ernest hermingway y las corridas de toros.
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ernest hermingway y las corridas de toros.
TitoVladimirMárquez Parra ERNEST HEMINGWAY EDITORIA ERNEST HEMINGWAY Y LAS CORRIDAS DE TOROS Tito Vladimir Márquez Parra San Cristóbal, Octubre de 2005 Prof. Vladimir Márquez ERNEST HEMINGWAY Y LAS CORRIDAS DE TOROS Editorial Foto de portada, Rlaro Fotos del interior del libro Archivo del autor Diseño, Domingo A. Cobos Ortega Índice ABSTRACT ........................................................................................................... 9 PRESENTACIÓN............................................................................................... 11 INTRODUCCIÓN.............................................................................................. 17 PREÁMBULO ..................................................................................................... 22 A: LOS TOROS ............................................................................................. 23 B. LOS TOREROS........................................................................................ 26 C: LAS CORRIDAS DE TOROS................................................................ 29 D. HEMINGWAY AFICIONADO............................................................ 32 HEMINGWAY EN ESPAÑA .......................................................................... 35 1.1. LA FELICIDAD HUMANA. ...................................................... 38 1.2 EL SEXO INFORTUNADO. ............................................................. 42 1.3. EL LICOR MEDICINAL. ............................................................ 45 1.4. LOS SANFERMINES. ................................................................. 47 MUERTE EN LA TARDE................................................................................ 55 2.1. LOS PERSONAJES. ..................................................................... 58 2.2. LA TRAGEDIA GROTESCA. ................................................... 62 2.3. EL ARTE DEL TOREO............................................................... 64 2.4 LA INFLUENCIA DE GOYA EN HEMINGWAY. ................... 66 EL VERANO PELIGROSO ............................................................................. 69 3.1. “EL MANO A MANO” AMBICIOSO Y MORIBUNDO..... 71 3.2. LOS TRUCOS TAURINOS. ....................................................... 75 3.3. LAS HERIDAS PELIGROSAS.................................................. 78 3.4. LOS TROFEOS TAURINOS. .....................................................81 VERANO DE 1959.........................................................................................82 EL EXISTENCIALISMO HEMINGWAYANO ...........................................85 4.1. LA INMORTALIDAD DEL ARTISTA. ...................................88 4.2. LA DECEPCIÓN POR LA MUERTE DE SU PADRE. .........89 4.3. LA MUERTE DE UN HÉROE. ..................................................92 CONSIDERACIONES FINALES ....................................................................95 BIBLIOGRAFÍA .............................................................................................. 101 “Parecía criminal dejarle vivir y hubiera sido mejor para él morirse después de la corrida, cuando aún tenía el dominio de sí mismo y conservaba todo su valor, en lugar de tener que pasar por todos los grados de horror y de la humillación física y moral, a fuerza de soportar un dolor insoportable”. (Ernest Hemingway, Muerte en la Tarde.) 8 ABSTRACT The aim of this essay is to investigate and show the reader the relantionship between the literature of Ernest Hemingway and bullfighting. We know that Hemingway, after arriving in Spain, became one of the most enthusiastic admirer of “La Fiesta Brava”. He also travelled around Spain observing the bulls, the bullfighters and the people, writing everything he saw. He also wanted to be inmortal by publishing his own experiences on the art of “giving” and “receiving” death: the bullfighting. We don´t pretend to write a bullfighting treatise. On the contrary, what we want to discuss is the way Ernest Hemingway spoke about bullfighting. He considered it not as a dangerous sport, but as an art which deals tragically with death. The novels to be included in this literary analysis are THE SUN ALSO RISES, DEATH IN THE AFTERNOON and THE DANGEROUS SUMMER. There are four chapters in the essay: The first one is called “Hemingway in Spain”, the second “Death in the Afternoon”, the third “The Dangerous Summer” and the fourth “The Hemingwayan Existencialism”. Paragraphs, sentences and phrases are going to be quoted from the three novels in order to show the strong influence of bullfighting in Hemingway´s life and literature. 9 10 PRESENTACIÓN De todos los escritores norteamericanos del siglo XX, tal vez el más conocido entre los lectores de habla hispana es Ernest Hemingway, siendo posible que ello se deba a la ambientación de varias de sus obras en España, como Fiesta (The sun also rises), 1926; Muerte en la tarde ( Death in the afternoon ), 1932; Por quién doblan las campanas ( For whom the bells tolls ), 1940; El verano peligroso ( The dangerous summer ), 1960; la obra dramática La quinta columna ( The fith column ),1938, y sus comentarios en el documental cinematográfico de Joris Ivens Tierra española (Spanish earth), 1937; lista a la cual habría que agregar Tener o no tener ( To have and have not), 1937, y la archiconocida El viejo y el mar ( The old man and the sea), 1952, estas últimas desarrolladas en Cuba. Una consideración más detallada de esta popularidad debe tomar en cuenta el carácter de su prosa: fácil, directa, sin meandros y ambages, ajena por completo a los experimentalismos, tan en boga entonces por los llamados escritores de vanguardia. Esta claridad estilística que si bien pudo tener su origen directo en el periodismo y en la decidida influencia que sobre él ejerció en sus años de formación la escritora norteamericana residenciada en París, Gertrude Stein, suerte de mecenas y sacerdotisa de los componentes de la llamada "generación perdida ("lost generation" ), también se nutrió de su decidida posición "anti-intelectualista" y su consiguiente admiración por la experiencia directa y la más diáfana expresión de la misma. Seguramente, la propia personalidad del escritor, su tendencia a la aventura, su pregonada pasión por el riesgo y sus "extravagancias", muy bien publicitadas por la prensa, por cierto, contribuyeron con el favor y fervor del público de habla española. 11 Tenemos, pues, en Hemingway un reconocido exponente de la literatura norteamericana de la primera y parte de la segunda mitad de la pasada centuria. Un escritor en quien se resumieron, con excepción de cualquier ribete de tono vanguardista, de cualquier asomo de experimentación formal, las grandes preocupaciones de los artistas de la época: la guerra y sus dramas, sus grandezas y miserias; la situación social y la postura ideológica o ideologizada; la oscilación entre el individualismo y la solidaridad con los otros, la fuga hacia la interioridad o la exterioridad factual contrapuesta al compromiso. Dentro de estas grandes coordenadas, nada originales para ese momento histórico, se debate la trayectoria de Hemingway. Su rasgo singular, el toque de diferencia se lo confiere su inclinación casi orgánica hacia el dilema entre la vida y la muerte, el cual encara sin mistificaciones ni posturas filosóficas o conceptuales, sino más bien al desnudo, tal cual se presenta en situaciones extremas de la vida y la naturaleza. De allí su admiración y entrega hacia la lucha, hacia el riesgo voluntaria o forzosamente asumido, la guerra, el boxeo, la caza, la conquista de la naturaleza desconocida, la pesca, la tauromaquia. Desde su primera estancia en Europa, España ejerce en Hemingway una particular y poderosa atracción. Tierra de gran colorido, fuerza vital, agudos contrastes, y un muy crítico cuadro de división política, económica, social e ideológica que desembocaría inevitablemente en la terrible y sangrienta guerra civil, en la que el escritor participó de manera directa como parte de los miles de hombres valerosos y con espíritu de aventura que provenientes de los más diversos países confluyeron en la formación de las famosas "brigadas internacionales". Pero si España resumía los 12 ingredientes que apasionaban a Hemingway, en los toros, en ese tan controvertido espectáculo tradicional, reside la quintaesencia de esa desmedida atracción. Y es que las tardes de toros, aparte del colorido, del sabor, del embrujo de sentirse parte de la afición delirante, aventajan con creces a otras actividades plenas de emoción que como la caza y la pesca, son también motivos literarios del autor. El toreo lleva consigo en cada momento, en cada lance o figura, la probabilidad inminente de la muerte, la tensa incertidumbre que el acecho de ésta origina, la conciencia descarnada y brutal de que en cualquier instante podemos ser víctima de su embestida. Al mismo tiempo y a diferencia de la guerra, el toreo- para algunos un arte, para otros, una aborrecible demostración de crueldad -, es siempre un montaje dramático muy bien estructurado, una perfecta coreografía planificada y ritualizada donde el diestro con su habilidad y virtuosismo es el máximo ofic iante frente a las fuerzas ciegas y desatadas de la naturaleza. De allí que seguramente mas que cualquiera otra representación, el toreo, como las suertes de trapecio circense mantenga el ánimo en vilo, concentre de manera desmesurada la atención y penetre hasta la última fibra emotiva del espectador. No resulta para nada extraño que una personalidad como la de Hemingway, sucumbiera ante la pasión y la fuerza que emanan de cualquier tarde de toros. Profundizar en los motivos del escritor, escudriñar en sus por qué, analizar la manera cómo se acerca y penetra en el objeto de su trabajo, y ponderar su logros y limitaciones es lo que pretende y realiza con conocimiento y sensibilidad el autor de este libro, el profesor Vladimir Márquez, un destacado docente e investigador del idioma y la cultura inglesa de la Universidad de Los Andes, en el Táchira, que, al 13 contrario de tantos profesores jubilados, dedica su "tiempo libre" al trabajo creador, compensando así, ahora que puede hacerlo, lo que las obligaciones del aula le impidieron durante sus casi tres décadas de labor académica. Márquez, que como resulta obvio ama tanto a la literatura como a la tauromaquia, va construyendo paso a paso, en prosa muy digerible y que nunca agobia ni aburre, su visión de Hemingway y las corridas de toros. Sin alardes de erudición taurina ni adornos innecesarios, hace una breve e indispensable introducción acerca del arte del toreo y se planta de frente al escritor y el nacimiento de su inclinación por el sol y la arena: la primera corrida en Madrid, el viaje a Pamplona a los "sanfermines", en 1925, experiencia que plasmó en Fiesta, su primera obra sobre el tema. Pasa luego al estudio de Muerte en la tarde, verdadero compendio del saber taurino, en el cual, un Hemingway ya convertido en un consumado conocedor de todos los pormenores del espectáculo. Historia, toros, caballos, toreros y público, se adentra en un reportaje crítico y analítico sobre la fiesta brava. Aquí, aprovecha Márquez para hacer notar la influencia que sobre el escritor norteamericano tuvo la pintura de Goya, su fuerza, su drama, su vibrante y trágica expresión. Así traza un paralelo entre los dos artistas, que con medios expresivos tan diferentes hicieron aflorar tantas emociones y contrastes vitales. Desemboca el ensayo, en EL VERANO PELIGROSO, obra con la que Hemingway cierra su ciclo taurino; rico y matizado reportaje elaborado en 1959, como producto del seguimiento directo que el escritor realizó a la fiera y para los aficionados inolvidable rivalidad que plaza tras plaza de la 14 península protagonizaron dos de los últimos grandes del toreo: Antonio Ordóñez y Luis Miguel Dominguín. En esta obra, publicada inicialmente en la prestigiosa revista "Life" y convertida luego en un auténtico "best seller", el autor critica acerbamente los "afeites" y trucos diversos con que tanto promotores del espectáculo como los mismos matadores minimizan riesgos y manipulan los resortes emocionales de los aficionados. Finaliza Márquez con algunas consideraciones sobre lo que el mismo denomina el "existencialismo hemingwayano", clave, de acuerdo a su interpretación, no sólo de la desmedida afición del escritor por la fiesta brava y por cualquier tipo de emociones y situaciones límite, sino también de rasgos de su propia vida: la bohemia, el licor, la inestabilidad sentimental, la trashumancia, las depresiones periódicas, y su trágico y casi inevitable final en 1961. Y es que en efecto, y sin apelar a especulaciones teóricas y filosóficas que estuvieron muy alejadas de su propia naturaleza, Hemingway, fue siempre un permanente atormentado por la angustia existencial, un gran solitario enfrentado como todo hombre a la inevitable y única certeza de la muerte. Hoy, cuando nos acercamos al medio siglo de la desaparición del famoso escritor, Premio Nobel en 1954, y permanente admirador y amigo de la hispanidad, es oportuno que ensayistas como Vladimir Márquez den a luz esta obra, la cual contribuirá, sin duda, a mantener vivo el interés por uno de los grandes de la literatura de nuestro tiempo. 