(Bio)ética y Cine: Tragedia griega y

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(Bio)ética y Cine: Tragedia griega y
Intersecciones
Revista Electrónica de la Facultad de Psicología de la UBA
Año 2 – Número 2 – Marzo de 2012
ISSN 1853-9793
Director general:
Jorge A. Biglieri
Director editorial:
Gabriel E. Guralnik
mail: [email protected]
Jefa de Redacción:
Victoria Melieni
Asistente de Redacción:
Micaela Grandoso
Diseño:
Agustina Valdés
Diagramación:
Alejandro Zeitlin
Colaboran en este número:
Carlos Ernesto Carioli
Débora Fleischer
Débora Grunberg
Ricardo Iacub
Eduardo Keegan
Mirta La Tessa
Luciano Lutereau
Duilio Marcos De Caro
Juan Jorge Michel Fariña
Liliana Díaz Mindurry
Haydée Montesano
Pablo Muñoz
Lidia Ines Nicolai
Claudio Pidoto
Ricardo Rodulfo
Rudy
Ana María Shua
Fernando Urribarri
Índice
EDITORIAL
3
Enfoques de la sexualidad contemporánea
- Familia y Homosexualidad
Por Déborah Fleischer
- La construcción y la diferencia: psicoanálisis y género
Por Mirta La Tessa
4
9
Vigencia
- Recordando a André Green: su recorrido personal, su itinerario intelectual
Por Fernando Urribarri
12
Alumnos
- El comportamiento, motor de la evolución. Una síntesis de la etapa final en la producción piagetiana
Por Duilio Marcos De Caro
19
Investigaciones
- El Capital Psíquico
Por Ricardo Iacub
- Psicopedagogía
Por Déborah Grunberg
- Perfeccionismo
Por Eduardo Keegan
Libros
- Padres e hijos: en tiempos de la retirada de las oposiciones
Por Ricardo Rodulfo
- (Bio)ética y Cine: Tragedia griega y acontecimiento del cuerpo
Por Juan Jorge Michel Fariña y Jan Helge Solbakk
- Las locuras según Lacan, de Pablo Muñoz
Por Luciano Lutereau
Ficción
- Onetti a las seis
Por Liliana Díaz Mindurry
- Siete Microrrelatos, del libro “Fenómenos de circo”.
Por Ana María Shua
- El doble
Por Carlos Ernesto Cariol
- Carmela
Por Lidia Inés Nicolaii
- Panes
Por Haydée Montesano
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31
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38
40
43
46
Humor
- Ejercicios psicoanalíticos (parte II)
por Rudy
48
Actualidad
- Proyectos SOPA y PIPA: las dos máscaras del biopoder
Por Claudio Pidoto
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INTERSECCIONES PSI
REVISTA ELECTRÓNICA DE LA FACULTAD DE PSICOLOGÍA - UBA
Año 2 - Número 2 - Marzo 2012
EDITORIAL
Cuando publicamos, en diciembre pasado, el número inaugural de la revista Intersecciones Psi, nos propusimos
crear, entre todos, un nuevo espacio, que nos permita comunicarnos, interactuar, debatir y participar.
Un espacio plural, abierto, que propicie encuentros y creatividad. Algo que vale tanto para las distintas posturas
teóricas, como para los abordajes que hacen a la actividad académica, investigativa, estudiantil, de extensión, y de
actualidad.
El Número 1 se publicó en diciembre de 2011. Sin embargo, y pese a las Fiestas, y al período vacacional, la cantidad
de lectores de Intersecciones Psi fue enorme. Así lo prueba la catarata de mails que recibimos, tanto de quienes
felicitaron la iniciativa como de quienes ofrecieron participar, en las distintas secciones de la publicación.
Sólo en febrero, recibimos más de veinte textos, escritos por integranes de nuestra Facultad. Textos que marcan un
camino, del que hoy transitamos los primeros pasos. Ensayos, notas, presentaciones de libros, relatos, trabajos de
alumnos, reseñas de investigación, son sólo algunos de los contenidos que, día a día, recibimos.
Esto nos lleva a imaginar que Intersecciones Psi crecerá, en los próximos números, en tamaño. Y que mantendrá, al
mismo tiempo, la calidad con la que soñamos desde el inicio mismo del proyecto de la revista, impulsado por nuestra
Decana, la Profesora Nélida Cervone.
Sin que nos lo hubiéramos propuesto, la difusión de Intersecciones Psi trascendió no sólo las fronteras de la Facultad,
sino también del país. De otros países de América Latina llegaron también correos, no sólo de agradecimiento por la
iniciativa, sino de ofrecimientos para enviar colaboraciones.
Un comentario especial merece el apartado que llamamos “Ficción”, orientado a la producción literaria. Numerosos
psicólogos (gran parte, anunque no todos, psicoanalistas), encontraron en Intersecciones Psi, una vía para publicar
sus creaciones. Nadie olvida que Sigmund Freud era, en términos de Bloom, un poeta fuerte. Un gran escritor, que
abrió, además del camino del Psicoanálisis, nuevas formas de lectura y creación literaria, que atraviesan nuestra
cultura. La respuesta de nuestros lectores excedió, en lo literario, las más optimistas previsiones.
Los próximos números de Intersecciones Psi traerán novedades. Entre ellas, estamos ideando un mecanismo para
que los lectores sean participes, con las herramientas que permite la Web, de un intercambio que, también, forma
parte de esa trama de vinculación que a
todos nos atraviesa.
Pero eso es el futuro. Hoy, presentamos
el Número 2 de Intersecciones Psi. Que
con su producción docente, estudiantil,
profesional y literaria, tenga acaso el
mejor de los destinos posibles: ser una
creación colectiva. De, por, y para todos.
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perspectivas
Enfoques de la sexualidad contemporánea
Familia y Homosexualidad
Por Déborah Fleischer
Transformaciones familiares con relación a la homosexualidad
La aparición en la década de los ochenta de familias
homosexuales que reclamaban sus derechos civiles
trajo polémicas internas en el movimiento gay-lésbico,[i]
cuya existencia data desde hace unos treinta años. Este
movimiento se caracteriza por tomar preferentemente
el problema de la identidad sexual. Algunas obras
representativas de este movimiento son: André Gide et
le débat sur l’homosexualité. De L’ Inmoraliste (1902)
a Si le Grain ne meurt (1926) de Eva Ahlstedt ; The
Homosexualization of America. The Americanisation of
Homosexual, de Dennis Altman; Les Unions du même
sexe dans l’Europe antique et mediévale y Christianisme
sociale et homosexualité. Les homosexuels en Europe
occidentale des débuts de l’ère au XIV siècle, ambos de
John Boswell; El recto es una tumba, y Homos, de Leo
Bersani. Me referiré a este último.
Leo Bersani, autor de Homos (1998), es uno de los
más importantes críticos culturales contemporáneos
de Estados Unidos. Puede ubicarse como un autor que
se opone a la familia proverbial –con la peculiaridad de
que se trata de la constitución de la familia “tradicional”
gay–, familia que para los defensores de la familia, no
sería aceptada como tal. Es una paradoja que tiene que
ver con los cambios ocurridos en estos últimos años.
Defensor de la identidad homosexual como resistencia
social, Bersani denuncia en la comunidad gay la
asimilación a estructuras sociales ya conocidas. Para
este autor esas nuevas familias, más que “perversión
de la familia tradicional”, serían un retorno a la familia.
En contraposición, rechaza la asimilación y postula una
actitud de resistencia. En este punto su propuesta se
asemeja al planteo de Foucault –habiendo este último,
por su parte, rechazado la historia de la sexualidad como
historia de las prohibiciones–. Bersani considera que la
resignificación no puede destruir y que representa los
valores dominantes. Considera que se debe cuestionar
el valor de comunidad y que, si bien hubo un progreso
en aceptar a la comunidad gay en Estados Unidos, han
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quedado intactas estructuras sociales opresivas, razón
por la cual él (se incluye entre los gays) querría cultivar
los impulsos anticomunitarios inherentes a la homicidad.
Las defensas homosexuales de la persistencia de la familia
Judith Butler (1956)
Filósofa, crítica y teórica, es profesora de Ciencias
Humanas en la Universidad de Johns Hopkins. J. Butler
pertenece al movimiento gay-lésbico, y entre sus obras
se pueden mencionar: Gender Trouble, Feminist and the
Subversion of Identity, de 1990, y Bodies that Matter, on
the Discursive Limits of “Sex”, de 1993. En “Imitación
e insubordinación de género” (Butler, 2000), la autora
analiza, en relación con las familias homosexuales, el
parentesco que se establece en las diversas “casas”
a las que pertenecen las reinas travestis y extrae de
ahí una lección para todos los que viven fuera de la
familia heterosexual. Aunque no piense que se trate
de una versión mejorada de la familia, su descripción
de las casas, que cobijan maternalmente, cuidan, etc.,
es un catálogo de los valores familiares ideales. Estos
hombres son “madres” uno para los otros, se “cobijan”,
se “abrigan” y la resignificación de la familia a través de
estos términos no es una imitación vana e inútil sino el
edificio social y discursivo de la comunidad. Se trata de
una reelaboración cultural del parentesco para los que
están al margen del privilegio de la familia heterosexual;
de una apropiación de la dominación –dice Butler– que
les asigna un futuro más formativo. Ubico a esta autora
entre los defensores de la familia –si bien la familia
que defiende sería cuestionada por otros defensores
de la familia –, ya que es discutida por otros autores
que consideran que su posición, al inscribirse en las
coordenadas del modelo familiar imperante, no es
subversiva. Los críticos de Butler, Leo Bersani, citado
anteriormente, entre ellos, sostienen que este modelo
debe ser destruido.
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Enfoques de la sexualidad contemporánea
Leo Bersani en su libro Homos (1998) indica que
actualmente se trata de distinguir al gay del queer:
El primero es el que pretende ser buen padre, buen
ciudadano, incluso buen analista. Se busca una
legitimidad de la homosexualidad.
Ubicará en el capítulo “La presencia gay” las básculas
entre ambas posiciones indicando que fue el SIDA el
que ha hecho más visibles a los hombres gay.
Los derechos de los homosexuales fueron debatidos
en EE.UU. y aceptados a partir del fallo Romer versus
Evans. Diez años antes un fallo había determinado que
la sodomía era un delito.
Después de aprobar la no discriminación homosexual,
se vota otra ley que va contra matrimonios gay (same
sex union). Se debate en 1996 el matrimonio gay,
aduciendo que un matrimonio no sólo se dedica a criar
niños (en caso contrario, parejas estériles o mujeres
menopáusicas no podrían casarse). Browning, en La
Culture du désir, menciona el hecho de que los gays ya
han inventado las familias extendidas (citado en Allouch,
1999, p. 177).
Se estudia así la historia del matrimonio desde la adopción
romana, modo de transmisión del patrimonio aun en
detrimento de los hijos. Boswell (1992) defiende los lazos
afectivos y ve cómo en los sonetos de Shakespeare se
trata de la heterosexualidad como disfraz.
En 1996 se produce una discusión en las fuerzas
armadas argentinas. Se trata de no preguntar ni de
decir. Se ataca la libertad de expresión. Derecho a la
discreción. Esta discusión ha tenido ecos en nuestro
país. El general Balza propone no dar de baja a los
militares que mantengan relaciones homosexuales en
su vida privada. Esto se suma a que no se pregunta
a ningún aspirante sobre sus tendencias políticas,
religiosas o sexuales. La defensora del pueblo en 1999,
Alicia Olivera, felicitó al general Balza por dejar de lado
la hipocresía afirmando: “esto simplemente es aceptar la
verdad: los homosexuales existen” (Clarín, 25/8/1999).
Eric Laurent comentará que en Francia ya hace muchos
años, hay un boleto para familias numerosas donde las
concubinas homosexuales están incluidas.
Leo Bersani critica la “comunidad” homosexual. No
acepta la homosexualidad como un nuevo standard.
Se trata para él de un sujeto que rechaza la diferencia.
Piensa la imposibilidad de la homosexualidad de
ser igual a sí misma. Laurent (1999b) señala que Leo
Bersani reivindica la diferencia de la homosexualidad: el
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inmoralismo de Gide, el gusto por la traición de Genet
y, en Proust, la búsqueda de marca que busca una
contra-sociedad. Los tres rechazan la conformidad
identificatoria. Miller (1999b) dirá que Bersani es el envés
del Buen Ciudadano. Bersani defiende la perversión:
Goce ante todo.
A su vez, Bersani no homologa esta falta de conformidad
identificatoria en estos tres escritores, y señala
diferencias. Así en El inmoralista de Gide señala a gays
plenamente socializados a quienes se puede convocar
para servir al Estado. Michel, el protagonista, vive muy
cómodamente en esa sociedad cuyos valores rechaza.
Tiene además una preferencia sexual sin sexo. Es un
pederasta pero eso no tiene consecuencias sexuales.
Todas sus conductas sexuales son heterosexuales
(se acuesta una vez con su esposa, otra con su
amante). Para Bersani, la homosexualidad gideana es
indistinguible de un rechazo homofóbico del sexo gay.
Consideraba que los invertidos a quienes les gustaba
ser penetrados por el ano estaban moralmente o
intelectualmente deformados. Por otra parte, señala que
Proust considera antinatural que los invertidos sexuales
lleguen al orgasmo al mismo tiempo. Los invertidos
proustianos son una raza, no una comunidad. Bersani
considera que la aversión de los invertidos hacia la
sociedad de los invertidos pudo ser el fundamento para
una nueva comunidad de la inversión. Proust cuestiona a
la homosexualidad como atracción de un varón por otro
varón, porque, según la noción popular que este escritor
parece aceptar, son hombres con alma de mujer. Esto
excluye el deseo por el mismo sexo, lo que parece un
anhelo de un hombre por otro hombre es en realidad
una mujer que anhela el sexo con un varón. Bersani
dirá entonces que la homosexualidad proustiana está
heterosexualizada. La heterosexualización condena al
homosexual a una vida sin amor dado que se enamora
de hombres que no tienen nada de femenino y no puede
corresponder por lo tanto a su amor. Es decir, el deseo
proustiano es ontológicamente heterosexual. Finalmente,
Genet, por ejemplo en Pompas fúnebres, elige el coito
anal, y el ano le permitirá el paso privilegiado a sus
más elevadas sublimaciones. Plantea una alternancia
entre los imperativos del goce y las seducciones del
amor. Se transforma en un agujero para cualquier falo,
haciéndose sodomizar, estar lleno de un pene grande y
en permanente erección. Genet dice: “lo que soportaba
sobre mis riñones tensos cuando Villeroy me penetraba
era el peso de toda la virilidad del mundo” (citado por
Bersani, 1998, p. 96).
La descripción de estos tres tipos que hace Bersani
no se reduce a estos tres autores. Son variaciones
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que escuchamos en la clínica y que nos demuestran lo
heterogéneo de la homosexualidad que nos obliga, como
siempre, a romper con la idea de standard y a considerar
cada caso en su particularidad.
Encontramos también en nuestro continente la literatura
de la experiencia homosexual. El escritor cubano Severo
Sarduy (De donde son los cantares, Cobra) y el argentino
Manuel Puig (El beso de la mujer araña) escriben libros
fundamentales que despliegan la experiencia proscripta
por la moral tradicional ansiosa de “invisibilizar lo que no
comprende” (Monsiváis, 2000, p. 31). La tolerancia que no se
había percibido se concreta en una producción novelística.
Como dice Monsiváis (2000): “Hay más cosas bajo el cielo y
la tierra que las que sueña el Registro Civil” (p. 31).
La película “Mis gloriosos hermanos”
La película, en castellano (no en su título original) lleva el
mismo nombre que un conocido libro de Howard Fast,
libro que es un canto a la libertad del pueblo judío. En
el libro, los cinco “gloriosos hermanos” encabezan la
rebelión contra las tropas sirio-griegas a las órdenes
de Antíoco, un monarca que pretendía gobernar Judea
según los esquemas helenísticos, y que había abolido
la tradicional teocracia que permitía a los judíos gozar
de una relativa autonomía. Una lucha larga y dura que
pondrá a prueba la unidad de todo un pueblo, y que
por primera vez en su larga historia estará a punto de
provocar la desaparición del judaísmo. Howar Fast dice
que fue la primera lucha moderna por la libertad.
No hay ninguna referencia al libro en la película, pero
podemos preguntarnos si quien le puso ese título, en
español, interpretó que hay también acá un canto a la
libertad de elección.
La llegada del pequeño Zac al seno de una familia de
clase media de Montreal, el día de Navidad de 1960,
parece llena de portentos para su devota madre católica,
quien está convencida de que Jesús lo ha salvado no
en una sino en dos ocasiones para que comparta su
particular don con el resto del mundo. O por lo menos
–piensa ella– con el resto del vecindario.
Nace el 25 de diciembre, cuarto de cinco hermanos. Vive
en el seno de una familia aparentemente muy tranquila,
con una madre afectuosa y un padre un poco huraño,
pero orgulloso de sus chicos. Es el principio de una
aparentemente bonita infancia en la que se suceden las
navidades y los cumpleaños, con el eterno solo del padre
cantando (“Llévame al fin del mundo”, de Aznavour), las
sesiones de lavado del coche al aire libre y las visitas
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a un merendero con Zac, el favorito de su padre. Así
empieza “C.R.A.Z.Y.”, el relato de un niño, y luego el
de un adolescente diferente, quien parece, renegará de
su naturaleza más profunda para no perder el amor de
su padre. Mientras crece, se siente atrapado entre la
obligación de no decepcionar a sus padres, las peleas
con uno de sus hermanos, y el deseo de encontrarse
a sí mismo. Para sobrellevar su estado de ansiedad y
búsqueda, Zachary (en cuyo nombre también están las
letras de crazy, más la h,) intenta encontrar algo de inspiración
en la música de David Bowie y también en la rebeldía.
Es un retrato de familia que describe la vida a menudo
“extraordinaria de gente ordinaria”, en búsqueda de la
felicidad. De 1960 a 1980, rodeado de sus hermanos,
de Pink Floyd y los Rolling Stones, entre las vueltas en
moto para impresionar a las chicas, los porros fumados
a escondidas, las grandes y pequeñas discusiones y,
sobre todo, un padre al que intenta volver a encontrar
con desesperación, Zac nos cuenta su historia... Del
padre podemos decir, que si bien cambia en su estética,
permanece inalterable en otros sentidos, tratando de
prevalecer y borrando las particularidades de sus hijos.
Por ejemplo, cuando Zac, en una fiesta, espera que se
escuche una música que grabó y, nuevamente, el padre
copa la escena, cantando una vez más la misma música
de siempre.
El problema es que, pese a los esfuerzos del padre, Zac
empieza a tomarle el gustito a vestirse con las ropas
de su madre y jugar “a la mamá”. Papá, claro, por más
abierto que parezca en su estilo “educativo”, cuando
descubre que a Zac le gustan los chicos (algo que ni
el propio Zac reconoce), ocasiona que la relación entre
en una tremenda crisis, y el término mariquita aparezca
como marca inalterable, que el padre hace aparecer e
intenta hacer desaparecer cada vez que retorna en los
dichos de amigos e hijos.
Zac trata de “enderezar” su camino saliendo con chicas
y entrando en relación conflictiva con sus hermanos,
especialmente con el mayor, un adicto a las drogas
con sus propios conflictos familiares por resolver. Va y
viene, mostrando interés por su prima, pero también
por el partenaire de su prima y por una vecina, con la
cual mantiene una relación un tiempo, tiempo en el que
aparentemente deja de lado la aspiración de un inhalador,
aparentemente, porque en momentos de vacilación se lo
ve de nuevo aspirando.
El resto del filme se centra en el reconocimiento sexual
del propio Zac y el intento de reconciliación familiar. Nacer
un 25 de diciembre tiene una connotación bastante
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Enfoques de la sexualidad contemporánea
especial, pero hacerlo en la década del “60, en plena
efervescencia de la cultura pop, es un hecho relevante”.
Esa fecha deja marcado al protagonista. Son una familia
“normal”, los padres se ocupan de los hijos y, los que son
adolescentes, transitan por esa etapa en que la rebeldía
y las drogas son dos de los elementos más complicados
con los que lidiar.
Zachary es bastante especial; le gusta la música,
siempre está cerca de su padre y mantiene con éste un
código particular de comunicación, lo mismo que con
su hermano mayor. Va construyendo una identidad que
le hace confesar a sus padres su marcada ambigüedad
sexual. Esta confesión es puesta en escena en un acting
out, que un analista interpreta, interpretación que va
contra las enseñanzas de Lacan, quien dice que un
acting llama a la interpretación, es un llamado, pero que
el analista no debe interpretarlo. Esa escena recuerda el
caso de la joven homosexual, paseándose por la ciudad
con la mujer deseada, a la vista del padre. La puesta en
escena termina convirtiéndolo en un ser errante, viajando
a Palestina, tras los pasos de Cristo. Allí, siguiendo el
oráculo de una adivina, encuentra al mismo tiempo una
nueva apertura de su vacilación, y un disco de su padre,
que él había roto; al comprarlo y llevarlo nuevamente
frente al padre, el disco simboliza lo fallido del intento de
arreglar lo que se ha partido entre los dos.
La historia de Christian, Raymond, Antoine, Zachary e
Yvan, es la historia de amor del padre hacia ellos y del amor
que el número cuatro, Zac, le profesa a él; es un amor
tan grande que lo conduce a ocultar sus sentimientos
más íntimos para no perder su aprobación, y también a
esforzarse, cuando empieza a sentirse diferente, por vivir
una vida tan normal como la de sus hermanos.
El director, nacido en 1963, partió, según dicen
comentadores de la película, de una historia personal
relatada por su amigo François Boulay, cuya
homosexualidad lo había alejado de la familia. Boulay tenía
cuatro hermanos, uno de los cuales se suicidó. Cuando
su padre lo vio en el funeral, lo abrazó por primera y única
vez; esta fue la manera que el hombre, un tipo bastante
hosco, encontró para decirle que lo aceptaba, que lo
querría tal como era, antes de correr el riesgo de perder
otro hijo. Esta escena, de alguna manera, se reproduce
al final del film.
La religión tiene un papel importante en el film: su madre
le adjudica dones sobrenaturales para curar a la gente
y otros rasgos que lo vinculan con Jesús. Pero más
decisivo todavía es el papel de la música, porque es una
presencia constante en la casa (el jefe de familia es un
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irreductible fanático de Patsy Cline); no sólo marca el
transcurrir de los años –la historia atraviesa las décadas
del 60, 70 y 80–, sino que aparece estrechamente
ligada a los estados de ánimo de los personajes.
Presley, Aznavour, los Rolling Stones y Pink Floyd, traen
aparejados los grandes cambios que se avecinan.
En conclusión, podemos plantear que, si bien existe
actualmente una aceptación de la homosexualidad, es
evidente (y se lo ve en la clínica) la decepción que esta
elección significa para los padres. A la inversa, también
hay decepción y signos traumáticos, para llamarlos
de alguna manera, cuando los hijos descubren una
homosexualidad tardíamente reconocida en sus padres.
