LA HISTORIA OLVIDADA DEL VAPOR “SANTA ISABEL”

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LA HISTORIA OLVIDADA DEL VAPOR “SANTA ISABEL”
EL DÍA, domingo, 24 de mayo de 2015
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BESTIAS IMPOSIBLES, la
criptozoología a la luz de las últimas
informaciones, como el varamiento en
una playa de Cornualles. 6/7
del domingo
revista semanal de EL DÍA
RECUERDOS DEL PASADO
LA HISTORIA OLVIDADA
DEL VAPOR “SANTA ISABEL”
Texto: Manuel Marrero Álvarez
(exdelegado de la Compañía
Trasatlántica Española en Canarias.
Miembro de la Academia Canaria de
Ciencias de la Navegación)
E
l vapor "Santa Isabel"era
un buque-correo de mediano porte (“mini-liner”),
propiedad de la Compañía Trasatlántica, construido en los astilleros de la Sociedad Española de Construcción Naval
en Matagorda, Cádiz, en 1915. Desplazaba 2.492 toneladas, 1.140 de peso
muerto, con una eslora de 88,85 metros, 12,19 de manga y 5,95 de puntal. Estaba matriculado en Barcelona,
como toda la flota de la compañía,
y tenía una estampa moderna, con
popa de crucero, proa recta, dos mástiles y chimenea levemente caída,
sujeta por ocho estays de alambre galvanizado. Su propulsión la componían dos turbinas a vapor Parson-SECN,
engranadas a dos ejes con hélices de
cuatro palas, desarrollando una
velocidad máxima de 12,5 nudos, con
un consumo de treinta toneladas de
carbón por singladura. Asimismo, iba
dotado de velas para aprovechar los
vientos y ahorrar carbón en sus travesías, disponiendo como medios de
salvamento de ocho botes salvavidas
con capacidad para un total de 390
personas y más de 400 salvavidas.
Se trataba de un buque mixto de carga
y pasaje, que fue concebido para cubrir
la línea Bilbao-Cádiz-Canarias-Fernando Póo, aunque pronto fue destinado al servicio de cabotaje, efectuando escalas de forma regular en
puertos del litoral peninsular entre
Bilbao y Cádiz, cuyo movimiento principal se basaba en el pasaje y mercancías que serían posteriormente trasbordadas en el puerto gaditano a los
buques de la misma compañía que
realizaban el tráfico transoceánico,
en especial la Línea del Plata, que
estaba servida por los esbeltos trasatlánticos “Infanta Isabel de Borbón”
y “Reina Victoria Eugenia”, que no
escalaban en puertos del Norte de
España.
El "Santa Isabel"tenía capacidad para
transportar 460 pasajeros, con una
dotación de 84 tripulantes. Entró en
servicio en octubre de 1916 y tuvo una
corta vida de poco más de cuatro años,
como consecuencia de su naufragio
a la entrada de la Ría de Arosa, el 2
de enero de 1921, en las proximidades del faro viejo de la isla de Sálvora.
En este último viaje, estaba al mando
el capitán Esteban García Muñiz, de
Gijón, en la costa cantábrica del Principado de Asturias, que hizo toda su
carrera en la Compañía Trasatlántica,
navegando con capitanes como Manuel Deschamps Martínez, el más laureado y de mayor prestigio de la
naviera española, que mandaba el
“Infanta Isabel de Borbón” cuando
este fantástico buque realizó su
viaje inaugural, escalando en Santa
Cruz de Tenerife el 9 de abril de 1913,
siendo García Muñiz su segundo oficial.
El capitán Deschamps, conocido como “el héroe del bloqueo de Cuba”,
por haber burlado en tres ocasiones
el férreo asedio que las fuerzas navales norteamericanas ejercían sobre
la isla durante la guerra colonial del
98, mandaba en esa ocasión el vapor
“Montserrat” y su hazaña fue comen-
Vapor “Santa
Isabel” (1921),
Archivo M. Marrero
(arriba), y comedor
de primera clase del
barco (archivo CTEMadrid).
tada reiteradamente en la prensa, en
términos de encendido elogio.
El 20 de diciembre de 1920, el "Santa
Isabel" zarpa de Cádiz con destino al
puerto de Pasajes e inicia aquí un nuevo viaje con escalas en Bilbao, Santander, Coruña, Villagarcía de Arosa
y final, una vez más, en el puerto gaditano, donde dejaría la carga, el equipaje y los pasajeros, todo ello para
ser trasbordados, en esta ocasión, al
vapor “Reina Victoria Eugenia”, que
partía directamente para Montevideo
y Buenos Aires un día después de la
llegada del pequeño barco a Cádiz.
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domingo, 24 de mayo de 2015, EL DÍA
EN PORTADA
El 1 de enero de 1921, el buque atracaba a primeras horas de la mañana,
recién estrenado el año en La Coruña,
saliendo a la una de la tarde para Villagarcía, su fatal destino, con 187 pasajeros y 84 tripulantes a bordo. La
hora de salida estaba fijada para las
cuatro de la tarde, pero, debido a que
todo el pasaje se encontraba a bordo
y el resto de las operaciones habían
finalizado, el capitán decidió adelantar
la salida en tres horas. Zarpa con muy
mal tiempo, empeorando a la altura
de Finisterre, donde se desata una
fuerte tempestad con lluvias torrenciales y vientos huracanados que dificultan la navegación por la zona de
la Costa da Morte y que obliga al buque
a reducir la velocidad y tomar las máximas precauciones, una de las cuales
consiste en transmitir las órdenes del
capitán, aconsejando a los pasajeros
se retiren a sus camarotes.
Son las 22:00 horas y las fuertes lluvias y la niebla arrecian e impiden la
visibilidad de los faros de Corrubedo
e Isla de Ons, que puedan orientar el
rumbo del buque hasta el puerto de
Villagarcía, por lo cual el capitán García Muñiz permanece en el puente de
mando durante toda la travesía. El
barco sigue moviéndose lentamente
con el fin de mantener un gobierno
adecuado, entre olas gigantescas
que barren la cubierta y le obligan a
dar tremendos pantocazos, al tiempo
que la violencia de los vientos y la
enorme marejada lo han desviado de
su derrota y el mar de fondo del sudoeste lo arrastra sobre los acantilados.