15 Gracias a Vladimir Márquez por su confianza al permitirme leer el texto original y aceptar estas líneas introductorias. Ramón González Escorihuela Profesor Titular de la Universidad de los Andes Ex-Decano Vicerrector de la Universidad de Los Andes. Táchira San Cristóbal, Junio de 2005 16 INTRODUCCIÓN La inspiración para Hemingway escribir fue su gran deseo de supervivencia y el exagerado odio a la muerte. Por eso quiso escribir sus novelas y cuentos basándose repetidamente en las experiencias vividas por él mismo y no contadas por otras personas. Nuevos escritores y lectores después de la Primera y Segunda Guerra Mundial encontraron en la obra hemingwayana una fuente de inspiración simbólica dedicada a la subsistencia de l “Yo” en medio del caos. Hemingway también creó una revolución en el lenguaje, materializada en el uso de frases cortas, oraciones muy poco adjetivadas y lenguaje preciso y significativo, forma que influyó en la narrativa y el dialogo de dos generaciones de novelistas desde William Faulkner pasando por John Steimbeck hasta Saúl Bellow, quienes escribieron con desmedido sentido de la tragedia siempre haciéndose la pregunta qué somos y para qué servimos y respondiéndose ¡no somos nada! ¡ni servimos para nada!. Ese es un problema “existencial” porque de acuerdo a la filosofía existencialista, él está completamente solo en un mundo insignificante sin Dios y sin leyes realmente morales. Escritores existencialistas como Jean Paul Sartre y Albert Camus eran ya populares en los Estados Unidos de América para la época en que Ernest Hemingway se iniciaba en la tortuosa tarea de escribir algo real y significativo. Durante los últimos veinte años de su vida publicó obras como aventurero, cazador y amante de la “fiesta brava” y en donde ciertamente él parecía uno o el principal personaje 17 de las novelas; cuando en 1952 encontró de nuevo la vía para seguir produciendo - literariamente hablando- escribió EL VIEJO Y EL MAR, una novela corta que con la cual ganó el premio Pulit zer y más tarde en 1954, el Premio Nobel de Literatura. 18 Hemingway at work in Finca Vigia, his home in San Francisco de Paula, Cuba 19 Ernest Miller Hemingway nació el 21 de Julio de 1899 y era hijo de un médico ginecó logo quien lo condujo a la práctica del fútbol, el boxeo y la cacería. Después de graduarse en el colegio River Forest School se convirtió en reportero del Kasas City Star en 1917. En un año ya era voluntario como chofer de una ambulancia norteamericana en París. De allí fue transferido al frente italiano en donde cayó gravemente herido. Fue condecorado por su valor pero aun así continuó como periodista en la guerra greco-turca. En el París de la posguerra Hemingway conoció una generación de jóvenes artistas en donde se encontraban escritores, pintores y poetas. Todos estos jóvenes compartían el mismo sentimiento de ser individuos expatriados que buscaban una vía de evación a los terrores encontrados en la Primera Guerra Mundial. Cuando Gertrude Stein leyó la obra de Hemingway THE SUN ALSO RISES (FIESTA), inmediatamente criticó diciendo: “ustedes todos son una generación perdida”. La obra en realidad se sumerge en un mundo de ferias, alcohol, toros, y prostitución. El primer libro de importancia fue IN OUR TIME (EN NUESTROS TIEMPOS) 1925 y se trata de una colección de cuentos cortos que describen al joven Hemingway en las montañas y ríos de Michigan cazando y pescando. Su seudónimo es Nick y este personaje dice lo que ha visto, olido, palpado, olfateado y mirado en su medio ambiente natural. Es decir, los cuentos no son fantasías inventadas por el autor, son sus propias experiencias. Dos novelas de guerra salieron también de su pluma. Ellas fueron A FAREWELL TO ARMS (ADIOS A LAS ARMAS) 1929 y FOR WHOM THE BELL TOLLS (POR QUIÉN DOBLAN 20 LAS CAMPANAS) 1940. En ambas obras Hemingway nos da una lección trágica de la vida porque en ambas el amor es encontrado y perdido precozmente. Eso es una señal de que la felicidad es efímera y en la visión literaria hemingwayana todos los casos de amor y felicidad ya están perdidos a priori. España y la fiesta brava apareció con lujo de detalles periodísticos y taurinos en DEATH IN THE AFTERNOON (MUERTE EN LA TARDE) 1932. Aquí Hemingway da una explicación del toreo como un ritual magnánimo en el que se sentía muy bien cuando se enfrentaban la vida y la muerte y había un sentimiento de arte e inmortalidad. Como él escogió el culto a la verdad y a la experiencia, entonces MUERTE EN LA TARDE no es más que un reportaje novelístico de su conocimiento sobre el mundo de la tauromaquia en España dándole a ella un sentido trágico y artístico. El sentido trágico lo contiene la “corrida” con la presencia de la muerte; y lo meramente artístico se le confiere al conocimiento personal del torero para torear y matar toros con éxito y elegancia. El conocimiento eficiente de Hemingway sobre el mundo taurino le permite ofrecer al mismo tiempo, un conjunto de informaciones reales en el que los personajes están descritos con su reconocida maestría. Para 1959 Hemingway regresa a España, el país que más amaba después de su patria, y escribió THE DANGEROUS SUMMER (EL VERANO PELIGROSO). Esta novela quiso que fuese la gran epopeya de los toros y colocó a su amigo Antonio Ordóñez como el protagonista enfrentando a Luis Miguel Dominguín en un “MANO A MANO” a muerte. El autor describe con su desmesurada emoción el ambiente trágico y hermoso de las corridas de 21 toros haciendo énfasis continuamente en el esfuerzo que cada torero hacía para superar al otro entregándose en “suertes” cada vez más difíciles. EL VERANO PELIGROSO es la obra inédita del gran escritor norteamericano y la escribió poco antes de su muerte entre Octubre de 1959 y Mayo de 1960. Para finalizar estos breves comentarios debo expresar que para mi es un placer escribir sobre la obra literaria de Ernest Hemingway, especialmente en lo que se refiere a las corridas de toros y sus protagonistas. Considero que lo bello de un buen torero es su fastuoso arte épico de éxtasis para los aficionados pero mucho cuidado con los errores en las faenas porque pueden convertirlo en hombre muerto al igual que el 2 de julio de 1961 cuando Hemingway agobiado por grandes preocupaciones se disparó con la escopeta favorita guardando aun en sus bolsillos las entradas para la corrida de los Sanfermines. PREÁMBULO Porque no es un tratado taurino, el libro está dedicado a la relación que existe entre el arte del toreo y la literatura, teniendo como eje central, la crítica sana sobre las obras festivas de Ernest Hemingway. Sin embargo haremos una exploración “a grosso modo” de los elementos básicos que constituyen las corridas de toros y luego entraremos en contacto con la literatura hemingwayana. Además es de carácter ineludible informar al público lector que de la fiesta brava nos interesa más la significación que la fiesta misma. 22 A: LOS TOROS Según Rûtimeyer, los bovinos habrían tenido un origen común con los búfalos bisontes y fibovinos. Todos ellos susceptibles de domesticar, excepto los bisontes. Eso significa que hubo animales que pudieron ser domesticados, pero los toros, para orgullo y beneplácito principalmente de los españoles, permanecieron en estado salvaje, muchos de ellos hasta hoy día. Digo de los españoles porque la fiesta de los toros no es tan solo una diversión recomendable o no desde el punto de vista moral o religioso, sino un hecho de máxima significación en la vida española, tejiendo un vínculo amplísimo entre el arte, el comercio, la industria y la sociedad en general. El toro, siempre considerado como fuente de vitalidad, es una bestia llena de peligros a la cual el hombre debe enfrentar con valor y bajo el concepto shakespeariano de “to be or not to be”. Es decir, estar vivo o estar muerto, triunfar o 23 fracasar, y matar o ser matado. En cualquier caso, el enfrentamiento entre el toro y el torero, es un problema de muerte y uno de ellos debe morir. El animal de casta debe emitir un mensaje de peligrosidad y bravura para que el público se emocione profundamente y pueda haber una simbiosis entre los dos gladiadores, el toro y el torero. Si el toro es bravo y el torero es bueno, entonces bastará la euforia del público en forma de aplausos, pañuelos y gritos. El toreo, para que se llegue al clímax de la fiesta, entonces, no es más que una forma de aprovechar las cualidades positivas del toro para causar júbilo en el público y lograr que el torero alcance la inmortalidad con su arte. Cronológicamente hablando, la leyenda del toro se encuentra en las civilizaciones antiguas como las de Egipto, Mesopotamia, Persia y Creta, al igual que en Roma - la del Imperio Romano -, en donde el toro representaba el lado negativo, y el torero era el justiciero. Es también la leyenda griega del minotauro porque el matador o líder de la horda primitiva sacrifica al padre para que luego sea devorado. Sin embargo, el toro bravo tuvo su origen en los valles hermosos y salvajes entre Roma y Francia. Posteriormente, y debido a las heladas de invierno, bajó paulatinamente hasta España donde, con el correr de los años y el intercambio entre la bestia y el hombre, se originó lo que hoy día conocemos como “fiesta brava”. 24 La leyenda del Minotauro Griego 25 Se puede afirmar que para el mundo hispánico el martirio del toro no representa ninguna crueldad, al contrario de lo que ocurre en el ambiente anglosajón en donde todas las clases de animales son protegidos hasta el extremo. Para el hispano, el toreo es una lidia y un arte que no produce ni miedo ni rep ugnancia, así lo dice Ortega y Gasset con las siguientes palabras: “El único lugar en que la sangre escurriendo no produce repugnancia o miedo es al brotar del morillo de un astado”.1 Es verdad que la idea de muerte es lo que hace del toreo una tragedia, pero en los festejos taurinos, cuando el torero triunfa junto al toro, el público se manifiesta alegre y apasionado hasta el punto de estallar en euforia colectiva. Es esa euforia nirvánica la que hace al torero artista y al artista inmortal ¡en horab uena !. B. LOS TOREROS Antiguamente en España se llamaba “toreador” al torero o a todos aquellos que a pie o a caballo, entraban en las plazas a lidiar toros. Lo hacían especialmente, los “caballeros” como un deporte común o para hacer alarde de su valentía y honor. Generalmente realizaban sus aventuras taurinas a caballo, pero luego algunos diestros emprendieron la suerte a pie para divertir al público y a su vez obtener ciertas ganancias monetarias. Los “toreadores” y los “ventureros” ganaban realmente muy poco pero cuando el espectáculo se organizó especialmente en Madrid, Navarra y 1 Ortega y Gasset. Los Toro s. Editorial Central. Madrid, 1970. Pág.12. 26 Pamplona, solo toreaban los diestros previamente contratados y anunciados. José Delgado Guerra, Hillo (1754-1801), discípulo de Costillares, dictó la primera Tauromaquia conocida (1796), donde muestra una sabiduría que luego no supo aplicar en la plaza. Adornó su toreo con toda clase de suertes y filigranas, conformando un estilo, inspirado en el de su maestro, que se conocerá como escuela sevillana. 27 En cuanto a la clase social podemos decir que los “toreadores” de los siglos XVI, XVII y XVIII eran de procedencia muy humilde y de las clases más bajas. Sin embargo a mediados de siglo XVIII sobresale un ídolo de las clases más elevadas de la sociedad. Él es “Pepe-Hillo”, figura representativa del toreo en sus comienzos en España. Por cierto que el concepto del torero al principio era demasiado drástico y negativo según nos cuenta el Maestro en tauromaquia Don José María de Cossío al referirse a la “fiesta brava” en ultramar: “Al discutirse en el Parlamento mejicano una moción sobre la conveniencia de suprimir las corridas de toros, en sesión del 24 de Mayo de 1883, no menos que el gran poeta cubano José María de Heredia sostuvo que la profesión taurina degradaba hasta el punto que los que se dedicaban a ella acababan en asesinos y hombres sin ninguna moralidad”. 2 Como contradicción especial a la opinión antes señalada, debemos hacer referencia a las aventuras taurinas de Francisco Montes (Paquiro), quien marca una huella tan profunda como su arte en las maneras y en la conducta de los toreros fuera de la plaza. El torero va asimilándose a las clases altas paulatinamente hasta llegar a ser querido por todos sin olvidarse de su humilde origen. Llegó tan arriba que la reina Isabel II de España le encomendó una corrida en Pamplona en honor a los duques de Aumale y Nemours, hijos de Luis Felipe, pero el real propósito era el de conferirle al torero el titulo de Conde de Chiclana. 2 José María de Cossío. Los Toros. Tomo I. Editorial Espasa-Calpe. S.A. Madrid, 1981. Pág. 573. 