ha hecho culpable el señor
Luis Aury, quien por el que representa fue nombrado capitán de
navío de Nueva Granada;
deseando, en fin, el que suscribe hacer reinar el orden y subordinación
y que los neutrales sean respetados conforme a derecho, y comprometido
por la hospitalidad
que tan generosamente
se dignó prodigarnos:
«El abajo firmado suplica al señor general ordene a los capitanes de los buques cartagineses
(sic) depositen en vuestro poder las cartas o patentes de c rso, de no enarbolar provisionalmente sus banderas hasta que reciban las órdenes
q\le al efecto se
dignará dar el presidente
Peti()n, en vista de las representaciones que sobre la materia tendrá el abajo firmado el honor de transf
mitirle.
Dignáos admitir sefior general el homenaje de mi respeto y
profunda veneración. Los Cayos, enero 27 de 1816.-J. MARIM6N» (1).
Estas gestioncs
produjeron
SIlS efectos
bien pronto, pues
en junio del mismo año el gener;;l Ro:ivar
en carta dirigida al alminnte
de Barbada, le expresa:
"Tl'ngo el 11Onor de incluir a V. E. UIl ejemplar de las patentes que dall111S a nuestros
CAPITLL()
21
I
huques de guerra, :orsarios y mercantes, para que V. E. s~ digne
ordenar a los oficiales de S. M. B. del dep.utamento
de V. E.
que respeten yaull
protejan a los navegantes
que lleven el pabellón de VeneZlH,la y tengan sus despachos
en regla." Cuartel
general de Carúpano. junio 12 de 181G.
Ignoramos
el detalle de las operaciones
de los corsarios en
nuestros mares, pero se co1ige por la seria reglamentación
dada
por el general Santander
el 30 de marzo de 1822 (,.~I duodécimo
de la independencia)
que el mal había continuado ya que se daba
una completa ordcnanza, en la cual no s610 se veía la interpretación del Derecho de gentes, sino que se deja traslucir la inteligente organización
de las autoridades
que debían conocer de los
asuntos de justiciil, y en los casos en que la magnitud o carácter
difícil requiriera la consulta.
La m~ncionada ordenanza estéí autorizada
por la Ley de 4
de octubre de 1821, y basada en las españolas de la misma época; en esta pieza se cOf1templan todos los casos que se pueden
presentar en esta clase de operaciones.
Sobre quiénes se pueden
armar en corso; asuntos de nacionales y extranjeros;
sobre las
cauciones de (os ~olicitantes y ohligaciones
que éstos contraen;
reparticiÓn de presas; autoridad
para que el corsario obre libremente;
sobre los premios concedidos a los soldados que tomen
cañones al enemigo;
en metálico a estos, ya los oficiales el ascem;o y su pase a la armada
de guerra, y en fin, a la organización de las comandancias
de marina y departamentos
de guerra
de marina con sus respectivos
servicios y cabeceras.
Algunos de los marinos extranjeros
que servían bajo las banderas de la RepÚblica,
como Aury y 1011', efectuaban
tan buenas presas, que llegó el segundo de estos marinos a apresar 22
barcos españoles que salían de Curazan para la Guaira (1).
Era. pues, necesario
para la autoridad
republicana
legislar
y reglamentar
esta guerra para 110 causar daños a los neutrales
y fomentar, con todos los medios convenientes,
la destrucción del
comercio peninsular.
El general Santander,
con su claro talento, conoció desde el
principio lo con'1enie'1te que sería darle todo el alcance al corso,
(1)
M"1II0"idr
de O'IJcary,
tomo XVI,
página
18+.
22
ACClON
._"-'.
DE LA MARINA COLOMBIANA
..---------.-----.------.-.-.--'.
----- ..---
para evitar que este medio de persecución de los intereses
del enemigo no fuera un arma de dos filos, uno de los cuales
podía Ilerir la prosecución de la guerra con los desarreglos que
entorpecían el comercio propio y desacreditaban la causa ante las
necesidades de los pueblos extranjeros que tenían negocios con
el nuéstro, y al propio tiempo ofrecía facilidades a los armadores y marinos nacionales y de otros países que quisieran ingresar a la marina de corso, aportando la valiosa ayuda de sus barcos, en la cual se hallaban halagadoras espectativas verificando
presas en el comercio realista.
El calificativo con el cual pasó a las páginas de la historia
de HOMBRE DE LAS LEYES, débelo sin duda a disposiciones semejantes en todos los ramos de la administración pública, q:.te
venían a cimentar sobre el caos de las revueltas la organización
de una república moderna.
La guerra de corso fue un aspecto de la guerra naval, de
suyo interesante en nuestra independencia, por tratarse de extensos territorios coloniales en un continente lejano, y en la cual tomaban parte no sólo los patriotas sino los marinos de otros países, que unas veces estaban en relaciones con Espafta, y otras,
por el contrario, la política europea rompía tales avenencias, has~a
el punto de ser la persecución del comercio uno de los fines
principales.
En tales circunstancias las naciones americanas, apenas nacientes a' la vida internacional, sin tener de por sí los medios destructivos del poder naval español, aprovechaban la cooperación
bastante interesada de aquellos marinos, y otorgánGoles las patentes de corso, llevaban a cabo una gran empresa, de la cual
quizá no alcanzaban a medir la verdadera importancia militar.
Meditemos un momento en los sucesos que hoy han llenado de asombro al mundo: la gran guerra europea, conducida por
los hombres más expertos en achaques militares, con todos los
medios de destrucción que el adelanto de las ciencias brinda a
los estados mayores beligerantes, tuvo como demostración palmaria, que a pesar de estar escritos y debidamente protocolizados los acuerdos internacionales para respetar la propiedad de
beligerantes y neutrales en el mar, los submarinos y cruoeros
CAPITULO
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23
I
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ejercían esta guerra de corso con más ensañamiento
y fieros procederes que en los mismos tiempos de la peor piratería.
La sola valla para terminar tan funesta amenaza que prome.tía llevar a los antros inexplorados
del océano los centenares
de
miks de barcos que cruzaban los mares, fue la superioridad
naval de los aliados y los éxitos de la campaña
antisubmarina,
íniciada por Inglaterra.
En !'íntesis, la guerra de corso es un arma formidable por
sus efectos, arma que en nuestra independencia
fue valientemente
esgrimida
para bil-n de la libertad.
CAPITU LO 11
Las expediciones
La expedici(;n
ción
del
libertadora
Precursor-La
expedición
de los Ca)'Ds de San
pacificadora-La
expedi-
Luis.
Debido a la extensión
de nuestro territorio, las armas republicanas,
así como las realistas, tuvieron que emplear los barcos para el transporte
de tropas. En numerosas ocasiones se llevaron a cabo expediciones,
pero por su importancia
sólo haremos el estudio de las tres principales,
a saber: la expedición precursora
de 1806, la pacificadora
de 1815 y la Jibertadora
de
1816.
Fuéra de estas expediciones,
en 18i3 Rodríguez Torices y
Chatillón siguieron contra Santa Marta en mayo del año citado.
En septiembre
del mismo vino de España una expedición
compuesta
de la fragata «Venganza,» una goleta y seis transportes con el regimiento
de granada de 1200 hombres,
expedición
que desembarcó
en Puerto Cabello y la Guaira, donde los patríotas quisieron apresarla
enarbolando
bandera española, pero habiendo desembarcado
el segundo de la expedición,
don Ignacio
del Valle Mir~Hllón con quince subalternos,
trabaron un pequeño
combate, en el que perecieron
13 mayor parte de los peninsulares, y se impidiÓ el desembarco.
Es curioso anotar que el mayor
número de la oficialidad
que tomó parte en esta aventurada
acción estaba casí integrada por granadinos y santafereños,
como
Maza, Manuel París, Antonio Ricaurte, Ortega, etc.
CAPITULO
25
11
El señor Restrepo en su I¡¡storia de la revoluciÓn dice, refiriéndose a la expedición de las bocas del SinÚ: «Fue fe!i;: la
expedición que el oficial Miguel Carabaño
condujo a las bocas
del SinÚ; era apenas
de 150 hombres
y algunos
buques
de
mar; llevaba el objeto de apoderarse
del puerto de Cispatá;
el
26 de noviembre de 1812 lo atacÓ a viva fuerza por mar y tierra,
tomándolo por a~,alto. Carabaño
manifestÓ aquel día un valor superior a toda pn1eba, lo mismo algunos otros oficiales venezolanos que lo ac,}mpañaban,
y no dieron cuartel a ninguno de
los prisioneros,
para aplacar-segÚn
dijeron-los
manes de tántas víctimas
sacrificadas
por España en odio a la libertad. Pacificado este punto de apoyo dé los revolucionarios
del SinÚ, los
demás lugares reconocieron
de nuevo el gobierno, y se restableció la tranquilidad.»
(Tomo 1, página 176).
También
siguieron el curso de los litorales colombianos
y
venezolanos
algunos jefes notables de la revolllción,
como el general Páez, de Puerto Cabello a Coro en 1812; el general MacGregor en 1818 llegÓ del exterior a Portobelo,
y a su regreso
tocó en las islas de San Andrés;
el mismo año, Morilla fue de
Margarita
a Cumaná y Caracas. En 1819 el general Urdaneta
pasó del continente a l\1argarita y después a Barcelona;
el general Mantilla y el almirante
Luis BriÓn navegaron
entre Cartagena y Riohacha. En 1823 el almirante granadino
José Prudencia
Padilla fue desde Cartagena a la rada de Maracaibo en donde
libró la famosa batalla naval de su nombre.
También llegó de España (1817) la expediciÓn del general
José de Canterac a las costas de Cuman,í. Se componía de 2 fragatas de a 32 cañones, 1 corbeta con 22 y 30 transportes
que
traían 2600 hombres,
1 batallón
del regimiento de Hurgas, 2 del
de Navarra, 1 escuadrÓn de lanceros, otro de cazadores a caballo y una compañía de artillería.
Por la sucesiÓn de estos hechos se puede ver la importancia
sin límites que el mar tuvo en las operaciones de la guerra en el
Atlántico.
-----------
--
26
ACCION DE l.A ,\\ARINA COLOMBIANA
LA EXPEDlCI6N
PRECURSORA
Antecedentes
Así como le cupo en suerte al general Francisco
Miranda
ser el precursor
de la emancipación
colombiana,
tocóle organizar y dirigir la primera expedición sobre las costas patrias, suceso acaeciáo
en 1806 y que tuvo como consecuencia
la triste
manifestación
de un pueblo que pc,r su falta de cultu:'a, no
estaba preparado para recibir el mayor hien que pueden disfrutar
las colectividades
humanas,
la libertad,
La f11líltiple actividad
del general, sus dotes excepcionales
de hombre de mundo, sus valiosas re!aciones en las cortes europeas y la amistad con los hombres de más valía, y la decisiva
influencia de su personalidad,
alcanzaron
el ambicionado
objeto
de llegar cerca del gobierno de los Estados Unidos, mediante
las cartas de recomendación
del ex-presidente
]efferson,
ya que
las circunstancias
éranle propicias.
Una sucesión de acontecimientos
referentes a reclamos contra
el gobierno
español
por la captura de naves americanas
y los
perjuicios
ocasionados
en 1802, por la supresión
del depósito
comercia!
de Nueva Orleans, y, sobre todo, lo pertinente
a los
límites de la Luisiana,
territorio adquirido
por los Estados Unidos, en 1803, en compra
a Francia, eran motivos suficientes
para suscitar
una guerra,
o por lo menos la ruptura de toda
relación de amistad entre España y la nación del Norte.
Sin duda habria sido de fácil recibo para esta república
cooperar
con expediciones
sobre las colonias españolas;
mas
arregladas
las diferencias,
no le fue posible al general venezolano recibir una ayuda material del gobierno de Norte América,
y por tanto se dio a la difícil tarea de buscar los medios necesarios entre sus amigos.
El coronel americano
W. Smith, suegro de ]efferson, le guió
en aquellas empresas
con eficaz ayuda;
comprometió
al comerciante y armador
neoyorkino
Samuel Odgen, a que pusiera a
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27
CAPITULO II
órdenes
de Miranda
el bergantin
Leander (1), de 18 cafiones.
El mismo coronel Smith, deseoso de prestar un apoyo personal
a la empresa
y vedándoselo
un cargo oficial, envió a su hijo
con los 20J voluntarios
reclutados
y entre los cuales iban numerosos jefes y oficiales, con el propósito de formar las tropas
con los naturales
que indudablemente
se incorporarían
a los
expedicionarios
cuando éstos pisasen el suelo patrio (2).
Hízose a la vela la .expedición compuesta
del Leander, cuyo
capitán
era Thomas
Lewis;
su derrotero
era sobre la costa
haitiana,
en la cual debía encontrar al barco gemelo Emperor,
al mando de un capitán hermano de Lewis.
Después
de algunos
contratiempos,
del encuentro
con el
barco inglés C/eopa/ra, cuyo capitán Wight reclamó 19 marineros
irlandeses,
y en cambio dio como canje 12 americanos;
además
de una demora de 16 días y de los frecuentes altercados entre
el capitán
Lewis y el general Miranda, llegaron a las costas
haitianas
sin otra ventaja que la captura de un barco espafiol
en las aguas de Puerto Rico.
No fue posible que el Emperor acudíese a la cita; en su
lugar se halló un transporte,
el Bee, de propiedad de Odgen,
el cual sirvió para ayudar a transportar
la pequeña expedición.
El 15 de marzo hallaron el Bachus, barco que dijo venir de la
Guaira y que resultó ser nada menos que un aviso del marqués
de Casa Yrujo, embajador
éspañol en los Estados Unidos, de los
propósitos
del general Miranda.
Mientras lograron comprar el
mencionado
barco se pasaron 36 dias.
El día 11 de abril de 1806 la expedición fondeó en La Oruba, isla vecina a las costas venezolanas.
Allí el coronel Kirklan
se ocupaba
en instruír el contingente
compuesto
apenas
de
183 hombres.
(1)
Es
provengan
posible
éHO:l de
por ser Leandro
(z)
Los
zuda
traen
betas
armadas
gantines,
qtle
los
pers:mas
el hijo
del
hist"riac!',res
algunos
datos
en guerra.
afirmando
que
nomhres
u ohjetos
general
Baralt
fue Sallto
I"s
barcos
se hallen
esparíol;
en inglés,
el Lctllider
aunque
lIamóse
así
Miranda.
y Díaz
equi\'oc~dos,
Difieren,
de
de ('rigen
en Stl Rc'JI!!lI/'I¡ e/e /a llisfori:¡
ptlesto
adem,Í;,
Domingo.
que
aseg~ran
en el lugar
que
de cita
dI!
fueron
para
I/ene-
dos coro
los dos ber-
28
ACCION DE LA MAfW,i\
COLO.\1RIANA
El 25 del mismo mes se expidiÓ la siguiente ordcn: « La
flota entrará
al pucrto esta tarde y los oficiales y soldados
del
ejército de Colombia deberán estar listos para desembarcar.
Por
orden dcl comandante
cn jefe (firmado) R. Roobracll, brigadier
general»
(1).
El emincnte profesor
Rohertson trae una pintoresca escena a
bordo del Leander, cuando el general Miranda procediÓ a organizar
con los escasos soldados a SIlS órdenes una abigarrada compañía
y
el 14 de febrero nombrÚ a los oficiales del titulado Ejército colombiano. Asimismo formó cuerpos dc ingenieros, artilleros, dragones ligeros, carabineros,
infantes, etc. etc. Estas pequeñas
fracciones de tropas debían usar uniformes vistosos y muy diferentes
entre ellos. Uno de los que posteriormente
relataron algunos
sucesos de esta expedición,
de apellido Biggs, dice que los que
ignoraban
la tcíctica militar estudiaban
manuales del arte; que
el armero se dio al oficio de arreglar el armamento,
remendando
fusiles
viejos, bayonetas
despuntadas
y las espadas romas ..
en
tanto que los carpinteros
fabricaban
las astas para las lanzas, y
la ímprenta
funcionaba
editando las «instrucciones
y órdenes
del comandante
en jefe a los oficiales
del ejército
colombiano."
« El
24 de marzo los oficiales de Miranda
juraron ser
fieles y leales al pueblo
de Sur América;
y antes, el 12, se
había izado por primera
vez la bandera colombiana
amarilla,
azul y roja" (2).
En las costas venezolanas
hallaron el harca inglés Zephir,
de 7 cañones,
y cuyo comandante
les prometí() ayuda en caso
de que se vieran atacados
por los españoles.
Por fin saltó a
tierra la expediciÓn en IIn lugar lIélmado OCllmare.
El Bac!lus, aprovechando
Sll pequeño calado, se aproximÓ
a la costa para que algunos oficiales verificasen
un reconocimiento;
el Bee quedó más alejado del litoral y el Lranda, que
constituía
la fuerza mayor, a unos 17 kilÓmetros.
De repente el
(1) Se ha consu!tado
oficial
de
MEMORIAl
(2)
Estado
Mayor
un
trabajo
General
tradllcido
y publicado
por el seiior
en los
capitán
Padilla,
53 y
5+ del
ir /tI Amér;r1
o/,a-
n1.Ímeros
.•
Robertson.
-ío/a, traducido
Fr,II/(;JCO de ,'I,f;r,mdil
,Dar Diego
Mendoz3,
página
J
/'1
227.
Rcr:'o/"ciÓl:
CAPITULO
11
Bac!1us y el Bee fueron
sorprendidos
por el bergantín
Argos,
de 20 cañones y la goleta Celosa de 18, barcos españoles
que
estaban esperando
la oCélsiun de intervenir
cerca a Puerto Cabello, y abrieron
un nutrido fuego contra ellos. Se aproximó
el
Leander, cañoneando
al enemigo. El general que iba a su bordo
animó a los tripulantes
y oficiales y les ofreciÓ como presa los
bajeles enemigos,
para levantar el entusiasmo;
pero después de
35 minutos de fuego el capitán Lewis ordenó que el Leander se
apartase
mar adentro,
con la esperanza
de atraer él los barcos
españoles
y batirlos
en detal;
Illas los espaiioles
después de
reducir
los buqves
expedicionarios
los condujeron
a Puerto
Cabello
a la vista del general y sill qu~ fuera posihle ayudarlas. En este fracaso se perdieron 57 hombres.
Este rudo golpe de la fortuna no desconcertó
al general;
abatido y esperanzado
a la vez Sé dirigió a la isla de Granada,
a la que llegÓ el 24 de mayo. Allí encontró un navío de guerra
inglés el Lyly, que vino en su auxilio cuando ya bs provisiones
tocaban a su fin. El gobernador
de esta posesión acordó apoyar
una nueva expediciÓn.
Con rumbo a Barbacoa
siguieron
el
Leanda y el Lyly, llegando después de seis días a Bridgetow,
lugar donde se hallaba el almirante Cochrnc, quien prometió tres
barcos,
entre ellc's una' fragata,
mediante algunas concesiones
comerciales
por parte de Miranda al establecer
su gobierno.
Venciendo
dificultades
de todo género,
el 21 de junio de
1806 levó anclas con destino a Trinidad
la nueva expedición
compuesta
del Leander, el Expres y el Trimer, fondeando
el 24.
No fue posihle alimentar
el personal con tropas inglesas,
por
ser éstas escasas en la isla, y apenas se emharcaron
allí altiunos
pocos voluntarios,
el general ¡V\iranda les dirigiÓ la siguiente
proclama:
« Compatriotas
y amigos:
Hoy se os ofrece la oportunidad
para libertar de la opresión
y arrancar de las garras de un gobierno arbitrario
a un pueblo
dígno de mejor suerte, dueño de un país bendecido
por la Providencia,
pero aterrado
por un cruel despotisl1lo que ninguna
humana
naturaleza
podría soportar por más tiempo. Doblegado
por el peso del :nfortunio
tiende sus brazos en e~pera de Sll
libertad
e independencia,
y sólo confia en vosotros
para que le
:30
AGCION
DE LA MARINA
COLOMBIANA
ayudéis a romper sus cadenas. Venid a enrolaros bajo el estandarte de aquél a quien cabe la dicha de llamarse compatriota
vuéstro,
y quien ha jurado
libertar
su país natal o verter la
última gota de su sangre en la empresa.
Después
de un año de servicio se distribuirán
tierras entre
los oficiales, en proporción
de su rango, y los soldados recibirán,
desde el día en que se alisten, raciones, uniformes y 25 centavos por día, además de una paga de '$ 30 al mes.
El golfo que Colón descubrió
y 110nró con su presencia,
será testigo de vuestras
hazalias."
El ejército de desembarque
se componía
sólo de 400 hombres, y la escuadra de los siguientes
barcos:
El
El
El
El
El
El
El
El
El
El
Leander, bergantín de 18 cañones.
Ly/y, bergantín de 20 cañones.
Expr~s, bergantín de 12 cañones.
Atentiv, bergantín de 14 cañones.
Provost, bergantín d~ 10 cañones.
Bulldog, cañonero de 1 cañón.
Dispatch, cañonero de 1 cañón.
Mastiff, cafionero de 1 cañón.
Trimer, transporte.
Conzodore Barry, transporte.
Lo que hacía un total de 8 barcos
tes con 77 cañones.
de guerra
y 2 transpor-
Al pasar cerca a la bla de Margarita fue el deseo de algunos oficiales la posesión
de ella, a lo cual se opuso el general
Miranda y dispuso que el desembarco
se llevara a cabo sobre la
villa de Coro.
gún
Arribóse
el 2 de agosto}'
la directiva siguiente:
se procedió
al desembarco,
se-
La expedición,
compu:sta
de dos divisiones
al mando de
los coroneles
conde de Rouvré1Y y Kirkland, y distribuidas
asi:
I Divisiófl
35 guías, a órdenes del capitán Sánchez.
15 guías, a órdenes del negro Cayetano.
81 marineros,
a órdenes del teniente Bedingfield.
CAPITULO
31
11
32 voluntarios
de Margarita, a órdenes
3() hispa:lOamericanos
e indígenas.
del coronel
Downie.
11 División
76
16
26
El
hombres del regimienh) de voluntarios
norteamericanos.
ingenieros,
al mando del capitán Allison.
al mando del capitán Lowdon.
Lyly suministraría
los botes de desembarco.
Las órdenes
eran dadas por el general Miranda y firmadas
por el coronel Asmtrong, como cuartel-maestre.
Con este pequeño contingente
de tropas se llevó a cabo el
desembarco
durante
la noche del2 de agosto de 1806 a las vecindades
de la aldea de La Vela. Durante
varias horas se cañoneó la escuadra con el fuerte de San Pedro, y al día siguiente,
al amparo del fuego de sus barcos, tomaron tierra las reducidas
tropas. Cierto es que los españoles contaban aÚn con inferioridad
numérica y por esto los invasores {amaron pronto el castillo con
sólo tres heridos.
Al llegar a la aldea antes mencionada,
se convenció
el general de que ésta había sido evacuada,
de manera que ninguna
dificultad le costó llegar a ella. Habiendo seguido a Coro, ciudad
que tenia cerca de 10.000 almas, la hallaron en iguales condiciones de abandono,
y los habitantes en su huida, tan sólo dejaron
a los presos.
A los dos días de permanecer
e'~ este lugar, un destacamento envíado a reconocer la regiÓn fue atacado y destrozado por
los españoles;
bien pronto la indisciplina
y desmoralización
cundieron en aquel personal anhelante de trofeos que coronaran Sll
aventura;
el general,
escarnecido
y abandonado
de sus compañeros y perseguido
por los nacionales,
tuvo que reembarcarse
el
13 de agosto, dando por perdidos los esfuerzos realizados a costa de tántos
sacrificios.
COMENTARIOS
Aquella
extranjeros,
el dominio
reglOll de costa venCí olana poco frecuentada
por
cuyos habitantes
sin la menor cultura estaban bajo
del clero español,
veían en Miranda
y sus Iiber-
82
ACCION
DE LA lv\ARINA COLOMBIANA
tadores acaso unos tiranos de más siniestra catadura que Guevara Vasconcelos
y ~us subalternos.
Lo cierto es que éste pudo
reunir en poco tiempo 8000 hombres
para caer sobre los expedicionarios.
Con la natural alarma producida
por el acercamiento de una
expedición naval, todos los habitantes
que aÚn no sabían cuál
era su verdadero prop(')sito, fueron reunidos por las autoridades
españolas
e influenciados
por su acción. Es un hecho, como bien
nos lo explica Gustavo Le Bon en uno de sus magistralej) estudios, que las multitudes piensan colectivamente
y son dirigidas
por una voluntad.
Aquí obraban sobre esta multitud los antagonismos
de razas diferentes;
la mayor parte de los expedicionarios
eran ingleses y norteamericanos.
Los naturales,
acostumbrados
al mando de los españoles,
acababan
por reconocer su superioridad;
era la raza vencida de los aborígenes que lleva sus taras de pusilanimidad.
Además, fanatizados
por el clero peninsular, era natural sintieran repugnancia
por quienes llegaban de fuéra como elementos desconocidos.
La verdad es que el obispo de Mérida. que se había refugiado en Buenavista,
no quiso acceder a las solicitudes
del general Miranda, así como el cura de La Vela de Coro rehusó efectuar el domingo el servido religioso que solicitó Hall. Los natu"
rRles debían ponerse
de parte de quienes llevaron a sus almas
ingenuas las convicciones
de la religión .
."Las tradiciones
representan
las ideas, las necesidades,
los
sentimientos
del pasado. Son la síntesis de la raza, y pesan con
toda su pesadumbre
sobre nosotros."
«Un pueblo es un organismo
creado por el pasado, y que
como todo orga ••ismo, no puede modiiicarse
sino por lentas acumulaciones hereditarias»
(I).
Para cambiar tan radicalmente
las ideas de un pueblo que
en tales condiciones
se encontraba,
era menc~ter haber difundido en Sll masa las ideas renovadoras
y hacerle sentir los beneficios que ofrece la emancipación
de un régimen carcomido y an(,)
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33
CAPITULO I1
tiguo y cuya sola tendencia
era acopiar grandes riquezas
a su
costa.
Sin duda el gencral
Miranda obró a la ligera en esta expedición;
en su primer intento, la vacilación lo llevó a los parajes de Ocumare, más bien gobernado
por los vientos que por Sil
propia voluntad. Acaso de más vuelo hubiera sido la toma de la
isla de Margarita,
lugar que ofrecia muy buenas espectativas
para dominar, mediante el apoyo inglés, todos aquellos litorales.
Natural
nos parece que la indisciplina
cundiera como una
gangrena en aquel debilitado organismo sin cohesión, sin que estuviese alentado por el santo fanatismo que a los patriotas da valor en las horas adversas.
Fuéra del general Miranda,
los demás
jefes y oficiales eran los extranjeros
que anhelaban
hallar en
aquellas ricas tierras del continente
suramericano
las prevendas
que coronaran sus esfuerzos. Las palabras proclamatorias
del general así lo dejan entender, y las insinuaciones
en frente del peligro cuando ya los españoles se IIcvaban los barcos aproximándose al litoral (1).
En cuanto a la actitud del jefe del Leandcr, nada más absU1'do; ¿ cómo iba a suponer que los españoles del Argos y la
Celosa abandonaran
la presa fácil por aventurarse
en alta mar, en
donde casi siempre rondaban los ingleses?
Lo cierto es que esta expediciún
produjo
un efecto contrario a lo soñado por Miranda:
ocasionÓ gastos y contratiempos,
además de los sufrimientos
de los individuos
tomados
prisioneros.
(1) A nluy pocos, si algunos conocían
alistarse
con
los agentes,
dia del
plata;
que
rio
Se
seguridades
de ['Jrtuna.
otros hacían
Spencer
y
y encadenaron
(Francisco
a algunos
de a\ance.
Muchos
soí'íaban
IllloS
1'0(,:05,
Por
su suerte
traducido
por
uhjcto,
,e Ics inducía
de B.,wry
Lallc-llllo
<¡'.IC iban a scr\'lr
de pagos
alllor
«
a
de
'a guar-
recomf'ensas
COIl la esrerallza
de
dlleiillf de IlIlna, de oro y
para '1'IC recihierall
uno u otro
en
rcgniares,
se alistaban
con hacerse
C(ln su- amigos
empresa.
de Miranda)'
Robertson,
diciéndolcs
promesas
arreglos
a la
el I'crdadero
Gillk-carniccro
les hacían
y algunos
les en\'iaran;
qu~ rodeaba
hombres
dlferentcs,
compn;melió
presidc-nte.))
atractivas)'
mejorar
pretextos
e! cro y la l'lala
a las a\'elllura,
medIO se
y
cl
mi,te-
ali"larOIl doscientLS
a la de UII jefe '1ue !'(IC(,S de ellos conoda'l.
la revolución
por Dieg0
de la
AIII':rica
cspaflola)
:\'L IId'J!.a, p;ígi" a 2 1 f )
(\,{¡Jllan
ACCION
DE LA MARINA COLOMBIANA
La crueldad de la época no podía en aquella vez quedar
inactiva;
de los 55 prisioneros,
10 fueron condenados
a muerte y
los 45 restantes a prisilín.
Estos conocieron
las lentas ;:¡gonias
en las oscuras cárceles de San Felipe; y los otros, los 10 mártires, obligados a sufrir los sainetes
de sus guardas,
quienes los
sacaron y sitnularr,n su fusilamicnto primero, y después los ahorcaron y descuartizarol1.
Estos infortunados,
fueron:
Capitán Tholllas Denohue.
Capitán Thomas Billop.
Capitán Auggustus
A. Bergulh.
Capitán James Oardner.
Capit,ín John Ferris.
Teniente Charles Honhnson.
Teniente Miles L. lIall.
Teniente Paul T. Oeorge.
Subtcniente
Francis Farquiarson.
y uno cuyo nombre se ignora.
Casi todos procedentes
de
Nueva York y de otras poblaciones americanas.
Hoy el1 Puerto Cabello perpetúa la memoria de los americanos sacrificados con aquella barbarie sin igual, un monumento erigido en una de sus plazas.
El general
Miranda,
el epónimo
caudillo,
precursor de la
odisea de suramérica,
el afortunado
cortesano y general de las
huestes napoleónicas,
inició con esta infausta suerte las operaciones militares sobre Sil patria.
Posteriormente
SIlS esfuerzos
continúan,
y la suerte nuevamente hace que sus subalternos
le pongan en manos de la venganza española que lo reduce a las prisiones de la Carraca de
Cádiz, en donde triste y desamparado
fallece el 14 de julio de
1816.
LA EXPEDlCf{):--¡ PACIFICADORA
Anteceden/es
Una Vl'Z terminada
la guerra de la independencia
española
el propÓsito
real fue el de enviar expediciones
pacificadoras
a
las col'Jllias illsurrectas
de la América. Al efecto se constituyó
.\torillo
l:(J.\\;\i\U\¡";TI-:
I':~ JU+
T(~lliellte A'(~lwl'al (14111"alllo
J.W LA 1:'(/'EDICION.
CAPITULO
11
35
una junta integrada
por Castaños,
Palafox, Villalba, O'Doncll,
O'Donjú,
Wímpfen y que ¡1residía el infante don Carlos, la cual
tomó medidas para tranquilizar
la ¡1cnínsula y dispuso se llevara
adelante
la cxpedici(lIl
a 1\'\ontevidco,
a la que más tarde se
cambió el rumbo, dirigiéndola
a Costa firme.
El mariscal
de cam¡1o don Pablo J\1orillo fue destinado
como jefe de ella, quien recibió una directiva d~ carácter reservado, a la cual debía ajustar su conducta,
aunque en ella se
consideraba
que por la distancia
y dificultau
para cOlllunicarse
con la corte se le é;utorizaba para cambiar, en parte o totalmente, las instrucc:iones
si así lo creía conveniente.
Constaba
la expedición
cerca a 10.000 hO¡llbres de todas
las armas, con la siguiente distribución
de personal:
Seis batallones
de infantería;
el de Lc(jll, el de Castilla, el
de Victoria, el de ExtrcllIadura, el de Rarbastro y el famos\} de
la Unión, después llamado
Valeflcey;
Dos cuerpos
de caballería,
el de la U/lirJfl y el de Fcrnando VII;
Dos compañías
de artillería a pie;
Una compañia
de obreros
y la corresponuiente
tropa de
administración
militar.
Las fuerzas navales estaban al mando dirccto de don Pascual
de Enrile, y constituidas
por:
El navío de ccrnhate San Pedro Alcálltar:J, de G4 cañones,
mandado
por don Francisco Salazar;
La fragata Diana, ue :34 caI1oncs, al mando de don José de
Salas.
La fragata ¡figenia, de 34 cañones, comandada
por don Alejo Gutiérrez de Rubalcaba;
La corbeta
Diamante,
de ¿2 cañones,
al mando de don
Ramón Eulate;
Una goleta de 8 cañones y 13 faluchos cañoneros.
El viaje
El reputado
biÓgrafo de Morillo,
don Antonio Rodrigucz
Villa, refiere asi la partida de esta expedicj(')ll:
",\ LIS ociJo de
la mañana
del ) 7, UlI espectáculo
cUlIllwvedor, ¿lI¡;'t1ogu al de
Trafalgar,
se presenciaba
desde las ll1urallas de Cídiz. Diez y
ocho buques de guerra y 42 transportes h:vaban anda, obedl.:-
36
ACCION
ciendo
la señal
a Rota,
La
disciplina
la
militado
bajo
espectativa
ro destino
para
El
estas
viaje
deserciones,
las
autor
antes
citado
las d~serciones
para
unida
colonial
y de un clima
de los soldados,
y
suscrito
engañar/os
del
a los puertos
que a buen
Ocho
en la
verdadede embar-
seguro
pronto
la
a entender
en extremo
se
desde
hubieran
dias
con
disgustadas.
correspondiente
para
seguido
desembarcó
nicando
dos de
a
S.
de
la
de tal suerte
el último,
a otra
que
el día,
el
hizo la señal
al pairo
y acto
que en su bote, fueron
comu-
la escuadra
oficiales
los librasen
al despuntar
era el San Pedro Alcán/ara,
hubieran
cualquiera
con tal de que
partida,
a
de un largo
también
hasta
con alegría
que fuese,
unos
se pusiese
todos
los barcos, que al abrir los pliegos reservaM. el jefe de la expedición,
era preciso en obedeci-
miento de sus órden~s
río de La Plata,
les españoles
se apoderó
el primero
preáe
La repugnancia
de los peligros
entregado
después
que
e] embarque.
al temor
/llalsano,
que
almirante
dirigir
que más tarde
y Montevideo
los
esperaba
10;:,11/,
(2) Ubr; '¡la,la
el rumbo
como había
hace este comentario:
Ei
se hallaban
eludir
empresa,
por arriesgada
de la expedición»
(2).
(1)
estaban
con una desazón
nos lo da claramente
«las tropas
guerra
bandos
soldados
rápida
a pesar
de la guerra
a varios regimientos
sus jefes, y bajo diversos
condujeron
al punto
donde debían embarcarse;
una
villa,
en su género;
lejanos
a sus comandantes
aquí
del
aquellos
evitar
la expedición
de los caudillos
a lugares
en
(1).
diezmado.
palabras:
barco
componía
un modelo
de manera
en marcha
de la ciudad
que
las órdenes
y lIevarlos
Engañaron
textos
los
viaje
leguas
tropa
española,
del
tál, que fue preciso
hubieran
a tres
de aquella
independencia
triste
que
está
no era justamente
de haber
de
que
COLOMBIANA
San Pedro, poniéndose
del navío
dirección
pacificadora
DE LA MARINA
rebeldes
las tropas
g";¡r,,.,·
hac:a la Costa
sido dispuesto.
escribió
sus memorias,
«todos sabíamos
estaban
Rafael
de Se-
que en Buenos
divididos;
del rey para
firme en vez
Uno de los oficia-
pasarse
que
uno
a ellas
d·},' p'¡';¡'.. M?r¡!!n, tomo 1. p~ígilla 12,.
Aires
de sus
y auxi-
CAPITULO
II
37
liarlas; y que en la costa firme la guerra se hacía sin cuartel y
con salvaje ferocidad."
El día 26 un gran temporal
dispersó
todos los barcos que
habían navegado hasta esos momentos en conserva, y sólo hasta
el 27, en las cercanías del Pico de Teide, se revistó la escuadra,
faltando el bergantín
Guatemala y la fragata Elena; esta última
pudo más tarde incorporarse
a la flota, lo que no pudo efectuar
el bergantín, que fue a dar a Margarita,
en cuyas playas lo atrajeron los patriotas apresándolo
y barándolo
en sus arenas.
Hasta el día 30 siguió una época de calmas fatigosas y cálidas, alternadas con las tormentas,
propias de aquellos
mares
procelosos.
El día 2 de abril de 1815 se divisó la isla de Tobago, la que quedó a popa al día siguiente, y entonces
empezó la navegación
por el Caribe. Solamente
dos embarcaciones
fueron encontradas
en aquel mar: un balandro inglés, al que el
buque almirante hizo le siguiese al costado, para evitar diera algún aviso, y que al adelantarse este barco fue echado a pique,
y una goleta que huyó, a la cual se le dispararon
algunos cañonazos, quedandú
desarboláda.
El día 4 de abril fue vista la tierra del continente
americano, y como a eso de las 4 de la tarde se día fondo en Puerto
Santo, arbolando la bandera inglesa;
una lancha que se envió con
un oficíal para que verificase
un reconocimiento,
regresó a la
medía noche con la nueva de que se hallaba cerca el teniente
coronel Morales, jefe de la columna de venezolanos,
la cual estaba organizándose
con destino a la costa de Gniria.
Levó anclas la flota al día siguiente y contínuó la navega·
ción sin dejar la costa, hasta llegar en frente de Carúpano,
donde subió el comandante
Morales quien indujo al general Morilla a tomar la isla de Margarita como primera providencía,
para
lo cual se agregó a la expedición
con 700 negros; en aquel mismo lugar se dio fondo para pasar la noche.
A la mañana siguiente se hizo rumbo para la isla mencionada; fueron halladas
dos fragatas inglesas, las cuales probablemente se introdujeron
en el convoy durante la tarde, y a cuyos capitanes se notíficó que si no abandonaban
inmediatamente
aquellas aguas, serían echados a pique, por lo cual tomaron el rum-
bo de Barbadas.
38
ACCION
DE LA MARINA COLOMBIANA
TOMA
DE LA ISLA
El día 7 de abril de 1815 se presentó la escuadra frente a
la isla de Margarita,
a la cual ya se le daba la importancia
estratégica que el general Miranda no supo hallarIe. Entre las instrucciones que el Ministerio uníversal de Indias cn pliego cerrado hizo
al pacificador,
estaba el ataque a la citada isla, puesto que como
ya lo indicamos atrás, esta posesión era de vital ímportancia para
dominar los litorales del Caribe, y corno punto de apoyo de las
escuadras
que intentasen una operación
militar.
Corno era de esperarse
en un general avezado él la guerra,
la primera disposición
de asedio fue ('] reconocimíento
del litoral
y el apre~to de las fuerzas sutiles para intentar el desembarque
de tropas exploradoras.
Así fue que durante todo el día 8 se armaron las lanchas obuseras y se reconoció el sector oriental. Después de tomadas estas medidas se aproximó la escuadra para estrechar
el cerco, y la dificultad
estuvo en las corrientes
de la
parte occidental, o sea en el canal que forma la isla con el continente. El 9 se procedió a acoderar los barcos
de menos calado
sobre la isla, quedando en comunicación
con los más grandes para
establecer
un desembarcadero
apropiado.
El enemigo había disparado
sus calÍones sobre las tropas que iniciaban estos movimientos, pero su ataque
no fue tan violento que impidiese las
operaciones
que se llevaron a cabo en la playa de Pampatar, la
de Morrol11oreno y Pueblo del Mar.
Los historiadores
Baralt y Díaz al tratar de la expedición
pacificadora,
traen no pocos datos equivocados:
afirman que las
tropas de ella eran de 15.000 hombres y exageran la cantidad de
soldados de que disponía
Morales.
La manera como fue tomado preso el bergantín
Guatemala,
barco separado de la escuadra por la tormenta, debióse a la pérdida del derrotero que lo llevó frente a la isla de Margarita;
los
isleños juzgando
quc tal buque fuese español,
destacaron
las
flecheras con el fin de aproximarse
a él; los de a bordo juzgaron estas flecheras barcos pescadores
y los dejaron acercar;
al
caer en cuenta del error, éste era insubsanable,
pues los tripulantes, indios guaiqueríes,
saltaron con sus machetes y mataron
los tres primeros
hombres que estaban a su alcance e hirieron
CAPITULO
--.----
.---
---
-- --- -
--- -
-.
- - -
1I
39
-----
al comandante
don Juan Campos;
después de tomar los armamentos de la tripulación y hacer a ésta prisionera,
hallaron el
libro de señales de la escuadra
y la lista de las tropas
y
barcos de la expedición;
de ahi que estuvieran
hien enterados
de todo.
Entre los datos que el general M. Tovar envió al presidente del Estado de Cartagena, le comunica
que los harcos que se
aproximaban
eran en número de 68, 20 de ellos de guerra; que
el navío San Pedro era de 80 cañones, que los combatientes
eran
7000 y que todo el personal,
incluyendo la marineria, llegaba
a 15 o 16.000.
Sobre el oficio que escribió Morilla y que Rodríguez
Villa
comenta
en su obra como la pieza más razonada y suave, dice
Tovar:
"Se descubría el carácter orgulloso y fiero tle la nación
española, sin la más pequeña mutación.»
En cuanto al rumbo de la escuadra, ~e había dispuesto que
si los buques se dispersaban,
debían ir a 1(1. isla de Tobago, en
cuyas aguas deberían
cruzar sin dejarse ver hasta cUlllplir los
35 días de la salida de la isla de Canarias:
que cumplido este
tiempo, si no hubiese llegado la expedici(ll1, se dirigieran cautelosamente al puerto de Pampatar
donde recibirían
(¡rdencs, si
esta isla estuviese por los realistas, y en caso contrario, se dirigíeran a la Guaira, examinaran
previamente
el territorio, tomaran informes en los pueblos
de Barlovento, y que finalmente
marchasen a Santa Marta, ciudad que había permanecido leal (1).
En la fecha de la salida están equivocados
en un día, los
mismos historiadores
afirman que la partida de Cádiz fue el 18,
habiendo sido el 17. Difieren además
estos datos en la cantidad
de cafiones del barco San Pedro Alcántara.
En el interior de la isla la situación era bastante
desconcertante:
los jefes patriotas Bermúdez y Arismendi
estaban
en
absoluto desacuerdo
respecto de lo que que se debía hacer: el
primero,
animoso y entusiasta
por la libertad
de su patria,
opinaba por la resistencia.
Arisme!1di, de carácter equívoco,
resolvió seguir las indicaciones de la proclama que Morilla se apresuró a enviar a los moradores de la isla y de las poblaciones
(1)
Mfmorins
de O'Lcary, tomo XV, página IC.
40
-- --
ACCION
-------.-. - - --- -
DE LA MARINA
-.
- --.- "----
-.-
-
COLOMBIANA
-- - - --
del continente. Bermúdez, desconsolado por la timidez de sus
compañeros se embarcó en una pequeña balandra y pasó el cerco que estrechaban 85 embarcaciones españolas, tocando sucesivamente en las islas de Granada, Martinica, San Thomas, y llegó
finalmente a Cartagena, en cuya plaza tomó parte en el famoso
sitio.
Rendida la isla el dia 10, se izó el estandarte real en las
astas de los fuertes, siendo saludado por los cañones de la flota.
Los medios de que se valió Morillo para reducir a los isleños
fueron unas comunicaciones respondiendo a las gestiones de aquéllos, y en que decían que por el capitán del bergantín Guatemala, sabían el próximo arribo de la expedición, y solicitaban las
seguridades del Derecho de gentes para entregarse al pacificador;
Morilla se las prometió a cambio de la entrega en las casas capitulares; de la presentación de las personas del gobierno provisional, del ayuntamiento, curas párrocos y dos hacendados principales, y de la incorporación del personal del bergantín apresado.
La contestación de los isleños se redujo a pretextar por carencia de tiempo la falta del cumplimiento de algunas de estas
cláusulas y la palmaria demostración de que la isla estaba en una
deplorable anarquía. En consecuencia, Morilla dispuso el desembarco de las tropas que estaban a bordo de los barcos San Pedro Alcántara, Diana e lfigenia, y que llegaban a tres mil, las
cuales se dirigieron a Morromoreno)'
pueblo de Pampatar, seguidas por las del teniente coronel Morales.
Los expedicionarios
ocuparon todas las poblaciones de la
isla, en tanto que los habitantes se fugaban a las montañas llenos de pánico. Verdad que la crueldad del pacificador aún no se
había demostrado en su alma siniestra, como suben a la superficie de las aguas los líquenes y algas a medida que pasa el
tiempo; allí fue humano, y perdonó a los revoluciona ríos, pero
ellos conocían ya las asechanzas, las crueldades espantosas de
los Bobes, los Antoñanzas, los Zazuolas, los Puy y los Morales.
El día 11 tomó formal posesión de Asunción el general Morilla y restableció las autoridades, tal como estaban en 1808,
después de ostentosas ceremonias, en las cuales se quemaron
las actas del gobierno republicano y de tomar el juramnento de
CAPITULO I I
41
fidelidad al rey Fernando VII, levantó una a su vez, que firmaron todos, y en la cllal se disponía que los prófugos debían regresar
en el plazo de quince días, a riesgo de que fuesen declarados
traidores.
La proclama a los habitantes expedida el día 15, dice así:
«Habitantes de Margarita:
ya habéis visto que la divina Providencia os ha proporcionado
que el ejército de nuestro legitimo
rey Fernando VII haya entrado en vuestro país sin derramamiento
dl' sangre, yo espero que en lo sucesivo os comportaréis con la misma fidelidad que en los tiempos anteriores
hasta el año de 1809,
pero temblad si así no se cumple, porque descargaré
todo el rigor sobre vosotros. Los eclesiásticos
deben exhortdr a sus feligreses a la paz; las justicias, personas condecoradas
y padres de
familias deben vigilar la tranquilidad
de su pueblo, quienes serán
responsables
en todo eve~to.
Todas las municiones, armas de fuego y blancas, a excepción de los machetes que sírven para los trabajos del campo,
ser~n entregadas
en todo el día 17 a mis comandantes
militares
en los respectivos
distritos, pues he notado morosidad en algunos sujetos, y me veré en la dura precisión de todo el rigor de
la ley. Todas las personas
emigradas,
de cualquier país que
sean, que se hallen en esta isla, se presentarán
en el mismo
día 17 en el pueblo de Pampatar,
incluso los extranjeros.
Las
personas
de este país que tenían empleos públicos, y se sabe
extrajudicialmente
no han salido de él, se me presentarán
en el
preciso término ya dicho, para prestar el juramento de fidelidad
al rey, como lo han hecho las de la capital.
Cuartel general de Pampatar a 15 de abril de 1815.-Morillo.»
No obstante
muchos patriotas, cuya entereza no iba a ser
quebrantada
por las amenazas del general, huyeron a las islas
próximas,
las cuales estaban
bajo la autoridad
de la corona
británica ~ a cuyos gobernadores
escribió Morillo solicitando
la
entre~a de los patriotas refugiados
en ellas. Dirigió comunicaciones a los gobernadores
de San Bartolomé, Martinica y Trinidad.
Morilla
nombró gobernador
de la isla al teniente coronel
Antonio Herraiz, a quien dejó minuciosas
instrucciones
para
pacificar tropas .Y organizar las de reemplazo y acopiar dineros
42
ACCIO~
DE LA MARINA
COLOMBIANA
por medio de ex acciones a los habitantes. Particularmente
prohibió la pesca y navegación
sin autorización
escrita
del mismo
gobernador,
así como el establecimiento
de tres compañías
de
marineros
con el nombre de guardacostas,
para defender déntro
y fuéra la isla; también dispuso los frecuentes reconocimientos
en la parte norte que comprende
los parajes menos habitados.
Dejó aseguradas
las poblaciones
con tropas suficientes;
dos
compaiiías
de Barbas/m y una de dragones,
y seis compañías
de Fernando V1I, aunque sin armamento;
estas compañías debían
estar listas para si el pacificador
llamaba alguna de ellas al
continente.
Después
de las prolijas
recomendaciones
de aquella bíen
elaborada
directiva, se dirigió el teniente general, (entonces aseen·
dido a este elevado
grado), en la goleta ¡figenia a Cumaná
acompañado
de numerosos
oficiales; casi toda la escuadra siguió
a la isla de Coche con el propósito de hacer aguada.
Al llegar al frente de la isla de Coche, el dia 23 de abril
de 1815, el navío almirante de la expedición,
él las tres y media
de la tarde se incendió haciendo explúsión
a las 6; la -::ausa
del siniestro
no fue determinada;
los oficiales del barco que
rindieron
un parte, don Rafael Santíbáñez,
don Francisco Salazar y don Fernando
de Lizaraza,
dicen que principió por un
bocoy de aguardiente
que estaba en la sentina.
Los historiadores Baralt y Díaz sugieren la idea de que este acontecimiento
no fue fortuito, sino que en Cádiz habían robado la caja del
ejército en la clIal existían 600.000 duros de las tropas y 500.000
de la armada, y el incendio del navio fue premeditado para encubrir el robo.
No sólo esta pérdida
produjo
el siniestro;
al fondo del
océano fueron a parar un magnífico tren de artillería de sitio y
otro de campaña;
las monturas,
vestuario,
equipos y fusiles
para 8000 soldados;
4000 kintales de pólvora y una abundante
dotación
de bombas
y proyectiles,
más los pquipajes de los
oficiales.
