Los Parises - Actividad Cultural del Banco de la República

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Los Parises - Actividad Cultural del Banco de la República
UNA FAMIliA Df PROCERES
LOS PARISES
ESTUDIO DISPUESTO
POR JOSE JOAQUIN PARIS DE LA.ROCRI
y PUBlICAOO BAJO lA OIR(CCIQN O[
GUST A VO ARBOLEDA
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DI1: LA ACADEMIA
NACION AL DE HISTORIA
BOGOTA.
lMPRENTA Y I..ITOGRAFlA DE JUAN CASlS
1919
UNA FAMILIA Of PROCtRfS
LOS PARISES
ESTUDIO DISPUESTO
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POR JOSE JOAQUIN PARIS DE LA,ROCHI
PUBLICADO BAJO lA OIR[CCIUN Of
GUSTAVO ARBOLEDA
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DE LA ACAOEMIA
SACIOS' AL DE HISTORIA.
BOGOTA
IMPRENTA Y LITOGRAFIA
1919
DE JUAN CASIS
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GEN£.RAL JOAQUIN PARIS
50BR~ E5'fE LIBRO
La obra que tienes .:n las manos, inteligente y curioso
lector, es un doble homenaje de piedad filial que don José
Joaquín Paris de la Rache tributa a la memoria de sus
antecesores
ilustres y a la Patria colombiana,
con motivo
del primer centenario de la fecunda victoria de Boyacá. _
Este libro no es una historia si se toma la palabra en
el sentido que le daban los preceptistas
clásicos, sino más
bien un interesante
depósito de materiales para los futuros
historiadores
de Colombia. En él se hallan genealogías
de
muchas grandes familias hogotanas,
datos antes desconocidos. pinturas de costumbres,
curiosas
anécdotas.
Ya se
ha refutado el hueco precept<J de Voltaire: «No digais a la
posteridad
sino lo que es digno de la posteridad,»
y se ha
demostrado
que una circunstancia
minúscula suele contribuír a una revolucíón, a (a caída de un imperio. Boissier
señala como factor de la ruina de Cicerón sus gracejos
mordaces contra gentes de viso de la sociedad romana.
El señor París, que conserva íntegra en la ancianidad
una memoria privilegiada,
que posee numerosos
documentos inéditos, que fue testigo o actor de muchos de los acontecimientos
que narra y supo los demás de los labios autorizados
de su padre y de sus tíos, nos brinda notícias
-II-
verdaderamente preciosas. Ha colaborado en esta obra,
ordenando los asuntos, dando hábiles retoques al dibujo y
dirigiendo la publicación, don Gustavo Arboleda, uno de
de nuestros más eruditos, concienzudos e imparciales historiógrafos.
El estilo del libro es correcto, pero sencillo y familiar,
como corresponde a los recuerdos de un caballero, esmeradamente educado en su juventud por los jesuítas, pero
ajeno después a ocupaciones literarias.
En el primer capítulo leemos dos observaciones que,
aunque no son nuevas, son verdaderas y muy pertinentes
al asunto. La primera es que un relato histórico nunca es
tan instructivo, interesante y ameno como cuando los hechos se agrupan en derredor de uno o varios personajes;
y la segunda, que hay biografías equivalentes a los anales
del pais en una época determinada. Esto último, que se
dijo de la estirpe payanesa de )05 Mosqueras, es aplicable
a la familia bogotana de los Parises. Aparece uno de ellos,
cuando no varios, en todos los sucesos importantes de la
vida nacional, empezando por el movimiento de 1810, que
Inició nuestra independencia, y terminando en la transformación política de 1886.
Entre los individuos cuyas vidas figuran en estas páginas hay rica variedad de caracteres, profesiones y costumbres, desde el patriarca de severas virtudes hasta et
calavera elegante; desde el militar de profesión, hasta et
acaudalado rentista; desde los que murieron en su lecho,
rodeados de los suyos, hasta los que perecieron en el campo de batalla o asesinados por odios de partido.
Pero en todos los Parises hubo ciertos rasgos comufies, la marca de la familia, que consiste en la fidelidad a
las creencias católicas y a las opiniones conservadoras; la
hidalguía en los procederes y la cultura en el trato; el
valor que no afronta el peligro por obligación, sino que lo
busca par placer; y, finalmente, la esquivez en la hora de.
-
III-
las recompensas después del triunfo. Estas condiciones.
hallan en don José Joaquin Paris, autor de estos recuer-dos (1).
Entre aquellos meritorios varones sobr.esale el general Joaquin Paris y Ricaurte. El y los generales bogotanos
Francisco de Paula Vélez y José Maria Ortega forman, en el
firmamento de las glorias colombianas, lIna constelación de
dulce y discreto resplandor. Soldados irrevocables, ejecutaron, durante media sigla, proezas de leones en ias campos de batalla, sin perder, en el fragor de los combates ni
en la licencia de los cuarteles, la integridad de la vida cri.g..
tiana ni la urbanidad exquisita, heredada de sus nobles
prosapias. En tiempos de paz, sirvieron a la República en
los puestos más elevados del orden civil, perm:meciendo
ajenos a codicias, ambiciones y envidias. Enemigos de
toda violencia, de toda revolución, de toda dictadura, estuvieron afiliados a los partidos civilistas de Nueva Granada. Aunque acribillados de gloriosas cicatrice~, llegaron a
edad avanzada y fallecieron en paz, en brazes de la RéUgión que habían practicado durante el curso de la vida.
No anticipamos noticias sobre el general París, para no
mermar el interés de este libro.
~
Conocimos, en nuestra infancia, al insigne prócer, y
. recordamos la breve estatura, el cabello gris y ya escaso,
el bigote negro todavia, la expresión del semblante, aristocrática y bondadosa. Sabíamos que era uno de los libertadores, teniente y amigo de Bolívar, y que la mano mutilada del anciano era reliquia de una gloriosa batalla. Nos
acercamos a él penetrados de respeto, sonrió con carino,
levantó la mano sana y nos acarició blandamente.
<I) En 1885, cuando la loma de Honda por l•• fuerzaa del Gobierno, don JOlt
Joaquín ~ hallaba en aquell. ciudad, pero .in formar parle del ejércilo. Apena •••
rompieron loa fuego., le incorporó. COJqplelamenle d"'iarmado, a 1,," tropu del gen ••
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-IV-
Años después, nos cupo el honor de tratar, más o me,nos de cerca, a algunos de sus hijos. Don Pedro María, el
primogénito, vivo retrato, en lo físico, del general París, fue
distinguido il)geniero civil y llevó a cabo varias obras importantes en ejercicio de su profesión. Viajó detenidamente
.por Europa y, a su regreso, fue quien trajo la estatua de
Bolívar, para la plaza principal, y el sepulcro que guarda
las cenizas de Castillo y Rada, para la capilla del Colegio
del Rosario. Tenia don Pedro María un corazón de paloma, carácter jovial y conversación amena e instructiva.
Don José Joaquín emparentó con nuestra familia, por su
: matrimonio con una dama modelo de virtudes, hija de dDn
Victor Lago y Ortega, y ha sido con nosotros un amigo
leal y cariñoso.
Cuando muera el a11tor de este libro, no quedará de~)
cendencia del general París por línea masculina, pero que-dan sus bisnietos, que aunque no lleven su apellido, tienen
su sangre y la obligación de imitarlo; queda la RepúbliCà
libre que él ayudó a crear y fecundó con su sangre; queda
iU nombre, que ninguna edad borrará;
quedan sus grandes hechos parà ejemplo de las generaciones venideras.
R. M. CARRASQUILLA
CAPITULO I
La familia París-Ricaurte.
Origen de [os Parises. ~ Armas de esta familia. - Los Parises de otros
siglos. - Don josé Martin Paris. - La estirpe de los Ricaurtes. - Ri.
queza de don josé de Ricaurte. - La tesoreria de la ca.sa de moneda..
Origen de este establecimiento. - Los hijos de don jasé de Ricilurte.
u Veinticinco y uno quemildo:'
La conmemoración de los episodios gloriosos de un
pueblo tiene para nosotros, como el más si mpático yexpresivo de sus resultados, el rendir homenaje a los varones
que en esos hechos actuaron; enaltece sus virtudes y hazañas, para librarlos del olvido, y los pone siempre de presente a lasgeneraciones que se van sucediendo; todas ellas
vienen a ser, con el transcurso de los años, herederas de
los beneficios que esos mismos episodios conquistaron a
la patria y del nombre que ellos procuraron a sus principales actores.
La historia, mirada a grandes rasgos, se reduce a los
hechos de los varones egregios de cada edad; viene, en
consecuencia, a quedar sintetizada en la vida de ciertos
individuos, a tal punto que muchas agrupaciones políticas
y sociales desaparecidas en épocas remotas han perpetuado
su nombre, gracias al de sus miembros más conspicuos, a
los cuales van estrechamente unidas. El antiguo Egipto,
los estados de la remota Grecia y la Roma republicana y
la imperial se destacan de modo vigoroso en los fastos de
)a humanidad por la estela que al través de los siglos han
dejado sus hijos preclaros. Concretando estas observaciones a nuestra patria, cabe afirmar que cada etapa de su
• vida está simbolizada por la hoja de servicios de los más
ilustres hijos de este suelo. La biografia de algunos de ellos
es el relato de la vida nacional. Escribir la historia de los
primeros lustros del siglo XIX es trazar la semblanza de
los campeones que en aquella época se distinguieron.
Cada hecho culminante de ese periodo es timbre de honor
para uno o para varios esclarecidos compatriotas. Hablar
de las glorias de la Repùblica en ese entonces es referirse
a las palmas arrancadas por esa inmensa falange de luchadores colectivamente denominados «próceres de laindependencia."
La batalla de Boyacá, suceso culminante de la guerra
magna, con la celebración de su primer aniversario secular, brinda campo vdstísimo para enaltecer una vez más
a quienes alii cimentaron la libertad de 13 nueva Colombia
y con ella la de toda la parte meridional del nuevo mundo.
Nosotros queremos aprovechar el fausto centenario
para refrescar el recuerdo de uno de los vencedores en
aquella épica jornada, el general joaquín Paris y Ricaurte,
y para hablar también de los demás miembros de la ilustre familia Paris, que cooperaron con denuedo al triunfo
de la causa republicana y por ella ofrendaron su sangre Y
aun su vida.
Si es verdad que cada hombre vale por sus propios
hechos y no por los de sus mayores, es también cierto que
las cualidades distintivas de un ciudadano constituyen el
reflejo de los méritos de sus antepasados. Al tratar de los
Parises, fuerza es que igualmente tratemos de su progenie,
que saquemos a lucir recuentos genealógicos para que
mejor se comprenda y de manera más cabal se aprecie a
los héroes de esa far'lilia, que vinieron a la vida con un
cuantioso legado de ejemplos que imitar, exhibidos por
larga serie de generaciones. dignificadas en el servic.io de
su patria y de sus semejantes.
El tronco de dicha familia, como el de casi todas las
colombianas de alguna distinción, es preciso buscarlo en
Espdña. Allá encontramos, para no remontarnos demasiado
ni faligar a quien nos lea con interminables listas sacaJas
de polvorosos pergaminos o de amarillentos árboles nobiIiarios, a don Tomás París y Torres. Era éste un madrileno
del siglo XVII, que vio la primera luz en la coronada villa
del Oso y del Madroño el dia 20 de mayo de 1650. Baste
a nuestro intento decir que don Tomás era de limpio abolengo, que su familia ocupaba distinguida posición y era
gente de pro, encanecida en la defensa de Ja tierra nataJ y
en el acatamiento y adhesión al soberano, cu:\ndo el ideal
de todo hombre bien nacido se cifraba en sobresalir rindiendo pleitesia a la majestad castellana.
Los merecimientos que formaban la más valiosa presea
de los Parises se ostentan en el blasón otorgado a su casa
y familia, formado de cuatro cuarteles, azul el campo izquierdo superior, de gules el derecho, de plata el izquierdo inferior y sinople el restante. En el primero se destaca la
cabeza del monarca español, sobre la mitad deJ mundo,
presentado de color de plata y co'n sendas besantes a uno
y otro Jado, para denotar, con esas antiguas munedas de
Bizancio, que los çaballeros que tal escudo poseían eran
descendientes de otros que antaño habían ido a batirse a
Palestina para rescatar el Santo Sepulcro de poder de los
musulmanes. En el campo de gules aparece un brazo que
empuña el hacha, arma predilecta de los antiguos caballeros para dejar inerme al adversario rompiéndole con ella
sus elementos de defensa. En el campo de plata se advierte
un árbol por cuyo pie pasa a carrera tendida un airoso
corcel. Finalmente, en el cuartel color sinople surgen dos
lanzas sin astas.
París y Torres celebró enlace nupcial con doña María
Martínez. De ese matrimonio nació el 2 de agosto de 1677
don Francisco Paris y Martínez, esposo a su turno de doña
Inés Barbero, y origen de tres diversas ramas de Parises:
una que continuó viviendo en España. otra que se difundió en México y una más que andando los años fijó su
residencia en Santa Fe de Bogotá.
La primera de esas ramas tuvo por origen a uno de los
hijos de don Francisco, don Marcelino Paris y Barbero, y a
la legítima consorte de éste, doña Isabel Palomares. Un hijo
de tal matrimonio, don Dionisio Paris y Palomares, cónyuge
de dOi'laTeresa Cañaveral, fue padre de dOll Francisco Paris,
el cual unió su suerte a la de doña Micaela Cano. De este
enlace vinieron al mundo: dona Dolores Paris, esposa de
don Vicente Martínez Lambronelo; doña Luisa y don Fernando Paris, nacidos los dos últimos a mediados de la postrer centuria, lo mismo que una hija de doña Dolores, dofia
Eusebia Martinez y Paris, que vio la luz en 1861.
Don Vicente París y Barbero, hijo también de don Francisco, fue origen de Jas otras ramas; nació el 2 de noviembre de 1721 y fue casado dos veces, la primera, con dOfia
Antonia Parra, de la cual vinieron doña Alfonsa y don Juan
Francisco París Parra, el cual se radicó en México; la
segunda vez, se unió don "Vicente a dona Vicenta Alvarez,
de cuyo enlace procedía don José Martin Paris y Alvarez,
que vio la primera luz en Madrid el 17. de noviembre de
1746, Y a la edad de veintisiete afios vino al Nuevo Reino
de Granada para servir, por real nombramiento, la administración de la renta de tabacos en Santa Fe, con la circunstancia muy especial de que se le concedió el privilegio de
no rendir cuentas de su manejo, por ser de la nobleza
española.
Don JOSé Martin se habia distinguido ya en Espafia en
Servicio del rey Carlos III, de quien era gentilhombre de
cámara. Su venida a esta altiplanicie tuvo pOf.,causa un
hecho Que prueba la lealtad de Parisa] _soberano. Un día
que nuestro personaje estaba de guatdia en la entrada contigua al despacho del monarca, uno de los más encumbrados títulos del reino pretendió ser recibido por don Carlos
sin pérdida de momento. París se opuso a ello, porque las
instrucciones que tenía eran las de no permitir el acceso
de persona alguna a' regio despacho.
El solicitante no se
conformó con ello y pretendió seguir a hablar con el mo.
narca; don José Martín desenvainó su espada y de ese
modo se hizo respetar del importuno. Prodújose el escándalo que es de presumir, y a fin de alejar J Paris de la
corte sin detrimento para su buen nombre, y antes con el
objeto de recompensar su adhesión y fidelidad al rey, se le
concedió el cargo de que ya hemos hablado.
En 1777, cuatro años después de su llegada a esta capital, donde bien pronto se relacionara con las familias más
prestigiosas de ella, unió su suerte a la de doña María Andrea Genoveva Ricaurte y Mauriz de Posada, joven de
excepcionales prendas físicas, de las cuales se ha conservado el recuerdo, como Que Vergara y Vergara, en su interesante artículo titulado Las tres tazas, al referirse a una
selecta reunión so~ial en la casa de los marqueses de San
Jorge, poco antes de 1810, habla de «la hermosísima doña
Genoveva Ricaurte.» Esta dama tuvo por padres a don
Rafael de Ricaurte y Terreros y a doña María Ignacia Mauriz de Posada. Don José Martín fue uno de los miembros
de la Sociedad Patriótica del Nuevo Reino de Granada,
establecida en Santa Fe en 1801 y que tuvo por presidente
a don José Celestina Mutis.
La estirpe de los Rícaurtes era de abolengo no menos
preclaro y distinguido que el de los Parises. El origen de
aquella familia es, como el de la segunda, bien antiguo;
a principies del siglo undécimo brilla en España don Al-
varo de Ricaurte, valeroso auxiliar de los reyes de Castilla
en las luchas contra los moros. Un siglo más tarde figura
don Fermín de Rlcaurte como ministro de don Alfonso VI
de Castilla y en seguida como consejero de doña Urraca,
hija y heredera de aquel célebre soberano. Avanzando los
allas vemos destacarse a don Pedro de Ricaurte, quien
fue delegado del señorio de Vizcaya, en 1476, ante la majestad de don Fernando el Católico, rey de Aragón.
El apellido de Ricaurte se propagó en el Nuevo Reino
de Granada pareI capitán don josé de Ricaurte y Verdugo,
natural de Salamanca e hijo de don Pedra de Ricaurte y
de doña Isabel Pulido y Verdugo, que pasó a avecindarse
en Santa Fe en el siglo XVII. En esta capital contrajo matrimonio con doña Ana de León Castellanos, hija de don
Miguel de León y de doña Antonia Diaz de Santiago.
Don José de Ricaurte a la limpieza de su sangre, como
se decia en aquellos tiempos en la madre patria refiriéndose a las personas de elevada posición social que no
tenian mezcla con moros ni judias, unia educación y conocimientos literarios bastante considerables y era dueno de
una cuantiosa fortuna, de las más grandes del virreinato.
Sus luces le sirvieron para litigar en estrados y su dinero
para emprender en diferentes negocios. Adquirió parte
principal de las minas de esmeraldas ha~ta su época descubiertas en la jurisdicdón de la ciudad de Muzo, entre
ellas la del cerro de Cozcuez, encontrada en 1646 por
Francisco de Ovalle. La extracción de aquellas preciadas
piedras se hacía por procedimientos muy rudimentarios y
el rendimiento de las minas era insignificante. La de Cozcuez, en cuya posesión amparó el rey a Ovalle concediéndole facultad para asistir a. ella con vara de real justicia,
se trabajaba, a raíz de su descubrimiento, con una pequeña
cuadrilla de negros esclavos.
Los yacimientos de esmeraldas que existfan en laboreo
desde antes de la conquista, los que se encontraron en el
·9·
siglo XVI Y otros que se hallaron en la siguiente centuria,
pertenecieron todos a particulares, quienes pagaban a la
rertl hacienda la vigésima parte del producido, o sea los
llamados quintos reaJes.
Las dificultades para el trabajo en aquellas minas eran
causa para que sus propietarios las dejasen en olvido y
que otros sujetos las denunciasen, dando con ello lugar a
interminables litigios. Así, por ejemplo, la de Somondoco,
que beneficiaban diversos dueños. flle por ellos abandonada a mediados del siglo XVII; el presbítero don Pedro
Salís de Valenzuela, poseedor de un hato en Jas vecindades de la mina, la denunció en 1672, dando por razón que
hacia más de quince años se hallaba abandonada; los
antiguos propietarios reclamaron, mas el clérigo fue favorecido con la concesión del cerro esmeraldífero.
Don José de Ricaurte ensanchó sus propiedades mineras de Muzo en 1701, por compra que de algunas de ellas
hizo a don Enrique de Guzmán; un lustro más tarde era
dueño de casí toda la riqueza mineral de Muzo, entre la
cual sobresalía la yacente en el cerro de Itoco, que parece
fue el único a cuyo beneficio atendió en definitiva el capItán Ricaurte. Así como él ahora, en épocas anteriores
habían sido propietarios de buena parte de las minas los
miembros de la no menos linajuda y acaudalada familla
Prieto de Tobar.
El capitán Ricaurte y Verdugo fue tercer tesorero de la
casa de moneda de Santa Fe, cuyo empleo compró por dos
vidas en 1683 en la suma de treinta mil pesos; es decir,
para disfrutarlo él hasta la muerte y Juégo, en iguales condiciones. su primogénito, don José Salvador de Ricaurte y
León Castellanos.
La casa de moneda fue proyectada desde 1559, y poco
después, gobernando el país Venero de Leiva, se estableció alguna regularidad en el sistema monetario, haciendo
sellar los tejos de oro que servían para las transacciones,
• 10.
bien que sin atender a la ley y sí sólo al peso, lo cual se
prestó a falsificaciones. Volvióse a pensar en la fundación
de la casa de moneda, y en 1590 fueron enviados de la
corte a Santa Fe algunos troqueles, diversas herramientas y
los demás enseres indispensables, pero nada pudo hacerse
en definitiva por haber faltado un edificio adecuado y los
técnicos competentes. En 1620 celebró el gobierno real
una capitulación con el capitán Alonso Turrillo de Yebra,
gobernador de Antioquia, para que, de acuerdo con la
audiencia de Santa Fe, estableciese la casa de moneda en el
Nuevo Reino. Turrillo empezó la acufiación un afio más
tarde y la suspendió a los pocos meses; continuóla en
1627 bajo la dirección administrativa de don Martin de
Arbustante, a quien designó para que le sustituyese en la
tesorería. Entregado a las tareas del gobierno en Antioquia, le sorprendió la muerte a causa de una infección que
contrajo presenciando la apertura de unoS pozos. Los tropiezos experimentados por el capitán Turrillo'de Yebra no
empecieron para que el gobierno declarase terminados el
año 37 los quince que en la capitulación se hablan seflalado para que durante ellos beneficiase la casa de moneda
el fundador de ella. La viuda de Turrillo, doña María de
Vergara y Azcárate, y el teniente-tesorero,
Arbustante,
designaron para servir la !esoreria, en diciembre de dicho
afio de 37, a un sobrino de aquella señora, don Antonio de
Vergara Azcárate y Dávila. Vergara vino muy niño de
Espafia y se formó en Santa Fe éll lado de sus tíos, habiendo
intervenido largo tiempo en el funcionamiento de la casa
de moneda como contador de ella. La corte lo confirmó en
la tesoreria, y en 1647 lasaçó a remate, que obtuvo el mismo don Antonio por el resto de su vida, terminada en 1690;
bien que en los últimos cuatro lustros de ella no sirvió la
tesorería, porque el rey, después de hacerlo caballero del
hábito de Santiago, lo nombró en dos periodos gobernador de Cartagena y luégo gobernador y capitán general
· II .
de Maracaibo, en cuyo destino se hallaba en 1690. Siete
ai'los antes de la muerte del segundo tesorero entró a subrogarIo el capitán Ricaurte y Verdugo (1).
El mencionado tesorero Ricaurte tuvo seis hijos, de los
cuales fueron notables don Juan, alcalde de corte y oidor
de Quito, y don José Salvador, esposo de doña Francisca
Terreros Villarreal Landaverde y Arizeta, de cuyo matrimonio hubo larguisima prole, más de veinte vástagos, que,
«establecidos en diferentes provincias del virreinato, son el
tronco de las familias que hoy se conocen con el mismo
apellido. Cuenta la tradjción que muerto uno de ellos de
una quemadura en un ingenio o establecimiento de producir azúcar, eran conocidos familiarmente en la colonia con
la denominación de los veinticinco y uno quemado» (2).
(I)
Para lo relacionado hasta aqur con las mina. de Muzo y con la casa de
moneda hemos consultado los documentos que sobre minas y-sobre moneda se hallan
en el archiva nacional, la Vida de Gutiérrez Vergara por Gutiérrez Ponce y la
obra del doctor Clímaco Calderón sobre hacienda nacional.
(2) Mutis Durán, a quien pertenece lo transcrito, da, en la biografía del héroe
de San Mateo, el número de veintidós, cifra que también &SignaJ. D. Monsalve,
biógrafo igualmente de don Antonio Ricaurte;
en árboles genealógicos de la familia
sólo constan diez y nueve hijos. Gutiérrez Ponce dice que fueron veintiseis, lo que
se nos antoja má. lógico, porque si no el vulgo habría dicho y repetiera ha.ta el presellte diez y ocho o veintiuno y uno quemado y no veinticinco.
CAPITULO II
Desçendençia de
105
Ricaurtes.
Descendendl1 de D. José Sal'bl1dol' de Ricaul'te.-Administl'ación
de las
minas de esmera.ldas.-Decadencia
de ellas.-Los
Ricaurtes Loza.nos.-Los
Ba.I'a.ya.sRica.urtes.-Los
Prietos Ricaurtes.-Los
Satis
de Sant¡¡maría..-La. "Tertulia del Buen gasto."-Los
Manriques,
Caícedos y C()ergl1ri1s.-Los Ríçaunes Riguel'os.-La
fa.milia de
D. Camilo- Torl'es.-Los Rícaanes Manl'íques.-El asesinato de D.
JuUo Al'boCeda.-El defensor de Nal'íño.
De la prole de don José Salvador de Ricaurte, digna
una tercera parte abrazÓ el
estado eclesiástico, siendo de éstos sjet~_ varones y dos
mujeres. De los diez y seis restantes, descartado el quemado, podemos mencionar los siguientes: don Rafael, don
José Antonio, don Juan Agustin, don Cayetano, doña María
Ana, doña Gertrudis, doña Josefa, dona Magdalena, doña
Rosalía y doña Tomasa.
Trataremos de la descendencia de varios de ellos,
numerándolos:
1. Don Rafael Ricaurte y Terreros, criado, como toda
su familia, entre abundantes riquezas, se vio ya hombre
en situación precaria, ora porque fuese de genio festivo y
un tanto calavera, ora porque la suerte le fuera esquiva;
ele las montaffas antioqueffas,
-
".
no pudo adelantar -el patrimonIo recibido de don Jo&é Sal •.
vador, el cual, según colegimos, testó una gran fortuna, en
la cual se incluían las minas de Muzo, que como no daban
rendimientos apreciables, fueron abandonadas. Perdido el
derecho de los Ricaurtes a eHas, se las incautó la corona,
por allá en 1759. Estuvieron entonces arrendadas, pero
esta operación no dio buen resultado. En 1763, el virrey
Messía de la Zerda consultó al rey don Carlos HI acerca de
lo que pudiera hacerse con las minas, porque no había
sujetos que las fomentasen. El 28 de febrero del 64 suscribió el monarca una real orden en virtud de la cual
habrían de trabajarse por cuenta de la corona y remitirse
a España las esmeraldas que se extrajesen. En los considerandos de dicha orden se lee que enterado el rey «de
la poca o ninguna utilidad que produce el arrendamiento
de la mina de esmeraldas de Muzo, a causa de faltar gente
para su trabajo y que s610 el cura doctrinero de los Indios
saca algunas piedras que vende Iibrem.ente, ha dispuesto
S. M. que V. E. (el virrey) disponga se abra y beneficie
esta mina ... " (1).
Messia de la Zerda quedó plenamente autorizado para
proveer lo que más conviniese en el negocio, y el 30 de
marzo del 65 expidió el título de interventor de las minas
en favor de don José Feliciano del Casal, que residía en
Muzo, donde era regidor del cabildo y ejercía otros cargos
en lo municipal. Del Casal emprendió inmediatamente en
la explotación, auxiliado por dos proveedores, cada uno
con trescientos pesos anuales. También hubo en Muzo un
capellán, con doscientos pesos, y un factor con quinientos.
El interventor ganaba ochocientos pesos.
Meses antes del nombramiento de don Feliciano, y apenas recibida la real orden del 28 de feb"ero, se trasladó a
las minas un perito minero, don José Antonio Villegas, quien
(I) Archivo nacional, Minas tie BO)lll.ci..
· '4 .
fue traído expresamente del Perú a examinar los mantos
de esmeraldas yel sistema que para extraer las piedras se
seguia, a fin de que indicase el más conveniente. Entonces
se preconizó como el mejor el de tajo abierto, pero el
implantado fue el que llamaban de bancos, que empezó a
sustituirse en 1789 por el de socavones.
Del Casal duró muchos años en la intervención de las
minas; al cabo de ellos fue promovido al tribunal mayor
de cuentas, seguramente para premiarle la limpieza y pulcritud con que llevaba Jasde Muzo. Durante la intervención de su sucesor se convenció el gobierno del escaso
rendimiento que daban las minas y de que el tren de administración de ellas resultaba gravoso para el fisco. Don Joaquín Prieto y Dávila y don Juan Larreamendi, ministros del
tribunal de cuentas, info! maron al virrey en 1189 sobre el
rendimiento de las minas en los años de mayor provecho.
El mejor de esos años fue el de 1609, no obstante que después se descubrj~ron nuevos mantos, entre ellos el del
cerro de Yacopí, que se concedió en 1632 al Capitán don
Alvaro Jiménez. Pues bien, el producto total de 1609 fue
de 300 castellanos de esmeraldas de primera clase, en
bruto; de 53.130 de segunda y de 57.010 de tercera. El
visitador real don Juan Francisco Gutiérrez de Piñeres hizo
indicaciones en pro de la economía en la explotación, y en
el 81 se ordenó de Madrid al virrey que dictase las providencias del caso, de acuerdo con Piñeres. A fin de evitar
perjuicios al erario, en 1797 fueron sacadas a remate las
minas para su arrendamiento y a pesar de haberse dado
los pregones en Santa Fe, Vélez y Muzo, no hubo ningún
postor (1). De ahí para adelante, durante treinta años, el
trabajo de e.::(tracción de piedras en Muzo fue casi nulo y
cayó en la miyar desmoralización a causa de la guerra de
la independencia.
(1) Archiv~cional.
Minasáe Bo~;¡cá.
· U.
Volvamos a don Rafael Ricaurte, el suegro de don José
Martin París. Don Rafael pasó a negociar en Antioquia,
donde contrajo matrimonio; la suerte se mostró con él
esquiva y hubo de tornar a Santa Fe, dejando en Medellin
a su esposa, que le había hecho ya padre; «y como en
~quella época la rigidez de las costumbres corría parejas
con el celo que los empleados pÚblicos· tenían por la tranquilidad de las familias, la real audiencia procedió a dictar
una medida de poliei:1 en virtud de la cual el señor Ricaurte
debió salir dentro del tercero día a incorporarse en su
hogar y a cumplir sus obligaciones domésticas: no pudo
el intimado salir inmediatamente, pero tan pronto como
tuvo algunos recursos y recobró su salud un tanto quebrantada, fue a Medellín y luégo regresó a Santa Fe» (1).
A más de doña Genoveva tu va don Rafael Ricaurte los
siguientes hijos:
a). Don Juan Esteban, que concibió avasalladora
pasión por doña María Clemencia Lozano, hija de los
marqueses de San Jorge, y a consecuencia de la oposIción que le hizo el padre, D. Jorge Miguel Lozano de
Peralta, hubo de celebrar un matrimonio lleno de incidentes novelescos; de él nacieron tres varones que sirvieron denodadamente a la patria, hasta perecer por
ella los dos menores: Antonio, el héroe del parque de
San Mateo, el 25 de marzo de 1814, y Manuel, que fue
fusilado por los españoles. El mayor de los Ricaurtes
Lozanos era don Ignacio, esposo de doña Isabel Rodríguez del Lago. Don Antonï'o también fue casado, y su
esposa se llamaba doña Juana Martínez Recamán. Doña
María Clemencia Lozano falleció a los pocos años de
matrimonio y su esposo contrajo segundas nupcias con
doña Gabriela Barriga. Este nuevo enlace de don Juan
Esteban Ricaurte tampoco fue de larga duración, pues él
(3) Mensalve, cil.
• M·
murió en 1798. La viuda se unió càtorce años más tarde
en matrimonio con el célebre prócer don Antonlo Villavicencio y Berástegui, natural de Quito, uno de los miÍrtires de la reconquista española, como que subió al
cadalso en 1816. La señora Barriga, dama de las más
entusiastas por la independencia el 20 de julio de 181)~
fue confinada pÔr don Pabl.o Morillo y soportó granites
padecimientos y privaciones durante los años del T ~rror;
sobrevivió mucho tiempo a aquella trágica situación y
bajó al sepulcro colmada de respeto y consideraciones
después de 1851.
Dos primos hermanos de los Ricaurtes Lozanos,
los Portocarreros Lozanos, don José María, esposo de
doña Josefa Rica urte, y don Mariano, tu vieron muerte trágica: el primero fue sacrificado con otros ocho patriotas esclarecidos en Ja ciudad de Cartagena, en febrero
de 1816, y el segundo pereció en uno de los combates
librados cuatro años antes entre federalistas y centralistas, el de Ventaquemada.
Sigamos enumerando los hijos de don Rafael Ricaurte:
b). Doña Rosalia, esposa de don Francisco Antonio
Baraya y Lacampa, padres del general Antonio Baraya
y Ricaurte, otro ilustre prócer, fusilado en Bogotá el
20 de julio de 1816, y que fue casado con dofta Isabel
Caicedo, de familia no menos ilustre por los servicios
de varios de sus miembros a la República. Hermanos
de aquel mártir fueron don Rafael Baraya, esposo de
una señora Prieto; dofia Josefa Baraya, de cuyo matrimonio con don Pantaleón Sanz de Santamaria nacIeron
estos cuatro hijos: doña Susana Santamaria, esposa del
primer empresario de la navegación por vapor en el
Magdalena, el inglés don Juan Bernardo Elbers; dona
Josefa, casada con don Luis Montoya Zapata, hermano
de don Francisco, otro de los propulsores del comer-
• 17 •
cio por nuestra principal arteria fJuvial i dofta Car~n,
esposa de don Manuel de Bernardo Alvarez, que fue
gobernador de Bogotá en 1820; doña Francisca, célibe, y don josé Maria, que casó con dofia Margarita
Carrefto. Don Pantaleón Santamaria murió en 1813.
Su viuda fue confinada por el Pacificador en 1816.
e) Doña josefa, de cuyo enlace con don Domingo
Serna y Larios hubo estos vástagos: don Domingo,
don Manuel, don joaquín y don josé María, casado el
último con su prima segunda doña Carmen Ricaurfe.
Los esposos Serna Ricaurte contribuyeron, en las postrimerfas de la colonia, representando comedias en el
teatro de Bogotá, a conservarle a ese escenario el sello
de distinción que le imprimieron antes' de expirar el
siglo XVIII las aristocráticas damas que han pasado a
la posteridad con los nombres de la lerezana y la Cebollino, quienes se hicieron aplaudir de nuestros abuelos
cantando tonadiJIas y otros aires. Serna fue también
prócer de ejecutorias, muy adicto al Libertador Bolívar
e infatigable interventor en las agitaciones políticas de
los primeros tiempos de la República, que lo llevaron
al cadalso por su complicidad en los planes subversivos del general José Sardá en 1835. Don Pepe Serna
dejó dos hijas, Manuela y justina.
d). Don Antonio.
e). Don jorge, que se estableció en la antigua presidencia de Quito~ donde contrajo matrimonio con doíla
Josefa Calisto. Fue corregidor de Amba.to y en 1820
abrazó la causa de la República, a raíz del pronunciét'
miento que contra los españoles se efectuó en Guayaquil el 9 de octubre de aquel ano.
2. Dona Maria Ana Ricaurte y Terreros, hermana de
don Rafael, fue la esposa del espanol don josé Prieto de Sa14lzar y Arellano, uno de los más ricos vecinos de Santa Fe
en el siglo XVIlI, como se pudo observar por los gastQ&-
- 18-
que hizo para solemnizar la jura del rey Felipe V, 4:cuyas
fiestas costeó y en las cuales hizo poner azucenas de oro
en cada plato de los asistentes al refresco de palacio, y
asimismo herraduras de plata a los caballos de los que
convidó al paseo ecuestre que se hizo por las principales
calles y plazas» (1). Este don José compró en 1718 el privilegio para acuñar moneda en el Nuevo Reino, pagando
al real erario doscientos veinte mil pesos. Del matrimonio
Prieto-Ricaurte hubo siete hijos, de los cuales mencionaremos a don Tomás y a doña Petronila, casada ésta con
el abogado de la real audiencia don francisco Sanz de
Santamaria y Salazar, nieto del español don José Sanz de
Santamaria y Angulo, caballero de Santiago.
«Don Francisco Sanz de Santamaria y su esposa,
advierte Gutiérrez Ponce, tuvieron el mérito inestimable de
haber educado a sus hijas con particular esmero, cuando
todavia era tan general _eldescuido tocante a la instrucción de las niñas, que muchas dOl1~ell"s, aun las de mejor
clase, tomaban estado sin saber Jeer ni escribir. Pero doña
Petronila Prieto, secundando el noble propósito de su prima la fundadora de la Enseñanza (2), 9uiso que sus hijas
brillasen por los primores del espíritu más que por otra
cosa, y lo consiguió a tal pu.nto que una de ellas se constituyó en eje del primer movimiento literario de la sociedad colonial, desempeñando el papel de Mecenas para los
noveles escritores. Hablamos de la casa de la conocida
literata doña Manuela Santamaria de Manrique, cuya casa
fue para los jóvenes que en Santa Fe se ensayaban en la
gaya ciencia, lo que en Madrid para Montiano, Luzán y
otros vates de la corte, el palacio de la condesa de Lemos,
después marquesa de Sarria, durante el reinado de Fer(1) Groot. Historia. eclesiástica
;j
ci'bil de la. Nue'Va. GranAda.
(2) Instituto para educllf niñas de toda clase y condición.
por doña Clemencia
quill de Aróstegui.
de Caicedo
fundado
eQ 1770
y Vélez de Gue ••.••
ra. elposa del oidor don Joa-
• 19 -
nando VI. En los salones
de doña
Manuela
se reunia la
la academia del mismo nombre. En aquélla se cultivaba el ingenio de varios modos:
'se estudiaba
la historia y otros
ramos de literatura,
se componían
discursos
y poemas,
estimulados
por premios de honor propuestos
por los protectores de esta virtuosa
sociedad, según se expresaba
el
poeta Salazar, uno de los tertulias más solícitos. Sabemos,
por últímo, que doña Manuela
conocía varias idiomas, y
aun poseía un buen gabinete
de historia natural, que no
desdeñó visitar el barón de Humboldt.
Tertulia del Buen Gusto, como en los de la condesa
«La afición a este género de reuniones se conservó en
la familia de los Sanz de Santamaría
hasta época más
reciente, pues durante la primera década del presente siglo
la tertulia de don José, hermano de doña Manuela, siguió
siendo una de las más concurridas
y selectas de Santa
Fe. (1).
Los hijos de don Francísco
Sanz de Santamaria
y
dalla Petronila Prieto fueron los que se expresan:
aJ. Doña Manuela, casada con don Francisco
Javier Manrique.
De lùs vástagos
de este matrimonio
el que mayores aficiones literarias heredó de la madre
fue don José Angel Manrique.
Una de las hijas de
dicha dama fue doña María Josefa. a quien habremos
de referirnos más adelante.
b). Doña Josefa, esposa del prócer don Luis Caicedo y Flórez. De la larga prole de Jas esposos Caicedo
y Flórez-Sanz
de Santamaria
mencionaremos
únicamente al prócer don Domingo Caicedo, general y presidente de la Gran Colombia.
e). Don José, ciudadano
de los más respetables
de los tiempos de la Gran Colombia, en quien se pensó
alguna vez para encomendarle
el ejercicio del poder
(I) Vida de Gutiérrez
Vergara. cit.
3
• 20 •
ejecutivo nacional. Fue c6nyugue de doña Mariana
Mendoza.
d). Don Pantaleón, a quien ya nos referimos al tratar de dofla Rosalía Ricaurte y Mauriz de Posada.
e). Doña Francisca, casada con don Francisco_
Javier de Vergara y Caicedo. De este matrimonio nacieron: doña Antonia, esposa de uno de los mártires de
1816, don José Oregorio Outiérrez Moreno, y madre
del doctor Ignacio Gutiérrez Vergara, hombre público
de los más notables de la Nueva Oranada y de la moderna Colombia; don Estanislao, de brillante figuración como prócer, como ministro de estado y como
jurisconsulto; don Tadeo, que sobresalió en los tiempos de la Oran Colombia; don José María, general de
la guerra magna, enviado a Inglaterra en misión especial y que a su vuelta perdió la razón, estado en que
se mantuvo los últimos veinticuatro años de su vida,
hasta morir en 1856, y don Ignacio Manuel, padre de
los literatos Eladio y José María Vergara y Vergara.
Ya hemos visto que don José Prieto de Salazar y Arellano compró al rey el privilegio para acuñar moneda en
el Nuevo Reino, pero como a la sazón ejercía la tesorería
de la casa de moneda don José Salvador Ricaurte, por
compra que de ese empleo efectuó el capitán Ricaurte y Verdugo, la corona hizo merced a Prieto del cargo de tesorero
blanquecedor, con el cual habría de entrar a manejar la
casa a la muerte de Ricaurte, con derecho a que le sustituyesen sus herederos a perpetuidad, lo que justifica el pago
de los doscientos veinte mil pesos. Mas ocurrió que don
José Salvador envejecia en el puesto y se mostraba rehacía para bajar al sepulcro, lo que sucedió al fin en 1743,
cuando ya hacía dos años que el futuro tesorero, cansado
de esperar, disfrutaba del eterno reposo. Entró entonces
a la tesoreria el primogénito de Prieto, don Tomás Prieto
y Ricaurte, joven que -contaba entonces veinte años y que
era nieto de don José Salvador.
·21 •
4). Don Juan Agustin Ricaurte y Terreros, tronco de
una legión de héroes que pelearon denodadamente por la
independencia nacional. Fue su esposa doña Gertrudis
Torrijos y Rigueros, y sus hijos:
a). Don Joaquín, nacído en 1767 y que por sus
servicios a la República alcanzó el más alto grado en
la milicia; fue esposo de doña Ignacia Ribadeneira y
Rigueros y padre de dun Timoteo, uno de los jefes
republicanos vencidos en la acción de Cachiri; de don
Valerio, de don Joaquin, de don Manuel, e~poso de
doña Juana Marroquín (I), de don Celestino, de doña
Indalecia, esposa del doctor Vicente Azuero, de doña
Blasina, de doña Ana Josefa y de doña Rafaela.
b). Don José María.
c). Don Pedro.
d). Don Nicolás, esposo de doña Josefa Galavís y
Hurtado, de cuyo enlace nació, para no mencionar
otros, doña Josefa Ricaurte y Galavís, casada en 1806
con don José María Portocarrero y Lozano, uno de los
mártires de Cartagena, y perseguida, como muchas
otras damas de Santa Fe, por el Pacificador Morilla.
e). Don Fernando.
f). Doña Teresa.
g). Doña Rosa, que casó con don Joaquín Prieto y
Dávila, hijo de don Tomás Prieto de Salazar y Ricaurte
y nieto de don José Prieto de Salazar y Arellano, el fundador de la casa de moneda de Bogotá. DeI matrimonio de doña Rosa nacieron cuatro hijas: doña Francisca, que casó en 1802 con el doctor Camilo Torres y
Tenorio, cerebro de la emancipación americana como
se le ha calificado con justicia, y víctima de tan noble
( J) A un cuando varios de los enumerados en este y otros párrafos fueron casa.
dos y con prole. omitimos mencionar al cónyugue y a los hijos. en gracia de la brevedad.
• 22causa, fusilado por orden del Pacificador Morilla en
1816; doña Josefa, casada con el español don Joaquín
Quintana; doña Mariana, que fue esposa de don
Mariano Espinosa Mora; doña Juana, que unió su
suerte a la de su primo segundo don José Ignacio Paris
y Ricaurte, como en otro lugar lo veremos.
h). Doña Josefa.
i). Doña Isabel.
j). Dofía Luz.
Ya hemos tenido ocasión de mencionar, entre los
miembros de la familia Ricaurte, a varios que perecieron
por la patria o que tuvieron muerte trágica en nuestras
contiendas civiles: Antonio y Manuel Ricaurte y Lozano,
Antonio BaraYél, José María Serna y muchos más de quienes el lector irá tomando nota si tiene la paciencia de
seguirnos por todas estas páginas. A esa clase de muertos
se agregan don Camilo Torres y otros afines de la ilustre
familia nombrélda. Aqui será el lugar de citar, por cuanto
es pertinente a lo que exponemos, la inmediata descendencia de los esposos Torres Tenorio-Prieto Ricaurte: doña
Martina, esposa de don José Maria Cárdenas Bejarano;
don Eustaquio; doña Eusebia, casada con don Manuel
Antonio Arboleda y Arroyo; don Pedro Pablo; don Epifanio y doña Juliana. Un hermano de Cárdenas Bejarano,
don Manuel, tue una de las víctimas del vapor Amazón,
que se hechó a pique al abandonar las costas de Inglaterra, con rumbo a América, el 4 de enero de 1852. Don
Manuel regresaba de realizar gestíones en pro de la apertura del canal del Chocó, de cuya empresa era cesionario
juntamente con el doctor Florentino González. Arboleda y
Arroyo fue asesinado durante la guerra civil de 1860-62,
seis leguas :lI norte de Popayán, por una guerrilla liberal
que estaba a las inmediatas órdenes de Evencio Velasco,
mestizo del pueblo de Guambía, hoy ciudad de Sílvia.
Arboleda, aunque conservador, era absolutamente ajeno a
- 23 -
la lucha armada; ambos partidos lo respetaban, porque
era una verdadera providencia para todos los desvalidos.
Parece que Jo tomaron por su sobrino carnal don Julio
Arboleda, quien cayó tdmbién bajo el plomo homicida
algunos meses después (1). Don Manuel Antonio regresaba de Silvia a donde infructuosamente había ido a obtener del jefe liberal don Pedro Marcos de la Rosa un canje
de prisioneros para salvar a su hijo don Miguel Arboleda
Torres, quien poco ilntes de sacrifjcado el noble anciano
fue traidoramente asesinado por sus carceleros.
5). Don Cayetano Ricaurte y Terreros, otro de los tíos
carnales de doña Genoveva Ricaurte de París, alcalde
ordinario de Santa Fe en 1764, casó con doña Antonia
Rigueros, de .cuyo enlace son dignos de recuerdo los
siguientes vástagos:
(I)
Sobre la muerte de don Julio Arboleda
recuerda don José Joaquío Parí.
de la Roche un incidente en que intervino, y que arroja
1112.
para se¡¡uir la pi.ta a
lo. in.tigadúres del segundo crimen de Berrueco., el cual habrá de ponerse en claro
algún día, como lo está .iendo el primer crimen. A.í como éste fue diri¡¡ido desde
Bogotá, y quiene. privaron de la 'liJa al ¡¡ran mari.cal de Ayacucho no procedieron
por su exclusiva cuenta: los victimarios de Arboleda
tada:en esta capital. Vario. conservadores
obedecían a una con.igna pac-
aquí residentes enviaron a Arboleda,
conductos .eguro., una comunicación escrita con menudí.ima
por
pero muy legible letra.
en la que .e afirmaba que miembros del parlido liberal habían concebido el plan de
a.e.inar
al célebre poeta-guerrero.
La comunicación la recibió en Honda el doctor
Gregorio Rodrí¡¡uez, quien logró hacerla "guir a su destino por la vía de Antioquia;
la envolvió previamente
en una carta a él dirigida. Pasaron los meses y un día el
prefecto de Honda,
don Tomá.
¿La cau.a? Ordenes
superiores debidas a que en poder de los revolucionario.
Ca.tellanos,
intimó prisión al doclor Rodríguez,
Cauca había caído parte del equipaje de don Julio y allí .e encontraba
cación, siempre envuelta en la carta cuyo destinatario
docter.
del
la comuni-
era el poco previsivo y cauto
La victim. del nuevo complot capilalino recibió, pues, el aviso de lo que
contra él se tramaba, y es de presumir que lo leye.e y guardara eo la confianza de
que más tarde, re.tablecido el legítimo gobierno de la Confederación Granadina.
podría hacer conocer al país l•• inlriga. desarrolladas para privaria de la vida y hacer
nugatorio su atrevido
plan de venir triunf.nte
hasta la s.bana
de Bogotá; que si
Arboleda no hubie.e hecho caso del denuncio, habría destruído o arrojado al menai
al cesto de lo. papeles inútiles la hoja en donde él .e contenía.
• 24 .'
O). Don Bernardino Ricaurte y Rigueros, que casó
con doi'la Maria Dolores Narifio, hermana del Precur~
sor de nuestra independencia. Hijos de este matrimonio
fueron, entre otros, don José Maria Ricaurte y Narif[o,
que pereció durante la campana IIbertadora del Magdalena en 1820, y dona Trinidad, perseguida por los
españoles en 1816 a causa de su amor a la República;
unida más tarde a don jasé María Marroquín, de cuyo
matrimonio vino al mundo, en 1827, el literato don José
Manuel, presidente que fue de la República.
b). Don Miguel Ricaurte y Rigueros, esposo de
doña Josefa Manrique y Sanz de Santamaria, hija de
la célebre protectora de la Tertulia del Buen Gusto.
De tal enlace vieron la luz estos ocho hijos:
1). Don Félix. nacido en 1789, asesinado en
la casa fuerte de Barcelona en 1817. Tenía vocación para la poesía, como buen Manrique, seglin
anota uno de sus biógrafos.
2). Don Isidoro, que cayó lidiando como bravo en la acción de Genoy, en 1822. Su muerte fue
fruto de noble emulación: Ricaurte había tenido
•graves diferencias con el comandante Lucas Carvajal, alias El tigre encaramado, y pretendió batirse
con este valeroso venezolano. Lo supo Bolívar y,
para impedir el duelo, dijo a los contendores que
más patriótico sería disputar a cuál de los dos
muriese más cerca del campamento enemigo en la
prÓxima batalla. En eso convinieron los dos rivales. Llegó el día de Genoy, y Carvajal, que ostentaba una capa que lo distinguía de los demás jefes
y oficiales, cayó muerto dando una formidable
carga a los realistas. Ricaurte entró luégo en
acción y avanzó denodado con la tropa que dirigía. En el trayecto reconoció el cuerpo de su adversario 'I manifestó a los compañeros, que sabían de
- 25 -
la apuesta, que la ganaría, porque iria a morir más
cerca del campo enemigo, y así fue (1).
3). Don Gil, que, como sus hermanos,
supo
demostrar
en diversos
combates
el denuedo que
caracterizaba
a los Ricaurtes.
El Libertador
10
envió a doña Josefa Manrique
con .una nota en
donde manifestaba
que se desprendía
de ese valeroso joven para que no se extinguiese
con él una
raza de héroes. Don Gil regresó a Bogotá y murió
en 1865, de sesenta y cinco años; había nacido en
esta capital en 1800. Fue casado con doña María
Josefa Durán
Borrero,
cuñada
del general José
Hilario López, y, de acuerdu
con los deseos de
Bolívar, propagó ampliamente
la raza, pues su descendencia es muy numerosa.
4). Doña Liberata,
casada con el doctor Urbano Pradilla,
ciudadano
que concurrió a varios
congresos
y asambleas
y gobernó algunas de las
antiguas provincias de la República, entre ellas la
de Bogotá, en cuyo destino estaba el memorable
7 de marzo de 1849.
5). Doña Maria del Carmen, esposa de don
José María Serna, a los que ya hemos tenido ocasión de mencionar.
6). Doña Juana, que se unió en matrimonio a
don Gregorio Tanco.
7). Don Bartolomé,
que casó con doña Dionisia Manrique.
8). Dona María Josefa, que murió soltera.
e). Don José Antonio Ricaurte y Rigueros,
que
casó con doña Mariana Ortega y Mesa. Entre sus hijos,
basta a nuestro propósito
mencionar
a doña Antonia
(I)
Joaqwll.
Este episodio lo refirió el general don Joaquín
París a su hijo don José
·26·
Ricaurte y Ortega, que casó en primeras nupcias, en
1790, con don Juan ele la Cruz Sanz de Santamaria y
Pinzón, hijo de don Domingo, uno de los hermanos de
don Francisco Sanz de Santamaria. Del enlace Sanz de
Santamaría-Ricaurte
hubo estos hijos: doña María,
familiarn¡ente conocida de sus contemporáneos
por
Mariquita Santamaria, a la cual habrtmos de encor.trar una vez más en estas páginag; doña Prudencia,
mujer de don Joaquín Chacó n ; Librado, esposo de doña
Rufina Camacho, y don Mariano, marido de doña
Dorotea Lineros, hija del prócer don Ramón Lineros.
Doña Antonia casó segunda vez, en 1807, con don Felipe García y Argtiellos, de quien tuvo varios hijos. El
padre de esta señora, don José Antonio Ricaurte y
Rigueros, fue un abogado muy distinguido de los tiempos coloniales, que desempeñó varios cargos oficiales
y en 1794 asumió la ctefensa del Precursor de nuestra
independencia, don Antonio Nariño, encausado por la
publicación de los Derechos del hombre. El doctor
Ricaurte y Rigueros pagó con el destierro su delilo, después de haber estado largo tiempo preso en"uno de los
castillos de Cartagena. Falleció en 1804.
CAPITULO
III
Descendencia de lo~ Parlses
Hidalguia de un- realista.-Descendenda
de don Frandsco Paris.-Los
Tancos. - La quinta de Bo!íevar. - Lns hijos de dOllJosé Ignado
Paris.'. Los Parises de Venezuela. - "La. Mocha." - Los genera.les Urdaneta y Melo. - "El Mocho" Varga.s. - Anécdota. - Un4
frase del Libertador. - Muertes trágicas. - La. fortuna de don Aurelio París. - El mayorazgo de los Domínguez del Castillo. - El
duelo Manrique-Madiedo. - Los hijos del general París. - Fin de
doña Genoeve'Va Ricaurte.
Del matrimonio de don José Martín París con dofta
Genoveva Ricaurte hubo estos hijos:
1). Don Francisco, nacido en junio de 1778. Abrazó
la carrera militar y en 1809 era oficial de un batallón al
servicio del rey. Cuando ocurrió la proclamación de la
independencia en Quito, el 10 de agosto de ese al'\o, de
Bogotá se envió un cuerpo de tropas en auxilio del presidente de aquella colonia, conde Ruiz de Castilla; las tropas salieron de Santa Fe a fines de septiembre, en tres partes, mandada una de ellas por don Francisco Paris. Este
no simpatizó más tarde con el movimiento iniciado el 20
de julio, y para no enfrentarse, como habría ocurrido, dada
la honradez de su carácter, a la causa que con decisíón
4
.28.
abrazaron su padre y sus hermanos, resolvió expatriarse
y fue a continuar en las filas monárquicas trasladándose
a la Habana,donde,permaneció
largo tiempo. Allá contrajo
matrimonio con daria Beatriz Bilbao, y terminada la guerra de independencia, regresó a Bogotá con su esposa y
con una cuflada, dofla Angela Hllbao. Aceptó de buen
grado la República y falleció en su ciudad natal, de edad
avanzada. Fue padre de don Joaquin María Paris Bilbao;
de doña Rafaela París Bilbao, esposa de don José Maria
García de Tejada, funcionaria de bastante figuracipn a
mediados del último siglo, que fue secretario del senado
nacional; de don jasé Paris Bilbao, y de doña Margarita
y dofla Lucía París Bilbao. Don jasé fue casado con doña
Flora Forero, y de ese enlace nacieron, entre otros, doña
Catalina, esposa del caballero francés don/Gustavo Leh.,.
mann, arrendatario un tiempo de las minas de Muzo y Coscuez, y a quien volveremos a mencionar por eso en este
relato, y el general-don Eduardo Paris, meritorio servidor
del partido conservador y ciudadano progresista, que falleció en Popayán hace más de veinte años. El general Paris
Forero, antes de trasladarse a la capital del Cauca, residió
en Cali como jefe del batallón que guarnecía esa plaza e
hizo arreglar y pavimentar una de las principales calles de
la Reina del Valle. La municipalidad caleña, en testimonio
de gratitud a su distinguido huésped, dio a tal calle el
nombre de Paris.
2). Don José Ignacio que vino al mundo en enero de
1780, y que empezó a figurar desde muy joven en la primera sociedad de Bogotá, como que fue uno de los organi-"
zadores de las fiestas celebradas en 1803 con motivo de la
llegada del virrey Amar. Casó en enero de 1812 con su
prima doña Juana Prieto y Ricaurte. Del matrimonio ParísPrieto hubo dos hijos, don Enrique, «de noble y gentil
apostura,» que desposó en Londr~s a doña Elisa Stronach
y doña Manuela, nacida en diciembre de 1812, muerta en
·29·
t885, casada con don Diego Tanco Armera, hijo del prócer don Nicolás Manuel Tanco, cubano de prosapia italiana. A un hermano de don Diego, don Nicolás, el infatigable viajero, de quien se conservan impresas las relaciones de su visita a diversos países del viejo mundo, inelusive los del extremo oriente, le costeó don José Ignacio la
educación en Europa. Doña Manuela París de Tanco fue
propietaria
de la quinta llamada de Bolívar, situada a las
afueras de esta capital, por donación que le hizo el LiLertador, grande amigo de su padre.
Don Enrique París y su esposa tuvieron por hijos a
don Enrique, el cual vive en esta capital;
a don Arturo,
que murió soltero; a doña Isabel, casada con don Luis
Vargas Calvo; a dofta Alex (Alejandrina),
que casó con un
ciudadano
norteamericano,
ya don Reinaldo, que pasó
gran parte de su vida en Inglaterra y vino luego al Cauca,
donde se ocupó en diversas empresas mineras (1).
3). Don Manuel, que vio la primera luz en noviembre
de 1780. Hay quienes aseguren que fue casado en Venezuela y que individuos que llevan el apellido de París en
esa RepÚblica son sus descendientes.
Si acaso es verdad
que por allá existen vástagos de don Manuel París, la legitimidad de ~u procedencia no puede afirmarse, porque los
numerosos deudos de ese prÓcer n~Jnca tuvieron noticia
de ello.
4). Doña Ignacia, primera esposa del abogado doctor
Ignacio Vargas, el cllal contrajo segundas nupcias a principios de 1"816 con una hija de don Mateo Trespalacios,
español y fogoso realista, lo que no fue bastante a salvar
(I) Aparte de la rama de Parises que procede legÍlimanente de don José
Ignacio. por su hijo Jon Enrique. hay otra. que arranca de don Esteban París, hijo
también del liel amigo de Bolívar. La descendencia de don Esteban se encuentra
principalmente en el departamento del Tolima. A ella pertenece el joven periodi.ta
y crítico, ya ventajosamente conocido dentro y fuera de Colombia. don Gonzalo
Parí ••
.30.
de la cuchilla pacificadora al doctor Vargas, el cual perdió
la vida el 19 de junio de dicho año. Era bogotano y a
causa de fa!tarle un dedo se le apodaba El Mocho. De ahi
que dona Ignacia fuese motejada también de La Mocha,
no osbtante hallarse desprovista de defectos físicos, y ser.
al contrario, por su belleza no menos que por sus prendas
morales, dama que fascinaba a cuantos tenían ocasión de
conocerla y trataria. De alJui nació un refrán que se hizo
muy popular entre los santafereños y que alin se oye a los
modernos bogotanos: «Ni por la Mocha," para expresar
que ni los fuegos de una mujer de los encantos de doña
Ignacia París les harían cejar en su negativa. Dos híjas de
la hermosa dama, dofta Dolores y doña Teresa, se desposaron con próceres de la independencia, siendo digno de
notarse que ambos ejercieron el poder supremo de la
Nación como dictadores en circunstan'cias de las más críticas. Nos referimos al general Rafael Urdaneta, marido
de la primera de esas señoras, y al general José María
Melo, casado con la otra. Del enlace Urdaneta-Vargas
Paris, hubo:numerosa prole, cuyos descendientes han figurado en Venezuela, patria de Urdaneta. Melo, que antes
de sobresalir en Junin, Ayacucho y otras accioneS:memo~
rabies, había militado en el Cauca al lado de su futuro tío
político don Joaquín París, intervino en 1830 en~favor de
la dictadura de su concuñado y a consecuencia de ello hubo
de emigrar a Venezuelalcon su esposa. Allá se mezcló en
\a política y tomó cartas en 1835 en una revolución contra el presidente doctor José Vargas. Viose õbligado a
abandonar ese país, dejando a doñ(Teresa
en Maracaibo
y vino a establecerse en Ibagué, donde se dedicó al expendio de mistelas, otros licores y artículos diversos. De
esas ocupaciones le sacó el presidente López, quien lo elevó
al más alto rango en la milicia. Quiso entonces que su
esposa le enviase al único hijo que había del matrimonio,
pero poco antes de que el joven pudiese venir a Bogotá,
• 31 •
se ahogó en 'el lago de Maracaibo. Melo, como es de todos
sabido, asumió francamente la dictatura el 17 de abril de
1854, por haberse negado a ello el presidente general
Obando, y a consecuencia de Sil caída fue desterrado del
país en septiembre de 1855. Murió trágicamente en México
unos seis afios después, fusilado sobre un tambor y al pie
de las tapias de un convento, según se refiere.
El general Melo no sólo terminó trágicamente, sino
que, para mayor dcsgra~ia suya, le tocó ser vencido en
medio del eriardecimicnto de nuestros partidos políticos y
mucho se escribió entonccs contra él y se repite aún. Los
radicales que lo combatieron en 1854, parece que le hicieron justicia bien pronto al Vérse supeditados por los conservadores, a los que no queria ver Melo en el poder; y de
ahí que con el mismo presidente Obando y otros dirigentes de la fracción liberal llamada draconiana fraguase el
golpe del 17 de abril, cuya dirección y responsabilidad le
tocó afrontar a él solo. La posteridad no cesa de considerar al valeroso vcncedor en Junín y Ayacucho como un
soldado obscuro, como un sargento que por pura ambición
de mando atropelló la constitución y las leyes. Un escritor
conservador que conoció a fondo a Melo, don Juan Francisco Ortiz, lo presenta como tipo del hombre sobrio, de
modales cultos, entusiasta por su profesión, que elevó a
grande altllra el ejército nacional, por su pericia, disciplina
e indumentaria; amigo de los ejercicios físicos y esclavo
del aseo y el bien parecer, que diariamente tomaba un
baño general, se afeitab;¡ y cambiaba de ropa. El general
centroamericano don Juan José Cañas, que escribió sobre
Melo, a quien trató íntimamente en el Salvador, por haber
sido su ayudante, lo presenta como persona culta pero
adusta; refiere que las damas salvadoreñas, a cuya sociedad perteneció nuestro general, se preguntaban unas a
otras cuando él se presentó en San Salvador y obtuvo la
dirección técnica del ejército: ~¿Ha tratado usted al gene-
,
raI Melo ?-Sí, es muy seco, pero muy simpático.» Cañas
da a entender que la austeridad de costumbres de Melo lo
perdió en el concepto del presidente del Salvador, don
Gerardo Barrios: daba éste una fiesta, en la mesa tenía a
su lado a Melo y al libar una copa, vio que el militar
colombiano la volvía a su sitio después de Ilevarla a los
labios sin probar el licor.
Cuñado de Urdaneta y de Melo fue el general José
Vargas París, que alcanzó a luchar por la libertad durante
la guerra magna y que tan distinguida figuración tuvo en
los primeros tiempos de la República, y al cual también se
le conocía con el sobrenombre de El Mocho. Esforzado adalid conservador, culminaron sus servicios a ese partido en
la revolución de 1851, cuando fue vencido en el llano de
Garrapata por el general Rafael Mendoza, alias el Manco.
Cuéntase que en 1860 se encontló Vargas en esta capital
con el coronel Melchor Carena, jefe de una de las invasiones que el año anterior realizaron numerosos conservadores al Estado de Santander y que fue derrotado por el
entonces c(\rünel Santos Gutiérrez, apodado el Tuso, en la
bótalla de la Concepción. El Mocho, que era de genio festivo y burlón, dijo a su correligionario:
«Echa me la bendición, vencedor en Concepción," y Carena le respondió
con prontitud y completando una cuarteta: «Te la echaré
con la pata, vencedor en Garrapata .••
Poco sobrevivieron esos dos militares al incidente de
la cuarteta: Carena murió en la revolución contra el gobierno liberal del Estado de Santander, en ese año, y Vargas, el 14 de febrero de 1861, en San Juan de Rioseco,
cuando prestaba sus servicios al presidente doctor Ospina
en la campaña contra el general Mosquera.
5). Don Ramón. otro de los hijos de don José Martín
París, nació en agosto de 1786. Fue empleado en la casa
de moneda y cooperó al establecimiento de la República,
pero su natural pacífico le hizo enemigo de las guerras
- 33 -
civiles. Murió en edad avanzada, al terminar la guerra de
1860, después de haber sido casado dos veces; la prill}era
con la cuñada de su hermano mayor, doña Angelita Bilbao, la segunda con doña Antonia Rosillo. Un hermano de
esta dama, don César Rasilla, republicano entusiasta como
toda esa familia, fue presentado
al Libertador, quien le
dijo que tenia nombre de emperador y apellido de caballo.
Los hijos del primer matrimonio de don Ramón fueron:
don Joaquin; don Carlos, que se distinguió por sus calaveradas de joven, se trasladó a Lima, en donde estuvo en
situación precaria, fue un dia a la legación granadina, confiada entonces a don Juan Defrancisco Martín, a pedirle
apoyo para regresar a la patria, y al bajar las escaleras de
ese edificio se quitó la vida de un balazo; doña Dolores,
casada con don Pedro Nieto; doña Juana, con don Manuel
Defrancisco,
de cuyo matrimonio
nació don Francisco
Defrancisco, a guien sus condiscípulos
apodaban Pacho
doble •. Carmela, mujer de don Rafael Suescún, y Antonia,
que murió soltera. Del matrimonio París-Rosillo
n¿¡cieron:
Simón, esforzado luchador por la causa conservadora,
que
murió en 1860, en una acción librada entre el general revolucionario Santos Acosta Y el jefe gobiernista
coronel Secundino Sánchez, y varias mujeres: María Josefa, Mercedes,
Ignacia, Leonor, gue falleció célibe, y Manuela.
6). Don Mariano Paris Ricaurte nació en agosto de
1788; fue casado con su prima doña Mariquita Santamaria, de clIYo matrimonio nacieron don Antonio, casado con
doña Petrona Lafaurie; don Guillermo, esposo de doña
Maria Frade; doña Concepción;
doña Isabel; doña Francisca; doña Amalia; doña Carlinél Y don AUt'elio, célibes.
Don Mariano tuvo fin desastrado,
a la edad de cuarenta y cinco años, como lo veremos más adelante. Igual
suerte corrió su hijo don Antonio, quien llegó a ser un
joven muy estimado en la sociedad bogotana y de cuyo
enlace con doña Patrona Lafaurie tuvo dos hijas: dOfia
- 34 .
Sara, casada con su tío don Vicente Lafaurie, y doña Horten~ia, mujer de don Ildefonso Gutiérrez.
La muerte de don Antonio ocurrió el 18 de junio de
1853, cuando la capital de la República, donde él residia,
se hallaba agitada por la exacerbación política, y la prensa
radical pedía garantías sociales al presidente de la República, general Obando; era época en que por el impulso de
las sociedades democráticas, centros politicos formados
casi íntegramente por sujetos de las ínfimas clases sociales,
éstas habian llegado a creerse árbitros de la situación y se
mofaban y buscaban pendencia a individuos de posición
distinguida. Los últimos eran conocidos con el 'nombre de
cachacas y los primeros con el de guaches.
Paris, no obstante ser cachaco distinguidíslmo, tenía
gran partido entre los guaches. Era reconocidamente valiente y quiso arrostrar los peligros que entonces corrian
los de su clase, aventurándose en altas horas~de la noche
por sitios qllle frecúentaban o recorrían mozos de la plebe.
