ernest hermingway y las corridas de toros.

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ernest hermingway y las corridas de toros.
TitoVladimirMárquez Parra
ERNEST HEMINGWAY
EDITORIA
ERNEST HEMINGWAY
Y
LAS CORRIDAS DE TOROS
Tito Vladimir Márquez Parra
San Cristóbal, Octubre de 2005
Prof. Vladimir Márquez
ERNEST HEMINGWAY
Y
LAS CORRIDAS DE TOROS
Editorial
Foto de portada, Rlaro
Fotos del interior del libro
Archivo del autor
Diseño, Domingo A. Cobos Ortega
Índice
ABSTRACT ........................................................................................................... 9
PRESENTACIÓN............................................................................................... 11
INTRODUCCIÓN.............................................................................................. 17
PREÁMBULO ..................................................................................................... 22
A: LOS TOROS ............................................................................................. 23
B. LOS TOREROS........................................................................................ 26
C: LAS CORRIDAS DE TOROS................................................................ 29
D. HEMINGWAY AFICIONADO............................................................ 32
HEMINGWAY EN ESPAÑA .......................................................................... 35
1.1.
LA FELICIDAD HUMANA. ...................................................... 38
1.2
EL SEXO INFORTUNADO. ............................................................. 42
1.3.
EL LICOR MEDICINAL. ............................................................ 45
1.4.
LOS SANFERMINES. ................................................................. 47
MUERTE EN LA TARDE................................................................................ 55
2.1.
LOS PERSONAJES. ..................................................................... 58
2.2.
LA TRAGEDIA GROTESCA. ................................................... 62
2.3.
EL ARTE DEL TOREO............................................................... 64
2.4
LA INFLUENCIA DE GOYA EN HEMINGWAY. ................... 66
EL VERANO PELIGROSO ............................................................................. 69
3.1.
“EL MANO A MANO” AMBICIOSO Y MORIBUNDO..... 71
3.2.
LOS TRUCOS TAURINOS. ....................................................... 75
3.3.
LAS HERIDAS PELIGROSAS.................................................. 78
3.4.
LOS TROFEOS TAURINOS. .....................................................81
VERANO DE 1959.........................................................................................82
EL EXISTENCIALISMO HEMINGWAYANO ...........................................85
4.1.
LA INMORTALIDAD DEL ARTISTA. ...................................88
4.2.
LA DECEPCIÓN POR LA MUERTE DE SU PADRE. .........89
4.3.
LA MUERTE DE UN HÉROE. ..................................................92
CONSIDERACIONES FINALES ....................................................................95
BIBLIOGRAFÍA .............................................................................................. 101
“Parecía criminal dejarle vivir y hubiera
sido mejor para él morirse después de la
corrida, cuando aún tenía el dominio de
sí mismo y conservaba todo su valor, en
lugar de tener que pasar por todos los
grados de horror y de la humillación
física y moral, a fuerza de soportar un
dolor insoportable”.
(Ernest Hemingway, Muerte en la Tarde.)
8
ABSTRACT
The aim of this essay is to investigate and show the
reader the relantionship between the literature of Ernest
Hemingway and bullfighting. We know that Hemingway,
after arriving in Spain, became one of the most enthusiastic
admirer of “La Fiesta Brava”. He also travelled around Spain
observing the bulls, the bullfighters and the people, writing
everything he saw. He also wanted to be inmortal by
publishing his own experiences on the art of “giving” and
“receiving” death: the bullfighting.
We don´t pretend to write a bullfighting treatise. On
the contrary, what we want to discuss is the way Ernest
Hemingway spoke about bullfighting. He considered it not as
a dangerous sport, but as an art which deals tragically with
death.
The novels to be included in this literary analysis are
THE SUN ALSO RISES, DEATH IN THE AFTERNOON
and THE DANGEROUS SUMMER.
There are four chapters in the essay: The first one is
called “Hemingway in Spain”, the second “Death in the
Afternoon”, the third “The Dangerous Summer” and the
fourth “The Hemingwayan Existencialism”.
Paragraphs, sentences and phrases are going to be
quoted from the three novels in order to show the strong
influence of bullfighting in Hemingway´s life and
literature.
9
10
PRESENTACIÓN
De todos los escritores norteamericanos del siglo XX,
tal vez el más conocido entre los lectores de habla hispana es
Ernest Hemingway, siendo posible que ello se deba a la
ambientación de varias de sus obras en España, como Fiesta
(The sun also rises), 1926; Muerte en la tarde ( Death in the
afternoon ), 1932; Por quién doblan las campanas ( For whom
the bells tolls ), 1940; El verano peligroso ( The dangerous
summer ), 1960; la obra dramática La quinta columna ( The
fith column ),1938, y sus comentarios en el documental
cinematográfico de Joris Ivens Tierra española (Spanish
earth), 1937; lista a la cual habría que agregar Tener o no
tener ( To have and have not), 1937, y la archiconocida El
viejo y el mar ( The old man and the sea), 1952, estas últimas
desarrolladas en Cuba. Una consideración más detallada de
esta popularidad debe tomar en cuenta el carácter de su prosa:
fácil, directa, sin meandros y ambages, ajena por completo a
los experimentalismos, tan en boga entonces por los llamados
escritores de vanguardia. Esta claridad estilística que si bien
pudo tener su origen directo en el periodismo y en la decidida
influencia que sobre él ejerció en sus años de formación la
escritora norteamericana residenciada en París, Gertrude
Stein, suerte de mecenas y sacerdotisa de los componentes de
la llamada "generación perdida ("lost generation" ), también
se nutrió de su decidida posición "anti-intelectualista" y su
consiguiente admiración por la experiencia directa y la más
diáfana expresión de la misma. Seguramente, la propia
personalidad del escritor, su tendencia a la aventura, su
pregonada pasión por el riesgo y sus "extravagancias", muy
bien publicitadas por la prensa, por cierto, contribuyeron con
el favor y fervor del público de habla española.
11
Tenemos, pues, en Hemingway un reconocido
exponente de la literatura norteamericana de la primera y
parte de la segunda mitad de la pasada centuria. Un escritor en
quien se resumieron, con excepción de cualquier ribete de
tono vanguardista, de cualquier asomo de experimentación
formal, las grandes preocupaciones de los artistas de la época:
la guerra y sus dramas, sus grandezas y miserias; la situación
social y la postura ideológica o ideologizada; la oscilación
entre el individualismo y la solidaridad con los otros, la fuga
hacia la interioridad o la exterioridad factual contrapuesta al
compromiso. Dentro de estas grandes coordenadas, nada
originales para ese momento histórico, se debate la trayectoria
de Hemingway. Su rasgo singular, el toque de diferencia se lo
confiere su inclinación casi orgánica hacia el dilema entre la
vida y la muerte, el cual encara sin mistificaciones ni posturas
filosóficas o conceptuales, sino más bien al desnudo, tal cual
se presenta en situaciones extremas de la vida y la naturaleza.
De allí su admiración y entrega hacia la lucha, hacia el riesgo
voluntaria o forzosamente asumido, la guerra, el boxeo, la
caza, la conquista de la naturaleza desconocida, la pesca, la
tauromaquia.
Desde su primera estancia en Europa, España ejerce en
Hemingway una particular y poderosa atracción. Tierra de
gran colorido, fuerza vital, agudos contrastes, y un muy
crítico cuadro de división política, económica, social e
ideológica que desembocaría inevitablemente en la terrible y
sangrienta guerra civil, en la que el escritor participó de
manera directa como parte de los miles de hombres valerosos
y con espíritu de aventura que provenientes de los más
diversos países confluyeron en la formación de las famosas
"brigadas internacionales". Pero si España resumía los
12
ingredientes que apasionaban a Hemingway, en los toros, en
ese tan controvertido espectáculo tradicional, reside la
quintaesencia de esa desmedida atracción. Y es que las tardes
de toros, aparte del colorido, del sabor, del embrujo de
sentirse parte de la afición delirante, aventajan con creces a
otras actividades plenas de emoción que como la caza y la
pesca, son también motivos literarios del autor. El toreo lleva
consigo en cada momento, en cada lance o figura, la
probabilidad inminente de la muerte, la tensa incertidumbre
que el acecho de ésta origina, la conciencia descarnada y
brutal de que en cualquier instante podemos ser víctima de su
embestida. Al mismo tiempo y a diferencia de la guerra, el
toreo- para algunos un arte, para otros, una aborrecible
demostración de crueldad -, es siempre un montaje dramático
muy bien estructurado, una perfecta coreografía planificada y
ritualizada donde el diestro con su habilidad y virtuosismo es
el máximo ofic iante frente a las fuerzas ciegas y desatadas de
la naturaleza. De allí que seguramente mas que cualquiera
otra representación, el toreo, como las suertes de trapecio
circense mantenga el ánimo en vilo, concentre de manera
desmesurada la atención y penetre hasta la última fibra
emotiva del espectador. No resulta para nada extraño que una
personalidad como la de Hemingway, sucumbiera ante la
pasión y la fuerza que emanan de cualquier tarde de toros.
Profundizar en los motivos del escritor, escudriñar en
sus por qué, analizar la manera cómo se acerca y penetra en el
objeto de su trabajo, y ponderar su logros y limitaciones es lo
que pretende y realiza con conocimiento y sensibilidad el
autor de este libro, el profesor Vladimir Márquez, un
destacado docente e investigador del idioma y la cultura
inglesa de la Universidad de Los Andes, en el Táchira, que, al
13
contrario de tantos profesores jubilados, dedica su "tiempo
libre" al trabajo creador, compensando así, ahora que puede
hacerlo, lo que las obligaciones del aula le impidieron durante
sus casi tres décadas de labor académica.
Márquez, que como resulta obvio ama tanto a la
literatura como a la tauromaquia, va construyendo paso a
paso, en prosa muy digerible y que nunca agobia ni aburre, su
visión de Hemingway y las corridas de toros. Sin alardes de
erudición taurina ni adornos innecesarios, hace una breve e
indispensable introducción acerca del arte del toreo y se
planta de frente al escritor y el nacimiento de su inclinación
por el sol y la arena: la primera corrida en Madrid, el viaje a
Pamplona a los "sanfermines", en 1925, experiencia que
plasmó en Fiesta, su primera obra sobre el tema. Pasa luego al
estudio de Muerte en la tarde, verdadero compendio del saber
taurino, en el cual, un Hemingway ya convertido en un
consumado conocedor de todos los pormenores del
espectáculo. Historia, toros, caballos, toreros y público, se
adentra en un reportaje crítico y analítico sobre la fiesta brava.
Aquí, aprovecha Márquez para hacer notar la influencia que
sobre el escritor norteamericano tuvo la pintura de Goya, su
fuerza, su drama, su vibrante y trágica expresión. Así traza un
paralelo entre los dos artistas, que con medios expresivos tan
diferentes hicieron aflorar tantas emociones y contrastes
vitales.
Desemboca el ensayo, en EL VERANO PELIGROSO,
obra con la que Hemingway cierra su ciclo taurino; rico y
matizado reportaje elaborado en 1959, como producto del
seguimiento directo que el escritor realizó a la fiera y para los
aficionados inolvidable rivalidad que plaza tras plaza de la
14
península protagonizaron dos de los últimos grandes del
toreo: Antonio Ordóñez y Luis Miguel Dominguín. En esta
obra, publicada inicialmente en la prestigiosa revista "Life" y
convertida luego en un auténtico "best seller", el autor critica
acerbamente los "afeites" y trucos diversos con que tanto
promotores del espectáculo como los mismos matadores
minimizan riesgos y manipulan los resortes emocionales de
los aficionados.
Finaliza Márquez con algunas consideraciones sobre
lo que el mismo denomina el "existencialismo
hemingwayano", clave, de acuerdo a su interpretación, no
sólo de la desmedida afición del escritor por la fiesta brava y
por cualquier tipo de emociones y situaciones límite, sino
también de rasgos de su propia vida: la bohemia, el licor, la
inestabilidad sentimental, la trashumancia, las depresiones
periódicas, y su trágico y casi inevitable final en 1961. Y es
que en efecto, y sin apelar a especulaciones teóricas y
filosóficas que estuvieron muy alejadas de su propia
naturaleza, Hemingway, fue siempre un permanente
atormentado por la angustia existencial, un gran solitario
enfrentado como todo hombre a la inevitable y única certeza
de la muerte.
Hoy, cuando nos acercamos al medio siglo de la
desaparición del famoso escritor, Premio Nobel en 1954, y
permanente admirador y amigo de la hispanidad, es oportuno
que ensayistas como Vladimir Márquez den a luz esta obra, la
cual contribuirá, sin duda, a mantener vivo el interés por uno
de los grandes de la literatura de nuestro tiempo.
15
Gracias a Vladimir Márquez por su confianza al
permitirme leer el texto original y aceptar estas líneas
introductorias.
Ramón González Escorihuela
Profesor Titular de la Universidad de los Andes
Ex-Decano Vicerrector de la Universidad de Los Andes.
Táchira
San Cristóbal, Junio de 2005
16
INTRODUCCIÓN
La inspiración para Hemingway escribir fue su gran
deseo de supervivencia y el exagerado odio a la muerte. Por
eso quiso escribir sus novelas y cuentos basándose
repetidamente en las experiencias vividas por él mismo y no
contadas por otras personas. Nuevos escritores y lectores
después de la Primera y Segunda Guerra Mundial
encontraron en la obra hemingwayana una fuente de
inspiración simbólica dedicada a la subsistencia de l “Yo” en
medio del caos.