Están la aceptación de la época y están los ideales
que los padres depositan en sus hijos, ideales que no
son ajenos a deseos inconscientes, porque podemos
preguntarnos si los padres de Zac no desearon una hija,
hecho que no aparece insinuado en la película.
Para Zac, la marca “mariquita”, inscripta por el padre y
sostenida por la madre y los hermanos, pone en juego
la vacilación de su elección sexual, vacilación que lleva a
controversias sobre la misma. Intentaremos, fallidamente,
no hacer psicoanálisis aplicado para decir que algunos
lo ven en una posición histérica, en la que se ve que el
deseo es el deseo del Otro (la mirada entre Zac, su prima
y el novio); otros, toman más la vacilación obsesiva, en
la que se detecta que Zac quiere ser un hombre para
complacer a su padre, pero duda si lo es; y, finalmente,
algunos consideran que esas marcas ya han inscripto
la homosexualidad (rechazada en él por amor al padre).
En la película quedan abiertas cuestiones sobre el
hermano, que paga con su muerte la declinación del
padre. Podemos ver como los cinco hijos siguen un
destino diferente, con lo cual queda demostrado, una
vez más, que no hay una relación directa entre causa y
efecto y que se trata del uso que se hace del padre, en
el caso por caso.
Actualidad en Argentina
Con respecto a la formalización de las parejas
homosexuales, acuerdo con J.-A. Miller (1999b) cuando
señala que el sexo no conduce a ninguno de nosotros
hacia el partenaire natural. La prueba de esto se puede
encontrar, entre otras, en las actuales legislaciones que
aceptan la legalidad de los derechos consagrados de
parejas homosexuales, aceptando uniones de hecho
y de derecho, reconociendo beneficios sociales a
estas parejas. Miller mismo admite como homenaje
a Foucault haber firmado un manifiesto para que las
parejas homosexuales puedan obtener beneficios que
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perspectivas
Enfoques de la sexualidad contemporánea
se otorgan a las parejas casadas, antes de la admisión
del matrimonio en las parejas homosexuales.
Vemos que, al mismo tiempo que algunos alegan la
extinción del matrimonio, hay otros que reivindican estas
uniones como nuevos semblantes. Pero una cuestión
es firmar un manifiesto, y otra distinta la posición del
analista, que suspende su juicio en cuanto a la elección
sexual del sujeto. Creo que al igual que en el caso del
adulterio y del derecho al origen, se trata de saber que
son semblantes que responden a la falta en el origen y a
la ausencia de la relación sexual en lo real.
Al final de un análisis se verá cómo el sujeto consiguió
regular la cuestión del partenaire. Puede haberlo regulado
por el lado del amor, de la distancia, de la resignación,
de la rebeldía, de la separación. En fin, como siempre,
al hablar del padre, el psicoanálisis responderá, como
señalé, con el caso por caso, más allá de la aceptación
social en general.
* Déborah Fleischer es profesora adjunta de la materia
“Psicoanálisis: Escuela Inglesa” en la Facultad de
Psicología – UBA.
Bibliografía
[i]. Véanse J. Butler (2000) y J. Allouch (1999).
Allouch, J. (1999). Acoger los gay and lesbian studies. Revista Litoral,
27, 171-183.
Bersani, L. (1998). Homos. Buenos Aires: Manantial.
Butler, Judith (2000). Imitación e insubordinación de género. En Grafias
de Eros (pp. 46-52). Buenos Aires: Edelp.
Fleischer, Deborah Clinica de las transformaciones familiares ,Grama,
2003, reedición 2004.
Foucault, M. (1979). La historia de la sexualidad. México: Siglo XXI.
Miller, J.-A. (1993). Cosas de familia en el inconsciente. Lapsus, 3, 33-43.
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Perspectivas
Enfoques de la sexualidad contemporánea
La construcción y la diferencia: psicoanálisis y género
Por Mirta La Tessa
El debate sobre la construcción de la diferencia de los sexos:
Psicoanálisis y Género
en cuenta las modificaciones producidas en el seno de
la institución familiar: familias monoparentales, adopción
El psicoanálisis irrumpe en el comienzo mismo del siglo por parejas de homosexuales, legalización de parejas no
XX con la subversión freudiana del descubrimiento del heterosexuales, nuevas formas de reproducción, etc.
inconsciente y la ampliación del concepto de sexualidad.
Así se construye el concepto de sexualidad tal como la Los que toman en gran medida estas cuestiones son los
entendemos hoy. Fue tan fuerte y escandaloso que tiñó autores de los estudios de género, dentro de los cuales
todo el movimiento cultural de la primera mitad del siglo, encontramos las feministas, los estudios de gays y
el arte –por ejemplo el surrealismo- y todas las que hoy lesbianas, los teóricos queers, etc.
llamamos ciencias conjeturales.
El debate sobre la construcción de la diferencia de los
La presencia de la cibernética, el desarrollo de los sexos se ubica en el centro de estos cuestionamientos
computadoras a partir de los 50, ha iniciado una que abrió la posmodernidad y se expresa a través de
revolución impredecible que no sólo cambió y seguirá distintas corrientes del pensamiento.
cambiando el arte del siglo XXI, sino también los modos
de percibir y de vivir.
Obviamente, los psicoanalistas estamos profundamente
concernidos en este debate, ya que la invención del
A grandes rasgos podemos decir que a partir de la inconciente y la ampliación del concepto de sexualidad tal
segunda mitad del siglo XX el posmodernismo abre un como hoy lo conocemos, son los pilares del psicoanálisis
debate criticando los postulados de la modernidad. Ésta creado por Freud.
se caracterizaba por una concepción racional del mundo,
el avance del pensamiento científico, el iluminismo, los Los estudios de género
autores románticos y los grandes pensadores como
Descartes, Kant y Hegel.
Los estudios de género se desarrollan a partir de la
operación de separar el sexo del género, que muchos
El posmodernismo, surgido a partir de la segunda guerra autores atribuyen a Stoller, quien en 1968 escribió un
mundial, implica un cambio paradigmático que pone en texto llamado Sex and Gender. Si bien ésta es una verdad
cuestión lo deseable de la modernización, considerando histórica que da cuenta de la proliferación de estos
que el modelo utópico de las vanguardias y su proyecto estudios en la segunda mitad del siglo XX, no queremos
fue condenado al fracaso El posmodernismo incorpora dejar de señalar el movimiento inicial que produjo la
fuertemente lo histórico, la pluralidad internacional, es operación de separación de estos dos órdenes. Nos
globalizado.
gustaría citar el reconocimiento que realiza Bersani, un
importante teórico queer a Freud: «El primer gran intento
Se han desarrollado corrientes de pensamiento dentro teórico de desexualizar el placer no fue la “Historia de la
de las ciencias sociales y el arte que cuestionan los sexualidad” de Foucault, sino “Tres ensayos de una teoría
modos de racionalidad de la modernidad, el pensamiento sexual” de Freud, unos setenta años antes. Es esta obra la
universal, el patriarcado y la norma heterosexual, y toman que planteó por primera vez la posibilidad de disolver toda
Introducción
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perspectivas
Enfoques de la sexualidad contemporánea
la noción de sexo en una reorganización de los placeres
corporales.”(...) la originalidad de su pensamiento esta
centrada en la “apropiación de la noción de sexualidad
para ciertos fenómenos que fue el primero en describir
y que tenían poco que ver con lo que, hasta él, se había
entendido como específicamente sexual».
que implicará la disolución del Nombre del padre, etc.
Creemos que pensar de este modo es confundir el
orden simbólico impuesto por el lenguaje, que define la
constitución del sujeto humano como parlêtre y el orden
socio-cultural con sus leyes, sus normas y prohibiciones,
que es histórico y relativamente contingente. Tanto Freud
como Lacan, cada uno a su manera y por qué no decirlo,
Esto no nos impide valorar en toda su importancia el gesto a la manera de su tiempo, defendieron al psicoanálisis de
de Stoller. Al contrario, en una cultura –la americana- en la ideología “familiarista” y también de la religiosa.
la cual el psicoanálisis había decidido sucumbir en la
adaptación al stablishment, al yo, a la norma, la posición La diferencia de los sexos en el psicoanálisis a partir de
de Stoller se destaca aún más, como una especie de Freud se fundamenta en la oposición Falo-Castración.
renovación del gesto freudiano.
Hay un solo principio del sexo en el inconciente: el falo. Es
alrededor de esta oposición que se organiza la sexualidad
A partir de los distintos autores que trabajan esta dentro del campo abierto por Freud, produciendo una
problemática podríamos establecer esta diferenciación clara ruptura con el orden biológico.
de conceptos tomando sexo para el orden biológico,
género para el socio-cultural y sexualidad-sexuación para Para el psicoanálisis, la diferencia de los sexos no es un
la concepción del psicoanálisis.
dato de entrada, sino que es el resultado de un complejo
proceso articulado alrededor de identificaciones,
La presencia –tanto social, sexual como política- de lo fijaciones de goces y, fundamentalmente, de la operatoria
que hoy preferimos llamar “nuevas presencias de la de la castración.
sexualidad”: gays, lesbianas, travestis, transexuales,
bisexuales, transgéneros, etc. plantea la necesidad de Lacan con el desarrollo de las fórmulas de la sexuación,
revisar las viejas categorías con las cuales venían siendo —que realiza en el Seminario Encore—, aporta un
pensadas en el siglo pasado.
tratamiento totalmente novedoso de la diferencia de los
sexos, planteada en términos de una diferencia entre
Se trata de una presencia social y política de grupos goces: el goce totalmente fálico y el goce no totalmente
de sujetos que reivindican sus derechos respecto de fálico.
nuevas prácticas sociales, políticas y sexuales y que
por esa vía defienden una “identidad” específica, como Con la lógica de las fórmulas de la sexuación, Lacan
pueden ser los agrupamientos de género mas diversos: trabaja los límites de la función fálica para significar el
mujeres, feminismos, homosexuales, queers, lesbianas, goce. Así, entonces, vemos desarrollar en las fórmulas,
gays, transexuales, travestis, transgéneros, nuevas a grandes rasgos, el goce fálico y lo que estaría mas allá
masculinidades, etc. Estos agrupamientos, además, del goce fálico, un otro goce —nombrado como goce
defienden para sí el derecho a constituir cualquiera de las del cuerpo, goce femenino, goce de los místicos—, o los
tradicionales instituciones como parejas y/o familias.
límites de la función fálica para significar el goce sexual.
La castración queda planteada como el efecto del
El debate sobre la construcción de la diferencia de los sexos vaciamiento de goce producido por la inserción del ser
hablante en el mundo del lenguaje.
Respecto de las incidencias que este debate abierto por la
posmodernidad pudiera tener sobre el psicoanálisis, son En este mismo seminario Lacan postula la imposibilidad de
pocos los autores que lo toman en cuenta y participan en la escritura de la relación/proporción sexual. Es decir, plantea
él. Y creemos importante hacerlo.
la imposibilidad de que pueda articularse como saber.
Es curioso ver como muchos psicoanalistas terminan
defendiendo lo que Foucault llamó los aparatos
disciplinarios; horrorizados por las consecuencias que
tendrá para los niños ser adoptados en una relación
monoparental, ser adoptados por una pareja de gays o
lesbianas y ni que decir por travestis o transexuales. En
muchos casos se argumenta que el futuro de esos niños
será un desastre, que no ingresarán al orden simbólico,
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Este punto de imposibilidad será lo real de la sexualidad.
Es decir, que hay algo en el campo de la sexualidad que
no es coextensivo al campo de lo simbólico.
Esta imposibilidad de la escritura de la relación/proporción
sexual quedará planteada como un axioma en el campo
del psicoanálisis.
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Este axioma se plantea como ahistórico, como el
fundamento que concierne a nuestra especie en tanto se
humaniza por la inserción de su organismo en el lenguaje,
desnaturalizando cualquier instinto sexual.
En otros términos, la afirmación de no hay relación
sexual significa que no se puede escribir lógicamente la
relación. Lo real del psicoanálisis es esto, la ausencia de
esa escritura de la relación sexual y las consecuencias de
esto para cada uno.
* Mirta La Tessa es Profesora Adjunta de Clínica
de Adultos I. Titular de la Materia Optativa: Nuevas
Presencias de la Sexualidad. También es Docente de
Posgrado y Docente de la Maestría en Psicoanálisis de
la Facultad de Psicología, UBA.
Tiene un Doctorado en curso en la Facultad de
Psicología, Universidad de Buenos Aires.
Es este mismo axioma el que nos impide ser prescriptivos
en cuanto a cualquier tipo de normatividad sexual. Las
posiciones sexuadas son maneras diferentes de hacer
con la castración.
Cada sujeto enfrenta el objeto de su fantasma, y las
formas que esto asume para cada uno son múltiples y
varían históricamente. No hay acto sexual que funde lo
sexual como relación. Se apela al acto sexual a falta de
esa relación que no hay, y frente a eso, como vemos en la
clínica, cada quién vé cómo se arregla.
Respecto del mencionado debate sobre la diferencia de los
sexos, señalaríamos que intentamos pensar la diversidad
sexual actual como Freud toma el caso del fetichismo,
para aprender qué nos enseña sobre la sexualidad
del sujeto parlante y no, en cambio, apresurarnos a
encerrarlos en categorías psicopatológicas incapaces
de alojar un verdadero despliegue de la subjetividad. Ya
que se corre el riesgo de que el diagnóstico, la entidad
sea un reservorio explicativo y causal, invirtiendo lo mas
rico del surco abierto por Freud. Como dice Lacan en la
Introducción a la edición alemana del primer volumen de
los escritos: “ Freud lo dijo antes que yo: en un análisis hay
que acoger todo como si por otra parte nada estuviera
establecido. “
Por último, una novedad radical que nos ha presentado
la ciencia en estos últimos años es que por la vía de
la clonación existe por primera vez en la historia de la
humanidad la posibilidad de la reproducción de la especie
sin pasar por la cópula sexual. Si bien esta posibilidad
se plantea como una ruptura mas radical con el orden
biológico, al mismo tiempo, deslocaliza a la sexualidad
del lugar de soporte de la “reproducción sexuada” en el
que estaba enclavada hasta ahora. Creo que todavía nos
resta pensar las consecuencias que esto puede implicar
en general y para nuestro campo, en particular.
El presente artículo forma parte de una investigación de
Doctorado, Facultad de Psicología, UBA.
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Recordando a André Green: su recorrido personal, su itinerario intelectual
Por Fernando Urribarri
El 22 de enero falleció en París el Dr. André Green. A los 84 años era el psicoanalista francés más traducido y de
mayor reconocimiento internacional. La originalidad y la consistencia de su vasta obra, aunadas a su gran prestigio
como clínico, lo habían convertido desde hace tiempo en la figura más representativa y destacada de la renovadora
constelación de autores que impulsó el Psicoanálisis Contemporáneo. La historia del psicoanálisis asocia su nombre
con la emergencia de un nuevo paradigma.
Al pensar hoy en André Green inmediatamente recordamos que hace muy poco tiempo, en octubre, realizábamos el
“1er Encuentro Internacional André Green”, con la Facultad de Psicología y la Asociación Psicoanalítica Argentina, y
que en la apertura leíamos una carta suya en la que subrayaba la larga historia de amistad que lo unía a muchos de
nosotros y también a ambas instituciones.
En su Voluntad Testamentaria (escrita en 2008 pero sólo revelada tras su muerte), André Green expresó su deseo de
que yo fuese la tercera y última persona que tomara la palabra en su funeral. Ese deseo final, ese gesto sucesorio,
estaba ligado a una relación de amistad y colaboración intelectual de más de 20 años, pero sin duda trasciende a mi
persona y constituye un reconocimiento al psicoanálisis argentino.
La APA fue la institución, pionera en el mundo, que lo invitó a dictar conferencias (sobre “El retorno a Freud”) a comienzos
de los años 70. Una APA que en esa época democratizaba su estructura, rompía con el dogmatismo kleiniano, instituía
un freudismo pluralista y encontraba justamente en André Green a un interlocutor privilegiado. Inaugurando así un largo
y fecundo intercambio en el que pueden destacarse sus múltiples visitas, sus numerosas traducciones en la Revista de
Psicoanálisis y la creación en 2001 del “Espacio André Green” (un seminario abierto de investigación) que cuenta con mi
coordinación y que contó siempre con el apoyo y los aportes directos del propio autor.
La relación de André Green con la Facultad de Psicología tuvo un hito en la masiva conferencia pública que brindó
en el aula magna en 1991, organizada por la revista Zona Erógena. Y tuvo un punto culminante en su nombramiento
como Profesor Honorario de la UBA en 1996, un reconocimiento al que siempre incluyó –con gratitud y orgullo- en el
breve perfil del autor que consta en sus libros.
Por mi parte, tuve la alegría y el honor de ser, más que su discípulo, su amigo y su colaborador. Desde la dirección de
la revista Zona Erógena contribuí desde 1990 a difundir su pensamiento y a dialogar con él. En 1996, la experiencia
compartida (él como profesor invitado, yo como coordinador académico) de un seminario de post-grado en la UBA
transformó nuestra relación. En el 2000 me propuso ser uno de los 8 miembros del grupo internacional de investigación
sobre la práctica con pacientes limítrofes que creó. En septiembre de 2001 realizamos una serie de entrevistas en las
que -como él mismo lo consignó en la introducción del libro- se basó para la elaboración de su fundamental: “Ideas
directrices para un psicoanálisis contemporáneo” (2002).
Desde entonces, tuve el privilegio de colaborar con él en cada uno de sus siguientes libros, incluso de escribir el
Prefacio o el Postfacio de algunos de ellos, además de participar, desde entonces, en la mayoría de los proyectos que
impulsó (como congresos, coloquios, libros colectivos). Diré, por último, que tuve la suerte de poder homenajearlo al
organizar y dirigir el Coloquio Internacional de Cerisy “Autour de l’Ouvre d’André Green” (publicado por PUF en 2005),
el primero de esta tradicional y consagratoria institución francesa dedicado a un psicoanalista vivo.
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Vigencia
El RECORRIDO PERSONAL
André Green había nacido en El Cairo en 1927, en el seno de una familia judía, en una comunidad francófona. En
1946, a los 19 años, viaja a París para proseguir estudios de medicina, que completa en 1953 con una especialización
en psiquiatría. En el hospital de Sainte-Anne conoce a Jacques Lacan y es apadrinado por Henry Ey. También allí,
hace amistades duraderas con G.Rosolato, J.Laplanche y P.Aulagnier, entre otros. Por otra parte, André Green realiza
su análisis didáctico con M. Bouvet, y en 1960 deviene miembro de la Sociedad Psicoanalítica de París (IPA). Eso no
le impide acercarse a J.Lacan —quien lo invita al Seminario y lo hace parte de su grupo más cercano— y participar
activamente en el renovador “retorno a Freud”, de 1960 a 1967. Las diferencias teóricas y clínicas con Lacan,
el rechazo a su creciente dogmatismo, lo llevan a alejarse, sin por ello desconocer el valor de sus aportes. Esta
actitud y este recorrido lo comparte con la mayoría de los primeros y principales discípulos de Lacan (como Anzieu,
Laplanche, Pontalís, Aulagnier, etc.): la destacada constelación de autores que animará el movimiento post-lacaniano,
esencialmente freudiano, innovador y pluralista.
Desde 1961 Green se interesa también por el pensamiento de Winnicott y de Bion (con quien tendrá una relación
de amistad). Su propio pensamiento sintetizará de manera original sus lecturas críticas y creativas de “mis autores
post-freudianos” (como los llamaba a Lacan, Bion y Winnicott), a los que pondrá al servicio de la renovación del
fundamento freudiano con vistas a dar cuenta de los desafíos particulares de la clínica psicoanalítica contemporánea
–marcada por el predominio de estructuras no-neuróticas (o “limítrofes”)–. Toda su producción estuvo motorizada
por el proyecto de un psicoanálisis contemporáneo: un psicoanálisis que, apuntalado en el fundamento freudiano,
respondiese a los desafíos y posibilidades de su propio tiempo; en sintonía con las transformaciones y ampliaciones
de la práctica más allá de las neurosis, y en diálogo con los desarrollos de las disciplinas científicas y artísticas.
La cuestión de lo contemporáneo (primero como pregunta y luego como proyecto) motoriza y define la obra de
André Green. Es, para mí, su “vértex”. Desde su temprana intervención en el coloquio de Bonneval de 1960, “El
inconsciente freudiano y el psicoanálisis francés contemporáneo” (Green, 1972), pasando por Ideas directrices para
un psicoanálisis contemporáneo (2002), y llegando hasta hoy, la cuestión de lo contemporáneo impulsa y orienta la
obra de André Green.
¿En qué consiste esta cuestión de lo contemporáneo? Dicho muy simplemente, en reconocer la crisis de los modelos
post-freudianos (de M.Klein, de J.Lacan, de H.Hartmann) y en afrontar el desafío de superarlos. Por ello, el recorrido
de casi medio siglo de la obra de nuestro autor comporta la elaboración de un modelo teórico y clínico a la vez
freudiano y original, que reúne una reformulación de los fundamentos meta-psicológicos, una renovación del método
psicoanalítico y una extensión del campo clínico. En las próximas líneas procuraremos esbozar los grandes ejes y las
principales etapas del itinerario intelectual de André Green. Veremos que desde el “giro del año 2000”, dicho modelo
personal es profundizado como una fuente o esbozo de un nuevo paradigma psicoanalítico contemporáneo, plural,
abierto, complejo.
EL ITINERARIO INTELECTUAL, LA OBRA:
UNA VISIÓN PANORÁMICA(1)
1960-1970. Los comienzos:
Un pensamiento freudiano pluralista, un campo clínico extendido
Desde el comienzo de los años 60 hasta fines de los 70 vemos el nombre de André Green surgir, destacarse y
establecerse como autor. Con sus temas propios de interés, su perspectiva personal y su estilo. A partir de un notable
interés por los desafíos de la clínica en los límites de la analizabilidad, se delinea una identidad freudiana de base y un
pensamiento plural que se va enriqueciendo con las influencias de “sus” autores post-freudianos (Lacan, Winnicott y
Bion), junto al intercambio con sus contemporáneos (especialmente con sus colegas del movimiento post-lacaniano
como Laplanche, Pontalis, Aulagnier, Anzieu, etc.). En síntesis: pasión clínica y pensamiento complejo.
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Inicialmente, André Green se inscribe, con espíritu heterodoxo, en el renovador “retorno a Freud”. Desde 1960 a
1967 participa en el seminario de Lacan y en el pequeño grupo que estudia con él la correlación de su teoría con la
clínica. Cuando el autor de los “Escritos” pasa de autor renovador a Jefe de un movimiento dogmático, se distancia
prefiriendo conservar su identidad freudiana pluralista. Consecuentemente, profundiza el diálogo con las obras de
Winnicott y de Bion (con quien cultiva una relación personal), en las que encuentra una estimulante libertad para
explorar, extender y profundizar el fundamento freudiano.