28 Otro ejemplo muy especial es también el fastuoso Luis Mazzantini quien para la época viste como hombre de la burguesía, es sofisticado en su lenguaje y sabe idiomas por lo que su condición social es muy superior a los demás toreros. La historia nos dice asimismo que para el año de 1726 comenzó a torear a pie Francisco Romero, el de Ronda y quien fue perfeccionando ese arte usando la muletilla, esperando al toro cara a cara y a pie firme y matándolo cuerpo a cuerpo. Su nieto, Francisco Romero pasó veintiocho años en esa profesión, mató cinco mil quinientos toros, jamás fue herido y terminó como Director de la Escuela Taurina de Sevilla. Es decir, entró por la puerta pequeña y salió en hombros por la puerta descomunal. Entre otros toreros de gran calidad artística debemos mencionar a Paquiro, Cúchares, Lagartijo, Frascuelo, Guerrita, Bombita y Rafael Gómez. Luego encontramos a Joselito, Belmonte y Manolete. Dicen que los conocimientos taurinos de Joselito eran enciclopédicos y artísticos e intelectuales los de Belmonte. Manolete sería la síntesis entre ambos. C: LAS CORRIDAS DE TOROS. En ese mundo apasionante y por esencia vinculado al arte y a la vida que es “la fiesta brava” también deberíamos buscar nosotros, de una forma polémica, los que la rechazan y los que la apoyan o defienden. Los pro y contras de las fiestas taurinas son tenaces, terrenales y celestiales y se invocan con mucha frecuencia debido a que continúan siendo controversialmente un acto de vida y muerte. A través de la 29 historia vemos como la humanidad ha inspirado sentimientos positivos o negativos sobre el toreo aludiendo razones de orden religioso, económico o moral. El rechazo a las fiestas taurinas desde el punto de vista religioso se debe más que todo a escritores puritanos de los primeros siglos de la iglesia cristiana. Cicerón, Séneca y Prudencio, como moralistas también se opusieron. El propio San Agustín estaba en desacuerdo. Ya en el siglo XV el Cardenal Juan de Torquemada, gran teólogo y excelso canonista y alma de la unión de la iglesia griega y latina, en su obra SUMMA ECLESIA (1489), afirma la ilicitud del toreo fundado en el hecho de que se arriesga la vida, pues “lo mismo es toparse con un toro que con otra fiera; y el peligro es el propio de exponerse a sus astas que a las uñas y die ntes de un león”. Para Lope de Vega, otro gran escritor que se ha manifestado en contra, la fiesta brava no tiene nada de 30 gracioso pero si mucho de peligroso y poéticamente así lo describe en su obra Los Vargas de Castilla: “Yo no sé, por Dios que hallan en ver un toro correr tras un hombre, y si lo alcanza verle volar por los cuernos y verle bajar sin brazos, y cuando Dios a los ojos muchas mercedes les haga descubren otro que el sol, nunca le miró a la cara”.3 Pero los argumentos anteriormente expuestos han sido rebatidos contundentemente por autoridades como el maestro José María de Cossío autor de ese tratado sobre los toros que ha vuelto pedazos la opinión contraria, especialmente la sustentada por la Sociedad Protectora de Animales que tal vez sea, o lo es sin duda, la más falsa de todas. Cossío argumenta que eran más lógicos y juiciosos lo teólogos del siglo XVI, pues al oponerse a las corridas, trataban de defender la vida humana que creían se arriesgaba demasiado en ellas, en tanto que las organizaciones proteccionistas piensan más en los animales que en el hombre. Don Ortega y Gasset también defiende a la corrida de toros porque en oposición a la Sociedad Protectora de Animales concluye que no basta decir que es inmoral maltratar a los animales sino que es preciso definir un poco lo que se entiende por maltrato, y se hace la siguiente pregunta: ¿Es de mejor ética que el toro bravo – una de las formas más antiguas, en rigor arcaica, extemporánea de los bóvidos – desaparezca como especie y que individualmente muera en su prado sin que muestre su gloriosa bravura?. Nosotros creemos que es el público quien verdaderamente defiende el arte del toreo con su cálida 3 José María de Cossío. Ob. Cit. Pág. 108. 31 presencia. Sin embargo no existe ningún acto de renunciación por parte de los toreros magistrales cuando Frascuelo los defiende diciendo que ellos: “Le tienen más miedo a las cornadas del hambre que a las del toro”.4 Para finalizar esta controversial disputa entre la conveniencia o no de la fiesta brava sugerimos tomar muy en cuenta las palabras de Don Francisco Benavente cuando afirma “Sin las corridas de toros no sabemos si España parecería mejor o peor, lo que sabemos es que habría dejado de ser España”. D. HEMINGWAY AFICIONADO. Es trascendental el buscar un significado profundo en la vida legendaria de Hemingway por cuanto si no analizamos su bautismo de fuego en Italia (Primera Guerra Mundial), el delirio popular de Pamplona en los Sanfermines y su encuentro con España, él no hubiera sido nunca lo que fue, lo que es y seguirá siendo en el panorama literario mundial. Apartándonos un poco de la guerra, queremos conceptuar la imagen de Hemingway con respecto a lo taurino. Engañosamente se ha creído que él asistía a los Sanfermines como un turista más. Sin embargo, la verdad es que esa imagen de turista casual era lo que más le molestaba 4 Germán Briceño Ferrigni. Despeje de Plaza. Anauco Ediciones, C.A. Caracas, 1990. Pág.11. 32 en el mundo, y concretamente en España. Le parecía un absurdo abismal ver a los turistas en las corridas de toros buscando simplemente diversión. En todo caso creemos firmemente en que nuestro escritor era un gran aficionado a las corridas de toros pero siempre observando y admirando la parte artística y estética que de ellas fluctúa, por lo tanto una buena corrida es una gran obra de arte y una mala corrida -que son la mayoría- no es sino un fracaso accidental del hombre por hallar el arte. Cuando Hemingway visitó a Pamplona, en los años veinte de su juventud, no se contentó con correr delante de los toros sino que quiso ser torero con todas las de la ley, pero no quería alzarse con los trofeos correspondientes sino quería probarse que era capaz de vencer el miedo y la cobardía que sentía desde niño ante sí mismo y ante el público. Él necesitaba una victoria personal contra la muerte y frente a la muerte como esa victoria que el creía se consigue en el supremo instante en que el torero logra matar al enemigo. Ernest, entonces, logró captar el enorme problema existencial que significa para el torero y es el de no poder subsistir más que matando. Ello es una confirmación de que el hombre no solo está enfrentado a la muerte como individuo sino que es toda la humanidad terrenal la que está en constante peligro de muerte: “El mundo entero es como un ruedo para mí. Todo el mundo está en el redondel, la única manera de sobrevivir es luchando, y yo siempre me encuentro dispuesto a recoger los guantes”... “Lucharé hasta el último día y entonces lucharé contra mí mismo con objeto de aceptar la muerte como algo 33 hermoso, con la misma belleza trágica que vemos, domingo a domingo, en una corrida de toros”.5 El impacto de la multifacética y colorida corrida de toros fue fenomenal para Ernest ya que era un hombre temerariamente obsesionado por la muerte. En los toros vio representado en vivo y directo el gran drama que se debatía en su interior, y por eso, los toros no fueron para él, desde el primer momento, ni un entretenimiento ni una diversión, ni tampoco un deporte. Ellos no fueron una solución cualquiera a su vida, sino la gran solución timonera de su arte. Desde las primeras corridas que observó, Hemingway habría de aprender filosóficamente aquello de que la vida es la gran corrida y quien la torea es cada uno de nosotros desgraciadamente. 5 José Luis Castillo-Puche. Hemingway. Ediciones Libertarias. Madrid, 1992. Pág. 70. 34 HEMINGWAY EN ESPAÑA 35 Hemingway realizó su primera visita a España no para hacer ningún trabajo periodístico, sino porque sentía curiosidad y era el único territorio latino que no conocía. Se sintió impresionado enormemente por una “corrida” que vio en Madrid y llegó a opinar que las corridas de toros eran un ritual trágico más que un simple deporte sangriento. Estando en París de nuevo fue invitado por Gertrude Stein para visitar a Pamplona durante las festividades de San Fermín en el mes de Julio. Su esposa Hudley también estaba cansada del ambiente cosmopolitano parisiense y lo acompañó a las fiestas de las cuales ambos salieron fascinados. Plaza de toros de Madrid España Las primeras corridas que presencia en España efectivamente, son colosalmente teatrales y le producen algo así como el descubrimiento de un gran misterio, concretamente el destello inicial de lo que había de ser la trayectoria inexorable de su filosofía vital. Para Hemingway el corazón y los sentimientos sólo eran la capa roja que sirve 36 para provocar al toro. Siempre creyó que el espectáculo del mundo entero no es más que un ruedo mortal y por eso va a España para confirmar el gran hallazgo y el gran asombro: la muerte del toro o del torero. El enfrentamiento entre ellos, naturaleza e inteligencia, instinto y arte, fuerza y valor, iba a ser entonces la cumbre de su dialéctica y su razón estética. Por eso, torero y toro, fueron su primer y último canto, su primera y última inspiración monstruosa. En Pamplona durante las ferias de San Fermín se bebía exageradamente (y se bebe) hasta la embriaguez. También habían célebres procesiones religiosas y bandas musicales para bailar el riau – riau. Por las calles empedradas corrían los jóvenes atrevidos delante de los toros y Hemingway también lo hizo convirtiéndose por lo tanto en aficionado taurino en exageración, tanto que idolatró al famoso torero de la época Nicanor Villalta y al nacer el hijo del escritor lo bautizaron con el nombre de Nicanor Villalta Hemingway. Resumiendo la relación existente entre Hemingway y lo taurino y si anhelamos encontrar un significado profundo de la obra fabulosa hemingwayana, hay que inculcar menos en las aventuras de guerras, de pesca y cacería en Europa y Africa. Debemos entonces hacer mayor énfasis en las aventuras hemingwayanas en España, porq ue lo taurino tendrá en su obra una significación capital. No lo meramente bestial como cosa de toros, sino lo taurino como símbolo y como referencia básica para una visión trágica de la vida y la muerte, sobre todo de la muerte, su eterna y desgraciada obsesión. Así lo afirma el propio Ernest en su reportaje del Toronto Star Weekly del 20 de Octubre de 1923 titulado La Corrida de Toros es una Tragedia: 37 “La fiesta de toros, repito, no es un deporte, sino una tragedia que simboliza la lucha entre el hombre y la bestia”.6 Además era el más aventurero y romántico de todos los escritores residenciados en París por los años veinte. Parecía destinado a soportar todos los peligros que surgieran en el horizonte gris porque estaba cargado de tanta mala suerte que en la batalla le explotaban las granadas a un metro de distancia, o le caían los techos de las casas destruidas por las bombas, y en las fiestas de San Fermín fue lanzado al suelo y atropellado por una estampida de toros de lidia. Sin embargo nunca resultó herido de gravedad por un toro más bien por una escopeta suya con la cual se disparó en la cabeza el 2 de Julio de 1961, acabando así su locura y depresión porque él nunca vivió para la comedia sino para la tragedia. 1.1. LA FELICIDAD HUMANA. Hemingway en FIESTA, su primera gran obra taurina, nos cuenta sus experiencias vividas en 1925 cuando se trasladó a España para asistir a la fiesta de los San Fermines. El relato es muy realista y apasionado en cuanto a la descripción de ese viaje. Pero a pesar de unas pinceladas mitad periodísticas mitad autobiográficas, el escritor nos revela los temas de su preferencia como son la búsqueda de la felicidad humana, el sexo, el peligro, la soledad del hombre y lo efímero de la vida. 6 Ernest Hemingway. Un Corresponsal Llamado Hemingway. Editorial Arte y Literatura. Ciudad de la Habana, Cuba, 1984. Pág. 63. 38 Al principio de la novela nos encontramos con personajes trasnochados que llevan una vida vacía y alcohólica en París, luego en Pamplona se ven envueltas en el ritual regenerativo y purificante que es el toreo. Según el relato de la obra Fiesta, Robert Cohn es un judío que fue campeón de boxeo, y Jacob Barnes o simplemente Jake Barnes, es el mismo Hemingway en esencia. Las otras dos protagonistas apabulladas por el destino resultan ser Georgette y Brett, chicas que representan el oficio de la prostitución y el deseo sexual en la ciudad de París por los años veinte. Esta ciudad de luces colosales y verdes campiñas es ya motivo de aburrimiento para los expatriados norteamericanos de la Generación Perdida, a pesar de ser hermosa y complaciente. Ellos han planificado sus sueños de evasión y así por ejemplo Robert Cohn desea encontrar en la Suramérica hispana lo que no ha encontrado en Europa. Jake, por su parte desearía ir a España la madre del pasodoble, para ver las corridas pintorescas y los toreros afeminados en trajes de luces multicolores: “- Nadie vive por completo su vida excepto los toreros”.7 La felicidad estéril de estos protagonistas la buscan en el alcohol, el sexo o el peligro porque la vida es fugaz y lo más seguro que podemos encontrar es la muerte, por lo tanto consume n licor ya sea whisky, cerveza, vino o coñac. Ir de pesca al río, aunque las colinas escabrosas representan un gran peligro, es un medio eficaz para aliviar el aburrimiento y es así como Robert Cohn y Jake van al Irati y logran capturar 7 Ernest Hemingway. Fiesta. Editorial Planeta. Barcelona, España, 1988. Pág. 18. 39 algunas truchas grandes y hermosas. Eso es parte de una felicidad muy pasajera pero fortificante en un mundo de posguerra que solo ha dejado a hombres deprimidos y maltrechos por las muertes físicas y las heridas psicológicas recibidas en el campo de batalla. Es que la felicidad humana solo se consigue, según los personajes de Hemingway, en lugares muy civilizados o muy primitivos pero nunca en París, ciudad que ya ha sido el punto central del aburrimiento norteamericano. 