Fue a dar :.ma agradable sorpresa a doiía Petrona, su
esposa, a quien amaba tiernamente, y con algunos músicos,
aprovechando de una noche espléndida, se dirigió asu
casa, en el antiguo Camellón de los Carneros, e hizo tocar
al pie de las ventanas El Carnaval de Venecia, pieza nueva
en Bogotá y. que empezaba a estar en boga. Después de
ejecutar este acto de galantería, regresaba París con los
músicos, para obsequiarlos en una fonda. ûcurrióseles ir
a San Victorino, a curiosear las tertulias que había en
algunas casas con motivo de la octava del Corpus. Ya
tornaban al centro de la ciudad e ihan a tomar la calle de
San juan de Dios, cuando bajaban por allí y llegaban al
puente cuatro sujetos de ruana, tocando tiple. Eran éstos
un albañil matador de cerdos, casado y de veintitrés afios,
llamado Nepomuceno Palacios, un herrero, un carpllltero
y un tratante, jóvenes también. Al grito de «aquí, artesanos," uno de ellos acometió a los compafieros de Paris y
• 3-5 •
le rompió el tiple; don Antonio reconvino a Fos agre~
quienes Je preguntaron
si él y sus compafferos eran cadtacos. Como respondiera
añrmaHvamente,
le ranzaron una
pfedra, cayó al suelo, y antes de que pudiera incorporarse,
Pa'ados
fe quitó la vida de una cuchillada.
Paris era ajeno a la política y, como ya dijimos, muy
querido de los artesanos.
Su entierro es tuvo concurrjd~imÛ', y la sociedad, haciendo acto de presencia en esta ceremonia, trató de exteriorizar
una protesta por el alevoso
crimen. Patadas
!lubió al patibulo el 5 de agosto.
Don AureHo París Santamaria
desplegó
desde "Hm
raras dotes de hombre de negocios y llegó a adquirir una
cuantiosa
fortuna, que consistió principalmente
en variO'!
fundas situados
en el municipio
de Sopó. Al morir fue
repartida su herencia entre varios sobrinos y dos hijas. A_
una de éstas correspondió
la casa solariega de don Mariano, que estaba en la actual calle 12 y que fue reedificada
recientemente
para oficinas de la Compañía Colombiana
de
Seguros.
Vna de Jas hijas de don Antonio Paris Santamarta recibió la magnífica hacienda de la Trinidad, que luége
pasó a poder de don Marco Fidel Suárez, actual presidente de ta República, el cual la vendió hace poco tiempo
al cura párroco de Ouasca.
7) Don Antonio París Ricaurte, nacido en marzo de1793. Tuvo por esposa a dofta Brígida Rubio y fue padre.
de don José María, don Antonio, don Rafael, don Car~s,
doña Virginia, doña Dolores, doña Marciana, que abrazó<
el estado religioso, y don José Manuel, muerto hace
más de dos aí'los. Don Rafael se estableció en Cosia Rica,
donde adquirió respetable posición y formó un hogar de~
cual hay descendientes.
8) El general don Joaquín
París y Ricaurte, nacido en
agosto de 1795. Contrajo matrimonio con dOf'ia María Dolores de Ia Rache, hija de don José Manuel de la Roche r
Rián y de doña Maria Josefa
Domínguez
del Cas1i1lo,
poro
5
- 36 -
quien casó en segundas nupcias con el español don]osé
María Barrionuevo. La suegra de don joaquín era hija de
don Francisco Doming';1ez de la Picaza de Urregolaveitia,
teniente coronel de los reales ejércitos, y de doña Marfa
Rosa del Castillo y León. Estos esposos, en testamento
que otorj:{aron en Santa Fe el 28 de mayo de 1789, fundaron, con el tercio y el remanente del quinto de sus bienes,
dos vínculos perpetuos, uno mayor y otro menor. El primero para el primogénito, don José Marfa Domínguez·del
Castillo, que fue alcalde mayor provincial y regidor de esta
ciudad, con las haciendas de Ap'osentos de Simijaca y Táquira, Niuque, el pantano situado entre ésta y la laguna de
Cucunubá, tierras de la Media Luna y Sialama,. el otro vínculo en la hacienda de Bogotá y en la del Limonal, para·
el segundo hijo, don FrancIsco Manuel Dominguez del
Castillo. La señora del Castillo y León murió el 20 de
enero de 1790; el esposo en 1809, después de otorgar un
codicilo en 18 de julio.
Don Francisco Domínguez de la Picaza y Urregolaveilla era hombre muy rígido y severo, que envió una vez
a Madrid, no dándole casi tiempo para preparar el viaje,
a don Francisco Manuel, que era entonces un niño, porque éste se puso a navegar en una artesa, y el padre le
dijo: "Si te gusta la navegación, véte a conocer el mar.)
Este don Francisco, que fue prócer de la Independencia,
casó con doña María Josefa de la Roche y Rián, hermana
de don jasé Manuel, el primer marido de doña María]osefa;
e hija suya fue doña Maria Francisca Domínguez de la
Roche, mujer del prócer cartagenero don jasé Fernández
Madrid, padre, a su turno, de don Pedro Fernández Madrid,
uno de los más austeros repúblicos de que pueda ufanarse
esta tierra.
La hacienda de Aposentos de Simijaca, que heredó el
primogénito de los Dominguez del Castillo, don José María, era un fundo de mucha fama por su grande extensión,
• 37 •
que luégo correspondió al mayor de los hijos del mismo
don José María, don Juan Luis; fue vendida por el padre,
con anuenc.ia del heredero, a don Luis Montoya Zapata,
en 40,000 pesos sencillos, inclusive los muebles y enseres;
entre ellos figuraba una vajilla de plata que el comprador
vendió luégo en una suma que le bastó para reembolsarse
la que dio por la hacienda. Don Juan Luis fue casado con
doña Fortunata Manrique, y una hija de este matrimonio
aceptó los galanteos de un hijo del literato cartagenero
doctor Manuel María Madiedo; este enlace no pudo llevarse a efecto porque le hizo:ruda oposición un tío de la
novia, don Leonardo Manrique, sin otro motivo que los
añejos prejuicios de sangre azul y de nobleza que hacían
que a los Manriques les repugnase crllzar su raza con la
de un negro, como consideraban al joven Madiedo. Esta
oposición degeneró en tragedia, muriendo Manrique a manos ciel dGctor Madiedo en el palacio de gobierno del
Estado de Cundinamarca, o sea el antiguo convento de la
orden seráfica, adonde los contendores habían acudido
para que el gobernador, doctor Cornelio Manrique, obtuviese el término de la querella. Don Leonardo se colocó
en actitud de disparar su arma sobre el adversario, situándose detrás de una pilastra; Madiedo, que era zurdo, al
observar esto, hizo fuego contra Manrique y le quitó la
vida. El muerto gozaba fama de esforzado y valeroso, al
paso que su victimario pasa.ba por débil y poco animoso,
a tal punto que un caballero bogotano que escribió ese dia
la noticia de lo sucedido, dirigiéndose a un pariente que
estaba en el campo, recibió esta respuesta: «No pUede ser;
Manrique mataría a Madiedo y tú te has equivocado, a
menos que ahora los ratones se coman a los gatos.»
Hermano deja esposa de Fernández Madrid fue don
José María Domínguez de la Rache, entusiasta republicano
de los tiempos heroicos, que escribió una tragedia en cinco
actos, basada en el sacrifido de Policarpa ?alavarrieta. y
· it .
ocu.pG l.L/lego puesto visible -en la adml.¡¡istra<:wu -p.íIbUcajl
00H10 gobernaàor
de la aatigaa provincia ·fie Ragot,;} ,
mkm1tJro delporder judicial.
[)(}lia María Dolor-esde ~a Roche <k París ttlvopor
h.er·manos a don Vicente dela Roche, <EHfoc;torde ••
p.tibUc.as <I!irante ta ·p.rimera administ·ración del gener.al
.MQsquer~, yadon José Maria ele la Roelle, .esposo deillU
.señGr.¡ UI~sarr4, deC'BYo matr-imoRio 'nació dol\a .Qolere¡
de la Roc.he y Urisarri, legíHma consorte ~I nota.bleP'fO~
lesor -de rnedid.nad0ctor
Andrés Maria Pard@.
ER4'r.elos descendientes de los Domínguez œl Ceeti~
Jlo se .cue J.lla n también el doctor Benedicto D~mhtgue!.ow
~hHo,
~rócer dela lndependendél y ma:temáttoo-qae œl.cuJÓ los :primeros almanaques .entre nosotros, 'Y doña T.e-resa D~míngllez·def Castillo, mujer.oe doll Santiag~ 8r.ue\l
y madre de dofla Teresa Brush, esposa Gel doctor M.1gihel
SalOper.
Los hijos del matrimonio Paris de la Roche fuerotlc:
a).. Don Pedro Maria, educado en Eur~~, nadtk>
en Neiva ·en 1821, muerto en Bogotá en .¡uSio-de 1902.
·b) DonCelestino
que, c0mo-e1 anterior,'fueenvia&
flor el general Paris a hacer ~us estudios 'en ,e1v.iejQ
mundo, y que falleció de lifo ·en Bogotá :el .}J.de eneoo
de 1855. Habia hecho ·campaña militar en 1840o/'tm
1854, en defensa .del gobierno le.g.ítimo, y aSÏ6tlde ,en
1853 a la legishltura constituyente -Ele l'a provine •• Ide
Mariquita.
e). Don Fidel, que muy nii'iosirvi(¡ a :la ,Cat16a de
la legitimidad en 184G,,enroláno06e, -comO'5U .hermftJH)
don Celestino, en la compañíll·de jóvenes ·UamadO$-dt
la Unión, prestó de nuevo susSCTvicios ,en 1854 'f
murió
ahogado en el río de Muzoen
13 ,de m~o
de
.1855. Era hombre de buena capacidadintelectu81
y>de
,bastante ilustración, muy amigo,de·suprimo.doll
PedllO
.Fernández Madrid, eon quien-sostuvo instructiva
pondencia
epistolar.
eorres~
d). Oon José Marru-el, que se distin.gvió taJftl)f;6ft
..por su arrojo en las campañas de 1854 -y 18601 4u\JO
figuración distinguida en lastilas dei partido <:ott8er'vador. Murió en 1905. Hijo suyo fue oon Gabrie'l Paris,
mtlitar !tue supo poner muy en alto las tradiciones de
~a familia, batiéndose con denuedo en varias gU~f-ras
aviles, hasta perecer horoicamcnte en un combate de
la,de 1885 con el grado de coronel.
e). Don Vicente, valeroso oficial de artillería, que
murió en 1861 a consecuencia de graves heridas recibidas en el combate de Usaquén.
f). Dofta Virginia, fallecida en abril de 1901.
g). Don jasé joaquín, único que sobr.ev:ivede esta
lucida familia y que supo distinguirse en nuestras contiendas armadas y en altos puestos oficiales, especialmente en el departamento del Tolima, donde fue diputado a la asamblea y secretario de la gobe¡:nación. Asistiótambién a la cámara de representantes. Es viudo de
dofiaMaria Lago.
h). Dofia María josefa, muerta de tierna edad.
i). Don Mariano, que luchó bravamente pOf la
:legitimidad en el 54 y en el 60 y fue herido el 27 de
febrero de 1862 por soldados del general Canal, al
acudif, .con su benemérito padre, a defender la casa-del
dictador Mosquera, que corrió inminentepeHg-ro ,de
saqueo por las huestes conservadoras que atacaban la
capital. Murió en Fusagasugá en 1902.
Don Vicente y doña Virginia, don josé joaquín y doña
María Josefa fueron gemelos. La señora Roche de Paris
file, como su hijo don Celestino, víctima del tifo, a los cinco
afias cabales de la muerte de ese joven, pues falleció el 13
de enero de 1860.
9) Dofta Rita Paris Ricaurte, último vástago de don
jasé Martín Paris y doña Genoveva Ricaurte, vina al mundo,
en mayo de 1799. Fue casada con el doctor Enrique Mayne,
de c'ùyo enlace nacieron dona Adelaida, esposa de don
Juan Malo; doña Edelmira, casada con don Juan Esguerra.
y don Enrique. El sefior Malo tenía tres hermanos: don
Eulogio, don Toribio y don Germán; con el apellido y los
nombres de todos cuatro formó el Ingenio bogotano una
picante cuarteta que todavía se oye citar y que es parodia
de la regla en verso para conocer la bondad de los caballos por el color blanco de LInoo más cascos. Héla aquí:
«Toribio, bueno;
«Germán, mejor;
«Eulogio, Malo;
«juanito, peor .•
La regla aludida es esta:
cUnalbo, bueno;
«dosalbo, mejor;
ctresalbo, malo;
.
«cLlatralbo, peor.Dona Genoveva Ricaurte, esa nueva Cornelia, madre
de tántos próceres ilustres, que como la de los Gracos tendria con tal descendencia para inmortalizarse si su nombre no se hubiera perpetuado en la historia por su belleza,
sus virtudes y sus merecimientos de patricia, falleció en
1829; pasó sus últimos años en una casa situada en San
Victorioot que: fue com prada por el general Paris a don
Timoteo Grillo.
CAPITULO IV
Primeras armas de 10:5 Parises.
Un <venerableespañol, prócer de la índependenda.-Su
sacrífido.-Ofidales repubUcanos.-Prisíoneros de los peninsulares.-L", batalla
de Palad.-Combate
de Matarredonda.-Ruptura
entre Cundinamãrca.y 1unja.-Accíón
de Venta.quemada.-Encuentro
de Monserrate.-Combate
de San Vidorino.~Don~Manuel
Paris y don
Antonio Naríño.-A las órdenes de Bo1í<var.-Don Antonio París.
Combate de La Grifa. - Una estratagema.
Cinco de los Parises Ricaurtes desempellaron papel
importante en la guerra de emancipación: don José Ignacio,
don Manuel, don Mariano, don Antonio y don joaquín,
militando en favoT de la República cuya causa abrazó'también don José Martín Paris, el padre de todos ellos, a pesar
de sus nexos con la madre patria y el rango y preeminencias, que como español, tenia entre 110sotros. Posición, for·
tuna y vida l:ts puso al servicio de la tierra de sus hijos
ha!¡ta ofrendar la última en 1816, en uno de los calabozos
del colegio del Rosario, en cuyo edificio guardaban prisión
muchos de los más esclarecidos granadinos.
Don José Martín y SllS hijos fueron de aquellos ciudadanos que con mayor entusiasmo y brío contribuyeron
,
·42·
er 20 de julio de 18to a sacudir la coyunda peninsular. El
primero tuvo puesto en el cabildo abierto celebrado aquel
memorable día y fue de los suscriptores del acta de independencia redactada en esa fecha. De su proceder de entonces y del de algunos otros españoles dé! clara idea lo
que dice lbáñez en sus amenas Crónicas de Bogotá:
«Otros peninsulares, como don Juan Jurado, Ramón de
Leiva, Martínez Portillo {Oregorio)José Martín París, Juan
Gómez y Melendro (Eugenio Martín) observaron una conducta dígna y apoyaron decididamente las autoridades
nacidas de la transformación política de ]810."
Al ocupar Morilla esta capital se le privó de la libertad, y, consideradÓ traidor al rey, figa (ó entrt los próceres
destinados a empurpurar las gradas del cadalso; Jos sufrimientos que hubo de soportar en la estrecha prisión a que
se Je redujo acortaron SIlS dias y le vedaron la gloria de
vofar a là inmortalidad junto con varias de sus compañero's de-torturas, entre ellos sus s()brinos don Camilo T-orres
y Tenorio y ùon Antollio Baraya y Ricaurte.
A raíz del 20 de julio de 1810 don Manuel y don
Antonio París Ricaurte fueron cotocadoS en cafídad de oficiales en uno de los batallones que entonces se formaron
en Santa Fe, y sus hermanos don Mariano y don Joaquin
sent3ron plaza como cadetes en el batallón denominado
Auxiliar, en el cual fue filiado don Joaquín el 30 de Jul~,
y un mes cabal más tarde recibía el grado de subteniente.
Don- José Ignacio, hermélno de los cuatro anteriores, figuró
como teníente y luégo como capitán de milicias, Et y dOll
Antonio estuvieron, lo mismo que su padre, presos en t'o9
caJa.bQzos del colegio de NuestraSeñora del Rosario en 1&l6.
Cuando de Santa fe se enviaron fuerzas al Cauca para
combatir al gobernador espanol don Miguel Tacón y Rosi.•
que, al mando del entonces coronel don Antonio Banya,
don Joaquín mostró a ese su primo vivos deseos de acomp3flado y fue enrolado en una compaftia del bata1l~n 'late
- 43 -
condujo Baraya, compuesto
de trc8cíentas
plazas yen el
cual fué también incorporado
el teniente antioqueño
don
Atanasio Girardot.
Las fuerzas de Rar:lya, a las cllales ~e unieron muchos
próceres de Cali y ùe Papayán qlie poco antes hanían combi liado Su acci(Jl1 en la pri mera de esas ci u dad es, derrotaron
a las de TacÓn el 28 de marzo de 1811 a las orillas del río
Palacé, tres leguas al norte de Porayán.
Esa batalla, primera que contra el poderio español se libró en la Nueva
Granada
después del 20 de julio de 1810, fue el bautismo
de sangre para el juven teniente París, quien salió herido
allí en una rodilla. La victoria de PaJacé asegur¡') por entonces la libertad del Cauca y quedaron Popayán y el Valle
libres de enemigos.
En Popayán_ se organizó inmediatamente el gobierno republicano,
asui11iendo el mando civíl
don Miguel Santiago VallecUla, y el militar el coronel Baraya, quien regresÔ a Santa Fe con su tropa algunos días
más tarde.
Baraya y su gente entraron él la c<lpíta( ellO de enero
de 1812 y se les tributó un gran recibimiento,
como que el
gobierno dio aviso antiCipad,) de la llegada de los vencedores de Palacé y todos los ;-.uenos patriotas se apresuraron a rendirles el homenaje a que eran acreedores.
Don Joaquín París no tuvo riempo de descansar al lado
de su familia de los azares de la campaña del Cauca. Los
cabildos de San Gil y Vélez habían neg;¡do Obediencia al
gobierno del Socorro, del cllal dependían,
y anexado sus
respectivos
territorios
a CI¡ndinamarc.1.
El gobernador
dd Socorru, don Lorenzo Plata, pretendió
someterlos
por
la fuerza, yesos cabildos pidieron auxilios a las autoridades de Santa Fe. El capitán de granaderos
don Ignacio
Salceda y el capitán Girardot marcharon
con un batallón
a impedir que del Socorro se agrediera
a sangileños
y
veleños; en esa fuerza partiÓ París. Para obtener mejor
resultado de las operaciones
contra Plata fue en viado luégo
6
- 44 -
otro cuerpo de tropas al norte con el coronel Joaquín Ricaurte. Cuando los del Socorro lo supieron mandaron
alguna fuerza a ocupar los puntos de Matarredonda, Gaque y ~onte del Moro. En Matarredonda se libró un combate, el 21 de enero, favorable a Ricaurtey en el cual se
distinguió París; Plata entró en negociaciones, que dieron
por resultado la anexión de .toda la provincia del Socorro
al Estado de Cundinamarca, y Ricaurte continuó allá para
sostener la tranquilidad social.
El 12 de marzo fue enviado de Bogotá, contra los realistas que amenazaban por los valles de Cúcuta, el general
Baraya, con fuerzas que deberían ir a situarse en Salazáide las Palmas y a las cuales pertenecían don Manuel, don
Mariano y don AntoniQ París. Baray". demoró en Tunja, y
como luégo ocurrieron desavenencias entre el gobierno de
Cundinamarca y el gobernador de la provincia de Tunia,
don Juan Nepomuceno Nifío, nada se pudo hacer para impedir que el brigadier don Ramón Correa ocupase a San
Antonio del Táchira, porque Baraya, aunque situado ya en
Salazar, tenía su división puesta a las órdenes del soberano
gobierno tunjano y se preparaba "para venir a hacer la
guerra contra el gobierno de su estado por cuestiones de
galgos y podencos" (1).
Si bien las divergencias entre Cundinamarca y Tunja
se arreglaron, entrando aquel Estado en la Confec1eración
de las Provincias Unidas, ese arreglo no fue de larga duración, el congreso federal se puso en pugna con el mandatario cundinamarqués, general don Antonio Narifío, y las
hostilidades no tarda ·on en romperse, contando el gobierno general con el apoyo de Baraya.
Nariño salió de Santa Fe para TUllia el 23 de noviembre con una expedición cuyo inmediato jefe era el brigadier don José Ramón Leiva; el congreso de las P-rovincias
<I)
GrOOI.
Unidas, no creyéndose seguro en la villa dei Leiva, donée
celebraba sus sesiones, se trasladó a Tunia. « Baraya, al
saber la marcha de Nariño, dispuso su campo cerca de
esta ciudad en la quebrada de Barona, con atrincheramien_
tos c1irigidos por el ingeniero don Francisco José de Caldas
y por el coronel don Manuel Castillo. Alli se situó el grueso
del ejército, y una columna de quinientos hombres avanzó
hasta Ventaqllemada, call alguna artilleria, al mando del
brigadier don 10aqllin Ricaurte. Las fuerzas de Nariño
avanzaron rápidamente
sobre Ventaquemada,
de donde se
retiraron las de la vanguardia
de Baraya hasta el alfa de
la Virgen. Aquí se reunieron Con el resto del ejército, que
fue atacado el 2 de diciembre a las cuatro de la tarde por
las tropas de Nariño. Empenado el combate, duraba indeciso hasta las seis de la tarde, en cuya hora éstas lí/timas
intentaron un movimiento en retirada hasta Ventaquemada,
para pasar allí /a noche y continuar las operaciones al romper el día. Pero al intentar la retirada les cargaron Con
violencia las de Ricaurte; y como una gran parte de la
tropa de Nariñl) era de reclutas, entraron en desorden, de
que se supo aproVt'char el enemigo. Empezaron a desban~
darse Jas soldados, y apoderándose del campo la confusión, ya no file posible sostenerse, quedando victo ríos os
los de Ricaurte, Con muchos prisioneros que hicieron, todo
el parque y equip<ljes .... El gener<lJ Leiva, a fuerza de valor y habilidad militar, logró contener la dispersión y retirarse en orden con casi toda la infantería. Un escuadrón
de orejones de los pueblos, que estaba a ret<lguardia, no
paró esa noche hasta Santa Fe, Con tan precipitada carrera
que por el camino dejaron un largo reguero de ruanas y
pellones, de que entonces usaban sobre la sil/a ••(l).
El S1\bteniente París, por su buen comportamiento en
la acción de Ventaquemada, recibió el ascenso a teniente.
---
( I) Grool.
• 'to-·
Nariflo se preparó a la defensa de )a capital de Cundi·
namarca y situó en el alto de Moriserrate, que domina a
Bogotá por el oriente, un destacamento
de sesenta hombres a las órdenes de) ingeniero don Pío Domínguez. Esta
fuerza fue batida el 5 de enero de 1813 por otra que hacia
Monserrate envió Baraya con Girardot, y en )a cual iba el
teniente Paris. El 9 hubo una batalla que decidió las cosas
en favor de Cundinamarca.
A ese resultado contribuyó en
mucha parte la circunstancia
de que Nariño, sirviéndose
de un ardid, impidió que los vencedores
de Dominguez
bajasen a la ciudad cuando el grueso de las tropas de Baraya combatía en San Victorino. Girardot, con su batallón,
que era el mejor del ejército de la Unión, regresó a Tunja.
Don Manuel ParLs cayó prisionero
de Nariño, como
otros muchos de los vencidos, todos los cuales fueron encerrados en una prisión. El general Nariño pasó a visitar
a los prisioneros de distinción, y durante esa visita pudo
apreciarse la entereza de ánimo de don Manuel París, pues
al paso que sus compatïcros
se disculpaban ~al1te el jefe
del Estado, advirtiéndole que ellos ignoraban la injusticia
con que había procedido contra Cundinamarca
el gobierno
federal, declaró don Manuel: « Estos que se disculpan lo
están engañando a usted, todos veníamos entusiasmados,
y
si hubiéramos triunfado, sólo Dios sabe la suerte que le
hubiera tocado a listed" Nariño le dio un abrazo y puso
en libertad a tQdos los presos ....
El genera! Narina festejó rumbosamente
e) triunfo del
9 de enero, dando el día 13 un gran convite para agasajar
a todos )05 militares que lo habían acompaflado, y en seguida un baile en palacio, al cual concurrieron algunos de
)05 antiguos
enemigos del dictador de Cundinamarca,
como
don José Ignacio y don Mariano París.
Cuando el futuro Libertador, que hacía campaña contra
los realistas en el río Magdalena por cuenta del gobierno
de Cartagena, mandó a Tunja al Coronel José Félix Ribas
..
"tI
-
pedir auxilios al gobierno federal yal de Cundinamarca
para rescatar a Venewela, don Camilo Torres, presidente
del congreso de las Provincias
Unidas de la Nueva Granada, le envió el despacho de brigadier. Don Antonio Nariño, por S!I parte, dio a Ribas !Ina columna de ciento veinticinco infantes, veinticinco artilleros y dos piezas de campaña que salieron de BogotéÍ para C(¡cuta a las órdenes
del capitán don José Mari;¡ Orlega Nariiïo.
Con los auxilios feuerales y cundinamarqueses
pudo
disponer do,! Simón Bolívar de la oficialidad más lucida
con que conU¡[)(l la Nueva Grar:ada: Atanasio Girardot,
FrancÜ,co Urdaneta,
Luciano D'Elhuyart,
Fr:mcisco
de
Paula Vélez, Ortega Nariiïo, Antonio Ricaurte y Lozano y
cuatro de los hermanos Paris-Ricaurte,
Manuel, Antonio,
Mariano y Joaquín.
Cuando diclHIS jóvenes marchabar. para Cúcuta a unirse
con Bolív?r, éste envió a varios de ellos despachos militares que implícah:11l ascensos en su carrera. Esos despachos fueron recibidos en el Socorro por los destinatarios.
Para don Antonio Paris llegó el de alferez, que no quiso
aceptar y lo devolvió con una Ilota al respaldo, en qne
decía al Libertaclor:
« General,
guárdemelo
para cuando
lo haya ganado.» Consideráhase
un simple soldado de la
p<ltria y esperaba, port;índose
con denuedo, obtener en
acciones de guerra nu sólo el alferazgo sino otros titulas
de mayor distinción. A su pesar, se le nombró teniente de
uno de los batallones que se organizaron para hacer la
campaña de Venrzuela.
El coronel cartagenero don Manuel del Castillo y Rada
fue enviado por Bolíva¡ a atacar al jefe español coronel
don Ramón Correa, que estaba atrincherado en la angostura de La Grita; llevó en su tropa a los oficiales granadInos y el 13 de abril inició brillantemeníe
la campafia sobre
Venezuela derrotando a Correa en esa angostura.
El comportamiento de don Joaquín Paris mereció a éste el ascenso
él
a capitán, que le fue otorgado en el mismo campo de batalla. Por desdicha,
Castillo se indispuso
con Bolívar,
renunció el segundo puesto en el ejército libertador
y regresó a la Nueva Granada.
Con él tornaron algunos jóvenes compatriotas,
entre ellos sus ayudantes
de campo el
ya capitán don Joaquin París y uno de los hermanos de
éste, don Mariano.
Don Manuel y 0011 Antonio permanecieron al lado de Bolívar (1), quien tuvo entonces por
segundo al coronel don Joaquín Ricaurte y luégo, por haber quedado
el úllimo con fuerzas en Cúcuta, al coronel
don José Félix Ribas; este jefe y Bolívar continuaron
la
campaña
sobre Venezuela.
Poco después
creyó conveniente el futuro Lib~rtador avanzar con las fuerzas divididas, confiando el mando de parle de ellas a Ribas y reservándose él la dirección
de las restantes.
A don Antonio
Paris le tocó seguir con Ribas, que deseaba sorprender
al
ent"migo,
pero éste había apostado
un fuerte destacamento que le impedía esa operación. París le aconsejó que
algun) de los oficiales, fingiéndose español, fuese a ordenar al destacamento
su traslación
a un punto más COnveniente. Ribas le repuso que la medida aconsejada
no era
mala, pero le preguntÓ si se consideraba
capaz de ir a dar
la orden, ya que su figura se prestaba para que los soldados del destacamento
lo confundieran
con un oficial
español. Proporcionósele
un uniforme adecuado y parti6
don Antonio a realizar la estratagema.
Llegado al sitio que
ocupaba d destacamento,
dio. al oficial que lo dirigía la
orden para que se retirase. El oficial se manifestó rehacío
a obedecer, porque no conocía a París. Nuestro joven, sin
inmutarse,
le replicó que mal podría conocerlo
cuando
estaba acabado de llegar de España. rero todo oficial español, díjole el jef~ del destacamento,
ostenta
una cucarda
en su morrión. Esta salida no desconcertó
al atrevido repu(1) Soledad Acosta de Samper. Biografía del general Joaquín París.
- 49 •
blicano, que haciendo uso de mucha sangre fria, se quitó
el morrión, 10 miró y expresó su extrañeza por haber perdido la insignia, que acaso, dijo, se le habría caído en el
trayecto. Terminó advírtiendo aJ oficial español que él
resolveria si cumplía o nó la orden sup~rior, que él se
retiraba porque le era preciso ir con presteza a cumplir
otra comisión de su jefe. El comandante del destacamento
reflexionó un poco y cumplió la falsa orden. Ribas movió sus huestes y obtuvo señalada victoria.
CAPITULO V
Don manuel y don Antonio París.
Combates de CMache, Niquitao. Los HOl'conesy Taguanes. _ eIlscensos
milita.res. - C}Jata[[ade San Carlos. _ Ocupación de Valencia. _eIlcción de San ¿Mateo. - Sitio de Va.lencia. - Atrocidades de C}Jovas._
Descalabros republicanos. - Sufrimientos de don eIlntonio Pã.rés.Heroicidad de este oficial. - CSoves y don¿Manuel 'Paris. _ Fusilamiento de este prÓCef.- eIlnicdotas de su 'Pida..- èJ?.egresode don
Antonio Pa.rís a CSogolá. - Homenaje del Libel'fador .• La. prisión en
el RosMio. - Después de Boyacá .• 8r!uerfe de don Antonio. _ Una
ca.rta sobre Bolí'Par. - Una pierna postisa..
Don Manuel y don Antonio Paris siguieron combatiendo por la libertad y se llenaron de gloria en varías de
las más importantes
acciones de guerra libradas en 1813
contra los realistas de Venezuela. El 19 de junio le tocó
pelear a dOll Antonio eri el pueblo de Carache, alistado en
la vanguardia del ejército de Bolívar, que se componía
de quinientos hombres y era mandada por don Atanasio
Girardot. Esa fuerza alcanzó entonces un espléndido triunfo sobre ochocientos soldados de las fuerzas de don Ramón
Correa, que dirigía el marino don Manuel de Cafias, el cual
perdió más de cien plazas y todas las armas y municiones
que tenía.
Los dos Parises contr1buyeron con su arrojo a un
nuevo triunfo republicano cuatro dias después, en Niquitao, donde los coroneles don Rafael Urdaneta y don José
Félix Ribas con quinientos hombres derrotaron a ochocientos que mandaba el comandante don José Marti, a quien
tomaron cuatrocientos cincuenta prisioneros.
Igualmente se hallaron en la batalla de Los Horcones,
donde el coronel Ribas venció a mil quinientos hombres
del coronel don Francisco Gberto con fuerzas interiores y
ocupó en seguida la ciudad de Barquisimeto el 22 de
julio.
/
Alcanzado este triunfo, reunió Bolívar todas sits fuerzas, que sumaban dos mil quinientos hombres, en las espaciosas llanuras de Los Taguanes, situadas entre la villa de
San Carlos y la ciudad de Valencia, y con ellas obtuvo
completa victoria contra dos mil ochocientos soldados que
dirigía el español Izquierdo.
Nada se opuso ya al Libertador, que el 7 de agosto
entró a Caracas. Para don Antonio y don Manuel habría
sido fácil permanecer en la capital venezolana, Que tenían
de sobra merecido al.~ún descanso, pero prefirieron tornar
al occidente a continuar la campaña.
Larga sería la lista de las acciones en que se encontraron y en donde, como siempre, dieron pruebas de su valor
y de su serenidad. Don Antonio, por su bizarro comportamiento en la batalla de Araure, fue ascendido a capitán.
Don Manuel también alcanzó ascensos.
La fortuna, que por regla general pareció sonreír a los
republicanos que luchaban en Venezuela en 1813, les fue
esquiva el afio siguiente. Urdaneta que defendía las regiones de occidente, viéndose en mala situación, trató de
abrirse paso hacia San Carlos. El español don José de la
Vega, que mandaba un escuadrón que era famoso por su
disciplina y ardimiento, trató de impedírselo, presentán.dole batalla entre Palmar y BlITia, pero fue derrotado por
7
• 52 -
,
los patriotas,
Antes de que éstos pudieran
llegar a San
Carlos, fue atacada esta villa, el 9 de marzo, por los guerrilleros Blanco, Torr'albo y otros, a quienes bien pronto
reforzÓ don Sebastián de la Calzada con una brillante división quc tenía él sus órdenes. De modo que las fuerzas de
Urdand;l, al rres~ntarse
al frente de la población, hubieron
de volver a comhatir rudamente pard p')der penetrar a ella,
y allí se les recibió como a redentoras.
Pero la toma de
la vilh estuvu muy lejos de constituÍr un triunfo decisivo
ya diario eran molestados los republicanos
por las tropas
realist<js que dominaban
la legión. « Duros y continuos
ataquès sufrían los defensores de San Carlos: parte de su
hermos'l población fue incendiada
por aquellos vándalos
realistas; lino de sus mJ.s'valicntes
defensores,
el capitán
granadino Antonio Pans, perdió una pierna de un balazo;
y :Je experimentaron
otras pérdidas entre heridos y muertos, muy sensibles para la República. El día 17 de marzo
emprend:eroll
los patriotas su retirada Cil dirección a la
ciudad de Valencia, siendo siempre perseguidos
y molestada su retaguardia»
(1).
París, segÚn se expresa uno de sus compañeros
de
campañas, el más tarde general José María Mantilla, creyó
talvez que era invulnerable, por la temeridad de su arrojo
en las batallas. Debido a esto durante la acción de San
Carlos se comprometiÓ il tomar con catorce soldados
la
torre de la igle~i:1 de San Juan, quc hahia sido ocupada
por los espaíiolt:s, y después de perder entre muertos y
heridos esos soldados, cayÓ en tierra al golpe de muchas
balas, que le despedazaron
una pierna, según sigue diciendo el gen(~ral Mantilla. París salvÓ la vida en esa ocasión
porque obtuvo qlle lo colocasen en una mala cabalgadura,
sobre la cu;¡J andllvo tres dias, hasta llegar a Valencia,
soportando una lluvia de balas que obligaban a las tropas
(I) José AU6tria,
Historia. mifítar de Veneguela.
- 53 -
de Urdaneta,
cada
sin excluír
a nuestro
herido, a comb3lir a
instante.
SegÚn lr;:¡dic¡"J!l (Jlie ,:OIl;C¡'va
la fallli~ía. don Antonio
París y ~:I primo d ):1 ¡\qtoniíJ í<ic;l:¡rte
[¡¡Croll
esco;ddos
por el g-:ill'ral g"livdï. dur;ll1!e el sitio qqe il)s rcp:lblica110S sostenian e:1 SIn MalLo conL"n ias fuerr¡~ de Jo;·é 1'0mjs Hoves, rara (jile ((ln c¡ncuen!.,
11O:11hr<:s cll~;I\J,-;ia"en
el parque eX¡Slen1(' Vil la C<l';a fU.'ne del íngcllÍli de ;I'¡lid
pu~'blo. Aflcn;¡s IL'p¡\)an los d(\:; V,venes ,'on oU ~ute <lI
sitio designado,
cu;¡ndo
sc vi'l ;l\'?l!Zar
ILlci;¡ ell(¡s tina
fucr,:3 rc;¡li:sla
llli¡1' ':'Ip':¡¡or
en '¡Jímer\) a ia que \~:l()s
tenían. I<¡caurte juzg(¡ inÚtil tod;¡ resi:·kncía,
y pic¡j(¡ él
París que volviese él t!nnJe
~e encontraha
el Líbert;¡dor,
juntanH'nte
con los ci!1(l1::>nta ¡lUmhres, p"rqllC hailr'a sido
una 10-=\11'<1 ~lcrjficar;(Js, y;:¡ ljllC la i!"op;¡ que se;¡rroximaba
pastlha de mil homhres. í\Ícalli"le I.'nviÙ il decir a fklivé1r,
con Sil primo, (jtlè el parque no caeria l'Ii poder del ~11\?miga. París hizo lo que se I:~ pedia y contr<ll1l;¡rc!J(¡
ill
cU:lrtel general. dislante
unos q¡:;nicntos
metrc)s del il1;~eni o, los que no h;,hi;¡ acallildo
de reCOlTer ClI(lildj) se oyÓ
UIH fonnidab!e
y ¡~spallr,¡s;¡ dètilnaci!Í1l
seg¡iÏ ;;j de hUfllO
y lIam.!s .... Esto allOrrÚ p;¡l;d,ïas a qlli('n cocd¡,da
lil pequelÎa escl¡!ta. PlI':S 110 tuvo p'!a qUl' rcf"'!";r lo :J,:<íllÍ\.'cido
entre él y ti ¡nl11'li-tal suicid:1. [I enemigo. ;li \'LT qllC se
retiraban
l/iS cincuenta llO;nbre'>, crev,') q'fé' eí p:!'qlle h:¡hítl
qued;-:ùo soin y Se lanz,') l'Il tropel y algi¡-;¡!);::
sohre la
cas] lid i¡¡genio. L~ cxp!(lslÚn
C'illSI';
till de"fr;)?,
:111i1CnSU,
y alii pereció, jU!Famente con Ric:Jilrk. ~nn n¡'¡mc:n de
Jos enemigos.
Los restantes
huyeron ;lierr;ldo~. y B"v.:s,
quc contempl:tha
1:1 CSc~¡]a a ;:¡lgun;¡ dislan·:i;¡.
cilmb:Ó
bien pronto
la impresión
l;e asombro
que la il(¡z:dia del
hénJ'~ gr;IIl:Hjino le C;~lIS'Ir;¡ ¡vIr lil lkl mayor rl~'''l:')¡]civrtl).
y jllzg-ándose perdido, ClllpïelH.lil·' Id rdi¡-ada. ql!e cqlli\'3~
lió él llna derror3 de tuL!;¡S '>us !Iuesks.
Dcspués de San Mateo, Hoves, unidu a Ccb;¡llos, atacó
• 54 •
furiosamente la plaza de Valencia tres dias después de haber entrado a ella los republicanos que se retiraron de San
Carlos. Don Antonio Paris tuvo la fortuna de encontràr
allí un cirujano y un practicante que también acababan de
llegar a la heroica ciudad y los cuales procedieron a la amputación de la pierna. «París, en medio de los más crueles
tormentos, causados por la amputación, mandó colocar su
cama cerca de una ventana que daba vista a una bateria,
que con un cañón de número 8 defendia el segundo ángulo
de la plaza adonde se habian refugiado veinticinco soldados de los generales Rafael Urdaneta y Joaquín Ricaurte, y
desde allí animaba a nuestros soldados diciéndoJes que
las heridas recibidas por la patria no causaban dolor sino
placer, a tiempo que todos palpábamos sus dolores y el
riesgo que corria su vida cada vez que se disparaba el cañón, que sólo distaba de él tres y media varas. Resuella la
pequeña guarnición a volar con el almacén de pólvora antes que caer en manos de los tigres que sitiaban la ciudad,
en número veinte veces mayor, se interesó el señor Paris
con el infrascrito para que le facilitara un barril de pólvora,
que le proporcionara buen asiento, mientras llegaba la
hora de volar. Afortunadamente en aquellos momentos
había sido derrotado el sanguinario y terrible Boves por
las fuerzas combinadas de los generales Bolívar y Mariño
en el pueblo de Bocachico, y por consecuencia fue levantado el sitio de Valencia el 5 de abril de 1814 a las doce
de la noche» (1).
Mariño entró a Valencia con parte de las fuerzas vencedoras de Boves, y este jefe pasó a reha~erse en las llanuras de Calabozo, en tanto que Ceballos lo hacia en San
Carlos. Bolívar, con el prestigio de la victoria, pudo contar
con el entusiasmo de los pueblos y fácilmente reunió un
ejército bastante numeroso, cuyo mando inmediato confió
(t) Cerlificación ¡wad. de1lleneral Jo56 Marla Mantilla.
- 55·
a Mariño, y a Urdaneta la jefatura del estado mayor general, en tanto que él marchaba con algunas fuerzas a estrechar el sitlo de Puerto Cabello. Mariño tomó para San
Carlos, que por falsos informes creyó desguarnecida e imprlldentemenh~ quiso meterse en esa plaza; los realistas
le presentaron combate el 16 de abril, que se libró en Arao
y fue completamcnte derrotado Mariflo, juntamente con las
tropas de caballería. La infanteria volvió a Valencia, donde
Bolívar reorganizó sus huestes con auxilios llegadüs de
Caracas, y a sus inmediatas órdenes quedaron cinco mil
hombres, que salieron de la primera de esas ciudades el
27 de mayo para vencer en Carabobo, primera. Después
de esta batalla se di vidieron las fuerzas repu blicanas pal a
atender a diferentes puntos, y Valencia quedó casi indefensa.
El triunfo alcanzado por Bolívar a orillas del lago de
Carabobo resultó infructuoso, porque a las dos semanas fue·
vencido nuevamente el general Mariño en La Puerta por el
infatigable Boves el 15 de junio. Este tigre, sediento siempre de sangre, dio muerte a todos los heridos y prisioneros de La Puerta, y para ostentar más su feroz frialdad,
convidó a comer en Cura al coronel Jalón, que fue uno de
los prisioneros. Concluida la comida, en la misma mesa y
a presencia de la víctima, 10 mandó fusilar.
El 19 de junio volvió Boves a poner sitio a Valencia,
que sostuvieron bravamente el gobernador, coronel Juan
de Escalona, y otros jefes, entre ellos el célebre bogotano,
más tarde general, José María Ortega y Nariño, quien
pocos días antes había contraído nupcias con una hermosa
valenciana, la señorita doña Mercedes Párraga. Las fuerzas
con que contaban los sitiados eran apenas trescientos veinticinco hombres entre soldados, enfermos del hospital,
presos y algunos vecinos.
El teniente coronel don Antonio París, después del
primer sitio, había quedado en su habitación, restablccíén-
dose. Las nece!'idades que impuso el nuevo sitio no permitieron que se le proporcionaseli
mayores atenciones, y, empeñados sus compéiñeros en defender la plaza, nadie volvió
a acordarse del pobre cojo. Un día, acosado por el hambre
y la fatiga, salió a la calle, caminando penosamente,
apoyado en un palo, él guisa de muleta, y recostando el cuerpo
contla las paredes pala hallar seguro apoyo. Al poco trecho, dio un mal paso y rodÓ a la mitad de la calle, hasta
donde .alcanzaban
las balas de los sitiadores. Quiso la
suerte que esto ocurriese a inmediaciones
de la casa de
los Párragas. La señora de Ortega divisó al desvalido
mútilo y salió a prestarle auxilio, acompañada de una sirviente; entre las dos lo levantaron....y la señora le preguntó
que por qué había abandonado su habitación en ta! estado.
Paris le respondió que en el/a carecía de todo recurso, que
no tenia ni agua y hacía dos dias que lia probaba alimento.
La noble dama, que como todos los habitantes de Valencia
soportaba los rigores del sitio y no cont;¡ha con lo lndispen<éJhle para su sustento, compartió con París una arepa
dL' <-¡uedi"ponía.
DOli Antonio,
que era al par que animoso muy esforzado, no podía permanecer en la inacción y qtleria contribuir a la defensa de la plaza. Todos los días se hacía COllducir a llna trinchera, colocado en tina silla, y cuando los
enemigos, que se hallaban escasos de municiones, atacaban· a la bayoneta, se levantába sabrI: su pie y cargaba
contra los atarantes empuflando un machete en la diestra.
El JO de julio, después de sitiada Valencia en todas
direcciones,
contribuyendo
al cerco las fnerzas combinadas de Boves, Morales, Calzada, Cajigal y otros jefes, ~os
defensores de la ciudad aceptaron rêndirse por medio de
una capitulación, que de días atrás se les ofrecía ...
Don Manuel París, que habia militado al lado de Bolívar hasta el sitio de Valencia y ostentaba el grado de
coronel, cayó en poder de Boves y fue pasado por Jas
- 57 •
armas con otros prisioneros
Valencia.
el mismo día de la toma de
Don Manuel era de grnio festivo y chispeante. Su buen
humor y agudeza llegaron él noticia de Boves, quien l11£1nifestÓ deseos de conecer a e~e ingenio santafereño y, para
recrearse oyendo !ps chistes del prisionero, lo mandó invitar él su mesa. Paris cc,nsigui() un vestido militar y char~eteras, y con1() slIsamigos improbasen aquello diciéndoJe
que las cl1arrettras ofcnàían a BDves, él uo hizo caso y se
presentÓ con ellas. Después de oírlc conversar le dijo el
español: ,e Estoy por no fusilartc .... pero eres t:1I1insurgente ... » (1). El coronel contestó a Boves con un gracejo
y fue re.:ondllcido a la prisiÓn. Los compañeros, al verlo
de nuevo, creyeron que el jefe espoflol le habría hecho gracia de la vida, pero él, para que no abrigasen ninguna
esperanza y conociesen la suerte que les esperaba, al pasar
cerca de ellos se tocÓ el cuello con una mano, haciendo
ademán de que todos serían degollados.
Cuéntase que antes de la infortunada campaña de
VencLUela, hallándose don Manuel en Bogotá, se vio durante algunos días l'n l'ituaciÓn pecuniaria tan apLlrada que
no disponía de dinero para procurarse LIna lul. durante las
noches en su habitaciÓn. Así transcurrió corno un mes;
mcjof(S luégo ia suerte del infortunado joven, que pudo
comprarse lo m<Ís indispensable para disfrutar de relativas
comodidades. Adq¡driÓ treinta velas ya/llegar
la noche
las encendió torjas y se acostÓ. Un amigo a quien Ilan'ó la
atención esa calitidad de luminanéls preguntó a París /0
que significaba, y él respondiÚ muy Cal~Jpante: <'Eslay arreglando tina cueuta: a treinta noches il obscuras cürrespO!1dl' una noche con treinta velas.»
Creció en una época en que estaba muy generalizado
el juego en Sant:! Fe; en t(ldas las casas de familia se
<I) Acosta de Samper, cil.
·58 .
jugaba, sin que de tan arriesgada y peligrosa diversión se
eximieran los jóvenes. Don Manuel estudiaba en el colegio del Rosario, donde vestía la hopa y la beca. Un día volvió al hogar sin el uniforme; doña Geno· ••eva pidió lma
explicación súbre ello, y el festivo colegial, que llegaba de
una francachela con otros estudiantes, en la cual había perdido al juego los atributos de los rosaristas de mayor distinción, dijo a la madre que unos enmascaradus le habían
arrebatado el uniforme. La bondadosa señora creyó, sobrecogida de espanto, que se trataba de alguna cuadrilla de
ladrones, ya que no era el tiempo de fiestas populares en
que el buen humor de los santafereños hacía que muchos
recorriesen las calles y penetrasen a los salones ocultando
su personalidad bajo un disfraz. Pero no pasaron muchos
días sin que la señora de París corrigiese su error: en una
de las próximas salidas de la casa encontró a un individuo
con el uniforme del Rosario y díiole que era el de don
Manuel, a quien lo había robado. El joven, agraviado con
tal increpación, se apresuró a manifestar que no se trataba
de un robo sino de una legítima ganancia en el juego de
dados, esos temibles exágonos que Paris denominaba
enmascarados.
Los padres, celosos de la moralidad de su hogar, no
cesaban de reconvenir a don Manuel por su afición al
juego, la que también distinguía por entonces a otro de
los Parises-Ricaurtes.
Cansado de reconvenciones y mortificado porque a él se le creyese capaz de todo lo malo y
a su hermano, colega en los lances del tapete verde, un
dechado de buenas costumbres, repuso don MaQuel: «Ramón
es juicioso porque juega y gana; yo, un calavera porque
juego y pierdo.»
El tO de julio de t814 es fecha de las más funestas en
el martirologio de la revolución contra España. A las víctimas que escalaron el patíbulo se sumaron muchas otras
asesinadas en las calles, en 103 hospitales y en las casas
·59·
de Valenda por las hord.as desenfrenadas
de Boves, quien
no aceptaba
ley ni freno y menospreciaba
las órdenes de
Cajigal, capitán general de Venezuela, que era sujeto de
sentimienfos
humanitarios.
«Forzado el afligido bello sexo de Valencia a concurrir a lIn gran baile que preparó la oficialidad realista en
obsequio de su jefe Boves, mientras duraba tan irritante e
inmoral función, el mismo segundo jefe Morales, con una
compat1ia que él lIal11àha también de asesinos, entró en la
casa de las señoras Ursáiz, en donde e~tabal1 detenidos
algunos de los oficiales patriotas, y a todos los pasó a
cuchillo.Tal cosa refiere el historiador
Austria, pero
agrega: «Entre estos mártires de tánta barbarie, perecieron
el teniente coronel París, granadíno ... y otros muchos
valientes." París h¡gró escapar a tal carnicería y, según
afirma el general Mantillct, se embarcó en La Guaira el 5
de julio después de haber recibido en Caracas el mismo
dia, de manos del propio Mantilla, el despacho de teniente
coronel de infantería de ejército.
Don Antonio logró tornar a la patria arrostrando
mil
dificultades
y soportando
penurias y esca~eces. Cuando
Bolívar, después del desastre de Venezuela, buscó nuevo
asilo en [a Nueva Ora:lada y vino a Bogotá, comandando
el ejército federal, ya estaba aquí París, a quien quiso tributar el homenaje debido a sus merècimientos,
y al efecto
dirigió el 7 de enero de 1815 un oficio al secretario de la
guerra, así concebido:
«El teniente coronel efectivo de Venewela y Colombia, Antonio París, ha regresado por fin a su casa paternal
lleno de cicatrices y sin una pierna. Este benemérito oficial
me ha acompañado
en casí toda la campaña de Venezuela,
y ha manifestado constantemente
valor, inteligencia y deseo
de gloria.
«Al presente,
que se halla mutilado e inhábil para
continuar el servicio, merece muy bien la gratitud de sus
8
·60 •
conciudadanos y la estimación del gobierno, y seria una
senal de ésta bastante debida a sus servicios, el que se le
continúe el sueldo correspondiente a su graduación. Sirvase usted ponerlo en conocimiento del gobierno general
para su determinación.»
Duef'io de Bogôtá el Pacificador, fue Paris prindo de
la libertad (1) y encerrado en uno de los calabozos del colegio del Rosario. En el local de ese histórico plantel guardaban prisión también su padre, don José Martin, y su hermano don José Ignacio. El primero, como ya hemos visto,
murió en aquel encierro, después de vivir de la caridad de
una respetable dama, dOf'iaMaria Josefa Dominguez de la
Roche. «En tal miseria habia caído, advierte la senora Acosta de Samper, un hombre pudiente antes de la revolución,
espano! enviado a América con empleo del rey I» Don José
Ignacio logró conservar la vida y lo mismo don Antonio.
pero éste, a causa de una circunstancia desgraciada, que
vino a ser providencial, pues a pesar de hallarse muülado,
se queria coronar con el patíbulo sus grandes servicios a
la República: cayó del balcón al patio de la cárcel en
donde estaba, reza una inscripción biográfica que acompana al retrato del teniente coronel París, existente en el
museo nacional.
Los tres afios que inmediatamente siguieron a la salvación de don Antonio, ya puede suponer el lector cuáles
serían para el desvalido cojo, mal mirado por los terroristas, reducido, como toda la familia, a la mayor miseria y
(I) Algunos de los escritores que han trataclo de don Antonio Parla a6naan
que ~ IOportó 10$ rigorea del sitio de Cartagena en 1815. NosotrOl no hemos eDCODtrado ui<fero para esa versión y antes consideramos
bien improbable que el coman-
dante Pa:r¡s hubiese aido de los defensores de la Heroica.
porque a principio.
IlIS se hallaba ya en Bogotá y no era presumible que inválido fuele
áo
CIl
Ortega,
la costa;
también porque en las certificaciones expedidas
VBez y Mantilla.
que él bllbi_
compañeros
Il
por
de campailas de nuestro hhoe,
estado en el expretado asedio.
de
hacer servi-
101
generale.
no •• dice
sin medios para ganarse la vida. Después de Boyacá empezó a reinar la justicia para los perseguidos, y la familia
de don José M:lrtín pudo tener algún desahogo económico.
Don Antonio, inhábil para continuar en la campaila, fue
agraciado con el nombramiento de ministro juez de la corte
superior marcial del distrito de Cundinamarca.
Fue un decidido admirador de Bolívar, quien le ratificó
el grado de teniente coronel efectivo y le concedió el sueldo
íntegro que le correspondía. Ajeno a las luchas partidaristas que empezaron a entenebrecer el suelo colombiano en el
DON ANTONIO PARIS
ocaso del Libertador, don Antonio fue bien mirado por todos
sus compatriotas, a ninguno de cuyos bandos era hostil.
La reacción antiboliviana de 1831 dio al traste con la
pensión del teniente coronel París, quien no disponía de
otra cosa para su sustento y el de su familia, compuesta
de una esposa y doce hijos. El congreso nacional le otorgó
una pensión pOTnúmero limitado de años, al cabo de los
cuales se la quitaron; trabajó entonces empel\osamente
para que se la volvieran a decretar, y en ambas cámaras
pasó el proyecto respectivo, que fue objetado por el presidente de la República, que lo era entonces el general don
Tomás Cipriano de Mosquera.
Don Antonio fue impotente
para sobrellevar
el des .•
aire inmerecido
que le hacía el ejecutivo,
como si se des-conociesen sus méritos y proezas, pues que «dejó en Venezuela, junto eon su pierna y sangre, lecciones de lo que
pueáe un patriota granadino
animado de los nobles sentimientos con que él combatió
en diversos
puntos, y continuó obteniendo
ascensos
y condecoraciones,»
según se
expresa el general Francisco de Paula Vélez. Lleno de desengaños,
en la ;nayor pobreza, descendió
al sepulcro en
esta capital el 18 de julio de 1846.
Cinco años antes, escribía desde Bogotá a su hermano
don José Ignado, que resld£a en Eùióp~ y se hallaba en la
opulencia-, para contarle su pendsa situación .•. Yo confío
en su protección,
mi querido Pepe, pues mis circunstancias son horribles.
¡Pobre, deudor, cargado
de familia,
inválido,
cuya desgracia
me priVá dé 11\11 contentos
y me
proporciona
otros tantos
sinsabores,
sin 'embargo
de
haberla adquirido en la flot de
juventud
j veintiún años
de edad! en cierto modo me càusa satisfa"cción; pero residir en un pais salvaje, lin hombre inválido por su patria,
más bien le sirve de martiïio. Me inutilicé al lado del hombre más grande de la historia, si es que se hace un análisis y ulla comparación
de los recursos y de las circunstancias que favorecian a los otros; <fI lado, digo, de aquel su
predilecto amigo, de cuyas confianzas usted flle el depositario; recomiendo
pues su memoria a mi prete nsión ...
"Quisiera,
además. mi querido
Pepe, que usted me
mandase hacer en Paris, o en Londres, una pierna de corcho al mejor artista en ese ramo; ella debe ser exactamentè
por las medidas de la derecha de Enrique, hasta la mitad
del muslo, que es hasta donde me faita, y de ella arriba
debe ser un calufo o conducto de suela gruesa en qué colocar el muñón; el pie debe Sêr de )a hechura del de ustt!d,
una linea más largo; encargue usted en su construcción
todo
el esmero del arte pilra que, imitandO en cuanto sea po si-
mi
ble la naturaleza, deba yo a usted este nuevo desahogo;
ella debe comprender muy buenos muelles, de manera que
pueda servir tanto para montar a caballo cuanto para andar a pie; debe tener una rodilla movible de manera que,
sentado o parado, se manifieste; procure usted que la superficie de dicha sea al tacto como la natural y que vengan
duplicadas aquelhs piezas o muelles más susceptibles de
gastarse; ella dehe venir colocada ell su respectiva caja
con llave ... »
Vuelve a recnrdar a Bolívar y menciona también al
valeroso general Juan José Neira, que pocos meses antes
habia salvado a Bogotá de caer en manos de los revolucionarios, y exclama: «No olvide usted, según sus circunstancias, hacer algo por el Libertador Bolívar y también por
el Libertador Neira. ¿ Qué sería de nosotros a la fecha, si
no hubiéramos triunfado ?"
Don Antonio fue, pues. como advierte Eusebio Robledo (1), iniciador, cn g'r<ln parle, de la estatua de Bolívar,
que se irgue en la plaza mayor de Bogotá, que mandó
construir don José Ignacio al mejor artista de esos tiempos,
así como también hizo modelar un busto de Neira y fabricar la pierna que tánto anhelaba el glorioso mútito. Este,
a su regreso a Bogotá, se había hecho tornear una pierna
de madera y aprendido a servirse de ella de manera que,
no le fuese índisp~nsable un p~r de muletas y que con una
sola y algún otro apoyo pudíese sostenerse en pie y trasladarse de algún sitio a uno diferente. La pierna de corcho
que su buen hermano le enviara quedó admirablemente
ejecutada, y mediante ella don Antonio logró conducirse
con tal destreza, que quien no le conociera no podía adivinar la cojera de que adolecía, en especial cuando se le
veía por las calles de esta capital caballero en un hermoSO'
corcel, sobre cómodo galápago, adornado con pistoleras y
calzando altas botas de charol.
(I) Un prócer, una caria y un zapatero, Boletín de historia. y II.nUgùeèfades.
CAPITULO VI
Don m.ariano Paris.
C~mpaña sob,e CJJogotá.- Labo, de doña Geno'be'ba '!?icau,te. - Un incendio. - Pe,seguido po, Mo,illo .. Sel"Vicios en la costa atlántica .• L"
dictaáu,a áe U,áaneta. - L"cotlspi,ación áe Sa,dá. .. Denuncios eon·
t,a Pa,is .• Asesinato de este p,ócer .• Su cadá.'bu. - Una polémica..
Santander y Bo,.,uo. - Ca,ácter de dOll Ma,lano. - Un t,emendo
puñetazo .• Disputa con Ho,ment .. Un paseo a Soacha .• Paris y los
Montoyas. - Incidente en la. galle, •..
Don Mariano Pads y Ricaurte, como recordará el lector, regresó de la frontera venezolana juntamente con su
hermano don Joaquín, traidos ambos por el coronel don
Manuel del Castillo y Rada,'cuyos ayudantes eran. Siguió
prestando sus servicios a la patria en el ejército del gobierno de las Provincias Unidas, y le tocó hacer campaña con
el general Bolivar a fines de 1814, cuando el con~reso general creyó de su deber someter por las armas al gobierno de
Cundinamarca.
Esa lucha interesó grandemente a los habitantes de
Bogotá, y las damas de esta capital se afiliaron con entusiasmo a alguno de los bandos beligerantes. La madre de
don Mariano, dofia Genoveva Ricaurte, siguió el partido
del congreso y figuró a la cabeza de la fracción del bello
• 6S •
sexo que simpatizaba con la llamada causa federal. Ya
próximo Bolívar a atacar la ciudad para tomarIa a viva
fuerza, por no haber logrado que el presidente don Manuel
Bernardo Alv~lrez entrase en arreglos, las tropas de la
Unión se situaron en la hacienda llamada Techo de los lorges, adonde dofla Genoveva enviaba frecuentes informes
sobre la situación de la ciudad para que don Mariano los
hiciese llegar a Bolívar.
Con este motivo escribla el poeta Torres y Peña ~
Las mujeres,
Procuran con
Darle de todo
y al gobierno
que son para esto peores.
medios insidiosos
al enemigo aviso,
impedirlo ya eR preciso.
En la noche del 9 de diciembre un incendio redujo a
cenizas la quinta que la família París poseía cerca de la
ciudad, en el sitio que de acuerdo con su origen indígena,
no francés, se denomina de Sanfasón. Dicha quinta era
una casa de campo aislada, y parece que su destrucción
obedeció a las exigencias impuestas por las operaciones
militares.
El 11 de diciembre cayó la capital en manos de los
federalistas, después de recio comhatlr. Un dia después,
por intermedio del marqués de San Jorge, convino el rehacio Alvarez en aceptar unas capitulaciones y en rendirse
con las tropas que aún ocupaban el centro de la ciudad.
Con esto quedó hecha la paz entre hermanos y restablecida la calma, para que todos los lidiadores se ocupasen en servir como militares de una manera más útil y
provechosa a la patria. Don Mariano siguió en el ejército
hasta la entrada del Pacificador MorlJlo, en mayo de 1816.
Entonces tuvo que esconderse para librarse de la suerte
que cupo a tántos otros próceres beneméritos- En noviembre entregaba Morillo a Sámano una relación de los individuos que deblan perseguirse hasta conseguir prenderlos,
·66 •
Ifsi esto se lograba, enviarlos al Pacificador, que ;partia
·enese mes para Venezuela. Uno de los de la lista er.a,dop
Mariano.
'Después de Boyacá se alistó París en las> tropas que
h«;ieron la campana de la costa y como capitán cooperó al
jsitio puesto por Mantilla a Cartagena. Con postesjor.id..a.d~
~sto, no escatimó 5U concurso para el bien de la RepúbUce
o de la causa de sus simpatías, y se le vio algunas veces
dejar las labores campestres, a quede preferencia se dedicaba, para enrolarse entre sus amigos políticos. El grado
1'=I
il
Ii
II
I
I
I
I
II
Il
:1
I
II
II
____
I
I
DON MARI<\NO PARIS
militar que alcanzó fue el de coronet de lJ]i1ici:~. Br,ofQ$Ó
'entusiasta admiración por el Liberlador8.olívar,
perlenecip.a la agr:upación política denominada bQIi\liilJ1a y ;~.
~U:VQI en,primera fila, a la caída del.régimen}queenca~~Q$
d.on-joaquín Mi)squera y consiguiente imp~ntílción-,de,Jél
<;liQijl~huade Urdaneta, lo cual Je Iller~cjó ser;pestituido del
eÂ{4(o4e com~ndant~ de las milicias ~e la Sab¡tna.
J~(lre&t(l_uración legaiista. obtenida como ,reª,ulta~p .~
lQs -~fata~os suscritos en las Juntas cie Apu.!f:>"vQhdóJkd9D
LLil.e~
1'4.~r~"oJll;a,tranquilay r~tiraja víQad~lçqmp9.
.67 -
geración con que el bando vencedor trató a muchos de los
bolivianos dio margen a conspiraciones contra el gobierno
del general Santander en 1833. De esas conspiraciones la
mejor organizada y d¿ cuya existencia no quedó duda fue
la dirigida por el general losé Sardá, en la cual se complicó a don Mariano y se dijo que, para secundar los planes de Sardá, reunía gente por los lados de Chipaque y
Une, donde se hallaban sus labores campestres.
La verdad es que París, por su acendrado bolivianismo,
no contaba con las si mpatías de Santander, y no faltaron
gentes que ayudasen con sus chismes a acentuar la mala
voluntad que le profesaba el presidente. De ahí que el 22
de julio de aquel año, cuando el gobierno tuvo denunc.io
cierto de que se conspiraba, escribió al gobernador de la
provincia de Bogotá, doctor Rufino Cuervo, una esquela
así concebida: «Como ni todo se debe creer ni nada despreciar, aviso a usted que esta noche me han dicho que
Sardá está aquí intrigando y aun convidando para irse a
Vélez, donde dicen que Serna hace su deber. Es imposible
ya vivir con tánta chispa, sean ciertas o falsas. Póngale
usted un espía verdadero a cada uno de esos picaras como
Paris, Sardá, etc., para saber dónde van, quiénes los ven,
a quiénes hablan. He dicho lo conveniente a Montoya. Ya
estoy fastirliado de tántas camorras. Yo escribiré lo conveniente a Vélez mañana y a Tunja."
El 23 fueron sorprendidos los conjurados y muerto por
uno de ellos el coronel José Manuel Montoya; casi todos
salieron el 24 con dirección a Boyacá, hasta donde se les
persiguió, y poco a poco fueron cayendo prisioneros, inclusive el jefe Sardá, que luégo se fugó de la cárcel y tuvo
tristísimo fín, asesinado a mansalva por un oficial que se
había fingido de los suyos. Es de advertir que a los disparos que le hizo el oficial a Sardá, acudió el capitán José
Maria Calle. que con una escolta se hallaba cerca, y dio
el golpe de gracia al infortunado general.
·68El 28 recibió Santander un denuncio de que don Mariano París reunía gente en Chipaque y Cáqueza para secundar los planes de Sardá, cosa a todas luces infundada,
más considerando que Paris no habría sido tan poco pers·
plcaz que se rebelase a la hora en que ya la conspiración
había sido descubierta y sus principales actores perseguIdos. Don Mariano, cuando empezaron a circular, a mediados de julio, los rumores de una próxima subversión del
orden, fue para el general Santander y le manifestó que
era ajeno a las tramas contra el orden público y que no
pensaba sino en sus empresas agrícolas. Partió para La
Picota, fundo cercano a la capital, a emprender en una
siembra de trigo, y a fin de obtener los peones que para el
caso requería, pasó
buscarlos en Une. Esto lo p'érdló,
porque a causa de ser de carácter brusco y pendenciero,
tenía muchos malquerlentes y no faltaron algunos de ellos
que corriesen a avisarle al presidente que París- reunia
gente para la revolución.
Con esto no faltó más para que el gobernador Cuervo,
en virtud de instrucciones de Santander, enviase contra
don Mariano, que seguía en la búsqueda de brazos, una
escolta al mando del ya mencionado capitán Calle. Oficial
y soldados llegaron el 29 a la madrugada a la población
de Une y tocaron a la puerta de una casita donde, según
informes, estaba el pretenso revolucionario, muy ajeno a lo
que contra él se tramaba, pues descansaba en la promesa
del gobierno de que podía estar tranquilo en sus labores
agrícolas y que se le llamaría si acaso era necesario. Entregóse a la escolta sin oponer resistencia, salvo sí que se
negó a montar en un caballo que se le ofrecía e hizo alistar el suyo, en el cual se dirigió con los aprebensores a
Chipaque. «Sus palabras y ademanes hicieron temer que
se fugase o al menos lo intentase, y Calle pidió refuerzos
que inmediatamente le envió el gobernador. Paris fue oblieadd a Mudar de bagale ¥ en otra villa Rasta La fiscaJa,
a
- 6g.
una legua al sur de la capital. En aquel punto había un
mesón, al cual penetró Calle para oficiar a Bogotá, y la
mayor parte de la escolta penetró también para tomar algunas copas de licor; quedó afuera con el preso el cabo Tomás Munoz. París, viéndose casi solo, aguijó el caballo,
dijo' adiós, señores,' y echó a correr. El cabo lo siguió y
le hizo un disparo cuya bala le penetró por la espalda,
haciéndole encorvar sobre la bestia. El sargento Eusebio
Velásquez, quien salió tras de Muñoz, hizo otro disparo que
tumbó a París, dejándolo gravemente herido. Calle, a las
voces de 'se les fue, se les fue,' dadas por un muchacho
de la venta, montó a toda prisa y encontró al herido debatiéndose en las ansias de la muerte; 'para que ITa penara,'
según sus propias palabras, él mismo le lanzó un disparo
para remataria. Hecho esto, colocaron el cadáver atravesado sobre una bestia enjalmada, y asi lo trajeron a la
ciudad por las calles más públicas, inclusive la de la casa
donde habitaba París, hasta dejarlo en el templo de Santo
DOPlingo» (1).
Dicese que uno de los parientes del muerto se volvió
loco y que la esposa, doña Mariquita Santamaria, y sus
hijos, desde su casa, vieron pasar el cadáver sin imaginar
de quién se trataba.
