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Meditaciones para el Séptimo Período
de 10 Días
24 de mayo-2 de junio
[Crecimiento EXTERIOR: Humildad y Perdón]
Día 68 – Domingo 31 de mayo de 2015
Perdón humilde que ganó una aldea para Cristo
Pasaje Bíblico para la Meditación: Lucas 6:27-36.
Versículo Clave: “Pero a vosotros los que oís, os digo: Amad a vuestros enemigos,
haced bien a los que os aborrecen” (Lucas 6:27).
Una vez leí un dicho hermoso sobre lo que debería ser el perdón. Decía así: “El
perdón es la fragancia que emite la violeta sobre el talón que la aplastó”.
La Biblia nos dice: “Si el que te aborrece tuviere hambre, dale de comer pan, Y si
tuviere sed, dale de beber agua; Porque ascuas amontonarás sobre su cabeza, Y
Jehová te lo pagará” (Proverbios 25:21, 22).
Aunque este es un concepto bíblico profundo, no es muy a menudo que lo vemos en
acción. Sin embargo, recientemente me encontré con una historia al respecto.
Resulta que yo estaba en el sudeste de Asia, trabajando con ASAP Ministries y
estábamos entrevistando a sus obreros bíblicos y plantadores de iglesias. Allí fue
que conocí a Phil* (nombre cambiado para proteger la privacidad, ya que es de un
país cerrado).
No mucho antes, Phil había tenido en un accidente de motocicleta. Lo interesante es
que cuando ocurrió el accidente, él y su motocicleta estaban parados. Así es. En
realidad él fue chocado por otro motociclista. No fue herido, aunque ambas
motocicletas fueron dañadas. La persona que lo chocó resultó ser el jefe principal de
una aldea vecina y estaba ebrio en ese momento.
Phil podría haberse enojado y exigido que el jefe pagara los daños, pero en cambio le
preguntó al jefe: “¿Qué puedo hacer por usted?” “¡Arregle mi motocicleta y págueme
tanta cantidad de dinero por los daños!” le dijo rudamente el jefe.
Sin discutir, Phil pagó la cantidad pedida. Pero no se detuvo allí. Además fue a visitar
al jefe y comenzó a buscar la manera de ayudarle a él y a su familia, inclusive fue a
arar su tierra. Phil fue tan bueno e hizo tantas cosas por este jefe y su familia que la
gente de la aldea no podía creerlo.
Le dijeron a Phil: “Nuestro jefe es muy rudo y malo. ¿Por qué está haciendo estas
cosas buenas por él? ¡Nadie puede ser amigo de él!” Estaban atónitos.
Como resultado de estas “ascuas de fuego amontonadas sobre la cabeza del jefe”, al
final invitaron a Phil a enseñar a la gente de la aldea sobre Jesús. Esta era una aldea
que él había estado tratando de alcanzar por cierto tiempo, pero sin éxito. Ahora
Dios estaba abriendo las puertas.
De hecho, él compartió conmigo a través del traductor que ya está dando estudios
bíblicos a algunos aldeanos y algunos ya se están preparando para el bautismo. Solo
piénselo: si él hubiera reaccionado al accidente de la forma en que la mayoría de
nosotros lo haría, luchando por nuestros derechos y por recompensa, él nunca
podría haber llegado a esta aldea.
La Biblia nos dice: “No os venguéis vosotros mismos, amados míos […] porque
escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. Así que, si tu enemigo
tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto,
ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. No seas vencido de lo malo, sino
vence con el bien el mal” (Romanos 12:19-21).
Desafío de la oración del corazón:
Querido Señor: al continuar orando por nuestra iglesia, oramos para que tú nos des
amor y perdón para con los demás y para los que nos hirieron en nuestro orgullo,
corazón y quizás hasta el cuerpo. No es fácil perdonar y actuar por amor para con los
que nos hieren, pero por favor enséñanos lo que significa perdonar de verdad como tú
nos perdonaste. Y enséñanos lo que significa ir una milla extra por amor, aun si no hay
recompensa inmediata visible, y aun si alguien nos escupe en el rostro. Nosotros
escupimos en tu rostro cuando te crucificamos, y tú igual nos amaste y nos perdonaste,
así que, ayúdanos a hacer lo que tú hiciste sabiendo que nuestra recompensa será en el
cielo. En el nombre de Jesús, Amén.