40 Sebastián Palomo Linares 41 1.2 EL SEXO INFORTUNADO. Al principio Jake se enamora angustiosamente de una chica linda y de ribetes esculturales que se llama Georgette la cual inesperadamente resultó ser una prostituta feliz. Con ella Jake ingirió licor en exceso y hasta tuvo la oportunidad de hacer el amor (to make the love) pero el hombre peso pesado norteamericano estaba enfermo, y la “dulce vita” o la “petit morte” (el orgasmo) no se consumió. Había recibido una herida de guerra que primaveralmente lo hacía impotente. Era la Primera Guerra Mundial que había dejado muchas heridas de todo tipo tanto en el cuerpo como en la pique de los soldados americanos. Jake es un enfermo mental que odia a la guerra pues ella lo ha dejado inútil sexualmente: “- No eres un mal tipo - me dijo - Es una lástima que estés enfermo. Nos llevaríamos bien. ¿Qué es lo que tienes, si se puede saber? Me hirieron en la guerra- respondió ¡Cochina Guerra!”.8 El lanzamiento de THE SUN ALSO RISES (FIESTA) en 1926, no fue para Hemingway un hecho muy refrescante por cuanto él estaba mortalmente destruido por las heridas sangrantes recibidas en la guerra las cuales no fueron muy profundas físicamente pero, psíquicamente, de contenido imperecedero e invernal. En realidad papá Hemingway no fue castrado en la guerra sino que su miedo y horror a la misma le produjo un 8 Ernest Hemingway. Ob. Cit.. Pág. 24 y 25. 42 trance psíquico que lo reflejó en la novela colocando a Jake Barnes como un hombre incapaz de tener relaciones sexuales, pero nada de castración le ocurrió al jóven Hemingway en la vida real aunque las heridas estuvieron muy próximas de castrarlo. Cuando Ernest va al frente de una ambulancia donde consigue medallas al valor y al mérito, de las que a veces está orgulloso y a veces se ríe, más que un adulto guerrero es en realidad un niño grande, pero muerto. La guerra le ha proporcionado descomunales heridas en su propia carne. Por ejemplo, cerca de doscientas esquirlas de metralla se le incrustaron en las poderosas piernas olímpicas, tenía una bala en cada pie y en la rodilla derec ha de titánio yacía una colosal herida. Hemingway en África 1.934 Hemingway, como era natural para él, tenía más miedo a las heridas que rompen los nervios que a las que 43 rompen los huesos. Cuando George Plimpton lo entrevistó con respecto al Jake Barnes de la novela FIESTA, él contestó que no era cierto que Jake estuviera castrado como un buey sino que en realidad fue herido psíquicamente y que sus testículos estaban sexualmente intactos capaces de tener deseos y sentimientos normales como cualquier ho mbre, pero sin poder consumarlos. Y repetía que su herida era realmente física y no psicológica pero no estaba castrado, y eso es una magistral contradicción. El no sabía nada, ni decía nada. Sólo sabía que era impotente. Aunque Jake estaba enfermo, él era un hombre enamorado ya que después de abandonar a Georgette buscó el placer en una hermosa dama llamada Brett. Era muy simpática y encantadora y parecía encontrarse en muy buena compañía cuando Jake se enamoro de ella. Sus amigos eran un grupo de bailarines que se divertían al son de la música y al éxtasis del licor. Jake la tomó de ese grupo solo por divertirse porque sexualmente continuaba siendo impotente: “Me contemplé desnudo en el espejo del gran armario situado junto a la cama. Un modo típicamente francés de amueblar un dormitorio, muy práctico supongo. De todas las formas en que uno puede ser herido, la mía era la más ridícula. Me puse el piyama y me metí en la cama”.9 En definitiva los protagonistas de la novela FIESTA son expatriados norteamericanos que desde París se lanzan a la fiesta brava en España con la finalidad de exorcizar la nada, y de probar cosas reveladoras de una novedosa forma de vivir 9 Ernest Hemingway. Ob. Cit. Pág. 40. 44 sin preocupaciones, aun cuando sea por pocos días, a objeto de olvidar el vacío de sus vidas pesadumbrosas y alucinantes. A simple vista, la novela se ve como una mera diversión, pero su real significación nos proyecta un mundo enfermizo que trata de ocultarse en las tardes de toros gigantes, la pesca de truchas, las borracheras solares y nocturnas y la prostitución casual. 1.3. EL LICOR MEDICINAL. En 1959 Hemingway hizo su despedida de los Sanfermines en el Bar Choko de la Plaza del castillo. Aquí lo vemos cantando por última vez y con emoción el “riau, riau”. 45 FIESTA, como su mismo nombre lo indica, es una obra de personajes alcohólicos y desde el primer capítulo hasta el último encontramos señales de que una borrachera tras otra era la consigna general para mitigar el hastío y olvidar la frustración y de esa manera encontrar algo de la hermana felicidad. El léxico referente al licor es con mucha frecuencia, la sustancia gramatical del texto hemingwayano en esta obra. Por ello son comunes las palabras embriagantes sobre el ron, aguardiente, whisky, coñac, anís y champaña. Entre los lugares de grata diversión podemos nombrar hosterías, bares, restaurantes, cafés, hoteles, tabernas y hasta un salón de baile como es obvio, ambientes hechos para el consumo de bebidas alcohólicas. Veamos lo que nos dice Jake Barnes (Hemingway) cuando en la noche encendió la luz y comenzó a leer un libro del escritor ruso Turgenieff: “Se trataba de una de las narraciones de A Sportmam’s Sketches. La había leído con anterioridad, pero tuve la sensación de que era la primera vez que la leía. La descripción del paisaje en que se desarrollaba el relato se materializó como si la viera ante mis ojos y la tensión que me atormentaba desapareció. Estaba borracho”.10 Este tipo de situaciones que nos relata Jake tienen mucho que ver con la vida real de Hemingway porque él mismo fue un bebedor empedernido después de los desastres mortales de la Segunda Guerra Mundial. Además representó al individuo y a la sociedad en sus múltiples facetas de hombres vencidos, borrachos, impotentes, soñadores y revolucionarios. Estas facetas son la viva imagen de 10 Ernest Hemingway. Ob. Cit. Pág. 171. 46 Hemingway porque lo que él escribió fue basado en sus experiencias personales y cuando no tenía ninguna no escribía nada. Decía que no se puede sacar agua del pozo vacío por muy profundo y oscuro que fuera. Por ejemplo, para aquel verano de 1959, con la euforia y la ilusión de hacer la gran obra de su heroica vida, cometió toda clase de excesos como viajar de Norte a Sur y de Este a Oeste de España con las botellas de vino al lado y las cajas bien provistas de whisky escoses. Para entonces no le hacia falta nada, inclusive ni dinero, ni mujeres. Solo necesitaba un paraíso en donde mitigar la sed de OMNIPOTENCIA INMORTAL. 1.4. LOS SANFERMINES. Recordemos que Hemingway no fue a Pamplona en su primer viaje a España. Su primera visita la hizo a Madrid , la hermosa y gran capital ibérica, desde París porque quería ver una corrida de toros. Su amigo Mike lo acompañó por tren hasta Madrid. Allí llegaron al mediodía y la corrida empezó a las cuatro y media de la tarde. No habían entradas y un revendedor les consiguió dos a veinticinco pesetas cada una. Con las entradas en los bolsillos él y su amigo se sentaron en un café de la Puerta del Sol en donde esperaron con gran emoción la primera corrida de sus arriesgadas vidas. La plaza de toros estaba repleta de gente habían múltiples avisos comerciales. La muchedumbre estaba animada. Hemingway y su amigo yacían sentados en la barrera para que luego sonaran los clarines y timbales y la banda comenzó a tocar la música. Los toreros y sus cuadrillas 47 vestían trajes multicolores. Los tres toreros de la tarde eran Gitanillo, Chicuelo y Villalta. Para Hemingway, Villalta fue el mejor de los tres toreros y en su obra taurina FIESTA lo inmortaliza con el nombre de Pedro Romero. Mientras llegaba la hora del primer toro, Hemingway y sus amigos consumían ginebra Gordon y comentaban las peligrosas hazañas de los toreros. Cada quien escogía su favorito. De repente hubo un silencio sepulcral puesto que la puerta del toril se abrió y, la impresión que le causó la magnánima feria a Hemingway fue la siguiente: “Al momento, un toro sacó la cabeza, y arrojó precipitadamente su voluminoso cuerpo, de una tonelada de peso, de color blanco y negro, al ruedo corrió de repelón. Como el sol parecía deslumbrante, se detuvo y se quedo inmóvil, con los músculos de la cerviz abultados; la vista fija en la plaza, y los pitones, blancos y negros y agudos como las púas de un puerco espín, dirigidos hacia delante”.11 En Madrid nuestro héroe medio solitario y medio acompañado, conoció que la corrida de toros está basada en la muerte de seis reses en las tardes crueles y algunas veces el torero, sobre todo notó que el diestro estaba arrimándose cada vez más al peligro y que la fiesta de toros no es una comedia sino más bien una tragedia, porque el torero actúa delante del toro y requiere de una técnica tan fenomenal y perfecta como el juego del billar para hacer los pases del capote. Luego, el torero genial debe ser un artista completo y debe realiza r la tragedia con técnica, nobleza y valor. En definitiva, el torero 11 Ernest Hemingway. Ob. Cit. Pág. 61. 48 genial debe ser un artista y tiene que realizar la tragedia de la muerte con técnica, nobleza y valor. Después de visitar a Madrid, Hemingway estuvo en la fiesta de Los Sanfermines en Pamplona, esta vez acompañado por su esposa Elizabeth Hadley. En la cuidad se celebran todos los años durante la primera quincena de julio las corridas de toros más peligrosas y divertidas del mundo. Por ejemplo la gente baila, canta y consume licor durante las veinticuatro horas del día. Las calles parecen un hormiguero de parejas bailando y cantando el riau riau, antiguo baile vasco y por la noche continúan el jolgorio al compás de la música de bandas militares. Se puede decir que ningún carnaval es comparable con la fiesta de los Sanfermines, excepto el carnaval de Río de Janeiro en la vecina República de Brasil, pero no podemos hacer comparación entre las dos épocas: la de Hemingway por los años veinte y la de los carnavales de Río en el siglo veintiuno. Cuando Hemingway visitó a Pamplona y sus fiestas habían unas veintemil personas alrededor de la plaza para presenciar la explosión de cohetes, fuegos artificiales y la entrada de los aficionados a la plaza corriendo delante de los toros. Allí es costumbre abrir los corrales a las seis de la mañana y soltar a los toros que han de ser lidiados por la tarde; son conducidos por cabestros a través de la calle principal al toril. El recorrido es de una milla y media y los jóvenes se divierten muchisimo corriendo delante de los toros otoñales. La fiesta viene celebrándose desde la histórica audiencia que la reina Isabel dio a Cristóbal Colón en el campamento de las afueras de Granada. También es costumbre que hayan heridos y muertos en las ferias de 49 Pamplona porque los hombres allí aglomerados no pueden defenderse en el ruedo y los toros bravíos atacan fieramente hasta lograr su objetivo: “Entre tanto, pueden causar heridas y la muerte a unas treinta personas. A los aficionados se les permite luchar con el animal, pero sin armas, es una oportunidad que Pamplona les brinda durante las fiestas de San Fermín”.12 12 Ernest Hemingway. Ob. Cit. Pág. 69. 50 Las fiestas de Pamplona en honor de San Fermín -los Sanfermines- son unas fiestas que combinan lo oficial con lo popular, lo religioso con lo profano, lo local con lo foráneo, lo viejo con lo nuevo, el orden con la subversión. Y todo ello en una semana larga que va desde la explosión del 6 de julio al mediodía hasta la nostalgia esperanzada de la medianoche del 14. 51 Según la obra FIESTA, Robert Cohn, Lady Brett y Jake Barnes se sienten felices mientras esperan el inicio de las corridas de toros y por lo tanto consumen licor en abundancia. Para el domingo seis de julio la diversión hizo explo sión cuando un cohete se elevó y estalló sobre la plaza. Sonaron los tambores y las gaitas mientras que la multitud vestía blusas azules y pañuelos rojos anudados al cuello. Todo había comenzado de verdad he iba a estar así día y noche, a lo largo de una semana. Bebiendo, comiendo y bailando era para nuestros protagonistas americanos la mejor rumba del mundo. En medio de la corrida lo peor que pasaba era la muerte de los caballos, las heridas que produjeron los toros y el peligro de muerte de los toreros. Para ellos resultaba muy dolorosa la embestida y muerte de los caballos debido a que por los años veinte, en España los picadores no llevaban petos y los toros solían herir mortalmente a los caballos. Ese detalle lo captó muy rápidamente Lady Brett quien vio al toreo como un espectáculo deprimente. Para el propio Hemingway, la muerte de los caballos nunca representó algo hermoso de describir, al contrario, sufrió mucho por la trágica suerte de ellos, sin poder hacer nada para salvarlos. Como dijimos anteriormente, Pedro Romero resultó ser el torero protagonista en FIESTA y de él se enamora Brett, una chica con grandes deseos y muchos admiradores, entre ellos Robert Cohn quien está dispuesto a pelear por el amor medicinal de su dama. Al final Pedro Romero gana la contienda y se la lleva: 52 “Cuando regresé, veinte minutos más tarde y miré en el café, Brett y Pedro Romero se habían marchado. Las tazas de café y las copas de coñac vacías seguían sobre la mesa”.13 En medio de los Sanfermines, un toro cogió a un hombre y lo atravesó por la espalda y lo mató. Los protagonistas de la novela se quejan por ser la corrida de toros una diversión que causa muertes y que los aficionados españoles lo toman como verdadera diversión y no como una tragedia. El hombre está muerto y todo por culpa de asistir a un maldito pasatiempo mañanero, sobre todo porque se produce una explosión de júbilo cada vez que el toro cornea a un aficionado. La exitosa novela finaliza con Jake Barnes y Brett enamorados. Lo único malo, o lo peor de todo, es que Jake, enfermo psicológicamente, no puede hacer el amor, aunque físicamente es potente, pero tiene problemas de erección (como el comercial televisivo de Pele) pero no había sido en realidad castrado. 