El crimen quedó impune; la opinión pública no cesó de
reprobar, en todos los tonos, la alevosa muerte dada a
París, y los opositores al gobierno afirmaron que el hecho
se debía a instigilCÎones del general Santander. La famila
París hizo uso de la imprenta para demostrar que su deudo
habia perecido cobardemente asesinado. Del bando gobiernisf? se respondió a las publicaciones de los Parises con
insultos a la memoria de don Mariano, ante los cuales no
pudieron callarse los defen~ores del muerto y se suscitó
una acalorada polémica en que de ambas partes se dijeron
horrores.
· tõ.
El general Posada, en sus Memorias histórico politicos,
absuelve de culpabilidad a Santander, a los demás miembros del gobierno y jefes del ejército y asigna la culpa de
todo al <maldito aguardiente» ya «la nauseabunda chicha.»
Pasada la exacerbación de la época, siempre quedó
sonando en los oídos de mucha gente el nombre del general Santander como principal responsable de la muerte de
- don Mariano. El presidente se defendió de esta imputación cuantas veces se le hizo, pero el úlimo que se la
echó en cara, juntamentamente
con ia culpabilidad en
el asesinato de Sardá, fue el entonces coronel Eusebio
Borrero, secretario de lo interior y relaciones exteriores de
la adminis'tración del doctor José Ignacio de Márquez. En
la sesión celebrada por la cámara de representantes el 30
de marzo de 1840 dijo Borrero, replicando a varios cargos
que le había hecho el representante general Antonio Obando, y aludiendo, sin justo motivo, al general Santander,
colega de Obando: «Pero yo no tuve la perfidia de mandar asesinos a la casa de estos desgraciados para que los
matasen fingiéndose de su partido, como se hizo aqui en
1834 (con Sardá); yo no di orden al comandante 'de una
escolta que Ilevab;:¡ preso a un individuo para que, suponiendo que quería escaparse, lo asesinasen por la espalda,
como sucedió aquí con el señor Mariano Paris.T> Borrero
sostenía el mismo concepto que en sus publicaciones los
deudos de París, a saber' que éste no había pretendido
fugarse y que cuanto al respecto se decía eran cosas infundadas para paliar el crimen.
Santander, como es de todos sabido, se retiró del
recinto de las sesiones después de la brusca increpaçión
de Borrero, sin decir una palabra. Al otro dia volvió a la
cámara, a responder al secretario de lo interior, y terminada su peroración salió del local para no volver más a él.
Con las impresiones recibidas se le agravó un mal al higad9, que de antiguo lo atormentaba, y el 6 de mayo dejó
de existir.
- 71 •
Don Mariano, como hemos dicho, era de genio discolo
y pendenciero, y a ello contribuían su indomable valor, su
temeridad y su fuerza muscular muy considerable. Era
diestro en todos los deportes y esparcimíentos en su tiempo
conocidos aquí; sabía conducirse admirablemente en los
salones aristocráticos y dar por ellos animadas vueltas con
alguna encantadora señorita al són de los aires entonces
en boga; era muy diestro en el juego del billar y tenía pasión por los gallos.
Cuando huyeron de Santa Fe los españoles a consecuencia del triunfo republicano obtenido en Boyacá, pudo
don Mariano volver a disfrutar de líbertad y circular por
calles y plazas, por salones, por garitos y cantinas en las
horas de solaz o de reposo.
En el ejército vencedor figuraban algunos conmilitones de don Mariano, pero había muchos que fe eran desconocidos, especialmente entre los lIaneros venezolanos,
gente que, en cambio, rolaba en franca camaradería con su
hermano don Joaquín, uno de los principales triunfadores
en la épica jornada.
Era a raíz de la entrada de los vencedores a la capital; don Mariano hallábase jugando al billar con varios
amigos, cuando se presentaron algunos lIaneros, y entre
ellos un negro fornido y c0Tpulento, apellidado Landaeta,
que era un desalmado matón, a quien todos Je temían. El
negro había oído hablar de la valentía de don Mariano y
acababa de saber que estaba en la sala del billar. Deseoso
de armar camorra a Paris, con el fin de que no hubiese un
campeón que pudiera superarle, dijo tener noticia de que
alii se encontraba un blanco que poseía fama de guapo.
DOll Mariano comprendió que el negro le buscaba camorra y sin esperar más, soltó el taco con que jugaba y se
retirÓ de la mesa, dirigiéndose a la puerta de la calle, en
la cual se detuvo. Landaeta salió tras él, como si fuera a
provocaria, y París, sin esperar más y mortificado con la
·12 -
insolencia del Ilanero, le dio un punetazo tan tremendo
que el hombre fue a dar rodando hasta la mitad de la calle.
Levantóse, todo corrido, y dijo ante la gente del billar y
algunos transeúntes, que rápidamente habían acudido al
comprender de lo que se trataba: •.Qué blanco para pegar
duro."
El incidente se hizo del dominio general en breves instantes y uno de los primeros en conocerlo fue don Joaquín
Paris, quien reconvino al negro por haberle ido a buscar
pendencia a uno de sus hermanos. Landaeta, que respetaba
y quería a don Joaquín, se excusó alegando que ignoraba
que don Mariano fllese hermano suyo, y agregó: «Es que
tiene un modo de pegar tan duro! ... »
Pocos años después, en 1828, tuvo don Mariano una
disputa con el comerciante francés Agustín Horment en la
segunda calle del Comercio, llamada hoy Real, por divergencia!: políticas. Horment, según cuenta el historiador
Groot, era hombre feroz, pero fino y muy cortés, delgado,
de pequena estatura, narizón y un poco tusa. Eran ya los
días que precedieron inmediatamente a la conjuración del
25 de septiembre contra la vida del Libertador, en cuyo
negocio salió complicado el francés y pagó c(\n el patíbulo
su intervención en tan nefanda trama.
Cuando la disputa a que aludimos estaba Horment
vociferando contra el general Bolívar, puñal en mano y
rodeado de varios liberales exaltados, de aquellos que
vivían clamando contra el tirano. Don Mariano, que acertó
a pasar en esos mom~ntos por allí en dirección a su casa,
situ:.lda, como ya hemos visto, al volver de la calle Real,
cerca a la esquina que forman la antigua de Florián y la
calle 12, oyó las palabras del francés y llevado de su entusiasmo por Bolívar y de la sangre ardiente que bullía, en
sus venas, desmontóse con presteza del caballo en que iba,
avanzó hacia el corro que formaban Horment y sus oyentes,
tomó al primero por los brazos, se los bajó y se los estre-
·73 •
chó fuertemente entre los suyos como con intenciones de
ahogarlo. El francés no perdió el ánimo y del modo como
pudo dirigió el brazo hacia atrás y enterró el arma, de
suerte que, penetrando por la espalda la punta del puñal,
fue a interesar uno de los pulmones de don Mariano. Este
se vio en el caso de soltar a su contrincante que, casi falto
de aire, se desplomó al hallarse sin apoyo; pero pronto se
recobró y temeroso de que el otro lo atacase de nuevo,
echó a correr en dirección a San Juan de Dios. Paris siguió
tras él y la rapidez de la carrera lo salvó, porque arrojó la
sangre que manaba de la herida y que habría podido
asfixiarlo.
Horment fue encausado por la puñalada, y el Libertador, amigo de don Mariano, se interesó para que se sobreseyese en el asunto.
Ya que hemos aludido a la conspiración de septiembre, agregaremos que los conjurados pensaron en dar
muerte a Bolívar en el p:.teblo de Soacha, adonde había
ido de paseo por tres días, en compañía del general Urdaneta y de dos de los Parises, don Mariano y don Ramón,
pero que lo impidió el general Santander.
Don Mariano París, entre las personas que a causa de
su modo de ser lo miraban mal, contaba a los señores
Montoyas. acaudalados antioqueños, que tenían negocios
de comercio ell Bogotá, donde residían y que con ese motivo montaron aquí el mejor almacén de mercaderías de
aquellas épocas. París, que no los quería, dijo que los
antioqueftos se habían adueñado del comercio bogotano y
llevó su inquina hasta dar de puñetazos a don Luis Montoya, circunstancia que acaso contribuyó a perderlo en el
concepto del general Santander, grande amigo personal y
político de los mencionados caballeros.
Los Montoyas, deseosos de buscar el desquite con
París, trajeron de su tierra un negro que bien habría podi-
do cotejarse con Landaeta. Esperaron la ocasión de que
·74·
el africano se las hubiese con aquel cascarrabias,
con esa
escolina, como le llamaban muchos en Bogotá. Hacíase
extensivo el apodo a otros Parises, que tampoco eran de
genio blando aunque estaban distantes de ser tan pendencieros. Don Joaquín era el único de la familia que, sin dejar
de ostentar su valentía cuando llegaba el caso, era de natural reposado y prudente, lo que le había merecido el
sobrenombre de lima corriente, para distinguirlo de las
ásperas escofinas.
La ocasión anhelada por los Montoyas vino a presentarse en la gallera, sitio al cual era asiduo concurrente don
Mariano. Un domingo asistian a las riñas en aquel establecimiento, situado entonces en la carrera 8.", a inmediaciones del río San Agustín, los Arfublas, también acaudalados antioqueños, don Francisco Urda neta y otros muchos
caballeros de distinción, entre ellos el infaltable París.
Varios de los presentes, que sabían el objeto con que el
negro de los Montoyas había sido traído de sus montañas
y a quienes no desagradaba cambiar la lucha entre dos
aves por un combate singular entre dos hombres, arreglaron las cosas de manera que los dos gallos que iniciaran
la sesión fuesen careados por don Mariano y por el negro.
El primero, que de sobra sabía lo que le preparaban, no
quiso carear al animal y con su propia cara buscaba la del
antioqueño; éste esquivó el rostro de don Mariano, ya/gunos asistentes que los habían estado azuzando le reprocharon su proceder, pero él respondió:
«No, señores; ese
blanco me pega.»
CAPITULO VII
Don
Pepe
París.
Amistad con CJ3olíva~.- Enlace mat~imonial. - Reti~ada al Cauca. - Una
pallsa.. - Via.je a.l exte~io~. - Don José MMía BM~ionue'lJo. - Cami·
sMn a Zipa.qui~á. - Pa.stos ext~anje~os. - El lote del CApitoHo.
La.s minas de esmeMldas. - Cont~a.to de a.~rendar1liento. - N~
cont~a.to. - CPenu~ia.de Pa~ís. - Los sec~eta.rios Sofo)1 MÁI'qu.:s.
Nue'lJo sistema de explota.ci6n de las mina.s. - Result¡u/os de él.
Otro "pia.lea.l extraníe~o. - Consecuendas de la. paliza.
Don José Ignacio París y Ricaurte, el. tercero de los
hijos de don José Martín, familiarmente conocido por don
Pepe, a causa de que firmaba de ordinario José Paris Ricaurte, fue enviado muy joven a Europa por sus padres;
residió primero en España y luégo en Francia. Aquí conoció y trató al futuro Libertador, de quien llegó a ser grande
amigo y fer.viente admirador. Bolívar recorría entonces las
principales naciones europeas y estaba muy leias de imaginar que llegaría a ser el fundador de dnco na~ionalidades suramericanas. A causa de la revolución que estallÓ
en Bogotá el 20 de julio de 1810 regresó don José Ignacio
a esta capital, donde tenía compromiso matrimonial con
su prima dona Juana Prieto y Ricaurte. El enlace,se efec-
tel
tuó aquí en enero de 1812. De los amores de don José Ignacio da buena idea una carta escrita en Popayán
el 20 de
octubre de 1807 por don Jerónimo Torres y Tenorio a su
hermano don Camilo, resídente
en Santa Fe. Hé aquí lo
pertinente de esa carta :
« Hace pocos
momentos estuvo aquí Isabel-la
interesante esposa de nuestro
hermano
M;¡nuel, siempre hermosa y esbelta - a traerme
ciertas consejas,
verdaderamente pueriles y ridiclllas, para que te las transmita en su
nombre. Ella te saluda y dice que su hermano José (Francisco José de Caldas) le escribe últimamente
de ésa haciéndole mil primores de Camilo y de la Gran Pacha, y la informa a la vez haber notado que un jovencito
de corta
edad--'-:'mozalbete,
lIaméldo José Ignacio París, hijo del madrileño don Martín y de doña Genoveva
Ricaurte, tía de
Pacha-frecuenta
mucho tu casa y pretende en matrimonio a Juanita,
tu cuñada:
sábe también
que la chica lo
estima; que la ha pedido con el término de cuatro años! !
para efectuar
su enlace, y que su madre, doña Rosa Ricaurte, vacila muchísimo en el asunto por las consideraciones apuntadas.»
El3 de mayo de 1816 abandonó su feliz hogar el capitán don José Ignacio París para marchar al Cauca en compañia del presidente de las Provincias
Unidas de la Nueva
Granada, don José Fernández
Madrid. Como es de todos
sabido, la llegada del presidente a Popayán ocurrió en las
circunstancias
más criticas
y aflictivas
para la patria;
renunció a poco el mando, y lo propio hizo el general don
José María Cabal, jefe del ejército; quedó encargado de la
dirección del gobierno
y de las operaciones
militares el
coronel Liborio Mejia, quJen no creyó decoroso entrar en
arreglos con los realistas, y antes que retirarse, como había sido la opinión de Cabal, prefirió atacar al jefe espanol,
don Juan Sámano, que estaba atrincherado
en la cuchilla
q'ue 'domina el pueblo del Tambo, a seis leguas de Popa'J
- ?7. yán. Allí sucumbió un puñado de valientes el 29 de junio
y con eIlos las esperanzas de independencia y libertad desaparecieron por entonces. Cabal se había dirigido a Buga,
su ciudad natal, adonde llegó también don José Ignacio y
tuvo ocasión de hablar alii con el ilustre militar y hombre
de ciencia caucano. Al saber éste la derrota experimentada en la cuchilla del Tambo y la consiguiente dominación de Jas realist;¡s en todo el Cauca, resolvió ocultarse
para no caer en poder de ellos, y se fue· a buscar refugio
en la cordiIlera Central de los Andes. Los vencedores diéron se a buscarIa con grande empeño y a inquirir noticias
del paradero del general, interrogando a cuantas personas
podían haberlo visto. Enterados de que don José Ignacio
había hablado con Cabal, supusieron que no ignoraba el
escondite y le exigicl on que lo revelase. París no los complació, y para obligarlo a que confesase lo que tánto les
interesaha, le dieron una paliza y Jo dejaron postrado en
el sitio, como muerto, sin que por eso ~delantaran en sus
investigaciones.
Cabal, escaso de recursos, envió un criado a la ciudad
para que se los proporcionase; de él consiguieron los españoles, sin mayor esfuerzo, lo que no habían logrado de
París, yel general fue apresado y conducido a Popayán,
donde se le fusiló.
Don José Ignacio logró restablecerse de la paliza, pero
no completamente, y ella le ocasionó lesiones tan graves
que con el transcurso del tiempo le produjeron la muerte.
Fue traído a Bogotá y estuvo preso, como su padre y como
lo estuvo también su hermano don Antonio, en el colegio
del Rosario, de orden del Pacificador. Al restablecerse la
República después de Boyacá, fue agraciado con el empleo de contador del tribunal de cuentas. Poco tiempo después hizo un nuevo viaje al exterior y permaneció en los
Estados Unidos. Alli contrajo relaciones de amistad con
don José María Barrionuevo, caballero español entusiasta
vtst la iñdepéndênéia àmericana y muy perito én acnaqi1é'S
de mecánica. Juzgó oportuno utilizar los servicios deBao.
mOr1Uevo ylo trajo consigo a Bogotá. contratado para
fundar uttá maestranza destinada a reparar Jas armas de
fuego del ejército nacional. E.l mismo espaflol fue luégo
entargado por el vicepresidente Santander para fabricar
el éorreaje del equipo de los soldados.
Hombre ajeno a las odiosidades de bandería, distinguióse el señor P"aris durante la época de la Gran Colombia por su amor al orden ya las instituciones vigentes. Su
Intachable conducta cívica le granjeó el respeto y la consideración de amigos y adversarios; de ahí que cuando el
14 de abril de 1831 se efectuó en Zipaquirá un movimiento
de reacción contra la dictadura del general Urdaneta, fuese
enviado como mediador entre los sublevados y las autoridades de Bogotá. Sus gestiones alcanzaron la promesa de
que los de Zipaquirá depondrían las armas de acuerdo con
ciertas condiciones. que aceptó París pero que no fueron del
agrado del primer ministro de Urdaneta, don Juan Garcia
del Rio, el cual improbó que se volviese, como se había
convenido en el armisticio del caso, al restablecimiento de)
ministerio que actuaba el 26 de agosto de 1830, cuando
fue desconocido el gobierno de don Joaquin Mosquera. La
falta de ductilidad de García, improbando lo acordallo en
Zipaquirá, no hi70 sino prolongar la guerra civil, que luégo
terminó mediante un arreglo análogo al suscrito por don
José Ignacio, como fue la vuelta al gobierno legitimo, entrando a ejercerlo el vicepresidente don Domingo Caicedo.
Don José Ignacio, espíritu eminentemente práctico y
atento a las necesidades del pais, procuró siempre en sus
viajes al extranjero aportar algo útil; deseoso de dar impulso a la ganadería, introdujo el pasto f/amado reygras,
que vino, a continuación del carretón, traído por el genera)
Narino, a transformar muchas dehesas en prados de incalculable riqueza, reemplazando en ef/os la grama silvestre
• 79 •
por plantaS farrajeras de mejores condiciones nutritivas.
Era hombre de bastante caudal, que podia llevar vicia desahogada; de ahí sus idas al exterior y el empella por impulsar en alguna forma el progreso patrio. Las modernas
generaciones le recu~rdan por haber sido el donante de la
soberbia estatua del Libertador que se destaca en la plaza
mayor de Bogotá. Este fue el principal de los muchos obsequios que don José Ignacio hizo a la República o al común.
Recordamos, como lino de los últimos, una pila de salto
que hizo construir en Funza, a cuyo municipio la donó en
1847. Ya en 1820 había intentado hermosear la plaza donde
más tarde se colocó la estatua de Bolivar, haciendo desaparecer las ruínas de vetustos edificios coloniales que la
afeaban por el lado occidental. Al efecto, en junio de dicho
año propuso compra por los solares del palacio de la
audiencia y del viejo palacio virreinal. El vicepresidente
de Colombia, general Santander, como encargado del poder
ejecutivo, despachó desfavorablemente la solicitud de París,
y los fundamentos de su negativa fueron los de que ahí
habría de construirse un palacio nacional; para que en el
mismo sitio donde nuestros abuelos vieron destacarse edificios oficiales de modesta y sencilla arquitectura, se
irguiese más tarde una ma¡{nífica e imponente fábrica, en
consonancia con la majestad de la República.
París consiguiÓ engalanar la plaza principal de Bogotá
cinco lustras más tarde, y el mismo gobernante a quien
cupo la satisfacción de descorrer el vendón que el 20 de
julio de 1846 cubría la efigie del Padre de la Patria, inauguró en el aniversário siguiente la construcción dei capi •.
tolio.
Su riqueza estuvo a punto de desaparecer totalmente,
debido a un contrato que con el gobierno de ColombIa
celebrara para explotar las minas de esmeraldas ubicadas
en jurisdicción de Muzo; mas al cabo de algunos años
logró rehacerla y disponer de dineros que le permitieran
realizar el bien a manos llenas.
- 80 -
El arrendamiento y beneficio de las minas de Muzo ~$
una de las faces más conocidas y por ende más interesantes de la vida de don José Ignacio. Merece por ello que nos
detengamos un poco en el asunto.
El congreso de Colombia, sin duda con el objeto de
impulsar la industria minera que habia ido muy a menos
a causa de la guerra de independencia, dictó el 5 de agosto
de 1823 lin decreto (I) que autorizó al poder ejecutivo para
dar en arrendamiento las minas que eran de propiedad de
la Repùblica, del modo que pareciera más ventajoso al
mismo ejecutivo. El congreso exceptuó de toda enajenación las minas de platino existentes en la provincia del
Chocó.
Diversos hijos del pais y también algunos extranjeros
que tenian vinculaciones entre nosotros hicieron propuesta
por algunas minas. El más importante de los negocios que
el gobierno llevó a cabo de acuerdo con la disposición
legislativa a que hemos aludido fue el de las minas de
metales preciosos situadas en La Vega de Supia y en Marmd/no El contrato respectivo se suscribió el 18 de abril de
1825, figurando como arrendataria lacasa inglesa de B. A.
Goldsmith, a la cual subrogó poco tiempo más tarde otra
compañia de la misma nacionalidad, la que giraha Con el
nombre de Powles, Illingworth, Wels & Compañía.
Siguió en importancia y también en orden cronológico
a ese contrato otro celebrado con don José Ignacio París el
28 de junio de 1828, para beneficiar las minas de Muzo
por el término de diez años, abonando al gobierno la
décima parte del prod~cto bruto que de la venta de las
esmeraldas se obtuviese.
Diose Paris a explotar las minas, pero los procedimientos rudimentarios que para ello se empleaban no le
(I) En tiempos de la Gran Colombia y de la Nueva Granada. los congr8Ol
dictaban leyes., decretos legislativos. Estos últimos resurgieron en la moderna Colombia. pero emanados del poder ejecutivq.
• 61 •
dieron resultado provechoso sino pérdida neta. En esas
condiciones, las esmeraldas resultaron para él un verdadero presente griego, que iba a dar al traste con el capital
de que disponia y a poner en peligro su salud y aun su
vida en un clima que hasta la época presente es considerado malsano.
Comprometido su capital en la explotación, próximo a
la ruina completa y sin esperanza de poder resarcirse con
los que él miraba como resultados problemáticos del negocio, obtuvo que el gobierno reformase el contrato en condiciones menos onerosas. En esta virtud suscribieron
París y el ministro de hacienda, el 22 de abril de 1830,
nuevocompromisode
arrendamiento. El porcientaje correspondiente al fisco se fijó apenas en un cinco por ciento, y
para.compensar en algo los cuantiosos gastos hechos por
don José Ignacio, se elevó a veinte ¡Iños el término del
arriendo, a contar desde 1828; pero se hizo constar claramente que aquel porcientaje se tomaría del producto integro de Jas minas, sin deducir las sumas que París hubiese
invertido en la instalación, que habría de quedar a beneficio de la República, ni tampoco el dinero destinado a costear la "explotación.
Las ventajas conseguidas por don José Ignacio con el
nuevo contrato no resultaron en un principio tales; las
pocas piedras que del anticuado sistema de laboreo podían
obtenerse no cubrían sino mínima pare de los gastos. El
enantes acaudalado empresario viose en aprietos para atender a sus compromisos y hubo de contraer diversas deudas, que se reunieron a la que pesaba a favor del fisco,
por el 10 y luégo por el 5 por 100 del producto total de la
venta de ~smeraldas. Y cuenta que esa deuda, como puede
comprenderse, era relativamente insignificante, siendo casi
frustránea la explotación de las minas.
El doctor Francisco Soto, secretario de hacienda de la
ad'1\inistración granadina del general Santander, celoso
como el que más de la exacta recaudación de las rentas
nacionates y ajeno a favoritismos y contemplaciones cuando
estaban de por medio los intereses públicos confiados a su
custodia, hizo apremiar a París a fin de que cubriese lo
que adeudaba, y obtuvo en marzo de i833 la promesa de
que el dia último de ese afio quedaría don José ignacio a
paz y salvo con el fisco, previa presentación de ta cuenta
debidamente comprobada con sus libros.
Terminó el año y París no pudo cumplirle al doctor
Soto; este último resolvió librar orden a la gobernación de
Vélez, en cuyo territorio quedaba Muzo, para que notificase al deudor que por sí mismo o por medio de apoderado se preselltase en la tesorería general de la República,
en Bogotá, y exhibiese ante el jefe de esa oficina la cuenta
comprobada con sus libros, en el término de quince días
contados desde la notificación. Soto no se contentó' con
esto y pidió a los gobernadores de Cartagena y Santa
Marta el dato de las esmeraldas que por los puertos mayores del Atlántico se hubieran enviado al extranjero.
Parece que don José Ignacio, alin cuando hizo grandes
esfuerzos, no pudo satisfacer los reclamos del do£tor Soto.
Al gobierno sólo le había abonado hasta et mes de junio
'de 1830, cuando su fortuna no había sufrido tántos quebrantos.
Aquel secretario de hacienda y su antecesor doctor
Márquez se preocuparon seriamente por los bienes nacionates, en tos cuales reinaba antes verdadero desgreño, al
cuat puso en parte remedio el Libertador, por lo que a las
minas se refiere, con un decreto que expidió en Quito et
24 de octubre de 1829 y que era un reglamento sobre
minas, todas las cuales podrían ser enagenadas a perpetuidad. -Conforme a las leyes, decía el artículo 1.0, las
minas de cualquiera clase corresponden
a la República,
cuyo gobierno las concede en propíedad y posesión a los
ciudadanos que las pidan, baJ,o las condiciones expresa-
- 63 -
das en Jas leyes y ordenanz;¡s de minas y con las demás
que contiene este decreto». En tan poco se tenian los yacimientos de minerales, que '3U adquisición, por el mismo
reglamento, era poco ont'rosa para los particulares, quienes
habrían de satisfacer, por el titulo de propiedad de cada
mina de metales y piedras preciosas, los derechos de araneel, que entonces eran muy reducidos, y además habrfan
de consignar por anticipado, en la respectiva tesorerfa provincial, la suma de treinta pesos.
El doctor Márquez habia expresado en su memoria a
la convención constituyente de la Nueva Granada, en
1832 :
«Las minas de metales y piedras preciosas deben COntarse entre las propiedades de la República, y el ejecutivo,
en fuerza de la ley de 5 de agosto, ha celebrado varios
arrendamientos ya con ciudadanos de Colombia, y ya con
extranjeros. Casi todos deben pagar el cinco por ciento
de sus productos netos. y sus rendimientos han sido hasta
ahora muy escasoS. Por la naturaleza del contrato no nay
una base para hacer cargo a los contratistas, }Jues para
saber cuál es el producto neto, es necesario estar a su palabra y suponer que son efecti vos los gastos que aseguran
haber invertido. Estos arrendamientos
deberfan hacerse
siempre por una cantidad determinada, y de este modo
sabria el arrendatario cuánto tenía que pagar y el gobierno
cuánto tenia que exigir, porque reposar solamente en la
bllena fe de los hombres es tener una confianza muy jJimi~
tada, cuando en otros negocios al exigir seguridades se
les supone capaces de faltar a su deber.»
La convención no introdujo reforma en los contratos
de arrendamiento, como pedía el doctor Márquez, y al
menos con París y otros sujetos de reconocida honorabm •.
dad no sufrIó perjuicio alguno el fisco, porque es de
advertir que al fin logró el concesionario de las minas de
Muzo quedar bien con todos los acreedol es.
11
·84·
Los arrendatarios
de las minas de plata que en Santa
Ana, provincia de Mariquita, o sea el actual departamento
del Tolima con algunas variantes, poseía el gobierno nacional trajeron de Inglaterra para dirigir la explotación de eUas
a don Jorge Cheyne, ingeniero muy versado en su ramo y
que introdujo saludables innovaciones en la industria minera. El general don Joaquin Paris que estaba en ese entonces (1833) dedicado a empresas agricolas en la hacienda
de Peñas Blancas, que poseia en la misma provincia, tuvo
noticia de la habilidad del setior Cheyne y fue a consultarie sobre lo que a su hermano don José Ignacio le ocurria en Muzo; el ingeniero le indicó que el sistema racional de explotación era el llamado de tajo abierto, que no
se había puesto en práctica hasta esa época para extraer
las esmeraldas, y que para ello debia empezar por formar
una zanja en donde corriese bastante água.
El general se apresuró a enviar instrucciones a flU hermano, quien emprendió trabajos de acuerdo con lo indicado
y en breve tiempo vio compensados sus esfuerzos con la
reunión de"una considerable cantidad de las ansiadas piedras. Tanto para lograr su venta en mercados a propósito
como para buscar remedio a dolenCias que lo aquejaban
y que eran consecuencia de la paliza recibida de los españoles en 1816, resolvió realizar un nuevo viaje a Europa.
Habíansele presentado en el brazo izquierdo unos tumores
cancerosos que le producían dolores agudos y no le permitian disfrutar de tranquilidad y reposo. Arregló todos
sus asuntos y salió de Bogotá para el viejo mundo el afio
de 1839, en compaflia de su hijo don Enrique Paris y Prieto.
Tan'pronto como arribó a París se hizo examinar de
los más reputados médicos de esa metrópoli. quienes le
aconsejaron, como inaplazable, la intervención quirúrgica.
A dos operaciones hubo de someterse don JOSé Ignacio y
ninguna de ellas le proporcionó el deseado alivio.,
,
,
CAPITULO
VIn
La estatua de Bolívar
Objeto de ella.-Estatua.
de Camilo TOffes.-Retfa.tos de Bolí'Vaf.- Un
pfonóstico de Canova..-Lo que se pa.g6 a. Tenua.ni.-El
pedestal
de la. esta.tua. de Bolíva.f.-El obispo TOffes.-Obsequios a Bogotá..
Ofdenanza. de agMdedmiento.-Donadón
de la estatua. a. ta Repú·
blíca.-Ley
del congfeso nadonal.-Ina.uguMdón
de la. estatua.
Hefmosa publicad6n.- Medallas cOl1memofa.ti'Va.s.-DesCfipd6n
de la esta.tua.-Otfos
monumentos.-Defechos
de aduana. - El
acueducto de Bogotá.-La sodedad Filafmónica..
Don José Ignacio París permaneció en Europa varios
años; residió gran parte de ellos en Italia, donde se empetló
en la adquisición de dos estatuas, una del Libertador Bolívar y otra de Camilo Torres. Con Bolívar lo había ligado
no sólo estrecha amistad sino también imperecedera gratitud; con Torres, igualmente la amistad y sólidos lazos de
parentesco político. Con la primera se proponía adornar
la histórica quinta de Bolívar, situada a los alrededores de
esta capital, hacia el noreste, quinta que habla sido obsequiada por el mismo Libertador a la hija de don José Ignacio, doña Manuelita Paris y Prieto, más tarde esposa de
don Diego Tanco Armera. Con la estatua de Torres quería
don José Ignacio evitar que el pueblo colombiano olvidase,
• co-
al tornarse de siervo en libre, los servicios prestados por
los próceres, y quiso sin duda "precaver a la República de
la afrenta de tal olvido Y al erario el desfalco de alguna
mezquina suma de su caudal, del cual los mandatarioS en
su mURi1icencia se sirven a menudo para hacer con él larguezas gratuitas dispensadas sólo a favor de sus parciales» (1).
La estatua de Bolivar fue encargada al célebre artista
italiano Pedra Tcneran;, discípulo de Antonio Canova,
autor de la de Wáshington. Paris quiso confiar también a
Tenerani la ejecución de la de Torres, pero tropezó con la
insuperable dificultad de no haber podido hallar en esa
época ningún retrato del prócer, bueno o malo, que sirviese
de modelo al escultor. Para la estatna de Bolívar llevÓ
Paris dos retratos del héroe, ambos con algunos defectos,
e indicó al artista los rasgos fisonómicoS que debía desechar de una de las efigies y los que era preciso pasar en
olvido de la otra.
Tiene mucho asenso la versión de que cuando don
josé Ignacio se presentó en el taller de Tenerani, dicho
artista se llenó de entusiasmo porque via cum plida una
profecía L1ueen 1819 le había hecho su maestro, a quien
ayudó a modelar la estatua del Libertador de la América
del Norte. Dícese que Canova, entusiasmado con su obra,
grato a la colaboración de Tenerani Y hecho a admirar las
hazañas portentosas realizadas por Bolivar para alcanzar
la independencia de cinco repúblicas, manifestó al discipulo que a éste habría de correspond~r, andando los tiempos, la gloria de perpetuar en el bronce la imagen de nuestro Libertador.
Tenerani, recordando el pronóstico, cuando París fue
en busca suya exclamó ante el granadino: «El trabajo que
usted quiere será mi obra maesh a; hace algún tiempo que
(I) Cecilia Cá"Jen••• Datos para la biografía
de don Camilo Torres.
- 87 -
m~jito soble la posibilidad de que se realice el pronóstico
de mi maestro y aun he llegado hasta concebir una idea.Tomó un p~dllo de cera, hizo con él una figura y la preSelttó a Paris, quicn la aprobó (t) y entregó al escultor los
dos retratos del héroe, para que atendiese al parecido, de
acuerdo con las indicaciones que sobre el/os le hizo.
Siguiendo esa versión se ha llegado a afirmar que Tenerani aceptó el encargo de Paris como algo que estaba obligado a realizar tan sÓlo por el amor a la gloria, sin interesar ni un sólo céntimo. Mas lo cierto es que don JOSé Ignacio pagó muy bien la obra, dando a Tenerani, lira sobre
lira, el equivalente de doce mil pesos, en presencia de don
Pedro Maria París de la Roche (2), el cual acompañó a su
tío a la morada del artista y fue testigo del contrato que
para la ejecución de la obra hubo de pactarse. Así lo refirió dicho testigo a su hermano don JOSé Joaquín París.
Tenerani entregó el modelo de la estatua en yeso y el
correspondiente
pedestal en 1842, y en ese año regresó a la
patria don Pedro María conduciendo dicho pedestal, hasta
lograr depositario en Bogotá, después de vencer dificultades sin cuento, no sólo en la subida del río Magdalena,
desprovisto
entonces de barcos de vapor, sino también, y
sobre todo. en el ascenso de Honda a esta altiplanicie;
lo
que fue labor de varios meses, porque los peones que se
obtenían para cargar los cajones que contenían las piezas
del monumento
invertían algunos días en recorrer cortísimo trayecto y, en seguida, cansados y llenos de desaliento, desistían
de su compromiso y era necesario acudir
en busca de nuevos cargueros.
(I)
Scarpetta y Vergara,
Dicciona.rio biográfico.
(1) En el congreso nacional se propu,e en viar a Europa, a educarse por cuenta
del erario, a los hijos !e1general don Joaquín París. El proyecto no llegó a perfeccionarse y el general, de su propio peculio, mandó al viejo mundo a lo. do.
mayores, don Pedro María y don Celestino.
·88DDn José Ignacio hizo fundir la estatua en Munich, en
los afamados talleres de J. Millien. Su residencia en la Ciudad Eterna fue bastante larga. Allí, como en dondequiera
que vivió, esmeróse en servir a su tierra y a sus compatriotas, de cuantas maneras se lo facilitaban sus influencias personales o su dinero. Cordobés Moure refiere en
sus conocidísimas Reminiscencias de Santa Fe y Bogotá
que a París se debió el allanamiento de los obstáculos que
se presentaban para que la Santa Sede pudiera preconizar
obispo de la diócesis de Cuenca, en el Ecuador, al doctor
Pedro Antonio Torres, hijo de Popayán y antiguo capellán
del ejército libertador, porque faltaba a ese prelado la legitimidad del nacimiento.
En 1842 había remitido a Bogotá dos maquinitas de
tejer y cien juegos de cardas, obsequio a la casa de Refugio, y mandó, a su costa, dos obreros italianos para que
ensayasen el manejo de esos aparatos. La cámara provinelal de Bogotá, en una ordenanza especial, hizo constar su
gratitud por esa pt ueba de munificencia del señor Paris,
quien había ofrecido contribuir ampliamente con su dinero
al fomento de la capital y del país en general. Con este
motivo, el gobernador de Bogotá dirigió a un hermano de
don José Ignacio la carta que sigue:
"Bogotá.8 de mayode 18H.
"Señor general JoaquIn Pari,.
«Puesto que su hermano de usted se ha propuesto invertir su caudal en beneficio de este país, dando un ejemplo
de desprendimiento y patriotismo, que probablemente no
tendrá muchos imitadores, creo oportuno hacer a usted
algunas indicaciones por si usted juzgart~ conveniente dirigirIas a Europa.
«1.0 Una pila de mármol blanco sería un objeto muy
bello y que adornaría la plaza mayor de esta capital. Si se
consigue la pila, yo me encargo de hacerla poner y cercaria
- 89 -
de una baranda de hierro, y de que se le surta abundantemente de agua.
«2." Si el señor Paris cede al público uno de los bustos
que posee, yo me encargo de hacerla coloc1r en la plazuela
que se está haciendo al principio de la Alameda, y en este
caso a la expresada plazuela se le daría el nombre de
Bolivar.
«3.0 Una, dos o más lápidas de mármol con las inseripcion~s históricas o geográficas que se acompañen, seda
un bello regalo para la ciudad. Yo las haría colocar en
dos pequeños obeliscos situados en los extremos del altozano de la catedral o en la misma plazuela de Bolívar.
«4.0 Algunos faroles de reverbero para colocar en las
principales calles y plazas de la ciudad, serían muy útiles
en la capital.
415.0 Un reloj con muestra
para el público seria también
muy útil.
416.0 Contratar
un ingeniero para que se haga cargo de
la composición del camino de Honda, sería un servicio
muy importante para toda la Nación, y si se logra su venida,
yo promoveré lo conveniente para que se le asigne un
sueldo y se le encargue la dirección de los caminos provinciales.
«7.0 Pero entre las cosas útiles que el seriar Paris podría
promover en beneficio de su patria, nada sería comparable
a la conducción de un tren completo de casa de moneda
con los respectivos operarios, para que en adelante se
hiciera la fabricación de moneda pOI cuenta de los particulares que quisieran entrar en la empresa. Si el señor
Paris pudiera realizar este proyecto, podria asegurar la
subsistencia futura de todos los individuos de su familia,
contratando con el gobierno la imposición o censo, sobre
la misma casa, del capital invertido. Debe recordarse que
un capital impuesto sobre la actual casa de moneda está
rl;diluando todavia y p.roporclonando auxilias positiv.os a
- 90·
una multitud de familias en que ha llegado a dividirse la
fundadora de la imposición. El señor París, si trae 101'
útiles necesarios para la casa de moneda, es seguro que
contará con la protección de todos los hombres que se interesan por la República y con las bendiciones de todos sus
conciudadanos. El gobierno está actualmente autorizado
para hacer todos los arreglos necesarios en estos .establecimientos.
«Si el señor Paris cede para la ciudad el busto de Colón,
yo me comprometeria a colocaria en un obelisco en el
centro de la plazuela de San Francisco, rodeándolo de una
reja de hierro y de árboles, para que aquella plazuela tome
en adelante el nombre de plaza de Colón.
«Como he sabido, por lo que usted me dijo en días pasados, que el generoso hermano de usted habia excitado a
algunas personas para que le indicasen lo que pod~{a ser
útil para el país o para embellecer la capital, he escrito a
usted la presente carta para que usted pueda hacer de ella
el uso que le parezca conveniente.
«Con afecto de atención, me suscribo de usted muy
atento y obediente servidor,
. «Alfonso Acevedo."
Entre las inscripciones para las placas figuraba en primer término la siguiente, en una lista que Acevedo incluyó
al general París: «La ciudad de Bogotá, capital de la República de la Nueva Granada, tenía en el afio de 1800, 21.460
habitantes. Tiene, en 1843,40.086.
En 1844 emprendió don José Ignacio viaje de regreso
a Bogotá, dejando en Europa las instrucciones necesarias
para que se remitiese acá la estatua una vez fundida; dicha
estatua Iiegó a fines de 1845 y al celebrar el congreso granadino su correspondiente reunión anual, el año siguiente,
París hizo donación del soberbio monumento a la República, lo que efectuó por acto del 20 de abril. Al contem-
.91 .
pIar de nuevo la obra maestra de Tenerani, se creyó como
culpable de egoísmo al haber pretendido encerrar en una
mansión particular ese monumento, y sagaz apreciador de
la belleza, no vaciló en ofrecer a todos sus compatriotas
~a efigie del grande hombre, que, colocada en el centro tie
nuestra metrópoli, serviría, como él antes lo había pensado,
para salvar del olvido las acciones del ínclito guerrero.
"París, hombre de instrucción al mismo tiempo que
artista de sentimiento, no contento con edificar, consagrar
y regal:1r al Libertador la lujosa quinta de Bolívar, al
oriente de Bogotá, quiso adornar su pórtico con una estatua que recordara las facciones del que habla sido su
amigo, su protector y su ídolo- (1).
El congreso se apresuró a aceptar la estatua, en nombre de la Nach\n, por ley de 12 de mayo, así concebida:
«El sen<-do y la cámara de representantes de la Nueva
Granada, reunidos en congreso,
.
«DECRETAN:
«Artículo 1." El congreso acepta con alto aprecio la
estatua del libertador Simón Bolívar que le ha presentado
José Ignacio París.
«Artículo 2.° El congreso confía al honor, a la lealtad y
a la gratitud de los granadinos este monumento, símbolo
de las glorias de Colombia y de la independencia sudamericana.
"Articulo 3.° La estatua del Libertador se colocará en
la plaza mayor de la capital.
<Artfculo 4.· El pedestal de la estatua llevará estas inscrtpciones: por el frente, El congreso de la Nueva Granada al Libertador Simón Bolivar, y por el lado opuesto,
Donación de !osé Ignacio Paris al Congreso de la Nueva
Granada. Mil ochocientos cuarenta y seis.
(I) AIMrto Vrdaneta. E$¡em~fo[ogic () m_yo {CCJftOg"'ffr»
••
9ol/tn,-,
JI
- 92 -
«Artíc¡¡lo 5.° El poder ejecutivo dispondrá la solemne
colocación de este monumento, y hará del tesoro nacional
los gastos necesarios.
«Dada en Bogotá, a 11 de mayo de 1846.
«El presidente del senado, A:';TO:'\IOMALO-El Presi.
dente de la cámara de representantes, MARIANOOSPINAEl senador secretario, losé Maria Sáiz-El representante
secretario, Francisco de Paulo Torres.
<Bogotá, 1.0 de maJo de 1846.
«Ejecútese y publíquese.
u..
«T. C. DE MOSQUERA ~
;#.;
«El secretario de relaciones exteriores y mejoras;:,,¿~.:«Eusebio lJ-o,~#"--Dictadas por el congreso y por el ejecutivo todasfas
disposiciones necesarias para la inauguración de la estatua,
ésta fue solemnemente descubierta el 20 de julio. «A las
nueve se celebró en la catedral misa con Te Deum, en los
que ofició el ilustrísimo arzobispo Mosquera. Terminados
esos actos, se dirigió el presidente con sus secretarios y
con otros funcionarios y empleados públicos al palacio de
San Carlos, de donde tornó a la plaza, caballero en arrogante corcel; pronunció un discurso en homenaje al libertador, que terminó con un j Viva Bolívar! en cuyo instante
quedó descubierta la estatua, que se hallaba envudta por la
bandera nacional." (I).
Con posterioridad a 1846 se han inaugurado en-varias
ciudades hispanoamerkanas,
como Caracas, Líin~Õü.aya- .
quil, Maracaibo, otras estatuas de Bolívar, inclusi~1a'qUë'
debió servir para el monumento que guardara e(córazóñdel héroe en la catedral de Bogotá; pero los peritos en
obras de arte están unánimes para reconocer que ni.nguna
iguala a la de Tenerani, que ha sido descrita de este rnQdo:
(1) Arboleda, fflstorlfl
con'úmporánea de Colombia, IDmoH.
.
eLa estatua es de magnitud heroica, y el pensamiento,
aunque complicado, deja comprender perfectamente la
sublime idea de Tenerani, representando al legislador a la
vez que al guerrero y al guardián de los derechos patrios.
«A la estatua unió el sefior Paris la donación de medallas conmemorativas del monumento y una bellísima publicación en italiano, escrita por Gerardi, adornada con seis
grabados en acero, en gran formato, y de primera fuerza
como obras de arte."
«No contento el señor París con hacer el precioso presente a su ciudad natal, y aun podemos decir a la posteridad entera, contri huyendo con todos sus medios para legar
la mejor efigie que se tenga del Libertador, inspirando al
artista, facilitándole Jas medios y los documentos necesarios para que creara ]a sublime estatua, quiso que la obra
fuera conocida universalmente y sus amigos la conservasen, por decirlo asi, en su propia casa; que las bibliotecas
la registraran en !,us catálogos, Jas bibliómanos en sus
estantes, los artistas en sus carteras, en una palabra, que
todo admirador de la gran figura de Bolivar pudiera contemplaria a su gusto; y para conseguiria, hizo reunir en
un solo volumen, en gran formato, seis bellísimos grabados
representando
la estatua, el pedestal, los bajos relieves
que la soportan, precedidos todos ellos por la sin igual
descripcción de Filippo Gerardi, por dedicatorias alusivas,
en esmeradísima edición y lujoso tirado; y todavia no contento con todo esto, quiso acuflar medallas reproductivas
de parte del gran monumento, y lo llevó a cabo en oro,
plata y bronce, y en tan gran profusión, que quiso se esparciesen en todo el orbe, para mayor gloria del hombre de
su admiración, dando asi más y mejores títulos a la historia y a la posteridad, pruebas de su munificencia y de la
gloria del hombre a quien consagraba toda su admiración.
Conocidisimo es el volumen, aunque ya hoy completamente
agotado, a que hacemos alusión. Tan solo entre los ver-
•••••
daderos amateurs se conserva. Tirado en rico papei \vathman, con lujosos márgenes, pues que siendo el libro de 25
páginas solamente, y teniendo om,46 de alto por om34 de
ancho, tiene la composición de imprenta únicamente, entre
un marco de doble línea, oml4 por om22, y cuyo tipo es la
'gran pica.' Por titulo tiene el curioso volumen: 'Intorno
-alla-statua
di Bolivar-opera delprofesore Pietro Cabalier Tenerani-Discorso di Filippo Gerardi- Virtú contra
il furore--Piglierà e'armi e fía I combatter corto-Petrarca-Uvorno - Tipografía Bertani, Antonelli e c. /845.'
Yen la segunda
página,
como dedicatoria,
dice:
¡
A. D.
Gui.eppe. Paris di. Bogotá. Che. egrefliamente. Onora.
L'Amicizia-erigendo. una. statua. ln. bronzo-a Simone
Bo/ivar.-Que!;to. Seritto. Che. di. essa. Ragiona-L'autore
introvata '''.
El primer grabado representa la estatua, casi de perfil,
en toda su magnitud, sobre su severo pedestal; el segundo,
la estatua estudiada en sus detalles; los otros. los cuatro
bajos relieves (I).
cIndudablemente es esta estatua, como retrato, el más
parecido al Libertador, y como obra de arte la que sirvió
de matriz a todas las demás que hasta hoy se le han erigido; como obra de buen afecto, la que más gloria produjo
al artista más notable de la mitad del siglo; y como recuerdo,
la más grata personificación encarnada en el señor París
para representar el amor de los granadinos al Libertador» (2).
cEl héroe tiene desnuda la cabeza; por las espaldas le
cae un manto; y un canto de él, pasando por debajo del
brazo derecho, va a unirse bajo del izquierdo que los recoge
juntos, y tiene calzadas las botas altas que usaba en la
campaña. Con la diestra empufta la espada; y adelantándose con el pie izquierdo, parece caminar mientras que en
(1) Urdanela, cil. La descripción de la ellalua empezó a circular CIl 1&<47,.,
poco después. la. medallu. que fueron acuñada.
(2) Urdanela, cit.
en Roma.
la otra mano aprieta con fuerza un volumen enrollado ....
Al animado y resuelto porte corresponde admirablemente
el aire animadísimo de su semblante intrépido y noblemente desdeñoso; cuya expresión es tal que se puede lèer •
en aquella frente el pensamiento del alma, enderezado al
único objeto de la libertad y la gloria peremne de la patria.
«La estatua está adornada con cuatro bajos relieves de
gran mérito artístico, que representan: a Bolívar con un
religioso y un paisano arrebatando a un espafiolla bandera
real, en uso de la soberanía del pueblo; al mismo de a
caballo rindiendo a un castellano, en virtud del derecho
de la guerra; al Líbtrtador jurando la primera constitución
ante los presidentes del congreso, como buen ciudadano
de Colombia; a Bolivar que entrega a los esclavos la primera ley de manumisión, como resultado de los derechos
del hombre» (1).
Gómez Restrepo, en la soberbia descripción que de
Bogotá escribiÓ para el Album de la ciudad, se expresa
asi con ese su estilo impecable, sobrio y galano: «Nunca
el cariño tuvo una idea más feliz; y nunca el genio correspondió mejor a los estímulos de la amístad. Porque Tenerani, insigne discípulo de Canova, hizo, en honor de Bolívar, uno de los mejores ejemplares del arte clásico moderno.
fue un artista fe:;undo; y algunos de sus monumentos
lucen en la basílica de San Pedro, sobre el sepulcro de un
pontífice. Pero recorriendo el museo Tenerani, que se conserva en Roma y en donde están los modelos de sus numerosas producciones, se convence uno de que jamás estuvo
tan inspirado como cuando modeló la típica figura del
Libertâdor de Colombia. Encerró en el bronce el alma completa de Bolívar, realizando una de esas síntesis supremas,
que sólo alcanza el arte y que recuerda la que efectuó Manzoni en las estrofas del Cinco de mayo. En estas dos obras
(I) S~arpetta y Yergafll, ob. cil,
maestras, de inspiración italiana, el destino inmenso y
varb de aquellos hombres, se condensa en breve punto:
uniéndose lo grande con lo humilde; la ap~osis
con el
. destierro; la gloria con el desencanto ; ~lhervir de la vida
con la calma de la muerte, e iluminándose la majestad
humana con un relámpago de luz divina.La colocación de la estatua en la plaza llamada hasta
entonces de la Catedral, y que pocos años después, por
acuerdo del cabildo se llamó de Bolívar, dio ocasión para
que varios jóvenes poetas dieran vagar a su musa, habiendo
emulado noblemente Manuel Maria Madiedo. Lázaro María
Pérez y José María Samper.
El generoso donante de la estatua del Libertador,
siguiendo las indicaciones de su hermano don Antonío
París, a que ya nos hemos referido, trajo de Europa dos
hermosos monumentos para las tumbas del general Juan
José Ndra y del doctor José María del Castillo y Rada; el
primero se erigió en los primeros días de octubre de 1844
en el cementerio de Bogotá, donde aún señala el lugar que
guarda los restos del célebre defensor de la capital en
1840, y el otro en la capilla del colegio mayor de Nuestra
Señora del Rosario, donde se depositó el cadáver del afamado ministro de hacienda de Colombia e insuperable
maestro de varias generaciones en el venerando claustro
de fray Cristóbal de Torres.
ElLo de abril de 1846 se dirigió de Cartagena a don
José Ignacio una manifestación que encabezaba el gobernador de esa provincia, general Joaquin Posada Gutiérrez,
y suscribía también los más selecto de la Heroica, para
agradecerle la tumba de Castillo, hijo ilustre de la ciudad
gloriosa.
Es de advertir que París hubo de consignar en la aduana
de Santa Marta lo correspondiente al fisco por los derechos de introducción de los tres monumentos, y que el congreso dispuso que se le devolviesen las sumas pagadas
por tales derechos.
;
f
97·
De Europa trajo grandes tuhos de acero para las cafterías que conduelan el agua a la pila que fue trasladada a
la plazuela de San Carlos un mes antes de erigirse la estatua de Bolivar. París proyectaba donar otros tubos, en
cantidad suficiente para el acueducto de la capital, pero
le privó del placer de contrib'1Ír con esa mejora, la circunstancia de no haber hallado apoyo para ella de parte del
gobierno nacional, quc lO eximió de derechos aduaneros
la tubería para la pila. Un alio antes de regresar de Europa
habla ofrecido costear allá los estudios de un joven que
se le designase, para formaria perito en los ramos de la
contabilidad, ciencia que estaba entonces en embrión entre
nosotros.
En ]846 se fundó en Bogotá, por numerosos caballeros,
asi nacionales como extranjeros, una sociedad para difundir el estudio y conocimiento de la músicil, proporcionando
al mismo tiempo gratos de agradable solaz y esparcimiento
a las familias, con una ~erie de conciertos vocales e instrumentales. Don José Ignacio y su hermano el general
don Joaquín fueron colocados en primer término entre los
socios fundadores de la corporación, que se denominó
Filarmónica, en calidad de protectores de ella.
El general Mosquera, a finde impulsar las ciencias, las
bellas artes, la industria y la beneficencia, fundó en 1848
el Im,tituto Caldas, hermoso proyecto que las vicisitudes
políticas no dejilron llevar a feliz término. Don Pepe Paris
fue hecho miembro de la sección de beneficencia del núcleo
principal del Instituto, que tuvo sucursales en todas las
provincias de la RepÚblica.
Con el mausoleo de Neira vino a adquirir el cementerio
católico de Bogotá, que llevaba apenas diez años de inaugurado y distaba mucho de ofrecer la magnitud y elegancia que hoy tiene, una obra de arte que entonces fue el
mejor monumento de la necrópolis.
· CAPITULO IX
Ultimos años de don Pepe Parfs
Âmputa.d6n de un brazo. ·Predicción det dodor Cheyne. - 8Muerte de
P¡¡rís. - Impulso de las minas de esmeratdu. -Nue'bo contrato de
¡¡rrendamiento. - La 'Venta de tas piedras. - Administración por el
gobierno.-cArriendo a don Gasts'Vo Lehmann.-Inspedor
de tu minas.· Opinión de don cAquileo Parra •• u Compa;¡¡•. de min¡¡s de
esmeraldas." ·Cesión a Boya.cá..-Nue'Vo arrendamiento.- Propiedad
nacional. - Dependencia. de tu minu. - Cont,.ãio Mancini. - Et
•• Sindicato de Muzo,"-Don En,.ique p.,,.¡s JI p,.ieto.
Don José Ignacio, al tornar del viejo mundo, continuó
con la salud muy quebrantada a consecuencia de lo ocurrido en 1816 y del resultado nulo de las dos intervenciones quirúrgicas efectuadas en París; se le desarrolló de
nuevo el cáncer en el Qrazo izquierdo, que hizo necesaria
la amputación de ese miembro. El cirujano escogido para
realizarIa fue el doctor Ricardo .Niniano Cheyne,eI más
reputado entre cuantos entonces se dedicaban aquí a' esa
deticada rama de la ciencia de curar.
El brazo fue cortado en el mes de octubre de 1846; ~1
d~or Cheyne habla manifestado al paciente que -slUtl-Se
sometia a la amputación serlan muy escasos tos dias que
hubie8e de vivir, 1 que con BÓio el bra&o1lerecbo podrIa
- 99 .
alcanzar hasta fines de 1848, es decir, le garantizó dos anos
más de existencia.
La operación resultó como el hábil cirujano extranjerô
la había previsto; Paris pl do eilc0ntrar alivio a sus inten-·
50S dolores y ver alargarse sus días; los primeros después
de la intervención quirúrgica fueron muy penosos a causa
DON JOSE IGNACIO PARIS
de que perdió el equilibrio y los movimientos de su 'Cuerpo
no obedecian a la voluntad, siendo ante') contrarios a 108
que él se proponía realizar. AsI, por ejemplo, queria RVan..
zar en determinada dirección y lo que hada era c.amlmir
hacia un punto diametralmente opuesto. Al cabo de aIgu.,
nos meses logró superu toda dificultad al respecto·'1 conducirse fist<:amente como si hubiese dtspueem .de 1p8.1'-':
brl&Ol.
18
• fOO •
- - El tiempo que de aC:Jerdo con lo aseverado por el médico esperaba vivir, le era precisamente indispensable I?dra
quedar a paz y salvo en sus contratos con el gobierno.
Los veinte años del arrendamiento de las minas iban a'
expirar en 1848, en el mes de junio, y don José Ignacio,
llenados cumplidamente sus deberes como arrendatario,
pudo devolver los yacimientos esmeradiferos de Muzo y
ver extinguirse a poco su larga y meritoria existencia, el
31 de octubre de aquel año, a los dos justos, día sobre día,
de la amputación del brazo; como para probar que la Divina
Providencia, por la intervención de Cheyne, había permitido que el ilustre amigo del Libertador cumpliese de manera
cabal su misión sobre la tierra, que no fue otra que la de
servir a la patria y a la amistad a la medida de sus fuerzas; y como la misma Providencia lo dotó con largueza
de bienes materiales, esos servicios pudieron ser de considerable valia y eficacia.
Las cenizas de don José Ignacio reposan en el cementerio de Bogotá, en un elegante y sencillo mausoleo, juntamente con las de su hija dofta Manuela, que falleció el 23
de julio de 1885, a la edad de setent? y dos afias y medio,
pues esa respetable dama habia nacido el 24 de diciembre
de 1812.
Las minas de esmeraldas, en manos de don José Ignacio, vinieron a constituir una verdadera renta para la
Nación y a llamar sobre ellas la atención de diversos capitalistas, que ansiaban adquirirIas transitoriamente o a perpetuidad. Para lo primero, estaba plenamente facultado
el gobierno por ley de 9 de junio de 184.1, la cual dispuso
qué una vez expirados los veinte afias de la explotación
por París se diesen en arriendo por medio de licitación
pública. Varios individuos presentaron propuestas, yaunque ninguna de ellas estaba ajustada a las bases de la ley,
el presidente de la República, general Mosquera, pretex·
taJ1do Que ese negocio ho debía diferirse, aceptó la pro;'~t
.,'- .\.!':
ti
• JOl •
pue!>ta de don Juan Defrancisco
Martín, quien obraba en
su propio nombre y en el de un socio, el extranjero
don
Patricio Wilson.
Defrancisco
ofrecía tomar las minas por ocho anos,
prorrogables
a su volLlntad hasta por diez, en la suma de
ciento cuarenta y dos mil reales anuales, es decir, en catorce
mil doscientos
pesos fuertes. Cedería al gobierno las mejoras de edificios, maquinaria
y demás que emplease en
la explotación
y el cinco por ciento de las utilidades netas,
no el cinco por ciento de los productos de las minas, como
se le obligaba a pagar a don José Ignacio. También ofreció
comprar
Jas minas Defrancisco.
después
de los primeros
ocho años, o antes si el poder ejecutivo
obtenía la autorización legal para el asunto, por un precio que se estipularía de común acuerdo entre las partes.
Defrancisco
suscribió el contrato de arrendamiento
en
marzo de 1849 y se éomprometió
a vender las piedras que
habían sido extraídas por cuenta del gobierno durante los
meses que las minas estuvieron
explotándose
directamente por el fisco, es decir, desde el 28 de junio de
1848, en que vencieron los veinte años otorgados a París,
hasta el 28 de marzo de 1849, en que el general Mosquera
aprobó el nuevo contrato.
Los otros arrendatarios
mejoraron
considerablemente
los sistemas de elaboración y pudieron pagar puntualmente
los $14,200 anuales (1). Vencidos en 1858 los diez~os
( I) Los pagos que París efectuaba al gobierno los hacía con bastante atraIO
por las dificultades para la venta de Jas esmeraldas en Europa. Estand~ él allá logr6
realizar unas I uant?s piedras y q'Jedar bi"n c'm la tesorería general. cuyo jefe, dOB
José María Franco Pinzón, informaba al secretario de h.cienda de la República el
,,6 de octubre de 1843 que el arrendatario había enter~do 7.779 pesos sencillos
con dos reales y cuarlo. I"or el cinco po' ciento de l. venIa de esmeraldal desde
junio de 1830 h·sla d.ciemb e de 184'; el rendimiento de las cuentas tardaba hula
dos años. y el 26 dc marzo del 4j anunciaba el mismo teso•• ro que sólo se le h.bla
enlerado la vj~ésjma oarlc de lo vI'ndi o en 1842, que llegaba a 1,800 sellcillos,
con s~is reales y cuartillo. Según esto. la venta de las piedrss promediando 101
onc' ,ños y medi .• corri ~os de 1830 a J 841, no llegaba a once mil pesos fuertel
anu,lmenle. No hay duda de que P.ds dio impulso a la venta, y ya ella a\canz6 CD
1842 a $ 28,8QJ fuerles, en números redondos. calculados sobre la CODlÏpacióll
correspoDd,cnle a ne año.
c8ANCO DE LA REPUBLICA
118UOTECA
LUIS - ANGEL ARANGO
,..'TALOGAfT
•••••".,
CQnt~lt1pJadospor el contrato, de acuerdo con unadáusula
d~ este mismo, continuaron disfrutando de ia explotación
hasta 1859, Vino a ser el jefe de la compania explotadora,
en lugar de Defrancisco, el &úbdito danés don Carlos
Michels~n.
No entra en nuestro plan hacer la historia, siquiera
~l,Jcinta, de la explotación de las minas de esmeraldas; mas
pata que los sepa el lector que no esté bien al tanto de estos
asuntos, afladiremos algunos datos:
En 1859, terminado el año de la prórroga, no fue posi~
ble h.allar postor para las minas por el precio mínimo de
$12,800 anuales, que se fijó como base para la licitación,
Y..los antiguos arrendatarios continuaron en la explola~ión
hasta el 28 de febrero de 1861.
El secretario de hacienda de la administración de don
Mariano Ospina, don Ignacio Gutiérrez Vergara, publicó
en la Gaceta Oficial yen diversos periódicos de los Estados
Unidos y Europa invitaciones para una licitación de
arriendo de las minas; mas a pesar de los esfuerzos hechos,
nQ hubo postores y fue preciso que el gobierno nacional
asumiese la explotación de las esmeraldas, lo que se hizo
nombrando administrador de los yacimientos de Muzo y
Coscuez al entendido ingeniero inglés don Tomás Fallon,
quien residía de tiempo atrás en el país y había dirigido
largo tiempo las minas de Santa Ana, para las cuales fue
contratado par Powles, lIIinghworlh, Wells &: Compatiia •
• Ion murió en 1863, Durante SlI administración, a
causa del estado anormal porque atravesaba la República,
el rendimiento de las minas para el fisco fue muy escaso,
y según informaba don Tomás Cuenca, como secretaria
de hacienda, en la memoria que presentó al congreso el
t,~de febrero de 1865, ese rendimiento no h.'ibía'alcanzado
~.J6.000 anuale5. Esto indujt) al poder ejçcl1tivo a sacar
las minas a licitación para nuevo arrendamiento, de acuerdo
~n la ley de 9 de junio de 1847,
• f01 Hubo poquísimos
competidores
en la licitación, pero
afortunadamente
uno de ellos, el caballero francés don
Gustavo Lehmann,
se sujetó a las condiciones
del pliego
de cargos, publicado el 27 de mayo de 1864; y el poder
ejecutivo de los Estados
Unidos de Colombia, representado por don Ar1tonio Dd Real, a la sazÔn secretario
de
hacienda y fomento
del presidente
don Manuel Murillo,
suscribió con aquel extranjero
un contrato
de arrendamiento por diez años, que empezada.o a contarse elLo de
abril de 1865; el arrendatario
pagaría '/i- 14,700 anuales,
pero en el contrato, que fue aprobado
por el doctor Murillo ell.o de agosto del 64, se obligó Lehmann,
para seguridad del fisco, a consignar
dos anualidades
anticipadas
y luégo cada año otra también
anticipada.
El doctor Del
Real hizo aceptar de Lehmann
una cláusula
del contrato
en virtud de la cual el gobierno
quedaba
con pleno derecho a inspeccionar
los trabajos de elaboración de las minas
y todas las obras que en ellas se realizasen.
De acuerdo
con esto, el presidente
don Santiago Pérez creó en enero
del 75 el puesto de inspector, con ciento veinte pesos mensuales, que confiÓ a don Felipe Fermín Paúl. Este empleado
permaneció
en Muzo y Coscuez algunos meses, para presenciar los trabajos de extracción de las esmeraldas,
examinar si habia pdigro de derrumbes
u otros accidentes en
las operaciones
que se practicasen
para el laboreo, que
pudieran tapar las velas d~scubiertas
o imposibilitaran
el
descubrimiento
de nuevas o la explotación
de las conocidas.
Don Aquileo Parra, como secretario de hacienda del presidente doctor Santiago Pérez, en Sil informe al congreso de
1874, se manifestó partidario de la venta de Jas minas, cuyo
justo valor era imposible saber entonces, y para conocerlo,
aconsejaba
tenerlas
un tiempo en administración
por el
gobierno;
que al!quir ido el dato exacto del producido,
se
procediese a la venta de aquellas
propiedades
o se las
~ 104 -
~
arrendase de nuevo; pero ya con pleno conocimiento, porque los arrendatarios,
según decía, estaban interesados en
ocultar la verdad y nunca se conocía el resultado, pues
las piedras se vendían en el -extranjero; que se afirmaba
que el señor Lehmann habia obtenido grandes utilidades,
pero que el gobierno 10 ignoraba y eran muy escasos los
particulares que poseían noticias ciertas. de Muz~ y Coscuezo Agregaba que de este modo serian muy pocos los
postores en nueva lic·itación de arrendamiento
y éste no
daria buen resullado porque la competencia
en los remates seria ilusoria.
El congreso, que tres años antes había demarcado debidamente los terrenos correspondientes
a las minas, no
atendió las indicaciones
del secretario
Parra; y el poder
ejecutivo, en el mismo año de 74, llamó a licitación para
nuevo arrendamiento,
publicando el respectivo pliego de
cargos en español, francés, inglés y alemán, en diversos
órganos de la prensa europea y norteamericana.
La propaganda en el extranjero no surtió efecto alguno
y fLle lin hijo del extinguido
Estado del Tolima, antiguo
gobernador
de la provincia de Neiva, don Juan Sarda,
quien hizo la mejor postura por las minas y pactó con el
gobierno, para administrarias
por diez años, en la suma
anual de $20.606, que serian pagados en la misma forma
exigida al arrendatario
anterior. El contrato con el señor
Sordo se suscribió el 21 de abril de 1875 y fue aprobado
por la ley 51 del congreso de entonces. El doctor Paúl
recibió de Lehmann Jas minas el 10 de junio siguiente; en
la misma fc(.ha las entregó a Sordo y tornó a la capital a
dar cuenta deJ ciesempeño de su comisión.
Don Juan Sordo traspasó sus dercchos a una sociedad
denominada Compañia de minas de esmeraldas, compuesta
por él y por don Silvestre Samper, don Wenceslao Pizano,
don JOSé María Gómez R~strepéJ, don Temístocles
Paredes, Castellanos &: Corral, don Francisco
Noguera, don
Antonio Samper, don M;¡nuel Uribe Taro, Guillermo
Uribe & Jorge Holguín, don Carlos Martín, don Carlos
Bonnitto, dOll Eusebio Bernal, don José Antonio Obregón
y José Antonio O~)regón & Compañía.
La ley 48 de 1874 diSpUSO qlle se entregase al Estado
de Boyacá el ex..:edente de diez mil pesos anuales que produjesen las minas y que en caso de venta pertenecería
a
la Nación el capital adccuadü a U!la renta de diez mii pesos
anuales, al siete por ciento, y el resto a Boyacá. Esta entidad debería aplkar a la instruccit'ln pública primaria lo
que le correspondiese,
y que vinieron a ser if, 10.606, a
partir de junio del 75.
No paró 'en esto la munificencia del congreso federal
para con Boyacá: la ley 28 de lR78 le cediÓ la propiedad
de Muzo y Coscllez, respetando
el contrato de arrendamiento vigente, hasta expirar el cLlal se entregarían il dicho
Estado los diez mil pesos que se h.1bía reservado la Nación.
Esta suma deb~ría ser emple,tdil en la construcción de la
vía de comllcica.:iÓn que el guhierl10 boyaCènse juzgase
más indispen;ab!e
para su bienestar.
Boyacá concedió las minas en arriendo, por diez años,
en virtud de contrato que se celebró el 10 de julio de 1885,
a don Lorenzo Merino, quien entró en el gocc de ellas al
año siguiente. D~s¡;r::Jciadamente para Boyacá, la imp/an·
tación del régimen central, que rescató de los Estados de
la Unión Coloml)iana muchos de los bienes y derechos de
que disfrutaban como entidad~s
soberanas,
hizo volver
las minas de esmeraldils a propiedad
de la Nación, por
ministerio de la constitución
del 7 dc agosto de 1886.