Su primer artículo decididamente original es “Narcisismo primario: ¿estructura o estado?” (1967). En éste introduce la
teoría del “narcisismo negativo” (complemento del narcisismo positivo formulado por Freud) y la noción de “estructura
encuadrante del yo”, constituida por los mecanismos de la alucinación negativa de la madre y el “doble retorno” de
las pulsiones. Designa, entonces, como “trabajo de la muerte” lo que llamará más tarde “trabajo de lo negativo”. Estas
ideas, enriquecidas por la lectura de la teoría bioniana del pensamiento, desembocarán en una teoría de la “psicosis
blanca”, expuesta en L’enfant de ça (en colaboración con J.-L.Donnet, 1973). En el mismo año publica El discurso
viviente: la concepción psicoanalítica del afecto (1973), posiblemente el libro más representativo de esta etapa, pues
estudia su tema profundizando en Freud, revisando los aportes post-freduianos (H.Hartmman, M.Klein, J.Lacan), y
proponiendo conclusiones personales en una perspectiva freudiana contemporánea. Green concibe al afecto como
modo de simbolización primaria y postula “la heterogeneidad del significante psicoanalítico”. Inscribe al afecto en una
lógica de la heterogeneidad que caracteriza y motoriza al proceso de representación (“la función básica del psiquismo”)
por la tensión irreductible entre la fuerza y el sentido, lo económico y lo simbólico, lo estructural y lo histórico. De este
modo, se diferencia y procura ir más allá del modelo lacaniano que reduce el Inconsciente al lenguaje y excluye el
afecto de la teoría y de la clínica. En las conclusiones finales afirma que “el psicoanálisis contemporáneo se propone
fundar teóricamente las contribuciones post-freudianas”.
Los desafíos y las singularidades de la clínica contemporánea son los temas de “El analista, la simbolización y la ausencia
en el encuadre analítico”, su escrito para la conferencia plenaria en el congreso internacional de Londres en 19752.
El estudio de la historia de la evolución paralela de la teoría y de la técnica analíticas lo lleva a esbozar la distinción
de tres movimientos, a los que corresponden tres modelos: hoy podemos nombrarlos freudiano, post-freudiano y
contemporáneo. Históricamente, es interesante señalar que en ese entonces este tercer modelo (definido sucintamente
por “la investigación del funcionamiento representativo dentro del encuadre analítico”) es más que nada un proyecto
de un movimiento nuevo, con el que Green se identifica.
Me parece importante subrayar que la perspectiva “contemporánea” introduce y considera clave el concepto de encuadre
(retomando a D.W. Winnicott y a J. Bleger), al que articula con los de transferencia y contra-transferencia como parte de
un esquema terciario del proceso analítico. El de encuadre es un concepto doble, a la vez epistemológico y técnico: se lo
define como condición de posibilidad de la constitución del objeto analítico, de su recorte teórico y de su transformación
práctica. Green señala que, pese al aparente establecimiento empírico y artesanal del encuadre por Freud, lo cierto es
que “el sueño es el modelo (metapsicológico) implícito del encuadre”. En base a esta elucidación centrada en el estudio
de la producción representativa en el encuadre, nuestro autor puede definir y abordar lo que denomina como “estados
en los límites de la analizabilidad” (es decir en los límites de las posibilidades de simbolización).
Luego, en 1977, hace del límite mismo un concepto (definido como zona de transformaciones: entre instancias
psíquicas, entre psique y soma, entre el sujeto y el objeto); y propone un modelo específico del funcionamiento
limítrofe centrado sobre cuatro mecanismos de base: el clivaje, la desinvestidura, la expulsión a través del acto y la
somatización.
1980-1990: Los decenios de la madurez
De la práctica en los límites a los fundamentos de la teoría.
A comienzos de los años 1980, una serie de artículos, que serán reunidos en Narcisismo de vida. Narcisismo de muerte
(1983) y en De locuras privadas (publicado primero en inglés en 1986, luego en francés en 1990 en una versión diferente
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y extendida con el subtitulo “Psicoanálisis de los casos limites”), desarrollan y consolidan la concepción original del
funcionamiento, y del tratamiento, de los casos limítrofes dando cuenta de una profunda transformación del campo
analítico. Las clasificaciones psicopatológicas se subordinan a la consideración de (los límites de) la analizabilidad. Y
la analizabilidad misma ya no depende tanto del diagnóstico del paciente sino de las características y posibilidades
singulares de cada par analítico, de la relación entre un paciente y un analista determinados. Consecuentemente, la
“locura privada” se define en la relación analítica, se expresa en los movimientos de la transferencia y de la contratransferencia, en el encuadre, según la singularidad del proceso. En el programático artículo “Pasiones y destino de
las pasiones” (1981)3, se distingue la locura de la psicosis (y también del modelo anglosajón centrado en el “núcleo
psicótico”) por el rol central de las pulsiones (y las fantasías) sexuales arcaicas. Es propuesto allí un “mito etiológico”
que apunta a explicar el origen del doble conflicto limítrofe, narcisista, del Yo con las pulsiones del Ello y las pulsiones
del objeto. En un esfuerzo de elucidación de los casos limítrofes, “El doble límite” (1982) propone un modelo que
conjuga la consideración de una tópica ampliada (intra e intersubjetiva) y los efectos dinámicos del “objeto-trauma”
(a la vez sexual y narcisista) en el encuadre. Apoyándose en una reciente “teoría de la triangularidad generalizada con
tercero sustituible” (que atribuye la función tercerizante al “otro del objeto”, que puede o no ser el padre (AG, 1981a),
el articulo “La madre muerta” (1981b) presenta el complejo transferencial del mismo nombre, construyendo una
figura paradigmática del pensamiento clínico contemporáneo. Todos estos escritos le hacen ganar a Green, incluso
internacionalmente, una reputación de especialista en los casos límite y los desafíos de la clínica actual.
La teorización del “narcisismo negativo (o de muerte)” apunta a esclarecer conceptualmente y orientar técnicamente
la clínica de lo que denomina “la serie blanca”; ligada a “la alucinación negativa, al duelo blanco, al sentimiento de
vacío, entendidos como resultantes de una desinvestidura masiva y temporal del objeto primario (expresión de la
destructividad de la pulsión de muerte ), que ha afectado la estructura del narcisismo primario y que deja marcas en
lo inconsciente bajo la forma de agujeros psíquicos. Las descripciones kleinianas del odio y la eventual reparación del
objeto son postuladas como posteriores o secundarias respecto de este trauma narcisista primario.
El lenguaje en psicoanálisis (1983) constituye una obra decisiva en la evolución de su autor. Expone en ella una teoría
específicamente psicoanalítica del lenguaje dentro del encuadre (“la palabra analítica desenluta el lenguaje”). Para
ello, además, elucida el fundamento metapsicológico del método y de la práctica analítica. Articula su teoría de la
representación (doble representancia, doble significancia, doble referencia) con una concepción de la polisemia del
encuadre (que reúne las polaridades del narcisismo, de lo dual y de los triangular/edípico) y postula la transferencia
como “doble” (sobre la palabra y sobre el objeto). Por último, esboza la dinámica del proceso psicoanalítico sobre
el esquema del doble retorno de la pulsión: “El análisis consiste en el retorno sobre sí mediante el rodeo por el otro
semejante”.
Los años 90 están principalmente marcados por una potente innovación conceptual y por la sistematización de
su concepción teórico-clínica general. La innovación comporta la introducción de dos “meta-conceptos” o ejes
conceptuales. En 1990 André Green introduce la noción de terceridad, con la que renueva su visión de la simbolización,
en tanto permite articular y profundizar una serie de nociones “terciarias” previas. Poco tiempo después es publicado
su libro posiblemente más original: El trabajo de lo negativo (1993). La elaboración de sus dimensiones estructurante
y des-estructurante va desde la especulación más “abstracta” sobre las pulsiones destructivas hasta la consideración
más “concreta” de las situaciones límites de la clínica, pasando por una revisión global de los mecanismos de defensa
y la metapsicología del Yo.
Dos o tres años después, La Causalidad psíquica (1995) y Propedéutica (1996) responden a la expectativa de numerosos
lectores que desean una presentación de conjunto del pensamiento de André Green. Desde nuestra optica se pueden
descubrir allí los nuevos fundamentos matapsicológicos “greenianos”. Estos se componen, esquemáticamente, de
cinco ejes: 1) El par pulsión/objeto, “átomo psíquico” que articula lo intrapsíquico y lo intersubjetivo; 2) La teoría
generalizada de la representación, que amplía la teoría freudiana para incluir en ella el cuerpo y el pensamiento, el
Otro y la realidad; 3) La tópica ampliada, correlativa de la extensión precedente, apoyada en la noción de límite, que
articula el doble conflicto yo-ello y yo-Objeto/Otro; 4) La terceridad: eje meta-conceptual, que va de la teoría de la
“triangulación abierta con tercero sustituible” hasta los procesos terciarios; 5) El trabajo de lo negativo (eje que cubre,
como dijimos, desde los fundamentos negativos de la simbolización y la estructuración del yo, hasta los avatares
de la destructividad, pasando por los mecanismos de defensa primarios). Estos ejes tienden a consolidar una visión
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del psiquismo como esencialmente complejo (convergente con la perspectiva epistemológica de E.Morin): abierto,
heterogéneo, procesual y poiético.
Se puede ver el despliegue y profundización de esta nueva síntesis en dos obras importantes: Las cadenas de Eros
(1998) que culmina la etapa de madurez y, muy especialmente, en El tiempo fragmentado (2000) que inaugura y
representa una nueva etapa.
El giro del año 2000: hacia un nuevo paradigma contemporáneo.
El “giro del año 2000” está marcado por el reconocimiento de la crisis del psicoanálisis y el proyecto de un nuevo
paradigma. Sin desconocer sus aspectos externos (socio-históricos, económicos, culturales, etc.), desde el punto
de vista específico de la historia del psicoanálisis, la crisis es definida como crisis de los modelos (y los movimientos)
post-freudianos a causa de su dogmatismo intelectual, su reduccionismo teórico, su esquematismo técnico y sus
impasses frente a los desafíos de la clínica actual. Se reconoce la fragmentación de la unidad teórica del psicoanálisis,
los problemas que provocan en la convicción e identidad de los analistas los problemas de la práctica con pacientes
predominantemente no-neuróticos, así como las dificultades relacionadas a la disminución de prestigio profesional
(en el contexto del avance de la ideología posmoderna, del giro neuro-biologista de la psiquiatría impulsado por la
industria farmacológica, etc.).
André Green señala que la crisis del psicoanálisis post-freudiano es una crisis “melancólica”: tiene la marca del
duelo interminable por la muerte de Freud. De manera sintomática, cada autor post-freudiano importante ha querido
remplazarlo como figura principal, cada movimiento militante ha buscado revivir la situación originaria de los pioneros
y del padre fundador. La psicología del yo, la psicología del self, los movimientos kleinianos y lacanianos han repetido
el mismo proceso que consiste en instituir su propio modelo reduccionista, en convertirlo en dogma, en generalizar
una técnica particular e idealizar un jefe de escuela. Vanos y vanidosos enemigos del tiempo se ilusionan con petrificar
El proyecto contemporáneo, según Green, aspira a superar esta dinámica repetitiva. En lugar de un “discurso” o de un
“sistema” greeniano, en lugar de un nuevo ideolecto, el proyecto contemporáneo apunta a construir una nueva matriz
disciplinaria, una articulación de ciertas preguntas centrales y ciertas ideas directrices para orientar un programa de
investigación que reconozca y aborde los desafíos específicos de la etapa actual. Una de las claves del movimiento
contemporáneo que lo diferencia de sus predecesores es la construcción de una novedosa posición histórica (e
historizante) de filiación pluralista con Freud. Postula como fundamento epistemológico el distanciamiento ineludible y
potencialmente fecundo con el padre fundador y su Obra. Sostiene que toda relación con esta está irremediablemente
mediada por el recorte y las opciones de cada corriente. Es desde esta perspectiva que es posible distinguir en la
historia del psicoanálisis tres grandes etapas y movimientos a los que corresponden tres tipos de modelos teóricoclínicos (esbozados ya en 1975 hoy podemos denominarlos): freudianos, post-freudianos y contemporáneos.
En una aproximación sintética, podemos considerar que la matriz disciplinaria contemporánea se funda sobre cuatro
ejes (que recogen lo esencial de los aportes de la corriente freudiana pluralista surgida del movimiento poslacaniano).
El primero es una lectura contemporánea de Freud, “crítica, histórica y problemática” (Laplanche, 1986), que vuelve
a situar la metapsicología y el método freudianos como fundamentos del psicoanálisis. El segundo propone una
síntesis crítica y creativa de las principales contribuciones post-freudianas, así como una apertura al diálogo pluralista
con las diversas corrientes actuales. El tercero corresponde a una ampliación de los límites de la analizabilidad, a
una extensión del campo clínico que considera a las “estructuras no-neuróticas” como los casos paradigmáticos de
la práctica actual (en correlación con la subjetividad actual), y por lo tanto del modelo teorico-clínico. El cuarto es un
modelo clínico “terciario”, que integra los modelos freudianos (centrado en torno a la transferencia) y postfreudianos
(centrado en torno a la contratransferencia) a partir del concepto de encuadre analítico (a su vez apuntalado en
“encuadre interno” del analista como matriz terciaria/tercerizante de simbolización). Además, en este nuevo modelo,
el vocabulario freudiano se establece como una lingua franca y un common ground.
Orientado “hacia un psicoanálisis del futuro” (Green, 2003), el giro del año 2000 comporta en el recorrido de André
Green un doble trabajo, individual y colectivo. Es preciso destacar su comprometido rol en la creación y animación de
un movimiento “colectivo” (trans-institucional y pluri-generacional) que comienza con la preparación y el lanzamiento
simultáneos de diversos proyectos: un número especial internacional de la Revue Française de paychanalyse,
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“Corrientes del psicoanálisis contemporáneo” (una especie de Atlas o de cartografía del psicoanálisis frente a la crisis,
construida colectivamente con contribuciones de todas las regiones y corrientes); un histórico Coloquio Abierto del la
SPP que por primera vez en la historia reúne en el anfiteatro de la Unesco a representantes de las dos instituciones
de la IPA (SPP, APF), del Quatrième Groupe y de la corriente lacaniana no dogmática (SFP, EA) en torno a la cuestión
del “Trabajo psicoanalítico” (tentativa inédita de reunificación del campo analítico pluralista); la creación de un grupo
internacional de investigación (con colegas de New York, Londres, Buenos Aires y París, las cuatro capitales del
psicoanálisis) sobre el tratamiento de las estructuras no neuróticas, que es tal vez el primer proyecto de investigación
cualitativa en IPA4. Otras intervenciones, publicaciones y coloquios fueron también realizados por (o con) nuestro autor.
Me permito destacar dos en los que he tenido la suerte de participar: “Los desafíos del psicoanálisis contemporáneo:
En torno a la obra de André Green”, el consagratorio Coloquio Internacional de Cerisy (2005)5, que es el primero en la
historia de esta centenaria institución que se dedica a un psicoanalista vivo. Y, por último, la producción colectiva quizás
más importante: la publicación bajo la dirección de André Green de Los nuevos caminos de la terapia psicoanalítica
(2007, PUF), un volumen de 908 páginas (110 escritas por Green) que incluye contribuciones de treinta y cuatro
analistas franceses y extranjeros, una verdadera “Summa” del psicoanálisis contemporáneo.
Si la producción colectiva apunta a construir el nuevo horizonte científico de problemas y de hipótesis que definen el
campo contemporáneo, esbozando su nueva matriz disciplinaria y su programa general de investigación, el trabajo
individual de Green comporta una doble vertiente, complementaria: por un lado, de reflexión y de propuestas para esa
matriz contemporánea; por otro, de profundización de sus propios temas de investigación y de su modelo personal.
Ambas vertientes pueden reconocerse en dos importantes obras producidas casi simultáneamente. Ideas directrices
para un psicoanálisis contemporáneo (2002) es una respuesta personal a los desafíos y a las preguntas claves de la
crisis del psicoanálisis. En su primera parte, esta obra se enfoca en las problemáticas de la práctica analítica actual, y
en la segunda parte resume los principales ejes conceptuales del pensamiento de su autor en tanto aportes (al trabajo
colectivo) para responderlas. El libro procura brindar a la vez un panorama del campo contemporáneo y una brújula
para orientarse (se podría hablar de las “ideas directrices para un paradigma contemporáneo”).
El pensamiento clínico (2002) es una obra teórica de peso. Cada uno de sus textos profundiza los grandes temas y
líneas conceptuales del pensamiento de su autor. Encontramos en él los dos ejes mayores que marcan la temática
de sus principales escritos de este período. El primero corresponde a una renovada y renovadora reflexión acerca
de la clínica, que apunta a desarrollar un nuevo modelo clínico terciario, un modelo específicamente contemporáneo
(al que dedicaremos una sección especial más adelante). Este eje se expresa mediante la introducción de la noción
de “pensamiento clínico”: contribución innovadora para avanzar en la conceptualización de la especificidad del
pensamiento psicoanalítico (dentro y fuera de la sesión), que suscita una reflexión sobre los fundamentos (y las
variaciones) del encuadre. “El pensamiento clínico es definido como el modo original y específico de racionalidad
surgido de la experiencia práctica. Corresponde al trabajo de pensamiento puesto en marcha en la relación del
encuentro psicoanalítico” (Green, 2002).
El segundo eje temático de esta etapa, presente en “El pensamiento clínico”, corresponde al estudio de la
destructividad: abarca desde el trabajo de lo negativo en las estructuras no neuróticas (denominación que tiende a
reemplazar la de “casos límite”) hasta la revisión de la teoría de la pulsión de muerte. El artículo “La posición fóbica
central” (cuya recepción internacional parece destinarle un rol de clásico contemporáneo similar al de “La madre
muerta”) conjuga magistralmente los dos ejes mencionados al presentar un modelo de la asociación libre y un estudio
de una singular modalidad limítrofe de trabajo de lo negativo anti-asociativo. El último artículo del volumen, “La
crisis del entendimiento psicoanalítico” (escrito a modo de conclusión del mencionado número internacional de la
Revista Francesa de Psicoanálisis), re-significa el conjunto del libro inscribiéndolo claramente al interior del proyecto
contemporáneo.
Digamos, para terminar, que la matriz contemporánea nos lega, entre otras cosas, un modelo, riguroso y pluralista,
de abordaje de la obra del propio André Green. Nuestro desafío es poder leerlo con el mismo espíritu crítico y creativo
con el que él supo trabajar a “sus” autores para renovar el fundamento y el horizonte del psicoanálisis.
*Fernando Urribarri. Egresado de la Facultad de Psicololgia de la UBA. Psicoanalista, miembro de la Asociación
Psicoanalítica Argentina. “Maitre de conference asociee” del Doctorado en Psicoanalisis de la Universidad de
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Paris X (Nanterre). Ex-director de la Revista Zona Erógena (1989-2001). Director de la colección “Pensamiento
Contemporáneo” de EUdeBA. Co-editor de “Autour de l’Ouvre d’Andre Green” (PUF, Paris, 2005). Ha publicado
trabajos en revistas especializadas y libros de Francia, Inglaterra, USA, España, Italia, Brasil, Chile, Uruguay y
Argentina.
Notas al Pie
[1] En lo que sigue retomo parte de mi Postfacio al libro de A.Green “Ilusiones y desilusiones de la practica psicoanalítica” (París, 2010). Trad.
castellana en la Revista de Psicoanálisis Nº3 de 2011.
[2] A. Green [1974]; El analista, la simbolización y la ausencia en el encuadre psicaonalítico”, En De locuras privadas, Amorrortu de.
[3] A. Green [1980], “Pasiones y destino de las pasiones: sobre las relaciones entre locura y psicosis”, en De locuras privadas: psicoanálisis de los
casos límites.
[4] Un libro de IPA recoje la reseña y evaluación del trabajo grupal junto con articulos de sus miembros: “Resonance on suffering” A.Green ed,,
(IPA, UK, 2007).
[5] Las contribuciones y debates de este coloquio pueden leerse en el volumen “Autour de l’Ouvre d’Ander Green” F.Richard y F.Urribarri editores,
(PUF, Parrís, 2006)En lo que sigue retomo parte de mi Postfacio al libro de A.Green “Ilusiones y desilusiones de la practica psicoanalítica” (París,
2010). Trad.castellana en la Revista de Psicoanálisis Nº3 de 2011.
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El comportamiento, motor de la evolución. Una síntesis de la etapa final en
la producción piagetiana
Por Duilio Marcos De Caro
En 1976, Piaget publicó un pequeño libro titulado El comportamiento, motor de la evolución (Le comportement,
moteur de l’évolution), editado en Buenos Aires en 1977 y un año más tarde en los Estados Unidos, bajo la traducción
Behavior and Evolution. Este texto, ubicado en la etapa final de la producción teórica de este gran investigador,
aún hoy permanece casi ignoto para muchos, a pesar de merecer más atención, sobre todo en vista de algunos
de los más actuales desarrollos en el campo de lo que podríamos llamar, en términos generales, las ciencias del
comportamiento. A partir de esta observación, el presente artículo se propone realizar una revisión crítica de dicho
texto, especialmente con la intención de rescatar algunos aportes que dan cuenta de las conclusiones lógicas a las
que arribó Piaget como consecuencia de su extenso programa de investigación, y que poseen una vigencia digna de
ser destacada en el contexto de la producción científica contemporánea.
El escrito comienza con una definición operativa: “por comportamiento entendemos el conjunto de acciones que
los organismos ejercen sobre el medio exterior para modificar algunos de sus estados o para alterar su propia
situación con relación a aquel” (Piaget, 1977, p.7). De esta manera, el concepto de comportamiento remite a toda
acción que genere una transformación del medio externo o de las capacidades del individuo en su relación con el
mismo. Además, el comportamiento de los organismos está sometido -como todo en ellos- a transformaciones
con el paso del tiempo, es decir, a procesos de desarrollo. En este sentido, Piaget explica que “el comportamiento,
que en un principio sólo consiste en conductas sensoriomotrices (percepciones y movimientos combinados), llega
luego a formar interiorizaciones representativas, como en el caso de la inteligencia humana donde las acciones se
prolongan en operaciones mentales” (Piaget, 1977, p.7). Así, pueden postularse aspectos externos e internos del
comportamiento, pero se entiende que éste implica siempre una acción total del organismo como unidad en relación
con el medio y en función de objetivos determinados.
