Antología I
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Antología I
Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE NAYARIT UNIDAD ACADÉMICA DE FILOSOFÍA Filosofía Latinoamericana Largo Viaje hacia el Filosofar Antología I Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit II ÍNDICE Panorama Introductorio Origen y desarrollo de la Filosofía en Iberoamérica, Francisco Larroyo……………………………………...…………….p. 1 Historia Mundial de las Eticidades, Enrique Dussel………………………………...……………………………...…………p. 9 Los Hijos de la Malinche, Octavio Paz……………………………………………………..…………………………………..p. 40 Conquista y Colonia, Octavio Paz……………………………………………………..……………………………………….p. 50 De la Independencia a la Revolución, Octavio Paz…………………………………………………………………………..p. 61 La Inteligencia Mexicana, Octavio Paz……………………………………………………..……………………………….....p. 74 Etapas del Filosofar Latinoamericano El Proceso, Augusto Salazar-Bondy.……………………………………………………………………..………………....…p. 83 A partir de nuestra historia, Horacio Cerutti..……………...………………………………………………………………..…p. 88 Hipótesis para una Historia de la Filosofía Latinoamericana, Enrique Dussel…………………………………………….p. 93 Los Proyectos Colonizadores, Leopoldo Zea.…………………………………………………………………………..…….p. 94 La Historia en la Conciencia Americana, Leopoldo Zea.………………………………………..…………….……………p. 141 Análisis del Proyecto del Filosofar Latinoamericano, Francisco Miró Quesada……………..…………….…………….p. 208 La Bifurcación del Filosofar Latinoamericano, Francisco Miró Quesada……………..……………..…….………..……p. 233 Del Proyecto a la Realización del Filosofar Latinoamericano, Francisco Miró Quesada……………………………….p. 255 Polémica Augusto Salazar-Bondy-Leopoldo Zea El Debate, Augusto Salazar-Bondy ….….…………………………………………………………………………….……...p. 267 Una Interpretación, Augusto Salazar-Bondy.….….…………………………………………………………………….…...p. 271 La Filosofía como Originalidad, Leopoldo Zea……………………………………………………………………….……...p. 278 Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit III La Autenticidad de la Filosofía, Leopoldo Zea……………………………………………………………………….……...p. 286 Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit 1 ORIGEN Y DESARROLLO DE LA FILOSOFÍA EN IBEROAMÉRICA. (La Filosofía Iberoamericana) Francisco Larroyo 2. ETAPAS DE LA FILOSOFÍA EN IBEROAMÉRICA La filosofía en América a lo largo de su historia ofrece un típico y peculiar desarrollo. Dentro de él cabe subrayar características etapas. El descubrimiento de las nuevas tierras da lugar, desde luego, a una inquietud filosófica que suscita inéditas cuestiones y plantea de nueva manera viejos problemas. El Nuevo Mundo con su geografía y etnografía -la sola presencia de América- determina, no sin sorpresa de muchos, un nuevo sesgo en la historia de las ideas. En Europa y en América nace esta problemática, y allí y acá se busca la respuesta. Para ello, el punto de partida lo fue la doctrina escolástica que, aceptada en mucha parte, hubo de ser objeto de aprendizaje en América, originándose así un período que comprende el trasplante y recepción de la filosofía en el Nuevo Mundo. Mas el aprender auténtico conduce a la solidez y profundidad y trae consigo la autocrítica. Como suele ocurrir, este incremento filosófico, que delimita una tercera etapa, aflora en una pugna de ideas, tanto más viva cuanto que era favorecida por el conocimiento de las ideológicas corrientes que conmovían entonces a Europa (la enseñanza de la filosofía judía, la renovación de los sistemas escolásticos, el auge del Protestantismo, la vigorosa reacción de la Contrarreforma católica). ¡Cuántos y cuán variados asuntos ofreció el pensar filosófico, por ejemplo, el establecimiento de la Inquisición en América! Un nuevo giro toma la filosofía en América, ya en la segunda década del siglo XVIII. La política liberal de Carlos III impulsa, fomenta, demarca y da la tónica a esta etapa. Pero, de fijo, el conocimiento de la filosofía moderna y del enciclopedismo francés en América dio alas a las nuevas ideas. Por otra parte, las ciencias naturales, que adquieren en esta época un mayor reconocimiento, vienen a favorecer asimismo la reforma de los estudios. La Orden de los Jesuitas cifró su ulterior desarrollo en esta síntesis: trató de coordinar, Y en buena medida pudo conseguido, la doctrina aristotélico-tomista con las ciencias modernas y el cartesianismo. Suele llamarse a esta etapa la modernización de los estudios en América. La independencia política de Hispanoamérica trajo consigo a corto plazo una serie de requerimientos de todo tipo. Uno de ellos, presentido y, en parte, aunque pequeña, realizado por espíritus alertas, fue la autonomía intelectual del Nuevo Mundo. Dentro de estos afanes y a manera de expresión de ellos, a la vez, se inicia y desarrolla una nueva etapa de la filosofía en América (más acá de mediados del siglo). La independencia intelectual en punto a filosofía fue, de cierto, insignificante. La filosofía siguió siendo en máxima medida artículo de importación. Hubo, empero, un hecho característico: la filosofía ya no fue sólo ocupación de clérigos; como alguna vez en Europa, fue exclaustrada. Muchos laicos pudieron ya ejercerla fuera de todo sometimiento eclesiástico. Así da comienzo la siguiente etapa signada por una intensa lucha de doctrinas, dentro de las cuales tuvo preponderancia la filiación positivista en todas sus relevantes modalidades. A la vuelta del siglo empieza a decrecer este pronunciamiento polémico en obsequio de una etapa más fecunda y decisiva en la historia americana de las ideas. Aparece el filósofo profesional, el pensador consagrado de preferente manera a la filosofía. Todavía en las postrimerías del siglo XIX el tipo intelectual de América era el polígrafo. Es ahora cuando la filosofía americana entra en sazón. Etapa de madurez. Una pléyade de pensadores, todos ellos de primer rango, dan el tono y orientación de la filosofía hasta la tercera década del siglo. Gracias a ellos, hoy, la filosofía en América se halla en una etapa de normalidad. 3 LA PRESENCIA DE AMÉRICA Ante graves, nuevos, intrincados temas nace la filosofía en América y de América. Unos problemas son de orden telúrico, cosmológico. Otros, los más enrevesados y complejos, caen en la esfera de la antropología. Experimenta una mudanza el tema Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit filosófico de la concepción del mundo, al averiguarse qué sea este Nuevo Continente, cuyo hallazgo duplica la faz de la Tierra; y acerca de sus habitantes, las ideas antropológicas, hasta entonces vigentes, se antojan estrechas, mezquinas, rígidas, necesitadas de ensancharse de muy significativa manera. 2 4.4. Consolidación de los estudios. Pérez Menacho, Peñafiel, Cuba y Arce, Avendaño, Jáuregui, Ortigasa. Primeras Universidades. La Imprenta. Las Bibliotecas. 5 PROPAGACIÓN Y CONTROVERSIA DE LAS DOCTRINAS 3.1. El Nuevo Mundo. Fernández de Oviedo y José Acosta. 3.2. Incipiente antropología. Motolinía y Juan de Cárdenas. 3.3. Problemas morales y jurídicos. Francisco de Vitoria. 3.4. El humanismo renacentista en América. Zumárraga, Quiroga, Cervantes de Salazar, Las Casas, Valverde, Albornós, Loaisa. 3.5. La Inquisición en América. Protestantismo (Juan Aventrot) y judaísmo (Antonio José de Silva). Los alumbrados. 4 TRASPLANTE Y RECEPCIÓN DE LA FILOSOFÍA ESCOLÁSTICA La filosofía en el Nuevo Mundo durante los siglos XVI y XVII, fue la filosofía escolástica. Esta filosofía, vieja de siglos, no llega a América con pureza teórica. Va apareciendo en el Nuevo Continente en obligada compañía de otras disciplinas. Al principio; se deja ver con tímida pulcritud en disquisiciones jurídicas y teológicas; más tarde, ya con desahogo, proyéctase en tareas pedagógicas y científicas; en fin, de nuevo encubierta, se insinúa en el movimiento ascético y místico de la época. No se puede hablar, de cierto, de un comienzo de la filosofía escolástica en América, en el siglo XVI, sino de un traslado y prolongación de la de España. Las instituciones docentes se crean a semejanza de las de Alcalá y Salamanca; los profesores en su mayor parte formados en Universidades españolas, ocupan indistintamente cátedras aquí o en ultramar, y, en punto a cuadros de estudio, ya se comprenderá que no existan diferencias de fondo. A fines del siglo XVI, injertada ya con buena fortuna la filosofía en tierras de América, se inicia aquí una nueva etapa en la vida intelectual. En arraigando una doctrina, trata de propagarse, pero de continuo encuentra en su camino otra tendencia, produciéndose entre ambas una ideológica lucha. Propagación y controversia hacen así su recorrido en obligada compañía. 5.1. Polémica de las doctrinas. 5.2. Neoplatonismo y mística. Lorenzo de Cepeda. 5.3. El utopismo. La novela filosófica. El inca Garcilaso de la Vega. 5.4. Antonio Rubio y la Lógica Mexicana. 5.5. El escotismo en América. Briceño, De Valera. 4.1. La filosofía española de la época. Vives, Melchor Cano, Molina, Suárez. 4.2. Fray Alonso de la Veracruz: primer filósofo en América. 4.3. Otros pensadores importantes. Mercado, Arias, De Herrera, Contreras, Montero, V. Valderde, De Nóbréga. 6 LA FILOSOFÍA MODERNA EN ESPAÑA Después del siglo XVI, en España el pensar filosófico y científico sigue la marcha del pensamiento europeo como en los períodos anteriores. Hay, con todo, una diferencia. Al paso que la Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit especulación filosófica en España durante los períodos antiguo y medieval sigue una línea coincidente, aunque no siempre uniforme, con el saber romano, patrístico y escolástico, y, en el Siglo de Oro, España despliega una creatividad espiritual de proyección europea y atlántica, en los tres últimos siglos va sensiblemente a la zaga del pensar europeo; y lejos de promover movimientos creadores, ofrece por lo general, manifiesta mediocridad rara vez superada por mentes destacadas. En los siglos XVII y XVIII se advierte en España la decadencia del escolasticismo y la penetración de las nuevas corrientes, desde el cartesianismo hasta la Enciclopedia. "A medida que decrece el predominio exterior de España y sube el de Francia, lo francés va invadiendo, aun en filosofía, nuestros cuadros culturales, y aun los influjos de otras filosofías, como el empirismo inglés, suelen venimos también a través de Francia." 6.1. Modernismo e Ilustración. 6.2. Cartesianismo y atomismo. Gassendi,.Manuel Maignan. 6.3. Los eclécticos (Tosca, Piquer y Arrufat). Calatayud, Alvarado. 6.4. El escepticismo. B. J. Feijóo. 6.5. Empirismo y sensismo. Verney. Eximeno. Juan Andrés. 7 POLÍGRAFOS AMERICANOS DE FINES DEL SIGLO XVII A MEDIADOS DEL XVIII Una fase de suyo importante en el tránsito hacia la modernización de los estudios filosóficos en Iberoamérica queda representada por señeros polígrafos a la vuelta del siglo XVII. Todos ellos exhiben un enciclopedismo, bien que a tenor de su temperamento y propósitos. Los hay de erudición extrema y de erudición reducida, pero un rasgo común los uniforma: están movidos por un afán de penetrar en la ciencia moderna que, como ya fue dicho, se desarrolla al ritmo de la filosofía moderna. 3 7.1. Carlos de Sigüenza y Góngora (1645-1700). 7.2. Sor Juana Inés de la Cruz (1648-1695). 7.3. Matías Aires Ramos Da Silva (1705-1763). 7.4. Pedro Peralta Barnuevo (1663-1743). 7.5. José Eusebio de Llano Zapata (+1779). 8 LA MODERNlZACIÓN DE LOS ESTUDIOS La obra de los poligrafos contribuyó en buena parte a la modernización de los estudios. A principios del siglo XVIll, es cierto, la filosofía de la Escuela, en trance de flemática decadencia, disfruta de la posesión pacífica de las cátedras en el Nuevo Mundo. Los pensadores dan el efecto de rumiar lo que aprenden: los dominicos, en la tradición tomista; los franciscanos, en Escoto y Ocamm; los jesuitas, en la reforma suareciana. Pero ya entrada la segunda mitad del siglo XVIII fue tomando fuerza una vigorosa oposición a la escolástica tradicional que tuvo diversas causas. Esto llevó a los hombres de letras novohispanos, criollos y mestizos, primero a escribir apologías y crónicas de lo que se hacía en estas tierras; lo que trajo consigo el fortalecer el propósito de sabios viajeros de visitar las tierras del Nuevo Mundo con la mira de percatarse de lo que ya era este Continente (redescubrimiento de América), después, a producir obras de aliento. Esta última tentativa se inició con la introducción de la filosofía moderna, y consecuentemente la modernización de los estudios filosóficos, pero no llegó a su fin. En vías de realización, los fermentos de las ideas influyeron en maestros y políticos, aprovechando una coyuntura histórica y precipitando la crisis social e ideológica de la época. Con las Guerras de Independencia en Iberoamérica se pensó poder conjurar decrépitas convicciones, inoperantes sistemas, obsoletas ideas y creencias. 8.1. Iniciales contactos con el pensamiento moderno. Mesland Falkner. Las circunstancias politico-religiosas. Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit 4 8.2. Apología de la cultura americana. Espinosa, Medrano, alea, Salinas, Sor Juana, Eguiara y Eguren De Vetancourt. 8.3. El redescubrimiento de América. Condamine, Ulloa, Jorge Juan, Humboldt. De Frezier, 9 LA DOCTRINA AMERICANISTA Y LAS CORRIENTES DE LA IDEOLOGÍA, DE LA ESCUELA ESCOCESA, Y DEL SENSUALISMO (O SENSISMO) La 8.4. Información, aprendizaje y lucha inicial. Las lenguas vivas extranjeras. 8.5. Las dos formas de la modernización. La expulsión de los jesuitas. En la primera mitad del siglo XIX, los países iberoamericanos adquieren la independencia política. La fuerza del hecho afirmó en su bélico impulso, la idea, ya preformada en las postrimerías del siglo XVIII, de la autonomía cultural del Nuevo Mundo. Esto explica la presencia de una doctrina americanista que se va desarrollando junto a otras, llegadas, principalmente de Europa, a tenor de su importancia: así la ideología, así el sensualismo y la filosofía escocesa. 8.6. Los jesuitas Campoy Abad, Parreño, Clavijero, Alegre, Castro y De Guevara y Basoazábal. 8.7. El eclecticismo (o filosofía electiva). Juan Benito Díaz de Gamarra y Dávalos. 9.1. Declaración de la independencia política. De Miranda, Belgrano, San Martín, Bolívar, Hidalgo, Morelos, Rocafuerte. 9.2. Declaración de la independencia intelectual, Bello, Alberdi. 8.8. La lucha por la modernización de los estudios en el Perú. De Soto, Castro, Barquijano, Villalta. 9.3. La Escuela Escocesa y José Joaquín de Mora. 8.9. La filosofía moderna en la Argentina. Muriel, Truxillo, Pereira, Chorroarín, Fernández. 9.4. La ideología y el sensismo. Lafinur y Fernández Agüero, Mora, Alamán, Diego Alcorta. 8.10. La renovación de los estudios filosóficos en el Ecuador. Maynin,Larrain, Aguirre, Juan Hospital, De Santa Cruz y Espejo. 9.5. Enciclopedismo y liberalismo. José Joaquín Olmedo, Camilo Henríquez, Ignacio Ramírez, Ocampo, Fidel López, Adolfo Alsina, Quintín Villa. 8.11. Pensadores orientados en la ciencia. El grupo de América del Sur. Azara, Mutis, Caldas, Unanue, Larrañaga, Lozano. 9.6. Reacción de la escolástica. Gual, Moreno, Solano, Reyes, Munguía. 8.12. Pensadores orientados en la ciencia. México, Cuba y Centro América. AIzate, Bartolache, De León y Gama, Mociño, De Liendo, Flores, Arango. 9.7 Incipiente aparición del idealismo en América. Tapia, Encina, Llona. 9.8. La imaginería filosófica. J. N. Adorno. 8.13. La historia de las ideas. Maneiro, Cavo, Fabri, Beristáin. 10 A) ECLECTICISMO, SOCIALISMO UTÓPICO, IDEALISMO. 8.14. La filosofía social y política. Blanco White. De parecida manera que las corrientes hasta aquí estudiadas, ahora eclecticismo, socialismo utópico y positivismo aparecen en Iberoamérica con cierto retraso respecto del nacimiento de ellas en Europa. Con todo, tal asincronía es menor Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit 5 en esta época. Acaso los efectos de la independencia política e intelectual, signada bajo las manifestaciones del creciente americanismo, contribuyeron a tal hecho. 10.8. El positivismo en el Brasil y Chile. El monismo naturalista. Pereira Barreta, Lemus, Teixera Méndez, Tobías Barreta. Lastarria, Letelier, los hermanos Lagarrigue. 10.1. Eclecticismo y frenología. Mont'Alverne, Goncalves de Magalhaes, Ferreira Franca, Pacheco. 10.9. El positivismo en el Perú, Bolivia y México. Elmore, Carrión, González Prada, Cornejo, Arce, Fernández, Bustillo. Barreda, Sierra, Parra. 10.2. El sansimonismo argentino. Echevarría, López, Mitre, Sarmiento. 10.10. El positivismo en el Uruguay, Cuba y la Argentina. Vásquez Acevedo, Massera, Rodó. De la Luz, Varona. Alfredo Ferreira, Ameghino, Ingenieros. 10.3. Los moralistas. Bostos, Valle, Montalvo, González Prada, Mariátegui. 10.4. Tomismo y neotomismo hacia esta época. Diez de Sollano, Abarca Cabrera, Ribera, Valverde Téllez, Zambrano, Caro Groot, Elizaguirre. 10.5. Kantismo, krausismo e ideas afines. S. Romero, Vázquez, De la Luz, González del Valle, Mestre, Mexaro, Vigil, García. 10 B) POSITIVISMO 10.6. El positivismo en Iberoamérica. Interpretaciones historiográficas. El llamado positivismo autóctono. Las corrientes positivistas fueron en general comprendidas con acierto. La claridad y sencillez de los principios de éstas pudo contribuir quizá a este fácil y rápido aprendizaje, así como a su continental difusión, favorecida, es cierto, por la circunstancia política y social de las nuevas naciones. Advenimiento, desarrollo, auge y declinación del positivismo en Iberoamérica son fases, en efecto, bien importantes en la caracterología histórica del pensamiento americano. Hasta ahora, sin embargo, los estudios historiográficos no siguieron siempre el camino objetivo o han sucumbido a una fácil y cómoda abstracción, o han incurrido en una confusión de fronteras con otros dominios culturales, cuando no a interpretaciones autonomistas sobrevalorando la originalidad de los pensadores. 10.7. Positivismo de Comte, de Mill y de Spencer. 11 LA SUPERACIÓN DEL POSITIVISMO Y LA FILOSOFÍA DE LA LIBERTAD El positivismo evolucionó en Iberoamérica de manera natural y consecuente. Al profundizarse en él sus más calificados representantes advirtieron sus méritos, pero, al mismo tiempo, sus limitaciones. Tal desarrollo también fue promovido y sostenido por nuevas doctrinas llegadas de Europa, las cuales, simultáneamente, unas más, otras menos, se apartaron de Comte, Spencer. Mill, Haeckel,. Con todo. esta inflexión iberoamericana era signo de madurez filosófica. 11.1. Época de madurez. Los patriarcas. 11.2. Espiritualismo y misticismo. Mamerto Oyola, Raimundo Farias Brito, Jackson de Figueiredo, Ezequiel A. Chávez. 11.3. La filosofía de la libertad. Alejandro O. Deústua. La generación de 1905: García Calderón, Belaúnde, Oscar Miró Quesada. 11.4. Idealismo crítico y pensadores afines. Rivarola, Korn, Alberini. 11.5. El perfeccionismo espiritualista. Enrique Molina. 11.6. Revaloración del americanismo; americanía. Henríquez Ureña, Taborda. sus etapas. La Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit 6 11.7. El concretismo. Carlos Vaz Ferreira. 11.8. El eclecticismo orgánico. Antonio Caso. 11.10. El espiritualismo jerárquico. Alberto Rouges. 12 EL APORTE CREADOR 12.1. Las direcciones dominantes. A partir de los treintas, la filosofía en América Latina toma claros derroteros: en todos los países aumenta el número de pensadores especializados; se ensayan aportaciones personales que toman como base las doctrinas europeas y norteamericanas más influyentes; se impulsa el movimiento americanista que habla de un filosofar autóctono, original; la historia de las ideas se incrementa con numerosas monografías y estudios panorámicos, bien que en algunos autores sigue el camino de la filosofía política. Un evento, el XIII Congreso Internacional de Filosofía, reunido en la Ciudad de México el año de 1963, ha puesto de relieve el desarrollo de la filosofía latinoamericana. Por lo que hace a las direcciones de mayor influencia en Iberoamérica durante las últimas décadas, pueden señalarse: la corriente tradicional, que ha evolucionado como filosofía católica; el materialismo histórico, que bien como marxismo, neomarxismo o marxología ha enraizado en el pensamiento y vida de América; el idealismo crítico, que con nexos vigorosos con otras corrientes se ha proyectado hacia la teoría de la cultura, en sus modalidades contemporáneas; la fenomenología, que tuvo gran impacto en su versión husserliana en la tercera década, el existencialismo y el historicismo, utilizados en buena medida por las corrientes americanistas, la teoría material de los valores y el personalismo espiritualista, que unas veces unidos, otras en forma independiente, fundamentan y aspiran explicar vida y mundo; la filosofía analítica, que en forma múltiple en los distintos países pretende un riguroso análisis conceptual del filosofar; recientemente el estructuralismo, que, como en Europa, ve de llevarse a distintos dominios la cultura; en fin, la historia de las ideas, parcela en la que tantos investigadores se encuentran ocupados. Desde luego estas corrientes no presentan una pureza meridiana. Se mezclan y se interrelacionan las más de las veces unas y otras. Inclusive una: el historicismo se encuentra implícita finamente asimilada o como fundamento, en la mayoría de ellas. No se puede negar hoy el influjo de Dilthey en el pensamiento latinoamericano. Pero, sin linaje de duda, la influencia mayor (a veces abrumadora) y más directa la ha ejercido Ortega y Gasset. Es oportuno, por ello, presentar la doctrina de este pensador, seguida de las ideas más características de sus discípulos y demás autores, también españoles, que han influido, unos y otros, en Iberoamérica. Muchos de ellos han hecho filosofía en América y de América. 12.2. Ortega y Gasset en exposición genética. 12.3. Los "transterrados". Hacia los años cuarenta tiene lugar en América un suceso significativo en el desarrollo de la filosofía. Llegan a radicarse importantes pensadores de España, a causa de la guerra civil padecida por ese país, y en fa cual los grupos liberales perdieron la lucha armada. 12.4. La Escuela de Madrid. García Morente, Zubiri, Gaos, Recaséns, Marías. Puede, en efecto, hablarse de una escuela filosófica que, por haber nacido en el seno de la Universidad de Madrid, es llamada la Escuela de Madrid. Julián Marías, el discípulo más próximo de Ortega, cuenta dentro de ella a Manuel García Morente, Xavier Zubiri, José Gaos, Luis Recaséns Siches, María Zambrano, Manuel Granel. 12.5. El grupo de Barcelona. Eugenio d'Ors, Joaquín Xirau, García Bacca, Eduardo Nicol, Ferrater Mora. Otro grupo de pensadores destaca en la filosofía actual en España. No forman, como los de Madrid, una verdadera escuela Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit filosófica, pero ofrecen innegable aire intelectual. José Gaos les da el nombre, empero, de Escuela de Barcelona. Eugenio d'Ors, Joaquín Xirau, Juan David García Bacca, José Roura Parella, Eduardo Nicol, José Ferrater Mora, entre otros, constituyen este grupo. 12.6. La filosofía católica. Cásares, Anquín Derisi, Sepich, Quites, Pro, Casas, Estrada, Robles, Sánchez Villaseñor, Gómez Robredo, Basave, Gallegos Rocafull, Preciado Hernández, Díaz Lombardo, Kuri Breña, Ferreira Da Silva, Belaúnde, Alzamora Valdez, Wagner de Reyna. 12.7. El materialismo histórico. Lombardo, Bassols, Roces, De Gortari, Sánchez Vázquez, A. Pereira, Bamschaum, Prado Junior, Portuondo Mariátegui, Haya de la Torre, Guardia Mayorga, Peralta, Carranza, Villalba. 12.8. La filosofía de la idea en Cuba y la Argentina. Precisiones. Del Perojo. Montero. La Sociedad kantiana de Buenos Aires. Melo, Chiambre, Cossio, Aftalión, Rioja. 12.9. Las corrientes idealistas en el Uruguay y el Perú. Beltramo, Oribe, Torres García. Chiriboya y un seminario permanente sobre la Crítica de la Razón purg; Argüelles, Barboza. 12.10. Las corrientes idealistas en México, el Brasil y otros países. Larroyo y el Círculo de Amigos de la filosofía crítica. Rodríguez, Bueno, Terán, Escobar. Cirell, Reale, Dourada de Gusmas. Nieto Arteta, Mantilla Pineda, Tarmoi. 12.11. La moda filosófica en Iberoamérica. 12.12. El personalismo espiritualista. Francisco Romero. 12.13. Fenomenología realista, teoría material de los valores y existencialismo. El historicismo de las doctrinas americanistas. 12.14. Existencialismo, historicismo y axiología en la Argentina y el Uruguay. Astrada, Guerrero, Virasoro, Vasallo Fatone, Pucciareli, Frondizi, Vázquez, Sánchez Reulet. Llambías, Ardao, Del Campi. 7 12.15. Existencialismo, historicismo y axiología en México, Cuba, Chile y Venezuela. Ramos, García Máynez, Zea, Uranga, Vil/oro, Roberto Hartmann, Piñera Llera, Vitier, Mañach. Mays Vallenilla, Núñez, Rosales, Briceño Guerrero. Millas. 12.16. Espiritualismo, fenomenología, axiología y existencialismo en el Perú. La generación del 20: Delgado, Iberico, Zulen, Basadre. Los posteriores: Cueto, Peñaloza, Alarco, Miró Quesada. 12.17. La comprensión de América. Lo telúrico e histórico. Otros ensayos sobre América, particularmente en el Brasil. Da Cunha, Graça Aranha, GilbertoFreyre. 12.18. La filosofía analítica. Orígenes y desarrollo. Klimovsky, Simpson, Nuño, Salazar Bondy, Gutiérrez, Trendall, Castañeda, Raggio, Menezes, .Molina, Yamuni, Rossi, Villoro, Salmerón, Trejo. 12.19. Una mesa redonda en torno de la filosofía analítica. Larroyo, González Uribe, Recaséns Siches, Sánchez Vázquez, Molina Flores. 12.20. La historia de las ideas. Ardao, Carrillo, Cruz Costa, Escobar, Gaos, Insúa, Kempff, Larroyo, Molina, J. L. Romero, F. Romero, Reale, Ricaurte Soler, Salazar Bondy, Sánchez Reulet, Vitier, Virasoro, Villegas, Zea. 12.21. Presente y futuro. Hoy, la filosofía en Iberoamérica, a decir verdad, ofrece halagüeñas perspectivas y modalidades. Aumenta de manera continuada el número de personas consagradas profesionalmente a la tarea filosófica. En las repúblicas todas de América se cultiva ya la filosofía con mayor intensidad y creciente éxito. En la Argentina, bajo el ejemplo y estímulo de la obra múltiple, fecunda, intercontinental, de Francisco Romero, destacan Carlos Astrada, Ángel Vassallo, Risieri Frondizi, Miguel Ángel Virasoro, Ismael Quiles, Octavio Derisi, Juan R. Sepich, Tomás R. Cásares, Luis Juan Guerrero, Carlos Cossio, Eugenio Pucciarelli, Héctor Llambías, Nimio de Anquin; Luis Felipe de Onrobia, Úscar Oñativia, Aníbal Sánchez Reulet, Emilio Estiú, Rafael Virasolo, Alfredo Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit Poviña y Juan Adolfo Vázquez; en Chile, Pedro León Loyola, Humberto Díaz Casanueva, C. Finlayson, Jorge Millas y Eugenio González; en la República Oriental del Uruguay, Arístides L. Delle Piane, Antonio M. Grompone, Arturo Ardao, Luis E. Gil Salguero, Carlos Benvenuto, Fernando Beltramo, Emilio Oribe, Pedro Figari, Alberto Zum Felde y Juan Llambías de Azevedo; en el Paraguay, Juan Vicente Ramírez, Oswaldo Chávez y Heriberto Campos Cervera; en el Perú, Mario Iberico, Honorio Delgado, Víctor Andrés Balaúnde, Alberto Wagner de Reina, Oscar Miró Quesada, Miguel Ángel Belaúnde, Julio Chiriboga, Francisco Miró Quesada, Luis Felipe Alarco, Jorge de Bustos Vargas, Carlos Cueto y Walter Peñalosa; en Bolivia, Guillermo Francovich y Humberto Palza; en el Brasil, después de Jackson de Figueiredo (+1928), sobresalen Alceu de Amorós Lima, Renato Almeida, Francisco Pontes. de Miranda, Euryalo Cannabrava, Leonel Franca, Iván Lins, Antonio Carneiro Leao, Vicente Ferreira da Silva, Cruz Costa, Luis Washington y Miguel Reale; en Colombia, Rafael Carrillo, Danilo Cruz Vélez, Luis E. Nieto Arteta y Julio César Arroyave; en Venezuela, Luis Villalba Rafael Pizzani, Cayetano Betancourt, J. A. Nuño Montes y Ernesto Mayz Vallenilla, en Cuba, Roberto Agramonte, Raúl Roa, E. F. Camus, Medardo Vitier, José María Velázquez, Raúl Gutiérrez Serrano, Rafael García Bárcena, Dionisio de Lara Menquez, Humberto Piñera, Pedro V. Aja Jorge, Máximo Castro Turbiano y las hermanas Mercedes y. Rosaura García Tudurí; en Ecuador, Ramón Insúa Rodríguez;, en Guatemala, J. J. Arévalo y Vicente Quintero; en Costa Rica, Alejandro Aguilar Machado; en la República Dominicana, Andrés Avelino; en México, finalmente, José Vasconcelos, Samuel Ramos, Oswaldo Robles, Miguel Ángel Ceyallos, Eduardo García Máynez, José Sánchez Villaseñor, Francisco Larroyo, Guillermo Héctor Rodríguez, Antonio Gómez Robledo, Leopoldo Zea, Manuel Terán, Elí de Gortari, Adolfo Sánchez Vázquez, Juan Hernández Luna, Miguel Bueno, Luis Villoro, Ricardo Guerra, Emilio Uranga, Bernabé Navarro, Rafael Moreno, Wonfilio Trejo, E. Escobar y Dion Martínez. Por propio derecho y unánime reconocimiento, asimismo, son factor y exponente de la filosofía en Iberoamérica los españoles "transterrados" José Gaos, Luis Recaséns Siches, David García Bacca, Eduardo Nicol, José Medina Echevarría, J. M. Gallegos Rocaful, José Ferrater Mora, María Zambrano, Juan Roura parella, Manuel Granel y Domingo Casanovas. Filósofos ilustres todos ellos, pertenecen por igual al Nuevo y al Viejo 8 Mundo. Sin ellos estaría trunca la filosofía en España; sin ellos quedaría mutilada la filosofía en América. ¡Generoso, aleccionador, de internacional trascendencia, el desdoblamiento de la personalidad de estos filósofos hispano-americanos! La personalidad internacional de estos pensadores ha favorecido las relaciones intercontinentales de la filosofía en nuestra América: la comunicación de las ideas ora entre pensadores aislados, bien entre grupos o asociaciones, ya se advierte en la filosofía contemporánea en el Nuevo Mundo. Respecto a las asociaciones filosóficas, cabe decir que aumentan a ritmo acelerado y como motivo y resultado al par, de una mejor organización y coordinación de los estudios filosóficos. Pari passu la temática filosófica se depura, se extiende y se profundiza. Ya se confirma en muchos el propósito de centrar los esfuerzos en torno de cuestiones especializadas, sea de la metafísica, de la epistemología o de la filosofía moral, del arte, de la historia o de la religión. La propia historia de las ideasen América es tema que preocupa de preferente manera a filósofos e historiadores: origen, marcha y resonancias de los filosofemas atrae y seduce a no pocos pensadores. El tratamiento intensivo, monográfico, selecto de los problemas, no impide, antes bien propicia las lucubraciones de conjunto, totalizadoras.En una dirección y otra del filosofar se revela la vocación filosófica y la inseparable conciencia de ella, negándose así, con rendimientos cada vez más fecundos, la opinión pesimista de la muy reducida capacidad filosófica del iberoamericano. El afán incontenido de las publicaciones, por' medio del libro, de la revista y la prensa periódica, así como la actividad docente e investigadora, anuncia a las claras una etapa de normalidad filosófica, de circunstancias favorables para el ejercicio de la filosofía en América. Carpe diem. Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit 9 ÉTICA DE LA LIBERACIÓN Enrique Dussel Introducción HISTORIA MUNDIAL DE LAS ETICIDADES [1] Esta Introducción no consiste en u a descripción anecdótica simplemente histórica. Se trata, en cambio de una propuesta con intención filosófica, donde los contenidos históricos de las «eticidades» son analizados siguiendo una secuencia histórica que condiciona, de alguna manera y siempre en parte, los niveles ético material y formal moral, y aun la criticidad ética (que tiene por su parte un aspecto negativo y otro positivo). Empíricamente, ni en el presente, m en Europa o Estados Unidos, es posible una moral absolutamente postconvencional. Intentaremos sólo «situar» la problemática ética en un horizonte planetario, para sacarla de la tradicional interpretación meramente heleno o euro-céntrica, para abrir la discusión más allá de la ética filosófica europeo-norteamericana actual. Toda la exposición es meramente indicativa -no exhaustiva ni siquiera suficiente-, para mostrar cómo se podría desplegar el cuestionamiento a panoramas más amplios de «mundialidad». No se debe confundir el contenido de eticidad cultural con la formalidad propiamente filosófica en cuanto al método que se originó en Grecia (aunque con reconocidos antecedentes en Egipto y con procesos paralelos en India o China). No deben identificarse, entonces, los contenidos de la cultura griega con la filosofía formalmente o en cuanto tal. Frecuentemente, se estudian textos míticos como el de Homero o Hesíodo como ejemplos filosóficos, ateniéndose a sus contenidos de eticidad, y se descartan otros relatos como el del Libro de los muertos egipcio, textos semitas o hebreos, de los Upanishads o de Lao-Tsé, por no ser formalmente filosóficos (ignorándoselos como meros ejemplos míticos, literarios, religiosos o artísticos). No se advierte que lo propiamente filosófico de los griegos no es la expresión mítica del «alma inmortal» o de la «eternidad» y «divinidad» de la physis, sino el método filosófico formal, porque el «alma inmortal» helénica o la «resurrección de la carne» del Osiris egipcio ambas son propuestas culturales de contenidos de eticidad, que pueden o no ser tratadas filosóficamente pero que no lo son intrínsecamente. Por ello podemos abordar aquí «filosóficamente» textos míticos de todas las culturas de la historia de la humanidad, de gran importancia para interpretar los contenidos éticos de la eticidad actual (y que tendrán, por otra parte, pertinencia para el desarrollo formal de la misma ética). [2] Es decir, se necesitó tiempo para poder alcanzar un grado de complejidad civilizatorio suficiente que permitiera a la «ética» y a la «moral» lograr grados más abstractos de universalidad y llegar así a niveles evolutivos crecientes de criticidad. La evolución histórica del «sistema interregional», que deseamos describir en cuatro estadios (véase Esquema 0.1), no es un mero ejemplo complementario; comporta una tesis central: las «eticidades» de la humanidad se fueron generando en torno y desde un sistema asiático-africano-mediterráneo, que desde el siglo XV es, por primera vez, un «sistema mundial». Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit 10 Sección 1 LAS ALTAS CULTURAS Y EL SISTEMA INTERREGIONAL. MÁS ALLÁ DEL HELENOCENTRISMO Por otra parte, la maduración de las «eticidades» fueron alcanzando grados suficientes de desarrollo, lo que permitió «éticas» cada vez más concientes de su universalidad (desde las egipcio-mesopotámicas hasta la segunda escolástica del siglo XVI con un Francisco Vitoria, en el siglo XVIII con un Kant o en el XX con un Apel o Habermas) y, al mismo tiempo, categorías «éticocríticas» de gran radicalidad (desde las desarrolladas míticamente ante el esclavismo en Egipto o la ética de la justicia de Hammurabi, hasta las de Bartolomé de las Casas en el siglo XVI, Marx en el XIX o la Ética de la Liberación en la actualidad). [3] En nuestra interpretación, el primer momento de una historia de las eticidades, en relación con el estadio I del sistema interregional (§ 0.1), Y que tendrá profundo impacto posterior, se inicia entre el nordeste del África y el Medio Oriente (Egipto y Mesopotamia). De manera ininterrumpida, durante más de cincuenta siglos, este contenido de eticidad llegará, de alguna manera, hasta fines del siglo XX. En él ya se comenzaron a gestar materialmente las categorías «ético-críticas» que deseamos formalizar. Continuando hacia el Este, a través del Océano Pacífico, en el extremo oriente del Oriente, llegamos a un fragmento desconectado del sistema interregional asiático-afromediterráneo, que debe ser situado como su prolongación (no en el nivel del neolítico, sino del paleolítico), y que son las altas culturas amerindias (éste es su lugar en la historia de la humanidad) (§ 0.2). El segundo momento, un nuevo estadio del sistema asiático-afromediterráneo (§ 0.3), se despliega en los pueblos de las estepas euroasiáticas, llamados ambiguamente «indoeuropeos» (originarios de la región situada desde el norte del Mar Negro, los Cáucasos y el Mar Caspio hasta la Mongolia). En un tercer momento (§ 0.4) nos encontramos con el sistema interregional hegemonizado por el mundo musulmán que ocupa la región de las conexiones «centrales» de los diversos polos del sistema: la China (primer polo, en el Nord-Este); la India (segundo polo, por el Sur-Este); el Mediterráneo del mundo bizantino y ruso, sirviendo de muro a la cultura regional, secundaria y periférica de la Europa medieval latino-germánica (tercer polo, el occidental). Lentamente desde el siglo VII d.c., el ethos musulmán (desde España y el Marruecos del Atlántico hasta la isla Mindanao del Pacífico) se desplegará en el «centro». Esta manera de interpretar la historia nos prepara para una comprensión del fenómeno de la «Modernidad», desde otro horizonte histórico, que permite con toda conciencia criticar la periodización ideológica de la historia en: Historia Antigua,Medieval y Moderna, que es ingenuamente heleno y euro-céntrica. Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit 11 § 0.1. ORIGEN DEL SISTEMA INTERREGIONAL: EL EGIPTO AFRICANO-BANTÚ Y LOS SEMITAS DEL MEDIO ORIENTE el nous: Thot, el que crea todo desde su sabiduría, es entonces anterior a la creación del universo. [4] Nos situaremos en el más antiguo de los mundos de la vida que tiene relevancia para nuestro tema. Contra la costumbre no partiremos de Grecia (ya que nuestra visión no es helenocéntrica), porque lo que posteriormente será conocida como la Grecia clásica era en el IV milenio a.C. un mundo bárbaro, periférico, colonial, y meramente occidental con respecto al oriente del Mediterráneo, que desde el Nilo al Tigris constituía el «sistema» civilizatorio nuclear de esa región de unión entre África y Asia. [5] Thot (un personaje y un dios como el Quetzalcóatl de los mexicanos era, también el sabio inventor de la escritura, de las ciencias de la sabiduría: El mundo del África bantú, negro (kmt en egipcio), hoy al sur del Sahara, es uno de los orígenes de la cultura egipcia -una columna de la revolución neolítica-. En el VIII milenio a.C. el Sahara húmedo estaba atravesado por ríos y habitado por numerosos plantadores bantúes. Desde el VI milenio comenzó el proceso de desecamiento y el origen del desierto; muchos pueblos bantúes emigraron hacia el Nilo. La influencia cultural del este del Nilo será muy posterior. La alta cultura egipcia tiene origen masivo en el Alto Egipto. Desde el V milenio a.C. grandes tumbas pueden observarse entre la segunda y tercera catarata en el Sudán. «La concepción de la monarquía divina se encuentra entre los pueblos del África central y meridional, y hasta el sur de Etiopía». Pueblos bantúes, habitantes del Alto Egipto, unificaron la región del Nilo desde el Sur. Por ello sus primeros centros del IV milenio a.C., This (probablemente junto a Abydos), y después Tebas, se encuentran en el Sur «negro». El faraón de la II dinastía, Aha, fundó en el delta la ciudad de Menfis, donde en el 2800 a.c. se situará la capital del Imperio Antiguo. En la ciudad de Heliópolis se fueron racionalizando las teogonías en las escuelas de sabios (como la edduba de la Mesopotamia, la academia muy posterior de Platón o el calmecac en México): en el origen estaban las Aguas primordiales (Nun), de donde surgió Atum-Re (el Sol), que formó al Aire (Shu) y el Fuego (Tefnut), de donde proceden la Tierra (Geb) y el Cielo (Nut). Todo esto se sitúa 2000 años antes de los presocráticos -o de la «Edad Eje» (Achsenzeit) de Jaspers-. En Hermópolis será Thot (o Tautes, Hermes, etc.) el creadorordenador del cosmos. Los textos cuasi-filosóficos de Menfis efectúan una nueva «racionalización»: Ptah (el dios de Menfis) es ahora el creador universal, pero la dicha creación se opera desde su Corazón (Horus) y por medio de la Lengua, la Palabra, el logos, He oído contar [...] -escribe Platón- que el nombre del dios era Theut [Thot]. Éste inventó los números y el cálculo, la geometría y la astronomía [...] y también los signos de la escritura. Era entonces rey de todo el Egipto Thamus [...]. El mismo Aristóteles reconocerá, como en la República Platón (en la que éste describe idealmente una aldea egipcia, después de su viaje a Sais, la gran metrópoli de Atenas en el delta del Nilo), que las comunidades de sabios egipcios son el origen de la sabiduría de los mismos griegos: Aquellas ciencias que no van encaminadas ni a los placeres de la vida ni a atender sus necesidades, vieron entonces la luz primera y precisamente en aquellos lugares donde podía dedicarse al ocio (eskhólasan). Así ocurrió con las matemáticas en Egipto, porque en aquel país las comunidades de sabios (hiréon éthnos) estaban libres de todo trabajo manual (skholázein). El cosmos y la humanidad tienen un orden o regla universal: Maat, que es la «verdad» o la «ley natural» universal en un sentido práctico: Maat fue la clave de la visión egipcia del comportamiento ético [...] Maat es el orden debido en la naturaleza y en la sociedad, conforme lo estableció el acto de la creación, de ahí que significa, conforme al contexto, lo bueno, lo correcto, la ley, el orden, la justicia y la verdad. Todo esto lo indicamos para comenzar a romper con la visión helenocéntrica. Y bien, la existencia cotidiana del Egipto se tejió en torno al culto de sus muertos o de los ancestros, procedente del Sur, de los pueblos bantúes, negros. La Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit culminación de dicha eticidad se encuentra ya en la alta cultura egipcia del IV milenio a.c., cuando se organizó la vida en torno a dicho culto. La «afirmación de la vida» recorrió uno de sus posibles caminos: la vida terrestre es valiosa, lo mismo que la corporalidad; por ello el muerto retorna la carnalidad (resucita) después de la muerte empírica, para nunca más morir. El principio individual de la persona (ka), que se recibe con el nombre propio, único (la «singularidad» [Einzelheit]: «Osiris N»), sobrevive a la muerte. La «carne» es valiosa, tiene sentido, se la momifica, se la perfuma, resucita para toda la eternidad. Esto abre todo un horizonte de normas éticas concretas de gran positividad carnal, histórica, comunitaria. Ante el Juicio final, la persona, el ka, exclama: No cometí iniquidad contra los hombres [...] No empobrecí a un pobre en sus bienes [...] No hice padecer hambre [...] No añadí peso a la medida de la balanza [...] No robé con violencia [...] No robé pan [...] Satisfice al dios cumpliendo lo que él deseaba. Di pan al hambriento, agua al sediento, vestí al que estaba desnudo y una barca al náufrago [...] ¡Hacedle venir!, dicen los dioses hablando de mí. ¿Quién eres tú?, me dicen. ¿Cuál es tu nombre?, me preguntan. La existencia humana concreta, individual, con nombre propio, vivida responsable e históricamente a la luz del juicio de Osiris, constituye la «carnalidad» real (a su materialidad) de la vida del sujeto humano como referencia ética suprema: dar de comer, de beber, de vestir hospedaje... a la carne hambrienta, sedienta, desnuda, a la intemperie... [6] Desde el África bantú primero, y de la egipciomediterránea después, debemos ahora indicar otro centro creador de eticidad: el mundo sumerio, mesopotámico, semita -segunda columna cultural-. En el VIII milenio a.c. en Anatolia, y desde IV milenio a.c., en ciudades tales como Vruk, Lagash, Kish o Vr nació una eticidad que se fue racionalizando en conjuntos legales que alcanzaron con Vruinimgina (2352-2342 a.c.) o Gudea (2144-2124 a.c.) un desarrollo impresionante, en las que se incluyen siempre leyes en favor de los débiles, pobres y extranjeros. En el Código de Hammurabi (1792-1750 a.c.), de clásica vigencia, leemos: Entonces Anum y Enlil me señalaron a mí, Hammurabi, príncipe piadoso, temeroso de mi dios, 12 para proclamar el derecho en el país, para destruir al malvado y al perverso, para impedir que el fuerte oprimiera al pobre. Valdría la pena efectuar un comentario sobre este magnífico Códice (ético procedimental), donde se garantiza la justicia con jueces y testigos, la propiedad hereditaria en medio de un mundo pleno de anomía, bandidaje, brutalidad e injusticia. Por ello, el legislador puede exclamar en el Epílogo: [...] Para que el fuerte no oprima al pobre, para hacer justicia al huérfano y a la viuda, en Babilonia, la ciudad cuya dignidad realizaron Anum y Enlil. Que el oprimido afectado en un proceso venga delante de mi estatua de Rey de Justicia y se haga leer mi estela escrita. Queremos dejar muy claro que una ética del cumplimiento de las necesidades (comer, beber, vestir, habitar...) de la vida afirma la dignidad unitaria del sujeto ético-corporal. El núcleo éticomítico de la resurrección de la carne positiviza la carnalidad y las necesidades reales se transforman en criterios éticos y de crítica que trascienden la mera eticidad concreta babilónica, y por ello se ejercen sobre la «exterioridad», con respecto al «extranjero», por ejemplo. [7] Entre la Mesopotamia y el Egipto hay una zona intermedia, de los pueblos arameos, fenicios, púnicos, hebreos o moabitas. Tenían la ventaja de poder comparar las concepciones ético concretas de ambas altas culturas, y producir una simbiosis sumamente crítica. Los fenicios se lanzan al mar y llegan a Grecia (Kadmos, hijo de Agenor, y su hermana Europa, todos fenicios, son fundadores de Tebas), al norte del África (Cartago fue una de sus colonias) ya España. Por otra parte, debemos referirnos a un grupo de Apiru (= hebreos), en tiempos del dominio del reino de Amarna, bajo la hegemonía egipcia. Los Apiru fueron mercenarios, ilegales, fugitivos, refugiados, semi-bandidos o campesinos propensos a la rebelión en las montañas de Palestina, que lucharon por su autonomía y se organizaron en tribus (según el modelo de retribalización). Es decir, la narrativa heroica relatada en el Éxodo no se situaría históricamente en el Egipto mítico sino en Palestina, y se trataría de un movimiento de semi-esclavos bajo el dominio filisteo (indoeuropeos dominadores del hierro) de Amama, que se liberan en el siglo XIII a.c.: Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit Jonatán derrotó a la guarnición filistea que había en Ceba. Los filisteos supieron que los hebreos ('vrím = 'apiru) se habían rebelado. [8] Así comenzaba una lucha de liberación de esclavos que se tornará épica en la narrativa mítica de Moisés, que racional y filosóficamente puede ser tratada como un «modelo de praxis» específico en la historia mundial de las eticidades concretas. Debe entonces leerse con nuevos ojos un texto cuasi-simbólico como éste: Hartos de los israelitas, los egipcios les impusieron trabajos ('abodot) penosos, y les amargaron la vida con dura esclavitud ('aboda), imponiéndoles los duros trabajos ('abodot) del barro, de los ladrillos y de toda clase de trabajos ('abodot) en el campo. Se trata del punto de partida de un «paradigma éticocrítico»: los esclavos (víctimas dominadas, excluidos), por un proceso diacrónico de lucha, alcanzarán la liberación política, económica, cultural en una «tierra prometida»; tienden hacia una utopía futura, en medio de la crisis del sistema interregional egipcio-mesopotámico. La relectura posterior de este texto durante siglos, en otros momentos históricos del mismo sistema interregional posterior, instaurará un tipo de racionalidad liberadora específica en la historia planetaria, y que intentamos formalizar filosóficamente. Podemos concluir que las eticidades del sistema interregional en su primer momento, de gran complejidad y madurez, no lograron sin embargo, formular sistemas teóricos éticos que todavía justifican grandes imperios. § 0.2. CULTURAS SIN RELACIÓN DIRECTA AL SISTEMA. EL MUNDO MESOAMERICANO E INCA. [9] La India (tercera columna de la revolución neolítica), que florece sobre los márgenes del río Indo hasta el Penjab desde 2500 a.c., o la China (la cuarta columna, junto al río Amarillo), que se origina unos 2000 a.c., ambas culturas anteriores a la presencia de los jinetes del caballo y los dominadores del hierro, deberían 13 exponerse aquí. Para no extendemos demasiado indicamos simplemente su «lugar» en una visión general de la historia del neolítico, que sigue un movimiento del Oeste hacia el Este dirección contraria a la propuesta ideológica de Hegel. Sin embargo, nos detendremos algo en las culturas originarias del continente americano, ya que el «lugar» en la historia mundial de esos pueblos no debe situarse simplemente como contexto del «descubrimiento» de América («invasión» desde la perspectiva del indio) por Colón en 1492. Muy por el contrario, dicho «lugar» histórico se encuentra al este del Extremo Oriente, cuando hace más de unos 50.000 años, al retirarse la última glaciación, pasando por Behring, el homo sapiens se internó a través de Alaska, y comenzó por oleadas su largo peregrinar hacia el Sur. El originario habitante americano procede del Asia, desde Siberia y de la región que bordea al Pacífico, tanto por sus razas como por sus lenguas. Claro es que en América realizó una actividad creativo-cultural autónoma -no podríamos aceptar la posición «difusionista»-. Sin embargo, desde el neolítico hubo frecuentes contactos con los polinésicos, que en sus transoceánicas travesías llegaron a las costas de América. De todas maneras no formaron parte del sistema interregional del continente asiático. Si las estepas euroasiáticas son un área de contactos (i), el Océano Pacífico (II) (con sus culturas polinésicas) debe considerárselo, como hemos dicho, otra área de contactos. En una visión mundial de las eticidades no puede repetirse, p.e., la ingenuidad reduccionista de un Alfred Weber. En la historia de los ethos debe siempre incluirse la visión ética de los aztecas, mayas, chibchas e incas, al menos. Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit 14 organizados, ritualizados, expresados en mitos, calendarizados. La astrología racionaliza el futuro; la hermenéutica de los fenómenos (agüeros) descubre el sentido del presente; las teogonías (interpretación en base a observaciones astronómicas y al ciclo agrícola) o «proto-filosofías» racionalizan las fuerzas cósmicas en relación con las instituciones sociales o políticas (un cosmopolitismo), todo en referencia a «otros» tiempo-espacios y a sus mutuos y continuos «pasajes» hacia y desde el mundo humano. [11] En la cultura inco-quechua, el sexto núcleo de alta cultura, en el extremo oriente del Oriente, se expresó de una manera paradigmática la concepción moral universal del imperio sobre centenas de culturas particulares- con los tres imperativos formales: «Ama Lulla, Ama Kella, Ama Sua (No mentirás, No dejarás de trabajar, No robarás»). [10] En efecto, desde Alaska hasta Tierra del Fuego el universo es interpretado desde un principio «Dual». No es ahora el «Uno» de Plotino o de Lao-Tsé, sino el «Dos» de los tlamatinime, el Ométeotl de los aztecas, la/el Alom-Qaholom (Madre-Padre) de los mayas, la/el Tocapo-Imaymana Viracocha de los amautas entre los incas, los «gemelos» de todas las culturas, desde los Grandes Lagos o praderas de Norteamérica hasta los caribes y tupíguaraníes o los alakaluf de la Patagonia austral. Esto establece una comprensión ética dinámica, dialéctica, pero no por ello menos trágica, necesaria y del todo regulada por las fuerzas divinas. La cultura mesoamericana (mayo-azteca) es el quinto núcleo de alta Cultura. En ella hay muchos tiempos: el «otro tiempo» anterior de los dioses, con diversos momentos, hasta el nacimiento del Sol (fruto de la inmolación divina), que inaugura el «tiempo del 501». En el tiempo del Sol el «tiempo del ser humano» se manifiesta sólo con el «quinto 501». El mundo humano está situado en el medio de «dos espacios», entre los cielos y los inframundos (como el santuario Dur-AnKi de Nippur mesopotámico). Las fuerzas divinas, los humanos en sus sueños y los magos con sus ritos, pueden pasar del tiempo-espacio humano a los «otros» tiempos (anteriores, simultáneos o futuros) y espacios (inferiores o superiores). En todos esos mundos con sus «otros» tiempos-espacios habitan seres que tienen «cuerpos», pero de materia «ligera», que es invisible para nuestra sensibilidad humana de seres con materia «pesada». Es un universo inmensamente más complejo que el visible, habitado por dioses-fuerzas, El sentido de estas exigencias morales nos llevaría muy lejos. En efecto, se trata de la negación universal de una máxima no generalizable, que sistema tiza toda una comprensión práctica de la existencia. Me explicaba Sebastiano Sperandeo, en una fiesta del Inti Raimi de 1994 en Quito, que la primera establece las exigencias prácticas de las normas que regulan la relación intersubjetiva comunitaria: «Ama Lulla (No mentirás»), rige la pretensión de sinceridad transparente y auténtica. La segunda incluye las normas poiéticas con respecto a las relaciones cósmicoecológicas -porque aquí «trabajo» es actividad reproductora del universo-: «Ama Kella (No serás ocioso, trabaja»), e indica la participación en la reproducción de la vida co-responsablemente, para alejar la muerte. Hay que guardar disciplinado control y mantenerse activos. La tercera, las relaciones propiamente económico políticas del imperio: «Ama Sua (No robarás»>, que nada tiene que ver con respecto a bienes privados, sino que el apropiarse de algo no producido conlleva un desequilibrio, un daño; una negación (Kajta) que hay que reparar. Se trata de una «síntesis» ética de alto grado abstracto de racionalidad moral. Entre los aztecas, por tomar un ejemplo, la ética (la tlacahuapahualiztli: «arte de criar y educar seres humanos») contenía principios de un gran humanismo: Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit Aun cuando fuera pobre o miserable; aun cuando su madre y su padre fueran los pobres de los pobres [...] no se veía su linaje, sólo se atendía a su género de vida, a la pureza de su corazón, a su corazón bueno y humano, firme, se decía que tenía a lo divino en su corazón, que era sabio en las cosas divinas. A partir de las «costumbres (Huehuetlamanitiliztli)» -que jurídicamente alcanzaron un alto grado de precisión, con códigos de leyes y tribunales de justicia, siempre entre los aztecasracionalizaron los tlamatinime una doctrina unitaria sobre el sentido de la praxis humana, individual y comunitaria. [12] Todo esto merecería un estudio particular, ya que constituye el ethos aún actual de millones de indígenas en el continente latinoamericano, en la cultura popular mestiza y especialmente entre los campesinos. Deseamos, por último, indicar un aspecto: el concepto ético-náhuatl de macehual. Para los aztecas Quetzalcóatl había ofrecido sangre de su cuerpo para con ella resucitar los huesos del quinto género humano, dando así origen a la presente humanidad. De esta manera cada ser humano es un «merecido (macehual»>; es un ser que ha recibido su propio ser gratuitamente por el sacrificio de Otro. Este «ser-merecido» desde la Alteridad constituye al ser humano en un estado de deuda, pero no por una falta anterior (como entre los «indoeuropeos»: el proton kakón, o como la Schuld kierkegaardiana), sino como una afirmación originaria de la Vida que se dona y se recibe gratuitamente. De esta manera la «macehualidad» es un «modo-deexistencia»: el vivir positivamente desde la gratuidad no merecida y originada en la «alteridad». La justicia para con los miembros de la comunidad es un acto de exigida gratificación. § 0.3. EL MUNDO «INDOEUROPEO»: DEL IMPERIO CHINO AL ROMANO [13] Volvamos ahora al continente asiático-afromediterráneo. Deseamos aquí referimos a otro tipo de costumbres o eticidades diferentes a las ya indicadas egipcio-mesopotámicas del estadio I del sistema interregional. Son un nuevo momento evolutivo de gran complejidad, de enorme heterogeneidad entre 15 sus componentes, pero con una cierta constante ontológica que intentaremos resaltar: el Fundamento, la Identidad de todas las Diferencias, la referencia última del mundo (cosmológico, antropológico, ético) es en estas cosmovisiones (y aun filosofías) la afirmación de un horizonte absoluto de lo real como lo «Uno». De manera que la afirmación de la vida responde a otra lógica que la ya expuesta en el § 0.172. En las estepas euroasiáticas, desde Mongolia hasta el norte del Mar Negro, jinetes a caballo, primero dominadores del bronce y después del hierro, adoradores de dioses celestes, masculinos, uránicos, dominaron desde el Norte hacia el Sur a los pueblos de agricultores (ligados a la «tierra madre»), urbanos, de las culturas de la Anatolia, del Nilo, del Eufrates y del Tigris, del río Indo y hasta el río Amarillo. Ellos organizaron los primeros grandes imperios, culturas o «visiones del mundo» tales como las hindúes en India, persas en Irán, griegas y romanas en el Mediterráneo, budistas desde el Nepal, y, por influencia indirecta, taoísta y confuciana en la China. El hecho de que se considere la vida temporal, entre el nacimiento a la muerte empírica, negativamente, tiene relevancia para la ética. El nacimiento empírico es «caída» (por una falta ética anterior al nacimiento), y la muerte empírica es interpretada como «nacimiento»a la verdadera vida. Esto conlleva un juicio ético negativo de la corporalidad, de la sexualidad; es dominación de la mujer; negatividad de la pluralidad, de la historicidad, y, por último, la justificación de toda dominación o exclusión de los esclavos, siervos, campesinos, «castas» o estratos sociales explotados. El celibato masculino y la virginidad femenina son exigencias y condición de una «vida contempla ti va», teórica, escapista frecuentemente de la responsabilidad social y política. La víctima, el pobre, el excluido no aparecen como interpelantes en el horizonte de estas eticidades. La «liberación» es considerada exclusivamente como «liberación del alma» de la prisión del cuerpo, de la materia, de la pluralidad, del dolor, del «pecado original (próton kakón»). [14] Consideraremos a Plotino (204-270 d.c.), en su Enéada, como el hilo conductor de una cierta visión del mundo (como contenido de eticidad). En efecto, en la Alejandría del siglo III d.C, confluían las tradiciones romana y griega; por Antioquía se abría la senda hacia las estepas y los contactos con la «ruta de la seda» hasta China; por el Mar Rojo se llegaba a la India. Si 4.000 años a.c. los pueblos «indoeuropeos» comenzaron su dispersión Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit desde el norte del Mar Caspio, en Alejandría se producía como una síntesis o confluencia de las diversas tradiciones, ahora en el Sur. Esta ciudad tenía una posición central en el sistema interregional asiático-afro-mediterráneo, Y la Enéada es algo así como la filosofía de ese sistema histórico. El punto de partida ontológico absoluto, primero, es para Plotino lo «Uno»: Si hay algo que es lo Primero (ta próton) [...] eso de lo que hablamos es lo Uno (hén), otro que el Ser (ón) [...] y al que no puede predicársele que sea Substancia (ousía) [...] El Principio es ingénito (agénnetos). Ya, siglos antes, Heráclito exclamaba: «Si escuchas al lógos [...] deberás reconocer que todo es Uno (hén)». El Uno originario es el Ahura Mazda (el Sabio señor) del zoroastrismo de Zaratustra iránico en tiempos del Darío persa, que se retendrá como el principio positivo del maniqueísmo. Uno de los más antiguos libros de la India, el Rig-Veda, nos habla del Uno: Ni el ser existía en ese entonces, ni el no-ser [...] No existía en ese momento ni la muerte ni la nomuerte, no había signo distintivo para la noche y el día. Lo Uno respiraba en su propio élan, sin que hubiera soplo. Fuera de Esto no existía nada. Posteriormente será el brahman de los Upanishads: «Es verdad que el brahman es el Todo». En el Tao-Te King de Lao-Tsé, expresión clásica del taoísmo chino, leemos: El principio que puede expresarse no es el que fue siempre. El ser que puede denominarse no es el que fue antes de todo tiempo. Antes del tiempo fue el Inefable, el Indenominable [...] El conocimiento que el humano tiene de este Principio depende del estado de su espíritu. El que se encuentra libre de pasiones conoce el misterio de su ser. El espíritu habitualmente afectado por las pasiones no lo conoce sino por sus efectos. 16 [15] El segundo momento es la plurificación, división (Diremtion o Entzweiung diría Hegel), el caer del Uno en la multiplicidad: La multiplicidad (ta plethon) consiste en el alejamiento de lo Uno. La infinitud [de los entes] es un alejamiento absoluto que consiste en una multiplicidad innumerable, y es necesario que la infinitud [de este tipo] sea el mal. Y es así que el Alma del universo, que es una, cae en un cuerpo, y dicho cuerpo, por ser materia, es el origen del mal en el ser humano: «La naturaleza corporal es mala, por cuanto participa de la materia (hyles), pero no es el mal original (proton kakón»). El cuerpo es malo, entonces, por ser material. El nacimiento es «muerte» a la verdadera vida divina. El mismo Heráclito recuerda: [...] Inmortalidad: la vida [terrestre] es la muerte de cada uno; la muerte [empírica] es la vida de cada uno. Para las almas [...] es un placer entrar en la vida [...] Nuestra vida nos viene por la muerte. Para Platón, igualmente, el «alma» del mundo es más antigua que el cuerpo; el alma «no ha nacido (agéneton»), es inmortal, eterna El nacimiento empírico es una «caída» en un «cuerpo (sóma»), que es su «cárcel (séma»). En el Bhagavad-Gita, parte del gran poema Mahabharata, leemos: Los cuerpos limitados tienen fin, pero quien es dueño y señor del cuerpo es infinito, sin límites, eterno, indestructible, Por lo tanto lucha, ¡oh Bharata! Quien cree que es el alma lo que mata o el que piensa que el alma puede ser muerta, yerran. El alma ni mata ni es muerta. El alma ni nace ni muere, ni comienza a existir un día para desaparecer sin volver jamás a existir. Es eterna, antigua e ingenerada; el alma no muere cuando muere el cuerpo. Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit Para Buda, igualmente, la pluralidad, la corporalidad, el yo como singularidad es el origen del sufrimiento que hay que superar: He aquí la verdad del sufrimiento: El nacimiento [empírico] es sufrimiento [".]. He aquí la verdad de la génesis del sufrimiento: Es el querer que lleva a la reencarnación, con alegrías y apetencias; es el amor al goce sensual, el amor de devenir, el querer perecer. El «querer», el «amor», el «deseo» fija en la pluralidad e impide el retorno a la Unidad del ser. ¡No hay que amar nada! para Mani, el profeta del Irán sasánida, el cuerpo es la participación del Principio perverso (Ahriman): Entonces Adán miró en torno a sí y lloró. Elevó su voz poderosa como la de un león que ruge, se mesó los cabellos, se golpeó el pecho y exclamó: ¡Malditos, malditos los que han formado mi cuerpo, los que han encadenado mi alma; malditos los rebeldes que me han esclavizado! El dualismo antropológico, con el correspondiente desprecio del cuerpo, la sensibilidad, las pasiones, la sexualidad penetrará posteriormente en las tradiciones gnóstico-romanas, en el maniqueísmo latino, entre los albigenses y cátaros, hasta culminar en Descartes o Kant. La liberación de la mujer toma cuenta de esta larga historia de los mundos de la vida para fundamentar una nueva posición. [16] En un tercer momento, desde la prisión de la corporalidad, la ética es ascenso, ascética: negación de la negación. Plotino nos explica así el punto de partida: Las almas [individuales] si hubieran permanecido en lo Inteligible con el Alma del mundo, hubieran evitado el sufrimiento [...] Permaneciendo durante largo tiempo en el alejamiento y la separación del Todo, sin dirigir su mirada hacia lo Inteligible, devinieron un fragmento, aisladas, debilitadas, se multiplicaron en acción 17 Toda la ética consiste ahora en un «retorno» ascendente hacia el Uno, es decir, «la necesidad que siente el alma de huir de su trato con el cuerpo [...] que consiste en liberarse de las generaciones para encaminarse hacia la Substancia [divina] (ousía)». Este acto de retorno es la dialektiké del ascenso hacia la Idea de Bien en Platón, la bíos theoretikós del ejercicio del nous en Aristóteles, la apátheia de los estoicos, la ataraxía de Epicuro, la gnósis de los gnósticos, el «conocimiento» del monje maniqueo, el éxtasis final del monje budista por el que se libera del samsara (eterno retorno de la ensomátosis o reincoporalización del alma) en el estado de nirvana, y la vita contemplativa como perfección humana en el medievo latino: La purificación consiste -escribe todavía Plotino- en aislar el alma, no dejándola unirse a las cosas; no miradas más; no tener más opiniones extrañas a su naturaleza [divina]. En cuanto a la separación [el éxtasis] es el estado del alma que no se encuentra más en el cuerpo, como la luz que no se encuentra ya en las tinieblas. Es así que desde Grecia y Roma hasta los persas, los reinos de la India y la China taoísta, una ontología del absoluto como lo Uno, una antropología dualista de la superioridad del alma sobre el cuerpo (causa de alguna manera siempre del mal), instaura una ética ascética de «liberación» de la pluralidad material como «retorno» a la Unidad originaria -movimiento de la ontología neoplatónica, y posteriormente del Idealismo alemán, en especial de la Lógica de Hegel-. Es la lógica-ética de la Totalidad. [17] La muerte empírica es, para esta visión ética del mundo, el «nacimiento» a la vida verdadera. La vida terrestre es un tiempo negativo del dolor, del sufrimiento. Para merecer una muerte que libere al ser humano del «eterno retorno» de la reincorporalización, es necesario cumplir con la «ley natural» (physikón nóman), con el «orden», con las instituciones como la de las «castas», con la eticidad establecida, con el statu quo: Los príncipes antiguos que deseaban desarrollar y esclarecer en sus Estados -escribe Confucio- el principio luminoso de la razón que recibimos del Cielo, se ocupan antes de gobernar bien sus reinos. Aquellos que desean gobernar bien sus reinos, se ocupan antes de ordenar su familia. Aquellos que desean ordenar su familia, se ocupan antes de corregirse a sí mismos. Los que Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit desean corregirse a sí mismos, se ocupan antes de transformar sus intenciones en puras y sinceras. Los que desean transformar en puras y sinceras sus intenciones, se ocupan antes de perfeccionar lo más posible sus conocimientos morales. Perfeccionar lo más posible dichos conocimientos consiste en penetrar y escrutar los principios de las acciones. Habiendo penetrado y escrutado los principios de las acciones, los conocimientos morales llegan a su última perfección; las intenciones son transformadas en puras y sinceras; el alma se llena de probidad y rectitud; la persona es corregida y mejorada; la familia es bien dirigida; el reino por consiguiente es bien gobernado; el mundo goza de paz y de la buena armonía. Es una moral formal que consolida la eticidad existente; justifica la institucionalidad, la organización política, la económica, la pedagógica y el dominio entre los géneros existente (del varón sobre la mujer). No hay un principio de materialidad y negatividad que pueda subvertir el «orden» en nombre de las víctimas, los pobres, explotados o excluidos. Así, en una China institucionalizada burocrática mente por los mandarines desde una ética confuciana, el Imperio celeste del Sol Naciente no tendrá contradicción interna que pueda relanzado hacia nuevos momentos de eticidad futura. Es el eterno retorno de «lo Mismo». Hay en estas tradiciones, igualmente, otras vertientes relevantes en los finales del siglo XX. En estos «paradigmas éticos» se formula un respeto por la vida en la tierra, especialmente en la eticidad hindú, una ecofilía (punto de partida de la ecología) ontológica de la que deberemos todavía aprender mucho. Una última reflexión. ¿No será que este segundo momento del sistema interregional, de férrea institucionalización (gracias al caballo y al hierro) y de creciente dominación, produjo un inmenso estrato social y económico, todo un mundo de víctimas, oprimidos, campesinos empobrecidos, marginados y pobres (lo que Toynbee llamaría, con demasiada ambigüedad, el proletariado interno y externo), que terminarán por rebelarse contra su condición de esclavos y humillados empuñando éticas críticas que proponen la transformación, la dignidad del sujeto ético y la justicia? ¿No será quizá ésta la razón de la propuesta del budismo primitivo (contra el sistema de castas hindú), del cristianismo o del Islam? 18 §0.4. EL MUNDO BIZANTINO, LA HEGEMONÍA MUSULMANA Y EL ORIENTE. EL MEDIEVO EUROPEO PERIFÉRICO [18] Estudiemos ahora el estadio III del sistema interregional del continente asiático-afro-mediterráneo. Si nos situáramos en el 300 d.c., contemplaríamos la dinastía de los Tsin occidentales (265-317 d.c.) en la China, plenamente confuciana, y con la voluntad de dominar el acceso de la «ruta de la seda» hacia el Occidente; veríamos el momento mismo del pasaje de los Sakas a los Gupa en la India; un Imperio persa sasánida con Sapor II (309-379 d.c.); una Roma decadente en tiempos de Diocleciano asediado por los germanos-. De todas maneras, la ontología indoeuropea y la eticidad dualista estaban firmemente establecidas en el estadio II del sistema interregional. El acontecimiento fundamental del estadio III del sistema interregional (que desde el siglo IV d.c. se impondrá hegemónicamente en las regiones «centrales», y que durará hasta el 1492) consistirá en una transformación profunda del mismo núcleo ético-mítico (es decir, la Vigencia hegemónica de categorías ético-críticas). La visión del mundo del primer estadio del sistema interregional, el egipcio-mesopotámico semita, volverá a hacerse presente, aunque efectuando por su parte un desarrollo universalizador expansivo (tanto por el fenómeno del cristianismo como por el del Islam) y quizá, como hemos dicho más arriba, por la insoportable situación de los oprimidos de los Imperios. La éticacrítica de un pequeño pueblo dominado y esclavo en manos del poder de los que dominaban la técnica de la guerra y la agricultura, con el caballo y el hierro (los filisteos y su simbólico guerrero «Goliat» en tiempo de Amarna), es reformulada en una región periférica del Imperio romano, oportuna para explotados y excluidos. El mundo romano oriental y helenístico (el griegomacedónico, el seléucida y el ptolomaico) se transformará en el mundo bizantino; el mundo persa y todo el norte del África (en ese momento ya cristianizado) se musulmanizará. Siendo la región del Turán-Tarim la clave para los «contactos» de todo el sistema asiático-afro-mediterráneo, quien hegemonice este horizonte geográfico controlará la totalidad del comercio del «sistema»: primero serán los persas, por poco tiempo los bizantinos, y definitivamente los musulmanes (árabes, turcos, mongoles). Esta área «central» del sistema será sólo reemplazada desde el siglo XV por el Atlántico hispánico (con el desarrollo del primer «sistemamundo», como veremos). La Europa continental germánica Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit occidental queda aislada desde el siglo VII d.c. por la expansión musulmana: esa «continentalización» del centro de Europa y aun del Mediterráneo latino, sin contacto con el «centro» del sistema interregional, es lo que aparece, en una visión meramente eurocéntrica y provinciana, bajo el nombre de «Edad Media». [19] El ethos semita (judío, cristiano [nunca europeo] y musulmán, originados los tres en torno al desierto sirio-arábigo, de la Palestina a La Meca) comienza a ocupar una posición estratégica. Siglos después, en la madurez del estadio III del sistema interregional, escribirá Maimónides (que muere en El Cairo en 1204), el gran intelectual judío del Califato de Córdoba hispánico: La comunidad cristiana, de la cual conocemos su profesión de fe, que recibió en su seno a las naciones, en las que fueron muy aceptadas las opiniones de los filósofos [platónicos...], encontró manifiesta contradicción [en múltiples posiciones teóricas]. Entonces nació entre ellos una ciencia del kalam [interpretación], y comenzaron a establecer proposiciones en coherencia con sus creencias, y a refutar otras opiniones que se oponían al fundamento de su religión y cuando los seguidores del Islam aparecieron, y se descubrieron los escritos de los filósofos [aristotélicos], se le trasmitieron igualmente las refutaciones que habían escrito [los Padres griegos] contra los libros de los filósofos [platónicos]. No hay ninguna duda de que las tres comunidades se interesan frecuentemente por las mismas tesis, es decir, los judíos, los cristianos y los musulmanes, como por ejemplo en la afirmación de la creación del cosmos. En la crisis del Imperio romano invadido por los germanos por fuera, y aumentando la esclavitud y la explotación de las masas del imperio por dentro, desde su región oriental-griega (nada tiene que ver con la futura cultura «occidental», una ética crítica que parte de las víctimas, los pobres, los excluidos y los mismos esclavos cobrará fuerza entre esos grupos de marginales y oprimidos. El criterio ético ya formulado, entre muchos otros y contradictoriamente, por egipcios y babilónicos se desarrolla con claridad: la «corporalidad carnal» humana (basar en hebreo, sárx 19 en griego), y no el «alma» de los indoeuropeos, es la referencia última: Porque tuve hambre y me dieron de comer; tuve sed y me dieron de beber; estaba sin casa y me hospedaron; estaba desnudo y me vistieron; enfermo y me cuidaron [...]. La corporalidad carnal y sus necesidades (hambre, sed, sin casa, desnudez, enfermedad...) como criterio, y la comunidad como instancia intersubjetiva económica, constituyen lo relevante: Eran constantes [...] en la comunidad (koinonía), en el partir el pan [...] Los creyentes vivían unidos y tenían todo en común (ápanta koina): vendían sus bienes y los repartían entre todos según la necesidad de cada uno. [20] Esta experiencia será releída durante siglos, despertando siempre un élan utópico, el «principio-Esperanza» (bien analizado por Ernst Bloch). Estos criterios, categorías y principios, expresados por una razón mítica, despliegan un proceso de racionalización creciente y de continuas re lecturas hermenéuticas. Los observaremos siglos después en textos como en el de El Corán, en las shuratas más antiguas de La Meca: ¿No te halló huérfano y te recogió? ¿Y no te encontró perdido y te guió? ¿No te encontró pobre y te ayudó? No trates al huérfano con violencia robando sus bienes. Ni desprecies al pobre que te exige justicia. Es una ética de pobres, de oprimidos, de marginales, de bárbaros. Taciano en el Discurso contra los griegos (170-172 d. c) escribe: No se muestren del todo enemigos de los bárbaros, oh griegos, ni juzguen desfavorablemente sus doctrinas, porque ¿qué institución entre Uds. no tuvo su origen entre los bárbaros? [...] De los babilónicos [tomaron] la astronomía, de los persas la magia, la geometría de los egipcios, el conocimiento del alfabeto de los fenicios. Dejen ya de llamar invenciones (euréseis) lo que son puras imitaciones (miméseis). Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit No podemos dejar de transcribir un texto lleno de ingenuidad y entusiasmo del que se adhiere a la nueva ética crítica de la existencia: Entre nosotros no se da la ambición ni gloria [...] Filosofan (filosofousi) no sólo los ricos sino también los pobres. Todos los que desean filosofar (filosoféin) acuden a nosotros [...] No trato yo, como hacen otros, de confirmar mis doctrinas con ajenas opiniones, sino que sólo quiero escribir sobre aquello que yo he personalmente comprendido. Por ello dando un adiós a la altanería de los romanos y a la fría palabrería de los atenienses […] me adherí a nuestra filosofía bárbara (barbárou filosofías) [...] Tales son las cosas que yo, Taciano, que profeso la filosofía bárbara, nacido en tierras de asirios, formado primero en vuestra cultura y luego en la que ahora proclamo [...] Me presento a Uds. dispuesto al examen (anákrisin) de mis propuestas. No es de extrañar, entonces, que Justino, filósofo de Palestina, afirmara la corporalidad carnal (desde el antiguo mito de Osiris de la «resurrección de la carne») contra la «inmortalidad del alma»: Platón afirma [...] que el alma es inmortal (athánaton), pues si es inmortal claro es que tiene que ser ingenerada (agénetos) [...], mientras [que nosotros opinamos] que las almas mueren. ¡La originalidad de esta comprensión ética de la existencia es africana, oriental, asiática, y nada tiene que ver con el europeo o el occidental! [21] En 330 d.C se funda Constantinopla, que llega a tener siglos después un millón de habitantes. En el 425 se organiza, la Universidad (con diez cátedras de lengua latina y griega, otras de retórica, una de filosofía, numerosas de teología y dos de derecho). Los Padres griegos oponen una teología como sabiduría ante una filosofía griega como sabiduría teológica. Con Heraclius (610-641 d.C) los bizantinos recuperan toda la Mesopotamia. En el 1203, por traición, los cruzados ocupan 20 Bizancio. Hasta el 1453 Bizancio será el muro que detendrá a los turcos ante la Europa latino-germánica (el extremo Occidente sin importancia geopolítica hasta ese momento). En el 860 d.C los varengos (normandos venidos del Báltico y presentes por los ríos en el Mar Negro) aparecen ante los muros de Bizancio. Nace así la cultura rusa, desde Kiev (860-1237 d.C, año este último en que la ocupan los mongoles) hasta Smolensk y Novgorov, que sólo con el Moscú de Iván 11 el Grande vence a la Horda Dorada en 1480, comenzando así en el siglo XVI su expansión por la tundra helada del Norte hacia el Pacífico y constituyendo el Imperio ruso de los zares. El mundo semita de los árabes del desierto, gracias a Mahoma (la huida de La Meca se efectúa en el 622 d.C. /1 H.), se expande rápidamente por el Imperio bizantino pacificado -y por ello sin mayor resistencia-. Bostra es conquistada en el 634 d.C, Jerusalén en 637, Alejandría en 643, la invasión en España se realiza en 711, para llegar hasta Poitiers en 732. Desde el valle del Indo hasta el norte de los Pirineos, incluyendo las islas Baleares, Sicilia y Creta -con presencia en Córcega y Cerdeña, en el Adriático y el sur de Italia- dominan el Mediterráneo. Con los califas Omayades (661-750 d.C) primero, los Abasidas (750-1258 d.C) después, y con Abderramán (desde el 800 d.C. en Córdoba, el «centro» del sistema interregionalasiático-afro-mediterráneo quedará reconstituido durante aproximadamente 500 años, que son los tiempos de gloria de la capital intercontinental. Bagdad (fundada en el 762 y tomada por los mongoles en el 1258 [22] Todo, o casi todo, lo que un Max Weber atribuye como factores «internos» medievales o renacentistas europeos para la génesis de la Modernidad, se ha cumplido con creces en el mundo musulmán siglos antes. Nos dice Braudel que gracias a una carta de un judío Comerciante de El Cairo (1095-1099 d.C) se demuestra que «los musulmanes conocían todos los instrumentos de crédito y de pago y todas las formas de asociación comercial (por consiguiente, no será Italia la inventora de ellos, como se ha aceptado con demasiada facilidad». Había una extensa formación económica de mercado, con instrumentos monetarios que permitían el manejo del estadio III del sistema interregional. Se comercializaban los productos agrícolas (100.000 camellos se usaban sólo para la comercialización de los Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit dátiles), lo que desarrolló la molienda de los cereales (había molinos de agua y del viento ya en el 947 d.C en Seistan, ciudad cercana al Indo; mientras que en Basora se llegó a utilizar la corriente del Tigris para mover ruedas de molinos flotantes). Las caravanas musulmanas, que unían China y la India con el Mediterráneo, llegaban a estar compuestas hasta por 6.000 camellos. Todo esto dio auge a múltiples industrias. Los tapices de Bujara usan el índigo rojo o azul que viene de la India pasando por Kabul, y que llegarán hasta Marruecos, a Marraquech. El coral del norte de África va a la India; esclavos comprados en Etiopía, hierro traído de la India, junto a pimienta y especias se distribuyen por todo el «sistema». La caña de azúcar y el algodón del Sureste asiático, el gusano de seda, el papel y la brújula de la China son otros productos del mercado. Los números hindúes (llamados después «arábigos», con el «0») y la pólvora del cañón también proceden de la India. En Córdoba el califa AI-Hakan II (961-976) llegó a tener en su biblioteca 400.000 manuscritos (con 44 volúmenes de catálogos), mientras un Carlos V de Francia (hijo de Juan el Bueno) tenía 900 manuscritos en la misma época. El visir de Jurasán, en torno al siglo X d.C, envió «emisarios a todo el país para pedir informe de costumbres de todas las Cortes y de todos los ministerios en el Imperio griego [bizantino], el Turkestán, China, el Irak, Siria, Egipto, el país de los Zenj (India), el de los Zabul y de Kabul [...] Estudió escrupulosamente todo el material para retener aquellas costumbres que consideró mejores» para Bujara. En las ciencias su avance fue aún mucho mayor. En el 820 d.C: se publica un tratado de álgebra de Mohamet Ibn-Musa (que traducido en Europa en el siglo XVI significó todavía un adelanto sobre el tema en las matemáticas de ese tiempo). En óptica, astronomía, química, farmacia, medicina, el mundo musulmán estuvo unos 400 años adelantado a la periférica Europa. [23] Queremos tocar por último nuestro tema. En la visión ética de la existencia, la experiencia musulmana es semita (y por ello, aunque hay novedades, se mueve dentro de la tradición egipcio-mesopotámica, judía o cristiana). En cuanto a la falasifa (así llamaban a la filosofía), tuvo entre los árabes un desarrollo muy particular. AI-Kind, nació en Kufa, Siria; murió en el 873 d.C. /260 H., es decir, 402 años antes que Tomás de Aquino), usó textos filosóficos que cristianos sirios habían traducido del griego. 21 Se trata de una auténtica «Ilustración» filosófica árabe, que se desarrolla desde el nombrado AI-Kindi, pasando entre muchos otros por AI-Farabi, Ibn-Sina, y culminando con Ibn-Rusd. Todo ellos defienden los derechos de la razón ante la fe. Opinamos que con ellos nace propiamente lo que hoy llamamos secularizadamente «filosofía»; antes, fue históricamente una «sabiduría racional» con intención teológica (tanto entre los griegos como en los Padres de la Iglesia bizantina). Los cristianos, desde el siglo II, se oponían a los filósofos griegos como teólogos (cristianos) ante teólogos (griegos). Por ello, hemos visto, Taciano puede denominarse: «filósofo bárbaro»; es decir, «amante de la sabiduría (teólogo) no-griego». Las disputas sobre la resurrección o la inmortalidad del alma, la eternidad o creación del cosmos, la necesidad o la libertad, etc., son controversias entre dos «teologías», a partir de los recursos de los mundos de la vida cotidiana en confrontación. [24] Opinamos que sólo con los musulmanes, que pudieron conocer ambos discursos previos (el de los griegos, los judíos y el de los helenistas cristianos), y gracias a la precisión y rigor formal que permite el Organon de Aristóteles (que poco tiene que ver con las teologías neoplatónicas), percibieron por primera vez la autonomía de un horizonte formal filosófico propiamente racional (la lógica y las categorías metafísicas aristotélicas, no tanto la platónica) con respecto a el Corán, tenido por los creyentes por material y positivamente revelado. Así nace el kalam propiamente dicho, o el uso de la filosofía como método hermenéutico en el desarrollo de un discurso racional construido desde el texto «revelado», y, al mismo tiempo, como cultivo autónomo de una filosofía secularizada en cuanto tal. Esta distinción explícita y formal tampoco se da entre los cultores de los Upanishads, en Buda o Confucio, ya que eran sabidurías que se yuxtaponían, sin negar ni diferenciarse autónomamente, a los mitos o teologías -no podían secularizarse formalmente-. La secularización completa será «moderna», pero el inicio de la diferencia es fruto de la «Ilustración» de la filosofía árabe desde el siglo IX d.C. [25] Al-Gazzali, en cambio, niega la filosofía como uso autónomo de la razón y afirma dogmáticamente una teología revelada exclusiva. Nace así el pensamiento irracionalista, ortodoxo y fundamentalista. Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit Nos agradaría extendemos sobre el tema del mundo musulmán, para refutar las razones de los que opinan que la Modernidad es fruto de un proceso exclusivamente «interno» de la Europa medieval. Pero sobrepasaríamos los límites que nos hemos impuesto en esta obra de síntesis ética. En una exposición no-eurocéntrica deberíamos aquí dar lugar para la descripción del mundo chino (que será siempre el Polo extremo oriental del sistema interregional, y que extenderá su influencia a Tailandia e Indochina, hasta la llegada de los mongoles en 1211), el hindú (con los Gupa hasta el 525 d.c.; en el 1206 d.c. se funda el sultanato musulmán de Delhi, que pasa a manos del Gran Mogol en 1526), el de Malaca (ocupada por musulmanes en 1420) hasta las Filipinas (donde igualmente llegarán los musulmanes a Mindanao en el siglo xv). Además, por el suroeste del sistema interregional, habría que incluir el África sud-sahariana (desde el Este, con los puertos de Mogadiscio o Mombasa, o los reinos de Monomotapa al Sur o Abisinia al Norte, pasando por la sabana hacia el Occidente, hasta los reinos de Mali, Songai o Ghana, y bajando por la costa occidental hasta Zaire). [26] Por su parte, la llamada «Europa medieval», en una interpretación «desde dentro» (provinciana o eurocéntrica), habría caído en un tiempo «intermedio» (medio-evo), entre la decadencia del Imperio romano y la Modernidad. En cambio, si consideramos esta época desde su relación con el sistema interregional asiáticoafro-mediterráneo, podremos observar que: a) En un primer momento, Europa continental-germana estaba conectada al Mediterráneo y formaba parte del Imperio romano occidental. b) En un segundo momento, por la expansión árabe en el siglo VII, la Europa continental latino-germana pierde contacto con el Mediterráneo oriental, y por ello con el sistema interregional. Con la decadencia del mundo latino se da simultáneamente el origen del Sacro Imperio Germánico (en el 800 d.c. Carlomagno es consagrado emperador). Esto es percibido «desde dentro»de Europa como una época de aislamiento y de separatismo feudal. Es esencial considerar que dicho feudalismo «hacia adentro» es fruto de la ruptura de la conexión «hacia afuera», a través del Mediterráneo oriental (ahora en manos musulmanas). Es la Europa germana que madura, protegida de la expansión musulmana por el Imperio bizantino. c) El tercer momento, corresponde al intento de reconexión con el sistema interregional, y esto explica las 22 Cruzadas (1095-1291), que tiene como efecto la reincorporación de Europa continental al Mediterráneo (es el inicio del fin de la Edad Media, pero todavía no el comienzo de la Modernidad, como veremos) por medio de las ciudades-estado italianas, tales como Venecia, Amalfi, Nápoles, Pisa, Génova. Estamos en el siglo XIII, el tiempo clásico de la filosofía escolástica en París, Oxford, Bolonia, Praga o Salamanca. Desde la toma de los turcos de Constantinopla en 1453, muchos pensadores griegos emigran a Italia, lo que produce el fenómeno del Renacimiento intelectual helenista italiano. La Europa latino-germánica no ha dejado por ello de ser una cultura secundaria, regional y periférica del mundo musulmán, ya que aún en el 1532 los turcos están todavía junto a los muros de Viena. Nada desde dentro de ella misma hace presagiar una nueva edad ni ningún esplendor futuro. En nada es superior al mundo musulmán; muy por el contrario, guarda una acomplejada posición de inferioridad, aislada, verdadero «Finis terrae» (en el extremo occidental del continente asiático-afro-europeo) con total desventaja comercial con respecto a las áreas «centrales» musulmanas del estadio III del sistema interregional. Sección 2 EL «SISTEMA-MUNDO» 1: EUROPA COMO «CENTRO» Y SU «PERIFERIA». MÁS ALLÁ DEL EUROCENTRISMO [27] En esta sección, desde el horizonte histórico ya expuesto, debemos estudiar la cuestión de la Modernidad. En efecto, hay dos paradigmas de la Modernidad. a) El primero, desde un horizonte eurocéntrico, propone que el fenómeno de la Modernidad es exclusivamente europeo; que se va desarrollando desde la Edad Media y se difunde posteriormente en todo el mundo. Weber sitúa el «problema de la historia mundial» con la pregunta que se enuncia así: ¿Qué encadenamiento de circunstancias han conducido a que precisamente en el suelo de Occidente y sólo aquí, se produjeran fenómenos culturales que -al menos tal como nosotros solemos representárnoslos- estaban Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit en una dirección evolutiva de significación y validez universales? Europa habría tenido, según este paradigma, características excepcionales internas, que le permitieron superar esencialmente por su racionalidad a todas las otras culturas. Filosóficamente, nadie como Hegel expone esta tesis de la Modernidad: El Espíritu Germánico es el Espíritu del Nuevo Mundo, cuyo fin es la realización de la Verdad absoluta (der absoluten Wahrheit), como autodeterminación (Selbstbestimmung) infinita de la libertad, que tiene por contenido su propia forma absoluta (ihre absolute Form selbst) Lo que llama la atención es que el Espíritu de Europa (germánico) es la Verdad absoluta que se determina o se realiza por sí misma sin deber nada a nadie. Esta tesis, que llamaré el «paradigma eurocéntrico» (por oposición al «paradigma mundial»), es la que se ha impuesto no sólo en Europa o Estados Unidos, sino en todo el mundo intelectual también de la periferia mundial. Como hemos dicho, la división «pseudocientífica» de la historia en la Edad Antigua (como el antecedente), Medioevo (época preparatoria) y Edad Moderna (Europa) en una organización ideológica y deformante de la historia. La filosofía, la ética, necesita romper con ese horizonte reductivo para poder abrir la reflexión al ámbito «mundial», planetario; éste es ya un problema ético de respeto a otras culturas. Éste ha sido el propósito de la Sección 1, que continuamos ahora. La cronología tiene su geopolítica. La subjetividad moderna se desarrollaría espacialmente, según el «paradigma eurocéntrico», desde la Italia del Renacimiento a la Alemania de la Reforma y la Ilustración, hacia la Francia de la Revolución francesas. Se trataría de la Europa central. [28] b) El segundo paradigma, desde un horizonte mundial, concibe la Modernidad como la cultura del centro del «sistemamundo», del primer «sistema-mundo» -por la incorporación de Amerindia, y como resultado de la gestión de dicha «centralidad». Es decir, la Modernidad europea no es un sistema independiente autopoiético, autorreferente, sino que es una «parte» del «sistema- 23 mundo»: su centro. La Modernidad, entonces, es un fenómeno que se va mundializando; comienza por la constitución simultánea de España con referencia a su «periferia» (la primera de todas, propiamente hablando, Amerindia: el Caribe, México y el Perú). Simultáneamente, Europa (con una diacronía que tiene un antecedente pre-moderno: las ciudades italianas renacentistas y Portugal) irá constituyéndose en «centro» (con un poder superhegemónico que de España pasa a Holanda, a Inglaterra y Francia...) sobre una «periferia» creciente (Amerindia, Brasil y las costas africanas de esclavos, Polonia en el siglo XVIlI; afianzamiento de Latinoamérica, Norte América, el Caribe, las costas de África y de Asia, y la Europa oriental en el siglo XVII; el Imperio otomano, Rusia, algunos reinos de la India, Sudeste asiático y primera penetración en el África continental hasta la primera mitad del siglo XIX). La Modernidad, entonces, sería para este paradigma mundial un fenómeno propio del «sistema» con «centro-periferia». Esta simple hipótesis cambia absolutamente el concepto de Modernidad, su origen, su desarrollo y su actual crisis; y, por ello, también el contenido de la Modernidad tardía o postmodernidad. [29] Además, sostenemos una tesis condicionante de la anterior: la centralidad de Europa en el «sistema-mundo» no es fruto sólo de una Superioridad interna acumulada en la Edad Media europea sobre las otras culturas, sino también el efecto del simple hecho del descubrimiento, conquista, colonización e integración (subsunción) de Amerindia (fundamentalmente), que le dará a Europa la ventaja comparativa determinante sobre el mundo otomano-musulmán, la India o la China. La Modernidad es el fruto de este acontecimiento y no su causa. Posteriormente, la «gestión» de la centralidad del «sistemamundo» permitirá a Europa transformarse en algo así como la «conciencia reflexiva» (la filosofía moderna) de la historia mundial y muchos valores invenciones descubrimientos, tecnologías, instituciones políticas, etc., que se atribuye a sí misma como su producción exclusiva, son en realidad efecto del desplazamiento del antiguo centro del estadio III del sistema interregional hacia Europa (siguiendo la vía diacrónica del Renacimiento al Portugal como antecedente, hacia España, y después hacia Flandes, Inglaterra...). Aun el capitalismo es el fruto, y no la causa, de esta coyuntura de mundialización y centralidad europea en el «sistemamundo». La experiencia humana de 4.500 años de relaciones Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit políticas, económicas, tecnológicas, culturales del «sistema interregional», será, ahora hegemonizada por Europa -que nunca había sido «centro», y que en sus mejores tiempos sólo llegó a ser «periferia»-. El deslizamiento se efectúa del Asia central hacia el Mediterráneo oriental, y de Italia, más precisamente de Génova, hacia el Atlántico. Con el antecedente de Portugal, se inicia propiamente con España, ante la imposibilidad de que la China intente siquiera llegar por el oriente (el Pacífico) a Europa, e integrar así a Amerindia como su periferia. Veamos las premisas de la argumentación. § 0.5. DESPLIEGUE DEL "SISTEMA-MUNDO». DESDE LA ESPAÑA «MODERNA» DEL SIGLO XVII [30] Consideremos el despliegue de la historia mundial a partir del quiebre, por la presencia turca-otomana, del estadio III del sistema interregional, que había tenido en su época clásica a Bagdad por centro (del 762 al 1258 d.c. como hemos visto), y la transformación del «sistema interregional» en el primer «sistemamundo», cuyo «centro» se situará hasta hoy en el Atlántico Norte. Ese cambio de «centro» del sistema tendrá su prehistoria desde el siglo XIII al XV d.c., y producirá el derrumbe del estadio III del sistema interregional. Se trata del nuevo estadio IV, o el «sistemamundo», que se originará propiamente a partir de 1492. Todo lo acontecido con anterioridad en Europa era todavía un momento de otro estadio del sistema interregional. ¿Quién originó el despliegue del «sistema-mundo»? Nuestra respuesta es: quien pudiera anexarse a Amerindia, y desde ella, como trampolín o «ventaja comparativa», ir acumulando una superioridad inexistente a finales del siglo XV. a) ¿Por qué no la China? La razón es muy simple, y deseamos exponerla desde el comienzo. A la China 14 le fue imposible descubrir Amerindia (imposibilidad no tecnológica, es decir, de factibilidad empírica, sino histórica y geopolítica): no podía interesarle intentar ir por el Este hacia Europa, porque el «centro» del sistema interregional (en su estadio III) se encontraba en el Oeste, en el Asia central o en la India. Ir hacia una Europa completamente «periférica» no podía ser un objetivo del comercio externo chino. 24 En efecto, Cheng Ho, entre 1405 y 1433, efectuó siete viajes exitosos al «centro» del sistema (llegó a Sri Lanka, India y hasta el África oriental). En 1479 Wang Chin intentó hacer lo mismo, pero le fueron negados aún los archivos de su antecesor. China se encerró sobre sus fronteras y no intento hacer lo que, en ese mismo momento, realizaba Portugal. Su política interior -quizá la rivalidad de los mandarines contra el nuevo poder de los eunucos comerciantes-, impidió su salida comercial externa, pero, de haberla realizado, debió haberse dirigido hacia el Oeste para alcanzar el «centro» del sistema. Los chinos se dirigieron hacia el Este, llegaron hasta Alaska, y parece que hasta California o aun más al Sur, pero al no encontrar nada que pudiera interesar a sus comerciantes, y al alejarse cada vez del «centro» del «sistema interregional», abandonaron seguramente la empresa. China no fue España, por razones geopolíticas. [31] Sin embargo, debemos hacernos todavía una pregunta para refutar la «evidencia» antigua, pero que se ha reforzado desde Weber: ¿Era China inferior culturalmente a Europa en el siglo XV? Según los que han estudiado la cuestión no era inferior ni tecnológica, ni política, ni comercialmente, y ni siquiera por su humanismo. Hay un cierto espejismo en esta cuestión. Las historias de las ciencias y tecnologías occidentales no toman estrictamente en cuenta que el «salto», el boom tecnológico y científico europeo, sólo podrá realizarse por el desbloqueo y ruptura del paradigma antiguo producido en el transcurso del siglo XVI, y que sólo en el XVII muestra sus efectos multiplicadores. Se confunde la formulación del nuevo paradigma teórico moderno (siglo XVII) con el origen de la Modernidad, sin dejar tiempo para la crisis del modelo medieval. No se advierte que la revolución científica -para hablar como Kuhn- puede efectuarse desde una Modernidad ya iniciada, anterior, como fruto de un proceso «moderno». Por ello, en el siglo XV (si no consideramos los inventos europeos posteriores) Europa no tiene ninguna superioridad sobre la China. El mismo Needham se deja llevar por el espejismo al escribir: El hecho es que en el desarrollo espontáneo autóctono de la sociedad china no se produjo ningún cambio drástico semejante al Renacimiento y a la revolución científica en Occidente. Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit El colocar el Renacimiento y la revolución científica como siendo un mismo acontecimiento (uno desde el siglo XIV y el otro propiamente en el siglo XVII) muestra la distorsión de la que estamos hablado. El Renacimiento es todavía un acontecimiento europeo de una cultura periférica del estadio III del sistema interregional. La «revolución científica» es el fruto de la formulación del paradigma moderno, que necesitó más de un siglo de Modernidad para su eclosión. Pierre Chaunu escribe: A finales del siglo XV, en la medida en que la literatura histórica nos permite comprenderlo, el Oriente Lejano como entidad comparable al Mediterráneo [...] no resulta bajo ningún aspecto inferior, al menos superficialmente, al Occidente lejano del continente euroasiático. Repitamos: ¿Por qué no China? Por encontrarse en el Extremo Oriente del «sistema interregional», por mirar hacia el «centro»: hacia la India en el Occidente. [32] b) ¿Por qué no en Portugal? Por la misma razón. Es decir, por encontrarse en el Extremo Occidente del mismo «sistema interregional», y por mirar también y siempre hacia el «centro»: hacia la India en el Oriente. La propuesta de Colón en 1484 (de intentar ir al «centro» por el Occidente) al rey de Portugal era tan descabellada como descabellado era para Colón el pretender descubrir un nuevo continente (ya que siempre y sólo intentó, y no pudo concebir otra hipótesis, ir hacia el «centro» del estadio III del sistema interregional). Como hemos visto, las ciudades renacentistas italianas son el extremo occidental (periférico) del sistema interregional, que articularon nuevamente después de las Cruzadas (que fracasan en el 1291) a la Europa continental con el Mediterráneo. Las Cruzadas deben ser consideradas como un intento frustrado de conectarse con el «centro» del sistema, conexión que los turcos han quebrado. Las ciudades italianas, especialmente Génova (que rivalizaba con Venecia, que estaba presente en el Mediterráneo oriental), intentaban abrir el Mediterráneo occidental al Atlántico, para llegar nuevamente por el sur del África al «centro» del sistema. Los genoveses pusieron toda su experiencia en la navegación y el poder económico de su riqueza para abrirse ese camino. Fueron 25 los genoveses los que ocupan Canarias en 1312; son ellos los que invierten en Portugal y los apoyan a construir su poder naviero. Fracasadas las Cruzadas, no pudiendo contar con la expansión de Rusia por la tundra (que avanzando por los bosques helados del Norte llegará en el siglo XVII al Pacífico y Alaska), el Atlántico era la única puerta europea para llegar al «centro» del sistema. Portugal, la primera nación europea ya unificada en el siglo XI, transforma la Reconquista contra los musulmanes en el comienzo de un proceso de expansión mercantil atlántica. En 1419 descubren las islas Madeira, en 1431 las Azores, el Zaire en 1482, en 1498 Vasco de Gama llega a la India (el «centro» del sistema interregional). En 1415 ocupan la Ceuta africano-musulmana; en 1448, EI-Ksar-es-Seghir; Arzila, en 1471. Pero todo esto es la continuación del sistema interregional III cuya conexión son las ciudades italianas: En el siglo XIII, los genoveses y los pisanos aparecen por vez primera en Cataluña; en el siglo XIII, cuando llegan por primera vez a Portugal, los italianos se esfuerzan por atraer a los pueblos ibéricos al comercio internacional [...] Para 1317 la ciudad y el puerto de Lisboa son ya un gran centro del comercio genovés. Un Portugal con contactos con el mundo islámico, con marinos numerosos (agricultores expulsados de una agricultura extensiva), con una economía monetarizada, en «conexión» con Italia, abrió nuevamente la Europa periférica al sistema interregional. No dejó por ello de ser «periferia», ni los portugueses pudieron pretender salir de esa situación ya que Portugal pudo intentar dominar el intercambio comercial en el Mar de los Árabes (el índico), pero nunca pretendió producir las mercancías del Oriente (las telas de seda, los productos tropicales, el oro del mundo sudsahariano, etc.). Es decir, era una potencia intermediaria Y siempre «periférica» de la India, China o el mundo musulmán. Con Portugal estamos en la antesala, pero todavía no en la Modernidad ni en el «sistema-mundo» (el IV estadio del sistema que se originó al menos, entre el Egipto y la Mesopotamia). [33] c) ¿Por qué España inicia el «sistema-mundo», y con él la Modernidad? Por la misma razón que lo impedía en la China y Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit el Portugal. Como España no podía ir hacia el «centro» del «sistema interregional» que se encontraba en Asia central o la India, hacia el Oriente (ya que los portugueses se habían anticipado, y tenían derechos de exclusividad) por el Atlántico Sur (por las costas del África occidental, hasta el Cabo de la Buena Esperanza descubierto en 1487), sólo le quedaba a España una sola oportunidad: ir hacia el «centro», a la India, por el Occidente, por el Oeste, cruzando el Océano Atlántico. Por ello España «tropieza», «encuentra sin buscar» a Amerindia, y con ella entra en crisis todo el «paradigma medieval» europeo (que es el «paradigma» de una cultura periférica, el extremo occidental del estadio III del «sistema interregional») e inaugura, lenta pero irreversiblemente, la primera hegemonía mundial, por ello del único «sistema-mundo» que ha habido en la historia planetaria, que es el sistema moderno, europeo en su «centro», capitalista en su economía. Esta Ética de la Liberación pretende situarse explícitamente (¿será quizá la primera filosofía práctica que lo intenta «explícitamente»?) en el horizonte de este «sistemamundo» moderno, teniendo en consideración no sólo el «centro» (como lo ha hecho exclusivamente la filosofía moderna desde Descartes hasta Habermas, y que por ello ha tenido una visión parcial, provinciana, regional del acontecer ético histórico), sino también desde su «periferia»(y por ello se obtiene una visión planetaria del acontecer humano). Esta cuestión histórica no es anecdótica o informativa, tiene un sentido filosófico stricto sensu. He tratado ya el tema inicialmente en otra obra. En ella mostraba la imposibilidad existencial de Colón, un genovés renacentista, de convencerse de que lo que había descubierto no era la India. Navegaba en su «imaginario» siempre junto a las costas de la Cuarta Península asiática (la que Heinrich Hammer había trazado cartográficamente en Roma en 1489), siempre cerca del Sinus Magnus (Gran Golfo de los griegos, mar territorial de la China) cuando atravesaba el Caribe. Colón murió en 1506 sin haber superado el horizonte del estadio III del «sistema interregional», que nunca pudo sobrepasar. No pudo superar subjetivamente el «sistema interregional» -con una historia de 4.500 años de transformaciones desde el Egipto y la Mesopotamia- y abrirse a nuevo estadio del «sistema-mundo». El primero que sospechó un nuevo (el último nuevo) continente fue Americo Vespucci desde 1503, y por ello fue, existencial y subjetivamente, el primer «moderno», el primero que 26 desplegó el horizonte del «sistema asiático-afro-mediterráneo» como «sistema-mundo», que incorporaba por vez primera a Amerindia. Esta «revolución» de Weltanschauung, del horizonte cultural, científico, religioso, tecnológico, político, ecológico y económico es el origen de la Modernidad, desde un «paradigma mundial» y no meramente eurocéntrico. En el «sistema-mundo» la acumulación en el «centro» es por vez primera acumulación a escala mundial. En el nuevo momento del sistema todo cambia cualitativa o radicalmente, también se modifica hacia adentro el propio «subsistema periférico» europeo medieval. El acontecimiento fundante fue el descubrimiento de Amerindia en 1492. España está preparada para llegar a ser el primer Estado moderno; por el descubrimiento comienza a ser el «centro» de su primera «periferia» (Amerindia), organizando así el inicio del lento deslizamiento del «centro»del antiguo estadio III del «sistema interregional» (la Bagdad del siglo XIII), que había desde la Génova periférica (pero integrante occidental del «sistema») comenzado a reconectarse primero con Portugal, y ahora con España, con Sevilla más exactamente. De inmediato se vuelca en esta Sevilla la riqueza genovesa, italiana. La «experiencia» del Mediterráneo oriental renacentista (y por él la del mundo musulmán, de la India y hasta la China) se articula así con la España imperial de Carlos V (que llega hasta la Europa central de los banqueros de Ausburgo, hasta la Flandes de Amberes y después Amsterdam, con la Bohemia, Hungría, Austria y Milán, y en especial con el Reino de las Dos Sicilias, del sur de Italia hasta Sicilia, Cerdeña, las Baleares y con numerosas islas del Mediterráneo). Por el fracaso económico del proyecto político del «Imperio-mundo» (el emperador Carlos V abdica en 1557), se dejará lugar al «sistema-mundo» del capitalismo mercantil, industrial y actualmente trasnacional. [34] Tomemos como ejemplo un nivel de análisis, entre los muchos que pudieran observarse -no quisiéramos ser criticados de economicistas, por el ejemplo adoptado-. No es casual que veinticinco años después del descubrimiento de las minas de plata del Potosí en el Alto Perú (1545) y de Zacatecas en México (1546) -de donde llegarán a España un total de 18 mil toneladas de plata de 1503 a 1660-, y gracias a las primeras remesas de ese metal precioso, España pudiera pagar, entre otras campañas del Imperio, la gran armada que derrotó a los turcos en 1571 en Lepanto, y con ello se dominaba al Mediterráneo como conexión con el «centro» del antiguo estadio del sistema. ¡Sin embargo, el Mediterráneo Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit había muerto como camino del «centro» hacia la «periferia» occidental, porque el Atlántico se estaba estructurando como «centro» del nuevo sistema-mundo! Escribe Wallerstein: El oro y la plata eran buscados como objetos preciosos, para su consumo en Europa y más aún para el comercio con Asia, pero eran también una necesidad para la expansión de la economía europea. Hemos leído, entre muchas cartas inéditas del Archivo General de Indias de Sevilla, este texto del 1 de Julio de 1550, firmada en la actual Bolivia por Domingo de Santo Tomas: Habrá cuatro años que, para acabar de perderse esta tierra, se descubrió una boca del infierno por la cual cada año inmolan gran cantidad de gente, que la codicia de los españoles sacrifican a su dios que es el oro, y es una mina de plata que se llama Potosí. El resto es por demás conocido. La provincia de la corona española de Flandes reemplazará a España como potencia hegemónica del «centro» del reciente «sistema-mundo» -se libera de España en 1610-. Sevilla, el primer puerto moderno (en relación con Amberes), después de más de un siglo de esplendor, dejará lugar a Amsterdam (ciudad donde escribirá Descartes en 1636 Le Discours de la Méthode, y donde vivirá Spinoza), potencia naviera, pesquera, artesanal, donde fluye la exportación agrícola, de gran pericia en las más variadas ramas de la producción; ciudad que termina, entre otros aspectos, por quebrar a Venecia. Después de más de un siglo, la Modernidad mostraba ya en esta ciudad una urbe con fisonomía propia definitiva: su puerto, los canales que como vías comerciales llegaban a las casas de los burgueses, comerciantes (que usaban sus terceros y cuartos pisos como despensas, de donde se servía por grúas directamente a los barcos); mil detalles de una urbe capitalista. Desde 1689 Inglaterra disputará y terminará por imponerse sobre la hegemonía holandesa -que sin embargo tendrá siempre que compartirla con Francia hasta al menos el 1763. [35] Amerindia, mientras tanto, constituye la estructura fundamental de la primera Modernidad. Del 1492 a 1500 se colonizan unos 50.000 km2 (en el Caribe y Tierra Firme: de Venezuela a Panamá). En 1515 se llegan a 300.000 km2 con unos 27 3.000.000 de amerindios dominados. Hasta 1550 más de 2.000.000 de km2 (que es una extensión mayor a toda la Europa «centro»), y hasta más de 25.000.000 (cifra baja) de indígenas, muchos de los cuales son integrados a sistemas de trabajo que producen valor (en el estricto sentido de Marx) para la Europa «central» (en la «encomienda», «mita», haciendas, etc.). Habrá que agregar desde 1520 los esclavos de las plantaciones que provienen del África (unos 14.000.000 hasta la época final del esclavismo en el siglo XIX, incluyendo a Brasil, Cuba y Estados Unidos). Este enorme espacio y población dará a la Europa, «centro» del «sistema-mundo», la ventaja comparativa definitiva con respecto al mundo musulmán, a la India y a la China. Por ello, en el siglo XVI: La periferia (Europa oriental y la América española) utilizaba trabajo forzado (esclavitud y trabajo obligado [del indio] en cultivos para el mercado [mundial]). El centro utilizaba, cada vez más, mano de obra libre. A los fines de esta obra filosófica nos interesa indicar solamente que nacieron en el «sistema-mundo» las «formaciones sociales periféricas»: La forma de las formaciones periféricas dependerá, finalmente, a un tiempo de la naturaleza de las formaciones precapitalistas agredidas y de la formas de agresión exterior. Ellas serán, al fin del siglo XX, las formaciones periféricas latino americanas, las del África bantú, las del mundo musulmán, de la India, del Sudeste asiático y de la China, a las que habría que agregar parte de la Europa oriental ante el derrumbe del socialismo real. Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit § 0.6. LA MODERNIDAD COMO LA «GESTIÓN» DE LA «CENTRALIDAD» MUNDIAL y SU CRISIS ACTUAL [36] Llegamos así a la tesis central de estas dos secciones. Si la Modernidad fuera, y es nuestra hipótesis, el fruto de la «gestión» de la «centralidad» del primer «sistema-mundo», debemos ahora reflexionar sobre lo que esto significa. Se debe tomar conciencia de que hay diversos momentos en el proceso de las Modernidades: a) En primer lugar, la Modernidad hispánica, humanista, renacentista, ligada todavía al antiguo sistema interregional de la cristiandad mediterránea y musulmana. En ella se concebirá la «gestión» del nuevo sistemamundo desde el paradigma del antiguo sistema interregional. Es decir, España «maneja» la «centralidad» como el dominio a través de la hegemonía de una cultura integral, una lengua, una religión (y de allí el proceso evangelizador que sufrirá Amerindia); como ocupación militar, organización burocrático-política, expropiación económica, presencia demográfica (con cientos de miles de españoles o portugueses que habitarán para siempre América Latina), transformación eco lógica (por la modificación de la fauna flora), etc. Se trata del proyecto del «Imperio-mundo», y del cual vallerstein indica que fracasa con Carlos V. [37] b) En segundo lugar, la Modernidad del centro de Europa, que se inicia con Amsterdam en Flandes, pasa frecuentemente como la única Modernidad (siendo la interpretación de Sombart, Weber, Habermas o la de los mismos postmodernos, lo que producirá una «falacia reduccionista» que oculta el sentido 28 de la Modernidad y, por ello, el sentido de su actual crisis). Este segundo momento de la Modernidad para poder «gestionar» el enorme «sistema-mundo» que de pronto se le abre a la pequeña Holanda, que de provincia de la corona española se sitúa ahora en el «centro» del sistema-mundo, debe efectuar o aumentar su eficacia por simplificación. Es necesario realizar una abstracción (favoreciendo el quantum en desmedro de la qualitas), que deja fuera muchas variables válidas (variables culturales, antropológicas, éticas, políticas, religiosas; aspectos que son valiosos aún para el europeo del siglo XVI), que no permitían una adecuada, «factible» o técnicamente posible «gestión» del sistemamundo. Esta simplificación de la complejidad abarca la totalidad del mundo de la vida, de la relación con la naturaleza (nueva posición ecológica y tecnológica, no teleológica y desde una razón instrumental), ante la propia subjetividad (nueva autocomprensión de la subjetividad conciente), ante la comunidad (la individualidad como nueva relación intersubjetiva y política), y, como síntesis, nueva actitud económica (la posición práctico-productiva del capital). [38] La primera Modernidad hispánica, renacentista y humanista, produjo una reflexión teórica o filosófica de la mayor importancia, que ha pasado desapercibida a la llamada «filosofía moderna» (que sólo es la filosofía de la «segunda Modernidad»). El pensamiento teórico filosófico del siglo XVI tiene relevancia actual porque es el primero, y el único que vivió y expresó la experiencia originaria en el tiempo de la constitución del primer «sistemamundo». Por ello, desde los «recursos» teóricos que se tenían (la filosofía escolástica musulmano-cristiana y renacentista humanista) la cuestión ético filosófica central fue la siguiente: ¿Qué derecho tiene el europeo de ocupar, dominar y «gestionar» las culturas recientemente descubiertas, militarmente conquistadas y que están siendo colonizadas? Desde el siglo XVII, la «segunda Modernidad», no tuvo escrúpulos de conciencia (Gewissen) con preguntas que ya estaban respondidas de facto: desde Amsterdam, Londres o París (en os siglos XVII y XVIII en adelante) el «eurocentrismo» (superideología que fundará la legitimidad de la dominación del sistema-mundo) no será ya puesto en cuestión nunca más, hasta finales del siglo XX –y esto, entre otros movimientos, por la Filosofía de la Liberación. En otra obra hemos tocado la cuestión. Hoy sólo recordaremos el asunto en general. Bartolomé de las Casas Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit muestra en sus numerosas obras, usando un extraordinario aparato bibliográfico fundando racional y cuidadosamente sus argumentos, que la constitución del sistema-mundo como expansión europea en Amerindia (anuncio de la expansión en África y Asia) no tiene derecho alguno; es una violencia injusta, ilegítima, y no puede tener validez ética alguna: Dos maneras generales y principales han tenido los que allá han pasado, que se llaman cristianos, en extirpar y raer de la haz de la tierra aquellas miserandas naciones. La una por injustas, crueles, sangrientas y tiránicas guerras. La otra, después que han muerto todos los que podrían anhelar y suspirar o pensar en libertad, o en salir de los tormentos que padecen, como son los señores naturales y los hombres varones (porque comúnmente no dejan en las guerras a vida sino los mozos y mujeres) oprimiéndoles con la más dura y áspera servidumbre en que jamás hombres ni bestias pudieron ser puestas. La causa porque han muerto y destruido tantas y tales y tan infinito número de ánimas los cristianos, ha sido solamente por tener por fin último el oro y henchirse de riqueza en muy breves días, por la insaciable codicia y ambición que han tenido. Con posterioridad, la filosofía no planteará más esta problemática, que sólo se mostró inevitable en el origen de la implantación del sistema-mundo. Para la Ética de la Liberación esta cuestión es todavía hoy fundamental. [39] En el siglo XVI, entonces, se implanta el sistemamundo en torno a Sevilla, y la filosofía pone en cuestión, desde el antiguo paradigma filosófico, la praxis de dominación, pero no llega a formular el nuevo paradigma. Sin embargo, no debe confundirse la formulación del nuevo paradigma con el origen de la Modernidad. La Modernidad se origina más de un siglo antes (1492) del momento en que se formaliza el paradigma -para expresarnos como Thomas Kuhn- adecuado a la nueva experiencia. Si observamos las fechas de la formulación del nuevo paradigma científico moderno, podremos concluir que acontece en la primera mitad del siglo XVII. Y bien, este nuevo paradigma, acorde a las exigencias de eficacia, «factibilidad» tecnológica de rendimiento económico, de «gestión» de un sistema-mundo 29 enorme y en expansión, es la expresión de un necesario proceso de simplificación por «racionalización» del mundo de la vida, de sus subsistemas (económico, político, cultural, religioso, etc.). La «racionalización» indicada por Werner Sombart, Ernst Troeltsch o Max Weber es efecto y no causa. Por otra parte, los efectos de esa racionalización simplificadora para tornar «manejable» el sistemamundo son quizá más profundos y negativos que lo que Habermas o los postmodernos se imaginan. La subjetividad corporal musulmano-medieval es simplificada: la subjetividad es postulada como un ego, un yo, del cual Descartes escribe: De suerte que este yo, es decir, mi alma, por la que soy lo que soy, es entera: mente distinta del cuerpo y aun es más fácil de conocer que el cuerpo, que SI no hubiera cuerpo no dejaría de ser el alma lo que es. El cuerpo es una mera máquina, res extensa del todo extraña al alma. El mismo Kant escribe: El alma humana debería ser mirada como ligada en la vida presente a dos mundos (zweien Welten) a la vez: de estos mundos, en tanto que forma con el cuerpo una unidad personal, no siente sino el mundo material (materielle); al contrario, como miembro del mundo de los espíritus (als ein Glied der Geisterwelt) [sin cuerpo] recibe y propaga las puras influencias de las naturalezas inmateriales. Este dualismo -que Kant aplicará a la ética, en cuanto que las «máximas» no deben tener motivos empíricos o «patológicos»se articula posteriormente a la negación de la razón prácticomaterial, reemplazada por una razón instrumental que se ocupará del «manejo» técnico, tecnológico (la ética desaparecerá ante una razón more geometrico de la Crítica del Juicio. Es aquí donde una cierta tradición (como la de Heidegger) no ha dejado de percibir la supresión simplificadora de la complejidad orgánica de la vida, que se intenta recuperar con la «Voluntad de Poder» (crítica esbozada por Nietzsche y de otra manera por Foucault). Galileo, con todo el entusiasmo ingenuo de un gran descubrimiento, escribe: Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit La filosofía está escrita en este grandísimo libro que continuamente está abierto ante nuestros ojos, me refiero al universo; pero no puede ser entendido si antes no se atiende a comprender la lengua y a conocer los caracteres en los cuales está escrito. Está escrito en lengua matemática (in lingua mathematica), y los caracteres son triángulos, círculos y las otras figuras geométricas, en las cuales es imposible entender humanamente algo. Sin esta lengua todo es un agitarse vanamente en un oscuro laberinto. [40] Heidegger ya dijo que la «posición mathematica» ante los entes es un tenerlos por sabidos de antemano (en los axiomas de la ciencia, por ejemplo) y abocarse sólo a usados. No se «aprende» un arma, por ejemplo, sino que se aprende a hacer «uso» de ella, porque ya se sabe lo que es: Las mathémata son las cosas, en cuanto las introducimos en el conocimiento, introduciéndolas en el conocimiento como lo que de ellas ya es conocido de antemano, el cuerpo en cuanto materialidad, la planta en cuanto vegetalidad, el animal en su animalidad. La «racionalización» de la vida política (burocratización), de la empresa capitalista (administración), de la vida cotidiana (ascetismo calvinista o puritano), la descorporalización de la subjetividad (con sus efectos alienantes tanto del trabajo vivo criticado por Marx- como en sus pulsiones -analizado por Freud-), la no-eticidad de toda gestión económica o política (entendida sólo como ingeniería técnica), la supresión de la razón prácticocomunica ti va reemplazada por la razón instrumental, la individualidad solipsista que niega la comunidad, etc. Son ejemplos de diversos momentos negados por la indicada simplificación formal de sistemas aparentemente necesaria para una «gestión» de la «centralidad» del sistemamundo que Europa se vio abocada perentoriamente a efectuar. Capitalismo, liberalismo, dualismo (sin valorar la corporalidad), instrumentalismo (el tecnologismo de la razón instrumental), etc., son efectos del manejo de esa función que le cupo a la Europa como «centro» del sistema-mundo. Efectos que se constituyen sistemas que terminan por totalizarse. La vida humana, la cualidad por excelencia, ha sido inmolada a la cantidad. El capitalismo, 30 mediación de explotación y acumulación (efecto del sistemamundo), se transforma después en un sistema formal independiente que, desde su propia lógica autorreferencial y autopoiética, puede destruir la vida humana en todo el planeta. Y esto es lo que Weber sospecha, pero reductivamente. Es decir, advierte parte del fenómeno pero no todo el horizonte del sistemamundo. En efecto, el procedimiento formal de simplificación para tornar «manejable» el sistema-mundo produce subsistemas formales racionalizados que después no tienen pautas internas de autorregulación de sus límites en la propia Modernidad, que pudieran reconducirlos al servicio de la producción, reproducción y crecimiento de la vida humana de cada sujeto ético. Es en este momento cuando surgen las críticas desde dentro del «centro» (y desde la periferia, como la nuestra) contra la misma Modernidad. Ahora se atribuye a la ratio formal toda la causalidad culpable (como «entendimiento [Verstand]» objetual que fija desintegrando), desde Nietzsche a Heidegger, o con los postmodernos -la culpabilidad se anticipará hasta Sócrates (Nietzsche) o hasta Parménides (Heidegger)-. En efecto, las simplificaciones modernas (el dualismo de un ego-alma sin cuerpo, la razón instrumental como último uso de la razón, el racismo de la superioridad de la propia cultura, etc.) tienen muchas semejanzas con la simplificación que el esclavismo griego produjo en el sistema interregional. La Weltanschauung griega convenía al hombre moderno -no va sin complicidad el «retorno» a los griegos por parte de los románticos alemanes-. La superación de la Modernidad significará el considerar críticamente todas estas reducciones simplificadoras producidas desde sus orígenes -y no sólo algunas pocas como imagina Habermas-. La más importante de dichas reducciones, junto a la de la subjetividad solipsista sin comunidad, es la negación de la corporalidad de dicha subjetividad, la vida humana misma como última instancia -a la que se ligan las críticas a la Modernidad por parte de Marx, Nietzsche, Freud, Foucault, Lévinas, y de ésta a la Ética de la Liberación, como veremos a lo largo de esta obra. [41] Por todo ello, el concepto que se tenga de Modernidad determina, como es evidente, la pretensión de su realización (como la de Habermas), o el tipo de las críticas (como las de los postmodernos). En general, toda la disputa entre racionalistas y postmodernos no supera el horizonte eurocéntrico. La crisis de la Modernidad (advertida ya, como hemos anotado frecuentemente, por Nietzsche o Heidegger) se refiere a aspectos internos a Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit Europa. El «mundo periférico» pareciera ser un pasivo espectador de una temática que no le afecta, porque es bárbaro», premoderno o simplemente porque debe ser «modernizado». Es decir, la visión eurocéntrica reflexiona en el problema de la crisis de la Modernidad solamente los momentos europeo-norteamericanos (o aun hoy japoneses), pero minimiza los de la periferia. Romper esta «falacia reduccionista» no es fácil. Intentaremos «indicar» el camino de una tal superación. Si la Modernidad comienza al final del siglo XV, con un proceso renacentista premoderno, y de allí se pasa al propiamente moderno en España, Amerindia forma parte de la «modernidad» desde el momento de la conquista y colonización (el mundo mestizo en América Latina es el único que tiene tanta edad como la Modernidad), ya que fue el primer «bárbaro» que la Modernidad necesita en su definición. Si la Modernidad entra en crisis al final del siglo XX, después de cinco siglos de desarrollo, no se trata sólo por los momentos detectados por Weber o Habermas, o por Lyotard o Welsch, sino que habrá que agregar los propios de una descripción «mundial» del fenómeno de la Modernidad. [42] Si nos situamos, entonces, en el horizonte planetario se pueden distinguir al menos las dos siguientes posiciones ante la problemática planteada, que en realidad manifiestan los dos modelos de Modernidad tal como lo expusimos al comienzo de este capítulo: a) Una primera actitud, que se manifiesta en unos por la afirmación substancia lista «desarrollista» (cuasi-metafísica), que concibe la Modernidad como un fenómeno exclusivamente europeo que se habría expandido desde el siglo XVII sobre las otras culturas «atrasadas» (posición eurocéntrica en el «centro» o modernizadora en la «periferia»); la modernidad sería un fenómeno que hay que terminar de realizar. Algunos de los que asumen esta primera posición (p.e. un Habermas o un Apel), defensores de la razón, lo hacen críticamente, ya que piensan que la superioridad europea no es material, sino formal: gracias a una estructura de preguntas críticas. En otros, se trata en cambio de una negación «nihilista» conservadora, que no acepta en la Modernidad cualidades positivas (en el caso de un Nietzsche o un Heidegger), y que propone prácticamente su aniquilación sin salida. Los postmodernos asumen esta segunda posición (en su ataque frontal a la «razón» en cuanto tal; con diferencias en el caso de Lévinas), aunque, paradójicamente, también defienden parte de la primera posición, desde un eurocentrismo desarrollista. 31 Los filósofos postmodernos saben analizar el arte postmoderno, el impacto de los medios de comunicación, y aunque afirman teóricamente la diferencia, no reflexionan sobre los orígenes de estos sistemas que son frutos de una racionalización propia de la «gestión» de la «centraIidad» europea del sistemamundo, ante la cual son profundamente acríticos y, por ello, no tienen posibilidad de intentar aportar ninguna alternativa (cultural, económica, política, etc.) válida para las naciones periféricas, ni para los pueblos o las grandes mayorías dominados excluidos del centro y/o la periferia. [43] b) Hay una segunda posición, desde la periferia, que considera el proceso de la Modernidad como la indicada «gestión» racional del sistema-mundo. Esta posición intenta recuperar lo recuperable de la Modernidad y negar la dominación y exclusión en el sistema-mundo. Es entonces un proyecto de liberación de la periferia negada desde el origen de la Modernidad. El problema no es la mera superación de la razón instrumental (como para Habermas) o de la razón terror de los postmodernos, sino la superación del mismo sistema-mundo tal como se ha desarrollado hasta hoy durante 500 años. El problema que se descubre es el agotamiento de un sistema civilizatorio que llega a su fin. La superación de la razón cínico-gestora (administrativa mundial) del capitalismo (como sistema económico), del liberalismo (como sistema político), del eurocentrismo (como ideología), del machismo (en la erótica), del predominio de la raza blanca (en el racismo), de la destrucción de la naturaleza (en la ecología), etc." supone la liberación de diversos tipos de víctimas oprimidas y/o excluidas. Es en este sentido que la Ética de la Liberación se define como trans-moderna (ya que los postmodernos son todavía eurocéntricos). Al final del presente estadio civilizatorio se dejan ver en el presente dos límites absolutos del «sistema de los 500 años» como lo llama Noam Chomsky-. Estos límites absolutos son: a) En primer lugar, la destrucción ecológica del planeta. Desde su origen la Modernidad ha constituido a la naturaleza como un objeto «explotable», en vista de aumentar la tasa de ganancia del capital: Por primera vez la naturaleza se convierte puramente en objeto para el hombre, en cosa puramente útil; cesa de reconocérsele como poder para sí. Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit Una vez constituida la tierra como un «objeto explotable» a favor del quantum, del capital, que puede vencer todos los límites, todas las barreras, manifestando así «the great civilising influence of capital», toca al final su límite insuperable, cuando él mismo sea su límite, la barrera infranqueable para el progreso, y estamos llegando a ese momento: La universalidad a la que tiende sin cesar [el capital], encuentra trabas en su propia naturaleza, las que en cierta etapa del desarrollo del capital harán que se le reconozca a él como la mayor barrera para esa tendencia y, por consiguiente, propenderán a la abolición del capital por medio de sí mismo. Siendo la naturaleza para la Modernidad sólo un medio de producción, corre su destino de ser consumida, destruida, y, además, acumulando geométricamente sobre la tierra sus desechos, hasta poner en peligro la reproducción o desarrollo de la misma vida. La vida es la condición absoluta del capital; su destrucción destruye al capital. A esa situación hemos llegado. El «sistema de los 500 años» (la Modernidad o el capitalismo) se enfrenta al primer límite absoluto: la muerte de la vida en su totalidad, por el uso indiscriminado de una tecnología antiecológica constituida progresivamente a partir del solo criterio de la «gestión» cuántica del sistema-mundo en la Modernidad: el aumento de la tasa de ganancia. Pero el capital no puede autolimitarse. Deviene en cuanto tal el peligro supremo para la humanidad. b) El segundo límite absoluto de la modernidad es la destrucción de la misma humanidad. El «trabajo vivo» es la otra mediación esencial del capita como tal: el sujeto humano es el único que puede «crear» nuevo valor (plus valor, ganancia). El capital que vence todas las barreras pone cada vez más tiempo absoluto de trabajo; cuando no puede superar este límite, entonces aumenta la productividad por la tecnología; pero, dicho aumento disminuye la proporción del trabajo humano; hay así humanidad sobrante (desechable, desempleada, excluida). El desempleado no gana salario, dinero; y el dinero es la única mediación en el mercado por la que se puede adquirir mercancías para satisfacer las necesidades. De todas maneras, el trabajo no empleable por el capital aumenta (aumenta la desocupación). Aumenta así la proporción de sujetos necesitados no solventes -tanto en la 32 periferia como en el centro-. Es la pobreza, la pobreza como límite absoluto del capital. Hoy constatamos cómo la miseria crece en todo el planeta. Se trata de la «ley de la Modernidad»: «Esta ley produce una acumulación de miseria proporcionada a la acumulación de capital». El sistema-mundo moderno no puede superar esta contradicción esencial. La Ética de la Liberación reflexiona filosóficamente desde este horizonte planetario del sistema-mundo; desde este doble límite que configura una crisis terminal de un proceso civilizatorio: la destrucción ecológica de la vida en el planeta y la extinción de la misma vida humana en la miseria y en el hambre de la mayoría de la humanidad. Ante estos dos fenómenos coimplicantes de magnitudes planetarias, pareciera ingenuo y hasta ridículo, irresponsable y cómplice, irrelevante y cínico, el proyecto de tantas escuelas filosóficas (en el centro, pero aun peor en la periferia, en América Latina, África o Asia) encerradas en la «torre de marfil» del academicismo estéril eurocéntrico. Ya en 1968 había escrito Marcuse, refiriéndose a los países opulentos del capitalismo tardío: ¿Cuál es el precio que hay que pagar por todos los bienes recibidos, el precio de esta cómoda servidumbre, de todos estos logros, que se los hace pagar a gente que está muy lejos de la metrópoli y dista muchísimo de su opulencia? ¿Tiene la sociedad opulenta conciencia de lo que está haciendo, de cómo está propagando el terror y la esclavitud, de cómo está luchando contra la liberación en todos los confines del globo? De esta manera la Modernidad se enfrenta a la imposibilidad de subsumir las poblaciones, las economías, las naciones, las culturas que atacó agresivamente desde su origen, que excluyó de su horizonte y que arrincona en la miseria. Es todo el tema de la exclusión de la alteridad de América Latina, el África y el Asia, y de su indomable voluntad de sobrevivencia (como reproducción y desarrollo de la vida humana). Volveremos sobre el tema, pero no querríamos aquí dejar de indicar que el «sistema-mundo» globalizador llega a un límite en cuanto simultáneamente excluye al Otro, que «resiste» y desde Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit cuya afirmación parte el proceso de negación de la crítica de la liberación. § 0.7. ¿LIBERACIÓN DE LA FILOSOFÍA? [45] Ante el panorama bosquejado en el anterior parágrafo, la Ética de la Liberación debe, en primer lugar, reflexionar sobre la implantación geopolítica de la misma filosofía, en cuanto se encuentra situada en el «centro» o la «periferia». En efecto, una Filosofía de la «Liberación» (genitivo objetivo: su tema) parece que debería ante todo partir de una liberación de la misma «filosofía» (genitivo subjetivo: el sujeto que la ejerce y el mismo discurso ejercido). En la historia, al menos desde los griegos, la filosofía ha estado frecuentemente atada al carro del poder -es verdad que siempre ha habido, igualmente, contra discursos filosóficos de mayor o menor criticidad: por nuestra parte desearíamos inscribirnos en esta tradición anti-hegemónica-, al etnocentrismo. Pero en los etnocentrismos anteriores (el chino, azteca, hindú, cristiano o musulmán) una cultura se situaba como superior a las culturas con las que entraba en contacto; era un etnocentrismo «regional». En la Modernidad el etnocentrismo europeo fue el primer etnocentrismo «mundial» (el eurocentrismo ha sido el único etnocentrismo mundial que conoce la historia: universalidad y europeísmo se tornan idénticos; esta falacia reduccionista es de la que debe liberarse la filosofía). El mundo o la eticidad del filósofo cuanto es el de un sistema hegemónico (griego, bizantino, musulmán, cristiano medieval, y principalmente el moderno)pretende presentarse como «el mundo» humano por excelencia; el mundo de los Otros es barbarie, marginalidad, no-ser. Tomemos un ejemplo como hilo conductor de nuestra exposición. Charles Taylor ha escrito una obra clásica: Las fuentes del Yo. El hacerse de la identidad moderna. Nuestro filósofo explica su intento: Eso es lo que deseo intentar hacer de aquí en adelante. Pero no es fácil [...] a menudo será cuestión precisamente de articular lo que ha permanecido implícito [...] Pero aquí hay un enorme recurso que es la historia, la articulación de las formas modernas de comprender el bien debe ser una tarea histórica. 33 Este recorrido histórico es «una combinación de lo analítico y de lo cronológico». Se trata de un análisis de los contenidos del yo (Self moderno desde sus «fuentes (sources»> históricas. La elección de un método expositivo, se inspira en obras filosóficas (a), parte de los filósofos griegos (b), y se centra posteriormente exclusivamente en pensadores europeos (e). Esto puede parecer una temática obvia o secundaria sin consecuencias especiales. [46] a) En efecto, deseamos metodológicamente referirnos al modo como Taylor intenta realizar su análisis histórico del desarrollo de la identidad moderna teniendo en cuenta las fuentes (sources) del yo. Cuenta para su empresa, casi exclusivamente, con obras de filósofos (Platón, Agustín, Descartes, Locke...), pensados desde sus propios discursos. Es como una historia filosófica desde la misma filosofía. Está escrita con mano maestra, con conocimientos, con creadora manera de obtener nuevos resultados, pero es sólo una exploración «intra-filosófica» a la que le falta una historia, una economía, una política. Esta limitación meto do lógica le impedirá al autor alcanzar resultados más críticos. No pareciera que el capitalismo, el colonialismo, la continua utilización de la violencia o la agresión militar tengan importancia alguna. b) Un segundo aspecto consiste en resaltar que Taylor parte de Platón en su reconstrucción de la identidad moderna. Con ello repite una larga tradición de la filosofía occidental: se toma a los griegos no sólo como punto de partida de la formalización filosófica, sino también como ejemplo privilegiado para analizar los contenidos concretos de su propia eticidad, en este caso de la articulación ética dirigida hacia el bien (agathón). Se trata de un helenocentrismo de graves consecuencias. A los fines de la reconstrucción de Taylor en relación al concepto de «yo (Self)», le hubiera sido más útil recurrir a «fuentes (sources)» egipcias o mesopotámicas -como lo hemos demostrado en la Sección 1-, pero Taylor recurre a Platón, cayendo en el indicado «helenocentrismo». Paul Ricoeur había mostrado ya en su obra La symbolique du mal que el mito trágico de Prometeo (que Platón repite con su doctrina del ananke) se opone radicalmente al «mito adámico», donde se da la estructura de la «tentación» como dialéctica de voluntades Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit 34 libres (y ciertamente dentro de la tradición adámica debemos situar las «fuentes del yo moderno»). El helenocentrismo distorsiona completamente la investigación de Taylor. desde 1629, como hemos observado más arriba-. Sin embargo, el «bárbaro» no fue considerado como el contexto obligado de toda reflexión sobre la subjetividad, la razón, el cogito. c) Un tercer aspecto. Como en el caso de Hegel -que en este tema fue filosóficamente el iniciador de la cuestión en historia de la filosofía, para Taylor el proceso diacrónico originario de la modernidad sigue el movimiento lineal Agustín-Descartes-Locke, etc. Pasar de Agustín (pensador de un mundo mediterráneo latino periférico del mundo helenístico griego) a Descartes (en la Amsterdam del siglo XVII, centro del sistema-mundo) exigiría muchas explicaciones que a Taylor no interesan. Interpretar la identidad moderna de esa manera eurocéntrica, regional, al no tener en consideración el significado mundial de la Modernidad, ni incluir la periferia de Europa como una fuente también constitutiva del «yo (Self) moderno en cuanto tal, no le permite escudriñar «ciertos» aspectos nuevos de la «identidad moderna» y de las «fuentes del yo». Al comienzo de esta sección hemos citado un texto que revela el eurocentrismo de Max Weber. La pregunta debió ser: ¿no es que el encadenamiento de circunstancias han conducido a que precisamente en el suelo de Occidente y sólo allí, se produjeran fenómenos culturales que -contra lo que siempre nos representamos-, dada la conquista de una posición central en el origen mismo de la historia del sistema mundial, le dieron ventajas comparativas que le permitieron imponer u sistema de dominación sobre las restantes culturas y, además, imponer su cosmovisión con pretensiones de universalidad? Por ello no es inocente un pequeño texto de Taylor: [47] A los filósofos les ha pasado desapercibido, entonces, que el tema de la «universalidad» debió plantearse para la Modernidad de una manera nunca antes abordada. El «eurocentrismo» consiste exactamente en constituir como universalidad abstracta humana en general momentos de la particularidad europea, la primera particularidad de hecho mundial (es decir, la primera universalidad humana concreta). La cultura, la civilización, la filosofía, la subjetividad, etc. moderno-europeas fueron tomadas como la cultura, la civilización, la filosofía, la subjetividad, etc., sin más (humano-universal abstracto). Gran parte de los logros de la Modernidad no fueron exclusiva creatividad del europeo, sino de una continua dialéctica de impacto y contra-impacto, efecto y contra-efecto, de la Europacentro y su periferia aun en lo que pudiéramos llamar la constitución misma de la subjetividad moderna en cuanto tal. El ego cogito, como hemos visto, dice también relación a una protohistoria del siglo XVI que expresa en la ontología de Descartes, pero que no surge de la nada. El ego conquiro (yo conquisto), como un «yo práctico», le antecede. Hernán Cortés, en 1521 antecede a Le Discours de la Méthode (1636) en más de un siglo, como ya hemos indicado. Descartes estudió en La Fleche, colegio jesuita, orden religiosa de amplia implantación en América, África y Asia en ese momento -además, Descartes se sitúa en Amsterdam Este [individualismo posesivo] es en efecto solamente un ejemplo de un proceso general por el cual ciertas prácticas de la Modernidad han sido impuestas, con frecuencia brutalmente, fuera de sus tierras de origen. Para algunas de ellas, esto parece haber sido parte de una dinámica irresistible. Es claro que las prácticas de la ciencia tecnológicamente orientada ayudaron a dar a las naciones en las cuales se desarrollaron una ventaja tecnológica acumulada sobre otras. Esto, combinado con las consecuencias del nuevo énfasis en el movimiento disciplinario que he descrito antes, dio a los ejércitos europeos una ventaja militar marcada y creciente sobre los no europeos desde el siglo XVII hasta cerca de la mitad del siglo XX. Y esto, articulado con las consecuencias prácticas económicas que llamamos capitalismo, permitió a los poderes europeos establecer una hegemonía mundial por algún tiempo. Como vemos, y la cuestión ya la hemos estudiado antes, se sitúa sólo en el siglo XVII el comienzo de la ventaja comparativa. En esta interpretación histórica se deja ver lo que hemos llamado la posición «substancialista», pero en este caso se habla de niveles (económico, tecnológico, militar) ausentes en el análisis posterior del libro. Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit [48] Lo mismo acontece con Habermas. En efecto, el filósofo de Frankfurt escribiendo sobre el contra discurso crítico, expresa exactamente el eurocentrismo en los siguientes textos de su obra El discurso filosófico de la modernidad: El cambio de paradigma desde la razón centrada en el sujeto a la razón comunicativa nos puede alentar a reanudar una vez más ese contradiscurso [Gegendiskurs] que desde el principio es inmanente a la Modernidad [...] Esta salida diferente quizá nos permita tener en cuenta, bajo premisas distintas, las razones de la autocrítica que a sí misma se ha venido haciendo una Modernidad en discordia consigo misma. La nueva crítica [de los postmodernos] a la razón elimina ese contradiscurso inmanente [innewohnenden] a la propia Modernidad, que muy pronto «va a cumplir los doscientos años (!) y que con estas lecciones pretendo recordar». La Europa moderna ha creado «los presupuestos espirituales y las bases materiales de un mundo en que esa mentalidad ha usurpado el puesto de la razón -éste es el verdadero núcleo de la crítica que se ha venido haciendo a la razón desde Nietzsche-. Pero ¿quien otro sino Europa podría sacar de sus propias [eigenen] tradiciones la penetración, la energía, la voluntad de visión y fantasía [...] ?». En estos textos puede considerarse, claramente, lo que llamo «eurocentrismo», y también se evidencia la «falacia desarrollista». En primer lugar, Habermas sitúa en el tiempo el comienzo de ese «contradiscurso»: se trata de Kant (por lo que estaríamos cumpliendo doscientos años). Y bien, en una historia con perspectiva mundial, en una visión no-eurocéntrica de la Modernidad, ese contradiscurso está por cumplir cinco siglos: comenzó en la Isla Hispañola cuando Antón de Montesinos atacó la injusticia que se cumplía con el indio, y de allí llegó a las aulas de Salamanca (que continuaba la crítica iniciada en 1514, como labor teórica y práctica, por Bartolomé de las Casas), cuando se expresó ese contradiscurso naciente en las lecciones universitarias de Francisco de Vitoria sobre De indiis. Como siempre, para los filósofos centro-europeos y alemanes en particular, el siglo XVI no cuenta, y mucho menos América Latina. 35 [49] Además, siendo para nosotros la Modernidad un fenómeno mundial, ese contradiscurso, justamente él y no otro, pudo surgir en la razón crítica europea que se abría y se coconstituía desde la Alteridad marginada, explotada: el Otro ocultado por la Europa dominante (que siempre pretenderá negar dicho contradiscurso). Pero ese contradiscurso europeo (europeo. por su implantación geográfica) es el fruto en centro-europeo también de la periferia-dominada. Bartolomé de las Casas no podría haber criticado a España sin haber residido en la periferia, de no haber escuchado los gemidos y visto las torturas que sufrían los indios. Ese Otro es el origen del contradiscurso europeo. Es evidente que Europa como la parte visible del iceberg, tuviera la hegemonía cultural (económica y política), la «gestión» desde la «centralidad» del sistema de los bienes ideológicos (diría Pierre Bourdieu) de la humanidad, la «información» como Poder, y fuera el «lugar» (el «espacio») privilegiado del planeta para la «discusión» de los problemas mundiales, también filosóficos (esto es, la «filosofía moderna»), pero esa producción intelectual cuando es antihegemónica, aún filosóficamente europea (por ejemplo en Montaigne, Pascal, Rousseau o Marcuse no es sólo europea: no lo es ni por su exclusivo origen, ni tampoco por su significado. Además, en la periferia había igualmente una producción intelectual y filosófica (por ejemplo la de un Francisco Xavier Clavijero, 1731-1787, en México, coetáneo de Kant), pero con un contradiscurso ininteligible para Europa, ya que suponía un horizonte, una visión mundial antihegemónica, y con sólo los recursos (sources) escasos, provinciales, regionales. Clavijero no pudo publicar sus obras en español (en México), sino en italiano (en Italia, en el exilio). A las culturas periféricas se las mantuvo aisladas y sin contactos entre ellas; sólo sI conectaban a través de Europa, habiendo sido previamente reinterpretadas por dicha Europa-centro. La filosofía «europea» no es sólo producto exclusivo de Europa, sino que es producción de la humanidad situada en Europa como «centro», y con la contribución de las culturas periféricas que estaban en un diálogo co-constitutivo esencial. [50] Decir que dicho «contradiscurso» es inmanente a la Modernidad podría aceptarse, si la Modernidad fuera definida mundialmente pero en ese caso la Modernidad debería incluir su Alteridad periférica Sería la Modernidad: a) hegemónica, b) el mundo colonial periférico dominado, en el sistema-mundo, y c) lo excluido como exterioridad. Como de hecho, si se define la Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit Modernidad exclusivamente desde el horizonte europeo, se pretende que dicho «contradiscurso» es también un fruto exclusivo de Europa. De esta manera, la misma periferia, para criticar a Europa, debería europeizarse, porque debería usar un contradiscurso europeo para mostrar a Europa su contradicción, sin poder, una vez más, aportar nada nuevo, debiéndose negar a sí misma. Si, por el contrario, ese contradiscurso es ya el producto dialéctico (afirmación de la alteridad como principio de negación de la negación, movimiento analéctico entonces) de un diálogo crítico desde la Alteridad, no puede decirse que sea exclusiva e intrínsecamente europeo, ni menos aún que sea Europa la única que puede «sacar de sus exclusivas y propias tradiciones» el continuar dicho contradiscurso. Al contrario, es bien posible que sea fuera de Europa desde donde ese contradiscurso pueda ser desarrollado más críticamente, y no como continuación de un discurso extraño o exclusivamente europeo, sino como continuación de una labor crítica que la periferia ya ha dejado estampada en el contradiscurso producido en Europa y en su propio discurso periférico (de hecho, y casi integralmente, cuando no es eurocéntrico es ya un contradiscurso), que se construye con lo periférico o dominado, en el sistema-mundo y desde la afirmación de la exterioridad del excluido. De allí que el estudio del pensamiento (tradiciones y filosofía) en América Latina, Asia o África no sea un tarea anecdótica o paralela al estudio de la filosofía sin más (que sería la europea), sino que se trata de una historia que rescata justamente el contradiscurso no hegemónico, dominado silenciado, olvidado y hasta excluido, el de la alteridad de la Modernidad. Kant (filósofo hegemónico central), o Marx, posteriormente (contradiscurso en Europa) y Clavijero (filósofo periférico y excluido) serán estudiados en el futuro como las dos caras de una misma época del pensamiento humano. Ciertamente Kant por su situación hegemónica) habrá producido una filosofía Crítica que se enfrenta con lo mejor de la producción mundial (situada empíricamente en Europa en el contexto de las ciudades de la Hansa), y que por ello puede ser el punto de arranque de la filosofía en todo el mundo durante dos siglos. Kant, en este sentido estricto, no es exclusivamente un pensador europeo, sino un pensador al que le, cupo (por su situación histórica, política económica, cultural) producir una filosofía Crítica de relevancia mundial. Pero el 36 pensamiento filosófico de Clavijero, de importancia hasta ahora sólo regional, y, por ser una región o una periferia dominada, rápidamente olvidado en su propio México, es la «otra-cara» de la Modernidad, y por ello tiene igualmente relevancia «mundial». Kant/Clavijero son parte del ejercicio filosófico, en el horizonte mundial, centro/periferia/exclusión, en el siglo XVIII. Las historias de las filosofías futuras tendrán una nueva visión mundial de la filosofía y ahondarán aspectos ahora insospechados, cuando se descubra la rica temática de la co-constitución de una temática mundial en la periferia (que produjo también una filosofía-periférica y una filosofía crítica desde la afirmación de la exterioridad excluida) y en el centro del sistema (que produjo en Europa una filosofía-central, que hasta ahora es la única tenida por «filosofía sin más»). La filosofía-centro y la filosofía-periférica (oprimida en el sistema-mundo o simplemente excluida) son las dos caras de la filosofía en la Modernidad, y sus contradiscursos (tanto, en el centro como en la periferia) son un patrimonio de todos los filósofos del mundo, no sólo el de los europeos. [51], Esto es esencial para nuestro proyecto filosófico. La Filosofía de la Liberación es un contra discurso es una filosofía crítica que nace en la periferia (y desde las víctimas, los excluidos) con pretensión de mundialidad. Tiene conciencia expresa de su periferidad y exclusión, pero, al mismo tiempo tiene una pretensión de mundialidad. Enfrenta conscientemente a las filosofías europeas, o norteamericanas (tanto postmoderna como moderna, procedimental como comunitarianista, etc.), que, confunden y aun identifican su europeidad concreta con su desconocida función de «filosofía-centro» durante cinco siglos. Discernir entre a) Europeidad concreta (su propia Sittlichkeit europea) b) la función de «centro» que e cupo ejercer a Europa y c) la estricta universalidad produciría un despertar de la filosofía europea de un profundo sueño en el que estuvo sumida desde su origen moderno ya que su «eurocentrismo» ha cumplido, exactamente, 500 años. Sería necesario tener conciencia explícita de ese «horizonte» siempre presente del Otro colonial, del bárbaro, de las culturas en posición asimétrica, dominadas, «inferiores», excluidas, como una fuente o recurso (source) esencial en la constitución de la identidad del yo moderno, fuente permanente, co-constitutiva. La no consideración de este Otro en la constitución del «yo moderno» invalida prácticamente el análisis histórico de Taylor, dado su carácter eurocéntrico. De ese análisis resulta sólo el Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit descubrimiento de un aspecto de la identidad moderna, autocentrada. No es la identidad de la modernidad constituida dialécticamente desde su alteridad negada («puesta [gesetzt]», en el sentido hegeliano, como no-identidad consigo misma, alienada) desde la «otra-cara» de la modernidad. [52] Para terminar esta ya demasiada larga sección habíamos proyectado referirnos a las filosofías actuales en el mundo periférico, pero debemos renunciar al intento para no alargarnos en demasía. Lo dicho sobre el Asia (§§ 0.1-0.3 y en parte § 0.4) y sobre el mundo musulmán (§ 0.4) puede indicar la cuestión filosófica también en la época anterior a la Modernidad. Por su parte, en la Modernidad, la problemática del África bantú es prototípica; América Latina guarda una cierta especificidad intermedia. El Asia actual, en cambio, tiene una antigua personalidad filosófica. No podemos abarcado todo, por ello hemos elegido exponer un aspecto del debate de la filosofía periférica. Se trata del horizonte actual de la situación de la «filosofía africana». [53] Algunos nos recuerdan que la filosofía egipcia-bantú está en el origen de la filosofía griega, aunque después la reflexión se centra en el «ser-periférico» de la filosofía africana posterior al proceso de emancipación postcolonial -desde 1945 en adelante-. Se coincide en denominar al primer momento de la filosofía postcolonial: a) la «etno-filosofía» -la obra de Tempels expone una ontología de las «fuerzas vitales» donde se manifiesta «la utilización dogmática de los principios fundamentales de la filosofía occidental»; la de Kagame ciertamente avanza hacia una mejor implantación de la reflexión-. El segundo momento podría consistir en b) la «sabiduría filosófica (Philosophic Sagacity»), que intenta recuperar el pensamiento de la sabiduría popular africana -aunque será puesto en cuestión el estatuto propiamente «filosófico» de este «pensamiento»-. El tercer momento, sin consideración cronológica, es el de c) la «filosofía Ideológica», que incluye la producción teórica de los emancipadores del África. d) El cuarto momento podría denominarse la «filosofía profesional» en África. Habría aún que distinguir un quinto momento e) el de la «filosofía africana crítica», que es la que nos interesa. Y entre todas las obras recientes elijo una por su sugerente profundidad en el tema de la existencia humana en el mundo de la «periferia» de la Modernidad, reflexión que parte de la alteridad excluida como resistencia: La crisis del «Muntu». Autenticidad africana y filosofía. 37 [54] Eboussi Boulaga, como todo filósofo crítico de la, periferia, se sitúa ante el horizonte de la Modernidad -efectúa una crítica muy semejante, en su mera apariencia externa, a la de los postmodernos desde un «punto de partida» distinto a toda la filosofía europeo-norteamericana: La oposición dominador-dominado repercute en todas las esferas donde se repite la contradicción de los que son en referencia a los que no son, de los que tienen sobre los que no tienen. El vencido se define por sus privaciones, que proclama como negación la superioridad del señor […] La filosofía, entre muchas actividades y objetos, aparece como alegoría del Poder del vencedor. El Muntu se niega a sí mismo, siempre se encuentra en «asimetría» -«en este sentido el menor blanco desprestigiado, perverso o incapaz le es siempre superior»-. Pero cuando desea afirmar su exterioridad no tiene salida, y, si recurre a la filosofía occidental, menos aún: Y lógicamente, la negación de la negación de sí ocupa el lugar de la afirmación vacía del sujeto, que busca sus atributos, los del ser humano en general, a través de la libertad, la ideología del desarrollo, del Estado y la eficacia. Aquí Eboussi Boulaga efectúa una descripción ontológica de inigualable interés, imposible de ser efectuada por el etnólogo «extranjero», exponiendo lo que podría denominarse el análisis de la alteridad excluida africana como positividad autocrítica, echando mano de algunas categorías-imágenes filosóficas creadas ad hoc. Detengámonos sobre algunos puntos de su exposición, de la que él mismo indica el riesgo: Es real lo que preserva en sí lo originario [...] Es real lo que preserva en sí lo originario como lo que proviene bajo la forma de lo jerarquizado y genealógico. Es real lo que preserva lo originario como destino bajo la forma de reintegración. Lo «real» (y lo sagrado) es la referencia a «lo originario» en el tiempo pasado y en el presente, la «fuerza vital» que se expresa Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit por la «palabra», el «nombre», el «verbo», la «lengua», la «costumbre», la «etnia», el «individuo». Lo «real», excluido, exterior y anterior al Ser periférico del oprimido, guarda un «orden», una «jerarquía», una «genealogía» hacia lo originario: La sucesión de las generaciones determina y evalúa el lugar de los individuos por un estar a más o menos de la distancia que los separa del origen o de la que los actualiza en el representados [...] La autenticidad no es sino esta autorización permanente del origen; es la actualidad de la fuerza originaria. Es por ello que la «tradición» es la «mediación», que en el «símbolo» unifica la pluralidad genealógica, la «armonía» universal, que se actualiza en el «saber» (la Philosophic Sagacity de Odera Oruka): El saber es la celebración de la fuerza vital para reintegrarse. El saber es el conocimiento del ser simbólico de las cosas para jugar la función de conexión y mediación. El «sistema», el todo del universo, vive en el tiempo con «periodicidad» y «ritmo»: El tiempo se pasa y retorna, la fuerza que se expande y recomienza manifiesta la eternidad del Poder sin cesar emanante y expansivo del origen [...] La periodicidad es el tiempo substancial de las cosas […] Todo es alternancia, ritmo [...] El ritmo es vital [...] El ritmo produce el éxtasis, la salida de sí que identifica con la fuerza vital […] No sería exagerado decir que el ritmo es la arquitectónica del ser, que para el ser humano de la civilización de la que exponemos su filosofía, la experiencia fundamental, que escapa a todas las ardides del genio maligno [de Descartes], y que permanece fuera de toda duda es: je danse, donc je vie (Yo danzo, por ello yo vivo). Esta expresión podría en realidad resumir perfectamente toda la Ética de la Liberación: ética de la corporalidad y de la vida, como veremos. Por la «asimilación» el individuo «imita» lo originario, lo que le confiere un ser «analógico». Por 38 «representación», por «sustitución», la existencia es una «metáfora» de lo originario. Por la función del adivino, en el «adivinar» (divination) el individuo, se identifica su imaginario actual con la naturaleza primordial e intenta vanamente aniquilar la individualidad, lo demoníaco, el mal, la enfermedad, lo Enemigo en general, reintegrándolo en el orden armónico de lo primordial: Siendo el paraíso de la inocencia un sueño, las ontologías de la fuerza y los sistemas de lo global son las ontologías y los sistemas de la irresponsabilidad humana. El gran filósofo africano da un juicio conclusivo: El sistema global devela la miseria de su contenido que lo conduce a la esterilidad, a la repetición monótona de afirmaciones vacías y grandilocuentes. [55] ¿Qué hacer desde esta experiencia? ¿Cómo pensar filosóficamente desde esta facticidad alterativa africana? Eboussi Boulaga, con una precisión exigente, afronta la problemática claramente. No se puede negar irresponsablemente esa experiencia de vida (que la etnofilosofía crítica debe reconstruir en profundidad); no se puede volver folklóricamente al pasado originario pretendiendo que es más antiguo que europeo, y del cual depredadoramente el europeo se inspiró; pero tampoco se puede adoptar sin más el proyecto moderno: El círculo de la dialéctica se niega a lo patético, a la problemática que se representa en la conciencia del Muntu desgarrado entre dos mundos, tironeado entre el pasado y el presente, no sabiéndolos cómo reconciliar. Este tema retórico rico de efectos no llega a ser pensado. El Muntu es uno y el mundo es también uno. Ellos son la unidad de la contradicción múltiple. Su unidad no es sino un proceso de unificación. Mientras tanto, hay que preparar el camino. Hay que desmantelar la «simbólica de la dominación (la symbolique de la domination») la «filosofía institucionalizada», que en el África es, ella misma y en primer lugar, «el ejercicio efectivo del poder y la dominación». Es una práctica «autoritaria», que privilegia a una Grecia como europea y desacredita las otras culturas; que legitima Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit el colonialismo y justifica como universalidad la particularidad europea: La filosofía es uno de los símbolos y de las instituciones que el Occidente ha transportado fuera de sí y la ha ofrecido como manera de asimilar a los otros. Se trata de un auténtico proyecto de liberación «de la filosofía». El punto de partida del debate es la «cuestión lingüística»158: Todo comienza cuando el Muntu experimenta el naufragio de su palabra ahogada en la insignificancia, en la posibilidad de lo no-significativo. Esto acontece cuando se habla pero no se hace ya comprender, como un animal que gruñe o un bárbaro que balbucea. Hay que partir de la tradición (y por ello se puede recuperar en parte la intención de los «comunitarianistas» norteamericanos), pero como «utopía crítica», para asumirla superándola. Es necesario «emplear» y «reemplear» la filosofía, pero como una operación para «devenir libres». Pero esto no es todavía una realidad: El Muntu se la pasa tomando conciencia de lo que ha devenido, de lo que la violencia de la historia ha hecho de él. Se la pasa comprobando la inutilidad de la apologética, y a través de ella de la universalidad abstracta. No llega a convencer a nadie por la discusión, ni aún se hace escuchar seriamente, porque lo que le es negado, lo que le es robado es la lengua. Es sólo un bárbaro. La filosofía, y la ética en especial, necesitan entonces liberarse del «eurocentrismo» para devenir, empírica, fácticamente mundial, desde la afirmación de su alteridad excluida, para analizar ahora deconstructivamente su «ser-periférico». La filosofía hegemónica ha sido fruto del pensamiento del mundo como dominación. No ha intentado ser la expresión de una experiencia mundial, y mucho menos de los excluidos del «sistema-mundo», sino exclusivamente regional pero con pretensión de universalidad (es decir, de negar la particularidad de otras culturas). Por ello en las historias de la filosofía en uso sólo se recuerda, en el estadio II del sistema interregional, el mundo greco-romano; en el estadio 39 tercero, muy poco del mundo musulmán (y nada de las sabidurías del Oriente); y en la Modernidad, sólo Europa. Hasta el presente la «comunidad hegemónica filosófica» (europeo-norteamericana) no le ha otorgado reconocimiento ninguno a. los discursos filosóficos de los mundos que hoy se sitúan en la periferia del sistema-mundo. Y ese reconocimiento de la dignidad de otros discursos de la Modernidad fuera de Europa es un hecho práctico que la Ética de la Liberación intenta tornar inevitable, visible, perentorio. Dicho reconocimiento del discurso del Otro, de las víctimas oprimidas y excluidas, es ya el primer momento del proceso ético de liberación «de la filosofía» Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit 40 DE EL LABERINTO DE LA SOLEDAD Octavio Paz LOS HIJOS DE LA MALINCHE La extrañeza que provoca nuestro hermetismo ha creado la leyenda del mexicano, ser insondable. Nuestro recelo provoca el ajeno. Si nuestra cortesía atrae, nuestra reserva hiela. Y las inesperadas violencias que nos desgarran, el esplendor convulso o solemne de nuestras fiestas, el culto a la muerte, acaban por desconcertar al extranjero. La sensación que causamos no es diversa a la que producen los orientales. También ellos, chinos, indostanos o árabes, son herméticos e indescifrables. También ellos arrastran en andrajos un pasado todavía vivo. Hay un misterio mexicano como hay un misterio amarillo y uno negro. El contenido concreto de esas representaciones depende de cada espectador. Pero todos coinciden en hacerse de nosotros una imagen ambigua, cuando no contradictoria: no somos gente segura y nuestras respuestas como nuestros silencios son imprevisibles, inesperados. Traición y lealtad, crimen y amor, se agazapan en el fondo de nuestra mirada. Atraemos y repelemos. No es difícil comprender los orígenes de esta actitud. Para un europeo, México es un país al margen de la Historia universal. Y todo lo que se encuentra alejado del centro de la sociedad aparece como extraño e impenetrable. Los campesinos, remotos, ligeramente arcaicos en el vestir y el hablar, parcos, amantes de expresarse en formas y fórmulas tradicionales, ejercen siempre una fascinación sobre el hombre urbano. En todas partes representan el elemento más antiguo y secreto de la sociedad. Para todos, excepto ante ellos mismos, encarnan lo oculto, lo escondido y que no se entrega sino difícilmente, tesoro enterrado, espiga que madura en las entrañas terrestres, vieja sabiduría escondida entre los pliegues de la tierra. La mujer, otro de los seres que viven aparte, también es figura enigmática. Mejor dicho, es el Enigma. A semejanza del hombre de raza o nacionalidad extraña, incita y repele. Es la imagen de la fecundidad, pero asimismo de la muerte. En casi todas las culturas las diosas de la creación son también deidades de destrucción. Cifra viviente de la extrañeza del universo y de su radical heterogeneidad, la mujer ¿esconde la muerte o la vida?, ¿en qué piensa?, ¿piensa acaso?, ¿siente de veras?, ¿es igual a nosotros? El sadismo se inicia como venganza ante el hermetismo femenino o como tentativa desesperada para obtener una respuesta de un cuerpo que tememos insensible. Porque, como dice Luis Cemuda, "el deseo es una pregunta cuya respuesta no existe". A pesar de su desnudez -redonda, plena- en las formas de la mujer siempre hay algo que desvelar: Eva y Cipris concentran el misterio del corazón del mundo. Para Rubén Darío, como para todos los grandes poetas, la mujer no es solamente un instrumento de conocimiento, sino el conocimiento mismo. El conocimiento que no poseeremos nunca, la suma de nuestra definitiva ignorancia: el misterio supremo. Es notable que nuestras representaciones de la clase obrera no estén teñidas de sentimientos parecidos, a pesar de que también vive alejada del centro de la sociedad -inclusive físicamente, recluida en barrios y ciudades especiales-. Cuando un novelista contemporáneo introduce un personaje que simboliza la salud o la destrucción, la fertilidad o la muerte, no escoge, como podría esperarse, a un obrero -que encierra en su figura la muerte de la vieja sociedad y el nacimiento de otra-. D. H. Lawrence, que es uno de los críticos más violentos y profundos del mundo moderno, describe en casi todas sus obras las virtudes que harían del hombre fragmentario de nuestros días un hombre de verdad, dueño de una visión total del mundo. Para encamar esas virtudes crea personajes de razas antiguas y no europeas. O inventa la figura de Mellors, un guardabosque, un hijo de la tierra. Es posible que la infancia de Lawrence, transcurrida entre las minas de carbón inglesas, explique esta deliberada ausencia. Es sabido que detestaba a los obreros tanto como a los burgueses. Pero ¿cómo explicar que en todas las grandes novelas revolucionarias tampoco aparezcan los proletarios como héroes, sino como fondo? En todas ellas el héroe es siempre el aventurero, el intelectual o el revolucionario profesional. El hombre aparte, que ha renunciado a su clase, a su origen o a su patria. Herencia del romanticismo, sin duda, que hace del héroe un ser antisocial. Además, el obrero es Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit demasiado reciente. y se parece a sus señores: todos son hijos de la máquina. El obrero moderno carece de individualidad. La clase es más fuerte que el individuo y la persona se disuelve en lo genérico. Porque ésa es la primera y más grave mutilación que sufre el hombre al convertirse en asalariado industrial. El capitalismo lo despoja de su naturaleza humana -lo que no ocurrió con el siervo-, puesto que reduce todo su ser a fuerza de trabajo, transformándolo por este solo hecho en objeto. Y como a todos los objetos, en mercancía, en cosa susceptible de compra y venta. El obrero pierde, bruscamente, y por razón misma de su estado social, toda relación humana y concreta con el mundo: ni son suyos los útiles que emplea, ni es suyo el fruto de su esfuerzo. Ni siquiera lo ve. En realidad no es un obrero, puesto que no hace obras o no tiene conciencia de las que hace, perdido en un aspecto de la producción. Es un trabajador, nombre abstracto, que no designa una tarea determinada, sino una función. Así, no lo distingue de los otros hombres su obra, como acontece con el médico, el ingeniero o el carpintero. La abstracción que lo califica -el trabajo medido en tiempono lo separa, sino lo liga a otras abstracciones. De ahí su ausencia de misterio, de problematicidad, su transparencia, que no es diversa a la de cualquier instrumento. La complejidad de la sociedad contemporánea y la especialización que requiere el trabajo extienden la condición abstracta del obrero a otros grupos sociales. Vivimos en un mundo de técnicos, se dice. A pesar de las diferencias de salarios y de nivel de vida, la situación de estos técnicos no difiere esencialmente de la de los obreros: también son asalariados y tampoco tienen conciencia de la obra que realizan. El gobierno de los técnicos, ideal de la sociedad contemporánea, sería así el gobierno de los instrumentos. La función sustituiría al fin; el medio, al creador. La sociedad marcharía con eficacia, pero sin rumbo. Y la repetición del mismo gesto, distintiva de la máquina, llevaría a una forma desconocida de la inmovilidad: la del mecanismo que avanza de ninguna parte hacia ningún lado. Los regímenes totalitarios no han hecho sino extender y generalizar, por medio de la fuerza o de la propaganda, esta condición. Todos los hombres sometidos a su imperio la padecen. 41 En cierto sentido se trata de una transposición a la esfera social y política de los sistemas económicos del capitalismo. La producción en masa se logra a través de la confección de piezas sueltas que luego se unen en talleres especiales. La propaganda y la acción política totalitaria -así como el terror y la represión- obedecen al mismo sistema. La propaganda difunde verdades incompletas, en serie y por piezas sueltas. Más tarde esos fragmentos se organizan y se convierten en teorías políticas, verdades absolutas para las masas. El terror obedece al mismo principio. La persecución comienza contra grupos aislados -razas, clases, disidentes, sospechososhasta que gradualmente alcanza a todos. Al iniciarse, una parte del pueblo contempla con indiferencia el exterminio de otros grupos sociales o contribuye a su persecución, pues se exasperan los odios internos. Todos se vuelven cómplices y el sentimiento de culpa se extiende a toda la sociedad. El terror se generaliza: ya no hay sino persecutores y perseguidos. El persecutor, por otra parte, se transforma muy fácilmente en perseguido. Basta una vuelta de la máquina política. Y nadie escapa a esta dialéctica feroz, ni los dirigentes. El mundo del terror, como el de la producción en serie, es un mundo de cosas, de útiles. (De ahí la vanidad de la disputa sobre la validez histórica del terror moderno.) Y los útiles nunca son misteriosos o enigmáticos, pues el misterio proviene de la indeterminación del ser o del objeto que lo contiene. Un anillo misterioso se desprende inmediatamente del género anillo; adquiere vida propia, deja de ser un objeto. En su forma yace, escondida, presta a saltar, la sorpresa. El misterio es una fuerza o una virtud oculta, que no nos obedece y que no sabemos a qué hora y que va a manifestarse. Pero los útiles no esconden nada, no nos preguntan nada y nada nos responden. Son inequívocos y transparentes. Meras prolongaciones de nuestras manos, no poseen más vida que la que nuestra voluntad les otorga. Nos sirven; luego, gastados, viejos, los arrojamos sin pesar al cesto de la basura, al cementerio de automóviles, al campo de concentración. O los cambiamos a nuestros aliados o enemigos por otros objetos. Todas nuestras facultades, y también todos nuestros defectos, se oponen a esta concepción del trabajo como esfuerzo Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit impersonal, repetido en iguales y vacías porciones de tiempo: la lentitud y cuidado en la tarea, el amor por la obra y por cada uno de los detalles que la componen, el buen gusto, innato ya, a fuerza de ser herencia milenaria. Si no fabricamos productos en serie, sobresalimos en el arte difícil, exquisito e inútil de vestir pulgas. Lo que no quiere decir que el mexicano sea incapaz de convertirse en lo que se llama un buen obrero. Todo es cuestión de tiempo. Y nada, excepto un cambio histórico cada vez más remoto e impensable, impedirá que el mexicano deje de ser un problema, un ser enigmático, y se convierta en una abstracción más. Mientras llega ese momento, que resolverá aniquilándolas- todas nuestras contradicciones, debo señalar que lo extraordinario de nuestra situación reside en que no solamente somos enigmáticos ante los extraños, sino ante nosotros mismos. Un mexicano es un problema siempre, para otro mexicano y para sí mismo. Ahora bien, nada más simple que reducir todo el complejo grupo de actitudes que nos caracteriza -y en especial la que consiste en ser un problema para nosotros mismos- a lo que se podría llamar "moral de siervo", por oposición no solamente la "moral de señor", sino a la moral moderna, proletaria o burguesa. La desconfianza, el disimulo, la reserva cortés que cierra el paso al extraño, la ironía, todas, en fin, las oscilaciones psíquicas con que al eludir la mirada ajena nos eludimos a nosotros mismos, son rasgos de gente dominada, que teme y que finge frente al señor. Es revelador que nuestra intimidad jamás aflore de manera natural, sin el acicate de la fiesta, el alcohol o la muerte. Esclavos, siervos y razas sometidas se presentan siempre recubiertos por una máscara, sonriente o adusta. Y únicamente a solas, en los grandes momentos, se atreven a manifestarse tal como son. Todas sus relaciones están envenenadas por el miedo y el recelo. Miedo al señor, recelo ante sus iguales. Cada uno observa al otro, porque cada compañero puede ser también un traidor. Para salir de sí mismo el siervo necesita saltar barreras, embriagarse, olvidar su condición. Vivir a solas, sin testigos. Solamente en la soledad se atreve a ser. La indudable analogía que se observa entre ciertas de nuestras actitudes y las de los grupos sometidos al poder de un amo, una casta o un Estado extraño, podría resolverse en esta afirmación: el carácter de los mexicanos es un producto de las 42 circunstancias sociales imperantes en nuestro país; la historia de México, que es la historia de esas circunstancias, contiene la respuesta a todas las preguntas. La situación del pueblo durante el periodo colonial sería así la raíz de nuestra actitud cerrada e inestable. Nuestra historia como nación independiente contribuiría también a perpetuar y hacer más neta esta psicología servil, puesto que no hemos logrado suprimir la miseria popular ni las exasperantes diferencias sociales, a pesar de siglo y medio de luchas y experiencias constitucionales. El empleo de la violencia como recurso dialéctico, los abusos de autoridad de los poderosos -vicio que no ha desaparecido todavía- y finalmente el escepticismo y la resignación del pueblo, hoy más visibles que nunca debido a las sucesivas desilusiones posrevolucionarias, completarían esta explicación histórica. El defecto de interpretaciones como la que acabo de bosquejar reside, precisamente, en su simplicidad. Nuestra actitud ante la vida no está condicionada por los hechos históricos, al menos de la manera rigurosa con que en el mundo de la mecánica la velocidad o la trayectoria de un proyectil se encuentra determinada por un conjunto de factores conocidos. Nuestra actitud vital que es un factor que nunca acabaremos de conocer totalmente, pues cambio e indeterminación son las únicas constantes de su ser- también es historia. Quiero decir, los hechos históricos no son nada más hechos, sino que están tejidos de humanidad, esto es, de problematicidad. Tampoco son el mero resultado de otros hechos, que los causan, sino de una voluntad singular, capaz de regir dentro de ciertos límites su fatalidad. La historia no es un mecanismo y las influencias entre los diversos componentes de un hecho histórico son recíprocas, como tantas veces se ha dicho. Lo que distingue a un hecho histórico de los otros hechos es su carácter histórico. O sea, que es por sí mismo y en sí mismo una unidad irreductible a otras. Irreductible e inseparable. Un hecho histórico no es la suma de los llamados factores de la historia, sino una realidad indisoluble. Las circunstancias históricas explican nuestro carácter en la medida que nuestro carácter también las explica a ellas. Ambas son lo mismo. Por eso toda explicación puramente histórica es insuficiente -lo que no equivale a decir que sea falsa-. Basta una observación para reducir a sus verdaderas proporciones la analogía entre la moral de los siervos y la nuestra: las reacciones habituales del mexicano no son privativas de una Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit clase, raza o grupo aislado, en situación de inferioridad. Las clases ricas también se cierran al mundo exterior y también se desgarran cada vez que intentan abrirse. Se trata de una actitud que rebasa las circunstancias históricas aunque se sirve de ellas para manifestarse y se modifica a su contacto. El mexicano, como todos los hombres, al servirse de las circunstancias las convierte en materia plástica y se funde a ellas. Al esculpirlas, se esculpe. Si no es posible identificar nuestro carácter con el de los grupos sometidos, tampoco lo es negar su parentesco. En ambas situaciones el individuo y el grupo luchan, simultánea y contradictoriamente, por ocultarse y revelarse. Mas una diferencia nos separa. Siervos, criados o razas víctimas de un poder extraño cualquiera (los negros norteamericanos, por ejemplo), entablan un combate con una realidad concreta. Nosotros, en cambio, luchamos con entidades imaginarias, vestigios del pasado o fantasmas engendrados por nosotros mismos. Esos fantasmas y vestigios son reales, al menos para nosotros. Su realidad es de un orden sutil y atroz, porque es una realidad fantasmagórica. Son intocables e invencibles, ya que no están fuera de nosotros, sino en nosotros mismos. En la lucha que sostiene contra ellos nuestra voluntad de ser, cuentan con un aliado secreto y poderoso: nuestro miedo a ser. Porque todo lo que es el mexicano actual, como se ha visto, puede reducirse a esto: el mexicano no quiere o no se atreve a ser él mismo. En muchos casos estos fantasmas son vestigios de edades pasadas. Se originaron en la Conquista, en la Colonia, en la Independencia o en las guerras las tenidas contra yanquis y franceses. Otros reflejan nuestros problemas actuales, pero de una manera indirecta, escondiendo o disfrazando su verdadera naturaleza. ¿Y no es extraordinario que, desaparecidas las causas, persistan los efectos? ¿Y que los efectos oculten a las causas? En esta esfera es imposible escindir causas y efectos. En realidad, no hay causas y efectos, sino un complejo de reacciones y tendencias que se penetran mutuamente. La persistencia de ciertas actitudes Y la libertad e independencia que asumen frente a las causas que las originaron conduce a estudiadas en la carne viva del presente y no en los textos históricos. En suma, la historia podrá esclarecer el origen de muchos de nuestros fantasmas, pero no los disipará. Sólo nosotros podemos enfrentamos a ellos. O dicho de otro modo: la historia nos 43 ayuda a comprender ciertos rasgos de nuestro carácter, a condición de que seamos capaces de aislados y denunciados previamente. Nosotros somos los únicos que podemos contestar a las preguntas que nos hacen la realidad y nuestro propio ser. En nuestro lenguaje diario hay un grupo de palabras prohibidas, secretas, sin contenido; claro, y a cuya mágica ambigüedad confiamos la expresión de las más brutales o sutiles de nuestras emociones y reacciones. Palabras malditas, que sólo pronunciamos en voz alta cuando no somos dueños de nosotros mismos. Confusamente reflejan nuestra intimidad: las explosiones de nuestra vitalidad las iluminan y las depresiones de nuestro ánimo las oscurecen. Lenguaje sagrado, corno el de los niños, la poesía y las sectas. Cada letra y cada sílaba están animadas de una vida doble, al mismo tiempo luminosa y oscura, que nos revela y oculta. Palabras que no dicen nada y dice todo. Los adolescentes, cuando quieren presumir de hombres, las pronuncian con voz ronca. Las repiten las señoras, ya para significar su libertad de espíritu ya para mostrar la verdad de sus sentimientos. Pues estas palabras son definitivas, categóricas, a pesar de su ambigüedad y de la facilidad con que varía su significado. Son las malas palabras, único lenguaje vivo en un mundo de vocablos anémicos. La poesía al alcance de todos. Cada país tiene la suya. En la nuestra, en sus breves y desgarradas, agresivas, chispeantes sílabas, parecidas a la momentánea luz que arroja el cuchillo cuando se le descarga contra un cuerpo opaco y duro, se condensan todos nuestros apetitos, nuestras iras, nuestros entusiasmos y los anhelos que pelean en nuestro fondo, inexpresados. Esa palabra es nuestro santo y seña. Por ella y en ella nos reconocemos entre extraños y a ella acudimos cada vez que aflora a nuestros labios la condición de nuestro ser. Conocerla, usarla, arrojándola al aire corno un juguete vistoso o haciéndola vibrar corno un arma afilada, es una manera de afirmar nuestra mexicanidad. Toda la angustiosa tensión que nos habita se expresa en una frase que nos viene a la boca cuando la cólera, la alegría o el entusiasmo nos llevan a exaltar nuestra condición de mexicanos: ¡Viva México, hijos de la Chingada! Verdadero grito de guerra, cargado de una electricidad particular, esta frase es un reto y una Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit afirmación, un disparo, dirigido contra un enemigo imaginario, y una explosión en el aire. Nuevamente, con cierta patética y plástica fatalidad, se presenta la imagen del cohete que sube al cielo, se dispersa en chispas y cae oscuramente. O la del aullido en que terminan nuestras canciones, y que posee a que posee la misma ambigua resonancia: alegría rencorosa, desgarrada afirmación que se abre el pecho y se consume a sí misma. Con ese grito, que es de rigor gritar cada 15 de septiembre, aniversario de la Independencia, nos afirmamos y afirmamos a nuestra patria, frente, contra y a pesar de los demás. ¿Y quiénes son los demás? Los demás son los "hijos de la chingada": los extranjeros, los malos mexicanos, nuestros enemigos, nuestros rivales. En todo caso, los "otros". Esto es, todos aquellos que no son lo que nosotros somos. Y esos otros no se definen sino en cuanto hijos de una madre tan indeterminada Y vaga como ellos mismos. ¿Quién es la Chingada? Ante todo, es la Madre. No una Madre de carne y hueso, sino una figura mítica. La Chingada es una de las representaciones mexicanas de la Maternidad, como la Llorona o la "sufrida madre mexicana" que festejamos el diez de mayo. La Chingada es la madre que ha sufrido, metafórica o realmente, la acción corrosiva e infamante implícita en el verbo que le da nombre. Vale la pena detenerse en el significado de esta voz. En la Anarquía del lenguaje en la América Española, Darío Rubio examina el origen de esta palabra y enumera las significaciones que le prestan casi todos los pueblos hispanoamericanos. Es probable su procedencia azteca: chingaste es xinachtli (semilla de hortaliza) o xinaxtli (aguamiel fermentado). La voz y sus derivados se usan, en casi toda América y en algunas regiones de España, asociados a las bebidas, alcohólicas o no: chingaste son los residuos o heces que quedan en el vaso, en Guatemala y El Salvador; en Oaxaca llaman chingaditos a los restos del café; en todo México se llama chínguere -o, significativamente, piquete- al alcohol; en Chile, Perú y Ecuador la chingana es la taberna; en España chingar equivale a beber mucho, a embriagarse; y en Cuba, un chinguirito es un trago de alcohol. Chingar también implica la idea de fracaso. En Chile y Argentina se chinga un petardo, "cuando no revienta, se frustra o 44 sale fallido". Y las empresas que fracasan, las fiestas que se aguan, las acciones que no llegan a su término, se chingan. En Colombia, chingarse es llevarse un chasco. En el Plata un vestido desgarrado es un vestido chingado. En casi todas partes chingarse es salir burlado, fracasar. Chingar, asimismo, se emplea en algunas partes de Sudamérica como sinónimo de molestar, zaherir, burlar. Es un verbo agresivo, como puede verse por todas estas significaciones: descolar a los animales, incitar o hurgar a los gallos, chunguear, chasquear, perjudicar, echar a perder, frustrar. En México los significados de la palabra son innumerables. Es una voz mágica. Basta un cambio de tono, una inflexión apenas, para que el sentido varíe. Hay tantos matices como entonaciones: tantos significados como sentimientos. Se puede ser un chingón, un Gran Chingón (en los negocios, en la política, en el crimen, con las mujeres), un chingaquedito (silencioso, disimulado, urdiendo tramas en la sombra, avanzando cauto para dar el mazazo), un chingoncito. Pero la pluralidad de significaciones no impide que la idea de agresión -en todos sus grados, desde el simple de incomodar, picar, zaherir, hasta el de violar, desgarrar y matar- se presente siempre como significado último. El verbo denota violencia, salir de sí mismo y penetrar por la fuerza en otro. Y también, herir, rasgar, violar -cuerpos, almas, objetos-, destruir. Cuando algo se rompe, decimos: "Se chingó" Cuando alguien ejecuta un acto desmesurado y contra las reglas, comentamos: “hizo una chingadera”. La idea de romper y de abrir reaparece en casi todas las expresiones. La voz está teñida de sexualidad, pero no es sinónima del acto sexual; se puede chingar a una mujer sin poseerla. Y cuando se alude al acto sexual, la violación o el engaño le prestan un matiz particular. El que chinga jamás lo hace con el consentimiento de la chingada. En suma, chingar es hacer violencia sobre otro. Es un verbo masculino, activo, cruel: pica, hiere, desgarra, mancha. Y provoca una amarga, resentida satisfacción en el que lo ejecuta. Lo chingado es lo pasivo, lo inerte y abierto, por oposición a lo que chinga, que es activo, agresivo y cerrado. El chingón es el macho, el que abre. La chingada, la hembra, la pasividad pura, inerme ante el exterior. La relación entre ambos es violenta, determinada por el poder cínico del primero y la impotencia de la otra. La idea de violación rige oscuramente todos los significados. Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit La dialéctica de "lo cerrado" y "lo abierto" se cumple así con precisión casi feroz. El poder mágico de la palabra se intensifica por su carácter prohibido. Nadie la dice en público. Solamente un exceso de cólera, una emoción o el entusiasmo delirante, justifican su expresión franca. Es una voz que sólo se oye entre hombres, o en las grandes fiestas. Al gritarla, rompemos un velo de pudor, de silencio o de hipocresía. Nos manifestamos tales como somos de verdad. Las malas palabras hierven en nuestro interior, como hierven nuestros sentimientos. Cuando salen, lo hacen brusca, brutalmente, en forma de alarido, de reto, de ofensa. Son proyectiles o cuchillos. Desgarran. Los españoles también abusan de las expresiones fuertes. Frente a ellos el mexicano es singularmente pulcro. Pero mientras los españoles se complacen en la blasfemia y la escatología, nosotros nos especializamos en la crueldad y el sadismo. El español es simple: insulta a Dios porque cree en él. La blasfemia dice Machado, es una oración al revés. El placer que experimentan muchos españoles, incluso algunos de sus más altos poetas, al aludir a los detritos y mezclar la mierda con lo sagrado se parece un poco al de los niños que juegan con lodo. Hay, además del resentimiento, el gusto por los contrastes, que ha engendrado el estilo barroco y el dramatismo de la gran pintura española. Sólo un español puede hablar con autoridad de Onán y Don Juan. En las expresiones mexicanas, por el contrario, no se advierte la dualidad española simbolizada por la oposición de lo real y lo ideal, los místicos y los pícaros, el Quevedo fúnebre y el escatológico, sino la dicotomía entre lo cerrado y lo abierto. El verbo chingar indica el triunfo de lo cerrado, del macho, del fuerte, sobre lo abierto. La palabra chingar, con todas estas múltiples significaciones, define gran parte de nuestra vida y califica nuestras relaciones con el resto de nuestros amigos y compatriotas. Para el mexicano la vida es una posibilidad de chingar o de ser chingado. Es decir, de humillar, castigar y ofender. O a la inversa. Esta concepción de la vida social como combate engendra fatalmente la división de la sociedad en fuertes y débiles. Los fuertes -los chingones sin escrúpulos, duros e inexorables- se rodean de fidelidades ardientes e interesadas. El servilismo ante los poderosos -especialmente entre la casta de los "políticos", esto es, de los profesionales de los negocios públicos- es una de las 45 deplorables consecuencias de esta situación. Otra, no menos degradante, es la adhesión a las personas y no a los principios. Con frecuencia nuestros políticos confunden los negocios públicos con los privados. No importa. Su riqueza o su influencia en la administración les permite sostener una mesnada que el pueblo llama, muy atinadamente, de "lambiscones" (de lamer). El verbo chingar -maligno, ágil y juguetón como un animal de presa- engendra muchas expresiones que hacen de nuestro mundo una selva: hay tigres en los negocios, águilas en las escuelas o en los presidios, leones con los amigos. El soborno se llama "morder". Los burócratas roen sus huesos (los empleos públicos) y en un mundo de chingones, de relaciones duras, presididas por la violencia y el recelo, en el que nadie se abre ni se raja y todos quieren chingar, las ideas y el trabajo cuentan poco. Lo único que vale es la hombría, el valor personal, capaz de imponerse. La voz tiene además otro significado, más restringido. Cuando decimos "vete a la Chingada", enviamos a nuestro interlocutor a un espacio lejano, vago e indeterminado. Al país de las cosas rotas, gastadas. País gris, que no está en ninguna parte, inmenso y vacío. Y no sólo por simple asociación fonética lo comparamos a la China, que es también inmensa y remota. La Chingada, a fuerza de uso, de significaciones contrarias y del roce de labios coléricos o entusiasmados, acaba por gastarse, agotar sus contenidos y desaparecer. Es una palabra hueca. No quiere decir nada. Es la Nada. Después de esta digresión sí se puede contestar a la pregunta ¿qué es la Chingada? La Chingada es la Madre abierta, violada o burlada por la fuerza. El "hijo de la Chingada" es el engendro de la violación, del rapto o de la burla. Si se compara esta expresión con la española, "hijo de puta", se advierte inmediatamente la diferencia. Para el español la deshonra consiste en ser hijo de una mujer que voluntariamente se entrega, una prostituta; para el mexicano, en ser fruto de una violación. Manuel Cabrera me hace observar que la actitud española refleja una concepción histórica y moral del pecado original, en tanto que la del mexicano, más honda y genuina, trasciende Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit anécdota y ética. En efecto, toda mujer, aun la que se da voluntariamente, es desgarrada, chingada por el hombre. En cierto sentido todos somos, por el solo hecho de nacer de mujer, hijos de la Chingada, hijos de Eva. Mas lo característico del mexicano reside, a mi juicio, en la violenta, sarcástica humillación de la Madre y en la no menos violenta afirmación del Padre. Una amiga las mujeres son más sensibles a la extrañeza de la situación- me hacía ver que la admiración por el Padre, símbolo de lo cerrado y agresivo, capaz de chingar y abrir, se transparenta en una expresión que empleamos cuando queremos imponer a otro nuestra superioridad: "Yo soy tu padre". En suma, la cuestión del origen es el centro secreto de nuestra ansiedad y angustia. Vale la pena detenerse un poco en el sentido que todo esto tiene para nosotros. Estamos solos. La soledad, fondo de donde brota la angustia, empezó el día en que nos desprendimos del ámbito materno y caímos en un mundo extraño y hostil. Hemos caído; y esta caída, este sabernos caídos, nos vuelve culpables. ¿De qué? De un delito sin nombre: el haber nacido. Estos sentimientos son comunes a todos los hombres y no hay en ellos nada que sea específicamente mexicano; así pues, no se trata de repetir una descripción que ya ha sido hecha muchas veces, sino de aislar algunos rasgos y emociones que iluminan con una luz particular la condición universal del hombre. En todas las civilizaciones la imagen del Dios Padre apenas destrona a las divinidades femeninas- se presenta como una figura ambivalente. Por una parte, ya sea Jehová, Dios Creador, o Zeus, rey de la creación regulador cósmico, el Padre encarna el poder genérico, origen de la vida; por la otra, es el principio anterior, el Uno, de donde todo nace y adonde todo desemboca. Pero, además, es el dueño del rayo y del látigo, el tirano y el ogro devorador de la vida. Este aspecto -Jehová colérico, Dios de ira, Saturno, Zeus violador de mujeres- es el que aparece casi exclusivamente en las representaciones populares que se hace el mexicano del poder viril. El "macho" representa el polo masculino de la vida. La frase "yo soy tu padre" no tiene ningún sabor paternal, ni se dice para proteger, resguardar o conducir, sino para imponer una superioridad, esto es, para humillar. Su significado real no es distinto al del verbo chingar y algunos de sus derivados. El "Macho" es el Gran Chingón. Una palabra resume la agresividad, impasibilidad, invulnerabilidad, uso 46 descarnado de la violencia, y demás atributos del "macho": poder. La fuerza, pero desligada de toda noción de orden: el poder arbitrario, la voluntad sin freno y sin cauce. La arbitrariedad añade un elemento imprevisto a la figura del "macho". Es un humorista. Sus bromas son enormes, descomunales y desembocan siempre en el absurdo. Es conocida la anécdota de aquel que, para "curar" el dolor de cabeza de un compañero de juerga, le vació la pistola en el cráneo. Cierto o no, el sucedido revela con qué inexorable rigor la lógica de lo absurdo se introduce en la vida. El "macho" hace "chingaderas", es decir, actos imprevistos y que producen la confusión, el horror, la destrucción. Abre al mundo; al abrirlo, lo desgarra. El desgarramiento provoca una gran risa siniestra. A su manera es justo restablece el equilibrio, pone las cosas en su sitio, esto es, las reduce a polvo, miseria, nada. El humorismo del "macho" es un acto de venganza. Un psicólogo diría que el resentimiento es el fondo de su carácter. No sería difícil percibir también ciertas inclinaciones homosexuales, como el uso y abuso de la pistola, símbolo fálico portador de la muerte y no de la vida, el gusto por las cofradías cerradamente masculinas, etc. Pero cualquiera que sea el origen de estas actitudes, el hecho es que el atributo esencial del "macho", la fuerza, se manifiesta casi siempre como capacidad de herir, rajar, aniquilar, humillar. Nada más natural, por tanto, que su indiferencia frente a la prole que engendra. No es el fundador de un pueblo; no es el patriarca que ejerce la patria potestad; no es rey, juez, jefe de clan. Es el poder, aislado en su misma potencia, sin relación ni compromiso con el mundo exterior. Es la incomunicación pura, la soledad que se devora a sí misma y devora lo que toca. No pertenece a nuestro mundo; no es de nuestra ciudad; no vive en nuestro barrio. Viene de lejos, está lejos siempre. Es el Extraño. Es imposible no advertir la semejanza que guarda la figura del "macho" con la del conquistador español. Ese es el modelo -más mítico que real- que rige las representaciones que el pueblo mexicano se ha hecho de los poderosos: caciques, señores feudales, hacendados, políticos, generales, capitanes de industria. Todos ellos son "machos", "chingones". El "macho" no tiene contrapartida heroica o divina. Hidalgo, el "padre de la patria", como es costumbre llamarlo en la jerga ritual de la República, es un anciano inerme, más encarnación del Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit 47 pueblo desvalido frente a la fuerza que imagen del poder y la cólera del padre terrible. .Entre los numerosos santos patronos de los mexicanos tampoco aparece alguno que ofrezca semejanza con las grandes divinidades masculinas. Finalmente, no existe una veneración especial por el Dios padre de la Trinidad, figura más bien borrosa. En cambio, es muy frecuente y constante la devoción a Cristo, el Dios hijo, el Dios joven, sobre todo como víctima redentora. En las iglesias de los pueblos abundan las esculturas de Jesús -en cruz o cubiertas de llagas y heridas- en las que el realismo desollado de los españoles se alía al simbolismo trágico de los indios: las heridas son flores, prendas de resurrección, por una parte, y, asimismo, reiteración de que la vida es la máscara dolorosa de la muerte. Cortés, es decir, al sacrificio final "desprendido del pecho curvo de la Emperatriz". Es un guerrero pero también un niño. Sólo que el ciclo heroico no se cierra: héroe caído, aún espera su resurrección. No es sorprendente que, para la mayoría de los mexicanos, Cuauhtémoc sea el "joven abuelo", el origen de México: la tumba del héroe es la cuna del pueblo. Tal es la dialéctica de los mitos y Cuauhtémoc, antes que una figura histórica, es un mito. Y aquí interviene otro elemento decisivo, analogía que hace de esta historia un verdadero poema en busca de un desenlace: se ignora el lugar de la tumba de Cuauhtémoc. El misterio del paradero de sus restos es una de nuestras obsesiones. Encontrarlo significa nada menos que volver a nuestro origen, reanudar nuestra filiación, romper la soledad. Resucitar. El fervor del culto al Dios hijo podría explicarse, a primera vista, como herencia dé las religiones prehispánicas. En efecto, a la llegada de los españoles casi todas las grandes divinidades masculinas -con la excepción de Tláloc, niño y viejo simultáneamente, deidad de mayor antigüedad- eran dioses hijos, como Xipe, dios del maíz joven, y Huitzilopochtli, el "guerrero del Sur". Quizá no sea ocioso recordar que el nacimiento de Huitzilopochtli ofrece más de una analogía con el de Cristo: también él es concebido sin contacto carnal; el mensajero divino también es un pájaro (que deja caer una pluma en el regazo de Coatlicue); y, en fin, también el niño Huitzilopochtli debe escapar de la persecución de un Herodes mítico. Sin embargo, es abusivo utilizar estas analogías para explicar la devoción a Cristo, como lo sería atribuida a una mera supervivencia del culto a los dioses hijos. Si se interroga a la tercera figura de la tríada, la Madre, escucharemos una respuesta doble. No es un secreto para nadie que el catolicismo mexicano se concentra en el culto a la Virgen de Guadalupe. En primer término: se trata de una Virgen india; en segundo: el lugar de su aparición (ante el indio Juan Diego) es una colina que fue antes santuario dedicado a Tonantzin, "nuestra madre", diosa de la fertilidad entre los aztecas. Como es sabido, la Conquista coincide con el apogeo del culto a dos divinidades masculinas: Quetzalcóatl, el dios del auto sacrificio (crea el mundo, según el mito, arrojándose a la hoguera, en Teotihuacan), y Huitzilopochtli, el joven dios guerrero que sacrifica. La derrota de estos dioses -pues esa fue la Conquista para el mundo indio: el fin de un ciclo cósmico y la instauración de un nuevo reinado divinoprodujo entre los fieles una suerte de regreso hacia las antiguas divinidades femeninas. Este fenómeno de vuelta a la entraña materna, bien conocido de los psicólogos, es sin duda una de las causas determinantes de la rápida popularidad del culto a la Virgen. Ahora bien, las deidades indias eran diosas de fecundidad, ligadas a los ritos cósmicos, los procesos de vegetación y los ritmos agrarios. La Virgen católica es también una Madre (Guadalupe-Tonantzin la llaman aún algunos peregrinos indios) pero su atributo principal no es velar por la fertilidad de la tierra sino ser el refugio de los desamparados. La situación ha cambiado: no se trata ya de asegurar las cosechas sino de encontrar un regazo. La Virgen es el consuelo de los pobres, el escudo de los débiles, el amparo de los oprimidos. En suma, es la Madre de los huérfanos. Todos los hombres nacimos desheredados y nuestra condición verdadera es la orfandad, pero esto es particularmente cierto para los indios y los pobres de México. El culto a la Virgen no El mexicano venera al Cristo sangrante y humillado golpeado por los soldados, condenado por los jueces porque ve en él la imagen transfigurada de su propio destino. Y esto mismo lo lleva a reconocerse en Cuauhtémoc, el joven emperador azteca destronado torturado y asesinado por Cortés. Cuauhtémoc quiere decir "águila que cae". El jefe mexica asciende al poder al iniciarse el sitio de México-Tenochtitlan, cuando los aztecas han sido abandonados sucesivamente por sus dioses, sus vasallos y sus aliados. Asciende sólo para caer, como un héroe mítico. Inclusive su relación con la mujer se ajusta al arquetipo del héroe joven, a un tiempo amante e hijo de la Diosa. Así, López Velarde dice que Cuauhtémoc sale al encuentro de Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit sólo refleja la condición general de los hombres sino una situación histórica concreta, tanto en lo espiritual como en lo material. Y hay más: Madre universal, la Virgen es también la intermediaria, la mensajera entre el hombre desheredado y el poder desconocido, sin rostro: el Extraño. Por contraposición a Guadalupe, que es la Madre virgen, la Chingada es la Madre violada. Ni en ella ni en la Virgen se encuentran rastros de los atributos negros de la Gran Diosa: lascivia de Amaterasu y Afrodita, crueldad de Artemisa y Astarté, magia funesta de Circe, amor por la sangre de Kali. Se trata de figuras pasivas. Guadalupe es la receptividad pura y los beneficios que produce son del mismo orden: consuela, serena, aquieta, enjuga las lágrimas, calma las pasiones. La Chingada es aún más pasiva. Su pasividad es abyecta: no ofrece resistencia a la violencia, es un montón inerte de sangre, huesos y polvo. Su mancha es constitucional y reside, según se ha dicho más arriba, en su sexo. Esta pasividad abierta al exterior la lleva a perder su identidad: es la Chingada. Pierde su nombre, no es nadie ya, se confunde con la nada, es la Nada. Y sin embargo, es la atroz encarnación de la condición femenina. Si la Chingada es una representación de la Madre violada, no me parece forzado asociarla a la Conquista, que fue también una violación, no solamente en el sentido histórico, sino en la carne misma de las indias. El símbolo de la entrega es la Malinche, la amante de Cortés. Es verdad que ella se da voluntariamente al conquistador, pero éste, apenas deja de serle útil, la olvida. Doña Marina se ha convertido en una figura que representa a las indias, fascinadas, violadas o seducidas por los españoles. Y del mismo modo que el niño no perdona a su madre que lo abandone para ir en busca de su padre, el pueblo mexicano no perdona su traición a la Malinche. Ella encarna lo abierto, lo chingado, frente a nuestros indios, estoicos, impasibles y cerrados. Cuauhtémoc y doña Marina son así dos símbolos antagónicos y complementarios, y si no es sorprendente el culto que todos profesamos al joven emperador "único héroe a la altura del arte", imagen del hijo sacrificado-, tampoco es extraña la maldición que pesa contra la Malinche. De ahí el éxito del adjetivo despectivo "malinchista", recientemente puesto en circulación por los periódicos para denunciar a todos los contagiados por tendencias extranjerizantes. Los malinchistas son los partidarios de que México se abra al exterior: los verdaderos 48 hijos de la Malinche, que es la Chingada en persona. De nuevo aparece lo cerrado por oposición a lo abierto. Nuestro grito es una expresión de la voluntad mexicana de vivir cerrados al exterior, sí, pero sobre todo, cerrados frente al pasado. En ese grito condenamos nuestro origen y renegamos de nuestro hibridismo. La extraña permanencia de Cortés y de la Malinche en la imaginación y en la sensibilidad de los mexicanos actuales revela que son algo más que figuras históricas: son símbolos de un conflicto secreto, que aún no hemos resuelto. Al repudiar a la Malinche -Eva mexicana, según la representa José Clemente Orozco en su mural de la Escuela Nacional Preparatoriael mexicano rompe sus ligas con el pasado, reniega de su origen y se adentra solo en la vida histórica. El mexicano condena en bloque toda su tradición, que es un conjunto de gestos, actitudes y tendencias en el que ya es difícil distinguir lo español de lo indio. Por eso la tesis hispanista que nos hace descender de Cortés con exclusión de la Malinche, es el patrimonio de unos cuantos extravagantes -que ni siquiera son blancos puros-. Y otro tanto se puede decir de la propaganda indigenista, que también está sostenida por criollos y mestizos maniáticos, sin que jamás los indios le hayan prestado atención. El mexicano no quiere ser ni indio ni español. Tampoco quiere descender de ellos. Los niega, Y no se afirma en tanto que mestizo sino como abstracción: es un hombre. Se vuelve hijo de la nada, El empieza en sí mismo. Esta actitud no se manifiesta nada más en nuestra vida diaria, sino en el curso de nuestra historia, que en ciertos momentos ha sido encarnizada voluntad de desarraigo. Es pasmoso que un país con un pasado tan vivo, profundamente tradicional atado a sus raíces, rico en antigüedad legendaria si pobre en historia moderna, sólo se conciba como negación de su origen. Nuestro grito popular nos desnuda y revela cuál es esa llaga que alternativamente mostramos o escondemos, pero no nos indica cuáles fueron las causas de esa separación y negación de la Madre, ni cuándo se realizó la ruptura. A reserva de examinar más detenidamente el problema, puede adelantarse que la Reforma liberal de mediados del siglo Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit pasado parece ser el momento en que el mexicano se decide a romper con su tradición, que es una manera de romper con uno mismo. Si la Independencia corta los lazos políticos que nos unían a España, la Reforma niega que la nación mexicana, en tanto que proyecto histórico, continúe la tradición colonial. Juárez y su generación fundan un Estado cuyos ideales son distintos a los que animaban a Nueva España o a las sociedades precortesianas, El Estado mexicano proclama una concepción universal y abstracta del hombre: la República no está compuesta por criollos, indios y mestizos, como con gran amor por los matices y respeto por la naturaleza heteróclita del mundo colonial especificaban las Leyes de Indias, sino por hombres, a secas. Y a solas. La Reforma es la gran ruptura con la Madre. Esta separación era un acto fatal y necesario porque toda vida verdaderamente autónoma se inicia como ruptura con la familia y el pasado. Pero nos duele todavía esa separación. Aun respiramos por la herida. De ahí que el sentimiento, de orfandad sea el fondo constante de nuestras tentativas políticas y de nuestros conflictos íntimos. México está tan solo, como cada uno de sus hijos. El mexicano y la mexicanidad se definen como ruptura y negación. Y, asimismo, como búsqueda, como voluntad por trascender ese estado de exilio. En suma, como viva conciencia de la soledad, histórica y personal. La historia, que no nos podía decir nada sobre la naturaleza de nuestros sentimientos y de nuestros conflictos, sí nos puede mostrar ahora cómo se realizó la ruptura y cuáles han sido nuestras tentativas para trascender la soledad. 49 Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit 50 CONQUISTA Y COLONIA Cualquier contacto con el pueblo mexicano, así sea fugaz, muestra que bajo las formas occidentales laten todavía las antiguas creencias y costumbres. Esos despojos, vivos aún, son testimonio de la vitalidad de las culturas precortesianas. Y después de los descubrimientos de arqueólogos e historiadores ya no es posible referirse a esas sociedades como tribus bárbaras o primitivas. Por encima de la fascinación o del horror que nos produzcan, debe admitirse que los españoles al llegar a México encontraron civilizaciones complejas y refinadas. Mesoamérica, esto es, el núcleo de lo que sería más tarde Nueva España, era un territorio que comprendía el centro y el sur del México actual y una parte de Centroamérica. Al norte, en los desiertos y planicies incultas, vagaban los nómadas, los chichimecas, como de manera genérica y sin distinción de nación llamaban a los bárbaros los habitantes de la Mesa Central. Las fronteras entre unos y otros eran inestables, como las de Roma. Los últimos siglos de Mesoamérica pueden reducirse, un poco sumariamente, a la historia del encuentro entre las oleadas de cazadores norteños, casi todos pertenecientes a la familia náhuatl, y las poblaciones sedentarias. Los aztecas son los últimos en establecerse en el Valle de México. El previo trabajo de erosión de sus predecesores y el desgaste de los resortes íntimos de las viejas culturas locales, hizo posible que acometieran la empresa extraordinaria de fundar lo que Arnold Toynbee llama un Imperio Universal erigido sobre los restos de las antiguas sociedades. Los españoles, piensa el historiador inglés, no hicieron sino sustituirlos, resolviendo en una síntesis política la tendencia a la disgregación que amenazaba al mundo mesoamericano. Cuando se reflexiona en lo que era nuestro país a la llegada de Cortés, sorprende la pluralidad de ciudades y culturas, que contrasta con la relativa homogeneidad de sus rasgos más característicos. La diversidad de los núcleos indígenas y las rivalidades que los desgarraban, indica que Mesoamérica estaba constituida por un conjunto de pueblos, naciones y culturas autónomas, con tradiciones propias, exactamente como el Mediterráneo y otras áreas culturales. Por sí misma, Mesoamérica era un mundo histórico. Por otra parte, la homogeneidad cultural de esos centros muestra que la primitiva singularidad de cada cultura había sido sustituida, en época acaso no muy remota, por formas religiosas y políticas uniformes. En efecto, las culturas madres, en el centro y en el sur, se habían extinguido hacía varios siglos, Sus sucesores habían combinado y recreado toda aquella variedad de expresiones locales. Esta tarea de síntesis había culminado en la erección de un modelo, el mismo, con leves diferencias, para todos. A pesar del justo descrédito en que han caído las analogías históricas, de las que se ha abusado con tanto brillo como ligereza, es imposible no comparar la imagen que nos ofrece Mesoamérica al comenzar el siglo XVI, con la del mundo helenístico en el momento en que Roma inicia su carrera de potencia universal. La existencia de varios grandes estados, y la persistencia de un gran número de ciudades independientes, especialmente en la Grecia insular y continental, no impiden, sino subrayan, la uniformidad cultural de ese universo. Seléucidas, Tolomeos, Macedonios y muchos pequeños y efímeros estados se distinguen entre sí por la diversidad y originalidad de sus respectivas sociedades, sino por las rencillas que fatalmente los dividen. Otro tanto puede decirse de las sociedades mesoamericanas. En unas y otras, diversas tradiciones y herencias culturales se mezclan y acaban por fundirse. La homogeneidad cultural contrasta con las querellas perpetuas que los dividen. En el mundo helenístico la uniformidad se logró a través del predominio de la cultura griega, que absorbe a las culturas orientales. Es difícil determinar cuál fue el elemento unificador de las sociedades indígenas. Una hipótesis, que no tiene más valor que el de apoyarse en una simple reflexión, hace pensar que el papel realizado por la cultura griega en el mundo antiguo fue cumplido en Mesoamérica por la cultura, aún sin nombre propio, que floreció en Tula y Teotihuacan, y a la que, no sin inexactitud, se llama "tolteca". La influencia de las culturas de la Mesa Central en el sur, especialmente en el área ocupada por el llamado segundo Imperio maya, justifica esta idea. Es notable que no exista influencia maya en Teotihuacan. Chichén Itzá, por el contrario, es una ciudad "tolteca". Todo parece indicar, pues, que en cierto momento las formas culturales del centro de México terminaron por extenderse y predominar. Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit Desde un punto de vista muy general se ha descrito a Mesoamérica como un área histórica uniforme, determinada por la presencia constante de ciertos elementos comunes a todas las culturas: agricultura del maíz, calendario ritual, juego de pelota, sacrificios humanos, mitos solares y de la vegetación semejantes, etc. Se dice que todos esos elementos son de origen suriano y que fueron asimilados una y otra vez por las inmigraciones norteñas. Así, la cultura mesoamericana sería el fruto de diversas creaciones del so recogidas, desarrolladas y sistematizadas por grupos nómadas. Este esquema olvida la originalidad de cada cultura local. La semejanza que se observa entre las concepciones religiosas, políticas y míticas de los pueblos indoeuropeos, por ejemplo, no niega la originalidad de cada uno de ellos. De todos modos, más allá de la originalidad particular de cada cultura, es evidente que todas ellas, decadentes o debilitadas, estaban a punto de ser absorbidas por el Imperio azteca, heredero de las civilizaciones de la Meseta. Aquellas sociedades estaban impregnadas de religión. La misma sociedad azteca era un Estado teocrático y militar. Así, la unificación religiosa antecedía, completaba o correspondía de alguna manera a la unificación política. Con diversos nombres, en lenguas distintas, pero con ceremonias, ritos y significaciones muy parecidos, cada ciudad precortesiana adoraba a dioses cada vez más semejantes entre sí. Las divinidades agrarias -los dioses del suelo, de la vegetación y de la fertilidad, como Tláloc- y los dioses nórdicos -celestes, guerreros y cazadores, como Tezcatlipoca, Huitzilopochtli, MixcóatI- convivían en un mismo culto. El rasgo más acusado de la religión azteca en el momento de la Conquista es la incesante especulación teológica que refundía, sistematizaba y unificaba creencias dispersas, propias y ajenas. Esta síntesis no era el fruto de un movimiento religioso popular, como las religiones proletarias que se difunden en el mundo antiguo al iniciarse el cristianismo, sino la tarea de una casta, colocada en el pináculo de la pirámide social. Las sistematizaciones, adaptaciones y reformas de la casta sacerdotal reflejan que en la esfera de las creencias también se procedía por superposición -característica de las ciudades prehispánicas-. Del mismo modo que una pirámide azteca recubre a veces un edificio más antiguo, la unificación religiosa solamente afectaba a la superficie de la conciencia, dejando intactas las creencias primitivas. Esta situación prefiguraba la que introduciría el catolicismo, que también es una religión 51 superpuesta a un fondo religioso original y siempre viviente. Todo preparaba la dominación española. La Conquista de México sería inexplicable sin estos antecedentes. La llegada de los españoles parece una liberación a los pueblos sometidos por los aztecas. Los diversos Estadosciudades se alían a los conquistadores o contemplan con indiferencia, cuando no con alegría, la caída de cada uno de sus rivales y en particular del más poderoso: Tenochtitlan. Pero ni el genio político de Cortés, ni la superioridad técnica -ausente en hechos de armas decisivos como la batalla de Otumba-, ni la defección de vasallos y aliados, hubieran logrado la ruina del Imperio azteca si éste no hubiese sentido de pronto un desfallecimiento, una duda íntima que lo hizo vacilar y ceder. Cuando Moctezuma abre las puertas de Tenochtitlan a los españoles y recibe a Cortés con presentes, los aztecas pierden la partida. Su lucha final es un suicidio y así lo dan a entender todos los textos que tenemos sobre este acontecimiento grandioso y sombrío. ¿Por qué cede Moctezuma? ¿Por qué se siente extrañamente fascinado por los españoles y experimenta ante ellos un vértigo que no es exagerado llamar sagrado -el vértigo lúcido del suicida ante el abismo-? Los dioses lo han abandonado. La gran traición con que comienza la historia de México no es la de los tlaxcaltecas, ni la de Moctezuma y su grupo, sino la de los dioses. Ningún otro pueblo se ha sentido tan totalmente desamparado como se sintió la nación azteca ante los avisos, profecías y signos que anunciaron su caída. Se corre el riesgo de no comprender el sentido que tenían esos signos y profecías para los indios si se olvida su concepción cíclica del tiempo. Según ocurre con muchos otros pueblos y civilizaciones, para los aztecas el tiempo no era una medida abstracta y vacía de contenido, sino algo concreto, una fuerza, sustancia o fluido que se gasta y consume. De ahí la necesidad de los ritos y sacrificios destinados a revigorizar el año o el siglo. Pero el tiempo -o más exactamente: los tiempos-, además de constituir algo vivo que nace, crece, decae, renace, era una sucesión que regresa. Un tiempo se acaba; otro vuelve. La llegada de los españoles fue interpretada por Moctezuma -al menos al principio- no tanto como un peligro "exterior" sino como el acabamiento interno de una era cósmica y el principio de otra. Los Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit dioses se van porque su tiempo se ha acabado; pero regresa otro tiempo y con él otros dioses, otra era. Resulta más patética esta deserción divina cuando se piensa en la juventud y vigor del naciente Estado. Todos los viejos imperios, como Roma y Bizancio, sienten la seducción de la muerte al final de su historia. Los ciudadanos se alzan de hombros cuando llega, siempre tardío, el golpe final del extraño. Hay un cansancio imperial y la servidumbre parece carga ligera al que siente la fatiga del poder. Los aztecas experimentan el calosfrío de la muerte en plena juventud, cuando marchaban hacia la madurez. En suma, la Conquista de México es un hecho histórico en el que intervienen muchas y muy diversas circunstancias, pero se olvida con frecuencia la que me parece más significativa: el suicidio del pueblo azteca. Recordemos cómo la fascinación ante la muerte no es tanto un rasgo de madurez o de vejez como de juventud. Mediodía y medianoche son horas de suicidio ritual. Al mediodía, durante un instante, todo Se detiene y vacila; la vida, como el Sol, se pregunta a sí misma si vale la pena seguir. En ese momento de inmovilidad, que es también de vértigo, a la mitad de su carrera, el pueblo azteca alza la cara: los signos celestes le son adversos. Y siente la atracción de la muerte: Je pense, sur le bord doré de l’univers A ce gôut de périr qui prend la Pythonisse En qui mugit l’espoir que le monde finisse. Una parte del pueblo azteca desfallece y busca al invasor. La otra, sin esperanza de salvación, traicionada por todos, escoge la muerte. Ante la sola presencia de los españoles se produce una escisión en la sociedad azteca, que corresponde al dualismo de sus dioses, de su sistema religioso y de sus castas superiores. La religión azteca, como la de todos los pueblos conquistadores, era una religión solar. En el Sol, el dios que es fuente de vida, el dios pájaro, y en su marcha que rompe las tinieblas y se establece en el centro del cielo como un ejército vencedor en medio de un campo de batalla, el azteca condensa todas las aspiraciones y empresas guerreras de su pueblo. Pues los dioses no son meras representaciones de la naturaleza. Encarnan también los deseos y la voluntad de la sociedad, que se 52 autodiviniza en ellos. Huitzilopochtli, el guerrero del sur, "es el dios tribal de la guerra y del sacrificio... y comienza su carrera con una matanza. Quetzalcóatl-Nanauatzin es el dios-sol de los sacerdotes, que ven en el autosacrificio voluntario la más alta expresión de su doctrina del mundo y de la vida: Quetzalcóatl es un rey-sacerdote, respetuoso de los ritos y de los decretos del destino, que no combate y que se da la muerte para renacer. Huitzilopochtli al contrario, es el sol-héroe de los guerreros, que se defiende, que lucha y que triunfa, invictus sol que abate a sus enemigos con las llamas de su xiucóatl. Cada una de estas personalidades divinas corresponde al ideal de unas de las fracciones principales de la clase dirigente". La dualidad de la religión azteca, reflejo de su división teocrático-militar Y de su sistema social, corresponde también a los impulsos contradictorios que habitan cada ser y cada grupo humano. El instinto de la muerte y el de la vida disputan en cada uno de nosotros. Esas tendencias profundas impregnan la actividad de clases, castas e individuos y en los momentos críticos se manifiestan con toda desnudez. La victoria del instinto de la muerte revela que el pueblo azteca pierde de pronto la conciencia de su destino. Cuauhtémoc lucha a sabiendas de la derrota. En esta íntima y denodada aceptación de su pérdida radica el carácter trágico de su combate. Y el drama de esta conciencia que ve derrumbarse todo en tomo suyo, y en primer término sus dioses, creadores de la grandeza de su pueblo, parece presidir nuestra historia entera. Cuauhtémoc y su pueblo mueren solos, abandonados de amigos, aliados, vasallos y dioses. En la orfandad. La caída de la sociedad azteca precipita la del resto del mundo indio. Todas las naciones que lo componían son presa del mismo horror, que se expresó casi siempre como fascinada aceptación de la muerte. Pocos documentos son tan impresionantes como los escasos que nos restan sobre esa catástrofe que sumió en una inmensa tristeza a muchos seres. He aquí el testimonio maya, según lo relata el Chilam Balam de Chumayel: "El II Ahan Katun llegaron los extranjeros de barbas rubias, los hijos del sol, los hombres de color claro. ¡A y, entristezcámonos porque llegaron!... El palo del blanco bajará, Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit vendrá del cielo, por todas partes vendrá... Triste estará la palabra de Hunab-Ku, única deidad para nosotros, cuando se extienda por toda la tierra la palabra del Dios de los cielos..." y más adelante: "será el comenzar de los ahorcamientos, el estallar del rayo en el extremo del brazo de los blancos" (las armas de fuego)... "cuando caiga sobre los Hermanos el rigor de la pelea, cuando les caiga el tributo en la gran entrada del cristianismo, cuando se funde el principio de los Siete Sacramentos, cuando comience el mucho trabajar en los pueblos y la miseria se establezca en la tierra". El carácter de la Conquista es igualmente complejo desde la perspectiva que nos ofrecen los testimonios legados por los españoles. Todo es contradictorio en ella. Como la Reconquista, es una empresa privada y una hazaña nacional. Cortés y el Cid guerrean, por su cuenta, bajo su responsabilidad y contra la voluntad de sus señores, pero en nombre y provecho del Rey. Son vasallos, rebeldes y cruzados. En su conciencia y en la de sus ejércitos combaten nociones opuestas: los intereses de la Monarquía y los individuales, los de la fe y los del lucro. Y cada conquistador, cada misionero y cada burócrata es un campo de batalla. Si, aisladamente considerados, cada uno representa a los grandes poderes que se disputan la dirección de la sociedad -el feudalismo, la Iglesia y la Monarquía Absoluta-, en su interior pelean otras tendencias. Las mismas que distinguen a España del resto de Europa y que la hacen, en el sentido literal de la palabra, una nación excéntrica. España es la defensora de la fe y sus soldados los guerreros de Cristo. Esta circunstancia no impide al Emperador y a sus sucesores sostener polémicas encarnizadas con el Papado, que el Concilio de Trento no hace cesar completamente. España es una nación todavía medieval y muchas de las instituciones que erige en la Colonia y muchos de los hombres que las establecen son medievales. Al mismo tiempo, el Descubrimiento Y la Conquista de América son una empresa renacentista. Así, España participa también en el Renacimiento -a menos que se piense que sus hazañas ultramarinas, consecuencia de la ciencia, la técnica y aun de los sueños y utopías renacentistas, no forman parte de ese movimiento histórico-. Por otra parte, los conquistadores no son nada más repeticiones del guerrero medieval, que lucha contra moros e infieles. Son aventureros, esto es, gente que se interna en los 53 espacios abiertos y se arriesga en lo desconocido, rasgo también renacentista. El caballero medieval, por el contrario, vive en un mundo cerrado. Su gran empresa fueron las Cruzadas, acontecimiento histórico de signo distinto a la Conquista de América. El primero fue un rescate: el segundo, un descubrimiento y una fundación. Y, en fin, muchos de los conquistadores -Cortés, Jiménez de Quesada- son figuras inconcebibles en la Edad Media. Sus gustos literarios tanto como su realismo político, su conciencia de la obra que realizan tanto como lo que Ortega y Gasset llamaría "su estilo de vida", tienen escasa relación con la sensibilidad medieval. Si España se cierra al Occidente y renuncia al porvenir en el momento de la Contrarreforma, no lo hace sin antes adoptar y asimilar casi todas las formas artísticas del Renacimiento: poesía, pintura, novela arquitectura. Esas formas -amén de otras filosóficas y políticas-, mezcladas a tradiciones e instituciones españolas y de entraña medieval, son trasplantadas a nuestro continente. Y es significativo que la parte más viva de la herencia española en América esté constituida por esos elementos universales que España asimiló en un periodo también universal de su historia. La ausencia de casticismo, tradicionalismo y españolismo -en el sentido medieval que se ha querido dar a la palabra: costra y cáscara de la casta Castilla- es un rasgo permanente de la cultura hispanoamericana, abierta siempre al exterior y con voluntad de universalidad. Ni Juan Ruiz de Alarcón, ni Sor Juana, ni Darío, ni Bello, son espíritus tradicionales, castizos. La tradición española que heredamos los hispanoamericanos es la que en España misma ha sido vista con desconfianza o desdén: la de los heterodoxos, abiertos hacia Italia o hacia Francia. Nuestra cultura, como una parte de la española, es libre elección de unos cuantos espíritus. Y así, según apuntaba Jorge Cuesta, se define como una libertad frente al pasivo tradicionalismo de nuestros pueblos. Es una forma, a veces superpuesta o indiferente a la realidad que la sustenta. En ese carácter estriba su grandeza y también, en algunos casos, su vacuidad o su impotencia. El crecimiento de nuestra lírica -que es por naturaleza diálogo entre el poeta y el Mundo- y la relativa pobreza de nuestras formas épicas y dramáticas, reside acaso en este carácter ajeno, desprendido de la realidad, de nuestra tradición. La disparidad de elementos y tendencias que se observan en la Conquista no enturbia su clara unidad histórica. Todos ellos Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit reflejan la naturaleza del Estado español, cuyo rasgo más notable consistía en ser una relación artificial, una construcción política en el más estricto de los significados de la palabra. La monarquía española nace de una violencia: la que los Reyes Católicos Y sus sucesores imponen a la diversidad de pueblos y naciones sometidos a su dominio. La unidad española fue, y sigue siendo, fruto de la voluntad política del Estado, ajena a la de los elementos que la componen. (El catolicismo español siempre ha vivido en función de esa voluntad. De ahí, quizá, su tono beligerante, autoritario e inquisitorial.) La rapidez con que el Estado español asimila y organiza las conquistas que realizan los particulares muestra que una misma voluntad, perseguida con cierta coherente inflexibilidad, anima las empresas europeas y las de ultramar. Las colonias alcanzaron en poco tiempo una complejidad y perfección que contrasta con el lento desarrollo de las fundadas por otros países. La previa existencia de sociedades estables y maduras facilitó, sin duda, la tarea de los españoles, pero es evidente la voluntad hispana de crear un mundo a su imagen. En 1604, a menos de un siglo de la caída de Tenochtitlan, Balbuena da a conocer la Grandeza mexicana. En resumen, se contemple la Conquista desde la perspectiva indígena o desde la española, este acontecimiento es expresión de una voluntad unitaria. A pesar de las contradicciones que la constituyen, la Conquista es un hecho histórico destinado a crear una unidad de la pluralidad cultural y política precortesiana. Frente a la variedad de razas, lenguas, tendencias y Estados del mundo prehispánico, los españoles postulan un solo idioma, una sola fe, un solo Señor. Si México nace en el siglo XVI, hay que convenir que es hijo de una doble violencia imperial y unitaria: la de los aztecas y la de los españoles. El Imperio que funda Cortés sobre los restos de las viejas culturas aborígenes era un organismo subsidiario, satélite del sol hispano. La suerte de los indios pudo ser así la de tantos pueblos que ven humillada su cultura nacional, sin que el nuevo orden mera superposición tiránica- abra sus puertas a la participación de los dominados. Pero el Estado fundado por los españoles fue un orden abierto. Y esta circunstancia, así como las modalidades de la participación de los vencidos en la actividad central de la nueva sociedad: la religión, merecen un examen detenido. La historia de México, y aun la de cada mexicano, arranca precisamente de esa situación. Así pues, el estudio del orden colonial es imprescindible. 54 La determinación de las notas más salientes de la religiosidad colonial -sea en sus manifestaciones populares o en las de sus espíritus más representativos- nos mostrará el sentido de nuestra cultura y el origen de muchos de nuestros conflictos posteriores. La presteza con que el Estado español -eliminando ambiciones de encomenderos, infidelidades de oidores y rivalidades de toda índole- recrea las nuevas posesiones a imagen y semejanza de la Metrópoli, es tan asombrosa como la solidez del edificio social que construye. La sociedad colonial es un orden hecho para durar. Quiero decir, una sociedad regida conforme a principios jurídicos, económicos y religiosos plenamente coherentes entre sí y que establecían una relación viva y armónica entre las partes y el todo. Un todo suficiente, cerrado al exterior pero abierto a lo ultraterreno. Es muy fácil reír de la pretensión ultraterrena de la sociedad colonial. Y más fácil aún denunciarla como una forma vacía, destinada a encubrir los abusos de los conquistadores o a justificarlos ante sí mismos y ante sus víctimas. Sin duda esto es verdad, pero no lo es menos que esa aspiración ultraterrena no era un simple añadido, sino una fe viva y que sustentaba, como la raíz al árbol, fatal y necesariamente, otras formas culturales y económicas. El catolicismo es el centro de la sociedad colonial porque de verdad es la fuente de vida que nutre las actividades, las pasiones, las virtudes y hasta los pecados de siervos y señores, de funcionarios y sacerdotes, de comerciantes y militares. Gracias a la religión el orden colonial no es una mera superposición de nuevas formas históricas, sino un organismo viviente. Con la llave del bautismo el catolicismo abre las puertas de la sociedad y la convierte en un orden universal, abierto a todos los pobladores. Y al hablar de la Iglesia católica, no me refiero nada más a la obra apostólica de los misioneros, sino a su cuerpo entero, con sus santos, sus prelados rapaces, sus eclesiásticos pedantes, sus juristas apasionados, sus obras de caridad y su atesoramiento de riquezas. Es cierto que los españoles no exterminaron a los indios porque necesitaban la mano de obra nativa para el cultivo de los enormes feudos y la explotación minera. Los indios eran bienes que no convenía malgastar. Es difícil que a esta consideración se hayan mezclado otras de carácter humanitario. Semejante Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit hipótesis hará sonreír a cualquiera que conozca la conducta de los encomenderos con los indígenas. Pero sin la Iglesia el destino de los indios habría sido muy diverso. Y no pienso solamente en la lucha emprendida para dulcificar sus condiciones de vida y organizados de manera más justa y cristiana, sino en la posibilidad que el bautismo les ofrecía de formar parte, por la .virtud de la consagración, de un orden y de una Iglesia. Por la fe católica los indios, en situación de orfandad, rotos los lazos con sus antiguas culturas, muertos sus dioses tanto como sus ciudades encuentran un lugar en el mundo. Esa posibilidad de pertenecer a un orden vivo, así fuese en la base de la pirámide social, les fue despiadadamente negada a los nativos por los protestantes de Nueva Inglaterra. Se olvida con frecuencia que pertenecer a la fe católica significaba encontrar un sitio en el Cosmos. La huida de los dioses y la muerte de los jefes habían dejado al indígena en una soledad tan completa como difícil de imaginar para un hombre moderno, El catolicismo le hace reanudar sus lazos con el mundo y el trasmundo. Devuelve sentido a su presencia en la tierra, alimenta sus esperanzas y justifica su vida y su muerte. Resulta innecesario añadir que la religión de los indios, como la de casi todo el pueblo mexicano, era una mezcla de las nuevas y las antiguas creencias. No podía ser de otro modo, pues el catolicismo fue una religión impuesta. Esta circunstancia, de la más alta trascendencia desde otro punto de vista, carecía de interés inmediato para los nuevos creyentes. Lo esencial era que sus relaciones sociales, humanas y religiosas con el mundo circundante y con lo Sagrado se habían restablecido. Su existencia particular se insertaba en un orden más vasto. No por simple devoción o servilismo los indios llamaban "tatas" a los misioneros y "madre" a la Virgen de Guadalupe. La diferencia con las colonias sajonas es radical. Nueva España conoció muchos horrores, pero por lo menos ignoró el más grave de todos: negarle un sitio, así fuere el último en la escala social, a los hombres que la componían. Había clases, castas, esclavos, pero que había parias, gente sin condición social determinada o sin estado jurídico, moral o religioso. La diferencia con el mundo de las modernas sociedades totalitarias es también decisiva. 55 Es cierto que Nueva España, al fin y al cabo sociedad satélite, no creó un arte, un pensamiento, un mito o formas de vida originales. (Las únicas creaciones realmente originales de América -y no excluyo naturalmente a los Estados Unidos- son las precolombinas.) También es cierto que la superioridad técnica del mundo colonial y la introducción de formas culturales más ricas y complejas que las mesoamericanas, no bastan para justificar una época. Pero la creación de un orden universal, logro extraordinario de la Colonia, sí justifica a esa sociedad y la redime de sus limitaciones. La gran poesía colonial, el arte barroco, las Leyes de Indias, los cronistas, historiadores y sabios y, en fin, la arquitectura novohispana, en la que todo, aun los frutos fantásticos y los delirios profanos, se armoniza bajo un orden tan riguroso como amplio, no son sino reflejos del equilibrio de una sociedad en la que también todos los hombres y todas las razas encontraban sitio, justificación y sentido. La sociedad estaba regida por un orden cristiano que no es distinto al que se admira en templos y poemas. No pretendo justificar a la sociedad colonial. En rigor, mientras subsista esta o aquella forma de opresión, ninguna sociedad se justifica. Aspiro a comprenderla como una totalidad viva y, por eso, contradictoria. Del mismo modo me niego a ver en los sacrificios humanos de los aztecas una expresión aislada de crueldad sin relación con el resto de esa civilización: la extracción de corazones y las pirámides monumentales, la escultura y el canibalismo ritual, la poesía y la "guerra florida", la teocracia y los mitos grandiosos son un todo indisoluble, Negar esto es tan infantil como negar al arte gótico o a la poesía provenzal en nombre de la situación de los siervos medievales, negar a Esquilo porque había esclavos en Atenas, La historia tiene la realidad atroz de una pesadilla; la grandeza del hombre consiste en hacer obras hermosas y durables con la sustancia real de esa pesadilla. O, dicho de otro modo: transfigurar la pesadilla en visión, liberarnos, así sea por un instante, de la realidad disforme por medio de la creación, Durante siglos España digiere y perfecciona las ideas que le habían dado el ser. La actividad intelectual no deja de ser creadora, pero solamente en la esfera del arte y dentro de los límites que se sabe, La crítica -que en esos siglos y en otras partes es la más alta forma de creación- existe apenas en ese mundo cerrado y satisfecho, Hay, sí, la sátira, la disputa teológica y una actividad constante por extender, perfeccionar y hacer más sólido Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit el edificio que albergaba a tantos y tan diversos pueblos. Pero los principios que rigen a la sociedad son inmutables e intocables, España no inventa ya, ni descubre: se extiende, se defiende, se recrea, No quiere cambiar, sino durar. Y otro tanto ocurre con sus posesiones ultramarinas. Superada la primera época de borrascas y disturbios, la Colonia padece crisis periódicas -como la que atraviesan Sigüenza y Góngora y Sor Juana- pero ninguna de ellas toca las raíces del régimen o pone en tela de juicio los principios en que se funda El mundo colonial era proyección de una sociedad que había ya alcanzado su madurez y estabilidad en Europa. Su originalidad es escasa. Nueva España no inventa: aplica y adapta, Todas sus creaciones, incluso la de su propio ser, son reflejos de las españolas, y la permeabilidad con que lentamente las formas hispánicas aceptan las modificaciones que les impone la realidad novohispana, no niega el carácter conservador de la Colonia, Las sociedades tradicionales observa Ortega y Gasset, son realistas: desconfían de los saltos bruscos pero cambian despacio, aceptando las sugestiones de la realidad. La "Grandeza mexicana" es la de un sol inmóvil, mediodía prematuro que ya nada tiene que conquistar sino su descomposición. La especulación religiosa había cesado desde hacía siglos. La doctrina estaba hecha y se trataba sobre todo de vivirla, La Iglesia se inmoviliza en Europa, a la defensiva, La escolástica se defiende mal, como las pesadas naves españolas, presa de las más ligeras de holandeses e ingleses. La decadencia del catolicismo europeo coincide con su apogeo hispanoamericano: se extiende en tierras nuevas en el momento en que ha dejado de ser creador. Ofrece una filosofía hecha y una fe petrificada, de modo que la originalidad de los nuevos creyentes no encuentra ocasión de manifestarse. Su adhesión es pasiva. El fervor y la profundidad de la religiosidad mexicana contrastan con la relativa pobreza de sus creaciones. No poseemos una gran poesía religiosa, como no tenemos una filosofía original, ni un solo místico o reformador de importancia. Esta situación paradójica -y no por eso menos real- explica buena parte de nuestra historia y es el origen de muchos de nuestros conflictos psíquicos. El catolicismo ofrece un refugio a los descendientes de aquellos que habían visto la exterminación de sus clases dirigentes, la destrucción de sus templos y manuscritos 56 y la supresión de las formas superiores de su cultura pero, por razón misma de su decadencia europea, les niega toda posibilidad de expresar Su singularidad. Así, redujo la participación de los fieles a la más elemental y pasiva de las actitudes religiosas. Pocos podían alcanzar una comprensión más entera de sus nuevas creencias. Y la inmovilidad de éstas, así como la del enmohecido aparato escolástico, hacía más difícil toda participación creadora. Agréguese que el conjunto de los creyentes descendía de las clases inferiores de la antigua sociedad. Por tal razón, eran gente con una tradición cultural pobre (los depositarios del saber mágico y religioso, guerreros y sacerdotes, habían sido exterminados o españolizados). En suma, la creación religiosa estaba vedada a los creyentes a consecuencia de las circunstancias que determinaban su participación. De ahí la relativa infecundidad del catolicismo colonial, sobre todo si se recuerda su fertilidad entre bárbaros y romanos, cristianizados en el momento en que la religión era la única fuerza viva del mundo antiguo. No es difícil, pues, que nuestra actitud antitradicional y la ambigüedad de nuestra posición frente al catolicismo se originen en este hecho. Religión y Tradición se nos han ofrecido siempre como formas muertas, inservibles, que mutilan o asfixian nuestra singularidad. No es sorprendente, en estas circunstancias, la persistencia del fondo precortesiano. El mexicano es un ser religioso y su experiencia de lo Sagrado es muy verdadera, mas ¿quién es su Dios: las antiguas divinidades de la tierra o Cristo? Una invocación chamela, verdadera plegaria a pesar de la presencia de ciertos elementos mágicos, responde con claridad a esta pregunta: Santa tierra, santo cielo; Dios Señor, Dios Hijo, santa tierra, santo cielo, santa gloria, hazte cargo de mí, represéntame; ve mi trabajo, ve mi labor, ve mi sufrir. Gran Hombre, gran Señor, gran padre, gran petome, gran espíritu de mujer, ayúdame. En tus manos pongo el tributo; aquí está la reposición de su chulel. Por mi incienso, por mis velas, espíritu de la luna, virgen madre del cielo, virgen madre de la tierra; Santa Rosa, por tu primer hijo, por tu primera gloria, ve a tu hijo estrujado en su espíritu, en su chulel. Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit En muchos casos el catolicismo sólo recubre las antiguas creencias cosmogónicas. He aquí cómo el mismo chamula, Juan Pérez Jolote, nuestro contemporáneo según el Registro Civil, nuestro antepasado si se atiende a sus creencias, describe la imagen de Cristo en una iglesia de su pueblo, explicando lo que significa para él y su raza: Este que está encajonado es el señor San Manuel; se llama también señor San Salvador, o señor San Mateo; es el que cuida a la gente, a las criaturas. A él se le pide que cuide a uno en la casa, en los caminos, en la tierra. Este otro que está en la cruz es también el señor San Mateo; está enseñando, está mostrando cómo se muere en la cruz, para enseñarnos a respetar... antes de que naciera San Manuel, el sol estaba frío igual que la luna. En la tierra vivían los pukujes, que se comían a la gente. El sol empezó a calentar cuando nació el niño Dios, que es hijo de la Virgen, el señor San Salvador. En el relato del chamula, caso extremo y por lo tanto ejemplar, es visible la superposición religiosa y presencia imborrable de los mitos indígenas. Antes del nacimiento de Cristo, el Sol -ojo de Dios- no calienta. El astro es un atributo de la divinidad. De ahí que el chamula repita que gracias a la presencia de Dios la naturaleza se pone en marcha. ¿No es ésta una versión, muy deformada, del hermoso mito de la creación del mundo? En Teotihuacan los dioses también se enfrentan al problema del astrofuente-de-vida. Y sólo el sacrificio de Quetzalcóatl pone en movimiento al Sol y salva al mundo del incendio sagrado. La persistencia del mito precortesiano subraya la diferencia entre la concepción cristiana y la indígena; Cristo salva al mundo porque nos redime y lava la mancha del pecado original. Quetzalcóatl no es tanto un dios redentor como re-creador. La noción del pecado para los indios está todavía ligada a la idea de salud y enfermedad, personal, social y cósmica. Para el cristiano se trata de salvar el alma individual, desprendida del grupo y del cuerpo. El cristianismo condena al mundo; el indio sólo concibe la salvación personal como parte de la del cosmos y de la sociedad. Nada ha trastornado la relación filial del pueblo con lo Sagrado, fuerza constante que da permanencia a nuestra nación y 57 hondura a la vida afectiva de los desposeídos. Pero nada tampoco ha logrado hacerla más despierta y fecunda, ni siquiera la mexicanización del catolicismo, ni siquiera la Virgen de Guadalupe. Por eso los mejores no han vacilado en desprenderse del cuerpo de la Iglesia y salir a la intemperie. Allí, en la soledad y desnudez del combate espiritual, han respirado un poco de ese "aire religioso fresco" que pedía Jorge Cuesta. La época de Carlos II es una de las más tristes y vacías de la historia de España. Todas sus reservas espirituales habían sido devoradas por el fuego de una vida y un arte dinámicos, desgarrados por los extremos y las antítesis. La decadencia de la cultura española en la Península coincide con su mediodía en América. El arte barroco alcanza un momento de plenitud en este periodo. Los mejores no sólo escriben poesía. Se interesan por la astronomía, la física o la antigüedad americana. Espíritus despiertos en una sociedad inmovilizada por la letra, presagian otra época y otras preocupaciones, al mismo tiempo que llevan hasta sus últimas consecuencias las tendencias estéticas de su tiempo. Y en todos ellos se dibuja una cierta oposición entre sus concepciones religiosas y las exigencias de su curiosidad y rigor intelectuales. Algunos emprenden una imposible síntesis. Sor Juana, por ejemplo, emprende la composición del Primero sueño, tentativa por conciliar ciencia y poesía, barroquismo e iluminismo. Sería inexacto identificar el drama de esta generación con el que desgarra a sus contemporáneos europeos y que el siglo XVIII hará patente. El conflicto que los habita -y que acaba por reducirlos al silencio- no es tanto el de la fe y la razón como el de la petrificación de unas creencias que habían perdido toda su frescura y fertilidad y que, por lo tanto, eran incapaces de satisfacer lo que su apetito espiritual les pedía. Edmundo O'Gorman plantea así los términos del conflicto: "estado intermedio en que la razón hace estragos en la calma y en que ya no basta el consuelo de la religión". Pero no bastan los consuelos de la fe porque se trata de una fe inmóvil y seca. La crítica de la razón vendrá, en América, más tarde. O'Gorman precisa el carácter de la disyuntiva como sigue: "tener fe en Dios y en la razón a un mismo tiempo es vivo con el ser arraigado, desgarrado si se prefiere, en la posibilidad real, única, extremosa y contradictoria, constituida por dos posibles imposibles del existir humano". Esta penetrante descripción es válida si se atenúan los polos de esas imposibles posibilidades. Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit Pues no se puede negar la autenticidad de los sentimientos religiosos de esa generación, pero tampoco su inmovilidad y cansancio. Y, por lo que toca al otro término de la disyuntiva, no se debe exagerar el racionalismo de Sigüenza o de Sor Juana, que nunca tuvieron plena conciencia del problema que empezaba a escindir los espíritus. La lucha me parece que se entabla entre su vitalidad intelectual, su ansia por saber y penetrar en mundos mal explorados, y la ineficacia de los instrumentos que les proporcionaban la teología y la cultura novohispana. Su conflicto transparenta el de la sociedad colonial, que no dudaba tampoco, pero que no acertaba a expresar su intimidad a través de formas petrificadas. El orden colonial fue un orden impuesto de arriba hacia abajo; sus formas sociales, económicas, jurídicas y religiosas eran inmutables. Sociedad regida por el derecho divino y el absolutismo monárquico, había sido creada en todas sus piezas como un inmenso, complicado artefacto destinado a durar pero no a transformarse. En la época de Sor Juana los mejores espíritus empiezan a mostrar -así sea en forma borrosa y tímida- una vitalidad y curiosidad intelectual en abierto contraste con la anemia de la España negra de Carlos II (significativamente apodado el Hechizado). Sigüenza y Góngora se interesa por las antiguas civilizaciones indias y, con Sor Juana y algunos otros, por la filosofía de Descartes, la física experimental, la astronomía. La Iglesia ve con recelo todas estas curiosidades; el poder temporal, por su parte, extrema el aislamiento político, económico y espiritual de sus colonias, hasta convertirlas en recintos cerrados. En los campos y en las ciudades hay disturbios, reprimidos implacablemente. En ese mundo cerrado la generación de Sor Juana se hace ciertas preguntas –más insinuadas que formuladas, más presentidas que pensadas- para las que su tradición espiritual no ofrecía respuesta. (Las respuestas ya habían sido dadas afuera, en el aire libre de la cultura europea.) Esto explica, acaso, que a pesar de su osadía, nadie entre ellos emprenda la crítica de los principios que fundaban la sociedad colonial, ni proponga otros. Cuando la crisis se declara, esa generación abdica. Ha cesado su ambigua lucha. Su renuncia -que no tiene nada que ver con una conversión religiosa- desemboca en el silencio. No se entregan a Dios, sino que se niegan a sí mismos. Esa negación es la del mundo colonial, que se cierra sobre sí mismo. No hay salida, excepto por la ruptura. Nadie como Juana de Asbaje encarna la dualidad de ese mundo, aunque la superficie de su obra, como la de su vida, no 58 delate fisura alguna. Todo en ella responde a lo que su tiempo podía pedir a una mujer. Al mismo tiempo y sin contradicción profunda, Sor Juana era poetisa y monja jerónima, amiga de la condesa de Paredes y autora dramática. Sus devaneos amorosos, si los tuvo o si sólo son inflamadas invenciones retóricas, su amor por la conversación y la música, sus tentativas literarias y hasta las tendencias sexuales que algunos le atribuyen, no se oponen, sino exigen su fin ejemplar. Sor Juana afirma su tiempo tanto como su tiempo se afirma en ella. Pero dos de sus obras, la Respuesta a Sor Filotea y el Primero Sueño arrojan una extraña luz sobre su figura y sobre su tiempo. Y la hacen ejemplar en sentido muy distinto al que piensan sus panegiristas católicos. Se ha comparado el Primero sueño a las Soledades. En efecto, el poema de Sor Juana es una imitación del de don Luis de Góngora. No obstante, las diferencias profundas son mayores que las semejanzas externas. Menéndez y Pelayo reprochaba a Góngora su vaciedad. Si se sustituye este adjetivo por la palabra superficial", se estará más cerca de la concepción poética de Góngora, que no pretende sino construir -o como decía Bernardo Balbuena: contrahacer- un mundo de apariencias. La trama de las Soledades cuenta poco; la sustancia filosófica -si existe algunaimporta menos. Todo es pretexto para descripciones y digresiones. Y cada una de ellas se disuelve, a su vez, en imágenes, antítesis y figuras retóricas. Si algo camina en el poema de Góngora, no es precisamente el náufrago, ni su pensamiento, sino la imaginación del poeta. Pues, como él mismo dice en el prólogo, sus versos "pasos de un peregrino son errante". y este son peregrino, este peregrino que canta, se detiene en una palabra o en un color, lo acaricia y lo prolonga y hace de cada periodo una imagen y de cada imagen un mundo. El discurso poético fluye lento, se bifurca en "paréntesis frondosos", que son islas esbeltas, y continúa errante entre paisajes, sombras, luces, realidades que redime e inmoviliza. La poesía es goce puro, recreación artificial de una naturaleza ideal, según dice Dámaso Alonso. Así, no hay conflicto entre sustancia y forma, porque Góngora vuelve todo forma, todo superficie cristalina o trémula, tersa o undosa. Sor Juana utiliza el procedimiento de Góngora, pero acomete un poema filosófico. Quiere penetrar en la realidad, no transmutarla en deliciosa superficie. Las oscuridades del poema son dobles: las sintácticas mitológicas y las conceptuales. El poema, dice Alfonso Reyes, es una tentativa por llegar "a una Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit poesía de pura emoción intelectual". La visión que nos entrega el Primero sueño es la del sueño de la noche universal, en la que el mundo y el hombre sueñan son soñados, Cosmos que se sueña hasta cuando sueña que despierta. Nada más alejado de la noche carnal y espiritual de los místicos que esta noche intelectual. El poema de Sor Juana no tiene antecedentes en la poesía de la lengua española y, como insinúa Vossler, prefigura el movimiento poético de la Ilustración alemana. Pero el Primero sueño es un intento más que un logro, al contrario de lo que ocurre con las Soledades, aunque su autor no las haya terminado. y no podía ser de otro modo, pues en el poema de Sor Juana, como en su vida misma, hay una zona neutra, de vacío: la que produce el choque de las tendencias opuestas que la devoraban y que no acertó a reconciliar. Sor Juana nos ha dejado un texto revelador, al mismo tiempo declaración de fe en la inteligencia y renuncia a su ejercicio: la Respuesta a Sor Filotea. Defensa del intelectual y de la mujer, la Respuesta es también la historia de una vocación. Si se ha de hacer caso a sus confesiones, apenas hubo ciencia que no la tentara. Su curiosidad no es la del hombre de ciencia, sino la del hombre culto que aspira a integrar en una visión coherente todas las particularidades del conocimiento. Presentía un oculto engarce entre todas las verdades. Al referirse a la diversidad de sus estudios, advierte que sus contradicciones son más aparentes que reales, "al menos en lo formal y especulativo". Las ciencias y las artes, por más contrarias que sean no sólo no estorban a la comprensión general de l naturaleza, "sino la ayudan, dando luz y abriendo camino las unas a las otras, por variaciones y ocultos enlaces... de manera que parece que se corresponden y están unidas en admirable trabazón y concierto..." Si no era mujer de ciencia, tampoco era un espíritu filosófico, porque carecía del poder que abstrae. Su sed de conocimiento no está reñida con la ironía y la versatilidad y en otros tiempos hubiera escrito ensayos y crítica. Así, no vive para una idea, ni crea ideas nuevas: vive las ideas, que son su atmósfera y su alimento natural. Es una intelectual: una conciencia. No es posible dudar de la sinceridad de sus sentimientos religiosos, pero allí donde un espíritu devoto encontraría pruebas de la presencia de Dios o de su poder, Sor Juana halla ocasión 59 para formular hipótesis y preguntas. Aunque repita con frecuencia que todo viene de Dios, busca siempre una explicación racional: "Estaban en mi presencia dos niñas jugando con un trompo y apenas yo vi el movimiento y la figura cuando empecé, con esta mi locura, a considerar el fácil motu de la forma esférica..." Contrastan estas declaraciones con las de los escritores españoles de la época -y aun con las de los escritores de las generaciones posteriores-. Para ninguno de ellos el mundo físico es un problema: aceptan la realidad tal cual es o la condenan. Fuera de la acción, no hay sino la contemplación, parece decimos la literatura española de los Siglos de Oro. Entre aventura y renuncia se mueve la vida histórica española. Ni Gracián ni Quevedo, para no hablar de los escritores religiosos, muestran interés por el conocimiento en sí. Desdeñan la curiosidad intelectual y todo su saber lo refieren a la conducta, a la moral o a la salvación. Estoicos o cristianos, como se ha dicho, ignoran la actividad intelectual pura. Fausto es impensable en esa tradición. La inteligencia no les proporciona ningún placer; es un arma peligrosa: sirve para derrotar a los enemigos pero también puede hacemos perder el alma. La solitaria figura de sor Juana se aísla más en ese mundo hecho de afirmaciones y negaciones, que ignora el valor de la duda y del examen. La Respuesta no es sólo un autorretrato sino la defensa de un espíritu siempre adolescente, siempre ávido e irónico, apasionado y reticente. Su doble soledad, de mujer y de intelectual, condensa un conflicto también doble: el de su sociedad y el de su feminidad. La Respuesta a Sor Filotea es una defensa de la mujer. Hacer esa defensa y atreverse a proclamar su afición por el pensamiento desinteresado, la hacen una figura moderna. Si en su afirmación del valor de la experiencia no es ilusorio ver una instintiva reacción contra el pensamiento tradicional de España, en su concepción del conocimiento -que no confunde con la erudición, ni identifica con la religión- hay una implícita defensa de la conciencia intelectual. Todo la lleva a concebir el mundo como un problema o como un enigma más que como un sitio de salvación o perdición. Y esto da a su pensamiento una originalidad que merecía algo más que los elogios de sus contemporáneos o que los reproches de su confesor y que aún en nuestros días solicita un juicio más hondo y un examen más arriesgado. Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit "¿Cómo es posible que sonidos tan preñados de futuro salgan de pronto de un convento de monjas mexicanas?", se pregunta Vossler. y se responde: "su curiosidad por la mitología antigua y por la física moderna, por Aristóteles y Harvey, por las ideas de Platón y la linterna mágica de Kircher... no hubiera prosperado en las universidades pedantes y temerosamente dogmáticas de la Vieja España". Tampoco prosperó en México mucho tiempo. Después de los motines de 1692 la vida intelectual se oscurece rápidamente. Sigüenza y Góngora abandona bruscamente sus aficiones históricas y arqueológicas. Sor Juana renuncia a sus libros y muere poco después. La crisis social, hace notar Vossler, coincide con la de los espíritus. Pese al brillo de su vida, al patetismo de su muerte, y a la admirable geometría que preside sus mejores creaciones poéticas, hay en la vida y en la obra de Sor Juana algo irrealizado y deshecho. Se advierte la melancolía de un espíritu que no logró nunca hacerse perdonar su atrevimiento y su condición de mujer. Ni su época le ofrecía los alimentos intelectuales que su avidez necesitaba, ni ella pudo -¿y quién?