Así, pues, la RepÚblica pasó a entender,;e con Merino;
para ello medió tin cOllvenioentre el gobierno deColombia
y el del departamcnto
de Boyacá, en virtud del cual el
primero recibiría el valor de las anualidades
del arrenda·
miento, previo pago, con descllcnto, al departamento,
de
las que le, faltaban por recaudar a la tesorería general de
TUlla.
- 106 -
Hasta cuando las minas se cedieron a Boyacá, había sido
el secretario de hacienda de la Nación el funcionario a cuyó
cargo estaba la dirección de aquellas propiedades;
en 1880
se dividió la secretaría de hacienda, para que funcionllra la
de fomento, y a ésta se adscribió todo lo relativo a minas;
en 1894, funcionando
aún la cartera de fOl1]ento, decretó
el poder ejecutivo que Muzo y Coscllez entrasen a depender del ministerio de hacienda. El jefe de este departamento ejecutivo, don Pedro Bravo, contrató el 31 de marzo
de aquel año, con el caballero francés don Alej.lndro Mancini, el arrendamiento
de las minas, durante cinco afias
forzosos, que habrían de contarse desde ellO de julio de
1896, a la expiración del contrato enlre Boyad y Merino.
Mancini se comprometiÓ a pagar if, 30,0.)() anuales, por anticipado, y adem,j,s una prima de " 3::>0,000, que fueron consignados el6 de abril, dos días despué, de ap'obado el contrato por el ejecutivo. El 15 de julio de ese año entregó en
la tesorería general el valor de la primera anualidad;
las
cuatro restantes deberían ser consignadas en iguales fechas
de los años inmediatamente
siguientes, de manera que la
última quedase cubierta en 1898.
La ley 33 de 1903 (25 de octubre), sobre regulación del
sistema monetario y amortización del parei ·moneda, creó
la junta nacional de amortización y dispuso que Jas rentas
que produjesen las minas de esmeraldas
de Muzo y Cos~
cuez y Jas de metales preciosos de S'lOta Ana y La Manta,
Supía y Marmato se destinasen,
con otras, a amortizar el
papel, y que la junta fuera encargada de administrar tales
rentas, con facultad para arrendar dichas minas hasta por
diez atlas. La junta otorgó las de esmeraldas, por cinco, a
un sindicaJo colombiano,
el 27 de febrero de 1904. El
sindicato S~ comprometió a explotar Jas minas y sus anexidftdes y a realizar los productos de ellas por cuenta de la
Nación, mediante un veinte por ciento de las utilidades
Uquldal) Pf~edielt¡fo In toda de a~u~rd() wn hl j"ntl. £1
.,. ~
poder ejecutivo quitó en 1905 toda intervención a dicha
junta y dispuso que los contratistas se entendieran con
el ministro de hacienda y tesoro.
De abril de 1905 a octubre de 1908, en virtud de un
contrato, se encargó del expendio de las esmeraldas la
Cortés Commercial Banking C. Ld., de Londres. El producto de la venta de piedras durante la administración del
sindicato alcanzó a $ 2.177,008-19~; los gastos de explotacion, inclusive el 20 °/0 para el sindicato, a $920.894-72.
El producto liquido para la Nación, sin contar lo que correspondiese a ella por la venta de las esmeraldas que habían
quedado en existencia después de los cinco anos, fue de
0
" 1.256,113-47!.
Don Laureano García Ortiz, presidente del sindicato,
que había sido integrado por entidades bancarias del país
y por diversos ciudadanos, todos muy honorables, fue
acreditado por el gobierno nacional como agente suyo en
los mercados de los Estados Unidos y Europa para tratar
en cuanto se relacionara con las minas; en desempeño de
su comt'tido marchó a Londres,- donde se hallaba don
Camilo Torres Elicechea con el titulo de ministro de
hacienda y tesoro en comisión. Torres y Garcia celebraron en esa metrópoli, el 26 de diciembre de 1908, con la
Colombian Emerald Company, sociedad e5tablecida allá de
acuerdo con las leyes inglesas, un contrato de administración de las minas y venta de las esmeraldas, que entraría
en vigor al expirar los cinco años concedidos al sindicato.
El poder ejecutivo, llamado a aprobar o improbar el contrato, sin atender al cumplimiento de las disposiciones
legales para asegurar el manejo de los bienes nacionales,
hizo caso omiso del código fiscal y se apresuró a recibir
cien mil libras esterlinas estipuladas en el contrato como
anticipación de la Emerald a la República, y a entregar las
minas ell.o de marzo de 1909 a un agente de esa compañia.
14
- Joe La Emerald administró y explotó las minas hasta el 31
de mayo de ]910, fecha en que cesó su ingerencia en ellas,
por haber sido improbado el contrato por el gobierno nacional. Desde entonces se hallan manejadas por el sistema
de administración.
Don Enrique París y Prieto, hijo de don José Ignacio
París, heredó de éste el espíritu progresista y em prendedor,
lo cual le facilitó los medios de contribuír al impulso del
adelanto nacional, particularmente en el ramo agrícola, a
que de preferencia dedicaba sus energías, como dueño de
valiosas propiedades en la saoana de Bogotá, entre las
cuales sobresalía la vasta y hermosa hacienda de Simijaca, que antes había sido de la familia Domínguez.
La administración conservadora del general Mosquera,
que a porfía se reconoce hoy por rojos y azules como la
que mayor empuje imprimió al país en lo material y aun
en lo intelectual, fue la época en que don Enrique, por su
cuenta y riesgo, sin apoyo ni intervención oficiales, fomentó
grandemente la mejora y desarrollo de algunos ganados.
Poco antes de aquella época trajo de Europa un magnifico
caballo reproductor, de pura sangre árabe, el primero de
ese tipo que se conoció entre nosotros. Era un lindo animal, de color castaño, que París Prieto trató de cruzar con
las más finas hembras que entonces se obtenían en esta
altiplanicie, sin preocuparse de que fuesen de StlS propios
fundas o de ajena yeguada, pues atento, antes que todo, al
progreso nacional, poco le importaba que otros ciudadanos
y no él fuesen los directamente beneficiados. Los primeros
renuevos de aquel caballo tuvieron fama, y don José Manuel Marroquín, en un largo estudio que sobre esa clase
de animales publicó en ]864 en El Mosaico, con las iniciales de su seudónimo Pedro Pérez de Perales, habla de
unas carreras celebradas en 1847, en Jas cuales lucieron el
Ombligón, dè don Aquilino Quijano, el Cisne de los señores de la Torre, y los Azaeles, de don Enrique París.
- 109-
También introdujo don Enrique las primeras cabezas
que de ganado inglés de la raza Hereford, por otro nombre
Careto, se conocieron en nuestro suelo; tratábase de dos
hembras y un macho, y como el caballo, destinados a la
hacienda de Simijaca. Por el mismo tiempo que caballo y
vacunos, e igu,almente importadas
por París Prieto, vinieron algunas cabezas de ganado lanar, lindos ejemplares
de ovejas de la cría que recibe el nombre de Leicester por
el condado inglés donde se encuentra de preferencia.
En 1845 compuso a su costa varias c311es de Bogotá,
las que conducian de la plazuela de Las Nieves al panteón
de la iglesia de aquel nombre.
Quiso aprovechar,
siguiendo una antigua idea Acariciada por su padre, la grande extensión de tierras que
sirve de lecho a la laguna de Fl~quene; para destinar esas
tierras a la agricultura,
acometió la magna empresa de
desecar la lagiln;}, buscando salida a las aguas que alii se
echan, mediante vastos trabajos de canalización, por el
monte llamado del Moro.
Para esa obra había obtenido dOli JOSé Ignacio un privileg-io ciel gobierno Je Colombia en 1822, pero a causa de
IdS dificultades
de la época, de los quebrantos
de su fortuna y posteriormente
por su último viaje él EUlopa. no
pudo realizar/a. DOll Enriquc pidió en 1846 al poder ejecutivo que declarase caducado el privilegio de 1822 y se
le otorgase otro análogo. El general Mosquera resolvió el
31 de julio del 46 acceder a lo que solkitaba
París Prieto,
pero declarando que el antiguo privilegio estaba de tiempo
atrás insub,dstente.
La obra exigia crecidos desembolsos
y abarcaha
o
estab1 en relación con otros proyectos de don Enrique,
entre ellos el Je canalizar y hacer navegable por botes y
champanes el rio de la Bálsa, desde Fúquene hasta las
quebradas de las Vigas en S:¡boyá. Esta empresa tropezó
primero con disposiciones
legales y luégo con la situación
- 110 -
calamitosa en que entró el pais a causa de la guerra en
1860.
La desecación de Fúquene exigió a don Enrique diversos trabajos preliminares,como
estudio de planos, presupuestos y otros análogos. Todo lo dicho impidió que la
. grandiosa empresa se llevase a cabo cumplidamente, y su
misma magnitud, ya que un solo capitalista la costeaba,
fue en gran parte causa de su fracaso, que pudo palpar el
senor Paris en los últimos dias de su vida y cuando la
cuantiosa fortuna que poseyera estaba muy mermada por
el fuerte capital consumido, sin mayor fruto, en las obras
de desecación.
La hacienda de Simijaca y otras fincas agrlcolas de
don Enrique fueron compradas a sus herederos por don
Aurelio París Santamaria.
Don Enrique recibió esmerada educación en Inglaterra,
donde, como ya lo hemos dicho, contrajo matrimonio con
doña Elisa Stronach. Era de hermosa y arrogante figura,
modales distinguidos y trato suave y afable.
CAPITULO X
Nueva campaña
de don Joaquín París
en el Cauca
Salida de Bogotá.-Batalla del Alto Palacé.-Accíón de Calibío.-Operaciones sobre Pdsto.-El capitán Pdrís herida.- Ld condecora.ción áel
jua.nambú.-Desa.3tre
republica.no.-Camba.te del Palo.- Viaje a Ba·
gotá.-Regreso al Ca.uca.-La. cuchilla. áel 'Iambo.-En el páramo áe
Gabriel López.-"Derrota en La Plata.-En peligro áe morir.-Prisión
y traslado a. Popa.yán.
Cuando el general Bolívar abría, bajo auspicios al parecer halagOeños, la campaña de Venezuela, el Cauca era
invadido por numerosas fuerzas realistas al mando del brigadier español don Juan Sámano. El presidente de Cundinamarca, general Nariño, ofreció al congreso de las Provincias Unidas marchar a combatir al enemigo que se
presentaba por d sur, y lo hizo ell efecto, saliendo de esta
capital en junio de 1813 con un ejército de mil cuatrocientos hombres, en los cuales se contaba el capitán Joaquin
Paris.
A pesar de que Sámano propuso la paz a Narino
cuando se aproximaba al Cauca y de que el segundo envió
- fIZ·
un parlamentario
a Popayán para pactar con el jefe espafiaI, nada pudo conseguirse
y el presidente cundinamarqués tuvo de proseguir la campaña restauradora.
El 30 de
diciembre fue atacado Nariño por un fuerte destacamento
mandado por Sámano, que pretendió impedirle el paso
para Popayán. A las orillas del rio Palacé, donde éste es
cruzado por el camino que de la capital del Cauca conduce
al valle del mismo nombre, se libró un reñido combate,
que fue favorable a los republicanos,
quienes atravesaron
el puente del río en el momento en que los españoles trataban de destruírlo para cortarles la comunicación;
persiguieron a estos últimos hasta el puente sobre el río Cauca,
una legua al norte de Popayán, y les inflingieron completa
derrota. Esa acción, comenzada en tierras por donde avanza
hacia occidente el Palacé, después de abandonar las serranias de la cordillera Central, en donde tiene su origen, es
conocida en la historia con el nombre de batalla del Alto
Palacé.
Nariño OCClpÓla ciudad en tanto que Sámano sesituaba
en el pueblo del Tambo, a seis leguas de ella. en espera de
refuerzos que habrían de llegarle de Pasto. Supo el jefe español que de Cali avanzaba una considerable tropa realista,
dirigida por el coronel Ignacio Asin, quien llegó hasta las
alturas que dominan el río Piendamó; en tanto Sámano,
para obrar en combinación
con él, había marchado hacia
el norte y héchose fuerte en la hacienda de Calibio, no
distante de las llanuras a donde sigue el Palacé para dilr
su tributo al Cauca.
El jefe republicano hizo que el general José María Cabal
ocupase el Palacé y al propio tiempo intimó rendición a
Asin, quien despreció al parlamentario
y avanzó hasta CaIibio.
«Parte del ejército de Nariño ocupaba el campamento
en que tres años antes Baraya había vencido a los espafioles y en donde París había hecho sus primeras armas.
· J" .
Llegó al fin el 15 de enero de 1814 y la hora que Narifto,
habiendo reunido alguna tropa más, creyó oportuna para
buscar a los españoles. Estos poseían más recursos, mayor
número de tropas y estaban fortificados en la hacienda de
Calibío. Pero nada podía resistir al valor de los patriotas,
Ips cuales, atacando a Sámano por tres partes, y cargándole a la bayoneta, Ic pusieron en derrota, dejando atrás
cerca de trescientos setenta muertos, entre ellos el coronel
Asín, muchos prisioneros, su artillería y pertrechos.
«El capitán París se distinguía
siempre por su arrojo
en los campos de batalla y por su singular modestia después de la hora del conflicto, rehusando toclo elogio y procurando encubrir y ocultar sus actos de valor como si
fuesen ddcctos en lugar de virtudes. Esta cualidad, rara
siempre en todas partes, rarísima entre nosotros y singurísima entre los militares, acompañó siempre a Paris hasta
su muerte.» (1)
Sámano se retiró a Pasto después de Calihío y Nariño
juzgó conveniente continuar la camp;:¡fla contra ese general. Al efecto organizó Cllantas fuerzas le fue posible y el
22 de marzo de 1814 salió para el sur a la cabeza de 1,400
hombres.
Esa campaña se presentaba para los republicanos bajo
aspectos poco h:¡lagadores, habiendo de atravesar un país
hostil a su catlsa, yendo por caminos intransitables, soportando climas deletéreos,
luchando, en fin, con un sinnúmero de dificultades
opucs:;¡S por los homhres o por la
naturaleza.
«Eran hostilizadus por guerrillas que bajaban
sobre ellos de las alturas como tempestades y tenían tiempo
de hacerles muchos d1ños antes de que ellos pudiesen defenderse.
(2)
El capitán París resultó herido en tino de aquellos tiroy,
( J) Acosta de Sampcr. ob. cit.
(2) Id. íd. íd.
...
·"
teos con las guerrillas enemigas y para poder continuar la
marcha consiguió, no flin grandes dificultades, una mula
en la que cabalgaba muy trabajosamente,
de modo que
varias veces se vio a punto de ser precipitado a los
abismos.
El ejército del general Narino pudo ir desalojando d~
sus posiciones a los españoles, hasta hacerse dueño de toda
la línea del Juanambll y acampar el 2 de mayo en la hacienda de Pajajoy, después de reñidos combates el 21 y
28 de abril, en los que, como siempre, sobresalió París.
Dicho jefe, ¡: ara premiar a quienes más se distinguiesen, acordó la creación de una condecoración militar, que
llamó del Juanumbú pero que las circunstancias no le permitieron instituir oficialmente. Paris obtuvo la condecora·
ción por su comportamiento al frente de las guerrillas enemigas y consiguiente herida.
El general don Melchor Aymerich, que reemplazaba a
Sámano en la dirección de las operaciones contra Nariño,
se rehizo prontamente en Pasto y volvió sobre los republicanos con mayores fuerzas. Unas y otras midieron sus
armas nuevamente en la colina de Chacapamba o cuesta
de Cebollas, el 8 de mayo; combatióse de manera reñida
y el resultado favoreció a Nariño. Los realistas se retiraron precipitadamente, llegaron a Pasto y de allí siguieron
más al sur, dejando la ciudad bien defendida por los vecinos. El general Cabal, a cuyo lado se encontraba el capitán Paris, una vez decidida la acción de Cebollas, avanzó
en persecución de los derrotados; lo sorprendió una tempestad y hubo de pernoctar en el páramo de Tacines, en
el mayor desamparo para su gente. Allí s~ le reunió, durante la noche, el resto del ejército. El general Narina continuó marcha hacia Pasto con los batallones de Cundinamarca y del Socorro, dejando en el páramo a Cabal con la
mitad de las tropas. Intimó rendición a la ciudad y como
no recibiese contestación, resolvió penetrar hasta las calles
- 115 -
••
del poblado, a lo que se opusieron fuertes núcleos de pastusos, que disparaban vivamente, [¡cultos en barrancas y
malezas. Afrontó el combate, confiando en que, de acuerdo
con órdenes que había remitido a Cabal, pronto se le uniria
el resto del ejército con la artillería. Cansado de combatir
y viendo que el ansiado refuclzo no llegaba, resolvió retirarse de la ciudad y acampar en la altura que la domina
por el norte. «Durante la retirada cayó el caballo de Nariño atravesado por las balas enemigas, y mientt as que
los demás segllían, él se quedó atrás a la merced de los
contrarios, los cuales cargaron sobre él. Como no pudo
desasirse del caballo, viéndose acometido, tomó sus pistolas, y aguardando a que se le acercasen los enemigos,
disparó simultáneamente ambas armas y mató en el sitio
al que iba adelante; los demás se detuvieron un momento,
y mientras tanto, llegó el capiléín Paris, e interponiéndose,
le defendió con su persona hasta que Nariño pudo levantarse y ponerse a la defensiva.» (1)
En el combate a la entrada de Pasto, perdió Narif'io la
mayor parte de sus oficiales y soldados; al caer la noche,
casi todos los que lo acompañaban se desbandaron en la
oscuridad y él se encontró apenas con seis de los más
adictos, con quienes continuó retirándose y pudo llegar a
Tacines, donde supo que Cabal ~e habia ido para Popayán, después de clavar la artillería, creyendo que la vanguardia, con el general jefe, había caído en poder de los
pastusos. Nariño, lleno de desaliento, no quiso presentarse derrotado en el Cauca, y prefirió entregarse al enemigo, lo que hizo días después.
París logró reunirse é:t las fuerzas que marchaban con
Cabal, y después de grandes padecimientos y de sostener
frecuentes tiroteos con los realistas, arribó a Popayán,
donde pudo recuperar la salud y permaneció hasta fines
( I)
ACOIla de SSPlper.
ob.
cit:
16
- J le
-
del año, para continuar entonces hasta Palmira, unido
siempre al ejército, que resolvió retirarse a esa población.
El general Cabal no consideró ventajosa la posición
de Palmira y retrocedió al sur, para situarse en la margen
derecha del rio Palo. Sus fuerzas llegaban apenas a mil
hombres, cuando el general Aparicio Vidaurrázaga, que
habla entrado a ejercer la gobernación de Popayán, nombrado por el capitán general de Quito, don Toribio Montes, disponía de mayor número y de elementos de todo
género. Alentado por la presencia de brillantes y denodados oficiales, como el coronel Liborio Mejia yel coronel
Manuel Serviez, que se le habían incorporado, resolvió
Cabal aguardar a Vidaurrázaga, con cuyas tropas sostu·
vieron los republicanos algunos combates parciales. favorables a la causa del rey, hasta que al fin se libró una
acción más seria y general el 5 de julio de 1815 en las
vegas del Palo. El resultado fue un espléndido triunfo
para Cabal; el enemigo perdió ochocientos hombres, entre
muertos y prisioneros. El 7 entraron los vencedores a Popayán. En la acción del río Palo y en la del río Ovejas
combatió París denodadamente. Ell.o de junio obtuvo el
ascenso a capitán mayor.
Por desgracia, de esa victOl ia no se obtuvieron para
la patria todos los frutos que habrían sido de esperarse:
la reacción republicana habia sucumbido totalmente en Venezuela y en diversos puntos de la Nueva Granada aparecían aguerridos y fuertes ejércitos espaftoles. Cabal vio el
peligro inminente que corría la capital de la República, y
envió allá al capitán Paris, para brindar al presidente de
las Provincias Unidas, que desde el 14 de marzo lo era el
doctor José Fernández Madrid, un asilo seguro en el Cauca.
_El presidente atendió a la in\1itación y el 3 de mayo
salió para Popayán con escasa tropa, compuesta de una
guardia de honor y del medio batallón Socorro, con su esposa, algunos patriotas notables y vartas familias de las
• 117 •
que más temían a la venganza de los espanoles. Allfegar
al término de su viaje, encontró que la ~ituación del Cauca
no era menos angustiosa que la del centro del país; los
enemigos estrechaban por doquierd a Popayán, ya el valle
del Cauca estaba dominado por ellos, por el oriente y por
el sur avanzaban
numerosas
fuerzas; juzgó inútil conti .•
nuar en el mando civil, en el que nada efectivo podría
hacer; Cabal, a su turno, renunció a la dirección del ejército, y el coronel Mejia asumiÓ la jefatura civil y militar,
como vicepresidente
del estado, por ausencia del general
Custodio García Rovira, designado dictador por los miembros del congreso nacional que acompañaban
a Fernández
Madrid y ante quienes había renunciado éste.
A todas estas, el brigadier
Sáll1ano amenazaba
a Popayán con numerosas fuerzas traidas de Pasto y se habla
situado en el pueblo del Tambo, a seis leguas de la capital caucana. Cal)al habia sido de opinión que el pequeño
ejército republicano no podría resistir con ventaja al jefe
español, que estaba admirablemente
atrincherado.
Mejia
no fue del mismo parecer, y antes que rendirse, para lo
que ya había recibido proposiciones
del general Francisco
Warleta, que avanzaba
por el norte, resolvió vencer o
morir con los valientes que lo rodeaban.
Estos valientes
eran dos batallones de infantería y un escuadrón de caballería, que mandaban
París, Mejia y el coronel Antonio
Obando, en todo cuatrocientos
hombres, que a banderas
desplegadas y rlespués de proclamar la guerra a muerte se
fueron contra Sámano, que tenía 1,200 hombres en buenas
posiciones. En una colina que domina al Tambo por el
suroeste y que forma un divorcio de aguas entre los dos
océanos, se libró el 29 de mayo un sangriento combate
totalmente de~félvorahle para Mejía y sus compañero~. De
éstos queda' on quinientos mlWftOS o heridos y de los restantes, que alcanzaban a doscientos,
la mayor parte cayó
prisionera.
· lI8 .
"El coronel Mejia, con unos pocos oficiales, pudo escapar, internándose por los riscos y despoblados. En compallía de éste se encontraba el capitán París, el cual, no
obstante haber sido herido en un hombro, quiso a todo
trance amparar a un amigo suyo llamado Isaac Calvo, que
era muy gordo y no podía correr. Viendo las fatigas de
su compañero, París le tomó de la mano y trató de arrastrarle en su fuga; pero el desgraciado Calvo no podía seguirle y se sentó expirante de fatiga a la vera del camino.
Paris sl.plicó a su amigo que hiciese un esfuerzo más para
tratar de correr.
«-No te canses, le contestó Calvo, no puedo ....
«-Pero pereceremos ambos! ....
«-Eso no sería justo, dijo el otro; véte, amigo, y déjallle aquí.
«- No puedo abandonarte
!
«-Sí, te lo exijo .. , . húye, sálvate, por Dios I
•.-Vên:
trataré de aYL;d¿1fte.
«Pero nada valieron las súplicas de Paris: Calvo no
quiso seguirJe y al fin hubo de abandonarle porque en
realidad, ¿que objeto tenia el que perecieran ambos? ...
Pocos momentos después fue Calvo alcanzado po/' los iealistas. que le alancearon sin misericordia.» (1)
Paris, unido a otros derrotados, continuó su fuga, andando por andurriales y despoblados, hasta dar en el
tambo de Gabriel López, en la cordillera Central de los
Andes, al pie del páramo de Guanacas. paso obligado entonces en la via que de Popayan tonducía a la capital
por el valle de Neiva. Alli se encontraron con el general
García Rovira y con otras personas que iban huyendo de
Bogotá, para ponerse a salvo saliendo al Brasil por Jas
montallas de los Andaquies y territorios de nuestr,a región
oriental.
(I) ACOIta Sampcr, ob. ciL
Entre los compañeros
del general se contaban los
miembros de una distinguida familia apellidada Piedrahíta,
compuesta de los padres·y de cuatro hijas, que eran selíoritas de atrayentes prendas. Los que procedían del occidente y quienes iban del oriente pernoctaron,
todos juntos, en Gabriel López; al rayar el alba se dispusieron a
continuar su viaje cuantos venían del Cauca, que era Ja
mayor parte, cuando sobrevino un incidente original, que
ha sido referido por eJ propio capitán París. La más bella
de las Piedrahitas, l/amada Josefa, que había sido objeto
de especiales
atenciones
de García Rovira, rogó a éste
que la llevase en su compañía. El general se negó a complacerla, exponiéndole
los peligros de una travesía tan
arriesgada y las desfavorables
conjeturas
que respecto a
la interesante joven se harian viéndola vi<ljar al Jada de
un joven con quien no la unían más vínculos que los de
ulla respetuosa amistad y los comunes infortunios.
Ella
porfiaba por seguiria y él luchaba por disuadirla
de su
pretensión, hasta que sin medio de vel1l.:erla en ese original debate, le propuso, sin preámbulos,
que se casaran, a
lo que accedieron, aun antes de ser requeridos, los padres
de la improvisada novia. «Entonces, bajándose Rovira de
su mula, suplicó al padre Florido que hiciera lo mismo
para que los casara, a Mejía para que fuera su padrino, y
a la futura suegra, su madrina. Los testigos todos se hallaban montados al rededor del grupo principal, y linos y
otros, alumbrados por la pálida luz de la mañana, al pie
de un inmenso páramo, ofrecían un cuadro digno de la
pl uma de W alt~r Scott.
«Terminado el ceremonial, sin más solemnidad que 1(1
que daban la soledad del campo y lo peregrino de la situación, diS'persáronse
los circunstantes,
siguiendo cada
uno su camino y quedándose los recién casados atrás." (1)
(1) Relato de Parí •• escrito para un álbum de aut6grafos
dependencia,
formado por el hiatoriador QuijaDo Otero.
de próceres de la in-
• 120 -
París, con Mejia y algunos más logró arribar a La Plata,
donde se unió al batallón Socorro y pudo disponer así de
ciento cincuenta hombres, que ellO de julio sostuvieron
combate con el coronel Carlos Tolrá, quien disponía de
una fuerza tres veces mayor, y fueron completamente vencidos; unos murieron, otros fueron hechos prisioneros y
el resto se dispersó.
Entre los dispersos se contó al capitán París, quien
logró huir junto con cuatro compañeros, Rafael Cuervo,José
María Pino, Vicente Holguín yel padre Francisco Florido,
capellán del extinguido ejército del Cauca. Habian podido
salvar una mula, que tenía por todo apero una enjalma;
sobre ella acomodaron a París, que no podia andar a pie,
él causa de su grave herida en un hombro.
El animal,
desprovisto de freno, hacía su voluntad, sobre todo hallándose el jinete con un brazo imposibilitado por la herida,
e iba comiendo de las yerbas que encontraba a ambos
lados de la via. Era ésta angosta y construida siguIendo
la falda de una loma bastante inclinada que iba a terminar
en el rio llamado Negro de Narváez, de lecho situado a
gran profundidad y de aguas que corren impetuosas. Los
cinco próceres, al andar por la loma, oían distintamente el
murmullo que las aguas del rio producían al chocar con
fuerza sobre las piedras del lecho, pero a causa de la profundidad del mismo les era imposible contemplar su co,.
rriente.
París cerraba la marcha: sus compañeros le llevaban
alguna ventaja en la vía. De improviso, la mula, siempre
en su tarea de comer los yerbajos con que a su paso tropezaba, avanzó un poco las patas delanteras para alcanzar
unos arbustos que crecían del lado de abajo del camino;
perdió tierra, faItándole dónde afianzarse, y roaó por la
loma, que era bastante árida y escueta, llevando sobre los
lomos su preciosa carga. Por suerte, el animal quedó
detenido en uno de los pocos chaparros que a raros tre-
• 121 •
chas surgían de la falda; allí se enredó el capitán París y
cesó el rodar de la mula. Los cuatro cOinpañeros, que
mudos de terror contemplaban
la escena, esperando
a
cada instante ver lanzarse a los abismos jinete y cabalgadura, corrieron presurosos
a prestar auxilio a París, a
quien lograron sacar a punto seguro después dc larga
brega; hecho esto tornaron en busca dc la mula, que pudieron hacer rCÍncorporar y conducir hasta el camino después de porfiada lab\)r, en quc a cada instante se corría el
peligro de que ci animal fuera a parar al fondo del río.
Después de tan ruda faena, creyéndose por lo pronto
libres de peligro, se tendieron a descansar a la bartola;
mas decididamente,
un sino fatal los seguía, y si entonces
se hallaban libres de los españoles, que perseguían a todos
los dispersos, la naturaleza se mostraba terrible con ellos.
Ocurrió en e~e momento un temblor de tierra, tan fuerte,
que las lomas del lado opuesto del río, que al frente les
quedaban, parecían volcarse y rodar con ímpetu hacia las
aguas. Ellos contemplaban
el fenómeno can indecible espanto, esperando que la loma en que reposaban
fuese a
dar a los abismos. Felizmente nada más ocurrió y pasado
el movimiento
seismico, continuaron
la huida, descendiendo hasta llegar a la orilla del río. El caudal considerable de las aguas ofrecía dificultades
para pasar al lado
opuesto, pues no había por allí puente alguno. Al fin divisaron una pequeña canoa e iban a embarcarse
en ella,
cuando sintieron las pisadas de caballos en tropel. Sin
pérdida de tiempo se alejaren del sitio donde estaba la
canoa y se escondieron en una pequeña vega situada hacia
arriba del río. Cuervo, temeroso de que la mula rebuznara, al oír las pisadas de las caballerías,
la tomó de las
orejas y pidió a los compañeros
que la halasen de la
cola ....
La partrda realista, sin observar nada de particular a
orillas del río, lo atravesó sirviéndose de la canoa y fue a
• 122 •
pernoctar en un pequef'ío caserío ubic:ado a corta distancia. Los cinco republicanos pasaron la noche en la vega
que les sirvió de escondite. Al otro dia supieron que la
partida había continuado marcha y resolvieron ir hasta el
caserío en busca de alimentos, pero alii fueron apresados
paf el alcalde. Con todo, habían sido tántos los trabajos,
privaciones y penalidades dd camino, que al verse despojado!; de la libertad sintieron alivio. Con cadenas y de dos
en dos se les condujo a Popayán, donde se les encerró en
diversas cárceles.
CAPITULO XI
Prisionero y proscrito
quinto en Popayá.n.-Escena.5 conmo'Vedoras.-Crueldad de Samano.'j'raslación a Santa Fe.- Tristeza de Ulloa.- Una carta a 8f.f~.
caulay.-El íuido en 'Bogotá..-cA Puerto Cabello.-En poder de unos
piratas.-<J?.efugio en una isla.-Estada en Curazao.-De nUe'tloen
campaña.
En Popayán estuvieron varias semanas en la incertidumbre de si se les conservaría la vida o serían pasados
por las armas, pues cada día escuchaban las detonaciones
de los fusiles y comprendían que se ultimaba a sus compañeros. Al fin supieron que a los presos que restaban
con vida se les sortearía para llevar al banquillo a uno de
cada cinco; con ese objeto, se hizo reunír a todos en un
calabozo y se le dio a cada uno una papeleta, las cuales
llevaban escrita la palabra vida para las cuatro quintas
partes de los presos y muerte para los demás. Entre los
presos se contaban Jùsé Hílario López, más tarde general
y presidente de la República;
José María Espinosa, antiguo abanderado del general Naríño, que alcanzó edad avanzada y se distinguió como pintor bastante hábil, que fijó
16
- 124 -
en el Ifenzo la imagen de muchos prohombres de la guerra
magna, a quienes él conoció; Rafael Cuervo, que años más
tarde hizo la campaña Iibertadora del Perú y residió en
Bolivia; Mariano Posse, a quien unía estrecha amistad
con don Joaquín París; este último. y otros varios. Posse
dijo en voz alta a París, cuando se iba a proceder al reparto
de las pape]etas: «Joaquin, si a mi me toca vida y a ti
muerte, cambiaremos las papeletas.» Oferta insólita, de
generosidad extrema, que no hubo necesidad de cumplir,
porque a Posse le salió la palabra fatal y a Paris vida .
•López, Cuervo y Espinosa fueron también de los que recibieron papeleta de muerte.
La de Posse no fue la única escena de generosidad y
de valor que en esa ocasión pudieron presenciar los presos y sus carceleros. De López se refiere que con impavidez, rara en un joven que apenas pasaba de los diez y
ocho alias, empleó su boleta en hacer la envoltura para un
cigarrillo, y que al salir para el patíbulo, fue comiendo un
pedazo de pan. De Cuervo se cuenta que obsequió a sus
compañeros de prisión con varios objetos de tlSO personal
y que como no se llevara a efecto el fusilamiento, al volver
a la cárcel reclamó sus objetos, diciéndoles: «Amigos,
vengan acá mis casitas, que donde hay engaño no hay
trato.»
Los historíadores que se han ocupado en estos episodios y la tradición constante en el Cauca están acordes
para aseverar que después del rudo escarmiento que se
hizo fusilando a muchos próceres de los que yacían en
Popayán, el capitán general de Quito, don Toribio Montes. decretó la conmutación de ]a pena de muerte para los
presos que aún vivian y a quienes se guardaba para ir
fusilando por grupos; que cuando Sámano; acababa de
ordenar el quinto, recibió de Montes la orden de conmutación, pero que en vez de cumplirla fielmente, la ocultó e
hizo que los presos fufriesen el atroz tormento de con si'- ,
• 125 •
derar llegada su última hora y pasasen por todas las torturas que soportan los condenados
a muerte; y que momentos antes de que se procediera a disparar las armas de
la escolta sobre los infelices prisioneros,
envió al jefe de
dicha escolta la orden para que volviesen los reos a sus
calabozos, lo que. se efectuó después de notificar/es que se
les habia conmutado la pena capital.
Posse, que estaba decidido a morir y se contaba ya
entre los difuntos, recibió tan ruda conmoción con la noticia de que volvía a la vida, que sufrió hasta su muerte un
accidente que le daba con frecuencia, y siempre a /a misma'
hora en que se le había conmutado la pena. (I)
Numerosos prisioneros fueron conducidos de Popayáll
a Santa Fe, para que de ellos dispusiese el Pacificador don
Pablo Morillo;
entre ellos figuraban no sólo muchos de
los derrotados en la Cuchilla del Tambo, sino también otros
patriotas eminentes, de los que habían huído de esta altiplanicie con Fernández Madrid y algunos más.
Paris refería, muchos años después, interesantísimos
detalles de aquella época. t.1 coronel Miguel Montalvo
decía siempre a los compañeros,
en tono de chanza,
durante el viaje, que no dudasen de la suerte que se les
esperaba, que todos serían fusilados, menos el doctor Francisco José de Caldas, por ser un sabio, y el capitán Joaquín Paris, por ser muy joven. El doctor Francisco Antonio Ulloa, conterráne'J y grande amigo de Caldas, se entristecia grandemente
con los dichos de Montalvo, porque
cr<:ia entrever un porvenir lisonjero y la vida le era amable.
Los sentimientos
de Ulloa a ese respecto se habían
manifestado
siempre, ya en la conversación
familiar, ya
en la correspondencia
por escrito, con sus amigos. Quien
esto revisa recuerda haber leido una carta de Ulloa, fechada
en Popayán a principios de 1813, y dirigida al jefe norte( I) Acosta de Samper. ob. cit.
-J26
4
americano coronel Alejandro Macaulay, que se haHaba en
Pasto, en vis peras de subir al cadalso con el doctor Joaquín de Caicedo y Cuero y otros mártires de la Patria. En
esa carta, que no llegó a poder del destinatario, que entonces vivia ya únicamente en las regiones de la gloria y de
la inmortalidad, y que fue a parar a manos de don Toríbio
Montes, de las cuales pasó a un archi~o, donde se conserva, decía Ulloa que mucho lo apenaba la suelte de su
amigo, lleno de juventud, cuando había tánto que aprender
y tanto que disfrutar en el mundo.
Como es sabido, la mayor parte de los compañeros de
París en la penosa travesía hasta la capital del Nuevo
Reino pagaron en los patíbulos su amor a la democracia y
a la libertad. A todos se les siguió consejo de guerra y a
nuestro capitán, como por merced especial, se le permitió
escoger un defensor, entre los que se hallaban presentes.
El joven París recorrió con la vista la sala y los circunstantes;
naturalmente estaba rodeado de enemigos!
¿ A quién escoger entre tCldos aquellos oficiales españoles,
que le miraban con burla desdeñosa? El único que conocía era un oficial López, que le había 4uintado en Popayán
y mandaba la escolta que le condujo a Santa Fe; pidió a
éste que le defendiera.
«Como era de temer, el tal López resultó ser muy mal
abogado y apenas dijo algunas palabras ínsignificantes en
favor de Paris. Entonces éste tomó la palabra y alegó que
debería tener la vida salva, puesto que ya había pasado
por el riesgo de ser quintadll y la suerte le había favorecido; y además, que había empezado su carrera militar en
1810, cuando casi no tenia uso de razón.
«-Cálla,
embustero! le gritó ~ámano interrumpiéndole.
~París guardó ¡mmediatamente silencio y trató de alejarse lo más que pudo del feroz anciano, que tenía costumbre de escupir la cara a los prisioneros; aquel temía
más sufrir tamafia afrenta que la muerte misma.
<\
• 127 '.
«El consejo de guerra le perdonó la vida, pero Je condrnó a p-resídio en Puerto Cabello por diez y seis años!
El mismo coronel López fue a la prisión a darle aquella
feliz noticia, que Paris no recibió con el júbilo y agradecimiento que el español pensaba debería haber manifestado.
« El joven pidió licencia de ver a su padre, don Martín, que se hallaba en ntra prisión. viviendo de la caridad
de la señora doña María Joseta Domínguez de Roche, quien
se encargó de enviarlc los alimentos y la ropa: en laI miseria había caído un homhre pudiente antes de la revolución,
español enviado a América con empleo del rey! Pero no
conviniendo a los españoles, segltn pensaban, dar alivio y
consuelo a los que tenian bajo su dominio, rehusaron conceder aquella gracia al prisionero de la Cuchilla del Tambo,
y sólo le permitieron
ver a su madre, una sola vez, antes
de partir para el presidio» (1).
París y los demás condenados a presidio en Puerto
Cabello salieron de Bogotá en el mes de noviembre
de
1816. La escolta que los custodiaba hacía parte de las fuerzas que se fuernn de aquí para Venezuela con don Pablo
Morilla. Aquellos patriotas
iban encadenados
de dos en
dos. «A París tocó ir atado con don Simón Burgos, y juntos hicieron el viaje a pie y maltratados
por los realistas
con una brutalidad increíble, de manera que Jes obligaban
a palos o aguijándoles con las puntas de Jas lanzas a atravesar por entre los ríos, aunque hubiese puentes por donde
pasar: de noche les alojaban ell las cárceles de los pueblos con los asesinos y ladrones y les ponían delante una
artesa llena de groseros alimentos, de la cual ~enían que
sacar con la mano Sll parte, hirviendo y lo más aprisa
posible, antes de que los demás se la arrebatasen,
pues
siempre era escasa y los lentos se quedaban sin ración.
Refería París que entre los prisioneros iba uno que se fin( I) Acosta de Sampcr. ob. cit.
· U8 .
gia Joco y llevaba una vasija asquerosa que metia entre
la artesa, lo que producia tal asco a sus compal\eros, que
no podían comer después de él. Cuando alguno de ellos
moría, los crueles soldados le dejaban horas enteras encadenado al vivo, con el objeto de hacer sufrir a éste lo más
posible.»
Del modo descrito arribaron los presos al puerto de
Maracaibo. Una vez alii, los metieron en una goleta y la
mayor parte de el/os suplicó q'ùe Je quitasen Jas grillos
para poder descansar; hizose asi con todos, menos con
París, quien no lo exigió, para no tener que ser deudor de
ese servicio a sus crueles enemigos. Ya en alta mar presentóse un corsario francés que las daba de afiliado a la
causa de los patriotas, y el 1.° de marzo de 1817 atacó a la
embarcación española, que no pudo resistir y hubo de rendirse. Los piratas dieron muerte a cuantos encontraron en
el barco, menos a París, por consideraria único partidario
de la causa que decían defender.
Nuestro capitán fue llevado al barco pirata, donde
presenció actos tales de ferocidad que suplicó al comandante de la nave lo dejase en la primera isla que encontrasen al paso. Igual súplica hizo una dama viuda de un
jefe español a quien habían apresado los corsaríos y tratado inhumanamente.
Es de advertir que éd correr de los años París encontró en Bogotá al capitán pirata, que llevaba otro nombre
y recibía consideraciones y respeto de todos. Se horrorizó
al verle pero a nadie reveló su secreto, atento a que ese
hombre le.había salvado la vida.
París y la viuda fueron desembarcados en una isla
que parecía desierta; el primero, para pasar la noche; acomodó a la dama lo mejor que pudo, debajo de un árbol;
luego oyó que se quejaba, lo supuso fruto del maltrato
recibido y de los tormentos inferidos a su esposo; mas al
rayar un nuevo día pudo convencerse de que la infeliz
• 129 -
señora había sido madre de una criatura que nació sin
vida. Hallóse perplejo sin saber qtlé partido tomar para
auxiliar a su compañera de desgracias,
cuando acertó a
presentarse un negro con un asno, que iba a proveer~e de
agua en un arroyo qtle no lejos de allí corría. El negro se
condolió de la dama y sobre el asno la condujeron
él y
París a un ingenio cercano. Un:¡ vez restablecida la señora,
consiguió don Joaquin que a ambos les transportasen
a
Curazao, pagando el viaje con una onza de oro que él
habia logrado sustraer a lã rapacidad de los piratas ocultándola en la suela de un zapato.
La dama encontró en la AntilIa holandesa
muchos
amigos y compatriotas,
con quienes partió a poco para
Espafl¡¡. Esa gente, grata al comportamiento
de París con
la viuda, le ofreciÓ colocación
en la Península con su
grado militar, cosa en que no convino, y prefirió quedarse
en la isla, sujeto a toda suerte de privaciones.
Para no
morir de hambre, consiguió
colocarse,
ganando un real
diario, en la cigarrería de tin negro. Con tan misera jornal
lograba aplacar el hambre, yendo a las fondas lilás humildes, en compañía de sujetos de la hez, que en fuerza de
las circunstancias
vinieron a cOllstituir su única sociedad.
La mala alimentación o acaso el contacto con gentes de
esa clase le produjeron un mal cutáneo, que fue causa para
que el negro no volviera a,ocuparlo y apenas le obsequiase,
de tarde en tarde, una moneda de cobre, con la que París
compraba guayabas, Único alimento que podía procurarse
con esa insignificante limosna.
Cansado de soportar tántos sinsabores, al cabo de siete
meses de exilio en Curazao, tendióse un día en la playa, resuelto a esperar la muerte. Mas hé aquí que arriba de Europa un barco del cual saltan varios pasajeros a tierra, entre
ellos el antioqueño
don Manuel Antonio Arrubla, que era
antiguo amigo suyo. Dirigióse a él y lo llamó por su nombre, pero la traza en que estaba, \lena de andrajos y ma-
- 130 •
cilento, impidió que su compatriota le reconociese en el
primer momento; pero una vez que supo quién era lo
abrazó tiernamente y lo invitó a comer, cosa que rehusó,
alegando que acababa de hacerlo, pues su traje no le permitía pretender sentarse a la mesa de un hotel. La misma
negativa había dado dias atrás a unos comerciantes judíos,
para quienes había obtenido París recomendaciones de
amigos que residían en Maracaibo, los cuales comerciantes, cuyo apellido era Henriquez, en vez de auxiliar debidamente al desdichado joven, creyeron cumplir con él
ofreciéndole un agasajo impropio de las circunstancias.
Arrubla comprendió el motivo de la negativa de París
para acompañarlo a comer y se despidió de él dándole una
onza de oro y una moneda de plata. La última hie gastada
inmedi,ltamente por el proscrito en el primer figón que halló
y hasta el cual avanzó penosamente. Allí le dieron un plato
de chanfaina, único alimento que había preparado, pues él
pidió de lo que el fondista tuviera. A ese plato siguieron
otros, hasta que Paris, con el estómago repleto, después de
largos dias de no comer nada caliente, se sintió libre de los
tormentos del hambre. La moneda de oro le hizo pasar
una noche terrible, porque a cada momento despertaba
sobresaltado creyendo que se la habían robado o cambiado
y no se cansaba de contemplaria.
Después de amanecer fue al hotel, a despedir al seí'ior
Arrubla, el cual lo llevó a un almacén, donde lo proveyó
de un traje, yen seguida lo recomendó a un médico, que
en pocos días le curó la afección que padecía en la piel.
Dueño de algún dinero, pensó en la manera de volver
a unirse a los compatriotas que luchaban contra los españoles, y dando la onza en pago obtuvo que una 'pequeña
embarcación le llevase al puerto venezolado de Cumaná,
donde sabía se hallaba un pequeño destacamento republicano. Allí encontró a don Francisco Antonio lea, amigo
de suJamilia y pariente lejano, el cual lo alojó en su do·
• 131 •
micil¡o y lo hizo colocar CC1mosegundo jefe de un escuadrón curo primer p!lesto ocupaba
el coronel Juan José
Flores, futuro presidente del Ecuador.
EI4 de marzo de 1818 se le destinó para edecán del
almirante Brión, que mand;¡ba la escuadra
republicana,
y a los seis meses de campaña
naval se ditÏgió a Angostu 'a, donde el Libertador le colocó en su ejército y 10 hizo
actuar en varias acciones libradas contra los españoles en
lus primeros meses de 1818 y que fUt:ron desfavorables
pari! la causa de la República.
Bolivar se preocupó de llevar la guerra a la Nueva Granada y nombró al general Francisco
de Paula Santander
jefe de las fuerzils qlle deberían organizarse en la provincia
de Casanare para libertar a la Nueva Granada. Paris pidió
que se le concediese la gracia de mandar alguno de los
cuerpos que se trataba de formar.
«París era incansable
en sus trabajos
militares y el
brazo derecho de Santander, quien le trataba como a su
más intimo amigo;
a sus órdenes recorrió los llanos de
Casanare, visitó Jas orillas del Orinoco, recogiendo tropa
y preparándola
para la campaña;
y fue uno de los pocos
que recibieron la confianza de Bulívar y Santander cuando
se rroponian
ievadir el territorio neogranadino, sin que lo
sospechasen
los realistas, a marchas foriadas y por caminos intransitables.
Santander
se adelantaba
con la vanguardia, en la cual-siempre
ardiente en el combate, valiente hasta la temeridad y tranquilo en medio de los mayores peligros-iba
el joven Paris.» (1)
(¡) ACD'11l de Samper. ob. cil.
CAPITULO XII
La batalla de Boyacá
Hacla. la. Nue'ba G,anada.-E{ paso de los Anáes.-El batallón CJ3ogotá.En Gámeza.-Teniente
co,.onel..- El Pantano de Vargas.-Ocupa·
ci6n de 'junja.-En
et puente de Boyacá.-Rechat:o
causa.do po,.
Pa.,.ís a los. realístas.-Consumación
de la 'bícforia.-P,{sión de Ba.,.,.d,.o.-Noticias de la ca.pital.-Huida de los ,ea!istas.-Ent,a.da. a.
CJ3ogotá.-La fa.milia. Pa,.ís.-Festejos po, el triunfo.
Santander, con gente que procedía de las mesas interandinas, formó en Tame el batallón que se denominó de
Bogotá y que por sus funciones y su colocación en el ejér~ito tenía unido a su nombre principal el aditamento de
Cazadores de Vanguardia. Este cuerpo tuvo como primer
jefe al coronel Antonio Arredondo y como segundo a don
Joaquín París, a quien Bolivar había conferido poco ant~8
el grado de sargento mayor.
El Libertador, después de combinar detenidamente las
operaciones contra los realistas, envió a Páez con mil hombres a la provincia de Barinas, para que desde ella amenaza~e los valles de Cúcuta y el general Latorre, que los
ocupaba, no pudiese marchar en auxílio del coronel Ba-
rreiro, Que estaba en la provincia de Tunja con la tercera
c;Uvisiónde los españoles, y más bien estas últimas tt'(}p3S
fuesen a apoyar las de Latorre. Era preciso obrar canee,.
leridad y en el mayor sigilo para que los jefes realistas no
se diesen cuenta del plan de Bolívar e impidiesen su realización. A fines de mayo se movió el grueso del ejército
de Bolívar de Guasdu<llito para la Nueva Granada. «Pero
la estación era entonces la del invierno más crudo; los
llanos estaban inundados; y desde Apure hasta Pare había
que vadear o pasar a nado unos cuantos ríos caudalosos,
y profundos caños, tèniendo que atravesar, al mismo tiempo,
el célebre estero de Cachjca~lo, especie de laguna de muchas leguas que, con el derrame de los rios, se forma en
la parte más baja de los llanos de Arauca. Por caminos
tan trabajosos andaba el ejército a marchas forzadas, llevando todo el parque para hacer una campaña sobre enemigos tan poderosos y de tántos recursos, al mismo tiempo
que las municiones de boca y los equipajes que eran de
necesidad.
"Salió, pues, el ejército de Guasdualito y el 4 de junio
pasó el Arauca para e.1trar en el territorio granadino. El
11 se reunió en Tame eon el general Santander. El 22 las
fuerzas reunidas en número de 2,500 hombres, trayendo la
vanguardia las de Casanare, dejaban el llano y entraba.n
en la montaña. El 27 se encuentra la vanguardia con las
primeras tropas españolas en Paya y las bate. Pero las
tropas libertadoras estaban en tal estado de miseria, que
eran pOC03 los Saldados que conservaban su chaqueta o
sus calzones; gran parte de ellos no tenian más hilo ge
ropa sobre su cuerpo que su guayuco a la cintura. Y estos
soldados nacidos y criados en climas ardientes, vestidos
de tal manera, eran los que iban a atravesar la gran cordillera de los Andes por entre páramos y nieblas para
obrar sobre terrenos quebrados Sr de clima sumamente
helado.» (1)
(I) GrOllt, Historia. eclesiástica:JI d'bi! rie ta. Nue<rJa G,MlI.lÚ..
• U4.
En el tramonto de la cordillera
pereció mucha genteJ
sobre todo en el páramo de P.sba;
gran parte de la caballería se ahogó en los ríos del llano o pereciÓ en el ascenso de los Andes; esto mismo fue causa de que se mermase el parque, pues cuando moría alguna de las acémilas que lo cJnducían
había que dejar la carga en el sitío
donde caia el animal, por falta de ganados
para el relevo.
En la situación que es de suponer
llegó el ejército al
pueblo de Socha, primero de la altiplanicie,
en tierras ya
de la provincia de Tunja. El primer cuer po que coronó
las alturas fue el Bogotá, que por muet te de Arredondo
mandaba ahora París como primer jefe, con el grado de
teniente coronel, de sobra merecido por su comportamiento
en la penosa marcha desde T:lme.
Santander dispuso
que el Bogotá se adelantase
a la
vanguardia
para que esos soldados,
hechos a los rigores
del frío, buscasen algunos recurSos de que tánto necesitaba
el ejército, comisión que fue cumplida
por Paris de manera satisfactoria,
y con algún refuerzo de caballerías,
de
vituallas y de ropas pudo el Libertador
terminar sin mayores quebrantos
la travesía de los páramos.
«Todo esto debia ejeclltar el general
París, dice don
Jqsé Maria Baraya (1) en el país que estaba ocupado por
el ejército español, y, puede decirse, a la visla de los enemig0s; y todo lo veriticó tall cumplidamente,
que mereció
los elogios del Libertador y de todos los jef~s del ejército
que le habían visto poco antes de esto batirse en un tiroteo que tuvo lugar en el pueblo de MorclJte, yen el ataque
que se dio a la fuerte posición que los enemigos ocupaban
en Paya, en donde flIC cncargado
de flanquearlos,
cuyo
movimiento, por lo bien ejecutado,
produjo cI triunfo.(I) 'R..eseña de los ser'bicms milita.res del ciudadano general Joa.quín
PArís, que formó en su cal d ••d de oficial mayor de I•• se etarí •• de guerra y marina y que fue publicada en el Diario Ofic.a! corre.ponlien!e al 20 de octubre
de 1868.
• 135 •
Blrreiro,
que tenía su cuartel general en Sogamoso y
disponía de tres mil soldados, la mitad de cllos en esa población, yel resto clIslùdiando
las entradcls a la altiplanicie, se sorprendió
al ten.:r noticia de la Ilcgada de los repllblicanos
a Socha, pues no los espeíaba,
y para hacerles
frcnte movió sus tropas tn dirección al pueblo de Corrales, para lu cual hizo que cruzasen
el Chica mocha ; dispuso que parte de ellas ocupasen
aquel pueblo, lo que hicieron después de dispersar
LIna cahallería patriota, y que
el resto fuese s{lbr~ el pueblo de Gámeza,
en la banda
apueste! del río. Aqni derrotó LIna compañía de la división
de Santander y le hizo algunos prisioneros, que amarrados
esp:ilda con cs¡,alda fueron ¡ancrados
de dos en dos, por
disposición
del mismo BJ.freiro.
Bolívar, que esperaba la reunión de la legión británica
y de la columna del coronel Nonato
Pérez, que estaban
retrasadas.
lubia ~ituado su cuartel general en Tasca, en
la banda oriental del Cl1icamocha, la misma en donde se
hallan Socha (lI norte y Sogamoso al sur. La división de
Santander avanzó sobre Gárneza, el 24 de junio, yendo
adelante el batallón Bogotá Call el comandante
Paris. Barreiro, que se había colocado
en el puchlo de Gámeza,
repasó el rio de e~tc nombre y fue a colocarse un poco al
sur, en Tópag.1, pueho
situado ell las a!t~lras que dominan el pucnte y p:\so del Gámcza,
lo que no impidió que
los patrio ras lo cruz¡¡sen, bajo los fuegos enemigos.
Esto
ohligó a los españoles a tomar mejores posiciones
en los
molinos de Tópaga,
adonde los siguieron
la di visión de
Santander
y la de Anzoátegui;
empeñóse un reñido combate que duró o(h horas, con pérdida de algunos oficiales'j soldados de ambas partes. Bolívar Jo hizo Cesar porqlle vio que para tolllar las posiciones
enemigas
habría
sido preCiSO s::crificar
muchas vidas; 103 pat: iotas repasaron el Gá:neza y se colocaron en el pueblo de este nombr~, des,stiendo
de invadir los valles de Sogamoso que
i)
r
J" .
dominaba Barreiro. De Gámeza volvió el ejército a Tasca,
donde se le unieron las fuerzas que se habían retardado
en el ascenso de la cordillera, y en seguida, por un rápido
movimiento de flanco fueron los republicanos a ocupar los
valles de Cerinza, al lado izquierdo del Chicamocha. A
Barreiro no le quedó más recurso que el de ponerse en los
molinos de Banza, cerca de Tunja, para proteger esta ciudad y el camino para la capital del virreinato.
Cuéntase que, cuando la acciÓn de Gámeza, Paris tue
a pararse al pie de unas cercas de piedra con su batallón,
y que Santander, que comprendía lo peligroso de laposición de nuestro comandante, hallándose Barreiro bien fortificado en fa peña de Tópaga, avanzó con sus ayudantes
para darle personalmente la orden de que se retirara, [a
que Paris no quiso obedecer y replicó a su inmediato jefe
que no se declaraba derrotado antes de que los españoles
lo vencieran en buena lid; alejóse Santander, rompiéronse
los fuegos, que los cazadores resistieron a pie firme, y el
batallón español hubo de retirarse, dejando libre el paso
de la altiplanicie.
Es fama que una de las balas españolas disparadas
en ese tiroteo [e alcanzó a Santander y [e penetró por la
nuca; que él creyó ha[lar.se herido, pero París desabrochándole con presteza la casaca de paño muy grueso que
usaba hizo caer la bala al suelo, pues ella no había alcanzado a interesar sino el cuello de la prenda. En Gámeza
obtuvo París [a efectividad de su grado de teniente coronel.
Bolívar, para conseguir que Barreiro le presentara
combate, adelantó hasta las llanuras de Bonza, mas el español no salió de sus posiciones; entonèes, temeroso de que
llegasen más tropas realistas, con procedencia de Venenezuela o de Bogotá, avanzó por el camino del Salitre de
Paipa, para ,?bligar al enemigo a abandonar sus fuertes
defensas, atacándolo por [a espalda. Esto ocurria el 25 de
juH9, y apenas realizado e[ avance de los patriotas, se pre-
" 137 -
sentaron las fuerzas de Barreiro en el Pantano de Vargas,
donde se libró aquel dia un combdte que por dos veces
pareció decidirse a favor de la causa del rey, pero que a la
postre vino a ser completamente favorable a las armas de
la República, gracias al coronel Rondón, jofe de la caballería !lanera, que cargó sobre la infantería espafíola y la
arrolló. Ambos beligerantes se portaron con el mayor
denuedo; el batallón Bogotá tuvo un oficial muerto y otro
herido, sin contar las bajas que hubo entre los individuos
de tropa.
Bolívar, despistando a Barreiro, ocupó a TUllja el 5 de
agosto a las once de la mañana; allí encontró seiscientos
fusiles, gran cantidad de pertrechos y de vestuarios, botiquines y otros elementos de que" carecía el ejército republicano, la mayor parte del cual pudo adquirir un traje.
La población tunjana, agradablemente sorprendida con la
presencia de sus libertadores, los auxilió con viveres y toda
clase de recursos.
Barreiro, que no supo oportunamente el movimiento
de los adversarios, marchó hada ellos el 5, a las cinco de
la madrugadil, y atravesando de noche por el páramo de
Cómbita, se presentó en Motavita, a legua y media de Tunja,
el 6 a las nueve de la mañana. Empefíado en obtener medios de comunicarse con la capital del virreinato, los que
le había interceptado Bolívar, determinó tomar la delantera
hacia Santa Fe, lo ql1e hizo el 7, muy temprano, dirigiéndose por el camino del pár:lJno a tomar el puente de B~
yacá. Nuestro Libertador, que desde una altura observaba
S\.IS movimientos, dio la orden de marcha a todo el ejército, la que se hizo rápidamente y por el camino principal,
a fjn de cortarle el paso al enemigo.
«A las dos de la tarde, se lee en el parte del general
Carlos SoubJette, jde del estado mayor, la primeta división enemiga llegaba al puente, cuando se dejó ver nuestra descubierta. de caballeria. E~ enemigo que aún nahabía:
• 138 -
podido descubrir nuestras fuerzas, y que creyó que lo que
se le oponía era un cuerpo de observaciÓn, lo hizo atacar
con sus cazadores para alejado dei camino. mientras el
grueso del ejército seguía su movimiento. Nuestras divisiones aceleraron la marcha, y con gran sorpresa del enemigo
se presentó toda la infantería en columna sobre una altura
que dominaba su posición. La vanguardia enemiga había
subid,..ouna parte del camino persiguiendo nuestra descubierta, y el resto del ejército estaba en lo' bajo a un cuarto
de legua del puente y presentaba una fuerza de tres mil
hombres,
«El batallón de cazadores de nuestra vanguardia desplegó una <.:ompañía en guerrilla y con los dem:;s en columna atacó a los cazadores enemigos y los obligó a retirarse
precipitadamente hasta un paredón, de donde fueron también desalojados. Pasaron el puente y tomaron posiciones
del otro lado, Entre tanto nuestra infantería descendía y
la caballería marchaba por el camino.»
Momentos después de rotos los f~egos por el Bogotá,
el combate se hizo general. Este cuerpo quedó en el aJa
izquierda, que tenia por jefe superior a Santander, y se le
unieiOn el batallón de línea de la Nueva Granada y los
Guías de retaguardia, Mientras el general Anzoátegui, que
mandaba el ala derecha y el centro, obtenia ventajas sobre
los cuerpos realistas que se le oponian denodadamente,
el ala izquierda encontraba formidable resistencia en la
vanguardia realista, mandada por el coronel Fr:.tncisco
Jiménez, segundo jefe del ejército de Barreiro; vanguardia
que después del rechazo que le inflingió París tomó posiciones del otro lado del puente, Santander, para enfrentarse a Jiménez, sólo hizo entrar en acción'a Paris con el
BOf!otá, para que atacase y tomase dicho puente, En un
primer ataque le mataron el caballo at comandante de ese
cuerpo y fue preciso retroceder; votvió a ta carga a pie y
tuvo igual resultado; cargó por tercera vez, refor7.ado con
- 139 -
una compañia del batallón de línea de la Nueva Granada y
los Guias de retaguardid, pasó el puente, siendo seguido por
Santandèr
y el resto de la vanguardIa y quedó alcanzada
la vicIaria; estas fuerzas continuaron su avance en persecución del enemigo has la el pueblo de Ventaquemada.
Barreiro fue apresado en el campo por Pedro Martinez, soldado del primero de Rif/es; igual suerte corrieron
Jiménez, casi todos los comandantes
y mayores de los
cuerpos, multitud de subalternos y más de mil seiscientos
soljados; todo el armamento, munlciones, artilleria y caballería cayó en poder del venced0r;
apenas salvaron unos
cincuenta hombres, entre ellos algunos jefes y oficiales de
caballeria que huyeron antes de decidirse la acción y vinieron a la capital.
Aquí los españoles y americanos
realistas confiaban
ciegamente
en el triunfo de Barreiro, quien habia hecho
creer que después d~1 Pantano de Vargas Bolívar no resistiria un segundo ataque; los republicanos
desconfiaban y
estaban por Li pérdida de su causa después de las noticias esparciJas
por el gobierno; en todo caso no se atrevian a decir nada temerosos de la suerte que pudiera
caberles. En esa situación estaha la capital cuando el 8 de
agosto a las diez de la noche llegaron precipitadamente
al
palacio virreínal el comLsario Juan Barrera y ci coronel
Manuel Mutínez de Aparicio y dieron cuenta a Sámano
de que el ejército de Barreirl) habia caido en poder de Bolívar y éste no tardaría en presentarse en Santa Fe. Omitiremos hablar de la conflJsión que reinó enlre los realistas
tan pronto como entre ellos se divulgó la noticia que no
les permitió pensar en otra cosa que en la fuga, temerosos
de las represalias por las vícrimas sacrificadas durante la
época del Terror. "Cuando aclaraba el día, el camino de la
sabana se veía cubierto de emigrados que marchaban unos
para Honda y otros para el sur; unos a caba'lo y los.más
a pie. El virrey salió entre una guardia de caballerí~ .~is-
18
• 1040 •
frazado con una ruana verde y sombrero de hule colorado.
Los ministros rie la real audiencia no todos tuvieron cabalio en qué salir. El oidor Vallecilla y los fiscales Miota y
Lopetedi tuvieron que marchar a pie. El virrey los alcanzó
antes de llegar a Fontibón, y, aunque pasó por junto de
elios, no tuvo el comedimiento de hacer desmontar sus
sokiados para darles caballos. En Facatativá se detuvo
unos momentos mientras tomaba un pocillo de chocolate,
y decía a los soldados que estuvieran en observación a ver
si venían por ahi esos cobardes.Y> «El aturdimiento se apoderó de las cabezas en tales términos, que español hubo
que por coger una mochila de dinero que habia puesto
sobre la baranda de un balcón donde tenia un gallo tomó
éste en lugar de la mochila y no advirtió en lo que llevaba
hasta la salida de la ciudad, en que ¡untándose con otros
te preguntaron para qué llevaba ese gallo» (I).
Tan aprisa anduvieron los emigrados que tomaron la
via de Honda, que a los cuatro días estuvieron en Nare y
fue imposible que les diesen alcance fuerzas que desde el
puente del Común destacó Bolívar contra ellos a las órdenes de Anzoátegui. Lo mismo ocurrió con la guarnición
fi Bogotá, que a las órdenes de su inmediato jefe don
8asilio García y a las de Calzada se puso en camino para
Popayán con muchos emigrados.
Bolivar, temeroso de la anarquia en que imaginaba a
19·capital, sin autoridades, después de la huida de los esI'aft'oles, se adelantó a su ejército y vino a rendir su jorItélda en el palacio de los virreyes el 10 a las cinco de la
tarde. Parte de las fuerzas vencedoras, pues el resto había
sido destlnado al norte a perseguir a los emigrados y deNotados o a guarnecer diversas plazas, entró a Bogotá el
dia ] 2;
Los que llegaron aqui fueron el Bogotá y el Rifles.
PaÁs: h·abra recibido la comisión de conducir a Barreiro y
-.----
(;J) Groot. cil.
• J4J
•
a los demás prisIoneros de Boyacá. -Había jurado veftgarse de los soldados y jefes que tánto le habían atormentado durante su época de prisión; pero cuando los encan·
tró entre los prisioneros, humillados y abatidos, llenos de
miedo de una justa retaliaciÓn, aquel hombre que, a pesar
de su vida tall azaroza, era siempre caritativo y humano, no
pudo burlarse de ellos siquiera y en nada les hizo pagar
su crueldad para con él.» »Se esmeró en tratar al brigadier Barreiro con las mayores consideraciones;
cuantas
comodidades podía proporcionarse en el tránsito para el
prisionero las ponía a su disposición. Esto 10 hacía principalmente porque Barreiro era el único de los españoles
que le había saludado con cortesia cuando el mismo París
esta ba preso» (1).
La familia de don Joaquín había estado en ígnorancia
de la suerte que ese su querido deudo hubiera corrido
después de la salida de Bogotá en noviembre de 1816;
hasta 10 dieron por muerto, error de que los sacó la noticia de que en el ejército de Bolívar venia un jefe de su
mismo nombre y apellido que se distinguía por su valor
y temeridad. Luégo adquirieron informes ciertos de que
Paris llegaba con los prisioneros de la célebre batalla, y
don José Ignacio, su hermano, salió a encontrarIa unido a
una banda de músicos y un gentío inmenso que fue hastá
la re coleta de San Diego, de donde todos tomaron en dirección al centro de la ciudad, en medio de aires marciales,
vivas y diversas exclamaciones de entusiasmo.
Ya en las calles principales se encontró don joaquin
con su hermano don Ramón y luégo con otros parientes y
amigos. Su facha, como la de todos los miembros del
ejército libertador, era bien digna de inspirar lástima;
cubrían su cuerpo unos pantalones de manta del Socorro
atados por debajo de los brazos, porque eran grandes para
(I) Acosta de SlIlUper, ob. cit.
· '''2.
él, Y una chaqueta, sin más prenda de ropa, pueo:;carecía
de camÎ ••a. Asi andaba, el mismo día de su llegada, cuando
encontró a dos damas que acababan de llegar de Fusagasugá, adonde habian sido confinadas por los españoles:
dona Josefa Dominguez de de la Roche, la protectora del ya
difunto don José Ma'tin durante la prisión en el colegio
del Rosario, y a la hija de dicha dama, ambas lujosame.nte
ataviadas, y la segunda muy atrayente por su hermosura
y su juventud, pues frisaba en los diez y ocho alÍas. Las
dos sefloras se detuvieron a saludar ya cumplimentar a dOll
joaquin, a quien abrazó doña Josefa e indicó a su hija que
hiciese lo propio. La joven se llenó de turbación y antes
retrocedió bajando los ojos; Paris avanzó un paso y quedó
cortado sin atreverse a abrazarla; uno y olro se miraron furtivamente y desde ese inesperado instante quedaron prendados mutuamente con tal vehemencia que, ocho días más
tarde, donJoaquin solicitaba la mano de su adorada, Mariquita, que Je era otorgada sin reticencias, bien que el enlace hubo de aplazarse para cuando el novio acabase de
cubrirse de gloria en el Cauca, para donde debía partir en
campaña contra Calzada y García, que no pudieron ser
alcanzados j precipitadamente siguieron Sll marcha al sur.