De repente, en la inmensa oscuridad de la noche asomó frente a su proa,
y entre las rompientes, una enorme
roca y aunque rápidamente se manda
parar y “atrás toda”, la nave embistió contra los bajos de Meixides, a 200
metros de la Isla de Sálvora, en la entrada de la Ría de Arosa. La mayoría
de los botes salvavidas no pudieron
ser arriados al partirse el barco en dos,
como consecuencia del terrible impacto, hundiéndose la parte de popa
en escasos minutos y los pocos que
pudieron ser utilizados se estrellaron contra las rocas, impulsados
por las furiosas embestida de las olas.
El suministro eléctrico desaparece y
dejan de funcionar todos los sistemas,
incluida la estación de radio, por lo
cual el telegrafista Ángel González
Campos, muerto en el naufragio, no
puede emitir señales de socorro.
El agónico SOS se paró bruscamente
en sus comienzos sin indicar el lugar de la tragedia y por ello, ni Finisterre radio ni tampoco el vapor francés “Flandre” que oyeron esas primeras angustiosas llamadas de auxilio pudieron hacer algo para ayudarles,
al desconocer su paradero. Eran las
01:30 horas del 2 de enero del año 1921
cuando el capitán ordena abandono
del barco, mientras el mar continúa
encrespado con enormes olas que baten con furia la débil estructura del
buque.
A pesar de que en este viaje el número de pasajeros no alcanzaba ni la
mitad de la capacidad del barco, el
saldo de víctimas fue aterrador y de
las 271 personas que viajaban a bordo, el 80 por ciento murieron o desaparecieron, ascendiendo su número
a 215. Los oficiales de mayor rango
fallecidos en el naufragio fueron el
primer oficial Luis Lazaga, que años
antes había sido uno de los ocho supervivientes del vapor “Carlos de Eizaguirre”, hundido frente al Cabo de
Buena Esperanza al chocar con una
mina; el primer maquinista Miguel
Calvente, que aunque fue rescatado
con vida del mar murió en uno de los
botes antes de llegar a tierra, y finalmente el capellán Antonio Pescador,
que se negó a abandonar el barco,
cediendo su salvavidas a otro pasajero mientras él confortaba y animaba
a los que aún quedaban a bordo, hasta
que una ola lo arrebató de la cubierta.
Solo se salvaron 29 pasajeros y 27 tripulantes, gracias al rápido auxilio prestado por los vecinos de la Isla de Sálvora. Entre los tripulantes rescatados, se encontraba el capitán García
Muñiz, aferrado a una tabla en
medio del tremendo oleaje. La mayoría de los pasajeros y tripulantes víctimas del siniestro se hallaban durmiendo y se hundieron con el buque.
El primer socorro en llegar a la zona
del naufragio fue el vapor “Cabo Menor”, de la compañía Ibarra, que lo
hizo unas horas más tarde, cuando
navegaba hacia Villagarcia y pasó por
el lugar del siniestro con el barco ya
hundido y nada que salvar. Solo encontró muerte y desolación, además de
cientos de maletas, bultos de equipaje y restos del buque flotando sobre
las olas del mar, cerca del lugar donde
naufragó el "Santa Isabel", que dejó
a la vista parte de la chimenea y el
palo de proa, como queriendo seña-
Vapor “San
Carlos”, con su
último nombre de
“Cuba” (Archivo
Histamar) y faro
actual de la isla de
Sálvora.
lar lo peligroso del lugar.
Es evidente que la ansiada ayuda
llegó tarde, muy tarde, y ello influyó
decididamente en que el número de
víctimas fuera tan alto. Los dos primeros y únicos botes salvavidas, con
15 personas cada uno, que lograron
ser arriados fueron barridos por el
fuerte oleaje y estrellados contra las
rocas, falleciendo todos sus ocupantes,
ya que tenían como gran enemigo la
tremenda oscuridad de la noche y las
grandes olas.
Anteriormente, y en esta misma zona, se habían hundido varios vapores ingleses y los españoles “Cardenal Cisneros” (crucero) y el “feeder”
“Larache”, también de Trasatlántica,
que con práctico a bordo chocó contra los bajos de Meixides, pereciendo 82 personas, entre ellas su capitán, Ibargaray, varios oficiales y el capellán Domingo Muntaner. Se salvaron
69 y también el práctico Manuel Pérez,
que tuvo que huir a Muros a toda prisa,
porque los supervivientes lo querían
linchar al considerarlo culpable del
hundimiento.
Hoy no queda nada de aquellos desgraciados naufragios. Solo unas
planchas y un pequeño amasijo de
hierros oxidados, que recuerdan
que allí se vivieron hace ya más de
noventa años las mayores catástrofes navales de todos los tiempos ocurridas en las costas gallegas. Y por no
haber, tampoco existen muchos documentos que puedan rememorar y
clarificar lo acontecido, en especial
lo referente al “Santa Isabel”.
Siempre se ha dicho que la Compañía Trasatlántica Española tuvo fama
de tener los mejores y más prestigiosos
marinos de España. Eran valientes profesionales y maestros en el arte de
la navegación y la diplomacia, siendo
condición indispensable, hasta mediados del siglo pasado, estar en posesión del título de capitán para ocupar cualquier plaza de oficial de puente
en sus vapores, aunque todo ello resultaba sumamente complicado porque
no era fácil entrar en la naviera. Pero
muchísimo más difícil era llegar a mandar alguno de sus buques, ya que el
prestigio que ello suponía colmaba
con creces los sueños y llenaba de
orgullo a todo buen marino mercante.
Llegar a capitán de la compañía
constituía el ascenso a un generalato
que había que conquistar no solo por
méritos náuticos, sino también por
merecimientos de tipo social, desarrollados en una escuela de grandes
señores que Trasatlántica creó.
Del capitán García Muñiz nada se
supo desde que fue rescatado del mar.