Así fue la llegada de la gran expedición pacificadora
a los litorales colombo-venezolanos;
los sucesos referentes al asedio de
Cartagena
hállanse más adelante, en el capítulo Los sitios.
CAPITULO
1r
43
COMENT ARIOS
Desde el punto de vista militar la expedición
pacificadora
llenó su objeto; formada por soldados curtidos en las luchas de
la península,
entrcnados
en aque\la guerra de montaña que los
había formado
los mejores infantes
del mundo, sojuzgaron
el
suelo patrio y restablecieron
el poder realista. Si aquel orden
de cosas no perduró, débese a causas de otro orden, a la crueldad sin límites que segó con bárbara hoz las ilustres mieses
del talento, de la ilustración y de las virtudes patrias. Cuar.to
de más precio había para las colectividades
colombianas
fue
llevado a los cadalzos levantados
sobre la miseria y la ruina;
sin la exaltación despiadada
de los sicarios de Morillo} posible
es que nuestra independencia
se hubiera retrasado muchos años.
El general Mori\lo ejerció el mando con sagacidad;
activo
condujo la expedición,
cumpliendo
los puntos que se
le habían marcado
en la directiva expedida por el Ministerio
universal
de Indi:ts, segÚn los reales deseos de Fernando VII.
y enérgico
La conducta
del teniente gen~ral, durante el viaje, estuvo
ajustdda en un todo él los principios del mando; \levó con inteligente manera el desagrado
de los expedicionarios,
al saber
que ya no era el río de La Plata el lugar del desembarco y los
animó con sus palabras de aliento. Respecto a la conducta con
los barcos que halló en su derrotero fue prudente, pues que los
marinos debian tener una gran desconfianza
a los barcos ingleses, los cuales a buen seguro estaban apoyando a IQS patriotas.
La toma de la isla de Margarita era una medida de importancia inaplazable
por las razones que hemos expuesto y porque
ella era asiento de la revolución y lugar de refugio de los marinos colombianos
y extranjeros
que luchaban contra el despotismo español. En la entrevi"ta drl coronel Morales con el pacificador dijo aquél las siguientes
palabras respecto a la isla de
Margarita:
« En la Margarita
estaba concentrado
todo el veneno
que le quedaba
a la insurrección.
Todo el resto del país está
pacificado;
y si se hubiera
entrado a sangre y fuego en este
nido de piratas,
arrasando
esta isla maldita, refugio de todas
44
ACCION
DE LA lv\ARINA COLOMBIANA
------ ----.--------------------las hienas rebeldes, no se propagaría de nuevo la insurrección» (1).
Los generales
Juan Bautista
Arismendi
y Jose Francisco
Bermúdez habían dado a la isla una organización
defensiva que
si no les hubiera
permitido
resistir el asedio de la escuadra
española, sí habría costado muy caro su rendición; funcionaban
en sus fuertes 82 piezas de artillería con una corriente dotación
de municiones y bastante armamento menor; tenian pólvora en
abundancia
y sus almacenes estaban bien provistos de víveres
y elementos
pala la vida holgada de sus 19.000 moradores.
Todos los hombres hábiles debían concurrír a la defensa,
en caso de que la ísla fuera atacada, según lo dispuesto por las
autoridades
provisionales,
y el ejército constaba de 3358 hombres
divididcs así:
Un batallón
de infantería
con 842 plazas
para
la región del
norte;
Un
del sur;
batallón
de
infantería
de
Cuatro escuadrones
de caballería
183 artilleros;
800 indios flecheros;
Una compañía
con 75.
745
plazas
para
la región
con 640 hombres;
cívica con 73 hombres;
una compaftía
cívica
En la isla existía un buen número de f1echeras y canoas
armadas con cañones, que se escaparon al llegar la expedición.
Estas embarcaciones
fueron a dar, unas a las Antillas inglesas, otras a Cartagena.
También algunos de los jefes patriotas
escapados
en aquella memorable
ocasión, tomaron parte en el
famoso sitio que originó el nombre de heroica, con que la posteridad quiso hacer imperecedera
a la valiente ciudad de Cartagena.
El incendio del San Pedro Alcántara, disminuyó bastante la
capacidad
combativa
de la Escuadra
de Morillo, puesto que,
como navío de-combate,
era la unidad mayor que surcara entonces las aguas patrias. Para el ejército, el hundimiento
de todos
aquellos
valiosos
elementos
de guerra, venían a mermar los
(1) Rodrfguc% Villa. Obra citada. Tomo T, página 137.
45
CAPITULo I j
armamentos
y otros artículos indispensables,
sición en aquellas circunstancias.
LA EXPEDICION
de imposible
repo-
L1BERTADORA
Antecedentes
La formidable expedición
de Morillo había extinguido el incendio revolucionario
de Colombia y Venezuela;
caído el puerto
principal, Cartagena, los españoles invadieron
todo el territorio y
restablecieron
el gobierno realista, y llenas las cárceles de victimas ilustres, el pacificador y sus tenientes regaron los cadalsos
con la sangre de generosos
ciudadanos.
Los consejos permanentes
de guerra llenaron de angustia y
lágrimas las familias de los patriotas;
las exacciones y los cuantiosos empréstitos
agotaron al pueblo, que famélico y embotado
ante aquel régimen de terror, no tenia ya fuerzas para resistir los
ultrajes de los despiadados
peninsulares.
El general Bolívar había partido para Jamaica, pero sus ideas
de independizar
la América oprimida seguían germinando
en su
cerebro, y todos sus esfuerzos' tendían a poner en acción nuevas
empresas redentoras.
Los emigrados
de Cartagena y algunos jefes y oficiales procedentes
de Venezuela y Margarita estaban listos a coadyuvar
en una expedición
sobre las costas venezolanas
para emprender de nuevo las luchas-tál
era la idea del generalpero faltaban los principales
e1ementos, como vestuarios,
armamentos, dinero y los barcos para trasladarlos
al continente .•
Dos extranjeros amantes de la libertad ofrecieron con el mayor desinterés
todos aquellos elementos preciosos:
el ilustre presidente
de Haití, Alejandro Petión, quien puso a la disposición
del caudillo venezolano
los arsenales de Los Cayos de San Luis,
y el rico armador y capitán de navío Luis Brión, corazaleño
de
nacimiento,
y que d\.'he figurar en las páginas de nuestra independencia
con el ilustre rango de SllS preciaras hombres, y a quien
ya Cartagena
habia dado el título de hijo querido de Cartagena,
por sus eminentes
servicios prestados a la causa de la indepenpencia colombiana.
ACCION DE LA MARINA
COLOMBIANA
El armador Brión ofreció a Bolívar 3500 fusiles, 132.000 piedras de chispa, sus buques habilitados y otros articulas que valían al rededor de cien mil pcsos. Estas ofertas despertaron
gran
entusiasmo
entre los patriotas
residentes
en Jamaica y aun en
algunos ingleses, pero el gobierno de la isla prohibiÓ a aquéllos
se alistasen en aquella expedición, y aceptasen
grados de Bolivaro Quizá fuese esto pusilanimidad
del duque de Mánchester,
su gobernador,
o simplemente
orden del gobierno británico.
Es
de tenerse en cuenta que era aquella la época en la cual ejercía
sobre las naciones
europeas cl propósito
antidemocrático
de la
Santa Alianza.
Por estos motivos resolvió partir Bolívar para Haití, donde
se unió con Brión, quien pronto iba a partir a bordo de la goleta
Dardo, de 28 cañones, a llevar víveres y municiones
a Cartagena, asediada entonces. Al efccto, se cmbarcó en la goleta llamada La Popa, de Kignston para Los Cayos de San Luis, en cuya
travesía
encontraron
un corsario
colombiano,
El Republicano,
mandado por el capitán Joanny, oficial que le dio las nuevas de la
rendición de Cartagena
y de la salida de numerosas
familias en
una escuadrilla
mandada por Luis Aury.
Llegó el general unos dias antes que la triste expedición
de la heroica ciudad rendida por el hambre;
de este puerto pasó
a la capital de Haití con valiosas recomendaciones
del generoso
inglés Southerland,
quien no omitió gasto para ayudar a equipar
la expedición
proyectada.
El historiador
Larrazábal
dice estas significativas
palabras
en su Historia de Bolívar:
«Honor a Btión, a Southerland
y a
PetiQn, dignos amigos de Bolívar, magnánimos sostenedores
de
nuestra independencia.
Un noble sentimiento impulsó sus ánimos,
y nada estrecho ni m('zquino, nada personal
cupo en el ámbito
extendido
de sus generosos
corazones.»
Tomo 1/, página 410.
Todos los insucesos militares tienden a rebajar la moral y
a trocar en anarquia lo que enantes era disciplina y orden; los
reveses
sufridos en aquellas épocas tenían completamente
divididos los jefes colombianos
hasta el punto de suscitarse
entre
ellos disturbios
y agitacioncs.
Habia cntre los refugi2dos en
Los Cayos fuertes rivalidades;
el teniente coronel Mariano MOIltilla reunido (on el general BermÚdez, con cl coronel Decoudray
CAPITULO
11
47
Holstein y el comandante
Luis Aury, anhelaban
los primeros el
mando de las tropas de tierra y este Último el de la escuadra
que los fuese a llevar al continente.
Nada valían las gestiones
de los generales ,'v\ariño y Piar y los buenos oficios de lea para
reconciliar aquellas funestas desavenencias.
Pero el general Bermúdez conturbado
por el sefíuelo del mando y declarado enemigo
de Bolivar llegó a lIamarlo cobarde e inCllpaz.
No obstant,~ de estar así divididos los ,ínimos marchaban
los aprestos de la expedíci6n,
y al estar éstos casi terminados,
verificóse
una reunión para acordar quién seria el jefe; en ella
tomaron
parte Bolívar,
Brión, Mac-Gregor,
Briceño
Méndez,
Bermúdez, le2, Justo Briceño, Celedonio, Gabriel y Germán Piñérez, Soublette,
Aury, Marim<in, Decoudray
e ¡barra)'
el coronel
José María DlIr;in. Muchas difercncias
hubo en aquella junta, en
la cual se encontraban
diversidad
de pareceres,
de pasiones.
Los tres granadinos:
Marimón, Francisco
Antonio lea y el coronel Durán con vehemencia
apoyaron
la idea de Brión, quien
pidió para jefe de la expediciÚn al general Bolívar, a lo cual se
oponian
Aury y BermÚdez,
los que pedían
pluralidad
en el
mando.
Al fin se hicieron
los nombramientos
así; Jefe de la
expedíción,
Simón Bolívar;
mayor general, el general Mariño;
jefe de la escuadra,
Luís Brión, y lea, Intendente;
Decoudray
fue nombrado
Jefe de Estado
mayor,
y sllbjefe,
el coronel
Carlos Soublette.
Llegada
la expedíciÓn al continente
renunció
este cargo Dccoudray
y en su lugar fue destinado
Soublette.
La expedición
quedó formada por los siguientes
barcos:
Siete goletas armadas en guerra:
La Bolívar, buque insignia, a cuyo bordo il;an Bolivar, Brión
y el Estado Mayor General, comandada
por el capitán de fragata Renato Beluche;
La Mariño. con Mariño,
Piar y Mac-Gregor,
la mandaba
Dubouille;
La Piar, al mando del teniente de navío Pine!.
La Constitllción, al mandt1 del teniente de navio Morué;
La Brión, cuyo capitán
era el teniente de navío Rosales;
La Fénix, mandada por el teniente de navío Ferrero, según
Larrazábal,
y Ferro, según Eduardo Blanco.
La Conejo, mandada por el teniente de navío Lomint:.
48
------
ÁCCION
••
---
-.-
-'----
DE LA MARINA
.--
-
-
--"--------.-----"-
COLOMBIANA
o
_
Los expedicionarios
apenas llegaban a 250 hombres, entre
los cuales habían 4 generales, 14 coroneles, 22 tenientes coroneles, 11 mayores, 42 capitanes, 28 tenientes, 15 subtenientes,
17 aspirantes
y 11 empleados civiles. El parque y los elementos bélicos eran suficientes para armar unos 6000 hombres.
Ya próxima a marchar ocurrió un incidente que pudo poner
fin a dicha empresa. El partido opuesto a Bolivar, que lo formaban Bermúdez, Mantilla y Aury, hizo que este último exigiera el
dinero que el Congreso de la Nueva Granada le adeudaba por
las composiciones de las goletas, y para forzar a su pronta
entrega procedió a retener la goleta Constitución. Mientra~ es!e
asunto estaba en litigio, resolvieron los mismos jefes disidentes
marchar en otra expedición para Méjico, y al efecto ofrecían
hombres y dinero a los que quisiesen acompañarlos, con el único
propósito de mermar el personal de la expedición, e'ntrabando
su marcha. Bolívar temeroso de los resultados de una tan baja
intriga puso de intermediario
a Petión, a quien escribió el 24
de febrero, y acto continuo el noble presidente haitiano dirigió
la siguiente comunicación:
« Al general
Marión, gol)ernador del departamento de Los
Cayos. Deseando cuanto me sea posible, mi caro general, hacer
cesar los reclamos del señor Aury, relativos a lo que se le debe
por las composiciones hechas a las goletas Constitución y Republicana, enviaréis al coronel Jate a bordo de dichos buques, a fin
de que acompañado de los maestros carpintero y calafate, levante una cabeza de proceso del avalúo de todas las mejoras que
fueron hechas a bordo de dichos buques, por el señor Aury,
desde su arribo a Los Cayos, tanto en el aparejo como en los
mástiles y velamen, como asimismo en sus cascos. Se tomará
igualmente una nota exacta del rancho que existía a bordo de
la Constitución, cuando dicho buque fue entregado al señor
Marimón. Haréis depositar en el arsenal de Los Cayos y a
disposición mía los cañones de 16, que fueron desembarcados
de la goleta Republicana, con el objeto de responder en parte
al desembolso que se verá obligado el señor Aury por lo que
se le debe.
Si el señor Aury le presenta a usted algunos pasaportes o
salvoconductos
firmados por el señor Juan de Dios Amador,
CAPITULO
~----'------'---
-
-- -._--
49
11
- - -..
----.-------------.-----
..
-.--
exgobernador
del estado de Cartagena,
o del señor Elías López,
teniente gobernador
de dicho estado, facultándole
para que con
sus buques
pueda trasladarse
a un puerto independiente,
le
dejaréis salir del puerto de Los Cayos.
Me enviaréis
el resultado del avalúo, inclusive la lista de
rancho que le hubiesen entregado,
para que arreglado en justicia, proceda
yo en favor del señor Aury. Os saludo amistosamente. Puerto Príncipe, marzo 19 de 1816. Año 13 de la independencia.-Petión» (1).
Empezaron
las intrigas
de los jefes descontentos,
en el
sentido
de que querían
armar una expedición
a Méjico, ofreciendo para alucinar
el resto de el/a, el desembarco
en 25
puertos, pagos crecidos y gajes de toda especie;
como éste era
un verdadero trance, puesto que lo que querían Aury, Mantilla
y Bermúdez
era hacer fracasar la expedición
de Bolívar, el Libertador
dirigióse
inmediatamente
al presidente
Petión, impetrando su valiosa ayuda. Al efecto, el presidente haitiano dirigió
inmediatamente
una comunicación
al general Marión, en la cual
le manifiesta que habiendo tenido conocimiento
de las disensiones fomentadas
por algunos jefes expedicionarios,
los cuales
deseaban
iniciar otra expedición
hacia Méjico, impidiera con su
autoridad
todos los disturbios
que fueran contra la salud de la
república
colombiana,
que era la causa de la independencia
y
de la libertad;
que desconociese
toda autol idad que se dijese
venir de Méiíco;
que prohibiese
el liSO del pabellón mejicano
en las embarcaciones
y obstaculizase
cualquier expedición
que
no llevase rumbo a Colombia, y final~lente que se reconociese
por única autoridad con mando sobre los barcos expedicionarios,
la
del gener¿¡) Bolívar y la del sefior Marimón, representante
este
último de la Nueva Granada,
y que por consiguiente
ningún
barco podría zarpar sin la orden expresa de éstos (2).
El gran presidente
isleño ordenó con fecha 7 de mayo que
se díesen a Bolívar 10.000 libras de pólvora y 15.000 de plomo,
pero haciendo de manera que estus efectos pareciesen destinados a ]eremie. Posteriormente
dispuso la entrega de Ulla impren(1)
.Mnno,.idJ
(z) .?bra
de O'Leary.
citada,
f'~gil1a
Tom"
X V. página 50.
4-9.
4
50
ACCION De LA MARINA COLOMBIANA
ta, con la cual el general Bolívar pensaba difundir en las masas
americanJs
la noble propaganda
del patriotismo (1).
No sólo PetiÚn dispuso la entrega de armamento, como COfts";'
ta en documentos
irrefutables, sus cartas a Marión; del depositado en Los Cayos por Brión, sino también la entrega de todos
los cartuchos y piedras de chispa que se pudiera,
dejando sólo
los más indispensables.
No por el valor de estos elementos que
se restringía el envío, sino por el temor de incurrir en las represalias españolas,
cometicndo
faltas contra la neutralidad;
de ahi
que solicitara
Petión al gobernador
de Los Cayos que estos
otros elementos pareciesen enviados a la Ensenada. Al lIe~ar a losCayos de San Luis la escuadrilla que conducía los miserables res":
tos de los moradores
de Cartagena,
Petión, lleno de conmisera~
ción dispuso se alimentaran
con raciones de pan y carne todos
aquellos colombianos
emigrados durante el sitio.
Con la actuación del altruista amante de la libertad, terminaron las maquinaciones
de los desafectos a la expedición;
Aury
partió a buscar especulaciones
entre los corsaríos de Nueva Orleans, Montilla para los Estados Unidos y Bermúdez con los oficiales Patricio Rubio, Vicente Villegas y Manuel lsava, desearon
partir enrolados en la expedición, y para ello hicieron varias gestiones que no dieron resultado
pues Bolívar,
temía el carácter
sedicioso de BermÚdez y se abstuvo de hacerla.
LA PARTIDA
Hasta el dia 20 de marzo de 1816, partió la expedición del
pequeño
puerto de Aquín, doce leguas al noroeste
de Los Cayos de San Luis, integrada por el personal y los barcos que anteriormente anotamos.
El rumbo ordenado por Bolívar fue el de la isla de Margarita, acaso porque en este lugar la tiranía del sanguinario Joaquín Urreiztieta, sucesor del teniente coronel don AlItonio Herraiz,
había puesto en armas al caudillo patriota Arismendi, o porque
(1) EII c,tc
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habría
el p;Írraf"
]lIJ{·\I)(),
hecho
,igtlientt·,
bien
en
el que
CAPITULO
51
11
no hubiera pasado desapercibido
al talento del general la importancia militar de la mencionada
isla.
Mala navegación
hizo la e~cuadra, motivada
por iguales
circunstancias
que les tocaron a Miranda y 3 Morillo;
las calmas
fatigosas
de aquella
región del trópico unas veces, y otras los
vientos contrarios
que entorpecían
la marcha de los buques y
los apartaban
de su ruta.
Al llegar frente a la isla de Los Testigos,
C0l110 a eso
de las seis de la tarde, hallándose al oeste de ésta, se puso la escuadra en facha y a una distancia de ocho leguas se dio al ancla,
para esperar el nuevo dia. Al amanecer se continuó la marcha,
a las 7 se vieron las islas de Los Fraiks, y un rato después la
parte elevada de Margarita;
a las 9, el vigía señaló velas enemigas por el oeste, resultando
ser una goleta grande de gavia y
un bergantín,
embarcaciones
que venian ciñendo. El jefe de la
escuadra dispuso que se siguiera el mismo rumbo de los ha reos
enemigos, tanto para alejarlos de tierra, como para reconocer
el
puerto de donde dichas naves hubieran zarpado. Acto seguido,
se tomaron
las disposiciones
para combatir,
formando la línea
de batalla y enarbolando
la bandera
nacional en el palo mayor
de la comandanta;
se fue esta nave en dirección al bergantin
para darle caza corriendo hacia el noroeste;
la goleta, cuya marcha era superior a la del bergantín, quiso ceñir más y huir de la
per~ecución,
pero se ordenó a las goletas General Mariño, .lúpiter y Conejo le dieran caza, y los demás barcos siguieran
las
aguas de la comandanta.
A las 11 del día, habiendo
llegado a distancia de tiro comenzó la comandanta
a cañonear por habor al bergantín, el cual
correspondió
con artillería y fusilería. La goleta Constitución dirigió sus tiros por la codera de babor del bergantín, y aproximándose más, iniciáronse
las descargas de la infantería patriota,
con tal potencialidad
de fuego, que a poco tiempo quedó el bergantín casi desmantelado.
No obstante, las balas enemigas habian
causado
algunas
bajas, entre ellas la herida del comandante
capitán Brión, por lo cual el capitán de fragata Renato Beluche
tomó el mando de la escuadra.
Como el enemigo se hallaba en manifiesta
inferioridad,
se
dispuso abordarlo,
invadiendo
los patriotas su alcázar de popa y
BANCO DE LA REPLJBLlCA
816llO~'E(~A LUiS. ANGEL ARANOO
CA T ALOGACJON
52
reduciendo
ACCION
los
De LA MA~INA
enemigos
a las
COLOM~IANA
bodegas,
se arrió
el estandarte
real.
El bergantín
era el Intrépido, de 14 cañones de a 8, entre
los cuales habia 6 culebrinas de bronce, con 140 hombres de tripulaciÓn; su comandante
era el teniente de fragata don Rafael
de la Iglesia, el cu:l1 se halló muerto con un balazo en la frente.
Fuera de la muerte
del capitán
del barco y de las del piloto y
el médico, se encontraron
los cadáveres de 42 marineros y 31 heridos;
muchos de los individuos
que no habían sido tocados
por las balas patriotas se arrojaron al mar, y allí encontraron
la
muerte.
Debido al andar de la goleta La Rita, hasta las 5 de la tar~
de no se la pudo r~ndir; resultó estar armada con una pieza grande de a IR, en montaje de colisa, dos carronadas
de a 24, y 2
cañones reforzados de a 8, y 90 hombres de tripulación. Su comandante era el alférez de fragata don Mateo Ocampo, el cual se encontró gravemente
herido; se hallaron 16 marineros entre muertos y
heridos.
Los ¡Jatriotas
tuvieron que deplorar la muerte del teniente
Barthélemy,
6 muertos y 8 heridos.
El comandante
general en
recompensa
de la acción, ascendió a almirante al capitán de navío Luis Brión, y a capitán de navío al capítán de fragata Renato Beluche.
Con este combate
quedó levantado
el bloqueo de la isla
de Margarita
por los barcos españoles;
esa noche fondeó ahí
mismo la escuadra,
y el día siguiente,
3 de abril, siguió con
rumbo al puerto de Juan Griego. Antes de atracar a este puerto
se adelantó
una f1echera con despachos
del general Arismendi,
cumplimentando
al general Bolívar como jefe supremo de Venezuela, cuya autoridad
reconocía.
En este puerto el comandante
A. G. Villaret arengó la escuadra.
Los realistas aí.lnque tenian en la isla una división, entre la
capital
y el castillo
de Santa Rosa, hubieron de huír dejando
gran número de armas y otros elementos
y se refugiaron
en el
puerto de Pampatar.
Durante
los días 4 y 5, pacificada la isla, con excepción
del puerto mencionado,
la escuadra
se hizo & la veta para bloquearlo
el dia 6, mas no fue posible su rendición, puesto que
CAPITULO
1I
53
el 30 del mismo mes el general Arismendi pronuncia
tina proclama a los habitantes
que combaten en aquel lugar, les compele a rendirse
y les amenaza
con la muerte en caso de no
hacerla.
Efectivamente,
el Libertador
resolvió levantar el sitio de este
puerto dejando
a sus asediadores,
acaudillados
por Arismendi,
todos los elementos y partir al continente
en busca de lugares
de más recursos para acrecentar
su expediciÓn y poder enfrentarse al ejército de Morales. Arribó, en consecuencia,
a Carúpano, en la costa oriental de Cumaná
el \,0 de junio, y la guarnición espaftola,
después de alguna resistencia,
efectuó su retirada a Casanai, dejando en poder de los patriotas algunos elementos de guerra,
así como el bergantín
Bello Indio y una
goleta.
El general
lanzó una proclama,
en la que siguiendo sus
impulsos generosos y a la vez obrando según las recomendaciones del presidente
Petión, daba libertad
a los esclavos y llamaba a las armas a los buenos patriotas. Como medida más urgente despachó
al general Mariño con la goleta Diana, cuatro flecheras y el armamento
suficiente a la costa de Giiíría;
a Piar lo
despachó a Maturín, para seguir la ruta por Caño Colorado;
él
permaneció
en Carúpano
organizando
sus tropas. Estableció una
escuela militar para la instrucción
de oficiales. bajo la dirección
técnica del teniente coronel Smith, oficial que había servido en
las guerras de España contra Napaleón (1)
El 23 de junio se reunió en Carúpano
una asamblea popular presidida
por el licenciado Diego Bautista Urbaneja, en la
cual se reconoció la autoridad
de Bolívar como jefe supremo, y
se pidió que el gobierno tuviese carácter de central y unitario;
los jefes patriotas
que operaban
en aquellas regiones del interior, como Monagas, Rojas, Cedeño y algunos otros comandantes de partidas republicanas,
también lo reconocieron
con igual
carácter.
Los jefes realistas hicieron sus aprestos para repeler a los
invasores,
y por tanto el gobernador
civil y militar de Cumaná,
Tomás
Cires, siguió con tropas del Barbastro, cargó sobre las
(1)
Larrazábal.
Vida de Bo/í'i,'ar. Tom/)
1, página 429.
54
ACCION
DE LA MARINA
COLOMBIANA
avanzadas republicanas comandadas por el teniente coronel Francisco de Paula Alcántara, causándoles tan completa sorpresa,
que destruyó el pequeño destacamento cuyos restos fueron a
dar a Carúpano. También el jefe realista .• Rafael López, derrotó
en Punche las fuerzas reunidas de Zaraza, Rojas y Monagas,
que venían a reunirse con Bolívar.
Comprometida la situación con estos insucesos, el general
creyó hallar un medio más propicio para sus operaciones abandonando las playas orientales y marchando sobre las de occidente, penetrando en los valles de Aragua para llevar la guerra
al interior de Venezuela. Para este intento se reembarcó elLo
de julio con rumbo a Borburata, cerca a Puerto Cabello, a donde
llegó él 5.
Algunos descontentos como los franceses Brisel y Ducoudry
Holstein se quedaron en Carúpano; respecto de éste parece
que su conducta equívoca ocasionó muchos daños a la expedición, por sus oficios disociadores entre Bolívar y Mariño. Larrazábal afirma que el mismo Ducoudry, en sus Memorias, dice:
« Le général Bolivar
entra quelque temps apres moi. Aussitót que
je le vis, je me levai pour aUer lui donner la main, comme a
1'0rdina ire ; mais Bolivar dit, en coIere qu'i/ ne voulait pos donner
sa main a un ....
110mme qui meritait de' e/re fusil/e, a l'ins/ant
meme.» Pero lo cierto es que el oficio en el cual Bolívar le da
cuenta de acceder a lo solicitado por el francés para su retiro
del ejército, es comedido como puede verse: «Es esta la tercera
vez que usted me dirige solicitudes pretendiendo su separación
del ejército. La persuasión en que estaba de que los servicios
de usted fuesen importantes para la república me ha obligado
a negársela en dos ocasiones, pero las razones que usted me
expone en su última representación me han movido a concedérsela a pesar de mis deseos .... Dios guarde a usted muchos
años. Cuartel general de Carúpano 23 de junio de 1816. 6.°
Simón Bolívar»
(1)
Era que el Libertador en aquella época tenía que tratar con
la más fina política a aquellos hombres, entre los cuales había
émulos, hombres apasionados, turbulentos y cuya obediencia era
(1) O'Leary.
Obra y tomo citado~, página 80.
CAPITULO
1I
55
cada día un nuevo problema;
muchas veces con oficios de esta
naturaleza
atraía y hacía prosélitos entre gentes que en verdad
no merecían
tánla atenci(ln.
Un poco después fue preciso no
perdonar Ull hijo meritorio de la patria. al general Manuel Piar,
cuyo fusilamiento
era un acto de consolidaciÓn
de su autoridad,
ya que iba a demostrar a aquellos caudillos que la ley militar
debe ser inflexible contra los scdiciosos
y los agitadores.
El día 7 reunió Bolivar una asamblea
de los moradores
patriotas
con el fin de que se concediese el mando supremo a
quien éstos designasen;
el mismo Bolívar abrió la sesión con
un vehemente discurso, en el cual dijo estas palabras:
«Es preciso conceder el mando supremo al que merezca más la confianza de la asamblea.
Lejos de pretender que la elección resulte
en mí, la temo, no sólo por la gravedad del cargo, sino porque
ella puede excitar celos que serían funestos a la causa de la
libertad
y de la patria. Yo sirvo tan gustoso mandando
como
obedeciendo.»
Bolívar fue nombrado
jefe supremo de la república y segundo el general Santíago Mariño;
mas cuJnta razón
tuvo el general para rehusar en aquella ocasión el mando;
las
envidias
y los celos apasionados
germinaban
en el pecho del
general Bermúdez,
quien habiendo
logrado
de la bondad de
Petión ser trasladado
al continente para trabajar por la libertad,
llegó hasta desnudar su espada para atacar al general Bolívar.
En Borburata bajaron algunos, pero el jefe ordenó se embarcaran de nuevo para seguir a O~umare, sitio aquel tan funesto
al primer intento del general Miranda. Llegaron allí el día 6 a las
seis de la tarde. Entonces la expediciÓn constaba de 15 buques
y los 9 cuerpos siguientes:
Batallón de artillería, al mando de Bartolomé Salom;
Batallón de infantería, al mando de Anzoátegui;
Cazadores de Venezuela, al mando de J listo Briceño:
G/rardot, al mando de Francisco Vélez;
Vencedor de Araure, al mando de Pedro León Torres;
Cumaná, al mando de Miguel Borrás;
Gil/ría, al mando de José Antonio Raposo;
Caballería, al mando de Teodoro Figueredo;
Escuadrón
Soberbios dragones, al mando de Francisco AIcántara.
56
ACCION
-.----."--.---
El mismo
manifiesta que
a los que se
amnistía para
declara abolida
..
DE LA MARINA COLOMBIANA
-- -- --.-' '--'---"-.--.-.------
_.----
día expidió Bolívar una prr1clama en la cual
la guerra a muerte ha cesado, que se perdonará
rindan, aunque ellos sean españoles, otorga una
los americanos que siguen las banderas reales y
la esclavitud.
Sus priml'ras medidas militares fueron despachar a su mayor
general Soublette, para que atravezara la cordillera entrando
hasta San Joaquin de Mariara y tomara posiciones en el desfiladero de La Cabrera, punto considerado por él como de un gran
valor militar; envió a Choroni al teniente coronel Francisco
Piñango, con el propósito de reclutar gente, y él mismo con su
actividad sin ejemplo se puso en busca de soldados para engro·
sar sus filas. Desembarcó el parque, la imprenta y demás el~mentos, y para que la escuadra no se quedara inactiva, permitió al almirante Brión verificase recorridos, ejecutando operaciones de corso; el Libertador le nombró más tarde en una comisión
diplomática cerca del gobierno de los Estados Unidos.
Los españoles no estaban ociosos. El brigadier Tomás Morales dispuso una concentración de tropas que venian de Ocaña,
de las del mayor Quero y las del brigadier Pascual Real, con
las que rápidamente se lanzó sobre Bolívar con superioridad numérica; el destacamento de Soublette tuvo que retroceder después de un tiroteo, y el general, al saber esta infausta noticia,
siguió con 150 reclutas a apoyar a Soublette, pero fue batido por
las disciplinadas tropas españolas, que duramente escarmentaban
aquellos bisoños soldados.
Las pérdidas fueron bien numerosas para la expedición:
cerca de 200 hombres entre muertos y heridos; 1000 fusiles,
lanzas, caballos y considerable material, en aquella época de tánto valor, por su escasez. El resto de aquellas tropas siguió para
Ocumare en bastante desorden. El deseo de Bolívar era seguir
para Choroni, a donde al efecto, despachó a Mac-Gregor, con las
pequeñas fuerzas que había en el puerto.
Pero aquellos desastres repercutieron de manera intensa enlos expedicionarios
extranjeros, especialmente en los marinos,
quienes ante la falsa nueva que trajo el ayudante de campo Isidro Alzuru de que ya estaban entrando las tropas españolas a
CAPITULO
______________________
•
57
II
o
_.
_
Ocumare, desarrolló verdadero pánico, y el Libertador
se embarcó en el bergantín El Indio Libre, para buscar el amparo de altamar. Al tener conocimiento
Soublette de tan rualévola
noticia,
la mandó d(~smentir con el comandante
Borrás, pero ya era tarde, pues Villaret, comandante
del barco, ni siquiera
había esperado a levar anclas, sino que había dispuesto picar cables y darse a la mar; cuando llegó Borrás, ya el barco estaba lejos de la
voz y de las señales. El rumbo ordenado a las goletas que acompafíaban al bergantín era sobre Choroní, mas los capitanes desobedeciendo
las órdenes recibidas lo hicieron sobre Bonaire, y
fue preciso seguirlos;
al llegar alli manifestaron
éstos que retenían los barcos mientras se les pagaban sus haberes (el día 19
de julio). Esta insubordinaciÓn
de la escuadra pudo ser funesta,
pues los marinos
no cejaban ante la cólera y justa indignación
de Bolivar. Afortunadamente
para todos, se presentó la escuadrilla del almirante
Brión, quien tenía valimiento entre aquéllos, o
por la misma fuerza de que disponían,
los llamó al orden y logró que devolvieran aquellas armas y municiones
destinadas a la
libertad de la América.
El historiador
Torrente afirma con bastante sans fac;on que
en aquel caso el almirante Brión, indignado del desastre de aquella empresa,
había tratado
a Bolivar
con denuestos
e injurias,
llegando
hasta darle de bofetones. Tal aseveración
no pasa de
ser una ridícula mentíra, puesto que no sólo arregló mediante su
influjo las diferencias
suscitadas por la ambición de los marinos,
sino que acompafíó
al Libertador
al salir del puerto con rumbo
a Choroní una legua, y le hizo los honores de general en jefe.
Estaba todo en contra de aquella magna empresa;
en Choroní se hallaban los realistas;
el Libertador tuvo que seguir hasta Chuano para inquirir noticias, y allí supo que Mac-Gregor,
audaz y valerosamente
había seguido a unirse con las guerrillas
de oriente, con el re saga de los elementos
salvados de Ocumare. El general Bermúdez, que había solicitado
una y otra vez el
auxilio del presidente
Petión para salir en busca del Libertador,
al fin logró el ajuste de un barco americano y salió de Los Cayos el día 9 de junio de 1816. Siguió Bermúdez con el deseo de
unirse a Bolivar, primero a Margarita, donde Arismendi se opus')
58
ACCION
DE LA MARI1\A
COLOMBIANA
al desembarco
por órdenes que había dejado el Libertador;
Bermúdez quiso ir a Carúpano, pedirle al general permitiera se agregara él a los expedicionarios,
pero en la travesía hallaron al corsario Félix, el que los inform<Í que estaban evacuando
a Can.'Ipano y la suerte que había corrido la expedición.
Siguió luégo
a Ocumare, donde Bolívar no quiso escuchar sus ofrecimientos.
El Libertador contínuó su viaje a Bonaire; a esta isla llegó
nuevamente
Bermúdez, y allí tampoco se vieron. Al salir Bolívar para GUiría en el bergantín El Indio Libre, también Bermúdez logró seguir el mismo rumbo en una goleta del marino Rosales. Llegaron
ambos barcos el dia 11 de agosto, o sea casi
al mes de viaje. El primer impulso de Bermúdez, acaso ofuscado
por las humillaciones
que había sufrido, fue el de sugestionar a
Mariño para que éste desconociese
la autoridad de Bolívar, quien
en~reído con ilusorios mirajes de la ambición, siguió las pérfidas
sugestiones
de Bermúdez, que al fin estallaron en un motín tanto
más criminal
cuanto que se llegó a atentar contra la vida del
general.
El mayor. bochorno de este día está en las agresiones
personales
de Bermúdez, quien alcanzó a desnudar
la espada de
los líbertadores
para esgrimirla
en contra del más grande, del
más heroico caudillo de la revolución colombiana.
Al ruido del vergonzoso
tumulto apandillado
por Bermúdez
y Mariño,
envió un bote el comandante
Villaret con el fin de
enterarse de lo ocurrido.
Este bote lo aprovechó
Bolívar para
salir en busca de refugio,
ya que su vida peligraba.
Embarcóse en el Indio Libre y volvió al lugar de donde unos meses antes saliera lleno de ilusiones por la libertad de su patria, y con
el ánimo lleno de las sombras que la infame ambición de sus
subalternos
había arrojado sobre la noble acción de su empresa.
COMENT ARIOS
Al tener que amparar tan dilatado
territorio el pacificador
Morillo, habíase visto obligado a diseminar sus tropas en los diversos lugares que requeria
la sofocación de semejante guerra.
Como en el centro de la Nueva Granada
eran precisos algunos
destacamentos,
los litorales
quedaron
desguarnecidos,
especialmente aquellas costas venezolanas
vecinas a las llanuras
donde
sentíase la actividad de Cedeño, en los bosques del Orinoco; en
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CAPITULO II
59
los llanos de Barcelona, jefes patriotas principiaban
a orgar.izar
sus guerrillas.
De estas cobraron más valía las de Monagas, Parejo, Rojas y Barreta. F.I tenaz Zaraza levantaba el ánimo en Chaguaramas,
y en las extension~s del Apure, iniciaban
Páez y 01medilla las partidas revolucionarias
que con el correr del tiempo
constituirían
los ejércitos
libertadores
de las campañas
de 1818
y 1819.
El jefe español más próximo al litoral era el brigadier Morales, militar activo y emprendedor,
sanguinario
y cruel, temido
nn tanto por SlI audacia guerrera como por los desmanes que
cometía al llegar a vencer algunas de aquellas purtidas patriotas,
de las cuales nunca hacía prisioneros.
En esta ocasión es de justicia reconocer que Morales obró
como debía hacerlo
un verdadero
militar. Marcha rápidamente
en persecución
de lo') expedicionarios
y dispone a la vez que
todos los destacamentos
españoles
que puedan
concurrir
al
encuentro,
hagan ;nmediatamente
una concentraciÓn
para adquirir supremacía
de fuerzas en un momento dado. En seguida
marcha amenazando
las comunicaciones
de Soublette,
que huyendo de semejante
acechanza
tiene que buscar
la protección
del Libertador,
quien para apoyarlo va a unírsele con las tropas
reclutadas
unos días antes, y que por tanto eran desde distintos puntos de vis/a i:":feriores a las españolas.
Además,
como los soldados colomtJianos
tenían que transportar los pesados elementos que desembarcaba
la escuadra,
se
veian embarazados
con los cajones
de cartuchos,
piedras de
chispa y otros efectos que retardaban
su marcha y daban mayores ventajas
al jefe realista,
a quien a Última hora le ayuda
el coronel Bauza, reuniéndosele
con 300 veteranos.
Soublette tuvo el acierto de escoger una buena posición en
el sitio llamado Aguacates,
pero la superioridad
numérica, la
mejor calidad de las tropas, y especialmentE: el miedo de muchos
expedicionarios
a la tradicional
crueldad de sus enemigos, hizo
bien pronto que el mismo Bolívar que había llegado a dirígir
el combate, juzgando ciértos los informes de que nuevas tropas
enemigas
salían por retaguardia
a cortarle su comunicación
con
la escuadra,
dispusiera
e! retiro de los expedicionarios
a Ocumareo
60
ACCION
----
~- -".-- .. - -.-
-.,
DE LA MARINA COLOMBIANA
---- .---.- --.------
--.- -- -.---.-.------
Ocumare
fue funesto en dos ocasiones a las armas libertadoras. Este sitio fue el mismo en que en 1806 el general don
Francisco Miranda fracasó en su primer intento de desembarque.
El Libertador también fracasó en esta vez, si bien es cierto que
muchos de los elementos traídos en la expedición y algunos de
sus jefes quedaron en el territorio, y tiempo después desarrollaron grandes
sucesos;
entre ellos débese citar en primera línea
al infortunado
Piar, que con un elevado pensamiento estratégico
se dio cuenta de la importancia
que tenía la ocupación de La
Guayana, como base de operaciones
para la liberación de Venezuela.
La anarquía
venezolana
fue una lamentable
etapa por la
cual tuvo que pasar aquella pléyade de caudillos que no tenía
una verdadera
idea de lo que debe ser la disciplina para el
soldado -acaso
la más alta, la más noble y valiosa fue/za moral
que une las múltiples voluntades
y armoniza las pasiones, los
caracteres y las distintas jerarquías
de un ejército-o
El escritor
italiano, coronel Barone, ha expresado esta dependencia de todas
las facultades
humanas
de la voluntad en la guerra al definir
así la disciplina:
« La disciplina
....
110 requiere
del hombre la
insensibilidad
del autómata,
sino aquel imperio absoluto de sí
mismo que da vigor a todas las facultades del alma y de la
inteligencia.
Decis valor, y yo os digo disciplina;
decís ímpetu,
y yo respondo todavía disciplina. Decís energía indomable, desprecio del peligro,
confianza
en uno mismo y en los demás,
amor a la gloria, lealtad llevada hasta el heroísmo, y yo respondo siempre disciplina;
porque la disciplina,
la que hace converger todas las facultades humanas hacia una sola idea, vencer, es
a un tiempo causa y efecto de todas las virtudes militares» (1).
No podía someter el Libertador aquellos turbulentos
jefes
que poseían algún valimiento entre los habitantes
de aquella región venezolana;
carecía de medios para hacerse oír en tan inmensa algazara, y ante el golpe de los sediciosos
Bermúdez y
Mariño no le quedó otro recurso que volverse
al hospitalario
Haití, donde solJ y decepcionado
tuvo que arribar el 9 de octubre de 1816, pero con voluntad de seguir en sus redentoras em(1) Guillcrmo
Ferrero.
El Jl[ ilitariJmo,
página +6.
éAPITlJLO 1 1
61
presas para arrojar de la América meridional las tiránicas huestes de España.
Aquel esfuerzo de la ex¡:>edición emprendida
unos meses antes no fue infructuoso;
los jtfes antes nombrados con muchos de
los oficiales expedicionarios,
entre los cuales sobresalen
Soublette, Brícefto Méndez,
Mariano
Cancino, Ambrosía
Plaza, Jacinto
Lara, Diego Iba~ra y Miguel Arismendi y el ilustre escocés MacOregor, penetraron en e] interior de Venezuela,
en donde volvió
a encenderse
e] sagrado fuego del entusiasmo
patriota.
El resto de la expedición destrozada
en Ocumare emprendió
un éxodo glo,rioso por la concepción de la idea, como por ]a realización de la marcha, atravezando
la cordillera que separaba las
llanuras del mar, y va a buscar las guerrillas que desde 1814 organizaron
Pedro Zaraza, Monagas y Cedeño;
se aumentan sus
filas con aquellos Ilaneros indomables;
en los descalabros
y penalidades se forman los nuevos guerreros que más tarde han de
ser el azote de los españoles
y los Iibertadores
de la patria
Después de una gloriosa serie de episodios en los cuales se
recorren
150 leguas para caer sobre Morales, el general Manuel
Piar da la célebre batalla del/ancal, en la cual derrota completamente al enemigo, quitándole todos los elementos de que disponia. Mas como lo afirma el tan inteligente internacionalista
Aníbal Oalindo,
no es esta batalla]a
mejor ázaña militar de Piar;
débesele a él la idea estratégica que aseguró para las campañas
posteriores la base de operaciones.
«Bolívar empeñado desde 1813
en recuperar a Caracas,
emprendiendo
campañas poco meditadas, con tropas colecticias, desnudas y mal armadas, contra fuerzas superiores
y bien provistas, en las provincias
centrales
de
Venezuela, todas ellas adictas a la causa del rey, no había hecho
sino sufrir desastres.
Piar comprende
que es preciso enmendar
ese error, asegurando sin tardanza
la posesión
de un territorio
continuo, extenso, provisto de recursos, y def~ndiclo por una barrera natural que pueda servir de base de operaciones al ejército
independiente;
y ese territorio no puede ser otro que la Ouayana, defendido en toda su extensión
por el curso del caudaloso
Orinoco, que una vez dominado así, servirá para la comunicación
exterior, como para penetrar por medio de sus caudalosos
afluen
tes-el
Apure; el Arauca y el Meta-en
el interior de Vene7.uela
ACCION
DE LA MAHINA
COLOMBIANA
y Nueva Granada, y detrás del cual se encuentran los 46 pueblos de las ricas misiones del Caroní, que serán el granero del
ejército. A este movimiento, hijo exclusivo del genio militar de
Piar, es al que, estratégicamente
hablando, se debe la independencia de colombia. Así lo reconoce francamente el seftor Restrepo
en la página 360 del tomo 11, y tímidamente
el general O'Leary
en la página 370 del tomo 1, Narración» (1) ..
Se ha afirmado por expositores
como el conde de Moltke,
que la estrategia
es el buen sentido aplicado a la guerra. Empero, en esta expresión de suyo abstracta,
está sintetizado
un cúmulo de conocimientos
que forman el verdadero
criterio militar,
que sólo llegan a adquirir
después de estudiar
muchos años, y
mediante la práctica, los conductores
de la guerra.
Es por eso
que nos maravilla, que nos asombra, cómo un escritor
de 1887,
político y letrado, jurista y economista,
hace una crítica de situaciones militares con una claridad y precisión encomiables.
Tal como lo afirma Galindo, la expedición de los Cayos de
San Luis influyó mucho en los progresos
de la guerra, aprovechando los elementos acopiados penosamente
por Bolívar, reorganizados por Piar, y que vinieron
a formar el núcleo de fuerzas
patriotas con que más tarde luchó en el año desgraciado de 1818
y en el victorioso de 1819.
111
CAPITULO
Primer sitio de Cartagena
Cooperación de los buques en la guerra de sitio
-o---SITIO
DE
CARTAGENA
DE INDIAS
POR LAS AI~MAS
ESPAÑOLAS
EN 1815
Antecedentes
La situación política por la cual atravesaba
la naciente República era en extremo aflictiva; la implantaciÓn del sistema federal en el gobierno había anarquizado,
desunido las voluntades
y creado antagonismos
y rencores, no sÓlo entre los ~obernantes
síno también entre los pueblos. En los años de 1814 y 15, las disensiones
amenazaban
con acabar la iniciación de nuestra independencia, y el marasmo y abulia de la titulada Patria boba habían mermado el espíritu público de los revolucionarios,
entusiastas y resueltos poco antes.
Venezuela en poder de los españoles era teatro de los desmanes de Boves, Morales y Cajigal, que ejercían dominio sobre
la parte costanera.
Error bien grande de los republicanos
fue el
no dar su verdadero
valor a los litorales;
hemos visto que en
el año de 1812 poseían los patriotas una flotilla en el río Magdalena, así como numerosos barcos corsarios
que prestaban señala-
ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA
dos servicios a la emancipación
del régimen español;
pues bien,
si había algún punto vulnerable a las colonias que tal paso habían dado, era sin duda alguna la ocupación de las costas. La
concentración
de fuerzas en Cartagena, Santa Marta, Tolú, etc.,
donde se tuviera el control de los ríos Magdalena
y Sinú.
Desde el momento que las antillas españolas eran excelentes
puntos de apoyo para que los barcos españoles ejeicieran su incontrastable
acción sobre las colonias revolucionadas,
ha debido
pensarse en dar en esa época una defensa más efectiva a los sectores del patrio suelo; constituyó-podemos
afirmarlo-un
error
lamentable
abandonar la defensa de las provincias
de Riohacha
Santa Marta, Cartagena y Panamá.
El general Simón Bolívar nombrado
capitán genera] de los
ejércitos por el gobierno general,
marchó el 24 de enero a Honda; se le había asignado como tarea o cometido el sometimiento
de la provincia de Santa Marta, en poder de los españoles,
pero
un espíritu de anarquía flotaba sobre todas las apartadas
provincias, provocando
en sus gobernantes
rencores y emulaciones.
En
la provincia de Cartagena
ejercía el gobierno el señor Juan de
Dios Amador, y era jefe milítar el general Manuel del Castillo,
quienes celosos de la aproximación
de Bolívar que bajaba
el
Magdalena,
resolvieron
(el la de febrero de 1815) no pasara
de la ciudad de Mompós, y que si quería hacerlo, debía intentar tal marcha por tierra.
Al encargarse
el general Bolívar de llevar adelante la campaña sobre la provincia de Santa Marta, cuya pacificación era de
suma importancia,
desde luego que constituiría un valioso apoyo
para las expediciones
españolas ya anunciadas, ofició el 6 de er.era de 1815 desde Santa Fe al general Manuel del Castillo, comunicándole su nombramiento
y pidiéndole
encarecidamente
viera
por la disciplina de las tropas del Magdalena;
tambien solicitó
el mayor número de embarcaciones
que facilitaran el transporte rápido.
Con fecha 22 del mismo mes pide al secretario de la guerra «que no sólo los buques y fuerzas sutiles que haya en el
puerto de Cartagena
y en el Magdalena
se pusiesen a mi disposición, sino también que me ·faculte para remitir aquí o donde lo
exija la necesidad, las armas, pertrechos
y demás que pueda
CAPITULO
III
65
conducir a la seguridad
pública.»
