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UN ENCUENTRO CON MAURICE SENDAK . ELENA IRIBARREN ROALD DAHL: A PIECE OF CAKE? . SILVIA RODRÍGUEZ PANEYKO UNA MIRADA AL MUNDO DE ANNO . GUSTAVO PUERTA LEISSE Editorial Hará unos tres años que un evaluador de nuestro Comité de Evaluación de Libros decidió que iba a aprovechar la presentación de El higo más dulce para hechizar al resto de sus compañeros con la magia de los claroscuros de Chris Van Allsburg. Así que, sin previo aviso, sacó de la manga todos los libros que encontró de Van Allsburg en el Centro de Información y Documentación y su casa con la idea de presentarnos el mundo onírico y escultórico de este creador. De la misma manga sacó unos apuntes que bien podrían haberse convertido, con muy poco trabajo, en un apasionado y valioso artículo o charla sobre el arte de Van Allsburg. A todos nos entusiasmó tanto su iniciativa, que llegamos a la conclusión de que era necesario regularizar estos impulsos y crear un ciclo de charlas sobre autores e ilustradores contemporáneos. Rápidamente acordamos que cada uno de nosotros iba a hablar sobre alguno de los eminentes creadores de los libros para niños de este siglo; que íbamos a hablar sobre los autores e ilustradores que nos marcaron como niños y como adultos. El resultado de aquel martes anárquico fue la instauración de un ciclo de charlas que aún hoy nos acompaña. Durante estos tres años hemos paseado por la vida y los libros de Tomi Ungerer, David Mckee, Astrid Lindgren, María Gripe, Christine Nöstlinger, Roald Dahl, María Elena Walsh, Maurice Sendak, entre otros. Enla c es con la c rítica número 1 Hace unos meses, revisando el material que conservamos de algunas de estas charlas, decidimos que no podíamos seguir guardándonos estos textos y encuentros para nosotros; que ya era hora de compartir con el público nuestras lecturas e impresiones sobre los grandes representantes de libros para niños y jóvenes. De manera que creamos Enlaces con la crítica, primero como una sección más de nuestro boletín virtual, Caleidoscopio, y después como esta publicación. Tanto en la página WEB del Banco del Libro, como en estos pliegos, Enlaces con la crítica es un espacio para divulgar estas travesuras constructivas que tenemos cada tanto los evaluadores y las otras personas que hemos ido arrastrando a nuestras discusiones y encuentros. octubre-diciembre, 2000 Para este primer número hemos escogido dos charlas que, a nuestro parecer, son de las más entrañables y especiales de todo el ciclo (sin intención de desmerecer a las otras que también son muy buenas) y un artículo de características similares recientemente escrito para nuestra versión digital de Enlaces con la crítica. Los tres textos son lecturas íntimas y conmovedoras que nos llevan a recorrer la obra de Maurice Sendak, Roald Dahl y Mitsumasa Anno desde el camino emprendido por cada uno de estos acuciosos lectores. Brenda Bellorín C ENTRO DE E STUDIOS Y P ROMOCIÓN DEL L IBRO I NFANTIL Y J UVENIL Un encuentro con MauriceSendak Por E L E N A I R I B A R R E N M i deseo para este encuentro con Maurice Sendak es permitir que sus imágenes cuenten y que sus palabras ilustren su vida y obra. Pero siguiendo aquellas inclinaciones egocentristas que forman parte de la psicología de los niños, no he podido evitar que aquí se hable también de mí. Una introducción nostálgica a Sendak Desde pequeña, cuando me acerqué por primera vez a sus libros en la biblioteca a la que iba en bicicleta después de clase, he sentido una gran fascinación por este artista de libros ilustrados. Recuerdo uno de sus libros en particular –tal vez el más famoso de todos– entre los de otros autoresilustradores que conocí en la sección de libros para niños pequeños y que aún me siguen pareciendo grandes: el francés Jean de Brunhoff y su entrañable Babar; Ludwig Bemelmans y sus aventuras de la pequeña Madeline, una niñita que vivía en un orfanato de lo más chic en pleno París; el norteamericano H. A. Rey y sus libros de Curious George, un monito con una curiosidad desmesurada que lo hacía vivir siempre como al margen de todo. Algunos de estos libros aún no han sido traducidos al español, pero casi todos siguen reimprimiéndose y reeditándose con gran éxito en los Estados Unidos, si acaso no también en otras partes del mundo. Por suerte, gran parte de la obra de Sendak –aunque no toda y no siempre con la calidad literaria y gráfica que merece– sí ha sido ampliamente difundida en nuestro idioma. Las ediciones españolas de sus libros (y algunas originales en inglés) se encuentran en el Centro de Información y Documentación sobre Literatura Infantil y Lectura del Banco del Libro (CIDLIL), así como en las librerías, las bibliotecas, y en muchos hogares donde los niños hablan español. En todas partes del mundo, los libros de Sendak en sus múltiples ediciones –las primeras de ellas aparecidas hace más de cuarenta años– han contribuido a despertar en millones de niños un sentido a la vez crítico y gozoso hacia lo mejor de la lite2 ratura creada especialmente para ellos. En la actualidad y años después de su creación, obras como El letrero secreto de Rosie, Donde viven los monstruos, La cocina de noche, no han dejado de tener gran aceptación entre los niños y niñas, e incluso entre adultos que se acercan a ellas por primera vez. Pero para cierto número de personas de mi generación, la obra de Sendak invita a recrear –o bien reinventarnos– la niñez, y a volver la mirada hacia nuestra primera biblioteca. Los libros de este autor-ilustrador que leímos o que nos leyeron cuando éramos pequeños, se han transformado en una ventana abierta a la nostalgia. Sin embargo, más allá de estas asociaciones personales, y en un sentido más universal, su obra es emblemática de ciertos temas fundamentales asociados con la infancia misma, o mejor dicho, con la literatura creada para los niños. Donde viven los monstruos es, con toda sinceridad, el único libro de Sedak cuyo recuerdo no se ha desvanecido en mi memoria: he conservado siempre una primera impresión de su portada y de sus ilustraciones como ligeramente desteñidas para mis preferencias del momento (a esa edad en que las cosas, incluyendo los libros, se miden principalmente por medio de nuestras percepciones sensibles y afectivas, y no consultando la fecha de copyright que, en este caso, es más o menos el año de mi nacimiento, atribuía esta característica del libro al hecho de que seguramente, se trataba de un ejemplar venido a menos por las numerosas llevadas y traídas a casa dentro de nuestros bolsos). Nunca he logrado rectificar lógica y sensiblemente esta primera impresión, aunque ahora tal vez esté dispuesta a admitir que además de lo anterior, se trataba de una elección intencional de un creador, de una paleta cromática deliberadamente preparada y ejecutada. Allí, en la biblioteca