Su nombre no aparece entre los
condecorados ni se conoce que continuara navegando en la naviera española. Se comentó que en las investigaciones posteriores y conclusiones finales no se le responsabilizó del
accidente, ni tampoco a ningún
miembro de su tripulación. Lo que
sí ha llegado hasta nuestros días son
unas desgarradoras declaraciones
suyas, una vez recuperado del terrible trauma sufrido, en las que cuenta
que mientras se encontraba aferrado al alerón del puente, soportando
las tremendas olas que barrían la
estructura del buque, observó cómo
“acurrucada en un rincón de la
cubierta, una madre intentaba amparar y cubrir con su cuerpo a cinco infelices criaturas. Durante un tiempo,
las olas furiosas y gigantes parecían
respetar aquel cuadro de ternura y
amor. Cambió el viento y el mar se
abalanzó sobre las inocentes víctimas.
Fue un momento de angustia sin igual
ver cómo cada ola iba arrancando un
hijo de los brazos de aquella madre
a quien ahogaba el dolor. Con el último
de los hijos, al que abrazó desesperadamente, llevó el mar la figura más
hermosa de madre que contemplé en
mi vida”. Momentos más tarde,
también él fue lanzado al mar por una
gran ola y horas después, recogido
totalmente mudo de las agitadas aguas
en las cuales se había originado tan
espantosa tragedia.
Y a la vista de lo leído, lamentablemente con poca información sobre
esta terrible desgracia, desconocemos
el resultado de los informes oficiales que seguro en su día tuvieron que
salir a la luz pública. Lo que sí sabemos es que en 1936, al comienzo de
la Guerra Civil Española, se produjo
un voraz incendio en las oficinas centrales de la compañía, a todas luces
provocado, que afectó gravemente al
archivo, desapareciendo como consecuencia de ello numerosos documentos relacionados con su trayectoria, razón por la cual es posible que
muchos de sus dirigentes de la última
generación ignorasen los sucesos del
pasado de la centenaria naviera,
entre ellos la historia de este desgraciado naufragio.
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EL DÍA, domingo, 24 de mayo de 2015
EN PORTADA
Por ello, a falta del dictamen final
que a todos nos gustaría conocer y
dejando a un lado el amor de padre
que uno pueda sentir por la compañía, como también apartando todo
tipo de corporativismo, se hace muy
difícil, no obstante, llegar a pensar
en la irresponsabilidad e ineptitud de
los mandos del buque, en especial su
capitán, Esteban García Muñiz, que
no abandonó el puente desde la salida
de La Coruña, debido a las adversas
condiciones climatológicas que acompañaron al buque en la travesía y también, principalmente, por pertenecer a Trasatlántica, cuna de grandes
marinos, que en su dilatada historia
se distinguió por no haber sufrido significativas tragedias con pérdidas de
vidas humanas, y mucho menos
que hubiera negligencia de tipo alguno por parte de sus capitanes.
Y como en casi todas las catástrofes marítimas, en esta del vapor “Santa
Isabel” hubo comportamientos heroicos de tripulantes y lugareños, resaltando la actuación de los vecinos de
la isla de Sálvora y del pueblo de Ribeira, con una labor extraordinaria
en el salvamento de náufragos y traslado de muertos en sus dornas, frágiles y pequeñas embarcaciones de
pesca utilizadas en las rías de Galicia. Cuatro de estas mujeres, Josefa
Parada, Cipriana Oujo, María Fernández y Cipriana Crujeiras, pasaron
El “San Carlos” en
el muelle de Santa
Isabel de Fernando
Póo, en 1917 (Archivo
CTE-Madrid).
a la historia con el sobrenombre de
Heroínas de Sálvora, por haber intervenido en el rescate de casi todos los
56 náufragos que finalmente sobrevivieron, siendo condecoradas con
la medalla de Salvamento Marítimo.
También el 2º Oficial, Luis Cebreiro
López, apodado “el Toneladas” por
su gran corpulencia, que colaboró en
todo momento desde el agua en salvar vidas y se negó a subir a bote alguno por temor a hundirlo debido a
su excesivo peso, nadando agarrado
a uno de ellos durante más de dos horas hasta la orilla en que fueron rescatados. Era natural del Ferrol y fue
la persona más condecorada por
sus actos heroicos en el naufragio. Continuó navegando en Trasatlántica, llegando a mandar buques como capitán de la compañía. Al pueblo de
Ribeira, el rey Alfonso XIII le concedería el título de “Muy Noble, Muy
Leal y Muy Humanitaria Ciudad”.
El "Santa Isabel"era un buen barco
y tenía a su hermano gemelo en el vapor "San Carlos". Fueron concebidos
juntos en el astillero de Matagorda
y vinieron al mundo como buenos
mellizos el mismo año de 1915, comenzando su andadura comercial al
siguiente de 1916 en la línea Norte de
España-Canarias-Fernando Póo, aunque pronto fueron retirados de este
servicio debido al mal resultado de
su explotación, pasando al cabotaje
peninsular. Ambos buques fueron
construidos siendo presidente de Trasatlántica Claudio López Bru, segundo
Marqués de Comillas, y a pesar de su
ferviente y militante catolicismo y profunda fe cristiana, no creemos que
los nombres de los dos barcos estuvieran dedicados a temas relativos
con la divinidad, ni con doctrinas religiosas.
Por ello, santa Isabel, madre de san
Juan Bautista y san Carlos (Borromeo),
arzobispo de Milán y sobrino de Pío
IV, que podrían haber sido sus destinatarios, por esta vez no ocurrió así.
Lo que sí es posible, dada la época
en que se construyeron, el servicio
a prestar y el interés mostrado por
don Claudio en las empresas de
colonización, llevando a Fernando Póo
el cemento para transformar las
construcciones de aquel país y
ampliando las explotaciones agrícolas
de esta colonia, es que llevaran esos
nombres en memoria de la capital de
Fernando Póo, Santa Isabel, y de San
Carlos (Bahía), asimismo integrado
en los territorios españoles de Guinea.
Claudio López Bru fue el cuarto de
los hijos nacidos del matrimonio formado por Antonio López y López con
Luisa Bru y heredó de su padre, fallecido el 16 de enero de 1883, el Marquesado de Comillas, la Grandeza de
España, así como diferentes y lucra-
tivos negocios, entre los cuales se hallaba la Compañía Trasatlántica, de
la que fue su fundador 30 años
atrás.