Por Melody Mason
Día 69 – Lunes 1 de junio de 2015
La libertad del perdón
Texto Bíblico para la Meditación: Romanos 8:18-26.
Versículo Clave: “Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad;
pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo
intercede por nosotros con gemidos indecibles” (Romanos 8:26).
Nunca olvidaré la fecha. Era el 8 de octubre de 2010. Era viernes de noche y yo,
estudiante en la Universidad Andrews, me había unido a un grupo en la sala de
oración de la iglesia para orar durante una serie de evangelización. Al principio,
como no conocía a nadie, solo me arrodillé en silencio en la periferia, observando
más que participando, al momento de orar.
Después de que muchas personas hubieran orado, una joven me sorprendió orando:
“Señor, algunos de nosotros estamos heridos esta noche. Me gustaría confesar que
estoy luchando con la falta de perdón y la ira en mi corazón. Por favor, perdóname y
ayúdame a perdonar”. Su oración de confesión honesta de corazón desencadenó una
reacción en cadena en la habitación cuando otros asintieron. “Yo también, Padre,
por favor, perdóname por mi ira contra...”.
Yo también tenía ira y falta de perdón en mi corazón, pero no estaba lista para
compartir con tantos desconocidos que justo esa semana había experimentado una
relación rota que me había dejado irritada y sangrante en lo emocional. El dolor era
demasiado profundo para expresarlo con palabras.
Durante largo tiempo, mientras otros continuaban orando, permanecí en silencio
ante el Señor en mi piedad, no dispuesta a admitir antes mis hermanos y hermanas
que yo también estaba luchando y necesitaba curación. Sin embargo, mientras el
espíritu de humildad y arrepentimiento continuaba esparciéndose por la habitación,
sentí más y más convicción del Espíritu Santo para entregarme. Al final no pude
callar más. Rogué a Dios: “Por favor, líbrame de mi copa de amargura. Por favor,
quita esta ira y concédeme el don del perdón”.
Cuando finalmente vencí mi piedad hipócrita y oré en voz alta admitiendo mi
necesidad, fue como si se abrieran las compuertas de mi alma y mis lágrimas
fluyeron libremente. Por fin la represa se había roto y sentí alivio, seguido de dulce
paz. Darle mi dolor a Dios en presencia de mis hermanos y hermanas era justo lo
que necesitaba.
Esa noche de oración impactó mi vida para siempre.
Algunas de las heridas profundas que enfrentamos con seres queridos, en relaciones
rotas, en nuestros empleos, y en nuestras iglesias, son inconscientes y puede
permanecer bajo la superficie sin tratar durante años. Sin embargo, si no se las
reconoce y entrega a Dios, pueden fomentar frialdad espiritual que insensibiliza y
endurece el corazón. A Satanás le gustaría que vivamos encadenados a la amargura
y al resentimiento para siempre, pero Dios nos llama a quitarnos la máscara a sus
pies con toda humildad y confesar la ira y la falta de perdón que tenemos hacia los
demás. Por lo general esto sucede en soledad, en nuestras recámaras privadas de
oración, pero a veces necesitamos el amor de un cuerpo de creyentes que nos ayude
a llevar nuestras cargas al encontrar esta libertad (Gálatas 6:2).
Aunque nuestro dolor puede ser profundo y puede que ni siquiera sepamos cómo
orar como deberíamos, la Biblia nos dice: “Y de igual manera el Espíritu nos ayuda
en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero
el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles” (Romanos 8:26).
Todos necesitamos aprender a olvidar y perdonar. Elena de White escribe que “la
amargura y animosidad deben ser desterradas del alma si queremos estar en
armonía con el cielo” (El Deseado de todas las gentes, p. 277). Perdonar a otros
también es prerrequisito para recibir el perdón de Dios. “Porque si perdonáis a los
hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas
si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará
vuestras ofensas” (Mateo 6:14, 15).
Si permitimos que el Espíritu Santo haga su obra, ¡Dios quitará las cadenas que nos
atan y nos liberará!