«Bien fácil es conocer cuán
útil será lo primero al buen éxito de la empresa, pues asi podré
combinar una expedición litural que obre de acuerdo con el ejército, al cual pueden
aún ser más beiléficas
las fuerzas sutiles» (1). Tal solicitud entrañabél de suyo la concepción de emplear
la marina para acordar. un plan en armonia con las tropas que
debian atacar por tierra, las cuales podian ser conducidas en las
embarcaciones
menores, bongos y lanchas cafioneras de las fuerzas sutiles del Magdalena.
El ejemplo de los dirigentes
suscitó la animadversión
de
los hombres principales de Cartagena. Así pues, García de Toledo, de Narváez,
Hoyos y demás personajes
se aprestaron
para
resistir la entrada de Bolívar, oponiéndose
abiertamente
a las disposiciones del gubierno
general. Amigos más tarde del general
Bolívar,
como don Pedro Gual y el coronel Mariano Montilla,
hicieron creer que éste era un monstruo de ferocidad y de crueldades, y concitaron sobre él las iras de la ciudad.
Para conjurar
una situación tan anormal,
Bolívar ofició repetidas
veces al gobierno
general explicando
el origen de estas
diferencias
y pidiendo
que José María del Castillo y Fernández
Madrid vinieran como mediadores,
para arreglar tan funestas enemistades;
en lugar de éstos, fue enviado
el célnónigo don Juan
Marimón
quien bajó hasta el lugar donde se hallaba deme.rado
Bolívar (Mompós),
se enteró de la situación desastr Jsa, la falta
de elementos del ejército, y manifiestó propósitos
conci:iadores.
También se envió al edecán Kent que lltgara cerca de Castillo
para manifestar las intenciones
patrióticas
de Bolívar, SllS escaseces y situación gravísima con numerosos enfermos por el clima
deletéreo y falta de elementos apropiados y que solicitara reCllrsoso No habiendo
sido oído este oficial, se envió al señor José
Rafael Revenga, secretario del general Bolivar, reafirmándose
en
ideas de paz y sosiego. Por conducto de éste se pidieron
2.OCO
vestuarios
y 100.000 cartuchos.
Las palabras
de Revenga
fueron escuchadas
esta vez; en
cambio se consideraron
demasiado
númerosos
los elementos pe(1) Memorial de O'Leary.
lOmo XIV. págiu3 '1z.
5
66
ACCION
DE LA MARiNA
COLoMBIANA
didos por Bolivar y se resolvió convocar una junta de jefes y oficiales, la cual conceptuó
que siendo los elementos existentes inferiores a lo solicitado
por el general caraqueño,
debía no atenderse la solicitud;
se ponían como pruebas
los planes de los
brigadieres
Gramer y Anguiano,
quienes
pedían 6884 hombres
dotados de todas las armas, 8334 fusiles y 5055 quintales de pólvora.
y cra lo cierto, que según el documento
suscrito por el gencral Juan Salvador de Narváez, subjefe
del estado mayor, sólo
había 1151 hombres, 3313 fusiles y 4392 quintales de munición.
Puestos de acuerdo los jefes por conducto de Revenga, todo
parecía conjurado,
y resueltos
a conferenciar,
bajó Bolívar hasta Zambrano,
población de la margen
izquierda
del Magdalena y no distante de Tenerife;
el 12 de marzo llegó Revenga,
pues ese dia había sido el convenido por Castillo para la entrevista, pero en vano se esperó tres días más; Castillo no llegó, y en
vez de remitir los elementos que tánto necesitaban
las tropas patriotas, promulgó bandos
por los cuales ordenaba
se les tratara
C0l110
a enemigos.
En Turbaco
se llevó a cabo una reunión o junta,
con el
propósito
de que se resolviera
quién debía asumir
el mando,
pues que por necesidad de armonizar las voluntades de Cartagena,
era preciso que Bolivar lo entregara (1). A esta junta concurrieron
el general
Florencio Palacios, el coronel Bartolomé
Chaves, el
coronel Tomás Montilla, Domingo Mesa, Juan Vigil, Pedro León
Torrcs, Francisco de P. Vé!ez, mayor Martínez, y el del mismo grado
Ambrosia Plaza. Se presentaron
las comunicaciones
con los intermediarios
Marimón
y Revenga
en las cuales se había
gestionado
la salida del país del general Bolívar y la expedición
de Sll pasaporte
para el extranjero,
y que se entregara
el mando al oficial designado
por la junta.
Después
de deliberar
sobre estas cosas, la junta resolvió
que el general Bolívar no debía declinar el mando, puesto que
era legalmente
comandante
de esas tropas, y porque se injuriaba
a los venezolanos
que iban a cooperar en la libertad de esas provincias.
Para poder
wmplír con todcs los planes de defensa
(1) O'Learr,
tom,)
'i.
I ,igiJla
1(;5.
CAPITULO
III
67
se dispuso estrechar el cerco y tomar a viva fuerza la pina
de
Cartagena,
dando párte al gobierno general.
Bolívar, antes de que se derran1ase
sangre de hermanos,
lanzó una proclama de despedida
y abandonó
a sus subalternos
y compañeros.
Esta era la situadón
política desastrosa
cllando llna expedición, acaso la más poderosa y temible,
estaba por llegar con
las consignas de pacificar los territorios
del rey.
FUERZA NAVAL
DE LOS CONTENDORES
Los españoles
contaban con algunas unid3des mayores, no
obstante haberse hundido el navío de combate San Pedro Aleá/!tara; entre éstas figuran las siguientes,
sin que podamos detallar su artillería:
Fragatas Diana, ¡figenia, Atocha y Perla.
Corbeta Diamante.
Bergantines jasón y Celoso.
Goletas
Patriota, Centinela y Florida Blanca, que podemos
clasificar
sacando
algunas naves menores, como las goletas de
una división.
Una división
de fuerzas sutiles integrada
por 12 lanchas
caftoneras.
43 barcos transportes,
que eran:
San Ildefonso.
El Guatemala.
Daoiz.
Velarde.
Ensayo.
Eugenia.
júpiter.
Cortes de España.
Numancia.
La Vicenta.
Salvadora.
La Palma.
La Socorro.
La Primera.
ACCION bE LA MARINA COLoMBIANA
San rrancisco de Poula.
Providencia.
Héroe de Navarra.
San Pedro y San Pablo.
La joaquina.
Nueva Empresa.
La Empecinada.
San Ignacio de Lovola.
Los buenos hermanos.
La Preciosa.
San Fernando.
La Apodaca.
La Elena.
La Venturosa.
La Coro.
La Pastora.
La Oertrudis.
La Arapiles.
El Agllila.
La Parentela.
La Unión.
La Piedad.
La Carlota.
San ¡osé.
Selfllnda Carlota.
La Velona.
San Enrique.
San Andrés.
La Alianza.
El armamento de los barcos mayores variaba así: el de las
fragatas I¡igenia y Diana era de 34 cañones;
el de la corbeta
Diamante era de 28 y el de las goletas entre 8 y 10.
Algunas de las embarcaciones
menores fueron recogidas por
los habitantes de Santa Marta como auxilio a los españoles, ya
que en esta provincia germinaba una ¡nsana pasión contra la de
Cartagena.
El comando
estaba integrado
por el brigadier de marina
don Pascual de Enrile.
CAPITULO
Los patriotas
III
tenían dentro de la plaza las siguientes
69
na-
ves:
Corbeta Dardo (llegada al iniciarse el sitio).
Goleta de guerra Constitución.
Goleta armada en guerra Estrella.
Goleta mercante Gobernador.
Goleta mercante El Gran Sultán.
Goleta mercante Amerdor.
Goleta corsaria Republicana.
Goleta de guerra General Bermúdez.
Bergantín mercante Dos Amigos.
Balandra de guerra Concepción.
Pailebot cañonero Fogoso.
Pailebot cal'ionero Ejecutivo.
Faluchito mercante Emboscada.
El armamento de los barcos republicanos era inferior al de
los realistas; casi todos los corsaríos y mercantes habilitados
para los usos de la guerra tenian deficiencias en sus montajes y
construcción; obra viva débil y de menor andar; además, no se habría podido formar con ellos una división que se pudiera enfrentar a los marinos españoles, pues por su falta de homogeneidad
habrían sin duda faltado en la maniobra; su diferente andar los
habría imposibilitado para marchar en conserva, y sobre todo
faltaban marineros conocedores del oficio y personal de oficiales
educado científicamente, como es necesario a los tripulantes y gentes de mar.
El comando patriota estaba formado por el brigadier de marina don Juan Nepomuceno Eslava (1) a bordo de la corbeta
Dardo.
INICIACIÓN
DE LAS OPERACIONES
Dejó el general Morilla guarniciones en Caracas, Puerto Cabello, y envió a Panamá al regimiento de Extremadura,
con un
escuadrón de caballería para que siguiese a Lima. La escuadra
fondeó en el Cabo de la Vela. El general dispuso que algunas
(1) Español de nacimic:nto.
ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA
------------------------------
70
--
-
-- .. -- ---..-
naves se adelantaran
al puerto de Santa Marta, con el objeto de
dar aviso a las autoridades de la llegada próxima de la expedición
y con tal fin se tomaran algunas
medidas. El 25 de julio de 1815
llegÓ la escuadra al hermoso
fondeadero natural de esta ciudad
y en seguida
se desembarcó
el personal de tropas, con el propósito de darIe llll descanso a las naturales fatigas del viaje.
La provincia
de Santa Marta, que estaba por el rey, tenía un exacerbado
encono
por su vecina de Cartagena,
ocasionado por anteriores desavenencias;
asi pues, la población de
esta plaza cooperó a lus aprestos
del español,
recogiendo las
embarcaciones
menores de suma utilidad y reparando
las averias de algunas
naves. Morillo despachó inmediatamente
1000
hombres de la división volante, a órdenes de Ruiz de Porras y
los 3500 hombres
de la división de vanguardia,
al mando del
temido general Francisco Tomás ,V\orales, quien qbrando rápidamente pasó el Magdalena
por Sitionuevo, empujó con sus crecidas fuerzas los patriotas que tuvieron que refugiarse en la ciudad
de Carta gen a, no sin haber recogido antes el mayor número
de
ganados y víveres.
Un deber de todos los historiadores
colombianos
que lleguen a tratar esta época heroica, es dejar constancia
de la valerosa cOJ1ducta, del sacrificio
hermoso, cual nínguno,
de los habitantes del distrito de Malambó;
las tropas patriotas, al mando
de los comandantes
Luis de Rieux y Juan Salvador
de Narváez
se retiraron hacia Cartagena hostigadas
por las enemigas diez veces superiores,
y en tan críticas circunstancias,
los modestos moradores de la citada población resolvieron
oponer una resistencia
desesperada;
durante tres días pusieron a raya las huestes de Morales, y reducidos a una casa, no cejaron un momento
en su decisión defensiva,
hasta que, en número de setenta y tres, perecieron entre las llamas del incendio provocado por l~s manos vengativas de sus enemigos, antes que someterse al yugo de la esclavitud (1).
La es,:uadra española se dirigió a Cartagena
hasta el 12 de
agosto, dando tiempo para que las operaciones
de la división vo(1)
página
DocumentOJ para /a HiJfOria de /" provincia de Carfagtna, tomo IJ,
219,
CAPITULO
1II
71
lante del brigadier
Huiz de Porras y la de vanguardia
prestaran el apoyo decidido al bloqueo de la ciudad. Con estas medidas preliminares
se inició el bloqueo a la plaza; el 17 del mismo mes los marinos españoles formaron una línea densa con sus
grandes transportes, bergantines,
corbetas y fr;¡gatas, desde Punta
Canoas, hasta las cercanías de la plaza. En seguida de esta línea
llegaron a la misma formación los barcos de guerra, cerrando las
entradas a la bahía, Bocagrande y Bocachica, y en el orden siguiente:
las fragatas
Atocha y Diamante, la corbeta Diana, el
bergantín !asón, las goletas Centinela y Florida manca, el queche Trítón, el bergantín Celoso y la fragata Perla (1).
Una división de embarcaciones
menores,
cañoneros
y bombarderos
hacían las veces de las flotas de torpederos
de hoy,
protegiendo
las divisiones
de acorazados y siendo sus verdaderos auxiliares en la parte costanera,
moviéndose
constantemente
entre las líneas de los grandes barcos.
La fragata Ifigenia se hallaba anclada cerca a la isla de Barú, pero con algunas averías.
Por su parte. los republicanos
distribuyeron
su escuadra
de suerte'que
defendiera lo más seguramente
la entrada a la bahía y para cubrir la de la ciénega de Tesca, como para impedir
el paso de barcos menores de pequeño calado las cañoneras
números 1 y 2, tres bongos
armados en guerra y una faltla al
mélndo del teniente de navío don Rafael Tono.
Para defender la entrada de Bocagrande,
se colocÓ una fragata mercante desarbolada,
con cuatro piezas de grueso calibre y
las balandras de guerra Micomicona y Concepción, a Órdenes del
teniente de fragata don Matías Padrón.
Para obstaculizar
el paso por Pasacaballos
o caño del Estero, se situaron
cinco bongos de guerra y una falúa al mando
del alférez de navío don Vicente Parada, y para que recorriese
la bahía atendiendo los puntos
más en peligro, se formó una
división, Gompuesta
por las goletas de guerra Constitución, Estrella, General Bermúdez, Republicana, Presidente, y los pailebots
cañoneros
tEjecutivo y Fogoso, al mando del teniente de navío
don Luis Aury.
(1) Obra citada, tomo 11, página 2~i·
72
ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA
Como fácilmente se observa, los patriotas renunciaron por
manifiesta inferioridad naval con el enemigo, a sacar sus barcos
mar afuera para poder, bajo el amparo de los cañones de los
fuertes, combatir al enemigo; y optaron por una defensiva pasiva en la propia bahía, dejando campo suficiente para que se
desarrollara el asedio por mar y tierra. Es lo seguro que al obrar
en forma diferente, dada la inferioridad de la escuadra colombiana, habría sido ésta destruída, y por tanto perdida toda probabilidad de una salida, como se hizo más tarde.
La escuadra española destacó algunos barcos grandes con
el propósito de que cruzaran en las aguas cercanas a la bahía
para hacer efectivo el bloqueo, impidiendo la entrada de víveres
y elementos de guerra; empero, el tiempo crudo en esa época
de vientos, deterioraba los navíos, hasta el punto de obligar a
la fragata IJigerzia a quedarse al amparo de la isla de Barú con
algunas averías.
EL VALOR MILITAR
DE LOS Rlos
Unida la bahía de Cartagena con el río Magdalena por el
canal del Dique, este río a su vez también comunicado con
la Ciénaga de Santa Marta por distintos caños; en las proximidades del Sinll, arteria de suma importancia para la vida de
Cartagena, como que por ella circulaban numerosas embarcaciones
cargadas de víveres; la posesión de las vías fluviales era de
imprescindible necesidad al sitiador como a los republicanos
en la prosecución de las operaciones.
Morillo claramente vio la importancia que entrañaba adueñarse del Magdalena, Sinú y Cauca, y al efecto destacó la división volante por la ciénaga de Santa Marta, al mando del brigadier don Pedro Ruiz de Porras, quien ocupó a Mompós para
interrumpir las comunicaciones con el interior, de donde bien
habían podido llegar auxilios de víveres, tropas y armamentos.
La división de vanguardia a Sil turno partió por tierra para
estrechar el cerco a la plaza y recoger los elementos con que
se hubieran podido sostener los sitiados.
El río Magdalena había pasado de los republicanos a los
realistas, por las diferencias de Castillo con Bolívar, la incuria
CAPITULO III
--------.----.----.-----
-----------------
73
-------------
de los defensores
de Cartagena
y la falta de un plan donde se
hubieran
englobado
tales vias. Ayer como hoy tienen un valor
indiscutible
algunos puntos como El Banco, Magangué y Guáimaro, etc., que deciden de las comunicaciones
con el interior y
con el litoral.
Desde el :::.9 de enero el oficial español Ignacio de La Ruz
entró a Ocaña, ciudad situada en un punto de notoria importancia militar, como que por esa vía se podia atender a las tropas
que operaban
sobre el río, y a la vez a las que obraban por la
via de Cúcuta sobre Venezuela, o sean los lIGO hombres de la
división Calzada. El último de m(irzo sufrieron otros descalabros
los patriotas en la toma de la bateria denominada el Suan, que dominaba completamente
el río Magdalena
en una parte angosta y
peligrosa
para la navegación de los bongos de guerra. En esta
ocasión perdieron 7 cañones de 12 y 16, 1 bongo y algunas municiones.
Los realistas se habian adueñado
en diversos encuentros de
algunas embarcaciones
patriotas, las que permanecieron
varadas
algún tiempo en la Ciénaga, y más tarde artilladas
de nuevo y
arregladas,
constituyeron
una flotilla de ocho bongos, con destino al bajo Magdalena
(del Banco para abajo). El 3 de abril se
combatió en el puerto del Peñón con bastante encarnizamiento,
cediendo los patriotas ante la superioridad
del enemigo. El capitán La Ruz aprovechó
las bocas del César para entrar nuevamente a la Ciénaga y después salir por el caño de las Cuatro
Bocas, aumentando
su flotilla con otrv bongo tomado a los republicanos.
Se alistó la flotilla con los í~lementos reunidos en esas aguas
y resolvió el español
dominar el Magdalena,
para lo cual tomó
el cafto Clarín que estaba obstruido por los patriotas, pero vencidas las consiguientes
dificultades,
el 22 de abril quedó lista la
expedición
a órdenes del capitán Valentín Capmani, quien cumpliendo órdenes perentorias
de don Francisco de Montalvo, atacó a Barranquilla
por tres puntos,
forzó la población y tomó
43 piezas de artillería de 12, 16, 18 Y 24, 50 quintales de pólvora, 58 cajones d'~ metralla en cartuchos, 1765 cartuchos elaborados con metralla de diversos
calibres, 530 fusiles en regular
74
ACCION
estado,
guerra,
DE LA MARINA
10 esmeriles,
42
y otros elementos
lanza:;,
(1).
COLOMBIANA
14 bongos
nuevos
armados
en
Ocho días después de estos acontecimientos,
Capmani zarpó
con la expedición,
aumentada
por los bongos tomados en Barranquilla,
y más de 500 hombres embarcados
ahí; llevaba como
objetivo la toma de la Barranca del Rey, para evitar que los patriotas pudieran
hacer incursiones
por el río, aprovechando
la
boca del canal del Dique.
Entre tanto, el capitán de La Ruz había tomado a Mompós
29 de abril, cortando de esta manera
las comunicaciones
con
el interior y dejando a los defensores
de Cartagena
en las peores circunstancias;
para asegurar las bocas del Cauca, se envió
un destacamento
que subiese sus aguas efectuando
reconocimientos.
el
A mediados de marzo contaban los españoles cerca de cuarenta embarcaciones
artilladas,
bongos, cañoneros
y lanchas, de
manera que dominaban
el río completamente
y estaban en las
mejores condiciones
para operar sobre el interior, preparando el
asedio de la plaza y ayudando
a las tropas de la expedición pacificadora.
Las flotillas republicanas
y reéllistas que surcaban las aguas
del Magdalena
estaban formadas por bongos armados en guerra,
lanchas
cañoneras
y otras embarcaciones
de inferior potencialidad. Para que se vea cuál era la ft,¡erza militar de cada una
de éstas, transcribimos
a continuación
un parte que se relaciona
con el armamento
de una que fue apresada por los españoles:
«Estado
que manifiesta
las piezas de artillería y municiones
apresadas
en el bongo Gallinazo, que lo fue el 2 del corriente
en el río Magdalena:
un cañón del calibre de a cuatro con su
cureña de marina; dos pedreros;
treinta y nueve balas de dicho
cañón;
cuarenta
y ocho tarros
de metralla;
cuarenta y ocho
(1) Instrucción
el excelcntísimo
lentísimo
sobrc el estado en que deja el Nucvo
5ciíor virrey don Francisco
señor don Juan Sámano.
dc Montah'o
Reino
de
Granada
a su sucesor el axce-
75
CAPITULO
III
---------.-----------------------------
cartuchos para el cañón y los pedreros (1); Dos fusiles;
cuatro
lanzas.
Zapayán,
4 de enero de ISIS.-Francisco
Virues» (2).
Las reft:ridas
embarcaciones
si no constituían
aisladamente
una fuerza combativa para obrar independientemente,
una reunión
de ellas en flotillas o divisiones
sí formaban
lIna fuerza de
mucha consideración
para transportar
tropas a los puertos, defender algunos puntos de apoyo y por tanto dominar la vía fluvial.
Al perder los patriotas todas estas comunicaciones
y reducirse al recinto fortificado, bien pronto empezaron
a sentir la escasez primero y el hambre más tarde. En tal situación las tropas
invasoras
consiguieron
ocupar el puerto de Zapote sobre el Sinú
y aJ.i apresar
una comisión del gobierno de Cartagena al gobierno general, en la cual se daban con claridad pavorosa muestras
del estado angustioso
en que estaba
la ciudad;
la ~omisión
estaba formada
por el comerciante
santafereño
don José Maria
Portocarrero,
(3) quien no alcanzó a destruír el referida despacho, del que tomamos
estas líneas:
«que a pesar de los
grandes
sacrificios
del gobierno
y de los particulares,
ya no
había recursos para pagar las tropas, que en cuanto a recursos
era peor su situación;
no existía depósito
alguno, ni menos
almacenes generales;
no se hallaba un grano de maíz ni habían
(1) Los
aunque
pedreros
más
Bellvé
en
bronce
o hierro,
buques
piczas
su carga
su Diccionario
se cargaba
la culata
pero
Solía
en
para
4-59:
p;ígína
las
lihras
de
r
al mortero,
Dice
"Cañón
y media
murallas
en los buques
iba clavada
+0
19 \'
y pulgada
de longitud
usarse
y semejantes
cortas
entre
IIr.
Tomo
p;;rticularmenre
de la horquilla
(2) Duumenlor
cie artilleria
fluctuaba
militar,
d~: pie r medio
por
de guerra,
la espiga
eran
pcqueñas;
las
falucho>,
y
Rubió
pequeño
de
de calibre,
que
y en los
plazAs
a cuyo
cfecro
cn la hord •. "
1" f·iJtoria
dr
ItI
pro~'illcia
de (',/rtf/gena,
11,
tomo
p:'gina 3.
(3)
La historia
rez,
pariente
que
hijo
bisabuelo
del
del
autcr
fiel tradición
nero
en esa ocasióa,
bían
ejecutar
menores
dice del jovcn
Portocarrero,
exdicrador
com0
las prisiones
nada
del señor
capit~n
quien
de Cundinamarca
de
este
trabajo,
en la familia.
no p'JJo
y él contaba
de Bocachica,
donde
don
narrÓ
El capirán
ser fusilado
unos
don Mariano
10 acompañaba
varias
permaneció
de Bernardo
veces
de Bernardo
porque
diez
Manuel
de Bcrnardo
lo acaecido,
Alvarez,
las ordenanzas
y ocho .años,
largo
Alva-
en la empresa;
tiempo.
pcro
y
quedando
hecho
españolas
se le
yel
Alvarez
prisioprohiredujo
a
76
ACCION
__
DE LA MARI:-JA COLOMBIANA
n
.,.
••
.••••
__
•••
_
en la ci~ldad más de quinientas
reses, de suerte que aun contando con los pocos caballos,
mulas burros y perros, apenas
podían
prometerse
víveres
para cuarenta
días. Y aunque se
enviaran
algunos buques ligeros a las Antillas, a buscar provi:siones, como no había crédito ni dinero, y como por otra parte
se corría gran riesgo al penetrar por en medio de la escuadra que
bloqueaba
rigurosamente
el puerto en todas Girecciones, bloqueo
que había sido reconocido por el almirantazgo
de Jamaica, era
muy difícil recibir socorros.
En fin, que el número de tropas
de línea disponible
no pasaba
de míl hombres y las fuerzas
sutiles eran inferiores a las españolas»
(1).
LAS FORTALEZAS
DE LA CIUDAD
Los baluartes en el perímetro de la ciudad eran:
1. San Ignacio
9 caftones de 24 y 16
2. Santiago
8
id.
12 Y 8
2. Santo Domingo
14
id.
24, 12, 16, 18
4. La Cruz
4
id.
16, 8, 6
5. En la plaza de BaIlete
24
id.
6. La Merced
7
id.
16, 12, 8
7. Santa Clara
10
id.
24, 12
8. Santa Catalina
13 id.
24, 16, 12, 5
9. Garita del diablo
2
id.
3
10. San Lucas
10
id.
24, 16, 6
11. San Pedro Mártir
9
id.
16, 3
12. San Andrés
3
id.
16
13. Angulos que miran al puerto
3
id.
8, 4
14. Aduana
3
id.
6, 4
Suman
Fuéra
arrabal:
de
los cañones
la ciudad
119
o sea
del
recinto
amurallado
en el
En el arrabal de Getsemaní
El revellín
ChambacÚ
14 pulgadas.
defendido con tres cañones de a doce.
con cinco cañones de 10 y 12 Y un mortero
(1) Obra citaJa,
tomo
Ir,
página
z 36.
de
éAf>I'fULO jjl
Santa Lucía con cinco cafiones de a 16, 12 Y 6.
San Antonio o la Medía Luna, defendido por 8 cañones
de a 16.
Santa Teresa, defendido con cinco cañones de 16 y 6.
San José, defendido con cuatro cañones de a 24 y 16.
San Lorenzo, defendido con nueve cañones de 24, 16 Y 3
Y dos morteros de 16 pulgadas.
Santa Isabel con cinco caliones de a 16, 8 Y 4.
Baraona con dos cañones de a 8.
En San Felipe de Barajas
El fuerte del mismo nombre
24, 16, 12, 8 Y 4 Y de carronadas
OPERACIONES
con treinta
de a 24.
DE LOS BARCOS DURANTE
y tres cañones
de
EL SITIO
Como hemos indicado ya, las naves mayores de la escuadra
española
cruzaban
por las aguas cercanas a la bahía de Carta·
gena, con el fin de e-xtremar el bloqueo impidiendo que llegaran
auxilios
al ejército sitiado;
pero hay las circunstancias
que en
aquella época de vientos dia a día se deterioraban
las fragatas
y corbetas,
sin tener un abrigo contra las brisas excesivamente
frescas, en cambio las fuerzas sutiles eran de suma importancia
puesto que mediante Sll cooperaciÓn se proponía el comando realista forzar la entrada a la bahía, aislando los castillos de Bocachica y restando los escasos recursos de la isla de Tierrabomba,
en pesquería.y
algunas yerbas
que aprovechaban
los patriotas.
Al finalizar agosto la escuadra realista se hallaba fondeada
en frente a la ensenada
de Santa Calina con un total de 41
barcos, puesto que se habían destacado algunas naves a efectuar
el bloqueo mar afuera. Sucesivamente
se atacaron algunos puntos de la bahía, por medio de divisiones de las fuerzas sutiles y
con tropas a pie, como en Pasacaballos,
en donde los españoles
lograron
atacar con éxito una lancha grande de cubierta cJn
tres cañones
y dos bongos,
encuentro
en el cual perecieron
algunos soldados
patriotas y perdieron provisiones
alimenticias
que en aquella época eran de tánto valor.
En los últimos días de agosto atacaron la entrada del Caño
cel Estero, lugar defendido por el alférez de fragata don José
78
ACCrON
DE LA MA~INA
COLOMBIANA
Padílfa, más tarde almirante de Colombia, quien comandaba tres
barcos menores; sostuvo por algún tiempo el tiroteo, pero siendo
el enemigo muchas veces superior se vio compelido a retirarse
por Barú a Bocachica (1).
La pérdida de Pasacaballos
tuvo una importancia
grandísima para los patriotas;
ocupado este sitio por los españules,
podían impedir sin mayor esfuerzo la introducción
de víveres a la
plaza. El bloqueo se hacía sentir con su mayor rigor, puesto que
una goleta armada con dos cañones de a 24 y dos bongos lIerlos
de provisiones
provenientes
del Sinú fueron apresados.
Unos días después,
el 29 de agosto
la escuadra española
situó sus buques de guerra sobre el ala derecha,
protegiendo la
izqui-erda apenas con !.lnos cuatro faluchos de guerra.
Entretanto
los patriotas seguían artillando los fuertes exteriores y ejecutando algunas
obras de fortificación
fuéra del recinto de la plaza,
las que eran semejantes a las levantadas en 108 puertos del Magdalena, con estacada doble maciza, bien extendida y trabada, con
forro interno de tabla ó ramaje y relleno de tierra.
Las medidas tomadas por el pacificador
respecto a la disciplina de sus soldados
no pudieron
ser más rigurosas, para evitar las deserciones
y prever
la intromisión de los paisanos en
los puestos
militares, dispuso:
«Hago saber a todos los individuos de tropa, que al que se encontrase
a más de un cuarto de
legua de distancia
de los pueblos o puntos en que estuviesen
destinados
sus distintos cuerpos, sin haber obtenido permiso de
sus jefes para ello, se les pasará por las armas; bien entendido
que, aunque
sea menor la distancia
a que fuesen hallacios,
no
probando
objeto determinado,
se les graduará
por sospechosos
(1)
del
Al estudiar
coronel
permitimos
hace
tres hijos,
Turbaco
miento
taba
,¡,
:\'lontJ\la,
transcribido
más
nenado
los documentl>s
Mariano
de
veinte
se degolló
a continuación:
años
~n
él mismn
más de cuatrocientos
}' Baranoa,
de tamaño
les
ateota,in
número
por
3).
le
la
\07.
hizo
por la mayoría
suceso
UII
'l
El espaiíol
hospita!eo;
en S~banalarga
soldados
confecciona,',do
continuamente
Cartdgt!ltl,
presentados
hallamos
toJ"s
las
privarse
Jmé
Carbonero,
casado
J ,c¡arando
americano<,
de
de la conciencia,)
a cargo
por su naturaleza
militares,
medicinas
g~neral.
que
en el país y con
a!ltes que habíii
en
con
(Bolftín
los
ar,énico;
una existencia
/lOS
destinado
hospitales
envede
el remordi-
que lo atormen-
d,1 rjÚc;to drjÚmr
CAPITULO
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-
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----------.
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.....
111
,--
---_._----~._-
--_.----
y se les juzgará con respecto a las circunstancias,
pudiendo en
este caso ser también extensiva
su pena a la de muerte. Igualmente todo paisallo
que ¿(nrigue individuo
comprendido
en los
casos predichos, incurrirá en el mismo de!ito y penas
Torrecilla, 20 de septiembre de 1815-Pablo Moríllo" (1). También
se dispuso que el que se encontrase
caminando
o navegando sin
el permiso respectivo se castigaría
con cincuenta azotes y sería
remitido a los bajelcs del rey por ocho años, y los que condujesen víveres a Cartagena fueran ahorcados.
El 25 de septiembre
dispuso el general Manucl del Castillo
en asocio del comandante
de las fucrzas navales Eslava,
se
abordase
la fragata ¡¡¡genia, que como hemos dicho se hallaba en mal estado en la isla de Barú; al efecto, aprovechando que por la dirección del viento y la distancia los otros barcos no podían dcfenderla,
se embarcasen 400 hombres escogidos
en 8 goletas de la división del comandante
Luis Aury. Empero,
como aún se debatían
los defensores
de la plaza en rivalidades
y bandos, sucedió
que este marino era del partido contrario a
Castillo, no cumplió sus órdenes en la preparación
del suceso;
por su cuenta hizo un desembarco
en la isla de Santa Ana;
efectuado
éste, siguieron hacia el pueblo nombrado los marineros desembarcadlJs
con Aury en algún desorden,
el cu:lI aprovechó el realista teniente coronel Carnacho, quien a su turno sorprendió a los patdotas,
causándoles
una derrota, en la que perdieron 25 muert(,s, 35 heridos y 130 fusiles; el resto de la expedición logró rccmbarcarse.
Al mismo tiempo, como ya los últimos recursos
tocaban
a su fin, se dispuso
que el capitán Sanarrucia
hiciese
una
salid:! por el caflo del Estero, con el propósito de conseguir algunos víveres y a la vez para adquirir
noticias del enemigo;
el
oficial patríota pudo burlar la vigilancia de los enemigos y salir sin
novedad, pero los españoles
noticiados de su próxima llegada, repartieron tropas, de suerte que quedase completamente
bloqueado
en un angosto lugar, que adelTl¿'ts obstaculizaron;
regresaba el
capitán patriota después
de ejecutar SlI misión, cuando fue sorprendido ¡:lor un destacamento
realista al mando del capitán Si(1)
Obra
citad.,
tlimo 11 f'ágilla
1I
S.
ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA
--------_._------- ----.--.---.--- .. -- - _."--- ---------------
---~
cilía, venció la resistencia
que se le oponia a su viaje y cayó
en la celada; atacados por todos lados, inmovilizados
y fusilados
bárbaramente,
sus soldados se lanzaron al agua, donde perecieron muchos, y el oficial, antes que ser tomado prisionero o huír
cobardemente,
hizo el valeroso gesto de romperse la cabeza de un
tiro de pistola.
El párte suscrito por el oficial realista que preparó la celada, Sebastián Díaz, dice enfáticamente:
«Habiendo oído a la una
del día de hoy desde este punto (Torrecilla)
algunos
cañonazos y al poco tiempo tiros de fusil hacía la entrada del estero
por la parte de Santa Ana, creí desde ILlego era el convoyenemigo que aguardábamos,
y que el capitán Sicilia atacaba por retaguardia según habíamos convenido.
Al momento
me embarqué
con 40 hombres de las compañías de cazadores y algunos de la
segunda. Como las circunstancias
habían variado por ser de día,
y los apostaderos
iban a ser descubiertos,
coloqué en el flanco
derecho de la enramada o trampa una emboscada
de 35 hombres
mandados por los capitanes
don Pedro Alcántara M0feno, don
Fabián Pérez y el teniente (\on Antonio Fernández, con la instrucción
de dejar entrar al enemigo
hasta la enramada, donde
debían hacer una descarga y arrojarse a él con machete en mano.
Otra canoa con 16 hombres se situó en el caño de Nangata;
en
esta disposición. mandé retirar las canoas, resueltos todos a morir o vencp.r. Se pasó más de una hora sin oirse fuego, pues el
capitán Sicilía llenó mis deseos metiéndolos
en el Estero. Muy
ufano el enemigo
por haberse librado de ese primer encuentro,
llegó batiendo caja hasta el obstáculo, hizo esfuerzo para vencerlo, y quedó clavado el bongo ck guerra; entonces el bizarro capitán .\1oreno mandó hacer una descarga cerrada, con tal acierto,
que todo fue aturdimiento y terror entre los enemigos, arrojándose al agua por huir de la muerte que el vivo fuego de nuestros
soldados
les enviaba, apoderándose
como leones del bongo de
guerra, canoas armadas, un bote y 80 hombres
de tropa y marinería. El bárbaro Sanarrllcia.
que se hallaba a retaguardia en el
bote, viendo holladas sus rebeldes banderas, sin esperanza y lleno de horror, murió con la cobardía
propia de un asesino."
(Obra citada, tomo 11, página 124).
No sólo se insultaba la memoria de un valeroso oficial que
CAPITULO
81
l1l
prefirió darse la muerte por su mano antes que servir de burla a
los sicarios de su patria; el general Morillo dispuso que su cuerpo fuera mutilado y escarnecido, enterrándolo en ur.a caballeriza.
La pérdida de íos patriotas fue de un bongo de guerra con
un cañón de a 4, cinco canoas con diez esmeriles (1), gran cantidad de cartuchos para esmeril, ochenta y dos cartuchos de a 4,
un cajón de estopines, miles de balas de metralla, ochenta y dos
fusiles y algunos viveres.
La escuadra española en esos dias recibia víveres y elementos de todo género, especialmente agua dulce de Santa Marta,
puerto habilitado tomo lugar de depósito para los abastecimientos de la escuadra y el ejército.
Habiendo entrado cinco barcos cargados de alimentos para
los sitiados, a mediados de noviembre, dispuso el comando
realista extremar el asedio, para lo cual era a todas luces indispensable dominar el puerto. Como primer medida se construyó
una bateria en el punto dominante de Cocosolo, se aumentó la
fuerza sutil con los bongos que operaban en el tia Magdalena,
los cuales entraron por Pasacaballos;
se armaron tres obuseras
más y se dispuso tomar a Tierrabomba, medida que cortaba
por completo la comunicación con los castillos de Bocachica, en
los cuales se sabia existían algunos elementos.
Con el propósito de distraer la atención a otro punto se
ejecutaron al tiempo dos operaciones: el ataque a Ti~rrabomba
y a La Popa, esta segunda medida se encargó al oficial J. Maortúa, quien debia proceder asaltando por sorpr.esa con parte de
la columna de cazadores, y que su ataque en caso de que fuese
visto se redujera a la simple diversión, en apoyo de la primera
operación mucho más importante. La Popa fue defendida valientemente por el coronel Stuart y el comandante Soublette, y
rechazados todos los ataques, perecieron entre algunos de los
(1)
de
Esmeril.
udinario
treinta
su peso}'
Pieza
pesaba
y siete calibre~,
dimensiones,
litllT de Rubio
y
Bellvé,
d.= artillería
tres
antitua,
y
quintales
y de diez onzas
según
tomo
(uerc
Ir,
de peso
reforzada
página
algo
cincuenta
ma) or que
libras.,
la bala
siendo
el
falconete,
su
que disparaba;
o extra(,rdinaria
longitud
que
de
variando
(Diccionario
37%).
6
Mi·
ACCION D~ LA MARINÁ COLOMBIANÁ
asaltantes Maortúa y otros oficiales. En cambio, los atacantes
de Tierrabomba
al mando del coronel Morales, obtuvieron un
triunfo gracias a la superioridad numérica y a la mejor calidad
de la artillería de SlIS barcos. Esta operación se efectuó asi:
En las primeras horas de la madrugada del 12 de noviembre
una división española de bongos, al mando del teniente de navio
don José Laserna, se dirigió a iniciar el ataque; avistados por
el vigía de La Popa inmediatamente salieron al encuentro seis
goletas y balandras patriotas con una flotilla de seis bongos
armados en guerra, se aproxímaron
los patriotas y atacaron
denodadamente
a sus enemigos; parece que Laserna ordenó se
obordase y que las goletas impedían su intento. Para esperarotras n3ves que le dieran una fuerte superioridad, resolvió Laserna
acoderarse en la costa de Caño de Loro, pero hasta el anochecer
no ocurrió suceso importante. Al dia siguiente continuó la lucha,
y de pronto se aumentaron
las embarcaciones españolas con
tres bongos de las fuerzas sutiles del Magdalena que penetraron
por el Caño del Estero; los republicanos a su turno tuvieron el
refuerzo de una goleta que llegó a formar en su fila defemjiva.
El dia 13 llegaron tres barcos más a los realistas, con lo cual
dominaban a los sitiados, de suerte que éstos empezaron a retirarse y sin ningún viento se vieron obligados a remolcar con
los botes y a remo las goletas a la vista del enemigo; unos disparos hechos por la batería de Cocosolo causaron algunos daños.
Tierrabomba
quedó de esa manera en poder de los realistas y
el sitio aún más estrecho en momentos en que todos los viveres
se agotaban; los moradores de Cartagena más que séres vivientes eran espectros lívidos atacados por el hambre, las epidemias y la muerte; caían por centenares en las calles, infestando la atmósfera con las emanacíones
de sus cuerpos en
descomposición.
LA EXPEDICiÓN
DE LOS EMIGRADOS
El señor Lino de Pombo, en sus reminiscencias del sitio
de Cartagena, hace una descripción en la que resalta la angustiosa
situación de los sitiados:
cómo las carnes y harinas podridas,
el bacalao rancio, los caballos enflaquecidos,
la salmuera de
burros, perros y ralas y los ¡;ucros de las camas del hospital,
CAPITULO
~-~._-~,~--------
-.----
11I
--- ------------
83
-~..
constituían el alimento de las familias ricas, que a fuerza de
oro y joyas podían conseguir tan odioso alimento. Ya en los
primeros días de diciembre la muerte flotaba por sobre las murallas como un invisible pendón, y el aspecto de la ciudad orgullosa era el de un hacinamiento de enfermos y moribundos que se
arrastraban
en busca de un mendrugo; ni el sitio famoso de
Zaragoza, ni el ,heroico de Gerona llegaron a instantes de miseria y dolor como Cartagena en 1815. El 4 de diciembre murieron de hambre 300 personas. No había, entretanto, una sola voz
de debilidad que aconsejase la rendición de la plaza. Se esperaba la muerte como una cosa grande y necesaria.
Tomados los puntos principales, agotados todos los recursos,
las fuerzas físicas de los defensores mermada~ por la falta de
alimento, era inútil resistir más tiempo; así, pues, resolvióse
formar una expedición COI1 los barcos surtas en el puerto, que
eran los ya nombrados, con los comandantes siguientes:
Goleta Estrella armada en guerra, al mando del teniente de
fragata don Nicolás Valest.
Goleta corsaria Presidente, al mando del alférez de fragata
don José Padilla.
Goleta mercante Gobernador, cuyo capitán lo era el francés
N. Souffren.
Goleta de guerra General Befmtídez, mandada por el teniente de fragata don Matías Padrón (venezolano).
Balandra de guerra Concepción, mandada por el alférez de
navío don Ventura Izquierdo (español).
Goleta mercante Amador.
Bergantín mercante Dos Amigos.
Balandra de guerra Micomicona, al mando del alférez de
navío Gutiérrez.
Goleta mercante El gran Sultán.
Pailebot cailonero Fogoso, al mando del alférez de navio
don Joaquín Orellana.
Faluchito mercante Emboscada, donde sali6 el teniente coronel Santiago Stuart.
Goleta corsaria Republicana, !'>ucapitán era N. Barbanfume.
Goleta de guerra Constituciófl, su comandante era también
el de toda la flota, teniente de navío don Luis Aury, quien llevó a
84
ACCION
DE LA MAHINA
COLOMBIANA
su bordo a los generales Bermúdez, Eslava y Palacios, él coronel
Mariano
Mantilla
y al comandante
Soublette
y muchos otros
oficiales (1).
El gobierno
de Cartagena que entonces lo integraban
don
Elías López Tagle y el general José Francisco Bermúdez, dispuso que como no se podia sostener
el sitio por más tiempo
y en cambio no se debia tratar con los españoles
una capitulación, era menester desocupar
la plaza, para lo cual alistaron las
embarcaciones
anotadas avisando a todos los que quisiesen ocuparIas. Como últimas medidas
se clavaron los cañones de La
Popa y Sa:l Lázaro, y al atardecer se embarcaron
cerca de dos
mil personas en la flotilla aquella cuyos capitanes,
en su mayor
parte corsa ríos y aventureros,
poco se preocuparon
de la suerte
de los miseros emigrantes,
y de ahí que faltasen alimentos,
agua y se les diese a algunos un trato despiadado
y soez.
En la tarde del 5 se alistaron las naves e izaron las velas,
pero el viento en extremo flojo se llamó a una calma completa
y llegó la alborada
del siguiente
día; no obstante estar a la
vista del enemigo siguió la flota de enfermos y moribundos cartageneros hasta llegar al tiro de las baterias españolas
que cruzaron sus fuegos, causando algunas víctimas entre las mujeres
y hombres
indefensos.
En tanto que en Bocachica recogíeron
los barcos republicanos
algunos defensores que podían embarcarse, los buques españoles rompieron el fuego sobre aquéllos,
pero al fin alcanzaron a forzar el paso.
Ciento diez dias duró el sitio de Cartagena,
según el documento publicado
en 1823, en Londres,
por una sociedad de
americanos.
Perecieron entre las convulsiones
de la peste y los
mordiscos
del hambre 6613 personas, o sea la tercera parte de
la población.
El exvirrey don Francisco de Montalvo, al narrar
el estado de la plaza cuando entraron los realistas, dice estas
palabras:
« El aspecto
horrible que presentó la ciudad a nuestros
ojos no se puede describir
exactamente.
Cadáveres
por las
calles y casas, unos de los que acababan de morir al rigor del
hambre,
y otros, de los que habían expirado dos o tres dias
antes, que por ser en número considerable,
parece qlle 110 hubo
(,)
Obra citada, túmu 11, página z 5 J.
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CAPITULO
11/
85
tiempo para sepultarios;
otras personas próximas a fallecer de
necesidad;
una atmÓsfera sumamente
corrompida,
que apenas
permitía respirar; nada, en fin, se dejaba notar en estos infelices
habitantes
sino llanto y desolación.»
No obstante, al entrar las tropas, los instintos sanguir.arios
del canario Francisco
Tomás Morales
no se contuvieron
ante
tánta desgracia;
en los castillos de Bocachica fueron sacrificados
cobardemente
60 hombres y en el resto de la ciudad 600 el 6
de diciembre.
La suerte de los proscritos fue infortunada,
casi como los
días amargos y dolorosos del sitio; en hacinamiento vergonzoso
iban en goletas mandadas algunas de ellas por aventureros
sin
conciencia,
como el capitán Michiel, quien abandonó en la isla
de Providencia
a sus pasajeros, después de haberlos saqueado
y robado;
unos barcos llegaron a distintos lugares y otros fueron
apresados
por barcos españoles;
remitidos
a las autoridades
peninsulares
algunos desgraciados
emigrados y más tarde llevados al patíbulo.
Hubo un barco que llegó a la isla de Cuba
con sólo ocho personas de ciento noventa que se habhn embarcado en Cartagena.
Solamente los que iban a bordo de las goletas Constitución
y Sultana, aunque diezmados
por las consecuencias
de sus privaciones, llegaron primero a Jamaica y más tarde al hospitalario
Haití, donde el presidente
altruista
y magnánimo
Petión, les
tendió su mano de protector y de férvído amigo de la libertad.
COMENTARIOS
La acción de la escuadra española sobre la plaza de Cartagena revistió la característica
de una gran superioridad
sobre la
colombiana,
que no pudo ejercer ningÚn movimiento defensívo;
estratégicamente
asumió el comando español la ofensiva activa al
ir tras de su objetivo, que era la rendición de la plaza y protección de los desembarcas
del ejército. Redujo a un verdadero encierro los barcos patriotas;
ejerció el bloqueo mediante
estrictos
cruceros y destacó las fuerzas auxiliares (sutiles) con los cometidos de dominar las aguas fluviales y forzar el paso al interior
de la bahía.
86
ACCIO~
DE LA MARINA
COLOMBIANA
Debemos tener en cuenta que el mar en las cercanías del
litoral es bastante peligroso durante las épocas de fuertes y prolongados vientos, cuya dirección es casi sit:mpre hacia la costa. Entonces ocasionaba averías en el casco y aparejos de aquellas
naves necesitadas de puerto, después de varios meses de difícil
navegación.
Como no podía salir la escuadra colombiana de sus defensas a librar una acción en alta mar, ni cañonearse con los fuertes, permanecieron los marinos peninsulares en espera de combate, sin que éste llegara; las pocas balas cruzadas al mísero
convoy de los emigrados fueron disparadas sin ejecutar los aprestos del caso, como zafarrancho de combate, etc., y podemos afirmar que el comando realista quiso voluntariamente dejar escapar a los sitiados, bien por no sacrificar esos miles de personas
colectivamente, o quizá por no verse en el caso de tener que alimentarlas.
Así como la impopularidad del gobierno de Cartagena produjo trastornos, desconocimiento a las autoridades y revolución
interné.'l, la indisciplida de aquellos aventureros capitanes de barcos, sin conciencia, formaban sus naves una escuadra heterogénea y deficiente para las necesidades militares de la defensa.
Un ejemplo claro fue el mal éxito del apresamiento en la isla de
Barú de la fragata lfigellia. aventura en la cual se desobedecieron las órdenes del comandante Eslava. Valest, Souffren, Barbanfume, Michiel y otros corsarios extranjeros no luchaban por
una causa santa, ni tenían ante quién rendir cuenta de SllS acto~,
tan s610 se dejaban llevar de su sed de riquezas.
En todo caso, a los patriotas les faltó un plan defensivo, un
comando enérgico y eficiente, que tomando las riendas del gobierno con mano resuelta, como lo hubiera hecho Bolivar, quizá se
habría logrado hacer levantar el sitio como ya lo había pensado
Morilla en los primeros días de diciembre, cuando las bajas de
sus tropas por las enfermedades del trópico empezaron a diezmarlas.
---Ol(i ~~~-::-)O'---
CAPITULO IV
La escuadra del almirante
(COOPERACION
DE
UNA ESCUADRA
Brión
AL EJÉRCITO
(1817, 1818, 1819)
ANTECEDENTES
La expedición de los Cayos de San Luis, además de llevar
al continente la entusiasta acción de los guerreros patriotas en la
forma que hemos visto, tuvo también la importante adquisición
de la escuadra en que vinieran los expedicionarios, y que más
tarde se aumentó considerablemente con los barcos apresados a
los españoles, los recibidos de Inglaterra mediante contratos del
gobie:-no republicano, y finalmente, las embarcaciones menores
construidas en los astilleros improvisados y que formaban las
escuadrillas de fuerzas sutiles, indispensables en la navegación del
Orinoco, el Apure y el Arauca, a bordo de las cuales se embarcaron todos los valiosos elementos traídos del exterior.
Una vez desembarcada la expedición, la escuadra prestó los
siguientes servicios: hostilizar en la costa venezolana los barcos
españoles que hacían comercio con los puertos de la Guaira, Puerto
Cabello y Cumaná ; hacer las presas de estos mismos barcos, y prove~r al ejército desde las Antillas inglesas y MarJarita, ésta entonces en poder dd general Arismendi, del vestuario, armamento y equipo contratado por don Luis López Méndez, y que venía a constituir la gran fuerza material para la creación de nuevas unidades.