- crearse un mundo de ideas con las que vivir a solas. Siempre fue muy viva en ella la conciencia de su singularidad: "¿Qué podemos saber las mujeres sino filosofía de cocina?", pregunta con una sonrisa. Pero le duele la herida: "¿Quién no creerá, viendo tan generales aplausos, que he navegado viento en popa sobre las palmas de las aclamaciones comunes?" Sor Juana es una figura de soledad. Indecisa y sonriente, se mueve entre dos luces, consciente de la dualidad de su condición y de lo imposible de su empeño. Es muy frecuente escuchar reproches contra hombres que han estado por debajo de su destino, ¿cómo no lamentarse por la suerte de una mujer que estuvo por encima de su sociedad y de su cultura? Su imagen es la de una solitaria melancólica que sonríe y calla. El silencio, dice ella misma en alguna parte, está poblado de voces. ¿Y qué nos dice su silencio? Si en la obra de Sor Juana la sociedad colonial se expresa y afirma, en su silencio esa misma sociedad se condena. La experiencia de Sor Juana, que acaba en silencio y abdicación, completa así el examen del orden colonial. Mundo abierto a la participación y, por lo tanto, orden cultural vivo, sí, pero implacablemente cerrado a toda expresión personal, a toda aventura. Mundo cerrado al futuro. Para ser nosotros mismos, tuvimos que romper con ese orden sin salida, aun a riesgo de 60 quedamos en la orfandad. El siglo XIX será el siglo de la ruptura y, al mismo tiempo, el de la tentativa por crear nuevos lazos con otra tradición, si más lejana, no menos universal que la que nos ofreció la Iglesia católica: la del racionalismo europeo. Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit DE LA INDEPENDENCIA A LA REVOLUCIÓN LAS REFORMAS que emprende la dinastía borbónica, en particular Carlos III, sanean la economía y hacen más eficaz el despacho de los negocios, pero acentúan el centralismo administrativo y convierten a Nueva España en una verdadera colonia, esto es, en un territorio sometido a una explotación sistemática y estrechamente sujeto al poder central. El absolutismo de la casa de Austria tenía otro sentido: las colonias eran reinos dueños de cierta autonomía y el Imperio se asemejaba a un sistema solar. Nueva España, sobre todo en los primeros tiempos, giraba en torno a la Corona como un astro menor, mas dueño de luz propia, como las otras posesiones y reinos. Los Borbones transformaron a Nueva España, reino vasallo, en simple territorio ultramarino. No bastaron a reanimar a la sociedad colonial la creación de las Intendencias, el impulso que se otorgó a la investigación científica, el desarrollo del humanismo, la construcción de obras monumentales de servicio público ni, en fin, el buen gobierno de varios virreyes. La Colonia, como la Metrópoli, era ya sólo forma, cuerpo deshabitado. Desde fines del siglo XVII los lazos que unían a Madrid con sus posesiones habían cesado de ser los armoniosos que unen entre sí a un organismo viviente. El Imperio se sobrevive gracias a la perfección y complejidad de su estructura, a su grandeza física y a la inercia. Gracias también a las querellas que dividen a sus rivales. Y la reforma de Carlos III muestra hasta qué punto la mera acción política es insuficiente, si no está precedida por una transformación de la estructura misma de la sociedad y por un examen de los supuestos que la fundan. Se repite que el siglo XVIII prepara el movimiento de Independencia. En efecto, la ciencia y la filosofía de la época (a través de la reforma de la escolástica que intentan hombres como Francisco Javier Clavijero o del pensamiento y la acción de otros como Benito Díaz de Gamarra y Antonio Alzate) constituyen los necesarios antecedentes intelectuales del Grito de Dolores. Mas se olvida que la Independencia sobreviene cuando ya nada nos unía a España, excepto la inercia. Esa inercia terrible del agonizante que inmoviliza su mano en un gesto duro, de garra, como para asir un minuto más la vida. Pero la vida lo deserta, con un último y brusco movimiento. Nueva España, en tanto que creación universal, en tanto que orden vivo y no máscara del orden, se extingue cuando deja de alimentarla una fe. Sor Juana, incapaz de resolver en una forma creadora y orgánica el conflicto entre su curiosidad 61 intelectual y los principios religiosos de la época, renuncia y muere, ejemplarmente. Con menos ejemplaridad la sociedad colonial se arrastra por un siglo todavía, defendiéndose con estéril tenacidad. La Independencia ofrece la misma ambigua figura que la Conquista. La obra de Cortés es precedida por la síntesis política que realizan en España los Reyes Católicos y por la que inician en Mesoamérica los aztecas. La Independencia se presenta también como un fenómeno de doble significado: disgregación del cuerpo muerto del Imperio y nacimiento de una pluralidad de nuevos Estados. Conquista e Independencia parecen ser momentos de flujo y reflujo de una gran ola histórica, que se forma en el siglo XV, se extiende hasta América, alcanza un momento de hermoso equilibrio en los siglos XVI y XVII Y finalmente se retira, no sin antes dispersarse en mil fragmentos. Confirma esta imagen el filósofo José Gaos cuando divide al pensamiento moderno en lengua española en dos porciones: la propiamente peninsular –que consiste en una larga reflexión sobre la decadencia española- y la hispanoamericana -que es, más que una meditación, un alegato en favor de la Independencia y una búsqueda de nuestro destino-. El pensamiento español se vuelve sobre el pasado y sobre sí mismo, para investigar las causas de la decadencia o para aislar, entre tanta muerte, los elementos todavía vivos que den sentido y actualidad al hecho, extraño entre todos, de ser español. El hispanoamericano principia como una justificación de la Independencia, pero se transforma casi inmediatamente en un proyecto: América no es tanto una tradición que continuar como un futuro que realizar. Proyecto y utopía son inseparables del pensamiento hispanoamericano, desde fines del siglo XVIII hasta nuestros días, Elegía y crítica, lo son del peninsular -incluyendo a Unamuno, el poeta elegiaco, y a Ortega y Gasset, el filósofo crítico. En los países sudamericanos es más perceptible la dualidad anterior. La personalidad de los dirigentes es más neta y más radical su oposición a la tradición hispánica. Aristócratas, intelectuales y viajeros cosmopolitas, no solamente conocen las nuevas ideas, sino que frecuentan a los nuevos hombres y a las nuevas sociedades. Miranda participa en la Revolución francesa y combate en Valmy. Bello vive en Londres. Los años de aprendizaje de Bolívar transcurren en esa atmósfera que prepara a los héroes y a los príncipes: desde niño se le educa para libertar y para Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit gobernar. Nuestra Revolución de Independencia es menos brillante, menos rica en ideas y frases universales y más determinada por las circunstancias locales, Nuestros caudillos, sacerdotes humildes y oscuros capitanes, no tienen una noción tan clara de su obra. En cambio, poseen un sentido mas profundo de la realidad y escuchan mejor lo que, a media voz y en cifra, les dice el pueblo. Estas diferencias influyen en la historia posterior de nuestros países. La Independencia sudamericana se inicia con un gran movimiento continental: San Martín libera medio continente, Bolívar otro medio. Se crean grandes Estados, confederaciones, anfictionías. Se piensa que la emancipación de España no acarreará la desmembración del mundo hispánico. Al poco tiempo la realidad hace astillas todos esos proyectos. El proceso de disgregación del Imperio español se mostró más fuerte que la clarividencia de Bolívar. En suma, en el movimiento de Independencia pelean dos tendencias opuestas: una, de origen europeo, liberal y utópica, que concibe a la América española como un todo unitario, asamblea de naciones libres; otra, tradicional, que rompe lazos con la Metrópoli sólo para acelerar el proceso de dispersión del Imperio. La Independencia hispanoamericana, como la historia entera de nuestros pueblos, es un hecho ambiguo y de difícil interpretación porque, una vez más, las ideas enmascaran a la realidad en lugar de desnudarla o expresarla. Los grupos y clases que realizan la Independencia en Sudamérica pertenecían a la aristocracia feudal nativa; eran los descendientes de los colonos españoles, colocados en situación de inferioridad frente a los peninsulares. La Metrópoli, empeñada en una política proteccionista, por una parte impedía el libre comercio de las colonias y obstruía su desarrollo económico y social por medio de trabas administrativas y políticas; por la otro, cerraba el paso a los "criollos" que con toda justicia deseaban ingresar a los altos empleos y a la dirección del Estado. Así pues, la lucha por la Independencia tendía a liberar a los "criollos" de la momificada burocracia peninsular aunque, en realidad, no se proponía cambiar la estructura social de las colonias. Cierto, los programas y el lenguaje de los caudillos de la Independencia recuerdan al de los revolucionarios de la época. Eran sinceros, sin duda. Aquel lenguaje era "moderno", eco de los revolucionarios franceses y, 62 sobre todo, de las ideas de la Independencia norteamericana. Pero en la América sajona esas ideas expresaban realmente a grupos que se proponían transformar el país conforme a una nueva filosofía política. Y aún más: con esos principios no intentaban cambiar un estado de cosas por otro sino, diferencia radical, crear una nueva nación. En efecto: los Estados Unidos son, en la historia del siglo XIX, una novedad mundial, una sociedad que crece y se extiende naturalmente. Entre nosotros, en cambio, una vez consumada la Independencia las clases dirigentes se consolidan como las herederas del viejo orden español. Rompen con España pero se muestran incapaces de crear una sociedad moderna. No podía ser de otro modo, ya que los grupos que encabezaron el movimiento de Independencia no constituían nuevas fuerzas sociales, sino la prolongación del sistema feudal. La novedad de las nuevas naciones hispanoamericanas es engañosa; en verdad se trata de sociedades en decadencia o en forzada inmovilidad, supervivencias y fragmentos de un todo deshecho. El Imperio español se dividió en una multitud de Repúblicas por obra de las oligarquías nativas, que en todos los casos favorecieron o impulsaron el proceso de desintegración. No debe olvidarse, además, la influencia determinante de muchos de los caudillos revolucionarios. Algunos, más afortunados en esto que los conquistadores, su contrafigura histórica, logaron "alzarse con los reinos", como si se tratase de un botín medieval. La Imagen del dictador hispanoamericano" aparece ya, en embrión, en la del libertador". Así, las nuevas repúblicas fueron inventadas por necesidades políticas y militares del momento, no porque expresasen una real peculiaridad histórica. Los "rasgos nacionales" se fueron formando más tarde; en muchos casos, no son sino consecuencia de la prédica nacionalista de los gobiernos. Aún ahora, un siglo y medio después, nadie puede explicar satisfactoriamente en qué consisten las diferencias "nacionales" entre argentinos y uruguayos, peruanos y ecuatorianos, guatemaltecos y mexicanos. Nada tampoco -excepto la persistencia de las oligarquías locales, sostenidas por el imperialismo norteamericanoexplica la existencia en Centroamérica y las Antillas de nueve repúblicas. No es esto todo. Cada una de las nuevas naciones tuvo, al otro día de la Independencia, una constitución más o menos (casi Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit siempre menos que más) liberal y democrática. En Europa y en los Estados Unidos esas leyes correspondían a una realidad histórica: eran la expresión del ascenso de la burguesía, la consecuencia de la Revolución industrial y de la destrucción del antiguo régimen. En Hispanoamérica solo servían para vestir a la moderna las supervivencias del sistema colonial. La ideología liberal democrática, lejos de expresar nuestra situación histórica concreta, la ocultaba. La mentira política se instaló en nuestros pueblos casi constitucionalmente. El daño moral ha sido incalculable y alcanza a zonas muy profundas de nuestro ser. Nos movemos en la mentira con naturalidad. Durante más de cien años hemos sufrido regímenes de fuerza, al servicio de las oligarquías feudales, pero que utilizan el lenguaje de la libertad. Esta situación se ha prolongado hasta nuestros días. De ahí que la lucha contra la mentira oficial y constitucional se el primer paso de toda tentativa seria de reforma. Este parece ser el sentido de los actuales movimientos latinoamericanos, cuyo objetivo común consiste en realizar de una vez por todas la Independencia. O sea: transformar nuestros países en sociedades realmente modernas y no en meras fachadas para demagogos y turistas. En esta lucha nuestros pueblos no sólo se enfrentan a la vieja herencia española (la Iglesia, el ejército y la oligarquía), sino al Dictador, al Jefe con la boca henchida de fórmulas legales y patrióticas, ahora aliado a un poder muy distinto al viejo imperialismo hispano: los grandes intereses del capitalismo extranjero. Casi todo lo anterior es aplicable a México, con decisivas salvedades. En primer término, nuestra Revolución de Independencia jamás manifiesta las pretensiones de universalidad que son, a un tiempo, la videncia y la ceguera de Bolívar. Además, los insurgentes vacilan entre la Independencia (Morelos) y formas modernas de autonomía (Hidalgo). La guerra se inicia como una protesta contra los abusos de la Metrópoli y de la alta burocracia española, sí, pero también y sobre todo contra los grandes latifundistas nativos. No es la rebelión de la aristocracia local contra la Metrópoli, sino la del pueblo contra la primera. De ahí que los revolucionarios hayan concedido más importancia a determinadas reformas sociales que a la Independencia misma: Hidalgo decreta la abolición de la esclavitud; Morelos, el reparto de los latifundios. La guerra de Independencia fue una guerra de clases y no se comprenderá bien 63 su carácter si se ignora que, a diferencia de lo ocurrido en Sudamérica, fue una revolución agraria en gestación. Por eso el ejército (en el que servían "criollos" como Iturbide), la Iglesia y los grandes propietarios se aliaron a la Corona española. Esas fuerzas fueron las que derrotaron a Hidalgo, Morelos y Mina. Un poco más tarde, casi extinguido el movimiento insurgente, ocurre lo inesperado: en España los liberales toman el poder, transforman la Monarquía absoluta en constitucional y amenazan los privilegios de la Iglesia y de la aristocracia. Se opera entonces un brusco cambio de frente; ante este nuevo peligro exterior, el alto clero, los grandes terratenientes, la burocracia y los militares criollos buscan la alianza con los restos de los insurgentes y consuman la Independencia. Se trata de un verdadero acto de prestidigitación: la separación política de la Metrópoli se realiza en contra de las clases que habían luchado por la Independencia. El virreinato de Nueva España se transforma en el Imperio mexicano. Iturbide, el antiguo general realista, se convierte en Agustín I. Al poco tiempo, una rebelión lo derriba. Se inicia la era de los pronunciamientos. Durante más de un cuarto de siglo, en una lucha confusa que no excluye las alianzas transitorias, los cambios de bando y aun las traiciones, los liberales intentan consumar la ruptura con la tradición colonial. En cierto modo son los continuadores de los primeros caudillos, Hidalgo y Morelos. Sin embargo, su crítica al orden de cosas no se dirige tanto a cambiar la realidad como la legislación. Casi todos piensan, con un optimismo heredado de la Enciclopedia que basta con decretar nuevas leyes para que la realidad se transforme. Ven en los Estados Unidos un modelo y creen que su prosperidad se debe a la excelencia de las instituciones republicanas. De ahí su federalismo, por oposición al centralismo de los conservadores. Todos esperan que una Constitución democrática, al limitar el poder temporal de la Iglesia y acabar con los privilegios de la aristocracia terrateniente, producirá casi automáticamente una nueva clase social: la burguesía. Los liberales no sólo tienen que luchar contra los conservadores, sino que deben contar con los militares, que cambian de bando según sus intereses. Mientras disputan las facciones, el país se desintegra. Los Estados Unidos aprovechan la ocasión y en una de las guerras más injustas en la historia, ya de por sí negra, de la expansión imperialista, nos arrebatan más de la mitad del territorio. Esta derrota produjo, a la larga, una reacción saludable, pues hirió Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit de muerte al caudillismo militar, encarnado en el dictador Santa Anna. (Alternativamente liberal y conservador, guardián de la libertad y vendedor del país, Santa Anna es uno de los arquetipos del dictador latinoamericano: al final de su carrera política ordena honras fúnebres para la pierna que pierde en una batalla y se declara Alteza Serenísima.) La rebelión popular expulsa a Santa Anna y da el poder a los liberales. Una nueva generación, heredera de José María Mora y Valentín Gómez Farías, maestro de la "inteligencia" liberal, se dispone a dar nuevos fundamentos a la nación. La primera piedra será una constitución. En efecto, en 1857, México adopta una Carta constitucional liberal. Los conservadores apelan a las armas. Juárez responde con las Leyes de Reforma, que acaban con los "fueros" y destruyen el poder material de la Iglesia. Derrotado, el partido conservador acude al extranjero y, apoyado por las tropas de Napoleón III, instala en la capital a Maximiliano, segundo emperador de México. (Nueva ambigüedad histórica: Maximiliano era liberal y soñaba con crear un Imperio latino que se opusiese al poderío yanqui. Sus ideas no tenían relación alguna con las de los obstinados conservadores que lo sostenían. Los reveses europeos del Imperio napoleónico, la presión norteamericana (cuyo sentido puede tergiversarse si se olvida que Lincoln estaba en el poder) y, en fin, la encarnizada resistencia popular, causa original y determinante de la victoria, consuman el triunfo republicano. Juárez fusila a Maximiliano, episodio no sin analogías con la ejecución de Luis XVI: la "razón geométrica" es acerada. La Reforma consuma la Independencia y le otorga su verdadera significación, pues plantea el examen de las bases mismas de la sociedad mexicana y de los supuestos históricos y filosóficos en que se apoyaba. Ese examen concluye en una triple negación: la de la herencia española, la del pasado indígena y la del catolicismo -que conciliaba a las dos primeras en una afirmación superior-. La Constitución de 1857 y las Leyes de Reforma son la expresión jurídica y política de ese examen y promueven la destrucción de dos instituciones que representaban la continuidad de nuestra triple herencia: las asociaciones religiosas y la propiedad comunal indígena. La separación de la Iglesia y del Estado, la desamortización de los bienes eclesiásticos y la libertad de enseñanza (completada con la disolución de las órdenes religiosas que la monopolizaban) no eran sino el aspecto negativo de la 64 Reforma. Con la misma violencia con que negaba la tradición, la generación de 1857 afirmaba algunos principios. Su obra no consiste nada más en la ruptura con el mundo colonial; es Un proyecto tendiente a fundar una nueva sociedad. Es decir, el proyecto histórico de los liberales aspiraba a sustituir la tradición colonial, basada en la doctrina del catolicismo, por una afirmación igualmente universal: la libertad de la persona humana. La nación mexicana se fundaría sobre un principio distinto al jerárquico que animaba a la Colonia: la igualdad ante la ley de todos los mexicanos en tanto que seres humanos, que seres de razón. La Reforma funda a México negando su pasado. Rechaza la tradición y busca justificarse en el futuro. El sentido de este necesario matricidio no escapaba a la penetración de los mejores. Ignacio Ramírez, quizá la figura más saliente de ese grupo de hombres extraordinarios, termina así uno de sus poemas: Madre naturaleza, ya no hay flores por do mi paso vacilante avanza; nací sin esperanzas ni temores; vuelvo a ti sin temores ni esperanza. Muerto Dios, eje de la sociedad colonial, la naturaleza vuelve a ser una Madre. Como más tarde el marxismo de Diego Rivera, el ateísmo de Ramírez se resuelve en una afirmación materialista, no exenta de religiosidad. Una auténtica concepción científica o simplemente racional de la materia no puede ver en ésta, ni en la naturaleza, una Madre. Ni siquiera la madrastra del pesimista Leopardi, sino un proceso indiferente, que se hace y deshace, se inventa y se repite, sin descanso, sin memoria y sin reflexión. Si, como quiere Ortega y Gasset, una nación se constituye no solamente por un pasado que pasivamente la determina, sino por la validez de un proyecto histórico capaz de mover las voluntades dispersas y dar unidad y trascendencia al esfuerzo solitario, México nace en la época de la Reforma. En ella y por ella se concibe, se inventa y se proyecta. Ahora bien, la Reforma es el proyecto de un grupo bastante reducido de mexicanos, que voluntariamente se desprende de la gran masa, pasivamente religiosa y tradicional. La nación mexicana es el proyecto de una Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit minoría que impone su esquema al resto de la población, en contra de otra minoría activamente tradicional. Como el catolicismo colonial, la Reforma es un movimiento inspirado en una filosofía universal. Las diferencias y semejanzas entre ambos son reveladoras. El catolicismo fue impuesto por una minoría de extranjeros, tras una conquista militar; el liberalismo por una minoría nativa, aunque de formación intelectual francesa, después de una guerra civil. El primero es la otra cara de la Conquista; destruida la teocracia indígena, muertos o exiliados los dioses, sin tierra en que apoyarse ni trasmundo al que emigrar, el indio ve en la religión cristiana una Madre. Como todas las madres, es entraña, reposo, regreso a los orígenes; y, asimismo, boca que devora, señora que mutila y castiga: madre terrible. El liberalismo es una crítica del orden antiguo y un proyecto de pacto social. No es una religión, sino una ideología utópica; no consuela, combate; sustituye la noción de más allá por la de un futuro terrestre. Afirma al hombre pero ignora una mitad del hombre: esa que se expresa en los mitos, la comunión, el festín, el sueño, el erotismo. La Reforma es, ante todo, una negación Y en ella reside su grandeza. Pero lo que afirmaba esa negación -los principios del liberalismo europeo- eran ideas de una hermosura precisa, estéril y, a la postre, vacía. La geometría no sustituye a los mitos. Para que el esquema liberal se convirtiese en verdad en un proyecto nacional, necesitaba lograr la adhesión de todo el país a las nuevas formas políticas. Pero la Reforma oponía a una afirmación muy concreta y particular: todos los hombres son hijos de Dios, afirmación que permitía una relación entrañable y verdaderamente filial entre el Cosmos y la criatura, un postulado abstracto: la igualdad de los hombres ante la Ley. La libertad y la igualdad eran, y son, conceptos vacíos, ideas sin más contenido histórico concreto que el que le prestan las relaciones sociales, como ha mostrado Marx. y ya se sabe en qué se convirtió esa igualdad abstracta y cuál fue el significado real de esa libertad vacía. Por otra parte, al fundar a México sobre una noción general del Hombre y no sobre la situación real de los habitantes de nuestro territorio, se sacrificaba la realidad a las palabras y se entregaba a los hombres de carne a la voracidad de los más fuertes. Contra las previsiones de los más lúcidos, la Revolución liberal no provoca el nacimiento de una burguesía fuerte, en cuya acción todos, hasta Justo Sierra, veían la única esperanza de México. Por el contrario, la venta de los bienes de la Iglesia y la 65 desaparición de la propiedad comunal indígena -que había resistido, precariamente, tres siglos y medio de abusos y acometidas de encomenderos y hacendados- acentúan el carácter feudal de nuestro país. Y esta vez en provecho de un grupo de especuladores, que constituiría la aristocracia del nuevo régimen. Surge así una nueva casta latifundista. La República, sin enemigo al frente, derrotados conservadores e imperialistas, se encuentra de pronto sin base social. Al romper lazos con el pasado, los rompe también con la realidad mexicana. El poder será de quien se atreva a alargar la mano, y Porfirio Díaz se atreve. Era el más brillante de los generales que la derrota del Imperio había dejado ociosos, por primera vez después de tres cuartos de siglo de batallas y pronunciamientos. El "soldado del 2 de abril" se convierte en "el héroe de la paz". Suprime la anarquía, pero sacrifica la libertad. Reconcilia a los mexicanos, pero restaura los privilegios. Organiza el país, pero prolonga un feudalismo anacrónico e impío, que nada suavizaba (las Leyes de Indias contenían preceptos que protegían a los indios). Estimula el comercio, construye ferrocarriles, limpia de deudas la Hacienda Pública y crea las primeras industrias modernas, pero abre las puertas al capitalismo anglonorteamericano. En esos años México inicia su vida de país semicolonial. A pesar de lo que comúnmente se piensa, la dictadura de Porfirio Díaz es el regreso del pasado. En apariencia, Díaz gobierna inspirado por las ideas en boga: cree en el progreso, en la ciencia, en los milagros de la industria y del libre comercio. Sus ideales son los de la burguesía europea. Es el más ilustrado de los dictadores hispanoamericanos y su régimen recuerda a veces los años de la belle époque en Francia. Los intelectuales descubren a Comte y Renan, Spencer y Darwin; los poetas imitan a los parnasianos y simbalistas franceses; la aristocracia mexicana es una clase urbana y civilizada. La otra cara de la medalla es muy distinta. Esos grandes señores amantes del progreso y la ciencia no son industriales ni hombres de empresa: son terratenientes enriquecidos por la compra de los bienes de la Iglesia o en los negocios públicos del régimen. En sus haciendas los campesinos viven una vida de siervos, no muy distinta a la del periodo colonial. Así, desde el punto de vista "ideológico", el porfirismo se ostenta como el sucesor legítimo del liberalismo. La Constitución de 1857 Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit sigue vigente en teoría y nada ni nadie pretende oponer a las ideas de la Reforma principios distintos. Muchos, sin excluir a los antiguos liberales, piensan de buena fe que el régimen de Díaz prepara el tránsito entre el pasado feudal y la sociedad moderna. En realidad, el porfirismo es el heredero del feudalismo colonial: la propiedad de la tierra se concentra en unas cuantas manos y la clase terrateniente se fortalece. Enmascarado, ataviado con los ropajes del progreso, la ciencia y la legalidad republicana, el pasado vuelve, pero ya desprovisto de fecundidad. Nada puede producir, excepto la rebelión. Debemos a Leopoldo Zea un análisis muy completo de las ideas de este periodo. Zea observa que la adopción del positivismo como filosofía oficiosa del Estado corresponde a ciertas necesidades intelectuales y morales de la dictadura de Díaz. El pensamiento liberal era un instrumento de crítica al mismo tiempo que una construcción utópica y contenía principios explosivos. Prolongar su vigencia hubiera sido prolongar la anarquía. La época de paz necesitaba una filosofía de orden. Los intelectuales de la época la encontraron en el positivismo de Comte, con su ley de los tres estados y, más tarde, en el de Spencer y en el evolucionismo de Darwin. El primitivo, abstracto y revolucionario principio de la igualdad de todos los hombres deja de regir las conciencias, sustituido por la teoría de la lucha por la vida y la supervivencia del más apto. El positivismo ofrece una nueva justificación de las jerarquías sociales. Pero ya no son la sangre, ni la herencia, ni Dios, quienes explican las desigualdades, sino la Ciencia. El análisis de Zea es inmejorable, salvo en un punto. Es verdad que el positivismo expresa a la burguesía europea en un momento de su historia. Mas la expresa de una manera natural, orgánica. En México se sirve de esta tendencia una clase relativamente nueva en el sentido de las familias que la componían -casi todos habían logrado la riqueza y el poder durante el periodo inmediatamente posterior a la guerra de Reforma- pero que históricamente no hace sino heredar y sustituir a la aristocracia feudal de la Colonia. Por lo tanto, si la función de la filosofía positivista es parecida aquí y allá, la relación histórica y humana que se establece entre esa doctrina y la burguesía europea es distinta a la que se constituye en México entre "neofeudales" y positivismo. 66 El porfirismo adopta la filosofía positivista, no la engendra. Así, se encuentra en una situación de dependencia más grave que la de los liberales y teólogos coloniales, pues ni asume ante ella una posición crítica ni la abraza con entera buena fe. En algunos casos se trata de uno de esos actos que Antonio Caso, siguiendo a Tarde, llamaba de "imitación extralógica": innecesario, superfluo y contrario a la condición del imitador. Entre el sistema y el que lo adopta se abre así un abismo, muy sutil si se quiere, pero que hace imposible toda relación auténtica con las ideas, que se convierten a veces en máscaras. El porfirismo, en efecto, es un periodo de inautenticidad histórica. Santa Anna cambia alegremente de disfraces: es el actor que no cree en lo que dice. El porfirismo se esfuerza por creer, se esfuerza por hacer suyas las ideas adoptadas. Simula, en todos los sentidos de la palabra. La simulación porfirista era particularmente grave pues al abrazar el positivismo se apropiaba de un sistema que históricamente no le correspondía. La clase latifundista no constituía el equivalente mexicano de la burguesía europea, ni su tarea tenía relación alguna con la de su modelo. Las ideas de Spencer y Stuart Mill reclamaban como clima histórico el desarrollo de la gran industria, la democracia burguesa y el libre ejercido de la actividad intelectual. Basada en la gran propiedad agrícola, el caciquismo y la ausencia de libertades democráticas, la dictadura de Díaz no podía hacer suyas esas ideas sin negarse a sí misma o sin desfigurarlas. El positivismo se convierte así en una superposición histórica bastante más peligrosa que todas las anteriores, porque estaba fundada en un equívoco. Entre los terratenientes y sus ideas políticas y filosóficas se levantaba un invisible muro de mala fe. El desarraigo del porfirismo procede de este equívoco. El disfraz positivista no estaba destinado a engañar al pueblo, sino a ocultar la desnudez moral del régimen a sus mismos usufructuarios. Pues esas ideas no justificaban las jerarquías sociales ante los desheredados (a quienes la religión católica reservaba un sitio de elección en el más allá y el liberalismo otorgaba la dignidad de hombres). La nueva filosofía no tenía nada que ofrecer a los pobres; su función consistía en justificar la conciencia -la mauvaíse conscience- de la burguesía europea. En México el sentimiento de culpabilidad de la burguesía europea se teñía de un matiz particular, por una doble razón histórica: los Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit neofeudales eran al mismo tiempo los herederos del liberalismo y los sucesores de la aristocracia colonial. La herencia intelectual y moral de los principios de la Reforma y el usufructo de los bienes de la Iglesia tenían que producir en el grupo dominante un sentimiento de culpa muy profundo. Su gestión social era el fruto de una usurpación y un equívoco. Pero el positivismo no remediaba ni atenuaba esta vergonzosa condición. Al contrario, la enconaba, puesto que no hundía sus raíces en la conciencia de los que lo adoptan. Mentira, inautenticidad son así el fondo psicológico del positivismo mexicano. A su manera, la Dictadura completa la obra de la Reforma. Gracias a la introducción de la filosofía positivista la nación rompe sus últimos vínculos con el pasado. Si la Conquista destruye templos, la Colonia erige otros. La Reforma niega la tradición, mas nos ofrece una imagen universal del hombre. El positivismo no nos dio nada. En cambio, mostró en toda su desnudez a los principios liberales: hermosas palabras inaplicables. El esquema de la Reforma, el gran proyecto histórico mediante el cual México se fundaba a sí mismo como una nación destinada a realizarse en ciertas verdades universales, queda reducido a sueño y utopía. Y sus principios se convierten en una armazón rígida, que ahoga nuestra espontaneidad y mutila nuestro ser. Al cabo de cien años de luchas el pueblo se encontraba más solo que nunca, empobrecida su vida religiosa, humillada su cultura popular. Habíamos perdido nuestra filiación histórica. La imagen que nos ofrece México al finalizar el siglo XIX es la de la discordia. Una discordia más profunda que la querella política o la guerra civil, pues consistía en la superposición de formas jurídicas y culturales que no solamente no expresaban a nuestra realidad, sino que la asfixiaban e inmovilizaban. Al amparo de esta discordia medraba una casta que se mostraba incapaz de transformarse en clase, en el sentido estricto de la palabra. Vivíamos una vida envenenada por la mentira y la esterilidad. Cortados los lazos con el pasado, imposible el diálogo con los Estados Unidos -que sólo hablaban con nosotros el lenguaje de la fuerza o el de los negocios-, inútil la relación con los pueblos de lengua española, encerrados en formas muertas, estábamos reducidos a una imitación unilateral de Francia -que siempre nos ignoró-. ¿Qué nos quedaba? Asfixia y soledad. 67 Si la historia de México es la de un pueblo que busca una forma que lo exprese, la del mexicano es la de un hombre que aspira a la comunión. La fecundidad del catolicismo colonial residía en que era, ante todo y sobre todo, participación. Los liberales nos ofrecieron ideas. Pero no se comulga con las ideas, al menos mientras no encarnan y se hacen sangre, alimento. La comunión es festín y ceremonia. Al finalizar el siglo XIX el mexicano, como la nación entera, se asfixia en un catolicismo yerto o en el universo sin salida y sin esperanza de la filosofía oficiosa del régimen. Justo Sierra es el primero que comprende el significado de esta situación. A pesar de sus antecedentes liberales y positivistas, es el único mexicano de su época que tiene la preocupación y la angustia de la Historia. La porción más duradera y valiosa de su obra es una meditación sobre la Historia universal y sobre la de México. Su actitud difiere radicalmente de las anteriores. Para liberales, conservadores y positivistas la realidad mexicana carece de significación en sí misma; es algo inerte que sólo adquiere sentido cuando refleja un esquema universal. Sierra concibe a México como una realidad autónoma, viva en el tiempo: la nación es un pasado que avanza, tortuoso, hacia un futuro; y el presente está lleno de signos. En suma, ni la Religión, ni la Ciencia, ni la Utopía nos justifican. Nuestra historia, como la de cualquier otro pueblo, posee un sentido y una dirección. Acaso sin una conciencia de lo que hacía, Sierra introduce la filosofía de la Historia como una posible respuesta a nuestra soledad y malestar. Consecuente con estas ideas, funda la Universidad. En su discurso de inauguración expresa que el nuevo instituto "no tiene antecesores ni abuelos...; el gremio y el claustro de la Real y Pontificia Universidad de México no es para nosotros el antepasado, sino el pasado, y sin embargo, lo recordamos con cierta involuntaria filialidad; involuntaria, pero no destituida de emoción e interés". Estas palabras muestran hasta qué punto era honda para los liberales y sus herederos la ruptura con la Colonia. Sierra sospechaba la insuficiencia del laicismo liberal y del positivismo, tanto como rechazaba el dogmatismo religioso; pensaba que la ciencia y la razón eran los únicos asideros del hombre y lo único digno de confianza. Pero las concebía como instrumentos. Por lo tanto, deberían servir al hombre y a la nación; sólo así "la Universidad tendría la potencia suficiente para coordinar las líneas directrices del carácter nacional." Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit La verdad, dice en otra parte del mismo discurso, no está hecha, no es una cosa dada, como pensaban los escolásticos medievales o los metafísicos del racionalismo. La verdad se encuentra repartida en las verdades particulares de cada ciencia. Reconstruirla, era una de las tareas de la época. Sin nombrarla, invocaba a la filosofía, ausente de la enseñanza positivista. El positivismo iba a enfrentarse a nuevas doctrinas. Las palabras del ministro de Instrucción Pública inauguraban otro capítulo en la historia de las ideas en México. Pero no era él quien iba a escribirlo, sino un grupo de jóvenes: Antonio Caso, José Vasconcelos, Alfonso Reyes y Pedro Henríquez Ureña. Ellos acometen la crítica del positivismo y lo llevan a su final descrédito. Su inquietud intelectual coincide Con una búsqueda más dramática: la que hace el país de sí mismo en la lucha civil. La Revolución mexicana es un hecho que irrumpe en nuestra historia como una verdadera revelación de nuestro ser. Muchos acontecimientos -que comprenden la historia política interna del país, y la historia más secreta, de nuestro ser nacionalla preparan: pero muy pocas voces, y todas ellas débiles y borrosas, la anticipan. La Revolución tiene antecedentes, causas y motivos; carece, en un sentido profundo, de precursores. La Independencia no es solamente fruto de diversas circunstancias históricas, sino de un movimiento intelectual universal, que en México se inicia en el siglo XVIII. La Reforma es el resultado de la obra y de la ideología de varias generaciones intelectuales, que la preparan, predicen y realizan. Es la obra de la "inteligencia" mexicana. La Revolución se presenta al principio como una exigencia de verdad y limpieza en los métodos democráticos, según puede verse en el Plan de San Luis (5 de octubre de 1910). Lentamente, en plena lucha o ya en el poder, el movimiento se encuentra y define. Y esta ausencia de programa previo le otorga originalidad y autenticidad populares. De ahí provienen su grandeza y sus debilidades. Entre los precursores de la Revolución se acostumbra citar a un grupo disperso y aislado: Andrés Molina Enríquez, Filomeno Mata, Paulino Martínez, Juan Sarabia, Antonio Villarreal, Ricardo y Enrique Flores Magón. Ninguno de ellos era verdaderamente un intelectual, quiero decir un hombre que se hubiese planteado de un modo cabal la situación de México como un problema y ofreciese 68 un nuevo proyecto histórico. Molina Enríquez tuvo una idea clara del problema agrario, pero no creo que sus observaciones hayan sido aprovechadas por los revolucionarios sino tardíamente, en una época posterior al Plan de Ayala (25 de noviembre de 1911), documento político que condensa las aspiraciones de los zapatistas. La influencia de Flores Magón, uno de los hombres más puros del movimiento obrero mexicano, no se advierte en nuestras leyes obreras. El anarquismo de Flores Magón estaba alejado necesariamente de nuestra Revolución, aunque el movimiento sindical mexicano se inicie influido por las ideas anarcosindicalistas. La Independencia y, más acentuadamente, la Reforma, son movimientos que reflejan, prolongan y adaptan ideologías de la época. Silva Herzog dice al respecto: Nuestra Revolución no tuvo nada en común con la Revolución rusa, ni siquiera en la superficie; fue' antes que ella. ¿Cómo pudo entonces haberla imitado? En la literatura revolucionaria de México, desde fines del siglo pasado hasta 1917, no se usa la terminología socialista europea; y es que nuestro movimiento social nació del propio suelo, del corazón sangrante del pueblo y se hizo drama doloroso y a la vez creador. La ausencia de precursores ideológicos y la escasez de vínculos con una ideología universal constituyen rasgos característicos de la Revolución y la raíz de muchos conflictos y confusiones posteriores. Se conocen los antecedentes inmediatos del movimiento. En primer término, la situación política y social del país. La clase media había crecido gracias al impulso adquirido por el comercio y la industria, que si estaban en su mayoría en manos extranjeras, utilizaban un personal nativo. Había surgido una nueva generación, inquieta y que deseaba un cambio. La querella de las generaciones se alía así a la discordia social. El gobierno de Díaz no era nada más un gobierno de privilegiados, sino de viejos que no se resignaban a ceder el poder. La inconformidad de los jóvenes se expresaba por un ansia de ver alguna vez realizados los principios del liberalismo. Los primeros ideales revolucionarios son predominantemente políticos. Se pensaba que el ejercicio de los derechos democráticos haría posible un cambio de métodos y personas. Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit A la inquietud de la clase media debe agregarse la de la naciente clase obrera. La legislación liberal no preveía ninguna defensa contra los abusos de los poderosos. Campesinos y obreros vivían desamparados frente a caciques, señores feudales e industriales. Pero los campesinos mexicanos poseían una larga tradición de luchas; los obreros no solamente carecían de los más elementales derechos, sino de una experiencia o una teoría en que apoyar sus demandas y justificar su combate. La ausencia de tradiciones propias hacía de la clase obrera la clase desheredada por excelencia. A pesar de esta situación estallaron varias huelgas, reprimidas sin piedad. Y más tarde los obreros decidirían uno de los episodios más importantes de la lucha civil: sus líderes se alían a Carranza y firman el "Pacto de la Casa del Obrero Mundial y el Movimiento Constitucionalista" (17 de febrero de 1915). A cambio de una legislación obrera, se ligaba el proletariado a una de las facciones en que se dividió el movimiento revolucionario. Desde entonces la clase obrera ha dependido, más o menos estrechamente, de los gobiernos revolucionarios, circunstancia de capital importancia para entender al México de nuestros días, según se verá más adelante. Otra circunstancia favorable al desarrollo de la Revolución era la situación internacional del gobierno de Díaz. Siguiendo una política preconizada por liberales como Lerdo y por casi todo el partido conservador, Porfirio Díaz quiso limitar la influencia económica norteamericana acudiendo al capitalismo europeo. "Las relaciones internacionales despertaron honda preocupación en las postrimerías del gobierno de Díaz. El apoyo concedido al capital inglés provocó recelos en el norteamericano. Hubo otras causas de enfriamiento, como la protección que Díaz ofreció al Presidente de Nicaragua, la negativa a conceder una prórroga para que permaneciera la flota de los Estados Unidos en la bahía Magdalena y el fallo favorable a México que dictó un árbitro canadiense en el conflicto de límites conocido con el nombre del Chamizal." Es indudable que los Estados Unidos toleraron en su territorio la acción política de los revolucionarios, pero no es posible reducir la Revolución mexicana, como quieren algunos conservadores, a una conspiración del imperialismo yanqui. La intervención posterior del embajador norteamericano en el golpe de mano contrarrevolucionario que derrocó al presidente Madero prueba hasta dónde debe limitarse la influencia extranjera en el desarrollo de la Revolución. 69 Si las huelgas y revueltas campesinas minaban la estructura social de la Dictadura y la inquietud política en las ciudades hacía vacilar la confianza de Díaz en el apoyo popular, en la esfera de las ideas dos jóvenes, Antonio Caso y José Vasconcelos, emprendían la crítica de la filosofía del régimen. Su obra forma parte de la vasta renovación íntelectual íniciada por el grupo llamado Ateneo de la Juventud. Antonio Caso acomete, en 1909, el examen de la filosofía positivista. En el curso de siete conferencias (las tres primeras dedicadas a Comte y sus precursores, las cuatro restantes al "positivismo independiente", Stuart Mill, Spencer y Taíne), expone su inconformidad con la doctrina oficial. En su examen utiliza sobre todo la filosofía de la contingencia de Boutroux y algunas ideas de Bergson. Al final de sus conferencias, Caso dio a conocer su filosofía personal. He aquí cómo relata Henríquez Ureña este acto de fe: Caso, ante la inminente invasión del pragmatismo y tendencias afines, se postula intelectualista... haciendo el elogio de los grandes metafísicos constructores, Platón, Spinoza, Hegel; y a la vez se declara idealista en cuanto al problema del conocimiento... su profesión de fe termina con una cita ("Todo es pensamiento...") de Henri Poincaré, el sabio pragmatista... La conferencia final de Caso fue un alegato en favor de la especulación filosófica. Entre los muros de la Escuela Preparatoria, la vieja escuela positivista, volvió a oírse la voz de la metafísica que reclama sus derechos inalienables. Vasconcelos era antiintelectualista. Filósofo de la intuición, considera que la emoción es la única facultad capaz de aprehender el objeto. El conocimiento es una visión total e instantánea de la realidad. Vasconcelos elabora más tarde una "filosofía de la raza Iberoamericana", que continúa una corriente muy importante del pensamiento hispanoamericano. Pero la influencia de este pensador se dejará sentir años más tarde, cuando ocupa la Secretaría de Educación Pública en el gobierno del nuevo régimen. La crítica del positivismo fue decisiva en la historia intelectual mexicana y es uno de los antecedentes imprescindibles Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit de la Revolución. Pero es un antecedente negativo. Caso y sus compañeros destruyen la filosofía oficiosa del régimen sin que, por otra parte, sus ideas ofreciesen un nuevo proyecto de reforma nacional. Su posición intelectual apenas si tenía relación con las aspiraciones populares y con los quehaceres de la hora. La diferencia con la generación liberal es significativa. Esta circunstancia no dejaría de tener muy graves consecuencias en la historia del México contemporáneo. Desnuda de doctrinas previas, ajenas o propias, la Revolución será una explosión de la realidad y una búsqueda a tientas de la doctrina universal que la justifique y la inserte en la historia de América y en la del mundo. Mas si el pensamiento de Caso no ejerció influencia en la doctrina de la Revolución, su persistente amor al conocimiento, que lo hizo proseguir sus cátedras cuando las facciones se acribillaban en las calles, lo convirtió en un hermoso ejemplo de lo que significaba la filosofía: un amor que nada compra y nada tuerce. Tales son, condensados sumariamente, los antecedentes más notorios de la Revolución. Sus causas, más profundas y menos numerosas, se confunden con la vida misma de México. Distingue a nuestro movimiento la carencia de un sistema ideológico previo y el hambre de tierras. Los campesinos mexicanos hacen la Revolución no solamente para obtener mejores condiciones de vida, sino para recuperar las tierras que en el transcurso de la Colonia y del siglo XIX les habían arrebatado encomenderos y latifundistas. El" calpulli" era la forma básica de la propiedad territorial antes de la Conquista. Consistía este sistema en dividir las poblaciones en varios barrios o calpulli, cada uno de ellos con una extensión determinada de tierras, que no pertenecían individualmente a ninguno de los habitantes, sino que estaban concedidas a una familia o tribu... en el concepto de que el que abandonaba el calpulli o dejaba de cultivar las tierras que se le asignaban, perdía el derecho de participar en la propiedad comunal. Las Leyes de Indias protegieron esta institución y son numerosas las disposiciones destinadas a defender la propiedad comunal indígena contra abusos y usurpaciones de toda índole. 70 Los preceptos admirables de las Leyes de Indias no fueron siempre respetados y la situación de los campesinos era ya desesperada a fines del siglo XVIII. La actitud de Morelos, uno de los pocos dirigentes mexicanos que tuvo conciencia del problema, revela hasta qué punto el malestar del campo influye en la guerra de la Independencia. La Reforma comete el error fatal de disolver la propiedad comunal indígena, a pesar de que hubo quienes se opusieron, como Ponciano Arriaga. Más tarde, a través de diversas Leyes de Colonización y de Ocupación y Enajenación de Terrenos Baldíos, el régimen de Díaz acaba con los restos de la propiedad campesina y "destruye los caracteres que hasta entonces había tenido el régimen de propiedad en México. Casi todos los programas y manifiestos de los grupos revolucionarios contienen alusiones a la cuestión agraria. Pero solamente la Revolución del Sur y su jefe, Emiliano Zapata, plantean con claridad, decisión y simplicidad el problema. No es un azar que Zapata, figura que posee la hermosa y plástica poesía de las imágenes populares, haya servido de modelo, una y otra vez, a los pintores mexicanos. Con Morelos y Cuauhtémoc es uno de nuestros héroes legendarios. Realismo y mito se alían en esta melancólica, ardiente y esperanzada figura, que murió como había vivido: abrazado a la tierra. Como ella, está hecho de paciencia y fecundidad, de silencio y esperanza, de muerte y resurrección. Su programa contenía pocas ideas, estrictamente las necesarias para hacer saltar las formas económicas y políticas que nos oprimían. Los artículos sexto y séptimo del Plan de Ayala, que prevén la restitución y el reparto de las tierras, implican una transformación de nuestro régimen de propiedad agraria y abren la puerta al México contemporáneo. En suma, el programa de Zapata consistía en la liquidación del feudalismo y en la institución de una legislación que se ajustara a la realidad mexicana. Toda revolución, dice Ortega y Gasset, es una tentativa por someter la realidad a un proyecto racional. De ahí que el espíritu revolucionario se conciba a sí mismo como una exigencia radical de la razón. Acaso la opinión de Ortega y Gasset sea, por su parte, demasiado radical, pues observo que casi siempre las revoluciones, a pesar de presentarse como una invitación para realizar ciertas ideas en un futuro más o menos próximo, se fundan en la pretensión de restablecer una justicia o un orden antiguos, violados por los opresores. Toda revolución tiende a establecer una edad mítica. La Revolución francesa funda la viabilidad de su Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit programa en la creencia de que bastará reconstituir las condiciones ideales del Contrato social para que la concordia se realice. El marxismo también acude a la teoría del comunismo primitivo corno antecedente del régimen que promete. El "eterno retorno" es uno de los supuestos implícitos de casi toda teoría revolucionaria. Todo radicalismo, decía Marx, es un humanismo pues el hombre es la raíz de la razón y de la sociedad. Así, toda revolución pretende crear un mundo en donde el hombre, libre al fin de las trabas del viejo régimen, pueda expresarse de verdad y cumplir su condición humana. El hombre es un ser que sólo se realizará, que sólo será él mismo, en la sociedad revolucionaria. Y esa sociedad funda sus esperanzas en la naturaleza misma del hombre, que no es algo dado y estático, sino que consiste en una serie de posibilidades frustradas por un régimen que lo mutila. ¿Cómo sabemos que el hombre es una posibilidad de ser, malograda por la injusticia? La noción mítica de una "edad de oro" interviene aquí: hubo una vez, en alguna parte del mundo y en algún momento de la Historia, un estado social que permitía al hombre expresarse y realizarse. Esa edad prefigura y profetiza la nueva que el revolucionario se propone crear. Casi siempre la utopía supone la previa existencia, en un pasado remoto, de una "edad de oro" que justifica y hace viable la acción revolucionaria. La originalidad del Plan de Ayala consiste en que esa" edad de oro" no es una simple creación de la razón, ni una hipótesis. El movimiento agrario mexicano exige la restitución de las tierras a través de un requisito legal: los títulos correspondientes. Y si prevé el reparto de tierras lo hace para extender los beneficios de una situación tradicional a todos los campesinos y pueblos que no poseen títulos. El movimiento zapatista tiende a rectificar la Historia de México y el sentido mismo de la nación, que ya no será el proyecto histórico del liberalismo. México no se concibe como un futuro que realizar, sino como un regreso a los orígenes. El radicalismo de la Revolución mexicana consiste en su originalidad, esto es, en volver a nuestra raíz, único fundamento de nuestras instituciones. Al hacer del calpulli el elemento básico de nuestra organización económica y social, el zapatismo no sólo rescataba la parte válida de la tradición colonial, sino que afirmaba que toda construcción política de veras fecunda debería partir de la porción más antigua, estable y duradera de nuestra nación: el pasado indígena. 71 El tradicionalismo de Zapata muestra la profunda conciencia histórica de este hombre, aislado en su pueblo y en su raza. Su aislamiento, que no le permitió acceder a las ideas que manejaban los periodistas y tinterillos de la época, en busca de generales que asesorar, soledad de la semilla encerrada, le dio fuerzas y hondura para tocar la simple verdad. Pues la verdad de la Revolución era muy simple y consistía en la insurgencia de la realidad mexicana, oprimida por los esquemas del liberalismo tanto como por los abusos de conservadores y neoconservadores. El zapatismo fue una vuelta a la más antigua y permanente de nuestras tradiciones. En un sentido profundo niega la obra de la Reforma, pues constituye un regreso a ese mundo del que, de un solo tajo, quisieron desprenderse los liberales. La Revolución se convierte en una tentativa por reintegramos a nuestro pasado. O, como diría Leopoldo Zea, por "asimilar nuestra historia", por hacer de ella algo vivo: un pasado hecho ya presente. Contrasta esta voluntad de integración y regreso a las fuentes con la actitud de los intelectuales de la época, que no solamente Se mostraron incapaces de adivinar el sentido del movimiento revolucionario, sino que seguían especulando con ideas que no tenían más función que la de máscaras. La incapacidad de la "inteligencia" mexicana para formular en un sistema coherente las confusas aspiraciones populares se hizo patente apenas la Revolución dejó de ser un hecho instintivo y se convirtió en un régimen. El zapatismo y el villismo -las dos facciones gemelas, la cara Sur y la cara Norte- eran explosiones populares con escaso poder para integrar sus verdades, más sentidas que pensadas, en un plan orgánico. Eran un punto de partida, un signo oscuro y balbuceante de la voluntad revolucionaria. La facción triunfante -el carrancismo- tendía, por una parte, a superar las limitaciones de sus dos enemigos; por la otra, a negar la espontaneidad popular, única fuente de salud revolucionaria, restaurando el cesarismo. Toda revolución desemboca en la adoración a los jefes; Carranza, el Primer Jefe, el primero de los césares revolucionarios, profetiza el "culto a la personalidad", eufemismo con que se designa la moderna idolatría política. (Ese culto, continuado por Obregón y Calles, aún rige nuestra vida política, aunque limitado por la prohibición de reelegir a los presidentes y otros funcionarios.) Al mismo tiempo, los revolucionarios que rodeaban a Carranza -especialmente Luis Cabrera, uno de los hombres más lúcidos del periodo Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit revolucionario- se esfuerzan por articular Y dar coherencia a las instintivas reivindicaciones populares. En ese momento se hizo patente la insuficiencia ideológica de la Revolución. El resultado fue un compromiso: la Constitución de 1917. Era imposible volver al mundo precortesiano; imposible, asimismo, regresar a la tradición colonial. La Revolución no tuvo más remedio que hacer suyo el programa de los liberales, aunque con ciertas modificaciones. La adopción del esquema liberal no fue sino consecuencia de la falta de ideas de los revolucionarios. Las que la "inteligencia" mexicana ofrecía eran inservibles. La realidad las hizo astillas antes siquiera de que la historia las pusiese a prueba. La permanencia del programa liberal, con su división clásica de poderes -inexistentes en México-, su federalismo teórico y su ceguera ante nuestra realidad, abrió nuevamente la puerta a la mentira y la inautenticidad. No es extraño, por lo tanto, que buena parte de nuestras ideas políticas sigan siendo palabras destinadas a ocultar y oprimir nuestro verdadero ser. Por otra parte, la influencia del imperialismo frustró en parte la posibilidad de desarrollo de una burguesía nativa, que sí hubiera hecho viable el esquema liberal. La restauración de la propiedad comunal entrañaba la liquidación del feudalismo y debería haber determinado el acceso al poder de la burguesía. Nuestra evolución hubiese seguido así los mismos pasos que la de Europa. Pero nuestra marcha es excéntrica. El imperialismo no nos dejó acceder a la "normalidad histórica" y las clases dirigentes de México no tienen más misión que colaborar, como administradoras o asociadas, con un poder extraño. Y en esta situación de ambigüedad histórica reside el peligro de un neoporfirismo. Banqueros e intermediarios pueden apoderarse del Estado. Su función no sería diversa a la de los latifundistas porfirianos. Como ellos, serían herederos de un movimiento revolucionario: gobernarían al país con la máscara de la Revolución, como Díaz lo hizo con la del liberalismo. Sólo que en esta ocasión sería difícil echar mano de una filosofía que cumpla la función del positivismo. Ya no hay "ideas hechas" en nuestro mundo. Si se contempla la Revolución mexicana desde las ideas esbozadas en este ensayo, se advierte que consiste en un movimiento tendiente a reconquistar nuestro pasado, asimilarlo y hacerlo vivo en el presente. Y esta voluntad de regreso, fruto de la soledad y de la desesperación, es una de las fases de esa dialéctica de soledad y comunión, de reunión y separación que 72 parece presidir toda nuestra vida histórica. Gracias a la Revolución el mexicano quiere reconciliarse con su historia y con su origen. De ahí que nuestro movimiento tenga un carácter al mismo tiempo desesperado y redentor. Si estas palabras, gastadas por tantos labios, guardan aún algún significado para nosotros, quieren decir que el pueblo rehúsa toda ayuda exterior, todo esquema propuesto desde afuera y sin relación profunda con su ser, y se vuelve sobre sí mismo. La desesperación, el rehusar ser salvado por un proyecto ajeno a su historia, es un movimiento del ser que se desprende de todo consuelo y se adentra en su propia intimidad: está solo. Y en ese mismo instante, esa soledad se resuelve en tentativa de comunión. Nuevamente desesperación y soledad, redención y comunión, son términos equivalentes. Es notable cómo, a través de una búsqueda muy lenta y pródiga en confusiones, la Revolución cristaliza. No es un esquema que un grupo impone a la realidad sino que ésta, como querían los románticos alemanes, se manifiesta y empieza a adquirir forma en varios sitios, encarnando en grupos antagónicos y a horas diversas. Y sólo hasta ahora es posible ver que forman parte de un mismo proceso figuras tan opuestas como Emiliano Zapata y Venustiano Carranza, Luis Cabrera y José Vasconcelos Francisco Villa y Álvaro Obregón, Francisco I Madero y Lázaro Cárdenas, Felipe Ángeles y Antonio Díaz Soto y Gama. Si se compara a los protagonistas de la Reforma con los de la Revolución se advierte, amén de la claridad de ideas de los primeros y de la confusión de los segundos, que la eminencia de los liberales no los redime de cierta sequedad, que los ha hecho figuras respetables, pero oficiales, héroes de oficina pública, en tanto que la brutalidad y zafiedad de muchos de los caudillos revolucionarios no les han impedido convertirse en mitos populares. Villa cabalga todavía en el norte, en canciones y corridos; Zapata muere en cada feria popular; Madero se asoma a los balcones agitando la bandera nacional; Carranza y Obregón viajan aún en aquellos trenes revolucionarios, en un ir y venir por todo el país, alborotando los gallineros femeninos y arrancando a los jóvenes de la casa paterna. Todos los siguen: ¿a dónde? Nadie lo sabe. Es la Revolución, la palabra mágica, la palabra que va a cambiarlo todo y que nos va a dar una alegría inmensa y una muerte rápida. Por la Revolución el pueblo mexicano se adentra en sí mismo, en su pasado y en su sustancia, para extraer de su intimidad, de su entraña, su filiación. De ahí su fertilidad, que contrasta con la pobreza de nuestro siglo XIX. Pues la fertilidad cultural y artística Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit de la Revolución depende de la profundidad con que sus héroes, sus mitos y sus bandidos marcaron para siempre la sensibilidad y la imaginación de todos los mexicanos. La Revolución es una súbita inmersión de México en su propio ser. De su fondo y entraña extrae, casi a ciegas, los fundamentos del nuevo Estado. Vuelta a la tradición, re-anudación de los lazos con el pasado rotos por la Reforma y la Dictadura, la Revolución es una búsqueda de nosotros mismos y un regreso a la madre. Y, por eso, también es una fiesta: la fiesta de las balas, para emplear la expresión de Martín Luis Guzmán. Como las fiestas populares, la Revolución es un exceso y un gasto, un llegar a los extremos, un estallido de alegría y desamparo, un grito de orfandad y de júbilo, de suicidio y de vida, todo mezclado. Nuestra Revolución es la otra cara de México, ignorada por la Reforma y humillada por la Dictadura. No la cara de la cortesía, el disimulo, la forma lograda a fuerza de mutilaciones y mentiras, sino el rostro brutal y resplandeciente de la fiesta y la muerte, del mitote y el balazo, de la feria y el amor, que es rapto y tiroteo. La Revolución apenas si tiene ideas. Es un estallido de la realidad: una revuelta y una comunión, un trasegar viejas sustancias dormidas, un salir al aire muchas ferocidades, muchas ternuras y muchas finuras ocultas por el miedo a ser. ¿Y con quién comulga México en esta sangrienta fiesta? Consigo mismo, con su propio ser. México se atreve a ser. La explosión revolucionaria es una portentosa fiesta en la que el mexicano, borracho de sí mismo, conoce al fin, en abrazo mortal, al otro mexicano. 73 Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit 74 LA "INTELIGENCIA" MEXICANA INCURRIRÍA en una grosera simplificación quien afirmase que la cultura mexicana es un reflejo de los cambios históricos operados por el movimiento revolucionario. Más exacto será decir que esos cambios, tanto como la cultura mexicana, expresan de alguna manera las tentativas y tendencias, a veces contradictorias, de la nación -esto es, de esa parte de México que ha asumido la responsabilidad y el goce de la mexicanidad-. En este sentido sí se puede decir que la historia de nuestra cultura no es muy diversa a la de nuestro pueblo, aunque esta relación no sea siempre estricta. Y no es estricta ni fatal porque muchas veces la cultura se adelanta a la historia y la profetiza. O deja de expresarla y la traiciona, según se observa en ciertos momentos de la dictadura de Díaz. Por otra parte, la poesía, en virtud de su misma naturaleza y de la naturaleza de su instrumento, las palabras, tiende siempre a la abolición de la historia, no porque la desdeñe sino porque la trasciende. Reducir la poesía a sus significados históricos sería tanto como reducir las palabras del poeta a sus connotaciones lógicas o gramaticales. La poesía se escapa de historia y lenguaje aunque ambos sean su necesario alimento. Lo mismo puede decirse, con las naturales salvedades, de la pintura, la música, la novela, el teatro y el resto de las artes. Pero las páginas que siguen no tienen por tema las obras de creación sino que se limitan a describir ciertas actitudes de la "inteligencia" mexicana, es decir, de ese sector que ha hecho del pensamiento crítico su actividad vital. Su obra, por lo demás, no está tanto en libros y escritos como en su influencia pública y en su acción política. Si la Revolución fue una brusca y mortal inmersión en nosotros mismos, en nuestra raíz y origen, nada ni nadie encarna mejor este fértil y desesperado afán que José Vasconcelos, el fundador de la educación moderna en México. Su obra, breve pero fecunda, aún está viva en lo esencial. Su empresa, al mismo tiempo que prolonga la tarea iniciada por Justo Sierra -extender la educación elemental y perfeccionar la enseñanza superior y universitaria- pretende fundar la educación sobre ciertos principios implícitos en nuestra tradición y que el positivismo había olvidado o ignorado. Vasconcelos pensaba que la Revolución iba a redescubrir el sentido de nuestra historia, buscado vanamente por Sierra. La nueva educación se fundaría en "la sangre, la lengua y el pueblo". El movimiento educativo poseía un carácter orgánico. No es la obra aislada de un hombre extraordinario -aunque Vasconcelos lo sea, y en varias medidas-. Fruto de la Revolución, se nutre de ella; y al realizarse, realiza lo mejor y más secreto del movimiento revolucionario. En la tarea colaboraron poetas, pintores, prosistas, maestros, arquitectos, músicos. Toda, o casi toda, la "inteligencia" mexicana. Fue una obra social, pero que exigía la presencia de un espíritu capaz de encenderse y de encender a los demás. Filósofo y hombre de acción, Vasconcelos poseía esa unidad de visión que imprime coherencia a los proyectos dispersos, y que si a veces olvida los detalles también impide perderse en ellos. Su obra sujeta a numerosas, necesarias y no siempre felices correcciones- no fue la del técnico, sino la del fundador. Vasconcelos concibe la enseñanza como viva participación. Por una parte se fundan escuelas, se editan silabarios y clásicos, se crean Institutos y se envían misiones culturales a los rincones más apartados; por la otra, la "inteligencia" se inclina hacia el pueblo, lo descubre y lo convierte en su elemento superior. Emergen las artes populares, olvidadas durante siglos; en las escuelas y en los salones vuelven a cantarse las viejas canciones; se bailan las danzas regionales, con sus movimientos puros y tímidos, hechos de vuelo y estatismo, de reserva y fuego. Nace la pintura mexicana contemporánea. Una parte de nuestra literatura vuelve los ojos hacia el pasado colonial; otra hacia el indígena. Los más valientes se encaran al presente: surge la novela de la Revolución. México, perdido en la simulación de la dictadura, de pronto es descubierto por ojos atónitos y enamorados: "Hijos pródigos de una patria que ni siquiera sabemos definir, empezamos a observada. Castellana y morisca, rayada de azteca". Miembro de la generación del Ateneo, partícipe de la batalla contra el positivismo, Vasconcelos sabía que toda educación entraña una imagen del mundo y reclama un programa de vida. De ahí sus esfuerzos para fundar la escuela mexicana en algo más concreto que el texto del artículo tercero constitucional, que preveía la enseñanza laica. El laicismo nunca había sido neutral. Su pretendida indiferencia ante las cuestiones últimas era un artificio que a nadie engañaba, y Vasconcelos, que no era católico ni jacobino, tampoco era neutral. Así, quiso fundar nuestra enseñanza sobre la tradición, del mismo modo que la Revolución Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit se empeñaba en crear una nueva economía en torno al ejido. Fundar la escuela sobre la tradición significaba formular explícitamente los impulsos revolucionarios que hasta ese momento se expresaban Corno instinto y balbuceo. Nuestra tradición, si de verdad estaba viva y no era una forma yerta, iba a redescubrimos una tradición universal, en la que la nuestra se insertaba, prolongaba y justificaba. Toda vuelta a la tradición lleva a reconocer que somos parte de la tradición universal de España, la única que podemos aceptar y continuar los hispanoamericanos. Hay dos Españas: la cerrada al mundo, y la España abierta, la heterodoxa, que rompe su cárcel por respirar el aire libre del espíritu. Esta última es la nuestra. La otra, la castiza y medieval, ni nos dio el ser ni nos descubrió, y toda nuestra historia, como parte de la de los españoles, ha sido lucha contra ella. Ahora bien, la tradición universal de España en América consiste, sobre todo, en concebir el continente como una unidad superior, según se ha visto. Por lo tanto, volver a la tradición española no tiene otro sentido que volver a la unidad de Hispanoamérica. La filosofía de la raza cósmica (esto es, del nuevo hombre americano que disolverá todas las oposiciones raciales y el gran conflicto entre Oriente y Occidente) no era sino la natural consecuencia y el fruto extremo del universalismo español, hijo del Renacimiento. Las ideas de Vasconcelos no tenían parentesco con el casticismo y tradicionalismo de los conservadores mexicanos, pues para él, como para los fundadores de América, el continente se presentaba como futuro y novedad: "la América española es lo nuevo por excelencia, novedad no sólo de territorio, también de alma". El tradicionalismo de Vasconcelos no se apoyaba en el pasado: se justificaba en el futuro. La filosofía iberoamericana de Vasconcelos constituía la primera tentativa para resolver un conflicto latente desde que se inició la Revolución. Estallido del instinto, ansia de comunión, revelación de nuestro ser, el movimiento revolucionario fue búsqueda y hallazgo de nuestra filiación, rota por el liberalismo. Mas esa tradición redescubierta no bastaba para alimentar nuestra voracidad de país vuelto a nacer, porque no contenía elementos universales que nos sirviesen para construir una nueva sociedad, ya que era imposible volver al catolicismo o al liberalismo, las dos grandes corrientes universales que habían modelado nuestra cultura. Al mismo tiempo, la Revolución no podía justificarse a sí 75 misma porque apenas si tenía ideas. No quedaban, pues, sino la autofagia o la invención de un nuevo sistema. Vasconcelos resuelve la cuestión al ofrecer su filosofía de la raza iberoamericana. El lema del positivismo, "Amor, orden y progreso", fue sustituido por el orgulloso "Por mi raza hablará el espíritu". Por desgracia, la filosofía de Vasconcelos es ante todo una obra personal, al contrario de lo que acontecía con liberales y positivistas, que continuaban vastas corrientes ideológicas. La obra de Vasconcelos posee la coherencia poética de los grandes sistemas filosóficos, pero no su rigor; es un monumento aislado, que no ha originado una escuela ni un movimiento. Y como ha dicho Malraux, "los mitos no acuden a la complicidad de nuestra razón, sino a la de nuestros instintos". No es difícil encontrar en el sistema vasconceliano fragmentos todavía vivos, porciones fecundas, iluminaciones, anticipos, pero no el fundamento de nuestro ser, ni el de nuestra cultura. Durante la época en que dirige al país Lázaro Cárdenas, la Revolución tiende a realizarse con mayor amplitud y profundidad. Las reformas planeadas por los regímenes anteriores al fin se llevan a cabo. La obra de Cárdenas consuma la de Zapata y Carranza. La necesidad de dar al pueblo algo más que el laicismo liberal, produce la reforma del artículo tercero de la Constitución: "La educación que imparta el Estado será socialista... combatirá el fanatismo y los prejuicios, creando en la juventud un concepto racional y exacto del Universo y de la vida social". Para los mismos marxistas el texto del nuevo artículo tercero era defectuoso: ¿cómo implantar una educación socialista en un país cuya Constitución consagraba la propiedad privada y en donde la clase obrera no poseía la dirección de los negocios públicos? Arma de lucha, la educación socialista creó muchas enemistades inútiles al régimen y suscitó las fáciles críticas de los conservadores. Asimismo, se mostró impotente para superar las carencias de la Revolución mexicana. Si las revoluciones no se hacen con palabras, las ideas no se implantan con decretos. La filosofía implícita en el texto del artículo tercero no invitaba a la participación creadora, ni fundaba las bases de la nación, como lo había hecho en su momento el catolicismo colonial. La educación socialista era una trampa en la que sólo cayeron sus inventores, con regocijo de todos los reaccionarios. El conflicto entre la universalidad de nuestra tradición y la imposibilidad de volver a las formas en que se había Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit 76 expresado ese universalismo no podía ser resuelto con la adopción de una filosofía que no era, ni podía ser, la del Estado mexicano. convirtió en el consejero, secreto o público, del general analfabeto, del líder campesino o sindical, del caudillo en el poder. El mismo conflicto desgarra las formas políticas y económicas creadas por la Revolución. En todos los aspectos de la vida mexicana se encuentra, al mismo tiempo que una conciencia muy viva de la autenticidad y originalidad de nuestra Revolución, un afán de totalidad Y coherencia que ésta no nos ofrece. El calpulli era una institución económica, social, política y religiosa que floreció naturalmente en el centro de la vida precortesiana. Durante el periodo colonial logra convivir con otras formas de propiedad gracias a la naturaleza del mundo fundado por los españoles, orden universal que admitía diversas concepciones de la propiedad, tanto como cobijaba una pluralidad de razas, castas y clases. Pero ¿cómo integrar la propiedad comunal de la tierra en el seno de una sociedad que inicia su etapa capitalista y que de pronto se ve lanzada al mundo de las contiendas imperialistas? El problema era el mismo que se planteaba a escritores y artistas: encontrar una solución orgánica, total, que no sacrificara las particularidades de nuestro ser a la universalidad del sistema, como había ocurrido con el liberalismo, y que tampoco redujera nuestra participación a la actitud pasiva, estática, del creyente o del imitador. Por primera vez al mexicano se le plantean vida e historia como algo que hay que inventar de pies a cabeza. En la imposibilidad de hacerlo, nuestra cultura y nuestra política social han vacilado entre diversos extremos. Incapaces de realizar una síntesis, hemos terminado por aceptar una serie de compromisos, tanto en la esfera de la educación como en la de los problemas sociales. Estos compromisos nos han permitido defender lo ya conquistado, pero sería peligroso considerarlos definitivos. El texto actual del artículo tercero refleja esta situación. La enmienda constitucional ha sido benéfica pero, por encima de cualquier consideración técnica, sigue sin contestar ciertas preguntas: ¿cuál es el sentido de la tradición mexicana y cuál es su valor actual?, ¿cuál es el programa de vida que ofrecen nuestras escuelas a los jóvenes? Las respuestas a estas preguntas no pueden ser la obra de un hombre. Si no las hemos contestado es porque la historia misma no ha resuelto ese conflicto. La tarea era inmensa y había que improvisado todo. Los poetas estudiaron economía, los juristas sociología, los novelistas derecho internacional, pedagogía o agronomía. Con la excepción de los pintores -a los que se protegió de la mejor manera posible: entregándoles los muros públicos-, el resto de la "inteligencia" fue utilizada para fines concretos e inmediatos: proyectos de leyes, planes de gobierno, misiones confidenciales, tareas educativas, fundación de escuelas y bancos de refacción agraria, etc. La diplomacia, el comercio exterior, la administración pública abrieron sus puertas a una "inteligencia" que venía de la clase media. Pronto surgió un grupo numeroso de técnicos y expertos, gracias a las nuevas escuelas profesionales y a los viajes de estudio al extranjero. Su participación en la gestión gubernamental ha hecho posible la continuidad de la obra iniciada por los primeros revolucionarios. Ellos han defendido, en multitud de ocasiones, la herencia revolucionaria. Pero nada más difícil que su situación. Preocupados por no ceder sus posiciones -desde las materiales hasta las ideológicas- han hecho del compromiso un arte y una forma de vida. Su obra ha sido, en muchos aspectos, admirable; al mismo tiempo, han perdido independencia y sU crítica resulta diluida, a fuerza de prudencia o de maquiavelismo. La "inteligencia" mexicana, en su conjunto, no ha podido o no ha sabido utilizar las armas propias del intelectual: la crítica, el examen, el juicio. El resultado ha sido que el espíritu cortesano -producto natural, por lo visto, de toda revolución que se transforma en gobierno- ha invadido casi toda la esfera de la actividad pública. Además, como ocurre siempre con toda burocracia, se ha extendido la moral cerrada de secta y el culto mágico al "secreto de Estado". No se discuten los asuntos públicos: se cuchichean. No debe olvidarse, sin embargo, que en muchos casos la colaboración se ha pagado con verdaderos sacrificios. El demonio de la eficacia -y no el de la ambición-, el deseo de servir y de cumplir con una tarea colectiva, y hasta cierto sentido ascético de la moral ciudadana, entendida como negación del yo, muy propio del intelectual, han llevado a algunos a la pérdida más dolorosa: la de la obra personal. Este drama no se plantea siquiera para el intelectual europeo. Ahora bien, en Europa y los Estados Unidos el intelectual ha sido desplazado del poder, vive en exilio y su influencia se ejerce fuera del ámbito del Estado. Su misión principal es la crítica; en México, la acción política. El mundo de la política es, por naturaleza, el de Una vez cerrado el periodo militar de la Revolución, muchos jóvenes intelectuales -que no habían tenido la edad o la posibilidad de participar en la lucha armada- empezaron a colaborar con los gobiernos revolucionarios. El intelectual se Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit los valores relativos: el único valor absoluto es la eficacia. La "inteligencia" mexicana no sólo ha servido al país: lo ha defendido. Ha sido honrada y eficaz, pero, ¿no ha dejado de ser "inteligencia", es decir, no ha renunciado a ser la conciencia crítica de su pueblo? Las oscilaciones de la Revolución, la presión internacional que no dejó de hacerse sentir apenas se iniciaron las reformas sociales, la demagogia que pronto se convirtió en una enfermedad permanente de nuestro sistema político, la corrupción de los dirigentes que crecía a medida que era más notoria la imposibilidad de realizamos en formas democráticas a la manera liberal, produjeron escepticismo en el pueblo y desconfianza entre los intelectuales. La "inteligencia" mexicana, unida en una empresa común, también tiene sus heterodoxos y solitarios, sus críticos y sus doctrinarios. Algunos han cesado de colaborar y han fundado grupos y partidos de oposición, corno Manuel Gómez Morín, ayer autor de las leyes hacendarias revolucionarias y hoy jefe de Acción Nacional, el partido de la derecha. Otros, como Jesús Silva Herzog, han mostrado que la eficacia técnica no está reñida con la independencia espiritual; su revista Cuadernos Americanos ha agrupado a todos los escritores independientes de Hispanoamérica. Vicente Lombardo Toledano, Narciso Bassols y otros se convirtieron al marxismo, única filosofía que les parecía conciliar las particularidades de la historia de México con la universalidad de la Revolución. La obra de estos hombres debe juzgarse sobre todo en el campo de la política social. Por desgracia, desde hace muchos años su actividad se ha viciado por la docilidad con que han seguido, aun en sus peores momentos, la línea política estalinista. Al mismo tiempo que una parte de la "inteligencia" se inclinaba hacia el marxismo -casi siempre en su forma oficial y burocrática-, buscando así romper su soledad al insertarse en el movimiento obrero mundial, otros hombres iniciaban una tarea de revisión y crítica. La Revolución mexicana había descubierto el rostro de México. Samuel Ramos interroga esos rasgos, arranca máscaras e inicia un examen del mexicano. Se dice que El perfil del hombre y la cultura en México, primera tentativa seria por conocernos, padece diversas limitaciones: el mexicano que describen sus páginas es un tipo aislado y los instrumentos de que el filósofo se vale para penetrar la realidad –la teoría del resentimiento, más como ha sido expuesta por Adler que por Scheler- reducen acaso la significación de sus conclusiones. Pero 77 ese libro continúa siendo el único punto de partida que tenemos para conocemos. No sólo la mayor parte de sus observaciones son todavía válidas, sino que la idea central que lo inspira sigue siendo verdadera: el mexicano es un ser que cuando se expresa se oculta; sus palabras y gestos son casi siempre máscaras. Utilizando un método distinto al empleado en ese estudio, Ramos nos ha dado una descripción muy penetrante de ese conjunto de actitudes que hacen de cada uno de nosotros un ser cerrado e inaccesible. Mientras Samuel Ramos descubre el sentido de algunos de nuestros gestos más característicos -exploración que habría que completar con un psicoanálisis de nuestros mitos y creencias y un examen de nuestra vida erótica-, Jorge Cuesta se preocupa por indagar el sentido de nuestra tradición. Sus ideas, dispersas en artículos de crítica estética y política, poseen coherencia y unidad a pesar de que su autor jamás tuvo ocasión de reunirlas en un libro. Lo mismo si trata del clasicismo de la poesía mexicana que de la influencia de Francia en nuestra cultura, de la pintura mural que de la poesía de López Velarde. Cuesta cuida de reiterar este pensamiento: México es un país que se ha hecho a sí mismo y que, por lo tanto, carece de pasado. Mejor dicho, México se ha hecho contra su pasado, contra dos localismos, dos inercias y dos casticismos: el indio y el español. La verdadera tradición de México no continúa sino niega la colonial, pues es una libre elección de ciertos valores Universales: los del racionalismo francés. Nuestro "francesismo" no es accidental, ni es fruto de una mera circunstancia histórica. En la cultura francesa que también es libre elección, el mexicano se descubrir como vocación universal. Los modelos de nuestra poesía, como los que inspiran nuestros sistemas políticos, son universales e indiferentes a tiempo, espacio y color local: implican una idea del hombre y tienden a realizarla sacrificando nuestras particularidades nacionales. Constituyen un Rigor y una Forma. Así, nuestra poesía no es romántica o nacional sino cuando desfallece o se traiciona. Otro tanto ocurre con el resto de nuestras formas artísticas y políticas. Cuesta desdeña el examen histórico. Ve en la tradición española nada más inercia, conformismo y pasividad porque ignora la otra cara de esa tradición. Omite analizar la influencia de la tradición indígena, también. y nuestra preferencia por la cultura francesa, ¿no es más bien hija de diversas circunstancias, tanto de la Historia universal Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit como de la mexicana, que de una supuesta afinidad? Influido por Julián Benda, Cuesta olvida que la cultura francesa se alimenta de la historia de Francia y que es inseparable de la realidad que la sustenta. A pesar de las limitaciones de su posición intelectual, más visibles ahora que cuando su autor las formuló a través de esporádicas publicaciones periodísticas, debemos a Cuesta varias observaciones valiosas. México, en efecto, se define a sí mismo como negación de su pasado. Su error, como el de liberales y positivistas, consistió en pensar que esa negación entrañaba forzosamente la adopción del radicalismo y del clasicismo franceses en política, arte y poesía. La historia misma refuta su hipótesis: el movimiento revolucionario, la poesía contemporánea, la pintura y, en fin, el crecimiento mismo del país, tienden a imponer nuestras particularidades y a romper la geometría intelectual que nos propone Francia. El radicalismo mexicano, como se ha procurado mostrar en este ensayo, tiene otro sentido. Más allá de las diferencias que los separan, se advierte cierto parentesco entre Ramos y Cuesta. Ambos, en dirección contraria, reflejan nuestra voluntad de conocemos. El primero representa esta tendencia hacia nuestra propia intimidad que encarnó la Revolución mexicana; el segundo, la necesidad de insertar nuestras particularidades en una tradición universal. Otro solitario es Daniel Cosío Villegas. Economista e historiador, fue el fundador del Fondo de Cultura Económica, empresa editorial no lucrativa que tuvo por primer objetivo -y de ahí su nombre- proporcionar a los hispanoamericanos los textos fundamentales de la ciencia económica, de Smith y los fisiócratas a Keynes, pasando por Marx. Gracias a Cosío y sus sucesores, el Fondo se transformó en una editorial de obras de filosofía, sociología e historia que han renovado la vida intelectual de los países de habla española. Debemos a Cosío Villegas el examen más serio y completo del régimen porfirista. Pero quizá lo mejor y más estimulante de su actividad intelectual es el espíritu que anima a su crítica, la desenvoltura de sus opiniones, la independencia de su juicio. Su mejor libro, para mí, es Extremos de América, examen nada piadoso de nuestra realidad, hecho con ironía, valor y una admirable impertinencia. 78 Cárdenas abrió las puertas a los vencidos de la guerra de España. Entre ellos venían escritores, poetas, profesores. A ellos se debe en parte el renacimiento de la cultura mexicana, sobre todo en el campo de la filosofía. Un español al que los mexicanos debemos gratitud es José Gaos, el maestro de la joven "inteligencia". La nueva generación está en aptitud de manejar los instrumentos que toda empresa intelectual requiere. Por primera vez desde la época de la Independencia, la "inteligencia" mexicana no necesita formarse fuera de las aulas. Los nuevos maestros no ofrecen a los jóvenes una filosofía, sino los medios y las posibilidades para crearla. Tal es, precisamente, la misión del maestro. Un nuevo elemento de estímulo es la presencia de Alfonso Reyes. Su obra, que ahora podemos empezar a contemplar en sus verdaderas dimensiones, es una invitación al rigor y a la coherencia. El clasicismo de Reyes, equidistante del academismo de Ramírez y del romanticismo de Sierra, no parte de las formas ya hechas. En lugar de ser mera imitación o adaptación de formas universales, es un clasicismo que se busca y se modela a sí mismo, espejo y fuente, simultáneamente, en los que el hombre se reconoce, sí, pero también se sobrepasa. Reyes es un hombre para quien la literatura es algo más que una vocación o un destino: una religión. Escritor cabal para quien el lenguaje es todo lo que puede ser el lenguaje: sonido y signo, trazo inanimado y magia, organismo de relojería y ser vivo. Poeta, crítico y ensayista, es el Literato: el minero, el artífice, el peón, el jardinero, el amante y el sacerdote de las palabras. Su obra es historia y poesía, reflexión y creación. Si Reyes es un grupo de escritores, su obra es una Literatura. ¿Lección de forma? No, lección de expresión. En un mundo de retóricos elocuentes o de reconcentrados silenciosos, Reyes nos advierte de los peligros y de las responsabilidades del lenguaje. Se le acusa de no habernos dado una filosofía o una orientación. Aparte de que quienes lo acusan olvidan buena parte de sus escritos, destinados a esclarecer muchas situaciones que la historia de América nos plantea, me parece que la importancia de Reyes reside sobre todo en que leerlo es una lección de claridad y transparencia. Al enseñamos a decir, nos enseña a pensar. De ahí la importancia de sus reflexiones sobre la inteligencia americana y Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit 79 sobre las responsabilidades del intelectual y del escritor de nuestro tiempo. y capaces de contener, sin ahogados y sin desgarrarse, todos nuestros inexpresados conflictos. El primer deber del escritor, nos dice, estriba en su fidelidad al lenguaje. El escritor es un hombre que no tiene más instrumento que las palabras. A diferencia de los útiles del artesano, del pintor y del músico, las palabras están henchidas de significaciones ambiguas y hasta contrarias. Usarlas quiere decir esclarecerlas, purificarlas, hacerlas de verdad instrumentos de nuestro pensar y no máscaras o aproximaciones. Escribir implica una profesión de fe y una actitud que trasciende al retórico y al gramático; las raíces de las palabras se confunden con las de la moral: la crítica del lenguaje es una crítica histórica y moral. Todo estilo es algo más que una manera de hablar: es una manera de pensar y, por lo tanto, un juicio implícito o explícito sobre la realidad que nos circunda. Entre el lenguaje, ser por naturaleza social, y el escritor, que sólo engendra en la soledad, se establece así una relación muy extraña: gracias al escritor el lenguaje amorfo, horizontal, se yergue e individualiza; gracias al lenguaje, el escritor moderno, rotas las otras vías de comunicación con su pueblo y su tiempo, participa en la vida de la Ciudad. Reyes se enfrenta al lenguaje como problema artístico y ético. Su obra no es un modelo o una lección sino un estímulo. Por eso nuestra actitud ante el lenguaje no puede ser diversa a la de nuestros predecesores: también a nosotros, y más radicalmente que a ellos, puesto que tenemos menos ilusiones en unas ideas que la cultura occidental soñó eternas, la vida y la historia de nuestro pueblo se nos presentan como una voluntad que se empeña en crear la Forma que la exprese Y que, sin traicionada, la trascienda. Soledad, Comunión, Mexicanidad y Universalidad, siguen siendo los extremos que devoran al mexicano. Los términos de este conflicto habitan no sólo nuestra intimidad y coloran con un matiz especial, alternativamente sombrío y brillante, nuestra conducta privada y nuestras relaciones con los demás, sino que yacen en el fondo de todas nuestras tentativas políticas, artísticas y sociales. La vida del mexicano es un continuo desgarrarse entre ambos extremos, cuando no es un inestable y penoso equilibrio. De la obra de Alfonso Reyes se puede extraer no solamente una Crítica sino una Filosofía y una Ética del lenguaje. Por tal razón no es un azar que, al mismo tiempo que defiende la transparencia del vocablo y la universalidad de su significado, predique una misión. Pues aparte de esa radical fidelidad al lenguaje que define a todo escritor, el mexicano tiene algunos deberes específicos. El primero de todos consiste en expresar lo nuestro. O para emplear las palabras de Reyes "buscar el alma nacional". Tarea ardua y extrema, pues usamos un lenguaje hecho y que no hemos creado para revelar a una sociedad balbuciente y a un hombre enmarañado. No tenemos más remedio que usar de un idioma que ha sufrido ya las experiencias de Góngora y Quevedo, de Cervantes y San Juan, para expresar a un hombre que no acaba de ser y que no se conoce a sí mismo. Escribir equivale a deshacer el español y a recreado para que se vuelva mexicano sin dejar de ser español. Nuestra fidelidad al lenguaje, en suma, implica fidelidad a nuestro pueblo y fidelidad a una tradición que no es nuestra totalmente sino por un acto de violencia intelectual. En la escritura de Reyes viven los dos términos de este extremoso deber. Por eso, en sus mejores momentos, su obra consiste en la invención de un lenguaje y de una forma universales Toda la historia de México, desde la Conquista hasta la Revolución, puede verse como una búsqueda de nosotros mismos, deformados o enmascarados por instituciones extrañas, y de una Forma que nos exprese. Las sociedades precortesianas lograron creaciones muy ricas y diversas, según se ve por lo poco que dejaron en pie los españoles, y por las revelaciones que cada día nos entregan los arqueólogos y antropólogos. La Conquista destruye esas formas y superpone la española. En la cultura española laten dos direcciones, conciliadas pero no fundidas enteramente por el Estado español: la tradición medieval, castiza, viva en España hasta nuestros días, y una tradición universal, que España se apropia y hace suya antes de la Contrarreforma. .Por obra del catolicismo, España logra en la esfera del arte una síntesis afortunada de ambos elementos. Otro tanto puede decirse de algunas instituciones y nociones de Derecho político, que intervienen decisivamente en la constitución de la sociedad colonial y en el estatuto otorgado a los indios y a sus comunidades. Debido al carácter universal de la religión católica, que era, aunque lo olviden con frecuencia fieles y adversarios, una religión para todos y especialmente para los desheredados y los huérfanos, la sociedad colonial logra convertirse por un momento en un orden. Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit Forma y sustancia pactan. Entre la realidad y las instituciones, el pueblo y el poder, el arte y la vida, el individuo y la sociedad, no hay un muro o una fosa sino que todo se corresponde y unos mismos conceptos y una misma voluntad rigen los ánimos. El hombre, por más humilde que sea su condición, no está solo. Ni tampoco lo está la sociedad. Mundo y trasmundo, vida y muerte, acción y contemplación, son experiencias totales y no actos o conceptos aislados. Cada fragmento participa de la totalidad y ésta vive en cada una de las partes. El orden precortesiano fue reemplazado por una Forma universal, abierta a la participación y a la comunión de todos los fieles. La parálisis de la sociedad colonial y su final petrificación en una máscara piadosa o feroz, parece ser hija de una circunstancia que pocas veces ha sido examinada: la decadencia del catolicismo europeo, en tanto que manantial de la cultura occidental, coincidió con su expansión y apogeo en Nueva España. La vida religiosa, fuente de creación en otra época, se reduce para los más a inerte participación. Y para los menos, oscilantes entre la curiosidad y la fe, a tentativas incompletas, juegos de ingenio y, al final, silencio y sopor. O para decirlo en otros términos: el catolicismo se ofrece a la inmensa masa indígena como un refugio. La orfandad que provoca la ruptura de la Conquista se resuelve en un regresar a las oscuras entrañas maternas. La religiosidad colonial es una vuelta a la vida prenatal, pasiva, neutra y satisfecha. La minoría, que intenta salir al aire fresco del mundo, e ahoga, enmudece o retrocede. La Independencia, la Reforma y la Dictadura son distintas, contradictorias fases de una misma voluntad de desarraigo. El siglo XIX debe verse como ruptura total con la Forma. Y simultáneamente, el movimiento liberal se manifiesta como una tentativa utópica, que provoca la venganza de la realidad. El esquema liberal se convierte en la simulación del positivismo. Nuestra historia independiente, desde que empezamos a tener conciencia de nosotros mismos, noción de patria y de ser nacional, es ruptura y búsqueda. Ruptura con la tradición, con la Forma. Y búsqueda de una nueva Forma, capaz de contener todas nuestras particularidades y abierta al porvenir. Ni el catolicismo, cerrado al futuro, ni el liberalismo, que sustituía al mexicano concreto por una abstracción inánime, podían ser esa Forma buscada, expresión de nuestros quereres particulares y de nuestros anhelos universales. 80 La Revolución fue un descubrimiento de nosotros mismos y un regreso a los orígenes, primero; luego una búsqueda y una tentativa de síntesis, abortada varias veces; incapaz de asimilar nuestra tradición, y ofrecemos un nuevo proyecto salvador, finalmente fue un compromiso. Ni la Revolución ha sido capaz de articular toda su salvadora explosión en una visión del mundo, ni la "inteligencia" mexicana ha resuelto ese conflicto entre la insuficiencia de nuestra tradición y nuestra exigencia de universalidad. Esta recapitulación conduce a plantear el problema de una filosofía mexicana, suscitado recientemente por Ramos y Zea. Los conflictos examinados en el curso de este ensayo habían permanecido hasta hace poco ocultos, recubiertos por formas e ideas extrañas, que si habían servido para justificamos, también nos impidieron manifestamos y manifestar la índole de nuestra querella interior. Nuestra situación era semejante a la del neurótico, para quien los principios morales y las ideas abstractas no tienen más función práctica que la defensa de su intimidad, complicado sistema con el que se engaña, y engaña a los demás, acerca del verdadero significado de sus inclinaciones y la índole de sus conflictos. Pero en el momento en que éstos aparecen a plena luz y tal cual son, el enfermo debe afrontarlos y resolverlos por sí mismo. Algo parecido nos ocurre. De pronto nos hemos encontrado desnudos, frente a una realidad también desnuda. Nada nos justifica ya y sólo nosotros podemos dar respuesta a las preguntas que nos hace la realidad. La reflexión filosófica se vuelve así una tarea salvadora y urgente, pues no tendrá nada más por objeto examinar nuestro pasado intelectual, ni describir nuestras actitudes características, sino que deberá ofrecemos una solución concreta, algo que dé sentido a nuestra presencia en la tierra. ¿Cómo puede ser mexicana una reflexión filosófica de esta índole? En tanto que examen de nuestra tradición será una filosofía de la historia de México y una historia de las ideas mexicanas. Pero nuestra historia no es sino un fragmento de la Historia universal. Quiero decir: siempre, excepto en el momento de la Revolución, hemos vivido nuestra historia como un episodio de la del mundo entero. Nuestras ideas, asimismo, nunca han sido Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit nuestras del todo, sino herencia o conquista de las engendradas por Europa. Una filosofía de la historia de México no sería, pues, sino una reflexión sobre las actitudes que hemos asumido frente a los temas que nos ha propuesto la Historia universal: contrarreforma, racionalismo, positivismo, socialismo. En suma, la meditación histórica nos llevaría a responder esta pregunta: ¿cómo han vivido los mexicanos las ideas universales? 81 independiente aun en el campo de la política diaria-, Zea afirma que, hasta hace poco, América fue el monólogo de Europa, una de las formas históricas en que encarnó su pensamiento; hoy ese monólogo tiende a convertirse en diálogo. Un diálogo que no es puramente intelectual sino social, político y vital. Zea ha estudiado la enajenación americana, el no ser nosotros mismos y el ser pensados por otros. Esta enajenación -más que nuestras particularidades- constituye nuestra manera propia de ser. Pero se trata de una situación universal, compartida por todos los hombres. Tener conciencia de esto es empezar a tener conciencia de nosotros mismos. En efecto, hemos vivido en la periferia de la historia. Hoy el centro, el núcleo de la sociedad mundial, se ha disgregado y todos nos hemos convertido en seres periféricos, hasta los europeos y los norteamericanos. Todos estamos al margen porque ya no hay centro. La pregunta anterior entraña una idea acerca del carácter distintivo de la mexicanidad, segundo de los temas de esa proyectada filosofía mexicana. Los mexicanos no hemos creado una Forma que nos exprese. Por lo tanto, la mexicanidad no se puede identificar con ninguna forma o tendencia histórica concreta: es una oscilación entre varios proyectos universales, sucesivamente trasplantados o impuestos y todos hoy inservibles. La mexicanidad, así, es una manera de no ser nosotros mismos, una reiterada manera de ser y vivir otra cosa. En suma, a veces una máscara y otras una súbita determinación por buscamos, un repentino abrimos el pecho para encontrar nuestra voz más secreta. Una filosofía mexicana tendrá que afrontar la ambigüedad de nuestra tradición y de nuestra voluntad misma de ser, que si exige una plena originalidad nacional no se satisface con algo que no implique una solución universal. Otros escritores jóvenes se ocupan en desentrañar el sentido de nuestras actitudes vitales. Una gran avidez por conocemos, con rigor y sin complacencias, es el mérito mayor de muchos de estos trabajos. Sin embargo, la mayor parte de los componentes de este grupo -especialmente Emilio Uranga, su principal inspirador- ha comprendido que el tema del mexicano sólo es una parte de una larga reflexión sobre algo más vasto: la enajenación histórica de los pueblos dependientes y, en general, del hombre. Varios escritores se han impuesto la tarea de examinar nuestro pasado intelectual. Destacan en este campo los estudios de Leopoldo Zea y Edmundo O'Gorman. El problema que preocupa a O'Gorman es el de saber qué clase de ser histórico es lo que llamamos América. No es una región geográfica, no es tampoco un pasado y, acaso, ni siquiera un presente. Es una idea, una invención del espíritu europeo. América es una utopía, es decir, es el momento en que el espíritu europeo se universaliza, se desprende de sus particularidades históricas y se concibe a sí mismo como una idea universal que, casi milagrosamente, encarna y se afinca en una tierra y un tiempo preciso: el porvenir. En América la cultura europea se concibe como unidad superior. O'Gorman acierta cuando ve a nuestro continente como la actualización del espíritu europeo, pero, ¿qué ocurre con América como ser histórico autónomo al enfrentarse a la realidad europea? Esta pregunta parece ser el tema esencial de Leopoldo Zea. Historiador del pensamiento hispanoamericano -y, asimismo, crítico Toda reflexión filosófica debe poseer autenticidad, esto es, debe ser un pensar a la intemperie un problema concreto. Sólo así el objeto de la reflexión puede convertirse en un tema universal. Nuestro tiempo parece propicio a una empresa de este rango. Por primera vez, México no tiene a su disposición un conjunto de ideas universales que justifiquen nuestra situación. Europa, ese almacén de ideas hechas, vive ahora como nosotros: al día. En un sentido estricto, el mundo moderno no tiene ya ideas. Por tal razón el mexicano se sitúa ante su realidad como todos los hombres modernos: a solas. En esta desnudez encontrará su verdadera universalidad, que ayer fue mera adaptación del pensamiento europeo. La autenticidad de la reflexión hará que la mexicanidad de esa filosofía resida sólo en el acento, el énfasis o el estilo del filósofo, pero no en el contenido de su pensamiento. La mexicanidad será una máscara que, al caer, dejará ver al fin al hombre. Las circunstancias actuales de México transforman así el proyecto de una filosofía mexicana en la necesidad de pensar por Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit nosotros mismos unos problemas que ya no son exclusivamente nuestros, sino de todos los hombres. Esto es, la filosofía mexicana, si de veras lo es, será simple y llanamente filosofía, a secas. La conclusión anterior puede corroborarse si se examina históricamente el problema. La Revolución mexicana puso en entredicho nuestra tradición intelectual. El movimiento revolucionario mostró que todas las ideas y concepciones que nos habían justificado en el pasado estaban muertas o mutilaban nuestro ser. La Historia universal, por otra parte, se nos ha echado encima y nos ha planteado directamente muchos problemas y cuestiones que antes nuestros padres vivían de reflejo. Pese a nuestras singularidades nacionales -superposición de tiempos históricos, ambigüedad de nuestra tradición, semicolonialismo, etc.la situación de México no es ya distinta a la de los otros países. Acaso por primera vez en la historia la crisis de nuestra cultura es la crisis misma de la especie. La melancólica reflexión de Valéry ante los cementerios de las civilizaciones desaparecidas nos deja ahora indiferentes, porque no es la cultura occidental la que mañana puede hundirse, como antes ocurrió con griegos y árabes, con aztecas y egipcios, sino el hombre. La antigua pluralidad de culturas, que postulaban diversos y contrarios ideales del hombre y ofrecían diversos y contrarios futuros, ha sido sustituida por la presencia de una sola civilización y un solo futuro. Hasta hace poco, la Historia fue una reflexión sobre las varias y opuestas verdades que cada cultura proponía y una verificación de la radical heterogeneidad de cada sociedad y de cada arquetipo. Ahora la Historia ha recobrado su unidad y vuelve a ser lo que fue en su origen: una meditación sobre el hombre. La pluralidad de culturas que el historicismo moderno rescata, se resuelve en una síntesis: la de nuestro momento. Todas las civilizaciones desembocan en la occidental, que ha asimilado o aplastado a sus rivales. Y todas las particularidades tienen que responder a las preguntas que nos hace la Historia: las mismas para todos. El hombre ha reconquistado su unidad. Las decisiones de los mexicanos afectan ya a todos los hombres, y a la inversa. Las diferencias que separan a comunistas de "occidentales" son bastante menos profundas que las que dividían a persas y griegos, a romanos y egipcios, a chinos y europeos. Comunistas y demócratas burgueses esgrimen ideas antagónicas pero que brotan de una fuente común y disputan en un lenguaje universal, comprensible para ambos bandos. La crisis contemporánea no se presenta, según dicen los conservadores, como la lucha entre dos culturas diversas, silla como una escisión 82 en el seno de nuestra civilización. Una civilización que ya no tiene rivales y que confunde su futuro con el del mundo. El destino de cada hombre no es ya diverso al del Hombre. Por lo tanto, toda tentativa por resolver nuestros conflictos desde la realidad mexicana deberá poseer validez universal o estará condenada de antemano a la esterilidad. La Revolución mexicana nos hizo salir de nosotros mismos Y nos puso frente a la Historia, planteándonos la necesidad de inventar nuestro futuro y nuestras instituciones. La Revolución mexicana ha muerto sin resolver nuestras contradicciones. Después de la segunda Guerra Mundial, nos damos cuenta que esa creación de nosotros mismos que la realidad nos exige no es diversa a la que una realidad semejante reclama a los otros. Vivimos, como el resto del planeta, una coyuntura decisiva y mortal, huérfanos de pasado y con un futuro por inventar. La Historia universal es ya tarea común y nuestro laberinto, el de todos los hombres. Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit 83 ¿EXISTE UNA FILOSOFÍA DE NUESTRA AMÉRICA? El Proceso Augusto Salazar Bondy EL PROCESO 1. El pensamiento filosófico hispanoamericano, considerada su evolución a partir del descubrimiento de América y de la conquista española, tiene más de cuatro siglos de existencia. Es posible trazar ya una línea de desarrollo suficientemente prolongada como para determinar épocas y fijar rasgos característicos. Podría, sin embargo, objetarse que es arbitrario partir de la época de la penetración europea en el continente, dejando en la sombra todo el rico pasado cultural de los pueblos indígenas. Fuera de que este mismo criterio empleado para historiar nuestro pensamiento tiene su sentido histórico, que se nos hará claro más adelante, cabe señalar que sólo poseemos datos bastante precisos y fidedignos del pensamiento hispanoamericano a partir del siglo XVI; que, además, sólo desde este siglo podemos encontrar productos culturales definidamente filosóficos -esto es, elaborados con independencia de los mitos y las leyendas tradicionales-; y, por último, que la comunidad histórica que se suele llamar Hispanoamérica, que define el área de implantación de la filosofía que aquí queremos estudiar, no existe antes de la época de la conquista, y no únicamente por el hecho obvio de que antes no opera un factor cultural español, sino, además, porque no hay entre los pueblos precolombinos integración o cuando menos intercomunicación social y cultural suficiente. Estas razones explican, siquiera metodológicamente, el punto de partida y el campo histórico-temático de nuestro trabajo. El proceso del pensamiento filosófico hispanoamericano comienza con la introducción de las corrientes predominantes en la España de la época de la conquista, dentro del marco del sistema político y eclesiástico oficial de educación y con la finalidad principal de formar a los súbditos del Nuevo Mundo de acuerdo con las ideas y los valores sancionados por el Estado y la Iglesia. Se traen a América y se propagan en nuestros países aquellas doctrinas que armonizan con los propósitos de dominación política y espiritual que persiguen los órganos del poder temporal y espiritual de la península. De este modo, los hispanoamericanos aprenden como primera filosofía, esto es, como primer modo de pensar en plan teórico universal, un sistema de ideas que responde a las motivaciones de los hombres de ultramar. Salvo esporádicas y a veces heroicas apariciones de doctrinas que tenían más filo crítico y menos compromisos con el poder establecido -como el platonismo renacentista y el humanismo erasmista-, la filosofía oficialmente difundida y protegida fue la Escolástica, en su tardía versión española, a la que si bien no faltaron algunas cumbres, como Suárez, no se puede considerar una vía típica del pensamiento moderno. Además de oficial y de centrada en los intereses europeos y particularmente españoles, esta primera filosofía hispanoamericana es, pues, un pensamiento conservador, antimoderno. Los temas americanos no dejaron de hacerse presentes como elemento nuevo en la inquietud teórica. Hay un rico acervo de meditaciones filosófico-teológicas en torno a la humanidad del indio, al derecho de hacer la guerra a los aborígenes y al justo título para dominar América, que es ciertamente lo más valioso del pensamiento de los siglos XVI y XVII. Gracias a esta temática, la Escolástica alcanza por momentos un tono vivo y actual, justamente en la medida en que toca la problemática de la existencia en el orbe recién conquistado y en pleno proceso de colonización, lo que quiere decir entonces adaptación a los moldes de vida hispanoeuropeos. Pero, en lo fundamental, la meditación filosófica, incluso aquella que abordaba la temática americana, se hizo desde la perspectiva española. No hubo, y quizá no pudo haber cuando menos al principio del período colonial, nada semejante a un enfoque americano propio, a un cuerpo de doctrina que respondiera a las motivaciones de los hombres de este continente. El predominio de la Escolástica se prolonga -con variantes locales y mayor o menor intensidad- hasta el siglo XVIII. Entonces, por acción en parte de factores que operan en la propia España, como es el caso de la política liberalizante de los ministros de Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit Carlos III y la obra de escritores de espíritu reformador como el P. Feijoo, y en parte debido a factores que operan en los territorios bajo el dominio español -por ejemplo, viajeros ilustrados como Alexander von Humboldt y expediciones como la de la Academia de París, que tuvieron fuerte impacto en la intelectualidad hispanoamericana-, se hacen presentes en América ideas y corrientes filosóficas contrarias al escolasticismo y muy representativas de la nueva dirección que tomó el pensamiento europeo a partir del Renacimiento. Descartes, Leibniz, Locke, Hugo Grocio, así como Galileo y Newton, se cuentan entre los primeros autores difundidos entre nosotros y con efecto revolucionario en el proceso intelectual, aunque el hecho, medido con el reloj europeo, sea claramente tardío. El número de libros y revistas extranjeros que circulan y el de lectores que los solicitan y que van adquiriendo un decidido gusto moderno aumenta aceleradamente a medida que avanza el siglo XVIII. Al mismo ritmo otros nombres resonantes, de poderoso influjo transformador, aparecen en el horizonte intelectual de los hispanoamericanos: Condillac, Rousseau, Montesquieu, Adam Smith, Filangeri, Beccaria, Benjamin Constant, he aquí algunos de los principales. Por otra parte, las instituciones educacionales y culturales se renuevan, poniéndose a tono con las exigencias modernas: en las ciudades cabeza de virreinato o sede de real audiencia surgen colegios carolinos y sociedades "económicas", "filantrópicas" o de "amantes del país", y se editan revistas y otras publicaciones de indudable valor como vehículos de cultura superior y órganos de divulgación filosófica. Un despertar de la conciencia crítica y un primer esbozo de reconocimiento de la identidad nacional y americana son perceptibles en el período. Esta atmósfera de cultura equivale, por lo menos exteriormente, a lo que se conoce en Europa como la época de la Ilustración, y por eso se denomina del mismo modo a esta etapa de nuestro proceso espiritual. Por lo demás, la vinculación doctrinaria es clara, pues la ideología ilustrada hispanoamericana no es sino el trasplante de la filosofía de la Ilustración europea, especialmente la francesa. A semejanza de Francia, en la América hispanoindia es ésta también época de cambios políticos importantes, que serán arropados por el pensamiento filosófico moderno: los cambios de la revolución emancipadora que hacia 1824 habrá cancelado el poder español en la mayor parte de nuestros países. 84 Una nueva etapa se abre con la independencia política de Hispanoamérica; así también ocurre con el pensamiento filosófico. En adelante este pensamiento se expandirá libremente, sin las trabas de la censura monárquica, pero con la precariedad que imponía la crisis político-social que confrontaron casi todas las flamantes repúblicas de esta parte del continente en el siglo XIX. Consideremos a grandes rasgos el desarrollo ulterior de la filosofía hispanoamericana. Hay un primer período de evolución bien marcado que se extiende hasta aproximadamente 1870 y que parte de la revolución emancipadora, período este que coincide con el romanticismo, por lo cual se lo suele llamar romántico. En él predominan, sucesivamente, la filosofía llamada de la Ideología -que es la última forma del sensualismo francés-, las doctrinas de la escuela escocesa del common sense y, finalmente, el espiritualismo ecléctico, de cepa francesa, y la versión krausista del idealismo alemán. Estas doctrinas constituyen el alimento filosófico no sólo de la gente académica, sino también de los publicistas y los políticos de entonces. Estos últimos generalmente se alinean en dos partidos principales, de tendencia liberal el uno y conservadora el otro, enconados en su disputa sobre todo por diferencias pragmáticas y de política inmediata, aunque sean importantes algunas oposiciones filosóficas, como las que se refieren al principio de autoridad, la legitimación del poder, el fundamento de la moralidad y la organización del Estado. Sin embargo, no siempre difieren en relación con otros principios y conceptos básicos -por ejemplo, el tocante a Dios y la ordenación del universo o a la libertad esencial del hombre- y no es insólito encontrar a los mismos filósofos europeos acogidos como mentores doctrinarios a la vez por escritores liberales y conservadores. Puede decirse quizá con más exactitud que en ciertos casos las mismas filosofías son selectivamente acogidas por ambos bandos y aplicadas según sus propios fines y criterios. Por esta época, apuntan también en Hispanoamérica, aunque tímidamente, el socialismo utópico y el pensamiento anarquista, que van a desarrollarse a finales del siglo. En las últimas décadas del XIX todo el fervor de la intelligentsia hispanoamericana se ha de volcar hacia otra doctrina, o más bien complejo de doctrinas, formado por la filosofía que en Francia ha bautizado Augusto Comte con el nombre de positiva y por otras varias corrientes del pensamiento decimonónico, como el materialismo, el experimentalismo, el evolucionismo, etc. A base de Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit todos estos elementos ideológicos se fabrica el llamado credo positivista que, si bien con variable intensidad y amplitud, dominará la escena intelectual de nuestros países por casi cuatro décadas, o sea, hasta los años iniciales del siglo actual. Al lado de Comte, sobrepujándolo quizá, el filósofo más popular es por entonces Spencer. Por su ministerio se impone como principio explicativo universal el concepto de evolución, que se aplicará tanto al conocimiento de la naturaleza física cuanto al del orbe social, y que servirá igualmente para justificar el predominio de la burguesía como las reivindicaciones del proletariado emergente. En lo sustantivo, el positivismo fue sin embargo una doctrina filosófica prohijada por las clases dirigentes de la América hispana en el período de establecimiento y consolidación del capitalismo financiero internacional en estos países. En el seno del propio movimiento positivista, como resultado en parte de la heterogeneidad de sus elementos doctrinario -que consentían a la par las más decididas convicciones laicas y aun irreligiosas y las más francas profesiones de fe cristianas-, así como de la incipiente y débil implantación de sus principios en la comunidad intelectual que lo propició y lo exaltó, pero sobre todo como efecto reflejo de los cambios en la conciencia filosófica europea, surgen las tendencias superadoras de este pensamiento, las que, luego, ampliándose y reforzándose van a marcar una nueva etapa del pensamiento hispanoamericano. Algunos de los más caracterizados representantes de la propia filosofía positivista son, en efecto, los primeros que hacen la crítica de sus anteriores convicciones y no sólo se muestran convencidos de la necesidad de rectificar los errores y levantar las barreras del filosofar positivista, sino que creen que ya hay en el mercado filosófico de la época figuras y sistemas capaces de remplazar con ventaja la antigua doctrina. A estos impulsos de autocrítica se suma la decisiva acción de un grupo de vigorosas personalidades del magisterio universitario que por entonces dedican sus mejores esfuerzos tanto a la liquidación de la filosofía positiva cuanto a la constitución de un serio movimiento filosófico en la Universidad. Por eso se les ha llamado los fundadores. Entre éstos destacan los nombres del argentino Alejandro Korn, del uruguayo Carlos Vaz Ferreira, del chileno Enrique Molina, del peruano Alejandro O. Deustua y de los mexicanos José Vasconcelos y Antonio Caso. No son ciertamente los únicos, pero sí los principales en el dominio 85 estricto de la filosofía académica. Actúan en coincidencia con otras figuras intelectuales empeñadas a la sazón en dar un nuevo sentido y una base más profunda y auténtica a la cultura de nuestros países, de las que son representativos los nombres de José Enrique Rodó, Alfonso Reyes y Pedro Henríquez Ureña. Los fundadores, cuya obra llena las primeras décadas del siglo actual, no sólo coinciden en el rechazo de positivismo; comparten, asimismo, el tipo de orientación que quieren imprimir al pensamiento filosófico y los mentores occidentales que eligen para esta empresa. En lo fundamental son antinaturalistas, con marcadas simpatías idealistas y vitalistas (posiciones estas no siempre fáciles de distinguir la una de la otra); tienen una clara preferencia por los conceptos dinámicos y por el pensamiento intuitivo, no rígidamente lógico y, en consecuencia, son por lo general condescendientes con la especulación metafísica. De allí su admiración por autores como Boutroux, Croce, James y, sobre todo, Bergson. Este último se convierte en el oráculo de los intelectuales de la época, como antes lo había sido Spencer. Ahora el bergsonismo, con su concepto de duración, de devenir concreto y cualitativo, es utilizado en todas las explicaciones y síntesis conceptuales y conviene señalar, como un hecho significativo, que no sólo es acogido y exaltado por los sectores conservadores sino también por los liberales e incluso por los marxistas, que entonces comienzan a representar ya una corriente de pensamiento bien definida en Hispanoamérica. Con el marxismo y otras orientaciones de la filosofía social vinculadas u opuestas a él, estamos en la etapa contemporánea de la filosofía hispanoamericana que se extiende aproximadamente desde la tercera década de este siglo hasta nuestros días. Respecto al marxismo -y. entrando en la consideración de las corrientes actuales- hay que decir que, aunque ha tenido importantes repercusiones políticas y en los últimos años, con el establecimiento del régimen socialista en Cuba, informa toda la actividad intelectual y la cultura de un país, no ha sido la más influyente filosofía en las universidades, ni siquiera entre amplios sectores de escritores e intelectuales, aunque es sin duda la filosofía que más fuerte esfuerzo de vulgarización ha recibido. También la filosofía católica, particularmente la neotomista, ha sido muy divulgada y tiene un firme bastión en las universidades y escuelas superiores católicas y otras instituciones auspiciadas por la Iglesia. Aparte de estas corrientes, otras filosofías deben ser Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit mencionadas en lugar preferencial pues han marcado más nítidamente el movimiento universitario. Ellas son, en primer término, la fenomenología, tanto en su versión husserliana original cuanto en sus derivaciones axiológicas y ontológicas, tales como han sido desarrolladas por los pensadores alemanes Max Scheler, Moritz Geiger, Alexander Pfaender y Nicolai Hartmann. Con la corriente fenomenológica se entronca el existencialismo de Heidegger que, como se sabe, estuvo vinculado inicialmente con Husserl, así como el pensamiento existencial cristiano de Jaspers y el ateo de Sartre. A ello debe agregarse el historicismo, que propugnan Ortega y sus discípulos apoyados, entre otros autores, en Dilthey. Vista desde una perspectiva complementaria, la difusión de las filosofías que acabamos de mencionar y de otras afines, como las de Eucken, Klages y Keiserling, que se produce sobre todo desde la tercera década del siglo hasta los años de la segunda guerra mundial, representa la influencia del pensamiento germánico en Hispanoamérica, coetánea de la expansión política y económica de Alemania que cesó con el conflicto bélico y la derrota. Sintomáticamente, en la segunda parte de la década del cuarenta comienza a penetrar y alcanza gran difusión la filosofía francesa, sobre todo la nueva de corte existencial, representada por Sartre, así como por Marcel. Merleau-Ponty y Camus. La penetración sartriana es facilitada por el empleo de la literatura como medio de expresión de ideas, lo cual hace accesibles, aunque parcialmente, los temas y problemas de la filosofía de la época a públicos más vastos que los estrictamente académicos. Análogo efecto han tenido las obras literarias de Camus. Por otro lado, el existencialismo francés es un pensamiento directamente conectado, por principios doctrinarios y por la vocación personal de sus creadores, con la problemática social y política. El intelectual comprometido -engagé- es, de acuerdo con esta filosofía, el paradigma del hombre de pensamiento y de letras. De allí que esta filosofía también encuentre acogida, pese a sus complicaciones técnicas como sistema teórico, entre los espíritus políticos y las mentalidades con predominante inquietud social. Esto no quiere decir que en los círculos académicos hispanoamericanos no haya penetrado también el existencialismo francés, especialmente el de Sartre, aunque allí comparta el favor del público profesional con Merleau-Ponty y, sobre todo, con Heidegger, a quien se sigue reconociendo como el más grande teórico de la filosofía de la existencia. 86 Otros temas y problemas solicitan hoy la atención de quienes tienen seria inquietud filosófica, sobre todo en las universidades y otros centros de educación superior. La lógica, la epistemología y el análisis del lenguaje encuentran cada vez más cultivadores, los cuales, por la naturaleza de su interés teórico, son propensos a un enfoque más riguroso y frío, más técnico si se quiere, de los contenidos del conocimiento, y reciben el influjo de círculos de pensamiento diferentes a los arriba mencionados. Se inserta aquí la influencia de corrientes como el positivismo lógico, la escuela analítica y lingüística, el idoneísmo, etc., vinculadas con los nombres de Bertrand Russell, Rudolf Carnap, G. E. Moore, Ludwig Wittgenstein, Gaston Bachelard y Ferdinand Gonseth. Este tipo de filosofía está creciendo notoriamente en importancia en Hispanoamérica durante los últimos años como consecuencia del desarrollo mundial de la ciencia y la tecnología y también del predominio de la cultura angloamericana en el mundo capitalista. Al mismo tiempo, otras filosofías, especialmente las neomarxistas, refuerzan su acción, reflejándose en la filosofía la pugna mundial de los dos grandes bloques político-ideológicos. En el curso del proceso aquí reseñado, la filosofía ha alcanzado en Hispanoamérica un nivel de aceptación y de expansión muy considerable aunque en un sentido muy especial que el análisis ulterior deberá determinar. Cátedras y departamentos universitarios, sociedades y asociaciones de especialistas, revistas y libros, vinculaciones internacionales, manifestaciones todas de una actividad filosófica regular- según los criterios más comunes en nuestro tiempo se dan ya prácticamente en todas las naciones de la América hispanoindia y determinan en mucho el carácter y la orientación de la actividad filosófica de nuestro tiempo. Lo que antes era un ejercicio eventual y un producto frecuentemente efímero, con resonancias muy limitadas, incluso en el orden académico, es hoy una actividad estable que cuenta con suficientes medios para asegurar su supervivencia y progreso y aumentar su penetración en la vida de la comunidad. Justamente en la medida en que se ha logrado esta regularización (o normalización. como la llamó Francisco Romero) del ejercicio filosófico, se ha suscitado un profundo interés por la evolución de las ideas en nuestros países y por el sentido y alcance de nuestro pensamiento. Los estudios sistemáticos de historia de las ideas, los balances y reseñas de la filosofía en Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit Hispanoamérica, sustentados en una sólida metodología científica, han surgido prácticamente y se han difundido e incrementado en las últimas décadas. Se ha suscitado asimismo una muy seria y profunda discusión acerca del carácter y posibilidad de la filosofía en nuestra América. Ahora bien, esto significa que hoy día, como resultado de toda la historia anterior, de la que hoy sabemos mucho más que en el pasado, somos conscientes (quizá por primera vez plenamente conscientes) de los problemas que afectan a nuestro pensamiento o, por mejor decir, del problema radical de la justificación del filosofar hispanoamericano. 87 Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit 88 FILOSOFAR DESDE NUESTRA AMÉRICA A partir de la propia historia Horacio Cerutti Guldberg Hay diversas posturas frente al pasado filosófico. Nos interesa deslindarnos de por lo menos dos de ellas. La del desinterés, que niega como relevante ese pasado filosófico latinoamericano sin estudiado; ni siquiera da lugar a la pregunta misma por lo que pudiera haber de filosóficamente valioso en este pasado de la región y se desentiende plenamente del pasado propio para su quehacer. Esta postura es en buena medida un producto de nuestra (de) formación profesional en las instituciones educativas. La otra, es la que rehace la historia pero de un modo tal que se constituye, de facto, en un obstáculo para el filosofar presente. Es un antimodelo historiográfico normalizado y hegemónico. Procederemos a examinarlo, a criticarlo y a procurar reemplazado por una propuesta más completa y efectiva en los parágrafos que siguen. El proceder expositivo que he elegido, me lleva a examinar una propuesta clave -tanto por su enunciación como por sus consecuencias teóricas- en el desarrollo del pensamiento latinoamericano posterior. Me refiero a la obra ya clásica del filósofo peruano Augusto Salazar Bondy. Conviene criticarlo por su importancia, ya que si bien se han señalado por parte de otros críticos algunos puntos débiles, no ha habido un tratamiento metodológico abarcador del asunto. No pretendo imputarle un afán deformador del proceso histórico o un uso descuidado de sus instrumentos metodológicos. Por el contrario, he seleccionado esta obra, porque Salazar Bondy consideró normal, aunque esquemática, y suficientemente adecuada la visión del desarrollo de la filosofía entre nosotros que allí presentó. Su punto de partida deja fuera la etapa precolombina y esgrime tres razones para hacerlo: sobre ese periodo no se dispone de datos fidedignos, el área no existe antes de la llegada de los españoles (ya que había pueblos no intercomunicados social y culturalmente de modo suficiente entre sí) y sólo a partir del siglo XVI podemos "encontrar productos culturales definidamente filosóficos, esto es, elaborados con independencia de los mitos y las leyendas tradicionales...". Advirtamos, de paso, que tenemos aquí un primer esbozo de su concepción de la filosofía. Un poco más adelante la complementará al decir "...los hispanoamericanos aprenden como primera filosofía, esto es, como primer modo de pensar en plan teórico universal...". Y, finalmente, a propósito de los fundadores, hablará de "dominio estricto de la filosofía académica". Sobre el periodo anterior a la conquista no se puede opinar, según él, porque el hiato, el corte producido por la conquista habría destruido toda evidencia, toda fuente y toda continuidad con esas tradiciones. El abismo sería infranqueable, el genocidio de los individuos habría ido acompañado del exterminio de sus culturas. Por tanto, la filosofía comienza con la Conquista, con la llegada de los europeos y esto explica la idea clara y nítida de que esta expresión cultural, la filosofía, no sería un producto autóctono sino una mercadería de importación. Llegaría como producto terminado del exterior y se implantaría aquí -por decirlo así- a la fuerza, como parte de la violencia y prepotencia con que se instaura la dominación política, que es también cultural y, en suma, integral. Nada de la vida queda fuera del control del poder hegemónico o librado a la espontaneidad. A partir de este punto se inicia propiamente lo que llama el proceso de la filosofía entre nosotros, hay filosofía desde ese momento. Por lo tanto, hay objeto para una historia de la filosofía o de las ideas filosóficas, hay qué historiar. Y, también, hay qué periodizar. Según Salazar, habría dos grandes momentos en este proceso: Colonia e Independencia. Posteriormente, al interior de estos dos grandes momentos utiliza la periodización por siglos XVI, XVII Y XVIII en el periodo colonial, y XIX y XX en el periodo independiente. En tercera instancia, al interior de cada siglo propone una división por corrientes o escuelas filosóficas. El panorama que describe es plano, una serie de escuelas o tradiciones que se siguen una a la otra, escolástica, ilustración, sensualismo, ideología, romanticisimo, positivismo, reacción espiritualista antipositivista. Estos momentos, que aparecen como bastante homogéneos y que se suceden unos a otros, diseñan un Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit panorama hasta monótono, el cual se interrumpe abruptamente al llegar al presente. En los años cincuenta y sesenta, súbitamente y después de la profesionalización del quehacer filosófico por la llamada normalización, conviven o coexisten paralelamente un abanico de corrientes que son todos -ismos, con un sentido peyorativo: marxismo, neotomismo, historicismo, existencialismo, fenomenologismo, neopositivismo, estructuralismo, etcétera. Esto no quiere decir que en los momentos anteriores no advierta movimientos internos. Por ejemplo en la escolástica, como la tradicional división entre órdenes religiosas que habrían impulsado determinadas variantes. O que desestime diferencias personales entre los llamados fundadores de la filosofía en el siglo XX. Pero son diferencias menores y prácticamente irrelevantes a la hora de juzgar el proceso como tal, su direccionalidad, su sentido y de evaluarlo. La regularidad con que se presentan estas grandes formaciones hasta la reacción antipositivista, su carácter generalizado en la región, la deformación que hacían de los argumentos originales europeos, etcétera, llevan progresivamente al autor a confirmarse en la idea de que las importaciones influencias- habrían llegado aquí por oleadas. Cabe agregar aquí algunas consecuencias que se derivan de modo muy pertinente de este enfoque y que constituyen parte de la argumentación central de Salazar: no habría existido propiamente filosofía en nuestra América y para que existiera sería indispensable contar con una sociedad transformada. En suma, primero debe producirse una revolución o cambio estructural y después vendrá, por añadidura, una filosofía auténtica, original, pertinente. Es clave para esto entender que, según él, el lugar de la filosofía es el del momento culminante flor o fruto supremo de una cultura... Lo califico de antimodelo, porque impide filosofar y no es pertinente al proceso real de desarrollo histórico filosófico. Constituye un obstáculo para el ejercicio del filosofar. Al confundir una interpretación del proceso, con el proceso mismo de la evolución filosófica en la región se produce una distorsión en la apreciación del proceso. Por otro lado, Salazar permanece anclado en la visión dada en los años cincuenta por Kempff Mercado. El antimodelo deja propiamente sin historia al filosofar presente. Nada de lo hecho habría servido por ser imitativo y alienante en lo fundamental. No habría sido una filosofía de nuestra América, sino filosofía en América. 