La Hora del Encuentro - Fiscalía General de la Nación

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La Hora del Encuentro - Fiscalía General de la Nación
La Hora del Encuentro
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La Hora del Encuentro
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La Hora del Encuentro
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Viviane Morales Hoyos
Fiscal General de la Nación
Juan Carlos Forero Ramírez
Vicefiscal General de la Nación
Néstor Armando Novoa Velásquez
Director Nacional de Fiscalías
Carmen Maritza Gonzalez Manrrique
Directora Nacional del CTI
Claudia Patricia Molano Vargas
Secretaria General
José Luis Rodríguez Maldonado
Fotografía, dirección creativa e investigación de proyecto
Grupo Memoria Histórica.
Marcela Benítez Garzón
Textos, transcripciones y Dirección de Arte
Grupo Memoria Histórica.
Jaime Pedraza Sánchez
Psicólogo de la Unidad Nacional de Fiscalías para la Justicia y la Paz
ISBN: 978-958-8374-28-4
Elba Beatriz Silva Vargas
Jefe de Unidad Nacional de Fiscalias para la Justicia y Paz
Imprenta Nacional
Edición y diagramación
Jhon Freddy Encinales Lota
Coordinador del Grupo de Memoria Histórica
y Gerente de proyecto
Colombia. 2011
Coordinación Editorial
Sandra Pureza Gómez
Jefe Oficina de Divulgación y Prensa
Cristina Díaz Vásquez
Oficina de Divulgación y Prensa
www.fiscalia.gov.co
El presente material no podrá ser reproducido por medio alguno sin
el permiso expreso de la Fiscalia General de la Nación.
Distribución gratuita.
Contenido
Presentación .................................................................................................................... 7
Prólogo.............................................................................................................................. 9
Introducción .................................................................................................................... 10
Sanar Heridas y Reivindicar dignidades........................................................................ 13
Experiencias de perdón en el proceso de Justicia y Paz............................................. 15
Más horas de reconciliación y menos minutos de silencio........................................ 17
LA HORA DEL ENCUENTRO
Escrito por Marcela Benítez Garzón
Luis Arlex Arango Cárdenas..................................................................................
22
I. Quiero cuidar los enfermos como lo hizo
mi madre...................................................................................................................
28
II. La Familia Loaiza...............................................................................................
32
III. Mi niña bonita . ................................................................................................
38
IV. El vendedor de Gelatina..................................................................................
42
V. Un niño Especial.................................................................................................
46
VI. No pude abrir el regalo de cumpleaños.........................................................
50
VII. Visita al Hogar..................................................................................................
54
VII. El Peso de la ausencia......................................................................................
56
IX. Trago amargo.....................................................................................................
60
X. Déjà Vu.................................................................................................................
64
XI. Carta a un victimario.........................................................................................
68
Manuel De Jesús Pirabán.........................................................................................
73
XII. La navidad volvió a mi casa............................................................................
76
XIII No tuvo una segunda oportunidad...............................................................
82
XIV El Gran coleador.............................................................................................
86
Agradecimientos............................................................................................................... 91
Esta historia puede ocurrir en cualquier época y en cualquier lugar. Allí donde
los corazones humanos respondan al amor y al odio, a la lástima y al rencor...”.
Crimen y castigo
Fedor Dostoievsky
Fundamentos y reflexiones del encuentro
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Presentación
La aplicación de la Ley de Justicia y Paz -Ley 975 de 2005-, ha permitido la participación activa de las víctimas en
este proceso, arrojando nuevas cifras de homicidios, torturas, desapariciones, desplazamientos y reclutamiento forzados, entre otros delitos, cometidos por ex integrantes de grupos armados organizados al margen de la ley.
Es así, como a los ex miembros de esas organizaciones, se les inició procesos judiciales por la comisión de infracciones con ocasión de su pertenencia al grupo ilegal. Cada día se inician procesos, porque las víctimas han empezado
a romper el silencio, el miedo, a creer en sus instituciones y a revelar hechos de graves violaciones a los derechos
humanos, ante las instancias competentes.
Es importante tener en cuenta que un número significativo de colombianos ha sido golpeado en forma directa por
las consecuencias del conflicto armado interno y que antes de la vigencia de la citada ley, sus víctimas se encontraban
en una situación de desprotección, por lo que, la Fiscalía General de la Nación en aplicación de la misma, adelanta
de forma permanente estrategias de ubicación, sensibilización, asesoría y acompañamiento; procurando garantizar
que se les restablezca el derecho afectado y se les repare el daño infligido, para lo cual propicia sus intervenciones
durante todo el proceso en condiciones de igualdad con el postulado y demás intervinientes en la actuación.
Esta publicación recopila historias de vida que reflejan la verdad de lo sucedido, basadas en testimonios, que demuestran los hechos de violencia cometidos por ex integrantes de grupos armados organizados al margen de la ley.
De esta manera se reconstruye la memoria histórica del proceso, con un enfoque diferencial y se da una opción
preferencial a las voces de las víctimas.
VIVIANE MORALES HOYOS
Fiscal General de la Nación
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La Hora del Encuentro
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Prólogo
Q
uienes tuvimos el compromiso y responsabilidad de iniciar
el proceso judicial de Justicia y Paz en Colombia nos preguntamos día tras día ¿qué hacer con las confesiones de los postulados
a la Ley de Justicia y Paz?; ¿es válido, dejarlas únicamente en el
proceso judicial?, en cuyo caso ¿cómo sería la participación de
las víctimas durante la confesión? o ¿se hace necesario divulgarlas a la sociedad?
y el relato de las víctimas, entre otros, lo que ha permitido llegar
a la síntesis de la reconstrucción de la verdad con testimonios,
miradas y vivencias distintas.
La sociedad colombiana representada en las instituciones del
Estado Social de Derecho decidió que la búsqueda de la paz
nacional se hace a través de diferentes instrumentos, entre ellos
el proceso penal. Muchos funcionarios judiciales con amplia experiencia en la investigación de violaciones a los derechos humanos e infracciones al Derecho Internacional Humanitario,
integramos la Unidad de Fiscalías para la Justicia y Paz creada
por la Ley 975 de 2005, en este contexto, nos encontramos cara
a cara con quienes cometieron estos graves delitos y a quienes
se buscaron durante largos períodos de tiempo para judicializarlos. La oportunidad histórica que brinda la ley para esclarecer la
verdad de los hechos es una responsabilidad que se afronta con
seriedad y tiene como referente las garantías del trato digno y el
restablecimiento del buen nombre para cada una de las víctimas.
Muchos de los victimarios son oriundos de las regiones en donde cometieron los crímenes, son conocidos por la comunidad
a la que pertenecieron las víctimas que han participado en los
actos de confesión judicial exigiendo la verdad total y la justicia.
Las víctimas quieren reconstruir sus vidas que han quedado detenidas desde el momento en que se les causó daño.
EI nuevo escenario del proceso judicial de la Ley de Justicia y
Paz, cambió la forma de investigar, porque no se está frente a un
hecho, sino al conjunto de violaciones cometidas por un victimario durante y con ocasión a su pertenencia al grupo armado
organizado al margen de la ley. Es así como durante los seis años
de vigencia normativa, los protagonistas continúan develando
realidades tenebrosas reconstruidas a través de las labores de
investigación, las versiones libres vertidas por los perpetradores
No pasa un día sin que escuchemos confesiones aterradoras,
empero, no podemos perder la objetividad porque sin ella no
es posible abrir el escenario de reconstrucción del tejido social.
Con esta publicación se espera sembrar una semilla de reconciliación con verdad y, esta con justicia, todo ello, como testimonio
de las vidas que han dejado huella durante este proceso judicial.
Así mismo, hacer un llamado de atención a la prevención de las
violaciones, por cuanto no existen recetas únicas para consolidar
el proceso de reconciliación, comprometiendo, no solamente, a
los que sufrieron el daño y a los perpetradores sino a la comunidad en general que en muchas ocasiones se queda indiferente en
reacciones instantáneas o mediáticas. Debemos ser conscientes
de la profundidad del mar de sufrimiento y enfrentar la recuperación de la sociedad para que las generaciones venideras no se
estanquen en el pasado.
Elba Beatriz Silva Vargas
Jefe de la Unidad Nacional de Fiscalías para la Justicia y la Paz
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Introducción
Mediante este trabajo se divulgan algunas historias de vida
desarrolladas dentro del proceso penal especial de la Ley de Justicia y Paz1, que encuentra su génesis en la justicia transicional
cuyos principios básicos son el reconocimiento de los derechos
de las víctimas a la justicia, la verdad, la reparación y la garantía
de no repetición. Se publica una muestra de los actos de reconciliación realizados por los victimarios a través de manifestaciones
de arrepentimiento y solicitud de perdón a las víctimas, quienes
asumen consecuencias como: la aceptación de la verdad y la responsabilidad por los hechos cometidos, el rechazo del perdón
ofrecido o su aplazamiento hasta el momento en que se inicie el
proceso para encontrar a la persona desaparecida, o la entrega
de su restos, entre otros.
Lo anterior, se enmarca dentro del concepto de la justicia
transicional, entendida desde su teleología como aquella que:
“... abarca toda la variedad de procesos y mecanismos asociados con
los intentos de una sociedad por resolver los problemas derivados de un
pasado de abusos a gran escala, a fin de que los responsables rindan
cuentas de sus actos, servir a la justicia y lograr la reconciliación…”.2
La definición enuncia que los mecanismos de la justicia transicional abordan la herencia de violaciones a los Derechos
Humanos y al Derecho Internacional Humanitario durante la
1
2
10
Dentro del proceso de Justicia y Paz 810 postulados que han rendido la versión libre, establecida en el artículo 17 de la Ley
975 de 2005 para que confiesen de forma completa y veraz los hechos cometidos durante su participación en los grupos
armado ilegales, han solicitado el perdón a las víctimas que sufrieron daño por los actos criminales que consumaron.
SGNU (2004): El Estado de derecho y la justicia de transición en las sociedades que sufren o han sufrido conflictos. Informe del Secretario General al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. 3 de agosto de 2004, in. doc. S/2004/616. Pág. 6.
transición de una sociedad que se recupera de un conflicto o
un régimen autoritario.
El tema de la justicia transicional en sociedades que por largo tiempo soportaron el conflicto armado, “tiene características
puntuales, en tanto que los arreglos, judiciales o no, que se dan a sí
mismas en la transición a la democracia, se establecen para garantizar
la moralidad del cambio o su avance a la normalidad”3. EI cumplimiento del criterio de moralidad se materializa en la garantía, frente a
las violaciones graves a los derechos humanos y el derecho internacional
humanitario, de la protección de los derechos fundamentales y de los
principios básicos de la justicia transicional: la justicia, la verdad y la
reparación....”4
Siguiendo este camino dentro del proceso de justicia transicional
y de acuerdo a las obligaciones que deben cumplir los postulados5 para concretar parte del derecho a la reparación de las
víctimas, la Ley 975 de 2005, anuncia como actos de reparación
en su artículo 44, numerales segundo y tercero, los siguientes:
... 2. La declaración pública que restablezca la dignidad de la
víctima y de las personas vinculadas con ella.
3. EI reconocimiento público de haber causado daños a las víctimas, la declaración pública de arrepentimiento, la solicitud de
perdón dirigida a las víctimas y la promesa de no repetir tales
conductas punibles ...”
3
4
5
VALENCIA VILLA, H. (2003) Diccionario de Derechos Humanos.
Ardila Dorys, Justicia Transicional Principios Básicos, Escuela de Cultura de Paz (Barcelona.España)http://escolapau.
uab.cat/img/programas/derecho/justicia(doc004.pdfsGNU (2004), EI Estado de derecho V la justicia de transición en
las sociedades que sufren o han sufrido conflictos. Informe del Secretario General al Consejo de Seguridad de Naciones
Unidas. 3 de agosto de 2004, in. doc. 5/2004/616. Pág.
Concepto que se define como el desmovilizado de un grupo armado ilegal que de conformidad con los artículos 10 y 11
de la Ley 975 de 2005, es presentado por parte del Ministerio del Interior y de Justicia ante la Fiscalía General de la Nación,
como elegibles a los beneficios jurídicos de la ley de justicia y paz.
La Hora del Encuentro
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La reciente Ley 1448 de junio 10 de 2011, “por la cual se dictan
medidas de atención, asistencia y reparación integral a las víctimas del
conflicto armado interno y se dictan otras disposiciones”; conocida
lacónicamente como “Ley de víctimas”, en su artículo 149,
literales m) y e) reafirma la obligación institucional de diseñar e implementar estrategias “... de reconciliación de acuerdo a lo
dispuesto en la Ley 975, tanto a nivel social como en el plano individual...”
Este documento es únicamente un instrumento de información sobre lo que ocurre diariamente en el proceso penal de
justicia y paz, en donde el postulado cumpliendo su deber
de contar toda la verdad sobre los actos delictivos en los que
participó durante el tiempo que estuvo en el grupo armado
ilegal, encuentra un espacio físico donde se detiene el camino de la confrontación fratricida que aqueja a la sociedad, y
en busca de una consecuencia que va más allá del proceso
judicial, pide perdón a la(s) víctima(s) por los execrables e
injustificados hechos cometidos; siendo del fuero interno de
la víctima iniciar el proceso emocional del “perdón” por el
daño que para la mayoría de ellas es irreparable, debido a que
han perdido, entre otros, el afecto, la compañía y la cotidianidad de una vida en común arrebatados por la ocurrencia del
acto criminal. Sin embargo, muchas de las víctimas dan ese
paso valeroso y garante de participación en el proceso penal
especial de justicia y paz, al escuchar a quien le causó daño
para luego transitar por un camino sin olvido y con derecho
a un nuevo comienzo.
Lo reflejado aquí, es la memoria del proceso judicial que trasciende hacia la dignidad de la víctima, hacia el reconocimiento, de forma clara y abierta, que como medida simbólica de
reparación y prevención está guiada a rescatar el recuerdo de
quienes han sufrido las violaciones de los Derechos Humanos e infracciones al Derecho Internacional Humanitario.
Este acto de memoria cuenta con la participación activa de
la Jefatura de la Unidad que constituye un equipo interdisciplinario, incluidos fiscales, investigadores, psicólogos, comunicadores sociales y fotógrafo, cuya finalidad es ofrecer una
visión global y enriquecedora desde las diferentes ópticas de
los protagonistas del conflicto armado. Las víctimas ausentes
y las sobrevivientes del acto criminal son y serán el centro de
“Los testimonios de reconciliación”, investigación realizada
con una mirada humana pero ajustada al proceso judicial, en
cumplimiento del mandato que consagra la Ley de Justicia y
Paz, para encontrar la paz nacional; por ello se une el reconocimiento y la solicitud de perdón que los postulados han hecho durante la fase de versión libre ante el fiscal de esta Unidad, con el escenario que las víctimas escogieron para estos
actos: sus hogares. Fue en estas casas donde se pudo palpar la
sanción moral y crítica para los postulados, mientras se rendía
homenaje y dignificaba el recuerdo histórico de los suyos.
Los actos que constituyen el reconocimiento de su responsabilidad por los hechos victimizantes y la solicitud de perdón
expresada por los postulados, no significan indulgencia; lo
expresado por los victimarios es solamente la aceptación de
la verdad de los hechos que rodearon el acto criminal que la
víctima o su familiar padecieron. Con las historias de vida
contadas por su protagonistas se da un paso importante y necesario para la sociedad que debe conocer y rodear a quienes
buscan reconstruir sus vidas y en donde sin lugar a dudas se
evitará repetir la historia.
11
Con esta publicación, presentamos un escenario de humanidad, sabedores que el proceso de justicia y paz no lo construye la institucionalidad, pues ella es solo el instrumento para
la búsqueda de un principio, valor y derecho que lo irradia y
que se conoce como la “paz”; la que se torna muchas veces
esquiva a nuestra patria, pero seguros que estos primeros pa-
sos hacia la reconciliación nacional sin olvido, constituyen el
cincel que derrumbará el muro de la indiferencia grabado en
la memoria de la sociedad, pues cada una de las vidas narradas en este escrito se entrelaza con el denominador común
del dolor, pero también con el objetivo de asumirlo para no
seguir sintiendo miedo.
Jhon Freddy Encinales Lota
Grupo de Relatoría y Memoria Histórica de la Unidad
Nacional de Fiscalías para la Justicia y la Paz
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Sanar heridas y reivindicar dignidades
E
l tema del perdón ha sido abordado desde diferentes enfoques que permiten dilucidar su significado, la forma como debe
ser pedido en sociedades que se encuentran en una etapa de posconflicto y los beneficios que genera en la salud mental y física
de la víctima y del victimario.
En varias actividades de versión libre y exhumaciones en las que
participaron los postulados Manuel de Jesús Piraban, alias “Pirata” y Luis Arlex Arango, alias “Chatarro” el grupo de Memoria
Histórica de la Unidad concluyó que los postulados tenían la
intención de pedir perdón, personalmente a algunas víctimas y
que estas a su vez también querían saber la verdad sobre sus
familiares.
El primer acercamiento a las víctimas fue durante la transmisión
de la versión libre que tuvo lugar en la biblioteca del municipio
de Granada, Meta, en la que los desmovilizados del bloque Héroes de los Llanos, confesaban hechos a las víctimas, se habló
con ellas para saber quiénes querían participar en las manifestaciones de perdón que iban a realizar los postulados frente a
las víctimas y se encontró que la mayoría querían hacerlo en el
encuentro.
El procedimiento consistió inicialmente en explicar que era un
proyecto cuyo tema principal era la búsqueda de la reconciliación, plantear el objetivo del encuentro, decirles que era voluntario, que no hacía parte del proceso jurídico y que muy posi-
blemente la Unidad con su consentimiento podría publicar las
memorias del encuentro en un libro.
Para el encuentro se escogió la casa de las víctimas porque el
agresor es quien tiene la obligación moral de buscar al ofendido;
la intención es mostrar a las personas en su estado real y cotidiano, demostrar que no hay nada que esconder, y dar seguridad a
la víctima; por otra parte, se tenía que elegir un lugar en donde
el lenguaje del perdón no se mezclara con el de la justicia. “Los
tribunales no son lugar idóneo para el perdón, sino para asumir y definir la
responsabilidad por lo cometido”1.
Posteriormente, se hizo una visita a la vivienda de cada una de
las personas que aceptaron realizar el ejercicio, se entrevistaron
para evaluar el estado emocional de cada una de ellas y observar
si se mostraban ansiosas, nerviosas o temerosas, si al referirse
al tema lo hacían con fluidez o les costaba recordar, teniendo
en cuenta la comunicación no verbal, entre otras variables. De
igual manera se indagó si habían asimilado la muerte o desaparición de su familiar, si habían requerido algún tipo de ayuda psiquiátrica y/o psicológica, cómo era su cotidianidad; se explicó el
procedimiento de los encuentros, se resolvieron inquietudes, se
aportaron herramientas de asertividad, se reforzó la idea inicial
de lo que significaba perdonar, el ciclo que esto conlleva y las
etapas por las cuales hay que pasar. Lo anterior proporcionó herramientas para evaluar si cada uno de los participantes era idóneo para realizar este tipo de ejercicio, siempre teniendo como
principio fundamental la salud mental y emocional de la víctima,
para realizar una intervención sin efectos contraproducentes.