El propósito principal del texto en cuestión es exponer una perspectiva acerca de la función del comportamiento como
factor determinante del cambio evolutivo y no como un mero producto del mismo, que sería resultado de mecanismos
independientes de la acción de los organismos. Piaget discute, principalmente, con las posturas neodarwinianas, ya
que considera que la evolución biológica no se produce sólo por selección natural, entendida exclusivamente como
el producto de una variabilidad genética aleatoria y tasas diferenciales de supervivencia y reproducción en función
de ventajas adaptativas verificadas a posteriori. Desde esta posición, se trataría de un proceso independiente de las
conductas del organismo y sólo se explicaría por las consecuencias, favorables o desfavorables, de los cambios
fenotípicos causados por mutaciones absolutamente azarosas y su transmisión a lo largo de las generaciones.
Para Piaget, la cualidad de muchas adaptaciones resulta difícilmente explicable por este mecanismo, sin recurrir en
absoluto a alguna forma de intercambio activo o retroalimentación con el medio en la construcción de las mismas a
lo largo de las generaciones. Además, es importante señalar en este punto que al hablar de herencia, se puede hacer
referencia tanto a la transmisión genética de rasgos físicos como a la de rasgos comportamentales. En este texto se
plantea una doble condición del comportamiento; por un lado, como factor en el desarrollo de cambios morfológicos
adaptativos; y por el otro, como objeto en sí mismo de la selección natural, dada su función adaptativa intrínseca. De
hecho, la supervivencia y la reproducción en sí mismas dependen de toda una serie de conductas de los organismos
que constituyen adaptaciones que fueron seleccionadas. De esta manera, existe una acción adaptativa del organismo
previa a las variables que dan cuenta de dicha selección. A su vez, se observa que la actividad de los organismos no
se limita a garantizar la supervivencia, sino que en muchos casos se produce una diversificación comportamental que
conlleva una extensión del medio habitable y una ampliación de las acciones posibles sobre el mismo que permiten su
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transformación. Se trata de una estructuración del medio por parte del organismo, una adaptación práxica y cognitiva
–en términos piagetianos- que sobrepasa la requerida para la supervivencia y sobre la que también actuaría la selección
natural. Esto resulta evidente en la especie humana, que incluso ha modificado su entorno hasta el punto de constituir
una amenaza para su propia existencia.
El comportamiento, que para Piaget constituye una manifestación de la dinámica global del organismo como sistema
abierto en interacción constante con el medio, sería también un factor del cambio evolutivo, y para intentar explicar
los mecanismos por los cuales el comportamiento cumpliría dicha función, Piaget recurre al concepto de epigénesis
y a su propio modelo explicativo de la adaptación en términos de equilibración entre asimilación y acomodación. Por
epigénesis se entiende la interacción recíproca entre genotipo y ambiente para la construcción del fenotipo en función
de la experiencia. Se trata de un proceso que puede analizarse empleando las categorías de asimilación y acomodación
que Piaget toma del orden biológico para explicar el desarrollo cognitivo.
La asimilación es “la integración de los objetos a los esquemas de acción (Piaget, 1977, p.112) y hay “tantas formas de
asimilación como tipos de conductas” (Piaget, 1977, p.113). A su vez, “la asimilación propia de los comportamientos
genera una memoria que multiplica las relaciones y contribuye a su extensión” (Piaget, 1977, p.113). Por otro lado, la
acomodación se refiere a la transformación que se produce en los esquemas de acción por la integración de nuevos
objetos, por lo que “la acomodación de los esquemas de acción (…) es fuente de enriquecimientos”, ya que “aumenta
las facultades del ser viviente” (Piaget, 1977, p.113).
Sin extendernos demasiado en este punto, que Piaget desarrolla en profundidad en textos anteriores al que nos
ocupa (sobre todo en Biología y conocimiento, de 1967, y Adaptación vital y psicología de la inteligencia, de 1974),
la explicación del rol del comportamiento en la evolución relaciona un sistema genético con un sistema epigenético a
lo largo de las generaciones, y recurre a conceptos como los de asimilación genética, selección de acomodaciones,
canalización de la variabilidad, autorregulación, fenocopia, etc., para elaborar un modelo teórico que reduce levemente
el papel del azar en las mutaciones y otorga mayor incidencia a la actividad de los organismos.
Resulta interesante como Piaget plantea la dificultad de abordar el estudio de la herencia de rasgos comportamentales
del mismo modo en que se estudia la de características morfológicas. El desarrollo del comportamiento depende en
mayor medida de la interacción con el medio ambiente, es decir, de las conductas del organismo y la retroalimentación
que recibe, sobre todo por la enorme plasticidad del sistema nervioso, que constituye su base material y que está
sujeto a los efectos de la expresión genética. Esto resulta consistente con los conocimientos actuales en genética del
comportamiento y la noción de los comportamientos como rasgos poligénicos dependientes en gran medida de la
interacción con el ambiente, lo que vuelve a colocar a la epigénesis nuevamente en primer plano.
En pocas palabras, lo que propone Piaget es incorporar el propio comportamiento de los organismos de las distintas
especies como uno de los factores de la selección natural, y no pensar dicha selección como un proceso que “ocurre”
sobre ellos en función de ventajas adaptativas constatadas a posteriori, surgidas por transformaciones totalmente
aleatorias y generadas con independencia del comportamiento. En este sentido, sugiere la existencia de un conjunto
de mecanismos de selección (ya no un mecanismo general) entre los que ubica la denominada “selección orgánica”,
que se refiere, precisamente, a la resultante de la actividad comportamental de los organismos, tanto en el plano
ontogenético como filogenético.
Piaget sostiene que “toda conducta entraña la necesaria intervención de factores endógenos” (Piaget, 1977, p.19)
y que todo comportamiento animal (incluido el humano) involucra una acomodación a las condiciones del medio,
tanto como su asimilación práxica o cognitiva, entendida como integración a una estructura comportamental previa.
Estas estructuras son denominadas esquemas de acción y su funcionamiento no se limita a procurar la estabilidad
-o la supervivencia-, sino que se orienta a la expansión del campo de actividad. Es así que se plantea la función del
comportamiento como la extensión progresiva del medio y de las capacidades del individuo en su acción sobre el
mismo. De este modo, la selección orgánica se vincula tanto con la capacidad de modificación o “elección” del medio
(ya que algunos organismos pueden desplazarse de un medio a otro en función de sus necesidades), como con las
consecuencias adaptativas de cada conducta en un ambiente determinado.
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El esfuerzo de Piaget, que recurre a los aportes de otros investigadores como Baldwin y Waddington (incluso Lamarck,
de cuya obra rescata algunos aspectos generales, pero por supuesto excluye la refutada noción de herencia de los
caracteres adquiridos), se orienta a criticar la estrechez de la fórmula neodarwiniana de la evolución biológica, para dar
lugar a una concepción mucho más compleja de los mecanismos evolutivos, bastante en línea con diversos debates
contemporáneos en el campo, reavivados en los últimos años con el surgimiento de lo que se conoce como psicología
evolucionista. Sin embargo, en esta controversia científica, en la que tanto resuenan nombres como los de Stephen
Jay Gould, Richard Lewontin, Steven Rose, Steven Pinker, Richard Dawkins, y otros, los aportes de Piaget como de
Vigotsky brillan por su ausencia, cuando en realidad serían una contribución sumamente interesante al debate.
Para retomar el análisis que Piaget realiza del comportamiento, este “dinamismo endógeno” (Piaget, 1977, p.23)
que postula estaría determinado por la activación constante de los esquemas de acción independientemente de las
presiones actuales del medio, y sus manifestaciones irían desde la curiosidad y las conductas exploratorias de los
roedores, hasta la necesidad de conocer propia de la inteligencia humana. Una vez más, es el mismo Piaget quien allana
el camino para desarrollos como los que actualmente proponen autores “neopiagetianos”, como Annette KarmiloffSmith, en la línea de lo que da en llamarse neuroconstructivismo. La idea instalada de que para Piaget el pasaje a
un estado de mayor conocimiento sólo se produce a través del desequilibrio y la puesta en marcha de mecanismos
de equilibración, es cuestionada por él mismo, dando lugar a la noción de que el conocimiento podría expandirse
también por el propio dinamismo endógeno de los esquemas de acción aún en situación de estabilidad. Esto es
similar a lo que dentro del marco del neuroconstructivismo se denomina redescripción representacional, proceso
que, en función de un impulso endógeno y sobre la base de la estabilidad o éxito conductual, tiende al desarrollo de
representaciones progresivamente más eficientes (Karmiloff-Smith, 1994). Este proceso generado por la actividad
constante de nuestro cerebro sería uno de los mecanismos del desarrollo cognitivo, junto con la equilibración y otros.
Así como Piaget acaba por plantear que no habría sólo uno, sino varios mecanismos de selección que explicarían la
evolución biológica, del mismo modo, propone que no sería uno (la equilibración) sino varios, los mecanismos que
darían cuenta del desarrollo cognitivo.
El comportamiento, motor de la evolución incluye una de las definiciones de inteligencia más interesantes dadas por
Piaget: “la inteligencia es un conjunto de mecanismos de coordinación que permiten al sujeto individual descubrir
nuevos problemas, y componer, con miras a su solución, varias series de operaciones específicas (…). No obstante,
lo que caracteriza a la inteligencia son las composiciones libres, de una variedad y especificidad renovadas sin cesar
en el curso de un funcionamiento constructivo ininterrumpido, ya que es el individuo mismo quien sufre, elige o inventa
sus problemas” (Piaget, 1977, p.81). El aporte realizado por Howard Gardner (2007), que incorporó al concepto
de inteligencia la capacidad de crear productos valorados culturalmente, e incluso de encontrar y crear nuevos
problemas (lejos de simplemente solucionar los que se presenten) puede relacionarse claramente con la ampliación
conceptual llevada a cabo en el período final de la obra piagetiana.
Para Piaget, la inteligencia aparece como algo claramente diferenciable de lo que él denomina comportamientos
hereditarios elementales, equiparables al concepto de instinto. Son precisamente estos comportamientos los que
comienzan a ser regulados por los mecanismos que configuran la inteligencia, cuyo desarrollo se produce a lo largo de
la ontogenia. Estos comportamientos elementales empiezan a coordinarse, combinarse, generalizarse, diversificarse,
perfeccionarse y controlarse hasta poder inhibirse, y son precisamente todos esos mecanismos que surgen a lo largo
del desarrollo los que constituyen aquello que globalmente denominamos inteligencia.
La capacidad de invención se produce, según Piaget, por “retroalimentaciones positivas” (Piaget, 1977, p.99) y
existirían dos dimensiones de esta capacidad: una “completiva”, del orden del perfeccionamiento; y otra “constructiva”,
propia de la diferenciación, el abordaje de nuevas situaciones y la orientación hacia otras finalidades. Es así que
surge “el rasgo más específico, aunque también más misterioso, del comportamiento: su exigencia de superación”
(Piaget, 1977, p.100), tanto en el plano ontogenético como filogenético. Para Piaget, “el organismo es un sistema
abierto cuyos comportamientos constituyen la condición del funcionamiento, y además (…) la característica propia
del comportamiento es superarse sin cesar y asegurar de ese modo a la evolución su principal motor” (Piaget,
1977, p.111). Cabe destacar en este sentido, la insistencia en resaltar el carácter innovador del comportamiento, en
contraposición con la noción más difundida de su tendencia conservadora.
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Parafraseando el título del texto clásico de Freud (o del también ya clásico libro de Karmiloff-Smith), podría hablarse
de un “más allá de la adaptación” en lo que respecta a la inteligencia, sobre todo a la inteligencia humana. No se trata
sólo de la supervivencia o la solución de problemas; la cognición es un proceso constante, expansivo y transformador,
tanto de los organismos como de sus ambientes, aún en ausencia de conflictos. La tradicional identificación entre
inteligencia y adaptación es revisada por su principal defensor en virtud del peso de la observación científica. El
ejemplo de la especie humana sobra para dar cuenta de este punto. La adaptación establecería una línea de base,
pero desde la perspectiva del comportamiento resulta que siempre sigue operando una tendencia expansiva. Es así
que Piaget se refiere a la “continua creatividad del comportamiento” (Piaget, 1977, p.115).
Una vez más, el texto que estamos abordando ofrece una aproximación a otro tema de absoluta actualidad: los
fundamentos para el desarrollo teórico del neuroconstructivismo, que puede entenderse como la síntesis entre la
psicología genética y las neurociencias. Piaget recurre al enfoque de Paul Weiss, quien aplicó la teoría de sistemas
al estudio del desarrollo y funcionamiento del sistema nervioso. Un sistema puede definirse como un conjunto de
elementos interrelacionados que configuran una totalidad unitaria con una dinámica global en relación con el medio.
Si el sistema es abierto, se mantiene en equilibrio dinámico por medio de intercambios regulados con el ambiente.
Dicho equilibrio dinámico, con el consecuente mantenimiento de las cualidades estructurales básicas del sistema,
es posible, en el caso del sistema nervioso, por su complejidad en términos de la exorbitante cantidad de neuronas
que lo componen, de conexiones entre ellas, y de los flujos de cambio a nivel tanto intracelular como intercelular.
Se trata, en otros términos, de miles de millones de transformaciones a nivel “micro” que no alteran lo “macro”. En
esta línea, Piaget postula que “la coherencia y la estabilidad del trabajo cognitivo realizado por la actividad cerebral
(…) no son el resultado de conservaciones estáticas, sino de perpetuas reconstrucciones dinámicas” (Piaget, 1977,
p.60). La extraordinaria cantidad de neuronas y sinapsis que existen entre ellas (difícil de dimensionar para la propia
mente que generan, es decir, la nuestra), las que se forman y las que se pierden en función de la experiencia (lo que
se llama plasticidad neural), dan cuenta de una organización interna en forma de redes dinámicas de tal complejidad
que no resiste la menor objeción como sustrato biológico de todo comportamiento. Piaget lo expresa de manera más
concisa, al referirse al sistema nervioso como “la materialización de las relaciones exigidas por el comportamiento”
(Piaget, 1977, p.106). Se presenta en este punto una referencia explícita a los modelos de redes neurales de Warren
McCulloch y su dependencia respecto de la expresión genética, así como a la cualidad de sistemas complejos que
poseen tanto el sistema nervioso como el genoma (con sus genes estructurales y reguladores). El concepto de
retroalimentación entre el sistema nervioso y el comportamiento aparece como fundamental en este sentido. Piaget
sostiene que “en la medida en que el comportamiento desempeña un papel en las formaciones nerviosas, favorece de
ese modo la organización de conjunto de la cual por otra parte emana” (Piaget, 1977, p.115). De esta forma, relaciona
directamente la complejidad del sistema nervioso con la del repertorio comportamental del organismo, relación que
caracteriza como recíproca y que utiliza para ejemplificar su tesis sobre la función determinante del comportamiento
en la ontogenia y la filogenia.
Otra cuestión que Piaget anticipa en este trabajo es la noción de que “el carácter innato del comportamiento en
sus orígenes es una síntesis de preformaciones y construcciones”, ya que se trata de un proceso “constructivo por
cuanto no depende ni de programas establecidos detalladamente ni de meras acciones exógenas del medio” (Piaget,
1977, p.62). Refiriéndose a la mente humana, manifiesta que “si se construyen sus estructuras, su funcionamiento
implica sin duda alguna mecanismos nerviosos innatos” (Piaget, 1977, p.75). El mismo Piaget concluye que el
comportamiento es tanto genético como epigenético, y anticipa la tesis fundamental del neuroconstructivismo (cada
vez menos “neopiagetiano” y más “piagetiano” en vista de estas consideraciones): la modularización como proceso
constructivo, que sobre la base de predisposiciones genéticas y en función de la experiencia, origina la arquitectura
de la mente adulta (Karmiloff-Smith, 1994). Piaget relaciona esto con la noción de “maduración”, más general y
difundida en su época y, por la tanto, más “adaptable” a las distintas teorías.
Antes de concluir, resulta interesante hacer un breve comentario acerca de la predilección de Piaget -a lo largo de
toda su vida- por la investigación con moluscos (por ejemplo, Lymnaea Stagnalis), que se encuentra en la base de las
elaboraciones teóricas que estuvimos revisando. Sin temor a ser demasiado aventurados, invita a una comparación
con las investigaciones fundamentales para las neurociencias contemporáneas llevadas a cabo por Eric Kandel con
Aplysia Californica acerca de las bases neurales del aprendizaje y la memoria, que le valieron el premio Nobel de
Fisiología o Medicina. La comparación vale –más allá de las diferencias– aunque sea por la similaridad en la elección
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del modelo animal y el objeto de estudio en sus programas de investigación.
Daría la impresión de que Piaget intentó, hacia el final de su obra, realizar del modo más explícito posible una
contribución a la biología, ciencia en la que se formó al comienzo de su carrera como investigador. Sin embargo,
como es usual a lo largo de su producción científica, los límites entre biología y psicología se tornan difusos. De
hecho, para Piaget lo psicológico es una extensión de lo biológico, es la dimensión necesaria cuando la biología
resulta insuficiente (aunque ineludible) para explicar el comportamiento humano. Es así que su aporte vuelve a ser, una
vez más, a la psicología y no tanto a la biología. Y es que en los tiempos que corren, nuestro propio comportamiento
está en la base de gran parte de los problemas que todos enfrentamos. Este “más allá de la adaptación” que nos
permitió y permite el desarrollo, también incluye aspectos que concurren hacia estilos de vida nocivos, epidemias de
trastornos mentales, de enfermedades crónicas no trasmisibles, infecciosas, congénitas y degenerativas, explosión
demográfica, consumismo, violencia, contaminación y depredación ambiental, entre muchos otros, que dan cuenta
de todo lo que nuestro comportamiento como individuos y especie –o como personas y sociedades– está causando
sobre nosotros mismos y el planeta que habitamos. Desde la psicología cabe dar al comportamiento el lugar que
demanda en la explicación del estado de situación actual y en la posibilidad de transformarlo, dado que, tal como
afirmara Piaget, el comportamiento es el motor de la evolución.
* El trabajo fue realizado en el marco de la materia “Psicología y Epistemología Genética II”, a cargo de Diana
Fernández Zalazar.
Bibliografía
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investigaciones
El Capital Psíquico
Por Ricardo Iacub
Investigando fortalezas en el proceso de envejecer:
El Capital Psíquico de los Adultos Mayores
En el año 2008 comenzamos una investigación sobre
el “Capital Psíquico y Bienestar Psicológico en Adultos
Jóvenes y Adultos Mayores residentes en la ciudad de
Mar del Plata y Buenos Aires” entre el grupo de Evaluación
Psicológica de la Facultad de Psicología, Universidad
Nacional de Mar del Plata y los integrantes de la Cátedra
de Psicología de la Tercera Edad y Vejez, Facultad de
Psicología, Universidad de Buenos Aires, dirigida por la
Magíster Claudia Arias y el Dr. Ricardo Iacub.
El Capital Psíquico es una noción de Martina Casullo
(2006) que define el conjunto de factores y procesos que
le permiten a un sujeto aprender a protegerse, sobrevivir
y generar fortalezas personales. A partir de la misma, se
planteó como objetivo realizar una comparación del Capital
Psíquico de adultos jóvenes y adultos mayores residentes
en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y de Mar del Plata.
En la primera etapa se realizó una exploración cuantitativa,
incluyendo una descripción por ítem en cada una de las
dimensiones que componen el capital psíquico. A su vez,
al interior del grupo de adultos mayores se llevó a cabo
una comparación del tipo de respuesta, de acuerdo al
nivel de educación formal alcanzado. La muestra estuvo
conformada por 100 adultos jóvenes de entre 30 y 45
años y 100 adultos mayores de entre 60 y 75 años,
de CABA. A ambos grupos se les administró la escala
CAPPSI (Casullo, 2006).
Los hallazgos evidencian que el grupo de adultos
mayores obtiene valores equivalentes al grupo de
adultos jóvenes en la mayoría de los ítems de las
distintas dimensiones. No obstante, se registró una
diferencia en la dimensión sistema de valores, donde
los adultos mayores presentaron puntajes superiores.
Merece la pena destacar que respecto al valor de la vida
espiritual, los adultos mayores obtuvieron una diferencia
significativa a su favor. Asimismo, en el grupo de adultos
mayores, se registraron diferencias significativas en la
ISSN: 1853-9793
dimensión Cognitiva a favor de aquellos que alcanzaron
un nivel de educación formal alto, siendo la motivación
para aprender cosas nuevas y la posibilidad de evitar
situaciones extremas los ítems donde se observó una
diferencia significativa. Este proyecto se encuentra en su
segunda etapa, que consiste en la exploración cualitativa
acerca del significado que ambos grupos otorgan a
cada una de las dimensiones que componen el Capital
Psíquico y el bienestar psicológico. La técnica utilizada es
la del grupo de discusión focal, previendo la posibilidad de
triangulación metodológica. Se realizaron cuatro grupos
focales divididos según rango etario y género (dos grupos
–mujeres y varones– de 30 a 45 años y otros dos grupos
–mujeres y varones– de 60 a 75 años).
Actualmente, el equipo de investigación se encuentra
en la etapa de procesamiento de datos cualitativos. Es
importante subrayar que los resultados obtenidos en la
presente investigación son análogos a los que se hallaron
en los diferentes estudios procedentes de la Ciudad de
Mar del Plata. Por último, se considera que los aportes
de una nueva evidencia empírica, en cuanto al estudio
de las potencialidades asociadas al envejecimiento,
contribuirá no sólo al avance del conocimiento científico,
sino también al desarrollo de nuevos dispositivos y
recursos terapéuticos para el trabajo en prevención y
promoción de la salud.
* El Dr. Ricardo Iacub es Profesor Asociado a cargo
de la materia “Psicología, Tercera Edad y Vejez” –
Facultad de Psicología – UBA.
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Año 2 - Número 2 - Marzo 2012
investigaciones
Psicopedagogía
Por Débora Grunberg
Asistencia a niños y adolescentes con problemas de aprendizaje
El Servicio Asistencial de niños con problemas de
aprendizaje, dirigido por la Dra. Silvia Schlemenson,
funciona desde hace más de 20 años en la Facultad de
Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Desde
una perspectiva apoyada en conceptualizaciones
psicoanalíticas, asiste niños con dificultades escolares
derivados por los Distritos del Gobierno de la Ciudad.
El Programa de Asistencia Psicopedagógica se encuentra
en marcha ininterrumpidamente desde el año 1986 hasta
la fecha. Este Servicio tiene lugar en una de las sedes
de la Facultad de Psicología, en la calle Independencia
3065. Funciona entre los meses de Marzo y Diciembre y
ofrece asistencia a niños que se encuentran transitando
la Educación General Básica en escuelas públicas y que
presentan dificultades en sus aprendizajes.
Los niños por los que se consulta al Servicio son,
generalmente, derivados por los Equipos de Orientación
Escolar de los Distritos Escolares 3º y 6º de la Ciudad
de Buenos Aires, con quienes los terapeutas mantienen
intercambio permanente. Los jóvenes y niños con los
que se trabaja pertenecen a sectores poblacionales
que presentan necesidades básicas insatisfechas y su
asistencia es gratuita.