13 Ernest Hemingway. Ob. Cit.. Pág. 218. 53 54 MUERTE EN LA TARDE 55 MUERTE EN LA TARDE, ese libro que permaneció desconocido en Europa y en el mundo taurino durante más de un cuarto de siglo, es fundamental para cualquier acercamiento inteligente a Hemingway, a los toros y a España. La bárbara y bella lucha entre el matador y la bestia, entre la inteligencia que lucha con arte para sobrevivir y la naturaleza indomable del animal, no es solo cosa que excite y conmueva, sino que es algo misterioso como la misma muerte, y lo que parece un combate entre un hombre y un bruto, se diría que puede experimentar milagrosamente una transposición de tipo místico que abre las puertas al sentimiento de inmortalidad que Hemingway siempre, y apresuradamente persiguió. Lo que no pudo hacer con la espada debió hacerlo con la pluma, porque él estaba consciente de que una obra de arte tiene que ser una corrida perfecta, y la corrida perfecta sucede cuando se administra con éxito la muerte al toro. Si el comienzo de la corrida tiene un colorido vistoso y fascinante, el final tiene que ser definitivamente bello en su sencillez y su altiva grandeza, como es exactamente la muerte del toro cuando es limpia, impecable, fulminante y sublime, todo lo demás es truco, trampa, comedia barata, circo, o una burla total. Para Hemingway, quien preside siempre la corrida es la muerte, una muerte invisible, impalpable, presente, transmisible y real. Precisamente lo que hace de la corrida una tragedia más que un espectáculo, es que el ot ro puede llevarse por delante al oficiante del rito, es decir, al matador. 56 Por eso es que el matador es su héroe, su favorito, su ídolo. De todas maneras, no nos convence el hecho pecaminoso de asesinar a los toros por el mero placer de hacer arte y encontrar la gloria. Lo que es capital en Hemingway es la vida perdurable y desea encontrar la eternidad en el arte taurino, pero a los toros también les duele el espadazo efectivo y los banderillazos sangrientos. Se diría que en la vida real de nuestro hombre de letras angloparlante e hispano parlante había un férreo vínculo a la supervivencia y un contraversial e indeseable concepto de lo inevitable: La Muerte. Al contrario, Arthur Schopenhauer, el gran filósofo pesimista alemán, si está claro en ambos sentidos cuando en su obra EL AMOR, LAS MUJERES Y LA MUERTE escribe: “La vida es un mar de escollos y remolinos, que el hombre solo evita a fuerza de prudencia y de cuidados, por más que sabe que si consigue librarse de ellos con su habilidad y sus esfuerzos, a medida que avanza, no puede, sin embargo, retardar el grande, el total, el inevitable, el irremediable naufragio, la muerte, que parece correr delante de él. Ese e s el fin supremo de esta laboriosa navegación peor para el hombre infinitamen te que todos los escollos de que se ha librado”.14 Lo anteriormente expuesto nos induce a pensar que la muerte es la grandisima puta odiosa para Hemingway, pero que para Schopenhauer tiene un sentido lógico de ocurrencia porque el hombre no vive más que en el presente, huye sin 14 Arthur Schopenhauer. El Amor, Las Mujeres y La Muerte. Editorial E.D.A.F. Madrid, 1970. Pág. 107. 57 retroceso al pasado y se refugia en la muerte. Además, no sabemos qué es la vida eterna, pero esta vida sí qué es una broma bien pesada. Peor aun en el caso en que no tenemos un rumbo espiritual bien definido con un dios patriarcal e inconmensurable. 2.1. LOS PERSONAJES. Percibimos que MUERTE EN LA TARDE es el resultado de la enorme experiencia del autor como espectador en las corridas de toros. Además, el sentido de lo trágico que confiere a la corrida la presencia de la muerte, da al arte de matar toros su belleza fundamental. La obra también se puede catalogar como un reportaje en el que las anécdotas y los personajes están descritos con su reconocida maestría. Los primeros capítulos están dedicados a describir los horrores de las corridas de toros y, muy especialmente, a la matanza de caballos. Dice Hemingway que él fue a España porque es el único lugar en donde se puede ver las muertes violentas después de las guerras. Creyó que el espectáculo no le gustaría por lo bárbaro, cruel y trágico pero él quería acción y logró entenderse con la muerte violenta nombrándola su aliada. 58 Para Hemingway, los personajes en la obra Muerte en la Tarde son seres vivientes de carne y hueso por lo que en su literatura no cabe la fantasía de seres irreales. Los protagonistas son los hermosos caballos, los toros mortíferos, los atrevidos toreros y el bullicioso público. En cuanto a los toros, dícese que son tan peligrosos, que se han visto en España embistiendo a un automóvil, o negándose a retroceder frente a los rieles de una locomotora. Citemos ahora la propia opinión de Hemingway con respecto a la peligrosidad de los toros: “Un toro de lidia verdaderamente bravo no tiene miedo a nada, y en algunas ciudades de España montan espectáculos especiales y bárbaros, tales como un toro acometiendo incansablemente a un elefante; otros toros han matado a leones y a tigres, contra los que se lanzaban tan alegremente como si fueran picadores”.15 15 Ernest Hemingway. Muerte en la Tarde. Editorial Planeta. Barcelona, España, 1.977. Pág. 101. 59 El autor también nos deleita con un cuento real sacado de un libro titulado TOROS CÉLEBRES. La historia nos dice que un toro llamado hechicero en 1884, envió al hospital de Cádiz a todos los picadores y a todos los toreros que tomaban parte en la corrida, un mínimo de siete hombres, después de haber matado a siete caballos. Eso significa que la corrida de toros es una tragedia no solo para Hemingway sino para muchas personas en el mundo entero. Ahora, refiriéndonos a los toreros, es oportuno decir que han habido muchos y extraordinarios, pero según el propio Hemingway, el arte del toreo, está en decadencia después de la muerte de Belmonte y Joselito, dos colosales maestros del ruedo. Belmonte a pesar que era enfermizo, tenía un cuerpo de atleta, gracia de Gitano y un conocimiento de los toros intuitivo como ningún otro torero. Por otro lado, Joselito era fuerte y hacía la corrida de toros fácil. Vivía para los toros y había sido formado y educado como modelo ideal de un gran torero. Estos dos matadores, según Hemingway, representan las máximas figuras de la tauromaquia de su época. Con ellos, los toros conocieron una edad de oro que duró seis años, pero se encaminaron hacia su destrucción con la muerte de Joselito en la plaza, el 16 de Mayo de 1920. Recordemos que este conjunto de informaciones son producto de un dialogo entre Hemingway y una señora en la obra MUERTE EN LA TARDE. Ese personaje, la vieja señora, como el autor la llamó, es quien pregunta y el propio Hemingway quien responde. Allí hace nuestro autor un alarde 60 inmenso de su genialidad para dejar fluir sus conocimientos personales sobre el mundo taurino. Para variar, la dama cuestiona a Hemingway sobre el hecho de hablar y escribir tanto sobre las corridas de toros sin ser torero, y él le responde: “- Señora, he probado el oficio, en sus faces más sencillas, pero sin éxito. Era demasiado viejo, demasiado pesado y demasiado torpe cuando me puse. Y además, mi cuerpo está tan mal conformado, es pesado en los lugares en que tiene que ser ligero, y en la plaza solo lograba servir de blanco o Punching Ball para los toros”.16 Claramente se nota que Ernest no estaba hecho para los toros sino más bien para el oficio de las letras porque así el puede despertar, no del sueño, sino de la realidad que ha visto –las corridas de toros- y analizarlas detrás de las barreras para hacer luego grandes obras literarias. Su genialidad es esa precisamente, la de recoger con su mirada atenta, los más mínimos detalles de las corridas para luego plasmarlas en la literatura realista o más bien naturalista. Su obra sigue siendo una de las más certeras insinuaciones de que a él le fascinaban las corridas de toros, pero no como torero sino como escritor. 16 Ernest Hemingway. Ob. Cit. Pág. 156. 61 2.2. LA TRAGEDIA GROTESCA. La corrida de toros es una tragedia si se ve desde el punto de vista hemingwayano y no desde el punto de vista griego porque en la tragedia griega se vivía un sentimiento de tristeza frente a la derrota. Al contrario, para los aficionados taurinos de nuestros tiempos, la corrida despierta euforia y diversión frente a la muerte del toro, y si el torero sufre heridas o también le ocurre la muerte, entonces es porque como todo ser humano, vive sometido a las vicisitudes del peligro propias de la tauromaquia. En términos generales los españoles son los mejores toreros del mundo porque no tienen miedo, como los anglosajones en dar o administrar la muerte todos los días o todos los domingos en las plazas de toros: “No exageramos: En esa España que lleva más de doscientos años reservando la tarde dominical para el culto de la fiesta, las figuras del toreo no han faltado nunca”. 17 Tampoco es una farsa decir que Hemingway era demasiado miedoso, pero al encontrarse en España se le despertó la curiosidad por la fiesta brava que enseguida catalogó como una supervivencia de la época del circo romano, la cual no representa un deporte sino una tragedia. La tragedia es la muerte del toro y consta de tres actos. El primero es cuando el toro salvaje es llevado al picador, éste le pone varas para defender al caballo, y se retira. El segundo la fina colocación de banderillas, el tercero y último es la muerte del toro que ejecuta el matador que está a cargo 17 Regaterin. A Paso de Banderillas. Editorial Tiempo Nuevo S.A. Caracas, 1975. Pág. 13. 62 del toro desde el principio. Lo demás es alegría y euforia si se tiene éxito, pero habrán pitos, silbatos y abucheos si la lidia ha resultado un rotundo fracaso. En medio de todo, Hemingway está claro que la corrida no es un deporte y es más bien un combate trágico de igual a igual entre el toro y un hombre, en donde hay peligro para el torero y muerte segura para el toro. Podríamos agregar a esto que el animal se salva en muy raros casos, especialmente cuando es indultado. El torero por su parte debe respetar verdaderamente la querencia natural del toro porque este cuando está allí contraataca con el cuerpo al ver la espada y al estilo de un boxeador, responde a cada ataque con un golpe. La tragedia se presenta cuando, al no respetar el terreno del toro, este ha sido capaz de matar muchos toreros o causarles graves heridas. Les invito gustosamente a leer lo que nos cuenta Hemingway con respecto al público y a la tragedia de las corridas: “Pagan por ver la tragedia del toro, no la del hombre. Joselito no había recibido más de tres cornadas y había matado mil quinientos cincuenta y siete toros; pero murió de la cuarta ”.18 Pero, sencillamente Hemingway no debió preocuparse demasiado por el problema de la muerte del torero porque la vida del hombre es un perfecto combate y en todas partes encontramos un adversario quien también lucha por su supervivencia. Además, la vida es una guerra y hay que morir 18 Ernest Hemingway. Ob. Cit. Pág. 152. 63 con las armas en la mano. ¡Y qué casualidad!, Hemingway murió con una escopeta en su mano. Forma trágica de darse la muerte. 