1
Extractos de Paul Ricoeur, 2000.
13
De los 18 casos inicialmente propuestos, se excluyó del ejercicio a una familia compuesta por tres hermanas, ya que después
de las visitas realizadas en la casa se pudo concluir que no iban
a cumplir con el objetivo planteado debido a que presentaban
dificultad para referirse al caso, poca comunicación y algunas señales de estrés postraumático. Por estas razones el encuentro de
reconciliación no era viable. Se decidió proponerle a las víctimas
la realización del encuentro a través de un video y ellas aceptaron. El postulado grabó un mensaje en el cual manifestaba su
arrepentimiento y pedía perdón. Sin embargo, este no tuvo el
efecto esperado, las víctimas señalaron poca credibilidad al relato y no generó ningún tipo de emoción.
Cada ejercicio cobraba una dinámica propia que dependía de la
naturaleza del delito, del desenvolvimiento de los participantes
y de la participación del postulado, si había dado la orden o si él
mismo había ejecutado el hecho. A las personas que no intervenían se les daba un espacio para expresarse, de igual manera si
se repetía un tema tratado se intervenía para avanzar, la idea era
fomentar el diálogo directo entre víctima y victimario.
El procedimiento de los encuentros era muy sencillo, el postulado empezaba su relato, generalmente lo hacía contando su historia, exponía las razones que lo habían llevado a formar parte
de las Autodefensas, pedía perdón a las víctimas. Acto seguido la
víctima narraba cómo había sido el trasegar después del hecho,
el dolor de perder a su ser querido, las necesidades por las que
habían tenido que pasar y exponía las dudas frente a lo ocurrido. Finalmente, se formaba un diálogo en el cual se expresaban
sentimientos. Uno de los objetivos de este ejercicio era en algún
grado sanar las heridas que ha dejado este conflicto, reivindicar
la dignidad de los que alguna vez fueron acusados sin ser oídos,
14
y por otro lado que los victimarios asumieran su responsabilidad
por lo ocurrido, se dieran cuenta de las consecuencias que trae
el ultimar o desaparecer a una persona, el trasfondo que hay en
cada hecho y lo cruel que resulta arrebatar el amor y bien más
preciado de cada uno de los seres que componen una familia
para de esta manera permitir un acercamiento a los sentimientos que no se pueden percibir en una sala de audiencia o en un
estrado judicial.
Al presenciar estos encuentros queda sembrada la esperanza de
una verdadera transición que permita la reconstrucción del tejido
social. La población víctima del accionar de los grupos organizados al margen de la ley demanda vivir en paz, no solo que estas
agrupaciones depongan las armas y baje la tasa de homicidios sino
que cada víctima necesita vivir en paz consigo misma, no sentirse
culpable de los hechos acontecidos, no recordar una y otra vez lo
que pasó y mitigar el rencor que en muchas ocasiones no los deja
vivir.
Por otra parte, después de tres años de atención a víctimas y del
trabajo realizado en el departamento del Meta, se estima que
el Estado debe desarrollar políticas públicas que ayuden a una
verdadera reconciliación. El daño psicológico es muy grande,
pero es posible ayudar a que las personas lo superen a su propio
ritmo. Asimismo, es necesario promover mecanismos colectivos
de memoria que fortalezcan el esquema de valores y principios
de sana convivencia en la sociedad.
Jaime Pedraza
Psicólogo especialista en Derechos Humanos y DIH
Unidad Nacional de Fiscalías para la Justicia y la Paz
La Hora del Encuentro
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Experiencias de perdón en el proceso de
Justicia y Paz
ocurridos en la zona, y allí, de repente, en medio de muchos
otros casos parecidos, pudieron ver y escuchar la explicación de
lo ocurrido a quienes les cambiaron su vida por una tragedia.
A
Sin duda, conociendo hoy las versiones de los victimarios y de
las víctimas como dos caras de la misma moneda, es evidente
que la guerra siempre fue ciega y que la violencia engendrada
estimuló las más cruentas injusticias.
Una semana después, en una vereda de Granada, en el mismo
departamento, un menor de edad que no obstante tener limitaciones cognitivas había sido reclutado apenas semanas atrás por
las autodefensas, era ajusticiado y su cuerpo desaparecido, acusado de haberse quedado dormido como centinela. Los hijos de
aquella mujer (algunos aún menores de edad), y la madre del jovencito desaparecido, son unas de las miles de víctimas registradas desde hace varios años ante la Unidad Nacional de Fiscalías
para la Justicia y la Paz de la Fiscalía General de la Nación, personas que muchos años después, quizás con temor todavía, pero
con la esperanza de saber los motivos de lo ocurrido, contaron
brevemente sus historias y dejaron en un formulario sus datos.
Hace algunas semanas, sacrificando sus modestos ingresos y
reuniendo con esfuerzo el valor de su pasaje, concurrieron a la
convocatoria general que se les hizo como víctimas de hechos
Pero por fortuna, la dinámica del proceso de Justicia y Paz permitió que luego de aquella jornada, dos de los comandantes militares
del Centauros a cuyas órdenes estuvieron los autores de aquellos
repulsivos hechos, pidieran un encuentro personal con las víctimas,
en sus propias casas, para pedirles perdón e intentar un acto de reconciliación. Lo hicieron no sólo en los casos atrás relacionados,
sino con las víctimas de algunos otros episodios similares, que conocidos y confesados previamente, habían generado en el auditorio
fuertes cuestionamientos y sentimientos de profundo rechazo hacia
el accionar del grupo ilegal. Ese encuentro de reconciliación, promovido y hecho posible por la Jefatura y por el Grupo de Memoria
Histórica de la Unidad Nacional de Fiscalias para la Justicia y Paz de
la Fiscalía General de la Nación, realizado en un pequeño municipio
del departamento del Meta, culminó entonces con una escena tan
inusual como emotiva: El encuentro cara a cara entre tales ex comandantes del otrora temido “Bloque Centauros”, y las familias de
varias de sus víctimas. Aquél encuentro, pero sobre todo el proceso
para llegar al mismo, dejó algunos mensajes de singular importancia:
de una parte, hizo palpable que el objetivo central de este proceso es
la verdad, y que la misma es el pilar sobre el cual se edifica la justicia
y la paz, comprobando que aquella puede llegar a exorcizar en las
víctimas los demonios del odio y de la venganza, aunque por sí sola
no sea suficiente para reparar los daños causados por la guerra.
ño 2003, zona rural de San Juan de Arama, departamento
del Meta: Una madre de familia de 42 años, propietaria de una
humilde tienda armada por ella misma con tablones al borde de
un camino, acusada de ser informante de la guerrilla, fue sacada
de su casa en la madrugada por varios hombres armados con fusiles, miembros del Bloque Centauros de las Autodefensas, quienes en medio de la resistencia y los gritos de los cuatro menores
hijos de aquella mujer, fue golpeada, herida con arma blanca y
luego baleada en presencia de los niños.
15
Permitió evidenciar también, que en buena medida gracias al proceso creado en el país por la Ley 975 de 2005, hoy la inmensa
mayoría de los postulados consideran sinceramente que los homicidios, desapariciones forzadas y extorsiones, entre otros delitos,
que otrora fueron éxitos militares, objetivos legítimos o necesidades de la confrontación armada, en últimas no representan más
que las consecuencias de una absurda e injustificada espiral de
violencia, que por servir a los intereses personales de unos pocos,
dejó víctimas, estragos, desolación y muchos males que han perdurado tras los años para afligidas familias y para comunidades
enteras, que a diferencia de antes, ahora son reales y visibles para
los perpetradores.
Los referidos comandantes, conscientes de su deber de decir la
verdad y reconocer sus responsabilidades, no solamente frente
a los estrados judiciales sino primordialmente frente a sus víctimas, no obstante conocer lo difícil que resultaría mirar a la cara
y pedir perdón directamente a las viudas, huérfanos y demás
perjudicados con acciones como esas, lo hicieron. Procedieron
sin duda, bajo dos premisas principales: La primera, porque una
manifestación de perdón de una madre o de una familia de una
víctima significa para ellos tanto como una bendición, y así la
valoran, porque les ayuda a mitigar su propio remordimiento y a
sentir que valió la pena someterse a este proceso; y segundo, porque aunque algunas de esas víctimas no hayan querido perdonarlos, al haberles podido manifestar su arrepentimiento y expresar
que todos esos casos fueron errores e injusticias de la guerra,
estaban dignificando la memoria de las víctimas como forma de
reparación, y también generando un espacio en donde además
de su solicitud de perdón, quedó en evidencia su compromiso de no repetición. Más allá de la permanente preocupación
16
por las imputaciones, los cargos, las audiencias, la jurisprudencia
aplicable o la reforma legal, escenarios como ese permiten sentir
que como operadores judiciales, como garantes en la aplicación
de esta ley inspirada en la reconciliación y la paz, pero sobre
todo como colombianos, se avanza en la dirección correcta.
Carlos Camargo Hernández
Fiscal 24 delegado ante el tribunal.
Unidad Nacional de Fiscalías para la Justicia y la Paz
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Más horas de reconciliación y menos minutos
de silencio
En medio de un morichal conocí a Chatarro. Estaba en busca
de la fosa clandestina donde reposaban los restos de una mujer
que él mismo había asesinado. Vestía camiseta negra y pantalón
oscuro pero fue su gorra la que llamó especialmente mi atención. En ella aparecía la estampa del Che Guevara creando una
contradictoria y pequeña sombra sobre su rostro. Aquella leve
oscuridad cubría sus ojos y me llevó a imaginar las tinieblas en
las que vivió tanto tiempo ejerciendo una labor que trajo sufrimiento a tantas familias. Cuando comencé a conversar con él,
con la intención de guardar sus pensamientos para la memoria histórica, pude ver a un ser con una necesidad especial por
contar su historia. Una historia, que como bien lo dijo en aquél
momento, quería contar para que nadie más la volviera a repetir.
Un año después llegó la hora de escuchar a Luis Arlex Arango.
Otra diligencia de exhumación era el punto de encuentro pero
ahora estaba acompañado de su antiguo jefe Manuel de Jesús
Piraban. “Don Jorge” o “Pirata”, como lo conocían en la zona,
buscaba a una de sus víctimas, tenía una pala en la mano y estaba cavando un hueco de exploración por su propia voluntad,
—tenemos que encontrarlo— se repetía en voz baja. Esta frase
unida a la mirada firme del que fuera comandante del Bloque
Centauros me incitó a pensar que tal vez la idea de entregar
los cuerpos de las personas desaparecidas y estar dentro de este
proceso de Justicia y Paz era un trabajo tan intenso que estos
postulados estaban enfrentándose a sí mismos y cuestionándose
su antigua manera de pensar y actuar.
En medio de esa selva, testigo de tantos homicidios, se desarrolló una nueva conversación. Se comentó el trabajo que se hacía
en el Grupo de Memoria Histórica de la Unidad para luego discutir la viabilidad de un encuentro con las víctimas y de esta manera iniciar un proceso de reconciliación. Estuvieron receptivos
a la propuesta que no era ajena para ellos, ya que ambos habían
vivido la experiencia, aunque de manera distinta, en los estrados
judiciales. El siguiente paso fue seleccionar a las víctimas que
más pesaban en la conciencia de cada uno, aquellas donde las
autodefensas habían sido especialmente crueles e indolentes. Así
nació el proyecto “La hora del encuentro”.
Lo que sucedió después es la mejor parte de la historia, a través
de la memoria de estos dos postulados se logró conocer a sus
víctimas. Estos colombianos y colombianas, son el verdadero
punto de enfoque en este libro. Son el testimonio de sabiduría
y humildad que muchos deben conocer. Dejar entrar a su casa
al verdugo que les causó tanto daño, es una decisión de un país
cansado de tanta guerra absurda.
El encuentro que estaba programado para durar una hora terminó
tomando su propio tiempo y espacio. Era una oportunidad para
que las personas que han hecho daño y los que lo han sufrido se
conocieran y escucharan. Como bien lo expresaron las víctimas:
“era el momento de poner cara al dolor y expresar las palabras que
seguían ocultas en el interior del alma, de lo contrario terminarían
de cocinar, con el odio y el resentimiento como ingredientes principales, el manjar preferido de la violencia: la venganza”.
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Los textos, las fotografías y el esfuerzo que acompañan a esta experiencia son al mismo tiempo, un homenaje y un instrumento de
memoria. Nunca he visto asesinar a nadie pero puedo imaginar
que el último reclamo de las víctimas fue misericordia. Son sus
seres queridos, sobrevivientes del delito y la pérdida, quienes usan
las palabras adecuadas, para dar eco a esa última voz, y restaurar
la dignidad arrebatada. Asimismo, estos documentos sirven para
demostrar que los encuentros fueron decisiones reales, tanto de
víctimas como de victimarios, y deben ser ejemplo a seguir.
El desarrollo de este proyecto dejó gratas experiencias. Con esfuerzo se promueve este primer encuentro en el cual las víctimas
y los postulados se entregaron al proceso de reconciliación con
valentía y honestidad admirables. Solo resta agradecer al Dios de
la paz por permitir este encuentro, a las Víctimas, que participaron y a las que se abstuvieron, por el sacrifico que nadie más
debe sufrir, y por último pero no menos importante gracias a
los postulados por nunca más negarse a escuchar las palabras de
quienes reclaman misericordia.
Muchas personas están interesadas en que estos encuentros no
se repitan. Otros más osados tratarán de destruir lo construido. Algunos pueden argumentar que el trabajo no vale la pena
o que el número de víctimas es tan grande que nunca tendría
fin. No lo pienso así. Los postulados tienen todo el tiempo que
les resta de vida para recorrer el proceso del perdón. A los que
no tuvieron una segunda oportunidad se les debe menos minutos de silencio y más testimonios de reconciliación.
“Chatarro” y “Pirata” tienen como mínimo cuatrocientas víctimas en su conciencia. Esto puede traducirse en cuatrocientas
personas con sed de venganza en Colombia. Por ahora, es seguro que quince de estas cuatrocientas víctimas, van a pensarlo
muy bien antes de permitir que el ciclo de la violencia y la venganza inicie de nuevo.
Es bueno dejar claro que esto no acaba aquí, sigue la exposición
de las imágenes en las paredes de Granada y San Martín para que
este trabajo perdure en la memoria colectiva del pueblo llanero.
Compartir este momento de luz es un compromiso para sensibilizar la mente y el espíritu de todos los que quieran participar en la
renovación del concepto de reconciliación con nuevas propuestas.
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José Luis Rodríguez Maldonado
Investigador Grupo Memoria Histórica
Unidad Nacional de Fiscalías para la Justicia y la Paz
La Hora del Encuentro
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La Hora del Encuentro
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Los postulados Luis Arlex Arango Cárdenas, alias “Chatarro” y Manuel de Jesús Pirabán, alias “Pirata”
se desmovilizaron en el año 2006 y se encuentran recluidos en la cárcel “La Picota” de Bogotá.
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Luis Arlex Arango Cárdenas
El día que nació Luis Arlex Arango en Granada, Meta, doña María se sintió feliz de tener un varón porque tenía su ilusión puesta
en los hombres de la casa, había soñado con verlo graduarse de
bachiller por eso guardaba con celo el vaso amarillo en el que
llevaba las onces a la escuela, las calificaciones plastificadas, algunos cuadernos y la cartilla en la que aprendió a leer. Cuando
era niño no sacaba buenas notas porque era muy perezoso para
hacer tareas. Sin embargo, los profesores lo querían mucho porque era muy gracioso y participaba en todas las presentaciones
del colegio, le gustaba mucho la actuación, por eso en 1991 lo
escogieron para que representara el día de la independencia en
una obra de teatro, en ese momento doña María entendió que
su hijo no pasaría desapercibido, estaba hecho para un papel
protagónico.
Prefería aferrarse a los buenos recuerdos de la infancia que recordar lo que su hijo aprendió de la guerra, a hacer trincheras en
la casa para que no los alcanzaran los tiros, a verse obligado a
asistir a una escuela de las Juventudes Comunistas, a salir huyendo solo con una caja de ropa hacia una ciudad desconocida, a
pasar necesidades y sentirse impotente. Así, se incubó la semilla
de la guerra en el corazón de Arlex, y la mamá descubrió que los
sueños son como castillos de arena a merced de las olas. Arlex,
terminó el bachillerato en la cárcel para tranquilidad de la madre.
El rencor que había almacenado a través de los años lo llevó a
representar un papel protagónico en la guerra, se convirtió en
un hombre poderoso, era el jefe de 350 hombres del Frente
del Alto Ariari y del Hernán Troncoso, y de 140 integrantes
de las urbanas, que era donde se concentraba el poder. Ganó
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muchas batallas, tenía los mejores carros y armas. Para representar bien el papel debía despojarse de los sentimientos de
culpa, necesitaba nervios de acero y sangre fría porque, en la
guerra se surge matando.
Durante el año 2005 Arlex estaba exhausto de la guerra, quería retirarse pero era demasiado tarde, tenía muchos enemigos
que lo podían capturar, por lo cual se había vuelto paranoico,
lo invadía la nostalgia de la familia y había empezado a pensar
que la desmovilización era su único camino para recuperar lo
que había perdido.
Se desmovilizó pero aún no había desarmado su espíritu, al principio sólo le interesaba arreglar sus problemas con la justicia,
contar la verdad para recibir los beneficios de la Ley de Justicia
y Paz, compró una agenda de 2007 para escribir todos los casos que recordaba pero por dentro se sentía orgulloso de haber
contribuido a acabar con la guerrilla, no sentía arrepentimiento,
pero al encontrarse con las historias del pasado y con sus dolientes sintió pena y comprendió que desarmar a una persona no
consistía en quitarle el fusil sino en cambiarle la idea de que con
violencia se solucionan las cosas.
En la cárcel recuperó su vida familiar y sus hijos le devolvieron
el deseo de disfrutar de la inocencia. Escribir las historias de las
víctimas era recoger los pasos andados por los rincones más
oscuros de su propia historia. Arlex, abrió la agenda de 2007 sin
saber por dónde empezar a contar todos los hechos, después
de un tiempo decidió que empezaría con su historia, porque lo
único que tenían en común todas esas víctimas era a Luis Arlex
Arango, alias “Chatarro”.