Había nacido en Barcelona el 14 de
mayo de 1853 y falleció en Madrid el
18 de abril de 1925, a los 72 años de
edad. No tuvo descendencia.
Uno de los barcos tuvo larga vida,
como fue el caso del "San Carlos" que
duró 40 años, 13 de los cuales navegó
con Trasatlántica y los 27 restantes
bajo pabellón de la Empresa Naviera
de Cuba, que lo compró en 1929 por
160.000 dólares, para emplearlo en
la línea San Juan de Puerto Rico y el
puerto venezolano de La Guaira, cambiándole el nombre por el de “Presidente Machado”, en honor de Gerardo Machado y Morales, elegido presidente de la República de Cuba el 20
de mayo de 1925. Fue derrocado el
12 de agosto de 1933 y era hijo de un
colono canario, oriundo de la isla de
La Palma.
Más tarde, el barco fue rebautizado
y pasaría a llamarse “Cuba”, y así permanecería hasta 1955 en que sería desguazado.
Por contra, nuestro desdichado pero
muy querido “Santa Isabel” –ya lo han
leído– se nos fue muy joven, con cuatro años y dos meses de edad, y para
colmo la historia lo ha olvidado. Pocos
se acuerdan de él; ni siquiera su propia familia.
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domingo, 24 de mayo de 2015, EL DÍA
INVESTIGACIÓN
EN PORTADA
TURISMO
Bruno
Brandt
Un pintor nacido en Berlín
(1893 ), que tiene una biografía de
novela. Su presencia en La Palma se
verifica por vez primera en 1923. Conoció la existencia de las Islas Canarias a través de los comentarios de
su hermano Gerti, que arribó en ellas
a su regreso de un viaje a África. No
había pasado un año cuando Brandt
visitaba el archipiélago, esta vez Gran
Canaria y La Palma. Recorre las islas a pie y duerme bajo las estrellas.
Tan impresionado quedó por la belleza de estas tierras y sus cambios
paisajísticos que regresó a Alemania para vender algunos cuadros y
poder realizar una visita completa
a todas las islas, incluyendo los islotes.
Realiza dos exposiciones individuales en el Círculo de Bellas Artes,
en 1930 y en 1931. Su estilo ejerce
una gran influencia en Bonnín (al que
le inspiró una técnica más libre, con
pinceladas más sueltas, además de
una especial vision sobre la naturaleza), y otros artistas de la época
y también posteriores.
Viaja a Madrid, donde reside por
algún tiempo, y después de muchos
viajes y vicisitudes, regresa a La Palma hacia 1950, tomando Breña Baja
como su último refugio, huyendo de
los fantasmas bélicos de la Segunda
Guerra Mundial y de la cárcel del gobierno alemán, a la que llegó por negarse a participar en la guerra como
soldado.
Brandt es autor de una pintura de
estilo personal, marcadamente
expresionista, que responde a su
rebeldía, a sus impulsos vitales, los
mismos que le animaron a hacer un
viaje frustrado a la India o a vivir en
Madrid haciendo acuarelas por
encargo.
En 1951, en una de sus idas a Alemania, expuso en el Club de Estudiantes de Bonn y el tema principal
fue La Palma. Algunos pintores
canarios de la época se sintieron atraídos por su obra, pero jamás fueron
capaces de llevar a sus cartones la
fuerza y el colorido del maestro germano.
Bruno Brandt expuso en Santa Cruz
de Tenerife, Las Palmas de Gran Canaria, Santa Cruz de La Palma, Madrid
y otras capitales, así como en Alemania y Dinamarca. Su obra, muy
cotizada hoy, se encuentra repartida
en colecciones particulares, organismos oficiales y museos.
En 1962 realizó su última exposición en el Círculo de Amistad XII de
Enero de Santa Cruz de Tenerife. El
1 de julio de ese mismo año falleció
en su domicilio en Breña Baja.
Serie “Pintores canarios”, cuadro nº 16
(técnica mixta sobre papel de acuarela)
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domingo, 24 de mayo de 2015, EL DÍA
CLAVES DEL CAMINO
EL RETORNO DE LAS
BESTIAS IMPOSIBLES
Nuevos desafíos de la Criptozoología
Vivimos en un mundo de contrastes. Mientras invertimos miles de millones
de euros en la exploración espacial y en la búsqueda de vida extraterrestre, en
nuestro planeta se mantienen fuera de nuestro alcance numerosos
ecosistemas terrestres y marinos que, más allá de toda duda, acunan
infinidad de especies desconocidas para la ciencia. Pese a ello, ¿hay margen
para creer en bestias oceánicas prehistóricas? ¿Es viable que coexistamos con
poblaciones residuales de homínidos primitivos? ¿Qué hay de cierto en las
historias sobre grandes mamíferos y reptiles desconocidos?
Texto: José Gregorio González
E
n contra de lo que pueda parecer, corren buenos tiempos para quienes han convertido la búsqueda de animales desconocidos en un
objetivo prioritario en sus vidas. La globalización y las nuevas tecnologías permiten acceder casi en tiempo real y prácticamente en cualquier parte del mundo
a nuevos avistamientos de críptidos, facilitando un acceso presencial o virtual
a regiones hasta poco impensables. De
manera simultánea, expertos de todo
el mundo intercambian información y
cooperan de manera multidisciplinar
en sus investigaciones, arrojando nueva
luz sobre viejos casos o desarrollando
escenarios biológicos alternativos que
puedan dar sentido a los persistentes
registros que generan algunas de las criaturas que persigue la Criptozoología.
Incluso la televisión ha contribuido a
explorar de manera innovadora los límites de la zoología con programas recientes
de gran éxito como Destination Truth,
dedicados con una dinámica de reality
al análisis de estas criaturas imposibles,
o con formatos de gran impacto como
Monstruos de río, de Jeremy Wade, en
los que se ofrece una aproximación tangencial, aunque precisa, a esta fauna misteriosa. Al respecto, el propio Wade apuntar haber visto “cosas que nadie creería. Una de las más celebres de todas es
el Nessie amazónico, un animal acuático de 3 metros y misterioso dorso aserrado que pude fotografiar en 1994 en
Brasil. ¿Delfín mutilado, animal freak,
nueva especie desconocida? Lo importante es que lo que vi era real, y no una
alucinación ni espejismo alguno”,
apunta nuestro televisivo interlocutor.