de mis recuerdos (si acaso no la misma que visitaba cuando niña), había siempre un único ejemplar de este libro. Sé ahora que en las bibliotecas suelen existir ejemplares repetidos de un mismo título; que en efecto, los libros se desgastan entre las manos y en los bolsos de los usuarios; y que, cuando se trata de una obra que sigue contando con la demanda del público, los ejemplares que han sufrido los abusos del tiempo, deben ser repuestos. Sin embargo, ninguna de las ediciones de Donde viven los monstruos que he visto a lo largo de los años –y con distintos sellos editoriales– ha dejado de tener ese aspecto levemente desteñido y atemporal que siguen conservando estas imágenes para mí. A veces, es difícil borrar las primeras impresiones que los libros dejan en nosotros. nación en inglés es picture book. Este término da más directamente en el blanco y evita la reducción de significado a la que se prestan las denominaciones que tenemos en español para este tipo específico de obras ilustradas: “libro de imágenes” o “libro-álbum”. En todo caso, se trata de una familia de libros para niños que combina un texto breve con mucha ilustración. Son éstas las ediciones por excelencia para la edad preescolar: permiten a los niños acceder a contenidos literarios y artísticos más o menos ambiciosos según el caso –pero altamente significativos en sus ejemplos mejor logrados– aun antes de que ellos sean capaces de leer independientemente. In Grandpa’s House Sendak y el picture book Donde viven los monstruos Los estudiosos y los críticos han señalado que los libros de Sendak trazaron hitos significativos en el campo de la literatura para niños. Se dice que su obra ha marcado una pequeña revolución en el género mismo cuya denomi- De acuerdo con Sendak y otros especialistas que han profundizado en los aspectos históricos del libro ilustrado, es la obra del inglés Randolph Caldecott la que señala el inicio del picture book moderno. Como indica Sendak: “Fue él quien logró una yuxtaposición ingeniosa de la imagen y la palabra, un contrapunteo que nunca antes había ocurrido. Se dejan fuera palabras, pero la imagen dice lo que falta. Se dejan fuera imágenes, pero la palabra lo dice. En resumen, es la invención del libro de imágenes o picture book” (Sendak: 1990; 21). Sendak ha identificado otra característica del picture book y algunos de sus mejores exponentes. Celebra “aquellos artistas (como Jean de Brunhoff ) que han alcanzado la vivacidad auténtica que es la esencia del picture book, un movimiento que nunca se detiene, y que estoy convencido de que los niños reconocen y disfrutan como algo familiar a ellos mismos” (Sendak: 1990; 5). Otro comentario de Sendak nos permite ver la pasión lúcida con que este autor-ilustrador se ha volcado a la creación de libros de imágenes: “Para mí, el picture book es todo. Es mi campo de batalla. Es el lugar donde me expreso, donde convoco mis poderes y busco una forma que ojalá sea legí3 tima y viable y llegue a tener mucho significado para alguien más y no sólo para mí. Es mi sitio de trabajo. Es donde coloco aquellas fantasías que han estado conmigo toda mi vida, donde les doy una forma capaz de decir algo. Vivo dentro del picture book; es allí donde peleo todas mis batallas, y donde espero ganar mis guerras”(Sendak: 1990; 193). Infancia de Sendak Maurice Sendak nació en Brooklyn, Nueva York, en el año 1928. Su padre, el sastre Phillip Sendak y su madre, Sarah, habían inmigrado desde Polonia a Norteamérica, donde se conocieron, se casaron y tuvieron 3 hijos. En el frontispicio del libro In Grandpa’s House1, escrito por Phillip Sendak e ilustrado por su hijo, vemos a éste en brazos de su papá, en la ciudad de Nueva York hacia los años 30. Detrás, en la vitrina, vemos al abuelo paterno, Israel, en una aldea judía o shtetel, en Polonia. “Mi infancia estuvo coloreada por las memorias de la vida de aldea que mis padres inmigrantes nos transmitieron a nosotros. Para mí, se trataba de otra realidad convincente. Por un lado, vivía cómodamente en este viejo mundo que les pertenecía a ellos [...] Por otro lado, estuve bombardeado por las intoxicantes imágenes de ‘América’ en una época convulsionada: los años 30 [...] Dos imágenes representan esta época para mí: una foto de mi abuelo, barbudo y severo, a quien nunca conocí. Hasta el día de hoy, esta imagen me persigue. Como niño, pensé que era la imagen exacta de Dios. La segunda es Mickey Mouse [...] De niño tuve una vida de fantasía 4 compuesta de imágenes sobrepuestas. Era típico de aquellas primeras generaciones de niños en los Estados Unidos, particularmente en una tierra llamada Brooklyn, un barrio regulado y ordenado, sembrado todo de árboles en hileras, y separado sólo por un río de la tierra mágica por excelencia: la ciudad de Nueva York. Un lugar raras veces visitado, pero que siempre estaba presente en nuestros sueños [...] Para mí, la niñez era la vida de shtetel transplantada. Brooklyn coloreada con reverberaciones del viejo mundo y de Walt Disney, más el ocasional viaje a Nueva York, la ciudad con un número increíble de ventanas, que representaba a América”(Children’s Literature Review: 1989; 94). 1 Los inicios de una vocación Sendak fue siempre mal alumno. No guarda buenos recuerdos del colegio, por lo que en sus libros no aparece ninguna escena relacionada con esta etapa de su vida. Posteriormente, la única instrucción formal que recibió fueron dos años de clases nocturnas en la Liga de Jóvenes Artistas de Nueva York. De día trabajaba decorando vitrinas para los comercios. También en su adolescencia, Sendak se hizo aprendiz de dibujante en una revista de cómics. Sin embargo, Sendak guarda buenos recuerdos de los primeros libros de su infancia, que iniciaron en él una reverencia precoz hacia los aspectos sensibles de la edición: “Había entonces unos libros que yo amaba: libros de cuentos y comiquitas, maravillosos y baratos, impresos en papel de pulpa que olía mal, suntuosos aunque vulgarmente coloreados, llenos de hombres y mujeres de proporciones míticas que vestían trajes de aluminio y volaban a toda velocidad sobre alguna metrópolis americana hacia el vasto desconocido” (Children’s Literature Review: 1989; 94). Recuerda también películas que vio de niño, y al respecto comenta: “Con su exotismo fantástico y brillante, tiñeron mi imaginación de un tono plateado típico de Hollywood. Aspectos de estas películas que bien podrían ser rechazadas por un adulto, convenían maravillosamente a la mente de un niño dedicado a inventar historias y, desde temprana edad, a ponerlas sobre papel. Los monstruos del cine, amablemente temibles, y las figuras absurdamente entrañables y gráficamente resaltantes de Mickey Mouse y Charlie Chaplin, fueron las influencias más directas que tuve cuando era un artista joven” (Children’s Literature Review: 1989; 95). Aspectos