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Chatarro
Nací en Granada en 1977. Cuando tenía siete años la guerrilla
mató a mi tío Luis Ferney Arango Ortiz en Gurumía. Mi papá
expresó su rechazo en contra de la Unión Patriótica y le tocó
irse de la finca para Vista Hermosa. En esa región la UP tenía
una oficina en donde se impartía justicia y se solucionaban todos
los problemas del pueblo, la gente no iba a las alcaldías ni a las
estaciones de policía, iba a la sede de la Unión Patriótica, ahí se
imponían sanciones como trabajos forzados. En Vista Hermosa
tuvimos otro encuentro con la guerrilla porque a mis hermanos
y a mí nos tocaba ir a una escuela de la Juco -Juventudes Comunistas-, el lugar estaba decorado con fotos de Lenin, Stalin, Mao,
el Che Guevara y Bolívar. A mí me gustaba ir porque nos daban
leche y bocadillo, allá cantábamos el himno nacional y el de la
UP y nos daban charlas socialistas.
Luis Arlex Arango Cárdenas, en medio de su familia en la
década de los ochenta. (Archivo familiar).
En 1986 nos fuimos para Dos Quebradas, mi papá fue declarado objetivo militar por un problema que mi tío tuvo con un
guerrillero. Un año después le hicieron dos atentados a mi papá
en Granada, él no podía salir de la casa y a nosotros nos tocaba
ir a vender las empanadas que hacía mi mamá. Una noche ella
me mandó a la tienda para que comprara la carne de las empanadas, me demoré un poco porque estaban dando Superman y
desde allí ví dos personas que iban para la casa mi mamá les tiró
la puerta en la cara.
Cuando llegué mi papá y mi mamá estaban llorando porque acababan de hacerle un atentado a mi papá, tuvimos que irnos a
los pocos días para San Martín y eso me dejó marcado, ese fue
el desplazamiento más drástico que tuvimos, solo alcanzamos a
sacar al perro y una caja de ropa.
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Crecí en medio de la guerra, ese día comprendí por qué se
escondía mi papá, quienes eran los causantes de que algunas veces no hubiera comida en mi casa y del sufrimiento de
mi madre. Aprendí a hacer trincheras en la casa, rompíamos
paredes hasta el patio y allá teníamos un hueco para dormir,
cubierto con costales. En 1989, siendo muy pequeño, me relacioné con unos miembros de las autodefensas porque llegaron a vivir al lado de la casa, ahí conocí al señor Manuel de
Jesús Piraban y a “Visage”.
En 1990 mi papá me obligaba a trabajar recogiendo chatarra, a
mí me daba mucha pena, pero a un amigo que era de una familia más acomodada no le daba pena, me daba moral. Hicimos
el plan de decirle a la gente que nos dejara hacerle aseo a los
solares, botábamos la basura y ellos nos daban algo a cambio.
De la basura sacábamos la chatarra y lo demás lo quemábamos,
mi papá nos daba plata por la chatarra que le llevábamos, de ahí
surgió el apodo de “Chatarro”.
En 1990 “Visage” me dijo que estuviera pendiente de un señor que tenían detenido, como era un día caluroso fuí a tomarme una gaseosa a la habitación en la que ellos estaban
reunidos planeando la muerte de ese señor. Me devolví rápidamente y le dije “váyase que lo van a matar” y como tenía
una bicicleta que había armado con partes de chatarra le dije
“hágalo por el camino de la escuela y me deja la bicicleta ahí”.
Cuando llegó “Visage” me preguntó por el señor y yo le dije
que se había ido por otro camino.
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Conmemoración escolar del día de la Independencia. (Archivo familiar.)
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Tenía 15 años cuando me dieron un radio para que le hiciera seguimiento a un señor, yo les iba indicando los lugares por donde
transitaba, cuando salió del pueblo lo montaron al carro, él se
puso a llorar y a gritar “mamá”, yo sabía que lo iban a matar,
como ese carro tenía carpa cuando hizo un pare, salí corriendo
para mi casa. Todas la noches me soñaba con el grito que pegó
el señor, ese grito me quedó sonando en la cabeza, me sentía
culpable. Así germinó la semilla de la violencia en mi vida, no,
me desperté un día diciendo “hoy quiero matar a un guerrillero”.
La primera vez que maté fue en el 97, después de que uno pierde
la virginidad del alma viene el afán de surgir y en la guerra se
surge matando, si uno deja ver sus miedos pierde respeto, en
la guerra no se pueden mostrar los sentimientos. En esa época
no sentíamos remordimiento por las muertes, pensábamos que
estábamos haciendo un buen trabajo, a la gente se le olvidó que
en los 90 la guerrilla mataba, secuestraba y reclutaba niños; he
pensado que la rabia con la guerrilla y la incapacidad del Estado de detenerla cambiaron el curso de mi vida, pude quedarme
vendiendo chatarra o empanadas pero ingresé a las Autodefensas para defenderme de un agresor que en su momento era la
guerrilla, porque no me sentía representado por El Estado, ni
por mi Constitución. En las regiones a mucha gente que le tocó
sufrir por las acciones de la guerrilla estaba de acuerdo con las
Autodefensas. Sentía que era mi obligación porque tenía deseos
de venganza, pero también porque pensaba que era la única salida para liberarnos de ese opresor. Cuando se acabó la zona
de distensión, “Don Jorge” me dio la orden de que hiciera un
ejército en todos esos municipios, pero nunca hubo una masacre
porque no era mi política. Sin embargo, hoy respondo por el
caso de El Piñal, un hecho en el cual murieron siete personas.
Me desmovilicé el 11 de abril de 2006, recuerdo que cuando
los buses se fueron con toda la gente quedamos Didier, Don
Manuel, y yo, solos, nos sentíamos vacíos, no había a quién mandar, a quién dar órdenes y el celular no sonaba, no sabíamos
qué hacer. Me fui para mi casa y pensé que me iba a dedicar a
sembrar patilla, me entretendría siendo el patrón de los sembradores, necesitaba ser el jefe de algo, no solamente de la casa. El
14 de diciembre de 2006 me presenté a la cárcel, ya no pensaba
en realizar actos ofensivos, nunca volví a empuñar un arma y
con el tiempo me fuí descontaminando. Entré al proceso penal
de Justicia y Paz sin pensar mucho en las víctimas, sabía que
nos habíamos equivocado pero como no las conocía no sentía
remordimiento, seguía pensando que habíamos logrado nuestro
objetivo de sacar a la guerrilla de varios lugares, lo que no conocía era a qué precio.
En las versiones libres intenté sentir el dolor de la gente y por
eso pedía perdón, asistí a encuentros de reconciliación que me
cambiaron la historia, pero en esos días que fuimos a las casas de
las víctimas y vi la forma en la que destruimos familias, el dolor
que causamos y que no ha podido sanar me di cuenta de que,
aunque teníamos una ideología y razones políticas para hacer lo
que hicimos cometimos un error, eso me dejó marcado.
Una víctima me preguntó algo drástico que me dolió. ¿Usted qué haría si a su hija alguien le hiciera daño, se la desapareciera, y en el futuro le pidiera perdón?, me quedé callado
imaginándome estar en esa situación, más tarde le respondí
“no lo perdono”, pero después de recibir el perdón, de ver
la bondad y el poder de Dios en tanta gente, de ver a una
mujer que me abrazó, otra que me besó, aunque había ma-
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tado a su hijo equivocadamente, cambié de decisión. Todo
eso me hizo reflexionar, si la persona me pide perdón de
corazón y lo hace desinteresadamente lo perdono. Esto es
nuevo para mí, hace una semana no pensaba así. Ir a las
casas a pedir perdón vale la pena para mí, vale la pena para
mi espíritu. Estoy manchado pero quiero volver a ser como
un muchacho. En una de esas casas me encontré con una
fotografía de mi niñez y entendí lo importante que es pedir
perdón, reconciliarme con ese jovencito que fui es mi objetivo. Quiero jurarle a Dios y a mis hijos que jamás volveré a
empuñar un arma, quiero jurárselo a mi madre porque ella
ha sufrido y no sabe todas las cosas que hice. Encontrándome con las víctimas desarmé mi espíritu. Me duelen las
lágrimas de las víctimas, llevo en mi conciencia el dolor de
cuatrocientas familias. Las víctimas que más me duelen eran
las que no tenían nada que ver en este conflicto.
Madrugué mucho en la guerra por eso ahora me levanto tarde.
Terminé el bachillerato por medio del INPEC, y estoy haciendo
un diplomado de Gestores de Paz y uno de Nociones Jurídicas
por medio de la Universidad Complutense de Madrid. En la cárcel he tenido mucho tiempo para reflexionar que nos tiramos la
niñez huyendo de la guerrilla, nos tiramos la juventud en las armas, nos vamos a tirar la madurez en la cárcel y después salimos
con ceguera de tanto mirar paredes.
¿No sé qué vamos a hacer cuando salgamos? dicen que hay nuevas leyes de reinserción y resocialización. Siempre se habla de las
víctimas pero nunca de los victimarios, nosotros necesitamos tener algo para trabajar. La paz no se construye maximizando a las
víctimas y minimizando a los victimarios. El país también necesita
iniciar un proceso de reconciliación, si se queda solamente con los
hechos se fomentan más los odios y el deseo de venganza.
Cuando acabó de escribir su historia Arlex terminó agotado; aunque no era fácil remover los
recuerdos se sentía descargado, guardó la agenda y sacó del estante El Alquimista, de Paulo Coelho y se dispuso a leer, quería perder la noción de la realidad, sentirse libre por un momento.
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La Hora del Encuentro
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"Estoy manchado pero quiero volver a ser como un muchacho. En una de las casas que visité me encontré con una fotografía de
mi niñez y entendí lo importante que es el perdón, reconciliarme con ese jovencito que fui es mi objetivo".
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I
“Quiero cuidar a los enfermos como lo hizo mi madre”
Tres generaciones extrañando a la hija, la madre y la abuela.
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La Hora del Encuentro
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María Deyanira Arévalo
Granada, Meta 10 de mayo de 2011
El calor del medio día era sofocante en Granada, pero extrañamente parecía que el pueblo se había congelado, la gente permanecía en sus casas con el ventilador prendido y la aparente calma
que antes reinaba se transformó cuando las camionetas de la policía y el INPEC se parquearon frente a la casa de Delfina Cárdenas,
la gente del barrio expiaba por las ventanas mientras los policías y
guardianes hacían una revisión de seguridad en la casa. Afuera esperaban Luis Alex Arango y Manuel de Jesús Piraban adentro aún
no se terminaban los preparativos del encuentro, cuando Lady Johana, la nieta de Delfina colgó en la pared el vestido de enfermera
que había pertenecido a su mamá los familiares se estremecieron,
como si hubieran visto un fantasma, ese era el detalle que faltaba
para recibir a los postulados que confesaron la muerte de María
Deyanira, el ambiente se sentía tenso hasta que los dos hombres
cruzaron el umbral, después de un saludo distante Lady Johana
inició la conversación contándoles su historia, llevaba mucho
tiempo tragándose las palabras.
Lady Johana Virgüez (hija): Yo no me crié con mi mamá, la que
nos crió fue mi abuelita, mi mamá trabajaba en el hospital de
Vista Hermosa y solo la veíamos los fines de semana, cuando
venía íbamos al parque, comíamos helado y jugábamos. A ella
le tocaba muy duro pero decía que lo hacía por nosotros para
que fuéramos alguien en la vida, por eso siempre nos repetía
que teníamos que estudiar. El viernes 10 de septiembre de 2004
estábamos esperando a mi mamá, como no llegaba llamamos al
Hospital de Vista Hermosa, nos dijeron que había salido en el
primer taxi que venía para Granada, en la empresa de taxis nos
dijeron que en el primer recorrido que salió de Vista Hermosa
bajaron a una enfermera, pasamos todo el fin de semana sin
saber nada y el lunes la encontraron muerta, en ese momento
sentí que la casa daba vueltas y me encerré a llorar en mi habitación. A los pocos días del entierro estaba en la casa mirando
para la calle cuando me pareció verla cruzar por la ventana y me
quedé esperando a que abriera la puerta y entrara a la casa. En
el colegio me decían que aceptara que había fallecido y que lo
superara pero eso me lastimaba aún más, ese año lo perdí y no
quise seguir estudiando. Dos años después conseguí trabajo en
una casa de familia y pude retomar mis estudios.
Después de la muerte de mi mamá, mi hermana Yency Yimar
Virgüez la que tenía lupus, se dejó morir porque no se volvió a
tomar las vitaminas, se le cayó el cabello y las uñas, se la pasaba
llorando y no comía, y para colmo de males casi perdemos la
casa. Yo quería ser enfermera, como ella, pero no tengo dinero
para estudiar, si mi mamá estuviera no habríamos pasado tantas
necesidades, estaríamos estudiando, tendríamos un futuro mejor, habríamos compartido muchos momentos, hay cosas que
ustedes no me pueden devolver. Usted dijo en la versión libre
que le habían dicho que mi mamá era la enfermera de los guerrilleros, y eso me dolió mucho. Cuando mi mamá falleció yo tenía
quince años, sentía mucha rabia contra ustedes, pero el tiempo
ha pasado y le he pedido a Dios que me ayude a perdonarlos,
ahora creo que ya puedo hacerlo.
Delfina Cárdenas (mamá): Tuve cinco hijos pero ella era la que
estaba pendiente de mí, tenía puesta mi esperanza en ella porque era la única que me colaboraba, cuando venía a visitarme
siempre me preguntaba qué hacía falta para traerlo. Cuando se
murió sentí que el mundo se me había acabado pero como he
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pasado por tantos sufrimientos he aprendido a sobreponerme.
El vacío que deja un hijo nunca se llena, así existan otros hijos
nunca se llena, solamente elevé los ojos al cielo y le dije a Dios
“tú conoces el sufrimiento por el que estoy pasando ayúdame a
sobrellevar esto”. Sufrí mucho pero jamás le he deseado mal a
nadie, yo creo que Dios permite que existan personas malas por
algún motivo. El padrenuestro dice que tenemos que perdonar
en este mundo para que Dios nos perdone cuando lleguemos al
cielo, porque todos tenemos pecados.
Luis Arlex Arango (Chatarro): Di la orden de matar a su madre.
Si quiero ser una persona nueva tengo que cerrar este capítulo, la
forma de cerrarlo pidiéndoles perdón, para mí es una bendición
de Dios, quiero compartirle esto a mis hijos porque la violencia
se hereda, quiero contarles que tengo un hijo de 12 años, uno
de 8 y una niña de 6, la única forma de quitarles esa herencia
de maldición es reconociendo mi error, contándoles que vine a
solicitar su perdón. Aquí el único que se equivocó fui yo, no voy
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a justificarles la muerte de nadie. Todo lo que hice en el pasado
lo veo como una derrota.
Manuel de Jesús Pirabán: Yo era el comandante de esta región, pertenecimos a una organización que pensaba que estaba haciendo las cosas bien, pero ahora que nos retiramos
estamos muy arrepentidos, vinimos a pedirles perdón por
este hecho tan lamentable. Cuando estaba en la guerra no
me detuve a pensar en el daño que estaba haciendo, por eso
estamos hoy aquí. Le doy gracias a Dios porque muchos
compañeros murieron y no tuvieron la oportunidad de arrepentirse, pero yo sí tuve la oportunidad de pedir perdón a
Dios y a ustedes.
Delfina: Yo creo que Dios los perdona porque todos somos
humanos y todos cometemos errores, les agradezco que hayan venido porque esto me ayuda a limpiar mi corazón de
malos pensamientos.
La Hora del Encuentro
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Momentos del encuentro
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II
Familia Caro Loaiza
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Los muertos también merecen estar cerca de su familia
La Hora del Encuentro
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La muerte de Marcelino
La desaparición de David
Granada, 11 de mayo de 2011
Lilia Loaiza (Mamá): David estudió en la escuela de Santa Helena, le gustaba mucho el campo, cuidaba los cultivos de plátanos, aguacates, zapotes y limones en la finca que teníamos, pero
tuvimos que venderla porque hubo una creciente del río y se
llevó muchas cosas; cuando nos vinimos para esta casa se puso
a trabajar con el papá haciendo acarreos, le gustaban mucho los
carros. Vivía aquí en la casa con la novia, tuvieron una hija llamada Juliana, cuando lo desaparecieron la niña tenía seis meses.
El primero de marzo, como a las seis de la tarde mi hijo se
fue para el centro en bicicleta con un muchacho, amaneció y
él no llegó, nos pareció extraño porque era muy de su casa,
nunca dejaba de llegar, mi esposo salió a buscarlo a la casa del
amigo, pero en el camino vio las bicicletas parqueadas frente
a un hotel y pensó que tal vez se habría quedado a dormir ahí,
pero la dueña del hotel le dijo que la noche anterior él había
ido con otros dos muchachos a guardar las bicicletas como
a las ocho de la noche. En el camino se encontró al amigo
muy borracho, le preguntó por mi hijo, él le respondió que
se había ido con una vieja, se nos hizo raro porque no era
mujeriego. Nosotros lo buscamos por todas partes, en el hospital, en el cementerio y en cualquier lugar en el que aparecían
muertos, pero nunca lo encontramos. Cuando Marcelino se
enteró de que el hermano había desaparecido se vino inmediatamente a acompañarnos.
Cuando llegó Marcelino nos pusimos a llorar y al otro día salimos
a conversar frente a la casa, de repente llegó un carro amarillo y
cinco motos, en cada moto venían dos personas, uno de ellos dijo:
“necesitamos hablar con usted”; él les respondió: “no debo nada,
no me voy a ir con ustedes, si necesitan saber algo pregunten y yo
les contesto”, les dije: “pero ¿qué pasa?, estoy buscando a un hijo
que está desaparecido y ahora vienen por mi otro hijo?,” ellos respondieron: “nos vamos a las buenas o a las malas” y lo agarraron
de los brazos, él les replicó: “si me van a matar mátenme aquí” y se
les soltó, en ese momento le dispararon muchas veces, yo lo cogí
en mis brazos, ellos me pegaron un empujón y me encañonaron,
yo les dije: “¡mátenme, ya no merezco vivir porque la luz de mis
ojos son mis hijos!”. Nelson, uno de mis hijos menores les tiraba
piedras y les dijo: “malditos, ¿por qué me mataron mi hermanito?”; tenía mucho miedo porque esos señores lo miraban como
fieras hambrientas, yo le rogaba que se callara, las motos se fueron, mi chinito quedó votado en el suelo. Nelson se votó a coger
al hermano y le decía, “no se muera hermanito”.