Desafío de la oración del corazón:
Querido Padre Celestial: como pueblo estamos quebrantados y necesitamos tu poder
curador en nuestra vida. Muchos de nosotros intentamos enterrar el dolor, las
pérdidas, la pena y fingir que nada está mal, porque queremos salvar las apariencias y
proteger nuestra reputación, pero por dentro tenemos profundo resentimiento y
amargura. Al continuar orando por nuestra iglesia, pedimos que tu Espíritu Santo nos
dé corazones perdonadores hacia aquellos que nos agraviaron para que tú también
puedas perdonarnos y limpiarnos por completo. Por favor, quita de nosotros toda
máscara de fingimiento, orgullo y fortaleza humana, y haznos vasijas limpias, vacías,
que tú puedas llenar con tu fuerza y poder. Queremos ser canales que tú puedas usar
para enviar bálsamo sanador a los quebrantados y heridos, pero primero nosotros
debemos ser curados. Debemos ser liberados. Gracias por oír y responder esta oración.
Gracias por liberarnos. Amén.
Por Shanter Alexander
Día 70 – Martes 2 de junio de 2015
Los líderes humildes son los mejores mentores
Pasaje Bíblico para la Meditación: 1 Pedro 5:5-11.
Versículo Clave: “Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos,
sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, Y
da gracia a los humildes” (1 Pedro 5:5).
¿Está buscando a alguien que le enseñe cómo tener éxito en el ministerio?
Normalmente la gente que busca éxito en cualquier línea gravitará hacia aquellos
que parecen populares, fuertes, talentosos, eruditos, reconocidos, ricos y
aparentemente exitosos. Estas cosas no son malas, por supuesto, si están bajo el
control de Dios, pero ¿son estos dones el verdadero secreto del éxito y la fortaleza
en el ministerio?
En el libro Testimonios para la iglesia se nos dice “Vi que la fuerza de los hijos de
Dios está en su humildad. Cuando son pequeños en sus propios ojos, Jesús será para
ellos su fuerza y su justicia, y Dios prosperará sus labores” (Testimonios para la
iglesia, t. 3, p. 338).
También se nos dice en el libro El Deseado de todas las gentes: “La humildad de
corazón es la fuerza que da la victoria a los discípulos de Cristo” (p. 268).
Cuando leemos las Escrituras, encontramos que Jesús nos dice que aprendamos una
cosa de Él: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y
humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mateo 11:29).
Jesús no enseñó técnicas para hablar en público ni cómo mantenernos por delante
de nuestros pares. Él no nos enseñó cómo hacer milagros ni cómo atraer la atención
de multitudes. Él simplemente nos invitó a aprender humildad y mansedumbre de
Él. ¿Por qué? Porque él sabe que si somos humildes, si vemos nuestra necesidad de
Él y nuestra necesidad desesperada de dependencia de él, seremos canales
apropiados por los que Dios derrame su poder. Porque cuando somos humildes es
que Dios se puede ver mejor en nosotros y mejor se puede reflejar en nuestras vidas.
Verán, queridos amigos, como estuve aprendiendo cada vez más a través de los años,
no son nuestras habilidades, talentos o elocuencia lo que nos dará éxito en nuestra
obra para Dios. Todo se trata de nuestra dependencia de Él y de su fortaleza. “En la
obra para este tiempo no se necesita tanto el dinero, el talento, la erudición o la
elocuencia como la fe adornada con humildad” (El otro poder, p. 108).
Así que, al buscar un fuerte mentor espiritual, en lugar de buscar a alguien que
siempre parece ser el centro de la atención y que parece ser el más popular, busque
a alguien que sigue el ejemplo de Jesús, que es líder siervo, que refleja su carácter,
que no está buscando la atención o el aplauso sino que trabaja fielmente detrás de
bambalinas aun cuando nadie está mirando. Se nos dice de Cristo que “nunca le
halagaban los aplausos, ni le deprimían las censuras o el chasco. En medio de la
mayor oposición o el trato más cruel, seguía de buen ánimo” (El Deseado de todas las
gentes, p. 297). Esta es la clase de mentor que más necesitamos.
Desafío de la oración del corazón:
Querido Padre: muchas gracias por el humilde ejemplo de Jesús y cómo vivió su vida
como líder. Ayúdanos a que en lugar de buscar el primer lugar, busquemos el mejor
lugar, el lugar a sus pies. Enséñanos lo que significa ser mansos y humildes de corazón.
Enséñanos lo que significa esperar en él, ser fieles y hacer bien nuestro trabajo, aun
cuando nadie esté mirando o le importe. Por naturaleza somos orgullosos y no es fácil
tomar el camino inferior, pero como queremos ser usados para tu reino, ayúdanos a
aprender a poner el yo a un lado y a buscar a Cristo primero. ¡Enséñanos cómo
caminar humildemente contigo! En el nombre de Jesús, Amén.
Por Raluca Ril