Ya tendremos ocasión de hablar de los servicios que
París prestó a la patria en el Cauca. Ocupémonos ahora
en los festejos que una comisión de respetables ciudadanos organizó para tributar homenaje de admiración y gratitud a Bolívar y los d~l1lás vencedores del 7 de agosto,
festejos que consistieron en unã función cívica, otra religiosa y un gran bli1e. La función cívica, realizada el 18
de septiembre, empezó con la condt.:cCÎón en triunfo del
Libertador y de sus compai'leros desde las afueras del norte
de 1(1 cill(jad, es decir desde S III Diego hasta San Agustín, de donde la comitiva tornó por Santa Clara a la plaza
mayor j de allí los agasajados, las corporaciones y empleados públicos y numerosos particulares pasaron ,a la
a
• 143 •
catedral, donde se entonó un Tedéum;
terminada
esta
ceremonia el Libertador y Sil comitiva fueron llevados a
una especie de anfiteatro erigido en la misma plaza y en
el cual, bajo solio, fueron colocados los generales Bolivar,
Santander y Anzoátegui, Tras un silencio profundo fue
entonado un himno a Bolívar yen seguida «veinte ~efioritas jóvenes, de las más beneméritas
familias, vestidas de
blanco, con la sencillez y elegancia de las estatuas romanas, se presentaron sobre el tablado"
(I).
Esas señoritas, varias de las cuales recordará el lector
porque las hemos mencionado al tratar de las familias de
Ricaurte y París, eran las siguientes: Dolores Vargas Pads,
hija del mártir de la patria doctor Ignacio Vargas, alias El
Mocho, y de doña 19nacia Paris y Ricaurte; Rita París y
Ricaurte; Liberata, Juana y Trinidad Ricaurte; Josefa Santamaria y Baraya, prima de las anteriores;
Rosa Domínguez; Mariquita de la Roche y Domínguez;
Nieves Pinzón; Bernardina lbáñez, cuya belleza llegó a superar, en
su tiempo, a las mujeres hermosas de Bogotá; Josefa Navarro, Josefa Arce, Francisca Ortega, Ignacia Briceño, Dionisia
Caicedo, Marcelina Andrade, Dùlores Rivas, Clara Angulo,
Josefa Benitez y Rosa Rubio.
Concluído el himno, la señorita Vargas Paris, que hacía
cabeza entre esas deidades, dirigió al Libertador un sentido discurso,y acto seguido ]e colocó una corona de laurel
sobre ]as sien~g. B:>lívar, visiblemente conmovido, respondiÓ diciendo que los soldados
eran los merecedores
de
la corona, que pasó sucesivamente
a Santander ya Anzoáte¡{ui yen seguida la arrojó al Rifles, que era el más
cprcano al tablado. Ese cuerpo la alzó y la colocó en el
asta de Sll bandera. Hubo otros muchos discursos, para
todos los cuales tuvo el Libertador respuestas oportunas y
patrióticas.
( I) Groot, cil.
Los ~r;rIë:I¡)ale!J ~si~tentes pasároñ dèspuê"sà una e-lfsá
donde se habla preparado
un magl'lHico refresco, térrni;.
nado el cual hubo un antmádo balte, al que èontrlbùyet'étl
dos orquestas Que alternaron duràñte la t1óche que, junM
CóJI el día que la precedió, fueron,
decir dèlperiódlco
oficia1 del GobiernO, los más'sotem-nes y más festivos qft
a'
nunca habia visto Bogotá.
CAPlTULO XIII
cr ercera
Vez en el sur
Cpmiséón en Nei<rJa..--Instrucciones.-Marcha hada. Popa.;)IJ.n.-Acd6n deI
Guanábano.--Ba.ta.tla. de Sanfuanito.--Ocupación
de Popa.yJn.-.]n.
cidente con el obispo.--Solicitud de licencia.-- Varias carta.s.••Reg,.eso
a. CSogofá. --Sorpresa. de Popayá.n. _.'jriunfo de Pifayó. ··Gobemadón
de 8(ei<rJa..--Expedídón sobre el Ecua.dor.
Don Joaquín París fue comisionado por Bolívar para
ir con su batallÓn a limpiar de enemigos la provincia de
Neiva y hacer que pasaran más allá della cordillera- Central/os relegados de la expedición de Calzada ett su marcha a Popayán. Santander, en su carácter de tere de· estado mayor general, dio a Paris un pliego de instrucciones
para que sujetase su conducta. Para llenar su œmetido
podria disponer de una columna que, con ol>jeto anátogo>,
habia salido poco antes para el sur al mando del tefJien{le
coronel Pedro Antonio Garcia y, además, formar un batallón en la provincia de Neiva; podría elevar el Ca~ador-es;
q'Je constaba de trescientas plazas, hasta el número ~ Q-U'imentas, y ayudar a que· García hiciese lo propio con el
suy(}, prestándole al efecto, París, los auxilios, cabos y
sargentos que le hubieran de ser necisari08.
- 14& •
Debería impedir don Joaquin toda comunicación del
valle de Neiva con la provincia de Popayán y establecer un
buen servicio de espionaje para conocer el estado de las
fuerzas de Calzada y comunicar prontamente cuantas noticias adquiriera.
Dispuso el ,gobierno que las fuerzas de Pads y de Garcia y las demás que hubiese o se formasen en Neiva quedasen bajo la dirección del gobernador de la provincia, el
entonces coronel Domingo Caicedo, hasta que se enviase
de Bogotá un jefe que se encargase del mando de todas
esas fuerzas y abriera operaciones contra los enemigos
que se habian aposentado en Popayán.
El coronel Antonio Obando fue escogido para mandar
dichas fuerzas, las cuales, sumadas a otras que se organizaron posteriormente en Neiva y en Bogotá, formaron el
ejército del Sur, cuya dirección se confió al ,~eneral Manuel Valdés.
París no se detuvo mucho tiempo en la ciudad de Neiva
y por nuevas instrucciones del gobierno, emanadas ahora
directamente de Santander, que en ausencia de Bqlívar
había quedado en ejercicio del poder, avanzó sobre la cordillera Central.
Dicho general había escrito a Paris, cuando éste partió
de Bogotá con su batallón, y con fecha del 21 de septiembre, de oficio y particularmente:
«Me alegro de que vayan contentos y de que tengan
un grande interés por salir con brillo. Tus glorias y las
de esos oficiales y soldados, que tánto 3precio, me son
interesantes.
«Te doy orden de marchar e instrucciones. Procéde
con mucha prudencia; acuérdate de mi prudencia en Casanare, que los chisperos llamaban cobardía, y que es lo que
nos ha dado la salud que tenemos. En el combate mucho
valor y dejar allí reserva para cualquier evento. Entre
tanto llega Qballdo (el coronel Antonio) ób:-a ~omo si fue-
- 141.
ras un vieJo de cincuenh añns .... C'1á1tO celebrarí, que
tú fueses el v~ncedor de CJlza la. ell.berraJor de Papayán!
A propósito te remito tu despacho del orden de Liberta-.
dores. Olvída amore~ y no piel1s~s sino en a.lq'iÎrir gloria
y honor por tu p.ltria .... Te m.1nJa é la bandera del
bat:¡lIón con un Boyacá, según el decrdo que se ha dado.»
Paris Je contestó de Neiva el 28. De esa carta recortamos: « Yo, en cu mpli mien to de la orden de usted, sigo
por el camino más corto a ponerme sobre la cordillera, e
informado bien de todo tomaré el partido más seguro para
comunicarme con las partidas que haya y tratar de asegurar un golpe que me haga honor y resulte en bien de la
causa. En todo caso esté usted seguro qlJe no haré cosa
que no sea bien meditada y espero no dar un solo paso
que desagrade a usted ...
"Usted me dice que abandone mis amores; este consejo hubiera sido bueno en otro tiempo, pero en el dia no
puede tener efecto; he dado mi palabra y aunqae creyera
que sería infeliz, que no lo pienso, sería fallar al honor con
que debo proceder en todos casos. Esto no tiene ya más
que hacerse, y espero, si usled desea mi felicidad, me
mande mi licencia y un poder ~ara ser mi padrino, para
efectuaria cuanto antes en el Valle. Este nuevo estado no
le dará a usted ocasión de decir qlle es motivo de frialdad en el servicio ní de excusarme por nada; antes por el
contrario me servirá de estimulo para portarme mejor en
lo sucesivo.
«He recibido la patente del orcien de Libertadores y
ojalá algún día me haga digno de llevar este nombre con
justicia.»
Calzada llegó a Popayán el 3 de septiembre e inmedi:1tamente se puso en comunicación y a las órdenes de
don Melchor Aymerich, presidente de Q lito, a quien pidió
refuerzos. La vispera habia ocurrido, en jurisdicción de
Caloto, un encuentro desfavorable para los realistas: el
19
· te·
gobernador de la provincia de Popayán, que abarcaba en
aquella época los actuales departamentos del Cauca, Valle
del Cauca y parte de Caldas, don Pedra Dominguez, habla
salido de la capital en visita a los cantones del norte; en
Buga pudo advertir la agitación en que, desde mediados
de agosto, se hallaban los pueblos a causa de la derrota
espanola en Boyacá, y resolvió tornar con presteza a Popayán. Se le unieron ocl1enta españoies y realistas armados,
algunos de los cuales eran aborrecidos por los habitantes
de la región. El 2 fueron atacados el gobernador y sus
compafíeros en el punto de El Guanábano, por cuatrocientos hombres que mandaba el teniente coronel Juan María
Alvarez. y todos perecieron. Domínguez, que era bogotano
y pariente de doña Mariquita Roche, tue muy sentido por
los patriotas moderados, según observa Restrepo, por su
buen corazón y porque siempre se había mostrado humanitario.
Para vengar lo ocurrído en El Guanábano y someter a la autoridad del rey a los levantiscos vallecaucanos,
destinó Calzada el batallón del Principe, fuerte de quinientas plazas y comandado por el teniente coronel Miguel
Rodríguez. Los patriotas de Buga, dirigidos por el general Joaquin Ricaurte, que habia estado oculto en las montafias para librarse de la cuchilla pacificadora, opusieron
a Rodriguez dos mil hombres mal armados pero llenos de
arrojo y decisión por su causa, (os cuales cercaron a los
Quinientos españoles en (a hacienda de San J uanito, vecina
a aquella ciudad, y les infligieron tremenda derrota e(
29 de septiembre. Calzada, al saberlo, se llenó de terror, y
con las fuerzas de que disponía, el obispo, (os empleados
públicos y muchos particulares, a quienes invitó a seguirlo
de grado o por fuerza, marchó para Pasto, abandonando a
Popayán en el mayor desorden el día 5 de octubre.
Esa ciudad quedó sin autoridades, pero no hubo que
lamentar allí los males de la anarquía por la índole pad-
" 149 -
fica de los moradores. El 24 entró a esa capital el coman'dante París, quien siguió de primer jefe de las fuerzas destinadas a obrar sobre el Cauca y Pasto hasta expirar el afio
t9, en que llegó a Popayán el coronel Obando.
Paris tomó especial empeño en defender la ciudad
por el sur, plies a Calzada le habían quedado de avanzada,
para ulteriores operaciones, los pueblos del Tambo, Timbio y Patía, cuyos habitantes, diestros en la guerra de guerrillas, eran entusiastas por el rey.
Santander, cuando todavía estaba París en el valle de
Neiva, le escribh'l el 4 de octubre:
«Siendo necesario auxiiiar los esfuerzos que hacen
los pueblos del valle del Cauca por su libertad, marchará
usted con su batallón y las demás tropas que tengan cualesquiera otros comandantes a ocupar el dicho val,le.
«Le acompaño instrucciones ya la vista de esta orden
todo comandante que mande guerrillas, partidas, cuerpos
organizados o cualquiera otra cosa, se pondrá a sus órdenes, con excepción sola del general Ricaurte, que tiene
orden de venir solo aquí, y del coronel Rodríguez que
también solo se pondrá en Neiva.
«Dios guarde a usted muchos años.
«SANTANDER
"Al teniente coron~1 Joaquín París.»
«Ignoro dónde andas y si ya has recibido las órdenes
de operaciones. Ricaurte estaba en Cartago, y Cancino con
su columna debe hoy de estar de marcha de Ibagué. Sólo
cuatrocientos hombres tenían los enemigos obrando en el
valle. Repito que uses de mucho espionaje, de mucha desconfianza y de mucha actividad. Cuidado con ir a exponer
esa tropa imprudentemente y perdemos el plan. Levantar
mucha, mucha caballería y dejar que Calzada apure sus
recllrsos. Recuérda que este godo es viejo en la guerra de
Venezuela y que puede tenderte mil lazos.»
• 150 •
A Santander le interesaba sobre manera que las fuer:. .
zas de París no se malograran, porque siendo ellas la base
principal del ejército del Sur contribuirían en primera línea
a la libertad de Pasto y a la de Quito.
El obispo de Papayán, don Salvador Jiménez de Enciso y Cabos Padil/a, español, al huir para Pasto «trató
de compeler a todos sus diocesanos a emigrar, abandonando sus hogares para que los patriotas no encontrasen
recursos de ninguna especie. Para ello fulminó excomul1ión contra todos los que aguardasen a las tropas republicanas o que les prestasen auxilios. Declaró a Popayán en
entredicho general y suspensos del ejercicio del ministerio
a los eclesiásticos que no emigra~cn, lo que puso en gran
conflicto a las gentes, pllCS no todos podian emigrar aunque quisieran» (1).
Santander
supo el 6 de noviembre
que París había
ocupado a Popayán. y con motivo de ello y de lo que
oC~1Tríacon el señor Jiménez, le escribió en la misma fecha:
«Querido Joaquín: me alegro de que hubieras entrado
a Popayán. Las excomuniones
son muy ndículas. Publica
la pastoral del provisor de esta ciudad (Bogotá) que he
mandado a Obando.
"Tu licencia debe veria el presidente, como que existe
todavia dentro de la Nueva Granada; la he recomendado
y te la mandaré por la posta luégo.
«Estoy muy ocupado con varias órdenes del presidente. Soublette ya está en Apure con tres mil hombres;
Páez ofrece al general entregarle a Caracas para enero;
Morillo está Jo que se llama un hombre apurado. Trabajen mucho, mucho y con atrevimiento, pues lo de Lima va
ex(.elente. Hasta octubre no había Ilegado de España ni
un hombre de auxilio al señor Morillo.»
París, que esperaba por momentos la Ilegada de otro
jefe que hubiera de sustituirlo en PopaYéín y que ardía en
( I) Grool. ob. cil.
- BI •
deseos de volver
envió en octubre
«Excelentísimo
a la capital a celebrar su matrimonio,
una solicitud de licencia así concebida:
sefior:
"Joaquín París, teniente coronel y comandante
del
batallón Cazado/es constantes de la Nueva Granada, ante
vuestra excelencia
con mi respetl) acostumbrado
digo:
que teniendo tratado casamiento con la ciudadana María
Roche, y deseando llevar al cabo mis ofrecimientos,
se ha
de servir vuestra excelencia
concederme
el correspondiente permiso para verificar mi unión, atendiendo a que
concurren todas las rualidades
que exige un empleo en
semejantes
circunstancias,
mediante lo cual a vuestra
excelencia
pido que acceda a mi solicitud, en lo que recibiré gracia.
«Excelentísimo
señor.
<JOAQuIN PARIs.»
dice:
señor
Esta solicitud tiene al margen una sustanciación
que
«Santa Fe, noviembre 6 de 1819. Al excelentísimo
presidente,
que aÚn reside en la Nueva Granada.
«Osorio, secretario.»
De esta capital fue enviada al Libertador
de París con un oficio que dice:
la solicitud
"SÛmero 30.
"Excelentísimo
señor pus:denle
de la República.
«Dirijo a vuestra excelencia la adjunta solicitud del
tenie¡,te co'ollcl ciudadano
Joaquín París, siendo mi concepto el de que puede accederse a ella; en la inteligencia
de que deberá continuar en la campaña. Vuestra excelencia resolverá lo que juzgue conveniente.
<Dios guarde a vuestra excelencia muchos afios.
«Santa Fe, noviembre 6 de 1819.
BANCO
DE LA REPUBLICA
lUIS· ANGEL ARANGO
:cf~~'-'''''''''''''f\~ln~.I'' -
8l8UOTECA
.152.
"P. D. Incluyo igualmente a vuestra excelencia las
dos adjuntas cartas que me ha dirigido el mismo teniente
coronel París.
«Excelentísimo sefior.
«F. DE P. SANTANDER.
«Excelentísimo señor Presidente de la República.»
La nota preinserta
"Cuartel
general
tiene esto al margen:
de Soatá, novÙ:mbre 15 de 1819-9.°
«Se concede la licencia que solicita el comandante
Joaquín París: y devuélvase.
«
BoLlv AR.
«Comuníquese. Se comunicó al teniente coronel París
en 23 de íd.»
Mientras notas y sustanciaciones van y vienen, París,
desesperado, urge al vicepresidente, el cual le responde el
6 de diciembre:
«Por licencia para casarte no dejarás de unirte a Mariquita; pero por lo que es licencia para venir aquí, actualmente hay alguna dificultad. Acaso para el correo venidero te puedo dar alguna esperanza. Tén paciencia,
porque no todas las veces se pueden conciliar los intereses
de Marte y Cupido. Ya supongo a tu batallón en un pie
brillantisimo; quisiera que en su vestuario también fuera
brillante; pero se dejan pedir por lIna vara de paño catorce
pesos. No les faltarán de manta, y en Quito se les hará de
lo que se quiera.
«La patria toda va buena; casi toda la Inglaterra está
ya en Venezuela para aliviar a Morilla. Si estos señores
ingleses no pidieran tánta plata, i qué lindos que fueran I
¿cuándo toman ustedes a Pasto? Después de que hemos
tomado la Nueva Granada, en los términos y circunstancias en que se ha hecho, nada me parece ya dificultoso de
.153·
no poderse vencer. Yo no quiero que se arriesgue ningún
comprometimiento,
pues no estamos tan desesperados
como en Banza; al contrario, quiero que haya toda la prudencia y circunspección necesarias, pues conviene conservar la fuerza que tenemos en esa provincia, a la cual reunida toda la que se está preparando formará un ejército
que pueda merec~r tal nombre. Según las órdenes del presidente (Bolívar) y los preparativos que hago, debe contarse indefectiblemente con que en febrero todo está listo.
Ustedes deben siempre manifestarle al pueblo ya la tropa
que de un momento a otro llegan armamento y refuerzos
para seguir a Quito; de este modo siempre se tiene en
alarma al enemigo y en confianza a los pueblos ... Sirva
esta carta para Obando y para ti, menos en el asunto que
trata de Mariquita.
"Abrazo a todos los oficiale~, muy particularmente a
Pepe Galindo. Refréscate en el Puracé, báñate en el Rio
Blanco, paséate por el ejido, visita a las monjas de la Encarnación, tómales el bizcochito, diviértete instruyendo a
tu batallón, báila una que otra vez el bambuco; no olvides
en los convites el muchujaco, todo de manera que sean
muy pocos los minutos que pienses en Mariquita. A
los títulos de compañero y de amigo reúno hoy' el de padrino (París había escogido a Santander para que avadrinase la boda); soy, pues, tu amigo, compañero y padrino
que te ama,
«SANTANDER.)
La respuesta de Paris, fechada el 20, fue la que sigue:
«Mi apreciadisimo general y padrIno: la licencia para
casarme sin la de ir a hacerla es lo mismo que nada; una
vez que la expedición pára aqui, porque necesita de algún
tiempo, podia listed concederme el volver para efectuarlo
y vendría con la tropa que forma la expedición para Pasto
y Quito. La disciplina del batallón no se perjudicaría quedando Galindo encargado de eIJa.
• 154 •
«Supone usted el batallón en un pie brillante: positimente está bastante bueno, a pesar de la deserción que es
continua; pero ésta no es de lo!; soldados veteranos, ni al
enemigo todos; la más fuerte la causan los reclutas del
valle del Cauca, que no quieren hacer la guerra sino como
los J1aneros, es dtcir, en su pais y sin disciplina. Tengo
ya algún vestuario de pantalón y blusa, aunque no el completo; los fusiles en el mejor estado; está en buen pie la
armería; se hacen continuamènte y tengo una gran parte
de los utensilios necesarios para la conservación de las
armas.
«Es de suma importancia el que alcen la excomunión
que echó el obispo; todos lo desean y entonces se prestarán para servir en algo estos fanáticos. Le digo a usted
esto, movido de algunos sujetos de importancia que continuamente me lo suplican.:>
Cuando Santander leia esta carta, llegaba a manos de
París la que se verá en seguida:
•• Santa Fe, diciembre 21 de 1819.
"Joaquín querido: La última prueba que te puedo dar
de carillo es concederte licendia para venir a casar-te. La
remito a Obando con sus condiciones, para que él firme el
pase. Desde ahora para entonces te advierto, que no te
quedas aquí disfrutando del matrimonio, pues marchas al
ejército. Calcúla sobre esto y resuélve. Si una mujer es
capaz eje detener tu carrera y de privarte de más glorias
marchitando las que hasta aqui has adquirido, puedes desde
ahora contar con una carrera oscura y un nombre olvidado.
«Recibi el galón, y gracias.
«Adiós, soy tuyo siempre,
«SANTANDER.-
- IS5 •
Al fin llegó a p.)payán
la ansiada licencia, que puso
contentísimo a Paris, COm') 3~ Jf) manifestó el coronel An~
tonio Obando a Saniander en carta del 4 de enero, en la
cual agregó es~ jefe que nllestro comandante se vendría
para Bogotá tres dias más ta·de.
Cuando el comanùante París volvia al hogar y tenía la
iOl~lensa sathfacción
de ver llueV1mente a su adorada Mariquita, el coronel OoanJo y las fuerzas que guarnecían a
Popayán eran sorprendi lus por otras más numerosas,
mandadas por C;¡lzada y p'>r el co:nand:mte José María
Obando; élquéllas se apre'taban
para m;¡rchar al valle del
Cauca, donde había más recursos y era firme la adhesión
a la Rt>pública. La sorpresa ocurrió el 24 de enero y con
elJa quedó por entonces perdida la capital del Cauca y
también lo que hubiera I adido considerarse
vanguardia
del ejército de S~1f (I). El Libertarlor-prCSidente
creó la
provincia del Cauca, con capital en Cali. y fue nombrado
para gobernarla el coronel JOSé Concha, q'1Îen salió a su
destino por la ruta directa de Ihagué a Cartago. en tanto"
que por el valle de NeÍl,a se movían algullas fuerzas comandadas por el general Manuel Valdés, que en combinación con otras que existían en el norte del Cauca deberían rescatar â Popayán y abrir operaciones
sobre Pasto.
Pads no regresó a ocup.1r su puesto, de que lo dispensó
el gobierno; en Sil lugar tile de nuevo destinado al ejército
del Sur el coronel Antonio Obando. «París, como nuevo
casado, se marcha con mucho gusto; me ha pt'dido a su
sobrino, y se lo he dado para que se eduque y pueda ser
un buen oficial," decía el general Manuel Valdés al gene(!) Una vez en Bogolá, fue Pa·fs recibido ror el vicepresidente, quien le
pidió nOlicia. de Popayán y esp>cialm"nle de las fue'zas de Obando. El primero le
respondió que según e! comporlamiento de aqu-l jefe. temf~ que"lo hub'e",," derrotado .•• Tú cn".s q~e eres el único cap'z de mlndar
en Popayán.
le replicó San-
tander," Al bajar París las escaleras del palacio encontró al fosta que iba a lIevarle
al vicepre&denle la nOlicia de! deoaslre.
20
• 156 •
raI Santander, en cMta del 29 de mayo, cuando hada pocas
semanas que nuestro comandante había satisfecho sus
anhelos uniéndose en matrimonio. en esta capital, a dona
Mariquita Roche. El sobrino era un hijo de doña Ignacia
París. el más tarde general José Vargas Paris.
A los pocos días de esa carta, Valdés triunfaba de los
realistas en Pitayó, salía a Calota en el valle del Cauca y
el 12 de julio rescataba a Papayán, que ocupada siete ocasiones por las tropas reales, veía con placer 'que las de
Colombia volvían a recobrar su suelo por la octava vez,
según expresión de los miembros de la municipalidad payanesa al vicepresidente Slntander, ocho días más tarde,
con motivo del décimo cumpleaños de la patria.
Valdés debía seguir de Popayán para el sur, pero no lo
hizo por falla de tropas buenas y en número suficiente. A
causa de continuas deserciones tenía un humor de todos
los diablos y anhelaba como único remedio el envío del
batallón que por tánto tiempo había mandado don Joaquín
París y con el cual se había cubierto de gloria este jefe en
Gámeza, Panlino de Vargas y B'¡yacá. « •.•.. e~pero que
para contar con ejército me remita usted, decía Valdés a
Santander el 24 de julio, si IJ tiene a bien, el batallón de
Bogotá,. de otro modo yo no respondo ni de la seguridad
de esta provincia ni de llingún suceso sobre el enemigo,
que se mantiene èn SU3 posiciones.» El 4 de agosto expresaba el mismo Valdés al p"opil) vicepresidente: «Me placen
mucho todas las b .Ienas nOlicias que me comunica, pero
no me ha gustado la marcha del batallón Bogotá, donde
tenía cifrada mi esperanza.»
Como alimentasen las deserciones y el p1ís e~tuviese
plagado de guerrillas realistas, optó Valdés por desocupar
a Porayán a Jines de agosto y situar su cuartel en Cali.
La primera de esas ciudades flle ocupada, por octava ocasión, por tropas que destacó C11zada, a tiempo que llegaba
a Neiva con su esposa y se h leía cargo de la gobernación
de esa provincia el comandante Paris.
• 157 -
El nuevo mandatario
de Neiva, aparte de Jas funciones
innatas de su cargo, deb~ría coop~rar tesoneramente
al
mejor éxito de las armas republicanas
en el Cauca, en
Pasto y en QJito, re.lniendo hom')res y vítuallas con mayor
actividad que hasta entonces lo había hecho el anterior
gobernador, general Domingo Caícedo. Además, París sería
el obligado medio de comunicaciÓn del gobierno de Cundinamarca con el ejército de Valdés.
París obró con tánta actividad, Wle ya para octubre
tenia listos 600 hombres, de los cuales remitió la mitad al
ejército del Sur. Poco después recibiÓ trescientos fusiles,
procedentes de B"gntá, que en diciembre envió a Popayán, plaza que Valdé, volvió a ocupar a comienzos de ese
mes. Santander tenía ciega confianza cn don Joaquín y en
una de sus cartas le decía quc descansaba tranquilo en su
actividad para todo.
Valdés, urgido p')r Santander, quc quería ocupasen los
republicanos el mayor territorio posible, antes de que se
comunicase oficialmente el armisticio celelHad(l a fines de
noviembre en Venezuela entre los generales Bolívar .YMorilla, salió de Popayán sobre Pasto el 2 de enero de 1821,
pero fue rechazado en l.1 sangrienta
acción de Oenoy, un
mes después, cuanùo pls;¡do 1'1 Jua~amhú
entre el mortífero fuego de los realistas pretendia atacar a Pasto, y hubo
de retirarse al pueblo del Trapiche. hoy ciudad de Bolivar,
al norte del río M;¡yo, que vino;¡ qlJedar como limite entre
ambos ejércitos. El gen~ral A~lt/lnio José de Sucre llegó al
Trapiche a asumir el mando del ejército del Sur, que habia
quedado reducido a poco menos de seí'cientlls
hombres,
armados la milaù con bocas de fuego. Sucre se dirigió en
breve a O,¡ayaquil, por el puerto de Buen1Ventura,
y en
su lugar se quedó mandando
en el Sllr el general Pedro
León Torres.
Los pastusos
se manifestaron rehacios al armisticio,
que logró imponer el obispo, si bien don Melchor Ayme-
• ¡58 .•
rich pretendía que el límite entre las tropas caucanas y las
pastusas fuese el divorcio de las aguas que existe en la
cuchilla del Tambo. Dicho armisticio debería regir durante
seis meses, desde su notificación a cada provincia, lo que
no obstó para que don B'lsilio Guda atacase, aunque infru::tuosamente,
a Popayán el 15 de junio, porq ue Torres
había fortificado muy bien esa ciudad. Torres avanzó al
sur hasta el valle del Patía y en su ausencia estuvo otra
vez en peligro Papayán, que salvaron de caer en manos
-de los guerrilleros realistas, el 13 de agosto, ochenta hombres dirigidos por el comandante Peùro Murgueitio. A Jas
pocos dias recibió Torres órdenes de Bogotá para enviar
a Guayaquil, por Buenaventura,
las fuerzas de que disponh, que eran ya en nÚ,nero triple de las que quedaron
despué<; de la retirada de Genay; mucha gente emigró de
Papayán al valle del C:lUca, y esa ciudad, desguarnecida,
cayó por la novena vez en poder de los enemigos de la República, cuyo jefe inmediato era el enlonces comandante
realista Jusé Mar;a Obando.
CAPITULO XIV
Campaña
en el sur de la República
<:Auxilios pa.ra. el Ca.uca.··El primogénito.··Rescate
de Popa.yá.n.-..josé
María Obando repuJlicano, e inter'bendón de Pa.rís en ese acontedmiento.·Hada.
PástO. -Bomboná..--Herida. y a.scenso.-· En Quito.
Pa.rísy el generAL Tvrres.--Ofra 'Dez a. Bogotá..
Bolívar, llevado por su generoso afán de dar libertad a
todo el continente suramericano, acariciaba de tiempo atrás
la idea de marchar contra los españoles que seftoreaban
aún la presidencia de Quito. Santander quería que su
amigo París participase de las glorias que habrían de recoger los compañeros del Padre de la Patria, y el 10 de
enero escribió al gobernador de Neiva que se preparase
para ir a Q lita, porque era una lástima que estuviese hecho
el molondra en provincias, atrasando su carrera. "Tú puedes ser coronel a ia vuelta de dos combates, le decía. Que
mi ahijada venga a donde SLl mamá, que alii quedará bien
cuidada, entre tanto que tú te cubres de gloria yJaureles'~J
• l60··
Cuando el rechazo experimentado por Valdés en (jenoy,
pasaba de Bogotá para el Cauca, por Neiva, el general
Torres, a quien París hubo de auxiliar debidamente, y
luégo envió a Popayán algunos hombres qué sirvieron eficazmente para que en breve tiempo pudiera contar Torres
con fuerzas considerables.
París siguió el consejo del vicepresidente, y doña Mariquita, que había tenido un niño, nacido en Neiva en febrero de 182. y bautizado con el nombre de Pedro María,
,regresó a Bogotá al lado de su seilora madre do/la María
Josefa. El feliz esposo recibió órdenes del Libertadorpresidente para marchar al sur a incorporarse al ejército
que se estaba reuniendo en el Cauca para seguir contra
Quito. «El presidente ya te conoce de antemano y sabe tu
porte, le decía Santander el 21 de septiembre de 1821; te
recomiendo que jamás desmientas este concepto, y puedes
contar con el aprecio del presidente y con d adelantamiento
de tu carrera. Yo estoy muy seguro de tu honor y deseo
de servir a medida del gusto de tus jefes.»
El primer servicio que en la campaña que iba a comenzar prestó don Joaquín a la República fue el de rescatar a
Popayán una vez más, ahora sí de manera definitiva, lo
que hizo con el batallón que mandaba, el 8 de octubre,
marchando para ello desde el valle del Cauca.
Bolinr, que se puso en camino de Popayán para Cali,
en el mes de diciembre, encontró relativamente fácil la travesía hasta Pasto, gracias a que en febrero de 1822 se
afilió bajo las banderas de la República, presentándose a
tomar servicio en Popayán, el antiguo guerril1ero realista
comandante José María Obar.do. Este jefe había ido hasta
Cali en comisión de don Basilio García ante el Libertador,
contando con todas las facilidades que para su viaje se le
proporcionaron, especialmente por el general Pedro León
Torres, que mandaba entonces en el Cauca, y el cual didgióaParíseste
oficio ~
• 161 •
«República de Colombin.-Pedro
León Torre.'l, dei orden de
de Vene:nœla, ,qcneral de br(qada de los I'jércitas de la RepÚbliea y comandru¡fr; en jpfe del ejército del
Bltr en el de}lrtrlamento de Cunrliuainarcfl,
etc. etc. etc.Cuartel gel/eral Clt .Tapio, a 81 de diciembre de 1821 .
Libertadores
•• Alleni.nle
coronel comandante del batallón Bogotá. Joaquín Parí •.
«Caso que el teniente coronel español don Jo¡::é María
Obando, a quien dirigirá usted el adjunto oficio, quiera
pasar a este cuartel general, le franqueará usted el paso y
todas las seguridades que exija para su resguardo.
cOios guarde a usted muchos años.
«P. LEÓN TORRES ••
Bolívar decidió a Obando por la República, bien que
en su ánimo obraron el general Torres, el doctor Joaquín
Mosquera y el comandante París. Omitimos hablar de las
circunstancias cómo los otros influyeron sobre Obando,
para tratar sólo de la intervención de don joaquin Paris.
A poco de la nueva ocupación de Popayán supo Paris que
Obando se encontraba enfermo en un escondite, y lleno de
generosidad logró hacer llegar ha~ta la cama del enfermo
un médico y algunos remedios. Ohando «que era en reaIidîd mucho menos feroz de lo que Jo pintaban sus enemigos,» según observa la señora Acosta de Samper, quedó
abrumado de recon'lcimiento y escribió a don joaquín para
expresárseJo y manifestarle el envío, como obsequio, de un
magnifico caballo. París se apresuró a responder/e, y para
tratar de atraer al guerrillero a las banderas de la Patria
le mandó un sable de su uso, rogándole que nunca lo esgrimiera contra dia, y le contestó Qjando que nunca lo
emplearía contra joaquin París, pues para defender al rey
tenía su espada.
«Llegó por fin el día 7 de febrero de 1822, último del
armisticio, y a las doce de la noche entré en Popayán a
-.11&2 •
servir en el ejército de la República,» refiere Obando en
~us Apufltamientos para la historia, y agrega: "En la
mañana del dia siguiente pasé a casa del general Pedro
Le¢n Torres para que me presentara al Libertador, que
aún qormía; pero hablándole el general nos mandó entrar
y lo hicimos juntos. Al verme su excelencia me dijo: ¿Qué
tenemos,comandante, viene usted con otro armisticio? Si,
señor, le respondi, vengo ya a jurar un eterno armisticio a
la República. Venga usted, déme un abrazo, me dijo; Je
doy la enhorabuena a la Patria, se la doy a usted y me la
doy a mi mismo. Despidió entonces al general, haciéndome
quedar solo con él; me hizo varias preguntas relativas al
estado de las fuerzas que yo mandaba y le informé lo conveniente. Le entregué mis despachos que tenía de los
~spañoles, mandó que se me refrendara el de teniente coronel, me colmó de afectos y de obsequios, y me hizo algunas preguntas sobre el estado del ejército espafíol y su
sistema de defensa. Su secretario general, el coronel José
Gabriel Pérez, me llevó a su de~pacho a entregarme el
diploma refrendado, , . El Libertador me hizo llamar y me
dijo que por unos dispersos de la fuerza que yo había
dejado acababa de saber que con mi venida se habia
d.isuelto aquélla, y habia dispuesto que yo marchase en el
~cto con una columna a reunirlos, porque quería además
que aquellos pueblos supiesen que era yo mismo quien
los iba a mandar; que;:la columna que yo llevaba era la
vanguardia de la primera división que marcharía pronto a
ódenes del general Torres, a quien debía reunirme después.~
Obando debía obrar en relación con París. el cual fue
<Jestinado el 9 al pueblo del Tambo, al paso que Obando
había sillo enviado ·la ví~pera a Tim~io, Constan por
escrito las instrucciones que el general Torres dio a ambús
COlllilndantes, y tenemos a la vista una copia autenticada
por Torres del pliego entregado a Obando, copia que se
~.i~,~Pari~ juntamente, con las instrucciones para él. am-
- 163 •
bas piezas íntegramente
raI Torres:
escritas
•• Copia de la3 in3trucciones
dadas al teniente
Obondo.
«
de pufto y letra del gene·
coronel José
morio
Pedro León Torres, efr.. elr.. etr.., (Il tenicnte coronel
,José .lIaría Obando.
"Ccartel general en Popayán. febrero 8 de J822.
«1.0 Marchará con doscientos infantes y veinte y cinco
caballos del escuadrón
Gulas hacia el pueblo de Timbio.
«2.0 Su principal objeto es el de atraerse la voluntad
de aquellos vecinos, y demás de aquel cantón, usando de
todos los medios que le sugiera el conocimIento que tiene
del carácter de dichos vecinos.
«3. VerHicado que sea esto se dirigirá al pueblo del
Tambo, y se incorporará
a las fuerzas del teniente coronel
comandante Joaquin París.
«4. Aunque se reúna al teniente coronel Joaquin
París siempre mantendrá a sus órdenes los 225 hombres
que hoy marchan, y será jde de la descubierta
de la expresada división de vanguardia,
que sigue a las órdenes
del teniente coronel Joaquín París.
«5. Publicará por bando la proclaml que le ha dado
su excelencia el Libertador, y otro mandando que dentro
del preciso término de ocho días se presente todo hombre
a prestar el reconocimiento
al gobierno y el que no lo
hiciere en este término será castigado con la última pena.
0
0
0
«P. L. TORRES
"Popayán,
febrero 9 de 1822.
«Es copia. TORRES.)
21
• 164 •
c Pedro
León Torrre.~. del orden de Libertndore.~ de VenexlIcla,
general de b,i.qarJa de los ejércitos de la Repúbli.ca y
f'omandante en jefe de la 11anguardia d3l ejército libertador del Sur, cte., cte., etc.
"Cuartellleneral en ?opayán. febrero 9 de 1822.
"In~trucción
comandante
que debe reglar la conducta
Joaquín
París
en ]0
del teniente
comisión
que se
coronel
le confiere.
«1.0 Marchará con la tropa de su mando hoy mismo
hacia el pueblo del Tambo.
«2." Su principal objeto es el de atraerse la voluntad
de aquellos habitantes y demás de los cantones circunvecinos. Al efecto usará de todos los medios que sean conducentes a este fin. Por ningún motivo ni pretexto se les
causará la más pequeña extorción. Los viveres y demás
que necesite la tropa _serán satisfechos por los precios
corrientes.
«3.0 La tropa que llevó el teniente coronel José María
Obando en número de doscientos veinte y cinco hombres
quedarán a las órdenes de dicho teniente coronel, y sujeto
a las de usted, siendo jefe de la descubierta de la expresada división de vanguardia que sigue a sus órdenes.
«4. Publicará por bando la proclama que sele incluye
dada por su excelencia el Libertador. y otro mandando que
dentro del preciso término de ocho dIas se presente todo·
. hombre a prestar el reconocimiento al gobierno, y que el
que no lo hiciese en este término será castigado cuando
se aprehenda con la última pena.
0
«P. LEÓN TORRES.»
El Libertador había proyectado abrir sus operaciones
por mar, llevando de Buenaventura a la c<>staecuatoriana
sus tropas, pero lo hizo variar de plan la llegada del general ju~n de la Cruz Mourgeón, titulado capitán general y
- 1(¡~-
presidénte de Quito y virrey de ia Nueva Granada. Maurgeón desembarcó
en Guayaquil
con tropas y otros elementos, que condujo de Panamá
en varios buques.
Bolivar
siguió para Popayán, donde resolvió esperar algunas fuertas que iban en su apoyo y que marchaban
con lentitud,
por tratarse de batallones
procedentes
de los llanos de
Venezuela. En Popayán decretó el 8 de febrero una distInción especial para el batallón Bogotá: la de incorporarlo
a
la guardia colombiana,
institución a la que no pertenecían
sino los más brillantes
cuerpos, como un estímulo
para
todos. Un mes má" tarde avanzó para Pasto y el24 de
marzo llegaba
a las cuasi inaccesibles
breñas de juanambú, donde oponía tenaz resistencia
don Basilio García.
Bolivar logró que su ejército pasase el mismo 24 y el25
al otro lado del Juanambú
y continuÓ Sll marcha por caminos excus:idos
para evitar un choque que habría podido
ser funesto con las tropas de García. Encuentros
parciales
habian ocurrido varios, esp~cialmente
con la vanguardia
a cuya caheza marchaba el célèbre Cazadores, a las inmediatas órdenes de Paris.
La misión de este cuerpo resultaba no sólo difícil sino en extremo peligrosa, internándose
en pais enemigo por entre r¡sccs y desfiladeros
inaccesibles. Una vez que ti ejército adelantó más allá deljuanambú,
París fue rechazando
diversos
destacamentos
realistas,
todos los cuales se replC'garon a Chaguarbamba,
hasta sumar cuatrocientos
hombres en esa montaña. A ellos agregó
García otras fuerzas veteranas que se quedaron esperando
que el ejército republicano
les presentara
cor.lbate, pues
Bolívar, que deseaba
interceptar
las comunicaciones
entre
Pasto y Quito, fue a salir el dia 6 de abril al pueblo de
Cf'nsacá.
García había ido a situarse
en esa fecha en las
alturas de Cariaco, a una legua de Consacá, teniendo de
por med'o entre los dos ejércít ,s la hacienda de Bomboná.
Los realistas no imaginab¿,n que los republicanos
pudieran ptesentarles
combate, estando
los primeros
en excé-
• 166 •
lentes· posIciones. Bolívar envió al comandante Paris a
efectuar un reconocimiento de Jas sitios ocupados por el
enemigo, atra vesando Jas profundid ldes de Ja quebrada de
Consad, y los informes que dio eran a propósito para pretender una victoria sobre Jos enemigos; pero Bolívar dispuso que antes de racionar la tropa sr t:mpeñase la acción,
y al efecto, hizo que el general Valdé-- trepase por eJ volcán de Pasto para atacar el ala izquierda de los realistas
con el batallón Riflfs; que Torres atacase la derecha y el
centro con los batallones Bogotá y Vargas y dos escuadrones del Gu/us, y que permanecieran como reserva el batallón Vencedores de Boyacá y dos escuadrones de lanceros.
El combate comenzó a las dos de la tarde del 7 de abril
y constituyó una victoria para los republicanos,
bien que
no decisiva, porque al llegar la noche, aunque era de luna,
suspendieron los fuegos a causa de hallarse en un terreno
desconocido y lleno de peligros. Todos los cuerpos pelearon con sin igual valentia y arrojo. El general Torres, con
seiscientos hombres, pretendió romper por la.derecha, pero
no logró conseguÍl lo y hubo de cargar sobre el centro ellemiga, que dirigia en persona el jefe español; bajo el nutrido
fueJo de los enemigos desfilaron Torres y su gente por la
honda cañada, pero tropezamn con enormes árboles que
García habia hecho tumbar para obstruír el sitio. Alli quedaron muertos y heridos casi todos los je~es y oficiales
de nuestra derecha y centro. «Al principio de la batalla,
refiere el general Manuel Antonio López en sus Recuerdos
históricos, fue herido el general Torres, y tomó la dirección personal del ataque el teniente coronel Lucas Carvajal; herido tamhién, le reemplazó el teniente coronel joaquín Puís; h~rido igualmente París, le sucedió el teniente
coronel Ignado Luque; hirieron a Luq',e y ocupó su lugar
el teniente coronel Pèdro Antonio G'lrCÎa; herido García,
el sargenb m lyor León G llindo; herido Galindo, como
I~s ot~os, el sargento mayor Federico Valencia le siguió, y
• 167 •
de Ja misma manera fue herido, con Jo cual a medra hora
de fuego, todos los jefes de la división de vanguardia estaban fuera de com hate, y tu viera!') que mandaria oficiales
de menor graduación."
París recibió una grave herida en la mano derecha, de
la cual le volaron dos dedos; sin embargo, siguió combatiendo como si nada le hubiera pasado; el Libertador, que
advirtió que nuestro comandante estaba herido, le hizo
saber que lo iba a reemplazar con otro jefe, mas él, en un
exceso de pundonor, respondió: c. A mi no se me reemplaza." No obstante, la pérdida de sangre le hizo caer exánime, y fue preciso que Luque ocupara su puesto.
Don Basilio Garcia toml) en Bomboná las banderas del
Bogotá y del Vargas, pero admirado del arrojo de los jefes,
oficiales y soldados de esos cuerpos, devolvió a Bolivar
tales trofeos, Sólo seis oficiales de los nombrados batallones resultaron ilesos en el combate, lo que vino a probar
una vez más la justicia con que pertenecían a la Guardia
colombiana.
SObre el mismo campo de batalla fue Paris ascendido
a coronel y los demás jefes recibieron también el grado
inmediatamente superior.
Ambos ejércitos quedaron en situación desastrosa, lo
que no impid,ó al jefe español intimar a Bolívar la contramarcha hasta Papayán, que el segundo no aceptó y trató
de negociar una tregua, lo que no obtuvo; esperando auxilíos de Papayán, demoró un mes en esas rc~iones, y a la
postre optó por dirigirse al norte, hasta la actual ciudad de
Bolivar. En el hospital de Consacá dejó a Torres y a trescientos hombres más, entre heridos y enfermos, recomendados al comandante español y a un comisionado que
debería hacer los gastos requeriJos por el estado de esa
gente.
Con algunos auxilios que le llegaron de Popayán y
que le enviaba Santander, pudo Bolivar elevar Su ejército
• ,fiIj •
a dos mil hombres, fuerza insuficiente para proseguir con'
éxito la campana. A esto se agregaba la absoluta ~arència
de noticias respecto del. general Sucre, quien estaba a·
punto de coronar felizmente su campaña contra el general
Aymerich. que por muerte del general Mourgeól1, ocurrida
en visperas de Bomboná, era presidente de Quito.
El Libertador intimó el 10 de mayo rendición a Garcia y éste, lleno de esperanza en el resultado de las operaciones de Aymerich, no accedió a rendirse; pero a fines
del mes supo que el 24 hablan sido .;ompletamente desbaratados en las faldas del Pichincha los espaftoles dueños
de Quito. y se allanó a capitular. Bolívar, sin aguardar a
que se ratificasen las capitulaciones que su adversario se
avido a celebrar, se adelantó :¡ Su ejército, que habia hecho
volver al sur, y de Berruecos avanzó hasta Pasto acompañado apenas por una columna del Bogotá, paso atrevidi·
sima y arriesgado, siendo el pais hostil a la R"pública, a
tal punto que los pastusos quisieron sublevarse contra don
Basilio porque resolvió tratar con los comisionados Que
le habia enviado al Libertador. Este llegó a Pasto el 8 de
junio y a poco siguió para Quito, adonde entró el 16.
París, a pesar de su herida, pudo marchar al Ecuador,
pero allá se agravó y i~ermaneció muchos dias enfermo.
Recibió diversas muestras de amistad y deferencia en
Quito, donde se le atendió con solicitud para el restablecimiento de sus dolencias, de las que sanó completamente,
pero en cambio, como resultado de la última cruentisima
campaña, empezó a perder e J aida, incomodidad que se
fue agravando con los años, a tal punto que ya en 1(1 edad
madura necesitaba de una trompetilla para poder enterarse
de lo que le hablaban.
No continuó al lado del Libertador, que iba a emprender la campaña del Perú; y en tanto que el ilustre capitán
se dirigía a Guayaquil, Pdrís regresaba a Bogotá en agosto
de 1822 a servir la comandancia de armas de esta provin-
• 169 •
cia, llamado con instancia por el vicepresidente de Cundlnamarca, que carecía acá de un jefe de suficiente confianza
y de probada competencia que desempeñase satisfactoriamente ese puesto.
A pesar de las capitulaciones de Pasto y del fiel cumplimiento que a ellas dio el coronel' García, los pastusos
volvieron a levantar la bandera real y por varias ocasiones se adueñaron de la ciud;td. ya con Benito Boves, que
huyó al Amazonas, ya con Agualongo y Merchancano, ya
solo con Agualongo. Y si Bolívar, Sucre, Flores y Salom
sucesivamente abrieron operaciones contra esos porfiados
compatriotas y rescataron a Pasto, no pudieron impedir
que por largos meses estuviese el país infestado de guerrillas que contra toda ley y todo derecho constituian seria
amenaza para la vida de c'Jantas personas se aventuraban
por los sitios que los guerrilleros dominaban.
El coronel París, después de cruzar el Guáitara y llegar al pueblo de Yacuanquer, en via para Pasto, supo que
alii se encontraba el general Torres, en gravi~ima situación,
a causa de la herida que recibió en Bomboná; y aunque
los dos jefes estaban mal avenidos y ni se dirigian la palabra, habiendo estado a punto de batirse en desafio en Popayán, París fue a ver a su enemigo, a quien abrazó lleno
de emor.ión. Torres pidió le perdonara la mala voluntad
qu~ le había tenido, y el otro le manifestó deseos de quedarse asistiéndolo, en lo que no convino el enfermo y se
empeñó para que el coronel siguiese, pues h:lbría podido
caer en poder de una guerrilla qlle estaba cercana, comandada por Juan Gregario Sarria, y a la cual había logrado
Paris adelantarse. Esta guerrilla, compuesta de indios,
cuando no andaba en incursiones talando y asesinando,
se situaba en un paso peligrosísimo del camino, donde
había un puente, y quitaba la vida sin piedad a las personas que se aventuraban por allí. Mientras Torres y
París departían, la guerrilla avanzó al norte, cruzó por
• 170,.
Yacuanquer y fue a posarse en el mencionado sitio. En esas
vino la noche y los indios se retiraron a dormir a una casucha cercana a su guarida. Los dos amigos se separaron
ya bien entrada la noche y eran las once cuando París se
arriesgó por el puente, que salvó sin ningún tropiezo, aunque temiendo despeftarse a cada instante; y un rato más
tarde se hallaba descansando en sitio amigo, libre de alevosos malhechores. Torres no sobrevivió muchos días, y
murió al fin a causa de la grave lesión recihida en Bomboná.
CAPITULO XV
Servicios en el centro
La. bala. de Bomboná.-Ascenso
il general. -Di<[}ersos empleos militat'es.
Lit conjuración de sepléembre.-Diferencias
con el general Córdoba..
Ministro de la. guerra.-Retiro
a la 'Vida pri'Vaáa.-La
dictadur.1.
de Urdaneta.-Otra. 'Vez ministro.-Decano
de la alta. corte mardal.-En
el régimen legal.-Letras
de cuartel.-Nue'Vos sercuido6
militares. -'ioma de Honda.-La cuarta di'Visión.-Balo MO$quen¡,
y bajo López. ~ La. re'Volucíón del 51.
Una vez en Bogotá, recibió el coronel París el nombramiento de comandante de armas y entró en ejercicio de
sus nuevas funciones. En el viaje le había precedido la
bala que le rompió los dos dedos, la cual habia quedado
dentro del guante y fuf' mandada a su esposa como trofeo
de la sangrienta acción del 7 de abril. Esa bala, junto con
otras que en posteriores combatl::s tocaron a Paris y algunas
que hirieron a varios de sus hijos durante las guerras civiles de que fue teatro la República durante sus primeros
tiempos, las conserva con religiosa veneración el Ítnico
hijo sobreviviente del héroe de Bomboná, don José Joaquin París de la Rache.
'"
22
• 172.
El 4 de febrero de 1823 recibió el coronel Paris un
oficio suscrito por el general Pedro Briceno Méndez, en el
cual se le decía que el vicepresidente había dispuesto que
se hiciera cargo del despacho del estado mayor del departamento de Cundinamarca, sin perjuicio de sus funciones
como comandante de armas de Bogotá y su provincia.
El 3 había sido expedido el decreto de nuevo nombramiento, en virtud de otro decreto del 21 de enero, que creó
aquel estado mayor. El 17 de marzo le fue confirmado el
grado recibido en Bomboná, haciéndolo «coronel vivo y
efectivo.» El 7 de diciembre de 1825 se le nombró primer
ayudante del estado mayor general y ~e le otorgó el grado
de general el 2 de octubre de 1827. Se le confirió el nombramiento de comandante general del departamento de
Cundinamarca, cuyo destino ejercía el 25 de septiembre de
1828, fecha de la conjuración:de varias republicanos exaltados contra la vida del Libertador. En vísperas de ella,
cuando ya se la sopechaba, llamó Bolívar a Paris y le dijo:
«Ya todos me abandonaron, ya Urdaneta no viene.» «Están
jugando revirado (especie de primera) hace dos dias,> le
repuso París para tranquilizarlo.
El 26 iba el general París a caballo, con varios otros
generales, en el séquito de Bolívar, que recorría los cuarteles, cuando se acercó Santander, que también iba a caballo, y saludó al presidente y a sus compañeros. Como
el èx-vicepresidente de Colombia era sospechoso de complícidad en la conjuración, ninguno le respondió al saludo,
sólo París, que a fuer de hombre culto y de amigo leal
no temió arrostrar las iras de Bolívar, que estaba profundamente irritado, aunque sin' pruebas, contra su antiguo
teniente.
Santander, al notar que todos lo miraban en silencio y
se observaban unos a otros, se acercó a París, a quien
manifestó e.n voz baja los temores que lo asaltaban, creyéndose perdido en el concepto del Libertador; pidió <;on-
• 11' •
sejo a su amigo, quien le indicó fuese a aguardarlo en fa:
casa del propio Pal is, lo que oyó el general Urdaneta y se
apresuró a ofrecer también su casa a Santander.
Todos los presentes fueron hasta el palacio de San
Carlos, al que penetraron, menos el supuesto conspirador,
quien tomó para la casa de su hermana daria Josefa, es .•
posa del coronel José María Briceño, pues con esa señora
se consullaba en todos los trances difíciles. A tiempo de
volver el caballo para retirarse del palacio, el oficial inglés
Fergusson, que montaba guardia, hizo ademán de querer
heril a Santander con la espada desnuda, pero se interpuso
París de modo enérgico, e impidió un crimen injustificable. Bolívar, que presenció la escena, manifestó a París
que algún día habría de pesarle su noble proceder. Para
juzgar a los conspiradores se constituyó un tribunal compuesto de cuatro militares y de cuatro funcionarios judiciales. París trató de defender a algunos de los sindicados, por tratarse de antiguos compañeros y amigos, a
varios de los cuales se les condenó a muerte. Esta generosa conducta le concitó ojeriza en el círculo de aduladores que rodeaban al Libertador, entre ellos Córdoba, con
quien tuvo París graves diferencias, a causa de que el primero pretendía que fueran pasados por las armas como
doscientos individuos, so pretexto de que todos ellos,
según decires, habian tomado parte en la conjuración. Córdoba murió un año más tarde, asesinado. cuando se había
rebel ado contra Bolívar, su ídolo de 1828. París, ajeno
a lisonjas y a servilismos, conservó siempre digna y leal
adhesión al Libertador, aunque por el momento perdió
su confianza y se le restaron atribuciones, pasando varías
de las que competían a la comandancia a la corte mareial,
corporación que se instaló en esos días y que tuvo de presidente al general Rafael Urdaneta.
Al poco tiempo fue Bolívar al sur, con motivo de la
actitud amenazante de los peruanos, a quienes secundaban·
o a cuyos planes contribuían admirablemente algunos militares caucanos que, descontentos con el gobierno discrecional del Padre de la Patria, se habían rebelado en el
Cauca contra su autoridad; regresó a principios de 1830,
para instalar el congreso nacional, convocado por un decreto ejecutivo del mismo Bolívar, en cuya ausencia había
gobernado un consejo de ministros. el cual fue reorganizado en enero con motivo de tener que asistir al congreso,
como diputados, algunos de esos ministros. El general
Domingo Caicedo quedó al frente de la cartera de relaciones exteriores y fue hecho presidente del consejo, en cuya
virtud, por disposición que dio Bolívar el 1.0 de marzo,
quedó encargado del poder ejecutivo desde el 2.
Varios otros cambios hubo en"el gabinete, uno de ellos
en la cartera de la guerra, que dejó el general Pedro Alcántara Herrán en el mes de mayo, y fue llamado a sustituírlo
el general París; el último aceptó y se hizo inmediatamente
cargo de tan honroso puesto, a lo cual contribuyó el empeño
de varios prominentes liberales, que deseaban que al frente
de la cartera de la guerra estu viese un ciudadano que fuera
prenda de garantía para sus personas. El doctor Joaquín
Mosquera, elegido por el congreso presidente de Colombia, tomó posesión de su cargo el 13 de junio y no hizo
variación en el personal del ministerio, bien que éste quedó
a los pocos días muy cambiado, porque algunos ministros
renunciaron a causa de la debilidad que advertían en el
gobierno para hacer frente a una grave situación interna,
que culminó al fin en sangrienta guerra civil. Uno de los
dimltentes fue ti general París, quien no alcanzó a durar
dos meses en el gabinete. En su separación obró también
la circunstancia de que por sus opiniones moderadas y tolerantes era mal mirado por los liberales exaltados, de los
cuales se había dejado rodear el presidente Mosquera.
Paris, libre de asuntos oficiales, fue a buscar algunos
dia~ de reposo en una quinta de su propiedad, sita en el
~ 175 •
ejido de Bogotá. Allí lo visitaban ciudadanos
de diversas
y aun encontradas
ideas y a todos los recibía
con igual
deferencia y afabilidad. Su modo de ser y sus antecedentes
le colocaban en campo neutral: amigo y admirador de Bolívár, su adhesión al grande hombre no le llevaba
hasta
pretender derrocar el gobíerno
p:lra establecer
un nuevo
orden de cosas cuyo jefe fuera el Libertador;
y antes era
de los que aconsejaban
la calma y la prudencia,
tratando
de rodear de respeto y de prestigio la administración
del
sefíor Mosquera.
De otro lado, los liberales intransigentes
o exaltados
no podían considerarlo
de los suyos, ya que
¡nuchos de ellos lo habian mirado como perjudicial
en el
gabinete.
La guerra a que hemos aludido comenzó con la sublevación del batallÓn Callao, que se negó a marchar a Tunja,
como se lo hahía ordenado el gobierno, y en la sabana de
Bogotá hizo causa común con varios campesinos
que no
simpatizaban
Call la administración
ejecutiva. Esta, en vez
de obrar con mano fuerte, trató con los rebeldes de potencia a potencia, proponiéndoles
un avenimiento
y enviándoles emisaïÍos q::c mediasen amigablemente.
Uno de éstos
fue el general Pélris, a quien envió el doctor Mosquera a
mediados ùe agosto, con una carta para el coronel Florencio jiménrz, jde del Cal/ao.
El resultado de todo fue 13 caída del gobierno, al que
sucedió otro encabezado
por el general Urdaneta, quien
fue proclamado
por varios ciudadanos
el 5 de septiembre.
El nuevo jcfe del poder, al asumir el mando, llamó a París
a la cartera de la guerra, que ci agraciado se allanó a aceptar, pero sirvió durante
unas pocas semanas;
al cabo de
ellas renunció el ministerio,
lo mismo que el puesto de
decano de la alta corte marcial; volvió a su situación
de
neutral en la lucha armada en que siguieron
debatiéndose
los dos bandos políticos que entonces dividian a los colombianos del centro, o sea de la Nueva Granada, y procuró,
• t16 -
cuantas veces se te deparó la ocasión, conciliar los ánimos
y dar amparo y protección a los ciudadanos perseguidos. Al
volver el régimen legal, continuó en esa situación privilegiada, y fue muy bien acatado por el general Caicedo, por el
general José María Oband'o, por el doctor José Ignacio de
Márquez y por el general Santander, que sucesivamente
ejercieron la presidencia después de Urdaneta. Habria
tenido ocasión de figurar oficialmente una vez constituída
la Nueva Granada, de 1832 en adelante, si los desgraciados acontecimientos del año siguiente, que fueron causa
de la muerte del coronel don Mariano París, no hubieran
dado al traste con la amistad que de antiguo existía entre
don Joaquin y Santander, pues al último, aunque sin pruebas concluyentes, se le culpó t:ntonces y posteriormente de
ser responsable del trágico fia de don Mariano. El 23 de
_ junio de aquel año, a sus instancias, habia obtenido París
letras de cuartel, con el goce de las dos terceras partes del
sueldo que le correspondía. El 30 de mayo de 1836 se le
dieron letras de retiro con la misma asignación. El presidente Santander, que a pesar de todo seguía queriéndolo
y deseaba darle nuevas pruebas de su afecto, trató de conseguir del congreso una partida para que fuese a educarse
a Europa, por cuenta del gobierno, el joven Pedro María
París de la Roche.
Cuando el general Obando subió a la presidencia, dio
cumplimiento a un decreto de la convención constHuyente
de 1832, para borrar del escalafón a los militares bolivianos. Algunos de los liberales que en otra época se habían
interesado para que París ejerciese el ministerio de la guerra trabajaron ahora para que se borrase a este general,
a lo que Obando se opuso enérgicamente y dijo que primero se cortaria la mano antes que proceder contra París.
Al subir al poder el doctor Márquez, elegido presidente en reemplazo del general Santander, para el cuatrienio de 1837 a 1841, París estaba retirado completamente
• 177 -
a
política y entregado a labores agrícolas en su haenda de Peñas Blancas; pero pudo considerarse miisterial, porque siendo de extracción boliviana, venía a
~ qued'ir, por el nuevo giro que tomaron los partidos politicos, en uno de los círculos que habían contribuído a la
exaltación del nuevo magistrado. Mas no era hombre que
buscase los gajes del presupuesto. Sus conciudadanos
vinieron a verla figurar de lleno en las filas del gobierno
cuando éste se halló en serio peligro de sucumbir por la
desatentada e injusta rebelión que los amigos políticos del
general Santander realizaron en 1840. Durante ella se distinguió don Joaquín entre los jefes que con mejor brío y
decisión y con mayores esfuerzos y sacrificios contribuyeron al restablecimiento del orden constitucional. El 20 de
septiembre de dicho afio fue llamado al servicio activo y
se le destinó a obrar en distintas direcciones, como jefe de
la segunda división del ejército.
Al estallar en Honda la rebelión de la provincia de Maríquita, encabezada por el gobernador, coronel José María
Vezga, la segunda división, que se había dirigido al norte,
contra marchó del puente de San Gil para pasar a restablecer el orden en Mariquita, y, sobre todo, para rescatar la
plaza de Honda, cuya posesión era de grande importancia
para el gobierno. EI8 de enero de 1841 abrió París operaciones contra Vezga, destinando desde Guaduas, donde se
hallaba en esa fecha, cien hombres con el entonces sargento mayor Emigdio Briceño, para que observasen a los
revolucionarios e impidieran su retírada. El general marchó el mismo día para Bodeguita, por cuyo punto pasó el
Magdalena, en la madrugada del 9, y fue a situarse en el
cerro llamado Cacao de Pelota, que domina la ciudad de
Honda por el sur. Con instrucciones de Paris, el coronel
Gregario Forero, que había sido enviado de Bogotá contra Vezga, a raíz del pronunciamíento del último, pernoctó
eJ 8 no lejos de Honda, por los I.dos de .Mariquita, y al.
- 178 -
otro día avanzó cosa de una media legua sobre los rev~
cionarios. Estos, creyendo desprevenido a Forero, se pre
pararon admirablemente para el ataque, empezando po
ganar tiempo con fingidas negociaciones de paz. Forero y
el comandante Mateo Viana sostuvieron eL combate, que
provocó Vezga y que decidió París, presentándose con la
fuerza que él personalmente cOIlducía. El jefe rebelde pidió
entrar en arreglos, a lo que accedió el general, pero el primero no quería sino ganar tiempo una vez más, para huIr
a Antioquia, como lo hizo amparado por la noche y en compañia de unos cien hombres.
Don JoaquIn no sólo se preocupó, una vez d;-:_~ñode la
plaza de Honda, de r~stablecer el orden en ella y en toda la
provincia, sino también de llevar la calma a los eJlvíritus,
inspirando confianza en el gobierno y en sus agentes, procediendo con exquisito tacto, bondad y tolerancia. J.a segunda división, acantonada en la provincia de Mariquita, mermó
considerablemente sus plazas, no tanto por las bajas en
los combates, sino por las experimentadas
a causa de las
enfermedades que atacaron a buen número de los oficial~s
y soldados, poco habituados a residir en tierras ardientes
y malsanas.
A fines de febrero vino el general Paris a Bogotá,
donde fue nombrado jefe militar de la provincia, y después,
en ¡lIlio, comandante general del· departamento de Cundinamarca, conservando la jefatura de la segunda división.
Esta fueza se organizó nuevamente y recibió la denominación de cuarta, en virtud de un decreto que respecto a los
diferentes cuerpos de que deberia componerse el ejército
nacional dictó el presidente Herrán el 22 de mayo. Habría
cuatro divisiones, mandadas por los generales Tomás Cipriano de Mósquera, Martiniano Collazos, Joaquín Posada
Gutiérrez y joaquín París. La de éste, compuesta de 108batallones 5.° y 8.° de linea, el 1.° de la guardia nacional
de Bogot~ Y los cuerpos que en Jo sucesivo se creasen..en
• 119 •
provincias
de Bogotá, Mariquita
y Antioquia,o
sea,'
on Jig~ras variantes, en el territorio
que hoy comprende'
los departam(~ntos de Cundin2marca,
Tolima y Antioquia.
~ Así, pues, el general París q¡lèdó encargado de pacificar
dichas regiones. y puso tndo su conato en enviar fuerzas
para comhatir las ¡r,ucrrillas y los ejércitos revolucionarios
que en ellas habia; empezó por hacer que algunos cuadros de oficiales invadiesen
a Antioquia, por la montana
de Sansón, p;¡ra llevar la gllcrr<l a esa provinda, en donde
desde octubre del 40 dominaba
sin contrapeso el coronel
Salvador Córdoba.
La
,npaña co:;tra Antioquia, por puntos entonces
bastante despoblados,
no dio rcsllltaJo satisfactorio,
y fue
precisL :ombinélr el ataque contra Córdoba, llevando fuerzas pur el Callca D. lag órdenes del general Eusebio Barrero.
Este jefe fue desgraciado
en su jira y hubo de regresar al
valle del Cauca después de celebru una expansión con el
rebelde antioCJlItño. El general Caicedo. que como vicepresidente de la Repú blica ejercía el poder por ausencia del
general Herrán, que estaba combatiendo
a los revoluciona .•
rios de la costa, dictó el 11 de diciembre dei 41 un decreto
sobre nueva reorganizi.tción del <.:jército, el cual siguió siempre en cuatro divisiones, mandada la cu:trta por Paris y las
otras por Barrero, MosQ-4l-era y Posada, La Cllarta división
vino entonces a comp~)nerse elel batallÓn lO," de línea, del
escuadrón 4.° de caballería y de las baterias 3.a y 7.a de
artillería, cuerpos a los cl,¡aIes habrían de agregarsc todos
los que se llamasen al servicio en las provincias de Bogotá,
Tunja, Casanare, Mariquita y Neiva. A París se le dio para
jefe de estado mayor al entonces coronel Joaquín Acosta.
Ya por aqllcl!os días la guerra tocaba a su fin, y a la
cuarta división, en la formil como últimamente
quedaba
constituida, 110 le ((jcÔ librar nuevas campañas en pro del
régimen legal, aunque sí seguir atendiendo a las necesida .•
des impuestas por la anómala situación que at¡:avesaba el
23
• 180 •
pais. En febrero del 42 fue el general ParCs de BOgotá~
Honda para inspeccionar el parque llegado a esa plaza,
activar su remisión a la capital y hacer venir de allá una
compania de artillería. De regreso en la altiplanicie siguió
dedicado de lleno a servir la comandancia del departamento y a procurar el enaltecimiento de la carrera militar,
a lo cual contribuyó una sociedad fundada en noviembre de 1842, por iniciativa del general Ramón Espina,
denominada Militar y cuya vicepresidencia se excusó de
servir Paris. En el 43 dejó por breves días la comandancia
para prestar sus servicios en otro puesto de confianza, en el
mes de mayo: separóse transitoriamente uno de los miembros del gabinete ejecutivo, el general José Acevedo, secretario de la guerra, o sea ministro, según nuestra moderna
y poco adecuada terminologia, ya que tenemos un sistema
de gobierno rigidamente presidencial, y el general Paris
entró a subrogarlo, con la calidad de secretario interino.