88
ACCION
DE LA MARINA
COLOMBIANA
A la vez que levantaba el decaido ánimo la resuelta obra
del general Piar, el almirante con sus barcos impedía que los
realistas intentaran invadir la Guayana, lo cual hubiera motivado
un ataque por retaguardia del ejército patriota, y por tanto su
irremisible pérdida. Definida ya la idea de emplear la Guayana
como base de operaciones de la nueva campaña, el Libertador,
que habia desembarcado nuevamente en el continente elLo de
enero de 1817, esta vez para no abandonarlo ya más, se pudo
unir a las tropas del general Piar en las proximidades de Angostura, ciudad que no había podido rendir el hábil y valiente general corazaleño (1), La fecha de su encuentro fue el 2 de mayo de
1817, después de sufrir Bolívar y sus reducidos compañeros toda
clase de privaciones y peligros, entre ellos el de morir de hambre en las selvas inhóspitas del Orinoco. Bolívar dispuso el paso de las fuerzas al otro lado del río, para evitar un ataque
de los españoles que a buen seguro las hubieran diezmado, por
hallan~e en malas condiciones con respecto a número y armamento.
Las operaciones de los marinos americanos tuvieron su prinCIpIO en el apresamiento
de dos f1echeras, una cañonera, 27 callones y otros efectos de guerra, por un pequeño destacamento de
embarcaciones menores, al mando del coronel Armario, en el
apostadero de Fajardo. AlIí el general Bolívar determinó que la
operación que importaba «era apoderarse del rio, con lo cual
la ocupación de La Guayana era infalible."
En una carta fechada ellO de enero de 1817, en Barcelona, le significa al general Piar que la diseminación de las
tropas republicanas es nociva; y de la escuadra le dice: «Estoy
seguro, por informes los más exactos y dignos de crédito, que
sin una flotilla respetable no es posible tomar La Ouayana. Un
buque inglés procedente de Granada y que ha poco estuvo allí,
me ha instruido de las fuerzas marítimas. Las nuéstras son muy
inferiores a ellas y además no pueden separarse de las costas
hasta asegurar todas nuestras comunicaciones externas, por donde
recibimos los auxilios y elementos para la guerra. No perdamos
(1)
Se ha afirmado
que el general
por historiadores
Manu-:l Piar era na.tunl
contemporáneos
de Cuacas
como Tavera
y de ilustre prosapia.
Acosta,
CAPITULO
----------------
89
IV
------
-----.-------.-------
nuestros
esfuerzos.
Aún no es tiempo de tomar La Guayana.
Llegará ése y con suceso.-Simón
Bólívar» (1).
El Libertador veia claramente
el valor de la escuadra para
la empresa
de ocupar a La Guayana, pues sin el dominio de
las Bocas, era peligroso
que las tropas quedaran
bloqueadas
dentro del río, en el que tampoco se tenia el dominio fluvial.
Pero para que el almirante obrara de una manera independiente y según los principios elementales
del mando, era preciso
crear una entidad superior de marina que fuese la dirección y
la cual tuviera el control de todos los barcos patriotas;
y al
efecto el marino Brión, con iniciativa plausible, consultó al general Bolivar sobre la creación de un almirantazgo.
De la misma
ciudad donde signó la anterior
comunicación,
envía el día 17
de enero la siguiente al almirante:
«Cuanto
V. E. ha ejecutado
hasta aquí, con respecto al
establecimiento
del almirantazgo,
es tan interesante como juicioso.
La marina en manos de V. E. será bien pronto respetable,
el
almirantazgo
estará formalmente establecido y la república gozando de sus ventajas. Creo, cuma V. E., utilísima la remisión de
los individuos
turbulentos
a esa isla de los pueblos del interior, para formar batallones de marinos. Libraré las órdenes necesarias para que se vayan enviando a disposición de V. E. cuantos
puedan aprehenderse,
lo mismo que los marinos que haya por
los pueblos de la costa.»
«Apruebo
el establecimiento
del tribunal para conocer de
los crímenes cometidos por los marinos, cuyas sentencias
podrá
V. E. ejecutar por ahora, como igualmente cuantas medidas tenga
a bien para sostener el decoro y honor del pabellón de Venezuela.-Simón
Bolívar.»
Esta entidad
de mando era tanto más necesaria cuanto a
ella correspondian,
como hemos visto, múltiples funciones de
organización,
de justicia, de aprovisionamiento,
y en fin, de todas
aquelIas
cosas que se presentan en las épocas anormales de la
guerra.
Consta de documentos
irrefutables,
como son las comunicacion~s del general Piar al jefe supremo
en enero de 1817,
(1) O'Leary.
Obra citada, tomo XV, página
117.
90
ACCION
DE LA MARINA
COLOMBIANA
las insinuaciones que a este jefe hacía respecto de la toma de
La Guayana para las armas libertadoras, y en donde afirmaba que
sin la escuadra era dl' todo punto inútil intentar nada; daba al
Libertador esperanzas de éxito, si por las circunstancias se vieran
los barcos atacados por el enemigo y dl'cía que no eran temibles ya pOI su número ni por sus tripulantes.
De ahí que nos atrevamos a sentar como principio y en
desarrol1o de la tesis que sostenemos, la indiscutible importancia
que el factor marítimo prestó en la faz general de la campaña, la armada en combinación con el ejército, para dominar el
territorio más rico y que daba mayor incremento a la conducción de la guerra.
EL PODER
FLUVIAL
El extenso Orinoco, cuyas bocas son navegables por barcos
de gran calado, cruza el interior de Venezuela regando las ricas
tierras de Las Guayanas, en donde estaban ubicadas las misiones de Caroní, las cuales ofrecían con la abundancia de sus
ganados, la densidad de su población y los varios elementos
para la vida de muchos moradores, seguros recursos para el
sostenimiento de una campaña. Además, el mencionado río se
prolonga por el interior del continente en varias vías fluviales
de gran capacidad, como son el Apure, el Arauca y el Meta,
que llegan hasta el centro de la vasta nación que entonces luchaba por su independencia.
El conkndor que dominara el larguísimo curso del Orinoco,
debía juzgarse como poseedor de la llave para los seguros
éxitos de la guerra que se iniciaba en esa zona del país, ¿ sin
esa vía cómo hubiera aprovisionado
el Libertador sus tropas
diseminadas en los territorios ribereños?
Al comenzar enero los españoles tenían ese dominio, y el
jefe supremo convencido de la necesidad de supeditar la flotilla
española, se dio a la tarea de organizar astilleros donde se pudiera poner la quilla de flecheras y otras embarcaciones menores
de incalculable utilidad (1). También dispuso de la fortificación
(1) Las flecheras eran las embarcaciones
bían
ese nombre característico;
de velas.
que por su ligereza en el andar reci-
así como todas las que actuaron
entonces
eran
CAPITULO IV
91
semi permanente, valiéndose para esta empresa de la actividad
del general Arismendi, militar emprendedor e infatigable, y ordenó la construcción de reductos para proteger la escuadrilla en
caso de ataque d{~los peninsulares, quienes tenían supremacía
de fuerzas.
El Libertador había reunido cinco f1echeras y cuatro que
fueron botadas al agua formaban una pequeña división de nueve
embarcaciones, la cual estaba al mando del capitán Rodríguez.
Avistados que fueron los barcos mayores de la escuadra de
Brión, que venían de la isla de Margarita, se dispuso la forzada
del bloqueo en las Bocas para unirse al almirante, aprovechándose del silencio de la noche, el día 2 de julio. Con éxito se
empezó la empresa, los republicanos pasaron sin ser sentidos,
mas, dos flecheras extraviadas que tuvieron que regresar, dieron
la voz de· alarma y atacados por fuerzas superiores Se dispersaron y buscaron refugio en Casacoima.
Habiendo temido el Libertador por la suerte de esta escuadrilla, dispuso pasasen las tropas de que disponía al lugar mencionado con sus oficiales, pero el enemigo dándose cuenta de
este movimiento envió tropas a flanquear a Bolívar, con el acierto de llegar a la propia retaguardia patriota, en donde se hallaban el general y su Estado mayor; sólo la oscuridad y el arrojo personal salvaron aquella noche a los ilustfes jefes de la
crueldad de las bayonetas españolas.
Fue en esta ocasión cuando oculto, perseguido, sin recursos
el gran Libertador, llevado de la inspiración de algo muy grande,
con verdaderas palabras de vidente, les habló a sus oficiales
del proyecto enorme que hervía en su cerebro, de libertar a
Venezuela del tiránico poder de Morillo, penetr:.lr en seguida al
territorio de la Nueva Granada, ganando su suelo para la causa
de la libertad y llevar sus triunfantes huestes a las dilatadas
regiones del sur, hasta las antiguas heredades de los hijos del
sol; hubo alguno de aquellos oficiales que compulsando la aflictiva situación por la que atravesaban y lo imposible de aquellos sueños, lo juzgaran loco (1). Bolívar, como lo dijo esa noche
infausta, lo cumplió.
(1) El capitán Marte!.
92
ACCIO~
DE
LA MARINA
COLOMBIANA
La hoya hidrográfica
del Orinoco tiene la característica
peculiar, además de las caudalosas
aguas que hacen de este río una
vía r.avegable
por grandes veleros, bien adentro
del país, la
de que los vientos soplan contra la corriente, lo cual facilita en
grado sumo la navegación
de dichos barcos, remontando el curso
del río. El oficial irlandés, de cuyas memorias ya hicimos mención, penetró en esa campaña por el río, y de su trabajo tomamos estas Iineas: « Las tierras de la costa de Guayana son muy
bajas hasta una gran extensión del interior;
así es que no se
las ve ni de lo alto de un mástil hasta que se está muy cerca.
El aspecto de esta costa ofrece la particularidad
de que no se
presenta
sino a través de una atmósfera vaporosa formada por
el excesivo
calor del clima al ohrar sobre un suelo húmedo.»
«La uniformidad
de esta línea de costas y las numerosas
entradas al río, de las que siete son navegables,
hacen que sea
muy difícil hallar el canal que conviene a los barcos g-randes.
Los indios mismos que habitan los bosques cercanos se extravían a menudo en el laherinto formado por las numerosas
caletas. Aunque
esta costa ofrece en todos sus puntos un fondeadero para los huques,
se ve frecuentemente
hatida por una
fuerte. marejada
que hace peligroso acercarse, a menos que no
se tenga a hordo un buen piloto que esté habituado al paraje.
La entrada al Orinoco está, además, llena de escollos, probablemente a causa del fango y grava que arrastra en gran cantidad
el río en la época de las inundaciones
periódicas»
(1).
La descripción
de esta parte del río está de acuerdo con
la que hace el barón de Humboldt,
quien afirma ser tal el
sinnúmero
de vueltas y el laberinto
de algunas partes de su
curso, que existiendo
lugares de las misiones que están separad.os por distancias
menores de una legua, duran los moradores
hasta un día en sus canoas,
siguiendo
las sinuosidades
de
aquellas aguas.
este
Cuando
ya el Libertador
pudo contar con el dominio de
gran río, una de sus primeras disposiciones
fue la funda-
(1) Memoriaf de un ojitia! de
Terán, pá¡ina 24.
111
Legión britá,,;((/.
Traducción
por Luii d~
CAPItULO
ción de un curso para
res que necesariamente
IV
el aprendizaje
de prácticos
serían muy frecuentados.
de estos luga-
La posesión
del ríu es a juicio nuéstro la más importante
operación
preliminar
de la campaiia, y lo que nos maravilla es
cómo un general
como Morillo, que sin duda l·ra un militar
sagaz, no obstaculizó
de todas maneras su ocupación
por los
patriotas,
tanto más cuanto los españoles
estaban en mejores
circunstancias
para ello, al tener supremacía
en la marina de
alturas, como suficientes fuerzas sutilt:s para la navegación fluvial.
El primer encuentro
de consideraciÓn
qut' vino a tener influencia muy marcada
en la pérdida
del rio para el poderío
español, fue el siguiente:
COMBATE DE PAGAY0S
El almirante
Brión había llegado a las bocas del Orinoco
con una división de cinco bergantines
y dos goletas, como barcos
mayores,
y una escuadrilla
de cínco f1echeras al mando del
comandante
Oiaz, las cuales hacian un recorrido por el caño de
Macareo. Los españoles
que tripulaban
1G f1echeras hallaron dos
de estas embarcaciones
republicanas
en las cercanias del Apostadero de la vieja Guayana;
abordáronlas
y pasaron
a clIchillo a
sus marineros.
El comandante
margariteño
Antonio Oíaz, al conocer la suerte de dos de sus f1echeras, lleno de ira, valeroso
como ninguno, sorprendió
con las tres que le quedaban la escuadrilla peninsular,
cinco veces mayor en nÚmero, y con ánimo
sin igual se fue al abordaje,
consiguiendo
recuperar
las dos
embarcaciones
perdidas,
apresando
dos enemigas,
echando
a
pique cinco y vengando con la vida de sus tripulantes la de sus
compañeros
sacrificados
cobarder.:~nte.
Con la huida del resto de la escuadrilla,
quedó abierto el
rio a los barcos mayores
de la esclladra
republicana;
subiólos
el almirante
hasta el mismo sitio de Casa coima. Como aún tenía superioridad
la española, resolvió el Libertador construír
un
fuerte bajo cuyos fuegos pudiera refugiarse la escuadra
en caso
de un combate
desgraciado;
tal obra de fortificación recibió el
nombre de Fuerte Brión.
94
ACCIÓN DI! LA MARINA COLOMBIANA
Siguió una época de inusitada actividad para los patriotas;
el general organizaba con los escasos elementos de que podia
disponer, los trabajos en el astillero de San Miguel, las fortificaciones, construcción y reparación de barcos; al mismo tiempo
disposiciones sobre el aseguro del ganado ocultándolo en la montaña, órdenes respecto a la mejora de los servicios de los indios
de Puga, resoluciones sobre los juicios militares y atendiendo a
las divisiones fomentadas por la conducta de jefes como el general Piar.
Preocupación constante para Bolívar fue asegurar el dominio fluvial del Orinoco y el Apure; en 18 de noviembre de 1817
acepta el plan solicitado por el almirante Brión para asegurar la defensa de los ríos y litorales;
veamos cómo se expresaba:
«Al
excelentísimo señor almirante-Excelentísimo
señor; Conforme al
plan de defensa presentado ayer por V. E. al consejo de estado
he dispuesto que se construyan y armen a la mayor brevedad
veinte cañoneras y dos bombardas, y se formen dos bata:lones de
marina. Las cañoneras se armarán: una, con un cañón de a 32
en proa y diez de ellas llevarán uno de a 18 en popa, y las diez
restantes de a 12. Las bombardas llevarán, una un obús real y
otra un mortero. V. E. está autorizado plenamente para ejecutar
esta resolución,
haciendo que se construyan en el astillero estos buques y que se armen del modo dicho. Como ni en la plaza ni en los depósitos de la República hay toda la artilleria necesaria para estos armamentos, autorizo también a V. E. para que
los solicite de los paises extranjeros, debiendo el consejo de gobieflJlo ajustar~os y pagarlos. V. E., que conoce la urgente necesidad de proveer de defensa el Orinoco y nuestras costas, sabrá
emplear en estos trabajos toda su actividad y celo. Yo los recomiendo a V. E. y espero verlos terminados tan pronto como el interés de la República lo exija-Dios
guarde a V. E. muchos años.
Angostura, 18 de noviembre de 1817-7-Simóll Bolívar» (1)
El resultado del combate de Pagayos fue nada menos que
la evacuación de la ciudadad de Angostura por el general Latorre
el 17 de julio de 1817. Con esta posición se adquiria dominio sobre el río Orinoco, y por tanto era el principio de los éxitos.
(1) a'Lear)',
obra citada,
tomo XV, página
¡6¡.
CApiTULo
IV
95
LA ESCUAD~A ESPAÑOLA
Comprendiendo
el g~llcral Morilla la importancia
militar de
la isla de Margarita como lugar de refugio de los barcos corsarios republicanos
y como base de operaciones
de la escuadra del
almirante Brión, determinó tomarla, y para ello concentró las fuerzas navales de que disponía.
Con una escuadra
de 22 velas y un ejército numeroso se
presentó Morilla en frente de la isla el 8 de julio. Las autoridades republicanas
hicieron los aprestos
más urgentes para evitar
la toma, y al efecto, el general
Francisco Esteban Gómez dirigió la siguiente comunicación,
en la cual se ve la escasez de artículos de guerra y la resolución de' resistir todas las embestidas
del Pacificador, hasta morir.
«Ciudadano
comandante
de San Juan-Diez
y media de la
noche. A esta hora acabo de recibir el párte oficial que U. me
comunica sobre el número de buques que cruzan las costas de la
isla y no hay duda que intentan alguna hostilidad contra estos
puntos. Es preciso evitar toda sorpresa y prnerse en estado de
alarma, anunciándola
con el pedrero
por economizar la pólvora,
pues no tenemos toda la suficiente para los choques que puedan
prepararse.
Preferir la muerte a la esclavitud debe ser el último deber
de los republicanos.
Vivamos preparados
para resistir un choque,
y en todo caso cuente U. conmigo, pues con su aviso volaré a
donde ocurra el peligro con cuanta fuerza tenga disponible,
para
sacrificarme en defensa de mi patria.
Si U. necesita auxilios, pidalos al comandante
del norte, a
quien a esta misma hora le comunico mis órdenes al efecto. Mucha vigilancia y actividad y contemos con la victoria. Dios gualde a U. muchos años. Ciudad,
julio 8 de 1817-7 -Francisco
Oómez.»
Hasta el 14 resolvió
efectuando desembarcas
en
manera más encarnizada y
españoles,
mas debido al
del cual quedó en extremo
vantar el asedio.
iniciar su ataque el general Morillo,
los dias sucesivos;
se combatió de la
tenaz en combinación con los barcos
valor indomable
de los margariteños,
asombrado
el espaflol, tuvo que le-
ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA
Ante la invitación enviada por Morillo para que se entregase,
respondió el general Gómez con palabras tan llenas de dignidad
y entereza, que el mismo pacificador los pintó en sUs comunicaciones al rey, como «gigantes, combatiendo
como tigres, y presentándose
al fuego y a las bayonetas
con un ánimo de que no
hay ejemplo en las mejores trQpas del mundo.» Decía el general
Gómez:
«Los espartanos
de Colombia combatirán
hasta perder
sus vidas; y si V. E. fuere vencedor,
será señor de las cenizas
y lúgubres vestigios que quedarán de nuestra constancia y valor.
Con eso se completará su tirana ambición,
mas no con dominar
jamás a los ilustres defensores de la nueva Esparta.» Morilla envió estas comunicaciones
al rey con esta frase: «!uzgue vuestra
majestad
"
Como el ejército español se estrellaba inútilmente contra la
valerosa
defensa de la isla, y en cambio sabía Morillo los progresos de Bolivar en el Orinoco, levantó las operaciones
con
bastantes
pérdidas y sin haber logrado su intento (1).
(1)
De
los ~IUTltes
fonilicacione"
otra
(!ue
.~e Morillo
eran:
s(Jbre
Pamf13r3r
Margar:ta
El
fuerte
1"
tomamos
con
dos piezas,
referente
a las
y
uno de a I Z
de a 8.
cen
Batería
de El Calvario,
Batería
de
que
tiene
Áitl1lrifm
con
la Ca~al1ta
un cañón
(a barlo\'cnto
de a
del
24.
dicen
puerto),
~iene d'ls.
con
un cañón
de a 8, d'.
tres.
El ca~tillo
y I~s demás
!'"nilicado
baterías
que
tenh
el ejército
espafiol.
Batería
El
de La Libertad,
número
tres
piezas
tiene
una
pieza.
dt' P6r/¡/fllrJr.
Lna
trinchera
I
de hierro.
ídem
el
y
2 otra,
en la Pefia
Blanca
d"s
pIezas.
Putblo
boca
rota,
que
Putbla dd ¡':ornft. El cerro
En la playa
me se entra
en <!ue [iencll
caiión
11:\
de w y con
la
era el de l. balandra.
un cafión
en el ruerro,
inmediatu
de a 8, situado
y a la derecha
a I~ f,C!blación
en una altura
dos piezas
c,rá
f.lrtificado
de la izquierda,
de a 6, c()I()cadas
confursin merlo-
nes ni tcrraplén.
Una
de
a
batería
en e1 PortachLl~lo
de San
J uall,
con su trinchera
y un cafión
I z.
En
el
Portachuelo
del
norte
tiencn
UII
Cañón
de al::
a la dc:recha
de
la
CAPITULO
97
IV
SUCESOS EN 1818
El año aciago de 1818 para las armas patrias, fecundo en
enseñanzas,
había esfumado
el ejército repuhlicano,
brillante y
entusiasta
al empezar la campaña, dejando apenas míseros restos
que se agrupaban
en torno de sus caudillos. Las palabras del
general Urdaneta en sus Memorias son harto sugestivas,
cuando
narra con sinceridad
el fin de la campaña. Oigámosle:
« El
resultado de esta campaña desastrosa,
abierta bajo tan
felices auspicios, fue la pérdida de todo el ejército, la Illuerte de
muchos jefes y oficiales de mérito y la necesidad de crear de
nuevo para emprender.
Zaraza y Monagas volvieron él su antiguo teatro de operaciones.
Cedeño con sus pocos restos volvió
a La Guayana, y encargado
Páez de la defensa del Apure, con
su caballería,
durante el invierno que ya estaba muy adelantado,
bajó también
Bolivar con todos los oficiales que no eran allí
necesarios,
a la ciudad de .Angostura, en donde dio ímpulso a
la creación
de un nuevo ejército, destinando
jefes y oficiales a
los puntos donde se podía reclutar y creando medios para reponer los parques, ya vacíos de elementos de guerra» (1).
No sólo era esto; el Libertador
había sostenido el mando
por todos los medios a su autoridad,
ya discutida por Mariño,
ciudad.
Camino
de San jLlan dc las Barrancas,
de a S y
un ori,ín
Sll
trinchera
que
sigue hasta el río.
En la playa de Juan
Griego,
En la vigía d,:l norte,
En el de la fticnte,
de España,
Una
más ac;¡ dcl ri"
de largo COIllO
120
En el camin)
media
un reduclo
En el ccrn
legua
pies, donde
funificaciones
de
principa'esdcf~nsorc5
(1)
«18,8.
y trinchera
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para Los Rohlcs
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y do~ de a 4.
12.
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de San Juan.
Memo "ir¡¡, tomo 1, página
Es admirah'e
llamada
con un cañón
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ar1l111U:I,:O.
250.
i
98
ACCIUN DE LA MAI·UNA COLOMBIANA
Piar y otros jefes, que aspiraban
al mando supremo. Desobedecido por unos, hústigado
por el enemigo, tenía que obrar contentanclo voluntades
poco educadas en los verdaderos
principios
de la disciplina y de la obedic:1cia militares.
Muchos de aquellos
subalternos
dd Llano eran como los
formara el ambiente de rudeza y soledad, en aquella naturaleza
salvaje en donde son precisos
los esfuerzos más arduos; los
soldados
de esa región admiraban
el valor y la audacia, pero
para ellos no eran dignos de respeto los oficiales que no supiesen enlazar. Sabido y analizada por algunos expositores
es la
influencia
que para los habitantes
tiene el medio en que se
nace con respecto a sus pasiones y modalidad;
Napoleón dejó
una frase que elocuentemente
dice en síntesis:
«Las circunstancias territoriales
del país, la residencia
en los llanos o las
montañas,
la educación o la disciplina ejercen mayor influencia
que el clima en el carácter dc las tropas.» Y Bolivar, un hombre
educado
en Europa, intelectual y fino, debía asimilarse esa faz
de la vida llanera para domeñar sus hombres y exigir de ellos
sacrificios, obediencia
y disciplina.
Esta dolorosa época fue la hornaza donde se quemaban los
más valiosos
restos de lo que fuera el ejército formado con
tántos y tan constantes
esfuerzos. Pero Bolívar, infatigable en
la adversidad,
empieza de nuevo a reconstruír
sus tropas.
En aqucllas circunstancias
era sin duda el más valioso factor
el dominio del mar en la costa venezolana,
ya que ésta estaba
en poder de los realistas,
así como era decisivo para uno de
los dos contendores
el dominio fluvial del Orinoco, Ví3 que conducía al interior del pais y que daba la posesión de los otros
ríos que a3eguran
las comunicaciones
interiores.
Además ya
hemos considerado
la parte importante
que jugaba la escuadra
en el traslado
de efectos militares a las tropas diseminadas
en
la dilatada extensión
venezolana.
Desde abril de 1818 hallamos documentos
en los cuales el
Estado
.\1ayor patriota encarece la actividad de la escuadra al
almirante,
para cooperar
en apoyo de las tropas de tierra y
para la consecuciÓn del armamento
que la escuadra debia adquirir en las Antillas, lugar de depósito para los ingleses que lo
traiall de Emopa. El general Suublette, después de manifesta
CAPITULO
99
IV
en sus oficios lo muy ejecutiva que es la urgencia de la llegada
de Brión, le dice: « V. E., al partir, concertó movimientos y operaciones
con el señor general Bermúdez;
este general está en
marcha con la división de su mando desde ellO, él va a llenar
por su parte lo acordado en la combinación,
y sería muy conveniente
que V. E., con toda la seguridad
que es necesaria y
con la mayor prontitud,
se sirva decirme cuáles sean sus movimientos y cuál su resolució.n
en genera] en presencia de las
órdenes
del exc:elentísimo
jefe supremo.-Carlos
Soublette (1).
Posteriormente
en carta del mismo general al jefe supremo,
dándole
cuenta de su correspondencia
con el marino, le dice
que el comandante
de la escuadra no fue hallado en San Fernando,
pues ya había partido
con sus barcos.
Agrega que
Zea le comunica
que el parque
estaba perfectamente
exhausto
y que la sola esperanza
era la llegada de la escuadra de Brión,
en viaje para conseguir estos elementos.
De una entrevista
que tuvieron el general BermÚdez y el
Jefe de Estado Mayor, vemos claramente
que el Libertador tenía
el propósito
de atacar las costas de Caracas o las de Cumaná,
y de ahí la urgencia
para el pronto arribo de los buques cuya
ayuda era entonces precisa. Así lo da a entender más claramente
cllando dice:
« Al ausentarse
el almirante de esta provincia, combinÓ operaciones con el general Bermúdez.
La plaza de Cumaná deberá
ser atacada
por mar y tierra, embarcando
en la escuadra un
número considerable
de tropas, después
de la ocupación
de
aque/Ja capital,
se efectuará
un desembarco
en las costas de
Caracas para cooperar con el ejército grande.
Esto fue lo acordado entre el almírante y el general Bermúdez, y para lIevarlo
a efecto debía marchar el general hasta el frente de la mencionada plaza y las fuerzas sutiles debian ir a unirse a las del
almírante
en las Bocas. El general Bermúdez ha marchado por
su parte a cumplir con la comisión y está persuadido
que sin
la ocupación
de Cumaná es imposible formar una división capaz
de ejecutar con suceso el movimiento
que V. E. desea y se ha
servido ordenar. El comandante
Díaz está preparan~o
SlIS buques
(1)
M(!/I(¡ritIJ
d~ O'Leary,
tomo XVI, pá&ina
2<;.
ACCION
100
DE LA MARINA
COLOMBIANA
para ir a cumplir con las órdenes que tiene recibidas del almirante, y el Consejo de gobierno me asegura que hoy debe hacerse a la vela la descubierta,
a conducir las órdenes de V. E. al
almirante» (1).
Esta comunicación
significa el empleo que el Libertador quería dar a la escuadra, para recuperar la importante costa venezolana y llegar a Caracas; si era este un objetivo inalcanzable,
como lo han asegurado
los criticas de esta campaña,
por lo menos si entraban en la acción general, eran lo suficientemente
posibles. Faltó una noción más determinada de lo que son en las
operaciones
militares
los factores de tiempo y espacio, mediante
los cuales se combinan las fuerzas de los ejércitos.
La idea capital de esta op.::raci6n siguió preocupando
al jefe
supremo,
tanto que habiendo
exigido se cumpliera el 15 de octubre-una
serie de cartas y oficios no hablan de otra cosa-da
una directiva
en la cual marca línea de conducta al almirante:
le dice desde Angostura
en el mes de julio, que se dé a la vela
con las embarcaciones
que estén listas y tome el rumbo de las Antillas a donde debe ir a buscar los elcmentos de guerra contratados por el gobierno republicano y que ya debian estar a la disposición, los traiga prefiriendo los vestuarios y piezas de artillería.
Arribe a la isla de Margarita, donde el general
Arismendi debería llevar 500 hombres de desembarco para la plaza de Cumaná, y él mismo consiga
en la mencionada
isla el personal
que le falte en sus barcos, ya que ese lugar era el asiento de
excelentes marinos, puesto que se creaban en lucha continua con
los elementos. También le fijaba el plazo para concurrir al frente
de la plaza-el
15 de septiembre-que
después prolongó
y
no se llegó a cumplir.
Deb¡a inquirir respecto
a la llegada
de la expedición extranjera, y:: cercana,
entregar pliegos al general Mac-Gregor
y al jefe de los barcos que la conducían, y disponer que los barcos que llegaran contratados se incorporaran
a
su escuadra.
Se fueron cumpliendo
los puntos de el'ta orden: los armamentos y vestuarios
fueron conducidos
al Orinoco y repartidos
entre los distintos
comandantes
que obraban separados por lar(1)
O'Leary.
..
Obra ,'i:ada,
'
II)JJlI)
X\'I,
¡,,¡gilla 31 .
CAPITULO
IV
101
gas distancias;
a las fuerzas sutiles les llevó finalmente el almirante 30.000 cartuchos de fusil, 2 fleche ras, 300 cargas de cañón y otros valiosos
elementos. Hállase en el diario de operaciones del ejército el detall de la repartición de estos artículos entre los distintos cuerpos, la que fue verificada por el almirante.
El día 25 partió el almirante con direcci{ín a la vieja Ouayana para seguir después sobre Cumaná.
Por su parte, la escuadra española obraba de manera de no
perder el dominio del mar Caribe que hasta entonces estaba en
su poder; el general Santiago Mariño avisa con fecha 13 de agosto que 11 buques de guerra españoles habían entrado al puerto
de Cumaná, en donde ya había otros, lo que venía a formar una
fuerza naval respetable, cuyo objetivo se temía fuese la recuperación del Orino(o.
El Libertador temiendo se presentara
esta situación,
quería
efectuar una concentración
de todas las fuerzas sutiles y mayores en las bocas, a fin de que al presentarse
la escuadra enemiga no se les dejara un momento de descanso, hostigándolos
con
los barcos pequeños, los que deberían guardar las comunicaciones con las divisiones y batirlos con los barcos mayores.
Tal
concentración
era necesario
hacerla en las fortalezas de la vieja
Ouayana.
En este mismo tiempo el gabinetc de Madrid se preocupaba del
resurgimiento
del poder naval español; la escuadra rusa adquirida por el almirante Císneros en Rusía, para destinarla a las operacíon-es de la América, resultó en un deterioro tan desastroso,
que después de desarbolados
los barcos en el Ferrol y la Coruña, se hallaron
podridas
sus maderas, y no se les pudo sacar
ninguna utilidad.
TOMA
DE OÚIRÍA
Para efectuar operaciones
sobre Cumaná era menester ocupar algunos
puntos de la costa, entre ellos el golfo Triste, y
por tanto la ciudad de Oniría, de donde surtían los españoles sus
tropas de víveres. Combinóse
un ataquc de la escuadra
con
una tropa de desembarco
a órd~nes del general Bermúdez, integrada por 400 hombres
del batallón Cumaná y 100 del Valeroso, con la fuerza de la escuadrilla
del comandante
Oíaz; estas
102
ACCIO;-'¡ DE LA MARINA COLOMBIANA
tropas debían reunirse en Tabasca para efectuar sus ataques. El
primero que llegó fue el general Bermúdez. El almirante salió al
mar el19 y el 22 estuvo a la altura de la isla de Trinidad, pero
el tiempo estaba tan malo, que se perdieron tres barcos menores,
en los cu·ales i!Jan las tres cuartas partes de la tropa.
El viento sopló al dia siguiente con mucha fuerza, lo que motivó que (os barcos más veleros se adelantasen a las fuerzas sutiles y los obligaran a luchar con el enemigo, estando en malas
circunstancias; y hallándose fondeados el bergantín Colombia y
la goleta Favorita fueron apresados, aunque en la lucha la goleta pudo huir con parte de (a tripulación del bergantín. En la
mañana del 24 el general Berrnúdez con sólo 60 de sus soldados
hizo su desembarco; repartiÓ tan escasa tropa en cinco porciones,
una de las cuales fue destacada adelante con el propósito de reconocer al enemigo. Llegaron hasta el sitio convenido con el almirante llamado Chachá, en donde aguardaron la señal de los
barcos; el jefe de la plaza lo quizo flanquear, mas fue rechazado.
Hasta las cuatro de la tarde el viento permitió que se moviera la
escuadra y en el instante que empezó a levar anclas, el general
inició un avance de guerrillas contra 30 hombres y 150 que vinieron en su ayuda.
De la narración de este hecho singular se viene a deducir
que el avance de las fracciones se llevó a cabo sucesivamente,
apoyada cada una en (a vecina, que el general se quedó con
la última, la cual entró al ataque, y que al llegar a la posición
más c~rcana se inició el asalto de manera entusiasta, lo cual derrotó completamente al enemigo haciéndolo refugiar en el fuerte.
La escuadrilla de Díaz se reunió en oportunidad y aprovechando su poco calado llegó a tiro de pistola de los barcos enemigos,
a los cuales abordó denodadamente, apresando varios y el resto poniéndolos en fuga. Logrado este éxito, Díaz desembarcó parte de
su tripulación para ayudar al general, operación que obligó a evacuar la guarnición, que se marchó por Punta de Piedra.
El resultado de esta pequeña y famosa acción fue la recuperada del bergantín Colombia, la toma de 16 buques, entre ellos
8 de guerra, la d< 331 cartuchos de cañón, 6300 de fusil y algunos otros elementos.
CAPITULO
IV
103
Como se ve, el combate narrado anteriormente
fue la toma
de posición de un pelotón en el cual obrÓ el general Bermúdez
como un oficial subalterno de esta é¡l(lca que conociese bien las
obligaciones
que e] reglamento
de infanteria demarca con estricta precisión.
CombatiÓ con cinco escuadras,
una de las cuales
fue su descubierta;
al entrar e] pequeño fragmento que atrás él
comandaba.
se habian aproximado
lo suficiente para intentar el
asalto, el cual llevaron adelante los 60 hombres.
El espíritu
de
nuestro reglamento que dice adelante ClIeste lo que cueste, fue allí
puesto en práctica 100 años antes de que fuese conocido.
En cuanto a las. pérdidas,
no guardaron
proporción,
puesto
que las de los españoles fueron en cantidad de 100 y de los patriotas solamente
16. Así quedó tomada ]a ciudad de GUiria y dominado el golfo Triste.
FIN DE 1818
En el mes de septiembre
el Libertador
seguia hondamente
preocupado
por efectuar un ataque a Curnaná con la escuadra y
el ejército; sus órdenes a este respecto siguen y marca el I G de
octubre como fecha para llevar a cabo el ataque combinado.
Ya
estaba dispuesto
el detalle de la empresa,
asi: la brigada Monagas marcharía sobre ]a capital de Barcelona, destruyendo
los destacamentos
enemigos que se le opusiesen;
las divisiones de Mariño y Bermúdez
directamente
sobre Cumaná;
la escuadra
de
Brión y la escuadriila
de Díaz estrecharían
el cerco de la mencionada ciudad a un mismo tiempo.
El 17 de octubre dictó el jefe supremo un decreto por el
cual se disponía
la nacionalización
de ]05 barcos extranjeros
adquiridos por nacionales;
se daban Íé:lcilidades a los marínos que
quísiesen colocar sus embarcaciones,
y se echaban abajo las antiguas disposiciones
del gobierno español reñidas
con aquéllas
que eran favorables
al desarrollo de la marina militar de Cololllbia.
El 4 de noviembre
el Libertador
oficia al almirante desde
Maturín,
que debido a los desastres
en Cariaco, se ve en la
necesidad
de cambiar
el plan de atacar a Cumaná, y que el
nuevo es el de contramarchar
a Angostura,
unirse a las tropas
de Páez y buscar la ocasión de batir al enemigo, impidiendo
a
Morilla reforzarse
por oriente, y que el almirante en concierto
104
con
ACCION
DE LA MARINA
COLOMBIANA
BermÚdez, amenacen las costas y se apoderen de
de la escuadra que continuase
en su tarea
de aprovisionar
las tropas.
el general
ellas. Se solicitaba
importante
COMENT ARIOS
La escuadra
del almirante
estaba formada
por las naves
adquiridas
para ]a expedición
de Los Cayos, algunas apresadas
y otras compradas
por los agentes del Libertador
en Europa,
así como el bergantín
Bello Indio, el bergantín de 18 cañones
Imagen, la corbeta Ninfa y el bergantín Mariño y muchos otros
que aumentaban
la fuerza combatíva
de la armada.
En cuanto a organización
el general Bolívar valoraba desde
1817 en tres clases los barcos segÚn su tonelaje;
en el decreto
sobre repartición
de las presas adquíridas
por la escuadra,
dispuso: « Art. 1). Los buques de la escuadra se dividirán en tres
clases, a sóber:
La Diana, El Conquistador y El Indio Libre
compondrán
la primera;
La Brión y El Tártaro, la segunda;
y
el Conejo, la Margarita y las f1echeras, la tercera (1).
Su acción fue en extremo benéfica para el desarrollo
de las
operaciones
militares, se adquirió mediante su poder el dominio
fluvial del Orinoco en todo su curso; con la posición dominante
en la Guayana,
el ejército
patriota se puso en mejores condiciones para la ofensiva estratégica.
Si tales recursos
no fueron
bien explotados,
esto obedeció a causas de otra índole: a la mala
preparación
táctica de los combates librados en las llanuras y a
descuidos lamentables,
como el sufrido en Rincón de los Toros.
Cierto a todas luces que el objetivo definitivo de aquella campaña no guardaba relación con los factores que en ella intervenían;
¿ cómo se iba a llegar a Caracas,
si aún la causa
patriota no
tenía allí la popularidad
suficiente;
si España
dominaba
con
fuerzas superiores
y si aquellas
provincias
no ofrecían por sus
escasos recursos el premio a tántos sacrificios?
El Libertador
tenía una idea no bien definida, pero de gran
alcance al querer combinar la acción de la escuadra del almirante Brión con las tropas
comandadas
por Mariño, Bermúdez,
Monagas y Cedeño. Se daba cuenta de la importancia
que tenía
(1) O'Lcary.
Mf>!lori'IJ.
Tomo
XV, p;ígina 465.
CAPITULO IV
105
para uno de los contendores
el dominio costanero y la navegaclOn del Orinoco.
De esta necesidad se desprenden
todos los
esfuerzos verificados en el año para llegar a adquirir la gran vía
fluvial.
Uno de sus errores es el querer disponer de lo incierto en
la confección
de sus planes de operaciones,
cuenta como cosa
segura y que ya 110 puede escapar de las manos el avance de
todas las tropas fraccionadas
en aquellas llanuras Clln la dirección de Cumaná, sin tener en cuenta al principal factor en tales
combinaciones,
el enemi¡;o. Este ,fue el defecto de los juicios de
la 5ituación en toda la campaña.
No habiendo podido cumplir su plan de oper ar sobre Cumaná el 15 de octubre, por 10 que se llamó el desastre en las llanuras, vuelve a ordenar la concentración
de la escuadra
en
Angostura
para empezar operaciones sobre la plaza de Cumaná.
Lo cual prueba la fijeza de una idea preconcebida
desde mucho
tiempo atrás, la toma de aquella ciudad,
o sea un objetivo
secundario
cuya resolución iba directamente
sobre el definitivo,
la ocupación de Caracas.
No obstante en esta campaña los titánicos esfuerzos patriotas no fueron del todo perdidos;
se adquirió acaso una de las
más importantes
ventajas, la preparación
del alto comando para
las posteriores
empresas.
El general Bolívar, que ya era el más
fino y sagaz político, el infatigable, el organizador,
el hombre,
como bien lo afirma un sociólogo, que hacía de la voluntad U!1a
religión, en aquel año funesto se forma él mismo gran general,
caudillo domeñador
de las más fieras voluntades
y el estratega
de 1819 que lleva las armas patriotas de Los Llanos al corazón
de la Nueva Granada,
atravesando
las cordilleras y los helados
páramos de Pisva y Paya con la decisión de Napoleón al transmontar las difíciles escabrosidad es de los Alpes.
Para la escuadra
fue fructífero el transcurso
de 1818; los
navíos republicanos
aprovisionaron
de armas, vestuarios y muni·
ciones todas las tropas de Bolívar; desde su base natural, la
isla de Margarita, desafiaron a los marinos hispanGs quitándoles el dominio de las aguas, y ya tocando a Sll fin el año, quedó
ésta más potente con los bajeles de los marinos extranjeros
Aury y Joly. Aury, quien más tarde se retirÓ del servicio,
vol-
106
ACCION
DE LA MARINA COLOMBIANA
vio nuevamente
con una división
de bergantines
en noviembre
de 1820, cuando se iniciaba el sitio de Cartagena.
Durante
el año de 1819 siguió la dominación
del curso
dilatado del Orinoco, vía que se aprovechó
para conducción
de
todos los armamentos
y municiones
y aprovisionamiento
de
víveres a las tropas colombianas.
Al comienzo del mencionado
año principiaron a llegar de Inglaterra las expediciones
británicas,
las que fueron trasladadas
a los teatros de operaciones.
En síntesis,
las tropas extranjeras
expedicionarías
fueron:
Despachadas
por don Luis López Méndez con la cooperación de james Mackintosh,
a bordo del Indio, 300 hombres que
naufragaron
en las costas francesas;
El Príncípe que traia un cuadro de 60 oficiales de caballería;
El Esmeralda con 60 oficiales;
El Dowsoll con 130 oficiales;
El Britania con un cuadro de 90 oficiales de artillería;
El Orace con 90 oficiales.
Más tarde llegaron
las siguientes
fracciones
de tropas
extranjeras:
El coronel
nes del coronel
El general
de Margarita;
Elson con 572 ingleses
Uslar;
English
con 1200 hombres
y 300 alemanes
a órde-
que llegaron
a la isla
El general Mac-Gregor
COI1 600 para la costa
de Riohacha;
El coronel Maceroni con 300 al mismo lugar;
El general
D'Evedeux
despachó
la legión irlandesa
con
1729 individuos.
De ésta naufragó el barco Norr con 180 en la
costa de Barbadas.
El total de extranjeros
contratados
por los ejércitos patriotas en I SI 7 Y 1818 fue de 430 oficiales y 500 soldados (contando los náufragos), sin intervención
de los gobiernos europeos (1).
Las tropas y elementos despachados
de Inglaterra llegaron,
como se ha dicho, a las Antillas de donde fueron traídos por
la escuadra del Almirante
y subidos
Orinoco
arriba por las
fuerzas sutiles. El jefe destinado
para comandar estas tropas fue
el general Urdaneta.
([)
Datos rornado~ de un estudio escrito por el general Angel María Galán.
CAPITULO
IV
107
Los españoles,
como cs natural, Wlísieron estorbar el desembarco
de las tropas inglesas,
y su escuadra
empezó a dar
señales de vida, pero los marinos
colombianos
hicieron una
demostración
de superioridad,
como sc desprende
de la siguiente
carta suscrita por el general Rafael Urdaneta:
«Excelentísimo
señor Presidentc
de la República:
El nueve se presentó aquí nucstra escuadra,
compuesta
de
nueve buques
bien armados
y tripulados.
El señor almirante
resolvió salir a batir la española, y en efecto ha salido anoche
para Cumaná. Su excelencia ha embarcado 220 ingleses de infantería, asegurándome
quc con ellos y las tripulaciones
de la
escuadra está seguro del triunfo. y entonces nada le queda que
hacer, sino lIevarme a la costa. Su vuelta será pronta y yo estaré organizado
para entonces.
Todos los temores de que el cnemigo se dirigía a]Orinoco
se han desvanecido,
pues ningún buque ha pasado de Carúpano y de a]1í han vuelto frente a Cumaná. _..
En el puerto tenemos una corbeta inglesa que viene directamente de Londres, en persecución
de los corsarios de Artigas,
y nada dice su capitán
de nuestra expedición,
lo que prueba
que no había salido y que tal vez ignora la causa o la quiere
ocu]tar.-Juan
Griego, malzo 12 de 1819."
Este mismo general, en informes al jefe supremo sobre la
imposibilidad
de formar una columna de 500 hombres margariteños ~para agregarla
a los ingleses, acaso despechado
por la
inobediencia
de 105 isleños y la faIta dc energía cn los generales Arismendi y Gómez y en el almirante,
le dice al Libertador
que sólo la sed de los ne~ocios ocupa a los citados jefes, y
que los comandantes
de marina Joly y Rosales, el mismo almirante Brión y el general Arismendi emplean los barcos en operaciones comerciales
de propio provecho.
Marcada
queda ]a silueta del almirante, hombre decidido
por la causa de la independencia
americana,
pero que por su falta de preparación
militar no daba ]a suficiente importancia
a la
combinación
de ciertas
operaciones,
de cuyo celo y secreto muchas veces dependen los éxitos militares:
dice con palabras un
tauto amargas el señor general Bermúdez,
que por una imprudencia del almirante
se ha descubierto
al l'iltimo de los 501-
108
ACCION
DE LA MARINA
COLOMBIANA
dados la sigilosa disposición del jefe supremo, con respecto al em~
barque de tropas en Margarita. Demuestra claramente que la buena intención
no vale en los azares de la guerra, que es preciso
para el militar y para el marino un concepto claro y definido del
estricto cumplimiento
de sus. deheres,
del aplomo en las disposiciones y del conocimiento de los hombres.
Solamente la constante y progresiva
acción del comando, talla, por decirlo asi, las
voluntades
de acero de los verdaderos conductores
de tropas.
El año siguió sin que propiamente ocurrieran grandes
sucesos navales; la escuadra española seguía en posesión de la costa venezolana y su base naval era el puerto de Cumaná;
la patriota seguia el aprovisionamiento
del ejército, destacando barcos
a las colonias inglesas, de las cuales recibía no solamente
efectos de guerra, sino también harina y otros importantes
víveres.
Naturalmente
el almirante
siempre
continuaba
ejerciendo
presión en la costa de la Guayana, y sobre todo en las bocas;
el temor particular con respecto a la armada española consistía en
que ésta hiciese un ataque y forzase la entrada al Orinoco, con
cuya fuerza cortaría las comunicaciones
al ejército patriota, y por
tanto lo dejaría en las condiciones
más desastrosas.
El 27 de abril hizo recorrido la escuadra
española y llegó
a aproximarse
tánto él los barcos de Brión, que éste pudo tomar
nota de su capacidad y nombre; era una división de barcos mayores, dos corbetas. la Ninfa y la Descubierta, el bergantín goleta Ferro/ana, la goleta de tres palos La Leona, la goleta Morillo
y otras más pequeñas. Los haccos patriotas se hallaban en reparación en su base, la isla de Margarita,
motivo por el cual no
fueron perseguidos
los enemigos.
Sin duda la estratégica
posición de la isla defendia el río
Orinoco de la incursión
española.
Estos recorridos
indican que
los marinos peninsulares
intentaban,
y al efecto exploraban
la
costa, pero para atreverse a una operación de esta magnitud era
indispensable
batir la escuadra de Brión pára no quedar bloqueados en el río.
Al terminar el mes de mayo navegaban
en el Orinoco cerca
de 27 f1echeras, cañoneras y gOletas al mando del comandante
Díaz, el cual seguía prestando su importante
cooperación en todo
el curso de la gran arteria fluvial.
109
CAPITULO V
La escuadra del almirante Brión, en las operaciones
del año constaba de los barcos siguientes:
iniciales
Bergantin
/lmérica libre, de 1 culebrina de bronce y 2 carronadas de 18 y 60 hombres de tripulación.
Bergantín
Conquistador, con un cañón de hierro en colísa,
2 de a 6 en bateria y 35 tripulantes.
Bergantín El Indio libre, 12 carronadas
de a 12 y 35 hombres de tri pu ladón.
Goleta Guayanesa,
1 cañón
de a
12
en colisa,
a 4 y 30 tripulantes.
Goleta Diana (a) General Mariño, con 1 cañón
lisa y 60 tripulantes.
Goleta El Conejito, con 1 cañón
Se unieron
los barcos
del francés
2
cañones
de
de 18 en co-
de a 4.
Joly, que eran:
La corbeta Victoria, con 230 hombres.
t:1 bergatín Ubertactor, con 118.
El bergantín Almirante Brión, con 150.
La goleta Espartana, con 82.
Lá goleta Bruto, con 80.
La goleta FavoritlJ, con 62.
La goleta Belona, con 70.
y una flotilla de flecheras.
Esta Última escuadra
fue destinada,
segÚn consta d,; una
anotación de puño y letra del Libertador,
a cruzar entre la Guaira
y Puerto Cabello; esto es, a hostigéfr a la española, cuya base de
operaciones
era el puerto de Cumaná.
De todas las fuerzas sutiles que los patriotas tenían en el
Orinoco se organizaban
convoyes para trasladar
tropas yelementos; éstos eran comandados
generalmente
por Díaz y F.stévez
y el más tarde célebre almirante granadino José Padilla.
En tanto que los patriotas invadían la Nueva Granada, scguía la marina con su incontrastable
cooperación
dominando
las
costas venezolanas y el río Orinoco, y preparando una expedíción que más tarde debía obrar sobre Riohacha, Santa Marta y
llegar hasta la ciudad heroica Cartagena
de Indias, a verificar
el famoso asedio patriota.