Todo ello se traduce también, con el
auxilio de avanzadas técnicas propias
de los CSI, en que documentos tan emblemáticos para la historia de esta protociencia como la famosa Filmación Patterson estén siendo revisados con resultadosinesperados,al tiempoque emergen y ganan visibilidad casos de alta extrañeza de posibles encuentros con reptiles marinos prehistóricos que en otro
tiempo habrían pasado por completo
inadvertidos.
A este tipo de casos inéditos pertenece el incidente ocurrido el 13 de agosto
de 2013 en la bahía de Carlyon, en la costa
británica de Cornualles, cuando el varamiento de un ejemplar herido de rorcual común puso a los investigadores
tras la pista de una bestia imposible, un
encuentro que diseccionamos a continuación.
Aquel ejemplar hembra de 20 metros
de largo se debatía entre la vida y la
muerte sobre la arena de la playa. Desnutrido, estresado y herido en la región
de la cabeza, el animal parece haberse
rendido asumiendo su final, morir
lentamente ante la impotencia del
grupo de rescate y la mirada apesadumbrada de decenas de curiosos. Las
horas pasan más lentas que nunca mientras el animal languidece sin opción a
ser reflotado. Informes anteriores detallan cómo el ejemplar, aparentemente
sano y en perfecto estado, nadó de manera directa hacia los bajíos para permanecer allí, inmóvil, esperando la bajamar y con ella una muerte segura. ¿Qué
pudo impulsar al titán a cometer esa maniobra suicida? ¿Desorientación? ¿Fatiga
tal vez? ¿Un plan de escape alocado e
improvisado frente a una amenaza inasumible? Las preguntas son muchas para
un desenlace final que no es otro que
la muerte de la ballena.
Aunque en los últimos años la televisión nos ha convertido en testigos de
este tipo de desconcertante comportamiento, algunos de ellos realmente
impactantes por estar protagonizados
por cientos de ejemplares, el caso que
nos ocupa resultó ser realmente extraordinario evidenciando la presencia, a partir del material gráfico existente, de una
criatura de proporciones y fuerza descomunales. De manera casi inmediata, los investigadores se percataron de
unas curiosas marcas y heridas que presentaba el animal en la cabeza. El ojo
mostraba una amplia laceración de color
rosada, al igual que la base de la aleta
derecha, lo que desconcertó a los expertos ya que el animal entró de manera tranquila hacia los bajíos. En la mandíbula inferior aparecieron dos filas paralelas de punciones, perforaciones o heridas redondas, bien marcadas y rojizas,
que bien podía interpretarse como la
marca de una potente y alargada mordida. De manera más tenue se distinguía una segunda hilera doble de marcas desplegadas por dentro de la principal, evidencias que apuntaban con
fuerza a las secuelas de una lucha de
titanes. Desde muy pronto se descartó
la posibilidad de que el cetáceo fuera
herido por la mano del hombre, con un
arpón o algún instrumento punzante,
y la uniformidad del patrón echaba por
tierra la hipótesis de una herida provocada
por desechos humanos como hierros
o forjados, rocas o el fondo marino. A
pesar de ello, con el material gráfico disponible quisimos explorar para Enigmas las opiniones de reputados paleontólogos especializados en reptiles marinos, como es el caso del Dr. Adam S.
Smith, del Museo de Historia Natural
de Nottingham. “Las marcas –nos
apuntó– podrían ser parásitos, cicatrices, callosidades, o abrasiones mientras
la ballena se debatía en la costa”.
El Dr. Charles Paxton, consultado también al respecto, apuesta igualmente por
buscar una explicación convencional.
Paxton es un ecólogo marino experto
en pesquerías del centro de Modelos Ecológicos y Medioambientales de la Universidad de San Andrés, Escocia. “No
creo que sean heridas causadas por un
depredador. Parece algún tipo de abrasión leve”, explica el ecólogo. “Las marcas de la mandíbula podrían llegar a ser
punciones redondeadas, aunque también parecen ser algún tipo de llagas o
rasguños”.
Sin embargo, como hemos indicado,
la forma, tamaño, ubicación y regularidad de las marcas apuntan a las huellas de un ataque, respondiendo las marcas, desde nuestro punto de vista, a las
mandíbulas de un enorme depredador
marino que intentó sin éxito atenazar
la cabeza de la ballena. Tomando en cuenta que la marca de los potenciales dientes ronda los 2 metros, podemos descartar tres de los más potentes depredadoresdelmar:eltiburónblancohubiese
hecho una clara herida en forma de media
luna; las orcas tampoco presentan
mandíbulaslargasyestrechas;yelpotente
cachalote no ataca a otras ballenas.
El tipo de ataque y la manera en la
que están distribuidas las marcas no encajaban en absoluto con lo que sabemos
de estas tres formidables criaturas. Algo
vivo y muy potente tuvo que doblegar
a las 80 toneladas de aquella ballena,
algo vivo y con unas mandíbulas de 3
metros de largo. De seguir entre nosotros el padre de la criptozoología, el zoólogo belga Bernard Heuvelmans, no hay
duda de que señalaría como culpable
a uno de sus saurios marinos como responsable. Bestias prehistóricas que
alcanzarían los 18 metros de longitud.
El problema es que la ciencia no admite
que estén vivas hoy en día, aunque para
este caso el destino quiso obsequiar a
los investigadores con un guiño sin duda
revelador, la presencia en el Museo del
condado de Dorset, Dorchester, del gran
cráneo de un pliosaurio localizado a escasos kilómetros en la bahía de Weymouth.
El contundente fósil presenta dientes
de unos 10 cm. alojados en un cráneo
de casi 2,5 m. de largo, dando forma a
una criatura de una docena de metros
de largo que inevitablemente convierte a un pariente suyo en sospechoso del
letal ataque.