Hemingway también creó una revolución en el
lenguaje, materializada en el uso de frases cortas, oraciones
muy poco adjetivadas y lenguaje preciso y significativo,
forma que influyó en la narrativa y el dialogo de dos
generaciones de novelistas desde William Faulkner pasando
por John Steimbeck hasta Saúl Bellow, quienes escribieron
con desmedido sentido de la tragedia siempre haciéndose la
pregunta qué somos y para qué servimos y respondiéndose
¡no somos nada! ¡ni servimos para nada!. Ese es un problema
“existencial” porque de acuerdo a la filosofía existencialista,
él está completamente solo en un mundo insignificante sin
Dios y sin leyes realmente morales. Escritores existencialistas
como Jean Paul Sartre y Albert Camus eran ya populares en
los Estados Unidos de América para la época en que Ernest
Hemingway se iniciaba en la tortuosa tarea de escribir algo
real y significativo.
Durante los últimos veinte años de su vida publicó
obras como aventurero, cazador y amante de la “fiesta brava”
y en donde ciertamente él parecía uno o el principal personaje
17
de las novelas; cuando en 1952 encontró de nuevo la vía para
seguir produciendo - literariamente hablando- escribió EL
VIEJO Y EL MAR, una novela corta que con la cual ganó el
premio Pulit zer y más tarde en 1954, el Premio Nobel de
Literatura.
18
Hemingway at work in Finca
Vigia, his home in San Francisco
de Paula, Cuba
19
Ernest Miller Hemingway nació el 21 de Julio de 1899
y era hijo de un médico ginecó logo quien lo condujo a la
práctica del fútbol, el boxeo y la cacería. Después de
graduarse en el colegio River Forest School se convirtió en
reportero del Kasas City Star en 1917. En un año ya era
voluntario como chofer de una ambulancia norteamericana
en París. De allí fue transferido al frente italiano en donde
cayó gravemente herido. Fue condecorado por su valor pero
aun así continuó como periodista en la guerra greco-turca.
En el París de la posguerra Hemingway conoció una
generación de jóvenes artistas en donde se encontraban
escritores, pintores y poetas. Todos estos jóvenes compartían
el mismo sentimiento de ser individuos expatriados que
buscaban una vía de evación a los terrores encontrados en la
Primera Guerra Mundial. Cuando Gertrude Stein leyó la obra
de Hemingway THE SUN ALSO RISES (FIESTA),
inmediatamente criticó diciendo: “ustedes todos son una
generación perdida”. La obra en realidad se sumerge en un
mundo de ferias, alcohol, toros, y prostitución.
El primer libro de importancia fue IN OUR TIME
(EN NUESTROS TIEMPOS) 1925 y se trata de una
colección de cuentos cortos que describen al joven
Hemingway en las montañas y ríos de Michigan cazando y
pescando. Su seudónimo es Nick y este personaje dice lo
que ha visto, olido, palpado, olfateado y mirado en su medio
ambiente natural. Es decir, los cuentos no son fantasías
inventadas por el autor, son sus propias experiencias. Dos
novelas de guerra salieron también de su pluma. Ellas fueron
A FAREWELL TO ARMS (ADIOS A LAS ARMAS) 1929 y
FOR WHOM THE BELL TOLLS (POR QUIÉN DOBLAN
20
LAS CAMPANAS) 1940. En ambas obras Hemingway nos
da una lección trágica de la vida porque en ambas el amor es
encontrado y perdido precozmente. Eso es una señal de que
la felicidad es efímera y en la visión literaria hemingwayana
todos los casos de amor y felicidad ya están perdidos a priori.
España y la fiesta brava apareció con lujo de detalles
periodísticos y taurinos en DEATH IN THE AFTERNOON
(MUERTE EN LA TARDE) 1932. Aquí Hemingway da una
explicación del toreo como un ritual magnánimo en el que se
sentía muy bien cuando se enfrentaban la vida y la muerte y
había un sentimiento de arte e inmortalidad. Como él escogió
el culto a la verdad y a la experiencia, entonces MUERTE EN
LA TARDE no es más que un reportaje novelístico de su
conocimiento sobre el mundo de la tauromaquia en España
dándole a ella un sentido trágico y artístico. El sentido trágico
lo contiene la “corrida” con la presencia de la muerte; y lo
meramente artístico se le confiere al conocimiento personal
del torero para torear y matar toros con éxito y elegancia. El
conocimiento eficiente de Hemingway sobre el mundo
taurino le permite ofrecer al mismo tiempo, un conjunto de
informaciones reales en el que los personajes están descritos
con su reconocida maestría.
Para 1959 Hemingway regresa a España, el país que
más amaba después de su patria, y escribió
THE
DANGEROUS SUMMER (EL VERANO PELIGROSO).
Esta novela quiso que fuese la gran epopeya de los toros y
colocó a su amigo Antonio Ordóñez como el protagonista
enfrentando a Luis Miguel Dominguín en un “MANO A
MANO” a muerte. El autor describe con su desmesurada
emoción el ambiente trágico y hermoso de las corridas de
21
toros haciendo énfasis continuamente en el esfuerzo que cada
torero hacía para superar al otro entregándose en “suertes”
cada vez más difíciles. EL VERANO PELIGROSO es la
obra inédita del gran escritor norteamericano y la escribió
poco antes de su muerte entre Octubre de 1959 y Mayo de
1960.
Para finalizar estos breves comentarios debo expresar
que para mi es un placer escribir sobre la obra literaria de
Ernest Hemingway, especialmente en lo que se refiere a las
corridas de toros y sus protagonistas. Considero que lo bello
de un buen torero es su fastuoso arte épico de éxtasis para los
aficionados pero mucho cuidado con los errores en las faenas
porque pueden convertirlo en hombre muerto al igual que el 2
de julio de 1961 cuando Hemingway agobiado por grandes
preocupaciones se disparó con la escopeta favorita guardando
aun en sus bolsillos las entradas para la corrida de los
Sanfermines.
PREÁMBULO
Porque no es un tratado taurino, el libro está dedicado
a la relación que existe entre el arte del toreo y la literatura,
teniendo como eje central, la crítica sana sobre las obras
festivas de Ernest Hemingway. Sin embargo haremos una
exploración “a grosso modo” de los elementos básicos que
constituyen las corridas de toros y luego entraremos en
contacto con la literatura hemingwayana. Además es de
carácter ineludible informar al público lector que de la fiesta
brava nos interesa más la significación que la fiesta misma.
22
A: LOS TOROS
Según Rûtimeyer, los bovinos habrían tenido un
origen común con los búfalos bisontes y fibovinos. Todos
ellos susceptibles de domesticar, excepto los bisontes. Eso
significa que hubo animales que pudieron ser domesticados,
pero los toros, para orgullo y beneplácito principalmente de
los españoles, permanecieron en estado salvaje, muchos de
ellos hasta hoy día. Digo de los españoles porque la fiesta de
los toros no es tan solo una diversión recomendable o no
desde el punto de vista moral o religioso, sino un hecho de
máxima significación en la vida española, tejiendo un vínculo
amplísimo entre el arte, el comercio, la industria y la sociedad
en general.
El toro, siempre considerado como fuente de vitalidad,
es una bestia llena de peligros a la cual el hombre debe
enfrentar con valor y bajo el concepto shakespeariano de “to
be or not to be”. Es decir, estar vivo o estar muerto, triunfar o
23
fracasar, y matar o ser matado. En cualquier caso, el
enfrentamiento entre el toro y el torero, es un problema de
muerte y uno de ellos debe morir.
El animal de casta debe emitir un mensaje de
peligrosidad y bravura para que el público se emocione
profundamente y pueda haber una simbiosis entre los dos
gladiadores, el toro y el torero. Si el toro es bravo y el torero
es bueno, entonces bastará la euforia del público en forma de
aplausos, pañuelos y gritos. El toreo, para que se llegue al
clímax de la fiesta, entonces, no es más que una forma de
aprovechar las cualidades positivas del toro para causar
júbilo en el público y lograr que el torero alcance la
inmortalidad con su arte.
Cronológicamente hablando, la leyenda del toro se
encuentra en las civilizaciones antiguas como las de Egipto,
Mesopotamia, Persia y Creta, al igual que en Roma - la del
Imperio Romano -, en donde el toro representaba el lado
negativo, y el torero era el justiciero. Es también la leyenda
griega del minotauro porque el matador o líder de la horda
primitiva sacrifica al padre para que luego sea devorado. Sin
embargo, el toro bravo tuvo su origen en los valles hermosos
y salvajes entre Roma y Francia. Posteriormente, y debido a
las heladas de invierno, bajó paulatinamente hasta España
donde, con el correr de los años y el intercambio entre la
bestia y el hombre, se originó lo que hoy día conocemos como
“fiesta brava”.
24
La leyenda del Minotauro Griego
25
Se puede afirmar que para el mundo hispánico el
martirio del toro no representa ninguna crueldad, al contrario
de lo que ocurre en el ambiente anglosajón en donde todas las
clases de animales son protegidos hasta el extremo. Para el
hispano, el toreo es una lidia y un arte que no produce ni
miedo ni rep ugnancia, así lo dice Ortega y Gasset con las
siguientes palabras:
“El único lugar en que la sangre escurriendo no produce
repugnancia o miedo es al brotar del morillo de un astado”.1
Es verdad que la idea de muerte es lo que hace del
toreo una tragedia, pero en los festejos taurinos, cuando el
torero triunfa junto al toro, el público se manifiesta alegre y
apasionado hasta el punto de estallar en euforia colectiva. Es
esa euforia nirvánica la que hace al torero artista y al artista
inmortal ¡en horab uena !.
B. LOS TOREROS
Antiguamente en España se llamaba “toreador” al
torero o a todos aquellos que a pie o a caballo, entraban en las
plazas a lidiar toros. Lo hacían especialmente, los
“caballeros” como un deporte común o para hacer alarde de
su valentía y honor. Generalmente realizaban sus aventuras
taurinas a caballo, pero luego algunos diestros emprendieron
la suerte a pie para divertir al público y a su vez obtener
ciertas ganancias monetarias. Los “toreadores”
y los
“ventureros” ganaban realmente muy poco pero cuando el
espectáculo se organizó especialmente en Madrid, Navarra y
1
Ortega y Gasset. Los Toro s. Editorial Central. Madrid, 1970. Pág.12.
26
Pamplona, solo toreaban los diestros previamente contratados
y anunciados.
José Delgado Guerra, Hillo (1754-1801),
discípulo de Costillares, dictó la primera
Tauromaquia
conocida (1796), donde
muestra una sabiduría que luego no supo
aplicar en la plaza.
Adornó su toreo con toda clase de suertes
y filigranas, conformando un estilo,
inspirado en el de su maestro, que se
conocerá como escuela sevillana.
27
En cuanto a la clase social podemos decir que los
“toreadores” de los siglos XVI, XVII y XVIII eran de
procedencia muy humilde y de las clases más bajas. Sin
embargo a mediados de siglo XVIII sobresale un ídolo de las
clases más elevadas de la sociedad. Él es “Pepe-Hillo”, figura
representativa del toreo en sus comienzos en España. Por
cierto que el concepto del torero al principio era demasiado
drástico y negativo según nos cuenta el Maestro en
tauromaquia Don José María de Cossío al referirse a la “fiesta
brava” en ultramar:
“Al discutirse en el Parlamento mejicano una moción sobre
la conveniencia de suprimir las corridas de toros, en sesión del
24 de Mayo de 1883, no menos que el gran poeta cubano
José María de Heredia sostuvo que la profesión taurina
degradaba hasta el punto que los que se dedicaban a ella
acababan en asesinos y hombres sin ninguna moralidad”. 2
Como contradicción especial a la opinión antes
señalada, debemos hacer referencia a las aventuras taurinas
de Francisco Montes (Paquiro), quien marca una huella tan
profunda como su arte en las maneras y en la conducta de los
toreros fuera de la plaza. El torero va asimilándose a las
clases altas paulatinamente hasta llegar a ser querido por
todos sin olvidarse de su humilde origen. Llegó tan arriba que
la reina Isabel II de España le encomendó una corrida en
Pamplona en honor a los duques de Aumale y Nemours, hijos
de Luis Felipe, pero el real propósito era el de conferirle al
torero el titulo de Conde de Chiclana.
2
José María de Cossío. Los Toros. Tomo I. Editorial Espasa-Calpe. S.A.
Madrid, 1981. Pág. 573.
28
Otro ejemplo muy especial es también el fastuoso Luis
Mazzantini quien para la época viste como hombre de la
burguesía, es sofisticado en su lenguaje y sabe idiomas por lo
que su condición social es muy superior a los demás toreros.
La historia nos dice asimismo que para el año de 1726
comenzó a torear a pie Francisco Romero, el de Ronda y
quien fue perfeccionando ese arte usando la muletilla,
esperando al toro cara a cara y a pie firme y matándolo cuerpo
a cuerpo. Su nieto, Francisco Romero pasó veintiocho años
en esa profesión, mató cinco mil quinientos toros, jamás fue
herido y terminó como Director de la Escuela Taurina de
Sevilla. Es decir, entró por la puerta pequeña y salió en
hombros por la puerta descomunal.
Entre otros toreros de gran calidad artística debemos
mencionar a Paquiro, Cúchares, Lagartijo, Frascuelo,
Guerrita, Bombita y Rafael Gómez. Luego encontramos a
Joselito, Belmonte y Manolete. Dicen que los conocimientos
taurinos de Joselito eran enciclopédicos y artísticos e
intelectuales los de Belmonte. Manolete sería la síntesis entre
ambos.
C: LAS CORRIDAS DE TOROS.