significativos de esta autobiografía resumida se materializan en un mundo de ficción creado por Sendak. La cocina de noche es nada más y nada menos que un tributo fantástico a la ciudad de Nueva York y a las fantasías nocturnas de un niño. En una de las escenas centrales, vemos al protagonista, Mickey, sobrevolando la metrópolis al igual que los héroes de los cómics, en medio El letrero secreto de Rosie In Grandpa’s House (1985), Nueva York: Harper & Row, Publishers La cocina de noche de un paisaje donde se yuxtaponen ingeniosamente imágenes de la infancia ya evocadas por su creador: vemos edificios llenos de ventanas, así como avisos y letreros con nombres judíos. En el telón de esta escenografía, aparecen muchas estrellas y una luna pintada; el piso es un tablero de juego. Esta maravillosa cocina-ciudad está habitada por tres cocineros-cómicos con la figura de un chaplinesco Oliver Hardy. El imaginario infantil conjurado por Sendak se construye a la manera de una irrealidad veraz. Primeros ejercicios “En mi adolescencia, pasé cientos de horas sentado frente a la ventana, dibujando los niños del vecindario mientras jugaban. Boceteaba y escuchaba, y años después, estos cuadernos se transformaron en terreno fértil para gran parte de mi obra posterior. No hay un libro que haya escrito ni una ilustración que haya dibujado que de alguna u otra manera, no deba su existencia a ellos” (Sendak: 1990; 150). Uno de los cuadernos de este período en que Sendak se encontraba sin trabajo, sin dinero, de regreso a casa de sus padres y sin ninguna idea de lo que haría después, se titula Niños de Brooklyn: “Llegué a estar completamente absorto en las vidas de los niños de la calle de enfrente” (Sendak: 1990; 180). Es justamente en este cuaderno donde hace su primera entrada en escena una niña del vecindario llamada Rosie. Es la niña que luego se transformaría en la heroína de El letrero secreto de Rosie y la protagonista de una animación filmada que lleva su nombre. Sendak afirma que Rosie fue la musa y modelo para todos los otros personajes que crearía a lo largo de su vida (Kenny, Pierre, Hector, Max, Ida, Mickey, Milli) y también reconoce que: “Un mero cambio de sexo no puede disimular la esencia de Rosie, que forma parte de todos mis héroes” (Sendak: 1990; 181). Sendak describe a la niña que inspiró este personaje de manera muy emotiva: “Rosie es una niña voluntariosa y valiente que me impresionó por su habilidad para imaginarse cualquier cosa que a ella se le antojara, y en cualquier lugar dentro y fuera de este mundo. Ella literalmente imponía esa fantasía sobre sus amigos, niños más impasibles y menos dirigidos que ella. La energía tremenda que colocaba en sus juegos probablemente activó mi propia creatividad [...] Yo amaba a Rosie. Ella sí que sabía llenar bien sus días” (Sendak: 1990; 80). Entre los años 1952 y 1957, cuando tenía entre 24 y 29 años, Sendak realizó un segundo ejercicio espontáneo, titulado Los bocetos de fantasía, que le sirvió de semillero para su obra posterior. Se trata de páginas de dibujos donde daba rienda suelta a las formas del inconsciente y de su imaginación. Con respecto a estos bocetos, el autorilustrador comenta: “De hecho, (estos ejercicios) tocan todas las obsesiones e ideas que posteriormente darían fruto en lo mejor y lo más personal de mi trabajo [...] Son la única tarea a la que me apliqué enérgicamente, la única escuela que me enseñó algo” (Sendak: 1990; 161). Estos bocetos también develan otro aspecto fundamental del proceso creativo de Sendak: “La música que acompañó la creación de estas páginas es el catalizador que les infundió la vida. Ayudó a deshilvanar las escenas de mi imaginación [...] Hizo que la pluma se moviera sobre el papel [...] son intentos de mi fantasía por componer canciones, por adaptar música a imágenes, por realizar indirectamente mi ambición frustrada de ser compositor” (Sendak: 1990; 163). “La simpatía que siento entre lo visual y lo musical da lugar a la noción de que cuando estoy ilustrando, estoy componiendo música para un texto, así como un compositor adapta música a un poema” (Sendak: 1990; 8). En una de las escena de Querida Mili, vemos a Mozart, una de las pasiones musicales de Sendak, dirigiendo un coro de niños de Auschwitz. Sospecho que alguna ópera de Mozart, 5 o tal vez una de sus sinfonías, dio la clave musical para estas imágenes. La gama cromática, las vestimentas, la articulación de los elementos del paisaje y los gestos de los personajes, se relacionan de una manera sensible con el espíritu mozarteano. Sin embargo, el misticismo presente en estas ilustraciones y que refleja el tono alegórico de este texto de Wilhem Grimm, quizás tenga su contraparte musical en alguna composición de Bach. Y su dramatismo operático, tal vez le deba algo a Wagner. Al momento de la publicación de Outside Over There2, Sendak comentó la estrecha relación que este libro guarda con Mozart: “No quiero insistir sobre este punto ni hacer de él un gran misterio: pero sé que está presente esta relación, aunque no sé por qué [...] Mozart es el artista más grande de todos. Para darme coraje mientras trabajaba en este libro, escuché su música todo el tiempo. Construí una relación íntima con él [...] Mozart es una guía para mí” (Harrison y Maguire: 1987; 365). Sendak habla acerca de algunas de sus obras Donde viven los monstruos. “La fantasía es algo que ocupa la vida de los niños. Creo que no hay ninguna parte de nuestras vidas infantiles o adultas, en la cual no estemos fantaseando. Pero preferimos relegar la fantasía a los niños, como si fuera una tontería apta sólo para las mentes inmaduras de los pequeños. Los niños viven dentro de la fantasía y en la realidad, de una manera que ya no podemos recordar. Tienen un sentido preciso de la lógica de lo ilógico, y pasan con facilidad de una esfera a la otra. La fantasía es la esencia de toda escritura para niños, como creo que lo es para la escritura de cualquier tipo de libro, para cualquier acto creativo, y tal vez también, para el acto de vivir” (Sendak: 1990; 174). La cocina de noche. Respecto a un aviso de una panadería que el autor-ilustrador vio en la infancia (Nosotros horneamos mientras usted duerme) comenta: “Me pareció la cosa más sádica del mundo, porque lo único que yo quería era quedarme despierto para ver. Y me pareció tan cruel y arbitrario que ellos lo hicieran mientras yo dormía...” (Sendak: 1990; 174) Outside Over There. “Cuando tenía más o menos 4 años, ocurrió el terrible secuestro del bebé Lindbergh. Fue un evento muy traumatizante para los niños a comienzos de los años 30. Todos pensamos que nos podían secuestrar a nosotros. Recuerdo que mi padre llegó a dormir en el piso de nuestro cuarto con un bate. Luego, él estuvo muy desconcertado cuando un pariente cruel le dijo: ‘qué tonto eres ¿quién querría secuestrarlos a ellos?’ Nunca se le había ocurrido a él que nosotros no éramos suficientemente importantes para ser secuestrados. Nunca se nos había ocurrido a nosotros tampoco; el hecho de ser secuestrado fue siempre una pesadilla recurrente en mi vida. Cuando tenía seis o siete años, el hombre fue capturado y ejecutado, y yo seguí todo el caso. Todo esto dejó una marca indeleble en mi vida. He conocido a muchas personas de mi edad que vivieron el caso Lindbergh y que lo consideran la experiencia más aterradora de sus vidas. Este libro ha estado en mi mente desde hace siete años o más, y en realidad, el personaje principal, la niñita del impermeable amarillo, ha estado conmigo desde que era un niño. De alguna forma, siempre supe que lograría tres libros de imágenes fundamentales [...] tal vez habría otros, pero existiría una trilogía. Donde viven los monstruos fue el primero, La cocina de noche el segundo, y este nuevo sería el último” (Harrison y Maguire: 1990; 363). Según Selma G. Lanes y Elaine Moss, en las creaciones más recientes de Maurice Sendak, sólo vemos germinar en terrenos más oscuros y privados los temas de su obra anterior y las obsesiones recurrentes de este artista celebrado por muchos como el creador de libros de imágenes o picture book más importante e influyente de nuestra época. Ante las dudas expresadas por la crítica y por algunos lectores adultos, que plantean que quizá su obra más reciente haya tomado un camino demasiado personal, alejada del mundo infantil, Sendak se reserva la última palabra y se sabe dueño de su licencia artística al expresar que son sus libros y que puede hacer con ellos lo que le plazca. Outside Over There 6 2 Outside Over There (1981), Nueva York: Harper & Row, Publishers ¿Pero qué piensa Sendak de sus lectores, de los niños? “A pesar de que cuando escribo no tengo a los niños presentes en mi mente, descubrí hace tiempo que ellos son la mejor audiencia. Ciertamente, son los mejores críticos. Son más cándidos y van más directamente al grano que los críticos profesionales. Pero cuando los niños aman tu libro, dicen: ‘Me encanta su libro’. O si no, es: ‘Querido Sr. Sendak: odio su libro. Espero que se muera pronto. Cordialmente’ ”(Sendak: 1990; 214). A pesar de que Maurice Sendak, con 69 años ya cumplidos, y desde su estudio en una vieja casa de campo ubicada en el estado de Connecticut, sigue dedicando sus energías y talento creativo a los libros para niños (y en los últimos años también a la dirección artística de producciones teatrales), me atrevo a decir que sus libros merecen ser considerados libros clásicos. Tal vez parezca un poco apresurado, sí, pero no descabellado. Es el juicio que he ido formando respecto a Sendak a lo largo de los años y por medio del cuerpo de su obra ilustrada: casi ochenta libros de los cuales es también autor de unos diez u once. Pensemos en algunas de las características que para Ítalo Calvino definen a un clásico: 1. “Los clásicos son los libros que constituyen una riqueza para quien los ha leído y amado, pero que constituyen una riqueza no menor para quien se reserva la suerte de leerlos por primera vez en las mejores condiciones para saborearlos.” 2. “Son libros que ejercen una influencia particular ya sea cuando se imponen por inolvidables, ya sea cuando se esconden en los pliegues de la memoria mimetizándose con el inconsciente colectivo o individual.” 3. “Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene por decir.” 4. “Un clásico es una obra que suscita un incesante polvillo de discursos críticos, pero que la obra se sacude continuamente de encima”. Y por último, y que baste de fórmulas robadas: 5. “Tu clásico es aquel que no puede serte indiferente y que te sirve para definirte a ti mismo en relación y quizás en contraste con él” (Calvino: 1995; 14-17). Elena Iribarren Apasionada lectora y catadora exquisita de libros para niños que ha sido editora de Ediciones Ekaré por más de una década. Actualmente se encuentra en Francia, tomando un receso del mundo editorial para disfrutar de Juan, su nuevo bebé. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Calvino, Ítalo (1995). Por qué leer los clásicos, Barcelona: Tusquets Editores. Sendak, Maurice (1990). Caldecott & Co, Nueva York: The Noonday Press. Lanes, Selma G. y Elaine Moss (1989). Children’s Literature Review, Nueva York: Gale Research Inc. Harrison, Barbara y Gregory Maguire (1987) Innocence and Experience: Essays and Conversations on Children’s Literature, Nueva York: Lothrop, Lee & Shepard Books. BIBLIOGRAFÍA DEL AUTOR* O BRAS ESCRITAS E ILUSTRADAS : La cocina de noche (Trad: Miguel Azaola), Madrid: Alfaguara, 1988. ¡Dídola pídola pon! o la vida debe ofrecer algo más Madrid : Alfaguara, 1978. Donde viven los monstruos (Trad: Agustín Gervás), Madrid: Alfaguara, 1977. Héctor protector y cuando yo iba por el mar (Trad: Juan Ramon Azaola), Madrid: Alfaguara, 1987. El letrero secreto de Rosie (Trad: Eduardo Lago), Madrid: Alfaguara, 1984. OBRAS ILUSTRADAS: Los amigos de osito Autor: Else Holmelund Minarik (Trad: Rosa Benavides), Madrid: Alfaguara, 1981. La colina que canta Autor Meindert De Jong (Trad: María Oyarzun Ibarra), Barcelona: Noguer, 1990. Cuentos judíos de la aldea de Chelm Autor: Isaac Bashevis Singer (Trad: Homero Alsina Thevenet), Barcelona: Lumen, 1979. La familia animal Autor: Randall Jarrell (Trad: Concha Hombria), Madrid: Alfaguara, 1979. El gran libro verde Autor: Robert Graves (Trad: Lucía Graves), Barcelona: Lumen, 1988. La llave de oro Autor: George Mac Donald (Trad: Joaquín Fernández), Madrid: Alfaguara, 1987. El murciélago poeta Autor: Randall Jarrell (Trad: Maribel de Juan), Madrid: Alfaguara, 1987. Osito Autor: Else Holmelund Minarik (Trad: Joaquina Aguilar), Madrid: Alfaguara, 1981. Papá Oso vuelve a casa Autor: Else Holmelund Minarik (Trad: Rosa Benavides), Madrid: Alfaguara, 1981. La princesa ligera Autor: George Mac Donald (Trad: Flora Casas), Madrid : Alfaguara, 1978. Querida Mili Autor: Hermanos Grimm (Trad: Julia Goytisolo), Barcelona: Aliorna, 1989. El señor conejo y el hermoso regalo Autor: Charlotte Zolotow (Trad: María A. Fiol), Nueva York: HarperCollins Publishers, 1995. La visita de osito Autor: Else Holmelund Minarik (Trad: Rosa Benavides), Madrid: Alfaguara, 1981. * Esta bibliografía responde a los libros traducidos al castellano que se encuentran en el Centro de Información y Documentación sobre literatura Infantil y Lectura del Banco del Libro. 