La Casa de la Ciudad.
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La Casa de la Ciudad.
La Desaparecida Casa de la Ciudad de Valencia Jaime Ramos Grimaldos Grado hª del arte 3ºB Introducción. La Casa de la Ciudad, fue uno de los edificios civiles más importantes de la ciudad de Valencia. Fue sede del consejo municipal desde el siglo XIV hasta mediados del XIX, época en que el Consistorio se traslada y decide su demolición. De inspiración arquitectónica medieval-renacentista y de gran valor por su enriquecimiento ornamental como de obras de arte que albergaba, se trata de un fiasco a gran escala en lo que a conservación de patrimonio nos referimos, ya que en la actualidad sería impensable una actuación de tal magnitud. Únicamente se salvarían del derribo unas pocas piezas consideradas de suficiente valor artístico o histórico, repartidas actualmente entre la Lonja, el Museo de Bellas Artes y el Museo Municipal. Antecedentes históricos. La primera sede de justicia del municipio valenciano fundado tras la conquista de Jaime I en 1238, fue un edificio situado entre las plazas de la Almoina y del Arzobispo, junto a la catedral, pero en 1311 el rey Jaime II autorizó la venta de esa casa y la inversión de lo obtenido en la construcción de otra nueva. La Casa de la Ciutat se edificó frente a la puerta de los Apóstoles, al otro lado de la catedral, al principio de la calle llamada de las cortes, por los tribunales que tenían su sede también en el palacio municipal. Hoy el solar está ocupado por los jardincillos del palacio de la Generalitat, frente a la plaza de la Virgen, pero en la Edad Media, la Casa de la Ciudad estaba delimitada por las calles de las Cortes (desaparecida con las reformas modernas de la plaza), de la Bailía (que la separaba del palacio de la Generalitat), de los Hierros de la Ciudad y del Reloj Viejo. Casi todos estos topónimos tienen que ver directa o indirectamente con la historia de esta construcción y su influencia en la vida urbana. Tras una etapa de construcción lenta, comenzó su uso, el 27 de octubre de 1342, como ayuntamiento tribunal y cárcel. Cuando la Casa de la Ciudad estuvo terminada, ocupaba un espacio rectangular. El edificio tenía cuatro caras, dejando el centro como patio. En la fachada principal, existían dos torres de sección cuadrada con terraza en los remates. El edificio tenía dos plantas, a las cuales se les añadiría un tercer y cuarto piso, que constituían las torres. Su tipología era semejante a la de las grandes viviendas valencianas. Durante finales del renacimiento y principios del barroco, la fachada principal sufrió una remodelación, construyendo un balcón de hierro a lo largo de toda la fachada del primer piso y un remate de bolas en la cornisa. Construcción, reforma y ampliación de la Casa de la Ciudad (1341-1377) En 1342 el Consejo municipal ya se reunía en la nueva Sala del Consejo, salón de sesiones que a veces prestaba su nombre a todo el edificio, pero pronto tuvo que ser ampliado. La Sala acogía las reuniones de la asamblea que asesoraba al gobierno municipal (els Jurats), pero eran necesarios otros espacios donde cumplir con funciones diversas y a veces incompatibles, como la de juzgar causas, tener bajo custodio a los presos, etc. Pero sobre todo, la conciencia de la propia dignidad institucional que se abría paso en la mentalidad de los regidores exigía disponer de una sede no solo capaz, sino también magnificente. Es poco lo que se sabe del edificio en esta época: se había construido a partir de algunas antiguas casas y su estancia principal era la Sala del Consejo, recayente a la fachada, una dependencia más pequeña llamada cambra (cámara), que acogía las reuniones de los Jurados y servía también de escribanía y archivo; había un patio interior con escalera abierta y ambientes para los tribunales de los Justicias Criminal, Civil y de 300 sueldos (este último entendía sobre casos de menor cuantía), así como para la prisión de hombres y de mujeres. En los bajos se abrían estancias alquiladas como oficinas de notaría que pagan una renta a las arcas municipales. El edificio estaba rematado ya entonces por las dos torres que marcarían su imagen durante siglos en la fachada de la calle de las Cortes. Tal acumulación de funciones y la creciente necesidad de espacio propiciaron pronto la reforma y ampliación del palacio público. En 1376, se acordó la ampliación y se agregó la sala del Consejo Secreto o de los Jurados, una especie de comisión ejecutiva municipal integrada por los Jurados, el Síndico, el Racional y el Escribano de la Sala. Esta fase en la construcción del edificio fue motivo de una inscripción sobre un pedestal con epígrafe romano conservado en el Museo de Bellas Artes de Valencia. Las obras fueron dirigidas por el maestro de obras Bernat Boix. El ornato del palacio municipal en los siglos XIV y XV En 1392 se adoptó el acuerdo de decorar los muros de la sala del Consejo secreto con representaciones del Juicio Final, el Paraíso, el Infierno y el Ángel Custodio protegiendo la ciudad, pinturas murales que corrieron a cargo