En ese mundo apasionante y por esencia vinculado al
arte y a la vida que es “la fiesta brava” también deberíamos
buscar nosotros, de una forma polémica, los que la rechazan
y los que la apoyan o defienden. Los pro y contras de las
fiestas taurinas son tenaces, terrenales y celestiales y se
invocan con mucha frecuencia debido a que continúan siendo
controversialmente un acto de vida y muerte. A través de la
29
historia vemos como la humanidad ha inspirado sentimientos
positivos o negativos sobre el toreo aludiendo razones de
orden religioso, económico o moral.
El rechazo a las fiestas taurinas desde el punto de
vista religioso se debe más que todo a escritores puritanos de
los primeros siglos de la iglesia cristiana. Cicerón, Séneca y
Prudencio, como moralistas también se opusieron. El propio
San Agustín estaba en desacuerdo. Ya en el siglo XV el
Cardenal Juan de Torquemada, gran teólogo y excelso
canonista y alma de la unión de la iglesia griega y latina, en
su obra SUMMA ECLESIA (1489), afirma la ilicitud del
toreo fundado en el hecho de que se arriesga la vida, pues “lo
mismo es toparse con un toro que con otra fiera; y el peligro
es el propio de exponerse a sus astas que a las uñas y die ntes
de un león”. Para Lope de Vega, otro gran escritor que se ha
manifestado en contra, la fiesta brava no tiene nada de
30
gracioso pero si mucho de peligroso y poéticamente así lo
describe en su obra Los Vargas de Castilla:
“Yo no sé, por Dios que hallan en ver un toro correr tras un
hombre, y si lo alcanza verle volar por los cuernos y verle
bajar sin brazos, y cuando Dios a los ojos muchas mercedes
les haga descubren otro que el sol, nunca le miró a la cara”.3
Pero los argumentos anteriormente expuestos han sido
rebatidos contundentemente por autoridades como el maestro
José María de Cossío autor de ese tratado sobre los toros que
ha vuelto pedazos la opinión contraria, especialmente la
sustentada por la Sociedad Protectora de Animales que tal
vez sea, o lo es sin duda, la más falsa de todas. Cossío
argumenta que eran más lógicos y juiciosos lo teólogos del
siglo XVI, pues al oponerse a las corridas, trataban de
defender la vida humana que creían se arriesgaba demasiado
en ellas, en tanto que las organizaciones proteccionistas
piensan más en los animales que en el hombre. Don Ortega y
Gasset también defiende a la corrida de toros porque en
oposición a la Sociedad Protectora de Animales concluye
que no basta decir que es inmoral maltratar a los animales
sino que es preciso definir un poco lo que se entiende por
maltrato, y se hace la siguiente pregunta: ¿Es de mejor ética
que el toro bravo – una de las formas más antiguas, en rigor
arcaica, extemporánea de los bóvidos – desaparezca como
especie y que individualmente muera en su prado sin que
muestre su gloriosa bravura?.
Nosotros creemos que es el público quien
verdaderamente defiende el arte del toreo con su cálida
3
José María de Cossío. Ob. Cit. Pág. 108.
31
presencia. Sin embargo no existe ningún acto de renunciación
por parte de los toreros magistrales cuando Frascuelo los
defiende diciendo que ellos:
“Le tienen más miedo a las cornadas del hambre que a las
del toro”.4
Para finalizar esta controversial disputa entre la
conveniencia o no de la fiesta brava sugerimos tomar muy en
cuenta las palabras de Don Francisco Benavente cuando
afirma “Sin las corridas de toros no sabemos si España
parecería mejor o peor, lo que sabemos es que habría dejado
de ser España”.
D. HEMINGWAY AFICIONADO.
Es trascendental el buscar un significado profundo en
la vida legendaria de Hemingway por cuanto si no
analizamos su bautismo de fuego en Italia (Primera Guerra
Mundial), el delirio popular de Pamplona en los Sanfermines
y su encuentro con España, él no hubiera sido nunca lo que
fue, lo que es y seguirá siendo en el panorama literario
mundial.
Apartándonos un poco de la guerra, queremos
conceptuar la imagen de Hemingway con respecto a lo
taurino. Engañosamente se ha creído que él asistía a los
Sanfermines como un turista más. Sin embargo, la verdad es
que esa imagen de turista casual era lo que más le molestaba
4
Germán Briceño Ferrigni. Despeje de Plaza. Anauco Ediciones, C.A.
Caracas, 1990. Pág.11.
32
en el mundo, y concretamente en España. Le parecía un
absurdo abismal ver a los turistas en las corridas de toros
buscando simplemente diversión.
En todo caso creemos firmemente en que nuestro
escritor era un gran aficionado a las corridas de toros pero
siempre observando y admirando la parte artística y estética
que de ellas fluctúa, por lo tanto una buena corrida es una
gran obra de arte y una mala corrida -que son la mayoría- no
es sino un fracaso accidental del hombre por hallar el arte.
Cuando Hemingway visitó a Pamplona, en los años
veinte de su juventud, no se contentó con correr delante de los
toros sino que quiso ser torero con todas las de la ley, pero no
quería alzarse con los trofeos correspondientes sino quería
probarse que era capaz de vencer el miedo y la cobardía que
sentía desde niño ante sí mismo y ante el público. Él
necesitaba una victoria personal contra la muerte y frente a la
muerte como esa victoria que el creía se consigue en el
supremo instante en que el torero logra matar al enemigo.
Ernest, entonces, logró captar el enorme problema existencial
que significa para el torero y es el de no poder subsistir más
que matando. Ello es una confirmación de que el hombre no
solo está enfrentado a la muerte como individuo sino que es
toda la humanidad terrenal la que está en constante peligro de
muerte:
“El mundo entero es como un ruedo para mí. Todo el
mundo está en el redondel, la única manera de sobrevivir es
luchando, y yo siempre me encuentro dispuesto a recoger los
guantes”... “Lucharé hasta el último día y entonces lucharé
contra mí mismo con objeto de aceptar la muerte como algo
33
hermoso, con la misma belleza trágica que vemos, domingo a
domingo, en una corrida de toros”.5
El impacto de la multifacética y colorida corrida de
toros fue fenomenal para Ernest ya que era un hombre
temerariamente obsesionado por la muerte. En los toros vio
representado en vivo y directo el gran drama que se debatía en
su interior, y por eso, los toros no fueron para él, desde el
primer momento, ni un entretenimiento ni una diversión, ni
tampoco un deporte. Ellos no fueron una solución cualquiera
a su vida, sino la gran solución timonera de su arte. Desde las
primeras corridas que observó, Hemingway habría de
aprender filosóficamente aquello de que la vida es la gran
corrida y quien la torea es cada uno de nosotros
desgraciadamente.
5
José Luis Castillo-Puche. Hemingway. Ediciones Libertarias.
Madrid, 1992. Pág. 70.
34
HEMINGWAY EN ESPAÑA
35
Hemingway realizó su primera visita a España no para
hacer ningún trabajo periodístico, sino porque sentía
curiosidad y era el único territorio latino que no conocía. Se
sintió impresionado enormemente por una “corrida” que vio
en Madrid y llegó a opinar que las corridas de toros eran un
ritual trágico más que un simple deporte sangriento. Estando
en París de nuevo fue invitado por Gertrude Stein para visitar
a Pamplona durante las festividades de San Fermín en el mes
de Julio. Su esposa Hudley también estaba cansada del
ambiente cosmopolitano parisiense y lo acompañó a las
fiestas de las cuales ambos salieron fascinados.
Plaza de toros de Madrid España
Las primeras corridas que presencia en España
efectivamente, son colosalmente teatrales y le producen algo
así como el descubrimiento de un gran misterio,
concretamente el destello inicial de lo que había de ser la
trayectoria inexorable de su filosofía vital. Para Hemingway
el corazón y los sentimientos sólo eran la capa roja que sirve
36
para provocar al toro. Siempre creyó que el espectáculo del
mundo entero no es más que un ruedo mortal y por eso va a
España para confirmar el gran hallazgo y el gran asombro: la
muerte del toro o del torero. El enfrentamiento entre ellos,
naturaleza e inteligencia, instinto y arte, fuerza y valor, iba a
ser entonces la cumbre de su dialéctica y su razón estética.
Por eso, torero y toro, fueron su primer y último canto, su
primera y última inspiración monstruosa.
En Pamplona durante las ferias de San Fermín se bebía
exageradamente (y se bebe) hasta la embriaguez. También
habían célebres procesiones religiosas y bandas musicales
para bailar el riau – riau. Por las calles empedradas corrían los
jóvenes atrevidos delante de los toros y Hemingway también
lo hizo convirtiéndose por lo tanto en aficionado taurino en
exageración, tanto que idolatró al famoso torero de la época
Nicanor Villalta y al nacer el hijo del escritor lo bautizaron
con el nombre de Nicanor Villalta Hemingway.
Resumiendo la relación existente entre Hemingway y
lo taurino y si anhelamos encontrar un significado profundo
de la obra fabulosa hemingwayana, hay que inculcar menos
en las aventuras de guerras, de pesca y cacería en Europa y
Africa. Debemos entonces hacer mayor énfasis en las
aventuras hemingwayanas en España, porq ue lo taurino tendrá
en su obra una significación capital. No lo meramente bestial
como cosa de toros, sino lo taurino como símbolo y como
referencia básica para una visión trágica de la vida y la
muerte, sobre todo de la muerte, su eterna y desgraciada
obsesión. Así lo afirma el propio Ernest en su reportaje del
Toronto Star Weekly del 20 de Octubre de 1923 titulado La
Corrida de Toros es una Tragedia:
37
“La fiesta de toros, repito, no es un deporte, sino una
tragedia que simboliza la lucha entre el hombre y la bestia”.6
Además era el más aventurero y romántico de todos
los escritores residenciados en París por los años veinte.
Parecía destinado a soportar todos los peligros que surgieran
en el horizonte gris porque estaba cargado de tanta mala
suerte que en la batalla le explotaban las granadas a un metro
de distancia, o le caían los techos de las casas destruidas por
las bombas, y en las fiestas de San Fermín fue lanzado al
suelo y atropellado por una estampida de toros de lidia. Sin
embargo nunca resultó herido de gravedad por un toro más
bien por una escopeta suya con la cual se disparó en la cabeza
el 2 de Julio de 1961, acabando así su locura y depresión
porque él nunca vivió para la comedia sino para la tragedia.
1.1.
LA FELICIDAD HUMANA.
Hemingway en FIESTA, su primera gran obra taurina,
nos cuenta sus experiencias vividas en 1925 cuando se
trasladó a España para asistir a la fiesta de los San Fermines.
El relato es muy realista y apasionado en cuanto a la
descripción de ese viaje. Pero a pesar de unas pinceladas
mitad periodísticas mitad autobiográficas, el escritor nos
revela los temas de su preferencia como son la búsqueda de la
felicidad humana, el sexo, el peligro, la soledad del hombre y
lo efímero de la vida.
6
Ernest Hemingway. Un Corresponsal Llamado Hemingway. Editorial Arte y
Literatura. Ciudad de la Habana, Cuba, 1984. Pág. 63.
38
Al principio de la novela nos encontramos con
personajes trasnochados que llevan una vida vacía y
alcohólica en París, luego en Pamplona se ven envueltas en el
ritual regenerativo y purificante que es el toreo.
Según el relato de la obra Fiesta, Robert Cohn es un
judío que fue campeón de boxeo, y Jacob Barnes o
simplemente Jake Barnes, es el mismo Hemingway en
esencia. Las otras dos protagonistas apabulladas por el destino
resultan ser Georgette y Brett, chicas que representan el
oficio de la prostitución y el deseo sexual en la ciudad de
París por los años veinte. Esta ciudad de luces colosales y
verdes campiñas es ya motivo de aburrimiento para los
expatriados norteamericanos de la Generación Perdida, a
pesar de ser hermosa y complaciente. Ellos han planificado
sus sueños de evasión y así por ejemplo Robert Cohn desea
encontrar en la Suramérica hispana lo que no ha encontrado
en Europa. Jake, por su parte desearía ir a España la madre del
pasodoble, para ver las corridas pintorescas y los toreros
afeminados en trajes de luces multicolores:
“- Nadie vive por completo su vida excepto los toreros”.7
La felicidad estéril de estos protagonistas la buscan en
el alcohol, el sexo o el peligro porque la vida es fugaz y lo
más seguro que podemos encontrar es la muerte, por lo tanto
consume n licor ya sea whisky, cerveza, vino o coñac. Ir de
pesca al río, aunque las colinas escabrosas representan un
gran peligro, es un medio eficaz para aliviar el aburrimiento y
es así como Robert Cohn y Jake van al Irati y logran capturar
7
Ernest Hemingway. Fiesta. Editorial Planeta. Barcelona, España, 1988.
Pág. 18.
39
algunas truchas grandes y hermosas. Eso es parte de una
felicidad muy pasajera pero fortificante en un mundo de
posguerra que solo ha dejado a hombres deprimidos y
maltrechos por las muertes físicas y las heridas psicológicas
recibidas en el campo de batalla. Es que la felicidad humana
solo se consigue, según los personajes de Hemingway, en
lugares muy civilizados o muy primitivos pero nunca en
París, ciudad que ya ha sido el punto central del aburrimiento
norteamericano.
40
Sebastián Palomo Linares
41
1.2
EL SEXO INFORTUNADO.