Mi chinito murió a las cuatro, lo enterramos en el cementerio de
Granada. Al que más le afectó fue a mi otro hijo, Alexánder se
secó, no comía, se la pasaba llorando en la pieza, le daba mucho
miedo salir a la calle y me rogaba que nos fuéramos de ahí. Yo
quedé mal de la cabeza, sentía mucho miedo cuando escuchaba
una moto, salía de la casa a comprar algo en la tienda y en el camino se me olvidaba, resultaba por allá en el parque llorando hasta
que alguna persona conocida me traía para la casa, se me olvidó
cocinar y perdí el sueño, de esa época no recuerdo casi nada, duré
así tres años, lo poco que recuerdo es porque me lo han contado.
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La muerte de Marcelino Caro
Mi esposo falleció el 3 de diciembre de 2009, trabajaba en una finca cuidando el ganado pero el dueño de la finca empezó a trabajar
con drogas, a mi esposo le entró el aburrimiento porque el trabajo
había cambiado, le tocaba estar pendiente de las personas que entraban y salían, me dijo que le iba a decir al patrón que ese trabajo
no le gustaba, que se quería salir porque estaba muy viejo para ir
a la cárcel, pero que se quedara tranquilo porque de su boca no
iba a salir ni una sola palabra, el patrón le contestó: “lo único que
le digo es que si se va se muere”, así fue porque a los veinte días
vinieron y lo mataron frente a la casa. Ese día me dijo: “salgamos
al andén y nos tomamos un fresquito”, de repente apareció una
moto con dos personas, el parrillero le disparó a mi marido, yo me
puse a llorar y a gritar y el asesino huyó. ¡Yo he sufrido mucho,
mucho! Después de tanto dolor me ha tocado muy duro, me he
dedicado a lavar ropita, a arreglar las casas, me da miedo vivir aquí
pero prefiero vivir en mi casita que ir a arrimarme a otra casa.
Un día estaba lavando ropa cuando de pronto sentí un viento helado que me atravesó, volteé a mirar y vi a mi esposo parado,
mirándome con una expresión muy triste; en otra ocasión estaba
acostada en la hamaca cuando escuché su voz que decía: “Mija”,
miré a lado y lado pero no vi nada, le dije: “Mijo, ¿me está acompañando?”
-Luis Arlex Arango: Quiero contarles que en esa época la vida de
las personas no tenía valor, empecé a valorar la vida de los demás
cuando conocí a mis hijos, nada justifica lo que les hice a ustedes,
siento dolor por usted como mamá, porque tengo hijos y no quiero que nada malo les pase. Me siento muy feliz de ver a mis hijos el
día de las visitas, para mí es muy duro saber que usted ya no puede
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ver a los suyos, porque si yo pierdo los míos me moriría, no lo
podría superar. Para mí es muy importante darles la cara a ustedes,
de corazón les pido perdón, no me siento orgulloso de lo que hice.
-Lilia Loaiza: El que debe perdonarlo es Dios, yo he sufrido mucho, sé que ese dolor solo me lo borra la muerte, por eso quiero
que escuche mi historia. Mi esposo se llamaba Marcelino Caro,
duré cuarenta años con él, lo conocí en una fiesta cuando tenía 13
años, a los tres meses ya estábamos viviendo juntos, tuvimos cuatro hijos, él los adoraba, nunca me dio mala vida ni me dejó solita.
Nosotros criamos a nuestros hijos a punta de pescado y plátano
en una humildad y una pobreza grande, mi esposo no hacía sino
trabajar para sacarnos adelante, me quitaron a mi esposo y a mis
dos hijos mayores, David y Marcelino, me dejaron sola, eso es
muy duro.
En una versión libre usted me dijo que había dado la orden de
matarlo porque le llegó la información de que eran atracadores de
la trocha 7 y auxiliares de la guerrilla, pero mis hijos se mantenían
en su trabajo, le informaron mal, yo lo perdono, pero no voy a
descansar hasta que me entregue mi hijo.
-Luis Arlex Arango: Yo tampoco voy a descansar, no piense que a
mí no me importa, he entregado cientos de restos, no quiero dejar
botado a nadie, es lo único que puedo prometerle, perdóneme
por favor.
-Manuel de Jesús Pirabán: Yo era el comandante de la gente que
operaba en esta zona, no hay palabras que ayuden a cambiar lo que
hicimos. Por favor perdonen todo el daño que les causamos y tenga
la seguridad que buscaremos a su hijo sin descanso. Quiero agradecerles que nos hubieran recibido y muchas gracias por su nobleza.
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“Por favor perdonen todo el daño que les
causamos”.
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“Para mí es muy importante darles la cara a ustedes, de corazón les pido perdón, no me siento orgulloso de lo que hice”.
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“Tenga la seguridad que buscaremos a su hijo sin descanso”.
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III
Mi niña bonita
“Usted nos quitó parte de la vida, parte de nuestra alma”.
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Lorena Yadira Nieto
Vista Hermosa, 11 de mayo de 2011
En los pueblos de tierra caliente es común ver que las mecedoras forman parte de la fachada de las casas, las puertas permanecen siempre abiertas, y los timbres son inútiles, la gente entra
y sale sin llamar a la puerta, cuando cae la tarde se sientan en
las mecedoras a conversar con los vecinos mientras sus niños
juegan y como todos se conocen, los chismes vuelan y las historias se entrelazan, como si fueran parte de la misma familia, no
los unen lazos de sangre, los une la misma historia vivida, por
eso a Germán le parecía inconcebible que Luis Arlex Arango, el
mismo que años atrás había sido su vecino, le hubiera quitado el
amor de su hija.
-Germán Nieto (papá): Quiero contarles que Lorena estaba haciendo octavo, le gustaba participar en todos los eventos del colegio porque era muy extrovertida, quería estudiar arquitectura,
la gente decía que era la más bonita de mis hijas. Cuando me
enteré de que se habían llevado a mi niña, sentí que me moría y
después me la pasaba angustiado porque no sabía qué le habían
hecho, ni en dónde la tenían, no podía venir al pueblo, duré mucho tiempo sin denunciar el hecho porque tenía miedo. Salimos
del pueblo a escondidas, nos tocó regalar la casa después de haber luchado tanto tiempo para construirla, nos llevamos sólo la
ropa, perdimos las cosas que teníamos. Usted me quitó parte de
la vida, parte de mi alma.
-Luz Aída Guzmán (madre de crianza): El jueves 27 de septiem-
bre, después de que se durmieron mis hijas, salí al frente de mi
casa a hablar con una amiga, cuando llegaron once paramilitares
a hacer un allanamiento, a las niñas las encañonaron y las sacaron de la casa, ellas salieron llorando en silencio y delante de las
niñas me dijeron que si encontraban lo que estaban buscando
me mataban frente a ellas, yo les dije que no tenía temor porque
no tenía nada que esconder. El comandante salió de la casa y me
dijo que no habían encontrado nada. Después de que se fueron
entré y me encerré, lloré toda la noche del miedo, nos acostamos
en una sola cama con las niñas y les dije: “si me van a sacar no
hagan escándalo, no digan nada, dejen que me lleven”; me la
pasé toda noche llena de zozobra, escuchando ruidos, motos
que pasaban hasta que amaneció sin que hubiera podido conciliar el sueño. Ese mismo día me fui para la casa de una amiga. El
martes Lorena se fue para Bogotá en un bus de la Macarena, iba
en el puesto de adelante, en el camino dos hombres se subieron
al bus y le dijeron que se bajara, ella miró a toda la gente que
estaba en el bus esperando que alguien hiciera algo, pero como
nadie hizo nada se bajó del bus sin decir ni una palabra con la
esperanza y la mirada perdidas. Ese día fui a buscar a los paramilitares que habían ido a la casa y les dije: “si tienen la niña no la
vayan a matar, devuélvanmela y nosotros nos vamos del pueblo”
pero dijeron que no la tenían.
-Luis Árlex Arango: Fui criado en Vista Hermosa, en la década
de los 80 viví circunstancias difíciles que me hicieron crecer con
resentimiento, llevé al dolor y la desgracia por no saber manejar
mi odio. En cuatro años salgo de la cárcel y puedo desaparecerme de Vista Hermosa, pero no puedo criar a mis hijos con las
manos untadas de la sangre de personas inocentes, para avanzar
en la vida primero tengo que volver al pasado a reconocer mis
39
errores ante ustedes. Con mucha vergüenza vengo a pedir perdón. Si no me perdonan respeto su decisión, pero si lo hacen,
sería como una bendición para mí. Anteriormente, no nos interesaba el perjuicio causado a las familias, pero ahora me doy
cuenta de todo el daño que causamos y me duele en el alma haber ayudado a construir una máquina de guerra tan bárbara, me
duele que usted no tenga su hija, que no vaya a conocer un nieto.
No participé directamente en la muerte de Lorena, pero a mí
me corresponde decir la verdad porque lo hicieron personas que
estaban bajo mi mando, fueron: “el Charro”, “Caney” y Víctor
Palacios, me dieron dos versiones de los hechos; en la primera, dijeron que un mayor del ejército quería evitar una demanda
porque ella estaba embarazada de él y en la segunda, que ella se
había tomado una foto con un guerrillero.
Hice el juramento de no dejar botado a nadie en un potrero, es la
forma de quitarle la incertidumbre a las familias de las personas
desaparecidas. Un muchacho de los que participó en el hecho se
comprometió a decirme el lugar en el cual enterraron el cuerpo,
yo se lo manifesté a la Fiscalía para que hagan la exhumación y
así ustedes puedan darle cristiana sepultura. Créame que no voy
a descansar hasta entregarle los restos de su hija. Otra razón que
me trae a su casa es que tengo una hija de seis años que es mi
adoración, no me alcanzo a imaginar qué haría si me la quitaran,
solo con pensarlo me duele el corazón, señor, los sueños que
usted tenía con su hija son los mismos que yo tengo con la mía.
-Germán: La diferencia es que mi hija ya no está para hacer realidad mis sueños.
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Árlex: “Los sueños que usted tenía con su hija son los mismos
que yo tengo con la mía…”.
La Hora del Encuentro
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Germán: “La diferencia es que mi hija ya no está para hacer realidad mis sueños…”.
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IV
El vendedor de gelatina
“Si se muere el esposo una mujer queda viuda, si se le muere el padre queda huérfana, pero cuando a uno se le muere un hijo,
¿cómo queda? No hay una palabra que describa dolor tan grande”.
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La Hora del Encuentro
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José Nubiel Giraldo
Granada, 11 de mayo de 2011
-Rosalba Salazar (Mamá): Aquí en Granada todo el mundo
conoció a mi hijo desde pequeño porque era muy trabajador.
Cuando llegamos a Granada invadimos este lote, nos acomodamos todos en una sola piecita y trabajábamos con marranos,
en ese tiempo él nos traía la aguamasa para alimentarlos, con el
dinero de la venta de los marranos le pagamos a una señora para
que nos enseñara a hacer gelatina de pata, y con eso nos manteníamos. Batir gelatina no es fácil porque es una masa pegajosa,
pero cuando mi esposo se enfermó, José empezó a hacer gelatina y salía a venderla, no quiso seguir estudiando porque decía
que tenía que ver por nosotros. Se fue de la casa cuando tenía
19 años para hacer su propia familia, pero venía todos los días.
En abril de 2005 me encontré en la alcaldía con la esposa de él,
me dijo que José llevaba dos días sin ir a la casa. Mi esposo fue
donde “Pirata” a preguntarle si ellos tenían a mi hijo, porque en
esa época cuando alguien se desaparecía la gente iba a preguntarle a los paramilitares de la zona, pero él le dijo que no sabía
nada del caso.
Si se muere el esposo una mujer queda viuda, si se le muere el
padre queda huérfana, pero cuando a uno se le muere un hijo
¿cómo queda?, no hay una palabra que describa dolor tan grande. Yo quedé sin ganas de nada, se me acabó la alegría. Si no
hubiera tenido la mirada puesta en Jesucristo me habría enloquecido, sentía que no era capaz de seguir. Esta casa está llena de
recuerdos, en estos días quemé el árbol en donde lo veía batir la
gelatina, y en donde lo lloré tantas veces.
-José Nubiel (papá): Todos los días salíamos en bicicleta a vender gelatina por los caseríos, cuando desapareció seguí vendiendo,
pero todos los lugares me acordaban de él. Lo busqué hasta en
los basureros, iba a los levantamientos, a la morgue, al cementerio
y seguía a los gallinazos por donde quiera que volaran, pero en
ningún lugar apareció. Éramos pobres pero vivíamos contentos
a toda hora, después de la desaparición, mi esposa estuvo unos
días perturbada, se le olvidaban las cosas que estaba haciendo y la
encontraba sentada llorando en los rincones. El vacío que dejó fue
muy grande porque era la mano derecha de nosotros.
Una noche soñé con él, tenía una apariencia extraña, estaba peludo, flaco y traía los pantalones rotos, le dije: “Mijo, en dónde
estaba” y cuando iba a abrazarlo me desperté. Era una parte de
mi vida, pero yo lo perdono y le deseo que Dios tenga misericordia de usted, se lo digo de corazón.
-Rosalba Salazar (Mamá): Antes de que desapareciera mi hijo el
pueblo estaba conmocionado porque habían matado a un niño,
el papá culpó a un vendedor de gelatina pero no especificó cuál
de los dos. En el pueblo había un joven que vendía gelatina Royal y mi hijo que vendía gelatina de pata y a los dos les tenían el
mismo apodo. Algunas veces nos decían cosas hirientes, no fue
fácil cargar con ese estigma hasta el día en que usted contó la
verdad frente a los papás del niño en la versión libre. A mi hijo
me lo mataron inocentemente.
-Luis Arlex Arango: Vengo a reconocer el gran daño que les
hice porque unos días después de la muerte de José me di
cuenta de que él no había matado al niño. Todas las muertes
son dolorosas, pero éste es uno de los casos que más me duele
porque él no tenía nada que ver con eso. Lo único que puedo
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hacer ahora es pedirles perdón y devolverles la dignidad de
su hijo en las versiones libres para que todo el mundo se
entere de que lo matamos por equivocación. Nosotros hemos
entregado más de cien cuerpos de personas desaparecidas
que estaban enterradas en humedales, en sabanas, en matas
de monte y a orillas de río. Ahora, estamos en la lucha de
encontrar los restos de su hijo. La vida para mí no ha sido
fácil, no escogí salir de mi casa a los catorce años a matar
gente, las circunstancias de la vida me fueron poniendo en
ese lugar, confundí la justicia con la venganza y lo único que
conseguí fue hacerle daño a las personas, si no hubiera venido
no me habría dado cuenta. En el pasado podía dar la orden
de matar a diez personas en el día y después comía y dormía
tranquilo, sin remordimiento, no me detenía a pensar en el
sufrimiento de la familia.
-Hasleidy González (esposa): Él se fue por el almuerzo y
nunca volvió, cuando se desapareció el niño era muy pequeñito y no podíamos contarle la verdad, entraba en la casa
a buscarlo por todas partes y cuando no lo encontraba me
preguntaba: “¿en dónde está mi papá?”, yo le contestaba
que estaba en el cielo y él se quedaba mirando al cielo y me
decía: “yo quiero ir al cielo, o si no dígale que venga”; a él
le hace mucha falta el papá, se la pasa mirando las fotos que
nos quedaron. Uno de mujer consigue otro hombre, pero él
no puede conseguir otro papá.
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Árlex: “Lo único que puedo hacer ahora es pedirles perdón y
devolverles la dignidad de su hijo en las versiones libres para que
todo el mundo se entere de que lo matamos por equivocación”.
La Hora del Encuentro
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“A mi hijo me lo mataron inocentemente. Lo busqué hasta en los basureros y seguía a los gallinazos por donde quiera
que volaran, pero en ningún lugar apareció”.
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V
Un niño especial
“Con esta agua bendita le pido a Dios que lo perdone”.
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La Hora del Encuentro
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Carlos Alberto Triana
Bajo unos árboles taciturnos está la casa de Beatriz. Es una casa
de madera y tejas de zinc con agujeros por donde escurren lánguidas goteras, en el piso de tierra se forman charcos en los cuales vienen a beber sus perros, hay sólo una habitación y la cocina
separadas por un corredor que hace las veces de sala de televisión y comedor en donde Beatriz se sienta a recordar a Carlitos
con su hijo menor en las piernas. El niño le seca las lágrimas que
van empañando su rostro mientras emergen los recuerdos.
Granada, 12 de mayo
-Beatriz Triana Ramírez (mamá): Carlitos era un niño especial,
cuando era pequeñito le dio meningitis y eso le trastornó las
neuronas, con los cambios de luna se aturdía, duraba una semana así y después volvía a la normalidad. Yo sabía cuando estaba
mal porque hacía cosas raras, se comía los plátanos y las papas
crudas y decía “umm tiroso, umm tirosa” y una vez que el papá
lo echó de la casa se puso a comer piedritas.
Había tenido problemas con mi esposo y tuve que irme de la
casa, Carlos no se quiso ir conmigo porque en ese momento
andaba con un vecino que era una mala influencia para él. Después de un tiempo volví por mi hijo pero los vecinos me dijeron
que se había ido a trabajar con los paramilitares, a mí se me
hizo extraño porque Carlitos no era normal. Tiempo después
me contaron que “Chatarro” había dicho que no lo recibieran
en la organización, pero Carlitos le rogó que lo aceptaran porque
el papá le daba mala vida, no lo dejaba dormir en la casa ni me
dejaba darle comida. El papá no lo quería, lo maltrataba mucho.
No puedo olvidar que una noche llegó borracho, el niño se le
acercó a saludarlo y la respuesta de él fue lanzarlo por los aires
de una patada. El niño aterrizó en una cerca, rebotó y calló de
frente sobre una puntilla. Yo creo que si lo encuentran lo van a
reconocer porque debe tener la marca en el hueso de la frente.
Cuando desapareció vino un muchacho llamado Luis y me dijo
que a mi hijo lo habían matado porque lo encontraron dormido prestando guardia. En ese momento supe que era él porque
en una ocasión lo dejé cuidando unos materiales para construir
el ranchito y también se quedó dormido, él se quedaba dormido
hasta cuidando un tigre. Cuando se desapareció no quería estar en
la casa, recordaba cuando el papá lo despreciaba, lo veía en todas
partes, en la entrada, en el aljibe, lo escuchaba golpear las paredes,
porque cuando él llegaba nunca me saludaba sino que golpeaba las
paredes o me tiraba piedritas. Yo seguía escuchando las piedritas,
lo sentía en alguna parte pero sólo veía sombras, lo veía pasar, se
escondía y desaparecía, hasta que un día a las siete de la mañana
fui a sacar agua y lo miré parado encima del aljibe, estaba sonriente, tenía una camisa blanca de manga larga, un poncho en el cuello
y un pantalón verde. Recuerdo que estiró el brazo y me pedía que
me acercara con la mano. Me aproximé para tomarle la mano pero
se desapareció, no pude tocarlo, me arrodillé y le pedí a Dios que
me dijera en dónde estaba mi hijo, le pedí que me mostrara en
las nubes o en las estrellas pero esta es la hora que no he tenido
respuesta. Esa fue su despedida. Ahora lo único que tengo es el
vacío que me dejó, él me ayudaba a comprarle cosas al hermano
para el colegio, quería darme una casa con tabletas en machimbre.