89 no es tan fácil declarar completamente muerto el pasado anterior a la Conquista. Y esto, no sólo porque hay que tomar cum grano salis la leyenda negra -que debe ser muy criticada y exige estar alertas para precaverse de sus deformaciones sin pretender con esto construir una blanca…-, sino porque hay testimonios disponibles aunque la mayoría sean indirectos. Pero no todo sucumbió y, lo más increíble, las culturas aborígenes permanecen con vida a pesar de las aculturaciones, de las masacres y de las persecuciones y marginaciones racistas y etnocidas que se mantienen hasta hoy. Lo que sorprende no es que estén acosadas y acorraladas, lo que sorprende es que aún sobreviva algo, incluso las lenguas; estas últimas como fuentes, vehículos y generadores principales de cultura. Si las culturas aborígenes se hubieran agotado completamente en el momento del impacto inicial o de la destrucción enloquecida de los primeros años de la Conquista, ¿cómo es posible que la visión que subyace, por ejemplo a los movimientos mesiánicos andinos, responda a la cosmovisión del incario? Hay algo aquí por explorar y esto muestra parte de las insuficiencias del enfoque de Salazar. También hay dificultades en cuanto al establecimiento de la región. El mismo autor es consciente de que mucho de lo dicho podría también valer para Brasil y ¿por qué no? para El Caribe. Ambos conjuntos deben ser integrados en esta historia, so pena de desfigurada todavía más. En su periodización, Salazar Bondy mezcla criterios. Un criterio político: Colonia/Independencia, el cual le permite acotar dos grandes periodos organizados con criterios cronológicos: siglos y décadas y, a su vez, un criterio "intrafilosófico" ordenador por escuelas o corrientes filosóficas, sin que queden claras las relaciones entre estos criterios y la articulación entre estos niveles. La explicación del paso o tránsito de una etapa a otra siempre es externa. Con el recurso a una especie de deux ex machina, así aparece cada nueva importación de pensamiento o ideología desde fuera de la región y cambia el rumbo. Es esta interpretación la que impide captar continuidades o rupturas internas. Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit La metáfora de las oleadas no toma en cuenta que no todo lo que se recibe se adopta y menos que lo que se adopta se adapta. Hay criterios de selección en cada caso para efectuar la importación y, además, hay modificaciones que no necesariamente tienen que ser vistas como deformaciones, sino como recreaciones o simplemente producciones nuevas a partir de los productos terminados, los cuales son retomados aquí como si fueran materia prima. Claro que si uno anda buscando los originales, la única respuesta será deformaciones, -ismos, malas copias. Pero -mucho peor para una buena historia- no hay explicación de los tránsitos, las transiciones de un momento o de una escuela o de una corriente a otra fuera del influjo que ejercen las oleadas. ¿Por qué se deja de ser escolástico y se pasa a ser ilustrado? ¿Por qué se deja de ser positivista y se adhiere militantemente a la reacción espiritualista antipositivista? Y, muchísimo peor todavía, ¿cómo es que aparecen escolásticos ilustrados, positivistas críticos, espiritualistas politizados, etcétera? ¿Por qué usar una periodización que responde más a la historia política (Colonia, Independencia) que una que responda al desarrollo filosófico? Si se enfoca la visión al interior de las corrientes, las cosas se complican todavía más. En primer lugar, es menester advertir que los bloques, los cuales se presentan tan homogéneos sucediéndose unos a otros, no son tales. Las polémicas al interior de la escolástica arrecian. También los movimientos paralelos, sólo que han sido apenas estudiados. Por otra parte, no es menester reducirse sólo a la producción institucional en universidades y seminarios. Hay filosofía fuera de ellos en otras instituciones, en los movimientos sociales, en la resistencia indígena. Esa filosofía fue pensamiento crítico, elaborado lo mejor que se pudo si consideramos sus respectivos contextos. Trataré, en lo que sigue, de atender a los aspectos más importantes que definirían el perfil de esa historiografía diferente. Y para empezar por el principio hay que preguntarse, dónde comenzaría esa historia, cuál sería su punto de partida. En un sentido estricto, habría que ubicar este comienzo antes de la Conquista, en las culturas aborígenes y particularmente en las llamadas grandes culturas que alcanzaron grados altos de 90 institucionalización. Y eso sólo porque en estos casos ha sido más accesible localizar huellas y fuentes, lo cual no implica prejuzgar absolutamente nada en cuanto a la existencia o no de una reflexión filosófica en otras formas de culturas menos articuladas institucionalmente o a su capacidad de generarla. de lo que se trata es de reconocer que estos antecedentes están operando al menos de dos modos en nuestra tradición filosófica. Primero, como expresión de una actividad intelectual que fue interrumpida en su desarrollo institucional por el trauma de la Conquista y, segundo, como soporte del pensamiento desarrollado posteriormente, que discute contra fantasmas si no hacemos esa reconstrucción y ese reconocimiento a sus interlocutores. De los puntos de partida, renovables, detectables, descargados de peso valorativo, debemos pasar a considerar la cuestión de la periodización. Lo primero que se requiere especificar es aquello que se va a historiar. Entiendo por filosofía un ejercicio racionalmente controlado de la reflexión conceptual sobre la realidad (en sus diferentes niveles) e institucionalmente organizado para formar nuevos practicantes de la disciplina y para transmitir el conocimiento, los hábitos, valores y estilos de trabajo de generación en generación, lo cual permite la expresión individual y la manifestación de estilos propios, personales de un pensamiento ejercido siempre desde una específica y caracterizable situación. Esta historia hipotética reconstruye, también y para comenzar, la filosofía cultivada como producto aborigen en esta región del globo. Un ejercicio racional sistematizado es aprehensible a pesar de las dificultades testimoniales y de la destrucción producto de la conquista. Esta filosofía, carente de apoyos institucionales que faciliten su reproducción y sus modificaciones cualitativas, sobrevive, sin embargo, bajo la forma de cosmovisiones que llegan hasta nuestros días conservando buena parte de su vigencia social. En los pueblos indios se detectan estas supervivencias. Con el choque brutal de la Conquista se produce un enfrentamiento, breve pero fuertemente ilustrado en el Coloquio de Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit los 12, que coloca a la filosofía aborigen en situación de marginalización creciente, aunque no, como ya he dicho, de defunción. Defenestrada de la hegemonía ideológica la filosofía aborigen, la filosofía colonizadora se enseñorea de la escena. Sin embargo, hay también expresión filosófica latente entre los grupos esclavos. Siempre es filosofía expresándose a través de formas ideológicas y no, por así decirlo, de modo directo. Su manifestación oblicua exige una mirada capaz de atisbar a través de esas obstrucciones. En esta etapa de predominio colonial, la hegemonía la tiene el pensamiento escolástico entretenido en sus disputas internas, pero asolado desde su exterioridad por un pensamiento que se expresa fragmentariamente y de modo esporádico en la resistencia, en las sublevaciones indígenas y también en las rebeliones esclavas. Establecido objeto y punto de partida cabe pensar en periodización. ¿Cómo segmentar según un arbitrio explícitamente justificado un continuo complejo con rupturas? ¿Cómo hacerlo para responder a las articulaciones que el propio objeto va asumiendo? Esto, por cierto, en el supuesto de que -acorde con la definición anticipada- el objeto permanece el mismo. Parecería caber aquí una periodización organizada por hegemonías y por núcleos epistémicos. Advierto las siguientes configuraciones matriciales en nuestra historia: teocósmica, teocéntrica señorial, antropocéntrica y sociocéntrica. Articuladas a ellas se presentan ideologías de más o menos larga duración, de características serviles, esclavistas, señoriales, liberales, socialistas, populistas, neoliberales. A su vez, en otra dimensión de análisis, se articula la constitución del Estado nacional con sus caracteres específicos en el caso latinoamericano y con sus exigencias de soportes ideológicos o de imaginario colectivo. El enfrentamiento decisivo se producirá entre lo señorial oligárquico y conservador, asociado a una matriz teocéntrica, y lo liberal, asociado a una matriz antropocéntrica. Será en el contexto de estas configuraciones que se hace factible detectar núcleos epistémicos, todos de naturaleza crítica en la medida en que procuran cumplir con la tendencia diferenciadora y participar en el conflicto de los filosofares, prolongación especializada de las típicas luchas ideológicas constatables por 91 doquier: crítica al poder, a los curacas, a la Conquista y sumisión, a la esclavitud, al gobierno español, a la organización nacional, por áreas: educativa, legislativa, etcétera; axiológica, de la identidad, del desarrollo, de la dependencia, de las autonomías, de género. Siempre son determinados sujetos sociales quienes las enuncian y enarbolan. Por tanto, no estamos concibiendo aquí el simple efecto de las oleadas de influencias sobre nuestras costas intelectuales, sino elaboraciones propias -a partir de lo que se convertiría en materia prima venida de otras partes, como siempre ha sido en la historia de la humanidad- con proyectos propios y, por tanto, transiciones internas. Filosóficamente, lo primero que salta a la vista es que el siglo se abre con el positivismo y se cierra con una especie de neopositivismo simplista y de efectos abrumadores como el neoliberalismo o, para denominarlo de un modo más apropiado, el neoanarcoliberalconservadurismo. A finales del siglo se trata, entonces, coyunturalmente, de impulsar una creación intelectual que no quede atrapada en los marcos estrechos y mecanicistas del paradigma neoliberal y, estratégicamente, de darle la vuelta, por así decirlo, a la normalización. Si se quiere, de superarla en un movimiento de Aufhebung que sea capaz de conservar sus aportes y de remontar sus deficiencias. Frente a una profesionalización despolitizante se trata de devolver a la filosofía o de reinsuflarle su carga cuestionadora, su fuerza de inserción en lo social. Si se observa con esta mirada de larga duración al siglo, se advierte un cierto movimiento o tendencia en este sentido. No sólo aquí, sino en otras regiones. El siglo se abre con la Revolución mexicana de 1910. Se colocaron a la orden del día las necesidades sociales y se vivió una reivindicación nacionalista. El medio siglo se vuelve a abrir con otra revolución, la cubana en 1959: reivindicaciones muy semejantes. El siglo se termina sin que se hayan cumplido las reivindicaciones sociales y con los proyectos nacionales pasados de moda o arrollados por procesos que no se atina a delimitar claramente, ocultos bajo la bruma conceptual de la denominada globalización. Siglo de importantes movimientos sociales en la región, los Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit movimientos filosóficos han tenido también su relevancia. Impulsada por la Revolución mexicana la filosofía de lo mexicano, por la Revolución cubana las diversas renovaciones del marxismo ya anticipadas por la figura emblemática de Mariátegui y por los populismos diversas formas de irracionalismos conservadores y las filosofías de la liberación con su amplio espectro. ¿Cómo culminará filosóficamente este siglo? ¿Veremos todavía el alumbrar de una nueva floración filosófica aportadora y crítica, anticolonialista y alternativa, rigurosa y comprometida? Las cartas están echadas. Depende de quienes filosofamos saber si estaremos a la altura de lo que los tiempos reclaman. y lo que se reclama es democracia como demanda radical, quizá como necesidad radical que ponga en jaque al sistema. 92 Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit 93 HIPOTESIS PARA UNA HISTORIA DE LA FILOSOFÍA EN AMERICA LATINA (1492-1982) Enrique Dussel 1.1 INTRODUCCIÓN METODOLÓGICA determinaciones, es sólo una autonomía relativa, así como las determinaciones son igualmente relativas. Existen muchas obras sobre la historia de la filosofía o de las ideas en América Latina1, Sin embargo hay pocas que se hayan abocado explícitamente a estudiar la cuestión de la periodización de una tal historia. Y, porque la periodización es una cierta división arbitraria de la historia -es decir, necesita un árbitro o tribunal-, podría parecer que es cuestión secundaria esto de la periodización. No obstante, como la exposición de toda historia supone analizar por partes el todo del continuo histórico, la manera de dividir supone dos niveles. Por una parte, los criterios de la periodización, y, por otra, los supuestos de dichos criterios. Frecuentemente tanto los criterios como sus supuestos quedan en el ámbito de lo implícito, pero nunca dejan de tener vigencia. Puede que el historiador de la filosofía no explique sus criterios o supuestos pero de todas maneras existen. Por lo general las filosofías se atribuyen a las totalidades históricoconcretas (filosofía "griega", filosofía "romana", filosofía "medieval", es decir de la cristiandad latino-occidental, etc.). De esta manera podemos hablar de filosofía “latinoamericana”. Pero, como puede comprenderse, se trata de una nominación puramente extrínseca (aunque con sentido). De la misma manera se habla de la filosofía del "siglo XVIII", tomando un siglo (que es una pura unidad de medida sin ninguna relación con el acontecer humano propiamente dicho) como criterio de división. Otras veces se divide la filosofía por "escuelas", lo que tiene sentido desde un punto de vista de la "autonomía" del discurso filosófico con respecto a su contexto, pero con esto se tiende a absolutizar como en una caja oscura a la filosofía sin comprender su función práctico-histórica que siempre ha jugado. Se trata, entonces, de explicitar ciertos criterios y sus supuestos, para que al quedar expresos puedan ser negados, criticados, corregidos, o mejorados. Puedan ser falseables. Son en consecuencia, propuestas hipotéticas claras que pueden servir a la discusión. No pretendemos la verdad absoluta, solo pretendemos una expresión clara como principio del debate. Es bueno recordar que en las historias de la filosofía se puede caer en dos extremos. Por una parte, en un cierto idealismo de la autonomía absoluta de la filosofía, frecuentes historias de la filosofía desde la misma filosofía. Pero, igualmente, se puede caer en un cierto mecanicismo vulgar al determinar absolutamente la filosofía desde lo no-filosófico (lo económico, político, ideológico, etc.). Por nuestra parte intentamos mostrar una vía media, de autonomía real y de determinación efectiva, pero ambas relativas. Se da así a lo no-filosófico su peso real y a la filosofía toda la importancia al sujeto filosófico que crea (es decir, que tiene diversos grados de indeterminación, originalidad desde su libertad, ex nihilo) desde una historia de la filosofía. 1.1.1 ÉPOCAS DE LA HISTORIA DE LA FILOSOFÍA Pensamos que los criterios para definir las épocas no son los mismos que para definir los períodos o las fases. Denominamos "épocas" de la historia de la filosofía aquella porción de tiempo en la que el discurso filosófico mantiene su estructura fundamental de un mismo tipo, condicionado igualmente por los demás niveles de la sociedad cuya esencia práctico-productiva no cambia. Si el nivel del discurso filosófico tiene autonomía propia -y por ello hay historia de la filosofía-, sin embargo su autonomía con respecto a los niveles contextuales y condicionantes, verdaderas En el caso latinoamericano, por ejemplo, la filosofía universitaria de la época colonial es la "escolástica" -así llamada-. Sin embargo, es fácil mostrar el sentido muy diverso de la primera escolástica con respecto a la tercera. La primera escolástica fue la filosofía hegemónica en el mundo europeo latino; fue una filosofía creativa y nueva. La segunda escolástica, en cambio, dejó pronto de ser hegemónica -con respecto a la filosofía articulada a la burguesía Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit emergente, y tales fueron la filosofía del ego cogito de Descartes y de la tabula rasa del empirismo inglés-, y decayó hasta ser una filosofía secundaria, no creativa, de puro comentario. Por su parte, la tercera escolástica es ya un fenómeno interno (y por ello externo a la civilización moderna y a la sociedad burguesa triunfante) a la iglesia católica, periférica, de la filosofía contemporánea europea o norte-americana. Pero la cuestión es en realidad, poder definir el criterio que determina, no absolutamente, el pasaje de una a otra escolástica. Y las determinaciones que producen la diferenciación entre la primera, segunda y tercera escolástica no son sólo, ni principalmente, exigencias intrínsecas del discurso filosófico. Son exigencia de realidad. Es decir, la "realidad" ha cambiado y por ello han de expresarse filosóficamente otras cosas desde otra praxis. Estas cosas y praxis son los criterios últimos de la definición de las épocas. En efecto, la filosofía es un hacer (facere, poîen), un producir un discurso, un ordo signatum. Todo producir se encuentra dentro de una totalidad práctico-productiva. Quiero decir que la producción del discurso ideológico no es un reino totalmente independiente de su tiempo, sino que siempre cumple una función bien determinada. Esta función es, nada menos, la de dar última consistencia a la formación ideológica o a las estructuras simbólico-culturales de una época. Ultima consistencia, fundamentación ontológica o centro ideológico -como indicaba Gramsci- de una sociedad significan aquí lo mismo. Por ello, siendo la ideología la justificación de la praxis de todo agente, la filosofía es la última justificación de la totalidad práctica de una sociedad. Es evidente que toda totalidad humana tiene ciertas relaciones esenciales que la determinan. Así, no es lo mismo ser pastores que agricultores, poseer la industria del bronce que del hierro, caminar a pié que a caballo. Estas relaciones productivas (hombre-naturaleza), entre las cuales la producción industrial es la más avanzada que el hombre haya inventado, se sobreponen a relaciones prácticas (hombre-hombre)3. De allí que puedan determinarse algunas relaciones productivas y prácticas formando totalidades estructurales definibles en la historia de la humanidad, y más concretamente desde el siglo XVI, que es lo que nos ocupa aquí. Si un hombre en el antiguo Egipto trabaja la tierra es un agricultor. Si debe pagar con parte del producto de su trabajo un tributo a la clase faraónica, tenemos así una triple relación: productiva (agricultor), práctica (clase faraónica-campesinado), práctico- 94 productiva (tributo). Podríamos entonces hablar de una totalidad práctico-productiva tributaria. Es evidente que la ideología de la clase faraónica (símbolos, religión, sabiduría, astronomía, matemática, etc.) tendía a justificar esta dominación de la clase faraónica sobre el campesinado, e igualmente sobre la última clase subalterna: los esclavos -entre los que se encontraba un líder de liberación llamado Moisés-. 'De esta manera, la filosofía medieval, por ejemplo la escolástica, como centro de la ideología feudal, tendía a justificar la dominación de los señores feudales sobre sus siervos. Todo esto de manera inconsciente y como la "naturaleza misma de las cosas" Un criterio, entonces de la división de la historia de la filosofía es realizar la interpretación a partir del contexto, de las determinaciones que se ejercen constitutivamente sobre la filosofía como producción intrínseca a una totalidad práctico-productiva en un momento de una totalidad histórico-concreta (una nación por ejemplo). En América Latina pareciera qué ha habido tres épocas o estructuras práctico-productivas definibles con cierta claridad, si dejamos de lado el momento del pensamiento prehispánico -que debería ser denominado "pensamiento " y no propiamente "filosofía”; "ideas" que pueden ser centro de una ideología vigente, pero no metódicas al grado que lo exige lo que llamamos filosofía. Se debería hablar de cuatro épocas del "pensamiento" (prehispánico, etc.) o tres épocas de la "filosofía" latinoamericana. ¿Cuáles serían esas totalidades práctico- productivas que determinan relativamente a la filosofía? Pensamos que, sin lugar a dudas, desde el siglo XVI se instaura un nuevo estado de cosas que permite hablar de una ruptura histórica: la totalidad práctico-productiva amerindiana (en realidad en plural ya que eran muchas y en diversos niveles de desarrollo) deja lugar al nuevo orden impuesto por el mundo hispano-lusitano. ¿Qué tipo de totalidad es en realidad? Esto es objeto de discusión, pero pensamos que se trata de una época capitalista pre-industrial, en la cual el oro y la plata americana permiten acumular ingente riqueza en Europa, dinero como tesoro, que permitirá posteriormente invertir dicho "tesoro" como capital para producir industrialmente mercancías. Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit La etapa capitalista pre-industrial o economía dirigida a la acumulación de dinero "para comprar" mercancías (España y Portugal en la Europa central e Inglaterra), llena todos los siglos XVI y XVII latinoamericanos -y aún la mitad del siglo XVIII-. Sería la primera época de la filosofía latinoamericana (o la segunda época del pensamiento o historia de las ideas). Por ser una época preindustrial o de capitalismo arcaico (dinero para comprar y no para producir mercancías), la ideología de la oligarquía latinoamericana no podía ser burguesa, si por ello se entiende no al hombre que tiene dinero sino al que invierte su dinero para producir mercancías y de ese modo aumentar el dinero previamente invertido. Para el capitalista su ganancia final no es fruto ni de la extracción de oro y plata, ni de mero préstamo a interés, ni por renta del campo, etc.; es el fruto de una circulación en la que la industria es su centro. Esto no fue conocido en América Latina sino hasta fines del siglo XIX, y sólo en algunos países -y de manera dependiente-. La segunda época, que en el nivel de autonomía de la filosofía es la decadencia escolástica y el comienzo o irrupción del pensamiento de la ilustración, es la llegada a nuestro continente del capitalismo industrial propiamente dicho. Pero su presencia en América Latina no se produce por la fundación de manufacturas primero y fábricas industriales después, sino, principalmente, por la compra de productos industriales de procedencia inglesa -mediante las clases comerciales de España y Portugal-. Es la instalación de la dependencia del capitalismo industrial central, y esto acontece a mediados del siglo XVIII (1750 aproximadamente). La tercera época es muy reciente, ya que desde mediados del siglo XVIII hasta el presente, casi todos los países latinoamericanos permanecen en la dependencia del capitalismo central, y por ello se encuentran de hecho en esta segunda época -aunque en un período de profunda crisis, en algunos de ellos en fases francamente de finales de época-. Esta tercera época será la determinada por una totalidad práctico-productiva post-capitalista. Esta denominación negativa quiere dejar abierta la puerta para mirar lo que emerge con suma atención, sabiendo de antemano que la creatividad latinoamericana ha irrumpido en la historia universal y con ella la filosofía que se articule al crecimiento lento pero profundo de la tercera época. Podría darse una fecha, meramente indicativa, desde finales de la década de los 50s del siglo XX, en el momento de la crisis del populismo. 95 1.1.2 PERÍODOS Y FASES DE LA HISTORIA DE LA FILOSOFÍA Los periodos son momentos internos de las épocas; las fases, por su parte, son momentos internos de los períodos. Los criterios para determinar unos y otros son diversos, ya que no se encuentran a igual profundidad. Los criterios que determinan las épocas, que duran siglos, son más fundamentales que los que determinan a los períodos, que duran decenios, que los que definen fases cuya duración es muy variable -pero siempre menor a los períodos, aunque una fase puede ser más larga que otro período completo-. Pensamos que para los períodos los cambios de bloques históricos en el poder pudieran ayudarnos a determinar momentos internos de una época pero con menor duración. Si en las épocas el criterio es práctico-productivo-y por ello su estructuración y vigencia dura siglos-, en los períodos es sólo práctico o más bien político. Es la manera Como, para simplificar la descripción, se estructuran recíprocamente las clases de una totalidad histórico-concreta, haciendo posible a una de ellas ejercer su hegemonía de diversa manera sobre las otras o dominarlas pura y llanamente. Pueden entonces producirse cambios de bloques históricos en el transcurso de la vigencia de una totalidad práctico-productiva. Es evidente que en el cambio de época hay cambio de bloque histórico; pero en una misma época pueden haber diversos bloques históricos. Así, por ejemplo, la hegemonía que ejerció la burguesía industrial naciente en ciertos países latinoamericanos desde la década de los 20s o los 30s del siglo XX -que configura lo que llamaremos el "populismo"-, reemplazando la hegemonía liberal del siglo precedente, es un verdadero corte histórico (un nuevo periodo), dentro de la larga época segunda en la cual, como dijimos, la mayoría de los países todavía se encuentran; habiendo contemplado, por otra parte, el fin del período populista y la crisis del modelo que lo reemplazó. En efecto, podríamos llamar "modelos político-históricos" al criterio para determinar períodos dentro de los cuales la filosofía cumple su función de última justificación teórica. Mostrar la relación de una filosofía -de origen europeo o latinoamericano, en este caso poco importa ya que su "función" en Europa nunca podrá ser la misma que en América Latina, por su contexto determinante de su esencia real con el modelo que la define es una tarea previa y necesaria Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit 96 para el pensar latinoamericano actual; tarea a la cual este trabajo se propone indicar hipotéticas reflexiones para lanzar el debate. período que va desde el fin de las guerras emancipatorias hasta la expansión del imperialismo. De esta manera pensamos que hubo en la primera época varios períodos. Al menos, uno inicial, el de la "conquista" o instalación de las estructuras de poder europeo sobre los pueblos indígenas. No hay todavía un bloque histórico claro en el poder, sino más bien fracciones de clases nacientes que por la violencia militar organizan un sistema práctico-productivo de extracción de riqueza, principalmente metálica. Con la expansión del imperialismo la fracción "liberal" logra, siempre en crisis constantes, una cierta hegemonía, y se trataría del primer bloque histórico con una cierta estructuración desde el siglo XVIII. Hubo una respuesta crítica -por una parte- y justificatoria por otra de un punto de vista de una filosofía explícita en ciertos casos e implícita en otros. A mediados del siglo XVI (más exactamente en 1553), terminado globalmente el período de la conquista, se "normaliza" una filosofía en un nivel propiamente universitario, en el sentido técnico de la palabra. La filosofía escolástica alcanza un nivel notable para la época. Este período duraría hasta la crisis borbónica o pombalina. El tercer período que bien pudiera ser el primero de la segunda época (pero que creemos conveniente colocarlo como el último de la primera), es la interrupción de la filosofía dependiente de la ilustración (a mediados del siglo XVIII). Pensamos que la emancipación nacional de los países latinoamericanos nos coloca en directa dependencia con el capitalismo central industrial. Por ello el primer período de la segunda época (pudiera ser el segundo si consideramos la primera introducción de la ilustración a través de España y Portugal, indirectamente entonces) debe considerarse los antecedentes inmediatos de la guerra emancipatoria y la filosofía que se articula con ella. Esto tiene una gran dificultad. Si en los países continentales esta lucha comienza a fines del siglo XVIII, en las islas (del Caribe y Filipinas, y algunos territorios coloniales de las potencias europeas, excepto Portugal), ésta continuará hasta el 1898 -y en algunos casos, como un Bélice, hasta el presente y en el próximo futuro-. La instalación del nuevo bloque en el poder -o mejor en la inestabilidad en la imposibilidad de ejercer una clara hegemonía de las diversas fracciones de las clases dominantes-, determina el La crisis del capitalismo central-por las dos guerras y por la crisis económica del 29- determina la presencia de un nuevo bloque histórico, por primera vez ahora hegemonizado por la burguesía industrial "nacional". Es el fenómeno del populismo y con ello la segunda "normalización " de la filosofía. La crisis del populismo abre un camino en el que se encuentran todavía la mayoría de los países latinoamericanos, donde la dependencia del mundo capitalista, especialmente Estados Unidos -que reemplaza a Inglaterra como potencia dominante en América Latina, y con ella su filosofía-, no logra ya encontrar un "modelo" estabilizado. Desarrollismo, seguridad nacional, socialdemocracias, etc., intentan paliar la crisis. Es la irrupción de muchas filosofías que responden, cada una a su manera, a diversos intereses de fracciones, clases, modelos. La pequeña burguesía tiene en la filosofía una posibilidad de expresión histórica que seguirá desempeñando todavía durante decenios. La tercera época se inicia con un período que, como en el caso de las luchas emancipadoras del siglo XIX contra España y Portugal, tiene sus antecedentes desde fines del siglo XIX -con las ideologías obreristas, sindicalistas, anarquistas, etc., y con el pensamiento de un Juan B. Justo o Mariátegui, por ejemplo-, pero sólo inicia su largo período desde fines del decenio de los 50s. Se trata de la presencia de países de post-capitalismo, lo que significa una filosofía de otro corte, frecuentemente con poca originalidad pero que crece paulatinamente articulándose a los oprimidos. Las fases dentro de cada período, en el caso de que las haya, se expondrán en la corta descripción de cada uno de ellos. Es evidente que en general puede siempre hablarse de una fase de antecedentes y emergencia de la filosofía de un período; un momento clásico o de hegemonía; una fase de crisis, decadencia y desaparición -cuando ha dejado de cumplir la función histórica para la que naciera-. Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit 1.1.3 SUPUESTOS PRÁCTICOS Los "sub-puestos" -lo puesto debajo- de los criterios enunciados, y de toda filosofía, entonces, son un cierto tipo de articulaciones que tiene toda teoría con respecto a la praxis. La filosofía, como teoría metódica y centro último fundamental de todo discurso ideológico, no puede dejar de surgir y servir a la praxis. A la praxis biográfica del filósofo; a la praxis de la clase en la que el filósofo pretende ("pertenencia" sea por situación originaria o por posición u opción voluntario- vital); a la praxis de su pasado, de su cultura, de su época. La praxis como totalidad de las acciones estructuradas y sobre cuyo funciona- miento emerge la conciencia, la ideología, la filosofía. Toda filosofía se articula a la praxis como a la "realidad" misma. La praxis no es sino la realidad histórica que constituye al filósofo y que lo determina en su producción teórica". Si es verdad que la relación primera es la del hombre con la naturaleza para modificarla por medio del trabajo y así cumplir con la satisfacción de sus necesidades, sin embargo, la relación ética fundamental, es decir práctica, es la del hombre con el hombre. Es decir, aunque el hombre en la relación productiva (hombrenaturaleza) trabaje para negar su negación ( consumir para negar las necesidades por medio de los satisfactores o productos del trabajo), es en la relación práctica, la relación con el otro donde la mera relación productiva es ahora práctico-productiva o relación entre productores. Los tipos de trabajo determinan las clases (el que trabaja la tierra: agricultor; el que trabaja en la industria; obrero, etc.), pero las mismas clases se relacionan entre ellas (relaciones prácticas). Y bien, el filosofar es una cierta producción. Es producir un discurso filosófico, teórico, explicativo. Dicha producción no es abstracta, intemporal, des comprometida. Por el contrario, se trata de una de las producciones más íntimamente ligadas a la estructura práctica de la sociedad. Por ello, si Aristóteles dijo que el "esclavo es por naturaleza esclavo”8 no se trata de un error accidental en su discurso sino, por el contrario, de un momento central de su producción filosófica. El servía de hecho e históricamente, a la clase esclavista helenista, que en la producción agrícola de la familia patriarcal y en los ergasterios ("trabajadurías" donde se producían algunas manufacturas para el 97 comercio del Mediterráneo) necesitaban de la mano de obra del esclavo, medio de producción esencial de todo el sistema prácticoproductivo. Es así como el aristotelismo constituía el momento central del discurso ideológico del esclavismo. Los supuestos del uso de estos o aquellos criterios de división de la historia de la filosofía son los mismos supuestos de la historia de la filosofía cuando produce filosofía. Si los criterios son meramente abstractos, definiéndose por elementos internos al discurso filosófico mismo y sin relación con la totalidad social significa, de manera implícita, que prescinde de la determinación de dicha totalidad social sobre el discurso filosófico. De esta manera expresa ya un cierto mecanismo ideológico de ocultamiento de las determinaciones sociales que de hecho se ejercen sobre su propio discurso. Por ello esta consideración abstracta o intrafilosófica (el discurso filosófico tendría así autonomía absoluta) no expresa su articulación concreta con una de las clases sociales de su tiempo. Por el contrario, si el historiador de la filosofía expresa la articulación de su propio discurso y de sus categorías que le permiten definir criterios, significa que su filosofía se encuentra no sólo articulada sino como articulación pensada en y con la totalidad social. Al hacer expresa su relación con la clase a la que sirve con su discurso y desde donde su propio discurso emergen, su historia de la filosofía (la definición de sus criterios de periodización) es ya filosofía. De esta manera si un pensador indica que su discurso filosófico intenta articularse expresamente con las clases oprimidas, con los "pobres", con el "otro" de una totalidad "social", se puede filosofar falsear, discutir, negar- sobre supuestos reales. Estamos en un plano de claridad, de sinceridad, de veracidad. No se pretenden criterios abstractos de una universalidad humana en general, que en realidad ocultan la articulación con la clase dominante. Se pretenden criterios concretos que tienen conciencia de su situación histórica. En esta forma la historia de la filosofía es filosofía, y la historia de la filosofía latinoamericana deviene un capítulo constitutivo de la filosofía latinoamericana. En este caso "latinoamericana" indica la totalidad social, la totalidad histórico-concreta dentro de la cual el filósofo filosofa; indica la "realidad" práctica que origina su discurso y al cual el discurso sirve. En este caso lo de "latinoamericano" no es una denominación extrínseca o accidental, es una Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit denominación intrínseca y esencial Dicho discurso es imposible en otra circunstancia, en otra "realidad", en otra totalidad social. Todo filósofo del mundo en América Latina puede producir un discurso similar, pero ningún filósofo del mundo, aun latinoamericano, puede realizar dicho discurso fuera (por "fuera" entiéndase la noconsideración) de la "realidad" latinoamericana. Es verdad que hay un cierto nivel "preparatorio" o meramente instrumental del discurso filosófico que pareciera ser universal Pienso en la lógica, en la filosofía del lenguaje, en la filosofía de la ciencia, etc. Pero, entiéndase de una vez por todas, dichos discursos metódicos y metodológicos no son filosofía, sino preparatorios para el filosofar. Filosofía es pensar la realidad y esta "realidad" en último grado se juega en la realidad humana concreta, histórica. Es en el nivel concreto en el que la filosofía se constituye en el centro del discurso ideológico de un pueblo. Si es verdad que la revolución científico-tecnológica de nuestra época exige gran precisión metodológica, y por ello el auge de las filosofías instrumentales, sin embargo ellas no pueden ser realmente filosofía sino cuando pretenden llegar a las ultimidades. Devienen filosofías escépticas, por ejemplo, cuando "pretenden" que son las únicas filosofías pero en este caso han dejado de ser lógica, filosofía del lenguaje, filosofía de la ciencia, para transformarse en metafísica por negación de la metafísica y, ahora, se articulan a las clases universales y niegan una filosofía crítica de las clases oprimidas. Ahora son filosofías de la opresión -no en un discurso intrínseco metodológico-, sino en su "pretensión" filosófica de negar los otros discursos: ultrapasan su horizonte formal y se internan en afirmaciones de "realidad " a la que ellos mismos se habían negado por definición. 1.1.4 BLOQUE HISTÓRICO FILOSÓFICO (FILOSOFÍAS HEGEMÓNICAS, ANTIHEGEMÓNICAS, RECESIVAS, ETC.) En cada época, período o fase, la filosofía no está sólo representada por una filosofía, la hegemónica de cada momento ni sólo ella tiene aparatos materiales. Por el contrario, hay multiplicidad de ellas, guardando un cierto orden cambiante según el desarrollo de la misma historia en los nombrados momentos. Podría decirse que hay como un "bloque histórico filosófico", así como hay un bloque histórico en el poder político -éste sería, exactamente, el centro de la estructura ideológica de un momento 98 histórico determinado-. Las filosofías se encuentran entonces como en una tensión estructural, en perenne contradicción dialéctica, en polémica, controversia, defensa de posiciones. Ese sentido esencialmente controversial de toda filosofía, su sentido dialéctico en el sentido de Los Tópicos ("Los lugares" de la discusión) de Aristóteles indica, justamente, el hecho de que la filosofía se encuentra siempre siendo en un espacio político, de ejercicio de un cierto poder, espacio que está en perpetuo litigio y exige defender lo ganado y atacar lo contrario. En efecto, como la filosofía tiene función ideológica, en ella no se defiende sólo una verdad abstracta, sino la verdad de los intereses reales, vitales, históricos de hombres concretos, de clases, de fracciones. Esto le da a la filosofía su entralidad en una época y su importancia dentro de un bloque en el poder. De esta manera, la historia de la filosofía latinoamericana no puede circunscribirse a la mera descripción de la filosofía dominante o hegemónica, por ejemplo, en la época colonial, la "segunda escolástica" normalizada en las universidades. La ponencia de Arturo Roig sobre el humanismo -y en relación con el pensamiento barroco-, será un buen ejemplo de vitales movimientos filosóficos no hegemónicos pero de importancia. Por otra parte, los pensamientos de liberación -y sus filosofías si las hay explícitamente-, deben nacer por su propia naturaleza como pensamientos o filosofías anti-hegemónicas, y por ello sin aparatos materiales importantes; perseguidas frecuentemente; como el pensamiento ilustrado o el propiamente emancipatorio a fines del siglo XVIII -aunque puede darse el caso de ser hegemónico aun antes de que los intereses que representa una filosofía lleguen al poder por las clases que los portan-. Con esto queremos indicar sólo que sería necesario en el futuro ir bosquejando la estructura compleja, contradictoria, cambiante de los "bloques histórico-filosóficos" en la historia de la filosofía latinoamericana, y no sólo indicar los movimientos hegemónicos. Hegemónicos, por otra parte, desde una cierta perspectiva, que los torna tales desde el actual-presente, distorsionando la realidad del presente-pasado donde puede que no hayan sido hegemónicos. Por falta de tiempo no podemos extendernos sobre la cuestión del "aparato de hegemonía filosófico", pero queremos abordar, aunque Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit no sea más que como indicación rápida, que la "sabiduría popular" no es ni pura ideología ni ciertamente filosofía, pero por ser una expresión clara de la experiencia y memoria del pueblo, deberá tenérsela en cuenta en una metodología general de la historia de la filosofía en América Latina. El saber no es sólo filosófico, y la sabiduría está frecuentemente ausente de muchos discursos filosóficos. 1.1.5 EL “PENSAMIENTO” AMERINDIANO Pienso, y lo expongo con claridad, que en una "historia de las ideas" el pensamiento amerindiano debe ser su primera época. Ciertamente los habitantes de nuestro continente, antes de la llegada de los europeos, tuvieron una cierta visión del mundo, poseían una producción simbólica con mayor o menor coherencia según el grado de desarrollo cultural. Lo que no tenían, de manera explícita y "técnica", era filosofía. Si por filosofía se entiende el discurso metódico que se inició históricamente con el pueblo griego y cuya estructura intrínseca viene definida por el uso de instrumentos lógicos o mediaciones metódicas perfectamente reconocibles en lo que explícitamente se denomina historia de la filosofía, no hubo filosofía amerindiana. Esto no significa que el pensamiento -discurso racional con un orden perfectamente descriptible, pero no filosófico-amerindio haya sido irracional, primitivo, alógico. Muy por el contrario, las llamadas filosofías americanas pre-europeas son, justamente, la descripción de las estructuras racionales de las visiones del mundo de nuestros ancestros. Logicidad, racionalidad, sentido, orden, sin embargo, no deben confundirse con filosofía. Por ello pensamos que el pensamiento amerindiano puede ser objeto de una descripción filosófica. Así puede realizarse una investigación antropológico-filosófica de la noción de cuerpo o de alma (las "huacas") en el pensamiento inca. Dicho trabajo de investigación es filosófico -el actual del investigador, por su método- pero no el contenido mismo -que aunque lógico y racional es pre-filosófico-. El "mundo de la vida cotidiana" (Lebenswelt como gustaba llamarlo Husserl) y el discurso ideológico que lo expresa y justifica no es todavía filosófico. 99 De todas maneras, pensamos, es bueno y conveniente, es necesario para la comprensión de nuestra historia de la cultura latinoamericana, dedicar siempre en nuestros cursos de historia de la filosofía latinoamericana un capítulo especial previo a la historia del pensamiento amerindiano. Es verdad que no jugará dicho mundo el mismo rol que cumplió el mundo simbólico griego con respecto a la aparición del discurso filosófico -porque en aquel caso fue la exigencia de ordenar los símbolos en un nivel abstracto ontológico lo que permitió justamente el origen de la filosofía-. En nuestra América la filosofía vino, como actitud y como instrumentos metódicos, ya "hecha" desde Europa. Por ello el pensamiento amerindiano no cumplió como en Grecia una función de originación. Pero, es importante conocerlo, porque constituye todavía hoy parte de la conciencia cotidiana de las estructuras culturales de nuestro pueblo, en especial de las clases oprimidas y fundamentalmente del campesinado -cuando no de las etnias indígenas que todavía conservan sus tradiciones pre-europeas-. Estructuralmente el pensamiento pre-ibérico debe describirse en tres niveles culturales de desarrollo. El pensamiento de los pueblos de cazadores y recolectores, el de los pueblos de plantadores o de vida aldeana, el de los pueblos propiamente urbanos -hablamos hasta fines del siglo XV o comienzos del XVI-. El tipo de relación hombre-naturaleza, relación productiva, determinará el tipo de estructura simbólica, y por ello el "pensamiento" del pueblo como totalidad. Podemos decir, por otra parte, que el "pensamiento" religioso se identifica con la última explicación de todo; y por ello historia de la religión o historia del pensamiento amerindiano es una y la misma cosa. Es verdad que el investigador actual puede realizar una descripción filosófica, sociológica, religiosa de dicho pensamiento amerindiano, pero por su contenido es esencialmente religioso -y esto es ya un dato que debe recordarse como un requerimiento del pensamiento actual, de una filosofía que se articule con las clases oprimidas, en especial con el campesinado. 1.2 PRIMERA ÉPOCA. LA FILOSOFÍA COLONIAL (1492-1807) Por "colonial" se entiende una filosofía que viene desde "fuera", desde un centro metropolitano. Una filosofía que nace en una situación de dependencia constitutiva. Una filosofía que aunque Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit puede cumplir una función crítica, en algunos casos, y aunque llegue a implantarse y hasta llegar a ciertos niveles de originalidad y de alto grado de precisión, sin embargo, esencialmente, será un producto europeo transplantado a nuestras tierras. Esta "extranjeridad", al correr de los siglos, se irá transformando en un momento intrínseco de nuestra historia cultural; cultura que, en su estructura íntima también, posee un momento de extranjeridad esencial. América Latina es el hijo, del padre europeo y la madre indígena: De lo extraño y lo propio. Su filosofía no podrá dejar de estar atravesada siempre por esta contradicción nunca del todo asumida ni resuelta. Pero "colonial" de manera especial hasta el siglo XVIII porque la filosofía en dicha época fue una producción exclusiva de la clase dominante, de la clase hispano-lusitana, o de los que se articulaban con ellos. Los "criollos" comenzaron a cultivarla poco a poco, pero, al fin, para defender igualmente sus intereses de clase dominante. 100 En realidad la filosofía era un instrumento de la praxis política en vista de compromisos concretos en relación con las estructuras de un capitalismo mercantil-en su etapa dineraria- en estrecha vinculación con los centros de poder de la península ibérica. Por ser una cristiandad colonial la filosofía era un instrumento lógico de una argumentación esencialmente teológica. Pueden detectarse sin embargo las categorías filosóficas fundamentales de los discursos ideológicos. Como la filosofía era parte de la formación de clérigos y juristas, estos denotaban en sus razonamientos el tipo de filosofía de base. De todas maneras, en este primer período, y dentro de la complejidad del "bloque histórico filosófico" puede decirse que se conoció una primera fase de la "filosofía de la liberación" en pensadores tales como Bartolomé de las Casas, ya nombrado. Fue una filosofía política, crítica de la opresión y en favor de los dominados. Fueron auténticos "intelectuales orgánicos" de una etnia y un pueblo explotado. El tema deberá ser tratado con detención en el futuro. 1.2.1 PRIMER PERÍODO. LA FILOSOFÍA POLÍTICA ANTE LA CONQUISTA (1492-1553) El pensamiento crítico latinoamericano nace con el mismo descubrimiento -en realidad "invasión" europea- de América por parte de los europeos, de los hispano-lusitanos. Pero al mismo tiempo nace el pensamiento de la justificación de la opresión del amerindiano. El mismo amerindio no produjo filosofía, sino pensamiento simbólico "de los vencidos" pensamiento de protesta, de indignación, pero, indefectiblemente discurso del derrotado, de la subjetividad pasiva que todavía no sueña con su liberación. Tres formaciones ideológicas, dos de las cuales tienen instrumental filosófico de la segunda escolástica renancentista ibérica. Tanto un Vitoria, un Bartolomé de las Casas, un José de Acosta o un Vieira (algo después), como por otra parte un Ginés de Sepúlveda aunque no llegó a América- o un Fernández de Oviedo, usaron el mismo instrumental lógico: las diez categorías aristotélicas, los momentos esenciales de la metafísica tomista (esencia, existencia, etc.), los principios de la ética aceptada en las escuelas (que partían del comentario a la Etica a Nicómaco y a la IIda. IIde. de Santo Tomás). Sin embargo, las opciones prácticas desviaban los discursos argumentativos hacia distintas conclusiones. 1.2.2 SEGUNDO PERÍODO. LA PRIMERA “NORMALIZACIÓN” FILOSÓFICA (1513-1700) Se ha hablado con razón de una "normalización " de la filosofía en el período sexto o del "populismo". Lo que se olvida frecuentemente es que se trata de la segunda normalización. La primera se cumplió en la época colonial con la fundación de las universidades de México y Lima con igual rango que la de Alcalá de Henares o de Salamanca -a la que le seguirá tiempo después la de Chuquisaca-. En 1553 se comenzaban las clases de "artes" y con ello formalmente se enseñaba filosofía en el nivel universitario en América Latina, tanto en México como en Lima. Debemos indicar que, relativamente a su tiempo, aquella primera normalización filosófica alcanzó un nivel académico ciertamente más alto que la segunda normalización. Si se tiene en cuenta que la Lógica mexicana de Antonio Rubio (1548-1615) se tomó como texto en España, y tuvo repetidas ediciones en Colonia (Alemania), Leipzig, Lugduni y otros lugares, podríamos afirmar que ninguna obra filosófica latinoamericana contemporánea ha alcanzado tal penetración en el pensar europeo o del "centro". Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit De 1553 al siglo XVIII la segunda escolástica fue la filosofía hegemónica. Impuso su discurso y sus categorías en universidades, colegios, seminarios tridentinos, y todo tipo de escuelas. Es verdad que en el "bloque histórico filosófico" el pensar del humanismo americano y el barroco tuvieron representantes egregios, pero estas corrientes no fueron hegemónicas. Podemos decir que las filosofías tomista, suareciana y agustina se articulaban a las clases y fracciones dominantes de la cristiandad colonial y no pudieron, de ninguna manera y sólo por excepciones, significar alguna crítica al sistema vigente. De todas maneras, trabajos como los de Walter Redmond son en extremo necesarios, ya que dicha filosofía escolástica no fue en la América hispana ni pura repetición ni de segundo grado. Hubo creatividad y nivel, pero sólo se descubre si se conoce la escolástica europea del tiempo y los aportes de nuestros filósofos. En ambos campos nos faltan investigadores, ya que no conocemos bien la escolástica hispano-lusitana de los siglos XVI y XVII y menos la nuestra. Será trabajo de más de una generación el llegar a tener una visión clara de lo que aconteció realmente en nuestro continente cultural en este aspecto. 1.2.3 TERCER PERÍODO. LA CRISIS DE LA ILUSTRACIÓN (1700- 1759/67, 1750-1800) El siglo XVIII trajo, con los borbones en España y con similar estado de espíritu en Portugal, una nueva estructuración de la sociedad, ahora más dependiente del capitalismo industrial anglosajón. La otrora hegemónica España de los metales preciosos, en el momento del capitalismo dinerario. o puramente mercantil, pasa ahora a ser colonia o ámbito periférico de la "central" Francia o Inglaterra. Esto supone un nuevo bloque histórico en el poder y, por ello, una nueva ideología dominante, una nueva filosofía. Lo que acontece es que si España y Portugal en los siglos XVI y XVII habían podido ocupar en la filosofía escolástica igualmente un lugar preponderante, en la filosofía de la burguesía naciente -tanto el empirismo inglés como la ilustración del continente- España y Portugal pasan a ocupar un lugar secundario. Si esto sucede con los países metropolitanos hispanolusitanos ¿cuánta mayor será la dependencia filosófica de las colonias periféricas ibéricas? 101 Sin embargo, la filosofía del siglo XVIII americano no debe medirse sólo -como erradamente se lo hace en las historias de la filosofía latinoamericana en boga- por la presencia mecánica del pensamiento de la Europa central, sino por la función concreta que el pensamiento filosófico latinoamericano cumple de hecho (sean cuales fueren sus instrumentos o influencias) en el contexto práctico-político, social o económico de nuestro continente. Se dio el caso de la predicación original y con nuevos argumentos de las apariciones de la virgen de Guadalupe, como la que pronunciara Fray Servando de Mier en 1794, tuvieran mayor virulencia política que el comentario de un texto de Rousseau sin relación con la evolución de la conciencia revolucionaria latinoamericana. Es decir, la historiografía liberal ha deformado la historia de la filosofía al proyectar el conservadurismo a toda la historia pasada, no advirtiendo que los conservadores de fines del siglo XIX no existían en el siglo XVIII. Por ello, es posible que un tema conservador del siglo XIX fuera revolucionario en el siglo XVIII. En realidad, hasta el presente la filosofía colonial latinoamericana es desconocida en sus articulaciones, en su función histórica. Todos los historiadores, hasta los mejores, caen continuamente en lugares comunes, superficiales, sin manejo del mínimo marco teórico para poder articular la filosofía dentro del bloque histórico en el poder -que no era ya el de la oligarquía del antiguo régimen de los Habsburgos-. La revisión de la filosofía colonial es una de las exigencias de nuestro tiempo, como ya lo hemos dicho, porque la reconstrucción de nuestro pasado, más allá de la parcial visión de liberales y conservadores, puede hacernos vislumbrar una historia ideológica desde los oprimidos, encontrando aliados en muchos sectores del pensamiento que creíamos enteramente aliados de la reacción. El tercer período entonces, comienza en 1700, por indicar el fin de los Habsburgos; pero en realidad sería mucho más exacto situarlo en los 50s, cuando reina Carlos III; poco después se produce la expulsión de los jesuitas del Brasil por parte de Pombal ( 1759), y su expulsión en 1767 de América hispana; es una verdadera ruptura histórica. Los jesuitas constituían la estructura fundamental de la hegemonía de un orden que se había venido generando en América Latina, y los Borbones, franceses, dependientes del capitalismo industrial centro-europeo, tienen un nuevo proyecto colonial para América Latina; de ahí la lucha ideológica. Los jesuitas constituyen, digo y Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit repito, la estructura fundamental de la hegemonía ideológica del antiguo régimen que debe ser destruido por el nuevo, y ese nuevo régimen, ¿en qué consiste? Es justamente la articulación de un nuevo tipo de dependencia en América Latina. Por primera vez, los países centrales del capitalismo industrial -ahora si ya, con capitalismo industrial- la máquina de Watt comienza a aumentar la productividad, constituyendo a España y Portugal como países semiperiféricos del capitalismo que vende productos manufacturados. América Latina se transforma -como se ha dicho- "en periferia de un país semiperiférico", y por lo tanto se instala aquí una oligarquía comercial, que propaga su propia ideología. Esta ideología propia se confronta con la ideología y filosofía que sostenían los jesuitas. Existió así una "lucha ideológica" por la hegemonía; ésa es la causa de la inexplicable expulsión de América de 2.200 jesuitas. Filosóficamente es una ruptura gigantesca; estos jesuitas significan la esencia misma de la estructura de la enseñanza de la filosofía en América Latina. Esto debe ser estudiado con hipótesis contemporáneas de lectura. Lo cual nos permitirá descubrir que la irrupción de la ilustración es, más que ilustración o pensamiento empírico inglés, una filosofía que se articula con la ideología de una burguesía industrial de los centros industriales de Europa, dependientes y puramente comercial en España, ya su vez dependiente de los dependientes en América Latina. Esta nueva filosofía da por supuesto el mundo colonial: colonialismo que va a significar mucha mayor extracción de riquezas. Todo esto coloca a Latinoamérica en una situación de suma explotación y de ahí la respuesta popular, de los indios con sus grandes rebeliones, por centenares, hasta la de Túpac Amaru, y unidos a ellos, los criollos, que comienzan a emanciparse de la concepción borbónica de colonias. Fue así éste un nuevo momento de la filosofía de la liberación. Esta filosofía está impregnada de algunos temas de la ilustración, pero en el fondo, se originaba a partir de un proceso prácticorevolucionario; derivado de las clases oprimidas, en este caso los criollos. Aquellos grandes personajes de finales del siglo XVIII nos hablan ya de la razón de utilidad histórica de un método empírico, y no de autoridad; del escepticismo que se hace presente entre nosotros con un Luis Antonio Verney, que influye a aquella generación, que también con la influencia de Jovellanos, llega a 102 llamarse la "ilustración americana". Un Benito Díaz de Gamarra, o Francisco C. Alegre, y tantos otros, por sólo hablar de México. Podríamos extendernos a todos los países latinoamericanos. Esta irrupción de una nueva generación contra, justamente, la dependencia española, no todavía contra la dependencia de los países capitalistas centrales, deber ser estudiada como una filosofía que piensa desde su contexto, la educación autoritaria por ejemplo, opuesta a la nueva educación. Pero, ¿qué significa la nueva educación? ¿Significa lo mismo que para el Emilio de Rousseau? ¿Significa educar a los hombres para un nuevo estado social? En América Latina todo esto no significaba lo mismo que en Francia, porque en Francia la nueva educación intentaba justamente crear sujetos aptos para el capitalismo industrial, mientras que en América Latina serán sujetos aptos para emanciparse de España. Hay que ver que la misma Ilustración entre nosotros cobra un sentido histórico concreto, a veces hasta contradictorio con el europeo, porque, paradójicamente, los Borbones impregnados de la filosofía de la ilustración capitalista son rebatidos en América Latina. En la Elementa Recentioris Philosophiae de 1774, Benito Díaz de Gamarra, dice "que aquellos sempiternos ejercicios, disputas, logomaquias de los universales, del ente, de la razón, de las formas sustanciales, de la unión y de todos los compuestos, y 600 obras de este género, con las que los ingenios son ciertamente atormentados y aburridos", hay que dejarlos de lado. Contemplamos el fin de la escolástica y el comienzo de una crítica a un orden vigente que, por una parte, los Borbones quieren seguir imponiendo. "Pero temo -dice Díaz de Gamarra- que en nada los haga más agudos para el estudio de la sabiduría". ¿Qué es necesario? Un nuevo tipo de educación. Los Carlos de Sigüenza y Góngora (1645-1700), los Francisco Xavier Clavijero o Rafael Campoy son el inicio de la segunda época de una filosofía emancipatoria, ausente desde el siglo XVI. El siglo XVIII contempló un nuevo tipo de racionalidad, pero paradójicamente, nacionalista, regionalista; son éstos los que descubren la historia de los mexicanos, la historia de los incas; son los que vuelven al folclore nacional, y ¿cómo puede ser que la ilustración vuelva al folclore? Sí, porque al mismo tiempo era pensamiento de la emancipación. Tiempo fundamental, pero tiempo fundamental de filosofía como acto segundo, a partir de la Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit 103 praxis de los oprimidos, en este caso los criollos; es filosofía de la liberación en contra de la filosofía constituida, hispánica, europea, de dominación. "experiencia latinoamericana". ¿Por qué? Porque no tuvimos burguesía industrial en el siglo XIX. Porque España eligió el camino del capitalismo mercantil o dinerario y no industrial; porque España destruyó su temprana burguesía con Carlos Ven el siglo XVI. 1.3 SEGUNDA ÉPOCA. LA FILOSOFÍA EN LA DEPENDENCIA NEOCOLONIAL (DESDE 1807) Es la segunda época, de la dependencia, y al decir "dependencia" con Salazar Bondy, enunciamos que ha sido en lo esencial, inauténtica. Esta segunda época podríamos hacerla comenzar antes de 1807 en pleno siglo XVIII. Será de todas maneras la larga época en la que nos encontramos todavía la mayoría de los países latinoamericanos. Con el criterio enunciado de periodización sería la filosofía en el tiempo de la dependencia neocolonial. A partir de 1807, cuando Napoleón entra en Portugal, o en e11809, cuando invade a España, hasta hoy los países dependientes del capitalismo. Esta segunda época sería, en lo no-filosófico, la gran época del capitalismo industrial central del cual dependen nuestras naciones; el centro generador de la civilización de esta época es la industria, el capital industrial. La industria acumula capital no como en España que explotaba solamente el oro y la plata americanas; sólo "dinero". Ahora es la época en que el dinero es invertido para la producción de mercancías y esas mercancías adquieren por la circulación más dinero. Se trata en el círculo de la reproducción del nuevo fetiche del gran dios, el dinero invertido como mercancía que permite valorizar el capital gracias a la industria. Esta industria es sobre la que hablarán Sarmiento y Alberdi y tantos otros. Pero en ¿qué sentido? ¿Es posible que entre nosotros haya industria? ¿Qué pensó la filosofía en ese sentido? La llamada ilustración y el empirismo inglés fueron las filosofías articuladas a este núcleo generador histórico, donde la producción por la mediación de la máquina, y la máquina aquella de vapor primero y después las que siguieron, permiten la valoración del capital. Esas filosofías que surgieron en el corazón mismo de esta revolución histórica, no se van a reproducir entre nosotros en las mismas condiciones, donde nunca va a surgir la industria sino prácticamente hasta fines del siglo XIX. La clase burguesa industrial no tomará el poder en América Latina sino con el "populismo" en la época de los Fundadores (desde 1910). Es ésta una segunda época donde la filosofía tiene un estilo constantemente alienado, porque nunca podrá articularse ni pensar el proceso de la producción industrial en la reproducción del capital; todo esto no podrá cumplirlo porque nunca será una 1.3.1 CUARTO PERÍODO. LA FILOSOFÍA ANTE LA PRIMERA EMANCIPACIÓN (DESDE 1807) Querría dividir esta segunda etapa o época en algunos períodos. El primero de ellos, por ser tradicional sería el de la "filosofía ante la primera emancipación". Esta filosofía surge desde la praxis misma para justificar la voluntad revolucionaria: el uso de las armas, la libertad de comercio, el derecho de constitución de una nación y otros temas. Podríamos releer temas de actualidad en esos filósofos. ¿Por qué? Porque muchos de ellos habían sido profesores de filosofía en seminarios, en universidades, y se lanzaron a la política emancipadora, produciendo filosofía política, como en el caso de un Fray Servando de Mier, en México, de un Moreno en La Plata, de un Bolívar en la Gran Colombia y tantos otros. Podríamos encontrar en ellos una filosofía explícita. Era gente que conocía las categorías tradicionales; que podían construir un discurso filosófico. Pero este discurso surgía de la praxis. En la primera época consideramos cómo algunos justificaron el derecho de los indios a la rebelión contra la conquista. Ahora en la segunda etapa tenemos un segundo momento de la filosofía de la liberación. Algunos justifican el derecho a la rebelión contra el despotismo español y portugués aun en el Brasil, aunque tenga una historia distinta a pesar de que también tendrá que sufrir el despotismo lusitano-. 1.3.2 QUINTO PERÍODO. EL FRACASO DEL NUEVO ORDEN (DESDE 1820) Este nuevo período, el segundo post-emancipatorio, se podría denominar "la transición liberal", pero he preferido llamarlo "el fracaso del nuevo orden". El nuevo orden debió ser el del capitalismo industrial, central, creador, autoproductivo. Pero Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit América Latina había llegado demasiado tarde al festín industrial del capitalismo -además no tenía colonias ni neocolonias que sobre-explotar-. Emancipados de España y Portugal, sí; pero, ¿para qué? Es aquí en donde Latinoamérica se lanza a un gran fracaso histórico que atraviesa toda la segunda época que venimos describiendo. El capitalismo autónomo, autocentrado, central será ya imposible. La filosofía del período va a ser un pensar que propone consignas abstractas, precisas: ¡hay que industrializarse! Pero no pudieron estar articuladas a ninguna clase burguesa empresarial productiva o industrial. Es muy bello escuchar lo que escribe Alberdi (18101884) en su Ideas para presidir la confección de un curso de filosofía contemporánea (en 1842); "Nuestra filosofía ha de salir de nuestras necesidades". Esta filosofía hubiera podido ser aquella "de nuestras necesidades", una filosofía productiva. Pero Alberdi continúa: "la filosofía americana debe ser esencialmente política y social en su objeto. Ardiente y profética a sus instintos; sintética y orgánica en sus métodos; positiva y realista en sus procedimientos; republicana en su espíritu y destino. Hemos nombrado una filosofía {latinoamericana) y es preciso que hagamos ver que ella puede existir". Pero Alberdi también dice en otros textos: "Los destinos futuros deberán su salvación al individualismo; o no los verá jamás salvados si espera que alguien los salve por patriotismo". En otro punto dice: "la sociedad latinoamericana estará salvada... Cuando sea el egoísmo inteligente y no el patriotismo egoísta el llamado a construir y edificar la República", en su obra La omnipotencia del Estado. Alberdi y Sarmiento son los que de alguna manera proponen un individualismo, un individualismo liberal, que comienza un camino cuando ya es demasiado tarde. Ellos hablan de la industrialización, pero de una industrialización que no tuvo viabilidad. Había que construir la unidad nacional; había que producir un desarrollo técnico, pero al fin de lo que se habla es del valor absoluto de la libertad, la predicada por Bentham cuando expresa: "libertad de comercio". Nuestros filósofos liberales del período son algo así como "intelectuales orgánicos" del liberalismo europeo y, por lo tanto, los que van a permitir la apertura a la penetración europea. Al fin, la República Democrática del Nuevo Orden contra el despotismo de los caudillos. y ¿quiénes eran esos caudillos? Muchas veces eran los "Facundos" los que expresaban las 104 autonomías regionales. Un sastre, Ambrosio López, organizó en 1847 "La sociedad de artesanos" en bogotá, destinada en principio, a la lucha contra la importación de mercancías extranjeras. La acción de estos artesanos se inscribe dentro de un marco institucional liberal. Pero el 25 de septiembre de 1850 se crea la "Sociedad de la República" y la "Fracción Radical". Los pobres artesanos son completamente destruidos por estos republicanos liberales. Estos artesanos querían una revolución industrial latinoamericana y lucharon contra las importaciones; nunca llegaron al poder, nunca tuvieron una filosofía articulada a sus intereses; lo que hubo más bien fue la apertura hacia el extranjero y la lucha contra un así llamado despotismo interno. El caudillo Facundo, de la Rioja, es el personaje de la famosa obra de Sarmiento; al final de la obra -del mismo nombre-, para denigrar definitivamente a Facundo, copia unas proclamas de Facundo como para que se vea la barbarie de Facundo Quiroga. Cuando uno lee estas proclamas hoy, queda sorprendido y no se ve ninguna dificultad en aprobar lo que dice Facundo. Era un líder regionalista, nacionalista, en contra de lo que será hegemónico en el siguiente período. Bilbao escribía en 1862 en La América en peligro: "O el catolicismo triunfa y la monarquía y la teocracia, o el republicanismo triunfa, enseñoreando en la conciencia de todo hombre la razón libre y la religión de la ley". Sin darse cuenta, como hemos dicho, se abría al "librecambismo", a la falsa antinomia entre "república democrática" y el "despotismo" de lo tradicional latinoamericano, la tradición popular. En la Sociabilidad chilena escribía todavía: "Los hombres encabezan la revolución reflexiva, hallándose ellos mismos impotentes para organizar las creencias lógicamente relacionadas con la libertad política, y por ello reaccionaron en religión y en política con el pueblo", éste fue su error. Y continúa: "Nuestra revolución fue reflexiva en sus promotores y espontánea en el pueblo. El pueblo, que sólo había sentido la exaltación política, la conquista del derecho de ciudad, no vio en la libertad política sino un hecho solitario separado...: el pueblo quedó antiguo". Lo que quizá Bilbao no comprende es que la primera emancipación fue controlada por la oligarquía criolla, ella fue la que "quedó antigua", con los vicios de la dependencia colonial que será férreamente estructurada en el período neocolonial del capitalismo industrial libre cambista. Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit 1.3.3 SEXTO PERÍODO. EL POSITIVISMO A LA SOMBRA DE LA EXPANSIÓN DEL IMPERIALISMO (DESDE 1880) En el "bloque histórico filosófico", desde el origen del fenómeno denominado imperialismo (por monopolización y concentración del capital productivo y financiero en el capitalismo central, más expansión en el mundo neocolonial a fines del siglo XIX), el positivismo, muy estudiado hasta el presente, es "hegemónico", aunque coexiste con filosofías tradicionales, conservadoras, y con otras tales como el krausismo y espiritualismol7. El siglo del capitalismo libre cambista y de dependencia débil por parte de América Latina (1750-1870) será seguido de un siglo de dependencia férrea, articulada efectivamente ( 1870-1959)-con períodos internos, fases y crisis, como es de suponer.- El "fracaso del Nuevo Orden" del capitalismo independiente en América Latina -quizás con la excepción del Paraguay de Francia, cuyo temprano desarrollo fue destruido por Inglaterra mediante la "guerra del Paraguay" en 1870, mediando la cobardía de Argentina, Uruguay y Brasil, que destruyeron prácticamente al país sucesor de las reducciones jesuíticas-, dicho "fracaso" impulsó a cambiar de proyecto histórico. Ahora el desarrollo estribaba en articular estructuralmente la dependencia del imperialismo expansivo, con sus ferrocarriles, sus barcos a vapor, sus florecientes bancos, la compra de productos, materias primas y la venta de manufacturas industriales. Inglaterra es el nuevo imperio y la metrópoli latinoamericana. Estados Unidos sólo tenía cierta hegemonía en el Caribe y el Pacífico (Puerto Rico, Cuba, Santo Domingo y las Filipinas sufrirán el frecuente dominio del nuevo estado, México lo había sufrido desde 1848 cuando perdió primero Texas, después Nuevo México, Arizona y California). La dependencia ahora real del capitalismo se hará efectiva con el porfiriato en México desde 1876, con Roca en Argentina desde 1880 y su infame "Campaña del desierto" -por la que se mataban indios como perros para liberar a las ricas pampas de pueblos "salvajes", y poder así repartir miles de kilómetros entre los "militares de las campañas y exportar así trigo y carnes a Londres"; la República brasileña de 1889, en fin, el triunfo del liberalismo. Liberalismo significa: "libertad" de comercio del imperio y apertura de puertos para la "libertad" benthamiana: nuestra expoliación. La filosofía de esos héroes de fines del siglo XIX fue el positivismo. 105 Escribía Lastarría: "Nosotros no pudimos conocer La philosophie positive Augusto Comte hasta 1868" -en sus Recuerdos literarios-. Allí están Luis Pereira Barreto ( 1840-1923), Miguel Lemos ( 1854 1916), Gabino Barreda (1818-1881), un José lngenieros (18771925), del que Korn escribe en la Generación de los 80s “Acogieron con simpatía la doctrina agnóstica y evolucionista de Spencer. Profesaron las tendencias individualistas del liberalismo inglés. Absorbidos por la cultura europea no valoraron las fuerzas ingénitas del alma argentina". Un Carlos Octavio Bunge (18741918) pertenece igualmente a esta generación. Sobre el "positivismo" latinoamericano habrá todavía que trabajar mucho. Las corrientes conservadoras de los siglos XIX y XX lo criticaron por anticatólico, librepensador, etc. Ya que la izquierda latinoamericana (la socialdemocracia de un J.B. Justo, por ejemplo; o en los partidos comunistas desde 1919) surgió por escisión de los grupos liberales o positivistas, como era de suponer (ya que no pudieron nacer por escisión del conservadurismo católico), se identificó con el positivismo. Sin embargo, el juicio equidistante pertenece a nuestra generación. El "positivismo" significó una crítica a las oligarquías conservadoras, y en esto acertaron; pero, al mismo tiempo, fue la filosofía e ideología articuladas con el proceso de la organización de la dependencia que pesa en el presente -al fin del siglo XX sobre América Latina-, y en esto erraron profundamente y debemos criticarlos con dureza. Ellos fueron los responsables de una ideología de neocolonialismo, de admiración por lo anglosajón, por su técnica -en realidad sólo llevó a la "compra" de los productos y no a la instalación de capital productivo propiamente dicho-. El imperialismo necesitaba entre nosotros una ideología que permitiera su expansión. El positivismo fue esa ideología, por ello tuvo dificultades en comprender lo popular, lo nacional, lo hispano, lo religioso tradicional, lo colonial, lo gaucho, lo indígena, lo "bárbaro "; todo ello fue bien expresado por Sarmiento en su obra Civilización o barbarie. Lo anglosajón era la "civilización" -lo urbano, con levita y bastón-, la "barbarie" era el campo, el hombre a caballo, con "chiripá y poncho. 1.3.4 SÉPTIMO PERÍODO. LA SEGUNDA “NORMALIZACIÓN”, LA AMBIGÜEDAD POPULISTA (DESDE 1910) Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit En México, por ejemplo, la revolución campesina (1910) anticipó y preparó la toma del poder de la burguesía. En efecto, el debilitamiento de la oligarquía terrateniente de las haciendas deja el camino libre al nacimiento de la burguesía nacional. Es el fenómeno denominado "populismo", y significa la aparición de un bloque histórico en el poder hegemonizado por la burguesía de los países periféricos en aparente alianza con la naciente clase obrera. Es el caso de Yrigoyen en 1918 en Argentina (y después Perón), de Vargas en 1930 en Brasil y tantos otros, como Cárdenas en México en 1934, etc. El debilitamiento de la metrópoli por las guerras interburguesas (desde 1914 a 1945, mal llamadas "guerras mundiales"), permite un cierto florecimiento de la producción nacional industrial periférica. A este fenómeno se deben los populismos en la India con el Partido del Congreso, en Egipto con Nasser, en Indochina con Sukarno, anticipados quizá por Kemal Ataturk en Turkía. El fortalecimiento de un mercado nacional; la necesidad y posibilidad de un cierto proteccionismo en la industria nacional de sustitución de importaciones, produce una "vuelta a los orígenes" -preeuropeos o al menos de la etapa colonial pre-anglosajona; el neocolonial en México; el "revisionismo histórico" en Argentina; el retorno a las costumbres hindúes en la India, etc.-. En este movimiento de "retorno" a lo nuestro y en una etapa de profesionalización más seria de la filosofía se deben situar a los "fundadores" -o ala " segunda normalización"-. La primera, ya lo hemos visto, fue la científica y muy seria filosofía universitaria de la época colonial hispanoamericana. Entre ellos están pensadores tan dispares como Alejandro Korn (1849-1945), José Vasconcelos (1882-1959), Farías Brito (1862-1917), José Enrique Rodó (18711917), Deustúa, etc. La burguesía nacional era antimperialista -le iba en ello la vida de su empresa-. Era la toma de conciencia de lo de América, como José Gaos enseñara magistralmente a sus discípulos, aunque (y quizá porque) venga de España ( que no es Inglaterra), lo mismo que García Vacca en Venezuela. Es necesario enfrentarse a Europa, a lo francés, no imitar; retornar al origen. Por ello el tema de lo indígena es la novedad. Un Manuel González Prada (1848-1918) es un precursor, cuando escribe sobre "Nuestros indios", en Horas de lucha, (Lima 1908). El mismo Haya de la Torre, fundador de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) será uno de los connotados pensadores políticos de esta generación, "populista" en política. Ellos 106 positivizaron lo que los positivistas negativizaron. Con Aimé Casaire (1913) o posteriormente con Frantz Fanon (1925-1961), el tema del negro recuperará su lugar central en la reinterpretación del pasado latinoamericano, la América Latina de las plantaciones. De todas maneras, esa generación antipositivista, espiritualista a veces, influida por Ortega y Casset ( que vive un fenómeno parecido al de algún antimperialismo anglosajón en "España de la generación del 98), usó siempre categorías "ambiguas". La "raza cósmica" de un Vasconcelos ¿no es en el plano filosófico la reproducción del proyecto nacional de un Cárdenas, que reúne campesinos, obreros y burguesía -la que subrepticiamente hegemoniza el todo político y económico interclasista-? La ambigüedad del pensador populista se articula como el "intelectual orgánico" de la naciente burguesía nacional periférica, neocolonial. El "fracaso de la ilusión" populista, cuando Estados Unidos ha dominado sin oposición la totalidad del sistema capitalista (aproximadamente diez años después de la guerra última, en torno a 1955), el fracaso de un capitalismo nacional independiente, la caída de Vargas en 1954 (por suicidio al no resistir las presiones del embajador norteamericano en Río), de Perón en Argentina en 1955, de Rojas Pinilla y Pérez Jiménez en 1957 y de Batista (que quizá no puede ser considerado populista siquiera) en 1959, es fin de período y paso, en algún caso a nueva época, y en el resto, a un nuevo período. 1.3.5 OCTAVO PERÍODO. LOS AVATARES DE LA CRISIS DE LA DEPENDENCIA (DESDE 1945-1955) Nos enfrentamos ahora a la segunda generación de los "intelectuales orgánicos" de la dependencia. La primera fue el positivismo, la segunda es la de diversas escuelas o movimientos de las filosofías "universalistas" neutras, científicas (Varsavsky las llamaría "cientificistas"). El "bloque histórico filosófico" se hace ahora más complejo, porque subsisten movimientos del pasado y nacen muchos otros, debido al fenómeno de post-guerra que permitió la salida de muchos estudiantes latinoamericanos a universidades europeas (primero Francia y después Alemania) o anglosajonas (en Inglaterra y principalmente Estados Unidos y Canadá). Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit La crisis del populismo permitió la emergencia de gobiernos, en el plano político, o doctrina económica, en el plano teórico, que se han denominado desarrollistas. En el plano económico se inició con la CEPAL. Lo fundamental era el "desarrollo", fenómeno universal, neutro, que podía lograrse con la ayuda de capital y tecnología extranjera. Igualmente la ciencia podía ayudar al desarrollo, y una cierta filosofía que ayudará al desarrollo científico. Llegan así filosofías cultivadas en el mundo anglosajón -aunque un Wittgenstein o Frege son de origen alemán o austríaco- tales como la lógica matemática y simbólica, la filosofía de la ciencia, la filosofía del lenguaje -esta última con gran impulso francés-, y hasta el estructuralismo -de cierto valor en la antropología por ejemplo-. Junto a este movimiento que irrumpe en los 60s, deben indicarse las escuelas más antiguas -desde los 50s- tales como la axiología, la fenomenología, el existencialismo (desde el sartreano al comienzo, permaneciendo en Heidegger, y después transitando hacia la Escuela de Frankfurt esta última entre "dos épocas" -como veremos-). las corrientes más cientificistas o abstractas -como la filosofía de la ciencia o lenguaje-, consideraron el esfuerzo en el período populista por descubrir el pensar latinoamericano, como falto de rigor científico, de precisión y pertinencia, como folclórico, acientífico, un historicismo anecdótico. Con una suficiencia infinita despreciaron lo alcanzado por la generación anterior y se transformaron -exceptuando muy pocas personalidades- en el 'Juicio final" acerca de la cientificidad o no de los otros discursos filosóficos. En realidad poco que nada han aportado de positivo. La corriente más filosófica, ontológica-fenomenológica, existencial, etc.-, se internó en intentos de descripciones de lo latinoamericano. Tales fueron un Mayz Vallenilla con el existenciario de la "expectativa", o el tema de la "invención" de América de un Edmundo O'Gorman (en realidad América ni fue "inventada" ni "des-cubierta", sino simplemente "invadida", ya que las bellas descripciones de la "invención" simplemente niegan o aniquilan a las culturas pre-europeas en América). Lo común en general, de todos estos movimientos filosóficos, consiste en situar a la filosofía en el plano de la autonomía absoluta, sin articulación teórica ni práctica con la realidad cotidiana del continente, de su situación política, económica y cultural. 107 A estos grupos habría todavía que agregar ciertas minorías que a partir de los 70s cobraron gran hegemonía efectiva en la realidad latinoamericana. Filósofos de extrema derecha ( tales como Bruno Genta, Nimio de Anquín, Golbery de Couto e Silva -aunque militar-, etc. ) que legitimaron los gobiernos militares de "Seguridad Nacional", cumplidores fieles de las doctrinas del monetarismo económico de la "Escuela de Chicago". A estos movimientos deben inscribirse filósofos como Alberto Caturelli, que en su América bifronte asignaba a lo amerindiano la función de la pura potencia, "la materia en bruto" -decía-, ya lo europeo la función de la conciencia, "el ser". Las filosofías de este octavo período entrarán en el siglo XX, ya que la "segunda emancipación" no habrá alcanzado la mayoría de nuestros países a fines de siglo. 1.4 TERCERA ÉPOCA, LA FILOSOFÍA ANTE LA “SEGUNDA EMANCIPACIÓN” (DESDE 1959) Mientras el positivista José Ingenieros escribía en 1915: "(En Argentina vivirá una raza) compuesta por quince o cien millones de blancos, que en sus horas de recreo leerán las crónicas de las extinguidas razas indígenas, las historias de la mestizada gaucha que re trazó la formación de la raza blanca"22; en ese tiempo, Juan B. Justo (1865- 928) -todo lo socialdemócrata que se quieraescribía: "El gaucho que vio su existencia amenazada e incapaz de adaptarse a las condiciones de la época se rebeló. Así nacieron las guerras civiles del año veinte (1820) y subsiguientes, que fueron una verdadera lucha de clases. Las montoneras eran el pueblo de la campaña levantado contra los señores de las ciudades". Este Juan B. Justo, que mezclaba el biologismo spenceriano con Marx cuya teoría del plusvalor era para justo "una mera alegoría"-será muy diferente a Mariátegui (1895-1930) que, con sus Siete ensayos sobre la realidad peruana (Amauta, Lima, 1928), inaugura un pensar arraigado en lo latinoamericano. Sus reflexiones sobre el indigenismo le dieron ante los dogmáticos marxistas la fama de populista. En realidad los partidos fundados en América Latina desde 1919 eran cabalmente europeistas, y decenios después comenzarán a incorporar la reflexión mariateguiana. De todas maneras, cuando justo escribía que: "el pueblo argentino no tiene glorias: la independencia fue una gloria burguesa, el pueblo no tuvo Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit 108 más parte en ella que servir a los designios de la clase privilegiada que dirigía el movimiento" -El realismo ingenuo, Buenos Aires, 1937-, esto significa que la primera emancipación fue liderada por la oligarquía criolla, mientras que la segunda será dirigida por el pueblo mismo. Es con respecto a la praxis de libertad, con respecto al capitalismo central ( es decir: liberación nacional y popular), que un tercer momento de filosofía de la liberación emerge en América Latina -después del de Bartolomé de las Casas y tantos otros en el siglo XVI, y de los rebeldes antihispano-lusitanos de fines del siglo XVIII y comienzos del XIX. Fue filosofía de la liberación el pensar todavía arcaico pero con instrumental metódico explícito, el de obreros anarquistas afines del siglo XIX en Buenos Aires, Sao Paulo, México. Procedentes de las luchas sociales de Europa en tiempos de la Restauración, obreros inmigrados originaron un pensar de liberación, popular, crítico, político, económico. No podemos entrar en detalle de la filosofía originaria de esta tercera época y -en la que todavía no habrá que hablar de períodos, porque estaríamos sólo en el primero de esta época, el noveno de la historia de la filosofía latinoamericana. Pero no podemos olvidar que, fue Augusto Salazar Bondy (1925-1974), el primero que planteo la relación entre la filosofía y la dependencia, y la liberación latinoamericana (que hemos llamado "segunda emancipación") y la filosofía como filosofía de la liberación. Cuando en 1974 realizamos una semana de estudios en Buenos Aires, tuvimos la satisfacción de contar con la presencia de Augusto, que se nos fue en la flor de la edad, y de recibir de sus labios una entusiasta aprobación por los pasos ya dados por la todavía juvenil-y por ello en ese entonces plena de ambigüedades- filosofía de la liberación tal como la practicábamos en la Argentina. Los años han pasado, las experiencias han profundizado la reflexión, pero, sobre todo, la rebelión del pueblo latinoamericano va tomando dimensiones históricas. No es ya como en 1959 la experiencia de un solo pueblo que se libera. En 1979 Nicaragua ingresa a los pueblos que han intentado la "segunda emancipación". Hoy contemplamos las luchas de los pueblos de El Salvador y Guatemala. ¿Cómo se sitúa la filosofía ante estos continentales de resonancias mundiales? acontecimientos Las filosofías de fines del siglo XX -como podemos ver al volver la vista atrás a los fines del siglo XVIII- serán juzgadas por la historia, en último término, por el grado de articulación del pensar con la praxis de liberación del pueblo latinoamericano. Las que respondieron a sus exigencias de claridad habrán sido filosofías. Las que lucieron las artimañas de la retórica o la sofística -pero no "intentaron buscar la verdad" como diría el viejo Aristótelesquedarán obscuras en un rincón olvidado por la memoria de los pueblos. Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit 109 FILOSOFÍA DE LA HISTORIA AMERICANA Leopoldo Zea EL PROYECTO COLONIZADOR IBERO 1. INCORPORACIÓN y RECHAZO RELACIONES de dependencia, entre individuos y pueblos, las ha habido en toda la historia, entre todos los pueblos y entre todos los grupos humanos. Relaciones de dependencia las ha habido, también, en la historia de. Europa. A estas relaciones se refirieron Hegel, Marx, Engels y todos los filósofos de su historia. Sin embargo, las relaciones que se darán entre Europa, el mundo occidental, y el resto del mundo sobre el cual ésta se expande, van a ser diversas de las que se presentaron en el viejo mundo. Expliquémonos: en la formación de Europa y su cultura, en la formación del llamado Mundo Occidental, que incluirá a los Estados Unidos de Norteamérica, el encuentro de diversos pueblos, de diversos grupos humanos, si bien dio origen a situaciones de dependencia, estas relaciones dieron también origen a mezclas raciales y culturales, a mestizaciones de hombres y culturas. Se originarán, no sólo nuevas organizaciones políticas y sociales, sino también culturales. Los múltiples acervos culturales, políticos y sociales de los grupos e individuos que así se mestizaron, acabaron originando un fondo común de experiencias y culturas entre los pueblos que se dieron cita en el Viejo Continente. Como sucedió en los panteones romanos, en donde los dioses de los pueblos con los que se encontraron los romanos, se mezclaron con sus propios dioses. En igual forma se fue ampliando lo que ahora conocemos como cultura europea u occidental. Nada fue visto como extraño, nada como superpuesto. Nada fue eliminado, todo fue mestizado, asimilado. El todo hizo parte de la cultura que tan orgullosamente se alzará, frente al resto del mundo, como modelo, arquetipo a seguir. Es de esta historia, y su filosofía de la que nos ha hablado Hegel. Una historia dialéctica de afirmaciones y negaciones, que originó siempre una nueva afirmación. Afirmación que es la síntesis de anteriores negaciones y afirmaciones. Dialéctica que servirá de motor a la historia encaminada a la plena realización del hombre, o espíritu como libertad. Todo esto se-hace expreso en el Aufhebung hegeliano; traducido como absorción, o asimilación de los contrarios en nueva afirmación. Nada permanece estático, nada se repite, la historia, como el espíritu de que habla Hegel, va enriqueciéndose. El conquistador cualquiera que éste sea, hace suya la cultura del conquistado, al mismo tiempo que enriquece la de este. Los griegos, que no vacilan en esclavizar a los hombres a quienes vencen; no vacilan, tampoco, en hacer suya la cultura de estos mismos hombres. Helenizan todas las expresiones de esta cultura, al mismo tiempo que enriquecen la cultura de los pueblos conquistados. Alejandro crea un poderoso imperio levantado sobre pueblos distintos del griego, pero buscando su mestización. Helenizadas quedan las culturas egipcia, persa, y todas las culturas con las cuales tropieza el griego. Algo semejante hará el Imperio romano que se va asimilando a los pueblos bárbaros, al mismo tiempo que los latiniza. Lo mismo sucederá con el conquistador normando, que invade Inglaterra y se funde con el vencido sajón, dando lugar a la nación y la cultura inglesas. Al igual que España en el violento encuentro de moros y cristianos que acaban mestizándose y dando como resultado la extraordinaria cultura española del Siglo de Oro. En Europa, como lo mostrara Hegel, negar no significa eliminar, dejar " fuera, marginar, sino conservar, asimilar. Por ello en el horizonte de la historia, el pasado tiene un signo positivo, es lo que ha sido y que por haber sido no tiene ya por qué seguir siendo sino como experiencia, la experiencia que permite seguir siendo. De esta forma lo que se ha sido, queda asimilado a lo que es y a lo que se puede llegar a ser. Tal es, precisamente, lo que faltará en el encuentro que se produce entre Europa y el resto del mundo; entre el mundo occidental y los mundos con los cuales se encuentran los diversos puntos cardinales. Faltará aquí la negación, en sentido hegeliano, no habrá absorción; y si a pesar de todo lo hay, ésta no será consciente ni para el conquistador ni para el conquistado. Conquistador y conquistado se presentan como oposiciones cerradas imposibles de sintetizar. La síntesis, que pese a todo se producirá, no se hará consciente, sino después de varios siglos de dominación y de luchas por cancelarla. Por vez primera en la historia de la humanidad, el conquistador no quiere ser asimilado, pero tampoco quiere asimilar. Busca simplemente imponerse, manteniendo su propia identidad. No quiere ser identificado con los Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit hombres y pueblos que ha sometido. Europa parte del supuesto de la superioridad de su cultura y humanidad, así como de la supuesta inferioridad e incapacidad de los conquistados para hacer suya la cultura de sus dominadores. Los conquistadores iberos, españoles y portugueses, en la primera oleada expansiva tratarán sí, de imponer su cultura a los indígenas sometidos. Esto es, de cristianizarlos, pero sin asimilar la cultura que éstos poseen. Lo que es superior no puede mezclarse con lo inferior. La cultura indígena es extraña a la cultura cristiana traída por los iberos a la América. Cultura extraña que -será vista, inclusive, como demoníaca. De aquí que se intente la extirpación de la cultura indígena, la imposición, aun por la fuerza, de la cultura portada por los conquistadores iberos. y! si bien algunos misioneros rescatan aspectos de la cultura indígena, lo hacen partiendo de la idea de que esta cultura pueda tener, a pesar: de todo, expresiones de la cultura cristiana que se le quiere imponer. La conquista Ibera busco la absorción total del indígena, como parte del proyecto de dominación; pero buscó, al mismo tiempo, enterrar la cultura que éste poseía. Se quiso evitar la contaminación de la cultura cristiana. Esto es, el que la cultura indígena, de alguna forma contaminase la cultura importada. No se pudo desarraigar a la cultura, pese a que se destruyeron sus templos, dioses, y otras expresiones de esta cultura. Cuando esto no se pudo, ante la resistencia indígena, simplemente se les cristianizó. Por eso sobre las ruinas de los teocallis se alzaron cruces, templos cristianos, y se permitió que los santos fuesen adorados como lo fueron los ídolos destruidos. Pese a todo hubo asimilación, pero tan sorda que no se hizo consciente al hombre que sufrió la conquista y colonización. Para este hombre lo .que le era propio era falso, demoníaco, impropio, inauténtico; en cambio, verdadero, bueno, propio, auténtico será lo que el colonizador le imponga. Pero algo que tampoco podía, considerar legítimamente propio. Desde el inicio de esta situación, aprendió que era el hijo ilegítimo de una cultura que le era extraña. Que era, también, el bastardo del encuentro cultural de lo indígena y lo ibero. Tal sucedía con el mestizo, resultado racial de este encuentro, el cual si bien se sabía hijo del conquistador y de la indígena tomada por el primero, se sabía extraño al uno y a la otra. Inferior al primero por tener madre indígena y superior a la segunda por tener padre ibero. Lo propio, el mestizaje lo hacía inferior; lo extraño, el pasado paterno era lo superior. Paradójicamente una mestización racial y cultural semejante, lo que dio a Europa la superioridad que ahora enarbolaba frente a otras culturas. 110 Pero será otro el sentido de la conquista y colonización realizadas por la Europa occidental, en el siglo XVII; la conquista y colonización inglesa, francesa y holandesa que siguió a la española y portuguesa. Esta conquista y colonización enarbolará también la superioridad de su propia cultura frente a las culturas indígenas con las que tropieza. Y digo tropieza porque en su, proyecto estaba sólo la conquista material de estas tierras, con su flora y fauna, incluyendo dentro de ésta a sus habitantes. No pretende, como el ibero, imponer su cultura a los hombres con los cuales se encuentra. Su proyecto no es cultural, ni evangelizador, simplemente explotador. Busca materias primas y trabajo barato para elaborarlas; así como mercados en dónde imponer el consumo de esta producción. Lo que crea, piense o quiera el indígena le tendrá sin cuidado. Las culturas con las cuales se encuentra esta colonización podrán mantenerse en su anacronismo, o en su primitivismo, lo único importante es que no estorben a la producción. La cultura propia del colonizador era superior a las culturas indígenas, como superior era su portador a los indígenas creadores de esas culturas. Por ello no se interesó en asimilarlas, ni eliminarlas y, menos aún, se interesó en imponer a los indígenas una cultura que era superior a ellos. La cultura occidental, era simplemente la cultura por excelencia. Por ello los creadores de estas culturas mantienen frente a otras culturas una relación de absoluta reserva. Las otras culturas sólo serán atendidas cuando, por medio de ellas, se pueda manipular a sus creadores. Tanto da, insistimos, que esas culturas sean anacrónicas o primitivas. No se quiere su cambio. Sobre ellas estará siempre la cultura occidental y sus creadores que, por su superioridad, será siempre ajena a quienes no hayan participado en su creación. No existe frente a ella otra relación que la subordinación. Relación de dependencia que se extenderá, igualmente, a las expresiones de la cultura ibera por el anacronismo de mestización que originó su dominación. El mundo occidental, al expandirse sobre el resto del planeta, incluyendo a los dominios del imperialismo ibérico, ocupando lo que consideró "vacío de poder", hará del coloniaje ibérico una expresión más de la inferioridad de esos dominios. La colonización ibera al mestizarse, imponiendo su cultura al indígena, había fracasado permitiendo la incorporación del dominado en la cultura del dominador, que tal fue el resultado de la misión evangelizadora que se impuso como proyecto. Algo que no se Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit permitirá ya la colonización europeo-occidental cuyo proyecto sería pura y simplemente, explotador. Mantendrá la superioridad de su cultura, de una cultura que se basará en la relación de competencia y en la supervivencia del más apto; razón por la cual no se permitirá la aparición de ningún nuevo competidor. De esta forma, por lo que se refiere a pueblos como los de la América colonizada por Iberia, a una conquista y superposición se agregará otra. "El latinoamericano que se sabía extraño al mundo del colonizador ibero al mundo indígena, verá en la cultura occidental la cultura que había permitido la aparición de las poderosas naciones, que habían relegado a la cultura ibérico-cristiana- la solución de su problema tratando, por ello, de hacerla suya. Buscará incorporarse así al progreso que esta cultura expresaba, pero para acabar recibiendo el rechazo de sus creadores y poseedores, los cuales no podían permitir semejante rapto. El mundo no occidental, no podía tener dentro del ámbito de la cultura occidental y frente al hombre que la forjaba, otro lugar que el de instrumento. Y, como instrumento, tenía que ser ajeno a la cultura e ideales de su manipulador. Ninguna absorción, ninguna negación dialéctica, pura y simplemente instrumentación; la realizada por un conjunto de pueblos sobre el resto de los pueblos del mundo. 2. EL ANTECEDENTE ARISTOTÉLICO "Algunos seres -decía Aristóteles- desde el momento en que nacen, están destinados, unos a obedecer, otros a mandar; aunque en grados muy diversos en ambos casos." Tales palabras podían resumir la relación amo-esclavo del mundo griego y que, a través de una larga historia, va a ser cambiada por el nuevo hombre que Será expresión del espíritu hegeliano. Prolongación anacrónica de esta interpretación lo va a ser la justificación filosófica y moral que se va a dar a la conquista y colonización ibera en América. Otra será la interpretación del hombre que ha de realizarse como libertad del espíritu. Dentro de la concepción griega del estagirita, el amo y el esclavo son hombres, no se niega al segundo esta condición; pero hombres de diversa naturaleza. Algo que no sucederá ya en la concepción naturalista del colonizador moderno. En el moderno la relación será sólo entre el hombre y la naturaleza. El hombre se enfrenta a la naturaleza siendo su meta el liberarse de ella para someterla a su voluntad. El 111 esclavo, va a ser ahora, precisamente, parte de la naturaleza de la que se ha liberado el hombre por excelencia. Para el griego el hombre, como todo lo existente, es naturaleza. La naturaleza es orden, cosmos. En el principio, dirá Hesíodo, es el Caos. No existe la nada, tal y como existe en la visión bíblica del origen del Universo. Aquí de la nada ha de surgir la creación. Para el griego no, para esto lo único que ha de ser realizado es el orden. Todo existe ya, sólo será necesario ordenarlo, esto es, poner cada cosa en su lugar. Del caos ha de surgir así el orden, el cosmos. El cosmos es la misma naturaleza. Todo cuanto existe es naturaleza, todo tiene un lugar dentro de ella. La ciencia griega será también una ciencia defensiva, no manipuladora, tal y como lo será la ciencia moderna. La primera es una ciencia que sabe del orden, del cosmos propio de la naturaleza. Saber será conocer el lugar que cada cosa tiene dentro de ese orden, incluyendo el lugar que es propio del hombre en sus diversas expresiones. De acuerdo con esta visión, no todos los hombres son iguales, son distintos, por naturaleza, como distintos del hombre serán los otros objetos que forman la naturaleza. De acuerdo Con la física aristotélica el movimiento se explica en razón con la tendencia propia de cada cuerpo a ocupar el lugar que le corresponde en el orden natural. El lugar de los cuerpos está en la tierra. Primero los más pesados, esto es, los sólidos después los líquidos, los ígneos y por último los etéreos. Un orden que no podía ser alterado, como siglos más tarde lo hará un Galileo poniendo el orden natural al servicio del hombre. El antiguo no, éste simplemente se preocupaba por conocer cuál era su propio lugar en el cosmos, y " como actuar en función con él. Por ello la física antigua reconstruía, no creaba, buscaba saber del orden, no cambiarlo. Será dentro de esta idea de cosmos, de orden propio del griego que se establezca el lugar, que dentro del mismo género hombre tiene el esclavo. El esclavo, insistimos es genéricamente un hombre. Pero dentro del género hombre, como dentro de toda la naturaleza, se dan también diversas especies. El hombre es parte de la naturaleza, es una escala que parte de lo inanimado, se continúa en lo vegetativo, se sigue en lo animado, o sea el animal, y culmina en el hombre que resume la naturaleza de los entes que le anteceden, además de la razón que lo distingue de ellos y sólo puede ser superado por la razón pura que está por encima de todo, por Dios, Theus. Ser hombre es ser pensante, ser racional; pero un Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit ser pensante que tendrá que razonar dentro de un cuerpo material, vegetativo y animal, lo que lo relaciona con el resto de la naturaleza. Tal es el cosmos, que va escalonadamente de lo inanimado a lo divino. Lo divino está por encima de todo, como lo está la razón sobre lo irracional, el alma sobre el cuerpo. "Por lo pronto -dice Aristóteles-, el ser vivo se compone de un alma y de un cuerpo, hechos, naturalmente aquélla para mandar y éste para obedecer." Esto es, en el hombre el alma manda sobre el cuerpo, la razón sobre el resto de la naturaleza del hombre. "Este, predominio del alma es evidente en el hombre perfectamente sano de espíritu y de cuerpo." Pero cuando el hombre no es perfectamente sano lo corporal puede resistirse a la obediencia e, inclusive, tratar de dominar al alma. "En los hombres corrompidos, o dispuestos a serlo, el cuerpo parece dominar a veces como soberano sobre el alma, precisamente porque su desenvolvimiento irregular es completamente contrario a la naturaleza." Lo natural es el predominio del alma sobre el cuerpo, Y no a la inversa. Lo inverso será contrario a la naturaleza, su negación. Un orden natural semejante será en el cosmos creado por el hombre, en la política; la sociedad es el orden propio del hombre. El hombre es un animal político, ha dicho Aristóteles. "... el alma manda al cuerpo como el dueño a su esclavo, y la razón manda al instinto como un magistrado, como un rey; porque, evidentemente, no puede negarse que no sea natural y bueno para el cuerpo el obedecer al alma y para la parte sensible de nuestro ser el obedecer a la razón y a la parte inteligente." Por ello entre los hombres se da una relación vertical de mando y obediencia. Relación que se presenta lo mismo entre el padre y el hijo, como entre el hombre y la mujer, y por supuesto, entre el que sabe y el que sabe menos. El maestro de Aristóteles, Platón, hablaba ya de la necesidad de que los reyes fuesen filósofos, o los filósofos reyes. ¿Qué era entonces el esclavo? Un hombre, insistimos, pero un hombre en el cual lo natural, lo corporal era más poderoso que lo racional. Y es éste su mayor poder corporal el que lo liga más estrechamente a la naturaleza y lo aleja de lo racional. De allí su inferioridad frente a otros hombres, en los cuales lo racional es predominante. "Cuando es uno inferior a sus semejantes -dice Aristóteles-, tanto como lo son el cuerpo respecto del alma y el bruto respecto del hombre, y tal es la condición de todos aquellos a quienes el empleo de las fuerzas 112 corporales es mejor y el único partido que puede sacarse de su ser, se es esclavo por naturaleza. Estos hombres, así como los demás seres de que acabamos de hablar, no pueden hacer cosa mejor que someterse a la autoridad de un señor; porque es esclavo por naturaleza al que puede entregarse a otro; y lo que precisamente le obliga a hacerse otro es el solo poder llegar a comprender la razón cuando otro se la muestra, pero sin poseerla en sí mismo." Éste puede obedecer, cuando se le dice lo que tiene que hacer, pero sin poder darse a sí mismo las razones de ésa su obediencia. Comprende lo que se le ordena; pero no comprende por qué obedece. Tiene una especie de afasia, de incapacidad para expresar, y por lo mismo, para mandar. El logos, la razón sólo lo posee para comprender, recibir órdenes y obedecer, pero no para explicar, decir o mandar. Es un logos limitado, reducido, tanto para comprender la razón de lo que hace, como para decidir y ordenar. De cualquier forma el esclavo no es una bestia; y no lo es porque comprende, porque recibe la palabra y la interpreta para obedecer; aunque no la puede expresar, a su vez, con la claridad de quien la tiene por naturaleza. Pero es la conciencia de esta carencia, la que le hace distinguirse, dice Aristóteles, de un animal doméstico; lo que le hace ser, pese a todo, un hombre. Pero un hombre que se sabe, por ésa su carencia subordinado a otro hombre. Aunque, agrega Aristóteles desde el punto de vista de la utilidad, lo mismo da un animal doméstico que un esclavo. "Por lo demás, la utilidad de los animales domesticados y la de los esclavos son poco más o menos del mismo género. "¿Qué es entonces el esclavo de acuerdo con estas ideas? Es, simplemente, el hombre que puede hacer, trabajar, pero que no pasee la virtud para este hacer y trabajar; esto es, no sabe cómo hacerla, razón por la cual se le tiene que decir el cómo. El esclavo es útil y necesario, como lo es el animal domesticable, aunque no sepa del por qué de la labor a que se le destina. Porque tanto los animales domésticos, como los esclavos, tienen la fuerza corporal necesaria para transformara la naturaleza, obligándola a dar sus mejores frutos. "Unos y otros -dice Aristóteles- nos ayudan con el auxilio de sus fuerzas corporales a satisfacer las necesidades de nueva existencia." La naturaleza misma ha creado esas diferencias para una mejor realización de sus metas. Es ella, la naturaleza, la que ha hecho distintos a los hombres libres de los esclavos. "La naturaleza misma lo quiere así, puesto que hace distintos los cuerpos de los hombres libres y de los esclavos, dando a éstos el vigor necesario para las obras penosas de la sociedad y haciendo, Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit por lo contrario, a los primeros incapaces de doblar su erguido cuerpo para dedicarse a trabajos duros, y destinándolos solamente a las funciones de la vida civil, repartida para ellos entre las ocupaciones de la guerra y la de la paz." ¿Qué es entonces lo que distingue a los hombres libres de los esclavos? Los esclavos saben hacer, los hombres libres saben además, cómo hacerla. Es en este sentido que existe una ciencia para el manejo o manipulación de los esclavos, tal es la ciencia de los señores o amos. "Saber emplear a los esclavos, constituye la ciencia del señor, que lo es, no tanto porque posee esclavos, cuanto porque se sirve de ellos. Esta ciencia es verdad, no es muy extensa ni tampoco muy elevada; consiste tan sólo en saber mandar lo que los esclavos deben saber hacer." Saber mandar será la virtud del hombre libre, y saber hacer la del esclavo. Funciones diversas, pero formando parte del mismo orden, el mismo que da unidad al cuerpo y al alma, expresiones ambas propias del hombre, y da unidad a las sociedades, o comunidades, que origina el hombre en su necesaria y natural convivencia. No son expresiones antagónicas, sino complementarias. Las unas necesitan de las otras, como la forma y la materia, el alma y el cuerpo; así el señor y el esclavo. "El interés de la parte es el del todo; el interés del cuerpo es el del alma; el esclavo es una parte del señor, es como una parte viva de su cuerpo aunque separada, y así entre el dueño y el esclavo, cuando es la naturaleza los ha hecho tales, existe un interés común, una recíproca benevolencia. Modos diversos del ser del hombre, pero que se complementan dentro del orden que la naturaleza ha hecho propia de los hombres. Modos diversos de una sola forma de ser que no implican menoscabo, para quienes tienen que obedecer. No hay menoscabo, porque así tiene que ser, y no puede ser de otra manera. La silla no es menos silla porque no sea mesa y a la inversa. Lo importante es que cada cual realice lo que es propio, que cada cual cumpla con su virtud. Porque virtud, para el griego, es ser, eficazmente, lo que se es, realizar plenamente lo que en cada caso se es. Es en este sentido que se habla del virtuoso del violín. Esto es de la capacidad del violinista para tocar este instrumento. Tal y como la virtud del cuchillo es la de cortar. Esto explica la preocupación de otro gran griego, Sócrates, la de hacer expresa, consciente, la virtud de todos y cada uno de los ciudadanos de Atenas. La virtud del señor es la de saber mandar, 113 como la del esclavo saber hacer lo que le ha sido mandado. Pero, ¿por qué unos hombres han de mandar y otros obedecer? Para Aristóteles se trata, simplemente de diversos modos de ser del hombre, de un ser en su diversidad específica. "No se trata aquí dice- de una diferencia entre el más y el menos; autoridad y obediencia difieren específicamente, y entre el más y el menos no existe diferencia alguna de género." "Evidentemente -agrega- es necesario que ambos tengan virtudes, pero virtudes tan diversas como lo son las especies de seres destinados por la naturaleza a la sumisión." Lo mismo sucede en la relación que guarda el alma con el cuerpo, sin que esta relación implique menoscabo para alguna de ellas por la relación que guardan entre sí. Pues nada sería el alma sin el cuerpo; como nada el cuerpo sin el alma. La misma naturaleza ha creado en la misma alma dos partes distintas: "la una destinada a mandar, la otra a obedecer, siendo sus cualidades bien diversas, pues que la una está dotada de razón y privada de ella la otra." Por ello, el que sabe cómo hacer, deberá siempre estar por encima sobre el que sólo sabe hacer. Tal es el orden propio de la naturaleza que va de lo inanimado a Dios mismo; lo que es, y lo que dice lo que debe ser, esto es, lo que determina y da sentido a este ser, dándole su razón, su palabra: la razón o palabra por excelencia y que por ello está por encima de todo. Es lo que mueve, pero sin ser movido; el primer motor de la metafísica aristotélica. Es de acuerdo con este orden de relaciones, entre lo más perfecto y que no lo es plenamente, en una escala de perfecciones e imperfecciones, que se establece el mando y la obediencia en la sociedad. "Así el hombre libre manda al esclavo dice Aristóteles- de muy distinta manera que el marido manda a la mujer y que el padre al hijo; y sin embargo, los elementos esenciales del alma se dan en " todos estos seres, aunque en grado muy diverso. El esclavo está " absolutamente privado de voluntad; la mujer la tiene, pero subordinada; el niño sólo la tiene incompleta." Así el esclavo, la mujer y niño siendo humanos, son semejantes A al hombre libre, pero se distinguen entre sí cuantitativamente, por la voluntad que posee ya que es el hombre libre el que la posee en más alto grado, por lo cual a él deben subordinarse quienes no la poseen en este mismo grado. Diversos modos de ser del hombre en una escala que va de lo imperfecto a lo perfecto. Cada uno con su virtud, con lo que les corresponde Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit hacer de acuerdo con ella. El hombre libre es tal, precisamente, porque no depende, desde el punto de vista de la voluntad de nadie. De allí que los otros le deban obediencia. "¡Siendo un niño un ser incompleto -ejemplifica Aristóteles-, evidentemente no le pertenece la virtud, sino que debe atribuirse ésta al ser completo que la dirige. La misma relación existe entre el señor y el esclavo." Existen, sin embargo, hombres libres que trabajan para otros, "como lo hacen los operarios. Hombres que, por este hecho reducen su libertad; pero se distinguen del esclavo porque éste forma parte del señor, como forman parte de él sus manos y piernas, lo cual no sucede con el operario que puede no trabajar si no lo quiere. Lo cual no puede hacer el esclavo que carece de libertad, dependiendo de la voluntad de su señor. "El esclavo participa de nuestra vida, mientras que el obrero, por el contrario, vive lejos de nosotros, y no debe tener más virtud que la que le exige su esclavitud." Mientras el obrero, si bien depende de aquel a quien hace el trabajo sigue siendo libre en cuanto libremente ha decidido hacer tal trabajo, por ello su esclavitud es limitada. "... porque el trabajo del obrero es en cierto modo una esclavitud limitada." "La naturaleza -agrega Aristóteles- hace al esclavo, pero no hace al zapatero ni a ningún operario." El trabajo viene a ser, así, función de esclavos o semiesclavos. El trabajo lo origina la voluntad de hacer, sólo que esta voluntad está repartida en forma desigual. Como desigual es el motor de esa voluntad, la razón que la dirige, la voluntad la hace ejecutar. La razón, propia del hombre, lo que le distingue del animal, sabe lo que debe ser hecho, por esto lo ordena. La razón es lo propio del señor que ordena, a quienes no la poseen con plenitud, lo que debe ser hecho. Por ello la dominación griega sobre otros pueblos descansó en el logos. El logos como palabra y razón. De esta manera la discriminación, lo que justifica el dominio de unos hombres sobre otros hombres, será cultural. No es la raza, como sucederá siglos después, lo determinante para hacer de un hombre un esclavo, sino la forma como el logos se hace expreso. La forma como se razona Y como se habla. ¿Quiénes son entonces los esclavos? ¿Sólo los no griegos? Aristóteles dice quiénes pueden ser esclavos, y pueden también serlo los mismos griegos. Sin embargo, ya Platón aconsejaba a los griegos que sólo redujese a la esclavitud a los bárbaros. Para Aristóteles un bárbaro no es necesariamente un esclavo. "Es necesario convenir -dice- en que ciertos hombre serían esclavos en todas partes, y que otros no 114 podrían serlo en ninguna." Esto es, sólo existen determinados hombres destinados por naturaleza a la esclavitud, lo que no depende que sean o no griegos. Sin embargo, será entre los no griegos que se encuentre la fuente de aprovisionamiento de esclavos. ¿Por qué? Porque lo que distingue al hombre libre decíamos es el logos, esto es su capacidad para pensar y decir lo que ha de ser hecho. El logos que da sentido a las comunidades del mundo griego. El logos mal usado por los bárbaros. Los bárbaros son precisamente lo que se dice de ellos, los que balbucean, los que no pueden hablar bien y, por lo mismo tampoco pensar bien. Son los hombres que poseen un logos limitado, por lo cual son inferiores a los que lo poseen con plenitud. Y el logos, tanto como razón como palabra, es griego. El griego lo ha descubierto y lo ha hecho suyo, es su propia lengua y modo de razonar. El logos del griego, es la única lengua y razón que permite expresar y comprender todo lo que puede ser expresado y comprendido. Tal es lo que separa al griego del bárbaro. El primero es capaz de razonar y decir lo que debe ser hecho. Mientras el bárbaro balbucea, esto es, no puede expresarse con la claridad con que se expresa el griego; por ello es inferior a éste. La superioridad del griego resulta así, cultural. No es la raza, lo corporal de los no griegos, lo que determina su inferioridad, sino su incapacidad para expresarse en la lengua propia del logos, griego. Entre los bárbaros, acepta Aristóteles, existen también señores; pero su superioridad resulta inferior ante la superioridad propia del griego. Superioridad para pensar y para decir lo que debe ser hecho. Es el logos lo que hace del griego un hombre superior a otro hombre. Roma heredera de Grecia, llevará, hasta las últimas consecuencias esta aseveración imponiendo al mundo conocido su palabra, su lex. De la superioridad cultural, de la razón o el logos, sobre lo irracional, hablará también, Aristóteles en su Metafísica al referirse a la filosofía, como la ciencia propia del logos. La filosofía es una ciencia principal, de príncipes, de los que ordenan porque saben o que debe ser ordenado. "...la principal es sabiduría -dice con mayor propiedad que la subordinada, porque no está bien que el sabio sea mandado, sino que mande, ni que él obedezca a otro sino a él el menos sabio." Quienes poseen esta ciencia son superiores por ello, a quienes no la poseen. Y los que la poseen son los griegos y no los bárbaros que sólo balbucean. Será ésta la aristocracia que Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit entrará en crisis siglos más tarde como lo relata Hegel; la aristocracia puesta en crisis ante quienes han aprendido ya el cómo hacer y, con este aprendizaje, al igual que Prometeo, han hecho suya la razón, palabra y logos. Son los que saldrán a hacer frente a los señores "incapaces de doblar su erguido cuerpo para dedicarse a trabajos duros". A señores que a fuerza de mandar, han acabado por no poder hacer lo que debe ser hecho. Por ello el aristócrata de la cultura, acaba siendo un ente impotente, y por lo mismo, dependiente del esclavo que realiza, del que hace y que también ha aprendido el para qué de este hacer. El esclavo que al trabajar, y tomar conciencia de que trabaja para otro, hace suya la razón, el logos, que parecían determinar su inferioridad. Pero antes de que se haga expresa tal conciencia, el mundo antiguo hasta su destrucción, se mantendrá dentro de un horizonte de entelequias. Existe un orden, un cosmos, que no puede ser transgredido. En este orden es Dios, como razón, lagos, como ente que sólo se piensa a sí mismo, lo más alto, central y superior. Es el ser que mueve a otros seres, pero no es movido por ninguno. Lo inmóvil viene a ser aquí, expresión máxima de la libertad. Porque es lo contingente lo que se mueve hacia lo que le falta. A este Dios, a este primer motor, nada le falta, es la perfección absoluta. El señor, el amo, por su ocio está más cerca de la perfección divina que otros hombres como el esclavo. El señor que alcanza mayor perfección en la medida en que se ahorra todo trabajo posible, incluyendo el de mandar. Otro puede, como él, mandar en su nombre. "Y así tan pronto como puede el señor ahorrarse este trabajo (el de mandar) cede su puesto –dice Aristóteles- a un mayordomo para consagrarse a la vida política o a la filosofía." A lo racional, a la razón por excelencia. Será entonces por la guerra que estos hombres se aprovisionan de esclavos. "La guerra misma es, en cierto modo dice Aristóteles- un medio natural de adquirir, puesto que comprende la caza, de animales bravíos y de aquellos hombres que, nacidos para obedecer, se niegan a someterse; es una guerra que la misma naturaleza ha hecho legítima." Salvo que en la medida en que estos hombres se apartan de la acción, conformándose con ordenar lo que debe ser hecho, la superioridad, que consideraban como propia, se desplazará a los hombres que obedecen, que trabajan, pero también saben el por 115 qué y el para qué trabajan. Será la conciencia del para qué del trabajo del esclavo, lo que, invierta el orden establecido. No se aceptará ya la existencia de señores y esclavos por naturaleza. Sólo habrá señores sobre la naturaleza, la de los que la dominan con su trabajo. El mundo natural deja de ser parte del cosmos cultural y se transforma en instrumento al servicio del hombre. 