7 Roald Dahl: a piece of cake? Por S I LV I A R O D R Í G U E Z P A N E Y K O L a vida personal de Roald Dahl está continuamente entretejiéndose con lo que sucede en sus historias. Por ello vale la pena hablar de su vida para entenderlo mejor. Cuando Harald Dahl se casó con Sofie Hesselberg, éste ya tenía dos hijos de su primer matrimonio. De estas segundas nupcias, nacieron cuatro hijos más, entre ellos Roald. Harald, el padre de Roald, sostenía una curiosa teoría en cuanto al modo de desarrollar el sentido de la belleza en la mente de sus hijos. Cada vez que Sofie quedaba embarazada, “esperaba hasta los tres últimos meses de embarazo y entonces le anunciaba que debían comenzar los ‘paseos esplendorosos’. Estos paseos esplendorosos consistían en llevarla a sitios de gran belleza de paisaje y pasear con ella por espacio de más o menos una hora cada día a fin de que absorbiera el esplendor del entorno. Su teoría era que sí los ojos de una mujer encinta observaban constantemente la hermosura de la naturaleza, esta hermosura se transmitiría de alguna manera a la mente del hijo por nacer, y éste sería luego un amante de las cosas bellas” (Dahl: 1989; 21-22). Habiendo recibido este curioso tratamiento prenatal, Roald Dahl nació en Llandaff, Gales, en 1916. 8 Fue un niño amado, con muchos hermanos y hermanas y una hermosa casa rodeada de jardines inmensos... la vida del pequeño parecía perfecta. Pero este idilio infantil no duró mucho, pues cuando Roald tenía sólo cuatro años su hermana murió de apendicitis, y unas semanas después murió su padre de neumonía y de tristeza por la muerte de su hija predilecta. La ausencia de la figura paterna marcó una nueva etapa en la vida de Dahl, e influenció posteriormente toda su obra. Para Roald Dahl, la escuela no fue precisamente excitante. Prefería pasear por los campos y recoger huevos y mariposas. Además, odiaba que los maestros de los internados golpearan injustificadamente a los alumnos con bastones. Vale decir que este recuerdo, en el que se evidencia el maltrato del adulto hacia el niño, se manifestará en toda su producción literaria. Cuando se hizo mayor, su madre le preguntó: “¿Te gustaría ir a Oxford o a Cambridge cuando termines la escuela?” Roald le contestó: “No, gracias. Quiero pasar directamente de la escuela a trabajar para una empresa que me envíe a tierras lejanas como África o China” (Dahl: 1989; 179). Como joven asertivo que era, logró hacer realidad este deseo. Consiguió un trabajo en la Shell Company en Tanzania, y se mudó a Dar es Salaam, donde se enamoró de los animales y de la flora del continente africano. Allí conoció a la gente más excéntrica y loca que, según él, llegó a conocer jamás. Sin duda, los cazadores de culebras o los peculiares compañeros de trabajo que corrían desnudos por la selva para sentirse más cerca de la naturaleza, lo inspiraron posteriormente. Al estallar la Segunda Guerra Mundial, se alistó como piloto de la Royal Air Force (RAF) y aprendió a volar. Aunque volar era peligroso por las circunstancias, le parecía igualmente una actividad apasionante. Afortunadamente, nunca participó en batallas aéreas demasiado trascendentes, por lo que pudo hacer largos vuelos que le permitieron disfrutar desde los aires del paisaje africano. Posteriormente sufrió un accidente aéreo donde casi perdió la vida. Esto acarreó a Dahl una contusión que le hacía perder el conocimiento de cuando en cuando, por lo que fue dado de baja por incapacidad física. Su experiencia como piloto de guerra le sirvió de inspiración para escribir su primer libro de ficción, Los Gremlins. En una entrevista Dahl cuenta: “Mis días como aviador acababan de terminar, y me estaba sintiendo un poco nostálgico [...] así que estos sentimientos se reflejaron en la historia. Es la historia de unas criaturas pequeñas que le dan trabajo a la RAF, taladrando huecos en los cascos de los aviones y cosas parecidas” (West: 1990; 62). La historia de Los Gremlins apareció en 1943 y no fue concebida como literatura infantil por su creador, aunque sí por los críticos y hasta por la compañía Disney, que ilustró el texto y compró los derechos cinematográficos. Esta historia marcó el comienzo de su carrera como escritor profesional. Durante la década siguiente se dedicó a escribir obras para adultos. Escribió cuentos cortos de misterio y humor negro, que muchos comparan con la obra del escritor escocés Saki. Pasó mucho tiempo sin dirigirse al público infantil hasta que se casó con la actriz Patricia Neal con quien tuvo sus propios hijos. Dahl contaba: “Ocurrió como suele pasar. Había estado escribiendo cuentos cortos por quince años, y luego tuve hijos. Siempre les contaba historias antes de dormir, y comenzaron a pedir algunas de las historias que inventaba una y otra vez” (West: 1990; 63). Una fusión de varios de estos cuentos se convirtió en James y el melocotón gigante, editado en 1961. Este libro es justamente uno de mis favoritos y el primero que leí de Dahl hace varios años. Toda la dinámica, junto con las conversaciones plagadas de juegos de palabras y canciones, me entretenían. El hecho de que un niño pudiese andar solo por el mundo flotando en el mar sobre un melocotón gigante, en compañía de unos insectos gigantescos, me parecía arriesgado y a la vez tentador. Siempre quise poder hacer algo parecido. Además de mi predilección particular por esta historia, James y el melocotón gigante es una historia que permite puntualizar elementos que son recurrentes en toda la narrativa dahliana. Al igual que en la mayoría de sus libros para niños, la situación se caracteriza por la imposición de lo fantástico. En este ambiente aparecen varios insectos antropomórficos y un tipo de personaje característico de su literatura: el niño huérfano, abandonado a su suerte y maltratado por los adultos. En su obra, este tipo de personaje toma decisiones y actúa de forma independiente, sin rendirle cuentas a ningún adulto. De esta manera, se da cabida a experiencias vivenciales que en otras circunstancias un personaje-niño no podría experimentar. Otro recurso presente en James y el melocotón gigante –y en muchos 9 otros cuentos– es el uso que Dahl hace de la descripción, que sirve no sólo para conocer a los personajes sino también para crear un clima de aversión o simpatía por ellos. James y el melocotón gigante fue su primer gran éxito. También marcó el comienzo de sus problemas con los críticos de literatura infantil, quienes se molestaron mucho por algunos pasajes que denotaban misoginia (cuando el melocotón aplasta y mata a las tías de James) y también con la descripción que hizo de la tía obesa, por considerar que podría generar actitudes negativas en los niños. Veremos más adelante que esta caracterización, un tanto subida de tono para algunos, encuentra su justificación dentro de la producción de Dahl. En fin, según ellos, la descripción de Dalh sugiere que la gordura es característica de las personas malas e indeseables. James y el melocotón gigante Ilust: Michel Simeon Aunque la percepción de Dahl referente a los obesos es poco ortodoxa, resulta innegable que coincide con muchos en que el placer entra por la boca, aunque la comida sea rica o asquerosa. Un psicoanalista podría decir que sus novelas