Al principio Jake se enamora angustiosamente de una
chica linda y de ribetes esculturales que se llama Georgette la
cual inesperadamente resultó ser una prostituta feliz. Con
ella Jake ingirió licor en exceso y hasta tuvo la oportunidad de
hacer el amor (to make the love) pero el hombre peso pesado
norteamericano estaba enfermo, y la “dulce vita” o la “petit
morte” (el orgasmo) no se consumió. Había recibido una
herida de guerra que primaveralmente lo hacía impotente. Era
la Primera Guerra Mundial que había dejado muchas heridas
de todo tipo tanto en el cuerpo como en la pique de los
soldados americanos. Jake es un enfermo mental que odia a
la guerra pues ella lo ha dejado inútil sexualmente:
“- No eres un mal tipo - me dijo - Es una lástima que estés
enfermo. Nos llevaríamos bien. ¿Qué es lo que tienes, si se
puede saber? Me hirieron en la guerra- respondió ¡Cochina
Guerra!”.8
El lanzamiento de THE SUN ALSO RISES (FIESTA)
en 1926, no fue para Hemingway un hecho muy refrescante
por cuanto él estaba mortalmente destruido por las heridas
sangrantes recibidas en la guerra las cuales no fueron muy
profundas físicamente pero, psíquicamente, de contenido
imperecedero e invernal.
En realidad papá Hemingway no fue castrado en la
guerra sino que su miedo y horror a la misma le produjo un
8
Ernest Hemingway. Ob. Cit.. Pág. 24 y 25.
42
trance psíquico que lo reflejó en la novela colocando a Jake
Barnes como un hombre incapaz de tener relaciones sexuales,
pero nada de castración le ocurrió al jóven Hemingway en la
vida real aunque las heridas estuvieron muy próximas de
castrarlo. Cuando Ernest va al frente de una ambulancia
donde consigue medallas al valor y al mérito, de las que a
veces está orgulloso y a veces se ríe, más que un adulto
guerrero es en realidad un niño grande, pero muerto. La
guerra le ha proporcionado descomunales heridas en su propia
carne. Por ejemplo, cerca de doscientas esquirlas de metralla
se le incrustaron en las poderosas piernas olímpicas, tenía
una bala en cada pie y en la rodilla derec ha de titánio yacía
una colosal herida.
Hemingway en África 1.934
Hemingway, como era natural para él, tenía más
miedo a las heridas que rompen los nervios que a las que
43
rompen los huesos. Cuando George Plimpton lo entrevistó
con respecto al Jake Barnes de la novela FIESTA, él contestó
que no era cierto que Jake estuviera castrado como un buey
sino que en realidad fue herido psíquicamente y que sus
testículos estaban sexualmente intactos capaces de tener
deseos y sentimientos normales como cualquier ho mbre, pero
sin poder consumarlos. Y repetía que su herida era realmente
física y no psicológica pero no estaba castrado, y eso es una
magistral contradicción. El no sabía nada, ni decía nada.
Sólo sabía que era impotente.
Aunque Jake estaba enfermo, él era un hombre
enamorado ya que después de abandonar a Georgette buscó el
placer en una hermosa dama llamada Brett. Era muy
simpática y encantadora y parecía encontrarse en muy buena
compañía cuando Jake se enamoro de ella. Sus amigos eran
un grupo de bailarines que se divertían al son de la música y
al éxtasis del licor. Jake la tomó de ese grupo solo por
divertirse porque sexualmente continuaba siendo impotente:
“Me contemplé desnudo en el espejo del gran armario situado
junto a la cama. Un modo típicamente francés de amueblar
un dormitorio, muy práctico supongo. De todas las formas en
que uno puede ser herido, la mía era la más ridícula. Me
puse el piyama y me metí en la cama”.9
En definitiva los protagonistas de la novela FIESTA
son expatriados norteamericanos que desde París se lanzan a
la fiesta brava en España con la finalidad de exorcizar la nada,
y de probar cosas reveladoras de una novedosa forma de vivir
9
Ernest Hemingway. Ob. Cit. Pág. 40.
44
sin preocupaciones, aun cuando sea por pocos días, a objeto
de olvidar el vacío de sus vidas pesadumbrosas y alucinantes.
A simple vista, la novela se ve como una mera diversión, pero
su real significación nos proyecta un mundo enfermizo que
trata de ocultarse en las tardes de toros gigantes, la pesca de
truchas, las borracheras solares y nocturnas y la prostitución
casual.
1.3.
EL LICOR MEDICINAL.
En 1959 Hemingway hizo su despedida de los Sanfermines en
el Bar Choko de la Plaza del castillo. Aquí lo vemos cantando
por última vez y con emoción el “riau, riau”.
45
FIESTA, como su mismo nombre lo indica, es una
obra de personajes alcohólicos y desde el primer capítulo
hasta el último encontramos señales de que una borrachera
tras otra era la consigna general para mitigar el hastío y
olvidar la frustración y de esa manera encontrar algo de la
hermana felicidad. El léxico referente al licor es con mucha
frecuencia, la sustancia gramatical del texto hemingwayano
en esta obra. Por ello son comunes las palabras embriagantes
sobre el ron, aguardiente, whisky, coñac, anís y champaña.
Entre los lugares de grata diversión podemos nombrar
hosterías, bares, restaurantes, cafés, hoteles, tabernas y hasta
un salón de baile como es obvio, ambientes hechos para el
consumo de bebidas alcohólicas. Veamos lo que nos dice Jake
Barnes (Hemingway) cuando en la noche encendió la luz y
comenzó a leer un libro del escritor ruso Turgenieff:
“Se trataba de una de las narraciones de A Sportmam’s
Sketches. La había leído con anterioridad, pero tuve la
sensación de que era la primera vez que la leía. La
descripción del paisaje en que se desarrollaba el relato
se materializó como si la viera ante mis ojos y la tensión que
me atormentaba desapareció. Estaba borracho”.10
Este tipo de situaciones que nos relata Jake tienen
mucho que ver con la vida real de Hemingway porque él
mismo fue un bebedor empedernido después de los desastres
mortales de la Segunda Guerra Mundial. Además representó
al individuo y a la sociedad en sus múltiples facetas de
hombres vencidos, borrachos, impotentes, soñadores y
revolucionarios. Estas facetas son la viva imagen de
10
Ernest Hemingway. Ob. Cit. Pág. 171.
46
Hemingway porque lo que él escribió fue basado en sus
experiencias personales y cuando no tenía ninguna no escribía
nada. Decía que no se puede sacar agua del pozo vacío por
muy profundo y oscuro que fuera. Por ejemplo, para aquel
verano de 1959, con la euforia y la ilusión de hacer la gran
obra de su heroica vida, cometió toda clase de excesos como
viajar de Norte a Sur y de Este a Oeste de España con las
botellas de vino al lado y las cajas bien provistas de whisky
escoses. Para entonces no le hacia falta nada, inclusive ni
dinero, ni mujeres. Solo necesitaba un paraíso en donde
mitigar la sed de OMNIPOTENCIA INMORTAL.
1.4.
LOS SANFERMINES.
Recordemos que Hemingway no fue a Pamplona en su
primer viaje a España. Su primera visita la hizo a Madrid , la
hermosa y gran capital ibérica, desde París porque quería ver
una corrida de toros. Su amigo Mike lo acompañó por tren
hasta Madrid. Allí llegaron al mediodía y la corrida empezó a
las cuatro y media de la tarde. No habían entradas y un
revendedor les consiguió dos a veinticinco pesetas cada una.
Con las entradas en los bolsillos él y su amigo se sentaron en
un café de la Puerta del Sol en donde esperaron con gran
emoción la primera corrida de sus arriesgadas vidas.
La plaza de toros estaba repleta de gente habían
múltiples avisos comerciales. La muchedumbre estaba
animada. Hemingway y su amigo yacían sentados en la
barrera para que luego sonaran los clarines y timbales y la
banda comenzó a tocar la música. Los toreros y sus cuadrillas
47
vestían trajes multicolores. Los tres toreros de la tarde eran
Gitanillo, Chicuelo y Villalta. Para Hemingway, Villalta fue
el mejor de los tres toreros y en su obra taurina FIESTA lo
inmortaliza con el nombre de Pedro Romero.
Mientras llegaba la hora del primer toro, Hemingway
y sus amigos consumían ginebra Gordon y comentaban las
peligrosas hazañas de los toreros. Cada quien escogía su
favorito. De repente hubo un silencio sepulcral puesto que la
puerta del toril se abrió y, la impresión que le causó la
magnánima feria a Hemingway fue la siguiente:
“Al momento, un toro sacó la cabeza, y arrojó
precipitadamente su voluminoso cuerpo, de una tonelada de
peso, de color blanco y negro, al ruedo corrió de repelón.
Como el sol parecía deslumbrante, se detuvo y se quedo
inmóvil, con los músculos de la cerviz abultados; la vista fija
en la plaza, y los pitones, blancos y negros y agudos como las
púas de un puerco espín, dirigidos hacia delante”.11
En Madrid nuestro héroe medio solitario y medio
acompañado, conoció que la corrida de toros está basada en la
muerte de seis reses en las tardes crueles y algunas veces el
torero, sobre todo notó que el diestro estaba arrimándose cada
vez más al peligro y que la fiesta de toros no es una comedia
sino más bien una tragedia, porque el torero actúa delante del
toro y requiere de una técnica tan fenomenal y perfecta como
el juego del billar para hacer los pases del capote. Luego, el
torero genial debe ser un artista completo y debe realiza r la
tragedia con técnica, nobleza y valor. En definitiva, el torero
11
Ernest Hemingway. Ob. Cit. Pág. 61.
48
genial debe ser un artista y tiene que realizar la tragedia de la
muerte con técnica, nobleza y valor.
Después de visitar a Madrid, Hemingway estuvo en la
fiesta de Los Sanfermines en Pamplona, esta vez acompañado
por su esposa Elizabeth Hadley. En la cuidad se celebran
todos los años durante la primera quincena de julio las
corridas de toros más peligrosas y divertidas del mundo. Por
ejemplo la gente baila, canta y consume licor durante las
veinticuatro horas del día. Las calles parecen un hormiguero
de parejas bailando y cantando el riau riau, antiguo baile vasco
y por la noche continúan el jolgorio al compás de la música de
bandas militares. Se puede decir que ningún carnaval es
comparable con la fiesta de los Sanfermines, excepto el
carnaval de Río de Janeiro en la vecina República de Brasil,
pero no podemos hacer comparación entre las dos épocas: la
de Hemingway por los años veinte y la de los carnavales de
Río en el siglo veintiuno.
Cuando Hemingway visitó a Pamplona y sus fiestas
habían unas veintemil personas alrededor de la plaza para
presenciar la explosión de cohetes, fuegos artificiales y la
entrada de los aficionados a la plaza corriendo delante de los
toros. Allí es costumbre abrir los corrales a las seis de la
mañana y soltar a los toros que han de ser lidiados por la
tarde; son conducidos por cabestros a través de la calle
principal al toril. El recorrido es de una milla y media y los
jóvenes se divierten muchisimo corriendo delante de los toros
otoñales. La fiesta viene celebrándose desde la histórica
audiencia que la reina Isabel dio a Cristóbal Colón en el
campamento de las afueras de Granada. También es
costumbre que hayan heridos y muertos en las ferias de
49
Pamplona porque los hombres allí aglomerados no pueden
defenderse en el ruedo y los toros bravíos atacan fieramente
hasta lograr su objetivo:
“Entre tanto, pueden causar heridas y la muerte a unas
treinta personas. A los aficionados se les permite luchar con
el animal, pero sin armas, es una oportunidad que Pamplona
les brinda durante las fiestas de San Fermín”.12
12
Ernest Hemingway. Ob. Cit. Pág. 69.
50
Las fiestas de Pamplona en honor de San Fermín -los
Sanfermines- son unas fiestas que combinan lo oficial con lo
popular, lo religioso con lo profano, lo local con lo foráneo,
lo viejo con lo nuevo, el orden con la subversión. Y todo ello
en una semana larga que va desde la explosión del 6 de julio
al mediodía hasta la nostalgia esperanzada de la medianoche
del 14.
51
Según la obra FIESTA, Robert Cohn, Lady Brett y
Jake Barnes se sienten felices mientras esperan el inicio de las
corridas de toros y por lo tanto consumen licor en abundancia.
Para el domingo seis de julio la diversión hizo explo sión
cuando un cohete se elevó y estalló sobre la plaza. Sonaron
los tambores y las gaitas mientras que la multitud vestía
blusas azules y pañuelos rojos anudados al cuello. Todo había
comenzado de verdad he iba a estar así día y noche, a lo largo
de una semana. Bebiendo, comiendo y bailando era para
nuestros protagonistas americanos la mejor rumba del
mundo.
En medio de la corrida lo peor que pasaba era la
muerte de los caballos, las heridas que produjeron los toros y
el peligro de muerte de los toreros. Para ellos resultaba muy
dolorosa la embestida y muerte de los caballos debido a que
por los años veinte, en España los picadores no llevaban
petos y los toros solían herir mortalmente a los caballos. Ese
detalle lo captó muy rápidamente Lady Brett quien vio al
toreo como un espectáculo deprimente. Para el propio
Hemingway, la muerte de los caballos nunca representó algo
hermoso de describir, al contrario, sufrió mucho por la trágica
suerte de ellos, sin poder hacer nada para salvarlos.
Como dijimos anteriormente, Pedro Romero resultó
ser el torero protagonista en FIESTA y de él se enamora Brett,
una chica con grandes deseos y muchos admiradores, entre
ellos Robert Cohn quien está dispuesto a pelear por el amor
medicinal de su dama. Al final Pedro Romero gana la
contienda y se la lleva:
52
“Cuando regresé, veinte minutos más tarde y miré en el café,
Brett y Pedro Romero se habían marchado. Las tazas de café
y las copas de coñac vacías seguían sobre la mesa”.13
En medio de los Sanfermines, un toro cogió a un
hombre y lo atravesó por la espalda y lo mató. Los
protagonistas de la novela se quejan por ser la corrida de
toros una diversión que causa muertes y que los aficionados
españoles lo toman como verdadera diversión y no como una
tragedia. El hombre está muerto y todo por culpa de asistir a
un maldito pasatiempo mañanero, sobre todo porque se
produce una explosión de júbilo cada vez que el toro cornea a
un aficionado.