La actividad asistencial ofrecida está conformada por
tres instancias:
La admisión funciona los días martes de 13 a 14.30 hs.,
en el aula 211 de la Facultad de Psicología. Allí tiene lugar
el primer encuentro con el adulto a cargo del niño y se
realiza una breve entrevista, a los fines de abrir la historia
clínica del paciente consignando sus datos personales.
En esta instancia se realiza una primera aproximación
al motivo de consulta, divisando si el niño presenta
patologías severas que lo comprometan fuertemente a
nivel orgánico o psíquico, pues las mismas superan el
espacio terapéutico ofrecido por el Servicio. En estos
casos, se realizan las derivaciones pertinentes.
ISSN: 1853-9793
En un segundo momento, comienza el proceso
diagnóstico –de carácter individual–, que se inicia con
un primer encuentro entre los adultos a cargo del niño y
el terapeuta. Posteriormente, se realizan dos entrevistas
con los padres, o adulto responsable, y cuatro entrevistas
con el niño, donde se administran diferentes pruebas
para conocer las diversas modalidades de producción
simbólica del paciente en estudio. De este modo, se
realizan diagnósticos diferenciales y se ponen en relación
los datos obtenidos a lo largo de todo el proceso, a partir
de los cuales se organiza una entrevista de devolución de
los resultados clínicos a los padres del niño y al paciente
en forma independiente. En esta última entrevista se
acuerda la derivación a tratamiento psicopedagógico u
otra estrategia clínica que se considere conveniente.
Con posterioridad a la entrevista de devolución, se elabora
un informe para el distrito escolar correspondiente y una
síntesis diagnóstica entregada a los terapeutas que se
harán cargo del tratamiento (cuando el mismo fuera
sugerido al interior del Servicio).
El tratamiento ofrecido por el Servicio de Asistencia
es de frecuencia semanal y de carácter grupal. Cada
grupo está conformado por entre 3 y 6 niños, y es
coordinado por un terapeuta y un co-terapeuta a cargo
del tratamiento. Paralelamente a este trabajo, funciona
por cada grupo de asistencia, un grupo de orientación a
padres, en donde se ofrece un espacio reflexión para los
adultos a cargo de los niños.
Tanto los diagnósticos como las sesiones de tratamiento
son grabados y desgrabados. En varias oportunidades
el material ofrecido por diagnósticos y grupos de
tratamiento es utilizado en los proyectos de investigación
(siempre con consentimiento explícito por parte de los
adultos a cargo del niño). A su vez, en la materia de grado
se ofrece a los alumnos la oportunidad de observar un
psicodiagnóstico en Cámara Gesell, como así también
las desgrabaciones de las entrevistas diagnósticas; los
encuentros durante el tratamiento son utilizados tanto
para la formación de grado como de posgrado.
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Año 2 - Número 2 - Marzo 2012
investigaciones
Perfeccionismo
Director/a: Keegan, Eduardo Gustavo
[email protected]
Unidad Ejecutora: Facultad de Psicología
Área Temática: Psicología
Especialidad: Psicología Clínica
Evaluación de una Intervención Psicoeducativa sobre Perfeccionismo en
Estudiantes Universitarios
Resumen
El presente proyecto busca diseñar, implementar y
evaluar una intervención psicoeducativa orientada a
reducir la vulnerabilidad asociada al perfeccionismo
en estudiantes universitarios. El perfeccionismo es
conceptualizado como la tendencia a establecer altos
estándares y una evaluación excesivamente crítica de
los mismos, sumado a una creciente preocupación por
cometer errores (Frost, Marten, Lahart, & Rosenblate,
1990). Diversos autores señalan que casi el setenta
por ciento de la población universitaria presenta rasgos
perfeccionistas (Rice & Slaney, 2002; Suddarth & Slaney,
2001). Estos rasgos se evidenciarían en el ámbito
académico a través de comportamientos como la
meticulosidad en el estudio, una excesiva preocupación
por obtener altos niveles de rendimiento y por no
fracasar, así como por la postergación de las situaciones
de examen (Blankstein, Dunkley, & Wilson, 2008). En
los últimos años, nuestro equipo se ha dedicado a
investigar el perfeccionismo y su relación con el distrés
psicológico y la calidad de vida en los estudiantes
universitarios. En coherencia con los resultados de
investigaciones previas (Rice & Slaney, 2002; Suddarth
& Slaney, 2001), hemos hallado una elevada proporción
de individuos que puntuaron como perfeccionistas:
más de la mitad de los estudiantes evaluados (Arana
et al., 2009). A su vez, se halló una correlación positiva
entre perfeccionismo desadaptativo y malestar
emocional (Arana et al., 2009), así como valores altos
en discrepancia que correlacionaron con bajos valores
de calidad de vida percibida (Arana et al., en prensa).
ISSN: 1853-9793
De acuerdo con nuestros resultados consideramos que
sería de gran utilidad la implementación de dispositivos
que contribuyan a la disminución de las consecuencias
negativas del perfeccionismo en nuestra población
universitaria. Un tipo de intervención privilegiada sería el
desarrollo e implementación de talleres psicoeducativos
sobre el perfeccionismo en este contexto específico.
La misma tendrá una modalidad activa a través de
técnicas grupales. Se intentará dar cuenta del impacto
de la intervención en las creencias perfeccionistas
de los estudiantes. Nuestra principal hipótesis es que
la intervención contribuirá a modificar las creencias
desadaptativas asociadas al perfeccionismo en esta
población. Esto tendría importantes implicancias
en cuanto al bienestar psicológico y al rendimiento
académico de los estudiantes.
El estudio sobre el perfeccionismo se ha incrementado
exponencialmente en los últimos veinte años en el campo
de la Psicología Clínica. Descripto por algunos autores
como un rasgo o estilo de personalidad disfuncional,
el perfeccionismo es un constructo psicológico que
ha despertado un notable interés en los investigadores
debido a sus múltiples implicancias en la sociedad
actual. Autores como Gordon Flett y Paul Hewitt, de la
Universidad de la Columbia Británica, lo han declarado
como “endémico” a la cultura occidental.
Si bien existen numerosas formas de definir este
concepto, existe consenso en incluir entre sus
componentes el deseo por establecer altos estándares
y una evaluación excesivamente crítica y destructiva.
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Año 2 - Número 2 - Marzo 2012
investigaciones
Los terapeutas cognitivos señalan también la rigidez
y falta de flexibilidad cognitiva como características
adicionales. En términos conductuales, podrían indicarse
comportamientos como el hecho de una dedicación
excesiva hacia el trabajo a expensas de otras áreas
vitales, escrupulosidad, dificultad para delegar tareas,
y una atención casi permanente dirigida a controlar lo
máximo posible su entorno. Tal Ben-Shahar explica
el perfeccionismo en términos de una negación de la
realidad circundante: los perfeccionistas tienden a evitar
emociones que impliquen que han fracasado, pero
también evitan aceptar sus logros, minimizándolos. Esto
impide una verdadera aceptación de la realidad, ya que
los perfeccionistas en lugar de aprender de los errores,
los evitan con una gran aprehensión y esfuerzo psíquico.
Por otro lado, hoy también se sabe que no todo
perfeccionismo es patológico. Nuevos desarrollos han
logrado identificar una vertiente saludable o adaptativa,
que estaría caracterizada por una aceptación de
la realidad, es decir, por tener una habilidad para
reponerse de los errores y aprender de los mismos. Este
perfeccionismo adaptativo es vital para sostener tareas
que involucren grandes exigencias, como actividades
intelectuales sostenidas o deportes de élite. Los
perfeccionistas adaptativos son sujetos que también
poseen altos estándares –como los desadaptativos–
pero pueden ser flexibles a la hora de evaluar si van
logrando sus metas; pueden disfrutar del recorrido hacia
un objetivo, y no sólo en la meta en sí misma.
Dentro del ejercicio del psicólogo clínico, en numerosas
oportunidades se pueden identificar sujetos que padecen
por su perfeccionismo. De hecho, existe investigación
empírica que habla del perfeccionismo como uno de
los rasgos de personalidad más importantes para la
predisposición de numerosos trastornos mentales,
como la depresión y la anorexia nerviosa. Los sistemas
operativos de diagnóstico actuales incluyen en su
definición del “trastorno obsesivo de la personalidad”
numerosas características que coinciden casi
exactamente con el accionar de un individuo que posee
un perfeccionismo disfuncional.
La relevancia del perfeccionismo en el contexto
universitario ha sido destacada en publicaciones
científicas, que señalan que casi el setenta por ciento
de la población universitaria estadounidense presenta
rasgos perfeccionistas. Estos rasgos se evidenciarían
en el ámbito académico a través de comportamientos
como la meticulosidad en el estudio, una excesiva
preocupación por obtener altos niveles de rendimiento y
por no fracasar en términos académicos, así como por
la postergación de las situaciones de examen.
ISSN: 1853-9793
Dada la relevancia del tema, nuestro equipo de trabajo se
ha dedicado a investigar el perfeccionismo desde principios
de esta década hasta la actualidad. Nuestro primer objetivo
fue el de observar si existían características similares de
perfeccionismo –tanto adaptativo como desadaptativo–
en estudiantes de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
Para ello, previamente tuvimos que evaluar su validez,
es decir, si un individuo podía definir al perfeccionismo
en términos similares a los que se referían en otros
contextos culturales. Una vez que pudimos verificar que
el constructo era definido de forma similar, procedimos a
buscar un instrumento psicométrico que nos permitiera
poder medir el perfeccionismo. Es así que adaptamos
una escala, la Almost Perfect Scale-Revised (APS-R, en
sus siglas en inglés original), que nos permitía evaluar
tanto las características positivas como negativas del
perfeccionismo, y poder construir así perfiles psicológicos
de perfeccionismo en estudiantes universitarios.
Por otro lado, dentro del marco de nuestro proyecto
previo, hemos investigado el perfeccionismo y su
relación con el distrés psicológico y la calidad de vida
en los estudiantes universitarios. En coherencia con
los resultados de otros equipos internacionales, hemos
hallado una elevada proporción de individuos que
puntuaron como perfeccionistas, de acuerdo con la
APS-R: más de la mitad de los estudiantes evaluados.
A su vez, se halló una correlación positiva y directa entre
perfeccionismo desadaptativo y malestar emocional. En
otras palabras, los individuos que poseían los puntajes
más altos de perfeccionismo disfuncional, también
poseían los puntajes más altos en distrés psicológico
(definido operacionalmente como sintomatología
depresiva y ansiosa). Consecuentemente, también
encontramos que estos perfeccionistas percibían
una calidad de vida más pobre que los sujetos no
perfeccionistas y que los perfeccionistas adaptativos.
De acuerdo con nuestros resultados, consideramos
que sería de gran utilidad la implementación de
dispositivos que puedan contribuir a la disminución de
las consecuencias negativas del perfeccionismo en
nuestra población universitaria. Un tipo de intervención
privilegiada sería el desarrollo de talleres psicoeducativos
sobre el perfeccionismo en este contexto específico.
Los talleres psicoeducativos resultan un dispositivo
orientador por excelencia, apuntando a la transmisión
y elaboración de información que intenta influenciar un
proceso de cambio. A través de los talleres se buscará
producir un cambio en la percepción del perfeccionismo,
alentando su vertiente adaptativa y desalentando la
desadaptativa. En términos cognitivos, buscaríamos que
un estudiante que sufre por su perfeccionismo tenga
la capacidad de flexibilizar su cognición, facilitándole
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Año 2 - Número 2 - Marzo 2012
investigaciones
el acceso a información que pueda contrarrestar las
hipótesis disfuncionales y rígidas que mantienen este
problema caracterológico.
Podemos augurar que este tipo de intervención podría
ser beneficiosa para los estudiantes, puesto que en
el marco de nuestro proyecto de investigación hemos
llevado a cabo una serie de charlas psicoeducativas
sobre el tema a los estudiantes que hemos evaluado
en estos últimos años. En las mismas se intentó
transmitir los resultados obtenidos en nuestros años de
trabajo, así como posibles estrategias de afrontamiento
en relación con los problemas y consecuencias
negativas del perfeccionismo. El objetivo principal
de estas charlas estuvo vinculado a la orientación
de los estudiantes universitarios sobre las creencias
afines al perfeccionismo, siendo esta experiencia un
primer acercamiento exploratorio con intervenciones
psicoeducativas. Consideramos que el desarrollo e
implementación de este tipo de talleres podría resultar
apropiado en el contexto universitario, donde no hemos
hallado intervenciones locales de este tipo.
También hemos realizado una revisión bibliográfica sobre
diferentes guías psicoeducativas utilizadas por diferentes
universidades del mundo, con el fin de adaptar material
bibliográfico para nuestro contexto académico.
En síntesis, el perfeccionismo resulta un factor
importante para el desarrollo de patologías mentales, y
dadas las características de exigencia y orientación al
logro del entorno universitario, consideramos que es una
población particularmente vulnerable. Es así que mientras
más podamos conocer cómo funciona el perfeccionismo
desde la teoría, desde los resultados empíricos, y desde
nuestros propios resultados con estudiantes de la UBA,
más herramientas tendremos para poder ayudar a reducir
esta vulnerabilidad y fomentar una sana expresión de las
exigencias que redunden en una mejor calidad de vida
para el alumnado.
ISSN: 1853-9793
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libros
Padres e hijos: en tiempos de la retirada de las oposiciones
Por Ricardo Rodulfo
Se habla hoy de las relaciones entre padres e hijos como
de algo que se habría vuelto muy complejo, muy difícil,
apelando –con algo de nostalgia– a tiempos pasados,
supuestamente mejores… Este nuevo libro de Ricardo
Rodulfo se propone esclarecer las transformaciones en
curso, yendo más allá del marco familiar para descubrir
y estudiar el cambio de nuestra cultura en tanto que en
ella se asientan y tienen lugar estas relaciones. Padres
e hijos muestra que desmontar la intrincada red de
jerarquías en cuyo centro el psicoanálisis clásico puso
al Padre no desemboca en un vacío caótico, sino
que preludia nuevas configuraciones subjetivas. En
esta concepción, el juego entra en escena como una
modalidad humana de relación, ajena a las fijezas del
tradicional registro del ser y provocativamente resistente
a los criterios establecidos sobre la ley y el orden, la
salud y la enfermedad.
Padres e hijos culmina con un detenido examen sobre la
pérdida de vigencia de la oposición entre las perspectivas
del desarrollo evolutivo y las de la problemática estructural
que marcó el ritmo del pensamiento psicoanalítico en el
último medio siglo.
Presenta así una manera de pensar que desarma el
modo opositivo de teorizar, anunciado por obras tan
diversas como las de D. Winnicott y J. Derrida: una
manera a examinar como suplementaria.
En diálogo intenso con la filosofía contemporánea y con
el conjunto del corpus psicoanalítico, el libro apunta
a padres y educadores inquietos por la dirección que
parece estar tomando nuestro porvenir.
Buenos Aires, Editorial Paidós, 2012. 296 pp.
ISSN: 1853-9793
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libros
(Bio)ética y Cine: Tragedia griega y acontecimiento del cuerpo
Por Juan Jorge Michel Fariña y Jan Helge Solbakk
El libro reúne una serie de estudios sobre catarsis,
elenchus, hamartia y otras categorías aportadas por el
pensamiento griego y la poética clásica, resignificados a
través de la lectura analítica de películas emblemáticas
del tratamiento contemporáneo de los cuerpos.
Trasplante de órganos intervivientes, eutanasia y
suicidio asistido, donación y destino de gametos,
aborto, vaginoplastia y otras transformaciones estéticoquirúrgicas, xenotrasplantes, clonación terapéutica y
crioconservación, son algunos de los escenarios que
recorre el libro.
Un libro que pone entre paréntesis el bios para
problematizarlo a la luz de la dimensión trágica que
aporta la ficción cinematográfica. Un libro que se interesa
en la complejidad del cuerpo en tanto acontecimiento –
con sus síntomas y sus representaciones fantasmáticas.
Un libro, en suma, que suplementa la bioética proponiendo
una bio(po)ética, una metodología de pensamiento,
enseñanza y ejercicio de la ética inspirados en la tragedia
griega y sus fascinantes versiones contemporáneas.
Con textos de:
Alejandro Ariel
Irene Cambra Badii
María Elena Domínguez
Carlos Gutiérrez
Rolando Karothy
Eduardo Laso
Natacha Salomé Lima
Juan Jorge Michel Fariña
Jan Helge Solbakk
Alejandra Tomas Maier
Buenos Aires, Letra Viva Editorial, 2012, 192 páginas.
ISSN: 1853-9793
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INTERSECCIONES PSI
Año 2 - Número 2 - Marzo 2012
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libros
Las locuras según Lacan, de Pablo Muñoz
Por Luciano Lutereau
Que la estructura aparece en el fenómeno es una
afirmación de sentido común –casi una trivialidad para el
público lacaniano–, hasta que un libro como el de Pablo
Muñoz se encarga de sacar las consecuencias teóricas
y clínicas que le corresponden, y nos muestra que
aquello que se creía evidente aún no fue pensado con
todo rigor. Porque, si bien la locura es el tema central de
este libro, el alcance de su elaboración es mucho más
amplio. Aquella no es más que el hilo conductor de un
esclarecimiento que –de acuerdo con la imagen de un
“poliedro” que ofrece el autor, dada la diversidad de sus
aristas– se detiene en diferentes problemas cruciales del
psicoanálisis:
identificación al ideal sin la mediación simbólica del Otro
y, por lo tanto, un desanudamiento del Otro (en el doble
sentido del genitivo), cuyo observable clínico es el “delirio
de infatuación” del alma bella que acusa al Otro según la
“ley del corazón” –en una referencia a la fenomenología
hegeliana que el autor desarrolla con notable solvencia–.
De ahí que el título de este libro Las locuras según Lacan
exprese implícitamente esa pasión de lo imaginario,
asociada a la constitución paranoica del yo, que redunda
en una “estasis del ser” –en términos de Lacan– que
adhiere a la ilusión de libertad –de ser lo que es sin el
Otro– cuyo correlato inverso es el desconocimiento
narcisista.
1. La cuestión del extravío en la “nosología psicoanalítica”
(contradictio in terminis), al problematizar la pertinencia de
la noción de “estructura clínica” –expresión que, como el
autor recuerda, jamás aparece en la obra de Lacan–, en
desmedro de las “estructuras freudianas” que nombran
ciertos tipos de efectos del lenguaje en el hablanteser y
plantean la inquietud, relativa al diagnóstico diferencial,
de una eventual “suspensión de la neurosis” en que
podría manifestarse eso que llamamos locura. Como
bien argumenta el autor –ya que rigor expositivo es algo
que abunda en este libro–, la proliferación ad hoc de
categorías limítrofes (borders, fronterizos, inclasificables,
etc.) sólo se sostiene en una incorrecta concepción
esencialista –y pre-psicoanalítica– de la estr uctura.
3. En este punto, luego de la circunscripción del
“fenómeno de la locura”, el autor comienza una
cuidadosa elaboración que considera la relación entre
locura y fenómenos maníacos, la cuestión de las locuras
histéricas, en el contexto de lo que se ha llamado
“locuras neuróticas”, etc. Es importante subrayar que,
en cada una de estas elaboraciones, el autor enfatiza el
callejón sin salida –la psiquiatrización– a que conduce el
afán clasificatorio. De este modo, por ejemplo, sostiene
que “podremos hablar de locuras histéricas sin la
necesidad de recurrir a la dicotomía ‘neurosis o psicosis’.
Lo que sostenemos es que la locura excede esa
dicotomía, hay locuras no psicóticas, que no por ello son
neuróticas, simplemente son…locuras. Configuraciones
sintomáticas que comportan que la estructura de la
neurosis no opera o bien está suspendida: neurosis
stand by” (p. 151).
2. El problema de la “responsabilidad subjetiva” –otro
sintagma inexistente en la obra Lacan, y cuya puesta
de relieve da cuenta de la lectura metódica del autor–,
habitualmente malentendida como un “hacerse cargo”
que supone un sujet o responsable (y sustancial) antes
que un efecto de responsabilización –por el singular
posicionamiento ante la interpelación del Otro–, que
permite introducir en psicoanálisis tópicos descuidados
en la investigación analítica como la libertad y la elección
subjetiva. Curiosamente, es la locura el motivo que mejor
permite plantear esa forma de aproximación a la libertad,
cuya “fórmula general” podría resumirse en los siguientes
términos: locura es el nombre de una perturbación
de lo imaginario que se expresa clínicamente por
diversas alteraciones atinentes a la imagen corporal y
de las relaciones con los semejantes; que supone una
ISSN: 1853-9793
4. Por último, de acuerdo con el método entrevisto, el
libro realiza una minuciosa desagregación que aprecia las
formas de la locura en el duelo patológico, la paranoia…
¡en el amor! Esta revisión clínica de la aparición del
fenómeno es, a su vez, la antesala de la última sección
del libro, dedicada a estudiar la cuestión de la locura en el
contexto de la teoría de nudos en los últimos seminarios
de Lacan. El libro concluye con valiosas reflexiones
sobre la relación entre locura y debilidad mental, que
recuerdan ese acendrado rechazo del inconsciente que
el loco puede encarnar.
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Año 2 - Número 2 - Marzo 2012
libros
Desde el punto de vista del psicoanálisis, mucho se ha
escrito sobre las locuras; ev entualmente superponiendo
el término al de psicosis, o confundiendo su aparición con
un mero desencadenamiento (lo cual no hace más que
desplazar el problema). Autores más recientes apelaron a
la concepción lacaniana de la “forclusión parcial”, aunque
indeterminando la especificidad de la locura, al unirla en
un conjunto más amplio en que también quedan incluidas
enfermedades psicosomáticas, el pasaje el acto, etc. Por
lo tanto, puede decirse que mucho se ha escrito, pero
poco se ha avanzado. El presente libro de Pablo Muñoz
es el primero que ofrece un esclarecimiento sistemático
del problema de la locura en psicoanálisis; curiosamente,
a sabiendas de reconocer que no se trata de un
concepto en sentido estricto. Mucho menos habría una
“teoría de la locura”. En todo caso –con la precisión que
lo caracteriza–, el autor señala que sí encontramos una
“doctrina de la locura” en Lacan, esto es, un conjunto de
principios (el alma bella, el delirio del corazón, etc.) cuya
función operativa permite atravesar la única pregunta que
importa a un psicoanalista concernido: la singularidad
del sujeto. El diagnóstico, la responsabilidad, la libertad,
etc., y la variedad clínica de la locura, son diferentes
figuras que interrogan este aspecto fundamental, el único
a que la ética del psicoanalista debe responder con sus
razones, cuando acepta el desafío de pensar aquello
que aparece cristalizado en lugares comunes y frases
hechas. Para concluir, remito al lector a la enseñanza que
Pablo Muñoz nos deja en su libro, con la forma de una
alternativa: desconocer o tomar posición. Ya sabemos
qué aceptarán los infatuados, irremediablemente.