El episodio de Cornualles, aunque es
el más reciente, no es ni de lejos el único
que apunta a la supervivencia de saurios y otras bestias prehistóricas en nuestros océanos. El 30 de julio de 1915 ocurrió otro hecho en aguas del Atlántico
Norte que de forma fortuita puso al descubierto a una criatura a todas luces imposible. George G. von Forstner, capitán
de la marina de guerra alemana, no podía
imaginar que su ataque al carguero británico Iberia tendría una colosal víctima
colateral. Desde su submarino U-28 torpedeó a aquella caja flotante de mercancías y explosivos, haciendo diana
en un casco que no pudo resistir el impacto. En pocos minutos, el gigante se
hunde engullido por aquellas aguas y
apenas medio minuto más tarde explota
violentamente bajo las mismas, desperdigando por la superficie gran cantidad
de restos. Entre planchas de metal, maderas y cascotes diversos también aparece
un increíble animal acuático, de unos
15 m. de largo, víctima inesperada del
fogonazo submarino. En palabras de von
Forstner, “en ese momento estaba en
la torre junto a seis oficiales, que incluían
al ingeniero jefe, navegador y el timonel. De manera automática todos nos
fijamos en aquella quimera oceánica,
que se agitaba y se sacudía entre los restos del naufragio. No pudimos identificar a la criatura, que se parecía mucho a algún tipo de cocodrilo acuático;
presentaba cuatro miembros que parecían palmeados, una larga y apuntada
cola y una enorme cabeza que también
terminabaenpunta.Desafortunadamente
no pudimos fotografiarlo ya que se hundió bajo las aguas de manera rápida, en
unos 15 segundos, tras caer pesada y estrepitosamente sobre las aguas, sacudiéndose… mortalmente herido”.
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EL DÍA, domingo, 24 de mayo de 2015
CLAVES DEL CAMINO
La casuística no acaba aquí. Es un suma
y sigue permanente que incluye otros
episodios históricos similares, como el
incidente del Monongahela, un ballenero americano con base en New Bedford, Massachusetts, que en 1852 arponeó e incluso izó a bordo a una “serpiente
marina” que fue descrita por el capitán
del navío, Jason Seabury, y otros muchos tripulantes como “un gran reptil
marino similar a un aligátor, de 30 metros
de largo, potentes mandíbulas y cabeza
plana como la de un cocodrilo. El largo
y oscuro cuerpo terminaba en una apuntada cola y las extremidades eran cuatro patas tipo remo. La bestia tenía 94
dientes curvos por mandíbula, tan
grandes como el pulgar de un adulto.
Además, bajo la carne había una gruesa
capa de grasa, como la de las ballenas”.
Mucho más cercano en el tiempo es
el caso de Gambo, nombre con el que
se conoce a la serpiente marina avistada
en Gambia. La criatura fue hallada en
junio de 1983 por el naturalista aficionado Owen Burnham y su familia, midiendo 4,5 metros de largo y con un aspecto muy peculiar, pues parecía el cruce
entre un delfín y lo que habría que considerar un reptil marino. “Presentaba
–explicó Burnham– un largo y afilado
hocico, armado de dientes cónicos, cuatro aletas y una cola terminada en punta.
La coloración doral era marrón oscura,
mientras que ventralmente se difuminaba del amarillo sucio al blanco. No
presentaba aleta dorsal alguna y la cola
media unos 1,5 metros”. Gambo contaba además con 80 afilados e inquietantes dientes.
Estosincidentes,algunosdeellosauténticos clásicos en el campo de la criptozoología marina, pueden ser vinculados con lo que Heuvelmans definió genéricamente en su enciclopédico Tras la
estela de la Serpiente de Mar como “saurio marino”, grupo de reptiles marinos
que en un intento de poner algo de orden
entre tanta casuística el zoólogo belga
subdividió en categorías tales como caballo marino, cuello largo, multijorobado,
súperanguila o invertebrado gigante. Pero,
¿a qué tipo de criaturas reales podría
estar aludiendo esta taxonomía criptozoológica?
Al igual que Heuvelmans, otros investigadores como Loren Coleman o el
Dr. Michael Woodley, de la Universidad
de Londres, proponen como candidatos a reptiles prehistóricos oceánicos como
los pliosaurios, plesiosauros de cuello
corto y enormes cráneos; los talatosuquios, que son cocodrilos marinos
prehistóricos; también a los mosasaurios, que literalmente serían lagartos oceánicos; y a las grandes ballenas primitivas o arqueocetos, los únicos que sobrevivieron a la extinción del Cretáceo-Terciario y, por tanto, los mejor posicionados para explicar estos casos.
Bestias en tierra firme
Cabría pensar con cierta lógica que
el medio oceánico es el equivalente a
la Tierra Prometida para los criptozoólogos, el lugar con más probabilidades
de acunar criaturas asombrosas y desconocidas, pero tal vez la lógica requiera
de matices. Si bien por extensión y por
su perenne condición de inexplorados
los océanos del mundo constituyen el
medio más favorable para la preservación de especies prehistóricas, no es menos cierto que los archivos criptozoólogos contienen reportes de críptidos
de gran tamaño en tierra firme. Algunos son muy populares, como el emblemático “mokele mbembe”, la criatura con aspecto de dinosaurio –concretamente con el de los grandes herbívoros saurópodos– que se asegura vive
en las regiones del África Ecuatorial, Congos, Camerún, República Centro Africana, Gabón, etc. Los registros son tan
abundantes que cabría pensar que
realmente los nativos han estado conviviendo con una bestia de otro tiempo,
un animal que los más racionales han
intentado tildar de fantásticos o identificar con un rinoceronte selvático, un
elefante sumergido o un enorme reptil anfibio desconocido. Sin embargo,
lo que nadie puede negar es que su hábitat reúne las suficientes condiciones como
para haberle servido de refugio durante
millones de años, razón por la cual incluso
en nuestros días se continúan organizando expediciones para ir a su caza y
captura, como la que actualmente
promueven el Club Criptozoológico de
la Columbia Británica y el investigador
francés Michel Ballot gran conocedor
del área y de la casuística mokele. Sin
duda la popularidad del “mokele
mbembe” no tiene rival dentro de su
género, pero no es la única bestia sacada
del tiempo que rastrean los criptozoólogos.
Sin salir de África, en Rodesia y Angola,
parece habitar otra criatura imposible
de gran talla, el “emela-ntouka” o
“chipekwe”, una bestia semiacuática del
tamaño de un elefante, dotado, al
igual que los rinocerontes, de un inmenso
cuerno en su cabeza con el que ataca
a sus víctimas. El escritor británico J.E.