La exitosa novela finaliza con Jake Barnes y Brett
enamorados. Lo único malo, o lo peor de todo, es que Jake,
enfermo psicológicamente, no puede hacer el amor, aunque
físicamente es potente, pero tiene problemas de erección
(como el comercial televisivo de Pele) pero no había sido en
realidad castrado.
13
Ernest Hemingway. Ob. Cit.. Pág. 218.
53
54
MUERTE EN LA TARDE
55
MUERTE EN LA TARDE, ese libro que permaneció
desconocido en Europa y en el mundo taurino durante más de
un cuarto de siglo, es fundamental para cualquier
acercamiento inteligente a Hemingway, a los toros y a
España.
La bárbara y bella lucha entre el matador y la bestia,
entre la inteligencia que lucha con arte para sobrevivir y la
naturaleza indomable del animal, no es solo cosa que excite y
conmueva, sino que es algo misterioso como la misma
muerte, y lo que parece un combate entre un hombre y un
bruto, se diría que puede experimentar milagrosamente una
transposición de tipo místico que abre las puertas al
sentimiento de inmortalidad que Hemingway siempre, y
apresuradamente persiguió.
Lo que no pudo hacer con la espada debió hacerlo con
la pluma, porque él estaba consciente de que una obra de arte
tiene que ser una corrida perfecta, y la corrida perfecta sucede
cuando se administra con éxito la muerte al toro. Si el
comienzo de la corrida tiene un colorido vistoso y fascinante,
el final tiene que ser definitivamente bello en su sencillez y su
altiva grandeza, como es exactamente la muerte del toro
cuando es limpia, impecable, fulminante y sublime, todo lo
demás es truco, trampa, comedia barata, circo, o una burla
total.
Para Hemingway, quien preside siempre la corrida es
la muerte, una muerte invisible, impalpable, presente,
transmisible y real. Precisamente lo que hace de la corrida
una tragedia más que un espectáculo, es que el ot ro puede
llevarse por delante al oficiante del rito, es decir, al matador.
56
Por eso es que el matador es su héroe, su favorito, su ídolo.
De todas maneras, no nos convence el hecho pecaminoso de
asesinar a los toros por el mero placer de hacer arte y
encontrar la gloria. Lo que es capital en Hemingway es la vida
perdurable y desea encontrar la eternidad en el arte taurino,
pero a los toros también les duele el espadazo efectivo y los
banderillazos sangrientos. Se diría que en la vida real de
nuestro hombre de letras angloparlante e hispano parlante
había un férreo vínculo a la supervivencia y un contraversial e
indeseable concepto de lo inevitable: La Muerte. Al contrario,
Arthur Schopenhauer, el gran filósofo pesimista alemán, si
está claro en ambos sentidos cuando en su obra EL AMOR,
LAS MUJERES Y LA MUERTE escribe:
“La vida es un mar de escollos y remolinos, que el hombre
solo evita a fuerza de prudencia y de cuidados, por más que
sabe que si consigue librarse de ellos con su habilidad y sus
esfuerzos, a medida que avanza, no puede, sin embargo,
retardar el grande, el total, el inevitable, el irremediable
naufragio, la muerte, que parece correr delante de él. Ese e
s el fin supremo de esta laboriosa navegación peor para el
hombre infinitamen te que todos los escollos de que se ha
librado”.14
Lo anteriormente expuesto nos induce a pensar que la
muerte es la grandisima puta odiosa para Hemingway, pero
que para Schopenhauer tiene un sentido lógico de ocurrencia
porque el hombre no vive más que en el presente, huye sin
14
Arthur Schopenhauer. El Amor, Las Mujeres y La Muerte. Editorial
E.D.A.F. Madrid, 1970. Pág. 107.
57
retroceso al pasado y se refugia en la muerte. Además, no
sabemos qué es la vida eterna, pero esta vida sí qué es una
broma bien pesada. Peor aun en el caso en que no tenemos un
rumbo espiritual bien definido con un dios patriarcal e
inconmensurable.
2.1.
LOS PERSONAJES.
Percibimos que MUERTE EN LA TARDE es el
resultado de la enorme experiencia del autor como espectador
en las corridas de toros. Además, el sentido de lo trágico que
confiere a la corrida la presencia de la muerte, da al arte de
matar toros su belleza fundamental. La obra también se puede
catalogar como un reportaje en el que las anécdotas y los
personajes están descritos con su reconocida maestría.
Los primeros capítulos están dedicados a describir los
horrores de las corridas de toros y, muy especialmente, a la
matanza de caballos. Dice Hemingway que él fue a España
porque es el único lugar en donde se puede ver las muertes
violentas después de las guerras. Creyó que el espectáculo no
le gustaría por lo bárbaro, cruel y trágico pero él quería acción
y logró entenderse con la muerte violenta nombrándola su
aliada.
58
Para Hemingway, los personajes en la obra Muerte en
la Tarde son seres vivientes de carne y hueso por lo que en su
literatura no cabe la fantasía de seres irreales. Los
protagonistas son los hermosos caballos, los toros mortíferos,
los atrevidos toreros y el bullicioso público. En cuanto a los
toros, dícese que son tan peligrosos, que se han visto en
España embistiendo a un automóvil, o negándose a retroceder
frente a los rieles de una locomotora. Citemos ahora la propia
opinión de Hemingway con respecto a la peligrosidad de los
toros:
“Un toro de lidia verdaderamente bravo no tiene miedo a
nada, y en algunas ciudades de España montan espectáculos
especiales y bárbaros, tales como un toro acometiendo
incansablemente a un elefante; otros toros han matado a
leones y a tigres, contra los que se lanzaban tan alegremente
como si fueran picadores”.15
15
Ernest Hemingway. Muerte en la Tarde. Editorial Planeta. Barcelona,
España, 1.977. Pág. 101.
59
El autor también nos deleita con un cuento real sacado
de un libro titulado TOROS CÉLEBRES. La historia nos dice
que un toro llamado hechicero en 1884, envió al hospital de
Cádiz a todos los picadores y a todos los toreros que tomaban
parte en la corrida, un mínimo de siete hombres, después de
haber matado a siete caballos. Eso significa que la corrida de
toros es una tragedia no solo para Hemingway sino para
muchas personas en el mundo entero.
Ahora, refiriéndonos a los toreros, es oportuno decir
que han habido muchos y extraordinarios, pero según el
propio Hemingway, el arte del toreo, está en decadencia
después de la muerte de Belmonte y Joselito, dos colosales
maestros del ruedo.
Belmonte a pesar que era enfermizo, tenía un cuerpo
de atleta, gracia de Gitano y un conocimiento de los toros
intuitivo como ningún otro torero. Por otro lado, Joselito era
fuerte y hacía la corrida de toros fácil. Vivía para los toros y
había sido formado y educado como modelo ideal de un gran
torero. Estos dos matadores, según Hemingway, representan
las máximas figuras de la tauromaquia de su época. Con ellos,
los toros conocieron una edad de oro que duró seis años, pero
se encaminaron hacia su destrucción con la muerte de Joselito
en la plaza, el 16 de Mayo de 1920.
Recordemos que este conjunto de informaciones son
producto de un dialogo entre Hemingway y una señora en la
obra MUERTE EN LA TARDE. Ese personaje, la vieja
señora, como el autor la llamó, es quien pregunta y el propio
Hemingway quien responde. Allí hace nuestro autor un alarde
60
inmenso de su genialidad para dejar fluir sus conocimientos
personales sobre el mundo taurino.
Para variar, la dama cuestiona a Hemingway sobre el
hecho de hablar y escribir tanto sobre las corridas de toros sin
ser torero, y él le responde:
“- Señora, he probado el oficio, en sus faces más sencillas,
pero sin éxito. Era demasiado viejo, demasiado pesado y
demasiado torpe cuando me puse. Y además, mi cuerpo está
tan mal conformado, es pesado en los lugares en que tiene
que ser ligero, y en la plaza solo lograba servir de blanco o
Punching Ball para los toros”.16
Claramente se nota que Ernest no estaba hecho para
los toros sino más bien para el oficio de las letras porque así
el puede despertar, no del sueño, sino de la realidad que ha
visto –las corridas de toros- y analizarlas detrás de las barreras
para hacer luego grandes obras literarias. Su genialidad es esa
precisamente, la de recoger con su mirada atenta, los más
mínimos detalles de las corridas para luego plasmarlas en la
literatura realista o más bien naturalista. Su obra sigue siendo
una de las más certeras insinuaciones de que a él le fascinaban
las corridas de toros, pero no como torero sino como escritor.
16
Ernest Hemingway. Ob. Cit. Pág. 156.
61
2.2.
LA TRAGEDIA GROTESCA.
La corrida de toros es una tragedia si se ve desde el
punto de vista hemingwayano y no desde el punto de vista
griego porque en la tragedia griega se vivía un sentimiento de
tristeza frente a la derrota. Al contrario, para los aficionados
taurinos de nuestros tiempos, la corrida despierta euforia y
diversión frente a la muerte del toro, y si el torero sufre
heridas o también le ocurre la muerte, entonces es porque
como todo ser humano, vive sometido a las vicisitudes del
peligro propias de la tauromaquia. En términos generales los
españoles son los mejores toreros del mundo porque no tienen
miedo, como los anglosajones en dar o administrar la muerte
todos los días o todos los domingos en las plazas de toros:
“No exageramos: En esa España que lleva más de
doscientos años reservando la tarde dominical para el culto
de la fiesta, las figuras del toreo no han faltado nunca”. 17
Tampoco es una farsa decir que Hemingway era
demasiado miedoso, pero al encontrarse en España se le
despertó la curiosidad por la fiesta brava que enseguida
catalogó como una supervivencia de la época del circo
romano, la cual no representa un deporte sino una tragedia. La
tragedia es la muerte del toro y consta de tres actos. El
primero es cuando el toro salvaje es llevado al picador, éste
le pone varas para defender al caballo, y se retira. El
segundo la fina colocación de banderillas, el tercero y último
es la muerte del toro que ejecuta el matador que está a cargo
17
Regaterin. A Paso de Banderillas. Editorial Tiempo Nuevo S.A. Caracas,
1975. Pág. 13.
62
del toro desde el principio. Lo demás es alegría y euforia si se
tiene éxito, pero habrán pitos, silbatos y abucheos si la lidia
ha resultado un rotundo fracaso.
En medio de todo, Hemingway está claro que la
corrida no es un deporte y es más bien un combate trágico de
igual a igual entre el toro y un hombre, en donde hay peligro
para el torero y muerte segura para el toro. Podríamos
agregar a esto que el animal se salva en muy raros casos,
especialmente cuando es indultado. El torero por su parte
debe respetar verdaderamente la querencia natural del toro
porque este cuando está allí contraataca con el cuerpo al ver la
espada y al estilo de un boxeador, responde a cada ataque con
un golpe.
La tragedia se presenta cuando, al no respetar el
terreno del toro, este ha sido capaz de matar muchos toreros o
causarles graves heridas. Les invito gustosamente a leer lo
que nos cuenta Hemingway con respecto al público y a la
tragedia de las corridas:
“Pagan por ver la tragedia del toro, no la del hombre.
Joselito no había recibido más de tres cornadas y había
matado mil quinientos cincuenta y siete toros; pero murió de
la cuarta ”.18
Pero, sencillamente Hemingway no debió preocuparse
demasiado por el problema de la muerte del torero porque la
vida del hombre es un perfecto combate y en todas partes
encontramos un adversario quien también lucha por su
supervivencia. Además, la vida es una guerra y hay que morir
18
Ernest Hemingway. Ob. Cit. Pág. 152.
63
con las armas en la mano. ¡Y qué casualidad!, Hemingway
murió con una escopeta en su mano. Forma trágica de darse la
muerte.
2.3.
EL ARTE DEL TOREO.
En FIESTA Hemingway ve a las corridas como una
forma de salir de la nada, de la desesperanza y del hastío. Al
contrario, en MUERTE EN LA TARDE, ya el escritor ha
asimilado la tauromaquia como el arte de lidiar y matar toros.
Es obvio que él tenía una clara sensibilidad para captar los
momentos más célebres de las corridas. Con esa desarrollada
sensibilidad logró entender por consiguiente que el toreo no
es un juego sino un arte. El torero impone su arte y el público
conocedor de las faenas, las celebran con aplausos
ensordecedores. Hemingway, como aficionado superior y
parte del público, supo apreciar y juzgar a los toros y a los
toreros, dándole el valor que corresponde a la bravura del toro
y a la capacidad artística del torero. Ambos, toro y torero se
funden en el momento más sublime de la corrida que es la
hora de matar para formar una verdadera obra de arte
inmortal.
De esa manera se dice que el toro es noble y que el
torero es un gran artista. Además, el autor ama al artista torero
y pretende también ser artista escribiendo las hazañas
taurinas. Con ello tanto el torero como el escritor buscan ser
inmortales porque la tendencia oscura y fatal es opuesta a la
ley instintiva de esa voluntad de vivir eternamente. Además
Hemingway nunca le gustó el arte del quietismo sino más
64
bien quiso acción y en las corridas encontró un arte fascinante
para salir de la gran angustia que jodidamente lo mantenía
entre la espada y la pared. Por eso el no escribió comedias
sino tragedias, haciendo caso a su agitada vida de hombre de
acción en búsqueda de la obra de arte para el logro de la
inmortalidad. Así lo afirma en una entrevista con el periodista
norteamericano George Plimpton quien le pregunta sobre la
función de su arte, y Hemingway le responde:
“...y el escritor trata de que eso esté vivo también y si
consigue hacerlo suficientemente bien, eso que ha hecho es
inmortal”.19
Matar con limpieza y de manera que proporcione placer
estético y orgullo ha sido fundamental en la raza humana
salvaje. Pero no se mata a un hombre, se mata a un animal
que se defiende y que también puede dar la muerte. Si hay,
entonces, emoción y limpieza en el hecho de aplicar la muerte
y, además hay gloria, la corrida será una obra de arte y el
artista es quien torea. Pero es el orgullo el que hace la corrida
de toros sensacional y es la verdadera forma de matar la que
hace al gran matador un ídolo inmortal. Caso de Palomo
Linares, El Niño de la Capea, Bernardo Valencia y Morenito
de Maracay.