CAPITULO
V·
Segundo sitio de Cartagena adelantado por
las armas patriotas en 1820-21
---.-"-
---~
ANTECEDENTES
La situación general del país era halagiieña
para los libertadores de Colombia.
Los tenientes coroneles José M. Córdoba
y Hermógenes
Maza adelantaban
con éxito la campaña que terminó con la adquisición
del río Magdalena para las tropas republicanas.
En la isla de Margarita se organizab3
la expedición
que debía atacar a Santa Marta y Cartagena,
mediante la cooperación de los barcos del almirante Luis Brión, y de la cual era
jefe el Coronel Mariano Mantilla. Además, llegó la grata nueva
de la revolución en la península, acaudíllada
por Ríego, que venía a entorpecer
los aprestos militares de una llueva expedici6n
en apoyo de las mermadas divisiones realistas.
En el mes de febrero de 1820 llegó a Margarita el coronel
Mariano Mantilla para recibir los contingentes
extranjeros,
con
los que se debían iniciar las operaciones.
En la isla se hallaban
las tropas irlandesas e inglesas
de los coroneles Aylmar, Bourke,O'Lalor,
Eduardo Stofor y ]ackson, quienes comandaban
diversos núcleos, entre los cuales llevaban los nombres de Lance-
ros, Rifles, Cundinamarca y Piquete de tiradores.
El estado de estos militares extranjeros,
de los cuales a]gunos oficiales tenían condecoraciones
de valor, como ]a medalla
Waterloo,
era por entonces
en extremo aflictiva;
por una
ae
CAPITULO
V
111
parte la insalubridad
del clima y por otra la falta de alimentos
nutritivos
y toda suerte de recursos
ucasionaban
tántas bajas
que diariamente
se enterraban
de ocho a catorce soldados
y
cinco oficiales en los arenales circunvecinos,
en huecos abiertos
con duelas de barril (1).
Esta angustiosa
estadía
tei1ia que refluir por fuerza en la
disciplina de aquellos militares, quienes en verdad no buscaban
otra cosa que lucrar para resarcirse de sus penalidades;
si algunos de ellos en el curso de las campañas
hicieron actos heroicos,
débese a la particular influencia del medio, al ejemplo repetido y
continuo de tántos hermosos sacrificios que a diario veian y a la
circunstancia
especial
de verse enrolados entre tropas siempre
quebrantadas
por la escasez y alentadas
por el valor. Empero,
cuando
las espectativas
de una marcha por lugares peligrosos
se presentaron,
los temores y azares de aquella guerra sin cuartellos llevaron a la sedición y a la desorganización.
En el puerto de Juan Griego efectuóse el embarque de los
expedicionarios
y se tomó el rumbo de Riohacha, a cuyo frente se
llegó el 11 de marzo. Durante tudo este dia se cañoneó la fortaleza donde f1ameaba la bandera española con los barcos de la
escuadra,
y al siguiente dia cmpezaron
a desembarcar
los atacantes, con lo cual se abandonó
el fuerte huyendo también
sus
defensore<;
de la ciudad. Al llegar a ésta se previno por medio
de la orden general que se prohibía, bajo pena de muerte, penetrar a las casas particulares
a saquear
y cometer desmanes;
dos horas después
se hallaron dos soldados infringiendo
esta
disposición,
y sorteados ante las tropas, fue uno de ellos ejecutado ínmediatamente
Se siguió la marcha en direcciÓn a Valledupar, combatiéndose en Moreno,
Fonseca y San Juan, con tropas españolas
que
acudieron a interponerse
entre los escasos contingentes
de Mantilla y el litoral para cortarlos;
y cuando la concentración
del
enemigo tuvo una superioridad
más temible, mediante una junta
de los jefes, se resolviÚ regresar a Wohacha.
En el tránsito el
encmigo
se interpuso con fuerzas superiores
(cerca de dos mil
hombres de infantería y caballeria),
y en el lugar llamado Lagu-
112
ACCION
DE LA MARINA
COLOMBIANA
-------,-----_.
__ ._--~
na Salada se libraron dos combates los días 20 y 25 de marzo
con suerte para la república.
Ya se había íncorporado allí una tropa organízada
por el riohachero capitán José Padilla. La marcha
se hacía en este orden: vanguardia,
una compañía de infantería
de marina; el grueso, íntegrado por el cuerpo de Riohacha, Cundinamarca y Tiradores, y de retaguardia
los Lanceros de O'Connor.
La combinación
a la cual se aspiraba
para reforzar esta
expedición,
consistía
en el encuentro con tropas del interior al
mando del general Rafael Urdaneta,
las que no llegaron durante
dos meses de espera
en climas deletéreos y llenos de indios
que acechaban
a los dispersos
para matarlos cruelmente
en los
bosques, como sucedió con los ingenieros alemanes que se destacaron en descubierta.
Al fin estalló el descontento
de los extranjeros
que reclamaban dinero y mejoras cn sus sueldos, y fue preciso licenciarlos embarcándolos
para la isla de Jamaíca, después de turbulentas manifestaciones.
El 7 de julio evacuaron
la plaza de
Riohacha los restos de la expediciór..
Por su parte la escuadra embarcó unos pocos soldados de
Mantilla y quiso reconocer a Santa Marta. Dos días se estuvo a
la vista de las defensas
del Morro sin poder intentar ningún
desembarco
por manifiesta inferioridad
respecto al enemigo, pero
se recorrió la costa de Sabanilla, se echaron a tierra 100 hombres
que pudieron
capturar el fuerte ubicado en ese lugar, donde se
hallaron 20 presos y 4 cañones dE: a 24. El 12 de julio penetró
una columna de mayor fuerza a Barranquilla,
donde fue recibida~on
entusiasmo;
allí se incorporaron
cerca de 800 moradores
de ese lugar y de Soledad y demás pueblos vecinos.
A la vez que las divisiones
de bongos de Córdoba y Maza
adquirían
el río después
de Tencrife y El Banco, Mompós y
Barranca,
subían por las mismas aguas las f1echeras traídas de
Margarita,
y una flotilla de cua tra bongos grandes y once tomados al enemigo ocupaban
los caños y vías que unen el río a la
ciénaga (1).
Las operaciones
sobre Santa Marta y Cartagena
las dirigía
entonces el Libertador;
en una comunicación
que le enviaba desde
(1) Párte
del almirante
Brión al vicepresidente.
CAPITULO
113
V
Barranquilla al vicepresidente,
el 24 de agosto de 1820, unas h0ras antes de se2;uir para Turbaco decía: «No puede describirse
el
entusiasmo
de todos los pueblos de ambas riberas del Magdalena, ni la buena voluntad con que sirven cuando se les destina.
La gran población
de la provincia de Cartagena,
donde 110 Ilay
un enemigo,
cada vez da mayores pruebas de Sil patriotislllo.»
«La provincia
de Santa Marta, aunque en general no tienc la
decic;ión que la de Cartagena,
está toda en nuestro poder, excepto la capital. Nuestras fuerzas, muy superiores
a las e;lemi~as
en número y calidades,
emprenderán
ellO
del entrante,
sobre
aquélla.
Las fuerzas sutiles del Magdalena,
que son t.llnbién
muy respetables
cooperarán,
y la escuadra de alta mar. Creo
infalible
la operación
sobre Santa Marta,
menos por la gran
disposición
de las Únicas fuerzas
de línea a proteger y cooperar, a destruir
los pocos realistas que allí existen, que por el
número,
valor, disciplina e intrepidez de las que están destinadas a libertarla. La ocupación de Santa Marta contribuirá
poderosamente a mis operaciones
sobre Cartagena
y Maracaibo.
Del
4 al 5 del entrante emprenderé
mi marcha a Cúcuta, para incorporarme al ejército de operaciones
de Venezuela;
eatre tanto el
general
Urdaneta
obrará conforme
lo prevenido,
es decir, con
circunspección,
prudencia,
lentitud,
según las circunstancias,
y
sin comprometerse,
sino con una inmensa ventaja ..
Bolívar »(1).
Tales eran las espectativas
halagi.ieñas
de los republicanos
para iniciar la campaña
que debía rescatar
una ciudad realista
como Santa Marta y la muy heroica de Cartagena.
En tanto que el Libertador
siguiÓ para la frontera venezolana con propósito de batir las tropas realistas que más tarde quedaron a órdenes del general Latorre, el capitán de navío José Padilla se puso al frente de una divisiÓn de fuerzas sutiles y algunos Larcos grandes, y el coronel don José María Carrefto con un;¡
división de tropas del interior
dieron principio a las operaciones
sobre Santa Marta. A la vez que el coronel Carreño avanzaba en
el territorio disputado a las armas reales, Padilla por agua seguía
a ocupar la Ciénaga sin perder sus comunicaciones
con el ccronef
(1)
P~gjna
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~;
114
ACCION
DE LA MARINA COLOMBIANÁ
Carreño;
a su turno el almirante Brión, COII barcos grandes que
cruzaban en las aguas de alta mar, estaba al habla con Padilla
por medio de señales convenidas
de antemano.
Carreño llegó el 27 de octubre a Medialuna,
el 29 se combati6 en Cotime en las proximidades
del pueblo de Ciénaga (hoy
San Juan de Córdoba),
pues dista apenas
16 leguas; el 30 del
mismo mes se forzó el paso de la Fundación de San Sebastián,
defendido por soldados de Sánchez Lima; el 30 .Yel dia siguiente se persiguió al enemigo, al cual se hicieron numerosos
prisioneros.
Ella
de noviembre
suscribe un párte de donde se avisa la
toma de la Barra y el punto importante
de Puebloviejo
el capitán de fragata don Walterio de Chitti, quien se quedó mandando
las fuerzas sutiles cn tanto que Pad¡lla iba a combinar personalmente operaciones
con Carreño para atacar la ciudad de Ciénaga. En la pieza aludida se avisa que a las nueve de la mañana se dio la orden para el ataque, y que media hora después
ya estaban las baterias e~emigas tomadas y e! apresamiento
de
un barco-escucha,
bien dotado de armamento y municiones.
TOMA
DE SANTA
MARTA
Después de un encuentro en Riofrío, donde se combatió con
resultados
favorables
a los patriotas,
se retiraron los realistas
hacia la Ciénaga, para evitar un movimiento
flanqueante
que podia cortarlos con la plaza de Santa Marta.
La división comandada por el coronel José María Carreño
siguió hasta Sevillano,
destacando
previamente
una descubierta
que observaba al enemigo. Previamente
habían convenido
Carreño y Padilla unas señales para marchar al habla y ejecutar sus
operaciones en armonía
sobre las poblaciones
ribereñas
en la
Ciénaga.
A su turno las fuerzas sutiles comunicaban
por señales con
los barcos
del almirante
que navegaban
en alta mar, en las
proximidades
de la Ciénaga;
al efecto, se cOllvino para
el
día 10 a las 9 de la mañana el ataque general
por tres puntos,
que correspondían:
el mar, a la escuadra del almirante;
la Ciénaga, a la escuadrilla
de Padilla y por tierra la división Carre J1 u.
CAPITULO
V
115
Se obró de concierto y con magnífico éxito, pues con sólo
diez minutos de combate el coronel Carreño silenció
las baterías
de Puebloviejo;
sus defensores siguieron con obstinación
disparando desde el interior de las casas de la Ciénaga; sus pérdidas
fueron enormes, pues llegaron a 400 hombres, que imprudentemente se salieron de sus trincheras, defendidas
con 19 fuertes,
según el párte del coronel Mantilla y constituídas
por fosos con
palizada de palo a pique, con éaterías de artí/lería de distancia
en distancia, detrás de la palizada, y ésta muy larga (1).
Las pérdidas
del enemigo en los tres combates de Codo,
Riofrío y ]a Ciénaga fueron 592 muertos, 253 heridos, 625 prisioneros, 290 oficiales muertos, 12 oficiales p~esos o heridos, y la
toma de 182 piezas de artillería con calibres desde 24 hasta 2,
816 fusiles, 5 buques
de guerra, 3 botes de cubierta, 86 bongos
de comercio y una gran cantidad de pólvora y munici()nes (2).
Con sus divisiones de fuerzas sutiles el capitán
de navío
Padilla cooperó eficazmente a la toma de Pueb]oviejo,
La Barra y
la Ciénaga, apresando
la defensa móvil, o sea la flotilla enemiga y después efectuando un desembarco con sus valerosos marineros en las sabanas.
Ordenóse al teniente coronel Herr:1<lgenes Maza que con su
destacamento
se adelantase
sobre Santa Marta en persecución del
enemigo
y tomara las baterías
de Dulcino,
último punto de
apoyo del enemigo; Maza cumplió su misión con acierto, en tanto
que el comando superior y el coronell\1ontilla,
disponía el reconocimiento del campo tomado, clasificando
los armamentos y elementos adquiridos,
dando sepultura a los muertos y auxiliando
los numerosos
heridos. En seguida las columnas marcharon en
pos de la vanguardia.
A la media noche se presentaron
en el cuartel general patriota unos emisarios del gobierno de Santa Marta, el coronel patriota Juan Salvador de Narváez y dos miembros del ayuntamiento, pidiendo suspensión de las hostilidades
para ajustar los términos de una capitulación;
la contestación del coronel Carreño
daba las sigui~ntes bases:
(1)
J,¡JePflldt'l/o¡/ .1,I/trÚdl/iI.
(2) r¡<ld
dc Pad¡f(iI,
p;ígina
O'Connor,
3' 5.
r~gína S l.
116
ACCION
DE LA MARINA COLOMalANA
1.a Todas las armas de guerra se pondrán en seguridad
y
a disposición
del señor coronel Juan Salvador de Narváez;
2. Todos los intereses
que se consideren del Estado, serán
puestos en seguridad,
con escrupulosidad;
3.a A toda persona o cuerpo comprometido
con el gobierno
español se le dará su pasaporte,
sea para ultramar, o sea para el
interior;
4." Las propiedades
de todo ciudadano
serán respetadas.
8
Firmado,
Carreño.
No obstante las diligencias
llevadas a cabo por los realistas, el gobernador
Porras se embarcó secretamente
en una goleta que logró burlar la vigilancia
de los barcos de Brión, y
huyó dejando la ciudad en ]a más completa anarquía;
el almirante Brión se presentó
el 11 en el puerto y tomó posesión
de
la plaza (1).
APROXIMACiÓN
A CARTAGENA
Unos dias antes de partir para Cúcuta tI Libertador,
revistÓ en Soledad las divisiones
que formaban las tropas del Magdalena a órdenes de Montilla;
dio una ojeada a la escuadra que
comandaba
el almirante
Brión y acordó el plan para llevar a
cabo el asedio de Cartagena.
En Turbaco
se carteó con el gobernador hispano Gabriel Torres y Velasco sobre arreglos de paz,
diligencias
que fueron contestadas
imprudentemente
por éste
con la propuesta
de que Bolívar se entregase al rey. La correspondencia entre los dos jefes llegó a extremos tales, que el libertador, llevado de una grande indignación
dictó estas líneas a su
secretario.
las que fueron enviadas al gobernador
Torres:
«Señor: al recibir S. E. la nota de USo esta mañana, 29 de
agosto, arrojó la pluma de la mano y me ordenó contestarla.
Es
el colmo de la demencia, y aún más, de lo ridículo, proponer a la
República
de Colombia su sumisión a España;
a una nación
siempre
detestablemente
gobernada;
a una nación que es el ludibrio de la Europa y fa execración de la América, por sus pri(1) CO/l,u·[.dos
'í
de di,icmbre
lo; d, curncntos
de 1820, lllÍrncros
publicados
72 y 73,
en la
(;(/rNa
de C~¡'mbin del
CAPITULO
117
V
meras degollaciones
y por sus posteriores
atrocidades.
¿Cómo
podríamos
olvidar centenares
de victorias obtenidas contra las
armas españolas?
¿ Podríamos
olvídar
nuestra gloria, nuestros
derechos
y el heroísmo de nuestros
soldados?
¿ Cree usted,
señor gobernador,
que la vieja y corrompida
España pueda dominar aún al nuevo mundo?
¿ Cree usted que el gobierno de
esa nación, que ha dado el ejemplo más terrible de cuanto puede ser absurdo al ~spirilu humano logre formar la dicha de una
sola aldea del universo?
Diga USo a su rey y a su nación, señor
gobernador,
que el pueblo de Colombia está resuelto, por no ">1Ifrir la mancha de ser español,
a combatir por siglos y siglos
contra los peninsulares,
contra los hombres, y aun contra los inmortales, sí éstos toman parte en la causa de la España. Prefieren los colombianos
descender a los abismos eternos antes que
ser españoles!!
,.
El gobernador
Torres
indignado a su vez con semejante
contestación
a sus propuestas,
hizo insertar en la orden del día
la carta transcrita por el edecán de S. E. para excitar a los españoles a atacar con denuedo y tomar prisíonero al Libertador,
quien ya había partido.
ElLo de septiembre
hizo una salida la
guarnición de Cartagena, sorprendiendo
a los cuerpos sitiadores,
al mando del coronel Ayala; llegaron los hispanos a Turbaco y
cometieron inútiles matanzas en gentes indefensas.
Más tarde al llegar Bolívar a Venewela
empezaron las comunicaciones
con Morilla, que dieron margen al célebre tratado
de Trujillo, por el cual se regularizaba la guerra que en años anteriores había sido conducida con feroz aspecto,
puesto que 1\0 se
hacían prisíoneros
sino que se mataba a los heridos
con saña
sin ejemplo. Tocóle a un joven teniente bogotano ser el primer
emisario ante los españoles, al más tarde general y secretario de
guerra Francisco Valerio Barriga, quien puso en manos de Morilla los primeros pliegos para negociar el armisticio.
El mencionado
documento fue firmado
che el 26 de novíembre de 1820.
y canjeado
en
Cara-
Quízá el úldco resultado
que tuvieron las comunicaciones
de Bolívar y Torres y las matanzas
de Turbaco, fue que se
pasaran
a las tropas patriotas
muchos de los americanos que
118
ACCION
DE LA MARINA
COLOMBIANA
militaban bajo los estandartes
reales, descontentos
con los insultos a su suelo nativo por los oficiales españoles.
No obstante estar en vigor el tratado de Trujillo, fue infringido éste por el gobernador
Torres, quien ordenó se atacara un
destacamento
patriota
en Lorica, no habiendo
terminado
los
cuarenta días estipulados
en el artículo 12; este ataque no tuvo
por consecuencia
sino un encuentro favorable a los patriotas y
algunos muertos y heridos más a la lista larga en esta campaña.
EN
LA BAHíA DE CART AGENA
Las defensas de Cartagena estaban en esta vez mejor servidas que en 1815; habían 8000 quintales de pólvora, 2000 de
plomo, 4000 fusiles, el mejor y más abundante
parque de artillería que poseían entonces el virreinato y la capitanía general
de Venezuela.
« Las fuerzas
españolas
tenían ocupadas toda s las
fortale7as que en rígido encadenamiento
de tres leguas se extienden desde Bocachica hasta el circuito amurallado
de la ciudad:
San José, San Fernando, Manzanilla,
Castillo Grande y Pastelillo en el interior de la bahía; San Felipe, el Revellín y la Popa,
en la tierra firme. Sus buques en regular cantidad anclaban en
la impropia mente llamada
bahía de las Animas, parte la más
reducida de la extensa bahía de la ciudad, formada por la pequeña isla de Getsemaní
que la limita al oriente;
una estrecha
garganta
de tierra llamada El Limbo, por el occidente;
por el
norte, CO/1 los muelles de Id aduana y por el sur con una especie de escollera artificial dominada por el Pastelillo,
San Felipe
y el baluarte del Reducto y que no daba paso a las embarcaciones que por ella transitaran
sino por estrecho canal a tiro de
pistola del fuerte primeramente
nombrado (La Pasa o Pasita, como
la llamaba el vulgo). Como se ve, la flotilla española estaba tan
formidablemente
defendida
por los fuertes de la bahía y tierra
firme y las baterías de la plaza, que todo· ataque por parte de
nuestras fuerzas parecía sumamente
difícil, si no completamente
imposible»
(1).
Transcurrieron
operaciones
sobre
unos meses sin que se llevaran a cabo otras
Cartagena;
sl)lamente el mejoramiento
de la
(1) José María Vezga y Avila.
LllIOcl'f
de
Sall/tla/I.
CAPITULO
v
119
instrucci6n
y disciplina,
la fabricación de cartuchos y algunas
reparaciones
en el artillado
y carenaje de las embarcaciunes
menores que pronto debían operar en la bahía.
A mediados
de julio el coronel Montilla logró interceptar
una comunicaciÓn del gobernador
de Cartagena,
pieza en la cual
como en la cogida a los patriotas en 1815, se veía el estado
desastroso
de la ciudad con la escasez que ya empezaba a
hacerse sentir en los moradores. Aparece de algunos documentos
que el gobernador
Torres y Velasco tenía 300 cañones bien dotados y cerca de 1500 soldados, algunos de ellos tropas veteranas
de los regimientos de León, etc.
Decía Mantilla
al vicepresidente
con fecha 14 de julio:
«Mis avanzadas
llegan al pie de La Popa, porque tengo
colocada mi caballería en Ternera, y en toda la semana entrante quedarán cubiertas las avenidas de la Boquilla y Ciénaga de
Tescar,
como también de Albornoz,
Pasacaballos,
Cospique y
Mamonal,
cuyos puntos serán defendidos
por la columna
de
patricios que organiza el señor coronel Ayala en SabanaJarga
y
San Estanislao,
y que se moverá el 15 con este objeto. Aun sin
necesidad
de tropas está bien cortada la comunicación
con la
plaza, por la bella disposición
de los pueblos y por las patrullas
que hago subir de este cuartel general.
El enemigo tiene abandonada
La Popa, y sus fuerzas sutiles son tan mezquinas que
no han podido poseer la Ciénaga de Tescar, siendo tan escasos
los marineros,
que tienen desarmadas
tres de las cinco lanchas
que tienen en la bahía. El bergantín de guerra Andaluz, su única esperanza, está yéndose a pique. El virrey Sámano, el obispo
Rodríguez
y el brigadier
Cano han salido de la plaza para
Jamaica;
en consecuencia,
no sólo de la aproximación
de las
tropas de l<l reptlblica
sino por la anarquía
que reina en la
plaza, de resultas de la revolución que hubo para jurar la Constitución ... » (1).
El coronel Mantilla se mostraba muy optimista;
no eran las
cosas de tan subido color, cierto que la disparidad entre el virrey
Sámano y el gobernador
Gabriel Torres
y Velasco, con motivo de la revolucil}n de Riego en la península, había creado
(1) Montilla
a Sanrandcr.
Arc¡'¡,'o
S'lfIfrllzdcr, tomo V, p{¡gina 31.
120
--
ACCION
----
"----.-
-
..
DE LA MARINA COLOMBIANA
--.--------- ---------- ---~
-- -. - ------ -
serias diferencias
entre los españoles
residentes
~n Cartagena;
mas no era la situación de la flotilla española tan apurada como
aparece
de las frases transcritas.
Poseían
los sitiados,
como
hemos afirmado,
mucha ~rtillería
de grueso calibre, bajo cuyo
amparo
los barcos menores fácilmente repelían los ataques de
los patriotas.
Rotas las hostilidades
el 1.° de abril, la escuadrilla de PadiIla obliga a la española a refugiarse en el puerto.
El 24 de mayo de 1821 penetraron
los barcos menort's de
Padilla
a la bahía de Cartagena,
consistentes
en tres divisiones
al mando de Mendoza, Chatre y Ríos y 43 embarcaciones
(1)
bien tripuladas
y artilladas.
Comenzó desde esta fecha el avance por las aguas de la bahía; se construyeron
baterías con el
fin de proteger los barcos del propósito de la defensa. El 20 de
junio quedaron
instaladas
una en puerto de Periquito, otra en
13 costa de Caño de Loro, donde se formó un pequeño fuerte
(hoy Block house) y otra en Cocosolo, en el mismo lugar donde
en otra época los soldados de Moríllo instalaron sus cañones para
separar las defensas de la bahía.
Padilla estableció su cuartel general en la hacienda de Cospique, y según propias palabras comunicaba
a! general Santander el día 18 de junio desde ese lugar: « He puesto tres baterías y destinado las fuerzas más interesantes
en la bahía, en esta
a
forma: La 1. divisi<in en la isla de Bocachica, con dos Violentos en tierra y trescientos
infantes. La 2.3 en Punta de Poncio
y una batería de dos piezas de a 12; Y la 3.3 en Cocosolo con
otra batería de igual número de piezas, y últimamente
en Pasacaballos
he hecho un fuerte con dos piezas gíratorias de a 8,
que he guarnecido
con 16 artilleros, un oficial, un sargento y
un cabo .. __ » (2).
Para que la escuadrilla
patriota estuviera lista a las señales, debí a permanecer
frente a Manzanillo.
Las tropas de la vanguardia
al mando
del oficial sueco,
conde Federico D' Adlecreutz,
debía situarse en el playón de los
(1) Padilla
(z)
a Santander.
33 barcos de guerra}'
co. Padilla a Santander.
Ard,¡z'~ SO!JttJnr/er,
10
Cospique
transportes
tomo VI, página z53.
que llevaban
7 de mayo de 18z r.
tropas de desembar-
CAPITULO V
Muertos y su consigna
121
era alarmar en el playón de Santa Catalina y en el Espinal, una vez verificada la señal, para así obligar al enemigo él divídir sus fuerzas y que Padilla pudiera atacar
las embarcaciones
enemigas
con más desembarazo.
Después de estos preparativos
se esperó la hora convenida
para intentar
la aventura;
a las doce en punto, en el instante
en que las tropas y los barcos estaban en espera de la referida
sefia', una exhalación
atravesó
el cielo de sur a norte. Acto
continuo, habiendo sido tomado ese fenómeno por el cohete que
se esperaba,
procedieron
a ejecutar los movimientos
previstos.
El comandante
de la vanguardia
dijo después en su parte: «Engañado con este fenómeno, lancé un volador de la subida de La
Popa y mandé inmediatamente
un destacamento
de caballería al
pie del c1stillo d~ SIn Lizaro tocando al ataque, lo que fue repetido en toda la línea. El Cerro, Santa Catalina y el reducto rompieron al instante el fuego vivo dirigido contra nuestras partidas;
y no hay duda que creyeron
efectivamente
la plaza atacada:
l~
comprueba
un fuego de metralla, fusilería, granadas
encendidas
y baJas por una hora y media sin interrupción»
. Turbaco, 25
de junio de 1821. El comandante
de la vanguardia,
Federico,
conde de D'Adlecreutz.
El jefe de Estado Mayor, coronel Luis Francisco
de Rieux,
informó:
« El
ataque
empezó
a las once y tres cuartos de la
noche y concluyó
a la una y diez minutos;
disparando
sobre
nuestras
fuerzas
sutiles y tropas de tierra doscientos
sesenta y
seis cañonazos ....
Y el hábil marino Padilla decía al coronel
Mantilla:
«Organizado
el plan que con U. S. ya había acordado y comunicadas
las señales
de inteligencia
con la línea de
tierra, para figurar un ataque general a la plaza y hacerla efectivo sobre sus fuerzas sutiles,
mi escuadrilla
se apostó en el
Manzanilla
a las ocho de ayer noche. A las doce se retiró la
ronda para ser relevada, y aprovechando
esta oportunidad
seguí
sus aguas,
hasta llevar al enemigo el estrago, la muerte y el
espanto,
sacando
por despojo
del centro de los peligros las
lanchas, barcas y bongos situados en el arsenal y bajo las baterías del Reducto,
Cerro, Santa Isabel, Baraona y baluarte de
San Ignacio,
únicos buques de guerra con que contaba el enemigo gobernador
Torres-dejando
a pique el bergantín
Andaluz
lI>
122
ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA
y el bongo
n(¡mero 10. Lo horroroso del combate, que se empeñó a lanza y espada, precipitó a la muerte a más de cien soldados enemigos
con tres de nuestros bravos, quedando heridos
18 hijos de la patria. Por seis prisioneros que tengo sé que han
muerto tres oficiales enemigo~, y se infiere que dos de ellos son
el arrogante Cordero, comandante
6eneral de marina y su segundo don Juan Carranza.
Yo ofendería el valor de mis soldados
si exceptuara
a alguno de esta victoria;
y faltaría a la justicia
militar si no recomendara
ét U. S. al primer
cuntramaestre
de
la escuadra
de Colombia,
Jacinto
Quintana, de extraordinario
valor; al segundo comandante
del bongo Colombiano, José Liscano, nombrado
por mí para el ataque, de primer comandante
de los esquifes;
al comandante
del esquife Relámpago, Antonio
Villanueva;
al oficial de mar, Antonio Hernández, pasado de la
plaza el 23; al alférez de fragata Leandro Caldas y al de igual
clase José Antonio Padilla, siendo heridos los cuatro primeros y
mortalmente
Hernández
_ . Cospique,
junio 25 de 1821. José
Padilla» (1).
El combate
narrado con claridad por los partes transcritos
terminó con la defensa móvil de Cartagena y acabó de relajar la
moral de los defensores; quedaba el núcleo de la plaza en una
situación
angustiosa,
separado
de los castillos de Bocachica y
entregados
sus moradores
a los escasos
recursos
existentes.
Claro está que llegaría un día en que léI capitulación sería el único medio de evitar la completa destrucción de sus habitantes.
Los trofeos de esta victoria fueron once buques de gUl'Tra
menores, con su correspondiente
artillería, o sean 19 cañones de
varios calibres, 66 fusiles, 12 barriles
de pólvora y muchas
lanchas.
LA TOMA DE LOS CASTILLOS
DE BOCACHICA
Guarnecían
los castillos de Bocachica un destacamento
de
infantería
y algunos
artilleros,
compuesto
de 174 hombres de
tropas y 18 oficiales con abundante
material de artillería de
sitio, al mando del teniente coronel don José María de Olmos.
Con los éxitos adquiridos
por las fuerzas navales de Padilla y
(1) Partes tomados de la ridll d,' Plldillll, por JO!é P. Urueta.
CAPITULO
V
123
con la considcraci(lIl
de los dias de escasez que llegarían forzosamente,
empezÓ a cundir cntre estos soldados un franco descontento. Así, pues, cLlando fue noticiado Padilla de las posibilidades que se presentaban
de una capitulación,
se puso al ha
bla con los defensores
del castillo,
cuyos subalternos
forzaron
a Olmos a quc entrase él negociar con los atacantes.
El 4 de
julio fue enviado el teniente don José L1inás con el pliego de
arreglos,
el cual tenia las siguicntes
bases:
«1. Se permítirá
a los oficiales el uso de su espada y la
propiedad
de SllS equipJjes,
y a la tropa la de sus mochilas.
2. La parte de la guarniciÓn que :10 quiera tomar servício
se le embarcará
en los puertos
de Sabanilla o Santa Marta,
para la isla dc CJba, a costa del gobierno dc Colombia.
3. No se hará cargo alguno a los individuos
que hayan
servido antes en d ejército de la repÚblica.
Castillo de San Felipe, 4 dc julio de 1821.
¡ose María de Olmos, tenicntc coronel, comandante
de las
fortalezas. »
Acto seguido ocuparon las fortalezas la compañia de cazadores del batallÓn Alto Magdalena, la 5." del Girardot y la de
marina a órdenes
del teniente
coronel Manuel Obregón. Los
defensores
de lo~; castillos
entregaron
considerable
número de
cañones,
fusiles y municiones
«como para rendir la plaza de
Cartagena y defenderla
después,» según palabras del mismo coronel Mantilla.
El entonces L~niente coronel José Maria Córdoba refiere los
sucesos que ocasionaron
la toma de estos fuertes de otra manera; dice el apuesto jefe granadino
que Padilla atacó o por lo
,menos
hiJO un reconocimiento
en fucrza, una demostración
de
su poder con la flotilla propia y las naves tomadas al cnemigo,
operación que produjo sus resultados
inmediatos.
En el recinto
.de los castillos se llcvaba una vida de abandono;
los pozos se
hallaban en un dfsastroso
estado de suciedad, lo cual era causa
de bajas por enfe~ll1edades infecciosas;
la guarnición
compuesta
en gran parte de americanos
que estaban prontos a sediciones
y
motines. Poco trabajo les costó al español L1inás y al venezolano Romero guiar a los soldados a efectuar arreglos con el ene(1) Obra citada, página 333.
124
ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA
---------..------------------
miga. El comandante
Olmos quiso poner fin a su vida al verse
impotente
para mandar
sus tropas,
mas fue obligado a obrar
según el querer de los sediciosos.
En cumplimiento
de lo pactado se embarcaron
para Cuba
en la goleta holandesa Ana Catalina el comandante
Olmos con
9 oficiales,
13 suboficiales
y soldados,
el resto de los 18 oficiales y 174 soldados tomaron servicio en las filas republicanas,
110 obstante
ser algunos de ellos españoles.
Los oficiales enviados
a Cuba fueron juramentados
así:
«Juramos
a Dios y prometemos d la nación española d~ quien
dependemos
que, como prisioneros
de guerra que hemos sido
en los castillos de Bocachica, de la plaza de Cartagena,
por las
tropas de la Repúb]ica de Colombia, no tomar armas ni cometer
ninguna hostilidad contra dicha república, antes de ser canjeados
según el Derecho de la guerra y uso de las naciones civilizadas;
y para constancia, firmamos este juramento»
(Gaceta de Colombia, números 106 y 109).
Una hazaña más a las muchas que ya había hecho el marino riohachero
Padilla debe comentarse,
la verificada e] dia 28
de julio a la llegada de un bergantín americano
lleno de víveres para la ciudad, barco defendido
por la goleta de guerra
Ceres y que había forzado el bloqueo adelantado por los cinco
barcos mayores
de la escuadra de Brión: El intrépido Padilla
resolvió no permitir el desembarco
de los víveres que se estaba
haciendo
bajo el amparo de los cañones de grueso calibre, y
denodadamente
atacó al bergantín
apresándolo,
y quitó a los
hambreados
habitaRtes
de la plaza 260 barriles de harina, de
1000 que traía; 340 de carne conservada,
todo el aceite, azúcar
y otros elementos,
cuya posesión por los patriotas significaba
unos días menos de vida para los sitiados.
LOS ÚLTIMOS
OlAS
La presión ejercida en alta mar por los barcos grandes, la
incursión
adelantada
en la bahía por las divisiones de fuerzas
sutiles, la toma de los castillos de Bocachica y el asedio que
extremaban
las tropas del coronel Mariano Mantilla, reducían
día por día el espíritu
público de la plaza. Disminuídas
las
raciones, si no con la excesiva parvedad de 1815, por lo menos
--------------
CAPItULO
.. --.----------
V
---------
125
hasta el punto de afligir almas bien templadas.
En el sitio anterior los defensores
de Cartagena
fueron mártires.
Transcurrieron
los días de julio; los republicanos
temían
la llegada de una escuadra española que obligase a levantar el
sitio. Así se observa
en las comunicaciones
suscritas
por el
teniente
coronel José María Córdoba;
José María del Castillo
también
escribía
al vicepresidente
sobre el peligro de que el
navío de línea Asia condujera las tropas retiradas en la batalla
de Carabobo.
Quizá alguna esperanza
alimentaba
el ánimo del
brigadíer
Torres
para rechazar
la capitulación
propuesta
por
Padilla.
El 7 de julio Padilla hizo la intimación del caso para que
se rindíeran
los defensores;
comenzaba así: «José Padilla, del
Orden
de los Libertadores,
capitán
de navío de la escuadra
de Color.;bia,
comandante
general de las fuerzas sutiles que
obran en la bahía, costa y provincia de Cartagena,
al señor don
Gabriel Torres y Velasco, brigadier de los ejércitos nacionales
y gobernador
comandante
general
de la plaza de Cartagena.
Tremolando
desde el día 6 de los corrientes
el pabellón de
Colombia en los castillos de Bocachica,
por tratados de capitulación que propuso su comandante,
el teniente coronel don José
de Olmos, y habiendo yo remitido de este punto a dicho señor
con su oficiélidau y tropa al cuartel divísionario de Turbaco-tratados conforme a la regularización
de la guerra y bajo los pactos
celebrados,
como V. S. verá por las adjuntas copias-a
nombre
del gobierno de la república le intimo la rendición de la plaza,
que es prudencia de todo jefe que no quiere ver sacrificada su
tropa y vecindario
que manda, cuya contestación
espero hoy
mismo. Así, pues, de no acceder V. S. a mi propuesta,
que no
tiene otro que el beneficio de la humanidad,
V. S. será responsable de l::ls consecuencias
por las providencias
que yo tome,
vista su res',stencia a mi invitación llena de la generosidad
que
me es calacterística.
V. S. está persuadido
que las autoridades
de Colombia
miran con consideración
a todo español, pues no
es su enemigo sino en el acto de la guerra. Esta conducta ha
sido causo de que toda la guarnición,
con la mayor parte de
su oficialidad,
haya abrazado con entusiasmo la causa por la que
luchan los americanos
hace once afios y gustosamente
ha tomado
126
ACCION
DE LA MARINA
-.----
o
•
__
••
__
•
COLOMBIANA
-
,.
"
"
• __
•••
_
-
las armas.
A pesar de que la milicia se vale muchas veces de
ardides
y engaños
para hacer rendir a su enemigo, jamás he
usado sino de la verdad; y V. S. verá que no le miento, cuando
uno de los buques
mayores
que bloquean
esta plaza lo vea
dentro de la bahía y se le presente entre Castillogrande
y Manzanillo, según las órdenes
que tengo dadas, y cuando reciba
cartas, por la vía de Turbaco,
de los jefes y oficialidad en que
piden a V. S. sus equipajes
y mujeres,
en esta misma fecha.
Dios guarde a V. S. muchos años. A bordo de El Colombiano,
al ancla en Cospique, julio 7 de 1821, 11,»
El mismo dia contestó
el brigadier
Torres y Velasco, de
manera comedida,
con la entereza de un hidalgo castellano que
prefiere morir a pasar bajo las banderas del vencedor;
leámosla:
« Señor
comandante
general de las fuerzas sutiles de Cartagena. Por nota oficial de V. S., de esta fecha, que acabo de
recibir, quedo impuesto
de estar tremolando
desde el día de
ayer el pabellón de Colombia en los castillos de Bocachica, por
tratados de capitulación
que propuso su comandante,
el teniente
coronel don José del Olmo, habiendo
V. S. remitido de este
punto, a dicho señor con su oficialidad y tropa, al cuartel general di visionario
de Turbaco, tratados conforme a la regularización de la guerra y bajo los pactos celebrados,
según lo manifiestan las copias que V. S. se ha servido remitirme.
Y por lo
que respecta
a la intimaciÓn que tiene V. S. a bien hacerme a
nombre
de su gobierno, para la rendición de esta plaza fuerte,
fiada a mi cuidado, debe V. S. persuadirse
que sólo tendrá lugar
ésta cuando
su benemérita
guarnición,
fiel vecindario
y yo,
hayamos
exhalado el postrer aliento en Sil defensa.
Dios guarde
a V. S. muchos años. Cartagena
y 7 de julio
de 1821.-Gabriel
de Torres.LA
No
toda la
patriotas,
hicieron
nes, tras
estrellaron
CAPITULACIÓN
obstante los deseos del brigadier Torres de perecer con
guarnición
antes de ceder ante las intimaciones
de los
no tuvo su espíritu el temple de otros defensores
que
gala de la fortaleza de sus corazones
en otras ocasiode las murallas de la misma ciudad.
Allí, en 1741, se
la~ balas lanzadas
por la más formidable escuadra
CAPITULO V
1~7
conducida
por el almirante VernÓn; navíos de línea erizados d~
cañones, rápidas fragatas y un numeroso ejército guiado por la
ambició:1 y la aventura,
!lO lograron
abatir el orgullo castella'lo.
En 1815 hemos visto cómo prefirieron la muerte entre las convulsiones
del hambre
los sitiados por Morilla, para no recibir
de los peninsulares
el yugo de la servidumbre
o la piedad de
los cadalzos.
Pasaban
los dias de julio y agosto sin que tuvieran los
españoles
probabilidades
de ayuda, en tanto que la capitulación
de los defensores
de Bocachica abría los ojos a la desconttnta
guarnición y los últimos recursos tocaban a su fin. De ahi que el
gobernador
Torres no pudiera ceder a las gestiones de Mantilla,
qui~n se comunicaba secretamente
con los defensores y por medio
de hábiles intrigas lograba desalentar
a los más decididos.
El 21 de septiembre
presentó
el brigadier en diez y seis
artículos sus bases para un arreglo,
mediante el cual se debían
observar
por los republicanos
las reglas usuales en estos casos
para asegurar la vida y tranquilidad
de los habitantes, como las
propiedades,
la entrega de la guarnición,
la que debia ser conducida a Cuba con SllS armas y equipajes.
Se permitía a los
que quisiesen tomar servicio en las filas de Colombia, lo hiciesen, y al fin se ajustaba
una capitulación
en forma. Al día
siguiente
contestó el coronel Mantilla aceptando
muchos de sus
artículos,
reformando
otros y adicionando
seis, en uno de los
cuales se advertía
que si venían socorros a la plaza, una vez
firmadas y canjeadas
las diligencias,
aunque
no se hubieran
embarcado
las tropas, valdría con toda su fuerza la capitulación desde el 1.° de octubre.
Se nombraron
a los coroneles Miguel Valbuena por parte
del gobierno español y a Luis Francisco de Rieux por el de los
patriotas,
y el 22 de septiembre
de 1821 quedó terminada
la
diligencia
de las negociaciones
y la plaza lista para la entrada
de los patriotas.
Como primera medida para el bien público, lIna vez firmados los pliegos de la capitulaciÓn por Montilla y Torres, fue
establecer
un mercado entre « Puente medio» y "Puente calzada,» para que se pudieran abastecer los moradores con los víveres que para el efecto se hidcron cunducir allí; a los l11islllO~
ACCION
- - - --
b~ LA MARINA
COLOMBIANA
--_._._-~----------_._------------ -- ---.-.
soldados españoles permitióseles
presentaran sin armas.
la concurrencia,
siempre que se
En tanto que se dirigían los soldados españoles a los barcos
destinados para su transporte a Cuba, entraba el ejército colombiano para que no quedaran abandonados los recintos defendidos por la artillería; se colocaron 25 hombres armados en
esos lugares para el cuidado de los pertrechos; sucesos verificados el día 9. Al día siguiente entraron 400 hombres del batallón Girardof, donde el mayor de la plaza nombrado por Torres,
y el ayudante del jefe de estado mayor patriota, alférez Sebastián de Osse, quient>s distribuyeron la guardia con los primeros
sJldados de la república, relevando a los realistas, operación que
se llevó a cabo con orden.
El mismo día se recibió el castillo de San Felipe y lo
ocuparon 200 hombres del batallón Antioquia, entre los cuales
iban los artilleros que debían en lo posterior manejar las piezas.
Al cambiar el estandarte real por la enseña tricolor se dispararon 21 cañonazos. A las dos de la ta~de se recibió Getsemaní,
lugar a donde fueron destinados los escuadrones de Carmona
y Jugo. Asi como en el castillo ya nombrado, al izar nuestra
bandera observáronse
las mismas reglas en este lugar y en la
puerta de la Medialuna; también a esta hora las divisiones de
bongos ocuparon la bahía de las Animas. bordeando en línea
desde el Pastelillo hasta la Aduana.
A las cinco de la tarde concluyó el embarque de la guarnición española en buques colombianos; una vez avisado el gobernador de que estaban los últimos soldados sobre cubierta,
tomó la falúa destinada para el caso, con su estado mayor, y al
pasar por delante de las fuerzas sutiles colombianas, se le hicieron los honores, disparando una salva de 21 cañonazos.
El coronel Mariano Mantilla lanzó una proclama a los habitantes de Cartagena, otra a los marinos de las fuerzas sutiles y
otra a las tropas del ejército, y un bando en que se recomendaba
la buena c0nducta de las tropas.
El Poder Ejecutivo premió a los libertadores de Cartagena
con el siguíente decreto:
-Francisco de Pauta Santander, general fle división y Vice-
129
CAPITULO V
presidente
de la República de Colombia,
encargado
del Poder
Ejecutivo.
Teniendo
en consideraciÓn
que los individuos
que componen el ejército del Magdalená,
bajo las órdenes del general Mariano Mantilla han acreditado
valor y constancia
en la gloriosa
campaña
que acaban
de hacer, hasta la ocupación de la importante plaza de Cartagena y de las de Santa Marta y Riohacha,
he venido en uso de las facultades extraordinarias
que me están
delegadas por el articulo 8.° de la Ley de 9 de octubre del corriente año, y consultando
el consejo de gobierno, en decretar lo
siguiente:
1.° El general, los jefes, oficiales y soldados del ejército del
Magdalena llevarán en el brazo izquierdo un escudo encarnado,
de dos pulgadas de diámetro, orlado con laureles,
con esta inscripción en el centro:
Del ejército del Magdalena en 1820 y 1821
2.° El comandante
general, los oficiales e individuos de marina que con t¡ínto brio y denuedo arrostraron
los peligros en las
brillantes acciones que precedieron a la ocupación de Santa Marta y Cartagena
por las armas de Colombia,
llevarán el mismo
escudo con este mote:
De la escuadrilla del Magdalena
en 1820 y 1821
3.° El general
del ejérdto
del Magdalena,
el comandante
general de las Tuerzas sutiles y los jefes de los cuerpos llevarán
en su escudo esta expresión:
Comandante
1821.
Comandante
1820 y 1821.
Comandante
dalena en 1820 y
en jefe
del ejército del Magdalena en 1820 y
general
de la escuadrilla
del Magdalena
en
de tal división o batallÓn del ejército del Mag1821.
4.° Los escudos de los jefes y oficiales del ejército y fuerzas sutiles del Magdalena
serán bordados
de oro; y de seda
los de los soldados y marineros.
9
IJO
ACCION
DE LA MARINA
COLOMBIANA
5.° El general del ejército y comandante
general de las fuerzas sutiles del Magdalena
propondrá'"!,
además con especialidad
los prcmios y recompensas que justamente
se deban a los pueblos c individuos que se han distinguido, auxiliando y concurriendo de alguna manera al éxito de la campaña.
6.° El secretario del despacho de marina y guerra está encargado de la ejecución del presente Decreto.
Dado y firmado en el palacio de gobierno en Bogotá, a 29
de noviembre
de 1821.
FRANCISCO
DE P AULA SAN
Pedro Bricelio
(Gaceta de Colombia, nÚmero
r ANDER
Méndez.»
128).
COMENT ARIOS
El papel de la escuadra en este memorable sitio no guardó proporciones con el desempeñado
por las fuerzas sutiles al
mando del capitán Padilla. Su misión verdadera,
la tarea asignada, era extremar el bloqueo para reducir por hambre ]a plaza,
en caso que las operaciones
del ejército del Magdalena no dieran el resultado que se esperaba.
Sin duda la agitación continua de los mares colombianos
obligaba al almirante a velar más por el cuidado de sus naves,
que por aprisionar algunas embarcaciones
arribadas al puerto sin
mayor contratiempo.
Debem()~ recordar que cosa parecida
ocu·
rrió a las fragatas de Morillo, burladas también
en algunas ocasiones y averiadas
cuando quisieron
cruzar estrictamente
para
cumplir su cometido.
Las divisiones
de fuerzas sutiles obraron con el arrojo que
Padilla empleaba en sus empresas;
arrehataron,
por decirlo así,
a los cañones de los fuertes las naves enemigas surtas bajo aquella defensa. Con la destruccion
de esta fuerza móvil y la reducciÓn de los castillos de Bocachica quedaba el mkleo de la plaza
entregado a su propia suerte, esto es, al tiempo que dllrtlran los
víveres y por tanto el espíritu de sus defensores.
Los españoles carecieron de la defensa exterillr:
una escuadra de alta mar para tener alejada a la enemiga; la defensa extcriClr terrestre no tcnía la fllerz.a del caso para di!>tanciar las
CAPITULO
V
131
avanzadas
enemigas del núcleo de la plaza. Faltóles asimismo que
su defensa móvil explorara
la bahía suficientemente
y obstruyera
los pasos, tal Como lo hicieron los patriotas en 1815, l1l~diante
un plan donde se armonizaran
las fuerzas existentes
y a la vez
las necesidades
más perentorias.
En cuanto a la conducta de los atacantes,
una vez tomadas
las pusiciones do:ninantes
de la defcnsa,
es noble y generosa.
Bien había podido el coronel MJntilla
reducirlos
hasta el último
extremo y tomar la ciudad a sangre y fuego, como lo hubieran
efectuado las tropas de Morilla. Recordemos
la siniestra figura de
su jefe divisionario
Francisco Tomás Morales, quien después de
vencer la guarnición de los castillos de Bocachica,
asesin() con
la saña más incalificable
centenares
de hombres, mujeres, niños
y ancianos
que halló a la entrada, exánimes
por las necesidades,
sin perdonar
a los leprosos
de Caño de Loro en su ferocia
sin ejemplo.
Reducida la plaza, art¡¡lada de nuevo, provista de munIcIOnes para la defensa, volvia a ser para los patriotas la posición
dominante
en los litorales colombianos
el punto de apoyo para
deft:nder
el Istmo y la base para las embarcaciones
republicanas que defendían los litorales desde Maracaiuo
hasta Panamá,
y la gran plaza fuerte por cuya posesión
se habían agotado l(¡s
cuantiosos
recursos de españoles
y patriotas.
Más tarde cayó nuevamente
Santa Marta en poder de unos
revolucionarios
apandillados
por Lavarsés, quien se valió de la
poca malicia del gobernador
Rieux y de las simpatías
de los
iiidios de Gayra.