¡Hay tanta gente con ganas de vivir, pero yo solo quiero morirme!
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-Luis Arlex Arango: Este es un caso especial para mí porque él
se hizo querer de todas las personas que estábamos en el área
administrativa, nunca le vimos comportamientos extraños, allá él
se sentía útil y eso tenía un efecto positivo en su salud, no había
motivos para matarlo, era un peladito de diecisiete años, como
él no servía para la guerra un día le dije que se fuera para la casa,
pero él me dijo que no quería, lo pusimos a lavar tornillos y a hacer
los mandados en el pueblo, me dolió mucho esa muerte por eso
vine a pedirle perdón, dentro de este conflicto hay personas que
recuerdo con cariño, una de esas es Muelitas.
-Beatriz Triana Ramírez (mamá): Busqué a mi hijo por Morro
Pelao, por la escuela de San Juan, cerca a Mapiripán y por todas
partes, no me importaba que me mataran o que me secuestraran
lo único que me importaba era encontrar a mi hijo pero no fue
posible, me quedé sin nada, todo lo que tenía lo vendí o lo empeñé. Le voy a otorgar el perdón6 para que usted quede tranquilo
pero yo no voy a quedar tranquila porque me hacen falta los
restos de mi hijo para darle cristiana sepultura, para llevarle una
flor, para cantarle la canción que me acuerda de él, porque ese
niño era muy especial conmigo, el día de mis cumpleaños y en la
fiesta de la madre, esos detalles nunca se olvidan, quiero pedirle
que llene ese vacío, así sea con una llamada el diez de enero que
es el día de mi cumpleaños.
-Arlex: Para mí es un compromiso encontrar los restos de las personas desaparecidas, hay casos en los que ha sido más difícil porque las
personas que participaron en los hechos ya están muertas, como en
este caso, eso no quiere decir que lo vamos a dejar en el olvido.
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El grupo de trabajo de la Unidad Nacional de Fiscalías para la Justicia y la Paz observó que el perdón del que habla la
víctima no es un hecho consumado, sino el primer paso de un proceso en el cual es imprescindible que le entreguen los
restos de su hijo.
Yo vine aquí por convicción propia, estoy convencido de que es muy
importante para mi vida, gracias por haberme abierto las puertas de
su casa.
"No había motivos para matarlo...me dolió mucho esa muerte por
eso vine a pedirle perdón, dentro de este conflicto hay personas que
recuerdo con cariño, una de esas es Muelitas".
La Hora del Encuentro
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“Carlitos era un niño especial”.
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VI
“No pude abrir el regalo de cumpleaños”
La felicidad es tan fugaz como el viento que pasa, y esa noche el destino dio un giro inesperado.
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La Hora del Encuentro
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Lilia Gutiérrez Niño
El 19 de marzo de 2003, doña Lilia estaba nostálgica, recordando el
día en que conoció a Uriel, el padre de su hija mayor, le dijo a Maribel
y a Mónica, sus dos hijas menores, que al otro día le iban a celebrar
el cumpleaños a Lucrecia. A las siete de la noche se fue la luz, pero
la casa no quedó a oscuras porque la noche estaba clara. Las niñas se
fueron a acostar temprano y doña Lilia continuó despierta lidiando
con la bebita. Maribel se durmió recordando que las dos veces que
se habían entrado los ladrones a la casa, también se había ido la luz.
Si todo hubiese marchado como lo tenían planeado, al día siguiente la madre se habría levantado antes de las cinco de la
mañana a poner la olla del tinto, cantando alguna canción del
Charrito Negro, mientras arreglaba la casa para la fiesta, la mesa
estaría cubierta con el mantel para ponerle encima el pastel con
las velas, seguramente doña Lilia habría puesto desde temprano
a hacer el sancocho que tanto les gustaba. Lucrecia abriría el
regalo que tenían y como era una pinta completa las hermanas
le habrían pedido que se la midiera para ver cómo le quedaba.
Estarían radiantes pero la felicidad es tan fugaz como el viento
que pasa, y esa noche el destino dio un giro inesperado.
-Lucrecia Orozco Gutiérrez (hija): Mi mamá nació en Cundinamarca
pero fue criada en el Meta, era una mujer muy luchadora. En esa época llevaba siete años separada. Era muy buena mujer pero mi papá no
la valoró, a pesar de eso nunca nos dio mal ejemplo. De ella aprendimos que una mujer no necesita de un hombre para salir adelante,
que una mujer sola sí puede y que uno debe luchar por la familia. Mi
mamá tenía una tienda al borde de la carretera, en “Casa’e tabla”, por
la vía que conduce de San Juan a Mesetas. Era trabajadora. Vendía gas,
mercado, golosinas y masato. Como cocinaba tan rico hacía tamales
o empanadas y si le decían “doña Lilia, hágame un piquete” también
lo hacía. Ella le servía a todo el mundo, en la casa siempre había un
plato de comida para la gente que llegaba. En diciembre hacía tamales
y masato para regalarle a la gente y eso la hacía feliz y a nosotras siempre nos tenía de regalo una muda completa. A media noche empezaba a repartir vino con galletas, nos abrazaba y se ponía sentimental.
La tienda no se cerraba ni los domingos; esa era la vida de ella, con
sus marranos y sus pollos, hasta el día que murió había dejado el
queso y la avena preparada. Nos decía que estudiáramos, que no
nos fuéramos a llenar de hijos porque a ella le había tocado duro
para sacarnos adelante, pero cuando nació mi hija fue su adoración. A ella nada le quedaba grande. Aprendió a montar bicicleta
de cuarenta y cinco años y después empezó a montar en moto y
aunque se cayera seguía intentándolo. Ordeñaba las vacas y cuidaba las crías de los marranos, ¡ojalá yo tuviera la fortaleza de ella!
Cuando se murió mi mamá yo ya no vivía en la casa. El día anterior fui a visitarla, a dejarle mi bebita porque ya tenía 14 meses
y era muy apegada al pecho, esa era la única forma de destetarla.
Le colgué una hamaca al lado de la cama de mi mamá para que
pudiera arrullarla en la noche, sin levantarse. La dejé con mi madre y mis dos hermanas menores. Cuando me despedí sentí que
no volvería a verla y a lo lejos en el camino me detuve a mirarla.
Se quedó pintando las guaduas para la cerca de los marranos.
-Maribel Vargas Gutiérrez (hija): Esa noche escuchamos que un carro paró en la carretera. Mi madre pensó que era un vecino, salió a
ver pero inmediatamente entró asustada, cerró la puerta y nos dijo:
“nos van a matar”. Golpearon en la puerta y un señor dijo: “patro-
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na, ábranos que necesitamos hablar con usted”. Mi mamá les dijo
que no tenía nada que hablar con ellos pero empezaron a sacudir
la ventana de la tienda como si quisieran arrancarla. Dijeron que si
no abrían nos metían una bomba. Nosotras asustadas le dijimos:
“mami, abra” pero ella no quería. Apenas abrimos la puerta vimos a
cuatro hombres encapuchados, a mi mamá la sacaron de la casa y a
nosotras nos encerraron en una habitación, nos tiraron un colchón
encima y nos advirtieron que no saliéramos de allí.
Por las circunstancias en las que se dieron los hechos el grupo de
trabajo de la Unidad de Justicia y Paz consideró que no era conveniente someterlas a un encuentro con el postulado, porque, a pesar
de que han transcurrido ocho años, las tres hermanas no han podido recuperarse. Lucrecia no puede hablar de su madre sin llorar,
Maribel habla muy poco del tema y Mónica aún siente miedo cuando en las noches escucha que un carro se acerca; el encuentro se
realizó por medio de un video en el que Luis Arlex Arango les dijo:
Mi hermana y yo temblábamos de miedo, ahí debajo. Se escuchaba que rompían botellas. Mi mamá les preguntó porque la
robaban si a ella le tocaba trabajar muy duro para sacarnos adelante, la escuchamos gritar, después oímos que acercaron el carro a la casa y que arrastraban cosas. El sonido del carro se fue
desvaneciendo a medida que se alejaba hasta que todo quedó en
silencio. En ese momento decidimos salir, llamamos a mi mami
pero no respondía. En el piso estaban las botellas hechas pedazos, los colchones volteados, la cajita del dinero vacía, se habían
llevado el equipo y las neveras de la tienda. Pensamos que mi
mamá estaría en la casa de Don Alcides, el vecino. Él nos prestó
una linterna y nos fuimos a buscarla con el hijo.
-Luis Árlex Arango: En este viaje queríamos ir directamente a la casa
de las víctimas para manifestarles lo mal que nos sentimos, pero esta
es una circunstancia diferente. El horror y la manera en que se dieron
los hechos hace que ustedes no puedan vernos la cara porque todavía
sienten mucho odio. Mi nombre es Luis Arlex Arango, desmovilizado
y excomandante de dos frentes. Yo fui el responsable de lo que sucedió esa noche en la casa. Ustedes son las que sienten en carne viva el
dolor y yo soy el que carga la culpa y el remordimiento por el dolor de
ustedes. Me duele en el alma lo que hicimos. No estuve personalmente pero fui el que los envió allá. Estoy haciendo esto porque quiero
reivindicar la memoria de su madre. Ella era una mujer valiente...
-Mónica Vargas Gutiérrez (hija): Maribel fue la primera que la
vió tirada en el pasto, la reconoció por el busito verde que tenía, estaba todo manchado de sangre porque murió degollada.
Volvió corriendo y gritando “está muerta”. Nos sentamos en la
carretera a llorar. Don Alcides y Yeison se fueron, nos dejaron
solas. Nos quedamos llorando pero en ese momento recordé
que la bebita de Lucrecia se había quedado en la habitación
de mi mamá. Con los ojos brotados de la angustia salimos corriendo en su búsqueda, pensando en la suerte de la pequeña
criatura. La encontramos en la hamaca, envuelta en un ambiente cálido de olor dulce, sumida en un plácido sueño.
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Reacciones después de ver el video:
-Lucrecia Orozco Gutiérrez: No le creo, no siento nada, no siento
rencor, no le deseo mal, pero a mí me dolió mucho la muerte de mi
mamá, a mi mamá nadie me la va a devolver, no quiero verlo. En
ocho años no he podido superarlo, ni siquiera puedo hablar de mi
mamá. A mí todavía me afecta mucho.
-Maribel Vargas Gutiérrez: No me pareció sincero y de corazón
no lo perdono.
-Mónica Vargas Gutiérrez: No siento rencor por él, pero tampoco
le doy el perdón, hablar con él no me serviría para desahogarme.
La Hora del Encuentro
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“Nuestro dolor va a permanecer siempre”.
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VII
Visita al hogar
San Martín, mayo 12 de 2011
-Doña María: Él recordaba mucho los sufrimientos de la niñez.
En Vista Hermosa nos tocaba dormir en un solar cuando se
formaban balaceras; nos fuimos para Granada a una casa de
bareque que no tenía luz. Para no dejarnos morir de hambre
hacía arepas en estufa de leña, a él le tocaba salir a venderlas.
Una noche lo mandé con el hermano a la tienda para que trajeran unas velas, les dije que no se demoraran, gracias a Dios
se quedaron viendo Supermán. Por la calle vi venir a cuatro
hombres vestidos con sombrero y poncho, sentí un mal presentimiento, cerré rápidamente la puerta, ellos la empujaban
y uno le dijo al otro que disparara, yo rogaba a Dios que mis
hijos se demoraran, ellos se pusieron a discutir y finalmente se
fueron; por la ventana vi que los hombres se cruzaron con los
niños. Ese día salimos de ahí para San Martín. Árlex tenía once
años pero le tocó ponerse a trabajar en una panadería, era el
que hacía los mandados. El dueño de la panadería a cambio le
regalaba todo el pan quemado, él lo traía y yo le quitaba la parte quemada y con el resto les daba de comer a ellos, con agua
de panela y plátano sancochado. La niñez de él fue muy dura
por la violencia que había en la región y eso lo dejó marcado.
Antes de los 18 años se fue a prestar servicio militar, le dijeron
que la estatura y el peso no le servía pero él dijo que se iba a
meter piedras en los bolsillos, para alcanzar el peso. Cuando
me enteré de que estaba trabajando en las Autodefensas lloré
mucho, le dije “no me haga sufrir papá” y él me contestó “pero
mamá, ¿a usted se le olvidaron todos nuestros sufrimientos”?
Cuando estaba en el monte le pedí de rodillas a Dios que me
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lo sacara de esa vida, para mí es muy duro saber que le quitó la
vida a algunas personas, sé que también tenían mamá y uno de
madre sufre por sus hijos, yo sufrí por el hijo que me mataron,
y sufro por el hijo que está en la cárcel, aunque no haya hecho
bien las cosas sigo siendo la mamá, le he pedido a Dios que le
dé la oportunidad de arrepentirse de corazón y de pedirle perdón a toda la gente que derramó tantas lágrimas por las cosas
que él hizo.
-Luis Arlex Arango: Ya no pienso en las razones que tuve para
matar, no quiero justificarme, detrás de cada muerto hay unas
personas a las que les hice daño y es a ellas a quienes quiero
pedirles perdón. También, quiero pedirles perdón a mis hijos,
a mi esposa y a mi mamá porque han sido víctimas de mis acciones. La salud de mi mamá está acabada por mi culpa; cuando
ella escuchaba en noticias que habían matado a algún paramilitar
se ponía a llorar y ese estrés acumulado era una enfermedad en
progreso. Yo ahora nunca le cuento mis problemas, le digo que
he comido muy bien, que estoy feliz en la cárcel porque ahora
puedo ver a mis hijos; a ella no le gusta que esté preso pero yo
le digo que es mejor que estar afuera. Si no hubiera llegado a la
cárcel estaría muerto, no habría cambiado. A mis hijos les pido
perdón porque la relación que tengo con ellos es telefónica, nunca he estado presente y ellos sufren por eso. Uno de mis hijos
me contó que había soñado que estaba en el colegio escribiendo
cuando la profesora le dijo: “su papá está afuera esperándolo”.
A ellos se les está yendo la vida sin mí. Les pido perdón porque
sé que no soy un modelo a seguir.
La Hora del Encuentro
Te s t i m o n i o s h a c i a l a r e c o n c i l i a c i ó n
“Quiero pedirle perdón a mis hijos, a mi esposa
y a mi mamá porque también han sido víctimas
de mis acciones”
“Como madre le pido a Dios que le dé la
oportunidad de arrepentirse de corazón y de
pedirle perdón a toda la gente que derramó
tantas lágrimas por las cosas que él hizo”.
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VIII
El peso de la ausencia
“Aunque lleva años de haber muerto lo sigo recordando, pero son mis hijos los que llevan el peso de la ausencia”.CÉSAR
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La Hora del Encuentro
Te s t i m o n i o s h a c i a l a r e c o n c i l i a c i ó n
Unos días antes de que el Grupo de Memoria histórica recorriera el departamento del Meta para, iniciar el proceso de
reconciliación, se realizó un primer acercamiento con dos familias a quienes Luis Arlex Arango les había reconocido
el hecho en diligencia de Versión Libre en el proceso penal especial de Justicia y Paz. La experiencia se tomó como un
proyecto piloto, que si cumplía los objetivos planteados se convertiría en un modelo a seguir en futuros encuentros. El
balance fue alentador, por cuanto constituyó el sendero para la construcción de la reparación simbólica a las víctimas y el
deber de los postulados de aceptar su responsabilidad ante quienes sufrieron el daño.
Augusto Torres
Granada,12 de mayo de 2011
-Diana Henao (esposa): César era muy trabajador, tenía una
marranera, trabajaba como instructor de aeróbicos y en las
tumbas del cementerio. La primera vez que lo vi fue en un
gimnasio, él era fisiculturista, tenía un brazo quemado, un día
empezó a contarme cómo se lo había quemado pero no terminó
la historia, todos los días me contaba un pedacito y me decía:
“mañana termino de contarte” y así duró varios días, como en Las
mil y una noches, así me conquistó, sentí que nuestras historias
se parecían en que ninguno de los dos tenía papá, después del
gimnasio me llevaba en moto a la casa, pero le dije que mejor
dejáramos así porque él tenía una novia en Bogotá y no me
quería ganar problemas; él siguió insistiendo, me conquistó con
detalles, me llevaba al colegio y me daba plata para las onces y
me regalaba chocolatinas y flores. Un día me preguntó: “¿Diana,
si termino con la novia que tengo en Bogotá le gustaría ser mi
novia?”, y yo le contesté: “Sí me gustaría”. Como la novia vivía
en Bogotá él se seguía viendo con ella, siguió con las dos al
tiempo, un día me llevó a la casa a presentarme a la mamá y
ella le dijo: “no juegue con esa niña, usted tiene una mujer en
Bogotá”, él me dijo que eso era mentira, cuando la muchacha se
enteró se vino para Granada y él desapareció, no volvió a ir por
mí, lo busqué por todas partes, un amigo me contó que él no
había dejado a la otra mujer, empaqué lo que más pude y me fui
llorando a la casa de mi mamá en Mitú, (Vaupés), mi mamá me
decía: “no se vaya a tirar el año, termine primero el colegio”, pero
no quería volver, me dolía mucho porque estaba enamorada, al
mes me devolví con mi mamá a terminar el colegio, en esos
días me enteré de que al hermano mayor lo habían matado esa
semana. Fui al cementerio a averiguar en dónde estaba ubicada
la tumba y allá me lo encontré, cuando me vio se puso a llorar
y me dijo: “perdí a mi hermano y la perdí a usted, no me deje”.