El torero, pues ese artista que juega con la muerte, es
para Hemingway el único héroe posible, y se convierte no
solo en su ídolo sino en símbolo clave de su arte.
19
Ernest Hemingway. En Otro País. Alonso Ediciones. Madrid, 1980. Pág.
55.
65
2.4
LA INFLUENCIA DE GOYA EN HEMINGWAY.
Otra afición que desarrolló en París de los años veinte
del siglo pasado, fue el amor a la pintura, ya que visitó
constantemente los museos más importantes de la capital
francesa y sintió gran admiración por maestros como
Cézanne, Braque, Juan Gris, Joan Miró, pero sobre todo por
Cézanne hasta el punto de tratar de lograr en literatura lo que
Cézanne había logrado en pintura. En la gran España, la
admiración y la devoción por Goya extinguirá como estrella
fugaz prácticamente todas las demás emociones suntuosas del
placer estético. Hemingway es el hombre que busca
notoriedad y, como citamos anteriormente en la entrevista con
George Plimpton, tenía sed de inmortalidad porque no lo
detuvo ni el dolor, ni la miseria de la vida, ni mucho menos el
miedo que fue su compañero eterno. He aquí la pasión que
viven los escritores, y que vivió Hemingway por su afán de
poder y gloria (power and glory) según el escritor venezolano
Rafael Cadenas en su obra REALIDAD Y LITERATURA:
“El ser humano atenazado por sus propios productos: odio,
afán de notoriedad, deseo de poder, todo para moverse
y para sentirse y para compensar su poca importancia en el
cuadro de las cosas; el ser humano consciente del desastre
que ha creado y sigue creando, pero como imposibilitado para
detenerse”.20
Si sabemos que Ernest Hemingway es uno de los
escritores que tuvo mayor atracción por la pintura, luego no es
20
Rafael Cadenas. Realidad y Literatura. Editorial Equinoccio. Caracas.
1979. Pág. 10.
66
una grandiosa equivocación decir que Hemingway y Goya
son como dos hermanos que se juntan en búsqueda de un solo
objetivo: la inmortalidad. El uno en el campo de la literatura,
y el otro en la pintura. Es obvio que el encuentro con Goya en
1923, tuvo que ser el comienzo de una especie de simbiosis
entre la obra literaria hemingwayana y la obra de arte
goyesca.
Tuvo Ernest predilección y admiración por muchos
pintores como Tintoretto, el Bosco, Mantengna, Velázquez,
Cézanne, Miró y Picasso, pero con Goya se sintió más
compro metido; entonces, ¿de qué tamaño y significación fue
tal compromiso?. Enseguida la muy polifacética respuesta:
quiso él poner en palabras como Goya lo hizo en pintura, todo
lo visto, sentido, palpado, saboreado, bebido, montado,
sufrido, vomitado, jodido, sospechado, observado, amado,
odiado, deseado, temido, detestado, admirado, aborrecido,
destruido.
La pintura amarga y desnuda de Goya, muy
especialmente las series de Los Desastres de la Guerra y La
Tauromaquia, fueron para Hemingway un arrebato de
captación para su alma de artista ya que en Goya va a
encontrar justamente la formula personal incluso de su técnica
literaria, ese esfuerzo por reducir la realidad a un esquema
conciso de palabras sencillas, exactas y adecuadas. Para él,
construir una escena literaria, era una operación semejante a
la de pintar un cuadro, utilizando palabras como si fueran
pinceladas. Todas ellas creíbles.
También aprenderá de Goya a extraer de la realidad
esa transparencia de luces y sombras que serán, a medida que
67
avance en su proceso narrativo, un método emocional y
técnico a la vez, romántico y clásico, para hacer de su violenta
literatura autentica pintura. Pero hay algo más importante que
los meros brochazos o pinceladas. Existe un consenso entre
ambos artistas - más bien una coincidencia – y es que el
problema de la vida o de la muerte resulta un espectáculo
trágico. Es ese sentimiento de la vida y de la muerte el que
Hemingway buscaba desglosar en su obra taurina MUERTE
EN LA TARDE. Su temperamento atormentado, su real
situación espiritual cuando va a España, su crucial obsesión
por la muerte y sobre todo por la muerte violenta, le hacen
propicio para recibir el impacto del pueblo español, un pueblo
que sabe que lo único cierto de cada uno de nosotros o
vosotros es la muerte:
“Goya, además, fija una posición ante la muerte, eso que
buscaba el joven Hemingway: una posición que, por vital,
por existencial, por taurina, diríamos, es eminentemente
española”.21
Con todo, hay en MUERTE EN LA TARDE una buena
dosis de información sólida sobre el arte del toreo y el toro es
seleccionado como víctima porque es grande y fuerte y
dotado de libertad como todo aquello de máxima importancia
que Dios creó, y el torero es el artista que, con sus poéticas
verónicas y afeminados pases, da a la corrida esa sensación de
gloria que cada hombre desea encontrar en la plenitud o
cumbre de sus facultades terrenales.
21
José Luis Castillo-Puche. Ob Cit. Pág. 60.
68
EL VERANO PELIGROSO
69
Hemingway se había comprometido a escribir un largo
relato sobre los toros para la revista LIFE, y España era el
país preferido para hacerlo. Este artículo tendría por nombre
The Dangerous Summer (El Verano Peligroso). Tuvo que
llevárselo a Cuba para terminarlo aún con el miedo de ser
expulsado y obligado a salir de la isla. La obra sobrepasó las
cien mil palabras y Hemingway no sabía como recortarlas.
Además, sentía que tenía ganas de regresar a España para
seguir viendo corridas y buscar el dinero que necesitaba
aunque su renta era aproximadamente de 100.000 dólares
anuales. Su lucha interior se hacia más insoportable y
Hemingway estaba enfermo psicológicamente hasta el punto
de que alguien tuvo que persuadirlo para que visitara a un
psiquiatra. Este le recomendó abstenerse del alcohol de
inmediato pero él no hizo caso y luego las cosas marcharon de
mal en peor.
Es como si con EL VERANO PELIGROSO, lo último
que Hemingway escribió de inmortal valoración, se cerrara el
ciclo prodigioso de toda su obra que va desde FIESTA hasta
el propio VERANO PELIGROSO, magno reportaje sobre la
fiesta taurina. EL VERANO PELIGROSO es para Ernest, su
gran homenaje a su amada España. Obra en que no solo metió
a la fiesta nacional sino a España entera. Allí encontramos sus
paisajes, sus montañas, sus gentes, sus misterios, su pasión
por la vida, y su culto a la muerte. Todo está allí inmiscuido
en el círculo taurino para hacer la gran tragedia de su vida
que apresuró, sin duda alguna, el final de su existencia por
depresión y locura.
70
3.1. “EL MANO A MANO” AMBICIOSO Y
MORIBUNDO
Hemingway regresó a España en aquel largo y
hermoso verano de 1959 cuando ya comenzaba a sufrir los
síntomas que acabarían destruyéndolo irremediablemente.
Sentía desconfianza en los demás y en sí mismo. Pero aquel
hombre vigoroso, una especie de leyenda viva que el mismo
construyó, reencontró los escenarios de su juventud: los toros,
los toreros, el público, las cantinas y las prostitutas, por
supuesto. Es más, se encontró con la buena suerte de que no
había mucha competencia entre los mismos toreros españoles.
Podemos afirmar que con gran suerte llegó a la tierra
quijotesca, cuando dos jóvenes, apuestos y carismáticos
matadores, cuñados además, se enfrentaban en un prolongado
y temerario “mano a mano”. Ello solo era una excepción a la
regla. El “mano a mano” los conduciría, junto con sus
seguidores, por las más famosas plazas de España. Se trataba
de Luis Miguel Dominguín, de treinta y tres años y, por lo
general el más artista, y Antonio Ordóñez de veintisiete, el
gran torero hijo de Cayetano Ordóñez.
71
Luis Miguel Dominguín
Lo que Hemingway deseaba apasionadamente era la
rivalidad entre los dos famosos toreros que por pura lógica, al
arriesgar más, tenían peligro de muerte y así convertir su obra
taurina que iba a escribir, EL VERANO PELIGROSO, en un
Best Seller de la literatura norteamericana. Además
Hemingway no creía en el toreo sin rivalidades descomunales:
“Sin rivalidades el toreo no vale la pena. Pero entre dos
toreros muy buenos la rivalidad llega a ser mortal”.22
22
Ernest Hemingway. Ob.Cit. Pág. 328.
72
El enfrentamiento prácticamente convenido entre los
dos diestros españoles, se convirtió en la mente alucinada de
Ernest en una especie de duelo fatal, algo trágico que podía
terminar con la muerte de uno de los toreros, o quizás con la
muerte de los dos. Él mismo se vio convertido en el cronista
de tan grande y única ocasión. Es de hacer notar que EL
VERANO PELIGROSO fue primero un reportaje hecho por
Hemingway y que luego pasó a ser su gran novela de toros. El
reportaje publicado por la revista LIFE en septiembre de
1960, llevaba por titulo El Verano Sangriento.
Para el amante de los relatos taurinos, la descripción
que hace Hemingway de la histórica corrida de Málaga del
14 de Agosto de 1959 en el capítulo XI, es uno de los
resúmenes más evocativos y sustanciosos de cuantos se han
escrito. Aquella tarde los dos cuñados lidiaron un grupo
excepcional de reses de Domecq y adivinen lo que pasó:
“Las noticias nos habían precedido por radio o telegrama;
diez orejas, cuatro rabos, dos patas. Pero esto no significaba
nada. Lo importante era que los dos cuñados habían lidiado
una corrida casi perfecta”.23
Nunca se había visto una actuación semejante en una
plaza de categoría máxima y el nombre de Hemingway,
publicado en LIFE junto con la crónica del enfrentamiento,
haría a los dos toreros universalmente famosos. Para
Hemingway además de la fama, había enfrente una cuantiosa
oferta en dólares de la revista LIFE la cual estaba por el orden
23
Ernest Hemingway. El Verano Peligroso. Editorial Planeta. Barcelona,
España, 1986. Pág. 172.
73
de los diez mil por cuatro mil palabras, como número limite
para el reportaje taurino .
La tragedia que no se ha realizado en el ruedo se
produce ahora sobre las cuartillas. Hemingway quiere meterlo
todo en el gran reportaje. Las palabras se suman, se
aglomeran, los folios crecen, ante la desesperación inoportuna
de Hemingway quien es incapaz de reducir el trabajo a las
cuatro mil palabras del contrato. La revista acepta por fin el
texto y paga noventa mil dólares más. Al mismo tiempo
Scribners quiere publicar también el libro pero el autor no lo
autoriza porque notó que todo había sido un engaño, e incluso
la viuda Mary, la última de las cuatro esposas de Hemingway,
tampoco quiso autorizarlo hasta el año 1985 cuando ya habían
pasado veinticuatro años de la muerte de nuestro héroe
americano.
Al darse cuenta de que había sido engañado y que tal
desafío a muerte entre los dos toreros no había existido más
que en su imaginación, se sintió lleno de remordimientos y
cayó en un estado de locura, irritación, ensimismamiento, y
sobre todo, en manía persecutoria la cual lo condujo a la
Clínica Mayo de Minesota para tratamiento por esquizofrenia
declarada.
La inventada rivalidad entre los dos toreros
mundialmente famosos, se desvaneció y en el desafío
quedaban solamente fotos que acababan por irritar a un Ernest
envejecido y desencantado. Pero quedaba también la prosa
enardecida, limpia, y poderosa de uno de los escritores más
grandes del siglo veinte quien por depresión y vejez temblaba
y titubeaba por el desengaño sepulcral.
74
Para colmo de males, EL VERANO PELIGROSO, ese
documento último, que él quería que fuese un canto supremo
a España y a la fiesta brava, había terminado por incomodarle
con el pueblo español, al que tanto amaba, ya que en ese
texto un extranjero se había atrevido a decir que Manolete, el
gran ídolo de todos los españoles, había utilizado “trucos
baratos” porque le gustaban al público. Como consecuencia
de esa afirmación, ni los cronistas taurinos, ni los
aficionados, ni el público en general, pudieron perdonarle
tremenda intromisión en un tema que tantos españoles tienen
por sagrado. Todo lo que Hemingway quería era dejar el
nombre de Antonio Ordóñez en el lugar más alto de la
tauromaquia del siglo veinte, pero EL VERANO
PELIGROSO solo sirvió para destruir su prestigio en España
y convertir su ya famoso nombre en algo turbio e inaceptable
para los españoles conocedores en abundancia del arte
taurino.
3.2.
LOS TRUCOS TAURINOS.
Hemingway hablaba de la decadencia de las corridas
de toros sobre todo por los trucos o abusos que se cometieron
durante los años del dominio de Manolete e incluso después.