del artista nórdico Marsal de Sas. Estas mejoras del edificio y la decoración se fueron sucediendo progresivamente convirtiéndose en una empresa artística de altos vuelos, sostenida con intermitentes pero abundantes desembolsos de fondos consumidos por el afán de fama y prestigio del gobierno municipal valenciano. Las sala dorada. En 1418 la asamblea municipal decidió realizar y acabar una nueva sala. La nueva sala se llamó cambra daurada (sala dorada) por la rica techumbre que hoy en parte se conserva instalada en el salón del Consulado de la Lonja de Valencia y se destinó a reuniones de los Jurados y a funciones representativas. La madera está tallada y policromada con abigarrados motivos fantásticos y lúdicos, bustos de profetas, ángeles e insistente heráldica de la ciudad. La obra fue ejecutada en su mayor parte entre 1418 y 1426, si bien la pintura y el dorado no se terminaron, tras una interrupción, hasta la etapa 1442-1445 y todavía se obraron puertas y ventanas de esta sala hasta 1458. En esta obra trabajó un equipo de artistas compuesto por los entalladores y escultores Bertomeu Santalínea, Julià Sanxo, Joan y Andreu Çanou, Domingo Mínguez y los pintores Antoni Gueray y Jaume Mateu, entre otros artífices. El pavimento original de azulejos de Manises con escudo real e inscripciones fue sustituido más tarde por losas de mármol de Portaceli. Tras un dilatado proceso de construcción y decoración la sala quedó convertida en un espacio privilegiado por la riqueza de su ornato y el aparato con que se revestían las reuniones de los Jurados y las recepciones de visitantes ilustres para mostrar la magnificencia de la ciudad. Sala de los ángeles. En 1423, mientras avanzaban los trabajos de la sala dorada, un incendió consumió la techumbre de la gran sala del Consejo. En 1425 pudieron comenzar las labores de la nueva techumbre, tallada entre 1427 y 1428 bajo la dirección de Joan del Poyo. Éste se hizo cargo de la traza de la armadura y de la coordinación de los diversos artífices, pero la labor escultórica se confió a Joan Çanou y Joan Llobet y la decoración pictórica fue encargada a Gonçal Peris Sarriá, Jaume Mateu, Joan Moreno y Bertomeu Avella. El motivo principal de la decoración lo constituían figuras de ángeles tenantes con el escudo de la ciudad, que justifican el nombre con el que sería conocida en lo sucesivo esta sala (sala de los ángeles) así como quince tablas pintadas con imágenes de los reyes de Aragón, entre canes, labrados con bustos de profetas y patriarcas. De este conjunto sobreviven las piezas reunidas por José Martínez Aloy en el Museo Histórico Municipal, en parte reutilizadas también en la roca “Valencia”, y las cuatro tablas con efigies reales conservadas en el Museo Nacional de Arte de Cataluña en Barcelona. En 1428 el maestro de obras Joan Llobet se ocupaba de labrar los dos ventanales de piedra que se asomaban a la calle de las Cortes y que correspondían al tipo de finestra (ventana) coronella. Una estampa de la Biblioteca Nacional de Madrid plasma la imagen de esta sala a fines del siglo XVIII, con sus dos grandes ventanales cerrados con hojas de madera y con detalles figurativos de las potentes jácenas revestidas con labor de talla, de motivos fantásticos y festivos, heráldica de Valencia e imágenes de ángeles y profetas esculpidos en los canes. Escribanía, estancia del Racional y Archivo. Estas dependencias del edificio fueron también renovadas y decoradas con esplendor. En el piso principal, cerca de las dos salas principales y de la sala del Consejo secreto, se hallaban la escribanía y el archivo que tenían algo más que una finalidad burocrática. Archivo. El nuevo archivo se comenzó en 1412 y servía para conservar y mostrar, además de la documentación municipal, los códices más preciados de la Casa de la Ciudad como los Fueros, el libro del Consulado del Mar y el Aureum opus que contenía los privilegios reales otorgados a la ciudad de Valencia. La estancia del Racional. Encargada de supervisar las finanzas locales pero con un peso creciente en el gobierno de la ciudad, adquirió también prestancia singular con dos portales de piedra tallada, una galería de acceso, ventanas con encerados pintados imitando vidrieras por Antoni Guerau y un archivo propio de esta magistratura y un gabinete privado, el cual se cubría con bóveda de crucería de piedra y una escalera de caracol. El ornato de estos ambientes, pequeños pero representativos por la dignidad de quien los ocupaba, fue muy esmerado en la talla del mobiliario, escultura decorativa en piedra y en madera, labores que corrieron a cargo en su mayor parte de Joan Llobet y fueron tasadas por Francesc Baldomar y Joan del Poyo, y en las que se exhibía un variopinto repertorio de motivos monstruosos y de la iconografía religiosa combinados con fantasía y un exquisito sentido decorativo característicos del gótico internacional. La escribanía. Situada bajo una de las torres de la fachada, también fue enriquecida en su ornato en razón del prestigio que revestía el cargo de escribano, de suerte que el mobiliario y los