2.3. EL ARTE DEL TOREO. En FIESTA Hemingway ve a las corridas como una forma de salir de la nada, de la desesperanza y del hastío. Al contrario, en MUERTE EN LA TARDE, ya el escritor ha asimilado la tauromaquia como el arte de lidiar y matar toros. Es obvio que él tenía una clara sensibilidad para captar los momentos más célebres de las corridas. Con esa desarrollada sensibilidad logró entender por consiguiente que el toreo no es un juego sino un arte. El torero impone su arte y el público conocedor de las faenas, las celebran con aplausos ensordecedores. Hemingway, como aficionado superior y parte del público, supo apreciar y juzgar a los toros y a los toreros, dándole el valor que corresponde a la bravura del toro y a la capacidad artística del torero. Ambos, toro y torero se funden en el momento más sublime de la corrida que es la hora de matar para formar una verdadera obra de arte inmortal. De esa manera se dice que el toro es noble y que el torero es un gran artista. Además, el autor ama al artista torero y pretende también ser artista escribiendo las hazañas taurinas. Con ello tanto el torero como el escritor buscan ser inmortales porque la tendencia oscura y fatal es opuesta a la ley instintiva de esa voluntad de vivir eternamente. Además Hemingway nunca le gustó el arte del quietismo sino más 64 bien quiso acción y en las corridas encontró un arte fascinante para salir de la gran angustia que jodidamente lo mantenía entre la espada y la pared. Por eso el no escribió comedias sino tragedias, haciendo caso a su agitada vida de hombre de acción en búsqueda de la obra de arte para el logro de la inmortalidad. Así lo afirma en una entrevista con el periodista norteamericano George Plimpton quien le pregunta sobre la función de su arte, y Hemingway le responde: “...y el escritor trata de que eso esté vivo también y si consigue hacerlo suficientemente bien, eso que ha hecho es inmortal”.19 Matar con limpieza y de manera que proporcione placer estético y orgullo ha sido fundamental en la raza humana salvaje. Pero no se mata a un hombre, se mata a un animal que se defiende y que también puede dar la muerte. Si hay, entonces, emoción y limpieza en el hecho de aplicar la muerte y, además hay gloria, la corrida será una obra de arte y el artista es quien torea. Pero es el orgullo el que hace la corrida de toros sensacional y es la verdadera forma de matar la que hace al gran matador un ídolo inmortal. Caso de Palomo Linares, El Niño de la Capea, Bernardo Valencia y Morenito de Maracay. El torero, pues ese artista que juega con la muerte, es para Hemingway el único héroe posible, y se convierte no solo en su ídolo sino en símbolo clave de su arte. 19 Ernest Hemingway. En Otro País. Alonso Ediciones. Madrid, 1980. Pág. 55. 65 2.4 LA INFLUENCIA DE GOYA EN HEMINGWAY. Otra afición que desarrolló en París de los años veinte del siglo pasado, fue el amor a la pintura, ya que visitó constantemente los museos más importantes de la capital francesa y sintió gran admiración por maestros como Cézanne, Braque, Juan Gris, Joan Miró, pero sobre todo por Cézanne hasta el punto de tratar de lograr en literatura lo que Cézanne había logrado en pintura. En la gran España, la admiración y la devoción por Goya extinguirá como estrella fugaz prácticamente todas las demás emociones suntuosas del placer estético. Hemingway es el hombre que busca notoriedad y, como citamos anteriormente en la entrevista con George Plimpton, tenía sed de inmortalidad porque no lo detuvo ni el dolor, ni la miseria de la vida, ni mucho menos el miedo que fue su compañero eterno. He aquí la pasión que viven los escritores, y que vivió Hemingway por su afán de poder y gloria (power and glory) según el escritor venezolano Rafael Cadenas en su obra REALIDAD Y LITERATURA: “El ser humano atenazado por sus propios productos: odio, afán de notoriedad, deseo de poder, todo para moverse y para sentirse y para compensar su poca importancia en el cuadro de las cosas; el ser humano consciente del desastre que ha creado y sigue creando, pero como imposibilitado para detenerse”.20 Si sabemos que Ernest Hemingway es uno de los escritores que tuvo mayor atracción por la pintura, luego no es 20 Rafael Cadenas. Realidad y Literatura. Editorial Equinoccio. Caracas. 1979. Pág. 10. 66 una grandiosa equivocación decir que Hemingway y Goya son como dos hermanos que se juntan en búsqueda de un solo objetivo: la inmortalidad. El uno en el campo de la literatura, y el otro en la pintura. Es obvio que el encuentro con Goya en 1923, tuvo que ser el comienzo de una especie de simbiosis entre la obra literaria hemingwayana y la obra de arte goyesca. Tuvo Ernest predilección y admiración por muchos pintores como Tintoretto, el Bosco, Mantengna, Velázquez, Cézanne, Miró y Picasso, pero con Goya se sintió más compro metido; entonces, ¿de qué tamaño y significación fue tal compromiso?. Enseguida la muy polifacética respuesta: quiso él poner en palabras como Goya lo hizo en pintura, todo lo visto, sentido, palpado, saboreado, bebido, montado, sufrido, vomitado, jodido, sospechado, observado, amado, odiado, deseado, temido, detestado, admirado, aborrecido, destruido. La pintura amarga y desnuda de Goya, muy especialmente las series de Los Desastres de la Guerra y La Tauromaquia, fueron para Hemingway un arrebato de captación para su alma de artista ya que en Goya va a encontrar justamente la formula personal incluso de su técnica literaria, ese esfuerzo por reducir la realidad a un esquema conciso de palabras sencillas, exactas y adecuadas. Para él, construir una escena literaria, era una operación semejante a la de pintar un cuadro, utilizando palabras como si fueran pinceladas. Todas ellas creíbles. También aprenderá de Goya a extraer de la realidad esa transparencia de luces y sombras que serán, a medida que 67 avance en su proceso narrativo, un método emocional y técnico a la vez, romántico y clásico, para hacer de su violenta literatura autentica pintura. Pero hay algo más importante que los meros brochazos o pinceladas. Existe un consenso entre ambos artistas - más bien una coincidencia – y es que el problema de la vida o de la muerte resulta un espectáculo trágico. Es ese sentimiento de la vida y de la muerte el que Hemingway buscaba desglosar en su obra taurina MUERTE EN LA TARDE. Su temperamento atormentado, su real situación espiritual cuando va a España, su crucial obsesión por la muerte y sobre todo por la muerte violenta, le hacen propicio para recibir el impacto del pueblo español, un pueblo que sabe que lo único cierto de cada uno de nosotros o vosotros es la muerte: “Goya, además, fija una posición ante la muerte, eso que buscaba el joven Hemingway: una posición que, por vital, por existencial, por taurina, diríamos, es eminentemente española”.21 Con todo, hay en MUERTE EN LA TARDE una buena dosis de información sólida sobre el arte del toreo y el toro es seleccionado como víctima porque es grande y fuerte y dotado de libertad como todo aquello de máxima importancia que Dios creó, y el torero es el artista que, con sus poéticas verónicas y afeminados pases, da a la corrida esa sensación de gloria que cada hombre desea encontrar en la plenitud o cumbre de sus facultades terrenales. 21 José Luis Castillo-Puche. Ob Cit. Pág. 60. 68 EL VERANO PELIGROSO 69 Hemingway se había comprometido a escribir un largo relato sobre los toros para la revista LIFE, y España era el país preferido para hacerlo. Este artículo tendría por nombre The Dangerous Summer (El Verano Peligroso). Tuvo que llevárselo a Cuba para terminarlo aún con el miedo de ser expulsado y obligado a salir de la isla. La obra sobrepasó las cien mil palabras y Hemingway no sabía como recortarlas. Además, sentía que tenía ganas de regresar a España para seguir viendo corridas y buscar el dinero que necesitaba aunque su renta era aproximadamente de 100.000 dólares anuales. Su lucha interior se hacia más insoportable y Hemingway estaba enfermo psicológicamente hasta el punto de que alguien tuvo que persuadirlo para que visitara a un psiquiatra. Este le recomendó abstenerse del alcohol de inmediato pero él no hizo caso y luego las cosas marcharon de mal en peor. Es como si con EL VERANO PELIGROSO, lo último que Hemingway escribió de inmortal valoración, se cerrara el ciclo prodigioso de toda su obra que va desde FIESTA hasta el propio VERANO PELIGROSO, magno reportaje sobre la fiesta taurina. EL VERANO PELIGROSO es para Ernest, su gran homenaje a su amada España. Obra en que no solo metió a la fiesta nacional sino a España entera. Allí encontramos sus paisajes, sus montañas, sus gentes, sus misterios, su pasión por la vida, y su culto a la muerte. Todo está allí inmiscuido en el círculo taurino para hacer la gran tragedia de su vida que apresuró, sin duda alguna, el final de su existencia por depresión y locura. 70 3.1. “EL MANO A MANO” AMBICIOSO Y MORIBUNDO Hemingway regresó a España en aquel largo y hermoso verano de 1959 cuando ya comenzaba a sufrir los síntomas que acabarían destruyéndolo irremediablemente. Sentía desconfianza en los demás y en sí mismo. Pero aquel hombre vigoroso, una especie de leyenda viva que el mismo construyó, reencontró los escenarios de su juventud: los toros, los toreros, el público, las cantinas y las prostitutas, por supuesto. Es más, se encontró con la buena suerte de que no había mucha competencia entre los mismos toreros españoles. Podemos afirmar que con gran suerte llegó a la tierra quijotesca, cuando dos jóvenes, apuestos y carismáticos matadores, cuñados además, se enfrentaban en un prolongado y temerario “mano a mano”. Ello solo era una excepción a la regla. El “mano a mano” los conduciría, junto con sus seguidores, por las más famosas plazas de España. Se trataba de Luis Miguel Dominguín, de treinta y tres años y, por lo general el más artista, y Antonio Ordóñez de veintisiete, el gran torero hijo de Cayetano Ordóñez. 71 Luis Miguel Dominguín Lo que Hemingway deseaba apasionadamente era la rivalidad entre los dos famosos toreros que por pura lógica, al arriesgar más, tenían peligro de muerte y así convertir su obra taurina que iba a escribir, EL VERANO PELIGROSO, en un Best Seller de la literatura norteamericana. Además Hemingway no creía en el toreo sin rivalidades descomunales: “Sin rivalidades el toreo no vale la pena. Pero entre dos toreros muy buenos la rivalidad llega a ser mortal”.22 22 Ernest Hemingway. Ob.Cit. Pág. 328. 72 El enfrentamiento prácticamente convenido entre los dos diestros españoles, se convirtió en la mente alucinada de Ernest en una especie de duelo fatal, algo trágico que podía terminar con la muerte de uno de los toreros, o quizás con la muerte de los dos. Él mismo se vio convertido en el cronista de tan grande y única ocasión. Es de hacer notar que EL VERANO PELIGROSO fue primero un reportaje hecho por Hemingway y que luego pasó a ser su gran novela de toros. El reportaje publicado por la revista LIFE en septiembre de 1960, llevaba por titulo El Verano Sangriento. Para el amante de los relatos taurinos, la descripción que hace Hemingway de la histórica corrida de Málaga del 14 de Agosto de 1959 en el capítulo XI, es uno de los resúmenes más evocativos y sustanciosos de cuantos se han escrito. Aquella tarde los dos cuñados lidiaron un grupo excepcional de reses de Domecq y adivinen lo que pasó: “Las noticias nos habían precedido por radio o telegrama; diez orejas, cuatro rabos, dos patas. Pero esto no significaba nada. Lo importante era que los dos cuñados habían lidiado una corrida casi perfecta”.23 Nunca se había visto una actuación semejante en una plaza de categoría máxima y el nombre de Hemingway, publicado en LIFE junto con la crónica del enfrentamiento, haría a los dos toreros universalmente famosos. Para Hemingway además de la fama, había enfrente una cuantiosa oferta en dólares de la revista LIFE la cual estaba por el orden 23 Ernest Hemingway. El Verano Peligroso. Editorial Planeta. Barcelona, España, 1986. Pág. 172. 73 de los diez mil por cuatro mil palabras, como número limite para el reportaje taurino . La tragedia que no se ha realizado en el ruedo se produce ahora sobre las cuartillas. Hemingway quiere meterlo todo en el gran reportaje. Las palabras se suman, se aglomeran, los folios crecen, ante la desesperación inoportuna de Hemingway quien es incapaz de reducir el trabajo a las cuatro mil palabras del contrato. La revista acepta por fin el texto y paga noventa mil dólares más. Al mismo tiempo Scribners quiere publicar también el libro pero el autor no lo autoriza porque notó que todo había sido un engaño, e incluso la viuda Mary, la última de las cuatro esposas de Hemingway, tampoco quiso autorizarlo hasta el año 1985 cuando ya habían pasado veinticuatro años de la muerte de nuestro héroe americano. Al darse cuenta de que había sido engañado y que tal desafío a muerte entre los dos toreros no había existido más que en su imaginación, se sintió lleno de remordimientos y cayó en un estado de locura, irritación, ensimismamiento, y sobre todo, en manía persecutoria la cual lo condujo a la Clínica Mayo de Minesota para tratamiento por esquizofrenia declarada. La inventada rivalidad entre los dos toreros mundialmente famosos, se desvaneció y en el desafío quedaban solamente fotos que acababan por irritar a un Ernest envejecido y desencantado. Pero quedaba también la prosa enardecida, limpia, y poderosa de uno de los escritores más grandes del siglo veinte quien por depresión y vejez temblaba y titubeaba por el desengaño sepulcral. 74 Para colmo de males, EL VERANO PELIGROSO, ese documento último, que él quería que fuese un canto supremo a España y a la fiesta brava, había terminado por incomodarle con el pueblo español, al que tanto amaba, ya que en ese texto un extranjero se había atrevido a decir que Manolete, el gran ídolo de todos los españoles, había utilizado “trucos baratos” porque le gustaban al público. Como consecuencia de esa afirmación, ni los cronistas taurinos, ni los aficionados, ni el público en general, pudieron perdonarle tremenda intromisión en un tema que tantos españoles tienen por sagrado. Todo lo que Hemingway quería era dejar el nombre de Antonio Ordóñez en el lugar más alto de la tauromaquia del siglo veinte, pero EL VERANO PELIGROSO solo sirvió para destruir su prestigio en España y convertir su ya famoso nombre en algo turbio e inaceptable para los españoles conocedores en abundancia del arte taurino. 