De junio en adelante siguió dedicado a su puesto anterior, sin mezclarse en la política, satisfecho con ver imperar el orden en el país, al amparo de instituciones y de
mandátarios con quienes estaba identificado en ideas. Tratábase de días bonancibles para la patria; al segundo bienio de la presidencia de Herrán, o sea a los aflos de 43 y
44, que fueron de organización de todos los servidos públicos y de nuevo encauce de las energías ciudadané1s, paralizadas por la reciente revolución, a ese bienio, repetimos,
siguieron los cuatro a!'los de la presidencia del general
Mosquera, que se caracterizó por su espíritu genuinamente
progresista y que supo llevar al país por sendas hasta
entonces desconocidas.
El comercio, las industrias, las
bellas artes, las letras, las ciencias encontraron benéfico
impulso y se.desarrollaron en grado relativamente considerable. Nos hariamos interminables si quisiéramos rese!'lar debidamente ese periodo, uno de los más interesantes
de la historia nacional, y para nuestro objeto bastará recor-
• ISI •
dar que en el 46 se fundó en Bogotá una sociedad denotrit.
nada Filarmónica, compuesta de miembros activos, que
eran los músicos residentes aqui, y de miembros protectores, a cuya lista pertenecían los caballeros más entusiastas
por el desarrollo del divino arte o más interesados porque
la capital de la República contara con una institución que
proporcionase a la sociedad veladas de agradable solaz y
esparcimiento. Al último número de socios perteneció el
general Paris.
Al gobierno de Mosquera sucedió el de su conterráneo el general José Hilario López, quien, débil de carácter, se echó en brazos de las llamadas sociedades Democráticas y dejó que los miembros de ellas impusieran Sil
voluntad al gobierno. Las democráticas se componían,
casi en su totalidad, de artesanos dirigidos por algunos
sujetos de más elevada clase social, llenos de ideas exageradas y hasta extravagantes sobre los fines y manera de
conducir el gobierno y procurar el bienestar de los asocia.
dos. El partido conservador, cuando el debate electoral,
en el 48, habia concebido esperanzas de que López seria
un excelente gobernante, dados sus antecedentes y las
prendas personales que lo adornaban; desengañado, hubo
de constituirse en opositor del nuevo mandatario y bien
pronto, por la exageración de los democráticos, quedaron
los colombianos divididos en dos campos enemigos, sin
que los ciudadanos de ideas moderadas pudieran hacer air
su voz y llamar a la concordia nacional. Paris era de ese
número, mas impotente para influir entre ¡;Usamigos, y
menos para contener los arrestos del adversario, vino a
quedar totalmente alejado de los hombres del poder, lo
cual le obligó en 1850 a solicitar sus letras de retiro, que
le fueron concedidas inmediatamente.
La tirantez de la situación fue causa para que los conservadores impacientes, que eran la mayoría del partido, se
lanzasen en armas contra el gobierno, mediando el afto de
· lez·
1851, sin un plan meditado plenamente, 10 que causó ta
derrota de los rebeldes, consumada por jefes liberales
como los generales José María Obando, Manuel Maria
Franco, Rafael Mendoza, Tomás Herrera y algunos otros
y por dos jefes conservadores,
que en su horror a las
guerras civiles, no vacilaron en prestar su contingente al
gobierno; el general Joaquín María Barriga y el coronel
Joaquín Acosta, quien por sus servicios en aquella emergencia recibió el ascenso a general.
Esa revolución, según lo declaró enfáticamente el presidente López eu su mensaje al congreso de 1852, estaba
en la lógica de la historia.
El alm3 de tal movimiento fue el doctor Mariano
Ospina Rodríguez, indiscutible jefe civil del p3rtido conservador. París, que estaba lejos de anhelar una subversión del orden público, pero que no quería quedar en
abierta pugna con sus amigos políticos, trató de disuadir
a Ospina, a quien hizo notar que ciertos elementos militares de que se había rodeado no eran los más adecuados
para llevar a seguro puerto la nave conservadora una vez
lanzada en el proceloso mar de la revuelta. Tan pronto
como el gobierno supo lo que se tramaba y se puso en
guardia, las autoridades se dieron a perseguir a cuantos
conservadores
de viso creyeron implicados en el golpe
revolucionario. Ospina se asiló en una legación y como el
jefe de ella comprendiese que no debía seguirle dando
amparo a un enemigo declarado del gobierno, hizo salir
al pretenso reo de estado, q!lien, disfrazado, hubo de buscar otro escondite. En ésas estaba cuando fue tomado
presu, disfrazado de clérigo, y llevado a la alcaldía y luégo
al edificio de Las Aulas, hóy Biblioteca Nacional y Salón
de Orados. París, libre de complicidad, no había pensado
en huír ni en ocultarse; su casa era lugar de cita de respetables conservadores,
no para confabularse contra el
gobierno, sino para departir amenamente, cual se hace en
• 183 •
/
sociedad; de ahí se tomó pie para considerar que la maRsión de don Joaquin era el local de algún tremebundo club
revolucionario, y nuestro general fue a dar a la cárcel,
acusado de ser uno de los instigadores y organizadores
del plan subversivo. A Ospina le sometieron a juicio y a
la postre fue absuelto. A Paris no hubo cómo seguírselo,
por falta de pruebas, y una vez sofocada la rebelión se le
puso en libertad sin más explicaciones.
El general Joaquín Acosta, en carta fechada en Ouaduas el13 de agosto de 1851, decía a don Pedra Fernández Madrid:
«La noticia de la prisión de mi bueno y antiguo
amigo Joaquín París ha producido en mí y en toda mí
familia la más dolorosa sensación, y Carolina, Solita y yo
comisionamos a usted para que lo diga a Mariquita, Virginia, Vicente (Roche), Pedro María y demás, y pedimos
nos digan qué podemos hacer por aliviar sus penas.
«Estoy convencido de que el general París no pretendía hacer un prommciamiento
militar; él, que aprobaba
tánto la cláusula del testamento de Acevedo en esta materia, ¿ cómo había de querer perder el derecho de llamar
faccioso a José Maria Obando?»
El general José Acevedo había declarado en su test~mento: "que desde antes de cumplir yo la edad de trece
años y medio he servido a la patria en la carrera de las
armas sin faltar jamás a la lealtad y honradez que heredé
de mis venerados padres; y que por escala he hecho mi
carrera desde soldado hasta general, sin haber tenido parte
Ili /a menor ingerencia en revo7ución, prollunciamiento
ni
trastorno a/gullo contra e/ gobierno constitucional de la
RepÚblica, a cuyas instituciones republicanas he permanecido constantemente fiel, obrando siempre con entera buena
fe y probidad.»
CAPITULO
XVI
Campaña de 1854
La oposición al gobiemo fibual.-CJ)i'Visión entre los fiberales.- Triunfos
pa.rciales de los coilsu'Vadores.-Causas
á.ela. rt'Volución de 1854.
Don Joa.quín París en campaña.-Fuerzas
a sus 6rdenes.-Desastres
de Zipaquirá y Tiquisa..-El gobierno de BUf'eM.-La. di'Visión del
Alto Magdalena.-EI concurso antioqueño.-El gobicfTlo en Ibagué.
Conferencias en Bonda.-EI ejército del Sur .• Operaciones en el rio.
Toma de La Mesa.
Como ocurre siempre que un partido ministerial queda
sin oposición ni contrapeso, el liberal que gobernaba con
López, una vez aplastada
la rebelión conservadora se
halló libre de enemigos, aun en la prensa y en la tribuna
parlamentaria, porque los vencidos no hicieron acto de
presencia en las urnas electorales ni siguieron escribiendo
con el brío y decisión con -que Ospina, Caro, Arboleda,
Calvo, Mallarino y otlos lo habían hecho en Bogotá, Popayán, Cartagena, Cali, desde las columnas de La Civilización, El Misóforo,La República, El Ariete. Pero en cambio
surgieron contra el gobierno La Reforma, El Constitucianal y otros periódicos de la escuela radical, en cuyas columnas Florentino González, Francisco Eustaquio Alvarez
• 185 -
y otros ciudadanos de la extrema izquierda del circulo
dominante fustlgaban a los hombres del poder, a sus amigos de la vlspera, a tiempo que caia del ministerio Manuel
Murillo, que con González disputdba la jefatura del grupo
radical.
De ese modo quedó el liberalismo perfectamente dividido en dos tendencias, ]a una ministerial, ansiosa de conservar lo existente, no porque hubiera dejado de abominar
antes contra ello, como carcomido y caduco, sino porque
ahora le importaba mantenerse en el poder, al paso que
los radicales anhelaban toda suerte de reformas, empezando por la autonomía de las provincias y la libre elección popular de sus gobernadores, aUOllue éstos y las
correspondientes asambleas resultasen de color diametralmente opuesto al de los hombres que desde Bogotá gobernaban el país con férreo centralismo.
Los conservadores hicieron causa común con los liberales de la izquierda y amparados por una nueva conslitución política de la República, la del 21 de mayo de 1853,
alcanzaron por la fuerza de la opinión que el gobierno seccional fuese suyo en trece de las treinta y seis provincias
en que entonce~ se dividia el país; trece provincias de las
más importantes, como que entre ellas estaban Medellín,
Bogotá, Popayán, Pasto, Buenaventura (Cali) y Neiva;
Mariquita (Ibagué), Cundinamarca (Chocontá) y Zipaquirá,
colindantes con Bogotá; Córdoba (Ríonegro), Ríohacha,
Valledupar, Túquerres y si se quiere una décimacuarta,
Panamá, donde hubo gobierno mixto y uno de los secretarios del gobernador fue el futuro presidente doctor Manuel Antonio Sanclemente; Mariano y Pastor Ospina, Mateo Viana, Rufino Vega, Mallarino, Manuel de Jesús Quijano, Vicente Cárdenas, Venancio Restrepo, A~tonio José
Chaves, José Leonardo Hincapié fueron de los conservadores llamados a gobernar provincias, al paso que sus
aliados del momento, los radicales, triunfaban en MompóSt
.186 •
Tundama, Casanare, Vélez, García Ravira, Socorro, Santander (Cúcuta) y parte del istmo de Panamá. A los gobiernistas no les agradó el resultado electoral, que implicó
mayoría radical-conservadora
en las cámaras legislativas,
que en las sesiones del 54 se empeñaron en acabar con el
ejército permanente y con la institución armada, negando
al presidente de la República, general José Maria Obando,
el número de soldados que reclamaba para la defensa del
orden.
De esa pugna nació la rebelión del 17 de abril de 1854,
fruto del deseo que animaba a los liberales de no perder
la hegemonía y una vez desembarazados de sus enemigos
coaJigados, reconstituír el país a su capricho. El general
José María Melo, nrazo derecho de Obando, encabezó el
golpe contra las instituciones y afrontó resueltamente la
dirección y responsabilidad
de él, porque se negaron a
acompaflarlo el presidente y otros de sus amigos políticos.
Algunos liberales como el ex-presidente López, el vIcepresidente Obaldia, el doctor Rafael N\.Íl'\ez y unos cuantos gobernadores obandistas hicieron causa común con la
liga radical-conservadora, que voló a los dmpamentos a
sostener las instituciones del 53. Muchos ciudadanos salieron de Bogotá para otras provincias a levantar el estandarte de la legitimidad, entre ellos el general Tomás
Herrera, designado para ejercer el poder ejecutivo, que
asumió en Chocontá y fue a ejercer en Tunja, de donde
volvió a mediados de mayo, para estrellarse en Zipaquirá
yen Tíquisa contra los aguerridos batallones de Melo.
El general París, burlando el espionaje de los dictato~
riales, logró salir de Bogotá el 5 de mayo con su hijo don
Mariano, con el coronel Manuel Meléndez de Arjona, un
hijo de ést~ y el capitán Severo Rueda. Los cinco tomaron
el camino de La Mesa. Al otro dia se les unieron cuatro
militares y ocho civiles que también habian salido de la
capital el 5, armados de fusiles. COll esas diez y seis per""
• 187 •
sanas siguió su marcha y el 7 arribó- a La Esperanza, donde
supo que doscientos melistas se dirigian de Bogotá a La
Mesa con Francisco Torres Hinestrosa y Miguel Troncoso, quien iba a asumir la gobernación de Tequendama,
por los rebeldes. París avanzó en dirección al tío Magdalena, siempre engrosando su escasa fuerza, y el 8 se le
unieron en Anapoima los señores Rafael, Federico y Medardo Rivas, Evaristo y Alejo de la Torre, quienes daban
allí pasos encaminados al restablecimiento
del gobierno
legítimo. Ya en número de veinticuatro, fuéronse el general y su comitiva para las juntas oe Apulo, donde supieron
que el enemigo, enterado de. que ocupaban a Anapoima,
había contramarchado, y ocuparon La Mesa el 9. Torres
salió de allí preci pitada mente, al saber que el general Paris
se había declarado en armas, y por atajos y veredas arribó
el 10 a Bogotá.
En La Mesa se presentó a París el afamado guerrillero
conservador jasé María Ardila, quien había obtenido algunos triunfos sobre destacamentos melistas en la sabana
de Bogotá, y entregó al general los prisioneros que hiciera
en un encuentro realizado en Funza. Con la gente de Ardila, que eran cuarenta, triplicó don Joaquín su fuerza y
dictó diversas providencias para hacerse a recursos y continuar con buen resultado las operaciones. Organizó una
columna de tropas, de la que hizo a Arjona jefe de estado
mayor y nombró al doctor Medardo Rivas su ayudante de
campo; con dos companías de a cincuenta y cinco hombres, en las cuales incorporó gran parte de los prisioneros
de Funza, formó el Batallón Bogotá, del que hizo jefe al
coronel Juan Miguel González, otro escapado de la capital;
con treinta hombres de caballería que Je suministró Ardlla
formó un escuadrón y pudo en breve pasar revista a ciento
treinta y un hombres.
La fuerza de París seguía engrosando diariamente con
jóvenes radicales que huian de Bogotá y se le presentaban;
24
• T88 •.
estableció la compal'lla de La Unión, que puso al mando
del capitan doctor Laureano Mosquera, senador payanés
que había huido igualmente de Bogotá. Hasta el 16 de
mayo se habian incorporado a la columna en La Mesa,
aparte de los nombrados y de otros que omitimos, el doctor
Felipe Pérez, el coronel José Vargas Paris, el comandante
Manuel Antonio López, el doctor Ignacio Ospina. En esa
fecha constaba de trescientos hombres la fuerza del general Paris, quien se puso inmediatamente en combinación con el general López, que venía hacia la sabana con
fuerzas organizadas en Neiva por él y por el gobernador
de esa provincla,"doctor Rufino Vega, y con el comandante
Julio Arboleda, que dirigía una fuerza de seiscientos hombres, arreglada en la provincia de Mariquita y que se denominaba división de Occidente, nombre que cambió luégo
por el de columna de Tequendama.
El 18 de mayo marchó Paris a Tocaima para hablar
con el ex-presidente
López y concertar las operaciones
sobre Bogotá, y supo que el general Manuel María Franco
avanzaba también contra la capital con fuerzas que él y el
encargado del poder ejecutivo, general Herrera, habían
reunido en las provincias de Tunja y Tundama. El 19 volvió Paris a La Mesa, y su columna, constant& ya de quinientos homores, tomó la vanguardia y marchó hacia Bogotá. El 20 pernoctó en La Herrera, y con otros ciudadanos
que se le incorporaron sumó setecientos treinta hombres,
seiscientos noventa y cinco de ellos armados con fusiles,
lanzas y carabinas y el resto inermes. Desde antes de abandonar a La Mesa había enviado París a Bogotá a Pedro
Rojas Molina para que le llevase algunos fusiles y otros
elemenlos, indicandole el lugar donde debía recibirlos y
los medios de transportarias.
Rojas cumplió su peligrosa
comisión y tornó el 18 al campamento con veinte fusiles,
trescientas noventa piedras de chispa y algunos cartuchos
embaJados.
• 119 .
López y Paris tenia n en mira apoyar las operaclones
de Franco y unirse a él y a Herrera para formar un verdadero ejército, al que se agregaría la gente de Arboleda,
que también avanzaba para la sabana. Franco fue batido
en Zipaquirá el 20 y allí perdió la vida; Herrera logró salvar parte del ejército del norte y fue completamente desbaratado el 21 en Tiquisa, por el general Melo y lo más
aguerrido de la tropa veterana que guarnecía a Bogotá.
París, sabedor de que Melo había ocupado a Facatativá fuese a La Mesa, donde creyó poder unirse a López,
pero éste habia tomado para Neiva, pasando por Flandes
el Magdalena. Don Joaquín resolvió hacer de Honda el
teatro de posteriores operaciones y cubrir los pasos del
río, apoyado por la columna de Arboleda.
Como no todas las personas que acompañ.aban al
general París eran adecuadas para hacer campañ.a en las
orillas del Magdalena, dicho jefe dejó la caballería de la
sabana antes de entrar al monte, disolvió en La Mesa otra
porción de su columna y continuó para Mariquita conduciendo el armamento.
Herrera supo en Villeta que el general Mosquera
había I1egado a Barranquilla e inmediatamente le nombró
comandante general de las fuerzas del istmo de Panamá'
la costa atlántica y Mompós; de Villeta siguió para La
Mesa por Bituima, en busca de López y París, pero sabedor de que avanzaba el enemigo, el 26 se dirigió a Honda,
adonde llegó también Arboleda con su fuerza; otra organizada por el coronel Antonio María Díaz con los dispersos de Zipaquirá y Tíquisa, y ciento veinte hombres de la
misma columna de Tequendama, mandados por el coronel
Francisco de Paula Diago, quien tenía por ayudante al
capitán Pedro María Paris, primogénito del general, siguieron en pos de Arboleda y de los miembros del poder ejecutivo. Este se había reorganizado el 23 y 24, con el doctor Ramón Matéus para secretario de relaciones exteriores
.·Igo •
encargado del despacho de la guerra, y el doctor Pastor
Ospina, secretario de hacienda, encargado de la cartera
de gobierno. Matéus era gobernador de Vélez y Ospina de
Bogotá.
París supo el 26, en vía para Guataquí, que Herrera
y sus secretarios habían pasado a la banda occidental del
Magdalena, y dejando su columna a las órdenes de Arjona,
fue a recibir órdenes del gobierno. La columna llegó el 27
a Guataquí, donde se le agregó la compania de La Unión,
que se había incorporado a las fuerzas de López y que
era comandada por el doctor Salvador Camacho Roldãn.
París regresó el 29 a reasumir el mando de su tropa y después de dictar algl/nas disposiciones tendientes a la mejor
organización de ella, dispuso que toda la gente s~ alistase
para seguir a territorio mariquitefto. Dejó alguna fuerza
para cubrir los pasos de Ouataqui y Opía y dispuso recoger todas las embarcaciones y no permitir que alguna quedase en la banda oriental del Magdalena, para impedir
que lo atravesasen los dictatoriales. Coñ el resto de la
columna, doscientos hombres, se embarc'Ó para Ambalema,
adonde arribó en la tarde del 30. Alli estaba Diago, con
quien ~iguió a Honda y en este puerto, por instrucciones
del ejecutivo, organizó el 4 de junio una división que se
llamó del Alto Magdalena, que tendría por comandante
general al mismo París, por segundo a Diago, por jefe de
estado mayor a Arjana y por jefes de las dos columnas
de que constaría, a los comandantes Arboleda y Rojas Pinzón. Esa división, sumándol~ alguna gente llegada de
Popayán y de Neiva, montó a dos mil hombres, que quedaron por lo protdo escalonados de Honda a Purificación.
El general Herrera se trasladó transitoriamente a esa
última villa, donde dispuso que López fuese jefe de lo que
se denominaría ejército del Sur y que partiera a tomar el
mando de las fuerzas que existían en el departamento
militar del Cauca; extendió a Mosquera su jurisdicción a
·
'"
.
todo el norte, con encargo de que levantase allá otro ejército y que París quedase al frente de la división del Alto,
para oponerse a las tropas mellstas que pudieran invadir
los provincias de Neiva y Mariquita. Dispuso, además, el
encargado del poder ejecutivo, Que las tropas de López,
de Mosquera y de Paris no obrasen sino en combinación,
para obtener resultados satisfactorios de (a campal'ia.
En Antioquia levantaron el sentimiento popular en favor
del gobierno los doctores Mariano Ospina y Venancio Restrepo, gobernadores
de Medellín y Córdoba. En la montaña se organizó una respetable división, para la cual se
envió un cuadro de oficiales y un jefe de los que estaban
en Mariquita, el general Marcelo Buitrago. Los antioqueños /legaron a Honda, por el rio, desde Nare, y por tierra,
de los lados del Ruiz. A fines de julio estaban ya casi
todos en Honda, donde se les sumó a la división del Alto
Magdalena, cuyo segundo jefe vino a ser Buitrago, a quien
se encargó especialmente la defensa de aquella plaza.
El aumento de las. fuerzas estacionadas en Mariquita
coincidió con mayor actividad de las operaciones revolucionarias, y a fines de julio fue una fuerza melil'>tade quinientos hombres, mandada por el coronel Manueljiménez
a ocupar la plaza de Guaduas. Paris tuvo noticia de esto
al mismo tiempo que de la ocupación de La Palma por
otra fuerza enemiga. y para estar a cubierto de cualquier
contingencia, proveyó de municiones a toda la fuerza constitucional y dictó las medidas conducentes a la defensa de
la línea del Magdalena, alistando las reservas, para que
marchasen al punto que se creyera conveniente.
Cuando esto ocurría acababa de sentar sus reales en
Ibagué el gobierno nacional, que había vagado por esa y
otras localidades y se preparaba a encaminarse al norte,
de lo que disuadieron a Herrera Arboleda y otros miembros del congreso, que habían llegado para reanudar las
sesiones del soberano cuerpo, disueltas por Melo y para
las que Herrera habla convocado desde Villeta.
• 192 •
Herrera organizó en Honda, el 15 de julio, su gabinete
definitivo, conservando a Matéus en relaciones exteriores,
nombrando a don Pastor Ospina para gobierno, a don
José María Plata, secretario de hacienda de Obando, que
había logrado huír de Bogotá, para esa misma cartera, y
al expresidente Herrán, que estaba en los Estados Unidos,
para la de guerra, cuyo portafolio desempeñaria interinamente el doctor Matéus.
Con anterioridad
había elevado Herrera el ejército
constitucional a diez mil hombres y reorganizado la división de Paris y la de López. La primera constaria de tres
columnas mandadas por Arboleda, Viana y Diago, con el
mismo París por jefe, y la integrarían Jas fuerzas de jas
provincias de Tequendama, Mariquita, Antioquia, Medellín y Córdoba.
El gobierno se había preocupado de la introducción
de armas y otros elementos y lo mismo habían hecho el
gobernador de Medellín, doctor Mariano Ospína, y los
generales Herrán y Mosquera. El último recibió el 18 de
julio una segunda remesa de armas del exteríor e inmediatamente le envió a Honda al general París 600 fusiles, 250
vestídos, 1800 frazadas y 14000 cebos fulminantes'.
Cuando la división del Alto Magdalena se ,proveia de
los elementos que, le hacían falta, lograba fugar de Bogotá
y encaminarse a Ibagué el vicepresidente de la República,
don José de Obaldía, quien asumió el poder el 5 de agosto
dando asi nuevo prestigio a la causa de la legitimidad.
Herrera fue destinado a comandar una de las divisiones
del ejército del Norte y salió para Ocafta, donde creía
encontrarse con Mosquera, que subía para Honda a conferenciar con los miembros del poder ejecutivo y con los
generales López y Paris para combinar las operaciones
militares.
Mosquera venia en el vapor Manzanares y llegó
enfermo a Honda el 17 de agosto, a consecuencia de una
• 193 -
calda de la escotilla de ese barco. El vicepresidente salió
inmediatamente
para dicho puerto con el secretario de
gobierno, Ospina, con el de hacienda, Plata, que ejercía
ahora el despacho de la guerra, y con el doctor José Ignacio de Márquez, presidente de la corte suprema que se
había instalado el 8 en Ibagué. Llegaron a Honda el 22 y
tuvieron tres días de conferencias con el jefe del ejército
del Norte, quien el mismo 22 lanzó una proclama a los
granadinos en la cual decía:
«Aquí debí verme con los generales López y París,
comandantes en jefe de las divisiones del Sur y Alto Magdalena, y juntos trazar el plan de operáciones que debe
salvar la libertad y la República, sosteniendo la constitución. Cuarenta ai'ios hace que ellos y yo servimos por la
noble causa de la independencia, bajo Narii'io y Cabal, y
todavía imberbes aspirábamos al honor de merecer bien
de la patria. Hoy, cubiertos de canas, podemos aún servir
en la misma causa, defendiendo los mismos principios que
al comenzar nuestra carrera ... »
Mosquera presentó a los miembros del gobierno un
plan de operaciones que se adoptó el 24, con algunas
variantes; según lo acordado al respecto, las divisiones de
López y Paris deberian refundir~e en un solo ejército, y
al estar reunidos éste y el del Norte, Mosquera asumida el
mando general de ambos. El coronel Agustin Codazzi,
que acompañaba a Mosquera, trazó el plan de defensa de
Honda, y sobre él, con la aprobación del mismo general y
la de Paris, se mandaron levantar las trincheras que debian
resguardar la ciudad, con una fuerza de 416 hombres.
Plata tomó un memorándum del plan de operaciones para
darIa a López, quien debía emitir concepto sobre él y si
creía que en algo debía variarse, comunicaria oportunamente a Mosquera. López marchó del Cauca a Ibagué, par
la via de la Plata, el 23 de agosto.
Paris había hecho situar a Arboleda en Ouataquí y
- 194 -
personalmente
atendia al equipo y operaciones de la
columna de Tequendama, cuya presençia bastó para que
se retirasen hacia la sabana las columnas ·melistas que
estaban en Ouaduas y La Palma. Libre de enemigos en
la banda oriental del Magdalena, fuese Paris a la capital
provisional de la República a recibir nuevas instrucciones,
y a su paso encontró a Herrera, que iba en busca de Mosquera. Paris y Herrera conferenciaron detenidamente sobre
lo que en concepto del primero debia realizarse por los
dos ejércitos para que el mismo exencargado del ejecutivo instruyese d~ todo al jefe del ejército del Norte. Don
Joaquin llegó el 12 de agosto a Ibagué y después de hablar
muy largo con el señor Obaldia, volvió a Ouataqui, de
donde marchó a Honda, después de recibir un aviso de
que Mosquera había llegado a ese puerto.
La división del Alto Magdalena tenia entonces 1700
hombres y disponibles 1500 de las tres armas. París situó
en la parte superior del salto de Honda un bongo traido
desde Mompós por Mosquera; se dieron todas las órdenes para la defensa y para reforzar a Arboleda y tuvo
nuevas conferencias con el expresidente a bordo del Manzanares, después de lo cual regresó a Honda el 31 de
agosto por la noche, p!ra situar su cuartel general en
Ouataqui, en virtud de que Arboleda le informó que seria
atacado por aquella parte.
Obaldia decretó el 29 la reunión de las divisiones del
Sur y del Alto Magdalena en un solo ejército, con el nombre de la primera de ellas y lo puso al mando de López.
a quien nombró director de las operaciones militares en el
sur de Bogotá. en Antioquia y en la región del Alto Magdalena. Paris quedó como segundo de ese ejército y ambos generales conservaron la jefatura de sus respectivas
divisiones.
La senora Acosta de Samper, en su biografia del general Paris, hace notar que si éste fue segundo jefe no más,
- 195 -
lo debió a su proverbial
modestia,
porque
el gobierno
quiso nombrado
rara el primer
puesto, que él rehusó y
pidió a Ohaldia que lo diese al general López.
Arboleda, contra el parecer de París, habia estado solicitando, desde principios
del mes, autorización
para ir a
tomar La Mesa, y dicho general, escaso de fuerzas en
Honda, pues la mayor parte de las que componian su división estaban con aquel jete en Guataqui, hubo de manifestar al gobierno
que protegería
Jas movimientos
de don
Julio para evitar un desastre.
Las fuerzas de Arboleda
avanzaron en persecución
de una de Melo que estaba en
Tocaima y que se retiró, y fueron hasta las inmediaciones
de La Mesa. López y París 110 vacilaron
en apoyar los
movimientos
del poetaguerrero.
El general Paris determinó las operaciones
de Arboleda, que dieron por resultado la evacuación
de La Mesa por los melistas que la
ocupaban y la toma de ella el 11 de septiembre
a la madrugada.
Los acertados movimientos
estratégicos
dispuestos por Paris obtuvieron ese triunfo a la causa constitucIonal, triunfo que de otra manera habría costado numerosas
vidas. Asi lo reconoció
Arboleda,
quien, en el parte que
dirigió a su general, decía que había cumplido las Órdenes
de éste sin derramar una sola gota de sangre.
París permaneció
algunos dias por los lados del Magdalena, y López entró a La M~sa el ] 3. Aqui confió a Arboleda el mando de la segunda división mientías
llegaba su
jefe titular. Dicha ciudad fue hecha cuartel general de los
legitímistas,
y a mediados de noviembre se trasladó allí el
gobierno para ~egllir de cerca los movimientos
del ejército del Sur.
26
......
~
0:;:: ~ ..::::.. ~ ..:;::...
.. ~ \¡o••o..:- ~ -.::;::.. @ffiffi~"
-
•:.:::
~~~~~~~
~
CAPITULO XVII
Continuación del anterior. Sucesos posteriores
Enfermedad de don Joaquín. -Batalla. de Bosa.-Hazañas de don José Ma.nuel Paris.-Triunfo
de Las Cruces.-/lIedallas del Salamina.-Toma
de c.Bogotá.-El general París designado a lit presiáencia.-Don Fidel
París. - Hacia [it federación.- Organización de [os Estados.-Don
Joaquín, gobet'Tlador de Cundinamarca. -Entusiasmo pot' su elección.Su labo,. en ese pues/o.-Ot,.a 'Vell en el ejército.
La activa labor desplegada por el general Paris mmo
considerablemente su salud y hubo de retirarse por diez
dias, los últimos de octubre, del comando de la división,
el que se confió tra:1sitoriamente al general Buitrago. Ya
para entonces habian aumentado tánto las fuerzas del ejército del Sur, no obstante numerosas bajas experimentadas
en La Mesa a causa del clima y de la aglomeración de
muchos soldados, que López creó una tercera división,
cuyo mando confió al general Ramón Espina.
Para un ataque serio a los melistas de la sabana habian
sido transportados de Honda hasta La Mesa varios canones; pero Lópe~, temeroso de que pudieran caer en manos
• '91 .
del enemigo, se resistió a que se sacasen de la última de
esas ciudades. París le hizo ver la conveniencia de trasla·
darlos a los puntos a donde se moviese el ejército, y apoyado por Arboleda logró que el jefe del ejército conviniera
en ello. El ejército se movió, en parte, para Tena el 11 de
noviembre, una vez que López y París exploraron ese
punto y p.aIlaron la conveniencia de situarse allí.
A poco, el 17, se presentó en La Mesa el general He.
rrán y fue nombrado generalísimo de todas las tropas legitimistas. Las del Sur constaban de cuatro mil soldados y
su vanguardia, formada por la columna de Arboleda, fue
a situarse el 18 en Basa, donde el 22 se libró una reñidisima batalla a cuyo éxito cooperaron notablemente los
generales Herrán, López, París y el comandante Arboleda.
Entre los heridos en esa acción, brillantísima para los constitucionales, se contó don JOSé Manuel Paris, uno de los
cinco hijos del general que hacían campaña a su lado.
En Basa, «Melo atacó resuelto nuestras posiciones, y
el combate fue recio y sostenido; tres veces tomó nuestras
trincheras y otras tantas tuvo que abandonarIas, porqu.e
los antiaqucftos estaban resueltos a morir antes que obe.
decer la orden de retirarse. El general Joaquin Paris, que
por su pericia y denuedo habia sido elegido para dirigir
la peligrosa evolución, hizo presente que Con esa tropa
toda retirada podia convertirse en derrota, y que en el
punto a que había llegado el combate era preciso cambiar
el plan o limitarse a reforzar la vanguardia. Se resolvió
esto último, y los primeros que llegaron al sitio de la pelea
fueron la compañía de la Unión y el batallón Republicanos
resueltos, ambos cuerpos formados de jóvenes pertenecientes a familias notables de B·)gotá y de otras ciudades de
la República.» «Robustecida la vanguardia con tan eficaz
apoyo, salió de sus atdncheramientos y desalojó al enemigo
de los suyos, quedando en el campo fuera de combate los
dos jefes antioqueños, Henao y Londoño, y muchos jóve-
· '98 .
n.es notables,
como Ignacio Rovira, José Manuel París,
Basilio Luengas y otros'& (1).
Don José Manuel era un joven de gran valor personal,
rayano en la temeridad. Pocos años antes había ocurrido
un grande incendio en Bogotá, en el monasterío
de las
conceptas, que cuando el fuego hada pasto suyo al edificio, estaban muy ajenas al peligro que las rodeaba;
la
policía obligó a abrir las puertas del monasterio
y por
ellas penetraron algunas personas ;¡:-riesgadas, yendo el
joven París a la cabeza. Este dirigió ci salvamento de las
religiosas y ya se retiraba a sitio seguro, cuando se le
informó que en una celda se encontraba una monja enferma; vaiá a so-:orrerla, eila creyó, ignorante de la obligada
violación de la clausura, que la persona que de súbito la
'tomaba en sus brazos y que estaba con el rostro tiznado,
los vestidos chamuzcados
y los botones tostados,
era un
sér infernal surgido del averno. París logró salir con su
preciada carga y tras él se desplomó la celda de la enferma
y toda aquella parte del monasterio.
Su heroica y desinteresada labor en ese siniestro le produjo una afección al
hígado, que lo condujo al borde del sepulcro.
Don Pedro Gual, amigo de de·n Joaquín, y cuya quinta,
que ocupaba ia manzana determinada hoy por las carreras
12 y 13 Y las calles 16 y 17, era a diario visitada por los
PaíÏscs, decía que éstos no sólo no temían sino que los
atraían los peligros,
Por la época del incendio en la Concepción, cuando
imperaban las sociedades democráticas,
ocurrió otro incidente a don JOSé Manuel. Este y otro joven conservador,
don Pedro Julio Dùusdebés, se encontraban
una noche en
la casa del genaal Manuel Arjona, en el barrio de Santa
Bárbara, y punto de reunión de los conservadores.
Varios
(I) Ramóñ Guerra Azuola, Recuerdos de la. ca.mpa.ña. de /854, en ri Re.
pertorio Colombiano,
·199 -
democráticos
partieron hacia dicha casa, en actitud amenazante, y al saberlo Paris y Dousdebés,
fueron hasta la plazuela de San Agustín,
para esquiv:lr
un encuentro
desagradable
y sin objeto. Su actitud cambió presto, porque
los enemigos, aunque no encontraron
con quién habérselas, quisieron hacer víctima de StLS odios a ]a familia Arjona Antes de que los democráticos
hubieran tenido tiempo
de ultrajar a las hij:\s del general, penetraron París y Dousdebés a la s:¡la Je la casa, donde dos señoritas se abrazaron a 11110 de los jóvenes y otras dos al otro, buscando
su
defensa. En ésas, un trabucazo que penetró por una ventana destrozó el traje a una de las niñas que se escudaban
con DOllsdebés, mas elJa quedó ilesa. Algunos democráticos penetraron
a la sala y de un culatazo echaron al suelo
a don José Mé1nuel; no contentos
con eso le hicieron un
disp;¡ro, que él logró esquivar, pero el proyectil al estallar
contra las esteras del suelo, rebotó e introdujo varios espartos en ulla pantorrilla
del valeroso joven. Por suerte, las
cosas no pasaron de allí; el jde de los asaltantes, un negro
Londoño, era hermano de leche .de Paris y al reconocer a
éste, ordenó él los democráticos
que lo condujesen a su casa.
La herida que don José Manuel recibió en Rosa fue en la
paletilla izquierda;
hizose p'eciso operario, y el cirujano
que se encargó de la curación,
doctor Ricardo Niniano
Cheyne, se desmayÓ, en tanto que Paris, ~ereno, soportaba
agudos dolores, dueño de sus cinco sentidos y sin exhalar
una qu~ja.
Al triunfo de Basa siguió otro en Las Cruces, al cual
cooperó igualmente el general París, y entre los oficiales
que entonces se distinguieron
figuraron sus ayudantes
de
campo José Antonio Ariza, senador de la RepÚblica, Rafael
Pombo y francisco
Eu:,taquio Alvarez, quien era además
secretario genera I.
El batallón
Salamina, que se destacó sobre todos en
la batalla de Basa, hizo repartir algunos días más tarde
• 200 -
llnas medallas de oro, de forma circular y de treinta y dos
milímetros de diámetro, con el escudo de armas de la República y un lema en la circunferencia con las palabras:
jornada del 22 de noviembre. Puente de Basa,. al pie del
escudo, B.1tallón Salamina, y por el reverso el nombre de
la persona a quien se le daba la medalla. Una de éstas
correspondió al general Paris; otras tres a sus hij)s don
JOSé Manuel, don Fidel y don Mariano. El total de medallas fue de trei nta y dos.
Después del combate de Las Cruces, duenos ya los
constitucionales de las afueras de la capital por el lado del
sur, del occidente y del oriente, se sllcedieron frecuentes
escaramuzas y encuentros de más o menos significación,
hasta el 4 de diciembre, fecl:t en que, con la intervención
del ejército del Norte que el 2 habia pasado a situarse en
Chapinero, fue rescatada la capital de la República.
Nos haríamos interminables si pretendiéramos rememorar la célebre acción del 4, en que quedó aplastada la
dictadura, pero se perdieron preciosas existencias, como
las de los beneméritos próceres general Tomás Herrera y
Camilo Mendoza. Bástenos decir que el 3 a medio día
estableció el ejército del Sur la línea meridional del asalto,
desde Egipto hasta San Victorino. y que el general París,
con su división, ocupó el ala izquierda, que se extendió de
Santa Bárbara a San Victorino.
A las dos de la tarde, reconocidos los puntos por los
generales que mandaban las fuerzas del asalto, se empezó
a ganar terreno a fuego y sangre. La primera división del
Sur se apoderó de buen trecho de la ciudad, por San Agustín y la calle de la Carrera, del lado meridional, y de la casa
de moneda por el oriental. La segunda división, mandada
por París, sobrepasando lo ordenado por Herrán y López,
se apoderó en San Victorino de varias casas donde los
revolucionarios se habían hecho fuertes; además se extendió más de lo acordado previamente, y fue preciso ir des-
- 201 -
tinando la reserva, de la cual no quedaron disponibles sino
dos compañías. Hasta el amanecer:del 4 se sostuvo el fuego
con poca intensidad y a la una de la mañana le hizo saber
López a Herrán que el ejército del Sur había hecho más de
lo que podía esperarse.
Muy de mañana empezaron las operacione!) de los dos
ejércitos el día 4, empeñados ambos en estrechar el cerco.
Las tropas de Mosquera fueron tomando palmo a palmo,
con el mayor arrojo, todas las manzanas de la parte septentrional de la ciudad, hasta llegar a la plaza de San Francisco, en donde se rindíeron Melo y muchos de sus subalternos. El ejército del Sur, con no menor denuedo, logró
llegar a las cuatro de la t:ude a la plaza principal y a la
de San Agustín. A la ocupaciÓn de esta última consagró
especialmente sus esfuerzos el general Paris, y en los precisos momentos en que él lograba penetrar a ella, que
había sido uno de los plintos mejor defendiúos por el enemigo, Mosquera, adelantándose
a los suyos, iba de San
Francisco a la plaza de Bolívar en solicitud de alguno de
los jefes del ejército del Sur, y se encontraba allí con
varios de los comandantes de batallones y columnas. "Yo,
que observaba esto desde las colinas de Egipto, dice el
general López en su párte, volé en pos del ilustre general
Mosquera a darle mi abrazo fraternal, lo qlle logré en la
plaza de la Constitución, que era el punto que vos (se
dirige a Herrán) habíais Sl'ilalado al ejército del Sur como
el signo inequívoco de la vicroria.»
Después de tomada la capitfll, los generales Herrán,
Mosquera y López pasaron al poder ejec:.Jtivo scndos pártes de las operaciones a ellos confíadas. El primero, al
referirse a Basa, elogia por sobre todo la conducta del general París. López recomendaba también, de manera preferente, el comportamiento de París en las diversas acciones que díeron po, resultado el térmíno de la rebelión.
La capital se esmeró en a~asajar dignamente a sus
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• 202 •
libertadores y hubo diversos festejos. El 17 de diciembre
sirvió en e¡salón de sesiones de la cámara de representantes un banquete durante el cual ocho jóvenes vestales ofrecieron coronas al vicepresidente Obaldía y a los generales
Herrán, Mosquera y París. López no estaba ya en la capital. El 6 de enero de 1855 se dio un baile en honor de los
mismos magistrado y generales.
A raíz de la toma de Bogotá hubo diferentes cambios
en el ejército; el7 de diciembre fue París nombrado comandante general de Cundinamarca y a los seis días renunció,
para ser sustituido por Mosquera.
Terminada la revuelta y encarrilado el país por sendas
bonancibles, recibió el general Paris una prueba espléndida
del aprecio que le tenian sus compatriotas y del concepto
que les merecía; en sesión plena del congreo nacional,
celebrada el 5 de febrero de 1855, fue elegido designado
para ejercer el poder ejecutivo de la República a falta del
presidente y vicepresidente de la misma. El designado duraba un afta en su puesto, contado del 1.0 de abril siguiente
a su elección. En esta vez la designatura revestía, si se
quiere, mayor importancia, porque el congreso iba a juzgar al general Obando por su complicidad en el golpe del
17 de abril del 54, y la opinión de la gran mayoda de las
cámaras estaba por que se impartiese sanción contra ese
magistrado, como en efecto ocurrió, declarándole despojado
del derecho a ejercer el poder ejecutivo. Vino asi a"quedar
como jefe del estado, en propiedad para dos años, últimas
del período de Obando, el vicepresidente doctor Manuel
María Mallarino, quien para su segundo año de gobierno
tuvo por sustituto, en vez de Paris, al general Mosquera.
Ya hemos dicho que el 13 de enero de 1855 falleció de
tifo, en Bogotá, el segundo de los hijos del general París,
don Celestino, y que et 13 de mayo siguiente murió otro
de ellos, don Fidel. Respecto al último, nos parece oportuna la inserción de ta siguiente carta;
"Bogotá, 27 de mayo de 1855.
"Sellor Pedro María París.
«Mi querido primo:
«El doble vínculo de amistad y parentesco que me une
a ustedes me impone el triste deber de comunicarles, por
tu conducto, una noticia que nos tiene a todos los que nos
interesamos por ustedes en la más cruel incertidumbre y
en un estado de inquietud y de congoja que supera a toda
ponderación.
«Hacía dos semanas que no teníamos noticia alguna de
Fidel y de improviso comenzaron a circular rumores alarmantes, sin que fuese dable averiguar su exactitud, porque
no era posible determinar su origen. Unas v~ces se decía,
con referencia a cartas venidas de Simijaca, que estaba
gravemente enfermo; otras, que peones llegados allí de
Muzo aseguraban que Fidel se había caído de a caballo y
quedaba peligrosa mente maltratado; y otras cosas muy
diversas, pero siempre siniestras. Entre tanto, los miembros de la Compañía no recibían comunicación ninguna
del señor Fallan, ni podían, por consiguiente, satisfacer
nuestras frecuentes preguntas, hasta que al cabo hemos
salido de este estado de vacilación y duda, para ser precipitados en otro, no diré igual, sino mil veces más penoso.
Hoy han tenido cartas del señor Fallan los señores Schloss
y Michelsen y también Vicentico y Mariano. Aquellas son
mucho mas explicitas que éstas; pero unas y otras parecen competir en dar indicios de muy mal agUero, con detalles que causan mucho sobresalto. No tengo tiempo para
reproducir los pormenores, ni los recuerdo exactamente;
pero todos conducen a esta alarmantísima
conclusión:
Fidel salió de las minas el domingo 13 de los corrientes,
muy de mañana, dirigiéndose al pueblo a oír misa; y desde
entonces nada, absolutamente nada ha vuelto a saberse de
%6
.204-
él. Esto (sabiéndose como se sabe, que no ha pasado por
ninguno de los pueblos inmediatos) da un terrible grado
de verosimilitud a los rumores precedentes y a los que
con mayor vehemencia han ea menzado a circular de nuevo,
relativamente a nuestro hermano; sí, Pedro María, a nuestro hermano! porque Fidel lo era mio. La desgarrante
angustia que experimenta mí corazón y las pringantes
lágrimas que se agolpan a mis ojos al escribir estas líneas
atestiguan que Fidel, el inseparable compañero durante
tántos años, el predilecto, mejor diré, el único depositario
de mis m~s recónditos pensamientos, de todos mis proyectos y deseos, era ciertamente mí hermano. Yo lo lloro
como tal, y siento el alma inundárseme en ternura y las
sienes latirme dolorosamente al recordar sus nobles cualidades, su carácter tan gallardo y desprendido, su amor
filíal tan fino y consagrado, su proceder sitmpre cariftoso
y fraternal con ustedes, su afecto por mi madre y por mí,
y el cordial interés que tomaba en cuanto nos concernía!
Ah! ¿Será posible, me pregunto, será posible que no volvamos a ver ese semblante tan expresivo de sensibilidad
como de inteligencia y valor, tan compasivo y tierno como
enérgico y varonil? i. No volveremos a oír esa voz tan
familiar y grata a nuestros oídos, ni a estrechar contra
nuestro pecho ese corazón tan desinteresado y leal, tan
pundonoroso y rico en abnegación? Ah! Fidel, Fidel!
amigo mio, qué no diera yo por verte entre nosotros, festivo
y cariñoso como lo fuiste siempre con los tuyos? Pero esto
no será; demasiado cierto es que no será! Dios, cuyos
inexcrutables pero siempre sabios y adorables designios
no están a nuestro alcance, h"l querido recogerte en su
regazo. Dios, que no cuenta las virtudes por los años y que
recompensa cuando parece herir, te estimó digno y te llamó
a si. Cúmplase su divina voluntad y perdóneme El mis
egoístlcos lamentos.
«Debes dishnularme, mi querido Pedra María, el que
• 205 -
lastime tu sensibilidad con etlos, pero creo tener derecha
para hacerla, pues este inmenso dolor no es de ustedes
solamente, que también es mio, como ya lo he dicho; yel
único dolor de que no quisiéramos nunca divorciamos, es
el que nos callsa la pérdida de una persona amada. Yo no
sé lo que me está pasando. No puedo pensar sino en Fidel.
Todo me fastidia, todo lo veo enlutado. Hasta la presen-,
cia de los objetos más queridos me mortifica; pues los
contemplo con desconfianza y aprehensión. La idea de la
muertc y de Fidel jamás se me habian presentado unidas;
así es que, muerto él, me parece qne todo lo tenemos que
temer ... , Sin embargo, en el resto de tu familia no hay
novedad; todos están buenos, aunque afligidísimos. Mi
tía Mariquita sabe ya la desgracia terrible que ha sufrido,
y la soporta amargamente,.disimulando
algo de su cruel
pesar, por no acrecentar el de Virginia. Todos las hemos
rodeado desde que mi mamá les comunicó, con las debidas precauciones, la terrible noticia; ¡terrible! si, porque
no deja esperanza alguna. La última vez que Fidel fue
visto iba acercándose al río Minero, que estaha muy crecido, y la mula cn que cabalgaba cra bastante briosa. Después n;-¡die lo volviÓ a ver, y como hahían pasado ya nueve
dias. todus en MUlO, Simijaca, Chiquinquirá, etc. lo dan
por muerto, y comunican la noticia con detalles demasiado
dolorosos para que yo me atreva a comunicártelos todavía; pero al mismo tiempo demasiado auténticos, Quanchito, Eugenio y el cura de Coper, además del senor Fallon,
SOil quienes los comunican)
y demasiado circunstaliciados y positivos para que podamos ni debamos alimentar
esperanza alguna.
«Sé quc al decir esto desempeño una comisión odiosa,
pero cumplo un deber que yo no me he impuesto voluntariamente. Son nuestros parientes y nuestros amigos
todos quienes me han invitado e inducido a lIenarlo ....
He temido, además, que si guardáramos silencio la noticia -_
."206·
podría lIegarles por conducto y en forma aun más desagradable; pues aunque conozco que es casi imposible dar
bien una mala noticia, creo que vale más recibirla de quien
comparte nuestras penas que de un indiferente.
«Recomiendo a tu discreción el tiempo y la manera de
transmitiria a mi tío Joaquín, a quien nada me atrevo a
qecir, sino que no tema por su familia. Enrique, mi señora
Elisa, los Parises, las ü'Learies, etc.· etc.; todos la rodeamos y la procuramos distraer para que en estos primeros
días no pueda entregarse de lleno a su pesar.
«Va un abrazo de mi parte a tus hermanos y créeme
muy de veras tu afligido primo y amigo,
"P. FERNÀNDEZ
MADRID.>
Nuestra patria, en materia de forma de gobierno, ha
sido de las más susceptibles al espíritu de innovadón,
yendo unas veces al centralismo más templado, otras al
federalismo más lato; y no siempre ha tenido la cordura
de buscar o de sostenerse en el justo medio que concilie la
unidad nacional con la libertad de las secciones territoriales para el manejo de sus privativos intereses.
La Nueva Granada, al constituírse en 1832, lo hizo por
el sistema centralista o unitario, pero dejando cierta amplitud a las provincias para gobernarse. La carta fundamental del 32, en manos de un gobierno débil, dio asidero
al partido de oposición para sumir al país en una de las
más sangrientas, injustas y desalentadas guerras civiles
que hayamos soportado. Triunfante ese gobierno y fuerte
por el apoyo que entonces le brindó una mayoría sensata,
reformáronse las instituciones, basandolas en un centralismo riguroso, que diese mayor vigor y prestigio al jefe del
estado. ,De ahí la constitución de 1843, que a pesar de su
rigorismo dejó campo para que las secciones diesen impulso a sus fuentes de recursos, se organizaran y se des-
• 207 •
arroIJaran debidamente;
s610 que ese impulso iba del centro a la periferia; desde Bogotá se disponía la manera de
crear la riqueza pública y de aprovecharla
en beneficio de
toda la Nación. Asi, por ejemplo, el impuesto que en cada
provincia se cobraba para la conservación
o apertura de
las vias de comunicación, en vez de invertirlo al detal, en
insignificantes
veredas de parroquia,
lo empleó el presidente general Mosquera en la apertura y fomento de los
caminos de mayor importancia nacional, contra la grita de
algunas provincias, que hallaban eso injusto porque a ellas
no las beneficiaba tan directamente como a otras lo acordado por el poder ejecutivo.
De todo ello, y gracias a un cambio de gobierno que
dio asidero a multitud de innovaciones,
surgió una serie
de reformas constitucionales
y legales que culminaron en
la descentralización
de rentas y gastos, cediendo la Nación
a las provincias gran parte de sus cargas pero también de
sus entradas. La reforma no se detuvo allí, y una tercera
carta fundamental,
la del 53, consagró la autonomia provincial, que, como ya lo hemos anotado, fue la causa de la
rebel ón acaudillada por el general Melo, pero causa también de que esa rebelión fuese aplastada.
El 4 de diciembre de 1853 triunfó la constitución,
es decir~ el principio
de la autonomia provincial, y vino de esta manera la inevitable reacción contra lo que habian pretendido los rebeldes: en vez de robustecer
al poder ejecutivo, ensanchar
el gobierno seccional. Las condiciones topográficas
peculiares del istmo de Panamá indujeron a los legisladores de
1855 a dar a esa región casi toda la soberania que se habia
re~ervado la Nación. Ese nuevo paso, ya franco e ¡nconte.,.
nible hacia la completa descentralización
administrativa
y
política halló tropiezos en ~u desarrollo, porque el estado
soberano de Panamá carecía de todos los medios y recursos necesarios para manejarse por su cuenta, y llegaron las
cosas hasta dar nacimiento allá a un partido que trabajaba
· 208 -
por la supresión del estado; pero el regionalismo, espedales condiciones étnicas, ya que no topográficas, hicieron
surgir un afio más tarde el estado de Antioquia y tras él
vinieron, en el 57, seis estados más, hasta quedar la República dividida en ocho entidades perfectamente autónomas, soberanas en el hecho, bien que no en el nombre.
Esas entidades deberían empezar su existencia política el
15 de septiembre del mismo año de su creación, en circunstancias en que predominaba una verdadera anarquía, el
caos, porque la ley fundamental del 53, aún vigente, no
correspondía en nada a la nueva situación.
Para organizar los seis estados, cada partido político
pasó revista a sus huestes y con el mayor entusiasmo se
dio a trabajar en la elección je los diputados a la respectiva asamblea constituyente, la cual tendría, aparte de sus
funciones privativas, la de elegir los senadores y representantes al congreso nacional de 1858, los cuales serían
como plenipotenciarios de cada estado, para dar al pais
una constitución acorde con el nuevo régimen.
Los liberales lograron triunfar en los estados de Santander y el Magdalena y pusieron de jefe del primero al
que lo era del partido en la Nación, el doctor Manuel Murillo, oráculo entonces de radicales y melistas, ya que la
preponderancia conservadora que se advirtió a raíz del 4
de diciembre del 54 hizo que todos los adherentes al trapo
rojo tocasen a unión en las disgregadas filas. Antioquia y
Panamá tenían gobiernos conservadores, y de igual clase
se los dieron tres de los otros cuatro estados, Cauca, Cundinamarca y Bolívar. En Boyacá hu'bo escasísima mayoría
conservadora y la constitución y leyes del 57, buscando la
armonía, no correspondieron a las ideas de ninguno de los
bandos en lucha sino que tomaron algo de lo que cada uno
profesaba y sostenía.
El estado de mayor extensión era el del Cauca, que
confió su gobierno al general Mosquera; pero el más rico
-209-
y más poblado,
que seguia al anterior en territorio, era
Cundinamarca, que por el quererde los legisladores nacionales comprendia las provincias de Mariquita y Neiva.
En este estado resultó la asamblea de considerable mayoría conservadora, que sin hacer caso ni temer el contrapeso
del adversario, se mostró divil;ida en dos grupos al ¡naugurarse las sesiones. El más numeroso, capaz de imponer su querer, por la cnntidad de sus votos, se moStraba intransigente y apasionado y süstenia como candidato para gobernador provisional de Cundinamarca a un
ciudadano identificado con el mismo grupo en ideas y tendencias. El 15 de septiembre, al proceder a las votaciones
para miembros de la comisión de la mesa, hubo ya un
acuerdo entre los dos grupos conservadores y fue elegido
presidente de la asamblea el doctor Pastor Ospina; primer
vicepresidente, el general José María Orte~a, y segundo el
doctor Rufino Vega. Resultó de secretario el doctor Mario
Valenzuela, de la mayoría, en pugna con don José M.a Vergara y Vergara, candidato de los moderados. Una vez posesíonados Jas electos, la asamblea adoptó para sus trabajos
el reglamento del senado nacional y dictó tina ley provisional, que dispuso se eligiera el mismo dia 15 un magistrado
con el título de gobernador, por mayoría absoluta y con
carácter de interino. El estado se dividiría en tres departamentos, correspondientes a las tres extinguidas provincias
que lo formaban: la de Bogotá seria regida directamente
pOI el gobernador y las de Neiva y Mariquita por prefectos
de libre nombramiento de aquel funcionario.
Después de aprobada la ley en referencia, procedió la
asamblea a la elección de gobernador, con este resultado:
once votos por el coronel P¿dro Gutiérrez Lee, que hasta
la víspera había gobernado a Bo~otá ; cuatro por el general Joaquín Paris; dos por el general José María Ortega,
dos por don Pedro Fernández Madrid, uno por e~doctor
José María Malo Blanco y seis en blanco, que fueron los
·210·
de los liberales. Contraída la votación a Gutiérrez y a
París, sufragaron por el primero trece de los diputados .
presentes, a saber: once que votaron por él la primera vez,
entre quienes hadan cabeza los doctores Ospina y Vega,
et que había estado por Malo Blanco y uno de los que
favorecieron al general Ortega. Los otros trece estuvieron
por Paris, es decir, tos cuatro del principio, uno de los
que sufragaron por Ortega, los dos que estuvieron por
Fernández Madrid y los seis liberales. En un tercer escrutínio fue elegido PflríS por catorce sufragios.
Se distinguran entre los conservadores moderados el
doctor José Uldarico Leiva, el general Marcelo Buitrago, el
coronel Emigdio Briceño y los señores Francisco y Do.
mingo Caicedo Jurado. La minoria liberal estuvo formada durante las sesiones de la asamblea por los senores
Juan Agustín Uricoechea, José María Rojas Garrido, Miguel Samper, Francisco Eustaquio Alvarez, Leopoldo Arias
Vargas, Angel María Céspedes, Juan Evangelista González Pinzón, Manuel María Contreras y Daniel Aldana.
El triunfo de Paris lo explicó la prensa liberal por el
anhelo que en donde quiera había por III conservación de
la paz y de las libertades públicas, Jo que dia el triunfo
para la gobernación de Boyacá a Fernández Madrid, a
Bartolomé Calvo para la de Panamá y a Herrán para la
de Antioquia. Según El Tiempo, principal vocero liberal,
ningl~n habitante de Bogotá habría podido imaginarse, en
la mailana del 15 de septiembre, que el gobernador fuese
otro que Gutiérr~z Lee, a quien había acordado por candidato la mayoría la tarde anterior y se aseguraba que las
dos terceras partes de la asamblea se componían de conservadores netos, no menos enemigos de los liberales que
de los moderados, según el mismo periódico. «Pero la
opinión, que era formidable fuera, envolvió en sus invisibles redes a unos de esos mismos netos, y, como por
'~encanto, les cambió las boletas y hé ahi al general Paris
nombrado.-
.211 •
El gobernador juró su cargo el16 ante la constituyente.
El doctor Ospina le dirigió un discurso cuyo resumen es
éste: Cuando parte de los diputados no había nacido y
Ospina se mecía en la cuna, ya Paris luchaba por el
gobierno que al fin de nueve lustras se inauguraba en Cundinamarca. Ninguno con mayores títulos para regir el
estado que quien había encanecido con la ley en una mano
y la espada en la otra para asegurar a la Patria el régimen
del orden y de la verdadera libertad. La asamblea, antes
de elegir al gobernador, Je trazó sus funciones yel límite
de su autoridad. Este funcionario estaba llamado a consolidar el gobierno del orden, "este régimen en que todo
individuo, sin distinción ninguna, tiene libertad para hacer
cuanto le convenga, menos lo que ofenda al derecho ajeno
o que perjudique lo que exigen la buena marcha y la seguridad del estado y de la sociedad.» Pedía Ospina a París
que reprimiese severamente el grito de la anarquía si
alguna vez se levantaba.
París nombró inmediatamente prefectos de Mariquita y
Neiva. Gobernó la primera provincia el doctor Manuel
María Madiedo y la segunda el doctor Domingo Mutis.
Para festejar al gobernador, cuya elección fue bien mirada por la inmensa mayoría de los bogotanos, se sirvió
en el hotel Albión un banquete de ciento cincuenta cubiertos, al cual asistieron el presidente de la República, doctor
Mariano Ospina, sus tres secretarios y personalidades
salientes de todos los partidos.
El 28 de septiembre dispuso el general París que funcionase para el Estado el mismo número de secretarios del
despacho ejecutivo que había tenido el gobernador de la
provincia de Bogotá, y en esa fecha organizó su gabinete
llamando al doctor Manuel Maria Medina, joven conservador de los más distinguidos, a la secretaría de orden
público, al doctor José Antonio Currea a la de fomento y
al doctor José Mal ia Rivas Mejía a la de rentas
• 212 -
El agrado con que en todas partes había sido acogido
el nombramiento de París hizo que la mayoría de la asamblea pensara en él para la gobernaci6n en propiedad, una
vez organizado el Estado, pero el general s610 se había
prestado a servir intelinamente aquel puesto en obsequio
de la paz y concordia entre los cundinamarqueses.
El 30
de octubre elevó renuncia, que no se le admitió, y la asamblea le instó a seguir en el mando. Para que lo supliesen
transitoriamente en caso de impedimento fueron elegidos
dos designados, los doctores Pastor Ospina y Rufino Vega.
París insistió en separarse yel 4 de noviembre procedió
la constituyente a elegir gobernador en propiedad para un
bienio que comenzalÍa el 8 del mes siguiente. Resultó
electo el general Herrán por unanimidad, y sustitutos primero, segundo, tercero, cuarto, quinto y sexto respectivamente, Malo. Blanco, Ospina, Emigdio Briceño, Leiva,
Mateo Viana y Pedro Dávila Novoa.
Paris sancionó el 24 de octubre la constitución del
Estado, con sus secretarios Medina y Currea, encargado
el último de la cartera de rentas. Dicho código fue solemnemente promulgado el 8 de diciembre en la plaza de Bolívar de esta capital,yen esa fecha cesó el breve pero popular y provechoso gobierno de Paris. El primer sustituto,
Malo Blanco, se posesionó de la gobernación ante la asamblea, por ausencia del general Herrán, que ejercía el cargo
de ministro en los Estados Unidos.
La asamblea se clausuró el 9 yese mismo dia volvió el
anciano general París al retiro de su hogar, en el que se
prometía pasar tranquilo el resto de su vida. Pero la providencia no permitió que el benemérito prócer gozara del
descanso a que tenia sobrado derecho. Al cabo de dos
aflos, cuando se aprestaba, acal'lando de perder a su adorada Mariquita, al comienzo de 1860, a trasladarse con
sus hijos sobrevivientes a la hacienda de Peñas Blancas,
fue llamado al servicio militar. Eran momentos de grave
- 213 .
situación polltica, porque su antiguo camarada y copartidaria el general Mosquera, goberna~or del Cauca, echándose en brazos del partido liberal, se rebelaba contra ci
gobierno nacional que presidía ci doctor Mariano Ospina
Rodriguez y pretendía romper los lazos de la unídad nacional.
Ya en el 59 habían querido SllS amigos vol verJa a la
actividad de la polític:!: el 17 de febrero de ese año se
instaló en Bogota una junta e!ectoral nOll1brada por los
conservadores
q'Je hilbí:m cOllcurrid\! a la última legislatura del estado. Esa junta nombró presidente
al general
París.
Al estallar, el 26 de julio de 185~),la revolución que dio
en tierra con el gobierno conservador
Jd estado de Bolivar, el gobernador de Cundinamarca,
general Emigdio Briceño, organizó en agl)sto la ?;uarJia lTIu/licip;¡]
del Estado
y nombró general comandante
en jefe de ella al general
Paris. El nombramiento fue com tmicado en estos términos:
«Confederar.iúlI
bernación
() rn I/adina-
F"/I/(/o
¡Jl?
('//I/,zino 1l1U/,('fl-- Go-
del J.•\lr(l/O- BOilo/d, Ui de agosto
(/¡;
18(¡9.
"Al ciudadano general Jca'luín Parí •.
",Ciudadano general:
«Estáis llamado a mandar la guardia municipal del
Estado por ser UIlO de los más distillguidcs
hijos de Cundinamarca;
porque sois uno de los jefes CJue durante la
larga y penosa guerra de la independencia,
en las filas del
ejército libertador, entre mill:m:s de valientes. pud.ieron
haLerse notables por su constancia y dcnuedo;
y, en fin,
porque fuisteis el primer cillda(1:!no a ll";en Cundinamarca
confió sus destinos al constituí- se en estado feùeral.
eY tócame la honra de cumullicárüslo acompañándoos
- 214 -
el despacho de general comandante en jefe de la guardia
municipal del Estado, çuyo destino espero aceptaréis con
el patriotismo que demostráis en todas circunstancias.
cA;:eptad, ciudadano general, los sentimientos de aprecio, estimación y respeto con que me suscribo vuestro
muy atento servidor,
cEMIGDJO
BRICEÑO.a
CAPITULO XVIII
"Viviendo
en La Plata"
La lucha electoMl en J 856.· Una legación pMa. Mosquefa.-La oposición
a Ospína.-Propósí!os de Oba.ndo.-Rebelión del 60.-París, jefe de
lapfimera dicuisíón.-Su marcha al sUf.-Toma de La Plata.-Desídia
del gobiemo.
Si es oportuno recordar los merecimientos del general
Paris, no es la ocasión de entrar a analizar los orígenes
de la rebelión de Mosquera contra un gobierno que
hacía gala de respetar las instituciones federales que este
mismo general, como legislador y constituyente, había contribuído a implantar en la República. Mas sí nos parece
ésta una coyuntura adecuada para recordar algo que se
relaciona directamente con París y con la formidable rebelión de los tres años, con la guerra grande, como todavía
se la oye mencionar.
Todos saben que al iniciarse el año de 1856 la prensa
liberal de Bogota, ya borradas las distinciones de gólgotas
y draconianos, o sea de radicales y liberales obandistas,
lanzó como candidato del partido unido, para la presidencia de la República en el período del 1.0 de abril de 1857 a
• 216 •
31 de m:uzo de 1861, a don Manuel Murillo; y que los
diputados conservadores de ambas cámaras, que formaban la mayoria del congreso, ya en el mes de febrero, acordaron la candidatura de don Mariano Ospina, después de
repetidas votaciones en que varios senadores y representantes habían sostenido los nombres del general Herrán,
de don Julio Arboleda, de don Pedra Fernández Madrid y
del general Mosquera. El último no se resignó a la postergación de su candidatura, por más que el partido conservador, dándole una prueba de confianza, lo escogió para
designado, en reemplazo del general Paris, cuyo período
iba a terminar. Mosquera, hábilmente secundado por algunos conservadores como don Andrés Aguilar y don Juan
Francisco Ortiz y por unos pocos liberales, organizó lo
que se denominó partido nacional y que lanzó y sostuvo
la candidatura del general, en contraposición a las de Murillo y Ospina. Triunfó el último en las urnas, con escasa
mayoría sobre el jefe radical, pero con número triple de
sufragios sobre el candidato de los nacionales. Mosquera
asistió al congreso del 57 y su actitud en esa legislatura,
si exageradamente
federalista, fue en la mayoría de los
casos acertada y patriótica. No se mostró entonces en
pugna con el poder ejecutivo, como si lo hiLO ya en el 58,
cuando vino de Popayán, donde habia entrado a ejercer
la gobernación del C~uca, para representar en el senado
federal el estado de Bolívar.
Desengañado de la lucha política y no considerando
·su labor parlamentaria en Bogotá ni la gubernativa en la
ciudad del Puracé como suficiente acicate para sus ambiciones políticas, ansió trasladarse a Europa, en desempeño
de algún puesto oficial, ya que particularmente le era imposible realizar un viaje al viejo mundo, que implicase una
larga estada allá: su fortuna personal hablase visto muy
quebrantada en negocios implantados en Nueva York, los
cuales empezaron a declinar en 1854, cuando él y su com-
• 217 •
paflero en esos negocios, el general Herrán, vinIeron a
prestar sus servicios a la causa constitucionalista contra
la dictadura del general Melo. El gobernador del Cauca y
senador por Bolívar habló en confianza al general París,
de sus deseos y propósitos;
el segundo expuso al presisidente Ospina cuán convenie;¡te consideraba el envío de
Mosquera a servir una legación en Europa, ya que allá
serían bien aprovechadas
las capacidades del ex-presidente y se le sacaría de un teatro poco adecuado para su
ambición y de donde ésta le podría llevar al desarrollo de
proyectos peligrosos para la paz pública. Ospina desatendió airadamente las índicaciones de París, a quien repuso
que él nunca acreditaría como representant~ diplomático
de la República a un fallido que había tenido que huír de
los Estados Unidos ocultándose dentro de un cajón, a
bordo, en Nueva York.