3. SEPÚLVEDA Y EL PROYECTO COMPULSOR Otro orden, otro cosmos, tomará el lugar del creado en la antigüedad. Un cosmos, igualmente cultural, dentro del cual van a tomar el lugar que les corresponda otros hombres. Los hombres con los cuales van a tropezar los creadores del orden grecocristiano. El logos pagano será sustituido por el logos cristiano. Es el logos el orden propio de la cristiandad, que se lanza a la conquista de nuevos mundos, pueblos y hombres; a la cristianización de tierras y hombres que habían quedado fuera del único orden posible. Evangelizar, difundir la palabra de Dios, y hacer posible el orden de esta palabra, será la preocupación de los hombres que descubran, conquisten y colonicen la América con que se encontró Colón. Será esta la primera etapa de la expansión europea que realizaran hombres de la Península Ibera, cristianocatólicos. Hombres que aún sostienen la fe que en el siglo XVI ha entrado ya en crisis. La expansión europea es expresión de esta crisis. Expresión del cambio que está sufriendo la concepción antigua y cristiana de la vida. Es la crisis del mundo de Aristóteles y Santo Tomás, de Platón y San Agustín. La crisis que en Europa se expresa en la lucha entre el catolicismo y la reforma. Crisis total del mundo que el cristianismo había aglutinado, asimilado, poniendo así fin a la contradicción amo-esclavo de la antigüedad. Se acepta ya que todos los hombres, sin discriminación, poseen un alma. Los bárbaros han destruido el orden pagano, eliminando a los ya viejos y aristocráticos señores de que habla Aristóteles. Al orden pagano sigue otro orden. En este nuevo orden sigue habiendo señores; pero no ya esclavos, sino siervos, hombres que ceden su libertad, y trabajan para un señor a cambio de protección. Pero un orden que también será puesto en crisis por la modernidad, en la que los siervos, los que saben como hacer, se han transformado en burgueses y se niegan a trabajar para otros hombres, trabajando sólo en provecho propio. Pero el europeo, aún con mentalidad de señor, empeñado en mantener el viejo orden de Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit señores y siervos, se lanzará a la conquista de tierras, y de siervos que las hagan producir en su beneficio. Pero conquista de acuerdo con el orden propio del cristianismo, que ha asimilado el paganismo. Un orden que acepta la igualdad de todos los hombres por el alma, pero que al mismo tiempo mantiene el orden de dependencia social creado por la antigüedad. Libertad pero al mismo tiempo dependencia. Dependencia de los no cristianos frente a los que lo son. Dependencia de quienes están fuera del orden cristiano en relación con quienes se encuentran en él, y pueden incorporarlos a dicho orden. Subordinación de la que dependerá la posibilidad, para estos hombres, de formar parte del orden cristiano que reconoce la igualdad de todos los hombres. Igualdad que les viene del hecho de poseer, como todos los hombres, un alma. Un alma que ha de ser previamente rescatada para que sus poseedores puedan llegar a ser parte del orden propio de los que poseen tales almas. En la polémica entre Juan Ginés de Sepúlveda y Bartolomé de las Casas se hará expresa la preocupación por determinar qué clase de entes son los habitantes de las tierras descubiertas por Colón. ¿Son entes que merezcan formar parte del orden cristiano? O bien, ¿se trata de entes alejados de tal posibilidad por su constitución anímica? El hombre que ha tropezado, en su expansión, con dichos entes se pregunta si tendrá que considerarlos como sus semejantes o, por el contrario, como entes ajenos a lo que se considera corno propiamente humano. El europeo que, a lo largo de su historia, ha tomado conciencia de su humanidad, no sabe como reconocerse en otros hombres. No sabe si esos otros entes son, o no, sus semejantes. La conciencia que tiene de sí, encuentra difícil de extender otros hombres. Como cristiano, ciertamente, no podrá negar a esos otros hombres el reconocimiento que ha exigido para sí. Ya la relación amo-esclavo ha sido rebasada por el cristianismo. No se puede hablar, inclusive, de bárbaros ya que todos los hombres poseen una razón o un alma. No se puede hablar ya de hombres de plena razón y de hombres de escasa razón. Tampoco se puede ya hablar de hombres destinados por naturaleza a las tareas más duras y de hombres destinados al ocio propio de la meditación conductora. Todos los hombres son iguales, pero se distinguirán entre sí por su modo de ser, por su personal comportamiento. Pero será este modo de ser, este comportamiento, el que ponga en duda, la semejanza genérica de todos los hombres. Desde este punto de vista, hay algo que en los indígenas, descubiertos y sometidos por 116 la conquista, que conquistadores. les distingue de sus descubridores y Físicamente parecen hombres, se asemejan a sus descubridores y conquistadores; pero son distintos por las costumbres extrañas que les caracterizan. Algo tienen estos hombres, que los distinguen del hombre que los ha descubierto y tiene conciencia de su propia humanidad. Nuevamente será esgrimida la distinción por la cultura, esto es, por el modo como estos entes se expresan en comparación con otros hombres. Algo hay en los indígenas que los distingue de los cristianos europeos. ¿Bárbaros? No lo son, porque carezcan del logos, la razón o la palabra de que hablaba el griego, sino porque sus costumbres y moral, no coinciden con las costumbres y moral propia del cristiano. Los indígenas por éstas sus costumbres se presentan fuera de la ley natural y el derecho de gentes. Por ello no es posible la convivencia igualitaria con ellos. No son iguales, y no siéndolo no podrán tenerse con ellos relaciones de igualdad. No saben lo que es la ley, ni que es derecho; y no sabiéndolo no pueden respetar la una ni el otro. La una y lo otro han de serles impuestos, para su propio bien, por quienes tienen conocimiento de los mismos. Pero, ¿qué es la ley natural? Es la misma ley de que hablaba Aristóteles. De acuerdo con esta ley, lo perfecto domina sobre lo imperfecto; razón por la cual el poseedor de la perfección debe conducir a quienes no la poseen hasta su pleno logro. La distinción se plantea así en el campo cultural. Lo superior estará en el conocimiento de la religión cristiana, lo inferior vendrá de la carencia de este conocimiento. Por esto los cristianos han de conducir a quienes no lo son para que puedan llegar a serlo. Juan Ginés de Sepúlveda lo expresa diciendo: "Los filósofos llaman ley natural la que tiene en todas partes la' misma fuerza y no depende de que agrade o no." "La ley natural es una participación de la ley eterna en la criatura racional." "...es la voluntad de Dios que quiere que se conserve el orden natural y prohíbe que Se perturbe. En esta ley eterna es partícipe el hombre por la recta razón y la probabilidad que le inclina al deber y la virtud, pues aunque el hombre, por apetito, sea inclinado al mal, por la razón es propenso al bien." Recta razón e inclinación al deber y a aprobar las cosas buenas se dan por naturaleza. Es esto un modo de ser del hombre. Modo de ser que se expresa, culturalmente, en hábitos y costumbres. El modo de ser de Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit hombres y pueblos, que Dios mismo ha establecido en la naturaleza. Pero, ¿tienen este modo de ser los indígenas? Sepúlveda parte de la supuesta superioridad de los españoles y de España sobre los indígenas y las comunidades con que se han encontrado los primeros en su expansión. Deducida tal superioridad, será también deducido el derecho de los españoles a conquistar y a dominar a los indígenas. Lo superior debe mandar sobre lo inferior. Hábitos, costumbres y cultura españolas son superiores a los que expresan los indígenas. Porque ¿cómo pueden compararse estos indígenas con hombres cuyos valores han dado origen a la cultura española? La raza española, dice Sepúlveda, ha producido figuras como Silvio Itálico, Séneca, Averroes y Alfonso el Sabio. La superioridad, española se hace expresa en muchos aspectos. "En fortaleza y esfuerzo bélico las legiones españolas han dado en todo tiempo ejemplos que exceden la credibilidad humana." Hazañas como las de Numancia, guerreros como Gonzalo de Córdoba, batallas como las dadas por el Emperador Carlos V. En "cuanto a templanza no existe nación que supere a España". Los españoles tampoco pueden ser superados en religiosidad y sentimientos humanitarios". Entonces, ¿cómo pueden ser comparados estos hombres con los entes con los cuales se han encontrado? "Compara ahora estas dotes de prudencia -sigue diciendo- ingenio, magnanimidad, templanza, humanidad y religión, con las que tienen esos hombrecillos [Homúnculos] en los cuales apenas encontrarán vestigios de humanidad; que no sólo no poseen ciencia alguna, sino que ni siquiera conocen las letras ni conservan ninguna noticia de su historia sino cierta oscura y vaga reminiscencia de algunas cosas consignadas en ciertas pinturas, y tampoco tienen leyes escritas, sino instituciones y costumbres bárbaras." Ginés de Sepúlveda hace suyo el calificativo que Aristóteles usaba para designar a los que balbuceaban el griego, salvo que ahora es el balbuceo de toda una cultura, Y más que balbuceo, la absoluta carencia de cultura cristiano-hispana. Por ello son hombrecillos, homúnculos, menos que hombres, carentes de la palabra, la razón y el entendimiento de sus descubridores Y conquistadores. Esto es, más bárbaros que los bárbaros de que habla Aristóteles. Y careciendo del todo, de la cultura por excelencia, carecen también de virtud. De la virtud que sitúa al hombre dentro del orden, o ley natural, establecidos por el Creador. Estos homúnculos, lejos de cumplir con la ley la perturban, la transgreden, con su bestialidad. En la escala de la naturaleza establecida por el creador de la misma, estos 117 hombrecillos están más abajo de lo humano, cercano a lo animal, a la bestia. "Pues si tratamos de las virtudes -agrega- qué templanza ni qué mansedumbre vas a esperar de hombres entregados a todo género de intemperancias y de nefandas liviandades" como comer carne humana. Ha sido precisamente, la baja escala de humanidad en que se encontraban estos homúnculos, la que ha originado su fácil derrota y su pronta sumisión. Carentes de virtud, carecen también de valor. Son cobardes, tímidos e incapaces de resistir, aun siendo muchos, a un puñado de arrojados españoles. Por ello es que Hernán Cortés, acompañado de unos pocos soldados españoles y no mayor número de aliados indígenas, pudo dominar al emperador Moctezuma y a los millares de sus soldados y servidores. "¿Puede darse –pregunta Ginés de Sepúlveda- mayor o más fehaciente testimonio, fortaleza de ánimo y valor, y de que tales gentes son siervos por naturaleza?" La inferioridad cultural y, por ello de ánimo de los indígenas así como su fácil conquista muestran, precisamente, como por naturaleza, el emperador español era el señor natural de tales sub-hombres. ¿Puede alguien dudar del derecho del emperador Carlos a conquistar y someter a servidumbres a tales criaturas? Por el contrario, altamente benigno ha sido este señor en no exterminar a tales bárbaros, ya que Dios mismo, en los libros sagrados condena a la destrucción a tan degenerada especie de hombres. "Podemos creer, pues, que Dios ha dado grandes y clarísimos indicios respecto al exterminio de estos 'bárbaros." ¿Por qué entonces no han, sido exterminados? No fueron exterminados, porque eran necesarios. Necesarios para el orden que el conquistador y colonizador español e ibero estaban creando. El orden, el viejo orden basado en la relación Amo-Esclavo, SeñorSiervo había sido puesto en crisis por el cristianismo, así como por el humanismo que surge pujante en el siglo XVI, el siglo del descubrimiento y la conquista de otras tierras y hombres allende el viejo mundo. Los amos y señores en Europa pasaban a la historia. Los antiguos siervos trataban, ahora, de convertirse en señores. Pero en señores en tierras a donde el cristianismo y el humanismo, la razón, "el ingenio y la templanza, no eran aún conocidos. Sería aquí, sobre estos entes carentes de tales virtudes, que los antiguos siervos podrían establecer nuevas servidumbres, convirtiéndose Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit así en señores. Todo esto podría ser alcanzado por el aventurero que, habiéndose rebelado frente a viejas servidumbres, buscaba a su vez al señor de otras tierras y hombres. Señor en nuevas Españas, en nuevas regiones españolas, ajenas a los blasones de los viejos y ya anacrónicos señores. Un mundo nuevo abierto a la fundación de nuevos señoríos, levantados sobre lejanas tierras y lejanos hombres. Los bárbaros no eran ya los que balbuceaban la lengua clásica en que se expresaba la antigua cultura, los bárbaros eran ahora los que habían permanecido fuera de la cultura que Europa habla creado a lo largo de su historia. Juan Ginés de Sepúlveda justifica la expansión con palabras que pretenden ocultar la ambición que mueve a los españoles en busca de nuevos señoríos, diciendo: Estos hombres, los indios, no han sido destruidos, porque Dios ha encomendado a la gran nación española incorporar a tales descarriados al orden del que ella es expresión. Su misión es hacer de semejantes homúnculos hombres de bien. Tal es lo que justifica la Conquista. Dios mismo ha permitido el descubrimiento de tales tierras, para que descubiertas, los hombres que las habitan puedan ser incorporados al ámbito propio de la Ley Natural, dictada por el Creador. Para que esta Ley, que es y debe ser reconocida universalmente, no siga siendo violada en tales tierras. Tierras que han dejado de ser lejanas, para formar parte del orden que esa Ley ha originado entre los pueblos que han sabido reconocerla. Obligación de tales bárbaros será respetar dicha Ley haciéndola propia. "Por muchas causas, pues, muy graves, están obligados estos bárbaros a recibir el imperio de los españoles conforme a la ley de la naturaleza -dice el teólogo español- y a ellos ha de serles todavía más provechoso que a los españoles, porque la virtud, la humanidad y la verdadera religión son más preciosas que el oro y la plata." Con la conquista los que más ganan son los conquistados, ya que por ella pasan a ser parte de una de una sociedad que ya ha alcanzado la verdadera humanidad. No importa, por supuesto, cual sea el puesto que los conquistados tengan dentro de tal orden. Lo importante es su pertenencia a un orden en el que acabarán conociendo lo que hace del hombre un hombre. En cuanto al oro y la plata, así como el sudor y la sangre con que se alcancen los mismos en beneficio de los conquistadores y colonizadores, no son sino compensaciones bien 118 otorgadas a hombres que tanto harán por la salvación de esos pobres semihombres. ¿Pueden rehusarse estos hombrecillos al cumplimiento de la misión que ha sido encomendada a sus salvadores? Por supuesto que no. Si así lo hiciesen, la nación redentora podrá compelerlos por las armas a su aceptación. Dios ha encomendado a los españoles la misión redentora, y si bien no pretenden tanto el bien de sus tercos enemigos, sí les preocupa cumplir con la voluntad divina que les ha ordenado su salvación. Voluntad "que quiere salvar a todos los hombres y hacer los venir al conocimiento de la verdad". Palabras que implican ya el reconocimiento que, pese a todo, se otorga a la calidad humana de quienes han de ser encomendados para su redención. Dios quiere la salvación de todos los hombres, por lo tanto quiere también la de esos hombrecillos que, de cualquier manera, son expresión de lo humano. Hacerles ver lo que son, hacerles conscientes de su humanidad, han de ser tareas de quienes se presentarán, no tanto como señores, sino como paternales conductores. Paternalismo apoyado en la violencia por la cual estos encomendados han de alcanzar la verdad. Pues así como pueden ser dominados por la fuerza, pueden también -dice Ginés de Sepúlveda- ser "compelidos a oír el evangelio". Antes de la prédica del evangelio será necesaria la conquista, la sumisión obligada del que ha de escuchar, sumisamente, la verdad. Porque, "¿cómo han de predicar a estos bárbaros -pregunta- si no son enviados a ellos como San Pablo dice, y cómo han de ser enviados si antes no se ha conquistado a estos bárbaros?", "A estos bárbaros, pues, violadores de la naturaleza, blasfemos e idólatras sostengo que no sólo se les puede invitar, sino también compeler para que recibiendo el imperio de los cristianos oigan a los apóstoles que les anuncia el Evangelio." Así, por delante irá el soldado y siguiéndole, el evangelizador. Primero la espada, a continuación la cruz redentora. Así, el conquistador, al imponer su dominio, cumplirá con lo que es su propia misión o virtud. Imponer el dominio necesario; que haga posible el orden cristiano, el cual ha de ser establecido universalmente. Será, también, en función con tal misión, que el indígena por difícil que parezca su dominio, ha de ser sometido e incorporado al orden cristiano. Tal es la razón por la cual los vencidos en la guerra tienen que ser perdonados y no destruidos para así ser sometidos. Aristóteles ya decía que, de la misma Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit manera que el hombre, por medio de la caza puede adquirir animales bravíos poniéndolos a su servicio, por la guerra, también podían ser sometidos ciertos hombres. Los hombres nacidos para recibir órdenes pero que se niegan a obedecer. Es ésta una forma de adquisición, de dominio, como cualquier otra. Forma legítima de adquisición mediante la cual el hombre acrecienta sus bienes, amplía su economía doméstica; forma indirecta de cumplir con la misión evangelizadora. La razón, dice Ginés de Sepúlveda ha probado que cuando se llega al trance de las armas, "los vencidos en justa guerra queden siervos de los vencedores, no solamente porque el que vence excede en alguna virtud al vencido, como los filósofos enseñan y porque es justo en derecho natural que lo imperfecto obedezca a lo más perfecto, sino también para que con esta codicia prefieran los hombres salvar la vida a los vencidos en vez de matarlos: por donde se ve que este género de servidumbre es necesario para la defensa y conservación de l sociedad humana". La esclavitud, o servidumbre, es así presentada como un instrumento que beneficia a quienes la sufren, a las mismas víctimas. La codicia beneficia a sus víctimas, al incorporarlas, a partir de su conservación en el orden cristiano de sus victimarios. La codicia así como otros muchos vicios propios de la conquista son vistos, por Juan Ginés de Sepúlveda, como expresiones positivas, a través de las cuales se cumple con la ley natural. Ley que no negarán aun con sus propios vicios los conquistadores. Los transgresores de esta ley lo serán siempre los indígenas que se enfrenten a sus dominadores, y no aceptan el lugar que la misma ley les señala dentro del orden que le es propio. Los conquistadores, lejos de transgredir la Ley tratan de hacerla cumplir sometiendo a sus verdaderos transgresores. Los vicios y pecados que mueven a los conquistadores a la dominación de los indígenas no violan la ley natural. Ginés de Sepúlveda acepta el hecho de que, en lo individual, estos conquistadores sean movidos por sus pasiones, por vicios como la avaricia; pero agrega, guardémonos de sacar consecuencias temerarias contra las naciones en general, si en cualquiera de ellas, algunos de sus miembros pecan contra la ley natural. Una actitud individual no califica a la nación y sus metas, "porque la causa pública no debe considerarse individualmente en cada hombre, sino por las costumbres e instituciones públicas". Los crímenes, los abusos, las crueldades, los despojos de que son objeto los indígenas les serán bien merecidos por su barbarie y por su resistencia a aceptar el dominio de los mejores. 119 Dichos abusos podían estar, y de seguro lo estaban en general, motivados por razones ajenas a la que debía ser meta última de la conquista, la incorporación de los indígenas al orden cristiano. La codicia de los conquistadores era de hecho el resorte de esta acción; pero tal codicia no calificaba a la nación que la impulsaba. Ésta sólo se servía de la codicia para así alcanzar las metas que le habían sido señaladas. Esto es, para alcanzar la redención de esos hombrecillos dejados de la mano de Dios por largos siglos. Más tarde, Hegel hablará de las urgencias de que se vale el espíritu para realizarse; de las diversas motivaciones que conducirán al hombre a realizar fines que le trascienden como individuo. Dios, como la razón, se servirá también de estas motivaciones, por ello, lo que estos individuos fuesen en concreto, no calificaba a la Nación de los mismos, lo cual tendía a metas más allá de las motivaciones de estos individuos. "En aquellas naciones -dice Ginés de Sepúlveda- en el que el latrocinio, el adulterio, la usura, el pecado nefando y los demás crímenes son tenidos por cosas torpísimas y están castigados por las leyes y las costumbres, aunque algunos de sus ciudadanos caigan en esos delitos, no por eso se ha de decir que la nación entera no guarda la ley natural." Quienes violan esta ley, insiste Ginés de Sepúlveda, son los indígenas que, como sociedad, como pueblo como cultura se han apartado de la misma. Los indígenas, el pueblo, ignoran la Ley natural y la violan cotidianamente, por ello cuando son conminados a someterse en beneficio de sí mismos, para hacer de esa ley su propia ley y no lo hacen, dan origen a la violencia como la: única posibilidad de su sometimiento. ¿Qué mejor cosa puede suceder a estos indígenas que el ser sometidos por hombres superiores? "¿Qué cosa pudo suceder a estos bárbaros más conveniente -dice Sepúlveda- que el quedar sometidos al imperio de aquellos cuya prudencia, virtud y religión los ha de convertir de bárbaros, tales que apenas merecían el nombre de seres humanos, en hombres civilizados en cuanto pueden serio; de torpes y libidinosos, en probos y honrados; de impíos y siervos de los demonios, en cristianos y adoradores del verdadero Dios?" Nada mejor que ser incorporados a la cristiandad en el lugar que les corresponde por su índole. Esto es, como encomendados a quienes les son superiores en saber. Hombres libres sí, pero dentro de las limitaciones propias del orden creado Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit por Dios, Desiguales, también, porque dentro de todo orden hay diferencias entre los seres que forman este orden. Porque la ley natural no habla de ninguna falsa igualdad, habla tan sólo del lugar que, dentro de esa ley corresponde a las criaturas de Dios. Cristo, nos dice Ginés de Sepúlveda, nunca dijo"...manumitad a vuestros siervos, ponedlos en libertad, como hubiera dicho si la ley divina condenase la esclavitud; sino que les dice: tratar con justicia y humanidad a vuestros siervos". Tal ha sido la función de la conquista, tales han sido también las motivaciones de los hombres que la hicieron posible. Los conquistadores conscientes de esta su misión, deberán cristianizar, enseñar la verdadera religión mostrando, al mismo tiempo, el lugar que a los adoctrinados les corresponde dentro del orden propio de la misma. Tendrán que domar la barbarie, sometiéndola con la violencia si ella sea necesaria. Y sólo "cuando el tiempo mismo los vaya haciendo más humanos y florezca entre ellos la probidad de costumbres y la religión cristiana dice Sepúlveda se les deberá dar más libertad y tratados más dulcemente". La violencia no es sino el necesario instrumento para que se alcance la meta propuesta. No se trata de la violencia por la violencia, sino la violencia del padre sobre el hijo, para que éste aprenda a conducirse, siendo él, el padre, el que más se duele de hacerla. Ya que todo ello conduce a la necesaria formación de hombres, no ya de esclavos. El cristianismo es contrario a la esclavitud de que hablaba Aristóteles. El cristianismo lo que quiere es rescatar hombres, arrancarlos de la animalidad, a la bestialidad, hacer de ellos hombres verdaderos. Habrá que tratar a estos hombrecillos, no como lo pretendía Aristóteles como esclavos, sino como encomendados. Encomendados a quienes habrán de ser sus guías. Como esclavos sólo serían tratados "aquellos que por su maldad y perfidia, o por su crueldad y pertinencia en el modo de hacer la guerra, se hayan hecho dignos de tal pena y calamidad". No así los otros, los más dóciles, los más mansos. Serán como hijos, aunque menos que ellos. Encomendados, puestos a cargo de españoles honrados y justos que, con su ejemplo y enseñanzas hagan posible la salvación de sus almas. "Por lo cual -agrega Sepúlveda- no me parece contrario a la justicia ni a la religión cristiana, el repartir algunos de ellos por las ciudades o por los campos a españoles honrados, justos y prudentes, especialmente aquellos que los han sometido a nuestra dominación para que los eduquen en costumbres rectas y humanas y procuren iniciarlos e 120 imbuirlos en la religión cristiana, la cual no se trasmite por la fuerza, sino por ejemplos y la persuasión." Pero una encomienda que habrá de ser recompensada. Recompensada por los que han de recibir los frutos de la misma, la salvación. ¿Qué pueden dar los indígenas a quienes se han tomado la tarea de regenerarlos? ¿Qué han de dar éstos a cambio de la obra que conduce a la salvación de sus almas? Pura, y simplemente, trabajo. Han de trabajar para sus señores, trabajar para quienes se han tomado la tarea de su salvación. Trabajar en aquellos quehaceres que, por la condición de esos mismos señores no puedan ser hechos sino por gente inferior. Por ello el celo que se ponga en enseñar al que no sabe deberá ser recompensado. Los honrados encomenderos tendrán derecho a servirse de sus encomendados. Es justo que en premio de sus desvelos "se ayuden del trabajo de los indios para todos los usos dice Ginés de Sepúlveda- así necesarios como liberales de la vida". "No hay ninguna razón de justicia y humanidad que prohíba, ni lo prohíbe tampoco la filosofía cristiana, dominar a los mortales que estén sujetos a nosotros.., ni que prohíba tener siervos, ni usar moderadamente del trabajo de los siervos." Lo que sí se prohíbe es "imperar avara y cruelmente y el hacer intolerable la servidumbre, siendo así que la salud y el bienestar de los siervos debe mirarse como una parte del bienestar propio". Los siervos sólo siervos pueden ser, insiste con su acostumbrada rudeza Juan Ginés de Sepúlveda. Tal es la ley, el orden natural que Dios ha creado y que el hombre debe mantener. Pero se trata de un orden pío que no debe ser, tampoco, lesionado por la codicia y el desenfreno. Un orden que sus mantenedores han de posibilitar con ejemplos de amor y temperancia. Resumiendo ahora en pocas palabras lo que siento -dice Sepúlveda-, diré que a todos estos males hay que ponerles adecuado remedio para que no se defraude el justo premio a los que sean beneméritos de la república, y se ejerza sobre los pueblos dominados un imperio justo, clemente y humano, según la naturaleza y condición de ellos. En suma, un imperio tal como conviene a príncipes cristianos, acomodado no solamente a la utilidad del imperante, sino al bien de sus súbditos, y a la libertad que cabe en su respectiva naturaleza y condición." Justicia y clemencia de acuerdo con la naturaleza y condición de los dominados; pero también el justo provecho material a que se hacen acreedores, quienes han dado a la república y al gobierno Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit de Dios nuevas tierras y súbditos, a quienes han hecho posible la extensión de la ley natural a hombres hasta antes alejados de ella; alejados de Dios, y al servicio, por ignorancia del demonio. 4. LAS CASAS Y LA LIBERTAD COMO PROYECTO "El orden natural de las cosas es de tal condición, que los señores que son inferiores imitan a los superiores, según la posibilidad de su naturaleza.' Y por eso los agentes naturales como superiores, hacen que los seres pacientes se les asemejen." Quien así hablaba es el padre Bartolomé de las Casas, defensor de los indios, y violenta contradictor de Juan Ginés de Sepúlveda. El orden natural del que hablara Las Casas será distinto del orden natural del que había hablado Ginés de Sepúlveda siguiendo a Aristóteles. No es ya el orden cultural en el que cada ente tiene su lugar. En el orden a que se refiere Las Casas, el lugar es algo que cada hombre, cada individuo es capaz de alcanzar por sí mismo. No está determinado tal lugar por ley alguna. Es el hombre, como centro de la naturaleza, el que organiza el mundo y lo pone a su servicio. Y lo que el mundo pueda ser dependerá de su capacidad para dominarla. Las Casas es ya un moderno, con lo que este término pueda tener de positivo, pero también de negativo. La cultura no es un determinante, la cultura se adquiere y se potencia por el ingenio de que hablará Descartes. El hombre ajeno a ella, por una serie de circunstancias históricas, puede adquirirla por imitación. Imitando al que ya la posee. El que sufre el impacto de esta cultura puede hacerla suya. Hay algo más en la frase cuando dice: "según la posibilidad de su naturaleza." No es que se pueda ser más o menos hombre, que otros, simplemente que esta posibilidad dependerá de algo que es natural al hombre, físicamente. Es en función con esta naturaleza física, como el tener un determinado cuerpo, que el hombre negro resulta tener mayor fuerza física, para los trabajos rudos que el indio; físicamente más delicado. El indio es más débil y, por lo mismo, más expuesto a la destrucción por la explotación de que es objeto por obra de los españoles. Naturalmente, también, unos tres resultarán ser más capaces que otros para el logro de determinados conocimientos. Será en función de esta capacidad que dependerá la pronta o tardía, asimilación de la cultura de los conquistadores. Pero esto es ya algo personal, lo propio de cada sujeto, de su individualidad. 121 La razón, el ingenio, la inteligencia no son así privativas de unos hombres con exclusión de otros. Será su uso el que determine sus posibilidades, sin que éstas indiquen diferencias absolutas. El hombre es lo que quiere y, puede llegar a ser. Históricamente, y no porque unos hombres sean inferiores a otros, sino por situaciones ajenas a su voluntad, algunos hombres parecen tener una inteligencia, aparentemente más desarrollada que otros. Desarrollo que, por supuesto existe, pero sólo como expresión de una mayor y más amplia experiencia. Experiencia que ha faltado a hombres, como los indígenas, con los que se han encontrado los españoles. Pero una experiencia que puede ser adquirida siguiendo e imitando, a quienes ya la han alcanzado a lo largo de una historia, que no ha sido la historia de los indígenas. Todos los hombres son iguales por la razón o el ingenio, esto es por la inteligencia que organiza a la naturaleza y la pone a su servicio. Lo distintivo de un hombre frente a otro, lo que le individualiza y personifica es somático, físico, depende de una determinada constitución natural, pero también lo distingue la experiencia, la historia. La experiencia que posee es algo accidental a la esencia del hombre, pero de la cual depende que unos hombres se distingan de otros., Pero sin que esta distinción los marque y los incapacite para superar su propia situación mediante el aprendizaje de la experiencia alcanzada ya por los otros, ¿Cuál sería entonces la misión de los conquistadores españoles en América? No por supuesto la de salvar a hombres que no pueden ser salvados, ya que la salvación es algo personal, sino la de ofrecer a estos hombres su propia experiencia, para que a partir de ella se realicen plenamente como individuos. Ya que quien ha recorrido el camino del autoaprendizaje, quien se ha enriquecida con múltiples experiencias, bien puede enseñar a otros estas experiencias. Esto es, puede enseñar, educar, trasmitir cultura. Trasmisión que puede ser, a su vez, asimilada por otros hombres, que no tuvieron la experiencia directa. Hombres como los calumniados indígenas, Individuos que no son, en forma alguna, proyecto de hombre, homúnculos, sino hombres plenos, abiertos a experiencias que, por razones históricas, les han sido ajenas pero que, no por esto, pueden serles extrañas. Los indígenas, hombres como todos los hombres, pueden, por medio de su razón, de su intelecto, adquirir la verdadera religión y adaptar sus costumbres a las costumbres propias de Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit esta: religión" si se les enseña cómo. Porque no es posible, dirá Las Casas, que toda una raza, que toda una nación, por estúpida e idiota que parezca, pueda carecer de capacidad para recibir la fe. Estos hombres por medio de la imitación de quienes poseen tal fe, podrán adquirirla. Los superiores por su mayor experiencia, pueden así ayudar a quienes aún no la tienen suficientemente. Mostrándoles sus propias experiencias, pueden hacer de quienes aún no las han alcanzado, hombres semejantes. Cristo, dice Las Casas, dio el ejemplo de cómo atraer a otros hombres a la verdadera religión, de Cómo incorporarlos a la verdadera fe. No existen hombres cortos de entendimiento, sino simplemente ignorantes. Tal cortedad les venía tan sólo de la ignorancia de experiencias que les habían sido ajenas. Ignorancia no es carencia, simplemente falta de experiencia. ¿Qué hizo Cristo mismo para llevar el evangelio a los hombres que le siguieron? Simplemente fue sencillo, humilde, accesible a otros hombres, mostrándoles lo que era su propia y personal experiencia, para así ponerlos a su altura. "Cuando comenzó a predicar siendo humilde y manso de corazón -dice Las Casas- y enseñando a los demás a practicar la servidumbre y la humildad y mansamente conversaba con los hombres, atrayéndolos con su dulce conversación e inspirándoles confianza para acercarse a Dios." Dios, Cristo, contra lo que sostiene Ginés de Sepúlveda, no hizo la guerra, no llevó la muerte y la servidumbre para salvar a los hombres. Por el contrario, para enseñar al hombre las verdades de la vida eterna, ofreció su propia vida, esto es, aceptó morir por otros hombres antes que imponerles la muerte. Cristo no vino a dominar, sino a salvar con el ejemplo. Tal es lo que tendrán que hacer quienes se consideran a sí mismos superiores, y que sólo lo son por la experiencia que les ha sido asequible. Cristo mostró el camino a seguir para la cristianización de las nuevas tierras y hombres que el descubrimiento mostró. Cristo no se presentó como un hombre superior, sino como un hombre entre otros, diciendo y mostrando cómo su fe podía estar al alcance de todos los hombres, sin excepción alguna. Cristo no usó la fuerza, sino la dulce persuasión, para hacerse comprender. Enseñó el verdadero uso de la inteligencia, de la razón y el amor por los cuales los hombres se asemejan entre sí. "Y como Cristo -dice Las Casas-, a manera de un dechado de las gracias espirituales, enseñó y estableció la forma de predicar o promulgar su ley, no sólo con palabras sino también con obras, 122 esto es, persuadiendo y atrayendo dulce y suavemente a los hombres." A su vez, sus discípulos, los apóstoles, observaron esta forma de predicar “anunciaron la ley de Cristo" en la forma indicada, "sin violarla en lo más mínimo". Ley de Cristo, que no yala ley de la Naturaleza de que hablaban Aristóteles y Juan Ginés de Sepúlveda. ¿De dónde proviene entonces la prédica de la violencia que algunos clérigos querían mostrar como necesaria? ¿De dónde el afán por justificar la desigualdad de los hombres por naturaleza? Esto sólo podrá ser un anacronismo pagano, nunca cristiano. Contra esta aberración del cristianismo se lanza fray Bartolomé de las Casas. Citando a San Ambrosio dice: "El Hijo del Hombre no ha venido para perder a los hombres sino para salvarlos." Cristo vino a morir por ellos, no a esclavizarlos. Por ello enseñó "a los discípulos que era necesario que fueran no solamente pacíficos y despreciadores de los bienes temporales o transitorios, graves y humildes; moderados y liberales, porque graciosamente derramaban grandes beneficios". Fueron enviados por Cristo a convencer, no a someter. A usar la inteligencia para hacerse comprender y enseñar a otros a usar la suya, para hacer posible tal comprensión. Convencer, aunque las dificultades de este convencimiento pudiesen conducir, como condujeron a Cristo a dar su vida. "Mirad que yo os envío como ovejas o corderos en medio de lobos." "No os envío a los deleites sino a los padecimientos, donde habéis de portaros con inocencia; porque el que tiene el encargo de predicar no debe hacer males sino tolerarlos." España no estaba así destinada a dominar, sino a convencer. La historia, su historia, la había llevado por rumbos que acabaron marcándole este destino. Su relación con otros pueblos no podía ser de superioridad, sino de oportunidad. La historia le había deparado la oportunidad para cumplir su destino. Su destino es convencer, y convencer es hacer uso de la razón de la que tan orgullosos se mostraron los descubridores de las nuevas tierras. El hombre que se presenta a sí mismo como ser racional, no puede hacer uso de argumentos irracionales como el de la violencia. Los cristianos fueron enviados a predicar la Ley, no a imponerla por la fuerza. Su misión fue predicar la Ley, dice Las Casas, pero de "un modo fundado en razones persuasivas con relación al entendimiento". Sólo existe un modo de atraer a los hombres y a los pueblos a la verdadera religión, dice Bartolomé de las Casas. "La providencia divina estableció, para todo el mundo y para todos Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit los tiempos, un solo, mismo y único modo de enseñarles a los hombres la verdadera religión, a saber: la persuasión del entendimiento por medio de razones y la invitación y suave moción de la voluntad. Se trata, indudablemente, de un modo que debe ser común a todos los hombres del mundo, sin ninguna distinción de sectas, errores, o corrupción de costumbres." Los pueblos indígenas no podían estar fuera de esta forma de incorporación al orden cristiano. Trátase de pueblos, los indígenas, con diversos grados, o formas de inteligencia natural, tan diversos como los que puedan tener entre sí las naciones cristianas. Diversidad que no impide que incorporen, como otros hombres y pueblos al conocimiento de la verdadera religión y, con ella, al orden que se deriva de él. Aseveramos, dice Las Casas, "no solamente que es muy razonable admitir que nuestras naciones indígenas tengan diversos grados de inteligencia natural, como es el caso de todos los demás pueblos, sino que todas ellas están dotadas de verdadero ingenio". No son inferiores, sino en muchos aspectos pueden ser superiores, dentro de la diversidad que entre sí guardan los hombres como individuos. Las Casas ha sido testigo de este ingenio. De ésta su capacidad, como todos los hombres, para menesteres diversos, y excepcionales como las artes. Hombres diversos por su natural individualidad, pero semejantes entre sí, y entre el resto de los hombres por su también natural ingenia o razón. Criaturas racionales, con lo cual se identifican con sus descubridores y conquistadores. Por ello, si se ha de llegar a ellas por alguna vía, ésta sólo puede ser la racional. La vía racional común a los pueblos descubiertos y sus descubridores. "Es evidente -dice Las Casas- que a estas criaturas ordenó Cristo que las anunciaran y predicaran la misma ley, la misma fe católica y la misma religión." Lo que podrá hacerse racionalmente. La violencia, como instrumento de catequización, sería su negación. La "criatura racional tiene una aptitud natural para que se la lleve, dirija o atraiga de una manera blanda, dulce, delicada y suave, en virtud de su libre albedrío para que voluntariamente escuche, voluntariamente obedezca y voluntariamente preste su adhesión y su obsequio a lo que oye". La salvación de estos hombres no es algo que, se puede alcanzar por la fuerza. Nadie puede salvar a otro hombre; la salvación es libre, personal. Sólo le puede enseñar, mostrar, convencer si esto es posible, de la necesidad de esa salvación. Pero es el hombre, el 123 individuo concreto, el que decide de acuerdo con su albedrío, voluntariamente, el salvarse o no. La fe no se impone, a ella se llega voluntariamente. "La fe consiste en el asentimiento que da la voluntad a las proposiciones que se creen, porque es asentir lo que con propiedad se llama creer." "No de otra manera cree un hombre en las palabras y en el testimonio de otro hombre; cree porque encuentra conveniente creerle, en atención a su autoridad, a sus buenas razones y también a la utilidad que halla al dar fe a sus palabras." La modernidad del padre Las Casas es obvia. No regatea a los hombres, con los que se ha encontrado, la calidad propia del hombre. Son hombres como todos los hombres y, como todos los hombres responsables. Por eso son ellos los únicos responsables de su salvación. No pueden ser constreñidos hacia religión alguna por verdadera que ésta sea. Deben previamente ser convencidos para que libremente acepten la veracidad de la religión. Lo contrario sería un gran error. Para "inducir al hombre a prestar su asentimiento a las verdades de la fe y de la religión en que va a instruirse –dice- es necesario proponerle y notificarle a su entendimiento las razones apuntadas, y persuadirlo con ellas a dar su asentimiento a la verdad. El hombre, por su parte, pensará e investigará discurriendo de una en otra proposición, si las cosas son en realidad como se le asegura que son; y de este modo podrá ver que con razón debe dar su aquiescencia, su asentimiento y su adhesión, como es justo darla a la verdad o a la proposición más verdadera". Por supuesto, nada de esto podrá lograrse por medio de la violencia. La violencia, por el contrario, impide que el hombre valore y distinga lo que es verdadero de lo que es falso. Para "que la razón pueda investigar y discurrir libremente -agrega Las Casasy para que el entendimiento pueda entender o conocer con libertad cualesquiera verdades y adherirse a ellas con firmeza, obedeciendo al imperio de la razón, ...necesariamente se requiere, por tanto, que la misma razón y el mismo entendimiento gocen de libertad"'. Por ello, el hombre no puede ser ni esclavo ni siervo, ni puede ser compelido. Se requiere finalmente, que la voluntad esté exenta de cualquier violencia en el ejercicio de sus, propias operaciones. El hombre no puede ser obligado, ni menos aún sometido, a trabajos que le impidan razonar. "Es necesario, además, que tenga tiempo, no breve, en que la razón pueda raciocinar libre y suficientemente." Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit La violencia, ahuyenta a la verdad y la impide; la niega por principio. Las prédicas de un Sepúlveda y los fines propios de los ambiciosos conquistadores, lejos de servir a los fines del descubrimiento los impiden. Porqué nada querrán saber, las criaturas sometidas, de una religión que- castiga, hace violencia y justifica la esclavitud y la servidumbre. Nada querrán saber de hombres que no les muestran la verdad convenciéndoles de ella. Porque "si tales verdades se propusieran con arrebato y rapidez dice Las Casas- con alborotos repentinos y tal vez con el estrépito de las armas que respiran terror; o con amenazas o azotes, o con actitudes imperiosas y ásperas; o con cualquiera otros modos rigurosos o perturbadores, cosa manifiesta es que la mente del hombre se consternaría de terror; que con la grita, el miedo y la violencia de las palabras se conturbaría, se llenaría de aflicción y se rehusaría de consiguiente a escuchar y considerar; se confundirían, en fin, su sentidos externos al mismo tiempo que sus sentidos internos, como la fantasía o la imaginación". Lo que vendrá no será la aceptación de la verdad sino su rechazo. Lejos de amarse la verdad propuesta será odiada. "La voluntad, a su vez, no sólo estaría imposibilitada para aficionarse o amar, antes al contrario, se vería necesitada de odios y a indignarse de ese aparato de terror que, a juicio del entendimiento o del hombre por su entendimiento, estaría injustamente obligada a sufrir." El papel del europeo, del español, del cristiano en América no puede ser así, el de dominador. Su misión no es dominar, sino cristianizar, esto es, incorporar a los pueblos nuevos al orden cristiano; pero libre, voluntariamente, después de haberlos convencido de su bien y verdad. Un orden, cuya comunidad de hombres libres y, por ende, responsables de ésta su libertad. La América no ha sido descubierta para hacer de ella pasto de la codicia de sus descubridores. América debe, sí, entrar en el orden por el que Cristo murió. Los españoles poseen ya esta verdad, y su deber, por tanto, será el comunicarla a los nuevos pueblos, para que éstos, reconociéndola, la hagan libremente suya. El maestro que es ésta la única relación que debe guardar el descubridor con los pueblos con los que se ha encontrado, deberá entregarse al discípulo para que éste alcance plenamente la verdad. No se trata; ya del egoísta primer motor aristotélico que atraía por su perfección, pero sin ser atraído, sino del motor propio del cristianismo que lejos de pretender atraer, es atraído por las criaturas a las ,que se entrega para comunicarse con ellas. Manteniéndose así al nivel horizontal de comunidad, de mutua 124 comunicación. Tal es lo que se expresará en la filosofía de fray Bartolomé de las Casas. La misma filosofía que la modernidad enarbolará a su vez, en otra etapa de la conquista y colonización de América y en otras regiones del planeta con las cuales se encontrará. Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit EL PROYECTO COLONIZADOR OCCIDENTAL 1. EL PROYECTO ANGLO Y PURITANO EL ONCE de noviembre de 1620, llegaba a la Bahía de Cod, bajo la jurisdicción de Virginia, el Mayflower. De este barco descenderían los padres peregrinos, grupo de humildes puritanos que venían huyendo de las guerras de religión que, desde el reinado de Enrique VIII azotaban Inglaterra. Seguidores de Calvino, buscaban paz y seguridad para practicar sus creencias. El largo destierro en Holanda, diez años, les había mostrado lo peligroso que era, aun para su cultura, un destierro en el que su lenguaje original corría el peligro de perderse. La intransigencia, la violencia reinante en Europa, llevaba a estos inmigrantes a buscar un mundo que sólo las utopías en boga habían esperanzado. Con este desembarco principiaba una segunda gran expansión europea, que completaba la iniciada por los conquistadores iberos. Expansión que sería animada por otros principios. Principios semejantes a los que había expuesto fray Bartolomé de las Casas en su defensa de los indígenas americanos. Principios que, al ser aplicados, en su encuentro con otros indígenas, lejos de ayudar a incorporarlos, acabarán condenándolos al exterminio. Los principios de libertad que animaban a los nuevos peregrinos, que así preferían ser llamados, se volverán contra los hombres que nunca los habían experimentado. El desembarco del Mayflower dará a su vez, sentido a la aventura transoceánica que en el siglo XVII completara la iberocatólica del XVI. A lo largo del siglo anterior, Inglaterra, en lucha contra los monarcas católicos españoles, había buscado puntos de apoyo para frenar al Imperio en donde nunca se ponía el sol. Querían poner pie en la misma América, a donde no habían llegado las huestes españolas. Este intento fue parte de la lucha entablada entre Isabel de Inglaterra y Felipe II. La reina inglesa envió expediciones a Norteamérica tratando de que sus hombres hiciesen en esas tierras algo semejante a lo que los españoles hicieron en la parte que habían conquistado. Buscaban formar un imperio en ultramar, el cual permitiese a Inglaterra bastarse a sí misma. Humphrey Gilbert, Walter Raleigh y Richard Hakluyt fundan colonias como la de Virginia. Pero se trataba de fundaciones que quedaban atenidas a las posibilidades de sus fundadores, ya que Inglaterra estaba incapacitada para sufragar los gastos propios de la colonización tal y como lo hacía España. La iniciativa privada, la 125 acción individual de estos colonizadores no se encontraba suficiente alentada. No así la piratería, que permitía el pasar a saco las posesiones españolas y asaltar sus barcos. Por ello, el siglo XVI, terminó sin que se estableciesen, definitivamente en América, los súbditos ingleses, exceptuando relativos intentos como el de Raleigh en Virginia. La hazaña española no se repetía. Un nuevo, pero ya definitivo esfuerzo, se hará en el siglo XVII del cual será parte el desembarco del Mayflower. Inglaterra, pacificada de sus luchas religiosas, una vez que Jacobo, hijo de la católica, María Estuardo, sucedía a Isabel, se intentará una nueva colonización, esta vez subvencionada. Se forman compañías para realizar operaciones comerciales encaminadas a obtener ganancias del comercio y la explotación de riquezas no explotadas aún, en varias regiones del mundo, incluyendo América. Bristol y Londres darán origen a dos compañías, las cuales se dividen la colonización de Virginia. Compañías con accionistas. La Virginia del Norte se transformará en Nueva Inglaterra, mientras la del Sur originará a la actual Virginia, Maryland y Carolina. Los primeros tres barcos llegarán del Támesis en la Navidad de 1606. Se iniciaba la nueva aventura. Pero una aventura que iba a diferir de la ya realizada por los conquistadores y colonizadores iberos. La nueva expansión no respondía ya a las motivaciones de la primera. Los hombres que la realizaban, no estaban precedidos por ideal colectivo alguno. No se sentían conquistadores, simplemente colonizadores que se establecían en esas tierras, para estimular el comercio y los negocios que irradiaban del que sería el centro del nuevo imperio. Su misión no era, como lo fue para los iberos, expandir la cristianización. Cristianos también, el cristianismo de los nuevos colonizadores no confundía lo que era el interés propio de las sociedades a las que pertenecían, con el ya secundario interés por la salvación de almas. La salvación de almas sería algo personal, cada hombre era el responsable único de su alma; la cual, por libre albedrío, se podía o no salvar. Los entes con los cuales se encontraban estos hombres en su expansión, no parecían preocuparlos, sino por su utilidad para la meta que se habían propuesto: la de mejorar, en lo posible, sus negocios. El que los indígenas tuviesen, o no, alma, no era algo que preocupase mucho a los nuevos colonizadores. Entraban, de hecho y por necesidad, en trato con ellos; pero tratos que serán realizados desde el punto de vista de los intereses de los intrusos. Podían, por supuesto, pactar con ellos, como pactaban entre sí. Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit Pero en lo que no estaban interesados, era en asimilar a tales indígenas, ni siquiera esclavizándolos. Simplemente, sólo les preocupaba que los mismos viesen, o no, para las metas económicas que se habían propuesto. Por ello, en la medida en que los indígenas se resistían a cumplir actos que estaban fuera de su comprensión, y que los mismos colonizadores cambiaban de acuerdo con los intereses de sus negocios, el indígena se transformaría en algo estorboso y, por lo mismo, destinado a ser expulsado de las tierras dominadas. Los salvajes, que así serían llamados, no eran ni buenos ni malos, simplemente útiles o estorbosos. Llegándose a la conclusión de que "el mejor indio era el indio muerto". A la preocupación pragmática de los colonizadores, traídos por las compañías inglesas, se sumará la preocupación religiosa de los puritanos como los que habían descendido del Mayflower. Los padres peregrinos que habían huido de las guerras de religión, venían, ahora a América a realizar los sueños e ideales por los cuales habían luchado con sus correligionarios: el libre albedrío, la libertad de conciencia, la libertad de religión y la libertad de creencias. En estas tierras construirían una Nueva Jerusalén, pactando, como en la Biblia, con Dios y entre sí. De esta forma sumaban su propia preocupación, a la que animaba al resto de los colonos, todos los cuales se organizarían en asambleas representativas, para así cuidar mejor de los negocios materiales y espirituales o de todos y cada uno de sus miembros. Las propias compañías se habían establecido bajo un espíritu igualmente democrático, el cUal permitía se expresasen todos sus accionistas. Será a este espíritu al que darían un sentido religioso los padres peregrinos. Pactos comerciales y pactos religiosos. Pactos que, entre otras cosas, garantizaban la propiedad. La propiedad, precisamente, sobre las tierras de las que serían expulsados sus primitivos habitantes. Habitantes que hacían vida nómada, y para los cuales la propiedad privada era inexistente. Indígenas que, por lo mismo, se resistían a ver cercadas tierras que consideraban habían sido creadas por sus dioses para la satisfacción de todos. Indígenas que no entendían nada de contratos, y menos aún de la cesión de tierras que no podían ser pertenencia de hombre alguno. Incomprensión que será, a su vez, calificada negativamente de acuerdo con los términos religiosos de los puritanos, quienes no entendían cómo la tierra podía permanecer ociosa y sin dueño. Ya 126 que si alguna misión tenía el hombre en la tierra, ésta era el hacerle dar frutos. Dios habla a través del hombre, y habla por los frutos que éste es capaz de hacer producir a la naturaleza. Capacidad innata en cada individuo que se podía transformar en el signo de predestinación de todo un pueblo. Será de acuerdo con este lenguaje, que se hagan, a su vez, patentes las diferencias que necesariamente debían existir entre los hombres. No ya diferencias por la razón o el ingenio, que todos los hombres poseen, como tampoco diferencias respecto a la inteligencia propia de todos los hombres, de que hablaba Las Casas, sino diferencias respecto al uso que se hiciese de la razón, el ingenio o la inteligencia. Uso que se hace expresos precisamente, por los resultados del trabajo que obliga a dar a la naturaleza sus frutos. Por ello, el colonizador puritano que acepta, en principio, como lo proclamara Las Casas, su igualdad con los indígenas; que acepta la humanidad de éstos y en función con esta aceptación pretende pactar con ellos cambiará de opinión cuando el indígena se resista a reconocer que ha cedido tierras que sólo pertenecen al Gran Creador de la naturaleza, rompiendo así el supuesto pacto. Cambia de opinión también cuando ve al indígena empeñado en dejar a la naturaleza sin cultivo alguno, negándose a trabajarla para obligada a dar mayores frutos; al igual que se niega a que otros hombres realicen semejante tarea. ¡Francamente tales sujetos no parecen ser hombres! Más bien parecen súbditos de Satanás que de Dios, extraños a los ciudadanos de la Jerusalén que estaba siendo construida en esas abandonadas tierras. Los pastores protestantes no pretenden, como los misioneros españoles, incorporar al orden cristiano a individuos que, por sus obras, están demostrando ser ajenos a tal orden. Dentro del cristianismo puritano, no tiene sentido un orden como el sostenido por Aristóteles y Sepúlveda. No se quiere conservar, sino cambiar un orden por otro. Y dentro de este nuevo orden, ciertos individuos, como los indígenas, estaban, simplemente, sobrando. De haber tenido éxito los primeros intentos colonizadores de Inglaterra, en el siglo XVI, posiblemente la historia habría sido distinta de lo que fue posteriormente. En cierta forma, se había querido llevar a tabo, una forma de colonización que, semejándose a la española, permitiese a Inglaterra prolongarse, como lo hacía España sobre estas tierras americanas. Los indios pieles rojas podrían ser, como los indios conquistados por los españoles, tan Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit buenos o mejores súbditos que éstos. Estos pieles rojas poseían una capacidad intelectual que superaba a la de los mexicanos y peruanos. Richard Hakluyt escribía a su amigo Walter Raleigh lo siguiente: "Porque como podéis leer ahora en las últimas palabras de la Relación de Nuevo México... la tierra firme sobre la que vuestra última colonia se ha establecido está henchida de miles de indios, los cuales son, de acuerdo con los informes que me han dado... de mayor ingenio que los que viven en México y en el Perú; por donde podemos inferir que recibirán fácilmente el Evangelio y dejarán esas idolatrías en las que hasta el día de hoy, viven y se enredan en su mayor parte." Hakluyt estaba proponiendo, ni más ni menos, ampliar la hegemonía inglesa no sólo sobre tierras allende la Gran Bretaña, sino sobre hombres que podían llegar a ser tan buenos súbditos como eran los propios ingleses. Se aceptaba así la capacidad racional, el ingenio, de estos posibles súbditos y, por ende, su igualdad. La igualdad por la cual luchaba fray Bartolomé de las Casas, lucha que no era desconocida por los colonizadores isabelinos. Por ello, el piel roja era visto como un individuo que poseía, como los indígenas bajo dominio español, racionalidad y libre albedrío, lo cual le permitiría su fácil incorporación al Imperio que entonces trataba de crear la Inglaterra de Isabel. "La empresa virginiana de la corte isabelina -dice Juan A. Ortega y Medina- respondía a un triple plan: económico, políticoestratégico y espiritual." Este proyecto, como sucedía con su equivalente español, ocultaba y justificaba moralmente, el comercial y el estratégico. Se quería, además, formar súbditos fieles que hiciesen por los hidalgos ingleses lo que otros indígenas estaban ya haciendo por los hidalgos españoles. Nuevos señoríos, con tierras y súbditos, podían ser formados en las apartadas tierras de Virginia en América. Como ya anticipamos la empresa falló por falta de recursos y la amenaza española. Los descendientes de los colonos que siguieron a Walter Raleigh, a falta de indios pieles rojas, incorporaron al orden, un tanto feudal creado por ellos, esclavos negros. Postura que no será ya seguida por la segunda ola colonizadora que no buscará ampliar el viejo orden europeo, sino crear uno nuevo. Tanto quienes venían, simplemente compelidos por obtener tierras para trabajar en beneficio propio, como quienes venían tratando de crearse un orden distinto de aquel del que venían huyendo en Europa, considerando estas tierras como la tierra prometida de que habla la Biblia siempre consultada. 127 Hombres, los unos y los otros, que no necesitaban de la ayuda de fuerzas que les fueran extrañas; hombres que se bastaban a sí mismos. Para estos hombres el otro, lejos de ser un aliado, podía ser un peligroso competidor. Un competidor peligroso en un orden que se desarrollaba en la competencia. Competencia de la cual se derivaba el éxito de los mejores. De los mejores, tanto por su capacidad para el trabajo fecundo, como por el hecho de cumplir así, mejor que otros hombres, con lo que era la natural misión del hombre en la tierra: el honrar a Dios. Y a Dios se le honraba obligando a la tierra a rendir sus mejores y más abundantes frutos. Así, el proyecto isabelino, de haberse insistido en él, pudo haber creado una comunidad relativamente semejante a las que España había ya formado en América. El proyecto comercial puritano que le siguió en el siglo XVII, por el contrario no buscará la inclusión de gente o pueblo alguno a la sociedad que estaban formando, Era ya una sociedad excluyente. Sociedad de individuos entre individuos, de acuerdo con sus personales intereses. Intereses dentro de los cuales no cabían los indígenas Con su atraso, y su natural extrañeza a hábitos y costumbres que siempre les habían sido ajenos. España, por el contrario, buscaba incorporar al sistema que le era propio a los hombres y pueblos con los cuales se encontraba. Incorporación hecha de acuerdo con el orden que lo regía y dentro del cual, se señalaba a los indígenas el lugar, y el papel que consideraban les eran propios. La colonización sajona no, ésta era conducida moralmente por los puritanos, y por hombres celosos de su individualidad y su personalidad. Nada querían saber estos hombres de sujetos que no mostrasen, previamente, su capacidad para formar parte de la sociedad que se estaba creando. A la nueva Jerusalén sólo entraban los llamados. Nadie más. De allí la diversidad del proyecto colonial en una y otra América, por sajones y por latinos. Latinos, porque dentro de este proyecto quedaban incorporados los proyectos de colonización francesa en Norteamérica, Canadá. A la América ibera llegará el rudo conquistador, cubierto de acero y armado de espada, alabarda y mosquete, Y junto a él, el evangelizador, el misionero vestido de tosca lana y portando rosarios y crucifijos. A la América del Norte llegará el "pionero", que es, al mismo tiempo, conquistador y colonizador; guerrero y pastor. Mientras en Iberoamérica marchan juntos el colonizador y el evangelizador, en Norteamérica el colonizador es, al mismo tiempo, pastor. Éste Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit llevaba en sus manos la espada y la Biblia. Era al mismo tiempo, juez y verdugo. Con la Biblia juzgaba, con la espada castigaba. Y juzgará 'y castigará a los que se aparten de la moral de la Nueva Jerusalén. Su Dios no es ya el amoroso Jesús que los misioneros presentan a los indígenas, sino el iracundo Jehová bíblico que exige castigar y desarraigar a quienes se opusiesen al bien o lo contaminen. El conquistador ibero cometía múltiples tropelías, pero siempre iba a su lado el misionero apelando a su conciencia, exigiéndole reconociese en sí mismo al pecador. El pionero, por el contrario, no tiene ante sí otra apelación que su propia conciencia. Es dentro de su individual conciencia que juzga y decide sobre los otros y sobre sí mismo. Es, al mismo tiempo, juez de los otros y su propio juez. Es él quien ha de decidir de lo bueno y de lo malo, de lo que debe ser aceptado y lo que debe ser erradicado, Es el cazador de brujas y el destructor de indígenas. Porque brujas e indígenas se encuentran fuera del orden bíblico. Tanto el peregrino que desciende del Mayflower, como su continuador, el pionero que conquista el Oeste, el Far West, no responden ante nadie, sino ante sí mismos de los actos que cometen. Actos que se justificarán por su eficacia. La eficacia, el triunfo, el éxito, serán las mejores señales de que el terrible Jehová está satisfecho. Fuera de sí, como sucede al colonizador latino, nada hay que juzgue de lo que es bueno, de lo que es malo. El colonizador de las llanuras norteamericanas no tiene sobre quien descargar su responsabilidad. Está solo, tremendamente solo. Soledad dentro de la cual no cabrá otra relación con los otros individuos que la sociedad, el pacto social. El pacto social fuente de su extraordinaria democracia, La democracia d la que se hará lenguas, décadas más tarde, Alexis de Tocqueville. La sociedad que crearán los colonizadores de la América del Norte, será una sociedad entre hombres libres y responsables. La sociedad es el instrumento de la libertad y funciona en relación con ella. Por ello, sólo pueden pertenecer a ella, hombres celosos de su individualidad, y como parte de ella, de su propiedad. La sociedad les permite garantizar ésta su propiedad moral y material. Hay que respetar la intimidad y la propiedad de los otros, como garantía de respeto de la propia intimidad y propiedad. Paradójicamente, de es!a actitud surgirá, a su vez, la que los llevará a negar en otros, los valores que reclaman para sí. Al revés del catolicismo, sostenido por la colonización latina, nada quieren saber de incorporar a su sociedad a sujetos que libremente no 128 sientan la necesidad de esta incorporación o asociación,4 Mientras los misioneros católicos, franciscanos y jesuitas incorporan a los indígenas, casi por la fuerza, mediante bautismos masivos, al orden cristiano; los pastores puritanos nada querrán saber de individuos que no se incorporen, libremente, a sus iglesias esto es, que no hayan sido, avocados, llamados, Porque obligar a otro hombre, a formar parte de una iglesia, a adoptar una religión o una creencia, será negar su libre albedrío, negar lo que hace del hombre un hombre. La única vía es la que ya señalaba Bartolomé de las Casas, la racional. Respetan este libre albedrío en los otros, No cristianizarán a nadie que no esté convencido de que debe ser cristiano. Más aún, no cristianizan, no están dispuestos a hacer, por los otros, nada que los otros no sean capaces de hacer por sí mismos. El colonizador novoinglés nada sabe de conversiones que no sean el resultado del autoconvencimiento, expresión racial de los supuestos conversos. Porque, es Dios mismo el que habla, o queda silencioso en el interior de los hombres. Por ello, la salvación, al revés de la concepción católica, es algo personal muy personal. Es una tarea, decíamos, solitaria, de solitarios. Las sociedades que forman estos hombres, serán sociedades de solitarios celosos de su individualidad. Tal era y no podía ser otra la actitud propia del peregrino que venía huyendo de una Europa fanatizada, que perseguía, encarcelaba y quemaba a todo disidente. Era huyendo de la intransigencia y el fanatismo que había llegado al Nuevo Mundo el peregrino, el santo y el pionero que no querían saber de otra forma de sociedad que no fuese aquella que expresase la libertad que buscaban. Por ello tampoco iban a obligar a otros individuos a seguir caminos que no considerasen como propios, esto es, de acuerdo con su conciencia. Nada ni nadie podía obligar a otros hombres a aceptar una religión, unas costumbres, un modo de vida que no considerasen como propios. Lo más que podía hacer este buen cristiano, sería, como ya lo decía Bartolomé de las Casas, mostrar el camino con su propio ejemplo. Pero ejemplo nada más. Ejemplo que apelase a la razón de quienes estaban fuera de la sociedad puritana. Apelación cuya respuesta a la misma, sería expresión del libre albedrío de esos otros. Dios mismo hablaría, o no, a estos hombres. Éstos escucharían o no, el llamado que les fuese hecho. Pero nada más. Recibir el llamado y saber escucharlo, era algo selectivo. Algo selectivo dentro de una sociedad de solitarios. Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit El recibir o no el llamado; el ser capaz o no, de formar parte de la Nueva Jerusalén, de realizar los términos del pacto exigidos entre. Dios y los hombres, y entre los hombres mismos, van a ser los signos, no ya de la supuesta igualdad entre todos los hombres sino, por el contrario, de su desigualdad, de sus ineludibles diferencias. No todos los hombres eran iguales, pese a tener todos una razón, un ingenio y con él, la posibilidad del libre. albedrío. Por ello la resistencia de los indígenas a adoptar hábitos y costumbres que les eran ajenos, serán vistas, no tanto como expresión del pregonado libre albedrío, sino como expresión de una natural sordera ante el llamado. Y la sordera es, ante todo, un defecto y no una cualidad. Sordera que era, también, expresión de extrañeza a la palabra. A la palabra de Dios, a la voz de Dios, al llamado de Dios. Pero no se trata aquí del logos que distinguía a los griegos de los bárbaros. Estos hombres no son bárbaros, porque balbucean el logos, sino porque no escuchan la palabra, Y no la escuchan porque están por su propia naturaleza fuera del orden fundado en tal palabra. Son sordos porque por su misma constitución han nacido para siervos de Satán. Como lo eran los brujos y brujas que los puritanos se habían visto obligados a quemar para salvar su sociedad de las intervenciones del Demonio. Porque ¿qué eran estos hombres que se resistían libre, conscientemente, a abandonar la vida nómada e improductiva? ¿Qué eran estos hombres que se negaban a reconocer la propiedad privada rompiendo las cercas que los colonos ponían como signo de la misma? Para estos extraños hombres, la tierra era de todos, y nadie tenía derecho a apropiársela. Hombres que se violentaban cuando se les quería hacer reconocer pactos que habían firmado sin comprender su contenido. Los indígenas, sordos al llamado, al Igual que quienes tratasen de apartarse de la única forma de sociedad posible, tenían que ser escarmentados. Como escarmentados eran los propios colonizadores, cuando se apartaban de la línea recta de la moral que hacían derivar de la lectura de la Biblia. Tales hombres no eran otra cosa que obstáculos que deberían ser desarraigados, alejados; dispersados en la medida en que avanzaban y conquistaban, los pioneros de la nueva moral y el nuevo orden. Igualmente escarmentados serían también quienes sostuviesen otra concepción religiosa que no fuese la sostenida por el puritanismo que daba sentido a la colonización sajona en América. Fuera del orden, fuera del llamado, estaban, también, los "papistas" españoles en el sur y los franceses en el norte. El 129 catolicismo, que no respeta el libre albedrío, era contrario al verdadero llamado que Dios hace a los hombres. Era una forma, igualmente satánica, de negación del único orden posible entre hombres que, para ser hombres habrán de ser libres. Por ello también encontramos al colonizador puritano condenando la colonización española en América, apoyando su condena en las denuncias hechas por fray Bartolomé de las Casas. Paradójicamente, el colonizador puritano Se ufanará de nunca haber despojado a ningún indígena, tal y como lo hubiesen hecho los españoles, de lo que era su propiedad. Siempre podía mostrar el contrato, el contrato mediante el cual el indígena había cedido sus derechos. No importando, por supuesto, conocer a cambio de qué los había cedido. Tampoco, estos santos colonizadores, habían jamás impuesto a los indígenas una religión para la cual careciesen de vocación. Por el contrario, se habían mostrado, extremadamente respetuosos de su incapacidad para escuchar el llamado. No importaba, por supuesto, la acción que era emprendida por estos mismos y respetuosos Individuos, para expulsar de una sociedad, que se extendía en el espacio, a quienes la ponían, con su sordera, en peligro. Porque era poner en peligro, a la obra misma de Dios, el no recibir y obedecer sus mandatos. Mandatos en un mundo que habla por sus frutos. Frutos que deberían ser estimulados por el trabajo del hombre. Fuera del sistema, decíamos, quedaban no sólo los indígenas y los brujos, sino también los misioneros católicos, que permitían y predicaban la mestización; esto es, la contaminación de la buena semilla por la mala. La unión de quien escuchaba a Dios Con el que era sordo a sus llamados. Mestización con hombres distintos que, de alguna manera, eran señalados por su creador, distintos por la raza, la piel, las costumbres y hábitos, la religión y la cultura. Algo inclusive, físico había en tales hombres, que les impedía oír, como oían los peregrinos y pioneros de la colonización sajona en América. De aquí que la frase atribuida al general Sheridan, "El mejor indio es el indio muerto", que no fuese sino una variante de la que decía, "El mejor irlandés es el irlandés muerto". Pues se trataba de una y la misma lucha. La lucha en Europa, contra el fanatismo católico encarnado en el irlandés; la lucha en América contra el piel roja que no comprendía a los invasores de sus tierras, y se negaba a reconocer sus puntos de vista. Para la mentalidad protestante, el papista irlandés era la encarnación del demonio; para el peregrino puritano, el demonio encarnaba ahora en el indígena sordo; y en quienes en esta América disputaban, a Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit la colonización puritana, las tierras que éste consideraba de su propiedad que se expresaba en su capacidad para hacerlas dar fruto. Por ello, en nombre de la libertad, del libre examen y del libre albedrío, el puritano, destruirá, aniquilará y acorralará a los indios. Algo que no hacía el católico conquistador de América, lo mismo en el norte, en Canadá, que en el sur, incorporando tierras y hombres al orden que esa colonización encarnaba. Refiriéndose a la colonización hispana, y al intento francés en Norteamérica dice Juan A. Ortega y Medina: en el mundo hispanoamericano, o el fallido intento galocanadiense, en nombre y uso de la servidumbre se conservaron los indios. Se salva a los indios para mejor servir así al sistema de que eran expresión los colonizadores. En cambio, los otros, los destruyen en nombre de la libertad. En un sistema los indios tenían que ser conquistados, convertidos y utilizados para poder ocupar un lugar en el esquema imperial de España y Francia; pero en la política colonial británica el indio no tenía lugar específico. Para estos últimos hombres, los otros hombres, distintos por su raza, situación social, hábitos, costumbres y religión, acabarían siendo parte de la naturaleza, de la tierra a la que habrá hacer producir, a la que había que arrancar frutos, a la que había que explotar. Tal y como era explotada, insistimos, la flora y la fauna expresión de esa naturaleza. Que así era, que así tenía que ser, que no importaba inclusive el hecho de que estos mismos hombres, pudiesen alguna vez, mostrarse capaces de formar parte de la sociedad que sus colonizadores habían creado, lo demuestra el Memorial que los pieles rojas beroquies enviaron al Congreso de los Estados Unidos, en 1835, pidiendo fuese cancelada una nueva orden expulsándolos de sus tierras, de la tierra de sus mayores. "En verdad -dice el Memorial de Quejas- nuestra causa es la misma causa vuestra. Es la causa de la libertad y la justicia. Se basa en vuestros propios principios, los cuales hemos aprendido de vosotros mismos; porque nosotros nos gloriamos con considerar a vuestro Washington y a vuestro Jefferson como nuestros grandes maestros. .. Hemos practicado sus preceptos con éxito y el resultado es evidente. La tosquedad del bosque ha hecho lugar a viviendas confortables y campos cultivados... la cultura intelectual, los hábitos industriosos y los gozos de la vida doméstica han reemplazado a la, rudeza del estado salvaje. Hemos aprendido también vuestra religión. Hemos leído vuestros libros sagrados. Cientos de nuestra gente han abrazado sus doctrinas, practicando 130 las virtudes que ellas enseñan y fomentando las esperanzas que ellos despiertan". Por ello, "nosotros hablamos a los representantes de una nación cristiana; a los amigos de la justicia, a los protectores de los oprimidos. Y nuestras esperanzas reviven y nuestras perspectivas se abrillantan cuando nos damos a meditar. De vuestra sentencia está suspendido nuestro destino... en vuestra benevolencia, en vuestra humanidad, en vuestra compasión y en vuestra buena voluntad están depositadas nuestras esperanzas." Los indígenas, pese a todo, habían escuchado el llamado, no eran sordos, era por ello que reclamaban ahora el trato que, suponían, merecían quienes formaban parte de una sociedad como la creada por los santos colonizadores sajones 'y puritanos. Pero fue inútil el llamado. Andrew Jackson, Presidente en turno de los Estados Unidos, rechazaría la petición de los ya civilizados pieles rojas, ordenando su nueva expulsión y su acorralamiento en reservas. Esos indígenas, pese a todo lo que ellos alegaban en su favor, seguían siendo los otros, los que estaban al margen, los que tenían que estar fuera de la nueva Jerusalén; fuera de todo posible pacto con DIOS y con los hombres, por su misma naturaleza. Eran naturalmente distintos; distintos de lo que decía ser el hombre por excelencia. Eran cosas que ni siquiera podían ser utilizadas; por ello, serán expulsados, acorralados y, en lo posible, destruidos. Desarraigados tal y como grita la Biblia a lo largo de sus nutridas páginas. 2. EL PROYECTO ILUSTRADO ¿Qué ha pasado entonces con las declaraciones respecto a la igualdad de todos los hombres? ¿Cómo es que se expulsaban y destruían a unos hombres en beneficio de otros, pese a haber demostrado su innegable humanidad? Al parecer de nada servía el que tales hombres aceptasen, libremente, el seguir la ruta de quienes ya habían escuchado el llamado. Ya que, de una u otra forma, se negará a ellos su acceso a la sociedad de quienes habían recibido antes, tal llamado. Las declaraciones respecto a la igualdad de los hombres, no tenían valor sino para quienes las emitían. Sólo había un hombre y una historia: el hombre occidental y la historia que éste venía haciendo. Los otros, quienes estaban fuera de la característica que era propia de este hombre y su historia, tendrían que justificar, aunque inútilmente, su existencia, ante el tribunal creado por el mismo occidental. Sería frente a este tribunal, y dentro del orden, que el mismo expresaba, que los otros Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit hombres y sus historias adquiriesen un sentido. El sentido que los creadores de tal tribunal quisiesen darles. El siglo XVIII, el siglo de la razón y las luces, tenía clara conciencia de lo que quería: comerciar, obtener materias primas, elaborarlas y venderlas, alcanzando ganancias en cada una de estas acciones. Es éste, también, el siglo de las revoluciones. La Revolución estadunidense en 1776 y la Revolución francesa en 1789. La primera, como la primera revolución anticolonial de la historia. La segunda, enfrentada al despotismo que avasallaba al hombre. Desde este punto de vista, el encuentro con otras naciones, por bárbaros y salvajes que pareciesen, origina un mayor respeto para las mismas. Mayor respeto para otros hábitos y costumbres, no pretendiendo ya como el colonialismo español, imponer sus propios hábitos y costumbres. Montaigne, en el siglo anterior, hacía referencia a la diversidad de costumbres que no implicaba, necesariamente, una calificación respecto a la superioridad e inferioridad de las mismas. Todos los hombres son iguales, pero, por razones históricas, circunstanciales, vivían y actuaban, de diversa forma. Respetar estas diversas formas de vida, será una de las condiciones que, a sí mismos, se impondrán, los continuadores de la colonización europea sobre el resto del mundo. Lo importante será el comerciar y alcanzar beneficios sin proponerse ya, como lo hicieran los españoles y portugueses, evangelizar y someter a los infieles a la verdadera religión. Tampoco preocupaba a los nuevos colonizadores, el saber si aquellos hombres estaban, o no, dentro de la órbita de lo que se consideraba eran los fines propios de la Providencia. Esta preocupación, de alguna forma, había también sido sostenida por el puritanismo del siglo XVII. Lo importante seguirían siendo los negocios de las grandes compañías comerciales. En cuanto al puritanismo, y de acuerdo con él, ningún hombre podía prestar ayuda a otro para alcanzar su salvación; ésta no era sino expresión de su libre voluntad, determinada, a su vez, por la voluntad divina que lo predestinaba a salvarse. Le Mercier de la Riviere, escribía en 1767, "aconsejando a sus contemporáneos, respecto a la forma como deberían acercarse a otros pueblos para obtener su colaboración sin usar violencia alguna. Era innecesario el uso de las armas, de la violencia, bastaba comprometer, a tales pueblos, en la realización de operaciones que beneficiándoles, beneficiasen aún más, a los hábiles comerciantes europeos. Si esto se lograba, los ejércitos de 131 conquista y de ocupación, saldrían sobrando. De esta forma se anticipaba al espíritu que caracterizará al neocolonialismo. Decía de la Riviere: "Penetrad en los pueblos menos conocidos, menos frecuentados; presentaos a ellos en un estado que no les pueda alarmar; si experiencias enojosas no les han enseñado a desconfiar de los otros hombres, hallaréis en ellos asilo y cuidados; los reconoceréis por estar tácitamente con vuestra nación, de la cual quizá no tienen ninguna idea. Mirad también esta multitud de pueblos que tienen entre ellos relaciones de comercio; observad cómo respetan todos esos derechos recíprocos que les mantienen unidos los unos a los otros para su común provecho; esos deberes y derechos por medio de los cuales la sociedad se perpetúa y abarca todas las partes habitadas de la tierra. Las sociedades particulares no son por consiguiente, sino diferentes ramas de un mismo tronco del que sacan su sustancia." Un mismo tronco humano, pese a las diferencias de hombres y pueblos. Las mismas preocupaciones, pese a diferentes hábitos y costumbres. Entre estas preocupaciones comunes, la del provecho, innata tanto entre europeos como entre bárbaros o salvajes. En este sentido era fácil se entendiesen los primeros con los segundos Si este entendimiento, de alguna forma, se satisfacían ambos intereses. Por supuesto, era el europeo el de mayor habilidad para imponer sus intereses, ya que contaba, además, con la superioridad técnica que le permitía realizar formas de explotación fuera del alcance de otros hombres y pueblos. Técnica que le permitía transportar, transformar y mercantilizar materias carentes de valor para los pueblos que no la tenían. "Respetar, no tocar creencias, hábitos, costumbres y formas de gobierno, será también una de las preocupaciones de la nueva expresión del colonialismo. Había que transar, buscar alianzas, comprar servicios, dentro del sistema propio de tales pueblos, siempre en beneficio de los intereses comerciales de los nuevos imperios. Había que mantener, inclusive, sistemas feudales que fueron propios de tales pueblos, si esto beneficiaba los intereses coloniales. Se podían dejar in tocados, los modos de producción asiáticos, de que hablaba el marxismo, en la medida que beneficiasen al sistema mercantilista y capitalista occidentales. Había que buscar, entre los mismos naturales, entre los bárbaros y salvajes, los más eficaces servidores del sistema que el hombre occidental representaba. Se podían también, formar, dentro de estos mismos pueblos, remedos de las burguesías creadoras del sistema capitalista, pero al servicio de estas burguesías. Del orden Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit propio de estos pueblos y de los intereses de esas burguesías, tendrían que ser los propios indígenas los preocupados e interesados en mantenerlo. Paradójicamente, será desde este punto de vista que el Siglo de las Luces se presenta como anticolonialista. Para el nuevo colonialismo, el colonialismo combatido, era aquel que se imponía directa y violentamente. Era propio de la primera expansión europea en los siglos XVI Y XVII. En la nueva actitud carecían de sentido formas de preocupación como la ibera, la sajona y francesa en América. El anticolonialismo ilustrado se hace expreso, con gran energía, en la obra de Denis Diderot. Para el filósofo francés todos los pueblos, como los hombres, son iguales. Lo que les distingue es la historia que han vivido y han hecho. Pero una historia que, como toda historia, tiene algo de común. Hay algo de común en todas las expresiones de la historia del hombre. Por ello, no es por la historia que se ha de juzgar a los pueblos y decidir respecto a su situación en el conjunto de naciones. "Todos los pueblos civilizados han sido salvajes y todos los pueblos salvajes, abandonando su impulso natural, estaban destinados a volverse civilizados." Dice Diderot, "La familia fue la primera sociedad; y el primer gobierno fue el gobierno patriarcal... la familia se extingue y se divide. " Un pueblo se lanza con la espada desenvainada sobre otro. El vencido se convierte en esclavo del vencedor." "Todos recorren todos los puntos de este funesto horizonte. La ley de la naturaleza que quiere que todas las sociedades graviten hacia el despotismo y la disolución, que los imperios nazcan y mueran, no será abrogada para ninguna." Tal es la Ley natural, el estado natural y propio de hombres y sociedades que abarca hasta aquellas que se llaman a sí mismas civilizadas. Es más, las civilizadas no son otra cosa que expresión de esta misma ley. Por ello, agrega, "la historia del hombre civilizado no es sino la historia de su desdicha". De donde se deduce que la civilización en vez de ser un bien es un mal. Es el resultado de la violencia, del despotismo y de la esclavitud impuesta por unos pocos sobre otros muchos. Ésta es la verdadera barbarie, el verdadero salvajismo. Éstos son la barbarie y el salvajismo de los que debe apartarse el hombre. En el cruce entre la barbarie y la civilización está, acaso, la solución del problema. Hay algo en el estado natural, considerado bárbaro que debe mantenerse así como algo propio de la civilización que no debe desaparecer. Lo que debe desaparecer es la violencia, la ambición y el afán de dominio que lleva, a unos hombres a imponerse sobre otros. 132 Expresión de esta barbarie había sido la Conquista ibera, que dio origen al colonialismo europeo sobre el resto del mundo. Contra esa barbarie se lanza Diderot cuando dice: "...se debe marcar una gran diferencia entre el héroe que tiñe la tierra con su sangre por la defensa de su patria y los salteadores intrépidos que encuentran la muerte en una tierra extranjera, o que hacen sufrir a sus inocentes y desventurados habitantes. Sirves o mueres, decían insolentemente los portugueses a cada pueblo que se encontraba bajo sus pasos rápidos y ensangrentados." Clamando contra esta misma barbarie agrega, "¡Bárbaros europeos! El esplendor de vuestras empresas no me ha impresionado. Su éxito no me ha ocultado en nada la injusticia... habiendo sido testigo de vuestros crímenes, me he separado de vosotros, me he precipitado entre vuestros enemigos... Hago aquí una protesta solemne... ¡ojalá que mi obra, ojalá que mi memoria, si me es permitido esperar el dejar una después de mí, puedan haceros caer en el último desprecio, ser un objeto de execración!" Y hablando a los supuestos salvajes, objeto de la brutal conquista, les dice: "¡Huid, desventurados hotentotes!, ¡huid! Esconderos en vuestras selvas. Las bestias feroces que las habitan Son menos temibles que los monstruos del imperio bajo el que caeríais." y hablando, a su vez, a los conquistadores les dice: No temáis que esos salvajes no me escucharán. Europeos, no os irritéis "si mi discurso os ofende, es porque vosotros no sois más humanos que vuestros predecesores." ¿Civilizados? Estos hombres no bien dejan sus hogares cuando se transforman en los bárbaros que fueran sus ancestros. "Pasado el Ecuador, el hombre no es ni inglés ni holandés, ni francés, ni español, ni portugués. No conserva de su patria más que los principios y los prejuicios que autorizan o excusan su conducta... es un tigre doméstico que vuelve a la selva," "En esta forma se han mostrado todos los europeos, todos sin distinción en las regiones del Nuevo Mundo, a las que han llevado un, furor común, la sed del oro." A la larga, asegura Diderot, estos pueblos se alzarán contra sus brutales dominadores y les expulsarán de sus tierras recuperando sus riquezas. Este violento conquistador se apoyaba en principios, y prejuicios, que parecían autorizar, o excusar, su conducta. Los principios y prejuicios que dan, a su vez, la clave del anticolonialismo que expresan los filósofos del siglo XVIII. El despotismo, la brutalidad y todas las formas de violencia colonial, Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit 133 no son sino reflejo, prolongación del despotismo y brutalidad que sufren los propios europeos. posee el indígena, de la tergiversada marcha que condujo a la civilización. No es ya la brutalidad de una nación sobre otra, sino de un grupo de hombres sobre otros. Los mismos hombres que violentan a los indígenas para imponer su conquista, son los mismos que violentan a los hombres del campo, y los Burgos de los mismos pueblos europeos. Es uno y el mismo despotismo el que castiga a europeos y no europeos. "Esos horrores nos sublevan -dice Diderot refiriéndose a la barbarie de la Conquista- pero ¿tenemos el derecho de no darles crédito, nosotros que nos vanagloriamos de cierta filosofía y d un gobierno más suave, y que sin embargo vivimos en un imperio, en donde el desventurado habitante del campo es encadenado si osa segar su prado o atravesar su campo durante el apareo o la puesta de las perdices; en donde se le obliga a dejar roer la madera de su viña por los conejos y asolar su cosecha por ciervos, cervatos, jabalíes; en donde la ley lo enviaría a galeras si hubiese tenido la temeridad de pegarle con el látigo o el garrote a uno de esos animales feroces?" De esta forma las declaraciones contra el despotismo colonial, se transforman en declaraciones contra el despotismo que sufren los mismos países europeos. La burguesía levanta así las banderas de la libertad y de los derechos del hombre, denunciando la forma como éstos son violados por el despotismo colonizador que es también despotismo impuesto a los propios nacionales. Diderot, como el resto de los ideólogos de la filosofía de la Ilustración, tiene en mente una sola meta, la destrucción de los regímenes autoritarios heredados del pasado europeo. Ninguno de los filósofos ilustrados niega la civilización, no aspira a descivilizarse. La civilización será buena si es bien conducida. No se trata de volver a la barbarie, sino de volver a empezar la historia, pero a partir de la experiencia propia de la historia negada. El punto de referencia de esta condena lo es la propia Europa; expresa los intereses del europeo enfrentado el mismo a una situación que desea ver, definitivamente, cancelada. Así, cuando un Juan Jacobo Rousseau habla del "buen salvaje", no está diciendo que éste sea superior al europeo, sólo dice que éste, no ha recorrido aún la vía histórica que ha conducido a Europa al despotismo y la violencia sufrida por el europeo. El europeo, como el buen salvaje, ha partido, también, de una situación previa a la historia. Situación que al ser mal orientada, mal conducida, ha dado lugar al despotismo. Es por ello, habrá que empezar de nuevo, empezar sin historia como el buen salvaje. Empezar la historia, pero con I una diferencia, sin olvidar la experiencia, que aún no De lo que ha sido y por haberlo sido no tiene por qué seguir siendo. Empezar de cero, como el buen salvaje, pero sin olvidar la experiencia alcanzada antes de reiniciar la carrera. En realidad el crítico de la civilización no parte de cero, puesto que tiene en su haber la experiencia de toda su historia. Simplemente, de lo que se trata es de enderezar esta historia. Descartes, pedía ya destruir las viejas ciudades, pero para construir otras nuevas, bien pensadas, bien razonadas. El buen salvaje y el ilustrado, parecen semejarse, porque ambos poseen una razón, salvo que el primero la tiene en blanco, mientras el segundo lleva, dentro de ella, una gran experiencia. Por esto, puede elegir, puede tomar de su mundo de experiencias, los elementos con los cuales rehacerse. No es lo mismo crear de la nada, que organizar, recrear, establecer un cosmos. Es la misma razón, sólo que más rica en las experiencias que faltan a la otra. La historia del hombre civilizado no es sino la historia de su miseria, dicen los ilustrados. Pero es de aquí, precisamente, que hay que partir para reconstruir, rehacer lo que fue mal hecho. Y esto sólo podrá hacerlo quien tenga conciencia de esa miseria, quien la haya vivido, y la haya sufrido. El buen salvaje sufre la miseria de esa misma civilización, por ello algún día se alzará también contra ella. Pero es el europeo, el que la ha sufrido a lo largo de su historia, el que puede cambiarla, transformarla. "Se ha dicho -dice Diderot- que todos hemos nacido iguales; eso no es cierto… Hay entre los hombres una desigualdad original que nadie puede remediar." La desigualdad está en el origen, en el momento en que esos hombres iniciaron su historia. De este desigual origen habla, precisamente, Rousseau. Existió un momento, en el origen de esta historia que, una mala marcha originó la civilización que ahora tiene que ser cambiada, ya que sólo así dejará de ser lo que ha venido siendo: miseria, violencia. "El primer hombre a quien, cercando un terreno, se le ocurrió decir esto es mío y halló gentes bastante simples para creerle fue el fundador de la sociedad civil", dice Rousseau Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit "¡Cuántos crímenes, guerras, asesinatos; cuántas miserias y horrores habría evitado al género humano aquel que hubiese gritado a sus semejantes, arrancando las estacas de la cerca o cubriendo el foso!". "¡Guardaos de escuchar a este impostor; estáis perdidos si olvidáis que los frutos son de todos y la tierra de nadie!" La propiedad así tomada fue el origen de la desigualdad entre los hombres; fue el origen de la historia que ha ido pasando de la esclavitud a la servidumbre. Ha sido el buen salvaje, precisamente, el que se ha negado, en las praderas en que vivía, a aceptar empalizadas, a reconocer que la tierra creada por todos, pueda ser propiedad de un solo hombre, o de un grupo de ellos. De allí, también la violencia de que ha venido siendo víctima; así como su rechazo, destrucción y reducción. Tal ha sido el origen de la historia de la civilización. Por ello, será necesario regresar al origen para cambiar el rumbo. Esto es, volver a empezar como si nada estuviese hecho. Ya que lo hecho es sólo miseria, destrucción. Juan Jacobo Rousseau mostrará cómo el hombre, a partir de la aceptación del primer engaño hecho por uno de sus semejantes, fue cayendo en las diversas formas de dependencia que han caracterizado a la historia, la violencia y el despotismo. El orden natural fue sustituido por el orden creado por los hombres que así protegieron la propiedad que habían arrebatado a la comunidad; crearon el orden social que justificaba el engaño dando, al mismo tiempo, justificación a la violencia que lo preservaba. "De aquí salieron las guerras nacionales, las batallas, los asesinatos, las represalias, que hacen estremecer a la naturaleza y ofenden a la razón, y todos esos prejuicios horribles, que colocan en la categoría de las virtudes el honor de derramar sangre humana -sigue Rousseau-. Las gentes más honorables aprendieron a contar entre sus deberes el de degollar a sus semejantes; vióse en fin a los hombres, exterminarse a millares sin saber por qué." "Tales son los primeros efectos que se observan de la división del género humano en diferentes sociedades." Volver a los orígenes será volver a empezar una historia que marchó mal. Volver es deshacer, rehacer, lo que ha sido mal hecho. Las diversas formas de gobierno -sigue Rousseau- dieron su origen a las diferencias más o menos grandes que existen entre los particulares en el momento de su institución." El despotismo, del que hablaba también Diderot, cerrará el círculo de las desigualdades y la violencia que la institucionaliza. "Éste es el último término de la desigualdad, el punto extremo que cierra el círculo y toca el punto de donde hemos partido. Aquí es donde los 134 particulares -sigue Rousseau- vuelven a ser iguales, porque ya no son nada y porque, como súbditos no tienen más ley que la voluntad de su señor, ni el señor, más regla que sus pasiones." Tal es el camino que conduce al hombre del estado natural al estado civil. Rousseau termina con las siguientes palabras, que serán la clave de sus palabras: "De esta exposición se deduce que la desigualdad, siendo casi nula en el estado de naturaleza debe su fuerza y su acrecentamiento al desarrollo de nuestras facultades y a los progresos del espíritu humano y se hace al cabo legítima por la institución de la propiedad y de las leyes." ¿Qué quiere decir: con esto? Simplemente que toda esta historia, con sus múltiples errores, ha sido sólo el producto de la razón mal usada. De la razón que fue dando respuestas a los desafíos originados en la primera y falsa, afirmación de la propiedad. Son estos desafíos y sus respuestas los que fueron complicando la historia hasta conducida al despotismo y sus crímenes; fueron también los que descarriaron las facultades del hombre que debían estar encaminados hacia el progreso del espíritu humano. Pero son estas mismas facultades, y su ineludible progreso, las que han conducido a la toma de conciencia de una situación que se considera ha de ser cambiada. La desigualdad que el ingenio del hombre ha querido sostener, en contra de la ley de la naturaleza, ha sido, obviamente, el grave error que ahora debe ser reparado. La desigualdad que reina "en los pueblos civilizados va manifiestamente contra la ley de la naturaleza, de cualquier manera que se la defina -dice Rousseau- que un niño mande sobre un viejo, que un imbécil dirija a un hombre discreto y que un puñado de gentes rebose de cosas superfluas mientras la multitud hambrienta carece de lo necesario". De aquí la necesidad de volver al punto de partida, al inicio de la historia. A la historia que ahora ha de hacer el hombre racional y por ende, consciente de sus errores. Lo cual no quiere decir, que este hombre se sienta semejante al salvaje con el cual se ha encontrado; al salvaje que, como él, está sufriendo la violencia de la codicia y el egoísmo. El origen es el mismo, parte de la negación de civilización, salvo que el salvaje no sabe aún a dónde irá, mientras el civilizado sabe ya a dónde ha llegado y sabe, también, a dónde debe y tiene que llegar. El europeo no pretende negarse a sí mismo, no pretende negar lo que ha creado, simplemente pretende rehacer lo hecho. Se trata de dar inicio a una sociedad en la que hombres como iguales puedan acordar, racionalmente, lo que a todos ellos conviene, eliminando Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit falsos derechos, y falsos supuestos de superioridad. Derechos y supuestos que tienen como origen el engaño. El engaño del que los hombres son ya conscientes. Así, volver al origen no quiere decir renunciar a la civilización, a la experiencia de la historia, sino simplemente rehacer la civilización y la historia. No implicaba tampoco el deseo de asemejarse al salvaje, por bueno que éste fuese. El salvaje era, de cualquier forma, un hombre inferior, un primitivo. La supuesta igualdad entre los hombres carecía de sentido. Los hombres, sin dejar de ser hombres, eran distintos entre sí. "El hombre es también -dice Diderot- una especie animal, su razón no es sino un instinto perfectible y perfeccionado; y en la carrera de las ciencias y de las artes, hay tantos instintos diversos como perros en una jauría de caza." Los hombres no son iguales, ya sin dejar de ser hombres pueden ser más o menos estúpidos; más o menos sabios, más o menos sagaces o simplemente imbéciles. Por ello es contra la naturaleza, como había dicho Rousseau, el que un niño mande sobre un viejo, el que un imbécil dirija a un hombre discreto. Ya desde Platón se venía sosteniendo que los que más saben deberían mandar a los que menos sabían. De aquí que el salvaje no pudiese ser un modelo de hombre, porque era lo no realizado aún, y por ende, inferior. ¡Pobres criaturas! ¡Criaturas sin experiencia! ¡Criaturas a las que se podía expoliar, engañar, someter sin dificultad! ¡Criaturas incapaces de escuchar el llamado a la rebelión porque ignoran, inclusive, el valor y sentido de las palabras! Individuos más cerca del animal que de cualquier otra forma de superioridad humana. Los animales "no pueden juntar ideas, ni piensan ni hablan, y por esa misma razón -dice Diderot- no inventan ni perfeccionan nada". ¿Qué ha inventado y perfeccionado el salvaje? Por ello, los llamados a la rebelión que hacen los filósofos de las Luces, son sólo llamados a la rebelión hechos al hombre civilizado, al hombre con experiencia, y para el cual toda forma de dominio o tiranía, debe ser condenada. Son simplemente, críticas al despotismo sufrido por los europeos. Que es el mismo despotismo que, con toda su inhumanidad se expresa en la colonización. Esto explica el anticolonialismo de los filósofos europeos del siglo XVIlI. Más que anticolonialismo es antidespotismo, ya que el colonialismo 135 continuará, aunque con otros pretextos, con otras justificaciones. Las justificaciones que la razón va a encontrar de inmediato. Los filósofos de las luces, o de la razón, son también los filósofos del progreso. Del progreso que conduce a la civilización. No es igual, insistimos, el hombre civilizado que el hombre salvaje, aunque, a veces, puedan confundirse el uno con el otro; aunque a veces el salvaje parezca más civilizado que el civilizador; y a la inversa, el civilizado más salvaje que el más salvaje de los hombres. De cualquier manera el salvaje es el hombre que está aún en el inicio del camino que conduce a la civilización. Por una serie de razones, el salvaje ni siquiera ha iniciado esta marcha. Será su encuentro con el hombre civilizado el que lo estimule a iniciado. Por ello, el papel de los civilizados filósofos de la ilustración será el de ayudar a estos pobres hombres a iniciar la marcha que les conduzca a la civilización y al progreso. Para los filósofos de la Ilustración el buen salvaje, o el salvaje a secas, no será sólo un primitivo, sino también un degenerado. Degenerado en cuanto ha quedado fuera de la marcha seguida por el resto de la humanidad; en cuanto se detuvo en esta marcha manteniendo su primitivismo; manteniendo una inocencia que resulta ser pura ignorancia. ¿Por qué? se preguntan. La respuesta a este por qué, resultará ser algo de origen somático, físico. Algo físico o somático es lo que impide que estos primitivos salieran del estado natural en que fueron creados, No es el hombre, sino su ambiente físico el que ha dado origen a ése su primitivismo. Hablando de los salvajes de América, Jean Louis Leclerc Buffon escribe: "El salvaje es débil y pequeño por los órganos genitales; no tiene pelo ni barba, y ningún ardor para su hembra. Aunque más ligero que el europeo, porque tiene más costumbre de correr, es sin embargo mucho menos fuerte de cuerpo; es asimismo mucho menos sensible, y sin embargo es más tímido y más cobarde; no tiene ninguna vivacidad, ninguna actividad en el alma; la del cuerpo no es tanto un ejercicio, un movimiento voluntario, cuanto una urgencia de acción causada por la necesidad. Quitadle el hambre y la sed, y habréis destruido al mismo tiempo el principio activo de todos sus movimientos; se quedará estúpidamente descansando en sus piernas o echado durante días enteros." ¿Por qué sucede esto? La explicación es física, decíamos. El salvaje americano es así, porque así es toda la Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit naturaleza en que le ha tocado vivir. Por esto no ha progresado; por esto se ha quedado en estado primitivo; por ello dicho hombre ha degenerado en un ente más semejante al animal. Algo hay en el Nuevo Mundo que impide, no sólo el desarrollo de la especie humana, sino también de todas las especies animales" "Hay, pues, en la combinación de los elementos -agrega Buffon- y de las demás causas físicas, alguna cosa contraria al engrandecimiento de la naturaleza viva en este Nuevo Mundo; hay obstáculos que impiden el desarrollo y quizá la formación de grandes especímenes." Es una naturaleza avara, hostil al hombre y a toda especie viva. "...donde el hombre, en número escaso, vivía esparcido, errante; donde en lugar de usar de ese territorio como dueño, tomándolo como dominio propio, no tenía sobre él ningún imperio; donde no habiendo sometido nunca a sí mismo ni los animales ni los elementos, sin haber domado los mares ni dirigido los ríos, ni trabajado la tierra, no era él mismo sino un animal de primera categoría." Pero hay más, algo que muestra que cualquier ser vivo, puede no sólo ser primitivo, sino degenerar, rebajándose, reduciéndose, perdiendo cualquier logro alcanzado. Todo ser que vive, o llega a vivir en esas inhóspitas tierras, en esa naturaleza contraria a ciertas formas de vida, se reduce y se vuelve como el resto de ella. "Los caballos, los asnos, los bueyes, las ovejas, las cabras, los cerdos, los perros, todos los animales -dice Buffon- se han hecho allí más pequeños." Y las especies que allí nacieron, fueron, como el hombre, inferiores a sus congéneres en el Viejo Mundo. Los animales comunes a ambos mundos, "como los lobos, las zorras, los ciervos, los cirzos, los alces, son asimismo naturalmente más pequeños en América que en Europa, y esto sin ninguna excepción". Camelia de Pauw hablando, también, de esta degeneración nos dice: Hasta los reptiles se han hecho flojos y bastardos, "los caimanes y los cocodrilos americanos no tienen la impetuosidad ni el furor de los de África". Mientras el burlón Voltaire agrega, refiriéndose a la tez lampiña de los indígenas, y a la inferioridad del león americano: Lo mas singular es que allí, salvo en los lejanos esquimales, los hombres carecen de barba. Nacen lampiños y son siempre vencidos por los europeos cuando han intentado rebelarse. Los leones, dice, son a su vez, "enclenques y miedosos". "México y el Perú –agrega- tenían leones, pero pequeños y privados de melena; y lo que es más singular, el león de esos climas era un animal miedoso." 136 Se trata de tierras frías, húmedas, en una etapa de la creación inferior a la del Viejo Mundo. Tierra pantanos a, en donde los reptiles, eso sí, alcanzan tamaños extraordinarios. La naturaleza americana entera es inferior a la que ha tocado vivir a los europeos, por esa también los hombres de esta América son también inferiores. Inferioridad que abarcará, también, a los europeos que nacen en esas mismas tierras, a los criollos, y más aún, a quienes se mezclen. La inferioridad es entonces física. Los hombres siguen siendo reconocidos como iguales por la razón o ingenio, pero distintos por el ambiente, las circunstancias que le han tocado en suerte. ¿Qué hacer entonces con estos pobres entes? Simplemente ayudarlas a vencer su naturaleza, y a entrar en el progreso que el europeo ya ha alcanzado. Los pobres y débiles indígenas, de los que hablaba, defendiéndolos, fray Bartolomé de las Casas, deben ser ayudados por quienes han podido ya triunfar sobre la naturaleza al ponerla al servicio de sus propios fines. Toda esa inhóspita tierra deberá ser domada por los hábiles europeos. Sólo así esas tierras pasarán a formar parte de la civilización y se incorporarán al progreso. Y junto con ellas los hombres que la han venido habitando. Algún día, estos hombres, ayudados por quienes tienen experiencia en estos menesteres, estarían, también, a la altura de quienes, por lo pronto, han de ser sus modelos. Europa no ha renunciado así a la colonización, simplemente ha encontrado otras formas de justificación. Nuevas formas de autojustificación, que se darán los europeos. Se quiere dar al nuevo impulso expansionista una nueva justificación moral. A fines del siglo XVIII -dice la antropóloga Michel Duchet- el eurocentrismo ligado al proceso de colonización y a una ideología de la civilización, rige todo discurso antropológico, parte integrante del discurso de la historia. Ordena la diversidad de las razas y de los pueblos y les asigna un rango es decir, un papel en la historia humana." La historia propia del hombre que hace tal discurso, del hombre que reparte papeles reservándose, una vez más, el de conductor de esa historia. Este hombre se dispone a afianzar la nueva forma de colonialismo. De un colonialismo que acaso, no necesite ya de la presencia de sus propias tropas. De un orden en el que los nativos de esas tierras Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit aprendan a trabajar y a explotar sus propias riquezas, bajo la guía y en beneficio de los nuevos conductores y señores. 3. LA CIVILIZACIÓN COMO META La crítica ilustrada a la colonización, vendrá a ser, simplemente, crítica a la colonización realizada por los conquistadores iberos. Los nuevos colonizadores partirán del padre Las Casas, en su denuncia a la brutalidad de la Conquista y la colonización españolas. Se insistirá en la España negra y en la colonización no menos negra de Portugal. Crítica a la destrucción de los indios y la esclavización de los africanos. Apoyándose en Las Casas se denunciarán los abusos de la colonización ibera. Voltaire, Montesquieu, Marmontel, Raynal y Diderot, de una u otra forma se refieren a los abusos de la colonización española y portuguesa. Y como contrapartida se hablará de los derechos de los hombres y los pueblos. Los hombres y los pueblos no podían ni deberían ser tratados como lo estaban siendo por la colonización de ese imperialismo. La crítica al imperialismo ibérico, decíamos, llevaba, además, la crítica al sistema despótico que sufrían aun los pueblos de la misma Europa occidental. Se trataba del mismo despotismo, el impuesto a las colonias, y el que sufrían los europeos. Los ilustrados combatían al despotismo en lo externo y en lo interno. Era la voz de la libertad tratando de desplazar al despotismo. Será en nombre de esta libertad, y contra la tiranía europea que los Estados Unidos sean los primeros en rebelarse en 1776. A su vez, no es nada extraño el que la revolución en Francia de 1789, encuentre en la revolución estadounidense gran inspiración. Lafayette que ayuda a los Estados Unidos a lograr su independencia frente al despotismo de la corona inglesa, encabezará, a su vez, los primeros brotes de la Revolución Francesa que acabará con el despotismo borbónico. Claro es que en esta participación lo que interviene no es tanto el interés por universalizar los reclamados derechos del hombre y la autodeterminación de las naciones, como los intereses de las potencias que luchan entre sí por alcanzar la hegemonía en el reparto del mundo. Francia y España lucharon contra Inglaterra en América, apoyando, como parte de esta misma lucha, a los rebeldes que dieron origen a los Estados Unidos y la democracia americana. Pero, a su continuación, Francia e Inglaterra tratarán de 137 desplazar a España y Portugal de sus colonias. Y cuando la rebelión cunde entre las mismas, la preocupación central de estas potencias será la de ocupar el "vacío de poder" que dejaba el imperialismo ibero en América. De allí, la repercusión alcanzada por las críticas a la colonización, pero a la colonización española y portuguesa. Porque existen otras formas de trato, otras maneras de lograr provecho sin tener que comprometerse directamente en los problemas internos de los pueblos sobre los cuales se alzará la nueva colonización. Dice Montesquieu, "Los españoles miraban los nuevos pueblos como objeto de conquista, pero otras naciones más inteligentes los consideraron como objeto de comercio, .y se dedicaron a hacerlo. Muchos pueblos, conduciéndose con gran prudencia, entregaron el imperio a compañías de negociantes, que, gobernando aquellos remotos estados únicamente por el comercio formaron un gran poder sin entorpecer el del estado principal". La fundación de las nuevas colonias, obedecerá no a un plan de dominación, de conquista, sino al de facilitar el comercio. La formación de estas colonias, dice Montesquieu, "no tuvo otro objeto que el de extender el comercio, y no el fundar una nueva ciudad o un nuevo imperio". Esta forma de colonización no afecta intrínsecamente los pueblos que la reciben. Porque no quiere ya su incorporación, como tampoco cambio alguno respecto a sus hábitos y costumbres, tal y como lo pretendieron los colonizadores iberos. No se quiere, inclusive, civilizados. Pueden estos pueblos quedarse en el estado primitivo o feudal en que se encuentran, 10 importante será el que permitan, y no estorben, el proyecto de explotación propio de los nuevos colonizadores. Colonización, de la que los colonizados son simples objetos y como tales, ajenos a sus propios fines. Respecto al comercio que es la meta, la nación que la establece, impone su monopolio. Sólo con ella puede establecerse comercio. Se coarta la libertad, pero, de cualquier forma, esta prohibición tiene también sus ventajas. "...la desventaja de las colonias, que pierden la libertad -sigue Montesquieu- se halla compensada con la protección que le dispensan las metrópolis que las defienden con sus ejércitos y las gobiernan con sus leyes.” Defensa y legislación encaminadas, tan sólo, a hacer valer los derechos de comercio de la metrópoli. Con ello se anuncia, simplemente, el neocolonialismo del que se habla en nuestros días. Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit Desde este punto de vista se critica, igualmente, la colonización mediante el traslado de europeos a las colonias, tal y como lo hicieran España y Portugal en América; tal y como lo hicieran, también a partir del siglo XVII Inglaterra, Francia y Holanda. Un tipo de colonización que se considera negativo, contrario a los intereses de las metrópolis, las cuales se van despoblando. "Común efecto -dice también Montesquieu- es de las colonias enflaquecer los países de donde se sacan, sin poblar aquellos donde se envían. Conviene que permanezcan los hombres dónde están." Un país poco poblado es ya barrunto de que su ambiente es contrario a la naturaleza humana, ¿por qué, entonces, poblar lugares que son contrarios a la salud y bienestar del hombre? "Desde que los españoles -agrega- habiendo asolado la América exterminaron a sus antiguos moradores, sustituyéndolos en su lugar, no han podido repoblarla, y muy al contrario, por una fatalidad que pudiera más bien llamarse justicia de Dios, se destruyen los destructores a sí propios y se consumen todos los días." Montesquieu considera que sólo puede aceptarse una forma de colonización, la que se haga por factorías, administraciones locales, que cuiden de los intereses de las metrópolis sin tener que desplazar a sus propios habitantes. Factorías que impulsen el comercio con la metrópoli bajo el siglo del monopolio impuesto. Factorías en las cuales podrán participar indígenas, bien adiestrados, para estas faenas. Un signo más del llamado neocolonialismo. Ahora bien, ¿qué pasa cuando no se cumple con estos requisitos? Las poblaciones expatriadas buscan, naturalmente, beneficios que han de ser restados a los de las metrópolis. Desde este punto de vista las colonias, en la medida que progresan, tienden a hacer de ese progreso algo al servicio de quienes lo originan. Lo cual, a su vez, origina la resistencia de las metrópolis que buscan imponerse despóticamente, tratando a sus propios hombres como inferiores. "Hacéis de esta subordinación -dice el conde de Mirabeau- la principal defensa contra la natural inclinación, que tienen unos súbditos, tan alejados, a sacudirse el yugo." La única solución sería la contraria, su fortalecimiento, cancelando su explotación; pero se trata de una solución que resulta contraria a las metas que se han propuesto, las metrópolis, el aumentar sus ganancias. Ante "el temor de que los colonos se hagan demasiado independientes, hay que mantenerlos débiles y primitivos, entregarlos a un gobierno opresor e imponerles el yugo habitual". Pero esto, ¿resuelve el problema? por supuesto que no, 138 agrega Mirabeau, las colonias se rebelan y acaban emancipándose. "Es indudable que el Nuevo Mundo se sacudirá el yugo del Viejo; hay sospechas de que comenzarán las colonias más fuertes y más favorecidas; pero en cuanto una dé el salto, la seguirán todas las demás." La primera colonia que dará este paso serán los Estados Unidos; pocos años después le seguirían las colonias de España y Portugal en América. Todo esto, agrega Mirabeau, acabará siendo ventajoso para la misma metrópoli. "Con ello perderá muchas preocupaciones y gastos y ganará unos poderosos hermanos, dispuestos siempre a secundarla, en lugar de unos súbditos frecuentemente onerosos." La libertad, la descolonización, entendidas modernamente. No se quieren ya colonias que tengan que depender de la fuerza de la metrópoli, ya que tal fuerza quedará tan fragmentada como colonias dependan de ella. Colonias sí, pero colonias que no dependan de la economía de la metrópoli, ni de la capacidad de ésta para defenderlas y mantener el orden. Colonias libres, en este sentido, aunque dependiendo de sus metrópolis por lo que respecta a su economía, esto es, obligadas a venderles sus productos y a consumir lo que ellas puedan transformar con su industria. Independencia dentro de la dependencia. Se trata de los mismos argumentos contra la esclavitud, que también va siendo extirpada, porque económicamente resulta ser más onerosa. Porque más oneroso es cuidar al esclavo, como propiedad, que dejar a éste en libertad para ofrecer su trabajo o morir de hambre. Libertad entre naciones y entre los hombres. Libertad que implique la liberación de compromisos onerosos para el dominador. En este caso, haciendo que pueblos y hombres, también libremente, ofrezcan sus productos y trabajo dentro de las reglas del juego impuestas por el sistema. Por ello, desde el punto de vista de la colonización que se hace poblándola con gente venida de la metrópoli, resulta muy oneroso y, a la larga, sería contraria a los intereses de la metrópoli. Esta forma de colonización deberá ser, en adelante, evitada. En tal sentido se expresarán los ilustrados en el siglo XVIII y los liberales y positivistas en el siglo XIX. ¿Qué hacer? Incorporar a los pueblos, y hombres, que sufren el impacto de la colonización en el ámbito que es propio de ésta. Lo importante es la producción; los pueblos y hombres deben producir, si no en su propio beneficio, sí en beneficio de sus colonizadores. Las inexplotadas riquezas con las que cuentan Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit estos pueblos, deben ser explotadas en beneficio de los hombres para quienes tales riquezas tienen un valor. Tal será el sentido del paso de la barbarie a la civilización. Incorporar a un pueblo a la civilización será incorporarlo al sistema de explotación capitalista. Sólo que como parte de esta naturaleza estarán los mismos indígenas; los naturales del lugar, como se les llama. Civilizarlos será programarlos al servicio de esta explotación. Conducirlos como instrumentos de una explotación que ha de beneficiar a sus colonizadores. Lo mismo que preparar el tipo de trabajador necesario para un determinado tipo de explotación, o administración local. Preparar al guardián del orden, necesario para tal explotación. Tal es lo que se quiere decir con civilización. Saussure, escribe: "Si los elementos de una civilización no son más que las manifestaciones exteriores de la constitución mental, debe resultar de ello que una raza no puede adoptar los elementos de la civilización de otra raza sino después de haber adoptado su constitUción mental, o mejor aún, después de haber transformado esos elementos de civilización de tal manera que resulten de acuerdo con su propia constitución meno tal." Esto quiere decir que pasar de la barbarie a la civilización implicará adquirir previamente la mentalidad de los hombres que han hecho posible la civilización. Ahora bien, traer hombres que hagan por las colonias lo que ya han hecho por las metrópolis, resulta algo muy costoso. Habrá, entonces, que cambiar la mentalidad de los naturales de la colonia. Inmigración y educación serán, precisamente, los instrumentos de que se valdrán en esta nuestra América, para tratar de incorporarla a la civilización; incorporarla a una situación que naturalmente le es ajena. Tal será la problemática de los gobiernos que en Latinoamérica adopten el proyecto civilizador. El cambio de mentalidad será propuesto dentro de la nueva forma de colonización, aunque no aceptado en general, ya que se consideró era suficiente el que los naturales cumpliesen y obedeciesen en lo que se refiere a la explotación eficaz de riquezas; aunque conservándose, en lo posible, las expresiones, los modos de ser, propios de su primitiva civilización o cultura. "Para los indígenas de nuestras colonias -dice A. Girault- sus costumbres constituyen sin duda la mejor legislación ya que es la más apropiada a su situación." Esto es, no se necesita obligar a estos hombres a ser distintos de lo que son, a ser como sus colonizadores, a aceptar su cultura, puesto que los indígenas no la desean y nosotros no tenemos ningún interés en imponérsela", concluye Girault. La asimilación, desde este punto de vista, resulta 139 así improcedente. Se trata de situaciones casi irreconciliables. Ya que por mucho que aprendan los indígenas, mucho será lo que les falte para alcanzar la mentalidad propia de los civilizadores. Las críticas negativas que hacían los ilustrados respecto a la incapacidad, infantilismo, inmadurez, de los indígenas, adquieren ahora mayor sentido en beneficio de los colonizadores. Habrá que administrar, no sólo la riqueza natural de las tierras que habitan estos hombres, sino también la índole de los mismos, supuestamente en su propio beneficio. Civilizarlos, se asegura, será capacitarlos para poner la naturaleza a su servicio. Capacitación que implica, a su vez, una nueva forma de dominación; la dominación mental y cultural del colonizador. Dominación que además, deberá ser considerada un privilegio por quienes la reciban. Sólo así podrán ser capaces de alcanzar la civilización. De cualquier manera, edúquense o no para la civilización, tendrán que ser tutorados. Tutorados para hacer de ellos, instrumentos más aptos, e impedir que de acuerdo con su índole, puedan frenar la marcha de la civilización. En este sentido, tanto la preparación para adoptar la civilización, como el respeto a los modos de ser de los indígenas, de sus costumbres, tendrán un límite. No se les quiere como parte realmente activa de la civilización; pero tampoco se quiere que la estorben por ignorancia. No quieren, obviamente, el cambio, que haga de los indígenas hombres semejantes a sus colonizadores. Pero tampoco podrán permitir la permanencia de situaciones que hagan imposible a la civilización. "No podemos imponer a nuestros súbditos las disposiciones de nuestro derecho -dice Clozel gobernador del África Occidental Francesa- manifiestamente incompatibles con su estado social. Pero no podríamos tolerar más tiempo el mantenimiento a espaldas de toda autoridad, de algunas costumbres contrarias a nuestros principios de humanidad y al derecho natural. " Nuestra firme intención de respetar las costumbres no podrán creamos la obligación de sustraerlas a la acción del progreso." Lo central, acéptese o no, serán el hombre occidental y su cultura, civilización e intereses. ¿Qué hacer entonces con las culturas indígenas, primitivas, necesariamente relacionadas con la cultura o civilización por excelencia? Los nuevos colonizadores consideran necesario el conocimiento de las culturas subordinadas. Un conocimiento del cual dependerá, a su vez, la manipulación de los hombres que se encuentran formados por ellas. Es "esencial comprender los organismos tribales y las costumbres sociales, pero también utilizarlas como un marco sobre Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit el cual se podrá construir", se escribe en un memorándum destinado a explicar la acción civilizadora del colonialismo occidental en la misma África. "Es de desear -se agrega- que los valores de las sociedades indígenas -que ejercen una gran influencia en el espíritu indígena- sean estudiadas con atención, pues es evidente que se pueden convertir también en unos factores valiosos, en un sistema de administración adopta. dos a las tribus." Surge así 'la antropología característica del siglo XIX y principios del XX. La antropología encaminada a hacer más eficaz la colonización civilizadora Es la ciencia antropológica encaminada al estudio de un determinado espécimen de hombre. No ya del hombre, sino de un tipo de hombre. Una ciencia muy semejante a la zoología, es una escala que va del salvaje al bárbaro, y de éste al civilizado señor de la naturaleza. La antropología, como aún se puede ver en los museos del hombre europeos. La antropología que dará también origen a la asociación de estudiosos de estos especímenes tanto, en Asia y África, como en la América indígena. Surgiendo así las asociaciones de orientalistas, como surgen, también las asociaciones de americanistas. Asociaciones que sólo la presión actual de los observados, transformará en algo distinto de los estudios semizoológicos de un determinado tipo de hombre. El nuevo colonialismo llevará su falso objetivismo a las diversas zonas del planeta a donde se extiende. Incluyendo a las que fueran colonias del imperialismo ibérico, las que, por una serie de razones quedarán incluidas dentro de esa antropología zoológica. Las naciones conductoras del proceso civilizador del orbe, ocuparán el vacío de poder que dejará esta colonización. Colonización sobre pueblos conscientes de una serie de fallas respecto a su formación; contando entre ellas los de su mestización y el haber, sido parte de una forma de colonización que había pasado a la historia. Pueblos que, al tomar conciencia de su atraso, buscarán su incorporación a la civilización, que las nuevas naciones habían alcanzado. Lo que implicará, también, su incorporación al sistema propio de los civilizadores y de sus limitados intereses. Libremente, de acuerdo con la idea que de la libertad tenía este sistema, estos pueblos aceptarán las nuevas formas de dependencia. 140 Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit 141 FILOSOFÍA DE LA HISTORIA AMERICANA Leopoldo Zea SEGUNDA PARTE LA HISTORIA EN LA CONCIENCIA AMERICANA Calibán: Tengo derecho a comer mi comida. Esta isla me pertenece... y tú me la has robado. Cuando viniste por vez primera, me halagaste, me corrompiste... y entonces te amé y te hice conocer las propiedades todas de la isla... ¡Maldito sea por haber obrado así! ¡Porque soy el único súbdito que tenéis, que fui rey propio! ¡Y me habéis desterrado aquí, en esta roca desierta, mientras me despojáis del resto de la Isla! ¡ Me habéis enseñado a hablar, y el provecho que he reportado es saber cómo maldecir! ¡Que caiga sobre vos la roja peste, por haberme inculcado vuestro lenguaje! WILLIAM SHAKESPEARE, La Tempestad. Acto 1, escena Il V. CONCIENCIA DE LA DEPENDENCIA 1. LA HISTORIA COMO YUXTAPOSICIÓN LA FILOSOFÍA de la historia de América, se forja a partir de la conciencia de la dependencia. Dependencia en relación con los proyectos colonizadores que Europa, el mundo occidental, imponen a este continente. Será, dentro del horizonte de la colonización que ha sido descrito que se den las diversas respuestas latinoamericanas a la misma. Respuestas que formarán la concepción de la historia de estos pueblos. Filosofía de la historia que será, también, antropología de los hombres que la protagonizan. Conciencia de la dependencia que dará, a su vez, origen a la búsqueda de su cancelación. y dentro de esta cancelación va a quedar incluido el pasado vivido. El pasado colonial, la única historia con que cuentan estos pueblos. Historia de la que tienen que partir. Un punto de partida que será rehusado. Rehusado como algo impropio, ajeno, extraño a los pueblos que lo sufrieron. En la filosofía de la historia latinoamericana, la negación del pasado, es distinta de la forma como se realiza en la filosofía de la historia hegeliana, la cual es tergiversada. No se busca lo que Hegel resumía en la palabra Aufhebung, esto es, la absorción, la asimilación del pasado para que el mismo no se vuelva a repetir. Se pretende, aunque inútilmente, su cancelación total, como si nunca hubiese existido. Se pretende un olvido total del pasado, el cual implicará, a su vez, la pretensión de iniciar una nueva historia, a partir de cero. Esto es, cero experiencia. Nada más y nada menos, lo que se pretende es la cancelación de la experiencia que ha dado origen en Europa a su extraordinario desarrollo. Se niega la experiencia que ha permitido el movimiento dialéctico de la historia europea. La experiencia que, precisamente, distingue al hombre del animal, permitiéndole superar etapas que van del salvajismo a la barbarie y de ésta a la civilización. El latinoamericano pretenderá saltar de la experiencia propia sin asumida, considerándola ajena a sí mismo, a la experiencia extraña de modelos que no había vivido, que no había experimentado. Un tremendo, aunque Inútil esfuerzo, por deshacerse del propio pasado, para rehacerse según un presente extraño. Esto es, de acuerdo con el presente de Otros pueblos y hombres que resulta no ser el de los pueblos y hombres de esta América. Presente extraño para los latinoamericanos, aunque originado en la larga experiencia que forma la historia europea. La historia de la cual pasan a ser parte pueblos y hombres latinoamericanos pero bajo el signo de la dependencia. Los latinoamericanos pretenderán borrar, negar sin asumir, el pasado colonial impuesto por la primera oleada colonizadora, la ibera; para asumir como propia la experiencia de los hombres y pueblos que han dado origen a. la segunda etapa de esta colonización, la occidental. Una asunción que, por extraña e irrealizable, sólo implicará la aceptación de una nueva forma de dependencia. Un clavo, se dice, saca otro clavo. Una colonización Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit toma el lugar de la otra. Los países occidentales ocuparán, pura y simplemente, el "vacío de poder" que el colonialismo ibero se verá obligado a dejar. Una extraña y absurda filosofía de la historia, la de los pueblos latinoamericanos. Una filosofía que parte de la situación de dependencia que guardan sus pueblos con un cierto tipo de imperialismo, del cual pretenden desembarazarse, asumiendo como propia una experiencia que le es extraña y con ella, una nueva forma de dependencia. Una forma de libre dependencia, pero de dependencia al fin. Libertad para elegir dependencia. Elección que conducirá, inclusive, a la larga lucha civil que azotará a esta América al término de su guerra por la independencia: lucha para decidir qué hacer con la libertad alcanzada. ¿Quedarme en el pasado sin asimilarlo? O bien, ¿Hacer propio un presente cuya experiencia no ha vivido? ¿Retroceso o progreso? ¿Conservadurismo o liberalismo? En ningún caso la absorción, la asunción; sino pura y simplemente la cortante elección entre lo que se ha vivido y no se quiere seguir viviendo; y lo que no habiéndose vivido se quiere hacer propio. Una doble utopía. Doble utopía por irrealizable, tanto la una como la otra. Y con ella un doble vacío, el permanente vacío de poder que tentará, una y otra vez, la ambición y el afán de dominio de fuerzas siempre extrañas. Una concepción de la historia que parece, no sólo propia de los pueblos de ésta nuestra América, sino también de todos los pueblos que, a lo largo del planeta, han sufrido el impacto de la expansión del mundo occidental. Es esta colonización la que originó la yuxtaposición a que ya hemos hecho referencia. Yuxtaposición despersonalizante en cuanto negará a los colonizados todo derecho a considerar como propios valores, que el colonizador considera de su exclusividad. Negación que alcanzará, no sólo a los indígenas, sino también a criollos y mestizos. Sobre el indígena se impondrá una cultura que le será ajena, cultura para la cual éste es sólo un instrumento de explotación. En cuanto al criollo, dominador del indígena; domina, no a nombre propio, sino en nombre del que reconoce como su señor, el peninsular. Por lo que se refiere al mestizo, al hijo de india e ibero, éste aspirará, aunque inútilmente, a formar parte del mundo paterno, sintiendo vergüenza de su origen materno, Será como bastardo: rechazado de un mundo, al mismo tiempo que se niega a ser parte del otro. En todos estos casos, yuxtaposiciones, sin posibilidad de asimilación. Yuxtaposiciones que conducirán a su 142 vez a otras yuxtaposiciones en la búsqueda de soluciones que le serán igualmente ajenas. Darcy Ribeiro habla de la especial relación del hombre de esta América con el sistema colonizador. Por un lado están el indígena conquistado y el negro esclavizado, instrumentados, tanto por el peninsular, como por el criollo y el mestizo, esto es, sin posibilidad de desenajenación alguna, vistos como simples cosas para ser utilizadas. Por el otro, dice Ribeiro: "La clase dominante, blanca o blanca por autodefinición, de esta población mayoritariamente mestiza, teniendo como su mayor preocupación, en el plano racial, resaltar su blancura y en el plano cultural su europeidad, sólo aspiraba a ser lusitana [o española], después inglesa y francesa, como ahora quiere ser norteamericana." Imitando modos de vida, y haciendo suyos hábitos y costumbres, propios de su dominador. Es éste el criollo, presente en ésta nuestra América, imitando al padre conquistador y colonizador, tratando de ser como él; pero siempre dentro del plano de desigualdad, que le viene del hecho de haber nacido en esta América y no en el centro de poder. Es el señor local, superior a los indígenas, negros y mestizos, pero nunca igual al peninsular, el cual le dicta, ordena lo que ha de ser hecho. Es el criollo, como ya lo exponía el conde de Mirabeau, que consciente de esta situación, tratará de sacudirse lo que considera injusto yugo, pero sólo para imponer el propio. Es el criollo que acaba expulsando al peninsular, para así tomar su lugar en las tierras y sobre los hombres que estaban bajo su dominio. El criollo, consciente de su inferioridad, por lo que considera es un destierro, no solicitado, de los centros de poder y de la cultura. Es el hombre dispuesto a mantener el mismo orden dejado por la colonia, pero ya bajo su responsabilidad. Es el hombre que se librará de la dependencia política de la Península, pero manteniendo el orden que ha heredado de ésta. Será este hombre con su mentalidad el que dé origen al proyecto conservador. Le sigue el mestizo, el hijo ilegítimo de la conquista, el bastardo de la colonización. Hombre que no encuentra acomodo en el orden paterno, pero tampoco en el materno. De este hombre, dice Darcy Ribeiro al hablar del mameluco, mestizo de blanco con india, que "identificándose con el padre, se volvía castigador del gentío materno. Como entre tanto, a pesar de esta adhesión jamás llegaba a ser reconocido como igual, sufría toda la carga del prejuicio proveniente de la apreciación señorial de la comunidad Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit nativa como inferior". Es el mestizo, racial o mental, el que encuentra la realidad que le ha tocado en suerte como algo que le es extraño. Extraño es el mundo del padre, del cual sufre rechazo; como también el mundo de la madre, por ser éste el culpable del rechazo. Por ello, será este hombre el que busque fuera de sí, fuera de su propia realidad, lo que ha de ser el horizonte de sus posibilidades, el futuro que ha de hacer sin contar con su pasado. Un horizonte de posibilidades extraño a sí mismo, y a su realidad. Extraño a lo que es, y quiere dejar de ser, para ser algo distinto. Cambiar, transformar la realidad, si es posible en su totalidad, será el pro. recto de este hombre. Ser distinto de los españoles o lusitanos que lo rechazan, pero también distinto de la barbarie que representa el gentío de la madre. Será éste, el proyecto civilizador, que empieza como proyecto liberador y acaba como proyecto represor. Hijo putativo, por un hecho histórico, el de la conquista y colonización, del cual no se siente responsable, decide adoptar otro padre, otra dependencia, a partir de la cual pueda realizarse sin la carga de un pasado que no acepta como propio. De cualquier forma, cualquiera que sea el proyecto que se adopte, el hombre nacido en esta América, indígena, criollo o mestizo, parece encontrarse obligado a elegir una determinada forma de dependencia. O bien, la dependencia, en relación con el orden en que ha sido formado, manteniendo o conservando el orden ibérico, pero sin las metrópolis; o bien, la dependencia propia del orden Creado por los pueblos civilizados, esto es, el neocolonialismo. Manteniendo vivo el pasado, aceptando sus formas de subordinación, o incorporándose al nuevo orden colonial, como nuevo subordinado. ¿Conservadurismo o liberalismo? ¿Barbarie o civilización? Será la disyuntiva. Disyuntiva que hace referencia a la forma de dependencia que ha de ser adoptada. Y como expresión de esta disyuntiva la larga guerra civil que azotará a toda Hispanoamérica. Al triunfo del liberalismo y la civilización, será una la mente unida: la criolla y la mestiza, la que acepte le nuevo señorío liberal y civilizador. Es el neocolonialismo, ya hemos visto, que no necesita de fuerzas militares invasoras, ni de fuerzas militares de ocupación. El, neocolonialismo que lo mismo se apoyará en las viejas fuerzas conservadoras, que en las nuevas fuerzas liberales y civilizadoras. El neocolonialismo que no necesitará cambiar orden mental 143 alguno, sino tan sólo adiestrar a quienes han de ser fieles guardianes de sus intereses. Gerencial llama Darcy Ribeiro al grupo social latinoamericano que acepta, libremente, la nueva dominación. Esta clase, dice Darcy Ribeiro, "está llamada desde el inicio a ejercer el papel de una capa gerencial de intereses extranjeros, más atenta a las exigencias de éstos que a las condiciones de existencia de la población nacional". Su función sería "inducir a la población a atender los requisitos de factoría productora de géneros tropicales o de metales preciosos y generadora de lucros exportables". "Es en el ejercicio de esta función que desempeña su papel gerencial en el plano económicoproductivo; ordenador en el plano social; renovador en el tecnológico-científico y doctrinador en el ideológico." Tal es el proyecto modernizador que propone la adopción de modelos institucionales y tecnológicos que puedan permitir una mayor eficacia en el logro de las metas que se han propuesto. La posibilidad de realización de este modelo dependerá de la eficacia que, como útil, tenga para el propio sistema que ha proporcionado el modelo. Su papel será pura y simplemente, instrumental, "... nace y crece como un proletariado externo de las sociedades europeas destinado a contribuir para la sobrevivencia, el confort y la riqueza de éstas y no de las suyas." De esta forma, la toma de conciencia de la dependencia, lejos de conducir a la liberación de los hombres que la adquieren, conduce a nuevas formas de dependencia. Formas de dependencia, aceptadas libremente, pilfa poder sacudir se aquellas de las cuales se toma conciencia. Un clavo saca otro clavo. Es la desenajenación como punto de partida para nuevas enajenaciones en una serie de yuxtaposiciones que parecieran 'no tener fin. Primero, la cultura de los conquistadores iberos, queriendo borrar las culturas indígenas con las cuales se encuentran, considerándolas demoníacas y extrañas al cristianismo. A continuación, la preocupación de los libertadores de esta América, tratando de borrar, a su vez, la cultura que le impusieran los conquistadores; pero sólo para caer en la trampa que la cultura adoptada lleva consigo, originando una forma de dependencia. Para llegar a nuestros días en que la con ciencia de la nueva dependencia, reclama una nueva extirpación cultural, y acaso la negación absoluta de esta nueva parte del pasado latinoamericano, una vez más, sentida como extraña por los hombres que lo sufrieron. Así, de una enajenación, se pasaría a otra enajenación en una serie de yuxtaposiciones sin posibilidad de absorción Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit alguna. Esto es, sin posibilidad de realizar el Aufhebung hegeliano que caracteriza a la historia europea u occidental. La absorción propia de la historia de los pueblos dominadores, imperiales. De esta manera los latinoamericanos que consideraban haberse libertado, adquirían, junto con la cultura imitada de modelos extraños a su realidad, la dominación de los creadores de estos modelos. "La alienación cultural -dice Darcy Ribeiro- consiste, en esencia, en la internacionalización espontánea o inducida en un pueblo de la conciencia y de la ideología de otro, correspondiente a una realidad que le es extraña y a intereses opuestos a los suyos. Vale decir, a la adopción de esquemas conceptuales que escamotean la percepción de la realidad social en beneficio de los que de ella se favorecen. O aun la creación autónoma de representaciones consoladoras o justificadoras del atraso que desvían la atención de sus causas reales para destacar, tan sólo, causas supuestas." Por ello, la conciencia de la realidad, en función con la adopción de proyectos de realización que le eran extraños, sólo pudo conducir a la degradación de esta realidad. Y, con ello, a ver en las nuevas formas de dependencia el ineludible instrumento de su cancelación.