Ocurría que se les recortaban los cuernos a los toros, luego se
afeitaban y limaban de modo que pareciesen normales. Esos
trucos se hacían para proteger a los toreros más famosos de la
época. Hemingway odiaba y repudiaba esos trucos malditos
porque:
75
“Al reducirse el tamaño de las astas, el toro pierde su
sentido de las distancias y el matador corre menos peligro
de que le cojan”.24
Y es que, el toro “afeitado” no solo es menos peligroso
sino que resulta más fácil de lidiar y matar que uno con sus
cuernos originales e intactos.
También Hemingway criticaba a Luis Miguel cuando
en una feria del puerto de Santa María salió airoso con los dos
toros que le tocaron pero a base de realizar toda clase de
trucos, incluyendo el de besarle la cara a uno de ellos. En
Algeciras también toreó truculentamente a los animales de
Pablo Romero que le correspondió. Luis Miguel hipnotizó al
toro con el lento vaivén y, luego, se arrodilló dentro de su
ángulo de visión y, arrojando la espada y la muleta, le volvió
la espalda, y ¡ole!.
Por su parte, Antonio Ordóñez como era el matador
favorito de Hemingway, prácticamente no se le ve torear con
trucos sino con la grandiosidad de su arte. Fue así como toreó
durante todo el verano que enfrentó no solo la rivalidad de las
reses de lidia sino las incisivas respuestas de Luis Miguel
Dominguín quien se arraigaba y luchaba por ser el mejor
torero hispánico y del mundo durante los años cincuenta. Al
joven Antonio, Hemingway lo protege con su arte literario y
a su obra taurina le llama “poema”, “poesía” o “perfección”:
24
Ernest Hemingway. Ob. Cit. Pág. 34.
76
“Antonio tomó con la capa a su primer toro igual que si
fuera a inventar la lidia y desde el primer instante se vio
que iba a ser perfecto. Fue así como toreó durante todo el
verano. Aquel día en Málaga se superó así mismo y todos
sus movimientos ante la masa agresiva y violenta de la res
semejaban poesía. Con la muleta parecía esculpir sus pases y
toda su acción fue un verdadero poema. Mató en el primer
intento y el punto en que clavó el acero estaba solo a pulgada
y media del lugar adecuado. Le dieron las dos orejas y el
público pedía también el rabo”.25
Antonio Ordóñez
25
Ernest Hemingway. Ob. Cit. Pág. 165 y 166.
77
Actualmente sabemos que el interés nacional español
está por encima del arte puro y entonces prevalece la feria con
todos sus elementos positivos y negativos. Los toreros, por su
parte están plenamente conscientes de su responsabilidad ante
la economía general y tratan de divertir a los públicos con el
mínimo de riesgo, sobre todo porque no se puede poner frente
a un toro sumamente peligroso a un diestro que durante la
temporada haga circular millones y millones en moneda local
y divisas extranjeras. Por lo tanto, hoy la fiesta es muy
diferente de la época en que vivió Hemingway y en España
tiene categoría de servicio de interés nacional. Preservar la
vida del torero es hoy día un trabajo laborioso de las
organizaciones feriales no sea que el toro mate a su rival tal y
como ocurrió con el infortunado Francisco Rivera,
“Paquirre”.
3.3.
LAS HERIDAS PELIGROSAS.
Con todo y que Antonio Ordóñez ganó el “mano a
mano” a Luis Miguel, el verano fue realmente peligroso
porque de ambos toreros broto la sangre ibérica por las
heridas de los cuernos de los toros mientras Hemingway
solo se preocupaba por hacer el libro inmortal de su vida.
Aunque en realidad sufría por ambos “matadores”, estaba del
lado de Antonio Ordóñez. Quería verlo triunfar pero
corriendo las consecuencias de una posible muerte en el
ruedo. Creía Hemingway que si Antonio se esforzaba más en
torear mejor Luis Miguel, en el intento de superarle, le
mataría el toro o podría recibir una herida peligrosa. Pero
visualicemos la espectacular tragedia que le sucedió a
78
Antonio con el segundo toro de la corrida de Aranjuez
cuando el toro lo corneó:
“La sangre manaba abundantemente, y Ordóñez apoyó el
trasero en las rojas planchas de la barrera igual que si
pretendiese cortar la hemorragia”.26
Por su parte Luis Miguel tenía el orgullo del diablo y
un gran sentido de superioridad. Ambos estaban hechos para
hacer la tragedia que llevaría por titulo EL VERANO
PELIGROSO y solo fue peligroso para los dos toreros, ya que
al fin y al cabo, recibieron múltiples cornadas sangrientas. He
aquí lo que le pasó a Luis Migue l con el último toro de una
corrida dominical en Valencia:
“El matador saltó en el aire y el otro pitón del animal le
cogió por el horcazo y le lanzó de espaldas. Antonio corrió
con la capa para apartar al toro, pero este, antes de que
nadie pudiese intervenir dio tres cornadas a Luis Miguel
que yacía de espaldas en la arena y vi claramente como el
pitón derecho se le clavaba en la ingle”.27
En el quinto toro del “mano a mano” en Málaga,
también Luis Miguel salió ileso cuando el animal le lanzó
unos dos metros por el aire y cayó de cabeza, con los brazos
abiertos y sin el estoque y la muleta. Entre tanto el arte de
Antonio iba in crescendo y deseaba actuar en la plaza de Bilbao,
26
Ernest Hemingway. Ob. Cit. Pág. 86.
27
Ernest Hemingway. Ob.Cit. Pág. 156.
79
la plaza más difícil de España, donde los toros son más
grandes y más peligrosos.
No se preocupaba si su concuñado Luis Miguel
también fuese a la corrida; lo que sabía era que iban a tener
una corrida llena de peligros. Allí mismo en Bilbao Luis
Miguel vuelve a ser herido por el toro como si solo él tuviese
la culpa de estar matándolos y como si su decadencia en el
arte taurino la tuviese pagando con cornadas infernales. Así
fue como el toro, sin prestar atención al engaño hundió el
cuerno en el muslo del diestro y lo lanzó con fuerza contra el
caballo. Cuando cayó, la res le corneó un par de veces en el
suelo representando esta caída prácticamente el ocaso del
famoso torero. Luis Miguel Dominguín tenía el semblante
obscuro cuando se lo llevaban, se mordía los labios y oprimía
el bajo vientre con las manos. La herida era peligrosa y
parecía mortal. La cornada había penetrado por la cicatriz de
la herida recibida en Valencia la cual no estaba totalmente
curada, volvió a abrirla y luego siguió su dirección hasta el
abdomen. Sufría como nunca antes y ya, por lo tanto era
torero acabado.
Por su parte Antonio iba de triunfo en triunfo y hasta
mató al toro que hirió a Luis Miguel. Estaba en su plenitud de
condiciones y podía matar “recibiendo” que es, según el propio
Ernest, la formula más artística y peligrosa de liquidar a un
toro. Se logra cuando el torero espera inmóvil al toro y
cuando este se encuentra lo más próximo posible se le clava el
estoque en el sitio correspondiente de manera que no haya
ventaja ni para el toro ni para el torero pues si el torero falla
puede ser mo rtal la herida recibida por los cuernos del toro.
80
Antonio mató “recibiendo” el último toro de ese verano
peligroso y su triunfo fue descomunal:
“Ordóñez no había movido los pies y cuando tocó su negra
piel y los cuernos le pasaron ante el pecho, la res estaba
muerta. Pero aun lo ignoraba y contempló a Antonio que,
de pie ante ella, alzaba la mano, no como señal de triunfo
sino de despedida”.28
“Papa” Hemingway, después de haber escrito su gran
reportaje taurino, se dio cuenta de que había sido injusto sobre
todo con Luis Miguel y que la tragedia que debía haber
ocurrido en el ruedo no había estado más que en su
imaginación, por lo tanto estaba defraudado consigo mismo y
prometió nunca más iniciar amistad con torero estelar alguno.
3.4.
LOS TROFEOS TAURINOS.
La corrida que inicio el “mano a mano” entre Luis
Miguel y Antonio Ordóñez se celebró en Zaragoza. Allí había
todo tipo de personalidades como toreros, ganaderos,
empresarios, políticos y autoridades civiles y militares. Hacía
calor y los dos cuñados se enfrentaban por primera vez en un
duelo a muerte.
28
Ernest Hemingway. Ob.Cit. Pág. 201. A Hemingway sus familiares y
amigos cariñosamente lo llamaban “papa” o papá Hemingway en sus años
maduros de los cincuenta y sesenta.
81
A continuación el resumen de trofeos de siete de las
más importantes corridas en que Luis Miguel y Antonio
Ordóñez se enfrentaron:
VERANO DE 1959
TOREROS: LUÍS MIGUEL DOMINGUÍN
CIUDADES
ANTONIO ORDÓÑEZ
TROFEOS
ZARAGOZA
Vuelta al ruedo y dos
orejas
Tres orejas y el rabo.
ALICANTE
Cero trofeos
Tres orejas y el rabo.
Dos orejas y el rabo.
Lidió al son de la música y lo
sacaron en hombros
Cero trofeos.
Dos orejas.
PAMPLONA
Una oreja.
Cero trofeos.
VALENCIA
Música, dos vueltas al
ruedo dos orejas y recibió
tres cornadas.
Ovación, cuatro orejas y
vuelta al ruedo.
Cuatro orejas, dos rabos
y una pata. Vuelta al
ruedo y le cogió un toro.
Seis orejas, dos rabos y una
pata. Vuelta al ruedo.
Triunfo apoteósico.
BARCELONA
BURGOS
MÁLAGA
Como podemos apreciar a simple vista, el resumen
sobre las corridas españolas nos da un balance a favor de
Antonio Ordóñez quien era el torero favorito de Hemingway
y, quien además, era el diestro que estaba en plenitud de
82
facultades mientras que Luis Miguel se había retirado y vuelto
al ruedo para demostrar que él era aun, el dueño de la fiesta
brava. Pero en definitiva, Hemingway viajó con Ordóñez por
toda España cuando a éste nadie lo consideraba como un buen
torero y fue acerca de su grandeza y genialidad que escribió
EL VERANO PELIGROSO.
83
84
EL EXISTENCIALISMO
HEMINGWAYANO
85
En España Hemingway no se sentía como un
extranjero y su vida tenía que ver mucho con ese país ibérico
que tanto amó. En su obra novelística por excelencia POR
QUIÉN DOBLAN LAS CAMPANAS se atreve a decir por
boca de Roberto Jordán que: “El que yo sea extranjero no es
culpa mía. Hubiera preferido nacer aquí”. Como por una
necesidad de su naturaleza, se había ido apropiando,
identificando, posesionando de unas vivencias personales
nutridas de acontecimientos esenciales de la historia española.
Expresiones de coraje, de rabia, de fracaso, de placer,
también propias de la lengua castellana, fueron para él
fascinación y contagio, de tal modo que su existencia
personal, su humana y vital existencia, llegó a ser
inconcebible sin España , y sus fiestas patronales.
Su admiración por Goya también fue de carácter
existencial porque Goya es sobre todo una reflexión dura pero
muy conmovedora, sobre la existencia del hombre, ante sí
mismo y ante la historia, y era esa la actitud de un
Hemingway aniquilado por la guerra, la crisis, el desamparo,
y la inseguridad de la postguerra europea. Goya, además, fija
una posición ante la muerte eso que buscaba el joven
apasionado Hemingway: una posición que por vital, por
existencial, por taurina, diríamos, es eminentemente española.
Vivir la vida en tensión, crispados ambos en el terror y
el miedo, volcados al espectáculo de la guerra y de la corrida,
sumidos en la contradicción existencial, la pluma de Ernest va
a seguir la dirección desgarrada y sarcástica de Goya,
haciendo del cuadro confrontación de almas, convirtiendo el
relato en crisis denunciadora, sumidos paralelamente el pintor
y el escritor en el drama de la sangre. Pero el hombre es
86
plenamente responsable de lo que es y ese es el primer paso
de su existencia. El existencialista suele declarar que el
hombre es angustia y así opino yo con respecto a mi mismo y
a los demás. Y nadie se angustie más por los demás que yo
mismo en mis angustias. Eso significa que se compromete y
se da cuenta de que es no solo el que elige ser, sino también
un legislador, que elige al mismo tiempo que a sí mismo a la
humanidad entera y sus problemas:
“Ciertamente hay muchos que no están angustiados; pero
nosotros pretendemos que se en mascaran su propia
angustia”.29
Aun cuando la angustia se enmascara esta aparece y
Ernest nunca enmascaró la suya sino que, al contrario, su vida
fue una eterna angustia. Justamente todo el peregrinaje de
nuestro escritor por las más trepidantes aventuras y en
primera fila de los peligros físicos, no fueron más que un
calvario de constante huir y a la vez buscar la muerte, la
misma que le acechaba desde el lamentable suicidio de su
padre Clarence Hemingway. De esa agónica lucha de tipo
existencial que mueve al hombre hacia la búsqueda de la
liberación personal o hacia la destrucción. Es decir, Ernest
como un existencialista en banca rota, iba a concluir
aniquilando la máquina de pensar y de sentir, que era también
la máquina de vivir soñando en gigantes obras maestras de
literatura.
29
Jean Paul Sartre. El Existencialismo es un Humanismo. Editorial
suramericana, S.A. Buenos Aires, Argentina. 1978. Pág. 21.
87
4.1.
LA INMORTALIDAD DEL ARTISTA.
El hombre está continuamente fuera de sí mismo. Está
persiguiendo siempre fines trascendentales porque quiere, en
la mayoría de los casos ser inmortal. Pocos seres humanos
como Hemingway han sentido el afán de conquistarse una
victoria contra la muerte, y al corrida de toros tiene en su
parte más emotiva – la de la muerte del animal - un
sentimiento de inmortalidad cuando la faena ha sido
esplendorosamente bien realizada hasta el punto de
comparársele con una gran obra de arte. En efecto, ese
sentimiento de inmortalidad que, según Ernest, se comunica al
público, no es más que el triunfo sobre la muerte, la
“grandisima puta muerte” como el violentamente la llamara.