Cuando nos fuimos a vivir tenía 17 y él 19 años, alquilamos un
apartamento y sólo teníamos un colchón y una estufa, yo le dije a
mi mamá: “ me voy, conseguí marido”; pero él sólo iba de visita,
por las noches se iba a dormir a la casa de la mamá. Después
del primer bebé me engordé y como a él le gustaba que fuera al
gimnasio y estuviera flaca me puso a dieta y me echaba hielo para
endurecerme el abdomen, pero cuando ya había recuperado la
figura volví a quedar embarazada, como él no quería más niños
cambió mucho conmigo, se volvió mujeriego, yo era muy celosa,
un día le había pedido plata para comprarle unos zapatos al niño
57
pero me dijo que no tenía, esa noche se demoró en llegar, cuando
se durmieron los niños fui a buscarlo, estaba en una taberna
tomando con los amigos, cuando llegué gritó: “una ronda de
trago para todo el mundo”, cogí una botella y lo correteé por
todo el bar, él se escondió en el baño y desde allá pedía auxilio,
el dueño del establecimiento empezó a gritar: “vieja loca, me va
a acabar el bar, me paga lo que rompió”, entonces César salió
del baño y dijo: “a mi mujer no me la grita, yo le pago todos los
daños, camine para la casa mamita” En ese momento nos dio
mucha risa y salimos contentos para la casa. Ese era él, siempre
me defendía, se hizo matar por nosotros, me decía que nunca
me iba a dejar, pero cuando estaba en la dieta del segundo bebé
me dejó por otra muchacha. Me enteré porque una prima de
ella me dijo: “si quiere saber por quién la dejó tome el camino
que conduce a San Martín y en donde vea la moto parqueada
ahí está”. Estaban en la casa de la novia, ella había organizado
una comida para presentárselo a los papás, llegué con los niños,
estaban abrazados, el niño pequeño empezó a gritar “papito,
papito” salió corriendo y lo abrazó, le pregunté si lo iba a negar
pero él lo alzó, la mamá de la novia preguntó qué estaba pasando
y ella le respondió que yo era la exnovia, le pregunté “¿cuánto
llevan de novios?, porque él me dejó hace ocho días” la mamá le
dijo “no lo queremos volver a ver por acá”, yo le dije: “a usted
¿le parece bien lo que está haciendo?, estoy en dieta, el niño está
muy pequeñito, ¿quién nos va a dar de comer, quién va a pagar el
arriendo?”. Un día se fue a visitarla y en el camino se accidentó,
se partió todos los dientes, se partió el brazo, fui la única mujer
que lo ayudó, cuando me enteré casi me muero, salí corriendo a
ayudarlo porque lo adoraba, y aún ahora lo sigo amando, aunque
esté muerto. Cuando llegué al hospital me pidió perdón, yo lo
bañaba, le daba besitos, lo consentía e hice un préstamo para
58
que le arreglaran los dientes, cuando salió del hospital me lo
llevé para mi casa y mi suegra me dijo: “va a ver que cuando
se alivie se vuelve a ir”; dicho y hecho, nunca creí que volvería
con la otra muchacha. Un día fue a visitar al niño mayor pero al
bebé ni lo miraba, pero como él ya estaba gateando se le acercó
y le jalaba el pantalón, al verlo César se puso a llorar y desde ese
día se le robó el corazón. Después de ocho meses volvió, me
pidió perdón y me dijo que no me volvía a dejar ni por Natalia
París, que yo era la mamá de sus hijos. Duramos cuatro años
muy buenos, estábamos felices, empezamos a ahorrar y yo pensé
que ahora sí íbamos a progresar, empezamos a trabajar en el
cementerio, él colocaba las lápidas y los floreros y yo le vendía las
flores, pero la administradora le prohibió cavar en el cementerio
y no nos dejaban trabajar, tuvimos muchos problemas con la
administradora y ella pagó para que lo mataran. Yo quería que se
fuera del pueblo y él dijo “está bien, me quedo un día más con
ustedes y pasado mañana me voy” ese día fue a misa y confesó
todos los pecados, más tarde me dijo: “póngase bonita y vamos
a dar una vuelta en un carro que me prestaron”; me maquillé, me
puse la pinta con los tacones altos, estaba arreglando los niños
cuando lo vi en el patio mirando las estrellas; esa fue la primera
vez que lo vi llorar, me dijo que estaba triste porque no se quería
ir del pueblo y me pidió perdón por todo lo que me había hecho,
nos devolvimos para la casa y cuando íbamos llegando el niño
mayor se vino corriendo a saludarnos, en ese momento escuché
que se acercaba una moto, vi que el conductor sacó un arma,
le dije: “César, lo van a matar”, él me miró con ojos de pánico,
cogí a mi hijo menor, abrí la puerta y me tiré del carro con él, el
otro niño gritaba, “no me vayan a matar a mi papá”, escuchaba
tiros, me tiré encima de mis hijos, y en esos segundos me acordé
de toda la historia de los dos desde el primer día que lo vi, le
La Hora del Encuentro
Te s t i m o n i o s h a c i a l a r e c o n c i l i a c i ó n
dije a una vecina que me cuidara los niños; porque me iba al
hospital con César, él quedó muy mal herido, le salían chorros
de sangre. Tomamos un taxi y camino al hospital yo le pedía
perdón por haberlo dejado solito y le prometí que iba a cuidar
los niños, el taxista me escuchaba y cuando lo miré por el espejo
retrovisor estaba llorando. Llegamos al hospital pero nadie salió
a ayudarme, lo levanté sola, en ese momento llegó un primo
y me dijo: “Diana, yo le traje los niños porque los encontré
gritando y llorando en la carretera”, a la vecina le dio miedo y
les dijo: “sálganse porque no los puedo tener acá”; entre los dos
lo entramos alzado, un médico le dijo al camillero que estaba
muerto, que lo llevaran para la morgue pero no lo dejé llevar
porque no quería que estuviera solo, no quería encontrarme con
los niños, pero finalmente reuní fuerzas, salí y les dije que el
papito se había ido al cielo. El niño mayor decía: “cuando crezca
los voy a matar”, duré tres meses llorando de día y de noche; en
las noches lo extrañaba porque mi almohada eran sus brazos y
algunas veces durábamos hablando hasta las dos de la mañana.
Aunque lleva años de haber muerto lo sigo recordando pero son
mis hijos los que llevan el peso de la ausencia. “Chatarro” me
dijo en una versión libre que él había dado la orden de matarlo
porque le dijeron que era un secuestrador, eso me dolió mucho,
porque la sala estaba llena, cuando fue a la casa mi hijo le dijo:
“lo perdono porque yo sé que a usted lo utilizaron para matar a
mi papá”. Lo único que quiero es que la imagen de mi esposo
quede limpia, porque él no era ningún secuestrador. “Chatarro”
les dijo a los niños que lo disculparan si los había hecho sentir
mal por la versión anterior porque el papá había sido un hombre
muy trabajador7.
7
En este caso fue el primero de la serie se presenta la versión del postulado Luis Arlex Arango, a través de la voz de las
víctimas.
"Lo único que quiero es que la imagen de mi esposo quede
limpia porque él no era secuestrador".
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IX
Trago amargo
“Tenemos que reconocerle que no es fácil pedir perdón, espero que esté realmente arrepentido”.
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La Hora del Encuentro
Te s t i m o n i o s h a c i a l a r e c o n c i l i a c i ó n
Jorge Enrique Guarín
Granada, 13 de mayo de 2011
-Verónica García (esposa): Trabajaba en una finca cogiendo café
cuando conocí a Jorge, después de tres años de amistad me preguntó que si quería irme a vivir con él, duramos trece años viviendo juntos, tuvimos tres hijas, me enamoré de él porque era
muy detallista, me traía flores y chocolatinas, era muy responsable y buen padre, nunca nos dejó solitas. Cuando se acabó la
zona de distensión entraron los paramilitares a Mesetas y ahí fue
cuando empezaron a desaparecer personas, Jorge se quedó en
la finca y yo me fui a Granada con las niñas. Él desapareció en
Mesetas, el 16 de febrero de 2003.
-Luz Celly Guarín (hija): Cuando desapareció mi papá tenía diez
años, tengo muy buenos recuerdos de él. Los fines de semana hacíamos asados, íbamos a pescar, nos llevaba al pueblo a comer helado,
nos amarraba palos a manera de flotadores para enseñarnos a nadar
y cuando salíamos del agua nos daba leche recién ordeñada.
-Marcela Guarín García (hija): Él era muy consentido, cuando
llegaba a la casa mi mamá siempre le traía una preparada8, yo le
llevaba las chanclas y mi mamá le hacía la comida mientras él se
iba a bañar, no recuerdo muchas cosas porque estaba pequeña.
-Luz Celly Guarín (hija): Él último día que lo vi fue el 15 de febrero en Mesetas, en la mañana fuimos a misa, me contó que había conseguido un trabajo en el que iba a ganar más dinero para
comprarnos una casita, más tarde nos invitó a un restaurante a
almorzar pescado frito y después nos dejó en el terminal porque
8
Preparada: Bebida de limón endulzada con panela. Tipica de la región del Meta.
al otro día entraba a trabajar. Nunca lo volvimos a ver. Pasó un
tiempo en el que no supimos nada de él.
-Marcela Guarín García (hija): Un día como a las ocho de la mañana una persona llamó a mi mamá por teléfono, yo estaba escuchando detrás de la puerta, le dijeron que mi papá llevaba un mes
desaparecido, que la última vez que lo habían visto estaba en las
casetas amarillas tomándose una cerveza porque estaba esperando
a dos sujetos con los que se fue haciendo bromas como si fueran
unos amigos, se montaron en un carro negro y nunca lo volvieron
a ver. Fuimos a la finca a investigar pero nadie sabía nada, el ganado se había desaparecido, nos tocó devolvernos para Granada,
un sobrino de él se quedo buscándolo pero los paramilitares le
dijeron “no lo busque más que él ya está muerto” .
-Verónica García (esposa): A mí se me hizo raro que no me mandara nada porque él cada quincena mandaba plata, pensé que me
había abandonado pero que algún día volvería. Me convencí de
que estaba muerto solo cuando me lo entregó la Fiscalía.
-Marcela Guarín García (hija): Cuando terminé la primaria nos
hicieron un grado, todos iban con el papá y la mamá pero yo sólo
iba con mi mamá, como nosotras no pensábamos que estuviera
muerto yo esperaba que apareciera el día de mis quince años, mi
mamá me dijo que me fuera con una amiga para Mesetas, me querían preparar una fiesta sorpresa, cuando llegamos allá recordé los
momentos que viví con él en la infancia, los paseos al río y cuando
nos llevaba al parque, pensé que esos momentos tan lindos se habían ido para siempre. Por la noche llegué a Granada y mi cuñado
me había comprado un vestido muy bonito con tacones, estaba
agradecida pero lloré porque extrañaba a mi papá. Cuando escuchaba algunas amigas que decían “mi papá es cansón porque no
61
me deja salir”, les decía gracias a Dios su papá es cansón porque se
preocupa por usted yo no tengo quién se preocupe por mí. Yo sé
que mi papa en el sitio donde está debe sentirse orgulloso de mí,
en todo lo que hago siempre lo tengo presente.
-Verónica García (esposa): La vida nos cambió mucho, fueron
épocas muy duras, trabajaba en un restaurante por tres mil pesos
para poder pagar el arriendo, la comida me la regalaba el señor
del restaurante. Salía a las cinco de la mañana, dejaba a las niñas
en una piecita pequeñita en la que sólo cabía la estufa y una
camita para dos personas, una de las niñas dormía en el suelo.
Mi miedo era dejarlas solas y que de pronto se quemaran, una
vecina me ayudó mucho y les enseñó a cocinar. Ahora, trabajo
de por días haciendo aseo en las casas.
-Marcela Guarín García (hija): Tenía diez años pero al ver la situación me puse a trabajar en una pizzería, la dueña me enseñó a
hacer la pizza, iba por la mañana al colegio, hacía las tareas de dos
a cuatro y trabajaba de cuatro a diez de la noche, ella me pagaba
tres mil pesos al día y a veces me regalaba una blusita o algo para
vestirme. A los doce años entré a trabajar en un almacén de ropa,
allá me pagaban diez mil al día y con eso le ayudaba a mi mamá.
-Verónica García (esposa): En la Versión libre de 2008 “Chatarro” nos dijo que él le dio a “Pecueca” la orden de matarlo, cuando escuché eso sentí un dolor muy grande pero no dije nada,
dijo que unos tipos lo habían cogido en las casetas de la plaza, le
62
habían dicho que le iban a dar trabajo, lo tuvieron encerrado en
una pieza por cuatro días, “Pecueca” lo mató, lo metió a una alcantarilla y le echó cemento encima. Cuando se desmovilizaron
dijeron en dónde habían dejado los cuerpos, la Fiscalía buscó a
la mamá para entregarle los restos. Ese día fuímos todas, nos dio
muy duro porque nos dimos cuenta de que nunca iba a volver.
-Luz Celly Guarín (hija): Cuando me dijeron que venía “Chatarro” tenía mucho miedo de verlo, llorando nos contó que había
ingresado a las autodefensas cuando le mataron a un hermano,
yo le dije que no sacaba nada con ese odio, no tengo ningún
resentimiento, no le deseo el mal, no saco nada con llenarme de
rencor ni voy a revivir a mi papá, él solo pedía perdón, lo vi muy
arrepentido, lo perdoné de todo corazón y le dije: “que lo perdone Dios si realmente está arrepentido”. Cuando se fue sentí
como si hubiera recuperado todo lo que había perdido. Si todos
perdonaramos no habría tanta violencia.
-Marcela Guarín García (hija): Al principio tenía mucha rabia,
pensaba “viene a nuestra casa como si nada hubiera pasado”,
pero cuando me saludó tenía las manos frías, estaba nervioso,
venía con humildad, nos dijo que estaba arrepentido y nos contó
su historia, fui la primera que lo perdonó, tenemos que reconocerle que no es fácil pedir perdón, espero que esté realmente
arrepentido, eso sólo lo sabe Dios, compartimos una preparada
como cuando llegaba mi papá, cuando le di el perdón se me quitó la rabia, sentí afecto por él, como si algo nos hubiera unido.
La Hora del Encuentro
Te s t i m o n i o s h a c i a l a r e c o n c i l i a c i ó n
"Cuando Chatarro se fue sentí como si hubiera recuperado todo lo que había perdido. Si todos perdonaramos no habría tanta violencia".
63
X
Déjà Vu
“Fue un dolor muy grande. Yo le pedí a Dios que me permitiera algún día hablar con las personas que mataron a mi hijo”.
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La Hora del Encuentro
Te s t i m o n i o s h a c i a l a r e c o n c i l i a c i ó n
Armando Ortiz Gutiérrez
San Martín, 13 de mayo de 2011
Once años después de la desaparición de Armando, Luis Arlex Arango, volvió al lugar de los hechos a encontrarse con el
pasado, mientras caminaba pensaba si eso era un sueño o una
pesadilla. Veía los hechos del pasado y los del presente en paralelo, en el pasado entraba armado y en el presente llegaba a pedir
perdón. Era como si el tiempo no hubiese pasado, recordaba las
maniobras que estaba haciendo esa noche y se detuvo, le temblaban las piernas porque el pecado acobarda, tenía vergüenza y
sabía que iba a ser muy fuerte emocionalmente para él.
Pasado
El gallo cantó cuando salió el sol en el barrio Las Malvinas y el
viento trajo sonidos y olores. Sonidos del río mezclados con acordes de guitarra y olores de arepa asada con leña. Armando cantaba
una canción a orillas del caño Camoa mientras Luz Enid, la madre, guardaba las arepas y las empanadas en un canasto para que
Armando fuera a venderlas. Luz Enid, sabía cuándo él regresaba a
casa porque siempre volvía silbando o cantando. Por la tarde iba al
colegio, y aunque era muy conocido nadie sabía cómo se llamaba
porque todos le decían “Tucho” o “Pan quema’o”.
El día que Armando cumplió 19 años estaba viviendo en la casa
con Helena. Luz Enid, no quería que la trajera porque era muy
jovencita. Una noche de luna creciente Armando estaba con la
muchacha en la piecita de atrás, iban a ser las diez de la noche,
Luz Enid, fue a pegarle una atizadita al fogón cuando alguien la
abordó por detrás, le apuntó con un revólver y le dijo: “quieta,
no se mueva”. Ella se volteó lentamente, el corazón le palpitaba
en el pecho como un caballo salvaje y tenía desorbitados los
ojos, sabía que si quería conservar la vida no podía hacer ni decir
nada, observó sin decir palabra, lloró en silencio y la tierra se
tragó las lágrimas que cayeron al piso. Un hombre gritaba: “en
dónde está, en dónde está”. Armando alcanzó a escucharlos y
desde la pieza gritó “qué pasa, marica” y entraron a sacarlo. Él
les decía: “tranquilos, yo los acompaño”. Helena, se le pegó de
la pretina del pantalón y les dijo: “Si lo van a matar, mátenme a
mí también”. Ellos le contestaron que la cosa no era con ella y
se lo llevaron. Helena, se fue detrás del carro gritando y llorando.
Esa noche Luz Enid no pudo dormir, se terminó la cajetilla de
cigarrillos recordando que había soñado que tenían amarrado
a Armando en el piso y que le estaban pegando y después lo
cogían a tiros, comprendió que no lo volvería a ver vivo. Al otro
día a primera hora fue a poner el denuncio por secuestro y en la
tarde fue a la casa un funcionario del Departamento Administrativo de Seguridad a decirle que en Cubarral había aparecido un
NN para que fuera a reconocerlo. No pudo ir esa noche porque
ya era tarde, les dijeron que era zona roja, que no respondían por
sus vidas. Al día siguiente fue hasta el anfiteatro del cementerio,
desde la puerta lo vio en un mesón, tenía la cara tapada con una
sábana pero lo reconoció por los pantalones, como estaba embarazada no tuvo el valor de mirarlo. No hubo velorio debido a
que estaba muy descompuesto, ese mismo día lo enterraron en
el cementerio del pueblo.
Luz Enid, extraña la alegría de su hijo, cuando Armando estaba
en la casa ponía la grabadora a todo volumen y cantaba, el espo-
65
so también lo extraña, le canta canciones y cuando habla de él,
lo ahogan las lágrimas.
lia, una persona que está con Dios no le hace mal a nadie. Dios
es el que hace justicia.
Presente
-Luis Arlex Arango: Si uno está arrepentido Dios perdona, pero
el perdón más grande que puedo recibir es el de ustedes. En el
pasado fui muy arrogante y nunca me imaginé pidiendo perdón,
me había olvidado de ustedes, pero ahora que estamos frente a
frente alcanzo a percibir su dolor. Cuando era peladito los hombres violentos eran un modelo a seguir para mí, no quiero que
mis hijos crean que yo era un hombre valiente por matar tanta
gente, quiero que sepan que eso no me enorgullece y que estoy
muy arrepentido.
-Luis Arlex Arango: He estado dos veces en esta casa, una cuando
vine a hacerles el daño, otra es hoy que vengo a reconocerles lo
que hice, estoy muy arrepentido. No estoy aquí para recibir un
beneficio judicial sino para cambiar mi espíritu, en mucho ha cambiado ya con las otras familias que he visitado. Él murió por una
orden de Don Raúl. No tengo ninguna justificación para haber
irrumpido esa noche en su casa mientras estaban descansando,
perdóneme señora porque su dolor es el más grande, usted fue
la que lo cargó en su vientre nueve meses, la que tuvo los dolores
de parto, yo soy el que vine como un cerdo a su casa a destruirle
los sueños que tenía con su hijo, no me enorgullece lo que les hice
pasar. No espero que me cuenten lo que pasó, recuerdo la forma
tan cobarde en que cuatro personas entramos a su casa.