Buenos Aires, Letra Viva, 2011, 268 páginas
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Año 2 - Número 2 - Marzo 2012
ficción
Onetti a las seis
Por Liliana Díaz Mindurry
“Trataba de reorganizar rápidamente mi confianza en la imbecilidad del mundo”
Juan Carlos Onetti
“Para M.C. Querida Tantriste: Comprendo, a pesar de ligaduras indecibles e innumerables que llegó el
momento de agradecernos la intimidad de los últimos meses y decirnos adiós. Todas las ventajas serán
tuyas. Creo que nunca nos entendimos de vera; acepto mi culpa, la responsabilidad y el fracaso (…) En
todo caso, perdón. Nunca miré de frente tu cara, nunca te mostré la mía.”
Juan Carlos Onetti
Era la primera vez que yo había ido al taller literario de Quesada y no para dedicarme a esbozar ambigüedades
sobre cuentitos de aprendices de escribidor, ni para leer mis propios mamarrachos, ni siquiera porque el mismo
Quesada, viejo amigo mío, me había dicho: “Aparecete de vez en cuando, me hace bien verte, te divertís un rato con
las pavadas, lo ves a Giménez, después nos podemos ir a tomar una copa”, sino para mirar a María Calviño, Santa
María Calviño como la llamaban, no sé quién era María Calviño pero Giménez siempre me recordaba: “Es justo para
vos, tenés que verla”. Esa, susurró, es María Calviño y apenas contuve el ataque de risa. No se trataba de un aspecto
de loca de esas que andan por Corrientes vociferando, caminando con las piernas torcidas, rascándose los piojos.
Ni de esas locas típicas de talleres con caras de Caperucita Roja o Blancanieves en el geriátrico. Vestía con aire de
monja, pero no era eso. Tendría algo más de treinta, no era demasiado fea, los ojos grandes como platos de un gris
azul destinado a la opacidad, pero no era eso. Ni siquiera esos cuentos que leía con aire de Alfonsina arrojándose
al mar, llenos de rosas, estrellas, ángeles, caramelos de miel, lejanías, atardeceres, pajaritos volando y cursilerías
que no superaba ni Corín Tellado. (Quesada, pese a que no estaba gratis, le hacía mil discursos para que se fuera.
Medios no muy sutiles: ¿Por qué no pone una boutique o una peluquería? Medios absurdos: María, haga un análisis
de la obra completa de Onetti, describa todas las técnicas que utiliza y no me traiga más sus propios cuentos hasta
hacerme un informe detallado en por lo menos quince hojas tamaño oficio). Ni siquiera esa vocecita declamatoria,
ojos mojados, manos de Santa Teresa en éxtasis por Bernini (le faltaba cruzarlas en el pecho, ponerse una azucena
cerca del nacimiento de los pezones, colocarse una rosa con un alfiler de gancho en la cintura, un moño en las partes
postreras). Era algo más, un aire de metafísica para suplemento literario dominical, de cosa que no existe, de petalito
seco en un libro de horas titulado Jaculatorias para alcanzar el cielo, de hojitas en manual de poemas completos de
Amado Nervo. Era ella, porque era más que todo eso, más que una fórmula.
Después vinieron las preguntas a partir de Onetti, no entiendo por qué Onetti dice “el frenético aroma absurdo que
destila el amor”, un aroma absurdo y frenético, no sé qué puede ser, el amor huele a rosa y a jazmín, a esperanza,
y por qué eso de “trataba de reorganizar rápidamente mi confianza en la imbecilidad del mundo”, cómo imbecilidad
del mundo, acaso el mundo es imbécil, no lo hizo Dios, no hay gente inteligente, genios, Mozart, Béquer, Leonardo,
Juana de Ibarborou, Einstein, Julia Prilutzky-Farny, pero seguro que hay gente imbécil, dijo alguien y reímos con
pocas ganas, casi hartos. Cómo se puede confiar en la imbecilidad, prosiguió María Calviño, poniendo los ojos más
redondos que nunca, platos redondos del color de mi bandera, porque uno confía en la inteligencia ¿no es cierto?
Siempre concluía: Onetti es muy extraño” y repetía sola: “confiar en la imbecilidad”, reorganizar la confianza en la
imbecilidad”.
ISSN: 1853-9793
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Año 2 - Número 2 - Marzo 2012
ficción
Habrá sido una tarde en que Giménez y yo tomábamos un whisky en el bar de enfrente del taller de Quesada cuando
apareció María Calviño, Santa María Calviño, envuelta en una nube dorada, vestida de rosa, seguida por la brisa del
paraíso terrenal. Empezó a preguntarnos por Onetti, “yo no sé cómo hay que leerlo, es tan extraño”.
-Mirá –le habló Giménez sin mirarla y tal vez con piedad- . Dejá todo eso. Onetti no es para vos.
En cambio yo enarqué las cejas, la invité a sentarse a mi lado, puse mi mejor voz de caballero británico y mientras me
expulsaba el polvo dorado que caía sobre mi pantalón, le mostré un vaso de whisky.
-Tenés que tomar mucho whisky para entenderlo. Onetti es un destello ¿entendés? Un resplandor.
Sacó un cuadernito forrado con vírgenes de Rafael y anotó: “Tomar whisky, Onetti es un destello, un resplandor”.
-Un resplandor, un destello, sí –dijo ella olvidando el whisky y emocionada por las palabrejas-. Una luz, quiere decir
un brillo.
Sonreí con elegancia como se puede sonreír frente a Oxford o en un club de gentleman. Y completé mi pensamiento:
-Pero sobre la mierda.
Los platos azules se quedaron inmóviles, estupefactos. Creyó oír mal. ¿Sobre qué?, preguntó. Lo repetí, gusté de
la palabra, ese néctar. La imaginé a ella desnuda, en cuatro patas, hablándome de sus ruiseñores y de sus misales,
mientras yo le contaba de Juntacadáveres o de la tan triste que calentaba en la boca un caño de revólver como lo
haría con un sexo. Después fui más explícito dando cuenta de una precisa escatología brillante situada en el fondo
de una escupidera, cuyo perfume era en terminología onettiana “el frenético aroma absurdo que destila el amor”.
-También olor a sexo usado –proseguí- a intestinos, a descomposición.
Le veía el pecho sacudirse de arriba hacia abajo, el vestido rosa a punto de recibir una metralla. Parecía retener con
desesperación sus pájaros, sus ángeles, sus jazmines. Giménez se daba vuelta para no mostrar la risa creciendo en
sus dientes desparejos.
-¿Te imaginás al pájaro patas arriba y con las tripas afuera, al ángel defecando, al jazmín podrido en un agua con
olor a ciénaga? Bueno, todo eso lleno de resplandor, de pequeñas lucecitas enceguecedoras. Pero tenés que beber,
María. Tomarte varios vasos y no de whisky sino de tinto barato con gusto a vinagre en un bar asqueroso. Entonces
quizás entiendas algo.
Casi sin gestos, anotaba. Cuando pidió vino tinto nos miramos con deseos de agonizar, de morir allí mismo entre
estertores y carcajadas. La hacíamos beber y beber casi sin pausas hasta que no podía escribir y le bailaban los ojos.
-No puede ser –decía y a lo mejor lloraba o a lo mejor llorábamos nosotros de risa-, habiendo tantas cosas lindas
en el mundo, por ejemplo cuando una alondra canta su primer canto por la mañana, cuando una mujer le dice a un
hombre que lo ama.
Y hasta nos daban ganas de aplaudir y así seguimos indefinidamente no sé por cuánto tiempo pero ella preguntó de
repente dónde vivía Onetti, con una voz que ya no era la de ella, una voz de cansancio. Giménez me hizo un guiño y
yo captando su pensamiento expliqué:
-Vive por aquí, a la vuelta, en una pensión de la calle Piedras- no sé por qué pensaba en Risso, el personaje de “El
infierno tan temido”: Estoy solo y me estoy muriendo de frío en una pensión de la calle Piedras, aunque Risso hablaba
de Santa María y yo de Malos Ayres.
Lo inventamos amigo nuestro, íntimo. En un chasquido se metía en nuestros portafolios, en el bolsillo de la camisa,
en el hueco de la mano. María ya era un desecho. No escribía, no miraba. Había cierto peligro en esos ojos disueltos
hasta el vacío, en esa posibilidad de negro paraíso. Bruscamente sentí algo viscoso en la garganta que puede
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haberse asemejado a una especie de lástima. Sería porque estaba tan borracho como ella, sería porque estaba harto
de reírme.
-¿Ves esta llave? –le pregunté.
Saqué una llave cualquiera, una llave de ninguna parte que no sé por qué razón tenía conmigo.
-No sé para qué sirve esta llave, cuál es la puerta que le han destinado. Ni sé para qué la llevo. Cuando tomo mucho
me acuerdo de la llave. Y digo: puede ser que esta llave abra la puerta de alguien. Pero la gente es una basura, una
basura más chiquita, mediana, más grande, gigantesca. Hay de todos los tamaños. Como no hay gente sólo me
sirve para abrir puertas de los libros. Así leo por ejemplo que hay una estrella azul o que tiembla el corazón de una
montaña- Y veo que también los libros son basura. Entonces abro las puertas de Onetti que no te habla de estrellas
azules ni de corazones que tiemblan. Te hace relumbrar la basura pero no deja de recordarte que es basura. Con esta
llave que no sirve, entro en el mundo onettiano, en Santa María o lo que fuere y me doy cuenta de que para entenderlo
del todo tendría que tragar la llave, sentir el gusto metálico en el paladar, el gusto de lo que no abre ninguna puerta
¿entendés? Claro que no entendés, ni vas a entender nunca. Seguí con tus pajaritos.
Giménez me oía entre divertido y espantado. La cabeza me daba vueltas, tenía ganas de inclinarme para el aplauso,
agitaba la llave, pero María ya no estaba. El discurso fue seguramente mucho más largo. Se habría escapado en la
mitad: tal vez no lo había escuchado nunca.
Abandonó el taller, me contó Giménez. No dejó de narrarme los acontecimientos de Quesada ni sus carcajadas
cuando Giménez le relataba con muecas y exageraciones nuestro diálogo en el bar. Sin embargo un día la vi en el
mismo bar y me dijo que no había vuelto al taller porque estaba preparando su “Infome sobre Onetti”. Leyó con voz
monótona y hasta destemplada este fragmento de Matías el telegrafista: “Para mí, ya lo sabe, los hechos desnudos
no significan nada. Lo que importa es lo que contienen o lo que cargan. Y después averiguar qué hay detrás de estos
y detrás hasta el fondo que no conoceremos nunca”. Y luego preguntó:
-¿Qué quiero decir esto?
Me encogí de hombros.
-Porque es lo mismo que decir que no me importa lo que me pasa con el Tipo, lo que él haga, sino saber qué hay
en el fondo de todo esto. Yo creía antes que había que soñar para olvidarse de él. Pero ahora resulta que hay que
revolver y revolver.
¿De qué me hablaba? ¿Qué Tipo era ése? Me leyó un informe incomprensible y caótico donde la mierda con destellos
se mezclaba con el Tipo (lo ponía con mayúsculas) al vino, a la calle Piedras, a las fotografías pardas de “El infierno
tan temido” o la cara de tramposo de “Matías el telegrafista”, a los pájaros patas arriba, los ángeles con diarrea, la
basura de gente, los jazmines podridos, el gusto metálico de las llaves de libros, esas que no abren ninguna puerta.
El resultado parecía una especie de poema surrealista entre interesante y espantoso, pero con ciertos matices de
belleza.
-Dame ese informe –le dije estremecido y asqueado-. Se lo voy a llevar a Onetti. El te va a ayudar, no lo dudes.
María Calviño se abanicaba, hasta me parecía que hablaba sola. El rosa del vestido seguía desprendiendo olor a
pájaros muertos. Le conté a Giménez y pensamos que pediríamos ayuda a Ricardo Olivieri para que dijera llamarse
Juan Carlos Onetti, para que le dictara incoherencias al informe. Llamé por teléfono. Me atendió un pedazo de voz,
un hilo.
-Onetti quiere conocerte. Le he dado tu dirección. Irá el lunes a las seis a visitarte.
-¿Conocerme a mí? –comenzó María Calviño- ¿Conocerme a mí?
Creí que el “conocerme a mí” seguiría hasta el infinito. Caminaba por calles y calles y seguía oyendo “¿conocerme
a mí?”. Con Giménez nos imaginábamos la cara de Quesada, de la gente del tallar, cuando María Calviño dijera,
sacudiendo su polvo dorado, con voz quebrada de poetisa en trance de suicidio, de Pizarnik llorando con unas
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pastillitas en la mano, que Onetti, el mismísimo Onetti había ido el lunes a las seis a visitarla, Recordaba a una María
roja, con ojos cerrados como si hubiese tragado somníferos, atacada de paludismo y fiebre intermitente, que después
de hablar por teléfono, recorría calles y calles, ¿conocerme a mí?
Llegamos hasta el punto de escribirle y entregarle nosotros mismos una misiva. La escribí yo, los otros miraban.
Empezaba como la carta del comienzo de “Tan triste como ella”.
“Querida tan triste María:
Comprendo, a pesar de las ligaduras indecibles e innumerables, que llegó el momento
de conocernos. Todas las ventajas serán tuyas. Creo que nos entenderemos. No conocernos sería mi culpa, la
responsabilidad y el fracaso. No intento excusarme invocando nada. Acepto los futuros momentos dichosos. En todo
caso, perdón. Aunque nunca mire de frente tu cara, aunque nunca te muestre la mía.
J.C.O.”
La similitud de espejo al revés con el comienzo de “Tan triste como ella” hacía más ridícula la voz de María:
-Me escribió a mí. Juan Carlos Onetti me escribió a mí.
Llegó el lunes. Fui media hora antes a la casa de María Calviño para efectuar la presentación. Entré en un zaguán viejo
y me recibió vestida de negro con estas raras palabras:
-Estoy de luto por mi anterior vida. Ahora pienso y vivo en el mundo de Onetti.
Tenía una sonrisa muy rara, se desplegaba como un abanico. Tenía unos ojos de leopardo que antes no tenía, dos
leopardos muertos en platos vacíos. Entré en un comedor mugriento y en desorden.
-Lo preparé todo especialmente para este encuentro –murmuró y la voz era una especie de navaja, un cuchillo
que cortaba rebanadas de aire. Después subí a una pieza con una cama de matrimonio. La pared estaba llena de
estampitas, recortes de revistas con puestas de sol, almanaques con pájaros, noches estrelladas, parejas besándose,
cartones con acuarelas que representaban ángeles y corazones, fotografías de actrices lánguidas de los comienzos
del cine, una biblioteca de novelas románticas. Poesía para solteronas, libros de autoayuda, títulos como “Aprenda a
ser feliz” o “Te amaré para siempre”, “Mía para la eternidad”, vitrinas con estatuas almibaradas y caracoles. Ante mi
asombro empezó a romper todo, a hacer pedazos los libros, las fotografías, los dibujos, los almanaques, las cajitas
musicales, las basuras de las vitrinas. Semejante hecatombe, la violencia de sus gestos me empezaron a asustar y
más cuando abrió un ropero y se dedicó a arrojar ropa sucia con perfume a naftalina y sudor. Algunas prendas salían
por la ventana, otras se depositaban en cualquier parte.
-Gracias por todo esto, Juan Carlos Onetti –exclamó de golpe y me pareció que le hablaba al aire, a un posible Juan
Carlos Onetti que estaría por llegar.
-Ya son seis menos cinco –susurré, deseando que esta escena de locura terminase pronto, arrepentido de haberla
fomentado, con ganas de putear a Giménez, a Quesada, con ganas de que Olivieri no viniese, de que alguna grieta
en la pared me permitiese la huida-. Onetti debe estar por llegar.
-Onetti ya ha llegado –habló María Calviño clavándome esos leopardos que se desperezaban en los platos vacíos-.
Es para vos que hago esto.
-¿Para mí? –logré balbucear.
-Yo sé que cierto Onetti, premio Cervantes, vive en España, y que vos me escribiste. ¿Qué me importa del otro? Vos
sos Juan Carlos Onetti, vos me mostraste la llave para abrir esos libros. Yo ya no puedo encerrarme en esta pieza
a soñar disparates. Mis pájaros tienen las tripas afuera, mis jazmines están podridos. Hace diez años que vivo con
alguien, marido creo que se llama. Yo lo llamo “el Tipo”. Viene, habla con el loro, con el espejo, con cualquier cosa.
Vomita en los rincones, escupe. Yo quería otro mundo, pero no hay caso. Vos tenés razón, Onetti. Hay mierda y lo
único bueno es sacarle lustre a la mierda, verle los resplandores. Es bueno tomar la llave de los libros, abrirlos, pero
después tragar la llave. Yo la tragué. Hace tiempo que necesitaba esto.
Oímos el timbre como si hubiéramos oído maullar a un gato. Yo la miraba sin poder desprender mis ojos de esos
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platos grises vacíos, de ese brillo a escombros, a mesa de póquer con fantasmas. El timbre seguía y seguía.
-Gracias por haberme escrito, Onetti. Por haberme llamado “tan triste María”. Gracias a vos tengo confianza en la
imbecilidad del mundo. Quiero hacerte un regalo, mostrarte lo que soy capaz de hacer.
Hablar ya no tenía sentido. La locura era la pared, el techo, el piso, los muebles, ella, el timbre, yo mismo. La seguí.
Lo que vi ya no será posible contarlo.
Porque después yo ya no estaba allí y quizás ya no estaba en ninguna parte. A grandes lengüetazos lamía los bordes
de todos los objetos, de la misma locura, de cierta manera de ella tan feroz de clavarme los ojos, ella, María, Santa
María, ella la tan triste, diciéndome, mirá Onetti, éste es el Tipo, lo hice para vos, para que veas que soy capaz, para
que veas que como vos rompí el candado, me tragué la llave, tenía gusto metálico, al principio creí que era más difícil,
pero era fácil, era cuestión de averiguar qué había detrás y así hasta el fondo que después de todo no conoceremos
nunca, y había un tipo en el suelo sobre una enorme mancha roja, un tipo muerto, gracias Onetti, vos tenías razón, yo
soy la tan triste, la de la enorme tristeza, la de la tristeza que no tiene límites, y el timbre seguía sonando y yo pensaba,
son las seis de la tarde, yo soy Onetti, ella es la tan triste, he abierto la llave de los libros, la tengo aquí, es la llave de
ninguna parte, los libros no sirven, son papel pegado o cosido, letras sobre papel pegado o cosido, pero ella sí ha
tragado la llave y ahora estoy yo aquí solo con el gusto metálico en la lengua, sabiendo que la llave está en mi boca
y que debo tragarla.
Premio Centro Cultural de México, Concurso Juan Rulfo, París, 1993
( Del libro Ultimo tango en Malos Ayres, 1º edición, Libros del Zahir, Buenos Aires, 1998. 2ª edición: Editorial Ruinas Circulares,
Buenos Aires, 2008)
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Siete Microrrelatos,
del libro “Fenómenos de circo”
Por Ana María Shua
Prometeo de circo
¿Arte o entrenimiento? Si el buitre escarba hondamente con su pico en el hígado de Prometeo, ¿es arte o
entretenimiento?
Es arte si es sangre verdadera el líquido que tiñe el pico del pájaro, si es sangre la que brota a borbotones y se
derrama por el costado del cuerpo, si es sangre la que colorea de rojo las rocas a las que está maniatado el hombre.
Pero si es una mezcla de glicerina con ketchup, es sólo entrenimiento, puro circo. Por supuesto, hay quien opina
precisamente lo contrario.
Entretanto, como a esta distancia no es posible comprobarlo, habrá que limitarse a disfrutar del espectáculo. Hay
funciones todos los días.
Payaso perfecto
Nada tan desopilante como el fracaso ajeno. Los payasos fracasan ruidosamente en toda tarea que emprenden y
el público ríe, ríe, ríe. El payaso perfecto fracasa incluso en su intento de divertir a los espectadores, que lo miran
aburridos o incluso tristes. Es la culminación absoluta de su arte, pero pocos lo comprenden. Despedido del circo,
nadie quiere emplearlo y camina por las calles desalentado, menos gracioso que nunca, seguido por un grupo de
jóvenes universitarios que lo consideran un espectáctulo de culto. Con el tiempo, llegará a ganarse la vida dando
conferencias. Su país lo postula al Premio Grock, el Nobel de los payasos.
Los freaks
En el número del trapecista, lo esencial es el riesgo. En el del malabarista, la habilidad. Pero al freak no le basta con ser
deforme, la gente se cansa rápido de mirar. La capacidad de concentración es breve en los seres humanos, (lo saben
también aquellos que pretenden sostener la atención de la gente con un cuadro, una instalación, una escultura). No
hay fenómeno de circo tan interesante como para entretener al público sin necesidad de representar algún número.
Por eso los freaks necesitan pergeñar una actuación en la que su deformidad se destaque y se supere, que incluya
acción, movimiento, y un módico relato que los sostenga.
Así, la artista inglesa Elizabeth Allen, además de mostrar sus cuernos naturales, bailaba y entonaba canciones
picarescas sobre el escenario. Así los famosos Johnny y Robert Eckhart, hermanos gemelos (excepto que Johnny no
tenía piernas)horrorizaban a los espectadores con el truco del mago y el serrucho. El más famoso de los hombresgusano, el Príncipe Randian, enrollaba, encendía y fumaba su cigarro en público, y no era poca proeza. Yo misma
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me hamaco con violencia en las palabras y escucho al lector suspirar con alivio cuando evito por milímetros, en cada
envión, ser arrojada fuera del límite de veinticinco líneas que los críticos han establecido para este género.
Houdini y Conan Doyle
Conan Doyle, el más lógico de los escritores del mundo, capaz de llevar el razonamiento hasta sus últimas y
disparatadas consecuencias, creía sin embargo en los fenómenos paranormales. Su gran amigo Harry Houdini, el
ilusionista que hechizó audiencias del mundo entero con su magia, era un racionalista absoluto, que dedicó buena
parte de su vida a desenmascarar los trucos de mediums y espiritistas. Enfrentados por tan dispares opiniones, su
amistad se deshizo. Sólo después de su muerte logró reconciliarlos Sherlock Holmes.
Blacamán y Koringa
El fakir cubano Blacaman con ayuda de su discípula (y luego competidora) Koringa hipnotizaban leones y cocodrilos
en el circo mexicano. Sus detractores afirman que los leones estaban drogados y los cocodrilos fingían por dinero.
Belerofonte y Quimera
Una vez en cada función, en ocasiones dos veces por día, Belerofonte, montado en Pegaso, mata a Quimera.
Belerofonte es atractivo y usa prendas que dejan al descubierto sus músculos de héroe griego. La parte trasera del
cuerpo de Quimera es de serpiente, el torso y las patas delanteras son de león, su incongruente cabeza de cabra
despide llamas.
Belerofonte coloca un trozo de plomo en la punta de su lanza. Las llamas que despide la boca de Quimera derriten el
plomo, que se cuela líquido por su garganta y la mata.