- Se acepta, así el punto de vista colonizador, de acuerdo con el cual, estos pueblos tenían que ser colonizados para borrar de ellos la barbarie. La barbarie encarnada en las diversas expresiones de esta realidad. Encarnada, igualmente, en la yuxtaposición de que también se es consciente. Bárbaro era tanto el indígena conquistado, como el negro esclavizado, el criollo dejado de la mano de la cultura occidental y el mestizo que sintetizaba ambas barbaries. Frente a esta barbarie, la civilización tendría que triunfar, aun cuando este triunfo implicase el desarraigo y el exterminio de culturas y razas que habían impedido antes su posibilidad en esta América. Naturalmente, el ganancioso de esta falsa desenajenación será el nuevo conquistador, el neocolonizador occidental. Lo cual no sería sino el justo pago que había que hacer, de la necesaria colonización para el logro de la supuesta descolonización de ésta nuestra Amenca en función con una absurda paradoja. Situación que no será exclusiva de ésta nuestra América, sino de todos los pueblos que sufrirán el impacto de la colonización occidental. Joseph Gabel dice, al respecto: "Algunos problemas del Tercer Mundo pueden también plantearse en términos de 144 alienación y desalienación. Estos problemas se plantean en dos 'escalones'. “La primera estructura fundamental concierne a la dialéctica de la desposesión y de reconquista de la legítima posesión, con sus incidencias sobre la personalidad histórica." "Sobre esta estructura fundamental se injerta otra, donde se plantea el problema de la falsa conciencia, en este caso un contexto de filosofía de la cultura. La colonización realizó -en lo que constituye sin duda el elemento más positivo de su balance histórico- una yuxtaposición mecánica y despersonalizante de elementos culturales de variados orígenes." Yuxtaposición que, para Gabel, resulta de una alta positividad, de un extraordinario enriquecimiento para la cultura que, de esta forma, alcanza su mestización. Pero para esto habría que aceptar, primero, que la mestización es un bien y no un mal como enseñará el eurocentrismo. Una enseñanza convertida en prejuicio, que costará mucho trabajo desarraigar de sus colonizados y fieles aprendices. Elemento positivo podrá llegar a ser esta yuxtaposición, si se realiza la absorción, la asimilación, que caracteriza, precisamente, la cultura del dominador. Asimilación que no es sino la permanente mestización de lo que el hombre va haciendo y puede beneficiar a otro en una cadena cada vez más rica. Tal fue la mestización que de la cultura asiática, antigua, grecorromana y cristiana hizo la cultura occidental y, la cual, a pesar suyo, posibilita la del resto del mundo al i poner su colonización. La mestización que Hegel expresa en la expresión Aufhebung. Por ello dice Gabel, "Incumbe en adelante a los pueblos que recobraron su independencia trascender esta yuxtaposición para concluir en una totalidad histórica concreta, en la que estos elementos no sean ni escotomizados ni convertidos en ídolos, sino superados e integrados dialécticamente, en el sentido del Aujhebung hegeliano". Asumir, absorber, no rechazar. No plantear, una vez más el "drama de ser dos", el drama de ser esto y lo otro, sino hacer patente la extraordinaria capacidad para hacer de dos, de muchos, uno solo, lo propio del hombre sin más en sus no menos diversas expresiones. Sin que, por ello, ninguna de e,stas expresiones sea ajena al hombre, y sirva a su realización como unidad, hacia cuya meta decía Hegel, marchaba la historia. Nuestra filosofía de la historia, precisamente, marcha aparentemente, por carriles distintos de los que Hegel había encontrado para la Historia europea. Carriles distintos de los que Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit permitían a la historia europea presentarse como la historia universal por excelencia. La filosofía de la historia europea ha seguido una marcha dialéctica de negaciones y afirmaciones a través de las cuales se va enriqueciendo hasta abarcar la historia del planeta entero, haciendo suyas historias regionales, locales, que pasaban así a foro mar parte de la historia originada en Europa y en conjunto se transforma en universal. Frente a ella, aparece la filosofía de la historia de ésta nuestra América, que será, también, la de los pueblos que han sufrido y sufren el impacto colonizador de Europa y el occidente. Una filosofía concebida como yuxtaposición de planos que parecen no poder integrarse unos a los otros. Filosofía expresada en vanos intentos de negación no dialéctica, buscando no absorber si no borrar lo realizado. Pero una filosofía de la historia, a pesar de todo, semejante a toda expresión que es propia de la historia del hombre. Una historia que, de toma de conciencia en toma de conciencia, acabará conduciendo a la conciencia de sí misma, y con ello a su ineludible absorción, asunción, aufhebung. La forma como esta negación dialéctica, pese a todo, se ha venido realizando, es precisamente, la que da sentido a lo que llamamos filosofía de la historia americana. Una filosofía de la historia que hace de las continuas y supuestas yuxtaposiciones el material de la propia comprensión. Yuxtaposiciones, se tome o no, conciencia de ello, que se absorben las unas en las otras, hasta culminar en la toma de conciencia de ésta nuestra filosofía de la historia. Yuxtaposiciones, una y otra vez intentadas, como expresión de una realidad que, pese a todo, se hará presente en los diversos intentos hechos por olvidarla, marginada. Tal es, precisamente, lo que se expresa como propio de una historia que, pese a todo, han venido haciendo los latinoamericanos, al igual que lo han venido haciendo otros muchos pueblos de la Tierra que parecían encontrarse al margen de la historia. 145 hubo una gran diferencia por lo que se refiere a la dispersión del Imperio español. Éste, al desmembrarse, no dio origen a naciones independientes. No creó el sentido de nacionalidad, no hubo asociación social ninguna. Sus diversos elementos quedaron separados entre sí, sin aglutinación alguna. Con la diferencia, dice Bolívar, que los miembros que surgieron del desmembrado Imperio romano, "volvían a restablecer sus primeras asociaciones. Nosotros ni aún conservamos los vestigios de lo que fue en otro tiempo: no somos europeos, no somos indios, sino una especie media entre los aborígenes y los españoles". El español nacido en América no es español, pero tampoco indígena. Frente al indígena éste no es, sino un representante de la dominación, aunque esta dominación sólo beneficie plenamente al español peninsular. Es sólo su representante, el encargado de guardar el orden que conviene a sus intereses, pero no su igual. En este sentido es, también, un extraño para los dueños primitivos de las tierras que fueron tomadas por la violencia del conquistador. "Americanos por nacimiento y europeos por derechos -dice El Libertador- nos hallamos en el conflicto de disputar a los naturales los títulos de posesión y de mantenemos en el país que nos vio nacer, contra la oposición de los invasores; así nuestro caso es el más extraordinario y complicado." Europa no se encontró en situación semejante al derrumbarse el gran Imperio creado por Roma. Por el contrario, del encuentro de invasores e invadidos surgieron las nacionalidades europeas, cada una con su respectiva y firme personalidad. Roma hizo de crisol de razas y culturas, lo cual no ha sucedido con el Imperio español quedando separados los grupos sociales, culturales y étnicos que lo formaran. El español nacido en América, como el mestizo hijo de español e indígena, quedaron enfrentados entre sí y con los dueños primitivos de esas tierras. La gran masa del pueblo, la masa no europea, acabará por ser simple botín de los vencedores en la lucha que, entre sí, trabarán los no aglutinados miembros del desaparecido imperio. 2. YUXTAPOSICIÓN Y DEPENDENCIA De la yuxtaposición que caracteriza a los pueblos de esta América habla Simón Bolívar: "Al desprenderse la América de la monarquía española -dice-, se ha encontrado semejante al Imperio romano, cuando aquella enorme masa cayó dispersa en medio del antiguo mundo. Cada desmembración, formó entonces una nación independiente conforme a su situación y a sus intereses." Pero Bolívar, americano por nacimiento, sabe que es considerado como un intruso por los grupos primitivos, sobre los que descansó el largo periodo colonial en esta América. Como un extraño que tendrá que realizar enormes esfuerzos para vencer la nativa desconfianza de quienes veían en él al hijo del invasor y represor. Por ello, escribe al poeta peruano José Joaquín Olmedo, haciendo crítica a un poema que, si bien, es justificación y canto de Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit la hazaña bolivariana, encuentra que falsea al principal personaje, el Inca Huaina-Capac, que habla, como si fuera suya, tal hazaña. "Usted ha trazado -escribe Bolívar- un cuadro muy pequeño para colocar dentro un coloso que ocupa el ámbito y cubre con su sombra a los demás personajes. El Inca Huaina-Capac parece que es asunto del poema." Lo cual está bien, salvo que se le hace hablar como si los indígenas hubiesen olvidado la tragedia de la conquista. Como si también hubiesen olvidado el papel que jugaron en ella estos indígenas. No parece propio a Bolívar que el Inca "alabe indirectamente a la religión que los destruyó; y menos parece propio aún que no quiera el restablecimiento de su. trono por dar preferencia a extranjeros intrusos que, aunque vengadores de su sangre, siempre son descendientes de los que aniquilaron su imperio". Tales son los españoles nacidos en América, intrusos en la tierra que nacieron y de alguna forma herederos de la culpa que cometieron quienes arrasaron, mataron y esclavizaron a las razas que habitaban esta misma América. Tales los conquistados que no pueden considerar como propia una religión que sólo ha justificado los crímenes de que fueron víctimas. Tampoco podían considerar como propia una cultura que los rechazaba, para ponerlos en el lugar que "por naturaleza", debían estar. No podían ceder, a extranjeros nacidos en esta misma tierra, derechos que eran propios de las razas que fueron sometidas por los antecesores de estos intrusos. De allí la yuxtaposición no asimilada de culturas a lo largo de la colonia. Llaga viva que impedirá la creación de nacionalidades como las que en Europa, dieron origen a los poderosos imperios que después se expandieron por el mundo. La colonización europea sobre el resto del mundo, como sobre la América indígena no supo hacer de sus ramas troncos o semillas de otras eruropas. No se quiso reproducir mezclándose a otros pueblos. porque la mestización que, pese a todo se realizó, fue vista como una falta, un pecado, como algo vergonzoso y que, por lo mismo, debería ser ocultada. De allí, el nacimiento de naciones débiles, sin raíces bastardas. acciones que serán rechazadas por sus mismos creadores. Bolívar, hurgando en el pasado y en la realidad que como americano ha heredado, y con la cual tendrá que contar, continúa diciendo: "Tengamos presente que nuestro pueblo no es el europeo, ni el americano del norte, que más bien es un compuesto de África y de América, que una emanación de la Europa; pues que 146 hasta la España misma, deja de ser Europa por su sangre africana, por sus instituciones y por su carácter. Es imposible asignar con propiedad, a qué familia humana pertenecemos. La mayor parte del indígena se ha aniquilado, el europeo se ha mezclado con el americano y con el africano, y éste se ha mezclado con el indio y con el europeo." Así, ¿qué puede ser lo común a estos diversos hombres, distintos los unos de los otros? Sólo el origen materno, dice Bolívar, no así el paterno en donde se encuentra la diversidad y, con ella, la ilegitimidad de nacimiento, la bastardía, con lo que ésta tiene de rechazo en la sociedad creada por los conquistadores en beneficio propio y de las metrópolis, en cuyo nombre actuaban. "Nacidos todos del seno de una misma madre, nuestros padres diferentes en origen y en sangre, son extranjeros -dice Bolívar- y todos difieren visiblemente en la epidermis; esta desemejanza trae un reato de la mayor trascendencia." La diversidad de razas, culturas y sujetos, que no fue obstáculo para que Europa diese origen a sus culturas e imperios, lo será en América debido a la forma de conquista y colonización que la Europa estableció en estos pueblos. La diversidad que en Europa aglutinó fuerzas y caracteres, en América sólo provocará divisiones y, con ellas, guerras intestinas sin fin haciendo de estos pueblos fácil pasto de ambiciones extrañas, pasto de dominaciones que suceden a otras dominaciones. Problema que no se solucionará con la adopción de instituciones y leyes que, si bien, han funcionado en Europa, no necesariamente han de funcionar en América. Pues no basta la ley, la justicia en abstracto, la constitución que habla de igualdades inexistentes, habrá antes que tomar en cuenta la realidad para quien se legisla, para quien se hace justicia a quien se busca conceder igualdad. "Habiendo ya cumplido con la justicia -dice Bolívar- con la humanidad, cumplamos -ahora con la política, con la sociedad, allanando las dificultades que opone un sistema tan sencillo y natural, mas tan débil que el menor tropiezo lo trastorna, lo arruina. La diversidad de origen requiere un pulso infinitamente delicado para manejar una sociedad heterogénea cuyo complicado artificio se disloca, se divide, se disuelve con la más ligera alteración." Acepta Bolívar la Declaración que afirma que todos los hombres son iguales; pero sin olvidar la realidad sobre la que esta Declaración ha descansado falsamente. La realidad sobre la cual, los creadores de esas declaraciones han encontrado también resquicios para justificar nuevas desigualdades. La desigualdad, lo distinto es para esta América lo más importante, aún más importante que las supuestas Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit afirmaciones de igualdad. Porque ha de legislarse y gobernarse sobre realidades y no sobre abstracciones. Una cosa es lo que se puede declarar en abstracto y otra es la realización de esa declaración, lo cual puede, inclusive, justificar la negación de tales declaraciones a partir de realidades que la abstracción dejó fuera al no haberlas contemplado. Simón Bolívar habla así, de la paradoja que se da entre lo que se afirma de una realidad y lo que la realidad es. "Que los hombres nacen todos con derechos iguales a los bienes de la sociedad -dice- está sancionado por la pluralidad de los sabios; como también lo está, que no todos los hombres nacen igualmente aptos a la obtención de todos los rangos, pues todos deben practicar la virtud y no todos la practican; todos deben ser valerosos, y no todos lo son, todos deben poseer talentos, y todos no los poseen." Sobre esta desigualdad en la realidad, descansan, precisamente, las no menos reales formas de dominación, los colonialismos, y los imperialismos. Distinción real, efectiva, que se observa, aun "entre los individuos de la sociedad más Iiberalmente establecida". Bolívar destaca la desigualdad real, concreta, sobre la que los imperialismos hacen descansar su poderío. La desigualdad que, de una forma u otra, hemos visto sostener por los mismos hombres, que antes habían reclamado la igualdad para todos los hombres, en la medida en que la desigualdad les impedía participar en la conducción de la sociedad. Bolívar sabe, más de desigualdades concretas, las de su América, que de igualdades abstractas. "Si el principio de la igualdad política es generalmente reconocido –dice- no lo es menos el de la desigualdad física y moral. La naturaleza hace a los hombres desiguales, en genio, en temperamento, fuerzas y caracteres." La ley crea igualdades ficticias, las cuales sólo funcionan cuando los hombres les dan su asentimiento. Cuando el hombre sabe respetar en el otro hombre su identidad, cuando no pretende imponerle la suya. La ficción descansa, así, en este compromiso. Compromiso sin el cual la ficción igualitaria queda en eso, en ficción. Legislar para desigualdades, conciliar yuxtaposiciones, serán las formas más eficaces de poner fin a situaciones que parecen justificar, por el contrario, formas de dominación. Formas de dominación impuestas a la diversidad de hombres a la yuxtaposición de las sociedades que forman esta nuestra América. Desigualdades que, sin embargo, son unificadas 147 en la explotación, en la sumisión, en la dependencia colonial. Indios, negros, criollos y mestizos, siendo tan diversos entre sí, son sin embargo parte del sistema que permite su explotación. La diversidad natural se convierte en instrumento para la unidad de la explotación. Todos los americanos, pese a sus ineludibles realidades, a sus ineludibles diferencias, forman parte del poderoso sistema que el mundo occidental ha originado al expandirse sobre la totalidad de la Tierra. Diversidad sobre la cual se han impuesto leyes que la subordinan, magistrados que justifican la subordinación y gobiernos que la hacen respetar. Por ello, es sobre esta realidad, que ha de ser levantada otra sociedad libre, independiente que, tendrá que contar con la misma desigualdad, con la misma realidad, sobre la cual ha de levantarse. ¿Es posible, entonces, una forma de unidad, de integración, dentro de la libertad? Tiene que serlo, como ha sido posible la unidad, y la integración dentro de la dependencia. Claro es que las formas de integración para la libertad no pueden ser las mismas que han permitido la integración para la explotación y la dependencia. Formas diversas que nada tengan que ver con las que hicieron posibles los largos siglos de coloniaje. "El amor a la patria, el amor a las leyes, el amor a los magistrados son las nobles pasiones que deben absorber exclusivamente -dice Bolívar- el alma de un republicano." Sin embargo, los hombres de esta América aman la patria, pero no aman sus leyes; porque éstas han sido nocivas, y han sido fuente del mal: "tampoco han podido amar a sus magistrados, porque eran inicuos. .. Si no hay un respeto sagrado por la patria, por las leyes y por las autoridades, la sociedad es una confusión, un abismo: es un conflicto singular de hombre a hombre, de cuerpo a cuerpo." Habrá, pues, que integrar, que unir una vez más pero bajo otro signo. Unidad que ha de venir de la voluntad de quienes habiendo sufrido dominación quieren ahora vivir en la libertad. La forma única, dirá Bolívar, que permitirá sacar a esta América del caos, una vez que hayan sido rotos los lazos de dependencia, con el dominio que ha hecho ya crisis. "Para sacar 'de este caos nuestra naciente república -dice Bolívar- todas nuestras facultades morales no serán bastantes, si no fundimos la masa del pueblo en un todo; la composición del gobierno en un todo; la legislación en un todo, el espíritu nacional en un todo. Unidad, unidad, unidad debe ser nuestra divisa." Habrá Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit que asimilar" absorber contrarios, diversidades, crear unidades que permitan el triunfo frente a un enemigo que es común como común ha sido su dominio. ¿Los latinoamericanos son diversos entre sí? ¡Uniformémoslosl "La sangre de nuestros ciudadanos es diferente dice el Libertador- mezclé mas la para unirla; nuestra Constitución ha divido los poderes, enlacémoslos para unirlos; nuestras leyes son funestas reliquias de todos los despotismos antiguos y modernos, que este edificio monstruoso se derribe, caiga y apartando hasta sus ruinas, elevemos un templo a la justicia." Para unir habrá que buscar inspiración en quienes lo hayan logrado dentro de la libertad, pero sin hacer de esta inspiración nuevo instrumento de dependencia. Habrá que inspirarse en las experiencias de toda la humanidad, pero a partir de la propia y concreta humanidad adaptándolas a ella. Bolívar no quiere saber nada de experiencias ajenas a la realidad americana, a la difícil y especial realidad americana sobre la cual habrá que partir para transformarla, para cambiar los signos de dependencia en signo de libertad. 3. DE LA IMPROVISACIÓN A LA IMITACIÓN Unidos por la conciencia de la dependencia, los americanos del sur tenían que unirse para alcanzar su independencia. En la Carta de Jamaica, escrita el 6 de septiembre de 1815 en Kingston, Simón Bolívar hace expresa esta conciencia. La conciencia de la situación de dependencia que habrá de ser cambia a. Conciencia que al hacerse patente en todos los hombres de ésta nuestra América dará origen a la unidad para el logro de la libertad. "Los americanos -dice la carta-:- en el sistema español qué está en vigor y quizá con mayor fuerza que nunca, no ocupan otro lugar en la sociedad que el de siervos propios para el trabajo, y cuando más en el de simples consumidores; y aun e,sta parte coartada con restricciones chocantes: tales son las prohibiciones del cultivo de frutos de Europa, al estanco de las producciones que el rey monopoliza, el impedimento de las fábricas que la misma Península no posee, los privilegios exclusivos del comercio hasta de los objetos de primera necesidad, las trabas entre provincias y provincias americanas, para que no se traten, entiendan ni negocien." En otras palabras, las colonias en América eran sólo factorías para ser explotadas. En la explotación quedan incluidos los nativos. Los nativos, cualquiera que fuese su origen: indígenas, mestizos y criollos. Nada podían hacer estos hombres por sí y para 148 sí mismos. Su papel era el de esclavos encargados de hacer producir a la naturaleza los frutos que necesitaban sus explotadores. "En fin -continúa Bolívar-, ¿quiere usted saber cuál era nuestro destino? Los campos para cultivar el añil, la grana, el café, la caña, el cacao y el algodón. Las llanuras solitarias para criar ganados, los desiertos para cazar las bestias feroces, las entrañas de la tierra para excavar el oro que no puede saciar a esa nación avarienta." Los hombres nacidos para la esclavitud eran, también, educados para la servidumbre. No se les enseñó nada que pudieran, alguna vez, poner a su servicio. Eran enseñados a obedecer o a mandar de acuerdo con lo que les era mandado. "Tan negativo era nuestro pasado que no encuentro semejante en ninguna asociación civilizada." Nada había en la historia semejante a la situación de los nacidos en esta América. Una América rica y con hombres que podrían haberla hecho producir para sí mismos, lo cual resultaba más humillante. "Pretender que un país tan felizmente constituido, extenso, rico y populoso; sea meramente pasivo, ¿no es un ultraje y una violación a los derechos de la humanidad?", se pregunta Bolívar. La América calumniada por los Buffon y los de Pauw, para justificar nuevas explotaciones era, pese a esas calumnias, rica y sus hombres capaces de extraer tales riquezas. Ya otros hombres de ciencia, como Alejandro de Humboldt, habían mostrado, al contrario de los calumniadores, la existencia de tales riquezas y la capacidad de los americanos para extraerlas. ¿Por qué entonces no lo hacían? Porque no sabían hacer otra cosa que obedecer. No se les había educado para autosatisfacerse, para servirse a sí mismos, sino para servir a sus .señores, a sus amos. Bolívar expresa esta negativa situación diciendo: Estábamos "abstraídos y, digámoslo así, ausentes del universo en cuanto es relativo a la ciencia del gobierno y administración del estado. Jamás éramos virreyes ni gobernadores, sino por causas muy extraordinarias; arzobispos y obispos, pocas veces; diplomáticos nunca; militares, sólo en calidad de subalternos; nobles sin privilegios reales; no éramos, en fin ni magistrados ni financistas, y casi ni aun comerciantes: todo en contravención directa de nuestras instituciones". La servidumbre establecida por el Imperio español en América era superior a las que otras tiranías imperiales habían Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit impuesto en la historia. En el discurso de Angostura, pronunciado cuatro años más tarde, vuelve a hablar de la ignominiosa situación del hombre en América. "Todavía hay más -dice- nuestra suerte ha sido puramente pasiva, nuestra existencia política ha sido siempre nula y nos hallamos en tanta más dificultad para alcanzar la Libertad, cuanto que estamos colocados en un grado inferior al de la servidumbre; porque no solamente se nos había robado la Libertad, sino también la tiranía activa y doméstica." ¿Qué quiere decir Bolívar con esto último? Simplemente que la tiranía colonial no era siquiera una tiranía propia. Para Bolívar toda tiranía, hasta el momento de la nueva colonización había servido a los mismos tiranizados o, cuando menos, a gente de .ellos, a gente surgida del pueblo que la sufría. En cambio la tiranía impuesta por la conquista, fue una tiranía dependiente. Lo que ella cuidaba, u originaba, no servía a ningún americano, sino a hombres y poderes ajenos a la América. "Son persas los sátrapas de Persia, son turcos los rajaes del gran señor, son tártaros los sultanes de la Tartaria. La China no envía a buscar mandarines a la cuna de Gengis-Kan, que la conquistó", dice Bolívar. Los tiranos surgidos en la historia habían sido, hasta ahora, tiranos de sus propios hombres, de sus propias tierras. La tiranía sufrida por América sirve sólo a hombres e intereses extraños a ella. Ni siquiera se ha dejado a esta América el derecho a tener sus propias tiranías. "Por el contrario -agrega el Libertador-, la América todo lo recibía de España, que realmente la había privado del goce y ejercicio de la tiranía activa; no permitiéndonos sus funciones en nuestros asuntos domésticos y administración interior. Esta abnegación nos había puesto en la imposibilidad de conocer el curso de los negocios públicos: tampoco gozábamos de la consideración personal que inspira el brillo del poder a los ojos de la multitud, y que es de tanta importancia en las grandes revoluciones." América sufría tiranía, pero era, tan sólo, una tiranía refleja. Una tiranía que no podía atraer a pueblo alguno con su poder, porque la consideraba ajena. Nada decía a este pueblo un poder sobre el cual no se sabía reflejado. Su sufrimiento era, simplemente, un sufrimiento extraño; nada de él servía a ninguno de los suyos. A nadie sino a extraños beneficiaba una tal tiranía. Tiranía dependiente. No ya las grandes tiranías de la historia, a través de las cuales los hombres iban encontrándose a sí mismos para reclamar como propios, los frutos de la violencia Y el sufrimiento. Los americanos no podían siquiera hacer esto. Por ello, tendrían que romper con todo eso, con todo el ignominioso pasado que les había tocado, que les había sido impuesto. 149 Nada de este pasado les era propio, tan sólo la explotación, la servidumbre y su dolor. América estaba, pura y simplemente, fuera del Universo en cuanto a la ciencia relativa del gobierno. Sólo sabía obedecer. Sus hábitos y costumbres habían sido motivados para esta obediencia. "Vencido el pueblo americano al triple yugo de la ignorancia, de la tiranía Y del vicio, no hemos podido adquirir, ni saber, ni poder, ni virtud." El imperio sólo había formado servidores, esclavos, gente incapaz de valerse a sí misma. Discípulos de tales maestros, los americanos sólo han aprendido los vicios que les hacen aceptar el yugo como algo positivo. "Por el engaño se nos ha dominado más que por la fuerza -dice Bolívar-; y por el vicio se nos ha degradado más bien que por la superstición." Educar para la tiranía era así más efectivo que imponer por la fuerza tal tiranía. Los hombres, de esta forma, aceptan como propia una situación que les es impuesta y como algo natural el servir a otros contra sí mismos. "La esclavitud es la hija de las tinieblas; un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción; la ambición, la intriga, abusan de la credibilidad y de la inexperiencia, de hombres ajenos de todo conocimiento político, económico o civil" Por ello confunden todo, tomando la licencia y el libertinaje, por Libertad; así como la traición es tomada por patriotismo y la venganza por justicia. Para Bolívar, es de extraordinaria importancia el tomar clara conciencia de este hecho, de esta situación. Pues sólo así, en su opinión, podrán ser evitadas las nefastas consecuencias en que pueden caer hombres que tienen posibilidad de romper con una tiranía, pero nunca, han sabido cómo vivir en la libertad. Pues no basta decir, no, a la tiranía, hay que saber, también, qué hacer con la libertad. De otra forma, el hombre formado en la tiranía, sólo buscará tiranías que ocupen el vacío de poder que sea incapaz de llenar con libertad. "Un pueblo pervertido -sigue Bolívar- si alcanza su libertad muy pronto vuelve a perderla; porque en vano se esforzarán en mostrarle que la felicidad consiste en la práctica de la virtud; que el imperio de las leyes es más poderoso que el de los tiranos porque son más flexibles, y todo debe someterse a su benéfico rigor; que las buenas costumbres y no la fuerza, son las columnas de las leyes; que el ejercicio de la justicia es el ejercicio de la libertad." El nuevo orden, el orden de la libertad para los americanos, tendrá que alzarse sobre esta dura realidad. Habría Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit que legislar, que educar, que gobernar para el logro de lo que se anhela, pero no se tiene, La conciencia de la propia dependencia, de tiranías, impuestas, aceptadas o no, han de servir a legisladores; gobernantes para posibilitar el ámbito de libertad y su uso. "Nuestros débiles conciudadanos tendrán que robustecer su espíritu mucho antes que logren digerir el saludable nutritivo de la libertad. Entumecidos sus miembros por la cadena, debilitada su vista en las sombras de las mazmorras y aniquilados por las pestilencias serviles ¿serán capaces de marchar con pasos firmes hacia el augusto Templo de la Libertad? ¿Serán capaces de admirar de cerca sus espléndidos rayos y respirar sin opresión el éter puro que allí reina?" Habrá que acertar, "si no acertáis, repito sentencia Bolívar-, la esclavitud, será el término de nuestra transformación", Habrá otros amos, habrá otros señores, la libertad sólo será una palabra vana, Porque son los "pueblos más bien que los Gobiernos los que arrastran tras de sí la tiranía. El hábito de la dominación los hace insensibles a los encantos del honor y de la prosperidad nacional y miran con indolencia la gloria de vivir en el movimiento de la libertad, bajo tutela de leyes, dictadas por su propia voluntad". La decantada libertad de la que se viene hablando, sin la capacidad de los americanos para usada, vendría a ser, así, un arma de dos filos que acabaran hiriendo a sus inhábiles usuarios. Tal libertad, era consciente el Libertador, sólo originaría anarquías y, con ellas, nuevas tiranías. Los instrumentos para forjar el ámbito propio a la libertad, parecían ajenos a los americanos. Éstos sólo poseían los instrumentos de la esclavitud, Con tales instrumentos era imposible forjar la libertad. "¿Cómo -pregunta-, después de haber roto todas las trabas de nuestra antigua opresión, podemos hacer la obra maravillosa de evitar que los restos de nuestros duros hierros no se cambien en armas liberticidas? Las reliquias de la dominación española permanecerán largo tiempo antes que lleguemos a anonadarlas; el contagio del despotismo ha impregnado nuestra atmósfera, y ni el fuego de la guerra, ni el específico de nuestras saludables leyes han purificado el aire que respiramos, Nuestras manos ya están libres, y todavía nuestros corazones padecen de las dolencias de la servidumbre." Es en esta herencia, en este pasado que descansa, para Bolívar, la desigualdad de los pueblos de esta América frente a otros pueblos. Todos los hombres y pueblos son iguales, declaraban los filósofos de la libertad; desgraciadamente no a todos los hombres les han tocado las circunstancias adecuadas para el uso de tales 150 libertades. Las desigualdades no son, así, físicas, sino originadas en circunstancias históricas. Para los pueblos de esta América está la circunstancia de haber entrado en una historia que no habían hecho, bajo el signo de la dependencia; así como la circunstancia de haber sido formados para la servidumbre y no para la libertad. De allí, la difícil tarea que permita hacer posible la libertad. Tarea de hombres, pero de hombres que, para tener éxito, habrán de contar, previamente, con lo que ya han sido, habrán de partir de las circunstancias que les han sido impuestas, Por ello, el cambiar estas circunstancias habrá de ser el previo paso para el logro de la anhelada libertad. ¿Qué hacer mientras tanto? ¿Cómo podrán los americanos educarse para la libertad dentro de la tiranía? Un hecho histórico, la invasión de la metrópoli española por las fuerzas napoleónicas, abría un resquicio. Pero no el resquicio que hiciese de los hombres de esta América hombres libres, sino sólo un resquicio, una oportunidad que tendría que ser aprovechada. ¿Pero, cómo ser verdaderamente libres sin poseer los hábitos para la libertad? ¿Cómo conducir el gobierno sin España? ¿Cómo crear un orden propio si no se sabe hacer otra cosa que obedecer? Simplemente, improvisando. Antes de crear habría que improvisar. No era éste, por supuesto, el mejor de los caminos, pero era el único. "América no estaba preparada para desprenderse de la metrópoli, como súbitamente sucedió." Pero era éste un hecho y como tal habría que aceptarlo. Por ello, agrega Bolívar" en la Carta de Jamaica, los "americanos han subido de repente y sin los conocimientos previos, y, lo que es más sensible, sin la práctica de los negocios públicos, a representar en la escena del mundo las eminentes dignidades de legisladores, magistrados, administradores del erario, diplomáticos, generales y cuantas autoridades supremas y subalternas forman la jerarquía de un estado organizado con regularidad". Sin gobierno la Península, por obra de las tropas napoleónicas, quedaban, también sin gobierno, en la orfandad, los pueblos que en esta América dependían del gobierno hispano. Era ésta la oportunidad para iniciar el camino a la libertad, pero no el logro de la misma libertad. Por ello, hubo que improvisar todo, partir de cero. Porque cero era lo que se había heredado respecto a la ciencia del gobierno, del único gobierno, el colonial español. "Pero ¿seremos nosotros capaces de mantener en su verdadero equilibrio la difícil Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit carga de una república? ¿Se puede concebir que un pueblo recientemente desencadenado se lance a la esfera de la libertad sin que, como ícaro, se le deshagan las alas y recaiga en el abismo? Tal prodigio es inconcebible, nunca visto. Por consiguiente no hay un raciocinio verosímil que nos halague con esta esperanza." ¿Para no improvisar, imitar? ¿No existen, acaso, pueblos en situación semejante a los pueblos de ésta nuestra América, que han alcanzado la libertad y cuyas experiencias pueden servir a los pueblos latinoamericanos? Bolívar no lo cree así. Para Bolívar, si bien la improvisación es mala, peor será la imitación. Imitar es para Bolívar, imponerse nuevas cadenas. De esta conciencia, no escuchada por los pueblos que había liberado Simón Bolívar, otros hombres tomarían nueva conciencia para enfrentar los nuevos encadenamientos. Encadenamientos provenientes de la imitación indiscriminada. Pero habría que partir, pese a todo de lo que se era, por negativo que fuese. Era ésta la experiencia, la única experiencia posible. Pero habría que evitar que esta experiencia se repitiese; pero sin por ello dejar de tomarla en cuenta como experiencia para poder crear otro orden. Sólo haciendo consciente lo que se había vivido como esclavo, se podía evitar seguir viviendo como tal. Imitar, por el contrario, implicaría la aceptación de otras cadenas. Porque se imita lo que se considera superior. Y superiores tendrían que ser los modos de vida, las leyes, las constituciones creadas por otros pueblos, pero ajenos a los pueblos que no las habían creado. Esto era peligroso, muy peligroso. Lo anticipaba, genialmente, el Libertador. Por ello, en el discurso de Angostura, hablando de la Constitución Federal dé Venezuela que, como otras muchas constituciones de esta América había sido copiada de los Estados Unidos, dice: "Cuando más admiro la excelencia de la Constitución Federal de Venezuela, tanto más me persuado de la imposibilidad de su aplicación en nuestro estado." Bolívar reconoce lo prodigioso de tal constitución, la Constitución que modeló, la Constitución de los Estados Unidos. "... es un prodigio -dice- que su modelo en el Norte de América subsista tan prósperamente y no se trastorne, al aspecto del primer embarazo o peligro." Se trata de un modelo singular. El modelo de un pueblo "que se ha criado en la libertad, y se alimenta de pura libertad". Pero se trata de un "Pueblo único en la historia del género humano". ¿Pero este modelo puede ser asimilado por 151 pueblos que no han nacido en la libertad, no han sido creados en ella, ni se alimentan de ella? Bolívar encuentra muy difícil adaptar a Venezuela y al resto de esta América, leyes que le son extrañas, leyes para las cuales carecen de hábitos. Los hábitos que le permitan darles vigencia. Las leyes, dice Bolívar recordando a Montesquieu, "deben ser propias de los pueblos que las hacen". Deben dar solución a los problemas que se plantean a hombres determinados, en una circunstancia igualmente determinada. "He aquí el Código -agrega- que debíamos consultar, y no el de Washington.” Los pueblos de esta América tienen, previamente, que adoptar sentido de la libertad y adaptar la, a su realidad. No se puede saltar de la dependencia a la libertad sin capacitar a los pueblos en su uso. No basta, por eso, imitar constituciones, leyes, hábitos y costumbres, hay que adquirir, antes, los talentos que las hicieron posibles. Dice Bolívar en la Carta, "En tanto que nuestros compatriotas no adquieran los talentos y las virtudes políticas que distinguen a nuestros hermanos del Norte, los sistemas enteramente populares, lejos de sernos favorables, temo mucho que vengan a ser nuestra ruina." No es que el Libertador no quiera para los pueblos de esta América tales sistemas, simplemente encuentra que no habiéndolos creado y vivido, como los estadounidenses, no podrían hacerlos factibles, salvo que antes adquieran la preparación para su uso. Por ello agrega, "yo deseo más que otro alguno ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria". Esto lo quiere, lo anhela con toda la fuerza, y hacia su posibilidad se encaminan los esfuerzos del libertador y de. Sus pares en esta América. Pero todo eso, sin embargo, no pasa de un proyecto. "Aunque aspiro a la perfección del gobierno de mi patria: -agrega- no puedo persuadirme que el Nuevo Mundo sea por el momento regido por una gran república." Antes habrá que preparar a sus pueblos para esta posibilidad. Agrega, "Los estados americanos han de menester de los cuidados de gobiernos paternales que curen las llagas y las heridas del despotismo y la guerra". Comprende así Bolívar las razones de los americanos del sur de querer copiar instituciones que ya han tenido éxito en otros lugares. Pero lo importante, insiste, es .que éstas sean factibles en situaciones como las que Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit vive esta América. "... el ejemplo de los Estados Unidos por su peregrina prosperidad era demasiado lisonjero para que no fuese seguido." ¿Quién se puede resistir al impacto de triunfos como los alcanzados por esa nación, sin pretender seguir sus caminos? Pese a todo no estaban estos hombres aún capacitados para hacer suyas experiencias que no habían vivido. "Se quiere imitar a los Estados Unidos -escribe al general Gutiérrez de la Fuente- sin considerar la diferencia de elementos, de hombres, de cosas. Crea usted general, que nuestra composición es muy' diferente a la de aquella nación, cuya existencia puede contarse entre las maravillas que de siglo en siglo produce la política. Nosotros no podemos vivir sino de la unión." Es una desgracia, escribe al coronel Belford Hinton Wilson, que no podamos lograr la felicidad "con las leyes y costumbres de los americanos. Usted sabe que esto es imposible; lo mismo que parecerse la España a la Inglaterra". Y a Daniel F. O'Leary le dice: "Yo pienso que mejor sería para la América adoptar el Corán que el gobierno de los Estados Unidos, aunque es el mejor del mundo." Porque nada que no hagan los latinoamericanos por símismos les será hecho por ningún otro pueblo. Nada, dice el Libertador, ha hecho la poderosa nación norteamericana por la libertad del resto de las Américas. "...nuestros hermanos del Norte se han mantenido inmóviles espectadores de esta contienda -escribe en la Carta de Jamaica- que por su esencia es la más justa". Inglaterra, que ha dado una gran ayuda a esta independencia, lo sabe Bolívar, lo hace porque así conviene a sus intereses: Por ello se rehúsa a pactar con cualquiera de las naciones fuertes. Sabe que una América, sin fortaleza, no podrá sino sellar nuevas dominaciones. "Formando una vez el pacto con el fuerte, ya es eterna la obligación del débil. Todo bien considerado, tendremos tutores en la juventud, amos en la madurez." ¿Quién entonces ha de salvar a ésta nuestra América de sus grandes problemas? pregunta en otro lugar. Nadie, se contesta, que no sean los propios americanos. Cualquier cosa que hagan éstos, encontrará, inclusive, la oposición de las naciones modelos si tales actos no convienen a sus intereses. Hablando de esto, dice Bolívar, "¿Cuánto no se opondrían todos los nuevos estados americanos, y los Estados Unidos que parecen destinados por la providencia para plagar la América de miserias en nombre de la Libertad?". Y en otro lugar, dice, ante los problemas que se plantean a los latinoamericanos, y que no pueden ser resueltos. "Esto aflige el alma, porque ¿quién puede curar un mundo entero? Los Estados Unidos son los peores 152 y aún son los más fuertes al mismo tiempo." Todo está en manos de los propios"' latinoamericanos. Han de ser los propios latinoamericanos los que, partiendo de su realidad, de sus miserias; de su experiencia de la esclavitnd y la servidumbre, los que pongan fin a todo eso. Son ellos los que han de crear el proyecto de su libertad dentro de un orden en la libertad. Simón Bolívar, a partir de estas ideas, dará el primer gran paso, el que le permitirían sus circunstancias, el paso de la liberación política de una gran parte de la América Latina, un paso simultáneo con, el dado en otros lugares de la misma América. El segundo paso será el de la búsqueda del orden propio para la América una vez liberada. Un orden que no podrá ser el de la esclavitud dejado por el colonialismo; pero tampoco el modelo de libertad ajeno a la realidad y posibilidades de esta América. El primer paso lo alcanzarán los latinoamericanos, unidos en un propósito que les era común. El segundo no pasará de una bella utopía, como ya la temía el propio Bolívar, el cual, pese a todo, lo intentará. De su genio surgirá así el primer gran proyecto liberador para esta América. Pero será. la propia realidad americana la que, a su vez, dará la razón a sus desconfianzas. Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit 153 VI. EL PROYECTO LIBERTARIO 1. LA UTOPÍA BOLIVARIANA EN PERÚ, en las llanuras de Ayacucho, un nueve de diciembre de 1824, el general José Antonio de Sucre, lugarteniente del Libertador, vence, en batalla que será definitiva, a las fuerzas del virrey La Serna. Con esta batalla se pondrá fin al dominio ibero en América. Con ella culminan los actos emancipatorios que se vienen realizando, desde el primero en Venezuela en 1811, seguido por el proclamado en 1813 por Morelos en México hasta su reconocimiento en 1821; los actos realizados, por el mismo año, en Centroamérica. En Río de la Plata la Argentina realiza semejante hazaña en 1816. Y a continuación el general José de San Martín pasa los Andes para la liberación de Chile y el Perú, hasta encontrarse con Simón Bolívar en Guayaquil. Bolívar también ha pasado los Andes, para liberar Colombia, Ecuador, Perú y formar una nueva nación, Bolivia. El Brasil, por su lado, ha roto con la metrópoli portuguesa en 1822. Todas estas luchas alcanzan así, su culminación en Ayacucho. En la batalla contra las fuerzas realistas, los insurgentes llevan en sus filas soldados venezolanos, colombianos, ecuatorianos, peruanos, chilenos y argentinos. La presencia en esta batalla de hombres venidos de lejanos puntos de ésta nuestra América, demostraría que los sueños de los libertadores eran posibles. Posibles uniendo esfuerzos en el logro de una meta que les era común, la libertad. Esta unidad había ya permitido expulsar al colonizador del resto de las Américas. El proyecto liberador podía ahora ser un hecho. El conjunto de pueblos que habían sido integrados, por la fuerza, bajo el signo de la dependencia, había logrado integrarse para dar la batalla final a esa dependencia. Un nuevo orden era posible, un nuevo orden bajo el signo de la libertad. Los sueños de Bolívar, expuestos en la Carta de Jamaica podían ahora ser realizados. Lo que había sido una gran Colonia, podía ahora transformarse en "una gran Nación", en la más grande nación del mundo. N o grande por su extensión, aunque sería extensa; ni por su riqueza, aunque sería rica, sino por su "libertad y gloria". Los temores de Bolívar se habían desvanecido ante el éxito alcanzado contra el ejército colonizador. España misma, acaso a pesar suyo, había dado a esta América los posibles vínculos de esa necesaria unidad y la posibilidad de su grandeza como nación. Por ello decía: "Es una idea grandiosa pretender formar de todo el Mundo Nuevo una sola nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene, un origen, una lengua, unas costumbres y una reIigión, debería por consiguiente tener un solo gobierno que confederase los diferentes estados que hayan de formarse." No todo era ignominioso. Mucho había en el pasado de esta América que podía y debería ser potenciado para realizar la libertad. Sobre la servidumbre, a pesar de la servidumbre, la misma España había dejado su cultura. Una cultura que, la América como otro Prometeo, había robado a su creador para ofrecerla a sus hijos. Anticipándose a los sucesos de Ayacucho, en la misma Carta, redactada en 1815, había ya escrito: "¿No es la unión todo lo que se necesita para ponerlo s en estado de expulsar a los españoles, sus tropas y los partidarios de la corrompida España para hacerlos capaces de establecer un imperio poderoso, con un gobierno libre y leyes benévolas? Unión, unión y unión era lo que se necesitaba para hacer posible tal proyecto. No sólo el proyecto ya alcanzado de expulsar al dominador, sino el proyecto, aún más difícil, el de organizar, legislar, gobernar, educar para la Libertad. La unión para el triunfo en la guerra sería ahora la que pudiese permitir un triunfo en la paz, ganada la guerra había que ganar la paz. "Seguramente -dice Bolívar- la unión es lá que nos falta para completar la obra de nuestra regeneración." "Yo diré a usted -agrega- lo que puede ponemos en actitud de expulsar a los españoles y de fundar un gobierno libre; es la unión, ciertamente; mas esta unión no nos vendrá por prodigios divinos, sino por efectos sensibles y esfuerzos bien dirigidos." El retardo de América, para alcanzar plenamente la libertad, se debió a su aislamiento, a su falta de relaciones diplomáticas con otras naciones del mundo, a la falta de auxilios militares, al ser combatida por una nación, un imperio, que posea juntos todos los elementos que le habían permitido imponer su- dominio y mantenerlo. Esto era, precisamente, lo que había de ser cambiado para posibilitarlo como nación libre. Bolívar sabe que no será tarea fácil. Con pesimismo, hablará de los impedimentos que tal obra podrá encontrar una y otra vez. Pese a ello se empeña en soñar. Y será de acuerdo con este sueño que dirá en la misma Carta: "¡Qué bello sería que el istmo de Panamá fuese para nosotros lo que el de Corinto para los griegos! Ojalá que algún día tengamos la fortuna de instalar allí un augusto congreso de los representantes de las repúblicas, reinos e imperios a tratar y discutir sobre los altos intereses de la paz y de la guerra con las naciones de las Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit otras tres partes del mundo. Esa especie de corporación podrá tener lugar en alguna época dichosa de nuestra regeneración." Sueño de Unidad, no sólo americana, sino mundial de pueblos libres. Panamá como eje de esa augusta unidad en' la libertad. El sueño libertaria iba de una nación americana a otra, y de la América entera a toda la tierra. Por ello dice Bolívar, "En la marcha de los siglos, podría encontrarse, quizá, una sola nación cubriendo el universo". El triunfo de Ayacucho presentará, como posible, el soñado proyecto libertario. Dos días antes de la batalla, que maquinaciones políticas impidieron a Bolívar dirigir, pero seguro del triunfo previsto, en circular, enviada por el Libertador el 7 de diciembre del mismo 1824, a los gobiernos de Colombia, México, la América Central, las Provincias Unidas de la Plata, Chile, incluyendo al Brasil, propondrá la instalación de una gran Asamblea encaminada a hacer posible el sueño de unidad de la América Latina bajo la paz. Sería la unión para realizar con plenitud, la libertad. La libertad a la que ya tenían derecho los americanos que habían vencido, definitivamente a sus dominadores. El punto de reunión sería Panamá. Se pensó hacerla en seis meses, pero se realizaría dos años después. El proyecto libertario podría ahora ser realidad, por lo que se refería a la organización del nuevo orden. Para el orden propio de pueblos libres de esta América. "Después de quince años de sacrificios consagrados a la Libertad de América para obtener el sistema de garantías que, en paz y en guerra, sea el escudo de nuestro nuevo destino -decía la circular firmada por el propio Bolívar-, es tiempo ya de que los intereses y relaciones que unen entre sí a las repúblicas americanas, antes colonias españolas, tengan una base fundamental que eternice, si es posible, la duración de los gobiernos. Entablar aquel sistema y consolidar el poder de este gran cuerpo político pertenece al ejercicio de una autoridad sublime que dirija la política de nuestros gobiernos cuyo influjo mantenga la uniformidad de sus principios y cuyo nombre sólo calme nuestras tempestades. Tan respetable autoridad no puede existir sino en una asamblea de plenipotenciarios nombrados por cada una de nuestras repúblicas y reunidos bajo los auspicios de la-victoria, obtenida por nuestras armas contra el poder español". 154 En la búsqueda de la posible integración de intereses para el afianzamiento de la libertad, Bolívar relataba en la circular los intentos hechos pocos años antes. Años en los que las dificultades para tal propósito habían sido mayores. Más difícil por la presencia activa del enemigo represor en la América. El nuevo momento, el propio de la victoria y el de una serie de situaciones de carácter internacional, explicaba también Bolívar, hacían urgente el intentar la Asamblea. Piensa, decíamos, en un plazo de seis meses pero, situaciones y obstáculos posteriores lo aplazarán hasta el 22 de junio de 1826. Dadas las distancias entre una nación, y otra de las posibles participantes, lo lógico sería un punto equidistante a cada una de ellas. Este lugar sería, como lo sugería ya en la Carta de Jamaica, Panamá. "Parece que si el mundo hubiese de elegir su capital -dice Bolívar- el Istmo de Panamá sería señalado para este augusto destino, colocado como está en el centro del globo, viendo por una parte el Asia, y por la otra, el África y la Europa." "El Istmo de Panamá está a igual distancia de las extremidades, y por esta causa podrá ser el lugar provisorio de la Primera Asamblea de los confederados." La integración americana, entendiendo por ésta la de los pueblos de origen hispano e ibérico podría a su vez ser el punto de partida para una integración que abarcase al mundo entero. Una idea que estará presente en la mente del Libertador. Pero una idea, también, que tendría que partir de deducciones realistas. La integración planetaria tendría que partir de la integración de pueblos con intereses comunes. Intereses que les darían fortaleza, a partir de cuya integración podrían intentarse integraciones más amplias, incluyendo, en ellas a las grandes potencias de la tierra. Potencias que sólo la unidad de los pueblos que los sufrían, podría equilibrar, para no pasar de una dependencia a otra dependencia. No se podían asociar lobos y carneros, tiburones y sardinas. Por ello, la integración latinoamericana tendría que ser el punto de partida de una integración que podría alcanzar extensión mundial. Por ello, dice en otro lugar: "La libertad del Nuevo Mundo es la esperanza del Universo." A partir, concretamente de Colombia, Bolívar vuelve a proyectar la utopía de una integración planetaria. "Volando por Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit entre las próximas edades -dice- mi imaginación se fija en los siglos futuros, y observando desde allá, con admiración y pasmo, la prosperidad, el esplendor, la vida que ha recibido esta vasta región, me siento arrebatado y me parece que ya la veo en el corazón del universo, extendiéndose sobre sus dilatadas costas, entre esos océanos, que la naturaleza había separado, y que nuestra patria reúne con prolongados y anchurosos canales. Ya la veo servir de lazo de centro de emporio a la familia humana; ya la veo enviando a todos los recintos de la tierra los tesoros que abrigan sus montañas de plata y de oro; ya la veo distribuyendo por sus divinas plantas salud y la vida a los hombres dolientes del antiguo universo y la veo comunicando sus preciosos secretos a los sabios que ignoran cuán superior es la suma de las luces a la suma de las riquezas que le ha prodigado la naturaleza. Ya la veo sentada sobre el Trono de la Libertad empuñando el cetro de la Justicia, coronada por la Gloria, mostrar al mundo antiguo la majestad del mundo moderno." Palabras que serían la más certera respuesta a las calumnias de los Buffon, Voltaire, De Pauw y otros ilustrados. Era la América ofreciendo al mundo entero sus riquezas; pero no bajo el signo de la dependencia, sino bajo el signo de la libertad y la justicia. Riquezas del hombre y para el hombre cualquiera fuese su lugar en la tierra. Un mismo origen, la dependencia, el colonialismo; pero también la grandeza de pueblos que se han forjado en ellas. Pueblos que han hecho de su largo sufrimiento y de su no menos larga rebeldía, el instrumento de su nueva unión. No ya unión, o integración bajo una determinada forma de dominación, sino para la libertad y para el orden propio de esta libertad, una vez que ha sido alcanzada. En otro rapto de imaginación de lo que podía ser esta América, unida en un solo proyecto libertario, dice Bolívar: "Pero el gran día de América no ha llegado. Hemos expulsado a nuestros opresores, roto las tablas de sus leyes tiránicas y fundado instituciones legítimas: mas todavía nos falta poner el fundamento del pacto social, que debe formar de este mundo una nación de repúblicas." Esta unión creará un coloso campeón de la libertad, por ello, sigue diciendo, "la imaginación no puede concebir sin pasmo la magnitud de un coloso, que semejante al Júpiter de Homero, hará temblar la tierra de una ojeada. ¿Quién resistirá a la América reunida de corazón, sumisa a una ley y guiada por la antorcha de la libertad?" Bolívar, anticipándose a nuestros tiempos, piensa que de esta unidad libertaria podrá llegar a inspirar la acción que pueda liberar a otras tierras y hombres también sometidos, 155 hasta las lejanas Asia y África. Su sueño, su utopía es ecuménica. Imagina una sola nación cubriendo la Tierra, el Universo. El paso que habrá de posibilitar tal sueño, será el que intente dar Bolívar convocando a la reunión de Panamá en la carta circular de que hemos hablado. De esta unidad dependerá, igualmente, el respeto y atención que deberán darle a esta América las potencias modernas. Sin este respeto y atención positiva, dichas potencias no verán en los fragmentados pueblos de esta América sino "vacíos de poder" que han de ser ocupados. En 1819 Bolívar escribía diciendo: "La falta de unidad y condiciones, la falta de acuerdo y armonía y, sobre todo, la falta de medios que producía necesariamente la separación de las repúblicas, es, repito, la causa verdadera de ningún interés que han tomado hasta ahora nuestros vecinos y europeos en nuestra suerte. Secciones, fragmentos que, aunque de grande extensión, no tienen ni la población ni los medios, no podían inspirar ni interés ni seguridad a los que deseasen establecer relaciones, con ellos." Por ello, se enfrenta Bolívar a los regionalismos que ya disputaban entre sí, en los mismos inicios de la Guerra de Independencia. La lucha era la misma, eran los mismos propósitos, las mismas metas, los de la libertad. ¿Por qué entonces dividirse y discutir sobre el futuro de pueblos que se van liberando queriendo así fragmentarlos? En 1813 escribía al patriota colombiano Nariño: "Si unimos todo en una misma masa de nación, al paso que extinguimos el fomento de los disturbios, consolidamos más nuestras fuerzas y facilitamos la mutua cooperación de los pueblos a sostener su causa natural. Divididos, seremos más débiles, menos respetados de enemigos y neutrales. La unión bajo un solo gobierno supremo, hará nuestras fuerzas, y nos hará formidables a todos." Será, también, en relación con esta necesaria unidad de pueblos de origen y metas semejantes, que Bolívar se oponga a cualquier relación bilateral con cualquiera de las grandes potencias de esos días. Lo mismo da Inglaterra o los Estados Unidos. Formando, "una vez el pacto con el fuerte, -dice- ya es eterna la obligación del débil. Todo bien considerado, tendremos tutores en la juventud, amos en la madurez y en la vejez seremos libertos". Respecto a Inglaterra, considera que una alianza con ella puede ser ventajosa en principio para los fines de las naciones americanas. "Por ahora -escribe Bolívar- me- parece que nos dará una gran importancia y mucha respetabilidad la alianza con la Gran Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit Bretaña, porque bajo su sombra podremos crecer, hacernos hombres, instruirnos y fortalecernos para presentarnos entre las naciones en el grado de civilización y de poder, que son necesarios a nuestro gran pueblo. Pero estas ventajas no disipan los temores de que esa poderosa nación sea en lo futuro soberana de los consejos y decisiones de la asamblea: que su voz sea la as penetrante, y que su voluntad y sus intereses sean el alma de la confederación, que no se atreverá a disgustarla por no buscar echarse encima un enemigo irresistible. Éste es, en mi concepto, el mayor peligro que hay en mezclar a una nación tan fuerte con otras tan débiles." Y respecto a los Estados Unidos, ya sabemos lo que pensaba en cuanto él imitar sus instituciones, o pretender ligar la suerte de estas repúblicas a la de ese nuevo coloso. Nuestro pueblo no es el europeo, ni el americano del norte, expone en el discurso de Angostura. Así se expresa cuando dice: "Pero sea lo que fuere de este gobierno con respecto a la nación americana, debo decir que ni remotamente ha entrado en mi idea asimilar la situación y naturaleza de los Estados, tan distintos como el inglés americano y el americano español." Los Estados Unidos han luchado y alcanzado la libertad, pero es su libertad, no la libertad de otros pueblos. Los intereses de esta nación no son los intereses de estos otros pueblos. La América Latina ha iniciado la lucha por la independencia cuando ya los Estados U nidos han afianzado la suya y sólo buscan su fortalecimiento. Discutiendo lo referente a las invitaciones para la reunión de Panamá, en 1825, Bolívar encuentra difícil mezclar ciertos pueblos en una reunión que es sólo el punto de partida de reuniones más amplias. En este sentido se resiste a que sean invitados los Estados Unidos. No creo que los Estados Unidos deban entrar al congreso del Istmo, escribe a Santander. Se trata de un pueblo heterogéneo. "Por lo mismo jamás seré de opinión -insiste- de que los convidemos para nuestros arreglos americanos." Los españoles derrotados, considera Bolívar, no son ya un peligro. El peligro está en otros lugares, frente a otras naciones fuertes y poderosas. "Los españoles ya no son peligrosos -escribe también a Santander- en tanto que los ingleses lo son mucho, porque son omnipotentes." Habrá primero, que unir lo que ya existía unido, aunque bajo otro signo. Unir a la América colonizada por España y después, inclusive naciones americanas como su amado Haití y el BrasiI. Brasil ha sido invitado, pero ya manipula en función con sus intereses. El sueno bolivariano, el proyecto libertario, ha de realizarse pero sin olvidar, precisamente, la realidad sobre la cual ha de actuar. En la Carta de: Jamaica Bolívar había ya expuesto 156 todo lo que podía oponerse a éste su soñado proyecto. Entre 1824, fecha de la Convocatoria y 1826, fecha de la reunión en Panamá, el optimismo del Libertador se va apagando. El proyecto tropezará cada vez, con múltiples obstáculos. La unidad alcanzada en la batalla de Ayacucho se iba disolviendo ante los intereses de los caudillos que aciertan a mantener la integración para la paz. El pasado colonial seguía vivo en los hábitos y costumbres de los hombres que se habían liberado de las metrópolis. Alcanzada la victoria de las armas, la victoria de la paz, del orden propio de esa victoria, va presentándose como una imposibilidad, como una hermosa pero imposible utopía. El proyecto liberador tendrá que reajustarse, que buscar otras vías de realización. 2. LA DURA REALIDAD AMERICANA En Panamá debería ser realizado el sueño de una nueva forma de unidad de la América ya libre de la tiranía ibera. Vencida la tiranía, la unidad bajo la dominación colonial debería de transformarse en unidad bajo la libertad. La unidad que había hecho posible el triunfo final en Ayacucho. La reunión se realizará dos años después de la victoria de Sucre. Se reunirá en el Convento de San Francisco, de la ciudad de Panamá, a partir del 22 de junio de 1826. Sin embargo, dicha reunión, estaba ya destinada al fracaso desde varios meses antes. La integración bajo la libertad era sólo un sueño. La división entre los pueblos latinoamericanos, y dentro de las naciones que formaban estos pueblos, se había iniciado. Tres siglos de integración bajo el coloniaje, se disolvían en unos cuantos años al ser roto el instrumento de esa integración, la dependencia. En la Carta de Jamaica, Bolívar hacía ya expreso el temor de este fracaso. Iba a ser difícil que pueblos formados en la servidumbre, un buen día, se pudiesen dar a sí mismos los instrumentos para la integración dentro de la libertad. Pasados sólo unos cuantos meses del triunfo de Ayacucho, las ambiciones de los caudillos y una serie de intereses extraños se habían hecho de inmediato patentes, anulando así la posibilidad de una integración que pudiese satisfacer a tan encontrados intereses, Más que la creación de un nuevo orden bajo el signo de la libertad, lo que se buscaba ya era la manera de ocupar el "vacío de poder" que dejaba la metrópoli. Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit De esta situación habla Bolívar, cuando sólo faltan unos meses para la reunión de Panamá. Inglaterra ya manipula al Brasil para que éste se lance sobre la Argentina. La Argentina, a su vez, busca ligas para enfrentar al Brasil y a otros pueblos. En carta escrita al general Francisco de Paula Santander le informa de las noticias que ha recibido sobre esta situación. "El Paraguay se ha ligado al Brasil, y Bolivia tiene que temer de esta nueva liga. El Río de la Plata tiene que temer al Emperador, y a la anarquía que se ha aumentado con la variación de gobierno de Buenos Aires. Chile tiene el corazón conmigo, y su gobierno está aliado a Rivadavia. Córdoba me convida para que sea el protector de la federación entre Buenos Aires, Chile y Bolivia." Tampoco es nada halagüeño lo que sucede ya entre los pueblos que Bolívar mismo ha liberado con su espada. En este sentido escribe al héroe de Ayacucho, al mariscal Antonio José de Sucre: Me aseguran, dice "que Colombia está en un estado de no poder marchar, y que todo amenaza ruina: primero por los partidos; segundo por la hacienda; tercero por la organización civil; cuarto porque las leyes son tantas que ahogan a la república". "...de suerte que Quito está envidiando el estado del Perú..." Me dicen "que Quito no se ha levantado contra el gobierno por respeto a mí." "La municipalidad de Bogotá se queja de que ya no puede soportar el peso de las leyes." "En Venezuela todo va peor, porque el ejército tiene un partido y el pueblo otro." "Colombia presenta el cuadro más lamentable por una superabundancia de fuerza liberal mal empleada." Hombres a los que se ha dado la libertad, no encuentran ya satisfacción en eIla y claman por gobiernos de fuerza, claman, inclusive, por un Imperio. ". . .los pueblos aguerridos en la anarquía -dice Bolívar- y veteranos en la revolución, están todos clamando por un imperio, porque nuestras reformas han probado su incapacidad para hacer el bien y su incompatibilidad con nuestros pueblos." Bolívar mismo se sabe ya combatido, y hostilizado, por los mismos hombres con quienes luchó por la libertad. Por ello lanza esta amarga profecía: "que muchos tiranos van a levantarse sobre mi sepulcro y que estos tiranos serán otros Silas, otros Marios que anegarán en sangre sus guerras civiles." Inconformes con lo que él ha hecho, se pretende dar soluciones ajenas a la realidad. Por ello, agrega el Libertador: "Yo doy a los pueblos que el ejército ha libertado un código de salud que reúne la permanencia a la libertad, al grado más eminente que se conoce en el gobierno de los hombres; y que si aspiran a lo perfecto alcanzarán lo ruinoso." 157 El Congreso Anfictiónico, después del retardo respecto a la fecha que había pensado el Libertador, en la circular, de acuerdo con la victoria de Ayacucho, se reúne el 22 de junio de 1826. Los asistentes, que fueron pocos, llegaron llenos de reticencias, y sólo dispuestos a compromisos muy generales. No fue como se ha pretendido fuesen después reuniones semejantes, un Congreso Panamericano. El Congreso de Panamá fue siempre pensado en función con los intereses de los países que fueran dominio de España, pero también de Portugal. En Brasil, donde fue recibida con simpatía la invitación, José Bonifacio, patriarca de la emancipación brasileña expresó que deseaba una unión como la propuesta. Sin embargo, como ya tenía noticias Bolívar, el Brasil actuaba ya en función con sus propios intereses y se enfrentaba a las provincias del Río de la Plata, de acuerdo también, con los intereses de Inglaterra. Respecto a los Estados Unidos, fue la insistencia de Santander la que originó la invitación. Pero uno de los delegados murió antes de llegar a Panamá y el otro, llegó tarde. Sin embargo, como ya lo temía el Libertador, los Estados Unidos iban a estar presentes, pero sólo en función con sus intereses. El presidente John Quincey Adams había recibido y aceptado la invitación, pero el Congreso obstaculizó esta aceptación poniendo condiciones. Los Estados Unidos en Panamá sólo estarían como observadores sin aceptar compromiso alguno. Pero sus delegados llevaban instrucciones de evitar la formación de una confederación que, llegando a ser poderosa, limitase, para un futuro inmediato, los intereses de los Estados Unidos. Tampoco aceptarían legislación alguna que pudiese limitar esta futura acción y desde luego, y de acuerdo con este mismo futuro, se opondrían a cualquier proyecto que significase cambiar el status político del Caribe, con referencia concreta a las posiciones que aún tenía España allí. Había que mantener el status colonial de Cuba y Puerto Rico y oponerse al reconocimiento de Haití. Tales fueron las indicaciones dadas a los fallidos representantes estadounidenses en la reunión de Panamá. En otras palabras, los Estados Unidos eran abiertamente opuestos al ideal bolivariano. Se le admiraba, decía el secretario de Estado Henry Clay, pero no se iba a permitir su posibilidad, ya que la misma impediría el desarrollo del ya proyectado nuevo imperio. Se pediría, sí una declaración de apoyo a la Doctrina Monroe, para que ningún país extraño al Continente interviniese en América. América para los americanos, pero sólo pensando en los americanos que, en el norte, se preparaban a realizar lo que el Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit mismo Bolívar temía, una nueva forma de dominación, contraria a la de las potencias europeas. Por lo que se refiere a Hispanoamérica hubo representaciones de México, de las Provincias Unidas del Centro de América, la Gran Colombia y Perú. Ausentes estuvieron Bolivia, por razones de tiempo; pero por negativas y debido a suspicacias, Chile y la futura República Argentina. Pero el gran ausente lo fue el propio Libertador, Simón Bolívar. Ausencia a la que se han dado diversas explicaciones, entre ellas las de tiempo para llegar, o el hecho de que su personalidad hubiese impedido una mayor libertad de los asistentes. Lo cierto es que el autor de Congreso Anfictiónico, era ya consciente de lo que iba a suceder. La América, su América, se encontraba ya dividida y las grandes potencias utilizaban y manipulaban estas divisiones en su favor. Los resultados de la reunión fueron pobres, nada tenían que ver con lo que Bolívar había esperado de ella. Definitivamente los pueblos de ésta nuestra América no estaban maduros para integrarse por la libertad. Nuevos amos se hacían ya presentes e incitaban a los libertados hombres de esta América a aceptar, libremente, nueva dependencia. Los temores de Bolívar se realizaban. Bolívar, desde Lima escribía al general José Antonio Páez expresándole su desencanto sobre lo que estaba sucediendo. No tenía aún noticias de los acuerdos de Panamá cuando ya decía refiriéndose al Congreso que acababa de terminar: "El Congreso de Panamá, institución que debiera ser admirable si tuviera más eficacia, no es otra cosa que aquel loco griego que pretendía dirigir desde una roca los buques que navegaban. Su poder sería una sombra y sus decretos meros consejos: nada más." Ninguna fuerza podían ya tener pueblos que entraban en el caos, en la anarquía Hablando de Venezuela dice: "Los elementos del mal se han desarrollado con una celeridad extraordinaria. Diez y seis años de acumular combustibles van a dar el incendio que quizás devorará nuestras victorias, nuestra gloria, la dicha del pueblo y la libertad de todos. Yo creo que bien pronto no tendremos más que cenizas de lo que hemos hecho." "Crea usted mi querido general, que un inmenso volcán está a nuestros pies, cuyos síntomas no son poéticos sino físicos y harto verdaderos." "La esclavitud romperá el yugo; cada color querrá el dominio y los demás combatirán hasta la extinción o el triunfo. Los odios apagados entre las diferentes secciones volverán al galope, como todas las cosas violentas comprimidas. Cada pensamiento querrá ser soberano, cada mano empuñar el bastón, cada toga la vestirá el más turbulento: Los 158 gritos de sedición resonarán por todas partes. Y lo que todavía es más horrible que todo esto, es que cuanto digo es verdad." Ya informado de los acuerdos en Panamá, expresa su inconformidad con algunos puntos y su deseo de que no sean aceptados hasta que sean bien discutidos en Bogotá. Entre estos puntos está el acuerdo para que continúe en México la reunión. La Reunión de Tacubaya que, después de varias dificultades se celebrará dos años después, y que sería como la puntilla del sueño anfictiónico de Bolívar. "La traslación de la asamblea a México va a ponerla bajo el inmediato influjo de aquella potencia -dice Bolívar-, ya demasiado preponderante, y también bajo el de los Estados Unidos del Norte." Respecto a los acuerdos para la integración encuentra que los aprobados, lejos de servir a las metas que se había propuesto las van a impedir. "El de unión, liga, confederación, contiene artículos cuya admisión puede embarazar la ejecución de proyectos que he concebido, en mi concepto muy útiles y de gran magnitud." Ya en 1827 la anarquía ha crecido. Santander mismo se enfrenta al Libertador. Es en este sentido que escribe Bolívar al general Rafael Urdaneta: "Se ha pretendido destruirlo todo por una traición... Y espero los sucesos y la conducta de Bogotá. Entonces veremos lo que debemos hacer... En vano se esforzará Santander en perseguirme: el universo entero debe vengarme. "Si los traidores triunfan, la América meridional no será más que un caos..." El caos, en efecto, se extiende a la América que fuera colonia unida de España. Al mismo Urdaneta vuelve a escribir el Libertador hablando del caos que ya es total: "Ya usted sabrá que el gobierno del Perú no quiere cumplir con el convenio de Girón y que no lo concluyó sino para salvarse y violarlo," "Yo quiero la paz a todo trance, mas nuestros enemigos nos desesperan con su cruel obstinación. El gobierno de Bolivia se declaró por la liga del Perú como era natural y aun nos amenazan con Chile." "Buenos Aires ha tenido varias revoluciones y el mando ha pasado a otras manos. Bolivia ha tenido en cinco días tres presidentes, habiendo matado dos de ellos. Chile está en unas manos muy ineptas y vacilantes. México ha dado el mayor escándalo y ha cometido los mayores crímenes. Guatemala aumenta sus dificultades." Bolívar piensa que acaso la única solución pueda serlo una intervención extraña. "Somos tan desgraciados, que no tenemos otras esperanzas del Perú sino que nazca de su propio desorden y revoluciones." En sí mismos los americanos meridionales no parecen encontrar salida alguna a sus problemas. En otro lugar Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit escribe Bolívar, "Quedo enterado de la opinión que hay en los Estados Unidos sobre mi conducta política. Es desgracia que no podamos lograr la felicidad de Colombia con leyes y costumbres de los americanos. Usted sabe que esto es imposible: lo mismo que parecerse la España a la Inglaterra." Bolívar mismo se ve ya compelido a proponer la división de lo que en vano había tratado de unir. Duélese de tener que proponer una acción semejante, pero sabe que la realidad, la tremenda realidad, no permite otra cosa. Así sugiere la separación de Venezuela y de la Nueva Granada. "La fuerza de los sucesos y de las cosas -escribe- impele a nuestro país a este sacudimiento, o llámese mudanza política. Yo no soy inmortal; nuestro gobierno es democrático y electivo." "Todos sabemos que la reunión de la Nueva Granada y Venezuela existe ligada únicamente por mi autoridad, la cual debe faltar ahora o luego, cuando quiera la providencia, o los hombres. No hay nada tan frágil como la vida de un hombre." "Muerto yo ¿qué bien haría a esta república? Entonces se conocería la utilidad de haber anticipado la separación de estas dos secciones durante mi vida; entonces no habría mediador ni amigo ni consejero común. Todo sería discordia, encono, división." No quedan, en su opinión, sino dos opciones: la división o un gobierno fuerte capaz de mantener la unidad. "La división de la Nueva Granada y Venezuela." "La creación de un gobierno vitalicio y fuerte." y hecha la división, ¿quién mandaría? "¿Será granadino o venezolano? ¿Militar o civil?" Bolívar tiene ya noticia de una expedición española de reconquista. Sabe de la gravedad de esta noticia, pero aún más grave para Bolívar es el creciente caos de esta América. "Es muy desagradable volver a entrar en luchas con la España -escribe- siendo lo peor que la Europa irritada por nuestras revoluciones diarias y nuestro detestable sistema de gobierno, que a la verdad no es más que una anarquía pura." "Nada hay más horrible que la conducta de nuestros paisanos de este continente. Esto aflige el alma porque ¿quién puede curar un mundo entero?" Y hace llueva referencia a los Estados Unidos los cuales, insisto, no actuarán sino en función con sus intereses. "Los Estados Unidos son los peores y son los más fuertes al mismo tiempo." Europa, lejos de apoyar la independencia alcanzada, parece inclinarse a permitir la reconquista para así poner fin a la anarquía. Anarquía que ha conducido, a los liberados hombres de esta América, a atentar contra su mismo libertador. "Aseguran que la Inglaterra y la Francia están de acuerdo con España para que nos haga la guerra." 159 Escribe Bolívar. "Además nuestras relaciones han irritado mucho a los ingleses y franceses. Dicen que nada se puede esperar de un pueblo que ha querido asesinar en su lecho al Libertador." Ya no tenemos amigos. "Vea usted lo que nos aman los americanos y europeos." "Esta patria no tiene remedio: el hombre no quiere más que absoluto: ni en la república ni en nada hará sino impedir. Divídase el país y salgamos de compromisos: ¡nunca seremos dichosos, nunca" "...no espero salud para mi patria." "Yo creo todo perdido para siempre y la patria y mis amigos sumergidos en un piélago de calamidades." Haría cualquier sacrificio por esa patria, pero sabe que todo es inútil." "... y porque soy incapaz de hacer la felicidad de mi país me deniego a mandarlo. Hay más aún, los tiranos de mi país me lo han quitado y yo estoy proscrito; así no tengo patria a quien hacer el sacrificio." "La situación de América -escribe nuevamente a Urdanetaes tan singular y tan horrible, que no es posible que ningún hombre se lisonjee conservar el orden largo tiempo ni siquiera en una ciudad. Creo más, que la Europa entera no podría hacer este milagro sino después de haber extinguido la raza de los americanos, o por lo menos la parte agente del pueblo, sin quedarse más que con los seres pasivos. Nunca he considerado un peligro tan universal como el que ahora amenaza a los americanos.., la posteridad no vio jamás un cuadro tan espantoso como el que ofrece la América, más para lo futuro que p a lo presente, porque ¿dónde se ha imaginado nadie que un mundo entero cayera en frenesí y devoras su propia raza como antropófagos? Esto es lo único en los anales de los crímenes y, lo que es peor, irremediable." Despojado de todo mando. Marchando hacia el destierro, que evitará su muerte de Bolívar aumenta su desconsuelo ante la noticia del asesinato del Mariscal de Ayacucho. El joven héroe de la gloriosa jornada liberadora ha sido asesinado por los mismos liberados que son ya simples libertos. El mundo entero se estremece ante este asesinato. Asesinato que no es sino expresión del parricidio que los americanos cometen contra sus libertadores. El proyecto libertario no ha contado con la voluntad de los libertos que se han entregado a la anarquía. Una anarquía que sólo parece tendrá término cuando desaparezca toda una raza, la raza de estos americanos. Los herederos de los libertadores se disponen a ejecutar la sentencia que ya se hace expresa en Bolívar. Habrá que extinguir a toda una raza. Habrá Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit que repoblar la América. El sueño se ha transformado en pesadilla para el propio Libertador. La "muerte de Sucre -escribe Bolívar- es la manera más negra e indeleble de la historia del Nuevo Mundo, y que en el antiguo no había sucedido una cosa semejante en muchos siglos atrás". De este hecho deduce Bolívar el fracaso de su propia obra. Semanas antes de su muerte, que acaece el 17 de diciembre de 1830, resume toda su acción en las siguientes y pesimistas palabras: "Primero, la América es ingobernable para nosotros; segundo, el que sirve a una revolución ara en el mar; tercera, la única cosa que puede hacerse en América es emigrar; cuarta, este país caerá infaliblemente en manos de la multitud desenfrenada para después pasar a tiranuelos casi imperceptibles de todos colores y razas; quinto, devorados por todos los crímenes y extinguidos por la ferocidad; los europeos no se dignarán conquistamos; sexto, si fuera posible que una parte del mundo volviera al caos primitivo, éste sería el último periodo de la América." Bolívar, en su tragedia, trata de ver lo más lejos en una historia que considera extraña a la voluntad de los mismos americanos. Una historia de la que estos hombres no parecen sino marionetas. Marionetas de ideologías extrañas, ajenas a la realidad americana. Son las ideologías en nombre de las cuales se han precipitado a la anarquía. En otro lugar escribe: "Los jóvenes demagogos van a imitar la conducta sanguinaria de los godos o de los jacobinos para hacerse temer y seguir por toda la canalla." "...los demagogos se van a esparcir por todas partes para asestar cuantos tiros puedan. …alegando para esto razones, pretextos, y localidades; lograrán sus tiros infaliblemente, porque somos pocos, y después dominarán el resto del país." La guerra civil, godos contra jacobinos, la elección exterminador a está ya presente en la amarga visión de Simón Bolívar. "La primera revolución francesa hizo degollar a las Antillas, y la segunda causará el mismo efecto en este vasto continente -dice comentando la muerte de Sucre-. La súbdita reacción de la ideología exagerada va a llenarnos de cuantos males nos faltaban o más bien los van a completar. Usted verá que todo el mundo va a entregarse al torrente de la demagogia y ¡desgraciados de los pueblos! y ¡desgraciados de los gobiernos!" "He sacrificado mi salud y fortuna por asegurar la libertad y felicidad de mi Patria. He hecho por ella cuanto he podido -dice también- mas no he logrado contentarla y hacerla feliz." Pese a todo no ha logrado lo que anhelaba. "Mis mejores intenciones se han convertido en los más perversos motivos, y en los Estados 160 Unidos, en donde esperaba se me hiciese justicia, he sido también calumniado." "¿Qué es lo que he hecho para haber merecido este trato?" En esta última pregunta quedará" expresado el sentido de toda una historia. No sólo de la historia del Libertador, sino la historia de ésta nuestra América, que pretende trascender la dependencia, la esclavitud y la servidumbre, pero hace de la libertad como anarquía el punto de partida para nuevas dependencias, coloniajes y servidumbres. 3. LA LIBERACIÓN POR LA MENTE Entre la demagogia goda y la demagogia jacobina, la América de origen hispano iba a desangrarse a lo largo de varias décadas. Los pueblos tenían que elegir entre lo que habían sido y lo que debían ser. Entre el pasado que encontraban servil, y el futuro que encontrarían ajeno. La preocupación del Libertador, por encontrar un término medio, había sido echada por la borda. Sus herederos se veían enfrentados a una realidad que se presentaba como indomable. Una realidad a la cual tenían necesariamente que ofrecer nuevas soluciones. Un nuevo proyecto liberador tenía que ser puesto en marcha. La América de la que fuera amargo testigo el Libertador, sería la América a la que tendrían que enfrentarse los miembros de la generación que siguió a la de los libertadores. Se trataba de países diezmados por largas e interminables revoluciones. Enfrentados los partidarios del pasado con los que se decían partidarios del futuro. Alternándose tiranías conservadoras y tiranías liberales. La sucesión política era decidida por la violencia. Conservadores contra liberales, godos contra jacobinos, pelucones contra pipiolos; federales contra unitarios, a lo largo de toda la América hispana. Luchando violentamente, los unos contra los otros, tratando de ocupar el vacío de poder que había dejado la metrópoli. Ya hemos hablado de las disyuntivas: catolicismo o republicanismo, retroceso o progreso. ¿Por qué sucedió esto? ¿Había que aceptar la autodestrucción de una raza envilecida, o bien era todavía posible su regeneración? El mal estaba, como ya lo había expresado el Libertador, en el origen. En el origen colonial, dependiente de esta América y sus hombres. Sobre la servidumbre era difícil, sino imposible, alzar la libertad. ¿Se puede concebir -había dicho Bolívar- que un pueblo recientemente desencadenado se lance a la esfera de la. libertad, sin que, como ícaro, se le deshagan las alas Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit y recaiga en el abismo? La gesta de Bolívar había sido, expresión del frustrado vuelo. Los americanos, sin experiencia de la libertad habían caído derrotados y arrastrando en su caída a sus mismos libertadores. El mal era algo que llevaban dentro los propios americanos. Lo llevaban en sus hábitos y costumbres. En los hábitos y costumbres que habían heredado de la colonia. Hábitos y costumbres, como ya lo señalaba también el Libertador, establecidos para afianzar la dependencia. ¿Qué hacer? Completar la independencia política alcanzada por las armas, con una independencia mental. El segundo paso debería ser la "emancipación mental" de los hombres de esta América. La educación debería ser el instrumento de esa nueva forma de emancipación. Se rehacía el proyecto liberador. El proyecto liberador se llevaría a cabo con otras armas, la pluma, el silabario, el alfabeto, el libro que permitiese su posibilidad. La generación que se entregase a esta nueva tarea liberadora tendría ahora que enfrentarse al pasado colonial con distintas armas. Tendría que ser tanto con las armas del guerrero como con las del educador. Seguirían empuñando la espada, pero al mismo tiempo, la pluma. Soldados y educadores, guerrilleros que lo mismo condujesen grupos de combate, que actuasen como maestros empeñados en borrar los hábitos y costumbres impuestos por la colonia. Espadas y fusiles para mantener a raya a las fuerzas del pasado colonial Y plumas para escribir libros, y libros para que los americanos aprendiesen qué era la libertad y pudiesen vivir dentro de ella. A lo largo de toda la América ibera surgirán así, nuevos libertadores, los emancipadores mentales, empeñados en completar la obra de los libertadores. Fue ésta la generación de los Andrés Bello, Domingo Faustino Sarmiento, Francisco Bilbao, José Victorino Lastarría, Juan Bautista Alberdi, Juan Montalvo, José María Luis Mora y otros muchos más. De los esfuerzos de estos hombres surgirá una literatura encaminada a tomar conciencia de la realidad latinoamericana, a mostrar los impedimentos con que habían tropezado y aún podían tropezar acciones libertarías que los ignorasen. El pasado por la colonia, será así objeto de estudio para lo que debiera ser su necesaria asimilación. Había que partir de este pasado, conocerlo, para evitar su repetición. España, vencida por las armas, no había sido vencida en la mente de los americanos. Éstos, sin saberlo, sin darse cuenta, 161 actuaron de acuerdo con la mentalidad que habían heredado de la colonización, tanto para bien como para mal. Pese a los deseos del hombre de esta América, el pasado que querían borrar, y de ser posible olvidar, estaba siempre presente. Había que contar con él, inclusive para borrarlo. De otra forma seguiría allí, sordo, callado, conduciendo a los hombres que, en vano, pretendían emanciparse de él. De allí la necesidad de un proyecto liberador que empezase por emancipar las mentes, por hacer de ellas instrumentos de crítica, capaces de dilucidar lo que mejor convenía para realizar el futuro, eliminando lo que lo obstaculizaba. "Para la emancipación política -dice Andrés Bello-, estaban mucho mejor preparados los americanos, que para la libertad del hogar doméstico. Se efectuaban dos movimientos a un tiempo: el uno espontáneo, el otro imitativo y exótico; embarazándose a menudo el uno al otro, en vez de auxiliarse. El principio extraño propiciaba el progreso, el elemento nativo dictaduras." Bolívar mismo, el Libertador por excelencia, hubo de actuar con dureza para tratar de enderezar a sus pueblos cuando se descarriaban. Continuamente era tentado por estos mismos pueblos, para establecer una dictadura, un imperio, una monarquía, que sólo su acendrado liberalismo le impedía aceptar, renunciando inclusive, a todo mando. Hablando de Bolívar decía Bello. "Nadie amó más sinceramente la libertad que el general Bolívar; pero la naturaleza de las cosas le avasalló como a todo para la libertad era necesaria la independencia, y el campeón de independencia fue y debió ser dictador." El pasado del que Bolívar y sus pueblos trataron de liberarse estaba dentro de ellos. Por lo mismo, sin saberlo, actuaban de acuerdo con los hábitos y costumbres que habían heredado de España. "De aquí las contradicciones necesarias de sus actos. Bolívar -sigue Bello- triunfó, las dictaduras triunfaron de España; los gobiernos y los congresos hacen todavía la guerra a las costumbres de los hijos de España, a los hábitos formados bajo el influjo de las leyes de España: guerra de vicisitudes en que se gana y se pierde terreno, guerra sorda, en que el enemigo cuenta con auxiliares poderosos entre nosotros mismos." La guerra por la independencia, como la guerra para crear el orden que sirva a esa independencia ha sido también expresión de una dura guerra interna. Guerra entre americanos y dentro de la mente de los propios americanos. De allí las dificultades, los tremendos errores, Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit los múltiples problemas que siguieron a la derrota de España en Ayacucho, pero no a los hábitos, costumbres, impuestos. "Arrancóse el cetro al monarca, pero no al espíritu español: nuestros congresos -sigue Bello- obedecen sin sentirlo a inspiraciones góticas; la España se ha encastillado' en nuestro foro; las ordenanzas administrativas de los Carlos y Felipes son leyes patrias; hasta nuestros guerreros, adheridos a un fuero especial que está en pugna con el principio de la igualdad ante la ley -piedra angular de los gobiernos libres- revelan el dominio de las ideas de esa misma España cuyas banderas hollaron." Contra esta misma herencia se alza la voz del mexicano José María Luis Mora. Contra los fueros, los intereses de cuerpo, que seguían azotando a la supuestamente liberada patria mexicana. Guerra contra los intereses de cuerpo de los grupos sobre los cuales España hizo descansar el orden a su servicio. _Los intereses de cuerpo del clero y de la milicia. Los mismos intereses que desangran a los pueblos después de que éstos, supuestamente, han alcanzado su libertad. De allí la demanda, del mismo Mora, pidiendo que la emancipación política de España fuese complementada por la emancipación mental de los hombres de esta América. Andrés Bello resume la historia de esta América en las siguientes palabras. "En las colonias que se conservan bajo la dominación de la Madre Patria, en las poblaciones de la raza transmigrante fundadora, el espíritu metropolitano debe forzosamente animar las emanaciones distantes y hacerlas recibir con docilidad sus leyes aun cuando pugnen con los intereses locales. Llegada la época en que éstos se sienten bastante fuertes para disputar la primacía, no son propiamente dos ideas, dos tipos de civilización los que se lanzan a la arena, sino dos aspiraciones al imperio, dos atletas que pelean con unas mismas armas y por una misma palma. Tal ha sido el carácter de la revolución hispanoamericana, considerada en su desenvolvimiento espontáneo; porque es necesario en ella dos cosas: la independencia política y la libertad civil. En nuestra revolución, la libertad era un aliado extranjero que combatía bajo el estandarte de la independencia, y que aún después de la victoria ha tenido que hacer no poco para consolidarse y arraigarse." La lucha tenía, por ello, que ser continuada, de otra forma esas expresiones de la independencia y la libertad acabarían enfrentándose, como ya sucedía con la guerra intestina que azotaba a la América. 162 Expresión de esa incompatibilidad lo era esta ya larga guerra intestina que azotaba a la América Hispana, una vez alcanzada su emancipación política de la metrópoli. La libertad, el aliado extranjero de la independencia se enfrentaba a ésta, para poder imponerse. El liberalismo estaba abiertamente enfrentado al conservadurismo que no intentaba otra cosa que desplazar el poder español para tomar su lugar. Por ello, agrega Bello refiriéndose a la necesidad de nuevas acciones que hiciesen posible el equilibrio dentro de la realidad, del conservadurismo, y de los ideales del liberalismo: "La obra de los guerreros está consumada; la de los legisladores no lo estará mientras no se efectúa una penetración más íntima de la idea imitada, de la idea advenediza, en los duros y tenaces materiales ibéricos." El conflicto, el largo conflicto que azotará a esta América por cerca de medio siglo tendrá su origen en esta incompatibilidad. Incompatibilidad que se expresará en los gritos a que ya hicimos referencia: ¡Progreso o retroceso! ¡Civilización o barbarie! La compenetración de tan opuestos ingredientes sólo podrá lograrse a través de un largo, e insistente proceso educativo. Proceso educativo considerado como una nueva batalla. La batalla encaminada al logro de la "emancipación mental" complementaria de la "emancipación política". Decía José María Luis Mora, "Es preciso, para la estabilidad de una reforma, que sea gradual y caracterizada por revoluciones mentales, que se extiendan a la sociedad y modifiquen no sólo las opiniones de determinadas personas, sino las de toda la masa del pueblo". Cambiar hábitos, costumbres, ideas como el único medio para realizar, en esta hostil realidad, lo que ya había sido realizado en otros pueblos del mundo. Para ello era menester educar, enseñar al latinoamericano el cómo y el para qué de los ideales de la libertad. Decía Esteban Echeverría: "Si la educación del pueblo hubiera empezado entonces, si se hubiera enseñado desde aquella época en las escuelas lo que es la libertad, la igualdad y la fraternidad, las generaciones educadas en esas doctrinas que han llegado después a la virilidad, ¿no habrían influido poderosamente en el triunfo del orden y de las leyes, y paralizado la acción de los anarquistas y de los tiranos?" Desgraciadamente esto no fue posible. Como ya lo había expresado Bolívar, los hombres de esta América sólo habían sido educados para mantenerse en la dependencia, para mantenerse en la servidumbre. Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit La enseñanza es considerada, como el punto de partida de cualquier auténtica revolución. Sin ella todo intento liberal sería ajeno a los pueblos de esta América. Lastarría, hablando de su generación decía: "Creíamos que la enseñanza política era la base de la regeneración, porque sin ella, ni era posible conocer y amar los derechos individuales y sociales que constituyen la libertad, ni mucho menos era dable tener ideas precisas sobre la organización política, sobre sus formas y sus prácticas, para poder distinguir las que sean contrarias de las fuerzas que son favorables a la república democrática." Sólo mediante la educación los pueblos de esta América podrían hacer realidad los sueños de sus libertadores, Habría entonces, que acercarse al pueblo para educarlo, para prepararlo en el ,uso de libertades que ya habían sido conquistadas por las armas, "Eduquémoslo -dice Bilbao- en la teoría de la individualidad, del derecho de igualdad y de honor." Testigos de la América que ya viera Bolívar al culminar su vida, los miembros de esta generación tratan de comprenderla para poner fin a tan grandes desastres, El mal no estaba fuera, lo llevaban los americanos en sus entrañas. Y más que en sus entrañas en el cerebro. El modo de pensar y, por lo mismo, en su único modo de actuar. Lastarría, coincidiendo con Bello y con el mismo Bolívar decía: "Con la revolución de independencia quiso el pueblo americano emanciparse de la esclavitud, pero sin renunciar a su espíritu social ni a sus costumbres en aquél y en éstas lleva los gérmenes de una nueva revolución contra otro género de despotismo: el despotismo del pasado." Pero ya en oposición a Bello cuando "Ya hace largos años que venimos repitiendo que nuestros desastres políticos y sociales tienen su causa principal en nuestro pasado español, y que no podremos remediarlos si no reaccionamos franca, abierta y enérgicamente contra aquella civilización para emancipar el espíritu Y adaptar nuestra sociedad a la nueva forma que le imprime la democracia". "Apenas la independencia de las nuevas repúblicas adquirió consistencia y se inició la época de organización política, cuando ya apareció reaccionando el espíritu de la civilización española para restablecer su imperio y con él todos los errores que contrariaban la rehabilitación del individuo y que tendían a aniquilar otra vez la sociedad a beneficio del poder del nuevo estado que se constituía." Por ello todo lo que se dio a continuación fue un engaño. Imitadas, constituciones e instituciones liberales, las mismas quedaron como letra muerta frente al espíritu que siguió animando a los usuarios de las mismas. El despotismo del pasado siguió gobernando a 163 pueblos que imaginaban habían alcanzado su libertad. El mal estaba así en el pasado español, en .la misma España. Por ello la emancipación mental debería tender a cambiar este espíritu, a anulado en forma definitiva. De otra forma la colonización seguiría siendo un hecho. Andrés Bello y José Victorino Lastarría representan dos posturas, respecto a lo que había de implicar el nuevo proyecto libertario. La educación debería tender a formar los hombres que hiciesen posible el nuevo proyecto, ¿Contar con el pasado, o borrarlo definitivamente? tal va a ser la alternativa. Educar a los americanos en relación con lo que era su realidad o, bien, educados para una nueva realidad. Dos utopías, utopía de un pasado que se quería conservar, o utopía de un futuro que no se tenía. Y de allí dos nuevos proyectos, el proyecto conservador y el proyecto civilizador. Dos proyectos encontrados, tan encontrados como los grupos políticos que se disputaban la conducción de esta América. La asunción de realidad e ideales, del pasado con lo que debería ser el futuro, no sería parte de ningún proyecto, El proyecto, que podemos llamar asuntivo, solo advendría ante la conciencia del fracaso de los proyectos conservador y civilizador. La disyuntiva seguiría viva en una larga guerra que pareciera no tener fin. Guerra intestina para decidir entre el pasado y el futuro en una absurda interpretación, de la historia ajena a toda experiencia histórica. La visión bolivariana quedaría, una vez más, en la penumbra formada por los mismos encontrados intereses de hombres educados en la dependencia, en la servidumbre. La conciliación de un espíritu que no tenía por qué estar dividido, sería algo más que una utopía. Más que una utopía porque ni siquiera sería objeto de planteamiento. El dilema seguía siendo: conservadurismo o liberalismo. Barbarie o civilización. Entendiéndose por conservadurismo y barbarie lo que formaba la realidad del hombre de esta América, su historia. Mientras liberalismo y civilización sería aquello que no había podido ser y estaba fuera de la realidad del mismo hombre. Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit VII. EL PROYECTO CONSERVADOR 1. LA HERENCIA IBERA Dos movimientos, animados por dos principios, uno espontáneo el otro imitativo y exótico. El principio nativo produciría dictaduras, el extraño progreso, uno tendía a la independencia política, el otro a la libertad civil. Independencia y libertad lejos de completarse se estorbaban enfrentándose en su nombre los hombres que creían habían alcanzado la independencia y la libertad. Esta última, había dicho Andrés Bello, era un aliado extraño a la primera. Un aliado difícil de aceptar y digerir por hombres formados en el espíritu español. La preocupación independentista era la misma preocupación que se había venido gestando en la propia España, a lo largo de su historia. Era la bandera enarbolada por los Comuneros, la misma que hizo escribir a Lope de Vega Fuenteovejuna. Era el mismo espíritu que había animado a la España del Renacimiento dando origen a una interpretación muy propia del humanismo. Es el humanismo de los Vives, Valdés, Vitoria y Las Casas. La Philosophia Christi, que en diálogo con Erasmo impone su propio sello al humanismo en los mismos días de la Conquista y los inicios de la colonización de América. El mismo espíritu que se expresará en las Cortes de Cádiz en defensa de su rey y de sus derechos frente al invasor francés. Esto es la preocupación por la independencia de los hogares, que no implica la anulación de las relaciones de comunidad. Todos españoles, pero exigiendo el derecho a ser tratados como tales. Por esto había luchado España a lo largo de su historia, por esto se enfrentaba N apoleón, que enarbolando el estandarte de la libertad, pretendía arrancar su independencia. En este sentido el liberalismo, como expresión del individualismo que no acepta más lazos sociales que aquellos que convienen a los pactantes, era un extraño. Tan extraño como lo eran los franceses en la Península, tan extraño como podrían serlo los Estados Unidos formados dentro de otra concepción de la vida. Era la preocupación por la independencia, por la defensa de los hogares y, con ella, de la misma comunidad hispana. Era ésta, precisamente, la bandera alzada por los habitantes de las tierras americanas, por los descendientes de conquistadores y' colonizadores. Poseedores todos de un espíritu que debería ser conservado. 164 No todo era entonces negativo, mucho del pasado que se quería negar sin asimilar, debería ser conservado, para levantar sobre él un orden propio, el conjunto de naciones que habían dejado de ser españolas, por su independencia, pero seguían siendo españolas por el espíritu que las animaba. Mucho había de este espíritu que debería así ser conservado. Decía Andrés Bello, sentimos una cierta repugnancia en aceptar que los pueblos formados por España en América se encuentren profundamente envilecidos, completamente anonadados y desprovistos de toda virtud social; que sean solamente pueblos hechos para la esclavitud, educados en y para la servidumbre. Los hechos contradecían esta negativa afirmación. "La revolución hispanoamericana -dice Bello- contradice sus asertos. Jamás un pueblo profundamente envilecido, completamente anonadado de todo sentimiento virtuoso, ha sido capaz de ejecutar los grandes hechos que ilustraron las campañas de los patriotas, los actos heroicos de abnegación, los sacrificios de todo género con que Chile y otras secciones americanas conquistaron su emancipación política." Los hombres que hicieron posible la independencia de esta América actuaron en función con el espíritu que habían heredado de la metrópoli. Era el espíritu que la misma España, aun sin proponérselo, había inyectado a los pueblos por ella conquistados. Estos pueblos, y los hombres que les daban existencia, no habían actuado sino como actuaron, y aún actuaban los propios españoles cuando fueron dominados o amenazados de dominio. Los americanos, herederos de este espíritu, exigían ahora a los propios españoles lo que éstos habían exigido a otros conquistadores y dominadores. "Y el que observe con ojos filosóficos la historia de nuestra lucha con la metrópoli -dice Bello-, reconocerá sin dificultad que lo que nos ha hecho prevalecer en ella es cabalmente el elemento ibérico. La nativa constancia española se ha estrellado contra sí misma en la ingénita constancia de los hijos de España. El instinto de patria reveló su existencia en los pechos americanos, y reprodujo los prodigios de Numancia y de Zaragoza. Los capitanes y legiones veteranas de la Iberia trasatlántica fueron vencidos y humillados por los caudillos y los ejércitos improvisados de otra Iberia joven, que, abjurando el nombre, conservaba el aliento indomable de la antigua en la defensa de sus hogares." Era el mismo aliento el que hizo resistir a los españoles en la península a romanos y franceses y el que hacía resistir, en América el dominio de los españoles de la península. Era la misma gente Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit luchando, en diversas circunstancias, contra otros hombres, incluyendo españoles que se habían negado a reconocer el derecho que todos los pueblos tienen a que se les respete. No piensa Bello que la colonización, por brutal que fuere, hubiese sofocado, en su germen, las inspiraciones de honor y patria, tampoco había podido anular sentimiento generoso alguno del que pudiesen derivarse virtudes cívicas. Bello no lo acepta. Bello cree, por el contrario, que fue debido a la colonización, y a pesar de los mismos colonizadores, que los hombres de esta América, se enfrentaron a sus dominadores. Esta presencia, lejos de hacer de los americanos, sumisos servidores, les hizo hombres capaces de luchar abierta y tenazmente por sus derechos como hombres y pueblos. No eran republicanos, por supuesto. El republicanismo era extraño a los pueblos de la América colonizada por Iberia., Simplemente eran hombres dispuestos a luchar por lo que consideraban sus derechos como pueblos. No se enfrentaron a España como tal, sino a las fuerzas represoras que actuaban en su nombre. Por ello, lejos de reconocer en Napoleón a un nuevo señor, lo repudiaron y enarbolaron la bandera de una patria que consideraban como propia. "No existían elementos republicanos dice Bello-; la España no había podido crearlos; sus leyes daban sin duda a las almas una dirección enteramente contraria. Pero en el fondo de esas almas, había semillas de magnanimidad, de heroísmo, de activa y generosa independencia; y si las costumbres eran sencillas y modestas. "algo más había en esas cualidades que la estúpida insensatez de la esclavitud." Sin embargo, ha habido esclavitud, servidumbre. La esclavitud y servidumbre de que hablaba el Libertador. Pero esta esclavitud y servidumbre no calificaba todo el pasado heredado. Porque los mismos hombres, esclavizados y obligados a la servidumbre, se alzaron para cambiar tal situación. ¿Algo había entonces, en ese largo pasado que hizo brotar la indignación y lanzó a los americanos a la lucha por su independencia? Será, precisamente, en este algo en donde habrá que fincar y que construir el orden propio de la independencia. ¿Qué ha pasado entonces? ¿Por qué los iberoamericanos se empeñaron en borrar toda una historia, su historia? "Hablamos de los hechos -sigue Bello- como son en sí, y no pretendemos investigar las causas. Que el despotismo envilece y desmoraliza, es para, nosotros un 165 dogma; y si él no ha bastado, ni en Europa ni en América para bastardear la raza, para aflojar en tres siglos el resorte de los sentimientos generosos -porque sin ellos no podrían explicarse los fenómenos morales de la España y de la América Española de nuestros días- preciso es que hayan coexistido causas que Contrarrestasen aquella perniciosa influencia." Así, pese a tres largos siglos de despotismo, los generosos resortes de todo un pueblo, su afán de libertad como expresión de la independencia de sus hogares, no se perdió. Todo esto siguió viviendo en América como había vivido y vivía en Europa. Algo les hizo prevalecer sobre toda expresión de envilecimiento. Algo que sería menester reconocer para levantar el orden de los pueblos de esta América. "¿Hay en las razas una complexión peculiar, una idiosincrasia, por decirlo así indestructible? -pregunta Bello- y ya que la raza española se ha mezclado con otras razas en América ¿no sería posible explicar hasta cierto punto por la diversidad de la mezcla la diversidad que presenta el carácter de los hombres y de la revolución en las varias provincias americanas?" Bello encuentra en el mestizaje realizado por España en América, la posible causa de la conservación de las cualidades heredadas de España. Algo originó la conquista y la colonización en América que permitió que los más altos valores españoles se conservasen, a pesar de los españoles, brillando como ideales a realizar, en cuanto se ofreció el primer resquicio para su realización. Bello reconoce, igualmente, la situación caótica, anárquica, que siguió al logro de la independencia. Una situación de la que se ha querido culpar a la herencia hispana. Culpa que niega Bello. El acto de la independencia fue un acto generoso. Un acto motivado por esa misma herencia a la que se quiere culpar de los fracasos posteriores a la independencia. Simplemente, como ya lo sabía Bolívar, la independencia había sido alcanzada en una especial situación, en un momento, en el que los americanos se encontraban aún sin preparación para disfrutada y poder realizar las metas que la misma implicaba. Lo mismo habría sido entonces que después. Porque España no iba a dar a los americanos la preparación para una independencia que su dominación impedía. Los americanos tenían que marchar solos y aprender en la marcha misma. No había otra posibilidad. "Los males eran la consecuencia necesaria del estado en que nos hallábamos -dice Bello-; en cualquier época que hubiese estallado la insurrección, habrían sido iguales o mayores, y quizá menos seguro el éxito." Había que aprovechar la oportunidad para alcanzar la independ ncia, pese a Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit no estar los americanos preparados para ella. No cabía otra alternativa, independizarse o mantenerse en la servidumbre por tiempo indefinido. "Estábamos en la alternativa de aprovechar la primera oportunidad, o de prolongar nuestra servidumbre de siglos. Si no habíamos recibido la educación que predispone para el goce de la libertad, no debíamos ya esperarla de España; debíamos educarnos a nosotros mismos, por costoso que fuese el ensayo; debía ponerse fin a una tutela de tres siglos, que no había podido preparar en tanto tiempo la emancipación de un gran pueblo." Los americanos, dominados por Iberia no estaban así, después de todo, faltos de elementos que les permitiesen disfrutar, en su momento, de la independencia alcanzada. Algo había en ellos mismos que les había hecho enfrentarse a sus dominadores emulando las hazañas de éstos, en defensa de su libertad. Era este pasado, precisamente, el que debería ser conservado. Tal sería el proyecto conservador, que trataba de asimilar lo mejor de su pasado, la herencia sobre la cual tendría que levantarse la nueva nación. Pasado en el que se había dado una cierta forma de orden, el cual debía, también, ser conservado. No, por supuesto, el orden de la dependencia colonial, sino el orden que había permitido a la metrópoli prevalecer. El orden surgido en la propia España, basado en la solidaridad entre los diversos reinos que se encontraban en la Península. Solidaridad para expulsar al moro y para hacer posible el gran imperio en que se había transformado España. En este sentido, los pueblos que España había creado en ultramar, tendrían que ser parte solidaria de esa misma España, tal y como lo eran los reinos que la habían formado. Por ello, se insistirá en formar parte de España; de la España creada por la unión de sus pueblos, entre los cuales debían estar los que ella también había hecho posible en América. Esto es, hijos legítimos y no bastardos. Legítimos, con los mismos derechos y obligaciones de los pueblos de la Península. Nada más pero también nada menos. Andrés Bello ve en la misma organización, que los conquistadores dieron a la colonización, expresiones que eran propias dé la metrópoli. Los conquistadores y colonizadores trajeron consigo instituciones, formas de sociedad, propias del orden de la metrópoÍi. Fue en función con ellas que, una y otra vez, se enfrentaron al mismo poder central, de la misma forma que los 166 comuneros españoles se habían enfrentado al gobierno. Fue también este espíritu el que los hizo enfrentarse desde América al invasor francés en España, tal y como lo hicieron los españoles de la metrópoli exigiendo el mantenimiento de sus derechos y garantías. "A pesar de la prepotencia de la corona que lo absorbió todo -dice Bello- no se extinguió enteramente en el seno de las municipalidades aquel aliento popular y patriótico; tradición preciosa que sobrevivió a la pérdida de sus más importantes funciones. Así que invadida. la Península por los ejércitos franceses, se los ve proclamar a Fernando VII, arrastrando a los mandatarios coloniales que en aquellos primeros momentos vacilaban, atentos a mantener la supremacía de la metrópoli, cualquiera que fuese la dinastía que ocupase el trono; ellas exigen a los gobiernos garantías de seguridad, y aspiran a la participación del poder, que últimamente les arrancan." Los municipios fueron, así, el centro de resistencia al poder omnímodo de la metrópoli, como lo fueron los reinos o provincias en la metrópoli, que se enfrentaría al poder de la cautiva corona. Los municipios, como expresión de los derechos de los pueblos que formaban España, y que nunca habían aceptado les fuesen enajenados. Los mismos municipios cuya expresión llevarán consigo, a ultramar, conquistadores y colonizadores. De la fuerza de esta institución en América, traída por los mismos conquistadores, nos habla Bello diciendo: "En ninguna parte, y en las capitanías generales mucho menos que en los virreinatos, tenía el jefe superior atribuciones omnímodas como delegado de un monarca absoluto. Ninguna autoridad americana representaba completamente al soberano. La esfera en que obraba cada una estaba demarcada cuidadosamente por las leyes. Así la administración colonial, calcada sobre el modelo de la metrópoli, era muy diferente en su espíritu." La distancia daría a los pueblos de ultramar una independencia superior a la alcanzada por los pueblos de la península frente al poder de la corona. Agrega Bello "En la Península, el monarca, desplegando una acción inmediata, se hacía sentir a cada instante, y absorbía los poderes todos, armonizándolos, dirigiéndolos y coartándolos, al paso que en las colonias los jefes de los diversos ramos administrativos, independientes entre sí y a menudo opuestos, podían obrar con tanta más libertad, cuando era mayor la distancia de la fuente común". La misma corona había posibilitado esta relativa autonomía para impedir que sus agentes, movidos por deslealtad, hiciesen de los territorios de ultramar instrumento de sus Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit ambiciones. "La acción moderadora del poder supremo -sigue BelIo- no intervenía sino de tarde en tarde. Dos pensamientos presidieron a esta vasta fábrica de gobierno. Por una parte, era preciso asegurar la dominación española sobre sus dilatadas provincias, mantener numerosos pueblos bajo una tutela eterna, esconderlos en cierto modo al mundo, defenderlos contra la codicia de naciones emprendedoras, que envidiaban a la España sus extensas y opulentas posesiones; por otra, establecer garantías contra la deslealtad de los inmediatos agentes de la corona, limitar el campo de su ambición, Y contener sus aspiraciones dentro la órbita legal.” La metrópoli cuidaba, así, que sus provincias de ultramar no fuesen, de alguna manera, arrebatadas al poder central, .por conquista o por la ambición de sus representantes. Por ello creó un sistema en el que un poder limitase a otro, que un autoridad encontrase trabas en otra autoridad. Poderes rivales, acechándose mutuamente, para que ninguno de ellos predominase. Poderes que se moderaran y reprimieran recíprocamente, sometidos a la única autoridad suprema, a la de la corona, por lejana que ésta se encontrase. "Los virreyes mismos eran impotentes contra las audiencias –dice Bello-, que tenían por su instinto la suprema administración de justicia, y como oráculos de la ley, intervenían en la alta dirección política y administrativa. No es exacto que los capitanes generales resumiesen todas las funciones de los virreyes, o estuviesen a la cabeza de todos los departamentos del estado." En función con este celo de su autoridad, la corona habría, también, limitado la importancia de los municipios, pese a lo cual estas instituciones mantuvieron, empeñosamente, el espíritu que había sido siempre propio de los municipios españoles. "De todas las instituciones coloniales -dice Bello- la que presenta un fenómeno singular es la municipalidad, ayuntamiento o cabildo. La desconfianza metropolitana había puesto particular esmero en deprimir estos cuerpos, y despojarlos de toda importancia efectiva; y a pesar de este prolongado empeño, que vino a reducirlos a una sombra pálida de lo que fueron en el primer siglo de la conquista, compuestos de miembros en cuya elección no tenía ninguna parte el vecindario, tratados duramente por las primeras autoridades; y a veces vejados y vilipendiados, no abdicaron jamás el carácter de representantes del pueblo, y se les vio defender con denuedo en repetidas ocasiones los intereses de las comunidades. Así el 167 primer- grito de independencia y libertad resonó en el seno de estas envilecidas municipalidades." Así, en el mismo pasado colonial podían, los americanos, encontrar las bases para un orden que les fuera propio, y dentro de una situación que no fuese ya la de dependencia. Por principio, los españoles de ultramar no desearon, en momento alguno, romper con una historia y una realidad que consideraban propias. Como tampoco pretendieron romper con el poder que les daba unidad. Tan sólo aspiraron a que fuesen reconocidos sus intereses, como intereses propios del reino o el imperio. Se negaron a ser instrumentos, manteniendo su independencia dentro de una comunidad de la que se sabían parte. La caída de las autoridades metropolitanas, como resultado, de la invasión napoleónica, daría a los americanos la oportunidad de hacer expresa ésta su autonomía, frente a un poder extraño a la comunidad de que se sabían parte. Lo mismo hacían las provincias españolas en la Península, al negarse a reconocer la autoridad de un poder extraño a ellas. El pacto que había permitido la unidad de la España de la reconquista, frente a los moros, así como la conquista de las provincias de ultramar, quedaba anulada al ser sustituidas las autoridades resultantes de este pacto, por autoridades extrañas a los mismos españoles. Ante esta situación se habían rebelado las provincias españolas en la Península, tal harían también las provincias de ultramar, las cuales seguirán aclamando como rey legítimo, al prisionero Fernando VII. 2. DEMANDA Y RECHAZO DE SOLlDARIDAD En 1808 Napoleón invade España. El 14 de julio de ese mismo año renuncian los reyes en favor de Napoleón. Renuncias que fueron consideradas ilegítimas. Ilegitimidad que ponía fin al pacto sellado por los diversos reinos de la Península en la Edad Media, y del cual había surgido un solo reino, el español. Roto el pacto, los reinos, o provincias, recobraban sus fueros desconociendo autoridad al gobierno impuesto por los franceses. Las colonias seguirán los mismos pasos, considerándose provincias de ultramar, y desconociendo cualquier autoridad que no emanase de los mismos españoles. Fueron los Cabildos, a lo largo de la América Española los que tomaron la misma actitud convirtiéndose en el eje del poder: provincial mientras no quedase liberada la Península. Una actitud de independencia, que no será bien vista por las autoridades peninsulares, las que en América representaban a las autoridades metropolitanas, aunque éstas, de Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit hecho, no existían. Por ello, aun antes de recobrar la metrópoli su libertad, frente al dominio napoleónico, se aprestará de inmediato a negar la igualdad provincial reclamada por las colonias, buscando imponer su autoridad. Posturas que originarán las guerras de independencia de las colonias en América y su separación final de la metrópoli. Las colonias, sin embargo, antes de llegar a esta situación, intentaron mantenerse dentro del sistema español como provincias pero no ya como simples dependencias. En otra parte de América, en el Brasil, el rey Juan VI de Portugal eludiendo el cautiverio impuesto por el mismo invasor, Napoleón, establecería la nueva sede del reino y su corte en tierras de América, decretando la Constitución del Reino Unido de Portugal, el Brasil y los Algarbes en 1810, y haciendo de la Colonia una parte del reino, en este caso el centro del mismo. Por ello, cuando el rey Juan VI regresa a la Península, los brasileños, sin oposición alguna aceptarán como regente del Brasil a su hijo Pedro. Pedro, que años después sería proclamado, por los mismos brasileños como el emperador Pedro I, al emanciparse de la metrópoli. Emancipación que no costará la sangre, que la larga guerra de independencia hispanoamericana, costó a los hombres que la emprendieron y realizaron. Las colonias españolas en América, al rechazar la autoridad del gobierno impuesto por Napoleón, y seguir reconociendo la que derivase de la voluntad de los españoles en la metrópoli, aspiraban a una solución que pudo haber sido semejante a la lusitana. Por ello, los cabildos alzados, al igual que los de la Península, contra una autoridad extraña a sus voluntades, sostuvieron que, mientras los reyes y sus sucesores no regresasen al seno de la monarquía; y los franceses no desalojasen la península española, sería necesario que continuasen, en las provincias de ultramar, los virreyes, pero como encargados provisionales del gobierno, el cual no podría entregar a potencia alguna, ni aun a la misma España cautiva, aunque la orden viniese de los propios reyes Carlos, o Fernando, tanto desde Francia, como de la Península bajo el dominio francés. El virrey gobernaría provisionalmente, mientras no surgiesen las auténticas autoridades españolas, libres del invasor francés. El virrey protestaría juramento al reino, y juraría gobernar de acuerdo con las leyes españolas, pero conservando el uso libre de sus facultades las instituciones políticas y judiciales existentes. Las provincias de América conservarían su soberanía, manteniendo los fueros de la misma, los cuales sólo volverían a ser enajenados ante una autoridad legítima española. Soberanía que sólo 168 devolverían al rey de España cuando éste, libremente, pudiese mantenerla. Mientras esto no sucediese, la soberanía recaería en las autoridades, emanadas en cada provincia de ultramar de las diversas clases que la formaban. Postura que será, decíamos, mal vista por las autoridades europeas que verán en ella sólo una maniobra para justificar la independencia frente a la metrópoli. Pese a ello, la noticia del levantamiento, general de la Península, contra Napoleón fue recibida con entusiasmo en América, la cual dio su apoyo y reconocimiento a Fernando VII, jurando luchar por él hasta la muerte. Pero la división, entre europeos y criollos estaba, sin embargo, en marcha. Las autoridades españolas en América, y los intereses metropolitanos, se negaban a aceptar cualquier expresión de autoridad de parte de los americanos, que pudiese minar la autoridad de la metrópoli, aunque ésta estuviese, de hecho, acéfala. Los cabildos americanos se empeñarían pese a todo, en sus puntos de vista frente a la terca autoridad de la metrópoli. Los cabildos americanos no exigían nada que no hubiesen reclamado, en defensa de la soberanía del reino, los municipios de las provincias españolas alzadas contra el invasor. En la Nueva España, dice un historiador: "El bando o partido criollo, que se formó espontáneamente al abdicar los reyes y ocupar Napoleón gran parte de España, no se proponía inicialmente la independencia, sino la igualdad de derechos con la metrópoli, igualdad que entrañaba principalmente la facultad de regirse con autonomía o por sus propios órganos de gobierno juntas o Cortes- hasta que el monarca, soberano común a los reinos de allá y de acá, se reintegrase a ellos." Una pretensión ya puesta en práctica por las provincias españolas en la Península. Así, no había razón alguna, para que un Reino como el de la Nueva España o cualquier otro en América, fuese considerado como inferior a los de la metrópoli y siguiese supeditado a ellos. Es más, lo que se reclamaba no era tanto la independencia frente a España como frente al dominio francés, el cual podría imponerse en la Península y reclamar también las colonias como derecho de conquista. Los americanos, son sinceros, y en ello insistirán, cuando se les reproche el haberse 'lanzado a la revolución para reclamar su independencia. Independencia que será reclamada frente a una nación que se negaba a ver en sus hijos de América a naciones iguales, a naciones con los mismos derechos u obligaciones de las naciones que en la península habían dado origen a España. Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit Será la despótica altivez española, la que origine la ruptura total. La ruptura frente a la también altiva postura hispanoamericana que no podía seguir aceptando un status de inferioridad. No podía seguir aceptando, dirá Bello, un orden, leyes, instituciones que sólo beneficiaban a la Metrópoli y sus hombres en detrimento de los hombres nacidos en tierras americanas. Frente a esta situación, y mucho antes de que se presentase la coyuntura de 1808 los nacidos en América habían ya protestado e inclusive, se habían alzado en armas. En 1797 el criollo peruano Juan Pablo Viscardo, miembro de la expulsada Compañía de Jesús de las tierras de América, lanzaba ya la más violenta denuncia frente al régimen colonial y en favor de lo que consideraba había de ser la independencia absoluta de esta América. Denuncia hecha en la Carta a los españoles americanos. Carta que el venezolano Francisco de Miranda hace difundir. Entre otras cosas, dice la Carta: "Consintamos por nuestra parte a ser un pueblo diferente; renunciemos al ridículo sistema de unión y de igualdad con nuestros amos y tiranos." "España ha quebrantado la primera, todos sus deberes para con nootros; ella ha roto los débiles lazos que habrían podido unimos y estrecharnos." Españoles de América se llaman, pero españoles todavía. Sin embargo, Humboldt, al visitar esta América, comenta "esos naturales prefieren llamarse americanos a llamarse criollos”. Desde la paz de Versalles, y sobre todo desde 1789, se oye con frecuencia decir orgullosamente: ¡Yo no soy español, soy americano!" Pocos años después, y como consecuencia de los sucesos que se inician en 1808, las primeras declaraciones de Independencia en esta América se hacen ya en nombre del "pueblo americano". Los hijos de España acabarán así, renunciando a toda la herencia española, para buscar inclusive, otras formas de organización que no fuesen ya las propias de un pueblo que no había querido ver en esta América y sus hombres, otra cosa sino objetos de expoliación hombres y tierras por explotar, incluyendo en ella a los mismos criollos, a los legítimos hijos de los conquistadores y colonizadores. Expresión de este incomprensivo rechazo a la solidaridad hispanoamericana dado a la metrópoli invadida, lo será la actitud que toma la Regencia acorralada por los franceses, frente a la postura tomada por las provincias de ultramar, que se negaban a reconocer la autoridad de los invasores. Tal es el caso, del Cabildo 169 de Caracas en 1810. La metrópoli carece ya de autoridad, la Regencia que suple al rey en cautiverio, ha sido acorralada en Cádiz. Ésta, por lo mismo, no puede ya ejercer mando alguno sobre países al otro lado del mar. El Cabildo de Caracas el primero en América, se transforma en Junta Suprema. Manteniendo fidelidad a Fernando VII. Junta que decide sólo ejercer ésta su soberanía, pero de manera provisoria, sin que tal cosa implique infidelidad a España. La Península está ya al borde del desastre final, al cual se considera, no deben ser arrastrados los pueblos de ultramar. Recibida en Cádiz la comunicación de Caracas la Regencia ordena el inmediato y riguroso bloqueo de la provincia de Caracas, así como castigar con rigor a los supuestos rebeldes. Caracas no pretende, en forma alguna, desprenderse de la corona, pero son los representantes de la Corona, ya sin fuerza en la Península, los que se empeñarán, con su intransigencia, en provocar la solución independentista. ¿Por qué castigar, con todo rigor a un pueblo que sólo ofrece ayuda y solidaridad a la metrópoli encadenada y fidelidad a su rey? Tal es lo que se preguntarán los americanos, así como muchos de los más conscientes de los españoles. La postura de Caracas no era otra que la postura que habían tomado los cabildos de las provincias españolas de la Península frente al invasor que pretendía ocupar el lugar de las autoridades legítimas. ¿Por qué entonces tratar así a pueblos españoles allende los mares? ¿Eran acaso inferiores? ¿Estaban despojados de todo derecho? El español José María Blanco White, desde Inglaterra, pregunta a sus compatriotas sobre el por qué de esta actitud: ¿Tiene el pueblo de España derecho alguno sobre el de América? ¿Acaso los pueblos de España no han recuperado su autonomía al ser apresadas las autoridades por ellos reconocidas? ¿Por qué entonces no los pueblos españoles en América? "¿Porque los pueblos de América hayan querido estar sujetos a esta dependencia colonial -dice- respecto de sus monarcas ha de pretender lo mismo el pueblo español a título de propiedad y derechos?" En el resto del continente irá sucediendo algo semejante, tal será la actitud tomada por los cabildos de Santa Fe de Bogotá, de Quito, de Buenos Aires, Santiago de Chile, y la Insurrección de México en 1810, que será el año del inicio d la búsqueda absoluta de independencia de los pueblos de América, la cual será combatida, a sangre y fuego, por los representantes de las autoridades metropolitanas en América. Europeos y americanos se enfrentan ahora sí, abiertamente, en una lucha que sólo alcanzará su fin en la batalla de Ayacucho en 1826. Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit El levantamiento de Hidalgo en México y las palabras con que éste lo justificará, será la mejor expresión de las metas que las insurrecciones se habían propuesto. Metas que, en forma alguna, eran contrarias a la Nación de la que los americanos se sentían parte. Sino, más bien, expresión del afán por mantener incólume una herencia que la presencia extranjera en la Península hacía peligrar. Dice Hidalgo, "nunca hubiéramos desenvainado la espada... si no nos constase que la nación iba a perecer miserablemente, y nosotros ser viles esclavos de nuestros enemigos mortales". Era la pérdida, no sólo de la patria, sino también de "nuestra sagrada religión, nuestro rey. …nuestras costumbres y cuanto tenemos de sagrado y precioso que custodiar". La lucha de América no era así, sino prolongación de la lucha española en la Península. Peninsulares e indianos estaban empeñados en alcanzar los mismos propósitos, en salvaguardar una herencia que debía considerarse común. Un rayo de esperanza, antes de la ruptura total con la península y sus acosadas autoridades, lo darían las Cortes de Cádiz convocadas por el Consejo de la Regencia, las cuales se reunirían en 1811. El proyecto de la reunión de las Cortes había surgido de los representantes más liberales de España, pero de un liberalismo que, paradójicamente, no tomará en cuenta a las Américas. El liberalismo español presente en las Cortes, se esforzará por el contrario, por escamotear lo que ya era la inevitable revolución de independencia de esta América. A esta reunión deberán asistir representantes de las Provincias de Ultramar, de las llamadas Cabezas de Provincia, en un supuesto nivel de igualdad con las Provincias de la Península. Igualdad que les será arrancada a los peninsulares por los representantes americanos allí ya presentes. Siendo las provincias de ultramar partes integrantes de la nación, sus naturales y habitantes deberían tener entonces los mismos derechos que los naturales y habitantes de la Península. Sin embargo, era ésta una declaración obligada por las circunstancias, cuya realización sería entorpecida en la realidad. Así la representación hispanoamericana en las Cortes de Cádiz habría de quedar en un plano de desigualdad. Desigualdad contra la cual se reclamaron, una y otra vez, los americanos para ser, una y otra vez transferida. La igualdad de representación quedará aprobada, pero sólo para el futuro. Respecto a la reclamada igualdad a los cargos públicos se aceptará también pero quedando, igualmente, relegada para su decisión en el futuro. Respecto a la igualdad de derechos, lo que se discutió fue a quienes de los habitantes del Nuevo Mundo 170 deberían ser otorgados. Los esclavos negros, los negros libres y mulatos fueron excluidos de esta propuesta de igualdad. En cuanto a los indios se consideró inoportuno concederles dicha igualdad, inmediata y totalmente. Contra la igualdad electoral se lanzará el Consulado de México, en una carta dirigida a las Cortes en mayo de 1811, alegando en su contra la existencia de diversas castas entre los habitantes de la Nueva España. Se propuso reducir de acuerdo con este alegato a un pequeño número, la representación del Virreinato de la Nueva España, alegando que de la población total de seis millones, tres eran de indios, dos de castas y uno de blancos y sólo la mitad de éstos, era merecedor, por sus cualidades, de tener representación en las Cortes. No se aceptó esta idea, pero la propuesta causaría gran descontento entre los representantes americanos. El mexicano Servando de Teresa de Mier, recordará adolorido, este intento de discriminación. La expresión principal de esta reunión lo será la Carta fundamental, llamada Constitución de Cádiz, en la que se trató de absorber las expresiones del liberalismo del siglo XVIII; una Constitución moderna. Un intento liberal que sólo tendría validez para la Península; intento que verían con recelo las provincias de ultramar. Intento liberal democrático, pese a todo, pero el cual será pronto cancelado por el propio Fernando VII, mediante el golpe de Estado del 10 de mayo de 1814. Los franceses habían ya salido de España y el rey libre, apoyado por realistas y absolutistas, haría regresar a España a la etapa anterior a los sucesos de 1808, al absolutismo. Se volvía al pasado y, Con él, a renovados intentos para la recuperación de la hegemonía española en las Américas, haciéndose así aún más violenta, la guerra en América, la que sólo terminaría con la independencia absoluta de los pueblos que España se empeñaba en considerar simples dependencias, negándose, inclusive a verlas como éstos pretendieron, como provincias de ultramar, con los derechos que eran propios de las provincias de la península. 3. REPUDIO DE ESPAÑA Testigo de la actitud española frente a los pueblos americanos, será el mexicano Servando Teresa de Mier. Testimonio por el que se explicará la ruptura americana frente al despotismo español. Las Cortes de Cádiz, liberales por lo que se refiere a su enfrentamiento con el despotismo napoleónico, se Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit mostrarán insensibles al reconocimiento de los derechos de los españoles de ultramar. Para el metropolitano, la, América no es sino un lugar para explotar, incluyendo en esta explotación a los nativos de esas tierras. Bastará el ser nativo de América para ser visto como inferior. En el mismo plano de inferioridad estarán criollos, indios, mestizos, negros, mulatos y las innumerables castas surgidas del mestizaje que se daba en esas tierras. El proyecto de los americanos bajo la dependencia hispana, por el contrario, fue el de mantener su religión con la nación de la que se sabían hijos, el de conservar el mundo que había surgido del encuentro de España con América; pero, por supuesto, manteniendo dentro de esta conservación, la igualdad de derechos en relación con las que los españoles exigían para sí mismos. Tal será el proyecto conservador que se haga expreso en los inicios de la independencia hispanoamericana. Un proyecto que la intransigencia española lanzará por la borda. Los americanos, decíamos, no habían hecho sino secundar a la metrópoli en su enfrentamiento contra autoridades que no emanaba de la voluntad de los españoles. Pero la respuesta a esta noble actitud fue, simplemente, la represión. Una nación acorralada en al extremo de la Península, no había vacilado en ordenar el bloqueo de Venezuela y contratar tropas para aplastar a los mexicanos. ¿Por qué? ¿Qué sucede? ¿Qué ha hecho América? Todos sus pueblos, dice Mier, se levantaron contra Napoleón y se desprendieron de sus tesoros para ayudar a la Península. Los pueblos de la metrópoli hicieron algo semejante negándose, inclusive, a obedecer a un Fernando VII napoleonizado, bajo el influjo francés o casado con alguna pariente de Napoleón. La constitución aprobada por los españoles en Cádiz, declara, precisamente, que el pueblo "es libre e independiente, -y no es ni puede ser el patrimonio de ninguna familia ni persona: y que en él reside esencialmente el derecho de establecer sus leyes fundamentales, y de adoptar la forma de gobierno que más le convenga". ¿Por qué entonces no los pueblos americanos? España -contesta Mier- aunque sólo tenga la mitad de la población de América, pretende poseer la fábrica exclusiva de los Fernandos. "¡Ah los españoles están persuadidos, que los americanos sólo proclamamos a Fernando VII por miedo que les tenemos!" Por ello Venezuela ha tenido que tomar la iniciativa y será seguida por los pueblos españoles de América. España está demostrando que los pueblos de esta América sólo pueden ser vistos como esclavos. España sigue siendo España. La misma España de la conquista y 171 la colonización, aniquilando poblaciones con la crueldad de que ya hablaba un Bartolomé de las Casas. Nada ha cambiado. Los americanos nada tienen que ver con los españoles. "El principal mal de España -agrega Mier- está en la cabeza. Si la tuviesen, ya los franceses hubieran repasado los Pirineos, las Américas estarían cooperando, y no estuviesen ellos mismos en anarquía." Enfrentados al invasor francés, no tienen empacho en asesinar a su propia gente en las Américas. Pueblos incendiados, hombres pasados a cuchillo. "¿Más sangre que la de 200,000 americanos degollados en el reino de México? ¿Amén de la que destilan las orejas de los tristes indios, que acostumbran cortarles...? A fe que no es falta de voluntad si la madre patria no nos ha exterminado para someter la América a sus caprichos, como aniquiló a los indios para asegurar su conquista. No hay sesión de Cortes, en que espumajereando de cólera, no vomiten ejércitos sobre América, especialmente el día que logran alguna ventaja en la Península. Por ello España, a pesar del llamado de la Regencia a los pueblos españoles en las Américas, se las ha arreglado para mantener a sus pocos representantes en absoluta inferioridad. Era "evidente que los españoles -agrega Mier- no querían tener en las Cortes sino un corto número de esclavos privilegiados para venir a llorarles sus miserias y esperar la resolución de sus amos, como que pendía del mayor número". Para los españoles, América era sólo tierra de conquista y sus habitantes siervos destinados sólo a trabajar para enriquecer a sus amos. Por ello, los americanos, dentro de la lucha que sostenían los españoles frente al invasor extranjero, no eran sino instrumentos o botín del que fuera vencedor en esa lucha. Nada importaba a los españoles la solidaridad americana; los americanos no tenían otro papel que el de obedientes siervos, cualquiera que fuese el amo que les tocase como resultado de la lucha entre quienes se consideraban hombres libres. La frase favorecida de los españoles, dice Mier, gritada a voz de cuello, era la de "que las Américas habían de obedecer necesariamente a un gato que quedase mandando en España aunque éste fuese el mismo Bonaparte". Por ello, en las Cortes de Cádiz, se había aplazado la demanda hecha por los americanos pidiendo igualdad de Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit representación. Simplemente se afirmó "que seríamos iguales para obedecer; no para decidir de nuestra suerte en el pacto social de la nación", dice Mier. Por ello, "los europeos les decían con palabras y obras, que habían de seguir atados a la Península aunque lo montase Napoleón". Los americanos no podían aceptar esto. En su mente nunca estuvo el proyecto de separación de España. En su proyecto estaba ser parte de España, y por quererlo así, simplemente, fueron tratados como insurgentes. Tan insurgentes como lo eran los españoles enfrentados al invasor francés. La idea era el mantener esclavizados a estos pueblos, no importando quién fuese su esclavizador. Por ello, tampoco se tuvo empacho en proponer que la rebelde Buenos Aires fuese donada. al Portugal, para que éste la sometiese. A Portugal, el imperio que disputaba a España la hegemonía en esas tierras. Por ello, también los patriotas españoles realizaban suscripciones encaminadas a juntar dinero para pagar expediciones que sometiesen a los americanos por el pecado de pretender un status de igualdad en la lucha contra el invasor de la misma España. "¿Quién lo creería? -dice Teresa de Mier-. Hasta en los clubs de los fracmasanes Gaditanos se hacían suscripciones de ir a matar mexicanos." Considera Mier que tendrán más libertad los americanos en las Cortes convocadas por José Bonaparte en Burgos, que las convocadas en Cádiz. Los españoles no "pararán en sus violencias -dice-Mier- hasta que no obliguen a todas las Américas despechadas a declararse tan independientes como Venezuela, y rechazar la fuerza para no volver a ser esclavos de los esclavos". Nada ha querido hacer España para poner fin a la opresión sufrida por los americanos. "España que tanto ha gritado y grita contra la suya, nos trata de rebeldes, contra quienes han empuñado las armas, debemos correr a ellas, declararnos independientes de los tiranos, y repeler la fuerza con la fuerza." "Esclavos o nada ha dicho España." Dos puntos de vista parciales ante actos semejantes. Lo que los españoles hacen al enfrentarse a los franceses es revolucionario; en cambio lo que los americanos hacen al enfrentarse al mismo enemigo, es visto como rebeldía. A los que proponen en España enfrentarse a los invasores, dice "les llaman revolucionarios, y a nosotros rebeldes, que han de exterminar con la guerra". Es obvio que no tienen nada que ver los americanos con los españoles. Y han sido los españoles, los que han 172 expresado esta honda diferencia. De aquí que los americanos nada pueden ya esperar de un congreso como el de Cádiz. Los americanos han de tener que convocar su propio congreso. Anticipándose a Bolívar -dice Mier-: "Yo sólo digo, que más fácil ha de ser, que la América Española forme un Congreso entre sí, que el que venga a formarlo con los españoles." Por ello los americanos, si han de triunfar, tendrán que unirse y crear su propia comunidad. "Americanos: -agrega Mier- lo que os importa sable todo es la unión. Conoced su importancia por la que ponen los europeos en vuestra división." Un gran pueblo, un gran imperio, puede ser formado por estos pueblos desde el Mississipi hasta Tierra de Fuego. "Un Congreso pues junto al istmo de Panamá, árbitro único -de la paz y de la guerra en todo el continente colombiano -agrega Mier-, no sólo contendría las ambiciones del Príncipe del Brasil, y las pretensiones que pudiesen formar los Estados Unidos, sino la Europa toda, siempre inquieta por su pobreza natural, a vista del coloso inmenso que estaba pronto a apoyar de toda su fuerza la más débil aunque independiente provincia: al mismo tiempo que impediría se tiranizasen en el transcurso de los siglos unas a otras como las potencias europeas." ¿Sobre qué se basan los españoles para reclamar como derecho de propiedad a la América y sus habitantes? ¿Qué hace superiores a los españoles de los americanos? ¿Por qué los europeos han de poder rebelarse reclamando sus libertades, mientras los americanos han de obedecer a cualquier amo, incluyendo a los amos de sus amos? Los españoles, dirá Mier, han hecho suyas las calumnias de los filósofos ilustrados. Calumnias que franceses, ingleses y prusianos lanzaron contra la América y sus habitantes. Las calumnias de los Reynal, Buffon, De Pauw y otros muchos. Calumnias encaminadas a reducir la importancia de los imperios alzados por España y Portugal en América y justificar, así, el proyecto de expansión de la civilizada Europa occidental. Calumnias contra la tierra, la flora, la fauna y el hombre nacido o habitando en esta América. Calumnias que ahora hace suyas la España que se niega a reconocer como hijos legítimos a quienes pueblan sus colonias en América. Calumnias mediante las cuales trata de demostrar la inferioridad de los americanos y, con ella, su necesaria subordinación. Tal es lo que ha planteado, dice Mier, la Representación de las Cortes del Consulado de México, para no conceder a los americanos la igualdad electoral que éstos reclaman ante esas Cortes. Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit En el alegato contra la solicitud de igualdad, se ha hecho uso de las tesis de los calumniadores de América, por eso en ellas "aparecen los indios iguales a los brutos, hordas de salvajes, tribus errantes sin ciudades, sin asientos, sin agricultura -dice Mier- sin artes, pues todos estos adelantos son debidos a los antiguos y nuevos peninsulares. Todo es efecto del clima que embrutece, degenera y degrada, de suerte que hasta los mismos españoles bastardean allí". Quizá la mejor prueba de esto, ironiza Mier; lo sea la Representación que ha expuesto ante las Cortes la ofensiva propuesta contra los americanos. Pero, ¿por qué, si tan mala es la tierra americana tanto empeño en mantenerse en ella? Teresa de Mier considera que las calumnias contra América, no han sido en realidad, obra de otras naciones, sino de la misma España para justificar su dominio en ella. Han sido los propios españoles, los que han dictado tales calumnias recibidas por los filósofos que las hicieron públicas. Es por ello la representación del Consulado de México, formado por peninsulares, ha vuelto a repetir las mismas calumnias para justificar la injustificable desigualdad. Aquí se presentaron los múltiples dislates lanzados contra las Américas, los mismos "que dictaron los españoles a De Pauw (y copiaron en gran parte incautamente Reberson, Raynal y Muñoz refutados con evidencia por Carli, Clavigero, jefferson, Iturri, etc.) y todos los dicterios, calumnias y horrores que el odio más negro y el encono más profundo pudo vomitar jamás contra los criollos, indios y castas, sin perdonar a estado ni corporación alguna". Los habitantes de esta América como orangutanes incapaces de regeneración. En sustancia estos españoles sostienen "que los indios son tan brutos como al principio, ebrios por instinto, lascivos en todas las diferencias de este vicio, perezosos, ladrones, sin instrucción y aun sin Doctrina Cristiana. Las Castas tienen los mismos vicios, y son aÚn peores, por el dinero que adquieren para fomentarlos: sin embargo, desnudos, sin conocer la vergüenza, son flojos hasta la pereza, e indignos de compasión. Los criollos son irreligiosos, hipócritas, dilapidadores del caudal paterno, nación enervada y holgazana". En fin, que en trescientos años de dominación, a pesar de las Leyes de Indias, nada se ha podido hacer por esta gente, destinada a la subordinación. Gente, ésta de América, ladina, mentirosa y cobarde. Cobarde como pintaba Voltaire a los hombres y bestias 173 americanos. Pero no hay tal, dice Mier. Estos hombres están ya luchando por sus derechos, por sus libertades, enfrentándose a lo largo de las Américas a sus pretensiosos dominadores. ¿Cobardes los indios? ¿Cobardes porque han sido violentados y subordinados? ¿No los ha encorvado la tiranía de tres siglos? ¿Valientes los españoles? ¿Habéis vosotros jamás triunfado solos y por vuestro valor en ninguna parte del mundo? pregunta Mier. Han triunfado en América sólo por superioridad de sus armas, por el hierro, la pólvora, los caballos y los mastines que no eran conocidos por los indios. Pese a ello, los indios con su emperador resistieron el asedio de Tenochtitlan y no rindieron sus armas hasta que Cuauhtémoc fue hecho prisionero. En otras partes, como en Chile, los araucanos han sido inconquistables. Poco han podido hacer los españoles contra los indios en las pampas o los apaches en el norte de México. Pero "¿en Europa, cómo habéis triunfado? En 800 años apenas pudisteis salir de los moros". La época de la gloria fue la de Carlos V, pero ayudados por todo el Imperio. "No soy sin embargo, tan injusto que os niegue el valor -agrega- porque todas las naciones los han mostrado alternativamente según el entusiasmo y circunstancias." Los españoles son fieros, "pero es fiereza de bárbaros que siempre ha tenido que ceder al valor ilustrado y al talento". Por ello los españoles han sido, una y otra vez dominados. "Aunque siempre habéis peleado, no ha llegado a vuestros confines o riberas nación que no os haya puesto el yugo, fenicios, cartagineses, celtas, griegos, romanos, suevos, silingos, godos, hunos, alanos, vándalos y hasta la raza despreciable de Mahoma; hoy súbditos de alemanes, mañana de franceses, otro día de italianos. ¡Bravos sujetos para echarnos plantas!" Ante el rechazo no queda a los americanos sino el camino de la independencia total. "Americanos, a ellos -dice Mier- y hagámosles ver, que si nuestro clima dulcísimo no produce fieras sedientas de sangre, produce hombres verdaderamente valientes, porque lo son por la energía de su alma." No podemos perdonar la violencia que los hombres de esta América han sufrido y siguen sufriendo. "¿Dejaremos sin satisfacción a los manes de Hidalgo y sus generales, que nos llamaron con el primer grito a la libertad, y condujo a un infame patíbulo la perfidia? Nada de conciliación." "¿Para qué queremos la vida en compañía de tales monstruos?" "América será libre: declarad su independencia y peleemos." De esta forma se ponía término al proyecto conservador frente a España. Ante un pueblo que se negaba a aceptar la legitimidad de sus " hijos. Hijos de sus obras, hijos de su acción, de su sangre y Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit de sus viejas hazañas. América, dirá también Bolívar, quedaba así en la orfandad. Orfandad ante el rechazo brutal de la metrópoli. ¿Qué hacer? Ya en fray Servando Teresa de Mier, se hace expresa la necesidad de buscar el modelo que sustituya al hispano. Este modelo lo encontrará Mier en los Estados Unidos. El proyecto conservador tiene que ser sustituido por el proyecto liberal o el civilizador. En Norteamérica puede estar la solución. Los Estados Unidos pueden ser el fanal que conduzca a pueblos, como el mexicano, hacia la felicidad. De allí ha de venir lo bueno para esta parte de América. Mier será testigo del fracaso del Imperio de Iturbide y del nacimiento de la República. La República que se lanza ahora a la disputa sobre cómo ha de ser el futuro. ¿Ser como los Estados Unidos? ¿O tratar de crear un orden propio, enraizado en el pasado que dejó España? República y Estados Unidos parecían sinónimos, así como Estados Unidos, prosperidad y poder parecían la misma cosa. Salvo que Mier, se declaraba, por lo que se refiere a la forma de la república, centralista. Esto es, no aceptaba el federalismo que era propio del republicanismo estadounidense. ¿Por qué centralista? En la propuesta de Mier volvía a presentar el proyecto conservador pero bajo el ángulo republicano. No todo era negativo del pasado español. Lo negativo se había expresado en la incapacidad de esta nación para asimilar a los pueblos que ella misma había originado. Pero algo había en ese pasado que debía ser asimilado por los propios americanos. Dando a las expresiones de este pasado, el carácter apropiado. Apropiado a su realidad. El republicanismo era un buen modelo, los Estados Unidos eran por sí mismos, también un buen modelo. Pero un modelo que habría que adaptar a la realidad propia de los americanos de origen hispano. No se podía partir de la nada, había que partir de lo que se era, para poder ser aquello que se quería llegar a ser. En este sentido el sistema federal no podía ser bueno para la América hispana. Y no lo era porque era ajeno a su realidad. "Háganse bajar cien hombres de las galerías -decía Mierpregúnteseles qué casta de animal es la república federada, y doy mi pescuezo si no responden mil desatinos." Y refiriéndose a los Estados Unidos, el modelo republicano, pero que no tenía que ser federal, agrega. "La prosperidad de esta vecina república ha sido y está siendo el disparador de nuestras Américas, porque no se ha ponderado bastante la inmensa distancia que media entre ellos y nosotros. 174 Ellos eran ya estados separados e independientes unos de otros, y se federaron para unirse contra la oposición de Inglaterra; federarnos nosotros estando unidos, es dividirnos y atraernos los males que ellos procuraron remediar con esa federación." Se hace aquí expresa la misma preocupación bolivariana: la de mantener la unidad que se tenía desde la colonia. Federarse sí, pero a nivel más alto que el de pueblos que estaban ya unidos entre sí. La unidad era la experiencia colonial que no debería ser rechazada. Unidas estaban las Américas a que había dado origen la colonización española. La unidad, el orden era lo que había permitido el largo sueño colonial; unidad que debería mantenerse ya sin España. Tal sería el proyecto conservador, una vez que se tuvo que romper los lazos con la metrópoli. 4. LA HERENCIA ESPAÑOLA SIN ESPAÑA Rotos los lazos con España, el proyecto conservador tratará ahora de mantener el orden español ya sin España. Un orden, que de alguna forma, había mantenido a la América en una paz Octaviana. Hubo, desde luego, revueltas. Indios, criollos o mestizos descontentos que hicieron sentir sus protestas. La más violenta de estas protestas, fue el levantamiento de Tupac Amaru en el Perú. Pero el orden acabó imponiéndose. El orden que la generación que hizo la independencia consideraba urgente mantener. El caos, la anarquía, había seguido al orden propio de la Colonia. La libertad reclamada se había transformado en libertinaje. Expulsados los españoles; ganada la batalla contra la dominación, los americanos se habían entregado a la tarea de matarse mutuamente. Bolívar será amargo testigo de esta situación en su América, tanto en la Patria Grande, como en la tierra en que había nacido. Por ello, queriendo mantener el orden destrozado por las guerras de independencia, los libertadores habían pensado en imperios, reinos o dictaduras. Gobiernos de orden americano, capaces de unir a las naciones americanas en la independencia como antes habían estado unidas bajo la dependencia española. Bolívar había pensado asÍ, había pensado en ofrecer el trono de América a algún monarca europeo; San Martín pensó en una monarquía que tuviese su asiento en los Andes, donde antes estuvo el Imperio Inca, acaso bajo algún heredero de este imperio. Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit Bolívar se mostraba, también, partidario de una presidencia vitalicia y San Martín de una monarquía constitucional. Pero los libertadores también se transformaban en dictadores. O'Higgins de Chile, Bolívar de la Gran Colombia y del Perú; Iturbide, a su vez, se declaraba emperador y los conservadores mexicanos le entregan el poder a Maximiliano. Se trataba en fin, de ocupar, de alguna forma, el vacío de poder que dejaba España al ser expulsada de las Américas. Brasil ya se había transformado, sin violencia, en un imperio, prolongando así el imperio del que había sido dependencia. Ocupar el vado de poder, será la preocupación de los libertadores así como de la generación que siguió a la de éstos. Había que volver al férreo orden español, aunque sin España. Tal será el proyecto de los americanos, cansados o espantados ante el caos que había seguido a la liberación. Enfrentados al liberalismo jacobino que había puesto en crisis el orden español, pero también a la misma vida de las naciones de ultramar. Un orden teocrático, remedo del de Felipe II será el que intente en el Ecuador Gabriel García Moreno; Juan Manuel de Rosas en la Argentina y Diego Portales en Chile serán figuras ejemplares del conservadurismo americano. Lucas Alamán, en México, pugnará por orientar la marcha de la nación por el camino de la conservación del orden heredada. Los pueblos de esta América deberían someterse, dirá Portales, al "peso de la noche". La colonia era el peso de una larga noche que el liberalismo, ese aliado extranjero, de que habla Bello, había agitado. Portales había sido partidario, como otros americanos de la separación frente a España, pero no lo era para caer y aceptar el caos, sino como posibilidad para poder realizar las metas que eran propias de esta América, para crear el orden que había de ser propio de estas naciones. Y propio de ellas había sido ya esa larga noche de la colonia. Una experiencia que no podía ser lanzada por la borda; experiencia que tenía que americanizarse, ser puesta al servicio de los americanos. América era, quiérase o no, parte de España. Había sido modelada por ella y tendría por ello que seguir los carriles que le habían sido marcados para continuar su existencia. El conservadurismo hispanoamericano se mostrará, por principio, receloso de la poderosa nación que se alzaba en el norte, los, Estados Unidos. Recelo que hemos visto expresado en Bolívar. Se trataba de una nación que si bien había surgido en nombre de la libertad, en nombre de esta misma libertad, podría 175 también llevar la miseria a la otra América. Un recelo que veremos también patente dentro de la España de los Borbones. En la España que, con Francia, había ayudado a los norteamericanos a emanciparse. El Conde de Aranda, firmante del Convenio, redactado en París en 1783 y que reconocía la independencia de la nueva nación preveía las posibles consecuencias de esa acción. España que, como Francia, había apoyado el nacimiento de Estados Unidos para así debilitar al imperio rival, el inglés, estaba dando origen a una nación que, en un futuro próximo trataría de desplazar a los imperios europeos incluyendo sus benefactores, para así ocupar el vacío de poder que éstos dejasen. Anticipaba, proféticamente, el Conde de Aranda la que sería guerra relámpago que, en 1898, acabaría desplazando a España de sus últimas colonias tanto en el Caribe, como en el Pacífico. Además, la aceptada independencia de los Estados Unidos iba a ser un buen pretexto de agitación en las colonias de España en América. "La independencia de las colonias inglesas ha sido reconocida y esto mismo es para mí un motivo de dolor y de temor -dice Aranda-. La Francia tiene pocas posesiones en América, pero hubiera debido considerar que España, su íntima aliada, tiene muchas que quedan desde hoy expuestas a terribles convulsiones." Antes de este momento España había podido mantener el orden de sus colonias casi sin dificultad, pese a la distancia. El orden impuesto por ella era reconocido y aceptado por los propios americanos. Pero esto es lo que iba a ser puesto en crisis ante el ejemplo estadounidense. Dice Aranda: "Jamás posesiones tan extensas y colocadas a tan grandes distancias de la metrópoli se han podido conservar por mucho tiempo." Andrés Bello hablaría, posteriormente, de las razones que habían permitido el mantenimiento del orden colonial español, pese a la distancia. Por ahora esta situación iba a ser amenazada, tanto por el ejemplo de la revolución estadounidense, como por el rápido desarrollo que esa misma nación estaba alcanzando. Desarrollo que le llevaría también a tratar de desplazar a su protectora España de sus dominios. Esa República Federal, dice Aranda, "ha nacido pigmea, por decirlo así, y ha tenido necesidad del apoyo y de la fuerza de dos potencias tan poderosas como la España y la Francia para conseguir su independencia. Vendrá un día en que será gigante, un coloso en esas comarcas. Olvidará entonces los beneficios que ha recibido de las potencias y no pensará más que en su engrandecimiento. El paso primero de esa potencia, cuando haya llegado a engrandecerse, será apoderarse de las Floridas para dominar el Golfo de México. Después de habernos hecho de ese Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit modo dificultoso el comercio con la Nueva España, aspirará a la conquista de este vasto imperio, que no será posible defender contra una potencia formidable establecida sobre el mismo continente y a más de eso limítrofe". Diego Portales escribía, en 1822, refiriéndose a la tesis del presidente Monroe, de América para los americanos. "Los periódicos traen agradables noticias para la marcha de la revolución de toda América. Parece algo confirmado que los Estados Unidos reconocen la independencia americana." "El presidente de la Federación de Norte América, ha dicho: "Se reconoce que la América es de éstos." ¡Cuidado con salir de una dominación para caer en otra! Hay que desconfiar de esos señores que muy bien aprueban la obra de nuestros campeones de liberación, sin habernos ayudado en nada: he aquí la causa de mi temor. ¿Por qué ese afán de Estados Unidos en acreditar ministros, delegados y en reconocer la independencia de América, sin molestarse ellos en nada? "Yo creo que todo esto obedece a un plan combinado de antemano; y ése sería así: hacer la conquista de América, no por las armas, sino por la influencia en toda esfera. Esto sucederá, tal vez hoy no; pero mañana sí. No conviene dejarse halagar por estos dulces que los niños suelen comer con gusto, sin cuidarse de su envenenamiento." En 1852, el ideólogo del conservadurismo mexicano, Lucas Alamán, buscaba explicación a un hecho negativo para esta América a la amputación sufrida por la nación mexicana, de más de la mitad de su territorio en la guerra desatada por los Estados Unidos. Esto no era ya profecía, lo temido por Aranda y por Portales que empezaba a realizarse. ¿Cómo? ¿Por qué? Había sido éste el resultado del encuentro entre un pueblo organizado, como los Estados Unidos y uno desorganizado como el mexicano. El pueblo mexicano, roto el orden colonial, no había podido encontrar una nueva forma de orden. "En países que carecen de homogeneidad en la masa de su población -dice Alamán- y que por esto, más bien que una nación, son una reunión de naciones de diferente origen, y que pretenden tener diversos derechos, si esta diversidad no se funda sólo en leyes sino que procede de la naturaleza; las varias castas abandonadas a sus esfuerzos, no habiendo una de ellas que domine legalmente como en los Estados Unidos, más tarde o más temprano acaban chocando entre sí, si un poder superior a todas, sostenido por un prestigio por todas igualmente reconocido, no conserva entre ellas el equilibrio, 176 protegiéndolas sin distinción y sin oprimir a ninguna. De otra manera, los elementos de discordia se manifiestan en cualquier ocasión, y a veces en los momentos en que la unión sería más necesaria, como cuando se trata de repeler una agresión extranjera, pues entonces el invasor fomenta en su provecho estas rivalidades, haciendo imposible un esfuerzo nacional, como entre nosotros sucedió en la invasión del ejército norteamericano en 1847. Los estadounidenses no hicieron sino imitar a los españoles cuando conquistaron México y la América; como ellos entraron sin dificultad, apoyados en las rivalidades que tenían entre sí los diversos pueblos de estas tierras. No temieron, como no temieron los españoles, ser cortados, en su avance, por fuerza alguna, ni encontrar oposición seria. Al contrario, se presentarían como los vengadores de los agravios de unos, contra los otros; así como aliados, circunstanciales, de este aquel grupo. Así lo hicieron los españoles que apoyaron a unos pueblos contra otros, para acabar avasallándoles a todos. "Los jefes de aquel ejército -dice Alamánque habían conocido las circunstancias del país a un golpe de vista, mucho mejor que los mexicanos, que en este punto parecen haber tomado empeño en cerrar los ojos a la luz de la verdad, se persuadieron fácilmente que ésta era la parte más vulnerable de la organización mexicana, y una vez descubierto este secreto, éste será ciertamente el arma más poderosa de que en lo sucesivo hagan uso todos los que intenten invadir o dominar el país." España, por el contrario había sabido encontrar el instrumento de la homogeneidad de sus colonias; -la forma así de mantener el orden. Un orden que duró tres largos siglos. Esta homogeneidad, precisamente, será la que desaparezca como resultado de la Independencia, y como consecuencia de la imitación de ideologías extrañas a la realidad creada por España en América. La América deberá, entonces, buscar la forma de organización que puede ser más apropiada a la realidad en que ha sido formada. Por ello, para Portales el problema no era el de elegir entre democracia o monarquía. Los americanos, decía Portales, han pensado resolver sus problemas imitando a democracias como la estadounidense o armas de organización como las monarquías en Euopa. "La Democracia, que tanto pregonan los ilusos, es un absurdo en los países como los americanos, llenos de vicios y donde los ciudadanos carecen de toda virtud, como es necesario para establecer una verdadera República. La Monarquía no es tampoco el ideal americano." Diego Portales es partidario de la República, pero de una república elaborada de acuerdo con las Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit necesidades de esta América que, en nada, se asemejan a las de repúblicas como los Estados U nidos. La república es el sistema que habrá que adoptar, pero de acuerdo como la misma debe ser entendida para los países de esta América. Como "un gobierno fuerte, centralizador, cuyos hombres sean verdaderos modelos de virtud y patriotismo, dice Portales, y así enderezar a los ciudadanos por el camino del orden y de las virtudes. Cuando se hayan moralizado, venga el Gobierno completamente liberal, libre y lleno de ideales, donde tengan parte todos los ciudadanos". Porque la libertad, en el sentido que le pretendieron dar los liberales de esta América, era sólo un elemento extraño a la realidad de esta parte del continente. Algo propio del país que se presentaba como el gran modelo a seguir, los Estados Unidos, pero extraño para los países que lo pretendían realizar imitando sus instituciones. Imitación del orden extraño, a esta América, de la que sólo se originará la anarquía que seguirá a esta pretensión. Por ello tres siglos de orden, bajo la hegemonía de España, se convertirán rápidamente en humo. Hablando Lucas Alamán, de la primera constitución liberal de México, la de 1824, dice: "Sin embargo al hacer aquella Constitución y todas las que han seguido, se supuso, harto gratuitamente por cierto, que todo este orden de cosas, formado y considerado en 300 años, había desaparecido como por encanto; que la nación mexicana se componía de individuos que acababan de salir de manos de la naturaleza, sin recursos, sin pretensiones, sin derechos anteriores." Los mexicanos pretendieron borrar, así, de una plumada, todo el pasado hispano, y como el buen salvaje roussoneano empezar a partir de cero. "Hízose pues, una Constitución sobre una base imaginaria y todas las revueltas, todas las conmociones que desde entonces se han sucedido, una a otra, no han sido otra cosa que el choque necesario entre los elementos ficticios de la Constitución y los elementos que realmente componen nuestra sociedad política." Lucas Alamán, como Diego Portales y el conservadurismo que ellos representaron no pueden ser considerados reaccionarios, pretendiendo la vuelta al orden Colonial bajo el dominio español. Están también contra la colonia, están contra el dominio del que se ha liberado esta América. Aceptan la independencia alcanzada, la consideran necesaria; pero con lo que no están de acuerdo es con el olvido que se hace de la propia libertad, incluyendo la colonial, pretendiendo establecer un nuevo orden ficticio, extraño, ajeno a los hombres de esta América. Dice Alamán: "Creemos que nuestra independencia fue un hecho 177 grande y glorioso, un hecho necesario e inevitable además. Por eso la Independencia reunió a tantas simpatías porque consultaba el bien general, porque se desataron Y no se rompieron los lazos que unieron lo pasado, con lo presente y lo futuro." Lucas Alamán se declara conservador, pero en forma alguna reaccionario, ya que pretende, dice, mantener los lazos que permitieron al pueblo estar unido, tanto bajo la colonia, como en la gesta de la independencia, porque esto es lo que se ha perdido al finalizar la colonización y la gesta que le puso fin. Nosotros "nos llamamos conservadores, ¿sabéis por qué? porque queremos primeramente conservar la débil vida que le queda a esta pobre sociedad, a quien habéis herido de muerte; y, después, restituirle el vigor y la lozanía que puede y debe tener, que vosotros le arrebatasteis, que nosotros le devolvemos. ¿Lo oís? Nosotros somos conservadores, porque no queremos que siga adelante el despojo que hicisteis; despojasteis a la patria de su nacionalidad, de sus virtudes, de sus riquezas, de su valor, de su fuerza, de sus esperanzas... Nosotros queremos devolvérselo todo; por eso somos y nos llamamos conservadores". Diego Portales, por su lado, está de acuerdo con los libertadores en la lucha que permitió la independencia de Chile frente a España, pero se enfrentará también a los mismos héroes de la Independencia. No titubea en darles de baja en el ejército, en cuanto considera que ellos están dando origen al caos en que ya se debate la república chilena, una vez alcanzada la independencia. El jacobinismo de quienes confunden la libertad con anarquía es puesto en jaque durante el corto gobierno de Portales como ministro de Guerra y como dictador. Para Portales, la democracia no es licencia: y menos aún anarquía. "Son débiles las autoridades -dice- porque creen que la democracia es la licencia." La democracia para Portales es orden, orden del pueblo, pero orden. Por ello en los diez meses de férreo gobierno a su cargo, se crean las posibilidades de futura existencia de la república chilena. Portales parte de la realidad, y como parte de ella del orden que permitió a España su prolongado dominio. Un orden que puede permitir, a los chilenos el afianzamiento de su independencia. Portales está contra las abstracciones, contra leyes o constituciones que no sean expresión de la realidad sobre la que hay que legislar y ordenar. El orden propio de los pueblos que han alcanzado la independencia tiene que ser extremadamente complicado. Por ello habrá que mantener, antes de cualquier cambio lo que ya existe, lo que llama Portales, el peso de la noche. "El orden social se mantiene en Chile por el peso de la noche y Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit porque no tenemos hombres sutiles, hábiles y cosquillosos: la tendencia casi general de la masa al reposo es la garantía de tranquilidad pública. Si ella faltase nos encontraríamos a oscuras y sin poder contener a los díscolos." "El país está en un estado de barbarie que hasta los lntendentes creen que por toda legislación está contenida en la ley fundamental, y por esto se creen sin más atribuciones que las que leen mal explicadas en la Constitución." Por ello, quieren aplicarla al pie de la letra, deducir de ella lo que sólo son normas generales que hay que poner en contacto con la realidad y no a la inversa. El gobernante, para Portales, tiene más facultades de las que se supone le otorga una ley. Las facultades que surgen de la necesidad de resolver problemas concretos. Problemas que no pueden ser aplazados para su solución, si la ley no los resuelve en abstracto. Son las costumbres y no las leyes las que, al ser coordinadas dan origen al orden. Por ello España gobernó, desde tan lejos, y en tan largo tiempo. Habrá así que partir de la realidad y sólo pretender transformarla si se cuenta con los elementos para hacerlo. Lo contrario será agitar el peso de la noche y provocar el caos. El caos que ya ha desatado el jacobinismo y que no podrá ser refrenado si no se reorganiza lo que ya estaba organizado, y sólo a partir de esta organización buscar su cambio. "Yo creo -dice- que estamos en el caso de huir de reformas parciales que compliquen más el laberinto de nuestra máquina y que el pensar en una organización formal, general y radical, no es obra de nuestros tiempos. Suponiendo que para ello no encontrase un inconveniente el carácter conciliador del gobernante, demanda un trabajo que no puede ser de un hombre solo, y para el que no diviso los apoyos con que pueda contarse." Se dice que la Constitución promulgada en 1833, y que reforma a la liberal de 1823, fue inspirada por Diego Portales para posibilitar el orden que la República había perdido al independizarse. Sin embargo, su postura será otra. El orden, insistimos, no dependía para Portales de ley alguna. El orden era algo que debía alcanzarse en la práctica del gobierno. Gobierno es el poder, pero no el poder personal que Portales rechazó una y otra vez, sino el poder propio de la maquinaria del gobierno, cualquiera que sea el manipulador de la misma. Así, cuando se consulta a portales sobre el proyecto de reforma a la Constitución liberal dice: No "me tomaré la atención de observar el proyecto de reforma: usted sabe que ninguna obra de esta clase es absolutamente buena ni absolutamente mala; pero ni la mejor ni ninguna servirá 178 para nada cuando esté descompuesto el principal resorte de la máquina". La ley, dice Portales, sólo castiga el crimen cometido, nunca lo previene y lo impide. Por ello a su sombra pueden cometerse atropellos, injusticias, anarquías que sólo el gobernante actuando puede castigar, pero también impedir. Es en esto que estriba el conservadurismo de Portales, en mantener el orden y la moral pública y no en cubrir la anarquía y el vicio so pretexto de que se violaría la ley si no se toma in fraganti a sus violadores. "Pues es preciso esperar que el delito sea in fraganti." "En Chile agrega- la ley no sirve para otra cosa que no sea producir la anarquía, la ausencia de sanción, el libertinaje, el pleito eterno, el compadrazgo y la amistad. Si yo, por ejemplo, apreso a un individuo que sé está urdiendo una conspiración violo la ley." "De mí sé decirle que con ley o sin ella, esa señora que llaman Constitución, hay que violarla cuando las circunstancias son extremas. Y que importa que lo sea, cuando en un año la parvulita lo ha sido tantas por su perfecta inutilidad." Para Portales la ley, está en su ejecutor, en su realizador, en el gobernante. Ésta es la ley. "Que la ley la hace uno procediendo con honradez, y sin espíritu de favor." Se trata así, de una interpretación tan utópica como la que combatía Portales, al imaginar la posibilidad de un gobernante honrado e imparcial, sin pensar en cualquier otro podía hacer con esa ley-poder, a su servicio. Es contra esta interpretación, y la maquinaria que organizó en su corto paso por el gobierno que se enfrentará el liberalismo chileno. Pero un liberalismo que era ya ajeno al jacobinismo al que se había enfrentado Portales. Lucas Alamán, por su lado, encontrará en la imitación servil de sistemas e ideas ajenas a la realidad de esta América, el origen del desorden, la anarquía y la debilidad de estas naciones. Como Bello deslinda la idea de independencia del liberalismo importado. Independizarse no implica romper con todo lo que se posee, no implica quedarse en la intemperie. "Demasiado difícil es por sí solo -dice Alamán- el hacer independiente todo cuanto en ella está establecido respecto a la forma de gobierno, usos y costumbres derivadas de él, la dificultad entonces viene a ser insuperable. En los Estados Unidos de América sólo se emprendió lo primero, y el Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit buen orden y estabilidad con que las cosas han seguido, el engrandecimiento que aquel país ha alcanzado, no han provenido de otra cosa que de no haber hecho variación alguna en lo segundo." Por ello, una "fiel imitación de la conducta de aquellos consistía en copiar su constitución política, para la cual había en México menos elementos que en Rusia o en Turquía sino en seguir el prudente principio de hacer la independencia, dejando la forma de gobierno a que la nación estaba acostumbrada". Ha sido la imitación, no de la actitud tomada por los Estados Unidos sino de los frutos de la misma, lo que ha conducido a la guerra civil, a la anarquía y lo que conducirá, dirá Lucas Alamán, a una nueva dependencia. La dependencia ante los autores de los frutos así imitados. Ya que en lugar de adoptar un orden, de acuerdo con nuestra propia experiencia, nos empeñamos en adoptar algo ajeno a la misma. "No considerándose que nuestra unidad social, política y religiosa, nos aconsejaba la forma monárquica de gobierno, como a ellos su diversidad de cultos, de pueblos y de idiomas, la forma republicana y la organización federal, creímos que el camino más pronto para asegurar la libertad política, era arrojamos en brazos de los Estados Unidos de Norteamérica, imitar servilmente sus instituciones y seguir exactamente sus pérfidos consejos." Para Lucas Alamán como para muchos otros conservadores, la solución estaría en todo caso, en un sistema monárquico, si se quería adoptar algún modelo. Así lo entendieron los libertadores, dice Alamán que pensaron en reinos, monarquías, que sustituyesen a aquella de la que se independizaba América. lturbide y Bolívar, dice, coincidieron en la misma idea, "levantando el primero en su Plan de Iguala un trono en México para la familia reinante en España e intentando el segundo llamar a la de Orleáns, a ocupar el que quería erigir en Colombia". Lo que deseamos insiste Alamán, es "que haya un gobierno estable, que, inspirando confianza a la Europa, nos proporcione alianzas en el exterior, para luchar con los Estados Unidos de Norteamérica, si se obstinan en destruir nuestra nacionalidad... No nos importan las calumnias con que se persigue siempre a los que combaten los desórdenes, las preocupaciones, los abusos. . . Lo que es seguro, sí, es que nosotros no seremos jamás cómplices de la ambición extranjera, y jamás las estrellas de los Estados Unidos de Norteamérica eclipsarán los colores de la bandera nacional". "México -insiste Lucas Alamán- necesita un gobierno fuerte que pueda mantener el orden y la paz en el interior y que en el exterior se haga respetar. " La política de los Estados 179 Unidos de Norteamérica hace que de todas nuestras necesidades ésta sea la mayor; nuestro rico y hermoso suelo es su presa más codiciada y saben que si en sus ambiciosos avances tropiezan con un gobierno fuerte, compacto y unido, allí se detendrán sus esperanzas de engrandecimiento. ¿Qué extraño es que nos quieran fatigados, desunidos y débiles, como hasta aquí?" Ésta había sido la causa de la derrota mexicana ante el primer zarpazo del coloso del norte en 1847. Pero habría que evitar un nuevo y, acaso final golpe, a la nación mexicana. Pero posteriormente, el conservadurismo mexicano, empeñado en mantener el orden heredado, no vacilará, a su vez, en solicitar la ayuda de Europa, ayuda del no menos ambicioso Napoleón III, el cual impondrá, apoyado por las armas francesas al iluso Maximiliano de Austria, como segundo emperador mexicano. El proyecto conservador fracasará así, como fracasará el proyecto liberador, a lo largo de ésta nuestra América. Otro conservadurismo, originado en el proyecto que parecía su antítesis el proyecto civilizador, tomará su lugar. El porqué de este fracaso, quizá se encuentre en las palab as de otro de los representantes más destacados del conservadurismo latinoamericano, el argentino José Manuel de Rosas, el cual enarbola la bandera del Federalismo. Pero de un federalismo que nada tendrá que ver con el sostenido por los Estados Unidos de Norteamérica. Federalismo enfrentado al unitarismo liberal, origen del futuro proyecto civilizador. Para Rosas el orden que había de ser mantenido era el orden colonial, con puntos de apoyo en cada provincia. Era éste el orden el que debería ser fortalecido. Las provincias unidas por un interés común; orden basado en el mantenimiento de sus derechos, a los cuales eran ajenos las pretensiones de los unitarios que pretendían conducir a las provincias desde la Capital. La Colonia había respetado siempre estos señoríos o feudos. Ningún virrey, como explicaba Bello, tenía suficiente autoridad para imponer un mando que sólo dependía del Rey y que como tal tendría que ser aceptado por la provincia. Una carta de Tomás Guido expresa las ideas de Rosas al respecto: "Creo -dice- que debemos propender a que mejore la organización peculiar de cada Provincia, multiplicando así los focos de orden y sustituyendo a las influencias anárquicas órganos legales de la voluntad de los pueblos. Principien las Provincias por ensayar su sistema representativo y a fortalecerse mutuamente por medio de arreglos montados sobre recíproca utilidad, y ellas mismas vendrán a parar por el peso de sus propios intereses a un centro común; donde se Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit uniforme la dirección de todas. Entonces será, en mi opinión, el tiempo del Congreso General y de una constitución que acabe con el fatal aislamiento a que nos han reducido nuestros extravíos." Ésta había sido la base política del largo orden colonial, puesto en crisis por la anarquía originada en extrañas ideas de libertad, ajenas a la que aquí se sostenían. Rosas, en este sentido, será declarado "Ilustre restaurador de las leyes". Restaurador del orden y las leyes que hasta ayer habían mantenido la unidad de las Provincias de la Plata y de la América hispana entera. Era éste el orden propio de la colonia. Sin embargo, este orden no iba a serlo de las nuevas naciones independizadas. Porque otras fuerzas habían sido despertadas, fuerzas que no podían ser ya conciliadas como quería Lucas Alamán. El conservadurismo representaba el orden sin España de los estancieros, hacendados, estanqueros; el orden de los señores de las dilatadas tierras americanas, los cuales sólo rendían cuentas, en abstracto, ante el soberano de la lejana metrópoli española. Hombres encargados de mantener el orden colonial, el orden que reconocía sus derechos regionales, principales, feudales. Eliminada España eran estos hombres sus herederos. Barones criollos, señores feudales, caudillos, caciques. Ellos formaban el peso de la noche de que hablaba Portales. Pero de una noche que ya había sido agitada por nuevas ideas, por nuevas preocupaciones las de nuevos grupos sociales que no podían ser satisfechas ya por el orden colonial. El orden colonial que el liberalismo ilustrado, la Declaración de Derechos de los Estados Unidos y de Francia, habían puesto en crisis, tal y como lo temía el conde de Aranda. Mestizos, indios, criollos desplazados, que no se conformarían ya con volver al lugar en que" se encontraban antes de la Revolución de Independencia. Era éste el agente extraño que minaría el viejo orden heredado de la colonia. Se trataba ya de un orden que no podía ser visto como justo, para quienes eran ajenos al sistema paternalista de las encomiendas. Orden extraño a indios y castas y que, por lo mismo no podía ser conciliado como quería Lucas Alamán. Un orden cerrado, limitado y poco dispuesto a aceptar situaciones que pusiesen en peligro los intereses de sus barones. Era el orden de los amos de la tierra y. de quienes la trabajaban. El orden del que hablaba Juan Ginés de Sepúlveda. Orden de señores, o encomenderos, al que eran ajenos los desheredados, los condenados de la tierra, las castas y los indígenas. Por ello los desheredados, los que se sabían ajenos 180 a tal orden, intentarán crear un nu.evo orden que pudieran considerar propio, el orden que se expresara como proyecto civilizador. Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit 181 VIII. EL PROYECTO CIVILIZADOR 1. LA CIVILIZACIÓN FRENTE A LA BARBARIE Los DESHEREDADOS del orden colonial, nada querrán saber de un sistema que les marginaba. Nada con un orden dentro del cual eran tan solo Instrumentos. Grupos que se adherirán al proyecto libertario de los criollos, pero nunca al conservador. Nada tenían que conservar estos hombres. Todo lo -contrario, lo que tenían que hacer era cambiar, subvertir un orden ajeno a sus intereses. Sus intereses eran de futuro, de un futuro aún lejano pero que tendría que llegar. Y llegaría por la acción de estos hombres en su propio beneficio. Son hombres cuya existencia es accidental. Son los no buscados hijos del conquistador y la indígena, tomada sin más interés que la satisfacción sexual del primero, al igual que los hijos del amo y la esclava negra, o las múltiples combinaciones de un mestizaje entre desiguales. Los padres se avergüenzan de estos hijos, o simplemente, los ignoran. Para la madre serán sólo una carga aceptada estoicamente. Mestizos, mulatos y las combinaciones de todos entre sí, formarán en México las castas. Castas sin derecho alguno dentro del orden colonial. Ni siquiera gozan estos hombres de la protección con que la corona obligaba al colonizador, la encomienda. No son ni herederos ni encomendados. Nada en ellos es legítimo. Acompañarán a sus hermanos criollos en la lucha por la independencia, pero a sabiendas de que siempre serán los bastardos. Más bastardos aún de lo que pudieran sentirse los indianos, los hijos legítimos del conquistador, frente a los metropolitanos. Pero, no seguirán a ésos sus medio-hermanos en el esfuerzo de éstos por llenar el vado de poder dejado por la metrópoli. Se enfrentarán a ellos, en guerra sin cuartel, para crear su propio orden. Un orden que apuntará hacia el futuro, hacia el progreso. Algunos criollos de sangre, pero igualmente desplazados por sus mayores, formarán parte activa de este grupo, que nada querrán saber tampoco de un pasado que consideran les era extraño; de una historia que no habían hecho, y de la cual sólo se sentían instrumento. Frente al conservadurismo, encarnado en Lucas Alamán, se alzará la voz de José María Luis Mora, y los hombres de la Reforma, apoyando el progreso frente al retroceso. Ante Diego Portales, Lastarría y Bilbao oponiendo al conservadurismo el republicanismo. Frente a Gabriel García Moreno, Juan Montalvo oponiendo al ultramontanismo teocrático el liberalismo. Y ante Juan Manuel de Rosas estarán Domingo Faustino Sarmiento, Juan Bautista Alberdi y su generación sosteniendo la civilización contra la barbarie. Y así, a lo largo de toda ésta nuestra América. Al proyecto conservador se enfrentará el proyecto civilizador. Y dentro de este proyecto, los Estados Unidos serán vistos como el modelo a realizar. Pero no ya en la forma como lo proponía fray Servando Teresa de Mier, esto es, adaptando el modelo a la realidad latinoamericana, sino mediante su copia, lo más exacta posible. De todos los males, de la anarquía, de la derrota ante el invasor, no será ya responsable el jacobinismo, sino el pasado heredado, el pasado colonial, el pasado ibero. Y la forma más eficaz de poner fin a esta situación, será su eliminación, habrá que borrado. Y como si quisieran realizar: la maldición de Simón Bolívar" ante el caos de que había sido testigo, se propondrá la extinción de la raza de los americanos. La sangre y la mente, voluptuosa y anárquica, deberían ser cambiadas por otra sangre, raza y otra mente. Ahora bien, el proyecto civilizador no será sino adaptación, copia, imitación, del proyecto colonizador occidental. La civilización como meta y justificación del nuevo colonialismo. La colonización vista como un proyecto regenerador, al servicio mismo de los colonizados que, de esta forma, ingresarán en la civilización. El francés, Alfonso de Lamartine dice: "En mi opinión, las grandes colonizaciones entran indispensablemente en el sistema político que la época asigna a Francia y a Europa. Oriente nos llama y la falta de salidas interiores las hace necesarias para nuestras poblaciones crecientes." Es Europa regenerando el resto de la tierra con su sangre y su cultura. La colonización ha sido, y será así, el instrumento de universalización de la civilización. Grecia, Roma, España, Francia, Inglaterra y Holanda han sido sus mejores agentes. La colonización no "crea inmediatamente las riquezas sigue Lamartine- pero crea el móvil del trabajo; multiplica la vida, el movimiento social; preserva el cuerpo social de la languidez que lo enerva o de la superabundancia de fuerzas sin empleo que, tarde o temprano, estallan en revoluciones y en catástrofes". Es ésta una tarea que sólo Europa puede realizar. El mayor ejemplo de esa posibilidad lo son ya los Estados Unidos de Norteamérica. En esta nación se han proyectado y realizado dos metas que se había Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit propuesto Europa como agente de la civilización. "Poner las cosas y las ciudades de África en las manos de los príncipes árabes sería confiar la civilización a la barbarie." Civilización y barbarie, será la dicotomía enarbolada, en la misma América ibera, por quienes sueñan en orden que ponga fin al caos heredado de la colonización ibera. ¿Se debe abandonar Argelia? se preguntan los franceses que consideran deberán continuar su tarea civilizadora en esta parte del mundo. "Pensamiento funesto -dice Lamartine-, pensamiento antinacional, antisocial, inhumano que debemos rechazar como rechazaríamos el pensamiento de una vergüenza o de un crimen... sería renegar de nuestra misión y de nuestra gloria; sería traicionar a la Providencia que nos ha hecho sus instrumentos en la conquista más justa que quizá nación alguna haya jamás realizado; sería despreciar la sangre de los valientes que hemos sacrificado en el asalto realizado contra la barbarie." Victor Hugo, en la inauguración del Congreso de la Paz en 1849, habla también, con calor y entusiasmo, de la misión civilizadora de Francia y Europa sobre el resto del mundo no civilizado. Describe lo que ya habría sucedido si esta tarea hubiese sido iniciada treinta años antes. ¿Sabréis qué habría ocurrido? "¡Habría cambiado la faz del mundo! -contesta-. Los istmos habrían sido cortados, los ríos calados, las montañas atravesadas, los ferrocarriles cubrirían los dos continentes...; se construirían ciudades en donde sólo hay soledad; se levantarían puestos en donde sólo hay escollos; Asia habría sido devuelta a la civilización y África al hombre; la riqueza surgiría de todas 'partes, de todas las venas del globo, bajo el trabajo de todos los hombres y la miseria se desvanecería. ¿Y sabéis qué se desvanecería con la miseria? Las revoluciones. ¡Sí, la faz del mundo habría cambiado! ¡En lugar de destrozarse entre sí, se extenderían pacíficamente por el universo! ¡En lugar de hacer revoluciones, haríamos colonias! ¡En lugar de llevar la barbarie a la civilización, llevaríamos la civilización a la barbarie!" Y en otro lugar, critica a un general francés que consideró la conquista de Argelia poco productiva. "¡Cómo! exclama Victor Hugo-, a ¡eso se ha reducido lo que llamaban el granero de los romanos! Mas, aunque fuese lo que usted dice, creo que nuestra nueva conquista es un hecho grande y afortunado. Es la civilización que avanza contra la barbarie. Es un pueblo ilustrado que va a llevar la luz de la civilización a un pueblo en tinieblas. Somos los griegos del mundo, nos toca, pues, iluminarlo. Nuestra misión se cumple, por lo cual no hago sino cantar 182 hosanas. Usted piensa de distinto modo que yo, sencillamente. Habla usted como soldado, como hombre de acción. Yo hablo como filósofo y pensador.” ¡Civilización frente a barbarie! En América la civilización se ha impuesto, ejemplarmente, en los Estados Unidos. Allí una raza europea realizó la misión civilizatoria que esta raza tiene encomendada. Y lo que !la sido hecho en los Estados Unidos, podrá, también, ser hecho en la América colonizada por el imperio ibero. Para ello tendrán que ser borrados los errores de la colonización ibérica. Habrá que limpiar la raza, cambiada; limpiar la mente, cambiarla, para que la civilización triunfe sobre la barbarie. Parte de esta barbarie será la herencia española, la herencia de un pueblo que ha perdido la batalla en Europa al imponerse la civilización europea sobre su propia barbarie. Parte de esta barbarie lo serán, también, el indígena, el africano esclavizado y, por supuesto, las mestizas. La civilización es la negación de todo eso. Todo eso, se supone, ha sido ya cancelado, e impedido, en la América del Norte. El proyecto civilizador en esta nuestra América se propondrá ahora colaborar en la tarea civilizadora que se ha impuesto el mundo occidental. Su gran modelo será el poderoso imperio que se va levantando en el norte. Los americanos, al sur de esa poderosa nación harán, en la parte del mundo que les ha tocado, lo que Europa viene haciendo en Asia y en África y lo que los Estados Unidos hacen en las praderas del Far West. Los iberoamericanos se impondrán la tarea de recolonizar esta América. Recolonizarla de acuerdo con el proyecto civilizador. Esto es regenerar la raza, cambiar la mente. A la raza mediante una colosal inmigración, a la mente mediante la educación. Hacer de cada una de las naciones iberoamericanas los Estados Unidos de la América del Sur, y de los iberoamericanos hombres prácticos, utilitaristas, los yanquis del sur, como los llamará un maestro mexicano. De esta forma se pondría fin a la anarquía, y fin, también, a las ambiciones de pueblos que habiendo impuesto la civilización en las zonas a su cargo, se encuentran tentados de ampliar esta tarea sobre las tierras del resto de esta América. Tarea civilizadora que habrá de realizarse, naturalmente, bajo los auspicios de la máxima expresión de la civilización, Europa, el occidente. Los iberoamericanos ahora como agentes de la Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit civilización en América, seguirán sus lineamientos, instrucciones, de la forma más eficaz y servicial posible. 183 sus La actitud del liberalismo civilizador frente a los Estados Unidos, decíamos, será ahora distinta de la tomada por el conservadurismo. En México, ante la derrota mexicana de 1847 ante la invasión estadounidense, el liberalismo dirá, como lo hace Lucas Alamán, que esta derrota ha sido expresión de la desorganización nacional. Pero de una desorganización de la que ahora se culpará a la herencia española. Por ello, lejos de rechazarse el modelo estadounidense, se intentará hacerlo propio, para así igualar a México con sus agresores de ayer y los que pueden ser los agresores del mañana. En el pasado no está ya la solución de los problemas de México, sino el futuro que ha de ser planeado de acuerdo con las normas que han permitido a los Estados Unidos convertirse en la poderosa nación que venció a los mexicanos. Dice un Editorial del periódico liberal El Siglo XX, publicado en 1848: "La reducción de los límites de la República, el cambio de fronteras y la aproximación a los Estados Unidos por la adquisición del territorio cedido en el tratado de paz, exigen reformas de la más alta importancia en nuestra política y en varios ramos de la administración." ¿Qué tipo de reformas? Simplemente aquellas que permitan a los mexicanos igualarse a la poderosa nación al norte de sus fronteras. La derrota se ha originado por la desigualdad de proyectos, de metas, del pueblo mexicano frente al estadounidense. Los Estados Unidos, simplemente, han llevado a sus últimas consecuencias la herencia por ellos recibida. No han tenido que renegar de su pasado, porque en este pasado está la raíz de su portentoso desarrollo. Los mexicanos no, éstos han sido formados dentro de una cultura en decadencia, al margen ya de la marcha civilizatoria que conduce a un progreso de proyección infinito. Esto es lo que habrá que cambiar. Habría que reeducar a los mexicanos y transformar sus instituciones políticas y sociales. Será menester, al contrario de lo que proponía Lucas Alamán, apropiarse el espíritu que ha hecho posible a la nación estadounidense. "¿Cuál es el secreto de esa asombrosa prosperidad de la república vecina?", se pregunta el editorialista. No otro se contesta, que el "espíritu de asociación". "En el corto periodo que lleva de emancipado, se halla al tanto del país más adelantado de Europa. Todo el país está cruzado de ferrocarriles y canales; la actividad comercial de .las ciudades asombra, los campos están bien y abundantemente cultivados, y por consiguiente el movimiento industrial es grande, y los capitales en continua acción. Éstos se aumentan y el rico lucra, y el pueblo tiene trabajo." ¿Y a qué se debe todo esto? Nada más que al espíritu de asociación que obra de una manera poderosa en el ánimo del pueblo americano. Allí no hay riquezas muertas, no hay capitales ociosos, "ni puede decirse que hay capitales ociosos, ni puede decirse que hay capital pequeño o insignificante porque el concurso de varios capitales los hace a todos verdaderamente productivos". Habrá que reeducar a los mexicanos, que reorganizar el país, realizar una verdadera revolución para que México alcance de un salto, lo que los Estados Unidos ha logrado por la simple evolución del pasado cultural e histórico por ellos heredado. La guerra de 1847, y sus resultados, urgían a dar este salto. México no podía esperar, para el logro de estas metas, su propia evolución. Lo que la nación del norte había alcanzado caminando, México tendrá que alcanzarlo a saltos. Tal será lo que se proponga el movimiento liberal de Reforma. Justo Sierra escribiría más tarde: "México ha tenido dos revoluciones: la de independencia y la de reforma." "Esta segunda revolución fue determinada por la invasión americana, que demostró la impotencia de las clases privilegiadas para salvar a la patria y la inconsistencia de un organismo que apenas si podía llamarse nación. En el fondo de la historia ambas revoluciones no son sino dos manifestaciones de un mismo trabajo social: emanciparse de España fue lo primero; lo fue segundo, emanciparse del régimen colonial; dos etapas de una misma obra de creación en una persona nacional dueña de sí misma." Junto a nosotros vive ahora, agrega, siempre, en otro lugar, "un maravilloso animal colectivo para cuyo enorme intestino no hay alimentación suficiente, armado para devorarnos". "Frente a este coloso estamos expuestos" a ser una prueba de la teoría de Darwin, y en la lucha por la existencia tenemos contra nosotros todas las probabilidades". ¿Qué hacer? Asimilar el espíritu práctico de esta nación, seamos, agrega los yanquis del otro lado de América. Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit El argentino Domingo F. Sarmiento, por su lado, verá en los Estados Unidos el modelo a realizar por el resto de la América, si es que se quiere que la misma participe del progreso. Semejarse a los Estados Unidos, tratar de ser como ellos, seguir su ejemplo. El ejemplo de su colonización. Habrá que recolonizar las tierras de esta América, en vez de esperar que otra potencia se encargue de esta tarea. "¿Sintiéndose varias naciones preocupadas por la necesidad de expansión -pregunta Sarmiento-, no se les ocurrirá la idea de re colonizar esta retardataria América en su provecho, aunque la humanidad de allá y los americanos de aquí duden un poco de la eficacia del remedio?" "¿Qué deberíamos hacer los americanos del sur, para no ser distanciados de tal manera que no se haga cuenta de nosotros en treinta años, o tener que resistir las tentativas de recolonización de los que pretenden que está mal ocupada esta parte del continente subsidiario del europeo?" La respuesta la dan los Estados Unidos que, una vez independientes, recolonizaron sus tierras y colonizaron las que fueron siendo necesarias en su crecimiento. Habrá que enderezar lo mal hecho, rehacer, reconstruir lo realizado por la colonización española, europea. "Lleguemos a enderezar las vías tortuosas en que la civilización europea vino a extraviarse en las soledades de esta América. Reconozcamos el árbol por sus frutos: son malos, amargos a veces, escasos siempre." "La América del Sur se quedará atrás -vaticina Sarmiento- y perderá su misión providencial de sucursal de la civilización moderna. No detengamos a los Estados Unidos en su marcha; es lo que en definitiva proponen algunos. Alcancemos a los Estados Unidos. Seamos la América, como el mar es el océano. Seamos Estados Unidos." Y Juan Bautista Alberdi haciendo crítica de la educación colonial, en manos del clero, se pregunta: "¿Podría el clero dar a nuestra juventud los instintos mercantiles e industriales que deben distinguir al hombre de Sudamérica? ¿Sacará de sus manos esa fiebre de actividad y de empresa que lo haga ser el yankee hispanoamericano?" 2. MESTIZAJE Y REGENERACIÓN RACIAL El modelo a realizar lo ofrecen, ahora, la Europa occidental y los Estados Unidos de Norteamérica. Civilizar será realizarse de acuerdo con este modelo. El modelo que en Europa desplazó al 184 imperialismo ibero, como lo iba desplazando del mundo sobre el cual había ejercido hegemonía. Un proyecto que implicará la más difícil, si no imposible de las acciones, la nihilización del propio ser, para intentar realizar algo ónticamente extraño. Este proyecto, decíamos, tiene su origen en un grupo social que se siente extraño a la realidad en que vive, al sistema, en el cual se encuentra inmerso y del cual trata de evadirse. El mestizo, del que habla Darcy Ribeiro, rechazado por el gentío paterno, el del conquistador y colonizador; pero al mismo tiempo, nada dispuesto a formar parte del gentío materno, que considera como un accidente impuesto. Sabe que no puede ser como el señor que lo domina; pero tampoco quiere ser parte del grupo dominado. Un grupo social, dispuesto a tratar de realizar un sistema extraño, tanto a conquistadores como a conquistados. En todo caso, dispuesto al menos a cambiar de tutor o señor. Este grupo en una gran parte de nuestra América estará encarnado, decíamos, en los mestizos. Mestizaje, no necesariamente racial, sino social y cultural. En situación semejante se podrá encontrar también el criollo. El criollo, hijo legítimo del conquistador o colonizador peninsular, pero de cualquier forma desplazado por los nacidos en la metrópoli. El criollo que puede, sin embargo, conformarse con poner el sistema colonial a su servicio. Tal es el proyecto conservador que ya hemos analizado. Pero también puede intentar un cambio que le permita desplazar tanto al metropolitano, como al criollo conservador en cuyo orden no tiene ya acomodo. Un orden que tampoco le beneficia. La primera actitud, la propia del mestizaje racial, se hace expresa a lo largo de países con una fuerte presencia indígena o negra, como es el caso de Brasil, México y otros. La segunda, la del criollo civilizador se hace expresa en tierras en donde la posibilidad de mestizaje es poca o casi nula, tal y como ha sucedido en las llanuras de los Estados Unidos y sucede en las llanuras sudamericanas, en donde la población indígena es nómada y limitada. Aquí es el criollo desplazado del sistema conservador, el que se enfrenta al criollo que se ha apropiado del sistema creado por el poder colonial. En este doble sentido, serán ejemplares dos expresiones del proyecto colonizador, el mestizo encabezado por México y el criollo por la Argentina. Para el proyecto civilizador mexicano, el agente de su realización será el mestizo. El mestizo como expresión de la mezcla racial del conquistador con el conquistado. Justo Sierra, en un largo ensayo, en México social y político, describe al mestizo como el único grupo racial y social capaz de transformar la Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit sociedad creada por el colonialismo, para dar origen a una sociedad a la altura de las que han hecho posible el progreso y la civilización del planeta. La sociedad mexicana, dice Sierra, está formada, centralmente, por tres grandes grupos raciales: indios, criollos y mestizos. De los cuales el más apto es el tercero. El grupo mestizo, va a ser también identificado con la clase de la que se ha de originar la burguesía mexicana; burguesía que se empeñará en posibilitar liberales y positivistas. El grupo social menos apto será el indígena que puede, sin embargo, ser transformado en uno de los factores del progreso por la acción reformadora del mestizo. Es un problema de alimentación, agrega Sierra. Con la alimentación propia del indígena, "puede ser el indio un buen sufridor,-que es por donde el hombre se acerca al animal doméstico; pero jamás un iniciador, es decir, un agente activo de la civilización". Sin embargo, el indio, se ha transformado ya en un agente activo al donar su sangre al mestizo. Justo Sierra, contrariamente a lo que sostendrán sus equivalentes al Sur de América, está contra las tesis de los antropólogos, etnólogos y sociólogos occidentales, tanto europeos como estadounidenses, que presentan el mestizaje como un elemento negativo. Tesis negativa y descolonizadora; pero falsa. Falsa porque pueblos mestizos como el mexicano -dirá Sierraestán ya mostrando cómo es posible coordinar el orden social y el progreso que ha de conducir a la civilización. La raza mestiza no sólo es apta para el progreso sino, inclusive, en México lo está haciendo posible. Expresión de esta posibilidad es ya el sistema social a que ha dado lugar el porfiriato. La "independencia y la Reforma -dice Justo Sierra- no son más que actos de la inmensa energía de la raza bastarda de México". Los criollos, por el contrario, han representado un papel retrógrado y conservador. Hombres acostumbrados a vivir de la servidumbre de otros hombres y, por lo mismo, incapaces de bastarse a sí mismos, como debe bastarse el hombre que está dando origen a la civilización en el mundo. Pero es este grupo, precisamente, el que ha sido vencido por el liberalismo mexicano. La raza mestiza, conjunción de dos razas estará, también, destinada a ser crisol de todas las razas y, con ellas, de sus más altas expresiones civilizadoras. Ella absorbió los elementos que la engendraron, abriéndose, al mismo tiempo, a nuevas absorciones de lo mejor de otras razas. La familia mestiza -agrega Justo Sierra- "ha constituido el factor dinámico de nuestra historia; ella, revolucionando unas 185 veces y organizando otras, ha movido o comenzado a mover, las riquezas estancadas de nuestro suelo; ha quebrantado el poder de las castas privilegiadas, como el clero que se obstinaba en impedir la constitución de nuestra nacionalidad sobre la base de las ideas nuevas, hoy comunes a la sociedad civilizada". Otro muy distinto punto de vista, respecto a la idea del mestizaje como agente de la civilización y el progreso, será el de los autores del proyecto civilizador en Sudamérica, concretamente el de los argentinos Domingo F. Sarmiento y Juan Bautista Alberdi. Se parte de un punto de vista que recuerda al del conservador Lucas Alamán, el de la falta de homogeneidad de las razas en América. Ha sido la falta de homogeneidad racial en Latinoamérica la que ha impedido la solución civilizadora estadounidense. Falta de homogeneidad de la que es parte el mestizaje, el cual, lejos de ser una solución, resulta una agravación del problema. En esta parte de la América, nos dirá Sarmiento, existen tres grupos raciales, el español, el indio y el negro, y es de su combinación que surgen los diversos grupos mestizos. Grupos que son, a su vez, los herederos de todos los defectos de las razas allí combinadas. La homogeneidad es aquí de defectos: de "la fusión de estas tres familias -dice Sarmiento- ha resultado un todo homogéneo que se distingue por su amor a la ociosidad e incapacidad industrial, cuando la educación y las exigencias de una posición social no vienen a ponerle espuela y sacarla de su paso habitual. Mucho debe haber contribuido a producir este resultado desgraciado la incorporación de indígenas que hizo la colonización. Las razas americanas viven en la ociosidad y se muestran incapaces, aun por medio de la compulsión para dedicarse a un trabajo duro y seguido. Esto sugirió la idea de introducir negros en América, que tan fatales resultados ha producido. Pero no se ha mostrado mejor dotada de acción la raza española cuando se ha visto en los desiertos americanos abandonada a sus propios instintos".9 ¿Qué es entonces lo que han originado esas tres razas y su mestización? Simplemente la barbarie. La barbarie criolla, india, mestiza. Pero esto fue, también, la colonización, la barbarie. Y el principal agente de esta barbarie es el criollo al que se enfrentarán, otros criollos, los autores del proyecto civilizador en esta parte de América. Es el criollo encarnado en Facundo Quiroga y José Manuel de Rosas, enfrentado y vencido por los Sarmiento, Alberdi y Mitre. La barbarie criolla vencida para los agentes, también criollos, de la civilización. Pero se trata de agentes que se saben incapacitados de llevar, por sí mismos, a su plena realización la anhelada civilización. Debido a Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit la raza a que pertenecen, y por el pasado que, de alguna forma, llevan consigo. De aquí que su proyecto, el que se han propuesto, dependa de la eliminación de todo antecedente racial y el cambio de mentalidad de los futuros americanos. Lavado de sangre y lavado de cerebro. De sangre a través de una gran inmigración que tome el lugar de criollos, indios y mestizos; y mediante una educación que permita hacer de los americanos, individuos distintos de lo que hasta entonces habían sido. El instrumento de esta nueva educación será la filosofía positivista. El positivismo que hará del americano, un factor de la civilización y el progreso. La mestización no será así, la solución al conflicto racial, sino un agregado al mismo. Esto es, una raza más, con sus conflictos, que se agregará a las razas y conflictos mestizados. El mestizaje no será una solución, sino un problema más. Un problema aún más grave del que representan las razas de las que es resultado. No hay homogeneidad alguna, sino agregado a la heterogeneidad. El todo así confundido, originará los conflictos de razas de que habla Sarmiento. Es el" conflicto de razas en México, el que le ha hecho "perder a California, Tejas, Nuevo Méjico, los Pueblos, Arizona, Nevada, Colorado, Idaho que son ahora -dice Sarmiento- estados florecientes de los Estados Unidos". "Nosotros -agrega- hemos perdido ya como México, por conflictos de la raza, la Rinda Oriental y el Paraguay."10 ¿Qué somos? -se pregúnta Sarmiento- ¿Europeos? "¡Tantas caras cobrizas nos desmienten!" ¿Indígenas? "Sonrisas de desdén de nuestras blandas damas nos dan acaso la respuesta." ¿Mestizos? "Nadie quiere serlo, y hay millares que ni americanos ni argentinos querrían ser llamados." ¿Nación? "¿Nación sin amalgama de materiales acumulados, sin ajuste ni cimiento?" ¿Argentinos? "Hasta dónde y desde cuándo, bueno es darse cuenta de ello." ¡Conflictó de razas- es el de ésta nuestra América! Unión en el espacio y en la sangre de razas que, por su índole, son la negación de la civilización que se pretende alcanzar. Españoles, indios, africanos y mestizos son la anticivilización, la barbarie. Tan bárbara es la España de la Inquisición, como la América de los Lautaros, Caupolicanes y Colocolos, no 'obstante el ropaje con que los vista un cantor como ErcilIa. Unos, españoles cerriles; los otros indios asquerosos, dice Sarmiento, que ahora mandaríamos colgar si reapareciesen en una nueva guerra con los araucanos. 186 Los españoles, tan bárbaros como sus opositores los indios, cantan y admiran al indígena que los resiste, como sucede con los araucanos en Chile. Una resistencia que lejos de ser expresión de civilización, lo es de una barbarie más acentuada: "Los araucanos -dice Sarmiento- eran más indómitos, lo que quiere decir animales más reacios, menos aptos para la civilización y asimilación europeas." Es ésta una razón que sólo puede mejorar por obra de la servidumbre a que se tiene que ver obligada en su encuentro con razas civilizadoras. "¡Cuánto han ganado las mujeres indias -agrega Sarmiento- con su arrimo y aun servidumbre de la raza europea!" "Los indios también han mejorado muchísimo en sus costumbres." Pero la mezcla de razas en América ha resultado aún peor. La mezcla ha sido sólo de todo lo que es opuesto a la civilización. En América, dice Sarmiento "Iba a verse lo que produciría una mezcla de españoles puros, por elemento europeo, con una fuerte aspersión de raza negra, diluido el todo en una enorme masa de indígenas, hombres prehistóricos, de corta inteligencia, y casi los tres elementos sin práctica de las libertades políticas que constituyen el gobierno moderno." Raza cerril la española, servil la negra y salvaje, la indígena. Mestizándose así la intransigencia, la servidumbre y el salvajismo. Juan Bautista Alberdi .no se expresará mejor de este pasado. Hablando del indígena dice: Nada tenemos que ver nosotros, los descendientes de los conquistadores, con los indígenas de esta misma tierra. "En América todo lo que no es europeo es bárbaro; no hay más visión que ésta: 1) el indígena, es decir, -el salvaje; 2) el europeo, es decir, nosotros, los que hemos nacido en América y hablamos español, los que creemos en Jesucristo y no en Pillán [dios de los indígenas]." "¿Quién conoce caballero entre nosotros que haga alarde de ser indio neto? ¿Quién casaría a su hermana o a su hija con un infanzón de la Araucanía, y no mil veces con un zapatero inglés?" "Recordemos a nuestro pueblo que la patria no es el suelo. Tenemos suelo desde hace tres siglos, y sólo tenemos patria desde 1810." La patria no está en el territorio. No está tampoco en las razas que lo habitan. No está en pasado alguno. La patria es un proyecto. Algo por hacer. y, por lo mismo, extraño a lo que se ha sido o se es. Ajeno, distinto de todo lo que se es y se tiene y, por lo mismo, por encima de todo esto. Por ello, si esto que se ha sido pero que no se reconoce como propio, ha de ser sacrificado o sometido, a otra entidad, se hará con gusto, si de esta acción ha de resultar lo que se quiere como patria. Otra raza, otra mente, otro orden, otra América distinta de lo Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit que ha sido. Porque lo que ha sido es lo que no debe seguir siendo, es lo que debe ser destruido, anulado hasta sus raíces. ¿Pero tiene esta América, lo que la colonización ha heredado a los americanos, algo que deba ser conservado? Ya se ha visto lo que representa el pasado bárbaro de los indígenas. ¿Pero y los otros grupos raciales? "En cuanto a la inteligencia -dice Sarmiento- la del pueblo español fue atrofiada por una especie de mutilación, con cauterio a fuego; y como lo ha establecido. ya fuera de duda el estudio de la anatomía comparada. un músculo no usado por siglos... queda atrofiado por falta prolongada de uos." Tal hizo la inquisición con España y los españoles. La inteligencia crece con su uso, pero por ello poco pudo crecer la del español del siglo XIV y el que hizo posible la conquista en el XVI. "Es de temer -agrega Sarmiento- que el pueblo criollo americano en general lo tenga más reducido que los españoles peninsulares a causa de la mezcla con razas que lo tienen conocidamente más pequeño que las razas europeas." "Los indios no piensan porque no están preparados para ello. y los blancos españoles habían perdido el hábito de ejercitar el cerebro."18 "Los salvajes tienen todos el cráneo del mismo tamaño, y piensan todos lo mismo; es decir no piensan, sino que sienten." "Un español o un americano del siglo XVI debió decir con más verdad: Existo; ¡luego no pienso! pues que no existiera si hubiera tenido la desgracia de pensar." La raza americana es así lo opuesto de las razas que han hecho posible la civilización, su antítesis. Por ello, uno ha sido el resultado de la colonización realizada por los sajones y otro el realizado por los iberos. Unos han conducido, de inmediato y en forma progresiva a la América por ellos conquistada y colonizada hacia la civilización; mientras los otros la han mantenido en la barbarie. El sistema de colonización de los primeros -dice Sarmiento- "venía pues marcado por la ley mosaica; no hacer alianzas con el cananeo que mora en la tierra, no habitar con él, sino arrojarlo del territorio. Los españoles no siguieron la ley de Moisés: cohabitaron con las hijas de Moab". "El norteamericano es, pues, el anglosajón exento de toda mezcla con razas inferiores en energía, conservadas sus tradiciones políticas, sin que se degraden con la adopción de las ineptitudes de raza para el gobierno, que son orgánicas del hombre prehistórico." ¿Qué hacer? ¿Qué pueden hacer los hombres de esta América para regenerarse? ¿Cómo participar en la tarea 187 civilizatoria de las naciones que hicieron posible la civilización? Cambiar la raza, cambiar la sangre y la atrofiada mente heredada de la Colonia. Respecto a la raza pareciera se hubiese de cumplir la maldición del Libertador. Recordemos las palabras de Simón Bolívar, del hombre que siente que ha arado en el mar, fracasando en su proyecto de liberación de los pueblos de América. El orden es imposible en esta América, decía el Libertador. Sólo Europa podrá, acaso, realizar tal milagro, pero sólo después "de haber extinguido la raza de los americanos". Una raza que se devora entre sí, como antropófagos. Una raza devorada por sus propios crímenes y extinguida por su ferocidad. Sólo Europa puede salvar a esta América, y si no lo hace, sólo vendrá el caos primitivo. ¿Qué hacer? Corregir el error. "¿Qué le queda a esta América para seguir los destinos prósperos y libres de la otra?" se pregunta Domingo Sarmiento, y contesta, "Nivelarse; y ya lo hace con las otras razas europeas, corrigiendo la sangre indígena con las ideas modernas, acabando con la edad media. Nivelarse por la nivelación del nivel intelectual y mientras tanto, no admitir en el cuerpo electoral sino a los que se supone capaces de desempeñar sus funciones." Norteamérica es el ejemplo de lo que debe hacerse. Norteamérica fue poblada por razas que han hecho de ella uno de los factores más activos de la civilización. Habrá. que hacer en Sudamérica lo mismo. Atraer a estas mismas razas. Razas que ahora tendrán que desviarse de una Norteamérica que está ya saturada. Europa necesita vaciar sus sobrantes de población. La América del Sur puede atraerlas como ya lo hizo la América del Norte: atraerlas e incorporarlas. De otra forma las naciones de donde pro _den estos inmigrantes, podrán verse movidos a ocupar territorios que ya les faltan; así pasó en México, así puede pasar en otras partes de América del Sur. Por ello, en lugar de ser colonizados, autocolonizarse para engrandecerse y entrar en la civilización. Sólo de esta forma llegaremos a "enderezar las vías tortuosas en que la civilización europea vino a extraviarse en las soledades de esta América". Que la colonización anterior fue mal hecha y que es menester rehacerla lo indican los resultados de la colonización ibera. "Reconozcamos el árbol por sus frutos -agrega Sarmiento-: son malos, amargos a veces, escasos siempre." La tierra, el pasado, la raza, la sangre, la mente, todo debe ser revisado en relación con lo hecho por los pueblos que encabezan ya la marcha que conduce a la civilización. Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit 3. PARTICIPACIÓN DE LA CIVILIZACIÓN EUROPEA EN AMÉRICA El proyecto civilizador se va así a caracterizar por su preocupación por el logro de las siguientes m tas: cambio. de sangre, cambio de mente y también, cambio de dependencia. La inmigración, la educación como instrucción y la explotación de la naturaleza de alguna forma a cargo de los pueblos habituados y con instrumentos para hacerlo. Una raza sustituirá a otra; el hombre hasta ayer educado en abstracciones, será instruido en el uso de las técnicas de lo que no depende la patria, será entregada a quienes hagan posible esa patria sabiendo cómo explotada. Otra sangre, otros maestros y otros señores sustituirán a la sangre, los maestros y señores heredados de la Colonia. Sangre de la población sobrante de la civilizada Europa; maestros del utilitarismo y el positivismo en que se formaron los hombres de esa misma Europa y los Estados Unidos sustituirán al ya anacrónico maestro formado en la Colonia; industriosos creadores de la gran burguesía occidental, sustituirán a los ya anacrónico s hidalgos y aristócratas que dejó la conquista y la colonización. "La emigración del exceso de población de unas naciones viejas a las nuevas -dice Sarmiento- hace el efecto del vapor aplicado a la industria: centuplicar las fuerzas y producir en un día el trabajo de un siglo. Así se han engrandecido y poblado los Estados Unidos, así hemos de engrandecernos nosotros." Para esta América, considera Sarmiento, este concurso es aún más importante de lo que pudo ser para Norteamérica. "... y para nosotros –agrega- el concurso de los europeos es más necesario que no lo es para los norteamericanos. Descendientes éstos de la industriosa, navegante y manufacturera Inglaterra, tienen en sus tradiciones nacionales, en su educación y en sus propensiones de raza, elementos de desenvolvimiento, riqueza y civilización que les bastarían sin auxilio extraño." Esta América tiene que ligar su suerte a países y pueblos más adelantados, que sean ya parte de la anhelada civilización. No importando el lugar que se obtenga en esta incorporación. No pretende ser la conductora del tren de la civilización, le bastará con ser parte activa de ese mismo tren, aunque sea el último furgón del mismo. A la civilización se ha de ingresar así, a través de la mezcla de los intereses de esta. América, con los intereses de las naciones surgidas de ese progreso. "Nosotros necesitamos mezclarnos a la población de los países más adelantados que el nuestro –agrega Sarmiento- para 188 que nos comuniquen sus artes, sus industrias, su actividad y su aptitud al trabajo." Esta población hará, por supuesto, su propia fortuna, explotando las inexplotadas riquezas de esta América, fortuna que no puede ser considerada como producto de una expoliación, ya que tal riqueza, carecía de existencia antes de su explotación. Dice Sarmiento: "El europeo que viene a establecerse entre nosotros si hace una gran fortuna, esa fortuna no existía antes, la ha creado él, la ha añadido a la riqueza del país. La tierra que labra, la casa que construye, el establecimiento que levanta, son adquisiciones y progresos para el país y sus medios industriales, aunque él se vaya, quedan en el dominio de los conocimientos adquiridos para nosotros." La tierra no es la patria, dice Alberdi, la patria va a ser Europa. Europa ha hecho América. Porque América no es, tampoco, la población indígena que la habitaba. Europa hizo a América cuando la descubrió, conquistó y colonizó; por ello, Europa también, hará a la América parte de la anhelada civilización por la cual ahora marchan las naciones modernas. "Las repúblicas de la América del Sur -dice Juan Bautista Alberdi- son productos y testimonio vivo de la acción de Europa en América." "Nosotros los que nos llamamos americanos, no somos otra cosa que europeos nacidos en América. Cráneo, sangre, color, todo es de fuera." Nada es de esta América, ni el nombre. Por ello, la tierra, sus riquezas, sus indígenas, no son ni pueden ser otra cosa que instrumento para la realización de los proyectos de Europa y sus hombres, aunque éstos no habiten ya la Europa y se hayan establecido en América. Los problemas que se plantean en América, no lo son entre europeos y americanos, sino entre europeos nacidos en Europa y europeos nacidos en América. También problemas entre los propios europeos nacidos en América, disputan sobre el derecho a realizado de una u otra manera. La patria original es Europa. "Europa -dice Alberdi- nos ha traído la noción del orden, la ciencia de la libertad, el arte de la riqueza, los principios de la civilización cristiana. Europa, pues, nos ha traído la patria, si agregamos que nos trajo hasta la población que constituye el personal y el cuerpo de la patria." El patriotismo con que los americanos se enfrentan ahora a Europa y a los Estados Unidos, no es sino expresión del patriotismo que la misma Europa española insertó en América; el que impuso el poder español, también europeo, para impedir que Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit otra expresión de Europa le disputase sus dominios. Fue ésta la idea de patria que hizo a los Bolívar, San Martín y Rosas temerosos de la presencia de la Europa ante la que España se cerró y encerró a sus colonias. Entonces se habló de gloria militar en defensa de la patria; pero la patria ya no es esa entidad que decían defender los americanos. A la "necesidad de gloria -agrega Alberdi- ha sucedido la necesidad de provecho y de comodidad, y el heroísmo guerrero no es ya el orden competente de las necesidades prosaicas del comercio y de la industria, que constituye la vida actual de los países". La patria ya es otra cosa, es algo distinto lo que la determina. Y esta determinación está expresa ya en el concepto de civilización. Otra es, también, por ello, la forma de la anhelada unidad de esta América. La unidad por la que soñaron y sufrieron los Bolívar. La técnica, el progreso, las vías de comunicación harán por América lo que no pudieron hacer los políticos más apasionados. El ferrocarril, dice Alberdi, hará más por esta unidad que los congresos. "Los congresos podrán declarada una e indivisible; sin el camino de fierro que acerque sus extremos remotos, quedará siempre divisible y dividida contra todos los decretos legislativos." El nuevo proyecto no es, por ello, antipatriótico. Es el mismo proyecto europeo revisado y actualizado. "Con la revolución americana acabó la acción de la Europa española en este continente -dice Alberdi-; pero tomó su lugar la acción de la Europa anglosajona y francesa. Los americanos de hoy somos europeos que han cambiado de maestros: a la iniciativa española ha sucedido la inglesa y francesa. Pero siempre es Europa la obrera de nuestra civilización. El medio de acción ha cambiado, pero el producto es el mismo." "La Europa - de estos días no hace otra cosa en América que completar la obra de la Europa de la Edad Media, que se mantiene embrionaria, en la mitad de su formación. Su medio actual de influencia no será la espada, no será la conquista." Europa no puede ya ser conquistada por la misma Europa, porque América es Europa. Sólo cabe un cambio de influencia, de orientación, de acuerdo con lo que Europa ha llegado a ser, más allá de lo que fue la Europa que conquistó a la América. "...el salvaje está vencido -por eso no puede ya haber antagonismo-: en América no tiene dominio ni señorío. Nosotros, europeos de raza y civilización, somos dueños de América." Y como dueños pueden cambiar su proyecto, la forma de explotación, la forma de organización, todo el sistema heredado de una Europa ya anacrónica. 189 Ahora bien, será también en este sentido, que Juan Bautista Alberdi, aunque coincida con Sarmiento respecto al proyecto civilizador, difiera hondamente con él, respecto a su tesis sobre la ciuad y la provincia. Buenos Aires no es la civilización ni la provincia la barbarie como piensa Sarmiento. Como tampoco el civilizado se distingue por usar levita mientras el campesino usa el traje que Sarmiento llama americano. Para Alberdi no existe tal distinción. Uno y el mismo es el hombre de la ciudad y del campo; el hombre que viste levita y el que no la viste, es el europeo. La civilización no existe sin el campo que le entrega las materias que ésta ha de elaborar. "La civilización del país -dice Alberdi- consiste en la riqueza rural que el país produce y con la cual compra y paga la riqueza manufacturada que la Europa le vende para llevar la vida civilizada y europea, con que consume el habitante del plata el producto general de su trabajo." Facundo y Rosas no son sino expresión de Europa en América, en una etapa de la historia. Una etapa que ha cambiado y que, por lo tanto, tiene que dar origen a otros hombres. Hombres que realicen en América lo que ya se está realizando en Europa. El criollo no es la barbarie, la barbarie está únicamente en el indígena que ha sido ya dominado o eliminado. Para Alberto Sarmiento, presidente de la república, no se distingue de Rosas ya que ambos tienden a las mismas metas. Buenos Aires fue el centro de poder de Rosas, pese a su federalismo, como lo es también de Sarmiento. "El hecho es que la misma causa que quebró la vida de Rosas en dos partes -dice Alberdi-, haciendo de un buen ciudadano campesino un terrible tirano de Buenos Aires, es lo que ha dividido en dos mitades la vida de Sarmiento, haciendo de un buen provinciano liberal, un aciago restaurador de la tiranía económica que tuvo a Rosas por instrumento." Lo que se propone éste, simplemente es, un cambio de caudillaje. Dice Alberdi. "Solamente, ellos quieren reemplazar los caudillos de poncho, por los caudillos de frac; la democracia semibárbara- que despedáza las constituciones republicanas a latigazos por la democracia semicivilizada, que despedaza las Constituciones con cañones rayados, y no con mira de matarlas sino para hacerlas reconstruir más bonitas; fa democracia de las multitudes de las campañas, por la democracia del pueblo notable y decente de las ciudades; es decir, las mayorías por las minorías populares; la democracia que es democracia por la democracia que es oligarquía." Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit 4. TRANSFUSIÓN DE SANGRE Otra expresión de Europa, tomará ahora el lugar de la Europa que hizo la conquista y colonización de América. Una nueva forma de colonización toma el lugar de la vieja colonización. Recolonización, llamarán los civilizadores a esta segunda etapa. Recolonización como tarea que a sí mismos se impondrán los civilizadores latinoamericanos. Recolonización que tendrá que ser realizada con la- ayuda de las naciones que han hecho posible la civilización. Ya no se hablará de conquista. La conquista sólo podría llegar si los pueblos de esta América no se preparasen para entrar, por sí mismos, voluntariamente, en la civilización. La nueva presencia europea en América ha de ser solicitada por los mismos europeos de esta América. Han de ser solicitados los sobrantes de la población europea, como solicitados serán, igualmente, los inversionistas que hagan posible una explotación para la cual se encontraban aún imposibilitados los americanos. A cambio de esta presencia, los americanos ofrecerán garantías de orden y libertad de ganancias. La América ha de continuar ahora, libremente, la tarea que la España dejó inconclusa; ha de continuar la colonización pero con nuevos elementos, poblar los despoblados, cubriendo los vacíos de población y de poder. Gobernar será poblar, creando así la nación para la cual no basta tener un territorio relativamente ocupado. "¿Cómo, en qué forma vendrá en lo futuro el espíritu vivifican te de la civilización europea en nuestro suelo? Como vino en todas las épocas: Europa nos traerá su espíritu nuevo, dice Alberdi, sus hábitos de industria, sus prácticas de civilización, en las inmigraciones que nos envíe." "¿Queremos plantar y aclimatar en América la libertad inglesa, la cultura francesa, la laboriosidad del hombre de Europa y de Estados Unidos? Traigámonos pedazos vivos de ellas en las costumbres de sus habitantes y radiquémoslos aquí." Habrá que traer a los hombres que han de hacer por América lo que ya han hecho por sus naciones en Europa y los Estados Unidos. La instrucción, para formar hombres que también hagan por América lo que ya ha sido hecho por Europa y Norteamérica será todo esto bueno, pero insuficiente "sin las grandes empresas de producción hijas de las grandes porciones de hombres." La obra de la civilización debe, continuar, pero ahora por iniciativa americana. "La América independiente -sigue Alberdi- está llamada a proseguir en su territorio la obra empezada y dejada a la mitad por la España de 190 1450. La colonización, la población de este mundo debe llevarse a cabo por los mismos Estados americanos constituidos en cuerpos independientes y soberanos. La obra es la misma aunque sus'' autores sean diferentes. En otro tiempo nos poblaba España; hoy nos poblamos nosotros mismos." ¿En qué consiste entonces el proyecto civilizador que se ha propuesto la generación que siguió a la libertaria? Alberdi lo resume en las siguientes palabras: "Así como antes colocábamos la independencia, la libertad de culto, hoy debemos poner la inmigración libre, la libertad de comercio, los caminos de hierro, la industria sin trabas, no en lugar de aquellos grandes principios, sino como medios esenciales de conseguir que dejen ellos de ser palabras y se vuelvan realidades." "Hoy debemos constituirnos... para tener población, para tener caminos de hierro, para ver navegados nuestros ríos, para ver opulentos y ricos nuestros Estados." Y esot ha de ser hecho por los ameri anos con, la ayuda de los europeos. Y para que esta ayuda sea posible habrá que dar a los mismos todas las facilidades. Éstos tendrán necesariamente que enriquecerse, pero al enriquecerse crearán una riqueza que no existía. Explotarán la riqueza del suelo americano con sus industrias y comercio, pero será ésta una industria y comercio que no disputarán ni quitarán a nadie, porque nada existía antes de su llegada. De esta forma los americanos aprenderán las artes de la industria, las artes del comercio, la técnica y todo lo que aún no poseen y que, de esta forma, harán suyo. Nueva dependencia, nueva subordinación, pero en esta ocasión buscada, libremente aceptada como instrumento para el logro de la anhelada civilización. Encadenamiento a un nuevo orden, al del nuevo orden occidental. Encadenamiento, nos dicen los civilizadores, al que no habrá que temer. "No temáis encadenaros al orden y la cultura", dice Alberdi. "Temer que los tratados sean perpetuos, es temer que se perpetúen las garantías individuales." "No temáis enajenar el porvenir remoto de nuestra industria a la civilización, si hay riesgo de que le arrebaten la barbarie o la tiranía anteriores." "Los tratados de amistad y comercio son el medio más honorable de colocar la civilización sudamericana bajo el protectorado de la civilización del mundo." Proteged las empresas particulares, "Colmadlas de ventajas, de privilegios, de todo favor imaginable, sin deteneros en medios". Población y capitales, esto es lo que necesita América, sigue Alberdi. Habrá que traerlos haciendo que den frutos. Los Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit americanos nada han podido ni nada podrán por sí mismos. Otro ha sido el punto de vista de la colonización española, ajeno y hostil a los elementos que podrían entonces haber incorporado a la América a la civilización y al progreso. Esto es lo que tendrá que cambiar para posibilitar el proyecto civilizador de los ya liberados americanos. "¿Son insuficientes nuestros capitales para esas empresas?" -pregunta Alberdi-. "Entregadlas entonces a capitales extranjeros. Dejad que los tesoros de fuera como los hombres se domicilien en nuestro suelo. Rodead de inmunidad y de privilegios el tesoro extranjero, para que se naturalice entre nosotros." "Esta América necesita de capitales tanto como de población. El inmigrante sin dinero es un soldado sin armas. Haced que inmigren los pesos en estos países de riqueza futura y pobreza actual. Pero el peso es un inmigrado que exige muchas concesiones y privilegios. Dádselos, porque el capital es el brazo izquierdo del progreso de estos países." Así lo han hecho los Estados Unidos; así lo tendrán que hacer los países dispuestos a ingresar en la civilización con plenitud. Alberdi se opone, a la existencia de aduanas, de controles. Las aduanas frenan a la industria: "La aduana es la prohibición; es un impuesto que debiera borrarse de las rentas sudamericanas." Transfusión de sangre, nuevas mezclas, nuevo mestizaje, es lo que propondrán los civilizadores de la América Latina. Un mestizaje cuyo centro, imagina Sarmiento estaría situado en la propia Argentina, en una ciudad utópica, a la que designa con el nombre de Argirópolis. Una nueva utopía que, acaso, puede realizar lo que no se pudo realizar de la utopía bolivariana. Será la utopía civilizadora tomando el lugar de la utopía libertaria. Una utopía que Sarmiento limita a los Estados Confederados del Río de la Plata. Argirópolis, la que sitúa en la isla de Martín Carda. Argirópolis como utilidad de estados, pero también como crisol de un nuevo mestizaje. El mestizaje a que dará origen la inmigración programada de la sobrante población europea. Inmigración que será, también, un punto de partida de la atracción de capitales, industrias y todo lo que hará posible la civilización. "Réstanos anticipamos -dice Sarmiento- a la más vulgar de las objeciones que se oponen a la realización de estos sueños; sueños, sin embargo, que se realizan hoya nuestra vista en los Estados Unidos." Hay que volver a mestizar al país, incorporándole las razas que han hecho posible la civilización. "Todos los pueblos marchan en esta vía." "La despoblación y la falta de industrias prohíjan las revueltas", dice Sarmiento. ¡Poblemos! Pero poblemos con 191 hombres que hagan posibles los sueños civilizadores. Un mestizaje como el de los Estados Unidos haría de esta América otros Estados Unidos. "Infundid a los pueblos del Río de la Plata que están destinados a ser una gran nación, que es argentino el hombre que llega a sus playas, que su patria es la de todos los hombres de la tierra, que un porvenir próximo va a cambiar nuestra suerte actual, y a merced de estas ideas, esos pueblos marcharán gustosos por la vía que se les señale." "Doscientos mil inmigrantes introducidos en el país y algunos preparatorios, permitirán en pocos años realizar tan risueñas esperanzas." "Llamaos -agregalos Estados Unidos de la América del Sur, y el sentimiento de la dignidad humana y una noble emulación conspirarán en no hacer un baldón del nombre a que se asocian ideas grandes." Alberdi hablará también, aún con más precisión del nulo mestizaje que ha de ser constituido. Un mestizaje que no es ya aquel que había sido heredado de la colonización española. Un mestizaje positivo, el de lo mejor de los pueblos; no ya mestizaje de lo más negativo. No ya el mestizaje de la unión con razas inferiores, como fue el realizado por el español mezclándose con indios y negros, sino el mestizaje de los mejores americanos con las mejores razas europeas. Era éste, el mestizaje ya alcanzado por los Estados Unidos de Norteamérica, posibilitando su grandeza como pueblo civilizado. "El pueblo inglés -dice Alberdi- ha sido el pueblo más conquistado de cuantos existen; todas las naciones han pisado su suelo y mezclado a él su sangre y su raza. Es el producto de un cruzamiento infinito de castas; y por eso justamente el inglés es el más perfecto de los hombres, y su nacionalidad tan pronunciada que hace creer al vulgo que su raza es sin mezcla." "No temáis, pues la confusión de razas y de lenguas. De la Babel, del caos, saldrá algún día brillante y nítida la nacionalidad sudamericana. El suelo prohíja a los hombres, los arrastra, se los asimila y hace suyos. El emigrado es como el colono: deja la madre patria por la patria de adopción." 5. LAVADO DE CEREBRO La transfusión de sangre ha de ser, simultáneamente, completada por un lavado de cerebro, por una forma de educación que elimine de los americanos las estructuras mentales que han impedido e impiden su incorporación a la civilización. La emancipación mental de que hablaba el liberalismo deberá ir más Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit allá de la misma. Habría que formar, no sólo hombres libres, sino hombres que pudiesen hacer por sus pueblos lo que los hombres de los pueblos civilizados habían hecho por los suyos. Pero más que educación, instrucción, esto es, capacitación que tendrá que darse a los americanos para saber del uso de la técnica que le ha de permitir explotar, más eficazmente, sus riquezas. Capacitación para la industria y el comercio. Capacitación que ha de completar con lo que, necesariamente, le ha de venir de su relación con los europeos, inmigrantes e inversionistas, empeñados en América, en continuar su tarea civilizadora. No debe confundirse, dice Alberdi, la educación con la instrucción. Educación es la que la colonización hispana dio a los americanos bajo su dependencia; instrucción es la que ahora necesitan los americanos para incorporarse a la civilización moderna. La educación recibida sólo formó hombres extraños a su propia realidad inhábiles para ponerla a su servicio. Los mismos libertadores se mantuvieron en este error multiplicando instituciones educativas que en poco se distinguían de las creadas por la colonia. "La instrucción superior -dice Alberdi- en nuestras repúblicas no fue menos estéril e inadecuada a nuestras necesidades. ¿Qué han sido nuestros institutos y universidades de Sudamérica sino fábricas de charlatanismo, de ociosidad, de demagogia y de presunción titulada?" En la Argentina, "El principal establecimiento se llamó colegio de ciencias morales. Habría sido mejor que se titulara y fuese colegio de ciencias exactas y de artes aplicadas a la industria". Hay que huir de una instrucción que hace sofistas, demagogos, de una enseñanza "que hace esclavos". "La instrucción, para ser fecunda, ha de contraerse a ciencias y artes de aplicación, a cosas prácticas, a lenguas vivas, a conocimientos de utilidad material e inmediata." Instrucción que permita al hombre de esta América hacer de la tierra, parte de la nación que ha de ser construida. "Nuestra juventud -concreta Alberdi- debe ser educada en la vida industrial, y para ello ser instruida en las artes y ciencias auxiliares de la industria. El tipo de nuestro hombre sudamericano debe ser el hombre formado para vencer al grande, al agobiante enemigo de nuestro progreso; el desierto, el atraso material, la naturaleza bruta y primitiva de nuestro continente." Y no es que los civilizadores se opongan a la moral. "No pretendo que la moral sea olvidada -dice Alberdi-. Sé que sin ella la industria es imposible; pero los hechos prueban que se llega a la moral más presto por el 192 camino de los hábitos laboriosos y productivos de esas nociones honestas, que no por la instrucción abstracta." Más que abogados y teólogos, lo que se necesitan son ingenieros, geólogos y naturalistas. Es por el trabajo, que se hace posible la explotación de la naturaleza para arrancarle sus riquezas; es por el trabajo que se forman hombres auténticamente morales. La moral a que da origen la relación del hombre con la naturaleza; la moral solidaria con hombres que realizan tareas semejantes. Por ello, los pueblos industriosos son naturalmente morales. "La industria es el único medio de encaminar la juventud al orden." "La industria -sigue Alberdi- es el calmante por excelencia. Ella conduce por el bienestar y por la riqueza al orden, por el orden a la libertad: ejemplos de ello Inglaterra y los Estados Unidos. La instrucción en América debe encaminar sus propósitos a la industria." Estas naciones son morales y no podrían ser acusadas de impías. En cambio, España que nunca ha sido acusada de impía, no ha escapado, por eso "de la pobreza, de la corrupción y del despotismo". La educación positivista, impuesta por la generación que siguió a la que se planteó el proyecto libertario y civilizador, será vista como el adecuado instrumento de regeneración de la América colonizada por Iberia. El positivismo será visto como la panacea capaz de resolver los grandes problemas de esta América. Los americanos educados o, instruidos, dentro de esta doctrina, harían posible el orden que sustituyese al viejo orden colonial y a la anarquía libertaria. El orden como instrumento del anhelado progreso. El orden mental como base para el orden social que permitiese a esta América incorporarse a la civilización. Educación positivista, inmigración e inversión extranjera, formarían así, los pilares del proyecto civilizador. Por supuesto, el positivismo no formará los hombres prácticos que se suponía harían por esta América lo que otros hombres, europeos y estadounidenses, habían hecho por sus naciones. No surgirá tampoco el grupo social, equivalente al de las burguesías occidentales. Estos grupos en América, de acuerdo con el propio proyecto civilizador, ligarán su suerte a los intereses occidentales, subordinándose a ellos. El orden creado por estos grupos, el de sus oligarquías dependientes, fue sólo un orden al servicio de los agentes occidentales de la civilización, europeos y/o estadounidenses. Un nuevo conservadurismo tomó el lugar del viejo conservadurismo heredado de la colonia y de quienes querían sostenerlo. Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit Oligarquías ajenas y hostiles a los grupos sociales populares a las grandes masas, que siempre fueron manipuladas y puestas al servicio de intereses ajenos a ellas. La inmigración en Latinoamérica no resultará lo que pretendieron los civilizadores. No fue una inmigración semejante a lo que hizo de los Estados Unidos la poderosa nación con que soñaban. Inmigración, que racialmente resultó ser más latina que sajona. Españoles e italianos formaron el grueso de esta inmigración. La que, por supuesto, trajo con ella sus preocupaciones sociales, expresadas en el sindicalismo y el socialismo y el anarquismo; pero preocupaciones con las cuales se enfrentaran a una realidad que no era la de los Estados Unidos de Norteamérica. Los pocos sajones que llegaron a esta América, lo hicieron en general, como representantes de los intereses de la burguesía occidental: como gerentes y técnicos calificados encargados de la explotación de las riquezas, que le había sido entregada. Surgirá tan sólo una seudoburguesía, la cual se conformará con hacer de protectora regional, de intermediaria y amanuense de los intereses de la burguesía occidental. Oligarquía encargada de guardar el orden, reprimiendo cualquier expresión de rebeldía o protesta. A lo largo de esta nuestra América, se formarán así grupos de poder subordinados a los grandes agentes del progreso y la civilización. Sus ejércitos, de liberadores se transformará en represores; ejércitos encargados de limpiar las llanuras de indígenas, y de poner orden ante cualquier expresión contraria a los intereses que, se consideraba, tenían que ser preservados. La inmigración no repetirá el milagro estadounidense; sus hombres no venían a labrarse un destino, el destino estaba ya hecho, señalado por la vieja colonización. La tierra, y sus riquezas, no serían de quienes las trabajasen, como lo fuera en la nación al norte de América. La tierra tenía ya dueños, los viejos criollos, a quienes se había hecho de ellas en las prolongadas guerras intestinas. Desaparecerían algunas haciendas, pero surgirían los latifundios. Latifundios que serían entregados, a los grupos de intereses europeos y estadounidenses. Pero los inmigrantes, traídos de la vieja e industriosa Europa, no vendrían, en general, sino a tomar el mismo lugar que tenían los indios en las tierras de más densa población indígena. Venían a trabajar sobre tierras que tenían dueño, y no sobre tierras que podían hacer suyas como en los Estados Unidos. Pero fue por su mejor preparación, respecto a los habitantes de 193 origen americano, que estos inmigrantes fueron formando lo que sería una nueva clase media; clase que acabará disputando, a las oligarquías autóctonas, el poder político y social. Una burguesía más industriosa, que la formada por las viejas oligarquías, tomará su lugar. Una burguesía de corte nacionalista, pero que tampoco podrá eludir las relaciones de dependencia que, libremente, habían sido adoptadas y buscadas, por los autores del proyecto civilizador Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit 194 IX. EL PROYECTO ASUNTIVO 1. AMÉRICA VUELVE SOBRE SI MISMA EL PROYECTO civilizador, hemos visto, parte de una especie de complejo de inferioridad. Parte de la supuesta inferioridad de esta América y sus habitantes. De la supuesta inferioridad de la historia que parece haberle tocado en suerte a estos pueblos. Conciencia de la propia inferioridad y, como complemento, de la superioridad del modelo que va a ser adoptado: del mundo llamado occidental, el de Europa occidental y los Estados Unidos. Y se aduce, inclusive, en apoyo de esta supuesta inferioridad, las teorías que el mismo mundo occidental ha elaborado como justificación de su hegemonía sobre los pueblos de América, así como los de Asia, África y Oceanía. Las teorías sobre el primitivismo, o anacronismo, de los hombres y su cultura de esta parte de la tierra. Bárbaros serán los descendientes de los indígenas sometidos, y anacrónicos, los descendientes de los conquistadores y colonizadores iberos; y su mestizaje, bárbaro y anacrónico. Se enarbolan expresiones del racismo occidental: la superioridad de las razas europeas y la supuesta inferioridad de las propias. Los mismos ascendientes europeos de esta América pertenecen a pueblos y culturas que han perdido la batalla de la historia frente a civilizaciones más fuertes. En la lucha entre la Modernidad y la Edad Media, la segunda ha sido vencida por la primera y, con ella, los pueblos que han sido por ella colonizados. La América ibera formaba parte del pasado, al contrario de la América colonizada por los pueblos que ya se han impuesto en la batalla entre el progreso y el retroceso. Los civilizadores latinoamericanos tendrán, siempre, frente a sí, este hecho: consideran a sus pueblos rezagados, o marginados, de una historia que aún continúa marchando. De allí el afán por borrar de sus pueblos un pasado que se considera ignominioso, anacrónico y primitivo. El afán por dejar de ser lo que se ha sido, para poder ser algo distinto, partiendo de experiencias ajenas, a su propio modo de ser. Un modo de ser que no se quisiera jamás haber tenido. Borrar todo lo que se ha dicho, para ser distinto de eso. Partir de cero, como si nada se hubiese hecho. ¿Qué es el pasado? Ya lo exponía el Libertador, Simón Bolívar: esclavitud, servidumbre. Era una larga noche que había durado tres siglos. Sobre la esclavitud y la servidumbre, pensaban estos hombres; liberadores y civilizadores, no podría alzarse la libertad ni la civilización. La libertad era la negación de un pasado hecho de servidumbre; la civilización, la negación de la barbarie y el anacronismo de esa larga noche colonial. El afán por deshacerse a sí mismos como pueblos, implicaba la preocupación y el afán por ser un pueblo distinto. Voluntariamente los civilizadores se empeñaron, no tanto ya en liberar a sus pueblos, como en poder ofrecerles un cambio de dependencia. La vieja dependencia impuesta por Iberia, tenía que ser sustituida por una dependencia, libremente aceptada, ante pueblos que eran considerados superiores. De los elementos de superioridad de éstos, los pueblos latinoamericanos iban a abstraer los elementos para su anhelado cambio. Hegel y Marx, tenían, en este sentido, razón: cuando expresaban que la subordinación de pueblos inferiores, como los de la América Latina, a pueblos superiores como los que habían originado la civilización occidental, les iba a permitir entrar en un mundo superior. No importaba el costo de esta subordinación, si de ella iba a originarse la conciencia que permitiese a pueblos como los de esta América incorporarse al progreso, la civilización o una sociedad sin clases. Libremente, insistimos, nuestros civilizadores, aceptaban tal subordinación, tal dependencia de la que, consideraban, acabarían beneficiándose sus pueblos. Se aspiraba a ser parte de un mundo que era considerado superior, a aquel que había sido heredado de la colonización ibera. Así, enajenar la libertad, supuestamente alcanzada, por los libertadores, no era sino la mejor forma de posibilitar su auténtica realización. Lo otro no era sino palabras vacías, ideales sin posibilidad de realización. Se trataba de cambiar lo poco que se era, por lo superior que se quería ser. Desde este punto de vista, el modelo adoptado expresaba el sentido de inferioridad de quien lo adoptaba y pretendía realizarlo. José Enrique Rodó dice: "Se imita a aquel en cuya superioridad o cuyo prestigio se cree. Imitar es eso, el reconocimiento de la superioridad de lo que se imita, así como el reconocimiento de la propia inferioridad. Punto de partida para una nueva subordinación, una nueva dependencia. Subordinación y dependencia, frente a lo que se considera superior. Ahora bien, será frente a esta supuesta superioridad de lo extraño y la supuesta inferioridad de lo propio, que reaccionen los autores del proyecto que denominamos asuntivo. El proyecto que tiene como punto de partida la propia realidad, por negativa que Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit ella puede parecer, para tratar de construir sobre ella y con ella, el mundo que se anhela. Negación, pero en sentido hegeliano, negación que es afirmación. Esto es, absorción, asunción de la propia realidad. Y dentro de la realidad, la historia, el pasado. Asumiendo el todo para superarlo; negarlo, pero dialécticamente. Esto es, hacer de la realidad y pasado instrumento y elemento, de lo que se es y de lo que se quiere seguir siendo. Porque tal ha sido, precisamente, el supuesto secreto que ha permitido al occidente marchar de superación en superación. El proyecto asuntivo pretende ir más allá de la propia y concreta realidad, pero partiendo y contando con ella, cabalgando sobre su conocimiento y experiencia. El proyecto conservador, hemos visto, aceptó también el pasado, pero no para superarlo, sino tan sólo para conservarlo. Se empeñó en mantener el orden propio del sistema heredado, pero sin transformarlo. Se preocupó tan sólo por ocupar el vado de poder dejado por la metrópoli, sin pretender afectarlo. De allí las limitaciones de tal proyecto y su fracaso. Otros pensadores, y desde diversos puntos de vista, se preocuparon también por demostrar que la realidad latinoamericana, la historia de sus pueblos, contenía aspectos positivos que debían ser tomados en cuenta por cualquier proyecto encaminado a crear un sistema que los latinoamericanos pudiesen considerar como propio. Andrés Bello, destacadamente mostró cómo en el pasado de estos nuestros pueblos, la herencia recibida; contenía expresiones positivas. Una positividad de la cual se podría partir con firmeza para realizar el proyecto que fuera propio de los libertadores de esta América. Simón Rodríguez, maestro del Libertador, insistirá una y otra vez en destacar la existencia de un pasado americano que lejos de ser rechazado debería ser asimilado. Dos hechos, la intervención de los. Estados Unidos en 1847, y la intervención francesa en 1861 en México, dieron origen al repudio que destacados latinoamericanos harán sentir tanto a los Estados Unidos como a Europa. Repudio que hizo que también volviesen la vista al propio pasado y realidad, destacando su posibilidad. No todo era esclavitud y servidumbre. En el pasado de esta América, en su realidad histórica, existían ya elementos positivos sobre los cuales cualquier nación latinoamericana podría, 195 orgullosamente, levantar y proyectar un futuro que no tenía por qué ser inferior, al de ninguna de las naciones modernas. Allí está, lo ejemplarmente expresado por uno de los civilizadores, el chileno Francisco Bilbao, cuando comparaba lo hecho por el gran modelo, los Estados Unidos y lo hecho por ésta nuestra sufrida América. Los Estados Unidos -dice-, deben su grandeza al "libre pensamiento, al self government, la franquicia moral y la tierra abierta al inmigrante". Eso les hizo crecer y alcanzar gloria. Ése fue el momento heroico de sus anales. Todo creció: riqueza, población, poder, gloria. Tal es la América que ha admirado y admiran los americanos del sur. Pero agrega, los hombres de esta misma y admirada nación, "despreciando tradiciones y sistemas, y creando un espíritu devorador del tiempo y el espacio, han llegado a formar una nación, un genio particular". Y, "volviéndose sobre sí mismos y contemplándose tan grandes, han caído en la tentación de los titanes, creyéndose ser los árbitros de la tierra y aun los contenedores del Olimpo". Por ello esa gran nación, los Estados Unidos, siendo un gran pueblo, "no abolieron la esclavitud de sus estados, no conservaron las razas heroicas de sus indios, ni se han constituido en campeones de la causa universal, sino del interés americano, sino del individualismo sajón". Por ello se lanzaron también a la conquista de otros pueblos y "se precipitan sobre el sur". Los Estados Unidos son un pueblo admirable, agrega Bilbao, tiene grandes valores. Tiene la libertad, sus hombres nacen con su idea; en cambio en la América del Sur, por obra de la España teocrática, sólo parece haber heredado la esclavitud. Pero, ¿qué tiene la América del Sur, además de la herencia colonial? A pesar de esa herencia, a pesar de la teocracia de la que se derivaba, tiene algo más, mucho más, que la servidumbre y la esclavitud. -Por ello hubo "palabra, hubo luz en las entrañas del dolor -dice Bilbao-, y rompimos la piedra sepulcral, y hundimos esos siglos en el sepulcro de los siglos que nos habían destinado". Después, y por obra de esa herencia, "hemos tenido que organizado todo. Hemos tenido que consagrar la soberanía del pueblo en las entrañas de la educación teocrática"., Y pese a ello, pese a esos obstáculos, agrega Bilbao, "hemos hecho desaparecer la esclavitud de todas las repúblicas del sur, nosotros los pobres, y vosotros los felices y los ricos no lo habéis hecho; hemos incorporado e incorporamos a las razas primitivas, formando en el Perú la casi totalidad de la nación, porque la creemos nuestra sangre y nuestra carne, y vosotros las extermináis jesuíticamente". Además, agrega, nosotros "no vemos en la tierra, ni en los goces Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit de la tierra, el fin definitivo del hombre; el negro, el indio, el desheredado, el infeliz, el débil; encuentra en nosotros el respeto que se debe al título y a la dignidad del ser humano. He aquí lo que los republicanos de la América del Sur se atreven a colocar en la balanza al lado del orgullo, de las riquezas y el poder de la América del Norte". Y frente a Europa, a la Francia de Napoleón III, que ha bombardeado e invadido a México, el mismo Bilbao dice que los americanos no tenemos por qué seguir mendigando la mirada de aprobación de Europa. Europa en nombre de la civilización esclavista. "La Francia jamás ha sido libre. La Francia jamás ha practicado la libertad. La Francia jamás ha sufrido por el mundo." "Es necesario arrancar el error y libertamos del servilismo espiritual de Francia." "Atrás, pues, lo que se llama civilización europea. La Europa no puede civilizarse y quieren que nos civilice." Europa "es la antinomia de América. Allá la monarquía, la feudalidad, la teocracia, las castas y familias imperantes: acá la democracia. En Europa la práctica de la conquista, en América su abolición". Y hablando del triunfo mexicano en Puebla, el 5 de mayo sobre el ejército invasor, dice Bilbao: "Hoy entra la América en el mecanismo del movimiento del mundo. La victoria de México será la señal de la nueva era. Las Termópilas de América están en Puebla." En el mismo sentido se expresará el positivista mexicano Gabino Barreda, al hacer la interpretación de la historia de México y de esta América. México y América forman el nuevo centro de esa historia, de la Humanidad, mientras Europa quedará relegada en un pasado que no ha podido vencer. El progreso encarnará ahora en México y América. En el México de la resistencia al conservadurismo europeo. Europa, por el contrario, encarna el retroceso, el pasado, lo que fue. Así, la historia de México adquiere un nuevo sentido, el que le conduce a encarnar al progreso y la civilización. El pasado colonial es superado por el liberalismo y éste, a su vez, por el espíritu positivo que posibilitará el progreso y la civilización. "Los soldados de la República en Puebla -dice Barreda-, salvaron como los de Grecia en Salamina, el porvenir del mundo al salvar el principio republicano que es la enseña moderna de la humanidad." Mientras Europa entera sucumbía ante las fuerzas del retroceso, México en América lo enfrenta y lo derrota. "En este conflicto entre el retroceso europeo y la civilización americana -dice Barreda- en esta lucha del principio monárquico 196 contra el principio republicano, en este último esfuerzo del fanatismo contra emancipación, los republicanos de México se encontraban solos contra el orbe entero." La resistencia mexicana, inclusive, salvará a los mismos Estados Unidos de caer en las garras del retroceso "que pretendía entrar por México a los Estados Unidos". De esta forma, y ante la agresión extranjera, los latinoamericanos revisarán sus puntos de vista sobre lo que era propia realidad e historia, adquiriendo un carácter positivo. Positividad, a partir de la cual, asumirán su realidad e historia. 