tienen mucho pan que rebanar, en cuanto a fijación oral se refiere. Lo oral está presente en James y el melocotón gigante, quien consume el melocotón como único sustento durante su viaje; también se evidencia en Charlie y la fábrica chocolate, donde comer tiene un sentido más bien sensual y banal; nuevamente, en El Superzorro donde la comida se convierte en eje central de los hechos; y hasta en Danny, el campeón del mundo, donde los faisanes que capturan padre e hijo marcan el 10 placer máximo que éstos pueden compartir. Pero no todo lo que prueban sus personajes es suculento, también están los asquerosos pepinásperos (Dahl crea ocurrente neologismos) en El Gran Gigante Bonachón o las descripciones de las comidas de Los cretinos. Hasta Jorge hace entrar por la boca de su abuela la medicina que cambiará todo en La maravillosa medicina de Jorge. Charlie y la fábrica de chocolate fue su siguiente libro para niños, publicado en 1964, en recuerdo de sus días como catador infantil de la fábrica Cadbury´s, que solía mandarle bombones con la condición de que a cambio diera su opinión sobre ellos. La fábrica de Willy Wonka es el mundo utópico con que todo amante del dulce sueña, y Charlie no es la excepción. En esta ocasión, nuestro héroe es premiado por su bondad y buenas costumbres convirtiéndose en el nuevo dueño de la fábrica Wonka, mientras que los demás niños van “desapareciendo” como castigo por sus vicios. Si bien es cierto que Dahl disfruta provocando a los adultos y presentando situaciones exageradas de la vida, es mucho más moralista de lo que a simple vista pudiera parecer, y esta historia lo evidencia. Por ejemplo, el vicio de Mike Tevé (con un apellido elocuente) es ver demasiada televisión. Esta preocupación que tiene Dahl por los efectos negativos que puede generar este medio de comunicación, aparece nuevamente en Matilda (editado en 1988) con una crítica dirigida esta vez a las figuras paternas que no aprecian el genio de sus hijos porque están demasiado ocupados viendo televisión. Matilda es otra historia interesante para entender el trabajo de Dahl. Ya para este momento, los personajes héroes han evolucionado y se han convertido en personajes activos, audaces e inteligentes, y mucho más tridimensionales que los iniciales James y Charlie, unos niños tímidos y pseudo sumisos que encarnan la pura bondad. En este período sus obras se tornan más provocadoras, y Dahl se regocija al afirmar: “La llave del éxito consiste en hacer conspirar a los niños contra los adultos. Puede sonar simplista, pero funciona. Los padres y los maestros son los enemigos” (Dupont-Escarpit: 1993; 31). Esta niña ignorada por sus padres (nuevamente vemos el tema del maltrato o abandono del hijo por parte del padre, un tipo de orfandad funcional si se quiere) desarrolla por sí misma sus talentos, defiende a sus compañeros de clase de la malvada directora, y decide que lo que desea realmente es vivir con su maestra, una adorable joven a quien convence para que la adopte (¡Y sólo es una niña!). Las heroínas de Dahl son cautivadoras por sus logros y son aún más especiales porque otros autores suelen preferir héroes masculinos para los papeles protagónicos. No así Dahl, quien tiene a Matilda, a Sofie de El Gran Gigante Bonachón, a Caperucita Roja, más conocida como Caperu, en Cuentos en verso para niños perversos, y a la protagonista sin nombre de El dedo mágico, entre otras. Aquí, nuevamente vemos la relación de su obra con su propia vida, donde las hermanas mayores y la madre fueron siempre sus patrones de referencia. El caso de El dedo mágico evidencia dos de las preocupaciones de Dahl: la relación de sometimiento del adulto para con el niño, así como también el sometimiento de los adultos hacia los animales. La niña de esta historia tiene poderes mágicos en su dedo índice, que se potencian cuando está verdaderamente indignada con algo; cuando siente chispas rojas saltarle de los ojos sabemos que no hay nada que pueda hacer para contenerse. El dedo mágico opera siempre cambios maravillosos a donde apunte. El Gran Gigante Bonachón Ilust: Quentin Blake A ella no le gusta nada la caza deportiva, intenta en varias ocasiones disuadir a los cazadores de que desistan pero no lo logra. Así que en un momento de extrema rabia apunta su dedo mágico a los miembros de la familia Gregg, quienes sufren una metamorfosis y se convierten en patos; y los patos –que ellos antes cazaban– se apoderan de los 11 rifles de éstos y les disparan. Después de mucho rogarle a los verdaderos patos, y sólo cuando han aprendido la lección, vuelven a convertirse en seres humanos y la niña-vengadorajusticiera de los animales sigue al acecho de los próximos criminales mata-animales. Esta historia con evidentes intenciones moralizantes, que transmite la sentencia dorada de que no le harás a los demás lo que no quieres que te hagan (o también la legendaria ley de Talión, si nos queremos poner más ácidos) se despoja de toda la mojigatería de la frase con un inteligente uso de la ironía. Aquí damos con otro punto que creo es el meollo de todo el asunto. Dahl no es radical por razones caprichosas ni meramente provocativas. Dahl busca sacudir la conciencia del lector y hacerle ver que lo que nos falta a todos es respetar al otro, sea animal o niño. Es el respeto a la vida –más evidente en el caso de los animales, como en El Superzorro o en Los cretinos– pero también el respeto a las opiniones, necesidades y deseos de los niños. Es hacer oír la voz del niño. Es además despertar a ese niño del letargo y hacerle reaccionar para exigir ese respeto. Por eso, los héroes de Dahl siempre son los niños y los animales, dotados de extraños poderes mágicos. Sólo alguno que otro adulto gozará de ser cómplice de este niño héroe, pero será la excepción, porque como Dahl afirma, el adulto es la amenaza. Este poder que adquieren los personajes frente a la figura autoritaria se convierte en el placer más grande que Dahl le otorga al lector, es sentir que por fin los niños tienen la última palabra. Dahl utiliza cualquier género que sirva para sus propósitos. Los cuentos de hadas traídos a nuestros días, la novela realista, el cuento humorístico y un poco sádico, el relato fantástico, la autobiografía... Dahl no se agota ni se encasilla en ningún género, ni tema particular. Cualquiera de ellos es un territorio ideal para su militancia a favor de los niños. Muchas personas afirman que el gigante de El Gran Gigante Bonachón es en realidad Roald Dahl. Su hija Tessa lo cree, e incluso la heroína de la historia, Sophie, se llama como su nieta. Él sólo admite que hay un parecido sutil, pero muy, muy sutil. En realidad, Dahl sí fue un gigante de casi dos metros de altura. Pero insisto, no sólo quedan ahí las similitudes. El Gigante Bonachón quiere a los niños, y les envía sueños hermosos de su colección de sueños cada noche. El Gran Gigante Bonachón es distinto a los demás gigantes porque quiere a los niños y no se los come como sí hacen los demás gigantes. La RAF aparece para transportar a los gigantes malos al foso donde no podrán comer más niños. Este gigante ¡hasta escribe con lápiz! Si Dahl es realmente el gigante, no lo sé, aunque me inclino a pensar que sí. Dahl parece, con este personaje, estar a medio camino entre el niño y el adulto, o más bien, ser otro tipo de adulto. 