Puebloviejo
y otros pueblos
cercanos
a la
ciudad,
para comcter
los desmanes
que le dieron la posesiÓn
de aquella plaza. Estos sucesos acontecieron
en 1822. Después
se recuperó
en los comienzos
de 1823; pero debido a este
fracaso se retardaron
las operaciones
que sobre la plaza de
Maracaibo
iba a iniciar el ya gelwral Mariano Mantilla,
como
se verá más adelante .
•...
_~•..
---------
CAPITU lO VI
La campaña del Zulia
Antecedentes-El
estado de la marina-Situación
Situación general-Lo5
nts prelj mi nares -La
contendores-Situación
topográ/ica
del lago.
especial-Operacio-
batalla -Consecuencias-Comentarios.
ANTECEDENTES
La acciÚn de Boyacá ganada por el Libertador el 7 de agosto de 1819 habia puesto en manos de los patriotas todo el territorio ée la Nueva Granada;
de igual manera, la batalla de CaraI))bo libertó el extenso teatro venezolano,
con la sola excepción
de la plaza de Puerto C¡¡bello que estaba en poder de los realistas.
El 29 de junio de 1821 entró el Libertador a Caracas,
suceso trascendental,
si consideramos
la serie de esfuerzos insuperables para llegar a dicha capital, intentados en los años anteriores con tánto denuedo como mala suerte, por el gran caudillo
americano cuyo ardient.e deseo entonces fue entrar triunfante a su
ciudad natal.
El ejército patriota renovado constantemente,
pasado por el
crisol de los sufrimientos,
de los reveses y de efímeras victorias
en las cuales se perdieran las vidas de numerosos jefes y oficiales, había hecho las etapas de la Hogaza, CUlllanéÍ, Calabozo,
El Sombrero, San Fernando, La Puerta, Ortiz, Cojedes y Cumanéí; transmontado
la gran cordillera
andina, librado una serie de
combates gloriosos y llevado por estratégicos
movimientos
a los
campos
de VargJs
y BUj'.lc:í.
CAPITULO VI
133
No obstante
de flamear en casi todo el territorio venezolano la enseña de 12. libertad, los generales Morales y Latorre continuaban
la campaíia
en las costas de Puerto Cabello y Coro,
lo cual constituía una amenaza para la independencia
colol11bian(l, puesto que estaba la puerta abierta para nuevas expediciones que el rey ·'ie aventurase
a enviar desde el continente
eurorape o, y que f;ícilmente
hubíeran
entrado por Maracaibo
al interior de la Nueva Granada.
Al que juzgue los hechos con mediano criterio militar, se le
alcanzará
que el objetivo
estratégico
de los españoles
era en
esta campaña de 1822-23, la toma de Maracaibo,
y para los colombianos
la reducción
de los últimos puntos de la costa, entre
los cuales estaba el ímportante lugar de Puerto Cabello.
El general Morales había partido para Puerto Cabello en una
escuadra de 14 embarcaciones
el día 24 de agosto. Llegó a Cojoro, a sotavento de esa plaza el dia 30, y el día 4 de septiel11 bre
rechaza a Castelli que sale a su encuentro;
derrota
al general
Lino de Clemente, de tal manera, que a éste se le sigue un sumario en averiguaciÓn
de los sucesos que lo indujeron a entregarse, y Hnalmente entra a Maracaibo
e17.
La pérdida de Mélracaibo llenó de confusión a los patriotas; Bolívar, que entonces
se hallaba en Guayaquil,
pensó en
abandonar
la campaña del sur para después
volver rápidamente sobre esta plaza y recuperarla
a toda costa, ya que tomada
por el enemigo entrañaba
un verdadero
peligro.
Si Morales en vez de contentarse
con la actividad y las capacidades
de un buen jefe divisionario
hubiera intentado una empresa de mucho vuelo, como era la organización
de sus tropas
sobre la base de tres mil hombres y emprende un plan de campaña cuyo teatro hubiera sido la Nueva Granada, casi desguarnecida,
es seguro que los adictos a la causa de Fernando,
como los pastusos, se hubiesen lanzado de nuevo a ]a rebelión y puesto un valladar infranqueable
al ejército patriota ya en el lejano Ecuador.
El genio y la honda percepción
militares no son el patrimonio de muchos heroicos soldados,
verdaderas figuras de los campos de batalla, en donde asombran con los impetlls de su valor
y arrastran
las masas de sus hombres enamorados
de SLl arrojo,
guiados
por su audacia, como por un poder superior. Algunos
134
ACCION
DE LA MARINA
COLOMBIANA
l1ilY que evoluciollélll COll un corto nÚmero de soldados y se sienten maniatados y entorpecidos
cuando la suerte los coloca al frente de grandes ejércitos,
entonces
la inacción y las vacilaciones
les ponen en las peores condiciones.
La ocasión desperdiciada
por Morales al 1\0 invadir el centro del país estuvo más palpable cuando este jefe hizo un recorrido
por las ciudades venezolanas con bastante éxito y en seguida se encierra en Maracaibo.
El general Montill a había organizado
un ejército en Riohacha, pero una imperdonable
falta en la disposición de la marcha
hacia el enemigo lo comprometió
lastímosamente;
ordenó el gencral ya mencionado la iniciación
del movimiento de aproximación y dispuso
que la vanguardia con CCica de mil hombres se
alejara ocho jornadas del l!rueso; conociendo Morales esta disposición, fuéle al encuentro y lo venció el dia 13 de noviembre de
1822.
EL ESTADO
DE LA MARINA
El gobierno
inteligentemente
presidido por el general Santander había dado un gran desarrollo naval a la Gran Colombia;
convencido
el general de que nuestro
país es esencialmente
maritimo por la famosa posición gengráfica que ocupa con relación al continente americano, cn vista de los extensos litorales
sobre los dos océanos y quizií con la idea de la decisiva influencia del dominio del mar en las operaciones
de guerra, resolvió
dar una verdadera
organización
científica a la armada.
Sin duda el primer intento fue el de la preparación
de la
gente de mar; la idiosincracia
de los habitantes
es obra de las
costumbres,
de las tradiciones
y del medio ambiente en que se
desarrollan
las generaciones;
de ahí que los mejores marinos en
aquel tíempo fueran reclutados
en la isla de Margarita.
Mas
faltaban
los institutos de educación donde se forman los profesionales, en vista de lo cual dispuso el gobierno
lo siguiente,
por decreto de fecha 28 de junio de 1822 y en atención a
varias
consideraciones:«
Siendo la marina
militar
uno de los
más importantes
ramos que contribuy'en
a la mejor defensa de la república, y deseando el ejecutivo empezar a fomentar
el estudio de ella, según lo permite el estado naciente de Colombia y usando de las facultades
que le' atribuye la ley de 28 de
CAPITULO
VI
135
julio del añ(, undécimo,
he venido en decretar y decreto el establecimientl) d.:- una escuela náutica en la plaza de Cartagena»
....
Las disposiciones
para organizar
el referido plantel están
definidas con el más estricto acierto. consultando
las necesidades
técnicas
y é' la vez dando
gran amplitud
a la recepción de
alumnos,
pues se escogían
los jóvenes
mejor preparados
cn
los distintos
departamentos
de la nación; se llamaba
a los
oficiales de la armada para que refrescasen o ampliasen los conocimientos, y se permitía el ingreso de los que quisiesen costear
su educación por la mera afición de seguir la carrerél más herm.Jsa para los hombres decididos y enérgicos.
Para subsanar
la carencia de marineros que tripulasen
los
barcos de la escuJdra,
dispuso el general Santander
la fundación de un batallón ¿e marina de ocho compañías,
las cuales se
debían repartir, una vez verificada su completa instrucción, entre
los tres departamentos
de marina organizados
por el mismo
gobíerno, así: al primer departamento,
dos; al segundo, tres, y
el resto al tercer departamento.
Est·~ personal de tropa de mar
no sólo se le instruia en 'o referente a las maniobras peculiarcs
de la "ida marinera, sino cn el servicio de infantería para obtener verdaderas
compañías
de infantería de marina.
Posteriormente
las necesidades
de aumentar el plan educativo se dejaron
sentir, y por decreto de fecha ulterior a la
campaña que nos proponemos
estudiar,
o sea el 20 de mayo de
1825, se crearon dos escuelas más de navegación
en los puertos
de Maracaibo
y Puerto
Cabello, con el fin de educar en ellas
¡'ll1icamente los alumnos de los departamentos
del Zulia, Venezuela, Orinoco y Apure.
También
se dispuso
el aumento del batallón de marina a
dos compat1ías
más, con el fin de dotar de este personal al
nuevo departamento
marítimo creado en el pacífico sobre la costa
comprendida
entre Panamá, Cauca y Ecuador.
Respecto
a la creación de arsenales dispuso por medio de
decreto fechado
el 31 de octubre de 1822 y con el interé<; de
conservar
la fuerza marítima, reglamentar
la manera de proveerse
de los indispensables
efectos para equipa~ los barcos, repararlos
y abastecerlos.
Para este efecto ordenó qne en las capitales de departamen-
ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA
136
__
o
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o
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.-
.n
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--
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-
-
--
-
---
--
----
-
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to marítimo se estableciera un arsenal en donde acopiaran los
elementos propios a los buques de guerra; que se construyeran
dársenas que permitieran poner a flote los barcos en reparación,
diques y gradas de construcción y carena, y las maquinarias
para arbolar y desarbolar, tumbar, adrisar y embarcar.
Esta extensa reglamentación tocaba todos los puntos de
la organización técnica para adquirir arsenales apropiados a la
marina de velas, y al haber perdurado, hoy serían establecimientos de gran importancia para el país; en ellos se habría
construído nuestra marina mercante y en la actualidad no sufriríamos la esclavitud comercial que hace de nosotros casi una
colonia, a la cual se le puede restringir su importación y exportación.
Los que leyeren las Memorias de Guerra y Marina de 1823
y años siguientes, verán los altos propósitos del ilustre vicepresidente granadino y la inteligente colaboración de su secretario
de guerra Y marina, el señor general Pedro Briceño Méndez;
convendrán en que en aquella época remota, entre tántas vicisitudes y revueltas, había un espíritu de adelanto para las instituciones armadas, que bien quisiéramos en los tiempos actuales.
Entonces se solicitaron las medidas de más trascendencia al
congreso, como el establecimiento del servicio militar obligatorio,
dándole a este modo de reclutar el ejército el giro más democrático, hasta conseguir que pasaran por los cuarteles no sólo
los humildes hijos de la gleba, las clases desvalidas de la sociedad, sino todos los ciudadanos que legalmente estuvieran comprendidos entre las cláusulas de la ley; ({los más honrados y
virtuosos, los más ricos y arraigados en el país, son los primeros que deben ser llamados a ejercer el derecho de defender la
nación, si como dije al congreso constituyente, el ejército es la
virtud armada en defensa de la patria», decía el general Briceño,
y seguía en el curso de su exposición manifestando las necesidades perentorias, como la nacionalización de las instituciones
armadas, el perfeccionamiento de la administración militar y la
instrucción teórica y práctica de las tropas dentro de un programa metódico que tendiera a la verdadera educación militar.
En el ramo de las finanzas, que se relacionaba con el fomento de la marina militar, expidió un decreto sobre el alistamiento
CAPITULO
137
VI
y equipo de la marina, que facilitaba a las reservas su dotación
para el caso de una guerra, y a la vez en su minuciosa reglamentaciÓn
daba facilidades
a los ciudadanos
que pasasen por
los barcos de la escuadra,
para seguir en su profesión en la
mercante, con lo cual se conseguía dotar poco a poco a nuestro
país de aquellas gentes de mar.
El 30 de octubre de 1822 dictÓ otro importante decreto por
el cual se disponía
el arreglo de la parte ad,ninistrativa
de la
marína, con relación al ramo de la hacienda pública; 27 artículos
definen y reglamentan
las necesidades,
crean los empleos, como
intendentes, y les confieren las atribuciones
del caso y habla de/
los almacenes
y demás oficinas.
Extendit~ndonos
lo suficiente podríamos
tratar la serie de disposiciones
que el gobierno
de aquella época expidió para el
fomento y buen empleo de la marina, y ahondando
demasiado,
cosa que nuestro propósito lo impide, llegaríamos
a demostrar
palmaríamente
el interés que entonces
se vio por dotar a la
nación de los servicios
más trascendentales
y que desarrollan
con el andar de los tiempos el comercio, las industrias
y por
ende la riqueza pública, asegurando
a la vez con el poderío de
las escuadras
la soberanía
nacional.
En cuanto a su poder combativo
la escuadra republicana
constaba
de corbetas, bergantines
y goletas, unos de guerra y
otros armados
ad IIOC, como unidades mayores;
las flecheras,
canoas, faluchos y otras embarcaciones
menores eran las escuadrillas de fuerzas auxiliares
que prestaron grandes servicios en
las operaciones
de desembarco
así como en los mismos combates
navales.
SITUACiÓN
TOPOGRÁFICA
DEL LAGO
Las penínsulas
Paraguana
y Ooajira, estrechándose
hacia el
norte forman los golfos de Venezuela o\\aracaibo,
el golfete de
Coro y el de Calabozo;
hacia el interior del país penetra el
gran lago de Maracaibo,
cuya boca no sólo se estrecha de por
sí, sino que tiene en ella una serie de islas que están situadas
en dirección perpendicular
a la entrada, de forma angosta y longitudinal
y se llaman Zapara, San Carlos, en donde se hallaba
el castillo del mismo nombre,
dotado de bocas de fuego que
138
ACC/ON
DE LA }\IAI~It\'A COLOMBIANA
dominaban
la (l!1ica entrada.
En la parte exterior de estas islas
empieza
la barra de lago, bajo arenoso en dirección paralela a
las islas y que obstaculiza
de tal manera el paso que barcos de
poco calado no se pueden aventurar
a penetrar al lago sin un
excelente
práctico.
En la parte interior de la boca hay bajios
de arena con excepcié>n de un canal que pasa entre las islas de
Pescadores
y una ensenada
Ilamad;¡ el Tablazo;
la parte profunda del agua forma a la izquierda la hahía Urabá de forma oval
y al sur de ésta se encuentra,
en la misma margen izquierda, la
ciudad de Maracaiho.
En la margen del frente y méís o menos
a la altura de la ciudad nombrada
hállase el puerto de Altagracia, situado entre la Punta de Palmas y el rio Apure y en cuya
boca se halla el islote de Providencia.
A partir de los pueblos de Chiquinquirá,
Concepción
y El
Carmelo, de la izquierda, y de la Punta lcotea, de la derecha, se
abre el lago que afecta, C0l110 lo dice uno de los biógrafos
de
Padiffa, don Juan Antonio Losada, la forma de una lira española
en cuyas accidentadas
orillaS desembocan
las aguas de 120 ríGs.
En la costa de Gibraltar, entre las puntas de Santa María y
La Moruna, demora la población del mismo nombre.
La boca de la entrada, como la de los grandes ríos, está obstruída por bancos de arena que parecen ser una continuación
de
la isla Zapara, y que van casi a encontrarse con otro bajo arenoso en la parte norte de la isla de San Carlos; por tanto, la entrada es sumamente difícil, pero en seguida
los bajíos del TablalO presentan
quizá más dificultades
que 13 misma boca, pues
el canal varía constantemente,
y sólo prácticos
avesados a estas
círtes pueden aventurarse
a forzar el paso.
Obsérvese pues, cu¿lJ sería la dificultad para atacar a la escuadra española surta en el interior del lago, tanto más grande
cuanto que el poder de los cañones realistas amenazaban
los barcos que por su tamaño ofrecían un tiro certero a la misma entrada, andando lentamente
por 10s laberintos
de arena de la Barra.
SITUACIÓN
GENERAL
En el año de 1823 el general Francisco Tomás Morales dominaba todo el lago.
El general Mariano
Mantilla
había dejado en Santa Marta
CAPITULO
139
VI
al coronel José Fé1ix Blanco organizando
tropas y él se esforzaba por llevar a cabo. una expedici()n sobre Maracaib0.
Para este
evento el almirante
José Padilla se había trasladado
a Cartagena, con el propósito de adquirir nuevas embarcaciones
y reparar
algunas de la escuadra.
El general Soubldte
reforzaba
con cuantos
recursos
podía
el
ejército del Magdalena.
El comando español temió que las armas patriotas tomaran
algunos puntos importantes
de la costa interior del lago, y teniendo conocimiento
que el general patriota Manuel Manrique había
llegado
a Gibraltar,
enviÓ inmediatamente,
el 17 de abril, una
expedición
con el fin de repelerlo, p~ro los patriotas lograron
rechazar este ataque, de tll suerte que regresó la citada. expedición a Maracaibo.
Más feliz el contraalmirante
español J .aborde, apresó en el
litoral marino,
el 1. de mayo, las corbetas Carabobo y María
Francisca que exploraban
las costas.
La salida terre~tre
era ya en este caso imposible para el
general Morales;
la~ bocas del lago, en la costa sur, bloqueadas
por la marina colombiana
comandada
por el general Manrique,
impedían un intento de desembarco.
Por (ltros lugares quedaban
las salidas a la serranía de Perij;i insurreccionada
por sus moradores, indios temibles
y que merodeaban
por aquella zona, de
tal manera que el ej'~rcito español hubiera perecido poco a poco
ante sus ataques
audaces y entre la escasez de esos desiertos.
La escuadra
española
estaba
en mejores
condiciones
de
moral, pues hacía poco le habia tomado dos unidades
mayores al almirante colombiano,
lo cual constituía
un triunfo parcial
de significación
y dfsde el punto de vista de la defensiva tenía
la mayor ventaja de conocer las distancias
de tiro a las cuales
hahría que hatir al enemigo desde los fuertes de San Carlos,
posición famosa por lo dominante y cuya zona, llena de obstáculos
naturales,
hacía peligroso el tránsito de barcos.
0
fUERZA
DE LOS CONTENDORES
I.os españoles
Morales tenía una fuerza naval
El bergantín Sa/l Carlos.
de:
140
ACCION
DE LA MAI{INA COLOMBIANA
El bergantín !.{oleta Riego.
El bergantín goleta Esperanza.
La goleta Zulia.
La goleta Cora.
La goleta Mariana.
La goleta La María.
La goleta La Liberal.
La goleta La María Habanera.
La goleta El Rayo.
La goleta El Monserrate.
La goleta La Estrella.
La goleta La Goajita.
La goleta La Especuladora.
La goleta La Salvadora.
A bordo de toda la escuadra había una marinería de 1650
hombres. Esta flota de harcos mayores tenia también una flotilla
de embarcaciones
menores que prestaban
grande ayuda y que
constaban de 17 embarcaciones,
entre ellas dos grandes flecheras,
Maracaibera y Guaireiía y el falucho Relámpagu.
Los barcos mayores estaban dotados de artilleria, cuyas bocas de fuego eran de bronce y de hierro, sin rayas, y de diversos calibres. Como muchos de los barcos estaban armados en guerra, con los escasos recursos que se tenían a la mano, puede ponerse un término medio en el poderío y características
de estas
piezas, comparándolas
en todo con las piezas de sitio y de fortaleza. Debe tenerse
en cuenta que el calibre de los cañones se
determinaba
por el peso de sus balas. Estas eran esféricas, de
plomo y hierro, macizas, para perforar las rmderas de los barcos en su obra vjv~, y huccas con una carga de explosión,
lo
que constituía
las granadas.
Había cmbarcaciones
que llevaban
como lastre, en vez de pesos especiales, cañones de hierro que
reponían los inutilizados por el uso. Los españoles tenían 67 cañones; 18 de a 4.
Su alcance eficaz apenas llegaba a 1000 metros, y el poder de destrucción
era bien grande, si se tiene en cuenta que los
blancos eran de madera, de gran tamaño y poca movilidad.
En
esta época se usaron mucho las granadas de mano, cuyo efecto
era más bien incendiario.
CAPITUl.O VI
141
Los patriotas
Su escuadra
estaba compuesta
por los buques:
Bergantín Independiente.
Bergantín
Confianza.
Goleta A/ltoniu Manuda.
Goleta Manueh Cl1yty.
Goleta Peacok.
Goleta Emprendedora.
Goleta Independencia.
Goleta La Leor¡a.
Goleta Espartc/la.
Bl.'rgantín lvlar,'e.
Estos barcos mayores formaban
dos divisiones;
además había una dívisiÓn de fuerzas sutiles compuesta
de trece embarcaciones menores, entre ellas una f1echera grande de 3 palos (13
píezas
de artillería y 327 hombres).
El armamento
era el mismo de los barcos españoles,
puesto
que en su mayor parte había sido traído de Inglaterra
o tomado
a los buques apresados
en los diversos combates
parciales.
Los
colombíanos
tenían 85 bocas de fuego, la mayor parte cañones
de a 18.
A bordo de la escuadra
patriota
iban 712 marinos;
riormente se embarcaron
600 de las tropas de infantería,
postecon lo
cual quedaron 1312 por todos.
Sus comandantes
eran: el capitéín de navío Beluche, el teniente de navío Yrribarry,
el capit;ín José Ratig de BeIlegarde,
el alférez Félíx Romero,
el teniente de fragata Clemente Catell,
él alférez Tomás Vega, el capitán de fragata Samuel Pilor, el guardia marina Juan Mackan, CrR. C. Mauclin, el capitán de navío
Nicolás J oly.
Estos marinos comandaban
los barcos en el orden
do arriba, aunquc posteriormente
se efectuaron
algunos
en el comando,
para mejorar el servicio.
SITU,\C¡();-¡
expresacambios
ESPECIAL
Las unidades
mayores de la escuadra
colombiana
tuvieron
que ser dcscélrtadas
p'Jr su calado demasiado
grande para el in-
142
ACCION
DE LA MARINA
COLOMBIANA
, tento de penetrar en el lago; estas embarcaciones
eran la corbeta Pichincha y algunos otros barcos de esta clase.
El general Mariano Montilla, jefe de operaciones
del ejército sobre Maracaibo,
debidamente
autorizado
púr disposición
del
Poder
Ejecutivo,
decretó
el bloqueo de aquella plaza, cuyos
puntos principales
eran los siguientes:
«Articulo 1.° Qurda bloqueada
desde esta fecha por la escuadra de operaciones
del Departamento
del Magúalt.:na, toda fa
extensión de costa que se comprende
desde el cabo de San Román hasta el de Chichivacoa,
en el mar de las Antillas.
Artículo 2.° Para que no pueda ningtín buque neutral alegar
ignorancia
o escasez de tiempo suficiente para haberse impuesto
de este decreto, se fija el término de treinta días, para que los
respectivos
gobernadores
de las Antillas puedan hacerlo entender
a los súbditos de su nación.
Artículo 3.° El comandante
de la escuadra
bJoqueadora
republicana reputará COl1l0 infra;:tores de dicho bloqueo, a los que,
después del tiempo asignado en el articulo anterior, intenten col11unicar con los puntos de J:¡ costa bloqueada.~
Este fue, pues, el principio del asedio de Maracaibo,
llevado a cabo tan gloriosamente
por las armas de los patriotas y la
iniciación de las operaciones
navales sobre el litoral.
La pérdida ya n.lrrada de las dos corbetas colombianas
Carabobo y María Francisca, produjo una junta de los comandantes
de los barcos, presididos
por el almirante Padilla, con el fin de
deliberar sobre lo más conveniente
en s(:l11ejante caso. Efectuóse
el consejo en el bergantín
Indcpendicnte y las resoluciones
de
todos aquellos jefes estuvieron de acuerdo en que la operación que
debía intentarse
era la forzada de la barra, para atacar y vencer
a la escuadra española.
Este acto se llevó a cabo el 3 de IlJa)o
de 1823.
Como algunas golf'tas de guerra estaban
verificando cruceros sobre la costa, para cuidar no llegaran
re.fuerzos r.avales de
Cuba o cualquier otro puerto español, se destacaron
los avisos
la Espartarw y la goleta Atrevida, sobre la Terror de Esparia y
Gran Bolívar, así como para sacar de la corbeta
ConstituciiÍn el
armamento
utilizable en los barcos
de la expediciÓn, por ser,
como ya hemos indicado, las corbetas de mucho calado.
CAPITULO
VI
143
El día 4 se apresÓ un bergantín americano que traia oficiales y elementos de guerra p:lra el ejército del gencral Morales.
Al dia siguiente llegÓ uno de los avisos, la Espartalla, sin haber
hallado la Terror de Espwia,. mas con ella se vino una goleta
americana, la Pc(]cock,
también
con víveres; el capitán resolvió
unir su suerte a la de los marinos colombianos,
pL)r tanto, se
incorporó a la e~cuadra patriota.
El día 6 se apresó una balandra que se había destacado como
aviso
para Santiago de Cuba.
Con facílidad se observa que el asedio era ya perfectamente cerrado y por tanto el ejército español
estaba en las peores
condiciones:
por un lado, el general Manuel Manrique
aumentaba sus fuerzas en puntos interiores
de la costa del lago; por
otro, de la costa exterior, dominaba el almirante
Padilla
e interceptaba toda comunicación
con puertos españoles.
En caso tal,
el sitio hubiera durado mucho tiempo por los recursos abundantes que sín duda se hubiera procurado
ti general Morales;
de
ahí e: interés dc: una inmediata ofensiva para reducir prontamente
los barcos
enemigos.
liPEI,ACIONES
PHELlMINARES
Una de la~ disposiciones
que CGIl suficiente razón preocupÓ
al comando patriota,
al inttntar el paso de La Barra, fue el de
verificar los sondajes y señalar por medio d~ balizas sus partes
transitables
en el canal y asi cruzar los pasos expuestos al fuego
de los cañones del castillo de San Carlos. Esta orden se cumplió
el día 8 de mayo.
A las dos y media
de la tarde del mismo dia se hizo a la
vela la escuadra, con el propósito de forzar La Barra, y al punto
de las 4 y 12 minutos llegaron algunos barcos a distancia de
tiro del castillo y empezaron a barilrse los buques de más calado;
a las 4 y tres cuartos, sin que se hubiese disparado
Ull
tiro de
fusil siquiera por parte de los colombianos,
se hallaban varados
Gran Bolívar e Independiente,
el primero de los cuales quedó
muy cogido en aquellos arenales de la quilla, de manera imposible de sil(:arlo; 110 sucedió lo mismo con el Ir/((cpendicnte, que
a otro momento se puso a flote. Entre tanto, del castillo de San
Carlos hacían un fuego tcnaz, aunquc
poco certero,
de suerte
144
ACCION DE LA J\HRINA
COLO.\1BIANA
que habiendo sido disparados
328 tiros sobre blancos de tal magnitud y casi inmóviles,
sÓlo acertaron
uno a la Espartana,. al
quedarse varados los barcos, era natural que por malos artilleros
que hubiera
en el castillo, siempre
quedarían destruídos;
así,
pues, el Gran Bolívar empezó a recibir buen número de proyectiles-quince-que
lo pusieron fuéra de servicio.
La Espartana se volvió a varar, pero entre las aguas del
lago y fuéra de los tiros españoles,
salió nuevamente
a flote; el
disparo acertado a esta embarcación
puso fin a la vida del segundo comandante,
alférez de navío don José Ramón Acosta y un
marinero.
Para que entraran los otros barcos, como el bergantín Marte, fue necesario aligerarlos considerablemente
de los pesos grandes, como artilleria, lastre y demás efectos, operaciones
morosas
que tenían que hacer las fuerzas sutiles para tener que volver a
embarcar los armamentos,
después de pasar los parajes cuyo fondo raspaba las quillas de los bergantines.
Fue lenta y metódica
en grado sumo la salvada del gran
obstáculo vecino al Tablazo, acaso más peligroso que la misma
Barra, por la cantidad
de arenas que lo obstruyen
y que cambian continuamente
segÚn la intensidad de las corrientes,
pero a
las 4 y media del dia 9 de mayo pudieron dar fondo los barcos
patriotas con] 3 píes de agua, ya a la vista de Punta de Palma.
Desde allí se divisaban
dos grandes bergantines
enemigos, siete
goletas y dos flecheras
Los españoles
hicieron lo posible para quitar las balizas colocadas por los marinos
colombianos,
las cuaJes les marcaban
el canal que debían seguir para alcanzar las aguas profundas.
El
10 intentaron los patriotas obrar sobre la escuadra española, aprovechando la marea y el viento; habiendo ordenauo
zafarrancho
de combate y formada la línea de batalla, se varó nuevamente
el
Independiente, \0 que ocupó completamente
la etellción de numeroso personal, pues fue preciso quitarle todo el armamento yapuntalarlo para que no se tumbara a estribor, operación que duró
hasta las once de la noche. Estas dificultades
para los bergantines siguieron hasta el día 14; casi todas las horas dd día y de
la noche se pasaron en las penosas faenas de aligerar los barcos
descargándoJos
y volvie:ldo a cohcarJes
su artillería.
CAPITULO
VI
145
En el reconocimiento
del canal se emplearon algunos oficiales, que con sus conocimientos
subsanaron
en parte la quitada
de las balizas puestas por los prácticos.
Como a las 9 de ]a mañana quedlÍ por fin el Último bergantín listo, que era el Independiente, y reunida la escuadra,
se dirigió hacia Punta de Palma, pero no habiendo sido propicio el
viento, que sopló con dirección sur, tuvo que fondear en espera de que cambiara para poder obrar, segÚn eran los deseos del
comando. A las dos y tres cuartos de la tarde se avistaron, saliendo por el boquete de Punta de Palma dos goletas menoreS y
cuatro fleche ras que constituían una división de fuerzas sutiles, las
que indudablemente
verificaban un reconocimiento
de las posiciones a donde habían llegado las fuerzas patriotas. A las cuatro y
media que empezó a soplar una brisa favorable, se dispuso estrechar las distancias, y el enemigo también se hizo a la vela con
viento en popa. A las cuatro y cuarenta y dos se dio la señal de
forzar la vela. A las cinco y cuarenta
y cinco disparlÍ la flechera
mayor española sin alcanzar blanco; toda la escuadrilla
enemiga
buscó el refugio de Maracaibo.
El 15 se ordenó subir hasta frente a Maracaibo,
en donde
se permaneció
hasta el 18 en que en las horas de la mañlna
se dirigió la escuadra republicana hacia Punta de Palma en busca
de posición m.ís apropiada
y con e] importante
fin de conseguir
que las fuerzas sutiles llegaran a Garabuya
por- el río Limón,
para pasar tropas de infantería
en b~lsas. El 19 se avistaron
las fuerzas sutiles españolas
fondeadas
en la isla de Capitán
Chico, y a las dos de la tarde del mismo día se habían reunido
en ese lugar 19 embarcaciones,
entre ellas dos bergantines.
A
las cuatro y cincuenta los republicanos
aprovecharon
el viento
fresco para irse sobre los enemigos, los cuales a su turno rehuyeron el combate siguiendo para Maracaibo.
Las fuerzas patriotas
fondearon
nuevamente
en Punta de Palmas.
El día 20 se vieron salir por la isla de Capitán Chico dos
divisiones,
una de fuerzéts sutiles con 14 embarcacioneS
y una
de barcos mayores en número de 11; la primera división sigui()
por la costa occidental y la segunda COIl viento sur favorabk
a
los españoles
se vino sobre los patriotas,
los que debido a ]a
10
146
ACCION
DE LA MARINA
COLOMBIANA
fuerza contraria
de viento y la marea se veían lanzados sobre
el Tablazo, donde dieron fondo.
Como a las diez y veinte de la mafÍana rompieron el fuego
los españoles;
los patriotas no pudiendo resistir la falsa posición resolvieron
dar vela, aun en momentos en que caían las
balas enemigas.
Todas las fuerzas españolas
se quisieron concentrar sobre el Independiente, que era la nave mayor, con el
objeto manifiesto
de abordarlo,
pero debido a la presencia animosa d~ los jefe y oficiales:;, a su actividad y a la cooperación
del Marte que se aproximó a defenderlo,
fueron en el momento
crítico rechazados
y huyeron a barlovento
una parte y otra en
direcciÓn de las fuerzas sutiles. Este combate duró cerca de hora
y media. No pudieron perseguir los colombianos por la dirección
del viento favorable
a los enemigos, con lo cual tuvieron que
reunir sus barcos y lIevarlos al fondeadero.
Este en.:uentro siempre tuvo frutos para los marinos colombianos, porque apresaron
una goleta con un cañón de a 4, siendo
incendiada
después.
Se contaron
en las divisiones
españolas
quince muertos, entre ellos los dos primeros comandantes
de la
escuadra,
capitanes
de fragata
Francisco
Salas Chavarria
y
Manuel Machado y también un capitán del Barinas. Los colombianos sólo tuvieron tres muertos y tres heridos.
Durante
los días 21, 22 Y 23 se intentó por parte de los
patriotas
aproximar
fuerzas sutiles a las playas del Moján para
trasladar
tropas, lo cual no pudieron efectuar. El 24 amanecieron fondeados
Entre Capitán Chico y Alta Gracia once embarcaciones
mayores
y catorce
sutiles de España y soplando un
regular viento norte, el comando patriota dispuso el ataque, para
lo cual se levaron anclas, mas el enemigo se aproximó a (as
protecciones
de Maracaibo,
como en veces anteriores.
El día 25 a la una de la tarde una división de fuerzas sutiles españolas
compuesta
de una flechera grande, tres piraguas,
un falucho y otra f1echera se dirigieron hacia la costa de Capitán
Chico; a las dos, las fuerzas sutiles colombianas
y tres goletas
de pequeño calado las atacaron;
las piraguas,
bien cerca de la
costa, llegaron a su destinp, pero las otras embéircaciones,
tras
\lna hora de fuego huyeron hacia Maracaibo,
dejando en manos
de lus patriotas
la gran flechera Ouaireña que fue hundida,
CAPITULO VI
o
147
previa salvación del armamento
y pertrechos,
más veinte pnslOneros, de los cuales sólo un oficial español quedó en calidad
de tal, pues los otros como eran venezolanos
tomaron arméiS en
la escuadra.
El 26 quedaban fondead3s en el mismo frente de Maracaiho
dos divisiones
colombianas,
compuestas
de siete embarcaciones
mayores y seis piraguas.
El deseo del almirante Padilla fue el
de apresar las goletas enemigas que debian estar a esa hora entre Capitán Chico y Maracaibo;
para cumplir esta ordcn, él las
once de la mai1ana todos los barcos en línea de batalla se dirigieron al referido lugar; el enemigo vio el movimiento
de avance y huyó picando las anclas; en aquel sitio fondeó la escuadra.
Tanto el 27 como el 28 se obró con el fin de buscar el apoyo de las tropas
de tierra para ejecutar un ataque combinado;
mas no era posible ponerse de acuerdo
con alguno de los jefES
del ejército por la dificultad de las comunicaciones;
después
de verdaderos
esfuerzos
en este sentido,
se logr<) cnviar un
estafeta
con pliegos
para el general Montilla,
los que debían
entregar las fut°rzas republicanas
que obraban por Perijá.
Como se ve, en estas operaciones
preliminares
estaba en
contra de los patriotas la dirección
del viento, que siempre iba
a entorpecer sus movimientos,
ya que los españoles obraban con
el barlovento,
lo cual daba gran movili(:ad a sus flotillas; además, con una base interior como la ciudad de ,\;\aracaibo y la
fuerza de los regimientos
espafioles que integraban las fuerzas del
general Morales, estaban con mejores ven/ajas, si nó para la ofensiva táctica, sí !Jara una d~fensiva activ~, que bien llevada con
inteligencia
y resoluci()n,
los hubiera puesto en el camino de la
victoria.
Pero el comando
de las fuerzas návales fue excesívamente tímido, irresoluto en demasía, no aprovechÓ ni las ventajas
de la naturaleza
ni el factor valioso de la cooperaciÓn de los
regimientos
de tierra y dejó con un descuido imperdol~able
que
los patriotas tomaran las mejores posiciones
y pudieran
ponerse
en comunicaciÓn
con las tropas.
Las tropas patriotas
que cercaban el lago estaban a cargo
de Reyes González, pacificador de Coro; ManrilJue, que amenazaba por Gibcaltar
y el general Mariano Mantilla con su ejército del Magdalena,
el más fuerte y peligroso, no sólo por el
148
ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA
número de sus tropas sino por la competencia
del comando,
demostrada
en repetidas
ocasiones,
y por ser este general el
que asumía la dirección de la guerra en Venezuela.
En los días finales del mes de junio el capitán de navío,
después contraalmirante
español don Angel Laborde, de la isla de
Curazao, envió algunos auxilios a la escuadrilla de Morales. El
4 de julio, él mismo salió en dirección a Maracaibo,
a donde
arribó con sólo dos goletas, por impedirle el calado de las corbetas de guerra que estaban a su mando; dispuso que los barcos
grandes
se quedasen
cruzando en el litoral, con cuya medida a
su turno quedaba
bloqueada
la escuadra patriota en el interior
del lago.
Asumió el mando el marino español, concentró
las fuerzas
navales y se dispuso a rendir los barcos atrevidos que habían
intentado destruir las fuerzas españolas,
ejecutando la hazaña de
penetrar en el lago, poniendo en jaque todas las tropas del general Morales.
Por su parte, el general Manrique había partido de Gibraltar para el puerto de Corona, en donde había un destacamento
de
10::>infantes que se proponian impedir un desembarco
y efectuar
]a requisición de ganades;
para batir esta fracción de tropas, se
trasladaron
100 hombres del batallón Ofinaca al mando del capitán Alejandro Blanco, los que bajo la prot~cción de los cañones de tres flecheras
de la escuadra,
fueron completamente
derrotados.
La escuadra se dirigió entonces al puerto de Altagracia; esto sucedía el 17 de junio.
COMBATE
DE MARACAIBO
Los españoles tomaron las fuertes posiciones de Sinamaica
y Perijá, dominantes
del litoral interior del lago, con lo cual impedian el paso de las divisiones republicanas;
hacia estos lugares Morales envió ca~i toda su tropa, dejando tan sólo 500 hombres en la plaza de Maracaibo
con algwlOs francotiradores
e indios goajiros. El general Manrique comprendien jo la importancia de atacar este lugar para cooperar con el grueso del ejército colombiano, empleó para ello la fuerza de los barcos que con
Sil artillería
ayudaban
en la empresa.
La escuadra empezó un fuego intenso como preparación
del
CAPITULO
149
VI
combate para d avance de la infantería;
algo asi como 500 tiros
se díspararon,
y mediante su influjo material y moral se efectuó
el desembarco
en buen orden en un lugar distante 5 kilómetros
de la plaza. Como los botes y embarcacion~s
menores de la flotilla no tenían el campo suficiente para muchos soldados, fueron
apenas transportados
200 del batallón Oril/oca y un pelotón de
30 dragones a pie.
El enemigo se atrincheró
en un manglar y dominaba
un
puente indispensable
para el suceso;
también fue preciso reducirIos calle por calle, hasta la propia plaza principal, a donde se
llegó a las cinco de la tarde. Allí se hicieron firmes mediante un
refuerzo de tropas que les llegó de los hatallones
Cazadores del
general y Barinas. Esto produjo un contraataque
por parte de los
españoles.
La forma del combate tomó entonces el aspecto del ataquc
a una posición preparada para la defensa, en el cual los patriotas
optaron por un combate dilataría, con el fin de esperar los refuerzos de sus tropas. Llegados que fueron, se intentó un nuevo ataque vigoroso
que culminó como a las nueve de.la noche con
una victoria completa y la posesión de la ciudad. Se debe hacer
presente
que los patriotas no ejecutaron el más importante acto
del combate, la persecución.
Aparte del influjo moral que esta victoria tenía para la
prosecución
de la campaña, produjo el apresamiento
de numerosas embarcaciones
menores,
artillería,
1000 vestuarios
y 100
cabezas
de ganado
mayor con un abundante
parque de municiones.
Las bajas
en esta acción
fueron
así:
Patriotas
Españoles
Oficiales
Oficiales
Oficiales
Soldados
Soldados
Además
dados.
superiores
capitanes
subalternos
muertos
heridos
quedaron
2
4
7
80
200
prisioneros
Ofíciales superiores
Oficiales capitanes
Oficiales subalternos
Soldados
muertos
Soldados heridos
algunos
jefes,
oficiales
O
1
5
40
130
y sol-
150
ACCION
DE LA MARINA COLOMBIANA
El comando
en esta acciÓn estuvo en manos, por parte de
los patrir¡tas, del general don Manuel Manrique,
y en el campo
realista, el coronel don Jaime Petro.
El general
.\1orales se había retirado
dos días antes al
castillo de San Carlos en espera de láS fuerzas que debía traer
el vicealmirante
Laborde,
con el intento de perseguir al jefe
patriota
general
Gómez, el heroico margariteño
que transitoriamente reemplazaba
al general Mariano Mantilla.
Como el general Gómez se retiró por la Goajira y llegó a
conocimiento
de Morales el ataque a Maracaibo,
y no habiendo
podido saber noticias de su escuadra, necesaria para el paso del
Sucuy, resolvió volver a ]a ciudad.
El rumbo general que se habia querido dar a la campaña
era puramente
local dentro del perímetro del lago ; pero e] núcleo
principal de la fuerza republicana
estaba justamente en las tropas
que formaban el ejército de] Magdalena, y éste no había prestado
su concurso
en las empresas que hasta entonces se llevaran a
cabo, combinando
su fuerza con las de ]a escuadra para reducir
y vencer al enemigo. La única pequeña ayuda de las tropas de
tierra fue la del combate que acabamos
de narrar, ligeramente efectuado el 16 de junio de 1823.
LA ESCUADRA
Y EL EJÉRCITO
Debido quizá a la gran distancia y malos caminos, hasta
entonces
habían operado
en desacuerdo
estas dos instituciones
que necesariamente
tenían que ayudarse para desarrollar un plan
contra el enemigo.
El general Mantilla, que era el director de
la guerra en Venezuela,
en vista del cariz que tomaban los
acontecimientos,
dispuso
con inteligencia
la reforzada
de las
tropas del general Manrique
con 1000 hombres de su ejército
para que en armonía
con el almirante
Padilla acrecentara
la
escuadra,
ya que ésta debía batir la enemiga.
De esta /113nera las tropas
que ocupaban
el litoral podían
cooperar de dos modos:
llevando
los batallones republicanos
a
Punta de Palmas,
para atacar por tierra a Maracaibo,
en tanto
que las embarcaciones
mayores combatían con las enemigas, y
las fuerzas sutiles prestaban
ayuda hostigando
a las realistas en
el puerto, o embarcando
el grueso de la división Manrique
para
151
CAPITULO VI
tener mayor poter.cialidad
en el choque con la escuadra española y acentuar una gran ofensiva en el abordaje para rendirla prontamente.
En los dos casos se venía a complementar
la acciÓn
de una y otra fue:za ante el objetivo definitivo para todo general:
la destrucción del enemigo.
Sin duda el general Mantilla no se posesionÓ de su papel
como jefe de las operaciones
en esta campaña;
faltóle expedición
en sus preparativos,
fuéra de la junta provocada
por él para consultar las posibilidades
del f0rzamiento de la barra, quedó en
culpable quietud un tiempo precioso, que bien había podido emplear en efectuar reconocimientos
sobre los caminos y ríos que
deberían aprovecharse
en la reducción de la plaza.
Le faltó asimismo una noción más clara de lo que debe ser
la combinación
de los distintos elementos de la potencialidad
militar confiados a los jefes de operaciones y su funcionamiento
en
el tiempo y en el espacio, para sacar de ellos todo el rendimiento posible.
En tanto que se forzaba la barra, él ha debido disponer un
avance de ]3S tropas en las corbetas
de guerra que estaban a
sus órdenes y aproximarlas
cuanto fuera posible al litoral para
obrar sobre los puntos dominantes, como el castillo de San Carlos 1) la isla de Sapara y así obtener un punto de apoyo cercano. También al tomar el castillo debía artillarlo de mejor manera
que lo tuvieran los españoles y evitar, o por lo menos demorar
la entrada del contraalmirante
Laborde.
Es cierto que los disturbiog efectuados en Santa Marta dificultaban las operaciones
sobre Maracaibo.
Pero en todo caso, la falta de actividad fue su pecado.
***
La entrada del general Manriqué a Maracaibo produjo que
este jefe se enterara de los desmanes cometidos por los peninsulares, y lleno de indignación
oficiara el 23 de junio al general
Morales en el sentido de hacerle los correspondientes
cargos por
la infracción de 10 pactado en el tratado de Trujillo, con respecto
al trato de los prisioneros.
En la mencionada
comunicación
se
le citaban los casos en que se habían llevado de calle los oficia-
RANrn ()F l.
~¡:PIIRIIrA
152
ACCION
DE LA MARINA COLOMBIANA
les realistas las disposiciones
aceptadas
por los luchadores,
las
cuales iban a regularizar
la guerra que entonces tenía un aspecto
salvaje y despiadado.
Morales por su parte contestó al día siguiente en altaneros
términos culpando al comando
patriota de asesinatos
y depredaciones
cometidos
en los pacificas habitantes,
desafiando
de
manera burlona al general y tratándole con palabras descorteses;
terminaba
con estas palabras su comunicado:
«Esta es toda la
contestación
que tengo que dar a la insolente y artificiosa comunicación que usted me envía con fecha de ayer.»
Como antecedente
al ataque definitivo de la escuadra, el almirante colombiano creyó oportuno
intentar un golpe a las fuerzas sutiles enemigas, con el fin de debilitarlas y evitar su cooperación para el combate general. Al efecto, dispuso para la noche del 28 de junio una empresa con 13 barcos menores, entre
ellos una gran flechera de tres palos y cuatro goletas de guerra;
el lugar vuln~rable era la playa del Moján, en donde debía estar
la flota enemiga;
ésta, habiéndolos
divisado,
tomó el camino
del río Garabuya
al amanecer del 29.
La flotilla realista tenía un efectivo de dieciséis buques bien
armados
y para poder tomar las aguas de las bocas del río,
en extremo bajas, le fue preciso aligerar del todo y pasar aún
arrastrando.
A las 6 a. m. Se capturaron
un guairo y una piíagua
que iban al castillo en busca de víveres y a las cuales se tomó
el archivo de la subinspección
de infantería del ejército de costa
firme, el que se remitió al comando.
La flotilla enemiga había adquirido
una posición ventajosa,
pues consiguió estar a flote en tan pocas aguas que entrababan
un ataque de barcos de regular calado. A la una de la tarde estaban a tiro de pistola las dos flotillas, pero las goletas republicanas no habían podido seguir el avance de las otras embarcaciones por su mayor quilla,· lo cual daba mayoría numérica
de
más bocas de fuego a los españoles.
Con el esfuerzo
de unos por huir y los otros perseguir,
se vararon todos los barcos y se redujo la acción únicamente a
un mutuo fuego que dur6 dos horas y media y en el cual sufrieron más los peninsulares,
debido a la supremacía moral y actividad de los marinos colombianos.
CAPITULO
VI
153
Aunque no tuvo gran suceso este acontecimiento, se logró
demostrar la superioridad de la flotilla independiente, por la resolución de sus tripulantes, quienes a toda costa querían tener la
ofensiva activa y no daban punto de reposo a los orgullosos subalternos de Laborde.
PRELIMINARES
DE LA BATALLA
El día 21 de julio el almirante Padilla, después de una serie de disposiciones para el municionamie!1to de los barcos de su
escuadra, lanzó la siguiente proclama:
«José Padilla, de los libertadores de Venezuela, condecorado
con varios escudos de distinción, general de brigada de los ejércitos de la RepÚblica, comandante general del tercer departamento
de marina y de la escuadra de operaciones soblc el Zulia.
A los señe.res jefes, oficiales, tri pulación y tropas de la escuadra de mi mando:
Compañeros: La puerta del honor está abierta: el enemigo
nos ataca, y nosotros lo esperamos! ¿ Qué mayor gloria podíamos esperar? Superior es su fuerza: de nosotros, el valor y la
decisión. ¿ Le temeremos? Nó: ni el general Padilla ni los bravos que tiene la honra de mandar, vacilarán jarllás al ver al enemigo a su frente; sino por el contrario, ansían por que llegue ese
momento.
Compañeros: yo estoy cierto, nos lo proporciona para descansar; y os aseguro la victoria, porque este es el último esfuerzo de vuestro agonizante enemigo; vuestro general os acompaf\a,
como siempre, hasta perder su existencia, confiado en vuestro valor y en la justicia de nuestra causa. Colombianos:
morir o ser
libres 1
A bordo del bergantín de guerra Independiente, al ancla en
Punta de Palmas, julio 21 de 1823-13.
José Padilla."
Estas palabras heroicas de un valiente, necesariamente tenían que animar a los soldados y marinos colombianos, testigos
de los rasgos señalados de su impetuoso jefe desde los primeros días de la gran revolución colombiana. Había que demostrar
con los hechos al orgulloso contraalmirante Laborde cómo iban a
154
ACCION
DE
LA MARINA
COLOMBIANA
fallidas sus bravatas
lanzadas al sencillo hijo de R¡ohacha
en una comunicación
fechada el 17 de julio.
La referida intimación decía así:
«Laguna de Maracaibo,
17 de ab¡ il de 1823-EI segundo jefe
de las fuerzas navales españolas
en la América septentrional.
Al señor don José Padilla, comandante
de las fuerzas sutiles colombianas
en la laguna de Maracaibo.
Guiado
de los constantes
principios
que Ilan dirigido
mi
conducta
política y militar durante
mi permanencia
en las provincias de Venezuela, tengo el honor de dirigirme a V. S. en conformidad del espiritu que dictaron a mi paternal gobierno las instrucciones que me ha prescrito observar.
Sentiré en lo intimo
de mi corazón que V. S. por una mera obsecacíón equivoque
mi
intención y desoiga
la voz de la razón y de la humanidad,
de
que voy a ser ór~ano, con la honradez y veracidad
que es característica, y que creo haber demostrado con bastante notoriedad.