El tiempo vino a probar hien pronto, y por desgracia
para la Patria, que las gestiones de don Joaquín ante el
presidente, en favor dcl otro general, no habían sido para
complacer Únicamente un capricho haladí del antiguo gobernante, que a pesar de negocios desgraciados podría haber
llevado dignamente la representación del pais en Londres y
en París, ya que la mayoría del senado lo había hecho presidente del congreso del 5H. Así quedó la suerte echada,
porque Mosquera, no habiendo podido lograr sus aspiraciones, se metió de lleno en la politica nacional y se
er.frentó a Ospina, de tal manera que surgió una lucha en
que uno de esos dos hombres estaba de más. El conser-"
vatisil1o, en su casi totalidad, acompañaba a don Mariano;
Mosquera, apoyado en el Caltca por el partido nacional,
al que trató de comunicar nlleva vida y prestigio, y con~
tanda con las simpatias meramente platónicas del liberalismo, buscó medio de atraerse al último, manifestando su
conformidad en muchos puntos de la política nacional con
el doctor Murillo y dando luégo el ósculo de paz a su anti ••
• 218 •
guo y al parecer irreconciliable enemigo el general don
José María Oballdo, ídolo del liberalismo caucano y figura
de alto relieve de esa agrupación en toda la República.
Murillo venía predicando la paz desde las columnas de
El Tiempo,. Núñez, Camacho Roldán y otros personajes
civiles eran aún más pacifistas que el conductor del par~
tido, y las primeras espadas de él, los ex-presidentes López
y Obando, no se mostraban hostiles al presidente Ospina,
a quien el primero había felicitado calurosamente por su
exaltación al solio y el otro estaba muy distante de ser su
enemigo, como que Obando había escrito a París que si se
le reconocían sus pensiones como. militar retirado, abandonaría en absoluto el escenario político y dedicado por
entero a su hogar, completaria en él la educación de sus
hijos menores.
Obando estaba pobre, buscaba una decente y tranquila
vejez; el gobierno nacional lo desatendió, al paso que Masquera, ofreciéndole saldar las deudas de dinero que mortificaban al caudillo liberal, se lo atrajo, yesos dos descontentos de Ospina se aliaron; creyeron hallarse sobrada ¡nente poderosos para anular la oposición que en el
Cauca tenía el gobernador del Estado y, una vez libres de
enemigos allá, venirse contra las aguerridas y veteranas
huestes de la Confederación Granadina ....
Mosquera buscaba un pretexto para la revuelta, y los
conservadores caucanos se lo dieron, lanzándose contra él
en enero del 60. Con Obando marchó de Popayán a aplastarlos, y en gran parte lo consiguió en el combate del Derrumbado, cerca de Buga ; de retorno en su capital, declaróse en rebeldía contra el gobierno nacional, el 8 de mayo,
decretando la separación del Cauca. El presidente Ospina
le contestó el 4 del mes siguiente con un decreto en que
ordenaba se procediera ~ restablecer el orden público en
el Cauca, a aprehender y poner a disposición del juez o
tribunal competente, para su juzg~miento y castigo con
- 219 •
arreglo a las leyes, al gobernador Mosquera y a los individuos que resultasen cómpli ces del movimiento traidor
realizado por este funcionario, a quien por el mismo decreto
se dio de baja del ejército nacional.
Desde el año anterior habían empezado a organizarse
algunas fuerzas en Mariquita por el prefecto de ese departamento, coronel Mateo Viana; éste logró disciplinar y
equipar bastante bien un batallón, al cual pronto se sumaron varios ciudadanos que a mediados de mayo se reunieron en Ambalema para sofocar un levantamiento suhversivo que ocurrió allí el 16 y al cual hizo frente, como
le fue posihle, el general Ramón Espina, visitador fiscal
del estado de Cundinamarca, que recorría el mencionado
departamento. Dichas tropas, a la<; que se dio organización en Ibagué en la segunda quincena de aquel mes, obtuvieron un triunfo completo sobre los rebeldes en Purifición el día 28, cayendo presos el cilbccilla doctor Antonio
Mendoza y los jefes pd nci pales. A los vencedores, entre
quienes se contaban los tenientes coroneles Severo Rueda,
Heliodoro Ruiz, Pedro José Carrillo, Antonio B. Cuervo,
Domingo Caicedo Jurado y otros más, sc agregó en seguida
un batallón sal ido de la capital el 23 de mayo, al cual
picaba 'Ia retaguardia el gobernador del Estado, coronel
Pedra Gutiérrez Lee, quien salió para el Tolima con su
secretario de gobierno, doctor Carlos Holguín.
El general Espina, dedicando toda Sll atención a asuntos militares, una vez pacificado el departamento, continuó
en la tarea de aumentar las tropas con que allí contaba el
gobierno cundinamarqués.
El presidente de la República,
para que su decreto dt:l 4 de junio pudiera tener visos de
orden perentoria, que en breve habría de cumplirse, dio al
general París, que desde marzo habla sido llamado al servicio y se había encargado de la comandancia general de
armas de Cundinamé1rca, la jefatura de la primera división
del ejército. Este jefe partió de Bogotá el sábado 2 de
18
- 220 -
junio a la una de la tarde, con una pequeña fuerza, a la
cual se habia incorporado el menor de sus hijos. don Mariano. Como segundo de París iba el general don Marcelo
Buitrago.
El Heraldo, vocero de la fracción moderada y conciliadora del partido conservador, dedicó en su edición del 9
de junio; y en lugar preferente, unas líneas a don Joaquin,
«honrado, modesto y valiente general, resto precioso y
venerable de los héroes de Colombia. El viejo veterano va
a ponerse a la cabeza de las fuerzas destinadas a restablecer el orden público turbado en el Cauca ...
Entre las
honrosas cicatrices que cubren su cuerpo hay una que es
una dicha y una honra tocaria; es la mano mutilada. Esa
mano leal, que jamás ha empuñado la espada que le dio
la República sino para defenderia de los opresores extraños y de los traidores interiores.
«El general París no va en busca de la gloria de los
combates. La copa de su gloria, una de las glorias más
puras del mundo, rebosó hace treinta años. La corona de
laulel que cubre su modesta frente no puede recibir una
hoja más: quedó tupida desde los tiempos de la lucha
heroica. El general París deja la tranquilidad de su hogar
querido para ir a·,cumplir noblemente su deber. La' causa
que tal hombre defiende no puede menos de ser la causa
de la justicia. Dichoso el gobierno que tiene tal servidor.
cQue Dios guíe y proteja al modesto y bravo general
ya sus bravos y leales compañeros.»
Don Mariano Ospina estaba imbuido en la idea, tan
corriente entonces en Bogotá, de que Mosquera carecía de
opinión en el Cauca, donde era formidable e Incontenible
el empuje de los conservadores leales; por el decreto del 4
de junio ordenó a esos caucanos organizarse militarmente
y tomar las armas para ayudar a reducir al rebelde general y dejó que Paris marchase, casi inerme, a organizar tropas en Mariquita. En tanto, el mismo Ospina, con tro-
• 221 •
pas relativamente considerables y aguerridas, salía a combatir at gobierno del estado de Santander; llevaba como
jefe del ejército al ex-presidente Herrán, quien derrotó
completamente las fuerzas santandereanas en el Oratorio,
semi batalla ganada por un semigeneral, para usar el mismo lenguaje que empleó el doctor Ospína. Este, según
se lee en !lna circular del secretario de gobierno de Cundinamarca, regresó a su capital el 26 de agosto, por "un
camino lleno de arcos de triunfJ, de flores, de coronas,
atestado de una inmensa multitud que se agrupaba a victorearlo." «Las fuerzas todas que existen en la capital y
sus alrededores, los escuadrones de la sabana, bien montados, los cuerpos de infantería y artillería, con sus lujosas
bandas, todos concurrieron a soltmnizar la entrada de la
innumerable comitiva que acompaí'ia al señor Ospina.
"La ciudad vestía de gala, y cuando los golpes de música, las salvas de <lrtillería y los vuelos de las campanas
anunciaron qUI:: el presidente se acercaba, las entusiastas
y patriotas bogotanas corrian a sus balcones para saludaria, entapizarle de flores el camino y hacer descender
sobre su cabeza ulla lluvia de coronas y guirnaldas ..•.
Bogotá .... volvió a vivir un día de Colombia, cuando
recibia a su Libertador después de una de esas campañas
que forman su más gloriosa epopeya.»
Nuestra capital era una Capua donde se fabricaban
aéreos castillos y la prensa s~ria echaba cuentas de los
jefes revolucionarios que aqui se reunirian, creyendo que
de modo interminable seguiría la lista empezada por los
cabeLillas de Purificación, que engrosó con los presos del
Oratorio y cón el escritor Juan de Dios Restrepo (Emiro
kastos) que fue como emisario de los liberales de Bogotá
ante Mosquera, el cual lo envió a Antioquia. El periódico
El Porvenir creia cosa muy paceutra dalle compañia, en
los calabozos del colegio del Rùsario, al gobernador de
Santander, PradilIa, trayéndole a los gobernador~s del
• 222 -
Cauca, de Bolivar y del Magdalena, que eran hostiles al
gobierno nacional, y manifestaba qu_e pronto presenciaría
Bogotá un congreso más importante que el de Viena o el
de París; una reunión de testas más notable que la de
Erfurt en tiempo de Napoleón.
Sobre la base que encontró en Ibagué, pudo el general París contar con algunas tropas, que vinieron a ser lo
que se llamó primera división, a cuya formación contribuyó un decreto del gobernador Gutiérrez Lee para que
los alcaldes procedieran a organizar las milicias del estado
de Cundinamarca en los correspondientes distritos. París
no alcanzó a reunir más de seiscientos hombres de linea
y algunos reclutas, pero se hizo creer en Bogotá que sus
tropas eran numerosísimas, y al anunciar que el 7 de julio
se había movido para el sur, se dijo que era para batir a
Mosquera, si salía a tiempo, y si nó, para entrar a Popayán por el Guanacas.
El 7, como expresamos, salió el grueso de la División
París, y sus dos jefes con el estado mayor abandonaron
a Ibagué el 11, dejando una pequeña columna en esta
cílldad a las órdenes de Viana para defender el paso del
Quíndio.
A la división se adelantó el doctor Rufino Vega, quien
iba a desempeñar en el Tolima, aliado de París, el mismo
papel de mentor que en Santander el doctor Ospina para
Herrán. Vega y una alocución del presidente de la República se creyeron suficiente talismán contra Mosquera, y
poco importaba que la gente del general París fuese o nó
bien equipada y en número sobrado o deficiente. Con la
llegada de Vega a Neiva, el9 de julio, y su inmediata prosecución de viaje para el Gigante, "los rojos de Neiva
están mudos; la acción del gobierno la sienten fuerte, pues
cuenta con apoyo bastante, habiendo contribuido mucho
el bramido del león que se encontraba dormido (el presidente,}» se leia en una carta de Neiva publicada en Bogotá.
• 223 •.
Cuando las avanzadas
de Paris se movían de Ibagué,
se pronunciaban
los liberales de La Plata, en connivencia
con los de otros pueblos
de Neiva, a instigaciones
de
Mosquera.
El movimiento de los platei'ios ocurrió el día 8,
armándose
unos cierrto cuarenta
indivIduos,
capitaneados
por el cura del lugar, presbítero jasé Fernández,
que ostentaba el título de coronel. El plan era caer sobre Neiva, lo
que se frustró por los esfuerzos del prefecto de ese departamento, coronel Francisco Caicedo jurado,
al cual apoyó
bien pronto la primera división, cuyos jefes llegaron a la
ciudad de Neiva el 16 de julio. Allí había un depósito de
reclutas, para llenar las bajas de aquella fuerza, y además
una pequeña guarnición
compuesta
de paisanos de Neiva,
Carnicerla~ y Timaná, infantes unos, lanceros los restantes.
A todas éstas, el general
Mosquera
había salido de
Popayán e ido contra Antioquia,
dejando en su capital al
general
Obando,
comandante
de las milicias del Cauca.
El primero se estrelló en Manizales, fortaleza cuasi inexpugnable en aquellos
tiempos, defendida
por la tercera división, que mandahan
los generales
don Braulio
Henao y
don joaquín Posada Gutiérrez. Mosquera tuvo que celebrar
un convenio
de paz, que se llamó expansión,
el28 de
agosto, por el cual se comprometió
a deponer
las armas
contra el gobierno de Ospina y a derogar el decreto de
separación
del Cauca del resto de la Confederación
Oranadi na.
Obando envió fuerzas en apoyo de los rebeldes del
Tolima y el 24 de julio llegaron a La Plata. Las mandaba
el coronel
Migucl Quijano, quien sumando la gente caucana a la plateiia pudo reunir unos quinientos
hombres.
El general París llegó a las cercanías de esa ciudad el
1.0 de agosto y abrió inmediatamente
operaciones
contra
Quijano,
ordenando
que se le atacase por cuatro puntos
diferentes,
tarea h(lrto penosa, porq Lie el enemigo había
destruído
los puentes y las cabuyas o [aravitas situado&
sobre numerosos ríos y arroyos de la región y estaba
atrincherado en la ciudad. Con todo, la primera división
pudo desalojar a los rebeldes de algunos de sus puestos
avanzados y a eso de la media noche logró pasar el rio
de La Plata una columna, sirviéndose de una taravita que
momentos antes había colocado la tropa de Paris en lugar
inusitado. La columna se presentó d 3 muy de mañana en
la llanura y se desplegó en guerrillas, para proteger la
colocación de nuevas taravitas, por donde pasó otra parte
de la división, libre ya de los fuegos contrarios. Mientras
tanto, ]a artillería cañoneaba las trincheras de la ciudad
desde una colina inmediata, lo que acobardó a los rebeldes que, amparados por la noche, huyeron en distintas
direcciones, dejando abandonadas algunas armas y municiones, sus documentos y demás papeles, noventa y cinco
presos, cinco heridos y cosa de diez muertos diseminados
en el llano. Las pérdidas del general París fueron de dos
muertos, uni) ahogado a] colocar una cabuya y otro en
combate, y de tres soldados y la mujer de un cabo heridos.
Algunas columnas salieron en persecución de los fugitivos,
, que tomaron la dirección de Popayán, y una de esas
columnas, que avanzó por Coetando, hizo treinta prisioneros más.
La ,!.!:entede Quijano, segGn informó el general vencedor en su parte de la acción, estaba medianamente armada
y constituía el grueso de la titulada primera división de
los revolucionarios, que debia obrar en el territorio comprendido entre los ríos Páez y Magdalena.
La fuerza legitimista, como ya lo hemos dicho, era
muy poco superior en número a la enemiga, y si ésta se
hallaba medianamente armada, la otra no estaba mejor
equipada. El general París, una vez dueño de La Plata y
estacionada su tropa en esa ciudad, en espera de los
acontecimientos que se presentasen, manifestó a Bogotá
que el armamento de uno de los batallones era inútil, y el
~ 225 •
secretario de gobierno y guerra de la Confederación, don
Manuel Antonio Sanclemente, le repuso que podia el general buscar un herrero para que compusiese aquellas armas
y pudiera quedar en actitud de seguir su marcha. París le
replicó que el armamento era de todo punto inútil y no
admitía composición, porque Sè trataba de unos fusiles de
culata de cobre (;on muelles de fierro. Se le ofreció mandar otro batallón, que nunca le llegó, y así, )a fuerza efectiva, disciplinada y bien armada no pasaba de un batallón,
con el cual se pretendía que el viejo veterano, acostumbrado a combatir contra los españoles y a apoderarse
repetidas veces de la capital del Cauca durante la guerra
magna, avanzase incautamente contra las tropas que tenía
allá Obando; por más que en la prensa bogotana se dijese,
y lo repitiesen los gobiernistas en sus corrillos del atrio de
la catedral, que los rebeldes caucanos no contaban sino
con unos cuantos negros hambreados y sin disciplina.
El doctor Ospina, siempre irónico y burlesco, adormecido con los laureles que cosechó a su regreso de Santander, dijo en carta a don Julio Arboleda, refiriéndose al
general París, que éste seQuía viviendo en La Plata, frase
que se hizo célebre y la repetian como estribillo los conservadores que en vez de salir a luchar contra la rebelión
se habían quedado ell Bogotá fraguando planes de campafia y anunciando nuevos triunfos y nuevos lauros para
el gobierno, que con exclusión casi absoluta de los viejos
gener<l!es de )a independencia, se había dedicado a dirigir
las operaciones militares. En Bogotá «miraban con tánta
indiferencia lo que pasaba en la República, que era común
que los dd gobierno, cuando por la tarde les preguntaban
los noticieros en el altozano de la catedral qué habia del
general París, respondieran con sonrisa volteriana: 'El
general Pa;is sigue viviendo en La Plata.' Y esto lo decian
como si se tratase de una guerra en Siam. 'El general
París sigue viviendo en La Plata' era además la confesión
• 226 •
mayor del abandono en que dejaban a este venerable
general: con seiscientos veteranos a lo más y algunos
voluntarios ardorosos mal armados, tenía que defender
varias leguas de la frontera entre Cundinamarca y el
Cauca, y no valían comunicaciones oficiales ni ruegos privados para que lo reforzaran. Si se le auxilia siquiera con
el batallón 1.° de línea, mandado por el coronel José de
Jesús Moreno y constante de cuatrocientas plazas, que fue
el primero de los vencedores en Santander que llegó a
Bogotá, el enemigo no se atreviera a tocar la raya de Cundinamarca. Todos clamaban porque reforzasen al general
Paris con los batallones que iban llegando a la capital, y
¿ se creerá que una de Jas disculpas que se dieron para
que ell.o de línea no marchase a tiempo fue la de que se
necesitaban cantimploras para que los soldados llevasen
agua en los llanos de Neiva, y que ya se estaban fabricando por un hojalatero?» (1).
Una vez pidió París a Sanclemente que le enviase
alpargatas para la tropa, y se le contestó que el envío no
podría hacerse inmediatamente porque esas prendas, que
valían a real y medio, estaban a dos reales y era preciso
esperar que bajaran de precio.
(I)
Angel Cuervo. Cómo se eevapora un eíército.
CAPITULO XIX
El desastre
de Segovia
La expansión de ¿Jfl~niza(es.·Accéól1 de crJ[bor.i.-Ordenes.il Pa.rls.·P.árte
de Segavia..-Invaséón
ill 'VaUe de NÛva.-C1usas
del desastre.-Expliclleíones de París.-7?.egreso de esfe ;efe.-El asesinato del docio,
Vegil.-EJ:ponsi6n de VilIaôieia.-]efaturil
de{ ei_reíto del Sa,.-P,o
cCama.-Carta de (ffifosqau.a sob,.e Segovia.
Posada y Henao, después del combate que precedió a
la expansión, pudieron imponer la ley e invadir el Cauca,
cuya opinión, al menos en las regiones cercanas a Antioquia y que hoy forman parte de Caldas, era casi totalmente favorable al gobierno nacional, como que esos pueblos, encabezados por Ríosucio, se habian levantado en
masa contra Mosquera.
Posada se apresuró a enviar a La Plata noticias de lo
pactado en Manizales, y apenas llegados al poder del general París los pliegos pertinentes, recibió este jefe otros procedentes de Papayán y sus;:ritos por Obando, los cuales
condujo un oficial que llegó a La Plata el 12 de septiembre. El jefe de las milicias d~1 Cauca, sin aludir a lo pactado entre Mosquera, Posada y Henao, indicaba a París
canso una cosa' ideada por el mismo Obando, la celebra-
3~
- 21S-
ción por los dos de \In armisticio en términos análogos al
de Manizales, Don Joaquin despachó al emisario caucano
manifestando que se negaba a entrar en conferencias y
expansiones, principalnlente porque conocía lo ocurrido
en Manizales después del rechazo allí experimentado por
don Tomás Cipriano y porque creía que la resolución que
el gobierno nacional hubiera de dictar sobre el particular
se haría extensiva a todos los rebeldes del Cauca.
Obando no había intentado nuevos avances sobre el
valle del Magdalena y todo su conato se dirigía a combatir las guerrillas conservacioras del coronel Jacinto Córdoba y del intendente Zarama,al
sur de Popayán. Para
que mortificasen a la primera división del gobierno habian
quedado los indios de Tierra-adentro,
que realizaban frecuentes e Inesperados ataques, uno de ellos la víspera de
llegar a La Plata el emisario de don José María Obando.
Esos indios estropeaban mucho la gente de París y no
• daños continuos. Con tales enemigos
dejaban de causarle
era imposible intentar combate, cuya ocasión no dejaba de
acechar el jefe gobiernista; al fin ésta se le presentó el 21
de octubre, día en que un núcleo bastante considerable de
indígenas sostuvo un tiroteo en Vibórá con una columna
de la primera división, de resultados favorables para la
últi ma.
Mosquera, no hahiendú el gobierno acordado nada sobre
la exponsión de Manizales, resolvió proseguir las hostili~
dades y salió de Papayán con las fuerzas que componian
la segunda y tercera divisiones de su ejército. De Coetando, pueblo donde dejó una parte de la tercera di'Jisión,
se trasladó el 16 de noviembre él Segovia, y allí situó su
cuartel general.
",Mientras en Bogotá nada serio se hacía, Mosquera
avanza sobre Jas fuerzas constitucionales, seguro de vencerias. Y como las oficinas de la capital debían meter la
mano en todo, ordenan a última hora a naestro general
-229-
(París) que se retire hasta Bogotá (I!!) apoyado en un cuerpo
de quinientos
hombres que debe salir de Ibagué a protegerle. Las lecciones
de tauromaquia,
dicen, no han de
darse sino en los cuernos del toro: lo dispuesto
desde el
bufete de palacio no pudo cumplirse
porque el enemigo
no dio tiempo; los teóricos
debían contar siempre con la
parte contraria para sus combinaciones
especulativas,
y
así serian menores los chascos que llevaran» (I),
El resultado
de todo esto fue que los rebeldes, m~s
numerosos
y mejor preparados,
infligieron
una derrota a
la primera división, en Segovia el 19 de noviembre:
«Confederación
GranadinafI:1 yel/eral en j(!(e del ejército
dei Snr-Cuartel
general cn [)o/llinyo Aria .•••a 21 de
1l0l'iclhúre de 18UO .
•• Señor secrelario de eslado del despacho de gobierno y guerra.
«Tengo el más profundo
pesar al participar
a usted
que la división de mi mando
ha sufrido un revés en un
combate con el enemigo, librado el 19 del corriente en la
banda norte del río Ullucos.
«La situación en que me encontraba
hacía imposible
la retirada que me aconsejaba
el gobierno
que emprendíera. Al frente del enemigo, en un'llínea
de doce leguas,
cualquier movimiento de mi parte habría sido observado
por aquél y desde el primer paso habría
sido necesario
sostener una lucha desventajosa,
por tener que ir abandonando buenas posiciones y defendiendo
las que fuera ocupando, y no era de esperarse que la división pudiera resistir un ataque
de muchos días por rctaguardia
y por el
flanco.
«Era, además, un hecho palpable que la orden de con(I) Cuervo,ob. cil.
• 230 •
tramarchar habría desalentado la división, porque el ánimo
y opinión de cada uno de sus miembros rayaba en ún frenesi difícil de expresar. Más tarde podré dar a usted mayores explicaciones, que le harán compiender los motivos
que me impidieron intentar una retirada.
(Para satisfacer el deseo del poder ejecutivo y obviar
todos los inconvenientes expresados y otros muchos que
en otra ocasión mencionaré, dispuse un movimiento estratégico que debía darme por resultados principales: imposibilitar al enemigo para pcrjudicarme en mis operaciones;
reunir y cdncentrar todas mis fuerzas en un solo punto,
circunstancia precisa para moverme en buen orden, observar de cerca al enemigo para descubrir su fuerza, pues
hasta entonces esto era un misterio indescifrable, y, por
úhimo, intentar causarle algún daño u obligarlo a retirarse
o a continuar la invasión a Neiva para perseguiria y batirlo.
Mi plan se, redujo a internar por Inzá una columna de trescientos hombres, con orden de tomar las alturas de San
Andrés y Aguacatico, obligando al enemigo a replegarse
sobre el boquerón de Segovia. Una vez practicado esto,
dos compañías del batallón número 5,0 debian atacar los
campamentos contrarios en este boquerón y obligarlos a
continuar su retirada hasta el Salado, a cuyo tiempo otras
dos compañías debian salir de Rionegro, y reforzando a
las anteriores, seguir el movimiento hasta la llanura de La
Venta, en cuyo punto serian auxiliados todos con el resto
de la división, quedando siempre en disposición de retirarse al Pedregal, y de allí a La Plata sin ser molestados,
o de perseguir a los rebeldes por la vía de Coetando, que
se les dejaba expedita. Nada parecía más preciso, sencillo
y matemático: pero habiéndose precipitado el movimiento
de las fuerzas que debían atacar el boquerón, las de Rionegro creyeron llegada la hora de salir, y las de Manga
siguieron su ejemplo, generalizándose el combate antes de
que la columna de Inzá hubiera aparecido en el punto
adalado.
-231
-
-A pesar de esto el enemigo fue al principio arrollado
por todas partes y desalojado hasta el cuartel general, de
donde se me trajo la correspondencia del ex-general Masquera, quien dirigi1 el combate; pero contando éste con
un ejército muy superior en número, según aparece de la
situación diaria, ejecutó movimientos sobre los flancos,
faldeó las alturas de donde había descendido y consiguió
al fin encerrar varias partidas o grupos de mis soldados.
De éstos muchos han caído prisioneros, pues habiéndose
desplegado numerosas guerrillas sobre el río Páez, desde
Topa para abajo, no les fue fácil librarse de ellos, siendo
de lamentarse que no son pocos los casos de haber dado
muerte a los prisioneros. Haciendo fuego a quemarropa
sobre los que nos retirábamos,
mataron esas guerrillas,
entre otros varios, al capitán Vicente González y al alférez Ibarra.
-Mi retirada la he verificado poco a poco, ocupándome
en reunir a los dispersos, y si antes no había avisado a
usted esta catástrofe ha sido por las muchas atenciones
que me han rodeado.»
Así comunicó el general Paris el hecho de armas de
Segovia al doctor Sanclemente, árbitro de las operaciones
militares. Mosquera pudo invadir el valle de Neiva, donde
se le incorporó el general don José Hilario López, que
había manifestado lealtad al gobierno legítimo, y entonces
díjose en Bogotá que contra el gobierno se habia levantado
una gavilla de ex-presidentes, pues ya eran tres, Mosquera,
Obando y López.
Poco de~pués complementó su párte así:
"Señor secretario de estado del despacho de gobierno y lIuerra.
«Cumpliendo con lo que ofrecí al poder ejecutivo en
mi nota de 21 de noviembre, y correspondiendo a la excitación que usted me hace en la de 28 del mismo, tengo lé!
honra de informarle que a mi entender una de las causas
que contribuyeron más poderosamente a perder la aivisión
de mi mando, a más del número y posiciones del enemigo,
fue la precipitación con que las fuerzas que debían obrar
sobre el boquerón de Segovia se lanzaron al combate.
Ochenta y siete hombres, divididos en dos secciones al
mando de los capitanes Tribín y Camacho, se presentaron
a los rebeldes mucho antes de que la columna de lnzá, o
sea el ala izquierda, hubiera podido ejecutar el movimiento
que era la base de mi operación, y que ellos debían haber
protegido como fuerzas de reserva escalonadas en la dirección del UlIucos. Combatieron con un valor heroico. pero
103 quinientos
hombres contra quienes se lanzaron los
rodearon y vencieron, sin q,:e me hubiera sido dable pro·tegerlos, porque como he dicho, no tenía otra fuerza disponible con qué hacerlo. Ellos no estaban destinados sino a
apoyar y robustecer la acción del ala izquierda, y su sacrificio fue tanto más doloroso para mí, cuanto que sólo por
un exceso de valor y entusiasmo era que se habian colocado en tan desesperante situación. Su precipitación trajo
consigo la de las otras fuerzas de que hablé en mi nota
citada arriba, y el triunfo del enemigo fue tan fácil, que se
redujo a aprehender pequeñas partidas que combatían sin
apoyo, con gruesos trozos de tropas tres o cuatro veces
superiores en número.
«Si el ataque no se hubiera dado de esta manera, o si
las posiciones del enemigo no hubieran sido tan desventajosas para mí, el triunfo habría sido nuestro, a pesar de
la inferioridad numérica de la división de mi mando y del
mal armamento que manejaba. Y prueba esta aserción el
hecho de haber arrollado y dispersado con sólo dos compañías todas las fuerzas que guarnecían el cuartel general
y las baterías de los contrarios, sin que fueran bast1ntes a
detener el ardor de nuestros soldados las trincheras de
piedra, la superioridad de las armas y el mayor número
• 233 •
contra los cuales luchaban. Este punto era el úniCo en que
el enemigo no ocupaba las altas crestas de la cordillera; y
los documentos que remito a usted, cogidos al senor gobernador del Cauca ~n su propia habitación. son un testimonio palpable de que en campo raso no habría sido la división de mi mando la que hubiera llevado la peor parte en
el combate.
cEl ataque en este último sitio fue dirigido por el ciudadano general Marcelo Buitrago, jefe de estado mayor, a
quien debo importantes servicios durantetoda la campafía,
y cuyo comportamiento es digno de elogios.
cDe la columna de la izquierda sólo pudieron salvarse,
según tengo entendido, el capitán José Pena y algunos soldados de su compai'lia.los cuales prestaron muy oportunos
servicios por su conocimiento práctico del terreno y su
arrojo en los combates.
«De las dos compai'lías que atacaron sobre el boquerón
de Segovia, de que hablé al principio, sólo escaparon el
sargento Mariño y unos soldados de la primera del bata116nnúmero 5.°, que se arrojaron al río para evitar la
muerte. Su capitán, Toribio Tribín, combatió hasta el
último momento, y rindió la vida haciendo prodigios de
valor.
«De las dos compañías que, al mando del sargento ma·
yor José María Dávila. entraron al Salado, se salvaron los
alféreces Angula, Maquilón y Martinez, con veinte soldados, que quisieron más bien arrojarse por un cerro escarpado y caer al Ullucos que ser presa de los enemigos.
«Finalmente, de los que entraron a/llano de la Venta
se salvó la mayor parte, habiéndose distinguido, según se
me ha informado, el sargento mayor graduado Matías Rubio, los tenientes Oaitàn y Villalobos y los alféreces Jaime,
Torres y algunos otros de que hablaré a usted separadamente, por creerlos acreedores al premio que las leyes dan
a los vaUentes.
- 234 -
cEl número total de los que se salvaron de este desas·
troso comba te alcanza a trescientos hombres, y de ellos
he dejado en la villa del Guama, con la columna que manda
el señor coronel Viana, 86 de caballería, a órdenes del
comandante Belisario Losada, a quien había encomendado
la custodia de la ciudad de La Plata; y el resto, al mando
del capitán Ripoll, lo dejé estacionado en Tocaima, de
acuerdo con las órdenes del poder ejecutivo que me comunicó usted .... ,.
París habría triunfado en Segovia e impedido con esa
acción que los rebeldes del Cauca pasaran la cordillera
Central e invadieran e[ valle del alto Magdalena; de ese
modo, el general Mosquera no habría podido moverse del
Cauca; el general López, cuya entrada en la revolución
fue en gran parte decisiva para el éxito de las operaciones posteriores del gobernador del Cauca, no se habria
movido de sus haciendas del Majo y Laboyos, y el grueso
del ejército constitucional habría podido pacificar el norte
de la República. Considerando a posteriori los sucesos de
la devastadora rebelión de 1860, habrla motivos sobrados
para aceptar la doctrina de [os fatalistas y con ellos afirmar que el partido conservador estaba irremediablemente
perdido. Cedamos la palabra a[ general París, quien se
vio obligado a publicar en-1865 una hoja volante destinada a desvanecer graves cargos que le hacían sus copartidarios:
«Conservadores eran los que me siguieron en la expedición a La Plata, quienes furiosos porque no me dejé dirigir por ellos, escribían a Popayán, al bajo Cauca y a todas
partes concitándome un odio que al fin dio el fruto que
debía dar. ¡Llegaron hasta inventar que llevaba yo orden
del general Herrán para hacer traición, como la que decían
llevó también el general Posada a Antioquia I
«¡ Ordenes para hacer traiciónl ¿habráse visto? POT
estos motivos fue que dirigí entonces al poder eLecutivo ~i
· 2:n.
renuncia del mando de esa división, manifestando que en
tal situación era yo el menos a propósito para mandarIa,
y encareciendo la necesidad de que me releva~e con otro
jefe que fuera del gusto de esos senores. No se quiso
acceder a mi solicitud y hube de someterme al sacrificio;
sacrificio inevitable para mí.
«Conservadores fueron los que fraguaron una intriga
indigna para que en la acción de Segovia no tuviera efecto
el plan de ataque acordado, sustltuyéndolo por otro de su
genio militar, haciendo pasar por la noche el rio UlIucos,
sin que yo lo supiera, a la tropa que tenía en Viborá de
reserva, compuesta de dos compafíias al mando de los capitanes Tribín y Cam¿lcho; comprometiéndoJos a que no volvieran aunque yo les mandara orden, ni obedecieran a los
toques de corneta que I epetidas veces se dieron; cuando
ese ataq ue, s .'gún el plan de antemano diséutido y acordado, debió empezarse por la tropa al mando del mayor
Rueda que de lnzá venía, siendo el cuerpo de más fuerza
en número. Asi fije que cuando Rueda llegó al punto convenido ya esa reserva hacia más de una hora que estaba
prisionera. Por esta causa tuvo Rueda que emprender su
retirada, como debia hacerla, combatiendo valerosamente-;
pero no podía menos Gue sucumbir y quedó prisionero con
toda la tropa de su mando. AI mayor Dá vila, que se hallaba.
en el destacamento de Rionegro, lo hicieron también pasar
el Ullucos con grandes dificultades, sin poderse retirar en
caso necesario, como sucedió, cayendo prisionero a pesar
de haber luchado con valor desesperado.
«El general Buitrago estaba más abajo de esos puntos,
y ya tarde se retiró a La Plata. Esta tropa fue la única que
se salvó en su mayor parte y pudo volver a esta ciudad,
después de esa desigual acción de Segovia, que han Jlamado batalla 10s vencedores para satisfacer su amor propio, y los intrigantes por cuya causa se perdiõ, para achacarme sus funestas consecuencias, mintiendo como lo han
hecho en sus escritos por ,!Jlá en el sur.30
-
• 236 •
Para desvanecer otros cargos agregaba: «Acudí alllamamiento del Gobierno con todos mis hijos, montados en
sus propias bestias, armados con sus propias armas y mantenidos con su dinero, sin solicitar colocación de cucalla y
seguridad, sino los peligros, comtlatiendo en donde quiera
ya pecho descubierto .••
El desastre de la primera división, base del ejército del
Sur, que no llegó a formarse, hizo que los frecuentadores
del atrio de la catedral de Bogotá y los empleados de la
secretaría de gobierno y guerra volviesen sus miradas al
sur de Cundinamarca, y que la última semana de noviembre hubiera sido fecunda en postas que traian frecuentes
avisos de la retirada del general París con los restos de
su gente. Este benemérito jefe llegó a Purificación el 29, y
el viernes 7 de diciembre entró a la capital a las once y
media de la manana, acompañado de varias conmilitones
y de varios amigos que salieron a su encuentro.
El vencedor tuvo la debilidad de permitir que su triunfo
fuese manchado por la tropa que mandaba el tristemente
célebre negro Victoria. En poder de éste cayeron don
Rufino Vega y uno de los hijos del ex-presidente Mallarino,
don jasé María. Los dos prisioneros fueron despojados de
.cuanto llevaban, a orillas del Ríonegro; momentos después
de esto cayó Vega de un tiro que le hicieron por la espalda
y lo acribillaron a bayonetazos. Su compañero, que estaba
desnudo en uno de los peñascos del río, se arrojó a las
aguas y pudo así salvarse. Dícese que le regaló su anillo
nupcial al soldado que ]0 tenia preso.
Sobre aquel crimen tuvo el general Paris necesidad
de hacer air su voz, publicando el 13 de diciembre una
aclaración pertinente, asi concebida:
«El doctor Rufino Vega-En
un ·Iugar público de esta
ciudad ha aparecido un papel impreso en Neiva, lleno de
frases subversivas, el cual refiere que yo he dicho a cuan-
tos me han preguntado 'que el doctor Rufino Vega no fue
asesinado, y que si no fuera sordo ya habría oído yo las detonaciones de los tiros que le quitaron la vida.' Esta aserción es
enteramente falsa, a nadie he dicho semejante cosa, y ya
que se me interpela para que hable sobre tan desgraciado
asunto, diré: que el ilustrado y pJtriota señor Vega salió
del campo de batalla junto conmigo, por en medio de los
fuegos enemigos, que aunque sordo, pude oírlos distintamente. El doctor Vega se adelantó en la retirada, en compañía de otro estimable joven, y cuando esperaba encontrarias en La Plata, supe con sorpresa que no habían
llegado, ni se tenía noticia de ellos en el camino.
«Dos o tres días después de esto oí referir las circunstancias que acompañaron a su muerte, y esta relación me
ha convencido de que en él se ejecutó el más frío y horroroso asesinato.
«Declaro, pues, que el doctor Rufino Vega no murió en
e/ campo de batalla el día 19 de/ mes pasado; que no pudo
morir combatiendo, porque no llevaba armas de ninguna
especie, ni tenia mando de tropas, cargo militar ni soldados que /0 defendiesen, y, fina/mente, que es falso que yo
haya dicho nada en contra de lo que dejo expuesto. Se
me ha asegurado que el gobernador del Cauca ha ~njuiciado al asesino, y si este paso no fuere mera farsa para
sacrificar a algún hombre insignificante, no hay duda que
le haría mucho honor.»
En su tránsito a Bogotá recibió el genera/ esta nota:
< Conf'~rferrW"ÚIl
federalistas
Granadina-Comandancia
de las fuel'xas
de Villa vieja, a 25 de IlOviembl"e de 1860.
"Señor general Joaquín París.
«Benemérito general: Al recordar vuestras pasadas
glorias y a/ ver en vuestra frente los ínmarcesibJes lauros
de un acendrado patriotismo, recogidos con inmensos sacri-
fiF¡O~QP~ ~abéi, ,~I'~do FO" yue$fr~ "o~r~, 00 puf'!I~"li>:
!l0~ el F~ra~ófl r~puqlicanp
que HJ1!f~~'~ !~P~~t~rj{f~~
p~r~~~mir~r V/lestro ~prn~re.
j T~l ~$ !~qpj~!P~qu~ ~~
m~r~c~i~ ~n l~ pting~idél provinc!~ <fe N~jva! ~~p.~r91
~9m8 l~ q~~~f~ci~ ha fl~erido que e~~~mo1?d.jv~rJ:ent~~ en
!~a~t~a! fO'W~npa política, se me h~~~ n~c~S~riq,de~p~~~
mpyjwirflto rev()lucionari()
que ha t~niq() liJgar ayer ~p
~§{~ (ji~trHo, ma~¡fe~taro~ C(m la lealt~~ ~ franquez~ 9l!e
Cl.ltrJplea un çaballero la man 'ra de pensar de mis compa~fro~ y mía rê,peclo de vos. Çreemo, q~e e'" af~Far pn~
f~liqpia çlor!9~a de la ~~erra magna serí~ un qelit() de ~~sa
patna. En t~l ¥irtu~ podéis estar seç-uro ~e 9u~ lej()~ de
~~ro~ fW~tiles, en~ontraréis en no~otlOs amiç-os y ~~rvi~orel?
.
9~'
«Nosotras
hemos ejecutado. este movimiento
el
., '
".'
... , con
.....
propósito de Sostener lá constitución federal que creemos
~ioJa~a por algunas Jeyes, pero prop~ndemos únicamente
por el triunfo de nuestra caus,a, sin atender a las personas
!-lue ello se 0.pongan, Y mucho ~enos de las que como
vQS se han hecho dignas de una general estimación. Admiradar de vuestro valor y firmeza, y,' amigo de vuestros
hijos, me sería muy sensible me tuvieseis por enemigo
personal vuestro .
.:
....
'"
"".
'
a
. ~Todas estas consideraciones me han movido a enviaro,~ la pre~ente nota, con el S~ñor d.9ctor Edu'ardo 'Castro,
comision.<1doespecial, encareciéndoos os dig~éis ~ecirme
s! tenéi~ ánimo de opon,eros a n.ue~tro movtmien,to, em~
pleando para ello la fuerza, no obstante la promesa hecha
de no seros hostil.
«Con sentimientos de alta consideración y estima tengo
ate/.to y obsecuente ser-
el
honor de Suscribirme vuestro
vidor,
· ~~?Q~sp'~.¢s 9.Ç e~t~ nqt~. ta~ honrosa, p~rª er~e\l.~t~1 PW(~.
éste; &in'm,edios para oponerS,e a los reb~t~e~, hUM ~
dejarles el c~m,po Iib~e, y se comprometió. ~ n.o éitaca,r1os,
por una, especie de exponsión que se lI.éimó de Villavieja,.
Hemos tr~nscrito çl parte enviado d.eD >mingo J\ria~ y,
relati vo a Segovia: allí aparece el general Paris CO.ffiO i.e~~
del ejército del Sur. ~a.ra que el lector comprenda de qónde
salía ese çjército, es preciso que retrocedamos un poco el\
el relato. El general Herrán, fastidiado por cierta animaqversión que creyó encontrar en los circulas oficiales, una
vez terminada la campaña de Santander, elevó eI 19 de
septiembre renuncia de la jefatura general del ejército, en
cuyo puesto cesó el21 de octubre. EI18del mes de diciembre decretó el presidente Ospina la organización del ejército nacional en siete divisiones y tres columnas; nombró
a París general jefe del ejército de operaciones del Sur;
segundo jefe del mismo y jefe de estado mayor, al general
Espina; subjefe de estado mayor, al coronel francisco Caicedo; jefes de la primera división, al general Posada y al
coronel Viana; de la segunda, al general Buitrago y al
general Francisco de Paula Diago ; de la sexta, a los coroneles Julio Arboleda y Gutiérrez Lee; de la séptima, a los
generales francisco Urdaneta y Manuel Arjona.
La sexta división, como observa Cuervo "había sido
asignada a Julio Arboleda como jefe in partibus, pero creo
que n~nca llegó a sus aidas esta distinción, pues en lug.ar
de ir a la costa, donde bien sabia que poco bue.no podía.
hacer, volara al interior a hacerse cargo de un mand.o en
que podía desplegar sus cualiqades militares, y lo que más
importaba, enderezar a buen fin su elección de presidente de la República», Arboleda era jefe de la quinta
división, la cual tendria por jefe en lo venidero al queseñalase el poder ejecutivo. La tercera seguiria a. cargo de
Henao, quien se separó en esos dias con Iiœncia y entró a_
sub~o~arle el corone! Bra.ulio P. Pag,ola;o L;~ C~MJ~, ",a.Q".
· 2.•0 •
dada por el general Emigdio Briceno, se incorporaria al
ejército del Sur tan pronto como regresase de Santander.
Las columnas tenían de jefes al coronel Jacinto Córdoba,
la primera; al general Vargas Párís y al general Prias, la
segunda; y al teniente coronel Francisco de Pauld Madriñán, la tercera.
La columna que Viana dirigía en Mariquita fue trasladada a Peñalisa, como base de la primera división del ejército del Sur, cuyo mando se confió provisionalmente a Vargas París. Don Joaquín se hizo cargo de su puesto el 18,
y ese día lanzó al pueblo de Cundinamarca
y al ejército
una proclama. «Compatriotas, decía en ella, la patria en
peligro es el más elocuente llamamiento a las virtudes de
sus hijos. En el nombre de ella y para su defensa os llamo,
sin otro título que el de haberle sido siempre leal.» «Soldados! No os recomiendo intrepidez en el combate, ni
generosidad con el vencido; venceréis y perdonaréis, porque sois valientes y humanos. Os éncarezco, sí, la más
estricta disciplina y una obediencia perfecta.» «Compañeros! Marchemos serenos a cumplir nuestra honrosa misión,
y como en los buenos tiempos de Colombia, juremos vencer o morir. Si la suerte de las armas nos fuere favorable,
como ]0 espero de la justicia que nos asiste y del denuedo
que os distingue, habremos hecho al p3ís un servicio
insigne y decisivo; si, por el contrario, el éxito nos fuere
adverso, que al menos la necesidad de hollar los cadáveres
de sus antiguos amigos y compañeros de armas, acibare el
triunfo del jefe de los rebeldes».
Mosquera se dirigió a Ospina, el día 8 de diciembre,
en una carta de la cual recortamos, por ser pertinente a
nuestro relato: «Vime pues (después del combate de Sachacoco, librado cerca a Popayán el 26 de octubre) en la
necesidad de rechazar la fuerza coh la fuerza, y me moví
sobre la división París para expelerla del territorio del
Cauca. Mis movimientos mé colocaron a su frente, y cuando
, 2<41 -
yo esperaba que esa actitud produjera algún avenimiento,
puesto que si emprendía una retirada se convertiría en
derrota, el 19 del pasado resol vió el benemérito general
París librar una batalla para dejar bien puesto su honor,
puesto que vos, ciudadano presidente, no lo habíais autorizado para entrar en relaciones conmigo. Ni su pericia, ni
su conocido valor y el de sus tropas pudieron darle la victoria; fue completamente batida la división París, y los
restos que se escaparon con su jefe lo debieron al haber
dispuesto suspender la persecución, porque me dolía que
este digno general cayera prisionero.»
El ejército del
Cauca se ha dividido en dos cuerpos, a las órdenes de los
generales en jefe Jos.é María Obando y José Hilario López,
y yo ejerzo la suprema dirección de la guerra, conforme a
los convenios con los demás estados; y con tal carácter
me dirijo a vos de un modo confid~ncial, para evitar susceptibilidades que puedan estorbar un avenimiento patriótico.» «Me dice usted, le manifèstó el presidente en larguísima respuesta, que si el respetable general Paris y los
restos de la división escaparon, se debe al haber dispuesto
usted suspender la persecución, porque le dolía que este
digno general cayera prisionero. Debo suponer que realmente se dictó esta orden, y que el motivo fue el que usted
expresa, pero acaso habria sido más conforme con los sentimientos de estimación que usted muestra por este ciudadano ilustre, haberlo perseguido hasta aprehenderlo con
sus leales compalieros, si tal cosa era hacedera ... " «El
señor gobernador del Estado, que habia visto muertos en
el campo de batalla diferentes oficiales a quienes había
formado y adelantado en su carr~ra, y derrotado a su antiguo amigo y compañero, el benemérito general París, no
gozaba del placer de la victoria, y recomendaba a todos
clemencia con los rendidos y buen tratamiento a los jefes,
oficiales y tropa,» se lee en el párte oficial del combâte de
Segovia, suscrito por el secretario de gobierno del Cauca,
doctor Andrés Cerón ..
ti.
CAPITULO XX
Jefatura de) ejército nacional
El eié,.dto ciel gobierno. -H~cia la. sabana cie Bogotá..-LA logra n
semana" de Tunja. - Calvo en el pode".-Di<ve"gencia. ciep¡¡,.ece~
,.es. -Batalla de Suba.choque.-Desastre del ejéf'cito nacional.ln"bitación de Masquera. a Parés.
Al teJ'minar el ano de 1860, «el ejército de la Confederación, dice Cuervo, compuesto de seis mil hombres,
formaba una masa poderosa, que sola, casi sin dirección,
podría recorrer la República entera, hollando la revolución,
como un elefante al pasar por sobre un hormiguero. Pocas
veces se ha presentado en nuestro pais una tropa más respetable que ésta: la caballería contaba a Prias, húsar de
Junln, a Amaya, Carrillo, Ardila, Arjona, Martinez elllanero, famosisimo en las guerras pasadas, Cristancho,
Urrea, Hernández, Pulido y otros tantos lanceros a cua I
más temibles en los campos de batalla; a ia infanterfa
haclan invencible jefes veteranos como Ribera, Gómez,
Silva, Moreno, Sánchez, Benito López, Jenaro Galtán, Pena
y otros de no menor mérito; la artllleria, dirigida por
Es~allón, Borda, Aurelio Oaitán y Vicente ParIs (hijo del .
• 243 •
genera!), y dotada con excelentes canones, contaba oficiales como Castrillón, Recuero, Gutiérrez, Félix Gaitán,
Ponce (el autor de Florinda) y otros jóvenes de las primeras familias del país. Como jefes de división estaban
Gutiérrez Lee, Diago, Posada y Viana; y general en jefe
era ei general Joaquín Paris, honra de Jas annlS granadinas: era entonces en J3 Nueva Granada el verdad~ro
representante de los gllerreros qtle lucharon por la independencia (Imcricana: lleno de cicatrices. call una mano
mutilada y sordo por el ruido de los combates, naaie lo
veía que no lo venerase como reliquia santa que simbolizaba las glorias de la patria. Aumentaban su prestigio la
nobleza de sentimientos, la bondad ilimitada de carácter y
un patriotismo inagotable. En lugar de buscar descanso a
la vejez y lenitivo alas dolencias, ~iempre acude presuroso
a donde quiera qtle puede prestar un servicio, y la legitimidad no cuenta con un defensor más sincero: en 1854
ftle de los primeros en enarbolar el pabellón de la constitución y luchó sin sosiego hasta dejarla triunfante: últimamente lo hemos visto abandonado allá en la cordillera
del Guanacas, y no ceder sino cuando es asaltado por
fuerzas superiores. Separado el general Herrán del mando
del ejército, a él le correspondia tan delicado cargo, y lo
aceptó a pesar de la enfermedad que minaba su saJud y
de la responsabilidad
enorme que se echaba encima:
nuevo sacrificio que le impone la patria. Por desgracía lo
que en aquellos momentos se necesitaba eran condiciones
que sólo pueden abrigarse en pechos jóvenes y audaces:
el g-eneral Paris, con toda la veneración que inspiraba,
parecia no estar allí en su p~esto: como consejero y auxiliar de un jefe del temple de Julio Arboleda o de Leonardo
Canal prestara servicios reales y positivos: sería como
aquellos ancianos de la antigüedad que señalaban a Jas
jóvenes el camino de la victoria; o talvez llenara sus deberes a la medida que él anhelaba ardorosamente, si hubiera
31
• 244 •
contado con subalternos competentes que le ayudasen a
llevar la carga; pero ljuiso la mala suerte que a su lado
no hubiera nadie: él, enfermo y extenuado, tenía que ser
el cuerpo y el alma en la dirección del ejército. Para colmo
de desdichas, el gobierno mismo parecía que dudaba del
acierto con que se iban a dirigir los movimientos militares, yel presidente de la República comete la falta política
o la impericia de acompafiar al ejército en calidad de fiscal, tunto con su secretario de guerra, el cual era civil por
afiadid·ura .•
A comienzos del 61, Mosquera situó su cuartel general en Méndez y allí y en Honda concentró la mayor parte
de su ejército, dejando pequelias .fuerzas en Piedras y
Ambalema. El ejército del gobierno se dividió, yendo la
sexta división a Guaduas y de allí hasta la orilla del Magdalena, y el resto por La Mesa.
El supremo director de la guerra entretuvo a la ge:1te
de aquella división, a cuyo frente estaba Gutiérrez Lee, y
con éste suscribió el 3 de marzo un armisticio en las oriHas del arroyo de Chagllani, acto que sirvió a los rebeldes
para aduei'larse de Guaduas y por esa via avanzar sobre
la sabana de Bogotá, en tanto que el ejército legítimista se
retiraba hacia la misma sabana para reorganizarse y de
• La Mesa pasaba a situar la mayor parte de las tropas en
Facatativá. De aquí se intentaron algunos movimentos
contra Mosquera, que se había fortificado en el alto del
Trigo y que luego pasó al del Raizal, en tanto que sus contrarios situaron sus puestos avanzados en Villeta. Parte de
la sexta división fue un poco más lejos, hasta Buenavista,
no lejos del alto del Trigo, qu~está a medio camino entre
VilIeta y Guaduas. Mosquera envió un parlamentario a
Paris, invitándolo a tener una conferencia en Cune, hacienda colocada al pie del alto del Trigo, y nuestro general
devolvió el emisario, dando por toda respuesta que el ejército de su mando no era deliberante.
• 245 •
El doctor Santos Gutiérrez se apoderó de la plaza de
Tunja, donde empezó a funcionar
como gobt:rnante,
tItulándose presidente del estado de Boyacá. El legítimo gobernador, doctor David Torres,
vino a dar a la capital de la
RepÚblica.
Para rescatar
la ciudad
de los zaques, fue
enviada la séptima división,
con el general Arjona, pero
este jefe fue desgraciado
en su intento y hubo de tornar
después
de siete días de infructuosa
lucha, en que los
liberales
se sostuvieron
y vencieron.
Esta desgracia para
las fuerzas de la Confederación,
que los contrarios
ensalzaron y llamaron los días de la gran semana, dio mayor
prestigio a Gutiérrez, apodado el Tusa, que ya tenía fama
desde 18~4, e hizo cambiar los movimientos
del ejército del
Sur, que se concentró en Facatativá, dejando escalonadas
hasta el Aserradero
sus fuerzas de vanguardia.
Mosquera,
que había pasado a V jlleta, levantó ese campo el 14 de
.abril y por el camino de la Vega subió a la altiplanicie.
El 1.° de ese mes había entrado a ejercer el poder
ejecutivo, por cesaciÓn del cuatrienio del señor Ospina, el
procurador
general de la Nación don Bartolomé
Calvo, a
falta de designados, que eran anuales, pdes no hubo en este
año congreso que renovara
los que habían cesado el31
de marzo y que perfeccionara
la elección de presidente de
la Republica,
que se hizo en septiembre
anterior yen la
cual fue favorecido
por la mayoría de votos el señor Julio
Arboleda.
Mosquera,
siempre en su empeño de sacar ventajas,
y no atreviéndose
a atacar al ejército legitimista,
diose a
explotar
la legalidad
con que Calvo asumía el poder ejecutivo;
las cosas llegaron al extremo de que muchos conservadores
se desconcertaron
y dieron asidero a la especie
de que el ejército se desorganizaría
al terminar el período
de Ospina. Con este mOlivo, el 18 de marzo se suscribió·
en Facatativá
una Manifestación de! ejército a la administración que acaba y a la que principia el ].0 de abril de ]86 J.
• 246 •
cEl hecho solo de haber circulado tales rumores, decían
los firmantes, a quienes encabezaba el general París, nos
obliga a protes;ar, como lo hacemos, a nombre del ejército, que éste no distinguirá personas y que del 1.0 de
abril en adelante, como en cualquiera otra fecha, reconocerá, obedecerá y sostendrá como a magistrado legítimo
el que nueStra constitución y leyes designen pal a encargarse del poder ejecutivo nacional.»
La vanguardia enemiga apareció el18 de abril en el
cerro de Vaque yel 19 acamparon todas las fuerzas de
Mosquera a la entrada de la sabana en Santa Bárbara,
pUnto que domina al pueblo de Subachoque.
Calvo siguió el proceder de Ospina, y con el secretario de gobierno y guerra, don Juan Crisóstomo Uribe,
resolvió dejar la capital de la República confiada al prefecto del departamento, don Plácido Morales, que ejercia
la gobernadón por ausencia de Gutiérrez Lee, y seguir la
marcha del ejército.
«El Il de abril, casi de noche, Ilegámos a Facatativá,
reducidos a 3128 hombres,'
dice don Ramón Guerra
Azuola, ayudante de campo y secretario del general Paris.
«Habiamos perdido, añade, ent,e desertores, enfermos y dispersos en Tunja 1859!»
«No sé cómo explicarme el furor que se habia apoderado del gobierno por las expediciones al norte; pera es
lo cierto que apenas ¡legámos a la sabana, dispuso el señor
Calvo que de los batallones t.o y 2.0 de Bogotá y 7.° de
Zipaquirá y el' regimiento HlÍsares se formara una nueva
división que al mando del general Diago marchara a Tunja
a recuperar lo que Arjona habia perdido y a destruir la
facción por aquel lado. No bastaron los más vivos argumentos en contra de esa medida, ni las protestas del mismo
general Diago, que aseguraba no tener la más ligera esperanza de triunfar, para decidir al gobierno a revocar su
mandato. cEl poder ejecutivo, decia el sedar Calvo, no
• 247 •
puede volver atrás en lo que ha ordenado,
porque daría
una prueba de poca energía.»
«-No es energía sostener un error, contestaba el general
Diago con resolución.
A mí poco me importa morír aquí o
más allá, pero me duele que el gobierno me comprometa
a morir sin gloria, y arriesgue el porvenir de la República
en una jugada que no la hace ni un chambón.
«-Por
lo mismo, contestó el señor Calvo, encolerizado,
yo lo l1I.índo y debe ejecutarse.
Nadie me aventaja en
pat1iotismo, y estoy seguro de que la expeJición saldrá bien.
«SaliÓ, pues, la expedición
compuesta de 1,020 hombres, cuya pérdida habríamos
tenido que deplorar a no
·haber dispuesto Dios las cosas de otra manera.»
Diago escribió que Santos Gutiérrez se le acercaba por
la vía de Pacha y que él había resuelto aguardarlo en Zipaquirá.
«En esta vez parecía lo más conveniente
que nos trasladáramos a Cuatro esquinas, para atender a M0squera si
salía por Subacl1f)que o para auxiliar a Diago, si era atacado. El señor Pastor Ospina, hermano del ex-presidente,
quiso q\le la marcha se hiciera dando la vuelta por Subachoque; pero en aquellos días se habia alzado una vocinglería terrible contra este señor, a causa de haber conseguido urt decreto del gobierno en que eximia todos sus
bienes de la ex propiación que se había decretado conforme
a la ley, y todos pensaron que aquella vuelta que se pretendía hacer dar al ejército no tenia más objeto que proteger sus propios intereses. Asi fue que la indicación fue
mal acogida, y la marcha se ejecutó por el camino recto
el dia }9. Si pOi fortuna se hubiera hecho lo que el señor
Ospina indicaba, habriamos encontrado a Mosquera'
bien
molido y mal andante'
saliendo a Subachoque,
y talvez
lo habríamos destruido, porque su parque venía muy atrás.
«A las doce de la noche supo el general París que Mosquera había salido a Subachoque,
y dispuso que al ama-
necer se pusiera nuestro ejército en marcha para allá. No
sé por qué fatalidad no se movió nuestra tropa hasta las
diez del día, y mucho menos por qué en vez de tomar la
via indicada, tomámos la de Tenjo a donde Jlegámos al
anocheCèr. El general París,que estaba gravemente enfermo
de disenteria, no tuvo conocimiento de esas dos infracciones !'Jno al fin del dia, y cuando ya no tenian enmienda.
«El 21 se rec0nocieron las posiciones del enemigo, y
se le previno al general Diago que contramarchase y se
nos reuniese en las cercanías de Subachoque, y al día
siguiente nos situámos en el Hato y Cantimplora, a la vista
del ejército contrario y como a una legua distante de él.
El enemigo nos saludó con veintiún salvas de artilleiÍa,que no se le contestaron. El señor Calvo quiso que ese
mismo dia diéramos la batalla.
«- Son las dos de la tarde, decía, y en eslas cuatro
horas que nos restan se ¡Juede hacer algo.
«-Yo, señor, c'Jntestaba el general París, no puedo dar
batallas sin estudiar el terreno y disponer las cosas como
deben ser: precipitarnos ahora sin orden ni concierto, es
perderia lodo en un instante.
«---Pues yo he leído replicaba el primero, que en la
guerra de la independencia se daban las batallas sin pensaria mucho, y agí se tomaban trincheras y se ganaban
victorias.»
«-En ese tiempo se peleaba por muy distinta causa
que hoy. Esa era una guerra de oprimidos contra sus opresores; de víctimas contra sus tiranos; de americanos contra el'lpañoles, y había entusiasmo, decisión y patriotismo.
Pero ahora no encuentra usted más que deseos de propio
engrandecimiento, sin que las palabras que entonces nos
electrizaban sirvan hoy para nada. Los hombres de hoy
no son los de entonces, y estoy seguro de que no encontraríamos en todo este ejército cuatro oficiales que nos
siguieran, si fuera preciso emprender una marcha a pie y
• 249 •
no tuviera el gobierno con qué pagar sus slIeldos. Cierto
que en la independencia
se dieron acciones que asombraron; pero recuerde usted que fueron ejecutadas
por hombres extraordinarios
y éstos ya no existen. Yo, por lo
menos, no me creo capaz de dar una batalla sin conocer
el terreno, y me tendría por muy dichoso si cualquiera
de
los generales o jefes que aquí hay se hiciera cargo de dirigiria, salvando mi responsabilidad.»
EI25 se librÓ la sangrienta
batalla de Subachoque,
favorable a las fuerzas que dirigía el general París, y en
la cual ci denuedo de los soldados gobierr.istas vino a probar que aún se peleaba
con decisión y entusiasmo.
La
caballería,
sobre todo, hizo projigios
de valor y ardimiento.
«Dos oficiales nuestros-uno
de los cuales se llamaba
Pérez, que pasaba como de origen peruano y fue uno de
los derrotados
en Segovia,-dice
Guerra Azuola, quisieron
animar m,í5 nuestra caballería, y salieron de las filas, picaron sus caballos, saltaron las trincheras Y entraron al campo enemigo, donde murier0n
a bayonetazos.
"Un alférez Salceda
recibió dos balazos a un tiempo.
el uno en el pecho Y el otro en la garganta,
y ambo~ lo
atravesaron
de pa~te a parte. C:lYÓ del caballo como muerto,
y así permaneció
por más de cuatro hora<;, Al cabo tie este
tiempo se sentó. miró con espanto a su alrededor, y resistió el estro reo y fatig;¡s del viaje hasta Bo¡;otá, en donde
existe todavía (6 de agosto de 1862) curándose
de aquellas dos mortales heridas.
Un soldado que pasaba
por
junto de él cllando saliÜ del desmayo, se iba muriendo de
Sllsto, creyendo
que había resucitado.
El pobre hombre
tuvo más miedo de un resucitado
que de mil muertos.
«A tiempo que el batallón primero de línea entraba en
combate, fue derribado el coronel Moreno de un balazo
en una pierna. El general París, que estaba allí, hizo \lamar al coronel Mateo Viana para encargarlo
del mando
• 250 -
del batallón. Cuando éste vino, la muerte andaba bien
cerca de nosotros, y en forma de una granizada de balas
nos diezmaba a toda prisa. Viana llegó sin mostrar la
menor alteración en su ánimo; oyó con calma las órdenes
del gen~ral ; desenvainó su espada, se hizo reconocer del
batallón, y en pocas horas lo animó a vengar la muerte de
sus compafteros y la herida de su primer jefe; y poniéndOse a la cabeza, continuó el movimiento sin vacilar ni
precipitarse, en fin, sin dejar su modo de ser, no obstante
que, en los momentos que se emplearon para esta simple
operación, pasaron de veinte los muertos y heridos que
nos hizo el enemigo. Era que nos habíamos parado a pocos
pasos de la trinchera. El corone! Viana llegó hasta el pie
del parapeto, pero no todos se habian resuelto a acercarse
a aquel volcán encendido, y sólo los oficiales lo acompanaban, por lo que tuvo que dar algunos pasos atrás en
busca de algunos soldados o siquiera de algunos fusiles
para hacer fuego a quemarropa y desalojar al enemigo del
punto invadido, cuando una bala lo derribó en tierra y lo
puso fuera de combate.
«El general Mosquera, que había salido también de las
fortificaciones a retaguardia de sus caba:lerías, viéndose
acometido de cerca y con tanto brío por los nuestros, quiso
retirarse precipitadamente y metió su caballo en un pantano,
del cual no pudo salir. Creyéndose perdido, quiso matarse
más bien que caer en nuestro poder, y preparó una pistola
para volarse el cráneo, cualldo su ayudante de campo, el
señor Simón Arboleda, lo detuvo y dándole su caballo, le
dijo: «Sálvese usted, que yo caeré en su lugar »; a cuyas
palabras no contestó más que «mil gracias» y montando en
el caballo que le ofrecían se escapó y corrió por el camino
de la Vega, no sé hasta dónde; pero supongo que iría
hasta bien lejos, porque no volvió sino por la noche, según
él mismo se lo confesó después al general París, como adelante diré. Arboleda fue hecho prisionero, y refirió esta
escena tal como la cuento yo.»
- 2SJ •
El destrozo causado en las filas rebeldes por la caballería del ejército del Sur y la pérdida del general Mosq'Jera produj~ron gran desaliento en su campo, y el general
López sacó de un toldo una sábana y fa convirtió en bandera blanca, con ('1 objèto de parlamenta r. Todos la vieron
en el campo vencedor. El ex-presidente
Ospina, que aquel
día había funcionado como adjunto al estado mayor general, portándose con un valor extremado,
puso su anteojo,
y volviéndose
luégo al general Paris, dijo que no era blanca
esa bandera sino amarilla, y como se le observase que era
distinta de la<; que había tremolado
el ejército rebelde en
la fortificación desde el principio de la batalla, repuso que
estaba más desteñida que las otras. La handera era efectivamente blanca. pero el joven Aureliano González, cuyo
padre acababa de morir, la arrancó lleno de indignación,
diciendo que sobre el cadáver de su padre no se ponía
bandera blanca. Pronto hubo una especie de reacción entre
los revolucionarios,
que se habían dado por derrotados y
huían, y la suerte cambió por completo. Paris quiso reanudar combate a\ otro día, y así se \0 prometió al secretario de relaciones exteriores en la noche del 25. A las cuatro de la mañana hizo tocar diana y convocó a los jefes
plra explicarles lo que era preciso hacer. Diago, Viana y
Gutiérrez
Lee estahan
gravemente
heridos, y los otros
completamente
desalentados.
Estos fueron exponiendo las
pérdidas que sus respectivas dependencias
habian sufrido
y sólo entonces se vio en toda su magnitud el desastre del
ejército de la Confederación.
No quedó más arbitrio que
dejar que se repusiera la tropa no sólo del cansancio y
completa abstinenda
del día anterior, sino también de la
impresión recibida por las pérdidas sufridas.
Además, se
atendería a los heridos, que no habían cesado de levantar
sus ayes hasta el cielo, tratando de despejar el campo de
los muertos y heridos y de los caballos que lo obstruían.
-Dispuso, pues, el general Paris, que los soldados de
92
BANCO DE LA REPUBLICA
BIBLIOTECA LUIS· ANGEL ARANGO
.u
CAT~tL\rJoClON
- 2S2 •
cabatlerfa
a recoger
que cada
hombres
muertos.
proteger
que tuvieran bagajes se pusieran Inmediatamente
Y traer algún ganado para racionar la tropa, y
batallón de infantería enviara un.a partida de
sin armas, a recoger los heridos Y enterrar los
El resto de la tropa se puso satre las arma~ para
estas partidas en caso de ser atacadas por el ene-
migo.
cEn estas operaciones se pasó todo el día 25, sin que
hubiera posibilidad de atacar al enemigo, y sin que éste
hostilizar a en lo más minimo.
«Al anochecer recibió el general París una carta de
Mosquera, en la que le suplicaba hiciera poner en libertad
a su sobríno Simón Arboleda, a quien amaba como hijo,
recompensándole asi la libertad que le habiá dado en la
Barri,,",ona a uno de los hijos del general. Le instaba para
que celebrara un armisticio para recoger sus heridos y
enterrar los muertos, y le suplicaba de nuevo que accediera
a la entrevista que tántas veces le había propuesto, de la
cual nada malo podía resultar y talvez resultaría la paz
en la República; y concluía con estas palabras: • Sentiré
mucho morir sin que hayas querido oír lo que tengo que
decirte.'