12 Dahl no ha sido gratuitamente catalogado como creador subversivo. En sus cuentos se atrevió a mostrar las cosas de manera tajante y cruda con un estilo tan directo que a muchos no gustó. Mostró lados oscuros de la naturaleza humana como la crueldad y la maldad, que se suponían eran temas tabú en la literatura para niños. No ganó ningún premio relevante y muchos detestaron su obra, pero a Roald Dahl eso no le importó en lo más mínimo. Aunque sus libros son hoy día lectura obligatoria en las escuelas públicas de Inglaterra (el 54% de los niños ingleses lo nombraron como su autor favorito en 1990) y con sus cuentos se han hecho obras de teatro y películas, lo más gratificante para Dahl era otra cosa. Cuando en una entrevista le preguntaron si prefería escribir para niños o para adultos, él contestó: “Es más gratificante escribir para niños. Cuando escribo para los adultos, sólo estoy tratando de entretenerlos. Pero un buen libro para niños hace más que eso. Les enseña el uso de las palabras y el placer de jugar con la lengua. Pero sobre todas las cosas, ayuda a que no le tengan miedo a los libros. Una vez que logran enfrentarse a un libro y lo disfrutan, entienden que pueden lidiar con ellos. Si van a llegar a ser algo en la vida, necesitan poder manejar los libros. Si mis libros pueden ayudar a los niños a convertirse en lectores, entonces siento que he logrado algo verdaderamente importante” (West: 1990; 65-66). REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Dahl, Roald (1989). Boy, relatos de infancia, Madrid: Alfaguara. Dupont-Escarpit, Denise (1993), “Il y a 3 ans... disparaissait Roald Dahl” en: Nous Voulons Lire! Nº 101-102. West, Mark I. “Interview with Roald Dahl” (1990), en: Children´s Literature in Education, Vol. 21, Nº 2. Silvia Rodríguez Paneyko Comunicadora Social, cuya alma de novelista y su gran apetito por los libros para niños la llevaron a trabajar por varios años en el Centro de Estudios del Banco del Libro y en el departamento editorial de Ediciones Ekaré. Actualmente vive en España, entregada a un doctorado en Teoría de la Comunicación que a veces le deja algunos ratos libres para seguir, a distancia, las actividades del Programa de Evaluación. BIBLIOGRAFÍA DEL AUTOR* Agu Trot. Ilust: Quentin Blake, (Trad: Miguel Sáenz), Madrid: Alfaguara, 1996. Boy: Relatos de infancia. Ilust: Quentin Blake, (Trad: Salustiano Masó), Madrid: Alfaguara, 1987. Las Brujas. Ilust: Quentin Blake, (Trad: Maribel de Juan), Bogotá: Santillana, 1992. Charlie y la fábrica de chocolate. Ilust: Faith Jacques, (Trad: Verónica Head), Madrid: Alfaguara, 1988. Charlie y el gran ascensor de cristal. Ilust: Faith Jacques, (Trad: Verónica Head), Madrid: Alfaguara, 1981. Los cretinos.Ilust: Quentin Blake (Trad: Maribel de Juan), México: Alfaguara, 1999. Cuentos en verso para niños perversos. Ilust: Quentin Blake, (Trad: Miguel Azaola), Madrid: Altea, 1985. Danny, el campeón del mundo. Ilust: Jill Bennett, (Trad: Maribel de Juan), Madrid: Alfaguara, 1986. El dedo mágico. Ilust: Pat Mariott, (Trad: Maribel de Juan), Madrid: Alfaguara, 1985. El Gran Gigante Bonachón. Ilust: Quentin Blake (Trad: Herminia Dauer C. de Martos), Barcelona: Planeta, 1984. James y el melocotón gigante. Ilust: Michel Simeon (Trad: Leopoldo Rodríguez Regueira), Madrid: Alfaguara, 1982. La jirafa, el pelícano y el mono. Ilust: Quentin Blake, (Trad: Juan Ramón Azaola), Madrid: Alfaguara, 1987. La maravillosa medicina de Jorge. Ilust: Quentín Blake, (Trad: Maribel de Juan), Madrid: Alfaguara, 1983. Matilda. Ilust: Quentin Blake (Trad: Pedro Barbadillo Gómez), Madrid: Alfaguara, [s.f.]. Mi año. Ilust: Quentin Blake, (Trad: José María Guitián), Madrid: SM, 1994. Los Mimpins. Ilust: Patrick Benson, (Trad: María Puncel), Madrid: Altea, 1992. ¡Qué asco de bichos! Ilust: Quentin Blake, (Trad: María Puncel), Madrid: Altea, 1985. Sabor: ¡un chateau Brenaire-Ducru de 1934 avinagrado! Ilust: Etienne Delessert, (Trad: José Luis Fernández-Villanueva), Barcelona: Destino, 1990. El Superzorro. Ilust: Horacio Elena, (Trad: Ramón Buckley), Madrid: Alfaguara, 1980. El vicario que hablaba al revés. Ilust: Quentin Blake, (Trad: Paz Barroso), Madrid: SM, 1992. Volando solo. (Trad: Pedro Barbadillo Gómez), Madrid: Alfaguara, 1988. * Esta bibliografía responde a los libros traducidos al castellano que se encuentran en el Centro de Información y Documentación sobre literatura Infantil y Lectura del Banco del Libro. 13 Una mirada al mundo de Anno V er, mirar, observar, percibir, examinar, contemplar, advertir, visualizar. De diversos modos podemos adentrarnos al mundo de Mitsumasa Anno. Cada uno posibilita una experiencia única; aunque, sea cual fuere este modo, todos parecen confirmar que el mundo de Anno es inaprehensible. Basta mirarlo para que lo confundamos con el nuestro, para que las fronteras entre uno y otro desaparezcan, para que quedemos imbuidos en él y él en nosotros. Quizás haya sido una pregunta la que llevó al peregrino a iniciar su viaje. Quizás se planteó: ¿Qué hay del otro lado de la montaña? ¿Cómo son las cosas allí? Y luego se echó a andar. Bueno, más bien a remar, cabalgar, dibujar... Lo cierto es que todo comenzó con la curiosidad. Curiosidad que permanece en estos libros y que nos lleva a preguntarnos ¿qué hay del otro lado de la página? ¿Cómo son las cosas allí? En las páginasde Los viajes exploramos territorios nuevos y descubrimos las vidas que en ellos transcurren. Acompañando al viajero presenciamos las historias que suceden a su paso. Nos perdemos en campos tupidos, en mercados festivos o en lánguidos funerales. Siempre encontrando a inesperados conocidos, participando del modo como otros perciben el mundo: vemos a través de los rasgados ojos de Anno cosas visibles e invisibles, perdidas en el tiempo histórico o presentes en la atemporalidad de la ficción; vemos un alce que advierte la llegada del peregrino, un niño que contempla a una mujer bañándose, un pintor que mira un cuadro dentro de un cuadro, a unos patitos que ven a su hermano como un ser diferente a ellos... Pero el mundo de Anno también ilustra lo invisible. Sus páginas están repletas de sonidos, canciones y conversaciones. Sensaciones como el dolor, sentimientos como el desamor e incluso, leyes como la de la gravedad aparecen 14 Por G U S TAV O P U E R TA L E I S S E ante nuestros ojos. También las creencias –y