Participo a V. S. que me hallo con medios muy sobrados
para conseguir su total exterminio,
si estos fuesen mis deseos y
mi intención;
pero sólo ansío por ver cesar los males de la guerra; e interin, evitar la efusión de sangre, en casos en que, como
el actual, ninguna ventaja
queda al obstinado
que la de verta
verter inútilmente.
Por lo tanto, y ante todas cosas, propongo a
V. S. una honrosa capitulación;
prometiéndole
que, hecha en mis
manos la entrega de los buques de su actual mando, cuya próxima destrucción
y captura
anticipamente
puedo anunciar a V. S.;
por mi parte, le aseguro que tanto V. S. como sus subordinados
pueden contar con la propiedad
de sus equipajes, y que, considerados como prisioneros
de guerra, serán preferidos para canje;
de luego, me obligo a hacerlos debid::lmente
transportar
a buques competentes
al puerto de los que actualmente
se hallan
bajo la dominación de su gobierno. Esta le será a V. E. entregada por un oficial de nuestra armada nacional, alférez de fragata
don Pablo Llanos, que en calidad de parlamentario,
comisiono al
intento. No dudo que V. E. a más de considerar en este oficial el
carácter sagrado con que va revestido, usará a más aquellas
d~ferencias que en todo caso sabré agradecerle;
y que, por la misma vía se servirá hacerme saber sus resoluciones,
y que desearé
sean acordes a los sentimientos
que me han movido a dirigirme
salir
CAPITULO
155
VI
a V. S. y qu~, en todo evento, conste le he brindado
generosamente a que ahorremos los males que preveo, y que sólo a V. S.
dEberán atribuírse.
Interin tanto, aseguro a V. S. los sentimientos
de consideración, con les que ruego a Dios guarde a V. S. muchos años.
Angel Laborde» (1).
La contestación
del almirante
colombíano
no puede estar
concebida en términos más concisos y elevados;
en ella se ve la
justa protesta de un jefe valeroso y enérgico que jamás, ni en la
más triste adversidad,
hubiera
claudicado con la debilidad que
soñaba el contraalmirante
europeo.
Hay una disparidad de fechas, pues habiendo sido escrita
la intimación de Laborde el día 17 de julio, la contestación del
jefe colombiano
está fechada el 27 de junio. En todo caso, puede ser el 27 de julio, a pesar de que no hay razón para una demora de diez dias.
Hé aquí
la respuesta:
«El general de brigada José Padilla,
de los Iibertadores
de
Venezuela, condecorado con varios escudos de distinción, comandante general de la escuadra de operaciones sobre el Zulia.
Al segundo jefe de las fuerzas navales españolas en la América septentrional,
señor don Angel Laborde.
Si los principios que V. S. aduce en su nota parlamentaria,
le han instigado a hacerme la intimación
a que ella se refiere
-el honor-este
sagrado timbre que está grabado indestructiblemente en mi carazón, me autoriz;¡ a contestarle
que estoy muy
ajeno de prestar oídos a voces efímeras, que son propaladas por
el último delirio de un enemigo agonizante.
Anhelo probar con hechos mi respuesta;
siento que el pernicioso Tablazo
me lo impida; pero aseguro a V. S., que no le
daré la molestia de venir a recibir mi saludo muy distante de ese
apostadero,
e iré por el camino de la gloria a encontrarlo,
si no
tuviere que deslastrar mis buques.
(1) E5l0S valiosos documentos
rificada
por
el dislinguido
Jos~ P. Urue:a.
han sido consullados
historiúgrafo
del
en la compilación
Departamento
de Rolívar,
veseñor
156
ACCION
DE LA MARINA COLOMBIANA
Concluyo
con asegurar a V. S. que vive muy sorprendido
por el señor general Morales: la situación de éste podría impelerme
a hacerle la intimación que V. S. me hace, pues toda la laguna
y sus costas conocen y obedecen a mi gobierno; :recursos inagotables están a mi disposición;
un numeroso
ejército obra por todas partes, para pulverizar el miserable
resto de alucinados
que
lo rigen; y es extraño que si V. S. está impuesto de la verdadera posición política de nuestros respectivos
gobiernos,
deje de
conocer la justicia que me asiste, como la luz del dia nos alumbra a todos.
Dios guarde
a V. S.,
¡osé Padilla.»
El tiempo debía probar con la verdad de los sucesos cuál
tenía razón, si el orgulloso hijo de España o el marino formado
entre el humo de los más gloriosos combates y sacre las embravecidas olas del mar Caribe.
El día 21 de julio amanecieron los barcos enemigos fondeados en Sapara; a las seis y veinticinco minutos los vigías independientes
dieron el correspondiente
aviso de que el enemigo se
hacía a la vela. El almirante colombiano en vista de estos aprestos ordenó que a bordo de todos los buques de su escuadra se
asegurasen los amantillos,
drizas de gavia, de boca, de picos,
con cadenas, y se abosasen los escotines, después de puestos a
la vela.
Se recordará que en uno de los combates entre las fuerzas
sutiles, una de las embarcaciones
que se dio por echada a pique
en los partes patriotas,
fue la flechera realista ]a Guaireña;
pues bien, se sígue hablando de tal embarcación
como si ante:"
riormente no se la hubiera hundido. En documentos subsiguientes vuélvese a hablar de ella.
A las once de la mañana el almirante pasó una revista a
bordo de cada uno de los buques y leyó ]a proclama que atrás
insertamos,
exhortándolos
al cumplimiento
de sus deberes como
colombianos
valerosos y altivos. Después ejecutó algunas señales con el fin de que durante la batalla todos los comandantes
de barcos pudieran
maniobrar
según las señales
del buque
insignia, que lo sería el bergan tín Independiente.
CAPITULO
vi
Las principales
señales ejecutadas
fueron:
1.a actividad y
presteza
en las señales;
2.a, zafarrancho
de combate, y 3.a, al
estar nublado por el humo de los cañonazos,
de no poder distinguir las señales y órdenes del almirante, obrar independientemente sobre los barcos enemigos, según SllS propios conocimientos e iniciativa.
Se tomar¡)n algunas providencias
para reconocerse
en caso
de oscuridad,
coma quitarse la camisa, y para no vacilar durante
el abordaje, el uso de divisas especiales. Fielmente se recomendó
la pronta obediencia a las señales y su precisa ejecución.
Al caer el sol quedaron los barcos españoles fondeados en
el Tablazo.
Esta última disposición
estaba muy puesta en razón; con
ella se solicilaba
la cooperación
del elemento
entonces
más
valioso:
la fuerza del viento que era el todo para la movilidad
de las divisiones,
movilidad
y desembarazo
de los barcos
aisladamente;
al tomar ese puesto durante la noche, claro estaba
que la brisa norte les iba a dar el barlovcnto
a los espafioles
y de suyo tenían la mayor parte de los éxitos alcanzados.
Al amanecer
del día siguiente, o sea el 22, los espafioles
quisieron
aprovechar
el viento, mas habiendo comprendido
el
almirante
Padilla la ventaja que Punta de Palma tenía sobre la
posición
enemiga,
condujo allí su escuadra para obtener a su
turno el barlovento
cuando ellos quisieran
llevar a cabo su
ataque.
Continuaban
los españoles
con la dirección general a
su favor, cuando a las ocho y media cambió sensiblemente
al
S. E., obligándolos
a fondear,
aunq<le algunos de sus barcos
estaban ya para vararse.
La flota española estaba compuesta ese día de los bergantines San Carlos, MaratÓn y Esperanza (estos dos últimos, bergantines-goletas),
la goleta de dos gavias Espec'1/adora, nueve
goletas de velacho, dos pailebots, las flecheras Guaireña y Atrevida Maracaibera y quince buques entre faluchos y piraguas,
todos artillados.
El almirante para efectuar un reconocimiento
personal, dispuso que las goletas Manllela Clzity y Emprendedora rebasasen
la línea enemiga
y él se embarcó en un bote para hacer sus
observaciones
15S
AtCION
DÉ LA MARINA
COLOMBIANA
En seguida el almirante dispuso que en vista de la fresca
brisa que permitía
la maniobra
de las fuerzas
sutiles, éstas
atacaran
las enemigas,
llegando
a aproximarse
hasta hacerle
algunos
disparos
que el enemigo contestó sin grandes daños.
Al cambiar
el viento nuevamente
hacia el N. E. se dispuso
regresasen
los barcos menores colombianos.
Siguió el viento mareándose
más al N. E. Y permanecieron
todos anclados.
El 23 amanecieron
los españoles
en formación de línea al
norte de Punta de Palma y el viento seguía la última dirección;
en este caso, si hubieran obrado los colombianos
atacando a los
españoles,
éstos desde su posición
hubieran
llevado
la ve/)taja del barlovento;
mas si bajaban a reducir a los colombianos
como había dispuesto
el almirante,
acercándose
bien a la
costa, entonces todas las circunstancias
favorables
estaban
p;¡ra
los republicanos.
A las seis y cuarto se hizo la señal correspondiente
para
darse a la vela, y veintidós minutos después los republicanos
hicieron
igual señal, quedando
casi al mismo tiempo las dos
escuadras
listas, obedeciendo
los barcos independientes
a la
idea de permanecer
lo más .cercanos a la costa. Al refrescar
bastante
la brisa y no ser preciso avanzar mucho, se cogieron
rizos a bordo de los buques americanos.
A las 7 y 45, al ver
que empezaba a suceder lo previsto por el almirante, de que el
enemigo
caia a s0tavento,
se ordenó a cada barco tomar su
lugar en la línea de combate;
después de imitar los movimientos del barco insignia,
cinco minutos después se debería caer
sobre el enemip:o que se hallaba también en línea de combate.
A las 8 y 10 se hizo la señal para que cada barco batiese al
que le quedase
más próximo,
abordándolo.
Estas órdenes no
fueron cumplidas,
atrazándose,
rompiendo
la línea y rozando de
modo que llegaron a formar otra por la aleta de barlovento
del
buque almirante.
Todavía,
para no romper]a
línea de combate se les hizo
la señal de que forzaran ]a vela y sin atender a puesto espe·
cial, cada barco entrara a la formación de batalla ya dispuesta;
a las ocho y media se rompió el fuego por los colombianos
e inmediatamente
lo fue por e! enemigo;
pero no habiendo
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CAPITULO
VI
159
logrado el almirante
obedecimiento
completo
a sus mandatos,
tuvo que ir en su bote a todas las unidades y obligar1os a entrar
a la línea.
El comando
,~spafiol eludió una vez méÍs la acción, rompió
el contacto forzando la vela, suspendiéndose
el fuego a las nueve
y cua rto.
Los realistas
se dirigiefl'n
a buscar un fondeadero
entre
Capitán Chico y Maracaibo,
guardando su formación. Los colombianos permanecieron
a la vela y el almirante dispuso que todos
los barcos pasascn
por la popa del Independiente para darles
órdenes
a viva voz; también pasó el comandante
de la escuadrilla menor.
Posteriormenk
se hicieron
varios intentos
de ir sobre el
enemigo para abordarlo,
nc consiguiéndose
esto por la calma que
vino. Finalmente
se dio fondo en Altagracia, en una línea paralela él la costa.
LA BATALLA
Por los anteriores
sucesos se ve claramente
que los barcos
colombianos
no obraban
de concierto,
como es preciso a las
piezas de una complicada
maquinaria,
las cuales deben guardar
verdadera
armonia en la acción. No fue posible que las señales
del almirante fueran interpretadas
y obedecidas
con la prontitud
y destreza
requeridas,
esto originó el cambio completo entre los
comandantes
de IDs barcos de la escuadra colombiana. El dia 24,
una de las primeras
medidas
del almirante fue la destinación
en las horas del amanecer de los oficiales que debían cambiar
sus cargos para mejorar el servicio. El capitán de la Espartana,
Jaime Bluck, pasÓ a bordo del bergantín MG/te, quedando en su
lugar su segundo el señor Marey R. Mar.kin y en vez de éste
el señor Stag; el capitán de la Leona pasÓ al Marle, y comandante de esta unidad lo fue su segundo el señor Juan Me Kam
y en la vacante de este oficial quedÓ el señor Jaime Stuart, oficial
de la Espartalla, y a t:sta nave el aspirante
don Santiago
Moreno.
Lo probahle
es que estos cambios ebedeciesen
a las faltas
anotadas
durante
los días anteriores,
en el importante
ramo de
las señales del barco insignia con los otros bajeles y que tánto
160
ACCION
DE LA MARINA COLOMBIANA
entorpecieron
las operaciones
hasta nulizar completamente
las
disposiciones
del comando patriota.
Se alteró el orden de batalla de una manera que se juzgó
acertada y que en el correspondiente
parte iba acompañada
con
un plano explicativo,
con lo que se buscaba una cooperación
más efectiva de unos barcos con los otros. El almirante pasó
nuevamente
a bordo de todas las naves para levantar el espiritu de sus subalternos
y hacer algunas explicaciones
verbales
respecto del próximo combate.
El parte correspondiente
está concebido en los siguientes términos que preferimos transcribir para darle más claridad al relato:
« A las
10 y 40 voló el viento al N. E., Y a las 10 y 50
se hizo la señal de prepararse
a dar la vela; pero el viento se
llamó al sur, flojo, y se resolvió la de levar hasta que se entablase o afirmase
por donde nos fuese favorable. En efecto, a
la una y 55 logramos nuestros deseos .. El viento se afirmó por
el N. E. Y la marea vaciaba, de suerte que lo que aquél nos
podía sotaventar
aquélla nos aguantaba
a barlovento. Todo nos
era favorable,
y todo nos convidaba
a atacar a los enemigos
que se hallaban fondeados a nuestro frente, en una línea paralela a la costa y próximos a ella.
Dos goletas ocupaban la cabeza meridional de la línea; y a
éstas seguía el San Carlos, después una goleta y seguían alterr.ativamente
los bergantines-goletas
y goletas, ocupando el otro
extremo de la línea o retaguardia
todas las fuerzas sutíles.
A las dos se mandó al comandante
de éstas levase y siguie"se desde luego sobre las de igual elase enemigas, en atención
a que por su menor andar debíamos adelantadas.
A las dos y
veinte se hizo la señal de dar la vela; a las dos y veintiocho la
de formar en línea de frente para atacar a un mismo tiempo todos
los buques enemigos, que observandú
todos nuestros movimientos, se acoderaron.
Algunos de los nuéstros se atrasaban
o no
ocupaban
sus lugares tan pronto como era necesario;
seguramehte por falta de conocimientos
en esta parte, pues todos ardian
por concluir con los enemigos; pero como el Marlr estaba situado
a barlovento,
y el bergantín Indepe/~diente, buque muy velero, a
sotavento, fuimos proporcionando
el andar de éste, de modo que
quedase
y siguiese
perfectamente
bien formada nuestra línea:
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CAPITULO
VI
para lograr bien el plan qu~ nos habíamos propuesto,
por esto se dejasen de hacer las señales que fueron
para cada uno de los que se desviaban
de su lugar.
161
sin que
menester
A las tres y siete se hizo la señal de abordar al enemigo, y
se dejó izada, no obstante
haber sido contestada
por todos los
buques para manifcstarles
que ninguna otra cosa nos restaba
que hacer. Formados
como queda dicho nos dirigimos con el
mayor denuedo sobre los enemígos, de un modo el más hermoso.
Ningún buque salía de su posición. y todos iban sobre alguno de
los enemigos. A las tres y cuarenta y cinco empezaron éstos el
fuego de caf'ión, y a muy poco rato el de fusil, pero del modo
más vívo y sín interrupción;
mas la escuadra de Colombia, acostumbrada a ver con desprecio sus fuegos, seguía siempre sobre
ellos con la mayor serenidad,
sin que se separase
de su lugar
ninguno de los nuéstros, y sin haccrles un tiro de pistola, hasta
que estando a toca penales, se rompió por wlestra parte el fuego
de cañón y de fusilería, sin que pueda decir qué fue primero, si
abordar o batirlos.
El bergantín Independiente se dirigió y rindió al San Carlos;
el Confianza abordó valerosamente
a una goleta. A la de tres palos Emprendedora se le rindió el bergantín-goleta
Esperanza,
pero se voló inmediatamente
dejando a ésta, al Marie y a todas
las demás cubiertas de humo, sin que pueda en rigor. decirse la
conducta que observaban
en aquellos momentos los demás buques; pero sí sabemos que el Marie batió completamente
y rindió
varías de los enemigos, y que todos los demás cumplieron con
sus deberes.
Los enemigos se vieron en las circunstancias
más angustiosas. Del bergantín San Carlos se arrojó al agua la mayor parte
de su tripulación;
la del bergantín-goleta
fue por los elementos
(sic); la de los otros buques
tuvieron
la suerte que la del San
Carlos, y el mar se veía cubierto de cadáveres y de hombres nadando, cuadro a la verdad bien espantoso.
En medio del fuego y perdida la esperanza de salvarse al
ancla, picaron los cables y trataron de hacerse a la vela, pero les
fue en vano en lo general, pues once buques de los mayores
fueron hechos prbion~ros;
el bergantín-goleta
Esperanza voló;
11
162
ACCION
DE LA MA~INA
COLOMBIANA
y fue igualmente
hecho presa un falucho de sus fuerzas sutiles» (1).
C0l110 se ve, el aspecto
general de esta batalla fue la lucha
de barco a barco, sin preparación
previa de las artillerías ni aprovechamiento
de las evoluciones
de la~ escuadras;
el arrojo personal fue ani la única norma de los marinos colombianos,
que
sólo aspiraron a efectuar el abordaje con la resolución
de los
heroicos momentos.
Una ofensiva tan intensa marca en altos relieves el carácter
impetuoso del almirante; su deseo de reducir a la escuadra enemiga, cuyo almirante le hiciera unos dias antes la intimación de
entregarse
prisionero de guerra con todos sus barcos, para que
eludiese el desastre y destrucción
completa de las armas navales
colombianas.
De las goletas republicanas
la Antonia Manuela cayó en poder del enemigo
por haber quedado aislada;
atacada por varios
barces a la vez, al ser abordada,
ninguno de sus tripulantes
fue
perdonado;
todos, incluso los mozos de cámara, perecieron ante
la cuchilla española,
bárbaramente
esgrimida.
Mas llegando la
Leona y un bote armado del Independiente. fue recuperada al
pu n to.
Las dos goletas españolas
que quedaron a vanguardia
pudieron huir, así como la Especu/adora, que siguieron con rumbo
a Maracaibo,
con las flecheras
mayores y la flotilla de faluchos,
pero con bastantes
bajas y en estado de poco servicio.
El bergantín
almirante hizo un fuego de persecución
sobre
las f1echeras y faluchos
que se alejaban
en busca de refugio;
igual cosa verificÓ el Marte sobre la Especu/adora y resto de las
fuerzas sutiles, sobre las cuales también concentraron
sus fuegos
las piezas de la Espartana y la Leona. Las fuerzas sutiles colombianas tenían que prestar distintos
servicios, como cooperar a la
persecución
y al apresamiento
de ¡as naves enemigas,
las que
tripulaban
apenas caían en sus manos. El jefe de esta división
era el capitán de fragata don Walterio D'Chitty, quien desplegó
grandes
energías y dio disposiciones
acertadas
en el combate.
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CAPliULO
VI
163
Ya a las cinco y media de la tarde habiendo
llegado los
restos de lo que fue la orgullosa escuadra española bajo el amparo de los cañones de la plaza, entre éstos uno de 18, cesÓ el fuego, hízose la señal de reunión y los barcos colombianos se dirigieron a las proximidades
de tres goletas apresadas
y varadas
en las cercanías de Capitán Chico.
Como a las seis y tres cuartos de la tarde fondearon los siguientes I)arcos de la escuadra del almirante Padilla:
Bergantines
Independiente y Marte,. goletas Espartana, Leona, Peaccck y Emprendedora, y el comando de las fuerzas sutiles a quien se dio
por nueva misión el salvamento
de las goletas varadas, operación morosa y dificil, que duró hasta las tres y media de la mañana del 25.
El resto de los barcos mayores y menores de la escuadra
se fueron al fondeadero
de Altagracia con las otras presas.
Extractando
el párte que da ala superioridad,
el comando
general e intendente del Zulia, inteligenterr.ente
servido por el señor
general Manrique, deducimos
que desde el 22 empezaron los movimientos preparatorios
de la escuadra
española, cinglando para
adquirir rI barlovento;
que la formación tornada en seguida fue la
de hilera sobre la escuadra patriota; que en el preciso momento
de tenerla a porte se elevó y presentó comhate en linea, el cual
eludió ante la maniobra republicana,
buscando un refugio en la
plaza de Maracaibo.
Cuando ya las dús fuerZaS navales estaban frente a frente a
la altura de Punta de Palmas, el general español destacó en once
piraguas seiscientos hOfYIbres de los batallones
Valencc)' y Cazadores al mando del coronel don Narciso López, COII el prnpósito
de verificar un desembarco en la playa por las puntas de Leív3,
Mamón y Punta de Piedras y hatir las tropas del general Manrique, de acuerdo con los movimientos de la escuadra, pero tal intento fue frustrado por la vigilancia de las tropas patriotas.
El almirante
Padilla una vez vencida la flota enemiga se
aplesuró a oficiar a su vez al contraalmirailte
Laborde, solicitanclo
en términos comedidos y prudentes
la rendición del r~st() de sus
fuerzas; tal comunicación
fue contestada
por el general Morales,
por haberse retirado el marino español a San Carlos, y de ahí, a
bordo de la corbeta Ceres o de la fragata Constitucióll, que nave-
164
ACCION
Dg LA MA~INA
COLOMBIANA
gaban, com0 hemos indicado, en las aguas del Saco. Posteriores
cartas de Padilla provocan los arreglos para la entrega de las
tropas españolas y de las unidades navales que habían podido
refugiarse en Maracaibo.
Las acciones valoradas
parciales, fueron así:
por los patriotas
como campales
y
Campales
«Forzar la barra y paso del castillo de San Felipe, bajo los
fuegos de éste, el día 8 de mayo.
Acción dada por los enemigos, con triple fuerza a nuestra
escuadra el 20 del mismo mes, en que fueron derrotados, habiendo muerto el comandante de la escuadra enemiga Francisco Salas Echeverría y su segundo.
Acción dada por nuestra escuadra, batiendo y reduciendo el
reducto de Maracaíbo el 16 de junio, de que se si~uió la toma
de la ciudad.
Acción dada en el Moján o río de Socuy a los enemigos,
en 29 de junio, teniendo ellos doble fuerza.
Gloriosa e inm0rtal campaña de 24 de julio (sic), en que destrozada completamente la escuadra española, se vio obligado el
general Morales a evacuar la plaza por capitulación."
Parciales
"Acción dada a las fuerzas enemigas el 25 de mayo.
En 6 y 8 de junio, batir las fuerzas enemigas apostadas en
Corona o Quiriquire, hasta dispersarlas;
desembarcar
tropas, y
tomarles el ganado que allí tenían.
En 19 y 20 de junio, sacar del barro en que se hallaban,
las goletas Independencia y Peacock, a causa de un fuerte tempo
ral, batiendo las tropas enemigas que tratdban de impedirlo.
El 23 de julio perseguir la escuadra
blazo hasta la Hoyada, donde fondeó.
enemiga desde el Ta-
Bogotá, febrero 13 de 1826-16.
Alejandro Salcedo'" (1)
(1) }qé P. Cruela,
obra cítaia,
J
ágillas 1¡<¡-lrO.
CAPITULO
165
VI
El 3 de agosto de 1823 el seftor general Francisco Tomás
Morales, jefe español de las fuerzas de Costa firme, firmó la ratificación del tratado de capitulación
por la cual entregaba a los
jefes colombianos
la plaza de Maracaibo, fortaleza de San Carlos, todos los ten itorios ocupados por las tropas españolas, en
el estado en que se hallaban y todos los barcos de la armada española surtos en la bahía.
18 artículos de este tratado definen las cláusulas de tan absoluta capitulación, la cual terminaba de la manera más gloriosa
para las armas colombianas,
gracias a los inauditos esfuerzos de
los marinos comandados
con tánto acierto por el gran almirante
Padilla.
Los oficiales y soldados
territorio
colombiano,
según
número de:
juramentados
para abandonar
el tratado mencionado,
fueron
Generales
Coroneles
Tenientes coroneles
Comandantes
Capitanes
Ten iet) tes
Subtenien tes
Empleados
de administración
Cuerpo médico
Capellanes
1
3
9
24
126
126
136
12
12
3
Suman
452
Para Cuba con estos oficiales salió la siguiente
Sargentos
Tambores,
cornetas y músicos
Cabos
Soldados
Suman
Además tomaron
por ser colombianos:
servicio
el
en
en las filas patriotas
tropa:
94
41
136
660
931
los siguientes,
166
ACCION
DE LA MARINA
- ..... --
Sargentos
Bandas
Cabos
Soldadns
..
-- --
COLOMBIANA
--- .. - ---------
3
,
10
5
50
Suman
Las unidades navales apresadas
Bergantín San Carlos.
Goleta la Maratón.
Goleta la Mariana.
Goleta la Maria.
Goleta la Liberal Guaireña.
Goleta la Ma,.ia Habanera.
Goleta la Rayo.
Golet1 la Estrella.
Goleta la Goajira.
Golcta la Cora.
Pailebot Monserrate.
Falucho Relámpa![o.
68
fueron:
Fue volado el bergantín goleta Esperanza con gran cantidad
de municiones y pólvora que tenía a su bordo.
Después
de algunos oficios cruzados entre las autoridades
militares respecto a la gloriosa batalla naval, el gobierno concedió la estrella dc los Libertadores,
asi como el ascenso al grado
inmediatamente
superior y mencionrs honrosas a algunos de los
más meritorios oficiales, como se desprende
de este aparte:
El gobierno
considera a los oficiales que asistieron a las
operaciones
de la Laguna de Maracaibo,
en el alío de 23, y
tuvieron
parte en el glorioso y memorable combate del 24 de
julio, acreedorcs
a la estrella de Libertadores
de Venezuela,
porque el territorio
de Maracaibo está comprendido
en el que
correspondía
a la antigua Venezuela cuando se decretó esa condecoración,
con el fin de distinguir a los que contribuyen,
en
el campo de batalla y de un modo glorioso a su libertad. Hágase
saber al general Padilla esta resolución,
para que la haga trascendental a los que puedan encontrarse
en el caso, y ellos instalen sus representaciones,
probando,
no sólo que estuvieron en la
«
CAPITULO
167
VI
Laguna de Maracaibo,
sino las acciones en que se encontraron y su conducta"
(1).
La lista solicitada con tal fin al señor almirante
Padilla, fuc
la siguiente:
«Relación de oficiales que por ahora tengo presentes, acreedores al goce de la estrella de los Lihertadores
de Venezuela,
por encontrarse
en el caso y con las circunstancias
que previene
el superior decreto de 25 del corriente mes.
Capitán de navio, Rafael Tono.
Teniente de navio, Tomás Villanueva.
Teniente de fragata, Clemente Catell.
Teniente de fragata, Francisco Padilla.
Tenientc de fragata, Pedro M. Iglesias.
Capitán José Prados, infanteria de marina.
Teniente Joaquín García, infantería de marina.
Teniente Alejandro Salgado, infantería de marina.
Suhtenient'~ Francisco de P. Urueta, infantería de marina.
Aspirantes
o guardias marinas, Manuel Cates, José del Carmen Jaspe.
Contador general, Bartolomé Pérez.
Contador del arsenal, COSIllC Braza.
Escribiente,
Juan de Mata González."
El 2 de septiembre
de 1B23, el Poder
Ejecutivo firmó un
decreto por el cual se dan altas distinciones honoríficas a todos
y a algunos jefes y oficiales y también
personal de tropa, segÚn
los méritos y servicios
prestados
en los distintos combates
de
aquella memorable campaña.
Recompensas
en metálico al general Padilla y a las viudas
y huérfanos
de los militares fallecidos en aquellas acciones; medalla de oro conmemorativa
para el mismo general, y a los oficiales un escudo que ostentaha
estas significativas
palabras:
Al
valor de la armada
de Colombia.
Los inmediatamente
Aiio de 1823.
ascendidos
fueron
los
siguientes
ciales :
Walter
Davis Chity, Rafael Tono, Pedro Dros, Tomás
lIanueva,
Francisco
Padilla, Felipe Baptista, Félix Romero,
(1) José P. Urllcta,
obra cilada, pá!in:{ 226.
ofiViTo-
168
ACCION
DE LA MARINA COLOMBIANA
más Vega, Jerónimo Regito, Enrique Belmonte, Pedro M. Iglesias,
Domingo Díaz, F. Estunard, Carlos Hueck, Juan Mackan, Victoriano Valencia, Francisco
Zamora, José Santos Prado, Joaquín
García, Alejandro Salgado, Samuel Pilot, Marco Mankin, José Carminaty, los cuales tenían los grados desde capitán de fragata hasta sencillos aspirantes
y oficiales de ínfantería de marina.
COMENT ARIOS
El comando español, como ya lo anotamos, tuvo una acción
bastante
competente
en lo que respecta
a las operaciones
en
pequeño;
la decisión de adquirir a Maracaibo estuvo con todo el
acierto, y el recorrido por las ciudades de Mérida y Trujillo pudo
haberlo IIevado al gran movimiento de ocupación de la Nueva
Granada,
el cual no ejecutó por no salirse de SllS estrechos
planes que giraban en torno de la plaza de Maracaibo.
En este
jefe se nota una marcada tendencia a armonizar, ya en el asedio,
la acción de la armada con las tropas de su mando, para eludir
los ataques que en aumento le hacían los patriotas.
El comando de la escuadra española
fue en extremo débil;
aquel espíritu de sacrificio que deben tener los marinos avesados a las eternas luchas contra la naturaleza agresiva cle los vientos, las lluvias, temporales
y las calmas tediosas;
aislados siempre en sus barcos, a los que tomaban el cariño de un pequeño y
familiar terruño, se acostumbraban
a no abandonar sus naves, a la
defensa activa, en la cual no hay jamás modo de eludir los ataques enemigos, ni lugares que oculten el miedo. Los marinos españoles que al principio de la campaña estaban en mejores condiciones de moral, pues habían tomado a los colombianos
sus
grandes
barcos, las corbetas Cara bobo y Maria Francisca, dejaron perder lentamente
esta incontrastable
fuerza moral con las
repetidas retiradas al ataque de las divisiones
patriotas, ínferiores en número de barcos, con la ventaja indisctltible
del inmediato apoyo de las tropas del general Morales y la calidad de
los marinos,
europeos
profesionales,
cuya carrera era un estímulo para adquirir la victoria.
Los espaffoles estaban en mejores condiciones
con respecto
a la movilidad de las naves; el viento aprovechable
para las evoluciones, que sopla regularmente
con los cambios casi fijos a las
CAPITULO
169
VI
distintas horas del día, les permitía colocarse a barlovento;
no
obstante, dejaron perder esta ventaja por las disposiciones
de formación preliminar del enemigo. Durante ]a batalla, Laborde quiso dominar al contrario por la supremacía
de fuego, y a pesar
de llegar lentamente al abordaje, las bajas fueron pocas y no pudieron repeler el intenso ataque del almirante Padilla.
El comando patriota tuvo el defecto capital de la dirección
imprecisa, de no aprovechar
los elementos a sus órdenes; ya en
]a marcha del general Montilla (1) se había visto un defecto en su
disposición,
que verdaderamente
asombra: ¿cómo era que se destacaba una vanguardia
en terreno escabroso,
a una distancia del
grueso de ocho jornadas?
De ahí la completa destl ucción de esa
tropa. Otro error para ese comando fue el obrar sín un plan
(1)
Hespecto
r(Don
a este c<.'rnpetente
Mariano
Mo.tilla,
mo que su hermano
ble aboleng'l
del
al punto
era
gal, saliendo
un añr¡
mayor
salió
cuando
Bolívar
llegó
de Granada.
por siempre
con
menos
general
espalÍo!,
enviado
extraordinario
en Madrid.
(:--lota del
su libro
Montilla
en peder
uno de los jefes
en Caracas.
de España.
elementos,
la conciencia
l\f urió
Fue
de esta ciudad
la pro'pia
y mlnistro
en Caracas
inteligente
Oarf¡J¡ de Bolízrar,
y
en
hábil
página
de las tropas
existen
le valió
a la patria.
Venezuela
de los
el título
aunque
le ha baslado,
de
de
inglesas.
en poder
inteligente
plenipotenciario
e'l
fue Maria-
heroicidad
con ~xito
de
firme
del Libertadcr
A Montilla
de que sirvió
en
era goberna,
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fuerte,
Era
N Ilel'O R~ino
tenientes
A Morillo
de esa plaza
a costa
el
Desde
en Portu-
banderas
don Tom;ls
y capaces
Las llaves
ha-
las
enderezó
de conquistar
h, abrazó,
muy
MarialJo
crJfl B,)lívar
sirvió
heroicos
en e' sitio y (cupación
de Cartagena
no quedó
nada,
,usceptible.
del general
su hermallo
Acababa
,in decide
de Cartagena.
descendientes
cumplir,
y
donde
la mocedad
de 1801.
Disgustado
se
lo mis-
y ha~ta
batido
la campaña
dunde
de Boiív:¡r
D:llI
se hahía
1782
en
M~jico,
desde
espirilual
d.: tÚ,
Madrid,
era,
y d~ más no-
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amigos
muy
duraote
nacido
('xpedición
despllés
y muy
la plaza
en
\'enezr)lano:
[nglaterra,
más
a BJlíVJr
de Olil'CllZI,
uno de los más leales,
Era cabalJeresco
conde
poco
Lo vio,
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Tomó
quc tratabl
había
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y en
hombre
d~ esa isla pua
Mariano
un historiador
yambr)s
Tomás,
.8 J 9 vino a ,\ngos[tlra,
En
dar.
en el sitio
(¡ue Bolívar:
don
la revolución,
1816.
de Venezuela,
que don
de corp~; de su 'l\ljestad
herido
dice
en España
uno de los hombres
de lo, pJCo,
UlO
bía sido guardia
Haití,
Tomás,
en la República
Libertador,
cspirituolso,
don
jefe,
educado
de
Cartagena
después
que
En
de
el bizarro
1823
en Londres
fue
y
18 )1.1>
historiaJor
289.)
don
Rufino
Blanco
Fombona
en
170
ACCION
DE LA MARINA
COLOMBIANA
armónico
del ejército y la marina, ya que ésta iba a cooperar
de manera tan directa y decisiva en la acción común. Después
de salvar la Barra y llegar la escuadra colombiana
a las aguas
del lago, debía haber dispuesto
que las naves mayores aún
no· empleadas
por su gran calado bloqueasen
la entrada, para
evitar que tal cosa fue:·a ejecutada por el enemigo.
El general Manrique,
quien asumió el mando genera], obró
con bastante resolución y acierto, si bicn las tardanzas en ponerse al habla con los barcos pudo llegar a ser desastrosa;
pero
las dificultades
de las comunicaciones
de tierra impedían acelerar
las operaciones.
El almirante
subsanaba
con su ::ínimo y el talento de sus
aprestos las díficultades especiales de falta de preparación
en la
mayor parte de la oficialidad
que era casi toda extranjera,
de
distintas
procedencias,
y que a buen segllro no sentían los
mismos ímpetus de valor y de amor a la bandera que flotaba
en la grímpola
de los mástiles, recordándoles
el cumplimiento
de los santos deberes con ]a patria.
El almirante vio que en una decisión rápida había mayores
probabilidades
de triunfo, y ordena, despué1> de personales explicaciones
y entusiastas
proclama~, el abordaje como único objetivo de toda su escuadra, y casi con la resolución de don Juan
de Austria en la famosa batalla de Lepanto, en donde mandó
aserrar los baupreses
de sus buques para obligarlos al abordaje.
Ya hemos visto cómo fue de bien cumplida esta medida, pues
.unos momentos después del encuentro se empezaron a rendir los
barcos españoles,
mayores en número pero inferiores en calidad.
En cuanto a la oficialidad
española que servía el Castillo
de San Carlos, y que posiblemente
debia conocer sus deberes
profesionales,
no cumplió ni medianamente
con ellos. Qué fácil
hubiera sido la destrucción
de los barcos que con la lentitud de
su avance se presentaban
frente a las bocas de fuego, corno
blancos inmensos, para que no se perdiera ni uno de sus tiros.
Tal vez una debilidad de los jefes colombianos
Manrique y
Padilla fue la benevolencia
del tratado, por el cual permitian la
traslación de las tropas españolas a Cuba. Pensemos un momento
en el caso contrario:
de haber ganado la acción el sanguinario
Morales, ¿ cuál habría sido su conducta?
------------_._
CAPITULO VI
_---~---.--.- -- ~----------
171
..
En todo caso, no es que la idea de fusilamientos
nos hJga
deplorar
el mencionado
pacto, nó; pero al proseguir
la guerra
España
en otros lugares que estaban
bajo la generosa salvaguardia
de las armas republicanas
¿ no entrañaba
tal medida
una condescendencia
con el enemigo?
El general Morales en el párte que rinde al capitán general
de Cuba significa
de manera clara todas las circunstancias
que
concurrieron
a la rendición de sus fuerzas, y en verdad que presentó una pieza razonada en la cual se culpa al comandante
de
las fuerzas navales y al abandono
en que dejaron
las tropas a
su mando las autoridades
respectivas;
hagamos
la transcripción
de uno de sus apartes:
«Supe oportunamente,
que el segundo comandante
de nuesrras fuerzas marítimas en estos mares, don Angel Laborde, había
entrado en Puerto Cabello el primero de mayo, después de batir
y apresar dos corbetas enemigas; y contaba con que inmediatamente se acercaria
a mí, entregaría el dinero que traia para mis tropas; y encargando
de perseguir y destruír los enemigos por doquiera que anduviesen,
o aprovecharia
la ventaja de haberse encerrado en la citada laguna, y la de encontrarse
allí también nuestro ejéccito, para, con la cooperación
de él y de los buques armados,
lograrlo
de un modo decisivo;
y con tan halaglieñas esperanzas se reanimó el espiritu público de tal manera, que arrostraban
el ejército
la gente de mar y el incomparable
vecindario
de la capital y suburbios,
con el mayor placer y sufrimiento,
todo género de servicios
y sacrificios, en repeler desembarcas,
componer, tripular y armar embarcaciones,
buscar encuentros parciales con los colombianos,
en que siempre
fueron
afortunados;
y todo,
sin pagarles, ni r{'cibir nadie otro estipendio
ni
ración, que una o dos libras de carne fresca, sin más condimentos ni pan-puesto
que, con la posesión de la laguna, nada han
dejado entrar en Maracaibo,
de parte alguna los enemigos.
Pasaron días y días, y don Angel Laborde no parecía, ni demostraba disposiciones
de venir sobre los enemigos de la laguna; y entretanto
ellos aumentaban
y artíllaban
con la mayor celeridad
sus fuerzas
sutiles-y
acercaban
a las orillas de la laguna, las
terrestres
que tantos meses antes anunciaron
en sus periódicos,
para embarcar unas, y dividir y tener en continua
alarma y fa-
172
ACCION
DE LA MARINA
COLOMBIANA
tiga las nuéstréls con las restantes: asi es que el general del
Magdalena llegó por occidente a la línea del Sucuy, 16 leguas
de Maracaibo; el del Departamento de Boyacá, al Zulia; el del
Zulia, Manuel Manrique, a Gibraltar-donde,
con ochocientos
hombres se embarcó en su escuadra; y del Departamento de
Venezuela también concurrió otra división a los puertos' de Altagracia, bajo las órdent:s del mismo Manrique."
Como se ve, Morales, que era un hombre experto en achaques militares, hombre reflexivo y enérgico, no era justamente
el llamado a deponer las armas si un apoyo eficaz le hubiera
sido prestado por sus superiores. Faltábale a él sin duda alguna
la percepción, el genio, por decirlo con más propiedad, para llevar adelante planes de la mayor magnitud; con un comandante
audaz para los barcos del rey, es posible que sus operaciones
hubieran llegado a distinto fin.
En síntesis podemos afirmar que esta campaña gloriosa tuvo
grandes enseñanzas. Desde el punto de vista que nos proponemos con el presente estudio, esto es, como aspecto de la guerra
naval, fue esencialmente indiscutible por su importancia para
la liberación de Venezuela y de la misma Nueva Granada, pues
quedaba amenazado todo el litoral colombiano por los ataques
posibles de las expediciones españolas.
Sacando el último ejército enemigo del territorio reconquistado venia la tranquilidad, y los asuntos generales tendían a
normalizarse, ofreciendo las espectativas benéficas de la paz a
los pueblos empobrecidos y diezmados por aquella larga gue~
rra, quizá más asoladora en la combatida Venezuela, que en el
resto de Colombia. Los mares territoriales quedaban libres de
las amenazas temidas antes, de nuevas expediciones pacificadoras; ya en poder los litorales colombianos de los defensores de
la libertad, permitía concentrar el egfuerzo de las armas patriotas a la prosecución de la gran guerra, arrebatando a la opresora España las naciones del sur: Ecuador, Perú y Bolivia, que
más tarde debían ser libres y grandes, mediante la acción de sus
hermanas, Nueva Granada y Venezuela.
CAPITULO
VII
Los marinos
La acción de la marina en los cruentos años de la Independencia en el Atlántico, ha quedado bosquejada
en los capítulos anteriores. Réstanos hablar de la personalidad
de los principales marinos: aquellos hombres sufridos, cuya vida de zozobras ante la
naturaleza formólos indómitos y grandes, fuertes en los momentos
del combate, resueltos ante la muerte desde las cubiertas de sus
naves y que esperan el instante en que aparece el enemigo; y ya
sobre las cumbres movibles de las olas o en las saladas extensiones del océano,
luchan sin más esperanzas
que hundir los
barcos del contrario
o abordarlos,
llevados por el vértigo del
valor.
Muchos de los oficiales que prestaron
servicio en las divisiones de infantería
y caballeria
habían pasado los primeros
años a bordo de los barcos de guerra;
marinos fueron el general Morilla, quien pasó su juventud en la escuadra y llegó hasta
contramaestre;
también fueron marinos
Tacón y Warletta.
El
general Miranda prestó durante algún tiempo su concurso en la
marina;
el general Manuel Piar también recibió educación para
seguir la noble carrera del mar.
La mayor parte de los oficiales de marina que figuraron en
nuestra magna guerra fueron extranjeros
de diversas nacionalidad es: ingleses, franceses, corazaleños
y hasta españoles.
Natural nos parece
que éstos al brindar
su vida a la libertad
de pueblos
extraños,
lo hicieran
por gozar de prebendas
y
recompensas
por sus esfuerzos.
Debemos
recordar
la ce-nsurá-
114
ÁCCION
DE LA MARINA COLOMBIANA
ble conducta
de muchos de ellos en criticas momentos, como
en la expedición
de los Cayos de San Luis, cuando los capitanes de los barcos quisieron huír con los armamentos
acopiados
por Bolívar después de árdué'.s penalidadés;
las infamias cometidas por los aventureros
comandantes
de unidades cuando la
huida de los sitiados de Cartagena
en i815, quedaron indeleblemente escritas
para excecración
de sus nombres y reprobación
de sus abusos.
riales
A continuación
nos permitimos dar algunas
referentes a los principales
marinos:
EL ALMIRANTE
DON JOSÉ
PRUDENCIO
noticias
histó-
PADILLA
Primeros años
En la ciudad de Riohacha y de cuna humilde, como que
por sus venas corría sangre de color, vino a (a vida el 19 de
marzo de 1778 el que más tarde debía dedicar su vida a la
libertad de su patria. No goz6 en su infancia de la holgura que
las comodidades
brindan a las gentes ricas. Padilla, apenas adolescente, sentó plaza de grumete a bordo de un velero espafiol
en 1792, y sirvió en la escuadra del rey, combatiendo
en aquellos años en que los grandes navíos híspanos fueron atacados
primero
por los franceses
y después por los ingleses, quíenes
•
en Trafalgar
(1805) dieron el golpe de gracia a la orguHosa
armada.
En esta famosa batalla, donde pereció el gran Nelson,
hallábase Padilla ya como contramaestre;
llevado preso a Inglaterra permaneció
tres años en las cárceles inglesas, hasta que
por los tratados de paz entre España e Inglaterra fue puesto en
libertad.
Padilla
tomó el rumbo de su país natal y nombrado
contramae'itre
del arsenal en el apostadero
de Cartagena,
ocupó
ese puesto hasta la fecha cél('bre de la transformación
política
de aquella ciudad, el 11 de noviembre de 1811.
Muy joven Padilla actuó en esas lTI=1gnas fechas con entereza y celo; mereció la confianza del gobierno republicano,
y
fue comisionado
para que organizase las fuerzas de mar, con
embarcaciones
menores que debían defender el litoral cercano a
Cartagena.
.\ Imi¡':Iult· tluJl
JO~t',
I"'lIdeHeiu
j)iltliJ)a
CAPITULO
VIi
115
Importantes
servicios prestó el futuro almirante de Colombia en aquellos años de vilcilación, en los cuales todavia no se
habia orientado la insipiente acción de los pueblos para conquistar su libertad.
De~de 1811 figura el marino ríohachero
en
empresas
que sólo arrojo y desprecio de la vida significaban,
como el apresamiento
del mariscal de campo don Alejandro Hore
con un cuadro de (,ficiales a bordo de una corbeta muy superior en armamento y tripulación
a la nave republicana.
Por este
hecho digno de alto encomio, que puso en manos de los patriotas valiosos elementos y 160 prisioneros hispanos, fue ascendido
Padilla al primer grado de oficial, o sea alférez de fragata; suceso acaecido en 1814.
Padilla oficial de marina
El ascenso merecido llenó a Padilla de nobles esperanzas;
siguió impertérrito
prestando
sus valiosos servicios en el ramo
que ya era para él una profesión. Hallábase en el rio Magdalena cuando bajÓ el ¡,{eneral Salivar a llevar adelante la campaña
sobre Santa Marta y Cartagena;
a este jefe unióse y corrió las
contingencias de las desavenencias
suscitadas por Castillo en 1815,
permaneciendo
fiel a Bolivar,
por lo cual estuvo preso hasta el
comienzo del asedio a la plaza por Morilla. El mayor general de
los sitiados, comandante Mariano Mantilla lo puso en libertad, y
entonces Padilla cooperó, como hemos visto, a la defensa
de la
bahía, comandando
una embarcación.
Terminado
el sitio de 1815, le tocÓ en suerte formar parte
del convoy de la muerte; desembarcado
en las antillas,
volvió a
incorporarse
en las filas republicanas
en la expedición
Iibertadora
de los Cayos de San Luis, y llegado al continente fue comandante de una de las escuadrillas
de flecheras y bongos en COI11petencia con el famoso Antonio Diaz, oficial margariteño,
y durante el transcurso
de 1816, 17,18 Y 19, prestÓ sus templadas
energías en la campaña fluvial del Orinoco, donde alcanzó grados
hasta capitán de navío.
Durante los años de 1820, 21 Y 22, actuó como hemos visto, en las campañas
sobre Santa Marta y Cartagena,
y más
tarde en la gloriosa Ut Maracaibo;
ya con el titulo de almirante de Colombia,
fue llamado por el Libertador,
que siempre es-
176
--
AéCION
----.---"------.-
bE LA MARINA
COLOMBIANA
-----------~~
catimó los elogios el Nelson colombiano,
por sus demostraciones de valor, pericia y competencia
de sus decisiones en los
críticos momentos en que una improbidez o descuido acaba con
las naves confiadas al comando de un hombre, y por ende, pone
en espectación
la vida de millares de. hombres.
Padilla en 1828
Durante algunos años, tanto el Libertador como los hombres
del gobierno tuvieron fuertes presunciones
de que España cnviaría
una escuadra con tropas de desembarco
para reconquistar
sus
colonias; debido a este temor, permanecian
en Cartagena y otros
lugares del litoral cuadros
numerosos
de oficiáles de marina,
aunque en verdad pocas unidades navales habían para la defensa del país.
Los años anteriores, fecundos en desagradables
sucesos para
la salud de Colombia,
entre antagor.ismos
de política personal,
atentuándose
ya por desgracia las divisiones de sectarios partidos que acababan con la obra adelantada,
después de tan sangrientos sacrificios y de un derroche
caudaloso de valor y energias, llevaban
cada dia la patria vacilante a un abismo verdadero.
En Cartagena,
como en casi todas las ciudades de Colombia, sucedían acontecimientos
que no eran sino los presagios de
males futuros; dice el ·general Joaquin Posada Gutiérrez en sus
Memorias Histórico-Políticas, lo siguiente: «De tiempo muy atrás
existía una rivalidad pronunciada,
entre el general Mariano Montilla y el general de la marina, que no existía, José Padilla. El
general Mantilla
estaba de cuartel, pero tenía una autori:zació:1
reservada
para reasumir el mando civil y militar .de Departamento, que comprendía
lo que actualmente se llama Estado de Bolívar y Estado dcl Magdalena,
con más el cantón de Ocaña, que
desde la conquista
perteneció a la provincia
de Santa Marta, y
que hoy, contra la voluntad de Dios, que le puso el formidable
páramo de Cachirí de por medio, pertenece al Estaáo d~ Santander. El general Mantilla era venezolano, el general Padilla era
granadino;
el general Montilla era blanco, el general Padilla era
pardo; el general Mantilla era boliviano, por consiguiente
Padilla
era santanderista;
lo que significaba que si el general Montilla hu-
177
CAPITULO VII
biera sido santanderistil,
el general Padilla habria sido boliviano. El general
Montil1a era ilustrado, el general Padilla era ignorante. Debian, pues, ser rivales, no habiendo de comÚn entre
el10s sino que ambos ('ran generales de divisiÓn, antiguos y beneméritos servidores,
y valientes
como lo eran todos los colombianos de aquella época. Pero esto mismo hacía que el general Padilla pl;etendiera en Cartagena
la supremacía
de que gozaba el
general Mantilla, lo que era su sueño dorado, como lo ha sido
de otros menos dignos que lo han logrado por medios más criminales» (1).