2. IMITACIÓN Y ASIMILACIÓN Nuevamente, al terminar el siglo XIX, y ante una nueva agresión, la de los Estados Unidos expandiéndose sobre el Caribe y el Pacífico, para arrancar a España sus últimas colonias, ocupando su lugar, sin liberarlas se hace sentir en ésta nuestra América una nueva protesta y repudio. Y con la protesta un reajuste de proyectos. La generación testigo de la agresión de 1898; se planteará la necesidad de volver a la propia realidad, e historia, para asumirlas, e incorporarlas a su propio modo de ser; asunción a partir de cual ha de proyectarse un futuro más auténtico y pleno. El proyecto asuntivo ahora adoptado, negará, abiertamente, el proyecto civilizador. Se desecha el inútil afán por dejar de ser lo que se ha sido y se es, para ser algo distinto. Es ésta la generación de José Enrique Rodó, José Vasconcelos, César Zumeta, Manuel González Prada, Alfonso Reyes, Manuel Ugarte y José Martí. Una generación que reclama la vuelta a la realidad, e historia propias. Realidad que sea, a la vez, crisol de todo cuanto el hombre pueda crear. Es la generación que hablará de un nuevo mestizaje, una nueva raza, la que llamará Vasconcelos raza cósmica. Mestizaje no ya racial sino cultural, para el cual, debido a su propia historia se encontraba preparada esta América. Así, un pasado y una realidad supuestamente negativos, se transforman en positivos. La esclavitud y la servidumbre impuestas, vistas como el necesario punto de partida para el acrisolamiento del hombre de esta América. Hombre que sea la síntesis de los valores propios del conquistador y los propios del conquistado. Síntesis que origina una nueva cultura y civilización. José Enrique Rodó, hará expresa la nueva reacción. Reacción ahora frente al expansionismo estadounidense, sobre las Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit que fueran las últimas colonias de España en América, preparándose a ocupar el vacío de poder que, había ido dejando el imperialismo ibero en esta parte del mundo. Los Estados Unidos sintiéndose abocados a continuar la tarea civilizadora europea. Imponiendo la civilización a pueblos que se consideran ajenos a ella. Una tarea que en esta ocasión, ha de ser solicitada por los propios latinoamericanos. La solicitud ya expresa en el proyecto civilizador. Refiriéndose a esta situación dirá Rodó: "La poderosa federación va realizando entre nosotros una suerte de conquista moral. La admiración por su grandeza y por su fuerza es un sentimiento que avanza a grandes pasos en el espíritu de nuestros hombres dirigentes, y aún más quizá, en el de las muchedumbres, fascinables por la impresión de la victoria. Y de admirarla se pasa por una transición facilísima a imitarla." La admiración es así el principio de la subordinación. Se admira lo que no se tiene y se considera es superior a lo propio. Se Imita lo superior, o lo que se cree superior. Y es a partir de esta creencia que se puede aceptar, libremente, una nueva subordinación o dependencia. Tal era lo que ya venía haciendo Latinoamérica de acuerdo con el proyecto civilizador. Libremente, Latinoamérica se va rebajando como realidad, en función con modelos que considera superior a ésta su realidad. El nuevo dominador o colonizador, no necesitará ya de acciones de conquista alguna. Bastará convencer a sus subordinados de su superioridad, así como de la incapacidad de éstas para alcanzar esa superioridad. "Es así -dice Rodó- como la visión de una América deslatinizada por propia voluntad, sin la extorsión de la conquista, y regenerada luego a imagen y semejanza del arquetipo del Norte, flota ya sobre los sueños de muchos sinceros interesados por nuestro porvenir e inspira la fruición con que ellos formulan a cada paso los más sugestivos paralelos, y se manifiestan por constantes propósitos de innovación y de reforma." Pero habrá que evitar esto, si no se quiere caer, como está sucediendo ya en otra nueva forma de dependencia. "Tenemos nuestra nordomanía. Es necesario oponerle los límites que la razón y el sentimiento señalan de consumo." No se opone Rodó a que Latinoamérica asimile el espíritu práctico de esa nación, a que haga propias sus experiencias: Calibán ha de servir a Ariel, la técnica al espíritu. "No doy yo -dice- 197 a tales límites el sentido de una absoluta negación. Comprendo bien que se adquieran inspiraciones, luces, enseñanzas, en el ejemplo de los fuertes; y no desconozco que una inteligente atención fijada en lo exterior para reflejar de todas partes la imagen de lo beneficioso y lo útil es singularmente fecunda cuando se trata de pueblos que aún forman y modelan su entidad nacional." Ello es necesario, esto es aprendizaje, y por lo tanto algo propio del hombre, a partir de lo cual se transforma y progresa. Lo que no se puede hacer es imitar sin crear, sin asimilar. Y esto es lo que se hace cuando se empieza por querer anular lo que es propio, queriéndolo cambiar por lo que le es ajeno. "Ese irreflexivo traslado de lo que es natural y espontáneo en una sociedad al seno de otra donde no tenga raíces ni en la naturaleza ni en la historia, equivalía a la tentativa de incorporar por simple agregación, una cosa muerta a un organismo vivo." Tal cosa es snobismo, o peor aún, abdicación servil frente a los supuestamente fuertes, vencedoIes y afortunados. El cuidado de la independencia interior, viene a ser sólo expresión del propio respeto. Se asegura, dice Rodó, que nosotros los latinoamericanos carecemos de personalidad. Sin embargo, agrega, "tenemos una herencia de raza, una gran tradición étnica que mantener, un vínculo sagrado que nos une a inmortales páginas de la historia". Por ello, "el cosmopolitismo, que hemos de acatar como una irresistible necesidad de nuestra formación, no excluye, ni ese sentimiento de fidelidad a lo pasado, ni la fuerza directriz y plasman te con que debe el genio de la raza imponerse en la refundición de los elementos que constituirán al americano definitivo del futuro". Mestizaje racial y cultural dentro del cual han de juntarse a lo propio los elementos también creativos del pragmatismo y utilitarismo sajón. Se refiere a la afirmación del proyecto civilizador que declara que "gobernar es poblar". Considerándola una fórmula peligrosa si antes no se define el porqué y el para qué de este proyecto. Proyecto que debe estar finca do en la realidad de la cual se tiene que partir, por negativa que parezca. No se puede echar por la borda la realidad, hay que contar con ella. Es ella misma la que ha dado origen a la supuesta necesidad de tal proyecto. Dice Rodó: "Gobernar es poblar, asimilando, en primer término, educando y seleccionando después." Poblar sí, pero en función con una realidad que no puede ser ignorada y, menos aún, desplazada. Realidad que ha de ser transformada, pero no eliminada. Pretender tal cosa será mantenerse en la abstracción, la nada, el vacío. El vacío de poder que se origina en el vacío de Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit realidad, el cual, necesariamente, invoca la presencia de poderes que lo llenen, en especial aquellos con cuyos modelos se pretende sustituir lo que es propio. Se trata de transformar la propia realidad, no de borrada, para poner en su lugar algo ajeno a la misma. Pues tal acto sólo implicaría la autonihilización. La civilización estadounidense sí, pero sólo como instrumento al servicio de la que debe ser dinámica realidad latinoamericana. Seleccionando de esa civilización, lo que esta realidad necesita para impulsar tal dinámica. Por ello no habrá que hacer de esa civilización un modelo cerrado para realizar en detrimento de la realidad que la ha tomado como ejemplo. No se trata de destruir, sino de potenciar. Y lo que ha de ser potenciado es la realidad propia de esta América. "La obra del positivismo norteamericano –agrega Rodó- servirá a la causa de Ariel, en último término", pero no al revés. No es Latinoamérica la que ha de servir a la poderosa civilización, sino Latinoamérica la que ha de servirse de lo que mejor convenga de esa civilización a su propia realidad e intereses. "Lo que aquel pueblo de cíclopes ha conquistado directamente para el bienestar material con su sentido de lo útil y su admirable aptitud de la invención mecánica -dice Rodó-, lo convertirán otros pueblos, o él mismo en lo futuro, en eficaces elementos de selección." Asimilar, no destruir. Asimilar, una función que ha de ser realizada por la propia realidad. Una realidad que ha de alimentarse de las expresiones de otras realidades, pero sin destruirse a sí misma en estos intentos. El propio modelo norteamericano no es, todavía, sino un boceto de lo que llegará a ser en el futuro. Un boceto de realidad no cumplida que simplemente quedaría petrificado en quienes sólo pretendan repetido mecánicamente, reproducido, no haciendo de él un instrumento, igualmente dinámico, al servicio de otra realidad. "Esperemos -agrega- que el espíritu de aquel titánico organismo social, que ha sido hasta ahora voluntad y utilidad solamente, sea también algún día inteligencia, sentimiento, idealidad." Voluntad y utilidad, expresiones de una actitud que sólo pueden ser instrumentos al servicio de un proyecto más amplio. Proyecto más allá del voluntarismo utilitario. Este voluntarismo utilitario es todavía un simple proyecto, el cual no tiene por qué ser la meta de otros proyectos, como han de ser los que se propongan los pueblos de la América Latina. Renunciemos, dice "a ver el tipo de una civilización ejemplar donde sólo existe un boceto tosco y enorme, que aún pasará necesariamente por muchas rectificaciones sucesivas, antes de adquirir la serena y firme actitud con que pueblos que han 198 alcanzado un perfecto desenvolvimiento de su genio presiden al glorioso coronamiento de su obra". América, nuestra América, posee ya una realidad que simplemente debe ser potenciada. No se trata de cambiar la realidad que esta América ha creado ya a lo largo de una historia llena de peripecias, dolores y sufrimiento, por una realidad que nada ha tenido que ver con ellos: "Existen ya, en nuestra América Latina -dice Rodó-, ciudades cuya grandeza material y cuya suma de civilización aparente las acercan con acelerado paso a participar del primer rango en el mundo." Ciudades creadas por los esfuerzos de libertadores, conservadores y civilizadores dando así origen a ciudades propias de ésta nuestra América, ciudades con su propia personalidad. La que les ha dado la fuerza que las hizo posibles. Ciudades que no pueden terminar, por simple imitación, "en Sidón, en Tiro, en Cartago". Porque ésta nuestra América no es utilidad, sino cultura, espíritu. No es Sidón, Tiro o Cartago, sino Atenas, Roma. "No desmayéis en predicar el Evangelio de la delicadeza a los es citas dice Rodó-, el Evangelio de la Inteligencia a los beocios, el Evangelio del desinterés a los fenicios."Ariel no es Calibán, aunque Calibán pueda estar al servicio de Ariel. La técnica, la ciencia, lo útil, al servicio del espíritu de lo que es propio de ésta nuestra América. Un espíritu que se ha ido formando a través de una historia que inútilmente se ha querido borrar, por considerársele inferior. 3. ENTRE ESCILA Y CARIBDIS En José Martí se van a expresar dos experiencias. La doble experiencia a que estará sometido su pueblo, Cuba. La experiencia de la América que ha luchado por su independencia frente a España, desde 1810; y la experiencia de la América que está ya siendo sometida a nueva dominación. Martí sabe del colonialismo y prevé ya el neocolonialismo. Cuba forma parte de los últimos territorios de ultramar de España; territorios que los Estados Unidos se han propuesto hacer suyos. Sabe de la intransigencia española respecto a sus colonias y de la codicia del nuevo imperialismo. En 1898 Cuba, y las Antillas aún bajo dominio español, buscan su independencia, como la buscaban el resto de la América hispana; pero sólo para caer bajo la dependencia de los Estados Unidos que se perfilan ya como el poderoso agente del neoimperialismo. Será frente a esta situación que Martí proponga a Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit la América el proyecto asuntivo de que venimos hablando. La experiencia liberadora, conservadora y civilizadora debe ser ahora parte de la nueva experiencia. Habrá que asimilar estas experiencias para el logro de las metas que, a través de ellas, se quisieron alcanzar. Habrá que volver a la realidad, por negativa que ella pueda parecer. Habrá que volver a la propia historia. A una historia que no podía ser ignorada. Y dentro de esta historia, a la realidad forjada por el hombre de esta América. Forjada en la larga colonización ibera, en los frustrados esfuerzos de liberación, conservadurismo y civilización. Experiencias que son ya parte de una historia que no puede seguir siendo marginada. Habrá que partir de ella, de las experiencias de los hombres que, quiérase o no, han hecho ya una historia: la historia de ésta nuestra América. Una historia que no puede seguir siendo vista como extraña a la que es propia, ni como inferior a historia alguna. Una gran historia es la de pueblos que han sufrido largos siglos de dominación, y han luchado, a través de los mismos, por eliminarla. Los tres largos siglos de esclavitud de que habla Bolívar; y cuatro en las tierras como las de las Antillas, que una y otra vez, habían venido insistiendo, e insistirán, seguir el camino de liberación de los pueblos del continente. Un siglo más de esclavitud bajo el colonialismo hispano que será, para Cuba y el Caribe, un siglo más de experiencias. Las experiencias que ofrece la Hispanoamérica del continente, desgarrada por guerras intestinas y sometida poco a poco al nuevo imperialismo. Martí conoce de todas estas experiencias: Cuba es también América. La América criolla, mestiza, india, negra; la de los hombres que trabajan en el campo y la de los que laboran en las ciudades. América, que no es bárbara ni civilizada; simplemente la América que busca realizarse por los difíciles caminos de la libertad. De esta abigarrada América, nuestra América, habrá entonces que partir para realizar las metas expresas en sus diversos proyectos. Dentro de esta historia José Martí termina una etapa e inicia otra. Se enfrenta, como sus iguales en América, al colonialismo, hispano, siendo acribillado por las balas españolas. Pero también se enfrenta ya bizarramente, al neocolonialismo que amenaza la libertad, antes de alcanzar la de su pueblo, como amenaza la de toda ésta su América. Sufre prisiones y destierros para acabar dando la vida en la que tiene que ser la última batalla contra el colonialismo, pero enfrentándose, con su pluma y consejo, al Imperio que ya pretende ocupar el "vado de poder" que va dejando el imperialismo ibero en América. En ésta su doble 199 lucha, insistirá, sin cesar, en la necesidad de fortalecer y preservar, la identidad del hombre de esta América, así como la realidad que la ha originado. Habrá que asumir esta realidad, afirmar la propia identidad y actuar de acuerdo con las mismas. La víspera de su muerte en Entre Ríos, el 18 de mayo de 1895, Martí escribe a su amigo Manuel Mercado en México sobre sus temores. Sabe que va a morir al siguiente día, pero le preocupa lo que advendrá, una vez que Cuba se libere de España. Sabe que no sólo ha de morir frente al colonizador hispano, sino también, prevenir a su América del peligro que la acecha. "... yo estoy todos los días en peligro de dar mI vida por mi país y por mi deber -puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso." Intuye que las Antillas pueden llegar a ser el trampolín, el punto de partida, de la expansión estadounidense sobre el resto de América. Quisiera liberar a su tierra de España, pero siente temor de que la misma sea anexada, por la propia España, a los Estados Unidos. Anexión que será también el punto de partida de la expansión de este pueblo sobre el resto de ésta su América. Somos los más interesados continúa, "en impedir que en Cuba se abra, por la anexión de los imperialistas de allá y los españoles, el camino que se ha de cegar, y con nuestra sangre estamos cegando, de la anexión de los pueblos de nuestra América, al Norte revuelto y brutal que los desprecia". Martí sabe del otro imperialismo que desprecia, acaso más que España, a los hombres de esta América. Martí conoce a ese pueblo que ya pujante se lanza a conquistar a hombres y tierras que tratan de liberarse de viejas conquistas. "Viví en el monstruo –dice- y le conozco las entrañas: y mi honda es la de David." Sabe de movimientos "celestinos", de prohombres "desdeñosos de la masa pujante -la masa mestiza, hábil y conmovedora del país- la masa inteligente y creadora de blancos y negros". Movimientos que hablan cínicamente de anexionismo. Martí luchó también, contra estos intentos. Se habla ya dice, de que "España preferiría entenderse con los Estados U nidos a rendir la Isla a los cubanos". La guerra de independencia es por ello una lucha contra todas las fuerzas, españolas y cubanas,-que pretenden traspasar el dominio de Cuba al nuevo imperialismo, "la anexión de Cuba a los Estados Unidos". España, la nación que ha dado origen a esta América, sigue siendo la misma egoísta nación incapacitada para reconocer Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit la importancia de su propia obra. Es la misma nación que, en 1810, prefería entregar sus dominios a Napoleón o al rey de Portugal, antes que conceder y reconocer la independencia de sus colonias. La España de la que Martí -como Bolívar, San Martín, Hidalgo y otros próceres de la independencia hispanoamericana-, se sabe hijo, pero una nación altiva, codiciosa y egoísta. La misma nación que ha dado al mundo ejemplo de hidalguía, valor y entereza en la lucha por sus derechos como pueblo formado por hombres libres; pero que no es capaz de reconocer en otros hombres, sus propios hijos, los mismos derechos que reclama para sí. Martí se ha enfrentado una y otra vez a ésa su nación, tratando de hacerle reconocer en los pueblos por ella formados, el espíritu que esta nación ha impreso en éso,s sus in ludibl s. hijos. Bus ando esta comprensión es que Martl ha sufndo pnslOnes y destierros y se dispondrá a sufrir la muerte. Martí hace expreso este sentimiento, el cual le liga con los grandes próceres de la independencia, alegando como ellos sus derechos frente a la altiva España. Una España que sabe también suya, pero ante cuya intransigencia acabará separándose. En la primera gran acción revolucionaria de Cuba contra el despotismo español, nacida con el grito de Yara en 1868 y que terminará cruelmente en 1878, la España de las guerras de independencia en el continente, mostrará una vez más su "alma cruel y rencorosa". ¿Qué defendió España en América? ¿Qué defiende España en Cuba? "No es el honor lo que España defiende en América -escribe Martí en 1893, fecha en que ya se prepara la nueva insurrección-, porque el honor no está en corromper y asesinar a nuestros propios hijos, cada cual hijo del otro, y los unos los de los otros: lo que España defiende en América es la posesión." Padres matando a sus hijos, hermanos a sus hermanos, tal es la guerra entre España y sus colonias. Y así como los liberales de Cádiz, los liberales de la Primera República española en 1873, nada querrán saber de los reclamos de los liberales americanos en Cuba y las Antillas. Al igual que los liberales de Cádiz, los liberales de esta Primera República española se aprestaron a aplastar una rebelión motivada por las mismas razones por las cuales antes ellos se habían enfrentado a la monarquía. Una vez más la vieja historia. Nada hacen los americanos de Cuba, que no hayan antes hecho los españoles en la Península. "Como la Península quemó a Sagunto -escribe Martí hablando de la primera insurrección cubana-, Cuba quemó a 200 Bayamo; la lucha que Cuba quiso humanizar, sigue tremenda por la voluntad de España, que rechazó la humanización." Los cubanos piden, "y la piden muriendo, como los republicanos españoles han pedido su libertad tantas veces, su independencia de la opresión, su libertad del honor. ¿Cómo ha de haber republicano honrado que se atreva a negar para un pueblo derecho que él usó para sí?" En esta injusta lucha mueren hijos de la misma España luchando por lo mismo que unos hombres quisieron y no están dispuestos a dar y otros insisten en hacer suyo. "¿No espantará, a la República española -pregunta Martísaber que los españoles mueren por combatir a otros republicanos?" España ha luchado porque se respete la voluntad de su pueblo, Cuba lucha porque se respete la voluntad del suyo. La República niega el derecho de conquista, pero un acto de conquista es el que realiza queriendo aplastar a los cubanos. Los republicanos españoles han declarado que si las Cortes no votan por la República, los republicanos volverán a la oposición acatando la voluntad popular; ¿por qué no han de hacer lo mismo los cubanos si se niega la voluntad de su pueblo? ¿Qué es lo que ofrecen los republicanos españoles? Sólo una autonomía que antes reclamaron los cubanos, pero España se negó entonces a darles. Ahora los cubanos sólo quieren expresarse libremente, respecto a si aceptan esta autonomía o quieren la plena independencia. Por ello, la República española no puede ahora, imponerles lo que antes les ha sido negado sin obtener la aceptación del pueblo cubano. "Si Cuba ha decidido su emancipación -dice Martí-; si ha querido siempre su emancipación al alzarse en República; si se arrojó a lograr sus derechos antes que España los lograse; si ha sabido sacrificarse por su libertad, ¿querrá la República española sujetar a la fuerza a aquella que el martirio ha erigido en República cubana?" Se dice, agrega, que ahora España concederá a Cuba los derechos que antes pedía, razón por lo cual no tiene ya sentido la insurrección emapcipadora. Pero, "¿qué derechos tiene España para ser benéfica después de haber sido cruel?" ¿Cómo ha de conceder lo que ya le ha sido arrancado por un pueblo en lucha? "¿Cómo quiere que se acepte ahora lo que tantas veces no ha sabido dar? ¿Cómo ha de consentir la revolución cubana que España conceda como dueña, derechos que tanta sangre y tanto duelo ha costado a Cuba defender? España expía ahora horriblemente sus pecados coloniales." "Si España no ha querido Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit ser nunca hermana de Cuba, ¿con qué razón ha de pretender ahora que Cuba sea su hermana?" Se ha actuado siempre con dos medidas: una para los españoles de la Península, otra para los españoles de América. "Lo que para España fue gloria inmarcesible, España misma ha querido que sea para ellos [los cubanos] desgracia profundísima." "Si el ideal republicano es el universo, si él cree que ha de vivir al fin como un solo pueblo, como una provincia de Dios, ¿qué derecho tiene la República española para arrebatar la vida a los que van a donde ella quiere ir?" Se dice que Cuba tuvo razón en levantarse contra el despotismo monárquico español, pero no ya frente a la República que mantiene sus mismas demandas libertarias. ¿Por qué? se pregunta Martí. "¿Por qué no os alzasteis junto con Cuba cuando ella reclamó lo que ustedes los republicanos reclamaran ahora para sí? ¿Por qué no tuvisteis siquiera el valor de decir que tenía razón? ¿Por qué fuisteis tan complacientes con la infamia?" ¿Cómo pueden ahora exigir nueva subordinación a un pueblo que aún está luchando por su libertad? Que recuerden los españoles como ellos lucharon contra la invasión francesa, de igual forma los insurrectos en la América ayer, como los de Cuba hoy, lucharán contra ellos. ¿No saben, acaso, los españoles, que una guerra de independencia es invencible? ¿Qué es entonces la independencia reclamada una y otra vez por América, es un castigo? "¡Sí! Es la independencia; castigo tremendo de vuestros seculares errores de colonización, de vuestra política absolutista de conquistadores en tiempo de libertad, de vuestra opresión sin límite en lo dura, y sin descanso en lo cruel. ¿Cómo os atrevéis a combatir en los demás como culpa que combatan una culpa que fue vuestra, que como vuestra culpa reconoció?" Justo es que ahora España pague sus pecados. Pecados cometidos a lo largo de cuatro siglos de dominio sobre sus propios hijos. España ha hecho de su propia grandeza como nación luchando por su libertad, infamia que ha de ser perseguida y destruida en otros pueblos, en sus propios pueblos. 4. REALIDAD Y ANTICOLONIALISMO Martí sabe ya que será necesario morir para alcanzar la independencia frente a un pueblo que no sabe reconocer a sus iguales, que no sabe reconocer a los hijos de su misma sangre y su misma historia. Pero, ¿morir para qué? ¿Morir para que otros pueblos, no mejores que el español se beneficien y se queden con la presa que éstos suelten? "Sobre nuestra historia -escribe Martí- 201 hay otro plan más tenebroso que lo que hasta ahora conocemos y es el inicuo de forzar a la Isla, de precipitarla a la guerra, para tener pretexto de intervenir en ella, y con el crédito de mediador y de garantizador, quedarse con ella. Cosa más cobarde no hay en los anales de los pueblos libres: ni maldad más fría. ¿Morir, para dar pie en que levantarse a esas gentes que nos empujan a la muerte para su beneficio? Valen más nuestras vidas, y es necesario que la Isla sepa a tiempo esto. ¡Y hay cubanos, cubanos, que sirven con alardes disimulados a estos intereses." El poderoso vecino crece más cada día y busca realizar sus ya viejos sueños hegemónicos sobre las tierras que España y Colón abrieran al mundo. Los voceros de esa nación expresan ya, sin tapujos, sus aspiraciones. Incorporar a su bandera más estrellas. "No queremos más que ayudar a la prosperidad de esos pueblos", dice el Tribune. Pero el Herald agrega "Blaine se adelanta a los sucesos, como unos cincuenta años". A lo que contestó Martí incitando a la América para que no sea pasto de las nuevas ambiciones, "¡A crecer, pues, países de América, antes de los cincuenta años!" Es urgente, para ésta nuestra América, crecer y fortalecerse, antes de que sea tarde. Los Estados Unidos se preparan a expulsar a Europa de América para ocupar los vacíos de poder que esa expulsión origine. ¿Por qué nuestra América ha de colaborar en la forja de las cadenas de la nueva dependencia? "¿A qué ir de aliados, en lo mejor de la juventud, en la batalla que los Estados Unidos se preparan a librar con el resto del mundo? ¿Por qué han de pelear sobre las Repúblicas de América sus batallas con Europa, y ensayar en pueblos libres, su sistema de colonización?" Los Estados Unidos tratan de convencer a los pueblos de América que se han librado del dominio ibero, a que liguen su' suerte a los intereses del nuevo imperio. Tal es el sentido que para Martí tiene el Congreso Internacional reunido en Washington en 1889. Una nación que nada quiso hacer por los pueblos de Latinoamérica, cuando éstos se enfrentaron a sus dominadores europeos, ahora quiere que estos mismos pueblos acepten su hegemonía y la ayuden a expulsar al colonialismo europeo de América. ¿Para qué? Simplemente para imponer su propia dominación. ¡América para los americanos! ¿Qué hicieron los Estados Unidos, en los diez años de guerra de los patriotas cubanos para liberarse del despotismo español? Simplemente nada. Pero ahora, extrañamente ve Martí, se muestran más que dispuestos a entrar, con cualquier pretexto, en una aventura que simplemente los favorecerá. Martí ve Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit proféticamente lo que va a suceder poco tiempo después de su muerte. "De la tiranía de España -escribe Martí- supo salvarse la América española; y ahora después de ver con ojos judiciales los antecedentes, causas y factores del convite, urge de ir, porque es la verdad, que ha llegado para la América española la hora de declarar su segunda independencia." Los peligros habrá que señalados, pienso, cuando aún se pueden, evitar y no cuando ya se los tienen encima. El convite en Washington no es sino el preludio de lo que los Estados U nidos quieren de esta América. Nada antes han querido saber de las libertades de los pueblos latinoamericanos aunque ahora ya hablen de expulsar al colonialismo europeo. "No fue nunca la de Norteamérica, ni aun en los descuidos generosos de la juventud aquella libertad humana y comunicativa que echa a los pueblos por sobre montes, de nieve, a redimir un pueblo hermano. " Del holandés mercader, del alemán egoísta, y del inglés dominador se amasó con la levadura del ayuntamiento señorial, el pueblo que no vio crimen en dejar a una masa de hombres, so pretexto de la ignorancia en que la mantenía bajo la esclavitud de los que se resistían a ser esclavos." Los Estados Unidos sólo se han enfrentado a los colonizadores europeos para impedir que éstos le arrebaten futuras conquistas. No se ha dirigido a los europeos "sino para impedir su extensión, como en Panamá, o apoderarse de su territorio como en México, Nicaragua, Santo Domingo, Haití y Cuba, o para cortar por la intimidación sus tratos con el resto del universo, como en Colombia, o para obligarlos como ahora a comprar lo que no puede vender, y confederarse para su dominio". Sólo buscan imponer su hegemonía, ahora con pretextos como el del anticolonialismo europeo. Manipulan para imponerse, dividen y enfrentan a los pueblos de ésta nuestra América. "Y es voz unánime –agrega Martí- que el congreso no ha de ser más que junta nula..., o pretexto de una cacería de subvenciones." ¿Qué harán los pueblos de América? "¿Se entrarán, de rodillas ante el amo nuevo, las islas del Golfo? ¿Consentirá Centroamérica en partirse en dos, con la cuchilIada del canal en el corazón, o a unirse por el sur, como enemiga de México, apoyada por el extranjero que pesa sobre México en el norte, sobre un pueblo de los mismos intereses de Centroamérica, del mismo destino, de la lI,lisma raza? ¿Empeñará, venderá Colombia su soberanía?.. ¿Por la esperanza de apoyo contra el extranjero de Europa... favorecerá Venezuela el predominio extranjero más temible, por más interesado y cercano, que anuncia que se ha de clavar, y se clava a sus ojos, por toda la casa de América?" 202 El nuevo y amenazante imperio nada sabe, ni quiere saber de ésta nuestra América y sus hombres. Éste es sólo la encarnación del civilizador occidental que sólo puede ver en otros hombres naturalezas que han de ser dominadas y puestas a su servicio. Los Estados Unidos sólo creen en su propia superioridad y, por ello, sólo verán en el resto del mundo un simple instrumento. "Creen en la necesidad -dice Martí-, en el derecho bárbaro, como único derecho: 'Esto será nuestro, porque lo necesitamos. Creen en la superioridad incontrastable de la raza anglosajona contra la raza latina. Creen en la bajeza de la raza negra, que esclavizaron ayer y vejan hoy, y de la india, que exterminan. Creen que los pueblos de Hispanoamérica están formados, principalmente de indios y de negros. Mientras no sepan más de Hispanoamérica los Estados Unidos y la respeten más..., ¿pueden los Estados Unidos convidar a Hispanoamérica a una unión sincera y útil para Hispanoamérica? ¿Conviene a Hispanoamérica la unión política y económica con los Estados Unidos?" ¿Qué sentido tiene la unión económica que patrocinan? "El pueblo que compra, manda. El pueblo que vende, sirve. Hay que equilibrar el comercio para asegurar la libertad. El pueblo que quiere morir, vende a un solo pueblo, y el pueblo que quiere salvarse, vende a más de uno." "Lo primero que hace un pueblo para llegar a dominar a otro, es separarlo de los demás pueblos. El pueblo que quiera ser libre, sea libre de negocios. Distribuya sus negocios entre países igualmente fuertes. Si ha de preferir a alguno, prefiera al que lo necesite menos, al que lo desdeñe menos. Ni uniones de América contra Europa, ni con España contra un pueblo de América." ¿Pueblos que desdeñen a otros pueblos? ¿Acaso los Estados Unidos no se han mostrado siempre desdeñosos de los hombres y pueblos de ésta nuestra América? Se ha venido hablando de anexión de Cuba a los Estados Unidos. ¿Qué opinan los Estados Unidos de esta anexión? The Manufacturer, de Filadelfia, escribe el 16 de marzo de 1889, preguntándose "¿Queremos a Cuba?" Se viene hablando, dice el artículo, que los Estados Unidos quieren comprar a España la Isla de Cuba. Que España quiera venderla, no sería descabellado. España es una nación pobre y necesita dinero. ¿Pero conviene a los Estados Unidos esta incorporación? Mucho podrían hacer los Estados Unidos en la Isla, ¿pero le conviene? Pregunta que se plantea, no tanto respecto a los beneficios económicos que podría aportar ese dominio, sino en relación con los hombres que la habitan. "¿Cual Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit será el resultado de la tentativa de incorporar a nuestra comunidad política una población tal como la que habita la Isla? Ni un solo hombre entre ellos habla nuestro idioma, la población se divide en tres clases: españoles, cubanos de ascendencia española y negros." Y aquí vuelven, como lejano eco, a repetirse conceptos que sobre esta América habían expresado los De Pauw, Buffon, Voltaire, Reynal y otros. "Los españoles –dice The Manufacturerestán probablemente menos preparados que los hombres de ninguna otra raza blanca para ser ciudadanos americanos. Han gobernado a Cuba siglos enteros. La gobiernan ahora con los mismos métodos que han empleado siempre, métodos en que se juntan el -fanatismo y la tiranía y la arrogancia fanfarrona. "lo menos que tengamos de ellos será lo mejor." ¿Y los cubanos? "Los cubanos no son mucho más deseables. A los defectos de los hombres de la raza paterna unen el afeminamiento, y una aversión a todo esfuerzo que llega verdaderamente a enfermedad. No se saben valer, son perezosos, de moral deficiente, e incapaces por la naturaleza y la experiencia para cumplir con las obligaciones de la ciudadanía en una república grande y libre." Las viejas calumnias se repiten sin imaginación ninguna. "Su falta de fuerza viril y de respeto propio está demostrada por la indolencia con que por tanto tiempo se han sometido a la opresión española; y sus mismas tentativas de rebelión han sido tan lastimosamente ineficaces." Los Estados Unidos no podían conceder a tales hombres la misma suma de poderes con que han sido investidos los ciudadanos libres de esa nación. Sería "llamarlos al ejercicio de funciones para las que no tienen la menor capacidad". "En cuanto a los negros cubanos están claramente al nivel de la barbarie. El negro más degradado de Georgia está mejor preparado para la presidencia que el negro común de Cuba para la ciudadanía americana." ¿Qué se podría hacer entonces con Cuba? ¿Poblarla con hombres de la raza que ha hecho posible una nación como los Estados Unidos, eliminando a las razas incapaces para este logro? "La única esperanza que pudiéramos tener de habitar a Cuba para la dignidad del Estado, sería americanizarla por completo -dice el diario- cubriéndola con gente de nuestra propia raza; y aún queda por lo , menos abierta la cuestión de si esta misma raza no degeneraría." "Podríamos hacernos de Cuba a un precio muy bajo, y pagada todavía más cara." 203 The Evening Post, a su vez, el 21 de marzo del mismo año, agrega a los puntos de vista del The Manufacturer, los propios diciendo: "Todo esto lo reiteramos con énfasis nosotros, y aún se puede añadir que si ya tenemos ahora un problema del Sur que nos perturba más o menos lo tendríamos más complicado si admitiésemos a Cuba en la Unión, con cerca de un millón de negros, muy inferiores a los nuestros en punto a civilización, y a quienes se ha de habilitar, por supuesto, con el voto y colocar políticamente al nivel de sus antiguos dueños." Un problema que ha de ser evitado, y es por ello que la anexión de que se viene hablando deba ser rechazada por la opinión estadounidense. Es la misma opinión y los mismos motivos por los que en 1847 los Estados Unidos consideraron como un gran problema la posible anexión del resto del territorio de México, el hecho de encontrarse demasiado poblado. "Lo probable -agrega The Evening Post- es que nos veamos libres de un castigo tal y como la anexión de Cuba por la negativa de España a vender la Isla." Existían otras formas de incorporación que no tienen que ser, precisamente, las de la anexión. Bastaba proteger a estos pueblos contra sí mismos, esto es, contra sus intentos de libertad para los cuales no se encuentran maduros. Por ello, después de la derrota de España en las Antillas y el Pacífico, los Estados '" Unidos ocuparán en forma "protectora" Cuba, Santo Domingo, Puerto Rico y las Filipinas. José Martí contestará, indignado, al The Evening Post. Los cubanos, los dueños de esás tierras no han deseado ni desean la controvertida anexión. No la quieren los cubanos que han luchado y luchan por su independencia. "Ningún cubano honrado –dice- se humillará hasta verse recibido como un apestado moral, por el mero valor de su tierra, en un pueblo que niega su capacidad, insulta su virtud y desprecia su carácter." Acepta la existencia de algunos cubanos, como existen también latinoamericanos que piensan que anexionándose a los Estados Unidos podrán regenerar su raza. "Haya cubanos que por móviles respetables, por una admiración ardiente al progreso y la libertad, por el presentimiento de sus propias fuerzas en mejores condiciones políticas, por el desdichado desconocimiento de la historia y tendencias de la anexión, desearían ver la Isla ligada a los Estados Unidos." No así los cubanos que han luchado por su libertad. Éstos no desean la anexión de Cuba a los Estados Unidos. "No la necesitan. Admiran esta nación, la más grande de cuantas erigió jamás la libertad -dice Martí-; pero desconfían de los elementos Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit funestos que, como gusanos en la sangre, han comenzado en esta república portentosa su obra de destrucción." Admirable, sin duda, es esta portentosa nación americana. Pero no se puede creer, honradamente "que el individualismo excesivo, la adoración de la riqueza, y el júbilo prolongado de una victoria terrible, estén preparando a los Estados Unidos para ser la nación típica de la libertad". "Amamos a la patria de Lincoln, tanto como tememos a la patria de Cutting." El pueblo cubano es un pueblo que ha luchado permanentemente por su libertad. "Hemos sufrido impacientes bajo la tiranía; hemos peleado como hombres, y algunas veces como gigantes, para ser libres." "Merecemos en la hora de nuestro infortunio, el respeto de los que no nos ayudaron cuando quisimos sacudido." No somos afeminados. Esos jóvenes que así son calificados, tuvieron el valor de "llevar al brazo una semana, cara a cara de un gobierno despótico, el luto de Lincoln". Los cubanos, como los pueblos que forman ésta nuestra América, han tenido que luchar solos para alcanzar su independencia, al contrario de los Estados Unidos que contaron, para alcanzar sus libertades, con la ayuda de las potencias enemigas de Inglaterra a Francia y España. "Nosotros no teníamos hessianos ni franceses, ni Lafayette o Steuben, ni rivalidades de rey que nos ayudaran." En esta lucha los Estados Unidos nunca alzaron su voz ni su mano. "No alzaron la mano. No dijeron palabra." Nada puede querer Cuba ni ésta nuestra América de una nación que sólo ve por sus intereses. Cuba ha de expulsar a España de estas tierras, pero sin ayuda de los Estados Unidos. Porque, "una vez en Cuba los Estados Unidos -pregunta Martí- ¿quién los saca de ella?" "El sacrificio oportuno es preferible a la aniquilación definitiva. Es posible la paz de Cuba independiente con los Estados Unidos -dice en otro lugar-, sin la pérdida, o una transformación que es como la pérdida, de nuestra nacionalidad." 5. ASUNCIÓN Y LIBERACIÓN El desconocimento de la propia historia, tanto como él desconocimiento de las propias fuerzas y la admiración irracional de historias y fuerzas extrañas han podido conducir a algunos latinoamericanos a desear una subordinación para salir de otra. De allí la necesidad de conocer y asumir la propia historia; de conocer y asumir la propia realidad. Saber de las propias fuerzas y utilizarlas ha de ser la más segura forma de 'regeneración de la realidad de esta América. Españoles, indios, mestizos y negros son 204 parte de esta realidad, parte de historia de ésta nuestra América. Para superarla habrá que partir de ella misma. Martí, se enfrenta abiertamente, al proyecto civilizador, el cual hacía de una nueva dependencia el eje de la futura libertad. "¿En qué patria puede tener un hombre más orgullo -pregunta Martí- que en nuestras repúblicas dolorosas de América, levantadas entre las masas mudas de indios, al ruido de pelea del libro con el cirial, sobre los brazos sangrientos de un centenar de apóstoles? De factores tan descompuestos, jamás, en menos tiempo histórico, se han creado naciones tan adelantadas y compactas." Error grave ha sido ignorar esta extraordinaria historia. La historia tejida con sangre y sacrificios de pueblos que han tenido que luchar solos contra poderosos enemigos. Que han tenido que luchar contra coloniajes que sólo tratan de relevarse los unos a los otros. Sietemesinos, llama Martí, a los hombres que ignoran o pretenden ignorar su realidad, su tierra, y los hombres que forman sus pueblos. "Los que no tienen fe en su tierra –dice- son hombres de siete meses. Porque les falta el valor a ellos se los niegan a los demás." "Hay que cargar los barcos de estos insectos dañinos, que le roen el hueso a la patria que los nutre." Son estos hombres los que se avergüenzan de su patria, de su padre, de su madre y sus hermanos. Que quisieran haber nacido en Madrid o en París, jamás en esta tierra de indios, mestizos, negros y mulatos. "Si son parisienses o madrileños, vayan al Prado, de faroles, o vayan a Tortoni de sorbetes. ¡Estos hijos de carpintero, que se avergüenzan de que su padre sea carpintero! ¡Estos nacidos en América, que se avergüenzan, porque llevan delantal indio, de la madre que los crió, y reniegan, ¡bribones!, de la madre enferma, y la dejan sola en el lecho de las enfermedades! Pues, ¿quién es el hombre? ¿el que se queda con la madre a curarle la enfermedad, o el que la pone a trabajar donde no la vean, y vive de su sustento en las tierras podridas, con el gusano de corbata, maldiciendo del seno que lo cargó, paseando el letrero de traidor en la espalda de la casaca de papel?" Esta América ha de salvarse con lo que ha sido formada. Inútil es que se pretenda imitar a la otra América queriendo eliminar a sus indios, mestizos, criollos y negros. "Estos hijos de nuestra América -agrega-, que ha de salvarse con sus indios, y va de menos a más; ¡estos desertores que piden fusil en los ejércitos de la América del Norte, que ahoga en sangre a sus indios, y va de más a menos! ¡Estos delicados, que son hombres y no quieren hacer el trabajo de Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit hombres!" Hombres que se arrastran por el suelo extranjero y ofrecen lo que no les pertenece. Aludiendo a Sarmiento, dice Martí: "No hay batalla entre la civilización y la barbarie, sino entre la falsa erudición y la naturaleza." Hay batalla entre la realidad y los empeños por imponerle lo que le es ajeno. Por ello "El mestizo autóctono ha vencido al criollo exótico". "Por eso el libro importado ha sido vencido en América por el hombre natural" "El hombre natural es bueno, acata y premia la inteligencia superior, mientras ésta no se vale de su sumisión para dañarle." Es el hombre dispuesto a recobrar "por la fuerza el respeto de quien le hiere". De este desdén han surgido los tiranos. "Las repúblicas han purgado en las tiranías su incapacidad para conocer los elementos verdaderos del país, derivan de ellos la forma de gobierno y gobernar con ellos." Por ello han fracasado los proyectos que en América han tratado de eludir su propia realidad. No es la levita, ni la chistera lo que cambia a un pueblo, sino el saber qué es este pueblo conociendo, así, sus más altas virtudes y valores para que ellos sirvan de estímulo y desarrollo. "Éramos una visión -dice Martí- con el pecho de atleta, las manos de petimetre y la frente de niño. Éramos una máscara, con los calzones de Inglaterra, el chaleco parisiense, el chaquetón de Norteamérica y la montera de España. El indio mudo, nos daba vueltas alrededor, y se iba al monte, a bautizar a sus hijos. El negro oteado cantaba en la noche la música de su corazón... el campesino, el creador, se revolvía, ciego de indignación, contra la ciudad desdeñosa, contra su criatura. Éramos charreteras y togas, en países que venían al mundo con la alpargata en los pies y la vincha en la cabeza." Por ello fue un error, sobreponer a lo propio lo extraño y no tratar de conciliarlo. "El genio hubiera estado en hermanar, con la caridad del corazón y con el atrevimiento de los fundadores, la vincha y la toga; en desestancar al indio; en ir haciendo lado al negro suficiente; en ajustar la libertad al cuerpo de los que se alzaron y vencieron por ella." El pueblo natural siempre se impone, haciendo fracasar aquello que no le es propio, aquello que no le sirve de alimento. "El pueblo natural, con el empuje del instinto, arrollaba, ciego del triunfo, los bastones de oro. Ni el libro europeo -dice Martí- ni el libro yankee daban la clave del enigma hispanoamericano." Se probó todo, el odio, la guerra, pero no el amor que une y asimila. El libro se enfrentó a la lanza, la razón al cirial, la ciudad al campo. "Se empieza, como sin saberlo, a probar el amor." Por ello, agrega: "Las levitas son todavía de Francia, pero el pensamiento empieza 205 a ser de América. Los jóvenes de América se ponen la camisa de su sudor. Entienden que se imita demasiado, y que la salvación está en crear. Crear es la palabra de pase de esta generación." Gobernar es conocer la realidad sobre la que ha de gobernarse. No es querer cambiar esta realidad por algo que no existe. Para Martí, "el buen gobernante en América no es el que sabe cómo se gobierna en alemán o en francés, sino el que sabe con qué elementos está hecho su país, y cómo puede ir guiándolos en conjunto, para llegar, por métodos e instituciones nacidas del país mismo, a aquel estado apetecible donde cada hombre se con ce y ejerce". "El gobierno ha de nacer del país. El espíritu del gobierno ha de ser del país. La forma de gobierno ha de avenirse a la constitución propia del país. El gobierno no es más que el equilibrio de los elementos naturales del país." ¿Y cómo ha de ser esto posible? ¿Cómo han de poder los gobernantes gobernar de acuerdo con su realidad? ¿Cómo han de poder conocer esta realidad? La única forma será el educar a los americanos en el conocimiento de su propia realidad, para que por ignorancia no se lancen ya a la búsqueda de modelos extraños a ella, para fracasar una y otra vez. Porque, pregunta "¿Cómo han de salir de las Universidades los gobernantes, si no hay Universidad en América donde se enseñe lo rudimentario del arte del gobierno, que es el análisis de los elementos peculiares de los pueblos de América?" Nada de esto se enseña a los jóvenes, que han de adivinar lo que no conocen. "A adivinar salen los jóvenes al mundo con antiparras yankees o francesas, y aspiran a dirigir un pueblo que no conocen." Por ello debería negarse la entrada, en la carrera política, a quienes nada saben de su propia política. Por ello se indignan los pueblos y derrumban armazones políticos y jurídicos que nada tienen que ver con ellos. Y a esto se le ha llamado barbarie, cuando no es sino expresión de la presencia de un pueblo, con su realidad, que se resiste a ser marginado en su propio nombre. "Conocer el país y gobernarlo conforme al conocimiento, es el único modo de librarlo de tiranías. La Universidad europea ha de ceder a la Universidad americana. La historia de América, de los incas a acá, ha de enseñarse al dedilIo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es más necesaria. Los políticos nacionales han de reemplazar a los políticos exóticos." No se trata de ignorar al mundo, sino de asimilar al mundo. "Injértese en nuestras Repúblicas al mundo; pero el tronco Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit ha de ser el de nuestras Repúblicas." Ésta nuestra realidad, nuestra historia, nuestros hombres, con sus abigarradas razas lejos de avergonzar a los americanos deberían llenarlos de orgullo. "Y calle el pedante vencido; que no hay patria en que pueda tener el hombre más orgullo que en nuestras dolorosas repúblicas americanas." Nuestra América entró a la historia, no por obra de sus conquistadores, sino por lo que sus hombres han sabido hacer por anular ésa su conquista. Esto es América. América con su esclavitud, pero también luchando con sus hombres para ponerle fin. Asumir el pasado no es asumir la esclavitud, sino negarla para impedir que vuelva a ser posible. "Con los pies en el rosario -dice Martí- la cabeza blanca y el cuerpo pinto de indio y criollo vinimos, denodados, al mundo de las naciones. Con el estandarte de la Virgen salimos a la conquista de la libertad." A lo largo de toda ésta nuestra América curas, tenientes, mujeres, bachilleres, y con ellos el pueblo, levantaron naciones donde sólo parecía haber cadenas, prisiones y reservas. Tal ha sido el pasado de nuestra América éstos han sido sus hombres. "El continente descoyuntado durante tres siglos por un mando que negaba el derecho del hombre al ejercicio de su razón, entró, desatendiendo o desoyendo a los ignorantes." Para este pueblo, "El problema de la independencia no era el cambio de formas, sino el cambio de espíritu". Esto es, el cambio de actitud frente a una realidad que no debería continuar; la de dependencia. No son modelos los que hay que cambiar, sino la actitud frente a la realidad. Actitud para el cambio que no implique la negación del pueblo que reclamaba tales cambios. Tal fue el equivocado camino, por ello "La colonia continuó viviendo en la República, y nuestra América se está salvando de sus grandes yerros, por la virtud superior, abonada con sangre necesaria de la república que lucha contra la colonia". Se está ya salvando el peligro que significó tal desviación, la del abandono del conocimiento de la propia realidad. Pero ahora se presentan otros peligros. Peligros frente a los cuales ese mismo conocimiento ha de ser bastión, fortaleza. Al frente está ahora, dice Martí, "un pueblo emprendedor y pujante que la desconoce y desdeña". Este coloso, con su desdén, podría estar tentado a subyugar a ésta nuestra América, si sus hijos no enarbolan ante él lo que ella ha sido, lo que ella ha sido capaz de hacer para alcanzar sus libertades y para defenderlas. Nuestro vecino debe 206 conocemos bien, debe saber de lo que somos capaces para defender nuestras libertades, como ellos ha defendido, en su momento, las suyas, "El desdén del vecino formidable, que no la conoce, es el peligro mayor de nuestra América -dice. Martí- y urge, porque el día de la visita está próximo, que el vecino la conozca pronto para que no la desdeñe. Por ignorancia llegaría, tal vez, a poner en ella la codicia. Por respeto, luego que la conociese, sacaría de ella las manos". Los Estados Unidos no deben desdeñarnos, deben conocemos para que así templen su codicia o sepan, también, lo que ella puede significar si la desatan. Martí, mártir de una independencia, será, también, profeta de la otra. La batalla ganada por Bolívar ha de ser, una vez más ganada por otros americanos en los que ha de continuar vivo Bolívar. Martí siente en esa historia, a la que tanto ama, la presencia del Libertador con quien se inició y dio fin a la primera etapa de esta gran hazaña. Hazaña que ningún pueblo ha de menospreciar, como hombre de esta América, ha de poder ignorar. Martí recuerda a Bolívar, el esperado libertador para su Isla, al que la intriga internacional impidió llegar, pero que seguirá siendo esperado por todo pueblo que busque su libertad. Bolívar es visto por Martí como la esperanza nunca muerta de pueblos como los de ésta nuestra América. Por ello, hace del fracaso del que se dolía el Libertador, un simple accidente, que nada cuenta en la magnitud de la obra lograda y lo que aún ha de lograrse. "Su gobierno nada más se había venido abajo -dice Martí-" pero él acaso creyó que lo que se derrumbaba era la república." Bolívar era el hombre en llamas, que inflamaba y arrebataba. Ningún conquistador hizo lo que este hombre, como Libertador. "¿No desata razas -pregunta Martí-, no desencanta el continente, no evoca pueblos, no ha recorrido con las banderas de la redención más mundo que ningún conquistador con la de la tiranía, no habla desde el Chimborazo con la eternidad y tiene a sus plantas en el Potosí, bajo el pabellón de Colombia picada de cóndores, una de una de las obras más bárbaras y tenaces de la historia humana? ¿No le acatan las ciudades y los poderes de esta vida...?" Bolívar muere creyendo que ha sido destruida su obra, pero no hay tal. Por ello, "está Bolívar en el cielo de América, vigilante y ceñudo, sentado aún en la roca de crear... así está él, calzadas aún las botas de campaña, porque lo que él no dejó hecho, sin hacer está hoy: ¡porque Bolívar tiene que hacer en América , todavía!" Bolívar ha arado en el mar, porque ha hecho imposibles. No porque haya fracasado. Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit José Martí recuerda las patéticas palabras de Bolívar en su lecho de muerte, ante el fracaso a que cree enfrentarse en la América a la que libertó. "¡José! ¡José! vámonos, que aquí nos echan; ¿a dónde iremos?" "A dónde irá Bolívar?" -se pregunta Martí, y contesta- "¡Al brazo de los hombres, para que defiendan de la nueva codicia y del terco espíritu viejo la tierra donde será más dichosa y bella la humanidad! ¡A los pueblos callados, como un beso de padre! ¡A los hombres del rincón y de lo transitorio, a las panzas aldeanas y los cómodos arpagones, para que a la hoguera que fue aquella existencia, vean la hermandad indispensable al continente y los peligros y la grandeza del porvenir americano!" ¿A dónde irá Bolívar? ¡A la América! ¡A nuestra América! La América de Bolívar y de Martí. A la América que hará suyos, asumirá, a esos hombres llama. "¡Así, de hijo en hijo concluye Martí- mientras la América viva, el eco de su nombre resonará en lo más viril y honrado de nuestras entrañas! 207 Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit 208 DESPERTAR Y PROYECTO DEL FILOSOFAR LATINOAMERICANO Francisco Miró Quesada PRIMERA SECCIÓN EL PROBLEMA DE LA FILOSOFÍA LATINOAMERICANA I. ANÁLISIS DEL PROYECTO 1) LA GRAN RUPTURA LA CONDICIÓN necesaria -aunque no suficiente- para comprender el proyecto latinoamericano de filosofar es percatarse de su curioso nacimiento. Porque, en este respecto, constituye un fenómeno cultural único en su género. El filosofar latinoamericano nace por inseminación artificial. Nace como esfuerzo y dirección consciente. Surge a la existencia después de un largo y oscuro lapso. Casi podría decirse que viene al mundo como un hijo espurio que se quiere ocultar y se abandona en la puerta de un convento. El filosofar occidental (y lo mismo puede decirse del oriental) se pierde en la noche de los tiempos, asciende paulatinamente por el camino de la historia y llega hasta nosotros sin interrupciones. Se trata de un camino regio, ancho y continuo. La ruta recorre parajes diferentes, da muchas vueltas, avanza, retrocede, zigzaguea, pero jamás se trunca. En la unidad de su majestuoso recorrido que se esfuma entre dos horizontes irradia la plenitud de una cultura poderosa. El camino se halla jalonado de blasones. Cada punto de llegada y cada punto de partida significan un gran acontecimiento. La filosofía occidental está llena de escudos nobiliarios y de condecoraciones. Sabe siempre quiénes son sus padres y sus abuelos, exhibe hendida de orgullo un tupidísimo árbol genealógico. El filosofar latinoamericano empieza a ojos vistas. Nace delante de todos, desnudo y flaco, como un huérfano desvalido. Su origen es desconocido, no sabe a quien acudir, ni siquiera tiene parientes pobres que lo recojan. No es que no se base en ninguna tradición. Entonces no podría existir. Pero tiene que echar mano de una tradición lejana, extranjera. Desde que nace está vertido hacia Europa. Nada puede exhibir de sus ancestros. Claro que América Latina tiene historia. Brillante, llena de emocionantes aventuras. Pero la filosofía nada tiene que ver en el asunto. Dos imperios fabulosos iluminan el origen. Pero esos imperios no tuvieron una filosofía. La Colonia fue opulenta. Tuvo una tradición cultural. Incluso hasta tuvo sus filósofos. Pero estos filósofos se perdieron entre estantes polvorientos y conventuales. América Latina, al romper con la Colonia, rompe también, y sobre todo, con su tradición cultural. Desde que se inicia la República nadie sabe ya nada de los teólogos que impusieron su sello al pensamiento colonial. Nadie quiere saber nada. Y sólo hoy día, cuando nuestro filosofar tiene apenas medio siglo, se empieza a voltear la mirada hacia ello. Queremos a todo trance buscar una partida de bautismo. La verdad es que nacemos solos. Nacemos porque nuestra América ha crecido, ha evolucionado. Y como un resultado de este crecimiento, empezamos a tomar conciencia de nosotros mismos. Empezamos a filosofar, porque empezamos también a construir rascacielos, a fundar escuelas primarias, a hacer grandes negocios y a tener presupuestos estatales astronómicos. Pero un negocio se puede realizar sin necesidad de pensar en ancestros. En cambio, filosofar sin una tradición es imposible. La filosofía es comprensión espiritual y la comprensión espiritual sólo puede hacerse, aunque trascienda la historia, desde una perspectiva histórica. La filosofía es, en cierto sentido, su historia. Incluso cuando es reacción radical contra una época superada, cuando consiste en reaccionar contra conceptos anticuados y envejecidos que ya nada pueden dar de sí. Sólo se puede reaccionar contra lo que se comprende, sólo se puede buscar lo nuevo cuando hemos estado sumergidos en lo viejo. El filosofar latinoamericano aflora como consecuencia de un crecimiento nuevo y vigoroso. Pero no puede asentarse en el terreno de la tradición propia. No puede reaccionar contra una filosofía vieja y caduca, porque esta filosofía desapareció junto con la Colonia. No puede continuar ni renovar una tradición ideológica porque la tradición se ha perdido, se ha evaporado en las brumas de una dominación muerta. Pero nuestra República ¿no insurge acaso como el resultado de ideas nuevas? ¿No es la repercusión Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit en América de las ideas de la Ilustración? ¿No es un injerto de Revolución Francesa en las tierras de ultramar? En cierto sentido esto es verdad. Aunque naturalmente las causas de nuestra revolución son mucho más complicadas que el resultado de un mero trasplante ideológico. Pero es innegable que la emancipación nace en un clima ideológico determinado. Este clima avanza a través de nuestros regímenes republicanos. Sin embargo poco a poco va perdiendo fuerza, se va disolviendo en las abigarradas y absurdas peripecias de un caudillismo personalista y tropical. Mas aunque la ideología hubiera conservado vigencia dinámica, en nada habría influido en el nacimiento de nuestro filosofar. Porque nuestro filosofar nace por importación directa, viene de Occidente como llegan por barco las maquinarias, los vestidos y los perfumes. Nace dentro de las universidades, porque las universidades crecen Y empiezan a enseñar de todo. Nace como nacen la química, la matemática y la biología. Nace porque las facultades humanísticas crean cursos de filosofía para ser iguales a las facultades europeas. Porque los intelectuales latinoamericanos desean deslumbrar a sus alumnos y a sus lectores. Porque quieren estar enterados de las últimas novedades, porque sienten necesidad de estar a la page. Pero hay diversas clases de nacimientos. Una cosa es que la biología se empiece a practicar como ciencia en un país y otra que un grupo de intelectuales empiece a filosofar. La ciencia puede nacer de parto fácil, porque se puede aprender sin tradición. No queremos decir que puede formarse o "constituirse" sin tradición. Sólo un ambiente cultural cargado de significaciones históricas puede generarla como actividad creadora. Pero para ser aprendida no necesita de su historia. La geometría euclidiana puede aprenderse sin que se haga la menor referencia a Euclides y la nueva bioquímica puede estudiarse sin que sea necesario mencionar el nombre de Pasteur. La ciencia es aprehensión de contenidos objetivos. Basta que el sujeto cognoscente tenga la capacidad suficiente para comprender los contenidos expuestos para que haga ciencia. El conocimiento científico tiene el aislamiento de la objetividad pura, su contenido puede aislarse de la misma manera como los cerros y las nubes del paisaje pueden aislarse en la percepción. Pero la filosofía es inaislable. La filosofía no puede comprenderse sin su historia. 209 La situación del nacimiento del filosofar latinoamericano es pues sui generis. Es, en cierto sentido, una situación de negatividad, de carencia. La filosofía, propiamente hablando, no nace. Se transmite de generación en generación, se desplaza arrastrada por las corrientes profundas de un mar cultural insondable. Podría pensarse que, retrocediendo en la tradición, debe llegarse a un punto de partida, en el cual se puede ubicar su nacimiento o su "primera manifestación". Pero esto no es así, porque el pensamiento filosófico es, en el más prístino origen, una culminación del pensamiento mítico y en cuanto al mito, no tiene origen. Como lo mostró Schelling por vez primera, el mito nace con el pueblo, es la condición misma de la existencia de un espíritu objetivo joven. El instante supremo en que del mito se pasa a la filosofía es inubicable. Es una de las manifestaciones cumbres del espíritu humano. Y es, sobre todo, un fenómeno "natural" en la vida del espíritu. Del mito a la filosofía teórica, de la teogonía poética a las más depuradas creaciones conceptuales de la lógica y de la metafísica, la filosofía sigue un curso ascendente, caudaloso y sin saltos. Se hace así difícil comprender cómo pueda hablarse de un nacimiento del filosofar latinoamericano. En la América indígena hubo por cierto mitos, tan grandes y hermosos como en las más grandes culturas de Oriente y de Occidente. Pero estos mitos murieron antes de que pudiera cuajar la gran transformación. Nada tuvieron que hacer con el despuntar de nuestra actividad filosófica. En la Colonia hubo una tradición cultural y filosófica, importada de Europa y asimilada auténticamente por un pequeño grupo. Esta tradición tuvo vida verdadera, aunque algo lánguida, en nuestras universidades. Las universidades, por lo menos en México y en el Perú, funcionaron ininterrumpidamente hasta la época de la emancipación y continuaron su función cultural durante toda la República hasta llegar a nuestros días. Sin embargo la filosofía que en ellas se enseñó nada tuvo que ver con el nacimiento de la nueva actitud filosófica. La tradición filosófica de nuestras universidades fue la tradición clásica, medieval. En las postrimerías de la Colonia, las nuevas ideas empiezan a dejarse sentir. Con atraso de casi dos siglos el cartesianismo, las concepciones de Galileo y de Copérnico y la Philosophia Naturalis de Newton comienzan a ejercer poderosas influencias. Durante la emancipación la Ilustración se enseñorea de los espíritus y ejerce una orientación decisiva en los destinos de nuestra América. Pero Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit durante el primer siglo de vida republicana las ideas empiezan a perder su vitalidad. Se mantienen cátedras de filosofía en las universidades, pero no hay ninguna manifestación de vida filosófica auténtica. Los profesores repiten textos insignificantes, extraña mezcla de tomismo y de cartesianismo. Los estudiantes pasan por las aulas de las facultades humanísticas con el único interés de obtener un grado profesional -generalmente de abogado- o porque desean adquirir un título que les sirva de adorno y realce su personalidad. Salvo rarísimas y extraordinarias excepciones, como por ejemplo Andrés Bello, los profesores de filosofía, y en general de humanidades, no viven una vida cultural auténtica. No se compenetran con los temas enseñados, no dedican su vida al estudio y a la indagación de las materias programadas. La cátedra universitaria es un mero auxiliar, una ayuda, un lujo que contribuye a aumentar el prestigio de la profesión ejercida. Por eso puede decirse sin temor de ser demasiado severo que la vida filosófica de la universidad iberoamericana en las postrimerías del siglo XIX, es decir en la época en que América Latina empieza a dar sus primeros pasos en el camino de crecimiento que la ha llevado a una sorprendente transformación en sólo medio siglo, era una vida fácil, una actividad espiritual radicalmente inauténtica. En esta época, que marca un punto singular en la curva de nuestra vida espiritual, la actividad filosófica latinoamericana se halla en un impasse, en un callejón sin salida. Porque si la tradición se ha perdido, si la enseñanza de la filosofía se reduce a una repetición de textos elementales e incoherentes, si el maestro no vive una vida filosófica y el alumno, por falta de ambiente y de orientación, no puede comprender lo que estudia sino de una manera formal y retórica, ¿cómo puede nacer una actividad filosófica? La única posibilidad pudiera haber sido él nacimiento ex nihilo, la puesta en movimiento de una fuerza espiritual nueva que hubiera sido capaz de replantear por sí misma los grandes problemas filosóficos que ha planteado el hombre en el curso de la historia. Pero esto es imposible tratándose de actividades culturales. Por eso las primeras manifestaciones de un filosofar auténtico presentan un carácter especialísimo. Son manifestaciones en el vacío, brotes asilados, pequeños hongos que tachonan de color la extensión yerma de un arenal. Y no 210 pueden llamarse con toda sencillez un nacimiento. En sus primeras manifestaciones deben denominarse más bien una "intensificación de la enseñanza". En todos los países latinoamericanos a la par que crecen y se intensifican todas las actividades económicas, sociales y espirituales, crece y se intensifica la enseñanza universitaria. Crece y se intensifica la enseñanza de las ciencias. Crece y se intensifica la enseñanza de la filosofía. En todos los órdenes de cosas este crecimiento es la consecuencia de una larga evolución sociológica. En todos ellos constituye sólo una aceleración de ritmo, un aumento de la gradiente de una curva que venía desde lejos. Pero cuando se trata de la intensificación de la actividad filosófica se produce la paradoja. Porque no existía una curva filosófica. Sólo existía repetición de textos ineficientes, exposición mecánica de ideas deslavazadas. Y de repente, arrastrados por la enorme marejada de un crecimiento nuevo unos cuantos hombres empiezan a leer filosofía en serio, a interesarse verdaderamente por ella, intentan empezar a comprenderla. Los profesores universitarios empiezan a leer libros con avidez. Empiezan a leer libros nuevos, recién importados, donde la tinta amenaza todavía manchar las manos que hojean las páginas. Olvidándose de la simbiosis cultural, que, con mayor o menor fuerza, impera en todo el continente, de la tradición colonial, de las ideas revolucionarias que plasman la iniciación de la República, estos profesores empiezan a devorar las novedades de la filosofía europea. Y así, pasando sobre siglos, separados de su origen y de sus tradiciones por una gran ruptura, empiezan a enseñar filosofía. 2) LA VIVENCIA DEL DESENFOQUE Esta situación es una de las más curiosas que se hayan presentado en la historia de la cultura. Porque, hasta donde llega nuestra información, se trata de un fenómeno específicamente latinoamericano. En ninguna región del globo se supo jamás de un comienzo tan abrupto. Nunca, en ninguna parte, se trató tan de repente de pensar filosóficamente sin ningún apoyo en la tradición cultural del medio circundante. Si se hubiera tratado de un surgir de la enseñanza científica, a pesar de las enormes desventajas que significaba empezar de repente, la situación no hubiera sido paradójica. Y así sucedió en efecto en el campo de la ciencia. Pero tratándose de la filosofía los profesores latinoamericanos se abocaron a un imposible. Porque la Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit 211 filosofía no puede comprenderse sin una tradición. Es decir, no puede comprenderse sin haber vivido su historia, sin sentirla en cada párrafo, en cada línea, en cada palabra de los textos estudiados. Y esta tradición no existía en América Latina. ¿Cómo, pues, pudieron comprender lo que leían y enseñaban estos profesores? ¿Cómo pudieron realizar lo irrealizable? occidental, algo tenían que como prender de los textos que estudiaban. Y no algo sino mucho. Nuevamente la situación se nos presenta como paradójica. Y es que en realidad se trata de dos tipos de comprensión. Porque una cosa es la comprensión inmediata y formal del texto leído y otra la comprensión total del sentido expresado. La solución parece, a primera vista imposible. Porque en cierto sentido puede decirse que los primeros profesores de filosofía que quisieron verdaderamente enseñar filosofía en nuestra América, es decir nuestros patriarcas, S no comprendieron lo que enseñaban, pero no debe interpretarse mal el sentido de nuestra afirmación. No se trata por cierto de una crítica a la capacidad o a la inteligencia de estos profesores. No se trata de una afirmación sobre facultades individuales. Ellas han sido las mismas en todas las épocas, tan grandes entonces como ahora, y quizá más grandes. Se trata de expresar una situación cultural única en su especie. Los patriarcas no entendieron lo que enseñaban porque no podían entenderlo. Porque tuvieron que leer lo que leyeron en forma directa, abrupta, a boca de jarro. Lo leyeron sin poder conectarlo con los fundamentos históricos que les daban plenitud de sentido. Y lo leyeron en esa forma porque no pudieron leerlo de otra manera. La mayoría no conocían los idiomas originales, y tuvieron que apoyarse en horribles traducciones. Los pocos que conocieron los idiomas originales no conocían los sistemas filosóficos imprescindibles para poder comprender todo lo que decían los autores que estudiaban. Para conocerlos deberían haber conocido a fondo los sistemas medievales y helénicos y ninguno o casi ninguno conocía el griego ni el latín. Algunos, muy pocos, pudieron, por feliz reunión de circunstancias, visitar Europa. Pero la visitaron con extranjeros, con un bagaje cultural inadecuado, con una formación humanista incipiente y llena de lagunas. Todo lo que pudieron hacer fue importar alguno que otro autor nuevo y satisfacer así el prurito de novelería que caracterizaba el despertar intelectual de América Latina. El tipo de comprensión formal es fácilmente descriptible. Dado un lenguaje cualquiera, cualquier persona, aunque pertenezca a una cultura totalmente ajena a su raigambre significativa, puede comprenderlo, aplicando el conocido método de la traducción directa. Se establece una asociación (a veces muy compleja) entre las significaciones de los términos del idioma desconocido y los términos del lenguaje propio. Por este procedimiento se logra entender el significado de cualquier palabra. Una vez hecho esto, se asocian también las reglas sintácticas de ambos idiomas. Esta segunda parte puede presentar dificultades porque no todos los idiomas tienen las mismas reglas. Pero se pueden superar expresando las reglas del idioma que no tienen correspondencia directa en el otro idioma, mediante combinaciones de reglas elementales. De esta manera si una persona estudia las correspondencias semánticas y sintácticas de ambos idiomas, podrá entender con buena aproximación lo que dice o escribe otra persona en el idioma que anteriormente ella desconocía. Y podrá entender, siempre que su estudio haya sido suficientemente completo, cualquier clase de expresiones, por más complicadas y técnicas que sean. Pero, ¿qué se quiere decir con precisión cuando se afirma que los pioneros no pudieron comprender lo que enseñaron? Porque es evidente que por el hecho de ser personas especialmente dotadas para la vida intelectual, por el hecho de emplear un lenguaje occidental, es decir de emplear un lenguaje de la misma familia que el empleado por los grandes pensadores europeos y por estar sumergidos en un mundo cultural de filiación La comprensión por asociación de los términos y de las reglas, es decir la comprensión de los significados aislados y de su enlace sintáctico, puede denominarse comprensión estructural. Si consideramos que el término "calar" significa fundamentalmente el hecho de que un líquido penetre un cuerpo permeable, y derivativamente el llegar hasta el fondo de las cosas, llegamos a la conclusión de que el segundo tipo de comprensión, la comprensión que trasciende la significación formal debe denominarse comprensión de caladura. Forzando un poco el sentido de las palabras, podríamos emplear el término "entender" para denotar el acto de la comprensión estructural, y reservamos el término "comprender" para denotar el acto de la comprensión de caladura. Y llegados a este punto podemos resolver la paradoja que parecía insoluble Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit cuando notamos que los patriarcas a la vez comprendían y no comprendían lo que leían y enseñaban. Porque, rigurosamente hablando, puede afirmarse que los patriarcas entendieron la filosofía que profesaron, pero no la comprendieron. Es decir que tuvieron una comprensión estructural de las doctrinas que asimilaron y que, con verdadero sentido de mensaje, difundieron. Pero no tuvieron una comprensión de caladura, ni pudieron tenerla. Henos ya instalados en pleno drama del filosofar latinoamericano. Todo su extraño origen, su personalísima trayectoria, su evolución y su sentido se explican desde esta desadaptación inicial. En la filosofía occidental, por lo menos en sus aspectos verdaderamente auténticos, no se han dado, ni pueden darse los dos tipos de comprensión. Para el filósofo europeo que estudia a otro filósofo europeo, entender ha sido siempre comprender. La comprensión estructural ha sido uno de los elementos esenciales de la comprensión de caladura. Y es fácil explicarse esta perfecta coincidencia. El filósofo europeo, al estudiar una filosofía europea cualquiera, lo hace sumido en el ambiente mismo que permitió la formación de la filosofía que estudia. Su tradición es la misma tradición, su circunstancia cultural, su sensibilidad captativa, su formación técnica, todas sus aptitudes, todas sus virtualidades convergen hacia una sola realidad: la adaptación perfecta de las potencias cognoscentes a la materia conocida. El intelectual latinoamericano que quiere estudiar filosofía, está, en cambio en la situación contraria. Enclavado en un medio cultural relacionado con el medio del pensamiento que quiere estudiar (pero completamente distinto, un medio de cultura enrarecida) emergiendo de un pasado sin tradición, padeciendo de un pauperismo endémico en relación a los instrumentos intelectuales de los que se va a valer para conseguir sus fines, está en las condiciones más adversas para lograr su ambición. El hecho de que su medio cultural esté estrechamente emparentado con el ambiente europeo, pero a la vez se diferencia radicalmente de aquél, es tal vez el factor más negativo. Y lo grave es que la diferencia se agudiza precisamente en el campo filosófico. Si el intelectual latinoamericano hubiera tratado de asimilar la filosofía oriental en lugar de la occidental, tal vez su empresa hubiera sido más fácil. Porque desde el comienzo hubiera tenido plena 212 conciencia de la dificultad. Y hubiera tratado de superarla. Pero su parentesco bastardo con la cultura europea, lo llevó a engaño. Porque debido a este parentesco, a la vez innegable e inauténtico, los primeros latinoamericanos que se dieron a la actividad de filosofar, pudieron entender lo que leían. Pero no pudieron darse completamente cuenta de que no lo comprendían. Esta situación produjo ab initio una fisura en el filosofar latinoamericano, un desjuntamiento. La materia filosófica occidental rehuye a nuestra mente la presentación directa, y se presenta desenfocada. El pensamiento europeo es visto a través de una lente fotográfica en la que no se ha graduado convenientemente el foco, y se ve por eso, deformado, descolorido, artificialmente ensamblado en imágenes superpuestas. Los pioneros y sus primeros discípulos, a fines del siglo pasado y comienzos del presente, no tuvieron una clara conciencia de lo que sucedía, porque esta conciencia no puede adquirirse en forma reflexiva. Los fenómenos culturales, como los individuales, se viven primero y después se interpretan. Pero la vivencia se produce según las conexiones de sentido que le otorgan su significación. Y por eso la situación inicial produce determinados e interesantes tipos vivenciales. El primero y más significativo de todos, es lo que podríamos llamar la "vivencia del desenfoque". El filosofar latinoamericano se siente incómodo ante su primera visión del pensamiento europeo. Su anhelo es asimilar en forma rápida y efectiva los grandes sistemas filosóficos que constituyen uno de los productos cumbres de la cultura europea. Pero el acercarse a ellos siente una sensación de inseguridad, de vacío. Es la vivencia ingenua, no reflexiva, producida por la imposibilidad de calar en las verdaderas significaciones por falta de una tradición que proporcione en forma natural apoyo y alimento y entonces, en forma también irreflexiva, totalmente espontánea, busca su apoyo en la misma filosofía que trata de absorber. Es decir que la considera no sólo como el contenido que quiere asimilar, sino como su origen y su tradición. Toda la actitud filosofante de los pioneros se reduce a una inmensa tensión hacia Europa. La filosofía europea se yergue como el non plus ultra, como lo acabado, lo definitivo. Lo más que se puede esperar es poder enseñar, en la medida de nuestras escasas posibilidades, esa formidable mole de sabiduría. Esta enseñanza es limitada, modesta, reverente. De esta manera la actividad filosófica latinoamericana se reduce a la enseñanza en la cátedra de nuevas doctrinas, profundas y difíciles, que deslumbran y entusiasman al Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit auditorio. Y la tradición en la que se basa esa enseñanza, el origen de ella, su sentido último y profundo es la filosofía europea coetánea, es aquella misma filosofía que se quiere enseñar. Es ella la que sirve de base de referencia, de carta de presentación, es ella la que nos permite contar con una tradición directa y de primera mano. El pequeño movimiento pedagógico que se inicia en la América Latina, debido a su gran e inevitable crecimiento, encuentra así su sentido inmediato. Su finalidad no es por cierto hacer filosofía en el noble e inalcanzable sentido de los grandes maestros europeos. Su finalidad es un modesto programa pedagógico: preparar a los estudiantes para que puedan alguna vez, siempre que realicen el esfuerzo necesario, leer a los grandes maestros de la filosofía occidental, y sobre todo a los grandes maestros de la época, a los que están creando la filosofía, a los que están llevando a Europa y al mundo entero por nuevos y audaces rumbos. Esta enseñanza y este aprendizaje constituyen la primera actividad filosofante de nuestra América. La materia de que se nutre: Europa. Su modelo, Europa. Su tradición, Europa. Esto parece imposible sin embargo, ha sido así. La nueva filosofía que se trataba de asimilar tuvo que servir también de tradición. La enorme distancia entre el origen y la actualidad que caracterizaba a la filosofía europea se concentró en un pequeño lapso. Y por este tour de force cronológico, la filosofía europea de fin de siglo adquirió, en relación al filosofar latinoamericano, además de todos sus méritos, la enorme jerarquía de filosofía tradicional. Europa fue para el latinoamericano teniendo en cuenta naturalmente todas las diferencias cuidadosamente anotadas- lo que Grecia era para Europa. El plano del nacimiento y el plano de la realidad inmediata quedaron casi unificados, como los dos tableros de un acordeón cuando se juntan. Todo el pensamiento filosófico latinoamericano, toda la enseñanza de la filosofía, tuvieron su sustento en la actualidad europea. Esto no quiere decir por cierto que no se enseñara filosofía de otras épocas. En todas las universidades latinoamericanas se implantó el plan de la universidad francesa. Se crearon cátedras para todos los cursos clásicos. Se enseñó filosofía moderna, filosofía: medieval y filosofía antigua. Pero esta enseñanza cumplió fines meramente decorativos. Los estudiantes y los mismos profesores no demostraban entusiasmo por ellos. 213 En cambio los filósofos actuales se presentaban bajo una luz totalmente nueva. Eran de nuestra época, eran nuevos, modernos. Y América era novedad, modernidad, era futuro. A ellos sí podíamos entenderlos, eran más nuestros. Los jóvenes se interesaban por ellos, querían aplicar sus doctrinas, a la realidad social, política y económica. Había entusiasmo por sus doctrinas, se discutían en las aulas, se leían con avidez. Y así, una hornada de jóvenes brillantes y ambiciosos se lanza a la conquista de la actualidad europea. Siente hambre de enterarse, quiere ideas nuevas, recientes, quiere estar enterada de los últimos acontecimientos filosóficos. Es la época en que los primeros discípulos de los patriarcas, animados por sus mismos autores, empiezan a dar la batalla contra el positivismo. Los patriarcas, deseosos de estar a la última moda, habían seguido el movimiento positivista y habían comprendido que había entrado en el declive final. Traen y ponen en manos de .sus discípulos las obras de los primeros grandes opositores. Es la gran época de Bergson. El entusiasmo no conoce límites. Croce también es recibido con algazara. Algunos discípulos más audaces van hasta Alemania y deslumbran con ideas nuevas y revolucionarias. Nietzsche (con evidente atraso), los neokantianos, la filosofía de la cultura, Eucken, Simmel. Y sucede lo que tenía que suceder. El impulso es ya incontenible. Se estudia a la vez con seriedad y con vehemencia. El estudio de los modernos, va llevando hacia el atento escudriñamiento de los antiguos. La comprensión estructural no se basta ya a sí misma. Empieza a vivirse con intensidad el estado de carencia radical de nuestro filosofar. Se empieza a sentir que la única manera de comprender a los grandes filósofos contemporáneos es conocer la misma filosofía que ellos conocieron, poseer el mismo instrumento intelectivo que ellos poseyeron, sumirse en la gran corriente que condujo hacia ellos. Es decir que se empieza a experimentar la situación esencial de nuestro filosofar, la dificultad que significa llegar a como prender verdaderamente una gran producción filosófica. Se empieza a comprender que se estaba viendo a la filosofía europea en doble imagen, desenfocada, Y surge la gran decisión de empezar a ajustar el objetivo para hacer que las dos imágenes coincidan y obtener al fin la nitidez. Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit Pero nuevamente, se trata de una situación vivida, no de una situación reflexivamente analizada. La vivencia del desenfoque conduce necesariamente a otra vivencia: la "exigencia" de seriedad. Se considera que el período anterior ha sido un período inicial. Pero por ello mismo un período primitivo, poco serio, un período de historieta de la filosofía. La consigna es ir a los textos mismos, y sobre todo a los textos clásicos. La disciplina del filosofar empieza a vivirse como una disciplina difícil, exigente, que sólo puede ser practicada por la élite intelectual. Se critica severamente al improvisado, al que pretende enseñar filosofía sin la adecuada preparación. Se exige al estudiante que dedique un esfuerzo sistemático a la forjación de su instrumento aprehensivo. Gran cantidad de lectura filosófica, aprendizaje de idiomas extranjeros, añoranza por la formación helenística, necesidad de conocer temas fundamentales de la ciencia positiva. Se vive así, a ritmo acelerado la conciencia del desenfoque, el anhelo de superar la mera comprensión formal de los textos. 3) LA RECUPERACIÓN ANABÁSICA Este impulso para pasar del desenfoque a la nitidez, este proyecto intensamente vivido de transformar la comprensión estructural en comprensión de caladura, es la clave que nos descubre el sentido del filosofar latinoamericano. El dramático esfuerzo para pasar de la comprensión estructural a la comprensión de cala dura, constituye lo que hemos llamado "la recuperación anabásica". Recuperación porque todo el esfuerzo está dirigido a recuperar la tradición perdida, a adquirir una base de sustentación que permita comprender hasta sus últimas posibilidades el mundo de pensamiento nuevo que se acaba de descubrir. "Recuperación anabásica" porque para lograr esta recuperación el latinoamericano se ve obligado a remontar la corriente de la historia, a ir contra la fluencia natural del tiempo. El decurso natural de la historia es del origen a la desembocadura, de la antigüedad a la modernidad. El decurso que ha seguido el filosofar latinoamericano ha sido precisamente la dirección contraria. Para comprender a los filósofos europeos contemporáneos, se ha visto obligado a comprender a sus antecesores inmediatos, y para comprender a sus antecesores inmediatos ha tenido que buscar la comprensión de los antecesores. Y así hasta el origen. El pensador latinoamericano se 214 ha visto prisionero en una cadena transitiva, sumido en una lucha para conquistar la irreversibilidad del tiempo. Esta situación anómala del latinoamericano es una situación histórica radicalmente diferente de la del europeo, y en general de los hombres pertenecientes a otros medios. El europeo, como todo hombre sumido en una cultura sin rupturas, se instala en la plenitud de la corriente histórica y la sigue con naturalidad y sin apuro. Su pensamiento individual puede tener toda la originalidad que se desee: puede recorrer imaginativamente la corriente en todas direcciones, pero en su realidad histórica es un pensamiento descendente. Su producto es un producto de arribo. Ha llegado a él en un movimiento que empieza en la pequeña fuente de los orígenes y termina en el gran delta de la modernidad. Es un producto elaborado a través de un movimiento natural. Aunque su originalidad lo coloque en lugar aparte, aunque su sentido resida en una reacción u oposición al pensamiento tradicional, sigue siendo un producto de la historia, una consecuencia del enorme movimiento de descenso que se inicia hace largos siglos. En la sustancia misma de su contenido conceptual palpitan todos los pensamientos que lo antecedieron. En ella y por ella, viven aún, con vida tal vez más plena que en la época en que se expresaron por vez primera a través de pensamientos individuales. El latinoamericano está en la dirección opuesta. Su pensamiento angustiado por la necesidad de comprender a su contemporáneo europeo, se ve obligado a asumir una dirección artificial. No es un pensamiento de arribo sino de retroceso. Hablando en términos heracliteanos, se puede decir que se trata de un pensamiento enantiodrómico, es decir, de corriente contraria, es por eso un pensamiento incómodo y precipitado. Se siente incómodo porque tiene la conciencia de que si no llega al origen no podrá comprender ni siquiera el pensamiento cercano. Tiene apuro porque esta conciencia de su insuficiencia lo crea el anhelo de adquirir cuanto antes los instrumentos necesarios para lograr la comprensión anhelada. Y porque para remontar la corriente hay que ir de prisa, de otra manera la corriente lo arrastra. El pensador latinoamericano tiene por eso la prisa del salmón. Tiene que avanzar a grandes saltos contra el gran caudal. Tiene que saltar sobre los obstáculos. Tiene que escalar torrentes y cataratas que amenazan arrastrado y cortar para siempre su ascensión. Y su esfuerzo es un esfuerzo que emana sólo de sí mismo. No tiene una tradición que lo empuje, no tiene un trampolín en que apoyarse. En Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit su pensamiento no palpita, poderoso y secreto, el añejo pensamiento de los antiguos. Cuando entra en contacto con el contemporáneo europeo, es, precisamente, este palpitar el que se le escapa. Es esto lo que busca. Porque una vez que lo encuentre podrá entonces descender la corriente que tanto trabajo le costó remontar y experimentar la comodidad reconfortante de sentirse instalado en el decurso de la historia. La explicación de este especialísimo fenómeno es sencilla. Debido a la pérdida de la tradición cultural que sufre el latinoamericano durante el siglo XIX, se pierden ipso facto ciertas formas de vida educacional que en Europa mantienen la plenitud de su vigor. Son éstas, sobre todo, las formas humanísticas de la instrucción escolar. Por un positivismo mal entendido se suprime la enseñanza de las lenguas clásicas en los colegios. Y así el futuro estudiante de filosofía pierde para siempre la posibilidad de formarse humanísticamente. Esto le impide comprender debidamente a los filósofos griegos y medievales. Y no sólo le impide comprender a estos filósofos, sino a los mismos filósofos contemporáneos que suscitan su interés. Porque la mayoría de ellos sólo pueden comprenderse desde aquéllos. Pero el problema es aún más agudo, porque no se trata sólo de una incomprensión debida a falta de orientación histórica, sino de una incomprensión inmediata por falta de formación técnica. Todos o casi todos los filósofos europeos, hasta los mismos positivistas, hacen citas en griego y en latín, critican textos de filósofos griegos y medievales. Y los latinoamericanos no pueden comprender ni siquiera estas citas. Para cimentar su cultura filosófica, tienen que leer a los clásicos en traducciones, cuya adecuación o inadecuación son totalmente incapaces de apreciar. Por esta razón, desde el comienzo se hallan exiliados de la gran tradición occidental. Su primer paso no puede ser, pues, empezar desde el principio. No pueden dar el gran salto desde la coetaneidad hasta el origen. Tienen que descender metro por metro y quedarse detenidos cuando menos lo esperan, para volver a emprender el camino. Como de manera inmediata, los contemporáneos remiten a los antecesores inmediatos, y estos a los inmediatamente siguientes, este es el camino emprendido. Por eso la modernidad es la primera conquista de la "anabasis". Los lectores de los positivistas y de los neokantianos tienen que conocer a Kant para comprender los sistemas que estudian. Y Kant remite inflexiblemente a Leibniz y a Hume. Hume lleva al positivismo 215 inglés, y a través de sus sucesores se puede seguir la corriente en forma natural hasta los positivistas de los cuales se partió. Pero Leibniz remite a Descartes, y Descartes al Renacimiento y el Renacimiento a Grecia. La recuperación se hace así en dos etapas: la primera es la reconquista de la modernidad, la asimilación de las condiciones inmediatas de la comprensión de Occidente; la segunda es la recuperación de la antigüedad, de las condiciones mediatas y últimas de esta comprensión. La exigencia de recuperación, el anhelo de instalarse en una corriente histórica descendente llega a ser tan agudo en el latinoamericano, que empieza incluso a aplicarse a su propia realidad. El esfuerzo principal está desde luego dirigido hacia la historia europea. De este esfuerzo el movimiento recibe su verdadero sentido. Pero por una especie de identificación, por un exceso de hambre recuperativa, el pensador latinoamericano empieza a sentir la necesidad de tener él también una tradición propia. Esta nueva exigencia de tradición vernacular, se manifiesta en forma desigual en las diferentes regiones "filosóficas" de la América Latina. Ya veremos más adelante al estudiar las dos maneras de reaccionar que tiene el latinoamericano frente al impacto europeo y de plantear su propio proyecto de filosofar, cómo el grupo que asume una de las maneras, confiere mayor importancia a la existencia de una tradición filosófica propia. Pero puede decirse que, en forma más o menos intensa, la exigencia de una propia tradición constituye un fenómeno general de la marcha recuperativa. Lo más interesante de este segundo intento de recuperación es que se trata también de un movimiento rigurosamente anabásico. Porque, como hemos observado, el movimiento filosófico latinoamericano comienza al borde de una gran ruptura. La tradición ideológica se rompió en todas sus dimensiones, no sólo en su dimensión europea sino también en la misma dimensión americana. Claro que existía una tradición social, histórica, religiosa, artística, Pero la tradición filosófica, mejor aún, la tradición teórica, Se había perdido. Por eso nos encontramos ante el hecho curioso de que para recuperar la propia tradición filosófica, los latinoamericanos Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit empiezan a escribir obras sobre la historia de las ideas de sus propios países y presentan a las nuevas generaciones un panorama completamente insospechado. En cierta manera, la historia del pensamiento filosófico propio, le es más extraña al latinoamericano que la historia del pensamiento europeo. Y esto se debe a que se trata de una historia que, por lo menos en forma inmediata, no le es necesaria para llegar a la comprensión cabal de las ideas filosóficas que realmente le interesan Y apasionan. El movimiento recuperativo vernacular es, en este sentido, un movimiento de mero complemento, una tendencia paramétrica, con una significación propia y completamente distinta del gran movimiento recuperativo occidental. Y por eso merece estudio aparte. Más adelante, al estudiar el proyecto positivo de filosofar, representado sobre todo por la nueva generación mexicana, trataremos de interpretarlo en su verdadero sentido. 4) LOS DOS MOMENTOS DE LA RECUPERACIÓN: INSTALACIÓN EN LA HISTORIA Y TECNIFICACIÓN HUMANISTA Para comprender debidamente el verdadero sentido del esfuerzo de recuperación que significa el remontar de la historia del pensamiento occidental que constituye la trayectoria del pensamiento latinoamericano, debe tenerse en cuenta que esta trayectoria se realiza en un lapso de cincuenta años. Desde los patriarcas hasta nuestros días, han transcurrido apenas tres generaciones. Y es muy interesante observar cómo estas tres generaciones marcan una huella definida y profunda en todos los aspectos del movimiento. La primera es la generación de los patriarcas, la segunda es la generación de los discípulos inmediatos, es decir de aquellos que recibieron la enseñanza de los patriarcas en persona, y que podría llamarse la generación de los "primeros discípulos" o "generación intermedia", la tercera es la generación de los discípulos de los primeros discípulos y puede llamarse la "generación más joven" pues es la generación que actualmente está entre los treinta y los cincuenta y cinco años. El primer brote de enseñanza filosófica seria, surge con los patriarcas. La vivencia del desenfoque se origina en los primeros discípulos, y son ellos mismos los que tratan de superar la mera comprensión estructural y llegar a una comprensión de caladura. La recuperación anabásica se inicia en ellos, y son, en 216 consecuencia ellos, los que dan su sentido original al movimiento filosófico latinoamericano. Gracias a ellos, que están, en el momento en que se escribe este libro, en plena madurez y dando lo mejor de sí mismos, el filosofar latinoamericano adquiere consistencia y dirección y toma conciencia de sí mismo. La generación joven continúa el movimiento de recuperación iniciado por los primeros discípulos y se diferencia de ellos en que trata de llevarlo hasta sus últimas consecuencias. Desde un punto de vista estratigráfico, el movimiento recuperativo tiene así tres momentos. Un momento inicial, representado por la generación de los patriarcas, que se caracteriza por ser un brote aislado y espontáneo de pensamiento filosófico, por una comprensión estructural de los textos y por una vaga noción del desenfoque. Un segundo momento, representado por la generación intermedia, en el que realmente empieza a desarrollarse un movimiento propiamente filosófico. La generación intermedia vive en su juventud con apasionada intensidad la experiencia del desenfoque y comprende que la única manera de superarla es recuperar la tradición histórica de que carece. Inicia así la recuperación anabásica y gracias a su esfuerzo instala al pensamiento latinoamericano en la historia del pensamiento occidental. Pero a pesar de su esfuerzo extraordinario, que constituye a no dudarlo una de las grandes hazañas del moderno espíritu latinoamericano, no puede lograr una recuperación total. El punto de partida ha estado en un nivel demasiado bajo. Sin instrumentos adecuados de trabajo, sin formación humanística, con una educación universitaria incipiente y carente de sistema, tiene que empezar desde el principio. Tiene que aprender los idiomas en que se desenvuelve la gran tradición filosófica para poder leer a los creadores en las mismas fuentes, tiene que asimilar una inmensa cantidad de teorías y doctrinas para ser capaz de orientarse dentro de una adecuada perspectiva histórica. Gracias a este inmenso esfuerzo logra instalarse en la historia del pensamiento occidental. Y, lo que es más importante, ofrece a sus discípulos un panorama históricamente estructurado. Realiza sobre todo una sólida conquista de la modernidad, adquiriendo una comprensión mucho más honda del punto de partida, es decir de la actualidad europea. Y a pesar de las limitaciones insalvables de su formación humanística, logra involucrar dentro del panorama el pensamiento griego, adquiriendo así una visión completa del gran recorrido del pensamiento europeo. Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit Pero quedan todavía algunas tareas por cumplir. Una de ellas es la recuperación de la tradición humanista en el sentido más auténtico de la palabra, de aquella tradición que llega a su madurez en el Renacimiento y que, desde entonces, constituye un elemento integrante fundamental de la filosofía europea. El dominio de las lenguas tradicionales, del griego y del latín es imprescindible para la total recuperación de la tradición filosófica. Pues sin ellos es imposible abordar ciertos problemas esenciales del filosofar occidental, cuya solución depende instrumentalmente de planteamientos filológicos. Y al lado del campo filológico nos encontramos con el campo científico, especialmente el científico-natural, cuya relación con la temática filosófica -que empieza con los presocráticos y llega ininterrumpidamente hasta nuestros días- es uno de los rasgos más profundos y significativos de la gran tradición que se trata de recuperar. Para llegar a la comprensión máxima de los grandes temas de la filosofía clásica, es menester comprender las razones que llevaron a los grandes pensadores a plantear su problemática, y en muchos de ellos estas razones sólo pueden comprenderse en la profundización de algún tema científico. La formación filosófica clásica exige por ello formación científica. Formación filológica y formación científica. Es decir formación humanística en el más pleno sentido de la palabra, formación humanística tal como lo entendieron los hombres del renacimiento y todos los filósofos que forjaron la modernidad. Pero no se trata ya de un humanismo en el sentido de una amplia y bien cimentada cultura general. Se trata de un humanismo técnico, que para ser adquirido requiere de una vigorosa especialización, se trata de un verdadero proceso de tecnificación. A la realización de esta tarea se dedica con todas sus fuerzas la generación joven. En ella está enfrascada, de su cumplimiento dependerá que el movimiento de recuperación cumpla su último sentido. Las consideraciones anteriores tienen sólo una significación esquemática. La estratigrafía cultural no puede jamás reducirse a una estratigrafía geológica. La enorme complicación de los complejos sociológicos hace imposible deslindar con total precisión los cauces generacionales. Pero teniendo conciencia de estas limitaciones, nadie puede negar que el movimiento recuperativo latinoamericano presenta una estratigrafía generacional, y que este estrato es en general triple. Hay países, como México, en que la 217 diferencia es menos marcada (sobre todo entre la generación de los patriarcas y la intermedia); hay países como el Perú, en que la estratigrafía se distingue con extraña precisión (en que la generación intermedia se subdivide en dos generaciones). Hay por último personalidades que son inubicables y que han cumplido el proceso recuperativo en forma aislada, independiente de las demarcaciones generacionales. Pero en general no puede dudarse de que hay tres generaciones y que en cada una de ellas se distinguen personalidades características. Caso y Vasconcelos en México, Vaz Ferreyra en Uruguay, Korn en la Argentina, Molina en Chile, Deustua en el Perú, Farías Brito en el Brasil, son indudablemente los patriarcas. Todos no actúan exactamente en la misma época, todos no tienen la misma conexión con las generaciones posteriores. En Argentina, Uruguay y el Perú, los patriarcas empiezan a figurar antes que en otros países y se distinguen muy claramente de la generación intermedia. En México son mucho más jóvenes y casi se confunden con la generación que los sigue (aunque incuestionablemente conservan su papel de patriarcas y poseen caracteres comunes, como su famosa reacción contra el positivismo). La generación intermedia presenta también caracteres altamente representativos, de cuya función plasmadora, que culmina en la adquisición de un panorama histórico, nadie puede dudar. Francisco. Romero en Argentina es, de todas, la más significativa y la que cumple su tarea con mayor conciencia de lo que debe hacerse. En Uruguay tenemos a Emilio Oribe, en México a Samuel Ramos (cuya especial significación veremos más adelante), Francisco Larroyo, Guillermo Héctor Rodríguez; en el Perú a la generación de los polígrafos (Víctor Andrés Belaúnde, Francisco García Calderón, Oscar Miró Quesada), que constituye la primera oleada de la generación intermedia, con caracteres sui generis, y a las dos figuras; centrales de la segunda oleada, Honorio Delgado y Mariano Ibérico. Estos hombres, y otros más que pertenecen a la misma generación, cumplen el tremendo esfuerzo de formar un verdadero ambiente filosófico dentro del cual la nueva generación habrá de encontrar orientación e impulso. Con ellos empieza la primera comprensión de la contemporaneidad europea, y son ellos los que forjan el gran proyecto latinoamericano de filosofar. Algunos realizan su función generacional casi sin tener conciencia de lo que su obra, más tarde va a significar (pero por Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit poco que haya meditado sobre su rol generacional, el hombre de la generación intermedia tiene siempre un minimum de "conciencia forjadora". Otros, como Romero, tienen una luminosa conciencia de lo que están haciendo y de lo que deben hacer. Se dan perfectamente cuenta de la experiencia del desenfoque, tratan de remediarlo desde que empiezan a sentir el llamado de la vocación filosófica, y trabajan de acuerdo a un plan perfectamente estructurado para superar las limitaciones de los patriarcas y ofrecer a la generación nueva un punto de partida mucho más elevado. Sacrificando incluso sus propias posibilidades creadoras buscan antes que nada la orientación y la coordinación de los esfuerzos de la generación joven para brindarle las máximas oportunidades formativas: Dentro de esta unidad de acción y de significado, se observan interesantes diferencias nacionales. Así, la función de una figura como la de Francisco Romero, que trabaja según un plan sistemáticamente trazado, con plena conciencia de lo que está haciendo y con un radio de acción supranacional, es algo típicamente argentino. La bipartición de la generación intermedia en dos generaciones relacionadas pero netamente distinguibles, es un fenómeno netamente peruano. La asimilación de un grupo español de extraordinaria formación académica y de pujante creatividad filosófica, que se realiza en México después de la guerra española, grupo que cumple una función muy similar (aunque con caracteres absolutamente propios) a la generación intermedia en el Perú y en Argentina, es una modalidad que sólo existe en dicho país. Claro que en otros países latinoamericanos se reciben también a exilados españoles y a otros profesores europeos. Pero sólo en México se trata de un grupo coherente, capaz de influir en forma radical sobre el destino filosófico del país. Sin embargo, a pesar de estas diferencias, a pesar de que la conexión entre los patriarcas y la generación joven se hace de diversa manera según las propias circunstancias nacionales, la función de la generación intermedia es en todos la misma: recuperación de la posibilidad de un filosofar auténtico a través de la conquista del panorama histórico. Y aunque la generación joven presenta también caracteres que varían con las respectivas nacionalidades, posee en forma indubitable caracteres generales reconocibles con evidencia en sus más diversas manifestaciones. La tecnificación humanista se descubre en todos sus representantes de significación. El dominio 218 de las lenguas muertas y de diversos aspectos de las ciencias positivas empieza ya a encontrarse entre los nuevos brotes del filosofar latinoamericano. Antonio Gómez Robledo en México llega a dominar el griego en forma tan cabal que los miembros de la comunidad ortodoxa del Distrito Federal quieren hacerlo su obispo; Juan Adolfo Vásquez en la Argentina empieza a preparar traducciones de diálogos platónicos que le han sido solicitadas por editoriales importantes; Alberto Wagner en el Perú publica un comentario -que es una investigación personal- de ciertos libros de la Metafísica de Aristóteles, en texto bilingüe. Poco a poco empiezan a aparecer publicaciones sobre temas de filosofía científica sobre los que la anterior generación no había escrito. Fausto Toranzos en Argentina escribe sobre epistemología de las matemáticas, Eduardo García Máynez en México publica un libro de lógica jurídica en el cual se aplican, por vez primera en Latinoamérica, las adquisiciones simbólicas de la lógica moderna, en el Perú se publica un libro de texto de lógica moderna y se crea en la Universidad de San Marcos un curso obligatorio de filosofía de las matemáticas. Euryalo Cannabrava en el Brasil publica investigaciones personales sobre la posibilidad de aplicar las estructuras de la lógica intensiva y polivalente a la psicología, Jorge Millas en Chile analiza la estructura de la proposición jurídica también por medio del moderno instrumental simbólico de la lógica moderna. De acuerdo con diferentes orientaciones y con distintos propósitos empiezan a surgir aproximadamente desde 1940, ensayos, trabajos de investigación y libros que se caracterizan todos por determinado tipo de formación técnica, semejante a la formación técnica que requieren ciertas obras europeas de gran especialización filosófica. Aunque naturalmente, como ya lo dijimos, se trata de una formación técnica que cumple un rol instrumental, que apunta no a su propia temática sino a una temática esencial e inconfundiblemente filosófica. Quienes utilizan la filosofía para sus investigaciones, o los conocimientos matemáticos y físicos, sólo tienen una finalidad: emplear los medios necesarios para lograr los máximos resultados en el tratamiento de determinado problema filosófico. Tecnificación a ultranza, única y exclusivamente para lograr un mayor adentramiento en la conceptuación filosófica. He aquí el Leitmotiv y el significado generacional del segundo momento del movimiento recuperativo. Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit 5) EL PROYECTO LATINOAMERICANO DE FILOSOFAR COMO DECISIÓN DE HACER FILOSOFÍA AUTÉNTICA Gracias al movimiento recuperativo, el latinoamericano va adquiriendo en forma progresiva una visión de la historia de la filosofía occidental que se hace cada día más amplia y profunda. Y a través de ella logra penetrar en forma cada vez más honda en el pensamiento de la actualidad europea, pensamiento que, como hemos visto, constituye su interés primordial. Al lograr una ampliación intensiva, incrementa su profundidad de penetración. Y de esta manera el simple proyecto de ubicación en la historia va adquiriendo nuevas y más ricas dimensiones. De proyecto meramente recuperativo se va transformando en proyecto de participación. Parece como si por el sólo hecho de haberse elevado sobre el nivel inicial, el pensamiento latinoamericano hubiese adquirido energía potencial, impulso propio. Insensiblemente se va formando en la: mente del filósofo latinoamericano la convicción de que la recuperación no puede tener un sentido en sí misma sino que debe considerarse más bien como un estado preparatorio, como un primer y necesario paso para llegar a la creación de una auténtica filosofía. No debe creerse, sin embargo, que se trate de un proyecto al lado de otro. El proyecto recuperativo, por el mero hecho de existir, lo presupone ya constitutivamente. La decisión de recuperar la perspectiva histórica para lograr la comprensión cabal del pensamiento filosófico europeo exige, por un proceso interno de maduración orgánica, la constitución de un proyecto que supere y trascienda la mera comprensión. El movimiento recuperativo significa por eso la gestación de un proyecto de trasfondo que, en último término, es el que permite comprender su verdadero sentido. Pero para hacer posible la revelación en este sentido, es necesario situarse nuevamente dentro de una perspectiva generacional. Cada una de las tres generaciones a través de las cuales se ha ido formando significa una nueva etapa y un nuevo giro. Pero significa a la vez una dirección unitaria dentro del cambio. Cada generación permite comprender a las demás, y por eso mismo, sólo a través de todas ellas puede captarse el hilo profundo que unifica sus respectivos aportes, en tanto cada uno significa un paso más hacia la consecución de la meta propuesta. 219 Cuando los patriarcas empiezan a enseñar filosofía no imaginan siquiera que en América Latina pueda surgir un verdadero movimiento filosófico. La filosofía europea se les presenta como un hermoso aspecto de la cultura occidental que ellos deben asimilar y difundir para ayudar al progreso de los pueblos del nuevo mundo. Es un producto acabado, hecho, que no depende de ellos, en el que no tienen ni pueden tener ninguna injerencia. Aunque la filosofía europea es un proceso de extraordinaria pujanza, para ellos es casi un producto natural. El sentido de su hacerse es un proceso recóndito. Sólo puede vivirse su estado de acabamiento, de perfección absoluta. La filosofía europea, como, todo lo que viene de Europa es un producto de importación. Un producto que la industria nacional no tiene siquiera la pretensión de imitar. Pero tiene una característica diferencial: es el producto más perfecto, el más acabado, el más importante de todos. Es la creación más grande de la gran Europa. Ante ella no nos queda sino admirada y tratar de aprenderla. Enseñarla en las universidades será el máximo progreso, contribuirá al engrandecimiento de nuestra América, que ha vivido en el oscurantismo durante la Colonia y durante el primer siglo de su independencia. Así, los patriarcas con humildad y reverencia, empiezan a enseñar la filosofía europea contemporánea. Su ideal, difundirla, aumentar la riqueza espiritual de sus países y de su continente. Su afán, tratar de comprenderla en sus aspectos más comprensibles. Y ante los más difíciles aceptar que .la diferencia de nivel entre Europa y América hace imposible ciertas cosas. El sólo hecho de poder comprende lo que la inmensidad europea ha sido capaz de crear, los llena de satisfacción y los anima a tratar de enseñarlo a los demás, para que también puedan gozar de su comprensión. Pero los primeros discípulos, que reciben estas enseñanzas, pertenecen a otra generación y representan un nuevo impulso y una nueva ambición. No reconocen límites a su comprensión. Quieren comprenderlo todo, y para hacerla, están resueltos a recorrer caminos que los patriarcas consideraron vedados. Para comprender a los filósofos que leen empiezan a seguir una senda que los conduce cada vez más lejos hasta llevarlos a distancias de dimensiones históricas. Al sumirse en el proceso de la historia empiezan a comprender a la filosofía occidental desde adentro; Empiezan a enfrentarse a las obras de la filosofía europea no ya como a una obra de arte, acabada y perfecta, sino como a un proceso en su propio hacerse y al enfrascarse en el proceso, llegan Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit a sentirse partes integrantes del proceso que conduce a la gran producción que tanto admiran. Llega un momento en que sin darse plenamente cuenta, empiezan ya a vivir su proyecto: filosofar auténticamente. La generación intermedia es por eso la gran responsable. Con ella la filosofía latinoamericana despierta y se constituye en proyecto. Con ella el pensamiento latinoamericano comienza a transformarse de mero filosofar en filosofar auténtico. Por eso la generación intermedia, merece ser llamada la "generación forjadora". El derecho es indiscutible, porque aunque en un comienzo los primeros discípulos no tienen claramente conciencia de su proyecto, aunque lo viven solamente como insatisfacción ante su condición de receptores y como inquietud, llega un momento en que el proyecto emerge a la claridad y se constituye en tarea generacional. Cuando los hombres de la generación intermedia empiezan a madurar, empiezan también a pensar muy seriamente que América Latina tiene posibilidades filosóficas y que, en el futuro, no habrá ninguna razón para que en ella no empiece a hacerse filosofía comparable, en calidad, a la europea y aunque, como ya hemos visto, algunos de ellos no llegan a tener nunca una cabal conciencia de su misión, otros adquieren tal conciencia de ella, que empiezan incluso a teorizar sobre el tema. El punto central de esta toma de conciencia es una pregunta sencilla, pero llena del más hondo sentido para el filósofo latinoamericano: ¿existe la posibilidad de una filosofía latinoamericana?, o, con mayor precisión, ¿existe la posibilidad de que el latinoamericano empiece a filosofar auténticamente? La importancia del planteamiento es que en la pregunta está ya la respuesta. Claro que existe esa posibilidad. Si no existiera no tendría ningún sentido su tensión y su esfuerzo. Si la meta del movimiento recuperativo no fuera la posibilitación de un filosofar auténtico, no valdría la pena realizarlo. Mejor dicho, el movimiento recuperativo, que se inicia como un impulso espontáneo, como un resultado inmediato de la vivencia del desenfoque, es ahora visto como un planeamiento consciente y reflexivo cuya finalidad es únicamente hacer posible el surgimiento de este filosofar auténtico. Llegados a este punto de la aventura es necesario tomar las máximas precauciones descriptivas. Porque el significado del proyecto y de su origen es extraordinariamente sutil. Es observar que no se trata de una mera decisión de hacer filosofía. Si la generación intermedia, rompiendo con la línea iniciada por los 220 patriarcas hubiera decidido de frente hacer una filosofía propia, habría fracasado por completo en su misión generacional. Habría fracasado ab initio, y sólo habría logrado, según las respectivas capacidades personales, producir algunos libros imitando consciente o inconscientemente a los grandes creadores europeos. El interés y la hondura del proyecto, residen en que no se trata de hacer una filosofía sino de hacer posible una filosofía. Los hombres de la generación intermedia son en este respecto, verdaderos discípulos de los patriarcas. Aceptan como ellos la primacía de la filosofía europea, como ellos quieren conocerla y difundirla, como ellos tienen la convicción de que su asimilación por el medio latinoamericano es condición esencial de su progreso espiritual. Pero se diferencian en que no la ven ya como un producto acabado sino como un hacerse, porque logran llegar hasta sus más hondas raíces. Y al comprenderla como un hacerse, evidencian el significado espléndido de la creación filosófica, y deciden que la única razón que puede justificar un esfuerzo de formación filosófica es la esperanza de un futuro en el que se pueda realizar el mismo proceso creador que realizaron los europeos. El proyecto latinoamericano de filosofar surge así como un proyecto de preparación. El esfuerzo latinoamericano por lograr un pensamiento filosófico habrá de consistir en conquistar todas las condiciones necesarias para que la auténtica creación filosófica pueda surgir algún día. La filosofía latinoamericana es posible, pero sólo en el futuro. Vendrá a la existencia como la culminación de un largo y vigoroso proceso de maduración. Éste es el sentido verdadero y último del movimiento recuperativo. En esta atmósfera de tensión dinámica hacia el futuro, de deseo vehemente de cumplir una tarea preparatoria, pero a la vez de paciente espera y de renuncia a la creación personal, crece la generación joven. Su ingreso en la vida filosófica se realiza ya en condiciones completamente distintas a las de la generación anterior. Encuentra una enseñanza universitaria más o menos seria y organizada, desde el comienzo adquiere una visión centrada y panorámica de la historia de la filosofía. Su formación es en general más sólida que la de la generación anterior, posee un instrumental filosófico y humanista más poderoso. Pero todas estas diferencias no son sino diferencias de grado. La diferencia verdaderamente radical con la generación anterior es que encuentra, en el punto de partida, un proyecto de filosofar. Un proyecto que le es impuesto por las circunstancias, que le es impuesto en todos y cada uno de los momentos de su formación, Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit ante el cual tiene que decidirse y frente al cual va a revelar, a través de su decisión, sus más propias posibilidades de filósofo latinoamericano. Por encontrarse ya con un proyecto hecho, su reacción va a poder apreciarse con mayor nitidez. No tendrá que hacer, corno la generación forjadora, el dramático esfuerzo de adquirir conciencia .de un proyecto vivido espontáneamente en el dinamismo del movimiento histórico. Tendrá desde el comienzo la clara concepción de lo que se pretende que él haga, tendrá una nítida conciencia de la situación histórica que le ha tocado en suerte y por eso podrá asumir cierta distancia frente al proyecto, distancia que, por tenerlo que hacer, y por estar, en consecuencia, identificados con la situación .que estaban creando, los hombres de la anterior generación no pudieron tornar. Por eso en la tercera generación el proyecto comienza ya a perder su unidad. Porque el problema que ella tiene que resolver no es otro que la respuesta al requerimiento de la generación forjadora, La generación forjadora crea el proyecto y concibe la filosofía latinoamericana como el resultado de un largo esfuerzo de maduración, como una meta que debe ser alcanzada en el futuro. La respuesta que tiene quedar la tercera generación es, pues, inevitable: ¿es ella la llamada a alcanzar la meta? ¿Es ella la que, una vez reunidos los requisitos necesarios, gracias al esfuerzo recuperativo de la generación anterior, realizará la posibilidad, de crear una filosofía auténtica, en todo comparable a la europea? Pocas veces se ha exigido a una generación una respuesta de tan grave responsabilidad. Porque se trata nada menos que de dar una respuesta sobre sí misma, sobre su propio ser y su propio destino., La generación de los patriarcas vivió en una atmósfera de ingenuidad. Se enamoró de la filosofía europea y decidió predicarla. No pretendió otra cosa. Encontró el momento propicio. Tuvo discípulos que recogieron su enseñanza. La generación forjadora recoge el mensaje de los patriarcas, lo asimila, lo intensifica. Y al profundizar ambiciosamente en el rico universo que habían revelado ante sus ojos, adquiere conciencia de una situación completamente nueva. Descubre que el, sólo hecho de profundizar el conocimiento filosófico constituye un compromiso, indeclinable. Pierde así el estado de inocencia y emprende una cruzada hacia la creación filosófica. El pensador latinoamericano termina la época idílica para entrar en la época .de la autoconciencia, de la tensión y del esfuerzo, Y todos sus afanes están dirigidos hacia la gran meta: el advenimiento del filosofar auténtico, Es pues una generación que decide libremente y por sí misma la iniciación de un peregrinaje. La aventura, tocará a su fin cuando, gracias a su esfuerzo, los hombres de las nuevas 221 generaciones estén en condiciones de crear una verdadera filosofía latinoamericana. La generación forjadora es doblemente forjadora; forja el proyecto latinoamericano de filosofar, y para que sea posible realizarlo, forja a una generación de discípulos, a una generación ad hoc, que sea capaz de cumplir el proyecto o de servir de intermediaria para su ulterior cumplimiento. Y surge así, una situación completamente nueva, una situación seguramente única en su especie porque la nueva generación no se constituye como proyecto libremente creado sino como proyecto impuesto. Es tal vez la única generación de hombres que se ha visto enfrentada a una exigencia de hacer filosofía, Y esto constituye la gravedad y la responsabilidad de su situación, Porque una cosa es decidir por sí mismo la realización de un gran proyecto, y otra es que los demás esperen que uno lo realice. La generación forjadora creó su propio destino. La: generación joven ha recibido su destino y todo su ser está en juego, todo su ser depende de la manera como ella responda al llamado. El sentido de la respuesta, la libre reacción frente a la exigencia, las dos grandes direcciones que ha tomado la asunción del proyecto de la nueva generación, será materia de los, desarrollos que siguen. Pero antes de adentrarnos en el análisis de la situación, creemos conveniente esclarecer qué cosa se entiende en rigor por "hacer filosofía auténtica", que es el Leitmotiv del gran proyecto latinoamericano de filosofar. Porque de la manera como se ha entendido este quehacer podrá desprenderse la clave que nos permita interpretar el sentido de la reacción de la generación joven ante el requerimiento de los forjadores. De todo lo dicho anteriormente se desprende sin lugar a dudas que en un primer y fundamental sentido "hacer filosofía auténtica" significa "hacer filosofía la europea". Hemos visto cómo el filosofar latinoamericano empieza como enamoramiento de la contemporaneidad. La filosofía que le interesa, la filosofía que constituye la máxima expresión del espíritu humano, es la filosofía europea. La filosofía auténtica, la verdadera, la que vale la pena de estudiar, de asimilar y de imitar, es la filosofía europea. Hacer filosofía auténtica será, en consecuencia, filosofar a la europea. Pero ¿qué significa, propiamente hablando, filosofar a la europea? La primera concepción que tuvo el latinoamericano del filosofar auténtico fue una concepción estática. Filosofar auténticamente significó comprender el sentido profundo del filosofar europeo. Este tipo de filosofar auténtico marca el punto de origen del movimiento recuperativo. Al salir de la ingenuidad Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit patriarcal, viviendo la experiencia del desenfoque, los primeros discípulos sólo tienen una ambición: lograr una comprensión cabal de la filosofía europea. La filosofía europea se yergue como una montaña gigantesca que se contempla en lontananza y cuyas cumbres hay que conquistar. Comprender a fondo los grandes sistemas filosóficos que ha producido el Occidente es labor difícil, porque exige no sólo una especial habilidad sino una rigurosa preparación. Hacer filosofía auténtica tiene, por eso, en un primer momento, un sentido que podría llamarse "estático", porque no pretende ir más allá de la mera asimilación. El pensamiento latinoamericano adquirirá autenticidad cuando sea capaz de lograr una comprensión de cala dura del pensamiento occidental. Nadie critica a los patriarcas. Al revés, se les otorga la designación más noble que se pueda otorgar a un iniciador: "patriarca". Con ella se reconoce su jerarquía indiscutible, su calidad intelectual y moral. Pero se tiene aguda conciencia de su limitación, de su falta de preparación, de la pobreza de las condiciones culturales dentro de las cuales, inevitablemente, tuvieron que actuar. Por eso el primer ideal es el de obtener una comprensión más profunda y más vasta que la que ellos obtuvieron. Filosofar auténticamente es pues, en un primer sentido "comprender auténticamente". Pero ¿qué se quiere decir por "comprender auténticamente? Para dar respuesta a esta nueva pregunta, debe tenerse en cuenta que se trata de la comprensión de textos filosóficos y comprender un texto significa darse cuenta de aquello que el autor dice en el texto, es decir interpretar y dilucidar el sentido del texto escrito. El texto filosófico se refiere, en esencial, al planteamiento y a la solución e intento de solución de problemas de índole muy determinada. Pero para captar el sentido de un problema es necesario pensar sobre el problema, saber en qué consiste, distinguir sus diversos aspectos, su conexión con otros problemas, deslindar su origen y meditar sobre sus posibilidades de solución. En una palabra para comprender un, problema filosófico es necesario pensar filosóficamente. Mas si se trata de comprender un problema planteado por determinado filósofo, es necesario pensar filosóficamente de la misma manera como pensó dicho filósofo, porque sólo así podrá comprenderse los motivos que lo llevaron a la solución expresada. O sea que para comprender a un filósofo hay que re-pensar lo que él pensó. Hay que vivir. 222 Para re-pensar un problema filosófico es preciso hacerlo con nuestros propios medios y dentro de nuestras propias posibilidades. Por eso, re-pensar es ya pensar por sí mismo. En sentido estricto, nadie puede re-pensar exactamente lo que ha pensado otro ser humano. Pero cuando se trata de re-pensar lo que pensó un determinado filósofo en determinada situación histórica, la imposibilidad es aún más radical. Porque aunque un problema filosófico puede conservar un núcleo de invariancia a través del decurso de la historia, la manera como se presenta a la mente filosofante, es siempre en perspectiva. Y la diferencia de época histórica o de circunstancia cultural, significa por eso un cambio en la perspectiva desde la cual se ve el problema por eso, en general, todo esfuerzo de "re-pensamiento" es un esfuerzo por situarse en una perspectiva que no es la propia. Y al situarse dentro de esta perspectiva, por medio de un esfuerzo, que es un artificio, el problema se ve desde dos ángulos diversos, desde el ángulo en que lo ve el filósofo cuyo pensamiento re-pensamos y desde el ángulo en que nos sitúa nuestra propia perspectiva histórica. Si a esto agregamos que, incluso situados dentro de la misma perspectiva histórica, es imposible lograr un re-pensamiento completo, porque el hecho mismo de la individualida