el cambio de ellas– podemos apreciarlas. En El mundo medieval de Anno presenciamos “cómo un pueblo que vivía en la época de Tolomeo veía su universo” (Anno: 1986), cómo se curvó la tierra hasta llegar a ser redonda y cómo, luego de dar algunos pasos en falso, la tierra dejó de estar quieta para dar vueltas alrededor del sol. Este recorrido no es relatado por Anno como aquél que va de la equivocación a la consolidación de la verdad. Muy al contrario, nos confiesa nuestro autor la dirección de su camino: “He escrito este libro con la esperanza de que los lectores que han observado un globo terrestre y que saben que la tierra es redonda comprendan ahora, al menos por un instante, la extrañeza y el choque que las gentes del mundo medieval tuvieron que experimentar cuando Copérnico,con su teoría,amenazósus arraigadascreencias” (Anno: 1986). Anno nos muestra cómo se hizo visible lo invisible y nos lleva a visualizar aquella realidad que normalmente pasaría desapercibida ante nuestros ojos. De la transmisión de esta experiencia, del paso que existe entre saber algo y comprenderlo, resulta la ampliación de nuestro horizonte de comprensión y la concientización del sentido de la perspectiva. Visualizar: éste es el punto de vista que nos ofrece Anno para comprender nuestro entorno. No es suficiente el saber, que viene a ser una observación superficial. Hace falta des-cubrir (es decir, levantar el manto que oculta el 1,2, 3, tantos... ¡aprendamos a contar! El mundo medieval de Anno conjunto de relaciones invisibles que unen a las cosas) para poder comprender, para poder hacer visible aquello que permanece invisible. A través de 1, 2, 3, tantos... ¡aprendamos a contar! visualizamos los números: apreciamos cómo éstos están presentes en nuestro entorno cotidiano, tanto en grupos de objetos, representaciones matemáticas como en ciclos temporales. Es insuficiente saber que la grafía ‘1’ corresponde al número ‘uno’, el ‘2’ al ‘dos’ y así sucesivamente. Descifrar la complejidad del acto de contar supone el desarrollo de las nociones de conjunto, sucesión, adición, entre otras. ‘Uno’ así, no sólo corresponde a la grafía ‘1’. También este número está vinculado con individuos, una hora, un mes y un conjunto de números. Quizás se expresa la dificultad y riqueza de la visualización cuando, de un modo más complejo y de una forma más metafórica, Anno se vale de la imagen de una blanca colina nevada para representar el cero. Si por sí misma podría parecer que esta imagen no basta para dar cuenta de la magnitud vacía, enmarcada dentro de las páginas de este libro logra su objetivo: hacer visible aquello que por su propia condición resulta invisible. En este modo de representar al cero encontramos la uti- lización de un elemento invisible que está presente en toda la obra de Anno: el “si” condicional. La idea que subyace en la ilustración de la blanca colina nevada es que si el cero pudiera verse, podríamos percibirlo a través de esta imagen. Por medio del si, Anno nos muestra que si hay una forma de ilustrar lo imposible, las figuras de Topsy-turvies logran expresarlo. O mejor aún, si nuestro sentido de la perspectiva es lo suficientemente amplio, lo que estas ilustraciones representan es más que posible. Así pues, sobre el si nos dice Akihiro Nozaki, un compañero de caminos de Mitsumasa: “Si es una palabra muy pequeña, pero es una de las más poderosas en nuestro lenguaje. Ella es la llave de nuestro pensamiento imaginativo, una llave que abre la puerta a nuevas ideas. Ahora bien, si también puede ser usado de un modo muy estricto para probar la verdad de una idea o una suposición de un modo lógico” (Nozaki:1985; 42). Y seguidamente nos recuerda un dicho francés: “Usando la pequeña palabra si, nosotros podemos poner todo París dentro de una botella”. Usando la pequeña palabra si, Anno metió a Italia, Inglaterra, buena parte de Europa y Estados Unidos dentro de sus libros. Usando el condicional si nos ha abierto las puertas de nuestro pensamiento 15 imaginativo. También se vale de esta diminuta palabra para enseñarnos el orden de los números, la descomposición de grupos en subgrupos, la adición y sustracción. En Diez niños se cambian de casa constantemente se plantea la interrogante ¿cuántos niños hay en la casa de la izquierda si uno se muda a la de la derecha? Valiéndose de la misma palabra visualizamos el concepto de factorial o nos introducimos al mundo de las probabilidades. Hemos comprendido algunas cosas del mundo de Anno. Tengo la sensación de que en este mundo mi mirada es la de un pequeño hombre que viaja a caballo, quien se maravilla con lo que lo rodea, pero no puede percibir todo lo que sucede a su paso. Quizás, si hay alguien que esté fuera de la página, podrá apreciar las cosas que ocurren a mi alrededor. Por mi parte, no dejo de preguntarme ¿qué hay del otro lado de la página? ¿Cómo son las cosas allí? No tengo respuestas, sólo la impresión de que todavía nos queda mucho por ver, mirar, observar, percibir, examinar, contemplar, advertir, visualizar... en éste, nuestro mundo, que es el mundo de Mitsumasa Anno. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Anno, Mitsumassa (1986). El mundo medieval de Anno, Barcelona: Juventud. Nozaki, Akihiro (1985). Anno’s Hat Tricks, Nueva York: Philomel Books. BIBLIOGRAFÍA DEL AUTOR* Diez niños se cambian de casa (Trad: Chinatsu Sato), Barcelona: Juventud, 1991. El mundo medieval de Anno (Trad: María de Roda), Barcelona: Juventud, 1986. 1, 2, 3, tantos... : ¡Aprendamos a contar! Caracas: María Di Mase, 1979. El viaje de Anno II. Barcelona: Juventud, 1981. El viaje de Anno IV. Barcelona: Juventud, 1983. * Esta bibliografía responde a los libros traducidos al castellano que se encuentran en el Centro de Información y Documentación sobre literatura Infantil y Lectura del Banco del Libro. CENTRO DE ESTUDIOS Y PROMOCIÓN DEL LIBRO INFANTIL Y JUVENIL COORDINADORA María Fernanda Paz Castillo COMITÉ EVALUACIÓN DE LIBROS Brenda Bellorín (Coordinadora del Programa de Evaluación de Libros) DE EVALUADORES Ana Azcárate Hripsime Bedrosian Paula Cadenas Susan Castro Maité Dautant María Elena de la Rosa Olga García Larralde Sashenka García Susana González Fanuel Hanán Díaz Carolina Holmes Mariana Marczuk Dyurich María Francisca Mayobre María Beatriz Medina Lourdes Morales Balza Irene Ojer Ana Palmero María Fernanda Paz Castillo Gustavo Puerta Leisse Javier Sánchez César Segovia María Cristina Serrano El viaje de Anno Gustavo Puerta Leisse Tesista de la Escuela de Filosofía de la Universidad Católica Andrés Bello. Fiel integrante del Comité de Evaluación de Libros y responsable de muchas de las reflexivas y airadas discusiones que se dan en cada reunión. CONCEPTO Y EDICIÓN Brenda Bellorín Lourdes Morales Balza Sashenka García DISEÑO Ana Palmero IMPRESIÓN ARTE TIP DEPÓSITO LEGAL pp 200003CS203 ISSN 1317-3146