3.2. LOS TRUCOS TAURINOS. Hemingway hablaba de la decadencia de las corridas de toros sobre todo por los trucos o abusos que se cometieron durante los años del dominio de Manolete e incluso después. Ocurría que se les recortaban los cuernos a los toros, luego se afeitaban y limaban de modo que pareciesen normales. Esos trucos se hacían para proteger a los toreros más famosos de la época. Hemingway odiaba y repudiaba esos trucos malditos porque: 75 “Al reducirse el tamaño de las astas, el toro pierde su sentido de las distancias y el matador corre menos peligro de que le cojan”.24 Y es que, el toro “afeitado” no solo es menos peligroso sino que resulta más fácil de lidiar y matar que uno con sus cuernos originales e intactos. También Hemingway criticaba a Luis Miguel cuando en una feria del puerto de Santa María salió airoso con los dos toros que le tocaron pero a base de realizar toda clase de trucos, incluyendo el de besarle la cara a uno de ellos. En Algeciras también toreó truculentamente a los animales de Pablo Romero que le correspondió. Luis Miguel hipnotizó al toro con el lento vaivén y, luego, se arrodilló dentro de su ángulo de visión y, arrojando la espada y la muleta, le volvió la espalda, y ¡ole!. Por su parte, Antonio Ordóñez como era el matador favorito de Hemingway, prácticamente no se le ve torear con trucos sino con la grandiosidad de su arte. Fue así como toreó durante todo el verano que enfrentó no solo la rivalidad de las reses de lidia sino las incisivas respuestas de Luis Miguel Dominguín quien se arraigaba y luchaba por ser el mejor torero hispánico y del mundo durante los años cincuenta. Al joven Antonio, Hemingway lo protege con su arte literario y a su obra taurina le llama “poema”, “poesía” o “perfección”: 24 Ernest Hemingway. Ob. Cit. Pág. 34. 76 “Antonio tomó con la capa a su primer toro igual que si fuera a inventar la lidia y desde el primer instante se vio que iba a ser perfecto. Fue así como toreó durante todo el verano. Aquel día en Málaga se superó así mismo y todos sus movimientos ante la masa agresiva y violenta de la res semejaban poesía. Con la muleta parecía esculpir sus pases y toda su acción fue un verdadero poema. Mató en el primer intento y el punto en que clavó el acero estaba solo a pulgada y media del lugar adecuado. Le dieron las dos orejas y el público pedía también el rabo”.25 Antonio Ordóñez 25 Ernest Hemingway. Ob. Cit. Pág. 165 y 166. 77 Actualmente sabemos que el interés nacional español está por encima del arte puro y entonces prevalece la feria con todos sus elementos positivos y negativos. Los toreros, por su parte están plenamente conscientes de su responsabilidad ante la economía general y tratan de divertir a los públicos con el mínimo de riesgo, sobre todo porque no se puede poner frente a un toro sumamente peligroso a un diestro que durante la temporada haga circular millones y millones en moneda local y divisas extranjeras. Por lo tanto, hoy la fiesta es muy diferente de la época en que vivió Hemingway y en España tiene categoría de servicio de interés nacional. Preservar la vida del torero es hoy día un trabajo laborioso de las organizaciones feriales no sea que el toro mate a su rival tal y como ocurrió con el infortunado Francisco Rivera, “Paquirre”. 3.3. LAS HERIDAS PELIGROSAS. Con todo y que Antonio Ordóñez ganó el “mano a mano” a Luis Miguel, el verano fue realmente peligroso porque de ambos toreros broto la sangre ibérica por las heridas de los cuernos de los toros mientras Hemingway solo se preocupaba por hacer el libro inmortal de su vida. Aunque en realidad sufría por ambos “matadores”, estaba del lado de Antonio Ordóñez. Quería verlo triunfar pero corriendo las consecuencias de una posible muerte en el ruedo. Creía Hemingway que si Antonio se esforzaba más en torear mejor Luis Miguel, en el intento de superarle, le mataría el toro o podría recibir una herida peligrosa. Pero visualicemos la espectacular tragedia que le sucedió a 78 Antonio con el segundo toro de la corrida de Aranjuez cuando el toro lo corneó: “La sangre manaba abundantemente, y Ordóñez apoyó el trasero en las rojas planchas de la barrera igual que si pretendiese cortar la hemorragia”.26 Por su parte Luis Miguel tenía el orgullo del diablo y un gran sentido de superioridad. Ambos estaban hechos para hacer la tragedia que llevaría por titulo EL VERANO PELIGROSO y solo fue peligroso para los dos toreros, ya que al fin y al cabo, recibieron múltiples cornadas sangrientas. He aquí lo que le pasó a Luis Migue l con el último toro de una corrida dominical en Valencia: “El matador saltó en el aire y el otro pitón del animal le cogió por el horcazo y le lanzó de espaldas. Antonio corrió con la capa para apartar al toro, pero este, antes de que nadie pudiese intervenir dio tres cornadas a Luis Miguel que yacía de espaldas en la arena y vi claramente como el pitón derecho se le clavaba en la ingle”.27 En el quinto toro del “mano a mano” en Málaga, también Luis Miguel salió ileso cuando el animal le lanzó unos dos metros por el aire y cayó de cabeza, con los brazos abiertos y sin el estoque y la muleta. Entre tanto el arte de Antonio iba in crescendo y deseaba actuar en la plaza de Bilbao, 26 Ernest Hemingway. Ob. Cit. Pág. 86. 27 Ernest Hemingway. Ob.Cit. Pág. 156. 79 la plaza más difícil de España, donde los toros son más grandes y más peligrosos. No se preocupaba si su concuñado Luis Miguel también fuese a la corrida; lo que sabía era que iban a tener una corrida llena de peligros. Allí mismo en Bilbao Luis Miguel vuelve a ser herido por el toro como si solo él tuviese la culpa de estar matándolos y como si su decadencia en el arte taurino la tuviese pagando con cornadas infernales. Así fue como el toro, sin prestar atención al engaño hundió el cuerno en el muslo del diestro y lo lanzó con fuerza contra el caballo. Cuando cayó, la res le corneó un par de veces en el suelo representando esta caída prácticamente el ocaso del famoso torero. Luis Miguel Dominguín tenía el semblante obscuro cuando se lo llevaban, se mordía los labios y oprimía el bajo vientre con las manos. La herida era peligrosa y parecía mortal. La cornada había penetrado por la cicatriz de la herida recibida en Valencia la cual no estaba totalmente curada, volvió a abrirla y luego siguió su dirección hasta el abdomen. Sufría como nunca antes y ya, por lo tanto era torero acabado. Por su parte Antonio iba de triunfo en triunfo y hasta mató al toro que hirió a Luis Miguel. Estaba en su plenitud de condiciones y podía matar “recibiendo” que es, según el propio Ernest, la formula más artística y peligrosa de liquidar a un toro. Se logra cuando el torero espera inmóvil al toro y cuando este se encuentra lo más próximo posible se le clava el estoque en el sitio correspondiente de manera que no haya ventaja ni para el toro ni para el torero pues si el torero falla puede ser mo rtal la herida recibida por los cuernos del toro. 80 Antonio mató “recibiendo” el último toro de ese verano peligroso y su triunfo fue descomunal: “Ordóñez no había movido los pies y cuando tocó su negra piel y los cuernos le pasaron ante el pecho, la res estaba muerta. Pero aun lo ignoraba y contempló a Antonio que, de pie ante ella, alzaba la mano, no como señal de triunfo sino de despedida”.28 “Papa” Hemingway, después de haber escrito su gran reportaje taurino, se dio cuenta de que había sido injusto sobre todo con Luis Miguel y que la tragedia que debía haber ocurrido en el ruedo no había estado más que en su imaginación, por lo tanto estaba defraudado consigo mismo y prometió nunca más iniciar amistad con torero estelar alguno. 3.4. LOS TROFEOS TAURINOS. La corrida que inicio el “mano a mano” entre Luis Miguel y Antonio Ordóñez se celebró en Zaragoza. Allí había todo tipo de personalidades como toreros, ganaderos, empresarios, políticos y autoridades civiles y militares. Hacía calor y los dos cuñados se enfrentaban por primera vez en un duelo a muerte. 28 Ernest Hemingway. Ob.Cit. Pág. 201. A Hemingway sus familiares y amigos cariñosamente lo llamaban “papa” o papá Hemingway en sus años maduros de los cincuenta y sesenta. 81 A continuación el resumen de trofeos de siete de las más importantes corridas en que Luis Miguel y Antonio Ordóñez se enfrentaron: VERANO DE 1959 TOREROS: LUÍS MIGUEL DOMINGUÍN CIUDADES ANTONIO ORDÓÑEZ TROFEOS ZARAGOZA Vuelta al ruedo y dos orejas Tres orejas y el rabo. ALICANTE Cero trofeos Tres orejas y el rabo. Dos orejas y el rabo. Lidió al son de la música y lo sacaron en hombros Cero trofeos. Dos orejas. PAMPLONA Una oreja. Cero trofeos. VALENCIA Música, dos vueltas al ruedo dos orejas y recibió tres cornadas. Ovación, cuatro orejas y vuelta al ruedo. Cuatro orejas, dos rabos y una pata. Vuelta al ruedo y le cogió un toro. Seis orejas, dos rabos y una pata. Vuelta al ruedo. Triunfo apoteósico. BARCELONA BURGOS MÁLAGA Como podemos apreciar a simple vista, el resumen sobre las corridas españolas nos da un balance a favor de Antonio Ordóñez quien era el torero favorito de Hemingway y, quien además, era el diestro que estaba en plenitud de 82 facultades mientras que Luis Miguel se había retirado y vuelto al ruedo para demostrar que él era aun, el dueño de la fiesta brava. Pero en definitiva, Hemingway viajó con Ordóñez por toda España cuando a éste nadie lo consideraba como un buen torero y fue acerca de su grandeza y genialidad que escribió EL VERANO PELIGROSO. 83 84 EL EXISTENCIALISMO HEMINGWAYANO 85 En España Hemingway no se sentía como un extranjero y su vida tenía que ver mucho con ese país ibérico que tanto amó. En su obra novelística por excelencia POR QUIÉN DOBLAN LAS CAMPANAS se atreve a decir por boca de Roberto Jordán que: “El que yo sea extranjero no es culpa mía. Hubiera preferido nacer aquí”. Como por una necesidad de su naturaleza, se había ido apropiando, identificando, posesionando de unas vivencias personales nutridas de acontecimientos esenciales de la historia española. Expresiones de coraje, de rabia, de fracaso, de placer, también propias de la lengua castellana, fueron para él fascinación y contagio, de tal modo que su existencia personal, su humana y vital existencia, llegó a ser inconcebible sin España , y sus fiestas patronales. Su admiración por Goya también fue de carácter existencial porque Goya es sobre todo una reflexión dura pero muy conmovedora, sobre la existencia del hombre, ante sí mismo y ante la historia, y era esa la actitud de un Hemingway aniquilado por la guerra, la crisis, el desamparo, y la inseguridad de la postguerra europea. Goya, además, fija una posición ante la muerte eso que buscaba el joven apasionado Hemingway: una posición que por vital, por existencial, por taurina, diríamos, es eminentemente española. Vivir la vida en tensión, crispados ambos en el terror y el miedo, volcados al espectáculo de la guerra y de la corrida, sumidos en la contradicción existencial, la pluma de Ernest va a seguir la dirección desgarrada y sarcástica de Goya, haciendo del cuadro confrontación de almas, convirtiendo el relato en crisis denunciadora, sumidos paralelamente el pintor y el escritor en el drama de la sangre. Pero el hombre es 86 plenamente responsable de lo que es y ese es el primer paso de su existencia. El existencialista suele declarar que el hombre es angustia y así opino yo con respecto a mi mismo y a los demás. Y nadie se angustie más por los demás que yo mismo en mis angustias. Eso significa que se compromete y se da cuenta de que es no solo el que elige ser, sino también un legislador, que elige al mismo tiempo que a sí mismo a la humanidad entera y sus problemas: “Ciertamente hay muchos que no están angustiados; pero nosotros pretendemos que se en mascaran su propia angustia”.29 Aun cuando la angustia se enmascara esta aparece y Ernest nunca enmascaró la suya sino que, al contrario, su vida fue una eterna angustia. Justamente todo el peregrinaje de nuestro escritor por las más trepidantes aventuras y en primera fila de los peligros físicos, no fueron más que un calvario de constante huir y a la vez buscar la muerte, la misma que le acechaba desde el lamentable suicidio de su padre Clarence Hemingway. De esa agónica lucha de tipo existencial que mueve al hombre hacia la búsqueda de la liberación personal o hacia la destrucción. Es decir, Ernest como un existencialista en banca rota, iba a concluir aniquilando la máquina de pensar y de sentir, que era también la máquina de vivir soñando en gigantes obras maestras de literatura. 29 Jean Paul Sartre. El Existencialismo es un Humanismo. Editorial suramericana, S.A. Buenos Aires, Argentina. 1978. Pág. 21. 87 4.1. LA INMORTALIDAD DEL ARTISTA. El hombre está continuamente fuera de sí mismo. Está persiguiendo siempre fines trascendentales porque quiere, en la mayoría de los casos ser inmortal. Pocos seres humanos como Hemingway han sentido el afán de conquistarse una victoria contra la muerte, y al corrida de toros tiene en su parte más emotiva – la de la muerte del animal - un sentimiento de inmortalidad cuando la faena ha sido esplendorosamente bien realizada hasta el punto de comparársele con una gran obra de arte. En efecto, ese sentimiento de inmortalidad que, según Ernest, se comunica al público, no es más que el triunfo sobre la muerte, la “grandisima puta muerte” como el violentamente la llamara. También queremos resaltar oportunamente que en el combate entre un hombre joven y apuesto y un animal salvaje se puede experimentar milagrosamente una transfiguración de tipo misteriosa la cual abre las puertas al sentimiento de inmortalidad: “En virtud de ese poder catártico es comprensible que Ernesto dijera que salía de las plazas cuando la corrida había sido estupenda mucho más bueno para consigo mismo y para los demás y, sobre todo mucho más en forma para escribir literatura de la que no muere fácilmente”. 