La lucha, por supuesto, es fingida. Exiliados de su lugar y su tiempo, Belerofonte y Quimera tienen muchos recuerdos
en común. Una y otra vez, la bestia finge morir ante los aplausos del público tonto, que tampoco cree que Pegaso
sea capaz de volar, a pesar de verlo con sus propios ojos.
Ágiles y portores
En todo número de acrobacia hay ágiles y portores. Los portores se llaman también bases, los ágiles se llaman también
volteadores. Lo portores sostienen y sujetan, los ágiles dan volteretas. Los portores ejercen fuerza de propulsión, los
ágiles emprenden fases aéreas. Los portores son las bases de las pirámides, los ágiles realizan en lo alto figuras de
equilibrio. En la recepción, el portor captura, el ágil es capturado. En este momento, yo soy el portor, usted es el ágil.
Este es el único circo en el que se nos permite intercambiar papeles.
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El doble
Por Carlos Ernesto Carioli
Decían que en la parrilla de la otra cuadra, ahí nomás, a media cuadra de la esquina, había un cocinero que era igual
a mí, lo único que no sabían era si era pelado, por el gorro que siempre tenía, pero por todo lo demás suponían que
si lo era. Una y otra vez insistían para que lo conociera, y una y otra vez me negaba.
No me negaba por nada en especial, pero ellos comenzaron a elucubrar ciertas posibilidades. Uno habló sobre la
teoría del doble y sobre la función del doble en la literatura, decía que si uno ve al doble de si mismo, uno de los dos
muere.
Así fueron pasando los miércoles en el taller literario y yo continuaba negándome.
Me hablaban sobre mi doble, me decían que permanecía acodado a la barra, frente a la parrilla toda la noche, que lo
veían pensativo, y que a veces dudaban de si no era yo en el trabajo, después del taller.
Paralelamente a mi doble empezaron las cargadas, decían que quizás fuera yo mismo en otro lugar, que quizás, por
alguna razón escondía mi trabajo y que por eso no iba a cenar con ellos los miércoles. Otros decían que tenía miedo,
que era un cagón, que no iba a conocer a mi doble porque tenía miedo a morir.
En realidad yo desconocía esa teoría del doble, en primer lugar no creía en la existencia de dobles, y en segundo lugar
no sabía que había teorías sobre cosas que no podría llegar a conocer porque simplemente no creía.
El otro miércoles me volví a negar, ellos insistían para que fuera a la parrilla de la otra cuadra, ahí nomás, a media
cuadra de la esquina, decían que había un cocinero que era igual a mí, pero que no sabían si era pelado, porque
siempre tenía un gorro blanco, yo les dije que no, sin ninguna explicación, simplemente un “no, hasta el miércoles”
y me fui caminando hacia el subte junto a dos de mis compañeros, además de taller, de subte. Bajamos las escaleras
y entramos al subte.
-¿Eugenio? –le dije, así como apurado-.Vos conoces a mi doble?, el de la parrilla.
-Ahá-dijo Eugenio mirando por la ventana.
Mariano me miraba y miraba a Eugenio, con entrecortados movimientos de cabeza.
-¿Y... es cierto lo que dicen?, que es igual a mi, ¿o es parecido?
-Es igual a vos, Carlos, una copia.
-Por qué no venís a comer el miércoles y lo conocés –dijo Eugenio entusiasmado.
-Bueno... sí, podría ir –dije como si me fuera convenciendo de a poco.
Por supuesto que el miércoles no solo no fui, sino que no dije nada sobre mi doble, pero cuando salíamos del taller
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alguien dijo:
-¿Vamos a comer a lo del doble?.
Y otra vez la intriga, en realidad pensaba que todos se equivocaban, que en realidad ellos lo veían igual a mí, pero
si yo lo hubiera visto, seguramente que no me reconocería en el, quizá algún parecido medio borroneado, pero nada
más, como generalmente ocurre con estas cosas.
-Dale, Carlos, animate y acompañanos –dijo Eugenio con voz de hambre.
Y volví a negarme, como todos los miércoles, sin una clara razón.
Mientras viajaba en el subte pensaba: ¿y si no es mi doble? ¿si yo soy s doble? ¿quién se desdobla de quien? ¿qué
es un doble?
Cuando llegué a casa busqué la palabra ¨doble¨ en el diccionario. Dícese de lo obtenido al multiplicar por dos. Toque
de difuntos. Vaso de Cerveza.
¿Toque de difuntos?, ¿que quería decir ¨Toque de difuntos¨?
Busqué ¨Toque¨ y decia: Llamamiento, indicación, advertencia. Acción de tocar una cosa. Toque de atención. Turno
o vez. Cierto matiz o detalle.
Busqué difunto y decía: Muerto. No decía más nada, no había más sinónimos ni formas de decir, simplemente
Muerto, nada más. Muerto.
Entonces Toque de difuntos era la mismo que Vaso de Cerveza, pensé. O un llamamiento a los difuntos a una
indicación a los muertos. También era lo mismo, pensé, una advertencia a los muertos que el tocarlos. O un detalle
de los muertos era lo mismo que un Turno de los muertos.
Multiplicar por dos a los difuntos es un doble, un vaso de cerveza o un toque de muertos, una advertencia, un
toque de atención o un toque de vez, apenas un rozar el turno y los difuntos se tocan, entre vasos de cerveza que
desdoblan la muerte, como si fuera una indicación.
Pensé en ir a la parrilla y pedir un Vaso de Cerveza, en agarrar de la mano a mi doble y mirándole los ojos decirle
Toque de difuntos, le advierto porque está muerto, te multiplico por dos y sos un toque de vez que apenas roza el
turno de los difuntos que se tocan entre vasos de cerveza que desdoblan la muerte como si fuera una indicación, con
cierto matíz o detalle.
Me intereso la idea, la idea de ir a la parrilla, la que está ahí cerca del taller, a media cuadra de la esquina, y entrar y
sentarme y pedir un vaso de cerveza, un doble, un toque de difuntos como si fuera una picada. Y mirar por la ventana.
Decidí ir el sábado, ir en forma anónima, ya que mis compañeros de taller no iban a estar, ir y caminar media cuadra
desde la esquina del taller hacia la izquierda y entrar en la parrilla, sentarme en una mesa al lado de la ventana y pedir
un vaso de cerveza, un doble, una advertencia a los muertos, una indicación, un detalle, un turno o un vaso de vez.
Apoyé la frente sobre el vidrio y sentí el interior del frió, no sabía que era tan delgado. Todavía no había mirado hacia
la barra. Miré a los mozos que caminaban entre las mesas y a las mesas servidas entre los mozos, no había todavía
muchos clientes, quizás por la hora o porque era invierno y la gente sale más en verano, pensé. Miré a los mozos
que caminaban entre las mesas, quizá más tarde venga más gente y este lugar se llene, pensé. Miré a los mozos
parados entre las mesas, todavía no había mirado hacia la barra, estaban parados como esperando que viniera
más gente, quizás para atender a todos juntas, estaban entre las mesas, detenidos, pensativos, como si estuvieran
cansados de recorrer siempre el mismo laberinto sin encontrar la salida; esperaba que se acercara algún mozo para
hacerle el pedido, esperaba que alguno empezara a caminar entre las mesas y me preguntara que quería comer, que
se pusieran en movimiento, que esquivaran a las mesas de una vez por todas. Miré a los mozos parados entre las
mesas, todavía no había mirado hacia la barra, los miraba a ellos vestidos de negro, con un moño negro que era muy
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ridículo, o quedaban muy ridículos con un moño negro en la garganta.
Agarré un pedazo de pan y lo mastiqué mientras miraba por la ventana, masticaba el pedazo de pan y mientras lo
hacía el reflejo en la ventana iba tomando forma, una forma que era agujereada por los autos y las personas que
caminaban por la vereda, pero se delineaba una barra y detrás una gran chimenea negra, busqué, deteniendo la
vista entre la barra y la parrilla, y había una mancha vertical, blanca, casi inmóvil. Dije, mientras exhalaba el humo,
despacio, por la boca ¨Toque de difuntos¨ y seguí mirando la ventana, pero esta vez por, a través, allá.
Algo dijo un mozo, mientras estaba allá mirando a través por la ventana.
Alguien dijo, constituyendo un mozo al lado de mi mesa mientras estaba a través mirando allá por la ventana. Algo
habló, dejando un mozo parado cerca de la mesa, interrumpiendo mi mirada afuera entre los autos y la noche, entre
la gente y la música.
Cuando lo miré no sabía que pedir. Me acordé del diccionario y dije ¨Una cerveza¨. El mozo que estaba ahí asintió
con la cabeza y se fue.
Volví a mirar por, a través, la ventana y el reflejo iba tomando forma, una forma que era agujereada por los autos y las
personas que caminaban por la vereda, que pasaban a través de las mesas y de las personas que estaban sentadas,
comiendo o esperando comer, y lo atravesaban todo, iban y venían entre los autos, entre la música, entre las luces.
Algo dijo un mozo mientras estaba allá mirando a través por la ventana, alguien dijo y constituyó un mozo al lado
de mi mesa mientras estaba a través mirando allá por la ventana. Algo habló, dejando un mozo parado cerca de la
ventana, que estaba cerca de la mesa, interrumpiéndome afuera entre los autos y la noche, entre la gente y la música.
Cuando lo miré vi que dejó una cerveza y vi que se fue.
Miré la barra, decidido, me vi mirándome verme .
Es yo mirándolo a mí que se rasca mi cabeza, que se hace señas y no le respondo, que se responde y le hago señas.
Es yo mirándolo a mí que abro su boca, que ni siquiera habla, porque igual me escucha mirándolo a mí que piensa
en silencio, con mis ojos prestados mirándome.
Agarro el vaso de cerveza con la mano, me pongo de pie y camino entre las mesas hacia la barra, hacia el mostrador
de la parrilla, hacia el pedazo de madera que sostiene el apoyo de mis manos, y veo que nada deja de existir, que
todo está entre las mesas, que me veo verme venir y lo veo mirándome y caminando hacía el mostrador de la parrilla,
desde donde me veo verme venir, hacia donde me acerco y veo como apoyo las manos sobre el pedazo de madera
que sostiene sus manos apuñadas, y me acomodo el gorro que se le está torciendo en mi cabeza, quizá porque debe
estar pensando que es mi doble, o que soy su doble y mientras se acerco dice: Toque de difuntos, y pienso diciendo
en voz alta para escucharme decirme: Vaso de cerveza, mientras dice: Es como tocar una advertencia, un turno, una
vez, entonces toco una cosa, como si hiciera un toque de atención y me mira fijo mirarme, es un matiz o un detalle
digo mirándolo fijo como si fuera una advertencia que él me hace en voz alta, una indicación o un llamamiento a los
difuntos, y llego a la barra donde estoy esperando los ojos que miran y se acerca entre palabras en voz alta, para que
me escuche decirlas y apoyo las manos sobre mis manos apuñadas, sobre el pedazo de madera que lo sostiene y
me mira a los ojos que me ven e intento decirle: ¨Multiplicado por dos¨, pero el lo digo antes: ¨Multiplicado por dos¨
y le agarro los hombros mientras le pongo las manos sobre mis hombros y me veo verme mirándome, lo veo verse
mirándolo y nos vemos vérmenos mirándolome y dice mientras digo: Toque de difuntos, le advierto porque está
muerto, te multiplico por dos y sos un toque de vez que apenas roza el turno de los difuntos que se tocan entre vasos
de cerveza que desdoblan la muerte como si fuera una indicación, con cierto matiz o detalle.
* Este relato obtuvo el Primer Premio en el III Concurso Nacional de Narrativa Macedonio Fernández (Año 2006).
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ficción
Carmela
Por Lidia Inés Nicolai
Cuando desperté, Carmela estaba al costado de mi cama. Me acompañó durante la ducha y mientras yo preparaba
el desayuno para Néstor y mis hijos. Después se paró a unos centímetros de mi silla y no se movió de allí hasta que
terminé el café con leche. Esto sucedió hace un par de días y, desde entonces, ella me sigue por la casa como una
sombra. Nada de lo que digo me es fácil de justificar: en verdad, yo a ella no la vi nunca. Sí percibí su presencia y por
momentos temí que pudiera rozarme. De sólo pensarlo me da escalofríos.
Es desesperante. ¿A quién podría contarle yo esto que me ocurre? No me animo a mencionarlo; me creerían loca.
Pero para todo hay un límite, incluso para lo que puede soportarse en soledad. Así, he decidido hacer anotaciones
diarias, como una forma de explicar (o tal vez explicarme) lo que está sucediendo. Mientras tanto, confío en poder ir
juntando fuerzas para contarle la situación a Néstor. Sé que él no dudará de mi salud mental, aunque quizás estime
que estoy bajo los efectos de un gran estrés.
Para ordenar mis pensamientos conviene que anote cómo conocí a Carmela.
Un sueño recurrente me visita a diario:
Voy en ómnibus de larga distancia y me apeo en una oscura terminal. Una mujer baja conmigo. Tomamos las valijas
y me dice:
—¿Adónde vas?
—¿Por qué me lo pregunta?
—Porque vamos al mismo sitio, pero la que sabe dónde queda sos vos.
Resultado: ella se viene conmigo y se afinca en mi casa como si le perteneciera. Me dice que se llama Carmela (así
pensaba bautizarme mamá, pero mi padre se lo prohibió terminantemente. Siempre sospeché que él habría conocido
a una Carmela de mala reputación).
De repente me doy cuenta de que el físico de Carmela es idéntico al mío, sólo que ella lleva el cabello hasta la cintura
y se pinta los labios y las uñas de un rojo fuego.
Salgo a comprar cigarrillos para Carmela (¡qué horrible: soy el chico de los mandados y me parece natural!); ella, en
bata y sentada con desparpajo sobre la alfombra del living, charla con mi familia.
Conduzco el auto cuadras y cuadras hasta que encuentro un quiosco abierto. La noche es neblinosa, las calles
exudan humedad y reflejan las luces de neón que resaltan la soledad de la ciudad nocturna. De pronto siento
desesperación por regresar. Pero no encuentro la casa; recorro la cuadra varias veces: el edificio ha desaparecido.
Entonces me digo, con pavor, que Carmela se ha adueñado de todo: de mi hogar, de mi intimidad, de mi familia.
Esta mañana, el aliento de Carmela rozó mi cuello. Es así, aunque parezca mentira. Estoy segura. Yo terminaba de
peinarme, ya casi lista para ir a la oficina, cuando sentí un calor húmedo y supe que era su respiración. Le supliqué
que me dejara en paz (faltó poco para que lo hiciera de rodillas) y callé sólo cuando por la ventana de la calle vi pasar
a doña Ester, que me miró con asombro: evidentemente me había oído gritar desaforada. La saludé forzando una
sonrisa.
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ficción
Mi marido ha logrado preocuparme: según él, mi pelo ha perdido brillo y estoy algo demacrada. “¿Y si te maquillaras
un poco?”, me sugirió. ¡Como si no supiera que, para mí, nada más ridículo que valerme de esos artilugios! Y esto no
es nada comparado con lo de anoche:
—¡Hola, querida, te traje un regalo! ?gritó no bien entró en casa?. Espero que te guste…
Era un vestido de noche, negro azabache, entallado, barroco. El escote, más que escote era una vidriera. Un modelo
a la moda repleto de lentejuelas y que yo jamás hubiera comprado.
Me forcé a pronunciar un cumplido. Espero que mi cara no haya reflejado la turbación que sentía. “Jamás me pondré
eso —me dije—. ¿En qué cabeza cabe que voy a ir mostrando el cuerpo de esa manera, llamando la atención con
tantos brillos?”.
—Qué suerte, amor. En la próxima ocasión especial que tengamos lo estrenás —y se me abalanzó con los brazos
extendidos—. No podés negar que tenés un maridito… —me abrazó desde atrás y me besó en el cuello— que quiere
que su mujer luzca hermosa.
Esta actitud, ajena al Néstor que yo conozco, me desconcertó. Había algo de ficticio en la escena; bien podría haber
pertenecido a una telenovela bobalicona de la tarde. Me desprendí con suavidad del abrazo: la angustia había tomado
la forma de un ladrillo sobre mi pecho.
Ahora, mientras dejo asentados estos hechos, me doy cuenta de que el comportamiento de Néstor era casi…
automático. ¿Una marioneta cuyos hilos manejaba Carmela? ¿Ella no sólo interviene en mi vida, sino también en la
de Néstor?
Hoy tuve un día terrible. La idea de probarme el vestido me atormentó desde la mañana. No pude concentrarme
en el trabajo: hice mal unos asientos, volqué el café y me enojé sin motivos con la secretaria. Imaginé mil veces que
me ponía el vestido. El escote dejaba la mitad de mis pechos y casi toda la espalda al aire. Sufrí horrores intentando
destejer estas labores de mi pensamiento.
Por fin se interpuso el rostro serio de mi padre. Sentí mucha vergüenza, y a la vez alivio. “De ninguna manera voy a
ponerme ese vestido —decidí—. No quiero sufrir”.
No bien llegué a casa corrí a colgarlo en el placard donde guardo la ropa fuera de estación. ¿Para no verlo más? Ni
yo misma sabría contestarme. Pensé que al final el sinsentido se había apoderado de mí y me preparé un té de tilo
bien cargado.
No habría pasado media hora cuando llegó Néstor.
—Venía pensando en el vestido. ¿Te lo probaste, amor? ¿Te lo probaste?
—Me calza bien —le dije—, no te preocupes.
Néstor está más cariñoso que de costumbre, me llama “amor” y ya no me besa en la mejilla sino en los labios. Aunque
parezca estúpido, a veces me sonrojo como una colegiala. El agua fría alivia el rubor, pero ni un río completo aquietaría
mi alma.
Anoche, en la cama, Néstor estuvo… digamos lujurioso. No hubo una sola redondez o depresión de mi cuerpo que
no indagasen su lengua y sus manos. Después hicimos el amor… ¡y de qué manera! Ahora lo escribo y me ruborizo,
pero entonces, lejos de avergonzarme, me sentí atraída por él como nunca lo había hecho en tantos años. Me dejé
llevar. Fui dos personas en una: la que actuaba como una bestia en celo y la que observaba sin poder creer. La
voluptuosidad de Carmela me había pertenecido. O, tal vez, aunque parezca irracional, yo le había pertenecido a la
voluptuosidad de Carmela.
Apagamos la luz del velador (¡no puedo creer que lo hiciéramos con la luz encendida!). Néstor, tan sorprendido como
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contento, me dijo: “Amor, me encantó cómo te soltaste. Pero más me gustó que estrenaras esa ropa íntima que te
regalé hace mil años.” Encendí la luz, me acodé sobre la cama y vi con sorpresa que las prendas yacían sobre la
cabecera. Y entonces recordé todo: primero, que me la había puesto, y segundo, cómo Néstor me la había arrancado
en medio de la lucha amorosa. Me sentí horriblemente sucia.
¡Dios bendito, ya no puedo seguir fingiendo que no me doy cuenta! ¿Acaso no está claro que he conocido a mi propio
Mister Hyde?
Quisiera saltar y gritarlo hasta quedarme sin voz: por primera vez desde que apareció en mis sueños, puedo advertir
que Carmela se está esfumando. Según pasan los días, su imagen se hace más tenue. Los colores de la ropa lucen
menos intensos y su rostro presenta rasgos desleídos. ¡Creo que pronto me libraré de ella!
Hoy sucedieron cosas extraordinarias. Carmela no apareció en mis sueños. “¡Por fin! ?pensé cuando desperté?.
Sabía que se iría en algún momento”.
Minutos después, reunida la familia en la cocina, mi hijo menor tiró su pelotita de goma hacia la silla vacía del extremo
de la mesa y…
—¿Vieron eso? —preguntó Néstor, azorado.
—¿Qué? —preguntaron a coro los chicos.
—Hijo, tirá la pelota como recién.
La observamos volar y chocar en el aire contra algo invisible.
Sentí que me mareaba.
—¿No vas a decir nada?
—Es que me siento mal —dije, y me puse de pie—. Es algo increíble, sí.
Por último, él mismo arrojó la pelota, que esta vez fue a dar al piso.
Volví a sentarme y respiré pausadamente. Entonces me iluminé. Comprendí que Carmela había estado sentada en la
silla “vacía”. Y al recordar mi regocijo de los últimos días me dije que había sido una ilusa, porque no era verdad que
ella había empezado a esfumarse de mis sueños, en realidad estaba trasladándose del mundo onírico al de la vigilia.
¡Se estaba materializando!
Néstor me miró confundido. Preguntó:
—¿Qué habrá sido eso, Carmela?
Lo escuché patente, me llamó “Carmela”.
El silencio que siguió fue roto por mi hijo:
—Mami, hoy tuve un sueño.
—¿Sí?...
—Soñé que tenías el pelo largo y los labios pintados de rojo. ¿Por qué no te pintás los labios de rojo, mami? En mi
sueño tenías ese mismo vestido, pero era más amarillo.
—¿Más amarillo? —y miré mi ropa.
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ficción
El vestido estaba destiñéndose. ¡Como Carmela en el sueño! Me ganó una sensación de extrañeza de mí misma.
Después, un violento impulso interior hizo que me levantara de un salto.
—¿Adónde vas, mamá?
—¿Adónde vas, amor?
—A ganarle de mano —dije.
En unos minutos estuve de regreso en la cocina.
Me recibieron tres “mamás” y un “amor” melodioso. Tras una breve vacilación, Néstor se puso a mi lado; acarició mi
espalda enmarcada por el profundo escote y me tomó de la cintura.
Lo que siguió fue tan rápido como increíble. La ventana de la calle se abrió sola y el vidrio se hizo añicos. Por la
abertura se fugó algo así como una sombra, quizás un velo flameante.
Parecerá extraño, pero a partir de ese momento empezó a gustarme el vestido.
*Lidia Nicolai es docente de la Cátedra de Estadística, a cargo del Prof. Horacio Attorresi. Con su cuento
“Carmela”, Nicolai obtuvo el Primer Premio del Concurso Literario de cuento y poesía 2010 organizado por La
Sociedad Argentina de Escritores (SADE), Delegación Bernal-Quilmes (Provincia de Buenos Aires).
ficción
Panes
Por Haydée Montesano
Jesús les dijo: “Hagan que se sienten los hombres”, pues había mucho pasto en aquel lugar. Y se sentaron los
hombres en número de unos cinco mil. Entonces Jesús tomó los panes, dio gracias y los repartió a todos los que
estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados y todos recibieron cuanto quisieron.
Mateo, “El pan de la vida”
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La escena era constante, no interesa saber si se repetía semana a semana, en un horario fijo, en la reunión de todos
los domingos por la tarde o si sólo ocurrió una vez en la casa de piedra de la costa; la escena era constante.