~El general consultó, como tenÍ3 de costumbre, lo que
debería hacer .... En cuanto a la libertad de Arboleda, el
gobierno se negó abiertamente a concederia, dando, entre
otras razones, la de estar ya en marcha los prisíoneros para
Bogotá desde las diez de la mafiana. EI27 contestó el general
aceptando la entrevista para el día siguiente por la mañana,
y excl1sándose de no poder pagar la libertad de su hijo con
la de Arboleda. Esta contestación la llevó verbalmente
uno de los hijos del general (don José Joaquín) por si acaso
Mosquera quería mantenerlo en rehenes; no pudo hacerlo
con el mismo que había recibido el favor, porque estaba
en servicio (capitán de la 4.a compal'iía del 3,· de artillerla)
y el gobierno se opuso a que fuera. Mosquera no se dejó
• 253 •
ver de París, y mandó recibir el recado al señor Wencelr
lao Borda.»
Ese mismo día entró a la fortificación una fuerza de
cuatrocientos 'hombres que llegaba del Tolima por la vía
de La Mesa y que a los gobiernistas les fue imposible
detener y batir, porque el único punto factible para esto
era el mismo camino que la Rente de París habia traído,
camino largo y fatigante, en cuyo recorrido se emplearía
más tiempo que el que gastasen los tolimenses en unirse
a Mosquera. Además, para proteger el movimiento habría
sido preciso mover todo el ejército, dejando abandonados
como seiscientos heridos que se habían recogido.
«Nuestras partidas continuaron enterrando muertos y
recogiendo heridos, y algunas de ellas estuvieron conversando familiarmente con las que aquel día habían salido
del campo enemigo, a ejemplo de las nuestras.» (I)
( I) Guerra Azuola.
CAPITULO XXI
Entrevista con masquera
Sitio de la entre'bista. -Pretensiones de 8o!osquera.-Presidencía. de Cal'Vo.Hospital en Subachoque. -Mo'Vilíza.cíón del ejércíto.-Muerte
de
Obando.-Separa.céón del genera.{ Paris.-c.BataUa. de Usa.quén.-Entusiasmo perJudicía{.-Muerte de don Vicente P,¡rís.-ReUgiosídad de [os
Parises.
Súpose que Obando se movía con seiscientos hombres
en auxilio de Mosquera; Posada, muy nervioso, pretendió
alistar la tropa para mudar de campamento, a lo que se
opuso el general París ha'\ta después de celebrada la entrevista, porque no queria que Mosquera dijese que se había
valido de la ocasión de tener una cita pendiente para
irse a otro sitio sin ser hostilizado. «La hidalguia de ese
honrado veterano le hacía rechazar cualquier paso que
pudiese traer consigo el menoscabo de la reputación del
ejército que mandaba, o desdijese siquiera de la franqueza
y lealtad que caracterizaban todos sus actos.»
«Encontráronse los dos generales casi en el centro del
valle, se dieron un cordial abrazo y Mosquera lloró de
:ternura, pues creo que de veras amaba y respetaba al gene~
· 255 •
rai París» (1). Para que estuviesen menos incómodos, ordenó Mosquera izar una tal da. A uno de los soldados que
estaban en esa tarea le nabló el gobernador del Cauca:
-Míra, éste es tu general París y debes respetarlo,
porque hasta fa mismo lo respeto. Oíle ahora por qué
peleas tú.
-Por la libertad.
-¿Y no tenían bastante libertad en el Cauca? le preguntó Paris.
-Sí, dijo el negro con indiferencia.
-Entonces
no es por eso por lo que peleas, arguyó el
general.
-OHe que la constitución de 1858, intervino Mosquera.
-No le sople, mi general, dijo Guerra ::on timidez, y
todos ricron de esa salida.
Pasaron al laIdo y Mosquera hizo retirar a ocho individuos que lo acompañaban, para estar solo eon París.
Quiso retirarse Guerra, y el primero le manifestó que quien
merecia la confianza de París mt:recía también la suya.
Coronel, agregó llamando al coronel joaquin Suárez Fortoul, que nos traigan café con galletas; pero ve .... Hombre, Joaquín, ¿ que tal estás de muelas?
-MaJ, CiO me queda más que una de cada lado.
-Pues yo estoy lo mismo, yeon estos dientes .... Vea,
coronel, mande que ClOS traigan galleta norteamericana de
sagú, para joaquin y para mí, y de las otras para Guerra,
que tendrá con qué mascar» (2).
«Lo primero que dije a Mosquera después de saludarlo
fue: vamos a ver euál es esa prueba de desprendimiento
patriótico con que quieres sorprendemos.
El me contestó
(I) Mosquera, despub de Cua.pud, eD carta al General Flores. le dijo que
París era para él como un hermano, y que en Se govia y Sub.choque que habla lU'
frido enormemenle allener que medir sus armas
(2) Guena ~uol ••
COQ
las de DUdlro geDeral.
• 256 •
poco más o menos en estas términos: Mira, Joaquín, este
país merece otra suerte, tiene todos los elementos deseables para su prosperidad y para ser una gran nación; pero
por desgracia está pésimamente gobernado; no hay sistema de hacienda, todos sus ramos están en el mayor
desorden, y no hay hombre con el patriotismo y conocimientos administrativos que se requieren para desarrollar
y para poner en movimiento tántos recursos como hay
para impulsarlo en la vía del progreso. Yo soy el llamado
~ regeneraria y organizaria como debe ser, y dejarlo de
modo que después no haya más que seguir el sistema que
yo haya establecido para que marche fácilmente. Hecho
esto, yo me retiraré a la vida privad3, yéndome a Europa
para quitar recelos y desco¡1fianza. Esta es la prueba que
quiero dar. ¿Qllé te parece, Joaquín? Nada le contesté,
me sonreí.» (l).
Guerra Azuola pone en boca de los dos generales este
diálogo:
-Deseaba
mucho hablarte para convencerte de que la
guerra que nos estamos haciendo es desastrosa y sumamente perjudicial al pais.
-Eso lo veo yo mt:'jor que tú.
-No lo creas .. , Yo lo estoy viendo mejor que nadie,
porque cada día tengo que apelar a algún nuevo arbitrio
para sostener los 14,000 hombres que ten~o sobre las
armas en toda la República .... y todo para compr9barle
a OSjJina que la existencia del partido nacional no es una
quimera, y que a él pertenecen todos· los hombres honrados e inteligentes del pais. Tú mismo debías pertenecer a
él, y más tarde, cuando yo triunfe, me ayudarás a hacer la
felicidad del pais, empujándolo en la senda de la prosperidad.
(1) Joaquín París. hoja publicada en 1865 con el título de Explicación:;a
necesaria..
- 257 -
,
-No creo yo, Tomás, que con una guerra injusta y
atroz como la que hace:; al gobierno legítimo pueda adelantar el pais; y me parece un sarcasmo indigno de ti y de
mí el que digas que todos los hombres honrados te pertenecen, cuando estás rodeado de .. - y de .... y de tántos
otros que no son más que f.Imosos criminales. Más te
valiera haberte sujetado al juicio desde el principio, pues
te aseguroc¡ue hahrías salido absuelto y los conservadores
mismos te habrían elevado a la presidencia .... y se hahrian
evitado tántos males.
-¿Los conservadores? dijo Me)squera riéndose. Tú no
los conoces todavía. Ellos necesitan que yo los coja por
la fuerza y les lave la cara y les corte las uñas, como una
madre a sus hijos. Ya verás cómo por más que finjan
odiarme me rodean y me agasajan el día que triunfe. Si
me he valido de los hombres que me acoiTIpaf'ian, es
porque los' he cogido como a máquinas, y les daré con el
pie cuando no los necesite .... Supe qlle estabas muy
main de disenleria y tirado debé'jo de un toldo, como cualquier soldado: lo cual me ha escandalizado, porque esos
hombres a quienes sirves debían cuídarte mejor. Tú mismo
tienes la culpa porque viajas como en las campañas con.
los españoles. ¿Te acuerdas que al presenlárseles nuestras
tropas les grítaban: Perdonen por Días) vuelvan el sábado
que hoy no damos limosna? Aprénde de mí: yo cargo
buena tienda de campaña, caire de bronce, buenos vinos,
y hasta vajilla de porcelana; y a eso le debo el estar bueno
y gordo, y talvez el gozar d~ tánlo prestigio con los que
me siguen, porque dándose uno tono lo respetan. Ya verás
las tacitas en que van a servirme el café. Pero repára mis
soldados, qué buenos son .... SOli los mejores del i!lundo.
Ya viste cómo pelearon el 25. Es una lástima que me hayan
herido ustedes a tántos; lo menos tengo treinta heridos y
para curarias querría que celebrásemos un armisticio. Yo
me situaria en Zipaquirá, por ejemplo, y tú donde quisie-
• 2S8 •
ras, mientras atendemos a esos pobres hombres, que son
nuestros hermanos. Hagamos algo como gente civilizada!
-Déjame hablar, dijo el general París, como aturdido
pOi' tántas ideas mezcladas en ese desorden. Yo también
tenia algo que decirte, pero no me has dejado.
-·Si, lo confieso, soy muy charlatán, pero ya ves, como
hacía tánto que deseaba hablarte ...
Desde que estábamos en Segovia te lo propuse, y si hubieras aceptado, talvez se habría evitado tánta sangre como se ha derramado.
y ya que hablamos de eso te diré que estoy muy ofendido
contigo porque dijiste que Rufino Vega habia sido asesinado. Yo esperaba otro tratamiento de ti, pues debías conocer que aunque manchego, soy tan caballero como el que
más. No quise que te cogieran cuando saliste casi solo de
Viborá, así como no quise que te hicieran más tiros el 25,
desde el momento en que te conocí. Andabas con uno de
tus hijos, con Guerra y con otro oficial a quien no conocí;
tenias un encauchado claro y montabas un soberbio caballo peceño claro: pero cuando vi que se te acercaba un
hombre de ruana negra, zamarros negros y caballo negro,
no pude contenerme y les grité a mis soldados: Ese debe
ser el jesuíta, apúntenle bien.
«Confesó que habia dado un paso falso al desconocer
al sellar Calvo; pero que lo había hecho para hacerle comprender que a un caballero se le debian contestar sus cartas, y también porque al proponer al congreso la ley que
llamaba a la presidencia al procurador de la Nación, no se
imaginaba que éste pudiera ser un zambo, y creía de su
deber evitarle a la República el sonrojo de tener un presidente que en las naciones civilizadas sería expulsado de
cualquiera reunión -.
-Sin embargo, agregó un momento después, te autorizo
para que le digas a Calvo que lo reconozco como gobierno
legítimo, siempre que este paso traiga consigo algún avenimiento que ponga fin a la guerra.
• 259 -
D~smintióla relación de don Simón Arboleda respecto
al modo como se salvó el dia 23, diciendo que no había
estado en tánto peligro, porque al sacar sus pistolas y
encararse a nuestra caballerí3, ésta había vuelto caras y
corrido cobardemente, y aliadió :
-Cuando entré a mi fortaleza encontré la novedad de
que diez y seis soldados se habían ído por el camino de
La Vega, y como éste era un escándalo nunca visto en mi
ejér.-:ito, que es todo de voluntarios y me acompañan por
convicción, volé yo mismo a infllrmarme del motivo de su
deserción. Los alcancé ya bien lejos, y supe que viéndome
ya perfectamente victorioso habian resuelto ir a La Vega
a traer víveres, porque calculaban que con los muchos
prisioneros que.cogimos nuestras provisiones tendtían que
escasear un poco ..
Por supuesto, los dejé ír, y han
vuelto todos y están haciendo un buen negocio, porque
han vendido las panelas a media o a tres por un real.
Después de dos horas y media de una discusión tan
poco provechosa, el general Paris se despidió, pues se
sentia muy enfermo.
-¿En qué quedamos? le preguntó Mosquera. ¿Hacemos un armisticio situándome en Zipaquirá?
-No, le contestó el general. Armisticio de hecho lo
hemos tenido en estos tres días. En cuanto a situarte en
Zipaquirá, desde ahora te notifico que si yo sigo dirigiendo
las operaciones, defenderé esa posición con más ahinco
que Bogotá. Además (te hablaré con franquep) no puedo
lisonjearme de que el gobierno éntre en arreglos contigo,
porque según he poclido entenderte, todas las cosas que
propones tienen por base la abdicacit'ln del gobierno, y esto
es inaceptable. Por mí sé decirte que nada por escrito
celebraré contigo.
-Pues bien, dijo Mosquera, déjame establecer mi hospital en Subachoque, y prométeme no lamar como prisioneros a los que envíe allf. Te confieso que son muchos los
Ba
• 260 •
heridos que tengo, y si fos vieras alii a la pampa, te compadecerías de ellos. Míra, la lista que tengo alcanza ....
a· ... cuatrocientos ochenta, y entre ellos están Mendoza,
Plata, Gutiérrez y otros hombres de importancia. Déja
que Subachoque quede neutral y mandemos allá nuestros
heridos.
-Convenido,
dijo el general Paris, pero eso no podrá
tener efecto sino hasta después de cuatro días, porqLle yo
voy a ocupar el pueblo hoy mismo, y mi tropa está formada para marchar. Sólo aguarda que yo regrese, para
moverse. Por eso te dije hace rato que bien podías soltar
tus caballos para que pastaran, sin que hubiera temor de
que te los quitara mi tropa.
-Me alegro que mudes de campamento, dijo Masquera; me parece que tu enfermedad es grave, y de ninguna manera te convenía seguir. viviendo en este lodazal.
Por mi parte te ofrezco no hostilizarte en tu marcha. Puedes irte por el camino que está aquí cerca, sin dar la vuelta
por atlá detrás, por donde viniste, contando con mi palabra de honor de no molestarte en nada. No te atengas a
los prácticos o vaquianos: ya ves qué vuelta la que te
hicieron dar para llegar hasta aquí. Véte derecho, formando
con el meridiano magnético un ángulo de 72 grados, y
encontrarás una casita, y de allí al camino que te indico
no hay más que dos o tres decámetros. Siento muchísimo
no tener aquí una brújula que pudiera servirte, pues el
busol que podria darte es demasiado pesado.
Apenas sê separaron, le dijo a Guerra el general París:
-Cuando
Mosquera estaba de presidente de la República, fui a visitaria un día, y después de mostrarme mil
trebejos dio orden a un criado negro que tenía, de ir a la
casa en que vivia su señora y traer todos los retratos que
hubiera de él para que diera yo mi opinión sobre cuál era
mejor. A poco rato volvió el criado trayendo en una salvltla tQfIK) c.~
o 5e&eHtaretratos de Mosquera, uoos
de paisano, otros de militar, ya de bata y gorro de °entrecasa, ya de diplomático
¿qué dijo Mariana? preguntó
Mosquera;
y el negro, imitando los movimientos de la
señora, contestó: No dijo más sino iAh Tomás! I Ah
Tomás! Así mismo digo yo, continuó el general: I Ah
Tomás! ¡Ah Tomás!
Cuando París y su ayudante llegaron a las posiciones
del ejército conservador no el1contraron al jefe de estado
mayor, general Espina, con quien toparon a las tres de la
tarde en una casita de la Pradera, donde había algunos
heridos del gobierno; y a pesar de que Espina estaba poco
dispuesto a ayudar a la movilización del ejército, pues
dijo que era tarde para emprenderla, París la ordenó y
cuando llegó la noche se encontraron las tropas en un
laberinto de zanjas profundas, barrancos y cercas impasables, porque todo estaba inundado por las lluvias. A las
once de la noche llegaron al pueblo de Subachoque el general y su ayudante, y allí supieron que el procurador y los
hermanos Ospinas habían arribado desde el medio día,
escoltados por un batallón y dos escuadrones, que se
hahían hecho mover sin darle cuenta a nadie; y que Espina
y sus adjuntos habían tomado alojamiento desde el anochecer, pues se habían ido por caminos extraviados, sin
esperar a nadie ni disponer cosa alguna. «Así andaban las
cosas: cada cual hacía lo que mejor le parecía sin curarse
de nadie.·
"La enfermedad del general París era ya tan crítica
que no podía mantenerse en pie. Tendióse en una cama y
quedó como exánime muchas horas. Al amanecer del 29
dio orden de que saliera una partida de infantería a proteger un escuadrón de caballería que debía estar comprometido con las fuerzas que traia Obando\ según lo anunciaba
su jde Juan Ardila. La partida saJ¡ó, pero el general no
supu nada hasta el día siguiente, porque perdió el conocimiento.
o'
•
;
• 262 «Componiase la exppdición de los batallont's t.e de
línea y 2." de Bogotá al mando de sus respectivos jefes
Jacinto Ruiz y Teófilo del Río, B. López y G. Gaitán, y
mandados todos por el coronel Heliodoro Ruiz. A Jas doce
se puso en marcha y como a las tres de la tarde se avíst6
con las fuerzas de O'Jando, que venian hostil izadas por el
escuadrón Ardila
«Ruiz hizo alto, y después de un minucioso reconocimiento del terreno y de las fUl:rzas enemigas, se dirigIó a
la tropa. y en pocas palabras le hizo conocer la imp:}rtancia de obedecer ciegamente, y la necesidad en que él se
encontraba de quitarle la vida a cUdlquiera que retardase
la ejecución de sus órdenes, o que se propasase una línea
en lo que se mandara; y cumplidos estos preámbulos, hizo
marchar a '5USdos batallones, uno por la derecha y otro
por la izquierda, y moverse con tal precisión y oportunidad, que en hora y media consiguió estrechar al enemigo
en el callejón que forma el camino para Facatativá, y en
el acto hizo a la caballería dar una carga que decidió la
victoria a nuestro favor. Las tropas de Obando se dispersaron y entregaron; Obando y otros muchos murieron, y
a las cinco de la tarde estaba todo concluído. Entre los
prisioneros estaba el señor AnibaJ Mosquera, hijo del
general, que habia recibido una lanzada en el brazo derecha; y de él y de boca del capitán Alejandro Posada, que·
funcionó como ayudante de campo del coronel Ruiz, obtuve
estos pormenores. Cuando el general París supo que el
hijo de su amigo estaba en calidad de prisionero, pero
viviendo con nosotros y atendido con particular esmero,
lo hizo entrar a donde él se hallaba, y le dijo con el mayor
cariño que ec;taba libre y podía escoger entre ir al campamento de su padre, oa Bogotá a casa de su madre, o quedarse con nc,sotros hasta curarse de su herida. Anibal
eligió venir a Bo~ota.
-Pues bien, dijo el general, mafiana se irá uste~ con-
• 263 •
miga porque estoy muy malo y ya no puedo resistir fa
campaña. Escribale a Tomás avisándole de todo, y vuelva,
pues quiero saber si Ooando cayó prisionero,
como me
a<;aban de decir, y por qué no lo han traído a casa, según
lo he mandado .. Y dejándose caer en las almohadas perdíó
otra vez el sentido. Sólo de vez en cuando se le escapaban
palabras que hacían conocer el delirio que atormentaba su
espíritu.
El 1.0 LIe mayo se consiguió que el poder ejcutivo diera
la licencia para que el general París se trasladara a Bogotá
a curarse, licencia que sus amigos habían solicitado desde
que se enfermó en Facatativá, y que se le había rehusado
por temor de que su venida produjera algún alarma en la
ciudad o desaliento en la tropa.
La licencia se dehió a que la disenteria
que minaba al
general hahía llegado a tal grado de intensidad que hacía
temer por su vida. «Honda penl causó en el ejército la
separación
de este ilustre veterano, a quien todos veneraban. más que por sus cicatrices,
por sus grandes virtudes. A pesar de su ancianidad
y de sus enfermedades
había aceptado el penoso cargo que le confió el gobierno,
y no se separó de él sino cuando, moribundo, no pudo
resistir más." (1).
El 2 de mayo, en virtud de las conferencias de los generales París y Mosquera, se movió el eiército conservador
de Subachoque
al punto que ocupaba antes de dar esa
batalla. Siguieron
lof, movimiemtos
de ambos ejércitos,
acercándose
los dos hacia la capital de la República.
El
12 de junio se libró en Usaquén
un combate que fue de
resultados favorables al gobierno y que envalentonó a/os
partidarios de éste, a la/ punto que se creyó totalmente
dominada la revolución, y mucha gente, de toda edad, sexo
y condición salió de Bogotá al campo conservador
a pre( J) Cuervo, cit.
senciar una nueva batalla, el día 13, y a conducir a la
capital a Mosquera y a sus tenientes, los que vendrían
amarrados con la cantidad de lazos que el público había
llevado al Chicó. El enardecimíento popular hizo comprometer la acción, que fue de resultados adversos para la
causa de la legitimidad. Entre los heridos del 13 lo fue
mortalmente el capitán de artillería Vicente París, «joven
lleno de vida y de impavidez, especie de Bayardo con la
dulzura de un niño, que nunca supo lo que era peligro, y
que respetado en el ejército era amado en la sociedad de
sus numerosos amigos," según se expresa don Angel
Cuervo.
Entre tanIo, el general París, en su lecho de dolor,
luchaba entre la vida y la OJ uerte; lo único positivo de la
entrevista con Mosquera fue que a causa de una copa de
vino que éste le hizo tomar, recrudeció a tal punto la disen~
teria, que lo condujo a dos dedos del sepulcro. No faltaron
entonces personas que supusieran que el jefe rebelde había
pretendido envenenar al general legitimista, pero, como
anoIa la stñora Acosta de Samper, París se reía de aquello, rorque estaba cierto de que Mosquera le profesaba
cariño verdadero ..
La familia Paris de la Roche, en la cual la muerte
había hecho tánlos claros y que aún lloraba inconsolable
la pérdida de la esposa de don Joaquín, hubo de compartir la solicitud de sus cuidados y atenciones entre el benemérito anciano y su valeroso hijo don Vicente, cuyas heridas era impotente a cicatrizar la ciencia y que falleció, en
medio de atroces sufrimientos, que él, siempre sereno y
estoico parecía de~preciar, en la madrugada del 20 de
junio. Esta nueva desgracia hubo que ocultársela por algunos días al general, para que con la conmoción que ella
hubiera de causarle, no se agravasl: de sus dolencias.
Don Vicente tuvo en su lecho de muerte todos los auxilios y consuelos de la religión católica, y se durmió en el
- 265 -
seno del Creador del mismo modo que lo habían hecho
sus tíos y hermanos. El 24 de mayo de 1864 falleció repentinamente don Ramón París y Ricaurte, un domingo en la
tarde; don Ramón vivía en el Chicó, cerca de Usaquén, y
todos los días festivos venía a pie a Bogotá, a oír misa; el
día de su muerte hizo lo prorio y además se acercó a la
mesa eucarística.
Don Pepe París, cristiano viejo y temeroso de Dios,
frecuentaba los sacramentos, y el pronóstico del doctor
Cheyne, acerca del período de vida que le restaba después
de amputado el brazo, en vez de acobardarlo, le hizo pensar con mayor ahínco en el más allá y en prepararse para
el eterno viaje.
Eran los Parises una familia que se distinguía por su
valor y desprendimiento de la vida, por su caridad y filantropía y por su sencilla y edificante piedad.
CAPITULO XXII
Ultimas años del general París
El entierro de don Vicente París.-Ataque
a Bogotá.-Aditud
de Cos
Pa.rises.-Muerte de Ca"illo.-En
la legación británica.-Polítlca
de Mosquera. - Carta de don Joaquin •• Amarguras del 'VenerabCe
prócer .. El ataque a San Agustín - En Cahadenda de "Fagua." Carta de Fernández Madrid. - Muerte del generaL - Honores póstumos. - Tra.sla.ción de sus restos. - Centenario de su nadmlento.
La des:Jparición de don Vicente París causó duelo
profundo en la sociedad bogotana y en las filas del ejército y del partido conservador;
el sentimiento que esa
muerte produjo se exteriorizó el dia del entierro, q!.le fue
en el templo de Santo Domingo, muy solemne y concurrido
por rojos y azules, sin distinción, pues todos apreciaban y
querían al extinto. En el acompaftamiento del cadáver iban
muchas sefioras y señoritas, que por turno condujeron el
féretro hasta la sepultura. Este delicado homenaje del bello
sexo de Bogotá sólo tenia, que nosotros sepamos, singulares antecedentes, el principal de ellos cuando el sepelio del
general Juan José Neira, en enero de 1841, y pocos días
antes, en los sepelios del coronel Gutiérrez Lee y del coronel Liborio Escallón, muertos respectivamente el3 de mayo
• 267 .
Y el 15 de junio. Y bien merecIa Pads tales hOD.ores PÓ$·
turnos; la gallardía de su presencia, su denuedo y su bravura corrían parejas con las del esforzado paladín del 40.
A la postre, el organismo sano y vigoroso del generaJ
París empezó a sobreponerse a la enfermedad que lo aquejaba y el ilustre guerrero pareció fuera de peligro. Entonces era por extremo aflictiva la suerte del partido conservador, más gee todo a causa de desaciertos administrativos y aun políticos de los gobernantes. Mosquera después
del 13 de junio situó su cuartel general en Chapinero y
una vez provisto de municiones y de otros elementos de
que había carecido, atacó y tomó la capital de la República el 18 de julio. París quiso hal.er un último esfuerzo
por el gobierno legítimo, y sobreponiéndose a la extrema
debilidad en que se hallaba, al saber que las huestes rebeldes invadían la ciudad, hizo que le alistaran un hermoso
caballo blanco que le había enviado el señor Carlos
Michelsen, pidió su uniforme y los demás arreos militares,
y con todas las insignias de su alta jerarquía en el ejército, salió a combatir, acompañado por tres hijos varones,
don Pedro Maria, don jasé joaquín y don Mariano; todos
ellos tomaron para el norte de Bogotá, pues el ataque principal de Mosquera se había iniciado en San Diego. Don
joaquín queria compartir con sus amigos los peligros del
combate y animar con su presencia a las tropas. «Esa
manana, dice Cuervo, cuando vestido de militar recorría
el campo, los soldados suspendlan el fuego para victorearle y él los animaba a no cejar.,. El general consideró
más necesaria su presencia en San Victorino, donde aparecía muy débil la defensa de la ciudad y en cuyo punto
atacaba con grande arrojo el general Rafael Mendoza, y
sin llegar hasta la linea ocupada por los legitimistas en
San Diego, fuese a toda prisa para San Victorino. En el
trayecto encontró al general Pedro josé Carrillo, quien,
juzgando inútil toda resistencia por el norte, iba a conti34
- 268 -
nuar la lucha con unos pocos valientes que lo seguían, en
otra parte de la ciudad. Don Joaquin manifestó a Carrillo
la urgencia de que partiese a reforzar y animar las escasas tropas que aún pretendían detener por el norte el
empuje de Mosquera; el afamado lancero vallecaucano,
sin hesitar, voló a donde se le indicaba, pero regresó a los
pocos instantes, perdida ya toda esperanza por San Diego,
y arrollados los defensores de San Victorino; tomó para
el sur de la ciudad y encontró la muerte por los lados de
Fucha.
Vencedor el general Mendoza en toda su linea, los
cuatro Paríses, arrostrando grandes peligros, saltando
fosos y vall3dos, viendo de cerca la muerte a cada instante, pudieron asiJarse en la legación británica, situada en
la calle de San Juan de Dios, cuando ya los revolucionados
estaban dueños de la plaza y en los sitios del combate
hacinados los muertos de ambos contendores, entre ellos el
general Manuel Arjona, de parte del gobierno, y don José
María Plata, que habia funcionado como gobernador de
. Cundinamarca,
por parte de la rebeli0n. De los Parises
estaba herido don Pedro María, quien no obstante vivir
dedicado a labores incruentas, ofrendaba su sangre a la
causa de sus convicciones cada vez que veia en peligro
las instituciones nacionales. Don Pedro María era un ingeniero muy competente, formado en Europa, de los primeros
hijos del país que abrazaron' esa profesión. Su nombre
está vinculado a diferentes obras públicas, desde los inolvidables tiempos de la primera administración ejecutiva
. del general Mosquera. En esa época trabajó con Poncet y
otros ingenieros europeos en el trazado y construcción del
camino de Bogotá al río Magdalena.
En la legación encontrábanse el encargado del poder
ejecutivo nacional, don Bartolomé Calvo, el jefe del ejército, general Espina, y otros muchos de los vencidos.
ParIs, afligido por la derrota, lo estaba también por la
- 269 •
situación de su primogénito, cuya herida, felizmente, rio
resultó de gravedad. Con ese motivo advierte el tántas
veces citado Cuervo que parecía que el destino se propusiese inmolar ell cada combate un hijo del venerable prócer; «era, añade, como el diezmo que este patriota generoso pagaba a nuestras contiendas civiles." A todas las
personas que había en la casa del representante británico
les inspiraba profundo respeto la figura cadavérica del
general Pal is.
Mosquera hizo saber que deseaba una entrevista con
Calvo, París y Espina, y se presentó el mismo 18 de julio
en los salones de la legación, donde habló detenidamente
con aquellos tres jefes. Don Joaquín recibió la oferta de
toda clase de garantías por parte del caudillo victorioso y
al caer la tarde estaba salvo en Su hogar, rodeado de sus
hijos y de varios otros miembros de familia y amigos que
acudieron a informarse de las peripecias que hubiera
corrido en aquella trágica fecha ya inquirir noticias acerca
de la herida de don Pedro María.
El general Mosquera, a quien importaba atraerse al
general París, a fin de contar así con un poderoso apoyo
moral para su causa, tuvo con él varias entrevistas yen
el mes de agosto hizo que su secretario de gobierno, doctor Andrés Cerón, dirigiese esta nota:
«l,,~·;fados Unidus de Xttera Granada.-J>oder
Rjccutiro df la
UI/ióu.-k'{ ser-lï:tario de estado en el despacho de gobierno .
••Al ciudadano general Joaquin Pari •.
~EI ciudadano presidente, a quien habéis manifestado
en varias conferencias particulares que no seréis hostil al
g(lbiuno de la Unión, y que por el contrario os someteríais a él, ha dispuesto os remita adjunto el pasaporte
correspondiente para que sigáis a vuestras posesiones de
Mariquita el día que lo estiméis conveniente.
•
«El poder ejecutivo estima leales y sinceras vuestras
promesas, y no duda que Jas cumpliréis en toda ocasión
puesto que no puede esperarse otra cosa de un viejo soldado de Colombia.
-Debo haceros presente que el ciudadano presidente
está dispuesto a haceros abonar vuestra pensión como
general, lo mismo que a todos Jos que tienen derecho al
goce de ella conforme a las leyes declaradas vigentes.
«Servias, ciudadano general, aceptar los sentimientos
de consideración y de respeto con que me suscribo vuestro atento seguro servidor y compatriota,
-Andrés Cerón."
El general Paris no se conformó con lo que oficialmente se quería hacer constar, y a principios de septIembre envió a Mosquera una carta confidencial en estos términas:
«Mi querido Tomás: Et secretario de gobierno, sef'ior
Cerón, me ha enviado la nota oficial fecha 26 de agosto,
que te incluyo para hacerte sobre ella aJgunas observaciones con la franqueza con que siempre te he hablado.
"En esa nota se asegur:l que he tenido varias conferencias contigo con el objeto de reconocer el actual orden
de cosas, someterme a él y protestar no sede hostil; y a
renglón seguido de tales manifestaciones se agrega, como
. consecuencia que se desprende de ellas, que estás dispuesto a restituirme el goce de mi' pensión.
-Tú sabes que semejantes expresiones, por el puesto
que tan recientemente ejercí, no serían propias de mi, y
convendrás en que, enlazadas con una promesa de gratificación pecuniaria no es cosa que sienta bien a tu dignidad ni a mi honor, que debe ser tanto más susceptible
cuanto más apremiantes sean mis circunstancias.
-Es verdad que he estado varias veces en tu casa,
como antiguo y constante amigo toyo, unas para hab1arte
-21i •.
del viaje de mis hijos a Peñasblancas, otras para recomen. darte a Vicente, a quien yo suponía herido o prisionero en
el norte, y otras, en fin, para interponer nuestra amistad
en favor de las pretensiones justas de algunos desgraciados; pero nllnea con el objeto que en la nota se expresa.
En esas ocasiones, como era natural, hemos hablado de
los hechos corrientes, y desde luégo te dije que yo no
haría manifestación alguna de sumisión o reconocimiento;
y tú, que desde el 18 me hiciste poner en Iiberted sin con·
dición, fuiste consecuente a ese acto de generosidad, relevándome de todo paso que pudiera causarme algún sonrojo.
«En esas conversaciones, hablándote con el abandono
y la expansión
de la intimidad, acosado de sinsabores
públicos y de desgracias domésticas, enfermo y cansado
de revoluciones, te he significado la resolución que tengo
de no tomar parte en la prolongación de nuestras contiendas y, por consiguiente, de no serte hostil. Pero tú, que
oíste directamente de mis labios esta expresión confidencial de mis sentimientos, no puedes desconocer que es por
lo menos muy irregular hacer mérito oficial de ellos, presentándolos bdjO un aspecto contrario a mis intenciones,
y corno un~ manifestación precisamente igual a la que yo
te había dicho que no me era posible hacer.
«En vista de lo expuesto no extrañarás que te diga
qu~ la mencionada nota del señor Cerón es en el fondo
opuesta a tus promesas e inexact" en los términos, y que
ella no puede correr sin violación del respeto debido al
carácter confidencial de nuestras conversaciones .
•.Yo no me retraclo de lo que te he dicho en ellas: mi
resolución es y será siempre la misma; pero si mi palabra
de amigo no te basta, y crees justo retirarme la tuya, no
por eso será necesario dar curso a una comunicación a
que no puedo asentir. Yo era tu prisionero el )8 de julio;
pues volveré a serio, si tal es tu voluntad. Esto te lo digo,
• 212 •
no con resentimiento, sino con dolor de pensar que pon..;
gas al beneficio que tu amistad me otorgó, condiciones
desdorosas para mi honor.
«Todavía espero que no haya sido tal tu intención,
pues te conozco y sé que tienes consideraciones por mi,
como yo, aunque con menos valimiento para rnanífestártelas, las he tenido siempre por ti.
"El triste desengaño que he tenido acerca de la suerte
de mí pobre Vicente me retiene en casa. Es por esto que
no paso a la tuya y que suplo por medio de esta carta lo
que a la voz pudiera decirte.
4:Dispénsame y recibe con ella el sincero afecto de tu
viejo amigo.»
Paris tenía motivos sobrados para temer que CUalesquiera comprometimientos
con Mosquera le fueran perjudiciales no sólo para su delicadeza y su honor de caballero
sino también para su consecuencia como afiliado al partido vencido. Más tarde, algul)os militares conservadores,
de antigua data, elevaron una solicitud al gobierno p::lra
que se les reconociesen las pensiones a que tenían derecho; nuestro general no quiso autorizar con su firma esa
solicitud, y Mosquera, si bien atendió a los firmantes, lo
hizo después de haber decretado a favor de don Joaquin el
sueldo íntegro de su grado. Esto fue mal mirado por,la
generalidad de los conservadores, que llevados por la agitación de los ánimos, en una guerra en que los contendores casi no daban cuartel al adversario, consideraban como
acto desleal toda concesión al enemigo y aun toda gracia
que éste otorgara en justicia; la serena actitud del general
París se tomó por algunos como <ieslealtad a su causa y
el viejo veterano I:egó a ver en peligro su vida por parte
de sus mismos correligionarios, cuando el ataque del general Leonardo Canal a Bogotá.
Paris desaprobó aquella operación estimándola como
infructuosa, al observar que los liberales se atrincheraban
• 273 •
en el convento
d~ San Agustín, en lo cual estuvo de
acuerdo con uno de los hermanls del propio Canal. Una
vez iniciado el combate y cuando las huestes conservadoras dominaban
en la ciudad, don Joaquín, acompañado
por su hijo don Mariano, salió prestamente
de su casa
para impedir que se cometierël1 desmanes en la de Masquera y se ullrajara
a la esposa de este caudillo.
Tan
noble rasgo de caballerosidadestuvo a punto de costarle
la vida a Paris. El mismo III refiere: «Conservadores
fueron también los que, cuando entró el doctor Canal a esta
ciudad, trataron de asesinarme en la calle, impelidos por
otros del mismo partido indudablemente,
pues los que
atentaron
contra mi vida no me conocían,
y habiendo
escapado como por milagro, se dirigieron a un hijo mio a
quien dio uno de elios una lanzada en el pecho, que debió
matarlo.» Tratábase,
de st'guro, de un grupo de fanáticos,los cuales huyeron al advertir que hacia el punto donde
ellos estaban se dirigia otro grupo, el cual vino así a servir de escudo al general y a su hijo.
AlgÜn tkmpo más tarde fllese el general con su familia al Tolima, a la hacienda de Fagaa, donde varias de sus
hijos habían empreldido
en 13bores agrícolas. Allí, con la
salud muy quebrantada,
pero rodeado de solicitas atenciones, entregado al culto del amor pat~rno y añorando melancólicamente
otros tiempos, de gloria y de ventura para
él, se deslizaron algunos años. Desde alií mantenía correspondencia
con algunos pf\rientes y amigos predilectos,
entre ellos don Pedro Fernández
Madrid, cuya es la siguiente carta:
"Facatalivá. 9 de enero de 1867.
"Señor genenl Joaquín París. -Fagua.
«Mi querido tío y amigo:
«Poco antes de mi salida de Villeta recibí una amable
carta de usted que me dejó, sin embargo, una triste impre.
• 274 .
si6n porque en ella se indicaba que usted estaba a ta sazón
bastante achacoso. Después he tenidoet'gusto de saber que
estaba usted muy mejor, lo que Remos celebrado to(105
con ta cordialidad que es fácil imaginar. Quiera Dios Nu~
tro Señor que esa reposición se haya sostenido para que
Virginia y sus demás hijos, parientes y amigos tengamos
el gusto de verlo alentado como lo deseamos de todo
corazón.
«Djtrante mí permanencia en Villeta y los días que
hemos pasado aquí hemos tenido el placer de gozar de vez
en cuando de la compal'lía de José Manuel y su sensible e
interesante novia, el vivaz y parlero José Joaquín y et metódico y buen Pedro María, lo que, repito, ha sido un posi~
tivo placer para nosotros, pues los míembros de la familia
de usted lo son también de la nuestra y los tratamos con
,cabal confianza y abandono. Y como es con abandono que
escribo a usted, se iba ya quedando sin calificativo el
sabroso José Manuel, aunque; duefto de todo nuestro cariño
y estimación.
«En Villeta dí varios paseos, yaqui también algunos,
en un caballo en que podría hacerlo sin ningún peligro d~n
Cerbeleón Pinzón. José Joaquín, que me lo facilitó y a quien
lo devolví oportunamente (1), me hízo por el mismo tiempo
el obsequio de enviarme una demazana de excelente vino
de Mátaga, que mereció la aprobación del señor Arbeláez
cuando le di dos botellas de él para su cojinete a su paso
por aquél lugar, y del cual hago todavía uso al finalizar
con el dulce mi parca comida diaria. Digo a usted esto,
porque como de razón le viene al galgo ser rabilargo, sus
hijos olvidan los favores que hacen yes posible qtle nada
hayan dicho a usted sobre el particular.
"Como supongo que lo que más necesita usted en esa
(I)
cfwJo.
Er. un h·rmoao animal rllcio mCMqueado. que tenia de nombre el
de lellU lUla ¡raD mlDella de otro color ell IIAll pi"ll&.
llC.\I6ll
8l!an-
• 275 -
soledad es alguna lectura con que distraerse, le remito una
Historia de los Estados Unidos, que me enviaron inesperadamente los libreros que la acaban úe publicar en Nueva
York. Por lo concisa no inspira gran interés, peco su fluidez y claridad permiten que se lea sin fastidio, a pesar del
desproporcionado
espacio que en ella se ha' dado a la
relación de operaciones
militares.
«Yo sigo sufriendo mi tenaz enfermedad,
pero gracias
al Padre universal tengo resignación
y bendigo la mano
misericurdiosa
que imponiéndome
este aparente mal me
disrensa el imponderable
benefido de inducirme a meditar en mi des.tino inmortal. La naturaleza
que es frágil y
consideraciones
relativas a la familia, que fácilmente concebirá Listed, me haccn desear algunos años más de vida y
de salud; pern el tesoro inagotable de consuelo yenseftanzas con que nos brinda nuestra rèli~ión me da valor para
exclamar con el divino Maestro que se haga Sil voluntad
y no la mía. Algllnas personas inteligentes
me aconsejan,
camu remedio eticaz, que haga un viaje a Europa; pero en
este ca~o si que cabe decir que es peor la medicina que la
eniermedad,
pues hacer ese viaje con la familia era arruinarnos, y sin ella equivaldría a suiddarme.
Así es que, a
vueltJ de muy pocas vacilaciones, torno a resignarme a lo
que 812 mí quiera disponer El que se ha dignado conservarme la vida clIando la han perdido y han desaparecido
como sombras fugitivas tántas y tántas personas, algunas
de ellas muy robustas, que se acercaron a mi lecho de
enfermo para expresarme su simpatia en estos diez y ocho
mese~. Cuando en ello pienso me parece la vida un sueno,
la tierra un cementerio. y me admira de que tAnto nos afanemos por adherirnos a esta efímera existencia.
~Esta carta va siendo un reflejo de nuestra alma esencialmente sensible, ya iluminada por el fugaz contento que
dan los sentimientos afectuosos, ya enlutada por el dolor,
que es patrimonio de la humanidad;
pero como quiera qUi
35.
• 276 •
sea, siempre oClIpará usted en la mia el nfeho que le
corresponde para rendirle todo mI cariño y consideración.
eMi mamá y Vicentica están tal cual; Mercedes, Garbriela y las chiquitas, buenas. Toaas lo abrazan a usted, y:
con ellas yo a Virginia, Luisa, Mariél'no y José Joaquín. A
Mariano digo que a pesar de nuestra recíproca circuns,...
pección, ambos sabemos que entre los dos media mutuo
aprecio y el cariño que es común entre todos ros Parises
de su linaje y el único varón de mi estirpe que hay en
este pais.
«Siempre de usted afectísimo amigo, pariente y comep. FERNÁNDEZ MADRID .•
padre,
Como se agravasen las dolencias del general, los médicos le aconsejaron un clima ardiente; trasladóse con este
motivo a Peñas Blancas (1), y de allí, a los pocos meses,
siempre buscando sitios más bajos, a Honda, donde exhaló
su último suspiro el 2 de octubre de 1868, rodeado de sus
hijos sobrevivientes y con todos los auxilios de la religión
católica .
. (I) La h ••cienda de Fagua había lido tomada en arrendamienlo por varios
hijas del gener ••\' La de 'Peñas CJ3lancas perteneció a doña Mariquit •• Roche. por
herencia de su m••dre, doña Jose£a Domínguez. Esta seilora compro Peñas Blancas, que le llam ••ba San 8>!íguel y había sido d •• la familia Armero; el nuevo
nombre de la hacienda vino de un camino eltcusada, por donde pa •••ban los contrabandistas de tabaco, y que se denominaba de Pelfas Blatlcas. La señor •• 00míngua; fue también dueña de La Egípciaca. hacienda situada abajo del río Cua.
rinó, que lenía grande exten!Îón .de lierras a orillal del Magdalena y avanzaba hasla
la cordillera Central. Dicho fundo lu" adquirido del general don Luis Francisco de
Rien, quien lo obluvo en pago de haberes por sus servicios militares durante la guerra magna.
L. señora Domíngue~ no tuvo hijos de su segundo enlace, con don Jo~ María
Barrionuevo, y la heredaron 101 dOl del primer matrimonio, con don José Manuel
de la Roche. doña Mariquita. que recibió La Eg{pciaca y casi toda Peñas
Blancas. y don Vicenle, que obtuvo La Toma, otra hacienda siluada en el To·
lilDa. y detechOl en Peñas CJ3lanc.ts. que adquirieron los hijOl del general Paríl.
Las dos haciendas de lOB PariBes fueron avaluadas en 16,O~O pesol sencillos
cada una y dividid ••• tamb'én cada una, en' cinco parlee. asl: doo de Peñas CJ3lancas. para don José Manuel París de la Roche; dOlpara su hermano don Joaé Joa.
quin y una para su he,mana d)õa Virginia: dos de La. Egipciaca pala don Pedro
Maria, doo para don Mariano y una para dalla Vir¡inia. De Peñas Blancas vino
• foraa.r parte la hal:ÎeIlda de San ~ttfonio.
qlle don José joaquín compró II l.
tuúlia Sampw,
.m La infausta noticia se recibió ell! B.ogotá en. dias de
grande agitaciónpolitica,
aquellos que· tliaj,eron como con- secuencia la caída del gobierno conservador de Cundinamarca, que encabezaba el doctor Ignacio auti~rrez Vergara; esto fue causa para que el pesar producido por la
muerte del general París no se exteriorizase cual correspondía a los méritos del extinto. El presidente de la República, general Santos Gutiérrez, una vez que consideró
asegurada la hegemonía de s.u partido en la ca.pital, amarrando el 10 de octubre al gobernador doctor Outiérre~J
dictó el siguiente
«DECRETO
•• IIObre honore. a la memoria del general Joaquín París, militar de la independencia.
«R;l prcsÙlentc de los Estados
«CO~SlD¡';RA~1l0
Unidos de Colombia,
:
«Que el ciudadano general Joaquín París prestó importantes servicios a la causa de la independencia, distinguiéndose por su valor heroico, así como también por sus virtudes cívicas; que su muerte ha dejado un vacío notable
en la guardia colombiana, y que es un deber de la Nación
honrar su memoria,
« DEcalITA :
"Artículo 1.° Los generales, jefes y oficiales en actividad llevarán luto por tres días, contados desde el siguiente
al en que se publique este decreto en la orden general del
ejército.
«Artículo 2.0 En el último de los tres días las bandas
de música y de cornetas existentes en esta capital y ell los
demás puntos en que haya fuerzas al servicio de la UnIón,
ejecutarán una retreta fúnebre a la hora acostumbrada .
••Dado en Bogotá a 15 de octubre de 1868.
«SAX'COS
cEl secretario de guerra,
Sergio Camargo.)
GUTIERREZ
• 21& -
Este decreto fue publicado en el número 1,360 del
Diario Oficial, correspondiente
al día 16; en el número
1,363, fechado el 20, apareció con el título de Baja en la
guardia colombiana una Reseña de los servicios militares
del ciudadano general Joaquín Paris, tomada de la hoja de
servicios del extinto veterano por el oficial mayor de la
secretaria de la guerra, don José María Barayà.
Al reunirse el congreso nacional en sus sesjone~ ordinarias de 1869 presentó el representante
por Cundinamarca don Demetrio Porras un proyecto de decreto "en
hOllor a la memuria del benemérito
general Joaquín París,
y que asigna tina pensión a su hija Virginia,"
proyecto
que se aprobó en primer debate y pasó a segundo el 15
de febrero, tal como lo propusiera
Porras; sin variarle ni
LIna coma, fuc aceptado en tercera discusión y enviado al
senado de plenipotendados,
el cual lo consideró y aprobó
en los mismos términcs, entranJo
en cOllsecuencia a ser
disposición legislativa, del tenor que sigue;
"DECRETO
•• en honor a la memoria
del benen.é,ito
general Joaquín
París y que asigna una
pensión a su hija Virginia
«Rl
(:(J/lifl'cSU
de !:.'! Estado.,; Unidus de Colombio,
«CO!\SlDl':"'A~DO
:
«Que el benemérito general Joaquín París se enroló el
30 de julio de 1810, a la edad de quince años, eil las filas
de los que abrazJron I" causa de la independencia
y libertad de su patria, y contribuyó a darle renombre y días de
gloria;
"Considerando:
que el general París se halló en las
acciones de guerra librádas en los campos de Matarredonda, Ventaquemada,
Monserrate, Angostura de la Grita,
Alto Palacé, Calibío, Juanambú, Tasines, Ejidos de Pasto,
· • 219 •
Ovejas, El Palo, Cuchilla del Tambo, La Plata, Gámeza,
Pantano de Vargas, Boyacá, Bomboná y en otros encuentros de armas, habiendo quedado herido e inutilizado por
consecuencia
de alguna de estas batallas;
«Considerando:
que el general Paris fue prisionero de
Sámano el 24 de julio de 1816, y condenado
a presidio
después de sufrir el quinto él muerte;
"Considerando:
que ci general París, hasta el dia de
su fallecimiento, le sirvió él la República con honradez,
lealtad y patriotismo;
"Considerando:
que todos estos merecimientos constan por notoriedad y el testimonio de los generales Bolívar, Nariño, Urdaneta, Santander, Soublette, Cabal, Herrán,
Espina, Obando, Acevedo, y el de varios ciudadanos,
«/);.CI'I-:1'A:
«Artículo 1.0 El congreso de los Estados Unidos de
Cololllbia honra lél memoria del benemérito general Joaquín París, como lino de los más denod;:¡dos ddcnsores de
la independencia
nacional, y de los más heroicos caudillos
dc la libertad Cil Hispano-América.
«Artículo 2.° El retrato al óleo de este eminente ciudadano, costeaùo por los fondos públicos, será colocado en
la sala de monumentos
patrios, con esta inscripción:
El
congreso de los Estados Unidos de Colombia honra la memoria del benemérito general joaquín París. Decreto de ...
«Artículo 3.° La señorita Virginia París, hija legítima de
dicho general, gozará de una pensión de cuarenta pesos
mensuales pagadera del tes0ro nadonal.
«Dado en Bogotá a '/einticuatro de marzo de mil ochocientos sesenta y nueve.
«El presidente del senado de plenipotenciarios,
jANUARIO SALGAR-EI presidente de la cámara de representantes, J. EUSEBIO OTALOR,;·--EI secretario del senado de
plenipotenciarios,
Ernesto del Villar-El secretario de la
c~mara de representantes,
Nicolás Esguerra.
• 280 •
«Bogotá, mafto 25 de 1869.
«Publiquese y ejecútese.
«(L. S.)
SAt-it'OS GUTIÉRREZ
«El secretaría del tesoro y crédito nacional,
«Narciso González Lineros ...•
A los siete años del fallecimiento del general París
fueron traídos de Honda a esta capital, por los hijos sobrevivientes, los restos mortales del insigne veterano, y colocados en un modesto monumento en el cementerio general.
Esa traslación se hizo en silencio, sin ostentación ní aparato, lo cual flle sensible a Jos miembros del poder ejecutivo nacional que presidía entonces el doctor Santiago
Pérez. El secretario de hacienda, don Aquilea Parra, manifestó a lino de los miembros de la familia Paris de la Roche
que, caso de haberse t~nido noticia de que ella iba a
colocar las cenizas de don Joaquín Paris en la necrópolis
bogdan;l, el gobierno habría dispuesto oportunamente que
la fuerza pública hiciese los honores de ordenanza.
Ell 1895, al cumplirse el primer centenario del nacimiento del general París, el consejo municipal de Bogotá
aprobó por unanimidad una proposición concebida en estos
térmínos:
«
El consejo 1i/1.micipal de Bogotá,
«CO~SIDF:RANDO
:
«Que el benemérito general don Joaquín París-prócer
de nuestra independencia-nació
el 18 de agosto de 1795
en esta ciudad y tomó servicio ellO de julio de 18lO; que
sirvió algún tiempo como subalterno en las fuerzas que se
levantaron para defender la independencia;
que hizo la
campaña del Sur con el general Nariño, peleó en la Cuchi-
• 2el •
lia del Tambo, donde fue herido y cayó priSIOnerO, fue
quintado en Popayán y remitido a esta capital con Caldas,
Ulloa, Montalvo y otros, fue juzgado aqui y condenado a
presidio en Puerto Cabello; conducido a pie hasta Mara
caibo, unido con una esposa (o ~rillete) con don Simón
Burgos, muñeca con mufteca; salvado pOI' un corsario fue
a dar a Curazao donde sufriÚ miseria espantosa y de allí
vino a Venezuela suhiendo por el Orinoco, reuniéndose
con el Libertador.
Fue de los jefes escogidos por el libertador, bajo las órdenes del general Santander, para formar
el ejército de v<lnguardia que invadió el Nuevo Rein'). Se
halló en todos los cúmbates que se Iibraron.en esa gloriosa
campaña que terminó con el triunfo de Boyacá, en donde
peleó como jefe del batallón de Vanguardia, y tomó el
puente después de un combate reñido, donde el enemigo
hizo mayor resistencia. Siguió al sur y ocupó a Popayán.
Más tarde hizo la campaña del Sur con el Libertador
y
peleó heroicamente en la batalla de Bomboná, donde fue
herido en una mano y de cuyo batallón decía el jefe enemigo don B:.¡silio García que 'habia sido fácil destruirlo
pero imposible vencerIa,' devolviendo las banderas de los
dos batallones qiJe fuerol1 más que diezmados, por no ser
éste un trofeo de victoria. Que sirvió después decididamente como defensor rie las ideas consc'rvadoras
y siempre defendió las instituciones,
siendo grandemente
estimado no sÓlo por sus copiHtidarios, sino considerado del
partido opuesto por su rectitud, nobleza de carácter, modestia y desplendimiento,
«El consejo municip;:¡1 de Bogotá recuerda con gusto y
honra la memoria del benemérito
general señor Joaquin
París, con motivo de su centenario,
y consagra en el acta
de este dia un voto de gratitud a su memoria veneranda.·
«Comuníquese a la familia y publiquese.»
- 282 •
Aqui ponemos punto final a nuestra tarea. El general
don Joaquín París, recordado siempre y de manera especial por sus grandes servicios a la causa republicana
durante la guerra magna, irá adquiriendo n-ayores proporciones para su limpio e inmaculado nombre en la his·
toria nacional, a medida que se borren las exageraciones
sectarias y se esfumen en el pasado las lindes de los partidos políticos que durante LIna centuria se han disputado
el sol en nuestro suelo. Entonces, a los inmarcesibles
méritos del prócer que contribuyó a darnos patria, se unirán,
bien pesados y revaluados,
los servicios del modesto y
desinteresado hombre ptíblico; la Jabor del ciudadano que
en épocas de pasiones enconadas se mostró siempre sereno,
tolerante, conciliador y ecuánime;
que estuvo poseído de
la convicción de que en sus adversarios había que considerar a compatriotas
que apreciaban de modo diverso los
problemas nacionales y buscaban para ellos solución con
la práctica de ideas y tendencias diferentes, pero confundidos todos en la aspiración de hacer grande, próspera y
feliz a Colombia. El general Paris se destaca con radiosa
estela de luz aliado de Pedra Alcántara Herrán, de Manuel María Mallarino,
de Bartolomé Calvo y de Pedra
Fernández Madrid; y también al lado de Justo Arosemena,
de Manuel Ancízar, de Eustorgio Salgar, de Salvador Camacho Roldán, de Miguel Samper y de otros estadistas,
magistrados y políticos que supieron antever la esterilidad
de las luchas sectariafi y buscaron para su tierra, con el
ejemplo y la palabra, los dias bonancibles de paz y de cordialídad que ha logrado alcanzar la República después de
Ïãrga etapa de vicisitudes sin cuento.
--....
¡"'-
INDICS
Pág ••
CAPITULO
l.-La
famifia Paris-Ricaurte. - Orígenes de lo.
Pari.es .. Armas de esta familia. - Los Parises de otros siglos. - Don Jo~
Martín
París. - La eslirpe de los Ricaurtes. - Riqueza
de don José de Ri-
caurle. - La tesorería de la casa de moneda. - Origen de este establecimiento.
Los hijos de don José de Ricaurle. - "Veinticinco
y uno quero ••do •••........
3
CAPITULO
Il.-Descendencia
de los Rica.urtes. - Descendencia
de don José SalvaJor de Hicaurle. - Administración de las minas de esmeraldas .• Decadencia de ellas.• Los Ric~urtes Lozanos .• Los Barayas Ricaurtes .• Lvs S.nz de Sanla'llaría .• La "Tertulia del Buen Gusto,"
ques, Caicedos y Vergaras. - Los Ricaurtes
- Los Manri-
Rigueros. - La familia de don
Camilo Torres. - Los Ricaurtes Manriques. - El asesinato de don Julio Arboleda. - El delensor de Nariño ...................................................•....................
CAPITULO
iiI. - Descendencia.
12
de los Pa,.ises. - Hidalguía de
un realisla. - Desccndencia de don Francisco París. - Los T ancas. - La quinta
de Bolívar. - Los hijos 'e doa Jo.é Ignacio París. - Los Parise. de Venezuela.
"La
Mocha." - Lo. g"nerales Urdaneta
Anécdota.
Aurelio
y Melo. - "El
Mocho"
- Una Irase del Libertador, - Muertes trágicas.
Vargas.-
La fortuna de don
Pads. - El mayorazgo de los Domrnguez de] Ca.tillo. - El duelo
Manrique-Madiedo.
- Los hijos del general París. - Fín de doila Genoveva
Ricaurte ......................................................................................................•.
27
CAPITULO
IV. - p,.imeMS armas de {os Pa.,.¡ses. - Un venerable espaÍlol. prócer de la independencia. - Su sacrificio. - Oficiales republicanos. - Prisioneros de los peninsular.,.. - La balalla de Palacé. - Combate
de Matarredonda.
- Rup'ura entre Cundinamarca
y Tunja .• Acción de Ven-
taquemada. - Encuentro de Monserrale. - Combate
Manuel París y don Antonio
de San Victorino. - DaD
Nariño. - A las órdenes de Bolívar, ~ Don
Anlonio París. - Combate de La Grila. - Una e.tratagema •....•....................•.
CAPITULO
te> de Carache.
V.-Don
Niquilao,
Manuel y don Antonio
Balalla de SaIS Ca los. - Ocupación
Silio
París. ~ Comba-
Los Horcones y Taguanes. - Ascen.os
de V aleneia. ~ Atrocidade.
de Valencia. - Acción
de
Bave •• - De.calabros
militare •. _
de San Mateo. republicano •.•
36
4J
• 281 -
",,,.
Sufrimiento. de don Antonio PaTÍs.- Heroicidad de este oficial. - Boves y
dOll Manuel Parí•.• FUlilamiellto de este pr6cer. - Anécdotas de lU vida••
Regreso de don Antonio París a BOIIotÁ.- Homeuje del Libertador. - La
prisió. en el Rosario. - Después de Boyacá. - Muerte de dOll Alltanio••
Una carta IObreBoHvaT.- Ulla pierna pos~ ........•..•.•...•..•.....•.•..•.•.••.•..•.•.
so
CAPITULO VI. - Don M3.rlano París •• Campafta IObre8OIIotá.
Labo. de doña Genoveva Ric:aurte.• Un incendio. - Perseguido por Mari·
110
.• Servieiol en la costa atlántica.• La dictadura de Urdaneta. - La conIpiración de Sardá. - Denuncias contra París. - Asesinato de eate prócer. - Su
cadáver. - Una polémica.• Santander y Borrero. - Carácter de don Mañano.• Un tremendo puñetazo. - Disputa coa Honnent. - Un pueo a Soacha. - Pari. y los Montoy•••• Incidente ea la gallera•......•........•........•...........
63
CAPITULO VII. - Don Pepe P;1"¡S.- Ami.tad COllBolivar. Enlace matrimonial.- Relirada al Cauca. - Una paliza.• Viaje al ellterior••
_Don jasé Maria Barrionuevo. - Comisi6n a Zipaq irá. - Pastos extranjeros. El lote del Capitolio. - Las minas de esm<raldas.- Conlralo de arrendamiento.
Nuevo conlrato. - Penuria de Parí•• - Los seuetarios Soto y Márquez. N Jev:) sísle.m de e"¡.olotaciónde las minas. - Relullados de él. • Olro viaje
al ~tranjero. - Consecuenciasde la paliza•.............................•..•.•..................
:¡S
CAPITULO VIII. • La estatua de BO[{<r/;1r. - Objelo de dla.Estatua de Camilo Torres. - Relralos de Bolívar. - Un pronóslico de Canova.
Lo que se pagó aT enerani. - El pedestal de la eslalua de Bolívar. - El obispo
Torres. - Obsequios a Bogolá. - Ordenanza de agradecimiento.- Donación de
la eslalua a la República. - Ley del congreso nacional. - Inauguración de la
eslatua. - Hermosa publicación. - Medallas conmemoralivas.- Descripción de
la estatua. - OIlOS monumentos.- Derechos de aduana. - El acueducto de
8OIIotá.- La Sociedad Filarmónica......................•.........................................
M
CAPITULO IX. - Ultimos años de don Pepe PMís. - Amputación de un brazo. - Predicción del doctor Cheyne. - Muerte de Parl•. Impulso de ·Ias minas de esmeralda•. - Nuevo contrato de arrendamiento.•
La venIa de las piedras.• Admini.tración por el gobierno. - Arriendo a don
Gustavo Lehman. - Inspe:tor de las soina,. - Opinión de don Aquileo Parra.
"CompaMa de minas de esmeraldas:' - Cesión a Boyacá.• Nuevo arrendamiento. - Propiedad nacional. - Dependenda de la minas. - Contrato Mancini. - El "Sindicato de Muzo." - Don Enrique Pans y Prieto ....................•
98
CAPITULO X., Nue'ba campaña de don Joaquín Parés en el
Cauca. ~ Salida de Bogotá. - Batalla del Alto Palacé. - Acción de Caliblo.
Operaciones .obre Pulo. - El capitán Pari., herido. - La condècoracióDdel
Juanambú. - DCMIlre republicano. - Combate del Palo•• Viaje a Bogotá. -
-m,·
ng..
Re¡¡reao a! Cauca. - La cuchilla del Tambo. - En el páramo de Gabriel López •• Derrota
en La Plata. - En
de motir. - f>risión y trutado
peligro
a
Popayán •....................•..•.•....•....................•..................•..........................••....
111
CAPITULO
XI. - Pfisionero y PfOSCfilo. - El quinto en Popayán.
E.cenas conmovedoras. - Crueldad de Sámano. - Traslación.
Santa Fe.Tristeza de Ulloa. - Una caria a Macaulay. - El juicio en Bogotá. - A PUelto
Cabello. - En poder
Curazao.
CAPITULO
Granada.
Teniente
de unos piralas. - RefullÍo en una i.la. - £Stada
eD
- De nuevo en campafia •.................................................•......•.......
XII. - La
batalla
- El palO de los Andes.
coronel.
de Boyacá.
- Hacia la NUl:va
- El batallón Bogolá. - En Cámoz •. -
- El PaDtano de Vargas. - Ocupación
el Puente de Boyacá.
- Rechuo
de T unja. - En
cauoado por Pari. a los realistas. - Con-
aulDAción de la viclona. - Prisión de Barreira.
Huida de los realisla •. - Enlrada
123
- Nolicias de la capita!. -
a Bogotá. - La familia Parí •. - F eslejos
por el tnunfo
132
CAPITULO
XIII. - 'lucefa 'Vez en el SUf. - Comisión en Neiva.
Instrucciones. - Marcha hacia Popayán. - Acción del Guanábano. - Batalla
de San Juanito. - Ocupación de Popayán.
- Incidenle
COA
el obispo .• Solici-
Iud de licencia. - Varias carias. - Regreso a Bogolá. - Sorpre>a de Popayán. - T nunfo
de Pilayó. - Gobernación
de Neiva. - Expedición
sobre
el
Ecuador •.......................................................................•..................•.......•.....
CAPITULO
XIV.
- Campaña
145
en el SUf de la Repúblicil.
_
Auxilio. para el Cauca. - El primogénilo. - Rescale de Popayán. - José Maria
Obando,
republicano, e inlervención de Pari. en ese aconlecimienlo.
- Hacia
Paslo. - Bomboná. - Herida y ascenso. - En Quilo. - París y efgenera!
T a-
rrea. - Olra vez a Bogolá .........................................................................•.....
CAPITULO
XV.
- Se~'f)tcios en el centfO. - La bala de BoUl-
baoá. - Ascenso a general. . Dlv"rsos
empleo. mililares. - La conjuración
de lepliembre .• Diferencial con el general Córdoba.
Reliro • la vida privada .•
- Miaillro de la guerl ••
La dicladura de Urdaneta.
Decano cie la a!la corle maroial. - Ea eIlégi_
~
- Olra vez ministro.
.•
Letras de cuane1.
Nuevos oervicioa IlIÎlilal'Cl. - Toma de Hebda. • La cuarta avioióe •• Bajo
Mosquel• y bajo López .. La revol.cÏótl dcl SI ...•.•..•.........•..•...•......•....•. ,..
CAPlTULO
XVI.· Carn.p.aña~d<J8J4. - La opoÃcióu N gobierno
liberal. • Divisi6n enlre loa liberales •• T nunfos parci.les de IOt~C:ODlervado.
fOS. -
159
C~usas de la revolución de 1854.
- Don Joaquín
Paris en C6Illpaiia.
Fuerzas •• u, órdenes .• Desastres de Zip.quirá y TlqUÍla .• Elgobiemo
de Horr'n .• lA di visión del Allo MoiJ __ AI ;, El CXlIIc:uno antÎoq!Io4o..
111
P'¡ga.
El gobierno en Ibagué. - Conferenciu en Honda. - El ejército del Sur. Operaciones en el río. - Toma de La Melli...........•............•••.••.........:...••...•.
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CAPITULO XVII .• Continuaci6n áe! ante,.{o,.. * Sucesos
poste,.{ores. - Enfermedad de don Joaquín. - Batalla de Bosa.• H8z.lIas
de don José Manuel París. - Triunfo de Las Cruces. '. Medallas deIS81.mina. - Toma de Bogotá. - El general París. d",ignado a la presidencia.
Don Fidel Paris. - Hacia la federación. - Org8niución de los estados. Don Joaquín. gobernador de Cundinarnarca. - Entusiasmo por su elección. Su labor en ese puesto. - Otr8 vez en el ejército
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CAPITULO XVIII.• "Ví'bíenáo en La Plata:' - La lucha elec·
taraI eD 1856. - Una legación para Mosquera.• La oposición a Ospina. PropÓlitos de Obando. - Rebelión del 60. - París. jefe de la primera divi·
sión. - Su marcha al sur. - Toma de La Plata. - De.idia del gobierno
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CAPITULO XIX. - El áesast,.e de Segovia.
La expansión
de Manizales. - Acción de V.borá.• Ordenes a Par¡•. - Párte de Segovia.
Invasión a! valle de Neiva. - Causas del desastre.• E1plicaciones de Pads.
Regresode este jefe.• El asesinatodel doctor Vega. - Exponsión de Viliavieja. - Jefalura del ejércilo del Sur. - Proclama. - Carla de Mosquera
lobre Segovia........•.................•........•...•....•.......••...........•.....................•........
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CAPITULO XX .• Jefatura áel ejbcíto naciotlal. - El ejército del gobierno. - Hacia la sabana de BOllolá. - La "gran semana" de
Tunja. - C,lvo en el poder. - Divergencia Je parec~res.• Batalla de Subachoque. - Desastre del ejército nacional. • Invitación de Mosquera a
Pari•......................................................•.............•....•...........•........................
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CAPITULO XXI. • Entrevista
COti éMosquera. - Sitio de la
entrevista. - Pretensiones de Mosquera. - Presidencia de Calvo. - Hospital
en Suhachoque.• Movilización del ejército. - Muerte de Obando .• Sepa.
ración del genera! París. - Batalla de Vsaquén. - Entusiasmo perjudicial. -Muerte de don Vicenlè ParIs.• Religiosidad de IQS Pari.el ...•..................••• 254
CAPITULO XXII .• Ultimos años áet gettel'''' Pa,.ís. * El entie·
rro de don Vicente Pam •• Ataque a BOllotá•• AclÎtud de 101 Pari_ .•
Muerte de Carrilio. - En la legacióll británica. ·Política de MOlquera. Carta de don JoaquIn. - Amar¡UtaC del veoetable prócer. - El ataque a
San Aguttln. - En la hacienda de "Fagua:' • Carta de Fernández Madrid.
Muerle del general. - Honores póslumos. - T ra.laci6n de IUt r«:$tol.- Centenario de .u nacimienlO•....•..••..•........•...•.••....•..•.•...••••.•.•..••••••.•...............•...••
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