-Luz Enid Gutiérrez (mamá): Mi hijo no se metía con nadie,
lo levantamos a punta de trabajo, somos pobres pero siempre
le brindamos el apoyo que necesitaba, se la pasaba trabajando,
nunca le quitó nada a nadie, tenía un corazón muy grande, a
él no se lo llevaron por ladrón ni por marihuanero, Dios lo
sabe. En el momento que ustedes entraron sentí que la tierra
me tragaba, que el pelo se me erizaba, cuando lo sacaron quedé muda. Cerraba los ojos y veía que lo estaban torturando,
que lo tenían amarrado y que así lo mataban completamente
indefenso. Fue un dolor muy grande, yo le pedí a Dios que me
permitiera algún día estar con las personas que mataron a mi
hijo. Ustedes andan con Satanás porque cuando matan a una
persona no les importa el daño que le están haciendo a la fami-
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-Eduardo Ortiz (Hermano): Había pasado un año cuando me
llegó una carta contándome que lo habían matado, no puedo
hablar más porque me pongo a llorar.
-Luis Arlex Arango: Yo sé lo que duele, perdí un hermano de 16
años, no lloré cuando lo mataron, pero nueve años después me preguntaron por él y me pasó lo mismo que a usted, no podía hablar.
-Luz Enid Gutiérrez: Nunca podré olvidar lo que pasó pero de
corazón lo perdono porque no sirvo para guardarle rencor a nadie,
soy una persona sencilla y de buen corazón, me gusta servirle a la
gente, si en el futuro vuelve a estas tierras y algún día se encuentra
en mala situación no dude que le daría un plato de comida. Si Dios
le da licencia de salir espero que nunca vuelva a hacerle daño a la
gente. Yo quería que viniera para decirle lo que se siente, aunque
uno no aprende hasta que lo vive en carne propia. En la guerra la
gente se va para el cementerio o para la cárcel, todos pierden.
-Manuel de Jesús Pirabán: Queremos pedirles perdón por todo
lo que pasó, nosotros ya no queremos saber nada más de con-
La Hora del Encuentro
Te s t i m o n i o s h a c i a l a r e c o n c i l i a c i ó n
flictos, entramos en el conflicto por la guerrilla pero después de
estos años en la guerra estoy convencido de que por medio de la
violencia no se consigue la paz, en esta jornada de reconciliación
hemos conocido muchas historias, nos hemos dado cuenta del
dolor que dejamos a nuestro paso, eso es lo que se consigue con
la guerra.
67
XI
Carta a un victimario
“Quiero contarles que he estado como muerta en vida… desde el momento en que mi mamá se fue…”.
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La Hora del Encuentro
Te s t i m o n i o s h a c i a l a r e c o n c i l i a c i ó n
Adriana Gutiérrez
Acacías, 14 de mayo de 2011
Gina viajó a Acacías desde el día anterior para el encuentro.
Por esos días había llovido mucho en todo el país y esa mañana cuando se levantó corrió la cortina para que entrara la luz
pero vio rodar por el cristal de la ventana incansables gotas y
pensó que si el sol no salía no se podría dar el encuentro. De
todas maneras sacó de la maleta las fotos de su madre, el pato
Donald que tenía las mismas cejas de Adriana, el traje de enfermera y la imagen de Santa Marta, a quien le hacía la novena
todos los martes para que le diera una respuesta, y con lo que
le quedó de ella empezó a construir el mural de los recuerdos.
Tenía un fondo azul clarito, color cielo, como si esperara que
Adriana estuviera allá. Estaba lleno de corazones y dentro de
los corazones había muchas fotos que contaban la historia de
Adriana en sus diferentes facetas: la hija, la madre, la abuela, la
tía, la esposa, la enfermera y la mujer que un día salió de su casa
pero jamás regresó. Ahí empezaba la historia de la esperanza
de Gina, nunca pensó que su madre estuviera muerta, por eso
también estaba colgada la camisa que había utilizado en las
marchas por la liberación de los secuestrados.
Poco a poco se fue despejando el cielo, empezaron a llegar los
familiares. Todos esperaban expectantes el momento en que
el postulado atravesara la puerta. Se sentaron frente a frente.
Gina miraba a Arlex y a Manuel con lágrimas pero ninguno le
sostenía la mirada. Arlex pidió permiso para acercarse y después de mirar las fotos rompió el silencio.
-Luis Arlex Arango: Yo no vengo ante ustedes con el interés
de que la justicia me dé algún beneficio jurídico. Por medio de
las cámaras en Justicia y Paz no puedo hablarles de frente, no
puedo conocer su dolor, no puedo conocer las consecuencias
de lo que hice. La razón que me impulsa a estar hoy ante ustedes son mis hijos y reconocer que me equivoqué, que no fue
su madre la que se equivocó. Por eso quiero pedirles perdón.
Tengo la misma culpa de las personas que dieron la orden
de matarla porque yo les daba a ellos las directrices para que
hicieran ese tipo de cosas y eso no me hace sentir orgulloso.
Señora, yo nací en una familia muy humilde, pero no nací
malo y no tengo que morirme malo. Hice un alto en el camino al entregar las armas el 11 de abril de 2006. Impulsé a
la gente que estaba bajo mi mando a que también lo hiciera.
Yo no fui capturado. Regalé lo más preciado que tiene un ser
humano, después de la vida, que es la libertad, al entregarme voluntariamente a la cárcel. No sabía que tenía que decir
la verdad y aunque me daba temor logré hacerlo, también
hice el juramento de entregar a todas las personas que están
desaparecidas. Nadie tiene que quedarse en las sabanas ni en
los morichales cuando fuímos nosotros quienes los llevamos
allá. Y ahora estoy ante ustedes para reconocer el daño que
les cause. Señora, cuando sucedieron los hechos nunca pensé en ustedes ni en su dolor. Yo vivía como un marrano en
la cochera. Hoy tengo que levantar la cabeza y mirar lo que
hice. Lo hago por mis hijos. Mi hijo de ocho años me ha
preguntado: ¿papá por qué está preso, usted mató gente?, y
yo le respondo que en una guerra maté a un señor pero que
lo hice sin culpa, le digo que estoy preso por un error. Lo
puedo engañar porque está pequeño pero algún día tendré
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que contarle la verdad. Tengo que reconocer con vergüenza
la barbarie que cometí, pero también tengo que contarle que
vine ante ustedes y les pedí perdón. Jamás me imaginé que
existieran personas con corazones tan grandes como las que
he visto en estos días. Me he encontrado con gente humilde
por todas partes, muy parecida a mí, idéntica en la forma de
vivir porque soy de estas tierras. Me abrieron las puertas de
la casa como ustedes, me abrieron sus corazones y lloramos
todos juntos. Hubo un momento en que perdí el control y
aunque quería parar seguía llorando, como en el caso de unos
familiares que perdieron un hijo. Pero cuando terminé me
sentí tranquilo. Cuando uno dice la verdad, de corazón, hay
descanso para todos y esa es la experiencia más bonita que he
vivido en esta semana y puede ser la más bonita de mi vida.
No tenía derecho de hacer lo que hice, no hubo ningún motivo. He dicho en versiones libres que no quiero que me pregunten por qué maté a alguien porque no quiero justificarme.
En este caso la valiente era Adriana, la mujer trabajadora y
emprendedora que desafortunadamente tuvo que ir a trabajar
en una zona tan conflictiva como esa. Los cobardes éramos
nosotros. Mi único beneficio es espiritual, creo en Dios pero
no soy muy religioso. Ya le pedí perdón a Dios y estoy convencido de que ya me perdonó pero el perdón de ustedes me
va a llevar a dormir tranquilo, a ser otra persona. Si no me lo
dan los respeto, pero si me lo dan me voy feliz porque para
mí su perdón es una bendición de Dios. Señora, perdóneme
por todas las lágrimas, por todos los días de angustia, por el
70
inmenso daño que le hice. No tengo más palabras para decirle, solo que me duele verla sufrir por nuestra culpa.
-Gina Osorio (hija): Yo quiero saber ¿para usted qué es la
vida?
Luis Arlex Arango: Para mí la vida son mis hijos, cuando los
miro a ellos comprendo la felicidad. Lo que estoy haciendo
aquí es por ellos. No alcanzo a imaginarme el daño que me
harían si perdiera un familiar, como le pasó a usted con su
madre. Un hijo debe enterrar a sus padres pero cuando estén
viejos, Dios es el que decide cuando llevárselos.
-Gina Osorio (hija): Quiero contarle que he estado como
muerta en vida durante seis años, nueve meses y dieciséis
días, desde el momento en que mi mamá se fue. Era una
mujer echada pa’ delante, que me dio mucho amor y respeto,
como en su hogar. Yo estoy aquí en honor a ella. No para
perdonarlos, porque el perdón lo da Dios, sino para sanar el
dolor que llevo por dentro, mi corazón tiene una herida que
jamás va a cicatrizar. Tenía la esperanza de que ella iba a regresar. Creía que la volvería a tener para darle un abrazo o un
beso, para escucharle decir que yo era lo más importante en
su vida. Después de la versión ya no puedo seguir esperándola porque no va a volver. Para mi hija mayor ella también era
su mamá. Mi abuelita también dependía totalmente de ella.
Deseaba tener a las personas que le hicieron daño a mi mamá,
sentía rabia, me sentía impotente, pensé cosas feas, pero ne-
La Hora del Encuentro
Te s t i m o n i o s h a c i a l a r e c o n c i l i a c i ó n
cesito que mi alma esté tranquila. Mi hija dice que en nuestros
corazones no puede haber rencor ni venganza porque somos
personas de bien, porque mi mamá me educó con esos principios y yo no los voy a olvidar por ustedes. Ella siempre va
a estar en mi corazón y mi mente. Si mi hija puede perdonar
yo también lo puedo hacer. Espero que todas las cosas malas
que vivió mi mamá no tengan que reflejarse en sus vidas.
Carta escrita por Laura Camila (nieta de Adriana Gutiérrez) para
los victimarios de su abuela.
71
Postulado Manuel de Jesús Pirabán, en la Cárcel La Picota.
72
La Hora del Encuentro
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Manuel De Jesús Pirabán
Amaneció en la cárcel La Picota pero el sol no entró por la ventana para alegrar los corazones, un tímido rayito se coló por una
pequeña ventana circular que está sellada con rejas y alambres y
no encontró en dónde reflejarse porque las paredes son grises.
Manuel le dio gracias a Dios porque el sol había llegado hasta su
celda. En los últimos años había perdido un poco la visión por
la oscuridad de la cárcel, por eso valoraba tanto la luz. De sus
años en la guerra conservaba la disciplina de levantarse con el
sol, después de un baño se arrodilló a orarle a María Auxiliadora,
escuchó las noticias sin mayor expectativa y se fue a la granja a
mirar los animales y el cultivo. Estaba echándole abono a las
plantas pero su mente estaba abstraída en sus pensamientos.
Soñaba con vivir en el futuro en un pueblo perdido de Colombia, pero después de tantos años de guerra y de tantos hechos no
sería fácil encontrar un lugar para empezar de nuevo, en el que
nadie conociera su pasado, ¿lo esperaba acaso el exilio? Sabía
que había perdido la libertad de tomar un bus en una avenida
cualquiera, de ir al cine con sus hijos o de frecuentar lugares públicos, pensaba que tal vez sería mejor alejarse de la familia para
que nadie les hiciera daño.
La cárcel lo estaba cambiando, se había vuelto tímido, había perdido reflejos, la visibilidad y hasta la inspiración, se estaba perdiendo
de ver crecer a sus hijos, de visitar a su madre en los cumpleaños,
del amor de su esposa y había perdido su privacidad. Le quedaba
el arrepentimiento porque el sueño fue ver unas autodefensas que
transcendían en el futuro como una solución a la problemática social y de seguridad ante el abandono del Estado, la ignorancia y la
anarquía social, en las versiones libres se había dado cuenta de que
era una máquina de muerte y sufrimiento, sentía pena por tener
que poner la cara por todos esos hechos.
Manuel se sentía nervioso porque al otro día, el lunes 9 de mayo,
viajaría al Meta a encontrarse con los familiares de sus víctimas,
sabía que no sería fácil contarles su historia ni pedirles perdón,
sentía pena y vergüenza, no sabía si podría mirarlos a la cara,
después de haberles hecho tanto daño. Esa noche no pudo dormir bien, dándole vuelta a los mismos pensamientos, amaneció
cansado pero antes de salir le pidió a Dios que le diera fuerzas
porque tenía miedo de las reacciones de las víctimas.
Mientras viajaba por la carretera que conduce a Granada (Meta)
Manuel vio por la ventana que el sol se levantaba lentamente
sobre la llanura, pintando el cielo de color anaranjado y violeta,
sintió antojos de ternera a la llanera con preparada y recordó la
época en la que era el jefe del Bloque Héroes de los llanos, sentía
que el carro era una máquina del tiempo que lo estaba transportando a un pasado en el que nadie lo llamaba Manuel, todos lo
conocían como “Pirata” o “Don Jorge”.
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Primera versión libre
Tenía diecisiete años cuando mataron a mi papá. Dos años después la guerrilla llegó a la zona limítrofe entre los municipios de
Villa Gómez, Pacho y San Cayetano. Al primero que iban a matar era a un vecino mío, compañero de trabajo, a mí me querían
reclutar y a mi hermana de 15 años se la quería llevar un comandante, pero yo nunca estuve de acuerdo con eso. A mi padrino
de confirmación lo mataron, después mataron a un líder de la
región, que era el presidente de la Junta de Acción comunal. Yo
pensaba que los guerrilleros iban a acabar con toda la gente de
la región. Mi vida corría peligro porque no me quise ir con ellos
y porque cuando mataron a mi padrino yo dije algunas cosas en
contra de ellos en lugares públicos. En 1986 estaba cerca de la
casa cuando unos señores armados me llamaron, pensé que eran
de la guerrilla, que había llegado la hora de mi muerte, pero ellos
me dijeron que eran de las autodefensas de Yacopí; también conocidas como “MAS” (Muerte a Secuestradores).
Entré a las Autodefensas el 4 de enero de 1989, en abril del
mismo año, uno de los comandantes me dijo que si me quedaba
en la región me iban a relacionar con cualquier muerte de los
colaboradores de la guerrilla, porque toda la gente me conocía,
pero que si me iba para otra zona no iba a tener problemas con
la justicia, así fue como terminé en el Meta, en algunos municipios en los que el Estado era la Unión Patriótica, por allá no se
veía un policía ni un soldado.
Como tenía orden de captura desde 1992, me conseguí una cédula
para viajar en avión desde el llano a Bogotá, iba a las reuniones en
Urabá pero nunca me capturaron en el aeropuerto. En 1999 Carlos
Castaño dijo: “habrá muchos mapiripanes”, porque tenía la idea de
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crear un diciembre Negro, entendíamos claramente que se refería
a masacres, porque estas servían para crear un precedente. Cuando
íbamos a entrar a Puerto Lleras me reuní con Efraín Pérez, alias
“Cuatrocientos”, le dije que hiciéramos algo diferente, que cambiáramos la metodología de operar para ver qué impacto creaba. Cuando la gente vio que nos tomamos el pueblo algunos se orinaron en
los pantalones, tenían miedo porque recordaban las masacres de
Mapiripán y Caño Jabón, nos rogaban que les respetáramos la vida,
pero nosotros no íbamos a matar a nadie, los reunimos en el parque
y “Cuatrocientos” se subió a la tarima y dijo: “nosotros sabemos
que aquí hay guerrilleros, no venimos a matar a nadie, venimos a
hablar con ustedes, a hacernos conocer, somos las Autodefensas
de Urabá, no tengan miedo”. En ese momento empezaron a salir
las viejitas de las casas a ofrecernos limonada, el alcalde del pueblo
se subió a la tarima a agradecernos que no hubiéramos matado a
nadie y por último se subió el cura y nos echó la bendición a todos.
Desde ese día la gente cambió su temor por admiración y por eso
“Cuatrocientos” dijo que no se harían más masacres.
En el 2002 empezamos los diálogos en Santa Fe del Ralito, nos
dijeron que este proceso no se podía hacer con perdón y olvido y que las penas iban a ser de ocho años, me pareció bueno,
teniendo en cuenta que tenía procesos y que estaba cansado de
la guerra, porque algunas veces no estaba de acuerdo con las
órdenes que llegaban desde Urabá. Pensé que si nos íbamos a
desmovilizar para qué más muertos. Cuando llegó Miguel Arroyave empezaron las divisiones, como no estaba conforme con
sus métodos de operar planeó la muerte de algunos de nuestros
integrantes, pero ellos se dieron cuenta y se le adelantaron.
La Hora del Encuentro
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A partir de la muerte de Miguel surgieron divisiones, el bloque se
dividió en tres fracciones: el bloque Centauros, el bloque Guaviare y el bloque Héroes del Llano del cual quedé como comandante general. Duré dos años en el poder y en el 2006 reuní toda
la gente para realizar la desmovilización. El 6 de abril llegamos
a Casivare en Puerto Lleras 1.765 hombres para entregar las armas, después de la ceremonia me fui para mi casa, fue un cambio
muy drástico, estaba acostumbrado a tener gente a mi cargo, salí
para quedar a la deriva. Era un Miércoles Santo, llegué a mi casa
después de nueve años de ausencia, en ese tiempo yo sólo veía
a mis hijos por horas y muy pocas veces me quedé con ellos
porque no quería exponerlos. Ese día mi hijo menor me llevó a
conocer su habitación y al otro día fuimos a la misa del Jueves
Santo, el sábado en la noche fui a la misa de la bendición del agua
y del fuego y le di gracias a Dios por la desmovilización, también
le pedí que me ayudara.
Estando desmovilizado, el 16 de agosto pensaban capturarme
mientras yo rendía una versión ante una fiscal, pero me enteré
porque apareció en noticias la captura de “Macaco”, de Ramón
Isaza y de todos los que estaban en Medellín. Me les volé de ahí,
hice una carta y al otro día mandé al abogado a Medellín para
que hablara con el Alto Comisionado, duré ocho días suelto,
mucha gente quería darme la despedida con una misa. Viajé a
Villavicencio para presentarme con el comandante de policía y
desde allá llamé al Alto Comisionado para informarle.
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XII
“La navidad volvió a mi casa”
“Les agradezco que me hayan recibido en su casa, el perdón de ustedes es la oportunidad de un nuevo comienzo”.
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La Hora del Encuentro
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Lidier Vergara Molina
San Martín (Meta) martes 10 de mayo de 2011
-Jaime (psicólogo): Manuel, esta es la Familia Vergara Mesa, hoy
nos encontramos frente a frente en un acto de tolerancia para
tratar de entender qué pasó, para reflexionar sobre un hecho
violento, para pedir perdón, para decirnos las cosas que antes no
podíamos, para tratar de hacerle entender cuál fue el daño causado y para que intente sentirlo, buscamos que sea en el futuro
un ejemplo para Colombia. Aprovechen esta hora para hablar,
para desahogarse.