Con el antagonismo
de los jefes cundió entre los subalternos una marcada' indisciplina que se traducía en manifestaciones
.colectivas,
en las cuales se pedían unos a otros firmas, de lo
que se acentuaron resquemores
entre aquellos militares, más propios para el azar de las campañas,
que para la vida de guarnición, metódica y subordinada.
Adelantados
los acontecimientos
hasta el punto de intimar
Padilla al coronel José Montes que entregase el mando por desconfianza que de él hacían los de su partido, Montes en un principio no hizo caso de las solicitudes de Padilla, pero al fin dejó
el mando; fue nombrado para sucederlo el coronel Juan Ant0nio
Outiérrez de Piñeres, nombramiento
otorgado por una autoridad
no competente,
como era el intendente
gobernador.
El g~neral Mantilla hallábase en Turbaco;
noticiado de los
acontecimientos
que se sucedian en Cartagena y justamente ¡¡Iarmado por su gravedad, asumió el mando militar, haciéndose rt:conacer para ello de los jefes de las unidades acantonadas
en" la
plaza. Hablóse
entonces que Padilla había pecado militarmente
con lamentables
extravíos al querer dominar la situación con las
gentes de color, esto es, que había obrado como los agitadores
del pueblo
para adquirir
mando;
no obstante los asertos del
general Posada Outiérrez, no es un hecho evidente que tal cosa
sucediera.
Los partidos pJlíticos de esa época tenían un fuerte
colorido
personalista,
y para extremar
las cosas no se omitiÓ
entonces
el uso de ninguna arma; cierto que PadiJla no fue un
hombre de letras, mas no por eso debemos juzgarlo proclive y
(1) Joaquíll
Posada
Glltiérrcl.,
obra citad.,
·011(, 1, p"gi, a
8+.
12
178
ACCION
DE LÁ MARINA
COLOMBIANA
desleal. Las ci rcunstancias
influyen a veces en la política, arrastrando las colectividades
como fuerzas ocultas.
El 5 de marzo de 1828 se pusieron en marcha el batallón
de artillería,
el Tiradores y un escuadrón
de Húsares al lugar
donde se hallaba Montilla, esto es, a Turbaco.
Padilla al conocer los aprestos
que hacía un jefe que él tenia como enemigo
personal
se embarcó en una de las pequeñas goletas que tenia
a sus órdenes, llegó a Tolú, y de ahí atravesando
las llanuras
de Corozal
llegó a Mompós. Desde este lugar escribió Padilla
al Libertador
cumunicándole
los sucesos con algunas quejas de
la precipitación
del general Mantilla,
en lo que quizá no le faltaba alguna razón (1), y añade el ya nombrado general Posada Outiél'rez, que lo que se habia querido hacer con el infortunado
Padilla era sacarlo de los lugares donde tánto lo querían sus
compañeros,
amigos y subalternos.
Noticiado
el al~lirante
granadino
de que una columna de
trupas
al mando
del conde Federico
Aldercreuzt
llegaba
a
Mompós,
resolvió
regresar
a Cartagena,
a donde llegó ocultamente; pero sabedor Montilla
de su llegada lo redujo a prisión
elLo
de abril de 1828, remitiéndolo
inmediatamente
a Bogotá.
Examinando
lo acaecido en esas malas horas, nos convencemos que se festinaron
los acontecimientos
con notoria injustida para uno de los beneméritos luchadores
de la libertad. Pocas
veces se ha obrado con tánta precipitación
como en aquélla,
siendo comentado
por bolivianos
exaltados
que Padilla no había
cometido ningún delito grave, sino simples imprudencias
hijas de
su poca ilustración.
Conducido
a la capital y encarcelado
en el cuartel que hoy
ocupa el regimiento
de artillería Bogotá, se confió su custodia
al coronel José Bolivar. Allí se encontraba cuando los funes(os
acontecimientos
del 25 de septiembre.
Hasta su prisión penelraron los conjurados
a exigirle
que entrara
en el movimiento,
para lo cual habian dado muerte al custodio coronel Bolívar.
En SLl declaración
el capitán
Emigdio
Briceño
dijo que él
había hecho rendir la guardia del cuartel de artillería, prender
al coronel
BoJíval y libertado a Padilla, a quien le entregó la
179
CAPITULO VII
espada que cerlÍa el coronel sacrificado
(página
14 del sumario
respectivo).
No obstante haberse comprobado
hasta la saciedad
que Padilla no estaba comprometido
en la conspiración,
por las
declaraciones
de casi todos los testigos, deponentcs
y participadores de tan tristes sucesos, por haberse encontrado
con la espada de una de las víctimas, teniendo en cuenta sus rencillas con
Mantilla
y por juzgársele
enemigo político del Libertador fue
sentenciado
a la pena capital, acto que se cumplió con la más
refinada de las crueldades,
pues degradado
y ejecutado
se exhibíó en una escarpia su cuerpo ensangrentado,
como lo hiciera
el pacificador
Morilla unos años antes; terrible ceremonia verificada en la Plaza de Bolívar el 2 de octubre de 1828 a las
once de la mañana.
LA MEMORIA
DE PADILLA
Al que se tome el trabajo de consté/tar el dicho legal de los
deponentes
en el sumario, debe quedar convencido del crimen,
pues no otra cosa fue aquella ejecución;
bien podríamos extendernos sobre este tópico, tratado ya por historiadores
y hombres
ilustres
como el doctor José Vicente Concha, autor que en sus
"Apuntamientos
sobre el sumario del 25 de septiembre,»
hace
resaltar
la verdad con inc0ntrovertibles
deducciones
y de ahí
saca la memoria
de Padilla, el valeroso marino, limpia y rirande
como sus servicios.
Uno de sus bíógrafos,
el señor José María Baraya, dice
estas palabras:
«En octubre de 1821 libertó las provincias de
la costa atlántica después de inauditas hazañas;
en octuhre de
1823 regresó a Cartagena
:.¡brumado de gloria, con el peso de
los laureles
cosechados
en Maracaibo,
y en octubre de 1828
terminó su carrera, víctima de una injusticia! Qué coincidencia!»
En el afto de 1831 el presidente
de la Convencir'ln del
estado de la Nueva Granada,
don José Ignacio de Márquez,
rehabilitó
la memoria de Padílla con el siguiente decreto, del
cual tomamf)S lo siguiente:
«
....
-
"
3. o Se rehabilita,
ilustre general José
fueron
asesinados
.
a nombre de la naciÓn, la memoria dd
Padilla
y de los demás' índiviJuos
que
judicialmente,
a virtud
de sentencias
dictadas
180
ACCION DE LA MA~JNA COLOMBtANÁ
con motivo
del acontecimiento
Dado
pendencia.
en Bogotá
El presidente
del 25 de septiembre
a 9 de noviembre
de 1828 ....
de 1831-21 de la Inde-
de la Convención,
J OSÉ
IGNACIO DE MÁRQUEZ
El Secretario,
F/orentino Gonzá/ez
Bogotá,
14 de noviembre
de 1831-21.
Ejecútese.
DOMINGO CAICEDO
Por S. E. el vicepresidente
de la república
E. E., el ministro del Interior y de Justicia,
encargado
del
JUAN FRANCISCO PEREIRA"
Posteriormente
por ley 69 de 1881 (30 de junio) se dispuso
la erección
de una estatua
al almirante
y general,
como se
llamaba,
don Jos¿ Padilla;
después
de los considerandos
que
abarcan la vida de lucha y glorias del almirante,
dice:
«Articulo 1.0 En la plaza principal de la ciudad de Riohacha,
capital del Departamento
de Padilla, en el Estado soberano
del
Magdalena, se levantará la estatua, fundida
en bronce, del prócer de la independencia,
benemérito general de división, José Padilla.
Artículo
cripción :
2.° En el plinto
de la estatua
se
grabará
esta ins-
¡osé Pudi/la,
experto marino que forzó la barra de Maracaibo, pasando a fuego vivo entre los esteros y castillos de San
Carlos. La patria agradecida.
MDCCLXXXI.
Artículo 3.° Destinase
del Tesoro nacional la suma hasta
de veinte mil pesos ($ 20.000), que se considerará
votada en el
presupuesto,
para dar cumplimiento
a la presente Ley.
A
Dada
en Bogotá a 27 de junio de 1861.
El presidente
del Senado
(Fdo.)
de Plenipotenciarios,
MAHCELlNO GUTIÉRREZ ALV AREZ.
CAPITULO
181
VII
El presidente de la Cámara de Representantes,
JULIO
A.
CORREDOR.
El secretario del Senado de Plenipotenciarios,
Benjamill Perdra Gamba.
El secretario de la Cámara de Representantes,
Carlos Cotes."
(Vida de Padi/la, página 500).
EL COMODORO
LUIS AURY
En un importante estudio sobre este marino, el doctor Eduar~
do Pos~da afirma que el Diccionario de próceres ni siquiera lo
nombra. De ahi que los datos para escribir su biografía están
dispersos en los escasos libros que tratan de los asuntos navales
en la guerra de independencia.
En diversas afirmaciones encontradas hallamos acerca de este
comandante de una escuadra, que podíamos llamar personal,
puesto que la mandaba a su arbitrio en nombre de diferentes naciones, como los Estados Unidos, Buenos Aires, Chile, Méjico,
etc., cuyo objetivo para levantar el espíritu en sus proclamas
era la libertad a los pueblos de Suramérica; mas nosotros debemos juzgarlo como bastante interesado en el logro de sus empresas, con fines de piratería.
Desde 1815 aparece el comandante Aury en el sitio de Cartagena, donde, como hemos visto ya, tomó participación en la
secuela de la defensa, y finalmente como jefe del convoy de emigrados, no obstante hallarse allí un maríno de mayor graduación
y que habia ejercido el mando en jefe de la división de barcos
surtos en la bahía de Cartagena, el comandante espaftol Eslava.
Posteriormente actuó con sus barcos en la expedición de los
Cayos de San Luis, operaciones preliminares de salida, donde
puso de relieve su ambición, en connivencia con Decoudray y el
coronel Mariano Montilla para obtener o participación en el
mando de la expedición o hacer fracasar ésta, para cuyo fin empezaron a organizar otra que debía dirigirse a Méjíco, aventura
182
ACCION
DE LA MARINA
COLOMBIANA
que se pintaba con halagiíeñas perspectivas. Los barcos de Aury
tomaron el rumbo de los mares del norte.
En 1818 aparece como poseedor de las islas de San Andrés
y Providencia, en el archipiélago colombiano del mismo nombre,
y especialmente en la pequeña isla de Santa Catalina, en donde
estableció su cuartel general, como vemos por los párrafos de una
carta publicada en El Correo del OrinOCO,el6 de febrero de 1819.
Dice así:
«El cuartel general está en Santa Catalina, en donde Aury
se ocupa de organizar un ejército destinado a desembarcar sobre el continente. Se porta con gran prudencia y energía, y puedo
asegurar a usted que muchas de las personas que parecen iniciadas y en todas sus circunstancias, dudan muy poco de su suceso. A ochocientos hombres suben ya las fuerzas reunidas. Santa Catalina es una bella isla, y sin mucho trabajo llegará a ser
un segundo puerto, que tiene dos entradas, una de ellas con más
de veintidós pies de agua en la barra, protegidas por dos fuertes baterías, cuyos fuegos se cruzan, ya ~rígídas .... "
Posteriormente se trasladó el cuartel general de estos marinos, los cllares tenían diversas nacionalídades,
pues que los había franceses, ingleses, irlandeses, italianos, etc., a la isla Amelia. En una carta del ilustre Zea al presidente, le habla sobre la
misión del general Lino de Clemente en Wáshington, y prt'gunta
si este jefe es el mismo que sin poderes del gobierno de Venezuela había autorizado una expedición contra la isla Amelia, en donde se había establecido una república pirática, asilo de piratas y
de toda clase de bandidos (1).
Mediante las gestiones de Zea se procedió a comprar municiones y armamento en las Antillas, y que se debía obrar con
los barcos para la protección de los contingentes extranjeros que
ya empezaban a llegar; efectivamente, la escuadra espaftola que
entonces estaba al mando del general José María Chacón, seguía
con atención las maniobras de los barcos colombianos y hasta
quizá hubiera entrado en acción, pero la llegada de Aury con su
escuadra, lo puso receloso de aquella superioridad numérica y tuvo
que retirarse de esas aguas.
(1) Boletín de la Academia di' Historia, alÍo 9, página 13.
CAPITULO VII
183
Parece que a las muchas gestiones de Aury para ser admitido al servicio de Colombia, no se dio respuesta satisfactoria,
y
el comoooro,
con el fin de hacer méritos ante las autoridades republicanas
cedió lino de sus buques, el Mercurio, a bordo
del cual quedó el mayor Codazzi, y con esa nave subieron los
barcos de la escuaura
de Brión el Orinoco hasta Santo Tomás
de Angostura,
como hemos visto anteriorme:1te.
El bióg;rafo de
Codazzi, germano
Albert Shumanher,
trae páginas en extremo
pintorescas
sobre la vida que hacían en aquella ciudad las tropas de Bolívar; veamos unas frases de su relato:
«Algunas veces se reunían en una de las azoteas de las casas, y otras en alguna de las pequeñas haciendas del vecindario, rodeadas de palmas y mangos, esparcidas
en aquella región insalubre, y que le
parecían a Codazzi los lugares más miserables.
Curiosa era la
agrupación allí reunida;
la siempre distinguida
figura y patética naturaleza de Bolivar, formaba su centro.
Este infatigabk
revolucionario
había estado un mes a la cabeza del llamado gobierno, y ahora, desde que las tropas españolas se habían visto obligadas a permanecer inactivas,
ocupábase
en toda clase de organizaciones, dictando decretos y haciendo nombramientos.
Pronto
habia concebido por ejemplo la idea de convocar una nueva Convención de Angostura,
para dictar una nueva Constitución a la
República.»
«Bolívar gustaba casi siempre de aparecer acompañado por lo menos de un ayudante, puesto que entonces desempeñaba Zea (sic), quien pocos días antes había publicado
los prímeros números del periódico El Orilloco, el cual, aunque parezca
raro, tuvo gran influencia en la formación de la pequeña República. El áspero Juan Germán Roscio, quien acababa de regresar
de Filadelfia, asumió el papel de diputado,
siempre listo; mientras el ilustrado José Rafael Revenga, con quien Codazzi ligó especial amistad, era un hábil secretario privado. Lino de Clementi, un vene2.0lano de origen italiano,
se ocupaba de los asuntos
de marina. Un caprichoso
grupo de individuos,
casi todos con
titulas rimbombantes,
y frecuentemente
a despecho del calor con
ricos y vistosos
uniformes,
manejaban los diversos asuntos del
gobierno. Todos los colores de la piel se hallaban representados
alli; al lado de los caballeros vestidos
como en Caracas y Valencia, veianse los lIaneros con el corto calzón de uña de pavo y
184
ACCION
DE LA MARINA COLOMBIANA
la camisa por fuéra; con las presillas y galones, mezclábanse I;¡s
cobijas (bayetones), y con las pistolas y lanzas, las dagas y rejos de enlazar. Aventureros ingleses, irlandeses, holandeses yalemanes, concurrían
allí; gentes que habían
seguído las águilas
de Napoleón, y otros que se habían batido en España contra
José Bonaparte, y además de éstos, médicos y negociantes
proveedores;
la figura más notable de este círculo en las ocasiones
de fiesta, era la de ¡ames Hámilton, en traje escocés: soldado,
especulador
y diplomático, encarnados en un solo individuo» (1).
Las pintorescas
narraciones
de los oficiales extranjeros,
como O'Connor, el oficial irl andés Sevilla, el alemán de que nos
ocupamos y algunos
otros, no pueden servir de norma a los
historiadores;
solamente cuando documentos
comprobatorios
complementan algunas de sus relaciones, hinchadas por el colorido
vivísimo de un medio distinto a lo visto por ellos en su vida de
aventuras, o salpicadas
de errores que ellos oían a otros extranjeros que ni siquiera
conocían el idioma bien, y no obstante se
ocupaban de los sucesos de la guerra,
confundiendo personajes,
sitios y hechos diversos,
desbarran
lamentablemente,
como el
autor de Examen de próceres americanos, Ciro Bayo, quien afirma
en su obra muchas tonterías.
LAS GESTIONES
DEL COMODORO
Aury permanecia
entretanto
en la situación
más falsa que
darse puede;
tenía que racionar una tropa '.:ompuesta de cerca
de 600 marinos ambíciosos,
y atender a la conservación de una
decena de barcos. Como ya habían pasado las épocas de la piratería, y ]a acciÓn de los gobiernos europeos se hacia sentir implacable sobre estos corsaríos, se veía en la necesidad de ocuparse
en empresas internacionales
bajo las banderas de uno de los pueblos que surgían del coloniaje español a la vida de la libertad.
De ahí que militase como de la República de Buenos Aíres primero, después como chileno, mejicano, y ahora viníese a presentar sus hombres y armas al servicio de Colombia.
Como no se aceptaron
sus servicios por el gobierno colom(1) O'Leary,
de llir(oria,
tomo XV, pÚgina 398. Citado
por el doctor
Posada, número 78 de
en el Bolffíll
1911.
de Itl
ACl1dffllia
CAPITULO VII
185
biano, volvió Aurya pensar en otras empresas;
quiso ocupar a
Chagres y Portobelo, tomando a Panamá, que sin duda el cetro
español quería conservar a toda costa, pero no contaba con los
recursos necesarios para tamaña aventura, tanto más cuanto que
era una región empobrecida
que no producía sino lo suficiente
para sus moradores.
Entonces se le ocurrió atacar algunos de los
puertos españoles,
donde deberían hallarse recursos, en momentos en que el general escocés Mac Gregor abandonaba
a Portobelo a los españoles
y tenía que volver él la isla de San Andrés.
Salió de la Vieja Providencia
Aury, COI1 todl 'iU flotilla a intentar
una aventllra. En agosto de 1819 atacó el cOlllodoro a San Felipe
de Honduras, tomándolo después de fuerte resistencia
y venciendo
el fuerte de San Felipe.
Aury envió como emisario
ante Bolivar al comandante
C0dazzi, quien penetró
por el golfo del Darién, subió el Atrato
hasta el río Murri y llegó a Bogotá después de penalidades
sin
cuento. El propósito de Aury era ofrecer nuevamente
su escuadra y su persona para luchar por la libertad;
el Libertador
ya
había salido de la capital y Santander
110 aceptó
rotundamente
los ofrecimientos
de Aury, mas tampoco los rechazó;
apenas
puso de manifiesto la penuria por la cual pasaba el Tesoro público, lo que impedía erogar cuantiosas
sumas que demandaba el sostenimiento
de una escuadra.
Al iniciarse el sitio de Cartagena (182]), Aury quiso nuevamente cooperar en él, y no alcanzando el logro de incorporarse
a
la escuadra bloqueadora
de Brión, intentó otra empresa:
atacar
las costas de Mosquitos,
donde los ingleses asediaban,
instigados por el almirante de Jamaica, Laurens Halstead;
mas no pudo
alcanzar esa otra aventura,
por las protestas
de don Joaquín
Mosquera,
quien se hallaba entonces de diplomático ante Chile y
Buenos Aires.
El historiador Restrepo afirma que Aury estuvo en Bogotá solicitando ser admitido en el servicio de Colombia, aserto que pone
en duda el señor Posada. Lo cierto es que el gobierno colombiano necesitaba y no quería dejar salir de las manos los barcos de
Aury, pero repulsaba
a su comandante.
Veamos algunos
párrafos de las comunicaciones
a este respecto. Decía Santander
a Bolívar con fecha 2 de septiembre de
186
ACCION
DE LA MARINA
COLOMBIANA
1820 « .••.•.• Ruego a vuestra Excelencia
que por los medios más
decorosos se trate de aumentar
nu'estra arruinada marina con la
que ofrece Aury, y por proposiciones
ventajosas adquiramos
los
elementos militares que él debe poseer
" (1).
Además, el general Bríceño Méndez le escribía al vicepresidente las siguientes significativas
palabras sobre el mismo asunto; palabras que revelan la necesidad que había de conseguir los
elementos
de Aury, descartando
previamente
su personal:
«Lo primero que Sll Excelencia
quiere es que se procure
asegurar al señor Aury y átraerlo
al país, bien sea bajo el pretexto de que se le admitirá, bien fomentando
y sosteniendo su
pretensión
de venir a intentar reclamos ante el Congreso
general,
para lo cual se le inspirará toda la confianza posible y se le ofrecerá cooperación y protección d~cididas. Vuestra Excelencia pUede hacer uso para esto, del señor de La Croix o de cualquier
otro." «Al mismo tiempo sería conveniente que otras personas tratasen de introducir la división entre lo~ secuaces de Aury, y que
se les atrajese al servicio de la República, abandonando
las banderas de aquél y dejándolo así reducido a la nulidad. Este medio
es tal vez el más seguro, pero necesita un gran fondo de prudencia, porque seria peligroso se llegase a descubrir que la seducción
venía del gobiemo, lo cual haria frustrar
sin duda el proyecto
principal de aseguramos
de su persona por los otros medios que
se adoptan
Barinas, abril 17 de 1821» (2).
Aquí sí se ve de relieve el deseo de adquirir los barcos,
armamento y tripulaciones
de Aury, sin contar con éste; esto tenía que suceder, en primer lugar, por la conducta anterior del
francés, quien obstaculizó
la gran empresa de los Cayos de San
Luis, y por las hazañas llevadas a cabo sobre las costas de Centro América, e islas Antillas;
Aury estaba perdido en el ánimo
del Libertador, y por tanto imposibilitado
para toméír participación en las empresas de Colombia.
El canónigo Cortés Madariaga tenía muy buena idea de Aury,
si damos crédito a la carta que escribe al Respetable director de
Chile, el 25 de agosto de 1818, desde Kingston:
«.•...... Os he ha(1) Santandcr
a Bolívar.
O'Leary,
(2) Bricefío Méndc7. a Santander.
tomo XVII,
Obra citada,
página
+00.
tomo XVII,
página
186.
CAPITULO
VII
187
blado antes de las vías de Inglaterra y norte de América, con distintas fechas. del corriente, comunicandoos
haber tremolado
nuestro pabellón confederado
con el de Chile el 4 de julio último en
las islas de 1:;, Vieja Providencia y Santa Catalina, bajo la conducta del comodoro y comandante en jefe Luis Aury, fervoroso y bravo republicano,
mi antiguo amigo y emprendedor
intrépido y aparente para casos de esta naturélleza.
Su comisión ha dimanado
inmediatamente
de mi, que interpretando
vuestra voluntad y presunto consentimiento,
propuse
entre otros el mismo proyecto a
A ury, y fue el único quP se bríndó con su persona, bajeles de
guerra, hombres, armas y municiones previa la g:>rLlntía que le dí
de reintegrar de los gastos de la expedición que no alcanzasen
a llenar los recursos del país conquistado
con los fondos del Tesoro público pertenecientes
a ambas Repúblicas
» (1).
Empero, el Libertador
debía conocer bastante al marino,
cuando negÓ su cooperación ofrecida en diversas ocasiones; ayuda bien importante,
si tenemos en cuenta no sólo la escasez de
oficiales técnicos como marinos de alturas, sino por ser éste dueño de catorce barcos corsarios
armados
en guerra, los cuales
al fin vinieron a dar libertad
al litoral venezolano
combatiendo
más tarde bajo el mando de Joly, quien fue subalterno
de Padílla
en la campaña del Zulia. (Véase página 109).
Varias instancias hizo Aury para ser admitido bajo las banderas colombianas;
ahi están los oficios dirigidos al vicepresidente Santander,
en los cuales le dice que la rivalidad
del almirante Brión priva a la patria de sus importantes
servicios, gestiones en diversas épocas, que al fin tuvieron el siguiente resultado, como vemos en la carta Gel Libertador para el corsario, que
dice: "Señor capitán Aury. Contra los esfuerzos de usted y sin
necesidad
de sus servicios, se ha elevado
la República de Colombia al estado de no necesitar más corsaríos que degraden su
pabellón en todos los mares del mundo. En consecuencia,
podrá
restituírse
usted a sus buques y lIevárselos fuéra de las aguas de
Colombia, y con esta orden presentada a S. E. el almirante Bri6n,
(1) Diuio,,,,rio BiogdJico,
página 59f, citado por el mismo autor.
188
ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA
tendrá usted el puerto abierto.
de 1821-SIMÓN
BaLlvAR» (1).
Dios, ete.
Bogotá,
18 de enero
LA MUERTE DEL COMODORO
En los documentos
que trae el gencral O'Leary en su tomo
XVI, se habla del fallecimiento
del comandantc
Aury, acaecido
en un combate con barcos españoles, la corbeta de guerra Ninfa
y el bergL'ntín Mirirío, de la misma calidad,
sucesos verificados
en la costa venezo~ana en cnero de 1819. Pero aparece incontro~
vertible la especie que más adelante se halla, de su muerte ocurrida en la isla de Santa Catalina, a consecuencia
de un fuerte
porrazo, en 1821.
Con el fallecimiento
de Aury, quedaron los barcos a las órdenes del segundo,
capitán de navío Nícolás ]oly, quien, como
hemos visto, tom6 parte en la campaña
del Zu1ia, con notable
provecho para las armas republicanas.
Aury, en verdad, no fue méís que un corsario,
menos cruel
y dañino que Michiel, su compatriota, pero sin el suficiente temple moral para poder llevar con honor el uniforme de los libertadores de colombia.
EL ALMIRAN rE PEDRO LUIS BRI6N
En el curso de la presente obra se ha visto la aCClOn del
almirante Brión. Pero no hemos hablado de su desprendimiento
y nobleza, virtudes que siempre Colombia deberá
agradecer al
rico armador y hombre sereno ante el peligro, a quien nunca
se recompensó debidamente y para con el cual la posteridad tiene
inmensas deudas de admiración.
Nació en Curazao el 6 de julio de 1782, según afirman algunos biógrafos, y en 1783, según Azpurúa;
su padre era de
sangre francesa, oriundo de Bravante,
adquirió una sólida fortuna en especulaciones
de comercio y como armador
de naves.
Desde muy niño, Brión embarcóse en los bajeles de su padre,
más tarde se perfeccionó en la teoría de la náutica en un instituto de los Estados Unidos del norte.
Al fallecer su padre en el año de 1804, heredó cuantiosa
(.)
O'Lcary, XVIII,
2;, íd.
Almirante
don Luis Brióll
CAPITULO
VII
189
fortuna y un nombre respetable
y popular en la isla nativa;
asi pues, su influencia era decisiva en las luchas de lus buques ingleses
por d0l11i1ar la posesión
holandesa.
En 1798 fue
tomada por unus barcos británicos y restituida
en IH02. Vuelta
a tomar en 1807, lucha Brjón denodadamente
en defensa de sus
fueros, rechazando
al cornodoro inglés Murray, pero no obstante
cayó, siendo nuevamente restituida al cetro holandés en 1814 (1).
Se ha afirmado que Brión en calidad de oficial de marina
actuó desde 1811 en la costa venezolana;
en los preliminares
del
sitio de Cartagena
(1815) tomó parte aprovisionando
al ejército
patriota, introduciendo
armas y pertrechos
a la plaza con la cooperación
de los granadinos José María Durán y Agustín
Gutiérrez Moreno; por estos servicios se le dio el título de Hijo que-
rido de Cartagena.
Hallábase
Brión en las Antillas
cuando
se empezaron
los
aprestos
de la expedión
de los Cayos
de San Luis y a esta
empresa unió su vida, dispuso de su fortuna con el entusiasmo de
un noble patriota para quíen no hay recompensa
por su valiosa
ayuda. Podemos afirmar que sin la personal
acción de Petión y
de Brión, de nada hubieran servido los sacrificius de Bolívar,
sus esfuerzos por tornar al continente y arrebatar
sus pueblos al
poder español.
en diversas ocasiones el dinero de Brión fue cl quc sirvió
para el pago de elementos de guerra, barcos, etc. Podríamos
alargar este trabajo
reproduciendo
la cOflcspondencia
del marino
con el Libertador, cartas en las cuales se ve que sin interés de
ninguna
clase puso '$ 300.000, al servicio de Colombia.
En 1817 ya era almirante de Colombia, y con este elevado
cargo asistió como presidente en el juicio que se adelantó al infortunado Piar. Durante los años de 1818, 19 Y 20, sirvió al país
ya en cargos diplomáticos,
ahora en la fatigosa campatia del Orinoca y sobre la costa de Venezuela.
En 1821 tomó parte en el
bloqueo de Santa Marta y Cartagena.
En este año de 1821 llegó a Bogotá a gestionar
el cobro
de una parte de la suma que se le adeudaba,
con el fin de atender a los compromisos
que había adquirido
para el sostenimien-
190
ACCION OE LA MARINA
COLOMBIANA
to y mejora de la escuadra, pero desgraciadamente
el Tesoro
exhausto no permitió a la buena voluntad del gobierno republicano atender a este importante pago; lo único que se le hacía,
según afirmación de Aury, era festejarlo con honores. De resto,
tuvo que regresar a su isla, empobrecido, pur no decir arruinado.
El Congreso de Cúcuta el día 12 de octubre de 1821 aprobó un decreto de honores, que decía: "El Congreso general de
Colombia, considerando que por el nuevo arreglo que se ha dado
a la marina nacional queda suspendida la comandancia en jefe
de todas las fuerzas navales de la República, que estaba encomendada al celo, actividad y patriotismo del almirante Luis Brión,
ha resuelto lo siguiente:
»1.0 Se encarga al Poder Ejecutivo presente a nombre del
Congreso general, al almirante Luis Brión, las más expresivas
gracias por los importantes servicios que ha hecho a Colombia
con su fortuna y patriotismo en las épocas más calamitosas y
apuradas de nuestra gloriosa revolución;
2.° Mientras el almirante Brión no sea propuesto para un
destino equivalente en el ejército, se le conservarán todos los
honores que le competen como capitán general de la marina; y
3.° El Congreso general encarga por último al Poder Ejecutivo, presente al almirante Luis Brión una espada de honor en
testimonio de la gratitud nacional.
Comuníquese al Poder Ejecutivo para su cumplimiento.»
Este decreto venía a dorar la separación que se había hecho al almirante, del servicio, pretextando otras causas diferentes de las verdaderas. No sólo la voluntad, el desprendimiento y
la generosidad ilimitada hacen acreedor a un hombre al mando militar; es necesario para dirigir las operaciones desde un almirantazgo, las más salientes dotes de inteligencia, sagacidad y
competencia para tan difíciles y complicadas labores, y por desgracia el almirante Brión carecía de algunas de ellas. Además,
su carácter raro y de pocos amigos, había le restado muy buenos
servidores, o por su desconocimiento de las personas o quizá por
algún apasionamiento.
Veamos las palabras I'evadas al Congreso de 1823 por el secretario de estado en el despacho de marina, señor. general Pedro Bricefto Méndez :
éAPjTULO
Vii
191
«Los servicios de un extranjero
generoso y magnánimo,
que
devorado del amor a la libertad,
consagró su fortuna y su vida
a la causa de la República,
movieron
al gobierno en 1816 a
crear un almirante, que ejerció casi exclusivamente
la dirección,
el mando general, y la administración
de la marina. Sin embargo, de la protección que le dispensaba
el gobierno,
él no pudo
obtener la aceptaciÓn que exigía su devada dignidad;
} a pesar
de su celo, no logrÓ identificarse con la revolución,
ni adquirir el conocimiento
de nuestro pueblo. El se vio aislado, por decirio a~í, y no teniendo
bastante genio p:lra dirigir la suerte, la
dejó correr libremente, desviando su atención del objeto único que
debía absorverla,
y convirtiéndole
a otros, no sólo poco importantes, sino perjudiciales
a la República.
Nuestros buques
de
guerra fueron descuidados;
los armamentos en corso decayeron.
Nuestra marina mercante no pudo prosperar.
La República consumía en vano sumas considerables
en reanimar un cuerpo que
careciendo de dirección no podía subsistip'
(1).
Por una parte se veían las obligaciones
contraídas
por Colombia con un hombre que había sacrificado todo cuanto es amable y bello a la vida, la fortuna, la tranquilidad,
la existencia,
por brindar su persona y sus intereses sin exigir remuneración,
y
por otra, contemplar
el mal estado de un organismo
tan costoso
y necesario
como es la armada para una nación de costas dilatadas que proseguía una guerra contínental
con poderoso enemi·
go. Hé ahí la situación
desagradable
por cierto, que entrañaba
una injusticia, al deponer al marino a quien no se podia cancelar una deuda cuantiosa, aparte
dt: los tesoros que se necesitaban para recompensar
sus sacrificios.
La Providencia
se encargó aquella vez de terminar el doloroso estado en que se encontraba
el país para con el almirante:
el día 27 de septiembre
de 1821 falleció en Curazao, a los 39
años de edad, todavía en plena juventud, acaso mordido p0r
el mal que ha dado la muerte a todos (os hombres desprendidos
y grandes:
el mal espiritual de un desengaño
de la hum,ll1idad
y sus glorias efímeras.
Honores se le habían hecho durante sus servicios a la san-
192
ACCION
DE LA MARINA
COLOMBIANA
ta causa de la libertad; honores se le hicieron en la muerte, mas
no con la magnificencia que su nobleza merecía. La posteridad debe
recordar su nombre con el amor, la veneración y el respeto que
el mismo Libertador,
ya agónico, le expresó en este sencillo epitafio, que escribió a solicitud de un protegido del almirante en la
quinta de San Pedro Alejandrino:
Brión el magnállinio.
OTROS
MARINOS
Aparte de oficiales C0l110 el capilán
Rafael Tono, quien
combatió desde la iniciación de las operaciones
de la armada hasta su conclusión, y quien OCllpÓ puestos
en los cuales podia
ejercer sus talentos y conocimientos,
como en las escuelas navales; aparte del capitán Nicolás Joly, sucesor de Aury en el mando de la escuadra corsaria y quien prestó altos y oportunos servicios a la causa de Colombia;
aparte del capitán Walterio D'Chitti, quien fue uno de los más valiosos exponentes
del concurso
que los extranjeros
dieran a la marina, debemos citar al (;apitán
de navío Juan Daniel Daniels, armador y marino, quien a la manera del generoso
Brilín, puso su fortuna y su vida al servicio
de las armas patriotas, y aunque en repetidas ocasiones se le exigió
aceptara
remuneración
por sus sacrificios, no lo quiso, guiado
por una honda simpatia a la obra de Bolívar.
Daniels naciÓ en los Estados
Unidos de norte América en
1756. ConociÓ a Bolívar clIando éste gestionaba la consecución de
barcos para los servicios del ejército; obsesionado
desde ese momento con la superioridad
incontrastable
del gran general, resolvió cooperar con cuanto tenía, y al efecto puso a sus órdenes
los siguientes
barcos:
Bergantín
Vencedor.
Bergantín
Voluntario.
Goleta Centella.
Corbeta Salivar.
Debido a los esfuerzos
de este marino se prestÚ desde 1821
hasta 1823 buen servicio de protecciÓn a I3s costas venezolanas
que estaban en poder de los patriotas contra el peligro que implicaba
la escuadra
española.
En este último año una acción
desgraciada perdió algunas de las naves que mandaba
Daniels
193
CAPITULO VII
en operaciones
de bloqtieo sobre Puerto Cal)ello y Maracaibo;
tenía a sus órdenes una divisiÓn de cuatro barcos mayores y algunos corsaríos;
viÓse compelido a dividir sus fuerzas en obedecimiento de tina orden superior, y en tan funestas circunstancias cayó sobre él una división enemiga con nÚmero doble de barcos, todos superiores a los colombianos.
No obstante haber llegado
a prestar apnyo a Oaniels dos corbetas y un be!-l!antin del bloqueo,
fue derrotado y perdió en aquella
vcz dos corbetas;
el capitán
Renato Beluche, quien pudo huir con la Diana, avisó oportunamente el desastre.
Daniels
nunca quiso recibir remuneración
por sus barcos;
aún más, ni siquiera
recibió sueldo desde el día que tomó
servicio hasta que lo dejeí.
A su hijo le puso por nombre Simón Bolívar.
Daniels falleció en 1786 (1).
El Congreso
venezolano
de 1845 dictó este decreto de honores para el americano generoso:
«Juan Daniel Daníels, será íJlscrito en la lista militar de la
RepÚblica con su grado de capitán de navío con la antigUedad que
le corresponde
conforme a la ordenanza militar.>
CONCLUSIONES
La escuadra
colombiana
que en 1823 apresó varias naves
en el lago de Maracaibo,
en 1824 pasÓ de 19 unidades mayores;
corbetas, bergantines
y goletas a 28, entrando un navío adquirido por el gobierno, una fragata, una corbeta, tres bergal1t~nes y
cinco goletas (2).
En ese año se mandaron
desarmar
y venócr dos bergantines y tres goletas por deficiencia
en la obra viva que no resistía un armamento indispensable
para los usos de la guerra y quedaron para el servicio:
1 navío de combate.
1 fragata.
5 éorbetas.
(1) Se comultó
a B'alll()
(z)
del ,ecrerario
Exposición
Y:\zi'urUa.
de e,taJiJ
en el d,:sfl"lc!w de
Illd;illd:ll
18q.
194
ACCION
DE LA MARINA
COLOMBIANA
8 bergantines.
8 goletas.
23 unidades.
De las
Atlántico.
cuales
cuatro
navegaban
en el Pacífico
y 19 en el
Pero como se quería el mejoramiento
de la escuadra, no
sólo respecto a su fuerza numérica sino a la calidad de sus barcos y poderío del armamento,
se pidió entonce¡; la venta de gran
número de naves menores utilizables a la navegación
de cabotaje, y con el valor de ellas se insinuó la idea de adquirir
do~e
guardacostas
de guerra con el casco de doble servicío, esto es,
como para navegación
fluvial y de costas.
En el mismo año una de las escuelas
náuticas empezó sus
tareas, al:lnque con pocos alumnos, pues de 40 que tenían entrada según las disposiciones
del gobierno, sólo 9 concurrieron
a
recibir enseñanza.
Otras medidas urgentes se tomaron en esta época ,sobre los
servicios de la armada:
la apertura del 4.° departamento
marítimo, la solicitud
para que la marina mercante
estuviera bajo el
control de los departamentos,
con el propósito de reclutar personal de marinería
escaso entonces, a pesar de lo prescrito en el
decreto de 22 de julio sobre la milicia de marinería.
En 1826 se queja el secretario
del ramo de la escasez del
personal de oficiales náuticos;
la mayor parte de los que estaban
en servicio eran extrajeros,
y como
habian
recibido
diversas
ens~ñanzas, carecían de la homogeneidad
indispensable
para la
buena marcha de los complicados servicios de la vida naval. Se
quiso unificar el armamento,
también en desacuerdo,
creando una
fábrica o fundición
de cañones
para producir los necesarios
a
los barcos.
En cuanto a los elementos de material marítimo que fueron
pedidos, mediante contratos celehrados
por el mismo Libertador,
llegÓ una gran cantidad de velas, cabos, perchas, matones y demás
enseres de los aparejos, romo instrumental,
los que fueron distribuidos en los departamentos
marítimos, y parte, enviado a la marina del Perú (1).
(1)
Mcm(Jrj~
del oli" ,¡cada.
CAPITULO VII
195
En [os años subsiguientes
hasta 1830, la escuadra colombiana tenía las siguientes unidades:
Un navío.
La fragata Venezuela.
Las corbetas
Bolivar, Boyacá, Urica, Ceres, Constitución y
Pichincha.
Los bergantines
Pichincha, Chimborazo, Independiente, Libertador y Congreso.
Las goletas Espartana, Independencia, General Manrique, General Padilla, Atrevida Maracaibera, Atr:!vida, Rosa, Guayaquileña y Veladora.
(La fragata Venezuela, por e[ número de sus cañones pertenecía a esta clase de barcos, pero por la calidad de éstos, era
más bien una corbeta.
Había sido comprada a la compañía
de las Indias orientales).
La corheta Ceres fue apresada por el intrépido marino Renato Beluche el año 14 de la independecia,
con la Tarántula y
la María Francisca a [os españoles;
el Bolívar estaba casi inútil por su excesivo servício y mala cáliciad de sus maderas. Se
pidió la venta de los bergantines
Chimborazo y Picllincha, para
con e[ valor de su venta comprar unidades mayores.
En 1826 se hicieron gestiones para comprar
un navío de 74,
dos fragatas de 60, una de 46 y unos bergantines,
apoyándose para ello en [a Ley de 4 de junio del año 13.
El presupuesto
naval de ese año fue de 4.809,077,41/~.
Cuatro millones ochocientos nueve mil setenta y siete pesos con cuatro reales y medio.
Las fuerzas menores eran:
Pailebots
cañoneros A trato, Colombia, Meta, Independencia,
Orinoco, Apure, Congreso, Constitución, Presidente, Libertad, Vicepresidente, Diligente, Bomboná (antes Ejecutivo).
Las fuerzas sutiles eran:
Corbeta Libertad.
Falucho Rionegro.
Flecheras Guaireña, Valerosa, Colombia, Mula, Triunfante, Gu-
tiérrez, Vengadora, Cariagueña, Cumanesa, María, Bayacá,
yanesa, Flor del Orinoco, Araucana y Bogotá.
Gua-
196
ACCION
DE LA MARINA
COLOMBIANA
Cañoneros
Presidente, Libertad, Constitución, Belono, Zufia,
Integridad, Independencia y Apure.
Ponches Gencral PÚez, Valeroso, Anzoátef.[ui y Terrible.
Lanchas Bolivar, Belfo Indio, Atrevida y seis más.
Había cuatro escuelas navales o náuticas, cuatro arsenales.
En 1827 se adquirieron
dos fragatas
de 62 cañones, muy
buenas. Cuatro embarcaciones
menores para el Magdalena y otras
cuatro p¡¡ra el Orinoco.
El presupuesto
para
veintiseis mil cuatrocientos
fue de 2.026.422,6 dos millones
veintidós pesos seis reales.
1827
COMENT ARIOS
La escuadra colombiana
era señora en los mares patrios, y
a la vez que guardadora
de la libertad de los pueblos que habían sacudido el vasallaje español,
constituía
el núcleo del cual
debian surgir las flotas mercantes para hacer prósperas y felices
las naciones de la América del sur, ya que con los frutos donados a manos llenas por la naturaleza
se abrían las espectativas
halagi1eñas del progreso y la riqueza.
Con las obras emprendidas
para el arreglo y carenaje de los
barcos, con la preparación
de] personal de marineria y educación
de algunas generaciones
de oficiales
náuticos,
necesariamente
tenia que refluir todo aquello en la marina mercante de Colombia, para llevar por los vastos litorales el comercio, crear extensas factorías, explotando asi la posición inapreciable
sobre los mares del globo.
Llegó a tánto el poderío de la escuadra en los últimos años
de la independencia
que-cosa
sorprendente-de
las palabras
oficiales del secretario de guerra ante el Congreso de 1827, destacamos este párrafo, sugestivo como ninguno:
«En el curso del at10 anterior nuestra marina militar no ha
tenido encuentros con el enemigo;
pero nuestros corsa ríos han
lIevauo las hostilidades
Ilasta las costas de la península en el
Atlántico y el Mediterráneo.»
Nuestro propósito
posible,
la importancia
ha sido demostrar,
en cuanto esto fuere
que el dominio
del mar tiene, no sólo
CAPITULO VII
197
para la guerra,
sino también para el desarrollo
comercial y económico de los pueblos.
Los países que como el r1uéstro tienen
extensos
litorales,
deben forzosamente
esperar
un porvenir brillante y conquistarse
una envidiable
posición entre las otras naciones del munjo.
La posiciÓn geográfica de Colombia es excepcional;
en la
vecindad de la vía más central del planeta, como es el canal de
Panamá, con dilatadas costas en ambos mares, poseedora
de islas como San Andrés y Providencia,
que necesariamente
son bases militare;; P:U3 la misml defcns;} del canal, está llamada a gran
desarrollo
marítimo en un futuro no lejano.
Pero he ahí que las actividades
nacionales
aÚn no se han
orientado en tal ~entido; no se ha empezado con la adquísición
del personal
educado
para la vida del mar; faltan los institutos
educativos
en donde se formen nuestros oficiales,
ingenieros
navales y personal
de marinería.
Para el fomento de la marina mercante faltan los .:stablecimientos
de reparación y diques, el arreglo de nuestros puertos y su necesaria higienización.
Para que perdamos el mísero aspecto
de colonia comercial,
que por entero nos esclaviza a pueblos poderosos,
para hacer
conocer en los mercados de otras naciones nuestros
productos
y
lograr que éstos se valoricen, necesitamos que empresas nacionales de transportes
sean organizadas,
que ya su engrandecimiento vendrá poco a poco, con el natural adelanto.
Respecto a la defensa nacional, tópico que debe preocupar a todo colombiano, debemos vivir convencidos de que en el caso siempre posible de una guerra, es indispensable
para dominar a nuestros futuros adversarios,
tener la manera de repeler ataques a
nuestras costas, y las unidades navales que esta defensa requiera.
S6lo siguiendo
por ese nuevo rumbo Ilega~á nuestro país
algún día a reconquistar
el puesto que le corresponde
entre las
demás naciones.
198
ACCION
DE LA MARINA
COLOMBIANA
------------------------------------
Obras
consultadas
Influencia del pOdér naval en la historia, Maham.
Batallas decisivas de la Libertad, A. Galindo.
Derecho internacional hispanoamericano, Seijas.
Historia moderna de Venezuela, Baralt y Díaz.
Documentos para la historia de la provincia de Cartagena.
El teniente general don Pablo Morilla, Rodríguez Villa.
Memorias de un oficial irlandés.
Boletín de Historia y Anti{(iíedades (varios tomos).
Derecho internacional de Bry.
Derecho internacional de Bello.
Memorias de O'Leary (Narración y documentos).
Historia de la revolución de Colombia, Restrepo.
Memorial del Estado Mayor de Colombia.
Francisco de Miranda, Robertson.
Psicología de las multitudes, Le Bon.
El militarismo, Ferrero.
Diccionario militar, Ruhio y Bellvé.
Anales de Guayana, Tavera Acosta.
1818, Ve/gara y Velasco.
Independencia americana, Memorias de O'Connor.
Vída de Padilla, José P. Urueta.
Gaceta de Colombia.
Gaceta del Orinoco.
Archivo Santander, (varios tomos).
Cartas de Bolivar, Blanco Fombona.
Memorias histórico-politiclls, Posada Gutiérrez.
Memorias de guerra y marina (varios años).
Biografía de Codazzi.
Vida de Bolívar, Larrazábal.
Máximas de Napa/eón.
Bíograflas, Baraya.
Papel periódico ilustrado.
INDICE
-o---
Págs.
INTRODUCCIÓN-El dominio del mar
.
CAPíTULO I-La
guerra de corso
"
.
CAPíTULO II-Las expediciones.
1805-1816
.. .
La expedición precursora. Antecedentes
.
Comentarios
--.
La expedición pacificadora. Antecedentes
.
El viaje
.
Comentarios .,. - .
La expedición Iibertadora. Antecedentes
.
La partida
,
-.,
.
Comentarios. _
.
CAPITULO III-Primer
sitio de Cartagena.
(Cooperación
de los buques en la guerra de sitio) 1815.
Antecedentes
.
Fuerza naval de los contendores
.
Iniciación de las operaciones
.
El valor militar de los rios
.
Las fortalezas de la ciudad
.
Operaciones de los barcos durante el sitio .
La expedición de los emigrados
.
Comentarios
CAPiTULO lv-La escuadra del almirante Brión. (Cooperación de una escuadra al ejército) 18171818-1819. Antecedentes
.
El poder fluvial
.
Combate de Pagayos
.
La escuadra espaflola
.
Sucesos en 1818
.
Toma de GUiria
·
.
o.'
••••••••••••
5
10
24
26
31
34
35
43
45
50
58
63
67
69
72
76
77
82
85
87
90
93 .
95
97
lO}"
200
ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA
Fin de 1818
.
103
Comentarios
.
CAPITULO v-Segundo
sitio de Cartagena
adelantado
por
las armas patriotas en 1820·21. Anteceden tes
.
Toma de Santa Marta
.
Aproximación
a Cartagena
.
En la bahía de Cartagena
.
La toma de los castillos de Bocachica
.
Los últimos días
"
.
La capitulación
.
Comen tarios
.
CAPITULO VI-La campaña del Zulia. Antecedentes
.
El estado de la marin:t ..........•......... ....,
.
Situación topográfica
del lago
~
.
Situación genera!..
"
.
Fuerzas dl' los contendores
.
Situación especial
'/:
.
O peracíones
preli mi nares
.
Combate de Maracaíbo
; .
La escuadra y el ejército
.
Preliminarcsae
la batalia
.
La batalla
.
Comentarios
.
CAPÍTULO VIl- Los ma ri nos
.
El almirante don José Prudencia
PadilJa. PriIneros .años
.
Padilla oficial de marina
'"
Padilla en 1828
.
La memoria de Padilla
.
El comodoro Luis Aury
.
Las gestiones del camodoro •..............................
La muerte del id
.
El almirante Pedro Luis Brión
.
Otros marinos
.
Conclusiones
.
Comentarios
.
104
110
114
1] 6
118
122
124
126
130
]32
-134
137
]38
~ª~9
141
143.
148
150
153
159
168
173
174
] 75
176
179
181
184
188
188
192
193
196