Hughes vivió quince años en la ribera
del lago Bangweolo, lo que le permitió
recabarnumerosostestimoniosquehablaban de esta criatura y la describían con
un “cuerpo robusto y oscuro y sin pelos.
Estaba armado con un único cuerno de
color blanco como el marfil, que además era extremadamente largo y liso”.
Fuera del continente negro también
podemosseguirlapistadeanimalesgigantes. El diprotodón, una especie de conejo
de hasta cuatro metros de largo, dos de
altura y casi tres toneladas de peso, como
es lógico, no se queda atrás. Estamos
ante el marsupial más grande que caminó sobre la Tierra, con una presencia fósil que va desde 1,6 millones de
años hasta apenas 25.000 años. El diprotodón contaba con dos grandes dientes en la parte frontal de su mandíbula
superior, todo un conejo del tamaño de
un hipopótamo que se extinguió como
consecuencia del cambio climático al
final de la Era Glaciar. Por entonces su
hábitat semiacuático comenzó a desaparecer y con él las posibilidad de sobrevivir. Algunos paleontólogos sostienen
que poblaciones residuales pudieron
sobrevivir hasta hace unos pocos miles
de años en tierras australianas, cuando
finalmente sucumbieron ante la propia
presión humana. Los nativos recuerdan
haberlos cazado, lo que, junto a los numerosos testimonios recogidos durante el
siglo XIX, llevó a naturalistas como Ambrose Pratt y Ludwig Leichhardt a defender su existencia. Este último esperaba
encontrarlos vivos tras dar en 1940 con
unos restos de esta criatura en un excelente estado de conservación en Darling Downs.
También el temido “waheela” parece
sacado de otro tiempo. Estamos ante
un animal observado en los territorios
fronterizos de Canadá y Alaska que es
descrito con pelaje blanco y un aspecto
a medio camino entre un lobo y un oso,
así como con una predilección por decapitar a sus víctimas. La mitología inuit
en torno a este devorador de cabezas
se ve alimentada con cierta frecuencia
por casos de personas desaparecidas o
encontradas sin vida con grandes heridas causadas por bestias que no se logran
identificar. El afamado criptozoólogo
Iván Sanderson llegó a formular la hipótesis de que se trataba de un superviviente de los anficiónidos, voraces
carnívoros prehistóricos con un parentesco no del todo claro con osos y canes.
Lo inquietante es pensar que las condiciones ambientales de la zona y sus regiones deshabitadas hacen factible que un
animal así pueda seguir entre nosotros.
Otros insignes en esta abreviada galería de animales misteriosos incluye
al mítico “mapinguary” amazónico, cuyo
peculiar y gélido grito hace temblar a
las tribus nativas que conocen de su existencia. Pocos lugares del planeta ofrecen tantas ventajas para pasar desapercibido como el océano verde del Amazonas, de manera que los investigadores
no se cuestionan la existencia del mítico animal, que también se caracteriza
por su fétido olor y potentes garras, sino
directamente si se trata de un primate
no identificado, un gran carnívoro
desconocido, un megaterio extinto o incluso una nueva especie de oso hormiguero gigante.
También en Brasil y en el Alto Paraguay se habla de otra fabulosa criatura,
el “minhocao”, descrito como una
bestia aserpentada de nada menos
que 50 metros de longitud, de hábitos
excavadores y con una dura coraza externa. El experto español Rafael Alemán
Berenguer incluye numerosas referencias a esta criaturas presumiblemente
prehistóricas en su libro Criptozoología:
cazadores de monstruos, en el que, entre otras cuestiones, menciona cómo
“en las fuentes del Nilo los indigenas hablaban de la existencia de una terrible bestia, descrita por los nuer como una enorme
serpientes, patas cortas y gran velocidad.
John Millais, durante sus exploraciones
de las marismas del Valle del Nilo, contrató que los nativos dinkas, los shilluk
y los propios nuer relataban cacerías de
un gran reptil de color castaño oscuro de
entre doce y treinta metros de longitud
y el grosor de un caballo”.¿Es viable algo
tan descomunal? Posiblemente no,
pero lo registros son tan abrumadores
que necesariamente deben de estar
aludiendo, aunque de forma sobredimensionada, a algo real y temido.
A esta relación de críptidos XXL hemos
de sumar otros de no menos interés y
envergadura, desde felinos dientes de
sable africanos a elefantes pigmeos acuáticos, pasando por osos desconocidos
y desconcertantes caballos con garras.
Todo sin olvidar a un grupo especialmente controvertido, el de los criptoprimates, cuya vinculación con la raza
humanayconalgunosdenuestrosparientes oficialmente extintos convierten su
observación en fuente de permanente
controversia y su búsqueda en algo especialmente trascendente.
Al parecer, muchos profesionales del
campo de la antropología, la zoología
e incluso la arqueología estiman que no
estamos solos en el planeta y que la raza
humana puede aún convivir, de manera
velada, como sucedió en tiempos prehistóricos, con otros homínidos. Buenos ejemplos son los esfuerzos desplegados por el profesor de Antropología
Gregory Forth, de la Universidad de Alberta, Canadá, que lleva más de dos décadas investigando en el sudeste asiático
con el objetivo de dar con el mítico “orang
pendek”. Esta criatura, mitad humana
mitad primate, descrita como una
suerte de hombre salvaje forestal, ha
sido observada con asiduidad en Indonesia,Sulawesi,SriLankaoBorneo,donde
tambiénrecibenombrescomo“ebugogo”
y “nittaewo”. En boca de Forth, “es muy
posible que estos incidentes, avistamientos e historias reflejen algún tipo
de experiencia cercana o contacto con
homínidos no sapiens”. Idea que en los
últimos quince años se ha visto sustancialmente refrendada con los descubrimientos del Homo floresiensis o
“hobbit” descrito en 2004 en Indonesia. A algo similar se dedica el experto
en locomoción humana y zoólogo de
la Universidad de Idaho Jeff Meldrum,
undoctorqueademásesautordelimprescindible Sasquatch: la leyenda se enfrenta
a la ciencia, y editor de la revista científica Investigando Homínidos Relícticos. No obstante, sus estudios se centran en tratar de documentar las actividades del gran primate misterioso por
antonomasia, el “bigfoot” norteamericano, conocido en Canadá como
“sasquatch”. Meldrum lleva desde los
años sesenta rastreando al gigante, del
cual asegura haber obtenido precisas
y auténticas huellas junto a otros restos, evidencias que delatan las actividades de lo que casi con absoluta seguridad se atreve a etiquetar como un simio
nocturno.