30 30 Ernest Hemingway. Ob. Cit. Pág. 78. 88 Es el eterno problema del periodista Hemingway quien está hecho pedazos en su moral, molido psicológicamente y trágicamente predestinado para el suicidio. Todo ello por tener los cojones bien puestos en el grandioso empeño de que su obra de arte sea pura eterna para alcanzar así la paz que le pudiese dar la tan anhelada inmortalidad. En el capítulo XVIII de MUERTE EN LA TARDE también Hemingway nos aclara que “la esencia, la seducción emotiva de la corrida estriba en el sentimiento de inmortalidad que el torero experimenta en medio de una gran faena y que comunica a los espectado res”. Aunque él no había podido nunca con la espada iría al menos con la pluma porque una obra de arte tiene que ser una corrida perfecta. Todo tiene que estar a punto y no durar ni más ni menos que una corrida ideal, de esas que se ven tan pocas veces en la vida. Si el comienzo es brusco el final tiene que ser definitivamente bello en su sencillez y grandeza, como es exactamente la muerte del toro cuando es una muerte fulminante y sin trucos perversos. 4.2. LA DECEPCIÓN POR LA MUERTE DE SU PADRE. El papá de Hemingway, el doctor Clarence, sufriendo de profunda depresión, se quitaba la vida cuando nuestro héroe escribía su segunda novela ADIOS A LAS ARMAS. Fue para Ernest una amarga decepción ya que consideró que era una ácida cobardía cometida por parte de su padre al que amaba más que a ninguna otra persona de su familia. A partir 89 de este evento, el suicidio será una obsesión, no solo en su vida perdida sino en su obra literaria cada vez más fecunda. Es en España donde busca el recuerdo del pasado para seguir viviendo, pero su espíritu y su cuerpo están enfermos; sufre de crisis nerviosas, de manía persecutoria, cirrosis y hasta cáncer en la piel. Sin embargo se aferra a España y continúa ingiriendo licor en exceso, el cual ya lo tenía prohibido por los médicos. Su delirio de persecución le hace ver agentes de policía por todas partes e intenta lanzarse por la puerta de un avión en pleno vuelo. La azafata lo impide a tiempo y así queda frustrado su primer intento de suicidio esquizofrénico. Cuando se perdió la Guerra Civil Española también Hemingway la perdió porque estaba a favor de la causa republicana y en contra de Franco. Y cuando todo estuvo consumado, sufrió la mayor de las decepciones, unos de los grandes disgustos de su vida, y desengañado y deprimido como un exiliado más, se refugia en La Habana donde comienza a escribir sus experiencias personales sobre los horrores de la guerra civil española, dando como resultado esa novela que quiere ser un canto a España y una advertencia al mundo sobre los peligros del fascismo. 90 En España había que verlo sufrir, dudar, preguntar y callar después de todo siempre estaba irritado, malhumorado e histérico. Llevaba encima la gran decepción, el gran descontento de sí mismo. El toro su tema inicial y póstumo lo había devorado y destruido. Cuando salió de Madrid, ese otoñal año de 1960, era un hombre destruido, vencido y asustado. Había sido como el toro, burlado con un trapo rojo y no le quedaba ni siquiera contra quien envestir excepto contra sí mismo: “El Hemingway del último viaje a España era un hombre envejecido que sentía miedo, soledad, tedio, desconfianza, insomnio, remordimiento, culpa. Las corridas de toros le escribió en una carta a Mary – ya no era más que “un negocio corrompido y sin importa ncia”.31 31 Eric Nepomuceno. Hemingway: Madrid No Era Una Fiesta. Editorial Altalena. Madrid, 1978. Pág. 131. 91 Ernest Miller Hemingway, el gran amigo de los españoles y cubanos, fue en cierta forma, el último de los caballeros medievales, el último de los guerreros, pues llegó a tener la absoluta certeza de que comprendía la pena y el dolor ajeno y suyo; y la tristeza en todas sus formas sepulcrales. No acepta la derrota, aceptaba la muerte pero no natural, la acepta trágica. 4.3. LA MUERTE DE UN HÉROE. Ernest Hemingway quiso pasar la vida – y de hecho la pasó – queriendo demostrarse, y demostrándonos, que la muerte es un accidente porque uno puede perder la vida de cualquier manera y en cualquier parte. Tan poseído estaba de esa idea que hasta los amores fortuitos, los matrimonios esplendorosos, y sus putas alegres, en cierto modo no fueron más que accidentes pasajeros. Además, cuando a Ernest le llegó “el accidente” del suicidio – una manera de sellar todos los accidentes juntos – estaba destilando el transparente semen para el capricho romántico de un nuevo amor. Sin embargo, su cuarta esposa, M ary Welsh, supo darle a entender que lo que ganaría sería un nuevo accidente en su ya traginado trauma emocional. Por lo tanto, evitó por todos los medios un nuevo matrimonio con la última chica que él amó: la joven y hermosa italiana Adriana Ivancich de diecinueve años primaverales. En pocas palabras muy fieles a la realidad, Ernest Hemingway fue un ser con existencia agónica, que quería seguir muriendo en los brazos de otra nueva mujer. Tenía un 92 vacío alucinante que nadie lo podía llenar y aunque por fuera viviera entre brindis, amigos y mujeres, por dentro llevaba las entrañas y la psique demolidas por la sangre por él derramada y por la humanidad a causa de las malditas guerras. El contacto con la sangre va a ser algo más que un símbolo goyesco de la muerte. La sangre será brutal, alegórica, realidad para un espíritu obsesionado desde muy niño no solo con la idea sino con la presencia perturbadora y traumática de la “pelona” como el algunas veces la llamaba irónicamente. Será preciso recordar lo que le ocurrió en Fossalta en el frente italiano durante la Primera Guerra Mundial: “Mientras las bombas hacían pedazos las trincheras, él permanecía tendido, sudoroso, rezando” ¡oh, Jesucristo, sácame de aquí!, sálvame, querido Jesús, te lo ruego, ¡Cristo!, ¡si me salvas de la muerte te voy a dar todo lo que me digas!”. Estos gritos angustiosos son pruebas fehacientes que demuestran que el “falso hombre duro” como así lo dijera un día James Joyce, era por dentro un “tímido niño voluntarioso” que hasta pudo dar al mundo la sensación de un ser invencible, poderoso, atrevido, despilfarrador y fanfarrón. Pero era solo un hombre fuerte que al miedo le puso la espada de la valentía y a la timidez la agresividad y la acción. El Hemingway agónico que si por fuera tenía fama de fabuloso derrochador de todo, la verdad es que se movía y se había movido siempre entre los más absurdos complejos que un hombre puede tener: miedo, cobardía, timidez e inseguridad personal. ¿Es usted parecido a Hemingway en cuanto a complejos personales se refiere? Si ____ No ____. Si dices si, su vida es bien dramática pero acéptala por el amo r a Dios. Si dices no, tienes una vida dulce y agradable pero te falta Dios para plenarla. 93 En la última noche no se notó que estuviera triste y hasta cantó con su esposa una vieja canción italiana llamada “Tutti Mi Chiamano Bionda”. Hubo una cena cordial en el ostentoso restaurante Christina, de Ketchum, Idaho el primero de Julio de 1961, día sábado. A la mañana del día siguiente – domingo dos de Julio – se despertó temprano como antes, como siempre, e hizo despertar a Mary con el ruido del disparo de una escopeta Boss de dos cañones. Era el fin trágico que presentía pero, al fin y al cabo, era posible ser destruido pero jamás vencido. 94 CONSIDERACIONES FINALES 95 Consideraciones finales Las corridas de toros es de vieja data tanto así que el mundo antiguo de Creta, Grecia y Roma sufrieron las primeras emociones de esos animales y hubo gladiadores que tenían que enfrentar la muerte para cumplir con algún castigo o simplemente para divertir a los públicos de aquellas épocas conformados principalmente por reyes, reinas y emperadores. Ernest Hemingway, como parte de la “Generación Perdida”, es un hombre que se encontró solo y sin valor para enfrentar la vida inmediatamente después de la Primera Guerra Mundial. Sus amigos escritores, residenciados para entonces en París también filosofaban sobre el mundo de la nada, la autodestrucción y el fastidio . París, para John Dos Passos, Ezra Pound, Gertrude Stein y Ernest Hemingway, ya no significaba la ciudad feliz sino la del aburrimie nto. Hemingway, tomando la iniciativa de evasión se marchó a España, específicamente a Madrid, en donde presenció, las corridas de toros. Se emocionó tanto con lo visto, observado y sentido, que volvió luego a los Sanfermines con el objetivo de alcanzar la felicidad humana, que era su propia felicidad. Fue cuando entonces escribió la novela FIESTA basada en las experiencias del autor y en donde los personajes abordan temas controversiales como el sexo, el peligro, la soledad, y la muerte. La corrida de toros significó la fiesta que Hemingway milagrosamente encontró para desahogarse de los grandes problemas existenciales. MUERTE EN LA TARDE también es un libro resultado de las experiencias de Hemingway como espectador en las corridas de toros. Él interpreta al toreo como una obra 96 de arte que llega a su máximo esplendor con la muerte fulminante y limpia del toro. No habrá pues arte en la corrida si el torero se vale de trucos; esos trucos a los cuales Hemingway detestó repetidamente. También es tragedia la corrida de toros porque la muerte es inevitable en la lidia y toro o torero tienen que pagar con su vida el atrevimiento que significa desafiar al enemigo. Vería miles de corridas y tomaría miles de notas. El resultado sería ese libro titulado MUERTE EN LA TARDE fundamental para cualquier estudioso de la tauromaquia y la cultura española en general. La plaza llega a adquirir para Hemingway una especie de rito religioso y la prueba es que el torero que muere en ella, no muere solo, ni es la muerte de un torero igual ni se puede comparar para el público con la muerte de un campeón de un deporte cualquiera – puede ser de boxeo, de carrera de automóviles o de motocicletas – que muera en la competencia. De allí que la lidia de toros bravos no es un deporte más, y es por eso que ejercieron sobre él una total fascinación. La influencia de Goya es esencial en todas las obras taurinas Hemingwayanas desde FIESTA, pasando por MUERTE EN LA TARDE y hasta llegar al VERANO PELIGROSO. Entre ambos hubo una comunión de vida y arte porque ellos describieron sus aventuras con los temas y gustos de hombres trajinados poderosamente por la tragedia, la angustia, y la muerte. La pintura de Goya, y muy especialmente Las Series de los Desastres de la Guerra y la Tauromaquia, fueron decisivos en la conformación literaria de sus obras hechas con palabras sencillas, exactas y adecuadas. 97 Su técnica literaria es pura pintura, pura expresión plástica, puro expresionismo. Para 1959, aunque la salud de Hemingway andaba de mal en peor, se comprometió con la revista LIFE a escribir un largo reportaje, sobre los toros. España dijo, era el único país para hacerlo. El resultado fue THE DANGEROUS SUMMER (EL VERANO PELIGROSO). Esta gran obra es para Hemingway un homenaje a España, a sus paisajes y a sus gentes. La trama de la obra nos presenta a dos grandes matadores, Luis Miguel Dominguín y Antonio Ordóñez en un “mano a mano” a muerte en el ruedo, y así el tendría la oportunidad de escribir la más grande obra épica de su vida. Pero todo fue una ilusión que no terminó en tragedia mortal para ninguno de los dos toreros. Al contrario, el que se sintió defraudado por el resultado fue el mismísimo Hemingway quien al darse cuenta que todo había sido una farsa, cayó en un estado de locura que pronto lo llevaría a la tumba. Su libro, en todo caso, lo recomendamos por ser maravilloso, excitante y trágico. Finalmente podemos decir que la existencia de Hemingway siempre fue una tragedia porque desde muy niño le tenía miedo a la muerte. Quiso ser eterno o inmortal y al fin y al cabo lo logró cuando al escribir sus experiencias personales sobre la guerra, los toros y la pesca, ganó primero el premio Putlizer en 1952 y luego el Premio Nobel de literatura en 1954. La muerte violenta en forma de suicidio el dos de Julio de 1961, ayudó a inmortalizar su genio y sus obras porque según el mismo “los que no perduran mucho son siempre más queridos porque nadie tiene que aguantarles sus largas vidas jodidas en las peleas que realiza tratando 98 de hacer algo como cree que tiene que ser hecho antes de morir”. 99 100 BIBLIOGRAFÍA - BRICEÑO Ferrigni, German (1990) Despeje de Plaza. Anauco Ediciones, C.A. Caracas, Venezuela. - BURGUESS, Anthony (1992) Salvat. Barcelona, España. - CADENAS, Rafael (1980) Realidad y Literatura. Editorial Equinoccio. Caracas Venezuela. - CASTILLO – PUCHE, José Luis (1992) Hemingway. Ediciones Libertarias, Madrid, España. - COOMBES, H. (1980) Literature and Cristicism. Editorial Pelican. Gran Bretaña. - DE COSSÍO, José María (1981) Los Toros. Editorial Espasa- Calpe, S.A. Madrid, España. - GOWER, Roger (1990) Past Into Present. An Anthology of British and American Literature. 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