tejidos decorativos componían un escenario con el decoro requerido para el notario que ocupaba el cargo de escribano municipal. La capilla. En principio poco más que un altar en la sala de reuniones del consejo municipal decorada con las pinturas murales de Marsal de Sas. Joan Llobet embelleció el altar y la capilla, pero en 1454 se determinó acondicionar una nueva capilla en una estancia que quedaba encima de la prisión y adyacente a la cámara de Consejo Secreto, con una ventana abierta a la calle del Reloj viejo. De ella se conservan algunos recuerdos como la escultura del arcángel San Miguel, de mediados del siglo XV (Museo Histórico Municipal), la reja de hierro instalada hoy en la capilla de la Lonja y el tríptico del Juicio Final de Vrancke van der Stockt, adquirido por los Jurados en 1494 que se exhibe ahora en el Museo de Historia de la Ciudad de Valencia. En 1517 se construyó una nueva capilla con decoración a la romana y bóvedas de crucería cuyas obras se encargaron al maestro Jaume Vicent. Plantas alta y baja. Las partes altas del edificio se alcanzaban a través de escaleras y se pusieron al servicio de las funciones representativas de las salas nobles, pero ocasionalmente fueron objeto de mejoras además de la reparación frecuente de las cubiertas y terrazas. Aleros, porches y terrazas fueron reformados en 1454 y en el alero trabajó el notable carpintero Jaume Lombart y el pintor Martí Girbes. Ante la falta de espacio de la prisión común, las torres empezaron a utilizarse como cárcel desde principios del siglo XV. La planta baja estuvo ocupada desde un comienzo por los tribunales de los Justicias, con fácil acceso desde la calle, y sus dependencias auxiliares, así como la cárcel común. Desde el portal de la calle de las Cortes se accedía al interior del edificio, dividido en dos patios. En el principal, una escalera descubierta conducía en dos tiros, hasta la sala dorada de la planta noble. La circulación entre las salas (dorada, de los ángeles, del consejo secreto, la escribanía, el archivo y la cámara del Racional) se abría a través de portales esculpidos y puertas de madera, galerías de arquillos, y escaleras interiores de caracol. Estas últimas servían también para alcanzar las partes altas de las dos torres de fachada y del amplio porche construido sobre la sala del Consejo. El aspecto externo de la Casa de la Ciudad no era extraordinario, comparada con la catedral, no pasaba de ser una construcción semejante a otras que servían de residencia a las familias principales de Valencia como las de los Borja en la plaza de San Lorenzo. La imagen más fiable anterior al incendio que dañó el edificio en 1586 es la dibujada por el flamenco Antón van den Wijngaerde en 1563. Esta imagen se precisa en representaciones posteriores como la de Antonio Manceli (1608) y sobre todo en el plano de Tomás Vicente Tosca (1704), en la que se percibe con claridad la estructura del edificio con varias crujías desiguales dispuestas entorno a dos patios, uno de ellos no muy holgado, y las dos torres recayentes a la plaza de la catedral y a la calle del Reloj viejo respectivamente. Más modernos y descriptivos son los grabados que muestran el interior de las principales salas y el aspecto de la fachada de la calle de las Cortes, reformada según criterios de simetría compositiva y ordenada por un gran balcón corrido sobre el portal principal y el ornato clasicista y barroco de los vanos de la planta noble. Derribo de la Casa de la Ciudad. El fuego de 1586 afectó sobre todo a las partes altas, pero se salvaron las dependencias principales y más representativas del palacio municipal, ennoblecidas y reformadas varias veces hasta llegar su derribo entre 1859 y 1860. En 1854, se habían planteado reparar el viejo inmueble levantar otro de nueva planta como sede del municipio requiriéndose un informe técnico a tres arquitectos de la corporación, el cual fue desfavorable por causas de deterioro estructural y material del edificio. La opinión de los críticos tampoco era muy favorable a la conservación del caserón, pues la revista Las Bellas Artes lo consideraba carente de unidad y de mérito artístico en sus formas generales arquitectónicas. Para ellos lo único imprescindible de conservación era la sala dorada, la cual consideraban una preciosidad histórica y artística. El derribo del edificio sirvió al proyecto de rectificación de alineaciones de la calle de Caballeros y reforma de la plaza de la catedral, hoy de la Virgen, dejando como solar el ámbito luego ajardinado frente al torreón de la Generalitat. Bibliografía. Santiago Bru Vidal, La Casa de la Ciutat. Antecedents, història, estat actual. Ajuntament de València. Valencia 1983. Amadeo Serra Desfilis. El fasto del Palacio inacabado. La Casa de la Ciudad de Valencia en los siglos XIV y XV. Historia de la Ciudad III. Arquitectura y transformación urbana de la ciudad de Valencia. Ayuntamiento de Valencia. Valencia. 2004. pag.74-99 Martinez Valenzuela. María Montserrat. El Alfarje de la antigua Casa de la Ciudad. Ayuntamiento de Valencia. Valencia. 2012. pag.17-20