Trabajos como los de éste y otros prestigiosos investigadores intentan arrojar luz, desde la ciencia, al interrogante
que supone la rica casuística relativa a
“hombres salvajes” que se ha ido registrado durante siglos en lugares con
ecosistemas compatibles con la supervivencia de especies prehistóricas, así
comotambiénconloshallazgosquedesde
la antropología están rediseñando el mapa
de nuestros ancestros y de aquellas otras
especies que convivieron con nosotros
hasta épocas muy recientes. Los descubrimientos relativos a la llamada “tribu
del Ciervo Rojo”, investigada en Yunnan, evidencia que otra humanidad convivió con los sapiens hasta hace al menos
11.500 años en China, territorio de míticos hombres salvajes como el “yereen”.
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domingo, 24 de mayo de 2015, EL DÍA
www.eldia.es/laprensa
Revista semanal de EL DÍA. Segunda época, número 981
BALCÓN DE VENEZUELA
Las señas de identidad
como valores turísticos
EL FOLCLORE, UN ATRACTIVO DE EXCEPCIÓN
“La educación es el remedio que ha
de obrar en los tiempos sucesivos,
pues las flores sencillas que da el
prado, con el riego oportuno y el
cultivo, suelen rendir después ricas
simientes, que mejoran la especie e
individuos”
(José de Viera y Clavijo)
Texto: Antonio Pedro Tejera Reyes
(del Grupo de Expertos de la Organización Mundial del Turismo,
de las Naciones Unidas)
P
ermanentemente venimos
sosteniendo a través de
nuestra actuación profesional, el valor intrínseco que
las señas de identidad de
los pueblos tienen para la promoción
de su desarrollo turístico. En este acontecer, nuestras experiencias nos han
llevado a considerar el folclore como
una de las más potentes llamadas hacia
la satisfacción humana en todas sus
percepciones, cuya estampa va de un
lado a otro del atractivo que supone
esta expresión de los pueblos del mundo, donde a nadie le es indiferente el
tema cuando se refiere a la samba, el
joropo, la cumbia, el merengue, etc.,
por referirnos solo a estas más que
conocidas muestras naturales de
nuestra América.
Con este escenario de fondo, nació,
ahora hace treinta años, la agrupación
musical folclorista Tigaray, como
una respuesta a la necesidad de
ofrecer al visitante de las Islas una visión
popular de su expresión musical
folclórica, con “su empeño en difundir la música popular del Archipiélago
Canario desde una perspectiva abierta
y creativa, de ahí que sus habituales
límites hayan ido concebidos a varios
miles de kilómetros de la geografía
estrecha que signó sus siempre ambiguas y azules fronteras”.
Corría el año 1988 cuando en el Hogar
Canario-Venezolano de Caracas, en
nuestra calidad de director de Cultura
de la citada entidad, tuvimos la
oportunidad de participar en la visita
que este grupo realizó a Venezuela por
aquellas fechas, programa en el cual,
casualmente, incorporamos la presencia
de una imagen de la Virgen de Candelaria, que el Gobierno de Canarias
enviaba para la sociedad de los canarios en Valencia, que durante una semana permanecería en nuestra sociedad caraqueña recibiendo la bienvenida
de sus socios y amigos.
El grupo Tigaray rindió homenaje
a esta imagen con una brillante
actuación en el salón principal del club,
ante un emocionado público que le
acogió con la mejor muestra de su aceptación y cariño.
Relacionar el folclore de las Islas con
un personaje único en su historia como
le fue José de Viera y Clavijo coloca
sin discusión al grupo Tigaray, den-
tro de la órbita del folclorismo experimental e investigativo, lo cual está
dejando su profunda huella en el acontecer musical, no solo de Canarias en
particular, sino a niveles mundiales
por el ejemplo que representa su paradigmática actividad.
Enjundiosa labor para ser imitada
en otros lugares del mundo, donde
la perspectiva de su folclore se pierde
en las inmensidades del tiempo, y
donde no faltan las historias y leyendas que pudieran ser la base de inspiración de estos imponentes espectáculos para revalorizar unas señas de
identidad que nunca se deben perder,
y que son uno de los más poderosos
atractivos para el turismo en su versión cultural, que crece imparablemente
cada día.
“Un amor en cada puerto” es el nombre elegido por Tigaray para dar forma a su nuevo espectáculo, un recital en que se darán la mano la música
y la danza contemporánea, la historia y la literatura; la pasión y el mar.
Todo ello persiguiendo el vibrante propósito de rendir tributo a una de las
porciones menos conocidas de la historia de las Islas Canarias: su memoria
ensoñadora, la vocación romántica de
su gentes”.
Otro hermoso proyecto imitable que
surge de una sociedad que ha entendido cómo las expresiones folclóricas
y musicales son una cultura que une
a los pueblos, que se arraiga en lo más
profundo de nuestro ser y nos lleva
a evocar lugares y situaciones que recordamos por sus músicas, por sus expresiones folclóricas, por la calidez
de las mismas, por los mensajes que
sus letras encierran, la melancolía, o
la alegría que despiertan sus melodías.
Añoranzas y ansias de volver a revivir desde los sentidos maravillosos
tangos, en La Boca (Buenos Aires),
a los violines vieneses, pasando por
las cumbias colombianas, o las isas
de Canarias, sin olvidar, en las
inmensidades del tiempo, las danzas
y las melodías que un día inolvidable tuvimos la suerte de presenciar
en el suntuoso hotel Hyundai
(Gyeongju, Korea) interpretadas por
un hermoso grupo, ataviado con sus
brillantes trajes típicos, que procedía de la isla de Pascua, al sur, muy
al sur, de Chile.
Recordar es vivir.