En la sala de estar, los sillones tapizados en gobelino de colores sobrios, predominando el rojo oscuro, acentúan el
fuerte contraste de climas; la chimenea se enciende, invariablemente, a las seis de la tarde -aún en verano-, contra la
frialdad de la pared de piedra que recorre el ancho total de la casa; pared que abre un gran ventanal a la inmensidad
de arena que se arrastra hasta un mar desprolijo, de lenguas irregulares que avanza y retrocede sin previsión.
El lateral derecho de la sala se comunica con la cocina, amplia, generosa en dar a ver todos los cacharros y elementos
para recocer las viejas recetas de la Europa perdida; perdida como sólo se pierde aquello de lo que se huye,
constantemente, con la insistencia de una canilla que no deja de gotear.
El grupo de personas se distribuye equilibradamente en el lugar; cada uno ocupa un espacio premeditado; la charla
transcurre guiada por el ritmo que le otorga el Idish, dulce y saltarina en el principio, hasta que comienzan a surgir
pausas dramáticas, pozos de silencio frente al punto donde la lengua se resiste a nombrar el horror del campo, el
lager.
La niña, la única en la sala, contempla la escena desde un rincón; sentada en el piso repasa, señalando con su
pequeño dedo, los nombres de cada uno de los que integran el grupo.
—Moische, Beile, Simón, abuelo Franz, abuela Norah, Ruth, mamá Elsa...— Alguien falta en su cuenta, debe adelantar
el cuerpo para descubrir a su padre, Carlos, en la otra esquina de la sala. Está de pie, apoyado en la baranda de la
escalera que lleva a los dormitorios del piso superior; fuma pausadamente, siguiendo los gestos de cada uno de los
presentes. Una mueca, que recordaría a una sonrisa aparece en el rostro del padre, simultáneamente la niña advierte
el desasosiego en el grupo, Moische ha comenzado a gemir, la madre busca con su mirada a la niña, parece ser la
única que la toma en cuenta. La llama con voz suave, casi frágil, pero en su tono hay urgencia.
—¡Claudia!— La niña acude al llamado de su madre; sabe lo que ella espera, la quiere en su regazo.
La envuelve con sus brazos, tratando de velar las palabras de Moische..
—Todas las mañanas nos arrojaban un pan.... apenas alcanzaba...
—Si no levantás la mano no te arrojan tu pan...
El padre rodea al grupo caminando lentamente, se dirige a la puerta.
—Él no levantó su mano, el de al lado, está muerto.
Al salir el padre una ráfaga helada inunda la sala.
Claudia mira la puerta que acaba de cerrarse, su padre ha salido.
—“Me comí el pan del muerto, levanté la mano ¿entienden?, me arrojaron su pan...”
—Me comí el pan del muerto, levanto la mano, ¿entienden?... me arrojan su pan, y yo como, yo, Moische, lo como.
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Ejercicios psicoanalíticos (parte II)
Por Rudy
Dado el éxito asombroso (el primer asombrado fui yo) y multitudinario (buena palabra cuando uno sabe a cuánta
gente le gustó) de la serie de ejercicios presentada en la columna anterior, me vi compelido (por mi propia compulsión
a la repetición y mi deseo de ser nuevamente reconocido, aplaudido y, por qué no, amado, no digamos que con
locura, pero sí con neurosis) a ofrecerles una nueva serie a mis queridos lectores y lectoras. Allí van, presentados,
como no podía ser de otra forma, por mi alter-superego, Karl Psíquembaum.
Ejercicio psíquico
Por el prof. Karl Psíquembaum
Antes que nada, una aclaración innecesaria(1). Como mi apócope lo indica, soy profesor. Pero al ser éste un texto de
ejercicios psíquicos, podría algún lector inferir que soy profesor de educación física(2). De hecho, mi cargo de profesor
está vinculado al psicoanálisis. Tengo gran experiencia terapéutica, como psicoanalista y como paciente. Sumadas
ambas, superan mi edad ampliamente, porque, he de confesar, ejercí ambos cargos simultáneamente, dado que no
existe ninguna incompatibilidad. De hecho, la mayoría de los psicoanalistas han sido, son y/o serán pacientes, y si no
lo fueran, tampoco son psicoanalistas y no les recomiendo psicoanalizarse con ellos.
Y fue en el diván, donde me recibí de profesor. Fue mi propio analista quien me otorgó semejante título, al señalarme
todas las cosas que yo hacía “ex profeso”, vale decir desde (“ex” en latín ) el lugar del profesor (“profeso”).
Aclarada está aclaración, procederé a presentar al lector una serie de ejercicios, que no constituyen necesariamente
una rutina saludable, pero como diría mi abuela (que no era psicoanalista pero hacía una sopa de pollo maravillosa),
“mal no le van a hacer”.
• Recuéstese en un diván. Interprétese el Edipo. Dígase “ajá”. Échele la culpa de todo a su madre, su padre, su ex,
su actual, su jefe, su perro y su helecho consentido. Dígase “¿en realidad usted cree eso?”. Mire al techo sin decir
nada. Luego dígase “dejemos aquí”. Tome su agenda, busque el teléfono de un buen psicoanalista, y llámelo para
solicitar una entrevista.
• Reúnase en un bar con habitués. Proponga jugar al psico-póker, “el que esté más neurótico gana”. En la medida que
ellos vayan diciendo “fóbico”, “obsesivo es mejor”, “bipolar gana”, “esquizofrénico de ases”, mírelos con asombro.
Luego dígales “son una manga de enfermos” y váyase sonriendo, sin mostrar sus cartas.
• Vaya a un bar de Villa Freud. Tome un café con un amigo. Cada vez que entre alguien apuesten “¿este es paciente
o analista?”. El que gana, paga el café (los analistas nos hicieron creer que el que paga, gana).
• Pregúntese por el sentido de la vida. Pregúntese si esa pregunta tiene sentido.
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humor
• Vaya a un confesionario. Cuéntele al cura todos sus deseos como si los hubiera llevado a cabo. Trate de ver su
sonrisa lujuriosa.
• Luego escuche la penitencia que el cura le indica. Dese cuenta de que todo eso que usted pensaba que era terrible,
con un par de oraciones bien puestas, se resuelve.
• Si usted es ateo, pero cristiano de origen, conviértase al judaísmo, y siga siendo ateo. Consulte a un psicoanalista
lacaniano por este tema. Luego, conviértase al kleinianismo.
• Si usted es judío o musulmán, conviértase al catolicismo y pida que le devuelvan el prepucio. Si se lo devuelven,
consulte a un psiquiatra.
• Vaya a ver a su novia y pídale 50 motivos para serle sexualmente exclusivo (la mal llamada fidelidad). Si la encuentra
ocupada con otro hombre, o mujer, no la interrumpa.
• Sea celoso. Sufra por ese motivo. Haga un largo tratamiento psicoanalítico para dejar de angustiarse por eso. Cada
vez que vea a otro paciente entrar al consultorio de su analista, sufra por eso. Vaya a un bar y pida una copa. Si el
mozo atiende primero a otro cliente, sufra por eso. Luego dese cuenta de que todo eso es una tontería, y no sufra
más. Se sentirá usted como antes de empezar este ejercicio, pero muuucho más aliviado.
• Tenga fantasías sexuales con su suegra. Y usted. Relájese y goce… Es solamente una fantasía. Luego pregúntese
por qué, habiendo tantas mujeres en el mundo, se le ocurre tener una fantasía sexual justo con su suegra.
• Mire la calle por la ventana de su departamento. Cuente paranoicos. Si su departamento es interno, cuente fóbicos:
empezando por usted mismo.
• Vaya al cine con su pareja. Luego, cenen. Luego, tomen un café. Luego, llévela a la cama y sáquele la ropa. Luego
cántele una canción de cuna. Cuando él/ella se haya dormido, tenga una sesión de sexo salvaje con usted mismo/a.
Duérmase con una sonrisa. Cuéntele todo a su psicoanalista. Menos lo de la sonrisa.
• Pregúntese cuál es su misión en la vida. Dígase que se trata de una misión imposible. Sienta que su vida no tiene
sentido. Entonces, sienta que sólo le queda divertirse. Diviértase. Mucho
• Enamórese perdidamente de una mujer desconocida. Luego trate de conocerla y seguir enamorado de ella. Mejor
dicho, trate de conocerla y seguir enamorado, pero ahora, de ella. (Este ejercicio también puede ser realizado con un
varón, una ardilla, y un cactus).
• Dígale a su psicoanalista que lo/a ama profundamente. Si él/la le dice “ yo también” sepa que se está refiriendo a
el/ella mismo/a.
• Repita rápido 10 veces: “una contracatexia te decatectizó”, “ tres tristes freudianos tratan su transferencia” o
“Plavlov clavó un clavito”.
* Rudy comenzó a trabajar en humor gráfico desde 1982, en la revista Humor. Desde 1987 es co-autor del chiste
de tapa de Página/12 junto a Daniel Paz, y desde el mismo año coordina el suplemento semanal de humor del
mismo diario. Escribió para televisión en programas de Tato Bores, Kanal K y Peor es Nada. En radio participa
desde 2002 en “La Alternativa”, y mantiene una intensa actividad en humor teatral. Recibió en 1994 el Premio
Konex de Literatura de Humor, y en 2002 el Konex de Humor Gráfico, con Daniel Paz.
Notas al Pie
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[1] Como la mayoría de las aclaraciones. De hecho, hay trabajos que tratan el tema de los requisitos que debe tener una aclaración para ser
necesaria, y uno de ellos es:” ser innecesaria”.
[2] En realidad se trataría de un lapsus lecturae de lector, ya que son “ejercicios psíquicos”, y que yo sepa no existe el profesorado de educación
psíquica, aunque más de uno cree que debería existir tal disciplina.
actualidad
Proyectos SOPA y PIPA: las dos máscaras del biopoder
Por Claudio Pidoto
Resumen
El 26 de octubre de 2011 se presentaron en el Congreso
de los EEUU los proyectos de ley “Stop Online Piracy
Act” (SOPA) y “Protect IP Act” (PIPA). Si bien la excusa
manifiesta de esos proyectos fue la de dar un marco
legar para detener la piratería de contenidos protegidos
por Copyrigth en la Web, la amplia difusión mediática
del tema ha producido un debate de gran alcance en
la sociedad y se instaló como un un tema controversial
de actualidad y de discusión académica en diferentes
universidades del mundo. Las implicancias de estas
leyes, junto a las acciones impulsadas por el FBI contra el
propietario de Megaupload, han circulado por los medios
de prensa gráficos, radiales y televisivos, produciendo
un sinnúmero de opiniones, junto a medidas de protesta
globales en la Web. En esta nota se acercan, desde el
ángulo psicosocial, reflexiones acerca de un problema
que permite prever serias consecuencias para la trama
intersubjetiva.
El valor de la información libre en el entramado
psicosocial
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Las determinaciones del poder sobre los alcances que
la tecnología digital tiene en la sociedad constituyen un
objeto de análisis de gran interés para la psicología. En
efecto, si cada nueva tecnología ha sido productora
de renovadas formas de organización social, cambios
intersubjetivos y nuevas perspectivas que atraviesan
el campo de la singularidad, la tecnología digital ha
acelerado esos cambios y los ha llevado del ámbito
local, o nacional, a un alcance global sin precedentes.
Así, pensar hoy en una resistencia global a una medida
proteccionista corporativista, habla de un cambio en los
medios de expresión político y cultural.
Siguiendo a Laclau (2011), quizás Internet promueve
“nuevas voluntades colectivas” donde las demandas
concretas se universalizan en el imaginario social de
un objeto compartido, reuniendo particulares, diversos
y hasta antagónicos, en la prosecución de un mismo
sentido de emancipación. Tal vez, las vivencias de
una generación de Nativos digitales (Piscitelli, 2003)
posibilitan una disolución de la demarcación entre el yo y
lo otro, donde en su lugar emergen nuevos límites fluidos
e imprecisos que rompen los dualismos modernos entre
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actualidad
el yo y lo otro, el idealismo y el materialismo, la mente y
el cuerpo, lo humano y lo animal (Haraway,1991) .
Si bien abordar el análisis del problema tiene, en sí,
dificultades metodológicas, la observación y el estudio
de las transformaciones, a través de la exploración de
temas relacionados con las representaciones sociales
(RS), puede proveer una aproximación al intercambio
del material simbólico, que socialmente produce nuevos
objetos y efectos en la cognición social. De hecho, las
RS nacen en el seno de tales cambios y plantean nuevos
desafíos en el intento de identificar “lo que surge del
debate constructivo y presenta procesos adaptativos,
índices de transformaciones sociales y culturales”.
(Moscovici,2003:23)
La psicología no sólo no permanece al margen, sino
que se presenta como una disciplina necesaria en el
análisis del impacto en las conductas y en la cultura que
la expansión de la Web trae aparejado. La red global se
desarrolla como un nuevo escenario donde las personas
han logrado aprovechar el aspecto vincular que emerge
de una herramienta tecnológica que diluye la barrera
espacio-temporal. Esta situación genera nuevas
manifestaciones políticas, laborales, económicas,
educativas, y culturales, nuevas formas de relación que
se expresan más allá de los límites de las tecnologías
no-digitales, ya que la combinación de lo virtual con lo
global y casi inmediato garantiza la representación de
una constante expansión y desarrollo a formas nunca
imaginadas de vida y de consumo, donde el sujeto es,
asimismo, constructor y protagonista de esa realidad.
En tal sentido, los avances que la Web 2.0 ha brindado
a la sociedad la acercan “…no sólo a la posibilidad de
un mundo donde la tecnología hace más accesible
las posibilidades de acceso a la información, sino [a
una situación en la que] que los efectos con y de la
tecnología nos plantean un nuevo horizonte posible para
la humanidad.” (Neri y Fernández Zalazar,2008:65)
Se resignifica, entonces, el ceñimiento que lo real propone
y en respuesta se intenta suturar la libertad desde nuevos
límites, determinados, en parte, por el quantum de
conocimiento y actualización que el uso de la tecnología
informática requiere, transformándola en un objeto
de valor económico renovable de alcance psicosocial
extendido y de creciente interés para nuestra disciplina.
La red utópica y el fin del idealismo tecnológico
Si bien Internet emerge como el producto de una
revolución científico-tecnológica iniciada en ciertos
núcleos de poder, a nivel intersubjetivo se produce un
efecto paradojal. En efecto, a la manera de un ideal
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“socialista”, la Web (el servicio que revoluciona Internet)
porta una arquitectura que impulsa una circulación de
la información “libre” de controles y de propietarios.
Algo ajeno a la lógica del poder de las corporaciones
y de los Estados. La Web permite que los usuarios
puedan compartir archivos digitalizados de diferente
alcance, lo que ha llevado a que sitios peer-to-peer,
o de intercambios de contenido alojado, se hayan
sistematizado como un servicio de acceso público y
masivo a través de diferentes alternativas. Este contacto
que los sujetos han establecido con la Web, a través de
una experiencia libre, progresiva e informal, transformó a
la red global en un espacio de posibilidades, alejado –al
menos desde el imaginario social– de los dispositivos de
control del Estado-nación (jurídicos y policiales), y hasta
de los controles que exceden sus límites.
A través de un ordenador y una conexión a la Web, el
sujeto se enlaza a un universo de material cultural que
por otros medios le es sumamente costoso o le es
directamente negado. Por lo tanto, la representación
social de Internet se ha ido constituyendo en “…un
conocimiento socialmente elaborado y compartido al
cual hemos llegado a través de nuestras experiencias…”
(Jodelet,1981), logrando “hacer real un esquema
conceptual, al duplicar una imagen con una contrapartida
material” (Moscovici,1979:75). Inadvertidamente, el
sujeto internaliza la vívida imagen de una organización
social no experimentada en otros tiempos ni por otros
medios. De tal modo, pareciera que en el ciberespacio
el sujeto comenzara a ser testigo (y protagonista) de
“la esperanza histórico-filosófica de llegar, a través de
la sociedad capitalista, a una emancipación total del
hombre en una sociedad sin clases y sin dominio ni
opresión.” (Marcuse,1982:105).
Sin embargo, el ensayo “virtual” de la utópica realización
de una sociedad justa e igualitaria colisiona con una
contradicción de sentido histórica y representativa:
“Después de dos devastadoras guerras mundiales
en medio siglo (…), hemos aprendido amargamente
a desconfiar en las utopías, que con tanta frecuencia
desembocan en los campos de concentración“
(Gubern,1985:132). Más allá de la “crisis del humanismo”
(Vattimo,1986), nos enfrentamos a una resignificación
del poder biopolítico (Foulcaut:1996). La utopía de
socialización puede ser funcional para el consumo
acelerado, punto de apoyo del actual esquema biopolítico.
En la otra punta, el control manifiesto de la información
y los contenidos que los sujetos comparten –tal como
impulsan, veladamente, los proyectos SOPA y PIPA–
podría revertir, en el seno mismo del núcleo figurativo, la
idea de socialización. De hecho, esta idea, como utopía
original, no cuestionaba el derecho del sujeto a mantener
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actualidad
su espacio de privacidad, o a compartirlo sólo con
quienes decidiera hacerlo. Pero, por decirlo de un modo
rápido, la contradicción inherente a distintas visiones del
capitalismo “se alcanzó a sí misma”. De la utopía de un
“socialismo digital” a la distopía del “sujeto transparente”
(según la representación del totalitarismo imaginada por
Orwell), dos modelos de poder biopolítico entran en
conflicto.
Por una parte, se observa cómo el intercambio de
archivos y de información se ha convertido en un canal
poderoso de acceso a diferentes productos de valor
económico, social y cultural. No está en juego aquí el
rol biopolítico del sujeto, en tanto sujeto consumidor,
desde la perspectiva de las corporaciones tecnológicas,
sean de hardware, software o comunicaciones (TICs).
Al contrario. “Comprar” un ancho de banda de 10
Megabytes es tan funcional al sistema como cambiar el
teléfono celular (que ya no es teléfono), o descubrir que
sin un disco de 1 Terabyte no se puede vivir.
Por otra, las corporaciones productoras de contenido
colisionan en sus intereses con el fundamento mismo
de expansión de las TICs. La preocupación de estos
sectores ante la difusión y consumo gratuito de
materiales con copyrigth como libros digitales, películas,
música, artículos e información les generó (afirman) un
“severo perjuicio” en sus ganancias. Desde el Estado
se intenta operacionalizar un dispositivo legal-policial,
basado en esquemas hegemónicos ya conocidos que
emparentan los mecanismos “virtuales” con los “reales”:
las formulas se repiten. “El ilegalismo de los derechos
que aseguraba con frecuencia la supervivencia de
los mas desprovistos, tiende a convertirse, con
el nuevo estatuto de la propiedad privada, en un
ilegalismo de bienes. Habrá entonces que castigarlo”.
(Foulcault,1987:89). En efecto, el objeto representado
frente a la experiencia objetivada de una sociedad virtual
“libre” choca con un poder que resguarda los intereses
de algunas corporaciones. A través del proceso de
anclaje, se integra cognitivamente “dentro del sistema
de pensamiento preexistente (…) su inserción orgánica
dentro de un pensamiento constituido”. Lo que permite
que haya sujetos que entiendan (o crean entender)
los intereses de las corporaciones productoras de
contenidos. Montados sobre ese supuesto perjuicio,
los proyectos SOPA y PIPA procuran mucho más que
beneficiar a las productoras de contenidos.
En efecto, el control de las fuentes de información, su
difusión y alcances, se ha transformado en uno de los
temas primordiales de la lucha por el poder político:
“Aquí comparecen las innominadas censuras ideológicas
y/o comerciales, que actúan como filtros (gate keepers)
ISSN: 1853-9793
selectivos del caudal de información que se considera
pertinente para su almacenamiento o difusión, y surge el
desideratum progresista del control social democrático
de la información.” (Gubern,1985:96). Al respecto, en
su edición digital del 7 de febrero pasado, Página/12
publica: “En términos de política internacional, podría
decirse que el cierre motu propio de BTjunkie es algo
así como el triunfo “diplomático” de las armas digitales
norteamericanas”. Esta frase da cuenta del grado de
apreciación que el fenómeno genera en la sociedad:
promovida desde los medios de comunicación, la
representación social se cristaliza en la lucha ideológica
por una Web de acceso libre, en detrimento de una
herramienta de observación y control. Vemos, con
Castorina (2006), como las Ideologías pueden constituir
el trasfondo de las representaciones sociales, en el
sentido de ser una interpretación del mundo sobre la que
se recortan significados referidos a objetos específicos.
Conclusiones: poder, conflicto y malestar.
Esta lucha entre corporaciones de contenidos (apañadas
por el Estado de los EEUU) y quienes anhelan un
acceso libre, vela tres problemas de fondo. Uno, que las
corporaciones de contenidos no tienen idea de cómo
adaptar sus modelos de negocio a la nueva realidad
de la Web. Dos, que las corporaciones especializadas
en TICs se mantienen neutrales (cuando no hostiles
a SOPA y PIPA), ya que no tienen nada que perder y
todo por ganar, al menos por ahora. Tres, que los dos
proyectos de ley de los EEUU buscan, en el fondo,
aprovechar la confusión para introducir un control
policíaco global sobre la sociedad. En el fondo, son tres
aristas de un prisma idéntico a sí mismo: el de la lucha
entre el espacio subjetivo y los intereses de un poder
que se niega a circular. Y que con su obcecación está
condenado, acaso, al mismo destino que otros poderes
político-económicos de la historia. Porque sólo funciona,
en el sujeto, como marca de su malestar.
Explorar la subjetividad, como representación social,
implica detectar el lugar que la misma tiene asignado
en este haz de significaciones, en este campo de
intertextualidad e interdisciplinariedad, su relación con
la historia, su relevancia y su permanencia. Desde esta
perspectiva, la psicología puede explorar, con su bagaje
y sus herramientas metodológicas, las consecuencias
de un malestar cultural que se sigue precipitando en
sitios y órdenes sociales que las tecnologías digitales
afectan y atraviesan.
Releyendo “El malestar de la cultura”, podemos recordar
que el anhelo de libertad se erige contra determinadas
formas y exigencias de la cultura o contra ésta en general.
Por mucho que se insista, parece que no existe medio
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INTERSECCIONES PSI
REVISTA ELECTRÓNICA DE LA FACULTAD DE PSICOLOGÍA - UBA
Año 2 - Número 2 - Marzo 2012
actualidad
de persuasión alguno que permita inducir al hombre
a que transforme su naturaleza en la de una hormiga.
Seguramente, jamás dejará de defender su pretensión
de libertad individual. Uno de los problemas del destino
humano es el de si puede alcanzar un cierto equilibrio en
determinada cultura o si el conflicto en sí es inconciliable.
Vattimo,G.(1987): El fin de la modernidad. Nihilismo y hermenéutica en
la cultura posmoderna. Barcelona: Gedisa.
*Claudio Pidoto es Licenciado en Psicología por la UBA.
Trabaja en el Proyecto de Investigación “Tecnología y
Subjetividad: un abordaje desde el cine de cienciaficción”. Forma parte del equipo de investigadores del
Profesor Carlos Neri.
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