-Manuel: Yo hacía parte del grupo de autodefensas que operaba
en esta zona, conocí a su papá, fuímos muy buenos amigos. Les
voy a narrar cómo sucedieron los hechos. Cuando me comentaron que habían matado a Didier llamé a preguntarle a mi gente
qué había pasado, me contestaron que él estaba extorsionando,
se me hizo raro, yo lo veía como una persona muy trabajadora.
Me siento en la obligación de venir a decirles la verdad y de pedirles perdón por tan lamentable hecho. Si hubiera sabido que lo
iban a matar no lo habría permitido, aunque era el comandante
era muy difícil controlar a tanta gente y conocer sus acciones,
pero ahora como estoy en un proceso de Paz mi deber es responder por línea de mando. Quiero pedirles perdón, estoy arrepentido por todo lo que sucedió.
-Mariela (esposa): Don Jorge quiero decirle que mi intención
nunca fue buscar culpables, tengo la convicción de que la vida le
pertenece a Dios, él la da y también la quita en su momento. Lo
que más me gustaba de él era su alegría, siempre tenía un plan
diferente para hacer. Cuando lo conocí yo tenía dos hijos pero
él los crió como si fueran de él, les enseñó a caminar, a montar
bicicleta y a jugar fútbol.
Yo sé que mi esposo no era culpable ya que no me dejó nada, llevamos doce años pagando las consecuencias de eso, no fue fácil
quedar embarazada, con cuatro niños y con 10 mil pesos. Murió
en época de navidad, habíamos ido el día anterior a comprar el
arbolito pero ese año no lo vestimos, me había dicho: “mija no
vayan a vestir la navidad hasta que yo llegue”, nunca llegó, el arbolito se quedó para siempre en la caja. Cuando Lidier se murió
entré en un estado de shock, no quería verlo, quería recordarlo
vivo, lo velaron en la casa de la mamá y cuando lo vi me desmayé, camino al cementerio la carroza fúnebre tenía una sirena, su
sonido me arrancó el alma, no quise ver el entierro, me senté en
una tumba, escuchaba cómo caía la tierra sobre el ataúd, solo
repetía “Señor, ayúdame”.
Salí del cementerio y parece que el mundo se hubiera olvidado
de mí. Al día siguiente del entierro no tenía a dónde ir, el dueño
de la casa no esperó a que se muriera mi esposo para decirme:
“Marielita, necesito que me desocupe lo más pronto posible, voy
a vender la casa”; a mi familia no le importó mi situación, se
pusieron a jugar parqués y se reían como si nada hubiese pasado,
para ellos la vida seguía, pero yo no quería vivir ni enfrentar la
vida, no tenía fuerzas. Sin embargo, me tenía que sobreponer,
mis hijos me estaban esperando para seguir adelante.
Yo andaba como en un sueño, sentía que volaba, el dolor era demasiado, pensaba en el futuro de mis hijos, pensé encontrar una
palabra de aliento o un apoyo en la casa de mi esposo, pero una
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de mis cuñadas me dijo: “Mariela, mis papás están muy viejos,
ellos no se pueden hacer cargo de ustedes”, di media vuelta y salí
con mis hijos, sentí moverse bruscamente al bebé que llevaba
en mi vientre, quería gritar, don Jorge estas lágrimas no son de
rencor ni de resentimiento, Dios me ha enseñado a ser diferente,
son las lágrimas que no pude votar porque no podía llorar delante de mis niños, no quería que ellos se derrumbaran, cuando
quería llorar me metía a la regadera para que el agua opacara mis
sollozos.
Salimos de la casa de mis suegros y me senté en un andén sin
saber qué hacer, desde ahí veía la casa de mis padres, al frente la
casa de mis suegros, sabía que en ninguna de las dos había un
lugar para nosotros. Por la calle venía bajando un camión y mirando al cielo le dije a Dios: “a nadie le vamos a hacer falta si ese
camión nos atropella, mis hijos están llorando, no tengo a dónde
ir, no tengo fuerzas, no quiero seguir”, pero el camión siguió su
camino. Por la calle venía bajando una anciana, de una iglesia
cristiana que había empezado a frecuentar, se acercó y me dijo:
“mamita, en mi casa hay una piecita que usted puede ocupar con
sus niños”. Aunque fue una voz de aliento, no fue fácil la convivencia, mis niños eran pequeños, hacían ruido, lloraban, jugaban
y ella ya era una anciana, yo tenía que regañarlos todo el tiempo
y si tenían hambre teníamos que esperar a que nos dieran algo
y cuando nació el bebé no tenía nada comprado para recibirlo.
Mi esposo descansó pero yo quedé llena de problemas, ustedes
no comprenden lo que se siente, ni el daño que causaron, continuamos pagando algo que no hicimos. Mi esposo nos sigue
haciendo falta, saqué adelante mis cinco hijos sola, trabajo para
pagar los servicios y mi hijo trabaja desde los trece años para
traer algo de comida a esta casa.
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-Lina Fernanda (hija): Mi papá falleció cuando tenía cinco años,
me lo quitaron muy temprano y no sé por qué, yo habría querido que fuera a mi colegio por el boletín, que me celebrara los
quince años, pedirle consejos y sentir su protección. Para mí es
muy duro ver que mi mamá hace el papel de papá y de mamá.
Don Jorge, ustedes no conocen el dolor que me causaron ni las
heridas que dejaron para toda mi vida, pero en mi corazón no
existe resentimiento contra nadie.
-Andrés (hijo adoptivo): Mi papá siempre me decía que estudiara
para que fuera alguien en la vida porque él algún día iba a faltar.
Tenía once años cuando falleció y se me quitaron las ganas de
vivir y de estudiar, veía a mi mamá encartada con nosotros, sufriendo, y yo no tenía edad para poder trabajar, no sabía cómo
ayudarla y eso me dolía. Ella me decía que siguiera estudiando
pero no quería, me pedían cosas en el colegio pero yo no era
capaz de pedirle nada, no me gustaba aguantarme humillaciones,
ni estar en una casa que no era de nosotros, eso no se lo deseo a
nadie. Otro en mi lugar, ¿qué cree que habría hecho con el corazón lleno de odio y de venganza? ¿Meterse a un grupo armado?
¿Convertirse en un sicario, en un matón? Me detuve a pensar
que ese no era mi camino y me tocó ponerme a trabajar.
Cuando cumplí los trece años no sabía qué hacer, dígame,
¿quién le va a dar trabajo a un niño? Yo le dije a mi mamá que
me iba y ella llorando me decía que no lo hiciera, que ella podía, pero yo sabía que eso no era verdad, que ella no podía. Me
fui lejos, para una finca, me la pasaba llorando, nunca me había
hecho falta mi casa en una navidad, yo hacía lo posible por
mandarle algo a mi mamá, me acabé de criar por allá pero no es
lo mismo, si hubiera estado mi papá yo no habría sufrido tanto,
no habría tenido que trabajar al sol y al agua porque yo que-
La Hora del Encuentro
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ría ser un profesional, tengo ganas de estudiar pero no puedo
porque me toca trabajar, yo a mi mamá no la puedo dejar sola,
no puedo ni tener novia para no gastarme la plata con ella, yo
me desespero si no tengo trabajo, soy un buen muchacho, no
tengo vicios, no me gusta el trago. No me interesa odiar a nadie
por eso. Si usted viene a pedirnos perdón lo perdono, no tengo
corazón para decirle que lo odio porque usted me mató a mi
papá, ni para decirle que se vaya de mi casa, aunque el daño
que nos hizo fue grande. Mataron a un buen hombre, yo me
sentía orgulloso de que ese hombre fuera mi papá, don Jorge,
¿usted cree que sus hijos se sienten orgullosos de que usted sea
su papá?, yo no creo.
-Mariela (esposa): Don Jorge, lo importante es que examine su
corazón para encontrar cuál es la raíz de su rencor, porque el
odio lo llevó a cometer todos esos crímenes. Yo hice eso para no
llenarme de motivos, mis hijos son nobles porque así lo quise,
no importa si solo tenemos para tomar agua de panela porque el
corazón está tranquilo, así la vida se vive diferente. Su interés de
cambiar es de mucho valor.
Usted tiene mucho liderazgo, movió mucha gente, eso se
lo dio Dios y nunca se lo va a quitar, tuvo la posibilidad
de utilizar ese talento para bien o para mal y lo utilizó para
hacer el mal, pero mientras hay vida hay esperanza y ahora
tiene la posibilidad de hacer las cosas bien, no se culpe más
por las cosas que sucedieron, perdone a los que lo hirieron,
perdónese a sí mismo y reciba el perdón de aquellos que lo
queremos perdonar.
-Manuel: Le agradezco que me haya recibido en su casa, el perdón de ustedes para mí es fortaleza. La felicito por ser tan valiente, por haber sacado estos niños adelante, por tener un corazón
tan grande. Y a usted, joven, lo felicito por no coger malos caminos, puede llevar la cara en alto, no se vaya a meter en problemas, con el primer problema vienen otros más, se vuelve un
problema de nunca acabar, se lo digo porque la cárcel no es fácil.
-Mariela: Don Jorge permítame orar por usted. “Señor te doy
gracias por llenar mi vida de tu amor y por darme la capacidad
de perdonar a Don Manuel, te pido que lo bendigas a él y a su
familia y que lo guardes de todo mal. Te pido para que todas las
víctimas saquen de sus corazones el resentimiento y te reciban
cono el señor y salvador de sus vidas”.
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“Dios mío, cambia el corazón de este hombre”.
La Hora del Encuentro
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“No tengo corazón para decirle que lo odio porque usted me mató a mi papá, ni para decirle que se vaya de mi casa,
aunque el daño que nos hizo fue grande”.
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XIII
No tuvo una segunda oportunidad
“Cuando un familiar desaparece uno queda con una incertidumbre toda la vida”.
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Luis Carlos Cardona Garzón
San Martín, 13 de mayo de 2011
-Sandra Milena Cardona (hermana): Cuando mi mamá falleció
mi papá se refugió en la bebida, quedamos cinco hijos, Carlos
era el mayor de la casa, trabajaba en construcción para darnos
de comer, nos pagaba el colegio, lo veíamos como a un padre.
Cuando éramos niños jugábamos trompo y canicas, nos sentábamos todos a ver televisión y salíamos en bicicleta a recoger
mangos y papayas para hacer dulce. Todas las mañanas lo levantaba y le hacía un tinto para que se fuera a trabajar y por las noches no me acostaba hasta que él llegara. El último día que lo vi
me dijo que iba a ir al cementerio a visitar a mi mamá, nos quedamos esperándolo porque nunca volvió, al otro día empezamos
a buscarlo en el pueblo, donde los amigos, en las morgues, en el
anfiteatro, a orillas del río Ariari, en los basureros, íbamos a los
lugares en los que aparecían muertos, por último fui a la casa del
señor Pirabán a preguntarle si ellos tenían a Carlos, pero él me
respondió que no.
Cuando desapareció empezó a desintegrarse la familia, mi papá
se entregó a la bebida, nos tocó salirnos de estudiar porque ya
no nos alcanzaba la plata, me sentía respaldada por él, el vacío
que dejó fue muy grande, ahora me siento muy sola. Una semana después soñé que iba caminando por “La Pascualera”, cerca
a una carretera que queda a la orilla de un caño cuando vi que
estaban enterrando a Carlos. Algunas personas decían que lo
habían visto en Bogotá, otros que se parecía a un pordiosero
que había en algún lugar, me despertaba a medianoche a llorar
y pensaba, ¿será que lo golpearon, quedó loco y no sabe cómo
llegar a la casa?, tenía la esperanza de que no hubiera muerto y de
que algún día volvería, cuando un familiar desaparece uno queda
con una incertidumbre toda la vida.
-Manuel de Jesús Pirabán: Hacía parte de las Autodefensas que
operaban aquí en San Martín. Sandra, quiero pedirle perdón por
todos los años de incertidumbre y porque tal vez su papá se
murió con la esperanza de conocer la verdad sobre los hechos
en los que su hermano perdió la vida, mientras que estaba en el
conflicto pensaba que estaba haciendo las cosas bien, ahora me
doy cuenta de que cometí muchos errores.
-Sandra Milena Cardona (hermana): Mi hermano se merecía una
segunda oportunidad, debieron haber investigado lo que estaban diciendo de él o haberlo amenazado en lugar de haberlo
matado. Cuando desapareció me le acerqué a preguntarle por mi
hermano, le dije que me lo entregara porque él era un ser humano y yo lo quería enterrar, ¿por qué no me lo entregó?
-Manuel de Jesús Pirabán: Para entregar un muerto habrían hecho un levantamiento e iniciado un proceso penal, por eso no
podíamos entregarlo, solo puedo decirle que me perdone porque en esa época estaba muy equivocado.
-Sandra Milena Cardona (hermana): Ustedes nos causaron mucho daño pero no les guardo rencor, por mi parte lo perdono, le
deseo que algún día encuentre el perdón de Dios para que pueda
llevar una vida normal.
-Manuel de Jesús Pirabán: Muchas gracias, quedo con el compromiso de encontrar el lugar en donde está ubicada la fosa para
entregarle los restos de su hermano.
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“Mi hermano se merecía una segunda oportunidad, debieron haber investigado lo que estaban diciendo de él en lugar de haberlo
matado”.
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La Hora del Encuentro
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“Me comprometo a buscar hasta el cansancio los restos de su hermano”.
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XIV
El gran coleador
"Al velorio vinieron coleadores de San Martín y Castilla, llevaban puesto el uniforme de coleo y llevaron a Graucho,
el caballo en el que Néstor montaba hasta el cementerio"
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La Hora del Encuentro
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Néstor Alfonso Chaquea
San Martín, 13 de mayo de 2011
-Manuel: Yo era el comandante de toda esta zona, pero no fui
quien dio la orden de matar a Néstor, el encargado de San Martín
en esa época era el Gordo Matías, habían transcurrido tres días
cuando me enteré; inmediatamente llamé al gordo a preguntarle
y él me dijo que le había llegado la información de que Néstor
estaba robando, vengo a darles la cara para devolverle el buen
nombre, porque yo sé que era una persona trabajadora, lo conocía
por los caballos, por el ganado y por el coleo, la organización lo
mató por una equivocación. Les cuento la verdad para darles algo
de ánimo, no puedo venir a su casa a decirles mentiras porque en
las versiones libres, que rendimos en la Fiscalía, alguna persona
que estaba bajo mi mando me puede desmentir.
Sé que con lo que les diga no voy a enmendar ese daño tan
grande, por eso vine a pedirles perdón, a usted como padre y a
ustedes como hermanos. Si a mí me hubieran llamado a preguntarme les habría dicho que no lo mataran porque él no estaba
metido en nada de eso, la orden la dio el Gordo Matías.
-Esperanza (hermana): Nadie puede disponer de la vida de otra
persona. El señor que lo mandó matar le hizo un daño muy grande a toda la familia, pero principalmente a mi mamá, ella no quiso
estar aquí, lleva diez años enferma, desde la muerte de mi hermano, a todos los hermanos aún nos duele mucho y también a sus
tres hijos. Mi hermano me decía Pancha, era comerciante de ganado y coleador desde los 16 años, aprendió a colear en los potreros
con los amigos, era muy bueno en eso, siempre ganaba plata y una
vez se ganó un dije de oro en San José.
Tres días antes de que lo mataran habíamos estado tomando en la
gallera. El día que murió vino a buscarme a las seis de la mañana
para que lo acompañara a Granada pero no quise porque sentía
el corazón pesado. Cuando venía de regreso para San Martín venía con un amigo en la parrilla, en el camino los interceptaron dos
hombres, a Pija le dijeron que se bajara, que el problema no era con
él, Néstor aceleró tratando de huir pero ellos lo cogieron a tiros.
Al velorio vinieron coleadores de San Martín y Castilla, llevaban puesto el uniforme de coleo, llevaron a Gaucho, el caballo en el que él montaba, hasta el cementerio y allá le tocaron
música llanera. El 24 de diciembre estaba en la cocina pelando
unas papas cuando escuché los pasos de Néstor, dijo: “buenas”, salí corriendo de la cocina con el cuchillo en la mano y
me atravesó un viento helado.
Después de eso mi mamá se empezó a enfermar y los hermanos
nunca volvimos al coleo. Yo pienso que el que perdona es Dios,
yo no soy nadie para perdonar.
-Carolina (hermana): Si al señor que mató a mi hermano le dijeron que él estaba robando, porque no buscó pruebas, no se
puede matar sólo por un comentario. Si Dios nos da el don de
la vida él es el único que la puede quitar, nos dejaron un dolor
muy grande. Si usted no fue quien dio la orden me gustaría saber
quiénes participaron en el hecho para conocer la verdad sobre la
muerte de mi hermano. A él le lastimaron muchísimo las manos
y los pies, como si le hubieran pegado contra el cemento. Lo
único que quiero saber es si su arrepentimiento es sincero.
-Manuel: Estoy muy arrepentido, por eso tuve el valor de venir a
pedirles perdón. No quiero saber jamás de esta guerra y de estos
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conflictos en los que le acabamos la vida a tantas personas, a ustedes como hermanas, a usted como padre, a los niños que hayan
quedado. Esta guerra sólo dejó viudas y huérfanos inocentes.
Jimena (hermana): Se nota que su arrepentimiento es sincero,
es bueno que nos haya buscado, ahora siento mi corazón libre,
como si me hubieran quitado un peso de encima.
“Lo único que quiero saber, es si su arrepentimiento es sincero”.
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La Hora del Encuentro
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Manuel: “Les causamos un dolor muy grande. Esta guerra solo dejó viudas y huérfanos inocentes”.
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Epílogo
En la cárcel Manuel recordó muchas veces las historias de las víctimas que visitó en
el Meta. En sus rostros vio reflejada su propia historia porque en el pasado él mismo
había sido una víctima. Veía a su familia representada en ellos, a su madre en la humildad de la señora de Granada, a los hijos en los jóvenes y a su hijita en los niños
pequeños. Vinieron a su mente recuerdos de la infancia cuando su familia vivía del
trabajo en la finca. En esa época vivían modestamente pero nada les hacía falta, hasta
que aparecieron los guerrilleros y empezaron a cobrar cuotas y a matar gente, recordó
el dolor de perder a su padre y a su padrino, el dolor de dejar su casa y su tierra. Era
la misma historia que se repetía en interminables olas. El mismo dolor que se pasaba
de generación en generación.
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Agradecimientos
Este trabajo fue realizado gracias a las víctimas y a la participación de los postulados en
cumplimiento de su deber, a la cárcel municipal de Granada (Meta). Se agradece el apoyo del
INPEC, el CTI y la Policía Nacional con sede en los municipios de Granada y San Martín (Meta).
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