También queremos resaltar oportunamente que en el
combate entre un hombre joven y apuesto y un animal salvaje
se puede experimentar milagrosamente una transfiguración de
tipo misteriosa la cual abre las puertas al sentimiento de
inmortalidad:
“En virtud de ese poder catártico es comprensible que
Ernesto dijera que salía de las plazas cuando la corrida
había sido estupenda mucho más bueno para consigo mismo y
para los demás y, sobre todo mucho más en forma para
escribir literatura de la que no muere fácilmente”. 30
30
Ernest Hemingway. Ob. Cit. Pág. 78.
88
Es el eterno problema del periodista Hemingway quien
está hecho pedazos en su moral, molido psicológicamente y
trágicamente predestinado para el suicidio. Todo ello por
tener los cojones bien puestos en el grandioso empeño de que
su obra de arte sea pura eterna para alcanzar así la paz que le
pudiese dar la tan anhelada inmortalidad.
En el capítulo XVIII de MUERTE EN LA TARDE
también Hemingway nos aclara que “la esencia, la seducción
emotiva de la corrida estriba en el sentimiento de
inmortalidad que el torero experimenta en medio de una gran
faena y que comunica a los espectado res”. Aunque él no había
podido nunca con la espada iría al menos con la pluma porque
una obra de arte tiene que ser una corrida perfecta. Todo tiene
que estar a punto y no durar ni más ni menos que una corrida
ideal, de esas que se ven tan pocas veces en la vida. Si el
comienzo es brusco el final tiene que ser definitivamente
bello en su sencillez y grandeza, como es exactamente la
muerte del toro cuando es una muerte fulminante y sin trucos
perversos.
4.2. LA DECEPCIÓN POR LA MUERTE DE SU
PADRE.
El papá de Hemingway, el doctor Clarence, sufriendo
de profunda depresión, se quitaba la vida cuando nuestro
héroe escribía su segunda novela ADIOS A LAS ARMAS.
Fue para Ernest una amarga decepción ya que consideró que
era una ácida cobardía cometida por parte de su padre al que
amaba más que a ninguna otra persona de su familia. A partir
89
de este evento, el suicidio será una obsesión, no solo en su
vida perdida sino en su obra literaria cada vez más fecunda.
Es en España donde busca el recuerdo del pasado para
seguir viviendo, pero su espíritu y su cuerpo están enfermos;
sufre de crisis nerviosas, de manía persecutoria, cirrosis y
hasta cáncer en la piel. Sin embargo se aferra a España y
continúa ingiriendo licor en exceso, el cual ya lo tenía
prohibido por los médicos. Su delirio de persecución le hace
ver agentes de policía por todas partes e intenta lanzarse por
la puerta de un avión en pleno vuelo. La azafata lo impide a
tiempo y así queda frustrado su primer intento de suicidio
esquizofrénico.
Cuando se perdió la Guerra Civil Española también
Hemingway la perdió porque estaba a favor de la causa
republicana y en contra de Franco. Y cuando todo estuvo
consumado, sufrió la mayor de las decepciones, unos de los
grandes disgustos de su vida, y desengañado y deprimido
como un exiliado más, se refugia en La Habana donde
comienza a escribir sus experiencias personales sobre los
horrores de la guerra civil española, dando como resultado esa
novela que quiere ser un canto a España y una advertencia al
mundo sobre los peligros del fascismo.
90
En España había que verlo sufrir, dudar, preguntar y
callar después de todo siempre estaba irritado, malhumorado
e histérico. Llevaba encima la gran decepción, el gran
descontento de sí mismo. El toro su tema inicial y póstumo lo
había devorado y destruido. Cuando salió de Madrid, ese
otoñal año de 1960, era un hombre destruido, vencido y
asustado. Había sido como el toro, burlado con un trapo rojo y
no le quedaba ni siquiera contra quien envestir excepto contra
sí mismo:
“El Hemingway del último viaje a España era un hombre
envejecido que sentía miedo, soledad, tedio, desconfianza,
insomnio, remordimiento, culpa. Las corridas de toros le
escribió en una carta a Mary – ya no era más que “un
negocio corrompido y sin importa ncia”.31
31
Eric Nepomuceno. Hemingway: Madrid No Era Una Fiesta. Editorial
Altalena. Madrid, 1978. Pág. 131.
91
Ernest Miller Hemingway, el gran amigo de los
españoles y cubanos, fue en cierta forma, el último de los
caballeros medievales, el último de los guerreros, pues llegó a
tener la absoluta certeza de que comprendía la pena y el dolor
ajeno y suyo; y la tristeza en todas sus formas sepulcrales. No
acepta la derrota, aceptaba la muerte pero no natural, la acepta
trágica.
4.3.
LA MUERTE DE UN HÉROE.
Ernest Hemingway quiso pasar la vida – y de hecho la
pasó – queriendo demostrarse, y demostrándonos, que la
muerte es un accidente porque uno puede perder la vida de
cualquier manera y en cualquier parte. Tan poseído estaba de
esa idea que hasta los amores fortuitos, los matrimonios
esplendorosos, y sus putas alegres, en cierto modo no fueron
más que accidentes pasajeros. Además, cuando a Ernest le
llegó “el accidente” del suicidio – una manera de sellar todos
los accidentes juntos – estaba destilando el transparente
semen para el capricho romántico de un nuevo amor. Sin
embargo, su cuarta esposa, M ary Welsh, supo darle a entender
que lo que ganaría sería un nuevo accidente en su ya
traginado trauma emocional. Por lo tanto, evitó por todos los
medios un nuevo matrimonio con la última chica que él amó:
la joven y hermosa italiana Adriana Ivancich de diecinueve
años primaverales.
En pocas palabras muy fieles a la realidad, Ernest
Hemingway fue un ser con existencia agónica, que quería
seguir muriendo en los brazos de otra nueva mujer. Tenía un
92
vacío alucinante que nadie lo podía llenar y aunque por fuera
viviera entre brindis, amigos y mujeres, por dentro llevaba las
entrañas y la psique demolidas por la sangre por él derramada
y por la humanidad a causa de las malditas guerras. El
contacto con la sangre va a ser algo más que un símbolo
goyesco de la muerte. La sangre será brutal, alegórica,
realidad para un espíritu obsesionado desde muy niño no solo
con la idea sino con la presencia perturbadora y traumática de
la “pelona” como el algunas veces la llamaba irónicamente.
Será preciso recordar lo que le ocurrió en Fossalta en
el frente italiano durante la Primera Guerra Mundial:
“Mientras las bombas hacían pedazos las trincheras, él
permanecía tendido, sudoroso, rezando” ¡oh, Jesucristo,
sácame de aquí!, sálvame, querido Jesús, te lo ruego,
¡Cristo!, ¡si me salvas de la muerte te voy a dar todo lo que
me digas!”. Estos gritos angustiosos son pruebas fehacientes
que demuestran que el “falso hombre duro” como así lo dijera
un día James Joyce, era por dentro un “tímido niño
voluntarioso” que hasta pudo dar al mundo la sensación de un
ser invencible, poderoso, atrevido, despilfarrador y fanfarrón.
Pero era solo un hombre fuerte que al miedo le puso la espada
de la valentía y a la timidez la agresividad y la acción. El
Hemingway agónico que si por fuera tenía fama de fabuloso
derrochador de todo, la verdad es que se movía y se había
movido siempre entre los más absurdos complejos que un
hombre puede tener: miedo, cobardía, timidez e inseguridad
personal. ¿Es usted parecido a Hemingway en cuanto a
complejos personales se refiere? Si ____ No ____. Si dices
si, su vida es bien dramática pero acéptala por el amo r a Dios.
Si dices no, tienes una vida dulce y agradable pero te falta
Dios para plenarla.
93
En la última noche no se notó que estuviera triste y
hasta cantó con su esposa una vieja canción italiana llamada
“Tutti Mi Chiamano Bionda”. Hubo una cena cordial en el
ostentoso restaurante Christina, de Ketchum, Idaho
el
primero de Julio de 1961, día sábado. A la mañana del día
siguiente – domingo dos de Julio – se despertó temprano
como antes, como siempre, e hizo despertar a Mary con el
ruido del disparo de una escopeta Boss de dos cañones. Era el
fin trágico que presentía pero, al fin y al cabo, era posible ser
destruido pero jamás vencido.
94
CONSIDERACIONES FINALES
95
Consideraciones finales
Las corridas de toros es de vieja data tanto así que el
mundo antiguo de Creta, Grecia y Roma sufrieron las
primeras emociones de esos animales y hubo gladiadores que
tenían que enfrentar la muerte para cumplir con algún castigo
o simplemente para divertir a los públicos de aquellas épocas
conformados principalmente por reyes, reinas y emperadores.
Ernest Hemingway, como parte de la “Generación
Perdida”, es un hombre que se encontró solo y sin valor para
enfrentar la vida inmediatamente después de la Primera
Guerra Mundial. Sus amigos escritores, residenciados para
entonces en París también filosofaban sobre el mundo de la
nada, la autodestrucción y el fastidio . París, para John Dos
Passos, Ezra Pound, Gertrude Stein y Ernest Hemingway, ya
no significaba la ciudad feliz sino la del aburrimie nto.
Hemingway, tomando la iniciativa de evasión se marchó a
España, específicamente a Madrid, en donde presenció, las
corridas de toros. Se emocionó tanto con lo visto, observado y
sentido, que volvió luego a los Sanfermines con el objetivo
de alcanzar la felicidad humana, que era su propia felicidad.
Fue cuando entonces escribió la novela FIESTA basada en las
experiencias del autor y en donde los personajes abordan
temas controversiales como el sexo, el peligro, la soledad, y la
muerte. La corrida de toros significó la fiesta que Hemingway
milagrosamente encontró para desahogarse de los grandes
problemas existenciales.
MUERTE EN LA TARDE también es un libro
resultado de las experiencias de Hemingway como espectador
en las corridas de toros. Él interpreta al toreo como una obra
96
de arte que llega a su máximo esplendor con la muerte
fulminante y limpia del toro. No habrá pues arte en la corrida
si el torero se vale de trucos; esos trucos a los cuales
Hemingway detestó repetidamente. También es tragedia la
corrida de toros porque la muerte es inevitable en la lidia y
toro o torero tienen que pagar con su vida el atrevimiento que
significa desafiar al enemigo.
Vería miles de corridas y tomaría miles de notas. El
resultado sería ese libro titulado MUERTE EN LA TARDE
fundamental para cualquier estudioso de la tauromaquia y
la cultura española en general. La plaza llega a adquirir
para Hemingway una especie de rito religioso y la prueba es
que el torero que muere en ella, no muere solo, ni es la muerte
de un torero igual ni se puede comparar para el público con la
muerte de un campeón de un deporte cualquiera – puede ser
de boxeo, de carrera de automóviles o de motocicletas – que
muera en la competencia. De allí que la lidia de toros bravos
no es un deporte más, y es por eso que ejercieron sobre él una
total fascinación.
La influencia de Goya es esencial en todas las obras
taurinas Hemingwayanas desde FIESTA, pasando por
MUERTE EN LA TARDE y hasta llegar al VERANO
PELIGROSO. Entre ambos hubo una comunión de vida y arte
porque ellos describieron sus aventuras con los temas y gustos
de hombres trajinados poderosamente por la tragedia, la
angustia, y la muerte. La pintura de Goya, y
muy
especialmente Las Series de los Desastres de la Guerra y la
Tauromaquia, fueron decisivos en la conformación literaria de
sus obras hechas con palabras sencillas, exactas y adecuadas.
97
Su técnica literaria es pura pintura, pura expresión plástica,
puro expresionismo.
Para 1959, aunque la salud de Hemingway andaba de
mal en peor, se comprometió con la revista LIFE a escribir
un largo reportaje, sobre los toros. España dijo, era el único
país para hacerlo. El resultado fue THE DANGEROUS
SUMMER (EL VERANO PELIGROSO). Esta gran obra es
para Hemingway un homenaje a España, a sus paisajes y a
sus gentes. La trama de la obra nos presenta a dos grandes
matadores, Luis Miguel Dominguín y Antonio Ordóñez en un
“mano a mano” a muerte en el ruedo, y así el tendría la
oportunidad de escribir la más grande obra épica de su vida.
Pero todo fue una ilusión que no terminó en tragedia mortal
para ninguno de los dos toreros. Al contrario, el que se sintió
defraudado por el resultado fue el mismísimo Hemingway
quien al darse cuenta que todo había sido una farsa, cayó en
un estado de locura que pronto lo llevaría a la tumba. Su libro,
en todo caso, lo recomendamos por ser maravilloso, excitante
y trágico.
Finalmente podemos decir que la existencia de
Hemingway siempre fue una tragedia porque desde muy niño
le tenía miedo a la muerte. Quiso ser eterno o inmortal y al fin
y al cabo lo logró cuando al escribir sus experiencias
personales sobre la guerra, los toros y la pesca, ganó primero
el premio Putlizer en 1952 y luego el Premio Nobel de
literatura en 1954. La muerte violenta en forma de suicidio el
dos de Julio de 1961, ayudó a inmortalizar su genio y sus
obras porque según el mismo “los que no perduran mucho son
siempre más queridos porque nadie tiene que aguantarles
sus largas vidas jodidas en las peleas que realiza tratando
98
de hacer algo como cree que tiene que ser hecho antes de
morir”.
99
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